BREVES APUNTES SOBRE LA JUSTICIA MUNICIPAL PENAL EN EL SEÑORIO DE (SORIA) DURANTE EL SIGLO XVII: ¿EXISTIA UNA PREOCUPACION POR LA PROTECCION

URBANISTICA? 1

Prof. Dr. José María Abad Profesor de Derecho Administrativo Universidad Europea-CEES

SUMARIO:

I.- APROXIMACION A LA JUSTICIA MUNICIPAL PENAL EN EL SEÑORIO DE CARACENA II.- OBJETO DE LOS PROCESOS: LA DISCIPLINA URBANISTICA. III.- EL PROCESO MUNICIPAL PENAL 1º-) Inicio del proceso. 2º-) Información sumarial. 3º-) Auto de prisión. 4.-) Confesión del imputado. 5º-) Auto de culpa y cargo. 5º-) Sentencia. 6.- Tasación de costas. I.- APROXIMACION A LA JUSTICIA MUNICIPAL PENAL EN EL SEÑORIO DE CARACENA Caracena es una bella y entrañable localidad situada en el sur de la provincia de Soria que por desgracia agoniza lentamente. La capital de un antiguo señorío que en el siglo XII contaba con cerca de 6.000 habitantes, hoy se reduce a un escaso número de habitantes, unos doce, según las estadísticas más o menos oficiales. De su esplendoroso pasado hoy se conservan dos interesantes iglesias y un majestuoso castillo. En su plaza mayor un rollo de justicia atestigua su carácter de jurisdicción señorial. Dejando al margen un adecuado análisis de la historia de la villa, ha de partirse que en el siglo XVII, Caracena constituía la capital de un territorio señorial, dependiente de la jurisdicción del Marqués de Caracena y en el que se integraban un conjunto de localidades y villas de escasa entidad demográfica y económica.

La administración de justicia en el señoría quedaba reservada, en principio, a favor del Alcalde ordinario de la localidad de Caracena, quien ejercía su jurisdicción no sólo en la mencionada localidad, sino también, en todas las villas y lugares integrados en aquél. Esta situación no es novedosa, sino que responde al criterio normal de la época. En este sentido, la competencia

1 Este artículo nace tan sólo con la pretensión de exponer, a modo de breve aproximación, dos de los principales procesos penales investigados por el autor durante el mes de julio de 2001 en el Archivo Histórico Provincial de Soria, como anticipo de un trabajo detenido y extenso, que se publicará en el futuro, una vez analizada toda la documentación existente sobre la justicia municipal penal en el Señorío de Caracena (Soria), durante el siglo XVII. En estas líneas quiero mostrar mi agradecimiento a todo el personal del archivo por la amabilidad y la colaboración que me prestaron a lo largo de la investigación.

1 judicial en las pequeñas localidades, villas, lugares y núcleos de población reducidos se atribuía al Alcalde, figura que dirigía el buen gobierno municipal en sus diversos aspectos entre los que cobraba una singular importancia las funciones inherentes a la justicia. No obstante, esa atribución de funciones a los Alcaldes ordinarios constituía un serio riesgo atendiendo a los escasos, cuando no nulos conocimientos técnico-jurídicos que poseían. En realidad, únicamente se les exigía que fuesen personas honradas y hábiles, es decir, que supieran escribir, siendo cargos de naturaleza electiva en cuya designación participaban todos los habitantes del Concejo o sus autoridades.2

Aunque el Alcalde era la autoridad competente, inicialmente, para instruir y resolver los procesos civiles y penales que se sustanciasen en el territorio del Señorío, existen algunos testimonios en los que esas funciones fueron atribuidas a los Tenientes de Alcalde,3 a los Tenientes de Gobernador,4 o a los Corregidores de la localidad de Caracena.5 Con independencia de esos supuestos especiales, y dejando al margen la excepcional intervención de los Jueces de Residencia designados por el titular del señorío, el Marqués de Caracena,6 la casi totalidad de los procesos municipales penales conservados atribuyen el protagonismo al Alcalde, quien en todo momento se encontraba auxiliado por un escribano que en esos supuestos desempeñaba funciones de fedatario judicial (función en la actualidad desempeñada por los Secretario Judiciales). Junto a ellos, en algunos casos se requería la intervención de un abogado, para que prestase su asesoramiento al Alcalde en la decisión a adoptar (generalmente cuando se producía algún incidente procesal o surgía alguna cuestión esencial para la marcha del procedimiento).

Frente a esos criterios generales, en el supuesto del proceso emprendido en el lugar de Pedro, destaca la curiosa circunstancia del cambio de instructor. En su origen, el proceso fue iniciado por Joseph Cavalo, a la sazón, Alcalde ordinario de Caracena en 1662. Sin embargo, un año más tarde sería Pedro Ibáñez quien ocuparía la plaza de Alcalde, dado el carácter temporal de esos cargos públicos. Lo que llama la atención es la delegación de funciones de juzgador que hizo el Alcalde Pedro Ibáñez, no en el escribano de la villa (costumbre usual en la época), sino

2 De las Heras Santos, J.L.: La organización de la justicia real ordinaria en la Corona de Castiila durante la Edad Moderna, Revista Estudios 22, (1996), páginas 134 y 135; y De las Heras Santos, J.L.: La justicia penal de los austrias en la Corona de Castilla, Ediciones Universidad de (1991). 3 Entre los ejemplos de procesos iniciados por el Teniente de Alcalde de la villa de Caracena pueden citarse la causa seguida el día 14 de junio de 1665, sobre agresiones a una persona utilizando un perro mastín (Caja 5566, proceso número 38). 4 Destaca el proceso iniciado el día 28 de agosto de 1654 por un delito de daños contra un monte vecinal, en el que interviene Alonso Martínez, como teniente de Gobernador (Caja 5565, proceso número 20). 5 El Corregidor de Caracena enjuició la causa iniciada el día 27 de diciembre de 1687, por un delito de agresiones (Caja 5565, proceso número 32) 6 Destaca la intervención de Don Jorge de Alarcón como Juez de Residencia en el proceso seguido el 2 de septiembre de 1656 por un delito de daños ocasionados por el ganado (Caja 5565, proceso número 29).

2 a un vecino que no ostentaba ningún cargó público. En concreto a un tal, Diego Pérez, natural de Cañamares (Guadalajara) y familiar del escribano de la villa de Caracena.7

II.- OBJETO DE LOS PROCESOS: LA DISCIPLINA URBANISTICA. Entre todos los procesos municipales penales conservados del Señorío de Caracena a lo largo del siglo XVII merecen destacarse dos de ellos, contemporáneos en el tiempo, al sustanciarse entre los meses de marzo y abril de 1662. En ambos pleitos, junto a otras cuestiones, se planteaba un tema que hoy puede calificarse como concerniente a la legalidad urbanística, o mas en concreto, a la disciplina urbanística de protección del entorno de determinados edificios y de la estética de una vía pública o de todo o parte de un núcleo urbano. Este tema es infrecuente. Por ello, la novedad de los dos procesos estriba en varias razones:

1-) Se trata de una materia con escasos testimonios escritos conservados, en especial, por lo que se refiere a la justicia municipal de la época, en donde abundan procesos por agresiones (pendencias), lesiones, injurias, daños de todo tipo, etc...

2-) Resulta significativa la utilización de la vía penal para el conocimiento de un tema de naturaleza administrativa.

3-) El objeto del proceso constituye una materia regulada hoy por el Derecho Urbanístico, a través de principios como los de las normas urbanísticas de aplicación directa (regulados en el artículo 73.a) de la Ley estatal del Suelo de 9 de abril de 1976 y en el artículo 138.b) de la Ley estatal de Régimen del Suelo de 26 de junio de 1992), y que eran desconocidos en el siglo XVII en su sentido actual.

Expuestos estos argumentos, analizaremos a continuación los aspectos más destacados de los procesos penales, concernientes a la materia urbanística, procedentes de dos villas distintas, pertenecientes al Señorío de Caracena: a) Por una parte, la causa iniciada el día 3 de marzo de 1662 en el lugar de La Oz de Abajo.8 b) Por otra parte, el procedimiento comenzado el día 12 de abril de 1662 en el lugar de Pedro.9

En ambos supuestos, el procedimiento seguido puede calificarse como de sumario, atendiendo a los escasos trámites procesales practicados, y a la rapidez en su sustanciación, a lo que se une el dato de la antigüedad en la comisión de los hechos juzgados, tres o cuatro años en un

7 No es extraño encontrar en algunos procesos de la época delegación de funciones públicas a favor de otras personas. En el caso que nos ocupa, la delegación de funciones judiciales obedeció a la enfermedad del Alcalde (unas "calenturas", según se recoge en una resolución de 12 de diciembre de 1663). En otros casos, las principales razones del cambio obedecían a desempeñar otro tipo de funciones públicas (generalmente no determinadas expresamente en los autos) y que solía encerrarse en la fórmula de "asuntos referidos al servicio del rey Nuestro Señor" o "asuntos referidos al servicio de la República". 8 Archivo Histórico Provincial de Soria (A.H.P.S.), Expedientes Criminales, Caja 5566, proceso número 41. 9 Archivo Histórico Provincial de Soria (A.H.P.S.), Expedientes Criminales, Caja 5566, proceso número 44.

3 caso, y ocho años en otro, lo que confirma la inaplicación en la época del instituto de la prescripción de los delitos en los términos concebidos en la actualidad.

III.- EL PROCESO MUNICIPAL PENAL

1º-) Inicio del proceso. Los procedimientos penales se iniciaban por el Alcalde ordinario de las villas o pequeñas localidades tras tener noticia de la comisión de un hecho aparentemente delictivo, fórmula que suele denominarse en términos forenses como iniciación de oficio. Junto a esta modalidad también eran frecuentes en aquella época la iniciación de procesos a través de la denuncia o querella que formulaban particulares, víctimas de los presuntos delitos cometidos, ya sea expresados de forma verbal ante el Alcalde (para que fueran transcritos por el escribano), o bien, mediante documento al efecto redactado previamente por un abogado.10

En los supuestos que analizamos, el inicio de los procedimientos tuvo un diferente origen, así como reflejó diversas cuestiones:

1-) La causa del día 3 de marzo de 1662 tuvo un origen de oficio, es decir, se inició a través de un auto judicial, denominado como “caussa de oficio” (aunque en otras zonas de España, el mencionado escrito recibía el título de “caveza del proceso”). En el se mencionan dos diferentes cuestiones provenientes del pasado: por una parte, una posible usurpación de una majada para destinarla a plantar cereales; y, por otra parte, la construcción de un pequeño corral en la vía pública que dificultaba el transito por la calle y atentaba a la estética de la iglesia de la localidad. Esta última cuestión, de indudable índole urbanística al afectar al entorno del templo, se resume en la expresión “ser de fealdad para la dicha iglesia”, que figura en el texto del auto de iniciación del procedimiento, que reproducimos a continuación:

“En la villa de Caracena a tres dias del mes de março de mill y seisº. y sesenta y dos años, el Sr. Don Joseph Cavalo, alcalde hordinario en esta villa y su jurisdizion, por ante mi el escribano= dijo a tenido noticia que Juan Andres, vecino del lugar de La oz de avaxo abia tres o quatro años que el susodicho donde nombran el alto de la carrasca, termino de aldegutierre, jurisdizion desta villa a echo un rompimiento en cuio lugar con majada de los ganados metiendolo alabanto mas de tres fanegas de sembradura = y que su merced a tenido noticia que una placetilla que esta a espaldas dela iglesia de dicho lugar y su casa a echo y fabricado un corral en ella cerrandolo y cercandolo defecto dejando solo para al passo un callejon angosto y porque se pressume (ilegible) y ser de fealdad para la dicha iglesia en la visita ultima que hizo en este arziprestado el Dr. Molatinos dejo mandado se quitase el dicho corral y sin embargo no ay acuerdo cumplirlo el dicho Juan Andres y para berificar lo referido y castigar

10 Tomás y Valiente, F., El Derecho Penal de la Monarquía Absoluta (siglos XVI-XVIII), Editorial Técnos, (1992), página 48.

4 al susodicho mando que al tenor de la dicha noticia se recabe ynformazion necesaria y lo firmo su merced”.11

2-) El pleito de 12 de abril de 1662 se inició a través de una denuncia presentada por un particular, es decir, a instancia de parte, en el que se hacían constar la comisión de un hecho delictivo por parte de una mujer viuda, consistente en una presunta usurpación de un terreno en el que construyó un huerto que causa perjuicio tanto al denunciante, como a la ordenación urbanística de la zona. El contenido de la denuncia es el siguiente:

“En la villa de Caracena a doce dias del mes de abril de mill y seisº. y sesenta y dos años, ante el Sr. Don Joseph Cavalo, alcalde hordinario en esta villa y su jurisdizion y de mi el escribano parescio Juan Gonzalez, vecino del lugar de Pedro y dijo que ensta forma que mas ubiese lugar en Derecho denunciaba y denuncia y acusso criminalmente a Librada de Ariba, viuda de Andres de Abel, vecina de dicho lugar porque de su autoridad abra ocho años en la plaça seguido dela iglesia a tomado y ocupado para guerto de ortaliza un pedaço de cavida de asta catorce celemines cerrandolo y cercandolo para dicho efecto de piedra, barro, siendo como es en perjuicio del dicho ofendido y plaça en que dicho a cometido delito e incurrido en grabes penas puestas por leyes y derecho (...)”.12

2º-) Información sumarial. Una vez iniciado un proceso judicial en aquella época, por cualquiera de los procedimientos anteriormente mencionados, se procedía a verificar de inmediato la realidad del hecho a enjuiciar, a través del examen de testigos.13 Esta fase procedimental también se produce en los casos que analizamos. Así, inmediatamente después de iniciadas formalmente las actuaciones, el Alcalde comenzó a recibir el testimonio de diversas personas en su calidad de testigos.

En el supuesto de los presuntos delitos cometidos por Juan Andrés en La Oz de Abajo, el Alcalde recabó cinco testimonios de varios vecinos del lugar, que confirmaron los hechos expuestos por el instructor en su escrito de iniciación de la causa. En concreto, por lo que se refiere a la ocupación de una majada destinada para alojar ganado, los testigos coinciden en que el acusado rompió la pared de la misma y ocupó el lugar para plantar cereales, obteniendo dos fanegas de sembradura (testigo Martín de Andrés).14 Por lo que se refiere a la indebida construcción del corral, son unánimes los testigos en reconocer la autoría del acusado, quien, por propia iniciativa, procedió a su levantamiento en la calle real del lugar, entre la torre de la

11 Archivo Histórico Provincial de Soria (A.H.P.S.), Expedientes Criminales, Caja 5566, proceso número 41, folio 1º. 12 Archivo Histórico Provincial de Soria (A.H.P.S.), Expedientes Criminales, Caja 5566, proceso número 44, folio 1º. 13 Villalba Pérez, E., La Administración de la Justicia Penal en Castilla y en la Corte a comienzos del siglo XVII, (1995), página 84. 14 Archivo Histórico Provincial de Soria (A.H.P.S.), Expedientes Criminales, Caja 5566, proceso número 41, folio 2 v.

5 iglesia y su casa, manteniendo la construcción pese a las advertencias hechas en su contra, tanto en los Concejos y reuniones de los vecinos del lugar, como por parte del Visitador del Arciprestazgo en una visita que realizó a la zona, en una fecha no determinada. La construcción del corral, hecho, calificado en el auto de inicio del proceso como constitutivo de “fealdad” para la iglesia, es refrendado por los testigos que emplean términos similares. Destaca en este sentido el testimonio ofrecido por el vecino Tomás González, quien llevado de un natural sentido de la estética aplicada a la ordenación urbanística, afirma que “aunque los vecinos se lo an afeado por lo mal que parece respecto estar tan cerca de la dicha iglesia y dejado un callejon tan angosto y tambien segun es publico mandandolo el Sr. Molatinos visitador, sin embargo no lo a querido quitar”.15 Otros vecinos utilizan similares expresiones para definir el ilícito urbanístico. Así, Francisco Pascual señala que la construcción es “cosa que por parecer tan feo se lo an retado los vecinos y el dicho testigo en los concexos lo desaga y sin embargo no quiere (...)”.16 Por último, el testigo Juan de Laçaro califica el hecho inadmisible “por lo mal que parece”.17

En el supuesto de los hechos cometidos en el lugar de Pedro, el testimonio ofrecido por varios vecinos es unánime en calificar la construcción de un huerto cerrado como perjudicial, tanto para la plaza como para la iglesia del lugar, al estar situado delante de ella.

3º-) Auto de prisión. Tras comprobar la veracidad inicial de los hechos denunciados, a través de la información suministrada por los testigos, los Alcaldes dictaban a continuación un Auto de Prisión, por el que se ordenaba el ingreso en la cárcel pública de los acusados por un delito. En la mayoría de las ocasiones el imputado era reducido con prisiones, expresión con la que en aquella época se hacía referencia a la inmovilización de un sujeto mediante mecanismos fijos al suelo o a la pared.18 Esta actuación, consistente en el encarcelamiento del imputado desde el comienzo de

15 Archivo Histórico Provincial de Soria (A.H.P.S.), Expedientes Criminales, Caja 5566, proceso número 41, folio 3. 16 Archivo Histórico Provincial de Soria (A.H.P.S.), Expedientes Criminales, Caja 5566, proceso número 41, folio 3 v. 17 Archivo Histórico Provincial de Soria (A.H.P.S.), Expedientes Criminales, Caja 5566, proceso número 41, folio 4. 18 Las dramáticas consecuencias que se derivaban de la utilización des esos mecanismos de aseguramiento de la persona del detenido han sido puestas de relieve, por ejemplo, respecto al trabajo de investigación que realicé sobre delitos cometidos por los soldados de la guardia real en el siglo XVII. En ese sentido y, con relación a la prisión, encontramos numerosos testimonios que acreditaban la existencia de unos graves perjuicios para la salud del inculpado, aumentados por dilatarse en exceso el procedimiento. Sirva como ejemplo el memorial siguiente: “Excmo. Sr.: Antonio de la Guia, archero de la noble guardia de corps dize= que ha diez y ocho meses que esta preso en la carzel y pasando estrema nezesidad y sangrando quatro veces de unas hemorragias dobles (...)”. (Archivo del Palacio Real, Procesos Judiciales del Bureo, Caja 44/1). Esta situación podía incrementarse si a la permanencia en la cárcel se le añadían otros instrumentos represivos. Véase, como muestra, un Auto dictado el 12 de septiembre de 1644 donde se dice: “(...) y mando a Francisco Carrasco alcayde della le quitase los grillos que tienen puestos el cual lo hiço assi. Y

6 las actuaciones constituye una característica esencial de los procesos penales de la época, que se repite indefectiblemente en todos los procedimientos. Así, las situaciones personales de los acusados en el proceso podían ser de dos tipos: o bien se encontraban a disposición permanente del juez de la causa; o, por el contrario, se hallaban en paradero desconocido. En el primer caso, la presencia del reo ante el instructor del proceso se solía asegurar mediante el mecanismo de la prisión provisional, medida que se incluía con mucha frecuencia en el Auto inicial de la causa en donde junto a la orden de ingreso en la cárcel real se mandaba embargar los bienes del delincuente. ALONSO ROMERO señala que el reo era encarcelado desconociendo los cargos que se le achacaban y permanecía ajeno a todo el proceso hasta que el juez de la causa le tomaba confesión. Luego, desde la cárcel, ayudado en su caso de un procurador y de un abogado hacía oir su voz en su defensa mediante los escritos que su parte presentara.19

La situación general descrita se verificó en el proceso contra Juan Andrés, quien fue encarcelado en la cárcel pública de Caracena, tras haber sido trasladado a la misma desde su localidad por varias personas expresamente designadas por el juez de la causa, desconociendo los motivos de su prisión. Por ese motivo, el día 13 de marzo de 1662 dirigió un escrito al Alcalde de Caracena solicitando se tomará su confesión, en estos términos:

“Juan de Andres, vecino del lugar de La oz de avaxo presso en la carcel publica desta villa por mandato de V. md. sin saber la causa a V. md. pido y suplico mande se me tome mi confession y no ressultando culpa sse me mandarme ssoltar libre ssin costas o a lo menos debajo de la fiança que desde luego ofrezco (...)”.20

Frente a la regla general comentada, en el supuesto de la construcción realizada en el lugar de Pedro, la responsabilidad del acto se atribuyó a Librada de Arriba, aunque el autor de la edificación, 8 años antes de la denuncia, fue su marido, quien, al haber fallecido, "transmitió" las consecuencias del hecho a su esposa y descendientes. Por esta razón, la acción penal se dirigió contra Librada, quien, contrariamente a los usos procesales de la época no fue encarcelada, sino que pudo permanecer en su casa. Ese privilegio no era infrecuente en el Señorío de Caracena, en donde, salvo hechos muy graves, se solía mostrar una condescendencia con las mujeres, traducida en no ingresar en la cárcel pública, sustituyendo esa medida cautelar por la obligatoriedad de permanecer en su domicilio, custodiada o no, según los casos. luego que les quitaron los dichos grillos hiço abrir el cepo de la dicha carcel y les hiço poner en el a los dichos presos metidos cada uno dellos un pie en el dicho cepo y les hiço cerrar con el candado y se llebo la llave el dicho Matheo Martin, Sargento, de lo que yo el escribano doy fe” (Archivo del Palacio Real, Procesos Judiciales del Bureo, Caja 55/12). Cfr.: Abad Liceras, J.Mª, La justicia real en el siglo XVII: procesos penales por delitos muy graves seguidos ante la real junta del bureo en primera instancia, Revista MNEMOSYNE, número 3, (1996), página 16. 19 Alonso Romero, Mª.P., El proceso penal en la Castilla moderna, Revista Estudios 22, (1996), página 206; y en El proceso penal en Castilla (siglos XIII - XVIII), Ediciones Universidad de Salamanca (1982). 20 Archivo Histórico Provincial de Soria (A.H.P.S.), Expedientes Criminales, Caja 5566, proceso número 41, folio 5 v.

7 4.-) Confesión del imputado. Los imputados en un delito solían prestar su declaración en forma de confesión judicial en el lugar donde se hallaban retenidos, en general en la cárcel pública de la localidad.21 La confesión se practicaba por el escribano, en presencia del alcalde o de testigos, tras recibir juramento de decir verdad al inculpado. El interrogatorio se solía iniciar identificando al confesante a quien se le preguntaba su nombre, edad, oficio, vecindad y procedencia regional. A partir de esta cuestión inicial el resto de las preguntas a formular dependían de cada funcionario encargado de practicar la prueba.

En el supuesto del inculpado Juan Andrés, el interrogatorio fue escueto, limitándose el alcalde a preguntarle si era verdad que había ocupado una majada para plantar cereales, así como levantado un corral en la calle real de la localidad de La Oz de Abajo que afeaba la iglesia y el tránsito de personas y ganados. La respuesta del acusado fue poco convincente. En el primer caso se limitó a señalar que el cultivo lo realizaba amparado en un memorial de bienes dejados a su favor por su suegro, Miguel de Arriba. En el segundo caso, confesó haber realizado la obra, aunque en su descargo indicó que la construcción “dejo paso suficiente para las procesiones que se acen alrededor”.22

En el supuesto del proceso contra Librada de Arriba no existió confesión. La razón fue su fallecimiento. Pese a este hecho, la causa prosiguió su curso, poniéndose en conocimiento del denunciante la muerte de Librada. Ante ese luctuoso suceso, el denunciante renunció a la acción emprendida, a través de un escrito denominado como "apartamiento". Pese a ello, la causa no terminó, sino que se dirigió entonces contra los hijos del matrimonio fallecido, a través de su representante legal.

5º-) Auto de culpa y cargo. Una vez recibida la confesión de los imputados, el Alcalde podía optar por practicar nuevas pruebas o bien, si tenía una clara certeza de los hechos a enjuiciar, formular formalmente la acusación a través de una resolución denominada “Auto de Culpa y Cargo”. Este escrito de acusación podía dictarlo el propio Alcalde o encomendar su redacción a los propios ofendidos o

21 La regla general era la práctica de la confesión en la cárcel pública donde se encontraba preso el imputado por un delito. No obstante, en supuestos que podemos calificar como excepcionales, la práctica de esta prueba se realizaba en otro lugar. Así ocurrió, por ejemplo, en el supuesto del soldado de la guardia alemana, Gabriel Díaz de la Puerta, que prestó su testimonio inicial en el Convento de San Basilio donde se había refugiado; o en un hospital donde estaba herido, como sucedió con el soldado Fernando Pérez el 28 de julio de 1652. Cfr.: Abad Liceras, J.Mª, La justicia real en el siglo XVII: procesos penales por delitos muy graves seguidos ante la real junta del bureo en primera instancia, Revista MNEMOSYNE, número 3, (1996), página 15. 22 Archivo Histórico Provincial de Soria (A.H.P.S.), Expedientes Criminales, Caja 5566, proceso número 41, folios 6 y 6v.

8 sus familiares; o a otra persona (que ejercería la acusación pública con la denominación de “Promotor Fiscal”).23

El Auto de Culpa y Cargo no se limitaba a formular la acusación contra el imputado, sino que se le ofrecía la posibilidad de solicitar o aportar nuevos medios de prueba en un plazo perentorio y breve (generalmente, en un plazo no superior a tres días). Notificado el escrito acusatorio el proceso continuaría con el denominado “Auto de Prueba”, en donde el Alcalde recibiría el pleito a prueba,24 ofreciendo al acusado la posibilidad de que otorgase un poder nombrando a una persona de la villa para que le representase, si la localidad carecía de un procurado con esa finalidad.25

23 El papel del Promotor Fiscal estaba subordinado a que los legitimados para intervenir en el proceso, interponiendo una querella de carácter particular, no lo hiciesen o desistiesen de las actuaciones iniciadas, cualquiera que fuese la fase procesal. El Promotor Fiscal una vez aceptado el desempeño de su cargo, tomaba un inicial contacto con el proceso, y si consideraba que tenía una base suficiente, formulaba la correspondiente acusación mediante una querella en la que se relataban los hechos delictivos, los calificaba jurídicamente, realizaba la petición de condena o absolución de los implicados y, por último, podía presentar una serie de peticiones accesorias (como los antecedentes penales de los imputados, la acumulación de las causas criminales que pudiesen tener pendientes, etc...). Este escrito de acusación inicial se completaba, en sucesivas fases del proceso, con otra serie de actuaciones entre las que destacaban la proposición de las pruebas a practicar con el fin de refrendar sus afirmaciones, o la solicitud de aclaraciones sobre cualquier extremo que considerase dudoso, o la petición de que se siguiese notificando las diversas resoluciones judiciales a los familiares de la víctima por el delito, o, en especial, al finalizar el procedimiento, con la presentación de un nuevo escrito de acusación en forma de conclusiones de carácter definitivo en que, apoyándose en las pruebas practicadas, solía volver a ratificar sus posiciones iniciales. 24 Los medios de prueba de que se podían valer las partes intervinientes en el proceso eran variadas y podían agruparse en dos grandes categorías atendiendo a su origen y procedencia: por una parte, las pruebas personales o propias de cada una de las partes intervinientes; y, por otro lado, las suministradas por terceras personas ajenas a las partes procesales. 1-) Las pruebas personales o propias de cada una de las partes intervinientes tenían como principales manifestaciones las declaraciones de las víctimas y las de los propios inculpados. 2-) La segunda categoría que anunciábamos estaba integrada por el conjunto de pruebas que podían suministrar al proceso terceras personas ajenas a las partes implicadas, es decir, al autor y a la víctima. Dentro de este grupo destaca la prueba testifical, sin duda la más numerosa y principal, que se practicaba dando una gran flexibilidad y libertad a las aportaciones de cada compareciente, tanto en la forma como en el fondo de sus declaraciones. 25 Las actuaciones del defensor eran diversas a lo largo del proceso. Así, presentaba un escrito de contestación a la acusación inicial del querellante o del Promotor Fiscal, en donde intentaba lograr la absolución de su patrocinado apoyándose en razones procesales o formales, o en argumentos del fondo del asunto, (en especial, intentando desmontar la acusación mediante el empleo de coartadas ofrecidas por testigos, con las que se pretendía demostrar que el autor del delito era una persona distinta del juzgado). Dentro de los posibles argumentos formales esgrimidos por la defensa para desvirtuar los cargos imputados gozaba de singular relevancia el lugar en que se procedió a detener al acusado ya que, en caso de demostrarse que tal medida se ejecutó en un lugar exento de jurisdicción por tratarse de un sitio que gozaba de inmunidad, (tales como una iglesia o un convento), el juez se vería obligado a restituir a tal lugar al procesado y no continuar el procedimiento respecto a él. Sin embargo, el documento primordial que debía presentar el defensor del imputado era el escrito de contestación a la acusación definitiva formulada por el acusador particular o por el Promotor Fiscal, en donde, haciendo un resumen del proceso, se pedía la absolución del reo apoyándose en las pruebas practicadas en el juicio.

9 En los supuestos que analizamos la sumariedad del proceso penal llegó a tales extremos en que tras el Auto de Culpa y Cargo no se practicó ninguna otra diligencia quedando el procedimiento listo para ser sustanciado a través de su decisión definitiva.

5º-) Sentencia. Practicadas todas las actuaciones, el proceso solía terminar con una sentencia. Sin embargo, en los procesos hasta ahora analizados en el Señorío de Caracena se caracterizan por la carencia de una sentencia, siendo sustituida esta resolución judicial por un escrito denominado “Auto Definitibo”, cuyo contenido en realidad es el de una sentencia.

En el proceso seguido contra Juan Andrés, vecino de La Oz de Abajo, el día 22 de marzo de 1662 se dictó el oportuno “Auto Definitibo” en el que “por la culpa que resulta dellos contra Juan Andres le condenaba y condeno en ochocientos maravedies aplicados la quarta parte para los montados dos para Su Merced y otros para la Camara de Su Excelenzia y en mas las costas que fueren tasadas. Y a que sinembargo qualquier apelacion que en este caso allare se declara no aber el efecto suspensibo se rredusca al pasto de los ganados los dos pedaços que en el llano de lacarrasca, termino de aldeagutierrez de cavida de tres medias tiene rompido y asimismo el corral que tiene entre su casa y la iglesia quitando qualquier cerradura que tenga que por este auto en fueza definitiba asilo probeyo, mando y firmo Su Merced siendo testigos Juan de Salcedo y Julian de Rodrigo, vecinos de dicha villa”.26

El fallo transcrito establece una pena de carácter pecuniario (sanción muy característica en la época), que permitía cumplir un triple objetivo: a) Por una parte, que el juez de la causa obtuviese una remuneración por la actividad desplegada en la actuación judicial. b) Por otra parte, que el Señor del territorio tuviera unos ingresos extraordinarios, distintos de los obtenidos a través de las diferentes figuras impositivas de la época. c) Por último, que se lograra recaudar ciertas cantidades de dinero destinadas al ejercito de Su Majestad. En concreto, esa cantidad sería la cuarta parte del importe total de la condena pecuniaria. La cantidad restante se dividiría por partes iguales entre el Alcalde y la Cámara del Señor del territorio.

Junto a esta nota común a todas las sentencias, esta resolución presenta la novedad de ordenar la demolición del controvertido corral, con independencia de la posible apelación que el condenado pudiera realizar. Esa orden de “reducción” encierra en realidad la imposición de una demolición en toda regla de la obra ilegal, aunque no se especifique el plazo para llevarlo a cabo ni las sanciones en caso de incumplimiento (aspecto éste frecuente en otras sentencias).

26 Archivo Histórico Provincial de Soria (A.H.P.S.), Expedientes Criminales, Caja 5566, proceso número 41, folio 8.

10 No se argumenta jurídicamente las razones que han conducido a dictar la orden de “reducción” del corral. Este aspecto es común a todas las sentencias de la época. No se encuentran en ellas referencias a un concreto precepto legal o a una norma que sirva de apoyo la decisión judicial. No obstante, la orden de demolición resulta un hecho sumamente curioso entre los procesos penales de la época, donde las preocupaciones urbanísticas no están presentes con la misma entidad y alcance que en la actualidad.

La novedad del tema no queda reducida a un sólo caso. Como hemos tenido ocasión de analizar, existe otro proceso penal, contemporaneo del anterior, en donde la disciplina urbanística se encuentra también presente. En concreto, en el procedimiento seguido finalmente contra los descendientes de Librada de Arriba, el Auto Definitivo se les condenó a una pena de 60 maravedies y a que repusiesen las cosas al estado anterior al momento de la construcción del huerto, "quitando y desbaratando qualquier cerradura que lo ympida y para ello se den y despachen los mandamientos necesarios (...)".27

6.- Tasación de costas. Concluido el proceso y, dejando al margen la posible apelación de la sentencia dictada, la causa solía finalizar con la tasación de las costas causadas, en donde se incluían diversas partidas como las relativas a derechos del juzgador, del escribano, del papel sellado utilizado, etc... En la mayoría de los casos, la tasación alcanzaba un importe notablemente superior a la condena pecuniaria impuesta, lo que agravaba la situación del procesado, cuya economía no solía ser muy boyante.

En los dos procesos aquí analizados la documentación judicial conservada carece de referencias a la tasación de costas, por lo que desconocemos esos datos.

27 Archivo Histórico Provincial de Soria (A.H.P.S.), Expedientes Criminales, Caja 5566, proceso número 44, folio 4v.

11