Si hoy día hay un actor español que ha traspasado las fronteras de su propio país, ese es sin duda alguna . Seductor de nacimiento y con un carisma nato que le hace irresistible, tanto en su faceta personal como profesional. Pero los que le conocen bien saben que si ha llegado al lugar que hoy ocupa es porque, como dirían en Málaga, su tierra natal, ‘se lo ha currao’.

Es de dominio público que la consagración de Antonio Banderas como actor no ha dependido de una sola película. Pero lo que pocas personas saben es que sus principios fueron muy duros, ya que inició su andadura en Madrid con apenas quince mil pesetas en el bolsillo y una maleta cargada de sueños e ilusiones que en más de una ocasión a punto estuvo de romperse. Pero su esfuerzo innato, su voluntad férrea y, sobre todo, sus incansables ganas de aprender, le llevaron a no decaer y a lograr su sueño de infancia: convertirse en un reconocido actor.

Sus primeras incursiones malagueñas fueron en el teatro de la mano de Dintel, una compañía creada por Mike Gallego, que le dio la oportunidad de aparecer en obras como El hijo pródigo, De cómo un hombre se encontró sólo en tres segundos o tres segundos de cómo se encontró un hombre, Angélica en el umbral del cielo, El convidado o Una historia más. Durante cuatro años seguidos intervino en el Festival Greco‐Latino de Málaga, interpretando obras clásicas como Las fenicias, Rómulo el Grande, La Numancia, Las píldoras de Hércules, Prometeo encadenado… Pero, cansado de la vida de provincias y de las pocas oportunidades que había para los actores, un buen día Antonio decidió ir en busca de su sueño y dar el salto a Madrid.

La vida en la capital no fue fácil y, después de dar muchos tumbos, recorrer pensión tras pensión y llamar a muchas puertas, se topó de frente con lo que se conoció y todavía hoy se conoce como la ‘movida madrileña’, cuyo máximo exponente a nivel cinematográfico era Pedro Almodóvar.

Almodóvar descubrió a Banderas gracias al teatro. En sus inicios en la capital, el actor había participado en algunas obras de teatro como La historia de los Tarantos, de la mano de Luis Balaguer o La hija del aire, de Lluís Pasqual. Fue precisamente durante la interpretación de esta obra cuando Almodóvar se fijó en Antonio y fue él el que lo introdujo en el mundo del celuloide. No obstante, su trabajo en el teatro continuaría con obras como La vida del Rey Eduardo II de Inglaterra o Diálogo del Amargo, ya que durante cinco años formó parte del Teatro Nacional de España, donde interpretó obras de Brecht, Marlowe y Shakespeare.

Con películas como Laberinto de Pasiones, Mujeres al borde de un ataque de nervios o Átame, Banderas fue forjándose como actor en nuestro país, sembrando paso a paso las semillas que acabarían dando sus frutos en su primera obra de habla inglesa: Los Reyes del Mambo tocan canciones de amor, con la que daría su salto a Hollywood en 1992.

Aunque antes de eso tuvieron que pasar los difíciles años 80 y otras películas que le permitieron aprender bien el oficio y consolidarse en el panorama artístico español, entre las que destacan especialmente La corte del faraón (1985), de José Luis García Sánchez; Baton Rouge (1988), de Rafael Moleón, y La blanca paloma (1989), de Juan Miñón.

No obstante fue la proyección internacional de sus películas con Almodóvar lo que le sirvió de tarjeta de

1 presentación en Hollywood y quizás lo que hizo que le requiriera para su película En la cama con Madonna (1991), dirigida por A. Keshishian.

La popularidad que iba alcanzando, unida a la confianza que siempre tuvo en sí mismo, le llevaron a intentar establecerse en los Estados Unidos. Una vez allí, poco a poco, sin prisa pero sin pausa y con un inglés muy básico, se fue abriendo camino en el complejo entramado del cine estadounidense. En Hollywood, su trayectoria cinematográfica ha sido de lo más variada. Durante toda la década de los 90 fue afianzando su carrera con títulos como Philadelphia (1993), de y Entrevista con el vampiro (1994), de Neil Jordan. Aunque fue Desperado (1995), de Robert Rodríguez, la que le catapultó a la fama.

A nivel personal, 1996 fue su año más importante ya que, gracias al rodaje de la película de Fernando Trueba , conoció a la que hoy es su mujer y madre de su única hija, Melanie Griffith. Tres años más tarde, en 1999, debutó como director con la película Locos en Alabama, protagonizada por su propia esposa Melanie Griffith y unos años después, repitió detrás de la cámara con El camino de los ingleses, basada en la novela homónima de Antonio Soler.

Otras películas fueron engrosando su currículum en Hollywood: Spy Kids (2001), de Robert Rodríguez; Femme Fatale (2002), de ; La leyenda del Zorro (2005), de Martin Campbell; Déjate llevar (2006), de Liz Friedlander; Ciudad del silencio (2007), de Gregory Nava, e incluso Shrek Segundo (2004) y Shrek Tercero (2007), donde pone la voz al gato con botas.

Hollywood, tierra de contrastes, permitió al camaleónico Banderas sumergirse también en otros campos aparte del de la dirección, campos como el de la música y el de la televisión, llevándole incluso a triunfar en Broadway (Nueva York) con la obra musical Nine, con la que consiguió gran notoriedad y reconocimiento mundial y por la que fue nominado al Premio Tony.

Antonio Banderas ha demostrado mejor que nadie a la industria cinematográfica estadounidense que no es sólo un latino con un físico atrayente, es un trabajador incansable que está preparado para interpretar cualquier papel. Su carisma no pasa inadvertido y su búsqueda de la perfección en la representación de sus personajes lo hacen único y disputado. Como así lo demuestra su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, obtenida en el año 2005, 16 años después de llegar a la ciudad en la que ha conseguido sus mayores éxitos.

Pero su andadura cinematográfica es de largo recorrido y todavía le queda mucho por aprender, personajes por descubrir y vivencias que disfrutar porque, como alguien dijo una vez…

…la vida sigue y el espectáculo debe continuar…

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