ABSTRACT

DIFERENTES MUJERES PARA DIFERENTES ENTORNOS: VOZ Y ROL FEMENINO EN 7 RELATOS SOBRE EL AMOR Y LA GUERRA DE ROSARIO AGUILAR

By Pamela M. Chumpitaz-Furlan

Based on the preponderance of historical facts that have mainly men as protagonists, this study seeks to recover the voice of women and their role in relation to the History of , specifically during the sandinista Revolution of 1979. From the novel by Rosario Aguilar, we will analyze and interpret each woman’s story and establish

a relationship between the women and each participating organization during and after

the strike of the sandinista Revolution. We will also determine how Aguilar tries to

overcome the typical perceptions of women, giving them independence of action and

thought in relation to topics such as love, maternity, compromise with their nation and with their own identity. For Aguilar, the success of women relies in the understanding of

their surroundings and recognition of their abilities to deal effectively with her life and

accomplish her purposes. DIFERENTES MUJERES PARA DIFERENTES ENTORNOS:

VOZ Y ROL FEMENINO EN 7 RELATOS SOBRE EL AMOR Y LA GUERRA DE

ROSARIO AGUILAR

A Thesis

Submitted to the

Faculty of Miami University

in partial fulfillment of

the requirements for the degree of

Master of Arts

Department of Spanish and Portuguese

by

Pamela M. Chumpitaz-Furlan

Miami University

Oxford, Ohio

2003

Advisor______(Dr. Mario A. Ortiz)

Reader______(Dr. Maria Dolores Bollo-Panadero)

Reader______(Dr. Raúl Ianes) DIFERENTES MUJERES PARA DIFERENTES ENTORNOS: VOZ Y ROL

FEMENINO EN 7 RELATOS SOBRE EL AMOR Y LA

GUERRA DE ROSARIO AGUILAR

Introducción

El estudio del contexto histórico como marco referencial de determinada obra de arte se considera importante pues nos permite tener información no solamente acerca de el/la autor/a, sino de aquellas circunstancias que pudieron haber mediado el estilo, contenido y mensaje del producto artístico. La literatura como todas las artes es considerada reflejo de la ideología de las naciones. Medvedev y Bakhtin afirman que el producto literario es esencialmente un fenómeno social y sería totalmente inadecuado ignorar esta particularidad, pues cualquier análisis podría revelar “false interpretations and definitions of its specific characteristics and features” (14). Asimismo, admiten la inseparabilidad de la obra y el ambiente literario, el cual es un elemento dependiente del sistema ideológico de determinada época que a su vez se ve afectado por el entorno socio-económico. Estas influencias, demandan un estudio o conocimiento de esos niveles para la comprensión e interpretación del trabajo literario individual.

En la novela 7 relatos sobre el amor y la guerra (1986) de la nicaragüense

Rosario Aguilar, el postulado anterior tal vez se hace necesario en la medida en que las historias presentadas están basadas en diferentes situaciones que las mujeres nicaragüenses atravesaron durante la época final de la dictadura somocista y el inicio de la Revolución Sandinista. La autora nos aproxima a la guerra y sus consecuencias por medio de sus personajes, lo que nos permite observar sucesos históricos no contados pero afrontados. Por lo tanto, un entendimiento de cada sistema, sobretodo del socio-

1 económico e ideológico, nos ayudaría a percibir la necesidad que motivó a Rosario

Aguilar a componer dicha obra, y asimismo darnos la oportunidad de interpretar ese pasado.

La obra de Rosario Aguilar basada en hechos pasados que forman parte de la

Historia de Nicaragua, nos motiva a tratar de establecer un límite entre lo existente y lo inventado. Esto nos da la posibilidad de percibir las historias como hechos que probablemente sí sucedieron pero que no tuvieron cabida en los informes de la

“verdadera” historia nicaragüense debido a la regencia de cierto tipo de discurso sobre otro, léase masculino sobre femenino. Por ello, en este estudio nos proponemos presentar e interpretar la representación del discurso femenino tomando en cuenta la situación que cada mujer enfrentó en su relación a los protagonistas de la Historia de Nicaragua durante el golpe de la Revolución y el gobierno sandinista.

Aunque desde la época aristotélica, la distinción entre historia y literatura estaba muy bien demarcada, el avance del tiempo y el reconocimiento de patrones comunes entre ambas disciplinas han establecido ciertas relaciones e imprecisiones para su diferenciación. Raúl Ianes indica que los intelectuales del siglo XIX “reafirman como rasgo textual prioritario la común configuración discursiva que comparten, en tanto narrativas, la historiografía y la ficción literaria” (16). Del mismo modo, agrega que en ambas “el proceso narrativo está enmarcado por el establecimiento de una temporalidad discursiva que establece una discontinuidad entre dos planos temporales: el acto de narrar

(la enunciación) y lo narrado (el enunciado)” (17).1 Podemos afirmar entonces que

1 Aunque Raúl Ianes realiza su estudio basado en la literatura histórica del siglo XIX, consideramos que varias de sus afirmaciones son aplicables al periodo histórico que analizamos.

2 existen entre ambas, historia y literatura, factores que pueden tener en el lector un efecto de ambigüedad al discernir cuáles hechos fueron “verídicos” y cuáles objeto de una reinterpretación.

Aunque la literatura histórica representa artísticamente circunstancias que probablemente ya son de nuestro conocimiento, de acuerdo a Humm, Stigant y

Widdowson su alcance y relevancia se encuentran en “(the) active and integral (way) of reaching an understanding of past societies and their relation to the present” (4). Debido a esta particularidad, podría afirmarse que el interés en lo histórico surge a partir de lo retratado en un texto literario que tuvo como marco un hecho pasado. Ianes explica que en el siglo XIX la relación entre historia y literatura era tan evidente que “hasta sus términos se llegan a invertir” (18). Afirma que en opinión de Thierry, la obra de Walter

Scott, como otros de su tiempo, parecía más “histórica” que muchas obras historiográficas.

Otra modalidad de inclusión de hechos pasados considerados como verídicos en la narración literaria puede darse en calidad del género de testimonio. Dicha variedad asume que el autor es a la vez el narrador de los hechos. Sin embargo, esta situación de testimonio no implica que los acontecimientos sean contados tal y como se encuentran en los anales históricos. Literariamente, el autor tiene la concesión de recorrer entre los límites de “la verdad” o lo real y lo ficticio. Esta libertad es más evidente cuando el autor elabora una trama y crea personajes con diferentes nombres a los que trascendieron en determinado momento histórico. Miguel Barnet los denomina “novela-testimonio”

3 (Riccio 1055). En opinión de Riccio, éstas se caracterizan por la simultánea funcionalidad que poseen “como ensayo, como obra literaria y como instrumento didáctico” (1057).2

La aparición de la denominada novela histórica, específicamente en

Latinoamérica, encuentra sus antecedentes en el siglo XIX. La mayoría de las colonias españolas se hallaban en proceso de independización y posterior construcción de las naciones. La literatura reflejó las situaciones que afrontaban cada una de estas repúblicas en el camino hacia la estabilidad deseada. En este contexto, Ianes destaca la función didáctica de la literatura en las naciones independientes, especialmente de la novela histórica, la cual se convierte en “un instrumento adecuado para enseñar el pasado nacional, imperativo ideológico y cultural en la consolidación de las nuevas nacionalidades” (32). La relación entre historia, política y literatura propició que mayormente los intelectuales de la época tuvieran que enfrentar “el papel de hombres de estado, profesionales y literatos” (Ianes 35).

Para aquellos territorios que aún estaban bajo dominio español, la novela era una muestra disimulada de situaciones que fiscalizaban y condenaban al gobierno. Fernando

Alegría afirma que su aparición es consecuencia del legado de los cronistas en la época de la conquista y la colonia, y también de la influencia de la novela europea (Souza 18).

Más tarde, a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, los conflictos, sobre todo civiles, en las naciones independientes sirvieron de marco a varias reconocidas novelas. Éstas se caracterizaron por manifestar la ineficacia con la que sus gobiernos eran dirigidos e

2 Existe evidentemente una distinción entre la novela histórica y la novela testimonio que no pretendemos tratar en este estudio por no considerar a la novela 7 relatos como tal. Sin embargo, anotamos la idea general de este género por considerarlo, tanto particular de la literatura que se desarrolla en Centroamérica, como por algunas características que parece compartir con la novela histórica.

4 inclusive, la brutalidad con la que se llevaban a cabo ciertas injusticias. En los últimos años de este periodo no se considera cuantiosa la producción de novelas históricas hasta aproximadamente la aparición del denominado Boom en la década de 1960.

El manejo de poder y la injusticia social también fueron temas que se desarrollaron en la literatura latinoamericana correspondiente al Boom literario. “The times were interesting, to say the least, and it is in interesting times that history is up for grabs”, comenta Frederick M. Nunn respecto a la materia prima que poseían los autores de las décadas de los 60 a los 80 cuando elaboraron obras literarias de gran calidad y alcance popular, inclusive hasta hoy (3). Es precisamente en aquellas regiones en las cuales los problemas parecían pan de cada día, donde se percibe la incesante creación literaria cuantitativa y cualitativa.

No obstante, dos cuestiones diferencian a los autores del Boom de sus predecesores: la amplia concesión que tuvieron para representar los hechos y manifestar su posición, y la gran acogida e impacto que tuvieron sus escritos en los lectores. Esto se debió a características como “el afán muralístico, el erotismo exuberante y la experimentación estructural y lingüística” (Menton 30). Frederick M. Nunn explica que los escritores latinoamericanos se enfocaron en tres épocas, las décadas de descubrimiento y conquista, los años de independencia y el pasado reciente que cubre especialmente las décadas de los 70 y 80, que se caracterizó por crisis socio-económicas y la imposición de dictaduras represivas (4). En estas novelas, el/la autor/a mostraría su visión de hechos pasados acaecidos en su región y que en su opinión requieren una reinterpretación o, por otro lado, una versión alterna a hechos en los que no hay un consenso respecto a su incidencia. Asimismo, encontrarían en la novela un medio de

5 expresión artística y de difusión, que a diferencia del historiador experto alcanzaría masas, no sólo por lo atractivo del mensaje y la relación que podrían hacer los lectores con sus propias experiencias, sino por el lenguaje empleado que se aleja de conceptos teóricos típicos de una ciencia como la historia.

La mayor productividad literaria de acuerdo a lo que llamamos novela histórica encontraría su apogeo a partir de mediados de la década de los 70 y las décadas subsiguientes, dentro de lo que se denomina el Posboom. Se considera que es entonces cuando surge la Nueva Novela Histórica,3 que se diferencia de la novela histórica tradicional por los intereses que perseguían los autores y por el contenido temático de

éstas. Menton señala que las novelas históricas tradicionales reflejaban la preocupación por una construcción de conciencia nacional y sus autores se valían de los temas y personajes de sus novelas para su cometido, también los motivaba a defender la causa liberal contra la conservadora. Estas intenciones disminuyeron bajo la influencia modernista pero volvieron a su cauce durante el apogeo de las corrientes criollista o indigenista. A diferencia de éstas, la Nueva Novela Histórica presenta ciertas características generales relacionadas mayormente al estilo narrativo, la estructura y el tema del texto.4

El guatemalteco Arturo Arias reconoce que en la mayoría de estudios a obras literarias del Boom y Posboom, los críticos han localizado sus intereses en Sudamérica y

3 Seymour Menton señala, sin embargo, a la novela El reino de este mundo de Alejo Carpentier en 1949 como la precursora de este subgénero (38).

4 A pesar del evidente carácter histórico de la novela objeto de este estudio, ésta no encajaría dentro de los parámetros propuestos por Menton, pues la autora ha sido testigo de los hechos que ilustra en su novela. De acuerdo a Menton se espera que la historia narrada sea lejana, al menos, temporalmente al momento en que se escribe.

6 en México, ignorando a los genios de las naciones centroamericanas.5 Inclusive, él mismo considera que es loable el que se haya podido dar terreno a la creación literaria tomando en cuenta los problemas por los que atravesó esa región (41). Asimismo, Linda

Craft afirma que la marginalización que sufre y ha sufrido la literatura centroamericana, especialmente la novela, se debe a factores externos y no a la existencia de prolíficos artistas; el subdesarrollo económico, la presencia del analfabetismo y aun cuando hubiere gente educada no hay suficiente dinero para adquirir textos; la existencia de pocas editoriales, sin contar a los escritores que se encuentran en exilio; la censura entre otras son las causas que han limitado la producción del arte en Centroamérica (36).

La narrativa centroamericana apreció un cambio estructural a partir de la década de los 70. Sin embargo, a diferencia de algunos de sus congéneres, los centroamericanos no sólo optaron por una evolución en el estilo narrativo, sino que mantuvieron una motivación ética, política e ideológica. Dicha particularidad radica en la naturaleza del autor, es decir, en sus características que se asumen como propias e indiscutibles. “La gente ha visto históricamente a sus escritores como guías para su pensamiento social [. . .]

El novelista centroamericano debe siempre evidenciar una comprensión del pensamiento político de su tiempo, aún cuando lo articule por medio de un lenguaje literario” (Arias

45). Esto se explica a partir de la situación político-social que ha aquejado a

Centroamérica desde la época de la conquista, pero principalmente a partir de su independencia del yugo español.

La literatura nicaragüense es un ejemplo de compromiso acérrimo con los problemas socio-políticos, económicos y de clase de su región. Nydia Palacios, crítica

5 Craft afirma que aunque el fenómeno del Boom tuvo lugar en Sudamérica a partir de 1960, en Centroamérica, su influencia se produce por lo menos diez años después (37).

7 nicaragüense, inclusive afirma que la literatura de su país “es un trasunto de nuestra realidad y habría que recurrir a ella [. . .] para acceder al conocimiento de nuestra historia” (La novela 1029). Es interesante, entonces, reconocer que a pesar de la manipulación de información realizada por dictaduras y gobiernos represores a su conveniencia, la literatura popular ha sido y es recuperada para un mejor entendimiento de la historia nicaragüense en todos sus aspectos.

La Historia de Nicaragua como país se remonta tan sólo a 1854. La historia de su pueblo, sin embargo, estuvo inevitablemente conectada a la historia de los que ahora son sus países vecinos: , Honduras, y Costa Rica. La interminable cadena de conflictos políticos, sociales y económicos data aproximadamente desde la llegada de los españoles a ese territorio. Para entonces el territorio nicaragüense era parte del Reino de Guatemala regido por el Virreinato de Nueva España. Aunque el marco histórico en el que se lleva a cabo la novela motivo de este estudio se sitúa a finales del siglo XX, se considera necesario establecer cuáles son los acontecimientos que sucedieron anteriormente y que nos permiten analizar y entender el por qué de la situación en la que se encontraba Nicaragua en el momento en que Rosario Aguilar escribe su novela.

Mientras Centroamérica formaba parte del Imperio español, ya se percibían ciertas ideas regionalistas, es decir, cada ayuntamiento buscaba su independencia con el propósito de formar naciones separadas. La independencia de México en 1821, contagió ideas al resto de Centroamérica y en 1822, algunas regiones [conservadoras (aristocracia dejada en el poder cuando los liberales perdieron en elección y se retiraron)] vieron conveniente unirse al Imperio Mexicano gobernado por Agustín de Iturbide. Sin

8 embargo, las grandes oposiciones ya habían empezado entonces, y los liberales no deseaban anexarse a ningún estado. “Annexation to México became the first real issue clearly dividing conservatives and liberals” (Woodward 6). Sólo San Salvador y Granada evadieron su anexo a México. Tampoco Costa Rica debido a que aún pretendía un anexo a Colombia. El imperio de Iturbide colapsó y México fue declarado en estado de anarquía. Todos los gobiernos centroamericanos, excepto Chiapas que prefirió la unión a

México, convocaron a elecciones para formar un Congreso Centroamericano. Bajo el gobierno del Padre Delgado de El Salvador, el primero de julio de 1823, el congreso declaró a Centroamérica libre e independiente bajo el nombre de Provincias Unidas del

Centroamérica.

Las luchas eran principalmente entre liberales y conservadores e involucraba la ascensión de alguno de ellos al poder. Hacia 1852 , de tendencia conservadora, fue preferida como la capital, mientras León se consideró la base liberal. Se establece

Nicaragua como país en 1854 y se modifica la bandera y el motivo del escudo. Ante esto, los liberales que estaban en desacuerdo, se situaron en León en 1855 donde establecieron un gobierno de oposición al de Managua. Asimismo, contrataron a un filibustero estadounidense llamado William Walker para que los ayudara a derrotar a los conservadores.6 A su llegada, éste impuso su gobierno nombrando presidente a Patricio

Rivas. Debido a ello los conservadores de los estados vecinos se aliaron para ayudar a

Nicaragua y forzar la renuncia de Rivas. La salida de Rivas produce el auto

6 Estados Unidos e Inglaterra firman en 1850 el acuerdo Clayton-Bulwer Treaty por el cual no lucharían por ningún territorio centroamericano. Ambos se peleaban para saber cuál ocuparía el lugar que dejó España: “After 1850, great powers (particularly Britain and the United States) pursued economic, political, and security interests in the region. These powers were specially enticed by the possibility of constructing a transisthmian canal” (Booth y Walker 26).

9 nombramiento de Walker a la presidencia, pero los estados aliados con ayuda británica pudieron vencerlo. Éste es rescatado por la milicia estadounidense y devuelto a Nueva

Orleáns. Luego del episodio de Walker, el sentimiento xenofóbico se vio incrementado por influencia conservadora especialmente hacia los ingleses y norteamericanos. Para entonces, los liberales y su política estuvieron desacreditados debido a la unión de aquéllos con Walker, permitiendo así que los conservadores tuvieran el poder hasta 1893

(Booth and Walker 35).

La rivalidad entre liberales y conservadores derivaron a la llamada “Guerra

Nacional” en 1856, el triunfo del partido liberal elevó a José Santos Zelaya como presidente. La dictadura liberal de José Santos Zelaya (1893-1909) impulsó la producción de café, mejoró la armada, construyó escuelas y edificios gubernamentales; además, se encargó de estimular la idea de oposición contra Estados Unidos. Así, cuando se construyó el canal en Panamá, Zelaya buscó la oportunidad de construir un canal en

Nicaragua con la ayuda de Alemania o Japón. Estados Unidos, pendiente de la posible pérdida de aquel territorio, promovió la oposición conservadora, estableciendo una rebelión que concluiría con la salida de Zelaya del gobierno y la llegada de la armada estadounidense. Los conservadores gobernaron nefastamente, así que una alianza conservadora-liberal se rebeló contra aquel gobierno consiguiendo que finalmente las fuerzas militares estadounidenses ocuparan el territorio nicaragüense a partir de 1912 por un espacio intermitente de 21 años.

Las incesantes hostilidades entre conservadores y liberales resolvieron la intervención de los Estados Unidos por medio de un acuerdo en el que las fuerzas del orden nicaragüenses serían reemplazadas por una imparcial Guardia Nacional dirigida

10 por agentes estadounidenses. En 1927, un declarado rebelde ante el orden impuesto por los Estados Unidos, Augusto César Sandino, no firmó dicho acuerdo y se refugió en las montañas; tras frustrados intentos para su captura, el ejército estadounidense decidió retirarse en 1933. Posteriormente, Moncada fue elegido presidente y eligió como jefe de la Guardia Nacional a Anastasio Somoza. Por medio de astutas maniobras, este último se hace del poder en 1937. El asesinato de Sandino por parte de la Guardia Nacional se llevó a cabo en 1934 cuando Somoza era aún jefe de la misma, por lo que se asume que fue éste quien lo asesinó.

A partir de entonces, en 1936, surgiría la denominada dinastía Somoza --

Anastasio Somoza Garcia y sus dos hijos, Luis Somoza Debayle y Anastasio Somoza

Debayle-- que regiría el país hasta la Revolución Sandinista de 1979.7 Durante el gobierno del primer Somoza (1936-56), Nicaragua se mantuvo medianamente estable económicamente y hubo un incremento en el nivel de exportación. Esta situación de aparente orden tenía a la población, en su mayoría, conforme. El segundo periodo, de

Luis Somoza (1956-67), presentó la misma situación que la de su padre.

Hacia la década de 1950, los aires de libertad ya rondaban por Centroamérica. El triunfo de Fidel Castro y la Revolución Cubana avivarían aun más la organización de grupos revolucionarios. Sin embargo, el apoyo de los Estados Unidos a la dictadura de

Somoza hacía muy difícil una lucha como la cubana. El fiasco de Bay of Pigs, como lo califica Víctor Bulmer-Thomas, liderado por los Estados Unidos con ayuda de Luis

7 La dictadura de los Somozas se mantuvo debido al apoyo de los Estados Unidos y al poder opresor de la Guardia Nacional, de la cual se decía: “was purposely isolated from the people and allowed to become throroughly corrupt [. . .] It became a sort of Mafia in uniform [. . .] ran prostitution, gambling, and protection rackets and took bribes and extorted kickbacks for a variety of activities, both legal and illegal” (Booth y Walker 37).

11 Somoza en contra del régimen cubano, significó el despertar de una organización que traería abajo la dictadura en Nicaragua. El Frente Sandinista de Liberación Nacional

(FSLN) fundado en 1961, poco después del suceso cubano, por algunos nicaragüenses exiliados iniciaría una lucha armada lenta pero con convicción contra Somoza. La Iglesia

Católica también jugaría un papel importante, ya que había mantenido una aparente relación de apoyo a las dictaduras anteriores. Bajo el arzobispado de Miguel Obando y

Bravo, se publicaban cartas pastorales en las que se hacían duras críticas a la dictadura.

A diferencia de los periodos anteriores, el de Anastasio Somoza Debayle (1967-

79) significó el incremento de los problemas de injusticia social y violenta represión que ya existían, es así que tanto las masas proletarias como la burguesía creían intolerable otro gobierno bajo los Somozas. A pesar de esto, en 1967 el último Somoza se hizo del poder y jefatura de la Guardia Nacional y hacia 1971, establecería acuerdos con la burguesía representada por Fernando Agüero, con el apoyo del embajador de los Estados

Unidos en Nicaragua. Según el pacto Somoza-Agüero, se convocaría a elecciones en

1974. Sin embargo, luego de un evidente fraude electoral, Somoza permaneció en el cargo por 7 años más, bajo la aprobación del gobierno de los Estados Unidos.

El quebrantamiento de este pacto determinaron la oposición de la burguesía y el inicio de una serie de organizaciones grupales entre las que destaco la Unión

Democrática Liberal (UDEL) dirigida por el periodista Pedro Joaquín Chamorro.

Asimismo, se inició la organización de masas populares y estudiantiles. Sin embargo, a pesar del evidente repudio a la dictadura, la desunión de las organizaciones anti- somocistas no conseguía planear el derrocamiento del dictador efectivamente. El asesinato de Chamorro en 1978, no obstante, nuevamente impulsó protestas masivas, y el

12 FSLN venía demostrando que su estrategia de lucha armada tal vez sería la clave para el triunfo. La ocurrencia de numerosas protestas, la llegada clandestina de armamento para las fuerzas revolucionarias, los acuerdos entre los partidos revolucionarios (entre los cuales el FSLN era el más numeroso) y la falta de apoyo del gobierno estadounidense terminaron por obligar a Anastasio Somoza a renunciar al gobierno el 17 de julio de

1979, luego de una guerra que costó aproximadamente 50,000 vidas. Dos días después, el

FSLN estableció la Junta de Gobierno.

El gobierno sandinista tuvo que afrontar serios problemas económicos. La Junta que ocultamente contaba con más miembros del FSLN que de los otros grupos de la alianza, erigió como presidente a . La creación de una armada y policía sandinista fue una de las primeras medidas que se tomaron. Asimismo, se iniciaron campañas de entrenamiento y educación que contaron con la participación de cubanos y ciudadanos de Europa oriental. Aproximadamente en 1982, cuando parecía que la Junta estaba cumpliendo sus objetivos, un altercado en Bluefields hizo que el área de la costa

Atlántica, conformada mayormente por indios miskitos y otras etnias, se resistiera a la imposición del gobierno sandinista de forzadas relocalizaciones. Es importante tener en cuenta que los habitantes de esta área estaban completamente incomunicados con las ciudades del área del Pacífico y que por lo tanto, nunca tomaron parte de las decisiones políticas del país.

El gobierno de Ronald Reagan, mediante la CIA, tuvo acceso a la zona atlántica y estableció ahí un grupo de contra revolucionarios, conocidos como “los ”, que declararon la guerra al gobierno sandinista. Los sandinistas fueron objeto de crítica de parte de fundaciones de derechos humanos. La Iglesia Católica, igualmente, en la voz del

13 Cardenal Miguel Obando y Bravo reprendió las acciones del gobierno sandinista en la misma manera en que había criticado antes a Somoza.

La continua guerra y el apoyo financiero a los contras de parte de Ronald Reagan

(inclusive bajo la venta ilegal de armas a Irán para obtener los fondos) ocasionaron la reacción de los estados centroamericanos. En 1987, Arturo Arias, presidente de Costa

Rica, inició con las otras naciones centroamericanas el llamado Plan Arias, el cual planteó el diálogo entre el gobierno sandinista y la oposición para alcanzar la paz. En

1988, gracias a este plan se acordó el cese al fuego entre los sandinistas y los contras, aunque con algunos rezagos, y se propuso la convocatoria a elecciones para 1990.

La situación económica después de los once años que duró el gobierno sandinista no se había recuperado lo suficiente por lo que su reelección no era vista como una alternativa futura. Por otro lado, la unión, aunque superficial, de todos los grupos que no eran parte del sandinismo, fue otro factor que en 1990 le dio el triunfo a Violeta

Chamorro (viuda de Pedro Joaquín Chamorro) representante del partido Unión Nacional

Opositora (UNO), formado en la década de 1960 con bases conservadoras.

Esta conflictiva historia de problemas en Nicaragua tuvo evidentemente consecuencias en el plano intelectual y educativo. Existió una situación de analfabetismo que conllevó tanto a la reducción de un público lector y, por ende, a la poca producción de obras literarias. Por estas razones, los tirajes de libros son muy reducidos y no tienen un alcance masivo. Existen inclusive escritores que son desconocidos en sus propios países. Sin embargo, Nicaragua cuenta con una tradición literaria, aunque breve, mayormente caracterizada por el afloramiento de la poesía, los cuentos cortos y las novelas, tanto de testimonio como históricas.

14 Craft señala que son la poesía y el cuento los que han definido la historia literaria de Nicaragua, la novela fue más tardía (50). Lo más precoz de la literatura nicaragüense lo encontramos en las composiciones orales producidas probablemente durante el periodo de la conquista. Estos testimonios de carácter anónimo se encuentran en los anales realizados por Bartolomé De Las Casas (Craft 51). Durante la época colonial en adelante, se reconoce que poco o casi nada fue producido en el ámbito literario. Hacia el siglo XIX sin embargo, el periodismo se permitía criticar la situación de entonces argumentando que la falta de una literatura nicaragüense se debía a la inexistencia de intelectuales. La nación que está en proceso de construcción y que además, no cesa de lidiar con serios problemas que requieren atención, podría justificar ese vacío. Evidentemente y tal como afirma Ianes, la doble y hasta triple profesión de los intelectuales en aquellos tiempos no les permitía darse tiempo para actividades que fueran ajenas a la conducción de la nación

(35). Nicaragua es un claro ejemplo en donde sus intelectuales, inclusive hasta la actualidad, han optado por asumir un compromiso político más que artístico, o han intentado la combinación de ambos.

De acuerdo a Beverly y Zimmerman, la situación en Centroamérica impulsó a la poesía como la forma crucial de nacionalismo literario especialmente en Nicaragua. En los años de intervención estadounidense y somocismo, “poetry was a central mode of intellectual expresion and resistance, politics came to dominate poetry, and political poetry came to dominate Nicaraguan literature as a whole” (54). La preponderancia de la poesía sobre la novela u otras formas de expresión es atribuida a la influencia que Rubén

Darío ejerció en los intelectuales de su tiempo.

15 Darío ha sido considerado por varios críticos como ajeno a la problemática de su país; sin embargo, su posición liberal y su afiliación a Zelaya indican que estaba al tanto de la situación nicaragüense. Sería innecesario explicar la calidad de la obra de Darío que no solamente influyó artísticamente en toda Latinoamérica, sino ideológicamente en los intelectuales nicaragüenses. Como representante del Modernismo, se mostró como un lírico e innovador excepcional: “the poet of aesthetic escapism who operates largely in a metaphorical mode” (Souza, “Novel and Context” 454). Beverly y Zimmerman afirman que el modernismo significó para él una estrategia artística y a la vez, consecuencia del liberalismo latinoamericano (57). Como un escritor comprometido con los problemas de su nación, demostró ser “a socially conscious observer who later in his career began to move into a metonymical mode of cause and effect” (Souza, “Novel and Context” 454).

Su obra es considerada estéticamente revolucionaria, sus poéticas imágenes de muerte representan una crítica a la sociedad, su cultura y política. Su legado asume una relación de equivalencia entre literatura y poesía. Inclusive, “critical and political polemics surrounding Nicaraguan culture in the 1980s tended to center on poetry” (Addis 394).

En su estudio de la novela nicaragüense, Craft considera que en el primer periodo de evolución de la novela nicaragüense (1878-1930), del cual Darío forma parte, fue poca o ninguna la atención por lo subalterno (51). Beverly y Zimmerman acotan que aunque es cierto que la obra de Darío nunca se inclinó hacia los sectores más populares de la sociedad latinoamericana, su poesía contenía elementos radicales de nacionalismo burgués que definitivamente manifestaban una alternativa diferente a la de una simple asimilación a los Estados Unidos (59).

16 Hacia fines de la década de 1920, la tendencia modernista se fue desvaneciendo

(aunque no desaparece) para dar lugar al vanguardismo, coincidente con los movimientos de liberación de Sandino. La ciudad de Granada, conservadora y representante de la burguesía opositora del régimen somocista, se estableció como cuna del vanguardismo.

Sus argumentos se inclinaban hacia un manejo filosófico de los mismos temas de Darío, además todos coincidían con la no-aceptación de fuerzas invasoras. Su transición al vanguardismo proviene de la inquietud por reflejar una conciencia nacional basada en literatura que tocara temas más autóctonos o folklóricos (Beverly y Zimmerman 63). Sin embargo, de acuerdo a Craft, aún en esta etapa no hay una cabida a la voz del subalterno y, más bien, se le ilustra desde una perspectiva muy cosmopolita. Se le inventa y se les convierte en “folkloric caricatures or fictional representations of some artistic desire”

(Craft 56). Aunque en sus inicios el grupo se presenta bastante cohesionado, la llegada de

Somoza al gobierno en 1937 hará que cada miembro parta por caminos diferentes.

El vanguardista Pablo Manuel Cuadra es considerado como uno de los poetas más nicaragüenses (Heyl 156). Su posición “anti-yanqui” es perceptible en sus poemas, así como la intención de recoger lo autóctono y la vida campesina. Durante los años de 1930 y 1940, organizó un taller de poesía llamado la Cofradía del taller de San Lucas que producía el diario Cuadernos del Taller de San Lucas. Este diario se considera precursor y cuna de los muchos poetas que aparecieron posteriormente. A la muerte de Pedro

Joaquín Chamorro, asume la edición del diario La Prensa en 1978, donde evidencia su oposición a Somoza. Su producción toma en cuenta la llamada doble visión de la literatura: “human concern and aesthetic commitment” (Heyl 148).

17 El vanguardismo también se ve representado por Ernesto Cardenal, quien es además, primo de Cuadra. Su vida se caracterizó por una serie de eventos que, así como definieron sus convicciones ideológicas, también se reflejaron en su literatura. Adquirió su formación universitaria en la Universidad de Columbia en Nueva York. Al volver a

Nicaragua se vio en problemas debido a su intervención en la conspiración de 1954 contra el gobierno somocista. Retirado a un convento ubicado en Gethsemane en

Kentucky, optó por seguir la carrera teológica, para continuarla en México y Colombia.

Retorna a Nicaragua como sacerdote y se retira a Solentiname, en el lago de Nicaragua.

Allí él tendrá la oportunidad de reevaluar el evangelio colectivamente y en relación con las experiencias de los propios campesinos.

Beverly y Zimmerman consideran que la colección de estos diálogos llamada El evangelio de Solentiname (1975) se convirtió en “a key text for grass-roots Liberation

Theology work” (67), sobre todo en las organizaciones que estaban formadas por comunidades de base. Cuando el régimen de Somoza destruyó la comunidad de

Solentiname, Cardenal posó sus fuerzas en la lucha armada y se unió al FSLN. Su poema más conocido, Hora 0, publicado después de 1959 refleja lo que para Cardenal significaba la muerte: sacrificio pero a la vez cambio. La búsqueda, no sólo de la independencia nacional sino también de la cultura, se lleva a cabo en la llamada por

Cardenal “democratización de la cultura” (Craft 59). Su énfasis en la creación de poesía popular y la inclusión de problemas sociales en la literatura fue parte de la política de

Cardenal cuando fue elevado a Ministro de Cultura durante el gobierno sandinista. Se descartaba aquella literatura que no seguía el parámetro de su política, muy a pesar del respeto que se tenía a la obra de Darío (Heyl 164). Por el contrario, Cuadra fue un

18 acérrimo crítico del proyecto sandinista por considerar absurdo tener que disminuir la creación artística para ponerla al servicio de los iletrados, cuando lo más adecuado sería prepararlos para que pudieran tener una comprensión a un nivel más alto.

Luego de la fundación del FSLN, varios proyectos literarios aparecieron en ese contexto, entre ellos el más importante es Ventana, fundado en 1960 por los universitarios Sergio Ramírez y Fernando Gordillo. Su objetivo era difundir la realidad del pueblo nicaragüense y romper con la tradición vanguardista, lo que originó disputas con los seguidores de aquel proyecto. Así, los miembros de Ventana fueron acusados por

“contaminating literature with partisan politics” (Beverly y Zimmerman 73). Aunque

Ventana dejó de publicarse, es necesario señalar que la influencia de sus ideas continuaron desarrollándose en los intelectuales de entonces.

Ante la victoria del FSLN, Sergio Ramírez, reconocido por su declarado compromiso con la revolución, es destinado a la vice-presidencia del gobierno sandinista.

Su posición fue bastante clara respecto a la función de la literatura, al menos en su patria:

“el narrador habla en nombre de un inconsciente colectivo largamente silenciado”, por lo tanto, “el escritor no puede dejar de cumplir con un acto político, porque la realidad es política” (cit. en Palacios, “La representación” 6).

Las situaciones de aprisionamiento, tortura y alejamiento sufridas durante la dictadura somocista hicieron que varios guerrilleros escribieran sus testimonios y elaboraran algunos poemas. Se considera que estas composiciones no poseen un carácter literario debido a la falta de preparación de sus autores. El gobierno de la revolución, sin embargo, juzgó apropiado estimular dichas creaciones que reunían como características

19 su difusión por medio de la organización revolucionaria, y la manifestación del testimonio por medio de la poesía (Beverly y Zimmerman 76).

Más tarde, y probablemente teniendo como origen la poesía revolucionaria testimonial, se produjeron los llamados neo-testimonios (Craft 61). Estos eran textos que presentaban una evolución literaria, es decir, los autores contaban con preparación artística. Entre algunos de sus autores(as) aparece Gioconda Belli.

Si bien al inicio de su carrera literaria, Belli se dedicó a las letras en un afán de expresarse como mujer y de rebelión personal ante la hipocresía de una sociedad conservadora (Rolland-Mills 15), a partir de los setenta opta por incursionar en el tema de la guerrilla en sus obras. Su preocupación radica en la situación de la mujer combatiente,

“consciente del papel que le toca desempeñar en los cambios histórico-sociales”

(Palacios, “La representación” 16). Luego de su exilio, volvió a Nicaragua para trabajar para el canal de la televisión nacional. Durante este periodo ella consideró la escritura como un asunto de segundo plano por tener un compromiso político con su patria

(Rolland-Mills 19).

Aunque Rosario Aguilar no formó parte del gobierno sandinista, conocemos su inclinación política a través de su obra.8 Nacida en León en 1938, explica que el ambiente familiar en el que se desarrolló, motivó su interés por la literatura. Desde niña se dedicó a leer novelas y a escribir, su padre fue profesor y rector de universidad por lo que usualmente se suscitaban discusiones sobre literatura o arte en el ambiente familiar (Hood

16). La presencia de una gran biblioteca que poseía su tío y que contaba con libros

8 Rosario Aguilar manifiesta, sin embargo, que el aspecto político debería ser descartado por completo de un análisis a su obra por estar lejos de cualquier pretensión suya (Souza, La historia 156).

20 provenientes de España, le facilitó el acceso a la literatura española de inicios del siglo

XX, como Pérez Galdós y Pío Baroja. Además reconoce que la influencia en la primera fase de su producción literaria proviene de fuentes estadounidenses como Steinback,

Hemingway y Faullkner. A este último atribuye la técnica del monólogo interior atribuido usualmente a su novela (Hood 17).

Rosario Aguilar se considera a sí misma compositora, mas no crítica. Insiste en la espontaneidad de la producción de sus obras y cuando es cuestionada por el carácter de sus novelas o por el comentario que éstas le merecen, reconoce modestamente que son los críticos literarios a quienes les corresponde el análisis de la obra. Ella indica que simplemente “[va] con su corriente que lleva adentro” (Hood 17).

De acuerdo a Aguilar, su preferencia por la narrativa y no por la poesía se debe al alcance que la primera tiene en el lector: “La prosa es para mí la manera más precisa, directa y exacta para expresarme y describir escenas que transporten al lector a lugares distintos de donde se encuentra” (Patiño 528). Afirma, además, que el trabajo del prosista toma más tiempo y revisión que la poesía, la cual es aún más espontánea. Su trabajo cobra importancia por ser narrativa escrita por mujeres acerca de mujeres. Asimismo, era evidente la falta de apoyo a la literatura y a su difusión en los tiempos que ella produce sus primeras novelas, además de considerar que entonces toda la producción literaria era prácticamente en forma de verso y desarrollada por varones.

Rosario Aguilar es uno de aquellos casos que parece haberse pasado desapercibido. Probablemente, como ella reconoce, es debido a la poca atención que ella ha prestado a la publicación y difusión de su obra. Es caracterizada por estudiosos como

Nydia Palacios como aquella escritora que le cambió el rostro a la novela femenina

21 nicaragüense (3). Raymond Souza la incluye también en un estudio que hizo a la novela nicaragüense, y la califica como “the best writer of prose fiction in Nicaragua” (454). Sin embargo, un compatriota suyo como Sergio Ramírez se abstuvo de incluir su obra en la

Antología del cuento nicaragüense que realizó en 1982 (cit. en Rolland-Mills 4).

Su producción literaria comprende novelas y cuentos: Primavera sonámbula

(1964), Quince barrotes de izquierda a derecha (1965), Rosa Sarmiento (1968), Aquel mar sin fondo ni playa (1970), Las doce y veintinueve (1975), El guerrillero I (1976),

7 relatos sobre el amor y la guerra (1986), La niña blanca y los pájaros sin pies (1992),

Soledad, tú eres el enlace (1995) y La promesante (2000).

Sus obras presentan a las mujeres como protagonistas. Su preocupación es la situación de la mujer nicaragüense y su cosmos, los problemas que ella debe enfrentar en situaciones de conflicto, no sólo personal sino también nacional. Su obra se caracteriza por el modo poco convencional con el que representa a la mujer y su discurso. Las imágenes y su técnica narrativa que mezclan lo actual y lo introspectivo hacen que su obra sea percibida como la vida misma. Igualmente, y aunque no lo señala explícitamente, es posible vislumbrar que para ella es importante la impresión y el efecto que puede causar su obra en el lector (Hood 16-18).

Asumimos que su condición de nicaragüense la dirige a incluir el factor histórico como marco contextual y a la vez como elemento clave para el desenvolvimiento de la trama en algunas de sus novelas. Particularmente, la novela 7 relatos sobre el amor y la guerra nos enfrenta a hechos acontecidos durante la Revolución Sandinista. El relato de historias que pudieron haber acontecido durante el golpe de la Revolución lo atribuimos a su compromiso con la nación surgente y la construcción de la identidad nicaragüense.

22 La mayor parte de los estudios críticos a su obra se han inclinado a la aplicación de las teorías feministas, debido a que todas sus protagonistas son mujeres. El análisis estructural se produce reconociendo la intertextualidad de la obra de Rosario Aguilar y su uso de espacios. La tesis doctoral de Frederick Rolland-Mills, por ejemplo, analiza la obra de Rosario Aguilar en dos aspectos: el “espacio verde”, entendido como naturaleza, a partir del trabajo de Annis Pratt, Archetypal Patterns in Women’s Fiction (1981) y la desmitificación de la maternidad. En el análisis del espacio verde Rolland-Mills se va a encargar de ilustrar como los espacios verdes en una primera estancia son lugares que albergan al sujeto femenino, mas con el transcurrir del tiempo y el origen e incremento de la guerrilla en los países revolucionarios, ese espacio verde se transformará en espacio masculino. La mujer por tanto deberá emigrar a la ciudad y hará de ésta su espacio. El análisis de Rolland-Mills pretende demostrar cómo la división de espacios, es decir la ubicación del personaje femenino siempre es urbano, mientras el “espacio verde”, las montañas, son el espacio que siempre termina siendo masculino. De acuerdo a este estudio, el personaje femenino sólo podrá acceder a las montañas cuando pierda aquellas características que la singularizan como mujer, es decir, el embarazo, por ejemplo. La maternidad es vista como una situación de inmovilización o mejor dicho, aprisionamiento. Asimismo, es presentada como una situación por la que los planes y expectativas personales son frustradas y se hace presente la toma de decisiones.

Nydia Palacios nos ofrece otro estudio mayor a 7 relatos en su tesis doctoral “La representación de las mujeres en la narrativa de la escritora nicaragüense Rosario

Aguilar”. Su análisis de la novela está especialmente basado en los postulados de la

23 intertextualidad.9 De acuerdo a Palacios, se puede vislumbrar la aparición de citas e influencia de una serie de textos canónicos, por ejemplo, pasajes de la Biblia en momentos críticos de la novela. Asimismo, la inclusión de citas de autores señalados como precursores de la literatura nicaragüense como Rubén Darío.

Es significativo ver cómo Palacios se percata del poder intertextual de la Historia.

La guerra de la liberación sandinista y la actuación de la mujer nicaragüense le permiten a Rosario Aguilar recoger un personaje propio de los hechos ocurridos: “el de la heroína

épica que participa en el quehacer histórico de su país” (La representación 137). La interpretación de hechos pasados por Rosario Aguilar es estudiada por Palacios basándose en los ensayos de Bakhtin de The Dialogic Imagination. El diálogo se produce cuando la autora crea una “doble voz” y transforma lo ya establecido. En perspectiva feminista, esto significa alterar los discursos androcéntricos vigentes que presentan a la mujer como objeto y más bien, representarla en una posición de sujeto.

Algunos artículos también han sido arena para el estudio de la novela de Rosario

Aguilar. Por ejemplo, en su estudio “‘Las mujeres de mi país’: An Introduction to the

Feminist Fiction of Rosario Aguilar”, Ann González indica reconocer el desligamiento al feminismo que Rosario Aguilar hace de su propia obra. De acuerdo a la crítica, esto se debe a la afiliación que esa corriente tiene con el lesbianismo en Latinoamérica. Sin embargo, González insiste en que el tratamiento de personajes necesariamente requiere un estudio a partir de teorías feministas. Y que en todo caso lo que Rosario Aguilar desea evitar es un estudio a partir de las vertientes francesa o inglesa, pues las mujeres

9 Los autores que Palacios estudia al respecto son Mikhail Bakhtin, Roland Barthes, Jacques Derrida y Gerard Genette. Complementa su información con los estudios de Julia Kristeva.

24 nicaragüenses presentan diferentes situaciones a aquellas en las cuales probablemente se fundamenta dicha teoría. González afirma que el tratamiento de la situación femenina por parte de Rosario Aguilar constituye “little less than a subversive act” (64). Analiza brevemente cada novela tratando de identificar los “estereotipos” usados por la autora, y que ella a su vez revierte. En su análisis de 7 relatos, González indica que los principales temas explorados son la maternidad y la “isolation of individual women in terms of their physical and physiological space” (70). Asimismo, señala la existencia del hombre como uno de los factores determinantes del destino de las mujeres, sin embargo, acota que

Rosario Aguilar traspone esta situación y sus vidas y muertes trascienden a los hombres, para encontrar relaciones tanto con la tierra-madre como con la revolución. Para

González, la importancia del texto de Rosario Aguilar radica en la integración que hace el personaje de Margarita Maradiaga al mundo y la recuperación de su identidad, lo que la hace tener un consciente conocimiento de ella misma. Esta situación, en opinión de

González, diferencia a Rosario Aguilar de la visión feminista anglo-francesa y por tanto comunica una perspectiva de la ideología del feminismo latinoamericano.

Aunque las críticas abordan los mismos temas planteados por Rosario Aguilar, las interpretaciones son diversas. Así también en este estudio se tomarán en cuenta dichas contribuciones, que en algunas ocasiones coinciden con mi lectura. Las interpretaciones de la novela de Rosario Aguilar, desde cualquier punto de vista son válidas, mientras puedan evidenciarse en el texto. Y es precisamente lo que se propicia en nuestro estudio.

De todas maneras, la constante identificable en la novela es la cabida que Rosario Aguilar brinda a las mujeres de su pueblo, a su discurso, a sus conflictos y a sus esfuerzos por encontrarles una solución.

25 HISTORIAS DE LAS MUJERES EN LA HISTORIA DE NICARAGUA

Rosario Aguilar publica en 1986 7 Relatos sobre el amor y la guerra, coincidentemente su séptima producción que parece incluir algunos ingredientes de sus pasadas novelas y cuentos cortos. Cabe señalar que gracias a esta novela, parte de la crítica ha considerado a Rosario Aguilar como una de las mejores prosistas de Nicaragua en la actualidad.1 Lamentablemente, su obra no ha tenido mayor alcance debido al número reducido de publicaciones y su nombre se encuentra ausente, inclusive de antologías realizadas en su propio país.2 Sin embargo, en los últimos años y debido a la afluencia de su reciente e interesante producción, cada vez más críticos advierten y estudian su obra.

7 Relatos tiene a Nicaragua como escenario central para el desarrollo de las historias, solamente una historia cuenta con un escenario externo, es decir Miami en los

Estados Unidos de Norteamérica. La acción se encuentra ubicada temporalmente en dos momentos: durante el golpe del Frente Sandinista al gobierno somocista y posteriormente durante el periodo de gobierno de la Revolución.

1 Ann Gonzáles señaló que 7 relatos sobre el amor y la guerra es la mejor novela compuesta por Rosario Aguilar, tomando en cuenta que a la fecha de la publicación de su articulo, ésta fue la ultima producción de Rosario Aguilar. Asimismo, Nydia Palacios, probablemente su más asidua estudiosa, afirma que su novela es “una de las contribuciones más valiosas en el panorama de la novela nicaragüense” (“La novela” 1029). El estudio de Anabella Acevedo del mismo modo asegura que a partir de la década del sesenta la prosa nicaragüense pasa por una etapa de renovación gracias a la narrativa de Rosario Aguilar (146-47).

2 Sergio Ramírez, destacado crítico nicaragüense, en su Antología del cuento nicaragüense (1982) no estudia la obra de Rosario Aguilar y se limita a la sola mención de su nombre en esta compilación. Asimismo, su compatriota Jorge Eduardo Arellano se refiere solamente a cuatro o cinco escritores varones como verdaderos novelistas (Rolland-Mills 2-4).

26 La cuestión inicial surge cuando tratamos de definir la obra al nivel de siete relatos, dos novelas o, por último, una novela en dos partes. La misma autora reconoce la ambigüedad de la naturaleza de su texto cuando comenta la confusión que existe respecto a su denominación y cede al lector la decisión de leerlo como relatos o novelas cortas

(Hood 18). Sea como fuere, lo interesante es recalcar que más que siete relatos o siete novelas cortas, lo que va a ilustrar la autora es siete historias correspondientes a siete mujeres. En una primera parte titulada “Sobre el amor: Amándola en silencio”, Aguilar muestra una estructura narrativa compleja caracterizada por la fragmentación de la historia lineal. En esta sección se cuenta las historias de tres mujeres, quienes a pesar de ser relatadas independientemente --las tres protagonistas jamás cruzan palabra o establecen un encuentro personal a lo largo de la acción--, están relacionadas entre sí, es decir por medio de algún vínculo de la trama. En la segunda parte “Sobre la guerra:

Adiós para siempre”, la estructura es más tradicional, en el sentido de poseer un orden cronológico. Sin embargo, esto no priva a la autora de colocar párrafos que aparentemente no tienen relación con la historia narrada, mas sí con el tema. Un ejemplo es la inclusión de un pasaje bíblico del Nuevo Testamento con una nota bibliográfica, el cual relaciona significativamente la salida del hogar hecha por Cristo con aquella de la protagonista en dicho episodio. Asimismo, emplea la inserción de párrafos que nos transportan al pasado en medio de acciones presentes, y de los cuales solamente nos percatamos por el cambio de tiempo gramatical. Otra particularidad de la segunda parte es la división en capítulos que inician con el nombre de la mujer de la cual se relatará su historia; estas mujeres no se relacionan en lo absoluto, a excepción de dos de ellas, María

José y Karla quienes aparecen juntas en un capítulo.

27 La estructura narrativa que Rosario Aguilar muestra en 7 Relatos, especialmente en la primera parte, refleja la ideología que la generación postmodernista literaria proclama, es decir, la “tendencia al caos” o mejor dicho el empleo de recursos “para expresar una renovada relación entre el arte y la vida” (Pulgarín 14). La vida misma se asemeja a un caos, en el sentido de desorden: no existe un orden lineal en el tiempo ni en el espacio, los hechos suceden de manera simultánea, paralela, diagonal, etc. Y por qué no decirlo, el ambiente de guerra y post guerra como aquel que la autora pretende desarrollar en su novela refleja indudablemente la idea de caos planteada. La compilación de varias historias independientes en su mayoría nos lleva a pensar en la novela como en un collage de historias.

De acuerdo al Handbook to Literature el término collage se define básicamente como “materials not usually associated with one another [. . .] assembled and pasted together on a single surface” (103). Esta imagen de collage, es la que se ve representada en la estructura en conjunto de la obra de Aguilar. “No siempre asociados entre sí” refuerza esta idea pues la mayoría de los personajes en su novela no están relacionados a ningún nivel excepto bajo determinadas circunstancias y evidentemente por los espacios geográfico y temporal. Cuando nos referimos al uso de la técnica del collage por Rosario

Aguilar, también nos estamos refiriendo a aquélla establecida por Jacques Derrida e interpretada por Bressler: “a collage permits many posible meanings, for the viewer can simply juxtapose a variety of combinations of images, thereby constantly changing the meaning of the collage” (118). Transpuesto al texto literario podemos comprender que el lector se encuentra lejos de controlar lo expuesto por el autor mas no lo individualmente entendible o interpretable; entonces, sus conclusiones a partir del contenido de la novela,

28 sean cuales fueren, serán válidas. El significado del texto no se encuentra en sí mismo, sino en el lector quien podrá dilucidarlo de acuerdo a su nivel de comprensión y análisis.

La innumerable posibilidad de interpretaciones surge de una visión postestructuralista, especialmente de la técnica de deconstrucción. Según Bressler, dicha escuela establecio “the maxim of undecidability: A text has many meanings and therefore no definitive interpretation” (115). Esta corriente de pensamiento encuentra sus orígenes en los postulados de Derrida quien afirma “The absence of the trascendental signified extents the domain and the interplay of signification ad infinitum” (116), trascendental signified entendido en este sentido como verdad objetiva y absoluta que rige nuestros pareceres y el curso de nuestras decisiones.

La concepción del “desmoronamiento” de centros o fuerzas que rigen y en las que se basa nuestro conocimiento es aplicable al conocimiento histórico o de la Historia. A lo largo del tiempo, la Historia ha establecido muchas verdades objetivas que, sin embargo, quedan ausentes al reconocer que toda ésta puede haber sido y sigue siendo un constructo subjetivo regido por aquellas culturas, ideologías y teorías dominantes en cada época. Así lo señala Linda Hutcheon: “history itself is depicted as equally unable to escape from the limitations of all cultural constructions” (cit. en Juan-Navarro 33). Keith Jenkins indica que antes de aseverar la validez de la información brindada por la Historia debemos detenernos un poco y advertir que “History (historiography) is an intertextual, linguistic construct” (7) y como tal, asumimos entonces que toda la información transmitida por ella proviene de fuentes textuales u orales producidas por individuos. Lo dicho nos lleva a reconocer lo subjetivo de la información que poseemos respecto a los hechos pasados.

29 El conocimiento que nuestra autora posee parte probablemente de comentarios de mujeres que le contaban sus pesares y gozos, canciones que le revelaban la situación de algunas mujeres de su país, la experiencia propia ya que ella vivía en León, Nicaragua durante los hechos narrados en su novela, y por supuesto de medios de comunicación masiva como periódicos, etc.3 Toda esa información obtenida, desde ya subjetiva, cruzó posteriormente a través del filtro de su experiencia. Por tanto, a su vez ella ilustra una interpretación de la cual ella es el filtro. Un entendimiento subjetivo también, realizado de acuerdo a su concepción y visión del mundo. Es por tanto válido afirmar que estamos frente a una ficción que proviene de otra ficción, asumiendo que su novela es una producción subjetiva de los eventos pasados concebida a partir del entendimiento subjetivo por parte de la autora. Evidentemente, la ilustración de los hechos usualmente nos ofrece la posición del autor respecto al hecho histórico.

El collage realizado por Rosario Aguilar que está basado en una serie de eventos pasados usualmente conocidos históricamente como periodo de la Revolución Sandinista en Nicaragua nos ofrece, entonces, una perspectiva distinta a la “objetiva”, propagada por aquellas instituciones dirigidas a reconstruir los acontecimientos relacionados a la

Revolución Sandinista y que se centra en colocar como protagonista del cambio al varón.

Jenkins escribe respecto a la marginación de la mujer y de su ausencia en la

Historia: “for example, although millions of women have lived in the past [. . .] few of them appear in history, that is in history texts. Women, to use a phrase, have been ‘hidden from history’, sistematically excluded from some historians’ accounts” (7). Esto nos

3 Aunque Rosario Aguilar no indica cuál es su fuente para la construcción de sus protagonistas, sí explica que “A veces hay gente que uno no se imagina. Me detienen en la calle y me dicen qué estoy escribiendo, tal vez una mujer humilde, una muchacha universitaria” (Hood 18).

30 ofrece una razón más para admitir la diferencia que existe entre Historia y pasado. De la misma manera, el feminismo afirma la importancia de rescatar el discurso femenino ignorado a lo largo de la historia por las implicancias que puede tener en nuestras interpretaciones del pasado.

Este rescate de las mujeres o del discurso femenino de lo que está establecido como Historia se relaciona a la idea del conocimiento subyugado desarrollada por Michel

Foucault. Según él, este conocimiento ha sido ignorado o descartado históricamente debido a que era juzgado por su ineficacia, inferioridad, es decir muy por debajo de aquél considerado científico. Este conocimiento es generalmente popular y envuelve lo particular, local y regional. Él afirma que es “through the appearance of this knowledge, of these local popular knowledges, these disqualified knowledges, that criticism performs its work” (82). Además afirma que el surgimiento de esos conocimientos populares en estos últimos tiempos, probablemente a partir de la década de 1960, se debe a la eliminación de aquellos discursos universales y con privilegios de un “theoretical avant- garde” (83).

Mary Jeane Treacy en un estudio a la obra de Claribel Alegría, especialmente a la literatura testimonial de la revolución, presenta una visión similar, pues ella afirma que el

“Testimony [. . .] attempts to ‘speak the truth’ and stand in opposition to the falsified accounts presented by hegemonic [. . .] culture” (75).4 Evidentemente la inclusión de comillas (“speak the truth”) por parte de Treacy reafirma su inclinación por aceptar que no existe una sola verdad objetiva, pero que sí es posible ofrecer aquellas versiones que

4 Aunque 7 relatos no es considerada como novela testimonial, cabe señalar que al menos en Centroamérica, la llamada Literatura de la Revolución incluye en su mayoría obras de ese corte, por lo que se considera que la intención de expresar la voz sometida es aplicable a ambos casos.

31 no han sido reveladas por ser consideradas ingenuas o tal vez innecesarias para la descripción de determinado fenómeno.

De acuerdo a Amalia Pulgarín, el postmodernismo entonces tanto como el feminismo urgen de una mirada hacia el pasado para poder liberar y recuperar aquellos valores y conocimientos enterrados o mal interpretados por la supremacía de ciertos grupos ideológicos. Propone “una re-evaluación de lo personal frente a lo público, o mejor dicho, rompiendo la diferencia y privilegiando otro tipo de discursos: biografías, autobiografías, cartas, confesiones, etc. De esta forma también se ponen en cuestionamiento otras dicotomías como la cultura popular y alta cultura” (154). 7 relatos no se encuentra catalogada como ninguna de las formas narrativas mencionadas por

Pulgarín. Sin embargo, al parecer, la ficción creada por Rosario Aguilar ha tratado de recoger tales estilos de narración que por su carácter personal impactan más en el lector.

Pulgarín propone lo personal frente a lo público, válido también sería aplicar una metodología de lo público a través de lo personal, es decir una representación personificada de instituciones de las cuales se pierde su percepción por la lejanía que tienen frente a lo individual. Pulgarín agrega:

el novelista contemporáneo sigue interesándose por la historia, pero no para su

armazón de veracidad, sino para poner al descubierto sus deficiencias y

advertirnos que pudo ser de otro modo. Para ello recurre a iluminarnos lo

marginal, que en muchas ocasiones coincide con lo privado. (207)

La calidad de privado, local o regional va a complementar o, como explica

Pulgarín, tal vez variar lo que está establecido y por ende darnos una visión más amplia de hechos que no se pueden detectar en libros meramente informativos. Tal y como lo

32 explicaba Foucault, es la unión de ambos conocimientos, erudito y popular, lo que se ha convertido en un instrumento para el estudio de pasados acontecimientos (83).

Fredric Jameson afirma que la situación literaria posmodernista en Latinoamérica refleja una alegoría nacional, y que específicamente “the story of the private individual destiny is always an allegory of the embattled situation of the public Third-World culture and society” (cit. en Juan-Navarro 35). Podemos decir a este respecto que la novela en su conjunto representa una alegoría de la situación de Nicaragua. Por otra parte, la división de historias relacionadas a diferentes asuntos que eran patentes en aquella época, refleja una alegoría de determinados tipos femeninos; por ejemplo, la guerrillera, la exiliada, etc.

Por supuesto que esto es posible considerando que Rosario Aguilar pudo haber rescatado sólo algunos testimonios de los casos que pudieron haber sido cientos.5 Sin embargo, nuestra atención se dirige hacia la relación que cada mujer (en su historia) tiene con cada uno de los protagonistas “reconocidos históricamente” durante el período que retrata la autora en la novela.6

La relación que establecemos entre lo individual o privado (la historia de cada mujer) y lo público (las instituciones o grupos que consideramos protagonistas

“históricos”), nos ofrece dos consecuencias: primero, demostrarnos de una manera cercana cómo fue el verdadero desempeño de tales instituciones o “protagonistas históricos” a partir de situaciones más individuales, y segundo, permitirnos observar el

5 Acevedo, como otras estudiosas de la obra de Rosario Aguilar, repara en la presencia de personajes femeninos sin nombre propio, a excepción de hasta tres personajes en toda la producción de Rosario Aguilar. Según Acevedo esto se explica posiblemente en la intención de la autora de utilizar a estas mujeres de manera simbólica (148).

6 De acuerdo a la revisión de textos elaborados en base a los hechos ocurridos durante la Revolución Sandinista, consideramos como protagonistas a los miembros de la guerrilla Sandinista, los EE.UU. de Norteamérica, la Guardia Nacional y los indios miskitos.

33 discurso femenino con relación a los acontecimientos que las rodeaban y su enfrentamiento a tres principales cuestiones: el amor, la maternidad y la identidad.

Juzgamos esta última como una humanización de la mujer, pues Rosario Aguilar las presenta en situaciones de conflicto personal en las cuáles las mujeres no se limitan a actuar de acuerdo al estereotipo de mujer establecido por la sociedad patriarcal en la que se desenvuelven, sino que toman decisiones que saben podrán ser aceptadas o no basadas en su beneficio, seguridad y placer.

De acuerdo a Ann Gonzáles, la producción de Rosario Aguilar se caracteriza por el desarrollo de temas que comprometen creencias enraizadas en la sociedad latinoamericana y les da a las mujeres la opción de elegir de acuerdo a su sentir, no de acuerdo a la imagen de mujer “correcta”. Así, ella explica que Aguilar “deals in a matter- of-fact tone about taboo subjects: birth control, abortion, the desire not to have children, giving up one’s child, and the utter isolation of women who make socially unnaceptable decisions, that is, who reject maternity” (64). Esta observación por parte de Gonzáles coincide además con elementos que forman parte del sentir personal de Rosario Aguilar.

Lo afirma en una entrevista a Julia Patiño:

Acaso porque he experimentado en carne propia las experiencias únicas de

una mujer: embarazo, los dolores del parto, la ternura de amamantar a una

criatura, la decepción fugaz, momentánea de un embarazo no esperado

cuando uno cree tener su vida planeada. Sentimientos íntimos que

solamente una mujer puede describir plenamente. (530)

34 Aunque Aguilar se refiere a la temática de toda su producción, es interesante establecer que prácticamente las mismas situaciones se presentan en el texto objeto de nuestro estudio.

* * * * *

Las dos partes que componen 7 Relatos sobre el amor y la guerra se encuentran en un orden cronológico invertido. La primera parte nos cuenta el periodo postsandinista o mejor dicho, aquel que procedió al golpe sandinista de 1979, mientras que la segunda parte está dedicada al desarrollo de las historias durante dicho golpe, o sea la guerra que culmina el 19 de julio. La narración de ambas partes se realiza en tiempo gramatical presente, inclusive cuando las imágenes pertenecen al pasado, lo que se asume como una intención de la autora por “ubicar” al lector en medio de la acción de los acontecimientos y no en el recuerdo de éstos.

La primera parte llamada “Sobre el amor: Amándola en silencio” contiene la historia de tres mujeres relacionadas entre sí. Aunque la trama de las historias no se entrecruza, lo que existe, estructuralmente, es un entretejido de historias al nivel de capítulos, o de secciones en un mismo capítulo. Asimismo, la línea del tiempo “real” o actual se ve saturada de recuerdos que prácticamente le dan cuerpo a cada historia.

Además del tiempo, durante el gobierno sandinista, y del espacio, Nicaragua, existe un solo eslabón entre cada protagonista. La relación que existe ente María Elena y

Paula es Eddy, quien es esposo de la primera y amante de la segunda. La relación que existe entre Paula y Leticia es la de ser hermanas.

35 La primera parte del título de esta primera parte es “Sobre el amor”, y nos da a entender que se refiere al amor de pareja. La segunda parte “Amándola en silencio” está incluida en la narración omnisciente del capítulo XI, en la historia de Leticia: “Cristy encontró siempre la forma de alentarla. Remando. Tal vez amándola en silencio” (71).

Sin embargo, una acepción como amor a la patria (recuperada) es por supuesto posible, si pensamos que el tiempo al inicio de este capítulo es después del golpe y durante el gobierno de la Revolución.

Las tres historias suceden simultáneamente, la que aparece primero y es narrada por la propia protagonista es la historia de María Elena. Ante el golpe sandinista en 1979, se verá forzada a huir del país hacia Miami con su esposo Eddy por seguridad; ambos pertenecían a la clase burguesa nicaragüense. Una vez en Miami pasará por un proceso de adaptación, mayormente sin la presencia de su esposo. Eddy tiene que volver a Nicaragua para resolver asuntos familiares. La vida de María Elena transcurre entre la nostalgia que siente por haber dejado su país y no poder volver, el recuerdo de su madre en Nicaragua y su posterior muerte, un aborto inesperado, la infidelidad de Eddy con Paula, la llegada de un nuevo hombre a su vida, Jorge, y las ansias de triunfar en un mundo que es diferente al suyo. No conocemos detalladamente el final de su historia, pero los hechos narrados en un inicio nos indican que deja a Eddy para quedarse con Jorge.

La primera imagen que se nos muestra es la de una “hembra” compartiendo el lecho con un hombre, Jorge. Los sentimientos de felicidad y tristeza se confunden en ella en ese momento, debido al recuerdo que le produce el no estar más en Nicaragua. La protagonista se transporta en el tiempo y en el espacio por medio de una misma imagen

(el ventanal y el cielo azul) que funciona como portal del tiempo:

36 Repaso a menudo las anécdotas . . . como ahora que el cielo azul con el ventanal abierto, los narcisos florecidos, y nuestras caricias, me trajeron de golpe a mi memoria aquel otro ventanal en la casa de mis suegros, en Managua, Nicaragua, en junio del 79 cuando estaba recién casada. Sí. Por el ventanal abierto veíamos Eddy y yo el cielo de Nicaragua. (12, énfasis agregado)

En este pasaje nos damos cuenta de que en la traslación de lugar y de tiempo, quien esta vez comparte el lecho con ella es Eddy, su esposo en Nicaragua. Este transporte al pasado continúa a lo largo de su historia, “observo lo bonito que es el aeropuerto de Tampa [. . .]

Cómo no recordar la última vez que estuve en el aeropuerto de mi patria, cuando todavía se llamaba Las Mercedes” (35). Este discurso se acompaña de comentarios que nos hacen conocer su arrepentimiento acerca de sus acciones en Nicaragua, como la salida forzosa del país: “¡Cómo no recordarlo ahora! Analizarlo de nuevo” (13); “Yo me equivoqué.

Tomé la decisión errada [. . .] No debí moverme” (15). Su “viaje” al pasado y el recuento de su vida la hacen recobrar todos los recuerdos que ahora la perturban para reflexionar respecto a lo que debió haber sucedido, a lo perdido, decisiones tomadas, es decir, en busca de respuestas.

La historia de María Elena nos aproxima a la perspectiva de Rosario Aguilar respecto a uno de los protagonistas históricos, los EE.UU. de Norteamérica. Esta visión que desarrollamos durante toda su historia se ve sintetizada en la comparación que hace ella entre ambos lugares y la sensación que le produce: “En mis sueños hay un gran desierto con serpientes, alacranes, tarántulas: al otro lado hay verdor, agua, pájaros y mariposas” (89). Evidentemente, a lo largo de toda la historia María Elena ha estado pensando en Nicaragua como en un paraíso verde:

me parecía que me restregaba en la piel de Nicaragua . . . en su zacate verde . . . que me revolcaba en su arena . . . me zambullía en sus aguas . . .

37 porque sentía [. . .] el olor inconfundible de mi patria . . . de océano a océano . . . . (54)

La situación de María Elena ilustrada por Rosario Aguilar no nos permite apreciar la actuación militar del gobierno de EE.UU. durante la Revolución Sandinista, probablemente porque no fueron tropas de la milicia estadounidense las que directamente perjudicaron a Nicaragua. Sin embargo, las exigencias del nuevo ambiente transmiten a

María Elena valores evidentemente repudiados por la autora y que al parecer pretende transmitir al lector. En el capítulo X encontramos que la narración comenta respecto a las acciones estadounidenses, cuando el contexto previo fue la indiferencia de María Elena respecto a lo que sucedía en Nicaragua:

María Elena no sabía nada de lo que realmente estaba sucediendo en el país. Las amenazas de invasión, de ofensivas de la contrarrevolución, no hacían mas que unir a los compañeros revolucionarios. (66)

Lo que nos indica que indirectamente la autora identificaba a EE.UU. en las acciones de

María Elena.

El arrepentimiento que continuamente expresa María Elena respecto a su situación se debe a la nostalgia que siente por haber dejado a su país y a su madre. Sus recuerdos se remontan a pocos días antes del golpe Sandinista, cuando recién contrajo nupcias con Eddy, él estudiante de leyes y ella de arquitectura. La unión de ellos, sucedida en el clímax del conflicto bélico, es perceptible en el elemento de pasión que

Rosario Aguilar ilustra en analogías entre el amor y la guerra: “Con el mismo ardor con que se combatía nos acariciábamos celebrando nuestra luna de miel” (12). Y más adelante:

38 Expresándonos en mil formas aquel ardor juvenil, la pasión. Como si la guerra que se luchaba en nuestro país no sirviera más que de escenario romántico para acentuar nuestra unión. (13)

A pesar de referirse en repetidas veces a la felicidad que los rodeaba, María Elena sabe que el haberse ido de Nicaragua fue un gran error, el cual es atribuido precisamente al amor a Eddy, sentimiento “incauto” que la llevó a alejarse de su patria por el deber o necesidad de estar con él, y también a ser engañada posteriormente: “Cuando amé de verdad, hasta el sacrificio de renunciar a mi patria, fui traicionada, desairada” (91). Por otro lado, mantiene su indiferencia frente a los hechos que vivía Nicaragua como lo demuestra de alguna manera en la cita anterior. Aunque María Elena está muy triste por no poder volver y hace comentarios respecto a lo lindo, auténtico que es Nicaragua , ella nunca realiza un comentario crítico respecto a la guerra. Además, su afiliación a Eddy, un burgués, al parecer le permitía pensar en la guerra como un hecho fuera del área de su interés: “No, nada de aquello nos concernía. Nosotros no éramos políticos, ni militares.

No nos metíamos en nada” (13). Paradójicamente, como veremos en las otras historias, no sólo mujeres políticas y militares participaron en esta guerra.

El proceso de enajenación por el que atraviesa María Elena no es sólo de indiferencia ante los sucesos que están aconteciendo en su país, sino también en el ámbito personal. Ella misma reconoce un cambio de valores, y por tanto la adaptación por la que tiene que atravesar para subsistir:

Comprendo que en este sistema me he vuelto egoísta y fría. Tengo que competir. Despojarme de todo romanticismo. Y valerme por mí misma. Nada, ni el amor puede crecer indefinidamente sin cambiar. (77)

Una vez en EE.UU., su principal preocupación es poder acceder a un empleo en una de las más grandes cadenas de cosméticos en el mundo. Para esto ella cuenta con el

39 apoyo de Jorge, su amigo cubano-americano, quien al parecer se encuentra familiarizado con las demandas del mercado norteamericano. Jorge adiestra a María Elena para causar la “mejor impresión” y así obtener el empleo. Rosario Aguilar ilustra la frivolidad de

María Elena quien se encuentra complacida por las comodidades que le brinda este país, y por otro lado busca medios físicos y emocionales para relacionarse con Nicaragua. La crítica más fuerte a los beneficios que proveen los Estados Unidos es obtenida en la narración de María Elena cuando va a postular al trabajo de venta de cosméticos y su encuentro con Jorge:

Me chequeo de nuevo, de reojo, mientras él se acerca. Las medias son de la mejor marca. Los zapatos de legítimo cuero, finos, tacón alto, realzan mis piernas. Cartapacio ejecutivo de un cuero muy bello y del mismo color vino de la cartera, los zapatos y el delgado cinturón. Tailored suit rayadito, blusa de seda suave color amarillo mostaza. Delicados accesorios. Jorge cree que es un color que me favorece. Los cabellos me los dejé sueltos, como él me lo recomendó [. . .] y el maquillaje dejando libre el tono de mi piel. (34)

Aguilar no sólo ubica a María Elena en un lugar que ella considera inauténtico en completa oposición a su Nicaragua, sino además la coloca en una posición en la que tiene que trabajar como vendedora de cosméticos. De esta manera, se afianza lo artificial de su medio, que así como en la cita, ella aplica a su persona, incrementando más aún la imagen de insensibilidad, superficialidad y falsedad.

A pesar de las nostalgias que siente María Elena, el texto nos ilustra su adaptación al mundo cosmopolita que está viviendo. Sus comentarios respecto a sus triunfos, a lo sensual que le resulta lo diferente y a los sentimientos de pecadora, en los que reconoce la soberbia, la lujuria y la avaricia son la conclusión de lo que Rosario

Aguilar pretendió representar de los Estados Unidos.

40 Palacios comenta la inclusión de una cita de Rubén Darío en la novela de Rosario

Aguilar: “Como diría Rubén: ‘moderno, audaz, cosmopolita.’ Pero detrás del brillo, de las luces . . . la encrucijada de nuevo” (91). Palacios afirma que es perceptible la analogía que la autora pretendió retratar, al comparar el éxito que Darío obtuvo internacionalmente con la independencia que María Elena alcanza en otro país. Rolland-

Mills tiene una perspectiva diferente y piensa en la cita de Darío, como la descripción del lugar que “caracterizan al país adoptivo que ofrece una fachada atractiva que, en fin, permanece sin sustancia” (104). Nicaragua se ratifica hasta los últimos momentos de su relato como el único país en el que ella quiere estar. En momentos de confusión respecto a su relación con Eddy, ella reconoce que lo único que la une a él es la patria: “Sin embargo, me he dado cuenta, que con Eddy me une un interés común por la patria.

Nicaragua es de nosotros. La compartimos. Le pertenecemos” (106).

Rosario Aguilar nos ofrece a un personaje indefinido, inmaduro tal vez tan simple como nosotros mismos. En ocasiones, sin embargo, a pesar de la simplicidad y anti- heroísmo que irradia su personaje, demuestra un pensamiento crítico.7 Comentó respecto a su situación de adormecimiento durante su luna de miel en Nicaragua: “Nos inquietó hasta tal punto que ya no pudimos continuar nuestra bella e irresponsable luna de miel rodeados de una guerra” (14). Asimismo, ya en EE.UU. se percata de la inautenticidad del mundo que la rodeaba:

Si me aceptan . . . ya veremos . . . esas personas tan sólo piensan en el negocio, no les interesan mis problemas personales ni mi status migratorio.

7 Palacios concluye manifestando que María Elena es un “personaje anti-heroico” y resume su situación: “joven burguesa que se exilia y que se ve acosada por el remordimiento de haber abandonado Nicaragua en un momento trascendental para su historia” (“La representación” 111).

41 Me valorarán de una sola ojeada, de un solo golpe. [. . .] Si sirven o no para demostrar los productos nada más. (34)

Roland-Mills muestra una apreciación bastante benevolente respecto al personaje de María Elena. Además de señalar la identificación que existe entre la protagonista y su patria Nicaragua, indica que “para ella la naturaleza nicaragüense sirve de contrapunto a un mundo enajenador, high tech, moderno y artificial que quiere asimilarla y aniquilar su esencia nicaragüense” (106). Las muchas comparaciones hechas por María Elena con preferencia a Nicaragua, nos llevarían indudablemente a admitir que no ha perdido su identidad nicaragüense. Sin embargo, su vida continuará en EE.UU. hasta el final de su relato.

El valor de la experiencia personal toma importancia en la voz de María Elena.

Rosario Aguilar hace una buena distinción de lo que significa el conocimiento popular frente a lo expuesto en textos en los que la información plantea los hechos a nivel superficial y masivo, sin tomar en cuenta aquellas voces que pueden darle un viro a nuestra interpretación del pasado. Al verse en medio de la Revolución, María Elena confiesa que:

Nadie sabe nada de una revolución hasta que sucede en el propio país y hay que tomar decisiones trascendentales para el futuro, para nuestros hijos y nuestros nietos. Podemos haber leído mucho. Historia, ensayos, novelas. Pero nada. Nadie sabe lo que significa para nuestras vidas hasta que nos toca vivirla y aún así, es demasiado difícil para entenderla o describirla. (15-16)

Su enfrentamiento al aspecto de la maternidad es también una experiencia frustrante a pesar de sus emociones encontradas por la llegada de un hijo. Para María

Elena se trató de un aborto no deseado. Aunque en un principio renegó de la criatura

42 porque la privaba de su libertad, su discurso de reflexión acerca de la pérdida refleja la espera que ella sentía:

Sumida en la más profunda de las angustias, del dolor, perdí a una criatura, que era tan pequeña, tan desvalida . . . que no tuvo fuerzas suficientes para resistir para aferrarse a la vida . . . varón. [. . .] sangrando mi corazón, sangrando mis ojos rojos y ardientes porque ya casi que no eran lágrimas las que brotaban de ellos . . . (62)

Su dolor será aún mayor porque se relacionará con la muerte de su madre en Nicaragua.

La importancia de estar en cama en un país tan lejano, la llena de desolación. Rolland-

Mills interpreta acertadamente la muerte de la madre de María Elena y la pérdida de la patria que ella padece. Esta relación entre madre-patria puede observarse en un pasaje en el que ambas parecen confundirse:

porque te extraño y te extrañaré por siempre desde este exilio injusto y equivocado . . . por no haber sido valiente y haber regresado a tiempo, a tu lado . . . yo, tu única hija. (63)

El discurso de María Elena no necesariamente muestra su éxito en los aspectos tratados, esto se traduce en la infelicidad que a su vez refleja el país que ella en sus acciones nos ha mostrado. El presente para ella está con Jorge y como ella dice debería

“sentirse feliz [. . .] por amar y ser amada de nuevo” (11). Sin embargo, la tristeza que la embarga es por la lejanía de Nicaragua y su estadía en EE.UU. Aunque ella debiera estar feliz, el recuerdo de su patria y su arrepentimiento la acompañarán al parecer para siempre.

Las diferentes actitudes que las mujeres asumimos respecto a la maternidad están relacionadas a los diferentes contextos en que uno se desenvuelve. Rosario Aguilar reflejas varias situaciones que lamentablemente estuvieron rodeadas de un ambiente bélico, cada una presenta una situación de conflicto diferente. La historia de Leticia

43 recorre varias cuestiones, aunque se ha dicho que es la historia que mejor desarrolla el sentido natural de la maternidad en relación con su ambiente. Además, por medio de su historia nos informamos respecto a la posición de un indio miskito respecto a la urbe y del sentir de Leticia al experimentar un terreno completamente nuevo y desconocido para ella. Asimismo, se vislumbra aunque no muy evidentemente la participación que más tarde tendría la presencia de Estados Unidos y su relación con Nicaragua.

La intervención de los EE.UU. tuvo como consecuencia la problemática histórica entre los sandinistas y los indios miskitos. Jorge Jenkins Molieri, estudioso nicaragüense, explica que la metodología del “enemigo” (es decir, EE. UU.) fue la “manipulación de la problemática étnica y como consecuencia el ulterior involucramiento de buena parte de la población indígena en los planes imperiales de dominación” (1). En este episodio,

Rosario Aguilar, así como con María Elena, tampoco involucra a sus personajes en una situación de conflicto bélico, por el contrario los desplaza al campo o selva, lugar al que

Leticia se dirige desde Managua para trabajar como maestra en el proyecto sandinista de alfabetización. Por medio de ella, la autora nos ofrece su perspectiva de otro protagonista de los hechos pasados nicaragüenses, es decir, el grupo de indios miskitos.

La historia de Leticia la conocemos por medio de una voz narrativa en tercera persona. Sin embargo, sus pensamientos más íntimos los percibimos, usualmente, de su propia voz. En cambio, su esposo Cristy, el indio miskito de nombre foráneo, nunca expresa sus pensamientos y llegamos a conocerlo sólo por sus acciones y por medio de las introspecciones de Leticia. El escenario de esta historia es la costa Atlántica nicaragüense, en la que comunidades indígenas como los miskitos, sumos y ramas, entre otras etnias existen. La frase inicial del capítulo II parece ser el resumen de la historia de

44 Leticia: “Y su gran entusiasmo del principio se ha convertido ahora en desesperación . . .”

(17). La evolución de las emociones de Leticia está íntimamente relacionada al amor que ella siente por Cristy. La historia es relatada a partir de lo actual, luego la narración se transporta por el tiempo indistintamente.

El discurso que acompaña a Leticia es en un inicio optimista, pues ella se está trasladando a la selva por una causa: la Campaña de Alfabetización, los sentimientos descritos son de “ilusión por la Campaña” y de “una utopía que era al mismo tiempo su sueño, su reto” (18). Estos sentimientos evidentemente reflejan asimismo el colectivo del gobierno Sandinista y por ende podemos asumir que Leticia representa esa entidad.

Cristy es un indio miskito que les sirve de guía y transporte; Leticia lo conoce y queda impresionada. De regreso a Managua comprende que está enamorada de él y no muy tarde él va a la ciudad a buscarla. Ambos se unen y se retiran a vivir a la selva. En un inicio ambos se mostraron muy felices aprovechando el exotismo de la naturaleza. Sin embargo su embarazo y específicamente el alumbramiento, marcarán la visión de Leticia respecto a lo que espera para su hijo. Desea alejarse de la selva a la ciudad, mas Cristy no lo acepta y por último le sugerirá que se vaya sola si tanto lo desea. Su historia no nos deja saber cuál es su decisión al final, pero introspecciones reveladoras nos anuncian la fortaleza que Leticia posee y predice la decisión que tomará de abandonarlo a él y a su hijo.

Cristy es descrito como la naturaleza a la que pertenece, fuerte, tranquilo, “tenía un cuerpo vigoroso y [. . .] transmitía inconscientemente confianza” (56), “ser lleno de vida, exponente de su raza, amante de las selvas, del agua” (59), “en el peligro siempre rudo, con [Leticia] totalmente desvalido y sumiso” (70). En el episodio cuando va en

45 busca de Leticia a la ciudad podemos, a través de la narración, entender cómo se sintió el indio miskito Cristy cuando se vio inmerso, aunque brevemente, en un sistema que le era completamente ajeno:

A pesar de que no le gustó la ciudad ni los volcanes azules. Le dio claustrofobia la casa limitada por paredes, aceras y calles. Se sintió acosado y un sentimiento de presión, sofocación, se apoderó de su cuerpo porque no podía limitarlo con las paredes de una habitación; con los edificios. Lo aplastaban y quiso liberarse huyendo de ahí. (44)

Observamos en este párrafo su sentir individual, éste trasladado al nivel de masas nos informa respecto al posible sentir de los indios miskitos cuando se vieron

“empujados” por el gobierno sandinista a formar parte de la Revolución. De acuerdo a

Rodolfo Stavenhagen, “el gobierno sandinista (fue) incapaz de comprender las justas demandas de los miskitos a los cuáles reprime violentamente y cuyos derechos humanos viola con impunidad” (x). Sin embargo, un comentario por parte de la narración parece instruirnos respecto al por qué de la fascinación de Leticia hacia Cristy: “logró que brotara de los instintos de maestra que prevalecían en Leticia, un sentimiento cariñoso y protector” (70). Esta idea una vez más puede ser ampliada y equiparada con lo sucedido durante el periodo de unificación por parte del gobierno sandinista.

Una vez que ellos están juntos en la selva de Cristy, todo parece ser hedónico. Las descripciones que Rosario Aguilar realiza acerca del afecto entre ambos y de la percepción que Leticia posee por Cristy está llena de elementos sensuales, tales como olores y observaciones hacia el cuerpo del hombre. En este sentido, es relevante lo que

Elaine Showalter señala acerca del modelo biológico de análisis feminista en literatura escrita por mujeres: “The biological [model] emphasizes how the female body marks

46 itself upon a text by providing a host of literary images and a personal, intimate tone”

(cit. en Bressler 185).

Aunque Leticia no se siente adaptada totalmente a ese ambiente, se siente cómoda por la presencia y el amor que le prodiga Cristy. Sin embargo, los desacuerdos surgen en un tiempo previo al alumbramiento de Leticia, pues ella, “mujer civilizada”, necesita dar a luz en la ciudad, en oposición a la idea de Cristy quien desea que ella alumbre en la selva, “en aquellos parajes y completamente al natural” (40). Aguilar no sólo establece una discrepancia entre ambas entidades sino también anuncia lo funesto que provendrá de esto: “La asustan varios pájaros negros y raros que se posan en las ramas de los árboles de atrás, por la carbonera. Con sus alas negras y abiertas parecieran presagiar algo funesto, trágico, triste” (40). Es decir, introduce una imagen de la guerra Contra-

Sandinista y posteriormente la caída del régimen sandinista que gobernaba en el área nicaragüense del Océano Pacífico. Esta última afirmación es mejor ilustrada cuando

Leticia, esperando a Cristy y en medio de su angustia, dolor e impotencia, se siente observada por toda la selva:

Amenazantes, vigilantes, mortales. Esperando que ella, venida del Pacífico, cometa un solo error. Un error. Esperando. (26)

El episodio del alumbramiento descrito por Rosario Aguilar es violento, no sólo por el dolor físico que éste le produce, sino por la soledad y el temor que la rodea. El paisaje verde que ella tanto disfrutaba, se había transformado en un espacio del cual ella quería escapar y no podía:

Repentinamente se siente prisionera y totalmente aplastada por aquella exuberante naturaleza que, en medio de su desesperación, se le asemeja a una trampa mortal en la que por amar ha caído. (17)

47 Así como en el caso de María Elena, se transmite la desgraciada situación en la que se encuentran debido al amor profesado a un hombre. El arrepentimiento en Leticia fue percibido desde un inicio, pero ella, según la narración, supo ocultarlo. Al parecer la constante idea de que el amor es causa de nuestros males es tema de interés para Rosario

Aguilar o tal vez, a lo que se refiere es a la falta de identidad o mejor dicho independencia para saber tomar las decisiones adecuadas.

De acuerdo a Rolland-Mills, el espacio verde en el que se desarrolla 7 relatos no corresponde a un espacio femenino utópico, sino que simboliza el territorio nacional sobre el cual la guerrilla lucha por el poder” (96) y añade por tanto que las mujeres “no tienen una relación privilegiada con la naturaleza” (101). Rolland-Mills cita como apoyo a Ileana Rodríguez, pues ella afirma que la selva se ha convertido en aquel espacio masculino en que las guerrillas desfilan “como fantasmas” (97). Sin embargo, en la visión de Leticia, no sólo las mujeres encuentran una prisión o son excluidas de ese paisaje, es así también para cualquier ente que no es familiar: “Laberintos verdes de los que no existe salida para un extraño” (25).

La desesperación de Leticia por librarse del dolor que la atormenta alcanza su máxima expresión en el encierro del cual ella siente que es víctima. Lo irónico es que la salida de este laberinto es descifrable sólo por quienes lo conocen, en este caso Cristy quien a pesar de no poseer ciencia, posee el conocimiento popular que le permite franquear esa área. El conocimiento científico que Leticia posee no es suficiente para ayudarla a resolver este problema:

Es verdad que sabe matemáticas, sociales y lenguaje y está capacitada para enseñar a leer y escribir a los que no saben y sin embargo,

48 es algo distinto, no lograría descifrar las vueltas del río ni los posibles senderos en las selvas. Conoce la Geografía en el mapa, pero una cosa es el mapa, en donde parece una empresa fácil, y otra la realidad. (20)

La llegada del bebé a la vida de ambos sumado a la experiencia angustiosa de alumbramiento, lleva a Leticia a desarrollar sentimientos de rencor hacia la naturaleza que la rodea y al hombre responsable de su estadía ahí. A pesar de los esfuerzos de Cristy por tratar de mejorar el estilo de vida de Leticia, brindándole comodidades, para ella es claro que aquél no es “su mundo” y necesita liberarse de él. La situación de incomprensión entre Leticia y Cristy es parcialmente análoga a la que vivirían los sandinistas y los miskitos, debido a la diferente evolución que tuvieron ambos grupos.

Según Jenkins Molieri, esta situación estuvo relacionada a “un desconocimiento recíproco de los modos de vida, tradiciones, estructuración social, etc.” (3).

Cristy dejará finalmente a Leticia irse bajo condición de no llevarse al hijo con ella. Esta petición significa un gran sacrificio para ella, y luchará con sus emociones para resolver su alejamiento de aquel lugar e irse a la ciudad. En un nivel de análisis, es decir de relación hombre-mujer, Bressler explica que el principal postulado que la crítica feminista está tratando de derrocar se relaciona al área de dominio y sumisión. La tradición occidental promueve la idea de que “Man is the subject, the one who defines meaning; woman is the object, having her existence defined and determined by the male”

(Bressler 189). Esta es la situación en la que se encuentra Leticia y aunque Rosario

Aguilar siente el deber de lidiar con esto, lo único que nos deja es incertidumbre, pues la narración culmina y los lectores no son informados acerca de la decisión que Leticia tomará. Cabe mencionar que en el episodio final Leticia recobra su propia voz y se convierte en narradora de sus últimos pensamientos, mas no de sus decisiones.

49 La identificación de Leticia con su patria se ve demostrada en sus expresiones de amor a la naturaleza, admiración por la majestuosidad de la Selva aún inexplorada y por el compromiso de querer colaborar con el progreso de su sociedad. La identificación consigo misma como mujer y madre se presenta aún en proceso hasta el final del relato: retirarse a la ciudad y dejar a su hijo, al menos por un tiempo o sacrificar sus planes de realización y quedarse con el hombre que ya no admira tanto.

La historia de su hermana Paula, aunque en diferente espacio, es igual de agitada, aunque con un final más previsible. Su historia se reduce a la relación que tuvo con Eddy, el esposo de María Elena, cuando éste tuvo que volver para arreglar asuntos de familia.

Paula es militante sandinista, miembro de la burocracia durante el gobierno de la

Revolución, a quien Eddy llega solicitando ayuda. La apariencia impecable de Eddy, impresionará terriblemente a Paula y establecerá una relación amorosa con él. Después de un tiempo, Paula quedará embarazada y Eddy, ya conforme con el trabajo realizado por

Paula, optará por dejarla para volver con su esposa. Totalmente decepcionada y traicionada, Paula volverá el rostro a sus compañeros sandinistas en busca de ayuda de quienes, por supuesto, la recibirá. El ámbito de la historia de Paula nos aproxima a dos estamentos protagonistas de la Historia de Nicaragua: la burguesía y los sandinistas. La relación de lealtad y hermandad existente entre los militantes sandinistas, así como la del típico abuso o complejo de superioridad por parte de la burguesía.

El impacto que Eddy tiene en Paula está relacionado a la oposición entre lo conocido y desagradable versus lo aventurero y probablemente placentero. Las comparaciones que Paula realiza acerca de Eddy respecto a sus compañeros sandinistas demuestra una falta de identificación, si no con el partido, al menos con su raza y clase:

50 [. . .] ella se fijó en sus uñas limpias y recién cortadas. Al levantar su mirada observó que los botones de la camisa eran iguales y después vio que el pantalón estaba bien planchado y la raya bien hecha, que sus zapatos los llevaba bien lustrados y brillantes. Aseado. Las antítesis de todos los “compas” que entraban y salían de la oficina despreocupados . . . las camisas desabrochadas y salidas del pantalón, y además, siempre comiendo algo. (21-22)

El amor fue para Paula un engaño, ya que Eddy no sólo era ya casado sino que además era un burgués que simplemente la pretendía para obtener beneficios: “entre plática y plática el insistía en que contaba con ella, con su ayuda para que todo su asunto se resolviera favorablemente” (45). Debido a esto, la llenaba de regalos, la paseaba en auto

(cuando todos tenían que hacer largas colas para tomar el ómnibus) y le prometía que cuando ella arreglase su asunto, él volvería a Nicaragua para quedarse. Para ella todo eso significaba “Olores a prosperidad, lujo, derroche. A países lejanos y desconocidos.

Seguramente bellos” (47). Su enajenación, la pérdida de su identidad personal y de partido, estaba en proceso. El sueño de haber nacido burguesa que significaba la felicidad pero a la vez, la culpabilidad que sentía por tratar de ser feliz y por querer pertenecer a un mundo que siempre había criticado la llenaba de dolor y arrepentimiento. Sentía que estaba traicionando no solamente los ideales de la revolución sino a su propia hermana,

Leticia. Las posesiones de Eddy la hacían percatarse de todo aquello que ella no gozaba pero deseaba lo que la hacía sentirse inferior. Esto último se evidencia cuando Paula tiene la oportunidad de observar una foto de María Elena y siente que jamás podría compararse con aquélla de la foto (65).

La facilidad que tuvo Eddy para cautivarla fue el mundo de fantasía en el que

Paula vivía, soñaba con muchas cosas que eran probablemente imposibles para los tiempos en que estaba viviendo, “quería al hombre apropiado, casarse en ceremonia

51 religiosa, con vestido blanco, velo y azahares [. . .] eso es lo que ella quería y soñaba”

(23-24).

Rosario Aguilar no sólo nos presenta el proceso por el que tuvo que pasar Paula para probar la fuerza de sus convicciones y reafirmar su identidad como mujer, y como

“compañera”, sino también la solidaridad del grupo para con Paula. Algunos pasajes de su historia, revelan cuáles eran las relaciones de camaradería entre los sandinistas y algunas de sus actividades, por ejemplo la narración nos ilustra que los sandinistas no siempre estuvieron contentos con la situación que les tocó vivir luego del golpe de 1979, y que para ellos se consideraba un sacrificio hacer cosas para cambiar algo que estaba mal. Además, nos cuenta respecto a la vida disipada que los sandinistas tenían a pesar de estar en función: “por las noches, cuando tocaba vigilancia [. . .] Tomaban café o pinolillo y algunas compañeras, en esas noches, hasta salían embarazadas” (23).

La maternidad llegó para Paula y seguramente no como ella la soñaba. La cuestión es que aún no comprendía la situación que vivía, el abuso de un hombre que despreciaba su clase, la pobreza y el desorden de su país. La voz narrativa explica que “su cuerpo comenzó a ensancharse vertiginosamente...” (67), hasta el punto en que ya no le quedaba el uniforme. La niña nació enferma y Eddy no estaba para ayudarla. El requerimiento de una visa a EE.UU. para llevar a su hija a recibir un tratamiento médico, la coloca nuevamente en una posición de auto humillación al referirse a su apariencia como no equiparable a la mujer norteamericana. Rosario Aguilar piensa que es el momento de traerla a la realidad y solicitar ayuda de quienes realmente son sus compañeros. Toda esta situación vergonzosa, le hizo reflexionar respecto a cuál era realmente su lugar sin necesidad de humillaciones:

52 Sería quien era en realidad. Las aguas tarde o temprano vuelven a su cauce. (105)

Paula regresa a su situación inicial, es decir, a la ideología sandinista y al mundo proletario pero seguro “que le tocó vivir”. En la última línea, Aguilar nos deja ver lo inexorable del destino de Paula, quien parece haber realizado un pequeño viaje para darse cuenta de que las cosas fuera de casa no son tan buenas como las pintan, y por lo tanto, volver al hogar donde siempre se puede estar seguro. Esta travesía de Paula, aunque le dejó una niña --“la burguesita” como la apodaron sus compañeros sandinistas-- la colocó en una posición que la hizo reafirmar sus convicciones pasadas. Al parecer Rosario

Aguilar trató de establecer alguna crítica hacia aquellos que probablemente optaron por abandonar su ideología a cambio del comfort.

La primera parte culmina dejándonos con las historias de tres mujeres que aun tienen asuntos por resolver. Sin embargo, los finales de sus historias nos muestran que al menos ellas han podido dilucidar sus problemas y que están en vía de resolución. La segunda parte también nos narra las historias de mujeres con problemas a resolver ubicadas en situaciones deprimentes. Sólo en el capítulo final podremos apreciar la verdadera intención de Rosario Aguilar.

* * * * *

La segunda parte “Sobre la guerra: adiós para siempre” encierra la historia de cuatro mujeres --María José, Karla, Lucía y Sonia-- durante el momento del derrocamiento del dictador Anastasio Somoza por el partido sandinista, por lo que las imágenes y metáforas que emplea Rosario Aguilar están cargadas de bastante crudeza. En

53 muchas ocasiones la crueldad proviene de los miembros de la Guardia Nacional, a quienes llama demonios apocalípticos. De esta manera, Aguilar, a pesar de haber indicado que su producción no tiene fines propagandísticos, evidencia aquí su simpatía a la Revolución, que podría ser equiparada con un rechazo del régimen somocista.

Desde su creación, la Guardia Nacional se consideró como una herramienta de opresión por parte del gobierno dictatorial de los Somoza. Los asesinatos llevados a cabo a personajes que manifestaban su oposición a la dictadura en busca de un cambio siempre fueron repudiados. Aunque la crueldad e impunidad de sus acciones son sabidas, un acercamiento a historias individuales convierte a esta institución en humanos que sin misericordia aniquilaron a otros humanos como ellos. Las historias de María José y

Lucía aproximan al lector a conocer el proceder de este grupo.

Seguramente cuando María José se apartó de la clase burguesa a la que pertenecía para formar parte de las filas del grupo sandinista, jamás imaginó que su muerte sería tan despiadada. Rosario Aguilar se vale de un narrador omnisciente para contarnos la historia de María José, una muchacha de la burguesía, consciente de las diferencias de clase e involucrada en la búsqueda del cambio. Decide dejar a su familia y unirse a la guerrilla, donde conoce a un militante de quien se enamora y queda embarazada. El presente nos relata su transporte a la ciudad, donde se encontrará con

Karla, una camarada protagonista quien aparece en una novela anterior de Rosario

Aguilar, El guerrillero (1976). Su llegada a la casa clandestina obliga la búsqueda de una partera, quien al parecer los delata ante la Guardia Nacional. Es precisamente este episodio el que nos ilustra las acciones de la Guardia Nacional desde un punto de vista personal. Es interesante acotar que la muerte de María José ocurre en el capítulo

54 correspondiente a Karla quien está en la azotea de la casa cuando se percata de la llegada de la Guardia Nacional y se esconde ahí, la voz narrativa se refiere a las acciones de

Karla aunque el mayor daño es sufrido por María José y los otros militantes en la casa clandestina:

Una hora después [. . .] vio como si surgieran cuatro demonios. Sintiendo el Apocalipsis en su carne. Vienen [. . .] gritando con voces infernales. Abriendo a patadas y ráfagas de metralla la puerta de madera [. . .] Sin preguntar. Nada. Tan sólo ráfagas a diestra y siniestra. Los enemigos marchándose . . . así, desalmados . . . [. . .] Los jeeps arrancan . . . los enemigos van satisfechos. Prepotentes. Escupiendo. [. . .] [Karla] ve primero a Marcos. El poeta. Con sus sesos, sus pensamientos. Con su sangre, con su vida. (127-28)

El terror de Karla es el reflejo de saber que el fin de la vida se acerca a pesar de no estar en la mira de los asesinos. Mediante la comparación de estos con los demonios del

Apocalipsis, Rosario Aguilar nos hace participes del sentimiento de Karla, es el Día del

Juicio Final del cual nadie tiene escapatoria y son partícipes a la vez. Continuando con la analogía, es interesante saber que el libro de Revelaciones incluye además el anuncio de la llegada del Reino de Cristo y de la Salvación. De la misma manera, la guerra por la que se está pasando es considerada necesaria para la llegada de tiempos buenos, es decir, el triunfo de la Revolución. Este terror y dolor es acrecentado aún más cuando se transforma en desesperación. Karla ha visto a María José y parece que el dolor de la guerra ha sido transportado al dolor de la embarazada que además está a punto de morir:

Pero lo peor no es eso. La María José en el baño. Todavía viva. Da gritos desesperados y angustiosos. Desgarradores. [. . .] su dolor es tan intenso . . . porque no proviene tan sólo de su muerte, del desgarramiento físico de su cuerpo, sino y también del dolor del parto . . . ya era la hora. [. . . ] Muriendo, pariendo por Nicaragua. Extraño compromiso. (128-29)

55 María José y el niño fallecen. Tan sólo dos víctimas más entre todas las que murieron en manos de la Guardia Nacional. Sin embargo no es simplemente un número cuando

Rosario Aguilar nos enfrenta con una gráfica descripción de la muerte individual de madre e hijo aún en su vientre como la expuesta. Por otra parte, su sacrificio es justificado en el texto, si bien “extraño compromiso”, como deber a la causa y amor a la patria.

La historia de Lucía se encuentra lejos de la acción. Su localización no es en su bando con sus compañeros sino más bien con el enemigo. Se encuentra presa en un cuartel de la Guardia Nacional y aunque no hay ningún tipo de ataques hacia ella en el presente, el recuento de lo sucedido y más bien la descripción de su estado actual afectan la percepción del lector: “Lucía se asemejaba a un frágil pájaro con sus alas rotas para siempre” (133), sin poder volar encerrada de por vida o hasta que decidieran aniquilarla.

Nuevamente Aguilar afirma lo inhumano de los miembros de la Guardia Nacional: “Ellos tampoco, si eran hombres, volverían jamás a ser los mismos” (133). Destaca además su insistencia a ocasionar sufrimiento pues a pesar de la invalidez de Lucía, no dejaban de humillarla. Asimismo, a pesar del sufrimiento y lo poco de vida que le queda, el ser madre todavía la inquieta. Lamentablemente, la maternidad es un hecho que no será: “En aquellas circunstancias lo que más le dolía, lo que más sentía, era morir sin haber tenido la oportunidad de concebir y parir un hijo. Su hijo. Ser madre” (135). Finalmente, el estado físico deplorable en el que se encuentra no la priva de poder pensar en el momento de la lucha que ya llega, de acuerdo a sus compañeros guerrilleros con la primera lluvia:

“pero los ojos de Lucía no podían ver los campos verdes. Su nariz no podía inhalar el dulce y penetrante aroma de la tierra mojada . . . Sus oídos reventados no captaban el

56 sonido prometedor de la lluvia” (136). Aguilar no recurre a ninguna imagen explícita para ilustrarnos la muerte de Lucía, tal vez por su fragilidad expuesta a lo largo de todo el capítulo:

Llovía.[. . .] De pronto. La pantalla de la vida de Lucía se tornó completamente roja en una explosión terrible. (136-37)

Rosario Aguilar nos explica así que los compañeros sandinistas habían bombardeado el fuerte en el que se encontraba Lucía presa.

Tanto Lucía como María José, a pesar de la flagelación y la violencia, no cedieron. De acuerdo a la imagen de Aguilar, éstas se mostraron valientes. Palacios llama a la creación de este nuevo perfil, “Heroínas épicas que participan en el quehacer histórico de su país”, y agrega que este nuevo carácter es producto de la transformación del sujeto femenino pasivo en sujeto activo (“La representación” 137).

Rolland-Mills explica que la situación de furia por parte del varón especialmente hacia la mujer, radica en el cruce del límite de la norma, de lo que constituye ser mujer, al menos en la sociedad hispanoamericana. Recoge la definición que Debra Castillo hace de

“loca” e indica que este término “represents the most common appellation for any woman who crosses the threshold of the home and who steps outside the traditional bounds of the proper, womanly pudor and recato” (cit. en Rolland-Mills 260).8

8 Mary Jeane Treacy extiende la percepción de “loca” o mujeres que actúan fuera de los límites establecidos y señala que este comportamiento no sólo enfurece al opresor sino también afecta el orden establecido a nivel interno (81). Es por esta razón que, por ejemplo, en la novela testimonial de Claribel Alegría, se percibe un toque de “femineidad”, es decir, se le relaciona a la mujer con actividades guerrilleras, pero a la vez a aquéllas que “corresponden” a un ama de casa y esposa. De esta manera “she is less likely to challenge conservative notions about women’s nature or disturb the reader as an example of the monstruous woman warrior” (83).

57 La posibilidad de encontrar mujeres guerrilleras que encajen en el canon de mujer en Hispanoamérica es complicada. Sin embargo, existen características que son inherentes a las mujeres y de las cuáles difícilmente nos podemos librar; tal es el hecho de la maternidad reflejado en la angustia de Lucía. Aunque en el caso de María José, ésta produce sentimientos en conflicto, de instinto maternal y de rechazo a la criatura, debido a la situación personal por la que ella atraviesa. Su logro más importante había sido dirigir guerrillas y así lo hizo. No obstante, su situación de embarazo la aleja de su objetivo y la fuerza en ocasiones a odiar a su criatura y al posterior arrepentimiento por esto.

El asesinato, tanto de María José como de Lucía, fuere o no por razones de género o simplemente de guerrilla, nos representa el modo de aniquilamiento de los miembros de la Guardia Nacional. Rosario Aguilar cubre cada entidad partícipe de la

Revolución por medio de historias personales, y nos aproxima a éstas a través de su perspectiva.

La historia de Karla o Margarita Maradiaga es la ultima en 7 relatos e implica una revisión de una novela anterior de Rosario Aguilar, El guerrillero (1976). En dicha novela, la protagonista no posee nombre ni apellido, es maestra en un pueblo cerca de

Managua. Se ha enamorado de un joven guerrillero, a quien ayudó cuando estaba herido y de quien queda embarazada. Cuando el joven ya curado decide volver a la ciudad para continuar la lucha, nuestra protagonista se entera por noticias que dos revolucionarios han sido asesinados. Guiada por el amor que siente por el joven, se traslada a la ciudad para hacer un reconocimiento de cuerpos. Al no encontrar a su amante, vuelve a su pueblo. Su

58 afiliación a un guerrillero la conduce inevitablemente por el mismo sendero y sus actividades subversivas se iniciarán ya en esa novela.

En 7 relatos, reconocemos al mismo personaje bajo el seudónimo de Karla. La acción en la novela se inicia durante el golpe de la Revolución, por lo que el escenario ilustrado por Rosario Aguilar es agitado. Su labor no es de campo, es decir, con el fusil en la mano, sino de envío de cartas y recolección de dinero para alimentar a miembros de la guerrilla. La acción comienza inmediatamente cuando se encuentra en el parto de

María José, en un capítulo anterior al de Karla. La presión que ella sufre es hábilmente ilustrada estructuralmente por la autora por medio del uso de oraciones cortas que aceleran su lectura y por tanto asemejan la rapidez con la que suceden los acontecimientos:

En los rostros, en las actitudes del cuerpo, en el modo de caminar, de mirar. En el olor. La María José asustada. La partera con cara de sabia. Hay que tener listas una serie de cosas. No pasará de hoy. (127)

La partera traiciona a los guerrilleros y miembros de la Guardia Nacional irrumpen en la casa que funcionaba como foco clandestino sandinista. Asesinan cruelmente a quienes estaban ahí, entre ellos María José. Karla, sobreviviente de la masacre, huye luego de presenciar la agonía de María José quien está muriendo a la vez que está a punto de parir a la vez. La escena observada por Karla es perturbadora. Su huída de la casa y la ayuda de los vecinos la mantienen con vida, los hechos posteriores a este incidente son desconocidos hasta que la vemos en el último capítulo titulado “Margarita Maradiaga”.

Este último capítulo es el que define a nuestro personaje Karla, a la vez que encierra el significado de toda la novela de Rosario Aguilar. Esta vez su historia se ubica

59 temporalmente justo en el momento del triunfo del golpe sandinista el 19 de julio de

1979. Posterior a la lucha, ella sabe que es tiempo de dejar las armas militares y volver a tomar las armas civiles, su hogar y su hijo. Sin embargo quiere también ser testigo de la victoria de Nicaragua y se dirige a Managua, a la Plaza de la Revolución, en donde están desfilando los “guerreros nicas”. Ahí entre ellos, reconoce el rostro de aquel estudiante al que escondió y amó en la novela anterior El guerrillero. Él la mira un instante pero, aunque tal vez la reconoce, la deja inmediatamente de mirar. Este momento, aunque breve, hizo que Karla comprendiera que ella jamás lo había poseído y que él sólo le pertenecía a la Revolución. Aquel hombre que había sido su amante y la había cautivado por sus convicciones políticas, ahora representaba a la Revolución triunfante de la cual ella también formaba parte. Su rezo no solamente refleja el bienestar que ella espera en el futuro del hombre a quien amó, sino también el devenir de la Revolución: “Virgen

Santísima, ayúdalo para que el triunfo no se le suba a la cabeza, para que no se vuelva creído, para que no traicione sus ideales juveniles” (153).

Margarita comprende que su cometido ya no es al lado de su amante sino de su hijo y de su misión como madre y como maestra. De la misma manera, reconoce que el sacrificio de haberse separado de su hijo, así como haber arriesgado su vida por la causa y sobrevivir, esclarecen su misión en la Revolución: “Su lucha continuará allá, con su propio prestigio, con las armas mejor conocidas por ella” (154). Armas que le servirán para reconstruir la nación hecha pedazos.

A lo largo de ambas partes de la novela, nos hemos encontrado con mujeres que de alguna manera presentan varias constantes: la primera de ellas es el amor, sea a la patria o al hombre. Mayormente, las situaciones en las que se encuentran involucradas

60 son atribuidas a la fascinación que les causó cierto hombre en sus vidas y al que decidieron seguir para luego arrepentirse. Las historias contadas en la primera parte demuestran un final incierto para las tres mujeres. Sin embargo, sus pensamientos y acciones finales, nos demuestran que habían superado la dependencia manifestada hacia los hombres en un inicio, con lo cual Rosario Aguilar revierte pero no termina por resolver la problemática de dependencia en el hombre. En la segunda parte, la constante es apreciada nuevamente al menos en tres protagonistas a excepción de Lucía, de quien

Rosario Aguilar no nos brinda mucha información. Lamentablemente sólo una protagonista sobrevive y por la información que poseemos de las otras dos, la dependencia existió por lo menos hasta poco antes de la muerte.

Otra constante es la maternidad, tratada por Rosario Aguilar en prácticamente todos sus aspectos. Rolland-Mills asegura que el planteamiento de Rosario Aguilar, al menos en las tres primeras historias, es el de postular la maternidad como un elemento coercitivo. De acuerdo a ella, “Para Rosario Aguilar, ahora la maternidad no corresponde a un estado idílico que llena a la mujer de satisfacción sino que por el contrario, representa un evento que añade dificultades a una vida ya precaria” (195). El convertirse en madre ha dejado de ser el pináculo de la existencia, a pesar del discurso que promueve esa característica en la mujer. Ésta, evidentemente, no será negada o enterrada, pero sí delegada por otras motivaciones que complementarán sus vidas.

En la primera parte, Paula es madre soltera de una niña producto de una relación ilegítima. La llegada de la niña ciertamente produce un cambio en su vida, con el que no está conforme. Sin embargo, humilde nuevamente busca apoyo en sus compañeros. La situación incierta de Leticia es tal vez la más polémica, no sólo por la situación del parto

61 que la dejó trastornada, sino también debido a la incertidumbre de abandono a su criatura que estaba enfrentando. Aunque su decisión es presentada a priori, desconocemos cuál fue su proceder. En todo caso, la historia de Leticia demostró el sufrimiento que implica la maternidad en toda su expresión. Por último, el aborto involuntario que sufre María

Elena, nos deriva a la angustia e inseguridad que sentía en un ambiente ajeno al suyo.9

En la segunda parte, la maternidad es ilustrada en el personaje de María José y Karla.

Sabemos, sin embargo, que es en el personaje de María José en el que el embarazo no sólo la aleja de la actividad guerrillera, sino también la lleva a la ciudad para ser tratada; aquí finalmente se produce su muerte. Ambos madre e hijo mueren, en medio de la guerra de la Revolución por lo que se deduce que la maternidad para María José no significó alejarse de la causa revolucionaria únicamente sino además la muerte.

Rosario Aguilar no sólo inició temporalmente esta novela con el personaje de

Karla, sino además la culmina. Es posible percibir en Karla las mismas constantes arriba mencionadas para el resto de las protagonistas. Sin embargo, es en Karla en quien tales problemas parecen encontrar una solución. En el amor, por ejemplo, sabemos de todos los sacrificios que hizo para estar con el hombre que amaba y aun así al no estar con él, su recuerdo se mantiene. No obstante, cuando ella percibe la imposibilidad de continuar a su lado lo deja ir:

Una mirada [. . .] Lo suficiente para sacudirla y hacerla comprender que ni ahora, ni entonces, le perteneció...ni a ella ni a ninguna otra, porque estaba dedicado en cuerpo y alma a la Revolución...al fin se le iluminaba el cerebro. (153)

9 Rolland-Mills establece la situación de maternidad de María Elena, no en relación al niño perdido en un aborto sino a aquélla entre María Elena y Nicaragua, su tierra madre (196).

62 La última línea declara metafóricamente el despertar femenino, el entendimiento y aceptación de las circunstancias que no deberían tener como consecuencia la

“destrucción” de la mujer sino el reconocimiento del problema y su puesta en marcha para su resolución. En el caso de Margarita, a pesar de la tristeza y decepción amorosa, ella resuelve que existen motivos para ser feliz, así como esperanza en el porvenir del cual ella es protagonista.

La maternidad para ella está clara desde un inicio, debe dejar a su hijo para ir a luchar. Luego de la victoria, es tiempo de volver a su hijo y construir un hogar con él, “lo que más deseaba en ese instante era tan sólo un hogar para criar a su hijo” (154).

Al parecer, el sentimiento de triunfo en Nicaragua es el mismo sentido de triunfo que siente ella, pues ha entendido de dónde viene y hacia dónde va:

al comprender que ha llegado al termino de su ilusionante y romántica búsqueda [. . . .] Se dio cuenta de que lo que más deseaba en ese instante eran tan sólo un hogar para criar a su hijo. Paz para poder preparar, concienzudamente los programas escolares. Enseñar. (154)

Bressler explica el motto femenino “once women understand and then define themselves as women, they believe they will be able to change the world” (188). No sabemos con certeza cuanto tomaría cambiar el mundo. Lo que sí es necesariamente perceptible es el entendimiento de parte de un grupo que ha sido marginado, oprimido por mucho tiempo y que piensa elevar su voz para establecer un cambio.

Rosario Aguilar finaliza la obra “resolviendo” todas las situaciones de conflicto planteadas en todas las otras protagonistas en Margarita Maradiaga. Margarita, la única sobreviviente y, por lo tanto, la única que cumplió el viaje simboliza a Nicaragua, la patria naciente. Ileana Rodríguez formula el concepto de mujer-nación al analizar la obra

63 literaria de sus compatriotas nicaragüenses y señala que la desaparición o muerte de la mujer ilustrada en tales textos es reflejo de la desaparición o pérdida de la nación (3-

18).10 De acuerdo a esto, Aguilar, no sólo propone la reivindicación e inclusión de la mujer en los eventos históricos de su patria por medio del personaje de Margarita, sino además eleva su categoría al sentido de nación. Es posible, inclusive, asociar su apellido

Maradiaga con la pronunciación de Nicaragua, ya que ambas palabras no solamente poseen género gramatical femenino sino también se componen de cuatro silabas con la penúltima silaba como silaba tónica; aunque no todas las letras y vocales corresponden, al menos las a, i, r, g, se encuentran en ambas palabras. Son, pues varios elementos que nos hacen pensar que la elección del apellido fue intencional y entonces comprender que

Rosario Aguilar pretendía realizar una correspondencia entre ambas y a la vez, retratar una lucha tanto interna como externa, en ambas entidades, la mujer y la patria. En la mujer, lo interno se referiría a los conflictos emocionales por los que tuvo que atravesar y lo externo, en su presencia y lucha por la causa. Asimismo, los conflictos de Nicaragua, fueron tanto a nivel interno, con la contra armada, como a nivel exterior, contra los

Estados Unidos.

Al final del golpe de 1979, Margarita asume el entendimiento de sus problemas y entonces, se da cuenta de que lo que más deseaba era hogar, paz y enseñar: “En ese instante lo comprendió todo bien claro. La causa por la que había expuesto su vida había triunfado” (154). De la misma manera, el gobierno sandinista, debido a la Revolución y al destierro de los enemigos, pudo entender los problemas de Nicaragua y por tanto elaborar un proceso de reconstrucción basado en la Patria, Paz y Cultura.

10 Rodríguez indica que estas ideas habían sido ya postuladas por estudiosas como Sommer y Franco (xix)

64 La inversión del tiempo de la novela en conjunto tomando como punto de referencia el golpe sandinista, es decir, la ubicación de hechos posteriores a ese evento en la primera parte de la novela se debe a que las historias de las mujeres ocurridas después del golpe, aun tuvieron que lidiar con situaciones que no les permitían resolver los problemas expuestos por Rosario Aguilar. Para ella, la Revolución significó el cambio positivo, entendimiento de la situación en que la dictadura dejaba a Nicaragua y la búsqueda de soluciones para el bienestar del país, por esto una triunfadora como

Margarita Maradiaga, quien simboliza Nicaragua, debía cerrar la novela. Las mujeres que inician la primera parte se relacionan con protagonistas históricos que durante el gobierno de la Revolución ocasionaron problemas e infelicidad, la historia de María Elena claramente representa la intervención de EE.UU., asimismo la relación de Leticia con

Cristy y por último, Paula quien experimentó lo seductor de la comodidad, dio la espalda a su gobierno revolucionario. Todas ellas fueron infelices y aún sus presentes narrados no nos demuestran una vía clara en sus vidas.

Por medio de la ilustración del discurso femenino, usualmente marginado,

Rosario Aguilar abarca todos los problemas que ella considera aquejaban a las mujeres de su país durante la Revolución sandinista. Las situaciones que cada protagonista vivió y el desarrollo del discurso femenino son perceptibles en la relación que ellas tuvieron con cada protagonista histórico. Este discurso, probablemente imposible de ser registrado en libros de Historia, es rescatado e interpretado por Rosario Aguilar para darnos una mayor perspectiva de lo que sucedió o pudo haber sucedido en el pasado. Margarita Maradiaga quien deja al lector con la satisfacción del nacimiento de una nación, implica también el

(re)nacimiento de la mujer y por ende, del discurso femenino.

65 Conclusión

La literatura centroamericana, especialmente la nicaragüense, más aún la femenina o escrita por mujeres, forma parte de una cadena de subyugaciones a sistemas regentes que no han permitido la emisión de sus voces. En la actualidad, el conocimiento y la apertura de dogmas y verdades impuestas por conveniencia nos han permitido dar cabida a discursos en los que era imposible pensar hace aproximadamente una década o más. El surgimiento, o mejor dicho, la recuperación de tales voces nos ha permitido entender más acerca de varias “realidades”.

Como dicen Beverly y Zimmerman, “The concern with recovering and giving narrative form to a tradition of struggle reflects the experience of a national history that has been falsified, driven underground, marginalized” (70). En lugares como

Centroamérica, y específicamente en Nicaragua, la historia se escribe a través de la literatura en sus diferentes formas. Los anales históricos difícilmente pueden ilustrarnos el esfuerzo, sacrificio y dolor de haber sobrevivido hambre, pobreza, guerra y aún tener una conciencia de patria y trabajar por ella.

Entendemos que en un gobierno dictatorial, como el que vivió Nicaragua, el discurso de la oposición siempre será el subyugado, sea este femenino o masculino. Sin embargo, cuando las barreras de la desigualdad se han quebrado y supuestamente se encuentran todas las voces a un mismo nivel, todavía existe el sometimiento. Este es dirigido por cánones y convencionalismos ajenos a la situación vivida, que inferiorizan y afectan la identidad del subyugado. En el caso de nuestro estudio, ese sujeto, es decir, ese discurso subyugado le pertenece a la mujer.

66 Rosario Aguilar recoge estas voces marginadas y las incluye en su obra desarrollando todos, de ser posible, los problemas que afectan a las mujeres, como por ejemplo, las incertidumbres que las inquietan para aún sentir que encajan en este mundo.

Para esto, ella se libra de convencionalismos y cánones e interpreta las historias --tal vez vistas, relatadas, o leídas-- y nos da su aproximación a los hechos pasados que forman parte de la historia de su patria. Estos hechos evidentemente pudieron sernos ajenos por pertenecer al carácter de privado o de individual. El narrador contemporáneo recurre a lo histórico para mostrarnos cómo pudo ser contado de otro modo: “Para ello recurre a iluminarnos lo marginal, que en muchas ocasiones coincide con lo privado” (Pulgarín

207).

En esta novela, Rosario Aguilar, por medio del retrato de la guerra, nos muestra la manera en que cada mujer enfrentó una situación similar, aunque cada una en un contexto diferente y cada una reacciona de diferente manera pero con sinceridad y humanidad. Los temas que enfrenta Aguilar son escabrosos. La maternidad, la dependencia al hombre, la capacidad de decisión para un futuro propio y, por supuesto, el amor son motivos recurrentes en la vida de las mujeres latinoamericanas. Ella, para el caso de su novela, emplea prácticamente todas las situaciones en las que pudo verse envuelta la mujer durante y después del golpe sandinista.

Sin embargo, consideramos que la última mujer representada, Karla o Margarita

Maradiaga, proveniente de una novela anterior de Aguilar, sí es una alegoría a la patria libre, en analogía con la propuesta de mujer libre, independiente, capaz de tomar decisiones acertadas, reconocer cuándo el amor se ha acabado y dejar ir al hombre que amó. Margarita Maradiaga realiza un viaje evolutivo desde la primera novela en la que

67 ella aparece y en la cual no tenía nombre. En 7 relatos, en el capítulo asignado para contar su historia, ya sabemos que se llama Karla, y entonces pensamos que ése es su nombre. Sin embargo, en su última aparición en la novela, ella revela luego del

“entendimiento” al que ella ha llegado ante el análisis de toda la situación posgolpe que la rodea, que su verdadero nombre es Margarita Maradiaga, maestra rural. Y aunque críticas, como Rolland-Mills, relacionan la recurrencia de la letra “m” con la palabra mujer, preferimos creer que ese apellido lleva una relación fonemática con el nombre de su país Nicaragua.

La aproximación de la que Aguilar nos hace objeto durante todas las historias de sus mujeres es efectiva en cuanto a su estilo narrativo, que se asemeja al corriente. Las oraciones son breves, abruptas, recuerdos, introspecciones. Transportes en el tiempo a través de los sentidos como el olor del pasto verde de Nicaragua, o por medio de la vista, el cielo azul y el agua.

Así queda corroborado que la verdad y objetividad divulgada por la historia, no es la que Rosario Aguilar pretende retratar en su texto pues la exclusión del sujeto femenino en “aquella versión” es evidente. Así, en su interpretación de los hechos en 7 relatos todas las protagonistas son mujeres; al hacer esto no sólo invierte el papel y revierte el poder del discurso desde lo masculino hacia lo femenino ofreciéndonos dicha posición marginal, sino también corrobora la metáfora de mujer-nación, para finalmente reivindicar al sujeto femenino.

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