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ABUELO, LOS RECUERDOS

NO SE ROMPEN

Isabel Zerpa A.

CARACAS, 17 DE ABRIL DE 2007.

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A Gilberto Zerpa

Por los recuerdos que nunca se rompen Por las complicidades. Por la fuerza amorosa de tu voz que sigue llenando mis domingos al medio día, mi querido e innolvidable hermano, mi gracioso y perseverante “Trucutrú”

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Indice

Contenido Página

Cuando escribimos… 3

María Paleta 4

Isabel Teresa En Una Fiesta de Pajaritos 10

Génesis, Leonardo y Un Caballito Que Es Un Tronco 14

El Sueño de Isabel Teresa 21

Mami Tengo Escalocalor 24

La Mañana Del Reencuentro 26

La Trifulca De Los Juguetes De Goyito 28

La Batalla de ¡¡ Sálvense Quien Pueda !! 35

Una Mariposa Muy Voluntariosa 39

Por Esos Campos de La Azulita 46

Abuelo, Los Recuerdos No Se Rompen 50

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Cuando escribimos un relato, nos contamos a nosotros mismos y contamos las historias de los otros: de nuestros seres queridos , de los cercanos y distantes; de los que están y de los que ya no están… También escribimos lo que soñamos y además contamos lo que no nos gusta, lo que no queremos; lo que nos disgusta… Cuando escribimos, vaciamos, en cierta medida, el ánfora de nuestro corazón…Somos poetas y somos cursis al mismo tiempo… ¿Hay algo mas cursi para nuestra sociedad globalizada y tecnológicamente avanzada, que la palabra y la voz recurrentes, que la textura de las páginas olorosas de un libro que huele a escuela y a primer día de clase?... Y a la vez, cuánta poesía hay en ello… Somos vida en letra y voz, sueños y recuerdos, hechos piel, afectividad e intelecto. De todo ello, nutrimos a diario nuestra existencia y nos encontramos niñas y niños, jóvenes, adultos, abuelos y abuelas y vamos creando y recreando la vida, a través de las palabras, en tiempos y en espacios diferentes…Por eso… ¡¡ Abuelo, los recuerdos no se rompen !!

Isabel Zerpa A. Abril, 2007.

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MARIA PALETA

En las puertas del cielo se ha formado una algarabía. Ha llegado María

Paleta con sus hijos los pollitos. Entre tanto cacareo y tanto pío pío, San

Pedro se ha vuelto un ocho, sólo con escuchar tanto alboroto, y no sabe si dejarlos entrar. Al fin, abre las puertas y se da cuenta que la entrada del cielo es un reguero de plumas; hay plumas por todos lados.

En medio de tantas aves, está María Paleta, una dulce viejecita, que se desvivía por entrar al cielo con su corte de gallinas y allegados. Desde afuera podía vislumbrar el inmenso espacio azul; podía ver los confines del cielo con sus santos personajes. Pero también recordaba el patio de su casa aquí en la tierra, en su pueblito de la Sierra en el Estado Falcón, amplio y abierto, desde donde podía ver su propio cielo todos los días.

Entonces, mientras esperaba, tuvo un sueño cortico donde San Pedro la dejaba entrar al cielo con todos sus animalitos: con sus gallinas y sus pollos y... ¿por qué no?, en el cielo también cabían su perro, sus gatos y sus chivos, su gallo pataruco y su Pollito Pintón. María Paleta sigue soñando en el cielo como aquí en la tierra. No concebía la vida en el más allá de las nubes, sin darle el maíz a sus gallinitas, sin continuar dándole cariño y protección a todos sus animalitos. Y por eso se los llevó para el cielo.

María Paleta soñó; pero se despertó y se cansó de esperar.

- ¡Pero bueno San Pedro!, ¿me vas a tener aquí toda la vida?

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- ¡Es que no piensas dejarnos entrar?

- No María Paleta, lo que pasa es que yo te esperaba a ti solita. No

sabía que venías con tus animalitos.

- Pero San Pedro estos animalitos son mi familia y mi compañía. ¡Anda

chico! Déjanos entrar, que me muero por entrar al cielo, con mis

animalitos. Además, quiero ver dónde hay un fogón para hacer mis

arepas de maíz pilao. San Pedro ¿Tú no tienes hambre?; yo sí me muero

de hambre y mis animalitos necesitan agua y comida, después de ese

viaje tan laaaaaaaaargo...

- Es que... María Paleta... Yo no sé... La comida... ¿Aquí?... ¿en el cielo?...

- ¡Ahh... No vengas con la historia de que tú no comes! . ¿Es que los

santos no comen?. Bueno, yo no estoy segura de si comen o no comen; lo

que si sé es que no han probado mis arepas de maíz pilao con

mantequilla derretida y quesito de chiva...

María Paleta, con sus manos de mujer trabajadora, moldeaba en el aire, sus arepitas de maíz y a San Pedro, sólo de imaginárselas, se le hacía agua la boca y lo tentaba mucho la idea de comerse esas ricas arepas de maíz pilao.

- Está bien María Paleta, pasa con todos tus animalitos. Entra... ¡Y a

ver, si consigues tu bendito fogón!...

No había terminado de hablar San Pedro. Todavía no había guardado el manojo de llaves de las puertas del cielo, cuando ya María Paleta estaba

6 7 correteando por cielo con todos sus animalitos y gritaba: ¡No es un sueño es verdad. Es verdad!...

Todos los santos y los ángeles se percataron de la algarabía. Por todos los confines del cielo se escuchaban los cacareos y los pío pío, los kikirikí, los ladridos y los maullidos y hasta los quejidos de un chivito. Toda la familia celestial estaba sorprendida con este acontecimiento.

Por si esto fuera poco, de los pollitos preferidos de María Paleta, el Pollito Pintón se había extraviado. El Pollito Pintón es gordo y amarillo como la mayoría los pollos, pero con unas manchas marroncitas, por eso lo llaman así “el Pollito Pintón”. Además, es muy curioso y juguetón y cuando se vio en semejante espacio azul, comenzó a correr y se alejó del grupo...

Luego, cundió la alarma entre los santos y los recién llegados. María

Paleta, Mamá Gallina, el resto de los animales, San Pedro y unos cuantos santos más, comenzaron una peregrinación por todo el cielo para buscar al

Pollito Pintón. Se oía un eco de voces que gritaba:

- ¡Pollito Pintón!

- ¡Pollito Pintón. Dónde estás!

- ¡Dónde estás Pollito Pintón!

- ¡Pollito Pintón! Pintón Pintón Pintón!

- ...¡Pollito Pintón Pintón Pintón!

- ...Pintón Pintón Pintón!

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Recorrieron algunos caminos, hasta que María Paleta, Mamá Gallina y el resto de los animales, descubrieron las huellas de Pollito Pintón. Se miraron en silencio y no le dijeron nada a los santos.

- ¡Mamá Gallina por aquí debe estar Pollito Pintón porque se hizo p...!

- ¡ Sssschito ! Cállate chivito que los santos y los ángeles no se han

dado cuenta todavía.

Los santos solo veían unos puntos oscuros en las nubes y en el espacio celestial, que por cierto, en estos momentos, ya no era tan celestial...

La peregrinación de tanta gente, llamó la atención de otros santos, quienes se unieron al grupo. Entre ellos estaba don San Juan con toda su majestad, quien al percibir las huellas de Pollito Pintón y un aroma que no le resultaba agradable, agachó el dedo y se tapó la nariz y los demás santos tampoco entendían nada, pero también se taparon la nariz. Entonces el eco de voces llamando al Pollito Pintón se oía diferente:

- ¡Ollito Intón Intón Intón!...

- ¡Ollito Intón ¿onde stá?

- ¡Ollito Intón ¿onde e’etiste?

- ¡Ollito Intón Intón Intón!

De pronto María paleta y Mamá Gallina se emocionaron al ver al Pollito

Pintón, picoteando y picoteando en un espacio del cielo que era muy diferente a todo el espacio que habían recorrido. Era la casa de San

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Francisco de Asís, una humilde gruta, donde San Francisco, el santo que adoraba al sol y a la luna y a sus hermanos, los animales del bosque y las flores del campo… Este santo, lleno de ternura, arrojaba trigo, maíz, alpiste y otros granos en el suelo, para que las aves que pasaran por allí, pudieran regocijarse.

En la pequeña gruta, había también, un fogón y un pilón y hasta los santos se sorprendieron al ver a San Francisco sentado en la entrada de la gruta, reuniendo unas mazorcas de maíz...tal como si esperara a alguien...

María Paleta al ver todo aquello, sintió que su corazón saltaba de alegría y se decía para sus adentros que la realidad era más bonita que su propio sueño.

Ahora la algarabía de los animales era mayor, pues además de la emoción de haber encontrado a su hermano, el Pollito Pintón, habían encontrado un espacio para vivir felices y cómodos y unos nuevos amigos, los animales que correteaban en la gruta de San Francisco.

María Paleta comprendió que San Francisco la estaba esperando y que quería probar sus ricas arepas de maíz pilao. ¿Quién dijo que los santos no comían?. Eso era antes de que María Paleta subiera al cielo. Pero ahora mas bien, se pelean por probar sus ricas arepas, su dulce de leche de cabra y sus conservas de coco.

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Y también desde ese día, los muchachitos que van al cielo, pueden corretear y hacer la ronda del “Arroz con Leche”. Pueden perseguir a las gallinas y jugar con los pollitos por los confines del inmenso espacio azul.

Finalmente les digo algo: Si alguna vez, miran al cielo y ven caer una lluvia de granitos de maíz desde las alturas, no se asusten; porque María

Paleta, siempre estará dándole de comer a sus gallinas y a sus pollitos, mucho más allá de las nubes…

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ISABEL TERESA

EN UNA FIESTA DE PAJARITOS

Isabel Teresa, en compañía de sus padres y de su hermana Oriana, estaban de viaje por el estado Aragua y corrieron con la suerte de compartir el paseo hacia la Estación Biológica de Rancho Grande, con los niños integrantes del grupo de Los Pastores de El Limón. Después de comerse un desayuno, los viajeros se despidieron de sus anfitriones.

-Gracias por todo, señor Custodio. Perdone las molestias, señora

Carmen.

-No hay de qué, amigos. Estamos para servirles. Vuelvan cuando quieran.

-Lo pasamos chévere -se expresaron casi al unísono Isabel Teresa y

Oriana.

Y como dice el dicho, “Barriguita llena, corazón contento”. Y a montarse corriendo en el autobús, pues el chofer tenía rato esperando.

Oriana e Isabel Teresa trataban de ayudar a una de las abuelas de los niños, a montarse en el autobús, pues las escaleras son un poco altas para ella; pero la cosa estaba un poco difícil.

-Abuela, ¿tú como que estás más gordita? No podemos contigo. Ten cuidado, no te vayas a caer.

-Bueno niñas, hagan el favor de respetar, y más bien ayúdenme sin protestar.

-Está bien abuelita linda. No te molestes, nosotras te ayudaremos-, respondió cariñosamente Isabel Teresa.

Después de algunos esfuerzos ya estaban todos montados en el autobús, rumbo a Rancho Grande; la Estación Biológica del Estado Aragua,

11 12 que está ubicada en la carretera de Ocumare de La Costa. El espacio se llenó de luz y de alegría, con aquellos niños y niñas cantando y con la participación de un guía muy entusiasta que les enseñaba canciones y juegos por el camino.

El Rey del Cuchicucheo:

Amo a mi primo, mi primo hermano / Amo a mi primo mi primo vecino / Amo a mi primo, mi primo hermano / Amo a mi primo, mi primo vecino / ¡Alto allí! / ¿Por qué? / Porque el Rey del Cuchicucheo ordena / ¿Qué ordena? / Que nos bajemos en la Estación Biológica de Rancho Grande.

En la Estación Biológica los esperaba el señor Ernesto Salazar, el guardabosque, un señor amable y buen conversador, quien los acompañaría en el recorrido por todas las instalaciones. De pronto, los niños pastores,

Isabel Teresa, Oriana, sus padres y los demás adultos que los acompañaban, quedaron prácticamente paralizados frente a un espectáculo maravilloso: centenares de aves surcaban el cielo y algunas se posaban en los árboles gigantes y en los arbustos más pequeños y cada uno les regalaba una melodía diferente.

-Papá, mira eso. ¡Qué bello! Son montones de aves -dijo Isabel

Teresa, llena de asombro

-De verdad, hija. Cientos de aves de diferentes colores. Cuánta belleza, y ¡cómo cantan!… Isabel Teresa, Oriana, ¿no les parece maravilloso, este encuentro con las aves, de múltiples colores y tan cantarinas?

-Sí papá. Claro que sí. Esto parece una gran fiesta de pajaritos-, contestó llena de alegría Isabel Teresa.

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El señor Ernesto y el guía les explicaron que lo que estaban viendo era el paso de las aves migratorias que vienen de distintos países del mundo, protegiéndose del invierno, que vienen en distintos momentos, del norte o del sur del planeta. A todas éstas, hubo otra cosa que llamó la atención de

Isabel Teresa y preguntó:

-Señor Ernesto, ¿para qué son esos potecitos con agua que están colocados en distinto lugares de Rancho Grande?

-Bueno, yo te lo iba a explicar, pero mejor que te lo digan ellos.

-¿Quiénes? -preguntó nuevamente Isabel Teresa.

Cuando Isabel Teresa levantó la mirada, pudo ver a varios colibríes que revolteaban cerca de los recipientes, los cuales contenían agua de azúcar. Cada colibrí marcaba los pasos de una danza con su vuelo y trataba de meter su piquito en un envase. El señor Ernesto acercó a Isabel Teresa a donde estaba un colibrí y casi por instinto, aunque con un poquito de miedo, ella puso su dedo índice para que el colibrí se apoyara en él y bebiera agua.

Oriana, ayudada por su mamá y otros niños y niñas del grupo de los pastores, hicieron lo mismo. Los colibríes agradecidos les regalaron su vuelo y su canto, en medio de aquella gran fiesta de pajaritos.

Isabel Teresa, quien todas las noches escribe su diario; no se aguantó y no esperó a que llegara la noche para escribir:

”Hola Querido Diario, no me puedo aguantar hasta la noche para escribir lo que siento. Me hubiera gustado que mis abuelitas vivieran esta experiencia conmigo. También me gustaría mucho que otros niños y niñas de mi país, pudieran ver toda esta belleza. Todavía siento en mi dedo el temblor de las patitas del colibrí y el movimiento rapidito de sus alas, como si fueran mariposas pequeñitas revoloteando entre mis manos. Me encanta compartir con los niños que pertenecen al Grupo de Los Pastores de El Limón; he aprendido mucho sobre las fiestas tradicionales del estado Aragua. Diario, te dejo ¡qué bueno que puedo decirte a ti esto que siento tan bonito! Te quiero mucho”.

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Después de esta hermosa experiencia, Isabel Teresa y Oriana, no paran de contársela a sus compañeros y compañeras en su escuela.

GÉNESIS, LEONARDO Y UN CABALLITO

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QUE ES UN TRONCO

Aquella mañana Leonardo insistió como otras veces. No se daba por vencido. Quería que yo conociera muchas cosas y quería que lo acompañara a recorrer los caminos del Seiysayal, en los campos de La Azulita, el pueblo del estado Mérida, de donde son todos los abuelos de la familia.

-Vente tía. Ven para que conozcas el conuco que estamos cultivando allá

arriba.

Pero yo, que diariamente me traslado instalada en un majestuoso tren, desde la Plaza Sucre hasta Palo Verde; desde Chacaíto hasta Propatria; o recorro la autopista y me lleno de brisa, de luces y colores. Yo que a diario saludo al Avila, en medio de gigantes grises y multicolores de concreto, me había hecho esperar. Además sentía mucho frío y lo pensé unas cuantas veces antes de decidirme a caminar.

Al fin Leonardo, mi sobrino con cabellos rizados color de oro, Génesis mi sobrina morena, tímida y de ojos muy grandes y yo, salimos de casa. Al comenzar a caminar, los rayos del sol empezaron a abrigarnos y varias hileras de mariposas pequeñitas se fueron detrás de nosotros. Caminamos sobre la hierba fresca.

Subimos la cuesta y eran nuestros acompañantes, un conjunto de pajaritos que nos perseguían y saltaban entre las ramas de los árboles, a la par de nosotros, para ver quien llegaba primero.

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Mientras caminábamos y contemplábamos todas aquellas bondades de la naturaleza, los tres inventamos una canción.

Ganaremos todos en esta partida Seremos amigos Cantando y saltando ¡Al brindar por la vida!

En medio de cantos y de saltos seguimos avanzando. La naturaleza fresca y viva nos acariciaba durante todo el trayecto. Una montaña majestuosa, cubierta de nieve nos espiaba y nos sonreía llena de cariño. El frío era soportable porque el sol nunca nos abandonó.

Empezamos a escuchar un murmullo suave, murmullo que progresivamente se convirtió en melodía, melodía de fuentes, y de riachuelos.

Por mucho rato permanecí en silencio. Observaba y oía todas aquellas maravillas. Pero mi silencio fue interrumpido por Leonardo.

-Tía ahora te voy a mostrar mi caballito, el caballito con el que voy a

comprar al pueblo.

-¡ Génesis ! Dale la mano a mi tía. Ayúdala a pasar el río.

- Vente por aquí tía, por este atajo es más rápido-, me invitó Génesis a

continuar la travesía por el río.

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Caminé con ellos. Saltamos los pequeños charcos que había formado la lluvia. Pasamos el río y finalmente llegamos al conuquito, a nuestro ansiado lugar. Instalados allí, solamente nos quedaba congraciarnos con nuestros nuevos amigos. Todos nos esperaban como si hubiera una gran fiesta.

Nos sonreímos y nos sentimos muy complacidos, cuando más adelante nos encontramos con gente muy importante:

El señor Cebollín Con su cuerpo espigado Nos dio su fina mano Y nos invitó al festín

El Licenciado Perejil Con su cabello rizado iba bien apurado para buscar a Don Toronjil.

Al encontrarse, tan elegantes señores, nos recibieron con grandes honores, nos presentaron a las margaritas y nos dieron las gracias por la visita.

Todos nos dieron la bienvenida, y así seguimos, impregnados de la armonía natural. En medio de otras legumbres, nos encontramos con Doña

Auyama y sus vecinas, quienes gorditas y cómodas nos hicieron sentir como en nuestra casa…

El Limonero erguido y risueño perfumó nuestras ropas

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y al compás del viento nos sumergió en el ensueño.

Las señoritas naranjas, amarillas como el sol, bailaban al compás del viento, nos regalaban su aroma invitando al cundeamor.

Era un festín de aromas campestres. Nos compenetramos tanto con nuestros amigos verdes, amarillos, anaranjados, multicolores y hospitalarios que perdimos la noción del tiempo. Yo diría que también perdimos la noción del espacio, porque ese pequeño conuco se convirtió en el universo entero, con un majestuoso cielo por testigo. Estaba absorta en mis pensamientos, hasta que Leonardo me llamó.

- Ahora sí. Ven tía, que te voy a mostrar mi caballito, con el que yo

voy al pueblo a hacer los mandados, todos los días.

Lo escuché, pero seguí pensativa; me preguntaba cuánto podría haber costado ese potro. ¿A quién se lo comprarían? No todo el mundo puede comprarse un caballo. Si así fuera, todos estos caminos estuviesen llenos de caballos y de jinetes traviesos. Pero también pensé en la Historia de Un

Caballo Que Era Bien Bonito, de Aquiles Nazoa, un hermoso relato, que narra la historia de un caballo que comía flores y toda la gente del pueblo lo quería mucho y que comienza así:” Yo conocí un caballo que se alimentaba de

18 19 jardines”… Yo seguía en mis meditaciones, mientras Leonardo me halaba por un brazo y me llevaba hasta el lugar donde descansaba su caballo.

- Mira tía, este es mi caballito. En él nos montamos y bajamos al pueblo

y compramos todo lo que nos hace falta. Compramos verduras, carne,

dulces y también compramos velas, esas que prendemos en la noche

cuando tú y mi mamá nos cuentan cuentos de misterio. Algunas tardes

vamos a pasear y nos paramos frente a la plaza para ver pasar a la

gente amiga que se reúne allí para hablar hasta el anochecer.

¡Qué sorpresa tan bonita! Era un tronco bien acomodadito entre las matas, con su cuerpo contorneado, con sus patas que galopaban diligentes, elaboradas con madera y forradas al gusto de Leonardo y de Génesis; con su cabeza equina, de la que colgaban cintas de diferentes colores, campanitas y otros sonajeros. Este caballito tiene unos ojos muy vivarachos, tanto, que cuando los vi, sentí que me estaban invitando a emprender una gran aventura con mis sobrinos. Ellos le habían puesto unas riendas, también al gusto de los dos y también le cantaban cuando salían a galopar con él:

Este caballito que es un tronco con sus riendas de cocuiza galopa y galopa y es pura sonrisa

Este caballito no sabe de historia nuestra sola presencia lo llena de euforia

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Corre. Corre caballito ¡ Que te veas bien bonito !

Eres un tronco, caballito Eres nuestro amigo y compañero De compras contigo nos vamos Y en un morral traemos Sueños y muchos luceros

Nos montamos en ese caballito y galopamos por los caminos del

Seisayal, rumbo a La Azulita, ese pueblo de montaña celeste, de casas pintorescas, de gente sencilla y generosa. Y soñamos. Soñamos que éramos jinetes voladores montados en un caballo alado. Y galopando por los aires veíamos a muchos niños venezolanos sonrientes y felices, quienes también iban de compras, galopando en un caballito que es un tronco. Génesis y

Leonardo se detuvieron en una bodega para hacer sus compras.

- Buenas tardes señor Jesús, hoy no compramos tantas cosas como

otros días porque este caballito va muy cargado. Hoy somos tres. Pero

no se olvide de darnos las velas. Esta noche hay cuentos de misterio y

con las velas encendidas es más emocionante-, solicitó Génesis, muy

formalmente.

- Sí mi niña ¿Algo más?

- No señor. Así está bien, gracias.

- Bueno, pero yo te voy a dar esta ñapita. Toma esta campanita para

que se la cuelguen en una de esas cintas a su caballo.

- ¡ Qué fino señor Jesús ! Muchas gracias.

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Ya de regreso en casa, Leonardo y Génesis estaban felices por el paseo que habíamos realizado en ese querido caballito, a quien habían dejado descansando en el porche de la casa. El caballito estaba agotado por la jornada del día.

Yo también me fui a descansar; pero mi pensamiento y mi corazón no querían descansar. Todavía tenía en mi mente el entusiasmo de mis sobrinos, el galopar de ese caballito… Recordé nuevamente La Historia De Un Caballo

Que Era Bien Bonito:

“… Todos estábamos muy contentos con esa costumbre del caballo; y el caballo también, porque como se alimentaba de jardines, cuando uno le miraba los ojos, las cosas se veían de todos los colores en los ojos del caballo. A l caballo también le gustaba mirarlo a uno con sus ojos de colores, y lo mejor del asunto, es que con los ojos de ese caballo que comía jardines, se veían todas las cosas que el caballo veía, pero claro que más bonitas, porque se veían como si uno tuvieran siete años”…

Cerré los ojos y me imaginé a ese caballito que es un tronco, galopando, galopando por todos los países de América Latina, me imaginé a muchos niños y niñas latinoamericanos, montados en caballos hermosos, galopando por la vida, buscando un futuro de paz y de prosperidad. Me imaginé a muchos niños y niñas y a caballitos en el mundo entero, traviesos e inquietos, con hermosas cargas; con morrales llenos de collares de sonrisas; con cofres llenos de cuentos escritos por niñas y niños sanos y felices, rodeados de un ambiente de paz y de justicia social. Me imaginé un cartel grande pintado con muchos colores, colgado en un inmenso árbol, en un hermoso parque y un letrero que decía:

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¡¡ Que vivan la magia y los sueños y todos los caballitos del mundo !!

Pasó un cocuyo y me sacó de mi propio ensueño. Me indicó que ya se acercaba la hora de los cuentos. Comencé a contar y viajé en mi fantasía, con todos mis sobrinos, al galope, por distintos lugares de mi país y viajé con otros niños y niñas… Y llenos de esperanzas, en nuestros sueños, recorrimos los llanos, las costas, las montañas y las ciudades de nuestra tierra.

Hoy en día seguimos siendo los jinetes de ese caballito que es un tronco y de vez en cuando, también galopamos en el caballo que comía jardines… y defendemos el sublime derecho de creer en los duendes, y el derecho de soñar y de construir una Venezuela Bonita y creemos firmemente en el Licenciado Perejil y en ese Caballito que es un Tronco.

EL SUEÑO DE ISABEL TERESA

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Isabel Teresa, Oriana y sus papás estaban de vacaciones y paseando por el estado Trujillo, se detuvieron en el Municipio Campo Elías, donde conocieron al señor Manuel, un ecologista, muy entusiasta y trabajador, quien les contó sobre un proyecto bellísimo que se está gestando en ese municipio; se trata de la creación de un Mariposario… Estaban terminando de comerse su sabrosísimo desayuno trujillano: huevos revueltos, cuajada y mojito andino, un guayoyo, aromatizado con canela, todo muy delicioso… cuando Isabel Teresa emocionada, saltó de la mesa y comentó:

- ¡ Papá, Mamá, Oriana, señor Manuel ! Anoche pude ver el nacimiento

de unas mariposas !

- ¿Cómo es eso Isabel Teresa, si anoche estabas dormida?, preguntó

Oriana.

- Bueno, por eso mismo; lo soñé. Yo conocí en mi sueño cómo es el

Mariposario del que nos hablaba el señor Manuel y pude ver cómo

nacían varias mariposas. Ya les cuento… Además fue tan bonito…

Estábamos todos nosotros, paseando por esos campos verdecitos y

llenos de claveles, de rosas, de orquídeas y de otras flores menuditas

que no se cómo se llaman, cuando de pronto, vimos como una jaula

grande, muy grande, donde habían muchas mariposas revoloteando

sobre las plantas. Ese era el Mariposario. Nosotros pudimos entrar

allí… ¡Ay mamá, papá qué emoción!... allí, en lugar de una fiesta de

pajaritos, había una fiesta de mariposas y además se oía el canto de

las aves que también revoloteaban alrededor de la jaula, sobre los

árboles. Primero vimos unos huevitos. Nos explicaba una guía del

Mariposario, que éstos son las “crías de las mariposas”, y luego, la

señorita guía nos explicó todo el proceso: nos dijo que… esos huevitos

se convierten en orugas o larvas, que son como unas maquinitas que

comen hojas muy, muy rápido y nos dijo también que…las orugas se

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desarrollan en 20 días y después esas orugas se transforman en

pupas que es el estadio intermedio entre la oruga y la mariposa

adulta… Nos decía la guía, que al principio, las mariposas tienen sus

alitas muy blandas y dobladas y después ellas pueden extender sus

alas ya endurecidas. Es entonces cuando comienzan a volar… ¡ Oriana

y eso yo lo viví en mi sueño ! … Vi cuando salían de esa bolsita

transparente, que se llama crisálida y estaban naciendo… y poco a

poco comenzaron a volar varias mariposas de diferentes colores;

salieron volando nuevas mariposas amarillas, otras negritas con

manchas rojas, algunas marrones, con puntitos azules, otras azules

más claritas, unas de un color como rosado oscuro, algunas

anaranjadas con manchitas negras. Bueno, eran ¡¡ muchísimas

mariposas !! que se sumaron a las que ya estaban volando y se creó

como una nube inmensa y cuando nos distanciamos un poco para ver

mejor hacia arriba, a mi me pareció que las mariposas estaban

formando la bandera nacional, porque con el reflejo de la luz, se veían

tres franjas: una amarilla, una azul y otra roja… ¡Qué belleza señor

Manuel!, nunca olvidaré este sueño y ustedes también lo vieron

conmigo. Fue un sueño lindo, todavía me parece que estoy en el

mariposario viendo volar a mis amigas las mariposas…

- Oye Isabel Teresa, de verdad, ¡que sueño tan bonito! ¡Que fino…!,

comentó Oriana.

- ¡Qué bien Isabel Teresa ! La verdad es que tu sueño es revelador de

todo el proceso necesario para el nacimiento de una mariposa,

comentó asombrado el señor Manuel…

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- Señor Manuel, usted que está acompañando a las personas

responsables del Proyecto del Mariposario de este municipio, por

favor, haga lo posible para que el sueño de Isabel Teresa, pueda

hacerse realidad muy pronto,- dijo emocionada la mamá de Isabel

Teresa, dándole un abrazo muy apretado a su hija.

- Claro que sí; lo haremos, por Isabel Teresa y por todos los niños y

niñas de Venezuela.

Y después de este momento tan emotivo, terminaron de organizar todo lo necesario para salir de excursión al Parque Nacional Dinira donde pudieron contemplar otras bellezas naturales en el estado Trujillo.

LA MAÑANA DEL REENCUENTRO

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Aquella mañana del 17 de Abril, todos los vecinos de la calle México de

Catia, quedaron maravillados al ver cómo de la espalda cansada del Abuelo

Carlos Alberto, crecían unas hermosas alas, que le permitían elevarse graciosamente desde el balcón, donde todas las mañanas se asomaba para saludar muy temprano, a los muchachitos que iban a la escuela. El abuelo se salió del balcón. Se veía gracioso, elevándose, volando sobre los cables de la luz, sobre las casas del vecindario, sobre los árboles de la pequeña plaza

Pérez Bonalde. Llevaba en sus manos una bolsita de alpiste, pues todas las mañanas, acostumbraba ponerle la comida a los “pericos azulejos”. Ese día le lanzó alpiste a los periquitos, a las palomas, a los gatos, a los perros de la cuadra, a los muchachitos que iban al colegio, a las señoras que salían de compras, a las viejecitas que iban a misa, a los amigos y vecinos, a los hijos y nietos y aunque parezca mentira, todos comimos alpiste ¡ y nos supo a gloria!.

- ¡Abuelito ven para que tomes café!

Lo llamaba Génesis, su nieta mas pequeña, quien no se había dado cuenta de lo que estaba ocurriendo. Cuando se asomó al balcón miró y escuchó la algarabía de la gente, mirando cómo el abuelo se elevaba poco a poco hacia el cielo. El abuelo Carlos Alberto la veía con ternura y le lanzaba besos y más besos.

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- Abuelo ¿qué te está pasando? ¿Qué haces encaramado por allá

arriba?

- Génesis déjame tranquilo, que me estoy divirtiendo mucho. Desde aquí

arriba se ve la verdad “clariiiiita”.

Algunos estaban muy preocupados. Pensaban que el abuelo después no podría bajar y que se perdería entre las nubes. Otros llegamos a pensar que como el abuelo Alberto era tan enamorado y tan pícaro, había decidido subir hasta el firmamento, para mirar a las muchachas bonitas, desde bien alto.

- ¡Abuelo. Vente, no te vayas tan lejos!. Después no vas a poder bajar-,

le pedía Génesis, viendo lo entusiasmado que estaba, subiendo al cielo.

El abuelo nos miraba sonriente; pero seguía elevándose y elevándose y elevándose. Ya casi no teníamos voz para continuar llamándolo.

- ¡Vente Abuelo!

- ¡ Baja Abuelo que te estamos esperando!

Ya no podíamos vislumbrar bien su figura y su sonrisa, de tanto que se había elevado, cuando de pronto escuchamos su voz que nos decía:

Ya no me llamen más. Déjenme tranquilo que estoy buscando a mi novia.

- ¡Yo sabía! No estaba equivocada. Es que el Abuelo Carlos Alberto siempre fue muy enamorado...

A todos nos empezó a doler el cuello de tanto mirar para arriba. Nos ardían los ojos, pues nos encandilaba el sol. Ya no teníamos voz para llamarlo.

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De pronto, vimos al Abuelo saltando como un niño y aplaudiendo con alegría.

Había descendido desde las nubes mas altas para que todos pudiéramos verlo feliz.

¡ Claro. Cómo no iba a estar feliz !. Se había encontrado con su eterna enamorada, con su novia de toda la vida, con su amada, la abuelita Isabel.

Ella lo estaba esperando, amorosa y coqueta, como siempre. La abuela Isabel apareció radiante, entre las nubes, con su bata de flores, con su boquita pintada color carmín, y sus pasos sigilosos. Los abuelos primero se dieron un beso de piquito y luego se fundieron en un abrazo muy grande. Y después... siguieron tomados de las manos, caminando entre las nubes, hasta llegar al lugar donde se encontraba un arco multicolor y allí, amorosos, bailaron un pasodoble español, entre las líneas verde y anaranjada del arco iris, en aquella mañana del 17 de Abril.

LA TRIFULCA DE LOS JUGUETES DE GOYITO

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Qué lío tan grande el que se formó en el cajón de los juguetes de

Goyito. El estaba entretenido, tratando de armar su nacimiento de plastilina, cuando de pronto…

- ¡Pum Pum Pum! ¡Suuus Suuus Suuus!

Venía la zaranda bailando de lo más entusiasmada y se enredó con el hilo del gurrufío que estaba tirado en el suelo durmiendo su siesta.

- ¡Pero bueno Chica! ¿Tú te crees que esto es una pista de baile?

- No Gurrufío, lo que pasa es que tú estás muy atravesado.

- Déjame dormir mi siesta tranquilo. El suelo es libre y nadie lo alquila.

- ¡Aya yay Ayayay Aaaay!

¡ Qué horror ! no habían terminado de discutir, cuando apareció el

Trompo con su acostumbrado estruendo, bailando y silbando como si

estuviera en una fiesta. Cuando estaba de lo más contento, perdió el

equilibrio se enredó y tropezó con la Zaranda.

- Caramba Trompo, me pegaste. ¿Tú no ves por dónde caminas?. Mejor

dicho, ¿por dónde bailas?

A todas éstas gritaba el Gurrufío:

- ¡ Pero bueno. Déjenme dormir en paz y aléjense con su música para

otro lado !

29 30

Goyito encontró semejante zaperoco entre sus juguetes. Por muchos esfuerzos que hizo para que lo oyeran, no le hacían caso. Hasta que se decidió y gritó:

- ¡Cáaallense. Ya está bueno!

Sólo así le hicieron caso los juguetes. Goyito observó cómo se habían enredado el Trompo, el Gurrufío y la Zaranda. Los tres estaban bailando un vals apuradito en medio de sus hilos. ¿Un vals?. No señor, aquello parecía mas bien un merengue. Se veían y se oían tan guapachosos… Pero solo se quedaron quietos por un momento, pues al rato continuaron con el alboroto.

Otra vez se escuchaba la voz enojada de la Zaranda:

- ¡Pero bueno, déjenme salir de aquí!

- No Chica, yo estaba tranquilo durmiendo mi siesta, cuando

apareciste tú y me despertaste – replicó el Gurrufío -.

El Trompo sentía que la punta de acero de su pié bailarín le dolía mucho y no podía salirse de aquel enredo… Y Goyito estaba muy preocupado, porque ya se acercaba el 24 de Diciembre y no había podido terminar su

Nacimiento. Entonces regañó fuertemente a sus juguetes:

- Si ustedes siguen así, yo no voy a poder trabajar y no tendré listo el

pesebre para el Niño Jesús…

Los juguetes se quedaron tranquilos y Goyito se fue a trabajar nuevamente. Pero otra vez, en la caja de los juguetes de Goyito se formó un

30 31 rumor de voces… Algo empezaron a tramar. Después de conversar, los juguetes comenzaron un desfile despacito. Ayudaron a los tres enredados a desenredarse y muy lentamente se acercaron a dónde estaba Goyito trabajando. Entonces uno de los muñecos de Goma tomó la palabra:

- Goyito hemos decidido ayudarte a hacer el Nacimiento. Nosotros

podemos trabajar contigo.

- ¡ Qué bueno ! Dijo Goyito, mientras hacía los caminos con aserrín de

diferentes colores.

Por otra parte, los soldaditos decidieron recoger sus armas; pues asumieron que la Navidad es tiempo de paz. Consideraron que eran días de alegría y no quisieron jugar más a los enemigos. Entonces los soldados asumieron ser pastores que cuidaban sus rebaños, agricultores que cultivaban la tierra, obreros que construían casas y escuelas. Empezaron a recorrer los caminos que había hecho Goyito, para llegar a Belén, con distintas ofrendas para el Niño Jesús.

Por su parte, la Zaranda, el Gurrufío y el Trompo, decidieron formar un conjunto musical para homenajear con sus canciones al Niño Jesús.

Formaron su conjunto y todos los demás juguetes, cantaban sus aguinaldos junto a ellos y las metras, danzaban de un lado para otro y decían que ellas eran como las piedrecitas del río.

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Mientras se organizaban, dentro del cajón de los juguetes se escuchaban unos lamentos. Era un robot que no tenía voluntad propia, un muñeco de hierro y con muchos botones que se movía respondiendo a unos botones verdes y rojos. Cuando los demás muñecos se dieron cuenta, se acercaron a él y trataron de ayudarlo. Nuevamente se formó la algarabía, porque todos querían actuar al mismo tiempo. En medio de tanto alboroto…

- Deja que yo llegué y lo vi primero que tú, dijo un soldadito de plomo,

que lo miraba con admiración, pero con un poco de tristeza.

- ¿Qué te pasa amigo robot? Replicó un muñeco granjero, que caminaba

ordenando los montoncitos de musgo y de aserrín… Vamos a ver… yo lo

que creo es que te hace falta que te hagan un cariñito.

El resto de los juguetes estuvo totalmente de acuerdo. Entre todos comenzaron a desconectar botones y cables y el robot sentía cosquillas en su barriga, en sus brazos y también en sus rodillas. Comenzó a reírse a carcajadas. Sus ojos se llenaron de brillo, cuando se dio cuenta que se parecía a los demás. Se incorporó al trabajo de los demás y ayudó a hacer las montañas del nacimiento.

Goyito estaba feliz al ver que todos sus juguetes colaboraban con él, en la elaboración del pesebre. Recordó lo que su maestra le había dicho, cuando hicieron el nacimiento de la Escuela “… Todos los días pueden ser Navidad…

Navidad significa, nacer en un nuevo día, nacer a una nueva ilusión, a una

32 33 nueva idea, a un nuevo país. Cuando trabajamos juntos por construir un nuevo país, mas justo, dándole oportunidad a los mas necesitados, estamos viviendo la Navidad, cuando luchamos por la justicia social y nos llenamos de nuevos sentimientos de hermandad también es navidad...”

Goyito estaba contentísimo porque sus juguetes, habían nacido junto a

él, a hermosos sentimientos de solidaridad, de colaboración, de paz y fraternidad. Habían comprendido que juntos podían ser mejores.

Los juguetes continuaron hablando y trabajando. El robot dejó de moverse siempre en la misma dirección. Ya se movía con más libertad y sus brazos y sus piernas podían doblarse como los de los demás y con sus manos, ayudaba a recortar el papel de seda para hacer los papagayos.

El Gurrufío, la Zaranda y el Trompo se reunieron con la perinola para ensayar sus aguinaldos.

- Cantemos Cantemos

- Gloria al Salvador

- Feliz Noche Buena

- Feliz Noche …

- La del Niño Dios…

- No, No, esa no, que no la sabemos bien. Mejor ésta:

- ¡ Fuego al cañón !

- ¡ Fuego al Cañón !

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- Para que respeten

- Nuestro Parrandón…

- Bueno, Bueno, dijo la Zaranda, yo ceo que mejor bailamos, en lugar de cantar, porque estamos muy desafinados. Y si bailamos, de una vez, ponemos la música.

- ¿Y yo cómo hago?. Recuerden que como Perinola que soy, yo no bailo y muy difícilmente canto…

- Bueno, pero puedes acompañar nuestra música. En lugar de bailar al ritmo del tambor, bailamos al ritmo de la perinola, replicó la zaranda.

- Así, pues sí…

Y continuaron firmes en su empeño. Y cantaban y bailaban al mismo tiempo. Todo se llenó de alegría, aunque en medio del lío de los juguetes, pero un lío sabrosito, porque estaban contentos y entusiasmados.

- Goyito, ¿qué te parece si al lado de la estrella colocamos un papagayo?

- No, mejor hacemos un papagayo que sea una estrella.

- Sí, ¡Qué chévere! Y lo colocamos en la puntita de esa montaña.

Al final de la jornada, Goyito se complacía mirando su nacimiento, donde además de muchas estrellas y muchos caminos, tenía papagayos. A cuyos hilos se ataban sus esperanzas, su renacer de cada día. Fue así como concluyó la trifulca de los juguetes de Goyito y todos juntos le dieron sentido a la Navidad.

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LA BATALLA DE “ ¡¡ SÁLVESE QUIEN PUEDA !! ”

Después de un bellísimo recorrido por una vía plena de montañas, de lagunas y de profundo verdor, Génesis, la tía Mercedes y Fernando, llegaron a Niquitao, lugar reconocido no sólo por ser considerado como el punto más alto del estado Trujillo, sino por la singular batalla que tuvo lugar en sus espacios. Nuestros viajeros, se alojaron en la casa de unos amigos, quienes eran los responsables de preparar las actividades para la conmemoración de la Batalla de Niquitao que tuvo lugar el 2 de Julio de 1813. Los tres se abrigaron muy bien, Génesis se puso una bufanda multicolor y unos guantes porque sentía mucho frío y luego de haber cumplido con el “riguroso deber de comer muy bien” salieron a caminar por el pueblo.

- ¡Fernando, tía Mercedes, miren cuántos niños, cuánta gente

uniformada en las calles del pueblo! … ¿Será que aquí hay una

revolución?

- No Génesis, lo que pasa es que van a hacer una representación de la

Batalla de Niquitao y se están preparando, comentó la tía Mercedes.

- ¡Qué fino tía !. Mira y también se montan a caballo -, dijo Fernando

admirado igualmente, al ver a niños y niñas representando a los

patriotas y a los realistas, galopando a caballo por las calles de

Niquitao.

- Claro hijo, es que esta representación es con todas las de la ley. Ellos

representan a los españoles y a los venezolanos que se enfrentaron en

la contienda.

A todas éstas, Juan Carlos, un joven muy estudioso de la historia de

Niquitao, se acercó donde se encontraban Génesis, la tía Mercedes y

Fernando. Ellos comentaban lo que veían y se ofreció muy gentilmente para darle algunos detalles sobre la Batalla:

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- “Niquitao es valor en la historia”, como reza en el himno del estado

Trujillo, porque en sus cercanías se libró el 2 de Julio de 1813 la

Batalla donde patriotas comandados por Rafael Urdaneta y Campo

Elías, derrotaron las tropas del coronel español, José Martí, quien pretendía interceptar al ejército libertador. Mientras la batalla entraba en calor, el cura de Niquitao, Presbítero José Ricardo

Gamboa, inicia una procesión por las calles del poblado. En esta procesión lo acompañaban las mujeres piadosas del pueblo, niños y niñas, también algunos hombres piadosos. Llevaban cirios encendidos y estandartes, entre los cuales se elevaba la imagen del patrono de

Niquitao, San Bernabé. El cura le pide a Dios, a San Bernabé y a todos los santos, el triunfo de los patriotas y cuando el jefe realista divisó a lo lejos la procesión, en medio de la neblina, pensó que era una avanzada del ejército patriota y temeroso gritó “Sálvense quien pueda” y así huyó el ejército relista”. Este hecho es recordado históricamente.

- ¡ Sálvense quien pueda !... Ja ja ja ja… Los realistas confundieron a la procesión con unos soldados patriotas - , comentaban y se reían al mismo tiempo, Génesis y Fernando.

- ¡ Pero bueno muchachos; no es para tanto ¡. ¿Qué va a pensar Juan

Carlos?

- Ay tía, no te molestes, es que nos dio mucha risa. ¿Te imaginas cómo pudo ser eso? ¡Sálvense quien pueda. Sálvense quien pueda! Y los realistas corriendo de un lado para otro, mientras la gente en la procesión, sólo rezaba por los patriotas…

- Bueno, ya está bien muchachos. Basta de risas… ¡Qué pena con Juan

Carlos!

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- No se preocupe señora Mercedes, yo entiendo. Además no es la

primera vez que ocurre, también le pasa a la gente mayor.

- Discúlpanos Juan Carlos-, le dijo Génesis, todavía riéndose con

muchas ganas.

- Génesis te va a dar hipo de tanto reírte-, le dijo Fernando.

- No, ya no ¡hip hip! me… río ¡¡ hip! más… hip hip… ¡ Perdón !

- Viste. Te lo dije. Tienes hipo.

- ¡¡ Y más hipo le va a dar si sigue con la falta de respeto !! - , dijo muy

enojada la tía Mercedes.

Génesis se había ruborizado y se quedó tranquilita, sin decir nada más, escuchando y viendo lo que ocurría a su alrededor. Fernando, la tía

Mercedes y Juan Carlos siguieron comentando:

- Muchachos, el hecho puede resultar gracioso, pero he oído que la

batalla de Niquitao es muy importante en el entorno de La Campaña

Admirable y además en el cumplimiento del Decreto de Guerra a

Muerte. Dicen que en las tropas de los realistas participaban

españoles y venezolanos… -, explicaba la tía Mercedes

- ¿De verdad tía Mercedes?... Tenemos que estudiar historia para

conocer y aprender todo lo que ocurrió en la Batalla de Niquitao.

- Si Fernando, eso es muy importante, además también es necesario

estudiar la historia local de las ciudades y de los pueblos, comentó

Juan Carlos.

Génesis, quien ya estaba más tranquila, no aguantó las ganas de intervenir en esta seria conversación y les dijo:

- Sí, es verdad; pero a mi no me gusta la guerra. ¿Es que la guerra es

necesaria?

- Bueno, lo ideal sería que los seres humanos no tuvieran que

enfrentarse nunca… Quizás cuando estés mas grande, puedas

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comprender algunas cosas y podamos hablar con mayor profundidad

sobre este asunto, le respondió Juan Carlos.

La tía Mercedes abrazó a Sofía, le dio un beso y luego siguieron todos, hasta la posada donde estaban hospedados. Cenaron con unas arepas de harina de trigo con mantequilla y quesito andino y se sentaron en una de las salas para compartir un rato antes de irse a dormir. Antes de acostarse,

Génesis, como lo ha hecho en otros viajes y como lo hacen también otras niñas, escribió unas líneas en su diario:

“ Mi Querido Diario: No creas que me he olvidado de ti; he estado ocupadísima… viajando y conociendo lugares muy hermosos… Hoy tuvimos mucha actividad, aunque yo me porté un poquito mal, porque me reí mucho con la historia de … ¡ Sálvense quien pueda ! La tía Mercedes se enojó conmigo… pero se le pasó y después me dio un besito. Este pueblo es muy lindo. Antes de llegar aquí recorrimos montañas y montañas y mas montañas… lindas eso sí. Vimos unas cascadas y unas lagunas… Yo creo que en las lagunas aparecen unos enanitos y unas enanitas que se ríen mucho.

Dice la gente que vive por aquí, que esos son los momoyes y que son los guardianes del agua. Yo creo que vi un enanito que se parece a un momoy…aunque no me crean… Aquí si hace frío de verdad, verdad, pero es muy rico... Tengo sueño. Hasta mañana Diario querido”.

Así concluyó este día tan especial, donde Génesis, Fernando y la tía

Mercedes estuvieron en contacto con la Batalla de Niquitao y los hermosísimos paisajes del lugar.

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UNA MARIPOSA MUY VOLUNTARIOSA

Había una vez. No. No había una vez; lo que había realmente era una linda mariposa en el pequeño jardín y ya no recuerdo si lo soñé o si lo viví de verdad... Lo cierto es que llegaste a mí, mariposa encantadora, con tus colores de fiesta, vestida de luz y de alegría. Me concentré en el tono vivo de tus alas y en el color marrón de tu figura. Parecías una conserva de coco con papelón. También recuerdo que tenías unos puntos dorados, como chispas de luceros.

Tus colores y tu frescura me recordaban la tierra mojada, así como cuando comienza a lloviznar y a uno se le llena el corazón de un fresquito muy sabroso. Te veías tan bella... Pero no todo era hermoso. Estabas herida y no podías volar. Más que volar, caminabas. Cuando intentabas iniciar tu vuelo, tu espacio se volvía pequeño, se cortaba tu libertad. Mientras luchabas por volar, me mirabas con tristeza y me regalabas la hermosura de tus colores y la grandeza de tu corazón y de tu lucha por seguir adelante.

Poco a poco, como podías, seguías intentando volar, hasta que lentamente te posaste sobre la rama mas bajita de la acacia en flor. Yo intenté ayudarte, pero tu actitud arisca y un poco temerosa, me detuvo. De pronto, dos mariposas amarillas que revoleteaban en el jardín, extendieron sus propias alas para ayudarte y tú con cierta altivez les dijiste:

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- Gracias amigas; pero no se preocupen por mí. Realmente no necesito

ayuda.

- Es lo que tú crees hermana mariposa...

Ellas te escuchaban, pero no hacían caso a tus palabras; pues mientras te oían, revisaban tus alas maltratadas y tus vértebras heridas. Sólo después de revisarte con cuidado y con cariño, respondieron a tu altivo agradecimiento.

- No es justo que digas eso. ¡Claro que necesitas ayuda! ¿No ves que tus alas están rotas?

- Es cierto, dijo la otra pequeña mariposa amarilla. No siempre

podemos caminar o volar solas. A veces necesitamos ayuda, como en tu

caso. Tus alas están heridas y nosotras queremos ayudarte a recobrar

la libertad de tu vuelo.

Tú bajaste la mirada, llena de tristeza y un poco avergonzada. Siempre creíste que podías lograrlo todo tú sola y por tu cuenta. Creíste que eras capaz de alcanzar el más alto vuelo, sin detenerte a ver a tu alrededor. Es así, como a mí, prácticamente me ignorabas. Pero yo no desatendía ni uno solo de los detalles de lo que estaba ocurriendo y me di cuenta de muchas cosas.

Vi cómo en pocos minutos, llegó una docena de mariposas de diferentes tamaños y colores, presididas por las dos mariposas amarillas y por un

40 41 gracioso grillo, elegantemente vestido. Parecía un doctor de una academia de ciencias. No obstante, paso a paso, me di cuenta que era el médico que te trataría. El le daba órdenes a las mariposas y las instruía para que arreglaran todo para examinarte y tomar las decisiones pertinentes para el tratamiento debido.

Tú mirabas todo aquello con profunda admiración y con algo de temor, hasta que por fin, te decidiste a hablar...

- Está bien. Está bien. Les agradezco mucho todo el esfuerzo y todo el

cariño que han puesto en mí. Pero mis heridas son graves y no creo que

pueda reponerme, por muchos esfuerzos que ustedes hagan. Nunca más

podré volver a volar como antes.

- Tú qué sabes... Tú no eres médica. Sólo el Grillo Doctor puede

diagnosticarte y decirte qué es lo que tienes realmente.

- De verdad, tu Mariposa Bonita, lo que tienes que hacer es descansar y permitir que nosotras te cuidemos y que el Grillo Doctor te examine.

Estamos aquí para eso.

- Es cierto Mariposa Multicolor; en mis largos años de experiencia como

Grillo doctor, nunca me he dado por vencido y nunca he dejado de agotar

hasta el más mínimo recurso, para aliviar, ayudar y salvar a mis

pacientes. Así es pues… tranquilízate y ten un poco de paciencia.

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- Sí, pero ya basta ¡Qué si Mariposa bonita... Qué si Mariposa

multicolor... Qué si Bella Mariposa...! Ya me hacen sentir como esas

muñequitas que se reflejan en el río, como un bello objeto que adorna el

jardín y yo no quiero ser sólo eso; ni lo soy tampoco. Si me duele estar

como estoy. Si sufro por mis alas rotas, es porque no puedo recorrer el

jardín, no puedo posarme en los tallos, ni en las flores que quiero. No

puedo volar y ver el mundo desde lo más alto y lo peor de todo, no puedo

ser libre e independiente, como he sido siempre. Así que ya pueden ir

ahorrándose “el Mariposa Bonita” y la frasecita de “mariposita... sita... de

muchos colores...

Mientras tú hablabas y hablabas y hablabas, tus compañeros prepararon todo para hacerte una operación. Sí, porque había que intervenirte quirúrgicamente; tus inquietas alas lo necesitaban.

Hicieron un preparado con néctar de flores y mezclaron rosas, claveles, margaritas, lirios, entre otras especies. Tú seguías hablando y sin darte cuenta, absorbías todos los aromas y poquito a poco, caíste borrachita de sueño, te dormiste. Te colocaron sobre la mesa de operaciones, una brillante y espléndida hoja de caucho. Allí tomaron los latidos de tu corazón. El Grillo doctor tomó el pulso de tus vértebras y decidió ordenar todo para comenzar la operación.

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En una hoja de malanga estaban organizados: copitos de algodón; varias cintas de hilo de gusano de seda, trozos de bejuco de diferentes tamaños, agua fresca de lluvia matutina, copitas con tilo y con manzanilla, infusiones con hojas de malojillo y yerba buena.

Cuatro cocuyos se alistaron para alumbrar el quirófano improvisado en el pequeño jardín. Y por otra parte, algunas de tus hermanas mariposas arreglaban tu habitación, donde te recuperarías.

Lo que recuerdo mejor es el esmero en llenar tu habitación con flores de “Bella a las Once”. ¡Con cuanto cariño y con cuanto esmero te arreglaron todo!.

Se inició la operación y el Grillo Doctor dirigió todo el proceso. No recuerdo realmente cuánto tiempo duró la intervención quirúrgica; recuerdo mejor la participación habilidosa del Doctor Grillo y la diligencia de sus asistentes, las mariposas enfermeras. Recuerdo también cuando te despertaste, sedienta y quejumbrosa. Pedías agua y tus hermanas, las mariposas amarillas, se esmeraban por complacerte y protegerte. Y de manera progresiva te fuiste recuperando, hasta que llegó el momento de conocer los resultados de la operación. Esperaste ansiosa a que hablara el

Grillo Doctor:

- Querida Mariposa Multicolor, podrás volar nuevamente; pero no

recorrerás largos caminos. No te elevarás hasta las más altas

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montañas. Tu vuelo deberá ser moderado y apacible. Recorrerás los

rosales. Acariciarás los arbustos. Jugarás con las flores moradas,

rojas, anaranjadas, de las trinitarias y junto a ellas, formarás las

figuras de un kaleidoscopio y podrás vivir y cantar junto al espigado

cebollín y soñarás y suspirarás con las flores silvestres de los ríos. Y

eso será hermoso para ti y para los que te rodean.

- Sí, lo sé Grillo Doctor. Mis presentimientos no me engañaban. Nunca

volveré a volar como antes.

- ¡Pero podrás volar! Eso es lo más importante. Así es la vida de las mariposas y no necesariamente hay que llegar hasta las más altas montañas para ser felices y ver el mundo con alegría.

- Sí, es cierto... Quizás me cueste un poco aceptar que no puedo llegar hasta las copas más altas de los árboles, ni hasta las montañas más empinadas. Pero creo que seré feliz en este pequeño jardín, donde conocí el sentido de la amistad, de la solidaridad y sobre todo, aprendí a ser humilde y aceptar la ayuda que me ofrecían mis hermanas. He aprendido, como dijo alguien, alguna vez, que lo más importante, no es ser un farol muy grande, sino ser luz, aunque sea muy pequeña, e iluminar donde nos necesitan. Y yo quiero ser como esa lucecita y quiero estar aquí, en este pequeño jardín, revoloteando entre las rosas, al lado de las margaritas, sobre los arbustos y las trinitarias...

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Desde ese día, el jardín parece un festín todo el tiempo. Siempre estás allí, con tus colores y con tu alegría, dando lo mejor de ti. Siempre tienes visitas: mariposas grandes y pequeñas, amarillas y multicolores y son muchos los grillos que saltan y que vienen a contarte nuevas historias y hablarte de la medicina natural. Lo mas hermoso es que tu presencia ha atraído a muchos niños al jardín y ese jardín prácticamente, se convierte en un parque... ¿Te das cuenta?... Volar bajito es quizás más interesante y más bonito.

¿Bueno qué alegría!. Hasta que por fin me regalaste una sonrisa,

Mariposa Bonita y Voluntariosa.

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POR ESOS CAMPOS DE LA AZULITA

Carlos Alberto era un joven muy bien parecido. Las muchachas de La

Azulita, su pueblo natal, se desvivían por él, por ser sus compañeras en los bailes. Al joven Carlos Alberto, como a la mayoría de los jóvenes, le gustaba irse de parranda con sus amigos. Una noche de un sábado hizo un plan con

Francisco, su compañero de farra. Supuestamente habían conocido a una muchacha muy bonita que los acompañaría esa noche a la fiesta que habían organizado en la finca de la familia Albarrán.

-Ya sabes Francisco. Te espero a las ocho en el potrero, donde siempre.

Yo voy a tener los caballos ensillados y todo listo para irnos a la fiesta.

Y efectivamente, se encontraron a las ocho en punto de la noche para esperar a la muchacha bonita. Pasó una hora y la muchacha no llegó.

Acordaron esperarla un poco más; pero en vista que pasaba el tiempo y la muchacha no llegaba, decidieron entonces emprender el viaje solos. Ya tenían como diez minutos galopando, rumbo a la finca, cuando de pronto escucharon una voz de mujer que los llamaba:

-¡¡ Carlos Albeeeerto!! ¡¡ Franciiiisco !!

Ellos voltearon; sin embargo no vieron a nadie. Se asustaron un poco, pero siguieron galopando por esos campos de La Azulita, camino a la finca, para disfrutar su fiesta. Recordaron algo que le habían dicho sus abuelos y sus tíos, que cuando uno va por el monte galopando en una noche oscura, si

46 47 uno va solo y escucha alguna voz que lo llama, uno no debe mirar para atrás, pues eso puede ser peligroso, puede tratarse de una aparición. Ambos comentaron el asunto, pero al final se reían y hacían comentarios jocosos...

- ¿Aparición Carlos Alberto?. No hombre, ojalá a mí se me apareciera

esa muchacha tan bonita.

-Verdad Francisco. Ya quisiera yo que se me apareciera esa muchacha;

con ese cuerpo tan esbelto y con esos ojos verdes tan grandes y tan

bellos. ¡Cómo me alegraría yo con una aparición así ¡...Yo le diría

“Bienvenida Bella Dama Aparecida”.

Seguían galopando en la Noche oscura. Llevaban un pequeño mechurrio para alumbrar el camino. De pronto el viento comenzó a soplar más y más fuerte y nuevamente volvieron a escuchar a lo lejos, la voz de la mujer, que esta vez los llamaba con mayor intensidad y más seguido:

¡¡ Carlos Albeeeerto. Franciiisco !!

¡¡ Carlos Albeeeerto. Franciiisco !!

- parece que está cerca. Llenémonos de coraje, contemos hasta tres y

volteamos.

- ¡Bu...Bueno. Está Bien. ¡Uno Dos y Tres!...

Cuando miraron para atrás, vieron a lo lejos a la hermosa muchacha galopando en un caballo blanco, a pesar de la oscuridad, podían distinguirlos muy bien. Pero a medida que se acercaban a donde ellos estaban, se veían

47 48 cada vez un poco más y más grandes, y mas grandes... Eran una mujer y un caballo gigantes. Los ojos verdes de la muchacha estaban totalmente enrojecidos y los ojos del caballo parecían unos rayos de tormenta. Carlos

Alberto y Francisco, ya habían perdido el color y les quedaba un pequeño hilo de voz para comunicarse entre ellos:

- ¿Tú estás viendo lo mismo que yo?

- Yo no sé que estás viendo tú. Pero lo que yo estoy viendo es muy feo.

¡Vámonos rápido de aquí!...

Y apuraron los caballos y se perdieron en el potrero. Corrieron tanto que los caballos se cansaron y no quisieron continuar. Ambos se bajaron de su respectivo caballo. Estaban titiritando del susto y del frío. No paraban de temblar. Era tal el terror que ambos tenían, que decidieron amarrarse juntos a la pata de un árbol en uno de los potreros del camino. Allí permanecieron hasta el amanecer. Cuando salió el sol se dieron cuenta, que hasta los caballos los habían abandonado. Tuvieron que emprender el camino de regreso caminando y cuando Carlos Alberto llegó a la casa, la abuela

Mamita Ángela, como era de esperarse, estaba sumamente preocupada y también muy disgustada. Después de escuchar todo el cuento de Carlos

Alberto le dio gracias a Dios, porque no le había pasado nada ni a él, ni a su amigo Francisco; pero lo reprendió fuertemente y le dijo entre otras cosas:

“...¡ el diablo se lo puede llevar un día de estos, si sigue inventando fiestas a

48 49 media noche por ahí... por los potreros...!! tenga temor de Dios; mire que en los campos de este pueblo han pasado muchas cosas. Son muchos los que se han perdido por aquí, en los campos de La Azulita.”

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ABUELO, LOS RECUERDOS NO SE ROMPEN

El abuelo es un artesano que construye con sus manos y con su amor grandes obras de papel; pero dice que hay que disfrutarlas un rato y después se deshace de ellas, porque lo importante para él es lo que se disfruta en el momento y lo que se guarda en el corazón. Aquel domingo,

Julio césar y José Gregorio encontraron al abuelo sumergido en un mundo de papeles sueltos, revistas, folletos, periódicos, suplementos… y llenos de curiosidad se acercaron al ver al abuelo que estaba armando grandes esculturas de papel con cuánto papelito iba apareciendo. El abuelo estaba gozando un puyero, rompiendo y rompiendo papeles, haciendo con ellos, montañas grandes y pequeñas para después construir sus obras de arte. El crea barcos, muñecos futbolistas, aviones, carros, castillos, casas, edificios… El abuelo tiene una especie de ritual. Se ha acostumbrado a hacer esto, todos los domingos lluviosos. La abuela, como todos los domingos cuando está lloviendo, nos prepara churros y un delicioso café “güayoyo”, para que todos disfrutemos en el calor del hogar, de estas delicias, mientras el abuelo, cumple con su trabajo de artesano de papel. Aquel domingo del mes de junio, el abuelo estaba dedicado a realizar su labor, y de vez en cuando, tomándose su taza de café, se asomaba por la ventana para mirar cómo bajaba el agua y después se regodeaba, viendo la calle limpiecita. Una de estas ocasiones, fue la que aprovecharon Julio y José

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Gregorio para acercarse y detenerse en la obra maestra que estaba construyendo el abuelo, con su montaña de papeles rotos.

- Abuelo, ¿qué estás haciendo?-, preguntó Julio asombrado, frente a

tantas hojas de papel acumuladas en el suelo.

- Mijo, estoy rompiendo recibos, cosas, papeles que ya no me sirven,

que son solo recuerdos-, le respondió el abuelo mostrándoles a ambos,

los diferentes montoncitos de hojas de papeles, de revistas, de

periódicos que había organizado para romper.

- Abuelo ¿podemos ayudarte?, preguntó Julio muy entusiasmado

- Claro hijo. Vamos a comenzar por aquí-, dijo el abuelo, señalándole, el

grupo de papeles de recibos.

- Bueno, ¿pero qué vamos a hacer? ¿Una casa, un edificio, un castillo?...

preguntó José Gregorio.

- Bueno… vamos a comenzar, por un barco. Con los recibos vamos a

hacer un barco. Tengo tiempo que no construyo barcos.

Julio y José Gregorio, se sumaron a la tarea, como quienes asisten a una fiesta; con alegría y entusiasmo; pero también, con mucha seriedad.

Creativos y laboriosos, ayudaron al abuelo a romper papeles y a construir el barco y se detuvieron especialmente, en la construcción del timón y de las velas. Comenzaron por la montaña de recibos; continuaron con los papeles de avisos de revistas y periódicos viejos. Hicieron también un castillo medieval,

51 52 con sus príncipes y princesas, con sus torres y con sus soldaditos y todo lo demás… Cuando culminaron con éstos, el abuelo les dijo:

- Bueno Julio César, José Gregorio, ahora vamos con este grupo, con la montaña de estos papeles, vamos a romperlos que son puro recuerdos…

Los niños se le quedaron mirando con dulzura, pero un poco extrañados… Sin embargo, Julio no estaba de acuerdo con aquella acción y un tanto consternado, llamó la atención del abuelo diciéndole:

- ¡ No abuelo; no hagas eso !. No toques esa montaña de papeles; no los rompas… ¡Los recuerdos no se rompen!...

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