capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 25

Lujos y penurias populares: enseres cotidianos y cultura material en la Castilla del Quinientos Máximo García Fernández Universidad de Valladolid capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 26 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 27

I. FAMILIA Y CULTURA MATERIAL post-mortem. Su valoración y composición, recam- A MEDIADOS DEL SIGLO XVI. bio o reutilización, ofrecen datos muy interesantes.

Muchas cosas estaban cambiando en el huma- nista siglo XVI cuando la felicidad celestial debía 1. RIQUEZAS Y POBREZAS. compaginarse con una mejora de las condiciones de vida terrenas en aquel contexto de dinamismo En la obra de Bennassar para el Valladolid del económico general. Muy lentamente, y en función siglo XVI se reitera con asiduidad el término lujo. de la relación con el mercado y la capacidad dinera- El lujo de contar con muchos criados y con pobres, ria, nuevos servicios y géneros manufacturados presente en el interior de las viviendas como algo comenzaron a demandarse por parte de segmentos cotidiano; los siempre perceptibles signos externos sociales cada vez más amplios. La Ribera del Duero de riqueza; la reiteración de fiestas y espectáculos. Oriental es un buen observatorio donde apreciar tal Rasgos que definieron la parte mejor documentada evolución. La tradición medieval se mezclaba allí de las ciudades castellanas durante su dilatado con el renacer de la pujanza de nuevos cánones periodo de crecimiento material, resaltados aún vitales, generándose conflictos pero también más allí donde el cúmulo de necesidades visuales abriéndose nuevos horizontes en las cuestiones que la cercanía del poder acarreaba los convertía en relacionadas con el consumo, la apariencia pública imprescindibles. Por otra parte, centraba sus análi- y el deseo de ‘parecer bien’. Cobran así especial sis en el conocimiento de los niveles de consumo relevancia las palabras del padre Guevara, cuando, más perentorios, los alimentos, por lo que mucho sagazmente, percibía “la confusión y desorden que se desconoce todavía de las posibilidades de vive el mundo, ante la relatividad a la que se some- comercialización estable de otros géneros manufac- te la conducta humana… y sus liviandades”, inclu- turados2. La adquisición de vinos, carnes o pesca- so entre ‘el común’1. dos requería de un cierto nivel de rentas y se rela- cionaba siempre con la cuestión de los precios, Nuestra propuesta radica en rastrear una instan- situación que se reafirmaba de forma mucho más tánea, coyuntural pero también evolutiva, de las acentuada respecto a la demanda del resto de los posibilidades de desenvolvimiento material de un enseres domésticos y del vestuario personal. conjunto amplio de familias castellanas (contrastado en función de sus niveles de rentas y posición social), Los conjuntos patrimoniales acumulados (rastre- a partir del conocimiento de los distintos enseres ados en cartas de pago de dote, inventarios post- existentes en el seno doméstico, tasados en el mortem y en obligaciones de comerciantes y cuen- momento matrimonial y en el posterior hereditario tas de testamentaría, curaduría y pago salarial)3

• Este trabajo se inscribe dentro de los Proyectos de Investigación financiados titulados Cultura material, consumo, moda e identidades sociales. Mujer, vestido y apariencia en Castilla y en León durante el Antiguo Régimen (siglos XVI-XIX) y Familia, identidad social, transmisión hereditaria y cultura material. Patrimonios, consumos y apariencias en la Castilla interior: 1600-1850. (Har2010-21325-C05-05). 1 Guevara, Antonio de, Menosprecio de corte y alabanza de aldea, Valladolid, 1539 (Madrid, 1984); cap. XIX: ‘Virtudes que en la corte perdió y malas costumbres que allí cobró’, pp. 268-273. “Dios estaba en todas partes y ocupaba todas las horas: en las alcobas de los palacios, entre los pucheros de las cocinas, en las calles, en las plazas, en las encrucijadas de los caminos, en las puertas de las ciudades, en los campana- rios, en los claustros,… o entre las sábanas de los moribundos, en las joyas de las mujeres y en la mesa doméstica; nada de lo humano le era ajeno; nada de lo divino era extraño; todo era religión”. 2 Bennassar, Bartolomé, Valladolid en el Siglo de Oro. Una ciudad de Castilla y su entorno agrario en el siglo XVI, Valladolid, 1983; ‘Un lujo cotidia- no. Signos de riqueza’, pp. 417-429. 3 Documentación conservada en los Legajos del Archivo Histórico Provincial de Valladolid (AHPV), en su Sección de Protocolos Notariales (Prot). Se analizan aquí un centenar de documentos notariales.

27 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 28

muestran una fotografía válida de la cultura material También de alfombras, espejos, sobremesas, ‘almo- de aquella sociedad, a la par que identifican las con- hadas y cueros de estrado’, carpetas, esteras y otros diciones de vida populares. Además, permiten acce- adornos domésticos. Cómo no, de los siempre der al ‘consumo social’ de bienes perecederos. A escasos platos y jarras (de Talavera y hasta de través de dos momentos capitales en el devenir eco- Flandes, aunque la mayoría fuesen escudillas de nómico de las familias, el de la creación de las uni- Portillo o zamoranas), cucharas (nunca tenedores) y dades domésticas por matrimonio y el de la transmi- piezas de vidrio. sión a los herederos de los capitales atesorados en vida, se constata la presencia, reiterada o no, de un Todo informa de cómo cubrían entonces sus elenco de prendas de vestir, de mobiliario domésti- necesidades vitales. La cuestión radica en compren- co, de menaje de cocina, de ropa blanca de cama y der si sólo la capacidad económica era la clave de otros objetos decorativos o profesionales que única para contar con aquellos mobiliarios y vestua- denotan la existencia de unos ‘ajuares modélicos’ y rios, o si la emulación, la presencia de comerciantes comunes para la mayoría de la población, junto a que importaban nuevas modas y numerosos pro- una serie de enseres que definían estatus, mentali- ductos extranjeros o la visión por las calles de una dad, dedicación o riqueza superiores4. hidalguía ricamente ataviada, contribuyeron a difundir ‘por goteo social’ tales prendas y objetos Por ejemplo, la reiteración de ‘paramentos de suntuarios5. El dinamismo de la oferta guiaba la cama rajados’ o de colchones y mantas frazadas era venta manufacturera, pero otros argumentos propi- habitual en cualquier vivienda. Eran muebles ciatorios, como los cambios en la demanda, una imprescindibles. Bien distinta era la cantidad dispo- relativa facilidad para “ver y ser visto” y tratar de nible y la calidad de los mismos por familia: pocas reproducir géneros y calidades diferentes o nove- casas disponían de más de una (o dos). Lo mismo dosas, pudieron fomentar la difusión popular de cabe decir de la sabanería y de otros complementos ciertas prendas y menajes que con tanta frecuencia de la cama matrimonial. E igual situación delata la criticaban el sermonario eclesiástico6 y las reitera- presencia o no de ‘sillas de costillas’, de mesas de das Leyes Suntuarias sobre los excesos en los lujos y nogal o de un mayor o menor número de arcas. vestimentas7. Esa misma ‘imitación’ explicaba tam-

4 Nos basamos en los principios metodológicos y en los objetivos y conclusiones plasmados en algunas de las últimas publicaciones edita- das sobre estos temas: De Vries, Jean, La revolución industriosa. Consumo y economía doméstica desde 1650 hasta el presente, Barcelona, 2009, o Torras, Jaume y Yun, Bartolomé (dirs.), Consumo, condiciones de vida y comercialización. Cataluña y Castilla, siglos XVII-XIX, Ávila, 1999. 5 La moda mujeril fue constante caballo de batalla de misioneros, predicadores, confesores y moralistas, asimilándola con la apariencia, la mentira y los usos cosméticos, conceptos negativos todos ya en la pluma del humanista Luís Vives. Por entonces el agua estaba mal consi- derada y se avanzaba hacia una higiene vinculada a polvos y perfumes, cuando el baño se identificaba con lo morisco, la promiscuidad y los contagios. La abundancia de la ropa blanca se presentaba como el símbolo de aquella limpieza. Y por eso se hablaba tanto de los afeites femeninos, de las que se teñían el pelo y de quienes se alcanforaban el rostro, consolidándose la opinión de que su uso era más propio de prostitutas que de cristianas virtuosas. Por eso tampoco resulta extraño que Quevedo considerase irónicamente el empleo de las pelucas. 6 Sobre los clamores de los moralistas contra las proporciones descomunales de las gorgueras, véase: Camos, Marcos A., Microcosmia y gobier- no universal del hombre cristiano, 1592; y ataques contra verdugados y chapines en: Talavera, fray Hernando de, Tratado del vestir, del calzar y del comer, 1477. “Desde tiempo inmemorial”, señalaría el padre Pedro de Calatayud en su famosas Doctrinas prácticas que solía explicar en sus misiones… “en las mujeres es natural y poderoso el apetito de sobresalir, y ser estimadas por el aseo y adorno que las hace parecer bien. Y de aquí nace ser inclinadas a trajes, usos y modas, con que asearse y parecer bien a los hombres”. 7 Sempere y Guarinos, Juan, Historia del luxo y de las leyes suntuarias de España, 1788. Luís Cabrera de Córdoba, al comparar los reinados de Carlos V y Felipe II, reflejaba ya el debate que levantaba la extensión del lujo y el deseo de adoptar nuevos hábitos y de aparentar, incidiendo en el consumo y en la demanda de artículos no indispensables ni de subsis- tencia, iniciada al menos en época de los Reyes Católicos. Se trataba de una ‘epidemia de imitación’, con foco en el vestuario femenino, por lo que al vestir se refiere. Por eso la legislación trataba de frenar los lujos y excesos en joyas, ropas y adornos (proliferaron las minuciosas Pragmáticas restrictivas contra el Lujo de 1494-1499, 1534 y 1537, clamando contra “las fantasías de la tijera” -“llanos, sin cuchilladas ni gol- pes, ni más obra que la costura”-), pues todo debía mirar al “Bien Público y al Buen Gobierno; por ser de mi Real Desagrado las Modas Escandalosas en los trajes de las mujeres y contra la modestia y decencia que en los hombres debía observarse”; Novísima Recopilación de las Leyes de España, Libro 6, Título 13, Leyes 1-26, pp. 182-200.

28 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 29

bién el deseo de medro entre los protagonistas de la difusión de la basquiña y el manto, junto a las pícaros8. ropas y ropillas, complementadas con mangas, cofias, gorgueras o redecillas constituían la base del El atuendo suntuoso presentaba especiales con- ‘vestido modelo’ de la mujer castellana. Ellas valo- notaciones para ser instrumento de corrupción raban la tipología de sus prendas, la composición moral. Estar cargado “de jubones de Milán y de su vestuario y la diversidad de los tejidos de su medias napolitanas de raso y oro” o tratar de enga- confección. Además, la inexistencia de ropa inte- tusarlas con terciopelos de Toledo y cortes de rior, muy pocas camisas y no excesivos objetos de Milán de rica labor (en El amante agradecido o en El decoración textiles dentro de las casas definían su acero de Madrid) presuponía riqueza y apetencias concepción de la escala de valores domésticos. sexuales. Las mujeres, por abundancia de ornamen- tos, “se han convertido en altares”, llenas de “telas, En aquella sociedad tan polarizada, el nivel de tabíes, terciopelos, carmesíes y pasamanos” ingresos determinaba la posibilidad de demanda de (Santiago el Verde). No obstante, Lope de Vega, aún bienes perecederos. “Una clientela de alto poder más que las galas italianas y el poder corruptor del adquisitivo orientaba la producción hacia la calidad lujo (como los ‘vanos’ tocados genoveses o vene- y la belleza”. Por eso, los contrastes eran muy cianos presentes en su obra La quinta de Florencia, o amplios: “la ciudad consume mucho y la riqueza es las generosas dádivas en forma de medias napolita- patente y objeto de ostentación... incluso en las nas de El anzuelo de Fenisa), criticaba satírico los casas en que no existe riqueza; y tiene un medio de nacionales guardainfantes, los mantos de las tapa- expresión favorito: el lujo”10. Situación (cierta sólo das y el resto de los adornos denostados por los para algunos sectores privilegiados urbanos, no moralistas españoles coetáneos. entre los menestrales ni en los entornos rurales) que, además, tendió a ir desapareciendo a lo largo Aquellas ricas piezas contrastaban, por inalcan- de la centuria. zables, con la pobreza general. No obstante, la lite- ratura moralizante de la época mantenía su guerra En la denominada ‘revolución del consumo’, las particular9: Rojo de Flores, en su Invectiva contra el modas y los cambios en el gusto desempeñarían un lujo, censuraba todos los “talabartes y pretinas que papel fundamental, igual que las posibilidades de se gastaban con pasamanos y caireles de plata y emulación e imitación entre los distintos grupos oro” del atuendo masculino o femenino; o en el sociales, hecho que aceleraría notablemente la difu- Memorial contra los falsos trajes de Villalba: “¿cuándo sión de pautas de demanda novedosas. En tal pro- se vio en España tanto desorden?; ¿se han visto ceso, la ciudad fue clave, al acentuarse su papel jamás tantos chamelotes de plata, tantos rasos, cua- como centros consumistas, de irradiación de hábi- jadas las basquiñas de esterillas de plata, tantas telas tos de consumo, de intercambios culturales en el bordadas y brocados de Milán?”. vestuario, de promoción de modas y de difusión -de arriba – abajo- de nuevas demandas. Con la cul- Estas cuestiones eran perceptibles en el vestua- tura humanista se produjo una primera ¿y negativa rio (femenino). La saya (con los sayuelos), el inicio por antiestamental? ‘revolución de las apariencias’11:

8 Maravall, José Antonio, Literatura picaresca desde la historia social, Madrid, 1986. 9 Véanse: Deleito, José, La mujer, la casa y la moda (en la España del rey poeta), 1954 (“La represión del lujo. Leyes suntuarias”, pp. 171 y 275- 296); Bernis Madrazo, Carmen, El traje y los tipos sociales en El Quijote, Madrid, 2001; Dalmau, R. y Soler Janer, J. M., Historia del traje, Barcelona, 2002; Juárez-Almendros, Encarnación, El cuerpo vestido y la creación de la identidad en las autobiografías del Siglo de Oro, 2006; o López Álvarez, A., Poder, lujo y conflicto en la Corte de los Austrias, Taurus, 2007. 10 Bennassar, B., op. cit., p. 417. También: Roche, Daniel, La culture des apparences. Une histoire du vêtement XVIIe-XVIIIe siècle, París, 1989. 11 Idea desarrollada por extenso en: García Fernández, Máximo, “Familia y cultura material en Valladolid a mediados del siglo XVI. Entre el matrimonio y la muerte”, en Castellano, Juan Luís y Sánchez-Montes, Francisco (coords.), Carlos V. Europeismo y universalidad. Población, economía y sociedad, Madrid, 2001, v. IV, pp. 275-296; García, M., “‘El alma y el cuerpo’: miradas celestiales y terrenales a comienzos del Antiguo Régimen en la Castilla interior”, en VVAA, Isabel la Católica y su época, Valladolid, 2007, v. II, pp. 1203-1220; o García, M., “Tejidos con ‘denominación de origen extranjera’ en el vestido castellano. 1500-1860”, en Estudios Humanísticos. Historia, 3, 2004, pp. 115-145.

29 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 30

“acomodarse al gusto de los consumidores es la La norma habitual fue el descuido tanto de su mejor ley del género; el lujo prefiere el lucimiento aspecto físico como de sus vestimentas: dormía momentáneo a la duración poco brillante”12. vestida, no se lavaba ni cambiaba de ropa, “no que- ría sino andar sucia y rota y dormir en el suelo sin Con todo, la pobreza también era manifiesta y camisa”15. Lucía austera y recatada (aún cuando en los vestidos pasaban de una generación a otra. Flandes pidiera guarniciones y cintas para el arreglo Incluso en la corte las demandas palaciegas de de sus ropajes). Y, sin embargo, el inventario de sus Felipe II eran parcas en comparación con otras “arcas con joyas, pedrería y objetos de plata y oro; europeas y más aún con las del XVII y XVIII. Más retablos e imágenes de devoción; retratos; libros; aún en el Tordesillas vivido por la reina Juana13. Allí, objetos litúrgicos; tapices; relación de las vajillas, en la ‘casa de la reina’, en la década de 1540 se cons- menaje de cocina y cuberterías; tijeras, braseros, tataban para uso de sus moradores 75 camas con escribanías, escudillas y otras ‘menudencias’; copas sus respectivos colchones y sábanas (unos 75 sir- y platos de alabastro; y pieles y cueros” era consi- vientes, por tanto; entre ellos reposteros de camas, derablemente rico y abundante. Los vestidos que un sastre y un zapatero). Y había unas quince ‘muje- doña Juana llevó a su encierro tampoco eran res de cámara’, más la lavandera flamenca Cornelia, pocos16 156 gorgueras, camisas y ‘ropa francesa’ a cargo de cualquier aspecto relativo a su rutina dia- con sus forros y oros, brocados de seda y perlas, ria (quienes la obligaban a levantarse, asearse y ves- además de chapines y botines. Esos sí, en su mayo- tirse). Solía comer sola en un aposento o en su pro- ría conservados hasta su muerte sin renovar, aun- pia habitación. Se constatan pagos de seis mil mara- que muchos también desaparecieran debido al pro- vedíes en 1522 “por la hechura de todas las ropas pio descuido personal de la reina o cuando su obse- que hizo para mi persona”. Cuando en 1525 partió sión por la limpieza hacía que acabasen pudriéndo- su hija doña Catalina de Tordesillas se redujo la se de estar tanto tiempo en remojo u ordenase que- posibilidad de gasto en alimentación, cera y en los mar ropa blanca, forros, almohadas y borceguíes. extraordinarios de su vestuario, vajilla y cubertería14. Tras el brote de peste de 1532, la urgencia por aban- Resaltan sus dos muñecas ‘vestidas de época’: donar la villa generaron el acopio de mulas, carretas “una con una camisa de cambray, labrado el cabe- y ropas: el sastre flamenco Guillén Punzón tuvo que zón, y mangas de oro y seda, y una faldilla de çebtí trabajar sin descanso para confeccionar vestidos verde y terciopelo carmesí, y encima un brial de para ella, además de desplazarse hasta Valladolid brocado, pelo negro y tiras de çebtí blanco, y para comprar los paños necesarios (“siete docenas y cubierta con una mantilla de çebtí carmesí su delan- media de botones de latón morisco para las ropas tera y ruedo de argentería de oro”; la otra igual, de su alteza”). En 1533 tuvo lugar cierto expolio pero con tonos anaranjados y con randas de ador- (‘robo y saca’) de los bienes de doña Juana: entre no de oro hilado. Era la auténtica moda. ellos “824 martas que se entregaron para hacer cua- tro forros de ropas”. Y muy poco más.

12 Como todavía denunciaba en 1778 Eugenio Larruga y Boneta en sus Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España (t. 24, pp. 11-14 y t. 26, pp. 172-173). 13 Zalama, Miguel Ángel, Vida cotidiana y arte en el palacio de la Reina Juana I en Tordesillas, Valladolid, 2003; ‘Vida cotidiana de la reina en pala- cio’, pp. 169-282 y 363-367. 14 Archivo General de Simancas (AGS), CSR, Leg 96. 15 Sandoval, fray Prudencio de, Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V, 1600 (1955, p. 38). Por orden de Fernando el Católico, su camarero, Diego de Ribera, en 1509 hizo inventario de los bienes de su cámara tordesillana para saber los que portaba entonces: ropas, paños de buriel finos, bastos y de grana, ropa blanca, lienzos y holandas; paños de cámara, cortinas, paños de estrado y almohadas… “y por la pestilencia se mandaron quemar ciertas arcas con enseres de esta calidad”. Cuando partió de esa villa “en algunas arcas grandes y pequeñas iban chapines, borceguíes y otras cosas”; AGS, CMC, 1ª época, Legs 1213 y 1544. Real Biblioteca, Ms 3283. 16 Según la obra clásica de Ferrandis, J., Inventarios reales (Juan II a Juana la Loca), Madrid, 1943. Además de la ‘ropa blanca’ inventariada en tres partidas individualizadas: de cama (“sábanas, almohadas, colchas y cielos de cama [una cama de brocado dorado carmesí y verde y blanco y morado, con goteras de la misma argentería sobre terciopelo carmesí con tres escudos de armas]”) y de mesa, aseo y casa (“toallas, manteles y paños, doseles, cortinas y goteras… con bordados y brocados”).

30 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 31

Y si eso ocurría en palacio, la visión de los guera ni valona ni corbata; incomoda mucho y des- extranjeros respecto a muchas costumbres burgale- figura otro tanto); su sombrero de tamaño prodi- sas reincidían aún más en dichas claves de penuria gioso (la forma baja, forro de tafetán negro, con popular. Así, por ejemplo (describían todavía en el grueso crespón muy ancho alrededor -como un siglo XVII varios franceses -Jouvín-), significando marido lo llevaría por el luto de su mujer-, pero críticos17: “esta nación [] se complace en título indiscutible de la más fina galantería; no hay tener maneras contrarias a las de Francia en todas quimera que pueda defenderse contra esa visión las cosas; nosotros llevamos calzas amplias, ellos engalanada); los zapatos de un cordobán tan fino muy estrechas; si sombreros redondos, ellos de como las pieles para guantes, todos recortados a forma cuadrada hundiéndolos hasta los ojos; si las pesar del frío, tan ajustados a los pies como si estu- mangas abiertas por delante, ellos por detrás; y si viesen pegados y sin tacón. Al entrar me hizo una abotonamos por la parte alta del jubón, ellos reverencia a la española, con las dos piernas cruza- comienzan por la baja”; “los burgaleses siempre das, inclinándose gravemente como hacen las muje- andan embozados en su manta y en su capa”; “los res al saludar; iba muy perfumado; todos lo van niños de seis años tenían también sus capas”; se mucho; sabía bastante mostrarse cortés”19. ven “labradoras con sus faldas amarillas y campesi- nos tocados con su montera de pelo”; o “el pueblo Antes de continuar desarrollando estas ideas es el mejor depositario de los usos y costumbres sobre cultura material conviene recordar un par de antiguos; las monteras sólo son copia de las anti- cuestiones fundamentales sobre las posibilidades guas vestiduras militares: han conservado en su reales, productivas y comerciales, existentes en la traje la viva imagen de los cascos y la de todas las comarca ribereña donde planteamos aquella reali- armaduras en sus coletos, polainas, abarcas y alpar- dad. gatas18”. Además de la clásica cita, llena de picores de piojo, de Gautier: “multitud de andrajos y hara- pos abrigaban a los mendigos en el mercado burga- 2. PRIMERO, CUBRIR NECESIDADES lés de La Liendre”. BÁSICAS: EL VINO DE LA RIBERA.

Y eso que la francesa d’Aulnoy trastocaba esas Lo que pasaba por buenas cosechas de cereal… imágenes con otra más moderna y consumista: “en y de vino. La producción de tintos en la comarca Aranda vimos un verdadero guapo, bravo y fanfa- era fundamental. Muchos aspectos de la vida eco- rrón español; su cabello separado por el centro de nómica y social de la Ribera del Duero y, en concre- la cabeza y sujeto por detrás con una cinta azul muy to de Aranda, giraban en torno al vino20. La mayo- ancha y larga; calzas de terciopelo negro, abotona- ría de los agricultores compraban a crédito, pagan- das con seis botones por encima de la rodilla (tan do sus deudas inmediatamente después de vender estrechas las hacen en este país); una chaqueta tan sus nuevas cosechas. El Eco de Aranda hacía cons- corta que no pasaba del bolsillo; un jubón negro tante referencia al pernicioso alcoholismo desarro- ribeteado, con anchas mangas bordadas colgando; llado entre sus “clases humildes y desheredadas”. la camisa, en vez de mangas de tela, de tafetán El obispo de Osma se quejaba de que “contentán- negro ahuecadas, con puños de lo mismo; su capa dose los de este país [la Ribera] con sólo el plantío de paño negro, arrollada alrededor del brazo por- y cultivo de las viñas, en lo que consumen parte del que eso es más galante; su golilla de cartón le man- año, estando lo restante desocupados, sin más des- tenía el cuello tan erguido que no podía girarse tino ni ejercicio que visitar las bodegas, de que (nada más ridículo que ese alzacuello, que ni es gor- nacen los vicios, la pobreza y la miseria, que es

17 García Mercadal, José, Viajes de Extranjeros por España y Portugal (Desde los tiempos más remotos hasta comienzos del siglo XX), Valladolid, 1999; y García Simón, Agustín (ed.), Castilla y León según la visión de los viajeros extranjeros. Siglos XV-XIX, Salamanca, 1999. 18 A comienzos del siglo XVIII, el romero picardo Manier había comprado en Burgos unas alpargatas con las que anduvo cien leguas: “es calzado ligero y de mucho uso en el país” (Peregrinación a Santiago). 19 García Mercadal, J., op. cit. (madame d’Aulnoy, Relación del viaje de España, 1679). 20 , 1752. Según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada (Alcabala del Viento, estudio de Jean-Pierre Amalric), Madrid, 1990; Sanz Abad, Pedro, Historia de Aranda de Duero, Burgos, 1975; o Huetz de Lemps, Alain, Vignobles et vins du nord-ouest de l'Espagne, Burdeos, 1967.

31 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 32

notoria, causando mucha compasión por saber que por manejado hasta aquí arbitrariamente y sin regla es fácil remediarla si en los naturales hubiese la ha producido no pocos daños de grave considera- industria, aplicación y trabajo a que convida el ción… deseando el ayuntamiento y común deste- terreno”. Y por eso también contra las catástrofes rrar dichos perjuicios”. Eran unas medidas refor- climáticas de granizadas y heladas no había otra mistas, defensivas, en interés de los grandes propie- protección que la patrona local: la Virgen de la tarios, para “el buen gobierno del vino y sus cose- Viñas. cheros”22.

Aranda de Duero era zona de cereal, cuya Durante el siglo XVI su crecimiento vinícola se labranza se complementaba con los productos de vio favorecido por el desarrollo urbano de Burgos huerta y con el viñedo21. Una comarca agrícola con (como Cigales o Medina por Valladolid). En 1587 dedicación preferente a la viticultura de autoconsu- el consumo de Burgos se elevaba a 105.000 cánta- mo que admitía una elevada densidad de población, ras de aquel ‘vino de la tierra’. Por extensión, el de imprimiendo su sello en la arquitectura y en su vida toda la Ribera estuvo vinculado al esplendor urba- social, en la medida en que sus cosechas anuales no castellano, además de satisfacer las necesidades permitían sobrevivir con explotaciones relativa- de tintos exportándose hacia las montañas de mente pequeñas (y eso que los rendimientos no Vizcaya y Santander, donde tenían la “reputación eran altos: diez, seis y tres cántaras por aranzada, de mejorarse marchando hacia el norte”. En todos según fuesen de primera, segunda o tercera calidad) esos ámbitos se producía una fuerte competencia y su cultivo -intensivo en labor y trabajo manual- entre los caldos de Aranda con los de Cigales, necesitaba muchos brazos y jornaleros, básicamen- Peñafiel y La Rioja. te durante la recogida de la cosecha a comienzos del otoño y cuando la producción de mosto debía Sólo la enorme presencia del cereal evitaba que almacenarse en las bodegas para su transformación la extensión de la vid en esta zona no se convirtie- en vino. Además, había muchos maestros cantare- se en monocultivo, como se demostraba en Aranda ros y boteros en la localidad y contaba con especia- de Duero, donde el viñedo era predominante hacia lizados curtidores y zurradores. 1579: con 334.600 cántaras de vino frente a 16.800 fanegas de trigo, 10.100 de cebada, centeno y A pesar de unas condiciones ecológicas no avena, y 1.820 corderos. Así, los viticultores arandi- totalmente favorables para el cultivo del viñedo, nos consiguieron del Consejo de Castilla en 1535 el desde la Edad Media la comarca arandina tuvo una derecho de prohibir el pasturaje en las viñas, al ser dedicación vinícola muy relevante, protegiéndose ya su principal cultivo, con una producción media desde entonces el cultivo de los majuelos frente a anual de 354.400 cántaras (57.000 hectolitros) entre los foráneos mediante reales privilegios, garantías 1578 y 1585, y de 315.100 en el decenio siguiente regias y ordenanzas municipales. Por eso (aunque (era raro que descendiese de las 200.000 -en el año en fecha tan tardía como 1783) establecieron las malo de 1578 se llegó a las 187.300- y alcanzó las Ordenanzas del Gremio de Cosecheros de Vino de Aranda 550.000 cántaras -88.000 hectolitros- en el magnífi- de Duero, con el fin de que los productores contro- co de 1584). lasen su proceso, regulando todo lo referente al ciclo productivo de la vid y para acotar o reducir el En suma, Aranda se convirtió en un gran centro plantío y extensión de cepas, así como la venta y cosechero y exportador de vino. Era la producción comercialización de sus caldos. El motivo de su predominante y Burgos el principal mercado, base promulgación era salvar la crisis del sector impo- del aumento de su población y de su espectacular niendo una estricta regulación, cuando “ninguna crecimiento urbano, expresado en el ensanche de otra materia influye tanto en este pueblo a su gene- su plano y dando ocupación a una abundante mano ral subsistencia y adelantamiento que el vino, que de obra jornalera. Duplicaba el valor respecto al

21 Iglesia Berzosa, Javier y García, Alberto, Viñedo, vino y bodegas en la historia de Aranda de Duero, Aranda de Duero, 1982. 22 Se compone de diez títulos, aunque estrictamente sobre el vino sólo tratan los siete primeros; Archivo Histórico Nacional (AHN), Consejos Suprimidos, 1782, Leg 28868, nº 1.

32 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 33

terreno de sembradura, al no necesitar barbecho, y comarca exportaba fuera del ámbito local (exce- de sus rendimientos el campesinado obtenía ingre- dentes puestos a la venta por cada labrador) apro- sos líquidos inmediatos tras venderlo extramuros. ximadamente la mitad del vino cosechado. Además, el jugo de cada obrada superaba ampliamente el La crisis del siglo XVII, sin embargo, paralizó valor del grano, con unos rendimientos medios de dicha evolución alcista, aunque algunos años la 1.300 litros/hectárea/año (unas 81 cántaras -ape- cosecha fuese tan grande que tiraron al río parte de nas un kilo de uva por cepa-, pero ya 244 reales ella: “es esta villa tan abundante de vino que se dice frente a una media de 182 del trigo). Por eso era por cierto no hay otro lugar en España que en pro- lógica y necesaria la preferente orientación vitícola porción coja mayor cosecha; y se sale de esta duda de la pequeña propiedad: los muchos propietarios con decir está tomado por testimonio de escribano de menos de cinco hectáreas dedicaban más de la que en 1676 fue tan grande la abundancia de vino mitad de su terrazgo al aprovechamiento mucho que se cogió que después de haberse llenado una más intensivo del viñedo, mientras que a medida inmensidad de cubas muy grandes que hay, que por que aumentaban los tamaños disminuía tal porcen- la justicia se arrojaron al río 33.000 cántaras [52.800 taje, aumentando el del cereal. litros] bien cumplidas, de modo que se conocía dis- tintamente la parte por donde iba el vino de color Por su parte, el periodo de mayor crecimiento tinto y la otra por donde iba el agua, quedándose de la zona de Fuentelcésped no llegó hasta 1620- más de otro tanto de uva en las viñas por no haber 1720; ligado, precisamente, a la espectacular exten- quien vendimiase”. sión de su viñedo. Entre 1639 y 1647 mantuvieron una permanente lucha contra la Mesta sobre multas Durante el siglo XVIII23 se plantaron nuevas por el plantío de majuelos de primera calidad, al viñas mientras el vino continuaba siendo, dentro de introducir cepas en tierras recientemente roturadas los mismos circuitos comerciales y mercados tradi- y reconvertirse muchas otras antiguas de pan llevar. cionales, el único género exportado. Así, se decía Dicha especialización en la producción llegó a con- que “Burgos y sus alrededores no beben otro vino vertirse en monocultivo a mediados del XVIII: que el de la tierra de Aranda”. Aunque su consumo bueno para las posibilidades de su comercialización iba bajando, “las gentes de la Ribera están muy gus- pero peligroso en épocas de crisis y cuando casi tosas con el trato del vino” y ‘el de la tierra’ seguía nunca los cereales panificables propios eran sufi- demandándose, dado su precio. cientes para cubrir sus necesidades de abasteci- miento. En ese contexto, los ‘cosecheros de vino’ Aquel espacio agrario típico de la Ribera del de la localidad se convirtieron en el núcleo princi- Duero (frente a lo que sucedía en los pueblos veci- pal del vecindario. Además, al encargarse también nos del páramo absolutamente cerealistas) presen- de las ventas, y cuando en la propia villa únicamen- taba una superficie dedicada al viñedo próxima a la te se consumía una cuarta parte del mosto, sus fun- cuarta parte del término municipal. Como ocurría ciones mercantiles también empezaron a ser muy en Roa, donde la sembradura de trigo constituía la importantes25. clave del labrantío, aunque tuviese más importancia y valor el producto de las viñas24. En 1589 el vino Algunas cifras revelan la importancia del vino era su principal género comercial, constituyendo en esta localidad y en todo el partido de la Ribera más del 40% de todas las alcabalas de la villa. Y de Duero burgalesa hasta su retroceso a finales del como producto orientado al mercado, toda la siglo XVIII.

23 AGS, Dirección General de Rentas, 1ª remesa, Catastro del Marqués de Ensenada, Partido de Aranda de Duero (Burgos). 1752. Libros: 11, 12, 13, 14, 15 y 16. “Muchos vecinos cosecheros despachan sus vinos… el de la cosecha lo vende cada vecino en su casa para que no falte su abasto” por lo que apenas aparecían taberneros obligados. En , Gumiel de Izán, San Martín de Rubiales, o había “un corredor de vinos de la cosecha”. “En Olmedillo, un pregonero publica las vendimias”. 24 Molinero Hernando, Fernando, La tierra de Roa: la crisis de una comarca vitícola tradicional, Valladolid, 1979. Y Roa, 1752. Según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada (Alcabala del Viento; estudio de Fernando Molinero), Madrid, 1992. 25 Zaparaín Yáñez, Mª J., Fuentelcésped. La villa y su patrimonio. Siglos XVII y XVIII, San Sebastián, 1998.

33 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 34

En suma, todo el tema del vino era “en pro del Su comercialización se traducía en dinero líqui- bien e interés común de todos los vecinos”. Así, do inmediato, capaz de estimular cada otoño para evitar la competencia entre los cosecheros a la demandas populares y atraer todo tipo de consu- hora de venderlo, el concejo fijaba ‘precios de pos- mos semiperecederos. En función de esas rentas tura’ mínimos y, desde 1687, estableció unas agrícolas, en periodos bonancibles, se generaban Ordenanzas de la Venta del Vino que regulaban la expectativas colectivas de acercamiento al mercado prioridad en que se expenderían las cubas cada año, y a los circuitos comerciales. evitando confrontaciones, procurando despachar todo el tinto local y a los mejores precios y garanti- zando el abastecimiento de la tabernilla. La propia 3. EL ABASTO POPULAR EN EL PARTIDO villa contaba con su bodega comunal y la cántara de DE ARANDA. CAMINOS, FERIAS, TRA- vino era ‘moneda interna’ de amplia circulación. TANTES Y OFICIOS.

También el viñedo alcanzaba un 24% de las tie- La Ribera Oriental siempre fue zona de paso rras de Curiel y Peñafiel26. Las 1.250 obradas de estratégica. Situación geopolítica determinante que Pesquera de Duero constituían un amplio 30% del se vinculaba al trazado de caminos y puentes sufi- total de su término municipal, lo mismo que las cientes; siempre en continua reparación para servir 2.800 de Peñafiel representaban ya el 40% de su de vías terrestres en el intercambio mercantil. terrazgo: aunque sus rendimientos no fuesen eleva- dos, eran las dos villas más vinateras y la clave de su Como aquellos caminos reales eran muy fre- expansión. La riqueza de muchos de aquellos pue- cuentados por los trajineros Aranda de Duero blos se basaba en la importante fuente de ingresos informaba al Consejo de Castilla del reconocimien- que representaba la comercialización de su viñedo, to de los puentes de su partido, para que un arqui- cuando, desde 1600 su producción sobrepasaba la tecto o cantero los inspeccionase, dando trazas, demanda interna. Así, en Peñafiel, en 1634, sus condiciones y presupuestos de reparación, “en 1.884 vecinos recogieron unas 210.000 cántaras, lo razón del estado en que se hallan y la necesidad de que resultaba exorbitante para atender solamente al ocurrir a su reparo”. Testigos, comerciantes y vian- consumo familiar (111 cántaras per cápita anual- dantes confirmaban la importancia y necesidad de mente). su ‘buen estado’. Así, en toda Castilla, entre 1575 y 1610, se autorizó la construcción de 248 puentes, había 288 en obras y se querían terminar otros tres- cientos.

26 García Sanz, B., Los campesinos en la sociedad rural tradicional. Marco institucional, producción, presión fiscal y población (Tierra de Curiel y Tierra de Peñafiel, siglos XVI-XVIII), Valladolid, 1989. Obradas (1752) Tierras de pan Viñedo Monte Peñafiel 2.302 2.800 40% 1.894 Tierra de Peñafiel 19.729 5.317 15% 11.125 Tierra de Curiel 3.935 1.360 10% 8.346 Pesquera de Duero 1.686 1.250 31% 1.130

34 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 35

Entre 1580 y 1610 se produjo un anormal bración en la villa de varias reuniones de la Mesta aumento de las lluvias, con riadas catastróficas en evidencian que era imprescindible para el movi- 1589-90 (superiores incluso a las de 1646-49) con miento del ganado lanar28), (clave 23 derribos de puentes. Tales avenidas afectaron en el camino de Aranda a Valladolid, al ser “carre- sobremanera al sur burgalés, lo que se tradujo en tera del mayor alivio y conocido aventajo para la un importante incremento de la inversión en obras real tropa, carreteros, mesteños, arrieros, cabañiles, públicas. En esta provincia, entre 1574 y 1594 el viandantes y taberneros que sacan el vino de la gasto en puentes fue enorme (8.700 ducados), Ribera, y otros tratantes divertidos en el comercio haciéndose necesarias continuas reconstrucciones, y la conservación del reino”), La Vid (se constata repartimientos, papeleo y gastos en cada lugar. nuevo en 1532 -finalizado en 1622- “es magnífico, Eran caros de mantener por las poblaciones dado concurriendo la calidad de ser de tránsito público y que los reparos eran imprescindibles “porque las frecuente comercio de reino a reino y de provincia corrientes, crecidas y fuerza de las aguas los lleva a provincia”, aunque en sus cercanías se cometie- tras sí continuamente, de modo que los vecinos sen asaltos y robos), Vadocondes (siempre impor- están cansados con tan repetidos desembolsos, que tante cruce caminero, cañada y calzada reales, no pueden ya sufrir más”. único vado entre Langa y Aranda, en 1493 ya era de piedra, reparado mediado el siglo XVI, en 1658 No obstante, tampoco eran infrecuentes los “padeció graves daños dignos de todo reparo… fraudes constructivos, y ya en 1590 la autoridad era indispensable ya que por él, tan antiguo, toman informada de haberse visitado los puentes de paso, comercio y trato todas las serranías del “Aranda, Vadocondes y Vahabón para ejecutarse los alcances de las cuentas, tras fenecerse las causas Norte, soriana y riojana, hacia las dos Castillas, contra los canteros a cuyo cargo ha estado el edifi- León y Aragón, así la gente de a pié como de caba- cio de ellas… por haberse quedado con parte de la llos, trajineros y arrieros y los que van y vienen al cobranza; procédase contra ellos”. Situación crítica extremo”) y Milagros (levantado entre 1580 y 1620 que se incrementó posteriormente. sobre el Riaza, en la vía Francia – Madrid, “en cal- zada real, frecuente y preciso para la corte, por Todo puente de la zona del sur de la provincia donde continuamente transitan los correos, postas de Burgos era fundamental. En el partido de Roa: y demás comercios que vienen del Norte e los de Roa27 (su situación estratégica -‘paso univer- Inglaterra, como es bien notorio”, era imprescindi- sal’- sobre el Duero siempre exigió buenos puentes, ble para el transporte de sal y víveres hacia al confluir allí varias cañadas mesteñas tras mante- Santander, Bilbao y Madrid y para los carreteros de ner diversos pleitos con el Honrado Concejo por madera de pinares, así como para el comercio de derechos de paso), San Martín de Rubiales (desde la pescado y hierro). Edad Media un activo paso de merinas) o Berlangas. Esos eran los principales. Había muchos más, hasta una cifra mínima de 65 puentes sitos en 25 Y en el partido de Aranda de Duero: el puente localidades de la comarca (nueve en Quintanilla de mayor de Aranda (la densa red de cañadas y la cele- la Sierra, siete en Gumiel de Izán, los cinco de

27 Uno de piedra de cinco ojos sobre el Duero y otro de seis sobre el Riaza. Nada se paga por pontazgo. “Ambos sirven para los arrieros y carreteros de la Cabaña Real y demás transitantes; y cinco pontones sobre arroyos, para la servidumbre y labores de tierras y viñas y paso más cómodo de los forasteros”. 28 Los rebaños de la Mesta trashumaron periódicamente por él y sus derechos de paso trajeron frecuentes conflictos. Su prosperidad duran- te el siglo XVI hizo que aún fuese más concurrido “que esta puente de cantería labrada es de las principales y pasajeras de estos reinos” (como muestra ya el plano de 1503) hasta polarizar el comercio y las comunicaciones de la ribera, además de unir París con Madrid (“por donde siempre se ofrece hacer viajes las reales personas”). Tras desmoronarse, entre 1572 y 1575 se reparó -“se hizo de dos arcos uno”-, y en 1636, 1647 y 1657 varios canteros debieron reconocerlos a causa de las numerosas crecidas. Se hundió a comienzos del XVIII. El de Minaya fue de madera hasta que en el XVI fue sustituido por el actual de piedra (arruinado en 1626 y reparado hacia 1640). Un centro comercial diversificado al estar en el Camino Real de Madrid a Francia por Burgos. Por eso tenía cinco puentes (uno sobre el río Duero, otro en el y tres en el Bañuelos). Sólo cobraban portazgo a las merinas, pero no por los productos artesanales, favo- reciendo el paso de mercadurías, caballerías y personas y fomentando los intercambios en la comarca.

35 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 36

Aranda de Duero y otros tantos en Palacios de la claves entonces. Como la de Valladolid – Zaragoza Sierra)29. – Barcelona: por Olivares de Duero, San Martín de Rubiales, Hoyales de Roa, Aranda de Duero, San Alfonso X fijaba ya como obligación regia Esteban de Gormaz y Ariza. O la de Zaragoza – “construir caminos y puentes” y cada pueblo pró- Salamanca: por Almazán, San Esteban de Gormaz, ximo estaba obligado a conservar en buen uso la Fresno, y Medina del Campo. Ese comunicación de sus términos, por ser “pro comu- gran eje vial que recorría el Duero desde Zamora al nal el mantener no se pierdan”. No obstante, puerto del Madero, y máxime en el tramo entre muchos de aquellos carriles carreteros de rueda o Valladolid y Aranda (hacia el este por Vadocondes los de herradura de Burgos o Soria eran muy malos: y La Vid, y hacia el oeste por , “mal travieso que hay, por haber que cruzar una y Zazuar, reparados hacia 1590), ratifica ruta muy frecuentada de los contrabandistas; y con su activa utilización comercial durante la primera capa y a vuelta de ellos, suele haber muchos de mitad del siglo XVI. Y regia, cortesana y nobiliaria, pícaros”. Así, el transporte siempre estuvo acecha- como atestiguan los viajes de Cisneros en 1517, do por la continuada presencia del bandolerismo. Carlos V en 1518, 1536 y 1538 o Felipe II en 1551.

Por eso los Reyes Católicos potenciaron la Santa El de Cotogno de 1608 mantenía aún el funda- Hermandad, ofreciendo seguridad y vigilancia a las mento horizontal de las rutas del Duero. En cam- rutas castellanas, y controlando mejor sus mesones bio, en el siglo XVIII la orientación era ya mucho urbanos y las ventas en despoblado. Legislaron más norte – sur; aunque siguiendo uno de los itine- sobre pontazgos, portazgos y barcajes para impedir rarios de importancia capital desde 1576, aún con nuevos peajes, disminuir los abusos, facilitar el trán- eje arandino: el de Burgos – Toledo, por Lerma, sito e impulsar el paso de ganados y mercancías. Gumiel de Izán, Aranda, Milagros, Boceguillas y Una ordenanza del Consulado de Burgos de 1494 Somosierra. Así, la comitiva que fue a buscar a hacía referencia al arreglo y mantenimiento de los Felipe V a la frontera francesa en 1700, eludiendo caminos hacia los puertos del norte, claves para la Somosierra, llegó a Aranda de Duero tras las jorna- exportación de las lanas y la importación de los das de Alcalá de Henares, Guadalajara, Jadraque, paños desde Flandes. Y para promover los trans- Atienza, Berlanga de Duero y San Esteban de portes en carro crearon la Cabaña de Carreteros del Gormaz. Reino en 1497. En fin, “para sus comunicaciones y tránsito de No debe extrañar por tanto que en el Repertorio géneros cuenta [la Ribera] con caminos vecinales y de Juan de Villuga de 1546 de sus 139 itinerarios de herradura en bastante buen estado de conserva- (aún sin el centralismo caminero madrileño del ción”. XVIII), la mayor concentración vial (y sin contar las cañadas mesteñas omnipresentes en esas mis- La oferta externa, particularmente la de géneros mas comarcas) se situase en la Castilla Norte. En textiles, llegaba hacia 1550 por aquellas rutas a las 1576 Alonso de Meneses publicaba un nuevo ciudades próximas al Duero. Lógicamente, el Repertorio, con otros 134 trayectos, reincidiendo en potencial productivo gremial local, las herencias y la densidad caminera de toda la Ribera del Duero. el autoconsumo abastecían buena parte de sus Allí aparecían algunas rutas político-mercantiles necesidades.

29 Y en Pinillos de Esgueva “sin embargo de ser camino desde Burgos para Roa, Segovia y otras partes no se cobra pontazgo ni otro dere- cho”. En , dos sobre el Esgueva, de uno y cinco ojos “pasa bastante gente desde la tierra de Burgos para Roa, Peñafiel y Segovia, pero los transitantes no pagan cosa alguna”. En “un pontón para gobierno de las tierras y paso de los gana- dos de este pueblo y sus vecinos; si necesitan poner algo de piedra en los arcos, busca el concejo maestro que lo haga”. En Tórtolas “dos puentes para gobierno de las tierras y paso de los ganados de este pueblo y sus vecinos, además de transitar carreteros de la Cabaña Real con lana, madera y hierro”. En Villovela de Esgueva, dos “uno lo mantiene la villa por servir para el laboreo de sus tierras y paso más pron- to a otros pueblos; el otro está en el camino real de Burgos a Segovia, y se da parte al Consejo de Castilla para sus reparos; no se paga pon- tazgo”. O en , dos de dos ojos “para la servidumbre de sus heredades”.

36 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 37

Los comerciantes recibían en pieza, junto a pro- de Cuenca, Segovia o Palencia (ya con sus coberto- ductos regionales, ‘telas de oro de Milán’, sedas y res y mantas frazadas de arraigada presencia). cintería de colores florentinas, paños pardos de Perpiñán, Contray o Ruán y ‘holandas’ flamencas. De ahí que todavía en 1605, con la corte en Para la mayoría de la población primaba ‘la baratu- Valladolid, muchos signos públicos denotaran ra’ al pensar en confeccionar sus ajuares, pero tam- ambiente de mercado y hasta ostentación externa bién se perseguía una alta ‘bondad’ en las prendas. (“los más y mejores almacenes de todas las sedas y Por eso, entre los géneros de mercadería de la tien- brocados que puede haber en parte alguna; son da de Juan Montañés sobresalían: 709 varas de tafe- también de grandísima comodidad las tiendas de tán, 457 de terciopelo labrado (el más caro a 1.100 vestidos, hechos de toda clase de sedas y riqueza de mrs. la vara), 337 de raso, 308 de damasco, 38 de guarniciones, faldellines con randas de oro, ropo- 32 raja de Florencia o 49 de friseta de Inglaterra; fren- nes y basquiñas de muchas maneras...”) . te a la composición comercial mucho más modes- ta, en cantidad y calidades, del calcetero Juan de Además, en el sistema ferial castellano del Segovia, y compuesta por cordellates (desde cinco Quinientos se constata un uso masivo de las ‘cartas reales la vara), cariseas, veinticuatrenos y otros de obligación’ en la negociación mercantil, utilizán- paños de diferentes colores mucho menos caros30. dose asiduamente como mecanismos de financia- ción de las ventas realizadas por los grandes merca- La fuerte demanda urbana, básicamente entre deres a minoristas y buhoneros. Se trataba de un cré- dito al consumo entre tenderos, pequeños comer- unos grupos sociales numérica y económicamente ciantes, fabricantes y campesinos que aprovechaban acomodados y con proyección creciente, incidía en los momentos feriales para surtirse, fundamental- que los abastecimientos externos fuesen continuos, mente, de telas y paños novedosos: “el comercio al de calidad, cuantiosos y valiosos. por menor recurría masivamente al crédito”, alcan- zando a todos los sectores sociales. Muchos eran Bastantes artículos llevaban ‘marca de origen’ de 31 artesanos de cualquier oficio, descollando los sas- procedencia extranjera . tres, pero también revendedores, numerosos cléri- gos y hasta algunos nobles. De otros cientos de per- Por supuesto, también se consumían con asidui- sonas no se indicaba profesión ni condición, pero dad productos cuyos apelativos remitían a otras dada su localización aldeana eran indudablemente regiones peninsulares. De los talleres de Salamanca campesinos del valle del Duero, residentes en más llegaba a la Ribera del Duero un amplio mobiliario de 150 núcleos, situados en un radio de sesenta kiló- decorativo (reposteros, poyales, cabezales, sobre- metros en torno a Medina del Campo, quienes mesas, antepuertas, bancales, alfombras y arcas), de adquirían de esta manera los tejidos que necesitaban Valencia su calzado (chapines -más algún otro para hacer sus ropas posteriormente33. segoviano-; además de rasos y mantos finos), can- delas procedentes de Montserrat, muebles y algu- También recurrieron a ‘ventas al fiado con pren- nas telas de Barcelona, terciopelos y sedas -o sillas- da’ o sólo requerían la confianza del vendedor para de Granada, sábanas y ruecas de Vizcaya, alfom- consumir sus géneros (‘promesas de pago’ por bras de Alcaraz o turcas, más los afamados paños acuerdo verbal). Así lo muestra la actividad del

30 AHPV, Prot, Leg 122, f. 1678 (Valladolid, 1550); y Leg 48, f. 317 (Valladolid, 1552). 31 Los productos (paños, lienzos e hilazas, y en menor medida mobiliario doméstico -escobillas, cofres, calentadores o camas de nogal de Flandes-) de Holanda, Milán, Ruán o Contray eran numerosos y caros. También procedían de Londres -sayos y tabardos-, Perpiñán -sayas-, Irlanda -bernias y abundantes suelas de cuero-, Portugal -hilo y esteras-, Saboya -cofias de seda- o Florencia -cintas de oro o azabache-; junto a tocas y colchas de Bretaña, gorgueras de París y sillas de caballo ‘francesas’ o abanicos ‘de las Indias’. 32 “Con toda esta buhonería sale cada una el día de fiesta, que son para ellas trescientos sesenta y cinco y más las seis horas, ni dejan cosa en el arca que no lleven sobre sí. Viva la industria de la persona”; Pinheiro da Veiga, Tomé, Fastiginia, Valladolid, 1973, pp. 298-310. 33 Casado Alonso, Hilario, “Comercio textil, crédito al consumo y ventas al fiado en las ferias de Medina del Campo en la primera mitad del siglo XVI”, en De Dios, Salustiano y otros (coords.), Historia de la propiedad: crédito y garantía, Madrid, 2007, pp. 127-159; y Casado, H., “Crédito y comercio en las ferias de Medina del Campo en la primera mitad del siglo XVI”, en García Guerra, Elena Mª y De Luca, Giuseppe (a cura di), Il mercato del crédito in Età Moderna, Franco Agneli, 2010, pp. 21-48 (40-45).

37 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 38

importante establecimiento medinense regentado Por eso, aunque en Aranda hubiese hasta una por la viuda Felipa González. En su libro diario veintena de mercaderes, lo eran de “legumbres…, borrador se anotaron las 3.454 operaciones efec- joyería y paños”, más otros “cuatro tratantes de tuadas entre marzo de 1526 y mayo de 1530, hierros y herrajes”. Los de Roa parecen los más correspondientes a 164 variedades diferentes de activos y diversificados: había “cinco tiendas de tejidos, valoradas en cuatro millones de maravedíes buhonería, de abujetas, cordones, pimentón, y adquiridas por 1.903 clientes residentes en 171 legumbres, papel y queso”; una de ellas propia de localidades (incluso portuguesas), en su mayoría Manuel Granado, quien además “trata en cordoba- sitas a menos de 120 kilómetros de aquel centro nes, velas de sebo, suelas y badanas”; amén de dos neurálgico de redistribución. El 88% de tales trans- comerciantes “de herraje, acero y clavazón” y de acciones textiles no se pagaron al contado y se difi- otros tres “por mayor y menor que tratan en pesca- rieron (saldándose antes del año, siguiendo el calen- dos secos, hierro, acero, herrajes, aceite, jabón, dario de las cosechas o vendimias de la región y no cacao, azúcar y otras menudencias”. Además, en el ferial); protagonizadas por vecinos de pequeños Tórtoles se cita “una tienda con algunas estameñas, núcleos rurales ribereños; sastres, mercaderes, cléri- bayetas, abujetas, cordones y legumbres”; en gos o escribanos, carpinteros, tundidores, zapate- Torresandino “diez vecinos compran cueros de ros, tejedores, criados, hortelanos, herreros, barbe- bueyes para hacer abarcas, que venden en los mer- ros y plateros, junto a una nutrida clientela campe- cados y ferias de la circunferencia”; en Sotillo y sina; adquiriendo paños castellanos y extranjeros, “dos tiendas de mercería, con- algunos nada baratos (terciopelos y velartes), aun- fitería y cerería que tratan en legumbres y mercade- que lógicamente predominasen los pardillos, corde- ría de cintas, abujetas, cordones, azafrán y pimen- llates, burieles y frisas de la tierra. tón por menor”; en San Martín de Rubiales “una tienda de especería y algunas estameñas, bayetas, Todo indica que se compraba al por menor, a cordellates, lienzos y otras cosas menudas de crédito y de forma continua a lo largo de todo el legumbres”; y en otra “de quincallería año (aunque concentrándose entre la Virgen de que se reduce a cintas, abujetas, estameñas y baye- Agosto y Navidad). Más que moneda en efectivo, tas” o en Nava de Roa dos “de especería, de legum- circulaba entonces la posibilidad de fiar y diferir los bres, aceitunas, cordones y agujetas”. pagos ante la regularidad del acceso periódico a aquella plaza por parte de una variada clientela rural Así, no todos podían cubrir directamente sus de confianza y necesitada de adquirir productos necesidades básicas, ni siquiera las más perentorias. textiles manufacturados. Por ejemplo, sólo el 24% de sus poblaciones con- taba con abacerías (el resto ni eso, dado “el poco No obstante las referencias aportadas, aún tiem- consumo por lo mísero del pueblo y no ser cami- po después (los datos de mediados del siglo XVIII no pasajero” o porque, “aunque de corto consu- ilustran muy bien las carencias precedentes34), el mo, los que tienen posibilidad lo traen de Roa”). muestrario mercantil del partido de Aranda no Por lo general, allí, un obligado se encargaba del sur- puede calificarse de sobresaliente. Máxime si se tido de “una tienda de abasto de aceite, pescado y trata de apreciar abastos de productos semiperece- alguna legumbre por menor, con corto consumo, deros y, en especial, de géneros textiles. Todos pues se surten los vecinos de trajineros”35 o la aba- aquellos negocios locales presentaban escasos ren- cería servía simplemente para vender jabón, vina- dimientos anuales y centraban sus tratos en las gre y sal. especias, el vino, las legumbres o el hierro. Las tien- das y los mercaderes con intereses fuera de la ali- En cambio, unas pocas villas contaban con una mentación o el transporte de materias primas eran relativamente bien surtida serie de mercados y muy escasos. ferias fundamentales. Aranda disfrutaba, miércoles

34 AGS, DGR, 1ª remesa, Ensenada, Partido de Aranda de Duero. 1752. Libros 11-16. 35 En y La Horra: “una tienda para aceite y pescado para abasto del común; de corta utilidad, por andar aceiteros sueltos por los pue- blos”. En Boada de Roa: “una abacería de pescado y aceite de corto consumo; sólo sirve para algún vecino pobre del pueblo, pues los que tienen alguna posibilidad lo traen de Roa”. En Guzmán: “poco consumo, porque los géneros se traen de los mercados semanales de Roa”.

38 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 39

y sábados, de dos mercados semanales, aunque su ñas de Burgos”)… y viajaban con granos y madera principal comercio fuesen los granos. Roa, los mar- hacia la Ribera del Duero. O más genéricamente: tes de cada semana (“no tiene sus dos ferias anua- “trajinan diferentes mercadurías en algunas tempo- les en uso, aunque la villa goza ese privilegio”). Dos radas del año”. Algunas localidades se especializa- ferias, pero “de ganado vacuno”, conservaba ron en ese tráfico periódico. Treinta vecinos en Gumiel de Izán por San Mateo y Nuestra Señora de Muñecas; 24 había de dicho trato en Rabanera de la la Concepción. La misma Aranda de Duero tenía Sierra; nada menos que 86 (con dieciséis criados) dos ferias anuales (en San Andrés y en la segunda en ; y ¡139!, con sus hijos y criados, semana de cuaresma), “de cerdos, cecinas y legum- en Huerta del Rey38. bres”… y “tiendas de paños ordinarios y buhone- ría”. En la de Santa María Magdalena (22 julio y el Por su parte, los carreteros y trajinantes (dife- día siguiente) de San Leonardo también podían renciándose los ‘ordinarios’, “que sólo hacen uno o encontrarse “géneros de plata, joyas, paños, hierros dos viajes”, de los profesionales de ‘puerto a puer- y especias comestibles”. Y poco surtido manufac- to’) “con su tráfico de carretería, arriería y trajinería turado más de forma estable y regular para toda fuera de la villa”, muchos de ellos también labrado- aquella comarca ribereña. res, tampoco estaban especializados en aportar géneros textiles hacia el interior castellano. Aunque Podían abastecerse… surtiéndose del quehacer en el siglo XVI transportaban productos en carava- de la carretería organizada. Sus trajineros llevaban nas o galeras (en la provincia de Burgos se reconta- de acá para allá, aunque en mayor medida hacia ban hasta 3.006 carros, pertenecientes a 553 due- fuera del partido que para surtir las necesidades ños -seguidos de los 2.161 de Soria; entre ambas locales, una serie de productos muy concretos. Los formaban la asociación de carreteros más impor- puentes de la zona facilitaban sus tránsitos (aunque tantes de España-), sus principales beneficios pro- a veces la carencia de mesones más bien los impe- venían del acarreo entre abril y noviembre-diciem- dían36). En concreto, aparecían del orden de 32 bre de maderas hacia Burgos o Logroño (y cereal - poblaciones con arriería: el 22% de las del partido ‘pan’-, sal, lana… y “otros géneros a diferentes de Aranda; unos 443 arrieros que representaban parajes”). 54 “con abundante tráfico y trato de un 4% del vecindario de la comarca. Cifras muy carretas” había en San Leonardo (más otros quince parecidas a las que reunían sus convecinos carrete- carreteros en su arrabal de Arganda). En ros37. y Santa María de las Oyas, diecisiete. En Rabanera de la Sierra, 42. 48 tratantes en Muchos de ellos, al tiempo que eran labradores, Casarejos y alguno más en Quintanilla de la Sierra trasportaban vino por menor (“llevan vino a sus y . Más de treinta en Navaleno aventuras con sus caballerías menores a las monta- y . Superaban la veintena en

36 En el 56% lugares se contaban mesones a mediados del siglo XVIII: un total de 107 en 82 localidades. Donde no había era por “ser villa extraviada de todo paso”; “por no ser camino pasajero”; “es muy raro el transeúnte que pasa por el pueblo”… En ese sentido, Villuga enu- meraba en su Repertorio 214 ventas (además de las posadas y mesones sitos en poblado); eran malas, tanto en instalaciones como en servi- cios. Casas mesones para arrieros…; vecinos que admitían trajineros y gente para dormir;… Diez en Aranda de Duero (la intensificación y eficacia caminera de aquel “siglo de hacer caminos” se aprecia en su puente y carretera, cuando la villa contaba con ocho mesones y dos casas de posada -con inhabituales altos rendimientos-, un maestro de postas y su estafeta). Ocho en Roa (uno cercano al puente mayor, más otras tres casas mesones y cuatro posadas). Cuatro en Espeja (uno en cada una de sus aldeas). Dos en seis localidades: Gumiel de Izán, Coruña, La Horra, Nava de Roa, San Martín de Rubiales y Torresandino. En Berlangas: “uno del concejo; no para gente en él a hacer noche por la cercanía de Roa”. En Jaramillo y Tolbaños: “uno, porque no falte a los pasajeros el cubierto y alimento necesarios [alojamiento y sustento preciso], han andado por adra hasta ahora mesón y taberna, panadería y carnicería, entre los vecinos”. En Pinilla de Transmonte: “uno, pocos pasajeros transitando por este pueblo hacen parada”. 37 Aldea de Hontoria del Pinar (Libro 14, ff. 386-422) o Quintanilla de la Sierra (Lib. 14, ff. 580-589). 38 En : “sus 34 vecinos labradores, en el tiempo que les sobra después de asistir a las labores del campo se ocupan de labrar algu- na porción de madera, y con las carretas y ganados de la misma labranza la llevan a vender a Lerma y otras partes”. La ‘cuadrilla’ de constaba de 25 ó 30 carretas.

39 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 40

Vadillo. Unos setenta en Aldea de Hontoria del Por eso se recontaban también en la zona aran- Pinar39… Canicosa era una excepción: “varios veci- dina algunos pisones y batanes ribereños41. En nos se ejecutan en el tráfico de carretería de las dos Tórtoles “cuatro batanes que sirven para batanear especies: de puerto a puerto, por servir para porte- los sayales, burieles, estameñas y tramados que se ar lana, sal, trigo y carbón (cada carreta con tres fabrican en este pueblo, aunque mucha parte del bueyes); y la ordinaria, cargando madera en el vera- año no se ejercitan por falta de géneros; hubo fábri- no, hacia Burgos, Logroño y otras partes de Castilla ca de paños, totalmente perdida al presente; sólo la Vieja; otros muchos también se ocupan en el quedan algunos oficiales que trabajan en telas de trato de taburetes, sillas y menudencias, comercio corta entidad, que compran los vecinos y forasteros de teas y menajes de casa, llevándolos a vender con para adorno de sus personas y familias”. caballerías a otros pueblos”. A su vera, aunque siempre menos numerosos y En todo caso, mejor o peor, contaban con la tampoco nada especializados, los sastres. Un total asistencia de algunas profesiones fundamentales 171 (incluyendo siete oficiales y aprendices) distri- para el surtido de tejidos y otros productos básicos buidos en 58 localidades (en el 40% del partido). de amplia demanda… de los más baratos que podí- Algunos no tenían “qué trabajar la mayor parte del an encontrarse (“que no hay más oficios: los veci- año” (uno sólo treinta ó sesenta días; quien más nos se valen de los pueblos de la circunferencia”). 220). Otro “accidentado; de avanzada edad; casi Únicamente Espeja (“un vecino tiene por industria ciego”. Los más activos con la tijera: en Aranda 27, armar y vender armaduras de cama”) y Tejada doce en Roa, siete en Nava de Roa y Gumiel de (“diez tienen la fama de hacer y vender banastas de Mercado, seis en , cinco en las que sirven para llevar huevos a la Corte”) se salí- Torresandino. an de la norma del clásico trinomio tejedor, sastre y zapatero de viejo de bastantes localidades. Y cuidando los pies, los imprescindibles (aun- que sólo presentes en 33 lugares) ‘zapateros de Los tejedores constituían el colectivo más abun- viejo’. Únicamente diecinueve de ‘obra prima’, cua- dante. Los había en 77 lugares (en el 52%), suman- tro abarqueros y 33 boteros. 125 zapateros en total. do en total 263: junto a 88 de lienzos, 16 de sayal (y Téngase en cuenta que, como se explicitaba en estameña), doce de paño burdo, ocho de lana, siete Penilla de los Moros: “uno trabaja doce días, pues de burieles y cuatro de cáñamo y estopa (con otros no hay qué trabajar en este oficio porque el calzado 128 sin especialización). No eran pocos… pero que se gasta comúnmente en este pueblo es de sólo alcanzaban a las demandas más populares de albarcas”. En Aranda de Duero 43 (24 de viejo, telas bastas. Dieciocho en Aranda, quince en quince boteros y cuatro abarqueros), en Roa trece Torresandino (cinco para sayales y diez de lienzo), (tres de nuevo, cinco de viejo con un oficial y su trece en Tórtoles y Espeja, diez en Santo Domingo aprendiz y tres boteros de nuevo y viejo). Ocho en de Silos, Gumiel de Izán y Carazo, nueve en Roa y Nava de Roa, seis en Sotillo y cinco en Tórtoles, Huerta del Rey y ocho en Arauzo de Miel40. Fuente Espina, Gumiel de Izán y Gumiel de

39 En Navas: “62 vecinos [con 246] [tres con veinte cada uno] usan del trato y tráfico de carretas, así en maderas para vender como trans- portando sal, granos, lana y otros géneros a diferentes parajes, desde abril hasta noviembre inclusive. La utilidad anual de cada carreta, con tres bueyes cada una, es de 460 reales. 40 En Vallegimeno “uno de paños pardos, trabaja 120 días al año; hará seis varas al día (a 29 mrs diarios)”. En Quintanilla Urrilla “uno de sayales, trabajando quince días; hará doce varas, a cuatro mrs”. En “cuatro tejedores de paños; tejerán cincuenta días entre todos, unas diez varas al año, a medio real cada una”. En Tórtolas “seis de buriel y siete de sayal y estameña ordinaria y casera y lien- zos”. En Carazo “diez de lienzos y estopas” (nueve también labradores de pan y vino; uno trabajaba treinta días, tres sesenta, uno noven- ta, dos 120, uno 150, uno 220 y otro 225 días). 41 En Vallegimeno (un pisón para paños pardos, propio de Francisco Sedano, quien lo administra por sí; pisará unos noventa días; cada día con su noche ocho varas, que hacen a medio real un total de 360 reales), en Quintanilla Urrilla (un pisón para sayales, del concejo, arren- dado a un vecino; podría trabajar más pero solamente trabaja cuarenta días, por falta de agua o por falta de telas), tres en Huerta del Rey, en Barbadillo de Herreros (dos pisones que trabajan cincuenta días al año: podrían pisar más materiales, pero por su falta no lo hace; cada día con su noche nueve varas de paño) y un batán para abatanar burieles en Tordomar. Más batanes de sayal en Torresandino, , Jaramillo Quemado o Canicosa.

40 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 41

Mercado. También en la zapatería primaba siempre Sólo una minoría popular tenía posibilidades de el remiendo sobre la novedad. adquisición de nuevos productos nada más formar una nueva familia. Habían recibido de los padres de Herencias, autoconsumo y recosidos (sin tien- la esposa vestidos -y mobiliario de casa- muy bien das estables), o tras vincularse al mercado, permití- valorados. Por el contrario, el stock del ajuar an a la Ribera proveerse de telas para lucir pública- doméstico dotal -once veces inferior- de los secto- mente o cubrir su cuerpo. res menos pudientes tenía nulas posibilidades de renovación a medio plazo, al contar con escasa liquidez en metálico (más algunas joyas que podían II. LOS CUIDADOS DEL CUERPO. ser monetarizadas y empeñadas en caso de necesi- dad). Así, al menos ese 80% de la población, tendía Las demandas corporales eran algo más que una habitualmente a traspasar de forma hereditaria y mera necesidad material. generación tras generación sus paños y cacharrería: los cambios en las modas, en la tipología de pren- das y en los tejidos quedaba limitada casi en exclu- 4. UN ABUNDANTE CONSUMO siva a unos pocos. POPULAR DE GÉNEROS TEXTILES. Dentro del ajuar doméstico dotal, la presencia Sobre una base de necesidad y en función de la clave de los textiles disminuyó desde el 65% máxi- diferente capacidad adquisitiva, la fortuna favorecía mo a un 30% (para las que superaban los cinco mil la extensión de gustos refinados, aunque la imita- reales); eso sí, el valor de vestidos y ropa blanca se ción permitiese intercambios culturales en cuanto multiplicó más del doble entre esos extremos. al vestuario y sus complementos. De ahí el interés por constatar criterios de emulación socio-econó- Los ajuares dotales se reducían porcentualmen- mica en ámbitos populares. La valoración de los te -a medida que aumentaba su tasación- en la ajuares dotales de Peñafiel muestra algunas de estas misma proporción que descendía el peso de los teji- dos en las mismas, puesto que el incremento de los cuestiones clave. utensilios y ornamentos de casa era mínimo. Sólo un pequeño porcentaje de las dotes (la ter- Mobiliario y menaje de cocina, imprescindibles cera parte ya de los inventarios post-mortem) supe- siempre, formaban, sin embargo, capítulos de importancia menor, y sin diferencias notables entre raban umbrales de tasación mínimos. La estratifica- las distintas dotaciones femeninas. Ni siquiera el ción económica de la jerarquizada sociedad rural adorno de la vivienda aumentaba a medida que las castellana de mediados del siglo XVI era patente. riquezas familiares permitían tales dispendios; tam- La cantidad de piezas muestra la misma progresión poco la estratificación social se acentuaba en la que la media de los aportes femeninos, aunque joyería, resaltándose por el contrario las posibilida- mientras éstas se multiplicaban por cuatro, su valor des populares de exhibición personal luciendo aba- monetario lo hacía por once. lorios -o poder contar con alguna pieza de vajilla de plata-. La mitad de una dote media estaba constituida entonces por ‘bienes del capital’ (hacienda raíz y También se advierten cambios en la composi- dinero en metálico); lo restante conformaba el ción de los productos textiles. Resalta la tendencia ‘ajuar doméstico’. Sólo unas pocas muy ricas esta- a reducirse la presencia de la ‘ropa blanca de cama’: ban muy bien surtidas. Más aún, en las dotes más su valor se había multiplicado en las dotaciones pobres de menos de dos mil reales los productos superiores a cinco mil reales, pero representaba textiles (y el menaje de cocina) constituían la clave. cada vez una parte inferior del ajuar, frente a su Aquella polarización patrimonial resalta nítidamen- enorme peso popular; por eso, y salvo para quienes te. Los aportes de los sectores más prósperos eran el vestido constituía la partida principal, la sabane- más valiosos y, sobre todo, mucho más cuantiosos, ría y la cama-colchón-frazada-almohada constituye- cambiando también diametralmente la composi- ron siempre la base de la ‘dote modelo castellana’. ción -y la variedad de objetos- de los mismos. Su importancia simbólica es una de las claves que más ha pervivido en el tiempo. No se reducía ni el

41 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 42

número de piezas ni su tasación (acentuada por los En definitiva, los productos textiles utilizados tejidos ‘en pieza’ y los lienzos comprados por para vestir el cuerpo y la cama reunían la parte más ‘varas’ para confeccionar ajuares nuevos en formas importante, en porcentaje y en número de piezas, y hechuras), aunque otros conceptos -las vestidu- tanto de las dotes femeninas como de los bienes ras- fuesen adquiriendo un mayor relieve en la ‘dote inventariados42. Satisfecha esa necesidad básica, tipo’ de la Ribera del Duero a media que se ascen- otras relacionadas con la calidad del producto y con día en la escala socioeconómica. el acondicionamiento de los hogares empezaban entonces a ser atendidas en función de las posibili- Pero también iba aumentando el peso capital de dades familiares. la indumentaria personal (no así la ropa interior ni los complementos del vestuario): precisamente, en ese subsector textil se produjeron las principales 5. MOBILIARIO DOMÉSTICO transformaciones productivas y del consumo. Y ACOMODACIÓN DEL INTERIOR DE LAS VIVIENDAS. VESTIR LA CAMA. En su porte externo o desde el interior de su vivienda mostraban los ascensos. La acumulación de piezas para acondicionar la alcoba difería sensiblemente. Por el contrario, resalta la escasa multiplicación de la tasación de las mantelerías, pañizuelos y toba- La alcoba, a veces único espacio diferenciado, lletas de aseo. La cultura de la higiene y de presen- era el centro receptor de enseres fundamental nada tación de la mesa todavía no había adquirido el más constituirse una nueva familia. La proliferación peso que sobre todo a partir de 1830 empezaría a de sábanas de lienzo o Ruán (una media de seis por alcanzar. dote -hasta veinte portaban más de cuatro; y cinco llevaron más de la decena-), almohadas -con aceri- El refrendo cualitativo de estos datos se repro- cos, cabezales y traveseros-, de holanda, grana o duce en el número de enseres por dote. A medida Ruán (la pieza más numerosa y muchas veces nada que aumentaba el valor de los ajuares se aprecia una barata en función de sus encajes y guarnicio- multiplicación de las piezas recibidas, perceptible nes -hubo quien portó nada menos que 35, y eran mucho más claramente en el corte dotal superior, y frecuentes las docenas-), mantas, cobertores colo- debida fundamentalmente al mayor ritmo de creci- rados (muchas frazadas blancas -incluso seis, ocho miento del valor de los útiles de casa. u once por casa-) y colchas, colocado todo -extraña la poca presencia de jergones y cocedrones- sobre Si este incremento numérico es importante colchones de lienzo o Ruán (a veces, seis y ocho -desde la demanda, el consumo y la evolución de la -constituyendo las tasaciones más altas-), y éstos cultura material familiar-, mayor relevancia adquie- encima de las ‘camas encajadas’, ‘de cordeles’ o ‘de ren las calidades y variedades de las prendas en las red’ -junto con sus ‘cielos, delanteras y cortinas’- y dotes privilegiadas. La diversidad de la tipología de con sus ‘paramentos rajados o pintados’, convertía las piezas y tejidos del vestuario (incrementándose a este aposento en la estancia mejor acondicionada las sedas) aumentaban en paralelo. Camisas, sayas y o rica de muchas viviendas. basquiñas se complementaban con marlotas, sabo- yanas, monjiles, mantos o ropillas; y éstas con man- Esa realidad contrasta con la escasa trascenden- guitos, tocas moriscas, gorgueras, redecillas y cia de la ‘ropa blanca’ de mesa y de los ‘pañizuelos’ cofias. de aseo. Aunque la media de las ‘tablas de manteles’

42 Piezas Dotes (media) Piezas Inventarios post-mortem (media) Camas 4 5% 9 5% Ropa Blanca de Cama 20 24% 35 21% Vestiduras 15 16% 25 16% Piezas de Mesa y Aseo 10 12% 17 10% Útiles y Ornamentos de Casa 37 43% 80 48% Total 86 165

42 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 43

y de ‘paños de manos’ -casi la mitad labrados con motivos paisajísticos, ‘arboleda’ y ‘fruteros’ en tapi- labores alemaniscas- ascendía a tres y siete por ces y reposteros fue mucho más importante. Tras el hogar, faltan en el 30% de los mismos y se concen- Concilio de Trento fue cuando los ambientes traban en muy pocas manos. domésticos comenzaron a transformarse y plagarse de contenidos plásticos religiosos. Entrando en la cocina, la presencia de loza y cristal, incluso de cucharas de azófar y platos de Las viviendas no estaban bien acondicionadas peltre, era muy escasa. Junto a las escudillas de para nuestra concepción actual de lo privado, higié- barro y cuatro jarros, tinajas y cántaros, colgaban nico, bien iluminado o ‘visitable’. Sin embargo, den- de las espeteras y basares o se repartían por todo el tro de sus modelos de relaciones intrafamiliares, los cuarto y la despensa cazos, pucheros, sartenes y el útiles tendían a satisfacer necesidades básicas. resto del más o menos abundante menaje. ¿Cuál es Vajillas, adornos, mantelerías o un amplio mobilia- el significado de la tenencia o ausencia en las rio eran prescindibles. Igual que la tenencia de los viviendas de calderas y almireces de cobre; o de libros, el atesoramiento de piezas de joyería o la calentadores/braseros, bacines/bacinicas, perfu- decoración con pinturas y otros objetos, religiosos o madores, artesas de lavar (o amasar) y candeleros, no, reflejo de la mentalidad de aquella época. “Y en tan interesantes para la comprensión de los siste- el arca encorada se halló lo siguiente…” era frase mas de calefacción, higiene, alimentación e ilumina- asiduamente reiterada en aquella época, definiendo ción en el interior de las moradas? perfectamente hábitos muy cotidianos entonces.

La proliferación de mesas (muchas de nogal, ‘de cadenas’, ‘con pies y bancos’), sillas (‘de costilla’, ‘de 6. VESTIRSE: NECESIDADES DE espaldas’, ‘de caderas’…), escaños, aparadores y GÉNERO, JUVENILES, FESTIVAS… escritorios tampoco era excesivamente amplia. Lo que nunca faltaba eran las arcas -y cofres- (hasta Vestir bien el cuerpo fue una gran preocupación veinte, ‘encueradas’ y ‘de Flandes’, se repartían por renacentista43. diferentes estancias). Entre las prendas textiles (todavía no denomi- El confort doméstico tampoco puede ser desta- nadas ‘trajes’ o ‘vestidos’ y sí ‘ropas’), la principal y cado en la mayoría de los casos como característico prácticamente única ‘prenda interior’ era la camisa. de la vivienda ribereña del siglo XVI. Reposteros, Superpuestas a ella aparecían el jubón y las calzas alfombras, paños de pared y tapices, antepuertas masculinas44, y para las mujeres las ‘ropas para ves- decoradas, paramentos, poyales, alcatifas, guadame- tir a cuerpo’ y sayas, sobre las que podían enfundar- cíes o carpetas y sobremesas, sin ser infrecuentes, se las ‘prendas de encima o ropas de cubrir’, los se concentraban en pocas casas hacendadas. mantos. Por desgracia, existen pocas imágenes populares de esa época. La decoración con pinturas y objetos religiosos refleja la mentalidad de la época. A diferencia del Las sayas -con sayuelos y cuerpos- (promedian- desarrollo que adquirió la proliferación de estam- do tres por dote, tasadas hasta en 20.000 maravedí- pas, láminas y cuadros con motivos marianos y del es), las ropas y ropillas y los mantos -y también santoral y otras piezas sacras (medallas, escapula- monjiles, briales, cotas y jubones- siempre aparecí- rios, pilas de agua bendita, etc.) durante la época an. Además, entre los sectores más pudientes Barroca posterior, en la mayoría de las paredes de empezaban a difundirse las basquiñas (sólo las las moradas castellanas del siglo XVI se encuentran dotaciones más cuantiosas poseían alguna -hasta pocas expresiones de esta naturaleza; incluso los seis y ocho, y muy valiosas-; cuando en los siglos

43 Para todas estas cuestiones véanse: Bernis, Carmen, Indumentaria española en tiempos de Carlos V, Madrid, 1962, pp. 75-99; y Bernis, C., Trajes y modas en la España de los Reyes Católicos, Madrid, 1979, ‘Prendas de vestir’ y ‘Cambios en la moda’, pp. 9-47. También: Laver, James, Breve historia del traje y la moda, Madrid, 1989, pp. 308-324; y Boehn, Max von, La moda. Historia del traje en Europa, desde los orígenes del cristianismo hasta nuestros días, Barcelona, 1928 (t. 2, Siglo XVI, pp. 97-215). 44 “En las calzas verdes le conoceréis”; Tirso de Molina, Don Gil de las calzas verdes, 1615 (escena XX).

43 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 44

posteriores pasó a ser la prenda femenina por exce- Lanas y sedas se disputaban la posición cabece- lencia) junto a las marlotas, galeras y verdugados, ra en la confección del vestuario femenino, aunque de altísima calidad45. debe advertirse ya el inicio de una primera penetra- ción textil de los algodones. Con terciopelos y También comenzaban a exteriorizarse los com- rasos, y con una significativa mayor presencia entre plementos de vestuario (tocados, accesorios y cal- las prendas dotales -al contrario de lo que se cons- zado), tan determinantes para el posterior desarro- tata en los paños de lana-, estaban elaborados algu- llo manufacturero y la innovación de tejidos. nos de los vestidos más caros y una buena parte de Aparecían muy pocos chapines46 o artículos de sus complementos. sombrerería (las mujeres solían cubrirse la cabeza, pero más con rebociños, toquillas y tocas que con Con todo, lienzos para la ‘ropa blanca’ aparte, bonetes o sombreros), pero proliferaban ya man- predominaban los paños de lana. gas, gorgueras, cofias y redecillas, fundamentales para el adorno personal y mostrarse en público. Sobre esa base, las necesidades no eran las mis- mas en las distintas etapas vitales ni en función de Otro aspecto clave es el de los tejidos más rele- sus actividades. Por eso, las familias de las nuevas vantes y significativos. En cuanto a los colores y desposadas se concentraban en su atuendo externo, tintes de las prendas -aportando una mayor calidad cuidando además de acondicionar la habitación al producto final en función de sus precios-, triun- nupcial y la casa. En el vestuario femenino de la faba el amarillo, el azul y el carmesí…, pero siem- época, recto y rígido, pero cada vez más sobrio y pre sobre una base de fondo negro nacional incon- oscuro, predominaban las faldillas y camisas, y los fundible para los viajeros extranjeros. cuerpos (el verdugado sólo era corriente entre las elites), junto a las sayas y briales, cubiertos por los A mediados del siglo XVI se produjo el inicio ‘trajes de encima’ (basquiñas, monjiles, cotas o mar- de la difusión a gran escala de los lienzos utilizados lotas), sobre los que se colocaban tabardos y man- en la ropa blanca de cama y mesa (también de la tos. Este conjunto modelo se complementaba con estopa, el anjeo, el brin de lino o las piezas elabora- cofias, gorgueras, lechugados y tocas. En cambio, el das en o al estilo de Holanda y Ruán; y las labores ‘vestido de camino masculino’ típico se componía alemaniscas y de gusanillo). En cambio, para los de manteo de Perpiñán leonado, sayo pardo, jaque- ropajes, y según el poder adquisitivo, predomina- ta parda con su capilla, unas calzas amarillas, botas, ban ricos damascos, terciopelos, tafetanes, rasos y sombrero de tafetán, unos zaragüelles y sus calzo- granas -con tiras de oro de Milán y Valencia-, junto nes de fustán azul. a cotonias, chamelotes, anascotes, estameñas y veintidosenos.

Inventarios Dotes Total Prendas de Vestido de Lana 60% 36% 53% Prendas de Vestido de Seda 28% 53% 36% Prendas de Vestido de Algodón 12% 11% 11% Total 629 290 919

45 También: rebociños, cueras, garvines, crespinas, ceñideros, apretadores, saboyanas, capas sin mangas, manguitos, capuces, tabardos, capo- tes, manteos, zamarros, chamarras, sayos, galotas… 46 El inventario del zapatero Hernando de Urquín ofrece las modas de la época: AHPV, Prot, Leg 102, f. 152 (Valladolid, 1550).

44 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 45

La posición social introducía sensibles mejoras galera’, ‘de levantar’), sayos (‘de bobo’, ‘de pasto- en cantidad, calidad y variedad en camisas moriscas, res’, ‘de villano’), sayas (‘para hacer la desvergonza- sainos de damasco, mantos, marlotas, sayas de raso da’), vestidos (‘de salvajes’, ‘de cupido’, ‘de peregri- con sus ruedos y cuerpos, ropas, ricas basquiñas, no’), cueras (‘de danza’, ‘de matachines’), marlotas, cueras de terciopelo, galeras de grana, mangas de gregüescos, faldellines, saltambarcas, bonetes (‘de Ruán, sayuelos de fustán o tocas de beatilla de moros’), sombreros (‘de bachilleres con cuernos’), estrado (y hasta un completo vestuario compuesto gorrillas (‘de rufianes’), caperuzas, capirotes (‘de de “marlota, saboyana, verdugado y manto”), con monas’), capellares, calzadillos (‘con rostros de cofias y gorgueras. Resultaban claves para la osten- demonios’), y un largo etcétera. tación, la exhibición y los alardes personales. Datos que resaltan la gran cantidad de prendas Además, el incremento de las necesidades pro- masculinas y femeninas portadas popularmente, así vocadas por el lucimiento externo repercutió en el como la variedad de los tejidos y colores utilizados deseo popular de aparentar en público a través de en su confección. la ‘ropa de calle’. Por eso, aquella emulación ‘de arriba – abajo’ se aprecia en las demandas y en los ajuares de algunas criadas, reflejando un acerca- 6.1. HACEN MUDANZA: VESTIMENTAS miento a los hábitos de sus patronos47. Y AJUARES DE LOS MORISCOS EXPULSOS. Las curadurías también ofrecen aspectos rele- vantes sobre la vestimenta juvenil masculina48: cal- La expulsión de los moriscos castellanos permi- zas, jubones, cueras y coletos. Todos recibieron te conocer la cantidad y calidad de los bienes que anualmente calzado (uno rompió 24 pares de zapa- los desterrados pudieron llevarse antes de ser obli- tos en cuatro años) y dos camisas de lino. Además, gados a abandonar sus casas (ofreciendo informa- por Pascua y Navidad, los tutores pagaron la ción sobre la vestimenta, los ajuares y el conjunto “hechura de una saya parda, el sayuelo y sus cuer- de sus posesiones muebles a finales del siglo XVI). pos” (o “un sayo negro, porque le robaron el Los registros de bienes elaborados en aquellos ins- otro”), “dechados de Bretaña”, “calzas pardas” y tantes ayuda a comprender mejor su economía sombreros..., “unos zaragüelles de estameña”, doméstica y patrimonial y su forma de vestir (y su “jubones, medias calzas y una ropa”, “un bonete, nivel de asimilación o integración en la sociedad un ceñidero y unos guantes, más un manteo” o por cristiana vieja), al tiempo que se detalla la moda tex- “aderezar una cuera vieja del curador”: así, incluso til y los gustos de la época51. entre hijos de campesinos castellanos la cultura material y el recambio y la difusión de prendas no El bagaje dejado atrás fue escaso, abandonando estaba tan limitados. en sus casas apenas restos de vajilla y mobiliario roto. La venta de enseres y productos agrícolas y Además, y utilizando términos en clave de cul- manufacturados en los puertos mediterráneos de tura popular y ‘representación’, a comienzos del embarque fue masiva, propiciando “una feria gene- siglo XVI, mostraban plásticamente la viveza de ral de cuantos bienes muebles poseían, la más bara- algunos de aquellos cambios en las modas y los ta que jamás hubo en aquel reino”. cauces de difusión de las mismas49. Así, por ejem- plo, entre ‘las prendas de las compañías de artistas Los menos se presentaron con arcas y arquillas. teatrales’ inventariadas se encontraban50: ropas (‘de Lejos de hallar contrabando, los comisarios no

47 AHPV, Prot, Valladolid, Legs 47, f. 1275; 102, f. 1012; y 48, f. 1040. 48 Como las de los hermanos Pesquera; AHPV, Prot, Leg 49, ff. 377 y 385 (Valladolid, 1753). 49 Véanse: Rojo Vega, Anastasio, Fiestas y comedias en Valladolid. Siglos XVI-XVII, Valladolid, 1999; del mismo autor, El Siglo de Oro. Inventario de una época, Salamanca, 1996; y Núñez Roldán, Francisco, La vida cotidiana en la Sevilla del Siglo de Oro, Madrid, 2004. 50 Inventario de los ‘vestidos de representación’ de la compañía de Gaspar de Oropesa; AHPV, Prot, Leg 549, f. 82. La tienda de ‘alquiler de disfraces’ del vallisoletano Miguel de Fonseca también estaba muy bien surtida; Leg 759, ff. 231-236. 51 Lomas Cortés, Manuel, “Ajuar, dinero y contrabando. El equipaje de los moriscos expulsos según los registros de bienes en Castilla” (texto inédito; agradecemos a su autor su consulta).

45 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 46

encontraron en aquellos embarques más que ropa seda cruda y tafetán. La imagen más tópica era la de vieja: los cargamentos de un buen número de ellos personas arrastrando asnos y mulas cargados de sólo consistían en sus prendas vestir, su ajuar de alforjas, talegos y cofres, en su mayoría llenos de casa y, en ocasiones, las herramientas de su oficio. ropa, y entre los que, a veces, se ocultaban peque- En no pocas ocasiones sólo se anotaba “los moris- ñas joyas y otros enseres cotidianos. cos se presentaban con un hato o con pequeños líos y talegos, donde reunían todas sus pertenen- Ambos colectivos compartían un tipo de vesti- cias, en la mayoría de los casos, no más que ropa de menta muy similar54. Los hombres se cubrían con su vestir”52. un vestido frailengo de paño oscuro o picote de manufactura segoviana, habitualmente llano o En 1610 el registro de textiles en Sevilla o decorado a veces con guarniciones de molinillos o Granada apenas evidenció unos pocos y pobres pasamanería. Debajo solían llevar la ropilla, en vestidos corporales. Hubo excepciones notables. El paño, picote o bayeta de Flandes (con vueltas o morisco Diego de Murcia declaraba embarcar, mangas postizas de tafetán liso o frisado, aunque, aparte de dos costales de ropa, un fardo de lienzo. dependiendo del nivel adquisitivo de cada morisco, Alonso de Mendoza registraría cuatro fardos de podían ser también de cotonía, telilla, terciopelo, paños de diferentes colores de Córdoba, Baeza y seda o de tela de oro falso; muchas de ellas confec- Segovia. Garci Pérez declararía una pieza de paño cionadas para llevar con valona y gorguera -a veces aceitunado y treinta varas de velarte. Francisco lechuguilla-, aunque normalmente no las llevasen Valenciano 26 varas de paño. Rafael de Cárdenas puestas, sino que, por comodidad, las guardaban una pieza de palmilla azul y quince varas de paño cosidas junto a las camisas). En las piernas porta- morado de Segovia. Sebastián Vázquez 140 varas ban valonas de lienzo, paño o estameña -siempre de lienzo y Luís Hernández 29, mientras Luís en tonos oscuros- y, aunque en la mayoría de las Rodríguez un arca llena de bengala y Hernando ocasiones el calzado no fue registrado, algunas Rodríguez catorce varas de escarlatín, otras tantas botas de piel. Su atuendo solía completarse con un de paño de Baeza, treinta de velarte y treinta más capote, un herreruelo o la combinación de capa para la confección de tocas. Pero la mayoría no manchega y capotillo de dos faldas (algunos llanos, registró sino baratijas de poco valor, arcas y costa- otros con golpes de botones y guarniciones o vuel- lillos con ropa blanca, algún menaje y, sobre todo, tas de tafetán). Ninguno registró sombrero. colchones viejos sobre los que dormir en los bar- Aunque gustaban de ornamentos, no solían ser cos. Esencialmente, el equipaje de aquellos moris- demasiado llamativos. Molinillos y pasamanerías cos se componía de su vestido (el que llevaban estaban normalmente bordados en verde, morado y puesto) y ropa de casa, más unas pocas joyas. otros tonos discretos que, a excepción del amari- llento que la garrobilla daba a valonas y capas, no Las justicias encargadas de la inspección de las destacaban demasiado sobre el negro predominan- comunidades de moriscos de Palencia y San te. Lorenzo de la Parrilla -Cuenca-53 elaboraron unas listas de bienes en las que se controló al detalle Ellas usaban colores similares, pero su vesti- todo el ajuar de los exiliados (inspeccionaban la menta era bastante más complicada. Su ropa solía ropa que llevaban encima y a continuación se revi- ser de bayeta negra, de manga angosta, en ocasio- saban sus fardos y talegos). El lienzo en crudo fue nes decorada con ribetes. Cubrían sus piernas con el tejido transportado preferido por aquellos dos- manteos y sayas de paño -normalmente pardas, cientos granadinos palentinos en el momento del pero también azules, verdes, rojas o blancas- y fal- destierro, aunque también hubo quien cargó tale- dellines con randas o ribetes de terciopelo, a veces gos de lana y lino, algunas varas de holanda y ruán, guarnecidos de brocatel. Y sobre ellas delantales de

52 Biblioteca Nacional (BN), Manuscritos, Ms 9577, ff. 22-42. También AGS, Sección Estado, Leg 220. 53 AGS, E, Leg 243. También, AGS, E, 245, 32; relación de los bienes declarados por los moriscos ante Luís Muñoz (Palencia, 27-VIII- 1610). O AGS, E, 229; Valladolid, 12-I-1611. 54 En San Lorenzo de la Parrilla coletos y coletillos, mandiles y cueras (las ropas de cuero) reemplazaron en parte al paño y la bayeta en las vestimentas.

46 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 47

estameña, decorados de pasamanos y lechuguilla. nos vestían calzas y jubones, sobre los que ponían Por debajo usaban medias toscas, de paño frailen- quezotes y marlotas (tintados de varios colores y go, otras coloridas, de punto, nacaradas, encarna- decorados con brocados de terciopelo y damasco das, rosa palo, verdes y azules, y con cintas, remata- donde prevalecían ciertas labores típicamente das en ocasiones por ligas de tafetán tornasoladas y musulmanas como franjas, caireles y randas). con visos. En los pies llevaban zapatillas de piel, Usaban el sayo de çebtí, y sobre ellos colocaban muchas veces cubiertas para mayor comodidad por algunos mantos peculiares (capellares y alborno- chinelas. El torso de las moriscas solía ir cubierto ces). Las moriscas cubrían sus cabezas con tocas por cuerpos de diferentes tejidos combinados con (almaizares), decoradas con rapacejos55. Por el con- un jubón (también masculino) de lienzo, telilla, trario, a comienzos del XVII los expulsados de picote o gamuza, a veces con mangas de anascote o Palencia o San Lorenzo, granadinos o viejos, iban ves- con botonería y trencillas. Las más ricas poseían tidos con la indumentaria típica de los cristianos corpiños de oro falso, gorgorán o tafetán, con tren- viejos, sin diferencias en sus tejidos. El uso de bor- cillas, molinillos y guarnición de plata. Muchas ceguíes o la pervivencia de rapacejos y randas en la otras también portaban camisas con gorguera y decoración de algunas prendas, fueron algunas de basquiñas. Cinturones y pretinas no parecían ser las pocas pervivencias de su hábito externo ante- comunes. Y frente al uso masculino, las prendas rior, aunque bien podrían ser producto de la copia, usadas para sus cabezas eran muy abundantes: por parte de la moda cristiana vieja, de algunos algún sombrero, pero lo más común fue que se motivos y estilos del antiguo atuendo mudéjar. Si la colocaran cofias, rebociños, garvines, griñones o forma de vestir era un medio de identificación una toca. Los mantos, mantillas y mantellinas tam- nacional y de diferenciación colectiva, estos regis- bién eran muy frecuentes. tros de bienes demostrarían que los moriscos del interior castellano habían avanzado hacia la asimila- Aunque hubo moriscos pobres sin otra ropa ción de las formas culturales y de vida católica más que la puesta, lo normal fue que casi todas aquellas familias registrasen prendas de repuesto y ortodoxa. Poco después, cuando algunos volvieron abundante ropa de casa. Generalmente, cada uno clandestinamente, las autoridades alertarían de su tenía dos o tres camisas, aparte de la que vestían. llegada “en hábito de cristianos”, denunciando así Junto con ellas y varios camisones guardaban valo- la utilización de aquella vestimenta como un ele- nas y gorgueras (puños y manguitos). Retales y tiras mento de ‘confusión de identidad’: no retornaban a de tela, madejas de hilo de colores, acericos, holan- Castilla disfrazados, sino con la misma indumenta- dillas, cuellos sueltos, cuerpos labrados, guarnicio- ria con la que partieron. Hecho que se evidencia nes y pasamanerías por coser eran habituales en el cuando muchos de los que arribaron al norte de registro de sus costales. También aparecían tablas África fueron obligados a abandonar sus ropas y de manteles y servilletas (“con labor menuda de “vestir a la musulmana”. Así, los problemas de gusanillo”), paños de manos de seda, lienzo o hilo reconocimiento señalados por los alcaldes eran el labrado y pañuelos con rapacejos o lisos. La ropa resultado propio de un lento proceso de asimila- de cama también era abundante: todos cargaron ción de las apariencias y de un progresivo esfuerzo con sus jergones de estopa o anjeo y sus colchones colectivo de integración cultural; ¿interesados? de lana trujillana, acompañados de mantas, cober- tores y frazadas -de lana y lino, lisas y listadas-, En suma, pinceladas para la reflexión sobre almohadas y sábanas de cáñamo o lienzo. aquella cultura material popular. Lujos y penurias cotidianos en la Ribera del Duero Oriental durante Aparte de los gustos y recursos familiares con- el siglo XVI. cretos, mediado el siglo XVI los moriscos castella-

55 Bernis, C., “Modas moriscas en la sociedad cristiana española del siglo XV y principios del XVI”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, 144, 1959, pp. 200-228.

47 capítulo 2_Capítulo 2.qxp 21/12/12 18:44 Página 48