Aragón en la Edad Media XXII (2011) pp. 187-212 ISSN 0213-2486

LA FORMACIÓN DE REDES NOBILIARIAS Y GRANDES PROPIEDADES DURANTE LA CONQUISTA DEL VALLE DEL EBRO EN EL SIGLO XII. EL DESTINO EJEMPLAR DE ÍÑIGO GALÍNDEZ DE ALAGÓN (1127-1157)

BUILDING NETWORKS AND LARGE ESTATES OF NOBILITY DURING THE CONQUEST OF EBRO VALLEY IN THE TWELFTH CENTURY. THE EXEMPLAR FATE OF ÍÑIGO GALÍNDEZ OF ALAGÓN (1127-1157)

Carlos Laliena Corbera Universidad de

Resumen: El artículo estudia un impor- Abstract: This paper examines an im- tante lote de documentos conservados portant set of documents preserved in en los Cartularios de la Seo de Zarago- the Cartularies of la Seo of Zaragoza, za relativos a un noble de Alagón, Íñigo concerning a noble of Alagon (Aragón, Galíndez (1117-1158). Estos textos per- ), dating from 1117 and 1158. This miten analizar la formación de redes so- texts allow us to analyze the nobiliary ciales nobiliarias en el Valle del Ebro de social networks formed in the Ebro’s la época de la conquista que, en parte, Valley at the time of the christian con- calcan las que existían en el área pire- quest. These networks, in part, traced naica de la que procedían los nobles co- those that existed in the area of the mo Íñigo Galíndez. En la segunda parte, Pyrenees from which came the nobles se analiza la estructura de las posesiones as Íñigo Galíndez. In the second part, de este noble. Finalmente, la donación we analyze the structure of the posses- de sus bienes a la Seo, en 1157, faci- sions of this noble. Finally, the donation lita comprender cómo funcionaban las of property to the Cathedral (la Seo) of conexiones sociales entre los miembros Zaragoza, in 1157, facilitates unders- de la nobleza media y estas instituciones tanding how the social connections bet- eclesiásticas. ween members of the gentry and these Palabras clave: Nobleza, redes socia- religious institutions rule. les, grandes propiedades, poder social, Keywords: Nobility, social networks, Iglesia, conquista feudal, siglo XII, Va- great estates, social power, Church, lle del Ebro, Aragón. feudal conquest, twelfth century, Ebro’s Valley, .

187 Carlos Laliena Corbera

1. Introducción*

La conquista del Valle del Ebro, unos veinticinco mil kilómetros cuadra- dos, en el plazo de cuarenta años escasos, desafía ampliamente nuestra ima- ginación de historiadores para comprender cómo, en sucesivas sacudidas, los nobles navarros y aragoneses se apoderaron de un enorme territorio e instau- raron un pléyade de poderes locales más o menos firmemente coordinados por los tres monarcas que encabezaron esta exitosa coalición de feudales a lo largo del periodo comprendido entre 1080 y 1134. En el corto plazo de apenas dos generaciones, los barones de la montaña pirenaica enriquecieron sus patrimonios de un modo descomunal, un adjetivo que no es excesivo por comparación con las condiciones tradicionales de expansión de sus propie- dades. Inevitablemente, la caracterización de este proceso es todavía muy impresionista y está sujeta a debates importantes, en buena medida porque solamente tenemos análisis generales y, por ello mismo, sucintos, que no hacen justicia a la riqueza y variedad de las realidades sociales, a menudo encubiertas bajo la asociación de nombres de magnates y de lugares, que sugieren la formación de estos nuevos dominios, pero poco más. Una de las posibilidades de avanzar consiste en aplicar el método prosopográfico al estudio de las elites nobiliarias para descubrir las trayectorias personales y las redes sociales en las que se insertaban, de manera que los procedimientos de asignación de los nuevos recursos sociales que acaparaban aparezcan con mayor claridad1. El examen detallado de los documentos supervivientes del archivo de uno de estos nobles, Íñigo Galíndez de Alagón, permite identificar la configuración de algunas de estas redes, con un despliegue territorial en el valle del Jalón, afluente de la margen derecha del Ebro, y un escenario privi- legiado del intenso cambio social gestado en la posconquista2.

* Este artículo se inscribe dentro de las líneas de investigación del Grupo de Investigación de Excelencia CEMA, de la Universidad de Zaragoza, dirigido por J. A. Sesma Muñoz. Una versión preliminar se publicó como ejemplo concreto dentro de un estudio titulado “La ‘posesión de la tierra’ en la Edad Media: fuentes y metodología de trabajo”, en Actas de las IX Jornadas de Metodología de la Inves- tigación Científica sobre Fuentes Aragonesas, coord. Agustín Ubieto Arteta, Zaragoza, 1994, pp. 155-208. El texto actual ha sido completamente reescrito para tomar en consideración nuevos datos y perspectivas diferentes sobre el espléndido dossier de Íñigo Galíndez de Alagón. 1.- Sobre las redes sociales, Gabriella Gribaudi, “La metafora della rete. Individuo e contesto sociale”, en Meridiana, 15 (1992), pp. 91-108; Eric Wolf, “Relaciones de parentesco, de amistad y de patronazgo en las sociedades complejas”, en Michael Banton, ed. Antropología de las sociedades complejas, Madrid, 1990, pp. 19-39. 2.- Esta documentación se añadió a la muerte de Íñigo Galíndez al archivo de la Seo o catedral de Zaragoza y fue copiada en los cartularios de esta institución, que han sido editados por Ángel Canellas López, Los Cartularios de San Salvador de Zaragoza, Zaragoza, 1989 [en adelante CSSZ.]. Una revisión de los pergaminos catalogados hasta el momento en el Archivo de la Seo muestra que, salvo un posible hallazgo inesperado, es poco probable que estos textos sobrevivieran a la mise en page de los cartularios.

188 LA FORMACIÓN DE REDES NOBILIARIAS Y GRANDES PROPIEDADES

La primera parte de este trabajo se dirigirá, por tanto, a localizar a este personaje en el contexto de la afinidades familiares y vasalláticas que le eran propias y dentro de las cuales actuaba, tanto en el ambiente montañés previo al desplome del mundo musulmán del Valle del Ebro, como en los territorios ocupados. En la segunda, pretendo observar la estructura y organización de las posesiones de Íñigo Galíndez, a través de los indicios, con frecuencia tenues, que proporcionan los restos de su documentación. Finalmente, en la tercera, se analiza cómo la imposibilidad de alargar con garantías su propio linaje llevará a este noble a recalar en el seno del cabildo catedralicio de Zaragoza y, por tanto, a extinguirlo patrimonialmente, no sin sobresaltos judiciales para los canónigos, herederos de una fortuna construida cuarenta años antes a golpe de espada.

2. Redes nobiliarias

2.1. Tiempo de conquista: de 1118 a 1134 En marzo de 1125, Alfonso el Batallador, a instancias de uno de los mag- nates más poderosos de su entorno, Lope Garcés Peregrino, concedió plena exención tributaria a la heredad que disfrutaba Íñigo Galíndez en Alagón y la completó con tierra suficiente para el trabajo de dos yugos de bueyes. Esta dotación, dos yugadas, corresponde al nivel habitual para los caballeros en los repartos organizados por los partidores reales en la región del Ebro en la segunda década del siglo XII, tras la conquista de Zaragoza3. Íñigo Galíndez era, por tanto, un noble, tal y como lo confirma el uso del tratamiento hono- rífico de senior que acompaña siempre a su nombre en los documentos que manda escribir, un título que no es privativo de la capa superior de la aristocra- cia, sino que es corriente para indicar el respeto que merece un individuo por el lustre de su ascendencia incluso en los escalones medianos de la nobleza. Cuatro años después, una de estas cartas añade el locativo de Graçanopele al habitual de Alagone, lo que apunta a que procedía de esta pequeña localidad cercana a Jaca y que era llamado así antes de la instalación de su residencia

El propio Ángel Canellas apunta en la Introducción a la edición citada, pp. XV-XVI, que ya en los catálogos del siglo XVIII se evidencia una masiva pérdida de los documentos más antiguos. 3.- Cf.José Ángel Lema Pueyo, Colección Diplomática de Alfonso I de Aragón y Pamplona (1104-1134), San Sebastián, 1990, nº 150 [en adelante, se citará CDAI.] Véase Carlos Laliena Corbera, “Repartos de tierras en el transcurso de la conquista feudal del Valle del Ebro (1080-1160)”, en Enric Guinot y Josep Torró, eds. Repartiments a la Corona d’Aragó (segles XII-XIII), Valencia, 2007, pp. 17-50, para la regularidad que se detecta en las concesiones de tierras y las dos yugadas como fórmula habitual de donación a los nobles.

189 Carlos Laliena Corbera en Alagón4. Ni el nombre de bautismo ni el patronímico son raros en la ono- mástica del siglo XI, lo que hace difícil localizar a los antepasados de Íñigo Galíndez, pero se puede asegurar que no se trata del importante noble del mismo nombre, que durante en la primera parte del reinado de Alfonso el Batallador ostenta los honores de Sos, Sangüesa, Arguedas, Ricla y Peralta, entre otras, y que era hijo del senior Galindo Sánchez, tenente en Funes con Pedro I5. El Íñigo Galíndez de primera fila desaparece de las listas de los baro- nes cercanos al rey en diciembre de 1124, y la única relación posible con su homónimo radica en que tuvo en su mano el honor6 de Ricla, que implicaba el control del sector central del valle del Jalón —“desde el castillo de Rueda hacia arriba”—, conjuntamente con Ato Oreja, en 11227. A partir de entonces, y hasta el final de la década, este último noble de peculiar apodo le sustituyó en el dominio del Jalón medio, mientras Lope Garcés Peregrino, el mentor de Íñigo Galíndez de Alagón, ejercía una superioridad incontrastada en la desem- bocadura del río Ebro, alrededor del honor de Alagón8. Estos magnates, Ato Oreja y Lope Garcés, y estos honores, constituyen los dos polos magnéticos alrededor de los cuales giran los medianos y pequeños nobles ansiosos por labrarse una posición en las tierras recién conquistadas. Antes de describir estas redes, es preciso mostrar aquellas que articulaban su entorno social en la montaña jacetana, antes de la caída de Zaragoza. Para

4.- CSSZ. nº 50 [1129.04]. Todavía en 1155-1157 confirma un documento suyo Íñigo Sánchez, abbas de Gra- cionepel, lo que muestra la persistencia de los lazos afectivos y patrimoniales con esta localidad. Sobre la onomástica y el stock de nombres, cf. Carlos Laliena Corbera, “Los sistemas antroponímicos en Aragón durante los siglos XI y XII», Pascual Martínez Sopena, coord., Antroponimia y sociedad. Sistemas de iden- tificación hispano-cristianos en los siglos IX a XIII, Valladolid y Santiago de Compostela, pp. 297-326. 5.- José María Lacarra, Documentos para el estudios de la reconquista y repoblación del Valle del Ebro, Zaragoza, 1982-1983, nº 20 [citado en adelante DERRVE.], para ambos personajes y su parentesco; CDAI. nº 2 [1105.03]: Alfonso I dona a Íñigo Galíndez el honor de Peralta; las menciones posteriores en esta colección de documentos son bastante frecuentes y los honores se cuentan entre los más signi- ficativas del reino, lo que indica que se trata de un noble de alto rango, cosa que no ocurre con Íñigo Galíndez de Alagón. 6.- En las fuentes escritas aragonesas y navarras de los siglos XI y XII, honor es una palabra femenina. Sin embargo, se ha preferido utilizar el masculino en el texto en aras de una mejor comprensión del concepto por parte de investigadores ajenos a esta particularidad lingüística regional. 7.- Íñigo Galíndez tenente en Ricla y dueño de toto illo honore quod senior Eneco Galindez tenet de Rota in suso: CDAI. nº 109 [1122.05], 1126 [1124.04], con Ato Oreja, y 133 [1124.12], última noticia de este noble. Como en el mismo mes aparece Ato Oreja como tenente en Sos y Ricla, es muy probable que hubiera muerto en el transcurso de esos pocos días. 8.- Ato Oreja posee Ricla hasta febrero de 1130 —CDAI. nº 223—, cuando se hace cargo del honor Lope López, que era su hermano —cf. Antonio Ubieto Arteta, Documentos de Ramiro II de Aragón, Zaragoza, 1988, nº 16 [1134.09], entre otros—, hasta 1142 —última mención en DERRVE. nº 315—. Por su parte, Lope Garcés Peregrino tiene una intervención bien documentada en CDAI. en todos los aspectos de la actividad política del reinado de Alfonso I entre 1116 y 1133, época en la que es tenente de Alagón, El Castella, Épila, Luna, Pedro y , un bloque de honores bastante compacto alrededor de la confluencia entre los valles del Jalón y el Ebro.

190 LA FORMACIÓN DE REDES NOBILIARIAS Y GRANDES PROPIEDADES ello, contamos con un documento sin fecha, pero que es anterior a diciembre de 1117, que recoge el complicado acuerdo que Íñigo Galíndez alcanza con su mujer, Cornelia, para divorciarse formalmente de ella y compensar los daños que había sufrido Íñigo9. El motivo aducido para la separación es el parentesco, pero Cornelia reconoce que había abandonado a su marido, que se había llevado consigo tres mil sueldos cuando se fue de su casa y que había sido cómplice de los malos... factos que habían infligido a Íñigo los cavalleros Galindo Sánchez de Aragüás, G. de Broto y Ferrando de Torla. A modo de compensación, Cornelia cede a Íñigo y a la hija común, Toda, sus bienes familiares (“hereditates que fuerunt de meo patre et de mea matre”), de los que retiene la mitad vitaliciamente per vestra manu. Probablemente, esta apostilla denota un pacto vasallático, puesto que se indica que Cornelia estará protegida por su antiguo marido “durante todos sus días, fielmente, sin ningún engaño, contra todos los hombres”, una cláusula característica de las fórmulas de recepción de los homenajes. En la segunda parte del documento, ambos se declaran recíprocamente libres del matrimonio, de manera que pue- dan tomar otros cónyuges. Si Cornelia tiene hijos de un nuevo enlace, Íñigo Galíndez le autoriza a que les entregue en herencia las casas y heredades de Broto, Sarvisé, Viu y un lugar no identificado llamado Irii. Al final de esta ceremonia de reconciliación y de paz, Cornelia jura en poder de un puñado de nobles, Blasco Blasco, Galindo Aznárez de Selvan- zano, Galindo Sánchez de Jarlata, Jimeno Garcés de Bescansa, Aznar Garcés de Villanovilla y, sobre todo, Orti Ortiz y Barbatuerta. Los primeros son nota- bles de localidades que se hallan alrededor de Gracionépel, mientras que los dos últimos son tenentes destacados en el primer decenio del siglo XII, de los honores de Huesca y Alquézar, respectivamente. Es probable, por tanto, que estemos asistiendo a la ruptura de una alianza entre dos grupos familiares nobiliarios de raigambre local, uno de ellos con propiedades y relaciones cen- tradas en el valle de Broto y patrocinado por Barbatuerta, mientras que el otro se agrupaba en la Val Ancha, entre Jaca y Sabiñánigo y tenía como referencia a Orti Ortiz, cuyo linaje tiene su origen en el valle de Nocito. El acuerdo cierra unas desavenencias familiares que se habían traducido en robos y daños, de los que finalmente emerge esta compensación a favor de Íñigo Galíndez. De una manera si se quiere un poco tortuosa, este divorcio nos muestra algunas de las características de estas redes sociales, organizadas sin recurrir a mecanismos institucionales rígidos, pero que establecían vínculos muy exi-

9.- CSSZ. nº 68, que menciona al senior Orti Ortiz como uno de los garantes del convenio, lo que signi- fica que debe ser anterior a diciembre de 1117, cuando este noble desaparece de las fuentes —última mención en Archivo Diocesano de Huesca, Cartulario de San Pedro el Viejo, f. 95—.

191 Carlos Laliena Corbera gentes para sus miembros, vínculos que se regían por reglas propias, de tipo parentelar y de clientela vasallática. Joseph Morsel ha subrayado, además, dos rasgos importantes de las redes aristocráticas en este periodo y que también son visibles en este contexto: por una parte, estaban firmemente jerarquizadas internamente, y, por otra, tenían un fuerte componente espacial10. Todos estos aspectos se pueden observar igualmente en la configuración de las nuevas redes nobiliarias organizadas en el Valle del Ebro a principios del siglo XII. Por otro lado, la cronología de estos acontecimientos induce a pensar que Íñigo Galíndez había nacido en la década de 1090, y puesto que se muestra activo entre 1117 y 1158, debemos considerar que fue un hombre longevo. Como hemos visto, esta circunstancia permite rastrear su medio social antes del asalto feudal del Ebro, pero también autoriza a verificar las sucesivas tramas nobiliarias en las que se inserta, que corresponden a dos grandes ciclos, uno inicial que llega hasta 1133, cuando fallece su patrón principal, Lope Garcés Peregrino; y el siguiente, en el que los lazos de amistad y clientela se extienden hacia las nuevas parentelas dominantes en la comarca del Jalón, en particular el linaje de los Alagón, pero que tiene un marcado carácter local. Examinare- mos a continuación la configuración de estas relaciones para intentar descubrir algunos rasgos generales de la dinámica social de los grupos aristocráticos que llevaron el peso y los beneficios de la conquista. Para ello, es necesario unir las piezas de un mosaico de nombres y lugares, que no son siempre fáciles de casar, ni se dejan exponer narrativamente de una manera sencilla; el lector tendrá que disculpar, por tanto, una presentación que obliga a admitir muchas sugerencias por detalles menores que pueden parecer incluso irrelevantes o casuales, pero cuya acumulación muestra las conexiones socio-espaciales dentro de estas mes- nadas caballerescas del primer tercio del siglo XII. Como he señalado en los párrafos anteriores, Íñigo Galíndez participa de las dos redes contiguas y en parte superpuestas geográficamente, configura- das alrededor de los nobles Lope Garcés Peregrino y Ato Oreja, poseedores respectivamente de los honores de Alagón y Ricla, que suponían el dominio de la mitad inferior del valle del Jalón, que formaba una gran plana aluvial

10.- Joseph Morsel, L’aristocratie médiévale. Ve-XVe siècle, Paris, 2004, esp. pp. 99-108. Algunos estudios sobre la nobleza leonesa se hacen eco de planteamientos paralelos o comparables a los desarrollados aquí: cf. Pascual Martínez Sopena, “Parentesco y poder en León durante el siglo XI. La ‘casata’ de Alfonso Díaz” Studia Historica. Historia Medieval, 5 (1987), pp. 33-87; Mariel V. Pérez, “Estrate- gias de alianza y reproducción social en la aristocracia medieval leonesa: los Flaínez (siglos X-XI)”, Mirabilia. Revista Eletrônica de História Antigua e Medieval, 9 [http://revistamirabilia.com/Numeros/ Num9/artigos/06.pdf]; Ermelindo Portela y M.ª del Carmen Pallarés, “Elementos para el análisis de la aristocracia altomedieval de Galicia: parentesco y patrimonio”, Studia Historica. Historia Medie- val, 5 (1987), pp. 39-54; ID. “Aristocracia y sistema de parentesco en la Galicia de los siglos centrales de la Edad Media: el grupo de los Traba”, Hispania, 185, vol. 53/3 (1993), pp. 823-840.

192 LA FORMACIÓN DE REDES NOBILIARIAS Y GRANDES PROPIEDADES particularmente rica, en la que se mantuvieron distribuidos irregularmente grupos compactos de población musulmana, además de admitir un flujo de inmigrantes cristianos. Con respecto al primero de estos seniores, y el más importante, sabemos que Íñigo Galíndez fue el “mayordomo” de Lope Garcés, lo que significa que gestionaba sus posesiones, en definitiva, su casa, aunque ignoramos hasta qué punto eso implicaba también una cierta preeminencia sobre el séquito de milites que rodeaba a este personaje11. En su calidad de hombre de confianza, Íñigo confirma el testamento de Lope Garcés, y, a su vez, su señor ratifica alguna de las compras que realiza12. El hecho de que el centro de la actividad de Íñigo Galíndez se halle en Alagón y que en este lugar se encuentren el grueso de sus tierras es plenamente congruente con la estrecha relación entre ambos. El funcionamiento de estos mecanismos de redistribución de tierras en el seno de estas mesnadas está perfectamente ilustrado por una complicada concesión hecha por Ato Oreja a Sancho Aznárez en abril de 1129, que puede servir de ejemplo extremo de lo que sucedía en ellas: de las heredades que Lope Garcés Peregrino había dado a Ato Oreja, éste cede a Sancho Aznárez “por el servicio que nos hiciste y nos haces cotidianamente” varios cam- pos en Épila y Suñén; que se redondean con los que Corbarán le entrega de aquellos que, en un momento previo, le había dado a él mismo Ato Oreja; completados con otro, donado por Banzo Fortuñones; y, finalmente, con otro entregado por el propio Ato Oreja y “los partidores del conde”13. Es una cascada de donaciones complementarias, destinadas a proveer de una sólida heredad a un caballero ligado vasalláticamente a este patrón, que sugiere, en primer lugar, que estos barones obtuvieron grandes propiedades en esta zona de Épila-, una parte de las cuales la distribuyeron entre sus hom- bres (donaciones de Ato Oreja a Corbarán y a Sancho Aznárez). Les sirvió también para hacer obsequios a sus homólogos con la finalidad de ratificar las alianzas próximas (donación de Lope Garcés a Ato Oreja). Además, estos grandes nobles estimularon las transferencias que fomentaban la solidaridad entre los milites que se hallaban en su órbita (así, Corbarán cede un campo en Mareca a Sancho Aznárez y Banzo Fortuñones hace lo mismo en Lumpiaque). Por último, dirigieron repartos estructurados de lotes de tierras, que les hicie-

11.- CSSZ. nº 60 [1131.05], 69 [entre 1133.12 y 1134.06], testamento de Lope Garcés; y 93 [1136.10.28]: Enneco Alintz, maior domno de seynor Lope Arcez Peregrino qui fuit. 12.- Íñigo Galíndez confirma CSSZ. nº 69 [entre 1133.12 y 1134.06], y 60 [1131.05], en el que es fiador Lope Garcés Peregrino. Éste, a su vez, interviene en nº 50 [1129.04], con el que Íñigo Galíndez compra una heredad en Épila a Sancho Fortuñones de Marcuello. 13.- Jesús Alturo i Perucho, Diplomatari d’Alguaire i del seu monestir sanjoanista, de 1076 a 1244, Barcelona, 1999, nº 2.

193 Carlos Laliena Corbera ron merecer el título de “partidores”, en este caso nombrados o coordinados por el conde Rotrou de Perche14. Estos lotes eran asignados a los inmigrantes campesinos asentados por los señores y reclutados directamente por ellos15, pero también a quienes solicitaban tierras siendo ajenos a las redes sociales trenzadas alrededor de los magnates. Esta complicada argumentación sirve para contextualizar la donación efec- tuada por Alfonso el Batallador a Íñigo Galíndez de Alagón, con la que he iniciado este trabajo: la dilección del rey hacia Lope Garcés está en relación directa con la que siente este noble por su vasallo. Y la fortuna de Íñigo depende de su integración en la esfera del patronazgo de su señor. Las listas de confirmantes de estos documentos relacionados con Lope Garcés Peregrino arrojan alguna luz sobre los grupos de caballeros de los que forma parte Íñigo Galíndez, como muestra el cuadro siguiente.161718

CSSZ. nº 6416 CSSZ nº 6717 CSSZ. nº 6918 Pedro Martínez Martín Fortún Aznárez de San Fortún Aznárez Fortún Aznárez Juan Castillo Sancho Garcés de Ara Sancho Garcés de Ara Sancho Garcés de Ara Lope Ibáñez Lope Ibáñez Vidal Garín Pascasio, presbítero Galindo Jiménez Galindo Jiménez Pere Suñer y sus hermanos Fortún Sánchez, hijo de García Jiménez de Arbuas Aznar Aznárez de Gracionepel Íñigo Galíndez Lope Fortuñones de Luna

14.- C. Laliena, “Repartos de tierras”, cit. 15.- En 1143, dos nobles de mediana importancia, Ramón de Larbesa y García de Valencia, hermanos, otorgaron carta de población a ocho pobladores en Salillas de Jalón, ajustándose sicut est fuero in Ricla et in Epila, lo que sugiere que hubo más fenómenos de instalación de grupos de inmigrantes en esta zona: cf. Carlos Laliena Corbera, “Nota documental sobre el señorío de Salillas de Jalón (Zaragoza) en el siglo XII)”, Tvriaso, VI (, 1985), pp. 189-198. 16.- Fechado en 1132.10.6, es una compra realizada por Lope Garcés. 17.- Fechado en 1133.11, es la construcción y dotación de la iglesia de San Nicolás de Zaragoza, patro- cinada por Lope Garcés. 18.- Fechable entre 1133.12 y 1134.06, es testamento de Lope Garcés.

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Algunas indicaciones adicionales son necesarias para dotar de sentido a estos listados: así, sabemos que Fortún Aznárez pagó el dinero de la compra hecha por Íñigo Galíndez de unas casas en Zaragoza en 1126, según indica un texto que fue escrito por Pedro Martínez19, que, a su vez, era socius de Pere Rodlan, testigo en la adquisición de una heredad en Épila por Íñigo Galín- dez20. Para acabar de cerrar el círculo de este tejido social que adivinamos, podemos señalar que Íñigo confirma la donación hecha a la Seo por la viuda de Pere Rodlan en 1131, junto con Lope Garcés Peregrino y el mismo Pedro Martínez21. Estas nóminas de fiadores y testigos, pues, se enroscan mostrando las relaciones que existían entre sus componentes. Del mismo modo, es difícil que sea una casualidad que Aznar Aznárez proceda de Gracionepel, al igual que Íñigo Galíndez, como tampoco que Ato Oreja premie en Épila por sus servicios a un Sancho Aznárez, que lleva el mismo patronímico, ayudado por Banzo Fortuñones, probablemente empa- rentado con Lope Fortuñones de Luna, que pone su firma en el testamento de Lope Garcés. Entre los próximos a Ato Oreja, el otro círculo de caballeros unido a Ricla, resultan llamativos algunos individuos, como Lope Galíndez de Selvañano y Blasco Blázquez, por la posibilidad de relacionarlos con los parientes y ami- gos de Íñigo Galíndez citados en la resolución del conflicto con Cornelia22. En efecto, entre los que reciben el juramento cuasi-judicial de esta mujer recordamos a un Blasco Belasco y un Galindo Aznárez de Selvañano, que, a juzgar por el patronímico, puede ser padre del citado en 1129. El caso de Blasco Blázquez es notable, puesto que el nombre es el menos frecuente entre los que se usan en la onomástica navarro-aragonesa, y la duplicación es aún más rara, lo que hace poco probable una coincidencia. Todavía existe algún indicio más que se puede añadir: en 1176, Godina, la viuda del senior Blasco Blázquez, entregó unas casas y otros bienes en la Almunia de Cabañas a la iglesia de Santa María y San Juan que había hecho construir en esta localidad, mientras que en 1180 Alfonso II elevó a definitiva la donación hecha por este noble de la citada Almunia a la orden del Hospi-

19.- CSSZ. nº 42 [1126.10.10]: et Fortunio Açenarez donavit istos denarios per Ennego Galindez in illas casas. 20.- CSSZ. nº 50 [1129.04]. 21.- CSSZ. nº 60 [1131.05]. 22.- Lope Galíndez de Selvañano, junto con Aznar Sánchez de Aranda y Lope Jiménez de Capannas, figu- ran en J. Alturo, Diplomatari d’Alguaire, nº 2 [1129.04.12]. Blasco Blázquez, entre los confirmantes de las donaciones piadosas —incluido el testamento— hechas por Toda, viuda de Ato Oreja en CSSZ. nº 52, 53, 54 y 55 [fechables entre 1130 y 1133],

195 Carlos Laliena Corbera tal23. La hipótesis de la duplicación de una fracción al menos de la red social que rodeaba a Íñigo Galíndez en el Pirineo en los territorios del valle del Jalón se confirma si tenemos en cuenta la noticia, datada en 1121, de que Íñigo gozaba del honor de Cabañas y Corna, y como tal corroboró un acuerdo por el cual el obispo de Zaragoza cedía algunos bienes y derechos al de Huesca en la periferia de la capital24. Reajustes en los años siguientes debieron hacer que la Almunia de Cabañas, después llamada como en la actualidad de Doña Godina, retornase a la esfera de poder de Ato Oreja y sus hombres, sin que conozcamos más detalles. En cualquier caso, dos personajes de la baja nobleza jacetana de fines del siglo XI reaparecen en la cuenca del Jalón asociados a los grandes magnates y a los lugares que éstos dominan. Es preciso subrayar que ninguno de estos documentos es insignificante para los protagonistas y ninguna de las confirmaciones, con o sin juramento, es una decisión irrelevante. Quienes figuran en los listados de testigos se com- prometen con su señor o su patrón hacer cumplir su voluntad y son escogidos cuidadosamente por su cercanía y su fidelidad, en un universo nobiliario en el que las decisiones de los señores son compartidas por sus hombres, que han manifestado su consejo previamente. Las intrincadas relaciones que obser- vamos nos muestran el despliegue espacial y la jerarquización del poder en estos círculos nobiliarios, que tienen su correlato en la formación de dominios señoriales y se plasman en la construcción de torres y castillos que articulan de una manera innovadora la configuración del espacio social. Y haríamos mal en olvidar, en lo que concierne a esta época, la sustancia básica de la solidaridad de estos nobles y caballeros, la guerra. Al final de su vida, Íñigo Galíndez era un sesentón poco apto para la milicia, pero todavía conservaba en su casa un lorigón, dos brafoneras, un guante, el yelmo, una espada y una silla, el equipamiento básico del combatiente que había sido en los años veinte y treinta del siglo25, en la filas de la tropa de Lope Garcés, como lo era Sancho Aznárez, el vasallo de Ato Oreja que recibió como premio tierras el día de Pentecostés de 1129, cuando se celebraba que su señor había triunfado en una escaramuza en los Monegros “et mactavit ibi multos moros et captivavit illi de bonos captivos, algaraves et morabites et alios moros”26.

23.- nº 1 [1176.12] y 4 [1180.08]. 24.- Antonio Durán Gudiol, Colección Diplomática de la Catedral de Huesca, I, Zaragoza, 1965, nº 126 [1121.07]. La transcripción del documento está muy incompleta a causa de múltiples raspaduras y es difícil interpretar su contenido exacto. Entra dentro de lo posible que el Íñigo Galíndez que posee este honor sea el homónimo tenente en Sos y Funes que hemos citado anteriormente. 25.- CSSZ, nº 230, inventario de los bienes hallados en la residencia de Íñigo Galíndez, fechado por el editor hacia 1155, y que tiene que ser, por su propia naturaleza, posterior a su muerte y, por tanto, del verano de 1158. 26.- J. Alturo, Diplomatari d’Alguaire, nº 2 [1129.04.12].

196 LA FORMACIÓN DE REDES NOBILIARIAS Y GRANDES PROPIEDADES

2.2. Un gran hacendado rural: de 1134 a 1158 Desaparecidos Lope Garcés y Alfonso el Batallador, la posición de Íñigo Galíndez mejora como resultado de una apuesta afortunada: es uno de los nobles de la región zaragozana que reconoce como rey desde el primer momento a Ramiro II, en octubre de 1134, y, como recompensa, consigue una nueva heredad con sus casas en Alagón, así como una franquicia fiscal com- pleta para todas sus tierras en Épila, el mismo Alagón y . Es inte- resante señalar que, a cambio, Íñigo da al monarca una capilla, una pequeña iglesia que había hecho edificar, sin duda con los derechos eclesiásticos en forma de diezmos, que probablemente acabó bajo la jurisdicción del obispo. De esta manera, la generosidad del monarca rescataba la potestad sobre esta iglesia edificada en el marco de la conquista27. Sin embargo, esto no supuso un cambio de estatus decisivo en la trayectoria de Íñigo Galíndez, que ni recibió honores ni frecuentó la corte real, bastante ajetreada, por otra parte, en estos años. Nuestro hombre siguió siendo un cacique local en esta comarca, cada vez más dedicado a levantar un amplio patrimonio de tierras. Desde la perspectiva de las redes sociales, hay varios fenómenos que se producen en los años inmediatos. El primero es la disolución de la mesnada de Lope Garcés Peregrino, varios de cuyos miembros retuvieron posesiones que habían pertenecido a su señor, y que la Seo de Zaragoza, como heredera de este noble, tuvo muchas dificultades para recuperar. Así, Íñigo Galíndez cambió con esta iglesia en 1143 un tercio de una gran viña que había sido de Lope Garcés por un campo en el Arrabal de la capital del Ebro de seis cahizadas, lo que supone alrededor de tres hectáreas, una parcela grande y bien situada28. Por su parte, Fortún Aznárez de San Juan Castillo, compañero de Íñigo, reconoció al obispo que tenía media heredad de la difunta Mayor, viuda de Lope Garcés, en Alagón, y llegó a un pacto por el cual se la reservaba vitaliciamente, al igual que la otra mitad, en este caso pagando un pequeño tributo de un sueldo. Además, poseía otra explotación de manos del prelado, al margen de ésta, cuyo origen estaba también en el patrimonio de su antiguo señor 29.

27.- Antonio Ubieto Arteta, Documentos de Ramiro II de Aragón, Zaragoza, 1988, nº 24 y 28. En el primero, Ramiro señala que le da las casas y heredad de Zulemum Alquinto “por el servicio que me hiciste y cotidianamente me haces” y pro amore de illa capella quod mihi dedistis. El segundo texto se refiere a “vuestras casas y vuestras heredades de las que hoy eres poseedor en Épila, y la heredad de Catcales y la heredad en Supratella y la heredad que posees en Alagón”. Catcales es un término cer- cano a Alagón, y Supratella debe ser Sobradiel, aunque podría tratarse también de . 28.- CSSZ. nº 137. 29.- CSSZ. nº 208, sin fecha, el editor lo data ca. 1152 puesto que aparece el obispo Bernardo, que deja la prelacía ese año. Fortún Aznárez se casó con la hija del zalmedina de Zaragoza, probablemente Sancho Fortuñones Quadrat: CSSZ. nº 195 y 198 [1150.02]. La concesión vitalicia, en CSSZ. nº 247 [1154.09.4]. El texto señala: sciendum est supradictum Fortunium Acenarii iam habet medietatem

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El nuevo tenente del honor, Artal de Alagón30, heredó de su antecesor una cierta tutela sobre los caballeros que habían formado parte de la mesnada del noble desaparecido. Así, figura como testigo en la renuncia del importante noble Rodrigo Pérez a proseguir las disputas (rancuras) que tenía con Íñigo Galíndez, junto con Lope Sánchez de Belchite31. El documento tiene todo el aspecto de ser un juramento de paz y manifiesta que Íñigo contaba con la protección de estos dos grandes barones, frente a la inquina que le tenía Rodrigo Pérez, tenente del honor de Urrea de Jalón; de hecho, Artal de Alagón confirma un par de documentos de Íñigo Galíndez, uno de ese mismo año y otro de 114932, así como un tercero de Aznar Aznárez, un hombre igualmente relacionado con Íñigo, como ya he señalado33. Es importante subrayar que Artal de Alagón y Rodrigo Pérez son los dos nobles más poderosos de la región del Ebro en este periodo central del siglo XII y fundan parentelas nobi- liarias, los Alagón y los Urrea, de excepcional trascendencia en la dinámica política y social del reino. Los lazos con esta elite de la nobleza aragonesa se debilitaron paulatinamente, aunque, en 1141, Fortún Garcés Cajal, otro de los grandes nombres de la nobleza de la conquista, todavía consideró oportuno pedir a Íñigo Galíndez que estampara su testimonio en una donación que hizo al Temple de una heredad en Alagón34. Los últimos rastros de estos contactos datan de 1155, cuando Íñigo Galíndez intercambió unos campos con Palacín, hijo de Artal de Alagón, y el documento alude al “servicio quod se fecerunt uno ad altero”, sin que sepamos exactamente en qué consistió ese ‘servicio’, aunque indudablemente alude a una relación personal, más que a un detalle concreto35. La desaparición de los grandes barones de la conquista e incluso de sus sucesores, fallecidos a mediados de los años cuarenta, se traduce para Íñigo Galíndez en una reordenación de su posición, ahora igualmente distinguida

hereditario iure in illa hereditate domine Maiore que est in Alagon et nos, de alia medietate que nostra est, consentimus illi medietatem iure violario, sicut superius scriptum est. 30.- Era conde de Pallars Sobirà desde 1124 y recibe el honor de Alagón de Ramiro II en 1135, hasta su fallecimiento en 1167: Santiago Sobrequés i Vidal, Els barons de Catalunya, Barcelona, 1961, pp. 29 y ss. 31.- CSSZ. nº 84 [1135.04.2]. Rodrigo Pérez es tenente de los honores de Urrea (1133-1147), Turbena (1134-1147) y en diversos momentos de y Épila. Lope Sánchez de era tenente de este honor que abarcaba todo el valle del río Aguasvivas (1128-1147). 32.- CSSZ. nº 85 y 183. 33.- DERRVE, nº 261 [1135.12.06]. Está fechado anno quando fecit don Artald nuptias cum dompna Eximena in Alagon, lo que sugiere que algunos de estos caballeros participaron en el festejo. 34.- DERRVE, nº 308 [1141.11.30]. Sobre este noble, cf. Charles J. Bishko, “A Hispano-Cluniac Bene- factor in the Epoch of Navarro-Aragonese Separation: Fortún Garcés Cajal and the Founding of San Adrian of Vadoluengo (Sangüesa), 1133-1145”, Estudios en homenaje a Don Claudio Sánchez- Albornoz en sus 90 años, Buenos Aires, 1983, 2, pp. 275-312. 35.- CSSZ, nº 264 [1155.07.1].

198 LA FORMACIÓN DE REDES NOBILIARIAS Y GRANDES PROPIEDADES en la comarca, pero inserta dentro de una red de propietarios agrícolas más o menos acomodados que, no obstante, no eran ya nobles ni miembros de los grupos caballerescos de treinta años antes. En efecto, las listas de fiadores y testigos de sus compraventas y permutas repiten con frecuencia los nombres, pero, a pesar de alguna excepción proveniente del pasado, como Aznar Azná- rez, la mayoría son notables alagoneses, como Domingo Rubio, Juan Miro, Pedro de Mezalofa o el cura de esta localidad, Esteban, a los que acompaña algún judío, como Abin Zohet o Zohot, que parece tener la confianza de Íñigo, al igual que otras personas que tal vez eran servidores suyos, como Galindo Batalla36. En el último tramo de su existencia, Íñigo Galíndez, que antes de 1143 se había casado con una mujer llamada Orbita, de la que únicamente cono- cemos el nombre y con la que tuvo un hijo llamado Sancho, se acerca a los canónigos de la Seo de Zaragoza37. En varios de los documentos donde arregla su sucesión, en 1157, insiste en que Sancho es un niño, para el cual solicita la tutoría del obispo. Esto sugiere que confiaba muy poco en la posibilidad de consolidar un linaje nobiliario con futuro, por lo que la única posibilidad que tenía era crear un caudal de obligación de esta institu- ción eclesiástica con su hijo lo suficientemente fuerte como para asegurarle recursos con los que llevar una vida acomodada. Y la fórmula para ello era la donación de bienes y propiedades que asegurasen la buena voluntad del cabildo hacia el muchacho. Una decisión de estas características colocaba al propio Íñigo bajo la dependencia espiritual y clientelar de la Seo y, en consecuencia, sus últimos actos están ratificados por canónigos y por tes- tigos procedentes de Zaragoza, laicos cercanos al cabildo, pero ajenos al pequeño mundo de Alagón, del que también se distanciaba definitivamente Íñigo Galíndez. El trecho recorrido desde la montaña pirenaica hasta el claustro de la Seo fue largo y, para nosotros, excepcionalmente revelador de la movilidad geográfica y social de los nobles de su tiempo, pero, al mismo tiempo, muy gráfico respecto a cómo se construyó la superioridad social en los territorios de conquista.

36.- Aznar Aznárez aparece en CSSZ. nº 85, 141, 155 y 168; Domingo Rubio en nº 85, 93, 121, 182 y 183; Juan Miro en nº 91, 106, 136 y 147; Pedro de Mezlofa en nº 85, 93 y 244; Esteban, “capellán de Alagón” en nº 89, 91, 136, 146, 176 y 251; Abin Zohet en nº 93, 147, 167, 175, 184, 224 y 244; Galindo Batalla en nº 93, 101, 167, 168, 182, 184, 224, 251 y 264. 37.- CSSZ. nº 137 [1143] y nº 281 [ca. 1157].

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3. La fortuna de un noble del Valle del Ebro en la primera mitad del siglo XII

Se conservan treinta y nueve documentos relativos a la formación del pa- trimonio de Íñigo Galíndez, si bien, con excepción de aquellos que regis- tran las heredades concedidas por Alfonso I y Ramiro II, el resto transmite adquisiciones y permutas principalmente, destinadas a redondear y hacer más eficiente el conjunto de explotaciones del que dispone este noble. A través de la información general que ofrecen estos textos, se puede deducir que Íñigo Galíndez recibió de los monarcas o de sus partidores importantes heredades en Zaragoza, Sobradiel, Épila y Alagón, entre 1119 y 1125, probablemente en el marco de las concesiones efectuadas a los miembros del séquito de Lope Garcés Peregrino, puesto que la dispersión geográfica de estas propie- dades coincide con las localidades donde este noble tuvo bienes y honores. Es evidente que los datos que ofrecen no permiten averiguar el tamaño, ni la ubicación o el aspecto de estas explotaciones, pero también es cierto que en pocos casos como en este es posible reconstruir la fisonomía de un conjunto de dominios rurales de un noble de la primera mitad del siglo XII. Las posesiones zaragozanas de Íñigo Galíndez tenían entidad suficiente para permitir vivir a su hijo Sancho de acuerdo a su rango toda su vida, tal y como establece Íñigo en su testamento, que excluye esta heredad de las que entrega a San Salvador hasta la muerte de su único descendiente38. Esta cláusula es bastante expresiva, aunque sea indirectamente, de los beneficios obtenidos en el marco de la primera fase de transferencias de tierra tras la ocupación de la capital zaragozana: grandes y sólidas propiedades agrarias en la periferia urbana. Lo más interesante de las compras realizadas en estos años por Íñigo consiste en que se trata de casas y tiendas. Las casas, que complementan a las que acompañaban a la heredad asignada por los partidores reales, ponen de relieve la necesidad de Íñigo, como de todos los nobles de la región, de tener un alojamiento estable en Zaragoza en condiciones apropia- das, para lo cual gasta 105 sueldos y dos morabetinos y medio, una cantidad modesta que sugiere que los precios del suelo estaban muy bajos en la fase de remodelación inicial de la ciudad, y que la casona que se arregla no tenía grandes pretensiones. En cambio, contaba con una tienda en sus bajos, a la que se suma otra, adquirida en 1143 por 200 sueldos, en este caso con una finalidad de inversión y alquiler39.

38.- CSSZ, nº 308. 39.- CSSZ, nº 42 [1126], nº 45 [1128] y nº 298 [antes de 1157].

200 LA FORMACIÓN DE REDES NOBILIARIAS Y GRANDES PROPIEDADES

Las tierras de Sobradiel, que constituían también un núcleo estructurado40, figuran citadas en la confirmación de Ramiro II y de ellas sabemos que se cultivaban mediante un aparcero, probablemente musulmán, un assarico o exarico41. Este modelo de gestión se puede extender sin muchas dudas a las demás propiedades de Íñigo Galíndez, igual que a las de la mayoría de los hacendados de este periodo y de esta región. Lo que no es tan sencillo es asumir que todos los cultivadores exaricos eran musulmanes, puesto que la presencia de un Ferrando clavero, calificado con una expresión característica de los campesinos dependientes en el ámbito del Pirineo, entre los testigos de varios documentos de Íñigo, sugiere que los medieros no tenían porqué ser necesariamente antiguos propietarios andalusíes despojados de la titu- laridad de sus bienes y que los conservaban bajo este régimen42. A finales de los años cuarenta, Íñigo Galíndez entrega esta explotación al sacristán de la Seo, Guillermo, a cambio de un préstamo de 140 morabetinos de oro, de manera que el capital y los intereses se paguen a partir de las rentas que produzca. Se prevé, asimismo, que, en caso de que Íñigo fallezca, la heredad pase a manos de los canónigos, con la finalidad de que recen por su alma43. Los detalles que proporciona el texto son indicativos de una explotación de tamaño medio o grande: dispone de dos bueyes, una vaca y tres yeguas, con los que se puede fácilmente formar un par de tiros de arado y labrar al menos una quincena de hectáreas. Además, se indica que han sido sembrados en el invierno precedente diecisiete cahíces de hordio y seis cahíces y medio de trigo, que parece una cantidad de simiente apropiada para la superficie citada, a cuyas dimensiones habría que añadir la tierra dejada en barbecho. No hace falta decir que estos cálculos padecen de la dificultad de saber qué parte de la tierra se cultivaba cada año y si el aparcero completaba la siembra con cereal propio, no obstante lo cual me parecen significativos. En junio de 1127, Alfonso I entregó a Lope Garcés Peregrino varios cam- pos en el término de Épila, cerca del vecino lugar de Rueda, que sumaban en total veintidós cahizadas de sembradura, equivalentes, según el mismo texto, a cuatro yugadas de tierra en el regadío epilense, es decir, dos de las unidades típicas de las cedidas a los nobles en los repartos regularizados de bienes tras la conquista, probablemente como recompensa por su labor como organiza-

40.- En CSSZ. nº 320 [c. 1156-1160], que contiene el testamento de illa dona de Sopratel, figuran junto al palacio de esta “señora de Sobradiel”, “las casas de Íñigo Galíndez”, que constituían el centro de esta explotación. 41.- CSSZ, nº 176, fechada por el editor ca. 1149. Con relación a los exaricos, cf. Brian A. Catlos, The Victors and the Vanquished. Christian and Muslims of Catalonia and Aragon, 1050-1300, Cambridge, 2004, pp. 181-188. 42.- Ferrando clavero aparece en CSSZ. nº 91, 106 y 244. 43.- CSSZ, nº 176.

201 Carlos Laliena Corbera dor de la distribución y asentamiento de inmigrantes en esta zona44. En este contexto, es posible que Íñigo Galíndez recibiese bienes de su señor o bien desarrollara cierto interés por estar presente en las principales poblaciones de la comarca, obteniendo tierras. Como la anterior y la siguiente, esta propiedad es mencionada en la confirmación hecha por Ramiro II en agradecimiento por la fidelidad que le presta Íñigo, lo que apunta a que se hallaba a pleno rendimiento. En todo caso, este interés está ratificado con la compra en 1129 de una heredad valorada en cien sueldos, una cifra que no es pequeña en una época de sobreabundancia de tierra y falta de liquidez generalizadas, pero tampoco es extraordinaria45. La heredad situada en Alagón tiene un origen muy parecido, aunque la conocemos con alguna mayor precisión. La carta de confirmación otorgada por Alfonso el Batallador sugiere que Íñigo Galíndez había conseguido tierras en esta localidad durante los repartos dirigidos por Lope Garcés al tomar pose- sión del honor, aunque tal vez no alcanzasen a las dos yugadas de tierra en regadío que constituían la heredad estándar aplicada a los caballeros durante esta fase de los procesos de repartimiento, de manera que la generosidad del rey puede perfilar el patrimonio alagonés de este personaje o, simplemente, ofrecerle un documento que garantizase sus derechos en un ambiente gene- ral en el que estos testimonios escritos eran útiles46 . Nueve años después, Ramiro II completa esta heredad con las tierras que habían pertenecido a un musulmán, como ya se ha visto, y, desde entonces, Íñigo lleva a cabo una tenaz labor de reordenación y expansión de estas posesiones, registrada en algo más de una veintena de documentos. El conjunto más importante está formado por las compras, diecinueve operaciones que suponen la incorpora- ción a su patrimonio de una heredad completa —la de Amor (o Amr) de Ponit, un musulmán, pero que fue vendida por sus dueños en aquel momento, Pedro y García Miguélez—, a cambio de un caballo y que Íñigo entregará catorce años después a Pedro Martínez a cambio de que cese en sus reclamaciones legales contra él47, así como veintidós campos, dos huertos y un hortal48. De una docena de estas parcelas conocemos su extensión, y, en total, suman doce cahizadas y dos arrobas, unas seis hectáreas que, básicamente, redondean

44.- CDAI. nº 174. 45.- CSSZ, nº 50 [1129]. 46.- Doc. cit. nota 1. Cf. Carlos Laliena, “Repartos de tierras”, donde señalo la existencia de los “alba- ranes” y otros documentos escritos concedidos a los nuevos propietarios —campesinos inmigrantes, pero también caballeros y nobles— en la región del Ebro. 47.- CSSZ. nº 85 [1135] y 183 [1149.03.1]. 48.- CSSZ. nº 85 [1135], 91 [1136.10.28], 89 [¿1139?], 101 [1140.03], 111 [1141.07.1], 121 [1142.02.24], 146 [c. 1144], 147 [1144], 155 [1145.07], 136 [c. 1147], 167 [1148], 168 [1148], 175 [c. 1149], 182 [1149.02.19], 224 [1153], 244 [1154.06.24] y 251 [1149-1155].

202 LA FORMACIÓN DE REDES NOBILIARIAS Y GRANDES PROPIEDADES otros bienes raíces en poder de Íñigo Galíndez. El dinero invertido, 860 suel- dos, que incluye el pago de las alialas o comidas rituales que se celebraban para dar firmeza a la transacción, y al que hay que añadir tres cahíces y medio de trigo, dos de hordio y un caballo, que por sí solo seguramente elevaba esta cifra considerablemente, no es tal vez desmesurado. Pero sugiere que este noble disponía de un excedente líquido importante para invertir, cosa infre- cuente en un contexto social en el que la moneda no era muy abundante; que probablemente se manejaba bien en el incipiente mercado cerealista urbano; y que aprovechaba las oportunidades que brindaba un mercado de la tierra activado por la inestabilidad propia de una situación social en la que tenían un protagonismo particular inmigrantes masculinos, sin familia y con dificulta- des de arraigo local. A estas tierras y otros bienes hay que añadir unas casas en Alagón, que Íñigo compra a Sancho Íñiguez de Arbués en 1136, cerca de la iglesia de San Pedro, por ciento cincuenta sueldos49. En tres ocasiones Íñigo pacta con algún vecino un reajuste de sus propieda- des, el más significativo de los cuales es la permuta de un campo en el Arrabal de Zaragoza, de tres hectáreas de superficie, a cambio de un tercio de una viña que había sido de su señor, Lope Garcés, en la Algecira, también posiblemente un término de la ciudad50. Al año siguiente, 1144, cambió un campo en Alagón de una hectárea y media por otro similar ubicado en el mismo sitio, para lo cual añadió diez sueldos por la diferencia de la calidad de la tierra. Y once años después intercambió campos con Palacín, como se ha visto un miembro prominente de la parentela de los tenentes de Alagón51. Las motivaciones de estas actuaciones tienen poco fundamento económico: en el primer y en el tercer caso, la necesidad de contentar a la Seo y a un noble de nivel superior con el que guardaba relaciones de clientela, explican las decisiones de Íñigo Galíndez, mientras que el segundo canje puede responder a un gesto de amis- tad dentro de la red social de los propietarios de Alagón. Puesto que estas indicaciones sobre adquisiciones y permutas se refieren a parcelas relativamente marginales dentro del patrimonio de este personaje, no se puede establecer ninguna tendencia concreta excepto la racionalidad agrícola de la mayoría de las decisiones: en diez de las operaciones consi- gue campos que son limítrofes con otros suyos —lo cual indica, por otra parte, que el recuento basado en los documentos disponibles se queda muy corto—; al menos media docena de los campos y huertos tienen riego, una circunstancia que avala su interés; y hay una cierta concentración de las

49.- CSSZ. nº 93 [1136.10.28]. 50.- CSSZ. nº 137 [1143]. 51.- CSSZ. nº 144 [c. 1144] y 264 [1155.07.1].

203 Carlos Laliena Corbera compras en partidas que parecen interesantes desde el punto de vista de la calidad de la tierra. Para realizar una aproximación al nivel de riqueza que estas explotaciones prestaban a Íñigo Galíndez se pueden utilizar los acuerdos que sella en mayo de 1157 con el cabildo de la Seo, gracias a los cuales ingresa como canónigo junto con su hijo Sancho. Inicialmente, retiene todas sus posesiones vitali- ciamente y se reserva el derecho a hacer legados por su alma, así como dona- ciones testamentarias a “mis parientes o a otro lugar [religioso]”. Como esta cláusula dejaba demasiado margen al albedrío del donante en perjuicio de la Seo, un segundo texto viene a modificar el pacto, de tal manera que Íñigo cede totalmente sus bienes muebles e inmuebles al obispo y al cabildo, a cambio de lo cual recibe de por vida las rentas íntegras de esta institución eclesiástica entre Grisén y “Cabañas de Jalón” —después, La Almunia de Doña Godina—. A la muerte de Íñigo, le sucedía en el disfrute de estas rentas el preboste de la catedral, Íñigo Sánchez, que, sin embargo, tenía que satisfacer un censo de 500 sueldos y veinte cahíces de trigo anualmente a la mesa canonical52. Teniendo en cuenta que con toda certeza el preboste sacaba algún beneficio adicional, estas cifras de dinero y cereal sirven para aportar una primera idea del volumen mínimo de las rentas de Íñigo Galíndez. El nuevo canónigo muere un año después de su entrada en religión, en julio de 1158, y transcurrida justamente otra anualidad —es decir, una vez cerrado el ciclo agrícola con la cosecha—, el citado preboste subarrienda las propiedades de San Salvador en Alagón, Catcales y a un canónigo llamado Gauzberto, que debía aportar a los graneros de la mesa catedralicia 120 cahíces de hordio y 80 de trigo53. Incluso sin saber con exactitud el precio de los cahíces de cereal de estas especies, no cabe duda de que su valor en dinero era muy superior al primitivo censo que debía entregar el preboste, lo cual se explica, entre otras cosas, por la gestión de otras posesiones de la Seo en Alagón y Pedrola, además de las que habían pertenecido a Íñigo Galíndez. Un nuevo contrato de arrendamiento, esta vez firmado por el obispo con el precentor Sancho y el capellán Guillem Barrau, relativo al honor canonical en Alagón y Catcales, fechado en 1167, quizá se ajuste algo mejor a las expec- tativas de renta que tuvo en su día Íñigo Galíndez 54. Según este contrato, los administradores estaban obligados a dar cada año 120 cahíces de trigo (frumenti) y, si como es lo usual en el resto del periodo medieval, el trigo cotizaba al doble que el hordio, se puede pensar que el censo se había reducido

52.- CSSZ. nº 281 y 289 [1157.05.31]. 53.- CSSZ. nº 317 [1159.07.31]. 54.- CSSZ. nº 376 [1167.02.23]. Gauzberto, elevado al cargo de prior, confirma el documento.

204 LA FORMACIÓN DE REDES NOBILIARIAS Y GRANDES PROPIEDADES ligeramente, en consonancia con la desaparición de la heredad de Pedrola. Así pues, nuestro rico hacendado podía obtener el equivalente a 120-140 cahíces de trigo anuales de las explotaciones del entorno de Alagón, a las que sería necesario sumar las de Épila, Sobradiel y Zaragoza, sabiendo de ésta última que por sí sola garantizaba una cómoda existencia a un noble de segunda fila o un canónigo de la catedral. No es poco. Una comparación con los censos pagados por los campesinos dependientes de las tierras pirenaicas, los llama- dos “mezquinos”, es reveladora. Los más elevados se situaban alrededor de los cuatro o cinco cahíces de grano, pero la mayoría eran bastante inferiores. Es pura especulación, lógicamente, pero parece evidente que la fortuna de Íñigo Galíndez en el Valle del Ebro multiplicaba varias veces la que poseían sus antepasados en Gracionepel.

4. El clerical destino de la riqueza de un noble

Tras cerca de cuarenta años de acumular propiedades, este dominio nobi- liario de la época de la conquista recae en poder de la iglesia zaragozana, un fenómeno que dista de ser excepcional durante siglo XII, que, como es sabido, constituye un periodo en el que el crecimiento de las posesiones eclesiásticas es muy grande55. Hemos visto cómo Íñigo Galíndez entra en la canónica de la Seo en la primavera de 1157 con su hijo, “en pro de la redención de nuestras almas y las de nuestros antecesores”, haciendo donación de todas sus hereda- des y bienes muebles, de los que únicamente excluye lo necesario para pagar los salarios de sus hombres, vasallos y domésticos, sus deudas y las mandas piadosas que quisiera hacer56. La condición de “canónigo y socio” llevaba consigo la participación en los beneficios espirituales —e incluso materia- les— de la sociedad que formaban los clérigos de San Salvador de la Seo, pero se trataba de un primer paso; el mismo Íñigo prevé que su hijo, que es menor de edad, pueda ser, si lo desea, canonicus regularis, es decir, sometido a la regla agustiniana vigente en el cabildo y, por tanto, plenamente religioso, a diferencia de su propia posición en este momento. En un principio, como se ha indicado, el propósito de Íñigo era seguir explotando sus tierras hasta

55.- Cf. para la amplitud de este fenómeno en el ámbito ibérico José Ángel García de Cortázar, “Feu- dalismo, monasterios y catedrales en los reinos de León y Castilla, En torno al feudalismo hispánico. I Congreso de Estudios Medievales, Ávila, 1989, pp. 257-292; Carlos Reglero de la Fuente, “Los obispos y sus sedes en los reinos hispánicos occidentales. Mediados del siglo XI-mediados del siglo XII: tradición visigoda y reforma romana”, en La reforma gregoriana y su proyección en la cristian- dad occidental. Siglos XI-XII, XXXII Semana de Estudios Medievales de Estella, Pamplona, 2006, pp. 195-288. 56.- CSSZ, nº 281, sin fechar, pero obviamente relacionado con el nº 289, de 31.V.1157.

205 Carlos Laliena Corbera su muerte, que contemplaba cercana, puesto que el documento es calificado de testamentum, y, al mismo tiempo, dejar posibilidades de elección a su hijo Sancho que, en caso de no aceptar una condición eclesiástica, recibiría de su padre la heredad de Zaragoza. A pesar del aspecto convencional, este documento tiene algunos recovecos dignos de nota, como la exclusión del obispo, que se traduce en una frase contundente: “todo esto lo entrego a los seniores de San Salvador de modo que ni el obispo ni otra persona pueda vender algo de allí”57. Puesto que los receptores del donativo son el arcediano Bernardo, el prior Raimundo, Iñigo Sanz, entonces abad de Gracionepel, y el sacristán Galindo, sin ninguna otra intervención, hay que concluir que Íñigo Galíndez negoció directamente con los representantes de la canónica, que dejaron, o pretendieron dejar, al margen a la autoridad episcopal. Esta es una de las razones por las cuales a fines de mayo de 1157 se repite formalmente la donación, esta vez “in manu domini Petri, episcopi”, así como del preboste y demás canónigos, con la contrapar- tida ya señalada de las entradas de las posesiones eclesiásticas situadas entre Grisén y Cabañas58. La enumeración de los bienes donados es muy completa esta vez, al detallar que el honor abarca las casas, tiendas, el horno, las viñas y tierras, los huertos y molinos —todo ello formando parte de las heredades o habiendo sido obtenido mediante la compra—, los yugos de bueyes, anima- les, ovejas y cerdos, utensilios domésticos, paños y utillaje. La oferta que le hace el obispo tiene otros matices, como ya se ha comentado, en especial la posibilidad de que herede los derechos sobre las rentas del valle del Jalón el preboste Íñigo Sanz o Sánchez, “qui cotidie mihi servit”, que ayudaba coti- dianamente a Íñigo Galíndez, satisfaciendo el censo ya mencionado a la mesa del cabildo. Finalmente, las casas y heredad de Zaragoza, junto a una viña en Alpeñés —que previamente había dado a la cofradía de los clérigos de la Seo—, quedan en poder de su hijo Sancho durante su vida, con la exigencia de dar un tributo de treinta sueldos anuales al encargado de las vestimentas de los canónigos. Trece meses más tarde, Iñigo Galíndez dicta su testamento, que se ajusta a las previsiones iniciales: ordena legados por valor de 420 sueldos en favor de Santa María la Mayor, las Santas Masas —iglesias de Zaragoza— y Santa Cristina de Somport —quizá el priorato que esta institución tenía en la capi- tal—; para el Puente o alcántara de esta ciudad; para las cofradías de los clé- rigos de Alagón, de San Pedro de Alagón, de la propia Santa Cristina; y para

57.- Et totum hoc dimitto ad seniores Sancti Salvatoris ut neque episcopus neque alia persona possit inde aliquid alienare. 58.- CSSZ, nº 289

206 LA FORMACIÓN DE REDES NOBILIARIAS Y GRANDES PROPIEDADES cantar misas por su alma, así como cinco sueldos a cada capilla zaragozana. Hace un regalo muy honorable al obispo, una mula y un vaso de plata, deja veinte sueldos y un cahíz de trigo al capellán de San Juan del Puente, y lo que es más significativo, regala cuatro cautivos a la obra de la catedral. Impone a sus albaceas la distribución como limosna de sus bienes muebles, lo que ha facilitado la conservación de un inventario de los objetos que había en su casa en el momento de su óbito, que nos indica la rústica riqueza de un potentado local: Íñigo disponía de cinco vasos, una copa y tres cucharas de plata y otra copa de latón, un aguamanil y dos bacines, un lote que deja entrever que podía sentar a su mesa a varios comensales de un círculo a medias vasallático y a medias doméstico. Tenía también diez morabetinos de oro en moneda; ropa de cama para cuatro o cinco lechos completos, paños que, en algún caso son peculiares, como los “fustanes de Valencia”, al igual que varios mantos o pellizas cubiertos de pieles de conejo, zorro y gineta; cortinas o tapices, ropas y telas comunes; las armas apropiadas para un caballero que ya he indicado; los aperos agrícolas de una explotación —ocho sacos, tres calderos, dos cal- deras, tres azadas, tres arados, un pico, un mazo—; y, para concluir, entre la bodega y la casa, una decena de cubas y un hornal, seis odres, seis arcas —para guardar el cereal de consumo inmediato—, dos cofres llenos de sal y dos cántaros con aceite. Si el testamento es del 10 de julio y el inventario se realizó en los días siguientes, es probable que falte el cereal al no haberse realizado la cosecha todavía59. Hay dos maneras complementarias de interpretar esta actitud de Iñigo Galíndez en los últimos años de su vida. La primera privilegia el aspecto espiritual: en la rígida y ritualizada religiosidad de comienzos del siglo XII, donar —y donarse a sí mismo— era un símbolo del despojo de los bienes terrestres en aras de la salvación. Con esta decisión se lograba una proximi- dad especial con un santo intercesor, en este caso con el propio Salvador, que preludiaba la que esperaba al donante en el paraíso60. Una segunda vertiente de estos gestos de conversión nobiliaria era la búsqueda de seguridad material, el amparo proporcionado por las instituciones eclesiásticas con la garantía de unas relaciones clientelares cimentadas a lo largo de mucho tiempo. Esta faceta es muy importante en lo que concierne a Íñigo Galíndez. Su testamento vuelve a insistir en que el prior, el preboste y el limosnero de la Seo, que son

59.- El testamento: CSSZ, nº 308; el inventario, nº 230 60.- La complejidad de estas relaciones entre los miembros de la nobleza y el clero está bien reflejada en Pascual Martínez Sopena, “Aristocracia, monacato y reformas en los siglos XI y XII”, El mona- cato en los reinos de León y Castilla (siglos VII-XIII), Ávila, 2007, pp. 67-99; en general, cf. Cécile Treffort y Myriam Soria Audebert, Pouvoirs, Église, société. Conflits d’intérêts et convergence sacrée (IXe-XIe siècle), Rennes, 2008.

207 Carlos Laliena Corbera sus albaceas, cuiden de su hijo Sancho y gobiernen por él las tierras que le ha dejado en herencia hasta que crezca. Lo encomienda, asimismo, al obispo para que “sea custodio y defensor de esta heredad por si se da el caso que estos hombres quieran tratarla mal, para que los corrija”. Se desprende de toda la serie de decisiones y, en particular, de esta petición, que el anciano no confiaba en que Sancho por su juventud fuese capaz de defender sus pose- siones y construir un verdadero linaje familiar señorial, en la medida en que carecía de parientes próximos y las redes sociales aristocráticas en las que había estado envuelto su padre habían caducado con el paso del tiempo. Los conflictos a los que se enfrenta el cabildo dejan claro que el pesimismo de Íñigo estaba justificado. De hecho, Íñigo Galíndez tenía una sobrina (nepta), Loreta, casada con Pedro Martínez de Alagón, a quien, según afirma el interesado, le había pro- metido la mitad de sus bienes en Alagón al entregársela en matrimonio “y que le haría una carta de ello”. En la querella que Pedro Martínez presentó en 1160 a los canónigos de la Seo les requería que le diesen la parte que correspon- diente de la heredad “alegando que [ellos] tenían esta carta”. Los miembros del cabildo negaron este extremo y respondieron que ese supuesto documento no existía y nunca se había sabido que la voluntad de Íñigo Galíndez fuera otra que donar sus posesiones a la Seo, por lo que no podía probar su demanda ni con documentos ni con testigos61. Esta disputa en realidad prolongaba un enfrentamiento muy anterior, puesto que, en marzo de 1149, Íñigo entregó a Pedro Martínez la heredad de Amor de Ponit “de tal manera que nunca le reclame nada de lo suyo”, sin que eso implicase el perdón de las deudas que este airado pariente político había contraído con él62. En definitiva, que la boda de su sobrina fue causa de grandes quebraderos de cabeza para Íñigo Galíndez, que se trasladaron a los canónigos después de su muerte. Natural- mente, el cabildo ganó el pleito que, en realidad, no llegó a sustanciarse for- malmente: los nobles Palacín, su hermano Alamán —como ya sabemos, muy vinculados al honor de Alagón— y Galindo Garcés de Piracés, un experto en derecho, aconsejaron a Pedro Martínez que abandonase la querimonia y, en agradecimiento por su renuncia, el preboste y sus compañeros le rega- laron treinta cahíces de grano, a medias trigo y hordio. Cabe la posibilidad de que Pedro Martínez sea el mismo que aparece relacionado con Íñigo en algunos documentos de la segunda mitad de los años veinte, y que, por tanto,

61.- CSSZ. nº 331 [1160.08]. 62.- CSSZ. nº 183: le da la heredad in tali convenientia ut nunquam amplius sit clamante de eo. Et est fidanza Dominico Ruvio ut nunquam sit clamante de eo de nulla res de sua parte. Al final del texto, se dice: et debet ei respondere Petro Martinez de totos illos prestos quo ei emprestavit senior Enneco Galinz.

208 LA FORMACIÓN DE REDES NOBILIARIAS Y GRANDES PROPIEDADES estemos ante otro superviviente de la primera generación de caballeros que protagonizaron la conquista. No obstante, es citado en 1170 como receptor de un beneficio concedido por Alfonso II, que consistía en dos heredades de musulmanes con sus casas, probablemente en Ricla, lo que hace un poco más difícil que se trate del mismo personaje que redactaba cartas en 1125-1130, aunque no es inverosímil que tuviese un parentesco cercano con él63. Estos conflictos difícilmente se cierran con este tipo de acuerdos en este periodo en el que la justicia todavía no ha alcanzado el nivel de formalización que le impondrá el derecho romano recuperado en el siglo XIII; constituyen parte de lo que los antropólogos y los especialistas en antropología legal deno- minan “causas alargadas” para incluir no sólo los procedimientos judiciales, sino también las negociaciones y actos de fuerza de las partes que, tomando en consideración las relaciones sociales existentes localmente, intentan maxi- mizar sus oportunidades ante los tribunales, compuestos por una mezcla de expertos en derecho y notables64. De este modo, aunque no podamos estar seguros de los lazos familiares, es posible que Martín de Alagón estuviera relacionado con Pedro Martínez, y que su exigencia de que el cabildo de la Seo le devolviese la heredad de Sobradiel que, al parecer, le había dado Íñigo Galíndez con un fiador, continuara el pleito anterior, aunque también es una posibilidad convincente que fuera un sobrino de Íñigo (véase cuadro genea- lógico adjunto) y su pretensión fuese aprovechar la coyuntura y conseguir alguna compensación de los canónigos65. En este caso, la reclamación concluye ante un tribunal presidido por el justicia Pedro Medalla, el zalmedina Pedro Jiménez, y los nobles Lope Jimé- nez, Miguel Sanz y Sancho de Estada, zabacequia, “y otros hombres buenos” de Zaragoza. Los abogados de cada parte son también personajes de la elite: el ya citado Galindo Garcés de Piracés, justicia de Huesca, por el capítulo; y Alamán de Atrosillo, por Martín de Alagón, lo que sugiere que éste último tiene importantes apoyos y una amplia capacidad de maniobra, suficiente incluso para amedrentar al cabildo. El punto crucial de la discusión radica en si Martín había reclamado judicialmente a Íñigo Galíndez mientras vivía la heredad en cuestión, puesto que si le había dejado poseerla libremente no tiene derecho a impugnar el testamento. Martín señala que había presentado una demanda, pero lo había hecho ante el arcediano de Alagón, a lo cual res-

63.- Ana Isabel Sánchez Casabón, Alfonso II, rey de Aragón, conde de Barcelona y marqués de Provenza. Documentos (1162-1196), Zaragoza, 1995, nº 94 [1170.09]. 64.- Cf. Chris WICKHAM, Legge, pratiche e conflitti. Tribunali e risoluzione delle dispute nella Toscana del XII secolo, Roma, 2000, para un desarrollo extenso de esta noción antropológica y su aplicación a enfrentamientos judiciales que son, en algunos casos, muy parecidos a los citados en el texto. 65.- CSSZ. nº 400 [ca. 1170].

209 Carlos Laliena Corbera ponde inmediatamente Galindo Garcés que “no la reclamaste según el fuero de la tierra”. Los jueces exigen a Martín que traiga testigos de que Íñigo le había dado efectivamente un fiador como aval de la donación y de que él le había reclamado la heredad en algún momento, de tal modo que, si no se llegan a mostrar esos testigos, el arcediano pueda por su parte llevar ante el tribunal a alguien que jure que nunca llegó a plantearse una demanda en vida de Íñigo. Con todo ello, es prácticamente seguro que, al final, el cabildo ganó este segundo pleito66. En los últimos treinta años, el énfasis en relación con las donaciones efec- tuadas por los nobles laicos a las iglesias ha pasado de situarse en el deterioro de las fortunas aristocráticas a una percepción mucho más matizada de lo que suponían estas transferencias de tierras y rentas. Este enfoque plantea que los donativos creaban lazos de reciprocidad entre las parentelas y las instituciones receptoras, de manera que los derechos, si se pueden llamar así, sobre los bienes cedidos no caducaban por completo sino que se transforma- ban en obligaciones mutuas y soportaban estrategias diferentes pero paralelas de estos actores sociales67. El más clásico de los puntos de convergencia era, lógicamente, la integración de miembros de estas familias nobiliarias en los grupos clericales, particularmente, las canónicas catedralicias. La intensa competición por entrar en ellas e instalarse en los cargos relevantes dotados de poder o influencia en su seno suponía para muchas de estas parentelas la obligación de imponerse a sí mismas pesadas donaciones que, sin embargo, se traducían en el acaparamiento de prestigio social y una difusa pero real captación de autoridad. Esto sucede también en el proceso que comienza con la autoentrega a la Seo de Íñigo Galíndez y su hijo con el ofrecimiento de sus bienes y concluye con su testamento, dentro de la cual debe hallarse la expli- cación de la incorporación al cabildo de un allegado suyo, el preboste Íñigo Sánchez, cuya aparición y ascenso en las filas de los canónigos zaragozanos coincide con las negociaciones que culminaron en 1157. Íñigo Sanz o Sánchez era muy probablemente sobrino de Íñigo, hijo de un hermano llamado Sancho: la coincidencia de los nombres personales y el del hijo de Íñigo Galíndez, avala esta hipótesis, como también la condición

66.- Estas disputas judiciales están comentadas ampliamente por M.ª Teresa Iranzo Muñío, “Ad removen- dam discordie pestem. Justicia y sociedad en Zaragoza durante el siglo XII”, Aragón en la Edad Media, X-XI (1993), pp. 417-436, con referencias bibliográficas a este tipo de procedimientos judiciales. 67.- Barbara H. Rosenwein, To be the neighbor of Saint Peter. The social meaning of Cluny’s property, 909-1049, Ithaca-Londres, 1989, al que se puede añadir el útil comentario de Patrick Henriet, “La propriété clunisienne comme ciment social (909-1049)”, Le Moyen Âge, XCVIII (1992), pp. 263-270. En la misma dirección, Constance Britain Bouchard, Sword, miter and cloister. Nobility and the church in Burgundy, 980-1198, Ithaca-Londres, 1987. Un análisis sistemático de esta perspectiva en J. Morsel, L’aristocratie médiévale, pp. 129-143.

210 LA FORMACIÓN DE REDES NOBILIARIAS Y GRANDES PROPIEDADES de “abad de Gracionepel” que ostenta y que pudo ser un primer paso en su carrera clerical68, fuertemente impulsada por el apoyo de su pariente alago- nés. Como testigo, Íñigo Sánchez interviene en algunas compras y permutas del protagonista de este trabajo tal vez desde 1141 y, con toda certeza, desde 114969. No mucho después debió ingresar en el capítulo zaragozano, donde, en 1154, era mayordomo del obispo Pedro de Torroja, recién elevado a la sede episcopal70. Al cabo de dos años, era ya pabostre, un puesto distinguido que disfrutó hasta 1164, cuando pasó a ser sacristán71, un cargo que ostenta hasta su desaparición de las fuentes en abril de 116872. Es evidente que la decisión de Íñigo Galíndez de ofrecer sus posesiones a la catedral zaragozana contri- buyó decisivamente a favorecer la carrera de su presunto sobrino, dentro de un movimiento muy general en el ámbito europeo de este periodo, por el cual los cabildos catedralicios reclutaron a sus componentes entre la baja nobleza y los prohombres urbanos —dos sectores sociales poco diferenciados en esta época—, a los que sin duda pertenecía este personaje, sucesor más que here- dero en la posición y el prestigio regionales levantados por Íñigo Galíndez a lo largo de casi medio siglo de posconquista.

68.- CSSZ, nº 281 [1157]. 69.- CSSZ, nº 111 [1141] —esta referencia es dudosa en relación con las siguientes, puesto que se men- ciona a Íñigo Sanz, “yerno de García Bono”, y puede tratarse de otra persona—; nº 121 [1142]; nº 183 [1149]; nº 264 [1155] —citado como Iñigo Sanz de Alagón—: estos dos últimos documentos son importantes, puesto que en uno ratifica la cesión hecha en favor de Pedro Martínez y en otro la permuta con Palacín, como se ha visto, un noble de primera línea. 70.- CSSZ, nº 235 [1154] y 259 [1155]. La primer noticia junto al obispo es del año anterior: CSSZ. nº 223 [1153.03.29]. 71.- La primera mención como pabostre es CSSZ. nº 275 [1156.10.15] y la primera como sacristán en nº 358 [1164]. Sobre la pabostría, cf. M.ª Rosa Gutiérrez Iglesias, La mensa capitular de la iglesia de San Salvador de Zaragoza en el pontificado de Hugo Mataplana, Zaragoza, 1980. 72.- CSSZ. nº 382.

211 Carlos Laliena Corbera

Cuadro genealógico de la parentela de Íñigo Galíndez de Alagón

[Galindo]

Íñigo Galíndez [Sancho]

Sancho Íñigo Sanz/Sánchez Martín Sanz pabostre y sacristán

Ferrando Íñigo Sanz María Urraca Pedro

Los paréntesis cuadrados indican personajes cuya existencia no se puede comprobar. El trazado discontinuo señala los vínculos supuestos. Para los lazos de parentesco: Martinus [Sancio] de Alagon: CSSZ. nº 400 y nº 386 [1168.12] Don Enneco Sancio, filio Martin Sancio: CSSZ. nº 265 [1155.08] Ferrando, neto de Enneco Sancio, sacrista Sancti Salvatoris: CSSZ. nº 385 [1168.09] Maria et Urraca, filias de Martin Sanz [...] Petro, filio de Martin Sanz: CSSZ. nº 390 [1169]

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