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MOVIMIENTOS SOCIALES: VISIONES DE ALTERNATIVIDAD POLÍTICA DESDE SUR Y CENTRO AMÉRICA. CASOS: , ECUADOR, BRASIL Y MÉXICO

Social movements: views of political alternativeness from south and central America. Cases: Bolivia, Ecuador, Brazil, Mexico

Douglas Eduardo Molina Orjuela* Servio Alberto Caicedo Córdoba**

RESUMEN: El presente escrito está dirigido a realizar un análisis comparativo sobre nuevas formas de organización política y de de- recho alternativo que se vienen generando en Latinoamérica, con el propósito de identificar nuevos referentes en esta área. Es impor- tante señalar cómo éstas nuevas formas de organización política no necesariamente se inscriben dentro de la legalidad dominante, sino que culminan en una serie de acciones y movimientos sociales, que

* Politólogo con énfasis en gestión pública, Especialista en gerencia de proyectos educati- vos, tesista de Maestría de Desarrollo Rural. Profesor, Investigador - Director del Observa- torio de Política Latinoamericana (OPLA) de la Universidad de San Buenaventura - Sede Bogotá. . ** Psicólogo, Magíster en Planificación del Desarrollo con énfasis en medio ambiente. Ex- director ejecutivo de la asociación de Corporaciones Autónomas Regionales, se ha des- empeñado como consultor en temas de conflicto y medio ambiente con el Ministerio de Medio Ambiente, Planeación Nacional y Naciones Unidas, y como profesor en temas de medio ambiente y teoría del conflicto de las Universidades San Buenaventura, Javeriana, Jorge Tadeo Lozano y Sabana. . Artículo recibido el 23 de febrero y aprobado el 2 de mayo de 2012.

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muchas veces no encajan en las teorías y conceptos construidos para interpretarlas; esto nos obliga a descentrar la mirada de aquellas instituciones y procedimientos que tradicionalmente hicieron parte de la comprensión de lo que era la política y el derecho.

PALABRAS CLAVE: nuevos movimientos sociales - alternatividad política – postcolonialidad - América Latina

ABSTRACT: This paper focuses on the elaboration of a comparative analysis about the new ways of political mobilization and alternative law generated in Latin America. It’s important to know how this new paths of organization are not necessarily framed under the dominant legality but are the culmination of various social movements and actions that can’t be properly explained by the very theories and concepts designed to understand such phenomena; this forces to decentralize the view from the institutions and processes that were part of the usual understanding of law and politics.

KEY WORDS: new social movements - political alternativity - post- colonialism - Latin America.

INTRODUCCIÓN

El presente escrito se propone un análisis de los movimientos sociales en Bolivia, Ecuador, Brasil y México, enmarcado en la posición de Boaventura de Sousa Santos (2009), relacionándolo con diversas epistemologías de índole latinoamericano. El punto particular de este escrito es la identificación de las nuevas formas de organización política. Para identificar esas nuevas formas es necesario revisar esas miradas que se encuentran en la despolitización, escenario más cómodo para pensar la crisis de la política, de las instituciones jurídicas y por ende el debilitamiento de las democracias contemporáneas.

Lo anterior, con el fin de encontrar explicaciones más acordes a nuestra realidad y que recojan la diversidad de prácticas y dinámicas que no ca- ben en las racionalidades construidas desde comprensiones hegemónicas del mundo, aunque implique incluso salirse de los cánones construidos por el proyecto moderno occidental. Es por ello que, frente al desencanto o pérdida de fe en lo político, no se pueden seguir construyendo explicaciones que insistan en las distancias entre gobernantes y gobernados, en la crisis de las instituciones o en el triunfo del individualismo en la época actual.

En este sentido, el punto de partida de este escrito es presentado, a ma- nera de hipótesis, planteando cómo la política ha recobrado su centralidad,

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no ya en las instituciones tradicionales que construyó la modernidad para ella, sino en otros espacios donde la política y el Derecho alternativo rena- cen, se renuevan, son reinterpretados y reasumidos en espacios viejos y nue- vos que se resignifican, e incluso cobran nuevos sentidos en los símbolos, en los espacios alternativos, en las subjetividades.

Muchas son las preguntas de carácter general que se intentan responder: ¿Cómo entender las nuevas formas políticas y la legalidad alternativa en un país diverso?, ¿cómo entender la política y el derecho en un país donde la ilegalidad se confunde con la legalidad, donde los migrantes reconfiguran la identidad nacional, donde el Estado no es el único actor pleno de soberanía, donde los derechos son garantizados para algunos?, ¿cómo asimilar y apren- der de la particularidad de las respuestas políticas de algunos grupos sociales de América Latina?

I. DESPOLITIZACIÓN O CRISIS DE LA DEMOCRACIA

Teniendo en cuenta que lo que “está en juego en la discusión acerca de la naturaleza de lo político es el futuro mismo de la democracia”1, es im- portante reconocer cómo las democracias modernas no sólo son regímenes que nunca han funcionado de forma ideal, en tanto se han fundamentado en promesas difíciles de cumplir, sino que han caído en la peligrosa trampa de la representación que se convierte en dominación y en la nombrada por Rosanvallon “dolorosa experiencia de la corrupción del poder”.2

Para entender el éxito o fracaso de la democracia es importante tener en cuenta dos dimensiones: por un lado, el funcionamiento de las instituciones asociadas o ligadas a ella y por el otro a todas aquellas prácticas, espacios, tiempos y comprensiones en donde merced a la desconfianza se han dado nuevas formas de la política. Intentar auscultar o explorar esas nuevas for- mas de la política y de derecho, o aquellos poderes desinstitucionalizados o descentrados de los espacios en donde se instauró antaño la política, es en últimas un ejercicio de desoccidentalización de la mirada.

Diferentes autores han intentado entender las transformaciones de la política y del Derecho en un mundo cada vez más globalizado e interde- pendiente. En ese sentido, muchas han sido las aproximaciones que han ex- plicado los cambios que han tenido la política y las instituciones jurídicas a lo largo de la historia, para entender desde allí cuáles son los elementos que

1 Mouffe (2007) p. 16. 2 Rosanvallon ( 2007) p. 22.

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las caracterizan hoy, cómo se configuran y reconfiguran los conceptos desde las múltiples y complejas dinámicas de la época actual. Para algunos politó- logos reconocidos como Sartori (1989) la política deja de ser el centro de la vida social al ser desplazada e incluso eclipsada por otras disciplinas como la economía o la sociología. Esta pérdida de protagonismo de la política es entendida como una crisis de sentido, a través de la cual la política pierde a lo largo de la historia su identidad y autonomía.

Existe un creciente fenómeno de despolitización de la sociedad, que ha socavado los niveles de adscripción y pertenencia que los individuos tenían frente a la política. Se denuncia también cómo el individualismo y el consu- mismo, han alejado al hombre de los espacios de decisión política y lo han conminado a la inmovilidad en términos políticos.

Para autores como Lechner (1981), la política ya no es lo que fue; en ese sentido no se puede seguir esperando de ella los grandes proyectos y utopías que en algún momento de la historia la caracterizaron, ni puede pensarse que a través de la política sea posible la construcción de un orden social. La política cobra nuevos significados en los movimientos sociales que intentan refundar la utopía y apostarle a la construcción de otros mundos posibles.

Autores como Rosanvallon analizan cómo el origen de la llamada des- politización o de pérdida de credibilidad en la política en la época actual, está referido a la erosión general del papel de la confianza en el funciona- miento de las democracias modernas, que genera un consecuente aumento de las reacciones de desconfianza por parte de los ciudadanos. Esto forma una suerte de “contrapolítica, fundada sobre el control, la oposición, la dis- minución de poderes que ya no se buscan prioritariamente conquistar”.3

Coincidiendo con los planteamientos de este autor, se admite con él que la expresión política se ha diversificado. Por ende la participación política debe desmarcarse del voto como única instancia de incidencia en las decisio- nes concernientes a una comunidad. Cada vez más los ciudadanos encuen- tran fuera del voto, otras medidas para expresar sus reclamos o quejas. Por ende, la soberanía del pueblo no se entiende de manera procedimental, sino que se comprende como la soberanía de un pueblo que veta las decisiones, que las rechaza de diferentes maneras o por diferentes canales, muchos de ellos extrainstitucionales.

3 Ídem., p.38.

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Aproximaciones como la de Beck, enmarcadas en la sociedad del ries- go, se sustentan en la pérdida de centralidad de los pilares constitutivos de la primera modernidad (partidos, sindicatos) explicada esta por su ausencia de adaptación a las contingencias que trae consigo la modernidad reflexiva. Con el fin de explicar las nuevas formas de la política en la actualidad, Beck acuña el término de subpolítica para entender cómo en la actualidad lo político no irrumpe en las arenas tradicionales, caso el parlamento, los partidos políticos, etc., sino que aparece en lugares muy diferentes a estos.4

De otro lado, Giddens (1997) se inserta en un escenario postradicional, para pensar desde allí la política de la vida, como aquella referida a los pro- cesos de autoactualización de las tradiciones que son forzadas a justificarse a fin de no perecer en un mundo en donde la globalización penetra el proyecto reflexivo De esta forma se refunda una democracia dialógica en la que se está preparado para discutir y debatir con el otro, reconociendo también sus derechos en el ámbito jurídico.

Desde otra orilla, e intentando superar los reduccionismos de un libera- lismo racionalista e individualista, que entiende a la política o, como un mer- cado de opciones que entran en competencia y en el que impera lo técnico o, como el lugar privilegiado del consenso racional de voluntades; Mouffe (2007) rescata el carácter colectivo de lo político e intenta poner en discusión su naturaleza misma, al vincularlo al conflicto como elemento connatural de lo político y propio de las sociedades en donde impera la divergencia y el antagonismo entre actores.

Dentro del pensamiento social latinoamericano uno de los pensadores más importantes es el portugués Boaventura de Sousa Santos (2003), quien inició sus reflexiones a partir de los años ochenta en trabajos con comunida- des en el Brasil. En ese momento, Santos encuentra que en las comunidades se generan formas propias de manejo de los conflictos, que no se insertan dentro de la legalidad dominante. Estas corresponden a la lógica de los dere- chos alternativos y van acompañados de un mapa social distinto al dominan- te, se trabaja desde escalas sociales, significaciones y perspectivas diferentes; se hace evidente que estas comunidades no miran los conflictos desde el punto de vista de la legalidad, sino de la búsqueda de unas relaciones socia- les donde se elimine la violencia.

A partir de este trabajo, con el profesor Mauricio García estudian las diferentes formas de justicia social que se dan en Colombia, las cuales se

4 Rosanvallon (2007) p. 36.

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expresan en el libro Caleidoscopio de las justicias, publicado en el año 2005. En los últimos años el desarrollo del pensamiento de Santos se ha enriquecido con el estudio del peso que han asumido las formas de organización social en Latinoamérica, que han pasado de la reivindicación jurídica, a la lucha política, en un proceso no carente de conflictos, pero que invita a un cambio en las ciencias sociales. Para Santos, uno de los hechos más significativos es la refundación Constitucional de Ecuador y Bolivia, en la cual se evidencia el peso de movimientos indígenas, trabajadores, campesinos, que han logrado instaurar gobiernos propios con un nuevo contrato social que transforma la democracia liberal dominante.

Pero esta situación no se puede identificar como una lucha socialista; tampoco corresponde al peso de los movimientos sociales que se planteó en los noventa por autores como Touraine (1987, 1998, 1999). Estas formas de organización en muchos casos se apoyan en tradiciones culturales indígenas del continente, que entran en diálogo con otros grupos e intereses, en un pro- ceso dinámico, el cual las ciencias sociales eurocéntricas, no son capaces de explicar. Incluso, estas formas de organización han planteado la lucha por la resignificación de los términos, en este sentido han esbozado, desde los mis- mos textos constitucionales, concepciones alternativas de desarrollo y Estado.

Frente a la incapacidad de las ciencias europeas para dar cuenta de estas nuevas realidades, la epistemología del sur plantea generar alternativas a las diferentes formas de monocultura que se instalaron con estas Ciencias Socia- les. A través de la monocultura y del rigor del saber estas ciencias impusieron clasificaciones que desconocen la diversidad de las formas europeas de orga- nización. Este concepto es de tiempo lineal, se niegan los tiempos espirituales y míticos que están en la base de culturas indígenas tradicionales. La lógica globalista desconoce y subvalora las lógicas locales, ya que se considera una inevitabilidad que América Latina se inserte al mundo con tratados de libre comercio. Finalmente, con la lógica productivista se asume que toda persona actúa como un egoísta en la lógica del mercado, desde el cual no hay lugar a solidaridades, que se abrían quedado estacionadas en el tiempo antiguo.

La epistemología del sur tiene dos características: la ecología de saberes y la traducción intercultural. Desde la ecología de saberes se reconoce que en el mundo no hay ignorancias sino saberes distintos; saberes que se construyen territorialmente por las comunidades, dentro de relaciones particulares con los otros y con la naturaleza. Desde la ecología de saberes se plantea que es necesario reconocer esas nuevas formas de organización social, la injusticia social se basa en una injusticia cognitiva, en la negación de formas propias de organización de las comunidades y los pueblos frente a situaciones de injus- ticia, de globalización, a formas de organización política que no respetan los

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valores y tradiciones de los pueblos. Estos movimientos han luchado contra la lectura hegemónica de la democracia, donde todo se decide por votos y no hay posibilidades de llegar a consensos, o de reconocer la representatividad política de las autoridades tradicionales.

La traducción intercultural parte de la construcción a través del diálogo, en lo que Santos5 denomina como inteligibilidad recíproca entre experien- cias; la epistemología del sur es propositiva, puede partir de la lucha contra las hegemonías pero no se queda ahí, se plantea como el establecimiento de un pensamiento propio latinoamericano que surge del diálogo entre tra- diciones y saberes distintos. Por ejemplo, este pensamiento político parte de reconocer que la refundación de nuevos Estados en América Latina se en- frenta con la inevitabilidad de la democracia, la necesidad de intercambios comerciales, el diálogo con otros países que pueden no compartir los nuevos planteamientos de estos Estados.

La epistemología del sur se genera a través de grupos de indígenas, ne- gritudes, campesinos y desplazados por diversos motivos, que en el proceso de cambio han construido sus propias reglas, sus propias cosmovisiones. La epistemología del sur no se queda en el ideal socialista, ni en la historia mar- xista. Reconoce la necesidad de explorar que en América Latina se han dado historias paralelas que no siguen la misma lógica dominante. De este modo es claro que la idea de liberación que existe en América Latina influenciada por la Revolución Francesa, no es significativa para muchos de estos grupos sociales, o incluso, tan sólo se puede adoptar en la medida que se generen diálogos y significados comunes frente a nuevas utopías que se están constru- yendo y cuyo norte no se puede predecir.

Con Santos se siembra la esperanza de la diversidad política, social y económica. Dar cuenta de esas formas de organización que se han generado es la clave de la epistemología del sur y es a lo que apunta este escrito.

II. SOBRE LA ALTERNATIVIDAD POLÍTICA

Cuando se hace referencia a la alternatividad política, necesariamente se está considerando la existencia de una fuerza dominante. En los análisis clásicos del tema de la dominación indudablemente el punto de referencia lo son los postulados de Marx expresados en su texto Manifiesto del Partido Comunista; para Marx la dominación política tiene un soporte en un tipo de reglas y relaciones económicas, fundadas en un modo de producción. Es

5 Santos (2008) p. 54.

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decir, son las condiciones materiales las que posibilitan un sistema político determinado. Esos postulados de Marx explicaban la necesidad histórica de la violencia para transformar las relaciones políticas de dominación que sos- tenían la explotación de los trabajadores en el capitalismo. Para Marx la con- tradicción principal entre trabajo y capital, expresada en la organización de clases sociales y fuerzas políticas llevaba a la lucha de clases; todo ello lleva a la inevitable superación de ese enfrentamiento en un modo de producción alternativo.

Contraria a esa versión marxista, donde la sociedad se define en función de la dinámica socio-histórica, a partir de los planteamientos económicos de Adam Smith y de los planteamientos psicológicos y políticos de Tomas Hob- bes, se ha planteado una versión de la evolución social marcada por lo que se denomina como individualismo metodológico, desde esa perspectiva son las decisiones individuales la clave para explicar los rumbos que adopta la socie- dad. Cada actor individual defiende sus intereses, en el caso de la sociedad capitalista, esa defensa individual de intereses lleva al equilibrio. Los actores individuales que defienden sus intereses pueden ser personas, o grupos, o empresas que actúan como una unidad en la dinámica económica, política y social. En esa medida, esta perspectiva no es inicialmente compatible con la perspectiva marxista de que la dinámica histórica tiene su propia dinámica material y que de lo que se trata es de interpretar la época.

Una perspectiva socio-histórica distinta a las anteriores que busca expli- car el surgimiento de dinámicas de oposición en la ciencia política es la de la llamada teoría de la acción colectiva. Partiendo de esta teoría hay varias perspectivas algunas de las cuales son interesantes para la discusión:

a) Para Maldonado, la ruptura de las nociones clásicas para explicar la sociedad y sus dinámicas obligan a pensar el problema de la constitución de la sociedad civil: “Caracterizada negativamente, como se ha presentado en varios países latinoamericanos, la sociedad civil se compone de todos los sectores sociales no beligerantes en situaciones de conflicto armado genera- lizado. Así, el concepto de sociedad civil excluye a las fuerzas militares, la guerrilla y los movimientos paramilitares –allí en donde éstos existen”.6 En esta medida, es claro que la acción colectiva en busca de propuestas alter- nativas a las dominantes proviene de la sociedad civil. Pero eso no significa que la sociedad civil se confunda con las denominadas organizaciones civiles como ONGs, sindicatos; en su lugar, el autor propone que la sociedad civil se distingue por las formas de expresión política y de organización que tienen

6 Maldonado (2000) p. 14.

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como fin la defensa de los bienes públicos. Esto significa que la sociedad civil “es, a finales del siglo XX y en los albores del siglo XXI, la de pensar una so- ciedad que haga la vida posible y cada vez más posible. Pero no únicamente la vida humana, sino también toda la vida sobre el planeta. Se trata, en fin, de pensar una lógica social que signifique la afirmación, la necesidad absoluta y el desarrollo de la vida, de la vida de los individuos tanto como de las etnias, razas, tradiciones, culturas, lenguas y creencias a las que pertenecen”.7 Lo característico de la sociedad civil es que se organiza por su propia cuenta, por sus propios mecanismos, no lo es que va contra el Estado.

b) En la perspectiva de Touraine (1987, 1998) el centro de la dinámica social contemporánea evidencia formas de organización social que luchan por sus derechos particulares y por derechos colectivos que no se organizan como movimientos de clase social, sino que se identifican por reivindicacio- nes y propuestas históricas particulares, sin que pretendan constituirse en or- ganizaciones administrativas, tal como ocurrió con los partidos y sindicatos. Esas formas de organización se han denominado como Nuevos Movimientos Sociales y su estudio fue clave a finales del siglo pasado.

c) Tilly (1978), desde la teoría de la movilización de recursos, ha estu- diado desde el punto de vista histórico las razones sociológicas que han dado lugar a la aparición de protestas y de revoluciones sociales. En esta búsqueda el autor ha planteado explicaciones históricas de las revoluciones que van más allá de las condiciones históricas planteada por el marxismo, esto lo lleva a concluir que no son los pobres los que han organizado las revueltas, y que la evolución de las protestas está estrechamente relacionado con la respuesta del establecimiento y la consiguiente capacidad de organización de los grupos que protestan.

Por otra parte, Boaventura de Souza Santos (2003) plantea una ruptura conceptual y metodológica con la sociología y el derecho tradicional. En primer lugar reconoce como base de la comprensión de la vida social, el involucramiento y reconocimiento de las particularidades de la vida social, cultural económica y política de las distintas comunidades; perspectiva meto- dológica que el denomina como perspectiva edificante que lo lleva a plantear una cartográfica simbólica y un derecho postmoderno.

En segundo lugar, desde esa perspectiva metodológica y epistemológica, el autor plantea la validez de los mapas de realidad construidos desde distin- tas escalas; de este modo, es claro que en espacios locales, las comunidades

7 Ídem., p. 16.

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han construido sus propias reglas de resolución de conflictos, sus propias estructuras políticas; pero ese espacio simbólico está atravesado e interactúa con el espacio global donde se debaten lógicas y criterios distintos.

En tercer lugar, en los últimos años, y frente a la construcción de cons- tituciones indigenistas y pluralistas en Bolivia y Ecuador, Santos plantea la necesidad de construir ciencias sociales alternativas desde nuestros países, ciencias sociales donde las concepciones eurocéntricas de democracia y par- ticipación son insuficientes e incluso se convierten en formas de neocoloni- zación. En esta medida se habla de epistemología del sur, como la construc- ción de formas de organización y de lectura de la realidad que responde a lógicas propias de los países del sur.

III. SOBRE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

El término de movimientos sociales es bastante complejo y en la teoría se encuentran diferentes conceptos que han planteado a lo largo del tiempo varios autores definiéndolos como “actores políticos colectivos con carác- ter movilizador y con espacios de participación que persiguen objetivos de cambio, a través de acciones no convencionales, actuando con cierta conti- nuidad”. Barrera (2002) también coincide con dicha definición añadiéndole que “los movimientos sociales se han hecho en el camino, alrededor de los conflictos sociales y políticos que los constituyen”; como manifestaciones de la acción colectiva, los movimientos sociales son desafíos colectivos plan- teados por personas que comparten objetivos comunes y solidaridad en una interacción mantenida con las elites, los oponentes y las autoridades.8

Otra definición de movimiento social es aquella que lo considera como construcción subjetiva social que permite pensar la realidad y el propio pen- sar que se organice sobre dicha realidad. Así se podrían definir como la ar- ticulación concreta entre necesidad, utopías y experiencias en determinado espacio y tiempo, lo que conlleva la capacidad de construir alternativas hacia diferentes horizontes de posibilidades y de un futuro indeterminado, es de- cir, un proyecto colectivo donde los sujetos representan una potencialidad realizada con múltiples posibilidades de sentido, que pasan a una alternativa particular de sentido.9

Estas definiciones que ofrecen varias perspectivas, desde la subjetividad hasta la acción colectiva, presentan varias características que son importantes

8 Cfr. Tarrow (1997). 9 Cfr. Zemelman (1997).

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para validar la construcción y desarrollo de un movimiento social. La primera de ellas es que son acciones colectivas, es decir que, las personas que hacen parte de estos, tienen objetivos comunes y se mantienen en una interacción que les permite desarrollar acciones encaminadas al bienestar de todos. La segunda característica es que son actores políticos, lo que significa que a tra- vés de sus acciones buscan la consolidación de proyectos que reivindican los derechos de las personas, construyendo una sociedad más justa y equitativa. También se caracterizan por la articulación y comunicación con el resto de movimientos sociales populares para construir un punto de partida común. Así, también nos demuestra que están en constante cambio pues se constru- yen desde la experiencia y se hacen con el tiempo, a medida que hay con- flictos sociales, económicos, culturales articulando las demandas en dichas situaciones.

IV. MOVIMIENTOS SOCIALES EN BOLIVIA Y SU PARTICIPACIÓN EN LA CONSTRUCCIÓN DE ESTADO Y DEMOCRACIA

En Bolivia ha habido varios cambios en la vida política durante las últi- mas décadas. La implementación de modelos neoliberales en una sociedad mayoritariamente indígena, que cuenta con más de ocho millones de habi- tantes y que se conforma por varias etnias, reuniendo entre estas Aymara, Quechua y Guaraní, ha conllevado diferentes situaciones que han permitido la emergencia de movimientos sociales que a lo largo de su historia han na- cido por reivindicación de derechos laborales por factores como despidos masivos, disminución del valor de la fuerza de trabajo, soberbia de la clase política, menosprecio de la política por necesidades y aspiraciones de la po- blación y a lo largo del tiempo se han ido transformando en la lucha por la búsqueda del final de la era neoliberal y el nacimiento de nuevas formas de izquierda en el campo político, con la participación de la población indígena.

En su historia, han existido diferentes movimientos siempre vinculados al ámbito laboral: los mineros, sindicatos de obreros, y hacia la década del 70 se empiezan a ver movimientos sociales en los que el tema principal es la vinculación indígena en la vida política del país, y una lucha constante por acabar con el colonialismo, con movimientos permanentes, organizados y fortalecidos con proyectos estratégicos, teniendo como base la estructura y organización de los sindicatos. Por ello la elección de un presidente que se autorreconociera indígena, decidido y vinculado a la descolonización, fue un gran avance para el país10, a pesar de que a lo largo de su gobierno implemen- tó y desarrolló diferentes acciones que deslegitimaron su discurso.

10 Cfr. Lora (2007).

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Es cuestión de este escrito, presentar un recorrido histórico a través de los diferentes movimientos sociales bolivianos y como han apoyado y aporta- do en la construcción de lo político en su país. Para ello primero se presenta como marco conceptual la definición de movimiento social, luego un desa- rrollo histórico de los movimientos sociales de Bolivia y por último de que manera estos han aportado en la construcción de lo político.

Como manifestaciones de la acción colectiva, los movimientos socia- les son desafíos colectivos planteados por personas que comparten objetivos comunes y solidaridad en una interacción mantenida con las elites, los opo- nentes y las autoridades.11 En Bolivia el principal desafío ha sido el cambio político y esto debido a que la mayor parte de su población es indígena las acciones colectivas se han visto influenciadas por este aspecto, la lucha con- tra el capitalismo y el neoliberalismo en las últimas décadas, dejan entrever el aspecto emancipatorio y la búsqueda de identidad nacional, reconstru- yendo la capacidad colectiva para poner retos a las políticas actuales y así crear unas nuevas en conjunto con toda la sociedad civil, incluyendo a los ciudadanos indígenas y campesinos, para la construcción de una nueva de- mocracia en donde se tome el riesgo de cambiar el ejercicio tradicional de la política y del poder.

En los movimientos sociales, como expresan Andrade, Herrera y Ospina (2008), se depositan aspiraciones de cambios sociales de gran amplitud y se espera que en estos se permitan procesos de organización social, que per- manezcan más allá de la movilización, que fortalezcan su subjetividad para lograr la construcción de un horizonte político que articule la movilización de las clases populares con la perspectiva de transformar la sociedad.

Vargas-Hernández, en su informe sobre las nuevas expresiones de ac- ción colectiva de los movimientos sociales en Latinoamérica, explica que los nuevos movimientos sociales indígenas de América Latina y el Caribe surgen a partir de 1992, cuando tienen un alcance nacional y local. En los últimos años, los movimientos indígenas dejan de considerarse revolucionarios para pasar a ser sociales y con preocupaciones similares que las de aquellos mo- vimientos que buscan cambiar a la sociedad o la posición de un grupo en la sociedad. Como es el caso que se expone, en Bolivia los grupos indígenas y campesinos buscan vincularse en la vida política del país, asumiendo una nueva posición en su sociedad.

11 Cfr. Tarrow (1997).

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Aunque a lo largo de la historia de Bolivia hayan emergido diferentes movimientos sociales, el indígena es aquel que ha cobrado más importan- cia en los últimos años. Este tipo de movimientos demandan una serie de derechos políticos, económicos y sociales arraigados en los periodos de la colonia y post colonia enfrentando una lucha de clases y conflicto étnico bajo proyectos políticos dentro de contextos políticos nacionales y luchas por la tierra.12

En América Latina desde hace unos años, han empezado a emerger go- biernos de centro-izquierda que se apoyan en movimientos de base social e indígena debilitando el modelo neoliberal que prevalece, como es el caso de Bolivia, y su reconocido gobierno de , en el que más adelante se ahondará.

Este autor propone por otra parte a los movimientos sociales que están contra el neoliberalismo y la globalización, pues se enfocan en la apertura de los enmarcados agrícolas al libre comercio y mercados de energía a las inver- siones extranjeras, teniendo impactos durables en la sociedad civil, alentando a los movimientos sociales a avanzar en la participación en temas cruciales como el acceso a la información, trabajo apropiado y estándares ambienta- les, entre otros.

Los tipos de movimientos sociales descritos anteriormente permiten ha- cer una idea de la historia de éstos en Bolivia. A continuación se presenta una reseña acerca de estos, retomada de Juan Carlos Chamorro en su reseña "Movimientos sociales en Bolivia".

Para empezar a hablar de movimientos sociales bolivianos es necesario partir de los partidos políticos que han estado en el poder. Uno de ellos el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), partido político de izquier- da, para el año 1951 se presentó a las elecciones presidenciales con Víctor Paz Estenssoro. Al ser de izquierda, las grandes empresas mineras, el capital extranjero y la embajada de Estados Unidos no estuvieron de acuerdo, por lo que el presidente saliente Mamerto Urriolagoitía, días después realizó un autogolpe de Estado y el poder quedó en manos de una junta militar enca- bezada por el general Hugo Ballivián Rojas. Para el siguiente año se produce el evento conocido como “la revolución” de Víctor Paz Estenssoro, quien buscó en los obreros organizados apoyo para el partido MNR, derrocando la dictadura.

12 Cfr. Vargas-Hernández (2006).

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Así Estenssoro asume la presidencia con apoyo del pueblo en una auten- tica revolución popular. En ella fue fundamental la participación de los mi- neros; es considerada una de las más importantes de América Latina después de la mexicana, que se presentó en 1910. Para este entonces la población indígena estaba marginada de la vida económica y política y al presentarse este hecho se empezaron a dar grandes cambios en el país: 1. Se autoriza el voto universal, rompiendo la democracia excluyente, dándole voto a la mujer y a los analfabetos; 2. Control total de la economía. Bolivia es dueño de sus recursos naturales y de sus empresas de producción; 3. Nacionalización de las minas. Se firma el decreto que legaliza esta acción y más del 80% de los ingresos de exportaciones y los recursos del subsuelo pasaron a poder del es- tado; 4. Se crea COMIBOL, empresa minera interestatal; 5. Reforma agraria, que suprime el régimen de hacienda de la región andina; 6. Promulgación del código de la educación boliviana y se produce una revolución educativa. La educación se convierte en universal y obligatoria. Se instalan núcleos es- colares para el sector rural sin plantearse de manera discriminatoria para los campesinos e indígenas; 7. En cuanto a la economía, durante el período de MNR se presenta un proceso hiperinflacionario en la economía nacional que llevó a la moneda boliviana a devaluarse en un 900 por ciento los primeros años de Gobierno.

Otros partidos políticos, grupos descontentos con el gobierno y algunos sectores del mismo partido MNR intentaron conspirar contra el gobierno de Estenssoro, lo que desencadenó la adopción de medidas represivas, como campos de concentración en las minas y el altiplano, torturando a centena- res de presos. Luego de varios años del gobierno, el distanciamiento con los obreros y mineros y los altos niveles de corrupción terminaron con el gobier- no de este presidente

Como se puede ver en el episodio de la historia boliviana llamado “la revolución”, se encuentra la participación del primer movimiento social orga- nizado. Los mineros apoyaron la toma del poder del partido MNR bajo la ca- beza de Víctor Paz Estenssoro, desatando una revolución popular y permitió la creación de oros movimientos, como la Central Obrera Boliviana (COB), los comités cívicos y FEJUVE.

La Central Obrera Boliviana –COB– era un sindicato que agrupaba a miles de trabajadores de Bolivia, constituyéndose en una gran fuerza para de- mandas salariales y reivindicaciones laborales en todo el país. Nace en el año 1952 durante “la revolución”, participando en la junta, junto con los mineros, fabriles, gráficos, periodistas, personas de clase media. La Central se fortale- ció tanto que se convirtió en el centro de las luchas sociales y sindicales de los trabajadores bolivianos y un referente ideológico y de autoorganización

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de las clases subalternas del país. Luego de varios años con la implementa- ción de políticas neoliberales y bajo los preceptos del libre mercado en la economía y la competencia se le da un rol protagónico a la empresa privada. Así se presenta una crisis en la minería y no resistió la competencia con el sector privado, ocasionando el cierre de muchas empresas y los despidos masivos de mineros.

Aquellos que resultaron perjudicados con las medidas, formaron coo- perativas que brindaban servicios mineros. Así se dobló el número de mine- ros asalariados, lo que debilitó el movimiento obrero, perdiendo fuerza en las movilizaciones debido a políticas de desindicalización, reestructuración productiva por reformas liberales y así también los movimientos sociales, en lugar de detenerse, crearon nuevas formas organizativas y de movilización, creando centrales regionales, gremiales, comerciantes y en general agrupa- ciones de trabajadores sindicalizados.

Los comités cívicos nacen en cada departamento al desaparecer los go- biernos municipales bajo el gobierno del MNR. Son organizaciones civiles que representan a la ciudadanía para dar a conocer a las autoridades y al gobierno las demandas exigentes. En estos comités participa la ciudadanía en general. En la actualidad el comité cívico más importante es el Comité Cívi- co Pro Santa Cruz (que pertenece a Santa Cruz, ciudad amazónica frontera con Brasil) y trabajan en proponer soluciones regionales por la cercanía de liderazgo de los prefectos. En el 2006 este comité convocó a un cabildo, en el que participaron más de un millón de personas. Alterno a este evento otros comités se reunieron en la búsqueda de la creación de Gobiernos Regionales Autonómicos.

Las Federaciones de Juntas de Vecinos (FEJUVE) son el resultado de la organización de vecinos de varios sectores, son netamente barriales y están ubicadas en dos barrios en los que habían mineros desempleados e indígenas de idioma aymara. En la actualidad la FEJUVE El Alto es una de las organiza- ciones que juegan un rol primordial en las movilizaciones que determinan los acontecimientos políticos en Bolivia.

Durante el período de tiempo entre 1959 y 1980 se presenta un perío- do de gobiernos contradictorios. Inicia con Barrientos durante 1964-1969. La Revolución Cubana en 1959 influyó en América Latina, cambiando el equilibrio de poder y abriendo espacios para movimientos marxistas que se intentaron tomar el poder. Los ejércitos de América Latina recibían prepara- ción antiguerrillera por parte de Estados Unidos como parte de una política anticomunista. Como consecuencia, durante el gobierno Barrientos se baja- ron los salarios 40% y se decomisaron las radioemisoras de los mineros. En el

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período de reposición salarial y de devolución de radioemisoras, el general se irritó y la noche del 23 de Junio de 1967, conocida como la noche de la “fies- ta de San Juan”, por orden del mismo, los militares emprendieron fuego con- tra los campamentos mineros, algunos ingenios y al pueblo civil de Llallagua.

Al período del general Barrientos, le sigue Alfredo Ovando durante los años 1969-1971, quien llega al poder con un golpe de Estado, cerró el Parla- mento y organizó un gabinete mixto entre jóvenes intelectuales de izquierda y militares. El período de Ovando se caracterizó porque abrió las relaciones con países socialistas. El cuarto congreso de la COB propuso el camino al so- cialismo y a los trabajadores. En las universidades se produjeron movimientos docentes-estudiantes contra la mala administración universitaria, luego los estudiantes se unieron a las fuerzas populares para luchar por la soberanía nacional y la defensa de recursos naturales. Para 1971 se creó la Asamblea Popular, que sustituía al Parlamento con la participación de los obreros, mi- neros, fabriles, campesinos, intelectuales y universitarios. En el mismo año se crea el Partido Socialista y se funda el Movimiento de la Izquierda Revolucio- naria (MIR).

Luego de este período viene otro golpe de Estado por parte del general , que dura desde 1971 hasta 1977, quien declaró ilegales a quie- nes pertenecían a partidos de izquierda, canceló la COB y todas las organi- zaciones sindicales, clausura las universidades y exilia a muchos bolivianos. Desarrolla varias acciones represivas con muertes, torturas, encarcelamientos y desapariciones de personas de izquierda y comunistas. En 1977 y bajo la presión interna y externa se convoca a elecciones. Desde esta fecha y hasta 1982 Bolivia tuvo nueve presidentes, siete de facto y sólo dos constituciona- les. Un período inestable y caótico a nivel político, económico y social.

En 1980 vuelve a presentarse un nuevo golpe de Estado, esta vez por parte del general Luis García Daza. Durante el golpe, los paramilitares del general atacaron las oficinas de la COB y torturaron y asesinaron al principal dirigente sindical del partido socialista, Marcelo Quiroga Santa Cruz, junto con otros dos dirigentes.

Luego del período de gobiernos contradictorios, llega el de los nuevos movimientos sociales. El primero de ellos llamado Katarismo, era un movi- miento que demandaba la revolución indígena de Tupak Katari y buscaban la inclusión de los indígenas en la vida política del país. Las protestas y de- mandas lideradas por ese movimiento se dieron entre los años 70 y 80. Para la década del 90, el líder del sector indígena era el guerrillero Felipe Quispe Huanca, “El Mallku”, del Ejército Guerrillero Túpac Katari y líder de la Confe- deración Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia –CSUTCB–.

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Para 1992 es tomado preso junto a Álvaro García, acusados de terrorismo, y luego de hacer presión los movimientos indígenas, fueron dejados libres.

Otro movimiento que surge es el de los cocaleros. Surge debido al cierre de las minas por la caída en los precios del estaño, principal recurso minero de Bolivia, dejando a miles de trabajadores desocupados, que para encontrar un trabajo se desplazaron a algunos valles a cultivar hojas de coca. Son como los hijos de los mineros, tienen la misma estructura organizacional que los mineros y utilizan las asambleas, marchas, bloqueos, entre otros, como forma de manifestación. Al iniciar el movimiento, el discurso que se manejaba era campesinista, es decir, como derecho a cultivar la hoja de coca y en los años 90 pasó a ser indigenista, donde hacen respetar el cultivo de la hoja de coca como una tradición milenaria

En 1995, un dirigente de productores de hoja de coca surge en la escena local. Evo Morales defiende el cultivo legal de la hoja de coca y se pone al frente de la erradicación forzosa y otras políticas en contra de los intereses de los productores de coca de la región. Poco tiempo después Morales llega a ser diputado del Parlamento Nacional. A partir de esto, los sindicatos cam- pesinos empiezan a pugnar por llegar a controlar las estructuras estatales gu- bernamentales, hasta que los movimientos sociales pasan a ocupar alcaldías e incrementan sus ímpetus por tener presencia en el Parlamento.

Este hecho es de bastante importancia, pues es desde aquí que los movi- mientos sociales son quienes luchan por acceder al Gobierno. Ya no entregan la responsabilidad de lo político en un representante, en una vanguardia, ellos mismos ocuparán los cargos políticos, en especial, los campesinos. Así nació el Movimiento Al Socialismo (MAS), partido político que en sus inicios estuvo conformado por dirigentes de la Confederación de Cocaleros del Tró- pico del Chapare, de la cual Evo Morales era el principal dirigente. Desde ese momento se convirtió en una de las fuerzas políticas más importantes del país.

Debe tenerse en cuenta que el movimiento cocalero se comenzó a forta- lecer desde el cuarto gobierno de Víctor Paz Estenssoro, el cual formuló una política antidroga muy acorde con los designios provenientes de Estados Uni- dos y que criminalizaba a muchos campesinos, lo cual generó un conflicto de baja intensidad que se extendería por varios gobiernos hasta llegar el periodo gubernamental de Hugo Banzer Suárez, de 1997-2001, el cual endureció aun más la política en contra de la coca, llegando a eliminar los subsidios que se otorgaban por la hectáreas de coca remplazadas por cultivos no ilícitos,

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causando aun más movilizaciones y simpatía por el movimiento de los coca- leros, que ya para estas fechas estaba a cargo de Evo Morales.13

Para el año 2000 se presenta un suceso llamado "la guerra del agua". Se presentaron grandes bloqueos de campesinos, lo cual volvió a poner la fuerza de los movimientos sociales en la sociedad. Mientras en Europa, Estados Uni- dos y otros países industrializados aparecía el movimiento antiglobalización como una expresión inicial contra las políticas neoliberales, los campesinos bolivianos protagonizaban la movilización más enérgica contra estas políti- cas.

Mientras los conflictos sociales habían sido hasta ese día demandados, a partir de la fecha se hace un cuestionamiento profundo de las instituciones y los procesos democráticos del país. Los grupos sociales comienzan a deman- dar del Estado beneficios para la población civil y se pone en tela de juicio la manera como el Estado ha estado manejando los recursos del país.

La privatización del agua era parte de las políticas privatizadoras impul- sadas por el Banco Mundial para América Latina. Fue así que en 1999 el go- bierno boliviano resuelve conceder a una empresa transnacional, la Bechtel, Aguas del Tunari en su nombre local, la facultad de gestionar y distribuir toda el agua de la ciudad de Cochabamba y alrededores. La empresa no se hacía responsable por la construcción de proyectos de agua importantes para la zona y se le permitía libremente el alza de tarifas. Se decía que incluso el agua de la lluvia seria manejada por esta empresa. Esto fue considerado por la población como un atropello. Indígenas y campesinos de Cochabamba convocaron a toda la ciudadanía a realizar intensas movilizaciones, luego de varios días de protestas y bloqueos, represión y muertos, lograron evitar la privatización del agua en su provincia.

De aquí al 2003 la conflictividad sectorial y las reivindicaciones de indí- genas, campesinos, pobres urbanos y trabajadores fueron en aumento, hasta cuando se produce la “Guerra del Gas”, debido a la intención del entonces presidente, Gonzalo “Goni” Sánchez de Lozada, de comercializar y vender gas a . Como “Goni” no quiso desistir de esta medida, se produjo una revuelta popular en la ciudad de El Alto, liderada por la Federación de Juntas de Vecinos, FEJUVE – El Alto, y la COR (Central Obrera Regional). Llegaron hasta y El Alto cocaleros, campesinos y mineros de todo el país junto a sus sindicatos y federaciones. En el barrio El Alto hubo bloqueos con piedras y zanjas en calles y arterias que conectan a países vecinos como Perú y Chile.

13 Calderón (2009) p. 162 – 166.

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Las zonas amazónicas del oriente del país estuvieron incomunicadas por cer- ca de un mes con el occidente del país, no permitiéndose el abastecimiento de alimentos, combustible etc.

Fue aquí, en la “Guerra del Gas”, que nació la demanda de la nacio- nalización de los hidrocarburos, como medida para salir de la pobreza del pueblo boliviano. Aquí, los mineros tuvieron una participación importante, pues en 1985 muchos de ellos se desplazaron a vivir en El Alto, en los distri- tos 3 y 8. En estos distritos (zonas Senkata, Santiago II y Nuevos Horizontes) fue donde se realizó la resistencia más fuerte a la represión de los militares. Sánchez de Lozada, por presión del pueblo y de un sector de los medios de comunicación que pedían su renuncia en sus editoriales, huyó del país a Estados Unidos.

Desde esta etapa hasta el gobierno de Evo Morales se vive un período de tránsito en el que Carlos Mesa asume la jefatura de Estado, con un apoyo implícito de Evo Morales y Felipe Quispe. Se vuelve a presentar la situación de la privatización del agua, desencadenando bloqueos y marchas para evitar esto. Para el 2005 Bolivia se encontraba de nuevo bloqueada. Campesinos, trabajadores, pobres urbanos e indígenas eran los protagonistas en las calles. Además nueve plantas de multinacionales del gas fueron ocupadas, y el resto militarizadas para defenderlas del pueblo, quien pedía la nacionalización de los hidrocarburos, principal recurso energético de Bolivia. El 6 de junio se ce- lebró en La Paz un cabildo con la asistencia de decenas de miles de personas. Allí, la Federación de Mineros propuso la creación de una Asamblea Popular, retomando la tradición del 70. Mesa renunció.

Un año después de esto, en el 2006 se realizaron elecciones entre Evo Morales, presidente del MAS, y de las seis federaciones de productores de hojas de coca del Chapare (valle de Cochabamba) y Jorge “Tuto” Quiroga. En esa jornada salió electo Evo Morales con cerca del 54 por ciento de los votos. Morales asumió la presidencia en enero de 2006, pasando a ser el primer di- rigente indígena y cocalero en asumir la jefatura de Estado. Las medidas que tomó al asumir la jefatura de Estado fue elegir gobernadores departamentales, hacer referendos autonómicos, asamblea constituyente, nacionalización de hidrocarburos, nueva ley de tierras y emprendió una lucha contra el analfa- betismo, además de iniciar un nuevo tipo de democracia en América Latina donde incluye a los pueblos indígenas en las decisiones políticas de Estado.

Haciendo el recorrido histórico por lo que han sido y significado los movimientos sociales, se podría concluir sosteniendo que la construcción de Estado en Bolivia se hizo a través de las organizaciones sociales, desde la base, pues todas las situaciones a nivel político, económico y social, al

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afectar el bienestar de la sociedad boliviana, despertó el sentir de comunidad de los sectores más afectados y la conciencia ciudadana frente a las políticas implementadas por el Estado, en este caso neoliberal, en la que la interven- ción estatal solo privilegia a la inversión privada extranjera. La implementa- ción y puesta en práctica de esta política conllevó el distanciamiento entre la sociedad civil y el Estado, lo que desencadeno a su vez la emergencia de los diferentes movimientos sociales que a lo largo de la historia lucharon por la nacionalización y su inclusión en el Estado y la política.

El recorrido que han hecho los diferentes movimientos sociales en Boli- via demuestra que la apertura democrática, incluyendo a todos los sectores poblacionales, en un país donde predomina la población indígena, campesi- na y rural, se logró a través de la movilización y la acción colectiva, organi- zada y con proyectos políticos claros.

Los movimientos sociales inician lo que podría ser el final de la época neoliberal en Bolivia y el nacimiento de nuevas formas de izquierda en el campo político, pues el movimiento popular responde al tiempo que la co- munidad y la política institucional, mientras que el gobierno difiere en cuanto a prioridades y tiempos, creando tensiones en la sociedad, aunque lo que viene sucediendo es el fin de un ciclo político de una democracia vacía de contenido ligada a proyectos neoliberales.

V. MOVIMIENTOS SOCIALES, POPULARES Y ACCIONES COLECTIVAS EN ECUADOR

Los movimientos populares y sociales han representado gran parte de la historia de Ecuador. Durante la segunda mitad del s. XX su presencia en la sociedad a través de la resistencia, denuncia y protesta ha demostrado la lucha por las transformaciones sociales, económicas, políticas e institucio- nales del país. A lo largo de las décadas se han desarrollado movimientos o acciones colectivas de los diferentes sectores poblacionales: estudiantes, mu- jeres, campesinos, obreros, indígenas que se han ido convirtiendo en organi- zaciones articuladas entre sí que reivindican los derechos de los habitantes incidiendo en reformas políticas y sociales.

Según el Mapa de movimientos sociales en el Ecuador (2008) informe realizado por María Andrade, Gonzalo Herrera y Pablo Ospina sobre la histo- ria de los movimientos sociales, la historia de Ecuador desde 1960 empieza a tener cambios que generan en la sociedad el surgimiento del primer movi- miento social. El país para esta época se caracterizaba por ser en su mayoría rural y comenzaba a vivir cambios estructurales derivados del capitalismo. Así, empezó un proyecto que buscaba la sustitución de importaciones y la

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intervención del Estado en el desarrollo con financiación de los ingresos del petróleo, ello, aparte de cambios económicos y políticos, trajo consigo cam- bios demográficos: la distribución espacial de la población y procesos de estratificación acelerada, lo que conllevó a que la población se concentrara en las ciudades con un crecimiento importante.

Para 1970 las consecuencias fueron claras. El crecimiento de las ciuda- des las convirtió en escenarios principales de construcción y fortalecimiento de organizaciones barriales, de lucha por tierra y vivienda. Los nuevos po- bladores de las ciudades (urbanos marginales y suburbanos) fueron quienes se hicieron cargo de construir y de buscar el acceso a los servicios básicos: agua, luz eléctrica y alcantarillado, abriendo oportunidades de movilización social. Dichas organizaciones al lograr la satisfacción de sus necesidades y demandas (servicios básicos y vivienda propia) terminaron su protesta. Sus demandas fueron parciales por lo que no se articularon con propuestas a lar- go plazo o con la construcción de proyectos amplios de organización social.

El hecho de que este movimiento no haya logrado consolidarse como proyecto político y social puede tener varias razones. Una de ellas es el tipo de demandas que tenían, como anteriormente lo expliqué, sin promover la participación y organización social a largo plazo, o también porque la cate- goría urbano/barrial hace referencia a un espacio de movilización donde se dan la confluencia de más actores y sectores organizados y no a un sujeto de movilización como tal, estructurado con fuerza social, sino que su objetivo es solucionar demandas concretas y no desarrollar la autonomía para satisfacer las demandas.

El cambio del sistema político y la adopción estatal de nuevos roles, marcados por la reforma agraria, el crecimiento industrial, la urbanización acelerada, exploración del petróleo, entro otros, generan condiciones para el debilitamiento del mismo.14 Estos acontecimientos llevan al desarrollo de sindicatos públicos y el acceso masivo a la educación (básica, secundaria y universitaria) durante la década del 70.

En cuanto al movimiento de estudiantes, resultado del acceso masivo a la educación, es una condición ligada a la educación y su desarrollo político, producto de un vínculo con la izquierda, ya que los partidos políticos de esta corriente formaban en la universidad una fuente de reclutamientos de mili- tantes de sus partidos, supliendo el trabajo organizativo en el campo popular, por ende la movilización popular se convirtió en movilización de estudiantes,

14 Cfr. Andrade et al. (2008).

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como plantea Verdesoto15 y estallaba las movilizaciones sindicales y urbanas pues las demandas exigían reproducir el sistema universitario como mecanis- mo de movilidad social y facilitador de la inserción laboral. De aquí que no se puede desligar ese movimiento de los procesos revolucionarios de los 70: sindicales, obreros, urbanos/barriales, para llegar a un proceso revoluciona- rio en el que se protegía al estudiante y le garantizaba el acceso gratuito a su derecho.

En el caso de las organizaciones campesinas que pugnaban por el acce- so a la tierra, cuando fue concedida su demanda, nuevos grupos campesinos luchaban por la articulación al mercado y el aprovechamiento de los progra- mas de desarrollo rural que el estado desarrollaba en busca de integrar a los campesinos al mercado interno.

Eso refleja que las actividades y demandas del movimiento campesino se articulan con los procesos y la realidad social y política de ese momento en Ecuador16, En un primer momento muestran vinculación con los movimien- tos sindicales que buscan mejorar las condiciones laborales, luego pasan a enfrentar la lucha por la tierra, enfrentamientos contra los dueños de ésta y la reforma agraria. El segundo momento viene cuando empieza a surgir el movimiento indígena y a la sombra de éste, oponiéndose a reformas neoli- berales, aumento de precios del combustible, privatización de la seguridad social campesina, recursos naturales y la implementación de Tratados de Li- bre Comercio. Con el movimiento indígena guarda un vínculo estructural pero en sí se constituye en relación directa con la reivindicación de derechos y defensa de servicios por parte del estado en el campo: “La característica del movimiento campesino es un gran proceso organizativo que cubre gran parte de las provincias o cantones, con mucha capacidad de movilización pero con muy poca articulación interna o entre las grandes organizaciones. Como parte del movimiento campesino, existen estructuras de aglutinación y participación, promovidas por organizaciones no gubernamentales, entre estos se encuentran; La Mesa Agraria y el Foro de Recurso Hídricos, ámbitos de confluencia que constituyen espacios de discusión y reflexión en torno a propuestas técnicas para la formulación de políticas públicas, programas sociales o proyectos políticos”.17

Para el movimiento indígena fueron fundamentales todos estos aconteci- mientos, pues a principios de la década del 90 y extendiéndose hasta el 2000,

15 Andrade et al. (2008) p. 40. 16 Cfr. Andrade et al. (2008). 17 Ídem., p. 36.

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se impulsaron y desarrollaron los procesos organizativos. Con las mujeres las consecuencias del capitalismo se reflejaron en que se incorporaron como fuerza de trabajo asalariada, permitiéndoles separarse del ámbito familiar, encontrando identidad y convirtiéndose en sujetos activos de derechos y de- beres.

Plantea Barrera (2002) que para estos años, Ecuador vive una época de crisis económica. La reforma que se quiso implementar sufría de muchos vacíos y altos niveles de conflictividad. Los diferentes grupos de poder econó- mico y político no llegaban a consensos, ni lograban articular sus intereses y trajo consecuencias como la discontinuidad en las políticas de los gobiernos. El tránsito hacia una economía de lógica liberal, conllevó a un deterioro de las condiciones de vida de los indígenas, que consideraron como pérdidas: deterioro de las condiciones de intercambio de los productos agrícolas e in- dustriales, las limitaciones al mercado laboral y la disminución en los salarios para la obra de mano no calificada

En los territorios indígenas existía la “administración étnica” que con- sistía, según Andrés Guerrero citado por Barrera (2002), en la administración que mezclaba lo público y lo privado; con los cambios antes expuestos, esto terminó y se empezaron a agrupar intereses, estrategias y autoridades y rutinas de reproducción de relaciones de poder en las que sobresalían los dueños de las tierras y territorios hacendados, propietarios agrarios, que se encargaban de la explotación de los indios. La institución de la iglesia era la intermedia- ria, así la terna del poder era: el patrón, el cura y el teniente político, y así se mantuvo por casi un siglo. Estos hechos desencadenaron varias posibilidades de articular iniciativas de organización local, regional y nacional, basadas en tener unos nuevos dirigentes que permitieran y dieran el paso a la mediación y dirección autónoma.

Así, esta etapa en la que se conforma el movimiento indígena ecuatoria- no, se da porque el deterioro de vida de la población indígena produce una acción colectiva como el resultado de procesos históricos a nivel económi- co, político, social y hasta cultural, fortaleciendo la capacidad indígena de construir formas autónomas de dirección y manifestación, que tiene como resultado la formación de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE).

En 1990 se presenta el primer levantamiento indígena. Este brindó las condiciones para que el movimiento se pudiera expandir y contagiar de la movilización social con el respaldo de la comunidad y de la sociedad. La oportunidad de este evento se dio por el debilitamiento por el cual el estado pasaba, la legitimidad de los gobiernos y la ausencia de más movimientos

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sociales con más convocatoria y movilización. El logro más importante de este levantamiento avanzar en la resolución del conflicto que existía por las tierras y en las demandas por la educación bilingüe intercultural.

Sus luchas tenían varios puntos importantes: la lucha por un estado plu- rinacional, respeto de su territorialidad y autodeterminación, lucha genera- lizada de los pueblos indígenas aún en la actualidad; políticas estatales, en especial, las dirigidas a el tema agrario, al ámbito ambiental y energético; políticas específicas para los pueblos indios como la educación bilingüe in- tercultural, salud, y demandas por infraestructura y cubrimiento de servicios básicos. De ello se puede decir que las demandas del movimiento indígena en su etapa de emergencia y posicionamiento, así como tienen un aspecto étnico también tienen aspecto ciudadano, mostrando una complejidad en la que se ratifican como actor social político, sujeto de derechos y elemento importante en la construcción de ciudadanía y democracia.

Para el año 1995 la CONAIE decide establecer el partido político Pa- chakutik para poder luchar directamente en el congreso por los objetivos ya descritos; en el año 1998 este partido logra quedarse con el 10% de los cons- tituyentes para el establecimiento de la nueva constitución del país, en la cual lograron cambios importantes a la situación de los pueblos indígenas, negros o afroecuatorianos y se establecieron una serie de derechos “colectivos” ba- sados en el Convenio n° 169 de la OIT que Ecuador ya había adoptado en ese mismo año. Por ejemplo, en el artículo 14 menciona “participar, mediante representantes, en los organismos oficiales que determine la ley”18 así mismo el artículo 1° dice que “quichua, shuar y los demás idiomas ancestrales son de uso oficial para los pueblos indígenas, en los términos que fija la ley”.

A pesar de estos logros, la elección de Jamil Mahuad y su decisión de pasar al dólar como moneda nacional en 9 de enero del año 2000 a fin de detener la crisis económica y la devaluación del sucre llevó a la unión de varios movimientos sociales para exigir su renuncia. La CONAIE con la Coor- dinadora de Movimientos Sociales (CMS), realizaron veintiún parlamentos provinciales en los meses previos al anuncio de la dolarización y a dos días de este último se instalo una asamblea nacional en Quito la cual con apoyo de los militares pudo irrumpir en la sede de gobierno y eventualmente causar la dimisión de Mahuad. Hay que considerar que durante este mismo periodo de tiempo los demás movimientos sociales que no fueron incluidos dentro de las actividades de la CONAIE o de la CMS se organizaron en la denomi- nada Federación Ecuatoriana de Indígenas Evangélicos (FEIE) lo cuales no

18 Calderón (2009) p. 219.

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participaron tan activamente en el proceso de dimisión de Mahuad como la CONAIE.

El descontento general de estas organizaciones y a población continúo durante el periodo del vicepresidente Gustavo Noboa a cargo del país lo cual condujo a nuevas movilizaciones en las cuales la CONAIE logro convocar a otras fuerzas como la Organizaciones Sindicales Libres (CEOSL), logrando así la destitución de Noboa en el año 2002.

Con la llegada de Lucio Gutiérrez al poder estas diferentes organiza- ciones esperan el cambio que habían buscado y se llegó a un compromiso, dentro de cuyos objetivos estaba el establecer un verdadero estado de partici- pación democrática y un sistema económico más equitativo, sin embargo los acercamientos de este con grupos político de derecha, Estados Unidos y sec- tores empresariales nacionales e internacionales empezaron a genera distan- ciamientos con el nuevo gobierno, sobre todo por parte de la CONAIE pero muchos otros decidieron quedarse del lado del nuevo presidente y este supo conseguir adeptos dentro de las comunidades indígenas con el fin de por lo menos aparentar que el si tenía apoyo por parte del pueblo ecuatoriano.19

Solo hasta que Gutiérrez comenzó a tomar medidas autoritarias hacia el fin del año 2004, se lograría una movilización colectiva reunificada en contra del mandatario lo cual culminó con su salida, con las elecciones adelantadas para finales del año 2005 estas organizaciones concentraron sus esfuerzos en la campaña de Rafael Correa, en ese entonces desconocido pero que estas organizaciones consideraban como candidato afín a sus ideologías.

VI. MOVIMIENTOS SOCIALES POPULARES Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA EN BRASIL

Brasil, es uno de los países del cono sur caracterizado por una enorme emergencia de movimientos sociales durante el s. XX. Con base en la me- todología de Paulo Freire y la teología de la liberación, surgen varios movi- mientos que demandan el cumplimiento de los derechos y de bienestar para los ciudadanos, en especial para aquellos grupos de sectores populares que podrían denominarse como minoritarios. Ya sea como movimientos popula- res, alternativos o de oposición, se han visto enfrentados a varias situaciones en las que sus luchas y resistencias han tenido una fuerte participación en la construcción de la historia social y política del país.

19 Ídem., p. 222.

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Como manifestaciones de la acción colectiva, los movimientos socia- les son desafíos colectivos planteados por personas que comparten objetivos comunes y solidaridad en una interacción mantenida con las elites, los opo- nentes y las autoridades.20 Desde el período de la independencia el princi- pal desafío colectivo en Brasil ha sido la construcción de la democracia, en donde por cortos periodos de tiempo los movimientos sociales organizados influenciaron algunas prácticas políticas, poniendo en práctica iniciativas po- pulares de ley.

El s. XVII estuvo marcado por dos sucesos claves de la historia. El pri- mero de ellos, inspirado en la revolución francesa y norteamericana, fue la lucha por la independencia que demandaba por la igualdad y representación popular soberana, con tres dimensiones a saber: económica, por los elevados impuestos de la corona, en especial por el oro; política, a través de manifes- taciones contrarias a la administración del gobernador y por último ideológi- ca, que tenía influencias de pensadores franceses liberales como Rousseau, Diderot y Montesquieu. En el año 1888 se logra la independencia de Brasil junto con otro hecho que marco este siglo, la abolición de la esclavitud ne- gra, conseguida luego de importantes luchas y movimientos emprendidos por esclavos.21

En este período histórico, la mayoría de estas luchas aunque fueron es- timuladas y emprendidas por los sectores populares, eran lideradas por las élites, es decir, el clero, los militares, ciudadanos de clase media y élites inte- lectuales que asesoraban a los líderes populares. Con los hechos presentados se puede notar que los movimientos sociales al inspirarse en situaciones so- ciales y políticas europeas, se desvinculan de la realidad nacional, sin tener bases que fundamenten sus acciones y un proyecto político que permita la organización y participación de los sectores populares en lo político.

Al llegar el s. XVIII, hasta 1850 se presenta un período que va a ser sig- nificativo para la construcción de la ciudadanía social y política. Tras haber conseguido la independencia y la abolición de la esclavitud, se empiezan a presentar otro tipo de situaciones que se caracterizan por heterogeneidad de los participantes, ambigüedades en las alianzas y falta de unidad, lo que con- lleva a que al interior de los movimientos se presenten traiciones, acusacio- nes y acciones desarmadas que afectarán a los sectores populares, a pesar de haber sido quienes protagonizaran algunos de los más importantes eventos como lo plantea Sampaio (2004) es la Rebelión de Cabanagem (1835) uno de

20 Cfr. Tarrow (1997). 21 Cfr. Sampaio (2004).

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los más notables movimientos populares en el Brasil, que se toma al gobierno y constituye el primer y único gobierno popular de base indio-campesina, con una duración de 10 meses hasta cuando las élites retoman el poder y someten bajo fuertes represiones a la población hasta el año 1840, cuando han acabado con más del 30% de la comunidad.

Tras este hecho se siguen desarrollando movimientos sociales que busca- ban cambios sociales, oponiéndose a proyectos oligárquicos, reivindicando por derechos como el voto universal, libertad de expresión, trabajo como ga- rantía de vida, entre otros. En la segunda mitad de siglo, algunos movimientos considerados como mesiánicos son desaparecidos con fuerza policial, lo que promueve el surgimiento del mutualismo en estos.

Los acontecimientos que caracterizaron los movimientos sociales del s. XVIII en Brasil, develan que las acciones colectivas aún no poseían las ca- racterísticas suficientes para convertirse en un movimiento que aportara en la construcción del futuro, sus peticiones se ligan a los problemas de la época, de manera reformista y no revolucionaria, lo que se debe a la falta de unidad y de puesta en práctica de un proyecto político que les permita actuar en forma comunitaria y solidaria, características principales de un movimiento social.22 Sin embargo sus luchas y resistencias son apoyo para los hechos que acontecen en el s. XX donde el auge está en los movimientos de acción popular.

La historia de América Latina en el s. XX se caracteriza por una transi- ción política desde los regímenes oligárquicos de comienzos de siglo a la democracia parlamentaria; ciclo de regímenes de excepción apoyados por política de los Estados Unidos; lucha por la clase obrera y trabajadora y por los derechos de las mujeres. En Brasil, los movimientos sociales empiezan a pasar a una fase más madura en donde con sus discursos temáticos, tienen la voluntad de intervenir en la política incidiendo en el cambio de la realidad y la solución a los conflictos sociales que enfrenta la población. La sociedad civil se encuentra más organizada y maneja diferentes estrategias como la organización en columnas propia de las guerrillas, huelgas, marchas, ocupa- ciones de tierras particulares, edificios públicos, manteniendo su orientación al poder de manera conflictiva. A través de esta organización se logran forjar espacios públicos de negociación, reivindicación, participación y conquista de derechos.

22 Cfr. Tarrow (1997).

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Por el contexto que se vive tanto en Brasil como en el continente, el Movimiento Sindical Urbano lucha por una mejora salarial y de condiciones de trabajo. Los primeros años de este siglo están marcados por la historia sindical que promueve discusiones en los medios obreros sobre el rumbo del movimiento sindical, se lleva a cabo el primer gran movimiento huelguista de este sector, se forma el Centro Comunista de Rio de Janeiro, que a su vez impulsa la fundación de un Partido Comunista Brasileño. Sin embargo los movimientos se enfrentan a una cuestión por la que siempre se vieron en potencial peligro, y es que, las cuestiones sociales manifestadas a través de algunos actos y estrategias de manera conflictiva se tratan como cuestiones policiales que toman medidas arbitrarias contra estos.23 En el año 1930 se da un golpe de estado, instaurándose como el nuevo presidente a Getulio Vargas. Durante este período los movimientos de las clases populares reciben otras consideraciones, dejándolas de tratar como casos policiales, el poder establecido atiende algunas de las reivindicaciones y las transforma en de- rechos, la clase que principalmente se ve beneficiada con ella es la obrera, aunque esto es el resultado de sus años de lucha y resistencia. En 1932, se presenta una revolución constitucionalista y es dos años después cuando se promulga una nueva constitución que contiene derechos como el del voto a la mujer mayor de 18 años, educación para todos y se crea la justicia del trabajo y la justicia electoral.

Entre 1937 y 1945 se presenta una dictadura llamada “Estado Novo”, en la que los derechos humanos quedan en un segundo plano. Al finalizar esta etapa, empiezan a surgir movimientos populistas. El populismo se ca- racteriza por una intensa participación social en el contexto del proceso de redemocratización del país y los movimientos empiezan a apoyar partidos clandestinos. El partido comunista se vuelve a la ilegalidad; los sindicatos se multiplican y surgen movimientos sociales que reclaman reformas de base y políticas sociales como transporte, educación y salud.

La segunda mitad del siglo, inicia con el levantamiento de movimientos cristianos comprometidos en luchas por justicia social, que tienen énfasis en prácticas educativas y culturales y desarrollo de instrumentos pedagógicos para la práctica liberadora que propone Paulo Freire, caracterizada por ser una práctica de educación como acción cultural, para la ciudadanía, con- cienciando y con técnicas de alfabetización, para lograr una pedagogía que en la actualidad se usa en contextos donde la situación de aprendizaje forma parte del conflicto social.24 En este contexto nace la Acción popular que años

23 Cfr. Sampaio (2004). 24 Cfr. Berger (1990).

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después se vincula con la lucha armada. El año 1956 es cuando se forman las ligas campesinas como producto de pequeñas organizaciones que reivindi- can un amplio sector de trabajadores, se extienden por el territorio nacional defendiendo sus derechos y la reforma agraria. Es hasta 1960 cuando los mo- vimientos sociales se politizan transformando demandas individuales en rei- vindicaciones más amplias; las luchas del gobierno por frenar estas acciones de las ligas campesinas permitió la instauración del sindicalismo rural que serán reconocidos hasta 1962, y generando un estatuto del trabajador rural.

El golpe de estado de 1964, es un poco el resultado de la situación política que se vivía en toda Latinoamérica. Durante esta época se publica el AI-5, documento donde se eliminan las garantías del Estado de Derecho, se cierra el congreso nacional y las legislaturas estaduales, se censuran los medios de comunicación. Frente a ello se promueven 3 tipos de comuni- cación de resistencia: la comunicación masiva dispuesta a los intereses del capital internacional, comunicación alternativa, donde la prensa y los artis- tas se congregan en torno a un proyecto histórico nacional y por último la comunicación popular que era la utilizada por los movimientos sociales de base, convirtiéndose en la única posibilidad para que estos movimientos y sus manifestaciones no fueran considerados como casos policiales. En esta comunicación intervienen tres entidades de profesionales e intelectuales que son difíciles de acallar por el gobierno: la iglesia, Comunidad de Abogados y Asociación Brasileña de Prensa. De la iglesia se desprenden las Comunidades Eclesiales de Base, hacia el año de 1968, relacionadas con el movimiento sindical y que ayudan al surgimiento de los movimientos populares que se organizan en barrios periféricos luchando por mejores condiciones de vida. Con el apoyo y financiamiento de algunos de sus miembros se crean centros de documentación, de educación popular y comunicación, se producen ma- teriales de apoyo para cumplir el papel de reelaborar una educación popular más comprometida con el nivel de conciencia de las clases populares. Para los miembros de estas comunidades la participación era un derecho a inter- venir en la toma de decisiones y participar era comprometerse en la causa de la justicia social para concienciar a la población oprimida acerca de sus condiciones de vida y proponer alternativas de solución a dichas situaciones. Estos se constituyen como los nuevos movimientos sociales.25

Durante los últimos años del s. XX, los movimientos sociales se articulan local y nacionalmente gracias al fortalecimiento de la sociedad civil. Se logra la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente libre y democrática, con participación popular y años más tarde una campaña para elecciones

25 Ibídem.

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representa el momento de afirmación democrática más representativo en la historia del país. Se inicia el proceso de elaboración de una nueva constitu- ción en un momento de movilización y lucha por la formación de espacios de negociación y participación de sectores populares, los movimientos que han venido forjándose se articulan para participar activamente en el proceso constituyente y se logran introducir derechos civiles individuales, colectivos y sociales que garantizan un estado democrático de participación popular.

Finalmente, en la construcción de lo político relacionado con estos mo- vimientos, se podría decir que los movimientos sociales populares en Brasil están marcados por una serie de acontecimientos en los fueron protagonistas en la búsqueda de formas de democracia participativa, sin embargo sus lu- chas por encontrar soluciones políticas en la transición del autoritarismo a la democracia, no lograron concretar un proyecto de sociedad que tuviera la capacidad de construir colectivamente los derechos de la sociedad, por el contrario en estos movimientos las fuerzas sociales se ven dividas ahora en escenarios de adaptación y de desajuste26, pasando de la lucha social directa al campo de la participación institucional buscando en la mitad el consenso para lograr la estabilidad y la transformación, así los movimientos populares que quedan tienen el reto de mantener su autonomía del estado y de los par- tidos políticos y el poder de presión sobre el Estado y fomentar mecanismos de participación que garanticen la acción colectiva.

VII. MOVIMIENTOS INDÍGENAS DE MÉXICO Y SU RELACIÓN CON LA CONSTRUCCIÓN DE LO POLÍTICO

A pesar de ser un país con la mayoría de su población indígena, Méxi- co, ha sido uno de los países de América Latina que en su historia ha estado más atrasado en cuanto a legislación indígena se trata, ya que estos grupos no habían sido considerados como pueblos y así ningún derecho colectivo histórico y territorial podía ser reclamado. Es en ese contexto donde surge el más grande y organizado Movimiento Indígena con características definidas y unos horizontes trazados en la búsqueda y reivindicación de sus derechos como ciudadanos y habitantes de un territorio. En este escrito y a manera de análisis, se presenta un recorrido histórico de lo que ha sido y lo que ha iden- tificado el movimiento indígena en México y la incidencia en la construcción de lo político.

26 Cfr. Falero (2007).

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En su artículo La rebelión zapatista y el movimiento indio en México, Barabas (1996) hace una aproximación histórica a los movimientos sociales. Hacia la década del 70, el gobierno mexicano buscaba expandir sus fronteras agrícolas generando la colonización de la selva, por parte de los indígenas y mestizos pobres que emigraron de un lugar llamado los Altos de Chiapas por sus condiciones de pobreza, religión y cultura. Muchos colonos empezaron a predicar la idea de que, bajo la concepción de la Teología de la Liberación, dicha migración era en búsqueda de la tierra prometida y de la libertad. Al llegar a esas tierras se organizan bajo la forma de Comunidades Eclesiales de Base27, en donde todos participaban en asuntos colectivos y teniendo en cuenta las características de este tipo de movimiento social, reciben el apoyo de organizaciones que agrupaban jornaleros y sindicatos de cafeteros y gana- deros. Durante este período de tiempo se considera la selva como un espacio multiétnico con nuevas formas de organización colectiva y nueva conciencia política.

Siguiendo con la autora, en 1975 se crean unas organizaciones indíge- nas a solicitud del gobierno, se encargaban de proporcionar la representa- ción indígena dentro de los marcos de la política nacional. Conformadas por maestros e intelectuales bilingües se afinaron demandas étnicas, haciéndo- las más propias pero ubicadas dentro de lo establecido por el gobierno. En oposición se crean organizaciones independientes del indigenismo oficial y sus corporaciones indígenas, dando paso en 1988 al Frente Independiente de Pueblos Indios (FIPI) que convocaba a todos los indígenas de diferentes grupos del país. Años más adelante FIPI articuló a varias organizaciones in- dependientes en distintos estados del país, todos en torno a la propuesta de autodeterminación de los pueblos. Con respaldo de la izquierda, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) incluyó demandas de la oposición india como respaldo de un programa político. Con estos hechos se inicia la década del 90 caracterizada por pocos miembros en el FIPI, líderes que en pocos casos representaban realmente a sus comunidades y unas bases comunitarias que desconocían la propuesta.

El año 1990 empieza con un pronunciamiento en relación con la de- manda de autodeterminación comunitaria de uno de los estados con ma- yor población indígena, Oaxaca, que logra que el estado reconozca la

27 Según Berger (1990) Las Comunidades Eclesiales de Base, están apoyadas en la metodo- logía de Paulo Freire y en la teología de la liberación. Su función es ayudar al surgimiento de movimientos populares reivindicando intereses del pueblo. Guardan una relación muy estrecha con el movimiento sindical y con la iglesia, convirtiéndose en uno de las pocas posibilidades de manifestación que es difícil de controlar a la fuerza con medios policia- les.

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pluriculturalidad y envíe a la Cámara legislativa una iniciativa de reformas y adiciones a la Constitución estatal. Lo que no se esperaba era que dichos cambios tuvieran aspectos contraproducentes para los indígenas. El modelo general pensado para la creación de regiones autónomas pluriétnicas de Mé- xico es aceptado por FIPI sin detenerse a observar que el texto tiene vacios teóricos de formulaciones tanto del gobierno como de los intelectuales que participaron en el hecho. Así el Frente Independiente demanda junto a otras organizaciones impulsando la reforma al artículo constitucional 4, para reco- nocer la pluriculturalidad del país. Sin embargo la ley reglamentaria no fue sancionada, por el contrario se aprobó una ley agraria que fue una medida para allanar camino a iniciativas privadas transnacionales en adquisición de tierras28, como los son Tratados de Libre Comercio.

Así para el año 1991 solo el PDR reconocía la vigencia de las culturas indígenas y prometía el desarrollo y justicia en regiones indígenas, recogía las propuestas del FIPI y de organizaciones independientes planteando que la solución a las problemáticas indígenas estaba en una reforma integral del estado que garantizará participación indígena en asuntos del gobierno.

Durante tres años más, siguieron surgiendo varias organizaciones que demandaban una reforma agraria, principalmente la reforma del Artículo 4 mediante una ley reglamentaria. El año 1994 va a ser fundamental en todo el proceso histórico de los movimientos indígenas. En el mes de enero de este año, el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) irrumpe en un estallido insurreccional tomando bajo su control ocho cabeceras municipales de Chiapas29, presentando 34 demandas dirigidas al gobierno, de las cuales 6 se relacionan con derechos indígenas, principalmente la autonomía política, respeto por los derechos y dignidad de los pueblos indios y un alto a la dis- criminación y desprecio hacia ellos. Este hecho da un vuelco a los procesos que se venían dando y en el centro de la discusión política, los indígenas se ubican reconociéndoseles en su lucha histórica por la libertad; la demanda por autonomía política se generaliza como reivindicación del resto de or- ganizaciones, su orgullo por ser indígenas los hace protagonistas de actos rebeldes, como secuestros a políticos, tomas al gobierno, manifestaciones por derechos humanos, entre otras, contra instituciones que siempre fueron de humillación y engaño.

A lo largo de este año se presentan varios hechos que empiezan a configurar lo que se convertirá en un movimiento Zapatista, con proyectos

28 Cfr. Barabas (1996). 29 Cfr. Vélez (2008).

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económicos, sociales y políticos definidos. La Primera convención Nacional electoral de los Pueblos Indígenas que demandan reformas constitucionales y la creación de una Comisión Nacional de Desarrollo Social y Procuraduría Agraria, fortalecen el movimiento indígena que se iba haciendo nacional, reclamando autonomía, aunque no todas las organizaciones que servían de base al movimiento, conocían su significado ni modelos para construirla; se presenta la propuesta La autonomía indígena en México: reformas constitu- cionales para entrar a la vida democrática.30

El movimiento zapatista se puede definir entonces como el conjunto de personas que se adhieren, promueven y recrean las demandas, acciones e ideario del EZLN.31 En este movimiento como se ha podido ver participan tres actores: el EZLN, las comunidades indígenas civiles de base y la sociedad civil.

El EZLN refleja la parte política-militar que se estructura como una or- ganización castrense y liderada por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena. Las comunidades indígenas son aquellas que habitan en territorios zapatistas, apoyan el ejercito Zapatista pero no hacen parte de su estructura militar, y la sociedad civil son personas u organizaciones que apoyan el za- patismo. Las ideas centrales son la crítica al neoliberalismo y la propuesta de enfrentarse mediante la rebeldía, negativa a tomar poder político oficial, ne- cesidad de construir de forma autónoma el bienestar en colectivo, búsqueda constante del dialogo y creación de espacios de discusión para que todas las resistencias se unifiquen. En el marco del movimiento son creadas instancias políticas civiles llamadas Juntas de Buen Gobierno32, como resultado de un proceso de reorganización interna de las comunidades indígenas zapatistas. Las Juntas coordinan gestiones políticas de estas comunidades en un nivel superior al municipal en los territorios zapatistas. Sus acciones debe fortale- cer básicamente cuatro aspectos: la autonomía, entendida como el dominio de territorio, autogestión de recursos, autogobierno, identidad zapatista; el desarrollo como satisfacción de derechos como la salud, educación, tierra, comercialización y justicia; la resistencia, que es la protección al hostiga- miento económico, político, social y militar y por último la democracia que se entiende como la implantación de mecanismos de gestión política para llevar a cabo el principio de “mandar obedeciendo”.

30 Cfr. Barabas (1996). 31 Cfr. Martínez (2008). 32 Cfr. Ibídem.

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Este principio de la cultura política zapatista que comprende tres aspec- tos: interpretación del entorno, sustancia identitaria (étnico-religiosa) y au- tonomía de resistencia, está inmerso en el autogobierno, característica de la autonomía, considerando 4 mecanismos de participación a saber: las asam- bleas, la rotación de autoridades, el servicio público gratuito y la revocación del mandato.

La democracia zapatista33 deja entrever que en sus finalidades y como meta principal busca el ejercicio efectivo de los derechos políticos, civiles y sociales para los integrantes de sus territorios, también implementa mecanis- mos políticos para evitar las arbitrariedades del estado y así lleva a que sus miembros se conviertan en sujetos políticos con la capacidad para autogober- narse, cumpliendo así los objetivos de las Juntas y del movimiento zapatista.

El movimiento indígena está y ha estado en constante relación con lo político. Su incidencia se ha visto ligada con los procesos democráticos en el ámbito de la vida política que es la comunidad y desde allí es donde se ha intentado mantener independencia del estado a pesar de encontrarse en una realidad articulada con la sociedad global. Con unas bases en los movi- mientos sociales de finales del s. XX y con claridad en el proyecto político, social y económico este movimiento logró incursionar en el ámbito estatal manteniendo sus luchas y resistencias por la autonomía y la identidad étnica. Aunque no han sido una democracia representativa34, la autoridad colectiva ha servido de guía para la interacción social, política y económica y sus procesos se han basado en el consenso y no en la mayoría, respetando la le- gitimidad como mecanismo de deliberación. Sus líderes comunitarios no son quienes ordenan o toman decisiones, sino que son los moderadores en el dia- logo político para que los pueblos asuman claramente la diferencia cultural.

Por ello los movimientos indígenas de México, en especial el Zapatista, son un claro ejemplo de la necesidad de organización, desarrollo, partici- pación, autonomía y legitimidad que las acciones colectivas deben adquirir con sus actos políticos, sociales o culturales por medio de los cuales se ma- nifiesten, para llegar a plantearse más que como un movimiento social de re- sistencia civil o de oposición en actores políticos conscientes de los desafíos globales a los cuales se enfrentan, conociendo el poder y las consecuencias que los modelos económicos suponen para sus vidas y culturas, y de los esce- narios políticos de los cuales emergen y se desarrollan, para no seguir siendo marginados ni excluidos.

33 Ibídem. 34 Cfr. Bartolomé (1996).

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CONCLUSIONES

Los movimientos sociales anteriormente descritos tienen varias carac- terísticas en común. Por un lado la búsqueda y reivindicación de derechos como ciudadanos, por el respeto a la diferencia y como actores de la cons- trucción de la democracia, por ejemplo en un país como Ecuador donde hasta 1997 se percibía como un caso exitoso de democratización y ahora se ha convertido en un caso de inestabilidad política.

Así a medida que avanzaron en el tiempo, con su organización y con unas demandas claras, en la mayoría de los casos, muchos avanzaron en la propuesta de un proyecto político colectivo donde los sujetos movilizados alrededor de conflictos sociales y políticos, con identidad y sentido de perte- nencia puedan constituirse en sujetos políticos en el seno de su comunidad por medio de la implementación de sistemas propios de evaluación, segui- miento y planeación, que faciliten la participación directa de la comunidad y su articulación a la política del país, construyendo una democracia partici- pativa.

El movimiento urbano o barrial presenta una propuesta organizada terri- torialmente por distritos para poder posicionar a sus dirigentes o representan- tes más cercanos y hacer de las organizaciones barriales, comités como una estrategia de recuperación del sentido de comunidad en las ciudades, en con- cordancia con su manera de percibirse: una organización que va de los co- mités, pasa por las asociaciones y llega a las federaciones. Sin embargo este tipo de proyectos puede llevar a la consolidación de caudillismos barriales.

El movimiento campesino logró la consolidación de su propuesta y construyeron una agenda común y propia, en oposición al neoliberalismo, en algunos momentos en oposición al capitalismo, pero que igual ha tenido distintos momentos y expresiones, con el único inconveniente que con un marco general de la propuesta, es decir, la situación y los ideales que se bus- can, y con un marco estratégico, donde se analizan las condiciones sociales, políticas, civiles que pueden afectar o aportar al movimiento, se caracteriza como un movimiento bastante individualista pues su autonomía y unidad organizativa es un proceso que no logra consolidarse, sus prácticas políticas tienden a ser personalistas, con agendas subordinadas al gobierno, y sus di- rigentes tienen agendas propias, por lo que existen muchas disputas entre las organizaciones y entre estas y el movimiento indígena.

Las movilizaciones estudiantiles demandan el derecho a la educación y todo lo que este encierra: gratuidad, libre acceso, garantías para la educación de calidad, acceso a colegios y universidades. Ese es su proyecto político, y

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al presentarse la privatización, el movimiento estudiantil se ha visto obligado a oros procesos de movilización para ampliar sus reivindicaciones propias. El movimiento considera a quienes pertenecen a él como sujetos de derechos específicos, criticando aquellos aspectos que vulneren esta condición, como por ejemplo el machismo, o el adulto centrismo (aquella visión en la que el adulto es el centro de todo) y defendiendo aquellos que les permitan llegar a dicha condición: participación, soberanía nacional, derechos sexuales y reproductivos, objeción de conciencia, respeto por la diversidad, protección del medio ambiente, justicia, equidad, cultura de paz, entre muchos otros que conlleva el ser ciudadano. Lo interesante de este tipo de movimiento es que buscan diferentes estrategias de tomar el espacio público, manejar me- dios de comunicación y enlazar varias redes, desarrollando nuevas acciones de visibilización y prácticas políticas.

Las mujeres como movimiento social se enfrentan a la dificultad de orga- nizar dicho proyecto. El tema de mujer y género ha avanzado bastante en el área de derechos y en lucha por la igualdad de oportunidades, pero no se han logrado articular sus propias demandas sino que siempre terminan envueltas en las organizaciones populares que las mezclan con demandas locales, y procesos para mejorar sus condiciones económicas. De este movimiento se encuentran tres actores que ponen sus intereses en la construcción del pro- yecto político: las instituciones, con perspectiva de derechos bajo un progra- ma nacional o internacional; las organizaciones de mujeres que asumen la agenda institucional, disputando sus necesidades inmediatas en los ámbitos sociales y por último las organizaciones feministas que buscan su proyecto propio, sin embargo aún desarrollan debates sobre la definición de ciertos conceptos como: “el deber ser de lo feminista, el feminismo en relación a sí mismas y en relación a otros sujetos políticos, espacios donde la autode- finición como feminista es un requisito, el aborto y los derechos sexuales y reproductivos son consignas que no se negocian o matizan, y se define como horizonte, una sociedad no patriarcal como base para una emancipación real de las mujeres”.35

Para concluir, el movimiento indígena ecuatoriano, tal vez uno de los más importantes y reconocidos, ha sido de los pocos que ha sabido apro- vechar los contextos de crisis que se presentan: la reforma agraria, falta de continuidad en gobiernos y políticas públicas, disputa entre las clases, para incentivar a la movilización colectiva, siendo así reconocido por otros actores y sectores de la sociedad y el estado. Al surgir este movimiento los anteriores a este empezaban a desaparecer, por ejemplo el movimiento campesino se

35 Andrade et al. (2008) p. 49.

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amparó bajo este para poder consolidarse con autonomía y unidad. Esto lleva a que la agenda inicial del movimiento tenga alcances más allá de lo planea- dos y se deba aumentar el campo de acción social.

Este tipo de movimientos demandan una serie de derechos políticos, económicos y sociales enfrentando una lucha de clases y conflicto étnico bajo proyectos políticos dentro de contextos políticos nacionales y luchas por la tierra36. El movimiento indígena ecuatoriano es un claro ejemplo de que la alianza política forjada detrás de la base de las comunidades fue el inicio de un constante y progresivo despertar de los pueblos que en su más alto nivel fue la referencia para todos los latinoamericanos.

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NORMAS JURÍDICAS CITADAS

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