REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXV, No. 69. Lima-Hanover, 1º Semestre de 2009, pp. 295-304

EN BUSCA DEL OTRO (MAPUCHE) QUE SOMOS EN TRES NOVELAS CHILENAS CONTEMPORÁNEAS*

Mauricio Ostria González Universidad de Concepción

Los chilenos, a diferencia de otros latinoamericanos, sabemos poco y nada de nuestro principal pueblo originario: el mapuche. La historia, la educación y la cultura oficiales se han encargado o bien de construir mitos (como el de la raza chilena que desciende de los bravos araucanos) o bien de establecer barreras entre chilenos y mapuches. En tanto, las políticas económicas y sociales han busca- do cuando no su extinción, al menos su reducción a espacios lo más apartados posible de las poblaciones chilenas o su asimilación y transculturación. Es decir, se ha procurado hacerlos invisibles, re- legándolos, en general, a los estratos más pobres y marginales de la sociedad chilena. Sin embargo, el componente mapuche es un fac- tor fundamental en la conformación de la nuestra nacionalidad; co- mo sostiene Jaime Concha, el pueblo mapuche es “parte de un no- sotros incluyente y un gran excluido de la nación: inclusión imagina- ria y marginación real. se hace y se construye como nación a partir del mapuche y contra el mapuche” (Concha 1997: 34-35). No obstante esas políticas constantes de exclusión, la literatura chilena, en tanto instancia de reflexividad de nuestra cultura y, por consiguiente, forma de conocimiento del mundo y de reconocimien- to de sí en el mundo, no ha dejado de testimoniar esa difícil, pro- blemática y ciertamente ambigua relación con el otro que innega- blemente somos: el mapuche que nos interpela desde los orígenes mismos de la nacionalidad. El proceso literario chileno, desde las cartas de relación, las crónicas y muy especialmente, desde La Araucana, texto fundacional del imaginario chileno, hasta la poesía de Mistral, Neruda o Parra y tantos textos narrativos líricos y dramá- ticos, atestigua las simpatías y diferencias, inclusiones y exclusiones,

* Esta comunicación forma parte del proyecto 1050593 Oralidad y escritura en la literatura chilena contemporánea, financiada por FONDECYT. 296 MAURICIO OSTRIA GONZÁLEZ violencias y denuncias, olvidos y recuerdos, amores y odios, pero, sobre todo, las alteridades complementarias que han caracterizado las siempre conflictivas relaciones entre chilenos y mapuchesi. El poeta Raúl Zurita, enfatizando la violencia del vínculo, confirma su necesidad esencial:

En nuestra historia ese olvido es trágico y ha significado, en casos extre- mos, el desaparecimiento de pueblos enteros (…) y en otros, un modo len- to de aniquilamiento que, de llegar a concluirse, significará también nues- tro final. Ése es el caso del pueblo mapuche (…). Sin embargo, herederos también de una vorágine que se viene arrastrando desde la conquista, pa- reciéramos condenados a ver en ellos al otro. ………………………………………………………………………………….. De todas las formas de aniquilación es ésta probablemente la más cruel. No sólo se hace del hombre de la tierra un extranjero en el suelo de sus antepasados, sino que al hacerlo no se le ha permitido tampoco el usu- fructo de su extranjería. Arrasado en general de su lengua, de su tierra y de sus propios rasgos, se le pide además que sobreviva con lo poco y na- da que se le da a cambio y luego, al ver su quiebre, se le juzga y se le condena (…). Todas estas violencias –ejercidas en nombre del mismo mundo que en 170 años de república jamás ha creado una sola política realista e igualitaria de integración– recaen finalmente sobre todos. La di- ferencia que negamos, el idioma que no entendemos, el rito que transfor- mamos en folclor o pintoresquismos, los rasgos que nos negamos a reco- nocer, son no obstante nuestros. Al perderlos nos perdemos (Zurita 1989: 15-17).

En lo que sigue, rastrearemos los esfuerzos sinceros de los escri- tores chilenos por establecer un diálogo intercultural, en busca de remediar ese largo olvido, para hablar de peñi a peñi o de hermano a hermano con el pueblo mapuche, subvirtiendo así, las conductas canónicas impuestas por las superestructuras de la dominación. Lo haremos a través de tres novelas escritas en los últimos diez años: Butamalón [1997], de Eduardo Labarca, Memorial de la noche [1998], de Patricio Manns y Sueño con menguante. Biografía de una machi [1999], de Sonia Montecino. En Memorial de la noche –reelaboración de Actas del Alto Bío-Bío (1984)–, Patricio Manns, reescribe la matanza de Ranquil (1934)ii. El relato se configura como una entrevista que el narrador-escritor rea- liza a una pareja de ancianos mapuches sobrevivientes, que reme- moran los hechos y, especialmente, la figura del jefe de la resisten- cia, José Segundo Leiva Tapia. Butamalón, en tanto, reconstruye, por vía visionaria, la autobiografía del misionero español Juan Barba que, cautivo de los mapuches termina por abrazar su causa. El relato se entrelaza con los avatares de la frustrada traducción de un estu- dio escrito en inglés sobre la conquista de Chile y la gran guerra de los mapuches, encabezada por Pelantaro, contra el dominio español EN BUSCA DEL OTRO (MAPUCHE) QUE SOMOS 297 en 1601 y con los amoríos del traductor con una sirvienta indígena. La historia de Sueño con menguante, por su parte, se sitúa en Prado Huichahue, una localidad precordillerana, habitada por comunidades mapuches. La narradora, entreteje su experiencia personal en el co- nocimiento de esas gentes y su cultura con la autobiografía de Car- mela Romero Antivil, una machi o chamana, que la elige como su privilegiada y confidencial receptora. El género novelesco y los diversos tipos discursivos propios de de la modernidad ilustrada son sometidos, en los casos que nos ocupan, a una serie de procesos tendientes a subvertir sus cánones y límites, tanto en lo que dice relación a las formas de conocimiento empleadas y a la lógica y conformación de sus estructuras, como en lo pertinente a procedimientos retóricos y recursos lingüísticos. De modo que, en general, estamos en presencia de textos híbridos, si- tuados en fronteras imprecisas o en encrucijadas no siempre fáciles de discernir. Tal propósito subversivo y heterodoxo se expresa, por ejemplo, en el desplazamiento hacia tipos discursivos que devienen siempre fronterizos en procesos que los aproximan o alejan de de- terminaciones genéricas consabidas. Así, Memorial de la noche mezcla rasgos de prosa poética (ritmo recurrente, reiteraciones, esti- lizaciones, imágenes, epítetos) con elementos propios del reportaje. Sus capítulos corresponden a escenas (‘memoriales’), de raíz pasto- ral, debidamente enmarcadas y definidas casi siempre por el trans- curso del tiempo en los aproximadamente dos días que dura la en- trevista: ‘Memorial de mediatarde’, ‘Memorial del crepúsculo’, ‘de la sombra’, ‘de la madrugada’, etc. Butamalón intercala la autobiografía de Juan Barba con los ava- tares del traductor; no la memoria conservada en crónicas de la conquista y la colonia, ni siquiera la contenida en el libro en inglés que el narrador básico debe traducir (cuya traducción siempre se posterga, impedida por la carencia de una intuición básica que la haga vivir), sino la que surge de las ‘visiones’ (que así se denominan las partes de que la novela se compone) que invaden su fluir de con- ciencia. Además, Butamalón contiene significativos fragmentos me- tadiscursivos en los que el narrador-traductor reflexiona y polemiza en torno al ejercicio de la traducción y, por ende, a las dificultades del diálogo intercultural. Así, la novela constituye –señala con certeza Fernando Moreno– “una desacralización del discurso histórico insti- tucional y unívoco, mediante un doble proceso de atenuación de los límites de la historia y de la ficción en el ámbito de un discurso narra- tivo intercultural” (Moreno: 2003). Sueño con menguante, por fin, figura dos relatos también interca- lados: uno escrito, el de la antropóloga que procura aproximarse a la 298 MAURICIO OSTRIA GONZÁLEZ cultura mapuche y otro oral, el de la machi, que la antropóloga transcribe. Esto hace que el texto navegue entre dos aguas: las de la antropología y las de la literatura, sin someterse a ninguna. Por una parte, rompe con la metodología propia de la ciencia antropológica [Waldman Mitnick], por otra, tampoco se sujeta a los cánones litera- rios. En verdad, Sueño con menguante es un texto en el que conver- gen diversas convenciones genéricas y discursivasiii. Así, pues, en ninguno de los diversos niveles discursivos de las tres novelas, los hablantes se asumen estrictamente como novelistas o narradores de sucesos ficticios. En la frontera de la historia, la crónica, el testimonio, los relatos oscilan entre la verdad de los hechos y la verosimilitud convencional, manteniendo intencional- mente, una cierta ambivalencia que los valida, al mismo tiempo, en tanto documentos y en tanto construcciones literarias. En Memorial un escritor periodista procura rescatar del olvido y por vía más bien épico-lírica, “la espantosa verdad de 1934 (…) para que los chilenos sepamos de una vez por todas quiénes somos, qué hicimos, y qué es lo que se nos oculta de nuestra propia historia: porque los acon- tecimientos de 1934 jamás entraron en la historia oficial” (Manns: 33). En Butamalón, el traductor posterga indefinidamente su trabajo, mientras construye visionariamente una especie de biografía cordial del protagonista, valiéndose de un cuidadoso trabajo de imitación lingüística (el español de los siglos XVI y XVII) e incluyendo fragmen- tos de cartas y crónicas de la conquista. Todo, basado en el empeño de un estudioso inglés que “escribió estas páginas contando lo que los chilenos debíamos saber pero no sabemos” [Labarca: 14]iv. En Sueño con menguante, la narradora antropóloga, “intentando borro- near los abismos de diferencias” (Montecino: 15), rompe con la obje- tividad de la ciencia y se asume como la página obediente en que la machi imprime su vida, pero no deja de incluir elementos documen- tales como los anexados en el llamado ‘Cuaderno de terreno’. Es decir, los tres narradores (el escritor-periodista, el traductor, la an- tropóloga) buscan formas alternativas del narrar y del decir que, por un lado, desafíen los límites entre realidad y ficción, los cuestionen, los difuminen y, por otro, se adecuen a los parámetros culturales de los mundos o alteridades (mapuches) que quieren representar. En todos los casos, se trata de convenciones que ponen en evidencia el hiato entre las dos culturas, la imposibilidad de traducción sin resi- duos, mas, al mismo tiempo, la voluntad de máxima y sincera aproximación. En ese esfuerzo por hacer hablar al otro, por permitir la afluencia de lo heterogéneo, los relatos se tornan plurales, se estructuran co- mo relatos de relatos y los narradores se hacen transparentes, EN BUSCA DEL OTRO (MAPUCHE) QUE SOMOS 299 cuando no invisibles, procurando que emerjan las ‘otras’ voces a través de la explicitación de los aparatos de enunciación internos. Así: Un escritor que las ejerce de periodista, con grabadora en mano (Memorial de la noche), recoge el testimonio de los últimos sobrevi- vientes de la matanza de Ranquil, los que, a su vez, refieren la histo- ria del protagonista de esos hechos y citan fragmentos de los relatos que los diarios de la época contienen:

(Es en este punto del relato donde comienzan las cinco memorias a distri- buirse los papeles narrantes. La primera memoria soy yo en Trez-Vella. La segunda memoria soy yo, veinte años antes en los contrafuertes de la Cordillera de los Andes. La tercera y la cuarta memoria son Ángel Mamal- cauello y Ánima Luz Boroa en el curso de aquella conversación. Y la quinta memoria son las palabras que ellos recuerdan de José Segundo Leiva Ta- pia, quien aporta así su propio testimonio personal desde el otro lado de la muerte) (Manns 1998: 27-28).

Un traductor (Butamalón) ha recibido la tarea de poner en caste- llano un estudio escrita en inglés, sobre la conquista española en Chile, que contiene el relato autobiográfico del misionero extremeño Juan Barba, al que ingresan monólogos, coloquios, confesiones, sermones, órdenes, discursos públicos, documentos escritos. Múlti- ples voces de españoles e indígenas surgidas de los libros leídos componen una desigual polifonía hasta devenir extrañas presencias autónomas:

De noche sucedió, te lo aseguro, ha dicho el Traductor al percibir la in- crédula mirada de la Empleada. Tú dormías en tu buhardilla: los persona- jes salieron de estas hojas. Las letras se agrandaban, yo entraba en las palabras: en tu ausencia, ellas me llevaban, esfumándose. ¿Cómo retener- las? ¿Anotarlas? ¿Emborronar cuadernos? Todo brotaba del papel. Barba se perfilaba en estos documentos que José Toribio Medina se birló en Es- paña (…). Pronunciaba su prédica desde las páginas del jesuita Rosales (…). Estampaba la huella de sus sandalias en los datos que yo iba asen- tando en mi cuaderno floreado. Los demás visitantes tropezaban atolon- dradamente (…). En los ojos traían espantos de muerte, palabras rumor de cornetas, tambores batallas. Cada cual iba contando interminablemente su propia vida sin prestar oído a los demás, y las voces ansiosas en castella- no o mapudungu formaban un coro desafinado de exclamaciones, frases exaltadas y lamentos discordantes. Yo me empeñaba en anotar en mi cuaderno los fragmentos de los relatos en que cada hablante exageraba sus dolores, sus hazañas, sus dudas… (Labarca 1997: 165-166).

Una antropóloga (Sueño con menguante) escribe la bitácora de sus viajes a una comunidad mapuche, así como las notas de su ‘cuaderno de terreno’, y en ese relato, intercala la autobiografía oral de una médica mapuche. En el esfuerzo por ser fiel a las palabras de 300 MAURICIO OSTRIA GONZÁLEZ

Carmela (la machi), la antropóloga se convierte ella misma en el libro que contendrá la autobiografía:

Carmela ha tomado su mano bruscamente y la mira desde el fondo de sus ojos oscuros. ¿Dónde está mi libro, colilonko? –le pregunta–, ¿el libro en que te dije que escribieras mis sueños? Le muestro el cuaderno sorpren- dida, extrañada y también emocionada, le digo que muchas cosas están ahí, pero que otras se han ido, se han borrado porque nunca fueron escri- tas más que en mi mente. Otras cosas de ti no las sé, porque nunca me las has contado como cosas de tu vida. ¿Y todo lo que te enseñé, también lo has olvidado? No, Carmela, nada se ha perdido porque yo era el papel donde tus sueños se escribían, le dijo (Montecino 1999: 211)v.

Pero en la urdimbre de la escritura surgen otras voces que no vienen de la oralidad humana:

A pesar de que entendí el lenguaje del trompe que pulsaba José, sus his- torias, la emoción y el dolor que se escribía con ese instrumento que pe- gado a la boca creaba sonidos que eran como una prolongación de sus palabras melodiosas, sólo un tiempo después llegué a conocer el exacto significado de su uso (Montecino 1999: 30-31).

Leyendo en los dibujos de esas frazadas palabras que les hablaban en el idioma de las tejedoras (Montecino 1999: 46)vi.

En los tres textos resuena, entonces, el contrapunto de voces chilenas y mapuches, en lugares y tiempos distintos. Memorial mez- cla el discurso del narrador-escritor con los de Ángel Mamalcauello y Ánima Luz Boroa (los testigos) y con los de José Segundo Castro Leiva y otros personajes; pero también, las voces de los ríos y del viento, “el canto de los pájaros, el rumor de las hojas de los árboles, el crujido de la hierba pisoteada, el resonar de las piedras que caen, el redoble de los truenos” (Manns 1998: 15); Butamalón, va entrete- jiendo los decires del traductor con los de la criada indígena de la pensión en que vive y con las españolas y mapuches que con Juan Barba irrumpen desde el pasado y van apoderándose progresiva- mente del narrador hasta la confusión delirante de identidades, es- pacios y tiempos: “Porque allá yo soy él. Voy con un crucifijo. Soy apóstol de Dios, y también –reconozco– pecador sin remedio como aquí (…). Y en nuestra ruca ella te ayudará a mantener encendido tu fogón, ha dicho el Traductor a la Empleada esa tarde” (Labarca 1997: 280). Igualmente, Sueño con menguante buscará la fusión de las voces a través de una escritura siempre precaria:

…porque no se puede transcribir el acento con que Carmela dice ‘rüfü’, ‘külle’, ‘pilmaiquén’, y tampoco guardar sus gestos, sus manos moviéndo- se como lo hace la golondrina migratoria o la cadencia de la canción que se acordó se hacía a la dueña del fuego, al ‘choñaiwe kuzé’, por eso regis- EN BUSCA DEL OTRO (MAPUCHE) QUE SOMOS 301

tro los residuos de mi propia memoria y las hilachas de lo que ella cuenta y que se petrifica en palabras que después tengo que buscar en los dic- cionarios y que no siempre encuentro (Montecino 1999: 164).

Ante la imposibilidad de un conocimiento cabal, profundo, com- prensivo de la cultura y la gente araucana (cuyo primer límite decisi- vo es el desconocimiento del idioma) y con el deseo verdadero de dialogar con ella, se establecen sistemas de mediaciones que impli- can: la aproximación o acercamiento de un hablante chileno hacia un hablante mapuche con el objeto de rescatar la historia (Memorial), desandar la historia (Butamalón), contener la historia (Sueño con menguante), la verdadera historia. Por eso, en Memorial de la noche, El narrador-escritor acude con grabadora en mano al Alto Bío Bío para recoger el relato del alza- miento de Ranquil de boca de los últimos sobrevivientes; en Buta- malón, el narrador-traductor multiplica sus vías de acceso (un libro escrito en inglés; sus propias visiones y la presencia de una sirviente mapuche, de la que se enamora) en busca de Juan Barba, un cura aindidado que combate al lado de los indígenas y, a través de él, de la guerra de 1601; y en Sueño con menguante, la narradora- antropóloga es elegida por la machi Carmela Romero Antivil, para devenir el libro que relata su biografía.

La aproximación del narrador chileno al mundo mapuche supone, pues, un complejo proceso de autonegaciones y renuncias en busca del otro y que pueden puntualizarse como sigue: 1. Reconocer las diferencias y tener la voluntad de diálogo; 2. Aceptar la mediación mapuche: los ancianos Ángel Mamal- cauello y Ánima Luz Boroa, la Empleada mapuche, Florencia Hue- numán (“era para mí el puente”) (Montecino 1999: 15). 3. Desandar la historia letrada de los narradores (escritor, traduc- tor, antropóloga) para encaminarse a la comunicación oral, aceptan- do su lógica y su funcionamiento plurisemiótico:

Vengan a mí esos ruidos borboteantes, esas vocales respiradas, esos su- surros besados (…). Refrésquenme el idioma (…). Denle una patada a la gramática, a los manuales de estilo, a los glosarios, a las instrucciones pa- ra el traducir perfecto (…); digan las cosas como se dicen, sin corsé… (Labarca 1997: 15).

Pude comprender que los tiempos eran otros en ese mundo (…). Los re- cuerdos fluían en una lenta retahíla de palabras, algunas en español y otras en esa lengua mapuche de la que apenas podía distinguir algunos sonidos (Montecino 1999: 20)

Sólo con el tiempo pude darme cuenta de que el me dijeron, dijo, dijo que 302 MAURICIO OSTRIA GONZÁLEZ

le dijo, tenían sentido, y que constantemente la familia de Florencia estaba evocando a alguien que a su vez era una cita de otros más antiguos. Por eso esas conversaciones que en el fondo eran cadenas de múltiples entre guiones, eran una suerte de convocatoria a muchas personas, vivas y muertas, cuyas huellas perduraban en las palabras de la kuku y de sus hijos (Montecino 1999: 23)

4. Sustituir la racionalidad de la letra por memoriales, visiones, sueños, es decir, por mensajes complejos que transgreden el llama- do conocimiento objetivo y validan otras formas de conocer en que se integran lo emocional, lo imaginativo, lo onírico y en que ya no es posible separar sujeto de objeto, porque ambos términos se interpe- netran y configuran una totalidad indivisible. 5. Utilizar la escritura como medio de conservación de mensajes y recuerdos que, sin embargo, por su especial naturaleza cultural, tienden a subvertirla y a exhibir su precariedad, pues, siempre que- dará la huella de la diferencia:

Porque aunque le ha dicho que es la página en que se escribirán sus sue- ños hay secretos que jamás le revelará, porque sólo le pertenecen a ella y a su püllü, secretos que, por lo demás, sería inútil trasladar a otro idioma que no sea el que se aprende desde que se nace (…), porque soy el papel en el que ella escribe lo que quiere, lo que piensa que es posible trazar y borronear, lo que desea inscribir como mensaje y que yo transcribo ya sin preguntas porque he ido comprendiendo con los años la esterilidad de es- te gesto (Montecino 1999: 159-160).

6. Reescribir la historia oficial, rescatando lo que en ella se ha si- lenciado, omitido, ocultado o tergiversado. Así, Memorial busca re- cuperar los trágicos sucesos de Ranquil; Butamalón, restituir la me- moria infamada de Juan Barba, convirtiendo una historia de répro- bos y renegados en una de convivencia cultural y amorosa; Sueño con menguante, por fin, hacerse una con la machi y de eso modo, por vía cordial, salvar el hiato de siglos entre chilenos y mapuches. Las tres novelas son contradiscursos en relación a la historia canoni- zada (chilena) del pueblo araucano. 7. Por último, autosometerse a un pronunciado proceso de ambi- valencia y hasta de pérdida de la identidad personal y cultural. De modo que los narradores chilenos buscan identificarse con los ma- puches y hasta devenir mapuches. Al mismo tiempo se presenta un proceso de mestización que incluye por igual a chilenos y mapu- ches; se alimenta una corriente cordial, una voluntad de ampliación de la identidad, de reconocimiento del otro hasta fundirse con él. Oscilando entre la primera y tercera persona, la narradora de Sueño con menguante confiesa: “Me siento también como en dos aguas (…) y me doy cuenta de que los límites entre ambas son demasiado EN BUSCA DEL OTRO (MAPUCHE) QUE SOMOS 303 tenues (Montecino 1999: 153). Y también: “No podía rehusar esa nueva pero vieja identidad que Carmela me ofrecía” (Montecino 1999: 45). A su vez, atrapado por el libro que intenta traducir en vano, el na- rrador de Butamalón, asume la identidad de su protagonista:

Fue el libro el que incendió mi existencia haciéndome testigo y escriba, historiador, partícipe. Mi deber, sus personajes me lo han impuesto. Vie- nen a buscarme, me invitan, me arrastran en su cabalgata. Me piden que escuche sus confesiones y dirima sus pleitos. Afirman que sólo mi palabra puede ayudarlos a desentrañar los secretos inasibles de su época, com- prender la sinrazón de sus vidas, decidir el rumbo de sus pasos (Labarca 1997: 279).

Por si fuera poco, el propio Juan Barba cura aindiado, confiesa su escisión identitaria: “Aquí quedo yo dividido entre España y la isla de Purén (Labarca 1997: 277). Aunque en menor medida, también el narrador de Memorial se siente invadido por el decir memorioso de sus entrevistados:

Hay una curiosa sensación de apaciguamiento tras una noche sin dormir, tras una noche de escuchar historias, de oír el susurro irreversible de dos memorias vaciándose en mis cauces. De dejarme penetrar por ese solilo- quio, ese coloquio, a ratos, de dos viejos indios empeñados en recobrar el resplandeciente pedazo terrestre que han sido (Manns 1998: 114).

Concluyo: esa constante voluntad testimonial y dialógica, hace de la literatura, en nuestro caso, de la literatura chilena, un lugar pri- vilegiado de encuentro entra ambas culturas. Así lo reconoce el poe- ta Elicura Chihuialf, a propósito de su traducción al mapudungún de algunos poemas de Neruda:

En medio de la confusión y del espejo obnubilado, pretendidamente euro- peo, de los chilenos, Neruda vislumbró nuestro azul, el de nuestra vida, el color que nos habita, el color del mundo de donde venimos y hacia donde vamos. Elástico y azul fue nuestro padre, dice con orgullo y sobre todo con afecto en su poema a nuestro Lautaro. Tan cercana siento la emoción, la ternura, en sus poemas en los que habla con su padre y su mamadre. Es- cucho también allí la ternura de mi gente, de mis abuelos y de mis padres. Creo, por eso, que la obra de es una de las posibilidades para el diálogo entre los mapuche y los chilenos; para empezar a encon- trarnos –poco a poco– en nuestras diferencias (Chihuailaf 1996:11-12).

Yo creo que también las novelas estudiadas contribuyen eficaz- mente a ese diálogo. 304 MAURICIO OSTRIA GONZÁLEZ

NOTAS:

1. Sobre el papel testimonial de la literatura respecto de las relaciones entre chi- lenos y mapuches, véase el iluminador trabajo de Gilberto Triviños 2003. 2. La historia ya había constituido la trama de un relato anterior, Ranquil. Novela de la Tierra, de Reinaldo Lomboy, publicada en por la Editorial Orbe, en 1941. 3. “El tipo de texto producido se caracteriza (…) por la heterogénea confluencia y mezcla de géneros, en un esfuerzo por dar a conocer los datos etnográficos a través de un estilo literario (poético, narrativo o ensayístico). Sueño con menguante. Biografía de una machi es, ciertamente, un texto antropológico, pero que recurre a procedimientos propios de la literatura, no como una creación estrictamente literaria, sino como un género textual híbrido que no coincide con el “canon” positivista de la disciplina antropológica (Mitnick 2003: 356). 4. Sobre Butamalón, véase el documentadísimo libro de E. Barraza Jara (2004). 5. Sobre el problema de la autoría de Sueño con menguante, Susan Foote ha escrito un sugestivo artículo (ver Obras citadas). 6. Igual que en José María Arguedas para el mundo andino, aquí no sólo se transita hacia la oralidad de la cultura mapuche, sino que la misma escritura deviene pictografía, dibujo, tejido en frazadas que hablan.

OBRAS CITADAS:

Barraza Jara, Eduardo. 2004. De La araucana a Butamalón. El discurso de la con- quista y el canon de la literatura chilena. : Universidad Austral de Chile. Estudios Filológicos, anejo 17. Prólogo de G. Triviños. Chihuailaf, Elicura. 1996. “Prólogo” a Pablo Neruda. Todos los cantos. Ti Kom VL. Santiago: Pehuén Editores. Concha, Jaime. 1997. “Gramáticas y códigos: Bello y su gestión superestructural en Chile”, Mapocho, 42: 17-41. Foote, Susan. 2003. “El testimonio mapuche y la literatura chilena: Carmela Rome- ro Antivil y Sonia Montecino en Sueño con menguante. Biografía de una ma- chi”, http//:www.2.udec.cl/~doctlit/mecesup/artículos. Labarca, Eduardo. 1997. Butamalón. Santiago: Universitaria/FCE. Manns, Patricio. 1998. Memorial de la noche. Santiago: Sudamericana. Montecino, Sonia. 1999. Sueño con menguante. Biografía de una machi. Santiago: Sudamericana. Moreno, Fernando. 2003. “Novelar y revelar la historia”, en L'ordinaire Latino- américain, IPEALT, Université de Toulouse-le-Mirail, 193, 2003: 9-16. Citamos por la edición electrónica en Letras de Chile, www.letrasdechile.cl/ Triviños, Gilberto. 2003. “Revisitando la literatura chilena”. Atenea, 487: 113-133. Waldman Mitnick, Gilda. 2003. “Una mapuche extraordinaria. Sonia Montecino: Sueño con menguante. Biografía de una machi. Santiago: Sudamericana, 1999”, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, 188-189: 355-358. Zurita, Raúl. 1989. “El ave de tu corazón”, en Leonel Lienlaf, Se ha despertado el ave de mi corazón. Santiago: Universitaria.