Placer e instrucción Viajeros valencianos por el siglo XVIII Emilio Soler Pascual y Nicolás Bas Martín (Coords.)

Placer e instrucción Viajeros valencianos por el siglo XVIII

REAL SOCIEDAD ECONÓMICA DE AMIGOS DEL PAÍS DE UNIVERSIDAD DE ALICANTE 2008

Ilustración cubierta: Jorge Juan, Relación histórica del viaje a la América meridional, 1748. (Detalle de grabado)

Editan: Universidad de Alicante Editan: Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia

ISBN: 978-84-608-0823-7 Depósito legal: V. - 2008

Artes Gráficas Soler, S. L. - www.graficas-soler.com ÍNDICE

Francisco Oltra Climent Director de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia

Presentación de Francisco Oltra Climent ...... 7

Presentación de Ignacio Jiménez Raneda ...... 9

Viajeros valencianos por el siglo XVIII Manuel Bas Carbonell ...... 11

El hacendista Beramendi y su viaje valenciano (1793-1794) Emilio Soler Pascual ...... 29

Viajeros valencianos en el siglo XVIII: Francisco Xavier de Balmis (1753-1819) y la “Real Expedición Filantrópica de la Vacuna” (1803-1806) Emili Balaguer Perigüell ...... 77

Juan Andrés, viajero neoclásico por Italia Enrique Giménez López ...... 97

¿“Conocimiento” o “desengaño”? El viaje europeo de Antonio Ponz (1785) Mónica Bolufer Peruga ...... 113

La “Bibliothèque portative du voyageur”: sobre libros de viajes en la estancia parisina de Cavanilles Nicolás Bas Martín ...... 141

El “Viaje literario” de los hermanos Villanueva: trayectoria de un proyecto editorial Germán Ramírez Aledón ...... 163

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PRESENTACIÓN

Francisco Oltra Climent Director de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia

INSTRUIRSE PARA INSTRUIR, ASÍ REZA UNA DE LAS PREMISAS BÁSICAS DE VOLTAIRE en su obra Cándido. Y ¿porqué Voltaire para titular una obra sobre viajeros va- lencianos? Por varios motivos, de una parte, el filósofo francés era un enamora- do del género de la literatura de viajes, de la que poseía cerca de cien volúme- nes en su biblioteca personal. De otro lado, la obra de Voltaire fue admirada y situada como punto de re- ferencia de algunos de los viajeros valencianos. Entre ellos, el botánico Cavani- lles que poseía la mayoría de las obras del filósofo en su biblioteca. Además, su obra Cándido, nos traslada a una trama aventurera, similar a nuestro Quijote, que tiene mucho de viajera, y que nos conduce desde Europa hasta los confines del Nuevo Mundo, concretamente al mítico El Dorado. Lugares a los que viajaron algunos de nuestros ilustrados valencianos con el afán de formarse en las más variadas disciplinas, al tiempo que para deleitarse con las maravillas que visitaban. Con el mismo objeto de instruir, disfrutar y re- flexionar sobre nuestra historia, al tiempo que para honrar la memoria de aque- llos viajeros del siglo XVIII, la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia y la Universidad de Alicante han celebrado un ciclo que lleva por título Un viaje por la historia: viajeros valencianos por el siglo XVIII, y en el que han par- ticipado destacados especialistas. Ciclo que comenzó ofreciéndonos una visión general de los viajeros valen- cianos durante la Ilustración, y que continuó con sucesivas charlas, en las que pudimos conocer de cerca los viajes de Beramendi por el País Valenciano, la ex- pedición científica de Balmis, el periplo italiano del jesuita Juan Andrés, los via-

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8 PRESENTACIÓN jes europeos de Antonio Ponz, la estancia parisina del botánico Cavanilles, y la aventura editorial del Viaje literario a las iglesias de España de los hermanos Vi- llanueva. Algunos de estos viajeros, caso de Cavanilles, fueron socios de la Real Socie- dad Económica de Amigos del País de Valencia, con la que compartieron el mis- mo espíritu de libertad, tolerancia e instrucción educativa que formaba parte de uno de los pilares fundacionales de la entidad. Esta mirada atrás a nuestra his- toria no es sino el reconocimiento a una labor constante, callada y respetuosa de nuestros ilustrados por el progreso cultural del país. Avances que quedaron re- flejados no sólo en los viajes, sino en un número considerable de obras impre- sas, algunas de las cuales custodia en la actualidad la Económica, y que consti- tuyen de por sí auténticas joyas bibliográficas. Doscientos treinta años después, la Económica tiene en su historia un refe- rente indiscutible que ha de servir de acicate a las generaciones presentes y fu- turas para continuar trabajando con el mismo ímpetu volteriano de instruirse para instruir. PRESENTACIÓN

Ignacio Jiménez Raneda Rector de la Universidad de Alicante

EL REVERENDO BRITÁNICO JOSEPH TOWSEND, VIAJERO POR LA ESPAÑA DE CARLOS III durante los años 1786 y 1787, nos dejó en el comienzo de su libro sobre este tra- yecto una anotación imprescindible para comprender las dificultades que te- nían los transeúntes foráneos para visitar nuestro país: “Para viajar por España con comodidad hace falta tener una buena constitución física, dos buenos cria- dos, cartas de crédito para las ciudades principales y una presentación apropia- da para las mejores familias, tanto de los nativos como de los forasteros residen- tes en el país”. Era una buena forma de recordar a posibles osados ingleses que el viaje por la piel de toro no era un asunto para tomárselo a broma. Los caminos por los que debían transitar eran pésimos o inexistentes y, por otra parte, pululaban en ellos multitud de amigos de lo ajeno, siempre dispues- tos a desplumar al incauto. Las posadas donde debían alojarse resultaban caras, sucias y extremadamente peligrosas. O donde los carromatos, en aquel siglo de la Ilustración, desde las peligrosas galeras a los coches de colleras, convertían el viaje en un suplicio extremo. Si a esto unimos un gobierno absolutista, una In- quisición que había perdido fuelle pero que todavía mantenía buena parte de sus terribles prerrogativas y la ignorancia de los habitantes de una nación que había conocido siglos mejores, no puede extrañarnos que viajar por España obligara a los esforzados que se atrevieron a ello a testar antes de salir de su domicilio. Por eso, y por mucho más, los atrevidos viajeros valencianos que recorrie- ron España, tanto la metrópoli como sus colonias, o marcharon al extranjero para aprender, siempre con el objetivo de conocer la realidad social y económi- ca hispana para poder cambiarla a mejor, merecen nuestro respeto y considera-

9 10 PRÓLOGO ción. Y de entre el nutrido y esforzado grupo de ilustres personajes que nos de- jaron testimonio escrito de todo ello merece destacarse el núcleo constituido por los transeúntes valencianos. Aquellos que, como Jorge Juan, Beramendi, Cavanilles, Balmis, Juan Andrés, Antonio Ponz, los hermanos Villanueva, Jo- seph Ortiz, Pérez Bayer y tantos otros, contribuirían con sus aprendizajes y en- señanzas al establecimiento, siquiera fuera en forma teórica, de una nación más culta y más avanzada. La Universidad de Alicante, junto a la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia, ha querido dejar testimonio con esta publicación, fruto de las jornadas celebradas en Valencia y en Alicante durante el curso académico 2007/2008, del reconocimiento que les debemos a aquellos ilustres ilustrados que nos mostraron la España del pasado y nos dejaron las claves para compren- der un poco mejor la España actual. VIAJEROS VALENCIANOS POR EL SIGLO XVIII

Manuel Bas Carbonell Bibliófilo y escritor

ANTES QUE NADA QUIERO AGRADECER A LA REAL SOCIEDAD ECONÓMICA DE AMI- gos del País, por haber contado conmigo para este ciclo sobre viajeros, sin duda influenciados por mi hijo Nicolás, bibliotecario de la misma; así como a la Uni- versidad de Alicante que me brinda la ocasión de compartir esta jornada con ilustres profesores y especialmente con Emilio Soler Pascual, maestro de la lite- ratura de viajes, género al que nos hemos dedicado desde hace ya unos cuantos años, cuando aún no se había generalizado su estudio e investigación. Hasta principios de los noventa del pasado siglo la literatura de viajes en Es- paña era considerada un género menor reducido a un selecto y minoritario públi- co. Empezó a adquirir carta de naturaleza en 1989 cuando se celebraron en Lis- boa las sesiones de la American Association of Teachers of Spanish and Portugues, seguidas años después, en 1996, por el Simposio Internacional sobre Literatura de Viajes, celebrado en Toledo, a cargo de la Fundación Ortega y Gasset y la Ohio State University. Actualmente los libros de viajes están considerados como un gé- nero insustituible para conocer las sociedades a lo largo de la historia. Pues bien, Emilio Soler fue un avanzado en esta disciplina ya que en 1990 publicó La Conspiración Malaspina, seguido en 1994 de El viaje de Beramendi por el País Valenciano (1793-94), que por cierto tuve la satisfacción de presentar hace trece años en la inauguración de la librería Ambra de Denia. Siguieron otros estudios al respecto, Viajes de Jorge Juan; Juan Francisco de la Bodega: Via- je al fin del mundo; La Biblia en España de George Borrow; El Viaje Literario y Político de los Hermanos Villanueva; Cosas de España de Richard Ford y otros cuya relación excede de este acto.

11 12 MANUEL BAS CARBONELL

Humildemente también aporté mi granito de arena en la recuperación del género viajero cuando en 1993 publique el Viaje de Claude de Bronseval por la Valencia del siglo XVII, de Francisco Calero y Daniel Sala, dentro de la colección que dirijo en el Ayuntamiento de Valencia “Así nos vieron”, al que siguieron Viajeros franceses por la Valencia del siglo XIX (1994), Viajeros franceses por la Va- lencia del siglo XVII (1999), Viajeros británicos por la Valencia de la Ilustración (1996) y Viajeros valencianos (ss. XII-XX) en 2003. A este resurgimiento literario contribuyó la exposición que sobre libros de viaje organicé en 1995 en el salón de Cristal del citado Ayuntamiento. Todo ello contribuyó al hallazgo del origi- nal libro de viajes de Cristian August Fischer, titulado Gemählde de Valence ou Tableau de cette Province, 1803, uno de los pocos libros de viajes dedicado úni- ca y exclusivamente a Valencia,1 y el viaje del maguntino Friedrich Dernburg ti- tulado Des Deutschen Kronprinzen Reise nach und Rom, Berlín, 1884, que trata del periplo por España de Frederic Guillem de Hohenzollern, más tarde Federico III, invitado por Alfonso XII, que llegó al puerto de Valencia a bordo de la corbeta Prinz Adalbert, escoltada por el acorazado Kaiser. Actualmente se celebran numerosos congresos y conferencias sobre los via- jes, los libros se multiplican y las reediciones, traducciones y estudios llenan las estanterías de las librerías. Mi biblioteca rebosa centenares de libros de viajes y es imposible abarcar todas las nuevas ediciones que se suceden frenéticamente, actitud totalmente impensable hace treinta años, gracias a la popularización de los viajes. Las distancias no existen y el gran público desea conocer los países que van a visitar. Se repite el interés por el Grand Tour del siglo XVIII, ahora a escala mundial y sin la compañía del tutor, sustituido por las Agencias de Via- jes. En unas horas el avión nos puede trasladar a lugares donde hasta hace poco era únicamente meta de aventureros y arriesgados exploradores. Esta tarde me corresponde hablar de los viajeros valencianos que salieron al extranjero durante el siglo XVIII, de una forma general ya que otros conferen- ciantes trataran con más profundidad la trayectoria de los principales ilustrados valencianos que viajaron por el extranjero como Antonio Ponz, Antonio José Cavanilles, Xavier Balmis, Jorge Juan2 y los hermanos Villanueva. El siglo XVIII está considerado como el “Siglo de las Luces” y de los grandes viajeros, seguidores de las teorías de Francis Bacon autor de El viaje (1625) y Jean Jacques Rousseau, autor de L’Emile ou de l’education (1762). Siglo de recopila- ción, clasificación, catalogación y estudio científico de todo lo humano y divino

1 BAS CARBONELL, Manuel: “Viajeros alemanes por Valencia”, en Viatjar per saber: Mobi- litat i comunicació a les Universitats Europees, Universitat de València, 2004, pp. 201-236. 2 BAS MARTÍN, Nicolás: “Una visión de la Europa de finales del siglo XVIII en los viajes de los ilustrados valencianos”, en Actas de los X Encuentros de la Ilustración al Romanticismo. I Encuentro Hispano-Francés, Cádiz, 2001. VIAJEROS VALENCIANOS POR EL SIGLO XVIII 13

Mapa de España (siglo XVIII).

con el fin de incluirlo en la Enciclopedia Francesa. Ello motivó la organización de grandes viajes alrededor del mundo con el propósito de estudiar y recoger mues- tras de la fauna y flora de lejanos países, entre ellos destacan las expediciones D’Entrecasteaux, Bougainville, Byron, Carteret, Cook, La Perouse, Langle, Ma- laspina, y un joven guardamarina alicantino llamado Jorge Juan, que vivió la ex- periencia de una gran expedición francesa para medir el meridiano terrestre en la costas americanas. A su vez España era visitada por numerosos viajeros, como Norberto Caimo, Dalrymple, Henry Swinburne, Bourgoing, John Talbot Dillon, Jean Francois Peyron, marqués de Langle, Joseph Townsed, entre una larga nó- mina de extranjeros que recorrieron la península, en busca del exótico pasado árabe, tan latente en la Península y tan alejado de Europa. Mientras proliferan los relatos foráneos, por el contrario, echamos en falta, libros de viajeros españoles de verdadera trascendencia, a excepción de los ar- tículos de José Clavijo y Fajardo, Modo de que los viajes sean útiles, los Diarios de 14 MANUEL BAS CARBONELL

Gaspar Melchor de Jovellanos, y el Viaje a Italia3 de Leandro Fernández de Mo- ratín. Los más de ochocientos libros de viajes realizados por españoles a lo lar- go del siglo XVIII compilados por García-Romeral en su catálogo Bio-Bibliogra- fía de Viajeros Españoles (siglo XVIII),4 parece que desmienten las afirmaciones anteriores sobre la penuria viajera española, pero hay que considerar que en esta cifra están comprendidos manuscritos, notas, diarios, ediciones, reediciones, traducciones y artículos periodísticos, de los cuales corresponden a Europa sólo 73 viajes, seguidos de África con 68 viajes, América con 408 libros, la mayor parte comprende diarios, derroteros de travesías e inéditos informes náuticos, geográficos y religiosos; 91 a obras generales y el resto o sea 214, a viajes por el interior de España. De ellos solamente 26 corresponden a viajes de valencianos, lo que demuestra lo poco que viajabamos con fines culturales. Como en tantas otras cosas, fuimos netamente superados por franceses e in- gleses que por un lado recorrían la Península conociendo nuestro carácter, mo- numentos y defensas, a la vez que explotaban las rutas oceánicas que nosotros abrimos y que no fuimos capaces de mantener. Los españoles no viajaban, y mucho menos aportaban textos, antigüedades y obras de arte al patrimonio nacional, a excepción de Francisco Pérez Bayer, que donó su medallero y biblioteca; de Cavanilles que fue capaz de organizar el museo Botánico de , mientras los museos de París, Londres y Berlín crecían con la aportación de grandes colecciones de naturalistas y viajeros. La falta de interés de los españoles por dejar sus impresiones para la posterioridad fue patente, el propio Moratín, en su Viaje a Italia (1793), cuando visita al aba- te Perini, afirma que “los españoles viajan poco, y los que lo hacen, no suelen acostumbrar a dar noticias en su persona de los hombres de mérito que hallan al paso”.5 Justamente cien años después, en 1894, el erudito y director del pe- riódico El Mercantil Valenciano, Joaquín Casañ Alegre, en Recuerdos de viajes por nuestra patria,6 denuncia esta tendencia, al afirmar que en España se viaja poco, como no sea para asistir a los toros, ya que “visitar lo notable de la pobla- ción en sus monumentos y su pasado, es cosa de ingleses chiflados que se pasan horas muertas contemplando un paredón o copiando un arco o un capitel. A los españoles no nos da el flaco por ahí: somos más superficiales. ¿Qué nos impor- ta a nosotros la catedral de Burgos, ni de León, ni el arco de Carlos I. No, nos- otros tenemos cosas más serias en que ocuparnos, como discutir sobre el precio del capote del Guerra o Mazzantini”.

3 FERNÁNDEZ DE MORATÍN, Leandro: Viaje a Italia, Madrid, Espasa-Calpe, 1991. 4 GARCÍA-ROMERAL PÉREZ, Carlos: Bio-Bibliografía de Viajeros Españoles (siglo XVIII), Ma- drid, Ollero & Ramos, Editores, 1997. 5 MARÍAS, Julián: Los Españoles I, Madrid, Revista de Occidente, 1971, p. 127. 6 CASAÑ ALEGRE, Joaquín: Recuerdos de viajes por nuestra patria: Alicante-Orihuela-Mur- cia, Alicante, Antonio Reus, 1894. VIAJEROS VALENCIANOS POR EL SIGLO XVIII 15

Repertorio de caminos y posadas de Fernández de Mesa (siglo XVIII), siguiendo la tradición del valenciano Pedro de Villuga (siglo XVI).

En cuanto a los valencianos, paradójicamente, fuimos los más importantes e influyentes viajeros de la época, a pesar del inconveniente de ser una de las co- munidades que menor número de viajeros aporta a la historia, primero por la marginación de la política de Ultramar, que los Reyes Católicos destinaron a castellanos, andaluces y gallegos, y segundo por la comodidad del clima y bienes- tar de nuestra tierra que no favorecía el viaje de sus ciudadanos. Todo ello confirma la opinión del padre Batllori que subraya esta predilec- ción valenciana por los viajes eruditos, “De la inmensa literatura viajera sobre España en las postrimerías del siglo XVIII y principios del XIX, minuciosamente recogida por Arturo Farinelli7 casi los únicos libros que quedan aún vivos y úti- les para los eruditos son el Viage literario a las Iglesias de España,8 del ex domi- nico setabense Jaime Villanueva, y el Viage de España, realizado por Antonio Ponz por encargo del fiscal Campomanes al hacerse cargo de las obras de arte de- jadas por los jesuitas expulsos”,9 algunos de cuyos representantes, caso de Juan Andrés y Antonio Conca son estudiados por el padre Batllori en profundidad.

7 FARINELLI, A.: Viajes por España y Portugal, Roma, 1942-44. 8 VILLANUEVA, Jaime: Viage literario a las Iglesias de España, 1803-1852 (22 vols). 9 BATLLORI, Miguel, S.I: La cultura Hispano-Italiana de los jesuitas expulsos. Españoles- Hispanoamericanos-Filipinos 1767-1814, Madrid, Editorial Gredos, 1966, p. 556. 16 MANUEL BAS CARBONELL

Y no iba mal encaminado Batllori, personalmente con destino a mi libro Viajeros valencianos: libros de viajes (ss. XII-XX),10 realicé un vaciado de los reper- torios bibliográficos de A. Farinelli, Foulché-Delbosc,11 García Mercadal12 y García-Romeral. Y como ya he apuntado antes, entre casi el millar de libros de viajes referenciados de autores españoles del siglo XVIII, escasamente encontré veintiséis viajeros valencianos y no todos autores de textos de viajes:

Viajeros Años

Francisco A. Margil de Jesús Valencia 1657-México 1726 José Gumilla Cárcer 1686-Venezula 1750 Francisco Pérez Bayer Valencia 1711-Valencia 1794 Jorge Juan Santacilia Novelda 1713-Madrid 1773 Tomás Serrano Castalla 1715-Bolonia 1784 Antonio Ponz y Piqueras Bejís 1725-Madrid 1792 Vicente Olcina Sempere Gorga 1731-Roma 1809 Luis Olcina Sempere Gorga 1733-Ferrara 1777 José F. Ortiz Sanz Ayelo Malferit 1739-Valencia 1822 Juan Andrés y Morell Planes 1740-Roma 1817 Jacinto Castañeda Xàtiva 1743-China 1773 Antonio Conca Onteniente 1746-Valencia 1820 Antonio J. Cavanilles Valencia 1745-Madrid 1804 Francisco Xavier Balmis Alicante 1753-Madrid 1819 Joaquín L. Villanueva Estengo Xàtiva 1757-Dublín 1837 Gabriel Ciscar y Ciscar Oliva 1760-Gibraltar 1829 Jaime Villanueva Estengo Xàtiva 1765-Londres 1824

Sin antecedentes José Vicente Tomás y Catalá Valencia-Barcelona 1803 Hermenegildo Vilaplana O.F.M13 Benimarfull-California

Viajeros en EEUU14 Francisco Bouligny15 Alicante 1736-Nueva Orleans 1800 Antonio Reyes Aspe 1729-México 1787

10 BAS CARBONELL, Manuel: Valencia en los libros de viajes, Valencia, Ayuntamiento de Va- lencia, 1995. 11 FOULCHÉ DELBOSC, R.: Bibliographie des voyages en Espagne et en Portugal, Edición de Ramón de Alba. Madrid, Julio Ollero, 1991. 12 GARCÍA MERCADAL, A.: Viajeros Extranjeros por España, 1990. 13 VILAPLANA, Hermenegildo: “Primera y segunda parte de las Crónicas de su Provincia (Guatemala)”, en RICO GARCÍA, Manuel: Ensayo biográfico-bibliográfico de escritores de Ali- cante y su provincia, 1888-1889, Alicante. 14 RIBES, Vicente: Presencia valenciana en los Estados Unidos (ss. XVI-XIX), Biblioteca Va- lenciana, 2002; Don Juan de Miralles y la independencia de los Estados Unidos, Biblioteca Valenciana, 2003. VIAJEROS VALENCIANOS POR EL SIGLO XVIII 17

Viajeros Años

Luis de Sales. O.P16 Valencia 1745-Navajas 1807 Vicente Llorca Oliva-California Juan Vives Denia 1751-Lousiana 1822 Juan Miralles Petrel 1713-La Habana 1780 Tomás de Suria Valencia 1761-México 1840

Países visitados y años

1) AMÉRICA Luis de Sales Francisco Margil 1683-1726 Francisco X. Balmis 1780-1813 Jorge Juan 1735-1745 Luis Olcina 1755-1777 Jacinto Castañeda 1761-1762 José Gumilla 1706-1750 Gabriel y Ciscar 1780-1788 Balmis 1780-1792 2) FILIPINAS Jacinto Castañeda 1762-1765 Francisco X. Balmis 1803-1813 3) CHINA Jacinto Castañeda 1765-1773 4) PORTUGAL Francisco Pérez Bayer 1782-1783 5) FRANCIA Jorge Juan 1734 Antonio J. Cavanilles 1777 Gabriel y Ciscar 1798-1799 Antonio Ponz 1783 6) ITALIA Francisco Pérez Bayer 1754 Antonio Ponz 1751 Juan Andrés 1767-1794 José F. Ortiz 1779 Tomás Serrano 1767-1784 Luis Olcina 1767-1777 Vicente Olcina 1767-1809 Antonio Conca 1767-1820 7) ALEMANIA Juan Andrés 1793 8) AUSTRIA Juan Andrés 1794 9) SUIZA Juan Andrés 1794 Francisco Pérez Bayer 1754 10) BÉLGICA Antonio Ponz 1783

15 BOULIGNY, Francisco: Noticia del estado actual del comercio y población de Nueva Or- leans y Luisiana española, Madrid, 1776. 16 SALES, Luis de, O.P: Noticias de la provincia de California en tres cartas, Valencia, Herm. Orga, 1794. 18 MANUEL BAS CARBONELL

Viajeros Años

11) HOLANDA Antonio Ponz 1783 12) INGLATERRA Antonio Ponz 1783 Jorge Juan 1748 Jaime Villanueva 1823-1824 Joaquín L. Villanueva 1823-1837

Motivos 1) Misionales Antonio Margil (Franciscano) José Gumilla (Jesuita) Jacinto Castañeda (Dominico) Luis de Sales O.P. Antonio Reyes (Franciscano) 2) Expulsados Juan Andrés Vicente Olcina Luis Olcina Tomás Serrano Antonio Conca 3) Científicos Jorge Juan Francisco X. Balmis Gabriel Ciscar Antonio J. Cavanilles 4) Arqueológicos Francisco Pérez Bayer José F. Ortiz 5) Artístico-Históricos Antonio Ponz Hermanos Villanueva Antonio Conca

De los cuadros anteriores, similares a la clasificación de Gómez de la Serna, en su Viajeros de la Ilustración,* se desprende que realmente sólo Antonio Ponz, Juan Andrés y Pérez Bayer, fueron los únicos viajeros que se pusieron en cami- no por Europa con la libreta de notas en la mano para dejar constancia de sus viajes, destacando el Viage fuera de España de Ponz, y las Cartas familiares a su hermano, de Juan Andrés, ya que el viaje por Italia17 de Pérez Bayer se conser- vaba inédito hasta la reciente edición de Antonio Mestre.18 En cuanto a Valen-

*GÓMEZ DE LA SERNA, Gaspar: Viajeros de la Ilustración, Madrid, Alianza editorial, 1974. 17 PÉREZ BAYER, Francisco: Manuscrito incompleto, conservado en el Archivo Municipal de Valencia. 18 MESTRE, Antonio; PÉREZ, Pablo; CATALÁ, Jorge A.: Francisco Pérez Bayer. Viajes litera- rios, Diputación de Valencia, 1998. VIAJEROS VALENCIANOS POR EL SIGLO XVIII 19 cia fue Cavanilles,19 autor del viaje geográfico y económico más desta- cable, y Jorge Juan el que nos dio a conocer la realidad colonialista en América, a través de los libros pu- blicados en colaboración con su compañero Antonio de Ulloa, las Observaciones astronómicas y la Re- lación histórica del viage a la Améri- ca meridional, ambas impresas en 1748. Dado que tanto Ponz, como Ca- vanilles, Andrés, Villanueva y Jorge Juan serán tratados por otros confe- renciantes, me referiré brevemente al resto de viajeros valencianos que salieron de España, aquellos que podríamos denominar viajeros de segunda, empezando por los misio- neros, viajeros por América, China y Filipinas, con pasaporte para el Portada de El Orinoco ilustrado y defendido... martirio. Viajeros por las peligrosas de José Gumilla, publicado en dos volúmenes tierras de México y California como gracias a la Duquesa de Gandía, en 1741. el franciscano Antonio Margil de Je- sús,20 que después de 74 días de ate- rradora travesía llegó al Nuevo Mundo para fundar misiones en las lejanas tie- rras de México, California y Texas. José Gumilla, jesuita etnólogo e investigador de las cuencas del río Orinoco, uno de los tres grandes ríos de América, fue au- tor del famoso Orinoco ilustrado y defendido,21 donde aparece un mapa sobre sus fuentes, que posteriormente La Condamine rectificaría. Gumilla recorrió las riberas y las tierras profundas del Orinoco, quedando su nombre ligado íntima- mente a dicha vía fluvial. Estudió y publicó sus conocimientos sobre las costum- bres y formas de vida de los indios jirara y caribes, así como sobre la flora, fau- na, medicinas indígenas, comercio y alimentos, que no era necesario llevar, ya

19 CAVANILLES, Antonio J.: Observaciones sobre la Historia natural, Geografía, Agricultura, Población y Frutos del Reyno de Valencia, Madrid, Imprenta Real, 1795-1797 (2 vols). 20 HIERRO, José del (S.I.): “Breve relación de la última salida y misiones que hizo el R.P. fray Antonio Margil. Año 1725”, en Fray Simón del Hierro 1700-1775 y el Norte de México, México, UNAM, 1985. 21 GUMILLA, Joseph: El Orinoco Ilustrado y defendido, Historia Natural, civil y geográphi- ca de este gran Río, Madrid, 1741 y 1745. Reedición de la Generalitat Valenciana, prólogo Marc-Aureli Vila. 20 MANUEL BAS CARBONELL que la comida no faltaba: aves, peces y raíces comestibles abundaban por do- quier. Jacinto Castañeda Pujazons (Xàtiva), sin duda fue el que llegó más lejos, vi- sitó México, Puerto Rico, Filipinas y en China recibió atroz tormento hasta la muerte. Su vida y martirio fue objeto de numerosas biografías a cargo de Vicen- te Martínez Bonet y fray Buitrago de la Rosa. Biografías que describen los sufri- mientos de aquellos arriesgados viajeros que ponían su vida en manos de Dios y del capitán de viejas embarcaciones que normalmente terminaban naufragan- do, cuando no, eran el hambre y las enfermedades las que diezmaban la tripu- lación. En la travesía de Acapulco a Filipinas sufrieron tales borrascas que se vieron obligados a echar por la borda los alimentos, equipajes y enfermos gra- ves, hasta el punto que la mayoría de supervivientes se volvieron locos. Con respecto a los viajes por Europa durante el siglo XVIII, no todos fueron de placer o iniciados por propia voluntad. Los jesuitas en 1767 fueron obliga- dos a viajar por disposición de Carlos III, que expulsó la orden de los dominios de España.22 Ello obligó a que una erudita elite de jesuitas expulsos se refugia- se en Italia, integrándose en la cultura de la época. Entre ellos destacaron Juan Andrés, Antonio Conca, Tomás Serrano y los hermanos Olcina Sempere. Vicente Olcina Sempere, tuvo por maestro al jesuita Tomás Serrano y juntos iniciaron el penoso camino del exilio con destino a Italia. Olcina dejó escrito el largo viaje de Alicante a Italia, pasando por Tortosa, Tarragona, Salou, Córce- ga, Cerdeña y Ferrara, en un manuscrito titulado Festiva relación de los trágicos sucesos acaecidos a los jesuitas de la Provincia de Aragón desde el día de su arres- to hasta el día de su establecimiento en la ciudad de Ferrara, manuscrito que des- apareció durante la guerra de 1936, y del que solamente se salvaron las notas del P. Pignatelli, José March23 y Jaime Nonell,24 recogidas por el padre Domínguez Moltó.25 Los hermanos Olcina fueron dos de los más de cinco mil jesuitas expulsa- dos de los reinos de España, lo que llevó a Voltaire a exclamar que “dentro de 20 años, ya no habrá Iglesia”. No estuvo muy acertado, pues ni la Revolución Francesa, ni el imperio de Napoleón, lograron que se cumpliera tal predicción.

22 Carlos III firmó la Pragmática el 27 de febrero de 1767. Decreto de expulsión entrega- do en Valencia el 2 de abril de 1767, en Alicante un día después y la Real Cédula del 5 de abril para los Reinos de las Indias, entregada el 7 de junio en Buenos Aires. Posteriormente decre- tada la disolución de la Compañía de Jesús, el 21 de julio de 1773 según Breve del papa Cle- mente XIV. 2ª expulsión ordenada por Carlos IV en 1801 y recuperada por Fernando VII en 1815. La orden fue disuelta nuevamente por Fernando VII en 1820. 23 MARCH, José: El restaurador de la Compañía de Jesús. Beato José Pignatelli y su tiempo, Barcelona, 1935 y 1946. 24 NONELL, Jaime: V.P. José Pignatelli y la Compañía de Jesús en su extinción y restableci- miento, Manresa, 1893-1894. 25 DOMÍNGUEZ MOLTÓ, Adolfo: Vicente Olcina, fabulista. Luis Olcina, misionero. Alicante, CAPA, 1984. VIAJEROS VALENCIANOS POR EL SIGLO XVIII 21

El padre Luis Olcina Sempere dejó escritas las dificultades de vivir en las le- janas tierras de indios guaranís y abipones del Gran Chaco, para tomar posesión de su misión en la provincia de Paraguay, así como la aterradora travesía del Atlántico en la primavera de 1755 a bordo del San Javier, cuyo capitán era tan cerrado de puños que Olcina dice que “temía más morir de hambre que de nau- fragio, y que al final de la travesía al saltar a tierra hubieron que aprender a co- mer, porque de no usarlo habíamos perdido la costumbre”. Experiencias vivi- das a bordo de frágiles embarcaciones cuyo único objetivo era cumplir el contrato sin reparar en vidas ni sufrimientos. Y si duras fueron las condiciones de supervivencia de sus viajes a América, aún peores lo fueron durante el largo viaje de Cádiz al puerto de La Specia en Italia, a bordo de una nave sueca. Fi- nalmente el exjesuita pudo afincarse en Ferrara “la Atenas de Italia”, donde murió. Dejó inéditas sus Cartas y Relaciones varias de las Misiones del Paraguay, dirigidas a su hermano Vicente y la Historia Natural y recuerdos del Gran Chaco, que el padre Pastell publicó en 1912 atribuyéndolas a José Cardiel. A los pies del castillo de Castalla nació Tomás Serrano Pérez,26 hijo de reli- giosos labradores que mandaron a su hijo a estudiar al colegio San Pablo de Va- lencia, donde una vez terminado sus estudios se quedó como maestro, enfren- tándose a Gregorio Mayans, con motivo de la oposición del ilustrado de Oliva a los cronicones y al monopolio de los jesuitas en la enseñanza superior, siguien- do la postura crítica de los novatores valencianos iniciada por el Deán Martí y Vicente Tomás Tosca. El padre Serrano conoció de primera mano la expulsión de la Compañía, y el penoso viaje de destierro a Italia, en cuya travesía murieron varios jesuitas. Su valía intelectual le permitió ser aceptado en los círculos culturales italianos, y ser nombrado miembro de las Academias de Roverendo y Ariosto de Ferrara, des- de donde marchó a Bolonia, donde se integró en el grupo de catalanes forma- do por Juan Masdeu, autor de la Historia crítica de España, Francisco Llampi- llas, autor del Saggio appologetico della letteratura spagnola y el valenciano Juan Andrés. Serrano murió en Bolonia, después de defender el honor de España en numerosas ocasiones contra los ataques de Bettinelli y Tiraboschi, autores de fa- mosas historias de la literatura europea. El Deán de la Colegiata de Xàtiva, José Francisco Ortiz Sanz, menos cono- cido, pero por ello no menos interesante, viajó por encargo de Carlos III a Roma para recopilar datos en la Biblioteca Vaticana y revisar los manuscritos origina- les que le permitirían traducir en 1787 la monumental obra, los Diez libros de Arquitectura de M. Vitrubio Polión. Durante su estancia en Italia viajó por las cercanías de Roma: Nápoles, Baya, Herculano, Pompeya, Pesto y otras localida-

26 DOMÍNGUEZ MOLTÓ, Adolfo: El P. Tomás Serrano (Un humanista del siglo XVIII), Alican- te, CAPA, 1986. 22 MANUEL BAS CARBONELL

Intenso tráfico mercantil en la Venecia del siglo XVIII. Ciudad visitada por el abate Andrés en 1788. des donde aún quedaban restos arquitectónicos. Fruto de ello fue su obra, No- ticias y plan de viage arquitectónico-anticuario.27 Pero sin duda entre los jesuitas expulsos, destacó el intelectual Juan Andrés y Morell (Planes)28 considerado el padre de la Historia de la Literatura, autor de la monumental obra Origen, progreso y estado actual de toda la literatura,29 don- de incorporó la cultura árabe a la cultura europea, demostrando la estrecha re- lación entre ellas.30 Así dedica buena parte de su obra a la historia de los inven- tos árabes: la brújula, la péndola, el papel, y estudios sobre la poesía, literatura, filosofía, astronomía y náutica de los musulmanes.31 Opiniones que le valieron numerosas críticas y que actualmente justifican intelectualmente la “Alianza de civilizaciones”, impulsada por el gobierno de España. También son interesantes las abundantes notas del abate Andrés sobre los viajes literarios insertas en el

27 ORTIZ SANZ, José Francisco: Noticias y plan de viage arquitectónico-anticuario, Madrid, 1797. 28 DOMÍNGUEZ MOLTÓ, Adolfo: El Abate D. Juan Andrés Morell (Un erudito del siglo XVIII), Instituto de Estudios Alicantinos, CAPA, 1978. 29 ANDRÉS, Juan: Origen, progreso y estado actual de toda la literatura, Parma, 1782-1799, 7 vols. Traducción de Carlos Andrés, Madrid, Antonio de Sancha. Edición de Jesús García Gabaldón, Santiago Navarro Pastor y Carmen Valcárcel Rivera. Dirigida por AHULLÓN DE HARO, Pedro, Biblioteca Valenciana, 2000 (6 vols). 30 Introducción a la edición de 1997 del Origen... (dir.) AULLÓN DE HARO, Pedro, To- mo I, p. XLVI. 31 Ver los tomos VII y VIII del Origen..., recogidos en el volumen IV de la Edición de AULLÓN DE HARO, Pedro, Biblioteca Valenciana, 2000. VIAJEROS VALENCIANOS POR EL SIGLO XVIII 23

Origen así como sus famosas Cartas familiares a su hermano Carlos,32 referidas a sus viajes por Italia y posteriormente por Alemania, Suiza y Austria. La prime- ra Carta corresponde al viaje iniciado en el verano de 1785 por las ciudades de Ferrara, Bolonia, Florencia, Roma y Nápoles. En 1788 emprende un breve via- je por Venecia, Padua, Vicenza y Verona y en verano de 1791 la tercera Carta re- coge el viaje por el norte de Italia, con destino a Parma, pasando por Cremona, Mantua, Milán y Génova. Las Cartas constituyen una verdadera guía de turis- mo cultural, ya que recogen sistemáticamente los monumentos, museos, biblio- tecas y ruinas de Italia. El abate Andrés para llevar a cabo sus proyectos siempre contó con la ayu- da y colaboración de sus amigos valencianos, entre los que se encontraba Gre- gorio Mayans, el cual no pudo evitar demostrar su alegría por la expulsión de los jesuitas, pero no tuvo inconveniente en intentar que Juan Andrés evitara el destierro aconsejándole se saliera de la Compañía antes de la orden de exilio. También recibió apoyo en Italia del expulso padre Antonio Conca (Ontenien- te), autor de la Descrizione odeporica della Spagna in cui spzialmente si da noti- zia delle, publicada en Parma, en el célebre taller de Bodoni, y que se trata de un traducción libre del Viage a España de Antonio Ponz, especie de libro de via- jes para conocer España (la palabra odeporica, significa “viajar”). Es decir que la descripción geográfica y artística de Ponz sobre España, el ex jesuita Conca la traduce en forma de viaje, basándose en el citado viaje de Ponz y de los via- jeros extranjeros William Bowles, Bourgoing y Richard Twiss. Conca fue el encargado de las suscripciones del Origen de Juan Andrés, lo que le permitió entrar en contacto con la famosa imprenta Bodoni de Parma, y tener la satisfacción de que ambas obras de Andrés y Conca, después de nume- rosas dificultades y anécdotas, fueran publicadas por el prestigioso tipógrafo, como deseaba todo escritor setecentista. Como he apuntado anteriormente Conca apoyó a su paisano Juan Andrés en la defensa de la cultura árabe, sobre la que había recibido numerosas criticas, especialmente sobre su defensa de la enseñanza pública como una de las primeras instituciones fundadas por los ára- bes en España. El padre Batllori, afirma que ante la pérdida de las cartas cruza- das al respecto con el abate Andrés “la noticia por sí sola bastaba para relacio- nar a Antonio Conca con la historia del arabismo hispánico”.33 Lo cierto es que Conca tuvo la suerte de vivir al socaire de los dos personajes más importantes de la época: Antonio Ponz en España y el abate Juan Andrés en Italia. Antonio Conca fue ordenado sacerdote estando ya en el exilio italiano y cuando se extinguió la Compañía se quedó en Ferrara, hasta la llegada de las

32 ANDRÉS, Juan: Cartas Familiares del Abate Andrés a su hermano D. Carlos Andrés, dán- dole noticias del viaje que hizo a varias ciudades de Italia en el año 1785, 1788 y 1789, publica- das por el mismo D. Carlos, Madrid, 1786, 1790 y 1793. 33 BATLLORI, Miguel: Op. cit., p. 550. 24 MANUEL BAS CARBONELL

Monedas estudiadas por Pérez Bayer durante su viaje por Andalucía. tropas de Napoleón, que le obligaron a abandonar su residencia y marchar a Génova. Restaurada la Compañía en 1814 volvió a su tierra para hacerse cargo del Seminario de Nobles de Valencia. Juan Andrés fue el jesuita valenciano que más crédito alcanzó en la Italia del siglo XVIII, junto con su compatriota, el científico y musicólogo Antonio Eixi- meno, pero no fueron los únicos, también alcanzaron fama Pedro Montegón (1745-1820), Colomés Lliso (1740-1807), Bernardo García (1740-1799), Anto- nio Picazo y Antonio Ludeña de Almusafes, tal y como recoge Marcelino Me- néndez Pelayo en su Historia de los heterodoxos, y Adolfo Domínguez Montó, en sus investigaciones sobre los religiosos expulsos. Los viajeros Langle (Figaro), Madame D’Aulnoy, Labbat, Willonghbi, Henry Swinburne y Edward Clarke se habían encargado de difundir por Euro- pa, las fábulas más pintorescas e inverosímiles sobre España, a la vez que Masson de Morvilliers, se pregunta ¿Qué doit-on l’Espagne?, en el artículo “Es- pagne” aparecido en la Encyclopédie methodique. Todas estas opiniones disgus- tan a Antonio Ponz el cual había terminado el inventario de las obras de arte de los jesuitas en los conventos, iglesias y colegios de la Compañía y publicado su famoso Viaje de España,34 catálogo histórico artístico español, que para Menén-

34 PONZ, Antonio: Viage de España, en que se da noticia de las cosas más apreciable, dignas de saberse que hay en ella, Madrid, Ioachin Ibarra, 1772-1794 (18 vols.) y Viage fuera de Espa- ña, Madrid, Viuda de Ibarra, 1789-1792 (3 vols.). VIAJEROS VALENCIANOS POR EL SIGLO XVIII 25 dez y Pelayo, “más que un libro, es una fecha en la historia de nuestra cultu- ra”,35 a la vez que Ponz es considerado por Gregorio Marañón como “El primer gran viajero español... después de él, de Ponz, hay sólo relatos locales, diarios y excursiones”.36 Ponz, para su viaje al extranjero contó con la ayuda de Campomanes y Jo- vellanos, si bien el de Bejís afirma que él ya tenía la idea de salir al extranjero, molesto por las opiniones negativas de los viajeros extranjeros. Inició el viaje con el ánimo de refutar los errores d’un vago italiano, nefastas opiniones del lombardo Norberto Caimo37 y Edward Clarke,38 reflejo del odio de los france- ses e ingleses hacia España, como se desprende de la opinión de Voltaire “Es- paña es un país del que sabemos tan poco como de las regiones más salvajes de África, pero no vale la pena conocerlo”, mientras que para Lord Chesterfield, “España es el país que más y más ha caído en la barbarie, en la misma propor- ción que otras han ido civilizándose”. Lo cierto es que en muchos aspectos te- nían razón, aunque a Ponz le costaba admitirlo. Estaba convencido que ingle- ses y franceses se habían coaligado para insultar a los españoles, como nos recuerda el profesor Emilio Soler en uno de sus artículos sobre el Viage fuera de España.39 Pons considera aceptables únicamente los relatos de Richard Twiss, Peyron y Juan Talbot Dillon. Antonio Ponz viajó durante el año 1783 por Francia, Bélgica, Inglaterra y Flandes, recogiendo sus impresiones en los dos tomos del Viage fuera de Espa- ña. Viaje que fue objeto de una ponencia mía titulada “La obra de Antonio Ponz frente a los detractores de la España del siglo XVIII”, Instituto Cervantes de París Cergy-Pontoise (2005). En dicha ponencia se recogen las opiniones de Antonio Ponz después de su viaje por Europa, en la que llega a la conclusión de que no todo era malo en España, ni todo bueno en el extranjero, si bien, reco- noce la limpieza de las posadas, cuidado de los jardines y de los animales, la opulencia y el culto que rinden los ingleses a sus hombres insignes. Viaje cuya importancia radica en sus dos prólogos, interesantes por los comentarios sobre los autores extranjeros, como reconoce el hispanista Geoffrey Ribbans.40 En di- chos prólogos Ponz se lamenta que en Europa se sabe todo lo que pasa en Es- paña, y en cambio aquí todo lo contrario, la ignorancia impide rebatir las ofen- sas ya que se censura todo texto o se impide la entrada de libros. Ponz fue la única excepción entre miles de plumas españolas.

35 Ídem: Historia de las ideas estéticas de España, Santander, 1940, pp. 561-562. 36 MARAÑÓN, Gregorio: Prólogo al Nuevo viaje de España. La ruta de los foramontanos, de Víctor de la Serna, Madrid, Maeva, 1998, p. 13. 37 CAIMO, Norberto: Lettere d’un vago italiano ad un suo amico, Pittburgo (Milano), 1759- 1769. 38 CLARKE, Edward: Letters concerning the Spanish nation, London, 1763. 39 PONZ, Antonio: Viage fuera de España, Madrid, Vda. de Ibarra, 1785-1791 (2 vols). 40 RIBBANS, Geoffrey: “A. Ponz y los viajeros extranjeros de su tiempo”, en Revista Valen- ciana de Filología, 1955-1958. 26 MANUEL BAS CARBONELL

Morella, grabado de las Observaciones, sobre la Historia Natural... de Cavanilles.

Para terminar nos ocuparemos del viaje a Portugal e Italia de Francisco Pé- rez Bayer, una de las figuras más destacadas de la política cultural de la Ilustra- ción española, que inició su viaje por Andalucía y Portugal en 1782 cuando te- nía 70 años. Entró en relación con bibliófilos, libreros, bibliotecarios y eruditos portugueses. Su primer viaje lo realizó en 1754 a Italia y Suiza, motivado por la búsqueda de medallas, monedas, libros y otras piezas antiguas. Así como para aprender el árabe, el turco y perfeccionar otras lenguas como el hebreo y el grie- go. Podemos afirmar que fue nuestro mecenas y anticuario oficial, ya que la ma- yoría de sus fondos los legó a la Universidad de Valencia, donde desgraciada- mente perecieron abrasados por el bombardeo de las tropas francesas del Mariscal Suchet en 1812. Pérez Bayer viajó a Francia, Suiza e Italia. En Roma trabajó los fondos de la Biblioteca Vaticana y frecuentó gabinetes, museos y bibliotecas allá por donde pasaba. Fruto de la catalogación de su impresionante medallero, fue la edición del libro De Numis hebraeo Samaritanis,41 impreso en Valencia por Benito Mon- fort en 1781, considerado por el viajero Towsend, como uno de los libros más

41 PÉREZ BAYER, Francisco: De Numis hebraeo-Samaritanis. Valentiae adetanarum ex officina Benedicti Monfort, 1781. VIAJEROS VALENCIANOS POR EL SIGLO XVIII 27 bellos y perfectos de España.42 En Ginebra Pérez Bayer se asombra de la biblioteca públi- ca, que todo el mundo puede visitar y ve por primera vez un código escrito sobre papiro o papel egipcio. Y en Nápoles co- noce al futuro Carlos III, amis- tad que le reportaría enormes ascensos profesionales a su re- greso a España. También viajó el hebraísta valenciano a Portugal en 1782, donde asistió a numerosas ter- tulias culturales, siempre intere- sado por la arqueología y nu- mismática. Su relato es la ruta de las bibliotecas y museos de Portugal, donde adquirió más de cincuenta valiosos libros an- tiguos que empaquetó y mandó Observaciones astronómicas y físicas de Jorge Juan, a España por medio de arrieros. después de su viaje a Perú. Todas estas circunstancias las escribió en su Diario que per- maneció inédito en el Archivo Municipal de Valencia hasta que fue estudiado por la hispanista M. H. Piwnik43 que publicó un extracto en la Revista de His- toria Moderna de la Universidad de Alicante. Posteriormente los profesores An- tonio Mestre, Pablo Pérez y Jorge A. Catalá, lo editaron con el título de Fran- cisco Pérez Bayer. Viajes literarios. Termino estas breves palabras que por su generalización pecan de elemen- tales, pues otros se encargaran de profundizar con mayor conocimiento. En de- finitiva tenemos grandes y reconocidos viajeros de la Ilustración como Ponz, Jorge Juan, Villanueva, Andrés, Conca, Cavanilles, Balmis y Ciscar. Todos ellos vivieron a contracorriente cultural, lo cual no fue inconveniente para que cum- plieran los encargos recibidos. La vida y obra de estos eruditos, como opina Batllori, son un orgullo para la literatura de viajes no sólo de Valencia. Nos die-

42 TOWSEND, Joseph: “Viaje a través de España entre los años 1786 y 1787”, en Viajeros británicos por la Valencia de la Ilustración, p. 235. 43 PIWNIK, M.H.: “Les deux voyages de Pérez Bayer en Portugal en 1782-1783”, en Revis- ta de Historia Moderna de la Universidad de Alicante, 1983, pp. 261-317. 28 MANUEL BAS CARBONELL ron a conocer la cultura europea. Ponz intentó refutar las opiniones negativas; Pérez Bayer, recogió valiosas piezas arqueológicas como José F. Ortiz; mientras Jorge Juan nos acercaba la realidad americana y las técnicas navales inglesas; Ca- vanilles nos sirve en bandeja la geografía, comercio y relieve físico de la Comu- nidad valenciana, a la vez que nos ofrece noticias de la Enciclopédie Francaise; el abate Andrés fue considerado como el “Padre de la literatura Universal”, y los hermanos Villanueva como apunta el profesor Emili Soler, intentaron cambiar España y perecieron en el intento. EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO (1793-1794)

Emilio Soler Universidad de Alicante

DURANTE LAS CENTURIAS ANTERIORES A LA DE LA ILUSTRACIÓN, FUERON NUMERO- sos los viajeros que se pasearon por una España atrasada e ignorante (Voltaire había escrito a su amigo Sherlock que “era un país que se podía ubicar en las regiones más remotas de África pero que no valía la pena conocer”).1 Otro via- jero, el alemán Christian August Fischer, escribía2 que viajar a España en el XVIII era como hacerlo “al país de los hotentotes”. Con estas premisas parece obvio que los jóvenes ingleses que el siglo de la razón emprendieran viaje de perfec- cionamiento en sus estudios obviaran la visita a la península. El “Grand Tour”, de una duración aproximada de dos años, llevaba a los británicos de familia aco- modada a pasearse y conocer la Francia Occidental, la Costa Azul, el golfo de Génova y Pisa, Roma, Nápoles (donde comenzaban a excavarse las ruinas de Pompeya y Herculano), Sicilia, Venecia, Florencia, Milán, Suiza, Alemania, Pa- rís, Bruselas y Ámsterdam, desde donde emprendían el camino de vuelta a casa tras haber tenido un amplio conocimiento de lenguas, arte y cultura de la Euro- pa continental en la que, desde luego, no figuraba España. Algunos de ellos no dudaron en dejar sus interesantes memorias de viaje por escrito y no tuvieron excesivos problemas en hallar un editor ya que en el siglo

1 GUERRERO, Ana Clara: Viajeros británicos en la España del siglo XVIII. Madrid: Aguilar, 1990, p. 15. 2 FISCHER, Christian August: Viaje de Ámsterdam a Génova pasando por Madrid y Cádiz. Edición de Hiltrud Friederich-Stegmann. Alicante: Publicaciones de la Universidad de Ali- cante, 2007, p. 403.

29 30 EMILIO SOLER

XVIII la llamada literatura de viajes obtenía grandes éxitos de venta en un Reino Unido que se aprestaba a conquistar el mundo. Era un tipo de literatura que se compraba masivamente por el afán desmedido por conocer nuevos y exóticos te- rritorios y, al mismo tiempo, servía de carta de presentación para los marinos y comerciantes ingleses en su afán por colocar sus mercancías por todo el globo. Obviamente, la literatura de viajes, que tuvo una impresionante extensión durante la centuria ilustrada y que con el Romanticismo decimonónico alcanzó un éxito sin precedentes ya que ningún escritor que se preciara dejó de escribir sus experiencias allende sus fronteras, especialmente en la “salvaje” España, no tiene mucho que ver con los llamados libros de viajes. Deberíamos abrir un ca- pítulo especial para este tipo de literatura, si tuviéramos tiempo y espacio, que no, para hablar de esos libros que desde el comienzo de la Humanidad nos con- taban experiencias viajeras que tenían mucho o poco que ver con la realidad. Así, desde la marcha de los israelitas hacia la tierra prometida bíblica de la mano de Moisés, la Odisea del ciego Homero, las fantásticas y divertidas narraciones que encontramos en las Mil y Una Noches, entre ellas las aventuras de Simbad, los viajes de Gulliver, la epopeya Robinson Crusoe o los viajes de Julio Verne ya en el siglo XIX, la historia de la literatura está llena de libros de viajes, que no de literatura viajera. Curiosamente, si en la España de la Ilustración los viajeros foráneos que de- jaron testimonio de sus andanzas fueron poco valorados, especialmente porque atendían más al concepto de turista que el de viajero ya que muchos de ellos desconocían hasta el idioma del país en que se adentraban durante algunas po- cas semanas, otros encontraron en el tema económico, político o social un cam- po magnífico donde dejar testimonio de sus experiencias, como el economista inglés Arthur Young en su viaje por Cataluña,3 los diplomáticos francés e inglés Jean-François Bourgoing4 y Alexander Jardine,5 o el reverendo británico Joseph Towsend durante su estancia de más de dos años en la España de Carlos III.6 Estos dos y los más de dos centenares de turistas que osaron adentrarse por nuestros pésimos caminos, viajar en unos armatostes desvencijados o alojarse en unas posadas donde, normalmente, eran aligerados en sus bolsillos con aquel tópico tan español de “Ave de paso, cañazo”, dejaron testimonio escrito de sus tristes andanzas por la piel de toro pero, ciertamente, su testimonio no aporta nada nuevo.

3 YOUNG, Arthur: Viatge a Catalunya, 1787. Barcelona: Ariel, 1969. 4 BOURGOING, Jean-François: Tableau de l’Espagne Moderne. 3 v. París, 1807. 5 JARDINE, Alexander: Cartas de España. Edición de Francisco Pérez Berenguel. Alicante: Publicaciones de la Universidad de Alicante, 2001. 6 TOWSEND, Joseph: Viaje por España en la época de Carlos III. 1786-1787. Madrid: Tur- ner, 1988. Prólogo de Ian Robertson. EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 31

Por otro lado, esta centuria ilustrada también nos trae un tipo de literatura de viajes típicamente española que responde a criterios políticos, sociales y eco- nómicos. La nación, merced a los intentos de los gobiernos reformistas de la nueva dinastía borbónica, trata de iniciar el camino de la modernidad, de im- pulsar hacia el interior un nuevo aliento que lleve a España, que todavía conser- vaba uno de los imperios más importantes del globo, a recuperar su puesto de preponderancia mundial. Pero el intento no resultaba sencillo ya que al alto gra- do de ignorancia que se extendía por el pueblo llano, la Inquisición y el incon- testable poder de los púlpitos, la monarquía absolutista, las guerras que asola- ron el país desde principios de siglo hasta el final (Sucesión e Independencia), hacía que no sólo fuera difícil la solución sino que los propios gobernantes des- conocieran la realidad de un país que era muy difícil de atravesar y, por lo tanto, de conocer. Para solucionar el problema del desconocimiento de la realidad socio-eco- nómica española, una serie de ilustrados se pusieron al servicio de la Corona y mediante órdenes reales comenzaron a peinarse el país de norte a sur y de este a oeste. De este modo, y siguiendo el esquema del profesor Gómez de la Serna,7 en poco más de cincuenta años, desde el reinado de Fernando VI hasta el de Carlos IV, individuos convenientemente preparados y expertos en diversas ma- terias fueron desplazándose por las tierras hispanas para observar atentamente la realidad, tomar buena nota de las medidas que habrían de adoptarse para me- jorar la situación y elevar los expedientes correspondientes a los responsables políticos. Sin conocer España no era posible cambiarla.

TIPOLOGÍA VIAJERA EN EL XVIII ESPAÑOL De este modo, expertos en patrimonio artístico, como Antonio Ponz8 o Isi- doro Bosarte,9 nos dejaron un impresionante balance de las riquezas que ateso- raban las iglesias españolas; el valenciano Cavanilles,10 que había recibido el en- cargo de viajar por toda la península para dejar una guía botánica en un siglo que era una de las ciencias más apreciadas por su utilidad en la alimentación y en la sanidad, llegó más lejos y nos dejó una impagable obra sobre la situación del antiguo Reino de Valencia; el también valenciano Francisco Pérez Bayer11 inició, ya en edad achacosa, un difícil viaje desde su tierra hasta Portugal, ob- servando, describiendo y dibujando todos los materiales arqueológicos que ha-

17 GÓMEZ DE LA SERNA, Gaspar: Los viajeros de la Ilustración. Madrid: Alianza, 1974. 18 PONZ, Antonio: Viaje de España. Madrid: Aguilar, 1947. 19 BOSARTE, Isidoro: Viage artístico a varios pueblos de España. Madrid, 1804. 10 CAVANILLES, Antonio Josef: Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultu- ra, población y frutos del Reyno de Valencia. 2 vls. Valencia: Albatros, 1981. 11 PÉREZ BAYER, Francisco: Diario del viaje que el Dr. D. Francisco Pérez Bayer hizo desde Valencia a Andalucía y Portugal en 1782. Edición de Antonio Mestre. Valencia, 1996. 32 EMILIO SOLER llaba a su paso; los viajes estrictamente llamados literarios, aquellos que insis- tían en recoger los valores documentales que encerraban nuestros archivos des- de tiempo inmemorial y que nadie se había molestado nunca en sacarlos a la luz, fueron estudiados por eruditos como el padre Flórez en su Historia Sagrada de España12 o los hermanos Villanueva.13 También hubieron, como no, viajes pin- torescos, como el de Viera y Clavijo14 o el de Juan Fernández de Rojas;15 y otros no menos importantes, los que se realizaron fuera de España, para comprobar, por un lado, cómo estaban evolucionando los países de nuestro entorno y copiar sus modelos, el propio Ponz,16 Moratín17 o el marqués de Ureña,18 y para cono- cer de primera mano los problemas que atesoraban nuestras colonias de ultra- mar, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, especialmente en sus Relación histórica del viaje hecho de orden de su Majestad a la América Meridional y Noticias Secretas de América,19 o, posteriormente, cuando a fines de la centuria y comienzos del

12 Esta monumental obra de historia eclesiástica española de la que aparecieron LVI vo- lúmenes, fue prácticamente comenzada por el padre Enrique Flórez, que se hizo cargo del tomo II hasta el XXIX. A la muerte de Flórez en 1773, la Orden Agustiniana encargó la con- tinuación a Manuel Risco, que continuó la obra hasta el volumen XLII. Posteriormente An- tolín Merino y el P. La Canal prosiguieron con la publicación hasta el tomo XLVII. De ahí has- ta el último de la serie, el LVI, otros autores se hicieron cargo de la edición. En el año 2000, la Editorial Revista Agustiniana comenzó la publicación de una edición revisada de la España Sagrada a cargo de Rafael Lazcano. 13 SOLER PASCUAL, Emilio: El Viaje literario y político de los Hermanos Villanueva. Valen- cia: Biblioteca Valenciana, 2002. 14 José de Viera y Clavijo (Realejo Alto, Tenerife, 1731 – Las Palmas, 1813). Como pre- ceptor del joven marqués del Viso, hijo del director de la Real Academia Española, el marqués de Santa Cruz de Mudela, acompañó a los aristócratas a sus posesiones manchegas, relatando esa experiencia en su diario Viaje a la Mancha en 1774. Fue colega de Jovellanos, padrino de Meléndez Valdés y amigo entrañable de Cavanilles, con quien mantuvo una interesante co- rrespondencia. 15 FREIRE LÓPEZ, Ana María: “Fray Juan Fernández de Rojas y el ‘Viaje Pintoresco e his- tórico de España’”, en Estudios de Literatura, nº 9-10, 1985, pp. 15-22. 16 Antonio Ponz Piquer (Bejís, 1725 – Madrid, 1792). Se formó en las Universidades de Valencia y Gandía, la Escuela de las Tres Artes de Madrid y en Roma y Nápoles, donde cono- ció los descubrimientos de Pompeya. Fue secretario de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y trabajó en la recopilación de las obras y reliquias de la Biblioteca Escurialense. Re- alizó un importantísimo recorrido artístico por nuestro país, Viage de España, o Cartas en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberse, que hay en ella, en 17 volúmenes que se publicaron en 1772. En 1785 publicó el Viage fuera de España en 2 tomos, testimonio de un recorrido de varios meses que realizó por Europa en 1783. Vid.: BOLUFER PERUGA, Mó- nica (ed.): Viage fuera de España. Universidad de Alicante, 2007. 17 Leandro Fernández de Moratín (Madrid, 1760 – París, 1828). Poeta y dramaturgo es- pañol que viajó por Europa dejando constancia de sus impresiones en varios títulos. El más conocido en su Viage a Italia. Ed. crítica de Belén Tejerina. Madrid: Espasa-Calpe, 1991. 18 El viaje europeo del Marqués de Ureña (1787-1788). Madrid: Grafur, 1999. 19 SOLER PASCUAL, Emilio: Viajes de Jorge Juan y Santacilia. Ciencia y política en la España del XVIII. Barcelona: Ediciones B, 2002. EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 33

XIX amenazaban con independizarse de la metrópoli, expediciones de Alejan- dro Malaspina20 o de Francisco Xavier Balmis.21 Pero los viajes por España que llevaron a cabo los ilustrados españoles fue- ron, sin ninguna duda, los que tenían entre sus principales objetivos analizar la economía del país, de una nación que iba perdiendo el tren, y nunca mejor di- cho, con respecto a Europa. Nombres como Bernardo Ward,22 William Bowles,23 Jovellanos24 o el propio Cavanilles25 se inscriben dentro de este impor- tante apartado donde los comisionados deberían estudiar la estructura económi- ca y técnica española, los sistemas impositivos y recaudatorios, conocer su esta- do, informar sobre sus posibilidades de mejoramiento y proponer los proyectos de reforma que habrían de llevar a su más racional explotación en cualquiera de los aspectos agrícola, industrial o comercial. Y es en este contexto de viajes eco- nómicos donde debemos situar el trayecto de más de seis años que emprendió por los tortuosos caminos de España el joven funcionario Carlos Beramendi.26 Oficial de la Secretaría de Hacienda; intendente del ejército español en Bai- lén donde fue condecorado por su valor en 1808; autor de importantes estudios hacendísticos y fiscales durante la regencia; radical liberal en el Cádiz de las Cortes; confinado por constitucionalista en Granada durante la represión abso- lutista fernandina de 1814; destacado dirigente de la masonería y conspirador contra el tan deseado monarca; exiliado en Italia en 1817; cónsul en los Países Bajos tras el triunfo del general Riego27 en el Trienio Liberal; cesado y humilla- do durante la llamada década ominosa; abandonado, pobre y enfermo falleció en Ámsterdam en 1832. Amigo y colaborador de tres discutidos ministros de la Hacienda española

20 SOLER PASCUAL, Emilio: La aventura de Malaspina. Barcelona: Ediciones B, 1999. 21 BALAGUER I PERIGÜELL, Emili: Balmis o l’esperit de la Il·lustració en la medicina espa- nyola. València: Consell Valenciá de Cultura, 1996. 22 Economista irlandés afincado en España, viajó durante 1750-54 por Europa recabando datos económicos para el monarca español Fernando VI. Tras la aparición de su obra Obra pía de España (1750), escribió su Proyecto económico que estuvo muchos años bloqueado en la Secretaría de Hacienda: Vid. la edición del Instituto de Estudios Fiscales del profesor Cas- tellanos. Madrid, 1982. 23 BOWLES, Guillermo: Introducción a la historia natural y a la geografía física de España. Madrid, 1775. Reedición facsímil en ed. Poniente. Madrid, 1982. 24 JOVELLANOS, Melchor Gaspar de: Obras. 5 vls. Madrid: BAE. Atlas, 1956. Edición, es- tudio preliminar y notas de José Miguel Caso. 25 CAVANILLES, Antonio Josef de: Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricul- tura, población y frutos del Reyno de Valencia. 2vls. Valencia: Albatros, 1981. 26 BERAMENDI Y FREYRE, Carlos: El País Valenciano a fines del siglo XVIII. Edición, intro- ducción y notas de Emilio Soler Pascual. Alicante: Instituto de Cultura Gil-Albert, 1994. 27 Rafael del Riego y Núñez (Tuña, Asturias, 1785 – Madrid, 1823). Militar y político libe- ral, dio nombre al “Himno de Riego”. Dirigió el levantamiento constitucional que dio paso al Trienio Liberal (1820-1823). Con el restablecimiento del absolutismo fernandino fue ejecuta- do ignominiosamente en la plaza de la Cebada madrileña. 34 EMILIO SOLER del Antiguo Régimen, Cayetano Soler,28 Martín de Garay29 y Canga Argüelles,30 Beramendi podría haber entrado por méritos propios en la galería de persona- jes de la Ilustración española pero de lo que cabe duda, aunque sea práctica- mente desconocido, es que perteneció por derecho propio a la llamada genera- ción española de 1808,31 aunque nunca llegara a figurar formalmente en ella. De su extensa obra, y del viaje que realizó por media España, tan sólo se ha estudiado, al menos que sepamos, el que realizara durante catorce meses por el antiguo Reino de Valencia, entre agosto de 1793, cuando abandona Cataluña y penetra en tierras valencianas, hasta septiembre de 1794, en que deja la provin- cia alicantina para penetrar en el Reino de Murcia. La obra manuscrita y nunca editada de su viaje español está depositada en la biblioteca de la Fundación Lá- zaro Galdiano32 madrileña, a la espera de que algún investigador desee conti-

28 Miguel Cayetano Soler ocupó diversos cargos jurídicos en Baleares y fue superinten- dente general de Hacienda antes de ocupar la Secretaría de Hacienda. Nació en Palma de Ma- llorca en 1746 y falleció en Malagón durante 1809, asesinado por sus habitantes y adonde había sido trasladado después de la ocupación napoleónica de la capital de España. Entre sus obras destacan El estado de la Real Hacienda (1798) y Los aranceles en España (1802). Vid.: BEJARANO GALDINO, Emilio: M. Cayetano Soler: Un hacendista olvidado. Diatriba y reivindica- ción de su ejecutoria. Mallorca: Ajuntament de Palma de Mallorca, 2005. MARTÍNEZ DE COBOS, Rosa María: “La contribución de un mallorquín, Miguel Cayetano Soler, al proceso desamortizador de la monarquía hispana”, en VII Congreso Internacional de Historia de América. Vol. I. Zaragoza, 1998, pp. 473-490. 29 Martín de Garay y Perales (El Puerto de Santa María, 1771 – La Almunia de Doña Go- mina, 1822). Intendente de Murcia y Extremadura pronto destacó por sus conocimientos ha- cendísticos. En 1813 se integró en el Consejo de Estado en Cádiz. Desde allí emitió diversos informes sobre el desestanco del tabaco y de la insurrección norteamericana contra Gran Bre- taña. Tras la vuelta del absolutista Fernando VII, y a pesar de sus reconocidas ideas liberales, fue nombrado ministro de Hacienda para evitar la bancarrota de la Monarquía. Escribió dos importantes Memorias sobre la solución de los problemas de la Hacienda y sobre el sistema de crédito público. Las presiones de los sectores más privilegiados llevaron al monarca Fer- nando VII a despedirlo en 1818, pasando a Zaragoza donde dirigió los canales de Aragón, de los que era un experto. A pesar de que durante el triunfo del Trienio Constitucional volvió a Madrid para instalarse en el Consejo de Estado, pronto regresó al pueblo de sus antepasados, La Almunia de Doña Gomina, al encontrarse gravemente enfermo de tuberculosis. 30 José Canga Argüelles (Gijón, 1770 – Simancas, 1843). Durante la Guerra de la Inde- pendencia participó en la Junta Superior de Valencia. Fue diputado a las Cortes de Cádiz y ministro de Hacienda en la Regencia, elaborando su conocida Memoria sobre el gasto público y presentando el primer presupuesto hacendístico de España (1811). Al regresar Fernan- do VII, fue desterrado a Peñíscola por su ideología liberal, escribiendo sus célebres Elemen- tos de la ciencia de Hacienda. Con la instauración del sistema constitucional volvió a ser minis- tro de Hacienda entre 1820 y 1821. Publicó su famoso Diccionario de Hacienda (1826-1827) desde el exilio londinense. En 1829, de nuevo en España, editó el Suplemento a dicho Diccio- nario... Murió desempeñando un puesto de archivero en Simancas. 31 Vid. MORENO ALONSO, Manuel: La generación española de 1808. Madrid: Alianza Edi- torial, 1989. GARCÍA CÁRCEL, Ricardo: El sueño de la nación indomable. Madrid: Temas de hoy, 2007. 32 Biblioteca Fundación Lázaro Galdiano (BLG). Madrid. Mss. 734/743. EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 35 nuar con el importante estudio de sus interesantes trayectos económicos por la península.

LOS BERAMENDI Esta familia acomodada, tan típica de las del Antiguo Régimen,33 se origina en el antiguo Reino de Navarra, tomando su nombre del lugar de Beramendi.34 Los padres de Carlos fueron Pantaleón de Beramendi y Cecilia Freyre. Pantale- ón nació 28 de julio de 1746 y fue bautizado en la iglesia de San Saturnino de Pamplona. Perteneció al Consejo de S.M., siendo su Secretario de Decretos, y fue oficial segundo de la Secretaría del Despacho Universal de la Real Hacien- da. Años después, alcanzaría una Regidoría Perpetua de la Villa de Madrid y, más tarde, ocupó plaza de ministro en la Real Junta de Comercio, Moneda y Mi- nas. En 1791, el monarca le nombró caballero de la Orden de Carlos III.35 Por su parte, Cecilia Freyre y Bruin había nacido en Alicante el 8 de marzo de 1750 y fue bautizada en la Iglesia Parroquial de San Nicolás “como hija lexí- tima del capitán de regimiento de Infantería de Zamora D. Francisco Freyre, natural de Amberes, en Flandes, y de Dña. Pasquala de Bruin, natural de la ciu- dad de Valencia…”.36 Nuestro protagonista, Carlos Beramendi y Freyre, nació en la ciudad de Pamplona (como su padre, su abuelo y su bisabuelo) en fecha no determinada y que al autor del artículo le ha sido imposible encontrar a pesar de haberse re- corrido todas las iglesias pamplonicas que existían en la época, ya que así lo in- dicaba su hija Margarita en el testamento depositado en el Archivo Histórico Provincial de Málaga:37 Como nosotros Dn. Ricardo Galvey y Dña. Margarita Beramendi, marido y mu- ger que somos, y naturales y vecinos de esta ciudad, e hijos legítimos y de legí- timos matrimonios, yo el D. Ricardo de D. Guillermo Galway, y de Dña. Fran- cisca Quilty, mis padres difuntos, también de esta naturaleza y vecindad, y yo la Dña. Margarita, de Dn. Carlos Beramendi, natural de Pamplona. Su origen navarro, probable pero por determinar, choca, también, con las noticias contradictorias que del lugar de nacimiento nos dijera el viajero alemán

33 SOLER PASCUAL, Emilio: “Diplomacia y política en la España de Fernando VII: la fami- lia Beramendi”, en Trienio, nº 25. Madrid, 1995, pp. 153-178 bis. 34 GONZÁLEZ DORIA, Fernando: Diccionario Heráldico y Nobiliario de los Reinos de Espa- ña. Madrid: Bitácora, 1897, p. 124: “...Del lugar de su nombre, ayuntamiento de Basaburúa Mayor, partido judicial de Pamplona”. 35 Archivo Histórico Nacional (AHN). Estado. Orden de Carlos III. Expediente nº 320. Pruebas de D. Pantaleón de Beramendi. 36 AHN. Estado. Orden de Carlos III, nº 1.379. Pruebas de D. Antonio Beramendi y Freyre. 37 Archivo Histórico Provincial de Málaga (AHPM). Legajo 4.310, folio 21 y ss. Testa- mento de D. Ricardo Galway y de D.ª Margarita Beramendi: “...y yo la Dña. Margarita, de D. Carlos Beramendi, natural de Pamplona...”. 36 EMILIO SOLER

Castillo de Oropesa. Este dibujo del viajero romántico Henry Swinburne recuerda el paso de Beramendi por una ciudad, la del deán Martí, a la que describió como “villa mal sana a causa de los varios terrenos pantanosos que la cercan...”.

San Miguel de los Reyes. Esta panorámica del convento realizada por el pintor George Vivian hacia 1835, testimonia el aspecto que debía tener el cenobio unos pocos años atrás, cuando Bera- mendi quedó impresionado ante su importante Biblioteca. EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 37

Wilhelm von Humboldt, hermano del celebérrimo Alexander;38 Wilhelm, inves- tigador del euskera, afirma haber conocido a Carlos Beramendi en la Villa y Corte y asegura que su nacimiento fue en Madrid, dejándonos, al mismo tiem- po, la única descripción física que tenemos de nuestro personaje:39 Está empleado en el Departamento de Finanzas y por indicación del gobierno, aunque no a su costa, ha hecho un viaje económico y político por toda España excepto Galicia y Asturias cuya relación quiere publicar. Me leyó un largo pasa- je del mismo. Está lleno de declamaciones y de pequeños adornos estilísticos. Si los datos son ciertos, como afirma, la obra es importante, pues contiene muchos datos, por ejemplo, datos de población según las indicaciones de los sacerdotes de las parroquias. Se refieren a la agricultura, a las fábricas y al comercio. Es un hombre pequeño y muy estilizado, con una cara estrecha, una nariz aguileña y no tiene nada de castellano, aunque haya nacido en Madrid. Su mujer es de Mála- ga, de familia inglesa. Me resultó notable por su altura y fortaleza y sus bien con- figurados rasgos, aunque no era precisamente bella. Si bien carece de conoci- miento y formación, es uno de estos jóvenes caracteres españoles que abandonan la gravedad del español que no son los que más me gustan. La fecha de nacimiento de Carlos, que también se ignora al no haberse po- dido encontrar su partida de nacimiento, debe situarse entre comienzos del año 1773 y finales del año 1776. Pantaleón y Cecilia, sus padres, se casaron en Ma- drid, en la Real Parroquia de la Real Capilla de S.M., el 15 de marzo de 1772. El hermano menor de Carlos, Antonio Beramendi y Freyre,40 fue bautizado el 22 de octubre de 1777, un día después de su nacimiento, en la parroquia de la Santa Cruz de Madrid, “ya que sus padres vivían cerca de allí, en la calle de Ca- rretas...”.41

RESUMEN DE LA TRAYECTORIA VITAL DE CARLOS BERAMENDI Y FREYRE Si su primer cometido importante fue el de funcionario de cierto nivel, con toda seguridad gracias a los “buenos oficios” de su padre, Carlos estaba llama- do a ser un importante funcionario para la Hacienda española.42 Su rastro vital,

38 Friedrich Heinrich Alexander, Barón de Humboldt (Berlín, 1769 – Tegel, 1859). Geó- grafo y naturalista que llevó a cabo junto a su compañero Aimée Bonpland una importantísi- ma expedición de Europa a América (1799-1804). 39 HUMBOLDT, Wilhelm von: Diario de viaje a España. 1779-1800. Edición de Miguel Án- gel Vega. Madrid: Cátedra, 1998, pp. 131-132. 40 SOLER PASCUAL, Emilio: “Antonio Beramendi y Freyre: un diplomático en los inicios del siglo XIX”, en Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante, nº 13-14. Alicante, 1995, pp. 355-366. 41 AHN. Estado. Orden de Carlos III. Expediente nº 1.379. Pruebas de D. Antonio Be- ramendi y Freyre. 42 Archivo General de Palacio (AGP). Carlos IV. Casa. Legajo 2. El 18 de enero de 1792 se produjo su nombramiento como Secretario del Despacho de Hacienda, oficial supernume- rario.

38 EMILIO SOLER

Entre los importantes trabajos económicos escritos por Carlos Beramendi, destaca su Memo- ria sobre la naturaleza e importe de las necesidades ordinarias y extraordinarias de la nación española..., redactada a petición de las Cortes gaditanas y del ministro de Hacienda. de difícil seguimiento en unos casos y muy extenso en la mayoría, nos lleva a perderlo de vista a los pocos años de finalizar su viaje por España, tras ser as- cendido en la Secretaría de Hacienda por el ministro del ramo Miguel Cayeta- no Soler en 1800.43 Sí conocemos que Beramendi casó en la Málaga de 1796 con María de la Paz Galway y Quilty, miembro de una acomodada y prestigiosa fa- milia de origen irlandés afincada en la capital malacitana,44 la de Juan Galwey,45 uno de los fundadores del Consulado de Málaga.46 El matrimonio de Carlos y María47 de la Paz tuvo tres hijos: Margarita, Teresa y Carlos.48 Precisamente, un

Archivo Histórico Provincial de Madrid (AHPM). Legajo 3.553, folio 700. Otorgamiento de poderes a Dª María de la Paz Galway a D. Gregorio de Joyes. Málaga, 25 de abril de 1801. BN. Raros. R-I/447: Kalendario manual de guía de forasteros en Madrid. Años de 1794, 1795, 1796 y 1797. Madrid, en la Imprenta Real. 43 AHN. Estado. Legajo 2.812. Real Decreto. 44 VILLAR GARCÍA, María Begoña: “Los extranjeros en Málaga en el siglo XVIII”. Publica- ciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba. Córdoba, 1982. 45 AHN. Estado. Orden de Carlos III. Expediente nº 329. Pruebas de D. Juan Galway. 46 BEJARANO, Francisco: Historia del Consulado y de la Junta de Comercio de Málaga. Col. Málaga: Ciudad de Malaga, 1991, p. 11. 47 AHPM. Legajo 3.544, folio 1.597. Dote contra Carlos Beramendi. 48 AHPM. Legajo 4.310, folio 21. Testamento de D. Ricardo Galway y Dª Margarita Bera- mendi. EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 39 escrito de su esposa en 1801, en el que Beramendi otorgaba permiso a su espo- sa para cobrar “por sí o por medio de sus apoderados la pensión anual y vitali- cia de seis mil reales”49 situaba al hacendista en un destino extraño y, con toda seguridad, alejado de la pompa y boato cortesano: en el Peñón de Vélez de la Gomera, en la costa norteafricana. Todo parecía indicar, pues, que la carrera administrativa de Carlos había to- cado techo desde su nombramiento, tan sólo un año antes, de la primera sección del Ministerio de Hacienda.50 Los siete años que llevan de 1801 a 1807 permane- cen en sombra en la vida de nuestro ilustrado a pesar de que sabemos de su es- tancia en Granada en 1807,51 formando parte de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Sí conocemos que en 1808 asciende a la categoría de Intenden- te,52 haciéndose cargo del ejército de Granada y obteniendo la medalla al valor, la Cruz de Bailén, por su actuación en la batalla de Bailén, “junto al teniente gene- ral Don Teodoro Reding”.53 Esta condecoración se ampliaría posteriormente con las de la Placa del orden de San Fernando y a las cruces de Albuela y de Gerona, como él mismo señala.54 En julio de 1808 aparece como Comisario ordenador de la recién creada Junta del Ministerio de la Real Hacienda en Granada.55 A Carlos lo volvemos a encontrar en 1809 como intendente de Gerona,56 donde, nuevamente, se distinguió por su valor,57 siendo reconocido por ello por el mismísimo defensor de la plaza, el general Álvarez de Castro.58 Curiosamente, un personaje absolutamente desconocido hasta ahora por los historiadores, es

49 AHPM. Legajo 3.553, folio 700. Otorgamiento de poderes a Dª María de la Paz Gal- way y a D. Gregorio de Joyes. Málaga a 25 de abril de 1801. 50 AGP. Expedientes personales. Cº 117/25. Legajo 21: “...siendo su Real voluntad el que se manden hacer los asientos correspondientes en los libros de la Real Casa de quedar Carlos Beramendi privado de plaza de oficial, y de los honores de Secretario del Rey...”. 51 Biblioteca Universitaria de Granada. C-103-3 (2). 52 AMAE. Personal español. Legajo 25. Expediente nº 1.085. 53 BERAMENDI, Carlos: El triunfo de España. Granada, en la oficina de D. Manuel More- no, 1815, 2ª edición. Ejemplar en la Biblioteca Universitaria de Granada. C-19-53 (10). 54 AMAE. Personal español. Legajo 25. Expediente nº 1.085. Representación de Carlos Beramendi a S.M., fechada en Génova el 3 de noviembre de 1818. 55 BERAMENDI, Carlos: La inocencia triunfa al fin de la calumnia. Madrid: Imprenta de Vega y Cía, 1820. 56 TORENO, Conde de (José María Queipo de Llano): Historia del levantamiento, guerra y revolución de España. Madrid: Atlas. BAE, 1953, p. 220. NIETO SAMANIEGO, Juan Andrés: Memorial histórico de los sucesos más notables de armas y estado de la salud pública durante el último sitio de Gerona. Gerona, 1819. 57 HARO, Miguel de, Mariscal de Campo: Relación histórica de las defensas de Gerona en 1808 y 1809. Madrid: Imprenta de Núñez, 1820, p. 60. ESPRAECKMANS, Pedro: Diario del sitio de Gerona en el año de 1809 por el séptimo cuerpo de exército francés. Olot: Tipografía de N. Planadevall, 1909, p. 105. GRAHIT Y PAPELL, Emilio: Reseña histórica de los sitios de Gerona de 1808 y 1809. 2 vls. Gerona: Imprenta y Librería de Paciano Torres, 1894 y 1895. 58 BLANCH, Adolfo: Historia de la Guerra de la Independencia en el Antiguo principado. 2 vls. Barcelona, 1861, p. 405. 40 EMILIO SOLER nombrado repetidas veces por Benito Pérez Galdós en dos de sus obras: el Epi- sodio Nacional correspondiente a Gerona y su obra teatral del mismo título. Tras su salida de la ciudad catalana, donde publicó un Diario59 con el que pre- tendía levantar la moral de sus habitantes, especialmente con un largo poema épico, La Gerundea, salido de su propia pluma. Beramendi siguió ascendiendo peldaños en su carrera militar y hacendista, pasando de intendente de provin- cia a intendente de ejército, haciéndose cargo de la intendencia general de Ca- taluña60 y, tiempo después, de la de Extremadura, siempre en lucha contra el ejército napoleónico, según el propio hacendista en su obra El triunfo de Espa- ña, publicada en 1815 y leída en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Granada, de la que era “miembro de número”. Carlos aparece de nuevo ya en el Cádiz de las Cortes en 1811, donde elabo- ró una Memoria sobre la naturaleza e importe de las necesidades ordinarias y ex- traordinarias de la nación española en la época presente...,61 junto al también in- tendente y oficial de la Junta de Hacienda José Mauricio Chone de Acha y del vocal representante por la Junta de Cádiz en la de Medios y Arbitrios, Ramón Viton,62 trabajo que presentarían al gobierno el 25 de enero de 1812. El propio intendente Canga Argüelles, más tarde ministro de Hacienda, elogiaría esta obra como “precioso informe”. En ella, Beramendi y sus compañeros presenta- ban dos importantes propuestas para la reforma de la Hacienda Pública que, en síntesis, venían a ser las siguientes: 1) supresión de las rentas provinciales y las estancadas (excepto la sal) y su sustitución por una contribución única; 2) res- tablecimiento del crédito público y pago de la deuda, contando con el produc- to de las rentas generales. Todo ello con la doble perspectiva de superar las di- ficultades financieras derivadas de la guerra contra el francés, pero también para sentar las bases de la construcción de una Hacienda liberal ordinaria, pun- tos recogidos meses después en la Constitución gaditana de 1812. Estos traba- jos merecieron el aplauso de Canga Argüelles, ministro de Hacienda durante la Regencia.63

59 GÓMEZ IMAZ, Manuel: Los periódicos durante la guerra de la Independencia (1808-1814). Madrid: Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1910, p. 103. 60 BN. Raros. R-i/447: Guía Patriótica de España. Para el año de 1811. Real isla de León. En la Imprenta de d. Miguel Segovia. 61 BN. R/60015 y R/824165: Memoria sobre la naturaleza e importe de las necesidades or- dinarias y extraordinarias de la nación española en la época presente. Índole y productos de las rentas públicas, con supresión de las llamadas provinciales; desestanco de los tabacos y reducción del precio de la sal. Déficit y nueva única contribución para cubrirlos distribuida sobre los pro- ductos de todas las clases de la península e islas adyacentes, capitalizables e industriales. Medios para restablecer el crédito público y satisfacer la demanda nacional. Cádiz: Imprenta del Estado Mayor General, 1812. 62 BN. Raros. R-i/447: Guía política de las Españas para el año de 1813, p. 221. 63 CANGA ARGÜELLES, José: Diccionario de Hacienda. Con aplicación a España. 2 vls. Ma- drid: Imprenta de D. Marcelino Calero y Portocarrero, 1833. Tomo II. Voz: Riqueza territo- rial y mobiliaria de España.

EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 41

Un interesante plano de la trama urbana alicantina dibujado por la mano de Carlos Bera- mendi y en la que detalló las principales edificaciones de la ciudad, incluida la rada portuaria.

En septiembre de 1813, Carlos, que en aquella época ya no constaba como intendente de ejército, al menos en ejercicio, y se dedicaba en la capital gadita- na a desempeñar “con celo cuanto se le encargó por las Juntas supremas de Me- dios de la Real Hacienda, y Militar de que fue igualmente individuo al lado del gobierno”,64 aparece implicado en los desórdenes que se produjeron en Cádiz al estallar una epidemia de fiebre amarilla junto al problema que se planteaba ante la decisión de muchos diputados de salir de la ciudad de Cádiz, a lo que Beramendi, junto a la facción más liberal, se oponía de forma rotunda y temien- do que la noticia de la epidemia fuera un pretexto para abandonar la ciudad ta- lismán de la resistencia al invasor.65 Pero, a pesar de todo, las Cortes bien pron- to se trasladaron a Madrid, siendo suspendidas pocos meses después por Fernando VII desde Valencia, donde restableció el absolutismo. A partir de entonces, los cargos de alta traición persiguieron a innumerables patriotas liberales que habían arriesgado su vida para que volviera a España Fer- nando VII, entre ellos Carlos.66 De nuevo se pierde su estela vital hasta que resur-

64 AMAE. Personal español. Legajo 25. Expediente nº 1.085. Representación de Carlos Beramendi a S.M., fechada en Génova el 3 de noviembre de 1818. 65 AHN. Consejos. Legajo 6.298, folio 157. 66 AHN. Consejos. Legajo 6.298. Relación... 42 EMILIO SOLER ge su nombre en la Granada de 1814 unido al del Conde de Montijo,67 carismáti- co militar granadino que ostentaba la presidencia de la Chancillería y que com- partía responsabilidades junto a Beramendi en la Real Sociedad Económica gra- nadina, el primero como director y el segundo como censor de publicaciones. En 1815, Carlos creía que su vida corría peligro al achacársele participación en la conjura de Porlier contra Fernando VII y haberse probado por el aparato repre- sivo estatal su adscripción como gran dirigente de la logia masónica granadina.68 Un Beramendi ya definitivamente enfrentado al absolutismo pudo partici- par en las conspiraciones de Renovales y de Richard, la llamada Conspiración del Triángulo.69 Curiosamente, Carlos y el Conde de Montijo, capitán general de Granada, compartirían tareas directivas, en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de la provincia de Granada durante 1815,70 el de Montijo como primer director y Beramendi como censor de publicaciones. Ese mismo año, su hermano Antonio y su hijo Carlos Beramendi Galway, cónsul y vicecónsul en la ciudad de Génova,71 le instaron repetidamente para que saliera de España con urgencia y se refugiara en Italia. En 1816, desde Granada donde se encontraba desterrado, Carlos, que se sentía tremendamente angustiado por su suerte, pidió permiso para ausentarse de España a su amigo el ministro de Estado José García de León y Pizarro, quien le negó el traslado. A comienzos de 1817, Beramendi fue delatado por el Arzobispo de Granada como incurso en una conspiración para restablecer la Constitución doceañista en el día del Corpus.72 Estas acusaciones fueron repe- tidamente negadas por el intendente pero, en cuanto pudo, aprovechó un per- miso de seis meses, con sueldo, otorgado por el entonces ministro de Hacienda, Martín de Garay, compañero de Beramendi en la carrera de intendencia, y es- capó de Granada el 23 de mayo de 1817, tras conocerse el fracaso de la enési- ma intentona golpista contra Fernando VII, esta vez la del general Lacy73 en

67 Eugenio Eulalio de Palafox y Portocarrero, Conde de Montijo y Grande de España (1770-1834). Vid. MORANGE, Claude: “El conde de Montijo. Apuntes para su biografía y refle- xiones en torno al protagonismo del ‘partido’ aristocrático en la crisis del Antiguo Régimen”, en Siete calas en la crisis del Antiguo Régimen. Alicante: Instituto Gil-Albert, 1990, pp. 23-87. 68 Archivo General de Palacio (AGP). Papeles reservados de Fernando VII. Tomo 20. Carpeta 28. Folio 224. 69 BAROJA, Pío: Los caminos del mundo. Madrid: Caro Reggio, 1976, pp. 200. 70 BERAMENDI Y FREYRE, Carlos: El triunfo de España. Granada: en la oficina de D. Ma- nuel Moreno, 1815, p. 2. 71 BN. Calendario manual y guía de forasteros en Madrid. Para el año de 1817 y de 1818. 72 BERAMENDI Y FREYRE, Carlos: La inocencia triunfa al fin de la calumnia. Madrid, Im- prenta de Vega y Cía., 1820. 73 El general Luís Lacy y Gautier fue un destacado militar en la guerra de la Independen- cia. En 1817 intentó restablecer el orden constitucional en Barcelona pero su intentona fue descubierta. Hecho prisionero, Lacy fue condenado a muerte. El 30 de junio fue embarcado en el falucho El Catalán rumbo a Mallorca. Cinco días más tarde, el 5 de julio de 1817, Lacy fue fusilado en el castillo de Bellver. EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 43

Barcelona. Beramendi se refugió en Málaga y, bien pronto, se dirigiría a Gibral- tar. Desde allí, marchó a Italia pasando antes por Marsella, desde donde envió unos memorandos al gobierno español sobre puertos francos y comercio que trataban de justificar la comisión científico-militar que pretextó su amigo Martín de Garay para la salida de España del intendente cobrando su sueldo por entero.74 El 15 de noviembre de 1817, el fiscal Luis García enviaba al mi- nistro Eguía una relación de nombres en los que aparecía nuestro protagonista: “Sobre la logia masónica que parece existe en Málaga, Carlos Beramendi es uno, o el principal de los reinstaladores y directores, según puede inferirse”.75 Por otro lado, el conde de Montijo fue relevado de su cargo de Capitán Gene- ral de Granada en 1818, tras la denuncia del arzobispo granadino al Inquisidor General Verdeja.76 Durante todos esos años de final de década, Beramendi, que enviaba perió- dicamente informes a la Secretaría de Hacienda para justificar el cobro de su sa- lario,77 figuró como intendente en la Guía de Forasteros en Madrid.78 En 1818, ya asentado en Italia, Carlos conoció el desmantelamiento de la logia masónica de Valencia y la detención de gran parte de sus miembros,79 lo que le quitaría las ganas de volver a España. Un año después, en 1819, se enteró de la desarti- culación de la logia de Granada tras una nueva ofensiva del absolutismo del mi- nistro de la Guerra Francisco de Ramón Eguía,80 persona muy odiada por su crueldad y titular, curiosamente, del condado llamado del Real Aprecio. Beramendi, sometido a una prolija investigación del Santo Oficio,81 recibió una Real Orden de fecha 5 de junio de 1819 en la que el Ministro de Hacienda le ordenaba volver a España “sin excusa ni causa alguna de dilación”, releván- dose de la misión que le llevó a Francia e Italia, donde actualmente residía.82 Esa Real Orden por la que Carlos debía de haber vuelto a España, cosa que no hizo

74 BERAMENDI, Carlos: La inocencia triunfa al fin de la calumnis. Op. cit., pp. 8-9. 75 AGP. Papeles reservados de Fernando VII. Tomo 20. Carpeta 28. 76 GALLEGO BURÍN, Antonio; MARTÍNEZ LUMBRERAS, Francisco: “Unos años de historia granadina”, en Granada en el reinado de Fernando VII. Granada: Universidad y Diputación de Granada, 1986, pp. 63-94. 77 BERAMENDI, Carlos: La inocencia triunfa al fin de la calumnia. Op. cit., pp. 8-9. 78 Biblioteca Nacional (BN). Raros. R-i/447: Calendario manual y guía de forasteros en Madrid. Para el año de 1817. Madrid, en la Imprenta Real, 1817, p. 40. 79 GIL-NOVALES, Alberto: Las sociedades patrióticas. 1820-1823. 2 vls. Madrid: Tecnos, 1975, pp. 776-777. 80 Francisco de Ramón Eguía (Durango, 1750 – Madrid, 1827). Militar partidario del ab- solutismo dinástico. Al regreso de Fernando VII en 1814 fue nombrado capitán general de Castilla. Ministro de la Guerra, fue también capitán general de Granada. Durante su exilio en el Trienio Liberal, participó en la formación de los Cien Mil Hijos de San Luis. 81 AGP. Papeles Reservados de Fernando VII. Tomo 20. Carpeta 28, folio 226. 82 AGP. Papeles Reservados de Fernando VII. Tomo 20. Carpeta 28. Expediente de Con- sultas del Santo Tribunal y del fiscal García para el adelantamiento y acierto en Causa reser- vadísima. Folios 278 y ss. 44 EMILIO SOLER ya que se puso bajo el amparo del Duque de Toscana, estaba justificada admi- nistrativamente por la dependencia que sostenía como intendente de ejército.83 Poco después, un oficio del Secretario del despacho de Hacienda, José de Imaz, al Secretario interino del Despacho de la Guerra, fechado el 28 de agosto de 1819, le conminaba a regresar “en el término de tres meses” y para que acaba- se el ardid de que no disponía de fondos para su vuelta: “mandando al mismo tiempo que por Tesorería general se le socorriese con tres mesadas en cuenta de sus sueldos, para que pueda hacer el viaje...”.84 Carlos, que hizo caso omiso del requerimiento, sospechaba que tanto reque- rimiento obedecía a algún plan premeditado del absolutismo y, ciertamente, la Inquisición había decidido que él era uno de los máximos responsables de la masonería española.85 Nuevamente el Santo Oficio siguió insistiendo en su vuel- ta y una nueva Real Orden de 7 de febrero de 1820, un mes después del alza- miento de la isla de León que daría lugar al Trienio Liberal, recordaba al inten- dente la obligación de reintegrarse a su país.86 Con el triunfo de la revolución liberal encabezada por Riego, Carlos decidió rápidamente su regreso al conocer la amnistía política que se había decretado. Entre marzo y abril de 1820, una vez sobreseídas las causas que se seguían con- tra los diversos individuos que habían conspirado contra el absolutismo fernan- dino, Beramendi pisó nuevamente el suelo de Gerona. Según sus propias pala- bras en La inocencia... “allí soy recibido entre el júbilo y el más puro amor de sus heroicos ciudadanos”. Días más tarde, llega a Barcelona. Un periódico bar- celonés, decía así: “Celebró la Sociedad Patriótica de Barcelona sesión extraor- dinaria para recibir en su seno al digno ciudadano Beramendi; habiendo sido presentado igualmente en ella el patriota Bertrán de Lis.87 La Sociedad se jacta- rá siempre de contar inscritos entre sus individuos, hombres tan apreciados de los amantes de la causa nacional”.88 Carlos se trasladaría a Valencia, ciudad en la que residía su tío Miguel Javier de Beramendi y Eleta,89 deán de la catedral valentina y, aunque consejero del Santo Oficio,90 hombre de tendencia moderada.91 En Valencia, sigue diciendo

83 BN. Raros. R-i/447. Calendario manual y guía de forasteros en Madrid. Para el año de 1820. Madrid, en la Imprenta Real, 1820, p. 41. 84 AGP. Papeles reservados de Fernando VII. Tomo 17, nº 136. 85 AGP. Papeles reservados de Fernando VII. Tomo 20. Carpeta 28, p. 284. 86 BERAMENDI, Carlos: La inocencia triunfa al fin de la calumnia. Op. cit., p. 13. 87 Vicente Bertrán de Lis, banquero valenciano que organizó la resistencia contra los fran- ceses en la Valencia de 1808. Tras la caída de la Constitución acabó trasladándose a Londres, donde permaneció hasta 1833. Vid. Apuntes biográficos de D. Vicente Bertrán de Lis, o sea apéndice de los folletos titulados “Los gobiernos y los intereses materiales”. Madrid: Estableci- miento tipográfico militar de los señores Mateo y Torrubia, 1852. 88 Diario Constitucional de Barcelona, nº 164, 23 de abril de 1820. 89 Archivo Histórico Nacional (AHN). Estado. Orden de Carlos III. Expediente 526. 90 AHN. Inquisición. Catálogo de las Informaciones Genealógicas de los Pretendientes a Cargo del Santo Oficio. 1327 (1). EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 45

Esta acuarela de Carl Goebel realizada hacia 1864 presenta un aspecto interesante de la plaza de la Virgen y de la catedral de Valencia, cuyo deán era el tío de Carlos, Miguel Javier de Beramendi y Eleta.

Beramendi en su opúsculo, “experimenté las mismas demostraciones que reci- bí en Cataluña”. El regreso a España de Carlos, tras cuatro años de ausencia, resultó fugaz aunque prolijo en el aspecto literario y en el político. De esta manera, tras la reedición de su oda El triunfo de España, sus colaboraciones en la Gaceta del Gobierno y la publicación de su opúsculo La inocencia triunfa al fin de la calum- nia, el gobierno liberal le nombraba Cónsul general en los Países Bajos el 9 de mayo de 1820.92 Beramendi pronto llamó a su hijo Carlos a su lado para que desempeñase el puesto de vice-cónsul. En junio de 1822, las Cortes decidían suprimir ese cargo del escalafón diplomático y para el intendente comenzaba un largo peregrinar epistolar, de ministerio en ministerio, Guerra, Hacienda y Estado, pretendien- do que alguien corriera con su sueldo y con los gastos que debía afrontar para mantener la presencia consular española en Ámsterdam.93 En julio de ese mis-

91 BARBASTRO GIL, Luis: El clero valenciano en el Trienio Liberal. Instituto Gil-Albert. Ali- cante, 1985, p. 28. 92 AMAE. Personal español. Legajo 25. Expte. nº 1.085. 93 AMAE. Personal español. Legajo 25. Expte. nº 1.085. 46 EMILIO SOLER mo año, Carlos Beramendi Galwey se hallaba en Madrid y se vio metido de lle- no en los sucesos contrarrevolucionarios llevados a cabo por las tropas fernan- dinas, constando su nombre en la relación de heridos de la Milicia Nacional que defendieron el bando constitucional.94 El paseo militar que significó para los absolutistas la invasión de los llama- dos Cien Mil Hijos de San Luis comandados por el duque de Angulema95 resti- tuyó en el trono español a Fernando VII de manera efectiva y no como monar- ca constitucional, tal y como había venido ejerciendo desde 1820, cuando triunfó el golpe de Riego. En los primeros días de octubre de 1832, el soberano anulaba todo lo legislado en ese periodo de gobierno liberal y, de nuevo, Carlos Beramendi caía en desgracia política, volviendo a aparecer su nombre en un ín- dice donde venían reseñados los individuos que habían pertenecido a Socieda- des prohibidas.96 Nunca más regresó a España y, tras dedicar los últimos años de su vida “ocupado en fomentar un establecimiento para la cría de gusanos de seda en los Payses Bajos pagado por el Gobierno Belga”,97 fallecería en Ámster- dam el 5 de octubre de 1832.98 A partir de esa fecha comenzaría una larga batalla legal de su viuda para in- tentar cobrar los sueldos y el resto del dinero que el Estado español debía a su marido aunque, como era de esperar, sin ningún resultado.99

CARLOS BERAMENDI. VIAJERO Y FUNCIONARIO DE LA REAL HACIENDA Un joven Carlos, de 18 años de edad, recibe una Orden Real de Carlos IV para la realización de un viaje, que le iba a llevar desde 1791 a 1796, con el ob- jeto de analizar la situación socio-económica del país y aportar soluciones que pudieran llevarse a cabo para su mejora. El trayecto se inscribía perfectamente en el ideario de la época ilustrada, viajes promocionados por la corona y conce- bido como una parte de la renovación total de la nación española.100 Gaspar Gómez de la Serna101 definió el viaje por la España dieciochesca como

194 Hemeroteca Municipal de Madrid (MM). AH 1/6 (171). 195 LA PARRA, Emilio: Los Cien Mil Hijos de San Luis. El ocaso del primer impulso liberal en España. Madrid: Síntesis, 2007. 196 AGP. Papeles reservados de Fernando VII. Tomo 66. 197 AMAE. Personal español. Legajo 25. Expte. nº 1.085. 198 AMAE. Personal español. Legajo 25. Expte. nº 1.085. 199 AMAE. Personal español. Legajo 25. Expte. nº 1.085. 100 MORALES MOYA, Antonio: “El viaje ilustrado”, en Estudios turísticos, nº 83. Madrid, 1984, pp. 31-45. 101 GÓMEZ DE LA SERNA, Gaspar: Los viajeros de la Ilustración. Madrid: Alianza Editorial, 1974, p. 74. EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 47

una promoción real muy meditada y realizados por comisionados oficiales, des- tinados a estudiar la estructura económica y técnica del país, conocer su estado, informar sobre sus posibilidades de mejoramiento y proponer los proyectos de reforma conducentes a su más racional explotación o positivo rendimiento, en cualquiera de los aspectos agrícola, industrial o comercial que conviniera coor- dinar o poner en marcha separadamente... Carlos Beramendi apuntaba en una breve advertencia en el segundo tomo de sus viajes, los problemas y objetivos que se trazó al aceptar el regio encar- go:102 Quando emprendí estos viages cumpliendo con la voluntad de S.M. deve supo- nerse que ignorava mucho, pues que su objeto fue el de instruirme, y así el pri- mero no está escrito con tanta solidez como el segundo, ni el segundo como el tercero, y sucesivamente: Bien podría con las pocas luces que he ido adquirien- do en estas materias, haverlos rectificado, y corregido, antes de que los viese per- sona alguna, pero no lo he juzgado a propósito pues no sería prudente el querer persuadir (por ejemplo) que un corto de vista distingue los objetos con la clari- dad que el que la tiene perspicaz: Además que esto mismo es una sincera prue- ba que vindica mi conducta pues manifiesta que he procurado adquirir nuebos conocimientos. El propio Beramendi, encontrándose exiliado en Italia, en una representa- ción dirigida a Fernando VII y enviada desde Génova el 3 de noviembre de 1818,103 recordaba a S.M. que por encargo de su padre Carlos IV obtuvo comisiones importantes relatibas a la Agricultura, Industria, Comercio y Cana- les del Reyno que examinó de Real Orden viajando seis años de la misma, y pro- duciendo sus trabajos diez tomos de apuntaciones que fueron aprobados por el Augusto Padre de S.M. y mandados tener presentes en aquella Secretaría del Despacho para la mejor expedición de sus importantes atribuciones... El Viage por España de Carlos Beramendi, manuscrito e inédito, en diez tomos, se localiza en la Biblioteca de la Fundación Lázaro Galdiano madrileña.104 Tam- bién, en la Biblioteca Nacional se encuentran tres volúmenes manuscritos de este viaje105 con algunas variantes respecto al texto custodiado en Lázaro Galdiano. Aunque Beramendi no pudo evitar describir las ciudades por las que pasó ni verse obligado a sacar su erudición, el objetivo primordial era obtener una vi- sión, lo más ajustada posible, del estado real de la economía española (agricul- tura, comercio, industria y regímenes tributarios) para intentar aplicar las medi- das correctoras que en cada caso se consideraran pertinentes.

102 Biblioteca Nacional (BN). Mss. 22.177. 103 Archivo del Ministerio de AA.EE. (AMAE). Personal español. Legajo 25. Expte. nº 1.085. 104 BLG. Madrid. Mss. 734/743. 105 BN. Manuscritos. Apuntaciones de algunos viages a varias provincias de España por lo to- cante a su industria, agricultura y comercio. Tomos 2 y 5 (Aragón y Valencia). Mss. 22. 177-178. BN. Manuscrito. Viage de Zaragoza a Barcelona (1792). Manuscrito 22.216. 48 EMILIO SOLER

Su viaje económico tuvo precedente en los realizados por Guillermo Bowles, quien visitara las minas españolas peninsulares; Campomanes,106 por la península ibérica, o los de Jovellanos, cuyas notas de viaje constaban, principal- mente, en su “Diario Quinto”. Estos viajeros ilustrados patrios visitaron una Es- paña que había que restaurar, en palabras de Morales Moya, en su presente y en su pasado. El viaje ilustrado señaló que aunque todavía persistían la miseria, la despoblación y el atraso cultural en el país, también eran patentes, al mismo tiempo, los nuevos cultivos y las nuevas industrias que, poco a poco, se despa- rramaban por una nación gobernada por ministros reformistas. Unos gobernan- tes que creían en un ideal económico en el que a través de la agricultura, el co- mercio y la industria, se hacían prósperas las naciones. Esos mismos reformistas conjeturaban con la necesidad de un Estado que aplicara a rajatabla esas con- signas; no en un Estado liberal, sino en el poder político al servicio del pensa- miento reformador. Una de las formas para llevar adelante sus proyectos consistió en la poten- ciación del conocimiento de nuestra realidad. De esta forma, armados con una Orden Real, excelente carta de presentación por otro lado, los ilustres viajeros españoles investigaron archivos y bibliotecas; visitaron monumentos e iglesias; realizaron el inventario del patrimonio artístico; describieron paisajes; dibuja- ron inscripciones antiguas y plantas de la flora peninsular; cruzaron estrechos y desvencijados puentes; recorrieron tortuosos caminos donde, a menudo, se vie- ron despojados de sus pertenencias por amigos de lo ajeno; reunieron y clasifi- caron documentos; observaron el campo y contabilizaron sus cosechas; estudia- ron y analizaron el comercio y la industria; conocieron aldeas y ciudades, saludando a sus habitantes; y se alojaron en tristes e inhóspitas posadas. Beramendi atendió de forma especial a los temas de marcado carácter socio- económico y se mostró riguroso e inflexible al comprobar las desviaciones que sufrían, en la práctica, las teorías de Campomanes.

EL VIAGE POR ESPAÑA Los diez libros de la Biblioteca Lázaro Galdiano nos permiten una visión muy particular de la España que pasea Beramendi, no al completo ya que el via- je no concluyó según sus objetivos. El primer volumen lo comenzaba con planos de la ciudad de Valladolid y di- bujos y anotaciones sobre proyectos hidráulicos y urbanísticos en la zona de Castilla-León. El segundo se abría con una detallada “Descripción del Govierno, Agricultura, Industria y Comercio del Reyno de Aragón”. Se extendía, poste- riormente, con el “Estado de los Frutos, Ganados, y primeras Materias de las

106 RODRÍGUEZ CAMPOMANES, Pedro: Viajes por España y Portugal. Edición de José M. Sánchez Molledo y Juan J. Nieto Callén. Madrid: Miraguano Ediciones, 2006. EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 49

Carl Goebel, pintor alemán del XIX, nos dejó una interesante muestra de su capacidad artísti- ca a su paso por el País Valenciano; en este caso nos muestra una visión de Alicante que no debería diferir mucho de la que contempló Beramendi.

Artes comprehensivo desde el 1 de enero hasta fin de diciembre de 1792”. El “Estado de las Fábricas y Manufacturas” ocupó posteriormente su atención, así como las diferencias fiscales que observó entre Aragón y Cataluña. El tercero de sus libros estaba dedicado íntegramente al “Comercio de Cataluña”. En sus páginas encontramos, de forma detallada, todas las exportaciones e importacio- nes del principado, operaciones comerciales que se realizaban, básicamente, por el puerto barcelonés. En este tomo añadía: “Cataluña es la provincia más comerciante de España. Es envidiable la actividad con que transporta sus géne- ros al extranjero, y se hacen con quanto necesitan de ellos”. El cuarto volumen comenzaba el 3 de abril de 1793 con un “Viage al Convento de Monserrat” y continuaba el itinerario con su “Viage al Exército de Rosellón”, tránsito que le llevó a conocer la realidad socio-económica de la Cataluña interior y costera. En julio de 1793, tras haber vuelto a la Ciudad Condal, viaja hasta la frontera del País Valenciano: en la página 90 de este cuarto tomo, Beramendi titula “Acaba el principado de Cataluña y entro en el Reyno de Valencia”. Su llegada a la ciu- dad de Valencia, después de un interesante itinerario costero, se produjo tras una parada en Murviedro (Sagunto), donde dibujó sus principales monumen- tos. Más tarde, pasó al Monasterio del Puig, donde también dejó testimonio grá- fico de lo que allí vio y, sobre todo, una muy interesante descripción de los vo- lúmenes que componían su rica biblioteca. Una vez en Valencia, donde visitaría 50 EMILIO SOLER a su tío Miguel Javier de Beramendi y Eleta,107 deán de la seo valentina, comen- zaba una descripción de la ciudad con un plano basado en el mismo que dejara Ponz en su Viaje por España, atendiendo, además, a su historia, población, si- tuación e incluyendo, además, unas tablas de los estados de frutos comestibles, primeras materias y manufacturas. La crítica a la paralización que sufrían las obras de construcción del puerto, junto a los apartados de Agricultura, Comer- cio e Industria, sumados a los tributos de la ciudad y del Reino de Valencia, eran el prolegómeno para abandonar la capital del Turia y emprender, el 14 de febre- ro de 1794, la continuación de su viaje. El quinto volumen comenzaba con la salida de Beramendi de Valencia por la puerta de San Vicente en dirección a Murcia, fechada el 14 de febrero de 1794. Atravesó y describió Cullera, Gandía, Denia, Benisa y Altea. Desde allí, subió hasta Alcoy, “la ciudad industrial más importante del Reyno”, donde prolongó su estancia y de donde relata interesantes descripciones sobre las fá- bricas y los trabajadores de la floreciente industria textil y papelera de la zona. Permaneció una semana en una ermita de la Sierra Mariola “poniendo orden tantas y tan interesantes anotaciones”, y bajó por Xixona hasta el pantano de Tibi, dejándonos precisas aclaraciones sobre los regadíos que comprendía el pantano en uso más antiguo de Europa ya que se construyó durante el reinado de Felipe II. Llegó a Alicante, ciudad de donde era originaria su madre Cecilia Freyre; allí, estudió su huerta y el tráfico de su puerto. Un plano de la ciudad y el cas- tillo, con su puerto, baterías y demás fortificaciones, cerraba su estancia en la capital alicantina. Elche y Orihuela fueron sucintamente descritas por Beramendi antes de pi- sar el primer caserío murciano; finalizó su periplo por tierras valencianas y aca- ba su itinerario por el País Valenciano que ha durado catorce meses, desde ju- lio de 1793 a septiembre de 1794. Durante más de un año, la visión hacendística de Carlos Beramendi comple- mentó un País Valenciano que acababa de ser analizado por los ojos artísticos de Antonio Ponz. También había recorrido el País durante época muy similar el geógrafo y botánico Josef Cavanilles aunque no parece muy probable que Bera- mendi conociera los trabajos del botánico valenciano, con excepción de los tra- bajos que iba publicando en la Gazeta de Madrid, como es el caso del pavimen- to encontrado por Cavanilles en los alrededores de Calpe. Estas tres narraciones, las de Beramendi, Ponz y Cavanilles se complementaban. Desde Vinaroz hasta Orihuela, siempre por la franja costera con la excepción de Alcoy,

107 SOLER PASCUAL, Emilio: “Perfil biográfico de Miguel Javier de Beramendi y Eleta, Deán de la Catedral de Valencia (1782-1833)”, en Iglesia y Sociedad en el Antiguo Régimen. III Reunión Científica. Asociación Española de Historia Moderna (1994). Vol. I. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, 1994, pp. 197-203. EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 51 su trayecto resultó un perfecto recorrido por un país pobre y rico, culto y bár- baro, atávico y moderno pero, sobre todo, invertebrado como diría dos siglos después otro viajero valenciano, Joan Fuster.108 El sexto volumen se iniciaba el 4 de septiembre de 1794, con la descripción de la capital murciana. La Huerta murciana y su sistema de riegos y las innume- rables acequias secundarias llamaron poderosamente la atención de Beramendi. El comercio y la industria murcianas, tan estrechamente ligados entre sí, tam- bién fueron convenientemente desmenuzados. Se detuvo muy especialmente en la crianza del gusano de seda y su comercialización posterior del producto se- dero, normalmente en rama, para las fábricas de Toledo, Pastrana, Granada, Málaga, Sevilla y Córdoba. Antes de abandonar la región murciana, se dirigió Beramendi a Cartagena dejando una completa descripción de la ciudad. El séptimo volumen se iniciaba con fecha del 29 de abril de 1795, titulando “Continuación de mi viaje hasta la ciudad de Granada”, donde dejó constancia de su historia, situación y edificios notables. La división de la agricultura en Sie- rra y Vega y sus cosechas merecieron su detallado análisis. El tomo octavo se abría con un “Plano del puerto y ciudad de Málaga”, el 29 de noviembre de 1795. Una parte de este libro estaba dedicada por entero a la descripción del “Reyno de Granada y de su Agricultura, Yndustria y Comer- cio”. En este volumen Beramendi resaltaba la labor realizada por la Real Socie- dad Económica de Amigos del País de la Provincia de Granada, a la que él mis- mo perteneció, al menos desde 1807. El tomo noveno se abría con un completo plano de Sevilla, fechado el 28 de febrero de 1796. La minuciosa descripción de la ciudad bética, su historia, sus calles, su población, su clima, la catedral y su cabildo, la relación de parroquias, hospitales y colegios, sus edificios más suntuosos, su industria, su comercio (es- pecialmente el portuario), finalizaba con unas recomendaciones para “que se fa- cilite la navegación desde Sevilla a Córdoba”, verdadera obsesión de cualquier ilustrado que se preciara. El tomo décimo se iniciaba el 14 de mayo de 1796 y describía el itinerario hasta llegar a Cádiz por Jerez de la Frontera, Puerto de Santa María, Puerto Real, Isla de León y el Arsenal de la Carraca. Cincuenta y siete páginas dedica- ba a la descripción de la capital gaditana. En aquel lugar vería editar, pocos años después, una de las obras más importantes de la producción impresa de Bera- mendi, su Memoria sobre la naturaleza e importe de las necesidades ordinarias y extraordinarias de la nación española en la época presente, realizada con José Mauricio Chone de Acha y Ramón Vitón, publicada en 1812 y de la que ya he- mos hecho mención.

108 FUSTER, Joan: El País Valenciano. Barcelona: Destino, 1962. 52 EMILIO SOLER

EL TRAYECTO VALENCIANO Durante el mes de julio de 1793, y tras haber dejado atrás un Principado, cuya industria y comercio le había causado una excelente impresión Los catalanes son activos e industriosos y puede decirse con verdad, que Cata- luña es la provincia más aplicada de España: sus más importantes fábricas son de lana, algodón y seda. Las primeras se han mejorado en cosa de diez años ex- traordinariamente. Sus paños (excepto tal vez en el color) son tan perfectos como los demás extranjeros (...) Cataluña es la provincia más comerciante de España. Es envidiable la actividad con que transporta sus géneros al extranjero, y se hacen con quanto necesitan de ellos: su principal comercio es con Améri- ca, para donde remiten una cantidad muy grande de géneros... Carlos entra en el Reino de Valencia por un camino que le ha llevado desde Tortosa y que él mismo califica como “bastante bueno”. El paisaje que contem- pla no difiere en absoluto del que ha venido dejando atrás en las últimas horas: Caminando siempre por entre olivos, cáñamo, algarrobos y viñas se pasa, a una hora y media, de la villa de Binaroz, y a otra y media entre iguales producciones y algunos árboles frutales se hace noche en la villa de Benicarló. Tras haber pasado las noches de su trayecto en posadas en absoluto reco- mendables, ni siquiera para aquellos finales del siglo XVIII, el viajero encuentra una “venta bastante buena” situada en la falda de la montaña en donde se halla Oropesa. Esta villa no le deja buena impresión a Beramendi ya que su comen- tario es bastante deprimente, no tan sólo por las epidemias que origina su zona pantanosa, de la que Cavanilles también se haría eco en sus espléndidas Obser- vaciones... Son muy dignas de atención las crueles epidemias que afligen a esta villa, cau- sando regularmente un luto general en su vecindario, y apocándolo en tanto grado, que hoy en día está reducido a 83 vecinos, que apenas hacen 200 indivi- duos (...) la que llaman Albufera es la verdadera causa de las enfermedades por hallarse más honda que el nivel del mar (...) y viniendo los calores del verano se van evaporando lentamente, dexando secas las partes menos profundas y últi- mamente todo el suelo; perecen las infinitas plantas acuáticas que crecieron con lozanía; se levantan de estos despojos y cadáveres vapores infectos, y se altera la atmósfera de tal modo, que al tragar el ayre los vivientes beben la muerte, o el veneno que la ocasiona... También se queja Carlos por el peligroso camino que se ve obligado a tomar para desplazarse a Castellón: Oropesa, villa malsana a causa de los varios terrenos pantanosos que la cercan, y muchos de sus naturales la han abandonado por este motivo; tiene en su ma- yor altura un castillo antiguo, y muy derrotado; se sale de esta venta y caminan- do entre sierras pobladas solo de arbustos, todo malísimo camino, a media hora se empiezan a bajar las cuestas llamadas de Oropesa que es el peor que se pue- EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 53

de imaginar de solitario, y expuesto a causa de tener a un lado el mar, que baña la falda del monte por cuya encima va el camino. Es terreno muy a propósito para malhechores y se verifican en él, con alguna frecuencia, robos y muertes, y hasta ahora pocos años solían desembarcar súbitamente los moros entre las en- senadas, que forman las peñas, y llevarse cautivos algunos parroquianos. Tras visitar el castillo de Benicàssim, “donde ha hecho el Iltmo. Sr. Dn. Francisco Pérez Bayer una iglesia de bonita arquitectura”, el viajero entra en Castellón de la Plana, ciudad en la que apenas se detiene pero que no le impi- de escribir sobre las bondades del Camino Real de aquella zona que le llevará hasta Valencia, Villarreal, Nules, Chilches y Almenara quedan atrás hasta que entra en Murviedro, Sagunto. Allí, el hacendista nos describe sucintamente sus características poblacionales, militares y artísticas, y se explaya en su agricultu- ra, industria y comercio, aunque las cifras de Beramendi difieren bastante de las que da, por la misma fecha, Cavanilles Su cosecha principal es de seda, y se regula cada año de seis a siete mil arrobas. Se cogen también doscientos cuarenta mil cántaros de vino de a 30 libras valen- cianas cada uno, ocho mil arrobas de aceite, y un millar de arrobas de algarrobas (...) Se fabrican en Murviedro algunos paños de lana burda para el consumo del País, pero las fábricas de mayor consideración son las de aguardiente de las que hay en el día nueve y en ellas se hacen, un día con otro, veinte pipas de aguar- diente de prueba de Holanda, surtiéndose para ello de los vinos de Almenara, las Balletes, Chilches, Losa, Canet, Pusol, Puyg, Petres, Chilet, Albalat, Estibella y de la Baronía, embarcándose para todas partes del Norte, América, Ferrol y Co- ruña, pudiéndose calcular que se extraerán, un año con otro, 4.000 pipas. Donde tampoco se extiende demasiado el viajero hacendista es en descri- bir las antigüedades de la villa, remitiéndonos a los sabios escritos de Beuter,109 Escolano,110 Diago,111 el Deán Martí,112 Enrique Palos113 o Antonio Ponz. Para Beramendi, lo más importante del patrimonio saguntino es su teatro y su cas- tillo

109 BEUTER, Pere Antoni: Primera part de la historia de Valencia que tracta de les antiquitats de Spanya i fundació de Valencia ab tot lo discurs, fins lo temps que lo inclit rey don Jaume pri- mer la conquistá. A causa del enorme éxito con que se acogió esta obra del ilustre historiador, fallecido en 1554, se publicó una traducción al castellano. 110 ESCOLANO, Gaspar Joan: Decada primera historia de la insigne i coronada ciutat i Regne de Valencia, publicada entre 1610 y 1611. 111 DIAGO, fray Francisco: Anales del Reyno de Valencia. Tomo primero que corre desde su población después del Diluvio, hasta la muerte del rey don Jayme el Conquistador... En Valen- cia, en casa de Pedro Patricio Mey, 1613. 112 MARTÍ ZARAGOZA, Manuel: De Theatro Saguntino, 1705. 113 PALOS, Enrique: Relación de Antigüedades de Sagunto, 1793. Vid. CHABRET, Antonio: Sagunto. Su historia y sus monumentos. Obra premiada en los Juegos Florales del Rat-Penat celebrados en Valencia el 16 de marzo de 1875. 2 vls. Barcelona: Tipografía de N. Ramírez y Cía., 1888. 54 EMILIO SOLER

Carlos Beramendi no sólo reconoció el alto valor militar y estratégico que había tenido Mur- viedro en la antigüedad sino se atrevió a dejar testimonio de una ciudad en la que se encon- traban “muy abandonadas todas sus construcciones”; principalmente su descuidado Teatro Romano, dibujado por él mismo.

El teatro tiene una figura semicircular y treinta y tres gradas de proporcionada altura que servían de asiento a los espectadores. Es de piedra, trabajado con la mayor solidez, y hermosura, siendo el betún, que une su fábrica, más fuerte que la misma (...) El Castillo está situado encima de la montaña a cuya subida se ha- lla el teatro, y la mayor parte de sus obras se reconoce haberlas edificado los mo- ros, aprovechándose de estos materiales de los que tenían allí los romanos. Su extensión será de un cuarto de legua poco más o menos, se divide en cinco pla- cetas, y en algunas de ellas se encuentran todavía arcos, estribos, etcétera, de construcción romana sin embargo de que los moros procuraron con ansia ani- quilar estas obras... A la salida de Murviedro, el hacendista reconoce las ruinas del circo romano y en el camino Real a Valencia, señala que allí se encontraba originariamente “el célebre pavimento de Baco” que en aquella época había desaparecido casi por completo “por haberlo dejado a la discreción del pueblo, que no pone atención EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 55 en tales cosas” pero asegurando que una parte del mismo se encontraba en la biblioteca del arzobispo de Valencia, Francisco Fabián y Fuero,114 que “repre- senta a Baco montado sobre un tigre”. Su próxima parada, tras haber pasado por Pusol, el Puyg, Puebla de Far- nals, el nuevo Pueblo del Emperador, Albalat y Tabernes, es el convento de San Miguel de los Reyes. Allí, Carlos se detiene en la descripción de algunas de las joyas que existían en su importante biblioteca: En ella se guardan con mucho cuidado doscientos sesenta manuscritos, algunos de ellos miniaturas, cuya perfección, y colorido tiene gran mérito. Entre estos veinte tomos de Sto. Thomas de Aquino, catorce de San Agustín, cuatro de San Jerónimo, tres de San Rufo, y varios de San Bernardo, San Gregorio, San Isidro, San Ildefonso, y San Alberto el Magno: Hay cuatro Biblias, dos glosarios, que componen treinta y un tomos en folio, y la Biblia, que regaló a San Vicente Fe- rrer el Papa Luna, siendo su confesor, con varias notas del Santo. Hay también una buena porción de poetas e historiadores; están las obras de Tito Libio, de Sé- neca, de Virgilio, el Dante, Vitrubio, etcétera, y como unos cinco mil libros im- presos más que menos, la mayor parte antiguos, y entre ellos se encuentran mu- chos del año de 1500... Durante todo el camino de Murviedro a Valencia, el hacendista no se cansa de repetir los cultivos que contempla a ambos lados del camino Real: “fruta, hortalizas, viñas, olivares, cáñamos, y gran cantidad de moreras pues la cosecha de seda es de mucha consideración en este partido”.

VALENCIA El primero de agosto de 1793, el viajero hace su entrada en Valencia, la ca- pital del Reino Está situada en una hermosa llanura a la orilla del río Turia a media legua del mar, y rodeada de una porción de lugares y de un terreno amenísimo; goza de un clima sano y benigno, y sus naturales son vivos y dedicados con particulari- dad a la agricultura, procurándose el riego sin perdonar fatiga alguna. Beramendi no cesa de alabar las abundantes riquezas que se extraen de la huerta que rodea la ciudad y atribuye este desarrollo a que resulta “hija de la apli- cación de la virtud, esta de la pureza de las costumbres y no puede producir sino buenos efectos y dulces reflexiones”. Hace una somera descripción de la ciudad del Turia, destacando que los arrabales que la rodean “se dividen en cuatro cuar- teles, a saber Campanar, Patrayx, Benimaclet y Ruzafa, en los que hay calles muy

114 Francisco Fabián y Fuero (Tarzaga, 1719 – Torrehermosa, 1801). Antijesuita y regalista, de él afirmaba Carlos III “que en todos sus estados no tenía mejor mitra colocada que la del arzobispo de Valencia”. Durante el reinado de Carlos IV, fue perseguido, despojado de sus bienes y desterrado por el capitán general el Duque de la Roca en 1793, siguiendo instruccio- nes de Manuel Godoy que intentaba eliminar a los políticos y obispos del anterior reinado. 56 EMILIO SOLER buenas”. También recorre las cinco puertas que daban entrada y salida por las murallas todavía en pie, y cruza los “suntuosos cinco puentes sobre el río Turia o Guadalaviar, que no solo sirven para la comodidad de los vecinos, sino que también contribuyen infinito al mayor decoro y ornato de la ciudad”. Se recorre todo el centro urbano y describe los principales monumentos, como la Catedral, la del Temple, la de la congregación o la del Patriarca. Pero al hacendista, que en los temas artísticos sigue y se apoya en la “docta opinión” de Antonio Ponz, le interesa, sobre todo, la agricultura valenciana y su sistema de regadío A medio cuarto de legua de la ciudad, saliendo por la puerta de Quarte, hay un azud o presa de piedras para llevar las aguas, y darlas el repartimiento necesa- rio para más fácil riego de toda su Huerta: desde este punto sigue hasta el fin del paseo del Monte Olivote un murallón de piedra con su pretil de lo mismo y asientos, que va contenido el río por el lado de la ciudad, para evitar los graves daños que solía ocasionarla antes en tiempos de avenidas... Saliendo de la ciudad, Carlos se dirige hacia el Grao, “villa en la que hay doscientos vecinos poco más, entre marineros y pescadores”. Por aquel enton- ces, el barrio de pescadores era una villa amurallada ya que Beramendi descri- be sus tres puertas. Insiste en que allí se encuentra una Aduana con su adminis- trador-interventor y, también, un administrador para el ramo de la sal “la que viene de los lugares de la Mata y de Manuel”. Pero, sin ninguna duda, uno de las cosas que le llama la atención es que Valencia todavía no dispusiera de un muelle, a pesar, según indica, de los muchos proyectos que se habían realizado. No obstante, parecía que las cosas iban a cambiar ya que los valencianos Persuadidos bien de la necesidad de esta obra por el ningún abrigo que tienen en esta playa los buques de algunas partes, y conociendo el grande incremento que esto daría al comercio de la ciudad, dé principio su ejecución por el celo del Sr. Miguel Josef de Azanza, Intendente de este Reino, el que no ha omitido di- ligencia alguna para procurar caudales suficientes, y actuar todas las providen- cias más oportunas para su mejor construcción y en efecto se halla ya en día casi concluido un muelle, o espigón muy ancho y capaz, fabricado sobre pilotaje, y emparrillado que se interna largo trecho en el mar. Todos los grandes proyectos tienen por lo común enemigos, y no se ha podido escapar éste de sus críticas, a pesar del bien que de él ha de redundar precisamente, pues dicen éstos que ja- más podrá realizarse, pues a proporción que se cierre se irá llenando de arenas por las muchas que echa el río Guadalaviar que desemboca allí cerca y por las que arrojan los levantes, que dominan en esta playa. Tras criticar duramente la urbanización caótica de la ciudad, salvando úni- camente las calles construidas recientemente, como la de Zaragoza, Beramendi plantea de pasada algo de lo que ya se ocuparía ampliamente Josef Cavanilles. Carlos no conocía por aquel entonces el texto del abate en sus Observaciones… pero sí habría accedido al Informe que la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia encargó al Marqués de la Torre de Carrús,115 Discurso sobre lo útil, y aún necesario que se cree ser a los campos de la huerta de esta Ciudad el EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 57 estiércol y polvo que se saca de sus calles, y perjudicial a la salud pública que per- manezca en ellas, publicado en la Valencia de 1788: No me quiero meter a hablar sobre el polvo de sus calles a causa de no estar em- pedradas, pues me han asegurado que de esto resulta beneficio a la agricultura por ser esta tierra revuelta con las basuras, un estiércol muy bueno para su Huerta, pero no puedo menos de preguntar, si es mejor y más justo que todos los individuos de la ciudad sufran una incomodidad tan grande como ésta (que además de perjudicar en su salud la echa a perder los muebles de sus casas, y hace intransitables las calles en tiempos de lluvias) que el que los labradores lo- gren este beneficio que pudieran procurarse del mismo modo destinando sitios a propósito para fomentar estiércoles. La Valencia que pasea Beramendi tiene dieciséis mil vecinos, catorce parro- quias, además de la Catedral, diez conventos de frailes, sin contar la congrega- ción de San Felipe Neri, y doce de monjas, y extramuros, en sus cercanías, once de frailes y ocho de monjas, según sus propias palabras. Tras su recorrido urba- no, en el que no deja de citar hospitales, colegios y el modo de vida ciudadano, Carlos retoma el tema de la agricultura en Valencia y en todo su Reino, lo que representaba “la ocupación principal de sus naturales”, demostrando que tenía como libro de cabecera la obra del presbítero y secretario de la Económica va- lenciana Tomas Ricord,116 Noticia de las varias y diferentes producciones del Rey- no de Valencia, como también de sus fábricas y artefactos según el estado que te- nían en el año 1791..., impreso en la Valencia de 1793 ya que, Carlos, como el presbítero, se lamenta de la triste situación de los labradores arrendatarios: Su terreno fértil, su clima benigno, y la distribución cuantiosa de sus riegos pro- porcionan una continuada serie de producción en todo el año, adelantándose siempre a las demás de España, en el tiempo, y en la cantidad; pero a pesar de esto casi todos sus labradores son pobres, pues siendo la mayor parte de ellos arrendadores solamente, y estando los arriendos demasiado subidos apenas pueden ganar para vivir, trabajando sin cesar. Esto proviene porque la mayor parte de su terreno está dividido en una pequeña porción de grandes propieta- rios, cuya ausencia indispensable les obliga a poner un administrador en cada una de sus tierras y arrendarlas en cortas porciones a los colonos siguiéndose de aquí que los clamores de estos no hieren directamente el oído del Señor y gimen infructuosamente la mayor parte de las veces bajo la tiranía de aquellos admi- nistradores que por presentar a sus dueños mayor número de caudal (obede-

115 Carlos Beramendi, que no conocía las anotaciones de Cavanilles sobre este mismo asunto, debió acceder al informe que la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Va- lencia encargó al Marqués de la Torre de Carrús: Discurso sobre lo útil, y aun necesario que se cree ser a los campos de la huerta de esta Ciudad el estiércol y polvo que se saca de sus calles, y perjudicial a la salud pública que permanezca en ellas. En Valencia y oficina de D. Benito Mon- fort. Año de 1788. 116 Carlos Beramendi continúa la línea del opúsculo del presbítero D. Tomás Ricord: No- ticia de las varias y diferentes producciones del Reyno de Valencia... Valencia: Benito Monfort, 1793. 58 EMILIO SOLER

ciendo a veces sus impetuosas órdenes) o tal vez por aprovecharse ellos de la su- perabundancia, anteponen un deber malentendido a los tiernos sentimientos de la humanidad, de forma que para poder subsistir los colonos, se ven precisados a trabajar sin descanso, y a fatigar la tierra con continuadas producciones, resul- tando de aquí un daño que sucesivamente irá perdiendo la agricultura, y la sus- tancia y gusto de sus frutos y minando al mismo tiempo la población por la fal- ta de bienes que de aquí resultan necesarios para el establecimiento de cualquier familia. Dentro de sus conocimientos sobre el tema, Carlos no duda en comparar la injusta situación de los arrendatarios valencianos con la que se vivía en el Seño- río de Vizcaya Cualquiera que haya viajado por éste habrá visto cultivadas hasta las cimas de sus montes, en las tierras que son algo más a propósito para ello, y repartidas un sin número de casas (llamadas allí Caseríos) que van formando una población continuada: y son la mayor parte de los que las viven propietarios de una corta porción de terreno adjunto a ella resultando de esto un interés en la mejor con- servación de éste, y de contingente aquel cultivo que les es suficiente para ayu- darles a mantenerse... Pero, a pesar de este ejemplo vizcaíno, el hacendista insiste en que la situa- ción en el resto de España es muy similar, desgraciadamente, a la del Reino de Valencia expresando con sus palabras la injusticia que ello representa y los ma- les económicos que de esta situación se deriva hacia la prosperidad de la nación. Parece evidente que Beramendi, que participaba activamente de los intentos re- formistas que tenían como eje las teorías de Campomanes, compartía el conte- nido del Informe de la Sociedad Económica de Madrid al Real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente de Ley Agraria, extendida por el autor en nombre de la Junta encargada de su formación, elevado por Melchor Gaspar de Jovellanos y trataba de buscar solución a los problemas de una España tan agraria como atrasada: En toda nuestra Península, menos en Vizcaya, y algunos rincones del Norte de España, y sus serranías, suceden los mismos abusos que en Valencia, males que los más piadosos miran con dolor, y sin esperanza de remedio, porque amonto- nando ideas sensibles creen que no habrá corazones bastante generosos que se dan en su bien particular, al común, pero no dirigen bien sus reflexiones pues es impracticable el juntar la virtud por todas partes; y si es muy posible, y aún muy sencillo el hacer una ley, la que aunque no corte de repente, y arrolle este abuso, lo prevenga de modo que por una progresión indispensable lo llegue a corregir enteramente con el tiempo. Tal vez sería la de permitir a todos los co- lonos, comprar las tierras a censo dando libertad absoluta a los propietarios para que pudiesen además enajenarlas, o venderlas como les acomodare; cuya ley debía entrar en la general de libertad absoluta, en todos los ramos pertene- cientes a la industria, agricultura y comercio; máxima establecida ya como vara fundamental de la prosperidad por el sabio Condillac y por el exacto económi- co Smith (que creo sean los dos mejores escritores de economía política que se conocen en Europa). EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 59

La industria valenciana tampoco permanece ausente en las anotaciones ha- cendísticas de Carlos Beramendi, una actividad económica que también le me- rece comentarios negativos sobre “la falta de libertad bien entendida y de un sinfín de trabas menores que de éstas se subdividen”. El principal ramo de la industria aquí es el de la seda, objeto igualmente consi- derable en la agricultura por el plantío de moreras: sería largo, y prolijo el ha- blar sobre los injustos abusos que se cometen en su hilanza, torcido y demás preparaciones, pues son bien notorias a todos aquellos que se hayan acercado un poco a instruirse en un ramo tan interesante como éste. Las prácticas dicta- das de padres a hijos y la ambición sostienen la ignominia a pesar de tener a la vista y de ser patente las ventajas de los nuevos métodos adoptados en toda Eu- ropa y establecidos en algunas partes de España, y aun en esta misma ciudad. Una anotación del hacendista viajero deja constancia de las cifras de pro- ducción sedera en el Reino de Valencia citando a Cavanilles: El difunto D. Joachín Fos me ha comunicado por escrito varios estados sobre la cosecha total de seda, y consumo que de ella se hacía en 1784, resultando de ellos: 1) Que la cosecha de seda en todo el Reyno de Valencia se acerca a dos millones de libras de 12 onzas (suma sin duda exagerada, no habiendo pasado jamás del millón y medio); 2) Que se extraen cada año para las demás provin- cias de España 384.130 libras; 3) Que se consumen en la capital y resto del Rey- no 872.121 libras. Para paliar la grave situación descrita por el viajero sobre la problemática de la industria valenciana, Beramendi hace un repaso, en el que demuestra su co- nocimiento sobre la economía de la zona, sobre las medidas que se pretendie- ron adoptar en los últimos decenios para paliar esta desventajosa situación, es- pecialmente las dictadas por la Junta Particular de Comercio, cuando en 1776 suprimió una Instrucción para la hilanza del organdí, o seda fina.117 El hacen- dista pone como ejemplo a seguir una fábrica recién instalada siguiendo “el nue- vo método de Vaucanson”118 y que se había instalado en el lugar de Vilanera, “a una legua” de Valencia. El buen funcionamiento de este revolucionario método lleva al funcionario de la Real Hacienda a preguntarse por qué no se moderni- za el sistema de fabricación: Parece imposible que viendo las efectivas ventajas, no se hayan dedicado los co- secheros al nuevo método de hilanza, pero la práctica lo está confirmando a pe-

117 SANTOS ISERN, Vicente M.: Cara y cruz de la sedería valenciana (siglos XVIII-XIX). Valen- cia: Alfons el Magnànim, 1981. 118 Jacques de Vaucanson (Grenoble, 1709 – París, 1782). Ingeniero inventor de autóma- tas (los más famosos “El Flautista” y “El Tamborilero”, ya desaparecidos). En 1741 fue nom- brado inspector de las manufacturas de seda en Francia por el Cardenal Fleury, primer minis- tro de Luis XV, encargándosele la reforma del proceso de manufactura de la seda ya que la industria textil francesa había sido superada por la británica. En 1745, Vaucanson creó el pri- mer telar completamente automático. En 1746 fue nombrado miembro de la Academia de Ciencias Francesa. 60 EMILIO SOLER

sar de que no se hallan más razón para ello que los mismos abusos y fraudes que cometen en el antiguo, bien es verdad que la mayor parte no pueden costear los gastos de nuevas calderas, etc., pero hay muchos arbitrios para poder compen- sar esta fabricación; si la hilanza de la seda no adelanta no es de extrañar que los tejidos sufran muchas alteraciones. Beramendi deja en sus anotaciones un cuadro en el que van indicados, des- de los años 1760 al 1793, el de su viaje por Valencia, un estado del número de telares, distribuidos entre “corrientes” o “parados”. Más adelante, el hacendista nos deja una descripción de la población y estado de la agricultura, industria y comercio del Reino de Valencia, en función del “en- cabezamiento” efectuado según orden del Conde de Floridablanca:119 El Reino te- nía 560 pueblos y en ellos 192.221 vecinos regulados a cuatro personas por cada uno: de ellos apenas 80.000 dedicados a la agricultura, lo que le causa una mayor admiración al haber tan pocos dedicados a una actividad tan lucrativa. También las rentas del Reino de Valencia merecen un interesante comentario del viajero: Las Rentas Generales en este Reino están bajo el mismo pie que en todos los de- más de España y lo mismo las Administraciones de sal, tabaco, bulas, papel se- llado, etc., a excepción de las rentas provinciales, en cuyo lugar rige el ocho por ciento o equivalente. La contribución desde principios de este siglo hasta el año de 1718 se reducía a que S.M. pedía al Reino cierto servicio anual que se repar- tía concurriendo a la capital comisarios de los partidos, pero en dicho año se im- puso el tributo llamado Equivalente en subrogación de las rentas provinciales de Castilla, y es una cantidad fija de siete millones setecientos setenta y dos mil ochocientos reales de vellón, que además de los utensilios y cuota de aguardien- te se mandaron repartir, lo que recayó sobre la información hecha primero de las haciendas, rentas, ganados, y granjerías en general a lo que tributos y demás cargas reales y vecinales concurren todas las posesiones de manos muertas ad- quiridas desde 1º de enero de 1744, demostrando no obstante haber obtenido la hacienda y pagado el derecho de amortización, y sello en virtud de la deter- minación de 10 de marzo de 1763 previniéndose que los eclesiásticos particula- res no pagan nada de lo Patrimonial pero sí de los tratos y granjerías. Por ejemplo, al casco de la ciudad de Valencia, y arrabales, cupo de cerca de una cuarta parte, mediante a que satisface un millón setecientos diez mil reales de vellón, los que se exigen a sus puertas para evitar repartimientos, cargando ocho por ciento de todos los géneros comestibles que entran para el consumo del vecindario los que están tarifados. Tras abundar en este tema de forma extensa, el viajero se explaya en unas in- teresantes reflexiones sobre impuestos y rentas que dejan ver, de manera clara, cual es su forma de pensar en el campo de la economía:

119 Documento censal elaborado bajo la dirección de José Moñino, Conde de Floridablan- ca, (Murcia, 1728 – Sevilla, 1808). Se elaboró sobre unos cuestionarios enviados a los inten- dentes de provincia y demarcaciones del Reino. En 1786, se requirió a los alcaldes de las po- blaciones españolas para que señalasen las circunstancias personales (sexo, edad, estado civil) de sus habitantes. El Censo fue publicado por la Real Imprenta de Madrid en 1787, amplia- do dos años después, dando una población de poco más de diez millones de habitantes. EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 61

Nada hay más conforme a la razón que el cada uno contribuya según lo que tie- ne (este deseo de Carlos Beramendi, compartido por la mayoría de los hacen- distas de la época, lo verá plasmado, siquiera sobre el papel, en 1812, en una im- portante Memoria sobre la naturaleza e importe de las necesidades ordinarias y extraordinarias de la nación española en la época presente..., obra que escribió siendo ya intendente de Ejército y de la que fue coautor junto a Ramón Vitón y José Mauricio Chone de Acha), circunstancia que seguramente debe ser la base para los impuestos, además que el hostigar a los industriosos, y sujetarlos a una continuada dependencia quita el amor a la ocupación, cría hombres apocados y distrae y emplea una gran porción de éstos en ser fiscales odiosos de los demás, consumiendo ellos la mitad de lo que éstos producen. Las rentas provinciales acabarán, puede ser, ellas solas con la industria ya moribunda, y sería de desear el que se tratare seriamente de establecer un sistema enteramente nuevo de im- puestos, y en el interior sería mucho más oportuno a mi modo de entender pla- nificar la única contribución catastro o equivalente a pesar de que tiene algunas nulidades, particularmente en lo que toca a las ganancias mercantiles su opera- ción es mucho más económica y seguramente más justa, pues para la exacción de los veintiocho millones, doce mil ochocientos un reales de vellón que en los Reinos de Cataluña, Aragón y Valencia, se sacan del equivalente de rentas pro- vinciales no se emplean la mitad de los dependientes, ni suben los gastos a los que en una provincia sola de Castilla, para cobrar tres o cuatro millones de reales no más por la actual práctica.

ITINERARIO POR LA COSTA El 14 de febrero de 1794, Carlos Beramendi sale de Valencia por la Puerta de San Vicente y emprende el camino costero que, pasando por la Albufera, de- berá llevarle a Cullera. Por un terreno cultivado de moreras, trigo, pimientos, hortalizas y maíz, el hacendista ya comienza a vislumbrar algunos campos de arroz. Visita la Albufera, de la que destaca su abundancia en pesca y, por ello, la mucha riqueza que trae a Valencia, y desde allí a Cullera su camino transcu- rre entre arrozales, terreno que califica de “malsano” por estas circunstancias. Beramendi pasa de puntillas sobre una de las grandes polémicas de la época:120 detractores del cultivo del arroz en lugares poblados a causa del paludismo, como Cavanilles o Gregorio Mayans,121 y defensores a ultranza del cultivo del

120 MATEU, Enric: Arroz y paludismo. Riqueza y conflictos en la sociedad valenciana del si- glo XVIII. Valencia: Alfons el Magnànim, 1987. PESET, Mariano y José Luis: Muerte en España (Política y Sociedad entre la peste y el cóle- ra). Madrid: Hora H, 1972. PESET, Mariano y José Luis: “Cultivo de arroz y paludismo en la Valencia del siglo XVIII”, en Hispania. Madrid, 1973. 121 Gregorio Mayans y Siscar (Oliva, 1699 – Valencia, 1781). Ganó la Cátedra de Código Justiniano de la Universidad de Valencia. Ya en Madrid, defendió la reforma de los estudios jurídicos en el sentido de disminuir la preponderancia del Derecho romano y aumentar la atención sobre el Derecho autóctono español. Más tarde, conseguiría el cargo de biblioteca- rio regio. En 1740, tras haber publicado importantes obras, se retiró a su Oliva natal. En 1742 funda la Academia Valenciana “dedicada a recoger e ilustrar las memorias antiguas y moder- 62 EMILIO SOLER mismo, como Vicente Ignacio Franco,122 ligado a intereses de los terratenientes valencianos. Ambas facciones se enzarzaron en una agria polémica en la que tra- taron de buscar apoyos entre intelectuales, médicos, agrónomos y autoridades para su causa. Los arrozales de finales del XVIII no sólo sostenían y acrecenta- ban la población valenciana con su alimento, sino que, al mismo tiempo, exten- dían el paludismo entre los habitantes de los pueblos cercanos a su cultivo, con- tribuyendo a un empeoramiento de la salud pública. Carlos se encuentra con una Cullera con dos mil vecinos, “contando con sus arrabales”, dos parroquias y un convento de agustinos: Está situada a la orilla del mar; la baña por otro lado el río Júcar; su territorio comprende una legua en circunferencia y se pueden calcular en él veinte mil ca- híces (el cahíz constaba de unas cuatro fanegas valencianas cada uno, según Ca- vanilles) de tierra cultivada pues toda la montaña que lo cruza de oriente a po- niente está inculta. Referente a su agricultura, Beramendi deja constancia de su importancia ya que podían regularse un año con otro a cuarenta mil cahíces de arroz, cuatro mil de trigo, dos mil de panizo, tres mil de habas negras y cinco mil libras de seda: Cada cahizada de tierra de arroz paga de arrendamiento anualmente de treinta y cinco a cuarenta reales vellón y la de huerta unos treinta. Los jornales en tiem- po de siega y siembra valen de diez a doce reales y en los demás del año de seis a ocho y aunque son suficientes, como los géneros de primera necesidad están muy subidos, solo el incesante trabajo puede asegurar la manutención de sus fa- milias; bien que éste es un mal que se experimenta casi en toda España no en la estación presente que la guerra nos aflige, sino en la paz más completa y se pue- de formar una idea de lo que sucede en lo demás del reino cuando se sufre esta calamidad en una villa como Cullera, cuya agricultura y marina parece que de- bían evitarla, aunque sobre este último punto es susceptible de mucha mejora pues su situación es la más a propósito para hacer un puerto. Referente a la dársena de Cullera, el hacendista reconoce que podría con- vertirse en uno de los mejores puertos del Mediterráneo ya que no se necesita- ba más que “tapar un portillo de ciento doce varas castellanas que divide una

nas de España”. Al llegar Fernando VI al trono, el Marqués de la Ensenada le rescata de su olvido provinciano y, poco después, le nombra Alcalde de Casa y Corte. Carlos III le encar- ga, tras la expulsión de los jesuitas, un nuevo plan de educación que los rectores de las uni- versidades valencianas destrozaron sin ningún decoro. Fue socio de la Real Sociedad Econó- mica de Amigos del País de Valencia, en la que ingresó en 1776. Dedicó sus últimos años, en los que recibía continuas visitas de sus amigos Andrés Piquer, Francisco Pérez Bayer, Muñoz, Cerdá Rico, Cavanilles, Blasco..., a preparar la edición de sus Obras Completas de Luis Vives. Vid. MESTRE, Antonio: Don Gregorio Mayans y Siscar. Entre la erudición y la política. Valen- cia, 1999. 122 RIBES IBORRA, Vicente: La Ilustración marginada. Vicente Ignacio Franco. Valencia: UNED de Alzira, 1987. EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 63 montaña aislada de otra con piedra que llaman escollera”, consiguiendo, de rea- lizarse, “la felicidad de esta villa y de todas sus inmediaciones”. Destaca, también, la importancia que supone el río Júcar para el comercio de la ciudad ya que, al ser navegable, se introducían por él harina, trigo, sardi- nas, atún, bacalao, cacao, azúcar, canela de Cádiz, habichuelas y otros muchos productos. Tras describirnos algunos de los edificios públicos de Cullera, entre ellos el Ayuntamiento, reedificado en 1781 “del caudal de los propios de la Villa y cos- tó ocho mil pesos”, Carlos se refiere a la vieja fortaleza que domina la población dejando algún consejo para los gobernantes de la ciudad: Un castillo que se dilataba por la montaña según varios torreones casi derrota- dos, que se descubren y sólo uno de ellos está más entero y en él hay una ermi- ta y podría hacerse en este punto un baluarte para la defensa del puesto en caso de que se pensara en adoptar este pensamiento pues su situación es ventajosa. Señala que hay dos administraciones diferenciadas en Cullera: una de sali- nas y otra de aduanas y tabaco, con un administrador y un interventor en cada una de ellas. La de aduanas recaudaba un año por otro de cuarenta a cincuen- ta mil pesos “y para impedir el fraude hay una ronda volante con un cabo y un visitador que lo es de todo este partido”. A la salida de la villa, camino de Gandía, se encuentra con el puente de ma- dera que cruza el río Júcar, “cuyo portazgo le reditúa a la villa un año con otro de dos a tres mil pesos”.

GANDÍA A esta floreciente población la encuentra el hacendista ubicada en una her- mosa llanura que está cerrada en su horizonte por una “cordillera de elevadas montañas que siguen hasta la ciudad de Dénia” y, por otro lado, el mar, “que dista media legua al levante, formando su huerta un círculo perfecto, cuyo pun- to céntrico es Gandía”. Bañada por el río Serpis (“vulgo Alcoy”), Carlos se en- tretiene en un estéril discurso sobre la fundación de la ciudad, que omitiremos. Tras escribir sobre la ciudad ducal, su venta a la casa de Borja y sus gobiernos, privilegios y monumentos, Beramendi se extiende sobre el estado de la econo- mía gandiense, sin olvidar la importancia de su alhóndiga y de la Feria agrícola concedida por Carlos V: La huerta de Gandía es una de las más celebradas de España (abundando en las descripciones que nos dejaran Cavanilles y Bowles a su paso por allí); en ella hay veintiséis pueblos, que el que más dista una legua de la ciudad, y entre estos, tres villas… La principal cosecha de estos pueblos (cuyo vecindario asciende a siete mil familias) es la seda, que en unos años con otros llega a setenta y siete mil li- bras de doce onzas, entrando en este número treinta mil que se cogen en Oliva y las trece mil de Gandía, cuyo precio corriente suele ser en años regulares de cincuenta a cincuenta y cinco reales de vellón la libra. 64 EMILIO SOLER

También produce su huerta de veintiocho a treinta mil cahíces de maíz, cada año, cuyo precio suele ser de 120 reales de vellón el cahíz… De trigo apenas se cogen quince mil cahíces, cuyo precio suele ser 180 reales vellón; se consume todo y aún se trae de fuera… De aceite 15.000 arrobas a cuarenta y cinco reales cada una pero no es suficiente para su abasto. De vino 3.000 cántaros a seis reales cada uno; se introduce mayor cantidad… A las inmediaciones de Gandía se cogen también unas doce mil arrobas de cañas dulces que se extraen todas a dos reales de vel cada una (Cavanilles también se hacía eco de la importante, y antigua, cosecha de cañas dulces, “cuyos zumos convertían en azúcar por me- dio de los ingenios o molinos llamados trapichadors, de los que todavía se con- servan aún rastro en la huerta”). A su paso por tanta riqueza agrícola, que no industrial ni comercial, Carlos reflexiona sobre la utilidad de la Agricultura valenciana y de los beneficios que deja en esta tierra tan laboriosa, una huerta gandiense que comprendía más allá de “treinta mil cahizadas de tierra muy útil de seis fanegas cada una”: ¡Qué fondos de riqueza se descubren calculando por menos su agricultura! ¡Di- choso el país en que ella florece y en que se promueve al útil y aplicado labra- dor! Ella sola es capaz de asistir con mano benéfica a los menesterosos y de ha- cer de unos hombres que serían tal vez la polilla de la República los más honrados ciudadanos; bien claramente se ve esto en la huerta de Gandía, pues en un distrito tan corto se nota tanta abundancia y población; bien es verdad que la naturaleza parece que se esmeró allí en ser pródiga ¿pero cuántos países con iguales proporciones vemos dolorosamente abandonados en nuestra Espa- ña?... No hay duda de que el carácter valenciano es laborioso.

DÉNIA Saliendo de Gandía por la Puerta de Oliva, el hacendista se dirige hacia an- tigua Danyya musulmana por un camino que, conforme se acerca a su destino, se transforma en viñas, algarrobos y olivos. La importante ciudad dianense, fa- mosa en su antigüedad romana y musulmana, le deja sorprendido ya que la en- cuentra de “cortísima población, pues no tiene más que trescientos cincuenta vecinos”: Su dueño directo es el Duque de Medina-Celi, y las rentas que percibe son mil y cien libras, moneda valenciana, por diferentes derechos de aduanas que cobraba y ahora pertenecen al Rey: Son propios también del Duque, dos almacenes situa- dos en el arrabal a la orilla del mar, que cede al arrendador del tercio diezmo, percibiendo éste un derecho bastante crecido, de todo lo que embarca por una rampa de tablas que hay para este efecto, y tiene obligaciones de mantener. En cuanto a la Administración pública, señala que existía una Aduana de rentas reales y de tabacos, con “administrador, interventores, cabo, y depen- dientes del resguardo de tierra”, así como la disponibilidad de una falúa con su correspondiente tripulación. También, una administración de salinas con “ad- ministrador, interventor y medidor depositando la sal que se conduce por mar EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 65 desde las salinas de La Mata” para el consumo del partido en uno de los alma- cenes del Duque, que alquila a la Real Hacienda por cien libras anuales. Tras ha- cer un recorrido por las parroquias, clero y conventos de la ciudad, Carlos se duele sobremanera al contemplar el obsoleto puerto gandiense: Causa dolor el ver lo abandonado que está su puerto, pues la naturaleza está convidando, para que a poco se habilite y sea el mejor, y más seguro, del Medi- terráneo: son varias las representaciones hechas a la superioridad para conseguir tan importante objeto, y en el año de 1789 se formaron planos, por ingenieros de marina destinados por el Departamento de Cartagena pero no ha resultado providencia alguna, y si no se toma prontamente, acabará de inutilizarse del todo. Beramendi encuentra el terreno agrícola de Dénia muy similar al de Gandía, aunque no tan fértil ni de tan buena calidad, a pesar de lo cual nos deja un exhaustivo balance de sus producciones agrarias y de sus exportaciones.

BENISSA, CALPE Y ALTEA Caminando por entre olivos, viñas, algarrobos y una mayor cantidad de al- mendros de los vistos hasta entonces, el hacendista continúa su ruta hacia Al- coy, haciendo parada y fonda en Benisssa, “villa de ochocientos vecinos: abun- dante en vino y aceite, cuya cosecha principal es la de algarrobas y almendras”. Le llama poderosamente la atención la situación de la villa, “en el centro de una hoya rodeada de montes” y las penosas condiciones en las que se ven obligados a trabajar la tierra sus habitantes, “presentando por todas partes, la vista más extraña y divertida, y dando una idea clara de que todo lo supera la aplicación y el trabajo, pues están sus cercanías cultivadas hasta en sus más altas eminen- cias en figura de escalones”. Tras dejar Benissa, Carlos se interesa por conocer unos mosaicos romanos en Calpe, de los que había dado cuenta dos años atrás Cavanilles en la Gazeta de Madrid de fecha martes 26 de junio de 1792.123 También observa de cerca lo que parecía ser un antiguo teatro romano, señalando que “este monumento y los pavimentos arriba dichos, dan suficiente motivo para creer que allí hubo en lo antiguo alguna ciudad opulenta, que dolorosamente ha destruido el tiem- po...”.124 Desde Calpe, y tras haber vuelto a tapar cuidadosamente las teselas calpinas, el hacendista emprende ruta hacia la vecina pero lejana Altea por abruptas ru- tas costeras:

123 Cavanilles recuerda su hallazgo: “...caminando hacia Calp, y casi a la mitad de distan- cia entre el peñón y esta villa hallé los pavimentos de varias piezas que existieron en algún tiempo, y que la pura casualidad me hizo descubrir...”. 124 SOLER PASCUAL, Emilio: El viaje de Beramendi por el País Valenciano (1793-94). Barce- lona: Ediciones del Serbal, 1994, p. 102. 66 EMILIO SOLER

Seguí por entre montes y barrancos, casi sin cultivo, de malísimo camino, siem- pre por la marina, y a dos horas, llegué a la villa de Altea. En toda esta costa, que hay desde la ciudad de Dénia hasta aquí, se encuentran varias puntas de monta- ñas, que internándose a trechos en el mar, dejan calas capaces de ocultar desem- barcos, facilitando el contrabando marítimo y un punto, que debe tratarse de co- rregir pues las rentas Reales suben muy poco en todo este partido, muestra bien clara del mucho contrabando que se hace pues los consumos son grandes. Altea, situada “a orillas del mar y con una bahía muy capaz” cuenta con “mil trescientos vecinos” y una importante exportación de pasas, “se extraen anual- mente por ella y para Inglaterra, y Cataluña, de veinte a veintidós mil quintales de pasa de la cosecha de Altea y de los pueblos vecinos de Callosa, Tárbena, Bo- lilla, Vall de Guadalest, y Lucía”. No ocurre lo mismo con el algodón ya que re- coge “en poca cantidad, y éste lo hilan en ruecas en casa de los mismos labra- dores para su consumo”. Sí le llama poderosamente la atención que “muchas embarcaciones vienen a hacer agua a su bahía, porque es muy especial, y abun- dante, la que desagua en el mar del torrente Altea”.

HACIA ALCOY Por fin, Beramendi puede comenzar el trayecto por el que ha venido suspi- rando desde que cruzara la frontera entre Cataluña y el País Valenciano: despla- zarse hasta Alcoy. Caminando entre algarrobos, trigo y almendras, sigue por en- tre montes, “la mayor parte sin cultivo”, sube por el puerto de Confrides, “de malísimo camino”, entra, horas después, en la villa de Alcoy “vadeando el río Serpis”. Para el hacendista, la ciudad alcoyana es “cabeza de un partido de treinta y tres pueblos, tiene dos mil ochocientos vecinos”, al mismo tiempo que Cavani- lles, por la misma época, daba una cantidad “tres mil vecinos con más de 14.600 almas...”. Tras describir, parroquias, conventos, Ayuntamiento, “se edificó en el año de 1785”, hospital y colegio en el convento de San Francisco, “para la edu- cación de la Juventud”, y su gobierno político, Beramendi se extiende, siquiera brevemente, en la agricultura de la zona, destacando “la aplicación de sus natu- rales” debido a la labor que deben efectuar en una zona muy montañosa: Su territorio, que no se dilata más que dos leguas de oriente a poniente, y legua y media de norte a sur, no obstante de ser la mayor parte tierras casi incultas, produzca cada año 8.000 cahíces de trigo; 1.000 de cebada; 400 de centeno; ciento de mestura; cincuenta de avena; 4.000 de panizo; 80.000 cántaros de vino; 2.800 arrobas de aceite; y 38.000 reales de vellón que valen, un año con otro, las yerbas que se siembran para las caballerías; empleándose en el cultivo de sus tierras mil setecientas personas... Pero, parece evidente, lo que le interesa al joven funcionario de la Secreta- ría de Hacienda es el carácter industrial de Alcoy, ciudad de la que continúa opinando que “es la villa más industriosa de España, como denotan bien clara- EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 67 mente sus fábricas”. Unas fábricas que, de inmediato, merecen su atención y de las que nos deja su opinión que nos recuerda algunas partes del Discurso sobre el fomento de la industria popular debido a la pluma de Pedro Rodríguez Cam- pomanes: Una fábrica debe considerarse como una madre bienhechora, que educa a sus hijos para proporcionales un día su subsistencia e impedir que sean la polilla del estado, haciéndoles amar la aplicación y a aborrecer el ocio, origen de todos los males: Comúnmente se prodiga el nombre de fábrica a todo establecimiento in- dustrioso pero aunque su definición es ésta, en realidad, no es verdaderamente fábrica aquella que no hace felices los pueblos, y que no mantiene la buena ela- boración, extendiendo sus beneficios hasta la pobre casa del miserable artesa- no: ¿Qué aumenta la felicidad del Estado el que un cuerpo poderoso establez- ca una fábrica en que a costa de la decadencia de los demás individuos de aquel ramo, que vivían de su trabajo se enriquezca y haga el único bien de mantener doscientas o trescientas familias en las diferentes elaboraciones que necesita. ¿Y cuánto se podría hablar, por otra parte, de las fábricas que corren por cuenta de S.M. en las que se consigue la perfección a fuerza de dinero, y con cuyos gastos se podrían hacer tantos beneficios a la Industria? Alcoy, para el hacendista, no es de esos “establecimientos pomposos” en el que se encierran los oficios necesarios para la fabricación, “sino un país cuyos naturales emplean su caudal en extender el amor al trabajo...”. Su industria principal consistía en la elaboración de “paños ordinarios, no porque no sepan fabricarlos tan buenos como los mejores sino porque encuentran grandes ga- nancias más seguras en los otros”. Para Carlos, las fábricas de Alcoy comenza- ron a producir miles de piezas de paño allá por el año 1774, “porque hasta en- tonces estuvo en decadencia”. Los libros del Archivo del Gremio de Fabricantes, manejados exhaustivamente por el hacendista, le demuestran que ya se hacían paños en el Alcoy de 1278. Fue precisamente a partir de 1785 cuan- do la fabricación aumentó hasta las doce piezas anuales debido a los encargos que realizaba a la industria de la ciudad del Serpis el Banco Nacional de San Carlos, “encargado del vestuario de las tropas”. Para Beramendi, uno de los males que aquejaban gravemente el futuro de la industria textil alcoyana eran las prácticas maliciosas usadas comúnmente por los fabricantes: Se ha observado aquí una práctica general, que la libertad en la fabricación ha contribuido solo a enriquecer por el pronto a los que la usan, pues como la am- bición y la malicia nos suelen dominar dolorosamente, aspirando a conseguir al- gunos mayores y más prontas ganancias y no atendiendo al mal crédito que les queda a sus sucesores, quitan más hilos de los necesarios, encubriendo este de- fecto con la elección de la lana, y el superior tinte que les ponen, y adornado el paño con la orilla de los de superior calidad, para que el mejor tacto que tienen los paños fabricados de esta forma, unido al buen color, provoque al compra- dor; pero en acreditando la experiencia, su falsedad llegará a decaer por éstos en el crédito de todos los demás que se fabriquen, aun cuando estén arreglados 68 EMILIO SOLER

Los hermanos Rouargue en 1852 supieron plasmar de manera efectiva el seco cauce del Vina- lopó a su paso por Elx. En el grabado, se contemplan las siluetas inconfundibles de unas palmeras que para el hacendista Beramendi “ocultan los edificios de la ciudad”.

a las Ordenanzas, pues como no se ponen en los paños libres su calidad, como se hace con los que no lo son y sólo se lee en ellos “fábrica de Alcoy”, huirán to- dos con el tiempo de sus manufacturas, y me parece que una nación que nece- sita de crédito en ellas, no adquirirá el mayor de este modo. Pero las trabas que sufren los industriales de Alcoy no se terminan para Car- los Beramendi con la “malicia” de los industriales. También opina que una de las causas de las trabas que van a impedir la prosperidad de la pujante industria alcoyana es que los tejedores forman gremio separado de los fabricantes, “y de esto se siguen graves perjuicios”. Pues siendo estos los que comprometen su concepto, aunque vean que pierde por culpa del tejedor (pues muchas veces les quita hilos y comete otros delitos contra ordenanza, sufriendo los fabricantes injustamente las multas que hay im- puestas quando les pillan algún paño vicioso) no pueden corregirlo por falta de sujeción en los tejedores, que se ponen a cubierto con el privilegio que les da el ser gremio separado: De aquí se siguen muchos perjuicios pues con los hilos que se quitan a unos y a otros, fabrican luego paños, sin que algunos pueda oponér- seles, porque la mayor parte están ávidos de Maestros Fabricantes y, por consi- guiente, pueden hacerlo a su nombre (...) También es muy perjudicial el abuso que se ha introducido de pagar su trabajo anticipado a los que cardan e hilan la lana, pues aunque se les reconvenga y estreche al pronto cumplimiento, y de- sempeño, como regularmente son pobres, y no esperen ya más paga que la que tienen adelantada, nada puede conseguirse de ellos, siendo demasiado frecuen- EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 69

tes los casos en que se tienen por afortunados los fabricantes si recobran las la- nas sin elaborar, perdiendo el dinero anticipado, y el tiempo... Beramendi se extiende sobre la necesidad de que los patronos pusieran coto a esa forma de remuneración por adelantado que, según su opinión, no crea más que problemas a los fabricantes pero también termina afirmando que ninguno de los industriales quiere ser el primero en adoptar las serias medidas necesarias ya que “sería blanco de todos” los demás y debería parar la fabricación “por fal- ta de estos operarios” y que tan sólo “una providencia dada por S.M. podría ha- cer ley, y tapar la boca a los descontentos”. Como quiera que el hacendista cree que no existe problema sin una solución, de inmediato aporta la suya para co- rregir lo que él denomina las trabas y vicios que existen en las fábricas alcoya- nas: La reforma de las ordenanzas sería a mi entender el medio más eficaz para co- rregir estos abusos y otros muchos aunque menores que dimanan de ellos, pues no haber variado los tiempos no son adaptables los que rigen. Esto lo podrían hacer los fabricantes más peritos de la villa, pues ninguno mejor que ellos cono- ce sus vicios: Los Trameros, por ejemplo, deben ser por ordenanza maestros fa- bricantes, y esta circunstancia es de sumo perjuicio, pues le sirve de salvocon- ducto para construir paños a su nombre con la lana que quitan a los principales, lo que no sucedería so sólo fuesen operarios subalternos, como son los Urdine- ros, no habiendo razón alguna para hacer la menor diferencia de unos a otros... De inmediato, Beramendi se da cuenta de que no ha explicado a los futuros lectores de sus anotaciones lo que él entiende por fabricante alcoyano y se apre- sura a corregirlo: Fabricante aquí no es el manufactor del paño, que tiene en su casa telares, ni otros oficios, no hace más que emplear su caudal en la compra de lanas, y pagan su trabajo a los que se ocupan de las demás maniobras, recogiéndolo después de concluido para cumplir con sus contratos y, siendo él el que compromete el con- cepto general de fábrica, es muy justo que los demás operarios estén bajo sus ór- denes, esto es con el arreglo prudente para que tampoco los subyugase... Otro de los inconvenientes que observa el hacendista para el próspero de- sarrollo de la industria alcoyana textil es la falta de leña que experimentan sus fábricas, uno de los puntos principales para Beramendi que se deberían tener muy presentes en cualquier establecimiento que se dedicara a esta industria ya que su falta ocasionaría la decadencia de estas industrias y posibilita el robo que los alcoyanos hacen de ella a sus pueblos vecinos: Sin embargo, en el territorio de esta villa hay un monte realengo de una legua de largo y un cuarto de ancho llamado el Carrascal, que abunda de las necesa- rias, no pudiendo sus vecinos aprovecharse de él por haberse agregado, hará unos treinta años, por Real Orden a la jurisdicción de Marina, del Departamen- to de Cartagena, siéndoles doloroso el ver que los pueblos de Ibi, Onil y Casti- lla, entran y roban para el uso de radios, ruedas, etc., perjudicando al Real Pa- 70 EMILIO SOLER

trimonio, que debe percibir el valor de todas las maderas que se corten en realengo con arreglo a la Orden de Su Majestad de 26 de septiembre de 1786... Y, de nuevo, Carlos aporta su solución, ecológica, curiosamente, que, ade- más, ayudaría a la prosperidad de esas fábricas alcoyanas “en que tanto se inte- resa Su Majestad por ser una ocupación de sus vasallos, y por estar sujetos es- tos establecimientos al Real Patrimonio, redituándose anualmente por derecho de bailía siete mil pesos”: Sería el medio más oportuno el de formar de dicho Monte Carrascal doce cotos con el objeto de que los vecinos pudiesen leñar cada uno de ellos, pues cuando se verificase la conclusión del último, estaría ya el primero con más frondosidad que cuando se hizo el corte, por la repetida experiencia que hay de que por cada pie que se corta salen al año siguiente muchos nuevos; debiéndose sólo permi- tir el uso del hacha y prohibir absolutamente el del azadón, pues a causa de su espesor, y muchedumbre, están entrelazadas las raíces. Este proyecto en nada perjudica a la Marina, que jamás se ha verificado, hacen corte para el Real ser- vicio por no encontrarse encina que en su mayor grueso llegue a la marca, que es la de seis palmos. Ni se verificará pues la multitud que hay impiden que se me- dren. De seguir este pensamiento resultaría al Real Patrimonio, además de la ventaja de que sus fábricas aumentasen, la de un tanto módico que podía exi- girse por cada carga de leña que se cortara en los referidos cotos. Otro de los graves inconvenientes que observa el hacendista en cuanto al desarrollo de la economía de Alcoy son las dificultades para el transporte de las materias primas que necesita su industria y para su salida de la villa hacia la ex- portación, debido, especialmente, a la difícil orografía de la ciudad y a su atra- sada red de infraestructuras viarias. Un ejemplo meridiano le parece el del puente ubicado en el camino de Madrid, arteria principal para la economía al- coyana: En el año de 1786, contra la voluntad de todos los vecinos, se fabricó un puen- te de piedra para el uso del camino de Madrid, el que se arruinó casi del todo con la avenida del siete de septiembre del año próximo pasado de 1793. (En la noche de dicho día, se llevó también el río la mayor parte de los batanes y tin- tes, y molinos de papel, dejando muy arruinados los demás…). En el día, se tra- ta de su reconstrucción, pero todos se oponen de nuevo porque han visto el per- juicio que se les sigue, tanto en la agricultura como en los transportes, pues a causa de estar en un hondo tienen los carreteros que bajar y subir con mucho riesgo para entrar en Alcoy, aumentando el porte de las conducciones una ter- cera parte más por esta causa; cuyos perjuicios se evitaban fabricando dicho puente un poco más arriba, pues además de la ventaja que se seguiría a la agri- cultura y comercio, por ser un terreno llano, aumentaría la población de Alcoy otro tanto más, de lo que hay grande necesidad, pues por no haber sitios para construir casas, se ven precisados a edificar en terrenos poco firmes a la orilla de su río, siguiendo con las continuas humedades, ruinas inevitables, de forma que yo he presenciado el tener que abandonar una calle casi entera por estarse cayendo sus casas: y no hay otro paraje absolutamente en donde dilatar la po- blación, que el que llevo dicho... EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 71

Carlos también se interesa por otra de las fuentes económicas de la indus- tria alcoyana, como son las fábricas de papel que aprovechan los saltos que for- man las fuentes del río Serpis, las del Molinar y Barchell: El ramo de la industria del papel se halla bastante adelantado, y sus dueños, que son varios vecinos de la villa, cuidan de que no haya vicios en su fabricación; se cuentan veintitrés molinos corrientes de esta clase con veintinueve tinas, fabri- cándose entre todas treinta resmas de papel diarias de todas calidades... Beramendi, tras alabar el carácter industrioso de los habitantes de Alcoy, deja unas apresuradas notas sobre un asunto que le preocupa sobremanera des- de que abandona el principado de Cataluña y penetra en el Reino de Valencia, el contrabando de tabaco: Estos son los ociosos, que se emplean en el contrabando, cuyo punto no se pue- de ver sin dolor: La decadencia de la renta de Tabaco en este partido, por lo mu- cho que se han viciado sus naturales en el contrabando, llegará con el tiempo (si no se ataja) a perturbar la paz y quietud que llevo dicha, con notable perjuicio de la industria (como ya se experimenta en la falta de operarios). Las muchas calas de que he hablado en mi viaje desde Dénia a Altea facili- tan sus clandestinos desembarcos, y es tal el incremento que esto va tomando que debiéndose despachar en los estancos de esta villa sesenta libras diarias, no llega a consumirse una; cuya verdad se comprobó en el mes de agosto del año próximo pasado en que llegaron a despacharse seiscientas ochenta y dos libras de sólo Brasil, en once o doce días, que cesó el contrabando por una aprehen- sión hecha por el administrador, no siéndole posible el impedir sus progresos (sin embargo de su mucho celo) por no residir en él enteramente las facultades. Carlos realiza un nuevo elogio hacia la laboriosidad de los alcoyanos y el amor al trabajo que profesan y nos deja una muy interesante reflexión sobre la utilidad que él encuentra en la industria en general, algo que ha comprobado personalmente en Alcoy: La industria es solamente el verdadero tesoro de una nación y que el dinero no es más que un signo que la representa y que en tanto pueda llamarse rica una provincia en cuanto no carece de lo preciso, y tiene superfluo para procurarse lo cómodo; la aplicación ha levantado ciudades, ha reunido los hombres disper- sos, ha dulcificado su carácter, ha modificado sus costumbres despóticas y los ha hecho útiles a la sociedad (...) Apenas se dará noción de costumbres perver- tidas en donde reina un amor general al trabajo; poco tienen que hacer las pe- nas en donde todos los hombres conspiran a la utilidad común: Los delitos na- cieron en el ocio y entre el estrépito de acumuladas distracciones, no en el rincón del aplicado artesano, ni al compás del azadón y de los golpes del taller de industrioso fabricante... Una vez concluida su tarea de muchas semanas en Alcoy, el hacendista de- cide encaminar sus pasos hacia la vecina Cocentaina, “para instruirme del esta- do de su agricultura, industria y demás cosas apreciables que en ella se encie- rran”. Beramendi describe sucintamente la agricultura del término municipal 72 EMILIO SOLER contestano y el repartimiento de sus aguas, haciendo especial referencia a las cuatro “fuentes o hilos de agua” “que nacen alrededor de la iglesia de Santa Ma- ría” y que son utilizados por sus habitantes: el del “Campanario”, el del “Real Blanch”, el de “Fraga” y el del “Llano de la Fuente”, sin olvidar, claro está, las demás aguas del lugar. En la sierra de Mariola, el futuro intendente recopilará toda la información recogida en aquella zona de la montaña alicantina en un retiro especial de ocho días que realiza en la venta de San Cristóbal, “para coordinar mejor algunas apuntaciones con la quietud de aquel sitio, y concluida mi tarea me restituí a Al- coy para continuar mi viaje...”.

ITINERARIO HASTA ALICANTE Caminando por un malísimo camino en dirección a Xixona, Carlos pasa por la ermita de San Antonio y, al poco, pasa por un terreno pedregoso del que lla- ma su atención un curioso paraje: Llamado Les Mamelludes, sin duda alguna porque casi todas las piedras tienen la figura de un pecho de mujer, pero tan bien imitado que más parece obra del arte que de la naturaleza (...) Las piedras de que hablo son como lo digo; yo las he visto, y cualquiera que haya viajado por esta parte las habrá notado. En Xixona, Beramendi destaca que todos sus campos están cultivados de forma muy cuidada y la gran cantidad existente de “uvas de parra, conocidas por el nombre de Valentí Blanco”, amén de enorme variedad de frutas y horta- lizas “que abastecen los mercados de todos los pueblos cercanos”. Todo esto, asegura el hacendista, “y los turrones (que también tienen un aprecio general) producen a esta Ciudad ganancias considerables”. Dejando atrás el pueblo tu- rronero, el viajero, “caminando por entre algunos olivares” cruza el “río Mone- gre” y, una legua y media después, entre “olivos, higueras, almendros y varios frutos, cruzando a un cuarto de legua el lugar de Palamó”, entra, finalmente, en la capital alicantina.

ALICANTE Tras extenderse vanamente en la pretendida fundación de Alicante por Túbal o por los griegos focenses, el hacendista se entretiene relatando los go- biernos militares y políticos de la ciudad, así como los diferentes tribunales que en ella existían, entre ellos el de las Aguas, “que entiende en la administra- ción, distribución y riego de las del real Pantano”, refiriéndose a la presa de Tibi, a la que volverá más adelante. Mientras tanto, merecen su atención las parroquias y conventos de la capital, realizando una detallada relación de las mismas y, por supuesto, describiendo la iglesia barroca de San Nicolás a la que otorga la paternidad al “célebre Herrera”, desconociendo que fue Agus- EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 73 tín Bernardino125 el encargado de su diseño. Como cabía suponer, la iglesia gótica de Santa María no merece la atención del ilustrado visitante. Las es- cuelas públicas, los hospitales y el baluarte de Santa Bárbara merecen unas pocas líneas del hacendista que, rápidamente, pasa al tema económico de la ciudad, lo que verdaderamente le interesa. Sobre el puerto alicantino sus pa- labras son bien reveladoras: Es lástima que no se trate seriamente en Alicante de dilatar el muelle de su Puer- to para mayor facilidad de los desembarcos, pues podría ser uno de los mejores de España por su excelente situación; por él se extraen e introducen un año con otro los géneros siguientes: Barrilla (150.000 quintales); Pasa lejía (unos 90.000 quintales); Almendrón (10.000 quintales); Anís (5.000 quintales); Cominos (1.000 quintales); Azafrán (unas 10.000 libras); Aguardiente (“en tiempos de paz se extraen cerca de 6.000 pipas de 40 cántaros cada una...”); Vinos aloques o comunes (100.000 cántaros); Vinos tintos superiores (“en tiempos de paz se embarcaban unos diez mil cántaros para Bourdeaux para mezclar y mejorar los de aquel país”); Lanas finas lavadas de Segovia (cerca de 4.000 quintales). Refe- rente a las entradas en la rada alicantina: Bacalao (90.000 quintales “que viene de Terranova” y “4.000 quintales de Noruega y una corta porción de Ling de Escocia”); Trigos y panizo (asciende su introducción a más o menos cantidad se- gún las necesidades); Harinas y arroz (“procedentes de los Estados Unidos de América”); Aros de roble para pipas (“Se reciben de Nápoles y su calidad es preferida a la de las demás partes”. Además de esto, “entran de Inglaterra una porción considerable de quincallería y algunos paños y bayetas: 203 cargos re- gulares de sardinas de Galicia y Ayamonte, curtidos y quesos; quesos de Holan- da, tablazón, vigas y hierro de Suecia; acero de Génova; pastas, papel y algodón de Italia; harina y maíz de América; azúcar y cacao de Cádiz; palo Brasil, y otros varios géneros de menos entidad”). De inmediato, Carlos Beramendi pasa a explicar los productos de la Huer- ta alicantina y, especialmente, su sistema de regadío a través del pantano de Tibi, al que realiza una interesante y desmenuzada descripción del mismo y de su sis- tema de distribución de las aguas tras su visita y magnífica documentación: Parece que la naturaleza estaba pidiendo al arte que la ayudase a contener (por medio de un murallón situado entre lo angosto de dos montañas de piedra viva, llamado desde lo antiguo el Estrecho de Tibi) consiguiendo de este modo el rie- go tan necesario de toda su huerta: En efecto, persuadidos de la necesidad y de la proporción, algunos vecinos de Alicante propusieron a la ciudad que empren- diese esta obra, lo que se verificó en siete de agosto de 1579 pero hallándose el murallón a los 26 palmos de altura, y la ciudad sin fondos para continuarlo, su- plicó al Señor Don Felipe segundo, la auxiliase para su conclusión; y hecho car- go S.M. de las justas razones que había para ello, lo ejecutó el año de 1594...

125 Vid. SÁNCHEZ PORTAS, Javier: “Agustín Bernardino, arquitecto francés en el Obispado de Orihuela (1600-1620)”, en Archivo de Arte Valenciano, nº 67. Valencia, 1986, pp. 23-36.

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ELCHE Tras salir de Alicante por la puerta de San Francisco, “y dejando el mar a la izquierda”, Beramendi toma el camino hacia Elche “adonde llegué a cuatro ho- ras atravesando a su entrada por una multitud de palmeras que forman un es- peso bosque”. La ciudad, a la que calcula unos “cuatro mil vecinos”, llama su atención por la antigüedad que atesora. Tras dejar constancia de su vecindario, parroquias, conventos aunque sin hacer ninguna mención al Misteri d’Elx, y agricultura (“…dátiles: este último ramo es el de más consideración, como también las pal- mas, que conservan con esmero todo el año para venderlas en el Reyno, y aun extraerlas para Roma”). La industria ilicitana, tan importante doscientos años después, no merece apenas la atención del viajero: Se hallan en esta villa abandonados dos ramos de industria, que en otros tiem- pos prometían grandes aumentos, y son el algodón y el jabón; el primero, no pasó de ensayo pero el segundo fue de mucha importancia pues de él se surtían Francia e Inglaterra con preferencia de las demás partes.

SIGUE EL ITINERARIO HASTA MURCIA Saliendo de la ciudad de las palmeras “y pasando por los lugares de Albate- ra, Coyz, la Granja y Callosa, caminando cinco leguas entre cáñamo, olivos, al- garrobos, sosa, barrilla, trigo, cebada y algo de panizo, se entra en Orihuela”. Una ciudad a la que calcula cinco mil vecinos y tres parroquias (“a saber, santa María, que es la Catedral, Santa Justa, y Santiago, con cuatro ayudas de parro- quia en su huerta y campo bajo las advocaciones de Nuestra Señora la Apareci- da, San Josef, y Nuestra Señora de los remedios y la de los Desamparados, cu- yas cuatro iglesias fueron erigidas por el Iltmo. Señor Don Josef Tormo,126 Obispo que fue de esta diócesis”). Los conventos, hospital, colegios y estudios, especialmente los de la Univer- sidad orcelitana ubicada en el convento de los Dominicos, también merecen co- mentario por parte del hacendista. Aunque, sin ninguna duda, es la agricultura donde Beramendi pone más empeño en mostrar los productos de una “huerta deliciosa”: Las principales cosechas de su terreno son trigo, cebada y barrilla, pues el ramo de seda ha que decaído mucho desde que se han dedicado al plantío de naran-

126 José Tormo Juliá (Albaida, 1721 – Orihuela, 1790). El obispo de Orihuela Juan Elías Gómez de Terán lo nombró catedrático de Teología del Seminario oriolano de San Miguel. Durante algún tiempo, estuvo en Madrid dedicado a estudios de investigación en la Bibliote- ca Real. El 21 de marzo de 1763, el papa Clemente XIII lo nombró obispo titular de Tricemi y auxiliar del arzobispo de Valencia Andrés Mayoral. Cuatro años después, el 1 de junio de 1767, fue promovido al obispado de Orihuela.

EL HACENDISTA BERAMENDI Y SU VIAJE VALENCIANO 75

jos, cuya cosecha es ya de mucha consideración y será excesiva dentro de algún tiempo: También se coge bastante aceite pues el que toca al diezmo de este año de 1794, que no ha sido grande por estas inmediaciones, se ha arrendado en veinticuatro mil pesos. Para el hacendista, la industria orcelitana pasa totalmente desapercibida y tan sólo “se fabrican cajas de madera de todas labores, embutidas con toda per- fección”. Finalmente, Carlos Beramendi y Freyre, saliendo de Beniel, “que está en el lugar de su nombre y es el primero que se encuentra del Reyno de Murcia”, tras haber visitado el jardín del Marqués, vuelve a deshacer el cuarto de legua de la que se había apartado del Camino Real y “siguiendo éste por entre trigo, ceba- da, verduras y gran cantidad de moreras se entra en Murcia por la puerta llama- da de Orihuela, a tres horas largas de camino”. VIAJEROS VALENCIANOS EN EL SIGLO XVIII: FRANCISCO XAVIER DE BALMIS (1753-1819) Y LA REAL EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA DE LA VACUNA (1803-1806)

Emili Balaguer Perigüell Universidad de Alicante

LA EXPEDICIÓN DIRIGIDA POR BALMIS, QUE DURANTE TRES AÑOS VIAJÓ POR LAS PRO- vincias y colonias españolas de ultramar, con el objetivo de difundir la vacuna- ción contra la viruela, fue, sin duda, junto con el descubrimiento de la vacuna an- ticolérica por Jaume Ferran, las dos aportaciones más importantes de la medicina y de la sociedad española contemporánea a la salud pública en nuestro planeta. La primera se inserta en los epígonos de un proyecto que pretendió modernizar el país y elevar su nivel científico a cotas europeas, pero siempre conciliando lo antiguo y lo moderno. La segunda, en la consolidación de un pensamiento rege- neracionista que inconscientemente se miraba en el primero y en su fracaso, por un contexto social con valores muy lejanos a los propiciados por sus protagonis- tas. Si este último quedó un tanto diluido en el contexto de una medicina euro- pea que conquistaba con gran celeridad logros impensables hacía muy pocos años, la Expedición Filantrópica de la Vacuna pasó a ser el emblema de la solida- ridad y del buen hacer científico. Así fue reconocida universalmente.

I. ORÍGENES DE LA EXPEDICIÓN El objetivo principal de la Expedición fue enfrentarse al problema sanitario más importante de la sociedad occidental del siglo XVIII: la viruela. La inciden- cia de la enfermedad en la población indígena americana era notable. El médico de Cámara de Carlos IV, José Felipe Flores, natural de Chiapas (Guatemala), tí- pico producto de la ilustración criolla americana, afirmaba que la epidemia “hace desaparecer una tercera parte de los indios: ¡pero que tercera parte! Los

77 78 EMILI BALAGUER PERIGÜELL jóvenes padres con sus hijos: dos generaciones innumerables generaciones”.1 El interés por estimular una política poblacionista y las consecuencias económicas derivadas de una epidemia que afectaba a niños y jóvenes, los más fértiles, estaba en la preocupación de todos los políticos ilustrados del continente: el marqués De la Condamine, en su Viaje a la América meridional, escribía en su diario: “No aproveché... la oportunidad de la flota portuguesa que partió para Lisboa el 3 de diciembre de 1743 y estuve forzosamente retenido en Pará hasta finales del mismo mes... por las dificultades de reclutar un equipo de remeros entre los in- dios, los cuales en su mayor parte habían huido de las aldeas circunvecinas, te- miendo el contagio de la viruela, que a la sazón hacía grandes estragos”.2 En la metrópoli el problema era grave, pero no tan alarmante. El interés de Carlos III por las técnicas de variolización se pone en evidencia hasta en la co- rrespondencia con su hija Carolina, reina de Dos Sicilias y Nápoles que le man- tiene informado de los progresos de esta técnica preventiva en Italia; y en el ar- chivo del ministro Campomanes, existe una abundante documentación y notas, sobre estos temas.3 El descubrimiento de la vacuna por el médico inglés Jenner, abrió las posi- bilidades preventivas a un terreno nuevo, más eficaz y con menor riesgo que la práctica de la variolización y muy pronto se agruparon en su defensa, como ya lo habían hecho antes con la variolización, figuras emblemáticas de la medicina y la cultura europeas: por solo citar un ejemplo, ahí está el entusiasmo de Vol- taire por la vacuna. En las colonias de la Corona Española, la práctica de la va- riolización se desarrolló casi simultáneamente a como se hizo en la península y también la vacuna, pero se trataba ahora de crear la estructura básica que cum- pliera una triple función: generalizar las vacunaciones; crear personal sanitario experto en la técnica y conocedor de los supuestos científicos necesarios para la conservación en condiciones óptimas del fluido vacunal. Es interesante consta- tar, que estas instituciones no fueron pensadas para la metrópoli anteriormente y de hecho, las “Juntas de Vacunación” se crearon antes en las colonias; uno de los logros de la Expedición de Balmis.4

1 Proyecto de Expedición del Dr. Flores, fechado en Madrid el 28 de febrero de 1803. Ar- chivo General de Indias, Sección: Indiferente General, leg. 1.558-A. 2 LA CONDAMINE, C.M. de: Viaje a la América meridional, Madrid: Espasa Calpe, 1962, p. 87. 3 RIERA PALMERO, J.: “Los comienzos de la inoculación de la viruela en España”, Medicina e Historia, Tercera época, nº 8, Barcelona: J. Uriach, 1985; OLAGÜE DE ROS, G. y ASTRAIN GALLART, M., “Propaganda y filantropísmo: los primeros textos sobre la vacuna jenneriana en España”, Medicina e Historia, Tercera época, nº 56, Barcelona: J. Uriach, 1994. 4 Hasta 1805 no se estableció, para la España peninsular, la obligatoriedad de habilitar sa- las de vacunaciones en hospitales, en un contexto inicial de pugna por ver quien distribuía el fluido vacuno, auténtica fuente de prestigio socio-científico, que algunos, pretendían mono- polizar. En las Colonias no fueron salas de hospitales los centros de vacunación, sino locales elegidos al efecto, precisamente huyendo de las reticencias con las que la población valoraba las instituciones hospitalarias. FRANCISCO XAVIER DE BALMIS Y LA REAL EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA 79

II. LA REAL EXPEDICIÓN: COMPOSICIÓN E INCIDENCIAS El 13 de marzo de 1803, por vez primera, el Consejo de Indias, solicita in- formes sobre “si se creía posible extender la vacuna a los países de Ultramar y qué medios serían más acertados para el intento”. El 22 de marzo, Francisco Re- quena, miembro del Consejo, informa favorablemente y solicita a su vez un dic- tamen técnico al Dr. José Felipe Flores, que elabora con suma urgencia una pro- puesta de derrotero.5 Inicialmente se pensó, no olvidemos la situación de crisis económica del estado, que el nombramiento de cargos de la expedición fuera entre voluntarios que no percibieran sueldo ni compensación económica, lo cual no fue posible. Se pensó en recabar de la Iglesia la posibilidad de sufragar- la con los Diezmos Eclesiásticos con el argumento que lo requería la caridad cristiana y el más sustancioso para la jerarquía que, al disminuir la mortalidad entre sus feligreses se incrementaría el capítulo de sus ingresos.6 Al final, tuvo que ser la Real Hacienda la que hizo frente al grueso de los gastos. Pero en realidad, la Expedición, a lo largo de su recorrido sacó dinero de donde pudo. Nunca faltaron el apoyo de patricios criollos y simpatizantes de la causa de la vacuna en las ciudades por las que discurrió la peregrinación vacunal; incluso el propio dinero de los expedicionarios. Como escribió Balmis a su regreso: “no tiene número las pesetas que he repartido entre los indios para que se dejasen vacunar, y las empleadas en juguetes para que se entretuviesen a bordo los ni- ños embarcados, con otra porción de gastos que no tengo ahora presente”.7 Tomada la decisión, quedaba la difícil decisión de elegir el personal cualifi- cado. Francisco Requena propuso como cabezas a los doctores Flores y Balmis, lo que fue ratificado por la Junta de los Cirujanos de Cámara: ambos tenían ac- tivos a su favor. Flores por haber elaborado el proyecto inicial de la expedición y Balmis por ser uno de los médicos que practicaba en Madrid la técnica de la vacunación con mayor éxito; y ser el traductor al castellano de la obra de Mo- reau de la Sarthe, el texto más importante en la divulgación de la vacuna.8 José Flores se encargaría de la expedición que iría a Cartagena y Balmis la que mar- charía a Veracruz. Pero el médico alicantino supo maniobrar con astucia y eli- minar a Flores de la Expedición, ya que, según un escrito al Ministro de Gracia y Justicia José Antonio Caballero: “que el mando que yo pretendía no era por

5 Archivo General de Indias. Sección: Indiferente General. Expediente 1: Extracto Gene- ral de la Expedición filantrópica de la vacuna. Leg. 1.558-A. 6 Ibidem. Dictamen del Gobernador del Consejo de Indias, Madrid, 26 de mayo de 1803. f. 1v-2 7 Archivo General de Indias. Sección Indiferente General. Leg. 1.558-A. Informe de cuen- tas que realiza Balmis a su regreso de su labor profiláctica para José Antonio Caballero. Ma- drid, 4 de diciembre de 1806. 8 MOREAU DE LA SARTHE, J.L.: Tratado Histórico y Práctico de la Vacuna, Madrid: Impren- ta Real, 1803. 80 EMILI BALAGUER PERIGÜELL arrogancia, ni deseo de mandar, pues en mi casa dejo el mando a los criados, sino por el celo de poder realizar una expedición tan gloriosa, que será envidia de todas las Naciones”.9 El objetivo de Balmis fue conseguir un control absolu- to de todo lo concerniente a la expedición y de forma muy especial en la elec- ción de sus componentes. El 30 de noviembre de 1803, La Real Expedición Fi- lantrópica de la Vacuna, se componía de los siguientes miembros: Director: Francisco Xavier Balmis y Berenguer Subdirector: José Salvany y Lleopart Ayudantes: Manuel Julián Grajales, Antonio Gutiérrez Robredo Practicantes: Francisco Pastor Balmis, Rafael Lozano Pérez Enfermeros: Basilio Bolaño, Antonio Pastor, Pedro Ortega Rectora de la Casa de Expósitos de La Coruña: Isabel Sendales y Gómez Niños de la Casa de Éxpositos: Vicente Ferrer (7 años), Pascual Aniceto (3 años), Martín (3 años), Juan Francisco (9 años), Tomás Metitón (3 años), Juan Antonio (5 años), José Jorge Nicolás de los Dolores (3 años), Antonio Verdia (7 años), Francisco Antonio (9 años), Clemente (6 años), Manuel María (3 años), José Manuel María (6 años), Domingo Naya (6 años), Andrés Naya (8 años), José (3 años), Vicente María Sale y Bellido (3 años), Cándido (7 años), Francisco Florencio (5 años), Gerónimo María (7 años), Jacinto (6 años), Benito Vélez (hijo adoptivo de Isabel Sendales y Gómez). En esta ocasión, sí podemos afirmar, que toda la tripulación fue imprescin- dible para el éxito de la expedición, pero sin los niños hubiera sido absoluta- mente imposible y la Corona se responsabilizó de su protección. Ciertamente que por los niveles de responsabilidad cabe destacar tanto a su director Balmis, como al subdirector Salvany. Uno de los personajes de la Expedición, más injus- tamente olvidado, fue José Salvany y Lleopart, natural de Cervera o Barcelona, hombre de salud débil, que fue elegido por Balmis por su competencia como ci- rujano militar. Cuando embarca en la Expedición contaba 25 ó 26 años y en principio tenía una labor muy cómoda arropado por Balmis. El protagonismo le llegó cuando la Expedición se dividió en Venezuela, en La Guayra a causa de las constantes y graves epidemias que asolaban el sur del continente. Cuando Salvany sale de la Península tiene la esperanza que mejore su salud y en un prin- cipio así fue gracias al clima tropical de Canarias y las islas de las antillas, pero a medida que se introduce en la cordillera andina comienza a agravarse su situa- ción y según su correspondencia sufre “tercianas”, “garrotillo”, “opresión y mal de pecho” y “fuerte mal de costado”; y posiblemente una tuberculosis pulmo- nar. Cuando llega a la ciudad de Arequipa, en Perú su situación es lamentable: en un naufragio en el río Magdalena, había perdido el ojo izquierdo; en el trán-

9 Carta de Balmis al Ministro de Gracia y Justicia, el 18 de junio de 1803. Archivo Gene- ral de Indias. Sección: Indiferente General. Leg. 1.558-A. FRANCISCO XAVIER DE BALMIS Y LA REAL EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA 81 sito por la cordillera de los Andes se dislocó una muñeca que quedó práctica- mente inmovilizada. Por efectos de la altura quedó crónicamente afectado del pecho y eran frecuentes las hemoptisis.10 Por doquier que pasó dejaba una hue- lla magnífica y los Cabildos de La Paz, Puno y Oruno, expresaron públicamen- te su agradecimiento, solicitando para el subdirector de la Expedición, los hono- res de regidor de sus respectivos ayuntamientos. Salvany intuía que jamás podría regresa a la Península y desde la ciudad de la Paz,11 agotado y sin fuer- zas, solicita a las autoridades de la metrópoli el cargo de Intendente de dicha ciudad que había quedado vacante. El silencio fue la respuesta. La estancia en la ciudad de Lima, después de la mitad de recorrido vacunífero por la América meridional, fue uno de los mayores motivos de satisfacción personal: el presti- gioso médico y profesor de anatomía Hipólito Unanue (1755-1833) presenta a Salvany ante el Claustro de la Universidad de San Marcos de Lima.12 Unanue fue un auténtico humanista con una visión abierta y muy imbuido de la impor- tancia de los progresos de la ciencia. Fundó el Anfiteatro Anatómico en 1792 y dirigió el Colegio de San Fernando, precursor de la Facultad de Medicina. Par- ticipó en los debates de la Sociedad de Amantes del País, la versión limeña de las Sociedades de Amigos del País y colaboró con su revista Mercurio Peruano. En la época independiente fue el primer ministro de Hacienda del general San Martín y el Congreso Constituyente de 1823 lo declaró Benemérito de la Patria. Las relaciones entre el cirujano catalán y Unanue evidenciaba la comunidad de valor entre dos ilustrados a uno y otro lado del Atlántico.13 Sin embargo, las au- toridades españolas no le autorizan ningún cargo público y ante el temor a mo- rirse de hambre si renuncia a su cargo en la Expedición, continúa en ella. Llega en verano a la ciudad de Cochabamba a más de 2.500 metros sobre el nivel del mar, en plena cordillera andina. Agotado y sin fuerzas muere el 21 de julio de 1810, siendo enterrado en la iglesia de San Francisco.14 Salvany no llegó pues, a

10 RICO AVELLO, C.: “La expedición de Balmis”. XV Congr. Inter. Hist. Med., Madrid, 1956 – Alcá, 22-29 de septiembre. En un intento de patobiografía, aventura que Salvany pade- ció varias patologías infecciosas: desde la tuberculosis pulmonar, hasta paludismo y difteria. 11 Archivo General de Indias. Sección: Indiferente General. Leg. 1.558-A. Exp. 23. 12 La universidad limeña le ofreció, de forma excepcional, la posibilidad de obtener los tí- tulos de Bachiller, Licenciado y Doctor en Medicina. RAMÍREZ MARTÍN, S.M.: La Salud del Im- perio. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. Madrid-Alcalá: Doce calles/Fundación “Jorge Juan”, 2002, pp. 261-263. 13 UNANUE, H.: Actuaciones Literarias de la Vacuna en la Real Universidad de San Marcos. Desde mediados del siglo XVIII, se hizo más evidente en el Perú la influencia del movimiento cultural europeo de la Ilustración. Una demostración de ello son las bibliotecas coloniales como la del colegio de jesuitas de San Pablo, que en 1767, tenía casi 40.000 volúmenes que incluían libros de Newton, Bacon y otros líderes de la Revolución Científica del siglo XVII. CUETO, M.: Ciencia y Tecnología en Bolivia, Ecuador y Perú. Lima: Instituto de Estudios An- dinos, 1995. 14 Salvany muere completamente olvidado y desconocido, por ello su biografía siempre aparece vinculada a Balmis. RICO AVELLO, C., 1956, op. cit., p. 7. 82 EMILI BALAGUER PERIGÜELL pisar nunca la Capitanía de Chile; en nombre de la Expedición, lo hicieron el ayudante Manuel Julián Grajales y el enfermero Basilio Bolaño que llegaron hasta el sur cerca del estrecho de Magallanes. Hubo que huir rápidamente a causa de la insurrección contra la metrópoli. En enero de 1812 pusieron rumbo al puerto de Callao y más tarde pasaron a Lima. A partir de ahí, sin el que ha- bía sido su impulsor, este grupo de expedicionarios finaliza su función que no pudo incluir, como estaba previsto, el Virreinato del Río de la Plata, donde afor- tunadamente la vacuna ya era conocida. Si analizamos su aportación, al éxito de la Expedición, con perspectiva his- tórica, no puede dudarse que fue su iniciativa, tesón y laboriosidad, lo que hizo posible la difusión de la vacuna por la América meridional. Consciente de la im- portancia de su labor, valoró con gran generosidad la actividad realizada por sus subalternos. En cambio, esta apreciación tan positiva, contrasta con la opinión de Balmis; que a su regreso a la Península y a solicitud de la Secretaría de Estado, emite un informe peyorativo de la diligencia del subdirector a quien considera débil. Sin duda, la cabeza visible de la Real Expedición Filantrópica de Vacuna y su principal protagonista fue Francisco Xavier Balmis y Berenguer, que en su ma- durez, tenía cincuenta años, no dudó en responsabilizarse de una empresa difí- cil y compleja por su propia naturaleza. Había nacido en Alicante el día 2 de di- ciembre de 1753. Hijo y nieto de cirujanos barberos, siguiendo la tradición familiar ingresa a los 17 años en el Hospital Militar de Alicante, donde perma- nece cinco años.15 En 1775 zarpa en una expedición de la armada española con- tra Argel, con el fin de neutralizar las incursiones de piratas berberiscos por el levante español. En 1778 aprueba en Valencia el grado para ejercer la cirugía, posteriormente ingresa en el cuerpo de Sanidad Militar y el 8 de abril de 1781 ascendió a cirujano del ejército y fue destinado al regimiento de Zamora. Con este regimiento marchó a América por primera vez en la expedición del Mar- qués del Socorro y tuvo que ejercer las funciones de médico-cirujano por el fa- llecimiento de la mayoría de los facultativos a consecuencia de una epidemia. Su actividad en el territorio novohispano fue importante: en 1786, es cirujano ma- yor del Hospital Militar de San Juan de Dios y cuando este viejo hospital se une al de San Andrés, en 1790, aparece como director de la sala de gálicos. En re- conocimiento a su actividad en la ciudad de México es admitido en la Real Aca- demia Médico-Matritense y además obtuvo el grado de Bachiller en Artes por la Universidad mexicana. En 1788 dejó temporalmente el ejército para viajar por territorio novohispano estudiando las plantas autóctonas y la materia médi- ca utilizada por los indígenas, en especial los efectos de las raíces de pita y de

15 MORENO CABALLERO, E.: Sesión apologética dedicada al Dr. Francisco Xavier de Balmis y Berenguer. Discurso leído en el Instituto Médico Valenciano el 18 de noviembre de 1885. Valencia: Imprenta de Ferrer de Orga, 1885, p. 11. FRANCISCO XAVIER DE BALMIS Y LA REAL EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA 83 begonia que utilizaban como tratamiento para la sífilis; comprobando su efica- cia posteriormente, a lo largo de 1790, en los enfermos del Hospital de San An- drés. El interés de Balmis por la botánica debe estudiarse en el contexto del im- portante movimiento de naturalistas españoles por estudiar la flora de nuevo mundo. Nuestro médico mantuvo relaciones con importantes figuras de la bo- tánica española del siglo XVIIII y Vicente Cervantes (1757-1829), fundador del Jardín Botánico de México, pidió a Balmis en su regreso a la España en 1791 se hiciera cargo de cuatro cajas de plantas vivas para el Jardín Botánico de Ma- drid.16 El mismo año retorna a México y consigue un informe favorable de sus experiencias terapéuticas, tanto del Protomedicato como del prelado de la dió- cesis. Con este aval vuelve de nuevo a la Península en 1792, con cien arrobas de maguey y treinta de begonia, iniciando de nuevo las experiencias en los tres hos- pitales de la Corte, con la supervisión de una comisión nombrada por el rey. Los resultados de su terapéutica fueron muy discutidos y rechazados por algunos médicos, Balmis se vio obligado a defenderse en un opúsculo titulado Demos- tración de las eficaces virtudes, nuevamente descubiertas, en las raíces de las plan- tas de Nueva España, especies de ágave y begonia para la curación del vicio vené- reo y escorfuloso. Madrid, Imp. de la Vda. de D. Joaquín Ibarra, 1794. A pesar de las críticas, el método tuvo bastante aceptación y el informe fue traducido to- tal o parcialmente a varios idiomas. El mismo Papa ordenó introducir el trata- miento en los hospitales romanos y como reconocimiento a Balmis por traer la begonia a Europa, la planta recibió el nombre oficial, en el diccionario botánico de la flora mexicana, de Begonia balmisiana. En 1795 vuelve a Nueva España con objeto de recolectar plantas, agotadas las que ya había traído, y el mismo año es nombrado Cirujano de Cámara de Carlos IV. Su ascenso social es imparable, siendo un ejemplo paradigmático del ascenso social del cirujano a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Después de los grados obtenidos en México, con- sigue el título de Bachiller en Medicina en 1797 y ya con la categoría de médico- cirujano es solicitado por la Virreina de Nueva España y regresa a aquellos terri- torios. El ascenso de cirujano a médico fue posiblemente una de sus grandes satisfacciones y le permitió incorporarse, con pleno derecho, a instituciones como la Academia Médica Matritense, donde una minoría ilustrada, se había propuesto la renovación científica e ideológica de sus miembros.17 Su cono- cimiento del continente americano y su preparación científica y técnica en lo referente a la viruela y su prevención, son razones suficientes que justificaron su nombramiento como director de la Real Expedición Filantrópica de la Va- cuna.

16 Cervantes fue discípulo de Casimiro Gómez Ortega, primer catedrático del Jardín Bo- tánico de Madrid. 17 RIERA PALMERO, J.: Medicina y ciencia en la España Ilustrada. Epistolario y documen- tos I. Valladolid: Universidad de Valladolid, 1981, p. 3.031.

86 EMILI BALAGUER PERIGÜELL

Cuando las tropas napoleónicas entran en España y José Bonaparte es nom- brado rey, Balmis no jura acatamiento al monarca y se traslada a Sevilla siguien- do en todo momento a la Junta Central, que le ordena se traslade a México con objeto de volver a propagar la vacuna; ya que las noticias de que el fluido se iba extinguiendo por negligencia de los facultativos responsables de su conserva- ción, eran alarmantes. A mediados de febrero de 1810 parte de Cádiz a Vera- cruz, pero las circunstancias habían cambiado: el movimiento insurgente contra la Metrópoli tomaba cuerpo día a día. Nuestro cirujano además, se implicó en defensa de las tropas españolas. A su regreso de este, que será su último viaje a América, como otras veces, trajo “un cajón de plantas exóticas vivas. Para que se aclimaten y propaguen en la Península con utilidad”.18 En España se le reco- noce con varios cargos y honores que desempeñó hasta su muerte el 12 de fe- brero de 1819 a los 66 años. En cuanto a la decisión del lugar idóneo para la salida de la expedición se pensó en primer lugar en el puerto de Cádiz por su tradición americanista, pero a medida que se va perfilando el proyecto se opta por el puerto de La Coruña ya que en el mismo, desde 1764 se habían establecido los buques-correo con des- tinos a la Habana, Montevideo y Buenos Aires y además trasladaban a viajeros y mercancías, convirtiéndose como uno de los principales medios de conexión con América. En un principio se pensó que la Expedición se transportara en bu- ques correo de guerra por ser los más ligeros y tener una comunicación frecuen- te con las colonias. Finalmente se impuso el criterio que primó en la elección de los barcos a lo largo de toda la travesía: velocidad frente a comodidad. La cor- beta gallega María Pita fue la elegida, partiendo del puerto de La Coruña hacia las Islas Canarias el 30 de noviembre de 1803. Los primeros diez días de singladura transcurrieron entre La Coruña y Te- nerife, donde fueron recibidos de forma calurosa y su estancia corrió a cargo de las autoridades y suscripciones populares.19 Esta primera etapa tuvo el significa- do de ensayo general de lo que después serían las Juntas de Vacuna: se habilitó un espacio físico que fue el núcleo desde donde acudían de cada isla un grupo de niños para que fueran vacunados y garantizar la continuidad del proceso una vez marchara la Expedición y personal sanitario para que fueran instruidos so- bre los rudimentos teóricos y prácticos de la vacunación. El 6 de enero de 1804 parten rumbo a la isla de Puerto Rico. A su llegada a Puerto Rico, comenzó la primera polémica ya que allí la va- cuna había sido introducida por el médico catalán Francisco Oller Ferrer. Pron-

18 Archivo General de la Armada. D. Álvaro de Bazán (Viso del Marqués). Sección: Cuer- po de Sanidad. Leg. 2.898-15. Exp. Francisco Xavier de Balmis. 19 BETHENCOURT, A. de: “Inoculación y vacuna antivariólica en Canarias (1760-1830)”, en F. Morales Padrón (coord.): V Coloquio de Historia Canario-Americana, vol. II, Gran Canaria: Cabildo Insular, 1982 pp. 290-294; RAMÍREZ, S.: “La Vacuna o el patriotismo lanzaroteño”. Cua- dernos del Ateneo de la Laguna, nº 10, 2001, pp. 188-201. FRANCISCO XAVIER DE BALMIS Y LA REAL EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA 87 to saltó la polémica entre Balmis, el médico catalán y el Gobernador, incluso el obispo, que consideraron que allí el problema no era agobiante. Del otro lado Balmis veía peligrar la propia Expedición si el costoso viaje se mostraba innece- sario. El último enfrentamiento con el Gobernador procedió por la necesidad de proveerse de niños para transportar la vacuna hasta el siguiente territorio del Derrotero, la Capitanía General de Venezuela. Las vicisitudes sufridas hicieron que Balmis reflexionara sobre la oportunidad de dividir la expedición original en dos. Lo que posibilitaría una mayor rapidez en la difusión de la vacuna a te- rritorios tan extensos. A partir de estos momentos, el Derrotero oficial, se fue adaptando, en cada momento, a las vicisitudes concretas, partiendo el 12 de marzo rumbo a Venezuela con menos niños de los previstos. El trayecto fue accidentado y al final sólo quedó un niño con vacuna en sa- zón que debía ser empleada el mismo día, por lo cual cambiaron el rumbo y en lugar de atracar en La Guayra, donde se les estaba esperando con gran expec- tación y entusiasmo, lo hicieron en Puerto Cabello, solucionando el problema mediante la vacunación inmediata de veinte ocho niños “de los principales del pueblo”.20 Aquí, la Expedición, se dividió por primera vez: Salvany permaneció en Puerto Cabello vacunando a la población y Balmis se dirigió a Caracas lle- gando el 28 de marzo. Finalmente se reúnen de nuevo todos los grupos en Ca- racas hasta el desdoblamiento definitivo de la Expedición a partir de principios de mayo de 1804. El recibimiento en Caracas fue apoteósico: se “ofreció al re- gio comisionado una lujosa berlina que al acto ocupó llevando a su derecha al joven vacunado que traía en sus brazos el anhelado fluido y por entre la muche- dumbre apiñada, en medio de los vítores, la música y los fuegos de artificio, lle- gó a la más hermosa casa de la ciudad, dignamente preparada para recibirle y en donde, vestidos de gala, le aguardaban el Capitán General, todos los altos funcionarios y todos los grandes patricios”.21 Dos días más tarde, coincidiendo, con el Viernes Santo, se efectuó una vacunación masiva. El papel jugado en es- tos acontecimientos por el Capitán General de Venezuela Manuel Guevara Vas- concelos, así como el propio municipio que corrió con la mayor parte de los gas- tos, fue decisivo, y un buen rédito político positivo en un momento complicado en el que se estaban produciendo movimientos en pro de la independencia en toda América. La forma de homenajear a los expedicionarios fue la habitual en este tipo de acontecimientos extraordinarios: la celebración de un solemne Te Deum, bailes y serenata en las calles y un componente más refinado en los salo- nes de la alta sociedad caraqueña, donde se multiplicaron las tertulias a las que asistió Balmis. Entre los asistentes a las tertulias se encontraba el que luego se-

20 RAMÍREZ MARTÍNEZ, S.: La mayor azaña médica de la colonia. La Real Expedición Filan- trópica de la Vacuna, en la Real Audiencia de Quito. Quito: Abya-Yala, 1999, p. 344. 21 ARCHILA, R.: “La Expedición de Balmis en Venezuela”, en IV Congr. Panam. Hist. Med., Caracas: Tip. Vargas, 1969. 88 EMILI BALAGUER PERIGÜELL ría el primer Rector de la Universidad de Chile, Andrés Bello (1781-1865), quien escribió en abril de 1804 una Oda a la vacuna y una breve obra teatral bajo el título de Venezuela consolada. Es interesante acercarse a este personaje como modelo de actitud ante la vacuna, por parte de la sociedad ilustrada de la épo- ca. Bello fue uno de los intelectuales más destacados de todo el mundo latino- americano a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, con una buena formación en Inglaterra, que formó parte de las expediciones científicas de Alejandro Humboldt (1779-1859) y Aimé Bonpland (1773-1850); fue también uno de los impulsores de un Código Civil, que sería adoptado por varios estados latino- americanos y de un “Derecho de gentes”, donde sentó una serie de importantes principios de derecho internacional público. Cuando conoció a Balmis era ofi- cial segundo de la Capitanía General de Venezuela y tenía 23 años. Más tarde, sería nombrado secretario de la Junta Central de Vacunación de la Capitanía General. La vacunación para Bello y para la clase ilustrada era el símbolo del progreso de la Humanidad a través de los descubrimientos científicos que “li- bertaban” al hombre, de la misma forma que la autonomía en la toma de deci- siones “libertaba” a los pueblos. Por razones ya apuntadas, la Expedición se dividió en dos a partir de este punto: una de ellas, encabezada por Salvany se dirigiría a la América meridio- nal, la segunda, dirigida por Balmis a Cuba, México y Filipinas. Salvany, parte del puerto de la Guayra el 8 de mayo y llega a Cartagena de Indias el 24. La aco- gida fue apoteósica y los resultados espléndidos. En Cartagena se constituyó un núcleo difusor hacia Panamá y la expedición se dirigió a Santa Fe, donde se re- pitieron los agasajos y el apoyo decidido del Virrey. Los resultados de esta pri- mera fase fueron espectaculares, con cifras que superaron los cincuenta y seis mil vacunados y una organización modélica de la Junta de Vacunación además de la creación de una Junta de Sanidad que suponía un nivel más elevado y am- bicioso de sus funciones. Desde la metrópoli se valoró muy positivamente esta actuación que daba solidez y continuidad a estas intervenciones en medicina pre- ventiva. De Santa Fe se dirigen a Quito, por supuesto vacunando en el camino en todos los lugares y poblados y atravesando con grandes penalidades parte de la cordillera andina. El 16 de julio de 1805 las autoridades les esperan en las afueras y “los niños que conducían la vacuna eran tomados en brazos con entu- siasmo por el pueblo”.22 De Quito la expedición se dirige al Virreinato del Perú, llegando a Lima el 23 de mayo de 1806. Cuando la Expedición alcanza Piura, el primer punto de este Virreinato, Salvany calcula que, desde la salida de Santa Fe, se habían realizado más de cien mil vacunaciones.

22 Informe de Salvany, desde Lima, el 1 de octubre de 1806. Se describe todo el trabajo desarrollado desde Santa Fe. Archivo General de Indias. Sección Indiferente General, Leg. 1.558-A. Salvany calcula que, cuando llegaron a Piura, el primer punto del Virreinato del Perú, procedentes de Santa Fe, habían realizado más de cien mil vacunaciones. FRANCISCO XAVIER DE BALMIS Y LA REAL EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA 89

Esta etapa no fue tan fructífera. Cuando llegaron a Lambayeque y a diver- sos poblados indios, parte de la población autóctona, por motivos culturales y convenientemente azuzados por los enemigos de los expedicionarios, hubo gran resistencia a vacunarse e incluso llegaron a perseguirles. En Lima las cosas no fueron más fáciles. La vacuna allí ya estaba introducida por el médico peruano Pedro Belomo y Cervallos al igual que en Cuzco;23 pero además se había trans- formado en un negocio y parte de la población no podía acceder a ella. La Ex- pedición fue mirada con recelo y no obtuvo ningún apoyo del municipio que in- cluso dejó sin comer a los niños un día entero dándoles un alojamiento penoso. Cuando la Expedición se acercaba a los pueblos más próximos a Lima, la gente huía y no quería vacunar a sus hijos pensando que les iba a costar dinero. Salvany muere en Cochabamba el 21 de julio de 1810. Tanto La Paz como las ciudades importantes de lo que es Bolivia y las zonas indias de Mojos y Chi- quitos, se beneficiaron de la vacuna, aunque estas dos últimas tras la muerte del médico catalán. Tampoco llegó a pisar la Capitanía de Chile: lo hicieron en nombre de la Expedición el ayudante Manuel Julián Grajales y el enfermero Ba- silio Bolaños desde Lima y por mar en noviembre de 1807, llegando a Valpa- raíso, donde se instauró una Junta de Vacuna; y más tarde a Santiago de Chile, donde permanecieron por espacio de ocho meses. Se sabe que alcanzaron las cercanías del estrecho de Magallanes. A partir de ahí hubo que huir rápidamen- te a causa de la insurrección contra la Metrópoli. En enero de 1812 pusieron rumbo al puerto de El Callao volviendo a Lima. Como ya hemos dicho, después de la división en dos subexpediciones en mayo de 1804, Balmis dirigirá la que puso rumbo al Caribe. Las condiciones cli- matológicas y la muerte de un niño retrasaron la expedición y tuvo que recalar en La Habana en vez de Santiago de Cuba, donde estaba inicialmente previsto. La vacuna ya había sido introducida en el archipiélago caribeño un año antes, ya lo hemos comentado en Puerto Rico, desde allí se desplazó una mujer María Bustamante llevando consigo a su propio hijo y a dos pequeñas criadas suyas, el médico Tomás Romay fue el responsable de vacunar a nueve niños con el flui- do que transportaban las tres criaturas, iniciando así el proceso en cadena. Tam- bién se crearon en varias ciudades Juntas Subalternas de Vacuna y en La Habana la Junta Central de Vacuna refundió su actividad con la ya existente Sociedad Económica de Amigos del País. A diferencia de lo ocurrido en otros lugares, Balmis aprobó lo hecho por Romay que en realidad facilitó la intervención de los expedicionarios, regaló a la biblioteca de la Sociedad Económica varios ejemplares de su traducción del Tratado de la Vacuna y fue nombrado por la So- ciedad miembro honorario en la categoría de “profesor distinguido”. El proble- ma surgió en poder encontrar relevos de niños para continuar la propagación

23 DÍAZ DE YRAOLA, G.: La vuelta al mundo de la Expedición de la Vacuna, Sevilla: Escue- la de Estudios Hispanoamericanos, CSIC, 1948, p. 79. 90 EMILI BALAGUER PERIGÜELL en el Virreinato de Nueva España. Las reticencias de Capital General de la isla, Marqués de Someruelo, se solucionó con la compra de esclavos financiados por Balmis, tres mujeres y la incorporación de un niño, tambor del Regimiento de Cuba. En resumen, el resultado de la estancia fue positivo y el número de vacu- nados en toda la isla superó las 15.000 personas. La etapa que se inició al abandonar Cuba tenía un interés especial para Bal- mis: se trataba de volver al Virreinato mexicano que tan bien conocía. Desde un punto de vista estratégico era fundamental que esta fase de la Expedición se cul- minara con éxito para el futuro. La vacuna se había introducido con anteriori- dad en la ciudad de México: un mes antes de la llegada de los expedicionarios se vacunaron siete niños para asegurar la continuidad del fluido vacunal; cono- cemos la existencia de hasta tres médicos para velar por la rectitud del procedi- miento y al Virrey Iturrigaray le llegó un completo informe de la situación en el espacio de su jurisdicción. Por otro lado, se estableció un procedimiento para que hubiera una constante reserva de vacuna, dividiendo la ciudad de México en ocho “cuarteles mayores”, cada uno de los cuales se subdividía en cuatro “cuarteles menores”. Cada “cuartel” de forma rotatoria tenía que suministrar un determinado número de niños. La propagación de la vacuna en las provin- cias debía seguir un patrón similar al de la capital. El puerto de Sisal, donde recaló el María Pita, estaba relativamente cercano a Mérida, la capital de Yucatán, el recibimiento fue cordial y el Capitán General pasó a Balmis el informe de la actividad de Miguel José Monzón. Balmis consi- deró que la actuación de Monzón había sido perjudicial para la salud, y envió a uno de sus Ayudantes, Antonio Gutiérrez, para que examinara sobre el terreno la situación, y a Francisco Pastor para difundir la vacuna por la Capitanía de Guatemala y crear una Junta Central de Vacuna que estuvo funcionando de for- ma eficaz doce años, hasta 1817. Tras una agotadora travesía de diez días, el María Pita arribó a Veracruz des- de Sisal el 24 de julio. Todos los miembros de la tripulación estaban enfermos de disentería por el clima asfixiante y húmedo; el propio Balmis creyó que ha- bía contraído la fiebre amarilla.24 El Gobernador dio a Balmis una carta del Vi- rrey dándole la bienvenida, pero con muy poco entusiasmo. Las vesículas de los niños que habían traído de Sisal estaban en su punto álgido, pero no había for- ma de encontrar voluntarios. Finalmente, la autoridad reclutó voluntarios del ejército para ser inoculados. No había nada que hacer allí y el Director, enfer- mo de disentería y afectado moralmente salió de Veracruz mucho antes de lo previsto. La prematura llegada a la ciudad de México causó no pocos trastor- nos. La mayor preocupación de nuestro médico fue que se cumplieran las órde- nes del monarca sobre la responsabilidad, que recaía sobre el Virrey, de poner

24 Balmis a Caballero. Jalapa, 1 de agosto de 1804. Archivo General de Indias. Sección: Indiferente General, Leg. 1.558-A. FRANCISCO XAVIER DE BALMIS Y LA REAL EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA 91 a los niños de la Expedición bajo su custodia, a expensa de los fondos públicos, hasta que pudieran mantenerse por sí mismos. En principio fueron alojados en el Real Hospicio de la ciudad, con la única excepción del hijo de la Rectora Isa- bel Sendales que quedó bajo la custodia de su madre; pero Balmis se opuso a que los niños se mezclaran “con una multitud de miserables, sucios y obscenos golfillos”;25 finalmente consiguió que se les alojara en un internado adecuado y además recibieran instrucción adecuada, pero este gasto ya no se computaría a las arcas reales. El Virrey, por otro lado, no tenía claro que los gastos que los ni- ños originaban iban a ser rentables si no aprovechaban aquella oportunidad, y comisionó a una persona para que informara de sus progresos. El informe del inspector Araujo señalaba que, de los 14 niños mayores de seis años, seis acu- dían a la escuela regularmente mañana y tarde; cinco de los catorce mostraban es- fuerzo en el trabajo, pero el resto eran “estúpidos”. En general todos ellos te- nían dificultades para ser educados y a los maestros les costaba eliminar todos los malos hábitos que habían aprendido de los rudos marineros a lo largo del viaje. Michel Smith (1974) ha podido reconstruir parte de la historia personal de cada uno estos niños: Tomás Metitón y Juan Antonio murieron; otros permanecieron largo tiempo en una institución pública creada en 1806, la Escuela Patriótica, y el resto fueron adoptados por familias mexicanas. Balmis redactó un plan que permitiera perpetuar y propagar la vacunación que entregó al Virrey dando su misión por finalizada en la ciudad de México. El siguiente punto visitado fue Puebla de los Ángeles donde llegó el 20 de sep- tiembre recibiendo una acogida entusiasta por parte de las autoridades y el obis- po. La institución social creada allí una “Junta Central Filantrópica de San Car- los de Puebla”, aunque subordinada a la de la capital mexicana, tenía un papel preeminente en la provincia y actuó como impulsora de otras juntas en diversas localidades. En esta puesta en marcha fue fundamental el papel del obispo de Puebla quien cedió locales de su Palacio Episcopal, incluso dio el soporte eco- nómico. Cuando Balmis abandona la ciudad el 12 de octubre, el proceso esta- ba ya muy consolidado y hacia mediados de diciembre casi 12.000 personas ha- bían recibido la vacuna. Para mantener la cadena, los sacerdotes de las parroquias presentaban, de forma rotatoria, quince niños cada nueve días para ser vacunados. Tras dos meses de ausencia vuelven los expedicionarios para em- barcarse rumbo a Manila. Las malas relaciones con el Virrey, que daba priori- dad a las tropas que eran necesarias para reforzar el archipiélago, obligaron a Balmis a contactar con el comandante del Magallanes, que se comprometió en el traslado de 40 ó 48 personas. Finalmente, el 8 de febrero de 1805 embarca- ron rumbo a Manila. Pese a todos los obstáculos, el balance final de esta etapa

25 SMITH, M.: “Real Expedición Marítima de la Vacuna. The New Spain and Guatemala”, en Transaction of the American Philosophical Society. Philadelphia: New Series, 1974, vol. 64, part. 1, p. 34.

FRANCISCO XAVIER DE BALMIS Y LA REAL EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA 93 no fue negativo: se vacunaron casi 100.000 personas y sobre todo se crearon in- fraestructuras sanitarias estables. Las cinco semanas del viaje entre Acapulco y Manila, estuvieron marcadas por las divergencias entre el comandante de la nave y Balmis por el trato dado a los niños: dormían sobre el suelo, hacinados en un lugar sucio. Pese a los es- fuerzos por mantenerlos separados, los contactos durante el sueño causaron muchas vacunaciones artificiales que hacían peligrar la cadena de vacunaciones. Cuando llegan a la bahía de Manila nadie les espera y será el Ayuntamiento el que finalmente se hará cargo de ellos. Pero la misión no podía esperar y el 16 de abril, veinticuatro horas después de su llegada, comenzaron a vacunar. Una vez más los altos cargos políticos y el propio Obispo, no estuvieron por la labor, pero en cambio, otras autoridades de menor rango como el Deán de la Catedral o el Sargento Mayor de la milicia, fueron incansables defensores y su efecto tuvo una influencia positiva entre la población nativa, y a principio de agosto ya ha- bían sido vacunadas unas 9.000 personas en la capital. En cambio, el Capitán General fue muy diligente a la hora de apoyar la estructura organizativa, tanto en la puesta en marcha del Consejo de la Vacuna, como en la ceración de un centro de vacunación. La salud de Balmis se había quebrantado estos días por el clima y por la di- sentería de la que no acababa de reponerse. Sabedor de que no podía volver a Nueva España ni a Europa, solicitó permiso para ir a Macao con Francisco Pas- tor y tres jóvenes para conducir el fluido vacunal. El Ayudante Antonio Gutié- rrez quedaba encargado de proseguir las vacunaciones en las islas para más tar- de volver a México con objeto de dejar a los veinte y seis niños traídos a Filipinas. En el trayecto un tifón hizo peligrar sus vidas y al llegar a la colonia portuguesa solicita ayuda, que no obtuvo, de la Real Compañía de Filipinas. Sí, por el contrario contó con el apoyo de la British East India Company, lo que le permitió vacunar a poco más de 20 personas.26 Ya no le quedaba más que regresar a España. El primer barco que salía rum- bo a Europa era el portugués Bom Jesus de Alem que partía hacia Lisboa en fe- brero de 1806. Con graves problemas económicos para costearse el viaje, fue ayudado por un agente de la Real Compañía Filipina en Cantón, quien le pres- tó los 2.500 pesos que necesitaba y que le serían reembolsados por las arcas reales a su llegada a España.27 Sabedor que el largo viaje de vuelta, unos cuatro meses, a Portugal tenía escala en Santa Elena, llevó consigo una porción de va-

26 Balmis a Caballero. Archivo General de Indias. Sección: Indiferente General, Leg. 1.558-A. 27 Las últimas misivas de Balmis al ministro Caballero remitidas desde Cantón, informa no sólo de sus actividades y los motivos de su precipitado regreso a la metrópoli, sino también del tiempo que había consumido en aprender arte chino y en acercarse a las peculiaridades de la medicina tradicional autóctona. También recopiló centenares de dibujos sobre flora asiáti- ca y diez grandes cajas de plantas exóticas con destino al Jardín Botánico de Madrid. 94 EMILI BALAGUER PERIGÜELL cuna para introducirla en aquella isla. Previamente tuvo que convencer al Go- bernador, Robert Patton y dictar una serie de conferencias a los médicos. La vís- pera de su partida, el 16 de junio de 1806, Patton entrega a Balmis un pequeño paquete sellado que había llegado de Inglaterra hacía varios años, al abrirlo, en- contró una porción de linfa y unas instrucciones escritas a mano por el propio Edward Jenner que nadie había utilizado. El 14 de agosto el Bom Jesus arribó a Lisboa. Balmis escribió a Caballero para darle cuenta de los últimos avatares del viaje. Tras una breve estancia en la capital lisboeta alquiló un carruaje para volver a Madrid. El 7 de septiembre de 1806 fue recibido, en San Idelfonso, por Carlos IV, quien se congratuló y le fe- licitó por el éxito de la empresa, lo mismo que el resto de la Corte. Fue su gran día de gloria.

III. SIGNIFICADO HISTÓRICO DE LA REAL EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA III. DE LA VACUNA La Corona gozaba de una larga tradición en organizar expediciones y viajes científicos desde Felipe II. La necesidad de conquistar, conocer las característi- cas y explorar las posibilidades del nuevo imperio fue prioritaria para este mo- narca que, desde la creación de una institución “La casa de contratación” y con la dirección del insigne geógrafo y astrónomo Américo Vespuchio, comenzó el conocimiento científico del nuevo continente. Tras la crisis de la ciencia espa- ñola, a partir de la segunda etapa del reinado de Felipe II y su aislamiento del contexto europeo decaería esta actividad que tomó gran impulso de nuevo en el siglo XVIII. Pero ahora no se trataba solo de conquistar y conocer, sino de es- tudiar y describir para una adecuada explotación. Para Carlos III, como para cualquier gobernante ilustrado, el conocimiento científico es fuete de poder. De ahí el empeño en su programa de renovación científica y también el control que la Corona pretendía ejercer en todas las expediciones incluso en las que no de- pendían directamente de ella como la de Humboldt. En el caso de la expedición de Balmis, el objetivo básico es la difusión de la vacuna, pero no está exenta de ciertas características comunes a todas ellas: el estudio y la observación del en- torno cuando la expedición se divide en 1804, el Director da una serie de con- sejos entre los cuales precisa “extender sus observaciones a la Historia Natural, Industria y Arte, a la Botánica y a la Medicina con expresión de las enfermedades propias de cada país... y ya que no pudiese la expedición adquirir por sí misma, a causa de la rapidez de su tránsito..., deberá pedirlo a los facultativos más instrui- dos de ellos y demás personas en cuyas luces pueda tener confianza”. El mismo Balmis, a su regreso de Filipinas, se trajo cientos de dibujos de flora asiática y diez grandes cajas de plantas exóticas con destino al Jardín Botánico de Madrid. Como hemos dicho al principio, lo específico y distintivo de esta expedición es su objetivo de salud pública, pero también de ello podemos extraer conclu- FRANCISCO XAVIER DE BALMIS Y LA REAL EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA 95 siones de significado más general. La última década del siglo XVIII es el momen- to en que la medicina europea dio un salto cualitativo de gran repercusión: el paso de la higiene individual a la higiene pública. Las grandes epidemias ha- bían demostrado que sólo medidas colectivas eran eficaces y a ello se sumó la pre- ocupación demográfica y los valores propios del pensamiento ilustrado junto con una obsesión por la “utilidad” de la ciencia por los gobernantes. Surgieron dos modelos en escenarios distintos: el despotismo ilustrado austriaco y la In- glaterra de los comienzos de la revolución industrial. En el primero el senti- miento filantrópico y la necesidad de una política expansionista, actuaron como motores; la “New Phylosophy” y las necesidades laborales y sus consecuencias, en el segundo modelo, actuaron como impulsores. El modelo austriaco se fun- damenta en el autoritarismo ilustrado: el médico del monarca, J.P. Frank dicta las normas de higiene pública que aquel aplicará por el bien común, es lo que se conoce como “policía sanitaria”. El modelo inglés obedece a la peculiaridad británica y se trata de un movimiento conocido como el “sanitary movement” que protagonizaron ciertos individuos que tenían en común su pertenencia a las clases medias (médicos, magistrados, pequeños y medianos industriales, filántro- pos, etc.) que organizaron las primeras campañas de política sanitaria moderna. ¿A qué modelo responde la Expedición? Yo diría que al modelo inglés pero a la española. Por una parte en nuestro país no había unas clases medias, tan solida- mente asentadas como en la Inglaterra de este periodo; aunque las prácticas de variolización y vacunación se impusieran en España con el impulso de un grupo social de perfil muy parecido a los del “movimiento sanitario” inglés, pero esta- ba neutralizado por la obsesión controladora de la Corona. La quiebra de la Real Hacienda invitaba a la colaboración de la sociedad, pero el espíritu filantrópico de esta o el caritativo del alto clero, no estaban tan arraigados para protagonizar un evento de tal magnitud, lo que indica hasta qué punto los valores de la ilus- tración se habían generalizado. Sin embargo, la Expedición hubiera fracasado sin la colaboración de las clases medias altas de las colonias. Otro hecho que se desprende, es la influencia que tuvo la Expedición en la formación de un sentimiento americanista en aquellos grupos sociales que la apoyaron. Algunos historiadores han hecho notar cómo el desarrollo de la cien- cia moderna en América, estimulada por el programa de Carlos III y que inicial- mente contó con el amparo de la metrópoli, crea una conciencia de las posibili- dades de una ciencia americana sin tutelaje. Esta conciencia la tuvieron muchos de los patricios e intelectuales que apoyaron y defendieron a la Real Expedición en el nuevo continente. Buena prueba de ello fue la participación y el protago- nismo de muchos de ellos en los posteriores movimientos secesionistas. JUAN ANDRÉS, VIAJERO NEOCLÁSICO POR ITALIA

Enrique Giménez López Universidad de Alicante

EL 10 DE ABRIL DE 1817 EL DIARIO DE VALENCIA PUBLICABA UNA RESEÑA NECRO- lógica valorando la personalidad de Juan Andrés, muerto en Roma la mañana del 12 de enero.1 Era su autor Francisco Javier Borrull, que había sido diputa- do en las Cortes gaditanas por Valencia, y no precisamente como representante del liberalismo. Habiéndose restaurado la Compañía de Jesús en España en 1815, Borrull destacó de Andrés su carácter modélico de jesuita que había sabi- do dar lustre a su Patria con obras propias de un sabio de primer orden. En Nápoles, Ángelo Antonio Scotti, socio de la Academia napolitana de His- toria y de Bellas Letras, leyó por esos mismos días ante sus colegas un elogio más extenso de la figura intelectual de Juan Andrés, que había sido miembro de aquella Academia.2 Para Scotti, Andrés era ejemplo de literatos por su sabiduría y modestia, y por esas virtudes –tan infrecuentes en el campo de las letras– ha- bía sido honrado por emperadores como José II y Leopoldo I, por reyes como Fernando IV de Nápoles, y por príncipes de la talla del Duque de Parma. ¿Cuál había sido la trayectoria vital e intelectual de este valenciano italiani- zado? Juan Andrés era originario de Planes, en la actual provincia de Alicante, donde nació el 15 de febrero de 1740 en el seno de una familia de la pequeña

1 Diario de Valencia, 10 de abril de 1817. Necrológica reproducida en la Gaceta de Madrid, 22 de abril de 1817, pp. 421-424. 2 SCOTTI, Angelo Antonio: Elogio histórico del Padre Juan Andrés, Valencia, 1818.

97 98 ENRIQUE GIMÉNEZ LÓPEZ

Juan Andrés en 1774, recién abandonada Ferrara para residir en Mantua. nobleza rural. Primogénito de once hermanos, su vida se dirigió a la religión, como la de otros tres de sus hermanos menores.3 El ingreso de Andrés en la Compañía de Jesús se produjo en 1754 en la Pro- vincia ignaciana de Aragón. Y este es un dato a tener en cuenta. Dentro de un marco común de doctrina propio de la Compañía de Jesús, los jesuitas de la Provincia de Aragón poseían matices diferenciadores respecto a los jesuitas de las otras Provincias de la Asistencia de España. No era inusual entre los jesuitas valencianos y catalanes encontrar Padres que mostraran interés por las ciencias naturales y las matemáticas, buen dominio de las lenguas clásicas, una aproxi- mación crítica a la Historia, y un cierto distanciamiento de la tradición escolás- tica, inclinada a sumirse en estériles discusiones.4 En 1764 Juan Andrés pasó como profesor de retórica a formar parte del claustro de la Universidad de Gandía, dirigida por los jesuitas desde que fuera fundada por Francisco de Borja a mediados del siglo XVI. Allí recibió la influen- cia del gran ilustrado Gregorio Mayans, cuya residencia en Oliva se hallaba a corta distancia de la Universidad gandiense. De Mayans y de su bien nutrida bi- blioteca, Andrés recibió consejos y libros. La vida de Juan Andrés, y la de todos los jesuitas españoles, sufrió un cam- bio brutal en abril de 1767, cuando se hizo efectiva la decisión de Carlos III de expulsarlos de España. Los jesuitas de la Provincia ignaciana de Aragón

3 DOMÍNGUEZ MOLTÓ, Adolfo: El abate D. Juan Andrés Morell (un erudito del siglo XVIII), Alicante, 1978, y MAZZEO, Guido Ettore: The Abate Juan Andres, Literary Historian of the XVIII Century, New York, 1965. 4 BATLLORI, Miguel: La literatura hispano-italiana de los jesuitas expulsos, Madrid, 1966, pp. 311-572. JUAN ANDRÉS, VIAJERO NEOCLÁSICO POR ITALIA 99 fueron conducidos hasta las playas de Salou, en Cataluña, donde embarcacio- nes mercantes y de guerra debían transportarlos a su exilio en los Estados Pontificios.5 Andrés residió en la ciudad de Ferrara dedicado a la enseñanza de jóvenes jesuitas. El 1773 el Papa Clemente XIV extinguió la Compañía y Andrés dejaba, pues, de ser jesuita y pasaba a la condición de abate. En enero de 1774 abando- naba Ferrara para residir en la vecina Mantua como preceptor de los hijos del marqués de Bianchi, su gran protector, y donde podrá vivir hasta 1796 con me- dios adecuados para desarrollar su trabajo intelectual. El marqués de Bianchi era hombre rico, influyente, culto, proclive al mece- nazgo y poseedor de una magnífica biblioteca. Puesta a su disposición, el P. An- drés pudo dedicarse al estudio en un ambiente de afecto y admiración, que él mismo describió como “de plena comodidad para mis estudios”, con fácil acce- so a otras bibliotecas de la nobleza mantuana. Su capacidad de adaptación a la cultura italiana dieron pronto los primeros resultados. Su primera gran obra ita- liana fue la titulada Saggio de la filosofia del Galileo,6 aparecida en Mantua en 1776, y nunca editada en castellano. El trabajo es una prueba de su interés por la ciencia moderna basada en la experiencia y en la observación como método para conocer la naturaleza.7 El ejemplo de Galileo de querer “ser discípulo de la naturaleza y no aspirar a ser maestro de los otros”, era, en su opinión, el que había abierto el camino “al gran Newton”, y su admiración por Galileo tendría continuidad con un opúsculo en que describía un experimento efectuado por Galileo sobre la gravedad que dedicó al Marqués Filippo Maria Casali.8 A par- tir de entonces sus obras serán escritas y publicadas en italiano, salvo las Cartas Familiares, su libro de viajes por Italia. En 1782 aparecía en la Stamperia Reale de Parma, considerada la mejor im- prenta de Europa,9 el primer tomo de su Dell’Origine, progressi e stato attuale

5 GIMÉNEZ LÓPEZ, Enrique: “El Ejército y la Marina en la expulsión de los jesuitas de Es- paña”, en Hispania Sacra 45 (1993), pp. 577-630. 6 Saggio della filosofia del Galileo dell’abate D. Giovanni Andres, Mantova, Erede di Al- berto Pazzoni, 1776. 7 No es Andrés enemigo de Newton, al que también llama “Príncipe de las Matemáticas” y considera que dio “un nuevo ser a todo el cuerpo” de la Astronomía. No parece que tenga sentido que el elogio de la figura de Galileo por Andrés se deba a “la posibilidad de estable- cer un contrapunto mediterráneo y católico a la filosofía experimental de los heterodoxos del Norte”, como afirma SÁNCHEZ-BLANCO, Francisco: “Problemas de la mentalidad ilustrada en España”, en AULLÓN DE HARO, Pedro (ed.): Juan Andrés y la teoría comparatista, Valencia, Bi- blioteca Valenciana, 2002, pp. 67-84. 8 Lettera al nobil uomo Signore Marchese Gregorio Filippo Maria Casali Bentivoglio Pa- leotti, Senatore di Bologna, sopra una dimostrazione del Galileo, Ferrara, G. Rinaldi, 1779. 9 En la Biblioteca Palatina de Parma se conservan un total de 26 cartas autógrafas de An- drés con el impresor Bodoni, responsable de la imprenta real, relativas a la primera edición de su Origine... 100 ENRIQUE GIMÉNEZ LÓPEZ

El cuadro Serment des Horaces de David conmocionó a Juan Andrés cuando fue expuesto por vez primera en Roma en 1785.

d’ogni Letteratura.10 Su irrupción en el rico panorama intelectual italiano fue un auténtico acontecimiento. Un solo hombre, con su propio esfuerzo, acometía un reto que parecía imposible de lograr, pero que se manifestaba inequívoca- mente en las palabras con las que se iniciaba el prefacio mismo de la obra: “Una historia crítica de las vicisitudes que ha sufrido la literatura en todos tiempos y en todas las naciones; un cuadro filosófico de los progresos que desde su origen hasta el día de hoy ha hecho en todos y cada uno de sus ramos; un retrato del estado en que se encuentra actualmente, después del estudio de tantos siglos; una perspectiva, digámoslo así, de los adelantamientos que le faltan que hacer todavía”. Teniendo en cuenta que para Andrés el término “literatura” era sinó- nimo de “cultura escrita”,11 el proyecto tenía una ambición universalista y tota-

10 Dell’Origine, progressi e stato attuale d’ogni Letteratura dell’Abate D. Giovanni Andres, Socio della R. Accademie di Scienze e Belle Lettere di Mantova, Parma, Stamperia Reale, 1782- 1799, 7 tomos. 11 ÁLVAREZ DE MIRANDA, Pedro: Palabras e ideas: el léxico de la Ilustración temprana en Es- paña, Madrid, Anejos del Boletín de la Real Academia Española, 1992, pp. 436-441. JUAN ANDRÉS, VIAJERO NEOCLÁSICO POR ITALIA 101

Prefacio a la traducción de Origen, progresos y estado actual de toda la Literatura, publicada en Madrid en 1784.

lizadora que sólo podía parangonarse a la Enciclopedia dirigida por D’Alem- bert y Diderot veinte años antes, aunque desde posiciones epistemológicas dis- tintas, pues la obra de Andrés no estaba concebida como Diccionario Enciclo- pédico, y tenía un sentido opuesto, ya que Andrés era un eximio representante de una poderosa corriente existente en la extinguida Compañía de Jesús parti- daria de introducirse en los ambientes ilustrados para su cristianización y re- conducción. Esta intromisión se hacía desde el convencimiento de que los úni- cos capaces de esta conquista, a realizar con espíritu misional, eran los ex jesuitas por una doble razón: su erudición y preparación intelectual, y por su re- conocida capacidad de adaptación, que les permitiría moverse con soltura en el seno del sistema cultural racionalista.12 Esta estrategia venía completada por la defensa y el elogio del Despotismo Ilustrado, como tendremos ocasión de com- probar al referirnos a sus impresiones sobre Toscana, que garantizaba la vía de las reformas prudentes y que, por lo mismo, era considerado la alternativa a la

12 El 1775 el papa Pío VI condenaba con la bula Incrustabiile divinae sapintiae toda la cul- tura ilustrada en cuanto producto del diablo, propagadora del ateísmo y destructiva de los vínculos sociales. Sobre la actitud de los jesuitas extinguidos hacia la Ilustración entre 1773 y 1789 es muy interesante el libro de TRAMPUS, Antonio: I gesuiti e l’Illuminismo. Politica e re- ligione in Austria e nell’Europa centrale (1773-1798), Firenze, Leo S. Olschki, 2000. 102 ENRIQUE GIMÉNEZ LÓPEZ vía revolucionaria y al materialismo filosófico. Reforma frente a ruptura, vendría a ser su lema, al menos hasta 1789. Con la Revolución en Francia, los jesuitas partidarios de esta vía la abandonarán definitivamente y se sumarán, con mayor o menor energía, al combate en defensa del Antiguo Régimen desde trincheras mucho más tradicionales. Andrés fue, pues, uno de los jesuitas que más se esforzó por ofrecer una al- ternativa erudita a la Ilustración descreída, mostrando que el progreso de la cul- tura se había producido mediante avances acumulativos sobre el conocimiento aportado por generaciones anteriores, sin rupturas, sino con evoluciones pausa- das. Pese a que el propio Andrés consideraba su intento “tal vez demasiado te- merario y atrevido”, no estaba sólo en estas ideas, y otros proyectos similares na- cieron en Italia, como la Enciclopedia del italiano Alessandro Zorzi, llamado significativamente el Diderot de Ferrara, similar epistemológicamente a la de Andrés.13 La primera parte, la más personal y sugestiva, trazaba un panorama general de la literatura, entendida restrictivamente como Bellas Letras, desde las ante- riores a la griega hasta la del siglo XVIII. Se trataba de hacer comprensible y poner a disposición de los lectores de forma novedosa una realidad que tenía mucho de territorio amorfo de una vastedad que parecía inabarcable. Su apor- tación más original estriba en la valoración de la literatura árabe como nexo de unión entre la cultura greco-romana y la renacentista, y su influencia en la lite- ratura en lengua catalana.14 A diferencia de otros jesuitas españoles preocupa- dos también por cuestiones humanísticas, como el castellano Esteban de Ar- teaga con el que polemizó,15 Andrés defendió que la moderna poesía rimada fue introducida en Europa por los árabes españoles, llegando a la conclusión que la poesía renacentista era de origen catalán, y que los catalanes tomaron de los ára- bes el ejemplo de poetizar. Para Juan Andrés, el uso de la rima se derivó de los árabes y fueron los españoles, particularmente los de lengua catalana, los que la propagaron por Francia y, posteriormente, por toda Europa. Su segunda origi- nalidad fue adaptar el concepto de mímesis del saber clásico, que Winckelmann había planteado para refundar la estética y crear la Historia del Arte como dis- ciplina, a la Cultura en su sentido más amplio. La vía propuesta por Andrés era,

13 BATTISTINI, Andrea: “Del caos al cosmos: el saber enciclopédico de los jesuitas”, en RODRÍGUEZ, Evangelina (ed.): De las Academias a la Enciclopedia, Valencia, Alfons el Magnà- nim, 1993, pp. 302-332. 14 MAZZEO, Guido Ettore: Op. cit., pp. 155-189. 15 Andrés cuestionó algunas de las afirmaciones de Arteaga en su Rivoluzioni del teatro musicale italiano, que Arteaga contestó en la segunda edición, aparecida en 1785, negando que fueran los hispano-árabes los inventores de la poesía rimada, e incluso llegó a publicar en 1791 la larga disertación Dell’influenza degli arabi sull’origine della poesia moderna in Europa. Cfr. BATLLORI, Miguel: “Prólogo” a ARTEAGA, Esteban de: Obra completa castellana, Madrid, Espasa-Calpe, 1972, pp. IX-LXXVII.

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Retrato de Juan Andrés por el grabador Morghen hacia 1790, cuando su obra era considerada como una de las cumbres de la erudición del Setecientos europeo.

con una concepción más universal que la meramente artística, estrictamente neoclásica, pues en la imitación de los antiguos a través del permanente contac- to con el legado clásico debía encontrarse la inspiración para impulsar hacia adelante toda la literatura.16 Grecia y Roma daban la norma para operar, y el nexo modelo-imitación constituía el núcleo de su construcción historiográfica. Se trataba, en suma, de adaptar la concepción de Winckelmann a una realidad omnicomprensiva, la Historia de la Cultura. Si para el historiador alemán era imprescindible e insustituible el conocimiento directo de “las más puras fuentes del arte” sacadas a la luz por los anticuarios,17 la misma experiencia debía vivir el erudito, dando a conocer los fundamentos canónicos de la Cultura, sepulta- dos en códices manuscritos de bibliotecas y monasterios. En las restantes partes, Andrés compendió los progresos de la poesía, la elo- cuencia, la Historia18 y las Ciencias puras, para finalizar con las llamadas Cien- cias Eclesiásticas, cuyos volúmenes –el sexto y séptimo de la edición italiana– no se tradujeron al español, lo que sólo se ha producido recientemente en la edi-

16 Para Andrés, Homero es la norma para la Poesía, Demóstenes para la Elocuencia, He- rodoto para la Historia, Pitágoras para las Matemáticas e Hipócrates para la Medicina. 17 TESTA, Fausto: Winckelmann e l’invenzione della Storia dell’Arte. I modelli e la mimesi, Bologna, Minerva, 1999, pp. 299-344. 18 GARCÍA GÓMEZ, Mercedes Caridad: “La concepción historiográfica de Juan Andrés Morell (1740-1817)”, en GIMÉNEZ LÓPEZ, Enrique (ed.): Y en el tercero perecerán. Gloria, caída y exilio de los jesuitas españoles en el siglo XVIII, Alicante, Universidad de Alicante, 2002, pp. 661-701. 104 ENRIQUE GIMÉNEZ LÓPEZ ción de Verbum y Biblioteca Valenciana gracias a Santiago Navarro Pastor.19 Es probable que su condición de ex-jesuita no hiciera aconsejable la publicación castellana a finales del siglo XVIII de los dos volúmenes que trataban cuestiones muy debatidas, y a veces con saña, por las distintas escuelas teológicas, pese a que Andrés había señalado que esta parte de la obra había sido preparada con tolerancia y moderación, y sin “espíritu de partido teológico”. Este talante, poco proclive a la Teología especulativa, no era extraño entre algunos ex-jesui- tas de la Provincia de Aragón, pero en Andrés se manifestaba de manera más firme que en otros, quizá por su mayor sintonía con el espíritu defendido por Mayans quien, al igual que Andrés, consideraba que la escolástica había causa- do la ruina de los estudios teológicos y había fomentado la perversión de la Ra- zón con una dialéctica inútil y el gusto por el sofisma. Afirmaba Andrés en car- ta a su hermano Carlos: “Yo aborrezco, como sabes, las disputas teológicas y no puedo ver con paciencia que se tome el nombre de Dios y se abuse de la Reli- gión para formar violentos partidos y con capa de religión satisfacer las propias pasiones de ambición, envidia, odio e interés con perjuicio de la caridad”. En los años de gestación de su obra, el ex-jesuita tuvo que recorrer Italia y Austria para visitar sus bibliotecas y acopiar datos que consideraba imprescin- dibles.20 De esos recorridos culturales nacerían su Dissertazione sull’episodio de- gli amori d’Enea e Didon inrodotto da Virgilio nell’Eneide, publicado en Cesena en 1788 y traducido de inmediato al castellano,21 y los 5 tomos de sus Cartas fa- miliares,22 y los libros, también de carácter epistolar, Noticia de la literatura de Viena23 y Varias noticias literarias.24

19 Ciencias Eclesiásticas. Addenda. Onomástica. Tomos XI, XII y XIII de Origen, progresos y estado actual de toda la literatura, Madrid, Editorial Verbum-Biblioteca Valenciana, 2001. Sobre esta materia en Andrés, vid. GARRIDO ZARAGOZÁ, Juan José: “La recuperación moderna de las ciencias eclesiásticas en el abate Juan Andrés”, en AULLÓN DE HARO, Pedro (edit.): Op. cit., pp. 195-222. 20 BAS MARTÍN, Nicolás: Las bibliografías de la Ilustración valenciana, Valencia, Alfons el Magnànim, 2002, pp. 125-140. 21 Disetación en defensa del episodio de Virgilio sobre los amores de Eneas y de Dido, Ma- drid, Sancha, 1788. Sobre el mundo clásico en Andrés, y especialmente sobre su altísima va- loración de Virgilio, vid. CAEROLS PÉREZ, José Joaquín: “Juan Andrés y las literaturas clási- cas”, en AULLÓN DE HARO, Pedro (ed.): Op. cit., pp. 141-170. 22 Cartas familiares del abate D. Juan Andrés Morell a su hermano D. Carlos Andrés, dándo- le noticia del viaje que hizo a varias ciudades de Italia en el año de 1785, publicadas por el mismo D. Carlos, Madrid, Antonio Sancha, 1786-1793, 5 tomos. Sobre las Cartas, vid. FABRI, Mauriz- zio: “Literatura de viajes”, en AGUILAR PIÑAL, Francisco (ed.): Historia literaria de España en el siglo XVIII, Madrid, Trotta-C.S.I.C., 1996, pp. 407-423; SÁNCHEZ ESPINOSA, Gabriel: “Juan Andrés: el viaje ilustrado y el género epistolar”, en AULLÓN DE HARO, Pedro (ed.): Juan Andrés y la teoría comparatista, Valencia, Verbum-Biblioteca Valenciana, 2002, pp. 269-286; ALBEROLA ROMÁ, Armando: “Un viajero de excepción por la Italia del siglo XVIII: el abate Juan Andrés Morell”, en GIMÉNEZ LÓPEZ, Enrique (ed.): Expulsión y exilio de los jesuitas españoles, Alican- te, Universidad de Alicante, 1997, pp. 319-330; TEJERINA, Belén: “Ideas reformistas de Juan JUAN ANDRÉS, VIAJERO NEOCLÁSICO POR ITALIA 105

Entre 1793 y 1794, Juan Andrés viajó por Alemania, Suiza y Austria acom- pañando a uno de los hijos de su protector el marqués de Bianchi. En su Carta sobre la literatura de Viena, que publicó su hermano Carlos en 1794, mostraba una opinión sobre la vida cultural austriaca muy pesimista como consecuencia de la política religiosa de José II, muy contraria al clero regular. “¿Qué literatos se han levantado de las ruinas de tantos religiosos? –se preguntaba–. Quita de la literatura de Viena todos los que son o han sido regulares, y verás a que se re- duce lo restante”. Como resultado de esos viajes a Centroeuropa, Andrés publicó en italiano, y en Viena, un curioso texto sobre el origen de enseñar a hablar a los sordomu- dos,25 que Andrés reivindicaba para España, pues consideraba se debía a un monje benedictino español del siglo XVI, Fray Pedro Ponce, creador de un len- guaje de signos o alfabeto manual, expuesto de manera más completa en 1620 por Juan Pablo Bonet en su libro Reducción de las letras y arte para enseñar a ha- blar a los mudos. Con esta reivindicación de lo español, Andrés quería salir al paso de quienes propagaban que la pedagogía de los sordomudos era invención del abate francés l’Epée. La Revolución francesa conmocionó Europa, y creó tan grande inestabili- dad que en Italia trastocó el mapa político hasta el punto de que la vida de Juan Andrés conoció, de nuevo, un cambio radical. En 1796 el ejército francés, diri- gido por el joven Bonaparte, cañoneó Mantua después de apoderarse del Mila- nesado, obligando a Andrés a huir a Roma y, posteriormente, a refugiarse en el Ducado de Parma. Gracias a su prestigio, Andrés fue requerido por el Empera- dor austriaco Francisco I a reorganizar la Universidad de Pavía en 1799, pero ocupada nuevamente la ciudad por los franceses se reintegró a Parma para to- mar posesión del puesto de Bibliotecario Mayor del ducado. Sólo pudo mantenerse en ese cargo hasta 1804. Las circunstancias políticas le obligaron de nuevo a abandonar Parma y refugiarse en Nápoles. En la capi- tal de las Dos Sicilias fue encargado de dirigir la Real Biblioteca, puesto que continuó desempeñando cuando los franceses entraron en Nápoles y nombra- ron como nuevo rey en 1806 a José Bonaparte, más tarde rey de España.

Andrés a través de sus impresiones venecianas (1788)”, en Dieciocho 9 (1986), pp. 272-289; RÍOS CARRATALÁ, Juan Antonio: “Las ‘Cartas Familiares’ de Juan Andrés”, en Quaderni di Fi- lologia Romanze 7 (1992), pp. 86-100. 23 Carta del abate D. Juan Andrés Morell a su hermano D. Carlos Andrés dándole noticia de la literatura de Viena, Madrid, Antonio Sancha, 1794. 24 Cartas del abate D. Juan Andrés Morell a su hermano D. Carlos Andrés, en que le comu- nica varias noticias literarias, Valencia, José de Orga, 1800. 25 Dell’origine e delle vicende dell’arte d’insegnar a parlare ai sordi muti, Vienna, Ignazio Alberti, 1793. La traducción española de su hermano Carlos Andrés fue publicada en Madrid, por Sancha, en 1794. 106 ENRIQUE GIMÉNEZ LÓPEZ

Dell’Origine publicada en Parma en 8 to- mos entre 1782 y 1799 por el gran impre- sor Bodoni.

La ocupación francesa del reino napolitano se prolongó hasta 1814. En esos años Andrés fue perdiendo paulatinamente la vista, y ya en 1815 se encontraba prácticamente ciego, aunque no abandonó su trabajo erudito.26 En 1816 deseó visitar Roma para agradecer a Pío VII la bula de restablecimiento de la Compa- ñía de Jesús dos años antes. Después de la audiencia y de cumplimentar a los ex-reyes de España Carlos IV y María Luisa de Parma, exiliados en la Ciudad Eterna, el 12 de enero de 1817 fallecía Juan Andrés en la Casa Profesa de Roma como consecuencia de complicaciones pulmonares. Su libro de viajes por excelencia es, sin duda, los cinco volúmenes de las Cartas Familiares. Los dos primeros volúmenes daban noticia del viaje realiza- do en 1785 por algunas de las principales ciudades italianas, como Ferrara, Bo- lonia, Florencia, Roma y Nápoles, y los emotivos encuentros con jesuitas exilia- dos a los que hacía años no veía y que habían destacado en la vida cultural

26 Lo prueba el contenido de su correspondencia con el bibliófilo milanés Gaetano Mel- zi entre febrero de 1811 y finales de 1812, editada por Nereo Vianello. Andrés había conoci- do a Melzi cuando era alumno del Colegio de Nobles de Parma, y según reconocía Melzi su pasión por los libros se la debía a Andrés. Cuando murió en 1851 su biblioteca contaba con treinta mil volúmenes, muchos de los cuales eran ediciones raras. Vid. VIANELLO, Nereo: “Ventirè lettere di Juan Andrés a Gaetano Melzi”, en Archivo Veneto V, 98 (1973), pp. 55-126. JUAN ANDRÉS, VIAJERO NEOCLÁSICO POR ITALIA 107 italiana, como el musicólogo valenciano Antonio Eximeno,27 su compañero en sus recorridos por Roma, o el también valenciano Antonio Conca, jesuita de Onteniente,28 con el que visitó Florencia. El volumen tercero estuvo dedicado al viaje realizado a fines del verano de 1788 a Venecia, Padua, Vicenza y Verona, describiendo monumentos, archivos y bibliotecas, pero sin olvidar el pálpito de la vida cotidiana de sus gentes, so- bre todo de Venecia, ciudad a la que prestó una particular atención. El siguiente viaje, que ocupa los volúmenes cuarto y quinto de las Cartas..., efectuado en el verano de 1791, recorrió la Italia noroccidental: Parma, Cremona, Milán, con su gran Biblioteca Ambrosiana, Pavía, donde conversó con Alejandro Volta en el museo de física experimental de aquella Universidad, Turín, para finalizar en Génova, donde pudo abrazar a dos ex-jesuitas que fueron de su misma Provin- cia, el catalán Xavier Llampillas y el alicantino Pedro Montengón, el famoso au- tor de El Eusebio. Si en todas estas cartas se ponía de manifiesto su admiración por Italia, con cuyas gentes y ciudades ya se sentía plenamente identificado, pretendía también que determinados aspectos del modelo cultural italiano fueran imitados por los españoles, sobre todo por la aristocracia que no practicaba el mecenazgo con la misma generosidad que la nobleza italiana: “Mucho más deseo que esos seño- res ricos, en vez de comprar hebillas, cajas y otras frioleras y modas extranjeras, se hagan llevar buenos libros (...) que verdaderamente puedan servir para el adelantamiento de la nación en las ciencias útiles y en la buena literatura. Ojalá se introdujera entre los señores y caballeros ricos de nuestra nación este lujo de formar una buena librería”. Andrés es el prototipo del viajero erudito y neoclásico. Su viaje por Roma es un buen ejemplo de ello, por lo que es oportuno detenerse en la Ciudad Eter- na, donde Andrés residió dos meses y medio de 1785. Eran los momentos en que Roma vivía la exaltación del mundo clásico, y Andrés tuvo oportunidad de descubrir para sus lectores españoles varias ciudades superpuestas, como capí- tulos de un mismo libro, pues como tal era concebida Roma por el jesuita va- lenciano. En primer término, desde luego, la Roma Antigua, aquella que acogía la columna Trajana, el Foro, el Coliseo, las Termas, la Roma de los acueductos y sepulcros, la de las villas campestres, en Frascati y Tívoli. A continuación, como segundo capítulo, la Roma Eclesiástica, capital del mundo católico, con su infinidad de iglesias, ante todo San Pedro, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y el Panteón de Agripa, el gran templo romano cristianizado; tras ella,

27 PICÓ, Miguel Ángel: El Padre José Antonio Eximeno y Pujades, Valencia, Alfons el Mag- nànim, 2003. 28 Sobre el P. Conca, vid. BATLLORI, Miguel: “Antonio Conca, jesuita valenciano en el exi- lio”, y “Conca y su refundición abreviada del ‘Viage’ de Antonio Ponz”, en La cultura hispa- no-italiana de los jesuitas expulsos, Madrid, Gredos, 1966, pp. 547-555 y 553-572. 108 ENRIQUE GIMÉNEZ LÓPEZ el capítulo de la exuberante Roma de las bibliotecas y los museos; y, finalmen- te, la Roma culta representada por eclesiásticos y seglares, algunos Príncipes de la Iglesia y Príncipes seculares, que se afanaban en la arqueología, la poesía, la ciencia y la teología en Academias privadas o en la Universidad de la Sapienza, y la multitud de artistas –pintores, escultores, grabadores– que pululaban ansio- sos de encontrar la Belleza ideal en el legado clásico, un paraíso perdido que era posible recobrar.29 Era la ciudad un compendio de lo mejor que había dado la humanidad, la madre de las Bellas Artes. Poca atención presta Andrés a la Roma Moderna. Prefería, sin duda, la Roma Antigua, cuya arquitectura mostraba una “valentía, grandeza y elegancia” superior a los mejores edificios del Barroco. Para él una escultura de la época romana merecía mayor atención que el Moisés de Miguel Ángel o la Santa Teresa de Bernini, que Andrés consideraba una escultura afec- tada, cuya tensión violenta alteraba dramáticamente la postura de los cuerpos representados.30 No era casual que Andrés eligiera como esculturas representa- tivas de la Roma Moderna, y a efectos de comparación, las dos obras cumbre de quienes para el dogma neoclásico suponían el comienzo de la corrupción del arte posrenacentista, con Miguel Ángel señalado como el culpable originario de la corrupción del buen gusto, pues al imitarlo los artistas se desviaron de los modelos antiguos, y la culminación de esa patología con Bernini, situado por Andrés en el extremo opuesto a lo antiguo,31 y considerado como campeón del gusto estrambótico. Incluso la pintura de los Guido, Rafael o el Guercino, com- parada con el Apolo de Belvedere, el Laocoonte, el Antinoo, o el Gladiador, se encontraban en franca desventaja. Trajano es presentado por Andrés como el modelo más acabado de gober- nante impulsor de un arte contrapuesto al pervertido arte Barroco que, repito, para él es siempre de formas artificiosas y arbitrarias. Además, Trajano era es- pañol, lo que suponía un valor añadido de ejemplaridad, siendo españoles los destinatarios de sus cartas.32 Y hay que tener en cuenta que el Foro Trajano ha- bía sido descubierto poco antes del viaje de Andrés a Roma. Pasmo y admiración causó a Andrés el Coliseo, como a todos los visitantes de Roma. Stendhal, varias décadas después, lo tildó de vestigio más bello de la

29 ASSUNTO, Rosario: L’Antichità come futuro. Studio sull’estetica del neoclassicismo euro- peo, Milano, U. Mursia, 1973, pp. 61-69. 30 Andrés afirma que contempló el Moisés con atención, “admirando la expresión y fuer- za en todos los músculos, ropajes, etc.”, pero “deseando sólo más nobleza y naturalidad en cara y barba”. Sobre la expresividad de la Santa Teresa de Bernini, “demasiado viva para una iglesia”, el comentario de De Brosses en su visita en octubre de 1739: “Si es éste el amor di- vino, yo lo conozco”, en Presidente DE BROSSES: Viaje a Italia, Madrid, Calpe, 1922, p. 192. 31 TESTA, Fausto: Op. cit., pp. 114-123. 32 Dice Andrés: “A ningún Emperador deben tanto las nobles artes como a nuestro espa- ñol el gran Trajano”. En el siglo XVI la retórica españolista llamó a Felipe II el sucesor de Tra- jano por ser ambos españoles y por dominar ambos el mundo.

JUAN ANDRÉS, VIAJERO NEOCLÁSICO POR ITALIA 109

Artilugio para consulta simultánea de libros en la Real Biblioteca Bor- bónica de Nápoles, de la que Andrés fue director desde 1804.

Roma clásica.33 La descripción de Andrés es minuciosa, y al igual que Goethe, casi contemporáneo a Andrés en su visita romana, el jesuita lamentaba su esta- do interior.34 Pero tanto o más que el Coliseo, Andrés destacó el Panteón de Agripa, ejemplo de una arquitectura basada en la razón, en lo indispensable y en el equilibrio matemático, que había hecho posible su gran cúpula, una prue- ba de la superioridad de los antiguos sobre los modernos. Los museos eran el complemento de la Roma monumental clásica, pues en ellos se depositaban, para admiración y estudio, las piezas arrancadas del olvi- do, y eran escuelas para quienes copiaban piezas de la antigüedad con el propó- sito de intentar atrapar el espíritu del verdadero arte.35

33 STENDHAL: Paseos por Roma, Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1988, tomo II, p. 388. 34 El 7 de septiembre de 1786 escribía Goethe: “Lo que los bárbaros dejaron en pie, lo han demolido los arquitectos de la Roma moderna”, en GOETHE, Johann W.: Viaje a Italia, Barcelona, Ediciones B, 2001, p. 145. 35 Hautecoeur cita que el escultor francés Guiard, al tratar de su aprendizaje en Roma, es- cribía en 1771: “on peut faire à sa fantaisie cant ont a fair des études après l’antique pendant quatorze ans à et il est permy, comme dite Phidias et Pracsitel, de ne pas faire la natu- re souvent comme elle est, mais cant on a bien étudié les ouvrages grecs, ont fait la nature telle quel doit estre en prenant les beaux et d’en savoir faire choix pour éviter les partie misé- rable qui souvent se trouve”, en HAUTECOEUR, L: Rome et la de l’Antiquité à la fin du XVIII siècle, París, Fontemoing, 1912, p. 187. 110 ENRIQUE GIMÉNEZ LÓPEZ

Las bibliotecas romanas fueron, como siempre en los viajes de Andrés, mo- tivo de especial atención.36 Se quejaba amargamente de las dificultades para po- der trabajar en la Vaticana, a la que llamaba bibliotafio en lugar de biblioteca, pues sus fondos estaban más sepultados que guardados. La Roma cosmopolita, donde podían encontrarse “sujetos de todas las na- ciones”, también mereció una especial atención en las Cartas de Andrés. Algu- nos habían llegado al tiempo que el propio jesuita, atraídos por la eclosión de una antigüedad en triunfo. Allí estaban los españoles pensionados por el Rey y por la Academia de San Fernando. Algunos contactaron con Andrés, como el alicantino Carlos Espinosa Moya, hijo del también pintor Agustín Espinosa, quien, después de su matrícula en la Academia de San Fernando en 1773, había sido pensionado por Carlos III, o como José Juan Camarón y Meliá, hijo de José Camarón, también pintor, pensionado en Roma desde 1779 y que, a su regreso, sería nombrado Académico de San Carlos de Valencia, director de pintura de la Real Fábrica de Porcelana y, posteriormente, académico de San Fernando. Pero también era frecuente encontrar jóvenes pensionados de otras nacionalidades. Colbert había creado en 1666 la Académie de France,37 en donde se había for- mado el pintor Jacques Louis David, quien había conmocionado Roma con su Serment des Horaces, de cuya presentación en Roma fue testigo el propio An- drés. En el cuadro de David, donde tres hermanos juraban fidelidad a Roma an- tes de entrar en batalla, se exaltaba la virtud republicana de la Roma antigua y se ligaba la moral al arte tal y como había preconizado el neoclasicismo, para quien el arte debía, sobre todo, instruir. El gran pintor residente en Roma era para Andrés, sin duda alguna, Pom- peo Batoni. “Príncipe de los pintores de Roma”, el segundo pintor del siglo para Andrés, pues Anton Mengs ocupaba absolutamente sus preferencias aun- que, muerto éste, era Batoni el que se situaba en el lugar de mayor privilegio en- tre los vivos. Era el pintor más caro de Roma. Tenía abierta una de las Acade- mias más célebres de la ciudad, y dos años antes de la llegada de Andrés había realizado un retrato de José II acompañado de su hermano, el Gran Duque de Toscana, que se conserva en Viena. Si Pompeo Batoni y David eran los pintores que dominaban la pintura ro- mana, en escultura era Antonio Canova la figura que estaba a un paso de su de- finitiva confirmación. Canova había llegado a Roma en diciembre de 1780 con poco más de 23 años como becario, y fue allí donde se convirtió a las ideas que propugnaban que en la imitación de los modelos de la antigüedad se encontra- ba el progreso del arte.38 Canova no representaba figuras en sus esculturas, sino

36 Decía Andrés: Las bibliotecas de Roma merecían una larguísima carta, y aun así no se des- cribirían bien, puesto que sola la Vaticana podría llenar últimamente algunos tomos. 37 PINON, Pierre y AMPRIMOZ, François-Xavier: Les envois de Rome, 1778-1968, Roma, École française de Roma, 1988. 38 ASSUNTO, Rosario: Op. cit., pp. 26-32. JUAN ANDRÉS, VIAJERO NEOCLÁSICO POR ITALIA 111 que las transformaba en esencia al sublimarlas. Informaba Andrés que se halla- ba trabajando en el sepulcro de Clemente XIV para la iglesia romana de Santi Apostoli, un monumento funerario que vendría a suponer en escultura lo que había sido el Juramento de los Horacios de David en pintura: el triunfo absolu- to e indiscutible del gusto por la antigüedad.39 Toda esa exaltación del mundo clásico romano, en perjuicio de la Roma ba- rroca, es una constante en la obra de Andrés, y muy habitual de encontrar en los viajeros de la época, interesados más por la Roma imperial que por la pon- tificia, y para quienes la antigüedad no era el pasado, sino lo nuevo. Los años ochenta del siglo XVIII, los años de los viajes de Andrés por Italia, son momen- tos en que “los muertos resucitan, y Europa entera se presenta en Roma para contemplar el milagro”40 de esa resurrección, o como Goethe, que afirmaba, en su viaje a Italia en esos mismos días en que escribía Andrés, “nacer otra vez” ante una tierra que ofrecía sus tesoros. Para concluir esta aproximación a Juan Andrés decir que silenciar las extra- vagancias y perversiones del Barroco, y potenciar y difundir la armonía útil y simple que presentaban los modelos históricos fue la principal misión de An- drés al narrar sus eruditos viajes por Italia y sus paseos por la Ciudad Eterna. No había que contemplar Roma únicamente con los ojos, capaces de distinguir tan sólo la belleza individual de cada uno de los miles de tesoros que la ciudad guardaba en sus calles, bibliotecas y museos,41 sino interpretarla como idea me- tafísica, como lección sublime y permanente del moralismo clásico, y canalizar ese entusiasmo en estudio erudito y en experiencia intelectual. Andrés seguía la estela de aquellos ilustrados para quienes la educación del espíritu en la auste- ridad de las sublimes formas antiguas era el placer más noble y duradero. Ese era el sentido de sus viajes.

39 Otra referencia de Andrés en escultura va en esa misma dirección. Decía Andrés que en escultura había oído que un tal Monti había logrado grandes elogios de los Académicos de San Lucas. El tema que había desarrollado estaba en sintonía plena con el gusto del momento: hizo la estatua de una Ninfa con tal primor que los Académicos de San Lucas la tuvieron por co- pia de alguna estatua griega. 40 HAUTECOUER, L.: Op. cit., p. 111. 41 “No es posible escribir las infinitas cosas que en cada uno de estos ramos he procura- do ver”, escribía Andrés en el inicio de su Carta VI, la primera dedicada a Roma, para terminar su recorrido, al final de la Carta XI, con esta conclusión: “no se puede decir si es mayor el gus- to, o el provecho, el placer, o la instrucción que se logra en aquella singular y única ciudad”. ¿“CONOCIMIENTO” O “DESENGAÑO”? EL VIAJE EUROPEO DE ANTONIO PONZ (1785)

Mónica Bolufer Peruga Universitat de València

El viaje es un verdadero estudio y se debe hacer observan- do y no meramente por divertirse. Antonio VILA Y CAMPS, El noble bien educado, 1776

INTRODUCCIÓN. VIAJAR, ¿PARA QUÉ?

SEGÚN SE DESPRENDE DE LAS PALABRAS DE QUIEN FUERA OBISPO DE MENORCA YDE Albarracín en el siglo XVIII, viajar ha sido siempre, y ciertamente lo fue en la época que nos ocupa, una actividad sujeta a una intensa regulación didáctica y moral, como ha puesto de relieve la abundante bibliografía que viene estudian- do la literatura de viajes.1 En el tratado para la educación de la nobleza de An- tonio Vila y Camps (1776-1809), como en tantos otros de su género, se consa- gra un capítulo entero a aconsejar al aristócrata bisoño –y a sus progenitores– sobre el viaje: para qué viajar, cuándo, en compañía de quién y cómo hacerlo, qué países recorrer y qué buscar en cada uno de ellos, con quién relacionarse a lo largo del recorrido y qué peligros –morales y prácticos– evitar.2 Desde hacía más de un siglo, el viaje venía considerándose una práctica pedagógica de pri-

1 MACZAK, Antoni: Viajes y viajeros en la Europa moderna, Barcelona: Omega, 1996 (sobre la práctica general del viaje, y en particular sobre los viajes de los magnates polacos en los si- glos XVI y XVII). PIMENTEL, Juan: Testigos del mundo: ciencia, literatura y viajes en la Ilustración, Madrid: Marcial Pons, 2003. ROMERO TOBAR, Leonardo y ALMARCEGUI ELDUAYEN, Patricia (coords.): Los libros de viaje: realidad vivida y género literario, Madrid: Akal-Universidad Inter- nacional de Andalucía, 2005. Entre las contribuciones más recientes al tema, destacan por su interés los dossiers “Caminar escribiendo: expansión europea y literatura de viajes”, en Revista de Occidente nº 260 (enero 2003) y “Les mirades del viatger”, en Afers, vol. 22, nº 57 (2007). 2 VILA Y CAMPS, Antonio: “El Noble bien educado” (1776), en MAYORDOMO PÉREZ, Alejan- dro y MIGUEL LÁZARO, Luis (eds.), Escritos pedagógicos de la Ilustración, Madrid: MEC, 1988, vol. I, p. 213.

113 114 MÓNICA BOLUFER PERUGA mer orden, como lo establece John Locke en un conocido pasaje de sus Some thoughts on education (1693), en el que sistematiza –y en algunos aspectos mati- za– toda una tradición anterior sobre el particular, y que se constituyó en modelo para obras posteriores.3 Se trataba de un ejercicio que, al final de su instrucción académica, permitía a los jóvenes de la nobleza no sólo practicar algo de lo aprendido, sino también formar su gusto estético contemplando in situ las gran- des obras de la Antigüedad y los tesoros artísticos del presente o del pasado más reciente. Pero, sobre todo, les daba la posibilidad de adquirir mundo, es decir, de aprender aquello que no enseñan los libros: el arte de las relaciones sociales, la habilidad para moverse en medios sociales y nacionales diversos, el dominio de las maneras y la observación de las costumbres. Aunque esta práctica forma- tiva viene relacionándose sobre todo, bajo la denominación de Grand Tour, con el viaje iniciático que solían emprender por Europa –fundamentalmente Italia y Francia– los jóvenes nobles ingleses, acompañados por su preceptor, durante meses, e incluso años, tal hábito formó parte, en mayor o menor medida, de los estilos de vida de otras noblezas europeas, desde la polaca a la hispánica.4 Y no sólo de los varones nobles, también, en alguna medida, de las mujeres de su clase y, a partir del siglo XVIII, de unas clases medias que, en la medida de sus posibi- lidades, trataron de imitar el cosmopolitismo de sus superiores. En el siglo ilustrado, la preceptiva y los propios relatos de los viajeros co- menzaron a añadir a la dimensión pedagógica del viaje para la formación indi- vidual otra aplicación, ésta colectiva: su utilidad para la reforma del propio país, de acuerdo con el enfoque utilitario propio de las Luces. Una nueva visión de la actitud con que cabe afrontar el viaje, y de las enseñanzas que de él debe ex- traer el viajero, que expresa con claridad la prensa periódica ilustrada, por ejem- plo el célebre Pensador de José Clavijo y Fajardo: En los objetos que debe proponerse un viajero, no se puede dar regla fija. Estos va- rían a proporción de su inclinación o de sus luces. Los unos se aplicarán a investi- gar el modo de pulir una nación; los otros a la navegación y al comercio; éstos a examinar el origen y medios de mantener la opulencia de un Estado, y aquellos a indagar sus fuerzas y los motivos de su decadencia. Las manufacturas, los varios ra- mos de hacienda, el ceremonial, las alianzas y tratados, los cálculos políticos, las le- yes y el buen orden de la sociedad son materias a que deben aplicarse los viajeros, cada uno según su inclinación y estado en que se halle colocado.5

3 LOCKE, John: Pensamientos sobre la educación, Madrid: Akal, 1986, sección XXXVII: “De los viajes”, pp. 271-274. Entre las muchas obras inglesas posteriores de consejos para los viajes figuran Instructions for travellers (1757) de Josiah Tucker, o Essay to Direct and Extend the inquiries of Patriotic Travellers (1789) de Leopold Berchtold. 4 BLACK, Jeremy: The Grand Tour in the Eighteenth Century, Gloucester: Alan Sutton, 1997. AMORÓS, José L.; CANUT, Mª Luisa y MARTÍ CAMPS, Fernando: Europa 1700. El “Grand tour” del menorquín Bernardo José, Barcelona: Ediciones del Serbal, 1993. 5 CLAVIJO Y FAJARDO, José: El Pensador, Madrid: Joaquín Ibarra, 1762-1767 (edición fac- símil: Lanzarote-Las Palmas de Gran Canaria, 1999), “Pensamiento XIX”, 159-188, cita en pp. 178-179. EL VIAJE EUROPEO DE ANTONIO PONZ 115

Pero también los aristócratas cultivados del siglo XVIII contemplarán, junto a la utilidad personal del viaje en la propia formación, su carácter de cuasi-deber para el joven que aspira a impulsar, desde sus responsabilidades y sus cargos, el bienestar y el desarrollo de su país. Así lo enuncia el VI conde de Fernán Núñez –ilustrado, militar, diplomático y gran viajero– en las Cartas a sus hijos (1791): El que viaje con estas y otras precauciones que enseña la experiencia, sacará un verdadero fruto de sus viages, y será útil quando se restituya a su patria: distin- guirá lo que puede sin violencia adaptarse a ella, lo que necesita alguna varie- dad y alteración para que sea útil, y lo que por ningún modo conviene imitar, ni puede combinarse con el gobierno, religión, situación, clima y genio de su na- ción (...), y será un ciudadano que con sus viages habrá servido e ilustrado a su patria.6 La evolución en los objetivos contemplados como deseables para el viaje se acompañará también, lógicamente, de un énfasis distinto en los aspectos que se considera deben merecer atención por parte del viajero y plasmarse por escrito en el relato de un periplo. Asistiremos así al tránsito del viaje clasicista, centrado en la observación y descripción de las antigüedades y vestigios del mundo greco- rromano, que domina entre el Renacimiento y la década de 1760, al viaje ilustra- do, obsesionado por describir y aprender de la agricultura, comercio, manufac- turas, costumbres públicas y privadas e instituciones culturales y políticas de los países visitados, hasta desembocar, a finales del siglo XVIII, en los orígenes del viaje romántico, con su gusto por el paisaje, lo pintoresco, agreste y sublime, y su tendencia a impregnar las descripciones de la subjetividad del autor. Esos mode- los, difundidos de forma insistente a través de una literatura de viajes que se mul- tiplica de forma exponencial a lo largo del siglo, y que la mayoría de viajeros co- nocía bien antes de iniciar su itinerario, condicionaron profundamente sus actitudes, la planificación de su recorrido, la atención prestada a los distintos as- pectos de los territorios que visitaban y el tono y contenido que imprimieron a sus relatos, de modo que debemos estar prevenidos acerca de la frecuente repe- tición en ellos de tópicos y actitudes aprendidas. Como afirma Maczak: La palabra impresa ayudaba al turista a prepararse y a comprender los países ex- tranjeros, pero, al mismo tiempo, le sustraía a menudo a su diario cualquier chispa de originalidad y lo convertía en una exposición de árida erudición”. “A menudo reescritos tras la vuelta a casa de los autores, complementados por sus lecturas sobre la topografía y la política de los países visitados, deformados por fallos de la memoria, los relatos podían servir bastante bien como guías de via- jes, pero de hecho nada nos dicen de las experiencias reales de los turistas ni de sus intereses inmediatos.7

6 Carta de Don Carlos de los Ríos, XXII Señor y VI conde de Fernán-Núñez a sus hijos, Pa- rís: imprenta de Didot, 1791. Cito por la edición de Jesús Gutiérrez, “Un ‘arte de vivir’ en el siglo XVIII: la Carta del sexto conde de Fernán-Núñez”, Dieciocho, 6 (1983), pp. 42-115, cita en pp. 91-92 (sobre los viajes, pp. 83-92). 7 MACZAK: Viajes y viajeros, pp. 414 y 382. 116 MÓNICA BOLUFER PERUGA

Sin embargo, esos influyentes moldes literarios dejaban un cierto margen a las preferencias, objetivos, talante, formación y estilo de cada autor, así como las del público implícito al que se dirige, como pretendo mostrar al presentar el Viaje fuera de España, la obra menos conocida de Antonio Ponz y Piquer (1725- 1792).8

RETRATO DE UN VIAJERO ILUSTRADO Disponemos de dos imágenes de Antonio Ponz: una, el autorretrato al óleo que compusiera durante su etapa de formación como pintor en la Real Acade- mia de Bellas Artes de San Fernando, y que se conserva todavía en el museo de dicha institución (fig. 1); otra, el grabado que encabezaba el último volumen de su Viaje de España, publicado a título póstumo por su sobrino en 1794 y acom- pañado por una breve semblanza del difunto autor (fig. 2). Paradójicamente (o quizá no tanto), su vida nos resulta apenas conocida en sus trazos más básicos, sobre todo de carácter público (sus textos impresos, los cargos desempeñados en Madrid, los viajes), y aun éstos tan sólo de forma incompleta.9 Ponz nació en una familia de agricultores acomodados de Bejís, pueblo de Castellón, el 28 de junio de 1725. Tras estudiar en la vecina Segorbe en el colegio de la Compañía de Jesús, cursó, como tantos hijos segundones de mediana fortuna, estudios de Filosofía y Teología en la Universidad de Valencia y en la de Gandía, donde se graduó en 1746. Aunque fue investido con las órdenes menores, sus preferen- cias se orientaron hacia las Bellas Artes, en las que inició su formación durante su estancia en Valencia, con el pintor Antonio Richard, y la completó en Ma- drid, asistiendo desde 1747 a las clases de la Junta Preparatoria, germen de la futura Academia de San Fernando. Como tantos aspirantes a artistas educados en las Academias de toda Europa, viajó en 1751 a Roma, visitando por el camino otras ciudades italianas. En esa urbe que fascinaba a todos los viajeros, artistas y eruditos europeos, en la que se superponían los vestigios de la Antigüedad clá- sica, el riquísimo patrimonio artístico, renacentista y barroco, acumulado por si- glos de mecenazgo por parte de los papas y de las grandes familias romanas, los muses y academias artísticas, literarias y científicas, residió hasta 1759, contan- do con una ayuda del gobierno español. Ponz no dejó testimonio escrito, al menos que haya pervivido, de su estan- cia italiana, como lo hicieron tantos viajeros que desde el Renacimiento convir-

8 PONZ, Antonio: Viaje fuera de España. Edición de Mónica Bolufer. Alicante: Universi- dad de Alicante, 2007. Las citas se referirán a esta edición. 9 Sintetizo en los siguientes párrafos la biografía de Ponz; datos más detallados y referen- cias documentales pueden consultarse en mi estudio introductorio: BOLUFER, Mónica: “Una mirada por Europa en el siglo de las Luces. Antonio Ponz y su Viaje fuera de España (1785)”, en PONZ, Viaje..., pp. 13-175, esp. pp. 13-31, así como en LOPE, Hans-Joachim (ed.): Antonio Ponz (1725-1792): coloquio hispanoalemán, Frankfurt: Peter Lang, 1995.

EL VIAJE EUROPEO DE ANTONIO PONZ 117

FIG. 1. Autorretrato de Antonio Ponz (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando).

tieron el viaje a Italia (y su descripción escrita) en una tradición cultural casi ineludible para cualquier artista, hombre de letras o aristócrata que se preciara.10 Podemos suponer, no obstante, que el viaje resultó decisivo para completar su formación y encauzar su carrera futura. El contacto directo y continuado con la arquitectura clásica, renacentista y barroca y con las obras conservadas en las grandes colecciones (privadas o pontificias) marcaría profundamente su gusto artístico. Allí debió conocer a numerosos artistas de diversos países, subvencio- nados como él por las autoridades respectivas: los miembros de la Academia de Francia en Roma, como el pintor Charles Joseph Natoire (1700-1777), o el pin- tor y grabador Giovanni Battista Casanova (1730-1795), a quienes menciona en sus posteriores obras; los alumnos de la propia Academia de San Fernando, como el pintor sevillano Preciado de la Vega o el escultor valenciano Francisco Vergara.11 También allí entabló relación con el bohemio Anton Raphael Mengs (1728-1779), director de la Accademia di San Lucca desde 1754, y es probable que lo hiciera asimismo con el alemán Johann Joachim Winckelmann (1717- 1768), bibliotecario y conservador artístico del cardenal Albani y más adelante prefecto de las antigüedades vaticanas, que estableció en sus escritos (especial- mente en su Histoire de l’art dans l’antiquité, 1781) los principios del arte neo- clásico, basados en la defensa del valor objetivo de la belleza absoluta y en la

10 BRILLI, Atilio: Il viaggio in Italia. Storia di una grande tradizione culturale dal XVI al XIX secolo, Milán: Silvana, 1987. 11 URREA, Jesús: “El viaje de Don Antonio Ponz a Italia”, en Estudios de Historia del Arte. En honor del profesor Dr. D. Ramiro Otero Túnez, Santiago de Compostela, 1993, pp. 509-517. 118 MÓNICA BOLUFER PERUGA imitación de las obras clásicas.12 La experiencia italiana proporcionó a Ponz también una ocasión de relacionarse con algunos personajes influyentes, como el propio Mengs, futuro pintor de cámara de Carlos III, Francisco Jiménez de Góngora y Luján, duque de Almodóvar (1727-1794), aristócrata culto y cosmo- polita, el valenciano Francisco Pérez Bayer (1711-1794), preceptor de los infan- tes de España, o el embajador español en Nápoles, Alfonso Clemente de Arós- tegui, contactos que le fueron de gran utilidad para labrarse una carrera exitosa a su regreso a España en 1759. Una vez de vuelta, esas poderosas amistades, no menos que la formación ob- tenida en Italia, debieron influir en el hecho de que obtuviese el encargo de de- corar la biblioteca de con retratos de hombres ilustres, lo que le per- mitió entablar amistad con los monjes jerónimos, examinar los ricos fondos manuscritos de monasterio y realizar copias de las obras de pintores famosos, como Rafael, Veronés o Guido Reni. Más importante, sin embargo, sería el en- cargo, recibido tras la expulsión de los jesuitas en 1767, de inventariar las pin- turas conservadas en conventos de la Compañía para que pudieran servir a pro- fesores y alumnos de la Academia de Bellas Artes, que derivó en una labor más exhaustiva: un completo inventario del patrimonio artístico y arqueológico es- pañol. Tal magna tarea, financiada por una pensión gubernamental, fue el ori- gen de los dilatados viajes de Ponz por nuestro país, plasmados en el Viaje de España, o Cartas en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de sa- berse que hay en ella (fig. 3).13 La obra, bien acogida en la Corte, sancionó defi- nitivamente su ingreso, por la puerta grande, en los círculos de la política cul- tural borbónica, con su nombramiento, el 1 de septiembre de 1776, como secre- tario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (fundada en 1752).14 En calidad de tal, a lo largo de casi quince años (1776-1790), Ponz ejerció un papel destacado en la política artística borbónica, con una orientación acusada- mente dirigista de control e imposición de los criterios del “buen gusto” neo- clásico. Murió, como buen viajero, casi en el camino. A los 67 años, en el inicio de uno de sus múltiples recorridos para completar la que fue la obra de su vida, enfermó gravemente, y falleció al poco de regresar a Madrid, el 4 de diciembre de 1792. La posteridad le recuerda sobre todo como autor del Viaje de España, pu- blicado en 18 tomos entre 1772 y 1794, que alcanzó un importante éxito en Es- paña y en otros países europeos, granjeando a su autor un gran prestigio, el in-

12 WINCKELMANN, Johann Joachim: Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pin- tura y en la escultura, Barcelona: Península, 1987; del mismo autor, Historia del arte en la an- tigüedad, Barcelona: Iberia, 1994. 13 Madrid, Joaquín Ibarra, 1772-1794. Existe una edición facsímil (Madrid, Atlas, 1972). 14 BÉDAT, Claude: La Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1744-108. Madrid: FUE, 1989, p. 31. EL VIAJE EUROPEO DE ANTONIO PONZ 119 greso en la Academia de la Historia y en diversas Sociedades Económicas y la admisión en la Society of Antiquarians de Londres. La obra constituye una ex- tensa y detallada descripción del país, basada en sus propios viajes y en infor- maciones de primera mano. Más allá de su indudable interés como exhaustivo repertorio de descripciones artísticas, es un excelente ejemplo del viaje ilustra- do, concebido como una forma de contribuir a las reformas económicas y socia- les, recabando para ello todo tipo de datos y valoraciones acerca de la pobla- ción, recursos económicos, estado de las comunicaciones o establecimientos asistenciales.15 En un intervalo de sus incesantes viajes por España, Ponz realizó también otro recorrido europeo, distinto del que le había llevado a Italia en su juven- tud. A diferencia de entonces, sí dejó constancia de él en un texto impreso, el Viaje fuera de España, publicado en 1785. El periplo había tenido lugar dos años antes, en 1783, probablemente entre junio y noviembre: un viaje rápido, de tan sólo seis meses, por un itinerario que a otros viajeros, como su amigo el marqués de Ureña, les llevaría más de un año recorrer, y que le llevó a conocer Francia, Inglaterra, las Provincias Unidas (actual Holanda) y los Países Bajos del Sur (hoy Bélgica) (fig. 4). Saliendo de Toledo, pasó los Pirineos hasta Ba- yona, y desde allí viajó por el Este de Francia a París, visitando por el camino ciudades como Burdeos, Tours, Blois y Orléans. Posteriormente, se dirigió a Normandía y embarcó hacia Dover para visitar Londres y el Sur de Inglaterra. Desde allí se embarcó de nuevo para alcanzar las Provincias Unidas, donde co- noció las más importantes ciudades, como Rotterdam, Delft, La Haya, Leiden, Haarlem, Amsterdam o Utrecht, y tras ellas las flamencas: Amberes, Malinas, Bruselas, Lovaina y Gante. El viaje de vuelta le llevaría de nuevo a París y des- pués, por el centro y el Sudoeste de Francia, a Lyon, Aviñón, Nîmes, Montpel- lier, Béziers, Narbona y Toulouse, hasta los Pirineos, para acabar en Alcalá de Henares. El Viaje fuera de España consta de dos volúmenes, cada uno de ellos com- puesto por un prólogo y 12 cartas (fig. 5).16 Éstas se dirigen a un interlocutor probablemente imaginario, en el que algunos críticos suelen ver al conde de Campomanes, pero que en mi opinión representa más bien, de acuerdo con las convenciones de la forma epistolar, habitual en la literatura de viajes, al público implícito que Ponz contempla como receptor de su texto: culto, de talante reformista y con un criterio formado en los cánones del “buen gusto” neoclásico. El texto, escrito de forma un tanto apresurada, y al que su autor

15 FRANK, Ana Isabel: El “Viage de España” de Antonio Ponz, Frankfurt: Peter Lang, 1997. 16 Madrid, Joaquín Ibarra, 1785, 2 vols., 2ª edición, ligeramente corregida, en 1791-1792. Traducción al italiano: Viaggio fuori di Spagna di D. Antonio Ponz, secretario Della Reale Aca- demia di S. Fernando, in cui si da noticia delle cose più riguardevoli spezialmente intorno alle belle arti di Francia d’Inghilterra e d’Olanda, Ferrara: Eredi di Giuseppe Rinaldi, 1794, 2 vols. 120 MÓNICA BOLUFER PERUGA

debió prestarle una menor atención que a la gran obra de su vida, el Via- je de España, apenas ha merecido el interés de historiadores y estudiosos de la literatura de viajes; con algunos notables precedentes, sólo desde los años 90 se le han dedicado estudios de cierta profundidad, y no ha sido hasta fechas bien recientes que ha sido objeto de una edición crítica.17 Estos trabajos vienen mostrando que, aunque pueda clasificarse entre los relatos de viajes con un marcado contenido artístico, no sólo su conte- nido no se limita a estos temas, sino que los propios criterios estéticos que en él se expresan pueden consi- derarse como vehículo e hilo con- ductor de un discurso más amplio de carácter reformista. En este sentido, el Viaje fuera de España ofrece una FIG. 2. Retrato de Ponz incluido en el volu- perspectiva sobre Europa que puede men XVIII de su Viaje de España (1794). compararse con los de otros viaje- ros contemporáneos para perfilar tanto lo que tienen en común como aquellos que resulta peculiar de la mirada y de la escritura de su autor en el contexto de la literatura de viajes de su tiempo.

17 HILTON, Rodney: “Antonio Ponz en Inglaterra”, Bulletin of Hispanic Studies, vol. XIII (1936), pp. 115-131. HAIBACH, Helene Waltraud: Antonio Ponz und sein “Viage fuera de Es- paña”, Frankfurt: Peter Lang, 1983. ROMERO TOBAR, Luis: “Antonio Ponz fuera de España: su visión del París prerrevolucionario”, en Imágenes de Francia en las letras hispánicas, Barce- lona: PPU, 1989, pp. 437-450. MORANGE, Claude: “Le voyage en France d'Antonio Ponz ou l’Espagne au coeur”, en AYMES, Jean René (ed.): La imagen de Francia en España durante la segunda mitad del siglo XVIII, Alacant: Instituto de Cultura Juan Gil Albert, 1996, pp. 241-255. DELGADO, Daniel Crespo: “‘Il giro del mondo’. El Viage fuera de España (1785) de Antonio Ponz”, Reales Sitios, nº 152 (2002), pp. 64-81. BOLUFER, Mónica: “Visiones de Europa en el siglo de las Luces. El Viaje fuera de España de Antonio Ponz (1785)”, Estudis, nº 28 (2002), pp. 267-304, y “Una mirada por Europa...”. EL VIAJE EUROPEO DE ANTONIO PONZ 121

LA MIRADA DE PONZ “Prefiero que me cuentes a quién has visto que no qué has visto” (Lord Ches- terfield, Cartas a su hijo).18 ¿Cuáles fueron las circunstancias del viaje de Ponz por Europa? Apenas lo sabemos. De hecho, lo primero que llama la vista en su relato, en relación con los de otros viajeros de su época, es la escasa información que ofrece acerca de los detalles prácticos y materiales del recorrido. Comparado con Bernardo José de Olives, noble menorquín que realizó su Gran Tour en 1700, con Diego Ale- jandro de Gálvez, canónigo sevillano que viajó a Flandes y París en 1755, con el ilustrado José Viera y Clavijo, que recorrió Francia, Italia, Flandes o Alemania en 1777-78 y 1780-81, con Gaspar de Molina y Zaldívar, marqués de Ureña, amigo de Ponz, que realizó un recorrido muy similar al suyo en 1787-88, con Juan Andrés (que escribió sobre sus viajes por Italia en 1785-91) o Leandro Fer- nández de Moratín (por Inglaterra, Italia y Francia, en 1787 y 1792-1793), Ponz es el menos expresivo sobre estos particulares.19 Nada nos dice, con contadas excepciones, sobre cuánto gasta y en qué, con qué financiación cuenta, en qué fechas y por cuánto tiempo se detiene en los distintos lugares, quién lo acompa- ña o dónde se aloja. Apenas precisa en alguna ocasión el lugar en el que se hos- peda: en Londres, en Suffolk Street (p. 424); en París, en “una de las mejores partes de la ciudad” (p. 281); en Dover, en una fonda cuya propietaria conocía Cádiz (p. 420), o alaba las posadas británicas (p. 433) aunque se queje de sus elevados precios. Dedica unas pocas líneas a la gastronomía inglesa (p. 626), se queja en ocasiones del obligado soborno a los vigilantes en las adua- nas o entradas a las ciudades francesas (p. 745), o del cobro de tasas o entradas para visitar los monumentos de Inglaterra (pp. 584 y 634). Breves menciones, deslizadas entre varios centenares de páginas, sobre detalles que, en cambio, muchos otros viajeros anotan escrupulosamente en sus relatos, con el fin de aconsejar a quienes siguieran sus pasos.20

18 Citado por FREIXA, Consol: Los ingleses y el arte de viajar. Una visión de las ciudades es- pañolas en el siglo XVIII, Barcelona: Ediciones del Serbal, 1993, p. 11. Una selección de la obra de Chesterfield se tradujo al castellano, con el título de Lecciones de mundo y de crianza, en- tresacadas de las cartas que Milord Chesterfield escribía a su hijo Stanhope quando estaba edu- cándose, traducidas del inglés al español y publicadas por Don Josef González de Torres, Madrid: viuda de Marín, 1797. 19 AMORÓS: Europa 1700; AGUILAR PIÑAL, Francisco: “De Sevilla a Flandes en el siglo XVIII. Don Diego Alejandro de Gálvez y su Itinerario geográfico”, Archivo Hispalense, nº 105 (1961), pp. 9-56; VIERA Y CLAVIJO, José: Apuntes del diario e itinerario de mi viaje a Francia y Flandes y Extracto de los apuntes del diario de mi viaje desde Madrid a Italia y Alemania, am- bos publicados, en sendos volúmenes, en Santa Cruz de Tenerife: Biblioteca Isleña, 1849; PE- MÁN MEDINA, María (ed.): El viaje europeo del marqués de Ureña (1787-1788), Cádiz: Unica- ja, 1992; FERNÁNDEZ DE MORATÍN, Leandro: Apuntaciones sueltas de Inglaterra, Barcelona: Bruguera, 1984. 20 MACZAK, Viajes y viajeros..., cap. 7. 122 MÓNICA BOLUFER PERUGA

Pero sobre todo, resulta llamativo que Ponz sea todavía más parco en infor- maciones acerca de las personas que le acompañaron o las que tuvo ocasión de conocer y tratar a lo largo de su itinerario. Cuando se expresa en plural, debe- mos entender que llevaba como acompañantes permanentes u ocasionales a una o varias personas de su condición (la presencia de criados, cocheros, postillones y otros subalternos solía pasar inadvertida, salvo en caso de conflicto, en la lite- ratura de viajes). Sin embargo, nunca desvela su identidad, ni siquiera cuando, en su recorrido por el Sur de Inglaterra, diga haber tenido la agradable sorpre- sa de una “excelente compañía de viaje” (p. 425), a la que mencionará en algu- na otra ocasión, sin revelar nada más sobre ella. Por otra parte, todos los viajeros, y Ponz no podía ser menos, solían llevar consigo credenciales o cartas de recomendación dirigidas a alguna autoridad lo- cal (eclesiástica o civil), al embajador de España u otros personajes bien situa- dos, que presentaban a su llegada a una ciudad, para conseguir que se le fran- quease el acceso a las instituciones eruditas (academias, bibliotecas), a los gabinetes y colecciones privadas de arte y antigüedades, y para ser introducidos en los mejores círculos de la sociedad local. Resulta casi imposible que él no lo hiciera así, y sin embargo nada consigna al respecto en su relato, en el que ape- nas figura una invitación a comer en casa de un acomodado comerciante de ori- gen sefardita, Carlos Peixoto, en Burdeos (pp. 261-262). Ni siquiera en París, donde ejercía por entonces como embajador español el conde de Aranda, dice haberle visitado, como sí lo haría pocos años más tarde el marqués de Ureña, a quien la influencia de Aranda abrió las puertas de algunos lugares reservados.21 Sólo en raras ocasiones indica Ponz su relación previa con algunas de las perso- nas mencionadas a lo largo del relato, como el P. Alejandro Panel, a quien co- noció en Madrid como preceptor del infante Don Luis (p. 792), o deja entrever que, como a todo viajero, cuenta con las informaciones que le proporcionan personas de la sociedad local (“Un sujeto, natural de aquí, de los que me he ser- vido para poder decir algo en la materia”, p. 378). Pero estos contados ejemplos son excepciones que confirman la regla, es de- cir, la omisión deliberada por parte de Ponz de detalles acerca de sus relaciones y sus actividades sociales y de ocio en las ciudades visitadas. Así, por ejemplo, en París, allí donde esperaríamos encontrar, como sucede en otros relatos de viajes –los de Ureña, Viera, Moratín– descripciones de los salones y círculos de sociabilidad, o de las lecciones de anatomía o experimentos sobre electricidad, parte ejercicio científico, parte espectáculos, celebrados en algunas casas priva- das, hallamos, en cambio, extensos pasajes dedicados a la descripción de monu- mentos y a las prolijas listas de obras de artes contempladas en palacios y colec- ciones privadas. Si en una ocasión Ponz acude a la ópera en la capital gala, dice

21 PEMÁN, El viaje europeo..., p. 242. EL VIAJE EUROPEO DE ANTONIO PONZ 123 hacerlo a regañadientes, para cumplir con aquello que parece obligado en todo viajero, y se excusa: “Sin embargo de que mi genio no es muy llevado a esta cla- se de espectáculos...” (p. 400). Y es que Ponz, sin duda, hubiera discrepado de Lord Chesterfield acerca de la importancia de consignar a quién vio y trató en sus viajes, tanto o más que qué cosas tuvo ocasión de ver. Por supuesto, puede argüirse, acertadamente, que la demanda de Lord Chesterfield se refiere a un tipo de viaje muy distinto del de Ponz, el de un joven distinguido (su propio hijo natural) en busca de adquirir mundo, y se expresa, además, en el contexto de una correspondencia privada, no en una obra que tuviese como objetivo la publicación (aunque tal corresponden- cia acabase editándose tras la muerte de su autor). Puede señalarse, del mismo modo, que algunos de los relatos que sí detallan extensamente este tipo de infor- maciones, como los de Olives, Viera, Ureña o Moratín, nunca se publicaron en su tiempo, sino que quedaron como manuscritos que no verían la luz hasta mu- cho más tarde, en el siglo XIX (Viera) o incluso a finales del XX (los restantes). Podríamos pensar, por tanto, que Ponz compartiría la opinión del jesuita Juan Andrés, quien en el prólogo a sus Cartas familiares, escritas a su hermano Carlos narrando sus viajes por Italia entre 1786 y 1791, justifica la inclusión de referencias personales por tratarse de cartas privadas, no destinadas, en princi- pio, a la difusión impresa: “En ellas te hablé siempre de mí y de mis cosas, lo que a ti el afecto fraterno te lo habrá hecho leer con gusto; pero los sujetos des- apasionados ¿qué gusto pueden encontrar en leer que uno me haya visitado, que otro me haya convidado y otras frialdades semejantes? (...) Y ¿qué importa a los lectores que yo en Nápoles haya estado alojado aquí o allí, o que haya co- mido y cenado en esta o en la otra parte? Tú y los amigos teníais más curiosidad de las noticias de mi persona que de las cosas que había visto; el público desea sa- ber las cosas, y poco le debe importar mi persona”.22 Sin embargo, como conocen bien los estudiosos de la literatura de viajes, los límites entre las obras destinadas a la imprenta y aquellas escritas tan sólo para un uso privado son borrosos, y se deben muchas veces más bien al azar que a la intención del autor. Así, manuscritos pulcramente corregidos, como los de Oli- ves o Ureña (quizá también los de Moratín), parecen haber tenido como objeti- vo una edición posterior, que por alguna razón nunca llegó o lo hizo tan sólo de forma póstuma. Asimismo, las cartas “familiares” de Juan Andrés, aparente- mente privadas, y por cuya publicación casi se excusa su autor, se escribieron, con toda probabilidad, teniendo en mente una versión impresa. En ellas (que responden, como el Viaje fuera del España, al modelo del viaje erudito), las des- cripciones de ruinas y monumentos, de colecciones artísticas, monetarios o ga- binetes de curiosidades, no excluyen la presencia del pálpito de la vida cotidiana, las referencias a las tertulias que su autor frecuenta, o a los intelectuales, artis-

22 ANDRÉS, Juan: Bolonia, Florencia, Roma. Cartas familiares, I, edición de Enrique Gimé- nez, Alicante: Universidad de Alicante, 2004, p. 194. 124 MÓNICA BOLUFER PERUGA

FIG. 3. Portada de la primera edición del Viaje de España (1772). tas y gentes distinguidas a quienes trata a lo largo de su viaje. Y tampoco, por otra parte, están ausentes el interés erudito, anticuario o científico en las pági- nas escritas por Viera o Ureña, por poner dos ejemplos de viajeros tan atentos a la sociabilidad y las costumbres como a los aspectos académicos, artísticos, económicos y políticos de los territorios visitados. De la comparación se desprende, por tanto, que Ponz es uno de los viajeros menos sensibles o locuaces sobre las cuestiones de la vida cotidiana, lo que dota a su relato, a los ojos del lector actual, de un estilo descriptivo y frío, incluso plúm- beo, que hace su lectura menos atractiva que la de otros textos contemporáneos. Sin embargo, como historiadores no podemos reprochar a las fuentes históricas aquello que no contienen, sino intentar entender qué es lo que nos brindan y lo que silencian, y por qué. Comprender cuál es, para un viajero como Ponz, el pro- pósito de viajar y, sobre todo, qué es aquello que merece figurar en el testimonio público del viaje, es decir, consignarse en un relato y ofrecerse a los lectores. El objetivo que esgrime el propio Ponz en el prólogo a su obra es doble. Por una parte, poner en evidencia lo que considera las tergiversaciones y falsedades difundidas por viajeros y hombres de letras extranjeros acerca de España: “por cuanto es conveniente que los nacionales y extranjeros se desengañen del indig- no modo con que nos tratan ciertos escritores, se deben repetir sus calumnias e injusticias, publicarlas e impugnarlas muy a menudo, y dar de este modo a cono- cer la mala fe y modo que han tenido de tratarnos” (p. 192). Por otra, propor- cionar ideas e informaciones útiles, a través de la observación de las experiencias de otros territorios, para contribuir a la reforma de la economía, la sociedad y las artes en su país: “se determinó a [...] salir de España; recorrer los reinos y pro- EL VIAJE EUROPEO DE ANTONIO PONZ 125 vincias de que se trata en esta nueva obra; proponer los ejemplos que le parecen dignos de imitarse, como también los que se deben huir” (p. 181). Como bien se ha señalado, el Viaje fuera de España no puede entenderse fue- ra del contexto de las polémicas sobre las aportaciones de España a la cultura eu- ropea, su labor colonizadora en América o su estado tras las reformas borbóni- cas, polémicas muy vivas en el siglo XVIII y a las que la literatura de viajes contribuyó de forma notable.23 En un sentido más amplio, la obra expresa las ambivalencias que en la sociedad española de la época suscitaba la relación con el resto de Europa, específicamente con los países que ocupaban una posición hegemónica en lo económico, lo político o lo cultural. Ejemplos que se tomaban como horizonte a alcanzar, pero a la vez despertaban, entre los sectores más con- servadores de la sociedad española e incluso entre los propios ilustrados, reticen- cias y reacciones defensivas de vindicación de lo propio frente al influjo foráneo. Las Cartas persas de Montesquieu (carta LXXVII) y algunos relatos de viajes, como las Lettere d’un vago italiano ad un suo amico (1759) de Norberto Caimo o el Voyage de Figaro (1784) de Fleuriot de Langle, y muy especialmente el artículo “Espagne” de la Encyclopédie méthodique (1782), escrito por Masson de Morvil- liers, causaron, por su retrato poco favorable de España, un gran revuelo, indu- ciendo a numerosos autores, como Cadalso, Azara, Cavanilles o Forner, a tomar la pluma en defensa de su país, y a otros, como los redactores de El Censor, a mostrar su acuerdo con ciertas críticas que en ellos se formulaban.24 En este sentido, en el prólogo al primer volumen del Viaje de España Ponz ajusta cuentas con lo que llama el “rancio semillero” de los tópicos y acusacio- nes vertidos por algunos de los relatos de viajeros extranjeros por España: las Lettere d’un vago italiano del P. Norberto Caimo (1759), las Letters de Edward Clarke (1763; fig. 6), los Travels de William Dalrymple (1777) y Henry Swinbur- ne (1779; fig. 7) y, por encima de todo, el fantasioso Voyage de Figaro, mostran- do un juicio más favorable hacia otras obras que estima mejor fundamentadas: los Travels de Richard Twiss (1775) y de John Talbot Dillon (1780), A journey from London to Genoa through England, Portugal and France de Giovanni Ba- retti (1770; fig. 8) y el Nouveau voyage de Jean-François Peyron (1782). En el prefacio al segundo volumen, se ocupa en rebatir las opiniones de Masson de Morvilliers sobre la escasa contribución de España, en los últimos siglos, a la cultura y la ciencia europea y también, a través de una carta que dice escrita

23 MARÍAS, Julián: La España posible en tiempos de Carlos III, Madrid: Planeta, 1988 (1ª edición 1963), pp. 32-63; DIZ, Alejandro: Idea de Europa en la España del siglo XVIII, Madrid: BOE-Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2000, capítulo 16, pp. 454-564. MES- TRE, Antonio: Apología y crítica de España en el siglo XVIII, Madrid: Marcial Pons, 2003. IGLE- SIAS, Carmen: “España desde fuera”, en VV.AA.: España. Reflexiones sobre el ser de España, Madrid: Academia de la Historia, 1998, 3ª ed., pp. 377-428. 24 Sobre los tópicos en la literatura de viajes, véase ORTAS, Esther: “La España de los via- jeros (1755-1846): imágenes reales, literaturizadas, soñadas...”, en ROMERO TOBAR, Leonardo y ALMARCEGUI ELDUAYEN, Patricia (coords.): Los libros de viaje: realidad vivida y género lite- rario, Madrid: Akal-Universidad Internacional de Andalucía, 2005, pp. 48-91. 126 MÓNICA BOLUFER PERUGA por un amigo (probablemente el duque de Almodóvar) y que reproduce, desautoriza a los autores extranjeros que habían reprochado a España las cruel- dades cometidas en la conquista de América, como Raynal en su Histoire philo- sophique et politique des établissements dans les deux Indes (1770). Al mismo tiempo, Ponz hace gala de su noción del viaje como una empresa patriótica, un medio para recabar en los distintos territorios informaciones úti- les, con el fin de contribuir a la reforma y la felicidad pública. En este sentido, pretende juzgar con imparcialidad los méritos y carencias tanto de las otras na- ciones como de la propia, y aconseja a quienes viajan que adopten esa misma ac- titud para aplicar en el futuro lo aprendido a la mejora del país desde la respon- sabilidad que el destino les depare: Así volveréis ilustrados con nuevos conocimientos: no preferiréis todas nuestras cosas a las ajenas, ni todas las ajenas a las nuestras; daréis el justo valor a cada una, y sabiendo discernir y apreciar lo que merece, sabréis enmendar, mejorar o establecer lo que lo necesite el día que quiera el cielo destinaros al ma- nejo de los negocios, y ponga en vuestras manos las riendas del gobierno o el mando de los ejércitos (p. 539). ¿En qué medida el relato de viaje que ofrece Ponz cumple con tal propósito, haciendo honor a su intención de ecuanimidad? ¿Cuál de los dos platillos pesa más en su balanza, el de la apología de España o el de la exhortación a su refor- ma? A los ojos del lector moderno, de los dos objetivos que según el autor ins- piran su obra, la vindicación de su país frente al extranjero parece dominar en muchos lugares, imponiéndose en su conjunto sobre los pasajes críticos. Esa pa- rece ser también la conclusión del propio Ponz: “Tendréis cada día nuevas oca- siones de amor a vuestro país, de bendecir el gobierno que nos rige, y preferir el trato en negocios y fuera de ellos con vuestros compatriotas; y para una vez que la balanza de la comparación se incline a favor del extranjero, la hallaréis veinte por España” (p. 538). Y en efecto, no pierde ocasión de señalar las defi- ciencias de cualquier orden que observa en los países visitados y de realizar comparaciones, muchas veces favorables a España. Sin embargo, la combinación entre esos dos ingredientes, apologético y crí- tico, oscila marcadamente en los distintos territorios. Es en el recorrido por Francia donde la intención vindicativa se hace patente de una forma mucho más intensa que el resto del viaje, probablemente porque habían sido gentes de le- tras francesas, desde los viajeros del siglo XVII a Fleuriot de Langle o Masson de Morvilliers, pasando por Montesquieu y Voltaire, los principales divulgadores del estereotipo negativo de lo español.25 Ponz lamenta que dichos tópicos en- cuentren acogida por la general ignorancia que, en su opinión, como en la de

25 AYMES (ed.): La imagen de España... LAFARGA, Francisco (ed.): Imágenes de Francia en las letras hispánicas, Barcelona: PPU, 1989; BOIXAREU, Mercedes y LEFÈRE, Robin (eds.): La historia de España en la literatura francesa. Una fascinación, Madrid: Castalia, 2002. EL VIAJE EUROPEO DE ANTONIO PONZ 127 otros de sus compatriotas, reinaba en Francia acerca de la nación vecina: “Me mantengo en la opinión de que a muchos escritores franceses les son menos co- nocidas las cosas que suceden a la puerta de su casa, cual se puede considerar España, que las que suceden en China” (p. 305). Condicionado por ese empe- ño por restaurar la imagen de España, el relato resulta aquí particularmente ári- do y apenas se despega del inventario artístico para esbozar breves comentarios sobre la agricultura, las manufacturas o las instituciones asistenciales. Y lo hace buscando casi siempre la ocasión de subrayar aquello en lo que su país aventa- ja a Francia, sea en su patrimonio artístico y monumental (así, El Escorial le pa- rece un monumento de mucho mayor mérito que la catedral de Notre-Dame o el Louvre –pp. 282-289, 300-314), o incluso en instituciones culturales y científi- cas (aspecto en el que resta valor a la Bibliothèque Royal y compara desfavora- blemente el Jardin des Plantes con el Jardín Botánico de Madrid – pp. 331-333). Ponz deja de lado, en cambio, casi por completo otros aspectos que ocupaban largas páginas en los relatos de muchos viajeros: el dinamismo de la vida cultu- ral y el brillo de la sociabilidad en los salones. Y es que parece haber hecho fir- me propósito de no dejarse seducir por nada de lo que el país vecino pueda ofrecerle, para dejar en buen lugar a España, y también quizá para mostrarse como un hombre de mundo que no cae fácilmente en la galomanía tan de moda por toda Europa entre las gentes cultivadas y distinguidas. En cambio, al llegar a Inglaterra, el relato cobra un estilo sustancialmente distinto, abandonando el tono frío y tedioso, cuando no resentido, de las cartas desde Francia, por un estilo más vivo y un contenido más variado, en el que la relación de monumentos, pinturas, estatuas y edificios se enriquece con refle- xiones más extensas sobre la economía y también comentarios sobre las costum- bres y la política: como si el autor, sintiéndose más cómodo en este país, relaja- ra un tanto el semblante severo que exhibe en otros pasajes. ¿Por qué esa llamativa diferencia? El análisis de su texto revela que Ponz siente gran afinidad por ciertos aspectos del arte inglés, así como con la cultura y la sociedad del país. Pero además, su simpatía se explica por su amistad con personajes relevan- tes en la política y la cultura inglesas, que pudieron presentarle a otras personas y franquearle las puertas de instituciones intelectuales y artísticas, permitiéndo- le conocer de una manera más directa y profunda la vida inglesa y haciendo así más grato y provechoso su viaje y más rico su relato. Aunque Ponz, siguiendo su costumbre, apenas da nombres, un breve agra- decimiento incluido en el prólogo del primer volumen, junto con el dato, reco- gida por su sobrino, de que fue admitido como miembro en la londinense So- ciedad de los Anticuarios, me pusieron sobre la pista de estas relaciones, que la consulta de archivos ingleses ha permitido verificar y conocer.26 Así, gracias a las

26 PONZ, José: “Vida de Don Antonio Ponz”, en Viaje de España, tomo XVIII, Madrid: viuda de Ibarra, 1794, pp. XXV-LXII, referencia en p. XLVI.

128 MÓNICA BOLUFER PERUGA

actas de la Society of Antiquaries y a la correspondencia privada de la fa- milia Robinson (barones de Gran- tham), custodiada en el Luton and Bedfordshire Public Record Office, he podido clarificar la amistad de Ponz con Thomas Robinson, segundo ba- rón de Grantham (1738-1786). “Mi- lord Grantham”, como lo llama aquél en su prólogo, era un aristócrata cul- tivado, con gran interés y gusto por las artes y la literatura, que había sido embajador en España, donde lo conoció Ponz, entre 1771 y 1779, y posteriormente desarrolló en su país una importante carrera política (en el momento del viaje de Ponz era se- cretario de Estado de Asuntos Inter- nacionales, y desde 1784 hasta su muerte fue miembro del comité del Privy Council para cuestiones relati-

FIG. 4. Itinerario de Ponz por Europa (1783). vas al comercio y las colonias). Gra- cias a él trabó también relación con otros miembros de su familia y de su círculo de colaboradores más estrechos: su hermano Frederick, que lo acompa- ñó durante su estancia en España, Robert Darley Waddilove (1736-1828), cape- llán de la embajada y erudito con gran interés por la cultura española, el reve- rendo Michael Lort, miembro de la Sociedad de Anticuarios (así como de la Royal Society) y su vicepresidente hasta 1788, o Thomas Pelham (1756-1826), futuro conde de Chichester, a quien Ponz facilitó los contactos y las visitas a mo- numentos y colecciones durante su viaje a España en 1775-1776.27 Gracias a estos contactos, Ponz logró la admisión en una sociedad erudita inglesa, la Society of Antiquaries, fundada en 1707 y dedicada al estudio de las antigüedades romanas, los vestigios arqueológicos y epigráficos de la antigua “Britannia”, pero también de la arqueología medieval o de las antiguas culturas autóctonas en las colonias inglesas, y que mantenía relaciones con instituciones similares de otros países.28 Fue nombrado socio honorario (Honorary Fellow) el

27 Bedfordshire and Luton Record Office, “Lucas Papers”, diversas cartas, en particular las incluidas en la signaturas L 30/14 y 15. British Library, Additional Manuscripts, 33.100, “Pel- ham Papers”, ff. 22-28. Véanse referencias detalladas en BOLUFER, “Una mirada por Euro- pa...”, pp. 85-93. 28 EVANS, Joan: History of the Society of Antiquaries, Oxford, 1956. EL VIAJE EUROPEO DE ANTONIO PONZ 129

17 de diciembre de 1778, a propuesta del propio Lord Grantham y de otros tres miembros, de los cuales al menos dos, los reverendos Darley Waddilove y Lort, lo conocían previamente, fuese en persona o por vía epistolar, precisamente por mediación de Grantham.29 Para apoyar la propuesta se adujo como mérito el monumental Viaje de España, del que se habían publicado por entonces ya seis volúmenes, que habían llegado a manos de los amigos de Ponz y, a través de ellos, a las de otros eruditos o libreros ingleses. Estas relaciones, atestiguadas por la correspondencia de Ponz con algunos de estos personajes y por las referencias a él en otras cartas, permiten, en suma, entender mejor el tono positivo que tiene su relato sobre Inglaterra. Una simpa- tía que creo es fruto, en parte, de su afinidad intelectual con quienes, más allá de las fronteras nacionales y de la diferencia de rango, eran sus semejantes por intereses y gustos artísticos y culturales: la adhesión a las ideas reformistas, el aprecio por la erudición y el gusto clásico en el arte. En este sentido, la imagen de Inglaterra que brilla en sus páginas es la de un país bendecido por una eco- nomía próspera, una sociedad dinámica, a la vez que civilizada y ordenada, y una estética clasicista promovida por el mecenazgo de nobles y burgueses cul- tos y refinados. Una imagen de opulencia y tranquilidad que omite por comple- to la referencia a los efectos sociales negativos del desarrollo capitalista británi- co: la desposesión campesina, el éxodo rural, las penurias del proletariado naciente, aspectos que pasan desapercibidos a sus ojos o que, como en el caso de los motines de Gordon en 1780, pretende explicar tan sólo como muestra de intolerancia hacia la minoría católica, en lugar de como manifestaciones de una intensa conflictividad social (p. 624). Junto con el recorrido por Inglaterra, el relato de la visita a las Provincias Unidas constituye la parte más interesante y variada del Viaje fuera de España. Ponz se encuentra aquí, como otros viajeros, con un territorio diametralmente opuesto a España en muchos aspectos: un país de tradición protestante, forjado en la rebelión contra la monarquía hispánica, inmerso en un proceso de de- sarrollo agrario y mercantil, con un régimen político original y un grado de li- bertad religiosa e intelectual sin apenas parangón en su tiempo: “Esta tierra es en todo muy original en la Europa” (p. 695). Pero esa distancia, que en Inglate- rra se traduce en interés por el país y afinidad con aspectos clave de su sociedad y su cultura, en las Provincias Unidas se torna ambivalencia entre la repulsa que, como buen católico, Ponz se siente obligado a expresar hacia un país de “here- jes”, cuya independencia política (reconocida formalmente en 1648) había sido fruto de la revuelta contra el dominio hispánico, y la admiración que le despier- ta la prosperidad holandesa. El pragmatismo se impone, y si en algunos pasajes evoca los episodios de la insurrección que acabó con el poder hispano en los an- tiguos Países Bajos del Norte (p. 662), la envidia y el aprecio por la rica agricul-

29 Society of Antiquaries of London, Minute Books, vol. XVI (1778), pp. 92-94 y 142. 130 MÓNICA BOLUFER PERUGA tura holandesa y por el esplendor de su comercio internacional dominan en la imagen que Ponz ofrece de ese territorio (p. 664). Junto a la admiración, sin em- bargo, se hace patente la extrañeza que despierta en él, como en otros viajeros, una cultura profundamente ajena. En este sentido, y con algunas excepciones de pintores a los que admira, como Rembrandt, muestra indiferencia e incluso desagrado hacia las formas artísticas propias de ese territorio, entre ellas el gó- tico civil flamenco y la severa estética de las iglesias protestantes, desnudas de tesoros artísticos (pp. 665-666). Y algunas de las costumbres holandesas, mar- cadas por el espíritu calvinista, le chocan a cada paso, hasta el punto de provo- carle algún sarcasmo y de transmitir en su relato una latente incomodidad, como es el caso de obsesión por el ahorro y por la limpieza y aseo de los inte- riores domésticos: “Viendo tan poca gente, me decía uno que estarían contan- do en sus casas toneles de oro” (p. 677); “La máxima de los holandeses de dos siglos a esta parte, tengan poco o mucho, es gastar bastante menos de lo que tie- nen anualmente, cuya máxima es casi inalterable; por tanto, es rarísimo el ejem- plar de un disipador, y muchos los de casas muy poderosas que no salen de su antiguo género de vida, sumamente económica, por más riquezas que acumu- len” (p. 691). Por último, al cruzar la frontera para llegar a los Países Bajos del Sur, que habían seguido formando parte de la monarquía hispánica, tras la independen- cia de las Provincias Unidas, hasta el tratado de Utrecht que en 1714 los asignó a Austria, Ponz expresa un sentimiento de alivio por reencontrarse con una cul- tura religiosa que le resulta familiar y con unas manifestaciones artísticas más afines a sus gustos. De nuevo, la actitud que traslucen sus descripciones es la de una mayor simpatía, no tanto, como en el caso de Inglaterra, por la admiración hacia la opulencia y bienestar de que gozaba una nación en pleno desarrollo, sino por proximidad histórica, “por el papel que hacen en un buen trozo de nuestra historia” (p. 720). Por ello, subraya con insistencia los fuertes vínculos de esos territorios con la monarquía hispánica, soslayando, en cambio, los con- flictos políticos y religiosos, las violencias de la rebelión iniciada en 1566 y la re- presión subsiguiente ejercida por el duque de Alba.

PALABRAS Y SILENCIOS Seis meses de recorrido, cuatro países distintos, un viajero que mira y elabo- ra sus descripciones, como no podría ser de otra forma, marcado por las expec- tativas distintas con las que llegó a esos lugares, condicionadas éstas, a su vez, tanto por sus gustos y preferencias individuales como por las relaciones que ta- les territorios tenían con España y por la percepción dominante que de ellos se albergaba aquí. Esos factores modulan con ciertas variaciones, para cada uno de esos países, los ingredientes temáticos fundamentales del Viaje fuera de España, con sus presencias y sus ausencias. De estas últimas, las más llamativas las cons- tituyen dos temas comunes en los escritos de otros viajeros: la política y las cos- EL VIAJE EUROPEO DE ANTONIO PONZ 131 tumbres. Consciente de ello, Ponz se esfuerza por marcar las distancias, subrayando que, a diferencia de otros, no se detendrá en describir y valorar las instituciones y el gobierno de los paí- ses visitados: “Como yo no he venido a juzgar de los hombres, particularmente en materias políticas y morales, dejo este punto a otros que tengan capaci- dad de discernir y genio de murmurar” (p. 607). Tal vez por prudencia, al tra- tarse de un tema delicado, pues su via- je le llevó por territorios dotados de re- gímenes distintos del absolutismo imperante en la mayor parte de Euro- pa, incluida la España borbónica: los de la monarquía parlamentaria inglesa o la república de las Provincias Unidas. FIG. 5. Portada de la primera edición del Pero también por convicción, porque Viage fuera de España (1785). para un hombre como Ponz, conforta- blemente instalado en las instituciones culturales vinculadas a la monarquía absoluta y cuyo pensamiento político se encuadra en un moderado reformismo, tales fórmulas políticas no resultan en absoluto envidiables. Rompe su silencio, no obstante, en algunos pasajes del texto, formulando sobre ellas, de forma explícita o entre líneas, algunos juicios, más bien desdeñosos. Es el caso de la constitución inglesa, tan admirada por muchos ilustrados, entre ellos Montesquieu, por su balance entre la potestad re- gia y el poder del parlamento, que Ponz apenas califica de “singular” y “curio- sa” (p. 637, nota a), mientras que se explaya mucho más en censurar la libertad, a su juicio excesiva y aun escandalosa, en el debate político parlamentario y, más allá de él, en el vigor de una opinión pública con fuerte presencia popular, a tra- vés de sus protestas y discusiones en clubes o tabernas y de una intensa activi- dad publicística: La impunidad de los que imprimen y graban aborta continuamente libelos infa- matorios y sátiras crueles, con que atormentan a quien se les antoja, sin excep- tuar personas honestas, laboriosas, instruidas, benéficas o colocadas en altas dignidades. Esto lo alaban y aplauden los sectarios de la libertad, pero no los sa- bios, que entienden hasta dónde deben llegar sus límites, pasando de los cuales degenera en una licencia opresora de la virtuosa y honesta libertad, bajo de cuya sombra vive tranquilo y seguro el ciudadano. La libertad en Londres, dice un escritor inglés que es un mot de guet, esto es, como el santo que se da entre la tropa y que sólo sirve para amotinar el pueblo que, abandonando, cuando tal palabra suena en sus nidos, los trabajos y más precisas ocupaciones, se junta y comete las mayores insolencias (pp. 628-629). 132 MÓNICA BOLUFER PERUGA

Es el caso también de la peculiar fórmula política de las Provincias Unidas, que constituían una laxa asociación de territorios con sus propios estados pro- vinciales, cuyo único vínculo institucional lo constituían los Estados generales de la república y el cargo de estatúder, ejercido tradicionalmente, tras la inde- pendencia de la monarquía hispánica, por la familia de los Orange-Nassau. No es de extrañar que ese régimen republicano y caracterizado por la elevada auto- nomía urbana y provincial desagrade a un hombre como Ponz, fiel a la monar- quía absoluta y a los criterios centralistas propios del reformismo borbónico. Y por ello, lejos de captar ni mucho menos lamentar su condición de república oli- gárquica con fuertes inclinaciones aristocratizantes y monárquicas, contra la cual se venía gestando un republicanismo burgués que estallaría en la rebelión de 1787, se detiene en señalar como sus principales defectos el solapamiento de jurisdicciones y la falta de coordinación entre las diversas instancias: “El gobier- no, según yo lo entiendo, es el más intrincado y embrollado de cuantos hay”; “Se notan grandes defectos en la forma del gobierno (...). Sin embargo, tal cual es esta constitución, continuamente se celebra en los escritos la libertad que con ella ha conseguido este país” (p. 692). Por otra parte, y como ya he señalado, Ponz, en contraste con la mayoría de los relatos de viajeros ilustrados, españoles y europeos, apenas se ocupa de la vida cotidiana, las costumbres, formas de sociabilidad y estilos de vida en los te- rritorios que visita.30 Y ello pese a que eran aspectos que figuraban de forma prominente en la preceptiva del viaje dieciochesco, que una gran parte del pú- blico esperaba leer en este tipo de literatura, y que encuentran su lugar incluso en las páginas de otros viajeros eruditos como Juan Andrés o Nicolás Rodríguez Laso. En cambio, Ponz parece querer componer de sí mismo una imagen de gravedad poco inclinada a las diversiones y presentarse ante sus lectores con- centrado en la tarea que se ha asignado al iniciar su viaje. Por ello apenas evoca escenas de ocio y sociabilidad, y cuando lo hace es casi disculpándose, como en su visita a los famosos jardines de Vauxhall en Londres (“en una noche que me llevaron a ver este espectáculo” –p. 511), o en la velada en la ópera de París: “no pude menos de ver una ópera y una comedia, siquiera por no ser tenido por un bárbaro” (p. 400). El contenido del relato se ciñe principalmente, como el del Viaje de España, a la descripción artística. Al modo habitual de los viajeros eruditos, Ponz des- cribe la arquitectura de iglesias, palacios, teatros, plazas, y ofrece extensas listas del patrimonio custodiado en colecciones reales, eclesiásticas o privadas de cua- dros o esculturas. Los criterios que le inspiran son los mismos que presidieron su labor al frente de la Academia de Bellas Artes de San Fernando: la firme de- fensa de los principios neoclásicos, inspirados en los modelos de la Antigüedad.

30 BOLUFER, Mónica: “Civilización, costumbres y política en la literatura de viajes a Espa- ña en el siglo XVIII”, Estudis, nº 29 (2003), pp. 113-158. EL VIAJE EUROPEO DE ANTONIO PONZ 133

Así, se muestra crítico o, a lo sumo, frío hacia el arte medieval, por mucho que otorgue algún mérito –sin entusiasmos– a algunas de sus más insignes manifes- taciones, como la Sainte Chapelle de París (p. 293). Su animadversión hacia el arte barroco es profunda, como hace patente su desprecio por obras cumbre de ese estilo, como el palacio inglés de Blenheim (1715). Y aprecia, naturalmente, el arte del Renacimiento italiano, a través de las pinturas de maestros presentes en tantas colecciones por toda Europa, así como la arquitectura clasicista fran- cesa –en edificios como la Casa de la Moneda de París o el Grand-Théâtre de Burdeos– o el neopalladianismo inglés de los siglos XVII y XVIII, presente en construcciones públicas como Somerset House, Mansión House o el Banco de Inglaterra, así como en las mansiones campestres de la aristocracia. El baremo estético de Ponz resulta deliberadamente elitista, en la medida en que se expresa y actúa como representante de una noción del “buen gusto” li- mitada en su aceptación social, sin desaprovechar ocasión para marcar distan- cias con otros viajeros menos expertos que, fascinados con la magnificencia y es- pectacularidad de algún edificio o conjunto urbanístico, son incapaces de apreciar adecuadamente los fallos de diseño o proporciones (p. 806). No obs- tante, se muestra pesimista a propósito de las Academias de arte que se habían fundado en gran número por toda Europa a lo largo del siglo XVIII para regular todos los aspectos de la actividad artística, desde la formación, crecientemente intelectualizada, a la exposición de las obras. A pesar de ser él mismo secretario de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, o precisamente por ello, por- que conoce los obstáculos y conflictos que estaban acarreando los empeños por erradicar las formas barrocas e imponer los patrones neoclásicos, considera que el éxito de tales instituciones a la hora de imponer el “buen gusto artístico” no había estado a la altura de sus propósitos (p. 309). Ponz fue lo bastante perspicaz como para comprender que su época, el lla- mado, ya en su propio tiempo, “siglo de las academias”, era también, de forma decisiva, el tiempo de una trascendental mutación en la sociología de la produc- ción y el consumo artístico. Las artes, vinculadas en siglos anteriores casi exclu- sivamente al mecenazgo de la Iglesia, la monarquía y la aristocracia (con la ex- cepción de la pintura holandesa, en cuyo desarrollo la burguesía había tenido un papel esencial), experimentaron en el XVIII, al compás del crecimiento eco- nómico y los cambios sociales en Europa, una notable ampliación de su cliente- la y su público. En particular en aquellos países más dinámicos, como Inglate- rra, quienes adquirían obras de arte no eran ya sólo la realeza, las jerarquías eclesiásticas y la aristocracia, sino, de forma creciente, una clientela numerosa y variada, compuesta cada vez más por las clases medias, burguesas y profesionales. Y ello, a su vez, repercutía en la mayor variedad y la decidida secularización de los temas artísticos, en la ampliación de prácticas hasta entonces muy elitistas, como la de encargar a un artista el retrato de un individuo o una familia (“Se 134 MÓNICA BOLUFER PERUGA hacen cada año infinitos retratos de enteras familias, cuyas cabezas pueden cos- tearlos”, p. 582) y en el desarrollo de nuevas técnicas, como aquellas que per- mitían reproducir imágenes en grandes tiradas y a un precio asequible a través del grabado (p. 632). Mutaciones artísticas que eran reflejo de las transforma- ciones sociales, y que Ponz se muestra abierto a comprender, en mayor medida que otros viajeros como Moratín, quien lamentó la orientación del arte inglés hacia un mercado más masivo que selecto.31 Asimismo, Ponz deja constancia de lo que significaba la exhibición pública de las obras de arte en los salones bia- nuales de la Academia de Pintura y Escultura francesa, o en las numerosas ex- posiciones abiertas al público en Inglaterra, previo pago de una entrada. Un fe- nómeno también novedoso en el siglo XVIII, que implicó una gran ampliación del mercado para las obras de arte, el origen de la crítica especializada y la for- mación de una opinión pública considerada con autoridad para pronunciarse sobre cuestiones estéticas (pp. 307, 582). Si la reflexión y el juicio artístico tienen una presencia dominante en el rela- to del periplo europeo de Ponz, otros temas menudean también a lo largo de sus páginas. En el Viaje fuera de España, como hiciera en su Viaje de España, el secretario de la Academia de San Fernando se manifiesta decidido partidario de ciertas reformas económicas y, en menor medida, sociales, para promover las cuales en su país invoca los ejemplos que le parecen dignos de imitación a lo lar- go del recorrido. Del mismo modo que la mayor parte de los ilustrados españo- les, Ponz se adscribe a un reformismo moderado, nada partidario de las rup- turas y respetuoso con el orden estamental y el absolutismo regio. En lo econó- mico, su pensamiento aparece ecléctico, heredero de un conjunto de influen- cias, desde el agrarismo al mercantilismo tardío, e incluso ciertos ecos de plan- teamientos liberales. Le interesa en particular la agricultura, cuya importancia subraya, al modo de tantos reformadores de su época, como base de la econo- mía. Por ello insiste en la necesidad de mejorar el aprovechamiento de las tie- rras a través de innovaciones en los cultivos, así como en la urgencia de promo- ver la repoblación forestal (una de sus obsesiones) y los canales de regadío.32 Muy en especial, admira la productividad de los campos en Inglaterra y en las Provincias Unidas, dos de los territorios europeos que habían iniciado procesos que, por vías distintas, permitieron la intensificación de cultivos y el desarrollo de un lucrativo mercado para los productos agrarios. Por ello, Ponz se maravi- lla ante el verdor y la feracidad de la húmeda campiña holandesa: “campos y prados cercados de árboles me traen a la memoria nuestra campiña de Madrid, que si se quisiera podría ser otro tanto” (p. 670), exclama al contemplar desde

31 MORATÍN, Apuntaciones..., cuaderno 2º, XII, p. 85. 32 Al tema del arbolado le dedica largas páginas de su Viaje de España, así como un ar- tículo posterior: “Plantío de almendros en las cercanías de Madrid”, publicado en el Diario de Madrid, vol. II (1786), pp. 101-103 y 105-106.

EL VIAJE EUROPEO DE ANTONIO PONZ 135

FIG. 6. Portada de las Letters de Edward FIG. 7. Retrato de Henry Swinburne. Clarke (1763). un lugar elevado los alrededores de Amsterdam; “Parecen pedazos de Paraíso”, “más parece un país imaginado y poético que verdadero” (p. 695), sentencia mientras viaja a lo largo del canal que separa esa ciudad de la vecina Utrecht. Y, en fin, exhorta de forma recurrente a imitar esos ejemplos en el fomento de la agricultura española: ¡Dichosa España si, llegando a conocer perfectamente la bondad de tu clima, la excelencia de tu suelo y natural feracidad por cuanto producen todas las tierras de Europa, y mucho más con la ventaja de no estar expuesta al furor de los ele- mentos, a cielos tenebrosos, a malos influjos del aire y de las aguas estancadas, como están expuestas estas tierras, te determinases un día con empeño a perfec- cionar tu cultivo (...). Verías que las verdaderas riquezas no son las que se bus- can en los senos, sino en la superficie de la tierra, cultivada con perfección, y que de este cultivo nacería el comercio y toda suerte de opulencia... (pp. 677-678). Asimismo, en Inglaterra alaba con insistencia a la gentry o nobleza rural e incluso a los magnates por su práctica de residir durante todo el año –en el pri- mer caso– o buena parte de él –en el segundo– en sus dominios rurales, velan- do por el adecuado uso de sus tierras, costumbre que contrapone al absentismo de buena parte de la nobleza española.33 Aunque su interés primordial, en el ámbito económico, lo constituye la agri- cultura, Ponz deja constancia en su recorrido por Europa, asimismo, del de-

33 FRANK, El “Viage de España”..., pp. 81-90. 136 MÓNICA BOLUFER PERUGA sarrollo de las manufacturas, tanto en la modalidad de industria a domicilio, en amplias zonas rurales de Francia, Inglaterra o los Países Bajos, como en la de fábricas centralizadas: los astilleros ingleses, las fábricas de tejidos en Bir- mingham, Manchester o Londres, las manufacturas de loza de Delft, o la célebre fábrica de tapices de los Gobelinos en París. Sin embargo, no llega a mostrar la curiosidad de su amigo Ureña, gran amante de la ciencia, que describe con de- talle artilugios mecánicos y aun ingredientes químicos en sus visitas a estableci- mientos industriales como el de cerámica de Wedgewood en Inglaterra. Sí ala- ba, en cambio, sin reserva alguna la política comercial británica, basada en un agresivo mercantilismo. Y, en general, no oculta su admiración por la hegemo- nía económica de Inglaterra, que sobre el triple pilar de una agricultura próspe- ra, un comercio floreciente y unas manufacturas con gran empuje se había im- puesto en el siglo XVIII sobre su gran competidora, Holanda. Un ejemplo que no duda en invocar, frente a la economía española, cuyos problemas atribuye en buena medida, siguiendo la tradición arbitrista, a su incapacidad para rentabi- lizar sus inmensos dominios coloniales: Los ingleses con su industria, comercio y superioridad en los mares han sido dueños de los tesoros de todas las naciones. Han sabido fijar sus riquezas en grandes edificios, excelentes caminos, perfecto cultivo de las tierras, casas de campo por todas las provincias, etc., que es lo que yo llamo hacer estables las ri- quezas (...). Hubiérase hecho así en España desde que se extendió inmensamen- te la monarquía en el Nuevo Mundo, como se ha hecho y se hace bajo el feliz reinado del gran Carlos III, hoy sería la parte de Europa más magnífica, la más abundante, frecuentada, y acaso la más rica (pp. 458-459). En el terreno social, Ponz ejemplifica bien la visión crítica, pero también los límites, del reformismo dieciochesco, con su afán por flexibilizar, sin destruirlas, las jerarquías estamentales del Antiguo Régimen. Así, censura a la nobleza “ocio- sa” y aboga por la residencia de nobles y personas acomodadas en sus tierras con una argumentación a la vez económica y moral, que incluye el elogio e idealiza- ción de la vida campestre por oposición a la urbe “corrupta” (p. 245).34 Todo ello desde una visión reformista que contempla el fomento económico como el resul- tado de la sabia dirección de la monarquía, la colaboración patriótica de los pri- vilegiados y el trabajo feliz y voluntarioso de los labriegos. Sostiene la necesaria colaboración del clero en la promoción de reformas económicas y artísticas y la fundación de establecimientos asistenciales, sin mostrar, en cambio, ningún inte- rés o curiosidad por las condiciones de tenencia y explotación de la tierra y los derechos señoriales, ni proponer modificaciones en la estructura de la propie- dad. Asimismo, suscribe la visión reformista de la pobreza y la beneficencia, re- presentada, entre otros, por Bernardo Ward en su Proyecto económico (1762),

34 También Viaje de España, t. IX, pp. 261-262. EL VIAJE EUROPEO DE ANTONIO PONZ 137 que estigmatizaba la “ociosidad” y ponía el énfasis en el empleo productivo y la moralización de las clases populares y los sectores marginales de la sociedad (p. 227).35 Y no se priva de mostrar su menosprecio hacia la plebe, a la que se refie- re con términos despectivos (“vulgacho”, “gentualla”), y cuyas maneras rudas le desagradan en París (carta VIII del tomo I), tanto como sus iniciativas de protes- ta e intervención política le escandalizan en Inglaterra. Por otra parte, la religiosidad de Ponz, estudiante de Teología en su juven- tud e investido con las órdenes menores, es de signo ilustrado y reformista, den- tro de los perfiles habituales que tales posiciones presentaban en nuestro país: desagrado frente a las “supersticiones” y creencias populares y poco aprecio por los fastos externos. Católico convencido, no deja de criticar algunas manifesta- ciones de la fe que estima excesivas o supersticiosas, como los brotes de fervor extático de los llamados convulsionarios de Saint-Médard en París, y, aunque no muestra incredulidad ni ironía, tampoco trasluce excesiva unción hacia las reli- quias; así, al reseñar las conservadas en la Sainte-Chapelle de París, entre ellas la supuesta corona de espinas de Jesucristo, no puede menos que advertir: “Si fueran ciertas tantas espinas como hay repartidas y se veneran en muchas igle- sias de Europa, necesariamente debía estar muy despojada de ellas la corona de la Santa Capilla” (p. 294). Sin embargo, pese a sus reservas sobre la autentici- dad de esta y otras reliquias, lejos de extraer consecuencias en un sentido escép- tico, las alaba por su capacidad de suscitar devoción: “No perjudican estas du- das a la devoción cristiana; antes dichas memorias excitan en las buenas almas piedad y ternura” (p. 294). Por otra parte, no adopta nunca una actitud conci- liadora frente a otras confesiones. Cierto es que describe las diferencias religio- sas en los países que recorre, como lo hacían todos los viajeros, que se asoma- ban a través del viaje a una realidad confesional más variada que la del propio país. Sin embargo, al señalar el variado panorama de las distintas creencias y cultos con las que su recorrido por Europa le puso en contacto, Ponz lo hace con un interés sólo relativo y una curiosidad menor que otros viajeros, como Olives o Ureña. Su actitud suele ser defensiva, buscando rechazar las acusacio- nes de intolerancia vertidas contra su Iglesia y recordando siempre que tiene oportunidad las persecuciones o discriminación padecidas por los católicos. Así, rinde homenaje a los “mártires” de Gorkum, ejecutados por protestantes holandeses durante la revuelta contra la monarquía hispánica (p. 702) y se muestra especialmente indignado en Inglaterra por la animadversión popular contra la minoría católica y por las limitaciones que ésta sufría en sus derechos civiles y en el culto público (pp. 623-624). De ningún modo aprueba las medi- das de tolerancia establecidas en Inglaterra o las Provincias Unidas, y su conse-

35 En su Viaje de España (t. I, p. 366; III, p. VIII; X, p. VII) alaba con frecuencia también la colaboración de los prelados para adoctrinar y promover la ocupación de pobres y “ociosos”. 138 MÓNICA BOLUFER PERUGA cuencia, la proliferación de grupos religiosos, le provoca un profundo desagra- do. Su talante de reformista católico, respetuoso con la monarquía y la Iglesia, le hace contemplar la libertad de pensamiento y culto como un peligro cuya ex- tensión cabe evitar a toda costa, más que como un rasgo envidiable de algunas de las sociedades más avanzadas de Europa.36 ¿Qué es, en suma, lo que el Viaje fuera de España nos permite conocer de su autor? La obra, como también su Viaje de España, nos lo muestra como un re- formista pragmático, moderado y muy vinculado al poder, como, por otra parte, lo fue un sector importante de los ilustrados españoles. Ponz no realiza un ba- lance final de su viaje, como sí lo hicieron otros viajeros, como Viera y Ureña, que dedican las páginas finales de sus respectivos relatos a reflexionar sobre lo aprendido en el transcurso de sus recorridos. Sí lo hace su sobrino, quien, al es- cribir la biografía de Antonio Ponz, subraya la intención apologética de su viaje por Europa. Si prestamos crédito a José Ponz, la experiencia habría confirma- do a su tío en su idea de la injusticia y la desproporción que revestían las críti- cas de los viajeros extranjeros a España, así como en su convicción de que, en muchos aspectos, otros países no podían darle lecciones. “Enriquecido con ta- les conocimientos y desengaños”, afirma José Ponz, su tío habría vuelto a Espa- ña dispuesto a abrir los ojos a sus compatriotas, a esos “conciudadanos entusias- mados con todo lo que viene de los países transpirenaicos”.37 “Comparando este reino con los países extranjeros que ha recorrido y observado”, concluye, “se aprovecha de las faltas que ha notado en ellos para hacer del nuestro la apo- logía más completa y menos sujeta a críticas, como fundada en datos incontes- tables”.38 Si fuera así, Ponz habría obtenido de su viaje ante todo un “desengaño” acerca de los supuestos méritos y superioridad de otras naciones, en el sentido de abrirle los ojos a sus carencias. Ello, a su vez, le habría reafirmado en su jui- cio previo de que España merecía ocupar en Europa un lugar más destacado que el que le asignaban algunos viajeros y filósofos extranjeros. En este sentido, formaría parte de esa mayoría de viajeros que buscaban ratificar sus propios principios y creencias y de ese modo regresaban de sus recorridos cargados sus baúles con las mismas convicciones y prejuicios con las que habían salido de casa.39 Sin embargo, podemos pensar que el viaje también le aportó “conoci- miento”, no sólo en el sentido puramente erudito de suministrarle información, sino también de transformar en algún grado su perspectiva, abriéndole horizon- tes. Aunque se muestre menos receptivo que otros viajeros, e incluso manifies-

36 Los viajes contribuyeron en la Edad Moderna a poner en cuestión la autenticidad de al- gunos restos sagrados, incluso entre gentes piadosas (MACZAK, Viajes y viajeros..., pp. 318-332). 37 PONZ, José: “Prólogo” al tomo XVIII del Viaje de España, pp. XX-XXI. 38 PONZ, José: “Vida...”, p. LIX. 39 MACZAK, Viajes y viajeros..., pp. 395-397; MORANGE, “Le voyage...”, p. 243. EL VIAJE EUROPEO DE ANTONIO PONZ 139 te actitudes visceralmente contrarias a realidades muy alejadas de la propia, como las de la tolerancia religiosa o la li- bertad política, en algunos pasajes ve- mos aflorar en él la curiosidad ante pai- sajes naturales y humanos radicalmente distintos de los ya conocidos y familia- res, y percibimos que no se cerró del todo –ningún viajero pudo hacerlo– a vivir lo que constituye la experiencia más profunda del viaje: la de relativizar las propias opiniones y costumbres al confrontarlas con las ajenas. Una viven- cia que el humanista francés Michel de Montaigne, autor de uno de los más sin- gulares libros de viaje de la época mo- FIG. 8. Retrato de Giuseppe Baretti, por derna (su Viaje a Italia), caracteriza de Joshua Reynolds. este modo, con su habitual ironía y sen- tido crítico: A tal efecto es maravillosamente adecuado el trato de los hombres y el visi- tar países extranjeros, pero no para informarse, según la moda de nuestra no- bleza francesa, de cuántos pasos tiene la Santa Rotonda, o de la riqueza de las ropas de la señora Livia, o, como otros, para precisar la mayor longitud o an- chura de una efigie de Nerón hallada en una vieja ruina, con respecto a la de al- guna semejante medalla. No se ha de viajar para eso, sino para enterarse de los modos y condiciones de los países, y para pulir nuestro cerebro por el contacto con otros.40 El mismo Montaigne, en otros pasajes de sus Ensayos, lamentó la actitud de aquellos de sus compatriotas que, lejos de su país, eran incapaces de despren- derse de sus prejuicios y de adaptarse a los hábitos de los territorios que visita- ban, y mostró su propia avidez por conocer y apreciar, precisamente, lo extra- ño, lo ajeno, la infinita variedad de las culturas y las formas de vida: “Me avergüenza ver a mis compatriotas adolecer del sandio humor de que los enfa- den las formas contrarias a las nuestras. Paréceles estar fuera de su elemento cuando están fuera de su aldea, y dondequiera que vayan se atienen a sus cos- tumbres y menosprecian las ajenas”.41 No sabemos si Ponz leyó los Ensayos de Montaigne (a quien menciona en una sola ocasión, castellanizando su nombre –“Montaña”–, en el Viaje fuera de

40 MONTAIGNE, Michel de: Ensayos, Barcelona: Ediciones Folio, 2000, vol. I, XXV: “So- bre la educación de los niños”, pp. 108-109. 41 MONTAIGNE, Ensayos, vol. III, IX: “De la vanidad”, p. 168. En un sentido similar, vol. III, XIII: “De la experiencia”. 140 MÓNICA BOLUFER PERUGA

España).42 De ser así, probablemente debió apreciar su erudición y la elegancia de su estilo, pero es muy difícil que compartiera, sobre este y otros temas, sus actitudes escépticas y su lúcido y desencantado relativismo. De cualquier modo, el Viaje fuera de España nos sirve, como todo documento, para nuestro propio “conocimiento y desengaño” en tanto que historiadores, al confirmarnos que las fuentes históricas no siempre nos revelan aquello que desearíamos saber, sino que hay que saber interpretarlas, en su locuacidad o en sus silencios. En este caso, en mayor medida que en otros, el protagonista del viaje apenas se nos muestra. La persona de carne y hueso se oculta y tan sólo se insinúa tras la figu- ra más solemne y envarada del autor; la experiencia real y personal del viaje, tras las declaraciones de signo apologético y reformista. Lo que el relato de Ponz nos transmite acerca de sí mismo es la imagen que él quiso dejar: la de un viajero circunspecto, concienzudo, que se toma muy en serio su tarea y se fija una mi- sión de la que no deja que le desvíen los entretenimientos del camino. Cabe pen- sar que Ponz, a quien otras fuentes, como la correspondencia con su amigo va- lenciano Tomás Bayarri, o la biografía escrita por su sobrino, nos presentan como un hombre de talante amable e incluso festivo, amante de la compañía y la conversación, debió disfrutar del ocio, el trato y la sociabilidad a lo largo de su viaje europeo.43 Sin embargo, su idea de aquello que merece consignarse en un viaje omite estos aspectos para poner el énfasis en la erudición y la utilidad. Estrategia exitosa, sin duda, que propició que Mariano Lorente, al traducir la obra de Ponz en 1792, dos años después de su muerte, lo valorase más que a otros autores dentro del género, tan de moda en su época, de la literatura de via- jes, elogiándolo como un escritor que había conseguido elevarse “por encima del vulgo de los otros viajeros”.44 Ponz, un hombre de orígenes humildes, que buscó la compañía y el apoyo de los poderosos, ambicionó y alcanzó altos destinos en la política cultural y ar- tística y se esforzó por distinguirse a través de la erudición y la estética, presen- tándose como árbitro del “buen gusto”, del juicio experto de los entendidos o “inteligentes”, frente al “vulgo”, el “común de las gentes” o el efímero “impe- rio de la moda”, se hubiese sentido sin duda complacido y halagado por estos comentarios.

42 PONZ, Viaje fuera de España, p. 381. 43 “Epistolario artístico valenciano. D. Antonio Pons”, en Archivo de Arte Valenciano, nº 1 (1915), pp. 38-40, nº 3 (1915), pp. 118-123, nº 4 (1916), pp. 156-161, nº 1/año II (1916), p. 39, nº 3/año II (1916), pp. 105-118, nº 4/año II (1916), pp. 155-156. 44 Viaggio fuori di Spagna, prólogo del traductor. LA BIBLIOTHÈQUE PORTATIVE DU VOYAGEUR: SOBRE LIBROS DE VIAJES EN LA ESTANCIA PARISINA DE CAVANILLES

Nicolás Bas Martín Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia

Montaigne, Montesquieu, Buffon sont remplis de la lecture des Voyages; ils établissent leurs plus grands idées sur les faits cités par les Voyageurs; & quand ceux-ci se trompent ou veulent tromper, les autres sont dans l’erreur & ils y entraînent le monde entier, qui n’a pas les moyens de résister à leur génie. Mercure de France, février 1788

EN LA VIDA Y OBRA DEL BOTÁNICO VALENCIANO ANTONIO JOSÉ CAVANILLES EL viaje adquirió una importancia sin la cual no podemos entender parte de su tra- yectoria. Valencia, Madrid, Oviedo y posteriormente París, al que dedicaré mi atención, formaron parte de las etapas formativas de Cavanilles. Fue especialmente en la capital francesa donde se forjó el espíritu y forma- ción del valenciano, principalmente en el ámbito de la botánica, si bien, y como veremos, no desatendió otros campos, como el de la literatura de viajes. No en vano, su estancia en París se prolongó por espacio de más de diez años, de 1777 a 1789, coincidiendo con uno de los momentos culturales más ál- gidos de la capital francesa. Por entonces, en la capital se producían algunos de los acontecimientos editoriales más importantes de los que Cavanilles fue tésti- go directo. Uno de ellos, el vinculado a la Encyclopédie, de cuya primera edición (1751-1772) se imprimieron los Suplementos en 4 volúmenes en 1776 y 1777, se- guido por 2 volúmenes de la Table analytique en 1780. Por esos mismos años, concretamente en 1777, comenzaron en París las tensas gestiones entre el edi- tor Charles Joseph Panckoucke y la Sociedad Tipográfica de Neuchâtel por ha- cerse con los derechos de impresión para la edición de una nueva edición enci- clopédica, la Encyclopédie Méthodique (1782).1 Obra fundamental en la

1 DARNTON, Robert: El negocio de la Ilustración. Historia editorial de la Encyclopédie, 1775-1800. México: FCE, 2006.

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142 NICOLÁS BAS MARTÍN trayectoria intelectual de Cavanilles, y de la que se convirtió en uno de los prin- cipales difusores en España.2 Además, su entrada en la capital francesa venía a coincidir con otros dos he- chos importantes en lo que al mundo de la edición se refiere. Por una parte, la presencia en París del político e impresor americano, Benjamin Franklin, nom- brado Embajador de los EE.UU. en París en 1776 hasta 1785, y que perfeccio- nó sus dotes como impresor en uno de los talleres que más regentó Cavanilles por aquellos años, el de François Ambroise Didot, en el que Franklin dejó a su hijo como aprendiz para conocer el nuevo oficio. El nuevo embajador fue el res- ponsable de la introducción en Francia de un nuevo tipo de papel, el papel vé- lin, procedente de Inglaterra, del taller de Baskerville, que ahora daría a cono- cer Didot desde su taller, y del que se beneficiaron entre otros Cavanilles, que llevó a imprimir allí algunas de sus primeras obras botánicas. Y por último, un hecho que no debió dejar indiferente a Cavanilles y en es- pecial a sus amigos los impresores y libreros fueron los famosos Arrêts del libro del año 1777. Decretos que ponían fin al tradicional y lucrativo monopolio de los libreros de París, en favor de una mayor libertad de imprenta. Entre otras consecuencias, los seis decretos de agosto del citado año hicieron posible que a partir de entonces los autores pudieran vender sus propias obras, no sin la opo- sición del potente gremio de impresores y libreros de la capital francesa.3 Ciertamente, Cavanilles fue un privilegiado al vivir en primera persona algu- nos de estos episodios culturales. No en vano, además de conocer y tratar con algunos de los principales protagonistas de algunos de estos hechos, tras su re- greso a España en pleno estallido revolucionario, continuó manteniendo una es- trecha relación con el país galo, especialmente con un sector profesional, el de los libreros e impresores parisinos, pieza angular básica para entender el comer- cio de libros entre España y Francia durante el siglo XVIII. Y fue especialmente con uno de sus miembros más notables, el librero pari- sino Jean Baptiste Fournier, con el que mantuvo una extraordinaria correspon- dencia, en la que se mezclan episodios políticos, económicos y culturales, y que nos ayudará a entender la relación de Cavanilles con los libros de viajes.4

1. FUENTES E INTERMEDIARIOS EN LA LITERATURA DE VIAJES En el verano del año 1777 llegaba Cavanilles a París. Acompañaba al Duque del Infantado, de cuyos hijos era preceptor, y a los que enseñaba diversas mate-

2 BAS MARTÍN, Nicolás: “Enciclopedismo, jansenismo y literatura prohibida en la vida de Cavanilles”, en El legado de Cavanilles. Valencia: Ciudad de las Artes y las Ciencias, 2005. 3 HESSE, Carla: Publishing and cultural politics in revolutionary Paris, 1780-1810. Berke- ley: University of California Press, 1991, p. 62 y s. 4 ARJB [Archivo del Real Jardín Botánico de Madrid]. Legajo 4, 5 y 6. Correspondencia mantenida entre Antonio José Cavanilles y Jean Baptiste Fournier. LA BIBLIOTHÈQUE PORTATIVE DU VOYAGEUR 143 rias, entre ellas la Geografía. Tal magisterio le condujo en diversas ocasiones a regentar las calles en las que se concentraban algunos de los establecimientos li- brarios más importantes, entre ellas el Quai de Teatinos, cuya acera estaba ador- nada de una multitud increíble de estampas, retratos y cartas geográficas.5 La visita a las librerías la compaginó con la asistencia a tertulias, gabinetes y academias, en los que estrechó su relación con el mundo de la literatura de via- jes. Así, en enero de 1778 lo encontramos asistiendo a la tertulia de Mammès- Claude Pahin de La Blanchérie, que un año antes, en 1777, estableció el llama- do Salon de la Correspondance, en el que se reunían sabios, artistas y viajeros, y que funcionaba como un espacio alternativo a la excesiva institucionalización de la República de las Letras.6 Además, su anfitrión, La Blanchérie, era el autor de un periódico sobre la república literaria francesa titulado Correspondance gé- nérale sur les sciences et les arts, ou Nouvelles de la République des lettres depuis 1778, que debió ser de gran ayuda a Cavanilles para adentrarse en el mundo cul- tural francés.7 Una de las primeras noticias directas que tenemos de su acercamiento a la literatura de viajes es del invierno de 1782, cuando dice estar leyendo el Voyage aux Indes orientales et à la Chine (París, 1782, 2 vols.) del naturalista francés Pierre Sonnerat, así como los relatos del explorador Pierre Marie François, Viz- conde de Pages, sobre su Voyage autour du monde et vers le deux pôles (...) pen- dant les années 1767-1776 (París, 1782, 2 vols.). Las tertulias y la lectura directa de los originales constituyeron dos de los primeros acercamientos de Cavanilles al creciente género de la literatura de via- jes. A ellos habría de unirse con el tiempo y con el afianzamiento de sus amista- des en la capital francesa los dos modos más utilizados por el botánico para la adquisición de libros de viajes, me estoy refiriendo a su amistad con los libreros e impresores parisinos, y a la recepción de los Catálogos de estas librerías y de otras casas editoriales europeas. Al viaje vital que había comenzado Cavanilles en París se le unía un interés por un tipo de literatura, la viajera, que no era su especialidad, pero que fue constituyendo con el tiempo un tema de creciente interés tanto para él como para sus diversos corresponsales, en especial la nobleza española. Esta afición por la literatura de viajes encontró en la capital francesa su mejor expresión, pues los parisinos demostraron ser frecuentes lectores y compradores asiduos de este tipo de obras, como así lo atestiguan las estadís-

5 GONZÁLEZ BUENO, Antonio: Antonio José Cavanilles (1745-1804): la pasión por la cien- cia. Madrid: Fundación Jorge Juan, 2002, p. 93. 6 LYNN, Michael R.: Popular science and public opinion in Eighteenth-century France. Man- chester: Manchester University Press, 2006, p. 76. 7 GOODMAN, Dena: The Republic of letters: a cultural history of the French Enlightenment. New York: Cornell University Press, 1994, p. 242 y s.

144 NICOLÁS BAS MARTÍN ticas.8 Así, obras como la Histoire générale des voyages del Abad Prévost, y los Voyages del Padre Labat se convirtieron en auténticos best-sellers. Y en- tre éstos, la nobleza, al igual que ocurrió en el caso de Cavanilles, fue una de las clases sociales más interesadas por adquirir este tipo de obras.9 No fue hasta su regreso a España cuando encontramos numerosas mencio- nes en su correspondencia con Fournier de la llegada de múltiples remesas de libros a nuestro país, entre ellas las formadas por balots de libros de viajes. Pero ¿quiénes fueron los principales suministradores de este tipo de obras? y ¿qué rutas seguían hasta llegar a Madrid? Uno de los pasatiempos preferidos de Cavanilles en la capital francesa fue visitar con frecuencia las paradas de librerías e imprentas. Entre ellas el triángu- lo formado por la afamada Rue Saint Jacques, donde trabajaban libreros de la talla del citado Fournier, los libreros Louis Nicolas Prevost, Alexandre Jombert, la dinastía de impresores de los Didot y la célebre familia de libreros de los De- bure, que surtían de abundantes libros al Duque del Infantado. Además, en esta orilla izquierda del Sena, se encontraban algunas de las bibliotecas más impor- tantes de la ciudad, como la biblioteca de la Sorbona, la biblioteca de St. Geneviève, la biblioteca de la abadía de San Víctor y la biblioteca del Collège de Navarre, lugares en los que encontramos a algunos de los principales colec- cionistas de la ciudad.10 Todas estas relaciones fueron fundamentales para Cavanilles, pues, a su re- greso a España, se benefició con el envío constante de libros de viajes. Uno de los medios más utilizados para conocer de cerca las novedades en lo que a la li- teratura de viajes se refiere fue a través de los Catálogos de los fondos de algu- nas de estas librerías. Entre ellas en la correspondencia hemos encontrado dos, el Catalogue des livres anciens et modernes de Jean Baptiste Fournier,11 y el Ca- tálogo de la librería de Garnery.12 Poco sabemos de la biografía de Jean Baptiste Fournier (17..-18..), que aparece en ocasiones como Fournier le jeune.13 Trabajó

18 MARION, Michel: Recherches sur les bibliothèques privées à Paris au milieu du XVIIIe siè- cle: 1750-1759. Paris: Bibliothèque Nationale de France, 1978. La historia representó el volu- men más alto (34,96%) de temas que encontramos en las bibliotecas y lecturas de los parisi- nos, p. 135. Dentro de este ámbito temático se encontraban los “voyages” que representaban el 3,37% de las lecturas, p. 138. 19 Ibidem, pp. 193-214. Entre las bibliotecas de la nobleza con más libros de viajes encon- tramos la de la Duquesa de Aumont. 10 MARION, Collections et collectioneurs de livres au XVIIIè siècle. Paris: Honoré Champion Éditeur, 1999, pp. 115-125. En especial en torno a barrios como Saint-Germain-des-Prés. 11 Catalogue des livres anciens et modernes, aux plus bas prix possible, qui se trouvent chez J. B. Fournier, père et fils. Libraires à Paris, rue Hautefeville, nº 27. 12 Notice des ouvrages qui se trouvent chez Garnery, libraire, hôtel de Mirabeau, rue de Sei- ne, à Paris. 13 Agradezco muy sinceramente a la profesora Sabine Juratic de l’École Normale Supé- rieure del Institut d’Histoire Moderne et Contemporaine de Paris, sus noticias sobre el librero Jean Baptiste Fournier. LA BIBLIOTHÈQUE PORTATIVE DU VOYAGEUR 145 en París desde 1773, momento en que recibió el grado de maestro, hasta 1804, año en que fallecía Cavanilles. Entre 1797 y 1804 se asoció con sus hijos, Jean- Baptiste II y François-Ignace, que le sucedieron en el taller familiar.14 De esta unión familiar salió una exquisita publicación, objeto del título de esta confe- rencia, titulada Bibliothèque portative du voyageur,15 que reunía una cuidada se- lección de obras en francés, en prosa y verso, en formato 36º, que debían for- mar parte del equipaje intelectual de cualquier viajero que se preciara. Esta inquietud cultural de Fournier la podemos hallar también en su men- cionado Catálogo, donde podemos encontrar algunas de las obras de viajes que hizo llegar el librero francés a Cavanilles y su círculo. Entre ellas los Voyages de Cook, obra que el botánico valenciano consideraba como la mejor editada en la Europa del momento; la Historia General de los viajes de La Harpe, el viaje por Nápoles y Sicilia de Saint-Non, y el Voyage por las tierras del interior de África de Levaillant, entre otras. A la labor de Fournier, había que añadir la del librero Jean Baptiste Garnery (1764-1843), que fue el impresor del periódico de los Girondinos, lo que le va- lió el saqueo de su taller de imprenta. Tal incidente le condujo a dedicarse al ne- gocio de la librería, regentando su parada en el hôtel de Mirabeau, en la rue de Seine,16 en pleno barrio de Saint-Germain, desde el que editó algunos de los Ca- tálogos que hizo llegar a Cavanilles. Lo cierto es que, tanto durante su estancia en París como a su vuelta a Es- paña, Cavanilles hizo todo lo posible por hacerse con una rica y cuidada colec- ción de libros. Sabía de los problemas que existía en España para adquirir obras procedentes de Francia y ello le condujo a estrechar sus lazos con libreros, im- presores y editores, tanto parisinos como del resto de Europa. En especial, y dada su inclinación profesional, sus preferencias se dirigieron hacia el campo de la botánica, si bien no despreció otros ámbitos científicos, como ahora el de la literatura de viajes. Su propia biblioteca es un buen ejemplo de lo que venimos diciendo, pues poseía las obras de afamados escritores de viajes, como Sonnerat, Pages, Pallas, White, y otros tantos.17 Colección viajera que debió ampliar tras la adquisición en París de grandes bibliotecas. No en vano, la estancia de Cavanilles en la capital francesa coincidía

14 MELLOT, Jean-Dominique et QUEVAL, Élisabeth: Répertoire d’imprimeurs/libraires (vers 1500-vers 1810). Paris: Bibliothèque Nationale de France, 2004, p. 241. 15 Bibliothèque portative du voyageur, ou Collection des meilleurs ouvrages français, en pro- se et en vers, format in-36º, caractère nompareill neuve, papier superfin. A Paris, chez J. B. Four- nier et fils, rue Hautefeville, nº 27. 16 MELLOT, op. cit., p. 249. 17 BAS MARTÍN, Nicolás; LÓPEZ TERRADA, María Luz: “Una aproximación a la biblioteca del botánico valenciano Antonio José Cavanilles (1745-1804)”, en Antonio José Cavanilles (1745-1804). Segundo centenario de la muerte de un gran botánico (1745-1804). Valencia: Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia, 2004, pp. 201-285.

146 NICOLÁS BAS MARTÍN con la etapa de mayor venta pública de libros, como así lo atestiguan los Catálo- gos de las mismas, cuyas obras procedían en su mayoría del clero y de la noble- za.18 Así, en 1784 compraba en almoneda pública parte de la biblioteca de Louis- François Armand du Plessis de Richelieu (1696-1788). Político libertino francés, familiar directo del cardenal, que fue conocido por sus ideas religiosas cercanas a las de Voltaire, de quien fue su protector. Fue miembro de la Academia Fran- cesa y de la Academia de Ciencias. Colección que engrosó con la compra unos años más tarde, entre marzo y abril de 1789, de la biblioteca de Etienne-Fran- çois, marqués de Turgot (1721-1789), brigadier de Armas del Rey, antiguo gober- nador de la Guayana y miembro de la Academia Real de Ciencias, además de co- laborador de la Encyclopédie. Fue fundador de la Sociedad Real de Agricultura en 1761 y su domicilio particular, al que Cavanilles debió acudir en alguna oca- sión, se hallaba en 1770 en pleno barrio de libreros, la rue S. André-des-Arts.19 En su biblioteca, formada por casi 1.000 libros, predominaron las obras de cien- cias y artes e historia, en las que se incluían los libros de viajes.20 La amistad de Cavanilles con el sector del libro francés traspasó el ámbito profesional para estrecharse al punto de llevar a la imprenta algunas de las obras que más fama le dieron a Cavanilles, caso de las Monadelphiae (1785), y las Dis- sertatio botanica de Sida (1785). Publicaciones en las que intervino uno de los miembros más destacados de la familia Didot, François Ambroise Didot, más conocido como Didot l’aîné. Éste fue el primero de la dinastía en fabricar un papel especial superfino, el ya citado papel vélin, y tipos propios, creando una fundición en 1783, que tuvo como modelos las fundiciones de Garamond y del impresor español Joaquín Iba- rra.21 Llegó a ser impresor del Conde d’Artois, futuro Carlos X, para el que im- primió la Collection de divers ouvrages français imprimée par ordre du comte d’Ar- tois, en 64 volúmenes. No obstante, la fama le vendría con posterioridad al imprimir la colección de clásicos destinados a la educación del Delfín de Fran- cia, en formato en 4º y 18º, con una belleza tipográfica hasta ahora desconocida. De tal fama supo sacar provecho Cavanilles que mantuvo una estrecha relación con la casa Didot. No en vano, los dos hijos de éste, Pierre l’aîné y Firmin Didot fueron dos de los principales impresores de libros de viajes en París, como pode- mos constatar en la lista de obras que referenciamos al final. Obras que recibió Ca- vanilles ya en España gracias a la amistad que tenía con esta célebre casa editorial.

18 MARION, Collections, p. 77. Entre 1777-1780 contamos con 264 Catálogos de venta pú- blica de libros y, entre 1781 a 1790, con 254 Catálogos. 19 Ibidem, pp. 552-553. La venta de la librería del marqués de Turgot la llevó a cabo el li- brero Barrois aîné, en el hôtel-residencia del marqués de Turgot, quai d’Orleans, nº 17. 20 Ibidem, p. 552. De las 927 obras de su biblioteca, 510 eran de Ciencias y Artes y 191 de Historia. 21 VEYRIN-FORRER, Jeanne: “Les premiers caractères de François-Ambroise Didot (1781- 1785)”, en La lettre et le texte. Trente années de recherches sur l’histoire du livre. Paris: Centre National des Lettres, 1987, p. 122.

LA BIBLIOTHÈQUE PORTATIVE DU VOYAGEUR 147

Barrio de Saint-André-des-Arts, en el que se concentraba el mayor número de libreros e impresores de París.

Lo que parece evidente es que el botánico valenciano debió conocer a la ma- yoría de impresores y libreros de París en sus continuos paseos por la ciudad, y en especial por el barrio de Saint-André-des-Arts, donde se concentraban el mayor número de profesionales del libro. Allí, además se encontraban varios de los libreros e impresores de libros de viajes a los que debió visitar en más de una ocasión y que, posteriormente, a su regreso a España, le hicieron llegar algunas de las relaciones de viajes que aparecen en este trabajo.

148 NICOLÁS BAS MARTÍN

Impresor/Librero Años Calle

François Buisson22 1753-1814 Rue Hautefeville Jacques-Gabriel Clousier 17..-1804? Rue Saint Jacques Charles-Jean-Baptiste Delespine A partir de 1740 Rue Saint Jacques Jean-Gabriel Dentu 1770-1840 Quai des Augustins Antoine Jeudy Dugour 1765-1849 Rue des Grands-Augustins Durand 17..-1801? Rue Serpente Guilleminet 17..-18.. Rue de la Harpe Laurent-Mathieu Guillaume 176.-183? Rue de la Harpe Hendrik Jansen 1741-1812 Fb. Saint Germain Pierre-Michel Lamy 17..-18.. Quai des Augustins Hyacinthe Langlois 17..-1835? Quai des Augustins Claude-François Maradan 1762-1823 Rue Saint-André-des-Arts Jean-Baptiste-François Née de la Rochelle 1751-1838 Quai des Augustins

Gracias a todas estas amistades Cavanilles pudo recibir importantes remesas de libros de viajes que, a su llegada a España, repartió entre su círculo más ín- timo. Entre todas esas amistades destacó una, la del citado Fournier, principal suministrador de libros del botánico, que recibía no sólo de Francia sino del res- to de Europa. En la capital francesa, Cavanilles contaba además con otros importantes in- termediarios, algunos de ellos de peso, que en último lugar beneficiaron la cir- culación de libros de viajes. Me estoy refiriendo al incondicional apoyo de la Embajada española en París, a través de los diferentes embajadores, como Ber- nardo del Campo y Francisco Cabarrús, y del Secretario de la Embajada, Igna- cio de Heredia. Apoyo que se hizo extensible al Consulado, a través del Cónsul, Joseph D’Ocariz. Por su parte, y ya del lado francés, contaba con la intermedia- ción del botánico Joseph-Pierre Buchoz, el naturalista Aubin-Louis Millin y del abate de Chaligny.

2. CIRCUITOS DEL LIBRO Todo este comercio y circulación de libros de viajes entre España y Francia ocurría en un momento político poco propicio para el envío continuo de reme- sas de libros desde París a ciudades como Valencia y Madrid. La guerra contra la Convención Francesa y la posterior “Guerra del Francés”, hicieron muy com- plicada la llegada de noticias del país vecino, y en especial de libros.

22 MELLOT: op. cit., p. 110. Imprimió entre otras la Bibliothèque physico-économique (1782) que poseía Cavanilles en su biblioteca. LA BIBLIOTHÈQUE PORTATIVE DU VOYAGEUR 149

Es verdad que la literatura de viajes no constituía en sí un género literario peligroso. Ahora bien, en la mayoría de ocasiones las remesas enviadas por Fournier no estaban constituidas únicamente por libros de viajes sino por otras obras, algunas de ellas consideradas sediciosas, por lo que había que buscar las rutas más seguras. Teniendo como centro de operaciones París, y en especial la librería de Fournier, Cavanilles se hizo traer abundantes remesas de libros de viajes proce- dentes de diferentes países de Europa, como Estrasburgo, a través del librero Salzmann & Kecke; Alemania; Londres, donde el botánico Smith le hacía llegar abundantes libros, al igual que los libreros italianos, Peter y Giovanni Claudio Molini, libreros de la reina británica, que contaban con librerías en París, Lon- dres y Florencia. Se completaba esta nómina con ciudades como Zurich, Viena, donde contaba con el apoyo de los libreros Degen y Renouard; y Hamburgo, donde llegaban los libros a París vía Calais. Miles de libros que utilizaban las más diversas rutas, algunas de ellas clan- destinas, para evitar tanto a la temible censura como a la police du livre. Entre los itinerarios más utilizados figura el de Bayona vía Marsella, donde Saubaigné hacía llegar todos sus libros tanto a Cavanilles como al Duque del Infantado y al Marqués de Santa Cruz. Otro trayecto era vía Lyon, donde actuaba la Com- pañía Reymann, que enviaba los balots a Perpignan y de allí a Madrid; y el ca- mino a través de la aduana de Vitoria. Rutas terrestres que se completaban con la vía marítima de Cádiz, donde trabajaban los libreros Malguiond y Compañía. En la correspondencia hemos encontrado la referencia a una familia, la de los Roulliers, que actuaron de corresponsales en el envío de libros de Francia a España. Para ello contaban con el apoyo de comisionados, que se encargaban de respaldar parte de esta compleja empresa. Tanto si de una ruta u otra se trataba, lo cierto es que la correspondencia evidencia como los libros eran cuidadosamente escondidos en barriles, refajos, o entre los pertrechos de los correos para evitar riesgos innecesarios. En otras ocasiones, las remesas iban descritas con siglas para evitar la identificación. También se tiene constancia del hundimiento, incendio o pérdida de algunos de estos envíos. En definitiva, un sinfín de imprevistos que hacían de cada expedi- ción de libros una auténtica aventura. Para evitarlos, se buscaba a intermedia- rios seguros, se usaban las rutas menos comprometedoras, y se utilizaban todos los medios humanos posibles para evitar cualquier contratiempo. Bien es cierto que Cavanilles tenía otra forma más fiable de hacerse llegar las remesas de libros y era a través del salvoconducto de los sucesivos Secretarios de Estado, Aranda y Floridablanca. Gracias a este favor, el botánico pudo sor- tear muchos peligros y contar con el beneplácito y complicidad necesarios para hacerse traer diversas remesas de libros. Para ello, y al igual que en Francia, el botánico contaba con un nutrido gru- po de intermediarios en España, concretamente en Madrid, a donde le llegaban

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Catálogo de la Librería de Garnery.

todas las remesas de libros, que luego distribuía por toda España, especialmen- te por Valencia. Entre ellos estaba el embajador francés en Madrid, Charles- Jean-Marie Alquier, a quien le llegaban los envíos a través de su secretario. Tam- bién contaba con el apoyo del Sr. Castillo, de la Secretaría de Estado, así como de los libreros Antonio Baylo, y de los intelectuales Ambrosio Bamba y Tomás de Iriarte, entre otros.

3. LECTURAS Y LECTORES DE LIBROS DE VIAJES Si importantes fueron algunos de los libros que se enviaron desde Francia a España no menos fueron sus lectores. No en vano, Cavanilles contaba con una selecta y bien nutrida clientela de nobles, algunos de ellos Grandes de España. LA BIBLIOTHÈQUE PORTATIVE DU VOYAGEUR 151

El primer y más importante consumidor de este tipo de literatura fue el pro- pio valenciano. No en vano, la llegada de este tipo de libros a España comien- za a partir de 1790, momento en que Cavanilles recibe el encargo real de reali- zar un viaje por tierras valencianas, que dará como resultado las Observaciones (1795-1797). Es por ello que debía conocer experiencias similares realizadas en Europa, y para ello que mejor que hacerse con una buena colección de libros de viajes, que le enseñaran el estilo, forma y contenidos de este género literario has- ta ahora desconocido para él. Además, esta formación autodidacta no debía quedarse para uno mismo sino que la instrucción y difusión formaba parte del espíritu ilustrado. En este sentido, el botánico hizo partícipes a un destacado grupo de notables de las no- vedades en materia de literatura de viajes, que gozaron de gran predilección en- tre las clases nobles españolas. El botánico valenciano formaba parte de un status profesional, el del pre- ceptor, y en especial el del abad, que se convirtió en el siglo XVIII en notable ase- sor intelectual de destacados miembros de la nobleza europea. Y en especial en consejero en materia de libros de importantes aristócratas, sirvan como ejem- plos el abbé Rive, bibliotecario y bibliógrafo de la principal biblioteca parisina, la del Duque de la Vallière, con cerca de 10.000 volúmenes; o el abbé Oliva, bi- bliotecario del Cardenal de Rohan y posteriormente del príncipe de Soubise, por citar algunos ejemplos. Las amistades de Cavanilles con la nobleza española venían de su labor como preceptor de los hijos de los Duques del Infantado, una de las casas no- biliarias más importantes de nuestro país. Tanto durante su estancia en París como a su regreso a España, los duques se convirtieron en uno de los principa- les compradores de libros, que tuvieron en Cavanilles a su más fiel asesor. Ello explica las múltiples remesas de libros que el botánico hizo traer desde París, a través de Fournier, para la magnífica biblioteca de los duques que, junto a los fondos del duque de Osuna, forman parte de la actual Biblioteca Nacional es- pañola. Entre las peticiones más habituales figura la de la Encyclopédie Métho- dique, que el duque, D. Pedro Alcántara de Toledo, gran interesado en el estu- dio de la Química y la Historia Natural, dentro de la tradición enciclopedista de la época, buscaba con ansia; o las escogidas ediciones de libros de arte y de via- jes que buscaba con tesón la duquesa, la alemana María Ana de Salm-Salm. Junto a estos estaba el marqués de Santa Cruz, don José Joaquín de Silva y Sarmiento, que llegó a ser Director de la Real Academia Española y del Museo del Prado y destacado protector de intelectuales. Noble más interesado por las cuestiones de Filosofía, Historia Natural, Física y Química, y desde muy joven, gran comprador de libros, que de las cuestiones cortesanas. En su biblioteca, for- mada gracias a las gestiones de Cavanilles, se podían encontrar las Obras Com- pletas de Voltaire, la Encyclopédie, además de diversas ediciones de la literatura del Gran Siglo. La mujer del marqués, retratada por Goya, que sentía un gran

152 NICOLÁS BAS MARTÍN cariño por la duquesa, compartía las afinidades intelectuales de su esposo, y en especial su amor por la poesía. Hijo de los marqueses fue el célebre marqués del Viso, cuyo preceptor sería el amigo de Cavanilles, José de Viera y Clavijo. De este intercambio de libros se beneficiaron también otros nobles, caso del Duque de Aliaga, que recibía asiduamente libros de Fournier, gracias a Cavani- lles, a través de su padre, el Duque de Híjar, Presidente del Consejo de las Ór- denes. Completaba la nómina de ilustres compradores de libros, el conde de Teva, D. Eugenio Eulalio de Guzmán, académico de honor y de mérito de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que también recibía continuos pedidos de libros procedentes de París, gracias a la mediación del valenciano; el conde de Carlet; el conde y la condesa de Fernán Núñez, uno de cuyos sobri- nos era el Duque del Infantado; y el célebre marqués de Villafranca, don José Álvarez de Toledo y Gonzaga, casado con la Duquesa de Alba de Goya, y que llegó a ser chambelán de Carlos IV. Personajes todos ellos que residían en Madrid y que se beneficiaron de la amistad de Cavanilles para obtener libros de otra manera muy difíciles de ad- quirir. El botánico, desde la capital española, mantuvo una fluida relación epis- tolar con Fournier al objeto de cumplimentar las peticiones de sus nobles ami- gos. Ahora bien, no todos los clientes de Fournier pertenecían a la nobleza española, pues tenemos una larga nómina de intelectuales que se hicieron traer libros de París y otros lugares de Europa gracias al buen hacer del impresor pa- risino. Entre estos, intelectuales de la talla de Francisco Pérez Bayer, preceptor de los infantes reales; el rector de la Universidad de Valencia, Vicente Blasco; el cosmógrafo e historiador de Indias, Juan Bautista Muñoz; el impresor Benito Monfort, y el obispo de Salamanca, Felipe Bertrán.

4. AUTORES DE LIBROS DE VIAJES De la nómina de libros de viaje que hemos podido identificar, cerca de cin- cuenta, podemos realizar algunas reflexiones. Entre ellas, que en París no sólo existía un importante comercio de libros de viajes, que contaba con el beneplá- cito de impresores y libreros, sino que contamos con una ilustre relación de au- tores de libros de viajes. Conclusiones a las que hemos llegado después de analizar las obras de via- jes que circularon entre España y Francia gracias a las notables gestiones de Ca- vanilles. La gran mayoría de autores son franceses, viajeros unos aficionados otros, que nos dejaron testimonio escrito de sus viajes, aventuras y narraciones ficticias. Además, casi todos los libros fueron impresos en Francia, concreta- mente en París, siendo el francés la lengua predominante. Otro aspecto que llama poderosamente la atención es el interés por el exo- tismo de las tierras más lejanas, especialmente de Asia, caso de los viajes a Siria, Turquía y a las tierras de la antigua Mesopotamia; seguidos de los viajes a Áfri- LA BIBLIOTHÈQUE PORTATIVE DU VOYAGEUR 153 ca, casi monopolizados por el periplo napoleónico en Egipto; y los viajes por Grecia, Yugoslavia, el territorio norteamericano y pacífico. Por su parte, desta- ca la casi ausencia de narraciones de viajes por Europa, salvo las obras de Ar- thur Young y sus viajes por Inglaterra, Irlanda y Francia. Pero veamos algunos de los autores de viajes más importantes de esta rela- ción. Uno de ellos fue el caballero Laurent d’Arvieux, que viajó por tierras de Siria, Palestina, Arabia y Turquía, donde estudió las lenguas e historia de los pueblos del Levante. Sus conocimientos sobre los turcos fueron utilizados en- tre otros por Molière para la elaboración de su comedia crítica, Bourgeois gen- tilhomme. Algunos de sus viajes, entre ellos sus Mémoires, obra considerada como rara y singular por el librero Guillaume de Bure,23 fueron recopiladas por el padre dominico Jean-Baptiste Labat,24 botánico y explorador, que colaboró en la obra botánica de Charles Plumier en las Antillas, cuyos libros poseía ínte- gramente Cavanilles en su biblioteca. Como señala el Padre Labat en su Prefacio a la obra de Arvieux la máxima de un buen viajero que daba su relación al público era presentar una imagen lo más nítida y verídica posible de lo observado, citando siempre las fuentes origi- nales. Tal consideración viene al caso de que en la mayoría de los relatos de via- jes observamos la costumbre de los autores por citar las fuentes que han utiliza- do para la elaboración de sus relatos. Tendencia ésta que observamos en la magnífica Relation25 de las campañas de Napoléon Bonaparte narradas por la que fue persona de su máxima confian- za, el Jefe del Estado Mayor del ejército francés en la campaña de Egipto, el ma- riscal Louis Alexandre Berthier. Así, a juicio de Berthier, la mejor guía para los franceses en Egipto continuaba siendo la obra del conde de Volney, que tam- bién aparece en la relación de libros de viajes que ahora comentamos; y para el estudio del Alto Egipto, el libro de Dominique Vivant Denon, también presente en nuestro listado. La obra del conde de Volney era fiel heredera del racionalismo de Helvetius y Condorcet, cuyas obras poseía Cavanilles en su biblioteca, y representaba una ten- dencia liberal, defensora de un deísmo tolerante, de la libertad y la igualdad. Por su parte, la obra artística del escritor libertino Denon ejemplificaba la fascinación que la civilización egipcia había producido en las campañas francesas en Egipto.

23 BURE, Guillaume de: Bibliographie instructive, ou traité de la connoissance des livres ra- res et singuliers. Paris: Chez Guillaume de Bure, 1763-1768. 8º. 7 v. 24 Es autor entre otros de unos Voyages en Espagne et en Italie. Paris: Chez Jean-Baptiste Delespine et Charles J.B. Delespine, 1730. Obra de la que, como señala en el Prefacio, se hizo una tirada de 10.000 ejemplares. Se puede consultar el original en la siguiente URL del por- tal Gallica: http://gallica2.bnf.fr/ark:/ 12148/bpt6k1061831.modeAffi chageimage.r=atlas+ g%C3%A9ographique.f1.langES. 25 Se puede consultar el original en Gallica: http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k 44270g/ f8.chemindefer.

154 NICOLÁS BAS MARTÍN

De similares dotes artísticas gozaba el pintor Louis François Cassas, que ilustró algunas de las narraciones del diario de viaje de Volney, además de rea- lizar diversos viajes por Siria, Palestina y Egipto, dejándonos algunas obras, al- gunas de las cuales encontramos en el repertorio que ahora comentamos. Catalogado como uno de los mejores itinerarios exóticos figura por méritos propios el relato del viajero inglés William George Browne por tierras del inte- rior de África y Egipto, y que nos remonta a las narraciones de las Letras persas de Montesquieu y el Zaire de Voltaire. De nuevo la obra de Volney era conside- rada por Browne como obra de referencia fundamental, junto a la obra de Clau- de Savary, Lettres sur la Grèce pour servir de suite à celles sur l’Égypte (París, 1798).26 Muchos de los viajes que se realizaron durante el siglo XVIII tuvieron que ver con algunas de las expediciones científicas promovidas por las monarquías eu- ropeas en su afán de expandirse comercial y políticamente. En ellas participa- ron importantes naturalistas y botánicos, que, además de dejarnos importantes colecciones, nos deleitaron con bellas narraciones literarias donde explicaban sus descubrimientos. Entre ellas encontramos los escritos del explorador francés, François Levaillant, cuyas obras circularon entre España y Francia gracias a Ca- vanilles. Sus Voyages al interior de África fueron traducidos a distintas lenguas, y en ellos recogía sus dos viajes realizados por el territorio de Sudáfrica. A dife- rencia del valenciano, Levaillant se opuso a la nomenclatura sistemática pro- puesta por Linneo y únicamente dio nombres en francés a las especies que des- cubrió. Igualmente fueron objeto de interés en España las obras del explorador y botánico francés Jean Louis Marie Poiret, enviado a Argelia por Luis XIV para estudiar su flora. La botánica fue uno de los temas básicos de la literatura de viajes del siglo XVIII. En este sentido, Cavanilles con la adquisición de estas obras cumplía un doble objetivo: formarse e informarse. Formarse en la ciencia botánica e infor- marse de cómo realizar correctamente un viaje científico, como el que realizaría por tierras valencianas. Para ello qué mejor manera que adquirir libros de via- jes que narraban expediciones y descubrimientos realizados en diversas partes del globo. Entre algunas de estas obras encontramos los magníficos trabajos del Presidente de la Royal Society de Londres, Sir Hans Sloane, que realizó diver- sos viajes científicos, entre ellos el que le llevó a Barbados y Jamaica, y en los que recolectó numerosas especies de moluscos, plantas, peces, insectos y anima- les, para lo que utilizó el sistema binomial de Linneo, y algunos de los cuales for- maron parte del recién fundado Museo Británico. Además del territorio africano y americano, los libros adquiridos por Cava- nilles y su círculo trataron también sobre viajes realizados por Europa. Entre es-

26 Prefacio a la obra de Browne, p. XV. Gallica: http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/ bpt6k 104076z/f1.table. LA BIBLIOTHÈQUE PORTATIVE DU VOYAGEUR 155 tos los realizados a regiones como Dalmacia, para el que contamos con el rela- to del historiador naturalista y filósofo italiano, Alberto Fortis, que, influenciado por Rousseau, nos ofrece una visión antropológica de los pueblos eslavos del este de Europa. En 1790, el jesuita expulso Juan Andrés en carta a Cavanilles le recomendaba la lectura del abate Fortis, “cuyo nombre no será tal vez descono- cido para usted, pero hace días que nada trabaja”.27 Una visión más botánica y geológica es la que nos ofrece Horace-Bénédict de Saussure en su viaje por los Alpes, en el que logró reunir una importante colección de plantas. Este último libro de viajes era de los pocos, que aparecen en nuestra rela- ción, que no había sido impreso en Francia, sino en Suiza, concretamente en el cantón de Neuchâtel, donde se encontraba la Sociedad Tipográfica de Neuchâ- tel (STN), famosa por la impresión de ediciones piratas, sediciosas y contrahe- chas de afamados intelectuales franceses. El impresor, Samuel Fauche, uno de los fundadores de esta importante casa editorial, y reconocido por sus impresio- nes de autores prohibidos, como Mirabeau y Mercier, entre otros, desarrolló también una faceta como impresor de libros científicos, entre ellos el citado, y algunos otros, como las obras del naturalista Charles Bonnet, que se convirtie- ron en una de las empresas más emblemáticas de la casa suiza.28 Hablar de viajes por Europa es referirse a uno de los observadores más agu- dos del momento, el escritor inglés Arthur Young, del que Cavanilles poseía toda su obra viajera. Entre ellas la obra en dieciocho volúmenes, Le cultivateur anglois, que recoge, entre otros, sus periplos por Francia durante los años de 1787 a 1790. Obra que fue mandada traducir por el Directorio en 1800, dado el rigor de su relato, especialmente en lo referente al mundo agrícola y social. En su viaje por Francia, Young tuvo la oportunidad de pasar por París du- rante los años más convulsos, los anteriores a la Revolución Francesa, coinci- diendo con Cavanilles. Destacamos de sus rigurosas descripciones las relativas al mercado de novedades literarias que se concentraba en torno al Palacio Real, y que parecían bullir de rumores y panfletos por aquellos años. Les affaires qui se font à present chez les marchands de nouveautés sont in- croyables. J’allai au Palais-Royal pour voir ce qu’il y avoit de nouveau, et pour me procurer un Catalogue de livres. Chaque moment produit une brochure nouvelle; il en a paru treize aujourd’hui, seize hier, et quatre-vingt-douze la se- maine dernière.29

27 BRUNORI, Livia (ed.): Epistolario de Juan Andrés y Morell (1740-1817). Vol. II. Valencia: Biblioteca Valenciana, 2006, p. 646. 28 SCHLUP, Michel: “Étude d’un processus éditorial et typographique: l’impression des Oeuvres de Charles Bonnet par Samuel Fauche (1777-1783)”, en RYCHNER, Jacques; SCHLUP, Michel (coord.): Aspects du livre Neuchatelois. Neuchâtel: Bibliothèque publique et universi- taire, 1986, p. 271. 29 YOUNG, Arthur: Voyages en France, pendant les années 1787-88-89 et 90, entrepris plus particuliérement pour s’assurer de l’état de l’agriculture, des richesses, des ressources et de la prosperité de cette nation. À Paris, chez Buisson. v. I, p. 330. 156 NICOLÁS BAS MARTÍN

Un compendio de algunos de los viajes y lugares mencionados lo podemos encontrar en la obra del poeta y autor dramático, Jean-François de la Harpe, Abrégé de l’Histoire générales des voyages. Amigo de los principales philosophes, en especial de Voltaire, al que dedicará uno de sus escritos, su producción lite- raria sobre viajes se centró en la continuación que hizo de la célebre obra viajera del Abad Prevost, y que recoge viajes por todo el mundo divididos en cuatro partes: viajes por África, Asia, América y por los Polos.

RELACIÓN DE LIBROS DE VIAJES ARVIEUX, Laurent d’. Mémoires du chevalier d’Arvieux, envoyé extraordinaire du Roy à la Porte, consul d’Alep, d’Alger, de Tripoli et autres Échelles du Levant, contenant ses voyages à Constantinople, dans l’Asie, la Syrie, la Palestine, l’Égypte et la Barbarie... re- cueillis... de ses Mémoires originaux et mis en ordre par le R. P. Jean-Baptiste Labat..., Paris: C. J. B. Delespine, 1735. 6 v.; 12º. BERTHIER, Louis-Alexandre. Relation des campagnes du général Bonaparte en Egypte et en Syrie ... Nouvelle édition d’après celle de P. Didot l’Ainé. Paris: Didot l’ aîné An VIII. 182 p.; 8º. BROWNE, W.G. Nouveau voyage dans la Haute et Basse Égypte, la Syrie, Le Dar-Four, où aucun Europeén n’avoit pénétré; fait depuis les années 1792 jusqu’en 1798 par W. G. Browne; contenant des détails curieux sur diverses contrées de l’intérieur de l’A- frique; sur la Natloie, sur Constantinople et Paswan Oglow, etc. etc. Avec des notes cri- tiques sur les ouvrages de Savary et de Volney. Traduit de l’anglais dur la deuxième édi- tion, par J. Castéra. Paris: Chez Dentu, An VIII, 1800. 2 v.: il. 8º. CASSAS, Louis François. Voyage pittoresque et historique de l’Istrie et de la Dalmatie, ré- digé d’après l’itinéraire de L. F. Cassas, par Joseph Lavallée ... Ouvrage orné d’estam- pes, cartes et plans, etc. Vilain [Paris, de l’Imprimerie de Pierre Didot l’aîné, 1802]. [8], viii, 190, [2] p., [69] planchas.: il. Fol. LA BIBLIOTHÈQUE PORTATIVE DU VOYAGEUR 157

COOK, James. Voyage à l’Océan pacifique, pour faire des découvertes dans l’hémisphère du nord, fait en 1776, 1777, 1779 et 1780. Paris, 1773. 18 v. 8º. DENON, Dominique Vivant. Voyage dans la basse et la traute Egypte pendant les com- pagnes du général Bonaparte par Vivant Denon. Paris: Imprimeré P. Didot, l’aîné am. X, 1802. 265 p.; Fol. 2 v. FORTIS, Alberto. Voyage en Dalmatie par M. l’Abbé Fortis. Traduit de l’Italien. Berne: Chez la Société Typographique, 1778. 2 v.: 1 v. ([2]-248, 11 f. de pl.); 2 v. [2]-276, [7] f. de pl.); 8º. GUTHRIE, William. Nouvelle géographie universelle, descriptive, historique industrielle, et commerciale des quatre parties du monde, contenant I. Un précis d’astronomie ... II. Un traité de cosmographie et de sphère ... III. Les grandes divisions du globe ... IV. La situation, étendue et description des republiques ... V. Leur climat, air, sol ... VI. Un abrégé d’histoire naturelle ... VII. Des observations sur les changemens ... VIII. Le gé- nie, les moeurs, costumes ... IX. Leurs langues ... X. La topographie ... XI. Les formes des gouvernemens des nations ... XII. Les longitudes et distances ... avec des tableaux ... par William Guthrie; ouvrage traduit de l’anglais, sur la 19e et dernière édition par Fr. Noel. Nouvelle édition française, soigneusement revue, corrigée refondue d’après les derniers traités de paix, avec les nouvelles divisions...; les parties astronom. et cosmo- graph. ont été entièrement revue et corrigées par J. Lalande. A Paris: Chez Hyacinthe Langlois..., 1802. 6 v. en 9; 8º. Tome I. Partie I. [4], cxlx, [1], 145 p. Tome I. Partie II. [5], 146-429 p. Tome II. [4], 446 p. Tome III. [4], 449 p. Tome IV. [4], 510 p. Tome V. Partie I. [4], 286 p. Tome V. Partie II. [4], [287]-574 p. Tome VI. Partie I. [4], 300 p. Tome VI. Partie II. [4], [301]-598 p.

158 NICOLÁS BAS MARTÍN

LABILLARDIÈRE, Jacques Julien Houton de. Relation du voyage à la recherche de la Pé- rouse, fait par ordre de l’Assemblée Constituante, pendant les années 1791, 1792 et pendant la 1ère et la 2de année de la République françoise par le C. en Labillardière... [suivi de: Vocabulaires malais, de la langue des sauvages du Cap de Diemen, de la lan- gue des îles des Amis, du langage des naturels de la Nouvelle-Caledonie... et de: Tables de la route de L’Espérance; tome premier]. A Paris: chez H.J. Jansen, Imprimeur-Librai- re, An VIII de la République Françoise [1800]. XVI, 442 p.; 4º. LABILLARDIÈRE, Jacques Julien Houton de. Relation du voyage à la recherche de la Pé- rouse, fait par ordre de l’Assemblée Constituante, pendant les années 1791, 1792 et pendant la 1ère et la 2de année de la République françoise par le C. en Labillardière... [suivi de: Vocabulaires malais, de la langue des sauvages du Cap de Diemen, de la lan- gue des îles des Amis, du langage des naturels de la Nouvelle-Caledonie... et de: Tables de la route de L’Espérance; tome second]. A Paris: chez H.J. Jansen, Imprimeur-Librai- re, An VIII de la République Françoise [1800]. 332, 113, [1] p.; 4º. LABILLARDIÈRE, Jacques Julien Houton de. Atlas pour servir à la recherche de la Pé- rouse, fait par ordre de l’Assemblée Constiante, pendants les années 1791, 1792 et pen- dant la 1ère et la 2de année de la République françoise par le C. en Labillardière... A Pa- ris: Chez H.J. Jauben..., an VIII de la Republique. [44] h., [2] h. de map. : il.; Fol. LA HARPE, Jean-François de. Abrégé de l’Histoire générale des voyages, contenant ce qu’il y a de plus remarquable, de plus utile & de mieux avéré dans les pays où les voya- geurs ont pénétre, les mœurs des habitans, les religions, les usages, arts & sciences, com- merce, manufactures, enrichie de cartes géographiques & de figures par M. de La Har- pe... A Paris: Hôtel de Thou..., 1780-1801. 32 v.; 8º. LANTIER, Étienne François de. Voyages d’Anténor en Grèce et en Asie, avec des notions sur l’Égypte, manuscrit grec trouvé à Herculanum, traduit par É. F. Lantier... Paris: F. Buisson (1802). 5 v.; 12º. LA PORTE, Joseph de; ESTALA, Pedro. El Viagero universal, ó Noticia del mondo an- tiguo y nuevo [Texte imprimé], obra compuesta en francés por Mr. de Laporte y tradu- cida al castellano... con notas por D. P. E. P. [D. Pedro Estala, presbitero.] Tomo I [-VI]. El Viagero universal... obra recopilada de los mejores viajeros por D. P. E. P. [Estala.] Tomo VII [-XIX, XXIV-XXV y XXVIII-XXXIX]. El Viagero universal... obra recopila- da de los mejores viajeros, por D. P. E. P. [Estala.] [Supplemento.] Tomo I [-IV]. Ma- drid: impr. de F. Villalpando, 1796-1801. 16º. LECHEVALIER, Jean-Baptiste. Voyage de la Troade, fait dans les années 1785 et 1786; par J. B. Lechevalier. Paris: Dentu, an X, 1802. 3 v.; 8º. Atlas en 4º. LESCALLIER, Daniel. Voyage en Angleterre, en Russie et en Suede, fait en 1775 par Da- niel Lescallier.. A Paris: chez Firmin Didot, libraire..., An VIII [1799 ou 1800]. [4], VIII, 174 p.; 8º. LA BIBLIOTHÈQUE PORTATIVE DU VOYAGEUR 159

LEVAILLANT, François. Second voyage dans l’interieur de l’Afrique, par le cap de Bonne- Espérance, dans les années 1783, 84 et 85 par F. Levaillant; [redigé par Casimir Varon; terminé et publié par Le Grand d’ Aussy]... A Paris: chez H.J. Jansen et Compe..., l’an 3 de la République... [1795]. 2 v. [2], XLIII, 304 p., [V] h. de lám.; 8º. Mappemonde philosophique et politique où sont tracés les voyages de Cook et de La Pérou- se [Document cartographique] par L. Brion père... Paris: l’auteur, an 8. 1 fol. NÉEL, Louis-Balthazar. Voyage de Paris à Saint-Cloud par mer, et retour de Saint-Cloud à Paris par terre. Cinquième edition, rev., corr. & augm. avec une carte très exacte, dont le plan a été levé sur les lieux. A Paris, chez la veuve Duchesne, 1783-7. 2 v. en 1; 118 p.: 120 p.; 12º. ORTIZ SANZ, José Francisco. Noticia y plan de un viage arquitectónico-antiquario, en- cargado por S.M. a Don Joseph Francisco Ortiz el año de 1790. Madrid: En la Imprenta Real, 1797. 32 p.; 8º. POIRET, Jean Louis Marie. Voyage en Barbarie, ou lettres écrites de l’ancienne Numidie pendant les années 1785 et 1786, sur la religion, les coutumes et les moeurs des Mau- res et des Arabes-Bédouins; avec un essai sur l’histoire naturelle de ce pays par M. l’ab- bé Poiret. Paris: Chez J.B.F. Née de la Rochelle, 1789. 2 v.; 8º. SAINT-NON, Jean-Claude Richard de. Voyage pittoresque ou Description des royaumes de et de Sicile. Contenant un précis historique de leurs révolutions, les cartes,

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plans & vues de royaume & de la ville de Naples. Ses palais, ses églises, ses tombeaux. Ses poètes, peintres & musiciens célèbres. Le Vésuve, avec l’histoire de ses éruptions les plus connues. Les mœurs & usages de peuple napolitain, ainsi qu’une idée de son gou- vernement, du commerce & des productions naturelles de ce pays par l’abbé de Saint- Non. Paris: [Clousier], 1781-1786. 5 t. en 4 vol.;30 Fol. SAUSSURE, Horace Bénedict de. Voyages dans les Alpes precedes d’un essai sur l’histo- rie naturelle dans environs de Géneve par Horace-Benedict de Saussure. Neuchatel: Fauche, 1779-1794. 4 v.; 4º. SLOANE, Hans. A voyage to the islands Madera, Barbados, Nieves, S. Christophers and Jamaica: with the natural history of the herbs and trees, four-footed beasts, fishes, birds, insects, reptiles, &c. of the last of those islands: to which is prefix’d an introduction, wherein is an account of the inhabitants, air, waters, diseases, trade, &c. of that place, with some relations concerning the neighbouring continent, and islands of America: llustrated with the figures of the things describ’d, which have not been heretofore en- graved; in large copper plates as big as the life...: In two volumes By Hans Sloane. Lon- don: Printed by B. M. for the author, 1707-1725. 2 v.:31 il.; Fol. ST. JOHN DE CREVECOUER, J. Hector. Voyage dans la haute Pensylvanie et dans l’État de New-York, par un membre adoptif de la nation Onéida. Traduit et publié par l’auteur des Lettres d’un cultivateur américain [or rather, written by him]. [The dedi- cation signed: S. J. D. C., i.e. M. G. J. de Crèvecœur, calling himself Saint-Jean de Crè- vecœur.]. Paris, de l’Imprimerie de Crapelet, chez Maradan, An IX, 1801. 3 v.; 8º. TURNER, Samuel. Ambassade au Thibet et au Boutan, contenant des détails très curieux sur les moeurs, la religion, les productions et le commerce du Thibet, du Boutan et des états voisins et une Notice sur les événemens qui s’y sont passés jusqu’en 1793, par M. Samuel Turner... [Essai sur les productions végétales et minérales du Boutan et du Thibet, par M. Robert Saunders. Relation du voyage du Teschou-Lama Erteni en Chine, écrite d’après le récit verbal du gosseyn Pourunghir] Traduit de l’anglais avec des notes, par J. Castéra. Avec une collection de 15 planches dessinées sur les lieux et gravées en taille-douce par Tardieu l’aîné... Paris: F. Buisson, an IX (1800). 2 v.; 8º + Atlas in-4º. VINCENT, William. Voyage de Néarque, des bouches de l’Indus jusqu’a l’Euphrate ou Journal de l’expédition de la flotte d’Alexandre : rédigé sur le Journal original de Néar- que conservé par Arrien à l’aide des éclaircissemens puisés dans les écrits et relations des auteurs, géographes ou voyageurs, tant anciens que modernes et contenant l’histoire de la première navigation que des européens aient tentée dans le mer des Indes / traduit de l’anglois de William Vincent par J.B.L.J. Billecocq... A Paris: de l’imprimerie de la République; se trouve à Paris: chez Maradan, libraire..., an VIII [1799 ou 1800]. [4], XX, 661, [3] en bl. p., [2] h. de grab., [6] h. de mapas pleg.; 4º.

30 Nota: Par l’abbé de Saint-Non, d’après l’épître dédicatoire. Le t. I contient un Précis historique, par Chamfort, le t. IV, des extraits d’une relation de voyage, par Dolomieu; une partie de la description de la Sicile est due à Denon. Le t. IV est divisé en 2 parties. 31 Contiene: V. 1. 1707. - [16], CLIV p., 1 map. pleg., 264 p., 1 p. de err., II-XI, 1-156 tab. V. II. 1725. [4], I-XVIII, 1-497p., 157-274 tab. LA BIBLIOTHÈQUE PORTATIVE DU VOYAGEUR 161

VOLNEY, Constantin François de Chesseboeuf, Conde de. Voyage en Syrie et en Égyp- te, pendant les années 1783, 84 et 85. 3e édition,... augmentée. 1. De la notice de deux manuscrits arabes inédits qui fournissent des détails nouveaux et curieux sur l’histoire, la population, les revenus, les impôts, les arts de l’Égypte, ainsi que sur l’état militaire, l’administration, l’étiquette des Mamlouks Tcherkasses, et sur l’organisation régulière de la poste aux pigeons; 2. D’un Tableau exact de tout le commerce du Levant, extrait des registres de la Chambre de commerce de Marseille; 3. Des Considérations sur la guerre des Russes et des Turks, publiées en 1784... Par C.-F. Volney,... Paris: Dugour et Durand, an VII [1799]. 2 v.; 8º. Voyage pittoresque de la France: avec la description de toutes ses provinces... par une Socié- té de Gens de Lettres; quatre volumes... [Tome Second]. A Paris: de l’Imprimerie de Monsieur: chez Lamy, Libraire, 1784. 8 v.;32 Fol. Voyage de Dimo et Nicolo Stephanopoli en Grèce pendant les années V et VI (1797 et 1798 v. st.), d’après deux missions, dont l’une du gouvernement français et l’autre du général en chef Buonaparte... A Paris: de l’imprimerie de Guilleminet, An VIII [1800]. Se trouve à Paris, chez Besson. Prudhomme. Dugour. 2 v. (XVI-303 p., 8 pl. gravées et 319 p.).; 8º. WHITE, John. Voyage à la Nouvelle Galles du Sud: a Botany-Bay, au Port Jackson en 1787, 1788, 1789 par John White..., ouvrage où l’on trouve de nouveaux détails sur le caractère et les usages des habitans du cap de bonne-Espérance, de l’île Ténériffe, de Rio-Janeiro et de la Nouvelle Hollande, ainsi qu’une description exacte de plusieurs ani- maux inconnus jusqu’à présent, traduit de l’anglais, avec des notes critiques et philoso- phiques sur l’histoire naturelle et les moeurs; par Charles Pougens. Paris: Chez Guillau- me, 1798. XII, 206, [2], 256, [4] p.; 8º.

32 Contiene: Vol. 1-2. Gouvernement du dauphiné (1782); Vol. 3-5. Ile de France (1786- 1789); Vol. 6-7. Gouvernement de Bourgogne (1781); Vol. 8. Roussillon (1787).

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YOUNG, Arthur. Le Cultivateur anglois, ou Oeuvres choisies d’agriculture et d’économie rurale et politique, d’Arthur Young. Traduit de l’anglais par les CC. Lamarre, Benoist et Billecocq, avec des notes par le citoyen Delalauze,... Paris: Maradan, IX-1800-1801. 18 v.; 8º.33 YOUNG, Arthur. Letters concerning the present state of the French nation, containing a comprehensive view of the political states, agriculture, trade and commerce, revenues, military power, government, ranks of the people, manners, laws, fine arts and artists, theatre, literature and writers, with a complete comparison between France and Great Britain... London: printed for W. Nicoll, 1769. XIV, 497 p.; 8º. YOUNG, Arthur. Voyage en Irlande, contenant des observations sur l’étendue de ce pays, le sol, le climat, les productions, les différentes classes d’habitans, les moeurs, la reli- gion, le commerce, les manufactures, la population, les revenus, les taxes, le gouverne- ment, etc. etc. etc. etc. Traduit de l’Anglais par C. Millon et suivi de recherches sur l’Ir- lande par le traducteur. Avec gravures. Paris, chez Moutardier: chez Cerioux, 8 [an VIII (1799-1800)]. 2 v.; 8-368 + 356 p.; 8º.

33 Contiene: I. Voyages au Sud, à l’Ouest, au Midi de l’Angleterre et dans la principauté de Galles... (Contient: “Voyage de six semaines au Sud de l’Angleterre et dans le pays de Gal- les; Voyages particuliers dans d’autres provinces du Midi et de l’Ouest”, constitué par “Vo- yage à Shropshire” et “Voyage de quinze jours dans les comtés de Kent et d’Essex”); II-III. Voyage au Nord de l’Angleterre... T. I [-II]; IV-VI. Voyage à l’Est de l’Angleterre... T. I [-III]; VII-VIII. Voyage en Irlande... T. I [-II]. (La fin du t. II, p. 289 et suivantes, mq. Par suite d’un défaut de reliure, on trouve en effet à nouveau, après la p. 288 de l’ouvrage, les p. 273 à 512 du “Voyage au Nord”, t. I, ainsi que les pl. qui s’y rapportent.); IX. Lettres d’un fermier... [: I-XVII. - “Sylvae”, ou Essais détachés sur diverses parties d’agriculture et d’économie ru- rale.]; X. Lettres d’un fermier... [ : I-XVII. - Voyage d’un mois à Northampton, Leicester...]; XI. Le Guide du fermier et Essais pratiques sur l’économie rurale... ; XII-XIII. Expériences d’agriculture, faites dans le cours de cinq ans, sur près de trois cents acres de différens sols... T. I [-II]; XIV-XVI. Annales d’agriculture et d’autres arts utiles... T. I [-III]. (Choix de mé- moires dus à divers auteurs, extraits des “Annals of agriculture”, publiées par Arthur Young. - Table au t. III.); XVII. Voyage en France... pendant les années 1787, 88, 89, 90. Réduit à la partie de l’agriculture et de la statistique. (Reprend, avec quelques remaniements, la 2e partie de la traduction de François Soulès, publiée en 1793, dont différentes éditions sont catalo- guées plus bas.); XVIII. Arithmétique politique... (Traduction de la 1re partie de l’ouvrage, publiée en 1774. Reprend, avec quelques remaniements, la traduction de A.-F.-J. Fréville, pu- bliée en 1775, cataloguée plus bas. Table générale des matières à la fin, suivie d’un extrait du catalogue de l’éditeur).

EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA: TRAYECTORIA DE UN PROYECTO EDITORIAL

Germán Ramírez Aledón Universitat de València

INTRODUCCIÓN: EL VIAJE LITERARIO EN SU CONTEXTO

HABLAR DEL VIAJE LITERARIO A LAS IGLESIAS DE ESPAÑA ES REFERIRSE A UNO DE LOS numerosos proyectos que la monarquía de Carlos IV apoyó con entusiasmo dentro de lo que entendía como protección y salvamento de las riquezas que se escondían a la mayor parte de los españoles de fines del siglo XVIII. Mientras la literatura política quedó arrumbada por el peligro de difusión de la revolución iniciada en el país vecino en 1789, el mismo año en que comenzaba su reinado Carlos IV, la literatura de viajes despojada de la carga ideológica que los philo- sophes galos infundían en sus obras, fue apoyada con entusiasmo. Había en ello un deseo de saber, conocer, explorar, inventariar en suma, para luego preservar y dar a conocer. Nada alejado, pues, del llamado “espíritu de la Ilustración”, pero carente del peligro de esas Lumières, de esas “Luces”, que habían produ- cido un cambio tan trascendente en Francia. En ese pionero, magnífico y no superado –en lo esencial– estudio de Gas- par Gómez de la Serna sobre “los viajeros de la Ilustración”,1 se remarcaba cómo el “viaje ilustrado” dio inicio en España con el del marqués de Valdeflo- res en 1752, reinando Fernando VI pero publicado en el de su hermanastro Carlos III. Valdeflores ensalzaba las “empresas literarias” emprendidas bajo el patrocinio del monarca, quien en un contexto de paz y abundancia dieron lu-

1 GÓMEZ DE LA SERNA, Gaspar: Los viajeros de la Ilustración, Madrid: Alianza Editorial, 1974, pp. 71-106, publicado originariamente en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, tomo LXIII, 2 (1957), pp. 569-592.

163 164 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN gar a una “época muy notable”. Entre esos proyectos amparados por el monar- ca se encontraban la obra del padre Feijoo, los viajes de Jorge Juan y Antonio Ulloa, los viajes del padre Burriel y del valenciano Pérez Bayer o la España Sa- grada, de Flórez, el precedente directo del Viaje Literario de los hermanos Villa- nueva.2 Este repaso al mecenazgo de los reyes sobre el saber halla su expresión más acabada en el reinado de Carlos III, cuya prolongación se asoma al siglo XIX con el Viaje Literario, tal vez el último viaje “ilustrado”, pues aunque realizado en los inicios del nuevo siglo, responde por su planteamiento y fines al progra- ma “ilustrado” forjado en los reinados de Fernando VI y Carlos III. Como se- ñala Gómez de la Serna, el viajero de la Ilustración, en consonancia con el espí- ritu racionalista y analítico del periodo, persigue un doble objetivo: la reforma del país, para lo cual era necesario hacer un diagnóstico previo, y por su exqui- sita planificación que dejaba poco margen a la improvisación. Precisamente en el capítulo 1º de la Noticia del Viage de España3 –editado por la Imprenta Nacional en 1765, cuyo espíritu y título toma luego Jaime en su Noticia del Viage Literario–, se define el método y fines del viaje ilustrado. Par- tiendo de la consideración de la Historia como “ciencia de los hechos”, señala Valdeflores, “el designio de escribir las cosas que acontecen en cada tiempo proviene de la Naturaleza, que secretamente dirige todos nuestros movimientos para el bien de la Sociedad”, una referencia rousseauniana y de clara influencia sensista. Para superar el relato basado a veces en tradiciones sin fundamento se ha de acudir “a los escritores y monumentos originales de cada siglo, como uno de los únicos depositarios de la verdadera Historia”. Ese acercamiento a las fuentes, que otros países ya habían hecho, es la tarea pendiente en la que se em- peñan los pensadores y la administración borbónica, consciente de que la igno- rancia es la madre del atraso en que se halla el país y –mucho antes de que lo dijera George o Jorge Santayana– el marqués de Valdeflores concluía que “Una nación que ignora su Historia tiene adelantada la mitad para ser débil”.4 Su Viaje

2 Con el fin de abreviar el texto de esta conferencia, hemos obviado las referencias biográ- ficas que el lector puede encontrar en trabajos previos nuestros, en las biografías breves que he- mos publicado tanto en la Gran Enciclopedia de la Comunidad Valenciana (Valencia, Levante- EMV, 2005, Vol. 17, pp. 155-158) o en la BiValDi: “Jaime Villanueva y Astengo (1765-1824). Nota biográfica”, en Biblioteca Valenciana Digital (BiValDi), en línea: http:// bv2. gva.es/pages/ personas.htm?PHPSESSID= 4fbdcd1d10554dd524cc1a 16435e1c 29&id= 2&idper= 343& mod=1 (biografía) y: http://bv2.gva.es/pages/bibliografia. htm?&id= 41&enlace= VillanuevaJyJ Bibliogr.pdf&nombre= Hermanos%20Villanueva%20 y%20 El%20Viaje%20Literario (bi- bliografía), así como del estudio de SOLER PASCUAL, Emilio: El Viaje literario y político de los her- manos Villanueva, Valencia: Biblioteca Valenciana, 2002, pp. 13-118. 3 Valdeflores, en GÓMEZ DE LA SERNA, G.: Los viajeros..., ver nota 1, pp. 174-175. 4 GÓMEZ DE LA SERNA, G.: Los viajeros..., p. 76. El ensayista y filósofo hispano-norteamerica- no Jorge Santayana (1863-1952) escribió toda su obra en inglés y vivió en Estados Unidos e Ita- lia. La cita referida es, “Aquellos que no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo”. Pro- cede de su ensayo La razón en el Sentido Común, el primero de los cinco volúmenes de su obra La vida de la Razón o Fases del progreso Humano (1ª edición en inglés 1905-1906). EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 165

“inspirado en el espíritu filosófico” del siglo, dejaba en manos de Burriel y Pé- rez Bayer la historia eclesiástica, algo que como sabemos no se hizo luego reali- dad. A las alturas de 1802, cuando Joaquín Lorenzo Villanueva ofrece a Pedro Ceballos el proyecto de una Historia de los antiguos ritos de España, no existía un Viaje a las iglesias españolas y los eruditos e historiadores se seguían nutrien- do de la España Sagrada del agustino P. Flórez, seguida por el P. Manuel Risco desde la muerte de Flórez en 1773. Posiblemente, la desaparición del P. Risco en 1801 ayude a explicar el momento en que Villanueva plantea a la Co- rona este nuevo proyecto que se muestra como alternativo al iniciado por Flórez, acogido este último a la protección real desde 1750. Sin embargo, la España Sa- grada fue continuada por otros dos hermanos de la orden agustiniana, Antolín Merino y José de La Canal, cuya influencia en el retraso de la edición del Viaje Literario desvelamos en este trabajo. Gómez de la Serna, en el citado estudio, llegó a establecer hasta cinco tipo- logías de viajes ilustrados, taxonomía basada en la finalidad del viaje: económi- cos, científico-naturalistas, artísticos, histórico-arqueológicos y literario-socioló- gicos. En el grupo de los histórico-arqueológicos incluye el Viaje Literario de los hermanos Villanueva, junto al ya citado y pionero del marqués de Valdeflores, el de Pérez Bayer a Andalucía, publicado por vez primera hace pocos años,5 y el del jesuita P. Andrés Marcos Burriel cuyo legado documental dejado a su tem- prana muerte en 1762, a los 43 años de edad, abarcaba un total de 192 legajos de documentos especialmente procedentes de manuscritos de la sede primada de España, de la edición de la Colección de Cánones y del Fuero Juzgo caste- llano, así como otra diversa serie de papeles referidos en su mayor parte a la his- toria eclesiástica de Castilla. Todos estos manuscritos fueron entregados al mo- narca, quien ordenó se depositaran en la Biblioteca Real.6 El propio Fernan- do VI, por Real Orden de 17 de septiembre de 1750 y por recomendación de su confesor el P. Rávago, había comunicado a ambos el encargo de revisar la docu- mentación existente en los archivos toledanos, en especial el de la Iglesia Me- tropolitana, con el objeto –como decía la real Orden– “de que logre su debido lustre esta Monarquía en una historia eclesiástica que con regla y método de

5 PÉREZ BAYER, Francisco: Viajes Literarios, edición preparada por MESTRE, Antonio; PÉREZ, Pablo y CATALÁ, Jorge Antonio, Valencia: Edicions Alfons el Magnànim, 1998. El es- tudio preliminar del profesor Mestre a esta edición aporta una visión muy valiosa sobre los viajeros de la Ilustración y la destacada aportación valenciana a ese grupo (Cavanilles, Caste- lló, Ponz, Ortiz y Sanz, Villanueva). 6 GALENDE DÍAZ, Juan Carlos: “Repertorio bibliográfico de la biblioteca del padre Bu- rriel”, en Espacio, Tiempo y Forma, Serie IV, Hª Moderna, t. 8, 1994, pp. 241-268. Burriel tra- bajó en el archivo diocesano de Toledo, donde copió numerosos documentos y códices, ade- más de visitar los archivos eclesiásticos de Barcelona, Córdoba, Madrid, Cuenca, Valencia, Oviedo, Zaragoza o Gerona; estos son algunos ejemplos de localidades en las que se llevó a efecto esta práctica. 166 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN unidos tan estupendos casos como han pasado en ella”.7 Aunque en el Viaje de los hermanos Villanueva encontramos también aspectos de los Viajes artísticos o literario-sociológicos, bien es verdad que su cometido y contenido se centran en el conocimiento de la historia eclesiástica de España y, por tanto en los que Gas- par Gómez de la Serna llama “histórico-arqueológicos”. Ese espíritu –llámese ilustrado, regenerador, “lustre de la Monarquía”– ani- da en los proyectos de los ministros de Carlos III y su hijo Carlos IV, como hace patente Manuel Godoy en sus Memorias, donde alardea de la ingente tarea de gobierno y protección de las artes, las ciencias y las letras llevada a cabo por la monarquía, más para justificarse a sí mismo que para ensalzar dicha institución: “Erigir los ánimos, ennoblecerlos, ensancharlos y dar cuerda a los talentos, pre- parando los días de una feliz renovación cuando estuviesen ya maduras las ideas y las costumbres, tal fue el principal objeto que yo tuve en fomentar las nobles y las bellas letras. Otros las han buscado y protegido para enervar los pueblos y asegurar el mando y el dominio: yo las busqué, al contrario, como un medio de vivificarlos, de volverles su robustez y afirmar el gobierno, procurándole, en vez de siervos, ciudadanos, súbditos ilustrados, como yo deseaba y menester había la España...”. Y es claro el fin de este exordio al capítulo, cuando habla de las obras y tareas del reinado de Carlos III, en el que “el soplo del solano había agostado muchas plantas. Yo les di nueva vida, el plantel fue aumentando, los vientos enemigos no volvieron a yermarlo mientras tuve yo el mando. Nunca (puedo decirlo sin que nadie me contradiga), nunca, antes o después, disfruta- ron las musas más favor y patrocinio que entonces encontraron”.8 Y en el largo listado de autores que menciona a modo de inventario de autores y obras, inclu- ye al hablar de los que se dedicaron a la poesía y la elocuencia, a Joaquín Loren- zo Villanueva, pues “poco o nada tuvo que envidiar el reinado de Carlos IV a los tiempos felices que en entrambos ramos compusieron nuestra edad de oro”.9 Asimismo, en el Cap. XIX de dichas Memorias, referido al año 1804, men- cionaba los “libros y producciones nuevas en ciencias, letras y artes”, donde cita de forma expresa el Viaje Literario, que atribuye al dominico valenciano y don- de remarca la intervención real: “El doctísimo Fr. Jaime Villanueva llegaba ya al tercer tomo de su Viaje Literario a las iglesias de España, viaje y obras que se em- prendieron de real orden, y a expensa del gobierno”.10 Como vemos, el Viaje de los hermanos Villanueva fue algo más que una iniciativa personal, formaba par-

17 Biblioteca de la Real Academia de la Historia, signatura 9/5.921, folio 13r y 13v. citado por GALENDE DÍAZ, p. 242. 18 GODOY, Manuel: Memorias, edición de Emilio La Parra y Elisabel Larriba, Universidad de Alicante, 2008, pp. 545-546. 19 Ibidem, p. 555. 10 Ibidem, p. 1.017. La tarea llevada a cabo en educación, ciencias, artes y letras lo analiza en pp. 1013-1020. EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 167 te de un plan más amplio de la monarquía para realizar el inventario de los do- cumentos y noticias que permitieran luego redactar aquella Historia de la igle- sia española que otros países ya habían llevado a cabo.11

LOS ORÍGENES DE UN PROYECTO Y SU TRANSFORMACIÓN: DE LA HISTORIA DE LOS ANTIGUOS RITOS AL VIAJE LITERARIO A finales de 1799, Joaquín Lorenzo había sido nombrado Predicador su- pernumerario de la Real Capilla y en enero de 1800, rector de los Reales Hos- pitales General y de la Pasión de Madrid, cargo este último que ocupará has- ta 1804 y que abandonó a causa de dos graves enfermedades que padeció por el contacto con los enfermos. En el verano de 1803 había estado en su ciudad natal para reponerse de su enfermedad. Pero fue un año antes, por encargo de D. Pedro Ceballos, secretario de Estado, cuando comenzando a colaborar con su hermano Jaime en la elaboración de una obra sobre los antiguos ritos de España que se convertirá en el Viaje Literario a las Iglesias de España, obra de- bida fundamentalmente a su hermano Jaime, y monumento erudito de la his- toriografía de la Iglesia española en el siglo XIX.12 A pesar de la autoría de Jai- me, estimamos tal y como la documentación muestra que Joaquín Lorenzo tomó la iniciativa del proyecto y de la publicación de los primeros tomos que se realizaron entre 1803 y 1806, ya que el Viaje resultó ser una obra comple- mentaria a la proyectada por él sobre los antiguos ritos de España que nunca llegó a realizar y de una Colección de documentos para la historia de la Iglesia española que tampoco vio la luz, aunque sí llegó a redactarse el primer volu- men. La idea original de esta obra no empieza, pues, por ser un Viaje, sino más bien un estudio sobre los antiguos ritos de la Iglesia española, que Joaquín Lo- renzo Villanueva planteó al secretario de Estado Pedro Ceballos –primo político

11 Como fueron la Gallia Christiana in provincias ecclesiasticas distributa; qua series et his- toria archiepiscoporum, episcoporum et abbatum Franciae vicinarumque ditionum ab origine Ec- clesiarum ad nostra tempora deducitur et probatur ex authenticis instrumentis ad calcem apposi- tis... (París, 1715-1785, 13 vols.) de Denis de Sainte-Marthe y la Italia Sacra (Venecia, 1717-1722, 10 vols.) de Ferdinando Ughelli, dos de los trabajos historiográficos de mayor en- vergadura de su tiempo, así como en los Acta Sanctorum en los Países Bajos, obra de los jesui- tas (“bolandistas”) H. Rosweyde, J. Bolland y D. Papenbroeck, iniciada en el siglo XVII y con- tinuada en el XVIII hasta la supresión de la Compañía de Jesús. 12 Sobre el Viaje Literario hay varios estudios recientes que han abordado el tema con cier- ta profundidad, debidos a SOLER PASCUAL, Emilio: El Viaje literario y político..., ya citado; estudio preliminar del mismo autor a la edición digital del Viage Literario a las iglesias de Es- paña, Valencia: Faximil - Biblioteca Valenciana (Col. Biblioteca de Salvá), 2001, 1 CD; RAMÍ- REZ, Germán: estudio preliminar de la Vida Literaria, de Joaquín Lorenzo Villanueva, Alicante: Inst. Juan Gil-Albert, 1996, pp. 9-96; MESTRE SANCHIS, Antonio: “Prólogo”, a la edición de Pablo Pérez del Viaje Literario a la Iglesia de Segorbe, Segorbe: Mutua Segorbina, 2001, pp. 11-25. 168 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN de Godoy– a comienzos del verano de 1802.13 Él mismo lo narra en su Vida Li- teraria, donde comenta la forma en que se inició el proyecto: Por los años 1802, estando yo aún en el Hospital, hablando un día con el secre- tario don Pedro Cevallos sobre el atraso de la literatura eclesiástica de España, y señaladamente de lo ignorada que estaba entre los españoles, y más entre los extranjeros, la liturgia y disciplina ritual de aquella iglesia; le mostré deseo de escribir la obra que muy de atrás tenía proyectada De antiquis Hispaniae Eccle- siae ritibus. Alentóme a ello el ministro, ofreciéndose a ayudarme con cuantos auxilios necesitase para esta empresa. Y en vista del plan de la obra que le pre- senté, y de una memoria sobre los medios necesarios para llevarla a ejecución, me autorizó para todo con una real orden, y a mi difunto hermano don Jaime para que de los archivos de las catedrales y de las bibliotecas de comunidades del reino, recogiese los documentos convenientes. Este escrutinio de los archivos que comenzó por Valencia y Cataluña, fue produciendo una gran colección de noticias literarias de varias clases, que iba comunicándome el hermano en sus cartas; las cuales fui publicando desde lue- go con el título de Viaje literario de las Iglesias de España. Los cinco primeros tomos de esta colección se imprimieron ilustrados con notas mías en la Impren- ta Real de Madrid, y a expensas del erario. No consintió mi hermano que salie- se a su nombre esta obra, que era más suya que mía: porque según los estatutos de su orden debía preceder a su publicación la licencia de sus prelados. Y aun- que pudiera excusarle de esta formalidad el ser escrita de orden del rey, no qui- so aparecer inobediente a las leyes de su instituto, ni exponer una empresa notoriamente útil, a las quisquillas de la preocupación y de la ignorancia. Suspendióse la impresión de esta obra, de que había preparados otros treinta volúmenes, primero con motivo de la invasión de Bonaparte, y luego con la preocupación que se me suscitó en 1814, de que hablaré luego.14 Desde el año 1820 hasta 1823, se imprimieron otros cinco tomos, que son los diez que han visto hasta ahora la luz pública. Los demás, y una preciosa colección de docu- mentos históricos, y los materiales recogidos para la obra principal, están por ahora en salvo: no puede adivinarse si les alcanzará alguno de los ramalazos que en esta desventurada época ha descargado la bárbara estupidez sobre otros te- soros literarios de aquel reino.15

13 El expediente sobre el Viaje Literario se encuentra en AHN: Consejos, 11.3172, exp. 1, donde hay una abundante correspondencia que aclara la cuestión de la autoría. Por otra parte Jaime Villanueva publicó en Valencia y en 1820 una Noticia del Viage Literario a las Iglesias de España, que cuenta con detalle los pasos seguidos en su realización. Ana María SÁNCHEZ DÍAZ estudió la documentación del AHN en sus artículos: “El Viaje Literario a las Iglesias de Espa- ña: una empresa ilustrada de los hermanos Villanueva en la primera mitad del siglo XIX”, Ana- les de Historia Contemporánea, Universidad de Alicante, nº 5 (1986), pp. 47-66; “Una empre- sa ilustrada en la España de Carlos IV: ‘El Viaje literario a las Iglesias de España’”, Carthaginensia, vol. II, 1986, nº 1, pp. 101-111 y “Los orígenes de ‘El Viaje Literario a las Igle- sias de España’. Informe de Jaime Villanueva”, Carthaginensia, vol. III, 1987, nº 4, pp. 241- 261, en donde publica –creyéndola inédita– la Noticia... que antes hemos citado. 14 Se refiere al encarcelamiento el 10 de mayo de 1814, proceso y destierro en el convento de La Salceda, que se prolongó hasta marzo de 1820. 15 Vida literaria, p. 187. Esto está escrito en la primavera de 1825, pocos meses después del fallecimiento de su hermano Jaime. EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 169

Ejecución del mestre de Russafa, Cayetano Ripoll (julio de 1826). La represión de las Juntas de Fe durante la década ominosa afectaron al impresor Venancio Oliveres, encargado de la edición de los tomos 6 a 10 del Viaje Literario (grabado francés de mediados siglo XIX).

Esta descripción de la génesis y elaboración de la obra, redactada por Joa- quín Lorenzo en el exilio, da razón exacta que queda corroborada por los do- cumentos del expediente que analizamos a continuación. Obsérvese que trata de hacer justicia y atribuirle el mérito principal a su hermano Jaime, fallecido a fines del año anterior en el que escribe estas palabras y que se trata de un en- cargo real –“escrita de orden del rey”, dice–, aunque la idea partiera de él. Ha- bla también de otras obras derivadas que luego analizamos y que quedaron sin publicarse, aunque teme que le alcance “algunos de los ramalazos en esta des- venturada época ha descargado la bárbara estupidez sobre otros tesoros litera- rios de aquel reino”, como así fue, pues todo ello se ha perdido y nada sabemos de esas obras que nos consta fueron entregadas para la imprenta en la primavera del año 1808. Acudamos a los documentos y tratemos de ver cómo se gestó el Viaje Litera- rio. Lo primero que habrá que dejar claro es que en ningún momento Joaquín Lorenzo pretendía hacer un Viaje, sino una Historia de los antiguos ritos de la Iglesia de España, escrita en latín, con el fin de disponer del aparato documen- tal y canónico que justificara las posiciones del regalismo filojansenista, propio de la época, y que permitiera al clero español y de forma especial a sus jerar- 170 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN quías hacer frente a la injerencia del poder de la curia romana en los derechos de los obispos españoles. Otra herramienta más puesta al servicio del episcopa- lismo y galicanismo en versión hispana de raíz erasmista, donde poder construir un discurso muy querido por una parte del clero español en las postrimerías del periodo ilustrado: el de una Iglesia nacional, cuya base fueran los fieles y sus raí- ces estuvieran ancladas en la Iglesia primitiva. Y para evitar que se la confun- diera con la Iglesia constitucional francesa, emanada de la Constitución civil del clero de 1790, se afirmaba la protección de la Corona, valedora de la institución que infundía las esencias de la catolicidad de España. En efecto, el primer documento que habla de este proyecto es un memorial –lo que hoy llamaríamos instancia– dirigido por Joaquín Lorenzo al secretario de estado, Don Pedro Ceballos, el 15 de junio de 1802, en el que expone la con- veniencia de que “se escriba en latín una historia dogmática de los antiguos ri- tos y ceremonias de nuestra Iglesia, en que se publiquen los preciosos monu- mentos litúrgicos que yacen sepultados y en gran parte olvidados en nuestros archivos”.16 Acompaña al memorial un “prospecto latino”17 y una “memoria”, donde explica la finalidad del proyecto. Esta Memoria es de gran interés,18 pues define qué pretendía hacer, cómo se iba a llevar a cabo y quiénes participarían en el proyecto. La primera cuestión ya la hemos señalado: una historia de los ri- tos hasta la “uniformidad establecida en el Oficio eclesiástico por San Pío V”, escrita en latín “como lo están por punto general todas las de esta clase”. Ni una cosa ni otra se cumplió: el dominico Fray Jaime tenía una visión menos “ecle- sial” y militante de este proyecto. Conforme fue visitando iglesias, conventos y monasterios veía más necesario tomar nota de todo: le preocupaba más la idea de preservar y dar a conocer el patrimonio de la Iglesia española, que elaborar en lengua poco accesible a seglares una obra de escasa difusión e interés. De ahí la importancia de la labor de Jaime en el proyecto: haberse desviado de la idea original de su hermano Joaquín Lorenzo, le ha dado vida hasta hoy. De lo con- trario dormiría llena de polvo en los anaqueles de bibliotecas o cenobios, como tantas otras de ese carácter. En este y en otros aspectos que señalaremos, la mo- dernidad de Jaime es más que remarcable. La Memoria explica que para llevar

16 AHN: Consejos, leg. 11.3172, exp. 1, carta de Joaquín Lorenzo Villanueva a Pedro Ce- ballos, Madrid, 15 de junio de 1802. Todos los documentos que se citan a partir de ahora pro- ceden de este expediente, mientras no se diga otra cosa. Esta documentación sirvió de base a los tres artículos ya citados de Ana María Sánchez Díaz, sin que continuara la investigación como tuve ocasión de comprobarlo en carta que me remitió en 1992. 17 El Prospecto (y tal vez también la Memoria) parece fueron redactados por Jaime, tal y como señala él –con su característica modestia– en su Noticia del Viage Literario, redactada en 1814: “Las graves y urgentes ocupaciones del oficio que regentaba mi hermano, no le permi- tieron trabajar el Prospecto de dicha obra, que desde luego debía presentarse al Gobierno. Con todo eso no faltó quien lo diese concluido para el día 17 del mismo mes, en que se entre- gó al citado ministro junto con una Memoria de los auxilios necesarios para la empresa”. 18 Ver Apéndice documental (doc. nº 1). EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 171 a cabo esta obra era necesario una ayuda o pensión “para la manutención de es- cribientes y compra de libros y provisión de otros aparatos necesarios para per- feccionar esta empresa”, pues con el fin de “evitar al Real Erario el gasto de via- jes a las Iglesias”, solicitaba se dirigiera a los obispos y abades para que remitie- ran a la Corte “los códices y libros impresos de Liturgia existentes en sus archi- vos, los cuales se irán devolviendo después de haberse copiado o extractado”, algo que el informe de Inquisidor general no vio con buenos ojos, estimando con acierto que los archiveros no eran proclives a ceder documentos de tanto valor, con el riesgo de su pérdida. También pedía que en la empresa participa- ra su hermano, el dominico Fray Jaime, en aquel momento con 37 años de edad era lector de Teología de la Provincia de Aragón de la orden de predicadores y le faltaban dos para ser ordenado. Joaquín Lorenzo solicitaba, pues, que cola- borase con él, pues “además de ser de toda su confianza, posee la lengua latina y sabe medianamente la griega y hebrea, y tiene el aparato de erudición eclesiás- tica que se necesita aun para trabajar por sí mismo esta obra”. Por último, un aspecto de la Memoria que tiene que ver con el proceso editorial, cuestión cen- tral de este trabajo: Joaquín Lorenzo cedía a la Imprenta real y se comprometía a “cuidar de sus ediciones”, es decir corregir galeradas y pruebas de imprenta, práctica común en la época y que ya había aplicado él con otras obras suyas an- teriores que le reportaron diversas pensiones y que reclamará hasta el final de su vida.19 La cesión de derechos se hacía con la única “recompensa –generosa y noble, si creemos lo que escribe– que la satisfacción de sacar a España del in- justo olvido en que yace en este punto por no haberse desenterrado los tesoros litúrgicos escondidos en sus archivos”. La Memoria y Prospecto fueron remitidas al Inquisidor general, Ramón José de Arce, arzobispo de Zaragoza y amigo y protector de Joaquín Lorenzo,20 quien en informe de 1 de julio enviado a Ceballos, emitía un dictamen muy fa-

19 El mencionado expediente del Archivo Histórico Nacional contiene varias reclamacio- nes sobre los derechos del Año Cristiano, realizadas cuando Lorenzo Tadeo regresó a España en 1834. Sobre el papel de los jueces de imprentas y el mundo de la edición en aquella época, vid. CONDE NARANJO, Esteban: El Argos de la monarquía. La policía del libro en la España ilus- trada (1750-1834), Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2006; para la eta- pa que sigue, el libro colectivo de Millán, Jesús A. (dir.): Historia de la edición en España (1836-1936), Madrid: Marcial Pons, 2001. 20 Cuando se refiere a él dice: “Por lo mismo me parece acreedor a la pública gratitud y muy digno de la protección de S.M. el autor de esta empresa D. Joaquín Lorenzo Villanueva, en especial si ejecuta lo que ofrece sobre el particular en el juicioso y bien razonado Plan que presenta, como hay motivos de esperar del talento, laboriosidad y conocido celo de este au- tor...”. Sobre Ramón José de Arce, afrancesado de conveniencia, véanse los estudios de DU- FOUR, Gérard: “Don Ramón José de Arce, Arzobispo de Zaragoza, Patriarca de las Indias e Inquisidor general”, en Tres figuras del Clero afrancesado, Études Hispaniques 11, Université de Provence, 1987, pp. 147-193 y TABAR, Juan López: Los famosos traidores. Los afrancesados du- rante la crisis del Antiguo Régimen (1808-1833), Madrid: Biblioteca Nueva, 2001, pp. 86-96. 172 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN vorable al proyecto, poniendo sólo como condicionante que no se remitieran los códices y documentos a Madrid, sino que se viajara a cada iglesia o monasterio para allí copiar o extractar dichos documentos. La razón para esta prevención residía en la fundada sospecha de que obispos, canónigos, abades y archiveros iban a oponerse a esa medida, pues “todos los cuerpos eclesiásticos, Colegios y Comunidades miran con disgusto la extracción de una riqueza literaria, que de- ben al cuidado de sus mayores y que ellos saben estimar en más de lo que se cree comúnmente”, pues “saben por la experiencia de casi tres siglos que en sacan- do los códices de sus archivos, rara vez o nunca los recuperan...”. Por ello, “si oyen pues los cuerpos eclesiásticos que se quieren extraer de sus archivos los re- feridos códices, dirán que no los tienen o que si en lo antiguo los hubo, no los hay en la actualidad por aquellas causas”.21 A partir de aquí se remitieron las reales órdenes para iniciar el trabajo a Joa- quín Lorenzo, Jaime y provincial de la Orden de Predicadores, con fecha 25 de julio, donde de facto el proyecto inicial se convierte en un viaje para copiar o ex- tractar los documentos, que luego iban a permitir la redacción de esa Historia de los ritos de la Iglesia española. Pero el Viaje como tal aún no se concibe como una obra autónoma, sino sólo como un medio para acopiar materiales que debían servir en la redacción de esa Historia de los ritos de la que hemos hablado. Cuan- do Joaquín Lorenzo responde al encargo, en carta de 30 del mismo mes, lo ex- plica con toda claridad: “He recibido la Real Orden comunicada por V.E. con fe- cha de 25 del corriente en que se digna autorizarme S.M. para que escriba en latín una historia dogmática de los antiguos ritos y ceremonias de la Iglesia de Es- paña conforme al Prospecto y memoria que había yo presentado, destinando a mi hermano Fr. Jaime Villanueva, lector de Teología de la orden de Predicado- res, para que como asociado mío en esta comisión, copie de los archivos de las Iglesias catedrales y monasterios los documentos que han de servir para esta obra”.22 Como se ve, el autor es Joaquín Lorenzo Villanueva y a su hermano Jai- me se le asigna un papel subalterno, de mero copista. Y para ello, recomienda que empiece por las iglesias de las dos diócesis más cercanas, las de Valencia y

21 AHN: Consejos, leg. 11.3172, exp. 1, Informe del Inquisidor general a Don Pedro Ce- ballos, 1 de julio de 1802. 22 AHN: Consejos, leg. 11.3172, exp. 1, carta de Joaquín Lorenzo Villanueva a Pedro Ce- ballos, 30 de julio de 1802. En la carta vuelve a insistir en que no quieren ninguno de los dos hermanos compensación económica por la obra, que deja a beneficio de la Imprenta Real, aunque solicita una ayuda para los viajes y “acopio de libros litúrgicos y los demás aparatos indispensables de esta obra”. En respuesta de 2 de agosto a esta petición se le concedieron 12.000 reales para un año a cargo de los fondos de la Gaceta de Madrid, editada por la Im- prenta Real. Con fecha de 20 de agosto remitía Joaquín Lorenzo un listado de los libros que había adquirido para este fin por importe de 7.878 r. 17 m., con obras de Mabillon, Muratori, Balucio “y algunas otras de menor consideración pero no fáciles de hallar siempre en estas li- brerías”. Sólo una de estas obras, las Acta Sanctorum, obra de los jesuitas (“bolandistas”) H. Rosweyde, J. Bolland y D. Papenbroeck, ascendió a 3.000 reales. EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 173

Segorbe, “por vivir [Jaime] en un convento poco distante de estas dos ciudades”, en referencia al de San Onofre extramuros de la ciudad de Valencia. ¿Cuándo deja de ser el viaje a las diócesis valencianas una tarea de simple copia y se transforma en una empresa propia, desgajada ya de la obra que Joa- quín Lorenzo había proyectado? Por lo tanto, ¿cuándo la autoría exclusiva de Joaquín Lorenzo se traslada a su hermano Jaime? Este último en respuesta a la dotación de 12.000 reales para ayuda del viaje y copistas, advierte que empren- de el viaje para copiar documentos para la Historia dogmática... “que de orden de S.M. ha de escribir mi hermano D. Joaquín Lorenzo Villanueva”.23 Cuando ya hacía meses que Jaime había iniciado su viaje por la diócesis de Valencia y luego de Segorbe, es cuando Joaquín Lorenzo en una extensa carta dirigida al secretario de Estado, Pedro Ceballos, con fecha 30 de marzo de 1803, explica las razones de ese cambio: a partir de ahora el Viage Literario –por vez primera utiliza este título– cobra entidad propia y se desgaja de la obra inicialmente planteada. Sin duda, estimamos que fue Jaime quien pediría a su hermano la mediación, por su proximidad y buenas relaciones en la Corte, para solicitar esta modificación. Dicha carta comenzaba así: La precisión en que se ha visto mi hermano Fr. Jaime Villanueva de contarme lo que iba hallando en el archivo de la Iglesia de Valencia por donde empezó su escrutinio. Ha dado ocasión a que escriba unas cartas literarias en que se descu- bre parte de los tesoros de esta clase depositados en nuestras iglesias, cuya pu- blicación pudiera adelantar en España al gusto fino y sólido de la buena litera- tura. Al paso que las iba yo recibiendo en entretuve en ilustrarlas con especies úti- les de la disciplina antigua, con el juicio de varias prácticas religiosas y memorias de nuestra historia eclesiástica. Así de las cartas como de las Notas y observacio- nes mías, ha resultado insensiblemente un tomo perteneciente a la Metropolitana de Valencia, que pudiera ser principio de un viaje literario a las Iglesias de Espa- ña, obra utilísima y gloriosa a la Nación, si continuase dándose en ella noticia de los sínodos, cartas y otros documentos inéditos, cuyo olvido ha dado motivo a que Mabillon, Muratori, Zaccaria y otros desenterradores de papeles eclesiásti- cos, nos tengan por pobres de estos tesoros, siendo tal vez los más ricos de toda la Europa. Estas cartas, lejos de oponerse al principal objeto del viaje que es la colec- ción de documentos para formar el tratado de Antiquis Hispaniae Ecclesiae riti- bus, podrán contribuir a su adelantamiento y perfección por la memoria que de- jan de los papeles exquisitos de cada diócesis. Juntamente servirán de muestra anticipada de la obra principal que no podrá publicarse hasta que se haya con- cluido el escrutinio de los archivos.24

23 AHN: Consejos, leg. 11.3172, exp. 1, carta de Fr. Jaime Villanueva a Pedro Ceballos, Valencia, 10 de agosto de 1802. 24 AHN: Consejos, leg. 11.3172, exp. 1, carta de Joaquín Lorenzo Villanueva a Pedro Ce- ballos, Madrid, 30 de marzo de 1803. 174 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN

Señalaba después Joaquín Lorenzo que el Viaje podía ser rentable para la Imprenta Real, aunque parece que no lo fue como veremos más adelante, como menos lo sería una obra de seca erudición en lengua inaccesible para la mayo- ría. Remitía ya el manuscrito de lo que serán los tomos I y II de la obra impre- sa, que él enviaba como un solo volumen, y anunciaba la elaboración de otro proyecto que surgía como hijuela del primero: se trataba de una Colección de do- cumentos que no publicaban en el Viaje Literario y que podían formar una “co- lección española semejante a la Miscellanea de Balucio y al Thesaurus Annorum doctorum de Martène25 y a otras tales obras publicadas por D’Achery, Muratori y otros sabios. Con lo que tengo ya recogido y lo que me va enviando mi her- mano confío dar el primer tomo de esta colección, mediante Dios, para el mes de octubre del presente año”, obra que también dejaba a beneficio de la Real Imprenta. Como luego veremos, aunque se llegó a entregar el manuscrito de este primer volumen nunca vio la luz y se da hoy por desaparecido. La ayuda recibida de 12.000 reales se justificaba en compra de libros, ya se- ñalados, y el pago de dibujantes (los primeros volúmenes van acompañados de algunos grabaditos) y “la manutención de su compañero también religioso en Valencia, que le ha sido preciso satisfacer por no ser de aquel convento”. Todo lo solicitado fue aceptado, tanto el nuevo enfoque como la nueva ayuda para continuar el viaje, ahora hacia la diócesis de Segorbe y luego a la de Tortosa. Fueron a ello receptivos, tanto el secretario de Estado, el inquisidor general y el propio monarca. Tal era la gran ascendencia que Joaquín Lorenzo –a la sazón, calificador del Santo Oficio, confesor real, capellán de los Hospitales de Madrid y académico de la Lengua–, tenía por aquellos años en la Corte. Poco después conseguirá ser miembro de la Orden de Carlos III y académico de la Historia. Pero la burocracia iba a dificultar la llegada de esta pensión o ayuda, que a las alturas de 1807 mostraba la ineficacia del sistema administrativo de la monar- quía. Joaquín Lorenzo comunicaba en junio de 1807 al secretario de Estado, que habiendo ido a reclamar el pago de la pensión correspondiente a ese año para su hermano Jaime, se le había comunicado desde la subdirección general de mostrencos que “no encuentran esta Real orden y que sin duda se había ex- traviado”,26 por lo que solicitaba se renovara dicha real orden para el pago de la pensión. Vemos, pues, que el proyecto inicial se ha convertido en tres obras distintas: la Historia de los antiguos ritos de la iglesia española, el Viaje Literario –obra,

25 El benedictino Edmond Martène (1654-1739), uno de los más destacados historiadores de la Iglesia, perteneciente a la congregación de San Mauro. Sus obras inspiraron el proyecto de los hermanos Villanueva: De antiquis ecclesiæ ritibus libri 4 (Rouen, 1700-2) y Tractatus de antiqua ecclesiæ disciplina in divinis officiis celebrandis (Lyon, 1706). A Martène siguió Jaime en método y estructura de la obra. 26 AHN: Consejos, leg. 11.3172, exp. 1, carta de J.L.V. a P. Ceballos, Madrid, 12 de junio de 1807. EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 175 cuyo mérito se adjudicará a partir de ahora Jaime– y la Colección de documen- tos para la historia de la Iglesia española. Sólo una de ellas se hará realidad –el Viaje Literario–, con enormes dificultades y retrasos en su publicación, y sólo de forma parcial pues lo que pretendía ser un recorrido por todas las diócesis es- pañoles quedó reducido a las de la antigua Corona de Aragón, con breves in- cursiones en la de Sevilla que nunca vieron la luz. Las circunstancias de la épo- ca, sobre todo desde 1808, y la identificación de ambos hermanos con la causa liberal, entorpecerá esta empresa hasta convertirla en buena parte en obra pós- tuma y en la pérdida de una larga serie de textos que el dominico Fray Jaime te- nía preparados para su publicación cuando los reseñó en la Noticia del Viaje li- terario27 de octubre de 1814.

EL CONTENIDO DEL VIAJE LITERARIO Jaime inició este viaje por España en el otoño de 1802 por la diócesis de Va- lencia, donde incluyó la visita a su ciudad natal, Xàtiva. El viaje en diversas eta- pas que él narra en la Noticia del Viaje literario, habría de prolongarse hasta 1808. Los sucesos de este año obligaron a suspenderlo. Durante los seis años que había durado, visitó más de ciento cincuenta archivos eclesiásticos y reco- piló una gran cantidad de documentos, muchos de ellos hoy desaparecidos, que se plasmaron en los veintidós volúmenes de la obra final. El total de códices consultados por el fraile dominico y que se incluyeron como anexos de los vo- lúmenes asciende a 844, de los cuales se ha hecho un estudio de catalogación y contraste con los que aún perduran en la actualidad.28 En estos volúmenes se re- cogen buena parte de los fondos documentales y las características artísticas existentes en conventos, cenobios y templos de las diócesis valencianas, catala- nas y mallorquina. El Viage Literario es una obra básica para el estudio de la historia eclesiástica e, incluso, civil, del antiguo Reino de Valencia, Cataluña y Reino de Mallorca. En el tomo primero se habla de las antigüedades de Xàtiva y Valencia; de sus obispos, ritos, sínodos, códices y fiestas particulares. El segundo relaciona los códices de San Miguel de los Reyes. El tercero contiene la historia de la iglesia de Segorbe. El cuarto volumen continúa tratando de Segorbe, de la Cartuja de

27 Noticia del Viage literario a las iglesias de España, emprendido de orden del Rey, en el año 1802, escrita en el de 1814; la publica un amigo del autor, edición a cargo de Pedro Juan Ma- llén, Valencia: Imprenta de Estevan, 1820, pp. 50-72. Esta imprenta es la misma donde un año después se imprimirán los tomos VI a X del Viaje, a cargo entonces de su yerno Venancio Oli- veres. Abruma leer la relación de obras redactadas o en preparación, proyectos, borradores, etc., del dominico valenciano, que finaliza esta extensa relación de obras manuscritas con la conciencia de que todo ello lo ha hecho “sin aspirar a otro premio que el del placer que cau- sa el hallazgo de la verdad” (p. 72). 28 PUIG, Ignasi M. y ASSUMPTA GINER, M.: Índex codicològic del Viage Literario de Jaume Villanueva, Barcelona: Institut d’Estudis Catalans, 1998. 176 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN

Vall de Christ, y de los monasterios de Portaceli, Murta, Cotalva y Valldigna, con noticias de las iglesias de Gandía y Xàtiva, de los Papas Calixto III y Ale- jandro VI, nacidos en la Torre de Canals y Xàtiva; concluyendo con noticias de Peníscola y Benifassà. El quinto ya se adentra en tierras catalanas y trata de la iglesia de Tortosa. Desde el volumen sexto al vigésimo, las descripciones y las anotaciones de Jaime Villanueva se centran en la descripción de las iglesias y monasterios de Cataluña. Por último, los volúmenes veintiuno y veintidós están dedicados a su viaje por la isla de Mallorca. Con estos dos tomos se interrumpe una de las obras más interesantes sobre la liturgia, documentos y bienes religiosos de una parte del territorio español. Parte del material inédito, junto al utilizado para la edición de los doce volúme- nes que editó la Academia y en cierto desorden, se encuentra en 20 legajos que forman la “Colección Villanueva” en la citada institución.29 Por desgracia, este gran proyecto ilustrado quedó interrumpido por la guerra iniciada en 1808 y la inestable trayectoria de la vida política española del momento. De su proyecto y fases de realización, escribió Jaime una Noticia del Viage literario a las iglesias de España, emprendido de orden del Rey, en el año 1802, escrita en el de 1814; la publica un amigo del autor, que vio la luz en 1820 gracias a la generosidad de ese “amigo”, Pedro Juan Mallén, editor valenciano de larga trayectoria, cuñado de Vicente Salvá, y miembro de la Sociedad Patriótica de Valencia durante el Trie- nio.30 Jaime Villanueva volvió a Madrid en febrero de 1808, y el doce de marzo daba cuenta al ministro Ceballos de sus viajes, investigaciones y del estado en que se hallaban los archivos españoles que él había visitado. Poco después, el 2 de abril, escribía al secretario de Estado para remitirle el manuscrito del To- mo VI de su Viage, pero las circunstancias del momento aplazaron su impresión hasta el año 1821, a pesar de que en la respuesta con fecha 23 de mayo se le re- comendaba que acudiera a la Secretaría de Gracia y Justicia para que se hiciera cargo del citado manuscrito y su edición.31 Como ya hemos dicho, el proyecto inicial se transformó en el Viage Literario a las Iglesias de España. Los cinco primeros tomos fueron publicados a nombre de Joaquín, a pesar de que gran parte del trabajo era obra de Jaime. Los docu-

29 Son los legajos de la Real Academia de la Historia que forman la Colección Villanueva, leg. 9-4.558 a 4.577. Vid. el catálogo de RODRÍGUEZ VILLA, Antonio: Catálogo general de ma- nuscritos de la Real Academia de la Historia (1910-1912), versión digital en pruebas, 1 de ju- nio de 2005; en línea: http://www.rah.es/pdf/014635_4.pdf 30 SALVÁ Y MALLÉN, Pedro: Catálogo de la Biblioteca de Salvá, Valencia: Imprenta de Fe- rrer de Orga, 1872, pp. 563-564. Sobre los papeles que dejó Jaime y que no entregó al P. He- rrero “que al parecer eran mucho más importantes”, decía Pedro Salvá ese año: “Ignoro si to- davía existen sepultados en algún rincón desconocido o si habrán sido destruidos”. 31 AHN: Consejos, leg. 11.3172, exp. 1, carta de Jaime Villanueva a Pedro Ceballos, Ma- drid, 2 de abril de 1808 y minuta de respuesta de fecha 23 de mayo. EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 177 mentos prueban que las cartas eran de Jaime y las Notas de Joaquín Lorenzo, pero posiblemente esta injerencia de su hermano no fue bien vista por Jaime. Esa posibilidad se muestra en la decisión de publicar los demás sin notas y a nombre del dominico. De esta forma lo explicaba el propio Jaime en el prólo- go al Tomo VI: Conforme pues a los designios del Gobierno, presento al público la continua- ción de mis viajes, comenzando por el de la santa iglesia de Vic, que ya en 1808 había entrado en prensa. Que aunque la restauración de esta iglesia es casi un siglo posterior a la de otras catedrales antiguas de Cataluña, los documentos de los siglos X y XI que en ella se conservan proporcionan una cumplida demostra- ción de lo que fueron estas canónicas en ese tiempo [...]. He conservado el estilo epistolar con que escribía a mi hermano. Porque así como entonces era este medio más expedito y de menos trabas para mis descrip- ciones; así ni entonces ni ahora desdice de la gravedad y mucho menos de la sin- ceridad de la historia. Mas estas cartas se imprimen sin las observaciones con que mi hermano publicó las de los cinco tomos primeros; y se ha procurado también que no las necesiten, para que no crezca demasiado el número de vo- lúmenes.32 Algunos estudiosos recientes apuntan a la superior capacidad de Jaime –más apocado de carácter– frente a su hermano, quien lo oscureció y dejó en segun- do plano: Anscari Mundó, encargado de la edición del Índex codicològic, llega a afirmar que “l’abundor dels materials reunits per Villanueva en els seus infatiga- bles viatges, dels quals deixà constància en les cèlebres cartes al seu germà Joaquim Llorenç, són una mostra no sols de l’erudició del cèlebre dominicà valencià sinó de la seva més que aguda i superior intel·ligència”.33 La razón para publicar esos cin- co primeros tomos con Joaquín Lorenzo como autor único –explicada por él en su Vida Literaria– residía en la necesidad de permiso de los superiores de la or- den para que saliesen a nombre de Jaime y para evitar este engorroso trámite se optó por esta solución. La obra abarcaba también las diócesis de parte de An- dalucía y el sureste francés (la Galia Narbonense), quedando incompleta por los avatares ya señalados. Gran parte del material utilizado por Jaime fue entrega- do a su albacea, el hermano de orden Fray Ignacio Herrero, quien lo entregó entre 1841 y 1844 a la Academia de la Historia, asunto que analizamos más ade- lante.34

32 VILLANUEVA, Jaime, P. Fr.: Viage Literario a las Iglesias de España, tomo VI. Viage a la Iglesia de Vique, Valencia: Imprenta de Venancio Oliveres, antes de Estevan, 1821, “Adver- tencia”. 33 PUIG, Ignasi M. y ASSUMPTA GINER, M.: Índex codicològic... Pròleg. 34 GARCÍA VILLADA, Z.: “Material inédito del ‘Viage literario a las iglesias de España’, por Jaime Villanueva”, Razón y Fe, tomo 46, 1917, pp. 52-55.

178 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN

Joaquín Lorenzo Villanueva y Astengo, según grabado publicado en el Semana- rio Pintoresco Español, 1848. Único re- trato conocido del diputado valenciano. No se conoce ningún retrato de Jaime.

EL PROCESO DE EDICIÓN DEL VIAJE LITERARIO La edición del Viage Literario conoció una compleja travesía: los tomos pri- mero al quinto salieron a la luz entre finales de 1803 y noviembre de 1806, en la Imprenta Real; los volúmenes VI al X, en 1821, en la Imprenta de Venancio Oliveres; y los tomos XI al XXII entre 1850 y 1852, a cargo de la Real Acade- mia de la Historia, en su imprenta y bajo la dirección del académico Sr. Sáinz de Baranda, siendo de especial relevancia el apoyo al proyecto de D. Manuel López Santaella, comisario general de la Santa Cruzada. Así lo hace constar el secretario de la Academia en la Memoria de 1853. Sabemos por la carta ya citada de 30 de marzo de 1803 que Joaquín Loren- zo remitió a Pedro Ceballos, que el manuscrito del primer volumen estaba ya listo para la imprenta. El imprimatur del Inquisidor general, el arzobispo Arce, se obtiene el 29 de abril y de forma inmediata entró en las prensas de la Impren- ta Real.35 Pocos meses después el citado manuscrito se convertía en los dos pri- meros tomos del Viage Literario a las Iglesias de España, con el pie de la Impren- ta Real y los años 1803 para el primer tomo y principios de 1804 (tal vez

35 El imprimatur o censura inquisitorial se encuentra en el citado legajo del AHN, con la minuta de fecha 2 de mayo de 1803 ordenando “que se imprima a cuenta de la Imprenta; y a D. Joaquín de Villanueva aceptándoselo y encargándole que corra con la impresión”, es decir la corrección de pruebas y galeradas. EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 179 febrero-marzo) para el segundo. Por esos días, el 25 de marzo de 1804, Joaquín Lorenzo ya había presentado para su aprobación el manuscrito del tomo III y solicitaba ejemplares de los dos primeros tomos para “uso de mi hermano y mío y para cumplir con algunos amigos”.36 En otra carta de la misma fecha comuni- caba que entre los dos hermanos “han dispuesto el primer tomo” de la Colec- ción de documentos, obra que con toda seguridad era sólo de Jaime, aunque sea Joaquín Lorenzo quien haga de portavoz y mediador en las negociaciones para asegurarse la impresión de los volúmenes que restaban del Viaje. En dicha car- ta explicaba su contenido: “en el cual se contienen varios sínodos inéditos, otros no publicados por el cardenal de Aguirre, cartas de Papas, fundaciones de mo- nasterios, concordias y constituciones de obispos y cabildos y otros monumen- tos de nuestra antigüedad eclesiástica, ilustrados con notas latinas y un prólogo en que se declara la necesidad que teníamos en España de esta obra, el plan de ella, y la gloria y el fruto que de su publicación deben esperarse”.37 Pero de esta colección, cuyo manuscrito consta fue entregado esa fecha, nada se sabe. Tal vez sea una de las obras que Jaime expone en la Noticia de 1814, pero que jamás vie- ron la luz. Rápidamente fue remitido a censura al inquisidor general, quien de nuevo concedía el imprimatur de los tomos III y IV, así como de la Collectio documen- torum y el 6 de mayo se ordenaba a la Imprenta real que entrasen en prensa los citados manuscritos. En este imprimatur del inquisidor general ya consta clara- mente que ambas obras son de los dos hermanos: “obras ambas de Fr. Jaime y de Don Joaquín Lorenzo Villanueva”. La obra tuvo escaso éxito editorial, aun- que mayor que otras obras de Joaquín Lorenzo, como el Año Cristiano y las Do- minicas y fiestas movibles (un total de 19 volúmenes), que apenas tuvieron de- manda en aquellos años.38 El precio que estipuló la Imprenta Real para cada tomo del Viaje fue de 10 reales en papel, o con guardas provisionales e intonso, que es como normalmente se vendían en las librerías.39 A partir de aquí, la do- cumentación conservada sólo nos habla de la solicitud de ayuda para empren- der el viaje a la Galia narbonense, en territorio francés, y de las precauciones

36 Cartas de 25 de marzo y 14 de mayo. Con fecha 17 de mayo se le comunicaba que le entregaban 24 ejemplares de cada tomo. El 14 de junio volvió a solicitar otros 24 ejemplares, pues no había podido darle a su hermano ninguno de los anteriores “para que cumpla con aquellas personas que le facilitan documentos para la perfección de esta obra”. 37 Todos estos documentos en el citado expediente del AHN, cartas de 25 de marzo de 1804. El título que se proponía era el de Collectio documentorum ad Ecclesiasticam Hispaniae historiam pertinentium. 38 Esa información consta en el citado expediente del AHN a raíz de una reclamación he- cha por Lorenzo Tadeo a favor de su hermano Joaquín Lorenzo, residente en Dublín, de la pensión de 600 ducados que le adeudaba la Imprenta Real desde 1808. 39 En la carta remitida por el administrador de la Imprenta Real al secretario de Estado, con fecha 1 de febrero de 1805, se le anunciaba el envío de un ejemplar en rústica para él y otro en tafilete para la Secretaría, “según regulación del regente” de dicha institución. 180 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN que había de tomar para ello, entre las que estaba la “mudanza de traje”, por miedo a ser reconocido como fraile en territorio extraño, donde la Iglesia cons- titucional francesa tenía su hegemonía. Los volúmenes V y VI tampoco tuvie- ron problemas en superar el encargo de impresión, pues la censura inquisitorial sólo se aplicó al tomo V, mientras para el VI ya no existía el Santo Oficio. Los sucesos de mayo de 1808 dejaron en prensa este último tomo, cuando ya se ha- bía impreso varios pliegos. El intervalo del sexenio absolutista que se inició con del decreto del 4 de mayo de 1814, firmado por Fernando VII en Valencia, dejó en el limbo los ma- nuscritos del Viaje Literario. Pero los papeles no se perdieron. Es en esa coyun- tura en la que Jaime –con el fin de dejar constancia de lo que había hecho y que- daba por hacer– redacta la Noticia del Viage Literario a las Iglesias de España, que con fecha de 12 de octubre de 1816 –dos años después de haberla escrito– remitió a Pedro Ceballos, secretario de Estado de nuevo desde el 5 de octubre de 1814 e interino de Gracia y Justicia desde el 27 de enero de 1816. A fines de octubre de ese año, el gabinete de Ceballos fue sustituido por otro presidido por José García de León y Pizarro, lo que explica que el proyecto quedara olvi- dado y alejado del interés de las autoridades. No hay que olvidar que en todo momento el Viage Literario fue empresa real o del Estado. Su hermano había sido encarcelado el 10 de mayo en Madrid, procesado y condenado a prisión y luego destierro en un convento de la Alcarria. Que el mismo Jaime había sido redactor principal del Diario de sesiones de las Cortes reunidas en Cádiz duran- te casi tres años, aunque ahora en la Noticia reniegue de esa tarea y la conside- re una carga insufrible a la que parece le condujo su hermano diputado: “Pues- to allí con licencia de mis prelados a fines de ese año 1810, me hallé sin pensarlo ni quererlo elegido por las Cortes redactor del Diario de sus Sesiones, con el achaque de estar ya dotado por el Gobierno, y no poder seguir mis viajes. Car- gué con la cruz que ha lastimado el cuerpo y el honor, y cuyas llagas todavía no se han cicatrizado, aun después que la pude echar de mí el día 24 de Junio de 1813, en que finalmente me exoneraron de tal cargo”.40 En el oficio que acom- pañaba a la Noticia manuscrita se advertía que ya el 12 de diciembre de 1812 se le había autorizado por la Regencia para continuar su viaje, como así hace cons- tar el despacho que él mismo reproduce, “por las provincias que dejaba libres el enemigo”41 y se le ordenó regresar a Sevilla, donde ya había recuperado sus papeles a concluir los trabajos relativos a dicha diócesis, trabajos que dejó in- conclusos por tener que salir ante el riesgo de epidemia, por lo que marchó a las islas Baleares, donde llegó en la Nochebuena de 1813, lo que le permitió aco- piar datos y documentos para la diócesis de las islas, que ocuparán los dos últi- mos volúmenes del Viaje.

40 Noticia, pp. 45-46. 41 Ibidem, pp. 46-47 EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 181

Es, pues, una circunstancia lo que explica que los documentos de Sevilla no se completaran y sí los de Mallorca, donde permaneció tres meses –hasta fines de marzo de 1814– de donde salió hacia Valencia. Aquí se encontraba cuando el rey regresó a España, quien con su “feliz llegada... aboliendo Cortes y Cons- titución ha restituido las cosas al estado antiguo. Y mientras estas se arreglaban y el erario se pone en la favorable situación de proporcionarme mis auxilios para continuar mis tareas..., permanezco tranquilo, acabando de limar y orde- nar mis obras”,42 como vicario de las monjas del convento de Santa María Mag- dalena de Valencia. La sinceridad de estas palabras es más que cuestionable, de la misma forma que las que inician la Noticia, pues si no ha podido a esas altu- ras –octubre de 1814– completar el viaje no ha sido “por falta de diligencia en mí, sino por la malicia de los tiempos presentes, que no sufren paz y tranquili- dad pública, único medio por donde florece y se propaga la ilustración”, y como se aplaza, sin remedio a la vista, la publicación de los volúmenes restantes, “y según se me presenta el horizonte político ya no se verificará” opta por “dar una razón completa de mi conducta y de la del gobierno”.43 Explicable que esto se haga así, pues escribe cuando ya hace meses se ha restaurado el absolutismo, su hermano está en la cárcel de la Corona en Madrid y las finanzas públicas son in- capaces de hacer frente al endeudamiento que guerras y anarquía fiscal han ge- nerado. Y si la remite al secretario de Estado en octubre de 1816 es “para que como jefe de la empresa, quede enterado de ella y disponga lo que tuviere por conveniente”, al tiempo que respondía a la acusación hecha “por cierto papel impreso en Mallorca en el mes de febrero de este año [1814]” por el que se “pu- diera creer que yo he sido el ocioso y el perezoso, y que todas las promesas fue- ron aéreas y sin plan y que no he hecho sino tunar y huir del claustro y comer- me la pensión que me consignaron”.44 Pedro Juan Mallén, cuñado de Vicente Salvá, que será diputado por Valencia en el Trienio, solicitó de Jaime una copia del manuscrito de la Noticia con el fin de preservar lo que allí se decía y publicarla en cuanto hubiera ocasión. La hubo en 1820, al restaurarse el sistema constitucional. Así justificaba el librero Mallén la edición en la Advertencia que precede a la Noticia del Viage Literario: “La ca- sualidad de visitar al P. Fr. Jaime Villanueva en el octubre de 1814, cuando co- menzaba su oficio de confesor ordinario en las monjas Magdalenas de esta ciudad y la de hallarle ordenando este escrito, me proporcionó leer algo de su conteni- do. Sospeché desde luego que sus Viages literarios vendrían a ser una de nuestras innumerables empresas que suelen morir en la cuna. Por lo mismo deseé y logré fácilmente una copia de esta Noticia, siguiendo en ello mi costumbre o manía de recoger lo que no ha de salir a la luz”. Tan rara fue esta edición, hecha a costa de

42 Ibidem, pp. 47-48. 43 Noticia, pp. X y XII. 44 Ibidem, p. XI. 182 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN

Mallén, que la Academia de la Historia acordó reimprimirla en 1852 dentro de una colección de la CoDoIn, pues “pocas son las personas que conocen el pre- sente opúsculo, porque los folletos desaparecen con facilidad”.45 Lo bien cierto es que la nueva coyuntura política que se abrió en marzo de 1820 permitió agilizar la edición de los siguientes volúmenes, recuperando aquel VI tomo que hablaba de la diócesis de Vic y que en mayo de 1808 se ha- bía quedado en prensa. El encargo se hizo a un impresor catalán, afincado en Valencia desde, Venancio Oliveres, hijo de un impresor y librero tortosino, im- presor de los liberales y principal víctima junto a Mariano de Cabrerizo –donde aprendió el oficio–, de la represión absolutista desatada en octubre de 1823. Ca- sado con una hija de José Estevan, heredó la prestigiosa imprenta de éste, co- menzó a trabajar al mismo tiempo que se iniciaba el trienio liberal la edición de numerosos papeles y periódicos de tendencia exaltada, entre las que se encuen- tra la primera edición del Himno de Riego, “fue sentenciado –como contaba en 1875 el también impresor José de Orga–, emigró, fue atropellada su casa, que- mado su gran surtido de libros, estropeada su imprenta que constaba de trece prensas, aprisionada en Castellón de la Plana su pobre esposa, y gracias a que un virtuoso sacerdote recogió a sus inocentes hijos para que no perecieran. Res- tituido a su patria, como tantos otros, en virtud de la amnistía de la reina Cris- tina y perdido todo su capital, intentó establecer de nuevo su imprenta”, pero fue convencido para montar una fábrica de gamografía o arte de rayar papel para los libros de oficinas y comercio, origen de una floreciente industria pape- lera en Valencia.46 Falleció a los 77 años en septiembre de 1875. Por un memorial, inédito hasta hoy, cuya copia se conserva en el epistolario de Vicente Salvá, sabemos la tirada, reparto de ésta, montante del costo de edi- ción y sistema de distribución de los ejemplares. En efecto, a fines de 1833 Ve- nancio Oliveres47 ya de nuevo en Valencia se dirige al Intendente para reclamar el dinero que se le adeuda por la impresión de los Vols. VI a X del Viage Lite- rario, cuyo importe era de 46.891,28 reales, de los que 13.231,28 quedaban pen- dientes de pago, después de deducir las entregas a cuenta efectuadas desde abril de 1821. Aunque la real orden por la que la Intendencia de Valencia quedaba encargada de la impresión de estos volúmenes databa de 7 de diciembre de

45 Colección de documentos inéditos para la Historia de España, Vol. XXI, edición a cargo de SALVÁ, Miguel y SAÍNZ DE BARANDA, Pedro, Madrid: Imprenta de Calero, 1852, pp. 383- 437. La reimpresión se hizo al tiempo que se editaron los doce últimos volúmenes del Viage Literario, edición que también estuvo a cargo de Sáinz de Baranda. La rareza del opúsculo hace que Ana Mª Sánchez no lo conociera y lo publicara como inédito. 46 Las noticias sobre su vida proceden de un artículo biográfico publicado por José de Orga en El Mercantil Valenciano (12-9-1875), con motivo del fallecimiento de Oliveres y re- producido por SERRANO MORALES, J.E. en Reseña histórica en forma de diccionario de las Im- prentas que han existido en Valencia..., Valencia: Imp. de F. Doménech, 1898-99, pp. 380-381. 47 Véase Apéndice documental, Doc. nº 2. EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 183

José Ortiz y Sanz (1739-1822), canónigo de la Seo de Xàtiva y amigo de los herma- nos Villanueva (grabado del Compendio cronológico de la Historia de España). Or- tiz realizó por aquellos años el Viaje arqui- tectónico-anticuario de España (1807).

1821, la impresión fue realizada por Oliveres entre junio y diciembre de ese año. La tirada fue de 1.500 ejemplares de cada volumen, tirada normal para la épo- ca, de los que 1.000 ejemplares se remitieron a Madrid: “Según lo prevenido en la Real orden de 7 de diciembre, se remitieron por esa Intendencia a la Impren- ta Nacional mil ejemplares de cada uno de los tomos enunciados; habiendo que- dado en poder del recurrente 500 ejemplares más para los fines que el mismo gobierno dispuso. Estos 500 ejemplares, salvo los entregados al autor, obran to- davía en poder del que expone [...] Con motivo de los acontecimientos políti- cos de 1823 al exponente no le ha sido posible orillar este asunto, y deseoso de verificarlo y de salir de la responsabilidad en que se encuentra a V.S. con enca- recimiento suplica...” el pago de la diferencia en forma de libros editados por la Imprenta real para su venta en el establecimiento que poseía de Valencia y así resarcirse de la cantidad pendiente de cobro, dado que “en virtud de las penu- rias del Erario no percibió el importe del tomo 10”. En el momento en que redacta el memorial, Oliveres tiene en sus almacenes 2.105 ejemplares de los cinco volúmenes impresos por él (entre 390 y 500 de cada tomo), habiendo entregado en su momento 50 ejemplares de cada tomo al autor y 50 al jefe político de Valencia. El costo de impresión de cada tomo fue de 8.140 reales por tomo (VI a IX) y 9.180 el X, lo que significa que cada ejemplar venía a costar 5,4 reales y el 10º 6,2, habiéndose establecido en 1805 su venta en 10 reales, que a las alturas de 1821-22 serían de 11 ó 12 reales ejemplar. Se trata, pues, de un interesante testimonio sobre el comercio del libro en esta etapa. 184 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN

La rentabilidad –como ya hemos adelantado– no parece fue la esperada. Ello explica la polémica entre el secretario de la Real Academia de la Historia, Diego Clemencín, y el director de la Imprenta Nacional, Eugenio de Tapia. Mientras Clemencín defendía la continuación de la edición, por ser obra nece- saria en defensa de una iglesia nacional anticurialista, cuestión importante en la época que llevó al nombramiento –y rechazo por Roma– de Joaquín Lorenzo como embajador ante la Santa Sede, Siendo la obra una colección de documentos inéditos sepultados antes en los ar- chivos de las iglesias, y recogidas por un literato de juiciosa crítica, no puede menos de ser útil para ilustrar nuestra historia civil y eclesiástica, fijar las épo- cas ciertas de los sucesos y manifestarnos las variaciones de nuestras iglesias y las causas de ellas. La falta de las luces que dan los documentos de esta especie, ha suscitado algunas veces las exageradas pretensiones de la corte romana y pro- ducido la timidez del gobierno con grave perjuicio del estado.48 Tapia se oponía a su continuación por motivos de rentabilidad económica, pues “ha tenido tan corta venta desde que empezó a publicarse en el año de 1804 que solo ha producido hasta el día la suma de 10.162 reales, con la circuns- tancia de que en algunos años no se ha vendido un solo ejemplar”, y haciendo hincapié en que la obra, “lejos de ser beneficiosa”, ha ocasionado un gravamen de 131.322 reales, “sin esperanza de poderse reintegrar en lo sucesivo”.49 El citado memorial de Venancio Oliveres también contiene un gran interés porque narra las vicisitudes que en la llamada “década ominosa” le tocó pade- cer, confirmando el testimonio aportado por su amigo José de Orga a raíz de su fallecimiento en 1875. Decía Oliveres en 1833: Con el transcurso de tantos años, y de resultas de una ruinosa causa inquisito- rial que el titulado Santo Tribunal de Fe de este arzobispado formó al exponen- te por los años de 1825 a 1828 y con cuyo pretexto dicho Tribunal saqueó, que- mó y retuvo cuanto le pareció y convino de la casa del que refiere, y no contento con eso llevó su dañina y bárbara intención hasta la correspondencia, libros, re- cibos y cuantos papeles le vinieron a mano, por este motivo pues no le es posi- ble acompañar documentada la nota nº 3º que hace relación a los tomos entre- gados al autor Don Jaime Villanueva y otras personas, por la pérdida de los recibos que de todo poseía. Pero puede asegurar bajo el más solemne juramen- to ser fiel y verdadera dicha relación, la que en caso necesario pudiera justificar con testimonios de personas de probidad, no siéndole posible por la muerte del autor reclamar nuevos recibos.50

48 La posición de Clemencín aparece en una carta dirigida a Agustín Argüelles, secretario del Despacho de Gobernación, de fecha 11 de agosto de 1820 (AHN: Consejos, leg. 11.3172, exp. 1). 49 Ibidem, carta de Eugenio de Tapia a Agustín Argüelles, 31 de agosto de 1820. 50 Este documento forma parte del proyecto de edición del epistolario de Vicente Salvá y Pérez (1786-1849), que llevamos a cabo desde hace varios años. La etapa de Simón López como arzobispo de Valencia (182-18) es de las más duras en el uso de la represión religiosa, bajo la restaurada Inquisición con el nombre de Juntas de la Fe. Dentro de esta etapa se inser- ta la ejecución del mestre de Russafa, Cayetano Ripoll, en julio de 1826.

EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 185

Portada de la primera edición de Mi viaje a las Cortes, un testimonio directo de los debates parlamen- tarios y la vida en el Cádiz de las Cortes.

Portada de la Noticia del Viage Lite- rario a las Iglesias de España, edita- do en 1820 por su amigo Pedro Juan Mallén, cuñado del también librero y político Vicente Salvá y Pérez. 186 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN

Quedaban pendientes de publicación los manuscritos que a su muerte en Londres, el 14 de noviembre de 1824, había dejado Fray Jaime en manos de su albacea, Fray Ignacio Herrero. Si tanto se tardó en sacar a la luz estos materia- les inéditos es porque por aquellos años de la década ominosa, Fernando VII había ordenado la reanudación de la España Sagrada, del fraile agustino Enri- que Flórez, que había sido continuada tras su muerte en 1773 por Manuel Risco, hasta el fallecimiento de éste en 1801. No será hasta la reanudación llevada a cabo por los hermanos de religión, Antolín Merino y José de la Canal, cuando se retome esta obra y ahora en forma también de Viaje Literario. Parece demos- trarse por esta serie de coyunturas históricas, que la obra de los hermanos Villa- nueva, especialmente el Viaje de Fray Jaime, se dirigía a sustituir la magna obra iniciada por Flórez en 1747, también bajo protección real, en el reinado de Fer- nando VI y que la muerte de Risco permitía introducir una nueva aportación cuya similitud con la del agustino burgalés era más que evidente. No se olvide que la idea de Joaquín Lorenzo surge pocos meses después del fallecimiento de Risco y que la continuación de la España Sagrada que se hace a José de la Canal se produce en el momento en que el resto del Viaje Literario de Jaime parece su- mido en el olvido: el autor hace años que falleció en Londres y su hermano con- tinúa en el exilio irlandés. En efecto, en la nota necrológica sobre el P. La Ca- nal, publicada por la Revista de Madrid en 1845,51 se refiere la crítica que el jesuita Masdeu hizo de la Historia compostelana publicada por Flórez y Risco en el tomo XX de la España Sagrada, saliendo en su defensa el P. La Canal, adu- ciendo que “después de vistas y aun corregidas por el Sr. D. Lorenzo Villanue- va hubieran visto la luz pública”, en un aval claro de la autoridad que en mate- rias de historia eclesiástica se le concedía al sacerdote valenciano. Pero poca amistad tuvo que haber entre ambos cuando sabemos que Justo Pastor Pérez, el mismo que delató en 1814 a Joaquín Lorenzo para su procesa- miento y prisión, salió en defensa del agustino o que poco después se le encar- gase por orden expresa de Fernando VII a Merino y La Canal la reanudación de la España Sagrada, emprendiendo este último en 1817 un viaje –que también llama literario– a Cataluña “con el objeto de recoger documentos para la Espa- ña Sagrada y continuar esta por la iglesia de Gerona, de la que se publicaron los tomos 43, 44 y 45”, viaje que continuó en 1824 (segundo viaje) que dieron lu- gar a los tomos 46 y 47 (diócesis de Lleida). Vemos aquí cómo el Viaje Literario fue arrinconado con clara intención política para ser sustituido por el de La Ca- nal y la España Sagrada, cuyos autores no cuestionaron la autoridad absoluta del monarca. Incluso es más cruel el hecho de que la propia Academia de la Histo- ria, protectora de la España Sagrada y de su edición desde los años del absolu- tismo fernandino, pusiese a disposición del P. La Canal los materiales inéditos

51 Revista de Madrid, Tomo VII, Imprenta de la Sociedad Literaria y Tipográfica, 1845, pp. 102-122. EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 187 del Viaje Literario del dominico valenciano.52 En efecto, en los años 1838 y 1839 y en varias sesiones de la Academia de la Historia, presidida por entonces por Fernández Navarrete, se leyó el tomo 47 de la España Sagrada redactado por La Canal y como señala su presidente en 1840, deseosa la Academia de fomentar este tipo de obras ...propuso al Gobierno que se entregasen a esta comisión los trabajos inéditos del Viaje literario a las iglesias de España, que dejó su autor D. Jaime Villanue- va, apenas supo que existían en poder del presbítero D. Ignacio Herrero, veci- no de Valencia, que fue su amanuense. La academia, entre tanto, a excitación del señor censor,53 había preguntado al Sr. Herrero en qué estado tenía los tra- bajos del Sr. Villanueva relativos al Viaje literario, y contestó tener ordenados los tomos concernientes a las iglesias de Urgel, Lérida, Tarragona, Roda y Gerona, y que estaba pronto a enviar dichos tomos y los demás manuscritos acopiados en aquella comisión, luego que así se le mandase por el Gobierno. A lo que la crónica de la Academia añade: Tan grata contestación alentó más el celo de la Academia para reiterar sus instan- cias y lograr una favorable resolución, con el fin de salvar estos preciosos docu- mentos, facilitar su publicación, y no hacer infructuosos los trabajos de tan dig- nos literatos, ni la generosidad y los gastos hechos por un Gobierno que supo promover tan útiles empresas. Para que el Sr. Herrero pudiese remitir bien coordinados tan importantes manuscritos, se suplicó al gobernador eclesiástico de Valencia que se sirviese dispensarle de asistir al coro diario de la parroquia donde era beneficiado, y contestó accediendo a los deseos de la Academia. Tam- bién se procuró recordar al Gobierno la oferta de una pensión que desde 1808 se le había hecho, pero según la contestación del ministerio, no parecía en el ar- chivo de la Gobernación de la península el expediente sobre aquel Viaje literario y se habían pedido noticias para su hallazgo a las otras secretarías del despacho.54 La continuación de la edición del Viaje Literario por la Real Academia de la Historia está motivada más por las presiones del gobierno que el interés de la propia Academia. Ésta, una vez fallecido al agustino La Canal, a quien pode- mos considerar un “usurpador” o plagiario de los manuscritos de Villanueva, retomó el proyecto de edición con el apoyo del gobierno. Había sido en 1840 cuando el gobierno progresista de Baldomero Espartero, poco después regente, apoyó poner a disposición de la Academia los manuscritos para su edición. Dos años antes, en septiembre de 1838, el Padre Ignacio Herrero, quien había con-

52 Esta misma tesis sostiene SÁNCHEZ DÍAZ, Ana Mª en “El Viaje literario a las Iglesias de España: una empresa ilustrada...”, p. 63: el hallazgo de los manuscritos considerados perdi- dos del Viage Litetrario “suscitará honda alegría, pero al mismo tiempo motivará una gran pre- ocupación por el futuro de los originales, ante las pretensiones de la Academia de la Historia de incluir los manuscritos del docto dominico en la España Sagrada del P. Flórez”. 53 El censor era el propio P. José de la Canal, académico supernumerario desde 1816, lue- go numerario y censor desde 1834. En 1840 ocupó la dirección de la Academia por falleci- miento de Fernández Navarrete. 54 Revista de Madrid, pp. 116-117. 188 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN servado en Valencia los manuscritos de Jaime tras su marcha al exilio en septiem- bre de 1823, notificaba a la Academia de la Historia que poseía esos documen- tos, pero aunque la noticia fue acogida con agrado, no fue hasta 1839 cuando se iniciaron los trámites por el gobierno para su recuperación. En diciembre de 1840 se solicitó al padre Herrero los citados originales, iniciándose así la prepa- ración de la edición de los 12 tomos restantes, mucho más que lo editado en 1803-1806 y 1821. En efecto, la defensa realizada por el gobierno de la propie- dad de estos manuscritos –recordemos que se trata de una empresa real o guber- namental– fue clara y contundente, pues en oficio remitido por el subsecretario de la Gobernación al ministro del ramo en 16 de diciembre de 1840 se advertía que “si la Academia de la Historia se halla animada del deseo de publicar aque- llos manuscritos, ocasión tiene de hacerlo y de acreditar su celo; publíquense los manuscritos a nombre de su verdadero autor y como continuación de la obra de que forman parte”. La tibia acogida que tuvo en la Academia el hallazgo de los manuscritos de Villanueva, sólo se explica por lo que suponía para el agustino La Canal, director entonces de la institución, de competencia en su obra en marcha de los volúmenes dedicados a Cataluña de la España Sagrada. Los manuscritos enviados por el P. Herrero entre febrero de 1841 y principios de 1844, en que fa- llece, permitieron la edición de los volúmenes XI y siguientes: en 20 de febrero de 1841 el jefe político de Valencia remitía al ministro de la Gobernación55 el ma- nuscrito del tomo XI, que trataba de la iglesia de Urgel –sobre cuyo condado dejó escrito Jaime una conocida obra que se mantuvo inédita hasta 1976 y cuyo manuscrito original se conserva en la Biblioteca Nacional de París– y así se remi- tirán los siguientes. Jaime Villanueva, “uno de los mejores oradores de su tiem- po”, tras encontrarse súbitamente enfermo en la casa londinense de su amigo Vi- cente Salvá, falleció el 14 de noviembre de 1824. De “genio apocado”, como advierte Pastor Fuster, “las fatigas del viaje, la tristeza de verse en un país extra- ño, y sobre todo en una capital tan lúgubre como es la de Inglaterra, no tarda- ron en minar su existencia”.56 Según su hermano Joaquín, dejaba “un tesoro de obras inéditas y una gran colección de preciosos Manuscritos, fruto de su perpe- tua laboriosidad, y de su secreta erudición, y del partido que supo sacar de sus excursiones literarias”.57 Dichos manuscritos quedaron en poder del presbítero Ignacio Herrero, pero tras su muerte –según relata Boix– se vendieron “a peso estos preciosos manuscritos y, de este modo pasaron a manos del acreditado im- presor D. Mariano de Cabrerizo” hasta que en 1846 éste los cedió a la Real Aca- demia de la Historia. Esta versión del historiador valenciano es cuanto menos cu- riosa y –en nuestra opinión falsa– aunque narra hechos de los que fue coetáneo

55 Esta documentación en AHN: Consejos, leg. 11.3172, exp. 1 y MARÍA SÁNCHEZ, Ana: “El Viaje Literario..., una empresa...”, pp. 63-66. 56 PASTOR FUSTER. 57 Ocios, 1824. EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 189 o, tal vez, testigo. Boix relataba así –en un cúmulo de errores– el accidentado de- venir de estos manuscritos: En el año 1841 se mandó por el regente del reino D. Baldomero Espartero que se facilitase al presbítero D. Ignacio Herrero un escribiente del gobierno político de Valencia con el objeto de copiar los manuscritos del célebre Villa- nueva, que obraban en poder de aquel eclesiástico, que sirvió de secretario o amanuense al autor durante el registro de los archivos. Se concedió además al Sr. Herrero una pensión de veinte reales diarios con carácter de oficial del ar- chivo general del reino; pero muerto este anciano sacerdote, se dispuso la ven- ta a peso de los preciosos manuscritos, y de este modo pasaron a manos del acreditado impresor D. Mariano Cabrerizo, hasta que habiendo tenido de ello noticia la academia de la historia solicitó del gobierno su adquisición, y el Sr. Ca- brerizo los cedió a las indicaciones de la autoridad, quedando sin duda desde el año 1846 en poder de aquella corporación.58 Sin embargo, sabemos que el conjunto de veinte legajos de documentos de Jaime que hacia 1866 llegaban a la Academia de la Historia no lo hacen de la mano de Cabrerizo, sino de dos donantes diferentes: Miguel Aparici y Ortiz, miembro de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia; y Vi- cente de la Fuente, conocido historiador de la Iglesia española y de las socieda- des secretas. Estas noticias que daba a conocer el secretario de la institución en su Memoria del año 1868 no proporcionan la pista de por dónde llegaron a ma- nos de ambos dichos documentos, aunque sí da relación pormenorizada de lo que allí se entregó. Uno de esos manuscritos, la Historia de los Condes de Urgel quedó en manos de su hermano, del cual pasó ya en Londres a ser propiedad de Vicente Salvá, quien tras su muerte y la de su hijo, fue adquirido por Heredia. Tras la muerte de éste, se vendió en pública subasta el valioso manuscrito que fue adquirido por la Biblioteca Nacional de Francia, en donde se conserva.59 La Advertencia que precede al tomo XI del Viage Literario, el primero con que se reanuda su publicación en 1850 en la Imprenta de la Real Academia, ex- plica de qué forma se produjo la recuperación de los manuscritos de Jaime y cómo se llevó a cabo la edición: Cuando en 1823 las circunstancias políticas obligaron a expatriarse al laborioso y docto autor del Viage literario, dejó los borradores de esta obra acreditada en poder de D. Ignacio Herrero, religioso secularizado de su misma orden, que le había acompañado para reconocer los archivos de las iglesias visitadas con este objeto. D. Jaime Villanueva murió en Londres en 14 de noviembre de 1824, y

58 BOIX, Vicente: Historia de la ciudad y Reyno de Valencia, Valencia, 1847, vol. III. p. 192. La supuesta venta de los manuscritos es punto no aclarado y del que no habla el expediente del Archivo Histórico Nacional. Esto es así, porque como hemos visto en febrero de 1841 se remitió ya parte de la obra. 59 VILLANUEVA, Jaime: Memorias cronológicas de los Condes de Urgel, transcripción y no- tas de Cristian Cortés, Prólogo, ordenación y revisión de textos de Eduardo Corredera, Bala- guer, Ayuntamiento, 1976. 190 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN

Herrero conservó estos mss. a disposición del Gobierno, con cuya protección y auxilios se había emprendido y publicado aquel viage. Así es que en cuanto lle- gó á su noticia que S. M. se había servido encargar a la Academia de la Historia la continuación de la España Sagrada, se dirigió a ella para suplicarla que acu- diendo al Gobierno de S. M. reclamase aquel rico depósito, haciendo que se co- municase la Real orden correspondiente al que le custodiaba. Esta solicitud ha- lló buena acogida en la Academia y después en el Gobierno, a quien esta se dirigió; y en su vista, D. Ignacio Herrero, ayudado con una corta pensión que le concedió S. M., empezó a coordinar, poner en limpio y remitir los tomos inéditos. Pero le sorprendió la muerte en medio de esta tarea el primer día del año de 1844, y sus testamentarios entregaron todos los papeles, relativos al Via- ge, los cuales obran en poder de la Academia. Privada esta de recursos, no ha po- dido realizar sus deseos de publicar la continuación de esta obra hasta ahora que la inagotable generosidad del Excmo. Sr. D. Manuel López Santaella, Comisario general de Cruzada, se ha prestado a ello ofreciendo los fondos necesarios.60 Queda así aclarado que los manuscritos no se vendieron al gobierno, ni en ello parece interviniera Cabrerizo, como señalaba Boix, o que el costo de la edi- ción corriera a cargo de la Hacienda pública, sino de un patrono, así como que los originales quedaron en poder de la Academia, aunque luego fueran a parar a manos de las citadas personas y estas los entregaran a la docta institución. El Viage Literario a las Iglesias de España ha sido calificado por el Padre Bat- llori61 como uno de los tres libros sobre viajes escritos en el siglo XVIII que que- dan vivos y útiles para los eruditos, junto al de Antonio Ponz y el de Fray Juan Andrés, junto a los de José Ortiz y Sanz, Cavanilles o José Joaquín Castelló, es- tos dos últimos de finalidad bien diferente. Y sobre el paradero de tantos y tantos manuscritos que el dominico citaba en la Noticia escrita en 1814, poco ha quedado. En la misma Advertencia del ya citado tomo XI, publicado en 1850, se ignoraba su paradero: En el presente tomo cita éste también sus Memorias sobre los Condes de Urgel, obra que miraba con particular cariño por encerrar muy curiosas investigacio- nes. No tiene la Academia la satisfacción de poderlas dar a la imprenta como era justo; pero tampoco la cabe el sentimiento de decir que hayan perecido en los trastornos y convulsiones políticas que amargaron los últimos días de su autor. Porque aparecen en el catálogo de libros de D. Vicente Salvá, impresa en Lon- dres en 1829, pág. 217, señalado con el núm. 4.198; aunque muerto este en Pa- rís en 5 de junio de 1849, no podemos actualmente señalar su paradero. Tam- poco podemos señalar el de la Colección diplomática, y el del Tratado de los ritos de la iglesia española, que el P. Villanueva cita en sus cartas repetidas veces, si llegó a componerlos, siendo lo más sensible que estos fueron los dos objetos que movieron a emprender este Viage literario.62

60 Viaje Literario, XI, Advertencia. 61 BATLLORI, Miquel: La cultura hispano-italiana de los jesuitas expulsos, Madrid, 1966, p. 556. 62 Viage Literario..., tomo XI, pp. VIII-IX.

EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 191

Vista de la ciudad de Valencia hacia 1838, con el río Turia a su paso junto a la Ciudadela. Al fondo, el convento de San Pío V (grabado de G. Vivian).

Así cerramos el círculo trazado al comienzo de este trabajo: de las tres obras sólo sobrevivió una, la que sólo servía en principio como medio para las otras dos, consideradas principales. Ironías del destino.

CONCLUSIÓN: VALORACIÓN DE UNA OBRA Y UNA VIDA Es evidente que la obra de Jaime Villanueva, con el apoyo de su hermano, forma parte de aquellas características que señalaba el profesor Gómez de la Serna de los viajeros ilustrados por España: hablaban de conocimiento de la na- ción (en su sentido dieciochesco), y para ello nada mejor que recorrerlo, para aportar medidas políticas y económicas que pudieran cambiarlo. El viaje de Jai- me, aunque en principio tenía unos objetivos bien concretos, terminó resultan- do, como la mayoría de los itinerarios emprendidos por los ilustrados viajeros españoles, un amplio repertorio de temas que desbordaban la insaciable curio- sidad del setabense. Queda demostrada tal aserción al leer el largo listado de textos manuscritos que dejó al marchar a Londres y que, en gran parte, perecie- ron en la vorágine de aquellos años de penuria y ausencia de horizontes, tras- fondo de un drama personal y colectivo: el de la guerra, la represión y el exilio. El reformismo ilustrado empujó al viajero ilustrado a recorrer España –tam- bién las Américas– e inventariar todo cuanto hallasen a su paso. Así se fue con- formando una larga nómina de nombres ilustres: desde Jovellanos, Campomanes, Vieira y Clavijo, Bowles, Ward o Malaspina, hasta los valencianos Jorge Juan, Pé- rez Bayer, Antonio Ponz, Antonio José Cavanilles, José Joaquín Castelló, José Or- tiz y Sanz, Gabriel Císcar o Francisco Javier Balmis, que dejaron testimonio signi- ficativo de sus intentos por mejorar España y sus territorios de ultramar.63

63 SOLER PASCUAL, Emilio: El viaje literario y político..., pp. 115-116. Un excelente balan- ce de los viajeros valencianos lo hizo BAS CARBONELL, Manuel: Viajeros valencianos. Libros de viajes (siglos XII-XX), Valencia: Ajuntament, 2003. Carlos Beramendi, aunque nacido en Pam- 192 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN

Pero su impresión se retardó de forma considerable. Ana María Sánchez sos- pechaba en su estudio realizado hace algo más de dos décadas que ese retraso se debió a la coyuntura política o económica (disposición de fondos de la Hacien- da real). Hay, además de esas, otras razones más prosaicas: ya las hemos explica- do, hay mucho de personal entre La Canal y la obra del P. Villanueva; o entre dos formas de entender la historiografía o modo de hacer la Historia de la Iglesia es- pañola que el dominico explicó con detalle en el Viaje y, de forma especial, en la Noticia. Es verdad que la situación financiera de la Imprenta real era muy deli- cada en la década de los cuarenta del siglo XIX, como señaló su administrador Manuel Bretón de los Herreros quien se opuso a este dispendio. Si el Viaje lite- rario se culminó en sólo tres años fue por la decisiva intervención del mecenaz- go privado mediante el aporte financiero necesario y la decisiva aportación de Pedro Sáinz de Baranda, quien –frente al obstruccionismo del agustino La Ca- nal– apostó claramente por la salida a la luz pública de los últimos volúmenes. Todos los testimonios que hablan de Jaime coinciden en dos cosas: su estre- cha vinculación y dependencia de su hermano Joaquín y su gran conocimiento de la erudición e historia eclesiástica española. Ya hemos visto cómo un histo- riador actual lo considera superior a su hermano Joaquín Lorenzo. De hecho, Jaime fue un gran auxiliar en las tareas literarias y el combate ideológico que su hermano desarrolló durante toda su vida; un “negro”, como se dice en la jerga literaria, inteligente e incansable. Por ello no es de extrañar que el mejor retra- to de sus virtudes nos lo haya dejado su agradecido hermano Joaquín en la ne- crológica publicada en los Ocios de españoles emigrados: “Presbítero despreo- cupado [es decir, nada ambicioso de glorias mundanas o recompensas], poeta, orador, filósofo, reunía la sabiduría a la modestia; sencillo en sus costumbres, amable en su trato, combinaba la energía con la prudencia y la moderación; y los encantos de la sociedad con la piedad y rigidez de sus principios morales; amante de las libertades de su nación y sostenedor acérrimo de sus derechos, lloraba sus desgracias, sin manchar nunca sus votos con la hiel del resentimien- to personal. La patria, con su muerte, pierde un hijo ilustre; la religión, un mi- nistro que ornaba su santuario; la amistad un dechado; y el presente periódico llora la falta de un infatigable y sabio colaborador difícil de reemplazar”.64 Quienes sobre él escribieron con posterioridad confirman cuanto Joaquín Lorenzo dijo en 1824. Así Sánchez Biedma en 1868 iniciaba su biografía con es- tas sentidas palabras: “Entre los muchos y sabios eclesiásticos españoles que ha

plona, debe figurar en esta nómina por su documentado viaje por nuestro antiguo reino, edi- tado por SOLER PASCUAL, Emilio: El País Valenciano a fines del siglo XVIII. Carlos Beramendi y Freyre, Alicante: Inst. de Cultura Juan Gil-Albert, 1994 y El viaje de Beramendi por el País Va- lenciano (1793-94), Barcelona: Ediciones del Serbal, 1994. 64 [VILLANUEVA Y ASTENGO, Joaquín Lorenzo]: “Necrología” de Jaime Villanueva, en Ocios de Españoles emigrados, Londres, nº 8 (noviembre 1824), pp. 376-379.

EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 193

Grabado de la pila de agua bendita de Sant Feliu de Xàtiva (del tomo I del Via- ge Literario).

Portada del primer tomo de la Vida Li- teraria, de Joaquín Lorenzo Villanueva, editada en Londres en 1825. 194 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN

producido nuestro siglo, pocos podrán compararse con el de que vamos a ocuparnos, pocos rivalizar con él en laboriosidad, saber e inteligencia”, para finali- zar con esta sentencia: “Su repu- tación, más grande cada día, pa- sará a la posteridad, que le hará la justicia que acaso por comple- to no podemos hacerle los que sólo de oídas conocemos sus cualidades, por la relación que de ellas nos han hecho sus con- temporáneos”.65 Pastor Fuster, en efecto, nos hablaba de “un varón sabio, llorado de todos los que conocían su mérito literario, que ni aún les queda el consuelo de tener sus cenizas en la penín- sula”.66 Y ni siquiera el cronista de la orden, C. Fuentes, que se mostraba crítico con Jaime por sus ideas y el abandono de los hábitos, dejó de reconocer los méritos de su compañero de re- gla: “En honor a la verdad –con- cluía su nota biográfica–, todos han de confesar siempre que este escritor valen- ciano fue uno de los españoles más sabios y eruditos de su época, como nos lo acreditan sus inmortales obras”.67 Aún así, la obra de Fr. Jaime fue sometida a revisión por historiadores ecle- siásticos catalanes en las décadas posteriores. Es el caso del sacerdote Pablo Pa- rassols, quien en 1874 publicaba en la Revista Histórica Latina, unas “Reseñas, aclaraciones y documentos notables pertenecientes a la Historia del Principado

65 [SÁNCHEZ BIEDMA, José], “Villanueva (D. Jaime)”, en Biografía eclesiástica completa... bajo la dirección de D. Basilio Sebastián Castellanos de Losada, Madrid, A. Gómez Fuentene- bro, 1868, Tomo XXX, pp. 285-289. 66 PASTOR FUSTER, Justo: Biblioteca Valenciana de los Escritores que florecieron hasta nues- tros días y de los que aún viven, con adiciones y enmiendas a la de D. Vicente Ximeno, Valen- cia: Imp. De I. Mompié, 1830, II, pp. 436-439. La primera y más completa biografía hasta hace pocos años. 67 FUENTES, C.: Escritores dominicos del Reino de Valencia, Valencia: Imp. De F. Ángeles Pitarch, 1930, pp. 352-357. Se trata de una copia de Pastor Fuster con algunas condenas por su secularización en 1820. EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 195 de Cataluña”, en cuya “Introducción” hacía alarde de su erudición y trabajo para acabar cuestionando la investigación de todos los que le precedieron: “Fló- rez, Masdeu, Villanueva, La Canal escritores clarísimos por la profundidad de sus conocimientos, mucho han ilustrado la historia de España y especialmente de Cataluña, recorrieron muchos de sus archivos, pero estos, aunque les fuesen franqueados, eran los más unos fondos que no podían por falta de tiempo reco- rrer; de aquí es que, o anotaron únicamente lo que se les daba ya trillado, como el que esto escribe le consta que hizo meramente Villanueva, o bien al azar cogie- ron uno que otro dato, ignorados muchos en realidad, opero quedando muchí- simos y muy interesantes olvidados, como que los recogidos tenían con los otros referencia; de aquí que dieran sus obras unas luces escasas para apreciar debi- damente lo anotado”.68 A pesar de estas críticas, la valoración que hoy se hace de esta obra dista mu- cho del criterio de estos eruditos de las postrimerías del XIX, vinculados a una noción nacionalista y positivista de la historia eclesiástica de Cataluña. El Viaje Literario es considerado a todos los efectos como un viaje hijo del pensamiento ilustrado, pero realizado en un contexto bien diferente. Tanto por sus autores, como por su planteamiento, es una constatación de que la herencia ilustrada im- pregnó buena parte del primer liberalismo español y pugnó con las nuevas ge- neraciones literarias que miraban ya como decadente el estilo neoclásico para volver su mirada a la naciente generación romántica. Romanticismo y revolu- ción son términos que se complementan, mientras que el Viaje literario se desempeñó en un contexto prerromántico con armas del siglo de las luces.

APÉNDICE DE DOCUMENTOS

DOCUMENTO 1 Madrid. 1802, junio, 15. Memoria que acompaña al Plan de la obra De Antiquis Hispaniae Ecclesiae ritibus Archivo Histórico Nacional: Consejos, legajo 11.3172, exp. 1.

El objeto de esta obra es dar una historia dogmática de los ritos y ceremonias de la Iglesia de España desde los tiempos apostólicos hasta la uniformidad establecida en el oficio eclesiástico por San Pío V.

68 PARASSOLS PI, Pablo, Pbro.: “Reseñas, aclaraciones...”, Revista Histórica Latina. Publica- ción mensual de Ciencias históricas, Barcelona, 1874, tomo I, p. 3. En la misma línea crítica se puede situar el estudio de MONSALVATJE I FOSSAS, F: Los Monasterios de la Diócesis gerunden- se: Rectificación a los abaciologios publicados por el P. Jaime Villanueva en su “Viaje literario a las Iglesias de España”. Olot: Imp. i Llibreria de Joan Bonet, 1904. En su defensa salió déca- das después MATEU LLOPIS, Felipe: El “Viage Literario” del P. Villanueva y las iglesias de Ca- taluña. (Discurso leído en la Fiesta Nacional del Libro Español, 1946). Barcelona: Imprenta Elzeveriana, 1947. 196 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN

Se escribirá en latín como lo están por punto general todas las de esta clase y bajo el plan propuesto en el papel adjunto. En ella además de los documentos pertenecientes a los artículos de su Plan se han de publicar como apéndices los códices más exquisitos y raros que se encontraren, como son cartas y formularios ceremoniales de algunas iglesias y monasterios, y también ritua- les y sacramentarios antiquísimos que los hay muy dignos de la luz pública. El autor cede para siempre a S.M. el producto de esta obra y se obliga a cuidar de sus ediciones. No pide por este trabajo dotación ni pensión, ni espera más recompensa que la satis- facción de sacar a España del injusto olvido en que yace en este punto por no haberse desenterrado los tesoros litúrgicos escondidos en sus archivos. Únicamente quisiera no quedar gravado con la manutención de escribientes y com- pra de libros y provisión de otros aparatos necesarios para perfeccionar esta empresa. Para evitar al Real erario el gasto de viajes a las iglesias, pudiera mandar S.M. a los obispos y cabildos y abades y superiores de los monasterios que bajo la debida cautela y resguardo envíen al autor o a la misma Secretaría de Estado, los códices y libros impre- sos de Liturgia existentes en sus archivos, los cuales se irán devolviendo después de ha- berse copiado o extractado. Puede dársele al autor para compañero en este trabajo un hermano suyo fraile domi- nico, de edad de treinta y siete años, lector de teología de la Provincia de Aragón, llama- do Fr. Jaime Villanueva, el cual además de ser de toda su confianza posee la lengua lati- na u sabe medianamente la griega y hebrea, y tiene el aparato de erudición eclesiástica que se necesita aún para trabajar por sí mismo esta obra. Convendría que este religioso trabajase al lado del autor y en su compañía, para lo cual pudiera pasarse la real orden correspondiente a los Provinciales de Aragón y de esta Provincia de España, mandando al mismo tiempo S.M. que empleado en esta digna em- presa pueda completar los dos años que le faltan de lectura para que no le perjudique en la carrera de su orden.

DOCUMENTO 2 Valencia. [1833] Instancia de Venancio Oliveres, impresor, al Intendente de Valencia, reclamando lo que se le debe por la impresión de los tomos 6 a 10 del Viaje Literario [s.d.] 1833? Fondo de cartas de Vicente Salvá. Colección privada (en proceso de edición por Ger- mán Ramírez). Parece copia hecha por Salvá del original.

M.[uy] I.[lustre] S.[eñor] Venancio Oliveres, del comercio de libros en esta ciudad, etc. a V.I. hace presente: Que por Real orden de 7 de diciembre de 1821 mandó el gobierno de S.M. enten- diera esta Intendencia de la impresión de la obra titulada “Viage literario a las Iglesias de España”, por el P. Villanueva; y por contrata celebrada en 15 del mismo mes y año se en- cargó el exponente de dicha impresión, e hizo los tomos 6, 7, 8, 9 y 10, de los cuales tie- ne presentadas las cuentas a esa Intendencia con las fechas que marca el documento nº 1º que acompaña. El exponente cobró también algunas cantidades, por el orden y fechas que demuestra el citado documento nº 1º; pero en virtud de las penurias del Erario no percibió el impor- te del tomo 10. Y de las cartas de pago que se le entregaron a cuenta de los tomos 8º y 9º no pudo realizar el cobro de algunas, y otras le fueron recogidas en 1823 por el Gobier- no usurpador, como de una de ellas lo acredita la certificación nº 2 que acompaña. EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 197

Según lo prevenido en la Real orden de 7 de diciembre, arriba citada, se remitieron por esa Intendencia a la Imprenta Nacional mil ejemplares de cada uno de los tomos enunciados; habiendo quedado en poder del recurrente 500 ejemplares más para los fi- nes que el mismo gobierno dispuso. Estos 500 ejemplares, salvo los entregados al autor, obran todavía en poder del que expone en el número y forma que se explica en el docu- mento nº 3º. Con motivo de los acontecimientos políticos de 1823 al exponente no le ha sido po- sible orillar este asunto, y deseoso de verificarlo y de salir de la responsabilidad en que se encuentra a V.S. con encarecimiento suplica: 1º. Que V.S. se sirva mandar formar una liquidación de cuentas por la Contaduría de Provincia a quien corresponda. 2º. Que en atención a las escaseces del Erario y puesto que la citada obra es propie- dad y pertenece a la Imprenta Nacional, se digne V.S. proponer al Gobierno de S.M. que el alcance que resulte a favor de este interesado le sea satisfecho en libros del fondo de aquel establecimiento, a elección sobre su catálogo. 3º Y último. Que V.S. se sirva disponer tan luego como le sea dable de los ejempla- res que obran en poder del interesado, o bien hacer que se incaute de ellos otra perso- na; pues habiendo sufrido una completa destrucción en su fortuna, carece de local para custodiarlos, y por esta misma razón ha tenido que pagar almacenaje en los años anterio- res, hasta que últimamente los depositó en los almacenes de los Señores Mallén y sobri- nos de este comercio de libros, que por un favor particular se los conservan. Con el transcurso de tantos años, y de resultas de una ruinosa causa inquisitorial que el titulado Santo Tribunal de Fe de este arzobispado formó al exponente por los años de 1825 a 1828 y con cuyo pretexto dicho Tribunal saqueó, quemó y retuvo cuanto le pare- ció y convino de la casa del que refiere, y no contento con eso llevó su dañina y bárbara intención hasta la correspondencia, libros, recibos y cuantos papeles le vinieron a mano, por este motivo pues no le es posible acompañar documentada la nota nº 3º que hace re- lación a los tomos entregados al autor Don Jaime Villanueva y otras personas, por la pér- dida de los recibos que de todo poseía. Pero puede asegurar bajo el más solemne jura- mento ser fiel y verdadera dicha relación, la que en caso necesario pudiera justificar con testimonios de personas de probidad, no siéndole posible por la muerte del autor recla- mar nuevos recibos. En esta atenta, y debiendo obrar en los archivos de esta Intendencia todos los ante- cedentes sobre este negocio, a V.S. suplica se digne acoger benignamente esta demanda; y que al consultar al Gobierno de S.M. respecto a que el alcance que resulte le sea satis- fecho en libros del fondo de la Imprenta Nacional por proceder de impresiones hechas directamente por dicho establecimiento, se digne también indicarle que en ello procede- rá con doble justicia por recaer en una familia totalmente arruinada por su adhesión a la buena causa, y que al mismo tiempo es acreedora al tesoro de la Nación en algunas can- tidades de importancia por adelantos hechos a varias oficinas de la Administración pú- blica en el ramo de impresiones, papel y objetos de escritorio desde 1820 al 1823, cuyas sumas cede para siempre en beneficio de la Nación. Valencia, etc. [sin fecha] 198 GERMÁN RAMÍREZ ALEDÓN

La ciudad de San Felipe (Xàtiva), donde nacieron los hermanos Villanueva (grabado del siglo XVIII).

DOCUMENTO Nº 1

Debe la Intendencia de Valencia a Oliveres, Haber por la Impresión del Viage Litetario

1821 1821 Junio 7. Por la Cuenta presentada Abril 18. En metálico a cuenta del en este día de los tomos 6º y 7º 17.340,00 tomo 6º que se hallaba impreso 5.000,00 Agosto 18. Por Id. Id. Del tomo 8º 8.180,00 Julio 31. En metálico a cuenta id. 3.085,00 Noviembre 30. Id. Id. Tomo 9 8.140,00 Agosto 10. En id. 3.085,00 Por la cuenta del tomo 10 presen- Agosto 14. Id. Id. 3.085,00 tada a últimos de Diciembre o Septiembre 7. Id. Id. principios de Enero 1822 9.340,00 1822 3.085,00 Una carta de pago contra el Abril 3. Varias cartas de pago contra Pueblo de Rosell que recogió los pueblos de Rosell, Espadilla y el Gobierno usurpador, según otros, entre todas 16.320,00 documento nº 2 3.891,28 Total 46.891,28 Saldo a favor de Oliveres 13.231,28 Igual 46.891,28

DOCUMENTO Nº 2 Una certificación de Don José Nebot, Intendente de Valencia en 8 de Mayo de 1824 de haber recogido la carta de pago de Rosell, importante 3.891 r. 28 ms. EL VIAJE LITERARIO DE LOS HERMANOS VILLANUEVA 199

DOCUMENTO Nº 3 Estado que manifiesta la distribución y existencias de los 500 ejemplares que queda- ron en poder del impresor Oliveres, etc. etc.

Tomo 6º Entregados al autor por Real Orden 50 A Mallén para enviar de comisión a Barcelona 50 109 Al Jefe Superior Político 4 500 Juez de Imprentas, Intendente, contador, etc. 5 Existencias en poder de Oliveres 391

Tomo 7º Igual distribución que el anterior 109 } 500 Existencias 391 } Tomo 8º Al autor 50 } Al Jefe Político y demás 9 59 500 Existencias } 441 Tomo 9º Como el anterior 500 } Tomo 10 Como el anterior 500

Resultan existentes

Tomo 6º 2.391 Tomo 7º 2.391 Tomo 8º 2.441 Tomo 9º 2.441 Tomo 10 2.441 2.105 Se terminó de imprimir en Artes Gráficas Soler, S. L., de la ciudad de Valencia, el 16 de noviembre de 2008