FUNDADORES PEDRO SAINZ RODRÍGUEZ (†) AMANCIO LABANDEIRA FERNÁNDEZ

DIRECTOR AMANCIO LABANDEIRA FERNÁNDEZ

CONSEJO EDITORIAL MANUEL ALVAR LÓPEZ (†) SAMUEL AMELL THEODORE S. BEARDSLEY ODÓN BETANZOS PALACIOS (†) CARLOS BOUSOÑO PRIETO GREGORIO CERVANTES MARTÍN CARMEN CONDE ABELLÁN (†) MELINDA A. CRO JAMES CHATHAM MAXIME CHEVALIER(†) HIPÓLITO ESCOLAR SOBRINO JULIO ESCRIBANO HERNÁNDEZ MANUEL FERNÁNDEZ GALIANO (†) JERÓNIMO HERRERA NAVARRO JAVIER HUERTA CALVO LYDIA JIMÉNEZ GONZÁLEZ JOHN A. JONES EMILIO LORENZO CRIADO (†) EMILIO PERAL VEGA ERICH VON RICHTHOFEN (†) MARTÍN DE RIQUER MORERA (†) TOMÁS RODRÍGUEZ SÁNCHEZ ALFREDO A. ROGGIANO (†) ENRIQUE RUIZ FORNELLS RUSSELL P. SEBOLD HÉCTOR URZÁIZ TORTAJADA JOSÉ LUIS VARELA IGLESIAS BENITO VARELA JÁCOME (†)

Cuadernos para Investigación de la LITERATURA HISPÁNICA PUBLICACIÓN DEL SEMINARIO “MENÉNDEZ PELAYO” NÚM. 39 DE LA FUNDACIÓN UNIVERSITARIA ESPAÑOLA 2014

SUMARIO

Págs.

ARTÍCULOS

RESÚMENES DE LOS ARTÍCULOS...... 7 LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN EN EL CONTEX- TO DE SU OBRA (IV). LOS CUENTOS, por Esteban Gutiérrez Díaz-Bernardo...... 15 LA FARSA VICENTINA: GÉNESIS Y DESARROLLO DE UN GÉNE- RO, por Armando López Castro ...... 117 PAISAJE Y ESTILO EN MANUEL AZAÑA, por M. Fernando Varela Iglesias ...... 137 LAS BODAS DE CANÁ. UN PASAJE ALQUÍMICO, por Ofelia- Eugenia de Andrés Martín...... 155 ¿NARRACIÓN O DIÁLOGO EXISTENCIAL? APROXIMACIÓN A UN PESO EN EL MUNDO (1999), DE JOSÉ Mª GUELBENZU, por Inmaculada Rodríguez-Moranta...... 169 4 CUADERNOS PARA INVESTIGACIÓN DE LA LITERATURA HISPÁNICA

TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE, PRIMERA SECCIÓN: EL NUEVO OCCIDENTE VISTO POR EL CONQUISTADOR: HERNÁN CORTÉS, por Stelio Cro...... 193 GÉNEROS Y SUBGÉNEROS TEATRALES EN LA CARTELERA PONTEVEDRESA: 1930-1936 (HASTA LA GUERRA CIVIL), por Paulino Aparicio Moreno...... 369 DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS DURANTE LA EDAD MEDIA. LA SANTA INQUISICIÓN, por Pedro Santonja Hernández...... 393 EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS. ANTOLOGÍA DE LA LE- YENDA DEL PRESTE JUAN, por Ana Belén Chimeno del Campo . 429

RESEÑAS Reseña de la traducción al castellano de la obra de Jean Carmignac Las fuentes de mateo, Marcos y Lucas: ¿hebreas, arameas o griegas? realizada por Joanna Jakubowska Elías y Felipe Sen, Ed. Visión Libros, Madrid 2012, por Mª Jesús Aguilera Romojaro...... 525 FELIPE SEN, Bibliography of Publications on Qumran in the Spanish Language (1949-2011), The Enigma Press, Cracovia 2012, por Mª Jesús Aguilera Romojaro ...... 527 NAVARRO DURAN, Rosa: La verdad sobre el caso del Lazarillo de Tormes, Berriozar (Navarra), Cenlit Ediciones, 2010, 194 pp., por Ignacio Bajona Oliveras...... 530 NAVARRO DURAN, Rosa: Pícaros, ninfas y truhanes. La vida airada en la Edad de Oro. X Premio Algaba. Ed. Edaf, Madrid, 2012, 310 pp., por Ignacio Bajona Oliveras...... 535

COLABORADORES DE ESTE NÚMERO (orden alfabético): AGUILERA ROMOJARO, Mª Jesús ANDRÉS MARTÍN, Ofelia Eugenia de APARICIO MORENO, Paulino BAJONA OLIVERAS, Ignacio CRO, Stelio CHIMENO DEL CAMPO, Ana Belén GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO, Esteban LÓPEZ CASTRO, Armando RODRÍGUEZ-MORANTA, Inmaculada SANTONJA HERNÁNDEZ, Pedro VARELA IGLESIAS, M. Fernando

Cubierta: Profesor Manuel Fernando Varela Iglesias

SECRETARÍA: Alcalá, 93 — 2800 MADRID — Tel. 914 311 122 — Fax: 915 767 352 e-mail: [email protected] http://www.fuesp.com

I.S.S.N.:0210-0061 Depósito Legal: M-28.094 - 1978

RESÚMENES DE LOS ARTÍCULOS

«Los cuentos de Jacinto Octavio Picón en el contexto de su obra (IV). Los cuentos», por Esteban Gutiérrez Díaz-Bernardo Esta cuarta entrega de nuestra serie (véase CILH, 34, 2009; 35, 2010; Y 37, 2012), aborda el estudio externo de los cuentos de Picón. Tras una aproxi- mación cronológica comparada de la producción del narrador madrileño con la de Alas y Pardo Bazán, se ofrece una breve génesis del cuento literario an- tes de dar noticia pormenorizada de la obra cuentística piconiana tanto en la prensa como en el libro, y también en folletos, almanaques, álbumes, mis- celáneas, series y colecciones. Se completa el trabajo con el estudio de dos vías de recepción: la de las ediciones y traducciones, y la del eco de la críti- ca, detallando lo que sobre los cuentos de Picón han ido recogiendo las his- torias de la literatura, las historias de la novela, las historias, monografías y estudios sobre el cuento, los estudios sobre Picón, y los estudios sobre los cuentos de Picón. Se cierra con una bibliografía, que aspira a ser exhaustiva, de y sobre los cuentos del autor.

«La farsa vicentina: génesis y desarrollo de un género», por Armando López Castro El drama profano de la Baja Edad Media ofrece variedad de formas en los distintos países europeos. En lo que a la farsa se refiere, el modelo a seguir es Francia, que cuenta con abundantes elementos teatrales y en donde la farsa se presenta, desde el punto de vista formal, como un subgénero dra- mático ya consolidado a partir de mediados del siglo XV. La farsa, produc- to de la cultura popular, forma parte del tópico mundo al revés, que en el Portugal de la primera mitad del siglo XVI se presenta como crítica de la expansión ultramarina, que había dado origen a una Corte rica en un país miserable, y como invención de lo establecido. En el fondo, el lenguaje sa- tírico, propio de la farsa, busca siempre revelar lo esencial que yace oculto bajo las apariencias. 8 CUADERNOS PARA INVESTIGACIÓN DE LA LITERATURA HISPÁNICA

«Paisaje y estilo en Manuel Azaña», por M. Fernando Varela Iglesias El presunto rebuscamiento estilístico de Azaña, atribuido a su afán de expe- rimentación y personalización, se debe mas bien a la inseguridad de quien busca una salida a un hiato decisivo en su vida: encontrarse a si mismo entre el ejercicio del mando, “función natural” desde muy joven, y el intimismo artístico, que llega a anteponer al político.(El museo del Prado, asevera a Negrín, es más importante que monarquía y republica juntas).Ese hiato entre acción y meditación halla en la descripción del paisaje su superación, espe- cialmente en el paisaje canónico por excelencia, el castellano, aprendido en el regeneracionismo del 98. En el paisajismo configura su credo estético y moral: patetismo refrenado por el decoro. Azaña aspira a la “emoción desga- rradora del paisaje”, o sea, la sublimidad kantiana.

«Las bodas de Caná. Un pasaje alquímico», por Ofelia-Eugenia de Andrés Martín El Evangelio según san Juan ofrece la narración de unas bodas celebradas en Caná. Por otro lado, la alquimia describe el proceso para la obtención de la Piedra filosofa1. Dicho proceso supone una catarsis del ser humano, en me- táfora alquímica. Aparentemente, entre el pasaje evangélico de Juan y la operación alquímica no hay relación alguna. Sin embargo, una lectura atenta de las bodas bíblicas y un detenido estudio de los comportamientos alquími- cos descubren un caudal de referencias compartidas. La clave está en el len- guaje. Toda manifestación esotérica referida a la transmutación de la mate- ria, muy propia de la alquimia, era objeto de sospecha herética para el Tribu- nal de la Inquisición. De aquí, que la alquimia se viera en la necesidad de comunicar sus experiencias bajo un léxico de doble valor semántico, libre de toda susceptibilidad interpretativa por parte de la censura inquisitorial. Nada más inocente que acudir al lenguaje bíblico, sobre todo en aquellos pasajes que, como en Las Bodas de Caná, el asunto se prestaba oportuna y aparen- temente a la conversión milagrosa del agua en vino. Este trabajo rastrea en los vocabularios bíblico y alquímico, sin implicaciones doctrinales, descu- briendo el ardid lingüístico de los alquimistas.

«¿Narración o diálogo existencial? Aproximación a Un peso en el mundo (1999), de José Mª Guelbenzu», por Inmaculada Rodríguez-Moranta El artículo consiste en una aproximación crítica a la novela Un peso en el mundo (1999), de José Mª Guelbenzu. Se parte de la hipótesis de que, bajo la RESÚMENES DE LOS ARTÍCULOS 9

forma del diálogo, existe una narración que busca el análisis simétrico y ve- raz del pasado y presente de ambos protagonistas: Fausto y su antigua discí- pula. Prestaremos especial atención a tres aspectos fundamentales en su es- tructura y contenido: la construcción de la novela como diálogo, el desarro- llo de temas y conflictos existenciales y el uso de determinadas estrategias narrativas y dramáticas.

«Textos Fundacionales de América V; Primera Parte, Primera Sección: el Nuevo Occidente visto por el conquistador: Hernán Cortés», por Stelio Cro El autor de esta selección de las Cartas de Relación de Hernán Cortés ha tra- tado de dar a esta obra una perspectiva fundacional, como se anticipa en el tí- tulo que, al mismo tiempo, incluye este trabajo en la serie de “Textos Funda- cionales” y subraya su novedad. Pues, si por un lado continúa un género pro- pio de la literatura colonial, por el otro subraya que el resultado político y cul- tural de esta obra de Cortés, y de otras que le seguirán en esta serie de textos fundacionales, es el de la adquisición de los valores que Hernán Cortés repre- senta en la construcción del Nuevo Occidente. Este conquistador, sin duda el más importante por su talento y visión, fue siempre consciente de la diferencia que su obra constituyó, siendo un ensanche renovador de la dimensión que du- rante unos veinticinco años se había confinado a las islas del Caribe. A dife- rencia de su capitán y fiel colega en armas, Bernal Díaz del Castillo, Cortés, quizás preocupado por su condición de rebelde ilustre, no incluye en sus cartas la obra pionera de las dos expediciones anteriores a México, la de Francisco Hernández de Córdoba en 1517 y la de Juan de Grijalva en 1518, expediciones en las que había participado Bernal y de las que este conquistador nos dejó una cuidadosa crónica en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espa- ña, obra de la que nos ocuparemos en el próximo volumen de Cuadernos para Investigación de la Literatura Hispánica.

«Géneros y subgéneros teatrales en la cartelera pontevedresa: 1930-1936 (has- ta la Guerra Civil)», por Paulino Aparicio Moreno El objetivo de esta investigación es reconstruir la cartelera teatral ponteve- dresa durante el período reseñado, ciñéndonos únicamente a los géneros y subgéneros teatrales y a sus obras con sus respectivos autores, y ayudar a conocer mejor la actividad escénica. Este estudio viene a probar que el teatro declamado va a ser el género predominante y la comedia, la reina de la escena. 10 CUADERNOS PARA INVESTIGACIÓN DE LA LITERATURA HISPÁNICA

«Defensores y adversarios de los judeoconversos durante la Edad Media. La Santa Inquisición», por Pedro Santonja Hernández Este trabajo se inicia estudiando la tradición de las discusiones y hostiga- mientos contra el pueblo judío, que ya tuvieran lugar en el territorio nacional durante la Edad Media, antes de que se fundara la Inquisición. Con posterio- ridad a los primeros alborotos, en 1391 la grey judaica fue perseguida sin que los reyes lograran atajar la furia de los “cristianos viejos” contra los de estirpe judía. Casi más intensa fue la persecución de los judeoconversos, acusados con frecuencia, de ser “falsos cristianos” que “judaizaban”. El inquisidor Fernando de Valdés, a través de su Índice de 1559, intentó controlar los escritos con alientos heterodoxos. Fueron cuantiosos los “tratados contra judíos” escritos, paradójicamente, por descendientes de judíos, para intentar demostrar la autenticidad de su conversión. También hubo teólogos, como fray Alonso de Oropesa, que escribieron ciertos tratados sobre la injusta exclusión de los “venidos del judaísmo a nuestra fe”

«El mito a través de sus textos. Antología de la leyenda del Preste Juan», por Ana Belén Chimeno del Campo En este artículo se recogen a modo de antología escritos y fragmentos lite- rarios determinantes en el origen y desarrollo del mítico personaje del Preste Juan durante la Baja Edad Media europea. Es nuestro objetivo facili- tar al lector una breve historia textual de la figura del rey-sacerdote, nacida de la perpetua necesidad del hombre de creer en la existencia de mundos mejores, pues solo a través de los textos que le dieron vida puede entender- se el sentido último de su leyenda. Esta antología se acompaña de una in- troducción que analiza brevemente cada uno de los escritos seleccionados, destacando aspectos clave en el tratamiento individual y universal del per- sonaje legendario.

ARTÍCULOS

LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN EN EL CONTEXTO DE SU OBRA (IV). LOS CUENTOS

Por Esteban Gutiérrez Díaz-Bernardo

1. TEXTOS Y CONTEXTOS

i, tal como venimos sosteniendo1, la obra de Picón es merecedora de mucho más de lo que hasta ahora le ha concedido la posteridad, en el caso de sus S cuentos el olvido se hace más sangrante por más injusto. Confiamos en que el conocimiento de los textos que hemos editado recientemente2, así como esta misma serie de artículos, contribuirá de manera inapelable a corroborar nuestro aserto, y, por ahí, a basar una nueva estimación de la narrativa breve del autor madrileño. Desde luego, los prejuicios que lastraban —y lastran aún— la consideración del cuento, haciendo de él un género menor en todos los órdenes, poco han ayudado a reparar la injusticia, si bien algunos buenos conocedores de la narrativa del narra- dor madrileño (González de Amezúa o Cejador, por ejemplo) supieron calibrar la preeminencia de estos relatos breves en el conjunto de su producción.3

1 Véanse las tres entregas anteriores de esta serie, en CILH, 34, 2009, pp. 243-329; 35, 2010, pp. 15-81; y 37, 2012, pp. 141-261, que citaremos en lo sucesivo abreviadamente CJOPCO I, CJOPCO II y CJOPCO III, respectivamente. 2 Jacinto Octavio Picón, Cuentos completos, edición crítica de Esteban Gutiérrez Díaz-Bernardo, Madrid: FUE, 2008, 2 vols., 441 + 460 págs. (Investigaciones Bibliográficas sobre Autores Españo- les, 15); Después de la batalla y otros cuentos, edición de Esteban Gutiérrez Díaz-Bernardo, Madrid: Cátedra, 2011, 355 págs. (Letras Hispánicas, 678). 3 Véase Esteban Gutiérrez Díaz-Bernardo, «Los caminos de la crítica», en su libro El cuento es- pañol del siglo XIX, Madrid: Ediciones del Laberinto, 2003, pp. 307-313. Digamos, no obstante, que en los últimos años se apunta un decidido impulso en los estudios sobre el género, del que destacare- mos por ahora los trabajos llevados a cabo por el Grupo de Investigación del Cuento Español del Siglo XIX (GICES XIX: ), fundado por el llorado profesor Sergio Beser y dirigido actualmente por Montserrat Amores García, que, entre otras realizaciones, tiene ya concluida 14 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

En todo caso, digamos de entrada que se trata de un conjunto más que estimable por su calidad y también por su cantidad: 124 cuentos, que corresponden a 132 títulos, de los que hemos recogido un total de 522 ediciones o versiones, traduccio- nes aparte. Lejos, claro, de los casi 600 textos de Pardo Bazán, pero superior al centenar aproximado de Clarín, por cotejarlo con los dos grandes cuentistas del momento.4 Del momento, decimos, pues no solo Picón es coetáneo de ambos narradores — o casi: Alas también había nacido en 1852; doña Emilia, un año antes, en 1851—, sino que su participación en la forja y desarrollo del relato breve realista- naturalista, su contribución a la moda del cuento, sitúa a nuestro autor en primerí- sima línea. Una aproximación cronológica comparada nos ilustra cumplidamente sobre el protagonismo de don Jacinto en esta eclosión, tanto en lo que concierne a sus ini- cios en el género, como a su consagración o dedicación a él. Aparte el texto juvenil Un matrimonio del siglo XIX (1866), el primer cuento de Pardo Bazán, El príncipe Amado, data de 1879, y es además el único publicado por la escritora coruñesa en este decenio de los setenta5. Por su parte, Clarín hará las primeras armas con Estilicón (vida y muerte de un periodista), que vio la luz en El Solfeo en julio de 18766; en tanto que Picón se había iniciado cinco meses antes,

la catalogación de los cuentos aparecidos en el Semanario Pintoresco Español (1836-1857) y El Museo Universal (1857-1869). Respecto de la aludida preeminencia de los cuentos en la obra piconiana, remitimos a Agustín González de Amezúa, «Apuntes biográficos de don Jacinto Octavio Picón», en Vida y obras de don Diego Velázquez. Obras completas, X. Madrid: Renacimiento, 1925, pp. VII-XLIV (pp. XVI-XVII); y Julio Cejador y Frauca, Historia de la Lengua y Literatura Castellana, IX, Madrid: Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1918, p. 240. El caso de Cejador, por cierto, resulta sintomático del citado prejuicio, pues, aun considerando a Picón mejor cuentista que novelista, no trae una sola línea sobre su narrativa breve. 4 Reelaboramos en este apartado inicial (y también en el número 3, unas páginas más abajo) lo expuesto parcialmente en «Dos notas para un pórtico: los cuentos de Jacinto Octavio Picón en su obra y en su tiempo», que es el breve estudio introductorio al volumen segundo de nuestra edición de J.O. Picón, Cuentos completos, pp. 11-14. Asimismo, del artículo que el lector tiene en sus manos se nutre el estudio introductorio de nuestra reciente edición de Después de la batalla y otros cuentos, pp. 9- 111, que, aunque aparecido antes, es posterior en el tiempo. 5 En los números 4, 5 y 6 de La Niñez. Tomamos el dato, como los que siguen sobre los relatos de Pardo Bazán, de Nelly Clémessy, Les contes d’Emilia Pardo Bazán (Essai de classification), Paris: Centre de Recherches Hispaniques, 1971. 6 Concretamente en el número 8, del 9-VII-1876. Para estas precisiones bibliográficas nos vale- mos del útil cuadro cronológico que inserta Carolyn Richmond en su edición de Clarín, Cuentos completos, Madrid: Alfaguara, 2000, 2 vols. (II, pp. 615-625). LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 15

cuando El Globo acogió en sus páginas El epitafio del Doctor7. Añadamos que antes de 1880, frente a la única muestra de Pardo Bazán, Picón ya habrá compuesto y publicado cinco cuentos, cantidad que se eleva hasta nueve en el caso de Alas. No obstante, el primer texto de Clarín recogido después en libro, y en verdad destacable, es de 1879, Pipá, posterior en dos años a En la puerta del cielo, de Picón. Además, no hay duda de que en estos ensayos iniciales el narrador madrile- ño captará antes que el asturiano la esencia del género: El modelo (1877), La lám- para de la fe (1878) o Un recuerdo de viaje (1879) son más cuentos —y algunos de ellos, mejores cuentos— que Post prandium (1876), La vocación (1877), Fray Melitón (1877), De burguesa a cortesana (1878), De burguesa a burguesa (1878) o Cartas de un estudiante (1879), textos aún muy apegados al periodismo costum- brista y satírico. Es también Clarín quien frecuenta más la especie en los años ochenta (hasta 25 textos entre 1880 y 1889), por encima de Picón (18) y doña Emilia (12), pero esta se avanzará a ellos en su consagración a la especie, esto es, en su entrega a la moda del cuento, lo que no debe extrañar conociendo el prurito de novedad que siempre acompañó a la escritora gallega. Lo cierto es que si bien será en el decenio de los noventa cuando los tres compongan lo más de su producción cuentística, Pardo Bazán se lanza, si vale el término, al género en 1891, año en que publica 16 cuen- tos, mientras que Picón lo hace en 1892 (17 textos), y Alas en 1893 (también con 17 relatos breves). Las fechas de publicación de cuentos en libro aproximan también a los tres au- tores: aunque se incluye alguna muestra —que es más bien artículo-cuento— en Solos de Clarín (1881) y en ...Sermón perdido (1885), el primer libro que Alas consagra a sus narraciones cortas es Pipá, de 1886, al que seguirán, en vida del autor, Doña Berta. Cuervo. Superchería (1892), El Señor y lo demás, son cuentos (1893) y Cuentos morales (1896). Por lo que respecta a Pardo Bazán, La dama joven y otros cuentos, de 1885, tendrá continuidad en 1891 con Cuentos escogidos, y, a partir de entonces, sobre todo con diversos volúmenes de sus Obras completas: Cuentos de Marineda (1892), Cuentos nuevos (1894), Cuentos de amor (1898), Cuentos sacroprofanos (1899), Un destripador de antaño (1900)... Y en el caso de Picón, a los 13 textos que hallarán acomodo en su Juan Vulgar (1885), seguirán Novelitas (1892), Cuentos de mi tiempo (1895), Tres mujeres (1896), Cuentos (1900), La Vistosa (1901), Drama de familia (1903)...

7 El Globo, año II, núm. 323, 18-II-1876, pp. 191-192. En las referencias bibliográficas de las ver- siones periodísticas de los cuentos de Picón consignaremos explícitamente año (y tomo, en su caso), número, fecha (ésta sin paréntesis) y páginas, si procede. No obstante, en las menciones incidentales no repetiremos unos datos que el lector encontrará al final, en el apartado bibliográfico. 16 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

Los datos, no hay duda, resultan elocuentes: Picón no solo escribió cuentos —y cuentos de calidad, como veremos—, sino que formó en la avanzadilla que, en el último cuarto del XIX, llevó al género a cotas de difusión y estimación nunca antes alcanzadas.

2. EL CUENTO LITERARIO: HISTORIA Y LITERATURA

Baste como primera aproximación. Pero no será ocioso esbozar un rápido panora- ma que nos lleve hasta esta especie narrativa tal como en los años de su juventud se ofrece a Jacinto Octavio Picón. Bajo el marbete cuento, ya desde antiguo, se ocultan más que se revelan acep- ciones que convergerán en las de ‘relato o narración (acción de relatar, o su efec- to)’ o ‘narración breve de ficción’8, lo que ocurre ya pasada la Edad Media, época en que la que aparecen fábula, fabla, fabliella, enxiemplo, apólogo, proverbio, castigo, estoria y otros, pero no cuento9, término este que sí se emplea en el siglo XVI, aunque aludiendo a lo que hoy más bien llamaríamos chistes: anécdotas, agu- dezas, relaciones de casos extravagantes, refranes explicados..., en los cuales se busca la gracia al referirlos y no la originalidad: «El cuento, por tanto, nada tiene de creacional, es propiedad común, por todos utilizable, siempre que se observe propiedad en su uso»10. Y examinando los textos, salta a la vista a la vez su carác- ter oral y su naturaleza tradicional, rasgos que penetrarán en el siglo XIX de la ma- no de los ilustrados, como pone de relieve Pablo de Jérica y Corta, tanto en sus Cuentos jocosos en diferentes versos castellanos (1804), como en su Colección de

8 Descontando otras, en las que no nos detenemos, que lastran al término con connotaciones de mentira, falsedad, inutilidad... Así, entre no muchas más, el Diccionario del español actual dirigido por Manuel Seco (Madrid: Aguilar, 1999, 2 vols.) trae: ‘mentira’, ‘pretensión, o afirmación de veraci- dad no demostrada’, ‘afectación o fingimiento con que alguien trata de exagerar la importancia pro- pia, o de lo que hace, o de lo que pasa’, ‘apariencias’, ‘chisme, o noticia desfavorable acerca de una persona’, ‘cosa dicha inútil y fastidiosa.’ 9 Véanse los trabajos ya clásicos de Juan Paredes Núñez, «El término ‘cuento’ en la literatura ro- mánica medieval», Bulletin Hispanique, LXXXVI (1984), pp. 435-451; y Formas narrativas breves en la literatura románica medieval: Problemas de terminología, Granada: Universidad, 1986, últi- mamente reeditado en su librito Para una teoría del relato. Las formas narrativas breves. Madrid: Biblioteca Nueva, 2004, pp. 31-51. Añádase el artículo de Borja Rodríguez Gutiérrez, «Sobre el relato breve y sus nombres. Evolución de la nomenclatura española de la narración breve desde el Renacimiento hasta 1850», Revista de Filología Románica, XXII (2005), pp. 143-160, ahora fácil- mente accesible en la versión electrónica de: . 10 Mariano Baquero Goyanes, El cuento español en el siglo XIX, Madrid: CSIC, 1949, p. 43. Segui- mos en este apartado el hilo de lo expuesto en nuestro libro El cuento español del siglo XIX, pp. 15-39. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 17

cuentos, fábulas, descripciones, diálogos selectos, etc., dedicada a la juventud española (1831).11 Será en la época romántica, y sobre todo en revistas como el Semanario Pinto- resco Español (1836-1857) y El Museo Universal (1857-1869)12, cuando, al calor de su abundancia, se irá abriendo paso la designación cuento como título o subtítu- lo de relatos no solo populares o tradicionales, sino infantiles, históricos, legenda- rios y sobre todo fantásticos13; ampliación que la etapa realista-naturalista acabará ensanchando, al aplicarla ya a cualquier tipo, y a cualquier tema, de relato breve; también, claro está, al que por entonces va surgiendo: la narración literaria, origi- nal, artística, volcada sobre todo en la realidad contemporánea. Observamos con ello cómo el discurrir del vocablo no es más que la otra cara de la evolución del género mismo, que desde los cuentecillos folclóricos, los exempla y los relatos procedentes de la cuentística oriental14, acabará dando creaciones in- olvidables en la pluma de Valera, Bécquer, Galdós, Pardo Bazán, Clarín y tantos más, entre los que no cabe olvidar, desde luego, a Jacinto Octavio Picón. En contra de lo que podría parecer a primera vista, no hay en el fondo tanta di- ferencia entre el punto de partida y el de llegada, como nos enseña Gonzalo So- bejano:

11 Pablo de Jérica y Corta, Cuentos jocosos en diferentes versos castellanos, ed. Esteban Gutié- rrez Díaz-Bernardo, Vitoria: Diputación Foral de Álava, 1987. Sobre este autor, muy desatendido por la crítica, véase ahora el trabajo de Marieta Cantos Casenave, «Un escritor de las Cortes de Cádiz: Pablo de Jérica y Corta», Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, XII (2004), pp. 122-138. 12 Hay edición electrónica facsimilar completa de una y otra revista en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: (Semanario Pintoresco Español) y (El Museo Universal). Además, y como se indicó, el Grupo de Investigación del Cuento Español del Siglo XIX, de la Universitat Autònoma de Barcelona (GICES XIX: ), ha con- cluido el proceso de catalogación de los cuentos aparecidos en ambas revistas. 13 Bastará remitir a los varios trabajos de Montserrat Trancón Lagunas, sobre todo La literatura fantástica en la prensa del Romanticismo, Valencia: Institució Alfons el Magnànim, 2000, y directa- mente a su índice de pp. 257-277, así como a la tesis doctoral de David Roas Deus, La recepción de la literatura fantástica en la España del siglo XIX [1999], Barcelona: Universitat Autònoma de Barce- lona, 2001 (Microforma). 14 Disculpará el lector la simplificación —brevedad obliga—, que puede salvar con la ayuda de los estudios y antologías de Lacarra, Hernández Valcárcel, Cantos Casenave y Rodríguez Gutiérrez, respectivamente: Cuento y novela corta en España. 1. Edad Media. Edición de María Jesús Lacarra. Prólogo general de Maxime Chevalier. Barcelona: Crítica, 1999; María del Carmen Hernández Val- cárcel, El cuento español en los Siglos de Oro, Murcia: Universidad, 2002, 2 vols.; Marieta Cantos Casenave (ed.), Antología del cuento español del siglo XVIII, Madrid: Cátedra, 2005; Borja Rodríguez Gutiérrez (ed.), Cuentos españoles del siglo XVIII, Madrid: Akal, 2008; del mismo editor, Antología del cuento romántico, Madrid: Biblioteca Nueva, 2008. 18 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

La más sencilla definición del cuento, según existió desde antiguo hasta hoy, sería ‘la narración de un suceso notable’ (en narración se incluye descripción, diá- logo y reflexión; el suceso puede ser más o menos rico en acción y comprender también la forma en que los personajes viven los hechos; notable quiere decir que el suceso que se narra sea digno de ser contado por exhibir algún atributo de no- vedad).15

Lo que irá cambiando en esencia con el tiempo será la consideración de aquello que resulta notable, y así se producirán dos tipos fundamentales de cuento, que el mismo Sobejano llamará, respectivamente, cuento fabulístico y cuento novelístico, el segundo de los cuales es el cuento moderno o literario:

El cuento fabulístico (que es el tradicional, aunque experimente renovaciones en nuestros tiempos) transfigura el mito, ejemplo, maravilla o fantasía; expone una trama, por breve que sea, a través de la cual se logra trascender la realidad comu- nicando al lector un reconocimiento, una iluminación, una interpretación; y en él lo que más importa es la buena trama, el choque moral, el humor, el vuelo imagi- nativo y los primorosos efectos. En cambio, el cuento novelístico (que es el cuento moderno a partir de 1880 aproximadamente [...]) configura algo de un mundo (una parte de mundo) como impresión, fragmento, escena o testimonio; expone un mí- nimo de trama, si así puede llamarse, a través de la cual se alcanza una compren- sión de la realidad, transmitiendo al lector la imagen de un retorno, una repetición, una abertura indefinida o una permanencia dentro del estado inicial; y en él lo que importa más es el reconocimiento de lo acostumbrado, la identificación con los personajes y la ampliación y refuerzo de nuestra capacidad de simpatía. Si llamo fabulístico al primer tipo es porque se aproxima a la fábula (conseja, parábola, apólogo, alegoría, milagro, leyenda, enigma, fantasía, maravilla), y si llamo no- velístico al segundo tipo es porque se aproxima a la novela moderna, de la que viene a ser una sinécdoque (la parte por el todo), de donde su carácter partitivo (o participativo).16

No siempre este cuento novelístico o moderno escapa de lo folclórico, de lo in- fantil, de lo ejemplarizador..., convirtiéndose con ello en un género de naturaleza proteica, de borrosos contornos en ocasiones17, no solo cercano a la novela corta — de la que con alguna frecuencia resulta imposible de discriminar—, sino también al cuadro de costumbres, y hasta a algunas formas líricas —el poema en prosa— o

15 Gonzalo Sobejano, «El cuento a la luz de la novela». Estudio preliminar a Leopoldo Alas, «Cla- rín», Cuentos, ed. Ángeles Ezama, Barcelona: Crítica, 1997, pp. IX-XXIV (p. IX). 16 Gonzalo Sobejano, Clarín en su obra ejemplar, Madrid: Castalia, 1985, p. 88. 17 Ángeles Ezama Gil, El cuento de la prensa y otros cuentos. Aproximación al estudio del relato breve entre 1890 y 1900, Zaragoza: Universidad, 1992, pp. 57 y ss. Insiste en ello en su artículo «Da- tos para una poética del cuento en la España de la Restauración: los prólogos de las colecciones», en Peter Fröhlicher y Georges Güntert (eds.), Teoría e interpretación del cuento, Berna: Peter Lang, 1997, 2.ª ed., pp. 261-277. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 19

dramáticas —el cuento teatral o dramatizado—; pero en el que los teóricos tienden a aceptar los tres caracteres fundamentales que en ya en 1842 estableció uno de los grandes maestros, Edgar Allan Poe: brevedad, intensidad y unidad de efecto. Parece indudable que la brevedad es condición precisa del cuento. Diversos au- tores o estudiosos de ayer y de hoy han marcado límites cuantitativos: hasta dos horas de lectura (Poe)18, hasta 30.000 palabras (Anderson Imbert)19. Pero la breve- dad parece menos causa que consecuencia; consecuencia de la intensidad o la ten- sión que el cuento suscita y sostiene, como escribe Julio Cortázar:

Un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel desde las primeras frases... Tomen ustedes cualquier cuento que prefieran, y analicen su primera página. Me sorprendería que encontraran elementos gratuitos, meramente decorativos. El cuentista sabe que no puede proceder acumulativamente, que no tiene por aliado el tiempo; su único recurso es trabajar en profundidad, verticalmente, sea hacia arri- ba o hacia abajo del espacio literario.20

Intensidad asociada por el mismo Cortázar al boxeador, que en el cuento gana por k.o., frente a la novela, en que gana por puntos. Y no muy lejos de este carácter intensivo se halla la unidad de efecto o efecto único que postuló Poe, relacionándo- lo también con la brevedad: «en casi todas las composiciones, el punto de mayor importancia es la unidad de efecto o impresión. Esta unidad no puede preservarse adecuadamente en producciones cuya lectura no alcance a hacerse de una sola vez». Y añade:

Un hábil artista literario ha construido un relato. Si es prudente, no habrá ela- borado sus pensamientos para ubicar los incidentes, sino que, después de concebir cuidadosamente cierto efecto único y singular, inventará los incidentes, com- binándolos de la manera que mejor lo ayude a lograr el efecto preconcebido. Si la primera frase no tiende ya a la producción de dicho efecto, quiere decir que ha fra- casado el primer paso. No debería haber una sola palabra en toda la composición cuya tendencia, directa o indirecta, no se aplicara al designio preestablecido.21

18 E.A. Poe, «Hawthorne» [1842], Ensayos y críticas, ed. y traducción Julio Cortázar, Madrid: Alianza, 1973, pp. 125-141 (p. 135). 19 Enrique Anderson Imbert, Teoría y técnica del cuento, Buenos Aires: Marymar, 1979, p. 44. 20 Julio Cortázar, «Algunos aspectos del cuento» [1963], La casilla de los Morelli, ed. Julio Orte- ga, Barcelona: Tusquets, 1981, 3.ª ed., pp. 131-152 (p. 138). 21 E.A. Poe, «Hawthorne», pp. 135-136. No obstante, un crítico y cuentista tan cualificado co- mo Clarín se alejaba notablemente de estos postulados en su reseña de los Cuentos nuevos de Par- do Bazán —en 1894, en plena moda del cuento— cuando condenaba a los directores de periódicos porque «hacen mal en dos cosas», una de las cuales era «exigir a los verdaderos cuentistas que sus cuentos sean siempre muy cortos, muy cortos. Los de doña Emilia se suelen resentir de esta incon- veniencia, de esta tasa antiartística. El cuento muy corto a la fuerza se amanera, toma cierta tiran- 20 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

Muy cerca todo ello de lo que Horacio Quiroga aconsejaba en su quinto man- damiento de El decálogo del perfecto cuentista: «No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas».22 Este es el género que Picón y los escritores del momento acaban por moldear de forma prácticamente definitiva para la literatura española moderna:

Hase ganado el cuento en buena lid, por méritos de sus nuevos cultivadores, lugar preferente en la amena literatura; entenado del artículo de costumbres, hijo legítimo de la novela, permite libertades a la fantasía equivalentes a las dificulta- des de ejecución; abarca en su infinita variedad lo real y lo fantástico, el resultado de la observación y las vaguedades del ensueño, el estudio de carácter y la anota- ción del episodio, la concisión dramática y la riqueza descriptiva; exige, en cam- bio, como cualidades indispensables, brevedad, vigor e interés.23

Género diverso en su misma existencia, no se deja con facilidad reducir a pautas fijas: pueden ofrecerse casi tantas definiciones como creadores o estudiosos se han ocupado de él o se han ocupado en él. Nos quedaremos con la que nos parece más válida, pensando sobre todo en nuestra época de estudio, la de la etapa realista- naturalista. Pertenece a Guillermo Meneses, destacado narrador venezolano con- temporáneo: «Bien se podría afirmar que cuento es una relación corta, cerrada so- bre sí misma, en la cual se ofrece una circunstancia y su término, un problema y su solución».24 tez geométrica, cierta sequedad en que todo se suele supeditar al rasgo ingenioso, a una ocurrencia final. No se da tiempo a la poesía, al carácter, a la rêverie, a la descripción; la exposición se preci- pita, se parece a los datos de un problema; se va a la solución como a la de una charada. El cuento, siempre así, fatiga al lector y al autor. Lo que ha sido una buena idea, llegará a convertirse en una plaga». Citamos su «Revista literaria», El Imparcial (26-III-1894), de Leopoldo Alas, Clarín, Obras completas, VIII. Artículos (1891-1894). Edición de Yvan Lissorgues y Jean-François Botrel. Oviedo: Nobel, 2005, pp. 710-711. 22 Citamos por Carlos Pacheco y Luis Barrera Linares (compiladores), Del cuento y sus alrededo- res. Aproximaciones a una teoría del cuento. Caracas: Monte Ávila, 1997, 2.ª ed., p. 335. 23 Luis Ruiz de Velasco, «Un nuevo libro de Picón. Cuentos de mi tiempo», El Correo (25-XI- 1895). 24 Guillermo Meneses, «El cuento: un problema y su solución», en C. Pacheco y L. Barrera Li- nares (comp.), Del cuento y sus alrededores..., pp. 409-421 (p. 418), volumen este que constituye una destacadísima aportación al estudio del cuento contemporáneo, y que recoge una muy nutrida muestra de textos sobre el género, debidos tanto a teóricos como a narradores: desde Poe, Chéjov o Quiroga, hasta Hanson, Reid o Millás, pasando, entre otros, por Moravia, Mastrángelo, Castagnino y Baquero Goyanes. Para el lector que desee ampliar esta breve exposición nuestra sobre el género, con especial atención a la literatura en castellano, nos permitimos recomendarle, además de los ya citados, los siguientes estudios: Mariano Baquero Goyanes, Qué es el cuento, Buenos Aires: Co- lumba, 1967, más accesible en el volumen Qué es la novela. Qué es el cuento. Murcia: Universi- LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 21

Añadamos un apunte final, que no debemos obviar: el desarrollo, la fijación y la consolidación del género en el XIX no habría sido posible sin el medio que le sirve de vehículo principal y en muchas ocasiones único —también en don Jacinto—: la prensa. La razón última de esta dependencia es algo que la especie arrastra desde sus orígenes y viene dada por la brevedad misma de los textos. Dejando aparte los cuentos transmitidos oralmente, en todas las épocas estas piezas se habían agrupa- do en libros (desde el Calila e Dimna al Novelero de los estrados), o se habían asomado a la novela (Lazarillo, Buscón, Quijote...) o al teatro (Lope, Calderón, Moreto...) en diversas formas y con diversas funciones. Y a la prensa, prácticamente desde sus inicios en el siglo XVIII. En todo caso, el auge de las publicaciones periódicas en el XIX comportará el auge mismo del género, que encuentra en ellas un medio de difusión tan poderoso como apropia- do. Siempre con la función de entretener, y andando los años también como complemento informativo o formativo, recorrerá en nuestra centuria un camino sin duda esplendoroso. Los antecedentes de la Minerva o el Revisor General (1817-1818), el No Me Olvides de los exiliados españoles en Londres (1824- 1829), el Correo Literario y Mercantil (1825-1833), o las Cartas Españolas (1832), se verán potenciados de manera extraordinaria en la etapa progresista, desde 1834, y si en algunas de las publicaciones citadas hallábamos relatos fre- cuentes, mayormente sin firma, en muchos de los que seguirán, como El Obser- vador (1834-1835), El Artista (1835-1836) el No Me Olvides madrileño (1837- 1838), El Siglo XIX (1837-1838), El Entreacto (1839-1841), El Laberinto (1843- 1845), La Revista Española de Ambos Mundos (1853-1855), Educación Pinto- resca (1857-1858)..., y sobre todo el Semanario Pintoresco Español (1836-1857), El Museo de las Familias (1843-1867), La Ilustración (1849-1857) y El Museo Universal (1857-1869); en muchos de ellos, decimos, y entre centenares de culti- vadores, irán colaborando Espronceda, Eugenio de Ochoa, Salas y Quiroga, Hart- zenbusch, Zorrilla, García Gutiérrez, Escosura, Juan de Ariza, Fernán Caballero, Ros de Olano, Carlos Rubio, Pedro Escamilla, Antonio de Trueba, Pedro Antonio

dad, 1988, pp. 97-154; Raúl H. Castagnino, ‘Cuento-artefacto’ y artificios del cuento, Buenos Aires: Nova, 1977; Juan Paredes Núñez, Algunos aspectos del cuento literario (Contribución al estudio de su estructura), Granada: Universidad, 1986, ahora recogido en su librito Para una teor- ía del relato..., pp. 13-29; José María Pozuelo Yvancos, «Escritores y teóricos: la estabilidad del género cuento», en Carmen Becerra Suárez y otros (eds.), Asedios ó conto, Vigo: Universidade, 1999, pp. 37-48; y Ana L. Baquero Escudero, El cuento en la historia literaria: la difícil autonom- ía de un género, Vigo: Academia del Hispanismo, 2011. 22 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO de Alarcón...25 En los últimos cincuenta y primeros sesenta publicaba Bécquer sus leyendas en La Crónica, La Crónica de Ambos Mundos, El Contemporáneo y La América. En 1870, Galdós juzgaba inmensa la producción de cuentos en la prensa literaria26, como se demostraba con su mismo ejemplo, recién publicados Una industria que vive de la muerte (1865), Manicomio político-social (1868) y La conjuración de las palabras (1868) en La Nación; y próximos a aparecer Una especie de novela (1871) en El Debate, El artículo de fondo en la Revista de Es- paña, La novela en el tranvía en La Ilustración de Madrid (los tres en 1871), La pluma en el viento o el viaje de la vida (1872) en El Correo de España...; dando alas a un fenómeno que no haría sino crecer en los ochenta y los noventa, fechas en que podríamos documentar buena parte de los cuentos de Pardo Bazán en la Revista Ibérica, La Ilustración Ibérica, La España Moderna, Blanco y Negro...; de Clarín en El Solfeo, La Unión, La Ilustración Artística, La Ilustración Españo- la y Americana...; o de Picón, como veremos, en El Imparcial, Madrid Cómico, El Liberal, Vida Nueva...; bastantes de ellos, incluso, en secciones fijas que algu- nos diarios y revistas irán creando: los «Cuentos propios» y «Cuentos ajenos» de El Liberal, los «Cuentos del domingo» de La Correspondencia de España, los «Cuentos políticos» de El País, los «Cuentos de vieja» de La Iberia, los «Cuen- tos nuestros» y «Cuentos de todo el mundo» de Germinal, los «Cuentos ilustra- dos» de Blanco y Negro, etc.27 Todo lo cual se prolonga aún en los suplementos

25 Disculpe el lector lo apretado y heterogéneo de estas listas. Bastante información sobre el parti- cular puede recabarse en la clásica monografía de Baquero Goyanes, El cuento español en el siglo XIX, passim, así como, por lo que respecta a los orígenes del cuento literario, en el reciente libro de Borja Rodríguez Gutiérrez, Historia del cuento español (1764-1850), Madrid-Frankfurt: Iberoameri- cana-Vervuert, 2004, y la también reciente selección, y estudio, de M. Cantos Casenave (ed.), Anto- logía del cuento español del siglo XVIII, cit. Asimismo, el Grupo de Investigación del Cuento Español del Siglo XIX (GICES XIX: ) trabaja en la actualidad en la catalogación de los cuentos publicados en las revistas de esta época. 26 Benito Pérez Galdós, «Noticias literarias (...). Proverbios ejemplares y proverbios cómicos de D. Ventura Ruiz Aguilera», Revista de España, III, tomo XV, núm. 57 (1870), pp. 162-193, que citamos por la edición de Laureano Bonet: Benito Pérez Galdós, Ensayos de crítica literaria, Barce- lona: Península, 1972, pp. 115-132 (p. 124). 27 Véase el apartado que Ezama Gil dedica a los medios de difusión del cuento en su estudio El cuento de la prensa..., especialmente pp. 26-35. A los testimonios reunidos por Ezama, vale la pena añadir este de Clarín (otra vez de su «Revista literaria», El Imparcial, 26-III-1894, en Obras comple- tas, VIII, cit., p. 710) sobre la inflación de cuentos y cuentistas en la prensa: «Los periódicos popula- res piden cuentos, y hacen bien; pero hacen mal en dos cosas: primera, en pedírselos a todo el mundo. Yo he leído por esos papeles cuentos de generales, de capitanes, de banqueros y hombres de sport, y si no recuerdo mal, La Correspondencia hasta ha publicado alguno de don Matías López o del mar- qués de Comillas» (el segundo aspecto que condena será el de la brevedad, citado en la anterior nota 17 de este mismo estudio). LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 23

ilustrados, los números extraordinarios y los almanaques, como tendremos oca- sión de comprobar, en un éxito de tal magnitud, que ya los inicios del nuevo siglo verán la aparición de publicaciones dedicadas en exclusiva al género: El Cuento Semanal (1907-1912) inaugurará —con un relato de Picón, por cierto— una larga serie de la que formarán parte Los Contemporáneos (1909-1926), El Cuento Ga- lante (1913), El Cuento Popular (1914), La Novela de Bolsillo (1914-1915), La Novela Corta (1916-1925), y tantas más.

3. LOS CUENTOS EN LA OBRA DE PICÓN

En su obra de creación literaria Picón fue exclusivamente narrador, y no resulta aventurado otorgarle mayor rango como cuentista que como novelista. No solo cualitativa o subjetivamente —por sus logros en el desempeño de uno y otro géne- ro, en nuestra opinión—, sino cuantitativa u objetivamente: tomando como norma la producción media de unos y otros (descontando si se quiere el montante colosal de Galdós en la novela y de Pardo Bazán en el cuento), las ocho novelas de don Jacinto constituyen una cantidad modesta, en tanto que sus 124 cuentos completan un conjunto considerable. La dedicación al género de don Jacinto abarca toda su vida literaria, que se abre y cierra con cuentos, desde El epitafio del Doctor, publicado en El Globo a co- mienzos de 187628, hasta Voluntad muerta, que formó parte de Los Contemporáne- os cuarenta años más tarde, en los inicios de 1916; el primero, seis años antes de Lázaro, y el último, dos después de Sacramento. Y no se trata de hacer con ello un planteamiento simbólico, pues puede observarse que hay en el cultivo del cuento una continuidad esencial en la obra de nuestro autor. En una rápida ojeada a la cronología de su producción —sin anticipar aspectos en los que entraremos en seguida y tomando como cabo el cambio de siglo, momento a partir del cual escri- birá muy poco—, salta a la vista que apenas si hay año en el que no componga algún cuento. En todo caso, y yendo a lo menudo, es un hecho que el joven Picón probará primero sus armas en el relato corto, y así, a la altura de 1882, fecha de Lázaro, su primera novela (novela de reducidas dimensiones, por cierto, lo que la acerca a los

28 Fecha que aún podría retrotraerse un año largo si atendemos al carácter narrativo, que lo tie- ne, de Una fiesta en el anfiteatro de Flavio Vespasiano, aparecido en la primavera de 1875 en la Revista de España (año VIII, tomo XLIII, núm. 170, marzo-abril 1875, pp. 229-239) y fechado el 18 de enero de ese año. Puede leerse ahora en J.O. Picón, Cuentos completos, cit., Apéndice 1, vol. II, pp. 431-438. 24 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO cuentos: casi novela la llamará con humildad el autor), habrá compuesto ya la no desdeñable cifra de 13 cuentos. Pero en los años sucesivos, sin abandonar del todo la narración breve, se empleará con preferencia en la larga, esto es, en la novela, en la que se volcará hasta completar lo más de su producción en el género, cuando van apareciendo en sucesión ininterrumpida La hijastra del amor (1884), Juan Vulgar (1885), El enemigo (1887), La honrada (1890) y Dulce y sabrosa (1891). Son años, entre 1883 y 1891, en los que no compone en total más de 11 cuentos originales. Pero tras Dulce y sabrosa, la dedicación al relato corto se hace literalmente única por lo que respecta a su obra de creación, y, nuevas ediciones aparte (que no serán pocas, como veremos), en el decenio siguiente dará a luz hasta un total que se aproxima de cerca al centenar de cuentos originales, 94 exactamente: 16 en 1892, 13 en 1893, 11 en 1894, 9 en 1895, otros tantos en 1896, 11 más en 1897, 6 en 1898, 9 en 1899, 5 en 1900, y 5 más en 1901. Desde este año inicial del nuevo siglo –y tal vez a causa de su dedicación a la política activa– serán contadas sus incursiones en el género, con solo cinco relatos originales seguros, si bien entre ellos figuran dos de sus obras maestras, Desencanto, de 1906, y Rivales, de 1908. Volverá, sin embargo, a la novela (¡casi veinte años después de Dulce y sabrosa!) con Juanita Tenorio (1910) y Sacramento (1914), para cerrar su obra narrativa original, como antes señalábamos, con ese texto que titula Voluntad muerta, fecha- do en 1915 y publicado en los primeros días del año siguiente. En síntesis, hallamos con ello que hay en la narrativa de Picón una dedicación principal al cuento por encima de la novela, aunque con las modulaciones ya rese- ñadas, excepción hecha de esos dos períodos de los años 1883-1891 y 1909-1914. Es de lamentar que no contemos con apreciaciones del autor acerca de la es- tima en que tuvo a sus cuentos, pero hay pruebas indirectas de que las novelas gozaron a sus ojos de mayor consideración. Lo que no ha de extrañarnos, pues bien sabido es que el cuento era tenido —y así sigue siendo— por un género me- nor. No es momento de detenerse en lo injusto de tal valoración —y esto lo es- cribe quien pretende reivindicar el género y a uno de sus maestros del XIX—, pero lo cierto es que a la conquista de la gloria literaria conducía entonces el ca- mino de la novela y no el del cuento. De todos modos, las declaraciones de don Jacinto acerca de sus preferencias respecto de su propia obra nada contienen so- bre sus relatos breves.29

29 Así, en la entrevista que le hace en 1914 El Caballero Audaz («Nuestras visitas: Jacinto Octavio Picón», La Esfera, I, núm. 28, 11-VII-1914), cita a Lázaro como su «primera obra seria», a Dulce y sabrosa como la novela más vendida, y a El enemigo, con alguna vacilación, como el libro suyo que más le gusta; aunque a la pregunta acerca de la obra que ha escrito con más cariño responderá: «Yo en mis libros he puesto, al hacerlos, igual cantidad de ilusión y de entusiasmo». LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 25

Pero el silencio de las palabras contrasta con la elocuencia de los hechos. Y nos parece muy significativo lo que se desprende de la edición de sus Obras completas. Obviamente, no hay por qué pensar que su ordenación y distribución en volúmenes no dependiese, en todo o en parte, del propio autor. Pues bien, lo cierto es que en vida de Picón fueron saliendo uno tras otro hasta nueve volúmenes, que, con la excepción de Mujeres (tomo IV, de 1911), son todas las novelas antes publicadas: Dulce y sabrosa (I, 1909), La honrada (II, 1910), Lázaro y Juan Vulgar (VI, 1918), La hijastra del amor (VII y VIII, 1921) y El enemigo (IX, 1922), entre las que incluyó las dos nuevas, que vieron la luz ya formando parte de esta serie de Obras completas: Juanita Tenorio (III, 1910) y Sacramento (V, 1914). La muerte sorprendió a don Jacinto refundiendo su Vida y obras de don Diego Velázquez (X, 1925), y, por consiguiente, quedaron sin recopilar los 107 relatos que no se conta- ban entre los 17 de Mujeres. ¿Era intención del narrador madrileño darles cabida en volúmenes sucesivos, al menos los que ya habían sido editados antes en libro? Tal vez; pero lo seguro es que hasta ese tomo X del Velázquez —ya fallecido Picón, recuérdese— no se anuncian, «en preparación», los tomos XI y XII, de Cuentos, que es el título que allí figura. ¿Dejó Picón en vida dispuestos esos volúmenes? Y en caso afirmativo, ¿hasta qué punto? Volveremos sobre ello. Lo cierto es que acabaron por ser tres, y no dos: Des- encanto (XI, 1925), Cuentos de mi tiempo (XII, 1925) y Novelitas (XIII, 1928), y que su situación en el conjunto no indica precisamente una posición destacada.

4. SU DIFUSIÓN EN LA PRENSA

Como no podía ser de otro modo, también en el caso de Picón el destino inicial de sus cuentos fue la prensa. De los 124 cuentos originales reunidos, contamos con ediciones periodísticas de 108 de ellos, lo que equivale casi al noventa por ciento de los que salieron de la pluma del autor. En cuanto a los 16 relatos restantes, es más que posible que alguno fuera inédito en el momento de su edición en libro, pero parece seguro que esta no es la tónica general: lo más probable es que en bue- na parte de estos casos simplemente no hemos dado con la primera versión publi- cada en la prensa. La vinculación al periódico tiene para el cuento —y, en lo que nos concierne, para el cuento de Picón— implicaciones de importancia en diversos órdenes30. No

30 Las estudió excelentemente —en parte también mediante Picón— A. Ezama Gil, El cuento de la prensa..., sobre todo en el capítulo «El cuento periodístico: la determinación del medio sobre el género», pp. 41-56. 26 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO en todos los casos, claro está, pero sí en un número bien significativo. La festividad del día, la época del año, la conmemoración histórica y hasta la actualidad política, social, periodística en suma, condicionan una parte no desdeñable de estos textos, que nacen así con esa vocación de tributo a lo inmediato, como cuentos de circuns- tancias, que no necesariamente, ni mucho menos, quedan por ello afectados en su interés o su calidad. Lo veremos con creces en don Jacinto, quien cultiva el cuento de Navidad o Nochebuena (La Nochebuena del guerrillero, La Nochebuena de los humildes, El nieto, El milagro), el de Nochevieja y Año Nuevo (El que va y el que viene, Lo que queda), de Reyes (Cosas de ángeles), de Carnaval (Aventura), del Domingo de Ramos (Santificar las fiestas), del Primero de Mayo (El hijo del ca- mino), de verano, veraneo o balneario (Hidroterapia y amor, La prueba de un al- ma, Los decadentes); o compone varios relatos al calor de la guerra de Cuba y de la consiguiente pérdida de las colonias en el 98 (Voz de humildad, La Perla, Ayer como hoy, La lección del Príncipe). Algunos números monográficos, como el de El Liberal del 29 de noviembre de 1896 dedicado a la moral, o el almanaque de Blan- co y Negro del 1.º de enero de 1900 consagrado a las flores, están en el origen de cuentos como Moral al uso o La flor de la patata, respectivamente. La dependencia temática o ideológica del periódico —sin que ello suponga trai- ción alguna a sus ideas— fundamenta un buen número de los textos con los que Picón colaboró en El Liberal en los años noventa. Es el caso, por ejemplo, de La cuarta virtud, Dichas humanas, Lobo en cepo, El hijo del camino, Sacramento, La hoja de parra, el recién aludido Moral al uso..., varios de ellos reunidos después en el volumen Cuentos de mi tiempo, en cuyo prólogo escribe el autor: «Empezó El Liberal a publicar cuentos y me honró pidiéndome algunos. A ser periódico exclu- sivamente artístico y literario, hubiera yo trabajado para él de otra suerte: mas ima- giné que en un diario político, debía escribir luchando, como soldado raso, contra las ideas casi vencidas de lo pasado y a favor de las esperanzas de lo porvenir, no triunfantes todavía».31 La estructura externa misma del cuento se revela alguna vez tributaria de su medio de difusión. Así ocurre, por ejemplo, en La prueba de un alma o La novela de una noche, cuyas dos partes o capítulos respectivos se corresponden en cada

31 «La primer cuartilla», prólogo a Cuentos de mi tiempo, Madrid: Imp. de Fortanet, 1895, p. XIV (va reproducido en el Apéndice 7 de nuestra edición de Cuentos completos, II, p. 458). Ezama señala a este propósito: «La vinculación ideológica entre cuentos y prensa en el caso de Picón no es muy frecuente, pero resulta innegable en el caso de los relatos publicados en El Liberal, que presentan un tono de denuncia (social o religiosa), un sello combativo, ausente de los aparecidos en otras publica- ciones, según confesión del propio autor [...]. Semejante vinculación puede detectarse en algunos de los relatos de Picón publicados en Vida Nueva, que presentan idéntico tono de crítica social y políti- ca» (A. Ezama Gil, El cuento de la prensa..., pp. 49-50). LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 27

caso con los dos números de la madrileña La Ilustración Española y Americana (núm. 20 y 21 de 1894) y la barcelonesa Hispania (núm. 2 y 3 de 1899), revistas en las que fueron publicados en su versión original. Se cuentan por decenas las revistas y periódicos en los que Picón colaboró con sus cuentos. Son diarios como El Globo, El Imparcial, El Liberal, La Correspon- dencia de España, El Día, La Época o El Diario Ilustrado; revistas ilustradas, ca- sos de La Revista Moderna, La Ilustración Española y Americana, Blanco y Negro, Hispania o Pluma y Lápiz, algunas de ellas artísticas o literarias (La Ilustración Artística, La Lectura, Letras de Molde), de humor o de entretenimiento (Madrid Cómico, Barcelona Cómica, La Semana Cómica, Los Madriles, La Pecera, La Gran Vía), y hasta políticas (Vida Nueva). Son también a veces almanaques de varias de estas y otras publicaciones, como los de El Globo, La Ilustración Españo- la y Americana, La Semana Cómica, La España Moderna y El Motín; o suplemen- tos de diarios, casi siempre el célebre «Los Lunes de El Imparcial» de su amigo y compañero Ortega Munilla. En cuanto a la asiduidad de Picón en sus apariciones en las páginas de estas pu- blicaciones periódicas, tres se destacan con mucho del resto: los diarios El Impar- cial y El Liberal y la revista Madrid Cómico, que reúnen conjuntamente casi la mitad de la producción total de don Jacinto, hasta sumar un total de 61 cuentos: 20 en cada uno de los dos diarios citados, y 21 en Madrid Cómico. Del resto cabe mencionar las 13 presencias en la revista Lecturas, de Barcelona (siempre reedi- ciones), las 10 de La Semana Cómica (también barcelonesa y también con cuentos ya antes publicados), las nueve de La Ilustración Española y Americana (casi siempre en almanaques), y las siete de Vida Nueva o de Barcelona Cómica. En relación con lo recién expuesto, el examen de los cuentos de Picón en la prensa nos ilustra sobre el éxito del género en el medio periodístico, y, claro está, sobre el propio éxito del propio autor. Aparte reediciones o nuevas versiones en libro —aspecto en el que nos detendremos en el siguiente apartado—, no escasean los cuentos de don Jacinto que merecieron segundas ediciones o reimpresiones en la prensa misma32. Son casos como los de El padre (que, del almanaque de Barce- lona Cómica, 1898, pasó dos veces a Vida Nueva, en 1899, y dos más a La Esfera y a El Liberal Ilustrado de Bogotá, respectivamente, ambas en 1914); de Un cuento en una carta (que, procedente de la Revista Ibérica, 1883, y ya bajo el título El retrato, se publicó de modo sucesivo en El Imparcial, 1885, La Semana Cómica, 1890, y Lecturas, 1927, póstumo); de La prueba de un alma (que mucho después

32 Una visión panorámica, en la «Tabla cronológica de cuentos» que insertamos en nuestra edi- ción de J.O. Picón, Cuentos completos, I, pp. 57-61. 28 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO de su edición en La Ilustración Española y Americana, 1894, fue recuperada por La Novela Corta, 1918, de donde llegó, otra vez póstumamente, a La Novela Se- manal y a Lecturas, ya en 1925); de Santificar las fiestas (que saltó de El Impar- cial, 1895, a El Cojo Ilustrado de Caracas, 1896; con posterioridad, a Barcelona Cómica, 1898, y mucho después, a Lecturas, 1922)... Son, como decíamos, evidencias de la demanda de cuentos por parte de la pren- sa del momento, a la vez que muestras del aprecio que a los editores de periódicos —y a los lectores, claro está— merecían los cuentos de Picón. En este asunto de las nuevas publicaciones destacan cuatro revistas que en diferentes momentos se inte- resan por estos textos: el recién citado El Cojo Ilustrado, de Caracas, que en 1896 reedita cinco cuentos del autor; y tres barcelonesas: La Semana Cómica, que lle- gará a reimprimir en 1890 hasta ocho cuentos; Barcelona Cómica, que insertará cinco relatos en 1898, de los que solo uno, El padre, era original; y Lecturas, que entre 1922 y 1928 —por tanto en los últimos meses de vida y en los años siguientes a la muerte del autor— volvió a publicar nada menos que 13 textos. Volveremos de nuevo sobre ellos. Otro índice de este éxito es la frecuencia misma con que aparecen en el perió- dico estas piezas, en especial durante los años noventa, los de la moda del cuen- to, lo que debe ser convenientemente sopesado, sobre todo considerando el hecho de que Picón —un escritor meticuloso, lento, premioso— se somete de grado a un alto ritmo de producción. Algunos datos avalarán lo que afirmamos. Seis cuentos del autor aparecerán tanto en enero de 1894 como en ese mismo período de 1898, y cinco más en las semanas iniciales —momento particularmente favo- rable a causa de la edición de almanaques y de números especiales de Año Nuevo y Reyes— de 1897. Y hasta se da el caso de ver la luz en el mismo día más de un cuento en más de un periódico. Es lo que sucede el 1.º de enero de 1898, fecha en la que los lectores tuvieron en las manos nada menos que cinco relatos breves de don Jacinto: tres en sendos almanaques de La Ilustración Española y Americana, Barcelona Cómica y el Álbum Lokner (que son Cadena perpetua, El padre y El que va y el que viene), y dos más en los números de ese día de La Revista Mo- derna (La casa de lo pasado) y Madrid Cómico (Un crimen); y ocurre también, en menor cuantía, el 27 de enero de 1894, cuando aparecen en tiempo simultáneo Sacrificio (en Blanco y Negro) y El gorrión y los cuervos (en Madrid Cómico); o el día de Navidad de ese mismo año, con El nieto y El milagro en las páginas de dos de los principales periódicos de Madrid, El Imparcial y El Liberal, respecti- vamente; y, otra vez, el día de Año Nuevo, ahora de 1900, en que hallamos La flor de la patata en el almanaque de Blanco y Negro, y El guarda del monte en La Ilustración Artística. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 29

El lector avisado habrá caído en la cuenta de que la mayor parte de los periódi- cos citados al hilo de nuestra exposición son madrileños. Permítasenos un apunte sobre el particular. En efecto, fue en los diarios y revistas de la capital donde Picón publicó en su versión original la inmensa mayoría de sus cuentos (hecho que re- afirma el notorio madrileñismo del autor). Los hallamos por decenas: desde Apun- tes hasta Vida Nueva —por seguir el orden alfabético—, pasando por Blanco y Negro, La Correspondencia de España, El Día, El Diario Ilustrado, La Época, La Esfera, Gente Conocida, El Globo, La Gran Vía, La Ilustración Española y Ameri- cana, El Imparcial, Instantáneas, La Lectura, Letras de Molde, El Liberal, Madrid Cómico, Los Madriles, Nuevo Mundo, La Pecera, Revista Ibérica, La Revista Mo- derna y Vida Galante.33 Alcanza también un grado significativo, pero mucho menor, su acomodo en las páginas de la prensa barcelonesa. No obstante, hay narraciones originales en Álbum Salón, Hispania, La Ilustración Artística, Pluma y Lápiz y Pro Patria, y reedicio- nes, más abundantes, como queda dicho, en La Semana Cómica, Barcelona Cómi- ca y Lecturas, además de una esporádica en Natura. Apenas si aparecen periódicos de otras ciudades españolas, salvo en dos reimpresiones puramente circunstancia- les: se reducen a Acción Libertaria de Gijón y El Liberal de Sevilla, aunque es casi seguro que se nos habrá pasado por alto alguna otra muestra de la que no nos ha llegado noticia. Es lo que debe de suceder, y quizá en mayor grado, en la prensa americana, de la que contamos también con unos pocos textos, siempre de cuentos reeditados, no originales, como los antes mencionados de El Cojo Ilustrado de Caracas, a los que deben añadirse otros en El Gráfico, El Liberal Ilustrado y la Revista Gris, publica- ciones las tres de Bogotá, y en el Ateneo de Honduras de Tegucigalpa. Tenemos la certeza de que no publicó cuentos en las revistas estadounidenses34, a la vez que nos parece probable que sí lo hiciera en periódicos bonaerenses, sobre todo en La Nación, pero nuestras pesquisas a distancia —bien que insistentes— han quedado por ahora condenadas al fracaso.35

33 Obviamos aquí el detalle de los cuentos publicados en cada uno, las fechas precisas y otros da- tos que podrá encontrar fácilmente el lector en el apartado bibliográfico que cierra el presente estudio. 34 Gracias a la tesis doctoral de Mercedes Caballer Dondarza, La narrativa española en la prensa estadounidense (1875-1900), Madrid: UNED, 2003. 35 Nuestras sospechas, que esperamos concretar en el futuro, nacen de la seguridad de que Picón fue conocido ampliamente en la República Argentina, y en especial a través de su obra cuentística. ¿Cómo interpretar, si no, el hecho de que la Biblioteca de La Nación editase nada menos que cuatro volúmenes de sus cuentos: Juan Vulgar, Doña Georgia, Drama de familia y Los triunfos del dolor, en 1913, 1914, 1915 y 1915, respectivamente? Volveremos sobre ello. 30 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

Pero no son escasos los cuentos no editados en libro: nada menos que 35, lo que equivale a casi tres de cada diez relatos del total. En la mayor parte de ocasiones (El epitafio del Doctor, El modelo, Cosas de antaño, El pecado de Manolita, Las apariencias, La vengativa, etc.) se trata de ediciones únicas, a las que, obviamente, nos atenemos. En otros, sin embargo, existe más de una impresión periodística: a veces repitiendo la misma versión, si acaso con retoques mínimos en la puntuación, corrección de algún laísmo y poco más (La cita, Un suicida, Por si acaso, Cosas de ángeles), y en otras ocasiones dando una nueva versión, con cambios de importan- cia (Lo que queda, El padre, La jovencita). Existen también ediciones periodísticas de textos antes publicados en libro, in- cluso algunos que siguen la secuencia editorial prensa-libro-prensa-libro (como varios de los de La Semana Cómica, que vienen de Juan Vulgar y pasarán más tarde a El último amor), en una casuística diversa que no podemos puntualizar aquí36. Normalmente, la versión en libro suele ser el último estadio del texto, pero se da algún caso en que no sucede así, sino que la edición en la prensa corrige y mejora el texto de la edición o ediciones en volumen. Pensamos sobre todo en la serie publicada en Lecturas en los meses finales de la vida de don Jacinto —desde noviembre de 1922—, con textos alguna vez rehechos (Un sabio) y otras corregi- dos con esmero (Santificar las fiestas, El milagro, Los triunfos del dolor, La chica de la caja, Lo más excelso), lo que confiere a estas colaboraciones no solo una importante carga sentimental, sino el valor textual de constituir las últimas versio- nes de relatos revisados por el autor.

5. LOS LIBROS DE CUENTOS

Buena parte de estos cuentos fue reunida en libros, que iremos examinando a con- tinuación. Y de entrada se impone una consideración de la máxima importancia en relación con nuestro tema: Picón es autor de cuentos, no de libros de cuentos. Que- remos decir con ello que, aunque no faltan elementos que a veces vienen a unificar y dar cohesión a los textos dentro de los volúmenes, este es en general un rasgo sobrevenido o buscado a posteriori, sea en la selección, sea en la distribución de los relatos en el conjunto. Por otra parte, y como acabamos de señalar, nada menos que 35 de los cuentos del autor no habían salido hasta nuestros días de las páginas de la prensa, con lo que si atendiéramos solo a los textos publicados en libro estaríamos mutilando gravemente la obra cuentística de Jacinto Octavio Picón.

36 Para las cuestiones textuales, remitimos a la «Introducción» de nuestra edición de Cuentos completos, I, pp. 11-61, y al aparato crítico de cada uno de los cuentos. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 31

En todo caso, la publicación de volúmenes de cuentos abarca de nuevo en la práctica toda la carrera literaria del narrador madrileño, desde 1885, solo tres años después de su estreno como novelista con Lázaro, hasta 1925 (reediciones aparte), cuando aparecía póstumo Desencanto, dos años después de la muerte de don Jacin- to, completando una serie de 13 tomos, diversos en calidad, en formato, en número de textos que acogen en sus páginas..., y que nos disponemos a presentar al lector.

5.1. Los cuentos de Juan Vulgar Bien modesta fue la aparición en libro de los primeros cuentos de Picón: 13 textos que completaban el volumen en el que veía la luz Juan Vulgar, la tercera de las novelas de don Jacinto, impresa en 188537. Desde luego más modesta de lo que el autor hubiera deseado, como parece desprenderse del anuncio que Picón había hecho el año anterior, cuando en La hijastra del amor avanzaba la publicación, además de La sotana —que es la novela que después titularía El enemigo—, de un tomo de Cuentos en prosa38, que no hay duda de que iban a componer estos de Juan Vulgar, quién sabe si con el añadido de alguno más ya aparecido en la prensa, como El epitafio del Doctor, El modelo, Cosas de antaño, ¡Venganza! o El pecado de Manolita. Los 13 cuentos eran, en el orden en que figuraban en el libro: Lo ideal, Se ven- de, La lámpara de la fe, En la puerta del cielo, El cementerio del diablo, El retra- to, Después de la batalla, Eva, Boda deshecha, El santo varón, ¿.....?, Sabandijas literarias y La muerte de un justo. Orden que no se atenía a la cronología de los textos, indicada por el autor al final de cada uno con la mención del año de su re- dacción.39 Tenemos constancia de una previa edición periodística de la mayor parte de ellos:

— En la puerta del cielo: en El Imparcial, 17-IX-1877. — La lámpara de la fe: en el Almanaque (...) de El Globo para 1878.

37 Jacinto Octavio Picón, Juan Vulgar, Madrid: Est. Tip. de El Correo, a cargo de F. Fernández, 1885. Los cuentos ocupaban las pp. 177-316. 38 Note el lector el interés histórico de este título frustrado, que si bien puede connotar el realismo de los textos o su carácter de historias comunes, implica también la pervivencia del cuento en verso, que se extendió a lo largo de todo el siglo. Un solo ejemplo significativo sería el que nos proporciona el subtítulo del libro de Francisco Serrano de la Pedrosa, A medios pelos. Cuentos en prosa y verso, que es de 1890. Más datos sobre los relatos decimonónicos en verso pueden hallarse en E. Gutiérrez Díaz-Bernardo, El cuento español del siglo XIX, pp. 62-63. 39 Excepto en el caso de Se vende, que no va fechado. 32 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

— ¿.....?: en el Almanaque de La Ilustración para (...) 1880, con el títu- lo Un recuerdo de viaje. — Lo ideal: en Ilustración Artística, 3-IX-1882, titulado El ideal. — El cementerio del diablo: en el Almanaque de La Ilustración para el año de 1881. — Después de la batalla: en El Imparcial, 23-X-1882. — Sabandijas literarias: en El Imparcial, 4-XII-1882. — El retrato: en la Revista Ibérica, 16-V-1883, bajo el título Un cuento en una carta. — La muerte de un justo: en El Imparcial, 11-VIII-1884.

Pero desconocemos apariciones anteriores de Eva, Boda deshecha, El santo va- rón (fechados los tres por el autor en 1882) y Se vende (del que no consta el año de redacción). Es posible que fueran inéditos, y más tratándose de cuentos tempranos, pero creemos más probable, con sinceridad, que anden esperando al investigador entre las páginas de algún periódico o almanaque que no hemos sabido encontrar. En los textos, cuya ordenación parece buscar la variedad o la alternancia, do- mina el tema amoroso, desde el idealizado (Lo ideal, ¿.....?) hasta el sensual o erotizado (Después de la batalla), pasando por diversas situaciones en relación con la mujer y el matrimonio (Eva, El retrato, Boda deshecha); a la vez que apa- recen también aspectos de la religión (La lámpara de la fe, En la puerta del cie- lo) y de la moral (El santo varón, La muerte de un justo), con un enfoque en oca- siones satírico (El cementerio del diablo, Sabandijas literarias) y en algún caso nostálgico (Se vende). La crítica del momento —Ortega Munilla, Álvarez Sereix, Orlando— se ocupó de la novela, pero pasó por alto los cuentos40. Una nota anónima de El Motín, en el apartado de «Libros recibidos», habla de la «hermosa novela que acaba de publicar Jacinto Octavio Picón en un elegante tomo, que contiene además trece cuentos, y que se vende a tres pesetas en las principales librerías», para añadir, en referencia al «libro» (lo que parece incluir también a los cuentos):

Como todos los que brotan de la pluma de Picón, se distingue este libro por su estilo correcto y franco, sus admirables descripciones, la verdad y relieve de las figuras, y ese algo que no se define pero que arrastra, subyuga y me obliga a re-

40 Nos referimos a las reseñas y críticas de José Ortega Munilla, «Madrid», El Imparcial (9-III- 1885); R. Álvarez Sereix, «Variedades. Publicaciones», Revista Contemporánea, XI, tomo LVI (mar- zo-abril 1885), pp. 226-227; y Orlando, «Revista literaria», Revista de España, XVIII, tomo CIII (marzo-abril 1885), pp. 465-467. Ninguna de ellas trae una sola palabra sobre los cuentos. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 33

comendarlo eficazmente a los lectores de El Motín, creyendo hacer un favor al que por esta mi recomendación lo adquiera.41

A comienzos de esa misma semana, «Los Lunes de El Imparcial» habían repro- ducido el primer capítulo del relato que daba título al volumen, precedido de una breve nota en que se decía que la obra se publicaba ese mismo día —que era el 2 de marzo de 1885—, y que seguían a la novela «varios cuentos ingeniosísimos y deli- cadamente escritos»42. Y hay que llegar casi hasta hoy para que los cuentos de Juan Vulgar se conviertan en objeto único de estudio, lo que hace Yolanda Latorre en un valioso artículo, que basa en «la impulsiva búsqueda de ideal manifestada por mu- chos de sus protagonistas novelescos», y que aquí aplica precisamente a los de estos sus primeros cuentos.43 Como señalábamos en el capítulo anterior, Juan Vulgar logró un éxito especta- cular en su lanzamiento44, agotándose los ejemplares en pocos días o semanas; se reeditó de inmediato45, y aún gozó de una nueva impresión pocos años después46. Casi treinta más tarde, el libro —en su misma composición inicial, esto es, inclu- yendo los trece cuentos junto a la novela— mereció una edición en la República Argentina47, la última como tal hasta nuestros días. En la edición de las Obras completas, Juan Vulgar, despojado de los cuentos, formó tomo con Lázaro48, en tanto que aquellos se sumaron a la nueva edición de Cuentos de mi tiempo, no sa- bemos si por voluntad del autor.49

41 «Libros recibidos», El Motín (8-III-1885). 42 El Imparcial (2-III-1885). 43 Yolanda Latorre, «El espíritu como búsqueda en los cuentos de J.O. Picón», en Jaume Pont (ed.), El cuento español en el siglo XIX. Autores raros y olvidados, Lleida: Universitat, 2001, pp. 157-170. 44 Jacinto Octavio Picón, Juan Vulgar, Madrid: Est. Tip. de El Correo, a cargo de F. Fernández, 1885. 45 Jacinto Octavio Picón, Juan Vulgar. Segunda edición. Madrid: Tip. de El Correo, 1885. 46 Jacinto Octavio Picón, Juan Vulgar. Tercera edición. Madrid: La España Editorial, s.a. Como señalamos en el anterior artículo de esta serie (CJOPCO III, 4, p. 178, nota 93), no es cierto que esta edición sea del mismo año 1885 (Noël Valis, «Una primera bibliografía de y sobre Jacinto Octavio Picón», Cuadernos Bibliográficos, XL, 1980, p. 173, error que ha pasado a Y. Latorre), sino bastante posterior: se publica después de Novelitas (1892) y antes de Cuentos de mi tiempo (1895), tal vez dentro del mismo 1892. 47 Jacinto Octavio Picón, Juan Vulgar, Buenos Aires: Imp. de La Nación, 1913 (Biblioteca de La Nación, 561). Los cuentos, en pp. 167-302. 48 Jacinto Octavio Picón, Lázaro. Juan Vulgar. Obras completas, VI. Madrid: Renacimiento, 1918, pp. 175-352. 49 Jacinto Octavio Picón, Cuentos de mi tiempo. Obras completas, XII. Madrid: Renacimiento, 1925, pp. 171-271. Figuran al final del tomo, en el mismo orden que en ediciones anteriores, con la excepción de Después de la batalla, ausente por haber sido incluido ya en Mujeres. Antes, habían ido 34 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

5.2. Novelitas El segundo de los volúmenes de relatos breves —a partir de ahora ya siempre co- leccionados en libros de cuentos en exclusiva, sin otras piezas narrativas mayores o extensas— marca con fijeza el inicio de esa dedicación absorbente que le ocupará en los años noventa50. Su título, más que a renovar la terminología del género, vie- ne a transparentar lo impreciso aún de la designación cuento, que no ha perdido del todo las adherencias orales, infantiles, folclóricas y románticas.51 El libro apareció en el verano de 1892 y reúne relatos, por lo que sabemos, muy cercanos en el tiempo, fechables entre 1889 (La prudente, titulado Genoveva en su primera versión) y el mismo 1892 (Todos dichosos), que justamente abren y cierran el volumen. Entre ellos se insertan, en este orden, Confesiones, Caso de concien- cia, La monja impía, Un sabio, Doña Georgia, Virtudes premiadas y El peor con- sejero. De nuevo, desconocemos versiones periodísticas anteriores de varios de ellos, y no es imposible que alguno fuera inédito52. Las que conocemos son estas:

— La prudente: en el Almanaque de La Semana Cómica para 1890, con el título Genoveva. — Virtudes premiadas: en Novelas y caprichos. Almanaque de La Es- paña Moderna para el año 1892. — El peor consejero: en Almanaque de La Ilustración para el año de 1892. — Todos dichosos: en Madrid Cómico, 2-I-1892.

Parece probable que en esta ocasión la situación de los relatos en el volumen siga el orden cronológico de composición, aunque con alguna alteración leve, como se desprende de las fechas que el autor hace constar al pie de varios de los textos53. Domina en ellos el análisis de diversas conductas humanas, casi siempre en relación con el amor o el matrimonio, amén de algún apunte sociorreligioso (La monja imp- ía), histórico-político (Virtudes premiadas) y literario (Doña Georgia). apareciendo en buena parte en La Semana Cómica, de Barcelona, que reeditaría nueve de ellos a lo largo de 1890. 50 Jacinto Octavio Picón, Novelitas, Madrid: La España Editorial, 1892, 267 págs. 51 Aunque las perderá en los años inmediatos (véanse los datos que apuntamos en nuestro estudio El cuento español del siglo XIX, pp. 19-20). Por otra parte, si bien es verdad que algunos de los relatos de la colección resultan relativamente extensos, estos casos no justifican el rótulo general. 52 Pero seguimos ateniéndonos a lo escrito sobre el particular en el apartado anterior. 53 Todas estas referencias se precisan en nuestro apartado bibliográfico. Para el detalle de las cir- cunstancias de cada cuento, véanse las fichas que encabezan las respectivas ediciones de los textos en J.O. Picón, Cuentos completos, cit. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 35

Conocemos dos reseñas o críticas del libro, de fecha inmediata a la de su publi- cación, ambas de muy destacados periodistas: una de Francisco Fernández Ville- gas, Zeda, y otra de Mariano de Cavia; conservador (templado) el primero, liberal el segundo. Comienza aquél criticando el pesimismo característico de la literatura del mo- mento, para señalar a Picón entre los «contados escritores libres de aquel negro contagio», y añadir:

No contempla la realidad de un modo exclusivo; no fija solamente su vista lo malo y en lo feo [sic], como es uso y costumbre en los escritores modernos, sino que abarca lo que hay de hermoso y de deforme en la vida, y sabe presentar en el íntimo maridaje con que en el mundo aparecen la virtud y el pecado, la desespera- ción y la esperanza, los dos principios fundamentales que al decir de los filósofos están siempre en íntima y continua lucha.54

Palabras que avala con estas otras del propio Picón, aquí a través de su alter ego doña Georgia, del relato de igual título:

Hoy pintan ustedes con asfalto; pretendiendo interpretar la Naturaleza, la ca- lumnian, porque ella, siempre sabia, produce la belleza por contrastes. El sol hace brillar como si fueran de plata fundida los bordes de la más atezada nube; en el fondo de la sima más espantable no faltan nunca granos de arena relucientes como piedras preciosas, y la más enfurecida ola es la que arroja a la playa mayor número de nacaradas conchas.55

Insiste en que en Novelitas «se ve perfectamente marcada esta manera justa y sintética de ver la realidad». Y agrega:

El asunto que sirve de tema a cada una de estas Novelitas es siempre sencillo; nada de intrigas complicadas, nada de crímenes espantosos, ni de tremendas catás- trofes, ni de pasiones epilépticas; unos amores vulgares, una historia de las que a todas horas oímos, le basta al Sr. Picón para cautivar al lector y para recrearle du- rante unos cuantos minutos, merced principalmente a su arte de narrar, a la pureza y distinción de su estilo, y a la corrección y limpieza de su lenguaje. Porque es de advertir que, en punto a estas cualidades, el autor de las Novelitas no tiene nada que envidiar a los más celebrados autores contemporáneos.

No entra el crítico en el análisis detallado de los relatos, pero sí destaca tres de ellos: Un sabio, «modelo de ternura y de elevación de sentimientos», que asocia en su delicadeza a Bret Harte; La monja impía, «que abunda en la gracia maligna de

54 Francisco F. Villegas, «Impresiones literarias. Novelitas, por Octavio Picón», La España Mo- derna, IV, núm. 44 (agosto 1892), pp. 202-204. 55 Citamos según Cuentos completos (I, p. 285), pues Villegas altera levemente el pasaje. 36 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO nuestros buenos escritores del siglo XVI, aunque con un marcado dejo de descrei- miento»; y Confesiones, «parecida, salvo las diferencias de tiempo, a un cuento de Boccaccio». Condena, sin embargo, el «espíritu materialista y antirreligioso» de casi todos estos cuentos, que centra en su «refinada sensualidad» y en «el aire zumbón con que el autor satiriza las cosas santas», lo que no parece a Villegas «propio de la serenidad del arte, ajeno por completo a los donaires motinescos». Y concluye a modo de síntesis: «En suma: las Novelitas del señor Picón, aparte su tendencia sensualista y nada religiosa, son de una labor tan primorosa y delicada, poseen tal encanto y con tanta elegancia, no reñida con la sencillez, están escritas, que no es posible dejarlas de la mano una vez comenzadas. Yo las he leído de un tirón». Por su parte, Mariano de Cavia comienza asociando el libro a las frutas veranie- gas, para destacar en estas Novelitas «lo jugoso, lo nutritivo, lo robusto, lo bien coloreado, lo bien redondeado, hasta lo carnal de esas frutas del huerto de Picón»; añadiendo: «Nada de aguachirles y empachantes, nada de empalagos y flojeras... Las Novelitas de Picón son de casta y raza. Muy modernas, pero muy españolas; bien trabajadas, pero bien sentidas».56 Considera Cavia que el título es el término que el autor propone implícitamente para designar a la novela corta o nouvelle, cosa que aplaude, manifestando que «el nombre del último libro de Picón ‘debe quedar’». No obstante, juzga que solo al- gunos de los textos son novelitas, mientras que otros constituyen cuentos estrictos. De las primeras —y siguiendo el enfoque genérico planteado—, echa de menos en La prudente un «cuadro más amplio en que moverse [la protagonista] y mayor coro de figuras en torno de la soltera rica». Destaca Un caso de conciencia [sic], «de sana lección y edificante ejemplo, aunque en las sacristías se opine lo contra- rio», y Virtudes premiadas, «que tampoco parecerá muy bien en aquellas trastien- das religiosas, pero en donde hallarán de seguro su triste y lastimosa vera effigies muchos veteranos de las luchas fratricidas por Dios y por el Rey»; y completa su breve recorrido con Un sabio, «que es la que me gusta menos», y El peor conseje- ro, «que es la que me gusta más. Ninguna de las otras llega a esta —si no lo en- tiendo al revés—, en punto a observación exacta, incitante amenidad y fluidez na- rrativa». Los cuentos «no son de menos valor». Relaciona, por la sensualidad y epicu- reísmo de sus confidencias, a las damas galantes de Confesiones con las cortesanas de la antigüedad —apoyándose en «un crítico muy culto» que no sabemos identifi-

56 Mariano de Cavia, «La vida literaria. Libros nuevos.—Novelitas, por Jacinto Octavio Picón...», El Liberal (31-VIII-1892). LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 37

car— y con las modernas de Catulle Mendès. Considera también cuento, «sin que le falte ninguna de las condiciones que pide el género», La monja impía, «narra- ción volteriana, encaminada, como otras del tomo, a limar las garras del monstruo, según la frase del señor de Ferney a nuestro conde de Aranda». Y agrega: «Cuento es igualmente el Todos dichosos, y original y graciosísimo por cierto, en virtud del contraste que ofrece lo cómico del asunto con lo lúgubre del lugar. Este idilio semi- bufo y semi-fúnebre es de lo más saliente y característico del libro de Picón; con todo y con no tener más fondo ni más trazas que las trazas y el fondo de un broma- zo literario». Concluye, en su recorrido por todos los textos del volumen: «Hay, finalmente, en Novelitas algo que no es novela corta, ni cuento largo, ni lo uno ni lo otro, ni pescado ni carne, pero que tiene chicha y tiene limoná. Tal es Doña Georgia, inge- nioso y delicado pretexto [...] para una especie de profesión de fe literaria o credo estético, cuya dorada corteza envuelve sustanciosa miga». Hasta aquí los críticos. No nos ha llegado la reacción de los lectores, directa ni indirecta. Desde luego no alcanzó un éxito memorable de público, pero el hecho de que el libro no se reeditase en los años inmediatos no es más que lo que acostum- braba a suceder con los volúmenes de cuentos, incluso de los autores más celebra- dos, como podría ser ya entonces el propio Picón. La segunda edición, y última hasta nuestros días, fue la de las Obras completas, dentro de las cuales constituyó el decimotercero y postrer tomo, ya en 1928, cinco años después de la muerte de don Jacinto57, incrementando los nueve relatos reseñados con dos más, El agua turbia y La gran conquista, que en 1900 habían compuesto el tomito de Cuentos de la Biblioteca Mignon al que nos referiremos más adelante. A propósito de lo cual nos asalta la pregunta: ¿obedecía a la voluntad del autor el hecho de incluir estos dos cuentos en el libro? Lo ignoramos en absoluto. Ni siquiera conocemos cuál fue su intervención en la preparación o planificación de estos últimos tomos de cuentos de sus Obras completas, pero nos inclinamos a pensar que más bien poca. Tendre- mos ocasión de volver sobre ello. También volveremos en su momento sobre dos volúmenes que constituyen, en cierto modo, reediciones singulares de Novelitas, ambos publicados en América. Nos referimos a La prudente y otros cuentos y a Doña Georgia. Integra el primero una brevísima antología de los cuentos de don Jacinto, con cinco textos, todos los cuales proceden de Novelitas: La prudente, Un sabio, La monja impía, Todos di-

57 Jacinto Octavio Picón, Novelitas. Obras completas, XIII. Madrid: Renacimiento, s.a. (1928), 280 págs. 38 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO chosos y Virtudes premiadas58. El segundo contiene Doña Georgia, La prudente, Caso de conciencia, La monja impía, Un sabio, Virtudes premiadas, El peor con- sejero, Todos dichosos y Las consecuencias; es decir, todos los títulos de Noveli- tas, con la excepción de Confesiones, la inclusión de Las consecuencias —que había aparecido en La Ilustración Española y Americana en enero de 1896—, y la colocación en cabeza del texto que daba título al libro.59

5.3. Cuentos de mi tiempo Solo tres años después, en el otoño de 1895, aparecerá la tercera, y más célebre, de las recopilaciones de relatos breves del narrador madrileño, Cuentos de mi tiem- po60, que reunirá una parte sustancial de los textos que Picón había ido publicando en la prensa, sobre todo en El Liberal entre 1892 y 1895, en años de los de mayor vigencia de la moda del cuento. Componían el volumen estas 16 narraciones, así ordenadas: La amenaza, La buhardilla, El olvidado, La cuarta virtud, Lobo en cepo, El hijo del camino, Los triunfos del dolor, Los favores de Fortuna, Las ple- garias, El nieto, Dichas humanas, El milagro, Elvira-Nicolasa, Sacramento, Santi- ficar las fiestas y La hoja de parra. De todas ellas conocemos la edición periodísti- ca previa: — La amenaza: en El Liberal, 27-VI-1892. — La buhardilla: en EL Liberal, 17-VII-1892. — El olvidado: en El Liberal, 23-VIII-1892. — La cuarta virtud: en El Liberal, 4-XI-1892. — Dichas humanas: en Madrid Cómico, 5-XI-1892. — Lobo en cepo: en El Liberal, 12-IV-1893. — El hijo del camino: en El Liberal, 1-V-1893. — Los triunfos del dolor: en El Liberal, 24-X-1893. — Los favores de Fortuna: en El Imparcial, 22-I-1894. — Las plegarias: en El Liberal, 15-II-1894. — Elvira-Nicolasa: en Madrid Cómico, 17-III-1894. — El nieto: en El Imparcial, 25-XII-1894. — El milagro: en El Liberal, 25-XII-1894. — Sacramento: en El Liberal, 25-II-1895.

58 La prudente y otros cuentos por Jacinto Octavio Picón. Edited with introduction, notes and vo- cabulary by William Thomas Faulkner. Boston: C.A. Koehler & Co., 1905, 155 págs. 59 Jacinto Octavio Picón, Doña Georgia, Buenos Aires: Imp. de La Nación, 1914, 253 págs. (Bi- blioteca de La Nación, 629). 60 Jacinto Octavio Picón, Cuentos de mi tiempo, Madrid: Imp. de Fortanet, 1895, 282 págs. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 39

— Santificar las fiestas: en El Imparcial, 8-IV-1895. — La hoja de parra: en El Liberal, 13-IV-1895.

Como se verá, el libro sigue el orden cronológico sin más que dos leves alteracio- nes, que buscan separar los dos cuentos de Navidad, El nieto y El milagro, y acercar Elvira-Nicolasa a Sacramento, tal vez para resaltar las que resultan dos facetas de la conducta amorosa de la mujer. Y se abre con un prólogo («La primer cuartilla») que viene a ser reflejo de la unidad del conjunto, tanto desde el punto de vista estético como ético, explicación del título y justificación del enfoque adoptado. No hay duda para el autor: el arte debe pretender la consecución de la belleza:

Para instruirnos es la ciencia; para mejorarnos, la moral; para deleitarnos, el ar- te, donde hallan las fuerzas fatigadas alivio y el espíritu ennoblecido recompensa. Si la obra artística ilustra el entendimiento y depura la conciencia, tanto mejor; pe- ro su misión es ser bella, y lo mismo puede realizarla inspirándose en la fe, desco- razonada por la incredulidad, o herida por la duda. Tal creo, y sin embargo quise poner en estas humildes páginas algo que levan- tase el ánimo y moviera la conciencia contra injusticias y errores de que el arte puede ser, si no remedio, espejo, si no enseñanza, aviso.61

Pero, como vemos, no ha de faltar necesariamente la intención moral, que justi- fica a continuación con detalle:

Empezó El Liberal a publicar cuentos y me honró pidiéndome algunos. A ser periódico exclusivamente artístico y literario, hubiera yo trabajado para él de otra suerte: mas imaginé que en un diario político, debía escribir luchando, como sol- dado raso, contra las ideas casi vencidas de lo pasado y a favor de las esperanzas de lo porvenir, no triunfantes todavía. Entonces puse el pensamiento en aquella aspiración de justicia, ya escrita en los códigos, pero que aún es letra muerta en las costumbres. De ellas me inspiré, intentando contribuir a la pintura de esta época, en que una letra de cambio, una obligación, un cheque, pesan en la balanza social más que cuanto representa trabajo, ciencia, estudio y arte. Mis aciertos y mis errores, hijos son de mi tiempo: ni por estos mereceré cen- sura, ni por aquellos soy digno de alabanza: de que enderecé al bien la voluntad, estoy seguro.

En coherencia con todo ello, los aspectos sociales y morales ocupan aquí lugar principal, ya en relación con el amor (El hijo del camino, Los favores de Fortuna, Elvira-Nicolasa, Sacramento), ya con el trabajo (La amenaza, La cuarta virtud, Santificar las fiestas), ya con la religión (El olvidado, Lobo en cepo, Las plegarias,

61 Citamos, aquí y a continuación, por nuestra edición de Cuentos completos, Apéndice 7, vol. II, p. 458. En relación con la estética piconiana, véase CJOPCO II, passim. 40 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

El milagro), y van imbuidos a veces de una dura carga crítica, por lo general implí- cita (La buhardilla, Dichas humanas, La hoja de parra...). En su aparición, el libro cosechó comentarios y reseñas relativamente abundan- tes. Muy breve es la de la Revista Contemporánea62, que califica el libro de «joya», señalando que «cada cuento de los que contiene su última producción encierra un hermoso pensamiento, vestido con las ricas galas del saber profundo y la lozanía de la imaginación clara y fecunda de aquel castizo escritor»; todos ellos «son prodi- gios de observación y enseñanza, concebidos y trascritos con valor, sin gazmoña hipocresía y con la resolución que da la espontaneidad de un talento cultivado en el estudio y en la fe del bien obrar». Tan breve como encomiástica es también la de Mariano de Cavia, quien da cuenta en su artículo de varias joyas literarias —otra vez— del momento: Juanita la Larga de Valera, los Cuentos morales de Clarín, Pachín González de Pereda..., y este libro de Picón: «¿No es un rubí el tomo de los Cuentos de mi tiempo? Rubí es, con el cual, y con sin par intención y sin par agu- deza, lucha a sangre y fuego el valeroso Jacinto Octavio Picón, por aquella “aspira- ción de justicia, ya escrita en los códigos, pero que aún es letra muerta en las cos- tumbres”».63 Más detalladas y destacadas son las críticas de Ruiz de Velasco, Luis Morote y Rodrigo Soriano. Comienza el primero perfilando con justeza al escritor madrileño: «Picón no duda: cree y lucha por sus creencias, a un tiempo mismo apóstol y sol- dado. Cada libro suyo es un paso de armas mantenido por el autor con brío y bi- zarría, justando con lanzas de punta. Fuerte en el acometer y certero en el herir, ni busca tregua, ni pide descanso, ni siente fatiga»64. Combate Picón —prosigue el crítico— contra «la creencia de que la ley escrita y el uso comúnmente admitido son infalibles», y «dolorido por los sufrimientos y miseria de que son causa el fana- tismo, la ignorancia y la rutina, quiere ayudar a su remedio; y busca la lección más en la pintura fiel que en el ingenioso comento». Encuentra Ruiz de Velasco plena demostración de estas afirmaciones en Cuen- tos de mi tiempo, destacando la variedad de asunto y procedimiento y la unidad de «el propósito que los informa y el arte con que están trabajados». Pasa revista con brevedad a los diversos cuentos, con que pretende el autor despertar «las concien- cias adormecidas, para dirigirlas por caminos de caridad y justicia», y distingue los

62 A., «Boletín bibliográfico. Cuentos de mi tiempo, por Jacinto Octavio Picón...», Revista Con- temporánea, XXI, tomo C (octubre-diciembre 1895), pp. 549-550. 63 Mariano de Cavia, «Letras de molde. Dos cartas nuevas del Caballero de la Tenaza», Heraldo de Madrid (14-II-1896). 64 Luis Ruiz de Velasco, «Un nuevo libro de Picón. Cuentos de mi tiempo», El Correo (25-XI- 1895). LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 41

procedimientos empleados: «mientras unos son traslados fieles de la realidad, ins- tantáneas de absoluta verdad —El milagro, Lobo en cepo, Los triunfos del dolor, Sacramento—, mezclan otros la realidad y la fantasía, trasformando la verdad ob- servada en símbolo —El olvidado, La cuarta virtud, Las plegarias, Santificar las fiestas, Dichas humanas—, no faltando alguno que es verdadera fantasía —Los favores de Fortuna—». Todos, no obstante, coinciden en las bellezas que su autor ha puesto en ellos, hacia quien Ruiz de Velasco no escatima elogios: «en unos y otros gallardea el primoroso estilo, el decir castizo, la precisión de dibujo y riqueza de colorido en la descripción, la fuerza y soltura de la narración, la exactitud y ligereza del diálogo, la sutileza y profundidad del análisis, los primores de factura por cuyo constante empleo es Picón reputado con justicia como uno de los mejores prosistas españoles contemporáneos». Concluye el crítico apuntando una posible deficiencia: «Quizá tengan algunos de los cuentos que forman esta colección el defecto de ser sobradamente tendencio- sos; y aun esto más que motivo de censura será objeto de alabanza para los partida- rios de la finalidad moral en las obras de arte»; pero ese supuesto defecto «no pro- viene de censurable descuido», sino que «obedece a propósito deliberado expuesto con franqueza por el autor en la primera cuartilla del libro» (que es el prólogo antes transcrito). Y dictamina: «En su derecho estuvo al pretenderlo; realizó con acierto el honrado propósito; no ha de ser éste motivo para regatear aplausos a la perfección artística de la obra». De esa primer cuartilla —por decirlo con la expresión literal de don Jacinto— parte también Luis Morote en la muy elogiosa crítica del que califica como «her- moso libro»65, para afirmar, ateniéndose a las últimas palabras de ese prólogo, que puede estar seguro el autor de haber enderezado al bien la voluntad: «De todos sus cuentos emana un hondo perfume de bondad, de esa sana bondad que surge a la vez del corazón y del cerebro»; no hay cuento «en que no se condene una gran injusti- cia, en que no se aliente la piedad dirigida al remedio de profundas lástimas, des- venturas, lágrimas [...]. Es un libro bello, pero es al propio tiempo un libro bueno y nuevo». Identificado de lleno con los postulados que Picón plantea en su prólogo y realiza en sus relatos, alaba «esa novedad moral, que consiste en valerse de las más puras, selectas, primorosas formas artísticas, para sacudir a los indiferentes, mover a los tibios y confortar a los buenos, hacia un ideal de mejor organización de los individuos y de las sociedades». Y defiende sin ambages la literatura tendenciosa: «El arte en nuestros tiempos es una función social y una función moralizadora, que de todos los medios necesita valerse la Naturaleza humana para mejor reformarse y

65 Luis Morote, «Cuentos de mi tiempo», El Liberal (16-XII-1895). 42 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO purificarse. Y ningún medio como el de la belleza artística, para penetrar por los sentidos y producir emoción en el alma y crear corrientes de simpatía hacia los desheredados de la tierra». Clasifica en tres grupos los textos de Cuentos de mi tiempo: religiosos, «que son aquéllos en que el autor critica la hipocresía, el fariseísmo» (y cita como ejemplos El olvidado y Lobo en cepo); sociales, «que son aquéllos en que el autor pone al descubierto las desigualdades, las tremendas iniquidades de una sociedad olvidada de la justicia» (La amenaza, La buhardilla, El hijo del camino); y humanos, «que son aquéllos en que se pintan las innatas tendencias de los seres individuales y de los seres colectivos a perpetuar la mentira social» (La hoja de parra, Elvira- Nicolasa); valorando: «El gran artista que es Picón pone en todos ellos tal suma de bellezas, tal caudal de perfecciones, que no en balde se le tiene hoy por una de las personalidades literarias vivas de mayores méritos, de más positiva calidad». Varios meses más tarde, Rodrigo Soriano une en su crítica al Picón de Cuentos de mi tiempo con el Antonio de Valbuena de Novelas menores, al liberal republicano con el carlista intransigente, basando esta asociación en el hecho de «llevar [ambos] sus ideas con fe y con constancia a la literatura»66. En la comparación, contrasta las armas de uno y otro: el mandoble y hasta el garrotazo o la pedrada en el caso de Val- buena, frente a «aquellas pulidas armas que dieron tanta fama a las fábricas toledanas y al taller de Benvenuto» que emplea Picón. Cala muy bien en la índole de la escritu- ra piconiana cuando afirma: «Para “rendir torres altísimas” Picón rebusca el medio de llegar a lo hondo sin que lo note el adversario; su acero no relumbra ni acomete furioso; antes por el contrario, se cuela, silencioso, por la más apretada malla. Picón

66 Rodrigo Soriano, «Crónicas literarias. Picón y Valbuena», El Imparcial (15-VI-1896). Por cierto que asociar por entonces a Picón con Valbuena resultaba verdaderamente pintoresco cuando sabemos que este, comparando a don Jacinto con Clarín, había tildado a aquel de «sectario [...] apasionado y furioso [...], que arremete a ojos cerrados contra todo lo que huele a catolicismo» (Agridulces, políticos y literarios, 2.ª toma [sic], Madrid, La España Editorial, 1893, p. 112). Sobre el curiosísimo personaje que fue Antonio de Valbuena y Gutiérrez (1844-1929), leonés, crítico y escritor mordaz que popularizó los seudónimos Miguel de Escalada y Venancio González, véase J. Cejador y Frauca, Historia de la Lengua y Literatura Castellana, IX, cit., pp. 374-376; así como los varios artículos de Jean-François Botrel: «Cartas a Antonio de Valbuena, ‘Miguel de Escalada’», Tierras de León, XIV (1971), pp. 13-35; «Anto- nio de Valbuena y la novela de edificación (1879-1903)», Tierras de León, LV (1984), pp. 131-144; «Antonio de Valbuena et la langue espagnole: critique et démagogie», Bulletin Hispanique, XCVI, núm. 2 (juillet-décembre 1994), pp. 485-496; y recientemente dos trabajos de Joaquín Serrano Serrano, «Po- lémicas de Antonio de Valbuena con sus contemporáneos sobre la corrección gramatical y los defectos del Diccionario de la Academia», Estudios Humanísticos. Filología, 28 (2006), pp. 185-220; y «Diez calas en la religiosidad del escritor leonés Antonio de Valbuena», Studium Legionense, 48 (2007), pp. 279-316. Últimamente se han reeditado algunas de sus páginas de crítica: Prosa crítica, ed. Nieves Algaba Palacios, León: Instituto Leonés de Cultura, 2001; Rebojos, León: El Búho Viajero, 2004; Caza mayor y menor (no hay metáfora), León: Librería La Trastienda, 2004. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 43

ha herido sentimientos respetabilísimos, valiéndose del apólogo, del cuento al pare- cer indiferente, de la crítica ligera, usando de un lenguaje elegante y frío, vistiéndose con el traje de gala y con la cincelada cota para el desafío». Lo que aplica a Cuentos de mi tiempo, donde «sabe tocar finamente las negruras del problema social en el cuento Una amenaza [sic, por La amenaza]; el corazón de la clase pobre en La buhardilla, cuadro madrileño de grato sabor; el odio de clases en Los hijos del camino [sic, por El hijo del camino]; en Las plegarias las aspiraciones de ricos y pobres; en Sacramento, el mejor de los cuentos, el problema del adulterio triunfante; en Eloísa Nicolasa [sic, por Elvira-Nicolasa] la sórdida avaricia del aldeano». Finalmente, y aun no siendo crítica ni reseña sino comentario puntual en un ex- tenso artículo sobre el movimiento literario contemporáneo en España, no podemos pasar por alto el juicio de Clarín, quien califica los cuentos del tomo de «muy opor- tunos y muy bien escritos»67. Lo que no es poco, dada la escasa inclinación del asturiano hacia la narrativa de don Jacinto.68 El volumen, en su forma y composición iniciales, no ha vuelto a imprimirse hasta hoy, más de un siglo después. La edición de las Obras completas es en reali- dad otro libro —aunque bajo el mismo título de Cuentos de mi tiempo—69, que a los relatos de 1895 añadía los de Juan Vulgar con la excepción de Después de la batalla, como ya se indicó más arriba70. Entre ambas aparece la última de las edi- ciones bonaerenses de los cuentos de don Jacinto, que, ahora titulada Los triunfos del dolor, reúne exactamente los relatos de Cuentos de mi tiempo, sin más altera- ción que la de anticipar el texto que da título al volumen y manteniendo todos los demás en el orden primero71. Es decir: Los triunfos del dolor, La amenaza, La buhardilla, El olvidado, etc.

67 Clarín, «Le mouvement littéraire contemporain», en L’Espagne. Numéro spécial encyclopédi- que de la Nouvelle Revue Internationale. París (2.º semestre 1900). Escribe Alas: «Picón vient de réunir sous le titre de Cuartos [sic] de mi tiempo des travaux de ce genre [el cuento] très opportuns et très bien écrits». Citamos por Leopoldo Alas, Clarín, Obras completas, X. Artículos (1898-1901). Ed. Yvan Lissorgues y Jean-François Botrel. Oviedo: Nobel, 2006, pp. 790-810 (p. 798). 68 Véase el trabajo de Esteban Gutiérrez Díaz-Bernardo, «Clarín y Picón: del desencuentro a la amistad», Revista de Literatura, LXVII, núm. 134 (2005), pp. 441-462; así como, en esta misma serie, CJOPCO I, 3.2.1, pp. 291-302. 69 Jacinto Octavio Picón, Cuentos de mi tiempo. Obras completas, XII. Madrid: Renacimiento, 1925, 271 págs. 70 En el anterior apartado 5.1, nota 49, del presente artículo. 71 Jacinto Octavio Picón, Los triunfos del dolor, Buenos Aires, Imp. de La Nación, 1915, 237 págs. (Biblioteca de La Nación, 650). 44 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

5.4. A caballo entre dos siglos: Tres mujeres, Cuentos y La Vistosa En los años inmediatos, Picón no reúne sus cuentos, o la mayor parte de ellos, en volúmenes como los anteriores de Novelitas o Cuentos de mi tiempo, sino que da a la estampa tres libritos con dos o tres cuentos en cada uno de ellos, tomitos que coinciden también en su formato en dieciseisavo —pequeñísimo: 13 cm—, en el hecho de acompañar el texto de ilustraciones, y en formar parte de sendas colec- ciones. Da la impresión de que debió de popularizarse este tipo de entregas, muy cuidadas pero relativamente baratas —50 céntimos costaba La Vistosa; 75 cénti- mos, los Cuentos; de ambos trataremos a continuación—, que llegaron al éxito con la Biblioteca Mignon, y que sospechamos que debían de remunerar muy bien a los autores. Pero este es un extremo en el que no nos detendremos por ahora72. En otro orden de cosas, es de notar el protagonismo femenino —tan frecuente en Picón, como hemos visto y veremos— en todos estos relatos, y el tema amoroso en casi todos. Así sucede en los cuentos que componen Tres mujeres: La recompensa, La prueba de un alma y Amores románticos73. Los tres habían sido publicados antes en la prensa periódica:

— La recompensa: en el Almanaque de La Ilustración para el año de 1893. — Amores románticos: en La Correspondencia de España, 10-IV- 1893.

72 Indicaremos simplemente que la Biblioteca Mignon fue creada por el editor Bernardo Rodrí- guez Serra en 1899 y continuada por su viuda hasta 1910, llegando a editar un total de 56 tomitos, de entre 90 y 100 páginas casi siempre, entre los que abundan los consagrados al cuento o a la novela corta por autores muy destacados, tanto de la generación de Picón (Clarín, Palacio Valdés, Ortega Munilla), como de las anteriores (Alarcón, Valera, Pereda, Galdós) y posteriores (Arturo Reyes, Blasco Ibáñez, Baroja, Valle-Inclán). Puede verse el catálogo completo en A. Ezama Gil, El cuento de la prensa..., pp. 252-254. Un apunte sobre el éxito de estas publicaciones, en nuestro estudio El cuen- to español del siglo XIX, pp. 158-159 (libro en el que, por cierto, avanzamos algunos de los datos y enfoques sobre nuestro autor aquí desarrollados). A lo expuesto podemos agregar aún algo que ratifi- ca el éxito consignado, y es el hecho de que, en ese mismo 1910 antes citado, la viuda de Rodríguez Serra reeditó el conjunto, no sabemos si total o parcialmente, al mismo precio de 0,75 pesetas el volumen, lo que se deduce de la propia reedición de estos Cuentos de don Jacinto, a la que nos referi- remos a continuación. 73 Jacinto Octavio Picón, Tres mujeres. La recompensa. Prueba de un alma [sic]. Amores román- ticos. Ilustraciones de Klong. Madrid: Fernando Fe, 1896, 180 págs. (Colección Klong). El volumen apareció en otoño de 1896, pues en carta de 27 de octubre de ese año, Valera lo cita como recién publicado (Juan Valera, Ecos argentinos, Madrid: Fernando Fe, 1901, p. 41). LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 45

— La prueba de un alma: en La Ilustración Española y Americana, 30- V-1894 y 8-VI-1894. Se trata de relatos de alta calidad que tienen en común un cierto idealismo, si- guiendo la línea de la novela novelesca que Picón había reivindicado, en la teoría y en la práctica, con Doña Georgia. Volveremos sobre ello.74 El librito se abría con una «Advertencia», fechada en junio de 1896, que era una justificación del título y que, dada su brevedad, no estará de más transcribir aquí:

Cuando los novelistas franceses reúnen varios trabajos cortos en un tomo, le ponen por título el de la obrilla que va impresa en primer lugar; costumbre aquí seguida por algunos y censurada por no pocos, los cuales alegan que engolosinar al público con una portada que parece de novela formal y darle luego una docena de cuentecitos es hacerle víctima de un engaño. Para que no puedas, lector amigo, echarme en cara la misma acusación, te advierto de que estas Tres mujeres no son otros tantos tipos femeninos presentados en una sola y larga acción novelesca, de aquellas en que se pintan las costumbres y se estudian las pasiones, sino tres figu- ras abocetadas en narraciones cortas, donde lo imaginado para entretenerte algún rato pesa más que lo observado para moverte a pensar seriamente en las cosas gra- ves de la vida. Deseando hacerlas agradables a tus ojos, el editor ha vestido y adornado a es- tas Tres mujeres mejor de lo que merecen, dándoles en ropajes y galas lo que les falta de belleza. Premia su trabajo, perdona el mío, y como no creemos ser malos, ambos quedaremos agradecidos.75

Tanto La recompensa como La prueba de un alma se reimprimirían en 1918 en ediciones exentas: aquella en la Biblioteca Estrella76, esta en La Novela Corta77, de donde pasaría aún a La Novela Semanal y a Lecturas años después, fallecido ya el autor.78 Antes, La prueba de un alma había entrado a formar parte de Mujeres (1911), en el tomo cuarto de las Obras completas, en tanto que La recompensa y Amores ro- mánticos pasarían a la colección póstuma Desencanto (1925), también en las Obras completas, tomo undécimo, volúmenes ambos que consideraremos más abajo.

74 Véase CJOPCO II, 2.2, pp. 40-51. 75 J.O. Picón, «Advertencia», Tres mujeres, pp. 9-11, que transcribimos de J.O. Picón, Cuentos completos, Apéndice 8, vol. II, p. 459. 76 Jacinto Octavio Picón, La recompensa. Novela. Madrid: Imp. Clásica Española, 1918, 72 págs. (Biblioteca Estrella, 11). 77 Jacinto O. Picón, La prueba de un alma, en La Novela Corta, año III, núm. 148, 2-XI-1918. 78 Jacinto Octavio Picón, La prueba de un alma, en La Novela Semanal, año V, núm. 207, 27-VI- 1925, 55 páginas. Ilustraciones de Ernesto Durias. Jacinto Octavio Picón, «La prueba de un alma», Lecturas, año V, núm. 50, julio 1925, pp. 669-679. 46 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

De nuevo lo femenino y lo amoroso asocian los dos relatos que en la primavera de 1900 vieron la luz en Cuentos, El agua turbia y La gran conquista79, ambos fechados en 1893, y el primero de ellos, magnífico, ya publicado antes en El Im- parcial del 27 de noviembre de ese año, y reeditado incluso unos meses después en la revista barcelonesa Pro Patria.80 Una vez más se iniciaba el tomito con un breve prólogo, esta vez muy jugoso, en el que don Jacinto mostraba tener plena conciencia de las transformaciones que había ido sufriendo el género cuento, y que él mismo había contribuido a protago- nizar, por cierto:

Las novelas que se escribían hace medio siglo estaban fundadas, casi exclusi- vamente, en el interés de la acción: la mejor era la que se leía con más impaciencia de llegar al fin. Comenzaron luego a escribirse obras del mismo género basadas, no en el in- terés de la acción misma, sino en la índole de los personajes, en el estudio de los caracteres y en la pintura de clases y tipos sociales. Y a estos libros se les siguió llamando novelas. Lo mismo pasa con el cuento, que era antes la «relación de un suceso falso o de pura invención», y se ha convertido en la narración de un episodio de la vida real, o a lo menos tan bien imaginado que lo parezca. Pero se le sigue llamando cuento.81

El volumen mereció una breve reseña en la Revista Contemporánea, en la que el crítico, a más de elogiar los ocho números hasta entonces aparecidos de la Bi- blioteca Mignon, presentaba a Picón «no menos apreciable como crítico de arte que como novelista de justo renombre», y escribía sobre los textos en cuestión: «Los dos cuentecitos que el tomo encierra se titulan Agua turbia [sic] y La gran conquis- ta, narraciones madrileñas hasta los tuétanos, con pintura de tipos de verdadera realidad», que plasma su autor «con rasgos felices y con la habilidad que tanto renombre le ha granjeado en obras de más empeño».82 Del éxito del volumen, sin duda inducido por el de la propia Biblioteca Mignon, da fe su reedición en 1910 —desconocida hasta ahora pero indudable—83, fecha a

79 Jacinto O. Picón, Cuentos. Ilustraciones de Saiz Abascal. Madrid: B. Rodríguez Serra, 1900, 87 págs. (Biblioteca Mignon, 8). 80 Jacinto Octavio Picón, «El agua turbia», Pro Patria, año I, cuaderno VI, junio 1894, pp. 446-457. 81 J.O. Picón, «Al lector», Cuentos, pp. 9-10. Tomamos el texto de J.O. Picón, Cuentos completos, Apéndice 9, vol. II, p. 460. 82 E., «Boletín bibliográfico. Cuentos, por Jacinto O. Picón...», Revista Contemporánea, XXVI, tomo CXVIII (abril-junio 1900), pp. 441-442. 83 Jacinto O. Picón, Cuentos. Ilustraciones de Saiz Abascal. Madrid: Viuda de Rodríguez Serra-A. de San Martín, 1910, 90 págs. (Biblioteca Mignon, 8). Reprodujimos la cubierta original de esta edición en el capítulo de Ilustraciones de nuestra tesis doctoral, Edición crítica y estudio de los Cuen- LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 47

partir de la cual ninguno de estos dos cuentos volvió a ser publicado, hasta que se integraron, como queda dicho, en la segunda edición de Novelitas en 1928.84 En La Vistosa, el primero de los tres relatos que componen el volumen (caso excepcional por ahora) dará título al breve conjunto, que integra además Las coro- nas y Divorcio moral85. No es imposible en esta ocasión que el motivo sea el carác- ter inédito del texto en cuestión, y lo cierto es que solo conocemos versiones ante- riores de los otros dos, que son estas:

— Las coronas: en El Imparcial, 14-I-1895. — Divorcio moral: en La Ilustración Artística, 27-II-1899.

Volvemos a hallar en estos cuentos el protagonismo de la mujer en la relación amorosa bajo diferentes modulaciones: social (La Vistosa), humorística (Las coro- nas) y moral (Divorcio moral). Y volvemos a hallar estos dos últimos en nuevas impresiones periodísticas: Las coronas en la Revista Gris de Bogotá (en julio de 1895), y Divorcio moral en Lecturas Populares, también de Bogotá (en 1914), y en la barcelonesa Lecturas (ya en 1924). Antes, ambos relatos habían pasado al volu- men de Drama de familia, que examinaremos a continuación. Añadamos aún que el cuento La Vistosa fue recogido por Sainz de Robles en su antología86, y que a Divorcio moral le ha cabido el honor de dar título a la reunida y traducida al inglés por Fedorchek, sobre la que volveremos repetidamente en adelante.87

5.5. Drama de familia Muy poco después, Picón volvía a dar a la estampa, en un tomo en octavo, una amplia selección de los cuentos publicados en la prensa en los años anteriores88,

tos completos de Jacinto Octavio Picón (1852-1923), Universidad Complutense de Madrid, 2007, 2 vols. (I, p. 843, ilustración 55). El lector curioso puede encontrar en esta sección (I, pp. 827-854) hasta 92 ilustraciones, con retratos del autor, portadas de algunos de sus libros, facsímiles de cuentos, autógrafos... 84 No reiteraremos lo ya avanzado en el anterior apartado 5.2 del presente artículo. 85 Jacinto O. Picón, La Vistosa. Ilustraciones de L. Valera. Madrid: Miguel Poveda, 1901, 93 págs. (Biblioteca Moderna, 6). 86 Cuentistas españoles del siglo XIX, ed. Federico Carlos Sainz de Robles, Madrid: Aguilar, 1945, pp. 419-439. 87 «Moral Divorce» and Other Stories by Jacinto Octavio Picón, Lewisburg: Bucknell University Press, 1995, pp. 88-95. También dio título mucho antes al número 1197 de la colección Little Blue Book: A Moral Divorce and Other Stories of Modern Spain, Girard, Haldeman-Julius, 1927. 88 Jacinto Octavio Picón, Drama de familia, Valencia: F. Sempere y C.ª, s.a. (pero 1903, como exponemos a continuación), 265 págs. 48 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO que titulaba de nuevo con el primer texto de la serie, al que seguían los que se rela- cionan a continuación, hasta un total de 18: Drama de familia, Una venganza, Sa- crificio, Un crimen, El deber, Hidroterapia y amor, Contigo pan y... pesetas, Las coronas, Lo imprevisto, La Nochebuena del guerrillero, Aventura, Divorcio moral, El socio, Cura de amores, Modesta, Candidato, Modus vivendi y Envidia. Al frente reproducía el autor, con leves retoques, el prólogo «Al lector» que poco antes había formado parte de Cuentos.89 Establecer su fecha de publicación es el primer problema que para nosotros pre- senta el libro90. Anotemos de entrada (sin perjuicio de precisiones ulteriores) que los cuentos que lo componían habían ido apareciendo en la prensa entre 1892 (El socio y La Nochebuena del guerrillero) y 1901 (Cura de amores). Este último año constituiría, por tanto, el término a quo, o sea, el límite más remoto a partir del cual el libro pudo ser publicado; pero lo cierto es que las dos únicas fechas que se han manejado para la aparición del volumen han sido las de 1903 y 190691. Se trata sobre todo, pues, de examinar ambas opciones y ver cuál de ellas debe ser acepta- da, o, en su defecto, descartada. En la relación de obras del autor, ordenada en sucesión cronológica, que apare- ce en la contraportada de los distintos volúmenes de sus Obras completas, Drama de familia figura siempre tras el Discurso leído en la Academia de Bellas Artes para conmemorar el tercer Centenario de la publicación del Quijote (que es de 1905), y en algún caso, hasta se fecha en 1906. Así en el tomo IV, de Mujeres, tanto en su primera (1911) como en su segunda edición (1916). Puesto que la fuen- te de estas listas es razonablemente el propio Picón, el dato parece seguro, y buenos conocedores del autor y su obra vienen a avalarlo: el conde de las Navas en su artí- culo biográfico, Ángeles Ezama en su excelente monografía sobre el cuento en la

89 J.O. Picón, Drama de familia, p. 5, citado en el capítulo anterior. Lo editamos en Cuentos com- pletos, Apéndice 9, vol. II, p. 460. 90 Reelaboramos, en las líneas que siguen, una parte de lo expuesto en nuestro artículo «Tres no- tas bibliográficas sobre Jacinto Octavio Picón: la supuesta segunda edición de Juanita Tenorio (1912), la fecha de Drama de familia y las novelas no publicadas», aparecido en formato electrónico (febrero 2005) en la Biblioteca Miralles (). 91 Hay críticos que, sensatamente, no se han pronunciado sobre la cuestión, limitándose a consig- nar la ausencia de fecha conocida. Es el caso de Enrique Miralles, «La narrativa naturalista: Picón, Coloma y Ortega y Munilla», en Víctor García de la Concha (dir.) y Leonardo Romero Tobar (co- ord.), Historia de la literatura española, 9. Siglo XIX (II), Madrid, Espasa Calpe, 1998, pp. 739-744; y, antes, los de Agustín González de Amezúa, quien no cita la obra en sus «Apuntes biográficos de don Jacinto Octavio Picón», y de Henri Peseux-Richard, en su estudio «Un romancier espagnol: Jacinto Octavio Picón», Revue Hispanique, XXX (1914), pp. 516-585. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 49

prensa, y Robert Fedorchek en su traducción al inglés de una selección de los cuen- tos de don Jacinto.92 No obstante, la fecha más repetida es la de 1903. Es la que hace constar Palau y Dulcet en su Manual93; antes Cejador, la Enciclopedia Espasa, Concha Bretón y Federico Carlos Sainz de Robles94, y después González López, Gutiérrez Díaz- Bernardo, William Rosa y Yolanda Latorre95. En auxilio de esta datación vendría otra lista de obras del autor, ahora del propio volumen de Drama de familia, que cataloga con detalle todos los libros y folletos de Picón hasta esa fecha —sea la que sea—, y que se concluye con El desnudo en el arte, su discurso de entrada en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, que es de 190296. No aparece aquí reseñado el ensayo de 1905 sobre el Quijote. ¿Por qué? Porque, en efecto, Drama de familia es de 1903. Y viene a sacarnos de dudas el propio don Jacinto, quien, si bien al ofrecer a Victoriano Suárez los

92 Juan Gualberto López-Valdemoro, «De mis memorias. Jacinto Octavio Picón y Bouchet», Bo- letín de la [Real] Academia Española, XX, cuaderno XCVII (abril 1933), pp. 243-251 (p. 251). No obstante, hay que decir que este artículo contiene más de un error en las fechas, cuestión en la que ahora no nos detendremos. A. Ezama Gil, El cuento de la prensa y otros cuentos..., p. 246. Robert M. Fedorchek (ed.), «Moral Divorce» and Other Stories by Jacinto Octavio Picón, cit., p. 220. También fecha el libro en 1906, sin duda siguiendo a Ezama, Rafael Alarcón Sierra en su antología De Bécquer a Galdós. Cuentos españoles de Navidad [1998] (Madrid: Clan, 2004, 2.ª ed., p. 264), donde reprodu- ce La Nochebuena del guerrillero (pp. 207-216), perteneciente a esta colección piconiana. 93 Antonio Palau y Dulcet, Manual del librero hispanoamericano, XIII, Barcelona: Librería Pa- lau, 1961, p. 212, ficha núm. 225262. 94 J. Cejador y Frauca, Historia de la Lengua y Literatura Castellana, IX, p. 246; Enciclopedia Universal Europeo Americana, XLIV, Madrid: Espasa-Calpe, 1921, pp. 564-566 (no se extrañe el lector de la cita de esta enciclopedia, muy bien informada sobre don Jacinto, en un artículo redac- tado además en vida del autor, como se desprende de la fecha); Concha Bretón, Jacinto Octavio Picón, novelista. Tesis doctoral. Madrid: Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, 1951, p. 4; Federico Carlos Sainz de Robles, La novela española en el siglo XX, Madrid: Pegaso, 1957, p. 52. 95 He aquí las referencias bibliográficas: Emilio González López, Historia de la Literatura Espa- ñola. La Edad Moderna (Siglos XVIII y XIX). New York: Las Américas, 1965, p. 520; Esteban Gutié- rrez Díaz-Bernardo, Los cuentos de Jacinto Octavio Picón. Memoria de Licenciatura. Universidad Complutense de Madrid, 1977, pp. 51 y 160, y «El cuento en el siglo XIX», en Emilio Palacios Fer- nández (dir.), Historia de la literatura española e hispanoamericana, VI, Madrid: Orgaz, 1980, p. 5; William Rosa, Estudio temático y formal de los cuentos de Jacinto Octavio Picón, Tesis doctoral. Ann Arbor: The Ohio State University, 1984, pp. 51-58; Y. Latorre, «El espíritu como búsqueda en los cuentos de J.O. Picón», p. 158. Agreguemos, para no mentir por omisión, que nosotros mismos, en nuestro libro El cuento español del siglo XIX (pp. 213, 317 y 339), habíamos puesto en duda esta fecha y escribíamos que se publicó «probablemente en 1906». 96 Jacinto Octavio Picón, «Observaciones acerca del desnudo y su escasez en el arte español», en Discursos leídos ante la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en la recepción pública del señor don Jacinto Octavio Picón el día nueve de noviembre de 1902, Madrid: Fortanet, 1902. 50 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO datos de sus obras para la relación de la contraportada tal vez confundió las fechas —o fue este, quién sabe, el que cometió el error—, no pudo equivocarse al datar de su puño y letra el volumen que había donado a la Biblioteca Nacional de Madrid. En efecto, uno de los dos ejemplares que conserva esta institución está firmado y fechado por el autor, quien escribe: «Jacinto Octavio Picón», y a renglón seguido: «25 de Marzo 1904»97. Como no es creíble que Picón errase en su autógrafo, debe descartarse de modo definitivo la fecha de 1906. La conclusión obligada es que Drama de familia apareció en 1903. Por otro lado, el hecho de que no hayamos encontrado ninguna versión periodís- tica —como en el caso de La Vistosa— de Drama de familia, el texto que encabeza el volumen y le da título, nos hace pensar que no es improbable que se trate tam- bién en esta ocasión de un cuento inédito, al que, en parte por ello mismo, el autor elevaba hasta el lugar principal del libro. De todos los demás conocemos su prime- ra edición en la prensa:

— El socio: en Madrid Cómico, 22-X-1892. — La Nochebuena del guerrillero: en El Imparcial, 25-XII-1892. — Hidroterapia y amor: en El Liberal, 14-VII-1893. — Contigo pan y... pesetas: en El Imparcial, 4-XII-1893. — Envidia: en El Imparcial, 15-I-1894. — Sacrificio: en Blanco y Negro, 27-I-1894. — Modus vivendi: en Madrid Cómico, 5-I-1895. — Las coronas: en El Imparcial, 14-I-1895. — Candidato: en El Imparcial, 28-X-1895. — El deber: en Madrid Cómico, 27-VI-1896. — Modesta: en Madrid Cómico, 2-I-1897. — Aventura: en El Liberal, 28-II-1897. — Lo imprevisto: en El Liberal, 18-VII-1897. — Una venganza: en El Liberal, 15-VIII-1897. — Un crimen: en Madrid Cómico, 1-I-1898. — Divorcio moral: en La Ilustración Artística, 27-II-1899. — Cura de amores: en Pluma y Lápiz, 1901.

Como vemos, dominan las tres publicaciones más frecuentadas por Picón en su narrativa breve (El Imparcial, El Liberal y Madrid Cómico) casi en pie de igualdad, dentro de un conjunto —recordémoslo— del que dos de sus textos ya habían aparecido en el volumen de La Vistosa (Las coronas y Divorcio moral).

97 Biblioteca Nacional de Madrid: signatura 4/19753. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 51

También podemos observar cómo el autor ha alterado sensiblemente el orden cronológico de composición de los relatos, buscando tal vez la variedad dentro de la que constituye una importante homogeneidad del libro, lo que queda marcado con nitidez desde el título, por cierto, que aúna los tres ámbitos característicos de la cuentística del autor: lo amoroso, lo social y lo moral, en diversos casos y si- tuaciones que por lo común implican al matrimonio, y a veces a los hijos (fami- lia), en un enfoque adverso o desgraciado (drama). Fundamentalmente morales son El deber, que plantea la moralidad por encima de la legalidad; Envidia, en un caso de rencor entre dos escritores amigos; y La Nochebuena del guerrillero, cuento navideño, de circunstancias, que ambienta en la guerra carlista el perdón del personaje. El amor inmoralizado por causa del interés económico o de la am- bición social se plasma respectivamente en Contigo pan y... pesetas y Candidato; la intolerancia en el amor, en Modesta. El humor envuelve el fracaso amoroso de los personajes de Aventura e Hidroterapia y amor, que se convierte en triunfo del sentimiento en este último, en Sacrificio y en Cura de amores. Los demás —y algunos de los anteriores— responden al Drama de familia: diversas peripecias, enredos, infidelidades hay, además del que da título a la serie, en Una venganza, Un crimen, Lo imprevisto, El socio y Modus vivendi. En contra de lo que resulta habitual en casos anteriores, muy pocos de estos cuentos gozaron de reimpresiones en los periódicos. Ello se comprende al consi- derar que después de 1903 ha pasado a la historia la moda del cuento en la pren- sa, que apenas si demanda ya originales. Y así, solo dos de ellos reaparecieron mucho después: Divorcio moral, en las Lecturas Populares de Bogotá (1914), y en las Lecturas barcelonesas, póstumo (1924); y Sacrificio, poco antes (diciem- bre de 1923), en esta misma revista catalana. Ambos relatos, por cierto, pasarían también a otro libro, Mujeres (1911), junto con Un crimen y Cura de amores. Drama de familia constituyó un éxito editorial de cierta importancia —que, como casi siempre, contrasta con el absoluto olvido posterior—, puesto que a la impresión original se sumaron tres más, la primera de ellas en Argentina en 191598, mientras que las dos restantes son reediciones valencianas, también sin fechas, como la de 1903, pero de hacia 1915 y 1922, respectivamente99. Lo que no es poco, como vamos observando, para un volumen de cuentos.

98 Jacinto Octavio Picón, Drama de familia, Buenos Aires: Imp. de La Nación, 1915, 303 págs. (Biblioteca de La Nación, 641). Reproduce los cuentos de la primera edición, con el añadido, al final, de Tentación, que procedía del Álbum Salón (1-II-1899, pp. 34-35). 99 Las dos, publicadas también en Valencia, por F. Sempere y Compañía y por Prometeo Sociedad Editorial, respectivamente. Ambas constan de 220 páginas y solo difieren en algunas leves correccio- nes, tanto de la puntuación como del texto. 52 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

5.6. La prudente y otros cuentos Prosiguiendo nuestro recorrido cronológico, nos detendremos con brevedad en este libro, ya citado antes, que solo hasta cierto punto pertenece de hecho a Picón. Co- mo señalábamos, se trata de una edición parcial de Novelitas, o, si se quiere, de una breve antología de cuentos del autor que reúne cinco de los nueve relatos que habían integrado ese volumen en 1892100. Constaba, en este orden, de La prudente, que daba título al libro, seguido de Un sabio, La monja impía, Todos dichosos y Virtudes premiadas. Los cuentos, en versión original castellana, iban precedidos de una breve introducción del editor, de cuatro páginas, en inglés, y seguidos por una buena cantidad de notas (que ocupaban 27 páginas), también en lengua inglesa, con equivalencias y comentarios lingüísticos, así como explicaciones históricas, ge- ográficas, políticas, sociológicas..., a las que se añadía aún un extenso vocabulario (de 44 páginas), en orden alfabético, de términos castellanos con su traducción inglesa. Todo lo cual configura un libro excelente si atendemos a la finalidad con que Faulkner lo concibe: el aprendizaje de nuestro idioma por los jóvenes estadouni- denses. Sin embargo, no tiene para nosotros, como estudiosos y editores de Picón aquí y ahora, apenas ningún valor. Expongamos las razones de nuestra descalifi- cación, a pesar de que, como señala el editor, el propio Picón no solo le autorizó la publicación de los cuentos, sino que le proporcionó datos para elaborar la in- troducción. No es lo más grave que el citado preámbulo, en líneas generales acertado, con- tenga algunos errores (que no creemos que provengan de don Jacinto): el año de nacimiento, por ejemplo (que sitúa en 1853), o la fecha de aparición de Novelitas (1888, según Faulkner). Lo verdaderamente negativo se produce en la transcripción misma de los textos, que el editor altera según su voluntad. Nos explicaremos. No es que adapte alguna expresión o retoque algún pasaje en razón de la dificultad que presentarían para lectores extranjeros, lo cual bien podría aceptarse en un enfoque didáctico o pedagógico del asunto (siempre que el colector lo hubiera advertido, claro está), sino que, reproduciendo el original tal cual, omite expresiones, frases o parágrafos enteros que, deducimos, le parecen inconvenientes por inmorales u obs- cenos. Es decir, no hay cambios sino supresiones, de donde se desprende la menta- lidad del censor, no la del profesor.

100 Véase nuestra anterior sección 5.2. No estará de más consignar la ficha completa del libro: La prudente y otros cuentos por Jacinto Octavio Picón. Edited with introduction, notes and vocabulary by William Thomas Faulkner, A.M., Professor of the Spanish language and literature in The National Correspondence Institute, Washington, D.C. Boston, Mass.: C.A. Koehler & Co., 1905, VI + 155 págs. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 53

Bastarán dos ejemplos del primer capítulo del primer cuento, La prudente, para avalar lo que afirmamos. Cotejamos el texto de la edición en libro de 1892 (N) con el ofrecido por Faulkner (F). Leemos en el primero (son palabras del narrador):

Otras dos personas había con ella en el palco: un caballero que se pasó la no- che leyendo periódicos y una señora vestida con todo el lujo que puede inspirar y pagar la más desatalentada riqueza. Eran sus padres, pero la verdad es que no lo parecían. Ni uno ni otro daban señales de gozar con la música, y eso que la ópera puesta en escena era hermosísima. Estuve observándoles gran parte de la noche. ¡Qué tipos tan diferentes! Los papás vulgares y ordinarios: la hija elegante y aristocrática. Mirando alternativa- mente al padre y á la chica se me ocurrieron ideas poco favorables á la fidelidad conyugal de la mamá: me costaba trabajo creer que aquella muchacha tan fina fue- se obra de un hombre tan basto. Y sin embargo tal vez fuesen injustas mis suposi- ciones, porque las plantas de corteza más tosca suelen dar las flores más delicadas. Al terminar la función salí al vestíbulo y les esperé en el arranque de la escale- ra. Bajó delante de sus padres, enseñando los pies que eran tan bonitos como las manos, envuelta en un magnífico abrigo de felpa blanca guarnecido de pieles ne- gras, sin nada en la cabeza y dirigiendo á uno y otro lado miradas indiferentes, ca- si despreciativas (N, pp. 6-7).

Otras dos personas había con ella en el palco: un caballero que se pasó la no- che leyendo periódicos y una señora vestida con todo el lujo que puede inspirar y pagar la más desatalentada riqueza. Eran sus padres, pero la verdad es que no lo parecían. Ni uno ni otro daban señales de gozar con la música, y eso que la ópera puesta en escena era hermosísima. Al terminar la función salí al vestíbulo y les esperé en el arranque de la escale- ra. Bajó delante de sus padres, enseñando los pies que eran tan bonitos como las manos, envuelta en un magnífico abrigo de felpa blanca guarnecido de pieles ne- gras, sin nada en la cabeza y dirigiendo á uno y otro lado miradas indiferentes, ca- si despreciativas (F, p. 2).

Y poco más abajo (habla un personaje):

—Es hija de esos que van detrás; riquísima; heredará unos cuantos millones de pesetas. Y sin embargo ni se ha casado, ni se casa ni se casará probablemente ja- más.—Y como yo hiciese un gesto de asombro añadió:—No, no creas que ha per- dido ni malgastado lo que Dumas llamó el capital de las muchachas. Dicen que es muy fría. En fin..... no quiero contarte la causa de esa doncellez forzada: lo encan- tador es oírselo á ella misma, como se lo he oído yo. Procura que te presenten, haz lo posible por inspirarle confianza, y si accede algún día á referirte los motivos en que funda su decisión de morir soltera pasarás un buen rato. Manolita es lo que llaman los novelistas de ahora un documento humano (N, p. 8).

—Es hija de esos que van detrás; riquísima; heredará unos cuantos millones de pesetas. Y sin embargo ni se ha casado, ni se casa ni se casará probablemente ja- 54 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

más.—Y como yo hiciese un gesto de asombro añadió:—Dicen que es muy fría. En fin..... no quiero contarte la causa de esa doncellez forzada: lo encantador es oírselo á ella misma, como se lo he oído yo. Procura que te presenten, haz lo posi- ble por inspirarle confianza, y si accede algún día á referirte los motivos en que funda su decisión de morir soltera, pasarás un buen rato. Manolita es lo que llaman los novelistas de ahora un documento humano (F, p. 3).

Disculpará el lector que nos hayamos permitido facilitarle la tarea subrayando lo suprimido. No hay duda de que Faulkner (un párrafo en el primer caso, una frase en el segundo) evita lo que resulta a su juicio lúbrico, impúdico. Nótese que, por lo demás, solo una coma varía entre texto y texto. Por tanto, es fiel al original..., siempre que el autor no traspase los límites de lo permitido... por Faulkner. En consecuencia, no presenta este libro, como decíamos, ninguna validez tex- tual. Pero debemos reseñarlo al detallar la historia externa de los cuentos del narra- dor madrileño, así como subrayar, a través del caso, la alta consideración que la narrativa breve de Picón merecía, incluso fuera de nuestras fronteras, donde se presentaba nada menos que como modelo (idiomático; no moral, por lo que parece) a los estudiantes de español.

5.7. El último amor En 1910, coincidiendo en el tiempo con el regreso del autor a la novela en su Jua- nita Tenorio, ve la luz este tomito en el que Picón reunía diez cuentos, casi todos ellos ya publicados en volumen. Digamos de entrada que se trata de un libro hoy rarísimo, que citaba Palau en su Manual, y que nadie —al menos de quienes nos habíamos ocupado del narrador madrileño— había visto101. En nuestro minucioso rastreo pudimos hallar un ejemplar, tal vez único, al que hemos tenido acceso.102 Se trata físicamente de un librito muy modesto, en octavo, que recoge los si- guientes cuentos: El último amor, El pobre tío..., Lo más excelso, La chica de la caja, Se vende, El retrato, Eva, La muerte de un justo, En la puerta del cielo y

101 A. Palau y Dulcet, Manual del librero hispanoamericano, XIII, pp. 212-213, ficha núm. 225269. Da la impresión de que el propio Palau tampoco lo había visto, pues lo presenta como publi- cado sin fecha, cuando esta aparece claramente en la portada del volumen. 102 Jacinto Octavio Picón, El último amor, Barcelona: Sociedad General de Publicaciones, 1910, 139 págs. El ejemplar se encuentra en la Biblioteca Daniel Cosío Villegas, de El Colegio de México, en México, D.F., bajo la signatura CE/863.6/P595u. Hemos podido obtener una copia microfilmada tras muy laboriosas gestiones, culminadas por nuestro querido amigo Carlos Sáenz García, hoy abo- gado general de la Universidad de Chihuahua, y por Arnau Gutiérrez Camps, hijo de quien esto escri- be. Quede aquí, con sus nombres, consignado nuestro agradecimiento hacia ambos. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 55

¿.....?103 Es el único de los volúmenes de cuentos de Picón publicado en la capital catalana, que, recordemos, había frecuentado y frecuentaría aún de manera desta- cada con sus colaboraciones, sobre todo en los años noventa, en La Ilustración Artística (1882 y 1899-1900), La Semana Cómica (1890), Pro Patria (1894), Bar- celona Cómica (1898), Álbum Salón (1899), Hispania (1899), Pluma y Lápiz (1901) y Lecturas (1922-1928).104 Con el tomo de El último amor, Picón continuaba la práctica, iniciada en La Vistosa y prolongada en Drama de familia, de titular con el primer cuento de la serie, e inauguraba la de mezclar casi a partes iguales textos inéditos (cuatro) en libro con reediciones (seis). Los que se publicaban en volumen, tras la versión pe- riodística inicial, eran estos:

— El último amor: en Apuntes, 5-VII-1896. — El pobre tío...: en El Liberal, 27-VI-1897. — Lo más excelso: en El Imparcial, 3-IV-1899. — La chica de la caja: en Blanco y Negro, 27-I-1900.

Como se verá, se trataba de cuatro de los cuentos más relevantes que no habían tenido cabida en los libritos de fines de los noventa ni en Drama de familia, orde- nados siguiendo la cronología de su composición y publicación en la prensa, a los que se agregaban seis más procedentes remotamente del volumen de Juan Vulgar, y más directamente de las páginas de La Semana Cómica, revista en la que Picón los había reeditado en 1890, ordenados por cierto según la fecha de aparición en esta publicación barcelonesa: Se vende (20-VI-1890), El retrato (5-IX-1890), Eva (12-IX-1890), La muerte de un justo (19-IX-1890), En la puerta del cielo (10-X- 1890) y ¿.....? (30-X-1890). La selección y distribución de los relatos no deja lugar a la duda en cuanto a la intervención del autor en la preparación del libro. Menos todavía si entramos en los textos mismos, con correcciones numerosas y de relieve en casi todos ellos, y, más aún, en los casos de El último amor y de los seis cuentos procedentes de Juan Vul- gar y La Semana Cómica, que presentan las versiones que acabarán siendo defini-

103 Mantenemos los títulos en la forma en que figuran en el volumen. El pobre tío..., sin embargo, que conservaba los puntos suspensivos de la edición periodística de El Liberal, acabará perdiéndolos en la versión definitiva de la segunda edición de Mujeres. Consulte el lector la ficha previa al texto en nuestra edición del cuento (Cuentos completos, II, p. 178). 104 A las que debe añadirse, fuera ya de los cuentos, su novela La honrada, publicada en una cui- dadísima edición de la casa Henrich y Compañía en 1890. 56 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO tivas. Por ello, se trata de un librito de importancia textual máxima en el conjunto de la obra cuentística de don Jacinto.105 De estas diez narraciones, El último amor no volvería a ser editada, a diferen- cia de todas las demás, que pasaron en un caso a Mujeres (El pobre tío...) y en seis más (las de Juan Vulgar) a la edición póstuma de Cuentos de mi tiempo en las Obras completas, en tanto que El retrato, Lo más excelso y La chica de la caja gozarían aún de una nueva impresión barcelonesa en la revista Lecturas poco antes de la muerte del autor (La chica de la caja y Lo más excelso, en los números de mayo y julio de 1923, respectivamente) o varios años después (El retrato, en mayo de 1927). No conocemos críticas ni reseñas sobre el volumen, pero desde aquí insistire- mos en la calidad de sus textos (sobre todo la de los antes inéditos en libro, y en especial El último amor, obra maestra indiscutible) y en su relevancia textual, por todo lo cual debe ser considerado como uno de los libros fundamentales en la bi- bliografía de la narrativa breve de Octavio Picón. Comprenderá el lector que su rescate nos haya llenado de satisfacción.

5.8. Mujeres Con ser grande la importancia de El último amor, lo es mayor aún la de Mujeres, la colección de relatos que, como tendremos ocasión de comprobar, más y mejor pro- yecta en conjunto la narrativa breve del autor. En parte, por la cantidad misma de los textos, en número semejante (17) al de Cuentos de mi tiempo (16) o Drama de familia (18), pero sobre todo por su calidad, representatividad, extensión temporal y validez textual, al ser el último de los libros de cuentos que Picón planeó, dio en persona a la imprenta y hasta corrigió para su reedición. El volumen vio la luz en 1911, como tomo cuarto de las Obras completas, y primero y único de cuentos publicado en vida de su autor dentro de la serie106. Con- tenía, así ordenados, relatos que se extendían a lo largo de más de veinticinco años —casi toda su carrera como escritor de cuentos—, en fechas que Picón hacía cons- tar al final de cada texto107: Después de la batalla, Lo pasado, La prueba de un

105 Lo comprobará el lector acudiendo a los textos de nuestra edición de los respectivos relatos (Cuentos completos, passim). 106 Jacinto Octavio Picón, Mujeres. Obras completas, IV. Madrid: V. Prieto y Compañía, 1911, 280 págs. 107 Con un error, puesto que da 1896 como fecha de La prueba de un alma. Y lo es, pero de su primera edición en el libro (Tres mujeres), no en la prensa, como se observa en la relación que sigue. En todos los demás casos, sin embargo, el año que se consigna es el de la edición periodística. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 57

alma, La última confesión, Almas distintas, Redención, Fruta caída, El pobre tío..., La dama de las tormentas, Sacrificio, Boda de almas, Los decadentes, Un crimen, Divorcio moral, Narración, Cura de amores y El ideal de Tarsila. La amplitud cronológica de la muestra, así como el hecho de que varios de los cuentos ya habían aparecido en libro, nos hace sospechar (pero nos guardaremos mucho de afirmarlo) que este iba a ser tal vez uno de los contados volúmenes dedicados al relato breve en las Obras completas, que reunirían así entonces todas las novelas y solo una muestra de los cuentos (al fondo una vez más la escasa consideración del género, incluso para su autor).108 De casi todos ellos conocemos la primera versión periodística. En orden cro- nológico:

— Después de la batalla: en El Imparcial, 23-X-1882. — El ideal de Tarsila: en Madrid Cómico, 1-I-1888. — Sacrificio: en Blanco y Negro, 27-I-1894. — La prueba de un alma: en La Ilustración Española y Americana, 30- V-1894 y 8-VI-1894. — Fruta caída: en Madrid Cómico, 4-I-1896. — Redención: en El Imparcial, 22-VI-1896. — Los decadentes: en El Imparcial, 6-VII-1896. — El pobre tío...: en El Liberal, 27-VI-1897. — Un crimen: en Madrid Cómico, 1-I-1898. — Almas distintas: en El Imparcial, 9-I-1899. — Divorcio moral: en La Ilustración Artística, 27-II-1899. — La dama de las tormentas: en Letras de Molde, 19-II-1900. — Cura de amores: en Pluma y Lápiz, 1901. — Lo pasado: en La Lectura, 1901. — Narración: en El Cuento Semanal, 3-I-1908.

No hemos sabido documentar, si es que no eran inéditos, la primera aparición de los relatos Boda de almas (1899) y La última confesión (1901). Y varios más, como quizá recuerde el lector, habían formado parte de libros anteriores. Son los casos de Después de la batalla (Juan Vulgar); El pobre tío... (El último amor); Sacrificio, Un crimen y Cura de amores (Drama de familia); y hasta se daba el

108 Ninguno de los libros de cuentos anteriores, si atendemos a las ediciones periodísticas, abarca un arco cronológico que vaya más allá de los nueve años, y lo más frecuente es que la distancia tem- poral entre el primero y último de los cuentos de cada serie sea bastante menor. 58 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO caso, con Divorcio moral, de una triple edición (antes en La Vistosa y en Drama de familia). Con Mujeres, Picón vuelve al título genérico, comprensivo del conjunto, que pone a la vez de relieve el que constituye uno de los elementos más destacados de toda la obra narrativa del autor, el personaje femenino, eje absoluto de la colección, que parece marcada en su ordenación por los cuentos de amor sensual, frívolo o regocijado, situados en primero y último lugar (Después de la batalla y El ideal de Tarsila) y en el centro exacto (La dama de las tormentas); en todos ellos, no obs- tante, hallamos protagonistas activas del suceso amoroso, muchas veces seductoras (Fruta caída, Redención, Narración) y otras veces víctimas (El pobre tío..., La última confesión, Lo pasado, Boda de almas). No conocemos ecos en forma de críticas o reseñas al hilo de su aparición, lo que no significa en modo alguno que no suscitase la obra el interés de los lectores. A corroborarlo vienen ediciones posteriores de varios cuentos en periódicos, revistas, series o colecciones: Después de la batalla, Divorcio moral y Almas distintas, jun- to a La amenaza (de Cuentos de mi tiempo), integrarán, conservando el título Mu- jeres, uno de los números de 1914 del suplemento literario de El Tiempo de Bo- gotá; una versión dramatizada del primero de esos cuentos aparecerá en Los Con- temporáneos del 15 de enero de 1915; La prueba de un alma pasará sucesivamente por La Novela Corta (2-XI-1918), La Novela Semanal (27-VI-1925) y Lecturas (julio de 1925), la revista que antes había reeditado Sacrificio, Boda de almas y Divorcio moral, en diciembre de 1923 y enero y julio de 1924, respectivamente. Y sobre todo las reediciones del tomo mismo. Ya en 1916 salió una segunda edición, corregida por el autor —y por ello de una gran importancia a la hora de fijar el texto crítico de estos cuentos—109, a la que sucedió aún una tercera, tras la muerte de don Jacinto pero al calor de los últimos volúmenes de cuentos de las Obras completas110. Y hasta una cuarta, ya en nuestros días, muy humilde desde todos los puntos de vista, pero tan valiosa, paradójicamente, como para ser la única edición española de uno de los libros de cuentos de Picón publicada en los últimos 80 años111. Lo que no es liviano mérito entre tanta penuria.

109 Jacinto Octavio Picón, Obras completas, IV. Mujeres. Madrid: Renacimiento, 1916, 2.ª edi- ción, 288 págs. Sobre su relevancia textual, véase la Introducción a nuestra edición de Cuentos com- pletos. 110 Jacinto Octavio Picón, Obras completas, IV. Mujeres. Madrid: Renacimiento, s.a. (pero no an- terior a 1928), 3.ª edición, 286 págs. El calor al que nos referimos era el proporcionado por las edicio- nes, ya citadas, de los últimos tomos (XI, XII y XIII) de las Obras completas del narrador madrileño, correspondientes respectivamente a Desencanto, Cuentos de mi tiempo y Novelitas. 111 Jacinto Octavio Picón, Madrid: Koty, 2000, 186 págs. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 59

5.9. Las ediciones bonaerenses de los años diez A caballo de las dos impresiones de Mujeres aparecidas en vida de Picón, entre 1913 y 1916 vieron la luz sucesivamente en Buenos Aires cuatro tomos de cuentos a los que nos hemos ido refiriendo en páginas anteriores y en los que centraremos ahora de manera fugaz nuestra atención para dar continuidad a la perspectiva cro- nológica. Todos ellos, publicados en la extensa colección que iba formando el pe- riódico La Nación, parecen abonar una importante recepción de los relatos breves de Picón en la República Argentina, pero es algo que no sabemos documentar, y bien que lo lamentamos112. Por otra parte, son fieles a las ediciones originales de los libros de que proceden, de los que apenas si se apartan, lo que lleva a pensar que Picón se limitó a enviar a la imprenta las versiones previas ya publicadas sin más que algunos retoques en la puntuación. El resultado es el de unos tomos mo- destos, en octavo, pero editados con pulcritud y que ofrecen textos fiables. Juan Vulgar supone la cuarta edición del libro de 1885, y contiene, como este, la novelita que da título al volumen y los trece cuentos que la acompañan113, man- teniendo tal cual el orden de los textos, de Lo ideal a La muerte de un justo.114 En cambio, Doña Georgia y Los triunfos del dolor alteran el orden buscando un nuevo rótulo a libros anteriores que sin duda Picón deseaba no quemar, quién sabe si pensando en la edición de las Obras completas, empresa a la que estaba consa- grado a la sazón. Doña Georgia115 contenía los siguientes cuentos: Doña Georgia, La prudente, Caso de conciencia, La monja impía, Un sabio, Virtudes premiadas, El peor con- sejero, Todos dichosos y Las consecuencias; esto es, los mismos de Novelitas, el volumen de 1892, con la exclusión de Confesiones, el segundo de los relatos de esta serie, y con el añadido, cerrándola, de Las consecuencias, además del cambio de situación de Doña Georgia, ahora en cabeza y antes en sexto lugar.116

112 Véase antes, capítulo 4, nota 35. Recuérdese aún que la misma colección había publicado tam- bién Lázaro en 1914 (Biblioteca de La Nación, 592). 113 Jacinto Octavio Picón, Juan Vulgar, Buenos Aires: Imp. de La Nación, 1913, 302 págs. (Bi- blioteca de La Nación, 561). De los dos únicos ejemplares localizados, en la Biblioteca General de la Universidad de Málaga y en la British Library, aunque aquél carece de cubierta y éste la conserva muy deteriorada, colegimos con relativa claridad el número de la colección, 561, que solo figura en el exterior del libro. 114 La lista, por tanto, es la ya relacionada antes (apartado 5.1). 115 Jacinto Octavio Picón, Doña Georgia, Buenos Aires: Imp. de La Nación, 1914, 253 páginas (Biblioteca de La Nación, 629). 116 Para mayores precisiones, véase antes, el apartado 5.2. En cuanto a Las consecuencias, proced- ía de La Ilustración Española y Americana (8-I-1896) y era inédito en libro. 60 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

Los triunfos del dolor117 estaba compuesto por el cuento que daba título al vo- lumen, seguido, en este orden, de La amenaza, La buhardilla, El olvidado, La cuarta virtud, Lobo en cepo, El hijo del camino, Los favores de Fortuna, Las ple- garias, El nieto, Dichas humanas, El milagro, Elvira-Nicolasa, Sacramento, Santi- ficar las fiestas y La hoja de parra; por tanto, se trataba con exactitud de los textos de Cuentos de mi tiempo, con el solo cambio de la ubicación de Los triunfos del dolor, que pasaba del séptimo al primer lugar. Estas nuevas colecciones dan pie a un par de consideraciones de interés. Deriva la primera de lo recién apuntado acerca de la variación del orden de estos cuentos iniciales y de su consiguiente función como título de los volúmenes respectivos, lo que supone su puesta en valor: Doña Georgia y Los triunfos del dolor —nos refe- rimos a los relatos, claro está— quedan así destacados, elevados por encima del conjunto, valorados de forma implícita por Picón, de quien no conocemos estima- ciones expresas sobre sus cuentos. Por otra parte, no hay duda de que ambos volúmenes fueron preparados por el autor, y si bien se mantienen los textos sin apenas alteraciones, sí hay retoques en la puntuación, que en conjunto mejora sensiblemente la de versiones anteriores. Con ello, desde el punto de vista textual, nos hallamos ante libros muy valiosos, que suponen, con pocas excepciones —Confesiones y Un sabio para el primero; Los triunfos del dolor, El milagro y Santificar las fiestas en el caso del segundo—, las últimas versiones de dos de los libros capitales de la cuentística piconiana: No- velitas y Cuentos de mi tiempo. Entre uno y otro aparecía una nueva edición de Drama de familia, volumen, por cierto, que hasta nuestros días había pasado inadvertido para los estudiosos de Pi- cón118. Contenía los cuentos de la publicación original de 1903 con el añadido, al final, de Tentación, un texto de 1899 inédito en libro.119

5.10. Desencanto Llegamos por fin en nuestro recorrido cronológico al último de los libros de cuen- tos de Picón, póstumo, no sabemos si dispuesto por él antes de morir, pero en todo caso con algunas de sus obras maestras en el género de la narración breve. Apare-

117 Jacinto Octavio Picón, Los triunfos del dolor, Buenos Aires: Imp. de La Nación, 1915, 237 pá- ginas (Biblioteca de La Nación, 650). 118 Jacinto Octavio Picón, Drama de familia, Buenos Aires: Imp. de La Nación, 1915, 303 págs. (Biblioteca de La Nación, 641). 119 Álbum Salón, año III, núm. 35, 1-II-1899, pp. 34-35. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 61

ció dentro de las Obras completas, al igual que el anterior Mujeres y los posteriores Cuentos de mi tiempo y Novelitas.120 El volumen contenía, así ordenados, estos doce relatos: Desencanto, Rivales, La recompensa, Amores románticos, La novela de una noche, Lo ignorado, Cadena perpetua, Lo mejor del hombre, La verdadera, Escrúpulos, Rosa la del río y La flor de la patata. Nada sabemos de Lo mejor del hombre, que no creemos inédito. El resto había ido apareciendo en la prensa, en almanaques o en series, en una am- plia cronología que, como se verá, se extiende a lo largo de más de quince años:

— La recompensa: en Almanaque de La Ilustración para el año de 1893. — Amores románticos: en La Correspondencia de España, 10-IV-1893. — Escrúpulos: en Almanaque de La Ilustración para el año de 1897. — Cadena perpetua: en Almanaque de La Ilustración para el año de 1898. — Lo ignorado: en Vida Nueva, 18-XII-1898. — La novela de una noche: en Hispania, febrero y marzo de 1899. — La verdadera: en Blanco y Negro, 6-V-1899. — La flor de la patata: en Blanco y Negro, 1-I-1900. — Rosa la del río: en Nuevo Mundo, 4-IV-1900. — Desencanto: en El Cuento Semanal, 4-I-1907.121 — Rivales: en El Cuento Semanal, 15-V-1908.

Dos de ellos —tal vez lo recuerde el lector—, La recompensa y Amores román- ticos, habían formado parte del librito Tres mujeres (1896)122, y dos más, Desen- canto y Rivales, conocieron aún reimpresiones en El Cuento Azul (21-XII-1929) y La Novela Semanal (26-XII-1925), respectivamente. El título de la recopilación, como otras veces, viene dado por el del primer rela- to de la serie, aunque, como ocurría en Drama de familia, no parece gratuito cons- tatar que, contemplado el conjunto, el título adquiere nuevo valor, pues ese senti- miento, el desencanto, atraviesa en la práctica todo el volumen. Se deba a quien se deba, no caben dudas de que el rótulo resulta un verdadero hallazgo.

120 Jacinto Octavio Picón, Obras completas, XI. Desencanto. Madrid: Renacimiento, s.a. (1925), 310 págs. 121 Recuérdese que es el relato al que le correspondió el honor de abrir la serie de El Cuento Se- manal. Este de primeros de enero de 1907 es el número 1. Véase el artículo inicial de esta serie, CJOPCO I, p. 264, nota 70. 122 De La recompensa hay aún una edición previa a la de Desencanto dentro de la Biblioteca Es- trella (Madrid: Imp. Clásica Española, 1918). 62 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

La disposición del todo deriva de la extensión de sus partes: tras Desencanto y Rivales (de 64 y 71 páginas, respectivamente, en la edición de las Obras comple- tas) siguen tres piezas intermedias (que ocupan entre las 24 páginas de Amores románticos y las 34 de La recompensa), para continuar con las más breves (entre las 8 de Escrúpulos y las 16 páginas de Cadena perpetua). Amor, matrimonio y adulterio centran las más de estas narraciones, con un fon- do general, frecuente en el autor, de melancolía, tristeza y hasta dolor, de ese des- encanto, en suma, ante la desdicha en el matrimonio, ante los papeles sociales del hombre y la mujer, ante la mojigatería moral... La contraposición en el amor entre el cuerpo y el espíritu preside Rivales y La novela de una noche. El adulterio une a Lo ignorado con Rosa la del río y Cadena perpetua, cuento este que plantea una solución tan ingeniosa como convincente: Nicolás condena el matrimonio de Javier y Antonia a la cadena perpetua de una convivencia de desamor ante la imposibili- dad legal del divorcio. Algunos presentan casos morales: Escrúpulos abunda en el tema del conflicto entre legalidad y conciencia, resuelto a favor de esta con una moraleja casi explícita del narrador. No muy lejos de la propuesta de Lo mejor del hombre: el médico está obligado a curar al loco, contribuyendo así a su infelicidad. La verdadera es la caridad que compromete a los ricos ante los pobres, en un cuen- to que tiene mucho de apólogo; algo que se da también en La flor de la patata (Pa- ra los niños de los ricos), alegoría social a la vez que formulación estética implíci- ta, y que viene a mostrarnos cómo la literatura de almanaque puede alcanzar una muy alta calidad.

6. ENTRE LA PRENSA Y EL LIBRO

Aunque en cierto modo andan dispersas por apartados anteriores, queremos siste- matizar aquí las referencias a algunos medios de difusión de los cuentos de Picón —y de tantos otros autores del momento— que se encuentran a caballo entre los periódicos y revistas por un lado, y los libros por otro. Nos referimos a almana- ques, álbumes, misceláneas, series, colecciones, folletos..., no siempre fáciles de clasificar con precisión. Como hemos ido viendo, el camino habitual de los textos va —cuando va— de la prensa al libro: los cuentos suelen tener como destino inmediato el periódico o la revista, desde donde, y andando el tiempo, alcanzan a veces la pequeña gloria de ser agrupados en conjuntos más o menos homogéneos y publicados en volumen. Pero existen medios afines a unos y otros, o que son incluso propiamente a veces prensa y a veces libro. Es lo que sucede con los almanaques, o números LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 63

especiales con los que muchas publicaciones periódicas inician el año: en ocasio- nes, se trata de la misma revista o diario, con algunas o bastantes páginas más, pero sin dejar de ser el ejemplar del periódico del día en cuestión (del día de Año Nuevo en el caso de los diarios, de ese mismo o cercano en el de las revistas), con la numeración correspondiente; en otras, sin embargo, constituyen de hecho verdaderos libros al margen de la secuencia diaria, semanal, quincenal, men- sual..., de la publicación. Ediciones periodísticas de varios cuentos de Picón responden a uno y otro su- puesto. Sin ánimo de agotar los ejemplos: Instantánea (luego titulado sucesivamen- te El desafío y La jovencita) y La flor de la patata formarán parte de sendos núme- ros almanaque del día 1.º de enero de 1899 y de 1900 de las revistas Instantáneas y Blanco y Negro. Algo semejante ocurre en los casos de Lo que queda (El Día, 1-I- 1895) o El guarda del monte (La Ilustración Artística, 1-I-1900) con los llamados números extraordinarios de Año Nuevo, que se prolongan en otros afines con mo- tivo de la Navidad (La Nochebuena del guerrillero, en El Imparcial, 25-XII-1892) o del verano (Hidroterapia y amor, en El Liberal, 14-VII-1893). Y sobre todo en los números almanaque de Madrid Cómico, en los que el narrador madrileño se prodigará bastante: ¡Venganza! (6-I-1884), El pecado de Manolita (4-I-1885), El ideal de Tarsila (1-I-1888), Todos dichosos (2-I-1892), La Nochebuena de los humildes (7-I-1893), Un suicida (6-I-1894), Modus vivendi (5-I-1895), Fruta caída (4-I-1896), Modesta (2-I-1897) y Un crimen (1-I-1898) aparecieron en esas cir- cunstancias. En el marco de otras publicaciones, los almanaques vienen a ser auténticos li- bros, por la cantidad de páginas, por el formato y a veces hasta por la encuaderna- ción. Así publica Picón desde muy pronto en el almanaque de El Globo de 1878123 (La lámpara de la fe), y, al correr de los años, en los de El Motín de 1883 (Cosas de antaño) y 1896 (La hoja de parra), en los de La Semana Cómica de 1890 (Ge- noveva, titulado después La prudente) y 1891 (Después de la batalla, en la que era ya su cuarta edición en diversos medios), en el de La España Moderna de 1892 (la obra maestra Virtudes premiadas), en el de Barcelona Cómica de 1898 (El padre), y alguno más. Pero sobre todo en el de La Ilustración Española y Americana, el rey indiscutible de los almanaques de la época, por lo general bajo el título de Al- manaque de La Ilustración para el año de... Aquí participó Picón en siete de ellos con otros tantos cuentos: Un recuerdo de viaje, más tarde titulado ¿.....? en su ver-

123 Citamos aquí genéricamente, pues los títulos son a veces algo más complicados que el escueto Almanaque de... Por ejemplo: Almanaque histórico, político, científico y literario de El Globo para 1878 o Almanaque de La Ilustración para el año bisiesto de 1880. Vea el lector las fichas completas de cada uno de los citados a continuación en nuestro apartado bibliográfico final. 64 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO sión definitiva (1880)124, El cementerio del diablo (1881), El peor consejero (1892), La recompensa (1893), Los grillos de oro (1894), Escrúpulos (1897) y Cadena perpetua (1898). Menos cuantiosa, pero tal vez más significativa, resultó la colaboración de don Jacinto en el que fue otro tipo de publicación periódica, el de las series o coleccio- nes que inauguró El Cuento Semanal, estreno que se hizo justamente con su Des- encanto el 4 de enero de 1907125, y que se revela en sí mismo significativo del pres- tigio de la figura de Picón todavía en esas fechas, ya lejos de la plenitud realista- naturalista. Un año justo después volvía a asomarse a estas páginas, ahora en un número almanaque especial y abriendo el volumen, con Narración (3-I-1908), y poco más tarde (15-V-1908) y en un número común publicaba Rivales, otra de sus obras maestras. Con El guarda del monte, de nuevo en un extraordinario (30-XII- 1910, cuento antes editado en otro extraordinario, el de La Ilustración Artística del Año Nuevo de 1900), se cierran sus colaboraciones en esta colección. También participó en Los Contemporáneos, la otra serie periódica principal del momento, e igualmente de manera notoria: aquí publica una versión teatral del cuento Después de la batalla (15-I-1915, en colaboración con Fernando Periquet); aquí aparece el último cuento salido de su pluma —que es a la vez su postrera obra

124 Los años entre paréntesis corresponden a los de los títulos de los almanaques, no a los de edi- ción del libro, que es en estos casos el año anterior. Dicho de otro modo y a manera de ejemplo: el almanaque de 1880 se imprimía en los últimos días o semanas de diciembre de 1879, y así rezaba en el pie de imprenta o en el colofón del tomo. 125 Véase la inmediata nota 121 y la referencia en ella contenida, donde comentamos el dato, y también el éxito de este número inaugural con la obrita de Picón. Acerca de El Cuento Semanal, véase el ya clásico libro de Federico Carlos Sainz de Robles, La promoción de «El Cuento Sema- nal». 1907-1925 (Madrid: Espasa-Calpe, 1975), muy rico en informaciones sobre esta y otras colecciones. Trae el catálogo completo de los 263 números de la serie, así como unas breves fichas de sus autores (en las hojas de Apéndices que van tras la p. 220), la obra colectiva del Grupo de Investigación de la Universidad de París VIII-Vincennes, dirigida por Brigitte Magnien, Ideología y texto en El Cuento Semanal. 1907-1912 (Madrid: Ediciones de la Torre, 1986). No dejaremos pasar la ocasión de dar cuenta aquí del ambicioso proyecto, ya muy avanzado, dirigido por Alberto Sánchez Álvarez-Insúa (recientemente fallecido) y realizado por solventes estudiosos, en la Colec- ción Literatura Breve del CSIC, que viene publicando los catálogos de buena parte de las casi innumerables colecciones de este tipo que vieron la luz tras El Cuento Semanal, algunas ya mucho más tarde. Tenemos conocimiento hasta ahora de la edición de La Novela Teatral (1996), La Nove- la Mundial (1997), La Novela Cómica (1997), La Novela Corta (2000), La Novela Semanal (2000), La Novela de Vértice y La Novela del Sábado (2000), El Libro Popular (2001), La Novela Semanal Cinematográfica (2002), Nuestra Novela (2002), Lecturas (2003), La Novela del Sábado (2004), La Novela Semanal (2004), La Novela de Hoy, La Novela de Noche y El Folletín Divertido (2005), Teatro Frívolo y Teatro Selecto (2005), y Biblioteca Teatral (2007). Para una nómina y datos de ellas, véase el repertorio del mismo Álvarez-Insúa, Bibliografía e historia de las colecciones lite- rarias en España (1907-1957), Madrid, Libris, 1996. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 65

literaria escrita—, Voluntad muerta (7-I-1916); y, lo que vuelve a ser significativo por demás, aquí se reeditan sus Confesiones (3-I-1918), el viejo relato de Novelitas, cuando los responsables de la serie dan inicio a una nueva etapa de aquella.126 De este año de 1918, en concreto del 2 de noviembre, data asimismo su colabo- ración, única esta vez, en La Novela Corta, con otra obra maestra de sus relatos breves, La prueba de un alma, que, procedente de La Ilustración Española y Ame- ricana (30 de mayo y 8 de junio de 1894), había pasado antes por las páginas de Tres mujeres y de Mujeres. Y que volverá a pasar por otra de las colecciones a las que nos vamos refiriendo, como es en este caso La Novela Semanal, en la que, ya póstuma, aparecerá no solo La prueba de un alma (27-VI-1925), sino Rivales (26- XII-1925), que también había salido en El Cuento Semanal —acabamos de indicar- lo—, y más cerca aún en el tiempo, en el volumen de Desencanto, publicado pocas semanas o meses antes. Este título, Desencanto —ahora del relato, no del libro—, viene a cerrar perfecto el círculo, que él mismo había abierto otra vez en El Cuento Semanal, con su reedición en El Cuento Azul, ya en las Navidades de 1929 (21- XII), seis años después de la muerte del autor.127 A caballo también entre la prensa y el libro hallamos tres folletos: las 11 pági- nas del número 2 de la Colección Amena (que en Barcelona publicaban Presa y Rosón en los primeros años del novecientos), donde aparecieron Las plegarias128 (antes en El Liberal, 15-II-1894, y luego en Cuentos de mi tiempo); las 32 páginas del número 7 de la Biblioteca Miralles (que también en la capital catalana, y tam- bién por esos años, editaba Hermenegildo Miralles, el director y propietario de Hispania), donde vio la luz La novela de una noche129 (que había salido previa-

126 Así lo proclaman en el breve prólogo, no firmado: «Entran Los Contemporáneos, desde el pre- sente número, en una nueva etapa de su ya larga existencia» (lo que no tiene duda, pues se trataba del número 470, nueve años después de su aparición); para añadir más adelante: «Demostrando con hechos nuestros propósitos [los esfuerzos realizados para bajar el precio, para no descuidar el aspecto tipográfico y esmerarse en la selección de originales], ofrecemos en el presente número la deliciosa novela de Jacinto Octavio Picón titulada Confesiones, en la que resplandecen la insuperable amenidad y aristocrática galanura características del autor de Dulce y sabrosa» (año X, núm. 470, 3-I-1918, sin paginar). Precisando más lo antes apuntado, agreguemos que las novedades más evidentes eran la sustancial rebaja en el precio (pasaba de 30 a 10 céntimos) y el aumento de páginas (de 20 a 24). 127 Vea el lector la ficha de cada uno de estos relatos en nuestro apartado bibliográfico. 128 Jacinto Octavio Picón, Las plegarias, Barcelona: Centro Editorial de Presa y Rosón, s.a., 11 págs. (Colección Amena, 2). Por los datos que nos ofrece alguna otra colección que publicaban en la que consta la fecha (el número 8 de Los Pequeños Grandes Libros es de 1904), la actividad editorial de Presa y Rosón debió de desarrollarse en los primeros años del siglo XX, época en la que verosí- milmente hemos de situar este folleto de Las plegarias. 129 Jacinto Octavio Picón, La novela de una noche. Ilustraciones de C. Vázquez y Mas y Fontde- vila. Barcelona, s.i, s.a., 32 págs. (Biblioteca Miralles, 7). 66 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO mente en la citada revista); y las otra vez 32 páginas de Mujeres, que, con el mismo marbete que el volumen de 1911, reunía para Lecturas Populares, el suplemento literario de El Tiempo de Bogotá, en 1914, los relatos Después de la batalla, Di- vorcio moral, Almas distintas y La amenaza.130 Y ya técnicamente libro —o librito, si se quiere, de 72 páginas, y que nos per- mitimos recoger en este apartado al tratarse no de un libro de cuentos, sino de un cuento en libro— es el de La recompensa, que en 1918 reeditaba este relato antes aparecido en el Almanaque de La Ilustración para el año de 1893 y en el volumen Tres mujeres.131

7. RECEPCIÓN: EDICIONES Y TRADUCCIONES

Aunque en lo expuesto hasta aquí han ido apareciendo noticias acerca de los relatos de mayor difusión editorial, pretendemos ahora plantear, clasificar y comentar al- gunas referencias sobre la cuestión. De entrada, al contemplar el panorama de todos los cuentos de Picón, la me- dida del éxito de cada uno —que podemos cifrar en el número de ediciones o versiones, puesto que no contamos con testimonios directos de lectores— viene dada en buena parte por su ubicación en uno u otro libro, o, por el contrario, por su ausencia en ellos al haber quedado confinados en muchos casos en las páginas de la prensa. Dicho esto, fácil es colegir que la mayor difusión ha correspondido en general a los relatos integrados en los volúmenes más antiguos en el tiempo (Juan Vulgar, Novelitas, Cuentos de mi tiempo) y, sobre todo, obviamente, a los más reeditados, que coinciden a veces con los anteriores (el mismo Juan Vulgar, Mujeres o Drama de familia alcanzaron cuatro ediciones; a tres llegó Cuentos de mi tiempo). Asi- mismo, y dadas las circunstancias que vivió Picón en sus últimos años y sobre todo el espeso silencio que se cernió sobre su figura al morir, se comprenden las dificul- tades que para abrirse camino tuvieron, por ejemplo, los relatos de Desencanto, muchos de los cuales pasaron del periódico al libro, en 1925, para quedar olvidados ya desde ese mismo momento. El cuento más conocido de Picón ha sido y es, sin duda, La amenaza, que desde su primera aparición en la prensa (El Liberal, 27-VI-1892) ha llegado a ser impreso

130 Jacinto Octavio Picón, Mujeres. En Lecturas Populares, serie II, núm. 24-944, pp. 351-382. 131 Es el aludido más arriba, que citamos ahora al detalle: La recompensa. Novela, por Jacinto Oc- tavio Picón. Madrid: Imp. Clásica Española, 1918, 72 págs. (Biblioteca Estrella, 11). LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 67

la no desdeñable cantidad de 17 veces132, comenzando significativamente por en- trar en la antología de Gómez Carrillo (1894)133 antes que en los propios Cuentos de mi tiempo (1895). De ahí pasó a otras antologías, de ayer y de hoy, a la prensa socialista (Acción Socialista, 13-II-1915), e incluso a ser vertido al francés (por Renée Lafont, 1910) y al inglés (por Charles B. McMichael, 1917, y por Robert M. Fedorchek, 1995). En una línea parecida se encuentran Divorcio moral (1899), con 15 ediciones, y Después de la batalla (1882), con 14, favorecidos ambos por haber sido impresos en más de un volumen (el primero, en La Vistosa, Drama de familia y Mujeres; el segundo, en Juan Vulgar y asimismo en Mujeres), pero con menos presencias en antologías. De los dos existen también versiones inglesas, así como otras impresio- nes reseñables, de las que citaremos solo la adaptación teatral de Después de la batalla publicada en Los Contemporáneos en enero de 1915, y la edición póstuma de Divorcio moral en la revista Lecturas en julio de 1924. Hasta 12 veces vio la luz Sacrificio (1894), y en 11 ocasiones, El retrato (1883) y Un crimen (1898). Los dos primeros han sido traducidos en fecha re- ciente al inglés por Fedorchek, se beneficiaron de las reediciones en libro (aquel, en Juan Vulgar; este, en Drama de familia y Mujeres), y se contaron también entre los relatos que el Picón viejo mandó a Lecturas en los años veinte. Para El retrato, nada menos que cuatro de estas apariciones son periodísticas, con la cu- riosidad añadida de que la primera de ellas, la de la Revista Ibérica (16-V-1883), llevaba un título diferente: Un cuento en una carta. En el caso de Un crimen, a la doble publicación en Drama de familia y Mujeres (ya que ambos volúmenes su- man ocho ediciones) se agregan las impresiones en las antologías de Pedro Bohí- gas y Consuelo Burell.134 Diez presencias son las que cuentan Cura de amores (1901, también procedente de Drama de familia y de Mujeres, y también traducido modernamente por Fedor- chek) y La hoja de parra (1895, que de Cuentos de mi tiempo pasaría a varias pu- blicaciones anarquistas), y nueve, algunos otros: En la puerta del cielo (1877, re-

132 Véanse una vez más, tanto para este como para el resto de casos, las fichas que preceden, en el aparato crítico de nuestra edición (J.O. Picón, Cuentos completos, passim), al texto de cada cuento, donde se hallarán todas las precisiones al respecto. 133 Cuentos escogidos de los mejores autores castellanos contemporáneos. Emilia Pardo Bazán, Juan Valera, José M. Pereda..., coleccionados y con prefacio y noticias literarias por Enrique Gómez Carrillo. París: Casa Editorial Garnier Hermanos, s.a. (1894), pp. 287-297. 134 Pedro Bohígas (ed.), Los mejores cuentistas españoles, II, Madrid: Plus Ultra, 1958, pp. 13-25; Consuelo Burell (ed.), Cuentos españoles del siglo XIX, Madrid: Magisterio Español, 1973, pp. 261-271. 68 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO cogido en 1912 en la antología de la Biblioteca Fénix)135, ¿.....? (titulado Un re- cuerdo de viaje en la versión original de 1879), El hijo del camino (1893, reeditado asimismo en publicaciones radicales), La prueba de un alma (1894, con impresio- nes póstumas en Lecturas y La Novela Semanal, ambas de 1925) y Santificar las fiestas (1895, con ediciones varias que pervivirían en la antología americana de Brent y Kirsner)136. En ocho ocasiones aparecen varios cuentos de Juan Vulgar (Eva, Boda deshecha, La muerte de un justo) y otros de Novelitas (Un sabio), de Drama de familia (Las coronas) y de Mujeres (Almas distintas), respectivamente. Hasta seis o siete ediciones reúnen casi todos los restantes de Juan Vulgar (La lámpara de la fe, Lo ideal, El cementerio del diablo, Sabandijas literarias, Se ven- de), alguno de Novelitas (La prudente) y Cuentos de mi tiempo (El olvidado, Los triunfos del dolor), y varios más de Mujeres (Los decadentes, El pobre tío, Boda de almas, La dama de las tormentas, Narración). Del resto, destaquemos el caso de El padre, que, sin haber integrado ninguno de los libros de nuestro autor, llegó a im- primirse hasta cinco veces en diversos periódicos, revistas y almanaques; y añada- mos solo, para no caer en un fatigosa enumeración sin mucho sentido, que son mayoría absoluta los que gozaron de más de una edición, sea en la prensa, sea en el libro, sea en ambos medios de difusión, hasta el punto de que son solo 29 los cuen- tos nunca reeditados. Reseñemos ahora con orden (completando los datos antes esparcidos sin más) la presencia de muestras en antologías, que, aun no siendo muy numerosa, no debe ser desdeñada. Constituye un buen termómetro para calibrar el olvido sufrido por Picón, y en especial por el Picón cuentista, pues se encuentra al nivel, o incluso por debajo, de la frecuencia con que en este tipo de colecciones hallamos relatos de escritores de menor calidad objetiva. Pero así son las cosas. Cabe suponer de mane- ra fundada, además, que a veces las antologías se alimentan de antologías previas, y más en el caso de autores que no han gozado de una difusión importante, como sucede con el narrador madrileño. Pero se trata de un tema que nos excede y sobre el que no abundaremos. Lo cierto es que también en este ámbito es La amenaza el rey de los cuentos pi- conianos. Desde Gómez Carrillo (1894) hasta Arias y De Luis (1998), pasando por Bushnell Johnson (1908), Max Aub (1962), Lagh (1962), Laguerre (1968) y Mu- ñoz Tenllado (1997), lo encontramos reproducido siete veces, alguna de las cuales

135 Cuentos, por José Echegaray, Jacinto Octavio Picón, Eugenio Sellés... Madrid: R. Velasco, 1912, pp. 15-22. 136 Cuentos españoles. Edited with Notes and Vocabulary by Albert Brent, the University of Mis- souri and Robert Kirsner, the University of Cincinnati. New York: Holt, Rinehart and Winston, 1965, pp. 93-99. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 69

en virtud de su carácter de cuento socialista, que lo es alguna medida, siempre que no sea ésta estrecha en exceso o apegada a la política partidista.137 Tres veces hallamos El hijo del camino, sobre todo por su supuesto anarquismo (más supuesto que real, sin duda)138, algo semejante a lo sucedido con La hoja de parra, que aparece en las antologías anarquistas139. En dos ocasiones han sido re- producidos La Nochebuena del guerrillero140 y Un crimen141, y una vez, En la puerta del cielo, La Vistosa, Santificar las fiestas y Elvira-Nicolasa142. Y no hay más, que sepamos. También al pasar hemos ido aludiendo a varias traducciones, que ahora consig- naremos en conjunto. No puede decirse tampoco que Picón haya tenido mucha fortuna fuera de nuestras fronteras culturales o lingüísticas —aparte la América hispana, queremos decir—, con la excepción relativa de los Estados Unidos y, por tanto, del inglés. Así, hallamos traducido Caso de conciencia al checo, temprana- mente por cierto (1894)143, y algo más tarde (1910), La amenaza al francés144, junto

137 He aquí las referencias bibliográficas, que hallará también el lector en nuestra Bibliografía con mayor detalle: Cuentos escogidos de los mejores autores castellanos contemporáneos, cit., pp. 287- 297; La narrativa breve socialista en España. Antología (1890-1936). Ed. Luis Arias González y Francisco de Luis Martín. Madrid: Centro de Estudios Históricos-UGT, 1998, pp. 87-91; Cuentos modernos. Ed. Albert Bushnell Johnson. New York-Cincinatti-Chicago: American Book Company, 1908, pp. 123-131; La prosa española del siglo XIX, ed. Max Aub, México: Antigua Librería Robredo, 1962, pp. 208-215; Cuentos españoles, ed. Domingo Lagh, Buenos Aires, Ediciones Paulinas, s.a. (1962); Cuentos españoles, ed. Enrique A. Laguerre, México: Orión, 1968, pp. 137-145; Relatos breves del siglo XIX, ed. Araceli Muñoz Tenllado, Barcelona: Hermes, 1997, pp. 341-352. 138 Se recoge en las siguientes recopilaciones: El cuento anarquista (1880-1911). Antología. Ed. Lily Litvak. Madrid: Taurus, 1982, pp. 123-129; Cuentos del realismo y del naturalismo, ed. Francis- co Muñoz Marquina, Zaragoza: Edelvives, 1990, pp. 175-183; 19 cuentos del XIX, ed. Argimiro Boix Mestre y otros, Barcelona: Teide, 1990, pp. 165-168. 139 Los mejores cuentos anarquistas..., pp. 113-119; El cuento anarquista (1880-1911)..., pp. 75-81. 140 En Antología española para colegios, ed. José J. Ortega, Bogotá: Librería Colombiana, 1939, pp. 327-332; y en De Bécquer a Galdós. Cuentos españoles de Navidad, cit., pp. 207-216. 141 En dos antologías citadas antes en este mismo apartado: Los mejores cuentistas españoles, II, pp. 13-25; y Cuentos españoles del siglo XIX, pp. 261-271. 142 En Cuentos, por José Echegaray, Jacinto Octavio Picón..., cit., pp. 15-22; Cuentistas españoles del siglo XIX, ed. F.C. Sainz de Robles, cit., pp. 419-439; Cuentos españoles, ed. A. Brent y R. Kirs- ner, cit., pp. 93-99; y Cuentos sobre mujeres: antología de relatos españoles del siglo XIX, ed. Marta González Megía, Madrid, Akal, 2007, pp. 317-330, respectivamente. 143 En Lumĭr (Praga), XXII (1894), pp. 111-116, en traducción de Antonin Pikhart. No hemos vis- to el texto; tomamos la referencia de Noël M. Valis, «Más datos biobibliográficos sobre Jacinto Octa- vio Picón», Revista de Literatura, LIII (1991), pp. 213-244 (p. 230). Sobre la presencia en esta revista de la literatura española del momento en los años del fin de siglo, con especial atención a Clarín, puede verse ahora la nota de Josef Forbelský, «La primera entrada de Clarín en el ambiente cultural de Bohemia» (2001), . 70 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO a un buen número de versiones al inglés, debidas de modo principal (o tal vez úni- co) a dos traductores, uno de ayer, Charles B. McMichael, y otro de hoy, Robert M. Fedorchek, cuyo nombre ya nos es familiar, y justo es que así sea para honra de quien ha recuperado editorialmente en nuestros días al Picón cuentista. De McMichael nos han llegado traducciones de algunos de los principales cuen- tos de nuestro autor: Después de la batalla, La amenaza y Almas distintas, publi- cadas en 1917 y 1920, y alguna vez reeditadas145. Sospechamos que al mismo autor quizá deban atribuirse las que aparecen como anónimas de El ideal de Tarsila y Divorcio moral. Y ya en nuestros días contamos con el importantísimo volumen de Fedorchek, quien traduce nada menos que 21 cuentos, entre los que se hallan algunas de las obras maestras del autor. No sabríamos pronunciarnos acerca de la calidad de las versiones, pero sí de su oportunidad y representatividad, con muestras de Juan Vulgar (Eva, «Eve»; El retrato, «The Portrait»); de Novelitas (La monja impía, «The Irreverent Nun»; Caso de conciencia, «A Matter of Conscience»; Un sabio, «A Wise Man»; La prudente, «The Prudent Woman»); de Cuentos de mi tiempo (Santificar las fiestas, «Keep Holy the Sabbath Day»; Elvira-Nicolasa, «Elvira- Nicolasa»; La amenaza, «The Threat»); de La Vistosa (La Vistosa, «The Over- dressed Woman»; Las coronas, «The Wreaths»; Divorcio moral, «Moral Divor- ce»); de Drama de familia (Una venganza, «An Act of Revenge»; Sacrificio, «Sacrifice»; Cura de amores, «Love Cure»; El socio, «The Partner»; El deber, «Duty»); de Mujeres (La última confesión, «The Last Confession»; La dama de las tormentas, «The Lady and the Storms»; Narración, «Pepita»); y de Desen- canto (Desencanto, «Disillusion»); es decir, de los principales los libros de cuen- tos de Picón.146

144 «La menace». Trad. Renée Lafont. En Les Mille Nouvelles Nouvelles, num. 9, octobre 1910. Paris: La Renaissance du Livre, pp. 9-16. 145 Rogamos al lector interesado que acuda al apartado correspondiente de nuestra Bibliografía. Solo consignaremos aquí el curioso volumen titulado Short Stories from the Spanish (New York: Boni and Liverigth, 1920), que presenta seis cuentos, tres de Rubén Darío (The Death of Empress of China, The Veil of Queen Mab y The Box, en los títulos traducidos), seguidos por los tres citados de Picón (y aquí titulados respectivamente After the Battle, The Menace y Souls in Contrast). 146 Adscribimos los cuentos a los libros que contienen las primeras ediciones en volumen, pues hay varios de los citados que aparecen en más de uno. Por otra parte, no nos cansaremos de loar como se merece la infatigable actividad que en estos últimos años está desarrollando Robert M. Fedorchek en la difusión de los cuentos españoles del XIX, pues a la antología de Picón hay que unir otras de Pardo Bazán (1993), Palacio Valdés (1993), Bécquer (1995), Alarcón (1997 y 1999) y Clarín (2000), sin olvidar dos más que presentan un enfoque temático (Death an the doctor, 1997, y Stories of enchantment, 2002) todas ellas editadas en Lewisburg por Bucknell University Press. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 71

8. RECEPCIÓN CRÍTICA

En cuanto a la acogida y la valoración de la crítica coetánea, no reiteraremos lo ya apuntado sobre las reseñas y recensiones a algunos de los volúmenes de cuentos, salvo para recordar lo escrito por Fernández Villegas y Cavia sobre Novelitas, y el propio Cavia, Ruiz de Velasco, Soriano y Morote acerca de Cuentos de mi tiempo, además de alguna crítica no firmada147; y para añadir alguna apreciación más o menos genérica en escritos de diversa índole. Así, Urbano González Serrano alude a Cuentos de mi tiempo como «maravilla de gusto y estilo y a la vez de vigor y vuelo en el pensamiento. El primero de ellos, La amenaza, es todo un poema...»148. Y don Juan Valera, en cita que nos importa repetir aquí, señalará en su discurso de contestación al entonces nuevo académico de la Española: «yo me atrevo a sostener que las novelas y cuentos de Picón, sin ofender a Dios ni perjudicar al prójimo, deleitan o interesan con su lectura y son y deben ser grato pasatiempo y solaz para todo sujeto culto. Los hay que a las novelas prefieren los cuentos, ingeniosos y ligeros todos, desenfadados y alegres algunos de ellos, aunque siempre velada su desenvoltura en las pleguerías del más recatado aticismo. Lo que es yo, reparto por igual el lauro entre cuentos y novelas, sin acertar a decidir dónde brillan más la inventiva del autor y el primor y la facilidad de su estilo»149. El mismo Valera que solo dos meses antes, y en un contexto más objetivo o neutro, había afirmado re- sueltamente: «Entre los que escriben ahora cuentos en España descuellan, a mi ver, D. Jacinto Octavio Picón, D.ª Emilia Pardo Bazán, D. Armando Palacio Valdés y el joven malagueño D. Arturo Reyes»150. El mismo Valera, por último, que sentía predilección por El peor consejero, relato que elogió mucho, según Peseux-Richard y Baquero Goyanes.151

147 En nuestros anteriores apartados 5.2 y 5.3. Para un panorama general sobre la fortuna crítica de Picón en vida suya, véase nuestro artículo «Jacinto Octavio Picón en la crítica coetánea. Aproxima- ción a un narrador olvidado», Anales del Instituto de Estudios Madrileños, XIX (1982), pp. 253-268. 148 Urbano González Serrano, «Jacinto Octavio Picón», Siluetas, Madrid: B. Rodríguez Serra, 1899, pp. 69-72 (p. 71). 149 Discursos leídos ante la Real Academia Española en la recepción pública de D. Jacinto Octa- vio Picón el día 24 de junio de 1900, Madrid: Est. Tip. de Fortanet, 1900, pp. 63-64. 150 J. Valera, Ecos argentinos, pp. 308-309. El pasaje procede de una carta a La Nación del 4- IV-1900. 151 Henri Peseux-Richard («Un romancier espagnol...», p. 534) escribe: «D. Juan Valera a cité avec éloge cette dernière nouvelle et je serais tenté de dire que le compliment était intéressé, tant elle s’harmonise par son sujet, par ses personnages, par sa tonalité générale avec les habitudes d’esprit de l’auteur de Pepita Jiménez. Et cela n’est point dit pour la déprécier». Baquero toma la idea, sin citar la procedencia, en su estudio «La novela española en la segunda mitad del siglo XIX», Historia General de las Literaturas Hispánicas, V, Barcelona: Barna, 1958, pp. 53-143 (p. 135). 72 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

Por lo demás, pretendemos en este apartado pasar revista a la fortuna crítica — más bien infortunio— de los cuentos de Picón de manera ordenada y que, aunque breve, aspira a ser exhaustiva. Así, reuniremos las menciones, opiniones y valoracio- nes que los relatos cortos de nuestro autor han merecido en todo tipo de trabajos: a) historias de la literatura; b) historias de la novela; c) historias y monografías sobre el cuento; d) estudios sobre Picón y su obra, o eventualmente sobre otros autores o te- mas, que contienen referencias de sus cuentos; y e) estudios sobre sus cuentos.

8.1. Las historias de la literatura Un repaso a las historias de la literatura de ayer y de hoy nos proporciona una evi- dencia general tan incuestionable como amarga: la postergación del género mismo. Estas obras suelen recorrer la producción de los poetas, dramaturgos, novelistas, a veces hasta la de los ensayistas e incluso de los oradores, pero muy raramente la de los cuentistas. Se nos argüirá que estos son casi siempre también escritores de no- velas y que podría admitirse su consideración global como narradores. Sin duda, pero siempre que no se amputase una parte a veces tan importante de su labor co- mo tales; y desde luego sería razonable, al menos para esta época o desde esta épo- ca del realismo-naturalismo en que se forja el cuento moderno, dedicar un apartado al género corto y a sus cultivadores. Bien que lo merecen tantos de ellos, como es el caso de Octavio Picón.152 No es esta, sin embargo, la práctica habitual. Al contrario. Si hasta cierto punto puede comprenderse que nada escriba sobre el asunto el padre Blanco García en 1891, pues es justamente por entonces cuando se está gestando la moda del cuen- to153, cuesta algo más entender el silencio de Fitzmaurice-Kelly en 1901154, y, más aún, que una obra como la de Cejador, de tan ambiciosas pretensiones, se limite a indicar —ya lo señalamos—, por toda referencia de su narrativa breve, que Picón es mejor cuentista que novelador.155 Excepciones relativas constituyen, andando el tiempo, González López por una parte, y Pedraza y Rodríguez Cáceres por otra, quienes, al tratar de don Jacinto,

152 Omitiremos, por piedad, los frecuentísimos errores en los datos sobre Picón y su obra en este tipo de libros, desde el que altera las fechas, cita mal los títulos, convierte en novela alguno de sus libros de cuentos, confunde a don Jacinto con su tío José Picón, hasta quien se inventa la existencia de un José Octavio Picón sumando a tío y sobrino, etc. 153 Francisco Blanco García, La literatura española en el siglo XIX, II, Madrid: Sáenz de Jubera, 1891, II, pp. 551-553. 154 Jaime Fitzmaurice-Kelly, Historia de la literatura española desde los orígenes hasta el año 1900, Madrid: La España Moderna, s.a. (1901). 155 J. Cejador y Frauca, Historia de la Lengua y Literatura Castellana, IX, p. 240. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 73

dedican algún espacio a sus cuentos. El primero156, a pesar de varios errores de diverso tipo —con los que no fatigaremos al lector, ni tampoco con su deuda hacia Baquero Goyanes—, considera a Picón «un cuentista notable», cita los volúmenes de Cuentos de mi tiempo (que destaca del resto), Tres mujeres, La Vistosa, Drama de familia y Mujeres; pone de relieve en sus relatos breves la tendencia erótica y la didáctica y moralizadora, además de citar algunos textos de tema religioso, en los que señala la nota anticlerical (En la puerta del cielo, Santificar las fiestas, La cuarta virtud, Las plegarias, Los triunfos del dolor), y otros satíricos (Los favores de Fortuna, El agua turbia y Todos dichosos). En cuanto a los segundos, siguiendo de cerca a Peseux y Sobejano, plantean con cierto detenimiento los escritos piconianos en el género corto dedicándoles incluso un breve apartado, en el que dan cuenta de su éxito de público, de su relación temá- tica con las novelas a través de algunos tipos femeninos, como el de la mujer que renuncia por dignidad al matrimonio (y citan Boda deshecha, La prudente y Conti- go pan y... pesetas) y el de la malcasada (El retrato, El deber, Lo imprevisto, El pobre tío), para pasar a reseñar sucintamente varios volúmenes, con referencia de textos destacados de cada uno de ellos: Novelitas (El agua turbia, Todos dichosos, Elvira-Nicolasa, que incluyen aquí por error), Cuentos de mi tiempo (El hijo del camino, El nieto, Los favores de Fortuna, La cuarta virtud, Lobo en cepo, Santifi- car las fiestas), Tres mujeres (con mención de los tres relatos que componen el libro), Mujeres (La dama de las tormentas, Divorcio moral, Cura de amores) y Desencanto (Desencanto, Rivales).157 Pero, como decíamos, son contadísimas las historias de la literatura que consa- gran capítulos o apartados propios al género del cuento decimonónico158. Solo dos, que sepamos, y que por ello adquieren una significación especial: las dirigidas por Palacios Fernández y García de la Concha159. En la primera de ellas, Gutiérrez

156 E. González López, Historia de la Literatura Española. La Edad Moderna (Siglos XVIII y XIX), cit., pp. 519-520. 157 Felipe B. Pedraza y Milagros Rodríguez Cáceres, «Jacinto Octavio Picón», Manual de litera- tura española. VII. Época del Realismo. Tafalla: Cénlit, 1983, pp. 913-915. 158 Indiquemos que Emiliano Díez-Echarri y José María Roca Franquesa (Historia de la literatura española e hispanoamericana [1960], Madrid: Aguilar 1968, 2.ª ed., p. 1111) simplemente mencio- nan el interés de La amenaza (que sitúan, por cierto, dentro de Cuentos de mi tierra, sic). El resto de manuales (Salcedo Ruiz, Hurtado y González Palencia, Valbuena Prat, García López, Torrente Ba- llester, Ángel del Río, etc.), salvo error por nuestra parte, nada trae sobre los cuentos de don Jacinto. 159 He aquí las referencias bibliográficas respectivas de los volúmenes de interés para nosotros: Emilio Palacios Fernández (dir.), Historia de la literatura española e hispanoamericana, VI, Madrid: Orgaz, 1980; Víctor García de la Concha (dir.) y Leonardo Romero Tobar (coord.), Historia de la literatura española, 9. Siglo XIX (II), Madrid: Espasa Calpe, 1998. Resulta sorprendente, a nuestro juicio, que otros manuales recientes prescindan en absoluto del estudio de los cuentos —cuando 74 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

Díaz-Bernardo, siguiendo a Baquero Goyanes, traza una visión de conjunto del género a lo largo de la centuria160, en el cual aparece Picón entre los maestros, y, recorriendo los principales temas y aspectos, cita a don Jacinto como el más carac- terístico cuentista psicológico del momento (La cita, Boda deshecha, El peor con- sejero, Rivales, Lo ignorado); pone de relieve su crítica de las costumbres en el plano amoroso: postura a favor del divorcio (Divorcio moral), inutilidad del no- viazgo (La Vistosa), rechazo del carácter sacramental del matrimonio (Lo pasado); subraya su papel como pionero de la tendencia erótica que después pasará a Trigo, Zamacois y otros (Después de la batalla, Un sabio, Todos dichosos, Las coronas, Un crimen, Rivales, Confesiones); señala la importancia de los cuentos religiosos, con la condena del clericalismo y el dogmatismo (Las plegarias, La lámpara de la fe, Los triunfos del dolor, Santificar las fiestas, El olvidado, La monja impía, Re- dención, La cuarta virtud, La última confesión, Lobo en cepo, Voluntad muerta), y también de los relatos sociales, sobre todo en Cuentos de mi tiempo, pero no solo (La amenaza, La buhardilla, La flor de la patata, El hijo del camino, La verdade- ra, Lo pasado, Las lentejuelas); algunos textos satíricos (Lo ideal, El cementerio del diablo, Los favores de Fortuna), otros de niños (El nieto) y otros de animales (Desilusión) completan el denso panorama que presenta Gutiérrez. Más recientemente, la Historia de la literatura española dirigida por Víctor García de la Concha, en su volumen noveno coordinado por Leonardo Romero Tobar, ha prestado al cuento una atención mucho más acorde con la realidad de su proyección literaria y socioliteraria. Y en ella, nos importa resaltar dos magníficos trabajos: una visión de conjunto de Ángeles Ezama sobre el género en el último tercio del siglo161, y un estudio de Enrique Miralles sobre los naturalistas menores, Picón entre ellos162. Ni en uno ni en otro están ausentes los cuentos de nuestro au- tor, a pesar de la brevedad a la que se ven constreñidos los estudiosos. Ezama plantea, a partir de su propia monografía de 1992 que en seguida citare- mos, las principales cuestiones en torno al género, a sus perfiles, a la difusión de

menos de una visión panorámica o de conjunto—, como ocurre, por citar un caso muy relevante, en la Historia y crítica de la literatura española dirigida por Francisco Rico, tanto en el volumen 5 original (Barcelona: Crítica, 1982), como en el suplemento 5/1 (Barcelona: Crítica, 1994), ambos coordinados por Iris M. Zavala. No mucho más trae el reciente volumen de Cecilio Alonso, Hacia una literatura nacional. 1800-1900. Barcelona: Crítica, 2010 (tomo V de la Historia de la literatura española diri- gida por José-Carlos Mainer). 160 E. Gutiérrez Díaz-Bernardo, «El cuento en el siglo XIX», en Historia de la literatura española e hispanoamericana, VI, cit., pp. 1-19. 161 María Ángeles Ezama, «El cuento entre 1864 y el fin de siglo», en V. García de la Concha (dir.) y L. Romero Tobar (coord.), Historia de la literatura española, 9. Siglo XIX (II), cit., pp. 700-711. 162 E. Miralles, «La narrativa naturalista...», especialmente pp. 740-741. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 75

sus textos y a su caracterización. Y no faltan en el trabajo las alusiones a Picón: como colaborador destacado en periódicos y almanaques, autor de algún cuento que presenta tipos cercanos al costumbrismo o al género teatral, y cultivador de temas como la fortuna o la caridad, formando parte, así, de ese nutrido conjunto de cuentistas, entre los que se encuentran escritores de toda clase y condición, pero de los que «sólo unos pocos, como Valera, Alarcón, Picón, Pardo Bazán, Pérez Gal- dós y Clarín mantienen un elevado nivel de calidad». Para bien y para mal, serán Pardo Bazán y Picón —añade Ezama— los más representativos cuentistas del mo- mento, y por ello agrega la autora una breve información sobre los volúmenes de cuentos de don Jacinto, y acaba sintetizando: «Los cuentos piconianos se proponen plasmar la belleza y sacudir las conciencias, rechazando las ideas del pasado y luchando a favor de las esperanzas del porvenir [...]; estos objetivos pretenden al- canzarse mediante la captación de la realidad contemporánea».163 También su valía como cuentista es lo que Miralles pone por delante al abordar la figura del narrador madrileño, del que cita sus principales colecciones de relatos cortos, para acentuar en los temas la «amplia casuística amorosa» en ellos desple- gada, y en los personajes, el papel protagonístico otorgado a la mujer: unas veces víctima en diversos supuestos (La prudente, Desencanto, La prueba de un alma, Sacrificio), y otras seductora (Después de la batalla, Un crimen), en un abanico de posibilidades que va desde la idealización romántica (Boda de almas, Lo pasado) hasta la voluptuosidad erótica (La dama de las tormentas), modalidad esta que, «sin resonancias folletinescas», es «la que mejor acierta a dar un aire de moderni- dad a la cuentística piconiana», concluye Miralles.164

8.2. Las historias de la novela Naturalmente, no cabe reprochar a los autores de las historias de la novela el que no se ocupen del relato breve, pero lo cierto es que a lo largo de la primera mitad del siglo XX nadie se decide a historiar el cuento, por más que no parece verosímil que pudiera ser ignorado su papel relevante en la narrativa de los años finales del ochocientos. Y así, ni González-Blanco, ni Gómez de Baquero, ni Balseiro, ni si- quiera Baquero Goyanes en su artículo de la Historia General de las Literaturas Hispánicas, traen una palabra sobre el cuento ni sobre los cuentos, tampoco sobre

163 M.A. Ezama, «El cuento entre 1864 y el fin de siglo», pp. 709 y 710. Con todo, hace a Pi- cón uno de los más claros exponentes del cuento estereotipado de fines de siglo, como veremos más abajo. 164 E. Miralles, «La narrativa naturalista...», p. 741. 76 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO los de Picón, claro está165. Constituyen excepción dos obras que convierten el si- lencio en alboroto, escritas no por estudiosos, sino por fanáticos, ambos jesuitas: uno es el padre Ladrón de Guevara, que se encarama al púlpito no más que para calificar al delicioso —y ciertamente voluptuoso— Rivales de obra «muy des- honesta, lujuriosa, muy peligrosa y provocativa»166, y otro es el padre Garmendia de Otaola, quien se suelta el pelo a propósito del narrador madrileño en sus Lectu- ras buenas y malas a la luz del dogma y de la moral167. ¡Cómo hubiera disfrutado con este libro impagable el don Jacinto debelador de la «pornografía devota»! Lo cierto es que, en su cruzada, Garmendia dedica a Picón tanto espacio como a Galdós, y, si consideramos a los principales autores de relatos breves, mucho más que a Clarín o a la Pardo Bazán. Después de calificarle de «escritor de una gran exquisitez de estilo, tendencias naturalistas e ideología trasnochada», es justamente a su faceta de cuentista a la que mayor atención presta, con referencias de dos de sus volúmenes (Mujeres y Desencanto), y 29 de sus cuentos, nada menos, de estos y otros libros, cuentos de los que suele ofrecer un brevísimo resumen argumental o temático y un juicio moral, que nunca falta. Por ejemplo: «Después de la batalla. Una mujer se ofrece para salvar un hospital e impíamente incumple su promesa. Peligrosa. Para personas de mundo». «La última confesión. Desprecio e irreveren- cia de la confesión. No puede leerse». «El ideal de Tanila [sic, por Tarsila]. Cíni- co, verde, irreligioso. Prohibido. No puede leerse».

8.3. Las historias, monografías y estudios sobre el cuento El silencio de Baquero Goyanes en su trabajo sobre la novela antes mencionado se justifica de sobra cuando sabemos que en 1949 había dado a la estampa su magno estudio El cuento español en el siglo XIX, obra aún hoy fundamental para el estudio del cuento moderno en España168. Fue además don Mariano, por cierto en el artícu- lo que inicia la recuperación de Clarín como cuentista, el único crítico —excepción

165 Nos referimos, respectivamente, a las siguientes obras: Andrés González-Blanco, Historia de la novela en España desde el Romanticismo a nuestros días, Madrid: Sáenz de Jubera, 1909; Eduardo Gómez de Baquero, El renacimiento de la novela en el siglo XIX, Madrid: Mundo Latino, 1924; José Agustín Balseiro, Novelistas españoles modernos, New York: The Macmillan Company, 1933, y M. Baquero Goyanes, «La novela española en la segunda mitad del siglo XIX», cit. 166 Pablo Ladrón de Guevara, Novelistas malos y buenos [¿1910?], Bilbao: El Mensajero del Co- razón de Jesús, 1933, p. 448. 167 Antonio Garmendia de Otaola, S.J., Lecturas buenas y malas a la luz del dogma y de la moral [1949], Bilbao: El Mensajero del Corazón de Jesús, 1953, 2.ª ed., pp. 424-425. 168 No será ocioso volver a citarla cumplidamente: Mariano Baquero Goyanes, El cuento español en el siglo XIX, Madrid: CSIC, 1949 (Anejos de la Revista de Filología Española, 50). LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 77

hecha de Sainz de Robles, como vimos y veremos— que por entonces valoró o revaloró a Picón de modo positivo, al mencionarlo incidentalmente entre los auto- res de relatos breves destacados del momento, junto a Pardo Bazán, Coloma, Pala- cio Valdés y Blasco Ibáñez, además del asturiano169. Eso en los años más oscuros de la España de la posguerra, cuando todo lo que se escribía sobre Picón andaba en la pluma de férreos guardianes de la moral como el padre Garmendia. Pero es en su monografía aludida donde le consagra mayor espacio, partiendo de los relatos de Novelitas, Cuentos de mi tiempo, Tres mujeres y La Vistosa, así como de casi todos los aparecidos en Blanco y Negro. Siguiendo la ordenación por temas que preside la obra, señala su actitud combativa en lo religioso o moral-religioso (El olvidado, La cuarta virtud, Lobo en cepo, Los triunfos del dolor, Las plegarias, Santificar las fiestas), el tinte social que con frecuencia toman estos cuentos (Caso de conciencia, La monja impía, En la puerta del cielo) y otros (La amenaza, La buhardilla, El hijo del camino, El nieto), así como el tono satírico más que humorístico de mu- chos de ellos (El agua turbia, Todos dichosos, Los favores de Fortuna); pone de relieve sus cuentos de amor (La recompensa, La prueba de un alma, Amores ro- mánticos), que juzga rotundamente modernos: «En los cuentos amorosos de Jacinto O. Picón ha desaparecido ya toda concesión al fácil sentimentalismo y sólo queda lo psicológico, tan aguzado en algún caso, que la narración pasa del plano de la realidad al del simbolismo», como en Rivales170; y sobre todo los psicológicos, en un rasgo que presenta como característico de su producción (El agua turbia, Riva- les, Caso de conciencia, El peor consejero, La verdadera, La prudente, Virtudes premiadas, Los dos sistemas), llegando a considerar a nuestro autor «tal vez el más prototípico creador de cuentos psicológicos, hasta tal punto que todas sus narracio- nes podrían ser encuadradas aquí sin excesiva violencia. Los relatos de Picón rara vez suelen versar sobre acciones exteriores, describiendo generalmente las que tienen lugar almas adentro»171. Y concluirá con una ponderada valoración de su obra, en verdad significativa dada su singularidad en el panorama del momento: «Estamos ante un narrador estrictamente finisecular. Picón se ha encontrado un género muy perfeccionado y muy distante ya del que, con las mismas dimensiones, cultivaron los románticos. Sin ser el autor de La Vistosa un narrador de la misma talla de Clarín o de la Pardo Bazán, es indudable que se trata de un cuentista deci-

169 Mariano Baquero Goyanes, «‘Clarín’, creador del cuento español», Cuadernos de Literatura, V (1949), pp. 145-169; accesible ahora en: . 170 M. Baquero Goyanes, El cuento español en el siglo XIX, p. 616. 171 M. Baquero Goyanes, El cuento español en el siglo XIX, p. 647, lo mismo que la cita que va a continuación. 78 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO sivamente moderno». Y remacha: «Obsérvese la significativa ausencia de cuentos legendarios en su producción». El libro de Baquero ha sido —y en buena medida continúa siendo— una rareza en la bibliografía literaria de los últimos decenios. Habrán de pasar más de cuarenta años para que sea el mismo don Mariano quien nos deje en un libro póstumo, El cuento español: del Romanticismo al Realismo, una revisión de la historia del cuento decimonónico ahora enfocada desde los autores y no desde los temas172. Lamenta- blemente, la muerte (en 1984) truncó un proyecto más amplio, que, para la etapa realista-naturalista, quedó limitado al estudio de los cuentos de Valera, Alarcón, Galdós y Clarín, y, por tanto, las menciones de Pardo Bazán, Palacio Valdés, Blasco Ibáñez..., y Picón, no pasan de ser incidentales. En nuestro caso, solo cita a Picón como uno de los principales autores que publicaron sus cuentos en la prensa madrile- ña173, ejemplifica con Cuentos de mi tiempo la estrecha relación entre la prensa y las colecciones, y alude a El retrato como cuento inspirado en el artículo de Mesonero de igual título.174 Por el contrario, el narrador madrileño es uno de los siete autores en que Ezama Gil basa su tesis doctoral y su libro de 1992 sobre el cuento en la prensa entre 1890 y 1900175, para el que parte nada menos que de 92 textos de don Jacinto (aunque algu- nos son reediciones y por lo tanto aparecen duplicados), lo que se aproxima a las tres cuartas partes de su obra cuentística. El estudio traza un panorama del género, en esos años de la moda del cuento, en el que se trata tanto de su relación con los me- dios de difusión, en especial con la prensa, como de su caracterización, sobre todo en

172 Mariano Baquero Goyanes, El cuento español: del Romanticismo al Realismo. Edición revisa- da por Ana L. Baquero Escudero. Madrid: CSIC, 1992 (Biblioteca de Filología Hispánica, 6). Permí- tanos el lector dos notas sobre esta obra. En primer lugar, para manifestar dolorosamente la dejadez con que está editada, plena de errores de todo tipo. Y en otro orden de cosas, para insistir, en contra de lo que traen algunos estudiosos algo descuidados, en que no se trata de la reedición del libro de 1949, sino de una obra diferente, aunque se base en investigaciones que en parte el autor ya había plasmado en aquella su primera historia del cuento decimonónico, la cual, por cierto, no se entiende —desde criterios estrictamente histórico-literarios— que no se haya reeditado nunca, cuando hoy solo pueden encontrarse ejemplares en unas pocas bibliotecas especializadas. 173 M. Baquero Goyanes, El cuento español: del Romanticismo al Realismo. Que lo considere uno de los principales es algo que va implícito, pero parece indudable, cuando escribe: «Emilia Pardo Bazán y Octavio Picón, entre otros narradores, dieron a conocer muchos de sus cuentos en las páginas de la prensa madrileña» (p. 4). 174 M. Baquero Goyanes, El cuento español: del Romanticismo al Realismo, pp. 5-6, y 12 y 237, respectivamente. 175 Que no será ocioso recordar con detalle: Ángeles Ezama Gil, El cuento de la prensa y otros cuentos. Aproximación al estudio del relato breve entre 1890 y 1900. Zaragoza: Universidad, 1992 (Humanidades, 20). Es lástima que una obra tan excelente vea reducida su utilidad al no contar con índices, al menos uno onomástico y otro de cuentos citados. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 79

lo que concierne a su estructura, temas, personajes, tiempo, modo y narrador. Ni que decir tiene que la presencia de Picón en el estudio de Ezama resulta constante, y sus cuentos ilustran o fundamentan muchos de los datos, apreciaciones y comentarios de la autora (algunos de los cuales extractará en su artículo de 1998 antes aludido)176: las reflexiones de varios cuentos en torno a los límites entre realidad y ficción (La muer- te de un justo, ¿.....?, Aventura, Las lentejuelas, Un sabio)177; la vinculación ideoló- gica entre prensa y cuento (Lobo en cepo, La amenaza, Ayer como hoy, La lección del Príncipe, pp. 49-50); el cultivo del cuento de circunstancias, desde el Carnaval hasta la guerra de Cuba (Aventura, La Nochebuena del guerrillero, La Nochebuena de los humildes, El milagro, El nieto, Cosas de ángeles, El hijo del camino, Voz de humildad, La Perla, La lección del Príncipe, p. 54); los recursos de filiación costum- brista (Los triunfos del dolor, Tentación, La buhardilla, El milagro, p. 60); los ele- mentos vinculados a la oralidad (Un suicida, La casa de lo pasado, Elvira-Nicolasa, Desilusión, pp. 67-68); la práctica del cuento teatral (Filosofía, Moral al uso, La novela de una noche, pp. 76-77); la moralización implícita, muy del gusto de don Jacinto (En la puerta del cielo, Elvira-Nicolasa, El gran impotente, El hijo del cami- no, La casa de lo pasado, pp. 91-92); e incontables referencias sobre títulos, subtítu- los, lemas, prólogos, etc., de los textos (pp. 97-109); sobre la estructura (pp. 109- 114), los personajes y su caracterización (pp. 124-172), el tiempo (pp. 175-183), los modos de discurso (pp. 183-194) y el narrador (pp. 194-209). Todo lo cual no da una visión completa de nuestro autor —no es ese el propósito de Ezama—, pero sí aporta una buena cantidad de datos, reflexiones y sugerencias, que no cabe pasar por alto al abordar el estudio de la cuentística piconiana. La misma Ezama, en su tan breve como rico panorama del género en los años finales del XIX e iniciales del XX178, explicita una idea ya avanzada en su libro de 1992, y reiterada después en su colaboración en la Historia de la literatura españo- la de Espasa Calpe179, que importa transcribir:

El cuento que cubre las expectativas de un lector español de la Restauración es el cuento realista, urbano y burgués, didáctico y verosímil, en tanto que otras mo- dalidades de relato están mucho menos representadas. En el fin de siglo la hiper- trofia en el cultivo de este modelo condujo al género al estereotipo, a fuerza de copiar y repetir estructuras, personajes, temas y un estilo amplificatorio lleno de

176 M.A. Ezama, «El cuento entre 1864 y el fin de siglo», cit., pp. 700-711. 177 A. Ezama Gil, El cuento de la prensa..., pp. 45-47. A continuación, damos directamente entre paréntesis las referencias de esta obra. 178 Ángeles Ezama Gil, «La narrativa breve en el fin de siglo», Ínsula, núm. 614 (febrero 1998), pp. 18-20. 179 A. Ezama Gil, El cuento de la prensa..., pp. 207 y 214, y «El cuento entre 1864 y el fin de si- glo», pp. 709-710. 80 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

formulismos. Un buen exponente de este tipo de narrativa es Jacinto Octavio Pi- cón, autor de nueve colecciones de cuentos publicadas entre 1885 (Juan Vulgar) y 1925 (Mujeres), un moralista cuyos relatos se sitúan dentro de la más estricta or- todoxia realista, destacando en ella como rasgos singularizadores la modernidad en la estimación de la mujer y el dominio del referente artístico, manifiesto en el arte de la descripción.180

No discutiremos por lo menudo las apreciaciones de la profesora de Zaragoza, pero no podemos dejar de manifestar que si bien cabe considerar legítimamente que se produce en Picón una cierta reiteración en temas y personajes, en modo alguno puede aceptarse que su estilo sea «amplificatorio» y «lleno de formulis- mos», ni tampoco, al menos en estos términos, que se trate de «un moralista cuyos relatos se sitúan en la más estricta ortodoxia realista». El fondo moral, y hasta mo- ralizador —prácticamente siempre implícito, no se olvide, esto es, circunscrito a los límites del relato, sin postizos o estrambotes— de muchos cuentos de don Ja- cinto, no autoriza, creemos, a despacharle en forma que parece hacerle apóstol antes que artista (vaya, que Picón anda en esto muy lejos de asemejarse a Coloma, incluso a Trueba). En cuanto a su «ortodoxia realista», vale el adjetivo —y con muchas matizaciones, como veremos—, pero no el sustantivo. Pocos escritores hallaremos más heterodoxos en todo —también en lo literario— que el narrador madrileño. Tendremos oportunidad de demostrarlo cumplidamente en nuestro próximo análisis de los cuentos, y, sobre todo, tendrá oportunidad de comprobarlo todo aquel que lea con limpieza los cuentos de Jacinto Octavio Picón. Disculpe el lector nuestra intervención en lo que no pretendía ser más que el traslado aséptico de los juicios críticos que los relatos de nuestro autor han ido suscitando. Añadamos ahora las menciones de Rafael Alarcón Sierra, quien en su selección de relatos navideños incluye a Picón entre los «grandes escritores de cuentos» de la segunda mitad del XIX181, elogiando la «capacidad fabuladora» que revela La Nochebuena del guerrillero, el texto que reproduce en su antología, y al que califica como «uno de los mejores cuentos navideños de Picón».

180 A. Ezama Gil, «La narrativa breve en el fin de siglo», p. 19. Pasamos por alto la confusión de Mujeres (que es de 1911) con Desencanto (sin duda la colección a la que quiere referirse Ezama, publicada póstumamente en 1925). 181 Aunque parece implícitamente situarlo en una segunda línea (¡qué difícil resulta librarse del sambenito de novelista menor!) cuando escribe: «En este volumen no falta apenas ninguno de los grandes autores de la segunda mitad del siglo: Alarcón, Pereda, Bécquer, Pérez Galdós o Clarín, pero también José Ortega Munilla, Luis Coloma o Jacinto Octavio Picón, todos ellos grandes escritores de cuentos —salvo Galdós, cuya producción en este género fue escasa». Citamos su «Prólogo» a De Bécquer a Galdós. Cuentos españoles de Navidad, p. 10. De este mismo estudio introductorio (p. 25) proceden las citas que siguen. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 81

Por último, Gutiérrez Díaz-Bernardo, en su reciente libro, reconoce ya sin re- servas a Picón como maestro del cuento realista-naturalista182. Tras lamentar el olvido en que cayó su narrativa en general y sus cuentos en particular, pasa revista a sus colecciones de relatos breves y plantea el fondo moral de la mayor parte de estos, que se proyecta en tres áreas temáticas fundamentales: la amorosa, la social y la religiosa. A pesar de la reiteración de algunos tipos —expone el crítico—, Picón alcanza en el ámbito de los personajes aspectos que hacen de él un cuentista mo- derno, sobre todo por la dimensión psicológica y el protagonismo femenino, rasgo este en el que no admite parangón con ninguno de los narradores de su tiempo. Y en cuanto a los recursos narrativos y compositivos, destaca la construcción dual del relato, el predominio del narrador omnisciente y del sumario sobre la escena, la cercanía espacial y temporal, el detallismo descriptivo y un estilo conceptista o neoconceptista que otorga a sus relatos un particular aire clásico. Reivindica con calor su producción: «Leídos los cuentos, sorprende, por injusto, el olvido en que ha caído la obra de Jacinto Octavio Picón, no ya hombre de calidad humana extra- ordinaria —como casi nadie dejó de reconocer, pasiones aparte—, sino escritor, y especialmente escritor de cuentos, de altura equiparable a otros que han gozado de superior predicamento, sobre todo si consideramos que algunos de los defectos que ha apuntado la crítica en sus novelas, se atenúan, cuando no desaparecen, en sus relatos breves». Revisando las aportaciones de unos y otros, señala como peculiari- dades el hacer compatibles el radicalismo ideológico y una alta calidad literaria, la introducción de la visión profeminista y de los matices eróticos, la conjunción de clasicismo y modernidad, la anticipación de algunos aspectos del 98 y del moder- nismo; para concluir que nos hallamos ante «un autor de una obra abierta al pasado (clasicismo, romanticismo), al presente (realismo y naturalismo) y precursora en algunos aspectos del futuro».183 No hay más por lo que respecta a las historias del cuento, pues los libros de Charnon-Deutsch y de Eberenz olvidan sin más a Picón184. Veamos ahora qué plan- tean los estudios sobre Picón —en general sobre el Picón novelista— acerca de su narrativa breve.

182 E. Gutiérrez Díaz-Bernardo, «Jacinto Octavio Picón: esteticismo y moral», El cuento español del siglo XIX, pp. 207-226. 183 E. Gutiérrez Díaz-Bernardo, El cuento español del siglo XIX, p. 226. 184 Lo que escribimos como constatación, no como censura, ya que en ambos libros —excelentes, por cierto, sobre todo el segundo— se parte de una corta nómina de autores. Nos referimos respecti- vamente a Lou Charnon-Deutsch, The Nineteenth-Century Spanish Story. Textual Strategies of a Genre in Transition. London: Tamesis, 1985; y a Rolf Eberenz, Semiótica y morfología textual del cuento naturalista. E. Pardo Bazán, L. Alas «Clarín», V. Blasco Ibáñez. Madrid: Gredos, 1989. 82 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

8.4. Los estudios sobre Picón Todavía en vida del autor, pero cuando ya estaba prácticamente cerrada su carrera como cuentista, en 1914, Peseux-Richard no olvida los relatos breves en su ensayo tan valioso como temprano sobre la narrativa de don Jacinto185. Una observación fundamental del crítico francés versa por cierto sobre la dispersión de los libros de cuentos, en espera de que se culminase entonces la edición de sus Obras completas para poder ver reunido todo este material; algo que, como venimos apuntando, no se llevó a cabo en vida de Picón y menos aún tras su muerte, y que justifica de sobra nuestra edición de los Cuentos completos recientemente aparecida. Otro comentario valorativo de gran interés es el de la originalidad de estas na- rraciones —no obstante establecer relaciones de dependencia entre El retrato y el cuadro de Mesonero, como hará más tarde Baquero Goyanes, o entre Después de la batalla y Boule de suif de Maupassant—: «ou je me trompe fort ou M. Picón a été plus imité qu’il n’a lui-même imité» (p. 526), del mismo modo que la esencial con- tinuidad en su estilo —la «immutabilité littéraire», escribe (p. 527)— le lleva a una consideración temática, y no cronológica de sus cuentos. Partiendo del realismo del autor, reconoce sin embargo un cierto idealismo en varios de sus textos («la forteresse réaliste de M. Picón présente quelques lézar- des», p. 527), a veces con un fuerte fondo moral (La recompensa, La prueba de un alma, Amores románticos), y otras en que la imaginación impera (El olvidado, Lo ideal, Los favores de Fortuna, El cementerio del diablo, que relaciona con los Sue- ños de Quevedo y con Muérete y verás de Bretón; y el titulado ¿.....?, «dans le goût de Bécquer ou de Campoamor», p. 531), en un conjunto que revela cómo Picón no ha cedido al pesimismo del ambiente (Doña Georgia, que cita varias veces Doña Gregoria; Boda de almas), y en el que no faltan «jolies historiettes» como la de Santificar las fiestas. Los cuentos más propiamente realistas de Picón —señala Peseux— se orientan con frecuencia hacia el matrimonio: unas veces presentando al hombre o la mujer renunciando a él por causa de la indignidad de su futuro cónyuge (Boda deshecha, La prudente, Contigo pan y... pesetas), otras debatiéndose en los lazos de una unión inadecuada o fracasada (El retrato, Divorcio moral, El deber, Lo imprevisto, El pobre tío), y otras incluso aprovechándose sin rebozo de la seguridad y la soli- dez del sacramento, en complacientes «ménages fin de siècle» (Eva, El agua tur- bia, El milagro, Sacramento, Drama de familia, Una venganza, Un crimen, El socio, Candidato, Modus vivendi).

185 H. Peseux-Richard, «Un romancier espagnol...», especialmente pp. 525-539. En las menciones que siguen de este artículo, damos directamente con el texto la referencia de la página. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 83

Pone de relieve asimismo Peseux el fondo moral de toda la narrativa piconiana al destacar la virtud de la tolerancia, que desborda por doquier (Los triunfos del dolor, citados por error como del amor; Caso de conciencia, Hidroterapia y amor, Aventura, La última confesión, Almas distintas...), y el vicio de la hipocresía, que constituye en el autor una preocupación constante (Eva, El santo varón, Sacramen- to, La hoja de parra...). Acaba, no obstante, condenando con dureza —tal vez en demasía, diríamos— el arte utilitario de Cuentos de mi tiempo, para lamentarse de que un escritor capaz de encantar nos decepcione cuando «la peinture tombe dans le chromo [...], le roman tourne au feuilleton, la nouvelle ou le conte, suivant le cas, au pamphlet ou à la berquinade» (p. 539). Antes había escrito:

Certes, M. Picón n’a jamais dogmatisé; il n’a jamais adopté l’attitude du prédi- cateur foudroyant ses ouailles d’arguments ad hominem. Sa méthode est celle des arts du dessin, nous dirions presque, en dépit de l’anachronisme partiel, du ciné- matographe. Il ne prêche pas, il montre. Mais l’éducation par l’image, c’est encore de l’éducation. Dans chaque image, celui qui dessine, ou grave, ou peint, fait bien œuvre d’artiste, et —M. Picón nous l’a dit— il fait œuvre d’artiste en raison inver- se du caractère pédagogique ou moralisateur du sujet traité; mais si vous collec- tionnez, de propos délibéré, et dans un but apparent, les sujets édifiants ou satiri- ques, vous verrez, sans doute, l’étiage de vos vertus moralisatrices ou socialisantes monter très haut, mais celui de votre art descendre assez bas. C’est un peu, nous le craignons, le cas de notre auteur (p. 538).

Hasta aquí Peseux-Richard. Será a la muerte del autor cuando uno de sus jóve- nes amigos y discípulos que mejor le conoció y que mejor conoció su obra, Agustín González de Amezúa, escriba al hilo de los avatares biográficos unas palabras que suscribimos sin reservas:

Por entonces [tras la publicación de Dulce y sabrosa, en 1891] abandona la novela larga para dedicarse al cuento y novela breve; para mí, su verdadero tempe- ramento estaba en aquellos cuadros de reducido tamaño y cortas perspectivas, pero en los cuales encajaban y se acomodaban mejor las dotes literarias y peculiares de Picón: la descripción minuciosa, el amor a los rápidos contrastes y a los efectos de luz, la observación psicológica, si no continuada ni sostenida, honda y perspicaz; cierto congénito sentido de la delicadeza y del buen gusto, cualidades todas que revelan en nuestro novelista aquella extraordinaria afición que mostró siempre por la pintura; y de pintor, en efecto, consciente y temeroso del limitado espacio de que dispone son aquellos rasgos finos, luminosos y seguros con que hace resaltar las figuras en sus cuentos, dándonos la impresión, pronta y vivaz, del alma que anima a cada uno.186

186 A. González de Amezúa, «Apuntes biográficos...», pp. XVI-XVII. 84 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

De entre ellos mencionará Almas distintas, «primoroso cuento», de «páginas admirables, henchidas de ternura y de sensibilidad exquisita», «tan tiernas y espiri- tualistas» como las de Lo más excelso y ¿.....?187 A partir de ese momento, se abre un período que no cabe calificar sino de negro para los cuentos de Picón, y que no comenzará a cerrarse hasta medio siglo más tarde. Junto a Baquero Goyanes —en especial en su ya citada monografía de 1949 sobre el cuento— constituyen en esos años excepciones señaladas el recién aludido González de Amezúa y también Federico Carlos Sainz de Robles, dos de los conta- dos críticos que no olvidan a Picón —en parte asimismo por el madrileñismo de don Jacinto, en el caso de este último—, y los únicos, que sepamos nosotros, que tienen el atrevimiento de publicar en la prensa sendos artículos francamente lauda- torios de su figura y producción en torno al centenario de su nacimiento188. Gonzá- lez de Amezúa se refiere a sus «cuentos y novelas cortas, al modo de Guy de Mau- passant, deliciosas algunas», en tanto que Sainz de Robles menciona entre sus obras más destacadas los volúmenes de cuentos de La Vistosa y Drama de familia, al par que califica a Desencanto de «encantadora narración», para acabar con una estimación y un vaticinio que anticipa en muchos decenios la revaluación que viene apuntándose y a la que queremos contribuir con el trabajo que el lector tiene en sus manos. Leemos aquí:

La producción novelesca de este gran escritor es desconocida para la actual promoción de narradores y lectores. No faltan críticos que piensan que el olvido injusto en que yace será definitivo. Me permito discrepar. Los más finos catadores del género buscan aún con ahínco, en las librerías de lance, los escasos ejemplares que todavía circulan de Dulce y sabrosa, de La Vistosa, de Juan Vulgar, de Láza- ro, de Drama de familia, de Sacramento... Yo estimo que la admirable y madrileñísima producción novelesca de Picón — excepcional prosista y costumbrista— está «guardando cuarentena» en el lazareto de las circunstancias. Pero que el día menos pensado, rehabilitada, revalorizada, se echará a la calle más pimpante que nunca.

Por su parte, Concha Bretón, en su tesis doctoral presentada en el tiempo entre estos dos artículos, apenas si se refiere a los principales tomos de cuentos de don Jacinto, pero recoge sobre su narrativa breve las opiniones positivas de González- Blanco, el propio González de Amezúa, Díez-Canedo y Baquero Goyanes, sin de-

187 A. González de Amezúa, «Apuntes biográficos...», pp. XXXIII y XXXVI, respectivamente. 188 Agustín G. de Amezúa, «Contornos madrileños: Jacinto Octavio Picón», La Vanguardia Es- pañola (1-XII-1950), p. 5; Federico Carlos Sainz de Robles, «Aniversario de un gran novelista madri- leño: Jacinto Octavio Picón (1852-1923)», ABC (18-VI-1952), p. 11. El mismo Sainz de Robles había destacado a nuestro autor entre los maestros del género en la breve nota preliminar que antecede a su antología, ya citada, Cuentistas españoles del siglo XIX. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 85

terminarse sobre la superior calidad de sus novelas o de sus cuentos, aclarando que la razón de que prescinda de estos obedece a la necesidad de «limitar la extensión de la materia» de su estudio.189 Habrá que aguardar hasta 1976 para que nos llegue, de la mano de Gonzalo Sobejano y en su edición de Dulce y sabrosa, un apunte parcial pero valioso, como suyo, no de «la copiosa producción piconiana en el género corto», pero sí de «tres de las mejores colecciones» de sus relatos breves: Cuentos de mi tiempo, Mujeres y Desencanto190. Escribe de aquél que «se compone de relatos inspirados básicamente por una moralidad social», en los que sobresale «el espíritu de cari- dad frente a toda hipocresía y contra toda injusticia», y cita La amenaza, La buhardilla y Santificar las fiestas. Ve a Mujeres como «un florilegio de semblan- zas femeninas: a un extremo, la caridad, y al otro no tanto la liviandad como el interés codicioso»; en el cual domina «la curiosidad psicológica», especialmente en «relatos tan bien logrados» como La dama de las tormentas, Divorcio moral o Cura de amores. Y en cuanto a Desencanto, «cuya característica dominante es un sentido moral e incluso moralizador», destaca el relato que da título al volumen, sobre todo por su creación del personaje («Soledad es el carácter femenino más noble e inteligente creado por Picón, tan inteligente que descubre el “divorcio moral” antes del vínculo»), y también Rivales, a partir del cual recapitula: «En llevar a armonía sensación y sentimiento, concupiscencia y benevolencia, deseo y concordia, placer y cariño, estaba para Picón el sentido del amor verdadero, tema fundamental de su obra». Alguna atención —menos, sin duda, de lo que ellos merecían— prestó a los cuentos Nelly Clémessy en su artículo sobre el asunto de la malcasada en la narra- tiva de Picón191. Constata cómo la elección del protagonista femenino salta a la vista ya desde los títulos, no solo de sus novelas, sino también de las colecciones de cuentos (y cita Tres mujeres y Mujeres), apareciendo en numerosos relatos cor- tos (y menciona Boda deshecha, Divorcio moral, El deber, Lo imprevisto y Desen- canto). Y al tratar de la falacia del noviazgo («le caractère fallacieux des fiançai- lles») recuerda la presencia del tema en La prudente, que considera uno de sus mejores cuentos.192

189 C. Bretón, Jacinto Octavio Picón, novelista, p. 3. 190 G. Sobejano, «Introducción» a su edición de Jacinto Octavio Picón, Dulce y sabrosa, Madrid, Cátedra, 1976, pp. 11-61 (pp. 34-36). De aquí proceden todas las referencias que siguen. 191 Nelly Clémessy, «Roman et féminisme au XIXème siècle. Le thème de la mal mariée chez Ja- cinto Octavio Picón», en Hommage des hispanistes français à Noël Salomon, Barcelona: Laia, 1979, pp. 185-198. 192 N. Clémessy, «Roman et féminisme...», pp. 187 y 193, respectivamente. 86 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

El trabajo de Hazel Gold en su tesis doctoral, de 1980 —excelente por cierto, aunque tal vez algo escorado por la focalización constante en el liberalismo del autor—, si bien se centra en las novelas de don Jacinto, presta también alguna aten- ción a sus cuentos, por lo que resulta pertinente revisarlo en este aspecto193. Así, en lo que concierne a su pretendida adscripción al naturalismo, considera que Picón es más realista que naturalista, y lo avala con varios aspectos de cuentos como La prudente, Lo ideal, Desencanto, Sacramento, Lo mejor del hombre, que vendrían a evidenciar un naturalismo comedido, del que se aparta incluso en relatos como Doña Georgia o El nieto194. Al tratar su narrativa desde el enfoque temático, dis- tingue tres núcleos fundamentales, que centra en tres figuras representativas: la mujer, el clérigo y el obrero195. Respecto de la primera, estudia a Soledad, de Des- encanto, entre las heroínas que sirven de vehículo a la reivindicación femenina de Picón. En cuanto a su anticlericalismo, presente en cuentos como La última confe- sión, Caso de conciencia, La monja impía o Lobo en cepo —que diferencia de los cuentos religiosos: El olvidado, Los triunfos del dolor, Las plegarias, El milagro, La hoja de parra, El santo varón y Redención—, defiende Gold que no es propia- mente religioso, sino político y cultural196. Y por lo que respecta a su mirada a la clase obrera, se enfrenta Picón a la «desestima del valor del trabajo manifestada por la Iglesia», estableciendo una «oposición continua entre la esterilidad contemplati- va de la vida enclaustrada y la productividad activa de la vida laica», en la que el trabajo se constituye en una auténtica virtud (La cuarta virtud, Santificar las fies- tas)197; presenta también los antagonismos de clase (Dichas humanas, La amenaza,

193 Hazel Gold, Jacinto Octavio Picón: el liberalismo y la novela del siglo XIX. Tesis doctoral [1980]. Ann Arbor, UMI, 1986. Gold asegura partir de 83 cuentos del autor. Por el contrario, en su artículo «“Ni soltera, ni viuda, ni casada”: negación y exclusión en las novelas femeninas de Jacinto Octavio Picón», Ideologies & Literature, IV, núm. 17 (september-october 1983), pp. 63-77, no hay sobre los cuentos más que dos citas incidentales de Desencanto y Rivales. 194 H. Gold, Jacinto Octavio Picón..., cap. 2.III, pp. 128-153. 195 Simplificamos, tal vez en exceso, lo tratado en el capítulo 3, «Liberalismo y temática». Los tí- tulos de los respectivos apartados serán más elocuentes: «I. “Ni viuda, ni soltera, ni casada”: la mujer española en la obra de Picón». «II. Unos adoran al Señor, otros pelean por dilatar su reino en la tierra: el anticlericalismo de Picón». «III. La vida al son del “fecundo rumor de yunques y telares”: de la caridad y el trabajo hacia el socialismo». 196 Concluye la hispanista norteamericana: «Como lo evidencian las críticas anticlericales, Picón es uno de los muchos autores españoles llamados enemigos del catolicismo que en realidad sólo es enemigo del neocatolicismo y de la inhibición de las libertades de pensamiento, de creencias y de expresión por una Iglesia a la que le gustaría convertir España en una teocracia moderna» (Jacinto Octavio Picón..., p. 250). 197 H. Gold, Jacinto Octavio Picón..., pp. 250-251. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 87

La buhardilla), a veces en confrontación radical (El hijo del camino), y su defensa de soluciones éticas o individuales más que colectivas o históricas. Menor atención dedica Gold al aspecto formal198. Señala el dominio de la narra- ción en tercera persona omnisciente, la abundancia de la descripción, que a menudo trasciende la «pormenorización superflua» para alcanzar la simbolización, recurso este también aplicado al personaje y a su nominación transparente (Desencanto, Virtudes premiadas, Los favores de Fortuna). Condena la construcción a veces maniquea de los caracteres morales (Rivales, Los triunfos del dolor, Caso de con- ciencia), para concluir, aunque referido al Picón novelista, algo que Gold despren- de de toda su narrativa: «En último resultado, el valor de Picón reside en su manera personal de tipificar a los escritores burgueses entre 1875 y 1900, en la claridad de su visión liberal y en la buena fe con que se entrega a su arte, introduciendo en la prosa de la novela delicadezas de observación, comparación artística, sugestión sensorial y sensual y refinada estimativa que marcan una transición del realismo naturalista hacia el modernismo incipiente».199 Noël Valis, tantas veces citada ya en relación con la bibliografía y la novelís- tica piconianas, debe volver a ser recordada aquí doblemente. En primer lugar, y sobre todo, por sus trabajos bibliográficos, que, en lo concerniente a los cuentos, han servido para establecer una base muy firme sobre la que cimentar, sin ir más lejos, la edición de sus Cuentos completos tantas veces mencionada200. En segun- do término, por las referencias de interés que sobre algunos relatos breves apare- cen en dos escritos suyos. Tres de ellas en Jacinto Octavio Picón, novelista: una cuando asocia temáticamente la novela La honrada con el cuento Divorcio mo- ral, ambos muy cercanos en el tiempo además; otra en el paralelismo de una es- cena de Juanita Tenorio con el relato breve La dama de las tormentas, muy ante- rior; y una tercera para señalar El hijo del camino y La hoja de parra como cuen- tos que fueron adoptados por los anarquistas y hasta elevados por ellos a la cate- goría de clásicos, malgré Picón, que nunca militó en este movimiento ni desde luego escribió los cuentos citados bajo sus presupuestos201. También aparecen en

198 Solo el capítulo 4, «Estructuras narrativas de Picón», pp. 275-319. 199 H. Gold, Jacinto Octavio Picón..., p. 315. 200 No será ocioso recordarlos de nuevo con detalle: «Una primera bibliografía de y sobre Jacinto Octavio Picón», Cuadernos Bibliográficos, XL (1980), pp. 171-209; «Adiciones a una bibliografía de y sobre Jacinto Octavio Picón», Revista de Literatura, XLVII, núm. 93 (1985), pp. 165-171; «Más datos biobibliográficos sobre Jacinto Octavio Picón», Revista de Literatura, LIII, núm. 105 (1991), pp. 213-244; y «Suplemento bibliográfico de y sobre Jacinto Octavio Picón», Revista de Literatura, LXI, núm. 122 (1999), pp. 557-563. 201 N. Valis, Jacinto Octavio Picón, novelista, pp. 176 y 197 (nota 16); pp. 253 y 267 (nota 13); y p. 268 (nota 18), respectivamente. 88 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO su excelente artículo sobre la figura femenina en el fin de siglo, que enfoca sobre todo desde dos relatos de Picón: Confesiones, con el desnudo de Clara, y Rivales, con el cuadro plástico de Ester, comentando el erotismo de ambos pasajes y la sexualización de la mujer que en ellos se revelan, en una manera de mirar plena- mente moderna.202

8.5. Los estudios sobre los cuentos de Picón No es mucho, desde luego, en casi un siglo de trabajos sobre nuestro autor. Pero bastantes menos son los asedios a los cuentos del narrador madrileño como objeto único de estudio. Será en 1977, más de cincuenta años después del fallecimiento de don Jacinto, cuando Esteban Gutiérrez presentará la primera monografía sobre los cuentos de Picón, o, por mejor decir, sobre una parte importante de estos cuentos, puesto que no llegará a conocer bastantes de los aparecidos en la prensa.203 Subraya el crítico la coherencia entre la ideología y la práctica literaria del autor cuando escribe que «intenta conciliar en sus cuentos la belleza con la utilidad, puesta al servicio de la búsqueda del mejoramiento de la sociedad». Y agrega: «A pesar de declararse partidario del arte por el arte como realización de la belleza, jamás abandonará Picón la posibilidad que le ofrece la literatura, y singularmente el cuento, de contribuir a sembrar la tolerancia y la autenticidad, y desterrar la hipocresía y los convencionalismos»204. E insiste también en el fondo moral de sus cuentos: «Podría decirse que todos los cuentos de Picón son, en el más amplio sen- tido de la palabra, morales. Su moral no sólo no es la tradicional y religiosa, sino que ésta es atacada muy frecuentemente por el escritor madrileño; es una moral natural, basada en la libertad del individuo, en cuya balanza pesan mucho menos, por ejemplo, los pecados de la carne que los pecados sociales. En este sentido, [...] Picón no es un escritor inmoral, como quisieron ver, desde estrechísimos criterios, algunos de sus contemporáneos». Destaca tres temas en el plano del contenido: a)

202 Noël Valis, «Figura femenina y escritura en la España finisecular», en Richard A. Cardwell y Bernard McGuirk (eds.), ¿Qué es el Modernismo? Nueva encuesta. Nuevas lecturas. Boulder (Colo- rado): Society of Spanish and Spanish-American Studies, 1993, pp. 103-125. Es una versión amplia- da de su anterior «The Female Figure and Writing in Fin de Siglo Spain», Romance Quarterly, XXXVI (1989), pp. 369-381, artículo ahora recogido en su libro Reading the Nineteenth-Century Spanish Novel: Selected Essays, Newark: Juan de la Cuesta, 2005, pp. 291-305. No hemos alcanzado a ver la tesis doctoral de Dorota Henegham, Fashion, Gender, and Modernity in Galdós, Pardo Bazán and Picón. Yale University, 2008. 203 E. Gutiérrez Díaz-Bernardo, Los cuentos de Jacinto Octavio Picón, cit. 204 E. Gutiérrez Díaz-Bernardo, Los cuentos de Jacinto Octavio Picón, p. 53. De la misma página procede la cita que sigue. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 89

el amoroso, centrado en la crítica de las instituciones y las costumbres amorosas, la defensa del amor libre con la consiguiente condena del matrimonio, el protagonis- mo femenino y los matices eróticos; b) el social, con el que recorre todas las clases, desde el aristócrata hasta el marginado, y condena la injusticia y sus consecuencias; y c) el religioso, en una postura anticlerical resultante de su antidogmatismo, pero no antirreligiosa y sí crítica ante conductas que se apartan de una percepción que resulta cercana a lo evangélico. Señala asimismo Gutiérrez la presencia del tema — o del motivo— educativo, literario, artístico, histórico, político y fantástico; así como del enfoque psicológico y didáctico-moral, que va considerando en sus co- rrespondientes apartados. Estudia por fin el plano de la forma, deteniéndose en la estructura y composición, los personajes, el marco o ambiente, la técnica narrativa y el estilo. Y establece una primera nómina de cuentos (con una aproximación cro- nológica y un intento de hallar las versiones periodísticas originales no siempre conseguido) que cifra en 99 textos. Siete años después, en 1984, William Rosa presentará en su tesis doctoral el se- gundo, y último hasta hoy, trabajo monográfico sobre los cuentos de Picón205. Apoyándose en el primer artículo bibliográfico de Valis (1980), establece un total de 116 cuentos (aunque no alcanza a localizar varios de ellos), y estudia —tras situar al autor en su época («I. Momento literario», pp. 4-22) y dar cuenta de su producción novelística, periodística («II. Obra literaria», pp. 23-49) y cuentística («III. Picón cuentista», pp. 50-81)— los temas («IV. Ideología», pp. 82-348) y las formas («V. Estructura y forma», pp. 349-454) de su narrativa corta. Será a los temas principales a los que dedicará la mayor parte del trabajo. Para Rosa son los siguientes (disculpe el lector la enumeración fatigosa): las apariencias, unas veces en forma de murmuraciones, religiosidad fingida, moralidad popular... (Después de la batalla, El olvidado, Elvira-Nicolasa, Los decadentes, La novela de una noche), y otras como obstáculo en las relaciones emocionales (El retrato, Con- tigo pan y... pesetas, El agua turbia, Modus vivendi, El pobre tío, Almas distintas); la crisis de la institución matrimonial, con la crítica del noviazgo (La Vistosa, Sa- crificio, Modus vivendi, El deber, Divorcio moral, Desencanto), el matrimonio venturoso (El horno ajeno, La chica de la caja, Un sabio, La prudente, Las coro- nas, Filosofía), el matrimonio de conveniencia (Sacramento, Las consecuencias, Un crimen, El socio), el concubinato (Doña Georgia, La Vistosa) o la separación como alternativa al divorcio imposible (Fruta caída, Divorcio moral, Cadena per- petua) y el adulterio (El guarda del monte, Drama de familia, Una venganza, La hoja de parra, Candidato, Rosa la del río, entre otros); el problema religioso, visto

205 W. Rosa, Estudio temático y formal de los cuentos de Jacinto Octavio Picón, cit. 90 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO en la preponderancia de fórmulas y ritos (En la puerta del cielo, El milagro, El olvidado), en la intolerancia (Caso de conciencia, La última confesión), en el re- chazo de la vida conventual (El cementerio del diablo, La monja impía, Lobo en cepo) y del estado clerical (En la puerta del cielo, El ideal de Tarsila, La Noche- buena de los humildes), en los intereses económicos de la Iglesia (El pecado de Manolita, La recompensa) y su alianza tácita con las clases dominantes (El nieto, El hijo del camino), o en la defensa de una religión práctica, activa, utilitaria (Caso de conciencia, La monja impía, Sacrificio, Santificar las fiestas); el amor, unas veces ideal (Lo ideal, Cura de amores, El ideal de Tarsila, Rivales, Confesiones, Un sabio, La chica de la caja), otras en relación con la muerte (En la puerta del cielo, Boda de almas, Virtudes premiadas, Los triunfos del dolor, Lo pasado) o con el dinero (Fruta caída, El socio, La gran conquista, El agua turbia, Contigo pan y... pesetas, La Vistosa), presentado en el conflicto entre el amor físico y el espiri- tual (El agua turbia, La gran conquista), en las relaciones entre padres e hijos (Eva, La hoja de parra, Rosa la del río, El deber, El guarda del monte, entre otros), y en las relaciones de amistad, de caridad o de consuelo del dolor ajeno (La recompensa, Aventura, El retrato, Boda de almas, Amores románticos, Envi- dia, Escrúpulos, etc.); la mujer, víctima social y centro de la mayor parte de estos cuentos, vista de manera principal en su educación (Virtudes premiadas, Las consecuencias, Modus vivendi, El pobre tío, La verdadera, Desencanto), como víctima de la prostitución (En la puerta del cielo, Elvira-Nicolasa, El agua tur- bia, Lo pasado, La hoja de parra, La Vistosa), o como seductora (Confesiones, Todos dichosos, Narración, Sacramento); la acción productiva (Rosa la del río, Elvira-Nicolasa, El horno ajeno) y su proyección física, el trabajo, como vehícu- lo para alcanzar los ideales del individuo (El santo varón, La cuarta virtud, San- tificar las fiestas). Menor extensión concede Rosa en su monografía al aspecto formal. Estudia al- gunas fórmulas de inicio del relato, los desenlaces (a veces irónicos o sorprenden- tes), el punto de vista del narrador (con predominio de la omnisciencia), los medios compositivos (escasez de diálogos y monólogos), los ambientes (Madrid, interio- res) y el lenguaje (castizo, claro, sonoro y de excepcional riqueza cromática, con gran dominio de la lengua, marcada fluidez en la prosa y adecuación al personaje). Su concepción literaria, según el crítico, descansa en cuatro puntales: la naturaleza, el arte, la vida y la verdad (que considera en varios cuentos, sobre todo en Doña Georgia); se detiene en la relación vida-literatura y en su búsqueda de la belleza (lo que le alejaría del naturalismo), de la «poesía de la realidad», expresada en ocasio- nes de forma positiva (Lo ideal, Hidroterapia y amor), y otras negativa (Contigo pan y... pesetas, Drama de familia). LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 91

El recurso principal en los cuentos de Picón —siempre según Rosa— es el «do- ble» (entiéndase la dualidad, desdoblamiento, bipartición u oposición), tanto en temas como en personajes, acciones, perspectivas..., en un planteamiento que, con sinceridad, no nos parece bien fundado, pero no es este el lugar de discutirlo. Otros recursos son el objetivo didáctico, el empleo de procedimientos pictóricos en la construcción de los personajes, el humor (de raigambre cervantina) y el madrile- ñismo (respuesta al regionalismo de fin de siglo, en opinión de Rosa). Y en cuanto a los personajes (en los que abunda el nombre caracterizador, de estirpe costum- brista), el principal es la mujer de clase social superior (unas veces abnegada, otras adúltera, otras piadosa), sujeto del amor, modelo de belleza, que se ve afectada por las apariencias, el matrimonio o la Iglesia; y de los secundarios cita al empleado público (El peor consejero, Candidato, Sacrificio, Lo mejor del hombre...); el obre- ro, en general idealizado, víctima social (La amenaza); el criado, a veces superior moralmente a su amo (El milagro), que Rosa asocia con los de La Celestina y el teatro clásico; y sobre todo el «buen rico», que el crítico considera el tipo más in- novador del cuento piconiano: poseedor de los medios económicos y de las cuali- dades morales y religiosas, su tarea consiste en mitigar el dolor físico y espiritual de los desafortunados (Un sabio, El nieto, Las plegarias, Los triunfos del dolor, La verdadera). Cierra Rosa su estudio valorando los cuentos de nuestro autor por encima de sus novelas, y, en contra de lo que se ha venido afirmando, «hemos de concluir que más que un epígono del realismo español de fines de siglo, más bien parece uno de los precursores del cuento modernista». Cifra la base de estos relatos breves en «la intensidad dramática, la penetración anímica con que bucea en lo más profundo de sus personajes y el estudio de la sicología de la mujer de las clases sociales supe- riores», para acabar afirmando resueltamente que «la integración innovadora de estos rasgos le colocan a la vanguardia del cuento español finisecular».206 Habrán de transcurrir diez años para que los cuentos de Picón sean de nuevo tema de estudio, en esta ocasión por parte de Ángeles Ezama, al rastrear, partiendo de una feliz formulación de Sobejano para sus novelas, el profeminismo en su na- rrativa corta207. Señala la estudiosa que tal propuesta resulta novedad en el panora-

206 W. Rosa, Estudio temático y formal de los cuentos de Jacinto Octavio Picón, p. 463. 207 Ángeles Ezama Gil, «El profeminismo en los cuentos de Picón», en AA.VV., Actas del IX Simposio de la Sociedad Española de Literatura General y Comparada, I, Zaragoza: Universidad de Zaragoza-Banco Zaragozano, 1994, pp. 171-178. Gonzalo Sobejano había afirmado, en su estudio introductorio a Dulce y sabrosa, que «la coherencia con que el novelista acomete estos estudios sobre el amor a través de los destinos de la mujer en la sociedad burguesa [...] demuestran que se propuso dar forma artística a un ideal combativo: la libertad de la mujer». Y añadía: «Picón no es un feminista si por feminismo se entiende el programa social de igualación de los derechos de la mujer a los del 92 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO ma general de la literatura del momento, que habría que agregar a la suma de es- fuerzos de algunos escritores (Adolfo Posada, Palacio Valdés, Francos Rodríguez, Felipe Trigo) y escritoras (Sofía Tartilán, Emilia Pardo Bazán, Concepción Gimeno de Flaquer, Concepción Arenal), y no se expresa en forma de reflexiones teóricas, sino que ha de entresacarse de sus obras narrativas, en las que la mujer ocupa un papel protagonístico fundamental, convertida así en nuevo prototipo femenino, que se distingue del que ofrece la literatura decimonónica tanto en su aspecto físico como en su definición social y su caracterización moral, que son los tres aspectos que Ezama detalla a continuación, y que nosotros resumiremos al máximo. En el aspecto físico, la mujer piconiana responde al modelo que transmiten la literatura sicalíptica, algunas revistas ilustradas y otras de modas, los espectácu- los teatrales musicales y diversos modelos pictóricos, tanto clásicos como con- temporáneos. El prototipo femenino más característico de la narrativa piconiana es el de la mujer de la burguesía acomodada, casi siempre independiente, hermo- sa y marcadamente sensual (La novela de una noche), de movimientos y adema- nes atractivos (Sacramento), y que dispone, además, del dinero necesario para realzar sus encantos naturales mediante diversos complementos: ropa interior, vestidos, zapatos, perfume (La hoja de parra, El olvidado, Confesiones, Eva, La dama de las tormentas); o sin ellos, en la pura desnudez (Rivales, Confesiones, Cuento fantástico).208 En el aspecto social, ofrece una imagen progresista: rechaza la discriminación que padece en el ámbito educativo, matrimonial y legal, se enfrenta a los conven- cionalismos sociales, y apuesta por la libertad de pensamiento y de acción. Todo ello condena a la mujer a la soltería (Desencanto, La prudente) o a la separación matrimonial, dada la imposibilidad legal del divorcio (Divorcio moral), a la vez que propicia la expresión del instinto sexual (Todos dichosos, Los grillos de oro) y las denuncias del trato y de la consideración social de la mujer (La prudente). Es en el aspecto moral —siempre según Ezama— donde resultan más novedo- sos los relatos de Picón, quien se revela como un moralista en tres sentidos princi- hombre en todos los terrenos y principalmente en el económico (o laboral) y en el político (sufragio). Picón apenas se refiere a legislación y nunca a sufragio: siempre a educación y vida moral. Desea que la mujer no se deje subyugar por los poderes represivos que intentan mantenerla en la ignorancia y blanden conceptos como virginidad, prostitución y adulterio para reducirla a objeto que se desprecin- ta, se gasta y se corrompe. En este sentido sería más adecuado hablar de profeminismo, una actitud no programática pero resuelta y consecuente, dirigida a lograr para la mujer, no obstante su desigualdad respecto al hombre, mayor libertad. Como quiera que sea, Sacramento pasa mucho más allá no sólo de la Tristana de Galdós, sino de la Feíta de Emilia Pardo Bazán (Memorias de un solterón)» (G. Sobejano, «Introducción» a Jacinto Octavio Picón, Dulce y sabrosa, cit., p. 27). 208 A. Ezama Gil, «El profeminismo en los cuentos de Picón», p. 173, que citamos casi a la letra. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 93

pales: por el estudio íntimo del personaje, por la defensa de una moral católica — afirmación que, en nuestra opinión, no puede aceptarse sin mayores matizacio- nes—, y por la tendencia al aleccionamiento. En todo caso, la mujer piconiana posee un concepto de la moral mucho más complejo y elevado que el reflejado en la literatura de la Restauración, y se presenta como superior al hombre, tanto en la concepción del amor (Filosofía, Desencanto, Divorcio moral, Doña Georgia, La última confesión, Rivales) como en la estimación propia (La prudente, Desencan- to), en una obra que plantea numerosos ejemplos de la grandeza moral de la mujer (Divorcio moral, El retrato, Caso de conciencia, Rosa la del río, El pobre tío). «En fin —concluye Ezama—, la actitud profeminista manifiesta en los cuentos de Ja- cinto Octavio Picón le sitúa en la avanzadilla de los pocos intelectuales que, en el fin de siglo, apuestan por una nueva definición de la mujer, sustancialmente distin- ta de la anterior en el aspecto físico y social, pero sobre todo en el moral».209 La senda abierta por Sobejano en el hispanismo estadounidense (Valis, Rosa) ha dado como una de sus mayores realizaciones la traducción de una buena selección de cuentos del narrador madrileño por parte de Robert M. Fedorchek, como ya hemos venido anotando. Volveremos a ella para reseñar las dos piezas prelimina- res, debidas, respectivamente, al mismo Fedorchek y al maestro Sobejano.210 No carece de interés la nota inicial del traductor. En ella, tras situar de forma sucinta la vida y obra de Picón, Fedorchek se lamenta de la ausencia de reedicio- nes de sus cuentos, y ello a pesar de la modernidad de estos: «Clearly the latter [los cuentos de Picón] merit reconsideration. Not as readily available at the sto- ries of Clarín, Palacio Valdés, and Pardo Bazán —no modern editions have been published— the stories of Jacinto Octavio Picón deserve to be examined again to determine why they appear so modern, why they speak to our age, why, in brief, they seem —in outlook— timeless»211. Luego, examina y clasifica la producción corta del narrador madrileño a partir de los textos que ofrece traducidos, comen- tando brevemente sus respectivos contenidos. Distingue así cuentos religiosos (La monja impía, Santificar las fiestas, La última confesión)212; otros que se centran en la reivindicación de la libertad de la mujer (Divorcio moral, Desencanto, La Visto- sa, La prudente, Sacrificio); cuentos psicológicos, muy abundantes («stories of

209 A. Ezama Gil, «El profeminismo en los cuentos de Picón», p. 178. 210 R.M. Fedorchek, «Translator’s Foreword» (pp. 9-13); G. Sobejano, «Introduction» (pp. 17- 24); del ya citado «Moral Divorce» and Other Stories by Jacinto Octavio Picón. 211 R.M. Fedorchek, «Translator’s Foreword», p. 9. 212 No hará falta indicar que citamos los cuentos según los títulos originales en castellano de Picón. Para los traducidos, véase el posterior apartado 9.6 de nuestra Bibliografía o, más arriba, el capítulo 7. 94 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO conscience, of psychological inquiry»213: Caso de conciencia, Una venganza, Las coronas, Un sabio, La dama de las tormentas, Cura de amores, Narración, El re- trato, El deber, El socio, Eva, Elvira-Nicolasa); y cuentos sociales (La amenaza). Y con independencia del grado de adhesión que suscite en el especialista la mues- tra reunida por Fedorchek, lo cierto es que a esta no le falta representatividad, y, por encima de todo, oportunidad: solo elogios ha de concitar, de parte de quienes amamos a Picón, la labor del profesor norteamericano. La introducción de Sobejano al mismo volumen no aporta novedades a aquellos que conozcan su estudio previo a la tantas veces citada edición de Dulce y sabrosa de 1976, pues se limita apenas a retomar algunos pasajes de este estudio214. Se cen- tra en el papel protagonista de la mujer para aludir a los personajes de Divorcio moral y Desencanto como heroínas del amor (colocando por encima de todas a Soledad, de este último relato), o para reivindicar la igualdad de la mujer en la relación amorosa a través de La prudente y Sacrificio. Destaca, como en su estudio de 1976 (que rehace en este punto en función de los cuentos antologados por Fe- dorchek), tres de los volúmenes de relatos, Cuentos de mi tiempo, Mujeres y Des- encanto, y se detiene brevemente en ellos. De Cuentos de mi tiempo, observa que contiene textos inspirados en su mayor parte por una moral social (Santificar las fiestas, La amenaza, que relaciona con sus novelas de tesis religiosa, Lázaro y El enemigo), junto a otros en que resalta la naturaleza ejemplar de sus figuras femeninas (Elvira-Nicolasa, El retrato, Eva)215. Caracterizan a Mujeres los perfiles femeninos, que van de la generosidad (La últi- ma confesión, Sacrificio) a la perversidad (Narración, titulado Pepita en la traduc- ción de Fedorchek), y la curiosidad psicológica de algunos cuentos excelentes (Di- vorcio moral —que asocia en su figura femenina a la novela La honrada—, La dama de las tormentas y Cura de amores). Y respecto de Desencanto subraya el sentido moral del volumen, muy presente en el relato inicial, que le da título. El

213 R.M. Fedorchek, «Translator’s Foreword», p. 11. 214 El caso de Sobejano, sin duda quien mejor ha escrito sobre Picón, puede resultar paradigmáti- co como ningún otro del lamentable desconocimiento en que ha caído la narrativa breve de don Jacin- to. Y entiéndase que no estamos con ello minusvalorando la imprescindible contribución del maestro de todos nosotros, sino constatando qué ocurre cuando ni siquiera se ha establecido el propio corpus: que el mismísimo don Gonzalo afirme, al presentar la obra de Picón, que consta de ocho novelas «and six books of short stories and novelettes», lo que supone dejar en la sombra varios de los libros de cuentos (más o menos relevantes, pero libros de cuentos hechos y derechos) que forman parte de la producción del autor madrileño. Citamos a G. Sobejano, «Introduction» a «Moral Divorce» and Other Stories, p. 17. 215 Precisemos que estos dos últimos relatos solo pertenecen a la segunda edición, póstuma, de Cuentos de mi tiempo, la de las Obras completas, en la que se integraron los textos procedentes de Juan Vulgar, libro en el que figuraron originariamente. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 95 resto de cuentos traducidos por Fedorchek —siempre según Sobejano— ilumina el carácter o el destino de diversos personajes femeninos, que aparecen en La monja impía, Caso de conciencia, Una venganza, Las coronas, La Vistosa, La prudente, Un sabio, El socio y El deber, a cada uno de los cuales dedica unas breves palabras.216 Concluye Sobejano poniendo de relieve la importancia del protagonismo de la mujer y de la temática amorosa («his novels and many of his short stories are stu- dies of woman and love»), y trazando una valoración global en la que subraya su adscripción al realismo («Jacinto Octavio Picón never abandoned his adherence to realism») y matiza el alcance de su afinidad con el modernismo, en el que perfila algunos de los rasgos definitorios de su personalidad humana y literaria:

With modernism in the strictest sense of the word, that is, with the modernism propagated at the turn of the century by Rubén Darío [...], Picón’s fiction has a certain affinity in that [sic] a sharp sensory vibrancy, a new sensual fragrance frequently flows from his best writings. But the circumspect author embraces neither the amorality, nor the anarcho-aristocracy, nor the «art for art’s sake» of the modernists. His liberalism, his unswerving defense of the dignity of women, his personal modesty, and the compassionate tone of his vision of the world and life shield him from those excesses.217

Finalmente, Yolanda Latorre Ceresuela, como ya habíamos avanzado más arri- ba218, ha estudiado con finura los cuentos que aparecieron en 1885 integrados en el volumen de Juan Vulgar, es decir, la primera selección de relatos cortos que don Jacinto consideró dignos de ser editados en libro219. En su presentación del narra- dor madrileño, Latorre señala cómo este hace compatible la crítica de muchos de los valores de la clase burguesa con el cultivo del tema amoroso y el protagonismo de los personajes femeninos; y agrega además estas palabras: «El escritor puso en evidencia la religiosidad fingida, los intereses materiales, la crisis que atraviesa la

216 Pertenecen estos cuentos a Novelitas (La monja impía, Caso de conciencia, La prudente, Un sabio), a La Vistosa (el relato que da título al librito) y a Drama de familia (Una venganza, El socio, El deber), respectivamente, con la particularidad de que Las coronas se recoge en estos dos últimos volúmenes, así como el anterior Divorcio moral, que se adscribe a Mujeres, había aparecido antes también en las colecciones de La Vistosa y Drama de familia. 217 G. Sobejano, «Introduction», pp. 23-24. 218 En el anterior apartado 5.1. 219 Y. Latorre, «El espíritu como búsqueda en los cuentos de J.O. Picón», en J. Pont (ed.), El cuento español en el siglo XIX. Autores raros y olvidados, pp. 157-170. Por otra parte, algunos errores en la cronología de cuentos y libros en este artículo nos reafirma una vez más en la necesi- dad imperiosa de nuestra edición y catalogación. Aunque ciertamente no afecta al fondo del ensa- yo, Latorre fecha erróneamente la tercera edición de Juan Vulgar en 1885 (Latorre, p. 159, nota 5), cuando no puede ser anterior a 1892 (véase más arriba, 5.1, nota 46). La fecha de 1887 para El retrato (p. 160 de Latorre), cuando data de 1883 en su primera versión en la prensa (y de 1885 en volumen), parece errata o descuido de la autora. 96 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO institución del matrimonio durante la Restauración, la satisfacción egoísta de los deseos físicos y la deshonestidad, al tiempo que censuró la actitud de la Iglesia mientras postulaba una visión personal de la religión práctica. Podríamos afirmar que, en la línea galdosiana, es uno de los novelistas más duros ante la falsedad de su tiempo»220. Por ello, no resulta extraña, «dada su rebeldía y sinceridad, la impul- siva búsqueda del ideal manifestada por muchos de sus protagonistas novelescos» (p. 158), y también los de estos cuentos primerizos, donde «despuntan los dotados de protagonistas en acuciante desasosiego y ansiedad» (p. 159): la lucha interior del personaje de La lámpara de la fe; el sentimiento profundo que despierta en el alma el coleccionismo de escudos y blasones de El retrato; «el amor altruista y misericordioso» (p. 162) escogido por Hortensia en Después de la batalla; el «dis- currir de la conciencia acompasado en una tenue puesta de sol» (p. 162) que se presenta en Boda deshecha; la desolación vital del bello ars moriendi que constitu- ye el relato titulado ¿.....?; la agitación de las almas frente al estatismo de las esta- tuas de El cementerio del diablo; la vida como «indagación constante» y «camino lleno de sorpresas» (p. 164) que emerge en Eva, cuento en que la ficción del narra- dor «queda hecha añicos ante la prosaica vida familiar de su admirada» (p. 164); Lo ideal, donde «la contraposición entre el deseo y la realidad crea la paradoja: el rechazar el ideal implica continuar deseándolo» (p. 165); así como «la andadura vital» que «se complace [...] en la propia exploración de la verdad, el ideal y la belleza» (p. 165) que hallamos en Se vende. «En mayor o menor grado —sintetiza Latorre—, y mediante técnicas narrativas diversas, estos individuos persiguen un conocimiento reflexivo de su propia existencia. El autoanálisis y la contemplación parecen ser, a veces, el propio objetivo [...], postura ambigua y vacilante lejos de la vitalidad, energía y optimismo propios de otros relatos. De hecho, el hábito de re- cogimiento, la eliminación de todo lo ajeno al yo contemplativo y la tensión no expresada en acción resolutoria constituyen elementos dispersos a lo largo de la obra piconiana, aunque no predominantes» (pp. 165-166). A partir de En la puerta del cielo (1877) y de La muerte de un justo (1884), observa Latorre cómo Picón presenta el arquetipo del santo, y la subversión de este mismo arquetipo en El santo varón (1882), a veces en un marco de esteticismo y voluptuosidad que lleva a afir- mar agudamente a la estudiosa:

La sensibilidad de estos personajes está revelando un sincretismo que conju- ga, en el seno del Realismo, una herencia romántica encaminada hacia el Mo- dernismo finisecular: el intimismo y la introspección alcanzan, a veces, límites

220 Y. Latorre, «El espíritu como búsqueda en los cuentos de J.O. Picón», p. 157. En lo que si- gue, damos entre paréntesis las referencias de las páginas de este artículo. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 97

de egolatría o ensimismamiento cuyo ritmo interior conecta con los ciclos exter- nos, y la expresión de lo fragmentario en el análisis de la conciencia entendida como sentir individual recuerda el patrón de la narrativa simbolista marcada por el concepto del eterno retorno. Los personajes buscan un sentido de vivir y pro- yectan su personalidad en la interacción con el mundo, algunos incluso sumidos en el pesimismo (p. 167).

Añade Latorre que encontraremos respuestas a esta actitud en cuentos posterio- res como Desencanto (1906) y Rivales (1908), en que los respectivos protagonistas muestran caminos ante el hastío («el ennui de románticos y modernistas», p. 169); ello los liga a los personajes de esos cuentos iniciales donde «la búsqueda de la verdad revela almas atormentadas sumidas en batallas interiores» (p. 169).

Escaso bagaje, sin duda, lejos a todas luces del mérito literario y de la significa- ción que en muy diversos órdenes atesora la narrativa breve de don Jacinto. De todas maneras, ya no es el panorama desértico de años atrás: poco a poco —tal vez demasiado poco a poco— se va abriendo paso un cierto interés por la obra del na- rrador madrileño, y, lo que juzgamos más importante y en especial para sus cuen- tos, se han acabado las descalificaciones radicales, las condenas desde el prejuicio, y hasta los ecos vacíos de lo que escribe tal o cual autor de manual. Quienes en los últimos años se han ocupado de Picón lo han leído, y leído con interés y ojos lim- pios. ¿Acabará escapando del infierno de los novelistas menores? No será fácil, pero nosotros estamos intentando firmemente restituirlo al paraíso de los cuentistas excelentes, donde le pertenece por derecho un lugar del que nunca debió haber sido expulsado.221

221 Lo hemos hecho también recientemente, como se señaló, en nuestra edición de Jacinto Octavio Picón, Después de la batalla y otros cuentos, Madrid: Cátedra, 2011. 98 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

9. BIBLIOGRAFÍA

9.1. Libros de cuentos222 Juan Vulgar, Madrid: Est. Tip. de El Correo, a cargo de F. Fernández, 1885, 19 cm, pp. 177-316. Contiene: Lo ideal, Se vende, La lámpara de la fe, En la puerta del cielo, El cementerio del diablo, El retrato, Después de la batalla, Eva, Boda deshecha, El santo varón, ¿.....?, Sa- bandijas literarias y La muerte de un justo. ——, Madrid: Est. Tip. de El Correo, 1885, 2.ª edición, 19 cm, pp. 177-316. ——, Madrid: La España Editorial, s.a. (¿1892?), 3.ª edición, 19 cm, pp. 177-316. ——, Buenos Aires: Imprenta de La Nación, 1913, 16 cm, pp. 167-302 (Biblioteca de La Nación, 561).223 Novelitas, Madrid: La España Editorial, 1892, 267 páginas, 18,5 cm. Contiene: La prudente, Confesiones, Caso de conciencia, La monja impía, Un sabio, Doña Georgia, Virtudes premiadas, El peor consejero y Todos dichosos. ——, Madrid: Renacimiento, s.a. (1928), 280 páginas, 19 cm (Obras completas, XIII). Contiene: La prudente, Confesiones, Caso de conciencia, La monja impía, Un sabio, Doña Georgia, Virtudes premiadas, El peor consejero, Todos dichosos, El agua turbia y La gran conquista. 224 Cuentos de mi tiempo, Madrid: Imprenta de Fortanet, 1895, XVI + 282 páginas, 18 cm. Contiene: La amenaza, La buhardilla, El olvidado, La cuarta virtud, Lobo en cepo, El hijo del camino, Los triunfos del dolor, Los favores de Fortuna, Las plegarias, El nieto, Dichas huma- nas, El milagro, Elvira-Nicolasa, Sacramento, Santificar las fiestas y La hoja de parra. ——, Madrid: Renacimiento, 1925, 271 páginas, 19 cm (Obras completas, XII). Contiene: La amenaza, La buhardilla, El olvidado, La cuarta virtud, Lobo en cepo, El hijo del camino, Los triunfos del dolor, Los favores de Fortuna, Las plegarias, El nieto, Dichas humanas, El milagro, Elvira-Nicolasa, Sacramento, Santificar las fiestas, La hoja de pa- rra, Lo ideal, Se vende, La lámpara de la fe, En la puerta del cielo, El cementerio del dia- blo, El retrato, Eva, Boda deshecha, El santo varón, ¿.....?, Sabandijas literarias y La muerte de un justo. Tres mujeres. La recompensa. Prueba de un alma [sic]. Amores románticos. Ilustraciones de Klong. Madrid: Fernando Fe, 1896, 180 páginas, 13 cm (Colección Klong). Contiene: La recompensa, La prueba de un alma y Amores románticos. Cuentos. Ilustraciones de Saiz Abascal. Madrid: B. Rodríguez Serra, 1900, 87 páginas, 13 cm (Biblioteca Mignon, 8).

222 Se relacionan por orden cronológico atendiendo a la fecha de la primera edición. Si no se seña- la otra cosa, se entenderá que las sucesivas ediciones o impresiones de la misma obra mantienen el contenido de la primera. Un asterisco (*) indica que no hemos alcanzado a ver la obra señalada. 223 De los dos únicos ejemplares localizados, en la Biblioteca General de la Universidad de Málaga y en la British Library, aquél carece de cubierta mientras que éste la conserva muy deteriorada. Pero de uno y otro se colige el número de la colección con relativa claridad: 561. Los datos restantes son firmes. 224 Digitalizado por Google en Internet Archive: http://www.archive.org/details/cuentosdemitiem00picgoog>. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 99

Contiene: El agua turbia y La gran conquista. ——. Ilustraciones de Saiz Abascal. Madrid: Viuda de Rodríguez Serra-A. de San Mar- tín, 1910, 90 páginas, 13,5 cm (Biblioteca Mignon, 8). La Vistosa. Ilustraciones de L. Valera. Madrid: Miguel Poveda, 1901, 93 páginas, 13 cm (Biblioteca Moderna, 6).225 Contiene: La Vistosa, Las coronas y Divorcio moral. Drama de familia, Valencia: F. Sempere y C.ª Editores, s.a. (1903), 264 páginas, 18 cm. Contiene: Drama de familia, Una venganza, Sacrificio, Un crimen, El deber, Hidroterapia y amor, Contigo pan y... pesetas, Las coronas, Lo imprevisto, La Nochebuena del guerri- llero, Aventura, Divorcio moral, El socio, Cura de amores, Modesta, Candidato, Modus vivendi y Envidia. ——, Valencia: F. Sempere y Compañía Editores, s.a. (¿1915?), 220 páginas, 18 cm. ——, Valencia: Prometeo Sociedad Editorial, s.a. (¿1922?), 220 páginas, 19 cm. ——, Buenos Aires: Imprenta de La Nación, 1915, 303 páginas, 16,5 cm (Biblioteca de La Nación, 641). Contiene: Drama de familia, Una venganza, Sacrificio, Un crimen, El deber, Hidroterapia y amor, Contigo pan y... pesetas, Las coronas, Lo imprevisto, La Nochebuena del guerri- llero, Aventura, Divorcio moral, El socio, Cura de amores, Modesta, Candidato, Modus vivendi, Envidia y Tentación. La prudente y otros cuentos por Jacinto Octavio Picón. Edited with introduction, notes and vocabulary by William Thomas Faulkner, A.M. Professor of the Spanish lan- guage and literature in The National Correspondence Institute, Washington, D.C. 226 Boston, Mass.: C.A. Koehler & Co., 1905, VI + 155 páginas, 17 cm. Contiene: La prudente, Un sabio, La monja impía, Todos dichosos y Virtudes premiadas. El último amor, Barcelona: Sociedad General de Publicaciones, 1910, 139 páginas, 17,5 cm (Colección Oro Fino, 7). Contiene: El último amor, El pobre tío..., Lo más excelso, La chica de la caja, Se vende, El retrato, Eva, La muerte de un justo, En la puerta del cielo y ¿.....?. Mujeres, Madrid: V. Prieto y Compañía, 1911, 280 páginas, 19 cm (Obras completas, IV). Contiene: Después de la batalla, Lo pasado, La prueba de un alma, La última confesión, Almas distintas, Redención, Fruta caída, El pobre tío..., La dama de las tormentas, Sacri- ficio, Boda de almas, Los decadentes, Un crimen, Divorcio moral, Narración, Cura de amores y El ideal de Tarsila. ——, Madrid: Renacimiento, 1916, 2.ª edición, 288 páginas, 19 cm (Obras completas, IV). ——, Madrid: Renacimiento, s.a. (pero no anterior a 1928), 3.ª edición, 286 páginas, 19 cm (Obras completas, IV). ——, Madrid: Koty, 2000, 186 páginas, 17 cm. Doña Georgia, Buenos Aires: Imprenta de La Nación, 1914, 253 páginas, 16 cm (Biblio- teca de La Nación, 629).

225 Digitalizado por Google en Internet Archive: http://www.archive.org/details/lavistosa00picgoog>. 226 Digitalizado por Google en Internet Archive: . 100 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

Contiene: Doña Georgia, La prudente, Caso de conciencia, La monja impía, Un sabio, Virtudes premiadas, El peor consejero, Todos dichosos y Las consecuencias. Los triunfos del dolor, Buenos Aires: Imprenta de La Nación, 1915, 237 páginas, 16 cm (Biblioteca de La Nación, 650). Contiene: Los triunfos del dolor, La amenaza, La buhardilla, El olvidado, La cuarta virtud, Lo- bo en cepo, El hijo del camino, Los favores de Fortuna, Las plegarias, El nieto, Dichas huma- nas, El milagro, Elvira-Nicolasa, Sacramento, Santificar las fiestas y La hoja de parra. Desencanto, Madrid: Renacimiento, s.a. (1925), 310 páginas, 19 cm (Obras completas, XI). Contiene: Desencanto, Rivales, La recompensa, Amores románticos, La novela de una no- che, Lo ignorado, Cadena perpetua, Lo mejor del hombre, La verdadera, Escrúpulos, Rosa la del río y La flor de la patata. Cuentos completos. Edición crítica de Esteban Gutiérrez Díaz-Bernardo. Madrid: Funda- ción Universitaria Española, 2008, 2 vols., 441 + 460 páginas, 28,5 cm (Investi- gaciones Bibliográficas sobre Autores Españoles, 15). VOLUMEN I. Contiene: El epitafio del Doctor, En la puerta del cielo, El modelo, La lámpara de la fe, ¿.....?, Lo ideal, El cementerio del diablo, Después de la batalla, Eva, Boda deshecha, El santo varón, Sabandijas literarias, Cosas de antaño, El retrato, ¡Ven- ganza!, La muerte de un justo, El pecado de Manolita, Se vende, El ideal de Tarsila, La ci- ta, La prudente, La monja impía, Caso de conciencia, El peor consejero, Virtudes premia- das, Todos dichosos, La amenaza, La buhardilla, Cibelesiana, El olvidado, Confesiones, Un sabio, Doña Georgia, Las apariencias, La vengativa, El socio, La cuarta virtud, Di- chas humanas, La Nochebuena del guerrillero, La recompensa, La Nochebuena de los humildes, El horno ajeno, Filosofía, Amores románticos, Lobo en cepo, El hijo del camino, Hidroterapia y amor, La vocación de Rosa, Los triunfos del dolor, El agua turbia, Contigo pan y... pesetas, Los grillos de oro, La gran conquista, Un suicida, Envidia, Los favores de Fortuna y Sacrificio. VOLUMEN II. Contiene: El gorrión y los cuervos, Las plegarias, Elvira-Nicolasa, El gran impotente, La prueba de un alma, El nieto, El milagro, Lo que queda, Modus vivendi, Las coronas, Sacramento, Santificar las fiestas, La hoja de parra, Cuento fantástico, Can- didato, Por si acaso, Fruta caída, Las consecuencias, Redención, El deber, El último amor, Los decadentes, Moral al uso, Voz de humildad, Escrúpulos, Modesta, Cosas de án- geles, Desilusión, La Perla, Aventura, El pobre tío, Lo imprevisto, Una venganza, Las len- tejuelas, Cadena perpetua, El padre, El que va y el que viene, La casa de lo pasado, Un crimen, Ayer como hoy, La lección del Príncipe, Lo ignorado, Relato del homicida, La jo- vencita, Almas distintas, Tentación, Divorcio moral, La novela de una noche, Lo más ex- celso, La verdadera, Boda de almas, La flor de la patata, El guarda del monte, La chica de la caja, La dama de las tormentas, Rosa la del río, Los dos sistemas, Cura de amores, Lo pasado, La Vistosa, La última confesión, Drama de familia, Desencanto, Narración, Riva- les, Voluntad muerta y Lo mejor del hombre. Después de la batalla y otros cuentos. Edición de Esteban Gutiérrez Díaz-Bernardo. Madrid: Cátedra, 2011, 355 páginas, 18 cm (Letras Hispánicas, 678). Contiene: Después de la batalla, Boda deshecha, Virtudes premiadas, La amenaza, Doña Georgia, Los triunfos del dolor, El agua turbia, La prueba de un alma, Santificar las fies- tas, El último amor, Lo imprevisto, Lo ignorado, Boda de almas, La flor de la patata y Desencanto. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 101

9.2. Cuentos publicados en periódicos y revistas227 Acción Libertaria (Gijón) —La hoja de parra, año II, núm. 23, 16-VI-1911. Acción Socialista (Madrid) —La amenaza, año II, núm. 48, 13-II-1915, pp. 9-11. Álbum Salón (Barcelona) —Tentación, año III, núm. 35, 1-II-1899, pp. 34-35. La Anarquía (Madrid) —El hijo del camino, año IV, núm. 139, 10-V-1893, p. 3; núm. 140, 18-V-1893, p. 3. Apuntes (Madrid) —El último amor, año I, núm. 16, 5-VII-1896. Ateneo de Honduras (Tegucigalpa) —La jovencita, año IV, núm. 46, 1-III-1923, pp. 1725-1726. Barcelona Cómica (Barcelona) —Genoveva, año XI, núm. 11, 12-III-1898, pp. 254 y 256-257. —Boda deshecha, año XI, núm. 12, 19-III-1898, pp. 306-307. —Un sabio, año XI, núm. 18, 30-IV-1898, pp. 422-424. —Santificar las fiestas, año XI, núm. 42, 15-X-1898, pp. 908-910. Blanco y Negro (Madrid) —Sacrificio, año IV, núm. 143, 27-I-1894, pp. 54-58. —Por si acaso, año V, núm. 237, 16-XI-1895. —Desilusión, año VII, núm. 300, 30-I-1897. —La verdadera, año IX, núm. 418, 6-V-1899. —La flor de la patata, año X, núm. 452, 1-I-1900. Almanaque. —La chica de la caja, año X, núm. 456, 27-I-1900. —Los dos sistemas, año XI, núm. 519, 13-IV-1901. El Cojo Ilustrado (Caracas) —Los triunfos del dolor, año V, núm. 107, 1-VI-1896, pp. 442-443. —Santificar las fiestas, año V, núm. 108, 15-VI-1896, pp. 475-476. —El olvidado, año V, núm. 110, 15-VII-1896, pp. 554 y 556. —El nieto, año V, núm. 111, 1-VIII-1896, pp. 603-604. —Dichas humanas, año V, núm. 112, 15-VIII-1896, pp. 630-632. La Correspondencia de España (Madrid) —Amores románticos, año XLIV, núm. 12788, 10-IV-1893.

227 Se ordenan alfabéticamente según la cabecera del periódico o revista, a través de la palabra principal que la designa. Se ha intentado homogeneizar las referencias —cosa que no siempre es factible—, dando sucesivamente año, número, fecha y páginas. Cuando no constan estas últimas, debe entenderse que no aparecen numeradas, lo que se produce con frecuencia; incluso se dan casos de periódicos —el suplemento de «Los Lunes de El Imparcial» o Blanco y Negro, por ejemplo— que varían a lo largo de su existencia entre la paginación y la ausencia de esta. Se incluyen los números extraordinarios y los almanaques que se presentan con numeración correlativa; no así los que consti- tuyen volumen aparte, que se relacionan más adelante. Obviamos los títulos o epígrafes de las seccio- nes o apartados en que a veces figuran los textos. 102 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

El Día (Madrid) —Lo que queda, año XVI, núm. extraordinario de Año Nuevo, 1-I-1895, p. 4. El Diario Ilustrado (Madrid) —Un suicida, año I, núm. 48, 28-XII-1897. La Época (Madrid) —Un sabio, año XLIV, núm. 14376, 18-IX-1892. —La buhardilla, año XLVIII, núm. 16398, 24-I-1896. La Esfera (Madrid) —El padre, año I, núm. 28, 11-VII-1914. Gente Conocida (Madrid) —Cuentos, año I, núm. 4, 21-VI-1900, p. 10. El Globo (Madrid) —El epitafio del Doctor, año II, núm. 323, 18-II-1876, pp. 191-192. El Gráfico (Bogotá) —Boda de almas, año XVI, núm. 807, noviembre 1926, pp. 295-298. La Gran Vía (Madrid) —La vocación de Rosa, año I, núm. 12, 17-IX-1893, pp. 181-183. Hispania (Barcelona) —La novela de una noche, año I, núm. 2, febrero 1899, pp. 1-5; núm. 3, marzo 1899, pp. 1-7. La Hoja de Parra (Madrid) —La hoja de parra, año I, núm. 1, 7-V-1911, pp. 10-13. Ilustración Artística / La Ilustración Artística (Barcelona)228 —El ideal, año I, núm. 36, 3-IX-1882, pp. 286-287. —Divorcio moral, año XVIII, núm. 896, 27-II-1899, pp. 139-142. —El guarda del monte, año XIX, núm. 940, 1-I-1900. Núm. de Año Nuevo. La Ilustración Española y Americana (Madrid) —La prueba de un alma, año XXXVIII, núm. 20, 30-V-1894, pp. 327 y 329-330; núm. 21, 8-VI-1894, pp. 350-351. —Las consecuencias, año XL, núm. 1, 8-I-1896, pp. 3-4 y 6-7. El Imparcial (Madrid) —En la puerta del cielo, año XI, núm. 3705, 17-IX-1877. —El modelo, año XI, núm. 3803, 24-XII-1877. —Después de la batalla, año XVI, núm. 5526, 23-X-1882. —Sabandijas literarias, año XVI, núm. 5566, 4-XII-1882. —Del natural, año XVIII, núm. 6174, 11-VIII-1884. —El retrato, año XIX, núm. 6501, 6-VII-1885. —Cibelesiana, año XXVI, núm. 9046, 25-VII-1892. —La Nochebuena del guerrillero, año XXVI, núm. extraordinario, 25-XII-1892. —El agua turbia, año XXVII, núm. 9531, 27-XI-1893. —Contigo pan y... pesetas, año XXVII, núm. 9538, 4-XII-1893.

228 Esta revista barcelonesa cambiará de nombre. Aparece como Ilustración Artística el 1-I-1882, pero desde el 4-I-1886 (año V, núm. 210) pasará a llamarse La Ilustración Artística. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 103

—Envidia, año XXVIII, núm. 9579, 15-I-1894, pp. 6-7. —Los favores de Fortuna, año XXVIII, núm. 9586, 22-I-1894, pp. 3 y 5-6. —El nieto, año XXVIII, núm. 9922, 25-XII-1894. —Las coronas, año XXIX, núm. 9942, 14-I-1895. —Santificar las fiestas, año XXIX, núm. 10026, 8-IV-1895. —Candidato, año XXIX, núm. 10227, 28-X-1895. —Redención, año XXX, núm. 10464, 22-VI-1896. —Los decadentes, año XXX, núm. 10478, 6-VII-1896. —Almas distintas, año XXXIII, núm. 11393, 9-I-1899. —Lo más excelso, año XXXIII, núm. 11477, 3-IV-1899. Instantáneas (Madrid) —Instantánea, año II, núm. 13, 1-I-1899. Almanaque. La Lectura (Madrid) —Lo pasado, año I, tomo II, 1901, pp. 194-206. Lecturas (Barcelona) —Santificar las fiestas, año II, núm. 18, noviembre 1922, pp. 1161-1163. —El milagro, año II, núm. 19, diciembre 1922, pp. 1261-1264. —Los triunfos del dolor, año III, núm. 23, abril 1923, pp. 385-388. —La chica de la caja, año III, núm. 24, mayo 1923, pp. 485-490. —Lo más excelso, año III, núm. 26, julio 1923, pp. 724-728. —Un sabio, año III, núm. 28, septiembre 1923, pp. 933-938. —Sacrificio, año III, núm. 31, diciembre 1923, pp. 1233-1237. —Boda de almas, año IV, núm. 32, enero 1924, pp. 91-95. —Divorcio moral, año IV, núm. 38, julio 1924, pp. 715-720. —La prueba de un alma, año V, núm. 50, julio 1925, pp. 669-679. —Por si acaso, año VI, núm. 64, septiembre 1926, pp. 945-948. —El retrato, año VII, núm. 72, mayo 1927, pp. 488-491. —Boda deshecha, año VIII, núm. 80, enero 1928, pp. 88-90. Letras de Molde (Madrid) —La dama de las tormentas, año I, núm. 6, 19-II-1900, p. 1. El Liberal (Madrid) —La amenaza, año XIV, núm. 4754, 27-VI-1892. —La buhardilla, año XIV, núm. 4774, 17-VII-1892. —El olvidado, año XIV, núm. 4811, 23-VIII-1892. —La cuarta virtud, año XIV, núm. 4884, 4-XI-1892. —Lobo en cepo, año XV, núm. 5041, 12-IV-1893. —El hijo del camino, año XV, núm. 5060, 1-V-1893. —Hidroterapia y amor, año XV, núm. 5134, 14-VII-1893. Núm. extraordinario. —Los triunfos del dolor, año XV, núm. 5135, 24-X-1893.229 —Las plegarias, año XVI, núm. 5248, 15-II-1894.

229 El hecho de que el número de este día sea exactamente el siguiente al del 14 de julio recién transcrito se debe a un error del propio periódico, que pasará del 5199 (18-IX-1893) al 5100 (19-IX- 1893), en lugar de hacerlo al 5200. 104 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

—El milagro, año XVI, núm. 5562, 25-XII-1894. —Sacramento, año XVII, núm. 5624, 25-II-1895. —La hoja de parra, año XVII, núm. 5671, 13-IV-1895. —Moral al uso, año XVIII, núm. 6267, 29-XI-1896. —Voz de humildad, año XVIII, núm. 6288, 20-XII-1896. —Cosas de ángeles, año XIX, núm. 6302, 3-I-1897. —La Perla, año XIX, núm. 6330, 31-I-1897. —Aventura, año XIX, núm. 6358, 28-II-1897. —El pobre tío..., año XIX, núm. 6477, 27-VI-1897. —Lo imprevisto, año XIX, núm. 6498, 18-VII-1897. —Una venganza, año XIX, núm. 6526, 15-VIII-1897. El Liberal (Sevilla) —El olvidado, año I, núm. 145, 29-V-1901. El Liberal Ilustrado (Bogotá) —El padre, vol. III, núm. 1089-12, 5-IX-1914, pp. 184-186. Madrid Cómico (Madrid) —¡Venganza!, año IV, núm. 46, 6-I-1884, pp. 11 y 14. Almanaque. —El pecado de Manolita, año V, núm. 98, 4-I-1885, pp. 10-11. Almanaque. —El ideal de Tarsila, año VIII, núm. 254, 1-I-1888, pp. 7 y 10. Almanaque. —Todos dichosos, año XII, núm. 463, 2-I-1892, pp. 18-19. Almanaque. —Las apariencias, año XII, núm. 501, 24-IX-1892, pp. 3 y 6-7. —La vengativa, año XII, núm. 503, 8-X-1892, pp. 3 y 6. —El socio, año XII, núm. 505, 22-X-1892, pp. 3 y 6. —Dichas humanas, año XII, núm. 507, 5-XI-1892, pp. 3 y 6. —La Noche Buena de los humildes, año XIII, núm. 516, 7-I-1893, pp. 3 y 6. Alma- naque. —El horno ajeno, año XIII, núm. 521, 11-II-1893, pp. 3 y 6. —Filosofía, año XIII, núm. 525, 11-III-1893, pp. 3 y 6-7. —Un suicida, año XIV, núm. 568, 6-I-1894, pp. 16-17. Almanaque. —El gorrión y los cuervos, año XIV, núm. 571, 27-I-1894, pp. 48-50. —Elvira-Nicolasa, año XIV, núm. 578, 17-III-1894, pp. 107-110. —El gran impotente, año XIV, núm. 585, 5-V-1894, pp. 163-166. —Modus vivendi, año XV, núm. 620, 5-I-1895, pp. 3-6. Almanaque. —Fruta caída, año XVI, núm. 672, 4-I-1896, pp. 11-13 y 16. Almanaque. —El deber, año XVI, núm. 697, 27-VI-1896, pp. 225-227. —Modesta, año XVII, núm. 724, 2-I-1897, pp. 3-5. Almanaque. —Un crimen, año XVIII, núm. 776, 1-I-1898, pp. 7-10. Almanaque. —La cita, año XXI, núm. 23, 8-VI-1901, pp. 182-183.230 Los Madriles (Madrid) —La cita, año I, núm. 2, 13-X-1888, pp. 3 y 6.

230 No hay error en el número, que pertenece ahora a la 3.ª época. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 105

Natura (Barcelona) —El hijo del camino, año II, núm. 32, 15-I-1905, pp. 126-128; núm. 33, 1-II-1905, p. 144. Nuevo Mundo (Madrid) —Rosa la del río, año VII, núm. 326, 4-IV-1900. La Pecera (Madrid) —Cuento fantástico, año I, núm. 2, 25-IV-1895, pp. 5-6. Pluma y Lápiz (Barcelona) —Cura de amores, año II, núm. 48, 1901, pp. 567-568; núm. 49, 1901, pp. 578-579. Pro Patria (Barcelona) —El agua turbia, año I, cuaderno VI, junio 1894, pp. 446-457. Revista Gris (Bogotá) —Los favores de Fortuna, vol. II, núm. 5, mayo 1894, pp. 162-165. —Las coronas, vol. III, núm. 2, julio 1895, pp. 50-55. Revista Ibérica (Madrid) —Un cuento en una carta, año I, núm. 4, 16-V-1883, pp. 78-81. La Revista Moderna (Madrid) —Las lentejuelas, año I, núm. 29, 18-IX-1897, pp. 464-467. —La casa de lo pasado, año II, núm. 44, 1-I-1898, pp. 27-28. —Un recuerdo de viaje, año III, núm. 105, 3-III-1899, pp. 140-141. La Semana Cómica (Barcelona) —La lámpara de la fe, año IV, núm. 146, 28-III-1890, pp. 185 y 188-189. —Se vende, año IV, núm. 158, 20-VI-1890, pp. 377 y 380-381. —Boda deshecha, año IV, núm. 168, 29-VIII-1890, pp. 147 y 150. —El retrato, año IV, núm. 169, 5-IX-1890, pp. 167 y 170-171. —Eva, año IV, núm. 170, 12-IX-1890, pp. 190-191. —La muerte de un justo, año IV, núm. 171, 19-IX-1890, pp. 202-203 y 206. —En la puerta del cielo, año IV, núm. 174, 10-X-1890, pp. 254-255. —¿.....?, año IV, núm. 177, 30-X-1890, pp. 293 y 295. El Socialista (Madrid) —Cosas de ángeles, año XIII, núm. 618, 7-I-1898, pp. 2-3. La Vida Galante (Madrid)231 —El desafío, año VIII, núm. 338, 1905. Vida Nueva (Madrid) —Ayer como hoy, año I, núm. 12, 28-VIII-1898. —La lección del Príncipe, año I, núm. 25, 27-XI-1898. —Lo ignorado, año I, núm. 28, 18-XII-1898. —Lo que queda, año II, núm. 30, 1-I-1899. —La hoja de parra, año II, núm. 32, 15-I-1899. —Los decadentes, año II, núm. 39, 5-III-1899. —El padre, año II, núm. 42, 26-III-1899. Reimpreso en año II, núm. 64, 27-VIII-1899.

231 Esta revista se tituló primero Vida Galante, y adoptó el nombre de La Vida Galante a partir del 29 de julio de 1900 (año III, núm. 91). 106 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

9.3. Cuentos publicados en series y colecciones Biblioteca Estrella (Madrid) —La recompensa. Novela, núm. 11, Madrid: Imprenta Clásica Española, 1918, 72 páginas, 10 cm. Biblioteca Miralles (Barcelona) —La novela de una noche, núm. 7. Ilustraciones de C. Vázquez y Mas y Fontdevi- la. Barcelona: s.i, s.a., 32 págs., 14,5 cm. Colección Amena (Barcelona) —Las plegarias, núm. 2, Barcelona: Centro Editorial de Presa y Rosón, s.a., 11 pá- ginas, 16 cm. Los Contemporáneos (Madrid) —Después de la batalla, (año VII), núm. 316, 15-I-1915, 20 páginas. [Versión dramatizada del cuento, en colaboración con Fernando Periquet, a quien se deben también las ilustraciones.] —Voluntad muerta, año VIII, núm. 367, 7-I-1916. —Confesiones, año X, núm. 470, 3-I-1918. El Cuento Azul (Madrid) —Desencanto, (año I), núm. 2 (21-XII-1929). Madrid: Prensa Moderna. Ilustraciones de Pedraza. El Cuento Semanal (Madrid) —Desencanto, año I, núm. 1, 4-I-1907. Ilustraciones de Andrade. —Narración, año II, núm. 53, 3-I-1908. Número-Almanaque. Ilustraciones de Es- tevan. —Rivales, año II, núm. 72, 15-V-1908. Ilustraciones de Pedreiro. —El guarda del monte, año IV, núm. 209, 30-XII-1910. Núm. extraordinario. — Lecturas Populares (Bogotá) —Mujeres, vol. II, serie II, núm. 24-944, 1914, pp. 353-382. Suplemento Literario de El Tiempo. Ed. Eduardo Santos (Colección de Grandes Escritores Nacionales y Extranjeros. Precede una breve nota biobibliográfica, pp. 351-352). Contiene: Después de la batalla, Divorcio moral, Almas distintas y La amenaza. La Novela Corta (Madrid) —La prueba de un alma, año III, núm. 148, 2-XI-1918. La Novela Semanal (Madrid) —La prueba de un alma, año V, núm. 207, 27-VI-1925, 55 páginas. Ilustraciones de Ernesto Durias. —Rivales, año V, núm. 233, 26-XII-1925, 60 páginas. Ilustraciones de Ernesto Durias. LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 107

9.4. Cuentos publicados en álbumes, almanaques y misceláneas —La lámpara de la fe. En Almanaque histórico, político, científico y literario de El Glo- bo para 1878. Ilustrado con grabados. Año I. Madrid: Imprenta de la Sociedad Tipográfica, 1878, pp. 99-102. —Un recuerdo de viaje. En Almanaque de La Ilustración para el año bisiesto de 1880. Año VII. Madrid: Imprenta, Estereotipia y Galvanoplastia de Aribau y C.ª, 1879, pp. 127-128. —El cementerio del diablo. En Almanaque de La Ilustración para el año de 1881. Año VIII. Madrid: Imprenta, Estereotipia y Galvanoplastia de Aribau y C.ª, 1880, pp. 141-144. —Cosas de antaño. En Almanaque de El Motín para 1883, Madrid: Imprenta de M. Ro- mero, 1882, pp. 53-57. —Genoveva. En Almanaque de La Semana Cómica para 1890, Barcelona: Imprenta Mili- tar y Comercial de Calzada e Hijo, s.a. (1889), pp. 30-31, 34-35 y 38-39. —Después de la batalla. En Almanaque de La Semana Cómica para el año 1891, Barce- lona: Imprenta de Calzada, s.a. (1890), pp. 77-86. —El peor consejero. En Almanaque de La Ilustración para el año de 1892. Año XIX. Ma- drid: Establecimiento Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, 1891, pp. 97-111. —Virtudes premiadas. En Novelas y caprichos. Almanaque de La España Moderna para el año 1892, Madrid: La España Moderna, 1892, pp. 55-107. —La recompensa. En Almanaque de La Ilustración para el año de 1893. Año XX. Ma- drid: Establecimiento Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, 1892, pp. 110-118. —Los grillos de oro (Boceto de novela). En Almanaque de La Ilustración para el año de 1894. Año XXI. Madrid: Establecimiento Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, 1893, pp. 120-129. —La hoja de parra. En Almanaque de El Motín para 1896, Madrid: Imprenta del Dos de Mayo, s.a. (1895), pp. 18-25. —Escrúpulos. En Almanaque de La Ilustración para el año de 1897. Año XXIV. Ma- drid: Establecimiento Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, 1896, pp. 13-17. —Cadena perpetua. En Almanaque de La Ilustración para el año de 1898. Año XXV. Madrid: Establecimiento Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, 1897, pp. 87-89 y 91-92. —El que va y el que viene. En Álbum Lokner. Arte y Letras, Madrid: Hijos de M.G. Her- nández, 1898, pp. 141-142. —El padre. En Almanaque de Barcelona Cómica para 1898, Barcelona, Imprenta de Pedro Ortega, 1898, s.p. —Relato del homicida. En El libro del año, por Ricardo Ruiz y Benítez de Lugo. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1899, pp. 223-227. —La novela de una noche. En Algo de arte, historia y literatura, Barcelona: Librería Molins, s.a. (volumen facticio que incluye el opúsculo de Biblioteca Miralles). —Narración. En El Cuento Semanal. Almanaque 1908 (es el citado en el apartado ante- rior). 108 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

9.5. Cuentos recogidos en antologías —La amenaza. En Cuentos escogidos de los mejores autores castellanos contemporáne- os. Emilia Pardo Bazán, Juan Valera, José M. Pereda..., coleccionados y con pre- facio y noticias literarias por Enrique Gómez Carrillo. París: Casa Editorial Gar- nier Hermanos, s.a. (1894), pp. 287-297. ——. En Cuentos modernos. Edited with Introduction, Notes and Vocabulary by Albert Bushnell Johnson, A.M., Associate Professor of the Romance Languages in Brown University. New York-Cincinatti-Chicago: American Book Company, 1908, pp. 123-131.232 ——. En La prosa española del siglo XIX. Ed. Max Aub. México: Antigua Librería Ro- bredo, 1962, pp. 208-215.* ——. En Cuentos españoles. Ed. Domingo Lagh. Buenos Aires, Ediciones Paulinas, s.a. (1962).* ——. En Cuentos españoles. Ed. Enrique A. Laguerre. México: Orión, 1968, pp. 137-145.* ——. En Relatos breves del siglo XIX. Ed. Araceli Muñoz Tenllado. Barcelona: Hermes, 1997, pp. 341-352 (Biblioteca Hermes, 4). ——. En La narrativa breve socialista en España. Antología (1890-1936). Ed. Luis Arias González y Francisco de Luis Martín. Madrid: Centro de Estudios Históricos- UGT, 1998, pp. 87-91. —En la puerta del cielo. En Cuentos, por José Echegaray, Jacinto Octavio Picón, Eugenio Sellés, Eusebio Blasco, Condesa de Pardo Bazán, Jacinto Benavente, José Zahonero, Enrique de Mesa. Madrid: R. Velasco, Imp., 1912, pp. 15-22 (Biblioteca Fénix, 2). —La Nochebuena del guerrillero. En Antología española para colegios. Ed. José J. Orte- ga. Bogotá: Librería Colombiana, 1939, pp. 327-332.* ——. En De Bécquer a Galdós. Cuentos españoles de Navidad. Selección, prólogo y edición a cargo de Rafael Alarcón Sierra. Ilustraciones de Marina Arespacochaga. Madrid: Clan, 1998 (20042), pp. 207-216 (Colección de Cuentos, 2). —La Vistosa. En Cuentistas españoles del siglo XIX. Ed. Federico Carlos Sainz de Ro- bles. Madrid: Aguilar, 1945, pp. 419-439 (Crisol, 105). —Santificar las fiestas. En Cuentos españoles [1950]. Ed. Albert Brent y Robert Kirsner. New York: Holt, Rinehart and Winston, 1965, pp. 93-99. —Un crimen. En Los mejores cuentistas españoles. Ed. Pedro Bohígas. Madrid: Plus Ultra, 1958, 2 vols. Vol. II, pp. 13-25. ——. En Cuentos españoles del siglo XIX. Ed. Consuelo Burell. Madrid: Magisterio Espa- ñol, 1973, pp. 261-271 (Novelas y Cuentos, 140). —El hijo del camino. En El cuento anarquista (1880-1911). Antología. Ed. Lily Litvak. Madrid: Taurus, 1982, pp. 123-129 (Temas de España, 115). Reeditado en Ma- drid: Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, 2003, pp. 163-171. ——. En Cuentos del realismo y del naturalismo. Ed. Francisco Muñoz Marquina. Zara- goza: Edelvives, 1990, pp. 175-183 (Clásicos Edelvives, 8).

232 Digitalizado por Google en Internet Archive: . LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 109

——. En 19 cuentos del XIX. Ed. Argimiro Boix Mestre y otros. Barcelona: Teide, 1990, pp. 165-168 (Colección Doce 18). —La hoja de parra. En Los mejores cuentos anarquistas de los más famosos autores. Dinamita cerebral. Buenos Aires: Distribuidora Batres, 1974, pp. 113-119. ——. En El cuento anarquista (1880-1911). Antología. Ed. Lily Litvak. Madrid: Taurus, 1982, pp. 75-81 (Temas de España, 115). Reeditado en Madrid: Fundación de Es- tudios Libertarios Anselmo Lorenzo, 2003, pp. 95-103. —Elvira-Nicolasa. En Cuentos sobre mujeres. Antología de relatos españoles del siglo XIX. Ed. Marta González Megía. Madrid: Akal, 2007, pp. 317-330 (Akal/Literaturas, 34).

9.6. Traducciones

Al inglés «Moral Divorce» and Other Stories by Jacinto Octavio Picón. Translated from the Spanish by Robert M. Fedorchek, in Collaboration with Pedro S. Rivas Díaz. Introduction by Gonzalo Sobejano. Lewisburg: Bucknell University Press, 1995, 222 páginas, 24 cm. Contiene: The Irreverent Nun («La monja impía»), Keep Holy the Sabbath Day («Santifi- car las fiestas»), The Last Confession («La última confesión»), A Matter of Conscience («Caso de conciencia»), The Lady and the Storms («La dama de las tormentas»), An Act of Revenge («Una venganza»), The Wreaths («Las coronas»), Moral Divorce («Divorcio moral»), Disillusion («Desencanto»), The Overdressed Woman («La Vistosa»), The Pru- dent Woman («La prudente»), Sacrifice («Sacrificio»), Love Cure («Cura de amores»), Elvira-Nicolasa («Elvira-Nicolasa»), The Threat («La amenaza»), A Wise Man («Un sabio»), Pepita («Narración»), Eve («Eva»), The Partner («El socio»), Duty («El deber») y The Portrait («El retrato»). Short Stories from the Spanish. Englished by Charles B. McMichael. Illustrations by H. Devitt Welsh. New York: Boni and Liverigth, 1920, 116 páginas. Reeditado, sin ilustraciones, en Girard: Haldeman-Julius, 1923, 64 páginas (Pocket Series, 420). Contiene: [The Death of Empress of China, The Veil of Queen Mab y The Box, de Rubén Darío] After the Battle («Después de la batalla»), The Menace («La amenaza») y Souls in Contrast («Almas distintas»). —Almas distintas. «Souls in Contrast». Trad. Charles B. McMichael. En Little Blue Book 420, Girard: Haldeman-Julius, 1917, 1923, 1926.*233 ——. «Souls in Contrast». Trad. Charles B. McMichael. En Short Stories from the Span- ish, New York: Boni and Liveright, 1920, pp. 81-94.

233 Por la coincidencia en el número, 420, sospechamos que esta entrega del Little Blue Book, que no hemos logrado ver, debe de ser el mismo librito de Pocket Series recién citado, lo que resulta también aplicable a las fichas de La amenaza y Después de la batalla que van a continuación. La lista completa de esta colección, que abarca 1915 números, puede consultarse en la página web de la Leo- nard H. Axe Library de Pittsburg State University (Kansas, Estados Unidos de América): . 110 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

—La amenaza. «The Menace». Trad. Charles B. McMichael. En Little Blue Book 420, Girard: Haldeman-Julius, 1917, 1923, 1926.* ——. «The Menace». Trad. Charles B. McMichael. En Short Stories from the Spanish, New York: Boni and Liveright, 1920, pp. 67-78. —Después de la batalla. «After the Battle». Trad. Charles B. McMichael. En Little Blue Book 420, Girard: Haldeman-Julius, 1917.* ——. «After the Battle». Trad. Charles B. McMichael. En Short Stories from the Spanish, New York: Boni and Liveright, 1920, pp. 43-63. —Divorcio moral. «A Moral Divorce». Trad. anónima. En Tales from the Italian and Spanish; realism and romance, adventure and humor, revealing the soul of the Latin lands. Vol. VIII: Tales of today and Spanish-American stories, New York: The Review of Reviews, 1920, pp. 67-76. ——. «A Moral Divorce». Trad. anónima. En Jacinto Octavio Picón, and Others, A Moral Divorce and Other Stories of Modern Spain (Little Blue Book 1197), Girard: Hal- deman-Julius, 1927, pp. 5-17. —El ideal de Tarsila. «Tarsila’s Ideal». Trad. anónima. En Tales from the Italian and Spanish; realism and romance, adventure and humor, revealing the soul of the Latin lands. Vol. VIII: Tales of today and Spanish-American stories, New York: The Review of Reviews, 1920, pp. 108-112. ——. «Tarsila’s Ideal». Trad. anónima. En En Jacinto Octavio Picón, and Others, A Moral Divorce and Other Stories of Modern Spain (Little Blue Book 1197), Gi- rard: Haldeman-Julius, 1927, pp. 58-64. —Sacrificio. Trad. Robert M. Fedorchek. Connecticut Review, 13, 1 (1991), pp. 19-23.*

Al francés —La amenaza. «La menace». Trad. Renée Lafont. En Les Mille Nouvelles Nouvelles, num. 9, octobre 1910. Paris : La Renaissance du Livre, pp. 9-16.

Al checo —Caso de conciencia. «Záležitost svědomĭ». Trad. A. Pikhart. En Lumĭr (Praga), núm. 22, 1894, pp. 111-116.*

9.7. Bibliografía crítica sobre los cuentos

9.7.1. Repertorios bibliográficos

EZAMA GIL, Ángeles, «Bibliografía primaria. Picón, Jacinto Octavio», El cuento de la prensa y otros cuentos. Aproximación al estudio del relato breve entre 1890 y 1900. Zaragoza: Universidad, 1992, pp. 224-226. [Relaciona los cuentos publica- dos por el autor en la prensa en estos años.] GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO, Esteban, «Para la bibliografía de Jacinto Octavio Picón», LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 111

en Homenaje a Luis Morales Oliver, Madrid: Fundación Universitaria Española, 1986, pp. 151-157. [Un suplemento a Valis, 1980, con 72 entradas, algunas sobre cuentos.] ——, «Tres notas bibliográficas sobre Jacinto Octavio Picón: la supuesta segunda edi- ción de Juanita Tenorio (1912), la fecha de Drama de familia y las novelas no publicadas» (febrero 2005), en . [Establece definitivamente la fecha de Drama de familia, 1903.] ——, «Bibliografía», Edición crítica y estudio de los Cuentos completos de Jacinto Oc- tavio Picón (1852-1923). Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid, 2007, vol. I, pp. 749-796. [Reúne una completa relación, con referencias primarias y secundarias.] ——, «Bibliografía». En Jacinto Octavio Picón, Cuentos completos, Madrid: Fundación Universitaria Española, 2008, vol. I, pp. 39-56. [Es una primera versión de la que el lector tiene ante sí.] ——, «Tabla cronológica de cuentos». En J.O. Picón, Cuentos completos, cit., vol I, pp. 57-61. [Útil mapa de los cuentos del autor.] MIRALLES, Enrique, «Jacinto Octavio Picón», . [Recoge la bibliografía de y sobre el autor a partir del año 2000.] PALAU Y DULCET, Antonio, Manual del librero hispanoamericano, XIII, Barcelona: Librería Palau, 1961, pp. 212-213. [Bibliografía básica de sus obras, con 35 fichas.]

ROSA, William, «Índice cronológico de cuentos», Estudio temático y formal de los cuen- tos de Jacinto Octavio Picón. Tesis doctoral. Ann Arbor: The Ohio State Univer- sity, 1984, pp. 465-477. [Ordena cronológicamente los cuentos, separándolos por su edición o no en volumen.] VALIS, Noël M., «Una primera bibliografía de y sobre Jacinto Octavio Picón», Cuader- nos Bibliográficos, XL, 1980, pp. 171-209. [Copioso y bien ordenado catálogo, con 715 entradas.] ——, «Adiciones a una bibliografía de y sobre Jacinto Octavio Picón», Revista de Litera- tura, XLVII, 1985, pp. 165-171. [Agrega 60 papeletas más.] ——, «Más datos biobibliográficos sobre Jacinto Octavio Picón», Revista de Literatura, LIII, 1991, pp. 213-244. [A las 187 nuevas fichas añade datos biográficos, no po- cos de ellos desconocidos.] ——, «Suplemento bibliográfico de y sobre Jacinto Octavio Picón», Revista de Literatu- ra, LXI, 1999, pp. 557-563. [Cierra, por el momento, una fructífera tarea, tras reunir más de un millar de referencias bibliográficas, en las que los cuentos ocu- pan un lugar no desdeñable.]

9.7.2. Estudios y reseñas

A., «Boletín bibliográfico. Cuentos de mi tiempo, por Jacinto Octavio Picón...», Revista Contemporánea, año XXI, tomo C, octubre-diciembre 1895, pp. 549-550. [El li- bro reseñado es una joya que muestra el saber y el talento de su autor.] 112 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

ALARCÓN SIERRA, Rafael, «Prólogo» a su edición de De Bécquer a Galdós. Cuentos españoles de Navidad [1998]. Madrid: Clan, 2004, 2.ª ed., pp. 7-31. [Varias men- ciones de Picón en relación con el cuento en general y con el cuento navideño en particular. Nota de presentación del relato antologado, La Nochebuena del guerri- llero, en pp. 24-25.] BAQUERO GOYANES, Mariano, El cuento español en el siglo XIX, Madrid: CSIC, 1949 (Anejos de la Revista de Filología Española, 50). [Numerosas referencias, espe- cialmente en pp. 96-97, 177-179, 342-343, 385, 422, 614-616 y 646-647, donde no faltan elogios, al hilo de la clasificación temática general que presenta el au- tor.] ——, El cuento español: del Romanticismo al Realismo. Edición revisada por Ana L. Baquero Escudero. Madrid: CSIC, 1992 (Biblioteca de Filología Hispánica, 6). [Cita a Picón como uno de los principales autores que publicaron sus cuentos en la prensa madrileña (p. 4), ejemplifica con Cuentos de mi tiempo la estrecha rela- ción entre la prensa y las colecciones de cuentos (pp. 5-6), y alude a El retrato como cuento inspirado en el artículo de Mesonero de igual título (pp. 12 y 237).] CAVIA, Mariano de, «Letras de molde. Dos cartas nuevas del Caballero de la Tenaza», Heraldo de Madrid, año VII, núm. 1953, 14-II-1896. [Reseña de varios libros del momento, entre ellos Cuentos de mi tiempo, del que destaca la intención y agude- za de su autor.] ——, «La vida literaria. Libros nuevos. Novelitas, por Jacinto Octavio Picón», El Libe- ral, año XIV, núm. 4819, 31-VIII-1892. [Crítica favorable: las Novelitas, que cla- sifica y comenta, son «muy modernas, pero muy españolas; bien trabajadas, pero bien sentidas».] E., «Boletín bibliográfico. Cuentos, por Jacinto O. Picón...», Revista Contemporánea, año XXVI, tomo CXVIII, abril-junio 1900, pp. 441-442. [Alaba al autor como crítico y novelista, y elogia los dos cuentos del tomo, «narraciones madrileñas hasta los tuéta- nos, con pintura de tipos de verdadera realidad», que plasma Picón «con rasgos felices y con la habilidad que tanto renombre le ha granjeado en obras de más empeño».]

EZAMA GIL, Ángeles, El cuento de la prensa y otros cuentos. Aproximación al estudio del relato breve entre 1890 y 1900. Zaragoza: Universidad, 1992 (Humanidades, 20). [Contiene muy numerosas referencias, pues parte de casi un centenar de cuentos de Picón, uno de los siete autores en que Ezama fundamenta su estudio, excelente.] ——, «El profeminismo en los cuentos de Picón», en Actas del IX Simposio de la Socie- dad Española de Literatura General y Comparada, I, Zaragoza: Universidad de Zaragoza-Banco Zaragozano, 1994, pp. 171-178. [Siguiendo un planteamiento de Gonzalo Sobejano, estudia esta faceta, una de las más destacadas de los cuentos del autor.] ——, «La narrativa breve en el fin de siglo», Ínsula, núm. 614, febrero 1998 (Monográfi- co «La regeneración literaria del 98»), pp. 18-20. [Historia externa del cuento y la novela corta en los años del cambio de siglo. Hace a Picón exponente de la hiper- trofia del «cuento realista, urbano y burgués, didáctico y verosímil».] LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 113

——, «El cuento entre 1864 y el fin de siglo», en Víctor García de la Concha (dir.) y Leo- nardo Romero Tobar (coord.), Historia de la literatura española, 9. Siglo XIX (II), Madrid: Espasa Calpe, 1998, pp. 700-711. [Panorama general tan breve como rico, en el que menudean las referencias al autor: pp. 702, 703 y 705-709.] FAULKNER, William Thomas, «Introduction» a su ed. de Jacinto Octavio Picón, La prudente y otros cuentos, Boston: Koehler, 1905, pp. III-VI. [Breve nota biobibliográfica.] FEDORCHEK, Robert M., «Translator’s Foreword», en Jacinto Octavio Picón, «Moral Divorce» and Other Stories, cit., pp. 9-13. [Presentación de las principales líneas temáticas de sus cuentos.] F[ERNÁNDEZ] VILLEGAS, Francisco, «Impresiones literarias. Novelitas, por Octavio Pi- cón», La España Moderna, año IV, núm. 44, agosto 1892, pp. 202-204. [Se felici- ta por el hecho de que Picón no haya caído en el «negro contagio» pesimista de la literatura del momento, y destaca el encanto y la elegancia de los relatos, no sin condenar su «espíritu materialista y antirreligioso».] GARMENDIA DE OTAOLA, Antonio, S.J., Lecturas buenas y malas a la luz del dogma y de la moral [1949], Bilbao: El Mensajero del Corazón de Jesús, 1953, 2.ª ed., pp. 424-425. [Reseña 29 cuentos, con breves resúmenes argumentales cargados de juicios morales.] GAYUBAS, Augusto, «¿Reseñas biográficas o advertencias morales? Estrategias morali- zantes de una editorial católica argentina en la década de 1960», Letralia. Tierra de Letras, XII, núm. 181, 18-II-2008, . [Detallada reseña y valoración crítica de Domingo Lagh (ed.), Cuentos españoles, Buenos Aires, Ediciones Paulinas, s.a. (1962), que inserta La amenaza de Picón. Gayubas condena el prurito de Lagh, que le hace «arremeter contra todo signo de naturalismo», como en el caso del autor madrileño, «cuyos méritos literarios hoy en día pocos cuestionan».]

GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO, Esteban, Los cuentos de Jacinto Octavio Picón. Memoria de Licenciatura. Universidad Complutense de Madrid, 1977. [Un estudio pionero sobre el tema.] ——, «El cuento en el siglo XIX», en Emilio Palacios Fernández (dir.), Historia de la literatura española e hispanoamericana, VI, Madrid: Orgaz, 1980, pp. 1-19. [Breve panorama general, en el que no falta Picón: pp. 3, 5, 9, 11 y 12.] ——, «Jacinto Octavio Picón: esteticismo y moral», El cuento español del siglo XIX, Madrid: Ediciones del Laberinto, 2003, pp. 207-226 (Arcadia de las Letras, 20). [Estudia con cierto detenimiento los cuentos del autor, considerándolo como uno de los maestros del género. El capítulo 6, «Caracterización del cuento decimonó- nico», pp. 249-306, contiene también abundantes referencias a Picón.] ——, «Los cuentos de Jacinto Octavio Picón en el contexto de su obra», Edición crítica y estudio de los Cuentos completos de Jacinto Octavio Picón (1852-1923), I. Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid, 2007. [Extenso y demorado estu- dio, de 903 páginas, con abundantes novedades.] 114 ESTEBAN GUTIÉRREZ DÍAZ-BERNARDO

——, «Introducción» a Jacinto Octavio Picón, Después de la batalla y otros cuentos. Madrid: Cátedra, 2011, pp. 9-111. [Visión de conjunto sobre Picón y sus cuentos a partir de los editados en este volumen.] ——, «Sometidos, marginados, discriminados, exiliados... Perfiles de la exclusión social en la narrativa de Jacinto Octavio Picón», en Raquel Gutiérrez Sebastián y Borja Rodríguez Gutiérrez (eds.), Individuo y sociedad en la literatura del siglo XIX, Santander: Tremontorio Ediciones, 2012, pp. 321-338. [Recoge sobre el tema nu- merosas referencias de los cuentos en los ámbitos familiar, socioeconómico, reli- gioso, laboral y político.] LATORRE, Yolanda, «El espíritu como búsqueda en los cuentos de J.O. Picón», en Jaume Pont (ed.), El cuento español en el siglo XIX. Autores raros y olvidados. Lleida: Universitat, 2001, pp. 157-170 (núm. 16, monográfico, de la revista Scriptura). [Fino ensayo, pleno de sensibilidad y talento, sobre los cuentos del joven don Ja- cinto reunidos en Juan Vulgar.] MIRALLES, Enrique, «La narrativa naturalista: Picón, Coloma y Ortega y Munilla», en Víctor García de la Concha (dir.) y Leonardo Romero Tobar (coord.), Historia de la literatura española, 9. Siglo XIX (II). Madrid: Espasa Calpe, 1998, pp. 739- 751, especialmente 740-741. [A pesar de la brevedad impuesta, escribe muy ati- nadamente sobre los cuentos del autor.] MOROTE, Luis, «Cuentos de mi tiempo», El Liberal, año XVII, núm. 5887, 16-XII-1895. [Reseña abiertamente elogiosa del autor («una de las mayores personalidades lite- rarias vivas») y de la obra en todos sus aspectos, incluido el carácter moral.] PESEUX-RICHARD, Henri, «Un romancier espagnol: Jacinto Octavio Picón», Revue His- panique, XXX, 1914, pp. 516-585. [Visión comprensiva de toda la narrativa del autor, en la que no faltan los cuentos, pp. 525-539. Históricamente, es el primer trabajo crítico de relieve sobre Picón.] ROSA, William, Estudio temático y formal de los cuentos de Jacinto Octavio Picón. Tesis doctoral. Ann Arbor: The Ohio State University, 1984. [Estudio bien informado, constituyó en su momento una notable aportación, si bien presenta una cierta des- proporción en la consideración de los temas y de las formas.] RUIZ DE VELASCO, Luis, «Un nuevo libro de Picón, Cuentos de mi tiempo», El Correo, año XVI, núm. 5694, 25-XI-1895. [Destaca la lucha de Picón contra «el fanatismo, la ig- norancia y la rutina» y pasa revista a estos cuentos con que pretende despertar «las conciencias adormecidas, para dirigirlas por caminos de caridad y justicia», cosa que quizá les hace caer en «el defecto de ser sobradamente tendenciosos».] SOBEJANO, Gonzalo, «Introduction» a Jacinto Octavio Picón, «Moral Divorce» and Other Stories, cit., pp. 17-24. [Destaca el profeminismo y el liberalismo de sus cuentos.] SORIANO, Rodrigo, «Crónicas literarias. Picón y Valbuena», El Imparcial, año XXX, núm. 10457, 15-VI-1896. [Haciendo un paralelismo con las armas que emplean los dos autores reseñados, escribe que Picón, en sus Cuentos de mi tiempo, «ha herido sentimientos respetabilísimos, valiéndose del apólogo, del cuento al pare- cer indiferente, de la crítica ligera, usando de un lenguaje elegante y frío, vistién- dose con el traje de gala y con la cincelada cota para el desafío».] VALIS, Noël M., «The Female Figure and Writing in Fin de Siglo Spain», Romance LOS CUENTOS DE JACINTO OCTAVIO PICÓN... 115

Quarterly, XXXVI, 1989, pp. 369-381. Reeditado en su libro Reading the Ninen- teenth-Century Spanish Novel: Selected Essays, Newark: Juan de la Cuesta, 2005, pp. 291-305. [A partir de varios de sus relatos, estudia cómo en Picón la moda y el arte se funden con lo femenino.] ——, «Figura femenina y escritura en la España finisecular», en Richard A. Cardwell y Bernard McGuirk (eds.), ¿Qué es el Modernismo? Nueva encuesta. Nuevas lectu- ras. Boulder (Colorado): Society of Spanish and Spanish-American Studies, 1993, pp. 103-125. [Versión española, ampliada, del anterior.]

LA FARSA VICENTINA: GÉNESIS Y DESARROLLO DE UN GÉNERO

Por Armando López Castro

ara responder a la interpretación de una forma literaria, debemos estar in- mersos en la cultura de la que forma parte y reconocer su singularidad a lo P largo de sucesivas lecturas o realizaciones. En el caso de la farsa vicentina, no sólo hay que tener en cuenta los antecedentes de esta forma dramática en la época clásica, sobre todo en dramaturgos como Aristófanes y Plauto, y su configu- ración como tal género teatral durante la Edad Media, especialmente en Francia, con obras como Le Garçon et l’Aveugle (s.XIII) o La Farce de Maître Pathelin (s.XV), sino también la expresión particular del dramaturgo portugués, pues al insertarla dentro de la tradición satírica, supo darle mayor complejidad y convertir- la en forma de resistencia frente a la cultura cortesana. Es precisamente este acto de afirmación estética, concebido como la experiencia de un acontecimiento singular, el que da a la farsa vicentina su peculiar intensidad, un diálogo de la interioridad con el mundo, la pasión de la ilusión bajo la forma de una ausencia. En el fondo, toda expresión, sea o no burlesca, constituye una parodia respecto a la vida que intenta expresar. El drama profano de la Baja Edad Media ofrece una variedad de formas en los distintos países europeos: la comedia de carnaval en Alemania; el interludio en Inglaterra; el monólogo dramático, la farsa y la sottie en Francia; la comedia huma- nística en Italia; y la farsa en la península ibérica, sometida a un proceso de hibri- dación, que en el caso de España adquiere una dimensión religiosa como germen de los futuros autos sacramentales y, en el de Portugal, una dimensión de crítica social. Cada país tiene su momento histórico-cultural y el de la primera mitad del siglo XVI en Portugal, al que pertenece Gil Vicente, se caracteriza, a nivel social, 118 ARMANDO LÓPEZ CASTRO por la expansión de la conquista ultramarina, que trajo como consecuencia una Corte rica en un país pobre y, a nivel artístico, por la coexistencia de formas me- dievales y renacentistas, que dio como resultado una escritura de formación dialéc- tica, que incluye la tensión y la liberación. En lo que a la farsa se refiere, el modelo a seguir es Francia, que cuenta con abundantes documentos teatrales y en donde la farsa se presenta, desde el punto de vista formal, como subgénero dramático ya consolidado a partir de mediados del siglo XV. En efecto, se trata de una pieza de corta extensión, con un contenido generalmente cómico, que ofrece unas caracterís- ticas estandarizadas y esquemáticas, entre las que destacan:

1. El engaño o la burla como germen de la acción. 2. La presencia de pocas figuras o personajes-tipo, que encarnan un sistema de valores o sentimientos colectivos, reconocidos por el público. 3. El uso de un lenguaje cotidiano, basado en el recurso del disimulo y lle- no de juegos de palabras.

Este modelo francés del drama profano, destinado a la explotación teatral de la risa, fue asimilado en mayor o menor medida por el resto de los países románicos. Sin embargo, en el caso de Gil Vicente, hay que tener además en cuenta la tradi- ción escénica en la península ibérica, tanto por lo que se refiere a su primer contac- to con las obras de Juan del Encina y Lucas Fernández, donde la farsa convive con otras formas de representación, el debate, la égloga, el sermón burlesco, como la que se relaciona con la tradición de los momos cortesanos. En todo caso, atendien- do a la Copilaçam de 1562, que no sólo se reduce a un bello objeto estético, sino que perdura, entre otros fines, como un intento de ordenar y clasificar las piezas vicentinas, tendremos en cuenta este proceso de continuidad y ruptura, es decir, en qué medida el dramaturgo portugués sigue el modelo establecido y en qué medida se aparta de él1. Ciertamente, la obra literaria encarna mucho más que forma, pero sólo alcanza su singularidad a través del acontecimiento formal que la constituye, realización que se renueva en cada acto de lectura. Si la supervivencia de la obra artística de-

1 Para la continuidad de las formas literarias durante la época medieval en Francia, constantemen- te renovada por la invención en lo que al teatro se refiere, tengo en cuenta el estudio de G.Cohen, La vida literaria en la Edad Media. La literatura francesa del siglo XI al XV, México, FCE, 1958, pp.314-318. En cuanto a la convergencia de la farsa con otras formas escénicas y su aparición en textos de carácter religioso, como sucede en España con las obras de Encina y Fernández, remito al trabajo de R.Hess, El drama religioso románico como comedia religiosa y profana, Madrid, Gredos, 1976. Respecto al teatro anterior a Gil Vicente, véase el trabajo de L.F.Rebello, El primitivo teatro portugués, Lisboa, ICALP, 1977. LA FARSA VICENTINA: GÉNESIS Y DESARROLLO DE UN GÉNERO 119 pende de su resistencia a la acomodación, en el arte de Gil Vicente podríamos hablar de un sentimiento poético de la realidad, que penetra el fondo de las apa- riencias y capta la vibración íntima de lo real. Su sensibilidad integral, que respon- de a la fórmula de “Conocer para vivir”, se revela cada vez más intensa, concibien- do al hombre en función de un orden cósmico y haciendo de la representación dra- mática el acontecimiento de la realización. Lo que reconocemos y disfrutamos en las piezas vicentinas, en cuanto configuraciones lingüísticas únicas, es siempre una convivencia de ética y estética, el deber de aceptar el orden, anterior a la lógica, y el deseo de ser inventivo. Si su contemporáneo García de Resende nos recuerda su fama de “autor y actor”, similar a la que Lope de Rueda tuvo en España, y si Gil Vicente se refiere a sí mismo varias veces como “el que faz os Autos a el Rei”, según vemos en el Auto Pastoril Portugués y en el Auto da Festa, resulta evidente que tales alusiones lo que hacen es poner de relieve la conciencia de una actividad dramática, profesional y autónoma, de la que venían haciendo gala los humanistas italianos y en cuyo discurso lo nuevo se forja mediante la transformación de lo antiguo. Ello hace que, en el proceso de creación, la obra de arte no quede encasi- llada en un sistema de valores o género determinado, de ahí la confusión del auto con la farsa y de ésta con la comedia, sino que funcione como afirmación de la inventividad de la obra. Por muy apegada que esté la obra dramática a la realidad del momento, lo que le da un alcance universal es precisamente la existencia de códigos y convenciones vigentes. Incluso si pensamos en los tipos de la farsa como seres únicos, respondiendo a problemas concretos en una situación determinada, su singularidad radica en una especie de experiencia ética, que tiende a evitar la re- ducción a un ámbito familiar y pretende poner en acción la participación del oyen- te. De esta manera, la figura deja de ser una forma estereotipada y se convierte en acontecimiento único, en llamada o desafío de lo extraño desde lo familiar, en pe- queño ejemplo de invención extraordinaria. Teniendo en cuenta el método propues- to al comienzo y la compleja organización de lo cómico, que se presenta como algo inesperado, vamos a fijarnos en algunas de las farsas vicentinas más representati- vas: Auto da Índia (1509), O Velho da Horta (1512), Farsa de Inês Pereira (1523), Farsa dos Almocreves (1527) y Romagem de Agravados (1533). En todas ellas, el impulso creativo, por muy pequeño que sea, se presenta como una experiencia que rompe los límites establecidos y da paso a la emergencia de nuevas formas2.

2 Sobre las farsas vicentinas se han hecho ediciones y estudios aislados más que trabajos de con- junto. En cuanto a las ediciones, además de la de Th.Hart, Farces and Festival Plays (University of Oregon, 1972), es necesario destacar la colección dirigida por Osório Mateus, Vicente (Lisboa, Qui- mera, 1988-1993); Sátiras sociais (ed.), Maria de Lourdes Saraiva (Lisboa, Europa-América, 1975); y la más reciente de M.Calderón, Farsas (Madrid, Antígona, 2008), si bien no es necesario traducir las 120 ARMANDO LÓPEZ CASTRO

La farsa, producto de la cultura popular, forma parte del tópico del mundo al re- vés, tan presente en la tradición medieval, según vemos en los Carmina Burana, sigue muy vivo en Portugal durante la primera mitad del siglo XVI y se presenta en esa época como inversión del “mito de los descubrimientos”. En él se inserta el tema de la infidelidad femenina, que atraviesa las historias y fabliaux medievales, de los que es un buen testimonio el “Enxienplo de lo que conteçió a Don Pitas Pa- yas, pintor de Britañia”, que Juan Ruiz cuenta en su Libro de buen amor (cc.474- 489), y en el que la mujer aprovecha la ausencia del marido para librarse de su dominio y transformar, mediante la burla, al tirano en rey destronado. Por eso, en el Auto da Índia (1509), obra que corresponde a una etapa de aprendizaje, pero que muestra ya la asimilación de una técnica dramática, cuenta tanto la astucia de la esposa como la estupidez del marido. En realidad, la conducta de la protagonista adúltera, que para mayor ironía lleva el nombre de Constanza, se basa en el ocul- tamiento y el disimulo, complaciéndose en la ausencia de su marido para justificar una vida libre que siempre ha deseado. En este sentido, podríamos destacar tres fragmentos. El primero de ellos tiene lugar al principio, tras la marcha del marido, cuando se va la criada y queda el ama sola diciendo:

AMA A Santo António rogo eu que nunca mo cá depare: não sinto quem não s’enfare de um Diabo Zebedeu. Dormirei, dormirei, boas novas acharei. São João no ermo estava, e a passarinha cantava. Deus me cumpra o que sonhei. Cantando ven ela e leda.

Si tenemos en cuenta que el sueño alude a un estado de liberación, a la posibili- dad de que se cumpla un deseo (“Deus me cumpra o que sonhei”), lo cual viene confirmado por el refrán (“Dormirei, dormirei, / boas novas acharei”), recogido, entre otros, por Hernán Núñez y Correas, se comprende mejor la sexualidad de la mujer, entendida como libertad y disfrute en la vida, a la que aluden tanto la plega- obras portuguesas al castellano, pues en la traducción se pierden algunos de los matices lingüísticos, tan importantes en el contexto popular de las farsas. En cuanto a los estudios de conjunto, tengo en cuenta, entre otros, los de H.Hamilton-Faria, The Farces of Gil Vicente. A study in the stilistics of Satire (Madrid, Plaza Mayor, 1976); y H.Rey-Fraud, Farce ou la machine à rire. Théorie d’un genre dramatique, 1450-1550 (Ginebra, Droz, 1984). LA FARSA VICENTINA: GÉNESIS Y DESARROLLO DE UN GÉNERO 121 ria a San Antonio, santo tradicionalmente casamentero e invocado para encontrar lo perdido, aunque aquí se le invoca por lo contrario, y el recuerdo del patrón de pes- ca en el lago Tiberíades (Marcos, 1, 20), como el símbolo del ave solitaria, cuyo canto deleita al monje y lo abstrae de lo temporal en la célebre cantiga CIII de Al- fonso el Sabio. Al menos en este primer fragmento, lo que revela la voz femenina, desde su escisión irreversible, es la queja ante la falta de un amante, la conciencia de que su soledad se transforma en ardiente sexualidad. Sin embargo, esta astucia, fruto de una experiencia adquirida, se proyecta so- bre una pluralidad de relaciones, las que tienen lugar con la criada y con los dos amantes, que le permiten a la protagonista invertir una situación desfavorable, pues sólo quien conoce diversas tretas se alzará con la victoria. A esta flexibili- dad de Constanza para adaptarse a cada situación y sacar de ella el máximo pro- vecho, alude el segundo fragmento, puesto en boca de la criada, conocedora de los ardides de su ama:

MOÇA ¡Oh, que mesuras tamanhas! Quantas artes, quantas manhas, que sabe fazer minha ama! Um na rua, outro na cama!

Este reconocimiento del poder engañoso, que exige en cada prueba el hallazgo de una nueva demostración de astucia, actúa como comentario del tema principal, la práctica y satisfacción del amor (“O certo é dar prazer. / Pera que é envelhecer / esperando polo vento?”), y revela, mediante la marca subjetiva de la exclamación, la verdadera intención del personaje: la duplicidad del engaño, que disimula, gra- cias a sus artimañas (“Quantas artes, quantas manhas”), la verdad en las mallas de un discurso entrelazado y revela una inteligencia sinuosa, sutil y flexible, que apa- renta ser lo que no es. Este efecto paradójico de la inversión, propio del lenguaje satírico, es el que se cumple en el tercero de los fragmentos, que tiene lugar tras la vuelta del marido y en donde el cinismo de la mujer, encarnación del fingimiento y la duplicidad, sirve para afirmar, bajo el disfraz de los celos, la calculada independencia de un persona- je que sabe responder en situaciones límite:

AMA Agora, aramá: lá, há índias mui fermosas; lá, faríeis vós das vosas e a triste de mí cá, encerrada nesta casa, 122 ARMANDO LÓPEZ CASTRO

sem consentir que vizinha entrasse por ũa brassa, por honestidade minha.

De nuevo, la expresión popular “faríeis vós das vosas” vuelve a poner de relieve la ironía del tema amoroso, implícitamente aludida por la asociación del “fuego” con la “honestidad”, porque su marido no la satisface sexualmente, lo cual llegará a su punto culminante con la disculpa, por parte de la mujer, de ir a ver la nave para evitar el contacto con su marido. El lenguaje equívoco sirve aquí para situar al mismo nivel el engaño de la mujer y la estupidez del marido. Sin pasar por alto la crítica social que hace referencia a los excesos coloniza- dores (“Fomos ao rio de Meca / pelejámos e roubámos / e muito risco passá- mos”), lo más importante es la creación de un personaje dramático, que frente a las estereotipadas figuras masculinas, ocupa siempre el centro de la acción, sabe dominar la situación y buscar la solución más adecuada ante cada dificultad que se le presenta, mostrando su habilidad para citar a los dos amantes a la misma hora y haciendo creer al marido que nada extraño ha ocurrido, y calcular, con su experiencia, las ventajas de una situación, pues utiliza a sus amantes y a su mari- do, pero sin dejarse utilizar por ellos. Podría decirse entonces que toda esta op- ción de actuar por placer, que va desde la satisfacción hasta la duda (“Não sei pera que é viver”), es lo que convierte a la protagonista en un carácter único, cuyo comportamiento responde más a su instinto natural que a cualquier otro sistema ético que pudiera delimitar su libertad3. Mientras una ilusión no es reconocida como un error, tiene el valor de una rea- lidad. Tal es el mundo en el que vive el protagonista de O Velho da Horta (1512), que no quiere renunciar al instante del amor (“Porque a minha hora de agora / val vinte anos dos passados!”), a su imposible realización en un mundo trivial, pues sólo el amor da significado a la vida. Para Gil Vicente, ese sueño de amor en el jardín, marco simbólico donde el tiempo y el lugar se desvanecen, es un sueño poético de reconocimiento, de nostalgia del ideal perdido, que va acompañado de un desprecio por todo aquello que impide al hombre elevarse por encima de lo

3 Refiriéndose al viaje del marido, que sirve de pretexto a Constanza para justificar su vida licen- ciosa, señala S.Zimic: “El viaje del marido a la India se le presenta sencillamente como una muy conveniente disculpa de la vida libre que siempre anhela. En su intimidad, Costança no se queja en absoluto de este viaje, sino todo lo contrario: lo desea fervientemente, más que cualquier otra cosa en el mundo”, en Ensayos y notas sobre el teatro de Gil Vicente, Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2003, p.58. En cuanto a la figura central femenina, tengo en cuenta el ensayo de Denis M. Canellas de Castro Duarte, “La figura central del Auto da Índia: ¿tipo individualizado o personaje dramático?”, en Revista de Filología Románica, Vol.II (1984), pp.249-260. LA FARSA VICENTINA: GÉNESIS Y DESARROLLO DE UN GÉNERO 123 trivial. La vida vulgar es una vida sin ideal, dominada por la rutina de la costumbre y los intereses egoístas, encarnados por la mujer del viejo y la Alcahueta, y sólo gracias a esta visión de lo ideal en lo real, de lo real idealizado, puede la vida en- contrar su unidad y su nobleza. Arrojar el velo del ideal sobre la hiriente realidad es una cuestión de voluntad estética, mediante la cual llegamos a tener una experien- cia de la totalidad, por eso en la visión que nos ofrece el dramaturgo portugués del viejo enamorado cuenta tanto la crítica como la compasión. Según el viejo tópico cortés, la razón nada puede contra el amor (“que amor não quer razón”), de ahí que su enajenación se compare a la del trágico enamorado Macías (“e fez de mim outro Mancías”), expresión del deseo y de la juventud, y que su experiencia amorosa se vea como un tránsito o rito de paso entre la locura y el desengaño, como una con- quista de la serenidad. En efecto, todo discurre hacia el derrumbe final de un sueño ilusorio no cumplido, que se hace presente como un hueco de algo que falta, como el residuo de un engaño por vanidad:

VELHO Oh, roubado, da vaidade enganado, da vida e da fazenda! Oh, velho, siso enleado, quem te meteu, desastrado, em tal contenda?

Una conciencia de la vanidad de los deseos sin límite, que lo es también de la inminencia de la muerte, pues cuando alguien comienza el tránsito hacia el final la muerte se le presenta como una forma de humanizar lo real. Porque sólo el viejo que ha recorrido los confines de la memoria puede dar nacimiento a la palabra, novedad al lenguaje. En este sentido, cabría decir que el conocimiento, fruto de la densidad de la expe- riencia vivida, se revela como la llama más viva en la vejez. De lo que se trata enton- ces es de no renunciar al goce de la plenitud, de vivir intensamente cada instante como si fuera el último, sueño ideal que sólo puede ser expresado poéticamente. Por eso, en esta farsa, donde el protagonista no dirige la acción, sino que es víctima del amor apasionado, cuenta más su función arquetípica, pues el personaje parece sacado del mundo codificado de los cancioneros, y el lenguaje simbólico que sabe aprehen- der el ideal de la simple realidad. Y así no es casual que, dentro de este proceso de “ejemplaridad por su contrario”, al que aluden tanto la glosa inicial del Pater noster como el deseo final de “buscar a morte”, suscitado por la decisión de la joven de casarse con alguien instruido (“O noivo, moço tão polido”), adquieran especial rele- 124 ARMANDO LÓPEZ CASTRO vancia dos villancicos estratégicamente situados, que en cierta medida aparecen co- mo síntesis y complemento de la pieza entera. El primero, en castellano, dice así:

MOÇA “Cual es la niña que coge las flores, si no tiene amores.

“Cogía la niña la rosa florida, el hortelanico prendas le pedía, si no tiene amores.”

Dos hechos deben ser aquí subrayados: Por un lado, el que el villancico aparez- ca en castellano dentro de una pieza dramática en portugués, lo cual da al poema una dimensión de universalidad, propia de cualquier arquetipo o modelo, a la que contribuyen la impersonalidad y el distanciamiento. Por otro, el tópico de “coger flores”, que ya desde el famoso Collige, virgo, rosas de Ausonio, es incorporado por la lírica tradicional para simbolizar a la vez el encuentro amoroso y la virgini- dad perdida de la niña. Además, la inversión de papeles, matizada por el hecho de que “el hortelanico”, metáfora invertida del viejo, “pida prendas” a la niña, llena este cantar de una gran ambigüedad, pues no sabemos si es el viejo el que habla a la joven desde su experiencia o si ésta nos anuncia su madurez sexual. En todo caso, el desplazamiento de la forma verbal del presente (“coge”) al pasado (“cog- ía”), de lo histórico a lo arquetípico, es una llamada a vivir en contacto con la natu- raleza, de la que está fuera el viejo al principio (“Não vedes que sois já morto, / e andais contra natura?”, le dice la Moça), apunta a una experiencia de renovación. El segundo, escrito en castellano y portugués, lo cual implica al viejo y a la jo- ven en una misma acción, pone de relieve el peligro de que un entrometido, en este caso la mujer del viejo, pueda estorbar los proyectos de seducción:

VELHO “Volvido nos han volvido, “volvido nos han “por una vecina mala “meu amor tolheu-me a fala, “volvido nos han.”

A diferencia del villancico anterior, donde el estribillo aparece separado de la mudanza, aquí va incorporado a ella (“volvido nos han”), lo cual hace que funcione LA FARSA VICENTINA: GÉNESIS Y DESARROLLO DE UN GÉNERO 125 como un mecanismo de defensa contra cualquier peligro exterior que pueda pertur- bar la felicidad de los amantes, simbolizado aquí por el personaje de “una vecina mala”, en el que parece resonar tanto la presencia de alguien próximo a su entorno familiar como el recuerdo del cizañero o lauzengier de la cansó provenzal. Son estas experiencias del amor cortesano, frecuentes a lo largo de la obra y donde el lenguaje se revela como fundamento de la experiencia amorosa (“meu amor tolheu- me a fala”), las que marcan en cierto sentido la acción moral del auto y las que generan la más estrecha intimidad entre lo poetizado y lo vivido. Si la acotación escénica del comienzo nos dice que el protagonista es “um homem honrado e mui- to já velho”, en la que ciertos críticos han querido ver una representación del pro- pio autor, lo verdaderamente importante, más que una influencia determinada, es el haber inventado un acontecimiento a partir del auto en cuanto obra dramática, haber hecho de la experiencia amorosa una realización de la palabra4. La relación profunda de Gil Vicente con su época es el signo de su universali- dad y permanencia. La cuestión debatida en la Farsa de Inês Pereira (1523), que trasciende la mera existencia individual para convertirse en expresión de la lucha con la moral establecida, hace referencia al problema de la libertad humana, que, desde un punto de vista cómico, se traduce en un alegre carnaval, en un libre fluir de la vida y el deseo, como prueba el hecho de que el refrán que origina la farsa está inspirado en la tradición popular, más concretamente en el cuento de Do- mingos Ovelha, y desde una perspectiva teológica, tiene que ver con el empeño que pone la protagonista en elegir un modo de vida u otro, sobre todo si tenemos en cuenta que por los mismos años en que el dramaturgo portugués compone esta pieza, la cuestión del “libre albedrío” está de plena actualidad, según vemos en las diatribas que se cruzan Erasmo y Lutero, De libero arbitrio (1524) y De servo arbitrio (1525), respectivamente, y más tarde la respuesta católica durante la Contrarreforma y su plasmación, a nivel dramático, en obras como La vida es sueño de Calderón. En este sentido, no debe pasarse por alto un detalle importan-

4 Como estudio de conjunto, remito al de Luiz Fernando de Moraes, E amor não tem saída. A velhice enamorada à luz de Gil Vicente, Universidade Federal do Rio de Janeiro, 2009. Frente a Constanza, personaje de un solo impulso y uniforme en su engaño, Fernando Eanes muestra cambios de actitud y tonos diferentes. Aludiendo a su función dialéctica, señala J.A.Cardoso Bernardes: “Globalmente apreciado, o Velho revela-se uma figura duplamente marcada: por constituir o centro dinâmico da acção e também porque ilustra um verdadeiro itinerário de reconhecimento”, en Sátira e lirismo, Universidade de Coimbra, 1996, p.217. En cuanto a las resonancias literarias del auto, tengo en cuenta el artículo de M.V. Navas Sánhez-Élez, “O Velho da Horta, de Gil Vicente”, en Homenaje a Alonso Zamora Vicente, Madrid, Castalia, 1988, Vol.III, pp,257-264. Sobre las peculiaridades lingüísticas de esta farsa, véase el ensayo de S.Reckert, “A sintaxe dramática de O Velho da Horta”, en Estudos Portugueses. Homenagem a Luciana Stegagno Picchio, Lisboa, Difel, 1991, pp.401-419. 126 ARMANDO LÓPEZ CASTRO te: la aparición del refrán en la acotación escénica de la Copilaçam de 1562, pero no en el texto primitivo ni en el pliego suelto de Madrid, lo cual prueba, por parte del compilador, la necesidad de acomodar el significado del refrán a los nuevos tiempos. No hay que olvidar que, con la introducción de la Inquisición en Portu- gal en 1536 y la publicación del Índice de Libros Prohibidos en 1551, gran parte de la cultura popular deja de difundirse y lo que hasta entonces era tolerado co- menzó a ser perseguido. Dentro de este marco festivo, indicado ya por la acotación escénica, lo que se nos presenta es el desarrollo de una personalidad compleja, que, desde el cautiverio inicial a la liberación final, va pasando por diversos grados o fases, de soltera a casada, después a viuda y de nuevo a casada, y lo que es más importante, su varie- dad sicológica revela un sentido de plenitud de la vida, sostenido en la resistencia a cualquier imposición y que aparece dentro de un proceso que se mueve de la ilu- sión al desengaño, metamorfosis que a su vez alumbra una forma de esperanza, nacida de una existencia padecida y en la que late siempre una necesidad de resca- te, la potencialidad de otra realidad mejor. El límite entre ambos mundos habría que situarlo tras la muerte del escudero Brás da Mata, cuando Inés, recordando su experiencia pasada, dice a Leonor Vaz: “Não! Já esse tempo passou: / sobre quantos mestres são, / experiencia dá lição›”. A un lado de esa línea fronteriza que- da la memoria de un pasado inocente, lleno de ilusiones, en el que lamenta su falta de libertad (“E assi hei-de estar cativa / em poder de desfiados?”) y su determina- ción de casarse con un hombre instruido (“Porém, não hei-de casar / senão com homen avisado”). Al otro, su deseo de vengarse tras la tiranía a la que la ha some- tido el escudero (“havia-m’eu de vingar / deste mal e deste dano”), decisión que deja todo dispuesto para el desenlace trágico de la escena final:

INÊS PEREIRA “Marido cuco me levades. E mais duas lousas”.

PERO MARQUES “Pois assi se fazem as cousas”.

INÊS PEREIRA “Bem sabedes vós, marido, quanto vos quero! Sempre fostes percebido pera cervo. Agora vos tornou o demo com duas lousas”.

LA FARSA VICENTINA: GÉNESIS Y DESARROLLO DE UN GÉNERO 127

PERO MARQUES “Pois assi se fazem as cousas”.

INÊS PEREIRA “Bem sabedes vós, marido, quanto vos amo! Sempre fostes percebido pera gamo. Carregado ides, noss’amo, com duas lousas”.

PERO MARQUES “Pois assi se fazem as cousas”.

La voz que aquí canta es la de la joven y ya experimentada de la antigua lírica popular, que se rebela contra las imposiciones hechas por la autoridad, ya sea la madre vigilante (“Mas eu, mãe, são aguçosa / e vós dai-vos de vagar”), el escudero tiránico (“Vede que cavalarias, / vede já que mouros mata / quem sua mulher maltrata, / sem lhe dar de paz um dia!”) o el ermitaño fingido, cuyo lenguaje equívoco revela su forma sacrílega (“Devéis saber, / para mercé me hazer, / que por vos sor ermitaño / y aún más os desengaño / que esperança de os ver / me hizo vestir tal paño”), que simulan asumir unas normas que nunca se cumplen. Más que contra una clase o personaje determinado, como sucede en la farsa de Quem tem farelos?, donde el diálogo entre madre e hija revela un conflicto generacional, Inés se muestra aquí contra un sistema que hace posible tal estado de cosas. Es el fraca- so de sus ilusiones lo que la hace escarmentar en cabeza ajena, en la de su madre y en la de la alcahueta, que llevaron una vida no precisamente edificante. Por eso, tras el fracaso de su primer matrimonio, cambia de estrategia, tratando de armoni- zar la realidad con las apariencias y utilizando la nueva posición social, que le ha dado el segundo casamiento con el rústico Pero Marques, en beneficio propio. A simple vista, se puede pensar que la renuncia a sus ideales de casarse con un “homem avisado” y el resentimiento de su primer matrimonio fracasado la han llevado al desengaño, sometiéndose a las reglas del decoro social y familiar, pero cuando la vemos subida a lomos de Pero Marques, su reacción irónica nos da a entender lo contrario de lo que dice: que la verdadera libertad consiste no en ren- dirse a las cosas tal como son, entre ellas, la del matrimonio canónicamente insti- tuido por la Iglesia, de ahí que no sea casual que los distintos casamientos se reali- cen en la obra por “palabras de presente”, sino luchar por las cosas tal como debi- eran ser. Quizás por eso, lo que nos hace ver la estructura paralelística de la cantiga final, con el énfasis puesto en el estribillo (“Pois assi se fazem as cousas”) y las leves variaciones (de “Quero” para “amo” y de “cervo” para “gamo”), es la espe- 128 ARMANDO LÓPEZ CASTRO ranza poética de transformación social, pues sólo la poesía es capaz de salvar las contradicciones en una unidad superior, elusiva y musical. Lo que vuelve singular a esta cantiga, y a las que a lo largo del auto han ido preparándola, entre ellas las que comienzan “Quien con veros pena y muere”, “Mal ferida yva la garça” y “Quem bem tem e mal escolhe”, es la rebeldía característica de la voz femenina, que, al dejar oír lo que en el texto está latente o larvado todavía, los tabúes sexuales que enmascaran la infidelidad femenina, tema constante a lo largo de la Edad Media, gana con ello autonomía y fortalece su derecho a la intimidad5. Las idealizaciones desmedidas suelen llevar con frecuencia al inmovilismo. Eso fue lo que ocurrió con la política de expansión ultramarina durante el reinado de Don Manuel I, cuya riqueza venida de fuera trajo un profundo desequilibrio entre el Estado y la nación, una explotación de las clases inferiores por las superiores y el establecimiento de una clase media, ficticia y parasitaria, que vino a sustituir a la verdadera burguesía enriquecida con el comercio. A esa clase ficticia pertenece el Hidalgo de la Farsa dos Almocreves (1527), que intenta pasar por lo que no es y cuyo retrato tanto se parece al del escudero del Lazarillo de Tormes. Si poco antes, en O Juiz da Beira (1525), la sátira de la justicia revelaba una contradicción entre moral y sociedad, ahora en la Farsa dos Almocreves, el diálogo satírico, que re- cuerda bastante a los Coloquia erasmistas, apunta a varios tipos, el Hidalgo vanido- so, el Capellán hipócrita, el Paje egoísta, representantes a su vez de distintos oficios o profesiones, con lo que la intención satírica es más amplia y variada. Ésta aparece ya de forma clara al principio, en el romance glosado por el Capellán, y sirve para intensificar una situación de miseria que el espectador previamente conoce. En efecto, durante el año 1525 el rey Don Juan III introdujo un impuesto en la impor- tación de trigo para el abastecimiento de Lisboa y Setúbal, lo cual revela una pro- funda crisis de cereales (“nam vi palha nem cevada”). De ahí que la “cilada / contra os cavalos da corte” sea, en el fondo, una defensa de los campesinos, que eran ex- plotados por la requisa del forraje para los caballos de la nobleza (“tanta milhan apanhada”), y los productos que trae ese ridículo ejército que viene de lejos (“nam de gentes, mas de mus”), dejando tras de sí un rastro de destrucción (“com muyta raya pisada”), sean los que la Corte portuguesa consume, carne de Bretaña y horta-

5 Para la transmisión textual del auto, que debe tener en cuenta la composición primitiva, el pliego suelto de la Biblioteca Nacional de Madrid y el texto retocado de la Copilaçam, remito al trabajo de Óscar de Pratt, Gil Vicente. Notas e comentários, Lisboa, Livraria Clássica Editora, 1931, pp.203- 207. En cuanto a los ensayos, pueden verse los siguientes: M.Viegas, “Gil Vicente e os motivos popu- lares: um conto na Farsa de Inês Pereira”, en Revista Lusitana, 2 (1981), pp.31-60; A.Roig, “La Duplicité, fondement de la farce d’Inês Pereira de Gil Vicente”, en Revista da Universidade de Coimbra, XXX (1983), pp.347-367; y J.A.Osório, “Solteiras e Casadas em Gil Vicente”, en Penínsu- la. Revista de Estudos Ibéricos, 2 (2005), pp.113-136. LA FARSA VICENTINA: GÉNESIS Y DESARROLLO DE UN GÉNERO 129 liza de Vizcaya, es decir, productos extranjeros pagados con la expansión ultrama- rina y que iban destruyendo la economía interna del país. El resultado de una Corte rica en un país miserable es la apariencia, practicada por el Hidalgo (“quer ter muytos aparatos, / e a casa anda esfaymada”), y el parasitismo de todos aquellos que acuden a la Corte atraídos por la falsa riqueza (“toma ratinhos por pagens, / anda ja a cousa danada”). Ese Hidalgo que “tem a vida na palha”, como se dice al final de la pieza, simboliza la existencia de una nobleza parasitaria que vive de la explotación de la clase trabajadora. De ahí que esta corrupción e inmoralidad de la clase aristocrática se convierta en hábito dominante y en ambición suprema para todos (“Assi que até os pastores / hão-de ser de el-Rei, samica! / Por isso esta terra é rica / de pão, porque os lavradores / fazem os filhos paçãos. / Cedo não haverá vilãos: / todos d’el-Rei, todos d’el-Rei!”), por el brillo deslumbrante de un falso progreso que impide cualquier transformación social. Tal vez por eso, la conciencia de la explotación llevó a Gil Vicente a censurar la crisis presente y a refugiarse en el pasado. Desde este punto de vista, se entiende mejor la intención moral del diálogo satíri- co, que ya desde Aristófanes aparece como la forma característica del discurso dramático y cuyo estilo directo sirve para intercambiar mensajes entre dos o más personajes. De las tres formas de diálogo más utilizadas durante el Renacimiento, el platónico, el ciceroniano y el lucianesco, tal vez sea este último, con su humor críti- co y apicarado, el que mejor convenía a los propósitos del dramaturgo portugués, quien pone en evidencia la degradación de las costumbres en una época dominada por la ambición desmedida y en la que no hay sitio para aquellos personajes que, siendo pobres y honrados, pertenecen a las clases más desfavorecidas. En la Edad Media esta vena satírica continúa viva en los diferentes tipos de farsa, en los fa- bliaux, en las cantigas de escarnio y de maldecir, en los poemas de debate y en las obras de influencia erasmista, donde se combina la farsa con el vituperio moral. El Hidalgo arruinado y famélico es el tipo más representativo de esa sociedad despro- vista de valores, aunque no el único, y junto a él aparecen una serie de representantes vinculados a una actuación social, cuyo denominador común es el deseo de medrar, un individualismo egoísta y excluyente, que lleva aparejada la falta de compromiso. Y eso es lo que pretende Gil Vicente con el uso del diálogo satírico: mostrar al espec- tador un proceso dialéctico en el que la alternancia de los distintos puntos de vista, incorporados a la acción dramática, deja ver una comunicación viva e inmediata, en la que la relación peculiar con un determinado personaje nos abre un horizonte nue- vo. Es lo que sucede con el personaje del Orfebre, marcado por la inocencia y acaso posible trasunto metafórico del propio autor, con el segundo Hidalgo, cuyo amor ideal tanto contrasta con la ambición materialista del primero, y sobre todo con el 130 ARMANDO LÓPEZ CASTRO arriero Pêro Vaz, personaje dotado de sentido común y de cierta sensibilidad para reconocer sus propios errores, como su responsabilidad en el desastre matrimonial. Al pasar la vida entre sus mulos y estar alejado de las altas esferas sociales, pretende vivir de acuerdo con las necesidades más elementales y ofrecer así mayor resistencia al dominio de la vida falsa. No queremos decir con esto que sea el personaje más representativo de la obra, pero sí que en él quiso dejarnos el dramaturgo lo más vivo de su pensamiento: el sacrificio de la personalidad en nombre del deber moral. Este arriero es un héroe ético en medio de un mundo sin escrúpulos, por eso el dramatur- go se vale de su humanidad para conciliar la civilización con la naturaleza. No resul- ta extraño entonces que Gil Vicente haya dado a este personaje una conmovedora voz poética, al hacerle cantar la siguiente serranilla:

“A serra é alta, fría e nevosa, “vi venir serrana gentil, graciosa.”

“Vi venir serrana gentil, graciosa, “cheguei-me pera ela com grã cortesia.”

“Cheguei-me a ela de grã cortesia, “disse-lhe: Senhora, quereis companhia?”

“Disse-lhe: Senhora, quereis companhia? “Dixe-me: Escudeiro, segui vossa via.”

Si al final de la farsa O Juiz da Beira todos acaban cantando (“Vamos ver as Sintrãs, / senhores, à nossa terra, / que o melhor está na serra”), en donde la natura- leza de la vida libre en el pasado supone una desmitificación de los valores presentes, la estructura reiterativa de la pastorela galaico-portuguesa, en la que al uso regular del refrán se le añade el empleo sistemático del paralelismo y el leixa-pren, sirve para poner de relieve la diferencia entre el mundo cortesano y el popular. El rechazo de la serrana (“Escudeiro, segui vossa via”), unido al amor por la naturaleza, aparece como expresión de la feminidad de la existencia y del mundo. A diferencia de la moral aristocrática, para la que la fama vale más que la persona, lo que defiende el arriero Pêro Vaz es la necesidad de cada uno de permanecer en su sitio, actuando de acuerdo con los principios de su propia clase social, de armonizar la pasión y la compasión para que el orden siga siendo posible6.

6 Aludiendo a este desplazamiento de la persona a la fama, señala María Leonor García da Cruz: “Notemos, aliás, que na sua concepção crítica, Gil Vicente atribui parte da tristeza e do desespero da LA FARSA VICENTINA: GÉNESIS Y DESARROLLO DE UN GÉNERO 131

Frente a la parodia, que se presenta en el fondo como nostalgia de algo perdido, la sátira aspira a destruir su propio objeto. Su autonomía estética nos lleva a con- templarla dentro de la escritura, donde se presenta como ficción, como construc- ción simbólica de una lucha del bien contra el mal. Si la acotación escénica de la Copilaçam (1562) define a Romagem dos Agravados (1533) como una sátira, es porque lo que se presenta en ella es una visión de los distintos niveles de la socie- dad portuguesa de la época de los Descubrimientos, analizados dialécticamente y de los que el tipo ceremonioso de Frei Paço constituye una alegoría. La interpreta- ción de esta figura, que se presenta como hilo conductor de la acción dramática, hay que hacerla desde el reconocimiento, creado por medio de la ilusión, de un hecho aceptado por el espectador de entonces: la influencia del clero en la vida política. Por eso, en su largo monólogo inicial, este tipo nos dice “que são o padre Frei Paço”, es decir, el fraile hecho palacio y el palacio hecho fraile, doble sentido del que más tarde se hace eco Bereniso: “Quant’eu à minha vontade / o paço en frade tornado, / nem é paço nem é frade”. Esta doble condición de la figura, que es al mismo tiempo prototipo del eclesiástico cortesano y representación alegórica de esa misma corte, se presenta sobre siete parejas de agraviados: un labrador y su hijo (João da Morteira e Bastião), dos hidalgos enamorados (Bereniso e Colepên- dio), dos regateras (Marta do Prado e Branca do Rego), dos ambiciosos (Cerro Ventoso e Frei Narciso), un labrador y su hija (Aparicianes e Giralda), dos monjas sicilianas (Domicília e Dorósia) y dos pastoras (Ilària e Juliana). El rasgo común de todas ellas es la queja de su mala fortuna y el querer salir de su baja condición so- cial para lograr algo mejor, lo cual va en contra del tópico consolidado del status mundi, que caracteriza a la Europa medieval y responde a la visión cristiana del dramaturgo portugués. Pues en su escritura, el sentido histórico y el sentido oculto no se excluyen, sino que coexisten y se refuerzan mutuamente. Para el artista medieval, el más allá es la auténtica realidad y el mundo terrenal, inmediato, es una anticipación o sombra de la verdad divina grabada en el espíritu del hombre (“O divina virtù, se mi ti presti / Tanto che l’ombra del beato regno / Segnata nel mi capo io manifesti”, nos dice Dante en su invocación a Apolo, Pur., I), de manera que lo aparente no es más que umbra y figura de lo auténtico, de lo sociedade portuguesa do seu tempo ao propósito facto de os indivíduos, numa febre cada vez mais generalizada, se terem tornado ambiciosos, não se contentando com o que da sua condição poderiam obter”, en Gil Vicente e a sociedade portuguesa de quinhentos, Lisboa, Gradiva, 1990, p.35. Respecto a la interpretación del romance glosado por el Capellán al comienzo de la farsa, remito a mi ensayo “Los romances de Gil Vicente”, en Al vuelo de la graza. Estudios sobre Gil Vicente, Universidad de León, 2000, pp.87-111. En cuanto a la estructura y significado de la serranilla, véase el estudio de Arlene T. Lesser, La pastorela medieval hispánica. Pastorelas y serranas galaico-portuguesas, Vigo, Galaxia, 1970. 132 ARMANDO LÓPEZ CASTRO que en el presente aparece encubierto y necesita ser recordado. Desde esta interpre- tación figural, que hoy llamaríamos hermenéutica, hay que analizar los distintos comportamientos de los tipos en la escena: la carrera eclesiástica que João da Mor- teira quiere para su hijo como modo de huir de la miseria (“Por isso, quero fazer / este meu rapaz d’Igreja; / não com devação sobeja, / mas por que possa viver / como mais folgado seja”); la retórica del fingimiento, ya presente en el cancionero ridículo del escudero Aires Rosado, en la farsa Quem tem farelos?, y representada ahora por los dos hidalgos cortesanos Bereniso y Colepêndio, cuyos nombres, ya de por sí simbólicos, aluden a los juegos de comentarios, de inspiración petrarquis- ta (“quando me mostro, m’escondo, / quando espero, desconfio”, dice el segundo de ellos), que habían llegado recientemente de Italia, causaban furor en la Corte portuguesa y fueron más tarde imitados por Camões; la intervención anónima de la administración bajo la forma de documento falso (“O alvalá que nos mostrou / com tanto de filamento, / tanto d’acrescentamento, / não sei quem lh’o despachou”, dice la regatera Branca do Rego); el parásito Frei Narciso, que sueña con ser obispo para no hacer nada, rodeándose de aquellos que le sirvan a su antojo (“Por isso peço un bispado, / que possa ter dez rascões, / e um escravo ocupado, / que sempre tenha cuidado / dos cavalos e falcões”), sobre todo si tenemos en cuenta que la caza de cetrería, desde la época medieval, estaba reservada a la nobleza; la aspiración del labrador Aparicianes por hacer de su hija Giralda una señora (“É da serra da Lousá, / moça de moito boa fama; / trago-a cá para ser Dama. / Quero que seja paçã”); las dos monjas sicilianas, que se lamentan de aquellos que pretenden impo- nerles la clausura (“Disto nos queixamos nós”); y el valor del casamiento por pala- bras de presente, independiente del formalismo canónico, que el viejo campesino enseña a las dos pastoras (“Não é mais, nem mais se deve; / porém, a cantiga é breve, / mais a grosa muito longa”), en una época donde la Iglesia luchaba contra la vieja tradición de los matrimonios naturales con la pena de excomunión. Bajo la costumbre popular de la romería, tan presente en las cantigas de amigo como lugar de reunión amorosa, lo que se trasluce es un amargo sentimiento de crítica social, el propósito de decir la verdad con burlas7.

7 Para los rasgos de la sátira, cuyo propósito es combinar la burla con la sinceridad, tengo en cuenta el estudio de G.Highet, The anatomy of satire, Pricenton University Press, 1962, pp.14-23; y el ensayo de C.George Peale, “La sátira y sus principios organizadores”, en Proemio, IV, 1-2 (abril- septiembre de 1973), pp.189-210. En cuanto a la función cómica de la sátira, destinada a mantener la secuencia de la acción dramática dentro de la pieza analizada, tengo en cuenta los ensayos de J.Girodon, “A propos d’un auto de Gil Vicente, Romagem dos Agravados”, en Arquiros do Centro Cultural Portugués, XV (1980), pp.541-550; y de S.Zimic, “Gil Vicente: Romagem de Agravados (ensayo de interpretación)”, en Estudos Portugueses. Homenagem a Luciana Stegagno Picchio, Lis- boa, Difel, 1991, pp.487-505. LA FARSA VICENTINA: GÉNESIS Y DESARROLLO DE UN GÉNERO 133

En la ficción de la sátira, lo estético no se opone a lo moral, sino que se comple- mentan, porque ambos elementos aspiran a desenmascarar a los distintos tipos como son y no como pretenden ser. Para ser mordaz, la sátira necesita denunciar aquellos hechos que tienden a legitimar situaciones de poder. Partiendo de lo normativo, el satírico tiene claro cuál es el ataque de su denuncia, pero su expresión no es siempre la misma. En Portugal, frente a poetas del Cancioneiro Geral e incluso Sá de Miran- da, cuya censura se dirige a las clases bajas, en Gil Vicente la opresión viene de arri- ba, de la explotación de las clases inferiores por las superiores. De ahí que en Roma- gem el verdadero protagonista sea el pueblo, que abre y cierra la obra, y que la crítica social más aguda aparezca en boca de personajes marginales como las regateras, que defienden la libertad de actuación frente al fatalismo de la fortuna (“O que os plane- tas fazem, / é porque nós o causamos, / e se fortunas nos trazem, / e porque nós as buscamos, / que os erros de nós nascem”), o las monjas sicilianas, que desde su dis- tanciamiento nos ofrecen una visión más objetiva del problema (“Porque nos tempos passados / todos eram compassados, / e ninguém se desmedía”). A ella aluden tam- bién las dos pastoras (“Nós somos d’outro lameiro, / e de casta mais sisuda”, confiesa Juliana a João da Morteira), que viven al margen de los engaños cortesanos y, de forma particular, la cantiga final que cierra el auto, compuesta para celebrar el naci- miento del infante Don Felipe en Évora, el 25 de mayo de 1533, y cuyo comienzo (“Por mayo era por mayo”), inscrito en un clima de renovación primaveral, tiene mucho que ver con ese deseo de transformación social que busca el autor. La coinci- dencia de ese nacimiento con momentos temporales muy precisos: el tránsito del ocaso (“nació cuando el sol decrina / sus rayos sobre la mar”), el día señalado del domingo (“cuando las aves cantan / cada una su cantar”) y la explosión de la natura- leza (“Cuando los árboles verdes / sus fructos quieren pintar”), nos hace ver que esta cantiga no es ajena a la obra ni responde sólo a una circunstancia determinada, como algunos críticos han dicho, sino que su glosa sobre un romance viejo de fines del siglo XV, que se cantaba en la corte de Don Manuel I con la música publicada por Barbieri y que reaparece hasta tres veces en los autos vicentinos, en Quem tem fare- los?, en el Auto dos físicos y en Romagem dos agravados, demuestra que Gil Vicente conocía muy bien el antiguo romance popular y lo utilizó para hacer coincidir en él la explotación presente y la nostalgia del pasado, en relación con el mensaje de la pieza. La eliminación del cautiverio y la opción por el instante primaveral revelan, por parte del dramaturgo portugués, un regreso a lo instintivo, pues sólo al aire libre, en con- tacto con la naturaleza, los seres se liberan de la opresión impuesta por la educación cortesana y el orden vuelve a ser posible8.

8 Para la idea de fecundidad y renovación, que relaciona esta cantiga con el famoso romance de 134 ARMANDO LÓPEZ CASTRO

No es fácil precisar los límites de la farsa en los autos vicentinos. Y ello por dos razones: en primer lugar, porque, cuando Gil Vicente utiliza este género dramático, principios del siglo XVI, ha perdido gran parte de su contacto con la cultura popu- lar y se ha estilizado en su forma de expresión; y en segundo lugar, porque forma parte de un teatro en el que se mezclan y combinan diversas formas de representa- ción. Con todo, sin alejarse mucho de sus rasgos específicos, el engaño como núcleo de la acción, el desfile de tipos y el lenguaje realista, pretende darle un sello propio, intensificando cada vez más la crítica social por medio de la sátira, sobre todo a partir de 1521, más que el juego o la simple distracción. Este desplazamien- to de lo cómico a lo crítico, que viene dado, en gran medida, por la propia situación del país, es lo que hace que Gil Vicente no siga las farsas de contenido sagrado, como las que escribieron Lucas Fernández, López de Yanguas y Sánchez de Bada- joz, o las que aparecen en el Códice de autos viejos, y prefiera las de contenido profano y satírico, pues responden mejor a la visión de todo ese “mundo al revés”, ligado a la fiesta popular del carnaval, donde el satírico percibe las diferencias en- tre lo que existe o podría existir. Si la virtualidad de la expresión satírica sirve para descubrir nuevos mundos de vida, resulta evidente que la contraposición entre lo real y lo ideal permite al espectador obtener, mediante la insinuación, un conoci- miento de la realidad última, utilizando el doble impulso de moralidad y fantasía. En general, la crítica, al referirse a la sátira, más que de un género determinado, prefiere hablar de distintas modalidades, como pueden ser el juego, el disfraz o la máscara, elementos constituyentes y autónomos, que son reconocibles por el audi- torio. De todos ellos, tal vez sea la máscara, con su desdoblamiento, la modalidad que permite un mayor distanciamiento respecto a lo que permanece invisible y, en consecuencia, una mayor objetividad. Mientras las convenciones y los dogmas son artificiales e inútiles, la máscara, con la que se quiere “parecer más de lo que se es”, revela y expresa lo que puede ser retomado y profundizado por otro, la sabi- duría bajo la apariencia de la ingenuidad, según vemos, dentro de la Floresta de Enganos (1536), en el retrato del Filósofo incomprendido, que Gil Vicente hace de sí mismo:

Asegún siento mis males, al discreto singular

“Fonte Frida”, véase el ensayo de E.Asensio, “Fonte Frida o encuentro del romance con la canción de mayo”, incluido en Poética y realidad en el cancionero peninsular de la Edad Media, Madrid, Gre- dos, 1970, pp.230-262. En cuanto al análisis de este romance como expresión de la ilusión amorosa, remito al trabajo de J.Victorio Martínez, El amor y su expresión poética en la lírica tradicional, Madrid, Ediciones de la Discreta, 2001, pp.124-125. LA FARSA VICENTINA: GÉNESIS Y DESARROLLO DE UN GÉNERO 135

gran pena le es conversar con los necios perenales, sin lo poder escusar.

Dicho retrato, en donde la tiranía de Roma es análoga a la de la Corte portugue- sa, funciona como disfraz de una situación adulterada, en donde falta la verdad y reina la mentira (“Nunca foi tempo em que o engano / tanto valesse con lisonjería / e a Verdade tivesse tão pouca valía”, escuchamos en el Auto da Festa). El tópico del engañador engañado, variante del burlador burlado, que sostiene la acción dramática de esta última pieza vicentina, viene a confirmar que la máscara, indiso- lublemente unida al teatro, alumbra un sentido de la otredad y permite hablar de la existencia de un mundo diferente, según se ve en la identificación del Filósofo con el Bobo, constituyendo una forma de tradición y memoria comunes9. Lo oculto, aquello que está al otro lado de una presencia, despierta nuestra in- quietud y deseo de reconquistarlo. Todo vuelve a empezar aquí, en la escritura, gracias a la búsqueda de una realidad escondida, que se halla provisionalmente disimulada y sólo puede captar quien sepa hacerla venir a la presencia del lenguaje. La sociedad en la que vive Gil Vicente es de una apariencia tal que hay que adoptar una máscara si se quiere triunfar del engaño. Tal vez por eso su mirada crítica tien- de a establecer una relación entre la persona y el mundo, el yo y los otros, el senti- do moral y la técnica dramática. En tal contexto, la advertencia que hace el autor en el argumento de la obra Comédia sobre a Divisa da Cidade de Coimbra (1527), al delimitar la comedia de la farsa (“Já sabeis senhores, / que toda comédia começa em dolores; / e inda que toque cousas lastimeiras / sabei que as farsas todas choca- rreiras / não sam muito finas sem outros primores”), da a entender que el humor de la farsa no alcanza su objetivo si no va acompañado del “primor”, esto es, de una sutil elaboración literaria. Lo cual quiere decir, entre otras cosas, que la farsa, géne- ro permeable y dinámico en que la imaginación inventiva luce quizás con más in- tensidad, cumple una función reconciliadora entre lo familiar y lo extraño, un reco-

9 Lo propio de la máscara, según señaló Nietzsche, es revelar siempre. En este sentido, afirma F.Schuon: “Hay una diferencia de función, en principio al menos, entre el velo y la máscara: ésta es positiva, en el sentido de que expresa, afirma, manifiesta, mientras que aquél es negativo por el hecho de que disimula y por eso vuelve inaccesible”, en El juego de las máscaras, Palma de Ma- llorca, José de Olañeta Editor, 2003, p.43. En cuanto a los rasgos formales de la farsa, tengo en cuenta el ensayo de M.Vieira Mendes, “Gil Vicente: o génio e os géneros”, en Estudos Portugue- ses. Homenagem a António José Saraiva, Lisboa, ICALP, 1996, pp.327-334. Sobre el tipo del Bobo o parvo como tópico del mundus inversus, véase el artículo de M.J.Palla, “O parvo e o mun- do as avessas- algunas reflexões”, en Temas vicentinos. Actas do colóquio em torno da obra de Gil Vicente, Lisboa, ICALP, 1992, pp.87-94. 136 ARMANDO LÓPEZ CASTRO nocimiento de aquello que es permanente y esencial, donde la identificación estéti- ca llega a adquirir valor edificante. Si en el arte dramático de Gil Vicente, por lo que a la farsa se refiere, hay un desplazamiento gradual de lo cómico a lo crítico, al que acompaña el abandono del tipo por el personaje, según vemos en los casos de Constanza e Inés Pereira, tal mutación implica tener un sentido del ridículo, alejado por igual de la convención y el estereotipo, que entraña una sinceridad completa de la vida. Al permitir una momentánea participación de la inocencia primitiva en el mito inmediato, al desempeñar una mediación entre el instante y la eternidad, la farsa se convierte, a través de la máscara simbólica, en forma de encuentro con lo otro, en un rito continuo de regeneración.

PAISAJE Y ESTILO EN MANUEL AZAÑA

Por M. Fernando Varela Iglesias Universidad de Viena

firma José Carlos Mainer que el rebuscamiento estilístico de Azaña –”la voluntad conceptuosa del párrafo, la precisión del léxico castizo, la obse- A sión por la eufonía” – se debe a un “afán de experimentación y de perso- nalización” (1990-1991: 192). Pero hay que matizar el sentido de esta presunta experimentación, que probable- mente es más una búsqueda de estilo propio que un deseo de ostentación literaria. Azaña se siente inseguro ante sus lectores porque no acaba de encontrar su definitiva vocación en la literatura, y si experimenta lo hace para encontrarse a sí mismo. El Azaña hombre público es autoritario, manifiesta la seguridad del que está acostum- brado a mandar, a asumir responsabilidades ya desde su juventud, como él mismo confiesa en sus Memorias: “el mando es en mí una función natural” (1981, I: 519). Al revés, el Azaña literato, el autor de El jardín de los frailes o del tan trabajado Fresdeval, es con alguna frecuencia un escritor inseguro, parece emplear una prosa acartonada que no le pertenece. Sólo en la acción política encuentra la medida de su carácter, y sólo en sus discursos parlamentarios y alocuciones públicas o en la inti- midad de sus diarios transparece el estilo que corresponde a la claridad y vigor de su pensamiento. Sic vir, sic oratio. El Azaña político, como también el Azaña intimista de los Diarios, el del monólogo interior o el del que dialoga con el paisaje de Casti- lla, no da muestra alguna de rebuscamiento –de experimentación–, sino más bien de una extraordinaria sencillez y transparencia expresivas. Creemos que es en este con- texto de sencillez donde se encuentra el mejor Azaña, el que pone de manifiesto la verdadera fibra de su temperamento político y humano.

EL HIATO ENTRE POLÍTICA Y LITERATURA. La política, la vida de acción, parece marcar el fondo temperamental de nuestro autor. Azaña no se identifica a sí mismo como hombre de biblioteca ni como inte- 138 M. FERNANDO VARELA IGLESIAS lectual de café o de cenáculo literario. Leemos un una anotación relativamente temprana (hacia 1918) de sus Diarios íntimos:

Muchas veces he pensado que yo valgo más para la política que para la litera- tura. […] Esta cualidad, si no es congénita, acaso la debo a mi temprana condición de jefe, de amo. Desde los dieciocho años tenía yo muchos asuntos que dirigir y ordenar, muchos criados, muchas responsabilidades. Ya entonces me empeñaba en que todo estuviera como yo me representaba la perfección. Aquello acabó mal, no enteramente por mi culpa. Pero de aquello proviene un dominio que no se adquie- re en las bibliotecas, ni en los salones, ni en el café… (1990: 891)

A pesar de esta decidida vocación política, cuando Rivas Cheriff le lleva la an- siada noticia del triunfo de la República en abril de 1931 al escondrijo en que se había refugiado de la persecución del régimen monárquico, el brillante jefe político de Acción Republicana y estrella ideológica del futuro régimen político, enfrascado en la tarea de escribir la novela Fresdeval, contesta con una frase muy poco acorde con la “condición de jefe, de amo” que hemos leído antes: “¡Un mes más de encie- rro y terminaba la novela!” (Sanz, 1975: 66). La República, al parecer, podía espe- rar, la creación literaria era más urgente… Más ejemplos de esta conducta contradictoria. Después de alcanzar el cénit de la gloria política como Presidente de gobierno durante el conocido bienio azañista (1931-1933), el alejamiento del poder le permite encontrarse de nuevo con la otra mitad de su personalidad, la vocación literaria. Azaña, de nuevo rodeado de libros, de nuevo con tiempo libre para recuperar su musa –acaso también para terminar Fresdeval–, hace un balance inesperadamente negativo de su experiencia al frente del mundo de la política:

En fin, recobré el trato con mis libros y papeles. Me di un hartazgo de lectura colosal. Sed atrasada. Régimen correctivo de una deformación peligrosa. Porque nada estrecha tanto la mente, apaga la imaginacón y esteriliza el espíritu como la política activa y el gobierno. […] Para trabajar en política y en el gobierno he te- nido que dejar amortizadas, sin empleo, las tres cuartas partes de mis potencias, por falta de objeto, y desarrollar en cambio fenomenalmente la otra parte. (Citado por Hermosilla, 1991: 16-17)

Sin duda está Azaña influido momentáneamente por la decepción, por el fracaso de sus ambiciosos proyectos gubernamentales, cuando dice que la política le ha impedido emplear nada menos que las “tres cuartas partes” de sus facultades. Pero en sus Memorias políticas son muchos los pasajes en que, en medio de su gloria como estrella de la República, aparece el deseo de dejarlo todo y retirarse a algún imaginario Tusculum privado para dedicarse a la vida contemplativa. Leemos en PAISAJE Y ESTILO EN MANUEL AZAÑA 139 las anotaciones de finales de 1931 –Azaña lleva apenas unas semanas al frente del gobierno– un párrafo que muestra ya los deseos de dejar el mundo de la política. El lenguaje empleado no puede ser más expresivo:

La víspera de mi viaje estaba yo tan de mal humor, y tan hastiado, que le decía a Ramos y a mis secretarios: “¡Qué patada voy a dar a la política!” En efecto, sent- ía unas ganas atroces de dejarlo todo, y que se las arreglen como puedan. Después de todo: ¿a mí qué me va en esto? (1981, I: 358)

Un poco más tarde, en enero de 1932, al regresar de una excursión al Escorial, tonificado por las impresiones del paisaje, intenta recuperar en casa el reposo nece- sario para volver a la literatura y a la vida contemplativa:

En Madrid, venimos a casa. Hasta las diez, hablamos de libros y literatura. Les leo la novela que estaba escribiendo cuando se proclamó la República [Fresdeval]. No me acuerdo para nada de la política. El mes concluye así plácidamente; esta semana ya ha sido más tranquila. (1981, I: 397)

Más explícito todavía resulta el texto de 14 de marzo de 1932, donde nuestro autor parece incluso estar cansado de la fama:

Todo este ruido que hacen en torno mío no me gusta. Es mucho peso el que pre- tenden echarme encima. Yo no tengo deseos de perdurar aquí, y mi mayor placer sería, concluida esta etapa, mandar a paseo la política y sumergirme en los libros. (1981, I: 432)

Querer “darle una patada a la política” o “mandarla a paseo” son frases colo- quiales de cuya autenticidad y valor expresivo no quedan dudas. A finales de mar- zo de este mismo año la presión a que se ve sometido el hombre público resulta ya intolerable. Azaña, abrumado por las obligaciones, está ya a punto de claudicar. Extraña situación, poco imaginable en un político de vocación –y de éxito–, que se produce antes de que la República cumpla su primer año:

He llegado al ministerio muy fatigado. Lo que me aterra no es mi situación ac- tual, sino el porvenir. ¿Tendré que pasar el resto de mi vida encenagado en esta política, preso de las circunstancias, y sin recobrar ya nunca mi antigua libertad? (1981, I: 441)

En julio de 1932 el desaliento ante la política llega a su extremo, y la voz inter- ior le hace identificarse más con el paisaje natural de la Morcuera que con la ma- yoría parlamentaria (!!!): 140 M. FERNANDO VARELA IGLESIAS

Estoy demasiado hecho a encontrar en mi interior los motivos de elevación y de placer; me he educado en 25 años de apartamiento voluntario, en la contempla- ción y el desdén. Y no tengo remedio. La Morcuera me interesa más que la mayor- ía parlamentaria, y los árboles del jardín más que mi partido. A los que tenemos una porción de Segismundo, ¿qué puede dársenos de todo? Sin embargo: el mando es en mí una función natural. Pero las cosas grandes que uno quisiera hacer, los hombres pequeños las estorban. (1981, I: 519)

No es extraño que un político que se considera a sí mismo un Segismundo pue- da decir, en patético diálogo con Juan Negrín, cuando la República está ya perdida y sus protagonistas a las puertas del exilio, que el Museo del Prado es más impor- tante que la República y la Monarquía juntas:

Repetidamente le llamé la atención a Negrín. “El Museo del Prado –le dije– es más importante para España que la República y la Monarquía juntas”. “No estoy lejos de pensar así”, respondió. “Pues calcule usted qué sería si los cuadros des- aparecieran o se averiasen gravemente”. “Un gran bochorno”. “Tendría que pegar- se usted un tiro”, le repliqué. (1981, II: 442)

Decididamente, Azaña no está nunca satisfecho del camino emprendido: entre- gado de lleno a la política, siente nostalgia por el arte y la literatura. Entregado a la literatura, echa de menos la actividad política, que es lo único que satisface su vo- cación de mando. “Don Manuel Azaña Díaz está casi siempre a distancia astronó- mica de lo que le rodea. Pocas veces se siente enteramente convencido de lo que hace, y cuando parece más convencido no lo está más que a medias” (Aguado, 1972: 11). El dilema entre la actividad política y la literaria manifiesta una persona- lidad esquizoide en la que el hombre público y su voz interior no están nunca en armonía. “Entre el ‘yo íntimo’, privado, y el ‘yo de la conversación’ de Azaña se abre un hueco, un paréntesis grave, un hiato profundo” (Sanz, 1975: 72). Muy pro- bablemente fue este hiato el que le impidió dar en literatura la medida de su enor- me talento.

PAISAJE Y PERSONALIDAD HUMANA: EL “PATETISMO REFRENADO POR EL DECORO”

El factor común de todas estas protestas ante las exigencias de la vida política es la nostalgia de la literatura, de la vida contemplativa, de la recuperación de lo que Azaña llama “mi interior” (v. supra), pero casi todas ellas están propiciadas por la contemplación del paisaje, especialmente del paisaje castellano. Azaña recupera al PAISAJE Y ESTILO EN MANUEL AZAÑA 141 hombre interior que exige la dedicación literaria no tanto en el cenáculo de litera- tos, en la tertulia del café, en la actividad intelectual del Ateneo, sino más bien en la soledad mayestática del Escorial, en la callada elevación de los paisajes de la Sierra. Las numerosas excursiones que realizó a los alrededores de Madrid –incluso durante su mandato de Presidente del gobierno– son como el necesario contrapunto natural a su actividad social. Es posible que Azaña no haya llegado nunca a encon- trar, como escritor, el estilo que llevaba dentro, el que correspondía a su sensibili- dad; probablemente la vocación política, el don de mando que tan intensa y prolon- gadamente solicitaron la actividad del escritor, obstaculizaron, casi impidieron, desarrollar el talento literario y explican las inseguridades, los rebuscamientos es- tilísticos a que antes aludíamos. Pero ante el paisaje castellano desarrolla Azaña unas capacidades líricas extraordinarias que llevan el signo de la autenticidad. To- do fluye con naturalidad en una prosa escueta, pero emotiva, cargada de concentra- da expresividad. Sirva de ejemplo el siguiente texto, dictado por la nostalgia que impone la distancia –en julio de 1937 Azaña se encuentra en Valencia, en el perío- do del obligado exilio republicano– y que surge en una de esas pausas de la política en que asoma el hombre interior protestando del hombre público. La efusión lírica, sin llegar a perder nunca la contención, tiene resonancias románticas, resulta ines- perada, casi contradictoria con el implacable analista y crítico de la realidad políti- ca y social:

Aquellos lugares [los paisajes del Sistema Central] infunden en el ánimo el tónico acendrado de su hermosura. Profunda, sin ostentación, imponente. Solem- ne. Por vía de la cual aprendí a evadirme de lo cotidiano y a restaurar en su nuda vetustez las cosas, como siempre fueron, antes de la mecánica, del turismo, de los deportes. Los riscos que señorean el Hoyo de Manzanares, abren un balcón sobre el valle de Cerceda, delante de la Maliciosa y la Pedriza. Un navazo alfombrado de yerbas olorosas: el horizonte, desde Gredos al Ocejón: Navachescas. Espesar de las encinas antiguas. Gamos en libertad. Suavidad incógnita del circo de Siete Picos y Cabeza de Hierro, brillante como acero, húmedo de nieves derretidas, de chorros que se despeñan. Más lejos, la majestad del pinar de Balsain. Y los ocasos en Cueva Valiente, teñidos de rojo, de malva, los celajes sobre la tierra segoviana. Apropiándome por la emoción tales lugares, he sido más fabulosamente rico que todos los potentados del mundo. (1981, II: 166)

En Azaña, al igual que en los maestros del 98, se produce lo que Azorín, en co- mentario a Campos de Castilla, de Machado, denominó objetivización del paisaje: “Paisaje y sentimientos […] son una misma cosa; el poeta se traslada al objeto descrito, y en la manera de describirlo nos da su propio estilo. Se ha dicho que ‘todo paisaje es un estado de alma’, y a esta objetivización del lírico se alude en 142 M. FERNANDO VARELA IGLESIAS dicha frase” (1991: 31). El mismo Azorín repite y resume en otra ocasión esta misma tesis: “El paisaje somos nosotros; el paisaje es nuestro espíritu, sus melan- colías, sus placideces, sus anhelos, sus tártagos” (1982: 66). ¿Cuál es el “espíritu”, cuál el “estado del alma” que, según la teoría de Azorín, transparece en la paisajística de Azaña? En un discurso político pronunciado en Valladolid en 1932 y titulado “El genio político de Castilla y los destinos de la República” se encuentra lo que podemos considerar como el credo estético y moral de Azaña: el patetismo refrenado por el decoro. La inspiración de este pensamien- to viene de la contemplación del paisaje castellano –del paisaje y del paisanaje–, con el que Azaña se identifica al cien por cien. Pero del paisaje captado emocio- nalmente, del paisaje como reflejo del yo. La palabra “emoción” aparece en este texto –la hemos marcado en cursiva–, como también aparecía en el texto anterior. Es evidente que esta emoción no es del todo congruente con la simple efemérides política de una visita a provincias de un jefe de gobierno, y que Azaña irrumpe con su yo lírico de forma intempestiva en la prosa de la vida política:

… me ha proporcionado en cambio encontrar en cada piedra, en cada rincón, en cada ruina, en cada perspectiva de vuestros ríos una emoción histórica insupe- rable que me ha puesto de manifiesto una verdad no de todos conocida: que aquí, en Castilla, hay una alma patética refrenada por el decoro. Y esta sequedad y frialdad de los castellanos, que se parece tanto a la mía, esta sequedad y frialdad de los castellanos en lo exterior es una virtud política. Yo lo atribuyo a una virtud política, a una virtud cívica: al decoro… Pero dentro está el fervor íntimo que sabe lanzarse de las perspectivas claras de vuestros páramos y de vuestras vegas a una inmensidad universal, que es donde ha estado siempre escrito el nombre castellano y la lengua castellana. (1983: 132-133)

Aquí reside lo difícil y original de esta nueva preceptiva: en ser al mismo tiem- po contenida –casi fría en ocasiones– e intensamente emotiva, cualidades que Aza- ña exhibe en los discursos y en los textos más intimos de sus diarios, pero que, desgraciadamente, no parece haber inspirado siempre su producción propiamente “literaria”. Domenchina explica y define este difícil equilibrio entre la emotividad y la contención con una original fórmula: „Discurrió, pues, llanamente, porque sus dotes suasorias jugosamente escuetas (diríamos, sin alarde paradójico, jugosamente enjutas), no se compaginan con el atuendo del énfasis” (1990-1991: 213). Este ideal preside igualmente los valores estéticos de la revista La pluma, que Azaña y Rivas Cheriff publicaron a partir de 1920: “sobriedad, pureza de líneas y claridad, ésos eran los ‘estigmas de la obra del talento acendrado por la disciplina’ “ (Santos Juliá, 2008: 197). Azaña exhibe este estilo justamente allí donde la emoción era PAISAJE Y ESTILO EN MANUEL AZAÑA 143 más directa, en la descripción de los paisajes, donde un cierto conceptismo e inten- cionada pobreza de adjetivos está combinada con la intensidad de una pincelada impresionista. Según Luis Arias, “hay algo que por encima de todo destaca: es el conceptismo, la sobriedad de sus pinceladas. Azaña no se pierde en palabrería, no hace uso abusivo de los epítetos. Sus pinceladas son sentencias estéticas. Son foto- grafías en las que, de un fogonazo, plasma lo que se presenta y lo que del cuadro emana en sonido, en olor, en pintura” (Arias, 1990: 219)

PAISAJE Y PERSONALIDAD POLÍTICA: EL NOVENTAYOCHISMO DE AZAÑA

A pesar de las críticas que Azaña dirige a los miembros de la generación literaria de 1898 (valga, como botón de muestra, la acidez y displicencia del artículo “Otra vez el 98”, recogido en el libro Plumas y palabras), compartió plenamente con ellos el patriotismo españolista-castellanista inspirado directamente en la lección del paisaje. El paisaje castellano es, en Azaña, no solamente la fuente de inspira- ción para lograr el encuentro con el hombre interior, –con el “espíritu”, como ya hemos visto en la cita de Azorín–, sino también el fundamento o refuerzo de su conciencia política, de su ideal regeneracionista. Los miembros de la generación del 98, como también los representantes del modernismo, estaban muy influenciados por las ideas de Ruskin, quien aseguraba que la moderna industrialización podía crear solamente fealdad, miseria y escla- vitud del hombre a la máquina (Litvak, 1975: 5). Era preciso recuperar la dimen- sión estética del hombre volviendo a la naturaleza. Los escritores del 98, empe- ñados en la tarea regeneracionista de España, concentraron su atención en el pai- saje para encontrar en él la verdadera identidad nacional. Decía Unamuno a este respecto que “la primera honda lección de patriotismo se recibe cuando se logra conciencia clara y arraigada del paisaje de la Patria” (Alvar, 1966: 5). Ahora bien, entre los noventayochistas y los escritores que, como Azaña, pertenecen al novecentismo, los límites son muy fluidos y, como dice Ricardo Senabre, “de la generación del 98 se pasa a las formas y a la mentalidad novecentista sin trasi- ción brusca y definida” (Hermosilla, 1991: 32). Azaña, que estuvo en contacto directo con algunas figuras del 98, en especial con Valle-Inclán y Unamuno, no pudo menos de recibir la influencia de estos maestros. El discurso político “El genio político de Castilla…” que antes comentábamos contiene algunos fragmen- tos que podrían estar escritos por Machado, Baroja, Azorín o Unamuno: 144 M. FERNANDO VARELA IGLESIAS

Y hace unos meses, pasando yo por los caminos de la provincia de Valladolid una tarde de invierno, vi los surcos infinitos de vuestros campos rizados por la nieve y un horizonte cortado por la bruma y la silueta de un enorme castillo, ya desmoronado, en el horizonte, y unos pobres gañanes que montados a mujeriegas en las mulas, amparándose en el viejo sayal de las mantas, iban a todo el paso vivo de sus cabalgaduras a refugiarse no sé dónde contra el frío y la nevada… Me quedé mirando y me pregunté: Estas gentes, estos gañanes, estos pobres labrado- res, ¿adónde van? ¿Van a dar en una ciudad moderna inundada de luces eléctricas, con grandes establecimientos industriales? ¿O van a parar a una villa militar to- rreada, cerrada, defendida por estos burdos soldados que vemos dibujados en las iluminaciones de los libros antiguos? Todo podía ser… era la misma sensación, el mismo campo, el mismo pobre labriego, la misma frialdad del invierno castellano. Y entonces dije para mí: “Esta es la tierra eterna, la raza perdurable, que clama por la resurrección de España”. (“El genio político de Castilla”, 1983: 134)

Este párrafo del discurso, de nuevo de forma inesperada, casi fuera de contexto, contiene una auténtica “inmersión lírica, diríase que noventayochista, en el paisaje castellano” (Juliá, 2008: 324). De nuevo también la emoción, el acercamiento intui- tivo y no discursivo-racional a una realidad que queda transfigurada, mitificada, rescatada del espacio y del tiempo reales y concretos (“la tierra eterna, la raza per- durable...”) para convertirse en sustancia histórica, en lo que Unamuno denominó intrahistoria. El paisaje es aquí algo así como un paisaje ideológico, como la ima- gen de fondo que sustenta o enmarca un pensamiento. En opinión de Ferrer Sola, “el estilo de Azaña, que es básicamente realista, adquiere en ocasiones un marcado tono lírico, se estiliza, recreando un conjunto de idealizadas imágenes. Esta visión estetizante de la realidad concuerda con una suerte de ‘paisaje ideológico’ que en- tronca con las raíces del más puro 98” (1990-1991: 241). Pero hay que insistir en que este paisaje ideológico es resultado de una elabora- ción emotiva y no racional. Para Azaña, como para Unamuno, la “emoción estética de Castilla” trasciende la simple discreción y hasta los argumentos sutiles de la razón analítica: es como una intuición profunda que va más allá de la superficie de los hechos, hacia las “virtudes originales del pueblo”, hacia la intrahistoria una- muniana:

De lo que Castilla ha sido o podido ser en la historia se han dicho cosas muy discretas, muy acertadas y sutiles, y un cierto número de despropósitos inspirados en un concepto de la política o en una estética de la historia que no va más allá del nivel de la zarzuela en tres actos. Sobre nada se han dicho cosas más cursis y des- atinadas que sobre la emoción estética de Castilla. No se trata de esto. Lo que fue, pasó. Pero es preciso ir a las virtudes originales del pueblo […]. (“El genio político de Castilla”, 1983: 135) PAISAJE Y ESTILO EN MANUEL AZAÑA 145

Todavía un texto en que se insiste en la idea de que el camino de la intrahistoria se recorre solamente con la emoción estética, no con el discurso racional:

La tradición genuina, que surte de la casta y es genial en un pueblo, suele no pa- recerse a la retórica tradicionalista, y de fijo no cabe en sus fórmulas. Lo genial es dado en el espíritu, no en las formas –literarias, idiomáticas, de costumbres– de cier- to siglo; opera en lo profundo, a mansalva de la razón discursiva y de toda escuela. (Citado por Ferrer Sola, 1990-91: 232)

Naturalmente, la intrahistoria está no solamente en el paisaje, sino también en el paisanaje, como era de esperar en un admirador de los maestros del 98. Citamos un último parágrafo del discurso “El genio político de Castilla” en el que se glorifica una de las virtudes más rancias de los castellanos viejos: el orgullo del mendigo, del hombre que desde sus harapos sabe mirar altiva y desdeñosamente a todos los que están arriba. Será fácil reconocer en los rasgos de este personaje parte de la altivez y el gesto desdeñoso del propio Azaña:

… en la esquina había un hombre magnífico, un hombre de gran estatura, ate- zado, seco, que debiera de ser, supongo yo, curtidor, con un enorme mandil de cuero que le caía desde los hombros hasta los talones. Apenas reclinado en un po- yo de piedra, me vio pasar. Yo iba a pie. Me reconoció, me dirigió una mirada de desprecio sublime y no se movió. Desde entonces tengo por este hombre una ad- miración tal, que digo, éste es el hombre castellano que yo quiero. Pasa el presi- dente del Consejo de Ministros y él está con su mandil de cuero, quizás con su hambre, y con su olímpico gesto castellano dice: “Somos dos iguales”. Este tipo sustancial de vuestro país es el que hay que resucitar y restaurar. (“El genio político de Castilla”, 1983: 136-137)

Conviene citar el discurso pronunciado en el Frontón Central de Madrid en marzo de 1933, donde la emoción del paisaje –literalmente: la “emoción desgarra- dora del paisaje”– está perfectamente integrada en el programa regeneracionista del brillante Presidente de gobierno:

Han pasado los siglos, señores, y yo también he ido, como si dijéramos, “a sembrar avena loca orilla el Henares”; y la he sembrado. He sembrado aquella avena loca a comienzos del siglo, en que todos veníamos del escepticismo y del pesimismo, y de la negación, en que era elegante renegar del nombre español, en que era distinguido dar por terminada la historia de nuestro país, en que era bri- llante desprenderse de todas las responsabilidades de la colaboración social. De eso viene la juventud de mi tiempo, y entonces yo también hacía el viejo camino del Arcipreste, y veía la tristeza de los ladrillos de mi país derrumbados por la in- curia de los siglos, y desde la tristeza toledana subíamos a la sierra con los maes- tros que nos enseñaron a amar la naturaleza española. Y en aquella inmensa soledad, batidos también, como el viejo arcipresete, por 146 M. FERNANDO VARELA IGLESIAS

el vendaval serrano, nos sentíamos unidos a él y a toda su historia, no más que porque estábamos bajo la emoción desgarradora del mismo paisaje. Y yo entonces me preguntaba: estas emociones que nos traen los mejores es- pañoles del ayer y la eternidad del terruño, siempre nuestro, ¿no bastarán para ele- varnos a la misma grandeza moral y a la misma finura espiritual en que otros estu- vieron? Y después he recorrido aquel ámbito, donde hubo una civilización que el viejo poeta contempló y que nosotros hemos visto destruida y desaparecida, donde ya no hay sino las piedras doradas por el sol de Madrid, que proclaman miseria y desolación. Y, entonces, muchos de nosotros, contemporáneos míos, nos hicimos, quizás en el ánimo, aquel juramento inquebrantable de que nuestro país no salga de nuestras manos sino mejorado, después de recobrar las rutas históricas que nunca debió abandonar. (Citado por Aguado, 1971: 32)

PREEMINENCIA DEL PAISAJE CASTELLANO

Como hemos visto, es Castilla la región con la que más se identifica Azaña. No era de esperar otra cosa de su noventayochismo. La preeminencia de Castilla se hace explícita cuando analiza directamente el contraste entre esta región y las demás. Los Diarios íntimos abundan en observaciones contrastivas de este tipo: “El paisaje asturiano me fatiga. La angostura me ahoga. Cuando veo las llanuras de Palencia, no sé qué sensación de bienestar y reposo. El paisaje que yo prefiero es la llanura con árboles, la vega” (1990: 822). Cuando en 1918 emprende viaje a La Coruña para presidir oposiciones a la judicatura, el entusiasmo por el paisaje que desfila ante la ventanilla del tren se extiende solamente hasta la provincia de Zamora (in- clusive):

Salimos. El Escorial; recuerdo del viaje del otro día (reconciliación con El Es- corial). La Herrería, suave y brillante; fresca. Paz. Subida de la Sierra. Fresco, len- titud. […] Valles, más allá de Las Navas, hondos, desiertos. Vertientes amorata- das, ribetes de granito acerados, manchas verdes suaves, luz oblicua. Una sierra a mi izquierda, en primer término, a través de una gasa morada, enseña sus pardos y grises. Al fondo, asomando por un puerto: macizo montañoso azul crudo; perfil limpio. Los matices, muy suaves y diluidos; soledad; serenidad. En las paradas, si- lencio; zumba ligeramente el aire. Cantan grillos. Salida de la luna, antes de Medina. Nubes bajas en el Levante. Pincelada rojiza leve raya el horizonte. Un fulgor va subiendo, estriado por las fajas de nubes. La luna sale, roja, entre celajes; de pronto, ya muy alta, se lanza a un espacio libre, y se ve subir su cara ovalada, de oro, entre dos nubarrones de borde inflamado. Luna de teatro. Los anémicos pinares de Valladolid están muy bien esta noche, heridos de través por la luna; más aéreos los pinos, parece que sus copas flotan. (Ibid.: 831) PAISAJE Y ESTILO EN MANUEL AZAÑA 147

Galicia no parece entusiasmarle demasiado, aunque no oculta su admiración por el paisaje en torno a la torre de Hércules o las bellezas de Santiago. El estilo rápido, de pincelada impresionista, se hace en Galicia aún más parco, hasta llegar a lo in- expresivo, casi telegráfico: “Salimos a las ocho de la mañana en el automóvil público, para Santiago. Camino sin interés. Montañas y valles están poco poblados. Un solo pueblo, Órdenes. Las aldeas se componen de chozas fétidas […] La prime- ra visita a Santiago nos ha satisfecho plenamente. Una especie de entusiasmo. Uni- dad de carácter. Permanencia” (Ibid.: 833-834). Hay que esperar a las descripcio- nes del mar gallego para volver a encontrar cierta complacencia: “Del paisaje sólo me es grato el mar, y trozos de la costa brava. La tierra no me place. Desde el balcón del Atlantic descubro toda la bahía, que sólo está bella a media luz. […] Alguna tarde he ido de paseo, solo, hasta la torre [de Hércules], y allí me he estado horas viendo el mar” (Ibid.: 895). Le entusiasma precisamente el mar, que es lo único que se parece a Castilla por su anchura. “Sensación de anchura; de luz; de color”, dice ante el paisaje de la ría de Pontevedra (Ibid.: 835). Es necesario esperar hasta su llegada a Vigo y la descripción de las islas Cíes para encontrar de nuevo la emoción lírica a la que nos tiene acostumbrado en sus descripciones de Castilla:

Estamos en el espigón viendo la puesta del sol. Nubes le tapan. Las Cíes en- vueltas en polvo de oro. Chorros de luz sobre el mar; quieto, de plata gris. El sol aparece debajo de las nubes, como una bola de fuego. Se le puede mirar. Todo se incendia: el agua, las casas de Onzar, las cimas sobre Vigo, las vertientes desnudas del Castillo. (Ibid.: 836)

En general le admira de una región justamente aquello que se parece a Castilla, aunque sea en mínimo grado. Así, por ejemplo, dice de Oviedo: “Tal vez es una ciudad donde me encuentro bien porque es la más castellana, fuera de Castilla, y por el clima y el terreno es grata a los del interior. Estos asturianos, ¿no son todos castellanos? Los apellidos”(Ibid. 842). En la descripción de los Picos de Europa vuelve a desatarse, ya sin freno, la emoción lírica, acaso porque le recuerdan el paisaje de la Sierra:

De pronto, cosa espléndida, inolvidable!, la niebla se rasgó, se atenuó, se di- solvió, y en breve vimos surgir, como si Dios en aquellos momentos los creara, los picos y vertientes de un circo maravilloso. Brilló un cielo azul, esplendoroso, lim- pio, suavísimo, nuevo; y sobre el azul se colocaron recortándose limpísima s las cimas de Pico de Cierro, y sus hermanos. Despliegue y despilfarro de color des- pués de dos horas de gris ciego! Las penas, azuladas, con venillas verdeantes, y el regocijo de las formas precisas, angulosas, rígidas, después de la imprecisión de la niebla. Luz, limpieza del aire. Chorros de niebla entraban por las quebradas de los 148 M. FERNANDO VARELA IGLESIAS

picos, como humo de un incendio. Flameaban las cimas, y un resplandor de sol cubría todo el cráter. (Ibid.: 846)

LA INFLUENCIA ROMÁNTICA

La emoción desgarradora del paisaje tiene sus raíces en el sarampión romántico que nuestro autor parece haber sufrido en su juventud con una intensidad conside- rable. Acaso la impronta de este romanticismo es lo que explica el patetismo en la maduración del intelectual comprometido con el decoro. El sentimiento, que Azaña supo contener o reprimir bajo las conveniencias de la vida social y los hábitos del jurista, es lo que verdaderamente alienta en su personalidad interior, en sus dotes creativas. En la novela autobiográfica El jardín de los frailes podemos leer:

Las novelas de Verne, de Reid, de Cooper, devoradas en la melancólica sole- dad de una casona de pueblo ensombrecida por tantas muertes, despertaron en mí una sed de aventuras furiosa. Amaba apasionadamente el mar. Soñaba una vida errante. La primera vez que me asomé al Cantábrico y vi un barco de verdad casi desfallecí de gozo. Me sucedía lo que a los niños de ahora les ocurre en el cine: ellos quieren ser Fantomas como yo quise ser el capitán Nemo. Esa enfermedad se pasó pronto; me libré de ser pirata; no ha habido disciplina ni capaces de doble- garme a ser jurista. Leía, pues, sin previa censura. Devoré con manifiesto estrago de mi paz interior cuantos libros de imaginación hallé guardados en la librería de mi abuelo: Scott, Dumas, Sue, Chateaubriand, algo de Hugo, traducidos, y sus se- cuaces españoles. Recuerdo haber vivido entonces en un mundo prodigioso. (1977: 11-12)

El sarampión romántico se extiende al deseo del “desleimiento” en la Naturale- za, experiencia que el joven Azaña intentó conseguir en plenitud y prolongar en el tiempo, pero que frecuentemente se mostró esquiva, pues el “raudal emotivo” no lograba vencer los derechos del “pensar”, no lograba “abolir la reflexión” que iba cristalizando en el desarrollo hacia la madurez. Sorprende el dramatismo de este enfrentamiento entre sentimiento y razón, que no era de esperar en una personali- dad supuestamente fría y desdeñosa:

¿Qué sortilegio me echaban el aire y la luz para suspender mis diálogos y elevar el alma a ese punto en que se borran la acepción de bien y de mal y los deseos? Virtud de la contemplación, que lleva al aniquilamiento si la caricia en los sentidos nos hechiza y el pábulo del pensar, derretido, se evapora, dejándo- nos en quietud transparente, sin contornos, deshecho el dualismo vital de hom- bre y mundo. En tal desleimiento de la persona consistía a mi entender la sumi- dad de la vida; era, por el contrario, un modo de perderla, de abolir la reflexión, PAISAJE Y ESTILO EN MANUEL AZAÑA 149

de no parar los ojos en la historia de hombre que empezaba a grabarse con dolor en la conciencia. Narcótico era, manantial de placeres puros, esto es, sin mezcla. Por gozarlos busqué cada vez más el tacto con la Naturaleza. Pedíale la exalta- ción sensual que me arrebatase al pasmo ya gustado. No la encontré siempre sumisa a mis antojos. Se entregaba cuando menos podía yo esperarlo. A veces, las más, era inútil mi solicitud. En vano daba yo suelta al raudal emotivo que ar- tificialmente acertaba a suscitar: no se producía aquella unión misteriosa. Era tanto como acariciar a una estatua. (Ibid.: 35-36)

Naturalmente, después de este combate entre el sentimiento y la razón, entre el acorde romántico con la naturaleza y su rechazo intelectual, triunfa el hombre de razón. Pero la ensoñación del acorde vuelve a aflorar una y otra vez a la concien- cia, interrumpiendo la actividad política, el hábito o la conveniencia social. Es, de nuevo, la irrupción del soliloquio en medio del rumor de la vida social, la aparición del hombre interior que se venga de su proyección en la vida pública. Y, de nuevo también, la aparición del paisaje, contrapunto obligatorio del monólogo. El texto más hermoso que conocemos es el que recoge la experiencia de una mañana de luz radiante en Valencia, en octubre de 1937, en un paréntesis de paz que permite tem- poralmente olvidar los horrores de la guerra. El Presidente de la República, víctima de la “embriaguez” que suscita el paisaje, escribe:

Hoy al mediodía he salido al jardín, con propósito de leer a la sombra de un árbol. Imposible. La embriaguez de la mañana me ha quitado la atención, y luego el deseo. Decimos que es otoño, porque no hace calor. Pero un sol deslumbrante, y como un trabajo profundo, invisible, de germinación y crecimiento. Densidad de primavera. Aromas fuertes, de resina y flores. Un vientecillo ágil. Revolotean, so- bre las dalias encarnadas, dos mariposas. Un labrador ara los bancales y canta a grito pelado. La tierra está blanda, migosa, suave. Después, silencio, calma lumi- nosa. Acordes de silencio y luz. No sé qué sentido capta una vibración, ni lumino- sa ni sonora. Imposible adaptarse a un ritmo. Se escapa, se va. Me deja atrás, se va uno de fondo, como piedra… El perro ha venido a hacerme compañía. Se acerca a la estanquilla, derriba un tiesto, bebe, con fuertes chasquidos de lengua, brinca so- bre un arriate, troncha unos tallos, y se me queda plantado delante, mirándome de hito en hito. A los lados de la cabezota, los muñones de las orejas cortadas le po- nen dos acentos puntiagudos. “¿Qué tienes, Tom? ¡Estás flaco! ¿Te echan poco de comer?” Es un mastín cachorro, manso y sociable. Poco inteligente, no entiende lo que le digo, pero le gusta que le hable. No sería el primer caso. Entiende bien que soy su amigo. Se echa en el suelo tan largo como es, apoya la cabeza en las ma- nos, su mirada me envía dos hilitos brillantes por entre los párpados entornados. Es feliz, porque nadie le hace daño, y su índole perruna no se sustrae como yo a la fascinación del natural. ¡Qué día insolente, provocador del hombre! La vida no es como aparenta en este rincón. Ni siquiera para los perros. Pienso que lo sabrían los cartujos retraídos aquí en otro tiempo, y que por saberlo se retraían. ¡Qué atroz in- 150 M. FERNANDO VARELA IGLESIAS

diferencia por el sufrimiento humano, esta calma falaz, sin moraleja posible! La matanza continúa. (1981, II: 327)

La emoción del paisaje es romántica también porque está desprovista de sensua- lidad: la línea, el color, la pincelada impresionista remiten siempre a su resonancia interior, a la filosofía que se esconde detrás del apunte natural. Cuando Azaña ana- liza la obra de George Brown La Biblia en España, subraya precisamente el matiz moral y psicológico de su manera de ver el paisaje:

… efectos de sol, paisajes, misterio de la noche en un bosque, le impresionan noblemente y los expresa con elevación y vigor. Aun en tales momentos se perci- be en el texto de Borrow una resonancia más profunda y menos tranquila que el puro goce sensual de la naturaleza. Se presiente al moralista, al psicólogo, al mi- sionero. No falta nada para que del paisaje se remonte a considerar el destino del hombre, o su felicidad, o la omnipotencia del Hacedor… (1976: 125)

PAISAJE Y FILOSOFÍA: LO SUBLIME Y LA INTEMPORALIDAD

El concepto de lo sublime es un pensamiento que, aunque con antecedentes en la retórica clásica, especialmente en el Pseudo-Longino, fue elaborado filosóficamen- te por Kant, comentado y ampliado con entusiasmo por Schiller y Goethe, difundi- do más tarde por los escritores románticos y, finalmente, expuesto filosóficamente por Schopenhauer. Lo sublime es un sentimiento estético que trasciende el senti- miento de lo bello. Las características de lo bello (“das Schöne”), según Kant, son tres: 1) ausencia de interés o utilidad; 2) carencia de concepto explicativo; 3) pre- tensión de validez universal. Bello, de acuerdo con esta perspectiva, es, por ejem- plo, el sentimiento que puede producir la contemplación de una flor. Pero lo subli- me (“das Erhabene”), además de tener estas cualidades, es una tensión hacia lo infinito e ilimitado, es un sentimiento que anonada, que invade con violencia la imaginación. Lo sublime es el sentimiento que se puede producir al contemplar una tormenta sobre el mar: es terrible sin que produzca verdadero terror físico, es impe- rioso y conminante, se acerca al terreno de los sentimeintos morales, aunque sin influirlos. Objetivamente hablando, entre lo bello y lo sublime hay, esencialmente, la diferencia que hay entre lo que puede ser representado de manera limitada y lo que puede ser representado de manera ilimitada. Pero, subjetivamente, hay, además, una diferencia en la manera de sentirlos, que resumimos con Menéndez Pelayo: “El placer de lo bello suele llevar consigo una excitación suave y directa de las fuerzas vitales, una manera de expansión. Lo sublime, al revés, empieza con PAISAJE Y ESTILO EN MANUEL AZAÑA 151 una suspensión momentánea de estas fuerzas, a la cual sigue una efusión mucho más intensa que la de lo bello, por lo mismo que se trata, no de un juego, sino de una cosa seria. El objeto bello atrae siempre, el objeto sublime, a veces repele. Lo sublime, más bien que un placer positivo, engendra admiración y respeto, es decir, un placer negativo” (Sánchez de Muniain, 1956: 173). Evidentemente, la emoción desgarradora del paisaje a que ya hemos alu- dido es un sentimiento que se impone con fuerza, con violencia casi, a la manera de lo sublime: es una “efusión mucho más intensa que la de lo bello”, y también “engendra admiración y respeto”, como dice Menéndez Pelayo. Hemos visto en algunos textos que el paisaje se le impone a Azaña con una fuerza que produce “embriaguez”, “desleimiento” e incluso también “aniquilamiento”. El paisaje no es simple objeto de contemplación placentera, es algo que produce una sensación de patetismo. Sirva de ejemplo la descripción de Riofrío en anotación de sus Memorias íntimas de 6 de julio de 1931:

Regresamos por Riofrío, que estaba muy hermoso de luz verpertina, en su abandono. Encinas y corzos, como en un tapiz. Un anochecer prodigioso, sobre Castilla la Vieja, y al doblar el Alto del León, los cerros sobre Villalba, cadavéri- cos y oro viejo, finísimos de temple, apagándose, son de un patetismo desgarra- dor. La tragedia perenne. (1981: 21)

Frecuentemente, la intensidad de la emoción contrasta con la escasez de ele- mentos a describir. En el paisaje desnudo del Escorial todo resulta tan esencial que incluso el silencio se presenta mayestático, solemne. La emoción está a solas con- sigo misma, sin nada que la estorbe, es conciencia de sí. La siguiente anotación se realiza solamente unos días más tarde:

Aplastamiento del paisaje inundado de sol. Silencio, qué silencio. La majestad de las cumbres en reposo. Un cielo azulino entre las ramas de un roble. Y nada más. Ni de ayer ni de mañana. Siempre, y nunca. Oigo cada quince minutos el re- loj del monasterio que me contó muchas horas. El metal me suena muy bien: por esta sensación podría sacar un mundo de ellas. (Ibid.: 60)

De nuevo El Escorial –enero de 1932–, y de nuevo también la intensidad de la emoción, que el compañero de Azaña considera “demasiado fuerte”, es decir, de nuevo una palabra que traiciona el patetismo:

He pasado la mañana en casa. Después de comer voy al Escorial con Luis Be- llo y Bilbao. Paseamos por la Herrería. Tarde soleada y en calma. Aire serrano y frío. Al regreso, anochecido, nos detenemos un momento en la barbacana de los 152 M. FERNANDO VARELA IGLESIAS

Alamillos, sobre La Huerta. Poniente rosa, denso, sin transparencias; bóveda azul. El monasterio, en desnudez tremenda, avanza sobre el jardín, colosalmente. Contemplación. “Esto es demasiado fuerte”, dice Bello. (Ibid.: 397)

Y una vez más El Escorial, esta vez en una anotación de mayo de 1933 en que la sublimidad del paisaje se presenta arropada en el lenguaje propio de los escrito- res místicos:

Después de cenar he ido de paseo al Escorial. Me he estado un rato andando por la Herrería. Noche admirable, oscura, ardiente, de cielo estrellado. Aromática y movida por el estremecimeinto de las arboledas. Concierto de pájaros y sapos. Ansiedad. Noches como ésta me las bebía yo desde la ventana de mi celda, cuando era estudiante; noches encendidas por el deseo, magnificadas por la emoción de la vida eterna. (Ibid.: 668-669)

* * *

En noviembre de 1937, el Azaña Presidente de la República se dirige a Juan Negrín, Presidente del Gobierno, con una propuesta sorprendente: “Cuando gane usted la guera, Negrín, me permitirán ustedes que deje de ser Presidente de la Re- pública, a cambio de que me nombre usted para el cargo que más me gusta” “¿Cual?” “Guarda mayor y conservador perpetuo del Pardo, con mero y mixto imperio dentro del monte, para hacer de él lo que en cualquier país de gusto estaría hecho desde hace mucho tiempo. Sin retribución alguna, ni otra recompensa que el derecho de vivir en cualquiera de estas casas, no en el Palacio, ciertamente” (1981, II: 365). Después de lo que hemos leído, la anécdota no parece del todo sorpren- dente. La vocación de Azaña por el paisaje y la naturaleza la comparte nada menos que con Carlos III, monarca por el que nuestro autor sentía especial simpatía:

“Cuando yo me muera, decía el rey [Carlos III], ¿quién cuidará de ti, pobre arbolito?”. Tirando de este hilo se descubre una sensibilidad muy simpática. En mis andanzas de cazador por la Alcarria, conocí hace muchos años a un rústico, guarda de monte, apasionado también por un árbol. “Venga usted a ver mi nogal, señorito Manolo” (entonces me llamaban así), me dijo un día. Nogal estupendo. A su sombra me he guarecido de algunas sofoquinas de agosto. El tío Eugenio, viejo, desdentado, con más arrugas que las nueces de su nogal, era dueño del árbol, pero no del suelo en que crecía, solitario en muchos cientos de metros a la redonda, como un poema nutrido por los jugos de aquella tierra ardiente, color sangre de to- ro. Único bien del tío Eugenio, le sacaba un puñado de reales cada año. Nunca PAISAJE Y ESTILO EN MANUEL AZAÑA 153

consintió en venderlo, aunque le ofreciesen una almorzada de onzas. ¡Un tipo a lo Carlos III, ea! (Ibid., II: 367)

OBRAS CITADAS

Aguado, Emiliano, 1972: Don Manuel Azaña Díez, Barcelona, Ediciones Nauta. Alvar, Manuel, 1966: “Unamuno y el paisaje de España”, Obra Cultural de la Caja de Aho- rros Provincial, Málaga. Arias, Luis, 1990: Azaña o el sueño de la razón, Madrid, Editorial Nerea. Azaña, Manuel, 1976: Plumas y palabras, Barcelona, Crítica. _____, 1977: El jardín de los frailes, Bilbao, Ediciones Albia. _____, 1981: Memorias políticas y de guerra, Barcelona, Grijalbo. _____, 1983: Antología. (2): Discursos, selección, prólogo y notas de Federico Giménez Losantos, Madrid, Alianza Editorial, 1983. _____, 1990: Diarios íntimos y cuadernillos de apuntes, Obras Completas, III, Madrid, Ediciones Giner. Azorín, 1982: Visión de España, Madrid, Espasa-Calpe. _____,1991: Castilla, Edición de Inman-Fox, Madrid, Espasa-Calpe. Domenchina, Juan José, 1990-1991: “La invención del ‘Quijote’ y otros ensayos”, en VV.AA., 1990-1991, pags. 211-215. Ferrer Sola, Jesús, 1990-1991: “El otro casticismo español”, en VV.AA., 1990-1991, pags. 227-233. _____,1990-1991: “Arte y pensamiento en la oratoria de Manuel Azaña”, en VV.AA., 1990-1991, pags. 235-243. Hermosilla Álvarez, María Ángeles, 1991: La prosa de Manuel Azaña, Córdoba, Universi- dad de Córdoba. Juliá Díaz, Santos, 2008: Vida y tiempo de Manuel Azaña, Madrid, Taurus. Litvak, Lily, 1975: A dream of Arcadia. Anti-insustrialism in spanish literature, 1895-1905, University of Texas Press, Austin and London. Mainer, José Carlos, 1990-1991: “Manuel Azaña o el uso confesional de la escritura”, en VV.AA., 1990-1991, pags. 191-201 Marichal, Juan, 1990: “La vocación de Manuel Azaña”, en Obras Completas, [I], Madrid, Ediciones Giner. Sánchez de Muniain, José María, 1956, (ed.): Antología general de Menéndez Pelayo, Ma- drid, Biblioteca de Autores Cristianos. Sanz Agüero, Marcos, 1975: Manuel Azaña, Madrid, Círculo de Amigos de la Historia. VV. AA., 1990-1991: Azaña, Madrid, Ministerio de Cultura.

LAS BODAS DE CANÁ. UN PASAJE ALQUÍMICO

Por Ofelia-Eugenia de Andrés Martín

«Bajo el sello de todas las escrituras sagradas se encuentran las huellas de una misma doctrina y en todas partes cuidadosamente oculta. El cristianismo no debía odiar a la Magia pero la ignorancia humana siempre tiene miedo de lo desconocido. Así fue creada la jer- ga de la Alquimia.»

Eliphas Leví, Alta Magia.

o siempre la metáfora es consciente. Las leyes matemáticas, los principios de la Física, los recursos literarios, la necesidad del pensamiento lógico a N la cogitación filosófica, cristalizan en fórmulas universales y constantes que sustentan la estructura profunda de las múltiples combinaciones creativas del pensamiento y que vienen a coincidir en el inconsciente colectivo al margen de la voluntad identética de sus artífices. Nada aparentemente tan distanciado como una narración bíblica de carácter et- nográfico, las Bodas de Caná, y la antinomia a la vez transmutadora y trascenden- tal, de la Alquimia (por cierto, frecuentada en múltiples ocasiones en criptas y só- tanos cenobiales). Pero, si tuviéramos que rastrear los remotos cimientos narrativos confirmados en primitivas leyendas cosmogónicas y los complejos ideales pioneros que la cultura religiosa estimuló en busca de una Respuesta Trascendente hasta llegar a canalizarlos en el conocimiento fenomenológico alquímico, quizá nos en- frentáramos a un mismo manantial pronto bifurcado en múltiples brazos discu- rriendo por cauces distintos. Por otra parte, la voluntad de «oscurecer» los textos esotéricos, generalmente ha sido norma sine qua non, al tiempo que consigna de aquellos divulgadores de men- 156 OFELIA-EUGENIA DE ANDRÉS MARTÍN sajes trascendentales cuya enseñanza más comprometida debía resultar oscura al no-iniciado. Sus textos se vuelen herméticos. A partir de este supuesto, el trabajo del investigador deberá aceptar el reto que su conceptualización le plantea, críptica a primera vista. Es el caso de ciertos pasajes bíblicos (canónicos) que bajo una aparente transparencia, esconden velados significados difíciles de descodificar, a los que la distancia en el tiempo, su particular localización geográfica responsable de una isoglosa cultural muy concreta y un contexto profético visionario y apologé- tico han fijado el estrecho marco en cuyos particulares límites se desenvuelven. La dificultad de adentrarse en su sentido más profundo con criterios universales, acusa la resistencia de todos estos factores. Un buen ejemplo de dicha dificultad lo constituye el análisis del simbolismo del siguiente pasaje narrativo del Nuevo Testamento.

Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea donde se hallaba la madre de Jesús. Fue también convidado a las bodas Jesús con sus discípulos. Y como viniese a faltar el vino, dijo a Jesús su madre: no tienen vino. Respondiole Jesús: Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí? Aún no ha llegado mi hora. Dijo su madre a los sirvientes: haced lo que él os diga. Había allí seis hidrias de piedra destinadas para las purificaciones de los ju- díos: en cada una de las cuales cabían dos o tres metretas. Díjoles Jesús: llenad de agua aquellas hidrias. Y llenáronlas hasta el borde. Díceles después Jesús: Sacad ahora y llevadlo al maestresala. Hiciéronlo así. Apenas probó el maestresala el agua convertida en vino, como él no sabía de dónde era, bien que lo sabían los sirvientes que la habían sacado, llamó al novio. Y le dijo: todos sirven al principio el vino mejor; y cuando los convidados han bebido ya a satisfacción sacan el más flojo; tú, al contrario, has reservado el buen vino para lo último. Así en Caná de Galilea hizo Jesús el primero de sus milagros, con que mani- festó su gloria, y sus discípulos creyeron en él. Después bajó a Cafarnaun con su madre, sus hermanos y sus discípulos.1

El agua. En las tradiciones judía y cristiana simboliza el origen de la Creación. Adquiere aquí el sentido alquímico de la denominada «agua bendita», que responde al «Nombre que los alquimistas dan al agua mercurial, fundamental para sus labo- res orientadas a la consecución de la Obra.»2 Aparece identificada con el mercu- rio (In Mercurio est quidquid quaerunt sapientes) al que los alquimistas llaman

1 Biblia, Madrid, BAC, MCMLXII. Vid. «Las bodas de Caná». Evangelio según San Juan, 2. 1.11. Nuevo Testamento. 2 J. Felipe Alonso, Diccionario de Alquimia, Cábala y Simbología, Madrid, Master, 1993. Vid. entradas agua y agua bendita. LAS BODAS DE CANÁ. UN PASAJE ALQUÍMICO 157

plata, sal, luna, oro blanco y agua. Definida como «metal fluido y fluideficante», destaca en las operaciones destinadas a transmutar la materia3

La madre, María. Soror Mystica, esposa y hermana, simboliza en las tradiciones esotéricas «La mujer que permanece [stabat mater], sin cuya presencia la Obra nunca puede ser llevada a cabo.» 4 Se identifica con el mercurio (o mercurio filo- sófico) y es la Materia Prima a la que se atribuye la facultad alquímica de poder comenzar el proceso que conducirá a la culminación de la Obra. Se la conoce co- mo «agua poderosa.»5 En las tradiciones alquímicas aparece bajo la nomenclatura de Madre de la Piedra y Madre de la Obra. Simboliza la «Simiente femenina que se une al azufre o simiente masculina.»6 Su función marcadamente inductora con- siste en ser capaz de ejercer una labor fertilizadora sobre la materia «para alcanzar la Obra.»7 «Por este medio acrecentaréis su cantidad» (Atienza).

«Dijo su Madre a los sirvientes: haced lo que él os diga.»8 Efectivamente, María incita a Jesús a que utilice el Agua a fin de obtener vino: «Y como viniese a faltar el vino, díjoles Jesús: llenad de agua aquellas hidrias9. Y llenáronlas hasta el borde.» Al ser la Materia primera, se define como «aquella con la que se debe iniciar la Obra.»10 «Se trata del estado original del que partía la labor del alquimista para alcanzar la Piedra Filosofal». Se emplea «al inicio del pro-

3 Juan G. Atienza, Los saberes alquímicos. Diccionario de pensadores, símbolos y principios, Madrid, Temas de Hoy, 1995, Vid. entrada mercurio. 4 Ibidem. Vid. entrada Soror Mystica. 5 Ibidem. Vid. entrada Materia Prima. Más críptica y extraordinariamente dificultosa en su com- prensión es la unión del Agua con la Piedra cuya simbiosis estaría vinculada según Felipe Alonso, con el «secreto de los mercurios». La complejidad se acentúa si se tiene en cuenta que los Mercurios son tres: el mercurio propiamente dicho, el mercurio filosofal (ambos identificados semánticamente), y el mercurio de los filósofos. La confusión surge de la identidad del «Agua» y de la «Piedra» ya que en ciertos grados alquímicos ambos designan al «Hijo», lo que plantearía la incongruencia conceptual de la unión del «Hijo» consigo mismo. No obstante, se vislumbra una posible vía de acceso interpre- tativo en la identificación alquímica de la Piedra con el agua metálica o agua de sangre: «Piedra que tiñe, Piedra enrojecedora. Piedra liviana, ligera y suave». Vid. Atienza, op. cit. cf. entrada Agua. J. Felipe Alonso, Diccionario de Ciencias Ocultas, Madrid, Espasa, 1999. cf. entrada agua de sangre. 6 J. Felipe Alonso, op. cit. Vid. entrada mercurio. 7 J. Felipe Alonso, op. cit. Vid. entrada Madre de la Piedra. J. G. Atienza, op. cit. entrada Obra. «Muchos emplean aguas que denominan Mercurio filosófico». 8 Biblia, Juan, 2. 3. 9 HIDRIAS. Latine hydria; son las hydrias unos cántaros o tinajuelas para agua, de donde toma- ron el nombre graeque υδρια. Por metáfora se llama hydria el cuerpo humano, Eclesiastés, cap. 12 Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la Lengua Castellana o Española, Barcelona, Horta, 1943. (Edición preparada por Martín de Riquer según la de 1943 y, a su vez, la de 1611). 10 J. G. Atienza, op. cit. Vid. entrada Materia prima. 158 OFELIA-EUGENIA DE ANDRÉS MARTÍN

ceso.»11 «Por su intermedio los metales vulgares, verdaderos y únicos agentes de la Piedra, se cambian en metales filosóficos.»12 «Dijo a Jesús su madre: no tie- nen vino.» 13

El número tres. «Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Gali- lea.»14 Tres son las Obras alquímicas que preceden a la obtención de la Piedra filo- sofal la cual «no está compuesta por una Obra única, sino por tres claramente distintas.» 15

El número seis. «Había allí seis hidrias de piedra.» 16 Seis son las fases alquímicas y seis las semanas que se tarda en obtener la Piedra. «Al cabo se seis semanas, el oro ya muerto, recobra la vida en nuestra Obra.»17 Estas seis fases o etapas «cuan- do ha sido fijado seis veces (se refiere al mercurio como principio generador) res- ponden a los estados de putrefacción, sublimación, obtención del blanco, incom- bustión del azufre, cristalización y culminación también conocidas como nigredo, albedo, citrinitas, rubedo, viriditas y cauda pavones, para cuya transmutación es imprescindible la mezcla con agua. La consecución de este proceso recibe el nom- bre de Aqua permanens .18

El maestresala.19 «Díceles después Jesús: sacad ahora y llevadlo al maestresala. Probó el maestresala el agua convertida en vino.»20 Desde un criterio narrativo en el que se atienda a la función del actante, la figura de Jesús (Magus) se identifica

11 J. Felipe Alonso, op. cit. Vid. entrada Primera Materia. Catalina Marqués, Letanía hermética de María, Barcelona, Obelisco, 2003. «María, la madre de Jesús es la materia primitiva y virginal en la que se halla contenida toda la sabiduría». (p. 37). 12 J. Felipe Alonso, Diccionario de Alquimia, Cábala y Simbología, Madrid, Master, 1993. Vid. entrada mercurio. 13 Biblia, Juan, 2. 3. 14 Biblia, Juan 2.1. Ramón Llull, Testamento, Barcelona, Índigo, 2001. «Este magisterio en tercer grado está dividido. Por el Primer Grado debes purificar la Piedra; por el Segundo Grado se fixa la Piedra; y por el Tercer Grado es la Piedra completa». (pp. 434-5). 15 J. Felipe Alonso, op. cit. Vid. entrada Gran Magisterio 16 Biblia, Juan, 2. 6. 17 Ibidem, op. cit. Vid entrada Obra. Juan G. Atienza, op. cit. Vid. entradas Colo- res y Fases de la Obra. 18 Ibidem, op. cit. Vid. entrada Etapas. 19 MAESTRE. «Es dignidad, y está tomada de aquella figura de los romanos, magíster equitum. Ay maestres en las órdenes de cavallería […] como maestres de Santiago…» Vid. Sebastián de Cova- rrubias, op. cit. entrada Maestre. J. Felipe Alonso, Diccionario de Ciencias Ocultas, Madrid, Espasa, 1999. Vid. entrada Maestro Ilustre, «Gran Inspector». 20 Ibidem. Juan, 2.8.9 LAS BODAS DE CANÁ. UN PASAJE ALQUÍMICO 159

con la del maestresala.21 Así mismo, se establece una nueva equivalencia entre éste y la dignidad de Gran Magisterio a la que se accede a través de doce opera- ciones, número coincidente con el de los Apóstoles que aparecen citados explíci- tamente al comienzo de la escena.22 Tanto el maestresala como Jesús protagoni- zan la misma función: Jesús manifiesta su trascendental magisterio obrando el mi- lagro («Operación») de obtener vino del agua («mezcla») con que mandó llenar las seis hidrias que estaban destinadas a la «purificaciones» de los judíos («Piedra Filosofal»). Véase ahora en qué consiste el Gran Magisterio y préstese especial atención a las semejanzas entre el magisterio del maestresala, en función paralela a la del alquimista y el magisterio de Jesús con poderes naturales: el Gran Magis- terio se manifiesta en «la operación que proporciona la Piedra Filosofal una vez transmutada la mezcla original sometida a una cocción lenta y complicada en el atanor.» 23 Ambas actuaciones (Operaciones) conducen a una obtención (Transmu- tación), por una parte, de la Piedra Filosofal y, por otra, del vino que pronto va a representar la Sangre de Cristo. Tras un proceso de fusión (mezcla original) reali- zado cada uno de ellos en un recipiente expresamente citado (atanor e hidria).

Atanor.24 «Había allí seis hidrias de piedra.»25 Más arriba se ha establecido ya la equivalencia entre los referentes bíblico («hidrias») y alquímico («atanor»). Cum- ple ahora detallar sus coincidencias funcionales. «Mezcla original sometida a una cocción lenta y complicada del atanor. «Hornillo secreto de los filósofos sobre el cual se ha de colocar el recipiente que contiene la materia que en cada caso ha de ser calentada.» «Es la representación divina del útero materno.»26 Donde ambos recipientes (hidria y atanor) encuentran su similitud es en la fina- lidad pretendida con su uso: en la operación (Obra) bíblica se pretende obtener «vino» utilizando el agua envasada en las seis hidrias. En la Obra alquímica se persigue conseguir la Piedra Filosofal utilizando, a su vez, el horno (retorta) purifi- cador. Nicolás Valois especifica claramente el proceso que se ha de utilizar de for-

21 Vladimir Propp, Morfología del cuento, Madrid, Fundamentos, 1971, (Título original Morfolo- gija skazky, traducido por María Lourdes Ortiz). A. J. Greimas, Semántica estructural, Madrid, Gre- dos, 1976. Vid. especialmente, sus «Reflexiones acerca de los modelos actanciales» (pp. 263-293). 22 Biblia, 2. 2. «Fue también invitado a las bodas Jesús con sus discípulos». 23 J. Felipe Alonso, op. cit. Vid. entrada Gran Magisterio. Ibidem. Diccionario… Vid. entrada Maestro Ilustre. «Gran Inspector». 24Úsase este término para referirse a dos partes complementarias de un utensilio indispensable pa- ra la destilación de fluidos «arcaduz», «cañería para conducir el agua.» María Moliner, Diccionario de uso del español, Madrid, Gredos, 1986, reimpresión. Vid. entrada atanor. HORNO DE ATANOR. Hornillo de atanor. Vid. entrada Horno. 25 Biblia, Juan, 2. 6. 26 J. G. Atienza, op. cit. Vid. entrada atanor. 160 OFELIA-EUGENIA DE ANDRÉS MARTÍN ma alquímica en el atanor: «Deja enfriar tus vasos y separa tus materias. [Separa] la humedad en clara agua. La viva plata que tú has separado servirá de Menstruo para la Piedra.»27 (Entiéndase la nueva referencia que hace valer Valois de «Vaso» por «atanor» u «hornillo»). Adentrándose más en el críptico quehacer de los múl- tiples significantes con valores semánticos de igual sentido, se llega a reconocer el significado «vino» para el término falsificado «menstruo». Ramón LLull utiliza la lexía «sangre menstrual» para explicar un momento crucial de la Obra. En alqui- mia «sangre» aparece asociado a «vino» ya que ambos representan el Principio Vital. Este vino es frecuentemente denominado «licor» por los alquimistas. El mismo Llull dirá: «Unidas las partes de aquel liquor», refiriéndose a la «sangre» y, en consecuencia, al «vino» alquímico.28 En conclusión, ambas operaciones (bíblica y alquímica), ambos procesos, am- bas consecuencias, ambos objetos intermediarios se identifican absolutamente comportándose la primera (bíblica) con lenguaje denotativo y sin referencias sim- bólicas; la segunda (alquímica), con lenguaje críptico, connotativo y lleno de valo- res simbólicos.

El fiel servidor. «Dijo su madre a los sirvientes: haced lo que él os diga.»29. «Bien que lo sabían los sirvientes»30. La alquimia, fiel a su norma de ocultar la naturaleza real de sus elementos con nombres codificados, aplica la denominación fiel servidor al mercurio «Elemento indispensable para la consecución de la Obra», «Se comporta con toda fidelidad para alcanzar el éxito final.»31 En dos ocasiones el texto bíblico se asegura la presencia simbólica del metal alquímico. La equivalencia nominal «mercurio» está justamente motivada: La presencia del ser- vidor implica necesariamente la existencia de una jerarquía superior que recibe su asistencia. Atendiendo al comportamiento de este metal se observa su marcada dependencia del azufre.32 Conviene recordar que el azufre ha sido representado en

27 Nicolás Valois, Los cinco libros o la llave del Secreto de los Secretos, Barcelona, Índigo, 1996. (Traducción del original, Les cinq livres ou la chef du Secret des Secrets, a cargo de Santiago Juvany) (p. 82). 28 Ramón Llull, 0p. cit. (p. 94) J. Felipe Alonso, op. cit. Vid. entrada rojo. «Es el color de la san- gre, de la vida». Vid. entrada vid. «En el antiguo Israel la vid era un árbol sagrado que poseía la propiedad de la vida». 29 Biblia, Juan, 2. 5. 30 Biblia, Juan, 2. 9. 31 J. Felipe Alonso, op. cit. Vid. entrada fiel servidor. 32 DRAE, entrada mercurio. «[…] Hállase en las minas en estado nativo, pero principalmente en combinación con el azufre, formando el cinabrio. El mercurio es representado alquímicamente por María madre quien se inmola una vez más, como servidora, reconociendo la naturaleza divina del Hijo. LAS BODAS DE CANÁ. UN PASAJE ALQUÍMICO 161

alquimia por el Sumo Hacedor. En conclusión, el binomio establecido es inevita- ble: mercurio o sirviente, azufre o Señor. El protagonismo de estos elementos ha tenido una sola función: configurar el protocolo para la obtención de la Piedra. De la unión (inicio de la Obra) del Mercurio (María, madre) con el Azufre (Dios, padre) a través de las operaciones pertinentes (fases) se manifestará el Mer- curio de los filósofos (Jesús, hijo).33 María viene a ser identificada como Madre de la Piedra;34 Jesús asume el papel de Filius philosophorum «Nombre que también se atribuye a la Piedra en tanto que se convierte, al nacer, en Hijo de los Filósofos que la consiguieron.»35 Se trata del mercurio de los filósofos «llamado tercer elemento, resultado inmediato de la transmutación metálica que permite unir el azufre al mercurio filosófico de los que, en cierta manera, es hijo.»36 Más arriba se ha visto a María interactuando con Jesús quien, por primera vez, se ha investido de su naturaleza divina identificándo- se con el Esposo [Místico].37 El trasfondo alquímico está contemplado en la Obra como el Matrimonio Alquímico, Matrimonio Mystico o Nupcias Químicas en don- de se produce la unión del mercurio con el azufre «que se juntan a modo de matri- monio»38 cuyo resultado será la «Piedra.» 39

El vino. «Y le dijo [el maestresala a Jesús]: todos sirven al principio el vino me- jor.»40 El pasaje bíblico comprende el proceso milagroso de la transformación del agua en vino (cuyo rasgo pertinente, junto con el sabor, es su color rojo). La ejecu- ción de la Obra reclama en su inicio el agua que, a lo largo de las distintas fases alquímicas, habrá de transformarse en rojo sangre.41 En un principio, se trata de un

33 Juan G. Atienza, op. cit. Vid. entrada Magisterio. «Uno es la Primera Materia. Dos es la unión de los contrarios, en este caso representados por lo volátil, [principio femenino = María, sirvienta = mercurio] y lo fijo [principio masculino = Dios = azufre]. Tres son las sustancias desde las que se inicia la Obra: mercurio, azufre y sal de los filósofos. Finalmente Uno es la consecuencia gloriosa de todo el proceso: la Piedra [Jesús, hijo]. Catalina Marqués, op. cit. (Vid. nota 28, p. 52, donde remite a Fulcanelli). 34 J. Felipe Alonso, op. cit. Vid. entrada Madre de la Piedra. 35 Juan G. Atienza, op. cit. Vid. entrada Philius philosophorum. 36 Ibidem. Vid. entrada Mercurio de los filósofos. 37 Obsérvese que Jesús se dirige a María como «mujer». «Respondiole Jesús mujer ¿qué nos va a ti y a mí?» Biblia, Juan, 2. 4., y 2. 9. 38 J. Felipe Alonso, op. cit. Vid. entrada Nupcias Químicas. 39 Juan G. Atienza, op. cit. Vid. entrada Matrimonio. 40 Biblia, Juan, 2. 9.10. 41 J. Felipe Alonso, op. cit. Vid. entrada rojo. «El rojo es el color de la Piedra Filosofal». 162 OFELIA-EUGENIA DE ANDRÉS MARTÍN agua cuya virtud estriba en teñir su naturaleza de rojo.42 Alfonso X precisa más: «Es una piedra que torna el agua en sangre. También se llama vino.»43 Es curioso que el pasaje bíblico puntualice también el material de las seis vasijas: «Había allí seis hidrias de piedra», lo que, desde el punto de vista alquímico, no ofrece duda de que es la piedra la que actúa directamente sobre el agua, en tanto que, desde una postura evangélica, es Jesús (la Piedra) quien obra la transformación milagrosa. Para Bufor «la virtud fermentativa es la que hace que el agua se convierta en san- gre.»44 En un afán por encontrar un resquicio físico que justifique la rueda de mo- lino transgresora de toda lógica, Atienza, ciñéndose a los aspectos alquímicos, des- cribe el resultado final de la Gran Obra: «La Piedra al rojo es [el resultado] de la Obra totalmente acabada.» Previamente, la alquimia ya había establecido la iden- tidad Cristo-Piedra Filosofal.45 Ramón Llull parece conocer bien la Piedra Filoso- fal cuando, atacando posibles futuros escepticismos, la describe como «de un color rojo rubí.»46 En Las Bodas Alquímicas de Christian Rosacruz aparece alegóricamente vincu- lado el color rojo al agua: «Una pequeñísima fuente de cristal de la que manaba un chorro continuo de limpia agua de color rojo sangre.»47 El trasfondo alquímico está contemplado en al Obra como el Matrimonio Al- químico, Matrimonio Mystico o Nupcias Químicas en donde se produce la unión del mercurio con el azufre «que se juntan a modo de matrimonio,»48 cuyo resulta- do será La Piedra.»49

42 Bernardo Trevisano, La palabra olvidada. Citado por Juan G. Atienza, op. cit., a propósito de la entrada agua. 43 Alfonso X, Lapidario, Madrid, ed. Castalia, 1983. 44 Saint Baque de Bufor, Concordancia mito-físico-cabalo-hermética, Barcelona, Obelisco, 2007. (p. 55). 45 ANONIMO, El acuario de los sabios o la Piedra acuosa de la Sabiduría, Barcelona, Índigo, 1998 (p. 11). 46 Cf. J. Felipe Alonso, entrada Piedra filosofal, citando a Ramón Llull. 47 Juan Valentín Andreae, Las Bodas Alquímicas de Christian Rosacruz, Barcelona, Obelisco, 2004 (p. 118). El sentido simbólico de estas sentencias probablemente sea de cuño árabe: «Los alqui- mistas árabes –se lee en el Prólogo a Las bodas alquímicas- que tanta importancia tuvieron en el shiismo, eran todos musulmanes.» (p. 24). En efecto, se encuentran en el sufismo árabe de Rumí los siguientes pensamientos: «Es notorio que por la alquimia, el cobre se convierte en oro.» «Sumergí mi cántaro en la fuente que contenía el Agua de la Vida, y vi que la fuente estaba llena de sangre» Yalal al-Din Rumí, Poemas sufíes, Madrid, Hiperión, 1988. (pp. 44 y 47). Para el cripticismo implícito en este tipo de textos, vid. Fulcanelli, Finis Gloriae mundi, Barcelona, Obelisco, 2002. «Algunos alqui- mistas se siguen aficionando a las metáforas tradicionales para salvaguardar las claves de lectura de los antiguos tratados.» (p. 60). 48 J. Felipe Alonso, op. cit. Vid. entrada Nupcias Químicas. 49 Juan G. Atienza, op. cit. Vid. entrada Matrimonio. LAS BODAS DE CANÁ. UN PASAJE ALQUÍMICO 163

No olvidemos que a la Piedra se la conoce en alquimia como Filius Unicus Dei. «Hijo Único de Dios por la importancia que ésta tiene»50. De nuevo la identidad alquímico-evangélica entre Cristo, encarnación divina habida de la unión mística (Matrimonio Mystico) de María, esclava del Señor (servidora) -como se identificó voluntariamente ante San Gabriel- y Dios padre. Referencia del proceso alquímico, Nupcias Químicas, entre el mercurio y el azufre materializado en la consecución de la Piedra. El cúmulo de semejanzas entre el texto bíblico (Juan), traído a cuento para re- presentar esotéricamente el proceso alquímico, y las fases de la Obra orientadas a conseguir la Piedra Filosofal no acaban aquí. El mercurio y el azufre representan- tes de la Madre y del Supremo terminan uniéndose y celebrando el Matrimonio alquímico o Matrimonio Mystico, (Bodas de Caná). Dicho enlace tiene una versión lírica narrada desde una hermosa retórica árabe, posiblemente cincelada en la ima- ginación shiita: Las Bodas Alquímicas de Christian Rosacruz. Debidamente redu- cidas a los fragmentos más significativos y representativos de la fuerza del incons- ciente colectivo narrativo presente en el texto de Juan, en el Matrimonio Alquímico y en Las Bodas Alquímicas de Christian Rosacruz, se ofrece aquí la siguiente se- lección:

«Fuimos invitados. Las personas reales se sentaron en la primera mesa. No- sotros lo hicimos en la segunda. En la tercera vimos a algunas damas de la no- bleza. Nuestra virgen nos invitó a calmarnos. Con seis cintas de tafetán negro vendó los ojos a las seis personas reales. Entre el brillo de las piedras, todas las personas bebieron. Hombres y doncellas aseguraban el servicio. Los servidores trajeron rápidamente seis vasijas de piedra. El novio aparece con una magnifi- cencia inenarrable. Ciertamente, fueron una bodas sangrientas [vino-sangre]. Finalizaba el día cuando nos retiramos. Acabó entre aclamaciones y alegría ge- neral así como con la satisfacción de las personas.»51

50 J. Felipe Alonso, op. cit. Vid. entrada Filius Unicus Dei. 51 Juan Valentín Andreae, op, cit, (pp. 129-132). Idries Shah, Los sufís, Barcelona, Kairós, 1996. (Traducción del inglés, The Sufis, a cargo de Pilar Giralt y Francisco Martínez). «Debe recordarse que gran parte de la tradición alquímica de occidente llega a través de fuentes árabes» (p. 211). M. Collin de Plancy, Diccionario infernal, Barcelona, 1842. (Edición facsímil. Valladolid, Mastor, 2009) Vid entrada Alquimia, «La alquimia es una invención de los árabes. Han tenido este secreto por mucho tiempo.» Para el «bermellón», recuérdese que aparece frecuentemente vinculado al símbolo de «la rosa». Juan G. Atienza, op. cit. Vid. entrada azufre. «Ha recibido innumerables nombres alegóri- cos» . Martinus Rulandus, Diccionario de Alquimia, Barcelona, MRA, 2001. Vid. entrada mercurios (acepción 6): «Cuando es vencido, es rojo». Así mismo, vid. entrada lapis pilosophicus, «lapidi rubedo». El rojo [es el color] de la inmortalidad. Ahora viene la perfección. Cuando es roja, se le llama cielo, oro, azufre rojo, oropimente rojo de los filósofos.» Para el Matrimonio alquímico en relación con el vino, Vid. Evangelios gnósticos, Málaga, Sirio, 2004. Recopilación a cargo de David 164 OFELIA-EUGENIA DE ANDRÉS MARTÍN

Alexander Roob, desde una posición alquímica, se apropia la misma metáfora de las Bodas Mysticas, y, a su modo, ofrece otra versión de las mismas con ribetes literarios:

«Na véspera do día de Páscoa, um anjo convida o fundador lendario da or- den dos Rosa-Cruz, Christian Rosemkreutz, para o casamento místico do prome- tido e da prometida. No día seguinte, pôese a caminho, cingindo as espáduas com uma faixa vermelho sangre sobre o avental e branco e quatro rosas vermelhas no chapéu.» 52

La descripción de estas Bodas Rosa-Cruz se centra en la variante Matrimonio Mystico. Precisa la fecha del acontecimiento: víspera de la Pascua. Señala la efe- mérides anual. Define el boato de la comitiva y destaca el color tanto de la faja, «vermelho-sangue» como de las rosas «vermelhas». Es decir, un ritual masónico de apariencia nupcial y contenido alquímico. El relato bíblico de Juan, en un afán por precisar siempre las fechas, sitúa tem- poralmente la convocatoria de las Bodas de Caná en las vísperas de la fiesta de Pascua, coincidiendo así con los fastos nupciales de Rosa-Cruz. (Tres días después de la elección de los discípulos Andrés y Simón se celebran unas bodas en Caná. La duración de estas fiestas nupciales dura, generalmente, una semana) De Caná baja Jesús a Cafarnaun «donde estuvo sólo unos días» (Juan, 2. 12). «Se acercaba la Pascua» (Juan, 2.13). «Jesús sube a Jerusalén» (Idem.) «Mientras estaba Jesús en Jerusalén en la fiesta de la Pascua» (Juan, 2. 23). (Lo que viene a resultar un período muy aproximado a los quince días). Las bodas Rosa-Cruz, con menos pre- cisión, se celebraron también «Na vésperas do día de Páscoa». Otras relevantes coincidencias se encuentran el la descripción de los colores de la faja y del delantal y en los colores. Se cierra el ciclo de coincidencias con la presencia del Cuaternario Cromático Alquímico: blanco, rosa, lapis y bermejo-sangre. (En realidad, «lapis» no denota un color en sí mismo, sino por referencia al lapis philosophorum o lapis rubedo).

Gerz. Vid. «El evangelio según Felipe». «Quienes se aparean en la cámara nupcial ya no se separa- rán» «El amor espiritual es vino y bálsamo» (pp. 91 y 97). Para el vino como «la esencia, la doctrina interior que aguarda ser despertada por un misticismo mucho más amplio que la simple religión organizada» Vid. Idries Shah, op. cit. (p. 56). Hay que tener en cuenta que «Los sufís usan la analo- gía de la embriaguez para referirse a cierta experiencia mística» (p. 362). Es relevante señalar que en las tradiciones derviches, Jesús es considerado «como maestro sufí.» Ibidem. (p. 227). 52 Alexander Roob, Alquimia & Misticismo, Lisboa, Taschen, 2009. (Traducción a cargo de Tere- sa Curuelo, (p. 187), donde remite a Johann Valentín Andreae, Die alchimische Hochzeit von Chris- tian Rosenkreuz, 1616, ed. J. van Rijckenborgh, 1967). LAS BODAS DE CANÁ. UN PASAJE ALQUÍMICO 165

«En alquimia a rosa branca e a rosa vermelha sao símbolos conhecidos da tintura lunar e da tintura solar, de onde jorra o preciosa sangre cor-de-rosa do Cristo-lapis.»53

Blaíse de Vigenére comentando, así mismo, los valores alquímicos de estos co- lores y su atribución a virtudes éticas, se remonta al Génesis bíblico:

«Del fuego y de la sal dependen grandes misterios y secretos comprendidos bajo los principales colores, rojo y blanco. Estos dos, fuego y sal, denotan además el vino y la leche, designando por el vino el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, a saber, la vana curiosidad de las cosas mundanas, y por la leche la de la Vida, de que Adán fue privado por haber querido gustar de aquel otro, y éste era la Prudencia humana.»54 «Además de la rosa, de la que el agua se extrae y se eleva por el calor del fue- go que la hace subir, es blanca.»55

Nicolás Valois abunda en la presencia cromática en el rito iniciático:

«Al continuar tu Magisterio, también será hecho Piedra roja que tendrá la misma virtud sobre el rojo que sobre el banco.»56

Se destacan los colores rojo y blanco en la Obra alquímica. Ambos colores per- tenecen al fuego y a la sal, al vino y a la leche. A su vez, el vino designa, según Vigenére, al Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal y la leche hace referencia a la Vida. En conclusión, rojo y blanco son los colores protagonistas en el proceso al- químico. Es decir, se insiste sobre estos colores –rojo y blanco- sintetizados en la Piedra Filosofal de la última fase. Más arriba se ha visto la presencia de color rojo, «vermelho sangre» en las Bodas Místicas Rosa-Cruz a las que se las conocieron como «bodas sangrientas» aludiendo metafóricamente al vino. Remitiéndonos al relato de las bodas bíblicas, se observa cómo el Maestro, Je- sús, es el protagonista activo en tanto que el pasivo resulta ser el vino en el que se centra el milagro, la transformación y el color. Hasta aquí los elementos que cons- telan la acción central de las bodas de Caná y los coadyuvantes del proceso alquí- mico siguen el mismo patrón circunstancial. Sin embargo, a partir de este momento

53 Robert Fludd, Summum bonum, Franco Forte, 1629. Citado por Alexander Roob, op. cit. (p. 187) Para más información acerca de la simbología de estos colores, vid. Ofelia-Eugenia de Andrés Martín, La hechicería en la literatura española de los siglos de oro, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2006. 54 Blaín de Vigenére, Tratado del Fuego y de la Sal, Barcelona, Índigo, 1992 (pp.189-91). 55 Ibidem. (pp. 191-2). 56 Nicolás Valois, op. cit. (p. 26). Juan G. Atienza, op. cit. Vid. entrada colores de la Obra. J. Fe- lipe Alonso, op. cit. Vid. entrada Gran Magisterio. 166 OFELIA-EUGENIA DE ANDRÉS MARTÍN la sorpresa del maestresala ante el orden en que se sirvió el vino parece no encon- trar paralelismo en la función alquímica. Da, incluso, la sensación de intrascenden- cia el hecho de que se tenga en cuenta algo tan aparentemente banal como la cir- cunstancia de que se sirviese primero el vino de peor calidad y a continuación, el mejor. Preguntado el Maestro acerca del porqué de esta prioridad, debió de resul- tarle tan evidente que ni siquiera respondió. La respuesta está precisamente en el orden en que se sirvió el vino por cuanto viene a coincidir con el del proceso alquímico. En la Obra, el color rojo de la san- gre que representa la Inmortalidad, solo aparece en la Piedra filosofal cuando «El mercurio es vencido», es decir, al final de la misma.57 Por su parte, el color rosa remite al lapis (piedra) rubedo < lat. rubus. adj. Que tira a rojo. (DRAE). Por el contrario, al comienzo de la Obra el color es «rosa» a la espera de que se «convier- ta en oro.»58 Los dos tonos del rojo licuado al iniciarse el proceso alquímico y el rojo rubedo al final del mismo coinciden con los tonos rojos del vino de las bodas: «rosa» el primero, el de peor calidad y «rojo» el segundo, el de mejor calidad. Por último, señalar lo curioso del lugar donde se opera el primer milagro de Je- sús, la conversión del agua en vino -no menos milagro por más químico. Los hechos acontecen en Caná cuya fama le venía dada por la creencia popular en los conocimientos esotéricos de este rincón de Galilea. En los documentos Pitru asirios hallados en la orilla derecha de Eufrates, consta que «Desde la tierra de Caná tra- tan de detener el avance de los israelitas haciendo uso de artes mágicas. Balaam es llamado con urgencia para que acuda desde Petor de Babilonia, donde florecen estas oscuras artes, pero Balaam, el gran mago y hechicero, fracasa.»59

57 J. Felipe Alonso, op. cit. Vid. entrada rojo. 58 Yalal al-Din Rumí, op. cit. (p. 44). 59 Werner Séller, Y la Biblia tenía razón, Barcelona, Omega, 1985. (Traducción del original, Und dievivel hat doch Rect, a cargo de José María Caballero Cuesta). «La morada del sumo sacerdote Ugarit disponía de una cuantiosa biblioteca cual lo demuestran las muchísimas tablillas con inscrip- ciones que en ellas se encontraron. Los documentos escritos en dos idiomas –de los cuales uno es un dialecto cananeo muy antiguo y parecido al hebreo de la época anterior a Moisés- tratan exclusiva- mente de las deidades y de los cultos del Antiguo Caná. Los mitos escritos en esta original documen- tación rebosan de cultos mágicos» (p. 301) Ibidem. Incluso los ritos funerarios de Caná tienen una especial tradición no compartida con los pueblos vecinos. Por ejemplo, debajo de cada casa «Había una bóveda mortuoria en la que los habitantes enterraban a sus muertos. Unos tubos de arcilla de forma rara iban hasta el fondo. Por estos conductos se obsequiaba a los muertos con agua, vino y aceite.» (p. 301). El agua y el vino de las bodas cananeas vuelve a aparecer en el culto a los muertos. Para las Bodas Alquímicas y su relación vinculante con las palabras de orden místico agua», «fiel servidor», «Esposa», Esposo», «Esposo divino», «nupcias». vid. Luis Gómez Canseco, Poesía y contemplación. Las Divinas Nupcias de Benito Arias Montano y su entorno literario, Huelva, Univer- sidad de Huelva, 2007 (p. 355, estrofa 2, v. 1; p. 359, estrofa 9, v. 2; p. 363, estrofa 16, v. 1; p. 369, estrofa 18, vv. 5 y 6 y los excelentes comentarios a los mismos). LAS BODAS DE CANÁ. UN PASAJE ALQUÍMICO 167

CONCLUSIONES

Existen, efectivamente, semejanzas narrativas entre el relato bíblico y el alquímico. Ambos responden a unos hechos que reclaman fe a falta de lógica. En el caso de aceptar este presupuesto sin salirnos, por supuesto, del marco literario, se podría apelar al inconsciente colectivo que aplica de forma no razonada, los mismos pa- trones narrativos. Más puntuales son las semejanzas descriptivas: bodas; milagro de condición química, proceso místico-alquímico; Maestro, maestre; Madre real, madre alquí- mica; agua-vino, vino-oro, etc. Sin entrar a enjuiciar el grado de simbolismo al que pueda responder la conversión del agua en vino –bástenos la fe- ni del agua en sangre –bástenos las experiencias de la simplicidad humana manifiesta en el Go- lem, la Espagírica o la Piedra filosofal- nos debía ser suficiente el conocimiento histórico para descubrir su aplicación a varios eventos sociales: la Inquisición fue especialmente sensible a las manifestaciones esotéricas propias de la Alquimia. De aquí la necesidad de enmascarar sus procesos mediante un lenguaje simbólico. Y así se acude, más o menos razonadamente, al caudal semántico de la Biblia. Lo mismo se pudo hacer acudiendo al mitológico. Elementos sobraban para ello, pero la ventaja de servirse del lenguaje bíblico era ladina: utilizaban el mismo lenguaje inquisidores que alquimistas. Por último, son alquímicas las Bodas de Caná en la medida que son bíblicas las Bodas Alquímicas de Christian-Rosacruz: ambas coinciden en el mismo lenguaje simbólico-connotativo; ambas coinciden en la petición de principio de la fe; ambas coinciden en los conceptos esotéricos-milagrosos, que, por la condición teológica de esta última, escapa al alcance de este trabajo que solo pretende inventariar sus muchas semejanzas.

BIBLIOGRAFÍA

ALFONSO X, El lapidario, Madrid, Castalia, 1983. ALONSO, J. Felipe, Diccionario de Alquimia, Cábala y Simbología, Madrid, Maxter, 1993. ANDRÉS MARTÍN, Ofelia-Eugenia de, La hechicería en la literatura española de los Siglos de Oro, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2006. ANÓNIMO, El acuario de los sabios o la Piedra acuosa de la Sabiduría, Barcelona, Índi- go, 1998. BIBLIA, Madrid, BAC, MCMLXII. «Las bodas de Caná», Juan, 2.1.11.Nuevo Testamento. 168 OFELIA-EUGENIA DE ANDRÉS MARTÍN

BUFOR, Saint Baque de, Concordancia mito-físico-cabalo-hermética, Barcelona, Obelis- co, 2007. COLLIN de PLANCY, M. Diccionario infernal, Barcelona, 1842. (Ed. facsímil, Vallado- lid, Maxter, 2009). COVARRUBIAS, Sebastián de, Tesoro de la Lengua Castellana o Española, Barcelona, Horta, 1943. (Ed. preparada por Martín de Riquer según la de 1943 y a su vez, la de 1611). EVANGELIOS GNÓSTICOS, «El evangelio según Felipe», Málaga, Sirio, 2004. Recopi- lación a cargo de David Gerz. FULCANELLI, Finis Gloriae Mundi, Barcelona, Obelisco, 2002. G. ATIENZA, Juan, Los saberes alquímicos. Diccionario de pensadores, símbolos y prin- cipios, Madrid, Temas de Hoy, 1995. GÓMEZ CANSECO, Luis, Poesía y contemplación. Las Divinas Nupcias de Benito Arias Montano y su entorno literario, Huelva, Universidad de Huelva, 2007. J. GRIMAS, A, Semántica estructural, Madrid, Gredos, 1976. LLULL Ramón, Testamento, Barcelona, Índigo, 2001. MARQUÉS, Catalina, Letanía hermética de María, Barcelona, Obelisco, 2003. MOLINER, María, Diccionario de uso del español, Madrid, Gredos, 1986. PROPP, Vladimir, Morfología del cuento, Madrid, Fundamentos, 1971 (Título original Morfologija skazky. Traducción a cargo de María Lourdes Ortiz). RAE, Diccionario de la Lengua española, 21. ed. Madrid, 1992. (2 vls.). ROOB Alexander, Alquimia & Misticismo, Lisboa, Taschen, 2009. (Traducción a cargo de Teresa Curuelo). RULANDUS, Martinus, Diccionario de Alquimia, Barcelona, MRA, 2001. RUMÍ Yalal al-Din, Poemas sufíes, Madrid, Hiperión, 1998. SÉLLER, Werner, Y la Biblia tenía razón, Barcelona, Omega, 1985.(Traducción del origi- nal, Und dievivel hat doch Rect, a cargo de José María Caballero Cuesta). SHAH, Idries, Los sufís, Barcelona, Kairós, 1996. (Traducción del inglés, The Sufis, a car- go de Pilar Giralt y Francisco Martínez). VALENTÍN ANDREAE, Juan, Las Bodas Alquímicas de Christian Rosacruz, Barcelona, Obelisco, 2004. VALOIS, Nicolás, Los cinco libros o la llave del Secreto de los Secretos, Barcelona, Índi- go, 1996. (Traducción del original, Les cinq livres ou la clef du Secret des Secrets, a cargo de Santiago Juvany). VIGENÈRE, Blain de, Tratado del Fuego y de la Sal, Barcelona, Índigo, 1992.

¿NARRACIÓN O DIÁLOGO EXISTENCIAL? APROXIMACIÓN A UN PESO EN EL MUNDO (1999), DE JOSÉ Mª GUELBENZU

Por Inmaculada Rodríguez-Moranta

n peso en el mundo (1999), de José María Guelbenzu (Madrid, 1944) −calificada por Ángel Basanta (1999) como «una novela excelente que U debe figurar entre las mejores de los últimos años»−, puede en cierto modo relacionarse con otros títulos del escritor madrileño como La noche en casa (1977), obra que narra el encuentro entre Chéspir −personaje de El mercurio (1968)− y Paula, momento que propicia la conversación entre ellos en un espacio cerrado, el ámbito doméstico; pero también con La mirada (1987), novela lírica en la que predomina la introspección y el autoanálisis, y con El sentimiento (1995), obra que reúne abundantes escenas dialogadas y cuyo conflicto central radica en uno de los grandes temas de la narrativa contemporánea, el conflicto de la identidad, la forja de una personalidad o la meditación sobre el tiempo (Fischer 1999: 27). En último término, Un peso en el mundo participa de la evolución que experimenta la narrativa de Guelbenzu a partir de la década de los ochenta, cuan- do, «abandonando la asfixiante temática cultural, potencia el gusto por contar y se decanta por el análisis, bastante pesimista, de las relaciones humanas» (Sanz Villanueva, 2010: 396). No obstante, debe advertirse que precisamente en esta obra muestra que no ha abandonado su interés por la experimentación formal1. Nuestra aproximación se articulará desde tres perspectivas que juzgamos funda- mentales para su estudio: la construcción de la novela como diálogo, el desarrollo

1 En opinión de Sanz Villanueva, la obra está «construida sobre un excluyente monólogo antinatu- ralista, aunque de resultados nada felices» (Sanz Villanueva, 2010: 396). 170 INMACULADA RODRÍGUEZ-MORANTA de temas y conflictos existenciales; y, por último, la habilidad con que el escritor maneja las técnicas narrativas y dramáticas.

1. LA CONSTRUCCIÓN DE LA NOVELA COMO DIÁLOGO

Una primera cuestión que puede suscitar el análisis de Un peso en el mundo tiene que ver con la transitada polémica sobre la clasificación genérica de una obra cuya materia narrativa se concentra en el diálogo. En ella no hay una diferenciación, por ejemplo, entre el tiempo del relato y el tiempo de la enunciación2: constituye un puro acto de enunciación, excepto cuando los propios personajes adoptan la fun- ción de narradores. Además, el autor no cae en la tentación de insertar acotaciones que, en último término, son accesorias en una obra cuyo eje fundamental es la ten- sión dialéctica, y no la narración descriptiva. La depuración alcanzada es extrema: hallamos una total omisión de los verbos dicendi y de los guiones que señalan cada intervención de los personajes. De ahí que Ana Rodríguez Fischer, que califica la novela como un «diálogo», exponga las notables diferencias que presenta respecto a la «novela dialogada» cultivada por las plumas modernistas:

Y digo diálogo y no «novela dialogada» —según la cultivaron, por ejemplo, Baroja o Valle-Inclán, en algunas piezas cortas, de un cierto hibridismo genéri- co, entre lo narrativo y lo dramático— porque aquí no hay lugar para esas míni- mas acotaciones que retratan a los personajes, dan cuenta de sus movimientos o gestos, del transcurso del tiempo, del cambio de escenario, etc. Todos estos da- tos «externos» se encuentran, por supuesto, en la novela, pero están incrustados dentro de él, surgen de él. (Rodríguez Fischer, 1999: 23).

La extrema desnudez de la obra supone, no obstante, un trabajo exhaustivo de depuración y de profundización en lo esencial. Veamos cuáles son aquellos pun- tos sobresalientes que definen las posibilidades narrativas del diálogo.

1.1. Diálogo tradicional vs diálogo existencial: el acicate del otro En cierto modo, Un peso en el mundo tiene puntos de conexión con el diálogo clá- sico y renacentista3, aunque sólo sea por la distancia que le separa del mismo. Es- tamos ante una larga conversación a la manera socrática entre maestro y discípula. En un principio, el viejo profesor está en una posición de relativa superioridad –

2 Me sirvo aquí de la dicotomía discours-récit de los estudios de Benveniste (Maingueneau, 1993). 3 Véase Gómez (1988). ¿NARRACIÓN O DIÁLOGO EXISTENCIAL? ... 171 posee la voz de la experiencia y guía el autoconocimiento de su confidente−, pero hacia el final de la obra se invierten los papeles y su discípula es la que dominará el diálogo. Por esta razón, no cabe pensar en una función didáctica, moralizante o ideologizadora como sucedía en el diálogo renacentista, sino más bien en la con- traposición de dos miradas como medio de búsqueda –sin pauta definida ni fin– de una solución vital. En el diálogo tradicional hay una jerarquía, aquí hay una con- versación entre iguales: «los años nos han acercado» (Guelbenzu, 1999: 77)4, afir- ma el personaje femenino. Por eso Fausto se excusa cuando, sin darse cuenta, habla como su «profesor»: «Tienes razón. Temo que he vuelto a ponerme en cabeza de carrera… Reconozco que por un momento has vuelto a ser mi alumna y eso ya no es cierto, ni en tu deseo, ni en tu intención, ni en la realidad» (p. 39). Por una parte, en este diálogo hay una evidente mirada introspectiva, pero también una constatación de que «la búsqueda de la identidad sólo es completa al dispararse hacia fuera, hacia lo otro, hacia el otro, que en la duplica transmarina, lo justifica» (Rodríguez Padrón, 1986: 73). No es de extrañar, pues, que en el complejo proceso de conocimiento de su alma, ella pida la visión del otro: «Ne- cesito otra mirada sobre todo lo que tengo encima de la mesa. Nada más que eso. Ni siquiera un consejo. Sólo la mirada del otro. ¿Tan difícil es de entender?» (p. 103). De ahí, podemos deducir que la distancia que la separa del género del diá- logo tradicional radica en esta recurrencia a la otredad sin intención de llegar a un fin, sino como pura búsqueda existencial, tema del que han gustado no pocos narradores contemporáneos. En este sentido, apunta Rodríguez Padrón (1986: 73): «Guelbenzu nace a la vida literaria con la imagen del otro junto a ella: otro que plantea interrogantes, que diversifica y multiplica las perspectivas y exige – por tanto– un diálogo vivo con el lenguaje cuya capacidad de subversión ha que- dado al descubierto». Aquí, la otredad está encarnada en los personajes que sostienen el diálogo, pe- ro éstos, a su vez, atribuyen esa misma función a la literatura. La escritura permi- te el desdoblamiento y la distancia necesaria para objetivar y ordenar el caos interno, para llegar a crear otro mundo5. Dice ella:

4 De ahora en adelante citaremos esta obra sólo con la página donde aparece la cita. 5 En relación a esta idea, vale la pena citar las palabras de Dasso Zaldívar, traídas a colación por Rodríguez Padrón (1986: 78): «Cuando empiezas a escribir […] no es más que un problema de búsqueda de la propia identidad. Y yo digo que, quizá por eso a veces se es tan autobiográfico. Más adelante, escribir […] es un acto realmente decidido; es decir, tiene consistencia por sí mismo. Esto suele coincidir con el descubrimiento de que realmente la literatura y la vida no tiene nada que ver, que son dos términos radicalmente distintos, aunque el uno pueda simular que interprete al otro.» 172 INMACULADA RODRÍGUEZ-MORANTA

Eso: hablar, ver qué pasa, a lo mejor cambia algo o se ven las cosas de otra manera, ¿no? Como el escritor cuando escribe ¿no?, que se coloca ante sí, en el papel, las cosas que le atormentan. (pp. 16-17).

Y él:

hay algo tremendo en la imagen del hombre como animal que, de pronto, es capaz de contemplarse a sí mismo existiendo. Eso, naturalmente, no puede hacerlo un animal: poner esa distancia, esa perspectiva, desdoblarse para verse siendo. A partir de esa distancia empieza, como sabes, el único logro que de verdad nos separa de los animales: el lenguaje. (p. 172).

Por otra parte, sabemos que la conversación dura tres días. Durante este lapso de tiempo, los protagonistas hablan de lo humano y de lo divino, se narran a sí mismos e intentan que el otro consiga narrarse; pero, tras el largo y tenso diálogo, el personaje femenino no llega a desvelar cuál es su decisión final. Para descon- cierto de Fausto y del lector, la novela se cierra de este modo:

Vaya, por fin. Y ¿puedo saber cuál va a ser tu decisión? Adiós, Fausto. Como tú dices, la vida es sucia. Pero lo que yo voy a hacer es algo que a ti ya no te incumbe. (p.319).

El desenlace parece confirmar más bien la popular idea de que, en el diálogo – como en el conocimiento– lo de menos son las conclusiones, lo importante es el ejercicio de indagación. Únicamente se trata de «hablar, ver qué pasa»; a veces sólo se buscan unos oídos, «puede que te sea más útil como pared de frontón que como consejero» (p.85), sugiere el profesor. Fausto sabe que el proceso de bús- queda es decisivo para el conocimiento: «Busca un poco por ahí dentro. O, mejor dicho: busca un poco de valor para decirla en voz alta… Busca, busca» (p.120), pide a su interlocutora. El momento en que ésta lo consigue constituye el título y clímax de la novela:

Mi única convicción, hijoputa, la que me está amargando la vida, es que quiero ser alguien. No quiero ser Dios, pero quiero ser alguien. Quiero saber que tengo un peso en del mundo. Un peso en el mundo6. (p.121).

Haber acudido a su antiguo maestro le ha servido para lograr la objetivación necesaria, pero no para resolver su dilema. Fausto se ha limitado a proyectar su vida en la de su discípula, de ahí que le insinúe, con tanta insistencia, que su

6 La cursiva es mía. ¿NARRACIÓN O DIÁLOGO EXISTENCIAL? ... 173 problema es –como a él le sucedió con su mujer– la falta de inteligencia de su marido. La recurrencia al diálogo y la demanda del otro como acicate esencial para la búsqueda interior están presentes en dos novelas españolas aparecidas en la déca- da de los setenta. Me refiero a Adagio confidencial (1973), de Mercedes Sali- sachs, y a Retahílas, de Carmen Martín Gaite (1974). La primera, desarrolla el encuentro casual de un hombre y una mujer tras veinte años de separación. A través del diálogo recuperan el pasado compartido, pero también van descubrién- dose a sí mismos aspectos de un presente que ambos consideraban distinto: «— Qué mal nos conocemos unos a otros!—dice Marina—. O quizá lo que ocurre es que, sin darnos cuenta, cambiamos, nos volvemos otros…Y así, naturalmente, no hay modo de conocerse» (Salisachs, 1973: 101). La segunda, consiste en un diá- logo entre tía y sobrino. Aquí no hay atisbos de tensión dialéctica −cada inter- vención es un largo monólogo que ocupa un episodio– sino más bien un feliz encuentro comunicativo en el que las palabras, la capacidad de escuchar y la aco- gedora mirada del otro estimulan el progresivo descubrimiento del alma: «Re- tahílas es, ante todo, la novela del ansia de comunicación interpersonal y de la búsqueda de un interlocutor capaz de dar pie a una confidencia compartida» (Vi- lanova, 1995: 391). Por eso, Germán reconoce que la elocuencia de su interlocu- tora ha conseguido avivar la narración de sí mismo, su autoconocimiento: «Además es un fuego que lo propagas, te lo he dicho antes y es la pura verdad, porque yo en mi vida he hablado como esta noche ni he sido capaz de contar así las cosas, necesitaba tu hoguera para encender la mía» (Martín Gaite, 1974: 222- 23).

2.2. La narración “sesgada” como baza del diálogo: simetría estructural La obra recuerda en cierto modo la tesis sobre la nivola del conocido personaje unamuniano. Si Víctor Goti declaraba: «Mis personajes se irán haciendo según obren y hablen, sobre todo según hablen; su carácter se irá formando poco a poco» (Unamuno, 1982: 199), en la novela de Guelbenzu, a través del «coloquio, la con- fidencia o la confesión: cada uno de ellos expone su visión del mundo, su visión de la realidad», pero también «cada uno narra y revive y rehace para el otro lo que ese otro no había vivido» (Fischer, 1999: 23). No cabe duda de que, el diálogo de Un peso en el mundo, contiene a todas lu- ces una peripecia novelesca. La obra está estructurada sobre la tensión entre dos voces que opinan sobre los diferentes temas que jalonan la conversación; pero 174 INMACULADA RODRÍGUEZ-MORANTA estas voces también van construyendo –a retazos y desde dos perspectivas– la historia de sus vidas. La narración de estas historias no es accesoria en el desarro- llo de la acción dramática, sino que funciona como baza dialéctica, y tiene un peso importante en el andamiaje estructural del diálogo, como trataremos de mos- trar. Será decisivo atender más que a lo que cuentan, a cómo lo cuentan, aspecto que definirá su individualidad, su modo de ser en el mundo, pero también su ca- pacidad de enmascararse. La narración sobre la vida de ella aparece en el primer y segundo capítulo. De manera dispersa y sin seguir un orden lineal, el personaje femenino va hilvanan- do ciertas vivencias que juzga significativas7. Intuimos que es Fausto quien le insta a retroceder al pasado, pues el inicio de la narración está formulado como respuesta a una pregunta —«Sí, era lo que más me asustaba. No sé si te das cuen- ta, pero la Facultad me daba miedo» (p.23)— que no se nos da a conocer. A par- tir de aquí, la mujer recuperará la etapa de su infancia –su descubrimiento del mal y con ello, de la libertad y del miedo–, la adolescencia y la desenfrenada juventud universitaria, llegando al punto en que su vida se entrecruza con la de su maestro: «Y allí estabas tú, el catedrático eminente, esperando a la puerta del aula», en- frentándose aquí dos visiones distintas de un mismo suceso:

Pues la primera vez que me clavaste los ojos no mirabas como una eminencia. ¿La primera vez? No me acuerdo. Yo me acuerdo perfectamente. … Lo que sí te aseguro es que me mirabas a todas partes menos a los ojos. Eso no puede ser cierto. (pp. 49-50).

El paso del tiempo y la madurez alcanzada impregna de sinceridad el discurso. En esta despreocupada reviviscencia hay reproche –«Me comías con los ojos y yo, en lugar de darme cuenta, te admiraba» (p.50), franqueza –«Éramos los dos los que lo deseábamos…Tuve que dejarte la puerta abierta» (p.51) y dolor: «In- cluso de ti me enamoré, y fue lo que más duró, pero ahí sí que me hiciste sufrir» (p.52). En la narración de ella se percibe el deseo de venganza, pero también el de recuperar la historia completa, sin recortes, una historia que ella cuenta desde la primera persona:

Después de tu magnífica despedida reivindicando tu relación matrimonial, después de tu dramático adiós, después de que yo me quedé poco menos que

7 Debe recordarse el interés del autor por la etapa de la infancia y de la juventud, momentos espe- cialmente conflictivos, en los que se descubre el lado turbio de la vida, algo que ya apuntaba en su segunda novela, Antifaz (Guelbenzu, 1970). ¿NARRACIÓN O DIÁLOGO EXISTENCIAL? ... 175

transida de dolor en brazos del destino cruel, lo echaste todo a perder intentando volver a las andadas. ¿No te acuerdas? (p.69).

Prosigue a continuación el relato de todo aquello que su antiguo amante no llegó a conocer: su matrimonio, la experiencia trágica de la muerte de un hijo recién nacido y la posibilidad de trabajar con Armstrong en Inglaterra. Por su parte, en el capítulo III, él propone ayudarla a encuadrar su problema a través de la historia de un supuesto amigo suyo que, en realidad, es él mismo. La tercera persona le proporciona la distancia suficiente para referir su turbulenta vida matrimonial y el trágico destino de su esposa, circunstancias en las que ella –su antigua amante– participa sin saberlo. Después del relato, ella le reprocha que ha obviado el perfil de la esposa, reduciéndola a «un trazo grueso, una som- bra, un espantajo» (p.199), cuando ella ha hecho exactamente lo mismo al pre- sentar su caso sin prestar atención a la figura del marido. En este punto, los per- sonajes esbozan una importante reflexión metaliteraria. El reproche de ella −«no se puede contar una historia entre dos escondiendo el modo de ser de uno de ellos. Eso es pura y simple trampa narrativa» (p.200)−, frente a la defensa de él: «un narrador cuenta desde donde le interesa contar y no está obligado a contar más que aquello que le interesa transmitir. No está obligado a contar el mundo sino la parte de mundo en que se ha detenido» (p. 201). Es decir, Fausto se define a sí mismo como «narrador», defiende su perspectiva narrativa y no está dispues- to a contar más que lo que ha previsto. Por eso se resiste siempre a que ella entre en su mundo cerrado: «Eres tú la que ha venido a consultarme a mí, así que consúltame, pero no me interrogues» (p.77). La narración posee, de este modo, una estructura afín al género literario de la obra. No sólo hay una visión dual de los temas y conflictos traídos a colación, también de la propia historia de los personajes, que se va construyendo de mane- ra simétrica. Tanto el ejercicio dialéctico como la autonarración de los mismos constituyen medios de búsqueda existencial. Fausto se ha contado a sí mismo su verdad, pero ha referido sólo aquello que le ha interesado: «Tenías que contarte a ti la verdad sin que yo me diera cuenta ¿es eso?», dice ella. En esa “narración de uno mismo” –estimulada por la demanda del otro– estriba el quid, no sólo de la obra, sino de la naturaleza humana: el difícil conocimiento de nuestra propia al- ma, cuestión planteada en la cita de San Agustín que encabeza el libro («El alma da una orden al cuerpo y es inmediatamente obedecida. Pero cuando el alma da una orden a sí misma, se resiste») y que la protagonista recupera en los últimos momentos de la conversación. 176 INMACULADA RODRÍGUEZ-MORANTA

2. TEMAS Y CONFLICTOS EXISTENCIALES

El eje argumental de la obra es el conflicto ético del personaje femenino: la aspira- ción a ser la mejor en el campo profesional lucha contra el querer ser mejor para los demás. El método de resolución es el conocimiento del alma a través de la con- traposición de ideas y de la narración dual de una misma historia. Así, se inicia un proceso de búsqueda existencial en cuyo camino saltan piedras de toque, temas que conducen a la angustia que acucia a la protagonista. No en vano, en el inicio de la conversación, Fausto advierte a su amiga que no debe eludir los asuntos que surjan espontáneamente, pues cualquier detalle intrascendente puede llevarle a la luz:

No todo va a ser escucharte, cuando te conviene, acerca de lo que quieres. En medio de la confesión surgen ideas, ideas que podemos seguir […] Sólo hacía una pregunta acerca de lo que estabas contando. No hay razón para huir. Esta- mos hablando, estás hablando. Déjame entrar. (p.38).

Observamos, así, dos actitudes distintas en el modo de conversar. El viejo pro- fesor habla y actúa sin prisa; no tiene reparos en dejarse llevar y desviarse por los caminos imprevistos de la conversación. La pérdida lleva a la búsqueda, y la bús- queda al hallazgo; por eso acude a la cita del Evangelio «Pues sólo el que se pierde me hallará» (p.211). Considera que su interlocutora es «imposible y dema- siado joven», para ella «saber es precipitarse a saber» (p.108). A pesar de la im- paciencia del personaje femenino, el diálogo se demora y toma rumbos dispares. Veamos las piedras de toque fundamentales que afectan al eje central de la obra.

2.1. La muerte y la caducidad La madurez ha proporcionado a los personajes una concepción elaborada de la existencia. Para Fausto la vida se ha convertido en una serena espera de «la muerte, la certeza» (p.13). Su sintética definición contrasta con la ristra de interrogantes que esta cuestión suscita en ella: «¿Qué pasa cuando te das cuenta de que morirse es que todo siga vivo y tú desaparezcas por un sumidero negro… No sé por qué se piensa en eso, la verdad… ¿para sufrir?, ¿para temer?» (p.94). El maestro ya no tiene interés por las cosas del mundo y confía en la muerte, como única certeza. A ella, por el contrario, le preocupa «el tiempo, el paso del tiempo» (p.152), que «desgasta, quema, aparta» (p.153). Así, mientras él se muestra indiferente hacia lo sensible, ella asegura que lo más terrible es –precisamente– la pérdida del conoci- miento empírico: «El mundo es lo que tú percibes ¿no?, existe porque existes tú; y de repente ¡zas!: te acabas y se acaba el mundo» (p.94). ¿NARRACIÓN O DIÁLOGO EXISTENCIAL? ... 177

Junto a estas divagaciones pseudofilosóficas, cada uno esboza su particular vivencia de la muerte. El personaje de la historia de Fausto –él mismo– se siente «libre, pero solo y obsesionado» (p.197) tras el suicidio de su insustancial esposa; sin embargo, ella confiesa que, desde que perdió a un hijo cuando acababa de nacer, lleva dentro «un peso muerto, un pedazo de vida muerto». No cabe duda de que la exteriorización del sentimiento –casi místico– que describe la protago- nista en relación a su experiencia íntima con la muerte es un paso decisivo en el conocimiento del alma:

En fin, yo sólo quería decirte que entonces, cuando murió, cuando se me es- capó de las manos sin tiempo para quererlo ni para protegerlo, se me fue el al- ma. Estuve sin alma varios días, es una experiencia increíble. (p. 99).

Cuando te abandona tu alma todos los deseos desaparecen; y la acción, la humedad, la fluidez, la luz…dejan de tener sentido. Todos los deseos menos unos: que el alma vuelva cuanto antes. Es una experiencia de la muerte. (p. 100).

2.2. El miedo a la libertad El tema de la libertad humana aparece asociado al miedo, al pavor que provoca saber que uno puede romper con las reglas, con la ética. Todo conduce, en realidad, al conflicto central de la obra. El personaje femenino recuerda la Facultad como un espacio abierto donde, lejos de la custodia y del orden familiar, le asustaba el hecho de saberse dueña de sí misma. Más adelante, evoca su descubrimiento infantil del mal. Reconoce que tal hallazgo la internó en un territorio inexplorado en el que sentía una in- quietante y agradable excitación que la acompañaría durante toda la vida, «se ve que me encanta el mal», apunta al referirse a su desenfrenada etapa postuni- versitaria. La involuntaria recuperación de tales experiencias le induce a conec- tarlas con su presente crisis existencial: «No sé si continúa en el centro de mi vida. Las imágenes no vuelven gratuitamente» (p. 41). El profesor insta a su confidente a que descubra el verdadero asidero de ese miedo que ella describe en términos abstractos:

Es extraño. Tú, tan decidida, concibes un miedo más bien abstracto o una posibilidad que, según cuentas, no se insinúa por ningún lado. Tu matrimonio va bien, tu familia va bien… El miedo, querida, cuando aparece se fundamenta en algo, se apoya en algo; el miedo no surge de pronto, sin asideros; el miedo no es una entelequia. (p.133).

Finalmente, las difusas sensaciones del pasado cobran sentido en el contexto 178 INMACULADA RODRÍGUEZ-MORANTA de su crisis presente. Aquel miedo ante lo desconocido ha vuelto en forma de inseguridad:

¿Tienes miedo? No sé si es miedo. Tengo inseguridad. ¿Y si, después de todo, no tengo capaci- dad para hacer lo que me gustaría hacer? (p.214).

2.3. Sensibilidad y razón En la búsqueda existencial del personaje femenino cumple una función decisiva la evocación de la Oda a una urna griega de Keats. La extraordinaria plenitud de su descubrimiento le llevó al estudio del romanticismo inglés que, con el tiempo, de- rivaría en la oferta de Armstrong. Unos versos («La belleza es verdad y la verdad es belleza. En la tierra,/ Eso sólo sabéis y es cuanto os hace falta») son su fuente eterna de felicidad, todo lo que ella cree esperar de la vida:

¿Qué es lo que le pido a la vida? ¡Madre mía, qué pregunta! Le pido felici- dad, por ejemplo. ¿Sabes lo que es eso? Yo no, desde luego, aunque te puedo decir que he sido feliz en muchos momentos. A lo mejor eso es lo que te pido: no la felicidad, sino muchos, muchísimos momentos felices, todos los que pue- dan caber en una vida. (p.130).

La cita de Keats provoca una discusión en la que se perfilan aspectos funda- mentales del pensamiento de cada uno de los interlocutores. El profesor exhibe su escepticismo y su relativismo al manifestar su opinión sobre la «belleza» y la «verdad», conceptos sometidos a la contingencia:

La verdad es un concepto que hemos inventado los hombres, un artificio del pensamiento […] Yo no sé lo que es la verdad, a mí nadie me ha presentado a esa señora. En cuanto a la belleza… no es más que un canon. Los cánones var- ían. El canon romántico, te lo repito, no está vigente. (pp. 62-63).

Ella, en cambio, cree en la belleza como en su propia existencia; es más, con- fiesa que es probable que éste sea el centro de su vida: «hasta tal punto me mue- vo en esa dirección que así estoy ahora, precisamente, hecha un mar de dudas, tratando de saber dónde está la belleza de mi vida, para ayudar a tomar una deci- sión (p.63). No le importa que estos conceptos estén vinculados al momento y al espacio presentes, justo por ello le interesan: «Esto es lo que yo percibo y esto es la realidad; y realidad es también la manera en que lo recibo y lo siento. Los sen- timientos pertenecen a la realidad, profesor (p.62). A Fausto le indigna la subli- mación de los sentimientos que él juzga como meras «sacudidas emocionales» ¿NARRACIÓN O DIÁLOGO EXISTENCIAL? ... 179

(p.62), pero nunca como fuente de conocimiento. Surge entonces la dialéctica entre sensibilidad y razón. Como buen profesor, utilizará una metáfora para dar a su discípula una lección de epistemología:

El ojo, sin la mente, es bien poca cosa. La mente sin el ojo, continúa siendo tan poderosa que no sólo te sigue en tu interés por saber, no sólo tira de ti si de- jas que la curiosidad te excite, sino que guardará lo que has visto, como esto que acabas de ver, y te lo devolverá cuantas veces lo necesites y en el modo en que lo pidas. (p.65).

A ella no le importan las disertaciones filosóficas de Fausto, ocupada como está en el intrincado camino que le ha llevado a su actual angustia. En este punto, ella preferirá zanjar el debate para regresar a su problema —«Yo sólo sé que la Oda a una urna griega marcó mi camino» (p.65) — y evitar así que su interlocu- tor se le escape por otros vericuetos.

2.4. Crisis de valores Fausto somete a crítica determinados aspectos que merecen una atención especial, no sólo porque contribuyen a la caracterización de los personajes, también porque testimonian la crisis de valores propia del mundo contemporáneo. Por una parte, describe la sociedad actual como «un runrún de gente horrible, masas que se des- plazan, lo pisotean, un auténtico barrizal» (p.13) que queda muy bien representado en el público de los concursos de televisión, donde puede verse esa «masa mayori- taria que pulula por este país, tiene hijos, veranea…» (p. 158). Junto a la visión de una sociedad gregaria y asfixiante, hay que destacar su definición de la época con- temporánea como un «período ciertamente utilitarista», del que su discípula es víctima. Para ella, la belleza y el placer no son más que medios para llegar a un estado de plenitud egocéntrica:

Te preguntas para qué sirve todo. Yo te lo diré: nada sirve, todo es. Ahí está el quid de la cuestión. Este mundo atraviesa un periodo ciertamente utilitarista. ¿Tu Keats te da sentido a la vida? ¡Bravo por ti! ¡Has hallado la utilidad de Ke- ats! Pero cuando me contaste esa experiencia de lectura, me estabas hablando del placer en sí, no de la utilidad del placer. (pp. 108-109).

Con la serenidad y la sabiduría propias de la vejez, Fausto ha llegado a «en- tender los pequeños placeres que nos dan la vida» (p.59) y a buscar el placer «desnudo», «el placer más irresponsable» (p.109). Por otra parte, la falta de sentido en la vida aparece como motivo de la des- orientación existencial del personaje femenino y de la sociedad contemporánea 180 INMACULADA RODRÍGUEZ-MORANTA en general: «¿Qué hacemos nosotros cuando empieza el movimiento sísmico? … no quiero echar a correr como una loca sino buscar dónde poner los pies, aunque no sea más que para dar otro salto a otro punto de apoyo» (p. 28). El profesor trata de ayudarla a encontrarlo:

si pensamos en el sentido de nuestra vida, veremos que es algo que impregna todas las cosas que nos importan, luego hay algo que es esencial y que opera como eje de nuestra conducta, para bien o para mal, en sentido positivo o en sentido negativo. (p.117).

Sin embargo, poco después reconoce que todos estamos «a la deriva en un mar de incertidumbres» y «no hay modo de instalar nuestros actos en la totalidad de la vida y ser, por tanto, totalmente conscientes del sentido de los mismos» (p.167).

2.5. Estructura narrativa del conflicto dramático «ser mejor vs ser la mejor» Los hilos temáticos tratados en el apartado anterior convergen en el eje central de la obra, un conflicto dramático sostenido en una tensa oposición entre dos voces que muy bien podría ser escenificada en una pieza teatral. Trataremos de desentra- ñar ahora el andamiaje de la dramatización del conflicto. Pese a que la conversa- ción está jalonada por continuos desvíos, advertiremos que está implícito el esque- ma tradicional de planteamiento, nudo y desenlace. Si formalmente la obra se caracteriza por «la reducción o depuración de los elementos que componen el habitual entramado de una novela» (Fischer, 1993: 23), el desarrollo del conflicto temático también está presidido por un «proceso de desnudamiento del alma» que afecta a ambos personajes. Los datos necesarios para completar el retrato de cada uno y su visión del conflicto van apareciendo de forma gradual y están intercalados por otras informaciones, aparentemente in- trascendentes, pero necesarias para que el diálogo no resulte impostado. Por una parte, Fausto advierte a su interlocutora que, con él «se habla para saber, no para esconder» (p.124), e insiste en que se descubra a sí misma «¿no habrá algo más detrás de todo esto?» (p.224). Por otra, al contar su historia, también está librán- dose de su máscara, tarea rematada por su discípula, que desmoronará al, supues- tamente, intachable profesor:

Quieres mi alma. Por eso te enferma mi pretensión de ser mejor, de tener un peso en el mundo, de merecerme a mí misma. Eso te mata ¿no?... Sí, me has uti- lizado. Y me has mentido. Ahora lo entiendo (p.314). ¿NARRACIÓN O DIÁLOGO EXISTENCIAL? ... 181

El propio Fausto confiesa que «La vida es sucia. La tuya también. Nadie esca- pa a su propia miseria» (p.318). Así pues, sigue el procedimiento empleado por Guelbenzu en Antifaz puede aplicarse muy bien al resultado conseguido en Un peso en el mundo, como señala Rodríguez Padrón: «Claridad que es —más bien— reconocimiento de lo intrincado y complejo de las relaciones humanas; despojamiento de aquellas máscaras que ocultan tenazmente sus miserias» (Ro- dríguez Padrón, 1986: 77). El «proceso de desnudamiento del alma» posee una estructura narrativa que podemos resumir de este modo:

Planteamiento (cap. I) En el primer capítulo queda planteado el conflicto que se va a desarrollar a lo largo del diálogo. Se expone el motivo del retiro del profesor −«las cosas no me impor- tan», el mundo «es sencillamente inaguantable» (p.14)− así como el de la visita de ella: «buscar un orden» (p.22). La protagonista realiza una incursión en acciones y pensamientos de su infancia y de su juventud, llegando a la etapa que comparte con su antiguo profesor y amante, para pasar al relato sobre su vida postuniversitaria, su matrimonio y su maternidad. Los personajes conversan y discuten sobre temas decisivos (la muerte, el tiempo, el miedo a la libertad, los sentimientos y la ra- zón…) que definen e individualizan sus voces. El personaje femenino, después de constatar que, en su vida, ya «no hay relevancia, ni emoción, ni deseo» (p.83), ex- pone sus miedos ante la validez ética de aceptar la oferta que le ha hecho Arms- trong −máxima autoridad en su campo de estudio− de trasladarse a Inglaterra para trabajar con él, renunciando, así, a su familia.

Nudo (cap. II–IV) En el capítulo segundo los personajes analizan, desde diferentes perspectivas, la raíz del problema. Hay que mencionar la importancia de una de las secuencias co- mo clímax de la obra: el profesor insta a su confidente a que busque cuál es el «sentido de su vida». El diálogo experimenta un violento movimiento de que logra un efecto, a todas luces, catártico:

182 INMACULADA RODRÍGUEZ-MORANTA

SECUENCIA CLÍMAX (pp. 119- 121)

Mi única convicción, hijoputa, la que me está amargando la vida, es que quiero ser alguien. No quiero ser Dios, pero quiero ser alguien. Quiero saber que tengo un peso en el mundo.

Busca un poco por ahí dentro (…) ¡Que no! ¡Déjame! (…)

Vamos, no te eches atrás.

Ésa es la verdad (…) Entonces, sal corriendo (…) ¡No es eso!

Mi problema es qué hago con mi familia. Muy bien, ya lo has soltado. De eso, nada. Eso es la apariencia. Vamos, Ahora, tranquilízate. un poco de coraje. ¡No me da la gana!

¿NARRACIÓN O DIÁLOGO EXISTENCIAL? ... 183

Tras extraer, no sin dolor, la convicción que la ha impulsado a plantearse un cambio en su vida, se producen otros tres momentos culminantes, distribuidos en los tres capítulos que ocupan el nudo de la trama. En ellos advertimos un proceso de inversión en las posiciones de los personajes, que concluye en el capítulo final:

1. En el capítulo II, frente al «yo lo que quiero es ser la mejor», el profesor le cues- tiona «¿Ser mejor o ser la mejor?... Éste es el momento de decidir si hablamos o no hablamos de ética, querida» (p.146). Esta pregunta encierra la encrucijada en la que se encuentra la protagonista. Mientras Fausto opone estas dos proposiciones, («Es- tás hablando de ser mejor única y exclusivamente para ti», p.147), ella considera que una lleva a la otra: «No quiero ser la mejor sino ser mejor: ahora estoy segura. Lo que pasa es que, para ser mejor, tienes que ir al máximo de tus posibilidades, de tu capacidad» (p.148). 2. Con el relato a modo de ejemplo que ocupa el capítulo III, el profesor intenta que ella extraiga un paralelismo que le ayude a vislumbrar puntos ocultos de su conflicto. En realidad, es el profesor el que está destapando ahora la miseria de su propia alma. Tras la narración, se origina una tensa e inesperada discusión metalite- raria en la que los personajes polemizan sobre la validez de la narración “sesgada”, técnica que ambos han venido utilizando a lo largo del diálogo. Al profesor le in- digna la incapacidad de ella para extraer un significado de lo que le ha contado, y zanja el debate: «me avergüenzo de haberte enseñado» (p. 201). Tras esta pequeña ruptura, ella empieza a encontrar una voz propia: «Tengo la agradable sensación de haberme deshecho de ti de una vez por todas como maestro y mentor, que se decía antes» (p.256). 3. En el capítulo IV tiene lugar el sereno soliloquio –o diálogo con el alma– del per- sonaje femenino, en el que muestra su máximo logro de objetivación y en el que cobra seguridad y confianza: «sé que es mi vida, no mi matrimonio, lo que está en juego y, sin embargo, mi miedo estaba ahí, en mi matrimonio deshecho…» (p.271), «Mi antiguo maestro hubiera sido incapaz de revelarme esta verdad, alma mía, pero yo me lo he dicho a mí misma y ése, quizá, sea el paso siguiente por un camino de belleza y verdad» (p.273). La conciencia del poder dominante de Fausto («Has vuel- to a intentar ser Dios conmigo, como siempre, como has hecho siempre…Tú tienes que ser superior, tienes que ser el maestro», p.252) activa el deseo de liberarse de él.

Desenlace (cap. V) En el último capítulo no sólo se resuelve la cuestión central «Ser mejor vs ser la mejor», sino que se completa el «proceso de desnudamiento del alma», a través de 184 INMACULADA RODRÍGUEZ-MORANTA una inversión de posiciones8: al despojarse de su máscara, Fausto se convierte en un ser débil y miserable (anunciado por él mismo en el cap. IV: «Yo ya no me sir- vo ni a mí mismo, querida», p.252); por el contrario, ella se vuelve lo suficiente- mente fuerte como para prescindir de los consejos del profesor, al que ni siquiera hace partícipe de su decisión final.

3. TÉCNICAS NARRATIVAS Y DRAMÁTICAS

3.1. Ritmo y registros del diálogo Con acierto el propio Guelbenzu definió su obra como «una novela de velocidad y de tensión» (Rodríguez Fischer, 1993: 23), logro que no dudamos en atribuir a la extrema agilidad con la que se alternan las voces en cada uno de los registros a los que da cabida el diálogo. El proceso de búsqueda existencial encuentra una buena vía de expresión, fundamentalmente, en el diálogo mayéutico. El maestro formula determinadas preguntas a su discípula, con la intención de que ésta des- cubra lo que lleva dentro de sí. Las punzantes preguntas de Fausto estimulan – ¿acosan?– la actividad mental de su confidente. Veamos algunos pasajes que lo ilustran:

¿Has vuelto a hacer algo así alguna vez? No…que yo recuerde. No. ¿Es que no te has atrevido? ¿Es que no has querido? (p.40).

¿Te mueve Armstrong el piso? Pues es bien sencillo: dile que no y dejará de moverse. ¡No es eso! Claro que no, por eso te digo que busques, vamos, ¿qué es lo que es? Vamos. Joder, no me agobies, no saques las cosas de quicio. Lo sabes, me estás engañando, lo sabes perfectamente. (pp. 119-120).

Pues no sé, yo lo que quiero es ser la mejor. ¿Ser la mejor o ser mejor? No lo sé, ahora me estás confundiendo, no veo por dónde vas. (p.146).

Hemos apuntado más arriba que en este diálogo no hay jerarquía, lo que le se- para del diálogo tradicional. En consonancia con ese «proceso de desnudamiento del alma», las posiciones de superioridad e inferioridad también se invierten. En

8 «El interés radica en este doble proceso, al final del cual quedarán invertidas ambas posiciones iniciales: el encastillamiento de Fausto, su autolesiva defensa devienen catarsis; los miedos, la inse- guridad o el vacío de Ella se truecan certezas.» (Rodríguez Fischer, 1993: 25). ¿NARRACIÓN O DIÁLOGO EXISTENCIAL? ... 185 ocasiones, es la discípula la que guía un diálogo mayéutico que posee la misma agilidad que el de su maestro:

Dime: ¿qué haces en la vida, ahora? ¿Qué es para ti la vida? Pero ¿qué es esto? ¿un interrogatorio? Si, me apetece preguntarte a ti. Vamos. Contesta. ¿Qué es para ti la vida, ahora, qué es para ti? […] ¿Qué es lo que sientes? ¿Qué es lo que esperas? ¿Qué es lo que tienes por delante? (p.107).

Esta circunstancia no se limita a los momentos clímax, también está presente en esas otras escenas que “airean” el espacio del debate ético. Como en toda conver- sación real, aparecen oraciones vacías –con una función fáctica– del tipo «Oye, escúchame», «¿Tú crees?» o «¿Cómo dices», pero incluso en lo que podemos lla- mar diálogo sobre lo cotidiano no falta ingenio ni rapidez de reflejos:

¿Un bogavante? ¿Estás loco? En tu honor, Mi honor está por los suelos, no merece ni una triste sardina. Pobres sardinas y pobre gente de ciudad como tú, que no aprecia las maravillas del mar. (p.59).

La agilidad se consigue, por otra parte, gracias a la variedad de registros y de tonos que va adoptando el debate, que puede tomar el rumbo del coqueteo («Te creerás que, a estas alturas, me va importar a mí mucho pasar o no una noche con- tigo./ Vaya, pues podías habérmelo insinuado anoche. Me habría encantado», p.253), de la súplica («¿Sigues decidida a irte?...Me dejas desconsolado», p.300), del mandato («Pues cállate. Limítate a callarte. Con eso me basta», p. 178), de la negación («¡No es verdad!/ Cobarde./¡No es verdad!/Bueno, échate a llorar», p. 121), de la ofensa («De verdad te lo digo: me avergüenzo de haberte enseñado», p. 201; «De verdad, me das pena./ Gracias, no la necesito», p.319), del odio («Ojalá estuvieras muerto», p.240) y hasta de la ternura («Te estaba mirando y me daba cuenta de que llorabas muy despacio, como si las lágrimas vinieran de lejos y lle- gasen cansadas.», p.98). Por último, hay que destacar que, en el capítulo III, el relato lineal se integra perfectamente en el diálogo sin que éste pierda vivacidad y tensión, pues la historia de Fausto está constantemente acicateada por la voz –impaciente y curiosa– de su interlocutora. 186 INMACULADA RODRÍGUEZ-MORANTA

3.2. Sintaxis cinematográfica Otro aspecto a tener en cuenta en el análisis de las técnicas narrativas y dramáticas es la estructura «cinematográfica» que articula las acciones. Rodríguez Padrón apunta este aspecto como definidor de la narrativa de Guelbenzu:

El relato exige entonces una sintaxis cinematográfica; se construye como un montaje de secuencias y distante de la sucesión lógica de los hechos que, sin em- bargo, allí están también. Síncopa que afecta, como es lógico, al tiempo: zigza- gueante exploración reflexiva de la experiencia originadora de la novela. (Rodrí- guez Padrón, 1986: 83).

La obra está dividida en cinco capítulos (o “actos”) que ocupan tres días de la vida de los personajes. A su vez, cada capítulo es una sucesión de breves escenas o “secuencias” (entre ocho y veinte) repartidas de manera irregular. Estas escenas parecen estar recogidas por una cámara de cine que, en este caso, ha focalizado el punto de vista en el diálogo sostenido entre los dos personajes, característica defi- nidora, como es sabido, de la narrativa contemporánea. La intensidad del coloquio no decae –además de por otras razones ya aducidas– gracias a que se han silencia- do todos los ruidos y palabras no pronunciadas por los protagonistas. Por ejemplo, se omiten las palabras de un camarero, y sólo se reproduce la respuesta de Fausto «No, gracias». La elipsis es un rasgo fundamental en la narración cinematográfica que, generalmente, no reproduce todo lo que acontece a los personajes, sino que juega con la sugerencia. En las «novelas dialogadas» contamos con la explicación del narrador, aquí sólo se muestran los planos y las palabras que la cámara ha se- leccionado, pero esos espacios vacíos son cubiertos por las mínimas referencias que hacen los propios protagonistas en relación a sus movimientos. Lo veremos a continuación.

3.3. Las acotaciones internas La ausencia de narrador implica la omisión de acotaciones externas, lo que propor- ciona mayor autenticidad y vivacidad. Señalaremos ahora de qué manera están integradas en el diálogo las coordenadas espaciales y temporales, así como las refe- rencias sobre los gestos y la expresión de los personajes.

3.3.1. Espacio La aislada casa del profesor es un espacio de recogimiento propicio para la confi- dencia. Es aquí donde tienen lugar las conversaciones de mayor intimidad e inten- ¿NARRACIÓN O DIÁLOGO EXISTENCIAL? ... 187 sidad dramática. Ya en la primera página del libro advertimos que los personajes se encuentran en un ámbito cerrado, alejado de la sociedad, y que ese es el lugar de residencia del profesor:

No irás a decirme que te has recluido aquí por eso. ¿Recluirme? Sí y no. El mundo me ha echado. Triste mundo. ¿Qué culpa tiene el mundo de que te hayas venido a vivir a este lugar? (p. 13).9

Para que el diálogo fluya –para evitar la claustrofobia– los personajes no sólo hacen paréntesis (representados por secuencias más breves) en los que hablan de temas ligeros (la escena del txacolí, por ejemplo), también se mueven, salen al exterior. A través de las palabras del propio profesor, sabemos que a la mañana siguiente van a pasear («Bien. Por este camino podríamos seguir hasta perdernos, pero no es conveniente. Te propongo regresar a casa y, si te apetece, seguir hasta la Villa, p.31»), llegan hasta la playa («La playa es muy cerrada, como verás», p.13); comen en un restaurante («¿Un bogavante? ¿Estás loco?», p.59); vuelven a caminar («Venga, sigue andando, que esto no es lo tuyo», p.102); toman un café en un bar («Ahora salimos del bar. Luego habrá ocasión de que me invites», p.106); y deci- den regresar al espacio íntimo («Nos mudamos a un sitio más tranquilo, ¿te pare- ce?», p.118) en el que –precisamente– tendrá lugar el momento clímax del diálogo («Quiero saber que tengo un peso en el mundo. Un peso en el mundo», p.121) y los tres puntos culminantes del nudo de la trama antes señalados. Tras las discusiones más tensas, los personajes manifiestan el deseo de cambiar de escenario:

No tengo ganas de salir ni de quedarme aquí dentro. No se me ocurre qué po- demos hacer. Bueno, yo pienso que, quizá, coger el coche y acercarnos a alguna parte. ¿Habrá algún sitio en el que no llueva? No creo, pero al menos nos moveremos […] (p.206).

Esta vez se trasladan en coche («Anda, mira la carretera», p.210) y llegan hasta un hotel-restaurante («No puedo creer que aquí nos estén preparando un Dry Mar- tini», p.212) en el que deciden quedarse a comer para seguir con la conversación iniciada («Espera. Calma. ¿Encargamos la comida y seguimos?», p. 222). Después del café no aparece ninguna referencia a un cambio de espacio, así que imaginamos que se quedan a descansar en una de las habitaciones. Más tarde, él propone regre- sar («La noche cae sobre nosotros. Es hora de recogerse», pero ella prefiere pasear

9 La cursiva es mía. 188 INMACULADA RODRÍGUEZ-MORANTA

(«No quiero meterme en una casa, no puedo. Volvamos y yo recojo mi chaquetón y me voy a dar una vuelta» (p.264). En el espacio interior de la casa, vuelve a tener lugar una confidencia íntima, el diálogo de la protagonista con su propia alma. A la mañana siguiente, antes de despedirse, dan un paseo («Hasta el faro. Ida y vuelta. Si no, nos despedimos aquí», p.288) hasta que se pone a llover («Vamos, date pri- sa», «Corre. ¡Corre!», p.309), y vuelven a la casa del maestro. Una vez allí, reto- man los temas antes tratados. Al descubrir ella la verdad y la miseria de su interlo- cutor, se le hace imposible permanecer más tiempo en ese lugar («Yo me voy. Me voy ¿entiendes? No quiero verte», p.319).

3.3.2. Tiempo En el principio de la obra observamos que los personajes declaran ignorar cuánto va a durar su encuentro: «Por cierto, ¿cuánto tiempo vas a quedarte? No lo sé…No mucho…No puedo…Tampoco tengo tanto que contar. (p.16)». Pero, pese a que ella asegure que no tiene «tanto que contar», la conversación se pro- longa durante tres días, de viernes a domingo10. Lo sabemos por las referencias temporales que van proporcionando los propios personajes. Así, suponemos que el diálogo empieza al anochecer («Pronto será hora de cenar», p.17), ya que Fausto propone dejar el asunto problemático para el día siguiente («las conversa- ciones fuertes…son propias de la primera hora de la mañana», p.18). Sabemos cuándo ha amanecido («Anoche estabas tan cansada que nunca imaginé que fue- ras a madrugar tanto» (p.29), así como el momento en que anochece de nuevo («Vamos a aprovechar la poca luz del día que queda», p.106), y cuándo los per- sonajes se acuestan («O sea, que me puedo ir a dormir tranquila», p.161). El ini- cio del capítulo tercero coincide con el amanecer de un nuevo día («Cuando me levanté ya estaba así el día», p.166) que se prolonga hasta el capítulo cuarto. Ése se cierra con el soliloquio nocturno del personaje femenino («¿No me oyes, ver- dad, Fausto? No, ya no me oyes. Así es la noche, un silencio del cuerpo», p.269). Finalmente, el último capítulo ocupa la mañana del tercer día, inaugurado por el exultante ánimo de Fausto («Hermoso día, limpio y transparente… ¿Has desayu- nado ya? ¿Has dormido bien?», p.277), que no sospecha los “progresos” noctur- nos de su discípula, y está dispuesto a intentar prolongar la visita un día más («Lo mejor que puedes decidir es quedarte un día más», p.279).

10 Lo sabemos al final de la obra, cuando Fausto pide a su interlocutora que se quede un día más: «Los domingos es un horror. Es más sensato que te quedes hoy aquí, y mañana, que es lunes, te vas, si quieres, a primera hora.» (p.288). ¿NARRACIÓN O DIÁLOGO EXISTENCIAL? ... 189

3.3.3. Kinésica Si bien los cambios espacio-temporales están perfectamente marcados, la aparien- cia física de los personajes queda desdibujada. Sin embargo, hay que notar que los personajes están dotados de una entidad real, se mueven por el “escenario” –nos referimos a pequeños movimientos− y cambian de expresión, como es natural, según el tono que va adoptando el debate. En una novela dialogada como Adagio confidencial, antes citada, el narrador aporta las acotaciones kinésicas: «Marina frunce el entrecejo. Demuestra claramente que la conversación que mantienen le resulta molesta» (Salisachs, 1973: 25); pero, inevitablemente, esa acotación perte- nece al tiempo “muerto” del relato, y pierde la “vida” implícita del acto enunciati- vo. En la novela de Guelbenzu, en cambio, estas informaciones son apuntadas por los mismos personajes:

Expresión facial El lector “ve” las expresiones de los personajes: la incredulidad de ella cuando Fausto le cuenta que alguna vez se ha sorprendido hablando con los árboles: «¿O qué crees tú que son la soledad y la caducidad unidas? Sí, sí, la caducidad, no hagas mueca11 (p.15); y la del profesor, cuando ella le cuenta la relación que tiene con sus padres actualmente:

Imagino su incomprensión y también eso me resulta tierno, por eso cuando voy a verlos les cuento lo estupenda que es mi vida, por lo mismo que cerraré sus ojos cuando hayan muerto…No me mires así, te estoy hablando en serio.12 (p.26).

El gesto de dolor en Fausto provoca que ella interrumpa su intervención. Lo imaginamos por esos puntos suspensivos que truncan la oración y que sugieren que se ha advertido un cambio en el semblante del profesor: «A ti te habrían abandona- do, pensando de la que se han librado y… Oh, Dios mío, perdona; creo que he me- tido la pata hasta adentro» (p.19). Menos discreto es el llanto del personaje femeni- no, al que se refieren en varias ocasiones los dos personajes: «Pero yo me estoy yendo por donde no es y tú sigues llorando, no tengo perdón. Sí. Mira: ya no llo- ro».13 (p.98).

11 El subrayado es mío. 12 El subrayado es mío. 13 El subrayado es mío. 190 INMACULADA RODRÍGUEZ-MORANTA

Movimientos corporales Adivinamos, por ejemplo, cuando ella –presa de la indignación– acelera el paso para alejarse de su interlocutor: «¿A mí? Como quieras… ¡Eh! ¡Espera! Pero ¿qué demonios le ha pasado ahora? Espérame, mujer…»14(p.82). También cuando él se dispone a llenar la copa de vino («¿Más vino? Bien.», p.132); si ella toma asiento y hace ademán de levantarse («¿Te das cuenta? Has cogido mi sillón favorito sin titubear. ¡Oh, no, no te muevas! (p.135) o si Fausto está conduciendo y mirando a su confidente al mismo tiempo:

Anda, mira a la carretera. Estoy mirando, no te preocupes […] Y tú deja de mirarme y conduce. (pp. 210-211).15

4. CONCLUSIONES

Un peso en el mundo narra un proceso de búsqueda existencial e insiste en la dificultad del conocimiento interior, tesis que justifica la cita de San Agustín que encabeza el libro. Para abordar esta cuestión, como es sabido, no pocos narrado- res del siglo XX han tomado como vehículo de expresión el monólogo interior, recurso cuyo resultado puede resultar asfixiante. Guelbenzu opta, creemos, por una buena solución: el diálogo implica una “mirada exterior” que exige un ejer- cicio de objetivación y de ordenación (ejercicio no necesario si sólo habla la con- ciencia de un personaje); pero, además, también permite la intervención de una “mirada interior”, puesto que se produce un desdoblamiento de la propia voz narrativa (recordemos el pasaje del soliloquio-diálogo con el alma). Según hemos tratado de mostrar, el autor maneja con extrema habilidad el género literario es- cogido, ya que –al omitir la intervención de una voz narrativa externa– consigue crear personajes vivos y libres. Al margen de la indagación introspectiva, debemos atender a otra de las claves temáticas de la novela: la complejidad de las relaciones humanas, tantas veces construidas sobre mentiras, dolor y miserias. Así, aunque bajo la forma de un diá- logo, existe una novela implícita y perfectamente adecuada a su estructura: a través de la narración dual se consigue una historia partida que busca la simetría, y el hallazgo de la verdad sobre lo que fue, y lo que es, la historia de Fausto y de su antigua discípula. La “narración de uno mismo”, sin embargo, es tan compleja

14 El subrayado es mío. 15 La cursiva es mía. ¿NARRACIÓN O DIÁLOGO EXISTENCIAL? ... 191 como el proceso de conocimiento interior. Pero cuando el diálogo culmina y los personajes parecen haber completado el proceso de desnudamiento de sus almas, cabe aún la pregunta: ¿Cuántas máscaras han quedado por quitar?

BIBLIOGRAFÍA CITADA

BASANTA, Ángel : “Un peso en el mundo. José Mª Guelbenzu”, El Cultural, 28 febrero de 1999. http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/13599/Un_peso_en_el_mundo Consultado el 2 de julio de 2012. GÓMEZ, Jesús (1988): El diálogo en el Renacimiento español. Cátedra, Madrid. GUELBENZU, José Mª (1968): El mercurio. Seix Barral, Barcelona. ______, (1970): Antifaz. Seix Barral, Barcelona. ______, (1977): La noche en casa. Alianza Editorial, Madrid. ______, (1987): La mirada. Alianza Editorial, Madrid. ______, (1995): El sentimiento. Alianza Editorial, Madrid. ______, (1999): Un peso en el mundo. Alfaguara, Madrid. MAINGUENEAU, Dominique (1993): Elements de lingüística per al discurs literari. (Versió de Vicent Salvadó). Tándem, Valencia. MARTÍN GAITE, Carmen (1974): Retahílas. Destino, Barcelona. RODRÍGUEZ FISCHER, Ana: «Para un saber sobre el alma», Ínsula, 1999, 635, pp. 23-27. RODRÍGUEZ PADRÓN, Jorge: «La narrativa de Guelbenzu», Cuadernos Hispanoamericanos, 1986, 428, pp. 71-90. SALISACHS, Mercedes (1973): Adagio confidencial. Planeta, Barcelona. SANZ VILLANUEVA, Santos (2010): La novela española durante el franquismo. Gredos, Madrid. UNAMUNO, Miguel de (1982): Niebla, Mario J. Valdés (ed.). Cátedra, Madrid. VILANOVA, Antonio (1995): Novela y sociedad en la España de la posguerra. Lumen, Barcelona.

TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE, PRIMERA SECCIÓN: EL NUEVO OCCIDENTE VISTO POR EL CONQUISTADOR: HERNÁN CORTÉS

Por Stelio Cro

Introducción a Primera Parte de este estudio—El Nuevo Occidente visto por el conquis- tador—se ocupa de la visión que los españoles tuvieron al conquistar LMéxico. En esta sección se incluyen principalmente amplias secciones de las Cartas de relación de Hernán Cortés, obra concebida y escrita en América, que junto con la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, obra que se analizará en otra sección de este estudio,1 constituye la documentación más importante de la conciencia histórica que España adquirió de esa magna empresa. La importancia que han adquirido en los últimos años la Historia General de las cosas de la Nueva España de fray Bernardino de Sahagún y la Monarquía Indiana de fray Juan de Torquemada, nos obliga a incluir, en otro estudio, el análisis de estas obras que constituyen el complemento de lo que podr- íamos considerar como parte integrante de los textos fundacionales de la historia de México.2 Estas obras son de cronistas contemporáneos de los conquistadores. Se trata de cronistas indios y misioneros que fueron testimonios de la conquista y co- nocieron los indios conquistados, la primera y segunda generación de discípulos indios de los misioneros que pudieron contar sus recuerdos de la conquista en ná-

1 Se publicará como “Textos Fundacionales de América VI; Primera Parte: Segunda Sección” en el próximo número de Cuadernos para Investigación de la Literatura Hispánica. 2 Estas dos obras, la Historia General de Sahagún y la Monarquía Indiana de Torquemada, cons- tituyen el material de estudio en el artículo sobre “Textos Fundacionales de América VII: Segunda Parte”, que también se publicará en un próximo número de Cuadernos para Investigación de la Lite- rature Hispánica. 194 STELIO CRO huatl, la lengua de los aztecas, a sus maestros y guías espirituales. Las diferentes secciones de este estudio, que comprende los textos fundacionales numerados V, VI y VII, constan principalmente de cuatro obras, todas concebidas en el Nuevo Occidente, escritas por autores que conocieron de primera mano los protagonistas y las víctimas del drama de la conquista de México. De manera que la distribución del material del estudio de la conquista de México supone la contraposición de dos conciencias históricas que aún hoy se disputan la atención de los científicos, inves- tigadores, sociólogos, historiadores, artistas y políticos interesados en su interpreta- ción y divulgación, en otras palabras, la conciencia del conquistador y la del con- quistado que proyectan dos interpretaciones históricas de gran relevancia social que coexisten aún hoy.

La conquista de un paraíso botánico

“y en la casa de una huerta del señor de allí nos aposentamos todos, la cual huerta es la mayor y más hermosa y fresca que nunca se vio, porque tiene dos le- guas de circuito, y por medio della va a una muy gentil ribera de agua, y de trecho en trecho, cantidad de dos tiros de ballesta, hay aposentamientos y jardines muy frescos, y infinitos árboles de diversas frutas, y muchas hierbas y flores olorosas; que cierto es cosa de admiración ver la gentileza y grandeza de toda esta huerta” [Año 1522].3 “Era entonces Cempoalla grandìsima Poblacion y de grandes Edificios, con buenos maderamientos y en cada Casa avia vna Huerta, con su Agua de piè, que parecía Todo junto un deleitoso Paraiso; porque no solo estaba mui verde y fresco, sino también cargado de fruta, porque la avia de Invierno y de Verano, y estaba este Pueblo asentado en vn llano, entre dos Rios, Tierra fértil, con buenos Termi- nos, mucha parte llana, con buenos Pastos, y caça de todo genero” (Fr. Juan de Torquemada, Monarquía indiana, Libro IV, Cap. XIX, Año 1613)4.

Cuando Cortés desembarcó en la costa mexicana de lo que sería el Virreinato de la Nueva España, en busca de metales como el oro y la plata y las piedras precio- sas, a los que los exploradores se habían referido durante más de veinte años, desde

3 Cartas de relación de Fernando Cortés sobre el descubrimiento y conquista de la Nueva España. Carta tercera; en Historiadores primitives de Indias, editor Don Enrique de Vedia. Madrid: BAE, 1946, p. 66. Referencias con la abreviación Carta, seguida del número en romano, en este caso Carta III. 4 Véase Monarquía indiana [1613] Primera Parte de los veinte i vn libros rituales i Monarchia In- diana, con el origen y guerras, de las Indias Occidentales, de sus Poblaciones, Descubrimiento, Con- quista, Conversión y otras cosas marauillosas de la mesma tierra distribuidos en tres tomos. Compues- to por Juan de Torquemada, Ministro Prouincial de la Orden de Nuestro Serafico Padre San Francis- co. En la Provincia del Santo Evangelio de Mexico en la Nueba España. Dico Ego Opera Mea Regi Saeculorum immortali et inuisibili. Con privilegio. En Madrid, en la Oficina y a costa de Nicolás Rodríguez Franco. Año de 1723. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 195 el descubrimiento de tierra firme por Colón a fines de julio, o primeros de agosto de 1498, no podía imaginar que la riqueza más original y de mayor consecuencia para España, para Europa y para el mundo, para siglos a venir, era la creación bo- tánica que desde los primeros milenios del Holoceno los indios del valle de Méxi- co, incluyendo la zona del oeste, habían logrado injertando plantas nativas de espe- cies diferentes hasta obtener, entre otros productos artificiales de gran rendimiento en las cosechas, el maíz. Según estudios recientes, que en parte se basan en la de- terminación del carbono 14, los indios de Mesoamérica lograron la generación de una especie de maíz que era fácil de cultivar y cuya siembra y cultivo en pocos años se difundió por el continente americano, determinando, según su cosecha, que dependía de condiciones climáticas variables, el crecimiento de poblaciones y la constitución de ciudades independientes o de reinos e imperios como el azteca que, en el momento de la llegada de Cortés, había alcanzado su extensión máxima. La llegada de Cortés coincidió con el aniversario de la profecía sobre la vuelta de Quetzalcoatl, el dios representado como la serpiente emplumada que, según la reli- gión azteca, había creado al hombre y le había enseñado las artes agrícolas. Mocte- zuma, el monarca del imperio azteca, o tlatoani,5 era un creyente fervoroso e inter- pretó las informaciones sobre los invasores en un sentido fatalista. De allí su ambi- güedad, entre sorpresa y temor, ante el invasor. Cuando murió, dejó una impresión contradictoria y hasta contraria a su vida anterior, de general y emperador victorio- so que anteriormente, durante el reinado de Auitzotl, su tío, mandó sus ejércitos en las campañas que, en pocos años, casi doblaron la extensión del imperio azteca. El mito del retorno del dios Quetzalcoatl debió influir en su conducta ante Cortés. Se le puede juzgar de ingenuidad, pero no de traición. El fin de este monarca sella el triunfo de Cortés, como el más grande conquistador del nuevo occidente. Un nuevo mundo de productos agrícolas invadió el viejo, con consecuencias radicales para la dieta mundial. El oro y las piedras preciosas han seguido su curso, a menudo con secuelas de violencia y de sangre, alimentando la codicia humana, y ejerciendo su influjo sobre la imaginación de los aventureros que los persiguieron por décadas después del fin del emperador azteca, pero los productos agrícolas que su pueblo supo crear y que heredó como la herencia de miles de años de labor paciente y sabia de centenares de generaciones anteriores, sigue dominando hasta hoy la dieta diaria del mundo. Al acercarnos a la historia de la conquista de la Nueva España no podemos hacer a menos de notar la permanencia de esos jardines repletos de pro- ductos comestibles, de la riqueza que esa conquista ha dejado en herencia al mun-

5 El tlatoani tenía, al mismo tiempo, autoridad militar y religiosa, de manera que se puede decir que la sociedad azteca, dentro de su diversificación en comunidades y tribus, era una teocracia. 196 STELIO CRO do. Por ello, la selección del material que debe contar esa conquista no puede igno- rar la dimensión humana que algunos de sus protagonistas nos han dejado, como la Malinche, como Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero, como el mismo Cortés y Bernal Díaz del Castillo, como Moctezuma II, Fray Bernardino de Sahagún, Fray Diego de Landa, Fray Juan de Torquemada, o, entre otros, Francisco Cervantes de Salazar. Se trata de una historia que tiene momentos épicos y en cuyo tejido cultu- ral y social se debe percibir la ecuación botánica que determinó, a veces de manera catastrófica, el surgimiento y la desaparición de distintas civilizaciones, hasta la llegada de Cortés en la primavera de 1519. Una observación preliminar deberá encabezar el criterio selectivo de este ensayo, estrictamente cronológico. El presen- te estudio debe considerar la cronología de las obras estudiadas, como también la naturaleza del origen de las obras, para las cuales se ha elegido un criterio de resi- dencia, o sea, de obras concebidas en América por historiadores que vivieron la conquista y la organización política, social, religiosa y económica de la Nueva España, teniendo en cuenta a los autores y las obras siguientes, a los que deben incluirse, como referencia, a Francisco López de Gómara y Antonio de Herrera y Tordesillas, por las muchas citas a sus obras en la Historia verdadera de Bernal Díaz del Castillo, sobre todo por lo que se refiere a Gómara, y por las referencias a sus obras en la Monarquía indiana de Fray Juan de Torquemada, sobre todo por lo que se refiere a la Historia general de Herrera, a pesar del hecho que, siendo las obras de Gómara y de Herrera de procedencia peninsular, las referencias se limitan a aquellos pasajes que han llamado la atención de los historiadores mencionados al punto de dedicarles sus opiniones, generalmente negativas. Finalmente, un lugar especial debe darse a la Historia Antigua de México del padre jesuita Francisco Javier Clavijero, por su carácter de obra escrita en su exilio italiano por un mexica- no, nativo de Veracruz, ciudad fundada por Hernán Cortés en 1519, padre jesuita que fue expulsado con sus otros hermanos por el decreto del rey Carlos III en 1767. La selección incluida en este estudio no sigue el orden de publicación, por la nece- sidad de dar a los acontecimientos narrados la necesaria coherencia temática, o sea, la diferencia de la percepción entre conquistadores y conquistados. De las obras siguientes se han seleccionado los pasajes analizados en este estudio:

Hernán Cortés (1485-1547), Cartas de relación: conquista y colonización del nue- vo occidente — La Carta segunda se publicò en Sevilla, por Jacobo Cromberger, el 8 de no- viembre de 1522; se publicó de nuevo en Zaragoza en 1524. — La edición en latín de las Cartas de relación se publicó en Norimberga, en 1524. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 197

— González de Barcia incluyó las Cartas primera, segunda y tercera en Histo- riadores Primitivos de las Indias occidentales, en 1749. — Lorenzana, F. A., incluyó las mismas Cartas primera, segunda y tercera en su Historia de Nueva España escrita por su esclarecido conquistador, Hernán Cortés, en 1770. — Se incluye la primera carta en Colección de documentos inéditos para la his- toria de España, edición de Martín Fernández de Navarrete, Miguel Salvá y Pedro Sáinz de Baranda, Madrid, Real Academia de la Historia, 1842, Tomo I, pp. 421-461. — Las cinco Cartas y relaciones de Hernán Cortés al Emperador Carlos, editor Don Pascual de Gayangos, se publicaron en París, en 1869. — La Carta quinta, en inglés—The Fifth Letter of Hernán Cortés to the Empe- ror Charles V—fue editada por Don Pascual de Gayangos, e incluida en la colección de la Hakluyt Society, en 1868. — Don Enrique de Vedia, incluyó las Cartas de Relación de Fernando Cortés sobre el descubrimiento y conquista de la Nueva España en su volumen so- bre Historiadores Primitivos de Indias, Madrid: BAE, Tomo XXII, Vol. I, 1945, págs. 1-153. — Hernán Cortés, Cartas de relación de la conquista de México, Madrid: Espa- sa – Calpe, Colección Austral, 1945.

Francisco López de Gómara (1510-después de 1547), Hispania Victrix. Primera y Segunda Parte de la Historia General de las Indias que incluye la Conquista de Méji- co, (sic) dedicada a Martín Cortés, Marqués del Valle (Zaragoza, 1552); prohibida por el rey Felipe II en 1553, probablemente por considerarla demasiado apologética a favor de Hernán Cortés; se reimprimió en ese mismo año en Medina del Campo, pero los ejemplares fueron retirados por orden del rey Felipe II, como la reimpresión de 1554 de Zaragoza; en ese mismo año se reimprimió en Amberes. Don Enrique de Vedia, incluyó Hispania Victrix de López de Gómara en Histo- riadores Primitivos de Indias, Madrid: BAE, Tomo XXII, Vol. I, 1945, págs. 155- 455, que incluye la Conquista de Méjico, (sic) dedicada a Martín Cortés, Marqués del Valle, págs. 295-455.

Antonio de Herrera y Tordesilla (1549-1625), Historia general de los hechos de los Castellanos en las islas y tierra firme del mar océano (8 décadas), 7 volúmenes. Madrid: Imprenta Real, Juan Flamenco – Juan de la Cuesta, 1601-1615.

Fr. Juan de Torquemada (1562-1624), Monarquía indiana [1613] Primera Parte de 198 STELIO CRO los veinte i vn libros rituales i Monarchia Indiana, con el origen y guerras, de las Indias Occidentales, de sus Poblaciones, Descubrimiento, Conquista, Conversión y otras cosas marauillosas de la mesma tierra distribuidos en tres tomos. Compuesto por Juan de Torquemada, Ministro Prouincial de la Orden de Nuestro Serafico Padre San Francisco. En la Provincia del Santo Evangelio de Mexico en la Nueba España. Dico Ego Opera Mea Regi Saeculorum immortali et inuisibili. Con privilegio. En Madrid, en la Oficina y a costa de Nicolás Rodríguez Franco. Año de 1723.

Bernal Díaz del Castillo (1492-1580/81), Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Escrita por el Capitán Bernal Díaz del Castillo, uno de sus conquis- tadores. Sacada a Luz por el P. M. Fr. Alonso Remón, Predicador, y Cronista Ge- neral del Orden de Nuestra Señora de la Merced Redempción de Cautivos. A la Cathólica Magestad del Mayor Monarca Don Felipe Quarto, Rey de las Españas, y Nuevo Mundo, N. Señor. Con Privilegio. En Madrid: Imprenta del Reyno. Año de 1632. ______. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Editor Guillermo Serés. Madrid: Real Academia Española, 2011.

Francisco Javier Clavijero (1731-1787), S.I., Storia Antica del Messico, [Historia Antigua de México] editor Giorgio Bisiani. Cesena, 1780, 4 volúmenes. Esta obra, ampliamente citada por Thomas Jefferson en su Notes on the State of Virginia (1785), se tradujo al inglés, The History of Mexico, traducida por Charles Cullen, Londres: G. C. J. y J. Robinson, 1787, 2 volúmenes; una segunda edición en inglés, con el mismo título, salió en Richmond, Virginia, en 1806, una tercera edición salió en Londres en 1807 y una cuarta edición en Filadelfia, Pennsylvania, en 1817. La traducción alemana—Geschichte von Mexico—salió en Leipzig en 1789-1790, en dos volúmenes. La primera traducción al español es de José Joaquín de Mora y se publicó en Londres en 1826, en dos volúmenes; esta edición se reimprimió va- rias veces: México, 1844; 1861-62; México (trad. del Obispo Francisco Pablo Váz- quez), en 1853; en Jalapa (México), 1868; México, 1917; en 1945 se imprimió en México el manuscrito original en español de Clavijero, Historia Antigua de Méxi- co, editor P. Mariano Cuevas, Editorial Porrúa, en 4 volúmenes; obra reimpresa en 1991, México, Porrúa.

Fr. Bernardino de Sahagún (1499-1500 – 1590), Historia general de la cosas de Nueva España, escrita por Fr. Bernardino de Sahagún, franciscano y fundada en la documentación en lengua mexicana recogida por los mismos naturales, editor Don Carlos María de Bustamante. México: Biblioteca Mexicana, 1829. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 199

______. La mejor edición hasta ahora de la obra de Fr. Bernardino de Sahagún es la que han hecho, entre 1950 y 1981, Arthur Anderson y Charles Dibble de la Uni- versidad de Utah en Salt Lake City, en 12 volúmenes, con la edición del mejor manuscrito de la obra de Sahagún, el así llamado Código de Florencia, que se halla en la Biblioteca Laurenziana, edificada por Miguel Angel para Lorenzo de Medici entre 1524, cuando se empezó a construir, y varias décadas después, durante la ausencia de Miguel Angel que dejo instrucciones a varios arquitectos florentinos que la terminaron antes de 1571, cuando se inauguró. La llegada de Cortés coincidió con el momento en que el imperio azteca, bajo Moctezuma II, había logrado su mayor extensión, asimilando, o dominando con la violencia a Mayas, Olmecas, Zapotecas, Teotihuacanos, Toltecas, Tlaxcaltecas y Totonaques que habían llegado a su madurez en la región central de México cuan- do florecieron los Mayas en Guatemala y en el Yucatán. La datación del carbono 14 para restos humanos hallados en Tlapacoya después de 1950, al sureste de la ciudad de México, prueba que antes del año 21.000 a.C. había gente en la región cercana al lugar donde los aztecas fundarían su capital, Tenochtitlán, siguiendo una visión que les había convencido a salir de su lugar original en la isla Aztlán hasta que encontraran, en un lago, otra isla donde viesen un águila que sobre un agave devoraba una serpiente. Entre esa fecha que se pierde en la noche de los tiempos y la llegada de Cortés, unos 22.500 años después, muchas culturas ocuparon el espacio geográfico que hoy comparten México, Guatemala, Honduras, y . Una de las culturas más antiguas fue la olmeca que erigió elevaciones de tierra que desde hacia el año 1.200 a. C. cubrió de piedras en forma de pirámides en la región de Veracruz, en las selvas lluviosas de San Lorenzo. La cultura olmeca probablemente floreció entre c. 1.500 – c. 400 a. C. A unos 250 km al sur de Veracruz, en la re- gión de Oaxaca, floreció la cultura zapoteca, en San José Mogote, que duró unos 1.000 años, desde c. 1350 hasta c. 200 a. C. – AD 200 y tuvo su centro más impor- tante en Monte Albán, en el valle de Oaxaca. La cultura de Teotihuacán floreció en un lugar a 50 km al noreste del lago Texco- co, donde, más de mil años después, en 1323 los aztecas fundaron su capital, Te- nochtitlán. A Teotihuacán sucedió el imperio tolteca, a unos 60 km al norte de la ciudad de México. Los toltecas invadieron a Teotihuacán por obra de su jefe Mixc- óatl al que, después de muerto, divinizaron. Durante el reinado de su hijo Topiltzin que debió asimilar la cultura de Teotihuacán a través de la familia materna, los tolte- cas alcanzaron su máximo esplendor. Hacia el año 980 Topiltzin decidió transferir su capital a Tula. Allí recibió el nombre de Quetzalcoatl por haber adquirido capacida- des sacerdotales al punto de poder interpretar el antiguo dios de los Teotihuacanos. 200 STELIO CRO

Durante los diecinueve años de su gobierno elevó Tula a un nivel tan alto de cultura y espiritualidad que él y su capital alcanzaron dimensiones legendarias. La balada de Quetzalcoatl cuenta las maravillas de Tula, un verdadero paraíso en la tierra, donde el algodón crecía en colores y la tierra producía frutos tan grandes que los cereales normales se utilizaban sólo para calentar los baños de vapor. La tradición mexicana refiere que los artesanos y los sabios toltecas tenían poderes extraordinarios. Sobre esta cultura se hallaba como su custodio celoso el rey sacerdote Quetzalcoatl, cuyo gobierno había hecho revivir la gloria de la teocracia teotihuacana. Pero, hacia el final del reino de Quetzalcoatl en Tula se desencadenó una lucha mortal entre dos tradiciones religiosas. Una favorecía el culto de Tezcatlipoca, el dios tribal de los toltecas que se consideraba muy poderoso y de carácter imprevi- sible y que además exigía sacrificios humanos; la otra tradición defendía el culto de Quetzalcoatl, un dios benefactor, que había donado el maíz a los hombres y les había enseñado las artes y que se limitaba a exigir sacrificios de jade, serpientes y mariposas. Estos conflictos revelaban, tras la cuestión religiosa, una oposición entre una teocracia que se remontaba a antiguas tradiciones muy influidas por la cultura teotihuacana, por un lado, y, por el otro, una concepción más dinámica, menos condicionada por la casta sacerdotal y más adepta a la casta militar. La le- yenda náhuatl cuenta cómo el hechicero Tezcatlipoca con ayuda de las artes de magia negra engañó a Quetzalcoatl hasta hacerle caer de su fama y obligarlo a salir de Tula para el exilio. Aún admitiendo una interpretación histórica del mito de Quetzalcoatl, su persis- tencia en la historia del antiguo México llega hasta el día de la invasión española. Es notable que la leyenda incluya la promesa de la vuelta de Quetzalcoatl a su trono para restablecer su reinado sin sacrificios humanos y lo notable de la leyenda es que esta profecía del retorno establecía una fecha que coincidió con la llegada de Cortés. Esta coincidencia podría explicar la perplejidad de Moctezuma ante Cortés y su am- biguo comportamiento.6 Cortés se enteró muy pronto de la leyenda y de la asociación hecha por Moctezuma entre Quetzalcoatl y el conquistador español. Éste, por un lado, le recordó al monarca azteca el dios pacifista, porque hablaba en contra de los sacrificios humanos y ponía cruces doquier pudiese, predicando la doctrina cristiana y observando la celebración de la misa doquier se dieran las circunstancias favora- bles, especialmente en lugares donde había derrotado a los indios. Por el otro, desde el principio, siempre manifestó su naturaleza humana, a pesar de la insistencia de los indios vencidos a considerarlo un ser sobrehumano, con sus españoles que, si bien

6 Véase Benjamin Keen, The Aztec Image in Western Thought. New Brunswick: Rutgers Univer- sity Press, 1990, pp. 53-54. Referencias con la abreviación Keen, seguida de las páginas. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 201 fueran un número reducido, derrotaron ejércitos de miles de valientes guerreros indi- os. Por mucho tiempo, hasta el acto final de la entrada de Cortés en Tenochtitlán, el mismo Moctezuma no podía explicarse la invencibilidad de los españoles, sino con una intervención sobrehumana. La realidad era más simple. Los españoles tenían ballestas letales y armas de fuego, incluyendo mosquetes y lombardas, que hacían estragos entre los indios armados de flechas, macanas y espadas de madera con filos de pedernal. Las espadas de acero de los españoles eran muy temibles, esgrimidas hábilmente por los soldados de Cortés, cuya valentía debe considerarse un factor decisivo. Los caballos con los jinetes les parecieron a los indios criaturas monstruo- sas, pues no podían concebir esos seres medio venados y medio hombres, como los centauros de la mitología griega. Los lebreles, que los españoles utilizaban para lace- rar a los indios enemigos, fueron otros animales temibles y que los naturales no sab- ían si asimilarlos a leones y tigres. La noticia de la victoria española en Tabasco, lograda por unos cuatrocientos españoles contra miles de indios condicionó la per- cepción de Moctezuma y de sus consejeros que prefirieron interpretar ésa, y las vic- torias españolas que siguieron, en clave religiosa. La cultura Maya floreció entre las junglas del sur y al este de Mesoamérica, en una región amplia que incluye la península de Yucatán, Guatemala, Belize, Honduras, y el sureste de México. Su florecimiento en la costa del Pacífico guatemalteco se puede fechar alrededor del 800 a. C. y, a la llegada de Cortés en la isla de Cozumel, se hallaban en plena evolución, habiendo ya alcanzado un alto grado de civilización. Su mitología y tradiciones se han conservado en los Libros de Chilam-Balam, escritos en maya, de acuerdo a la escritura fonética que ellos ya conocían. Como se puede ver, las culturas de México se presentan estratificadas, superpo- niéndose unas a otras, como muchos de sus templos, construidos uno dentro de otro, un tipo de estructura que los arqueólogos han asimilado a la cebolla. La con- quista azteca culmina en 1502, cuando Moctezuma II, es proclamado tlatoani en Tenochtitlán. Su dominio se caracteriza por un centralismo violento, fundado en una religión sangrienta, alimentada por esclavos y prisioneros de guerra. Sus re- caudadores de impuestos aplican las leyes de forma arbitraria, violando las mujeres y las hijas de muchas ciudades sujetas al monarca y cuyos ciudadanos no se han resignado a su condición de envilecimiento y esperan sacudir el yugo. Diecisiete años después de la proclamación de Moctezuma II a emperador, Cortés desembarca en Cozumel, donde los españoles liberaron a un cautivo español en Yucatán, Geró- nimo de Aguilar,7 uno de los sobrevivientes de la expedición de Diego de Nicuesa

7 Véase Francisco Javier Clavijero, Historia antigua de México, edición de Mariano Cuevas. México: Editorial Porrua, 1991, pp. 298-299. Referencias entre paréntesis con la abreviación Clavije- ro, seguida del número de páginas. 202 STELIO CRO en 1511. De esta isla Cortés pasa a la costa de Yucatán, donde, después de la bata- lla de Cintla en Tabasco, conoce a una noble india, de nombre Tenepal, natural de Painalla, pueblo de la provincia de Coatzacualco.8 Su padre, noble y feudatario dependiente del monarca azteca, murió cuando Tenepal era muy joven. Su madre, después de enviudar, se casó con otro noble. De este matrimonio nació un hijo. Para favorecer al hijo en la herencia, pretendieron que Tenepal había muerto y la vendieron a unos comerciantes de Xicalanco, poblado situado en Tabasco aprove- chando la muerte de la hija de una esclava y en cuyo entierro desplegaron el mismo dolor como si hubiera sido su propia hija. Los xicalancas la vendieron a los tabas- cos, que la entregaron, con otras indias, a Cortés. Tenepal fue bautizada como Do- ña Marina y, junto con Jerónimo de Aguilar, fue intérprete porque entre los dos sabían maya y náhuatl, además del castellano, pues Doña Marina lo aprendió muy pronto y bien. Veremos más adelante el relato de Bernal Díaz del Castillo sobre estos dos personajes clave de la conquista de México. La narración de Bernal a veces se aleja del tema principal en apartes que, a pesar de ello, aportan riqueza de detalles al cuadro de conjunto. Esto es particularmente relevante en las referencias a Cortés, que Bernal indudablemente admira, pero del que a veces sigue en apartes, que parecen necesarios, debido a la multiplicidad de obligaciones que un buen jefe, como sin duda lo era Cortés, debe forzosamente desempeñar. En la segunda sección de esta primera parte, se hará un estudio comparado de las Cartas de relación de Hernán Cortés y de la Historia verdadera de la conquista de Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, obras separadas en el tiempo por varias décadas, pues, mientras el conquistador de la Nueva España escribió sus cartas de relación a la par de sus conquistas y exploraciones, entre 1519 y 1526, Bernal escribió su Historia verdadera en 1568, o sea, más de cincuenta años des- pués de su participación, en 1517, en la armada de Francisco Hernández de Córdo- ba. Como veremos, algunas discrepancias podrían atribuirse al paso del tiempo.

Las Cartas de Relación de Hernán Cortés y la identidad del nuevo occidente A pesar de la tardía y fragmentaria publicación de los escritos de Cortés, por su valor documental e histórico, puede situarse al lado del diario de Colón, pues si éste fue el descubridor del nuevo occidente, Cortés ensanchó los horizontes y la dimensión mundial del mismo. Otro elemento importante que le relaciona al Almi- rante es su obra histórica, concebida y escrita en América. En un pasaje de la Carta

8 Como veremos, esta versión que viene de Clavijero, Historia Antigua de México, ob. cit., pp. 299 y siguientes,. sufrió variaciones. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 203

V, después de llegar al bergantín anclado sobre el río Polochic, donde acababa de reunirse con los sobrevivientes de las expediciones de Gil González de Ávila, Francisco de las Casas y Cristóbal de Olid, Cortés, al enterarse del nombre del pueblo de un indio apresado por los sobrevivientes, recuerda sus notas sobre ese pueblo: “porque entre los indios presos se halló uno que le entendía, y dijo ser na- tural de Teculutlán; y como yo oí el nombre del pueblo, parescióme que lo había oído decir otras veces; y desque llegué al pueblo miré ciertas memorias que yo tenía y hallé ser verdad que le había oído nombrar.”9 Con la conquista de México, nos encotramos con el otro, el indio, conquistado por Cortés, ese ser que nos ha dejado, gracias a la labor paciente y sabia de misioneros franciscanos como Sa- hagún y Torquemada, páginas conmovedoras de dolor y de sabiduría. Tanto Sa- hagún como Torquemada admiraron a Cortés, pues conocieron las hazañas del más grande conquistador español del Nuevo Occidente, pero debemos a ellos la viven- cia del otro. Los escritos de Cortés nos dan la pauta de la contraposición dramática que esa conquista significó para un mundo que llegaba al ocaso para renacer de las cenizas de la conquista. En las cartas de relación de Cortés, junto con el relato de la conquista y colonización hay una componente fundamental: la difusión del evange- lio, de la palabra y de los ideales de Cristo, que Cortés, junto con todos los con- quistadores y misioneros mencionados y que pueden considerarse fundadores de la literatura hispanoamericana, creyeron ser el supremo conquistador del nuevo occi- dente, según lo que podríamos definir como la antropología cristiana del descubri- miento colombino y, luego, de la conquista.

Primera carta Se da aquí una selección de esta carta, escrita por los soldados de Cortés al empe- rador Carlos V y a su madre, la reina Juana, el 10 de julio de 1519. En esta selec- ción vemos la fundación de Veracruz, primera colonia española de la Nueva Espa- ña, y nos enteramos del conflicto con Diego Velázquez, gobernador de Cuba. La carta pretendía también dar autenticidad legal a la anulación de las instrucciones que el gobernador Velázquez le había dado a Cortés, en favor de una elección es- pontánea del ejército que, eligió a Cortés como justicia mayor y capitán general, cargos que le autorizaban a fundar la ciudad de Veracruz. En el párrafo que antece- de la selección de esta primera carta se describe el encuentro entre Cortés y el caci-

9 Véase Hernán Cortés, Cartas de relación de Fernando Cortés sobre el descubrimiento y con- quista de la Nueva España, en Historiadores primitives de Indias, editor Don Enrique de Vedia, Madrid, BAE, 1946, Carta V, 138. Referencias con la abreviación Carta, seguida del número de la carta y de la página. 204 STELIO CRO que de la region de México donde surgirá Veracruz. En esta etapa de la conquista Cortés ya ha derrotado a un numeroso ejército de indios en la batalla de Cintla (moderna Centla), en la región de Tabasco, donde había explorado el río de Grijal- va. De notar que en esta región se encuentran los restos de La Venta, uno de los principales centros de la antigua civilización Olmeca. Además, el conquistador ya tiene dos intérpretes, Gerónimo de Aguilar, que había sido cautivo de los mayas durante siete años y conocía el quiche, la lengua de los mayas, y Doña Marina, la Malinche, también cautiva de los indios de Tabasco y que conocía el quiché y su lengua nativa, el náhuatl, la lengua de los aztecas. Deseoso de establecer relaciones con los nativos, Cortés hizo progresos muy rápidos en el campo que podríamos definir de la diplomacia, con dos intérpretes capaces, como Aguilar y Marina. Se explica así, además de no pasar por alto el extraordinario talento de Cortés para adaptarse a las nuevas condiciones, la amistad lograda con el cacique de la region donde surgirá Veracruz, cacique con quien Cortés rescata, esto es, barata, joyas y otros objetos de oro por una camisa y una chaqueta y algunas cuentas de Castilla, es decir establece un tipo de actividad comercial de mucho lucro, cuyo resultado se documenta también en esta selección, junto con la primera descripción de la geo- grafía, orografía, clima, fauna, flora y poblaciones nativas de la Nueva España, con sus costumbres y prácticas religiosas, que incluyen los sacrificios humanos y el canibalismo.

Apología de un alzamiento contra un mal gobernador y justificación de una conquista Los que, como Bernal, acompañaron a Cortés en su armada, se dieron cuenta de la trama orquestada por el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, con el apoyo desde España, de Juan Rodríguez de Fonseca, Obispo de Burgos y Arzobispo de Roano, que integraba el Consejo de Indias:

Después de se haber despedido de nosotros el dicho cacique y vuelto a su casa en mucha conformidad, como en esta armada venimos personas nobles caballeros hijosdalgo celosos del servicio de nuestro Señor y de vuestras reales altezas, y de- seosos de ensalzar su corona real, de acrecentar sus señoríos y de aumentar sus rentas, nos juntamos y platicamos con el dicho capitán Fernando Cortés, diciendo que esta tierra era buena y que, según la muestra de oro que aquel cacique había dado, era de creer que él y todos sus indios nos tenían muy buena voluntad; por tanto, que nos parecía que no convenía al servicio de vuestras majestades, y que en tal tierra se hiciese lo que Diego Velázquez había mandado hacer al dicho capitán Fernando Cortés, que era rescatar todo el oro que pudiese, y rescatado, volverse TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 205

con todo ello a la isla Fernandina,10 para gozar solamente dello el dicho Diego Ve- lázquez y el dicho capitán, y lo mejor que a todos nos parecía era que en nombre de vuestras reales altezas se poblase y fundase allí un pueblo en que hubiese justi- cia, para que en esta tierra tuviesen señorío, como en sus reinos y señoríos lo tie- nen; porque siendo esta tierra poblada de españoles, demás de acrecentar los rein- os y señoríos de vuestras majestades y sus rentas, nos podrían hacer mercedes a nosotros y a los pobladores que de más allá viniesen adelante. Y acordado esto, nos juntamos todos en concordes de un ánimo y voluntad, y hicimos un requeri- miento al dicho capitán, en el cual dijimos que, pues él veía cuánto al servicio de Dios Nuestro Señor y al de vuestras majestades convenía que esta tierra estuviese poblada, dándole las causas de que arriba a vuestras altezas se ha hecho relación, que le requerimos que luego cesase de hacer rescates de la manera que los venía a hacer, porque sería destruir la tierra en mucha manera y vuestras majestades serían en ello muy deservidos, y que ansí mismo le pedimos y requerimos que luego nombrase para aquella villa que se había por nosotros de hacer y fundar alcaldes y regidores en nombre de vuestras reales altezas, con ciertas protestaciones en for- ma que contra él protestamos si ansí no lo hiciese. Y hecho este requerimiento al dicho capitán, dijo que daría su respuesta al día siguiente: y viendo, pues, el di- cho capitán como convenía al servicio de vuestras majestades que a otra cosa al- guna, y que, no mirando al interese que a él se le siguiera si prosiguiera en el rescate que traía presupuesto de rehacer los grandes gastos que de hacienda hab- ía hecho de aquella armada, juntamente con el dicho Velázquez, antes, pospo- niéndolo todo, le placía y era contento de hacer lo que por nosotros le era pedi- do, pues que tanto convenía al servicio de vuestras reales altezas; y luego co- menzó con grande diligencia a poblar y a fundar una villa, a la cual puso por nombre la rica villa de la Veracruz, y nombrónos a los que la de antes suscribi- mos por alcaldes y regidores de la dicha villa, y en nombre de vuestras reales al- tezas recibió de nosotros el juramento y solenidad que en tal caso se acostumbra y suele hacer, después de lo cual, otro día siguiente entramos en nuestro cabildo y ayuntamiento; y estando así juntos enviamos a llamar al dicho capitán Fernan- do Cortés y le pedimos en nombre de vuestras reales altezas que nos mostrase los poderes e instrucciones que el dicho Diego Velázquez le había dado para ve- nir a estas partes; el cual envió luego por ellos y nos los mostró, y vistos y leídos por nosotros, bien examinados, según lo que pudimos mejor entender, hallamos a nuestro parecer que por los dichos poderes e instrucciones no tenía más poder el dicho capitán Fernando Cortés, y que por haber ya expirado no podía usar de justicia ni de capitán de allí adelante. Pareciéndonos, pues, muy excelentísimos príncipes, que para la pacificación y concordia dentre nosotros y para nos go- bernar bien convenía poner una persona, para su real servicio que estuviese en nombre de vuestras majestades en la dicha villa, y en estas partes por justicia mayor y capitán y cabeza, a quien todos acatásemos hasta hacer relación dello a vuestras reales altezas para que en ello proveyesen lo que más servido fuesen, y visto que a ninguna persona se podría dar mejor el dicho cargo que al dicho Fer-

10 Nombre con el que durante las primeras décadas después del descubrimiento de Colón se de- signa la isla de Cuba, después de su nombre de bautismo—Juana—que el Almirante le había dado en honor del príncipe heredero, muerto prematuramente. 206 STELIO CRO

nando Cortés, porque demás de ser persona tal cual para ello conviene tiene muy gran celo y deseo del servicio de vuestras majestades, y asimismo por la mucha experiencia que destas partes e islas tiene, de causa de los cuales ha siempre da- do buena cuenta, y por haber gastado todo cuanto tenía por venir, como vino, con esta armada de servicio de vuestras majestades, y por haber tenido en poco como hemos hecho relación, todo lo que podía ganar y interese que se le podía seguir si rescatara como tenía concertado, le proveímos, en nombre de vuestras reales altezas, de justicia y alcalde mayor, del cual recibimos el juramento en que en tal caso se requiere; y hecho como convenía al servicio de vuestra majes- tad, lo recibimos en su real nombre en nuestro ayuntamiento y cabildo por justi- cia mayor y capitán de vuestras reales armas, y ansí está y estará hasta tanto que vuestras majestades provean lo que más a su servicio convenga. Hemos querido hacer de todo esto relación a vuestras reales altezas por que sepan lo que acá se ha hecho y el estado y manera en que quedamos. Después de hecho lo susodi- cho, estando todos ajuntados en nuestro cabildo, acordamos de escribir a vues- tras majestades y les enviar todo el oro y plata y joyas que en esta tierra habe- mos habido de más, y allende de la quinta parte que de sus rentas y disposicio- nes reales les pertenece, y que con todo ello, por ser lo primero, sin quedar cosa alguna en nuestro poder, sirviésemos a vuestras reales altezas, mostrando en es- to la mucha voluntad que a su servicio tenemos, como hasta aquí lo habemos hecho con nuestras personas y haciendas; y acordado por nosotros esto, elegi- mos por nuestros procuradores a Alonso Fernández Portocarrero y a Francisco de Montejo, los cuales enviamos a vuestra majestad con todo ello, y para que de nuestra parte besen sus reales manos y en nuestro nombre y desta villa y concejo supliquen a vuestras reales altezas nos hagan merced de algunas cosas cumplide- ras al servicio de Dios y de vuestras majestades y al bien común de la villa, se- gún más largamente llevan por las instrucciones que les dimos; a los cuales humildemente suplicamos a vuestras majestades con todo el acatamiento que debemos reciban y den sus reales manos para que de nuestra parte las besen, y todas las mercedes que en nombre de este concejo y nuestro pidieren y suplica- ren las concedan; porque demás de hacer vuestra majestad servicio en ello a Nuestro Señor, esta villa y concejo recibiremos muy señalada merced, como de cada día esperamos que vuestras reales altezas nos han de hacer. En un capítulo desta carta dijimos de suso que enviamos a vuestras reales altezas relación, para que mejor fuesen vuestras majestades informados, de las cosas desta tierra y de la manera y riqueza della, y de la gente que la posee, y de la ley o seta, ritos y ceremonias en que viven; y esta tierra, muy poderosos señores, donde ahora en nombre de vuestras majestades estamos, tiene cincuenta leguas de costa de la una parte y de la otra deste pueblo; por la costa de la mar es toda llana, de mu- chos arenales, que en algunas partes duran dos leguas y más. La tierra adentro y fuera de los dichos arenales es tierra muy llana y de muy hermosas vegas y ribe- ras en ellas, tales y tan hermosas, que en toda España no pueden ser mejores, an- sí de apacibles a la vista, como de fructíferas de cosas que en ellas siembran, y muy aparejadas y convenibles, y para andar por ellas y se apacentar toda manera de ganados. Hay en esta tierra todo género de caza y animales y aves conforme a los de nuestra Naturaleza, ansí, como ciervos, corsos, gamos, lobos, zorros, per- dices, palomas, tórtolas de dos y de tres maneras, codornices, liebres, conejos; TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 207

por manera que en aves y animales no hay diferencias desta tierra a España, y hay leones y tigres a cinco leguas de la mar por unas partes, y por otras a menos. A más va una gran cordillera de sierras muy hermosas,11 y algunas dellas son en gran manera muy altas, entre las cuales hay una que excede en mucha altura a to- das las otras, y della se ve y descubre gran parte de la mar y de la tierra, y es tan alta, que si el día no es bien claro no se puede divisar ni ver lo alto della, y está tan blanco, que lo juzgamos por nieve, y aun los naturales de la tierra nos dicen que es nieve; mas porque no lo hemos bien visto, aunque hemos llegado muy cerca, y por ser esta región tan cálida, no lo afirmamos ser nieve; trabajaremos de saber y ver aquello y otras cosas de que tenemos noticia, para dellas hacer a vuestras reales al- tezas verdadera relación de las riquezas de oro y plata y piedras; y juzgamos lo que vuestras majestades podían mandar juzgar según la muestra que de todo ello a vuestras reales altezas enviamos. A nuestro parecer se debe creer que hay en esta tierra tanto cuanto en aquella de donde se dice haber llevado Salomón el oro para el templo; mas como ha tan poco tiempo que en ella estamos, no hems podido ver más de hasta cinco leguas de tierra adentro de la costa del mar, y hasta diez o doce leguas de largo de tierra por la costa de una y de otra parte que hemos andado des- que saltamos en tierra, aunque desde la mar mucho más se parece y mucho más vimos viniendo navegando. La gente de esta tierra que habita desde la isla de Co- zumel y punta de Yucatán hasta donde nosotros estamos es una gente de mediana estatura, de cuerpos y gestos bien proporcionados, excepto que en cada provincia se diferencian ellos mismos los gestos,12 unos horadándose las orejas y poniéndo- se en ellas muy grandes y feas cosas, y otros horadándose las ternillas de las nari- ces hasta la boca, y poniéndose en ellas unas ruedas de piedras muy grandes, que parecen espejos, y otros se horadan los besos de la parte de abajo hasta los dientes, y cuelgan dellos unas grandes ruedas de piedra o de oro, tan pesadas, que les traen los besos caídos y parecen muy diformes, y los vestidos que traen es como de al- maizales muy pintados, y los hombres traen tapadas sus vergüenzas, y encima del cuerpo unas mantas muy delgadas y pintadas a manera de alquizales moriscos, y las mujeres y de la gente común traen unas mantas muy pintadas desde la cintura hasta los pies y otras que les cubren las tetas, y todo lo demás traen descubierto; y las mujeres principales andan vestidas de unas muy delgadas camisas de algodón muy grandes, labradas y hechas a manera de roquetes; y los mantenimientos que tienen es maíz y algunos cuyes, como los de las otras islas y potu yuca así como la que comen en la isla de Cuba, y cómenla asada, porque no hacen pan della; y tie- nen sus pesquerías y cazas; crían muchas gallinas como las de Tierra Firme, que son tan grandes como pavos. Hay algunos pueblos grandes y bien concertados; las casas, en las partes que alcanzan piedras son de cal y canto, y los aposentos dellas, pequeños y bajos, muy amoriscados; y en las partes adonde no alcanzan piedra, hácenlas de adobe y encálanlos por encima, y las coberturas de encima son de pa- ja. Hay casas de algunos principales muy frescas y de muchos aposentos, porque nosotros habemos visto más de cinco patios dentro de unas solas casas, y sus apo- sentos muy aconcertados, cada principal servicio que ha de ser por sí, y tienen de-

11 Se extiende a lo largo de la parte oriental de la meseta Mexicana, cuyo pico principal es el Pico de Orizaba, de 5.577 m. de altura. 12 “gestos” aquí está por apariencia. 208 STELIO CRO

ntro sus pozos y albercas de agua, y aposentos para esclavos y gente de servicio, que tienen mucha; y cada uno destos principales tienen a la entrada de su casa, fuera della, un patio muy grande, y algunos dos y tres y cuatro muy altos, con sus gradas para subir a ellos, y son muy bien hechos, y con éstos tienen sus mezquitas y adoratorios y sus andenes, todo a la redonda muy ancho, y allí tienen sus ídolos que adoran, dellos de piedra, y dellos de barro, y dellos de palos a los cuales hon- ran y sirven en tanta manera y con tantas ceremonias, que en mucho papel no se podría hacer de todo ello a vuestras reales altezas entera y particular relación; y es- tas casas y mezquitas donde los tienen son las mayores y menores más bien obra- das y que en los pueblos hay, y tiénenlas muy atumadas con plumajes y paños muy labrados y con toda manera de gentileza, y todos los días, antes que obra al- guna comienzan, queman en las dichas mezquitas incienso y algunas veces sacrifi- can sus mismas personas, cortándose unos las lenguas, y otros las orejas, y otros acuchillándose el cuerpo con unas navajas, y toda la sangre que dellos corre la ofrecen a aquellos ídolos, echándola por todas las partes de aquellas mezquitas, y otras veces echándola hacia el cielo, y haciéndolo otras muchas maneras de cere- monias; por manera que ninguna obra comienzan sin que primero hagan allí sacri- ficio. Y tienen otra cosa horrible y abominable y digna de ser punida, que hasta hoy visto13 en ninguna parte, y es que todas las veces que alguna cosa quieren pe- dir a sus ídolos, para que más aceptación tenga su petición, toman muchas niñas y niños y aun hombres y mujeres de más14 mayor edad, y en presencia de aquellos ídolos los abren vivos por los pechos y les sacan el corazón y las entrañas, y que- man las dichas entrañas y corazones delante de los ídolos, ofreciéndoles en sacri- ficio aquel humo. Esto habemos visto algunos de nosotros, y los que lo han visto dicen que es la más terrible y más espantosa cosa de ver que jamás han visto. Hacen estos indios15 tan frecuentemente y tan a menudo, que, según somos infor- mados, y en parte habemos visto por experiencia en lo poco que ha que en esta tie- rra estamos, no hay año en que no maten y sacrifiquen cincuenta ánimas en cada mezquita, y esto se usa y tienen por costumbre desde la isla de Cozumel hasta esta tierra adonde estamos poblados; y tengan vuestras majestades por muy cierto que, según la cantidad de la tierra nos parece ser grande y las muchas mezquitas que tienen, no hay año en que, en lo que hasta ahora hemos descubierto y visto, no ma- ten de esta manera tres o cuatro mil ánimas. Vean vuestras reales majestades si deben evitar tan gran mal y daño, y si cierto Dios Nuestro Señor será servido si por mano de vuestras reales altezas estas gentes fueran introducidas y instruidas en nuestra muy santa fe católica, y conmutada la devoción, fe y esperanza que en es- tos sus ídolos tienen, en la divina potencia de Dios; porque es cierto que si con tanta fe y fervor y diligencia a Dios sirviesen, ellos harían muchos milagros. Es de creer que no sin causa Dios Nuestro Señor ha sido servido que se descubriesen es- tas partes en nombre de vuestras reales altezas, para que tan gran fruto y mereci- miento de Dios alcanzasen vuestras majestades mandando informar y siendo por su mano traídas a la fe estas gentes bárbaras que, según lo que dellos hemos cono- cido, creemos que habiendo lenguas y personas que le hiciesen entender la verdad

13 Sin duda no se ha visto (Vedia). 14 Sobra de más (Vedia). 15 Tal vez Hacen esto estos indios (Vedia). TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 209 de la fe y el error en que están, muchos dellos, y aun todos, se apartarían muy bre- vemente de aquella ironia que tienen y vendrían al verdadero conocimiento, por- que viven más política y razonablemente que ninguna de las gentes que hasta hoy en estas partes se ha visto. Querer dar a vuestra majestad todas las particularidades desta tierra y gente della podría ser que en algo se errase la relación, porque mu- chas dellas no se han visto más de por informaciones de los naturales della, y por esto no nos entremetemos a dar más de aquello que por muy cierto y verdadero vuestras reales altezas podrán mandar tener dello. Podrán vuestras majestades, si fueran servidos, hacer por cosa verdadera relación a nuestro muy santo Padre para que en la conversión desta gente se ponga diligencia y buena orden, pues que de ello se espera sacar tan gran fruto y tanto bien, para que su santidad haiga por bien y permita que los malos y rebeldes, siendo primero amonestados, puedan ser puni- dos y castigados como enemigos de nuestra santa fe católica, y será ocasión de castigo y espanto a los que fueron rebeldes en venir en conocimiento de la verdad, y evitarán tan grandes males y daños como son los que en servicio del demonio hacen; porque aun allende de lo que arriba hemos hecho relación a vuestras majes- tades de los niños y hombres y mujeres que matan y ofrecen en sus sacrificios, hemos sabido y sido informados de cierto que todos son sodomitas y usan aquel abominable pecado. Con estos nuestros procuradores que a vuestras altezas en- viamos, entre otras cosas que en nuestra instrucción llevan, es una que de nuestra parte supliquen a vuestras majestades que en ninguna manera den ni hagan merced en estas partes a Diego Velázquez, teniente de almirante en la isla Fernandina, de adelantamiento ni gobernación perpetua ni de otra manera, ni de cargos de justicia, y si alguna se tuviere hecha, la manden revocar, porque no conviene al servicio de su corona real que el dicho Diego Velázquez ni otra persona alguna tenga señoría ni merced otra alguna perpetua ni de otra manera salvo, por cuanto fue la voluntad de vuestras majestades en esta tierra de vuestras reales altezas, por ser, como es, a lo que ahora alcanzamos y a lo que se espera, muy rica; y aun allende de convenir al servicio de vuestras majestades que el dicho Diego Velázquez sea proveído de oficio alguno, esperamos, si lo fuese, que los vasallos de vuestras reales altezas que en esta tierra hemos comenzado a poblar y vivimos seríamos muy maltratados por él, porque creemos que lo que ahora se ha hecho en servicio de vuestras ma- jestades en les enviar este servicio de oro y plata y joyas que le enviamos, que en esta tierra hemos podido haber, no será su voluntad que ansí se hiciera, según ha aparecido claramente por cuatro criados suyos que acá pasaron, los cuales desque vieron la voluntad que teníamos de lo enviar todo, como lo enviamos, a vuestras reales altezas, publicaron y dijeron que fuera mejor enviarlo a Diego Velázquez y otras cosas que hablaron perturbando que no se llevase a vuestras majestades, por lo cual los mandamos prender, y quedan presos para se hacer dellos justicia, y después de hecha se hará relación a vuestras majestades de lo que en ello hiciére- mos. Y porque lo que hemos visto que el dicho Diego Velázquez ha hecho, y por la experiencia que dello tenemos, tenemos temor que si con cargo a esta tierra vi- niese, nos trataría mal, como lo ha hecho en la isla Fernandina el tiempo que ha tenido cargo de la gobernación, no haciendo justicia a nadie mas de por su volun- tad y contra quien a él se antojaba por enojo y pasión, y no por justicia ni razón, y desta manera ha destruido a muchos buenos, trayéndolos a mucha pobreza, no les queriendo dar indios, y tomándoselos a todos para sí, y tomando él todo oro que 210 STELIO CRO

han cogido, sin les dar parte dello, teniendo, como tiene, compañías desaforadas con todos los más muy a su propósito; y por el hecho como sea gobernador y re- partidor, con pensamiento y miedo que los ha de destruir, no osan hacer más de lo que él quiere; y desto no tienen vuestras majestades noticia ni se les ha hecho ja- más relación dello, porque los procuradores que a su corte han ido de la dicha isla son hechos por su mano y sus criados, y tiénenlos bien contentos dándoles indios a su voluntad, y los procuradores que van al de las villas para negociar lo que toca a las comunidades cúmpleles hacer lo que él quiere, porque les da indios a su con- tento, y cuando los tales procuradores vuelven a sus villas y les mandan cuenta de lo que ha hecho dicen y responden que no envíen personas pobres, porque por un cacique que Diego Velázquez les da hacen todo lo que él quiere, y porque los re- gidores y alcaldes que tienen indios no se los quite el dicho Diego Velázquez, no osan hablar ni reprender a los procuradores que han hecho lo que no debían com- placiendo a Diego Velázquez; y para esto y para otras cosas tiene él muy buenas, por donde vuestras altezas pueden ver que todas las relaciones que la isla Fernan- dina por Diego Velázquez hizo y las mercedes que para él piden son por indios que da a los procuradores, no porque las comunidades son dello contentas ni tal cosa desean: antes querrían que los tales procuradores fuesen castigados; y siendo a todos los vecinos y moradores desta villa de la Veracruz notorio lo sucedido, se juntaron con el procurador deste concejo y nos pidieron y requirieron por su re- querimiento, firmado de sus nombres, que en su nombre de todos suplicásemos a vuestras majestades que no proveyesen de los dichos cargos ni de alguno dellos al dicho Diego Velázquez, antes le mandasen tomar residencia y le quitasen el cargo que16 la isla Fernandina tiene, pues que lo susodicho, tomándole residencia, se sa- bría que es verdad y muy notorio; por lo cual à vuestra majestad suplicamos man- den dar un pesquisidor para que haga la pesquisa de todo esto de que hemos hecho relación a vuestras reales altezas, ansí para la isla de Cuba como para otras partes, porque le entendemos probar cosas por donde vuestras majestades vean si es justi- cia ni conciencia que él tenga cargos reales en estas partes ni en las otras donde al presente reside. Hemos ansimismo pedido el procurador y vecinos y moradores desta villa, en el dicho pedimento, que en su nombre supliquemos a vuestra majes- tad que provean y manden dar su cédola y provisión real para Fernando Cortés, capitán y justicia mayor de vuestras reales altezas, para que él nos tenga en justicia y gobernación hasta tanto que esta tierra esté conquistada y pacífica y por el tiem- po que más a vuestra majestad le pareciere y fuere servido, por conocer ser tal per- sona que conviene para ello; el cual pedimento y requerimiento enviamos con es- tos nuestros procuradores a vuestra majestad, y humildemente suplicamos a vues- tras reales altezas que, ansí en esto, como en todas las otras mercedes en nombre17 deste concejo y villa les fueron18 suplicadas por parte de los dichos procuradores, no las hagan y manden conceder, y que nos tengan por sus muy leales vasallos, como lo hemos sido y seremos siempre. Y el oro y plata y rodelas y ropa que a vuestras reales altezas enviamos con los procuradores, demás del quinto que a

16 Debió decir que en (Vedia). 17 Sin duda que en nombre (Vedia). 18 Quizá fueren (Vedia). TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 211

vuestra majestad pertenece, de que suplica19 Fernando Cortés y este concejo les hacen servicio, va en esta memoria firmada de los dichos procuradores, como por ella vuestras reales altezas podrán ver. De la rica villa de la Veracruz, a 10 de julio de 1519 (Carta I, 8-11).

En este largo fragmento de la primera carta, se documentan varios aspectos fundamentales de la conquista de México. En primer lugar, la fundación de Vera- cruz, primera colonia española de la Nueva España, en un acto desafiante a las instrucciones del gobernador de Cuba, Diego Velázquez, que hubiese preferido que se hiciesen rescates para lograr el deseado oro. La ciudad crecerá y con el tiempo se transformará en el mayor puerto de la Nueva España. Pero esta carta establece que Cortés se rebela al gobernador, su suegro, y se pone en una posición difícil para la metrópolis, donde no se ve de buen ojo la violación de la obediencia a un superior. Es éste el primero de varias instancias, todas documentadas en sus rela- ciones enviadas por Cortés al emperador Carlos V, de que la magnitud de su con- quista haga más tolerable su enemistad y rebeldía con el gobernador de Cuba y luego adelantado de la Nueva España. En la carta se anuncia el nombramiento por parte del ejército de Cortés a Capitán General y Justicia Mayor, otra maniobra para anular su dependencia del gobernador de Cuba. Otro punto importante, es el envío del tesoro al emperador que, con la carta y otros documentos, los apoderados, o procuradores de Cortés, los capitanes Alonso Hernández Portocarrero y Francisco de Montejo, han de llevar a España. La carta nos da la primera descripción de la tierra explorada, desde Yucatán, que ya había sido descubierto por el capitán Fran- cisco Hernández de Córdoba en 1517, el río de Grijalva, descubierto por el capitán Juan de Grijalva en 1518, hasta el puerto de Veracruz, por una extensión de cien leguas de costa, o sea, unos quinientos kilómetros, de tierra muy panorámica, con planicies fértiles y a lo lejos las sierras, algunos de cuyos picos son nevados todo el año. Se describe la flora y la fauna, riquísima en toda suerte de plantas y flores, como también de frutas y cereales, y abundante en los codiciados metales preciosos y piedras preciosas. De los indios se dice que son los más adelantados encontrados hasta ese momento, que viven en ciudades con edificios de cal y canto y tienen vestidos de hombres y de mujeres. Se detiene la carta en describir la función de los edificios más importantes: se describen como templos y adoratorios donde se en- cuentran efigies de los ídolos, de piedra o de madera, en cuyos altares se cumplen horribles sacrificios humanos de niños, niñas, hombres y mujeres. La carta describe estos templos como mezquitas, término que expresa bien la perspectiva de los sol-

19 En vez de suplica, es probable que dijese el original su capitán (Vedia). 212 STELIO CRO dados de Cortés, aún dependientes de la terminología de la reconquista.20 La parte final de la carta enjuicia el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, que es acusado de crueldad y tiranía contra los que no obedecen sus dictados. Se pide enfáticamen- te que se le haga un juicio de residencia para probar los cargos. La carta es un do- cumento que revela la difícil situación de Cortés, rebelde al gobernador, y, de con- secuencia, a la metrópolis que no toleraba insubordinación en el ejército. La situa- ción de Cortés representa un profundo contraste entre su hazañosa conquista de México y la sorda resistencia de sus enemigos en el nuevo y viejo mundo. Muy al contrario de los deseos de los autores de la carta, a Velázquez le nombrarán adelan- tado de la Tierra Firme haciendo la posición del más grande conquistador de Amé- rica difícil de reconciliar con sus indudables méritos.

Segunda Carta: primeras noticias sobre el emperador Moctezuma La segunda Carta de relación, fechada en la villa Segura de la Frontera el 30 de octubre de 1520, comienza con una referencia a la primera carta, en que Cortés le recuerda al emperador Carlos V que en esa primera comunicación del 10 de julio de 1519, despachada por barco de la Nueva España el 16 de mismo mes, venía una relación de todo lo sucedido en la nueva tierra. Se trataba de la relación que, en nombre de Cortés, los soldados principales del conquistador habían redactado y dirigido a la reina Juana y al emperador Carlos V y que había sido confiada a los capitanes Alonso Hernández Portocarrero y Francisco de Montejo, procuradores de la villa de Veracruz. Es probable que Cortés, que se había alzado contra el gober- nador de Cuba, quisiese demostrar como su mando estaba sufragado por sus hom- bres y que su autoridad ya no dependía del gobernador, sino de su ejército. Se pue- de decir que Cortés inicia con su acción la larga tradición del golpe militar que ha caracterizado la historia de América latina. Entre las novedades importantes de esta segunda relación se comunicaba al emperador que, al poco tiempo de su desembar- co en San Juan de Ulúa, Cortés había tenido “noticia de un gran señor que se lla- maba Muctezuma (…) que estaba (…) hasta noventa o cien leguas de la costa y puerto donde yo desembarqué” (Carta II, 12). Sabida de la existencia del empera- dor azteca y de sus riquezas fabulosas, puesto en su papel de neo-cruzado y embe- bido de la épica de la Reconquista que había alimentado los libros de caballería, Cortés creyó poder emular a los paladines del ciclo carolingio. Su actitud heroica

20 Véase el artículo de William Mejías-López, sobre la perspectiva—anacrónica en este caso, por parte del autor— de Cortés que resiente de la cultura española de fines del siglo XV, principios del XVI: “Hernán Cortés y su intolerancia hacia la religión azteca en el contexto de la situación de los conversos y moriscos,” Bulletin Hispanique, 1993, Vol. 95, N. 2, pp. 623-646. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 213 se apoyó en una situación especial que él concibió, más en su fantasía fervorosa que fundamentada en la realidad mucho más compleja de la corte de los Habsbur- gos, donde la percepción de la empresa de América no rivalizaba los intereses que la casa de Austria contemplaba en Europa. Pero Cortés no era hombre que se des- corazonase ante detalles que él consideraba obstáculos a su misión de pacificar las nuevas tierras y traerlas a la obediencia de la corona y a la conversión cristiana. Y no es de excluir que en su formación salmantina y sus lecturas de los clásicos, el hecho que Carlos V, su emperador, fuera el heredero del imperio fundado por Car- lomagno y que recordara hasta en el nombre a ese lejano antepasado, le inspirara para acometer empresas dignas de los paladines que, en la épica renacentista, como el poema Orlando Furioso de Ludovico Ariosto, aparecido en 1516, también ape- laban a Carlomagno por sus derechos y reconocimientos. Al mismo tiempo, comu- nica al emperador que, para la fecha de esta segunda carta del 16 de agosto de 1519, ya había pacificado una vasta región, la que habitaban los totonaques,21 na- ción que, conquistada por Moctezuma, toleraba mal las violencias de los Culhas, los oficiales aztecas encargados de recaudar los impuestos y que se distinguían por sus violencias contra las mujeres de los vasallos del emperador azteca. Sin insistir demasiado en modelos literarios, se podría aludir, para comprender el afán de glo- ria de Cortés, a una contraposición entre Moctezuma y Carlos V, paralela a la que en el Orlando Furioso despliegan los personajes de Carlomagno y Agramante. Comienza así la aventura épica y ya no libresca, de este conquistador extraordina- rio en medio de una región inexplorada, rodeado de indios hostiles que luchan va- lientemente contra los invasores. Cortés escribe que su propósito es obligar a Moc- tezuma a declararse vasallo de su majestad, el emperador Carlos V. De los caciques de una de las ciudades de los totonaques—Cempoala22—se entera del estado de rebeldía latente y esta ciudad, cansada de los abusos de los aztecas, se alía con Cortés, después que éste ha logrado derrotar a los indios de Tabasco. Ya hemos mencionado la leyenda del dios Quetzalcoatl.23 Los mexicanos, al ver las victorias de algunos centenares de españoles contra miles de indios, y la eficacia de sus ar- mas y los navíos, creen que su mítico dios ha vuelto para hacer justicia de los mal- vados y de los tiranos, creencia que Cortés utiliza para obtener el apoyo de los enemigos de Moctezuma. El personaje que más encaja en la épica caballeresca es el emperador mexicano, que ya hemos visto embelesado por el mismo mito del que cree ser testigo. Personaje de gran complejidad, absorto en sus creencias y en las de

21 Sigo la grafía de Sahagún. 22 Sigo la grafía de Clavijero; Torquemada la escribe Cempoalla y Cortés Cempoal. Actualmente, el sito arqueológico en México se conoce como Cempoala o Zempoala. 23 Sigo la grafía de Clavijero y de Sahagún. Torquemada lo escribe como Quetzalcohuatl. 214 STELIO CRO sus antepasados, supersticioso al punto de creer poder impedirle el avance a Cortés con sus adivinos y hechiceros, Moctezuma, cuando Cortés llega a su palacio, no solamente lo recibe con honores, sino que se deja apresar sin oponer resistencia y llega a cooperar con el conquistador en la sujeción de su país. Su discurso al pue- blo, desde su prisión, tiene por momentos el pathos de una tragedia griega y, poco después, es herido mortalmente de una pedrada en la cabeza, lanzada por sus súbdi- tos que no aceptan el dominio español. La narración de la muerte de Moctezuma se incluye en esta segunda carta. No le han faltado contratiempos a Cortés. Uno es causado por la conspiración de cuatro miembros de su ejército que, enterados del plan de Cortés de adentrarse tierra adentro con unos trescientos cincuenta soldados, planean asaltar un bergantín, matar al maestre y navegar hasta Cuba para avisarle al gobernador Velázquez del plan de Cortés y del navío que él acaba de despachar con la relación y el tesoro para el emperador Carlos V. En preparación a su expedi- ción para llegar a Tenochtitlán, Cortés deja en Veracruz una fuerza de ciento cin- cuenta hombres a las órdenes del capitán Juan de Escalante y, de acuerdo con este oficial y para prevenir que haya otros amotinamientos de gente que quiera volver a Cuba, da con los navíos que están anclados al través sobre la costa. En Cempoala, donde hacía preparativos y se proveía de bastimentos, se entera de una armada de cuatro navíos, al mando de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica, que se han acercado al puerto de Veracruz, pero, al enterarse que ese puerto está en manos de Cortés, se alejan, sin buscar contactos con Cortés, después que uno de los soldados de Veracruz se había acercado a uno de los navíos de Garay pidiendo la identifica- ción de los ocupantes e inquiriendo por sus planes. Después de esta demora causa- da por la inesperada visita, Cortés resume su avance por el territorio de los totona- ques hasta llegar al territorio de la Confederación de México, formada por tres ciudades—Tenochtitlán, Tlacopán y Texcoco24—cuyo gobierno residía en Tenoch- titlán, edificada en el centro del lago Texcoco, y cuyo jefe era Moctezuma. Las otras ciudades y pueblos recorridos por Cortés son, con la excepción de Tlaxcala,25 vasallos de Moctezuma. Algunos, como los totonaques, se han rendido a Cortés en la esperanza de aliviar su condición de esclavos explotados por los aztecas, espe- ranza vana pues para ellos se tratará de pasar de una esclavitud a otra. Otros, como Cholula,26 aparentan sujeción para consumar la traición aconsejada y financiada por Moctezuma, como veremos más adelante. Al llegar a Tlaxcala, como vencedor después de varios combates con esta ciudad orgullosa y guerrera, Cortés, maravi- llado de sus edificios y de su organización, la compara a Granada, pero con más

24 Para los nombres de estas ciudades mexicanas sigo la grafía de Clavijero. 25 Sigo la grafía de Clavijero; Torquemada escribe Tlaxcalla. 26 Sigo la grafía de Clavijero y Torquemada; Cortés la escribe Churultecal. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 215 habitantes que los de la ciudad de Andalucía: “Hay en esta ciudad un mercado en que cuotidianamente, todos los días, hay en él de treinta mil almas arriba vendien- do y comprando” (Carta II, 17). En Cholula, o Churultecal como la llama Cortés, los españoles deben derribar barreras puestas en las calles y evitar los hoyos cava- dos en muchas otras y mimetizados con ramas y paja, para esconder los palos pun- tiagudos plantados en ellos para herir los caballos. Estas trampas, además de las piedras almacenadas en las terrazas, se hallaban alrededor del aposento que los cholultecas habían preparado para los españoles. La batalla es una de las más san- grientas de la campaña. La ciudad, orgullosa con sus 400 templos y oratorios para los sacrificios humanos, debe rendirse ante la fuerza del ejército de Cortés que con las lombardas, las escopetas, las ballestas y las espadas de acero de los españoles, siembra la muerte y la destrucción. La batalla de Cholula se desarrolla bajo la mi- rada incrédula de los embajadores de Moctezuma, venidos a contemplar la deseada destrucción de los españoles. Al fin, después de sufrir más de tres mil muertos y miles de heridos y la destrucción de muchos de sus templos y oratorios, Cholula se rinde. En la carta al emperador Cortés la describe edificada en un llano a vista del volcán Popocatepetl y sito de la gran pirámide dedicada al dios Quetzalcoatl.27 Después de la destrucción de Cholula, Moctezuma trata de apaciguar a Cortés en- viándole otro presente suntuoso de oro, plumas y ropa, con la recomendación que no vaya a Tenochtitlán. Cortés sigue en su avance y, llegado a las afueras de Te- nochtitlán, es recibido con todos los honores por los principales cortesanos de Moctezuma, que ha dado instrucciones para que le lleven a su palacio y traten a Cortés y a sus soldados con gran consideración y solicitud. Moctezuma le da una de sus hijas al conquistador, además de varias esclavas para los españoles y mu- chos presentes en oro, piedras preciosas y ropas de algodón. En la entrevista con Cortés, Moctezuma niega las acusaciones que circulan sobre él y, con gesto algo inesperado, se desnuda frente a Cortés para mostrarle que él es de carne y hueso. Después de unos días, Cortés pone en efecto su plan de adueñarse de Moctezuma para seguridad suya y de su ejército. Algunos días antes, mientras Cortés se prepa- raba para el viaje a Tenochtitlán en Cempoala, tras sugerencia, persuasión y dona- tivos de Moctezuma, Qualpopoca, señor de Nautecal, villa al sur de Tenochtitlán, había hecho saber a Cortés que quería venir a Veracruz para declararse su vasallo oficialmente, pero que, temeroso, como azteca, de tener que viajar por territorios que, habiéndose aliado a Cortés, eran ahora hostiles a él, pedía una escolta de espa- ñoles para asegurar su incolumidad. Cortés había autorizado a Juan de Escalante, de destacar cuatro españoles que fueran al encuentro de Qualpopoca. Al aproxi-

27 Con el tiempo, Cholula ha quedado incorporada a Puebla. 216 STELIO CRO marse los españoles a Nautecal, que Cortés llamó desde entonces Almería, Qual- popoca dio orden de prenderlos, torturarlos y sacrificarlos. Cortés, que ya controla- ba con sus hombres el palacio de Moctezuma, le manda a llamar para preguntarle sobre lo que Qualpopoca había hecho de los cuatro españoles, y dispone un cuarto especial para que Moctezuma sea estrictamente vigilado, es decir que Moctezuma es ahora en realidad su prisionero. Al ser preguntado sobre la muerte de los españo- les, Moctezuma pretende no saber nada y se ofrece a llamar a Qualpopoca para que dé explicaciones a Cortés. Viene este cacique y denuncia a Moctezuma. Cortés primero le pone grillos al emperador azteca, pero luego, visto su estado de abati- miento y la aparente voluntad de Moctezuma de cooperar con los españoles, le quita los grillos, pero no la cárcel. Para poner a prueba la lealtad del depuesto em- perador, Cortés le pide que le indique los lugares de las minas de oro y Moctezuma hace pintar un lienzo con un mapa de las minas de oro y da orden a unos guías para que acompañen a los españoles a las minas para que vean cómo extraen el oro. Cuando los españoles efectúan las exploraciones mineras, tienen ocasión de con- templar la belleza, fertilidad y variedad de la Nueva España y refieren sus impre- siones a Cortés que a su vez las comunica al emperador Carlos V. Cortés le pide también que le indique los ríos navegables y los puertos donde pueden atracar bar- cos que vienen allende el océano. Moctezuma incluye esas referencias en otro ma- pa, siempre pintado en un lienzo. Recorriendo el vasto territorio, en busca de las minas y de los ríos navegables y en la exploración para hallar puertos convenientes, los españoles cumplen una visita bastante completa de ciudades, villas, con sus templos y mercados, todas descripciones que referidas a Cortés se hallan en esta segunda carta. Entre otras cosas se entera que la moneda de México es la semilla del cacao, con la que compran los productos del mercado. Algunos caciques admi- ten a los españoles, pero rehúsan la entrada en sus territorios a los Culhas que los acompañan, por ser los que, bajo el régimen azteca, abusan de las mujeres y escla- vizan a los que no aceptan el vasallaje tiránico de Moctezuma. Un sobrino de Moc- tezuma, Cacamatzin, después de que Moctezuma cayera prisionero de Cortés, se ha apoderado del gobierno y rehúsa obedecer las órdenes de Moctezuma de colaborar con los españoles. Cortés organiza un engaño para prenderlo con la ayuda de los mismos oficiales leales a Moctezuma. Es el momento de máxima cooperación del monarca azteca, obligado a obedecer a Cortés, pues es su prisionero. Es en este estado y condición deplorable, para un monarca que había reinado 18 años con poder absoluto, que Moctezuma se dirige a sus súbditos con un discurso en que espera mantener una paz cada vez más escurridiza, pues los aztecas no ven de buen ojo su condición de colaborador forzado. Tenochtitlán es una ciudad extraordinaria, con jardines, estanques llenos de aves al cuidado de más de trescientos guardas y TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 217 jardines zoológicos con toda clase de felinos y animales exóticos, también al cui- dado de otros trescientos guardas. Con los presentes que Moctezuma y otros caci- ques han entregado a Cortés, se ha logrado un verdadero tesoro y en esta carta hay una descripción detallada del mismo que se pierde casi totalmente durante la así llamada “noche triste,” durante la retirada de los españoles de Tenochtitlán, perse- guidos por el ejército de los patriotas mexicanos. La llegada de la armada de Narv- áez que llega a la costa mexicana con el título de capitán general y lugarteniente del gobernador Velázquez, nombrado adelantado y gobernador de la Nueva Espa- ña, con un ejército de unos ochocientos hombres, lombardas, escopeteros y balles- teros y ochenta caballos, que ya comienza a soliviantar a los indios que se habían aliado a los de Cortés, pone fin a este período de paz. En vano Cortés había envia- do al licenciado Ayllón como juez, para protestar ante Velázquez. Narváez le pren- dió, junto con su escribano y el alguacil que le acompañaban. Narváez establece su campamento en Cempoala y allí ocurre el enfrentamiento violento entre Cortés con sus setenta veteranos y Narváez que, sorprendido por la audacia de Cortés, queda prisionero. Sus fuerzas se unen a las de Cortés que vuelve sobre sus pasos. Durante su ausencia de Tenochtitlán, Cortés había nombrado a Pedro de Alvarado como su lugarteniente. En la ocasión de la celebración de la fiesta en honor del dios Huitzi- lopochtli, en junio de 1520, en que numerosas familias de los jefes aztecas se hab- ían reunido en la plaza del templo dedicado a ese dios, Alvarado dio la orden de masacrar a todos los participantes, incluyendo las mujeres y los niños.28 Los azte- cas se levantaron en masa contra los españoles, a pesar de los esfuerzos de Mocte- zuma para calmar la muchedumbre sedienta de venganza. En una ocasión en que se prodigaba para calmarlos, fue golpeado en la cabeza por una piedra lanzada desde la muchedumbre de revoltosos y murió sin recobrar el conocimiento, el 29 de junio de 1520, a los cincuenta y cuatro años de edad. A su vuelta Cortés encontró una situación muy diferente de la que había dejado al salir para enfrentarse a Narváez. La ciudad era teatro de sangrientos combates. Cortés y sus hombres, incluyendo un contingente de tlaxcaltecas, debieron luchar para salvar sus vidas. Durante una noche en que Cortés decidió abandonar Tenochtitlán porque el sitio impuesto por los aztecas amenazaba hacer perecer de hambre a los españoles y sus aliados indi- os, murieron muchos españoles y aliados tlaxcaltecas y se perdió el tesoro. Es lo que las historias refieren como el episodio de la “noche triste.” Los sobrevivientes, muchos gravemente heridos sin que hubiese nadie que no hubiese recibido heridas, incluyendo a Cortés que, además de otras, tenía una seria herida en la cabeza, lo-

28 Véase Bernanrdino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, México, Porr- úa, 1999, pp. 779, ss. Referencias con la abreviación Sahagún, seguida del número de páginas. 218 STELIO CRO graron refugiarse en Tlaxcala, donde los tlaxcaltecas los cuidaron hasta que se re- pusieron. Ya repuesto, cerca de Cholula, en la villa de Tepeaca, hoy parte de la ciudad de Puebla, Cortés fundó la villa de Segura de la Frontera (Carta II, 37). Allí y en la vecina Guacachula Cortés planeó el ataque final para apoderarse de Te- nochtitlán. En esta villa encarceló a muchos de los jefes culhas. Los aliados tlaxcal- tecas llegaron a unos cien mil. Después de la victoria en Izzucan, dio el asalto final a Tenochtitlán que se rindió el 13 de agosto de 1521.

Selección de los textos de la Segunda Carta La partida para Tenochtitlán se demora por la llegada de navíos frente a Veracruz A punto para salir con el ejército para ir a ver a Moctezuma, Cortés recibe noticias de la llegada de unos navíos frente a Veracruz, por lo cual decide ir a investigar antes de continuar con su marcha hacia Tenochtitlán:

Ocho o diez días después de haber dado con los navíos en la costa,29 y siendo ya salido de Veracruz hasta la ciudad de Cempoal, que está a cuatro leguas della, para de allí seguir mi camino, me hicieron saber de la dicha villa cómo por la cos- ta della andaban cuatro navíos, y que el capitán que yo allí dejaba había salido a ellos con una barca, y les habían dicho que eran de Francisco de Garay, teniente y gobernador en la isla de Jamaica, y que venían a descubrir. Y que dicho capitán les había dicho cómo yo en nombre de vuestra alteza tenía poblada esta tierra y hecho una villa allí a una legua de donde los dicho navíos andaban, y que allí pod- ía ir con ellos y me farían saber de su venida, e si alguna necesidad trajesen, se podían reparar della, y que el dicho capitán los guiaría con la barca al puerto, el cual les señaló dónde era; y que ellos le habían respondido que ya habían visto el puerto porque pasaron por frente dél, y que así lo farían como él se lo decía. E que se había vuelto con la dicha barca, y los navíos no le habían seguido, ni venido al puerto, y que todavía andaban por la costa, y que no sabía qué era su propósito, pues no habían venido al puerto; e visto lo que el dicho capitán me fizo saber, a la hora me partí para la dicha villa, donde supe que los dichos navíos estaban surtos tres leguas la costa abajo y que ninguno no había saltado en tierra. E de allí me fui por la costa con alguna gente para saber lengua, y ya que casi llegaba a una legua dellos, encontré tres hombres de los dichos navíos, entre los cuales venía uno que decía ser escribano, y los dos traía, según me dijo, para que fuesen testigos de cier- ta notificación que dis que el capitán le había mandado que me hiciese de su parte un requerimiento que allí traía, en el cual se contempla que me hacía saber cómo él había descubierto aquella tierra y quería poblar en ella; por tanto, que me re- quería que partiese con él los términos, porque su asiento quería hacer cinco le-

29 Aún se discute sobre esta decision de Cortés de barrenar los navíos para evitar que los españo- les tuviesen alternativas a seguirle hasta conseguir la conquista de México, o morir en la empresa. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 219

guas la costa abajo después de pasada Nautecal, que es una ciudad que es doce le- guas de la dicha villa que agora se llama Almería. A los cuales yo dije que viniese su capitán y que se fuese con sus navíos al puerto de Veracruz que allí nos hablar- íamos y sabría de qué manera venía. E si sus navíos y gente trajesen alguna nece- sidad, los socorrería con lo que yo pudiese. E que pues él decía venir en servicio de vuestra sacra majestad, que yo no deseaba otra cosa sino que se me ofreciese en que sirviese a vuestra alteza, y que en le ayudar creía que lo hacía. Y ellos me res- pondieron que en ninguna manera el capitán ni otra gente vernía a tierra ni adonde yo estuviese. E creyendo que debían haber hecho algún daño en la tierra, pues se recelaban de venir ante mí, ya que era noche, me puse muy secretamente junto a la costa de la mar, frontero de donde los dichos navíos estaban surtos, y allí estuve encubierto fasta otro día casi a mediodía, creyendo que el capitán o piloto saltarían en tierra, para saber dellos lo que habían hecho o por qué parte habían andado, y si algún daño en la tierra hubiesen hecho, enviárselos a vuestra sacra majestad, y ja- más salieron ellos ni otra persona; e visto que no salían, fice quitar los vestidos a aquellos que venían a facerme el requerimiento y se los vistiesen otros españoles de los de mi compañía, los cuales fice ir a la playa que llamasen a los de los nav- íos; e visto por ellos, salió a tierra una barca con fasta diez o doce hombres con ba- llestas y escopetas, y los españoles que llamaban de la tierra se apartaron de la playa a unas matas que estaban cerca, como que se iban a la sombra dellas. E así saltaron cuatro, los dos ballesteros y los dos escopeteros; los cuales, como estaban cercados de la gente que yo tenía en la playa puesta, fueron tomados. Y el uno de ellos era maestre de la una nao, el cual puso fuego a una escopeta, y matara a aquel capitán que yo tenía en la Veracruz, sino que quiso Nuestro Señor que la mecha no dio fuego. E los que quedaron en la barca se hicieron a la mar, y antes de que llegasen a los navíos ya se iban a la vela, sin aguardar ni querer que dellos se supiese cosa alguna. E de los que conmigo quedaron me informé cómo habían llegado a un río que está treinta leguas de la costa abajo después de pasar Almería, y que allí había habido buen acogimiento de los naturales, y que por rescate les habían dado de comer, e que habían visto algún oro que traían los indios, aunque poco. E que habían rescatado fasta tres mil castellanos de oro. E que no habían saltado en tierra, mas de que habían visto ciertos pueblos en la ribera del río tan cerca, que de los navíos los podían bien ver. E que no había edificios de piedra, sino que todas las casas eran de paja, excepto que los suelos dellas tenían algo al- tos y hechos a mano. Lo cual todo después supe más por entero de aquel gran se- ñor Muteczuma y de ciertas lenguas de aquella tierra que él tenía consigo; a los cuales, y a un indio que en los dichos navíos traían del dicho río, que también yo les tomé, envié con otros mensajeros del dicho Muteczuma para que hablasen al señor de aquel río, que se dice Panuco, para le atraer al servicio de vuestra sacra majestad (Carta II, 13-14).

Esta es la misma carta en que Cortés comunica al emperador la agresión de Pán- filo de Narváez y su armada imponente, agresión que Cortés repele derrotando el agresor y tomándolo prisionero. De hecho, en la misma sección de la carta donde le comunica su victoria contra Narváez, Cortés vuelve a mencionar a Francisco de Garay, en la segunda mención de este conquistador, refiriéndose al hecho que este 220 STELIO CRO viejo conquistador había explorado un río que “ya yo le tenía seguro” (Carta II, 40), indicando otra intromisión que controla enviando a un capitán con 200 hom- bres, y esta acción militar es posible porque las fuerzas de Narváez se han unido a las de Cortés que ahora ha más que doblado sus efectivos. Siempre en esta carta encontramos la tercera mención de Garay, derrotado por los indios en el río Pánu- co, derrota de la que se retira a Veracruz, para curarse de las heridas y descansar, tras sufrir esa derrota. Entre la primera mención de Garay y la tercera se verifica la guerra de Tenochtitlán, ocurrida precisamente durante la ausencia de Cortés, cau- sada por la agresión de Narváez. Por una casualidad, la derrota de Garay ocurre al mismo tiempo y, en esta carta, en la que Cortés ha contado al emperador los por- menores de la lucha que ha provocado la muerte de más de la mitad del ejército español y de unos cien mil aliados tlaxcaltecas, Cortés le dice al emperador que los sobrevivientes de sus fuerzas diezmadas quieren volverse a Cuba donde tienen sus encomiendas. Pero Cortés se opone y les convence que si los aztecas se enterasen de esa rendición no perderían tiempo en atacarlos y exterminarlos. Por ello Cortés asegura el emperador de sus planes para reconquistar Tenochtitlán (Carta II, 56- 57). Un aspecto importante en esta carta es la capacidad del autor de comparar las ciudades de la Nueva España con otras de Africa o de Italia, utilizando su conoci- miento y a sabiendas que el emperador entendería la comparación entre una ciudad independiente como Tlaxcala y algunas ciudades italianas de la época, como Vene- cia, Génova o Pisa.

Descripción de Tlaxcala

La ciudad es tan grande y de tanta admiración, que aunque mucho de lo que della podría decir deje, lo poco que diré creo es casi increíble, porque es muy ma- yor que Granada y muy más fuerte, y de tan buenos edificios y de muy mucha más gente que Granada tenía al tiempo que se ganó, y muy mejor abastecida de las co- sas de la tierra, que es de pan y de aves y caza y pescados de los ríos, y de otras legumbres y cosas que ellos comen muy buenas. Hay en esta ciudad un mercado en que cuotidianamente, todos los días, hay en él de treinta mil almas arriba ven- diendo y comprando, sin otros muchos mercadillos que hay por la ciudad en parte. En este mercado hay todas cuantas cosas, así de mantenimiento como de vestido y calzado, que ellos tratan y pueden haber. Hay joyerías de oro y plata y piedras, y de otras joyas de plumaje, tan bien concertado como puede ser en todas las plazas y mercados del mundo. Hay mucha loza de todas maneras y muy buena, y tal co- mo la mejor de España. Venden mucha leña y carbón y yerbas de comer y medici- nales. Hay casas donde lavan las cabezas como barberos y las rapan; hay baños. Finalmente, que entre ellos hay toda manera de buena orden y policía y es gente de toda razón y concierto; y tal, que lo mejor de África no se le iguala. En esta provincia de muchos valles llanos y hermosos, y todos labrados y sembrados, sin haber en ellos cosa vacua; tiene en torno la provincia noventa leguas y más; la or- TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 221

den que hasta ahora se ha alcanzado que la gente della tiene en gobernarse es casi como las señorías de Venecia y Génova o Pisa, porque no hay señor general de to- dos. Hay muchos señores y todos residen en esta ciudad, y los pueblos de la tierra son labrados y son vasallos de estos señores, y cada uno tiene su tierra por sí; tie- nen unos más que otros, e para sus guerras, que han de ordenar, júntanse todos, y todos juntos las ordenan y conciertan. Créese que deben de tener alguna manera de justicia, para castigar los malos, porque uno de los naturales desta provincia hurtó cierto oro a un español, y yo le dije a aquel Magiscazin,30 que es mayor señor de todos, y ficieron su pesquisa, y siguiéronlo fasta una ciudad que está cerca de allí, que se dice Churultecal,31 y de allí lo trajeron preso, y me lo entregaron con el oro, y me dijeron que yo le hiciese castigar; yo les agradecí la diligencia que en ello pusieron y les dije que, pues estaba en su tierra, que ellos lo castigasen como lo acostumbraban, y que yo no me quería entremeter en castigar a los su- yos estando en su tierra, de lo cual me dieron gracias, y lo tomaron, y con pre- gón público que manifestaba su delito, le hicieron llevar por aquel gran merca- do, y allí le pusieron al pie de uno como teatro que está en medio de dicho mer- cado, y encima del teatro subió el pregonero, y en altas voces tornó a decir el de- lito de aquél, e viéndolo todos le dieron con unas porras en la cabeza hasta que lo mataron. E muchos otros habemos visto en prisiones, que dicen que los tienen por furtos y cosas que han hecho. Hay en esta provincia, por visitación que yo en ella mandé hacer, quinientos mil vecinos, que con otra provincia pequeña que está junto con ésta, que se dice Guazincango, que viven a la manera déstos, sin señor natural; los cuales no menos están por vasallos de vuestra alteza que estos de Tascaltecal (Carta II, 18-19).

Descripción de Cholula

Esta ciudad de Churultecal está asentada en un llano, y tiene hasta veinte mil casas dentro del cuerpo de la ciudad, e tiene de arrabales otras tantas. Es señorío por sí, y tiene sus términos conocidos; no obedecen a señor ninguno, excepto que se gobiernan como estotros de Tascaltecal. La gente de esta ciudad es más vestida que los de Tascaltecal en alguna manera, porque los honrados ciudadanos della todos traen albornoces encima de la otra ropa, aunque son diferenciados de los de Africa, porque tienen maneras; pero en la hechura y tela y los rapacejos son muy semejables. Todos éstos han sido y son, después de este trance pasado, muy cier- tos vasallos de vuestra majestad y muy obedientes a lo que yo en su real nombre le he requerido y dicho; y creo lo serán de aquí adelante. Esta ciudad es muy fértil de labranza, porque tiene mucha tierra y se riega la más parte della, y aun es la ciudad más hermosa de fuera que hay en España, porque es muy torreada y llana. E certi- fico a vuestra alteza que yo conté desde una mezquita cutrocientas y tantas torres en la dicha ciudad, y todas son de mezquitas.32 Es la ciudad más a propósito de vi-

30 Torquemada escribe Maxixcatzin. 31 En Clavijero es Cholula. 32 El uso de esta palabra para designar los templos mexicanos en que se practicaban sacrificios humanos, denota la perspective de Cortés, condicionada por la Reconquista. Cholula fue incorporada 222 STELIO CRO

vir españoles que yo he visto de los puertos acá. Porque tiene algunos baldíos y aguas para criar ganado, lo que no tienen nigunas de cuantas hemos visto; porque es tanta la multitud de la gente que en estas partes mora, que ni un palmo de tierra hay que no esté labrada; y aun con todo, en muchas partes padecen necesidad, por falta de pan; y aun hay mucha gente pobre, y que piden entre los ricos por las ca- lles y por las casas y mercados, como hacen los pobres en España, y en otras par- tes que hay gente de razón (Carta II, 21).

El descubrimiento de las minas de oro

Después que yo conocí dél [Moctezuma] muy por entero tener mucho deseo al servicio de vuestra alteza, le rogué que, porque más enteramente yo pudiese hacer relación a vuestra majestad de las cosas de esta tierra, que me mostrase las minas de donde se sacaba el oro, el cual, con muy alegre voluntad, según mostró, dijo que le placía. E luego hizo venir ciertos servidores suyos, y de dos en dos repartió para cuatro provincias, donde dijo que se sacaba; e pidióme que le diese españoles que fuesen con ellos, para que lo viesen sacar; e asimismo yo le di a cada dos de los suyos otros dos españoles. Y los unos fueron a una provincia que se dice Cu- zula, que es ochenta leguas de la gran ciudad de Temixtlán,33 e los naturales de aquella provincia son vasallos del dicho Muteczuma;34 e allí les mostraron tres rí- os, y de otros me trajeron muestras de oro, y muy buena, aunque sacada con poco aparejo, porque no tenían otros instrumentos más de aquel con que los indios lo sacan, y en el camino pasaron tres provincias, según los españoles dijeron, de muy hermosa tierra y de muchas villas y ciudades, y otras poblaciones en mucha canti- dad, y de tales y tan buenos edificios, que dicen que en España no podían ser me- jores. En especial me dijeron que habían visto una casa de aposentamiento y forta- leza que es mayor y más fuerte y más bien edificada que el castillo de Burgos; y la gente de una de estas provincias, que se llama Tamazulapa, era más vestida que estotra que habemos visto y según a ellos les pareció, de mucha razón. Los otros fueron a otra provincia que se dice Malinaltebeque, que es otras setenta leguas de la dicha gran ciudad, que es más hacia la costa de la mar. E asimismo me trajeron muestra de oro de un río grande que por allí pasa. E los otros fueron a una tierra que está en este río arriba, que es de una gente diferente de la lengua de Culúa, a la cual llaman Tenis y el señor de aquella tierra se llama Coatelicamat, y por tener sus tierras en unas sierras muy altas y ásperas no es sujeto al dicho Mutecuzuma, y también porque la gente de aquella provincia es gente muy guerrera y pelean con lanzas de veinte y cinco y treinta palmos; y por no ser éstos vasallos del dicho Mu- tecuzuma, los mensajeros que con los españoles iban no osaron entrar en la tierra sin lo hacer saber primero al señor della y pedir para ello licencia, diciéndole que iban con aquellos españoles a ver las minas de oro que tenían en su tierra, y que le rogaban de mi parte y del dicho Mutecuzuma, su señor, que lo hobiesen por bien. en 1531 a Puebla, ciudad fundada en ese año. Sus Iglesias, numerosas y en gran parte fundadas por Cortés, son muy bellas y son una parte importante de Puebla. 33 En Clavijero, Tenochtitlán. 34 En Clavijero, Moctezuma TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 223

El cual dicho Coatelicamat respondió que los españoles que él era muy contento que entrasen en su tierra y viesen las minas y todo lo demás que ellos quisiesen; pero que los de Culúa, que son los de Mutecuzuma, no habían de entrar en su tie- rra, porque eran sus enemigos. Algo estuvieron los españoles perplejos en si irían solos o no, porque los que con ellos iban les dijeron que no fuesen, que los matar- ían, e que por matar no consentían que los de Culúa entrasen con ellos, y al fin se determinaron de entrar solos, e fueron del dicho señor y de los de su tierra muy bien recibidos, y les mostraron siete u ocho ríos, de donde dijeron que ellos saca- ban el oro; y en su presencia lo sacaron los indios, y ellos me trajeron muestra de todo; y con los dichos españoles me envió el dicho Coatelicamat ciertos mensaje- ros suyos, con los cuales me envió a ofrecer su persona y tierra, al servicio de vuestra sacra majestad, y me envió ciertas joyas de oro y ropa de la que ellos tie- nen. Los otros fueron a otra provincia que se dice Tuchitebeque, que es casi el mismo derecho hacia la mar, doce leguas de la provincia de Malinaltebeque, don- de ya he dicho que se halló oro; e allí les mostraron otros ríos, de donde asimismo sacaron muestras de oro (Carta II, 28).

Residencia para el emperador Carlos V y moneda mexicana

E porque allí, según los españoles que allá fueron me informaron, hay mucho aparejo para hacer estancias y para sacar oro, rogué al dicho Mutecuzuma que en aquella provincia de Malinaltebeque, porque era para ello más aparejada, hiciese hacer unas estancias para vuestra majestad; y puso con ello tanta diligencia, que dende en dos meses que yo se lo dije estaban sembradas setenta hanegas de maíz y diez de frijoles, y dos mil pies de cacao, que es una fruta como lamendras, que ellos venden molida, y tienenla en tanto, que se trata por moneda en toda la tierra, y con ella se compran todas las cosas necesarias en los mercados y otras partes. E había hechas cuatro casas muy buenas, en que en la una, demás de los aposenta- mientos, hicieron un estanque de agua, y en él pusieron quinientos patos, que acá tienen en mucho, porque se aprovechan de la pluma dellos y los pelan cada año, y hacen sus ropas con ella; y pusieron hasta mil y quinientas gallinas, sin otros ade- rezos de granjería, que muchas veces juzgadas por españoles que la vieron la apre- cian en veinte mil pesos de oro (Carta II, 28).

Descubrimiento de ríos navegables y puertos

Asimismo le rogué al dicho Muteczuma que me dijese si en la costa de la mar había algún río o ancón en que los navíos que viniesen pudiesen entrar y estar se- guros. El cual me respondió que no lo sabía, pero que él me faría pintar toda la costa y ancones y ríos della, y que enviase yo españoles a los ver, y que él me dar- ía quien los guiase y fuese con ellos, y así lo hizo. E otro día me trujeron figuradas en un paño toda la costa, y en ella parecía un río que salía a la mar, más abierto, según la figura, que los otros, el cual parecía estar entre las sierras que dicen San- min,35 y son tanto en un ancón por donde los pilotos hasta entonces creían que se

35 Pueden ser las que hoy se llaman de San Martín, obispado de Oaxaca (Vedia). 224 STELIO CRO

partía la tierra en una provincia que se dice Mazalmaco; y me dijo que viese yo a quien quería enviar, y que él proveería cómo se viese y supiese todo, y luego se- ñaló diez hombres, y entre ellos algunos pilotos y personas que sabían de la mar. E con el recaudo que él dio se partieron y fueron por toda la costa, desde el puerto de Chalchimeca,36 que dicen de San Juan, donde yo desembarqué, y anduvieron por ella sesenta y tantas leguas, que en ninguna parte hallaron río ni ancón donde pu- diesen entrar navíos ningunos, puesto que en la dicha costa había muchos y muy grandes, y todos los sondaron con canoas, y así llegaron a la dicha provincia de Cuacalco, donde el dicho río está; y el señor de aquella provincia, que se dice Tu- chintecla, los recibió muy bien y les dio canoas para mirar el río e hallaron en la entrada dél dos brazas y media largas en lo más bajo del bajar, y subieron por el dicho río arriba doce leguas, y lo más bajo que él hallaron fueron cinco o seis bra- zas. E según lo que dél vieron, se cree que sube más de treinta leguas de aquella hondura, y en la ribera dél hay muchas y muy grandes poblaciones, y toda la pro- vincia es muy llana y muy fuerte, y abundosa de todas las cosas de la tierra y de mucha y casi innumerable gente. E los desta provincia no son vasallos y súbditos de Mutecuzuma, antes sus enemigos. Y asimismo el señor della, al tiempo que los españoles llegaron, les envió a decir que los de Culúa no entrasen en su tierra, porque eran sus enemigos. E cuando se volvieron los españoles a mí con esta re- lación, envió con ellos ciertos mensajeros, con los cuales nos envió ciertas joyas de oro, y cueros de tigres, y plumajes y piedras y ropa; y ellos me dijeron de su parte que había muchos días que Tuchintecla, su señor, tenía noticia de mí, por- que los de Putunchan, que es el río de Grijalva, que son sus amigos, le habían hecho saber cómo yo había pasado por allí y hasta peleado con ellos porque no me dejaron entrar en su pueblo, y cómo después quedamos amigos y ellos por vasallos de vuestra majestad. E que él asimismo se ofrecía a su real servicio con toda su tierra, y me rogaba que le tuviese por amigo, con tal condición que los de Culúa no entrasen en su tierra, e que yo viese las cosas que en ella había de que se quisiese servir vuestra alteza, y que él daría dellas las que yo señalase en cada un año (Carta II, 28-29).

Diplomacia de Cortés para prender a Cacamatzin rey de Texcoco

En los capítulos pasados, muy poderoso señor, dije cómo al tiempo que yo iba a la gran ciudad de Temixtitán me había salido al camino un gran señor, que venía de parte de Muteczuma; e según lo que después dél supe, él era muy cercano deu- do de Muteczuma, y tenía su señorío junto al del dicho Muteczuma, cuyo nombre era Haculuacan. E la cabeza dél es una muy gran ciudad que está junto a esta la- guna salada, que hay desde ella, yendo en canoas por la dicha laguna hasta la di- cha ciudad de Temixtitán, seis leguas, y por la tierra diez. E llámase esta ciudad Tezcuco37 y será de hasta treinta mil vecinos. Tienen, señor, en ella muy maravi- llosas casas y mezquitas, y oratorios muy grandes y muy bien labrados. Hay muy

36 Este nombre en náuhatl quiere decir “río de las aguas verdes” y es el río de Banderas, donde se halla la ciudad de Veracruz-Boca del Río. 37 Texcoco, como escribe Clavijero, era con Tenochtitlán y Tlacopán, como escribe Clavijero, una de las tres ciudades que constituían la Confederación azteca. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 225

grandes mercados; y demás desta ciudad tiene otras dos, la una a tres leguas désta de Tezcuco, que se llama Acuruman, y la otra a seis leguas, que se dice Otumpa. Terná cada una destas hasta tres mil o cuatro mil vecinos. Tiene la dicha provincia y señorío de Haculuacan otras aldeas y alquerías en mucha cantidad, y muy bue- nas tierras y sus labranzas. E confina este señorío por la una parte con la provincia de Tascaltecal, de que ya a vuestra majestad he dicho. Y este señor, que se dice Cacamazin,38 después de la prisión de Muteczuma se rebeló, así contra el servicio de vuestra alteza, a quien se había ofrecido, como contra dicho Muteczuma. Y puesto que por muchas veces fue requerido que viniese a obedecer los reales man- datos de vuestra majestad, nunca quiso, aunque, demás de lo que yo le enviaba a requerir, el dicho Muteczuma se lo enviaba a mandar; antes respondía que si algo le querían, que fuesen a su tierra, y que allá verían para cuánto era y el servicio que era obligado a hacer. E según yo me informé, tenía gran copia de gente de guerra junta, y todos para ella bien a punto. Y como por amonestaciones ni reque- rimientos yo no lo pude atraer, hablé al dicho Muteczuma y le pedí su parecer de lo que debíamos facer para que aquél no quedase sin castigo de su rebelión. El cual me respondió que quererle tomar por guerra que se ofrecía mucho peligro porque él era gran señor y tenía muchas fuerzas y gente, y que no se podía tomar tan sin peligro que no muriese mucha gente. Pero que él tenía en su tierra del di- cho Cacamazin muchas personas principales que vivían con él y les daba su sala- rio; que él fablaría con ellos para que atrajesen alguna de la gente del dicho Caca- mazin a sí, y que traída, y estando seguros, que aquéllos favorecerían nuestro par- tido y se podría prender seguramente. E así fue que el dicho Muteczuma hizo sus conciertos de tal manera que aquellas personas atrajeron al dicho Cacamazin a que se juntase con ellos en la dicha ciudad de Tezcuco, para dar orden en las cosas que convenían a su estado, como personas principales, y que les dolía que él hiciese co- sas por donde perdiese. E así se juntaron en una muy gentil casa de dicho Cacama- zin, que está junto a la costa de la laguna. Y es de tal manera edificada, que por de- bajo de toda ella navegaban las canoas y salen a la dicha laguna; allí secretamente tenían aderezadas ciertas canoas con mucha gente apercibida para si el dicho Caca- mazin quisiera resistir la prisión. Y estando en su consulta, lo tomaron todos aque- llos principales antes que fuesen sentidos de la gente del dicho Cacamazin, y lo me- tieron en aquellas canoas, y salieron a la laguna, y pasaron a la gran ciudad, que co- mo ya dije, está seis leguas de allí. E llegados lo pusieron en unas andas, como su estado requería o lo acostumbraban, y me lo trujeron; al cual yo hice echar unos gri- llos y poner a mucho recaudo. E tomado el parecer de Muteczuma, puse en nombre de vuestra alteza en aquel señorío a un hijo suyo que se decía Cucuzcacin. Al cual hice que todas las comunidades y señores de la dicha provincia y señorío le obede- ciesen por señor, como al dicho Cacamazin; y él fue obediente en todo lo que yo de parte de vuestra majestad le mandaba (Carta II, 29-30).

Discurso de Moctezuma

Pasados algunos pocos días después de la prisión deste Cacamazin, el dicho Muteczuma hizo llamamiento y congregación de todos los señores de las ciudades

38 Cacamatzín en Clavijero. 226 STELIO CRO

y tierras allí comarcanas; y juntos, me envió a decir que subiese adonde él estaba con ellos, e llegando yo, les habló en esta manera: “Hermanos y amigos míos: ya sabéis que de mucho tiempo acá vosotros y vuestros padres y abuelos habéis sido y sois súbditos y vasallos de mis antecesores y míos, y siempre dellos y de mí habéis sido muy bien tratados y honrados, e vosotros asimismo habéis hecho lo que buenos y leales vasallos son obligados a sus naturales señores, e también creo que de vuestros antecesores ternéis memoria cómo nosotros no somos naturales desta tierra, e que vinieron a ella de otra muy lejos, y los trajo un señor, que en ella los dejó, cuyos vasallos todos eran; el cual volvió dende a mucho tiempo, y halló que nuestros abuelos estaban ya poblados y asentados en esta tierra, y casa- dos con las mujeres desta tierra, y tenían mucha multiplicación de fijos; por mane- ra que no quisieron volverse con él, ni menos lo quisieron recebir por señor de la tie- rra; y él se volvió y dejó dicho que tornaría o enviaría con tal poder que los pudiese costreñir y atraer a su servicio. Y bien sabéis que siempre lo hemos esperado, y se- gún las cosas que el capitán nos ha dicho de aquel rey y señor que le envió acá, y se- gún la parte de do él dice que viene, tengo por cierto, y así lo debéis vosotros tener, que aqueste es el señor que esperábamos, en especial que nos dice que allí tenía no- ticias de nosotros. E pues nuestros predecesores no hicieron lo que a su señor eran obligados, hagámoslo nosotros, y demos gracias a nuestros dioses por que en nues- tros tiempos vino lo que tanto aquéllos esperaban. Y mucho os ruego, pues a todos es notorio todo esto, que así como hasta aquí a mí me habéis tenido y obedecido por señor vuestro, de aquí adelante tengáis y obedezcáis a este gran rey, pues él es vues- tro natural señor, y en su lugar tengáis a este su capitán; y todos los tributos y servi- cios que fasta aquí a mi me hacíades, los haced y dad a él, porque yo asimismo ten- go de contribuir y servir con todo lo que me mandare; y demás de facer lo que deb- éis y sois obligados, a mí me haréis con ello mucho placer.” Lo cual todo lo dijo llo- rando con las mayores lágrimas y suspiros que un hombre podía manifestar, e asi- mismo todos aquellos señores que le estaban oyendo lloraban tanto, que en gran rato no le pudieron responder. Y después de algo sosegadas sus lágrimas, respondieron que ellos lo tenían por su señor y habían prometido de hacer todo lo que les manda- se; y que por esto y por la razón que para ello les daba, que eran muy contentos de lo hacer; e que desde entonces para siempre se daban ellos por vasallos de vuestra alte- za, y desde allí todos juntos y cada uno por sí, prometían y prometieron, de hacer y cumplir todo aquello que con el real nombre de vuestra majestad les fuese mandado, como buenos y leales vasallos lo deben hacer, y de acudir con todos los tributos y servicios que antes a dicho Muteczuma hacían y eran obligados, con todo lo demás que les fuese mandado en nombre de vuestra alteza. Lo cual todo pasó ante un escri- bano público, y lo asentó por auto en forma, y yo le pedí así por testimonio en pre- sencia de muchos españoles (Carta II, 30).

La búsqueda del tesoro de Moctezuma

Pasado este auto y ofrecimiento que estos señores hicieron al real servicio de vuestra majestad, hablé un día a dicho Muteczuma, y le dije que vuestra alteza ten- ía necesidad de oro, por ciertas obras que mandaba hacer, y que le rogaba que en- viase algunas personas de los suyos, y que yo enviaría asimismo algunos españo- les por las tierras y casas de aquellos señores que allí se habían ofrecido, a les ro- TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 227

gar que de lo que ellos tenían sirviesen a vuestra majestad con alguna parte; por- que, demás de la necesidad que vuestra alteza tenía, parecía que ellos comenzaban a servir, y vuestra alteza tendría más concepto de las voluntades que a vuestro ser- vicio mostraban, y que él mismo me diese de lo que tenía, porque lo quería enviar, como el oro y como las otras cosas que había enviado a vuestra majestad con los pa- sajeros. E luego mandó que le diese los españoles que quería enviar, y de dos en dos y de cinco en cinco los repartió para muchas provincias y ciudades, de cuyos nom- bres, por se haber perdido las escrituras, no me acuerdo, porque son muchos y diver- sos, mas de que algunas dellas estaban a ochenta y cien leguas de la dicha ciudada de Temixtitán; e con ellos envió de los suyos, y les mandó que fuesen a los señores de aquellas provincias y ciudades y les dijese como yo mandaba que cada uno dellos diese cierta medida de oro, que les dio. E así se hizo, que todos aquellos señores a que él envió dieron muy cumplidamente lo que se les pidió, así en joyas como en te- juelos y hojas de oro y plata, y otras cosas de las que ellos tenían, que fundido todo lo que era para fundir cupo a vuestra majestad del quinto treinta y dos mil cuatro- cientos y tantos pesos de oro, sin todas las joyas de oro y plata, y plumajes y piedras y otras muchas cosas de valor, que para vuestra sacra majestad yo asigné y aparté, que podrían valer cien mil ducados y más suma; las cuales, demás de su valor, eran tales y tan maravillosas, que consideradas por su novedad y extrañeza no tenían pre- cio, ni es de creer que alguno de todos los príncipes del mundo de quien se tiene no- ticia las pudiese tener tales y de tal calidad. Y no le parezca a vuestra alteza fabuloso lo que digo, pues es verdad que todas las cosas criadas así en la tierra como en la mar, de que el dicho Muteczuma pudiese tener conocimiento, tenía contrahechas muy al natural, así de oro y plata como de pedrería y de plumas, en tanta perfección, que casi ellas mismas parecían; de las cuales todas me dio para vuestra alteza mucha parte, sin otras que yo le di figuradas, y él las mandó hacer de oro, así como imáge- nes, crucifijos, medallas, joyeles y collares y otras muchas cosas de las nuestras que le hice contrafacer. Cupieron asimismo a vuestra alteza, del quinto de la plata que se hobo, ciento y tantos marcos, los cuales hice labrar a los naturales de platos grandes y pequeños y escudillas y tazas y cucharas, y lo labraron tan perfecto como se lo podíamos dar a entender.39 Demás desto me dio el dicho Muteczuma mucha ropa de la suya, que era tal, que considerada ser toda de algodón y sin seda, en todo el mun- do no se podía hacer ni tejer otra tal, ni de tantas ni de tan diversas y naturales colo- res ni labores; en que había ropa de hombres y de mujeres muy maravillosas, y había paramentos para camas que hechos de seda no se podían comparar; e había otros pa- ños, como de tapicería, que podían servir en salas y en iglesias; había colchas y co- bertores de camas, así de pluma como de algodón, de diversos colores, asimismo muy maravillosas, y de otras muchas cosas, que, por ser tantas y tales, no las se sig- nificar a vuestra majestad (Carta II, 30-31).

39 No conocían los aztecas el hierro, pero se podría afirmar que su cultura correspondería a la edad del bronce, acaso en su más alta expresión, documentada por la belleza, complejidad, buen gusto y refinamiento de su orfebrería. 228 STELIO CRO

Descripción de Tenochtitlán

Porque para dar cuenta, muy poderoso señor, a vuestra real excelencia de la grandeza, extrañas y maravillosas cosas desta gran ciudad de Temixtitán, y del se- ñorío y servicio deste Muteczuma, señor della, y de los ritos y costumbres que esta gente tiene, y de la orden que en la gobernación, así desta ciudad como de las otras que eran deste señor, hay, sería menester mucho tiempo y ser muchos relatores y muy expertos: no podré yo decir de cien partes una de las que dellas se podrían decir; mas como pudiere, diré algunas cosas de las que vi, que, aunque mal dichas, bien sé que serán de tanta admiración que no se podrán creer, porque los que acá con nuestros propios ojos las vemos no las podemos con el entendimiento com- prehender. Pero puede vuestra majestad ser cierto que si alguna falta en mi rela- ción hobiere, que será antes por corto que por largo, así en esto como en todo lo demás de que diere cuenta a vuestra alteza, porque me parecía justo a mi príncipe y señor decir muy claramente la verdad, sin interponer cosas que la disminuyan ni acrecienten. Antes que comience a relatar las cosas desta gran ciudad y las otras que en este otro capítulo dije, me parece, para que mejor se puedan entender, que débese decir de la manera de México, que es donde esta ciudad y algunas de las otras que he fecho relación están fundadas y donde está el principal señorío de Muteczuma. La cual dicha provincia es redonda y está toda cercada de muy altas y ásperas sierras, y lo llano della terná en torno fasta setenta leguas, y en el dicho llano hay dos lagunas40 que casi lo ocupan todo, porque tienen canoas en torno más de cincuenta leguas. E la una destas dos lagunas es de agua dulce, y la otra, que es mayor, es de agua salada. Divídelas por una parte una cuadrillera pequeña de cerros muy altos que están en medio desta llanura, y al cabo se van a juntar las dichas lagunas en un estrecho de llano que entre estos cerros y las sierras altas se hace; el cual estrecho terná un tiro de ballestas, e por entre la una laguna y la otra, e las ciudades y otras poblaciones que están en las dichas lagunas, contratan las unas con las otras en sus canoas por el agua, sin haber necesidad de ir por la tierra. E porque esta laguna salada grande crece y mengua por sus mareas según hace la mar, toda la creciente corre el agua della a la otra dulce, tan recio como si fuese caudaloso río, y, por consiguiente, a las menguantes va la dulce a la salada.41 Esta gran ciudad de Temixtitán está fundada en esta laguna, y desde la Tierra Firme hasta el cuerpo de la dicha ciudad, por cualquier parte que quisiesen entrar en ella, hay dos leguas. Tiene cuatro entradas, todas de calzada hecha a mano, tan ancha como dos lanzas jinetas. Es tan grande la ciudad como Sevilla y Córdoba. Son las calles della, digo las principales, muy anchas y muy derechas, y algunas déstas y todas las demás son la mitad de tierra y por la otra mitad es agua, por la cual an-

40 Chalco, de agua dulce y Texcoco, salada. 41 Es ésta una de las más vividas y claras descripciones de la laguna donde se había fundado Te- nochtitlán. En el estrecho que divide las dos lagunas, Chalco—la dulce—y Texcoco—la salada—, se hallan varias ciudades: Iztapalapa, Chimaluacán, Santa María y Culhuacán. La decision de construir embarcaciones para conquistar Tenochtitlán imita la del Gran Capitán que, durante la campaña de Italia, a primeros del siglo XVI, contra los franceses, para conquistar el Golfo de Tarento, transportó algunos navíos por tierra y los echó en el golfo del mismo nombre, evitando así las defensas francesas del puerto de Tarento y conquistando esa plaza fuerte. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 229 dan en sus canoas, y todas las calles, de trecho a trecho, están abiertas, por do atraviesa el agua de las unas a las otras, e en todas estas aberturas, que algunas son muy anchas, hay sus puentes, de muy anchas y muy grandes vigas juntas y recias y bien labradas, y tales, que por muchas dellas pueden pasar diez de caballo juntos a la par. E viendo que si los naturales desta ciudad quisiesen hacer alguna traición tenían para ello mucho aparejo, por ser la dicha ciudad edificada de la manera que digo, y que quitadas las puentes de las entradas y salidas nos podrían dejar morir de hambre sin que pudiésemos salir a la tierra, luego que entré en la dicha ciudad di mucha priesa a facer cuatro bergantines, y los fice en muy breve tiempo, tales que podían echar trecientos hombres en la tierra y llevar los caballos cada vez que quisiésemos. Tiene esta ciudad muchas plazas, donde hay continuos mercados y trato de comprar y vender. Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente arri- ba de sesenta mil ánimas comprando y vendiendo; donde hay todos los géneros de mercadurías que en todas las tierras se hallan, así de mantenimientos como de vi- tuallas, joyas de oro y de plata, de plomo, de latón, de cobre, de estaño, de piedras, de huesos, de colchas, de caracoles y de plumas; véndese tal piedra labrada y por labrar, adobes, ladrillos, madera labrada y por labrar de diversas maneras. Hay ca- lle de caza, donde venden todos los linajes de aves que hay en la tierra, así como gallinas, perdices, codornices, lavancos, dorales, zarcetas, tórtolas, palomas, paja- ritos en cañuela, papagayos, búharos, águilas, falcones, gavilanes y cernicales, y de algunas aves destas de rapiña venden los cueros con su pluma y cabezas y pico y uñas. Venden conejos, liebres, venados y perros pequeños, que crían para comer, castrados. Hay calles de herbolarios, donde hay todas las raíces y yerbas medicina- les que en la tierra se hallan. Hay casas como de boticarios, donde se venden las medicinas hechas, así potables como ungüentos y emplastos. Hay casas como de barberos, donde lavan y rapan las cabezas. Hay casas donde dan de comer y beber por precio. Hay hombre como los que llaman en Castilla ganapanes, para traer cargas. Hay mucha leña, carbón, braseros de barro y esteras de muchas maneras para camas, y otras más delgadas para asientos y para esterar salas y cámaras. Hay todas las maneras de verduras que se fallan, especialmente cebollas, puerros, ajos, mastuerzo, berros, borrajas, acederas y cardos y tagarninas, hay frutas de muchas maneras, en que hay cerezas y ciruelas, que son semejables a las de España. Ven- den miel de abejas y cera y miel de cañas de maíz, que son tan melosas y dulces como las de azúcar y miel de unas plantas que llaman en las otras y estas maguey, que es muy mejor que arrope, y destas plantan facen azúcar y vino, que asimismo venden. Hay a vender muchas maneras de filado de algodón, de todos los colores, en sus madejicas, que parece propriamente alacaicería de Granada en las sedas, aunque esto otro es en mucha más cantidad. Venden colores para pintores cuantos se pueden hallar en España, y de tan excelentes matices cuanto pueden ser. Ven- den cueros de venado con pelo y sin él, teñidos, blancos y de diversos colores. Venden mucha loza, en gran manera muy buena; venden muchas vasijas de tinajas grandes y pequeñas, jarros, ollas, ladrillos y otras infinitas maneras de vasijas, to- das de singular barro, todas o las más variadas y pintadas. Venden maíz en grano y en pan, lo cual hace mucha ventaja, así en el grano como en el sabor, a todo lo de otras islas y Tierra Firme. Venden pasteles de aves y empanadas de pescado. Ven- den mucho pescado fresco y salado, crudo y guisado. Venden huevos de gallinas y 230 STELIO CRO

de ánsares y de todas las otras aves que he dicho, en gran cantidad; venden torti- llas de huevos fechas. Finalmente, que en los dichos mercados se venden todas cuantas cosas se hallan en toda la tierra, que demás de las que he dicho son tantas y de tantas calidades, que por la prolijidad y por no ocurrir tantas a la memoria, y aun por no saber poner los nombres, no las expreso. Cada género de mercaduría se vende en su calle, sin que entremetan otra mercaduría ninguna, y en esto tienen mucha orden. Todo lo venden por cuenta y medida, excepto que fasta agora no se ha visto vender cosa alguna por peso. Hay en esta gran plaza una muy buena casa como de audiencias, donde están siempre sentados diez o doce personas, que son jueces y libran todos los casos y cosas que en el dicho mercado acaecen, y mandan castigar los delincuentes. Hay en la dicha plaza otras personas que andan continuo entre la gente mirando lo que se vende y las medidas con que se miden lo que venden, y se ha visto quebrar alguna que estaba falsa. Hay en esta gran ciudad muchas mezquitas o casas de sus ídolos, de muy hermosos edificios, por las cola- ciones y barrios della,42 y en las principales della hay personas religiosas de su se- ta, que residen continuamente en ellas; para las cuales, demás de las casas donde tienen sus ídolos hay unos buenos aposentos. Todos estos religiosos visten de ne- gro y nunca cortan el cabello, ni lo peinan desque entran en la religión hasta que salen, y todos los hijos de las personas principales así señores como ciudadanos honrados, están en aquellas religiones y hábito desde edad de siete u ocho años fasta que los sacan para los casar, y esto más acaece en los primogénitos que han de heredar las casas que en los otros. No tienen acceso a mujer ni entra ninguna en las dichas casas de religión. Tienen abstinencia en no comer ciertos manjares, y más en algunos tiempos del año que no en los otros; y entre estas mezquitas hay una, que es la principal, que no hay lengua humana que sepa explicar la grandeza y particularidades della; porque es tan grande, que dentro del circuito della, que es todo cercado de muro muy alto, se podía muy bien facer una villa de quinientos vecinos. Tiene dentro deste circuito, toda a la redonda, muy gentiles aposentos, en que hay muy grandes salas y corredores, donde se aposentan los religiosos que allí están. Hay bien cuarenta torres muy altas y bien obradas, que la mayor tiene cin- cuenta escalones para subir al cuerpo de la torre; la más principal es más alta que la torre de la iglesia mayor de Sevilla. Son tan bien labradas, así de cantería como de madera, que no pueden ser mejor hechas ni labradas en ninguna parte, porque toda la cantería de dentro de las capillas donde tienen los ídolos es de imaginería y zaquizamíes y el maderamiento es todo de mazoneria y muy picado de cosas de monstruos y otras figuras y labores. Todas estas torres son enterramiento de seño- res, y las capillas que en ellas tienen, son dedicadas cada una a su ídolo a que tiene devoción. Hay tres salas dentro desta gran mezquita, donde están los principales

42 Tenochtitlán se dividía en cuatro barrios y en cada uno vivían en común los miembros de un calpulli, o grupo de familas, o clan, emparentadas. La sociedad azteca era basada en la tribu y obedec- ía a una estructura militar y jerarquizada y económicamente comunitaria. La tribu se constituía de veinte calpullis; cada uno de éstos tenía sus totem, sacerdotes, ritos, templos propios. El gobierno de la ciudad se decidía en el consejo tribal, o tlatocín, en el que cada calpulli estaba representado. Solo este gobierno decidía de la paz y de la guerra. Había dos jefes supremos: un jefe military, tlacatecuhli y un jefe civil, cihua-cohuatl, lugarteniente del primero y juez supremo, con poder ejecutivo. Mutec- zuma era tlacatecuhli y tlatoani, o sea, jefe supremo, en lo military y religioso. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 231

ídolos, de maravillosa grandeza y altura, y de muchas labores y figuras esculpidas, así en la cantería como en el maderamiento, y dentro destas salas están otras capi- llas que las puertas por do entran a ellas son muy pequeñas, y ellas asimismo no tienen claridad alguna, y allí no están sino aquellos religiosos, y no todos; y dentro déstas están los bultos y figuras de los ídolos, aunque, como he dicho, de fuera hay también muchos. Los más principales destos ídolos, y en quien ellos más fe y cre- encia tienen, derroqué de sus sillas y los fice echar por las escaleras abajo, y fice limpiar aquellas capillas donde los tenían, porque todas estaban llenas de sangre, que sacrifican, y puse en ellas imágenes de Nuestra Señora y de otros santos, que no poco el dicho Muteczuma y los naturales sintieron; los cuales primero me dije- ron que no lo hiciese, porque si se sabía por las comunidades se levantarían contra mí, porque tenían que aquellos ídolos les daban todos los bienes temporales, y que dejándolos maltratar se enojarían y no les darían nada, y les sacarían los frutos de la tierra y moriría la gente de hambre. Yo les hice entender con las lenguas cuán engañados estaban en tener sus esperanzas en aquellos ídolos, que eran hechos por sus manos, de cosas no limpias, e que habían de saber que había un solo Dios, universal Señor de todos, el cual había creado el cielo y la tierra y todas las cosas, e hizo a ellos y a nosotros, y que éste era sin principio e inmortal, y que a él hab- ían de adorar y querer, y no a otra criatura ni cosa alguna; y les dije todo lo demás que yo en este caso supe, para los desviar de sus idolatrías y atraer al conocimien- to de Dios Nuestro Señor; y todos, en especial el dicho Muteczuma, me respondie- ron que ya me habían dicho que ellos no eran naturales desta tierra, y que había muchos tiempos que sus predecesores habían venido a ella, y que bien creían que podían estar errados en algo de aquello que tenían, por haber tanto tiempo que sa- lieron de su naturaleza, y que yo, como más nuevamente venido, sabría mejor las cosas que debían tener y creer, que no ellos; que se las diese y hiciese entender, que ellos harían lo que yo les dijese que era lo mejor. Y el dicho Muteczuma y los principales de la ciudad estuvieron conmigo hasta quitar los ídolos y limpiar las capillas y poner las imágenes, y todo con alegre semblante, y les defendí que no matasen criaturas a los ídolos, como acostumbraban; porque, demás de ser muy aborrecible a Dios, vuestra sacra majestad por sus leyes lo prohíbe y manda que el que matare lo maten. E de ahí adelante se apartaron dello, y en todo el tiempo que yo estuve en la dicha ciudad nunca se vio matar y sacrificar alguna criatura. Los bultos y cuerpos de los ídolos en quienes estas gentes creen son de muy mayores estaturas que el cuerpo de un gran hombre. Son hechos de masa de todas las semi- llas y legumbres que ellos comen, molidas y mezcladas unas con otras, y amásan- las con sangre de corazones de cuerpos humanos, los cuales abren por los pechos vivos y les sacan el corazón, y de aquella sangre que sale dél amasan aquella hari- na, y así hacen tanta cantidad cuanta basta para facer aquellas estatuas grandes. E también después de hechas les ofrecían más corazones, que asimismo les sacrifi- caban, y les untan las caras con la sangre. A cada cosa tienen su ídolo dedicado, al uso de los gentiles, que antiguamente honraban sus dioses. Por manera que para pedir favor para la guerra tienen un ídolo, y para sus labranzas otro; y así, para ca- da cosa de las que ellos quieren o desean que se haga bien, tienen sus ídolos, a quienes honran y sirven. Hay en esta gran ciudad muchas casas muy buenas y muy grandes, y la causa de haber tantas casas principales es que todos los señores de la tierra vasallos del dicho Muteczuma tienen sus casas en la dicha ciudad y residen 232 STELIO CRO

en ella cierto tiempo del año; e demás desto, hay en ellas muchos ciudadanos ri- cos, que tienen asimismo muy buenas casas. Todos ellos, demás de tener muy buenos y grandes aposentamientos, tienen muy gentiles vergeles de flores de di- versas maneras, así en los aposentamientos altos como bajos. Por la una calzada que a esta gran ciudad entran vienen dos caños de argamasa, tan anchos como dos pasos cada uno, y tan altos casi como un estado, y por el uno dellos viene un golpe de agua dulce muy buena, del gordor de un cuerpo de hombre, que va a dar al cuerpo de la ciudad, del que se sirven y beben todos. El otro, que va vacío, es para cuando quieren limpiar el otro caño, porque echan por allí el agua en tanto que se limpia; y porque el agua ha de pasar por las puentes, a causa de las quebradas, por do atraviesa el agua salada, echan la dulce por unas canales tan gruesas como un buey, que son de la longura de las dichas puentes, y así se sirve toda la ciudad. Traen a vender el agua por canoas por todas las calles, y la manera de cómo la to- man del caño es que llegan las canoas debajo de las puentes por do están las cana- les, y de allí hay hombres en lo alto que hinchen las canoas y les pagan por ello su trabajo. En todas las entradas de la ciudad y en las partes donde descargan las ca- noas, que es donde viene la más cantidad de los mantenimientos que entran en la ciudad, hay chozas hechas, donde están personas por guardas y que reciben certum quid de cada cosa que entra. Esto no sé si lo lleva el señor o si es proprio para la ciudad; porque hasta ahora no le he alcanzado; pero creo que para el señor, porque en otros mercados de otras provincias se ha visto coger aquel derecho para el se- ñor dellas. Hay en todos los mercados y lugares públicos de la dicha ciudad, todos los días, muchas personas trabajadoras y maestros de todos oficios, esperando quien los alquile por sus jornales. La gente desta ciudad es de más manera y pri- mor en su vestido y sevicio que no la otra destas otras provincias y ciudades, por- que como allí estaba siempre este señor Muteczuma, y todos los señores sus vasa- llos ocurrían siempre a la ciudad, había en ella más manera y policía en todas las cosas. Y por no ser más prolijo en la relación de las cosas desta gran ciudad (aun- que no acabaría tan aína) no quiero decir más sino que en su servicio y trato de la gente della hay la manera casi de vivir que en España, y con tanto concierto y or- den como allá, y que considerando esta gente ser bárbara y tan apartada del cono- cimiento de Dios y de la comunicación de otras naciones de razón, es cosa admi- rable ver la que tienen en todas las cosas (Carta II, 31-34).

Llegada de la armada de Narváez

En las cuales dichas cosas [averiguando y pacificando varias provincias al ser- vicio del emperador Carlos V] y en otras no menos útiles al real servicio de vues- tra alteza gasté desde 8 de noviembre de 1519 hasta entrante el mes de mayo deste presente, que estando en toda quietud y sosiego en esta ciudad, teniendo repartidos muchos de los españoles por muchas y diversas partes, pacificando y poblando es- ta tierra con muchos deseos que viniesen navíos con la respuesta de la relación que a vuestra majestad había hecho desta tierra, para con ellos enviar la que agora env- ío, y todas las cosas de oro y joyas que en ella había habido para vuestra alteza, vinieron a mi ciertos naturales desta tierra, vasallos del dicho Muteczuma, de los que en la costa de la mar moran, y me dijeron cómo junto a las sierras de San Mar- tín, que son en la dicha costa, antes del puerto o bahía de San Juan, habían llegado TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 233

diez y ocho navíos, y que no sabían quien eran; porque así como los vieron en la mar me lo vinieron a hacer saber; y tras destos dichos indios vino otro natural de la isla Fernandina, el cual me trajo una carta de un español que yo tenía puesto en la costa para que si navíos viesen les diese razón de mí y de aquella villa que allí estaba cerca de aquel puerto, por que no se perdiesen (…). Y pasados estos quince días, vinieron otros indios, asimismo vasallos del dicho Muteczuma, de los cuales supe que los dichos navíos estaban ya surtos en el dicho puerto de San Juan, y la gente desembarcada, y traían por copia que había ochenta caballos y ochocientos hombres y diez o doce tiros de fuego, lo cual lo traía todo figurado en un papel de la tierra para lo mostrar al dicho Muteczuma. E dijéronme cómo el español que yo tenía puesto en la costa y los otros mensajeros que yo había enviado estaban con la dicha gente, y que les habían dicho a estos indios que el capitán de aquella gente no los dejaba venir, que me lo dijesen. Y sabido esto, acordé de enviar un religio- so, que yo truje en mi compañía con una carta mía y otra de alcaldes y regidores de la villa de la Veracruz, que estaban conmigo en la dicha ciudad; las cuales iban dirigidas al capitán y gente que a aquel puerto había llegado, haciéndose saber muy por extenso lo que en esta tierra me había sucedido, y cómo tenía muchas ciudades y villas y fortalezas ganadas y conquistadas, y pacíficas y sujetas al real servicio de vuestra majestad, y preso al señor principal de todas estas partes, y cómo estaba en aquella gran ciudad, y la cualidad della, y el oro y joyas que para vuestra alteza tenía, y cómo había enviado relación desta tierra a vuestra majestad. Y que les pedía por merced me ficiesen saber quién eran, y si eran vasallos natura- les de los reinos y señoríos de vuestra alteza, me escribiesen si venían a esta tierra por su real mandado, o a poblar y estar en ella, o si pasaban adelante, o habían de volver atrás, o si traían alguna necesidad, que yo les haría proveer de todo lo que a mí posible fuera. E que si eran de fuera de los reinos de vuestra alteza, asimismo me hiciesen saber si traían alguna necesidad, porque también lo remediaría pu- diendo. Donde no, que le requería de parte de vuestra majestad que luego se fue- sen de sus tierras y no saltasen en ellas; con apercibimiento que así no lo ficiesen iría contra ellos con todo el poder que yo tuviese, así de españoles como de natura- les de la tierra, y los prendería o mataría como extranjeros que se querían entreme- ter en los reinos de mi rey y señor. E partido el dicho religioso con el dicho despa- cho, dende en cinco días llegaron a la ciudad de Temixtitán veinte españoles de los que en la villa de la Veracruz tenía, los cuales me traían un clérigo y otros dos legos que habían tomado en la dicha villa; de los cuales supe cómo la armada y gente que en el dicho puerto estaba era de Diego Velázquez, que venía por su mandado, y que venía por capitán della un Pánfilo de Narváez, vecino de la isla Fernandina.43 E que traían ochenta de caballo y muchos tiros de pólvora y ocho- cientos peones, entre los cuales dijeron que había ochenta escopeteros y ciento veinte ballesteros, y que venía y se nombraba por capitán general y teniente de gobernador de todas estas partes por el dicho Diego Velázquez, y que para ello traía provisiones de vuestra majestad, e que los mensajeros que yo había enviado y el hombre que en la costa tenía estaban con el dicho Pánfilo de Narváez y no los dejaban venir, el cual se había informado dellos de cómo yo tenía allí aquella villa doce leguas del dicho puerto, y de la gente que en ella estaba, y asimismo de la

43 Es la isla de Cuba, de la que Diego Velázquez es gobernador. 234 STELIO CRO

gente que yo enviaba a Quacucalco, y cómo estaban en una provincia, treinta le- guas del dicho puerto, que se dice Tuchitebeque, y de todas las cosas que yo en la tierra había hecho en servicio de vuestra alteza, y las ciudades y villas que yo tenía conquistadas y pacíficas, y de aquella gran ciudad de Temixtitán, y del oro y joyas que en la tierra se había habido; e se había informado dellos de todas las otras co- sas que me habían sucedido; e que a ellos los había enviado el dicho Narváez a la dicha villa de la Veracruz, a que si pudiesen hablasen de su parte a los que en ella estaban y los atrajesen a su propósito y se levantasen contra mí; y con ellos me tra- jeron más de cien cartas que el dicho Narváez y los que con él estaban enviaban a los de la dicha villa, diciendo que diesen crédito a lo que aquel clérigo y los otros que iban con él de su parte les dijesen, y prometiéndoles que si así lo hiciesen, que por parte del dicho Diego Velázquez, y dél en su nombre, les serían hechas mu- chas mercedes; y los que lo contrario hiciesen, habrían de ser muy mal tratados; y otras muchas cosas que en las dichas cartas se contenían y el dicho clérigo y los que con él venían dijeron. Y casi junto con éstos vino un español de los que iban a Quacucalco, con cartas del capitán, que era un Juan Velázquez de León, el cual me facía saber cómo la gente que había llegado al puerto era Pánfilo de Narváez, que venía en nombre de Diego Velázquez, con la gente que traían, y me envió una carta que el dicho Narváez le había enviado con un indio, como a pariente del di- cho Diego Velázquez y cuñado de dicho Narváez, en que por ella le decía cómo de aquellos mensajeros míos había sabido que estaba allí con mucha gente, y luego se fuese con ella a él, porque en ello haría lo que cumplía y lo que era obligado a sus deudos, y que bien creía que yo le tenía por fuerza, y otras cosas que el dicho Nar- váez le escribía; el cual dicho capitán, como más obligado al servicio de vuestra majestad, no sólo dejó de aceptar lo que el dicho Narváez por su letra le decía, mas aun luego se partió, después de me haber enviado la carta, para se venir a jun- tar con toda la gente que tenía conmigo. Y después de me haber informado de aquel clérigo y de los otros dos que con él venían, de muchas cosas, y de la inten- ción de los del dicho Diego Velázquez y Narváez, y de cómo se habían movido con aquella armada y gente contra mí porque yo había enviado y cosas desta tierra a vuestra majestad y no al dicho Diego Velázquez, y cómo venían con dañada vo- luntad para me matar a mí y a muchos de los de mi compañía, que ya desde allá traían señalados. E supe asimismo cómo el licenciado Figueroa, juez de residencia en la isla Española, y los jueces y oficiales de vuestra alteza que en ella residen, sabido por ellos cómo el dicho Diego Velázquez hacía la dicha armada y la volun- tad con que la hacía constándole el daño y deservicio que de su venida a vuestra majestad podía redundar, enviaron al licenciado Lucas Vázquez de Ayllón, uno de los dichos jueces, con su poder, a requerir y mandar al dicho Diego Velázquez no enviase la dicha armada; el cual vino y halló al dicho Diego Velázquez con toda la gente armada en la punta de la dicha isla Fernandina, ya que quería pasar, y que allí le requirió a él y a todos los que en la dicha armada venían que no viniesen, porque dello vuestra alteza era muy deservido, y sobre ellos les impuso muchas penas, las cuales no obstante, ni todo por el dicho licenciado requerido ni manda- do, todavía había enviado la dicha armada; e que el dicho licenciado Ayllón estaba en el dicho puerto, que había venido juntamente con ella, pensando de evitar el daño que de la venida de la dicha armada se seguía; porque a él y a todos era noto- rio el mal propósito y voluntad con que la dicha armada venía; envié al dicho clé- TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 235

rigo con una carta mía para el dicho Narváez, por la cual le decía cómo yo había sabido del dicho clérigo y de los que con él habían venido cómo él era capitán de la gente que aquella armada traía, y que holgaba que fuese él, porque tenía otro pensamiento, viendo que los mensajeros que yo había enviado no venían; pero que pues él sabía que yo estaba en esta tierra en servicio de vuestra alteza, me maravi- llaba no me escribiese o enviase mensajero haciéndome saber de su venida, pues sabía que yo había de holgar con ella, así por él ser mi amigo mucho tiempo había, como porque creía que él venía a servir a vuestra alteza, que era lo que yo más de- seaba; y enviar, como había enviado, sobornadores y cartas de inducimiento a las personas que yo tenía en mi compañía, en servicio de vuestra majestad, para que se levantasen contra mí y se pasasen a él, como si fuéramos los unos infieles y los otros cristianos, o los unos vasallos de vuestra alteza y los otros sus deservidores; e que le pedía por merced que de allí adelante no tuviese aquellas formas, antes me hiciese saber la causa de su venida; y que me habían dicho que se intitulaba capitán general y teniente de gobernador por Diego Velázquez, y que por tal se había hecho pregonar y publicar en la tierra; e que había hecho alcaldes y regido- res y ejecutado justicia, lo cual era en mucho deservicio de vuestra alteza y contra todas sus leyes; porque siendo esta tierra de vuestra majestad, y estando poblada de sus vasallos, y habiendo en ella justicia y cabildo, que no se debía intitular de los dichos oficios ni usar dellos sin ser primero a ellos recibido, puesto que para los ejercer trujese provisiones de vuestra majestad. Las cuales si traía, le pedía por merced y le requería las presentase ante mí y ante el cabildo de la Veracruz, y que dél y de mí serían obedecidas como cartas y provisiones de nuestro rey y señor na- tural, y cumplidas en cuanto al real servicio de vuestra majestad conviniese; por- que yo estaba en aquella ciudad, y en ella tenía preso aquel señor, y tenía mucha suma de oro y joyas, así de lo de vuestra alteza como de mi compañía y mío, lo cual yo no osaba dejar, con temor que salido yo de la dicha ciudad la gente se re- belase y perdiese tanta cantidad de oro y joyas y tal ciudad, mayormente que per- dida aquélla, era perdida toda la tierra. E asimismo di al dicho clérigo una carta para el dicho licenciado Ayllón, al cual, según después yo supe, al tiempo que el dicho clérigo llegó había prendido el dicho Narváez y enviado preso con dos nav- íos (Carta II, 35-37).

Narváez solivianta a los indios de Cempoala y Cortés le sale al encuentro

El día que el dicho clérigo se partió me llegó un mensajero de los que estaban en la villa de la Veracruz, por el cual me hacían saber que toda la gente de los na- turales de la tierra estaban levantados y hechos con el dicho Narváez, en especial los de la ciudad de Cempoal y su partido, y que ninguno dellos quería venir a ser- vir a la dicha villa, así en la fortaleza como en las otras cosas en que solían servir, porque decían que Narváez les había dicho que yo era malo, y que me venía a prender a mí y a todos los de mi compañía y llevarnos presos y dejar la tierra, y que la gente que el dicho Narváez traía era mucha y la que yo tenía poca. E que él traía muchos caballos y muchos tiros, y que yo tenía pocos, y que querían ser a vi- va quien vence. E que también me facían saber que eran informados de los dichos indios que el dicho Narváez se venía a aposentar a la dicha ciudad de Cempoal, y que ya sabía cuán cerca estaba de aquella villa; y que creían, según eran informa- 236 STELIO CRO

dos del mal propósito que el dicho Narváez contra todos traía, que desde allí venía sobre ellos y teniendo de su parte los indios de la dicha ciudad; y por tanto me hacían saber que ellos dejaban la villa sola por no pelear con ellos; y por evitar es- cándalo se subían a la sierra a casa de un señor, vasallo de vuestra alteza y amigo nuestro, y que allí pensaban estar hasta que yo les enviase a decir lo que ficiesen. E como yo vi el gran daño que se comenzaba a revolver y cómo la tierra se levan- taba a causa del dicho Narváez, parecióme que con ir yo donde él estaba se apaci- guaría mucho, porque viéndome los indios presente no se osarían levantar. Y tam- bién porque pensaba dar orden con el dicho Narváez cómo tan gran mal como se comenzaba cesase. E así, me partí aquel mismo día, dejando la fortaleza muy bien bastecida de maíz y de agua y quinientos hombres dentro della y algunos tiros de pólvora. E con la otra gente que allí tenía, que serían hasta setenta hombres, seguí mi camino con algunas personas principales de los del dicho Muteczuma. Al cual yo, antes que me partiese, hice muchos razonamientos, diciéndole que mirase que él era vasallo de vuestra alteza y que agora había de recibir mercedes de vuestra majestad por los servicios que le había hecho, y que aquellos españoles le dejaba encomendados con todo aquel oro y joyas que él me había dado y mandado dar para vuestra alteza, porque yo iba a aquella gente que allí había venido, a saber qué gente era, porque hasta entonces no lo había sabido, y creía que debía ser al- guna mala gente, y no vasallos de vuestra alteza. Y él me prometió de los hacer proveer de todo lo necesario, y guardar mucho todo lo que allí le dejaba puesto pa- ra vuestra majestad, y que aquellos suyos que iban conmigo me llevarían por ca- mino que no saliese de su tierra, y me harían proveer en él de todo lo que hobiesen menester y que me rogaba, si aquella fuese gente mala, que se lo ficiese saber, porque luego proveería a mucha gente de guerra para que fuesen a pelear con ellos y echarlos fuera de la tierra. Lo cual todo yo le agradecí y certifiqué que por ello vuestra alteza le mandaría hacer muchas mercedes, y le di muchas joyas y ropas a él y a un hijo suyo, y a muchos señores que estaban con él a la sazón. Y en una ciudad que se dice Churutecal,44 topé a Juan Velázquez, capitán que, como he di- cho, enviaba Quacucalco, que con toda la gente se venía, y sacados algunos que venían mal dispuestos, que envié a la ciudad, con él y con los demás seguí mi ca- mino, y quince leguas delante de Churutecal topé aquel padre religioso de mi compañía que yo había enviado al puerto a saber qué gente era la del armada que allí había venido. El cual me trujo una carta del dicho Narváez, en que me decía que él traía ciertas provisiones para tener esta tierra por Diego Velázquez; que luego fuese donde él estaba a las obedecer y cumplir, y que él tenía hecha una vi- lla y alcalde y regidores. E del dicho religioso supe cómo habían prendido al dicho licenciado Ayllón y a su escribano y alguacil, y los habían enviado en dos navíos, y como allá le habían acometido con partidos, para que él atrajese algunos de los de mi compañía que se pasasen al dicho Narváez; y cómo habían hecho alarde de- lante dél y de ciertos indios que con él iban de toda la gente, así de pie como de caballo y soltar el artillería que estaba en los navíos y la que tenía en tierra, a fin de los atemorizar; porque le dijeron al dicho religioso: “Mirad cómo os podéis de- fender de nosotros, si no hacéis lo que quisiéramos.” [Este religioso le informa a Cortés que Narváez está en contacto con Moctezuma al que ha prometido que lo

44 Cholula en Clavijero. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 237

único que quiere es prender a Cortés y a sus hombres y que después se irá y dejará su tierra libre de españoles. A quince leguas de Cempoala, donde Narváez ha esta- blecido su base, los mensajeros de éste—dos clérigos y un Andrés de Duero, en- comendero de Cuba y amigo de Velázquez—le proponen a Cortés un encuentro con Narváez pues éste, si Cortés se avendría a sus términos, o sea, reconocer su autoridad y la del gobernador, y ahora adelantado de Nueva España, Velázquez, que le daría a él y a sus hombres los navíos necesarios para que dejara el país en sus manos. Cortés sospecha una treta y les comunica sus términos para dirimir la cuestión] (Carta II, 38-39).

Cortés prende a Narváez y convence a sus hombres a unirse a él.

E luego les envié ciertos requerimientos y mandamientos, por el cual requería al dicho Narváez que si algunas provisiones de vuestra alteza traía, me las notifi- case, y que hasta tanto no se nombrase capitán ni justicia ni se entremetiese en co- sa alguna de los dichos oficios, so cierta pena que para ello le impuse. E asimismo mandaba, y mandé por el dicho mandamiento a todas las personas que con el di- cho Narváez estaban, que no tuviesen ni obedeciesen al dicho Narváez por tal ca- pitán ni justicia; antes dentro de cierto término, que en el dicho mandamiento se- ñalé, pareciesen ante mí, para que yo les dijese lo que debían hacer en servicio de vuestra alteza, con protestación que, lo contrario haciendo, procedería contra ellos como contra traidores y aleves y malos vasallos que se rebelaban contra su rey y quieren usurpar sus reinos y señoríos, y darlas y aposesionar dellas a quien no per- tenecían, ni dellas ha acción, ni derecho compete. E que para la ejecución desto, no pareciendo ante mí ni haciendo lo contenido en el dicho mi mandamiento, iría contra ellos a los prender y cautivar, conforme a la justicia. E la respuesta que de- sto hube del dicho Narváez fue prender al escribano y a la persona que con mi po- der les fueron a notificar el dicho mandamiento, y tomarles ciertos indios que lle- vaban, los cuales estuvieron detenidos hasta que llegó otro mensajero que yo envié a saber dellos, entre los cuales tornaron a hacer alarde de toda la gente y amenazar a ellos y a mí si la tierra no les entregásemos. E visto que por ninguna vía yo podía excusar tan gran daño y mal y que la gente de naturales de la tierra se alborotaban y levantaban a más andar, encomendándome a Dios, y pospuesto todo el temor del daño que se podía seguir, considerando que morir en servicio de mi rey y por de- fender y amparar sus tierras y no las dejar usurpar a mí y a los de mi compañía se nos seguía farta gloria, di mi mandamiento a Gonzalo de Sandoval, alguacil ma- yor, para prender al dicho Narváez y a los que se llamaban alcaldes y regidores; al cual di ochenta hombres, y les mandé que fuesen con él a los prender, y yo con otros ciento y setenta, que por todos éramos doscientos y cincuenta hombres, sin tiro de pólvora ni caballo, sino a pie, seguí al dicho alguacil mayor, para le ayudar si el dicho Narváez y los otros quisiesen resistir su prisión. Y el día que el dicho alguacil mayor y yo con la gente llegamos a la ciudad de Cempoal, donde el dicho Narváez y gente estaba aposentada, supo de nuestra ida, salió al campo con ochen- ta de caballo y quinientos peones, sin los demás que dejó en su aposento, que era la mezquita mayor de aquella ciudad, asaz fuerte y llegó a una legua de donde yo estaba; y como lo que de mi ida sabía era por lengua de los indios y no me halló, creyó que le burlaban, y volvióse a su aposento, teniendo apercibida toda su gente, 238 STELIO CRO

y puso dos espías casi a una legua de la dicha ciudad. Y como yo deseaba evitar todo escándalo, parecióme que sería el menos yo ir de noche, sin ser sentido, si fuese posible, e ir derecho al aposento del dicho Narváez, que yo y todos los de mi compañía sabíamos muy bien, y prenderlo, porque preso él creí que no hubiera es- cándalo, porque los demás querían obedecer a la justicia; en especial que los de- más dellos venían por fuerza que el dicho Diego Velázquez les hizo, y por temor que no les quitase los indios que en la isla Fernandina tenían. E así fue que el día de pascua de Espíritu Santo,45 poco más de media noche, yo di en el dicho aposen- to, y antes topé las dichas espías que el dicho Narváez tenía puestas, y las que yo delante llevaba prendieron la una dellas, y la otra se escapó, de quien me informé de la manera que estaban; y porque la espía que se había escapado, no llegase an- tes que yo y diese mandado de mi venida, me di la mayor prisa que pude, aunque no pude tanta que la dicha espía no llegase primero casi media hora. E cuando lle- gué al dicho Narváez ya todos los de su compañía estaban armados y ensillados sus caballos y muy a punto, y velaban cada cuatro docientos hombres; e llegamos tan sin ruido que cuando fuimos sentidos y ellos tocaron el arma entraba yo prime- ro por el patio de su aposento, en el cual estaba toda la gente aposentada y junta, y tenían tomadas las tres o cuatro torres que en él había, y todos los demás aposen- tos fuertes. Y en la una de las dichas torres, donde el dicho Narváez estaba apo- sentado, tenía a la escalera della hasta diez y nueve tiros de fusilería. E dimos tan- ta priesa a subir la dicha torre que no tuvieron lugar de poner fuego más de un tiro, el cual quiso Dios que no salió ni hizo daño ninguno. E así, se subió la torre hasta donde el dicho Narváez tenía su cama, donde él y hasta cincuenta hombres que con él estaban pelearon con el dicho alguacil mayor y con los que con él subieron, puesto que muchas veces le requirieron que se diese a prisión por vuestra alteza, nunca quisieron, hasta que se les puso fuego, y con él se dieron. Y en tanto que el dicho alguacil mayor prendía al dicho Narváez, yo, con los que conmigo queda- ron, defendía la subida de la torre a las demás gente que en su socorro venía, y fice tomar toda la artillería, y me fortalecí con ella; por manera que sin muertes de hombres, mas de dos que un tiro mató, en una hora eran presos todos lo que se habían de prender y tomadas las armas a todos los demás, y ellos prometido de ser obedientes a la justicia de vuestra majestad, diciendo que fasta allí habían sido en- gañados, porque les habían dicho que traían provisiones de vuestra alteza y que yo estaba alzado con la tierra y era traidor a vuestra majestad, e les habían hecho en- tender otras muchas cosas. E como todos conocieron la verdad y mala intención y dañada voluntad del dicho Diego Velázquez y del dicho Narváez, y cómo se hab- ían movido con mal propósito, todos fueron muy alegres porque así Dios lo había hecho y proveído. Porque certifico a vuestra majestad que si Dios misteriosamente esto no proveyera y la victoria fuera del dicho Narváez, fuera el mayor daño que de mucho tiempo acá en españoles tantos por tantos se ha hecho. Porque él ejecu- tara el propósito que traía y lo que por Diego Velázquez le era mandado, que era ahorcarme a mí y a muchos de los de mi compañía, porque no hubiese quien del fecho diese razón. E según de los indios que yo me informé, tenían acordado que

45 Se celebra bajo el nombre de Pentecostes, o sea cincuenta días después de la Pascua de Resu- rrección, de manera que, como la Pascua, su fecha puede variar. La recurrencia a la que se refiere Cortés debe haber sido en la segunda mitad de mayo de 1520. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 239

si a mí el dicho Narváez prendiese, como él les había dicho, que no podría ser tan sin daño suyo y de su gente que muchos dellos y los de mi compañía no muriesen. E que entretanto ellos matarían a los que yo en la ciudad dejaba, como lo acome- tieron. E después se juntarían y darían sobre los que acá quedasen, en manera que ellos y su tierra quedasen libres y de los españoles no quedase memoria. E puede vuestra majestad ser muy cierto que si así lo ficieran y salieran con su propósito, de hoy en veinte años no se tornara a ganar ni a pacificar la tierra, que estaba ga- nada y pacífica (Carta II, 39-40).

Guerra de Tenochtitlán, o del patio sagrado del templo de Tezcalipoca, y muerte de Moctezuma

Dos días después de preso el dicho Narváez, porque en aquella ciudad no se podía sostener tanta gente junta, mayormente que ya estaba casi destruida, porque los que con el dicho Narváez en ella estaban la habían robado, y los vecinos della estaban ausentes y sus casas solas, despaché dos capitanes con docientos hombres, el uno para que fuese a hacer el pueblo en el puerto Cucicacalco, que, como a vuestra alteza he dicho, antes enviaba a hacer, y el otro a aquel río que los navíos de Francisco de Garay dijeron que habían visto, porque ya yo le tenía seguro. E asimismo envié otros docientos hombres a la villa de la Veracruz, donde fice que los navíos que el dicho Narváez traía viniesen. E con la gente demás me quedé en la dicha ciudad para proveer lo que al servicio de vuestra majestad convenía. E despaché un mensajero a la ciudad de Temixtitán, y con él hice saber a los españo- les que allí había dejado lo que me había sucedido. El cual dicho mensajero volvió de ahí a doce días y me trujo cartas del alcalde que allí había quedado, en que me hacía saber cómo los indios les habían combatido la fortaleza por todas las partes della y puéstoles fuego por muchas partes y hecho ciertas minas, y que se habían visto en mucho trabajo y peligro, y todavía los mataran, si el dicho Muteczuma no mandara cesar la guerra; y que aún los tenían cercados, puesto que no los combat- ían, sin dejar salir ninguno dellos dos pasos fuera de la fortaleza. Y que les habían tomado en el combate mucha parte del bastimento que yo les había dejado, y que les habían quemado los cuatro bergantines que yo allí tenía, y que estaban en muy extrema necesidad, y que por amor de Dios los socorriese a mucha prisa.46 E vista

46 Sobre las causas de la guerra en Tenochtitlán, que estalló en coincidencia con la ausencia de Cortés, salido al encuentro de la armada de Narváez, hemos heredado dos perspectivas: por un lado el silencio de Cortés y de Bernal Díaz del Castillo; por el otro, la documentación elocuente de Sahagún, Torquemada y Clavijero. Los aztecas atacaron en masa el palacio donde los españoles tenían aprisio- nado a Moctezuma, después que Alvarado, lugarteniente de Cortés durante su ausencia, invadió el templo dedicado a Tezcalipoca, dios de la noche y de las cosas materials, como la lluvia y de las cosechas, donde se celebraba la fiesta de Huitzipolochtli, mientras la aristocracia, los sacerdotes, con sus familias, celebraban la fiesta del Toxcatl, palabra que en náhuatl significa sequía. La ceremonia, que incluía un sacrificio humano en que se sacrificaba a un joven elegido para representar al dios Tezcalipoca, incluía, después del sacrificio, danzas y meneos en que los bailadores, hombres y muje- res, se besaban. La fiesta se celebraba en mayo. Alvarado y sus soldados hicieron una carnicería, en la que perecieron muchos jefes y sacerdote aztecas, con sus esposas y niños. La reacción azteca ante esta masacre fue inmediata y espontánea y culminó en la retirada de los españoles que perdieron gran 240 STELIO CRO

la necesidad en que estos españoles estaban y que si no los socorría, demás de los matar los indios y perderse todo el oro y plata y joyas que en la tierra se había habido, así de vuestra alteza como de españoles y míos, se perdía la mejor y más noble ciudad de todo lo nuevamente descubierto del mundo, y ella perdida se perdía todo lo que estaba ganado, por ser la cabeza de todo y a quien todos obe- decían. Y luego despaché mensajeros a los capitanes que había enviado con la gente, haciéndoles saber lo que me habían escrito de la gran ciudad, para que lue- go, dondequiera que los alcanzasen, volviesen, y por el camino más cercano se fuesen a la provincia de Tlascaltecal, donde yo con la gente estaba en compañía, y con toda la artillería que pude y con setenta de caballo me fui a juntar con ellos, y allí juntos, y hecho alarde, se hallaron los setenta de caballo y quinientos peones. E con ellos a la mayor priesa que pude me partí para la dicha ciudad, y en todo el camino nunca me salió a recibir ninguna persona del dicho Muteczuma, como an- tes lo solían facer, y toda la tierra estaba alborotada y casi despoblada; de que con- cebí mala sospecha, creyendo que los españoles que en la dicha ciudad habían quedado eran muertos, y que toda la gente de la tierra estaba junta esperándome en algún paso o parte donde ellos se pudiesen aprovechar mejor de mí. E con este te- mor fui al mejor recaudo que pude, hasta que llegué a la ciudad de Tesnacan, que, como ya he hecho relación a vuestra majestad, está en la costa de aquella gran la- guna. E allí pregunté a algunos de los naturales della por los españoles que con la gran ciudad habían quedado. Los cuales me dijeron que eran vivos, y yo les dije que me trujesen una canoa, porque quería enviar un español a lo saber; y que en tanto que él iba había de quedar conmigo un natural de aquella ciudad, que parecía algo principal, porque los señores y principales della de quien yo tenía noticia no parecía ninguno. Y él mandó traer la canoa, y envió ciertos indios con el español que yo enviaba, y se quedó conmigo. Y estándose embarcado este español para ir a la dicha ciudad de Temixtitán, vio venir por la mar47 otra canoa, y esperó a que llegase al puerto, y en ella venía uno de los españoles que había quedado en la di- cha ciudad, de quien supe que eran vivos todos, excepto cinco o seis que los indios habían muerto, y que los demás estaban todavía cercados y que no los dejaban sa- lir de la fortaleza, ni los proveían de cosas que había menester, sino por mucha copia de rescate; aunque después de mi ida habían sabido, lo hacían algo mejor con ellos; y que el dicho Muteczuma decía que no esperaba sino que yo fuese para que luego tornasen a andar por la ciudad como antes solían. Y con el dicho espa- ñol me envió el dicho Muteczuma un mensajero suyo, en que me decía que ya cre- ía que debía saber lo que en aquella ciudad había acaecido, y que él tenía pensa- miento que por ello yo venía enojado y traía voluntad de le hacer algún daño; que me rogaba perdiese el enojo, porque a él le había pesado tanto cuanto a mí, y que ninguna cosa se había hecho por su voluntad y consentimiento, y me envió a decir otras muchas cosas para me aplacar la ira que él creía que yo traía por lo acaecido; y que me fuese a la ciudad a aposentar, como antes estaba, porque no menos se haría en ella lo que yo mandase que antes se solía facer. Yo le envié a decir que no

parte de su ejército y de sus aliados tlaxcaltecas, incluyendo el tesoro en oro, plata y piedras preciosas que contribuyeron a la muerte de muchos españoles que se ahogaron en la laguna de Texcoco, en el vano intento de llevarse el rico botín. 47 Se refiere a la laguna. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 241

traía enojo ninguno dél, porque bien sabía su buena voluntad, y que así como él lo decía lo haría yo. E otro día siguiente, que fue víspera de San Juan Bautista,48 me partí, y dormí en el camino, a tres leguas de la dicha gran ciudad; y día de San Juan [24 de junio de 1520], después de haber oído misa me partí y entré en ella ca- si a mediodía, y vi poca gente por la ciudad, y algunas puertas de las encrucijadas y traviesas de las calles quitadas, que no me pareció bien, aunque pensé que lo hacían de temor de lo que habían hecho, y que entrando yo los aseguraría. E con esto me fui a la fortaleza, en la cual y en aquella mezquita mayor que estaba junto a ella se aposentó toda la gente que conmigo venía; e los que estaban en la fortale- za nos recibieron con tanta alegría como si nuevamente les diéramos las vidas, que ya ellos estimaban perdidas; y con mucho placer estuvimos aquel día y noche, creyendo que ya todo estaba pacífico. E otro día después de misa enviaba un men- sajero a la villa de la Veracruz, por les dar buenas nuevas de cómo los cristianos eran vivos y yo había entrado en la ciudad y estaba segura. El cual mensajero vol- vió dende a media hora todo descalabrado y herido, dando voces que todos los in- dios de la ciudad venían de guerra y que tenían todas las puentes alzadas; e junto tras él da sobre nosotros tanta multitud de gente por todas partes que ni las calles ni azoteas se parecían con gente; la cual venía con los mayores alaridos y grita más espantables que en el mundo se puede pensar; y eran tantas las piedras que nos echaban con hondas dentro en la fortaleza, que no parecía sino que el cielo las llovía, e las flechas y tiraderas eran tantas, que todas las paredes y patios estaban llenos, que casi no podíamos andar con ellas. E yo salí fuera a ellos por dos o tres partes, y pelearon con nosotros muy reciamente, aunque por una parte un capitán salió con docientos hombres, y antes que se pudiese recoger le mataron cuatro y hirieron a él y a muchos de los otros, e por la parte que yo andaba me hirieron a mí y a muchos de los españoles. E nosotros matamos pocos dellos, porque se nos acogía de la otra parte de las puentes, y desde las azoteas y terrados nos hacían daño con piedras, de las cuales ganamos algunas y quemamos. Pero eran tantas y tan fuertes, y de tanta gente pobladas y tan bastecidas de piedras y otros géneros de armas, que no bastábamos para ge las tomar todos, ni defender, que ellos no nos ofendiesen a su placer. En la fortaleza daban tan recio combate, que por mu- chas partes nos pusieron fuego, y por la una se quemó mucha parte della, sin la poder remediar, hasta que la atajamos cortando las paredes y derrocando un peda- zo que mató el fuego. E si no fuera por la mucha guarda que allí puse de escopete- ros y ballesteros y otros tiros de pólvora, nos entraran a escala vista sin los poder resistir. Así estuvimos peleando todo aquel día, hasta que fue la noche bien cerra- da, e aun en ella no nos dejaron sin grita y rebato hasta el día. E aquella noche hice reparar los portillos de aquello quemado, y todo lo demás que me pareció que la fortaleza había flaco, e concerté las estancias y gente que en ellas había de estar y la que el otro día habíamos de salir a pelear fuera, e hice curar los heridos, que eran más de ochenta. E luego que fue de día ya la gente de los enemigos nos co- menzaba a combatir muy más reciamente que el día pasado, porque estaba tanta cantidad dellos, que los artilleros no tenían necesidad de puntería, sino asestar en los escuadrones de los indios. Y puesto que la artillería hacía mucho daño, porque jugaban trece arcabuces, sin las escopetas y ballestas, hacían tan poca mella, que

48 La fiesta de este santo se celebra el 24 de junio, de manera que es el 23 de junio de 1520. 242 STELIO CRO

ni se parecía que lo sentían, porque por donde llevaba el tiro diez o doce hombres se cerraba luego de gente, que no parecía que hacía daño ninguno. Y dejado en la fortaleza el recaudo que convenía y se podía dejar, yo torné a salir y les gané al- gunas de las puentes, y quemé algunas casas, y matamos muchos en ellas que las defendían; y eran tantos que aunque más daño se hiciera hacíamos muy poquita mella. E a nosotros convenía pelear todo el día, y ellos peleaban por horas, que se remudaban, y aún les sobraba gente. También hirieron aquel día otros cincuenta o sesenta españoles, aunque no murió ninguno, y peleamos hasta que fue noche, que de cansados nos retrajimos a la fortaleza. E viendo el gran daño que los enemigos nos hacían y cómo nos herían y mataban a su salvo, y que puesto que nosotros hacíamos daño en ellos, por ser tantos no se parecía, toda aquella noche y otro día gastamos en hacer tres ingenios de madera, y cada uno llevaba veinte hombres, los cuales iban dentro, porque con las piedras que nos tiraban desde las azoteas no los pudiesen ofender, porque iban los ingenios cubiertos de tablas, y los que iban de- ntro eran ballesteros y escopeteros, y los demás llevaban picos y azadones y varas de hierro para horadarles las casas y derrocar las albarradas que tenían hechas en las calles. Y en tanto que estos artificios se hacían no cesaba el combate de los contrarios; en tanta manera, que como no salíamos fuera de la fortaleza, se querían ellos entrar dentro; a los cuales resistimos con harto trabajo. Y el dicho Muteczu- ma, que todavía estaba preso, y un hijo suyo, con otros muchos señores que al principio se habían tomado, dijo que le sacasen a las azoteas de la fortaleza, y que él hablaría a los capitanes de aquella gente y les harían que cesase la guerra. E yo los hice sacar, y en llegando a un pretil que salía fuera de la fortaleza, queriendo hablar a la gente que por allí combatía, le dieron una pedrada los suyos en la cabe- za, tan grande, que de allí a tres días murió; y yo le fice saber así muerto a dos in- dios de los que estaban presos, e a cuestas lo llevaron a la gente, y no sé lo que dél se hicieron, salvo que no por eso cesó la guerra, y muy más recia y muy cruda de cada día.49 [Hay un parlamento entre Cortés y los jefes aztecas que le ofrecen que salgan de la tierra si quieren sobrevivir porque, de lo contrario, los matarán a to- dos. Cortés les advierte que la guerra terminará con muchas muertes y destrucción de la ciudad. Se resume el combate durante el cual los guerreros aztecas ocupan el gran templo que servía de alojamiento a los españoles y desde la altura de la mis- ma pueden aumentar su ventaja estratégica, descargando sus piedras y flechas desde las terrazas del templo y los españoles, no sólo logran desalojarlos, sino que sufren muchas pérdidas en sus ataques. Cortés logra desalojarlos con mucho traba- jo y pérdidas y reconoce el heroísmo de los asaltantes que prefieren morir antes de rendirse. Los aztecas han destruido todas las calzadas que comunican a Tenoch- titlán con la tierra firme, menos una. Así los españoles están rodeados de la multi- tud de los aztecas que, dice Cortés, “que tenían hecha cuenta que, a morir veinte y cinco mil dellos y uno de los nuestros, nos acabaríamos nosotros primero, porque

49 Moctezuma ya no era tlatoani, pues el consejo tribal, o sea, el tlacotan, lo depuso al quedarse prisionero y eligió en su lugar a su hermano Cuitlahuac, que dirigió la guerra contra los españoles. Episodio algo misterioso, pues no se entiende cómo Cortés hubiese dejado expuesto Moctezuma al peligro de las piedras que llovían sobre la fortaleza. El argumento que algunos historiadores han adelantado de que los aztecas le mataron intencionalmente porque ya no tenía autoridad no me parece plausible. La responsabilidad de su muerte debe recaer en Cortés. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 243

éramos pocos y ellos muchos”. Los bastimentos y el agua escasean, la mayoría de los sobrevivientes están heridos y, después de consultar a los capitanes y soldados, Cortés, una noche que se calcula que fue el 30 de junio de 1520, decide abandonar la fortaleza y, de noche, tratar de salir con el tesoro de Moctezuma que habían amasado] (Carta II, 41-43).

La noche triste y la pérdida del tesoro de Moctezuma

E así [los aztecas] quedaron aquella noche con victoria y ganadas las dichas cuatro puentes, e yo dejé en las otras cuatro buen recaudo, y fui a la fortaleza, y hice hacer una puente de madera, que llevaban cuarenta hombres; y viendo el gran peligro en que estábamos y el mucho daño que cada día los indios nos hacían, y temiendo que también deshiciesen aquella calzada como las otras, y deshecha era forzado morir todos, y porque de todos los de mi compañía fui requerido muchas veces que me saliese, e porque todos o los más estaban heridos, y tan mal que no podían pelear, acordé de lo hacer aquella noche, e tomé todo el oro y joyas de vuestra majestad que se podían sacar, y púselo en una sala, y allí lo entregué en ciertos líos a los oficiales de vuestra alteza, que yo en su real nombre tenía señala- dos, y a los alcaldes y regidores, y a toda la gente que allí estaba, les rogué y re- querí que me ayudasen a lo sacar y salvar, e di una yegua mía para ello, en la cual se cargó tanta parte cuanta yo podía llevar; y señalé ciertos españoles, así criados míos como de los otros, que viniesen con el dicho oro y yegua, y los demás los di- chos oficiales y alcaldes regidores y yo los dimos y repartimos por los españoles para que lo sacasen. E desamparada la fortaleza, con mucha riqueza, así de vuestra alteza como de los españoles y mía, me salí lo más secreto que yo pude, sacando conmigo un hijo y dos hijas del dicho Muteczuma, y a Cacamacin, señor de Acu- luacán, y al otro su hermano, que yo había puesto en su lugar, y otros señores de provincias y ciudades que allí tenía presos. E llegando a las puentes, que los indios tenían quitadas, a la primera dellas se echó la puente que yo traía hecha con poco trabajo, porque no hubo quien la resistiese, excepto ciertas velas que en ella esta- ban, las cuales apellidaban tan recio, que antes de llegar a la segunda estaba infini- to número de gente de los contrarios sobre nosotros, combatiéndonos por todas partes, así desde el agua como de la tierra; e yo pasé presto con cinco de caballo y con cien peones, con los cuales pasé a nado todas las puentes, y las gané hasta la tierra firme. E dejando aquella gente en la delantera, torné a la rezaga, donde hallé que peleaban reciamente y que era sin comparación el daño que los nuestros recib- ían, así los españoles como los indios de Tascaltecal que con nosotros estaban; y así, a todos los mataron, y a muchos naturales, los españoles; e asimismo habían muerto muchos españoles y caballos, y perdido todo el oro y joyas y ropa y otras muchas cosas que sacábamos, y toda el artillería. Y recogidos los que estaban vi- vos, echélos delante, y yo, con tres o cuatro de caballo y hasta veinte peones, que osaron quedar conmigo, me fui en la rezaga, peleando con los indios hasta llegar a una ciudad que se dice Tacuba que está fuera de toda la calzada, de que Dios sabe cuánto trabajo y peligro recibí; porque todas las veces que volvía sobre los contra- rios salía lleno de flechas y viras y apedreado; porque como era agua de la una parte y de la otra, herían a su salvo sin temor a los que salían a tierra; luego volv- íamos sobre ellos, y saltaban al agua; así, que recibían muy poco daño, si no eran 244 STELIO CRO

algunos que con los muchos estropezaban unos con otros y caían, y aquellos mor- ían. Y con este trabajo y fatiga llevé toda la gente hasta la dicha ciudad de Tacuba, sin me matar ni herir ningún español ni indio, sino fue uno de los de caballo que iba conmigo en la rezaga, y no menos peleaban, así en la delantera como por los lados, aunque la mayor fuerza era en las espaldas, por do venía la gente de la gran ciudad (Carta II, 44). [Los aztecas los persiguen durante más de una semana. Se defienden los españoles ayudados y guiados por sus aliados los tlaxcaltecas, en pos de la ciudad aliada, Tlaxcala. En estos combaten mueren los hijos de Mocte- zuma y todos los miembros de su corte que Cortés había llevado como rehenes. Por fin, el 8 de julio de 1520, los sobrevivientes de la guerra de Tenochtitlán lle- gan a Tlaxcala] (Carta II, 44-46).

Llegada a Tlaxcala, cuidado de los heridos.

El día siguiente, siendo ya claro, comenzamos a andar por un camino muy llano que iba derecho a dicha provincia de Tascaltecal, por el cual nos siguió muy poca gente de los contrarios, aunque había muy cerca dél muchas y grandes poblaciones, puesto que de algunos cerrillos y en la rezaga, aunque lejos, todav- ía nos gritaban. E así salimos este día, que fue domingo a 8 de julio [de 1520], de toda la tierra de Culúa, y llegamos a tierra de la dicha provincia de Tascalte- cal, a un pueblo della que se dice Gualipán, de hasta tres o cuatro mil vecinos, donde de los naturales dél fuimos muy bien recibidos y reparados en algo de la gran hambre y cansancio que traíamos, aunque muchas de las provisiones que nos daban eran por nuestros dineros, y aunque no querían otro sino de oro, y éramos forzados dárselo por la mucha necesidad en que nos víamos. En este pueblo estuve tres días, donde me vinieron a ver y hablar Magiscacin50 y Sicu- tengal51 y todos los señores de la dicha provincia y algunos de la de Guasucingo, los cuales mostraron mucha pena por lo que nos había acaecido e trabajaron de me consolar diciéndome que muchas veces ellos me habían dicho que los de Culúa eran traidores y que me guardase dellos, y que no lo había querido creer.52

50 Torquemada escribe “Maxixcatzin” en Monarquía Indiana. 51 Torquemada escribe Xicotencatl en Monarquía Indiana 52 En una nota a este pasaje, el editor de la edición Austral de Espasa Calpe (Madrid, 1970, pp. 98-99), pone la siguiente recopilación, comparando esta derrota a manos de los aztecas, con la prime- ra llegada de Cortés: “Porque se compare esta salida de México por el Noroeste, en la llamada Noche triste, con la en- trada que Cortés hizo por el Sur, conviene recapitular ahora—tal como con los datos existentes ha sido posible reconstruir—la entrada triunfal de Cortés en Tenochtitlán. El lunes 7 de noviembre salió Cortés de Iztapalapan o Iztapalapa con su ejército en orden de gue- rra: la caballería, en la descubierta; las capitanías de arcabuceros y ballesteros, a la vanguardia; el bagaje, en el centro, custodiado por los aliados tlaxcaltecas; después, los soldados de espada y rodela, con la artillería, y cubriendo la retaguardia, el resto de los indios. Llevaban los castellanos banderas desplegadas y marchaban tocando los atambores con gran sorna y aparato, para atemorizar a los mexicanos. Caminó el ejército por la calzada de Iztapalapan, de dos leguas de longitud, a cuyos lados ca- minaban contemplándolos millares de indios en multitud de canoas que surcaban el lago. El es- TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 245

Pero que pues yo había escapado vivo, que me alegrase; que ellos me ayudarían hasta morir para satisfacerme del daño que aquéllos me habían hecho, porque, demás de les obligar a ello ser vasallos de vuestra alteza, se dolían de muchos hijos y hermanos que en mi compañía les habían muerto, y de otras muchas inju- rias que los tiempos pasados dellos habían recibido, y que tuviese por cierto que me serían muy ciertos y verdaderos amigos hasta la muerte. E que pues yo venía herido y todos los demás de mi compañía muy trabajados, que nos fuésemos a la ciudad, que está cuatro leguas deste pueblo, e que allí descansaríamos y nos cu- rarían y nos repararían de nuestros trabajos y cansancio. E yo se lo agradecí, y acepté su ruego, y les di algunas pocas cosas de joyas que se habían escapado, de que fueron muy contentos, y me fui con ellos a la dicha ciudad, donde asi- mismo hallamos buen recebimiento; y Magiscacin me trajo una cama de madera encasada, con alguna ropa de la que ellos tienen, en que durmiese, porque nin- guna trajimos, y a todos hizo reparar de lo que él tuvo y pudo. [Se entera Cortés que durante su ausencia los aztecas habían asaltado en el camino a los criados de Cortés que de Tlaxcala iban para Veracruz con mucho oro y plata y papeles del conquistador. Preocupado por la suerte de Veracruz envía mensajeros para tener noticias de esa villa y aprende que todos están bien. Entre sus hombres, los mu- chos heridos fueron curados, pero algunos murieron y otros quedaron lisiados, como el mismo Cortés que perdió dos dedos de la mano izquierda. Sus hombres, viendo que muchos habían muerto y que los enemigos podrían atacar a Vera- cruz, sugirieron que debían retirarse a esta villa, con la ventaja de tener los nav- íos que le habían tomado a Narváez y que se podrían defender hasta tanto no llegasen refuerzos. Pero Cortés tiene otro plan] (Carta II, 46-47).

pectáculo era de una magnificencia sin igual. La calzada de Iztapalapan se comunica con la de Coyoacán, el lugar donde se levantaba el Oihuateocall, o templo de la diosa Toci (madre de la Tierra). En ese templo se vieron Cortés y Muteczuma. Éste, al acercarse los castellanos, salió con los reyes y grandes señores que con él se hallaban en México, llevado por cuatro nobles en lujosas andas cubiertas de ricas mantas, con mucho aparato de flores y otros presents y riquezas con que obsequiar a los castellanos. Llegados a Tocititlán (o lugar del templo de Toci) esperaron a Cortés, y al presentarse éste bajó Muteczuma de las andas y se adelantó a su encuentro, cubriéndolo los cuatro señores con un paño riquísimo a maravilla y la color de plumas verdes con grandes labores de oro, con mucha argentería y perlas chalchihuitl, que pendían unas de otras como bordaduras, según refiere Bernal Díaz. Cortés se apeó de su caballo e intentó abrazar a Muteczuma, pero se lo impidieron los señores porque lo tenían por divinidad que nadie había de tocar, y a quien ni siquie- ra osaban mirar el rostro. Entró Cortés en la ciudad apoyado en el brazo de uno de los hermanos de Muteczuma, y éste tam- bién apoyado en otro, pero poco más adelante. Delante de ellos iban bailes, danzas y otros regocijos. Salieron a su encuentro los sacerdotes con sahumeríos, bocinas y caracoles, todos embijados y con sus trajes de ceremonia, y también guerreros águilas y tigres—con armaduras de pieles de dichos animales—con sus macanas y escudos. Continuó la comitiva hasta el palacio de Axayacatl, en donde se alojó el ejército de Cortés y Mu- teczuma tomó para su habitación la Antigua casa que quedaba enfrente, de su antepasado del mismo nombre. En el estrado del gran salon del palacio tuvo lugar la [entrevista entre Cortés y Muteczuma]. 246 STELIO CRO

Plan para dar el asalto final a Tenochtitlán

E yo, viendo que mostrar a los naturales poco ánimo, en especial a nuestros amigos, era causa de más aína dejarnos y ser contra nosotros, acordándome que siempre a los osados ayuda la fortuna, y que éramos cristianos, y confiando en la grandísima bondad y misericordia de Dios, que no permitiría que del todo perecié- semos y se perdiese tanta y tan noble tierra como para vuestra majestad estaba pa- cífica y en punto a se pacificar, ni se dejase de hacer tan gran servicio como se hacía en continuar la guerra, por cuya causa se había de seguir la pacificación de la tierra, como antes estaba, me determiné de por ninguna manera bajar los puertos hacia la mar; antes pospuesto todo trabajo y peligros que se nos pudiesen ofrecer, les dije que yo no había de desamparar esta tierra, porque en ello me parecía que demás de ser vergonzoso a mi persona, y a todos muy peligroso, a vuestra majes- tad hacíamos muy gran traición. E que me determinaba de por todas las partes que pudiese volver sobre los enemigos y ofenderlos por cuantas vías a mí fuese posi- ble. E habiendo estado en esta provincia veinte días, aunque ni yo estaba muy sano de mis heridas y los de mi compañía todavía bien flacos, salí della para otra que se dice Tepeaca,53 que era de la liga y consorcio de los de Culúa, nuestros enemigos, de donde estaba informado que habían muerto diez o doce españoles que venían de la Veracruz a la gran ciudad, porque por allí es el camino. La cual provincia de Tepeaca confina y parte términos con la de Tascaltecal y Cururtecal, porque es muy gran provincia. Y entrando por tierra de la dicha provincia salió mucha gente de los naturales della a pelear con nosotros, y pelearon y nos defendieron la entra- da cuanto a ellos fue posible, poniéndose en los aposentos fuertes y peligrosos. E por no dar cuenta de todas las particularidades que nos acaecieron en esta guerra, que sería prolijidad, no diré sino que, después de hechos los requerimientos que de parte de vuestra majestad se les hacían acerca de la paz, y no los quisieron cum- plir, y les hicimos la guerra y pelearon muchas veces con nosotros. Y con la ayuda de Dios y de la real ventura de vuestra alteza, siempre los desbaratamos, y mata- mos muchos, sin que en toda la dicha guerra me matasen ni hiriesen ni un español. Y aunque, como he dicho, esta dicha provincia es muy grande, en obra de veinte días hobe pacíficas muchas villas y poblaciones a ella sujetas (…). En cierta parte desta provincia que es donde mataron aquellos diez españoles, porque los natura- les de allí siempre estuvieron muy de guerra y muy rebeldes, y por fuerza de ar- mas se tomaron, hice ciertos esclavos, de que se dio el quinto a los oficiales de vuestra majestad; porque demás de haber muerto a los dichos españoles y rebelán- dose al servicio de vuestra alteza, comen carne humana, por cuya notoriedad no envío a vuestra majestad probanza dellos. Y también me movió a facer los dichos esclavos por poner algún espanto a los de Culúa, y porque también hay tanta gen- te, que si no ficiese grande y cruel castigo en ellos, nunca se enmendarían jamás. En esta guerra nos anduvimos con la ayuda de los naturales de la provincia de Tascaltecal y Chururtecal y Guasucingo, donde han bien confirmado la amistad con nosotros, y tenemos mucho concepto que servirán siempre como leales vasa- llos de vuestra alteza. [Da también noticia de la derrota de la armada de Francisco de Garay en el río Pánuco a manos de los indios de la región y que después de su

53 Tepeyacac en Clavijero. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 247

derrota este capitán se refugió en el puerto de Veracruz; también que Cortés deci- de fundar la villa Segura de la Frontera en la región de Tepeyacac y que la ciudad de Guacachula se ha declarado vasalla del emperador Carlos V y ruega a Cortés que la libere de los capitanes Culhas que tienen un ejército de treinta mil hombres en las cercanías y cometen muchas violencias y ofensas contra la ciudad. Les en- vía Cortés de vuelta a la ciudad con un capitán español, trece de caballo y doscien- tos soldados de a pie además de tres mil indios aliados. Llegan a Guacachula y pe- lean con algunos capitanes Culhas que alertan sus hombres que llegan a esta ciu- dad al mismo tiempo que llega Cortés desde Segura de la Frontera, que ha sido alertado del peligro. En la batalla los Culhas son derrotados, muchos mueren y los demás terminan esclavos, o en la cárcel en Guacachula. Después de esta victoria, cien mil indios aliados se unen a las fuerzas de Cortés que, después de un descan- so de tres días en Guacachula, avanza en ayuda de Izzucan, ocupada por un ejérci- to de Culhas de ciento veinte mil hombres. Cortés los ataca y los vence. Mientras reorganiza la región, pacificándola, recibe el ofrecimiento de vasallaje por parte de la villa de Guajocingo y de Coastoaca.54 En Guacachula se entera que el que man- da en Tenochtitlán es Cuitlahuatzin, señor de Itzapalapan y hermano de Moctezu- ma. El plan de Cortés es el de tomar la gran ciudad de la que tuvo que huir des- pués de la derrota sufrida a fines de junio de 1520] (…). Yo envío a la isla Espa- ñola cuatro navíos para que luego vuelvan cargados de caballos y gente para nues- tro socorro; e asimismo envío a comprar otros cuatro para que desde la dicha isla Española y ciudad de Santo Domingo traigan caballos y armas y ballestas y pólvo- ra, porque esto es lo que en estas partes es más necesario; porque peones rodeleros aprovechan muy poco solos, por ser tanta cantidad de gente y tener tan fuertes y grandes ciudades y fortalezas; y escribo al licenciado Rodrigo de Figueroa y a los oficiales de vuestra alteza que residen en la dicha isla que den para ello todo el fa- vor y ayuda que ser pudiere, porque así conviene mucho al servicio de vuestra al- teza y a la seguridad de nuestras personas, porque viniendo esta ayuda y socorro, pienso volver sobre aquella gran ciudad y a su tierra, e creo, como ya a vuestra majestad he dicho, que en muy breve tornará al estado que antes yo la tenía, e se restaurarán las pérdidas pasadas. Y en tanto, yo quedo haciendo doce bergantines para entrar en la laguna, y estáse labrando ya la tablazón y piezas dellos, porque así se han de llevar por tierra; e asimismo se hace clavazón para ellos, y está apa- rejada pez y estopa, y velas y remos, y las otras cosas para ello necesarias. E certi- fico a vuestra majestad que hasta conseguir este fin no pienso tener descanso ni cesar para ello todas las formas a mi posibles, posponiendo para ello todo el traba- jo y peligro y costa que se me puede ofrecer. [En los párrafos finales Cortés le re- cuerda al emperador Carlos V que hay cada vez más ciudades y pueblos en la Nueva España que quieren ser vasallos de la corona de Castilla y León, para que los defienda de la violencia y prepotencia de los Culhas de Tenochtitlán. Y final- mente, para concluir la propuesta que esta tierra mexicana se llame Nueva Espa- ña]. Esta carta segunda está fechada en Segura de la Frontera, el 30 de octubre de 1520. Hay una posdata en que se anuncia la toma de Tenochtitlán, el 15 de agosto de 1521 por los españoles y se da la fecha y lugar de publicación de la misma car- ta: Sevilla, por Jacobo Cromberger, 8 de noviembre de 1522. (Carta II, 48-52).

54 Oaxaca en Torquemada. 248 STELIO CRO

Comentario a la Carta II: el nacimiento de una nueva unidad política, la Nueva España En esta Carta Segunda, Cortés hace hincapié en las alianzas ya logradas con los naturales, los de Cempoala y los de Tlaxcala. Su formación y su habilidad y rapi- dez para asimilar lecturas o noticias le permite explicar al emperador Carlos V la peculiar organización política de las ciudades conquistadas, como Tlaxcala y Cho- lula, que el conquistador compara a ciudades italianas, bien sabiendo la familiari- dad de Carlos V con las mismas. En la selección que hace de costumbres y ritos, elige un vocabulario que mira a hacer asociaciones, en la mente del ilustre lector, con la Reconquista peninsular. Así, llama mezquitas los templos de los mexicanos donde se cumplen sacrificios humanos y sus ritos antropofágicos. Igualmente in- tencional es la descripción de la ejecución sumaria del tlaxcalteca acusado de robar el oro del español, ejecución hecha por una masa de gente que se abalanza sobre él y lo mata a golpes de porras ante los ojos de las autoridades, lo que quiere subra- yar, no sólo la temida anarquía italiana, aludida con la recordada comparación, sino la barbarie violenta de los naturales y la necesidad de la conquista española, único modo de establecer el gobierno de la ley y del orden en la Nueva España. El astuto conquistador no se olvida de mostrarle al emperador español la riqueza en metales preciosos y la existencia de ricas minas de oro en varias provincias del país mexi- cano. El mismo fin utilitario se observa en los lienzos donde Moctezuma hace di- bujar los mapas de las minas auríferas y de los ríos navegables con sus puertos, un legado de nociones de gran valor económico y militar para los futuros gobernantes y oficiales españoles que deberán encargarse de la administración y defensa de la Nueva España. No descuida tampoco Cortés la importancia de demostrarle al em- perador la combinación de sabia estrategia militar con la hábil diplomacia con las que el conquistador ha obtenido las grandes victorias en el campo de batalla y la adhesión de tantas ciudades y pueblos al vasallaje de su nuevo emperador allende el océano. Las victorias ganadas con un derrame limitado de sangre española siem- pre lucen en esta carta, como ya se vio en la anterior sobre su victoria en Tabasco. Un buen ejemplo de su habilidad maquiavélica es la descripción de la captura de Cacamatzín, sobrino de Moctezuma y jefe rebelde contra la invasión española. La captura se realiza gracias a los consejos del mismo Moctezuma que, tras aconsejar a Cortés que no era el caso de usar la fuerza, sino recurrir al engaño, ordena a sus ministros que ayuden a Cortés a poner en efecto el plan que evita derrame de san- gre. El discurso de Moctezuma a sus ministros merece un comentario más detalla- do. Moctezuma cumple con su discurso una verdadera operación de aculturación, por la cual, en su descripción de Cortés, el emperador azteca evoca una teología que es al mismo tiempo una teleología. La razón expuesta por Moctezuma es que TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 249 los mismos aztecas son extranjeros, inmigrantes de un lejano país que han venido a lo que será México y que conservan la memoria de ese pasado que les permite aceptar los nuevos recién llegados que representan, en la persona del emperador, cuyo enviado es Cortés, la epifanía azteca. La conmoción de Moctezuma que enun- cia su hermoso discurso entre sollozos, a los que se une la conmoción de los oyen- tes, da a su locución una dimensión dramática que aumenta su eficacia. Es el mo- mento en que la Nueva España nace como país, como nueva entidad política, fun- damentada en un mito ancestral. Es también la renuncia del emperador azteca que se resigna a su nueva situación de exilado en su patria. Es su manera para explicar que la presencia de los españoles y su conducta ante los conquistadores se justifi- quen, a pesar de que su pueblo lo haya juzgado como individuo servicial y colabo- racionista de una banda de ladrones y asesinos. Es uno de los nudos de la historia de México que seguirá planteando soluciones matizadas por el nacionalismo o patriotismo de los que se empeñan en rechazar, o reescribir la historia. Este discur- so también representa el momento de mayor entendimiento entre Moctezuma y Cortés. Su solícita cooperación en entregar su tesoro a los españoles coincide con la imprevista llegada de la armada de Narváez, enviada por Diego Velázquez, ya gobernador de Cuba y nuevo gobernador de la Nueva España del que Narváez es el lugarteniente, cuya misión es prender a Cortés y a todos aquellos de sus compa- ñeros que no obedezcan a sus órdenes. De varias cartas y mensajes que le llegan a Cortés y que éste comunica a Carlos V en esta carta, se entrevé una acción em- prendida para satisfacer ambiciones personales y rivalidades que no tienen en cuenta los intereses de España, sino el propio egoísmo y codicia personal. A Cor- tés no le queda otra alternativa que el enfrentamiento en el que luce su proverbial audacia, coraje y rapidez de ejecución, sorprendiendo a Narváez medio dormido y apresándolo. Al enterarse que la mayoría de los soldados de Narváez son en- comenderos a los que Velázquez ha amenazado quitarle los indios si no obede- ciesen, Cortés los invita a unirse en la común misión de someter la Nueva España a la autoridad de Carlos V. A su vuelta a Tenochtitlán, después de derrotar a Nar- váez, Cortés encuentra otra ciudad. Después de la matanza ordenada por Pedro de Alvarado, episodio que Cortés trata de minimizar, ha estallado una revuelta popu- lar y los españoles encerrados en el templo transformado en fortaleza están en peligro de morir de hambre. Ante esta situación desesperada, Cortés decide aban- donar la ciudad. Durante la retirada, no solamente pierde más de la mitad de sus hombres, sino los dos tercios de sus aliados de Tlaxcala, además del tesoro de Moctezuma. Es el episodio de la así llamada “noche triste” que en realidad se refiere a varios días y noches que ven a los españoles perseguidos por una multi- tud de aztecas sedientos de sangre. La retirada terminó cuando los españoles lo- 250 STELIO CRO graron llegar al territorio de Tlaxcala, donde fueron acogidos generosamente y curados por los fieles tlaxcaltecas. La última parte de esta larga carta comunica la voluntad de Cortés, después de unas tres semanas de convalecencia para curar sus heridas, de organizar un nuevo ejército e ir a conquistar Tenochtitlán. Reforzado el ejército con armas y pertrechos de la isla Española y con cien mil aliados de Tlaxcala, la campaña comienza con la liberación de varias ciudades y pueblos bajo el control de los aztecas, hasta la liberación de Tenochtitlán el 15 de agosto de 1521.

Selección de los textos de la Carta Tercera La carta tercera se escribió después de la conquista de Tenochtitlán. Está fechada en Cuyoacán, 15 de mayo de 1522. En ella, Cortés se concentra en dos temas: dar un relato completo de la reconquista de Tenochtitlán y subrayar su obra de pacifi- cador. El conquistador sabe que será cuestión de tiempo y que los pobladores de muchas ciudades de la Nueva España, cansados de la tiranía azteca, de las violen- cias de los culhas, o culúas, contra los moradores que solamente aspiran a vivir en paz, cuidando de sus familias y de sus cultivos, tarde o temprano adherirán a sus invitaciones repetidas a ser partícipes de la pacificación, para evitar males mayores. Su mensaje a los jefes aztecas es simple: me habéis atacado a traición y yo estoy listo para castigaros, pero si os rendís, os perdonaré. Porque mi plan nunca fue el de destruiros, sino el de convertiros a la verdadera fe y a la obediencia de mi em- perador.55 Los hechos importantes relatados en esta tercera relación al Emperador Carlos V, desde la organización de las fuerzas auxiliares de Tlaxcala hasta la cons- trucción y transporte de los bergantines construidos en Texcoco, nos muestran al capitán Gonzalo de Sandoval como el lugarteniente de Cortés. Es posible que la matanza del Patio Sagrado del templo mayor de Tenochtitlán durante la fiesta del dios Huitzilopoctli56 ordenada por Alvarado y que fue la causa de la guerra de Te- nochtitlán y de la pérdida de muchos españoles y del tesoro acumulado en oro, plata y piedras preciosas,57 fuera la razón principal de la relativa obscuridad del

55 Ya he anticipado la documentación sobre la justificación de la reacción azteca a la matanza or- denada por Alvarado y la consiguiente muerte de Moctezuma en el capítulo correspondiente de la Historia general de Sahagún y en la Monarquía Indiana de Torquemada. Este aspecto se trata en la Segunda Parte de este estudio, el que es el Texto Fundacional VII, en preparación. 56 Sobre las fiestas al dios Huitzilopoctli véase la explicación en Sahagún, 156-157. 57 Véase Monarquía Indiana, Libro IV, capítulo XVII, líneas 1-145, en que Torquemada describe el tesoro de Moctezuma y compara la ingenuidad del emperador mexicano con el texto de Isaías (Isaías, 39, 6-7) en que este profeta cita el episodio de la visita del rey de Babilonia que, habiendo visto el Tesoro del rey Ezequías de Israel, vuelve a quitárselo y destruir su reino y esclavizar a su TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 251

“Sol”, como los indios llamaban a Alvarado, por su melena y barba rubias y por sus ojos azules. Cortés se cuida bien de no mencionar en ninguna de sus cinco car- tas esta matanza, de la que nos hablan otras fuentes, sobre todo Sahagún y Tor- quemada. La carta resume lo anticipado en la segunda carta y explica la etapa si- guiente, o sea la conquista del territorio alrededor de la laguna de Texcoco, en cuyo centro, como nueva Venecia, se yergue orgullosa y magnífica la ciudad de Tenoch- titlán. Una parte decisiva en esta etapa es la que jugarán los aliados indios, enemi- gos tradicionales de los aztecas, como los tlaxcaltecas, o cansados de las prepoten- cias de los culhas mexicanos, como los de Texcoco y los de Tazapan, Masalcingo, Nautan, Cecatami y Xalazingo. También se preocupa Cortes de hacerle saber al emperador que, después de su llegada, además de Narváez, ha habido otras explo- raciones de la costa de la Nueva España y que él está disponible a facilitar otros que quieran utilizar el puerto de Veracruz por razones de seguridad, además de completar la información sobre la armada de Francisco de Garay, gobernador de Jamaica.

Preparativos y concentración de fuerzas

… después que los indios de la ciudad de Temixtitán nos habían echado por fuerza della yo había venido sobre la provincia de Tepeaca, que era sujeta a ellos y estaba rebelada, y con los españoles que habían quedado y con los indios nuestros amigos le había hecho la guerra y reducido al servicio de vuestra majestad; y que como la traición pasada y el gran daño y muertes de españoles estaban tan recien- tes en nuestros corazones, mi determinada voluntad era revolver sobre los de aquella gran ciudad, que de todo había sido la causa; y que para ello comenzaba a hacer trece bergantines para por la laguna hacer con ellos todo el daño que pudie- se, si los de la ciudad perseverasen en su mal propósito. Escribí a vuestra majestad que entretanto que los dichos bergantines se hacían y yo y los indios nuestros ami- gos nos aparejábamos para volver sobre los enemigos, enviaba a la dicha Española por socorro de gente y caballos y artillería y arma y que sobre ello escribía a los oficiales de vuestra majestad que allí residen, y les enviaba dineros para todo el gasto y expensas que para el dicho socorro fuese necesario, y certifiqué a vuestra majestad que hasta conseguir victoria contra los enemigos no pensaba tener des- canso ni cesar de poner para ello toda la solicitud posible, posponiendo cuanto pe- ligro, trabajo y costa se me pudiese ofrecer, y que con esta determinación estaba aderezando de me partir de la dicha provincia de Tepeaca. Asimismo hice saber a vuestra majestad cómo al puerto de la villa de la Veracruz había llegado una cara- bela de Francisco de Garay, teniente de gobernador de la isla de Jamaica, con mu- cha necesidad, la cual traía hasta treinta hombres, que habían dicho que otros dos navíos eran partidos para el río Pánuco, donde habían desbaratado a un capitán del gente. Todas referencias a la obra de Torquemada se hacen utilizando la abreviación, MI, seguida por el libro, capítulo y líneas de la edición citada. 252 STELIO CRO

dicho Francisco de Garay, y que temían que si allá aportasen habían de recibir da- ño de los naturales del dicho río. E asimismo escribí a vuestra majestad que yo había proveido luego de enviar una carabela en busca de los dichos navíos, para les dar aviso de lo pasado, e después que aquello escribí plugo a Dios que el uno de los navíos llegó al dicho puerto de la Veracruz, en el cual venía un capitán con obra de ciento y veinte hombres, y allí se informó cómo los de Garay que antes habían venido habían sido desbaratados, y hablaron con el capitán que se halló en el desbarato, y se les certificó que si iba al dicho río de Pánuco no podía ser sin re- cibir mucho daño de los indios. Y estando así en el puerto con la determinación de se ir al dicho río, comenzó un tiempo y viento muy recio, y hizo la nao salir, que- bradas las amarras, y fue a tomar puerto doce leguas la costa arriba de la dicha vi- lla, a un puerto que se dice San Juan; e allí, después de haber desembarcado toda la gente y siete u ocho caballos y otras tantas yeguas que traían, dieron con el nav- ío a la costa, porque hacía mucha agua; y como esto se me hizo saber, yo escribí luego al capitán dél haciéndole saber cómo a mí me había pesado mucho de lo que le había sucedido, y que yo había enviado a decir al teniente de la dicha villa de la Veracruz que a él y a la gente que consigo traía hiciese muy buen acogimiento y les diese todo lo que habían menester, y que viesen qué era lo que determinaban, y que si todos o algunos dellos se quisiesen volver en los navíos que allí estaban, que les diese licencia y los despachase a su placer. Y el dicho capitán y los que con él vinieron determinaron de se quedar y venir adonde yo estaba; y del otro na- vío no hemos sabido hasta agora; y como ha ya tanto tiempo, tenemos harta duda de su salvamento: plega a Dios lo haya llevado a buen puerto. Estando para me partir de aquella provincia de Tepeaca supe cómo dos provincias que se dicen Ce- catami y Xalazingo, que son sujetas al señor de Temixtitán, estaban rebeladas, y que como de la villa de la Veracruz para acá es por allí el camino, habían muerto en ellas algunos españoles, y que los naturales estaban rebelados y de muy mal propósito. E por asegurar aquel camino y hacer en ellos algún castigo si no quisie- sen venir de paz, despaché un capitán con veinte de caballo y docientos peones y con gente de nuestros amigos, al cual encargué mucho, y mandé de parte de vues- tra majestad, que requiriese a los naturales de aquellas provincias que viniesen a la paz a se dar por vasallos de vuestra majestad, como antes lo habían hecho, y que tuviese con ellos toda la templanza que fuese posible; y que si no qusiesen recibir- le de paz, que les hiciese la guerra; y que hecha, y hallanadas aquellas dos provin- cias, se volviese con toda la gente a la ciudad de Tascaltecal, adonde le estaría es- perando. E así se partió entrante el mes de diciembre de 520, y siguió su camino para las dichas provincias, que están de allí veinte leguas. Acabado esto, muy po- deroso señor, mediado el mes de diciembre del dicho año, me partí de la villa de Segura de la Frontera, que es en la provincia de Tepeaca, y dejé en ella a un ca- pitán con sesenta hombres, porque los naturales de allí me lo rogaron mucho, y envié toda la gente de pie a la ciudad de Tascaltecal, adonde se hacían los bergan- tines, que está de Tepeaca nueve o diez leguas, y yo con veinte de caballo me fui aquel día a dormir a la ciudad de Cholula, porque los naturales de allí deseaban mi venida; porque a causa de la enfermedad de las viruelas,58 que también compre- hendió a los de estas tierras como a los de las islas, eran muertos muchos señores

58 La viruela era desconocida en la Nueva España hasta la llegada de los españoles. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 253 de allí, y querían que por mi mano y con su parecer y el mío se pusiesen otros en su lugar. E llegados allí, fuimos dellos muy bien recibidos; y después de haber da- do conclusión a su voluntad en este negocio que he dicho y haberles dado a enten- der cómo mi camino era para ir a entrar de guerra por las provincias de Méjico (sic) y Temixtitán, les rogué que, pues eran vasallos de vuestra majestad, y de ellos, como tales, habían de conservar su amistad con nosotros, y nosotros con ellos, hasta la muerte, que les rogaba que para el tiempo que yo hubiese de hacer la guerra me ayudasen con gente, y que a los españoles que yo enviase a su tierra y fuesen y viniesen por ellas les hiciesen el tratamiento que como amigos eran obli- gados. E después de habérmelo prometido así y haber estado dos o tres días en su ciudad, me partí para la de Tascaltecal, que está a seis leguas; y llegando a ella, allí juntos todos los españoles y los de la ciudad, y hubieron mucho placer con mi venida. E otro día todos los señores desta ciudad y provincia me vinieron a hablar y me decir cómo Magiscacin, que era el principal señor de todos ellos, había falle- cido de aquella enfermedad de las viruelas; y bien sabían que por ser tan mi amigo me pesaría mucho, pero que allí quedaba un hijo suyo de hasta doce o trece años, y que a aquél pertenecía el señorío del padre; que me rogaban que a él, como al heredero, se lo diese; y yo en nombre de vuestra majestad lo hice así, y todos ellos quedaron muy contentos. Cuando a esta ciudad llegué, hallé que los maestros y carpinteros de los bergantines se daban mucha priesa en hacer la ligazón y ta- blazón para ellos y que tenían hecha razonable obra; y luego proveí de enviar a la villa de la Veracruz por todo el fierro y clavazón que hobiere, y velas y jarcia y otras cosas necesarias para ellos; y proveí, porque no había pez, la hiciersen cier- tos españoles en una sierra cerca de allí; por manera que todo el recaudo que fuese necesario para los dichos bergantines estuviese aparejado, para que después que, placiendo a Dios, yo estuviese en las provincias de Méjico (sic) y Temixtitán pu- diese enviar para ellos desde allá, que serían diez o doce leguas hasta la dicha ciu- dad de Tascaltecal; y en quince días que yo en ella estuve no entendí en otra cosa salvo en dar priesa a los maestros y en aderezar armas para dar orden en nuestro camino. Dos días antes de Navidad [de 1520] llegó el capitán con la gente de pie y de caballo que habían ido a las provincias de Cecatami y Xalazingo, y supe cómo algunos naturales dellas habían peleado con ellos, y que al cabo, dellos por volun- tad, dellos por fuerza, habían venido de paz, y trujéronme algunos señores de aquellas provincias, a los cuales, no embargante que eran muy dignos de culpa por su alzamiento y muertes de cristianos, porque me prometieron que de ahí adelante serían buenos y leales y vasallos de su majestad, yo, en su real nombre, los per- doné y los envié a su tierra; y así concluyó aquella jornada, en que vuestra majes- tad fue muy servido, así por la pacificación de los naturales de allí como por la se- guridad de los españoles que habían de ir y venir por las dichas provincias a la vi- lla de la Veracruz. El segundo día de la dicha pascua de Navidad hice alarde en la dicha ciudad de Tascaltecas, y hallé cuarenta de caballo y quinientos y cincuenta peones, los ochenta dellos ballesteros y escopeteros, y ocho o nueve de tiros de campo, con bien poca pólvora; y hice de los de caballo cuatro cuadrillas, de diez en diez cada una, y de los peones hice nueve capitanías de a sesenta españoles ca- da una; y a todos juntos en el dicho alarde les hablé, y les dije que ya sabían cómo ellos y yo, por servir a vuestra sacra majestad, habíamos poblado en esta tierra, y que ya sabían cómo todos los naturales della se habían dado por vasallos de vues- 254 STELIO CRO

tra majestad y como tales habían perseverado algún tiempo, recibiendo buenas obras de nosotros, y nosotros dellos; y cómo sin causa ninguna todos los naturales de Culúa, que son los de la gran ciudad de Temixtitán y los de todas las otras pro- vincias a ella sujetas, no solamente se habían rebelado contra vuestra majestad, mas aún nos habían muerto muchos hombres, deudos y amigos nuestros, y nos habían echado fuera de toda su tierra; y que se acordasen de cuantos peligros y trabajos habíamos pasado, y viesen cuánto convenía al servicio de Dios y de vues- tra católica majestad tornar a cobrar lo perdido, pues para ello teníamos de nuestra parte justas causas y razones: lo uno, por pelear en aumento de nuestra fe y contra gente bárbara; y lo otro, por seguridad de nuestras vidas; y lo otro, porque en nuestra ayuda teníamos muchos de los naturales nuestros amigos, que eran causas potísimas para animar nuestros corazones; por tanto, que les rogaba que se alegra- sen y esforzasen, y que porque yo, en nombre de vuestra majestad, había hecho ciertas ordenanzas para la buena orden y cosas tocantes a la guerra, las cuales lue- go allí fice pregonar públicamente y que también les rogaba que las guardasen y cumpliesen, porque ello redundaría mucho servicio a Dios y a vuestra majestad. Y todos prometieron de lo facer y cumplir así, y que de muy buena gana querían mo- rir por nuestra fe, y por servicio de vuestra majestad, o tornar a recobrar lo perdido y vengar tan grande traición como nos habían hecho los de Temixtitán y sus alia- dos. Y yo, en nombre de vuestra majestad, se lo agradecí; y así, con mucho placer nos volvimos a nuestras posadas aquel día del alarde (Carta III, 52-54).59

Cortés fundamenta y justifica su campaña militar contra Tenochtitlán por lo que él llama la traición injustificada de los aztecas, sin la más mínima referencia a la matanza ordenada por Alvarado de centenares de jefes y de sus familias en el patio sagrado del gran templo de Huitzilopochtli. Es ésta, como veremos, la causa de la revuelta y de la pérdida de las vidas que Cortés lamenta en la carta al emperador. Además de tratar de justificar la que será la más sangrienta guerra en la historia de la América colonial, la carta tercera cuenta cómo Cortés planificó la reconquista de Tenochtitlán y de los pueblos lagunares que formaban el núcleo de la rebelión az- teca y, dato muy importante, la contribución decisiva para el éxito de la campaña de los aliados indios en esa lucha en que, el mismo conquistador admite que “noso- tros éramos obra de nuevecientos españoles y ellos más de ciento y cincuenta mil hombres” (Carta III, 88). La guerra, combatida en las orillas de la laguna de Tex- coco y en su medio, entre las calzadas y los puentes semiderruidos y la constante actividad de relleno de las calzadas para permitir la acción de los caballos, únicos capaces de perforar la caparazón humana de los mexicanos dispuestos a morir por su patria, es necesariamente una serie de combates aislados, escaramuzas sangrien- tas donde a veces los mexicanos se defienden detrás de los montones de los cuer-

59 Cortés ni alude a la matanza perpetrada por Pedro de Alvarado durante la fiesta del dios Huitzi- lopochtli en el patio sagrado del gran templo dedicado al dios y que fue la causa de la rebelión de los aztecas contra los españoles. Véase más adelante la descripción en Sahagún, pp. 779, ss. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 255 pos de sus conciudadanos, en via de putrefacción. Y en este cuadro desolador las mujeres y los niños hambrientos, ellos víctimas inocentes de la guerra, no tienen salvacións. Para hacer este cuadro aún más horripilante, consecuencia de la estrate- gia de Cortés de ir cercando y aislando los focos de la resistencia mexicana, desde la laguna con los 13 bergantines y miles de canoas aliadas y, desde las calzadas, con puentes improvisados y atrincherados para impedir la llegada de refuerzos y víveres y hasta de agua, pues la laguna de Texcoco era salada, los defensores de Tenochtitlán practicaban canibalismo, al punto de consumir niños asados. La selec- ción de pasajes de esta carta tercera que, junto con la segunda y la cuarta, constitu- ye la más larga de las cinco cartas escritas por Cortés, quiere dar una idea de la entidad de la tragedia que se desarrolló durante ocho meses, en la región alrededor de la laguna de Texcoco y en Technotlitán, desde la segunda semana de enero, con la batalla de Iztapalapa, hasta el 13 de agosto de 1521, día de la caída de Tenoch- titlán y de la rendición de su último monarca, Cuauhtemotzin.

Los trece bergantines construidos en Tlaxcala

Otro día siguiente, que fue día de San Juan Evangelista [27 de diciembre de 1520], hice llamar a todos los señores de la provincia de Tascaltecal;60 y venidos, díjeles que ya sabían cómo yo me había de partir otro día para entrar por la tierra de nuestros enemigos, y que ya veían cómo la ciudad de Temixtitán no se podía ganar sin aquellos bergantines que allí se estaban faciendo; que les rogaba que a los maestros dellos y a los otros españoles que allí dejaba les diesen lo que hobie- sen menester y les ficiesen el buen tratamiento que siempre nos habían fecho, y que estuviesen aparejados para cuando yo, desde la ciudad de Tesaico,61 si Dios nos diese victoria, enviase por la ligazón y tablazón y otros aparejos de los dichos bergantines. Y ellos me prometieron que así lo farían, y que también querían ahora enviar gente de guerra conmigo, y que para cuando fuesen con los bergantines ellos todos irían con toda cuanta gente tenían en su tierra, y que querían morir donde yo muriese, o vengarse de los de Culúa, sus capitales enemigos.62 E otro día, que fueron 28 de diciembre [1520], día de los Inocentes, me partí con toda la gente puesta en orden, y fuimos a dormir a seis leguas de Tascaltecal, en una po- blación que se dice Tezmoluca, que es de la provincia de Guajocingo, los natura- les de la cual han siempre tenido y tienen con nosotros la misma amistad y alianza que los naturales de Tascaltecal; y allí reposamos aquella noche (…) E comenza-

60 Como ya hemos tenido ocasión de explicar, hay diferencia en la fonética náhuatl y la rendición de nombres de lugares y personas en las crónicas españolas, como es el caso de Cortés y de Bernal Díaz del Castillo. También en este caso, aún respetando los originales, en mi comentario sigo la transcripción fonética de Clavijero. 61 Se trata de la ciudad de Texcoco que da nombre a la laguna salada donde se erguía Tenoch- titlán. 62 Los de Culúa son los aztecas. 256 STELIO CRO

mos a seguir nuestro camino por la ciudad de Tesaico, que es una de las mayores y más hermosas que hay en todas estas partes. E como la gente de pie venía algo cansada y se hacía tarde, dormimos en una población que se dice Coatepeque, que es sujeta a esta ciudad de Tesaico y está della tres leguas, y hallámosla despobla- da. Y aquella noche tuvimos pensamiento que, como esta ciudad y su provincia, que se dice Aculuacan, es muy grande y de tanta gente que se puede bien creer que había en ella a la sazón más de ciento y cincuenta mil hombres, que quisieran dar sobre nosotros; e yo con diez de caballo comencé la vela y ronda de la prima, y hice que toda la gente estuviese muy apercibida. E otro día, lunes, al último de diciembre, seguimos nuestro camino por la orden acostumbrada, y a un cuarto de legua desta población de Coatepeque, yendo todos en harta perplejidad y razonan- do con nosotros si saldrían de guerra o de paz los de aquella ciudad, teniendo por más cierta la guerra, salieron al camino cuatro indios principales con una bandera de oro de una vara, que pesaba cuatro marcos de oro, e por ella daban a entender que venían de paz; la cual Dios sabe cuánto deseábamos y cuánto lo habíamos menester, por ser tan pocos y tan apartados de cualquier socorro, y metidos en las fuerzas de nuestros enemigos. E como vi aquellos cuatro indios, al uno de los cua- les yo conocía, hice que la gente se detuviese, y llegué a ellos. E después de nos haber saludado, dijéronme que ellos venían de parte del señor de aquella ciudad y provincia, el cual se decía Guanacacin, y que de su parte me rogaban que en su tie- rra no hiciese ni consintiese hacer daño alguno, porque de los daños pasados que yo había recibido los culpantes eran los de Temixtitán y no ellos, y que ellos quer- ían ser vasallos de vuestra majestad y nuestros amigos, porque siempre guardarían y conservarían nuestra amistad; y que nos fuésemos a la ciudad, y que en sus obras conoceríamos lo que teníamos en ellos. Yo les respondía con las lenguas que fue- sen bien venidos, que yo holgaba con toda paz y amistad suya, y que ya que ellos se excusaban de la guerra que me habían dado en la ciudad de Temixtitán, que bien sabían que a cinco o seis leguas de allí de la ciudad de Tesaico, en ciertas po- blaciones a ella sujetas, me habían muerto la otra vez cinco de caballo y cuarenta y cinco peones y más de trescientos indios de Tascaltecal que venían cargados, y nos habían tomado mucha plata y oro y ropa y otras cosas; que por tanto, pues no se podían excusar desta culpa, que la pena fuese volvernos lo nuestro; e que desta manera, aunque todos eran dignos de muerte por haber muerto tantos cristianos, yo quería paz con ellos, pues me convidaban a ella; pero que de otra manera yo había de proceder contra ellos por todo rigor. Ellos me respondieron que todo lo que allí se había tomado lo habían llevado el señor y los principales de Temixtitán, pero que ellos buscarían todo lo que pudiesen, y me lo darían. E preguntáronme si aquel día iría a la ciudad o me aposentaría en una de dos poblaciones que son co- mo arrabales de la dicha ciudad, las cuales se dicen Coatinchan y Guaxuta,63 que están a una legua y media della, y siempre va todo poblado; lo cual ellos deseaban por lo que adelante sucedió. Y yo les dije que no me había de detener hasta llegar a la ciudad de Tesaico, y ellos dijeron que fuese en buen hora, y que se querían ir adelante a enderezar la posada para los españoles y para mí; y así, se fueron, y lle- gando a estas dos poblaciones, salieronnos a recibir algunos principales dellas y a darnos de comer; y a hora de medianoche llegamos al cuerpo de la ciudad, donde

63 Coathlinchan y Huexothla. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 257

nos habíamos de aposentar, que era en una casa grande que había sido de su padre de Guanacacin, señor de la dicha ciudad. Y antes que nos aposentásemos, estando toda la gente junta, mandé a pregonar, so pena de muerte, que ninguna persona sin mi licencia saliese de la dicha casa y aposentos; la cual es tan grande, que aunque fuéramos doblados los españoles, nos pudiéramos aposentar bien a placer en ella. Y esto hice porque los naturales de la dicha ciudad se asegurasen y estuviesen en sus casas porque me parecía que no víamos la décima parte de la gente que solía haber en la dicha ciudad, ni tampoco víamos mujeres ni niños, que era señal de poco sosiego (Carta III, 54-56).

A fines de diciembre Cortés llega a Texcoco con un ejército de unos quinientos españoles y miles de auxiliares indios. Texcoco está a una seis leguas de Tenoch- titlán y sus soldados, subidos a una azotea del aposento, han visto a los Texcocanos que se alejan en canoas y se retiran a Tenochtitlán, mientras otros prefieren refu- giarse en la sierra. Todo hace prever un clima de violencia inminente. Después de unos días de descanso, Cortés, con un contingente de españoles y aliados indios sale de Texcoco para cerciorarse del estado de los caminos hacia Tenochtitlán. No olvidemos que Texcoco es un aliado tradicional de Tenochtitlán y que las sospe- chas de Cortés están bien fundadas.

La batalla de Iztapalapa

Después de haber estado en esta ciudad de Tesaico siete u ocho días sin guerra ni reencuentro alguno, fortaleciendo nuestro aposento y dando orden en otras co- sas necesarias para nuestra defensión y ofensa de los enemigos, y viendo que ellos no venían contra mí, salí de la dicha ciudad con docientos españoles, en los cuales había diez y ocho de caballo, y treinta ballesteros y diez escopeteros y con tres o cuatro mil indios nuestros amigos, y fui por la costa de la laguna hasta una ciudad que se dice Iztapalapa, que está por el agua dos leguas de la gran ciudad de Te- mixtitán y seis desta de Tesaico, la cual dicha ciudad será de hasta diez mil veci- nos, y la mitad della, y aun las dos tercias partes, puestas en el agua; y el señor de- lla, que era hermano de Muteczuma,64 a quien los indios después de su muerte habían alzado por señor, había sido el principal que nos había hecho la guerra y echado fuera de la ciudad. E así por esto como porque había sabido que estaban de muy mal propósito los de esta ciudad de Iztapalapa, determiné de ir a ellos. E co- mo fui sentido de la gente della bien dos leguas antes que llegase, luego parecie- ron en el campo algunos indios de guerra, y otros por la laguna en sus canoas; y así, fuimos todas aquellas dos leguas revueltos peleando, así con los de la tierra como con los que salían del agua, fasta que llegamos a la dicha ciudad. E antes, casi dos tercios de legua, abrían una calzada, como presa, que está entre el agua dulce y la salada, según que por la figura de la ciudad de Temixtitán, que yo envié

64 A la deposición y muerte de Moctezuma, el tlatocan, o consejo tribal, eligió a su hermano Cui- tlahuac como jefe de hombres. Cuitlahuac fue el que expulsó a Cortés de Tenochtitlán. 258 STELIO CRO

a vuestra majestad, se podrá haber visto. E abierta la dicha calzada o presa, co- menzó con mucho ímpetu a salir agua de la laguna salada y correr hacia la dulce, aunque están las lagunas desviadas la una de la otra más de media legua, y no mi- rando en aquel engaño con la codicia de la victoria que llevábamos, pasamos muy bien, y seguimos nuestro alcance fasta entrar dentro, revueltos con los enemigos, en la dicha ciudad. E como estaban ya sobre el aviso, todas las casas de la tierra firme estaban despobladas, y toda la gente y despojo dellas metidos en las casas de la laguna, y allí se recogieron los que iban huyendo, y pelearon con nosotros muy reciamente; pero quiso Nuestro Señor dar tanto esfuerzo a los suyos, que les en- tramos hasta los meter por el agua, a las veces a los pechos otras nadando, y les tomamos muchas casas de las que están en el agua, y murieron dellos más de seis mil ánimas entre hombres, mujeres y niños; porque los indios nuestros amigos, vista la victoria que Dios nos daba, no entendían otra cosa sino en matar a diestro y siniestro. E porque sobrevino la noche, recogí la gente y puse fuego a algunas de aquellas casas; y estándolas quemando, pareció que Nuestro Señor me inspiró y trujo a la memoria la calzada o presa que había visto rota en el camino, y repre- sentóseme el gran daño que era; y a más andar, con mi gente junta, me torné a sa- lir de la ciudad, ya noche bien oscuro. Cuando llegué a aquella agua, que serían casi las nueve de la noche, había tanta y corría con tanto ímpetu, que la pasamos a volapié, y se ahogaron muchos indios de nuestros amigos, y se perdió todo el des- pojo que en la ciudad se había tomado; y certifico a vuestra majestad si aquella noche no pasáramos el agua o aguardáramos tres horas más, que ninguno de noso- tros escapara, porque quedábamos cercados de agua, sin tener paso por parte nin- guna. E cuando amaneció, vimos cómo el agua de la una laguna estaba en el peso de la otra, y no corría más, y toda la laguna salada estaba llena de canoas con gen- te de guerra, creyendo que nos tomar allí. E aquel día me volví a Tesaico, pelean- do algunos ratos con los que salían de la mar, aunque poco daño les podíamos hacer, porque se acogían luego a las canoas; y llegando a la ciudad de Tesaico, hallé la gente que había dejado, muy segura y sin haber habido reencuentro algu- no, y hobieron mucho placer con nuestra venida y victoria. E otro día que llega- mos falleció un español que vino herido, e aun fue el primero que en campo los indios me han muerto hasta agora (Carta III, 57-58).

Puede considerarse la de Iztapalapa la primera batalla campal de la reconquista de Tenochtitlán, batalla peleada en un medio que la abertura de la calzada ha trans- formado de tierra firme en lagunar y donde se ahogan indios enemigos y aliados hasta alcanzar un total de más de seis mil personas, sin contar los ahogados en la retirada apresurada del ejército de Cortés ante el avance de las aguas, pues, como le comunica al emperador, “se ahogaron muchos indios de nuestros amigos.” El plan de Cortés es asegurar el acceso a Tenochtitlán, tanto desde Texcoco, al norte de la laguna, como desde Chalco, al sur, pues necesita mantener abiertas las vías de co- municación con Tlaxcala, donde se están construyendo los bergantines, como con Veracruz, el puerto que comunica con el golfo de México y donde aún están atra- cados los navíos apresados de Narváez. Otro aspecto que le preocupa es que duran- TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 259 te el transporte por tierra de los bergantines, sus espaldas estén protegidas. La ciu- dad de Iztapalapa, al decir de Clavijero, era “una ciudad considerable situada casi en el cabo de una pequeña península que se formaba entre los dos lagos, el de agua salada al norte y el de agua dulce al sur” (Clavijero, 333).Utilizando su genio mili- tar y su habilidad diplomática, Cortés logra, con una serie de alianzas de los pue- blos que se hallan al este de la laguna de Texcoco, limitar el radio de acción de los aztecas que se han reforzado en Tenochtitlán y desde allí amenazan a los pueblos aliados de los españoles. De entre los príncipes que él había llevado en su retirada de Tenochtitlán y que sobrevivieron a la derrota de la guerra del patio sagrado de Texcalipoca,65 hubo un heredero del reino de Texcoco, bautizado como Don Fer- nando Cortés Ixtlixóchitl, y del cual fue padrino el conquistador. Con la alianza de este joven rey, que también controlaba la región de Meztitlán y la provincia de Acolhuacán y la adhesión de los de Chalco, pueblo al sureste de la laguna de Texcoco, Cortés prepara su asalto final a Tenochtitlán, para lo cual necesita los bergantines, cuyos componentes se transportarán por tierra en lo que debe haber sido una de las más memorables hazañas de genio militar. Enterado que los trece bergantines ya están listos, Cortés envía al alguacil mayor Gonzalo de Sandoval, con quince de caballo y doscientos peones para organizar el transporte de los trece bergantines.

Los bergantines, en piezas separadas para facilitar su transporte, son llevados de Tlaxcala a Texcoco

El dicho alguacil mayor pasó adelante cinco o seis leguas a una población de Tlascaltecal, que es la más junta a los términos de Culúa, y allí halló a los españo- les y gente que traían los bergantines. E otro día que llegó, partieron de allí con la tablazón y ligazón dellos, la cual traían con mucho concierto más de ocho mil hombres, que era cosa maravillosa de ver, y así me parece que es de oír, llevar tre- ce fustas diez y ocho leguas por tierra; que certifico a vuestra majestad que dende la avanguardia a la retroguarda había bien dos leguas de distancia. E cómo comen- zaron su camino llevando en la delantera ocho de caballo y cien españoles, y en ella y en los lados por capitanes de más de diez mil hombres de guerra a Yutecad y Teutipil, que son dos señores de los principales de Tlascaltecal; y en la rezaga venían otros ciento y tantos españoles con ocho de caballo, y por ella venía por capitán, con otros diez mil hombres de guerra muy bien aderezados Chichimecate- cle, que es de los principales señores de aquella provincia, con otros capitanes que traía consigo; el cual, al tiempo que partieron della, llevaba la delantera con la ta-

65 Ese episodio en que Cortés es derrotado por los mexicanos ha pasado a la historia con la metá- fora de “La noche triste”, que por cierto caracteriza el estado de ánimo del conquistador derrotado, pero no representa la verdad histórica. Por eso prefiero referirme a ello como la Guerra del patio sagrado de Tezcalipoca, lugar de la masacre ya recordada. 260 STELIO CRO

blazón, y la rezaga traían los otros dos capitanes con la ligazón; y como entraron en tierra de Culúa, los maestros de los bergantines mandaron llevar en la delantera la ligazón dellos y que la tablazón se quedase atrás, porque era cosa de más emba- razo si alguno les acaeciese; lo cual, si fuera, había de ser en la delantera. E Chi- chimecatecle, que traía la dicha tablazón, como siempre fasta allí con la gente de guerra había traído la delantera, tomólo por afrenta, y fue cosa recia acabar con él que se quedase en la retroguarda, porque él quería llevar el peligro que se pudiese recibir; y como ya lo concedió, tampoco quería que en la rezaga se quedasen en guarda ningunos españoles, porque es hombre de mucho esfuerzo y quería él ga- nar aquella honra. E llevaban estos capitanes dos mil indios cargados con su vitua- lla. E así, con esta orden y concierto fueron su camino, en el cual se detuvieron tres días, y al cuarto entraron en esta ciudad con mucho placer y estruendo de ata- bales, y yo los salí a recebir. E después de llegados y agradecidos a aquellos seño- res las buenas obras que nos hacían, hícelos aposentar y proveer lo mejor que ser pudo; y ellos me dijeron que traían deseo de se ver con los de Culúa, y que viese lo que mandaba, que ellos y aquella gente venían con deseos y voluntad de se vengar o morir con nosotros, y yo les di las gracias y les dije que reposasen y que presto les daría las manos llenas (Carta III, 61-62).

El orden y disciplina de los tlaxcaltecas en llevar los trece bergantines desde Tlaxcala hasta Texcoco, o sea, cubriendo dieciocho leguas, que es la distancia entre las dos ciudades, es notable. Es difícil pensar que lo hayan hecho en tres días, es decir que miles de hombres hayan podido llevar a mano una carga tan pesada y hayan podido cubrir seis leguas cada día, o sea más de treinta y tres kilómetros. De todas maneras la hazaña debe considerarse una de las más grandes proezas milita- res de todos los tiempos. El genio de Cortés le inspiró el modo cómo atacar y de- rrotar a los heroicos defensores de Tenochtitlán. Heroicos también fueron los alia- dos tlaxcaltecas en su tesón y determinación en ayudar a los españoles a derrotar a los aztecas.

Avance hacia Tenochtitlán

E después que toda esta gente de guerra de Tlascaltecal hobo reposado en Te- saico tres o cuatro días, que cierto era para la manera de acá muy lucida gente, hice apercibir veinte y cinco de caballo, y trecientos peones, y cincuenta balleste- ros y escopeteros, y seis tiros pequeños de campo, y sin decir a persona alguna dónde íbamos, salí desta ciudad a las nueve del día, y conmigo salieron los capita- nes ya dichos, con más de treinta mil hombres, por sus escuadrones muy bien or- denados, según la manera dellos. E a cuatro leguas desta ciudad, ya que era tarde, encontramos un escuadrón de gente de guerra de los enemigos, y los de caballo rompimos por ellos y desbaratámoslos. E los de Tlascaltecal, como son muy lige- ros, siguiéronnos, y matamos muchos de los contrarios, e aquella noche dormimos en el campo muy sobre aviso. E otro día de mañana seguimos nuestro camino, y yo no había dicho aún adónde era mi intención de ir; lo cual hacía porque me rece- TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 261

laba de algunos de los de Tesaico que iban con nosotros, que no diesen aviso de lo que yo quería hacer a los de México y Temixtitán, porque aún no tenía ninguna seguridad dellos; y llegamos a una población que se dice Xaltoca, que está asenta- da en medio de la laguna, y alrededor hacían la dicha población muy fuerte, por- que los de caballo no podían entrar a ella y los contrarios daban muchas gritas, ti- rándonos muchas varas y flechas; e los peones, aunque con trabajo, entráronlos dentro, y echáronlos fuera, y quemaron mucha parte del pueblo. E aquella noche nos fuimos a dormir una legua de allí; y en amaneciendo tomamos nuestro cami- no, y en él hallamos los enemigos, y de lejos comenzaron a gritar, como lo suelen hacer en la guerra, que cierto es cosa espantosa oíllos, y nosotros comenzamos de seguillos; y siguiéndolos, llegamos a una grande y hermosa ciudad que se dice Guaticián, y hallámosla despoblada, y aquella noche nos aposentamos en ella. Otro día siguiente pasamos adelante, y llegamos a otra ciudad que se dice Tenain- ca, en la cual no hallamos resistencia alguna, y sin nos detener pasamos a otra que se dice Acapuzalco, que todas éstas están alrededor de la laguna, y tampoco nos detuvimos en ella, porque deseaba mucho llegar a otra ciudad que estaba allí cer- ca, que se dice Tacuba,66 que está muy cerca de Temixtitán; y ya que estábamos junto a ella, fallamos también alrededor muchas acequias de agua y los enemigos muy a punto; y como los vimos, nosotros y nuestros amigos arremetimos a ellos, y entrámosles la ciudad, y matando en ellos, los echamos fuera della; y como era ya tarde, aquella noche no hicimos más de nos aposentar en una casa, que era tan grande, que cupimos todos bien a placer en ella; y en amaneciendo, los indios nuestros amigos comenzaron a saquear y quemar toda la ciudad, salvo el aposento donde estábamos, y pusieron tanta diligencia, que aun dél se quemó un cuarto; y esto se hizo porque cuando salimos la otra vez desbaratados de Temixtitán, pasan- do por esta ciudad, los naturales della, juntamente con los de Temixtitán, nos hicieron muy cruel guerra y nos mataron muchos españoles. En seis días que estu- vimos en esta ciudad de Tacuba, ninguno hobo en que no tuviésemos muchos re- encuentros y escaramuzas con los enemigos. E los capitanes de la gente de Tascal- tecal y los suyos hacían muchos desafíos con los de Temixtitán, y peleaban los unos con los otros, y diciéndose muchas injurias, que sin duda era cosa para ver, y en todo este tiempo siempre morían muchos de los enemigos, sin peligrar ninguno de los nuestros, porque muchas veces les entrábamos por las calzadas y puentes de la ciudad, aunque como tenían tantas defensas nos resistían fuertemente. E muchas veces fingían que nos daban lugar para que entrásemos dentro, diciéndonos: “En- trad, entrad a holgaros”, y otras veces nos decían: “¿Pensáis que hay agora otro Muteczuma, para que haga todo lo que quisiéredes?” (…) a cabo de los seis días acordé de me volver a Tesaico para dar priesa en ligar y acabar los bergantines, para por la tierra y por el agua ponerles cerco (Carta III, 62-63).

Estos pasajes muestran cómo el plan de Cortés llega a su fruición: primero ase- gurar la comunicación entre Texcoco y Tlaxcala, luego traer los bergantines y, mientras se terminan, hacer unas salidas para tantear las defensas alrededor de Te-

66 Tacuba: Tlacupa en náhuatl, pero Clavijero la escribe también Tacuba, refiriéndose al reino de Tacuba (Clavijero, 62). 262 STELIO CRO nochtitlán, sin revelar los itinerarios que tomar para llegar a los puntos estratégicos de las defensas de la gran ciudad sobre la laguna de Texcoco. Lo que sigue, y cons- tituye una buena parte de la carta, es la narración épica de combates y escaramuzas donde brilla el valor desesperado de los mexicanos, dispuestos a morir para defen- der su patria y su honor. No obstante, la falta de víveres y de agua potable se hace sentir entre los patriotas, mientras, con las comunicaciones aseguradas, el ejército de Cortés se mantiene fuerte y preparado, pues puede recibir refuerzos y abasteci- mientos; y así varios pueblos sujetos a la autoridad de los aztecas se van rindiendo, para cuya eventualidad Cortés nunca dejó de prodigar su habilidad diplomática.

Rendición de pueblos a Cortés en la Pascua de 1521

Como ya el camino para la villa de la Veracruz dende esta ciudad de Tesaico estaba seguro y podían ir y venir por él, los de la villa tenían cada día nuevas de nosotros, y nosotros dellos, lo cual antes cesaba. E con un mensajero enviáronme ciertas ballestas y escopetas y pólvora, con que hubimos grandísimo placer; y dende a dos días me enviaron otro mensajero, con el cual me hicieron saber que al puerto habían llegado tres navíos, y que traían mucha gente y caballos, y que lue- go los despacharían para acá; y según la necesidad que teníamos, milagrosamente nos envió Dios este socorro. Yo buscaba siempre, muy poderoso señor, todas las maneras y formas que podía para atraer a nuestra amistad a estos de Temixtitán: lo uno, porque no diesen causa a que fuesen destruidos; y lo otro, por descansar de los trabajos de todas las guerras pasadas, y principalmente porque dello sabía que redundaba servicio a vuestra majestad. E dondequiera que podía haber alguno de la ciudad, gelo tornaba a enviar, para les amonestar y requerir que se diesen de paz. Y el Miércoles Santo, que fueron 27 de marzo del año 521, hice traer ante mí a aquellos principales de Temixtitán que los de Calco67 habían prendido, y díjeles si querían algunos dellos ir a la ciudad y hablar de mi parte a los señores della y rogalles que no curasen de tener más guerra conmigo, y que se diesen por vasallos de vuestra majestad, como antes lo habían, porque yo no los quería destruir, sino ser su amigo. E aunque se les hizo de mal, porque tenían temor que yéndoles con aquel mensaje los matarían, dos de aquellos prisioneros se determinaron de ir, y pidiéronme una carta, y aunque ellos no habían de entender lo que en ella iba, sab- ían que entre nosotros se acostumbraba, y que llevándola ellos los de la ciudad les darían crédito. Pero con las lenguas yo les di a entender lo que en la carta decía, que era lo que yo a ellos les había dicho. E así se partieron y yo mandé a cinco de caballo que saliesen con ellos fasta ponerlos en salvo. El Sábado Santo los de Cal- co y otros sus aliados y amigos me enviaron a decir que los de Méjico (sic) venían sobre ellos, y mostráronme en un paño blanco grande la figura de todos los pue- blos que contra ellos venían, y los caminos que traían; que me rogaban que en to- do caso les enviase socorro, e yo les dije que dende a cuatro o cinco días lo enviar- ía, y que si entretanto se veían en necesidad, que me lo hiciesen saber y que yo los

67 Chalco, en el mapa de Clavijero. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 263 socorrería; y el tercer día de Pascua de Resurrección volviéronme a decir que me rogaban que brevemente fuese el socorro, porque a más andar se acercaban los enemigos. Yo les dije que yo quería ir a les socorrer, y mandé a pregonar que para el viernes siguiente estuviesen apercibidos veinte y cinco de caballo y trecientos hombres de pie. El jueves antes vinieron a Tesaico ciertos mensajeros de las pro- vincias de Tazapan y Masalcingo y Nautan, y de otras ciudades que están en su comarca, y dijéronme que se venían a dar por vasallos de vuestra majestad y a ser nuestros amigos, porque ellos nunca habían muerto ningún español ni se habían alzado contra el servicio de vuestra majestad, y trujeron cierta ropa de algodón; yo se lo agradecí, y les prometí que si fuesen buenos se les haría buen tratamiento; y así, se volvieron contentos. El viernes siguiente, que fueron 5 de abril del dicho año, de 521, salí de esta ciudad de Tesaico con los treinta de caballo y los trecien- tos peones que estaban apercibidos, y dejé en ella otros veinte de caballo y otros trecientos peones, y por capitán a Gonzalo de Sandoval, alguacil mayor. Y salie- ron conmigo más de veinte mil hombres de los de Tesaico, y en nuestra ordenanza fuimos a dormir a una población de Calco que se dice Talmanalco, donde fuimos bien recibidos y aposentados; y allí, porque está una buena fuerza, después que los de Calco fueron nuestros amigos, siempre tenían gente de guarnición, porque es frontera de los de Culúa; y otro día llegamos a Calco a las nueve del día, que no nos detuvimos más de hablar a los señores de allí y decirles mi intención, que era dar una vuelta en torno de las lagunas, porque creía que acabada esta jornada que importaba mucho, fallaría fechos los trece bergantines y aparejados para los echar al agua. Y como hobe hablado a los de Calco, partímonos aquel día a vísperas, y llegamos a una población suya, donde se juntaron con nosotros más de cuarenta mil hombres de guerra, nuestros amigos, y aquella noche dormimos allí. Y porque los naturales de la dicha población me dijeron que los de Culúa me estaban espe- rando en el campo, mandé que al cuarto del alba toda la gente estuviese en pie y apercibida; y otro día, en oyendo misa, comenzamos a caminar, y yo tomé la de- lantera con veinte de caballo, y en la rezaga quedaron diez, y así pasamos por en- tre unas sierras muy agras. E a las dos después de mediodía llegamos a un peñol muy alto y agro, y encima dél estaba mucha gente de mujeres y niños, y todas las laderas llenas de gente de guerra; y comenzaron luego a dar muy grandes alaridos, haciendo muchas ahumadas, tirándonos con hondas y sin ellas muchas piedras y flechas y varas; por manera que llegándonos cerca recibíamos mucho daño. Y aunque habíamos visto que en el campo no nos habían osado esperar, parecíame, aunque era otro nuestro camino, que era poquedad pasar adelante sin hacerles al- gún mal sabor; y porque no creyesen nuestros amigos que de cobardía lo dejába- mos de hacer, comencé a dar una vista en torno del peñol, que había casi una le- gua; y cierto era tan fuerte, que parecía locura querernos poner en ganárselo e aunque les pudiera poner cerco y hacerles darse de pura necesidad, yo no me pod- ía detener. E así, estando en esta confusión, determiné de le subir el risco por tres partes, que yo había visto, y mandé a Cristóbal Corral, alférez de sesenta hombres de pie que yo traía siempre en mi compañía, que con su bandera acometiese y sub- iese por la parte mas agra, y que ciertos escopeteros y ballesteros le siguiesen (Carta III, 64-65). 264 STELIO CRO

Cortés siente que debe dar el ejemplo a los aliados tlaxcaltecas y texcocanos, que en número de veinte mil le acompañan en esta salida. Después de lograr la pacificación de algunos pueblos que habían sido controlados por los aztecas, el ejército llega a la Sierra Nevada y se enfrenta con algunas alturas presidiadas por los mexicanos y Cortés decide tomar un contrafuerte por dos razones: dar un ejem- plo de valentía a los aliados y conquistar un punto estratégico para observar las maniobras y despliegues de las fuerzas mexicanas.

Más pueblos, a lo largo de la laguna dulce, se rinden a Cortés

Y como llegamos al pie del peñol, los que estaban en los padrastros dél creye- ron que yo quería acometer por el medio, y desamparándolos por socorrer a los suyos. Y como yo vi el desconcierto que habían hecho y que tomados aquellos dos padrastros se les podía hacer dellos mucho daño, sin hacer mucho bullicio mandé a un capitán que de presto subiese con su gente y tomase el un padrastro de aque- llos más agro, que habían desamparado, y así fue hecho. Y yo con la otra gente comencé a subir el cerro arriba, allí donde estaba la más fuerza de la gente; y plu- go a Dios que les gané una vuelta dél, y pusímonos en una altura que casi igualaba con lo alto de donde ellos peleaban, lo cual parecía que era cosa imposible pode- lles ganar, a lo menos sin infinito peligro. E ya un capitán había puesto su bandera en lo más alto del cerro, y de allí comenzó a soltar escopetas y ballestas en los enemigos. Y como vieron el daño que recibían, y considerando el porvenir, hicie- ron señal que se querían dar. Y pusieron las armas en el suelo. Y como mi motivo sea siempre dar a entender a esta gente que no les queremos hacer mal ni daño, por más culpados que sean, especialmente queriendo ellos ser vasallos de vuestra majestad, y es gente de tanta capacidad que todo lo entienden y conocen muy bien, mandé que no se les hiciese más daño; y llegados a me hablar, los recibí bien. Y como vieron cuán bien con ellos se había hecho, hiciéronlo saber a los del otro pe- ñol; los cuales, aunque habían quedado con victoria, determinaron de se dar por vasallos de vuestra majestad, y viniéronme a pedir perdón por lo pasado. En esta población de cabe el peñol estuve dos días, y de allí envié a Tesaico los heridos, y yo me partí, y a las diez del día llegamos a Guastepeque, de que arriba he hecho mención, y en la casa de una huerta del señor de allí nos aposentamos todos, la cual huerta es la mayor y más hermosa y fresca que nunca se vio, porque tiene dos leguas de circuito, y por medio della va a una muy gentil ribera de agua, y de tre- cho en trecho, cantidad de dos tiros de ballesta, hay aposentamientos y jardines muy frescos, y infinitos árboles de diversas frutas, y muchas hierbas y flores olo- rosas; que cierto es cosa de admiración ver la gentileza y grandeza de toda esta huerta. E aquel día reposamos en ella, donde los naturales nos hicieron el placer y servicio que pudieron. E otro día nos partimos, y a las ocho horas del día llegamos a una buena población que se dice Yautepeque, en la cual estaban esperándonos mucha gente de guerra de los enemigos. E como llegamos pareció que quisieron hacernos alguna señal de paz, o por el temor que tuvieron o por nos engañar. Pero luego en continente, sin más acuerdo, comenzaron a huir, desamparando su pue- blo, y yo no curé de detenerme en él, y con los treinta caballos dimos tras ellos TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 265 bien dos leguas, hasta los encerrar en otro pueblo que se dice Gilutepeque, donde alanceamos y matamos muchos. Y en este pueblo hallamos la gente muy descui- dada, porque llegamos primero que sus espías, y murieron algunos, y tomáronse muchas mujeres y muchachos, y todos los demás huyeron; y yo estuve dos días en este pueblo, creyendo que el señor dél se viniera a dar por vasallo de vuestra ma- jestad; y como nunca vino, cuando partí hice poner fuego al pueblo; y antes que dél saliese vinieron ciertas personas del pueblo antes, que se dice Yautepeque, y rogáronme que los perdonase, y que ellos se querían dar por vasallos de vuestra majestad. Yo los recibí de buena voluntad, porque en ellos se había hecho ya buen castigo. Aquel día que partí, a las nueve del día llegué a vista de un pueblo muy fuerte, que se llama Coadnabaced, y dentro dél había mucha gente de guerra; y era tan fuerte el pueblo y cercado de tantos cerros y barrancas, que algunas había de diez estados de hondura, y no podía entrar ninguna gente de caballo, salvo por dos partes, y éstas entonces no las sabíamos, y aun para entrar por aquellas habíamos de rodear más de legua y media; también se podía entrar por puentes de madera; pero teníanlas alzadas, y estaban tan fuertes y tan a su salvo, que aunque fuéramos diez veces más no nos tuvieron en nada; y llegándonos hacia ellos tirábannos a su placer muchas varas y flechas y piedras; y estando así muy revueltos con nosotros, un indio de Tascaltecal pasó de tal manera que no le vieron, por un paso muy pe- ligroso. E como los enemigos le vieron así de súbito, creyeron que los españoles les entraban de por allí, y así, ciegos y espantados, comienzan a ponerse en huí- da, el indio tras dellos; y tres o cuatro mancebos criados míos y otros dos de una capitanía, como vieron pasar al indio, siguiéronle y pasaron de la otra parte, y yo con los de caballo comencé a guiar hacia la sierra para buscar entrada al pueblo, y los indios nuestros enemigos no hacían sino tirarnos varas y flechas, porque entre ellos y nosotros no había má de una barranca como cava; y como estaban embebecidos en pelear con nosotros y éstos no habían visto los cinco españoles, llegan de improviso por las espaldas y comienzan a darles de cuchilladas; y co- mo los tomaron de tan sobresalto y sin pensamiento que por las espaldas se les podía hacer ninguna ofensa, porque ellos no sabían que los suyos habían desam- parado el paso por donde los españoles y el indio habían pasado, estaban espan- tados y no osaban pelear, y los españoles mataban en ellos; y desque cayeron en la burla comenzaron a huir. Y ya nuestra gente de pie estaba dentro en el pueblo y le comenzaban a quemar, y los enemigos todos a le desamparar; y así, huyen- do se acogieron a la sierra, aunque murieron muchos dellos, y los de caballo si- guieron y mataron muchos. E después que hallamos por dónde entrar al pueblo, que sería mediodía, aposentámonos en las casas de una huerta, porqur lo halla- mos ya casi todo quemado. E ya bien tarde el señor y algunos otros principales, viendo que en cosa tan fuerte como pueblo no se habían podido defender, te- miendo que allá en la sierra los habríamos de ir a matar, acordaron de se venir y a ofrecer por vasallos de vuestra majestad, y yo los recibí por tales, y prometié- ronme de ahí en adelante ser siempre nuestros amigos. Estos indios y los otros que venían a se dar por vasallos de vuestra majestad, después de los haber que- mado y destruido sus casas y haciendas, nos dijeron que la causa porque venían tan tarde a nuestra amistad era porque pensaban que satisfacían sus culpas en consentir primero hacerles daño, creyendo que hecho no teníamos después de tanto enojo dellos. Aquella noche dormimos en aquel pueblo, y por la mañana 266 STELIO CRO

seguimos nuestro camino por una tierra de pinales, despoblada y sin ninguna agua, la cual y un puerto pasamos con grandísimo trabajo y sin beber; tanto, que muchos de los indios que iban con nosotros perecieron de sed; e a siete leguas de aquel pueblo, en unas estancias, paramos aquella noche. Y en amaneciendo tomamos nuestro camino y llegamos a vista de una gran ciudad que se dice Su- chimilco, que está edificada en la laguna dulce,68 e como los naturales della es- taban avisados de nuestra venida, tenían hechas muchas albarradas y acequias y alzadas las puentes de todas las entradas de la ciudad, la cual está de Temixtitán tres o cuatro leguas, y estaba dentro de mucha y muy lucida gente y muy deter- minados de se defender o morir. E llegados, y recogida toda la gente y puesta en mucha orden y concierto, yo me apeé de mi caballo y seguí con ciertos peones hacia una albarrada que tenían hecha, y detrás estaba infinita gente de guerra; e como comenzaron a combatir el albarrada y los ballesteros y escopeteros les hacían daño, desamparándola, y los españoles se echaron al agua y pasaron ade- lante por donde hallaron tierra firme. Y en media hora que peleamos con ellos les ganamos la principal parte de la ciudad; e retraídos los contrarios por las ca- lles de agua y en sus canoas, pelearon hasta la noche. E unos movían paces y otros por eso no dejaban de pelear; y moviéronla tantas veces sin ponerlo por obra, que caímos en la cuenta, porque ellos lo hacían para dos efectos: el uno, para alzar sus haciendas en tanto que nos detenían con la paz; el otro, por dilatar tiempo en tanto que les venía socorro de Méjico (sic) y Temixtitán. E este día nos mataron dos españoles porque se desmandaron de los otros a robar, y vié- ronse con tanta necesidad, que nunca pudieron ser socorridos. E en la tarde pen- saron los enemigos cómo nos podrían atajar de manera que no pudiésemos salir de su ciudad con las vidas. E juntos mucha copia dellos, determinaron venir por la parte que nosotros habíamos entrado; y como los vimos venir tan súpito, es- pantámonos de ver su ardid y presteza y seis de caballo y yo, que estábamos más a punto que los otros, arremetimos por medio dellos. E ellos, de temor de los ca- ballos, pusiérsonse en huida; y así salimos de la ciudad tras ellos, matando mu- chos, aunque nos vimos en harto aprieto, porque, como eran tan valientes hom- bres, muchos dellos osaban esperar a los de caballo con sus espadas y rodelas. E como andábamos revueltos con ellos y había muy gran prisa, el caballo en que yo iba se dejó caer de cansado; y como algunos de los contrarios me vieron de a pie, revolvieron sobre mí, e yo con la lanza comencéme a defender dellos; y un indio de los de Tascaltecal, como me vio en necesidad, llegóse a me ayudar, y él y un mozo mío que luego llegó levantamos el caballo. E ya en esto llegaron los españoles, y los enemigos desampararon todo el campo; y yo con los otros de caballo que entonces habían llegado, como estábamos muy cansados, nos vol- vimos a la ciudad. E aunque era ya casi noche y razón de reposar, mandé que todas las puentes alzadas por do iba el agua se cegasen con piedra y adobes que había allí, porque los caballos pudiesen entrar y salir sin estorbo ninguno en la ciudad; y no me partí de allí fasta que todos aquellos pasos malos quedaron muy bien aderezados y con mucho aviso y recaudo de velas pasamos aquella noche (Carta III, 65—67).

68 Xochimilco, en el mapa de Clavijero, en la costa suroeste de Chalco, la laguna dulce de Texcoco. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 267

Cortés lleva a cabo su plan de exploración y fortificación alrededor de la la- guna. Desde Texcoco hasta Xochimilco ha consolidado una serie de pueblos que se han declarado vasallos del emperador Carlos V, algunos después de sangrien- tos encuentros, otros por su voluntad. Para completar la exploración y fortaleci- miento de su posición, Cortés planea un cercamiento en que, los pueblos que no aceptan el vasallaje, deben ser destruidos. Es el destino que se depara para Xochimilco.

La destrucción de Xochimilco

Otro día, como todos los naturales de la provincia de Méjico (sic) y Temixtitán sabían que ya estábamos en Suchimilco, acordaron de venir con gran poder por el agua y por tierra a nos cercar, porque creían que no podíamos ya escapar de sus manos, y yo me subí a una torre de sus ídolos para ver cómo venía la gente y por dónde nos podían acometer, para proveer en ello lo que nos conviniese. E ya que en todo había dado orden, llegamos por el agua a una muy grande flota de canoas, que creo que pasaban de dos mil, y en ellas venían más de doce mil hombres de guerra, e por la tierra llega tanta multitud de gente, que todos los campos cubrían. E los capitanes dellos que venían delante, traían sus espadas de las nuestras en las manos,69 y apellidando sus provincias, decían: “Méjico (sic), Méjico (sic), Temix- titán, Temixtitán” y decíannos muchas injurias, y amenazándonos que nos habían de matar con aquellas espadas, que nos habían tomado la otra vez en la ciudad de Temixtitán. E como yo había proveído adónde había de acudir cada capitán, y porque hacia la tierra firme había mucha copia de enemigos, salí a ella con veinte de caballo y con quinientos indios de Tascaltecal, y repartímonos en tres partes, y mandéles que desde que hobiesen rompido que se recogiesen al pie de un cerro que estaba media legua de allí, porque también había allí mucha gente de los ene- migos. E como nos dividimos, cada escuadrón siguió a los enemigos por su cabo; y después de desbaratados y alanceados y muertos muchos, recogímonos al pie del cerro, e yo mandé a ciertos peones criados míos, que me habían servido, y eran bien sueltos, que por lo más agro del cerro trabajasen de lo subir. E que yo con los de caballo rodearía por detrás, que era más llano, y los tomaríamos en medio; y así fue: que como los enemigos vieron que los españoles les subían por el cerro, vol- vieron las espaldas, creyendo que huían a su salvo, y topan con nosotros, que ser- íamos quince de caballo, y comenzamos a dar en ellos, y los de Tascaltecal asi- mismo. Por manera que en poco espaco murieron más de quinientos de los enemi- gos y todos los otros se salvaron y huyéronse a las sierras. Y los otros seis de ca- ballo acertaron a ir por un camino muy ancho y llano alanceando a los enemigos, y a media legua de Suchimilco dan sobre un escuadrón de gente muy lucida que ve- nía en su socorro, y desbaratáronlos y alancearon algunos; y ya que nos hobimos juntado todos los de caballo, que serían las diez del día, volvimos a Suchimilco, y a la entrada hallé muchos españoles que deseaban mucho nuestra venida y saber lo

69 Las espadas son parte del botín recobrado por los aztecas después de la retirada del ejéricto de Cortés. 268 STELIO CRO

que nos había sucedido, y contáronme cómo se habían visto en mucho aprieto y habían trabajado todo lo posible por echar fuera los enemigos, de los cuales habían muerto mucha cantidad. E diéronme dos espadas de las nuestras que les habían tomado, y dijéronme cómo los ballesteros no tenían saetas ni almacén alguno. Y estando en esto, antes que nos apeásemos asomaron por una calzada muy ancha un gran escuadrón de los enemigos con muy grandes alaridos. E de presto arremeti- mos a ellos, y como de la una parte y de la otra de la calzada era todo agua, lanzá- ronse en ella; y así los desbaratamos; y recogida la gente volvimos a la ciudad bien cansados, y mandéla quemar toda, excepto aquello donde estábamos aposen- tados. Y así estuvimos en esta ciudad tres días, que en ninguno dellos dejamos de pelear; y al cabo, dejándola toda quemada y asolada, nos partimos, y cierto era mucho para ver, porque tenía muchas casas y torres de sus ídolos de cal y canto; y por no me alargar, dejo de particularizar otras cosas bien notables desta ciudad (Carta III, 67-68).

Xochimilco se enfrenta heroicamente al ejército de Cortés y no acepta el vasa- llaje. Como consecuencia, Cortés ordena su destrucción, aun reconociendo “cosas bien notables de esta ciudad” (Carta III, 68). Debemos pensar que la destrucción de Xochimilco debió dolerle a Cortés, pues su plan era pacificar a la Nueva España y no destruirla, pero, enfrentándose con naciones belicosas y valientes, no tuvo más remedio. Persiguiendo su plan, Cortés sale de Xochimilco y sigue costeando la laguna por la orilla occidental, para cerciorarse de la naturaleza del lugar y cómo completar el cerco de Tenochtitlán.

Tlacopán y Chinantla, etapas del cerco

E porque en siendo acabados los bergantines había de poner cerco a Temix- titán, quise primero ver la disposición desta ciudad y las entradas y salidas y por dónde los españoles podían ofender o ser ofendidos. E otro día que llegué tomé cinco de caballo y docientos peones, y fuime hasta la laguna, que estaba muy cer- ca, por una calzada que entra a la ciudad de Temixtitán, y vimos tanto número de canoas por el agua, y en ellas gente de guerra, que era infinito; y llegamos a una albarrada que tenían hecha en la calzada, y los peones comenzáronla a combatir; y aunque fue muy recia y hubo mucha resistencia y hirieron diez españoles, al fin se la ganaron, y mataron muchos de los enemigos, aunque los ballesteros y escopete- ros quedaron sin pólvora y sin saetas. E dende allí vimos cómo iba la calzada de- recha por el agua fasta dar en Temixtitán bien legua y media, y ella y la otra que va a dar a Iztapalapa llenas de gente sin cuento; y como yo hube considerado bien lo que convenía verse, porque aquí en esta ciudad había de estar una guarnición de gente de pie y de caballo, hice recoger los nuestros; y así nos volvimos quemando las casas y torres de sus ídolos. Y otro día nos partimos desta ciudad a la de Tacu- ba,70 que está dos leguas, y llegamos a las nueve del día, alanceando por unas par-

70 Tlacopán en el mapa de Clavijero. El reino de Tacuba (Tlacopán) era cabeza de la provincia de Mazahuacan en las montañas occidentales del valle de México: “Los Estados del régulo de Tlacopan TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 269

tes y por otras, porque los enemigos salían de la laguna por dar en los indios que nos traían el fardaje, y hallábanse burlados; y así, nos dejaron ir en paz. Y porque, como he dicho, mi intención principal había sido procurar de dar vuelta a todas las lagunas, por calar y saber mejor la tierra, y también por socorrer aquellos nuestros amigos, no curé de pararme en Tacuba. Y como los de Temixtitán, que está allí muy cerca, que casi se extiende la ciudad tanto que llega de la tierra firme de Ta- cuba, como vieron que pasábamos adelante, cobraron mucho esfuerzo, y con gran denuedo acometieron a dar en medio de nuestro fardaje; y como los de caballo ve- níamos bien repartidos y todo por allí era llano, aprovechábamos bien de los con- trarios, sin recibir los nuestros ningún peligro; y como corríamos a unas partes y a otras, y como unos mancebos, criados míos, que seguían algunas veces, aquella vez dos dellos no lo hicieron, y halláronse en parte donde los enemigos los lleva- ron, donde creemos que les darían muy cruel muerte, como acostumbraban; de que sabe Dios el sentimiento que hube, así por ser cristianos, como porque eran valien- tes hombres y le habían servido muy bien en esta guerra a vuestra majestad. Y sa- lidos desta ciudad, comenzamos a seguir nuestro camino por entre otras poblacio- nes cerca de allí, y alcanzamos a la gente; y allí supe entonces cómo los indios habían llevado aquellos mancebos, y por vengar su muerte y porque los enemigos nos seguían con el mayor orgullo del mundo, yo con veinte de caballo me puse de- trás de unas casas en celada, y como los indios veían a los otros diez con toda la gente y fardaje ir adelante, no hacían sino seguirlos por un camino adelante, que era muy ancho y muy llano, no se temiendo de cosa ninguna. Y como vimos pasar ya algunos, yo apellidé en nombre del apóstol Santiago, y dimos con ellos muy re- ciamente. Y antes que se nos metiesen en las acequias que había cerca habíamos matado dellos más de cien principales y muy lucidos, y no curaron de más nos se- guir. Este día fuimos a dormir dos leguas adelante a la ciudad de Coatinchán, bien cansados y mojados, porque había llovido mucho aquella tarde, y hallámosla des- poblada; y otro día comenzamos de caminar, alanceando de cuando en cuando a algunos indios que nos salían a gritar, y fuimos a dormir a una población que se dice Gilotepeque, y hallámosla despoblada. E otro día llegamos a las doce horas del día a una ciudad que se dice de Aculman, que es del señorío de la ciudad de Tesaico, adonde fuimos aquella noche a dormir, y fuimos de los españoles bien recibidos, y se holgaron de nuestra venida como de la salvación; porque después que yo me había partido dellos no habían sabido de mí fasta aquel día que llega- mos, y habían tenido muchos rebatos en la ciudad. E los naturales della les decían cada día que los de México y Temixtitán habían de venir sobre ellos en tanto que yo por allá andaba; y así se concluyó, con la ayuda de Dios, esta jornada, y fue muy gran cosa, y en que vuestra majestad recibió mucho servicio por muchas cau- sas, que adelante se dirán. Al tiempo que yo, muy poderoso e invictísimo señor, estaba en la ciudad de Temixtitán, luego a la primera vez que a ella vine, proveí, como en la otra relación hice saber a vuestra majestad, que en dos o tres provin- cias aparejadas para ello se hiciesen para vuestra majestad ciertas casas de granjer- ías, en que hobiesen labranzas y otras cosas, conforme a la calidad de aquellas

o Tacuba eran tan pequeños que no merecen el nombre de reino, pues desde la laguna de México al Oriente, hasta la frontera de Michoacán al Poniente, no había más que veinteocho leguas, ni más de dieciocho desde el valle de Toluca al Mediodía al país de los otomíes al Norte” (Clavijero, 560). 270 STELIO CRO

provincias. E a una dellas, que se dice Chinanta,71 envié para ello dos españoles; y esta provincia no es sujeta a los naturales de Culúa, y en las otras que lo eran al tiempo que me daban guerra en la ciudad de Temixtitán mataron a los que estaban en aquellas granjerías, y tomaron lo que en ellas había, que era cosa muy gruesa, según la manera de la tierra, y destos españoles que estaban en Chinanta se pasó casi un año que no supe dellos; porque como todas aquellas provincias estaban re- beladas, ni ellos podían saber de nosotros ni nosotros dellos. Y estos naturales de la provincia de Chinanta, como eran vasallos de vuestra majestad y enemigos de los de Culúa, dijeron a aquellos cristianos que de ninguna manera saliesen de su tierra, porque nos habían dado los de Culúa mucha guerra, y creían que pocos o ninguno de nosotros había vivos. E así, se estuvieron estos dos españoles en aque- lla tierra, y al uno dellos, que era mancebo y hombre para guerra, hiciéronle su ca- pitán, y en este tiempo salía con ellos a dar guerra a sus enemigos, y las más de las veces él y los de Chinanta eran vencedores; y como después plugo a Dios que no- sotros volvimos a nos rehacer y haber alguna victoria contra los enemigos que nos habían desbaratado y echado de Temixtitán, éstos de Chinanta dijeron a aquellos cristianos que habían sabido que en la provincia de Tepeaca72 había españoles, y que si querían saber la verdad, que ellos querían aventurar dos indios, aunque hab- ían de pasar por mucha tierra de sus enemigos, pero que andarían de noche y fuera de camino hasta llegar a Tepeaca. E con aquellos dos indios, el uno de aquellos españoles, que era el más hombre de bien, escribió una carta, cuyo tenor es el si- guiente: “Nobles señores: dos o tres cartas he escrito a vuestras mercedes y no sé si han aportado allá o no; y pues de aquéllas no he habido respuesta, también pon- go en duda habella désta. Hágoos, señores, saber cómo todos los naturales desta tierra de Culúa andan levantados y de guerra, e muchas veces nos han acometido; pero siempre, loores a Nuestro Señor, hemos sido vencedores. Y con los de Tux- tepeque y su parcialidad de Culúa cada día tenemos guerra; los que están en servi- cio de sus altezas y por sus vasallos son siete villas de los de Tenez, y yo y Ni- colás siempre estamos en Chinanta, que es la cabecera. Mucho quisiera saber adónde está el capitán para le poder escribir y hacer saber las cosas de acá. Y si por ventura me escribiéredes de dónde él está y enviáredes veinte o treinta españo- les, írmela con dos principales de aquí, que tienen deseo de ver y fablar al capitán; y sería bien que viniesen, porque, como es tiempo agora de coger el cacao, estor- ban los de Culúa con las guerras. Nuestro Señor guarde las nobles personas de vuestras mercedes, como desean.—De Chinanta a no sé cuántos del mes de abril de 1521 años.—A servicio de vuestras mercedes.---Hernando de Barrientos.” E como los dos indios llegaron con esta carta a la dicha provincia de Tepeaca, el ca- pitán que yo allí había dejado con ciertos españoles enviómela luego a Tesaico; y recibida, todos recibimos mucho placer; porque aunque siempre habíamos confia- do en la amistad de los de Chinanta, teníamos pensamiento que si se confederaban con los de Culúa que habrían muerto aquellos dos españoles, a los cuales yo luego escribí dándoles cuenta de lo pasado y que tuviesen esperanza; que aunque estaban cercados de toda parte de los enemigos presto, placiendo a Dios, se verían libres y podrían salir y entrar seguros (Carta III, 68-69).

71 Chinantla en Clavijero que dice que sus habitants se llamaban chinantecas (Clavijero, 63). 72 Tapeyacac en Clavijero. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 271

Cortés ha cumplido la exploración del perímetro de la laguna y se alegra que puede contar con los aliados de Chinantla que, con Texcoco y Tlaxcala, aseguran las comunicaciones con el frente que se abrirá en cuanto los bergantines estén listos y se puedan echar en la laguna. Como veremos a continuación, se realiza una obra imponente en que el genio militar de Cortés combina, como lo hiciera ya unos veinte años antes en Italia el Gran Capitán, fuerzas de tierra y fuerzas navales, combinación que llevará a la victoria final y consagra a Cortés como uno de los genios militares de todos los tiempos. Se inserta en esta carta otra, de un tal Her- nando de Barrientos, que, con otro español ha quedado aislado del ejército de Cor- tés y sigue luchando a la cabeza de los indios aliados, los chinantecas, enemigos de los aztecas. Es otra indicación de la historia reciente de las conquistas aztecas en Méxixo, pues varias ciudades aún no han aceptado el dominio azteca y esperan sacudirlo aliándose a Cortés.

El lanzamiento de los bergantines en la laguna de Texcoco

Después de haber dado vuelta a las lagunas, en que tomamos muchos avisos para poner el cerco de Temixtitán por la tierra y por el agua, yo estuve en Tesaico, forneciéndome lo mejor que pude de gente y de armas, y dando priesa en que se acabasen los bergantines y una zanja que se hacía para los llevar por ella fasta la laguna, la cual zanja se comenzó a facer luego que la ligazón y tablazón de los bergantines se trujeron en una acequia de agua, que iba por cabe los aposenta- mientos fasta dar en la laguna. E desde donde los bergantines se ligaron y la zanja se comenzó a hacer hay bien media legua hasta la laguna, y en esta obra anduvie- ron cincuenta días más de ocho mil personas cada día, de los naturales de la pro- vincia de Aculuacan y Tesaico, porque la zanja tenía más de dos estados de hon- dura y otros tantos de anchura e iba toda chapada y estacada; por manera que el agua que por ella iba la pusieron en el peso de la laguna; de forma que las fustas se podían llevar sin peligro y sin trabajo fasta el agua, que cierto que fue obra grandí- sima y mucho para ver. E acabados los bergantines y puestos en esta zanja, a 28 de abril de dicho año [1521] fice alarde de toda la gente, y hallé ochenta y seis de ca- ballo, y ciento y diez y ocho ballesteros y escopeteros, y setecientos y tantos peo- nes de espada y rodela, y tres tiros gruesos de hierro, y quince tiros pequeños de bronce, y diez quintales de pólvora. Acabado de hacer el dicho alarde, yo encargué y encomendé mucho a todos los españoles que guardasen y cumpliesen las orde- nanzas que yo había hecho para las cosas de la guerra, en todo cuanto les fuese posible, y que se alegrasen y esforzasen mucho, pues que veían que Nuestro Señor nos encaminaba para haber victoria de nuestros enemigos, porque bien sabían que cuando habíamos entrado en Tesaico no habíamos traido más de cuarenta de caba- llo, y que Dios nos había socorrido mejor que lo habíamos pensado, y habían ve- nido navíos con los caballos y gente y armas que habían visto; y que esto, y prin- cipalmente ver que peleábamos a favor y aumento de nuestra fe y por reducir al servicio de vuestra majestad tantas tierras y provincias como se le habían rebela- do, les había de poner mucho ánimo y esfuerzo para vencer o morir. E todos res- 272 STELIO CRO

pondieron, y mostraron tener para ello muy buena voluntad y deseo; y aquel día del alarde pasamos con mucho placer y deseo de nos ver ya sobre el cerco y dar conclusión a esta guerra, de que dependía toda la paz o desasosiego destas partes. Otro dia siguiente fice mensajeros a las provincias de Tascaltecal, Guajucingo y Chururtecal a les facer saber como los bergantines eran acabados y que yo y toda la gente estábamos apercibidos y de camino para ir a cercar la gran ciudad de Te- mixtitán; por tanto, que les rogaba, pues que ya por mí estaban avisados y tenían su gente apercibida, que con toda la más y bien armada que pudiesen se partiesen y viniesen allí a Tesaico, donde yo les esperaría diez días; y que en ninguna mane- ra excediesen desto, porque sería gran desvío para lo que estaba concertado. Y como llegaron los mensajeros y los naturales de aquellas provincias estaban aper- cibidos y con mucho deseo de se ver con los de Culúa, los de Guajucingo y Chu- rurtecal se vinieron a Calco,73 porque yo se lo había así mandado, porque junto por allí había de entrar a poner el cerco. Y los capitanes de Tascaltecal, con toda su gente, muy lucida y bien armada, llegaron a Tesaico cinco o seis días antes de Pascua de Espíritu Santo, que fue el tiempo que yo les asigné, e como aquel día supe que venían cerca, salilos a recibir con mucho placer; y ellos venían tan ale- gres y bien ordenados que no podía ser mejor. Y según la cuenta que los capitanes nos dieron, pasaban de cincuenta mil hombres de guerra, los cuales fueron por no- sotros muy bien recibidos y aposentados. El segundo día de Pascua mandé salir a toda la gente de pie y de caballo a la plaza desta ciudad de Tesaico, para la ordenar y dar a los capitanes la que habían de llevar para tres guarniciones de gente que se habían de poner en tres ciudades que están en torno de Temixtitán; y de la una guarnición hice capitán a Pedro de Albarado, y dile treinta de caballo, y diez y ocho ballesteros y escopeteros, y ciento y cincuenta peones de espada y rodela, y más de veinte y cinco mil hombres de guerra de los de Tascaltecal, y éstos habían de asentar su real en la ciudad de Tacuba.74 De la otra guarnición fice capitán a Cristóbal de Olid, al cual di treinta y tres de caballo, y diez y ocho ballesteros y escopeteros, y ciento y sesenta peones de espada y rodela, y más de veinte mil hombres de guerra de nuestros amigos, y éstos habían de sentar su real en la ciu- dad de Cuyoacán. De la otra tercera guarnición fice capitán a Gonzalo de Sando- val, alguacil mayor, y dile veinte y cuatro de caballo, y cuatro escopeteros y trece ballesteros, y ciento y cincuenta peones de espada y rodela; los cincuenta dellos, mancebos escogidos, que yo traía en mi compañía, y toda la gente de Guajocingo y Chururtecal y Calco, que había más de treinta mil hombres; y éstos habían de ir por la ciudad de Iztapalapa y destruirla, y pasar adelante por una calzada de la la- guna, con favor y espalda de los bergantines, y juntarse con la guarnición de Cu- yoacán, para que después que yo entrase con los bergantines por la laguna el dicho alguacil mayor asentase su real donde le pareciese que convenía.75 Para los trece

73 Chalco en el mapa de Clavijero. 74 Tlacopán en el mapa de Clavijero. 75 Por esta disposición de fuerzas, parece que, una vez que Gonzalo de Sandoval haya ocupado Iz- tapalapa y juntado su hueste a la de Cristóbal de Olid en Cuyoacán, sera él el jefe que mande y decida dónde aposentarse, junto a la hueste de Cristóbal de Olid. En el capítulo que se titula “Cerco de Te- nochtitlán,” adquiere preminencia Gonzalo de Sandoval. Es algo que pudo influir en la actitud de Olid y su traición en Honduras, aconsejado por Diego Velázquez cuando Olid pasó por la isla de Cuba. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 273

bergantines con que yo había de entrar por la laguna dejé trecientos hombres, to- dos los más gente de la mar y bien diestra; de manera que en cada bergantín iban veinte y cinco españoles, y cada fusta llevaba su capitán y veedor y seis balleste- ros y escopeteros (Carta III, 69-70).

Terminados los bergantines y varados en la zanja, en la espera de su llegada a la laguna, Cortés reúne sus fuerzas y prepara el cerco de Tenochtitlán. Distribuye sus fuerzas de españoles y aliados, en tres divisiones, comandadas por Cristóbal de Olid, Pedro de Alvarado y Gonzalo de Sandoval respectivamente, acuarteladas en Tlacopán y en Cuyoacán. En su marcha quitan el agua dulce a la ciudad cercada, mientras los de Cristóbal de Olid quitan obstáculos en la calzada que comunica con Tenochtitlán y ocupan la ciudad de Iztapalapa, ya teatro de una sangrienta batalla entre los aztecas y el ejército de Cortés, durante la exploración de la laguna. La ocupación de esta ciudad fue necesaria porque, por su posición entre las dos lagu- nas, la salada al norte de la ciudad y la dulce al sur de la misma, podía ser una base desde donde los aztecas podrían sorprender el ejército de Cortés.

Cortés y su armada de trece bergantines contra quinientas canoas

Como hube despachado al alguacil mayor [Gonzalo de Sandoval] luego me metí en los bergantines, y nos hicimos a la vela y al remo; y al tiempo que el al- guacil mayor combatía y quemaba la ciudad de Iztapalapa llegamos a vista de un cerro grande y fuerte que está cerca de la dicha ciudad, y todo en el agua, y estaba muy fuerte, y había mucha gente en él, así de los pueblos de alrededor de la laguna como de Temixtitán, porque ya ellos sabían que el primer reencuentro había de ser con los de Iztapalapa, y estaban allí para defensa suya y para nos ofender, si pu- diesen. E como vieron llegar a la flota, comenzaron a apellidar y hacer grandes ahumadas por que las ciudades de la laguna lo supiesen y estuviesen apercibidas. E aunque mi motivo era ir a combatir la parte de la ciudad de Iztapalapa que está en el agua, revolvimos sobre aquel cerro o peñol, y salté en él con ciento y cin- cuenta hombres, aunque era muy agro y alto; con mucha dificultad le comenzamos a subir, y por fuerza les ganamos las albarradas que en lo alto tenían hechas para su defensa. E entrámoslos de tal manera, que ninguno dellos se escapó, excepto las mujeres y niños; y en este combate, me hirieron veinte y cinco españoles, pero fue muy hermosa la victoria. Como los de Iztapalapa habían hecho ahumada desde unas torres de ídolos que estaban en un cerro muy alto junto a su ciudad, los de Temixtitán y de las otras ciudades que están en el agua conocieron que yo estaba ya por la laguna con los bergantines, y de improviso juntóse tan grande flota de canoas para nos venir a acometer y a tentar qué cosa eran los bergantines, y a lo que podíamos juzgar pasaban de quinientas canoas. E como yo vi que traían su de- rrota derecha a nosotros, yo y la gente que habíamos saltado en aquel cerro grande nos embarcamos a mucha priesa, y mandé a los capitanes de los bergantines que en ninguna manera se moviesen, porque los de las canoas se determinasen a nos acometer y creyesen que nosotros, de temor no osábamos salir a ellos; y así, co- 274 STELIO CRO

menzaron con mucho ímpetu de encaminar su flota hacia nosotros, pero a obra de dos tiros de ballesta reparáronse y estuvieron quedos; y como yo deseaba mucho que el primer reencuentro con ellos hobiésemos fuese de mucha victoria y se hiciese de manera que ellos cobrasen mucho temor de los bergantines, porque la llave de toda la guerra estaba en ellos, y donde ellos podían recibir más daño, y aun nosotros también, era por el agua, plugo a Nuestro Señor que, estándonos mi- rando los unos a los otros, vino un viento de la tierra muy favorable para embestir con ellos, y luego mandé a los capitanes que rompiesen por la flota de las canoas y siguiesen tras ellos fasta los encerrar en las casas de la ciudad; e así, plugo a Nues- tro Señor de nos dar mayor y mejor victoria que nosotros habíamos pedido y de- seado (Carta III, 71-72).

Con Tenochtitlán cercada y sin agua potable, con el control de la laguna por obra de los trece bergantines, Cortés aprieta el cerco. En los meses siguientes, entre esta batalla naval, ocurrida después de la fiesta de Corpus Cristi [30 de mayo de 1521], y la rendición de Tenochtitlán [13 de agosto de 1521], hay numerosas bata- llas y escaramuzas, pero el final es ineludible, logrado por una preparación de una campaña militar con empleo de fuerzas navales que fueron decisivas en el bloqueo y un elemento esencial del cerco de Tenochtitlán. Se destaca en la carta el deseo de paz, que debe lograrse con la total obediencia y sometimiento al emperador Carlos V, lo cual chocaba con la historia azteca de conquista y expansión.

Cerco de Tenochtitlán

Otro día siguiente, el alguacil mayor [Gonzalo de Sandoval], con la gente que tenía en Iztapalapa, así españoles como nuestros amigos, se partió para Cuyoacán, y dende allí hasta la tierra firme viene una calzada que dura obra de legua y media. Y como el alguacil mayor comenzó a caminar, a obra de un cuarto de legua llegó a una ciudad pequeña, que también está en el agua, y por muchas partes della se puede andar a caballo, y los naturales de allí comenzaron a pelear con él, y él los desbarató y mató muchos y les destruyó y quemó toda la ciudad. Y porque yo hab- ía sabido que los indios habían rompido mucho de la calzada y la gente no podía pasar bien, enviéle dos bergantines para que los ayudasen a pasar, de los cuales hicieron puente por donde los peones pasaron. E desque hubieron pasado, se fue- ron a aposentar a Cuyoacán, y el alguacil mayor, con diez de caballo, tomó el ca- mino de la calzada donde teníamos nuestro real, y cuando llegó hallónos peleando; y él y los que venían con él se apearon y comenzaron a pelear con los de la calza- da, con quien nosotros andábamos revueltos. E como el dicho alguacil mayor co- menzó a pelear, los contrarios le atravesaron un pie con una vara; y aunque a él y a otros algunos nos hirieron aquel día, con los tiros gruesos y con las ballestas y es- copetas hicimos mucho daño en ellos; en tal manera, que ni los de las canoas ni los de la calzada no osaban llegarse tanto a nosotros y mostraban más temor y me- nos orgullo que solían. E desta manera estuvimos seis días, en que cada día tenía- mos combate con ellos; e los bergantines iban quemando alrededor de la ciudad todas las casas que podían, y descubrieron canal por donde podían entrar alrededor TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 275 y por los arrabales de la ciudad y llegar a lo grueso della, que fue cosa muy prove- chosa y hizo cesar la venida de las canoas, que ya no osaba asomar ninguna con un cuarto de legua a nuestro real. Otro día Pedro de Albarado, que estaba por ca- pitán de la gente que estaba en guarnición en Tacuba, me hizo saber cómo por la otra parte de la ciudad, por una calzada que va a unas poblaciones de tierra firme, y por otra pequeña que está junto a ella, los de Temixtitán entraban y salían cuan- do querían, y que creía que, viéndose en aprieto, se habían de salir todos por allí, aunque yo deseaba más su salida que no ellos, porque muy mejor nos pudiéramos aprovechar dellos en la tierra firme que no en la fortaleza grande que tenían en el agua; pero porque estuviesen del todo cercados y no se pudiesen aprovechar en cosa alguna de la tierra firme, aunque el alguacil mayor estaba herido, le mandé que fuese a sentar su real a un pueblo pequeño a do iba a salir la una de aquellas dos calzadas; el cual se partió con veinte y tres de caballo y cien peones y diez y ocho ballesteros y escopeteros, y me dejó otros cincuenta peones de los que yo tra- ía en mi compañía, y en llegando, que fue otro día, asentó su real adonde yo le mandé. E dende allí adelante la ciudad de Temixtitán quedó cercada por todas las partes que por calzadas podían salir a la tierra firme. Yo tenía, muy poderoso se- ñor, en el real de la calzada docientos peones españoles, en que había veinte y cin- co ballesteros y escopeteros, estos sin la gente de los bergantines, que eran más de docientos y cincuenta. E como teníamos algo encerrados a los enemigos y tenía- mos mucha gente de guerra de nuestros amigos, determiné entrar por la calzada a la ciudad todo lo más que pudiese, y que los bergantines, al fin de la una parte y de la otra, se estuviesen para hacernos espaldas. E mandé a algunos de caballo y peo- nes de los que estaban en Cuyoacán se viniesen al real para que entrasen con noso- tros, y que diez de caballo se quedasen a la entrada de la calzada haciendo espal- das a nosotros, y algunos que quedaban en Cuyoacán, porque los naturales de las ciudades de Suchimilco, y Culuacán, y Iztapalapa, y Chilobusco, y Mexicalcingo, y Cuitaguacad, y Mizquique, que están en el agua estaban rebelados y eran a favor de los de la ciudad; y queriendo éstos tomarnos las espaldas; estábamos seguros con los diez o doce de caballo que yo mandaba andar por la calzada, y otros tantos que siempre estaban en Cuyoacán, y más de diez mil indios nuestros amigos. Asimismo mandé al alguacil mayor y a Pedro de Albarado que por sus estancias acometiesen aquel día a los de la ciudad, porque yo quería por mi parte ganalles todo lo que más pudiese. Así, salí por la mañana del real, y seguimos a pie por la calzada adelante y luego hallamos los enemigos en defensa de una quebradura que tenían hecha en ella, tan ancha como una lanza, y otro tanto de hondura; y en ella tenían hecha una albarrada y peleamos con ellos, y ellos con nosotros, y muy va- lientemente. E al fin se la ganamos y seguimos por la calzada adelante hasta llegar a la entrada de la ciudad donde estaba una torre de sus ídolos, y al pie della una puente muy grande alzada, por ella atravesaba una calle de agua muy ancha, con otra muy fuerte albarrada. E como llegamos, comenzaron a pelear con nosotros. Pero como los bergantines estaban de la una parte y de la otra ganámosela sin pe- ligro, lo cual fuera imposible sin ayuda dellos. E como comenzaron a desamparar el albarrada, los de los bergantines saltaron en tierra y nosotros pasamos el agua y también los de Tascaltecal y Guaxocingo y Calco, y Tesaico, que eran más de ochenta mil hombres. Y entretanto que cegábamos con piedra y adobes aquella puente, los españoles ganaron otra albarrada que estaba en la calle, que es la prin- 276 STELIO CRO

cipal y más ancha de toda la ciudad; e como aquélla no tenía agua, fue muy fácil de ganar, y siguieron el alcance tras los enemigos por la calle adelante hasta llegar a otra puente que tenían alzada, salvo una viga ancha por donde pasaban. Y pues- tos por ella y por el agua en salvo, quitáronla de presto. E de la otra parte de la puente tenían hecha otra grande albarrada de barro y adobes. E como llegamos a ella y no pudimos pasar sin echarnos al agua, y esto era muy peligroso, los enemi- gos peleaban muy valientemente. Y de la una parte y de la otra de la calle había infinitos dellos peleando con mucho corazón desde las azoteas; e como se llegaron copia de ballesteros y escopeteros y tirábamos con dos tiros por la calle adelante, hacíamosles mucho daño. E como lo conocimos, ciertos españoles se lanzaron al agua, y pasaron de la otra parte, y duró en ganarse más de dos horas. E como los enemigos los vieron pasar, desampararon el albarrada y las azoteas, y pónense en huída por la calle adelante, y así pasó toda la gente. Y yo hice comenzar a cegar aquella puente y deshacer el albarrada; y en tanto los españoles y los indios nues- tros amigos siguieron el alcance por la calle adelante bien dos tiros de ballesta, hasta otra puente que está junto a la plaza de los principales aposentamientos de la ciudad; y esta puente no la tenían quitada ni tenían hecha albarrada en ella, porque ellos no pensaron que aquel día se les ganara ninguna cosa de lo que se les ganó, ni aun nosotros pensamos que fuera la mitad. E a la entrada de la plaza asestóse un tiro, y con él recibían mucho daño los enemigos, que eran tantos que no cabían en ella. E los españoles, como vieron que allí no había agua, de donde se suele recibir peligro determinaron de les entrar la plaza. E como los de la ciudad vieron su de- terminación puesta en obra y vieron mucha multitud de nuestros amigos, y aunque dellos sin nostros no tenían ningún temor, vuelven las espaldas, y nuestros amigos dan en pos de ellos hasta los encerrar en el circuito de sus ídolos, el cual es cerca- do de cal y canto; e como en la otra relación se habrá visto, tiene tan gran circuito como una villa de cuatrocientos vecinos; y éste fue luego desamparado dellos, y los españoles y nuestros amigos se lo ganaron y estuvieron en él y en las torres un buen rato. E como los de la ciudad vieron que no había gente de caballo, volvieron sobre los españoles, y por la fuerza los echaron de las torres y de todo el patio y circuito, en que se vieron en muy grande aprieto y peligro; y como iban más que retrayéndose, hicieron rostro debajo de los portales del patio. E como los enemi- gos los aquejaban tan reciamente, los desampararon y se retrujeron a la plaza, y de allí los echaron por fuerza hasta los meter por la calle adelante; en tal manera, que el tiro que allí estaba lo desampararon. E los españoles, como no podían sufrir la fuerza de los enemigos, se retrajeron con mucho peligro; el cual de hecho recibie- ran, sino que plugo a Dios que en aquel punto llegaron tres de caballo, y entran por la plaza adelante; y como los enemigos los vieron, creyeron que eran más, y comienzan a huir, y mataron algunos dellos y ganáronles el patio y el circuito que arriba dije. Y en la torre más principal y alta dél, que tiene ciento y tantas gradas hasta llegar a lo alto, hiciéronse fuertes allí diez o doce indios principales de los de la ciudad, y cuatro o cinco españoles subiéronsela por fuerza; y aunque ellos se defendían bien, ge la ganaron y los mataron a todos. E después vinieron otros cin- co o seis de caballo, y ellos y los otros echaron una celada, en que mataron más de treinta de los enemigos. E como ya era tarde, yo mandé recoger la gente y que se retrujesen, y al retraer cargaba tanta multitud de los enemigos, que si no fuera por los de caballo, fuera imposible no recibir mucho daño los españoles. Pero como TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 277

todos aquellos malos pasos de la calle y calzada, donde se esperaba el peligro, al tiempo de retraer yo les tenía muy bien adobados y aderezados, los de caballo re- volvían sobre ellos, que siempre alanceaban o mataban algunos, e como la calle era muy larga, hubo lugar de hacerse esto cuatro o cinco veces. E aunque los ene- migos vían que recibían daño, venían los perros, tan rabiosos, que en ninguna ma- nera los podíamos detener ni que nos dejasen de seguir. E todo el día se gastara en esto, sino que ya ellos tenían tomadas muchas azoteas que salen a la calle, y los de caballo recibían a esta causa mucho peligro; y así, nos fuimos por la calzada ade- lante a nuestro real, sin peligrar ningún español, aunque hubo algunos heridos; e dejamos puesto fuego a las más y mejores casas de aquella calle porque cuando otra vez entrásemos, desde las azoteas no nos hiciesen daño. Este mismo día el al- guacil mayor [Gonzalo de Sandoval] y Pedro de Albarado pelearon cada uno por su estancia muy reciamente con los de la ciudad, e a tiempo del combate estaría- mos los unos de los otros a legua y media y a una legua; porque se extiende tanto la población de la ciudad, que aun disminuye la distancia que hay, y nuestros ami- gos que estaban con ellos, que eran infinitos, pelearon muy bien y se retrujeron aquel día sin recibir ningún daño. En este comedido, don Hernando, señor de la ciudad de Tesaico y provincia de Aculuacán, de que arriba he hecho relación a vuestra majestad,76 procuraba de atraer a todos los naturales de su ciudad y pro- vincia, especialmente los principales, a nuestra amistad, porque aún no estaban tan confirmados en ella como después lo estuvieron, y cada día venían al dicho don Hernando muchos señores y hermanos suyos, con determinación de ser en nues- tro favor y pelear con los de México y Temixtitlán; y como don Hernando era muchacho y tenía mucho amor a los españoles y conocía la merced que en nom- bre de vuestra majestad se le había hecho en darle tan gran señorío, habiendo otros que le precedían en el derecho dél, trabajaba cuanto le era posible cómo todos sus vasallos viniesen a pelear con los de la ciudad y ponerse en los peli- gros y trabajos que nosotros; e habló con sus hermanos, que eran seis o siete, to- dos mancebos bien dispuestos, y díjoles que les rogaba que con toda la gente de su señorío viniesen a me ayudar. E a uno dellos, que se llama Istrisuchil, que es de edad de veinte y tres o veinte y cuatro años, muy esforzado, amado y temido de todos, envióle por capitán, y llegó al real de la calzada con más de treinta mil hombres de guerra, muy bien aderezados a su manera, y a los otros dos reales ir- ían otros veinte mil. E yo los recibí alegremente, agradeciéndoles su volunutad y obra (Carta III, 73-75).

El cerco se cierra cada vez más, pero los aztecas están dispuestos a morir y el medio líquido, aunque es controlado por los bergantines, se presta a movimientos de tropas y celadas, especialmente en las acequias del centro, donde los bergantines no pueden llegar. Cortés reconoce la ayuda de los aliados y hará un recuento de sus fuerzas, que constaban de novecientos españoles y ciento y cincuenta mil aliados

76 Se trata de Don Fernando Cortés Ixtlixóchitl, cuyo padrino de bautismo fue el mismo Hernán Cortés, que le llevó en la retirada de la guerra del patio sagrado de Texcalipoca, cuando los aztecas derrotaron y echaron a los españoles de Tenochtitlán; véase el comentario al capítulo La batalla de Iztapalapa. 278 STELIO CRO indios. A continuación se describen algunos episodios de la batalla final por Te- nochtitlán, en que los españoles, a pesar de sufrir algunas derrotas, lograron impo- ner su superioridad de armamentos, su disciplina y su experiencia en utilizar opera- ciones combinadas de tierra y medio líquido. Cortés organiza cuadrillas de miles de indios aliados para crear terraplenes y rellenar grandes secciones de la laguna para permitir a los caballos de romper el frente de los enemigos.

Durante la batalla campal por Tenochtitlán se rellenan grandes secciones de la laguna

Otro día por la mañana, después de haber oído misa, e informados los capita- nes de lo que habían de facer, yo salí de nuestro real con quince o veinte de caba- llo y trecientos españoles, y con todos nuestros amigos, que era infnita gente, y yendo por la calzada adelante, a tres tiros de ballesta del real, estaban ya los ene- migos esperándonos con muchos alaridos; y como en los tres días antes no se les había dado combate, habían desfecho cuanto habíamos cegado del agua y teníanlo muy más fuerte y peligroso de ganar que de antes; y los bergantines llegaron por la una parte y por la otra de la calzada; y como con ellos se podían llegar muy bien cerca de los enemigos, con los tiros y escopetas y ballestas hacíanles mucho daño. Y conociéndolo saltan a tierra y ganan el albarrada y puente, y comenzamos a pa- sar de la otra parte y dar en pos de los enemigos, los cuales luego se fortalecían en las otras puentes y albarradas que tenían hechas; las cuales, aunque con más traba- jo y peligro que la otra vez, les ganamos, y los echamos de toda la calle y de la plaza de los aposentamientos grandes de la ciudad. E de allí mandé que no pasasen los españoles, porque yo, con la gente de nuestros amigos, andaba cegando con piedra y adobes toda el agua, que era tanto de hacer que, aunque para ello ayuda- ban más de diez mil indios, cuando se acabó de aderezar era ya hora de vísperas; y en todo este tiempo siempre los españoles y nuestros amigos andaban peleando y escaramuzando con los de la ciudad y alanceábamos por las calles do no había agua los que alcanzábamos; de manera que los teníamos retraídos y no osaban lle- gar a lo firme. Viendo que estos de la ciudad estaban rebeldes y mostraban tanta determinación de morir o defenderse, colegí dellos dos cosas: la una, que había- mos de haber poca o ninguna de la riqueza que nos habían tomado;77 y la otra, que daban ocasión y nos forzaban a que totalmente los destruyésemos. E desta postrera tenía más sentimiento y me pesaba en el alma, y pensaba qué forma tenía para los atemorizar de manera que viniesen en conocimiento de su yerro y del daño que podían recibir de nosotros, y no hacía sino quemalles y derrocalles las torres de sus ídolos y sus casas. E por que lo sintiesen más, este día fice poner fuego a estas casas grandes, que un príncipe con más de seiscientas personas de su casa y servi- cio se podían aposentar en ellas; y otras que estaban junto a ellas, que aunque algo menores eran muy más frescas y gentiles, y tenía en ellas Muteczuma todos los li- najes de aves que en estas partes había; y aunque a mí me pesó mucho dello, por-

77 Cortés se refiere al Tesoro de Moctezuma que los españoles trataron de llevarse en su retirada de Tenochtitlán y que en gran parte se hundió en la laguna donde se ahogaron los que lo llevaban. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 279

que a ellos les pesaba mucho más, determiné de las quemar, de que los enemigos mostraron harto pesar y también los otros sus aliados de las ciudades de la laguna, porque éstos ni otros nunca pensaron que nuestra fuerza bastara a les entrar tanto en la ciudad; y esto les puso harto desmayo. Puesto fuego a estas casas, porque ya era tarde recogí la gente para nos volver a nuestro real; y como los de la ciudad veían que nos retraíamos cargaban infinitos dellos, y venían con mucho ímpetu dándonos en la retroguarda. E como toda la calle estaba buena para correr, los de caballo volvíamos sobre ellos y alanceábamos de cada vuelta muchos dellos, y por eso no dejaban de nos venir darnos grita a las espaldas. Este día sintieron y mos- traron mucho desmayo, especialmente viendo entrar por su ciudad quemándola y destruyéndola y peleando con ellos los de Tesaico y Calco, Suchimilco y los otumíes y nombrándose cada uno de dónde era; y por otra parte, los de Tascalte- cal, que ellos y los otros les mostraban los de su ciudad hechos pedazos, diciéndo- les que los habían de cenar aquella noche y almorzar otro día, como de hecho lo hacían.78 E así nos venimos a nuestro real a descansar, porque aquel día habíamos trabajado mucho, y los siete bergantines que yo tenía entraron aquel día por las ca- lles de agua de la ciudad y quemaron mucha parte della. Los capitanes de los otros reales y los seis bergantines pelearon muy bien aquel día, y de lo que les acaeció me pudiera muy bien alargar, y por evitar prolijidad lo dejo, mas de que con victo- ria se retrujeron a sus reales sin recibir peligro alguno. Otro día siguiente, luego por la mañana, después de haber oído misa, torné a la ciudad por la misma orden con toda la gente, porque los contrarios no tuviesen lugar de descegar las puentes y hacer las albarradas; y por bien que madrugamos, de las tres partes y calles de agua que atraviesan la calle que va del real fasta las casas grandes de la plaza las dos dellas estaban como los días antes, que fueron muy recias de ganar; y tanto, que duró el combate desde las ocho horas fasta la una después de mediodía, en que se gastaron casi todas las saetas y almacén y pelotas que los ballesteros y escope- teros llevaban. Y crea vuestra majestad que era sin comparación el peligro en que nos víamos todas las veces que les ganábamos estas puentes, porque para ganallas era forzado echarse a nado los españoles y pasar de la otra parte, y esto no podían ni osaban hacer muchos porque a cuchilladas y a botes de lanza resistían los ene- migos que no saliesen de la otra parte, Pero como ya por los lados no tenían azote- as de donde nos hiciesen daño y de esta otra parte los asaetábamos, porque está- bamos los unos de los otros un tiro de herradura, y los españoles tomaban de cada día mucho más ánimo y determinaban de pasar, y también porque vían que mi de- terminación era aquella, y que cayendo o levantando no se había de hacer otra co- sa. Parecerá a vuestra majestad que pues tanto peligro recibíamos en el ganar de estas puentes y albarradas, que éramos negligentes, ya que las ganábamos, no las sostener, por no tornar cada día de nuevo a nos ver en tanto peligro y trabajo, que sin duda era grande; y cierto así parecerá a los ausentes; pero sabrá vuestra majes- tad que en ninguna manera se podía facer, porque para ponerse así en efecto se re- querían dos cosas: o que el real pasáramos allí a la plaza y circuito de las torres de los ídolos, o que gente guardara las puentes de noche; y de lo uno y de lo otro se recibiera gran peligro y no había posibilidad para ello; porque teniendo el real en la ciudad, cada noche y cada hora, como ellos eran muchos y nosotros pocos, nos

78 Los mexicanos practicaban el canibalismo ritual, tanto unos como otros. 280 STELIO CRO

dieran mil rebatos y pelearan con nosotros, y fuera el trabajo incomportable y pod- ían darnos por muchas partes. Pues guardar las puentes gente de noche, quedaban los españoles tan cansados de pelear el día, que no se podía sufrir poner gente en guarda dellos, y a esta causa nos era forzado ganarlas de nuevo cada día que en- trábamos en la ciudad. Aquel día, como se tardó mucho en ganar aquellas puentes y en las tornar a cegar y no hubo lugar e hacer más, salvo que por otra calle prin- cipal que va a dar la ciudad de Tacuba se ganaron otras dos puentes y se cegaron, y se quemaron muchas y buenas casas de aquella calle, y con esto se llegó la tarde y hora de retraernos, donde recibíamos siempre poco menos peligro que en el ga- nar de las puentes; porque en viéndonos retraer, era tan cierto cobrar los de la ciu- dad tanto esfuerzo, que no parecía sino que había habido toda la victoria del mun- do y que nosotros íbamos huyendo; e para este retraer era necesario estar las puen- tes bien cegadas, y lo cegado al igual suelo de las calles, de manera que los de ca- ballo pudiesen libremente correr a una parte y a otra; y así, en el retraer, como ellos venían tan golosos tras nosotros, algunas veces fingíamos ir huyendo, y re- volvíamos los de caballo sobre ellos, y siempre tomábamos doce o trece de aque- llos más esforzados; y con esto y con algunas celadas que siempre les echábamos, continuo llevaban lo peor, y cierto verlo era cosa de admiración; porque por más notorio que les era el mal y daño que al retraer de nosotros recibían, no dejaban de nos seguir hasta nos ver salidos de la ciudad. E con esto nos volvimos a nuestro real, y los capitanes de los otros reales me hicieron saber cómo aquel día les había sucedido muy bien y habían muerto mucha gente por la mar y por la tierra; y el capitán Pedro de Albarado, que estaba en Tacuba, me escribió que había ganado dos o tres puentes; porque, como era en la calzada que sale del mercado de Temix- titán a Tacuba, y los tres bergantines que yo le había dado podían llegar por la una parte a zabordar en la misma calzada, no había tenido tanto peligro como los días pasados; y por aquella parte de Pedro de Albarado había más puentes y más que- bradas en la calzada, aunque había menos azoteas que por las otras partes. En todo este tiempo los naturales de Iztapalapa y Oichilobuzco y Melicalcingo y Culuacán y Misquique y Cuitaguaca que, como he hecho relación, están en la laguna dulce, nunca habían querido venir de paz, ni tampoco en todo este tiempo habíamos reci- bido ningún daño dellos; y como los de Calco eran muy leales vasallos de vuestra majestad y veían que nosotros teníamos bien que hacer con los de la gran ciudad, juntáronse con otras poblaciones que están alrededor de las lagunas y hacían todo el daño que podían a aquellos del agua; y ellos, viendo de cómo cada día habíamos victoria contra los de Temixtitán, y por el daño que recibían y podían recibir de nuestros amigos, acordaron de venir, y llegaron a nuestro real, y rogáronme que les perdonase lo pasado y que mandase a los de Calco y a los otros sus vecinos que no les hiciesen más daño. Y yo les dije que me placía y que no tenía enojo de- llos, salvo de los de la ciudad; y que para que creyese que su amistad era verdade- ra, que les rogaba que, porque mi determinación era de no levantar el real hasta tomar por paz o por guerra a los de la ciudad, y ellos tenían muchas canoas, para me ayudar, que hiciesen apercibir todas las que pudiesen con toda la más gente de guerra que en sus poblaciones había, para que por el agua viniesen en nuestra ayu- da de allí adelante. Y también les rogaba que, porque los españoles tenían pocas y ruines chozas y era tiempo de muchas aguas, que hiciesen en el real todas las más casas que pudiesen, y que trujesen canoas para traer adobes y madera de las casas TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 281

de la ciudad que estaban más cercanas al real. Y ellos dijeron que las canoas y gente de guerra estaban apercibidos para cada día; y en el hacer de las casas sirvie- ron tan bien, que de una parte y de la otra de las dos torres de la calzada donde yo estaba aposentado hicieron tantas, que dende la primera casa hasta la postrera habría más de tres o cuatro tiros de ballesta. Y vea vuestra majestad que tan ancha puede ser la calzada que va por lo más hondo de la laguna, que de la una parte y de la otra iban estas casas y quedaba en medio hecha calle, que muy a placer a pie y a caballo íbamos y veníamos por ella; y había a la continua en el real, con espa- ñoles y indios que la servían, más de dos mil personas, porque toda la otra gente de guerra de nuestros amigos se aposentaban en Cuyoacán, que está legua y media del real, y también éstos de estas poblaciones nos proveían de algunos manteni- mientos, de que teníamos harta necesidad, especialmente de pescado y de cerezas, que hay tantas que pueden bastecer, en cinco o seis meses de año que duran, a do- blada gente de la que en esta tierra hay (Carta III, 75-77).

La estrategia de emplear fuerzas de tierra y navales da los resultados esperados. Los españoles avanzan y conquistan grandes secciones de Tenochtitlán, pero los defensores están dispuestos a morir. A medida que los españoles avanzan, más ciudades y pueblos sobre la costa de la laguna se declaran sus aliados, contribuyen- do con hombes y pertrechos, sobre todo canoas, con las que transportan materiales para construir los cuarteles de los españoles y sus aliados a lo largo de la calzada que unía el mercado a Tacuba, donde se encontraba el real de Alvarado. Pero el avance sufre contratiempos, por la dificultad del terreno, ya de por sí irregular por la destrucción de puentes y calzadas y los terraplenes inmprovisados e inseguros por las lluvias abundantes. Se acerca el momento del esfuerzo final para la conquis- ta de Tenochtitlán.

Avance en Tenochtitlán: la derrota sufrida por Cortés en el mercado

Otro día siguiente volví a entrar en la ciudad por la orden que el día pasado, y dionos Dios tanta victoria, que por las partes donde yo entraba con la gente no pa- recía ninguna resistencia; y los enemigos se retraían tan reciamente, que parecía que les teníamos ganado las tree cuartas partes de la ciudad, y también por el real de Pedro de Albarado les daban mucha priesa, y sin duda el día pasado y aqueste yo tenía por cierto que vinieran de paz, de la cual yo siempre, con victoria y sin ella, hacía todas las muestras que podía. Y nunca por eso en ellos hallábamos al- guna señal de paz; y aquel día nos volvimos al real con mucho placer, aunque no nos dejaba de pesar en el alma, por ver tan determinados de morir a los de la ciu- dad. En estos días pasados Pedro de Albarado había ganado muchas puentes, y por las sustentar y guardar ponía velas de pie y de caballo de noche en ellas, y la otra gente íbase al real, que estaba tres cuartos de legua de allí. E porque este trabajo era incomportable, acordó de pasar el real al cabo de la calzada que va a dar al mercado de Temixtitán, que es una plaza harto mayor que la de Salamanca, y toda cercada de portales a la redonda; e para llegar a ella no le faltaba de ganar sino 282 STELIO CRO

otras dos o tres puentes, que eran muy anchas y peligrosas de ganar; y así, estuvo algunos días que siempre peleaba y veía victoria. E aquel día que digo en el capí- tulo antes deste, como vía que los enemigos mostraban flaqueza y que por donde yo estaba les daba muy continuos y recios combates, cebóse tanto en el sabor de la victoria y de las muchas puentes y albarradas que les había ganado, que determinó de los pasar y ganar una puente en que había más de sesenta pasos desfechos de la calzada, todo de agua, de hondura de estado y medio y dos; e como acometieron aquel mismo día y los bergantines ayudaron mucho, pasaron el agua y ganaron la puente, y siguen tras los enemigos, que iban puestos en huida. E Pedro de Albara- do daba mucha priesa en que se cegase aquel paso porque pasasen los de caballo, y también porque cada día, por escrito y por palabra, le amonestaba que no ganase un palmo de tierra sin que quedase muy seguro para entrar y salir los de caballo, porque éstos facían la guerra. E como los de la ciudad vieron que no había más de cuarenta o cincuenta españoles de la otra parte, y algunos amigos nuestros, y que los de caballo no podían pasar, revuelven sobre ellos tan de súpito, que los hicie- ron volver las espaldas y echar al agua; y tomaron vivos tres o cuatro españoles, que luego fueron a sacrificar, y mataron algunos amigos nuestros. Y al fin Pedro de Albarado se retrujo a su real; y como aquel día yo llegué al nuestro y supe lo que había acaecido, fue la cosa del mundo que más me pesó, porque era ocasión de dar esfuerzo a los enemigos y creer que en ninguna manera les osaríamos en- trar. La causa por que Pedro de Albarado quiso tomar aquel mal paso fue, como digo, ver que había ganado mucha parte de la fuerza de los indios y que ellos mos- traban alguna flaqueza, e principalmente porque la gente de su real le importunaba que ganase el mercado, porque aquél ganado, era toda la ciudad casi tomada, y to- da su fuerza y esperanza de los indios tenían allí;79 y como los del dicho real de Albarado veían que yo continuaba mucho los combates de la ciudad, creían que yo había de ganar primero que ellos el dicho mercado; y como estaban más cerca dél que nosotros, tenían por caso de honra no le ganar primero. E por esto el dicho Pedro de Albarado, era muy importunado, y lo mismo me acaecía a mí en nuestro real; porque todos los españoles me ahincaban muy recio que por una de tres ca- lles que iban a dar al dicho mercado entrásemos, porque no teníamos resistencia, y ganado aquél terníamos menos trabajo; yo disimulaba por todas las vías que podía por no lo hacer, aunque les encubría la causa; y esto era por los inconvenientes y peligros que se me representaban; porque para entrar en el mercado había infinitas azoteas y puentes y calzadas rompidas, y en tal manera, que en cada casa por don-

79 En este trance Pedro de Alvarado sufre una derrota por su imprudencia. Deja que los aztecas tomen prisioneros a unos españoles a los que someterán al suplicio de arrancarles el corazón estando vivos. Cortés trata de justificar de nuevo a su lugartenieinte. La primera vez fue cuando calla la ver- dadera causa de la rebelión azteca y la consiguiente matanza llevada a cabo por Alvarado y sus tropas contra la aristocracia mexicana que celebraba en el templo de Huitzipolotli la fiesta de este dios. Más aún, a los dos días de esa derrota, Alvarado repite el mismo error al atravesar puentes y acequias sin rellenarlas de tierra para permitir el paso de los caballos. Esta segunda vez las pérdidas en vidas de españoles y aliados son mucho más graves. El mismo Cortés, que se había arrimado para observar la batalla, queda por un rato rodeado por los enemigos y sólo la intervención de un capitán y de un joven soldado que pierde la vida le salvan: “E con este desbarato mataron los contrarios treinta y cinco o cuarenta españoles y más de mil indios nuestros amigos” (Carta III, 81). TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 283 de habíamos de ir estaba hecha como isla en medio del agua. Como aquella tarde que llegué al real supe del desbarato de Pedro de Albarado, otro día de mañana acordé de ir a su real para le reprender lo pasado, y para ver lo que había ganado y en que parte había pasado el real, y para le avisar lo que fuese más necesario para su seguridad y ofensa de sus enemigos. E como yo llegué a su real, sin duda me espanté de lo mucho que estaba metido en la ciudad y de los malos pasos y puen- tes que les había ganado; y visto, no le imputé tanta culpa como antes parecía te- ner, y platicando cerca de lo que había de hacer, yo me volví a nuestro real aquel día. Pasado esto, yo fice algunas entradas en la ciudad por las partes que solía; y combatían los bergantines y canoas por dos partes, y yo por la ciudad por otras cuatro, y siempre habíamos victoria, y se mataba mucha gente de los contrarios, porque cada día venía gente sin número en nuestro favor. E yo dilataba de me me- ter más adentro en la ciudad; lo uno, por si revocarían el propósito y dureza que los contrarios tenían, y lo otro, porque nuestra entrada no podía ser sin mucho pe- ligro, porque ellos estaban muy juntos y fuertes y muy determinados de morir. Y como los españoles veían tanta dilación en esto y que había más de veinte días que nunca dejaban de pelear, importunábanme en gran manera, como arriba he dicho, que entrásemos y tomásemos el mercado, porque ganado, a los enemigos les que- daba poco lugar por donde se defender, y que si no se quisieran dar, que de ham- bre y sed se morirían, porque no tenían qué beber sino agua salada de la laguna. Y como yo me excusaba, el tesorero de vuestra majestad me dijo que todo el real afirmaba aquello y que lo debía hacer; y a él y a otras personas de bien que allí es- taban les respondí que su propósito y deseo era muy bueno y yo lo deseaba más que nadie; pero que yo lo dejaba de hacer por lo que con importunación me hacía decir, que era que aunque él y otras personas lo hiciesen como buenos, como en aquello se ofrecía mucho peligro, habría otros que no lo hiciesen. Y al fin tanto me forzaron, que yo concedí que se haría en este caso lo que yo pudiese, concertándo- se primero con la gente de los otros reales. Otro día me junté con algunas personas principales de nuestro real, y acordamos de hacer saber al alguacil mayor [Gonza- lo de Sandoval] y a Pedro de Albarado como otro día siguiente habíamos de entrar en la ciudad y trabajar de llegar al mercado, y escribíles lo que ellos habían de hacer, por la otra parte de Tacuba; y demás de lo escribir, para que mejor fuesen informados, enviéles dos criados míos para que les avisasen de todo el negocio; y la orden que debían de tener que el alguacil mayor se viniese con diez de caballo y cien peones y quince ballesteros y escopeteros al real de Pedro de Albarado, y que en el suyo quedasen otros diez de caballo, y que dejasen concertado con ellos que otro día, que había de ser el combate, se pusiesen en celada tras unas casas, y que hiciesen alzar todo su fardaje, como que levantasen el real, porque los de la ciudad saliesen tras dellos y la celada les diese en las espaldas. Y que el dicho alguacil mayor, con los tres bergantines que tenían y con los otros tres de Pedro de Albara- do, ganasen aquel paso malo donde desbarataron a Pedro de Albarado, y diese mucha priesa en lo cegar, y que pasasen adelante, y que en ninguna manera se ale- jasen ni ganasen un paso sin lo dejar primero ciego y aderezado; y que si pudiesen sin mucho riesgo y peligro ganar hasta el mercado, que lo trabajasen mucho, por- que yo había de hacer lo mismo; que mirasen que, aunque esto les enviaba a decir, no era para los obligar a ganar un paso solo de que les pudiese venir algún desba- rato o desmán; y esto les avisaba porque conocía de sus personas que habían de 284 STELIO CRO

poner el rostro donde yo le dijese, aunque supiesen de perder las vidas. Despacha- dos aquellos dos criados míos con este recaudo, fueron al real, y hallaron en él a los dichos alguacil mayor y a Pedro de Albarado, a los cuales significaron todo el caso según que acá en nuestro real lo teníamos concertado. E porque ellos habían de combatir por una parte y yo por muchas, enviéles a decir que me enviasen se- tenta u ochenta hombres de pie para que otro día entrasen conmigo; los cuales con aquellos criados míos vinieron aquella noche a dormir a nuestro real, como yo les había enviado a mandar. Dada la orden ya dicha, otro día, después de haber oído misa, salieron de nuestro real los siete bergantines con más de tres mil canoas de nuestros amigos; y yo con veinte y cinco de caballo y con la gente que tenía y los setenta hombres del real de Tacuba seguimos nuestro camino, y entramos en la ciudad, a la cual llegados, yo repartí la gente desta manera: había tres calles dende lo que teníamos ganado, que iban a dar al mercado, al cual los indios llaman Tian- guizco, y a todo aquel sitio donde está llámanle Tlatelulco; y la una destas tres ca- lles era la principal, que iba a dicho mercado; y por ella dije al tesorero y contador de vuestra majestad que entrasen con setenta hombres y con más de quince o vein- te mil amigos nuestros, y que en la retroguarda llevasen siete u ocho de caballo, y como fuesen ganando las puentes y albarradas las fuesen cegando; llevaban una docena de hombres con sus azadones y más nuestros amigos, que eran los que hacían al caso para el cegar de las puentes. Las otras dos calles van dende la calle de Tacuba a dar al mercado, y son más angostas, y de más calzadas y puentes y calles de agua. Y por la más ancha dellas mandé a dos capitanes que entrasen con ochenta hombres y más de diez mil indios nuestros amigos, y al principio de aque- lla calle de Tacuba dejé dos tiros gruesos con ocho de caballo en guarda dellos. E yo con otros ocho de caballo y con obra de cien peones, en que había más de vein- te y cinco ballesteros y escopeteros, y con infinito número de nuestros amigos, se- guí mi camino para entrar por la otra calle angosta todo lo más que pudiese. E a la boca della hice detener a los de caballo y mandéles que en ninguna manera pasa- sen de allí ni viniesen tras mí si no se enviase a mandar primero; y yo me apeé, y llegamos a una albarrada que tenían del cabo de una puente, y con un tiro pequeño de campo y con los ballesteros y escopeteros se la ganamos, y pasamos adelante por una calzada que tenían rota por dos o tres partes. E demás destos tres combates que dábamos a los de la ciudad, era tanta la gente de nuestros amigos que por las azoteas y por otras partes les entraban, que no parecía que había cosa que nos pu- diese ofender. E como les ganamos aquellas dos puentes y albarradas y la calzada los españoles, nuestros amigos siguieron por la calle adelante sin se les amparar cosa ninguna, y yo me quedé con obra de veinte españoles en una isleta que allí se hacía, porque veía que ciertos amigos nuestros andaban envueltos con los enemi- gos, y algunas veces los retraían hasta echarlos al agua, y con nuestro favor re- volvían sobre ellos. E demás desto, guardábamos que por ciertas traviesas de ca- lles los de la ciudad no saliesen a tomar las espaldas a los españoles que habían seguido la calle adelante; los cuales en esta sazón me enviaron a decir que habían ganado mucho y que no estaban muy lejos de la plaza del mercado; que en todo desto querían pasar adelante, porque ya oían el combate que el alguacil mayor y Pedro de Albarado daban por su estancia. E yo les envié a decir que en ninguna manera diesen paso adelante sin que primero las puentes quedasen muy bien cie- gas: de manera que si tuviesen necesidad de se retraer el agua no les ficiese estor- TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 285 bo ni embarazo alguno, pues sabían que en todo aquello estaba el peligro; y ellos me tornaron a decir todo lo que habían ganado estaba bien reparado; que fuese allá y lo vería si era así. E yo con recelo que no se desmandasen y dejasen ruin recaudo en el cegar de las puentes, fui allá, y hallé que habían pasado una quebrada de la calle que era de diez o doce pasos de ancho, y el agua que por ella pasaba era de hondura de más de dos estados, y al tiempo que la pasaron habían echado en ella madera y cañas de carrizo, y como pasaban pocos a pocos y con tiento, no se había hundido la madera y cañas; y ellos con el placer de la victoria iban tan embebeci- dos que pensaban que quedaba muy fijo. E al punto que yo llegué a aquella puente de agua cuitada vi que los españoles y muchos de nuestros amigos venían puestos en muy gran huida, y los enemigos como perros dando en ellos; y como yo vi tan gran desmán, comencé a dar voces tener, tener; y ya que yo estaba junto al agua, halléla toda llena de españoles y indios, y de manera que no parecía que en ella hobiesen echado una paja; e los enemigos cargaron tanto, que matando en los es- pañoles, se echaban al agua tras ellos; y ya por la calle del agua venían canoas de los enemigos y tomaban vivos los españoles. E como el negocio fue tan de súpito y vi que mataban la gente, determiné de me quedar allí y morir peleando; y en lo más aprovechábamos yo y los otros que allí estaban conmigo era en dar las manos a algunos tristes españoles que se ahogaban, para que saliesen afuera; y los unos salían heridos, los otros medio ahogados, y otros sin armas, y enviábalos que fue- sen adelante; y ya en esto cargaba tanta gente de los enemigos, que a mí y a otros doce o quince que conmigo estaban nos tenían por todas partes cercados. E como yo estaba muy metido en socorrer a los que se ahogaban, no miraba ni me acorda- ba del daño que podía recibir; y ya me venían a asir ciertos indios de los enemi- gos, y me llevaran, si no fuera por un capitán de cincuenta hombres, que yo traía siempre conmigo, y por un mancebo de su compañía, el cual, después de Dios, me dio la vida; e por dármela como valiente hombre, perdió allí la suya. En este co- medio, los españoles que salían desbaratados íbanse por aquella calzada delante, y como era pequeña y angosta e igual a el agua, que los perros la habían hecho así de industria, e iban por ella también desbaratados muchos de los nuestros amigos, iba el camino tan embarazado y tardaban tanto en andar, que los enemigos tenían lugar de llegar por el agua de la una parte y de la otra y tomar y matar cuantos querían. Y aquel capitán que estaba conmigo, que se dice Antonio de Quiñones, díjome: “Vamos de aquí y salvemos vuestra persona, pues sabéis que sin ella nin- guno de nosotros puede escapar”; y no podía acabar conmigo que me fuese de allí. Y como esto vio, asióme de los brazos para que diésemos la vuelta, y aunque yo holgara más con la muerte que con la vida, por importunación de aquel capitán y de otros compañeros que allí estaban nos comenzamos a retraer peleando con nuestras espadas y rodelas con los enemigos, que venían hiriendo en nosotros. Y en esto llega un criado mío a caballo, y hizo algún poquito de lugar; pero luego dende una azotea baja le dieron una lanzada por la garganta, que le hicieron dar la vuelta; y estando en este tan gran conflicto, esperando que la gente pasase por aquella calzadilla a ponerse en salvo, y nosotros deteniendo los enemigos, llegó un mozo mío con un caballo para que cabalgase, porque era tanto el lodo que había en la calzadilla de los que entraban y salían por el agua que no había persona que se pudiese tener, mayormente con los empellones que los unos a otros se daban para salvarse. E yo cabalgué, pero no para pelear, porque allí era imposible pode- 286 STELIO CRO

llo hacer a caballo; porque si pudiera ser, antes de la calzadilla, en una isleta se habían hallado los ocho de caballo que yo había dejado, y no habían podido hacer menos que se volver por ella; y aun la vuelta era tan peligrosa, que dos yeguas en que iban dos criados míos cayeron de aquella calzadilla en el agua, y la una mata- ron los indios y la otra salvaron unos peones; y otro mancebo criado mío, que se decía Cristóbal de Guzmán, cabalgó en un caballo que allí en la isleta le dieron pa- ra me lo llevar, en que me pudiese salvar, y a él y al caballo antes que a mí llegase mataron los enemigos; la muerte del cual puso a todo el real en tanta tristeza, que hasta hoy está reciente el dolor de los que lo conocían. E ya con todos nuestros trabajos, plugo a Dios que los que quedamos salimos a la calle de Tacuba, que era muy ancha y recogida la gente, yo con nuevo caballo me quedé en la retroguarda; y los enemigos venían con tanta victoria y orgullo que no parecía sino que ningu- no habían de dejar a vida; y retrayéndome lo mejor que pude, envié a decir al teso- rero y al contador que se retrujesen a la plaza con mucho concierto; lo mismo en- vié a decir a los otros dos capitanes que habían entrado por la calle que iba al mer- cado; y los unos y los otros habían peleado valientemente y ganado muchas alba- rradas y puentes, que habían muy bien cegado, lo cual fue causa de no recibir daño al retraer. E antes que el tesorero y contador se retrujesen, ya los de la ciudad, por encima de una albarrada donde peleaban, les habían echado dos o tres cabezas de cristianos, anque no supieron por entonces si eran de los del real de Pedro de Al- barado o del nuestro (…). En este desbarato mataron los contrarios treinta y cinco o cuarenta españoles y más de mil indios nuestros amigos, y hirieron más de vein- te cristianos, y yo salí herido en una pierna; perdióse el tiro pequeño de campo que habíamos llevado, y muchas ballestas y escopetas y armas. Los de la ciudad, luego que hubieron la victoria, por hacer desmayar al alguacil mayor y Pedro de Albara- do, todos los españoles vivos y muertos que tomaron los llevaron al Tlatelulco, que es el mercado, y en unas torres altas que allí están, desnudos los sacrificaron y abrieron por los pechos, y les sacaron los corazones para ofrecer a los ídolos: lo cual los españoles del real de Pedro de Albarado pudieron ver bien de donde pe- leaban, y en los cuerpos desnudos y blancos que vieron sacrificar conocieron que eran cristianos; y aunque por ello hubieron gran tristeza y desmayo, se retrajeron a su real, habiendo peleado aquel día muy bien y ganado casi hasta el dicho merca- do; el cual aquel día se acabara de ganar si Dios, por nuestros pecados, no permi- tiera tan gran desmán (Carta III, 78-81).

Después de muchas dudas, por el peligro que Cortés había previsto, el general decide atacar el mercado, como quiere su tropa. No obstante la preparación cuida- dosa del combate y la recomendación de Cortés a sus hombres de no pasar ninguna calzada o puente, sin antes cegarlos, es decir echar un terraplén que permita el paso de los caballos, o la retirada ante una contraofensiva de los enemigos, su avanguar- dia se adelanta confiada, dejando tras sí un canal de unos doce o quince pasos y profundo dos estados, sin preparar el terraplén que les permita retirarse. Así se verifica lo que Cortés temía. Una contraofensiva enemiga, lanzada de improviso y con numerosas huestes, hace retroceder a españoles y aliados en confusión. Llega- dos a la calzada, se echan en el agua para salvar la vida y algunos se ahogan, mien- TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 287 tra otros, algunos heridos, son sorprendidos por canoas enemigas que de ambos lados de la calzada pueden tomar prisioneros a muchos españoles que están en el agua, o que se demoran por la multitud que se apiña sobre la estrecha calzada, transformándose en blancos para los flecheros. La derrota es una de las peores su- fridas por Cortés en su campaña contra Tenochtitlán. A los españoles no les queda más que contemplar impotentes cómo los aztecas sacrifican a sus compañeros abriéndoles el pecho y arrancándoles el corazón para dedicarlo a sus ídolos.

Andrés de Tapia, Gonzalo de Sandoval y la ofensiva final

Dende a dos días del desbarato, que ya se sabía por toda la comarca, los natu- rales de una población que se dice Cuarnaguacar, que eran sujetos a la ciudad y se habían dado por nuestros amigos, vinieron al real y dijéronme cómo los de la po- blación de Malinalco, que eran sus vecinos, les hacían mucho daño y les destruían su tierra, y que agora se juntaban con los de la provincia de Cuisco, que es grande, y querían venir sobre ellos a los matar porque se habían dado por vasallos de vues- tra majestad y nuestros amigos; y que decían que después dellos destruidos habían de venir sobre nosotros; y aunque lo pasado era de tan poco tiempo acaecido y teníamos necesidad antes de ser socorridos que de dar socorro, porque ellos me lo pedían con mucha instancia determiné de se lo dar; y aunque tuve mucha contra- dicción y decían que me destruía en sacar gente del real, despaché con aquellos que pedían socorro ochenta peones y diez de caballo, con Andrés de Tapia, ca- pitán al cual encomendé mucho que ficiese lo que más convenía en servicio de vuestra majestad y nuestra seguridad, pues veía la necesidad en que estábamos y que en ir y volver no estuviese más de diez días, y él se partió, y llegado a una po- blación pequeña que está entre Malinalco y Coadnoacad halló a los enemigos, que le estaban esperando; y él, con la gente de Coadnoacad y con la que llevaba, co- menzó su batalla en el campo, y pelearon tan bien los nuestros, que desbarataron los enemigos, y en el alcance los siguieron hasta los meter en Malinalco, que está asentado en un cerro muy alto y donde los de caballo no podían subir; y viendo es- to, destruyeron lo que estaba en el llano, y volviéronse a nuestro real con esta vic- toria, dentro de los diez días; en lo alto de esta población de Malinalco hay mu- chas fuentes de muy buena agua, y es muy fresca cosa (…). Desde a dos días que los españoles vinieron de hacer guerra a los de Malinalco, según que vuestra ma- jestad habrá visto en los capítulos antes déste, llegaron a nuestro real diez indios de los otomíes, que eran esclavos de los de la ciudad y, como he dicho, habiéndose dado por vasallos de vuestra majestad, y cada día venían en nuestra ayuda a pele- ar, y dijeronme cómo los señores de la provincia de Matalcingo, que son sus veci- nos, les facían guerra y les destruían su tierra y les habían quemado un pueblo y llevándoles alguna gente, y que venían destruyendo cuanto podían y con intención de venir a nuestros reales y dar sobre nosotros, porque los de la ciudad saliesen y nos acabasen; y a lo más desto dimos crédito, porque de pocos días a aquella parte cada vez que entrábamos a pelear nos amenazaban con los de esta provincia de Matalcingo; de la cual, aunque no teníamos mucha noticia, bien sabíamos que era grande y que estaba veinte y dos leguas de nuestros reales; y en la queja que estos 288 STELIO CRO

otomíes nos daban de aquellos sus vecinos daban a entender que les diésemos so- corro, y aunque lo pedían en muy recio tiempo, confiando en el ayuda de Dios, y por quebrar algo las alas a los de la ciudad, que cada día nos amenazaban con és- tos y mostraban tener esperanza de ser dellos socorridos, y este socorro de ninguna parte les podía venir si déstos no, determiné de enviar allá a Gonzalo de Sandoval, alguacil mayor, con diez y ocho de caballo y cien peones, en que había sólo un ba- llestero, el cual se partió con ellos y otra gente de los otomíes, nuestros amigos; y Dios sabe el peligro en que todos iban, y aun el en que nosotros quedábamos; pero como nos convenía mostrar más esfuerzo y ánimo que nunca y morir peleando, di- simulábamos nuestra flaqueza así con los amigos como con los enemigos; pero muchas y muchas veces decían los españoles que pluguiese a Dios que con las vi- das los dejase y se viesen vencedores de los de la ciudad, aunque en ella ni en toda la tierra no hubiesen otro provecho ni interés; por do se conocería la aventura y necesidad extrema en que teníamos nuestras personas y vidas. El alguacil mayor fue aquel día a dormir a un pueblo de los otomíes que está frontero de Malinalco, y otro día, muy de mañana, se partió y llegó a unas estancias de los dichos otom- íes, las cuales halló sin gente y mucha parte dellas quemadas; y llegando más a lo llano, junto a una ribera halló mucha gente de guerra de los enemigos, que habían acabado de quemar otro pueblo; y como le vieron, comenzaron a dar la vuelta, y por el camino que llevaban en pos dellos hallaban muchas cargas de maíz y de ni- ños asados que traían para su provisión, las cuales habían dejado como habían sen- tido ir los españoles; y pasado un río que allí estaba más adelante en lo llano, los enemigos comenzaron a reparar, y el alguacil mayor con los de caballo rompió por ellos y desbaratólos, y puestos en huída, tiraron un camino derecho a su pueblo de Matalcingo, que estaba cerca de tres leguas de allí; y en todas duró el alcance de los de caballo hasta los encerrar en el pueblo, y allí esperaron a los españoles y a nuestros amigos, los cuales venían matando en los que los de caballo atajaban y dejaban atrás, y en este alcance murieron más de dos mil de los enemigos. Llega- dos los de pie donde estaban los de caballo y nuestros amigos, que pasaban de se- senta mil hombres, comenzaron a huir hacia el pueblo, adonde los enemigos hicie- ron rostro, en tanto que las mujeres y los niños y sus haciendas se ponían en salvo en una fuerza que estaba en un cerro muy alto que estaba allí junto. Pero como dieron de golpe en ellos, hiciéronlos también retraer a la fuerza que tenían en aquella altura, que era muy agra y fuerte, y quemaron y robaron el pueblo en muy breve espacio, y como era tarde, el alguacil mayor no quiso combatir la fuerza, y también porque estaban muy cansados, porque todo aquel día habían peleado; los enemigos, toda la más de la noche desprendieron de dar alaridos y hacer mucho estruendo de alaridos y bocinas. Otro día de mañana el alguacil mayor, con toda la gente comenzó a guiar para subirles a los enemigos aquella fuerza, aunque con temor de se ver en trabajo en la resistencia; y llegados, no vieron gente ninguna de los contrarios; e ciertos indios amigos nuestros descendieron de lo alto y dijeron que no había nadie y que al cuarto del alba se habían ido todos los enemigos (…). Desde a cuatro días que el alguacil mayor vino de la provincia de Matalcingo, los señores della y de Malinalco y de la provincia de Cuiscon, que es grande y mucha cosa, y estaban también rebelados, vinieron a nuestro real, y pidieron perdón de lo pasado, y ofreciéronse de servir muy bien; y así lo hicieron y han hecho hasta aho- ra. En tanto que el alguacil mayor fue a Matalcingo, los de la ciudad acordaron de TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 289

salir de noche y dar en el real de Albarado; y al cuarto del albadan de golpe. E como las velas de caballo y de pie lo sintieron, apellidaron de llamar al arma; y los que allí estaban arremetieron a ellos; y como los enemigos sintieron los de caballo, echáronse al agua; y en tanto, llegan los nuestros y pelearon más de tres horas con ellos; y nosotros oímos en nuestro real un tiro de campo que tiraba; y como tenía- mos recelo no los desbaratasen, yo mandé armar la gente para entrar por la ciudad, para que aflojasen en el combate de Albarado; y como los indios hallaron tan re- cios a los españoles, acordaron de se volver a su ciudad; y nosotros aquel día fui- mos a pelear a la ciudad. En esta sazón ya los que habíamos salido heridos del desbarato estábamos buenos; y a la Villa-rica, había aportado un navío de Juan Ponce de León, que habían desbaratado en la tierra o isla Florida;80 y los de la vi- lla enviáronme cierta pólvora y ballestas, de que teníamos muy extrema necesidad; y ya, gracias a Dios, por aquí a la redonda no teníamos tierra, que no fuese en nuestro favor; y yo, viendo cómo estos de la ciudad estaban tan rebeldes y con la mayor muestra y determinación de morir que nunca generación tuvo, no sabía qué medio tener con ellos para quitarnos a nosotros de tantos peligros y trabajos y a ellos y a su ciudad no los acabar de destruir, porque era la más hermosa cosa del mundo; y no nos aprovechaba decirles que no habíamos de levantar los reales, ni los bergantines habían de cesar de les dar guerra por el agua, ni que hubiéramos destruido a los de Matalcingo y Malinalco, y que no tenían en toda la tierra quien les pudiera se socorrer, ni tenían de dónde haber maíz, ni carne, ni fruta, ni agua ni otra cosa de mantenimiento. E cuanto más destas cosas les decíamos, menos muestra víamos en ellos de flaqueza; mas antes en el pelear y en todos sus ardides los hallábamos con más ánimo que nunca (Carta III, 81-83).

Ante la resistencia de los aztecas, Cortés, para ahorrar vidas de entre los españo- les, prepara el asalto final que contempla más muertes y destrucción, sobre todo si se considera la enemistad entre los aztecas y los aliados indios que esperaban el mo- mento para diezmar a los enemigos. Nada ni nadie se salva de la furia destuctora. Los españoles y sus aliados controlan tanto las calzadas, con sus fuerzas terrestres, co- mo los canales con sus bergantines. Los asaltos se suceden con regularidad avasa- lladora hasta la rendición final.

El asalto final y la caída de Tenochtitlán

Otro día de mañana tornamos a entrar en la ciudad, y como ya nuestros amigos veían la buena orden que llevábamos para la destrucción della, era tanta la multi- tud que de cada día venían, que no tenían cuento. E aquel día acabamos de ganar toda la calle de Tacuba y de adobar los malos pasos della, en tal manera que los del real de Pedro de Albarado se podían comunicar con nosotros por la ciudad, e por la calle principal, que iba al mercado, se ganaron otras dos puentes y se cegó bien el agua, y quemamos las casas del señor de la ciudad, que era mancebo de

80 Debió ser uno de los barcos que quedaron después de la muerte de este explorador de las heri- das recibidas en un encuentro con los indios, en 1521, unos años después de descubrir a Florida. 290 STELIO CRO

edad de diez y ocho años, que se decía Guatimucín,81 que era el segundo señor después de la muerte de Muctezuma (…). Y Pedro de Albarado por la misma calle con cuatro de caballo, que fue sin comparación el placer que hobo la gente de su real y del nuestro, porque era camino para dar muy breve conclusión a la guerra. Y Pedro de Albarado dejaba recaudo de gente en las espaldas y lados, así para con- servar lo ganado como para su defensa; y como luego se aderezó el paso, yo con algunos de caballo me fui a ver el mercado, y mandé a la gente de nuestro real que no pasasen delante de aquel paso. E después que anduvimos un rato paseándonos por la plaza, mirando los portales della, los cuales por las azoteas estaban llenos de enemigos, e como la plaza era muy grande y veían por ella andar los de caballo, no osaban llegar; y yo subí en aquella torre grande que está junto al mercado y en ella también y en otras hallamos ofrecidas ante sus ídolos las cabezas de los cris- tianos que nos habían muerto, y de los indios de Tascaltecal, nuestros amigos, en- tre quien siempre ha habido muy antigua y cruel enemistad. E yo miré dende aquella torre lo que teníamos ganado de la ciudad, que sin duda de ocho partes teníamos ganado las siete (…). Y fue tan recio el combate nuestro y de nuestros amigos que les ganamos todo aquel barrio; y fue tan grande la mortandad que se hizo en nuestros enemigos, que muertos y presos pasaron de doce mil ánimas, con los cuales usaban de tanta crueldad nuestros amigos que por ninguna vía a ningu- no daban la vida, aunque más reprendidos y castigados de nosotros eran (…). Puestos los enemigos en el último extremo, como de lo dicho se puede colegir, pa- ra los quitar de su mal propósito, como era la determinación que tenían de morir, hablé con una persona bien principal entre ellos, que teníamos preso, al cual dos o tres días había prendido un tío de don Fernando, señor de Tesaico, peleando en la ciudad, y aunque estaba nuy herido, le dije si quería volver a la ciudad, y él me respondió que sí; y como otro día entramos en ella, enviéle con ciertos españoles, los cuales lo entregaron a los de la ciudad, y a este principal yo le había hablado largamente para que hablase con el señor y con otros principales sobre la paz; y él me prometió de hacer sobre ello todo lo que pudiese. Los de la ciudad lo recibie- ron con mucho acatamiento, como a persona principal; y como le llevaron delante de Guatimucín, su señor, y él le comenzó a hablar sobre la paz, diz que luego lo mandó matar y sacrificar; y la respuesta que estábamos esperando nos dieron con venir con grandísimos alaridos, diciendo que no querían sino morir, y comienzan a nos tirar varas, flechas y piedras y a pelear reciamente con nosotros; y tanto, que nos mataron un caballo con un dalle que uno tenía hecho de una espada de las nuestras, y al fin les costó caro, porque murieron muchos dellos; y así, nos volvi- mos a nuestros reales aquel día (…). Otro día bien de mañana aquellos principales vinieron a nuestro real y dijéronme que me fuese a la plaza del mercado de la ciu- dad, porque su señor me quería ir a hablar allí; y yo, creyendo que fuese así, ca- balgué y tomamos nuestro camino, y estando esperando dende estaba concertado más de tres o cuatro horas, y nunca quiso venir ni parecer ante mí. E como yo vi la burla, y que era ya tarde, y que ni los otros mensajeros ni el señor venían, envié a llamar a los indios nuestros amigos, que habían quedado a la entrada de la ciudad, casi una legua de donde estábamos (…). E como llegaron, comenzamos a comba- tir unas albarradas y calles de agua que tenían, que ya no les quedaba otra mayor

81 Cuauhtemotzin en Clavijero, p. 416. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 291

fuerza, y entrámosles, así nosotros como nuestros amigos, todo lo que quisimos. E al tiempo que yo salí del real había proveído que Gonzalo de Sandoval entrase con los bergantines por la otra parte de las casas en que los indios estaban fuertes, por manera que los tuviésemos cercados y que no los combatiese hasta que viese que nosotros combatíamos; por manera que, por estar así cercados y apretados, no ten- ían paso por donde andar sino por encima de los muertos y por las azoteas que les quedaban; y a esta causa ni tenían ni hallaban flechas ni varas ni piedras con que nos ofender y andaban con nosotros nuestros amigos a espada y rodela, y era tanta la mortandad que en ellos se hizo por la mar y por la tierra, que aquel día se mata- ron y prendieron más de cuarenta mil ánimas; y era tanta la grita y lloro de los ni- ños y mujeres, que no había persona a quien no quebrantase el corazón, e ya noso- tros teníamos más que hacer en estorbar a nuestros amigos que no matasen ni hiciesen tanta crueldad que no en pelear con los indios; la cual crueldad nunca en generación tan recia se vio ni tan fuera de toda orden de naturaleza como en los naturales destas partes. Nuestros amigos hubieron ese día muy gran despojo, el cual en ninguna manera les podíamos resistir, porque nosotros éramos obra de nuevecientos españoles y ellos más de ciento y cincuenta mil hombres,82 y ningún recaudo ni diligencia bastaba para los estorbar que no robasen, aunque de nuestra parte se hacía todo lo posible (…). E al alguacil mayor mandé que asimismo para otro día que estuviese apercibido para entrar con los bergantines por un lago de agua grande que se hacía entre unas casas donde estaban todas las canoas de la ciudad recogidas (…) y aviséles que mucho que mirasen por Guatimucín y traba- jasen de le tomar a vida, porque en aquel punto cesaría la guerra (…)., y plugo a Dios que un capitán de un bergantín, que se dice Garci Holgín, llegó en pos de una canoa en la cual le pareció que iba gente de manera y como llevaba dos o tres ba- llesteros en la proa del bergantín e iban encarando en los de la canoa, ficiéronle señal que estaba allí el señor, que no tirasen, y saltaron de presto y prendiéronle a él y a aquel Guatimucín (…) y así, preso este señor, luego en este punto cesó la guerra, a la cual plugo a Dios Nuestro Señor dar conclusión martes, día de San Hipólito, que fueron 13 de agosto de 1521 años (Carta III, 85—89).

Cortés completa aquí la narración de la guerra y conquista de Tenochtitlán, o sea de la Nueva España. Lo notable de la crónica de esta guerra es que nos permite cerciorarnos de la contribución decisiva de los indios enemigos de los aztecas, en primer lugar los Tlaxcaltecas. Es difícil pensar que Cortés hubiese podido llevar a cabo la conquista de México sin los aliados indios. Notable es en esta carta el pasa- je en que Cortés observa la crueldad de los indios aliados, principalmente de los tlaxcaltecas, que se entregan al exterminio de los odiados aztecas en Tenochtitlán: Nuestros amigos hubieron ese día muy gran despojo, el cual en ninguna manera les podíamos resistir, porque nosotros éramos obra de nuevecientos españoles y ellos más de ciento y cincuenta mil hombres (Carta III, 88).

82 Cursivo mío, para subrayar este dato histórico. 292 STELIO CRO

Selección de los textos de la Carta Cuarta Mientras la Carta III representa la épica conquista de Tenochtitlán, que Cortés logra elevar a un relato homérico, con Technotitlán nueva Troya y con Cortés nue- vo Aquiles del Nuevo Occidente, la finalidad de la cuarta carta, y en forma similar de la quinta y última carta de Cortés al emperador, es doble: por un lado, ponerle al tanto de la pacificación y continua exploración de la Nueva España y, por el otro, denunciar la conspiración que desde España el obispo Fonseca ha organizado con- tra Cortés y en la que se hallan envueltos personajes importantes, como el almiran- te Diego Colón y los gobernadores de Cuba y de Jamaica, Diego Velázquez y Francisco de Garay. Otro personaje activo en los planes concebidos para debilitar el mando de Cortés en la Nueva España es el de Juan Bono, capitán de un navío que acaba de llegar a Veracruz, y que ya había participado en la armada de Narv- áez, que Cortés denuncia como otra acción planeada por Fonseca y Velázquez y documenta su protesta contra la conspiración organizada por Velázquez con la ayuda de Fonseca, obispo de Burgos al que se refiere repetidas veces en esta Carta IV; por otro lado, adquiere siempre mayor relieve el relato de la pacificación de regiones ya pacificadas y que han sido alborotadas por la presencia de soldados piratas que merodean en la Nueva España y provocan el alzamiento de indios ya pacificados; el mejor ejemplo sería la región del río Pánuco con la villa de Santies- teban del Puerto y, por el otro lado, se actualizan los informes sobre la exploración en busca del pasaje al mar del sur, el océano Pacífico, ampliando el conocimiento de la costa oriental de América del norte hasta Terranova y, hacia el hemisferio sur, el pasaje bautizado en honor del navegante portugués Magallanes, con el pasaje a las Filipinas, archipiélago al que alude Cortés, y de la costa occidental que llega hasta la región del Darién y que, no solamente prepara la conquista del Perú por Pizarro, sino abre la ruta al continente asiático y las especierías. En esta carta cuar- ta, fechada en Tenochtitlán, 15 de octubre de 1524, los lugares denotan la amplitud del teatro de operaciones: además de la región del Pánuco, se funda Espíritu Santo, al oeste del actual Coatzalcoalcos, Michoacán, al oeste de Tenochtitlán, Tabasco, provincia entre la actual Coatzalcoalcos, al oeste y Ciudad del Carmen, al este, sobre el Golfo de México, Zacatula y Colimán, al sur de la actual Guadalajara, hacia el Pacífico. Al presente Colimán es Colima. Ambas, las cartas cuarta y quin- ta, son obra de un conquistador vuelto diplomático que quiere persuadir el empera- dor a percibir el esfuerzo que, después de la conquista, Cortés realiza para la colo- nización del nuevo occidente. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 293

La llegada de Cristóbal de Tapia y la oposición a Cortés en la Casa de Contratación de Sevilla Ya al principio de la carta Cortés presenta un cuadro ambicioso de exploración y pacificación de la Nueva España. Entre sus planes es la exploración sistemática de la costa del mar del Sur, el Pacífico, para hallar la ruta de la Especiería. Por otra parte, Gonzalo de Sandoval es enviado a fortalecer los lazos de amistad con las provincias del norte que durante la guerra de Tenochtitlán se habían rebelado; la fundación, por el mismo Sandoval, de las villas de Medellín y de Espíritu Santo, que confirman la pacificación de amplias regiones al norte y al este de Tenoch- titlán, como también al oeste, en Michoacán. Aquí no faltan las complicaciones, como la entrada de un capitán, al que Cortés había enviado a la región de Zacatula, la actual Zacatollán hacia la mar del sur, y que quiso entrar en Colimán, la actual Colima, sin autorización, provocando la reacción de los naturales que derrotaron su contingente de 40 de caballo y más de cien peones, encuentro en el que murieron tres españoles y una cantidad de indios aliados, acción que le valió un castigo ejemplar ordenado por Cortés:

La exploración del oeste: Michoacán, el Pacífico y el estrecho a la Especiería y las intrigas contra Cortés

También, muy católico señor, en la relación que el dicho Juan de Ribera llevó hice saber a vuestra cesárea y católica majestad cómo una gran provincia que se dice Mechuacán, que el señor della se llama Casulci, se había ofrecido por sus mensajeros, el dicho señor y naturales della, por súbditos y vasallos de vuestra ce- sárea majestad, y que habían traido cierto presente, el cual envié con los procura- dores que desta Nueva España, fueron a vuestra alteza; y porque la provincia y se- ñorío de aquel señor Casulci, según tuve relación de ciertos españoles que yo allá envié, era grande y se habían visto muestras de haber en ella mucha riqueza, y por ser tan cercana a esta gran ciudad, después que me rehice de alguna más gente y caballos envié un capitán con setenta de caballo y docientos peones bien adereza- dos de sus armas y artillería, para que viesen toda la dicha provincia y secretos de- lla; y si tal fuese, que poblasen en la ciudad principal, Huicicila; y idos, fueron bien recibidos del señor y naturales de la dicha provincia y aposentados en la di- cha ciudad, y demás de proveerlos de lo que tenían necesidad para su manteni- miento les dieron hasta tres mil marcos de plata envuelta con cobre, que sería media plata, y hasta cinco mil pesos de oro, asimismo envuelto con plata, que no se le ha dado ley, y ropa de algodón y otras cosillas de las que ellos tienen; lo cual, sacado el quinto de vuestra majestad, se repartió por los españoles que a ella fueron; y como a ellos no les satisficiese mucho la tierra para poblar, mos- traron para ello mala voluntad, y aun movieron algunas cosillas, por donde al- gunos fueron castigados, y por esto los mandé volver a los que volver se quisie- ron y a los demás mandé que fuesen con un capitán a la mar del Sur, adonde yo 294 STELIO CRO

tenía y tengo poblada una villa que se dice Zacatula,83 que hay desde la dicha ciudad de Huicicila cien leguas, y allí tengo en astillero cuatro navíos para des- cubrir por aquella mar todo lo que a mí fuere posible y Dios Nuestro Señor fuese servido. E yendo este dicho capitán y gente a la dicha ciudad de Zacatula, tuvie- ron noticia de una provincia que se dice Colimán,84 que está apartada del camino que habían de llevar, sobre la mano derecha, que es al poniente, cincuenta le- guas; y con la gente que llevaba y con mucha de los amigos de aquella provincia de Mechuacán, fue allá sin mi licencia, y entró algunas jornadas, donde hubo con los naturales algunos reencuentros, y aunque eran cuarenta de caballo y más de cien peones, ballesteros y rodeleros, los desbarataron y echaron fuera de la tierra, y les mataron tres españoles y mucha gente de los amigos, y se fueron a la dicha ciudad de Zacatula; e sabido por mí, mandé traer preso al capitán y le cas- tigué su inobediencia (Carta IV, 97).

El mismo Cortés se halla ocupado en la pacificación del valle del río Pánuco, mientras Pedro de Alvarado está pacificando la provincia de Tututepeque, hacia la mar del sur; como parte de esta pacificación, Cortés ordena a Alvarado de fundar otra villa con el mismo nombre de Segura de la Frontera, que se había fundado en Tepeaca en 1520 (Carta II, 37), y poblarla con los vecinos de esta antigua villa. Aquí se dieron contrastes y revueltas entre los vecinos para nombrar las nuevas autoridades, contra las órdenes de Alvarado que había dejado un subordinado cuando fue a comunicar a Cortés las novedades de esa nueva villa. Durante la au- sencia de Alvarado hubo movimientos de vecinos en la región de Guaxaca, por lo cual Cortés envió otro alcalde mayor, Diego de Ocampo, para cerciorarse de la situación (Carta IV, 97-98). Para pacificar la región del río Pánuco, Cortés envía un capitán con soldados y es en este momento, después de la partida de este capitán, cuando Cortés se entera de la llegada de un navío de la isla de Cuba con noticias sobre la conspiración contra Cortés en la que entraban el almirante don Diego Co- lón y los adelantados Diego Velázquez y Francisco de Garay (Carta IV, 100). Entre otras actividades, Cortés ordena a su piloto Domingo del Castillo que haga un ma- pa de toda la costa del mar del Sur, o sea del Pacífico, del Golfo de Tehuantepec, hasta la desembocadura del río Colorado en el de California. Se incluyen los puer- tos de Colimán, Escondido, Xalisco, Chimetla y otros en la costa californiana, por lo cual es muy posible que Cortés haya tenido noticia de los territorios de Sinaloa, Sonora, Pimería, Nuevo México y península de la California hasta el río Colorado, que el piloto denomina de Buena Guía. Los indios pescaban muchas perlas en el golfo de California. En este momento crítico en que está tratando de poner orden en la Nueva España y planear la organización de sus vastos y ricos territorios, Cor-

83 Como hemos visto, es la ciudad de Zacatullán de Clavijero. 84 Es la ciudad de Colima de Clavijero, sobre el Pacífico. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 295 tés se entera de la llegada de Cristóbal de Tapia y de sus asistentes, enviados por la Casa de Contratación, en la que el obispo de Burgos, Juan Rodríguez de Fonseca, juega un papel determinante, en parte condicionado por el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, marido de la sobrina del obispo y enemigo jurado de Cortés:

Luego como se recobró esta ciudad de Temixtitán y lo a ella sujeto, fueron re- ducidas a la imperial corona de vuestra cesárea majestad dos provincias que están a cuarenta leguas della al Norte, que confinan con la provincia de Pánuco, que se llaman Tututepeque y Mezclitán, de tierra asaz fuerte, bien usitada en el ejercicio de las armas, por los contrarios que de todas partes tienen; viendo lo que con esta gente se había hecho, y como a vuestra majestad ninguna cosa la estorbaba, me enviaron sus mensajeros y se ofrecieron por sus súbditos y vasallos; y yo los recibí en el real nombre de vuestra majestad, y por tales quedaron y estuvieron siempre, hasta después de la venida de Cristóbal de Tapia, que con los bullicios y desaso- siegos que en estas otras gentes causó, ellos no sólo dejaron de prestar la obedien- cia que antes habían ofrecido, mas aun hicieron muchos daños en los comarcanos a su tierra, que eran vasallos de vuestra católica majestad, quemando muchos pue- blos y matando mucha gente; y aunque en aquella coyuntura yo no tenía mucha sobra de gente, por la tener en tantas partes divididas, viendo que dejar de proveer en esto era gran daño, temiendo que aquellas gentes que confinaban con aquellas provincias no se juntasen con aquéllos por el temor al daño que recibían, y aun porque yo no estaba satisfecho de su voluntad, envié un capitán con treinta de ca- ballo y cien peones, ballesteros y escopeteros y rodeleros y con mucha gente de los amigos, los cuales fueron y hobieron en ellos ciertos reencuentros, en que les mataron alguna gente de nuestros amigos y dos españoles; y plugo a Nuestro Se- ñor que ellos de su voluntad volvieron de paz y me trujeron los señores, a los cua- les yo perdoné por haberse ellos venido sin haberlos prendido. Después, estando yo en la provincia de Pánuco, los naturales destas partes echaron fama que yo me iba a Castilla, que causó harto alboroto; y una destas dos provincias, que se dice Tututepeque, se tornó a rebelar, y bajó de su tierra el señor con mucha gente, y quemó más de veinte pueblos de los de nuestros amigos, y mató y prendió mucha gente dellos; y por esto, viniéndome yo de camino de aquella provincia de Pánuco, los torné a conquistar; y aunque a la entrada mataron alguna gente de nuestros amigos que quedaba rezagada, y por las sierras reventaron diez o doce caballos, por el aspereza dellas, se conquistó toda la provincia, y fue preso el señor y un hermano suyo muchacho, y otro capitán general suyo que tenía la una frontera de la tierra; el cual dicho señor y su capitán fueron luego ahorcados, y todo los que se prendieron en la guerra hechos esclavos, que serian hasta docientas personas; los cuales se herraron y vendieron en almonedas, y pagado el quinto que dello perte- neció a vuestra majestad, lo demás se repartió entre los que se hallaron en la gue- rra, aunque no hubo para pagar el tercio de los caballos que murieron; porque, por ser la tierra pobre, no se hubo otro despojo. La demás gente que en la dicha pro- vincia quedó vino de paz y lo está, y por señor della aquel muchacho hermano del señor que murió; aunque al presente no sirve ni aprovecha de nada, por ser, como es, la tierra pobre, como dije, mas de tener seguridad della que no nos alborote los que sirven; y aun para más seguridad, he puesto en ella algunos naturales de los 296 STELIO CRO

desta tierra. A esta sazón, invictísimo César, llegó al puerto y villa del Espíritu Santo, de que en los capítulos antes deste he hecho mención, un bergantinejo harto pequeño, que venía de Cuba, y en él un Juan Bono de Quejo, con el armada que Pánfilo de Narváez trajo había venido a esta tierra por maestre de un navío de los que con la dicha armada vinieron; y según pareció por despachos que tenía, venía por mandado de don Juan de Fonseca, obispo de Burgos, creyendo que Cristóbal de Tapia, que él había rodeado que viniese por gobernador en esta tierra, estaba en ella; y para que si en su recibimiento hubiese contradicción, como él temía por la notoria razón que a temerlo le incitaba; y envióle por la isla de Cuba, para que lo comunicase con Diego Velázquez, como lo hizo, y él le dio el bergantín en que pasase. Tenía el dicho Juan Bono hasta cien cartas de un tenor, firmadas del dicho obispo, y aun creo que en blanco, para que diese a las personas que aquí estaban que al dicho Juan Bono le pareciese, diciéndoles que servirían mucho a vuestra ce- sárea majestad en que el dicho Tapia fuese recibido, y que por ello les prometía muy crecidas mercedes: y que supiesen que en mi compañía estaban contra la vo- luntad de vuestra excelencia, y otras muchas cosas harto incitadoras a bullicio y desasosiego; y a mí me escribió otra carta diciéndome lo mismo, y que si yo obe- deciese al dicho Tapia, que él haría con vuestra majestad señaladas mercedes; donde no, que tuviese por cierto que me había de ser mortal enemigo. Y la venida deste Juan Bono y las cartas qe traía pusieron tanta alteración en la gente de mi compañía, que certifico a vuestra majestad que si yo no los asegurara diciendo la causa porque el obispo aquello les escribía, y que no temiesen sus amenazas, y que el mayor servicio que vuestra majestad recibiría y por donde más mercedes les mandarían hacer, era por no consentir que el obispo ni cosa suya se entrometiese en estas partes, porque era con intención de esconder la verdad dellas a vuestra majestad y pedir mercedes en ellas sin que vuestra majestad supiese lo que le da- ba, que hubiera harto que hacer en los apaciguar; en especial que fue informado, aunque lo disimuló por el tiempo, que algunos habían puesto en plática que, pues en pago de sus servicios se les ponían temores, que era bien, pues había comuni- dad en Castilla, que la hiciesen acá, hasta que vuestra majestad fuese informado de la verdad, pues el obispo tenía tanta mano en esta negociación, hacía que sus rela- ciones no viniesen a noticia de vuestra alteza y que tenía los oficios de la casa de contratación de Sevilla de su mano y que allí eran maltratados sus mensajeros y tomadas las relaciones y cartas y sus dineros, y se les defendía que no les viniese socorro de gente ni armas ni bastimentos; pero con hacerles yo saber lo que arriba digo, y que vuestra majestad de ninguna cosa era sabidor y que tuviesen por cierto que, sabido por vuestra alteza, serían gratificados sus servicios y hechos por ellos aquellas mercedes que los buenos y leales vasallos que a su rey y señor sirven co- mo ellos han servido merecen, se aseguraron, y con la merced que vuestra excelsi- tud tuvo por bien de me mandar hacer con sus reales provisiones han estado y es- tán tan contentos y sirven con tanta voluntad cual el fruto de sus servicios da tes- timonio; y por ellos merecen que vuestra majestad les mandase hacer mercedes, pues tan bien le han servido y sirven y tienen voluntad de servir: y yo por mi parte muy humildemente a vuestra majestad lo suplico; porque no menos merced yo re- cibiré la que a cualquiera dellos mandare hacer que si a mí se hiciese, pues yo sin ellos no pudiera haber servido a vuestra alteza como lo he hecho. En especial su- plico a vuestra alteza muy humildemente les mande escribir teniéndoles en servi- TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 297 cio los trabajos que en su servicio han puesto, y ofreciéndoles por ello mercedes; porque, demás de pagar deuda que en esto vuestra majestad debe, es animarlos pa- ra que de aquí adelante con muy mejor voluntad lo hagan. Por una cédula que vuestra cesárea majestad, a pedimento de Juan de Ribera, mandó proveer en lo que tocaba al adelantado Francisco de Garay, parece que vuestra alteza fue informado cómo yo estaba para ir o enviar al río de Pánuco a lo pacificar, a causa que en aquel río se decía haber buen puerto, y porque en él habían muerto muchos espa- ñoles, así de los de un capitán que a él envió el dicho Francisco de Garay, como de otra nao que después con tiempo dio en aquella costa, que no dejaron alguno vivo, porque algunos de los naturales de aquellas partes habían venido a mí a disculpar- se de aquellas muertes, diciéndome que ellos lo habían hecho porque supieron que no eran de mi compañía y porque habían sido dellos maltratados, y que si yo qui- siese allí enviar gente de mi compañía, que ellos los tendrían en mucho (…). Y por cumplir con éstos y por poblar aquella tierra, y también porque ya tenía alguna más gente, señalé un capitán con ciertos compañeros para que fuesen al dicho río; y estando para se partir supe de un navío que vino de la isla de Cuba, cómo el al- mirante don Diego Colón y los adelantados Diego Velázquez y Francisco de Ga- ray quedaban juntos en la dicha isla y muy confederados para entrar por allí como mis enemigos y hacerme todo el daño que pudiesen; y porque su mala voluntad no hobiese efecto y por excusar que con su venida no se ofreciese semejante alboroto y desconsierto como el que se ofreció con la venida de Narváez, determinéme, de- jando en esta ciudad el mejor recaudo que yo pude, de ir yo por mi persona, por- que si allí ellos o alguno dellos viniese se encontrasen conmigo antes que con otro, porque podría yo mejor excusar el daño; y así, me partí con ciento y veinte de ca- ballo y con trecientos peones y alguna artillería y hasta cuarenta mil hombres de guerra de los naturales desta ciudad y sus comarcas; y llegado a la raya de su tie- rra, bien veinte y cinco leguas antes de llegar al puerto, en una gran población que se dice Aintuscotaclán, me salieron al camino mucha gente de guerra y peleamos con ellos; y así por tener yo tanta gente de los amigos como ellos venían como por ser el lugar llano y aparejado para los caballos, no duró mucho la batalla; aunque me hirieron algunos caballos y españoles y murieron algunos de nuestros amigos, fue suya la peor parte, porque fueron muertos muchos dellos y desbaratados. Allí en aquel pueblo me estuve dos o tres días, así por curar los heridos como porque vinieron allí a mí los que acá se nos habían venido a ofrecer por vasallos de vues- tra alteza. Y desde allí me siguieron hasta llegar al puerto, y desde allí adelante sirviendo en todo lo que podían. Yo fui por mis jornadas hasta llegar al puerto, y en ninguna parte tuve reencuentros con ellos; antes los del camino por donde yo iba salieron a pedir perdón de su yerro y a ofrecerse al real servicio de vuestra al- teza. Llegado al dicho puerto y río, me aposenté en un pueblo, cinco leguas de la mar, que se dice Chila, que estaba despoblado y quemado, porque allí fue donde desbarataron al capitán y gente de Francisco de Garay; y de allí envié mensajeros de la otra parte del río y por aquellas lagunas, que todas están pobladas de grandes pueblos de gente, a los decir que no temiesen que por lo pasado yo les haría nin- gún daño; que bien sabía que por el mal tratamiento que habían recibido de aque- lla gente se habían alzado contra ellos, y que no tenían culpa; y nunca quisieron venir, antes maltrataron los mensajeros, y aun mataron algunos dellos; y porque de la otra parte del río estaba el agua dulce de donde nos bastecíamos, poníanse allí y 298 STELIO CRO

salteaban a los que iban por ella. Estuve así más de quince días, creyendo que po- dría atraerlos por bien, que viendo que los que venido habían eran bien tratados, y ellos asimismo lo harían; mas tenían tanta confianza en la fortaleza de aquellas la- gunas donde estaban, que nunca quisieron. E viendo que por bien ninguna cosa me aprovechaba, comencé a buscar remedio, y con unas canoas que al principio allí habíamos habido se tomaron más, y con ellas una noche comencé a pasar ciertos caballos de la otra parte del río, y gente; y cuando amaneció ya había copia de gente y caballos de la otra parte sin ser sentidos, y yo pasé dejando en mi real buen recaudo; y como nos sintieron de la otra parte, vino mucha copia de gente, y die- ron tan reciamente sobre nosotros, que después que yo estoy en estas partes no he visto acometer en el campo tan denodadamente como aquellos nos acometieron, y matáronnos dos caballos y hirieron más de otros diez caballos tan malamente que no pudieron ir. En aquella jornada, y con ayuda de Nuestro Señor, ellos fueron desbaratados, y se siguió el alcance cerca de una legua, donde murieron muchos dellos; y con hasta treinta de caballo que me quedaron y con cien peones seguí to- davía mi camino, y aquel día dormí en un pueblo tres leguas del real, que hallé despoblado, y en las mezquitas deste pueblo se hallaron muchas cosas de los espa- ñoles que mataron de los de Francisco de Garay. Otro día comencé a caminar por la costa de una laguna adelante, por buscar paso para pasar a la otra parte della, porque parecía gente y pueblos; y anduve todo el día sin se hallar cabo ni por don- de pasar, y ya que era hora de vísperas vimos a vista un pueblo muy hermoso y tomamos el camino para allá, que todavía era por la costa de aquella laguna; y lle- gados cerca, era ya tarde y no parecía en él gente, y para más asegurar, mandé diez de caballo que entrasen en el pueblo por el camino derecho y yo con otros diez tomé la halda dél hacia la laguna, porque los otros diez traían la retaguardia y no eran llegados. Y en entrando por el pueblo pareció mucha cantidad de gente que estaban escondidos en celada dentro de las casas para tomarnos descuidados y pelearon tan reciamente, que nos mataron un caballo y hirieron casi todos los otros y muchos de los españoles; y tuvieron tanto tesón en pelear y duró gran ra- to, y fueron rompidos tres o cuatro veces, y tantas se tornaban a rehacer; y fe- chos una muela, hincaban las rodillas en el suelo y sin hablar y dar grita, como lo suelen hacer los otros, nos esperaban y ninguna vez entrábamos por ellos que no empleaban muchas flechas; y tantas, que si no fuéramos bien armados se aprovecharan harto de nosotros y aun creo no escaparon ninguno; y quiso Nues- tro Señor que a un río que pasaba junto y entraba en aquella laguna que yo había seguido todo el día, algunos de los que más cercanos estaban a él se comenzaron a echar al agua, y tras aquéllos comenzaron a huir los otros al mismo río, y así se desbarataron, aunque no huyeron más de hasta pasar el río; y ellos de la una parte y nosotros de la otra nos estuvimos hasta que cerró la noche, porque, por ser muy hondo el río, no podíamos pasar a ellos, y aun también no nos pesó cuando ellos lo pasaron, y así nos volvimos al pueblo, que estaría un tiro de honda del río, y allí, con la mejor guarda que pudimos, estuvimos aquella noche, y comimos el caballo que nos mataron, porque no había otro bastimento (…). Ya que la tierra estaba pacífica, envié por todas las partes della personas que la visitasen y me trujesen relación de los pueblos y gente; y traída, busqué el mejor asiento que por allí me pareció, y fundé en él una villa, que puse nombre San- tiesteban del Puerto; y a los que allí quisieron quedar por vecinos les deposité en TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 299

nombre de vuestra majestad aquellos pueblos, con que se sostuviesen; y hechos alcaldes y regidores, y dejando allí un mi lugarteniente de capitán, quedaron en la dicha villa de los vecinos treinta de caballo y cien peones, y dejéles un barco y un chinchorro, que me habían traído de la villa de la Veracruz, para bastimen- to; y asimismo me envió de la dicha villa un criado mío que allí estaba un navío cargado de bastimentos de carne y pan, y vino y aceite, y vinagre y otras cosas, el cual se perdió con todo, y aun dejó en una isleta en la mar, que está cinco le- guas de la tierra, tres hombres, por los cuales yo envié después en un barco, y los hallaron vivos, y manteníanse de muchos lobos marinos que hay en la isleta y de una fruta que decían que era como higos. Certifico a vuestra majestad que esta ida me costó a mí solo más de treinta mil pesos de oro, como podrá vuestra majestad mandar ver, si fuera servido, por la cuenta dellos; y a los que conmigo fueron, otros tantos de costas de caballos y bastimentos y armas y herraje, por- que a la sazón lo pesaban a oro o dos veces a plata; mas por verse vuestra majes- tad servido en aquel camino tanto, todos lo tuvimos por bien, aunque más gasto se nos ofreciera; porque, demás de quedar aquellos indios debajo del imperial yugo de vuestra majestad, hizo mucho fruto nuestra ida, porque luego aportó allí un navío con mucha gente y bastimentos, y dieron allí en tierra, que no pudieron hacer otra cosa; y si la tierra no estuviera de paz, no escapara ninguno, como los del otro que antes habían muerto, y hallamos las caras propias de los españoles desollados en sus oratorios, digo los cueros dellos, curados en tal manera que muchos dellos se conocieron; aun cuando el adelantado Francisco de Garay lle- gó a la dicha tierra, como adelante a vuestra cesárea majestad haré relación, no quedara él ni niguno de los que con él venían, a vida, porque con tiempo fueron a dar treinta leguas abajo del dicho río de Pánuco, y perdieron algunos navíos, y salieron todos a tierra muy destrozados, si la gente no hallaran en paz, que los trajeron a cuestas y los sirvieron hasta ponerlos en el pueblo de los españoles; que sin otra guerra se murieran todos. Así que no fue poco bien estar aquella tie- rra de paz (Carta IV, 98-101).

En esta sección, Cortés comunica al emperador la pacificación de la región de Pánuco donde algunos jefes reconocidos, como el almirante don Diego Colón, el adelantado Diego Velázquez y el gobernador de Jamaica Francisco de Garay, apo- yados por el obispo de Burgos, Juan Rodríguez de Fonseca, planean una acción combinada a daño de Cortés, pero la expedición de Garay fracasa, desbaratada por los naturales rebelados por sus maltratos. Cortés, alertado de los planes de sus enemigos, planes que amenazan la Nueva España como había ocurrido con la in- tentona de Pánfilo de Narváez unos años antes, decide anticipar las maniobras de sus émulos y pacifica la región de Pánuco, con gran sacrificio en vidas y medios y dispendio personal, para fortalecer el dominio español en el nuevo mundo. De con- quistador Cortés se ha vuelto pacificador; los indios acuden a él, pues saben que pueden confiar en su deseo auténtico de pacificar la Nueva España: 300 STELIO CRO

En los capítulos antes déste, excelentísimo príncipe, dije cómo viniendo de camino, después de haber pacificado la provincia de Pánuco, se conquistó la provincia de Tututepeque, que estaba rebelada, y todo lo que en ella se hizo: porque tenía nueva que una provincia que está cerca de la mar del Sur, que se llama Impilcongo, que es de la cualidad desta de Tututepeque en fortaleza de sierras y aspereza de la tierra, y de gente no menos belicosa, los naturales della hacían mucho daño en los vasallos de vuestra cesárea majestad que confinan con su tierra, y dellos se me habían venido a quejar y pedir socorro, aunque la gente que conmigo venía no estaba muy descansada, porque hay de una mar a otra do- cientas leguas por aquel camino (Carta IV, 101).

Exploración de la costa del Mar del Sur y oposición de la Casa de Contratación de Sevilla Esta Carta IV contiene un informe bastante detallado del plan de Cortés de lograr la pacificación de la costa occidental de la Nueva España, la que será la costa sobre el océano Pacífico. Cerca de la costa del Pacífico, la región de Impilcongo se había rebelado y amenazaba los pueblos vasallos del emperador, por lo cual Cortés envió a un capitán con 25 de caballo y setenta u ochenta peones y que también fuese a Zacatula para sacar más gente, donde logró juntar 50 de caballo y 150 peones y se adentró por sesenta leguas de la costa del Pacífico hacia el sur y fundó una villa con el mismo nombre de la provincia de Colimán (hoy Colima), a la que designó los vecinos que habían quedado de los españoles, es decir 25 de caballo y 120 peo- nes, un claro indicio que los conquistadores se convertían en los primeros coloni- zadores (Carta IV, 101-102). En esta sección se refiere el mito de la isla de mujeres en los mismos términos en que ya se habían leído en el Diario de Colón y en el De Orbe Novo de Pedro Mártir, otra prueba de la contaminación de fuentes entre los cronistas primitivos de Indias (Carta IV, 102). Cortés menciona lugares como Uclacán y Guatemala, sobre la costa del Pacífico, que han enviado embajadores para declararse vasallos del emperador (Carta IV, 102). Francisco de Garay llega al río Pánuco, ya pacificado y poblado por Cortés, con 120 de caballo y 400 peones, enrolando a los naturales para marchar contra Cortés, instando a la rebelión. Cortés envía a Alvarado por estar herido de un brazo, pero le llega de Veracruz una carta del emperador en la que advierte a Garay a no entrometerse en ningún territorio conquistado por Cortés (Carta IV, 102-103). Con esta autorización, Cortés envió a Diego Docampo, alcalde mayor, para que informara Alvarado y comunicara a un capitán del adelantado Garay, de nombre Gonzalo Dovalle, que Cortés prestaría ayuda a los españoles en la obra de pacificación (Carta IV, 103-104). Pero los nav- íos de Garay estaban en la boca del puerto de Santiesteban, como corsarios y el teniente que Cortés había dejado en Veracruz, de nombre Pedro Vallejo, intimó a TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 301 los capitanes de dos navíos, un tal Castromocho y un Martín de San Juan que deb- ían obededcer, lo cual ambos acataron, deseosos de paz y concordia. Invitado por estos dos capitanes, el teniente Vallejo se enteró que el general de la armada era Juan de Grijalva a quien comunicó las instrucciones de Cortés. Grijalva obedeció dejando libre la boca del puerto y fue a anclar más arriba en el río de Pánuco. El alcalde mayor Diego Docampo se allegó a Francisco de Garay y le mostró la cédu- la del emperador y Garay obedeció. Algunos de sus hombres quisieron huir, pero el alcalde mayor los tomó presos y aplicó las penas de encarcelamiento, expropria- ción de caballos y armas y azotes si era menester (Carta IV, 104-105). Otros solda- dos rebeldes de Garay merodean la región, violando las mujeres y robando. Los indios los persiguen y matan, pero la rebelión se extiende y atacan la villa de San- tiesteban del Puerto sobre el río Pánuco. Las noticias que un sobreviviente trae a Cortés es que casi todos los pobladores de Santiesteban han sido exterminados. Garay, que tenía a un hijo y todos sus haberes en Santiesteban y que planeaba casar al hijo con una hija de Cortés, muere del dolor. Consecuencia de la interferencia de Garay y de Grijalva es la destrucción de Santiesteban y la muerte de muchos colo- nos españoles (Carta IV, 105-107). Cortés organiza la exploración de Honduras enviando a Cristóbal de Olid y de Guatemala enviando a Pedro de Alvarado (Carta IV, 108-109). Continúa la reconstrucción de Tenochtitlán, después de la devasta- ción de la guerra. Se incrementa la agricultura de la Nueva España con la planta- ción de plantas y semillas traídas de España; el comercio y la artesanía florecen de nuevo en los mercados de la ciudad (Carta IV, 109-110). La oposición que el con- quistador de la Nueva España percibe desde la Casa de Contratación, oposición que se traduce en limitación del comercio de materias primas para la reconstrucción de Tenochtitlán y la falta de la artillería para defenderla, como son lombardas, halla espacio en esta carta:

Porque me pareció que ya tenía seguridad para cumplir lo que deseaba, que era poblar dentro en esta ciudad [Tenochtitlán], me pasé a ella con toda la gente de mi compañía, y se repartieron los solares por los vecinos, y a cada uno de los que fue- ron conquistadores, en nombre de vuestra real alteza, yo di un solar por lo que en ella había trabajado, demás del que se les ha de dar como a vecinos, que han de servir, según orden destas partes, y hanse dado tanta priesa en hacer las casas de los vecinos, que hay mucha cantidad dellas hechas, y otras que llevan ya buenos principios; y porque hay mucho aparejo de piedra, cal y madera, y de mucho ladri- llo que los naturales hacen, que hacen todos tan buenas y grandes casas, que puede creer vuestra sacra majestad que de hoy en cinco años será la más noble y populo- sa ciudad que haya en lo poblado del mundo, y de mejores edificios. Es la pobla- ción donde los españoles poblamos distinta de los naturales, porque nos parte un brazo de agua, aunque en todas las calles que por ella atraviesan hay puentes de madera, por donde se contrata de la una parte a la otra. Hay dos grandes mercados 302 STELIO CRO

de los naturales de la tierra, el uno en la parte que ellos habitan y el otro entre los españoles; en éstos hay todas las cosas de bastimentos que en la tierra se pueden hallar, porque en toda ella lo vienen a vender; y en esto no hay falta de lo que an- tes solía en el tiempo de su prosperidad. Verdad es que joyas de oro, ni plata, ni plumajes, ni cosa rica, no hay nada como solía; aunque algunas piececillas de oro y plata salen, pero no como antes. Por las diferencias que Diego Velázquez ha querido tener conmigo, y por la mala voluntad que a su causa y por su intercesión don Juan de Fonseca, obispo de Burgos, me ha tenido, y por él y por su mandado los oficiales de la casa de la contratación de la ciudad de Sevilla, en especial Juan López de Recalde, contador della, de quien todo en el tiempo del obispo solía pender, no he sido proveído de artillería ni armas, como tenía necesidad, aunque yo muchas veces he enviado dineros para ello; y porque no hay cosa que más los ingenios de los hombres avive que la necesidad, y como yo ésta tuviese tan extre- ma y sin esperanza de remedio, pues aquéllos no daban lugar que vuestra sacra majestad la supiese, trabajé de buscar orden para que por ella no se perdiese lo que con tanto trabajo y peligro se había ganado, y de donde tanto deservicio a Dios Nuestro Señor y a vuestra cesárea majestad pudiera venir, y peligro a todos los que acá estábamos, y por algunas provincias de las destas partes me di mucha priesa a buscar cobre, e di para ello mucho rescate, para que más aína se hallase; y como me trajeron cantidad, puse por obra con un maestro que por dicha aquí se halló de hacer alguna artillería, y hice dos tiros de medias culebrinas, y salieron tan buenas que de su medida no pueden ser mejores; y porque aunque tenía cobre faltaba estaño, porque no se pueden hacer sin ello, y para aquellos tiros lo había habido con mucha dificultad, y me había costado mucho, de algunos que tenían platos y otras vasijas dello, y aun caro ni barato no lo hallaba, comencé a inquirir por todas partes si en alguna lo había, y quiso Nuestro Señor, que tiene cuidado, y siempre lo ha tenido, de proveer en la mayor priesa, que topé entre los naturales de una provincia que se dice Tachco,85 ciertas piecezuelas dello, a manera de moneda muy delgada, y procediendo por mi pesquisa halle que en la dicha provincia, aun e otras, se trataba por moneda; y llegándolo más al cabo, supe que se sacaba en la di- cha provincia de Tachco, que está veinte y seis leguas de esta ciudad, y luego supe las minas, y envié herramientas y españoles, y trajéronme muestra dello; y de allí adelante di orden como sacaron todo lo que fue menester, y se sacará lo que más hubiere necesidad, aunque con harto trabajo; y aun andando en busca destos metales se topó vena de fierro en mucha cantidad según me informaron los que dicen que lo conocen. Y topado este estaño, he hecho y hago cada día algunas piezas, y las que hasta ahora están hechas, son cinco piezas, las dos medias culebrinas y las dos poco menos en medidas, y un cañón serpentino y dos sacres, que yo traje cuando vine a estas partes, y otra media culebrina, que compré de los bienes del adelantado Juan Ponce de León. De los navíos que han venido, tendré por todas de metal, piezas chi- cas y grandes, de falconetes arriba, treinta y cinco piezas, y de hierro entre lombar- das y pasavolantes y versos y otras maneras de tiros de hierro colado, hasta setenta piezas. Así que ya, loado Nuestro Señor, nos podemos defender; y para la munición no menos proveyó Dios, que hallamos tanto salitre y tan bueno, que podríamos pro- veer para otras necesidades, teniendo aparejo de calderas en que cocerlo, aunque se

85 Es la moderna Taxco, conocida por sus minas de plata. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 303

gasta acá harto en las muchas entradas que se hacen; y para el azufre, y a vuestra majestad he hecho mención de una sierra que está en esta provincia, que sale mucho humo; y de allí, entrando un español setenta o ochenta brazas, atado, a la boca abajo, se ha sacado con que hasta ahora nos habemos sostenido; ya de aquí adelante no habrá necesidad de ponernos en este trabajo, porque es peligroso; y yo escribo siem- pre que nos provean de España, y vuestra majestad ha sido servido que no haya ya obispo que nos lo impida (Carta IV, 111).

Se reconstruye la villa de Santiesteban y se muda la de Medellín hacia la costa para permitir a los navíos de llegar dentro de su puerto (Carta IV, 112). Cortés organiza dos armadas, una para explorar la costa del Atlántico hasta los Bacallaos86 y otra que costeando la península de la Florida y la costa de la América meridional, siguiera la ruta de Magallanes (1480-1521) a quien el emperador Carlos V había encargado el descubrimiento del pasaje al Pacífico, para llegar a las islas Filipinas, donde el navegante portugués al servicio de España encontró la muerte a manos de los nativos. Cortés cree que podría completar la hazaña de Magallanes y encontrar una ruta para las Especierías desde la Nueva España:

En los capítulos pasados he dicho, muy poderoso señor, a vuestra excelencia las partes, adonde he enviado gente, así por la mar como por la tierra, de que creo, guiándolo Nuestro Señor, vuestra majestad ha de ser muy servido; y como tengo continuo cuidado y siempre me ocupo en pensar todas las maneras que se puedan tener para poner en ejecución y efectuar el deseo que yo al real servicio de vuestra majestad tengo, viendo que otra cosa no me quedaba para esto sino saber el secreto de la costa que está por descubrir entre el río de Pánuco y la Florida, que es lo que descubrió el adelantado Juan de Ponce de León, y de allí la costa de la dicha Florida, por la parte del Norte, hasta llegar a los Bacallaos, porque se tiene cierto que en aquella costa hay estrecho que pasa a la mar del Sur, y se hallase, según cierta figura que yo tengo del paraje adonde está aquel archipiélago, que descubrió Magallanes por mandado de vuestra alteza, parece que saldría muy cerca de allí, y siendo Dios Nuestro Señor servido que por allí se topase el dicho estrecho sería la navegación desde la Especería (sic) para esos reinos de vuestra majestad muy buena y muy bre- ve; y tanto, que cada vez que alguna necesidad tuviesen se podrían reparar, sin nin- gún peligro, en cualquiera parte que quisiesen tomar puerto, como en tierra de vues- tra alteza, y por representárseme el gran servicio que aquí a vuestra majestad resulta, aunque yo estoy harto gastado y empeñado, por lo mucho que debo y he gastado en

86 La isla Bacalao, así se mencionó en el siglo quince y primeros del dieciséis, una isla mítica, des- pués que en 1472 el navegante portugués Joao Vaz Corte-Real, por orden del Rey de Portugal, desde las islas Azores, descubrió la Terra do Bacalhau. La isla Bacalao apareció por primera vez en un mapa de 1508. La riqueza de la pesca del bacalao, en la que, junto con España y Portugal, se interesaron varias potencias europeas, se definió en la paz de Utrecht, en 1713, después de la Guerra de Sucesión Española. Según Rosa García-Orellán, la de Utrecht fue una paz “en buena medida de comerciantes que desean apropiarse de los recursos del Atlántico”, sobre todo de la pesca del bacalao; véase Rosa García-Orellán, El Bacalao en Terranova y su Reflexión de las ZEE, Madrid, Historia 16, 2004, p. 5. 304 STELIO CRO

todas las otras armadas que he hecho así por la tierra como por la mar, y en sostener los pertrechos y artillería que tengo en esta ciudad y envío a todas partes, y otros muchos gastos y costas que de cada día se ofrecen, porque todo se ha fecho y hace a mi costa, y todas las cosas de que nos hemos de proveer son tan caras y de tan exce- sivos precios, que aunque la tierra es rica no basta el interese que yo della puedo haber a las grandes costas y expensas que tengo; pero con todo, habiendo respecto a lo que en este capítulo digo, y posponiendo toda la necesidad que se me pueda ofre- cer, aunque certifico a vuestra majestad que para ello tomo los dineros prestados, he determinado de enviar tres carabelas y dos bergantines en esta demanda, aunque pienso que me costará más de diez mil pesos de oro, y juntar este servicio con los demás que he fecho, porque le tengo por el mayor si, como digo, se halla el estrecho, y ya que no se halle, no es posible que no se descubran muy grandes y ricas tierras, donde vuestra cesárea majestad mucho se sirva y los reinos y señoríos de su real co- rona se ensanchen en mucha cantidad; y síguese desto más utilidad, ya que el dicho estrecho no se hallase, que terná vuestra alteza sabido que no lo hay, y darse ha or- den como por otra parte vuestra cesárea majestad se sirva de aquellas tierras de la Especería (sic) y de todas las otras que con ella confinan; y ésta yo me ofresco a vuestra alteza que, siendo servido de me la mandar dar, ya que falte el estrecho, la daré con que vuestra majestad mucho se sirva y a menos costa. Plega Nuestro Señor que el armada consiga el fin para que se hace, que en descubrir aquel estrecho, por- que en la real ventura de vuestra majestad ninguna cosa se puede encubrir, y a mí no me faltará diligencia y buen recaudo y voluntad para lo trabajar. Asimismo pienso enviar los navíos que tengo hechos en la mar del Sur, que, queriendo Nuestro Señor, navegarán en fin del mes de julio deste año 524 por la misma costa abajo, en de- manda del dicho estrecho; porque si le hay, no se puede esconder a éstos por la mar del Sur y a los otros por la mar del Norte; porque estos del Sur llevarán la costa has- ta hallar el dicho estrecho o juntar la tierra con la que descubrió Magallanes, y los otros, del Norte, como he dicho, hasta la juntar con los Bacallaos. Así, por una parte y por otra no se deje de saber el secreto. Certifico a vuestra majestad que, según ten- go información de tierras la costa de la mar del Sur arriba, que enviando por ella es- tos navíos yo hubiera muy grandes intereses, y aun vuestra majestad se sirviera; mas como yo sea informado del deseo que vuestra majestad tiene de saber el secreto des- te estrecho, y el gran servicio que en le descubrir su real corona recibiría, dejo atrás todos los otros provechos y intereses que por acá me estaban muy notorios, por se- guir este otro camino: Nuestro Señor lo guíe como sea servido, y vuestra majestad cumpla su deseo, y yo asimismo cumpla mi deseo de servir (Carta IV, 112-113).

Cortés le recuerda al emperador la entidad de los gastos incurridos en estas grandes empresas, para que se le devuelva el dinero gastado y denuncia la respon- sabilidad de la Casa de Contratación de Sevilla, controlada por el obispo Fonseca, en no proteger la armada que Cortés había enviado desde Veracruz a España, con sus procuradores Antonio de Quiñones y Alonso de Avila, que también llevaban regalos para el emperador, entre otras cosas, “una culebrina de plata” para cuya fundición se habían empleado más de 24 quintales de plata. Con ello, le enviaba sesenta mil pesos de oro. También denuncia la conspiración del gobernador Diego TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 305

Velázquez con Cristóbal de Olid que en Honduras se ha alzado contra Cortés, por lo cual comunica su intención de prender a Velázquez y enviarlo preso a España, concluyendo esta carta con la necesidad que se envíen más religiosos desde España y la construcción de conventos (Carta IV, 113-117).

Selección de los textos de la Carta Quinta La Carta quinta de Cortés al emperador, fechada en Tenochtitlán el 3 de septiembre de 1526, además de renovar sus quejas de la continua hostilidad del gobernador y adelantado Diego Velázquez, constituye una relación del programa de pacificación y exploración de un inmenso territorio que abraza dos océanos: el mar del norte, o Atlántico, sobre todo en relación al Golfo de México y al Mar Caribe y el mar del sur, o Pacífico, con sus rutas asiáticas. Los lugares mencionados cubren distancias enormes, desde la villa de Espíritu Santo en la provincia de Cazacoalco, a 110 le- guas de Tenochtitlán, las provincias de Tabasco y Xicalango hasta las regiones de Guatemala y Honduras, tierras bañadas por ambos océanos que le plantean a Cortés el desafío de lograr su comunicación, y el anhelo de ensanchar y completar el pasa- je que Magallanes había logrado hacia 1521, con el estrecho que lleva su nombre. En la región del Pacífico Cortés se ha enterado que hay españoles que están cau- sando mucho daño. Quiere averiguar si son destacamentos de Cristóbal de Olid, Pedro de Alvarado o Francisco de Las Casas (Carta V, 118). Estos jefes han sido enviados para explorar la región del Pacífico, en vista a abrir la ruta asiática de la especiería. Al norte, el lugar al que se refiere Cortés es la Baja California, indicada como “la costa de la mar, de la otra parte de la tierra que llaman Yucatán” (Carta V, 118), que se encuentra en las coordenadas Lat. 27º 60’ N y Lon 114º 10’ 59” O. En su viaje desde Tenochtitlán hasta Espíritu Santo, en dirección a Tabasco, Cor- tés, que sigue un itinerario de tierra firme, marcado sobre un mapa que le dieron los indios de Tabasco y de Xicalango, se da cuenta que, debido a la cantidad de ciéna- gas y esteros, debe construir un puente muy grande, pasado el cual, llega a un gran río, de nombre Guezalapa (Carta V, 118-119). Para pasar ese río debe construir balsas, además de las canoas necesarias para pasar el fardaje de una orilla a la otra. No le ayudan los indios del lugar que, acostumbrados a ir por el mar, no conocen las rutas terrestres y mencionan el pueblo de Ocumba sin poder indicar la ruta te- rrestre para llegar a él (Carta V, 119-120). Así llegan a otro gran río, el Chilapán, que da su nombre a la región, y durante su travesía se ahoga un esclavo y se pierde mucho fardaje (Carta V, 119-121). Llegados a Tapetitán, desde Chilapán, se en- contraron al pie de una cordillera de sierras, donde se quedaron seis días. Los natu- rales habían quemado sus viviendas por orden del cacique de Zagoatán, y habían 306 STELIO CRO huido a los montes. Para llegar al pueblo de Istapán, sin conocer la ruta, envía con un guía a 30 de caballo y 30 peones y les manda que al llegar a Istapán les envíen una carta con el itinerario, pues hasta que no reciba esa carta se quedará en Tape- titán (Carta V, 121). Pero, después de dos días de su partida y sin recibir noticias, Cortés decidió seguirles el rastro, a pesar de la dificultad que las ciénagas y esteros oponían a los viajeros. En medio de la desesperación, llegaron dos indios con el mensaje de los que habían llegado a Istapán. Después de Istapán la expedición sigue adelante hasta llegar a la provincia de Apaspolon, donde Cortés se entera de una conspiración organizada por Guatimocín, al que Cortés ahorca. En este pueblo de Apaspolon Cortés recibe ayuda en bastimentos y hombres que le ayudan a cons- truir un puente y luego el señor le da las canoas necesarias para pasar el estero so- bre el que se asienta el pueblo. Hay templos y grandes edificios; Cortés se entera por primera vez que este señor es un gran mercader y que entre sus mercancías, compra y vende esclavos. El señor de Apaspolon es el que manda en un territorio tan vasto que comprende las provincias que con el tiempo se constituirán en los países de Guatemala, Belize, Honduras y El Salvador. El texto comienza con la llegada de los mensajeros de Istapán:

Y sin haber nuevas de la gente que había ido delante, y con harta perplejidad de lo que debía hacer porque volver atrás tenía por imposible, de lo de adelante ninguna certinidad tenía, y quiso Nuestro Señor, que en las mayores necesidades suele socorrer, que estando aposentados en un campo, con harta tristeza de la gen- te pensando allí todos perecer sin remedio,87 llegaron dos indios de los naturales desta ciudad con una carta de los españoles que habían ido delante, en que me hac- ían saber como habían llegado al pueblo de Istapán, y que cuando a él llegaron tenían todas las mujeres y haciendas, de la otra parte de un gran río que junto con el dicho pueblo pasaba, y en el pueblo estaban muchos hombres, creyendo que no podrían pasar un grande estero que estaba afuera del pueblo; y que como vieron que se habían echado a nado con los caballos por el arzón, comenzando a poner fuego al pueblo, se habían dado tanta prisa, que no les había dado lugar a que del todo lo quemasen; y que toda la gente se había echado al río y pasándole en mu- chas canoas que tenían y a nado, y que con la priesa se habían ahogado muchos dellos, y que habían tomado siete o ocho personas, entre las cuales había una que parecía principal, y que los tenían hasta que llegase. Fue tanta la alegría que toda la gente tuvo con esta carta, que no lo sabría decir a vuestra majestad; porque, co- mo arriba he dicho, estaban todos casi desesperados de remedio (Carta V, 121).

En el pueblo de Zagoatán creen que Cortés venía a matarlos a todos. Siguen avanzando hasta llegar al río Tabasco que es el principal río de la región y, borde-

87 Entre los muchos españoles que perecieron en esta expedición, se cuenta fray Juan de Tecto, uno de los tres primeros franciscanos que desembarcaron en la Nueva España, que, extenuado por las privaciones, se arrimó a un árbol y murió. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 307 ando la costa con los carabelones que habían construido llegaron hasta la bahía de Asunción y pasaron a la provincia de Acalán, a unas 40 leguas de Istapán y aquí Cortés se queda durante ocho días tratando de convencer al cacique para que co- munique con otros pueblos y los persuada a que no huyan ni quemen sus viviendas, pero los indios se rehusan a volver. Sin conocer el camino, en unos bosques inex- tricables y llenos de ciénagas, Cortés avanza con gran dificultad, siguiendo el mapa que le han dado los indios (Carta V, 122).

Aventura en Honduras

Viendo que no venían, rogué a aquel que habían dicho que era el señor que me mostrase el camino para ir a Signatecpan, porque por allí había de pasar, según mi figura,88 y está en este río arriba; dijéronme que ellos no sabían camino por tierra, sino por el río, porque allí se servían todos; pero que a tino me la darían por aque- llos montes, que no sabían si acertarían. Díjeles que me mostrasen desde allí el pa- raje en que estaba, y marquélo lo mejor que pude, y mandé a los españoles con las canoas con el principal de Istapán que se fuesen el río arriba hasta el dicho pueblo de Signatecpan, y que trabajasen de asegurar la gente dél y de otro que habían de topar antes, que se llamaba Ozumazintlán, y que si yo llegase primero los esperar- ía, y que si no, que ellos me esperasen; y despachados éstos, me partí yo con aque- llas guías por la tierra, y en saliendo del pueblo di en una gran ciénaga, que dura más de media legua, y con mucha rama y hierba que los indios nuestros amigos en ella echaron pudimos pasar, y luego dimos en un estero hondo, donde fue necesa- rio hacer un puente por donde pasase el fardaje y las sillas, y los caballos pasaron a nado; y pasado este estero dimos en otra medio ciénaga, que dura bien una le- gua, que nunca abaja a los caballos de la rodilla abajo, y muchas veces de las cin- chas; pero con ser algo tierra debajo, pasamos sin peligro hasta llegar al monte, por el cual anduve dos días abriendo camino por donde señalaban aquellas guías, hasta tanto que dijeron que iban desatinados, que no sabían adónde iban; y era la montaña de tal calidad, que a donde se ponían los pies en el suelo, y hacia arriba, la claridad del cielo no se veía otra cosa; tanta era la espesura y alteza de los árbo- les, que aunque se subían en algunos no podían descubrir un tiro de cañón. Como los que iban delante con los guías abriendo el camino me enviaron a decir que an- daban desatinados, que no sabían dónde estaban, hice repararla, y pasé yo a pie adelante, hasta llegar a ellos; y como vi el desatino que tenían, hice volver la gente atrás a una cienaguilla que habíamos pasado, adonde por causa del agua había al- guna poca de hierba que comiesen los caballos, que había dos días que no la co- mían ni otra cosa, y allí estuvimos aquella noche, con harto trabajo de hambre, y poníamoslo mayor la poca esperanza que teníamos de acertar a poblado; tanto, que la gente estaba casi fuera de toda esperanza y más muertos que vivos. Hice sacar una aguja de marear que traía conmigo, por donde muchas veces me guiaba, aun- que nunca nos habíamos visto en tan extrema necesidad como ésta; y por ella, acordándome del paraje en que habían señalado los indios que estaba el pueblo,

88 O sea, el mapa. 308 STELIO CRO

hallé que corriendo al nordeste desde allí salíamos a dar al pueblo y muy cerca dél, y mandé a los que iban delante haciendo el camino que llevasen aquel aguja con- sigo y siguiesen aquel rumbo, sin se apartar dél, y así lo hicieron; y quiso Nuestro Señor que salieran tan ciertos, que a hora de vísperas fueron a dar medio a medio de unas casas de sus ídolos, que estaban en medio del pueblo, de que toda la gente hobo tanta alegría, que casi desatinados, corrieron todos al pueblo, y no mirando una gran ciénaga que estaba antes que en él entrasen, se sumieron en ella muchos caballos, que algunos dellos no salieron hasta otro día; aunque quiso Dios que ninguno peligró; y los que veníamos atrás, desechamos la ciénaga por otra parte, aunque no se pasó sin ser harto trabajo. Aquel pueblo de Signatecpan hallamos quemado hasta las mezquitas y casas de sus ídolos, y no hallamos en él gente nin- guna, ni nueva de las canoas que habían venido de arriba. Hallóse en él mucho maíz, mucho más ganado que lo de atrás, y yuca y agro y buenos pastos para los caballos; porque en la ribera del río, que es muy hermoso, había muy buena hier- ba, y con este refrigerio se olvidó algo del trabajo pasado, aunque yo tuve siempre mucha pena por no saber de las canoas que había enviado el río arriba; y andando mirando el pueblo, hallé yo una saeta hincada en el suelo, donde conocí que las canoas habían llegado allí, porque todos los que venían en ellas eran ballesteros, y diome más pena creyendo que allí habían peleado con ellos y habían muerto, pues no parecían; y en unas canoas pequeñas que por allí se hallaron hice pasar de la otra parte del río, donde hallaron mucha copia de labranzas, y andando por ellas fueron a dar a una gran laguna, donde hallaron toda la gente del pueblo en canoas y en isletas; y en viendo a los cristianos, se vinieron a ellos muy seguros y sin en- tender lo que decían; me trujeron hasta treinta o cuarenta dellos; los cuales, des- pués de haberlos hablado, me dijeron que ellos habían quemado su pueblo por in- ducimiento de aquel señor de Zagoatán, y se habían ido dél a aquellas lagunas por el temor que él les puso, y que después habían venido por allí ciertos cristianos de los de mi compañía en unas canoas, y con ellos algunos de los naturales de Is- tapán, y de los cuales habían sabido el buen tratamiento que yo a todos hacía, y que por eso le habían asegurado, y que los cristianos habían estado allí dos días esperándome, y como no venía, se habían ido el río arriba a otro pueblo que se llama Petenecte, y que con ellos se había ido un hermano del señor de aquel pue- blo, con cuatro canoas cargadas de gente, para que si en el otro pueblo les quisie- sen hacer algún daño ayudarlos, y que les habían dado mucho bastimento y todo lo que hobieron menester; holgué mucho desta nueva y diles crédito, por ver que se habían asegurado tanto y habían venido a mí de tan buena voluntad y roguéles que luego hiciesen venir una canoa con gente que fuese en busca de aquellos españo- les, y que les llevasen una carta mía para que se volviesen luego allí, los cuales lo hicieron con harta diligencia; y yo les di una carta mía para los españoles, y otro día a hora de vísperas vinieron, y con ellos aquella gente del pueblo que habían llevado, y más otras cuatro canoas cargadas de gente y bastimento del pueblo de donde venían, y dijéronme lo que habían pasado el río arriba después de que de mí se habían apartado, que fue que llegaron a aquel pueblo que estaba antes déste, que se llama Uzumazintlán, que le habían hallado quemado y la gente dél ausenta- da, y que en llegando a ellos los de Istapán que con ellos traían los habían buscado y llamado, y habían venido muchos dellos muy seguros, y les habían dado basti- mentos y todo lo que les pidieron, y así los habían dejado en su pueblo, y después TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 309

habían llegado a aquel de Ciguatecpan, y que asimismo le habían hallado despo- blado y la gente de la otra parte del río; y que como los habían hablado los de Is- tapán, se habían todos alegrado y les habían hecho muy buen acogimiento y dado muy complidamente lo que hobieron menester; y me habían esperado allí dos días, y como no vine creyeron que había salido más alto, pues tanto tardaba; habían se- guido adelante, y se habían ido con ellos aquella gente del pueblo y aquel hermano del señor, hasta el otro pueblo de Petenecte, que está de allí seis leguas, y que asi- mismo le habían hallado despoblado, aunque no quemado, y la gente de la otra parte del río, y que los de Istapán, y los de aquel pueblo los habían asegurado, y se vinieron con ellos aquella gente en cuatro canoas a verme, y me traían maíz y miel y cacao y un poco de oro, y que ellos habían enviado mensajeros a otros tres pue- blos que les dijeron que están en el río arriba, y se llaman Zoazaevalco y Talte- nango y Teutitán, y que creían que otro día vernían allí a hablarme; y así fue: que otro día vinieron por el río abajo hasta siete u ocho canoas, en que venía gente de todos aquellos pueblos, y me trajeron algunas cosas de bastimentos y un poquito de oro. A los unos y a los otros hablé muy largamente por hacerles entender que habían de creer en Dios y servir a vuestra majestad, y todos ellos se ofrecieron por súbditos y vasallos de vuestra alteza, y prometieron en todo tiempo hacer lo que les fuere mandado, y los de aquel pueblo de Signatecpan trajeron luego algunos de sus ídolos y en mi presencia los quebraron y quemaron, y vino allí el señor prínci- pe del pueblo que hasta entonces no había venido y me trujo un poquito de oro, y les di de lo que tenía a todos, de lo que quedaron muy contentos y seguros. Entre éstos había alguna diferencia preguntándoles yo por el camino que había de llevar para Acalan; porque los de aquel pueblo de Signatecpan decían que mi camino era por los pueblos que estaban el río arriba, y aun antes que estotros viniesen habían hecho abrir seis leguas de camino por tierra y hecho una puente en un río, por do pasásemos; y venidos estotros, dijeron que era muy gran rodeo y de muy mala tie- rra y despoblada, y que el derecho camino que yo había de llevar para Acalan era pasar el río por aquel pueblo, y por allí había una senda que solían traer los mer- caderes por donde ellos me guiarían hasta Acalan.89 Finalmente, se averiguó entre ellos ser éste el mejor camino, y yo había enviado antes un español con gente de los naturales de aquel pueblo de Signatecpan en una canoa por el agua, a la pro- vincia de Acalan, a les hacer saber cómo yo iba y que se asegurasen y no tuviesen temor, y para que supiesen si los españoles que habían de ir con los bastimentos desde los bergantines eran llegados; y después envié otros cuatro españoles por tierra, con guías de aquellos que decían saber el camino, para que le viesen y me

89 Sobre esta expedición de Cortés a Honduras, Scholes y Roys han escrito: “El propósito princi- pal de la expedición de Cortés de 1524-1525 era reafirmar su autoridad sobre el area de Honduras, en virtud de la deslealtad de Cristóbal de Olid, enviado a ocupar la región en nombre del capitán a prin- cipios de 1524. Un segundo motivo, como se revela en la propia declaración de Cortés citada más adelante, era explorar y establecer jurisdicción sobre la extensa region no pacificada situada entre México y la costa del Caribe. Una cuestión importante a considerar en este punto, ya que tiene algo que ver con la ruta de la expedición del Usumacinta a Acalan, es el objetivo de Cortés en la costa oriental, cuando salió de Espíritu Santo en la segunda mitad de 1524”; véase France V. Scholes y Ralph L. Roys, Los Chontales de Acalan-Tixchel. México: Universidad Nacional Autónoma de Méxi- co, 1996, p. 410. 310 STELIO CRO

informasen si había algún impedimento o dificultad en él, y que dello esperaría su respuesta; idos, fueme forzado partirme antes que me escribiesen, porque no se me acabasen los bastimentos que estaban recogidos por el camino, porque me decían que había cinco o seis días de despoblado; y comencé a pasar el río con mucho aparejo de canoas que había y por ser tan ancho y corriente se pasó con harto tra- bajo, y se ahogó un caballo y se perdieron algunas cosas de fardaje de los españo- les; pasado, envié delante una compañía de peones con las guías para que abriesen el camino, y yo con la otra gente me fui detrás dellos; y después de haber andado tres días por unas montañas harto espesas, por una vereda bien angosta fui a dar a un gran estero, que tenía de ancho más de quinientos pasos, y trabajé de buscar paso por él abajo y arriba, y nunca lo hallé; y las guías me dijeron que era por de- más buscarle si no subía veinte días de camino hasta las sierras (Carta V, 123- 124).

El primer puente sobre el estero de Acalan

Púsome en tanto estrecho este estero o ancón, que sería imposible poderlo sig- nificar, porque pasar por él parescía imposible, a causa de ser tan grande y no te- ner canoas en que pasarlo; y aunque las tuviéramos por el fardaje y gentes, los ca- ballos no podían pasar, porque a la entrada y a la salida había muy grandes ciéna- gas y raíces de árboles que las rodean, y de otra manera era excusado el pensar de pasar los caballos; pues pensar de volver atrás era muy notorio perescer todos, por los malos caminos que habíamos pasado y las muchas aguas que hacía, que ya ten- íamos por cierto que las crecientes de los ríos se habían robado las puentes que de- jamos hechas; pues tornarlas a hacer era muy dificultoso, porque ya toda la gente venía muy fatigada; también pensábamos que habíamos comido todos los basti- mentos que había por el camino y que no hallaríamos qué comer, porque llevaba mucha gente y caballos; que demás de los españoles venían conmigo más de tres mil ánimas de los naturales; pues pasar adelante ya he dicho a vuestra majestad la dificultad que había, así que ningún seso de hombre bastaba para el remedio, si Dios, que es verdadero remedio y socorro de los afligidos y necesitados, no le pu- siera; y hallé una canoíta pequeña en que habían pasado los españoles que yo en- vié delante a ver el camino, y con ella hice sondar todo el ancón y hallóme en todo él cuatro brazas de honduras, y hice atar unas lanzas para ver el suelo qué tal era, y hallóse que demás de la hondura del agua había otras dos brazas de lama y cieno; así, que eran seis brazas; y tomé por postrer remedio determinarme a hacer una puente en él; y mandé luego repartir la madera por sus medidas, que eran de a nueve y diez brazas, por lo que había de salir fuera del agua; la cual encargué que cortasen y trujesen aquellos señores de los indios que conmigo iban, a cada uno según la gente que tenía; y los españoles, y yo con ellos, comenzamos a hincar la madera con balsas y con aquella canoilla y otras dos que después se hallaron, y a todos paresció cosa imposible de acabar, y aun lo decían detrás de mí, diciendo que sería mejor dar la vuelta antes que la gente se fatigase y después, de hambre, no pudiesen volver; porque al fin aquella obra no se había de acabar y forzados nos habíamos de volver; y andaba desto tanto murmullo entre la gente que casi ya me lo osaban decir a mí; y como los veía tan desmayados, y en la verdad tenían razón, por ser la obra que emprendíamos de tal calidad y porque ya no comían otra TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 311

cosa que raíces de hierbas, mandéles que ellos no entendiesen en la puente y que yo la haría con los indios; y luego llamé a todos los señores dellos y les dije que mirasen en cuanta necesidad estábamos, y que forzado habíamos de pasar o pere- cer; que les rogaba mucho que ellos esforzasen a sus gentes para que aquella puen- te se acabase, y que pasada teníamos luego una muy gran provincia, que se decía Acalan, donde había mucha abundancia de bastimentos, y que allí pasaríamos, y que demás de los bastimentos de la tierra ya sabían ellos que había enviado a mandar que me trujesen de los navios de los bastimentos que llevaban, y que los habían de traer allí en canoas, y que allí ternían mucha abundancia de todo; y de- más desto yo les prometí que vueltos a esta ciudad90 serían de mí, en nombre de vuestra majestad, muy galardonados; y ellos me prometieron que la trabajarían, y así, comenzaron luego a repetirlo entre sí y diéronse tan buena prisa y maña en ello que en cuatro días la acabaron, de tal manera que pasaron por ella todos los caballos y gente, y tardará más de diez años que no se deshaga si a mano no la deshacen; y esto ha de ser con quemarla, y de otra manera sería dificultoso de des- hacer, porque lleva más de mil vigas, que la menor es casi tan gorda como un cuerpo de un hombre y de nueve y de diez brazas de largura, sin otra madera me- nuda que no tiene cuenta; y certífico a vuestra majestad que no creo habrá nadie que sepa decir en manera que se pueda entender la orden que éstos dieron de hacer esta puente, que es la cosa más extraña que nunca se ha visto.91 Pasada toda la gente y caballos de la otra parte del ancón, dimos luego en una ciénaga, que dura bien dos tiros de ballesta, la cosa más espantosa que jamás las gentes vieron; todos los caballos, desensillados, se sumían hasta las cinchas, sin parescer otra cosa, y querer forcejar y salir sumíanse más, de manera que allí perdimos del todo la espe- ranza de poder pasar y escapar caballo ninguno, pero todavía comenzamos a traba- jar y a ponelles haces de hierba y ramas grandes debajo, sobre que se sostuviesen y no se sumiesen; remediábamos algo; y andando trabajando yendo y viniendo de una parte a la otra abrióse por medio un callejón de agua y cieno, que los caballos comenzaban algo a nadar, y con esto plugo a Nuestro Señor que salieron todos sin peligrar ninguno; aunque salieron tan trabajados y fatigados que casi no se podían tener en los pies. Dimos todos muchas gracias a Nuestro Señor por tan gran mer- ced como nos había hecho; y estando en esto llegaron los españoles que yo había enviado a Acalan, con hasta ochenta indios de los naturales de aquella provincia, cargados de mantenimiento de maíz y aves, con que Dios sabe el alegría que todos hubimos, en especial que nos dijeron que toda la gente quedaba muy segura y pa- cífica y con voluntad de no se ausentar; y venían con aquellos indios de Acalan dos personas honradas, que dijeron venir de parte del señor de la provincia, que se llama Apaspolon, a me decir que él había holgado mucho con mi venida; que hab- ía muchos días que tenía noticia de mí por parte de mercaderes de Tabasco y Xica- lango, y que holgaba de conocerme, y envióme con ellos un poco de oro; yo lo re- cibí con toda el alegría que pude, agradeciendo al señor la buena voluntad que mostraba al servicio de vuestra majestad, y les di algunas cosillas, y los torné a

90 Probablemente Cortés se refiere a Espíritu Santo, desde donde había salido para la expedición a Honnduras. 91 Cortés subraya la habilidad y fidelidad de sus aliados indios en completer una obra de gran pe- ricia técnica y disciplina. 312 STELIO CRO

enviar con los españoles que con ellos habían venido, muy contentos. Fueron muy admirados de ver el edificio de la puente, y fue harta parte la seguridad que des- pués en ellas hobo, porque según su tierra está entre lagunas y esteros, pudiera ser que se ausentaran por ellos; mas con ver aquella obra pensaron que ninguna cosa nos era imposible92 (Carta V, 124-125).

Hacia Acalan y llegada a esa región de Honduras

También llegó en este tiempo un mensajero de Santiesteban del Puerto, que es el río de Pánuco, en que me traía cartas de las justicias della, y con él otros cuatro o cinco mensajeros, que me traían cartas desta ciudad y de la villa de Medellín y de la villa del Espíritu Santo, y hube mucho placer al saber que estaban buenos, aunque no supe del fator y veedor porque aun no eran llegados a esta ciudad. Este día, después de partidos los indios y españoles que iban delante a Acalan, me partí yo con toda la gente tras ellos, y dormí una noche en el monte, y otro día, poco más de mediodía, allegué a las estancias y labranzas de la provincia de Acalan, y antes de llegar al primer pueblo della, que se llama Tizatepelt, donde hallamos to- dos los naturales en sus casas muy reposados y seguros, y mucho bastimento, así para la gente como para los caballos; tanto, que satisfizo bien a la necesidad pasa- da. Aquí reposamos seis días, y me vino a ver un mancebo de buena disposición y bien acompañado, que dijo ser hijo del señor, y me traía cierto oro y aves, y ofre- ció su persona y tierra al servicio de vuestra majestad y dijo que su padre era ya muerto; yo mostré que me pesaba mucho de la muerte de su padre, aunque vi que no decía verdad, y le di un collar que yo tenía al cuello, de cuentas de Flandes, que estimó en mucho; y le dije que se fuese con Dios, y él estuvo dos días allí conmi- go de su voluntad. Uno de los naturales de aquel pueblo, que se dijo ser señor dél, me dijo que muy cerca de allí estaba otro pueblo que también era suyo, donde hab- ía mejores aposentos y más copia de bastimentos, porque era mayor y de más gen- te; que me fuera allá aposentar, porque estaría más a mi placer; y yo le dije que me placía, y envió luego a mandar que abriesen el camino y que se aderezasen las po- sadas; lo cual se hizo todo muy bien, y nos fuimos a aquel pueblo, que está desde primero cinco leguas, donde asimismo hallamos toda la gente segura y en sus ca- sas, y desambarazada cierta parte del pueblo, donde nos aposentamos; éste es muy hermoso pueblo; llámase Teutiiaccaa, tiene muy hermosas mezquitas, en especial dos, donde nos aposentamos y echamos fuera los ídolos, de que ellos no mostraron mucha pena, porque ya yo les había hablado y dado a entender el yerro en que es- taban y cómo no había más de un solo Dios criador de todas las cosas, y todo lo demás que cerca desto se les pudo decir, aunque después al señor principal y a to- dos juntos les hablé más largo. Supe dellos que una destas dos casas o mezquitas, que era la más principal dellas, era dedicada a una diosa de que ellos tenían mucha fe y esperanza, y que a ésta no le sacrificaban sino doncellas vírgenes y muy her- mosas, y que si no eran tales se irritaba mucho con ellos, y que por esto tenían siempre muy especial cuidado de las buscar tales que ella se satisfaciese, y las

92 Es éste episodio del puente sobre la ciénaga, un ejemplo de la función civilizadora que Cortés concibió en la Nueva España. Obra concebida por españoles y completada por indios, en una prueba señera del Nuevo Occidente fundado por España en el Nuevo Mundo. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 313

criaban desde niñas las que hallaban de buen gesto para este efecto: sobre esto también les dije lo que me pareció que convenía, de que paresció que quedaban algo satisfechos. El señor deste pueblo se mostró muy amigo y tuvo conmigo mu- cha conversación, y me dio muy larga cuenta y relación de los españoles que yo iba a buscar y del camino que había de llevar, y me dijo en muy gran secreto, ro- gándome que nadie supiese que él me había avisado, que Apaspolon, señor de to- da aquella provincia era vivo y había mandado decir que era muerto, y que era verdad que aquel que me había venido a ver era su hijo y que él mandaba que me desviasen del camino derecho que había de llevar, porque no viese la tierra y los pueblos dellos, y que me avisaba dello porque me tenía buena voluntad y había re- cebido de mí buenas obras; pero me rogaba que desto se tuviese mucho secreto porque si se sabía que él me había avisado lo mandaría matar el señor y quemaría toda su tierra; yo se lo agradescí mucho y pagué su buena voluntad dándole algu- nas cosillas, y le prometí el secreto, como él me lo rogaba, y aún le prometí que el tiempo andando sería de mí, en nombre de vuestra majestad, muy gratificado. Luego hice llamar al hijo del señor que me había venido a ver, y le dije que me maravillaba mucho dél y de su padre haberse querido negar, sabiendo la buena vo- luntad que traía yo de le ver y hacer mucha honra y darle de lo que yo tenía, por- que yo había recibido en su tierra buenas obras y deseaba mucho pagárselas; que yo sabía cierto que era vivo; que le rogaba mucho que él le fuese a llamar y traba- jase con él que me viniese a ver, porque creyese cierto que él ganaría mucho: el hijo me dijo que era verdad que él era vivo, y que si él me lo había negado se lo mandó así, y que él iría y trabajaría mucho de lo traer; y que creía que vernía; por- que él tenía ya gana de verme, pues conoscía que no venía a hacerles daño, antes les daba de lo que tenía, y que por haberse negado tenía alguna vergüenza de pare- cer ante mí. Yo le rogué que fuese y trabajase mucho de lo traer; y ansí lo hizo, que otro día vinieron ambos, y yo los recibí con mucho placer, y él me dio el des- cargo de haberse negado, que era de temor hasta saber mi voluntad, y que ya que la sabía, él deseaba mucho verme, y que era verdad que él mandaba que me guia- sen por fuera de los pueblos; pero que agora que me rogaba que me fuese al pue- blo principal donde él residía, porque allí había más aparejo de darme las cosas necesarias; y luego mandó abrir un camino muy ancho para allá y él se quedó conmigo, y otro día nos partimos y le mandé dar un caballo de los míos, y fue muy contento cabalgando en él hasta que llegamos al pueblo que se llama Izancanac,93 el cual es muy grande y de muchas mezquitas y está en la ribera de un gran estero que atraviesa hasta el punto de términos de Xicalango y Tabasco. Alguna de la gente deste pueblo estaba ausentada, y algunos estaban en sus casas; tuvimos allí mucha copia de bastimentos, y el señor se estuvo conmigo dentro del aposento, aunque tenía su casa allí cerca y poblada. Todo el tiempo que yo allí estuve diome muy larga cuenta de los españoles que iba a buscar y hízome una figura en un pa- ño del camino que había de llevar, y diome cierto oro y mujeres, sin le pedir nin- guna cosa, porque hasta hoy ninguna cosa he pedido a los señores destas partes si ellos no me lo quisieron dar. Hablamos de pasar aquel estero, y antes dél estaba una gran ciénaga; y el dicho señor Apaspolon hizo hacer en ella una puente, y para este estero nos dio mucho aparejo de canoas, todo el que fue menester, y diome

93 Cancanar, en Clavijero. 314 STELIO CRO

guías para el camino, y diome una canoa y guías para que llevasen al español que me había traído las cartas de Santiesteban del Puerto y a los otros indios de Méjico (sic) a las provincias de Xicalango y Tabasco, y con este español torné a escribir a las villas y a los tenientes que dejé en esta ciudad y a los navíos que estaban en Tabasco y a los españoles que habían de venir con los bastimentos diciendo a to- dos lo que habían de hacer; y despachado todo esto, le di al señor ciertas cosillas a que él se aficionó; y quedando muy contento, y toda la gente de su tierra muy se- gura, me partí de aquella provincia el primer domingo de Cuaresma del año de 25, y aqueste día no se hizo más jornada de pasar aquel estero, que no se hizo poco. Dile a este señor una nota, porque él me lo rogó, para que si por allí viniesen es- pañoles supiesen que yo había pasado por allí y que él quedaba por mi amigo (Carta V, 125-126).

Una conspiración descubierta gracias a la brújula

Aquí en esta provincia acaeció un caso que es bien que vuestra majestad lo se- pa, y es que un ciudadano honrado desta ciudad de Tenuxtitán, Mexicalcingo, y ahora se llama Cristóbal, vino a mi muy secretamente una noche y me trujo cierta figura en un papel de lo de su tierra, y queriéndome dar a entender lo que signifi- caba, me dijo que Guatimucin, señor que fue desta ciudad de Tenuxtitán, a quien yo después que le gané he tenido preso, teniéndole por hombre bullicioso, y le lle- vé conmigo aquel camino con todos los demás señores que me paresció que eran parte para la seguridad y revuelta destas partes, e díjome aquel Cristóbal que aquel Guatimucín, señor que fue de Tezcuco, y Tetepanquecal, señor que fue de Tacuba, y un Tacatez, que a la sazón era en esta ciudad de Méjico (sic) en la parte de Tate- lulco, habían hablado muchas veces y dado cuenta dello a este Mexicalcingo, di- ciendo cómo estaban desposeídos de sus tierras y señorío, y los mandaban los es- pañoles y que sería bien que buscasen algún remedio para que ellos las tornasen a señorear y poseer, y que hablando en ello muchas veces en este camino les había parescido que era buen remedio tener manera como me matasen a mí y a los que conmigo iban, y después, y apellidando la gente de aquellas partes, hasta matar a Cristóbal de Olid y la gente que con él estaba, y enviar sus mensajeros a esta ciu- dad de Tenuxtitán para que matasen todos los españoles que en ella habían queda- do porque les parescía que lo podían hacer muy ligeramente, siendo así que todos los que quedaban aquí eran de los que habían venido nuevamente, que no sabían las cosas de la guerra, y que acabando de hacer ellos lo que pensaban irían apelli- dando y juntando consigo toda la tierra por todas las villas y lugares donde hubie- se españoles, hasta los matar y acabar a todos, y que hecho esto pornían en todos los puertos de la mar recias guarniciones de gente para que ningún navío que vi- niese se les escapase, de manera que no pudiese volver nueva a Castilla; y que así serían señores como antes lo eran, y que tenían ya hecho repartimiento de las tie- rras entre sí, y que a este Mexicalcingo, Cristóbal, le hacían señor de cierta pro- vincia. Informado de su traición, di muchas gracias a Nuestro Señor por habérmela así revelado, y luego en amaneciendo prendí a todos aquellos señores, y los puse apartados el uno del otro, y les fui a preguntar cómo pasaba el negocio, y a los unos decía que los otros me lo habían dicho, porque no sabían unos de otros; así, que hubieron de confesar todos que era verdad que Guatimucín y Tetepanquecal TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 315

habían movido aquella cosa, y que los otros era verdad que lo habían oído, pero que nunca habían consentido en ello; y desta manera fueron ahorcados estos dos y a los otros solté porque no parescía que tenían más culpa de habelles oído, aunque aquélla bastaba para merecer la muerte; pero quedaron procesos abiertos para que cada vez que se vuelvan a ver puedan ser castigados, aunque creo que ellos que- dan de tal manera espantados, porque nunca han sabido de quién lo supe, que no creo se tornarán a revolver, porque creen que lo supe de alguna arte; y así, piensan que ninguna cosa se me puede esconder; porque como han visto que para acertar aquel camino muchas veces sacaba una carta de marear y una aguja, en especial cuando se acertó el camino de Zagoatezpan, han dicho a muchos españoles que por allí lo saqué, y aun a mí me han dicho algunos dellos, queriéndome hacer cier- to que tienen buena voluntad, que para conozca sus buenas intenciones que me ro- gaban mucho que mirase el espejo y la carta, y que allí vería cómo ellos me tenían buena voluntad, pues por allí sabía todas las otras cosas; yo también les hice en- tender que así era la verdad y que en aquella aguja y carta de marear vía yo y sabía y se me descubrían todas las cosas (Carta V, 126-127).

La gran provincia de Acalan, la mayor en Honduras

Esta provincia de Acalan es muy gran cosa, porque hay en ella muchos pue- blos y de mucha gente, y muchos dellos vieron los españoles de mi compañía, y es muy abundosa de mantenimientos y de mucha miel; hay en ella muchos mercade- res y gentes que tratan en muchas partes, y son ricos de esclavos y de las cosas que se tratan en la tierra; y está toda cercada de esteros, y todos ellos salen a la bahía o puerto que llaman de Términos, por donde en canoas tienen gran contratación en Xicalango y Tabasco, y aun créese, aunque no está sabido del todo la verdad, que atraviesan por allí a estotra mar; de manera que aquella tierra que llaman Yucatán queda hecha isla. Yo trabajaré de saber el secreto de esto, y haré todo dello a vues- tra majestad verdadera relación. Según supe, no hay en ella otro señor principal sino el que es el más caudaloso mercader y que tiene más trato de sus navíos por la mar, que es este Apaspolon, de quien arriba he nombrado a vuestra majestad por señor principal. Y es la causa ser muy rico y de mucho trato de mercaderías, que hasta en el pueblo de Nito, de que adelante diré donde hallé ciertos españoles de la compañía de Gil González de Ávila,94 tenía un barrio poblado de sus fatores, y

94 Aclaración histórica sobre esta expedición de Cortés: Pedrarias de Ávila, llegado en Santa Marta, actual Colombia, en 1514, substituyó a Vasco Núñez de Balboa, descubridor del Pacífico en 1513 y gobernador del Darién. Después de asesinar a Balboa en 1519, Pedrarias empezó a explorar el Pacífico. Pascual de Andagoya dio noticia de un país llamado Birú o Perú. Gil González Dávila había construido algunos buques y había salido de Panamá en enero de 1522 hasta entrar en el territorio del cacique Nicarao, que daría el nombre a , donde exploró sus grandes lagos Nicaragua y Managua. En 1524 Cortés envió a Cristóbal de Olid, el cual fundó en Honduras el pueblo Triunfo de la Cruz y quiso alzarse contra Cortés que, enterado de la traición de Olid, envió a Francisco de las Casas que naufragó en la costa de Honduras y pidió clemencia al rebelde Olid. Gil González Dávila, que se enfrentó a Olid, fue derrotado y tomado prisionero por éste. Las Casas y González Dávila se pusieron de acuerdo y, para congraciarse con Cortés, asesinaron a Cristóbal de Olid. Las Casas fundó 316 STELIO CRO

con ellos un hermano suyo, que trataba sus mercaderías. Las que más por aquellas partes se tratan entre ellos son cacao, ropa de algodón, colores para teñir, otra cier- ta manera de tinta con que se tiñen todos los cuerpos para se defender del calor y del frío, tea para alumbrarse, resina de pino para los sahumerios de sus ídolos, es- clavos, otras cuentas coloradas de caracoles, que tienen en mucho para el ornato de sus personas. En sus fiestas y placeres tratan algún oro, aunque todo mezclado con cobre y otras mezclas. A este Apaspolon y a muchas personas honradas de la provincia que me venían a ver les dije lo que a todos los otros del camino les había dicho acerca de sus ídolos, y de lo que debían creer y hacer para salvarse, y tam- bién lo que eran obligados al servicio de vuestra majestad; de lo uno y de lo otro paresció que recibieron contentamento, y quemaron muchos de sus ídolos en mi presencia, y dijeron que de allí adelante no los honrarían más y prometieron que siempre serían obedientes a cualquier cosa que en nombre de vuestra majestad le fuese mandado; y ansí, me despedí dellos y me partí, como arriba he dicho. Tres días antes que saliese desta provincia de Acalan envié cuatro españoles, con dos guías que me dio el señor della, para que fuesen a ver el camino que había de lle- var a la provincia de Mazatlán, que en su lengua dellos se llama Quiacho, porque me dijeron que había mucho despoblado, y que había de dormir cuatro días en los montes antes que llegase a la dicha provincia, e enviélos para que viesen el cami- no y si había en él ríos o ciénagas que pasar, y mandé a toda la gente se apercibie- se de bastimentos para seis días, porque no nos acaesciese otra necesidad como la pasada; los cuales se bastecieron muy cumplidamente, porque de todo tenían harta copia, y a cinco leguas andadas después de la pasada del estero topé los españoles que venían de ver el camino con las guías que habían llevado, y me dijeron que habían hallado muy buen camino, aunque cerrado de monte, pero que era llano, sin río ni ciénaga que nos estorbase y que habían llegado sin ser sentidos hasta unas labranzas de la dicha provincia, donde habían visto alguna gente; desde allí se habían vuelto sin ser vistos ni sentidos. Holgué mucho de aquella nueva, y de allí adelante mandé que fuesen seis peones sueltos con algunos indios de nuestros amigos una legua delante de los que iban abriendo el camino, para que si algún caminante topasen le asiesen, de manera que pudiésemos llegar a la provincia sin ser sentidos, porque tomásemos la gente antes que se ausentasen o quemasen los pueblos como lo habían hecho los de atrás; y aquel día, cerca de una legua del agua, hallaron dos indios naturales de la provincia de Acalan, que venían de la de Mazatlán, según dijeron de rescatar sal por ropa, y en algo paresció ser así verdad porque venían cargado de ropa; y trajéronlo ante mí, y yo les pregunté si de mi ida tenían noticia los de aquella provincia, y dijeron que no, antes estaban muy segu- ros; y yo les dije que se habían de volver conmigo y que no recibiesen pena dello, porque ninguna cosa de lo que traían se les perdería, antes yo les daría más, y que en llegando a la provincia de Mazatlán yo les daría licencia para que se volviesen porque yo era muy amigo de todos los de Acalan, porque del señor y de todos ellos había recebido buenas obras; y ellos mostraron buena voluntad de lo hacer, y así, volvieron guiándonos, y aun nos llevaron por otro camino y no por el que los españoles que yo envié primero habían ido abriendo; que aquél iba a dar a los

Ciudad Trujillo, en el actual departamento de Colón, en Honduras. Mientras tanto, Cortés, después del naufragio de Las Casas, había decidido encabezar su propia expedición para castigar a Olid. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 317

pueblos y el otro iba a dar a ciertas labranzas; y aquel día dormimos asimismo en el monte y otro día los españoles que iban por corredores delante toparon cuatro indios de los naturales de Mazatlán con sus arcos y flechas, que estaban, según pa- resció, en el camino por escuchas, y como dieron sobre ellos, desembarazaron sus arcos y hirieron un indio de los míos, y como era el monte espeso no pudieron prender más de uno, el cual entregaron a tres indios de los míos, y los españoles siguieron el camino adelante, creyendo que había más de aquellos; y como los es- pañoles se apartaron, volvieron los otros que habían huido, y según paresció se quedarían allí cerca metidos en el monte, y dando sobre los indios mis amigos, que tenían a su compañero preso, pelearon con ellos, y quitáronsele, y los nuestros, de corridos, siguieronlos por el monte y alcanzáronlos, y tornaron a pelear y hirieron a uno dellos en un brazo de una gran cuchillada y prendiéronle, y los otros huye- ron, porque ya sentían venir gente de la nuestra. Cerca deste indio me informé si sabían de mi ida, y dijo que no; preguntéle que para qué estaban ellos allí por ve- las, y dijeron que ellos siempre lo acostumbraban así hacer, porque tenían guerra con muchos de los comarcanos, y que para asegurar a los labradores que iban a sus labranzas el señor mandaba siempre poner sus espías por los caminos, por no ser salteados; seguí mi camino a la más priesa que pude, porque este indio me dijo que estábamos cerca y porque sus compañeros no llegasen antes a dar mandado, y mandé a la gente que iba delante que en llegando a las primeras labranzas se detu- viesen en el monte y no se mostrasen hasta que yo llegase, y cuando llegué era ya tarde, y dime mucha priesa, pensando llegar aquella noche al pueblo; y porque el fardaje venía algo derramado, mandé a un capitán que se quedase allí en aquellas labranzas con veinte de caballo y los recogiese y durmiese allí con ellos, y recogi- dos todos, que siguiesen mi rastro (Carta V, 127-128).

Llegada a Maztlán

Yo trabajé de andar por un caminillo algo seguido, aunque de monte muy cerra- do, a pie, con el caballo de diestro, y todos los que me seguían de la misma manera, y fui por él hasta que, cerca la noche, di en una ciénaga que sin aderezarse no se po- día pasar, y mandé que de mano en mano dijesen que se volviesen atrás; y así, nos volvimos a una cabañilla que atrás quedaba, y dormimos aquella noche en ella, sin tener agua que beber nosotros ni los caballos, y otro día por la mañana hice aderezar la ciénaga con mucha rama, y pasamos los caballos de diestro, aunque con trabajo, y a tres leguas de donde dormimos vimos un pueblo en un peñol, y pensando que no habíamos sido sentidos llegamos en mucho concierto hasta él, y estaba tan bien cer- cado que no hallábamos por donde entrar; en fin se halló entrada, y hallamosle des- poblado y muy lleno de bastimentos de maíz y aves y miel y frisoles y de todos los bastimentos de la tierra, en mucha cantidad, y como fueron tomados de improviso, no lo pudieron alzar, y también como era frontero estaba muy bastecido. La manera deste pueblo es que está en un peñol alto, y por una parte le cerca una gran laguna, y por la otra un arroyo muy hondo que entra en la laguna, y no tiene sino solo una en- trada llana, y todo él está cercado de un fosado hondo, y después del fosado un pretil de madera hasta los pechos de altura, y después deste pretil de madera una cerca de tablones muy gordos, de hasta dos estados en alto, con sus troneras en toda ella para tirar sus flechas, y a trechos de la cerca unas garitas que sobrepujaban sobre ella cer- 318 STELIO CRO

ca otro estado y medio, asimismo con sus troneras y muchas piedras encima para pe- lear desde arriba, y sus troneras también en lo alto, y de dentro de todas las casas del pueblo asimismo sus troneras y traveses a las calles, por tan buena orden y concierto que no podía ser mejor, digo, para propósito de las armas con las que ellos pelean. Aquí hice ir alguna gente por la tierra a buscar la del pueblo, y tomaron dos o tres indios, y con ellos envié al uno de aquellos mercaderes de Acalan, que había tomado en el camino, para que buscasen al señor y le dijesen que no hobiese miedo ninguno, sino que se volviese a su pueblo, porque yo no le venía a hacer enojo, antes le ayu- daría en aquellas guerras que tenía y le dejaría su tierra muy pacífica y segura; y desde a dos días volvieron y trujeron a un tío del señor consigo, el cual gobernaba la tierra porque el señor era muchacho; y no vino el señor porque diz que tuvo temor, y a éste hablé y aseguré, y se fue conmigo hasta otro pueblo de la misma provincia que está siete leguas deste, que se llama Tiac, y tienen guerra con los deste pueblo, y está también cercado, como este otro, y es muy mayor, aunque no es tan fuerte, por- que está en llano, pero tiene sus cercas y cavas y garitas más recias y más, y cercado cada barrio por sí, que son tres barrios, cada uno dellos cercado por sí, y una cerca que cerca a todos. A este pueblo había yo enviado dos capitanías de caballo y una de peones delante, y hallaron el pueblo despoblado y en él mucho bastimento, y cerca del pueblo tomaron siete u ocho hombres, de los cuales soltaron algunos, para que fuesen a hablar al señor y asegurar la gente; y hiciéronlo tan bien que antes que yo llegase habían ya venido mensajeros del señor y traído bastimentos y ropa, y des- pués que yo vinieron otras dos veces a nos traer de comer y hablar, así de parte del señor deste pueblo como de otros cinco o seis que están en esta provincia, que son cada uno cabecera por sí, y todos ellos se ofrecieron por vasallos de vuestra majestad y nuestros amigos, aunque jamás pude acabar con ellos que los señores me viniesen a ver; y como yo no tenía espacio para detenerme mucho, enviéles a decir que yo los recibía en nombre de vuestra alteza y les rogaba que me diesen guías para mi cami- no adelante, lo cual hicieron de muy buena voluntad, y me dieron una guía que sabía muy bien hasta el pueblo donde estaban los españoles y los había visto; y con esto me partí deste pueblo de Tiac, y fui a dormir a otro que se llama Yasuncabil, que es el postrero de la provincia, el cual asimismo estaba despoblado y cercado de la ma- nera que los otros. Aquí había una muy hermosa casa del señor, aunque de paja. En este pueblo nos proveimos de todo lo que hobimos menester para el camino, porque nos dijo la guía que teníamos cinco días de despoblado hasta la provincia de Taica, por donde habíamos de pasar, y así era verdad; desde esta provincia de Mazatlán o Quiache despedí los mercaderes que había tomado en el camino y las guías que traía de la provincia de Acalan, y les di de lo que yo tenía, así para ellos como para que llevasen a su señor, y fueron muy contentos; también envié a su casa al señor del primer pueblo, que habá venido conmigo, y le di ciertas mujeres que los nuestros habían tomado por los montes, de las suyas, y otras cosillas, de que quedó muy con- tento (Carta V, 128-129).

Un recuerdo clásico: Cortés, como Eneas

Salido desta provincia de Mazatlán, seguí mi camino para la de Taica, y dormí a cuatro leguas en despoblado, que todo el camino lo era, y de grandes montañas y sierras, y aún hubo en él un mal puerto que por ser todas las peñas y piedras dél de TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 319 alabastro muy fino se puso nombre puerto de Alabastro, y al quinto día los corre- dores que llevaba delante con la guía asomaron a una muy gran laguna, que pa- rescía brazo de mar, y aun así creo que lo es, aunque es dulce, según su grandeza y hondura y en una isleta que hay en ella vieron un pueblo el cual les dijo la guía ser el principal de aquella provincia de Taica, y que no teníamos remedio para pasar a él si no fuese en canoas, y quedaron allí los españoles corredores puestos en salto, y volvió uno dellos a hacerme saber lo que pasaba. Yo hice detener toda la gente, y pasé adelante a pie para ver aquella laguna y la disposición della, y cuando lle- gué a los corredores hallé que habían prendido un indio de los del pueblo, que había venido en una canoa chiquita con sus armas a descubrir el camino y ver si había alguna gente; y aunque venía descuidado de lo que le acaesció, se les fuera sino por un perro que tenían, que le alcanzó antes que se echase al agua; deste in- dio me informé y me dijo que ninguna cosa se sabía de mi venida; preguntéle si había paso para el pueblo, y dijo que no; pero dijo que cerca de allí, pasando un brazo pequeño de aquella laguna, había algunas labranzas y casas pobladas, donde creía, si llegásemos sin ser sentidos, hallaríamos algunas canoas; y luego envié a mandar a la gente que se viniesen tras mí, y yo con diez o doce peones ballesteros seguí a pie por donde el indio nos guió, y pasamos un gran rato de ciénagas y agua hasta la cinta, y otras veces más arriba, y llegué a unas labranzas, y con el mal ca- mino, y aun porque muchas veces no podíamos ir sino descubiertos, no podimos dejar de ser sentidos y llegamos a tiempo que ya la gente se embarcaba en sus ca- noas y se hacían al largo de la laguna, y anduve con mucha priesa por la ribera de aquella laguna, dos tercios de legua de labranzas, y en todas habíamos sido senti- dos e iban ya huyendo. Ya era tarde y seguir más era en vano. Reposé en aquellas labranzas y recogí toda la gente, y aposentéla al mejor recaudo que yo pude, por- que me decía la guía de Mazatlán que aquélla era mucha gente y muy ejercitada en la guerra, a quien todas aquellas provincias comarcanas temían, y díjome que él quería ir en aquella canoíta en que había venido, que tornaría al pueblo que se pa- rescía en la isleta, y está bien dos leguas de aquí hasta llegar a él, y que hablaría al señor, que él conocía muy bien, y se llama Capec, y le diría mi intención y causa de mi venida por aquellas tierras, pues él había venido conmigo y la sabía y la había visto, y creía que se aseguraría mucho y le daría crédito a lo que dijese, por- que era dél muy conoscido y había estado muchas veces en su casa; y luego le di la canoa y el indio que la había traído con él, y le agradecí el ofrecimiento que me hacía, y le prometí que si lo hiciese bien que se lo gratificaría muy a su contento; y así, se fue, y a media noche volvió, y con él dos personas honradas del pueblo, que dijeron ser enviadas de su señor a me ver y se informar de lo que aquel mensajero mío les había dicho y saber de mí qué era lo que quería; yo los recibí muy bien y di algunas cosillas, y les dije que yo venía por aquellas tierras por mandado de vuestra majestad, a verlas y hablar a los señores naturales dellas algunas cosas cumplideras a su real servicio y bien dellos; que dijesen a su señor que le rogaba que, pospuesto todo temor, viniese adonde yo estaba, y que para más seguridad yo les quería dar un español que fuese allí con ellos y se quedase en rehenes en tanto que él venía, y con esto se fueron, y con ellos la guía y un español, y otro día de mañana vino el señor, y hasta treinta hombres con él, en cinco o seis canoas, y consigo el español que había enviado para los rehenes, y mostró venir muy alegre. Fue de mi muy bien recibido, y porque cuando llegó era hora de misa hice que se 320 STELIO CRO

dijese cantada y con mucha solemnidad, con los ministriles de chirimías y sacabu- ches que conmigo iban; la cual oyó con mucha atención y las ceremonias della, y acabada la misa vinieron allí aquellos religiosos que llevaba, y por ellos le fue hecho un sermón con la lengua, en manera que muy bien lo pudo entender, acerca de las cosas de nuestra fe, y dándole a entender por muchas razones cómo no hab- ía más de un solo Dios y el yerro de su seta, y según mostró y dijo satisfízose mu- cho y dijo que él quería luego destruir sus ídolos y creer en aquel Dios que noso- tros le decíamos, y que quisiera mucho saber la manera que debía de tener para servirle y honrarle, y que si yo quisiese ir a su pueblo vería cómo en mi presencia los quemaba, y quería que le dejase en su pueblo aquella cruz que le decían que yo dejaba en todos los pueblos por donde yo había pasado. Después deste sermón yo le torné a hablar, haciéndole saber la grandeza de vuestra majestad, y que como él y todos los del mundo éramos sus súbditos y vasallos y le somos obligados a ser- vir, y que a los que así lo hacían vuestra majestad les mandaría hacer muchas mer- cedes, y yo en su real nombre lo había hecho en estas partes así con todos los que a su real servicio se habían ofrecido y puesto debajo de su real yugo, y que así lo prometía a él; él me respondió que hasta entonces no había reconocido a nadie por señor ni había sabido que nadie lo debiese ser; que verdad era que había cinco o seis años que los de Tabasco, viniendo por allí por su tierra, le habían dicho cómo había pasado por allí un capitán con cierta gente de nuestra nación, y que los hab- ían vencido tres veces en batalla, y que después les habían dicho que habían de ser vasallos de un gran señor, y todo lo que yo agora le decía; que le dijese si era todo uno. Yo le respondí que el capitán que los de Tabasco le dijeron que había pasado por su tierra, con quien ellos habían peleado, era yo; y para que creyese ser ver- dad, que se informase de aquella lengua que con él hablaba, que es Marina,95 la que yo siempre conmigo he traido porque allí me la habían dado con otras veinte mujeres; y ella le habló y le certificó dello y cómo yo había ganado a Méjico (sic), y le dijo todas las tierras que yo tengo subjetas y puestas debajo del imperio de vuestra majestad, y mostró holgarse mucho en haberlo sabido, y dijo que él quería ser subjeto y vasallo de vuestra majestad, y que se ternía por dichoso de serlo de un tan gran señor como yo le decía que vuestra alteza lo es, y hizo traer aves y miel y un poco de oro y ciertas cuentas de caracoles coloradas, que ellos tienen en mucho, y diómelo, y yo asimesmo les di algunas cosas de las mías, de que mucho se contentó, y comió conmigo con mucho placer, y después de haber comido yo le dije cómo iba en busca de aquellos españoles que estaban en la costa de la mar, porque eran de mi compañía y yo los había enviado, y había muchos días que no sabía dellos, y por eso les venía a buscar; que le rogaba que él me dijese alguna nueva si sabía dellos; él me dijo que tenía mucha noticia dellos, porque bien cerca de donde ellos estaban tenía él ciertos vasallos suyos, que le servían de labrar cier- tos cacaguatales,96 porque era aquella tierra muy buena dellos, y que déstos y de

95 Durante esta expedición, y como de costumbre, Cortés se comunica con los naturales. En Hon- duras los indios hablan también quiché, de manera que doña Marina sigue funcionando como intér- prete, facilitando al gran conquistador la exploración de esta región. 96 “Cacaguatal”, en América Central designa una plantación de cacao; véase José María Enguita Utrilla, “Voces Amerindias en las Relaciones de Hernán Cortés,” p. 129, n. 7, en Pilar García Mou- TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 321

muchos mercaderes que cada día iban y venían de su tierra allá sabía siempre nue- vas dellos, y que él me daría guía para que me llevasen adonde estaban; pero que me hacía saber que el camino era muy áspero, de sierras muy altas y de muchas peñas, que se había de ir por la mar, que no me fuera tan trabajoso. Yo le dije que ya él vía que para tanta gente como yo conmigo traía y para el fardaje y caballos que no bastarían navíos, que me era forzado ir por tierra; le rogué que me diese orden para pasar aquella laguna, y díjome que yendo por ella arriba hasta tres le- guas se desechaba, y por la costa podía tomar al camino frontero de su pueblo, y que me rogaba mucho que ya que la gente se había de ir por acullá, que yo me fuese con él en las canoas a ver su pueblo y casa, y que vería quemar los ídolos y le haría hacer una cruz; y yo, por darle placer, aunque contra la voluntad de los de mi compañía, me entré con él en las canoas con hasta veinte hombres, los más de- llos ballesteros, y me fui a su pueblo con él todo aquel día, holgando, y ya que era casi noche me despedí dél, y me dio guía, y me entré en las canoas, y me salí a dormir a tierra, donde hallé ya mucha de la gente de mi compañía que había baja- do la laguna, y dormimos allí aquella noche. En este pueblo, digo en aquella la- branza, quedó un caballo que se hincó un palo por el pie y no pudo andar; prome- tióme el señor de lo curar; no sé lo que hará. Otro día, después de recogida mi gente, me partí por donde las guías me llevaron, y a obra de media legua del apo- sento di en un poco de llano y cabaña, y después torné a dar en otro montecillo, que duró obra de legua y media, y torné a salir a unos muy hermosos llanos, y en saliendo a ellos envié muy delante ciertos de caballo y algunos peones, porque si alguna gente hobiese por el campo la tomasen, porque nos dijeron los guías que aquella noche llegaríamos a un pueblo, y en estos llanos se hallaron muchos ga- mos y alanceamos a caballo diez y ocho dellos, y con el sol y con haber muchos días que los caballos no corrían, murieron dos caballos y estuvieron muchos en harto peligro. Hecha nuestra montería, seguimos el camino adelante, y a poco rato hallé algunos de los corredores que iban adelante parados, y tenían cuatro indios cazadores que habían tomado, y traían muerto un león y ciertas iguanas, que son unos grandes lagartos que hay en las islas, y déstos me informé si sabían de mí en su pueblo, y dijeron que no, y mostráronmelo a su vista, que al parecer no podía estar de una legua arriba, y dime mucha priesa por llegar allá, creyendo que no habría embarazo alguno en el camino, y cuando pensé que llegaba a entrar en el pueblo y vi a la gente andar por él fui a dar sobre un gran estero de agua muy hon- do, y así me detuve y comencélos a llamar, y vinieron dos indios en una canoa y traían hasta una docena de gallinas, y llegaron así cerca de mí, que estaba dentro del agua hasta la cincha del caballo, y detuviéronse, que nunca quisieron llegar afuera; y allí estuve con ellos hablando gran rato asegurándolos, y jamás quisieron llegarse a mí, antes comenzaron a volverse al pueblo en su canoa, y un español que estaba a caballo junto conmigo puso las piernas en el agua y fue a nado tras ellos, y de temor desampararon la canoa, y llegaron de presto otros peones nada- dores, y tomáronlos. Ya toda la gente que habíamos visto en el pueblo se habían ido dél, y pregunté a aquellos indios por dónde podíamos pasar, y mostráronme un camino que rodeando una legua arriba se desecaba el estero, y por allí fuimos

ton, editor, El español de América 1992, Madrid, CSIC, Instituto de la Lengua Española, Anejos de la Revista de Filología Española, 2003. 322 STELIO CRO

aquella noche a dormir al pueblo, que hay desde donde partimos aquel día ocho leguas grandes; llámase este pueblo Checan, y el señor dél Amohan; aquí estuve cuatro días por bastecerme para seis días, que me dijeron los guías había de des- poblado, y por esperar si viniera el señor del pueblo, que le envié a llamar y asegu- rar con aquellos indios que había tomado, y nunca él ni ellos vinieron; pasados es- tos días y recogido el más bastimento que por allí se pudo haber, me partí y llevé la primera jornada de muy buena tierra, llana y alegre, sin monte sino algunos pe- dazos; y andadas seis leguas, al pie de unas sierras y junto a un río se halló una gran casa, y junto a ella otras dos o tres pequeñas, y alrededor algunas labranzas, y dijéronme las guías que aquella casa era de Amohan, señor de Checan, y que la tenía allí para venta, porque pasaban por allí muchos mercaderes. Allí estuve un día, sin el que llegué, porque era fiesta y por dar lugar a los que iban delante abriendo el camino, y se hizo en aquel río una muy hermosa pesquería, que ataja- mos en él mucha cantidad de sabogas, y las tomamos todas, sin írsenos una de las que metimos en el atajo; y otro día me partí, y llevé la jornada de harto áspero ca- mino de sierras y montes, y así anduve siete leguas o más de harto mal camino, y salí a unos llanos muy hermosos sin montes, sino algunos pinares. Duráronnos es- tos llanos otras dos leguas, y en ellos matamos siete venados, y comimos en un arroyo muy fresco que se hacía al cabo destos llanos, y después de haber comido comenzamos a subir un portezuelo, aunque pequeño, harto áspero, que de diestro subían los caballos con trabajo y en la bajada dél hubo hasta media legua de llano, y luego comenzamos a subir otro, que en subida y bajada tuvo bien dos leguas y media, tan áspero y malo que ningún caballo quedó que no se desherrase, y dormí a la bajada dél en un arroyo, y allí estuve otro día casi hasta hora de vísperas, es- perando que se herrasen los caballos, y aunque había dos herradores y más de diez que ayudaban a echar clavos, no se pudieron aquel día herrar todos; y yo me fui aquel día a dormir tres leguas adelante, y quedaron allí muchos españoles, así para herrar sus caballos como por esperar el fardaje, que por haber sido el camino malo y haberse pasado con mucha agua que llovía no habían podido llegar. Otro día me partí de allí porque las guías me dijeron que cerca estaba una casería que se llama Asuncapin, que es del señor de Taica, y que llegaríamos allí temprano a dormir; y después de haber andado cuatro o cinco leguas llegamos a la dicha casería y la hallamos sin gente, y allí me aposenté dos días, por esperar todo el fardaje y por recoger algún bastimento, y después me partí, y fui a dormir a otra casería que se llama Taxuytel, que está cinco leguas de estotra, y es de Amohan, señor de Che- can, donde había muchos cacaguetales y algún maíz aunque poco y verde; aquí me dijeron los guías y el principal desta casería, que se hubo él y su mujer y un su hijo antes que huyesen, que habíamos de pasar unas muy altas y agrias sierras, todas despobladas, hasta llegar a otras caserías, que son de Canec, señor de Taica, que se llama Tenciz, y no reposamos aquí mucho; que luego otro día nos partimos y habiendo andado seis leguas de tierra llana comenzamos a subir el puerto, que fue la cosa del mundo más maravillosa de ver y pasar; pues querer yo decir la aspere- za y fragosidad deste puerto y sierras, ni lo podría entender, sino que sepa vuestra majestad que en ocho leguas que tuvo este puerto estuvimos en las andar doce dí- as, digo en llegar los postreros al cabo dél, en que murieron sesenta y ocho caba- llos despeñados y desjarretados, y todos los demás vinieron heridos y tan lastima- dos que no pensamos aprovecharnos de ninguno, y ansí murieron de las heridas y TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 323

del trabajo de aquel puerto sesenta y ocho caballos, y los que escaparon estuvieron más de tres meses en tornar en sí (Carta V, 129-131).

Es notable en este fragmento sobre la exploración de Honduras el encuentro entre Cortés y el cacique hondureño Capec que le refiere al capitán español lo que había aprendido hacía unos cinco o seis años, de unos viajeros de Tabasco que le habían comunicado que un capitán español los había derrotado tres veces. Se da en esta instancia un episodio que tiene antecedentes en la Odisea y en la Eneida, don- de Virgilio, inspirándose en Homero, concibe el episodio de la llegada de Eneas a Cartago en cuyo palacio real ve pintada su huida de Troya en llamas.97

Llegada a la provincia de Tahuytal

En todo este tiempo que pasamos este puerto jamás cesó de llover de noche y de día, y eran las sierras de tal calidad que no se detenía en ella agua para poder beber, y padescimos mucha necesidad de sed, y los más de los caballos murieron por esta falta, y si no fuera porque de los ranchos y chozas que cada noche hacía- mos para nos meter, que dellos cogíamos agua en calderas y otras vasijas, que co- mo llovía tanto había para nosotros y los caballos, fuera imposible escapar ningún hombre ni caballo de aquellas sierras. En este camino cayó un sobrino mío y se quebró una pierna en tres o cuatro partes, que demás del trabajo que él rescibió nos acrescentó el de todos por sacarle de aquellas sierras, que fue harto dificulto- so. Para remedio de nuestro trabajo hallamos, una legua antes de llegar a Tenciz, un muy gran río, que con las muchas aguas iba tan crecido y recio que era imposi- ble pasarlo, y los españoles que fueron delante habían subido el río arriba y halla- ron un vado, el más maravilloso que hasta hoy se ha oído decir ni se puede pensar, y es que por aquella parte se tiende el río más de dos tercios de legua porque unas peñas muy grandes que se ponen delante le hacen tender, y hay entre estas peñas angosturas por donde pasa el río, la cosa más espantosa, de recia, que puede ser, y déstas hay muchas que por otra parte no se puede pasar el río sino por entre aque- llas peñas y allí cortábamos árboles grandes que se atravesaban de una peña a otra, y por allí pasábamos con tanto peligro, asidos por unos bejucos que también se ataban de una parte a otra, que a resbalar un poquito era imposible escaparse quien cayese. Había destos pasos hasta veinte y tantos, de que se estuvo en pasar el río dos días por este vado, y los caballos pasaron a nado por abajo, que iba algo más mansa el agua, y estuvieron tres días muchos en llegar a Tenciz, que no había, como digo, más de una legua, porque venían tan mal tratados de las sierras que ca- si los llevaban a cuestas, y no podían ir. Yo llegué a estas caserías de Tenciz vís- pera de Pascua de Resurrección, a 15 días del año de 1525, y mucha de la gente no llegó tres días adelante, digo los que tenían caballos, que se detuvieron por ellos, y dos días antes que yo llegase habían llegado los españoles, que habían llevado la delantera, y hallaron gente en tres o cuatro casas de aquéllas, y tomaron veinte y tantas personas, porque estaban muy descuidadas de mi venida, y a aquéllos pre-

97 Eneida, I. 324 STELIO CRO

gunté si había algunos bastimentos, y dijeron que no, ni se pudieron hallar por to- da la tierra, lo que nos puso en harta más necesidad que traíamos porque había diez días que no comíamos sino cuescos de palmas y palmitos, y aun déstos se comían pocos porque no traíamos ya fuerzas para cortarlos; pero díjome un prin- cipal de aquellas caserías que a una jornada de allí el río arriba, que lo habíamos de tornar a pasar por donde lo habíamos pasado, había mucha población de una provincia que se llama Tahuytal, y que allí había mucha abundancia de bastimen- tos de maíz y cacao y gallinas, y que él me daría quien me guiase allá; luego pro- veí que fuese allá un capitán con treinta peones y más de mil indios de los que iban conmigo, y quiso Nuestro Señor que hallaron mucha abundancia de maíz y hallaron la tierra despoblada de gente, y de allí nos remediamos, aunque por ser tan lejos nos proveíamos con trabajo. Desde estas estancias envié con una guía de los naturales dellas ciertos españoles ballesteros que fuesen a mirar el camino que habían de llevar hasta una provincia que se llama Acuculín, y que llegase a una al- dea de la dicha provincia, que está diez leguas de donde yo quedé y seis de la ca- becera de la provincia, que se llama, como dije, Acuculin, y el señor della Acahu- ilguin y llegaron sin ser sentidos, y de una casa tomaron siete hombres y una mu- jer y volviéronse y dijeron que el camino era hasta donde ellos habían llegado algo trabajoso, pero que les había parecido muy bueno en comparación de los que hab- ían pasado (Carta V, 131-132).

Llegada a la provincia de Acuculin

Destos indios que trujeron estos españoles me informé de los cristianos que iba a buscar, y entre ellos venía uno natural de la provincia de Aculan, que dijo que era mercader y tenía una casa de asiento de mercadería en el pueblo donde resid- ían los españoles que yo iba a buscar, que se llama pueblo Nito, donde había mu- cha contratación de mercaderes de todas partes, y que los mercaderes naturales de Aculan tenían en él un barrio por sí, y con ello estaba un hermano de Apaspolon, señor de Aculan, y que los cristianos los habían salteado de noche y les habían tomado el pueblo y quitádoles las mercaderías que en él tenían, que eran en mucha cantidad, porque había mercaderes de muchas partes, y que desde entonces que podía haber cerca de un año, todos se habían ido por las provincias, y que él y ciertos mercaderes de Aculan habían pedido licencia a Acahuilguin, señor de Acu- culin, para poblar en su tierra, y habían hecho en cierta parte que él les señaló un pueblezuelo, donde vivían, y desde allí contrataban, aunque ya el trato estaba muy perdido después que aquellos españoles allí habían venido, porque era por allí el paso y no osaban pasar por ellos, y que él me guiaría hasta donde estaban, pero que habíamos de pasar allá junto a ellos un gran brazo de mar y antes de llegar allí, muchas sierras y malas, y que había desde allí diez jornadas. Holgué mucho con tener tan buena guía y hícele mucha honra y habláronle las guías que llevaba de Mazatlán y Taica, diciéndoles cuán bien tratados habían sido de mí y cuán amigo era yo de Apaspolon, su señor, y con esto parescía que él se aseguró más, y fiándome de su seguridad le mandé soltar a él y a los que con él habían traído, y con su confianza hice que se volviesen de allí las guías que traía y les di algunas cosillas para ellos y para sus señores, y les agradescí su trabajo, y se fueron muy contentos. Luego envié cuatro de aquellos de Acuculin con otros dos de los de TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 325

aquellas caserías de Tenciz para que fuesen a hablar al señor de Acuculin y le ase- gurasen por que no se ausentase, y tras ellos envié a los que iban abriendo el ca- mino, y yo me partí desde ahí a dos días, por la necesidad de los bastimentos, aun- que teníamos harta de reposar, en especial por amor a los caballos; pero llevando los más dellos de diestro, nos fuimos, y aquella noche amaneció ido el que había de ser guía y los que con él quedaron, de que Dios sabe lo que sentí, por haber despachado las otras. Seguí mi camino, y fui a dormir a un monte cinco leguas de allí, donde se pasaron harto malos pasos y aun se dejarretó otro caballo que había quedado sano, que hasta hoy no lo está, y otro día anduve seis leguas y pasé dos ríos; el uno se pasó por un árbol que estaba caído, que atravesaba de la una parte a la otra, con que hecimos sobre él con que pasase la gente para que no cayesen, y los caballos lo pasaron a nado, y se ahogaron en él dos yeguas; y el otro se pasó en unas canoas, y los caballos también a nado, y fui a dormir a una población peque- ña de hasta quince casas, todas nuevas, y supe que aquéllas eran las de los merca- deres de Aculan que habían salido del pueblo donde los cristianos estaban.98 Allí estuve yo un día, esperando recoger la gente y fardaje, y envié delante dos capitan- ías de caballos y una de peones al pueblo de Acuculin, y escribiéronme cómo lo habían hallado despoblado y en una casa grande que es del señor habían hallado dos hombres, que les dijeron que estaban allí por el mandado del señor, esperando a que yo llegase para se lo ir a hacer saber, porque él había sabido de mi venida de aquellos mensajeros que yo le había enviado desde Tenciz, y que él holgaba de verme, y vernía en sabiendo que yo era llegado, y que se había ido el uno dellos a llamar al señor y a traer algún bastimento, y el otro había quedado. Escribiéronme también que habían hallado cacao en los árboles, pero que no habían hallado maíz; pero que había un razonable pasto para los caballos. Como yo llegué a Acuculin, pregunté si había venido el señor o vuelto el mensajero, y dijéronme que no, y hablé al que había quedado, preguntándole cómo no habían venido; respondióme que no sabía y que él también estaba esperando dello; pero que podría ser que hobiese aguardado a saber que yo fuese venido y que agora que ya lo sabía vendr- ía. Esperé dos días, y como no vino, tornéle a hablar, y díjome que él no sabía qué era la causa de no haber venido, pero que le diese algunos españoles que fuesen con él, que él sabía dónde estaba y que lo llamarían; y luego fueron con él diez es- pañoles y llevólos bien cinco leguas de allí por unos montes, hasta unas chozas que hallaron vacías, donde, según dijeron los españoles, parescía bien que había estado gente poco había, y que aquella noche se les fue la guía y se volvieron; quedé del todo sin guía, que fue harta causa de doblarnos los trabajos, y envié cuadrillas de gente, así españoles como indios, por toda la provincia, y anduvieron por todas las partes della más de ocho días, y jamás podieron hallar gente ni rastro della si no fueron unas mujeres, que hicieron poco fruto a nuestro propósito, por- que ni ellas sabían camino ni dar razón ni gente de la provincia, y una dellas dijo que sabía un pueblo dos jornadas de allí, que se llamaba Chianteca, y que allí se hallaría gente que les diese razón de aquellos españoles que buscábamos, porque había en el dicho pueblo muchos mercaderes y personas que trataban en muchas partes; y ansí, envié luego gente, y a esta mujer por guía, y aunque era el pueblo

98 Es el pueblo que los mercaderes de Nito fundaron, después que los españoles de Olid los habían asaltado. 326 STELIO CRO

dos jornadas buenas de donde yo estaba y todo despoblado y mal camino, los na- turales dél estaban ya avisados de mi venida, y no se pudo tomar tampoco guía (Carta V, 132).

Llegada a la provincia de Taniha, al pueblo de Nito

Quiso Nuestro Señor que estando ya casi sin esperanza, por estar sin guía y porque de la aguja no nos podíamos aprovechar por estar metidos entre las más espesas y bravas sierras que jamás se vieron, sin hallar camino que para ninguna parte saliese, mas del que hasta allí habíamos llevado, que se halló por unos mon- tes un muchacho de hasta quince años, que preguntado, dijo que él nos guiaría hasta unas estancias de Taniha que es otra provincia que llevaba yo en mi memo- ria que había de pasar; las cuales estancias dijo estar dos jornadas de allí, y con es- ta guía me partí, y en dos días llegué a aquellas estancias, donde los corredores que iban delante tomaron un indio viejo, y éste nos guió hasta los pueblos de Ta- niha, que están otras dos jornadas adelante, y en estos pueblos se tomaron cuatro indios, y luego como les pregunté me dieron muy cierta nueva de los españoles que buscaba, diciendo que los había visto y que estaban dos jornadas de allí en el mismo pueblo que yo llevaba en mi memoria, que se llama Nito, que por ser pue- blo de mucho trato de mercaderes se tenía dél mucha noticia en muchas partes, y así me la dieron dél en la provincia de Aculan, de que ya a vuestra majestad he hecho mención, y aun trujéronme dos mujeres de las naturales del dicho pueblo Nito, donde estaban los españoles; las cuales me dieron más entera noticia, porque dijeron que al tiempo que los cristianos tomaron aquel pueblo ellas estaban en él, y como los saltearon de noche, las habían tomado entre otras muchas que allí to- maron, y que habían servido a ciertos cristianos dellos, los cuales nombraban por sus nombres. No podré significar a vuestra majestad la mucha alegría que yo y to- dos los de mi compañía tuvimos con las nuevas que los naturales de Taniha nos dieron, por hallarnos ya tan cerca del fin de tan dudosa jornada como la que traía- mos era, que aunque en aquellas cuatro jornadas que desde Acuculin allí trujimos se pasaron innumerables trabajos, porque fueron todas sin camino y de muy áspe- ras sierras y despeñaderos, donde se despeñaron algunos de los caballos que nos quedaron, y un primo mío que se dice Juan de Ávalos rodó él y su caballo una sie- rra abajo, donde se quebró un brazo, y si no fuera por las platas de un arnés que llevaba vestido, que le defendieron de las piedras, se hiciera pedazos, y fue harto trabajoso de tornar a sacar arriba, y otros muchos trabajos, que serían largos de contar, que aquí se nos ofrecieron, en especial de hambre, porque aunque traía al- gunos puercos de los que saqué de México, que aún no eran acabados, había más de ocho días, cuando a Taniha llegamos, que no comíamos pan sino palmitos co- cidos con la carne, y sin sal, porque había muchos días que nos había faltado y al- gunos cuescos de palmas; y tampoco hallamos en estos pueblos de Taniha cosa al- guna de comer, porque estaba tan cerca de los españoles estaban despoblados mu- cho había, creyendo que habían de venir a ellos, aunque desto podían estar bien seguros, según yo hallé a los españoles. Con las nuevas de hallarnos tan cerca ol- vidamos todos estos trabajos pasados, y púsonos esfuerzo para sufrir los presentes, que no eran de menos condición, en especial el de el hambre, que era el mayor, porque aun de aquellos palmitos sin sal no teníamos abasto porque se cortaban con TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 327 mucha dificultad de unas palmas muy gordas y altas, que en todo un día dos hom- bres tenían que hacer en cortar uno y, cortado, le comían en media hora. Estos in- dios que nos dieron las nuevas de los españoles me dijeron que hasta llegar allá había dos jornadas de mal camino y que junto con el dicho pueblo de Nito, donde los españoles estaban, estaba un muy gran río que no se podía pasar sin canoas, porque era tan ancho que no era posible pasarse a nado. Luego despaché quince españoles de los de mi compañía, a pie, con una de aquellas guías, para que viesen el camino y el río y mandéles que trabajasen de haber alguna lengua de aquellos españoles sin ser sentidos, para me informar qué gente era, si era de la que yo hab- ía enviado con Cristóbal de Olid o Francisco de las Casas, o de la de Gil González de Avila; y así fueron, y el indio los guió hasta el dicho río, donde tomaron una canoa de unos mercaderes, y tomada, estuvieron allí dos días escondidos, y al cabo de este tiempo salió del pueblo de los españoles que estaba de la otra parte del río una canoa con cuatro españoles que andaban pescando, a los cuales tomaron sin se le ir ninguno y sin ser sentidos en el pueblo, los cuales me trujeron y me informé dellos y supe que aquella gente que allí estaba eran de los de Gil González de Ávi- la, y que estaban todos enfermos y casi muertos de hambre, y luego despaché dos criados míos en la canoa que aquellos españoles traían, para que fuesen al pueblo de los españoles con una carta mía en que les hacía saber de mi venida y que yo me iba a poner al paso del río, y que les rogaba mucho allí me enviasen todo el aderezo de barcas y canoas, en que pasase; e yo me fui luego con toda mi compañ- ía al dicho paso del río, que estuve tres días en llegar a él, y allí vino a mí un Die- go Nieto, que dijo estar allí por justicia; me trujo una barca y una canoa, en que yo con diez o doce pasé aquella noche al pueblo, y aun me vi en harto trabajo, porque nos tomó un viento al pasar, y como el río es muy ancho allí en la boca de la mar, por donde lo pasamos estuvimos en mucho peligro de perdernos, y plugo a Nues- tro Señor de sacarnos a puerto. Otro día hice aderzar otra barca que allí estaba y buscar más canoas y atarlas de dos en dos, y con este aderezo pasó toda la gente y caballos en cinco o seis días. La gente de españoles que yo allí hallé fueron hasta sesenta hombres y veinte mujeres que el capitán Gil González de Ávila allí había dejado, los cuales les hallé tales que era la mayor compasión del mundo de lo ver, y de ver las alegrías que con mi venida hicieron, porque, en la verdad, si yo no lle- gara fuera imposible escapar ninguno dellos; porque además de ser pocos y des- armados y sin caballos estaban muy enfermos y llagados y muertos de hambre, porque se les acababan los bastimentos que habían traído de las islas y alguno que habían habido en aquel pueblo cuando lo tomaron a los naturales dél; y acabados no tenían remedio de donde haber otros, porque no estaban para irlos a buscar por la tierra, y ya que los tuvieran, estaban en tal parte asentados que por ninguna ten- ían salida, digo que ellos supiesen ni pudiesen hallar, según se halló después con dificultad; y la poca posibilidad que en ellos había para salir a ninguna parte, por- que a media legua de donde estaban poblados jamás habían salido por tierra, y vis- ta la gran necesidad de aquella gente, determiné de buscar algún remedio para los sostener en tanto que le hallaba para poderlos enviar a las islas, donde se aviasen; porque de todos ellos no había ocho para poder quedar en la tierra ya que se hobiese de poblar; y luego, de la gente que yo truje envié por muchas partes por la mar en dos barcas que allí tenían y en cinco o seis canoas, y la primera salida que se hizo fue a una boca de un río que se llama Yasa, que está diez leguas de este 328 STELIO CRO

pueblo, donde yo hallé estos cristianos hacia el camino por donde había venido, porque yo tenía noticia que allí había pueblos y muchos bastimentos; y fue esta gente, y llegaron al dicho río, y subieron por él seis leguas arriba, y dieron en unas labranzas asaz grandes, y los naturales de la tierra sintiéronlos venir y alzaron los bastimentos que tenían en unas caserías que por aquellas estancias había, y sus mujeres e hijos y haciendas, y ellos se abscondieron en los montes; y como los es- pañoles allegaron por aquellas caserías, dicen que les hizo una grande agua, y re- cogiéronse a una gran casa que allí había, y como descuidados y mojados, todos se desarmaron y aun muchos se desnudaron para enjuagar sus ropas y calentarse a fuegos que habían hecho; y estando así descuidados, los naturales de la tierra die- ron sobre ellos, y como los tomaron desapercibidos hirieron muchos dellos, de tal manera que les fue forzado tornarse a embarcar y venir de donde yo estaba sin más recaudo del que habían llevado. Y como vinieron Dios sabe lo que yo sentí, así por verlos heridos y aun algunos dellos peligrosos, y por el favor que a los in- dios quedaría, como por el poco remedio que trujeron para la gran necesidad en que estábamos. Luego a la hora, en las mesmas barcas y canoas torné a embarcar como capitán con más gente, así de españoles como de los naturales de México que conmigo fueron, y porque no pudo ir toda la gente en las dichas barcas híceles pasar de la otra parte de aquel gran río que está cabe este pueblo, y mandé que se fuesen por toda la costa y que las barcas y canoas se fuesen tierra a tierra junto con ellos para pasar ancones y ríos, que hay muchos, y así fueron y llegaron a la boca del dicho río donde primero habían herido los otros españoles, y volviéronse sin hacer cosa ninguna ni traer recaudo de bastimento más de tomar cuatro indios que iban en una canoa por la mar; y preguntados cómo se venían ansí, dijeron que con las muchas aguas que hacía venía el río tan furioso, que jamás habían podido subir por él arriba una legua, y que creyendo que amansara habían estado esperando la baja ocho días sin ningún bastimento ni fuego, mas de frutas de árboles silvestres, de que algunos vinieron tales que fue menester harto remedio para escaparlos. Vídeme aquí de harto aprieto y necesidad; que si no fuera por unos pocos de puer- cos que me habían quedado del camino, que comíamos con harta regla y sin pan ni sal, todos nos quedáramos aislados; pregunté con la lengua a aquellos indios que habían tomado en la canoa si sabían ellos por allí a alguna parte donde pudiésemos ir a tomar bastimentos, prometiéndoles que si me encaminasen donde los hobiese que les pondría en libertad, y demás les daría muchas cosas, y uno dellos dijo que él era mercader y todos los otros sus esclavos, y que él había ido por allí de mer- caduría muchas veces con sus navíos, y que él sabía un estero que atravesaba des- de allí hasta un gran río, por donde en tiempo que hacía tormentas y no podían na- vegar por la mar todos los mercaderes atravesaban, y que en aquel río había muy grandes poblaciones y de gente muy rica y abastada de bastimentos, y que él los guiaría a ciertos pueblos donde muy complidamente pudiesen cargar de todos los bastimentos que quisiesen, y por que no fuese cierto que él no mentía, que le lle- vase atado con una cadena, para que si no fuese así yo le mandase dar la pena que mereciese; y luego hice aderezar las barcas y canoas y metí en ellas toda cuanta gente sana en mi compañía había, y enviélos con aquella guía, y fueron, y a cabo de diez días volvieron de la manera que habían ido, diciendo que la guía los había metido por una ciénaga donde las barcas ni canoas no podían navegar, y que hab- ían hecho todo lo posible por pasar y que jamás habían hallado remedio. Pregunté TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 329

a la guía cómo me había burlado; respondióme que no había, sino que aquellos es- pañoles con quien yo le envié no habían querido pasar adelante; que ya estaban muy cerca de atravesar a la mar adonde el río subía, y aun muchos de los españo- les confesaron que habían oído muy claro el ruido de la mar, y que no podía estar muy lejos de donde ellos habían llegado. No se puede decir lo que sentí al verme tan sin remedio, que casi estaba sin esperanza dél, y con pensamiento que nadie podía escapar de cuantos allí estábamos, sino morir de hambre; y estando en esta perplejidad, Dios Nuestro Señor, que de remediar semejantes necesidades siempre tiene cargo, en especial a mi inmérito, que tantas veces me ha remediado y soco- rrido en ellas por andar yo en el real servicio de vuestra majestad, aportó allí un navío que venía de las islas harto sin sospecha de hallarme, el cual traía hasta treinta hombres sin la gente que navegaba el dicho navío, y trece caballos y seten- ta y tantos puercos y doce hitas de carne salada, y pan hasta treinta cargas de lo de las islas. Dimos todos muchas gracias a Nuestro Señor, que en tanta necesidad nos había socorrido, y compré todos aquellos bastimentos y el navío, que me costó to- do cuatro mil pesos, y ya me había dado priesa a adobar una carabela que aquellos españoles tenían casi perdida y a hacer un bergantín de otros que allí había que- brados, y cuando este navío vino ya la carabela estaba adobada, aunque al ber- gantín no creo que pudiéramos dar fin si no viniera aquel navío, porque vino en él hombre que, aunque no era carpintero, tuvo para ello harta buena manera; y anda- do por la tierra por unas y otras partes se halló una vereda por unas muy ásperas sierras, que a diez y ocho leguas de allí fue a salir a cierta población que se dice Leguela, donde se hallaron muchos bastimentos; pero como estaba tan lejos y de tan mal camino, era imposible proveernos dellos (Carta V, 132-134).

Muerte de Cristóbal de Olid

De ciertos indios que se tomaron allí en Leguela se supo que Naco es el pueblo donde estuvieron Francisco de las Casas y Cristóbal de Olid y Gil González de Ávila, y donde el dicho Cristóbal de Olid murió, como ya a vuestra majestad tengo hecha relación y adelante diré; también de ello yo tuve noticia por aquellos espa- ñoles que hallé en aquel pueblito, y luego hice abrir el camino y envié un capitán con toda la gente y caballos; que en mi compañía no quedaron sino los enfermos y los criados de mi casa y algunas personas que se quisieron quedar conmigo para ir por la mar, y mandé a aquel capitán que se fuese hasta el dicho pueblo de Naco y que trabajase en apaciguar la gente de aquella provincia, porque quedó algo albo- rotada del tiempo que allí estuvieron aquellos capitanes, y que llegado, luego en- viase diez o doce de caballo y otros tantos ballesteros a la bahía de Sant Andrés,99

99 La bahía de Sant Andrés, que al presente hace parte de un archipiélago del mismo nombre y pertenece a Colombia, está en frente de la costa nicaraguense entre latitud 12o 35’ 37” y 14o 42’ norte. Entre 1524 y 1526, Cortés recorrió parte del territorio que había sido teatro de la conquista de Gil González de Ávila, que, entre 1522 y 1524, exploró y conquistó Nicaragua y Honduras. De acuerdo con Francisco de las Casas, enviado por Cortés a Honduras, para supervisar la actuación de Cristóbal de Olid, de Ávila acusó a Olid de traición y, después de un proceso sumario, lo condenó a muerte, haciéndolo degollar en 1524. La expedición de Cortés llegó a Guatemala y Honduras. La bahía de Sant Andrés mencionada varias veces por Cortés debió ser originalmente una designación de una 330 STELIO CRO

que está veinte leguas del dicho pueblo; porque yo me partiría por la mar con aquellos navíos, y con ellos todos aquellos enfermos y gente que conmigo queda- ron, y me iría a la dicha bahía y puerto de Sant Andrés, y que si yo llegase primero esperaría allí la gente que él había de enviar, y que les mandase que si ellos llega- sen primero también me esperasen, para que les dijese lo que habían de hacer (Carta V, 134-135).

Descubrimiento del Polochic100 y salvación de los sobrevivientes

Después de partida esta gente y acabado el bergantín, quise meterme con la gente en los navíos para navegar, y hallé que aunque teníamos algún bastimento de carne que no lo teníamos de pan, y que era gran inconveniente meterme en la mar con tanta gente enferma; porque si algún día los tiempos nos detuviesen, sería perecer todos de hambre en lugar de buscar remedio; y buscando manera para le hallar, me dijo el que estaba por capitán de aquella gente que cuando luego allí habían venido que vinieron docientos hombres y que traían un muy buen bergantín y cuatro navíos, que eran todos los que Gil González había traído, y que con el di- cho bergantín y con los barcos de los navíos habían subido aquel gran río arriba, y que habían hallado en él dos golfos grandes, todos de agua dulce, y alrededor de- llos muchos pueblos y de muchos bastimentos, y que habían llegado hasta el cabo de aquellos golfos, que eran catorce leguas el río arriba, y que había tornado a se angostar el río, y que venía tan furioso que en seis días que quisieron subir por él arriba, no había podido subir sino cuatro leguas, y que todavía era muy hondable, y que no habían sabido el secreto dél, y que allí creía él que había bastimentos de maíz hartos; pero que yo tenía poca gente para ir allá, porque cuando ellos habían ido habían saltado ochenta hombres en un pueblo, y aun que lo habían tomado sin ser sentidos; pero que después se habían juntado y peleado con ellos, y hécholos embarcar por fuerza, y les habían herido cierta gente. Yo, viendo la extraña nece- sidad en que estaba y que era más peligroso meterme en la mar sin bastimentos que no irlos a buscar por tierra, pospuesto todo, me determiné de subir aquel río arriba, porque, demás de no poder buscar otra cosa sino buscar de comer para aquella gente, pudiera ser que Dios Nuestro Señor fuera servido que de allí se su- piera algún secreto en que yo pudiera servir a vuestra majestad; y hice luego con- tar la gente que tenía para poder ir conmigo, y hallé hasta cuarenta españoles, aun- que no todos muy sueltos, pero todos podían servir para quedar en guarda de los navíos cuando yo saltase en tierra; y con esta gente y con hasta cincuenta indios que conmigo habían quedado de los de Méjico (sic), me metí en el bergantín, que ensenada o golfo en el Golfo de Honduras, designación caída en desuso por la más conocida del archipiélago colombiano. Más adelante en esta Carta V Cortés consigna la locación de la villa de la Natividad de Nuestra Señora en proximidad de la bahía de Sant Andrés, confirmando que esta bahía debió estar ubicada sobre la costa hondureña, en proximidad del actual Puerto Cortés, antiguamente llamado Puerto Caballos. Sobre la muerte de Cristóbal de Olid, más adelante en esta Carta V Cortés amplía el relato ya anticipado. 100 Este río, que Cortés llama Apolochic y que en Guatemala se llama Polochic, tiene 194 km de largo y corre en dirección este, al norte del borde con Honduras; el Polochic cruza un valle profundo antes de echarse en el lago Izabel, localizado en latitud 15o 28’ N. y desemboca en el mar Caribe. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 331 ya tenía acabado, y en dos barcos y cuatro canoas, y dejé en aquel pueblo un des- pensero mío que tuviese cargo de dar de comer a aquellos enfermos que allí que- daban; y así seguí mi camino el río arriba con harto trabajo, por la gran corriente dél, y en dos noches y un día salí al primero de los dos golfos que arriba se hacen, que está hasta tres leguas de donde partí, el cual cogerá doce leguas, y en todo este golfo no hay población alguna, porque en torno dél es todo anegado; y navegué un día por este golfo hasta llegar a otra angostura que el río hizo, y entré por ella, y otro día por la mañana llegué al otro golfo, que era la cosa más hermosa del mun- do de ver que entre las más áspera y agras sierras que puede ser estaba un mar tan grande que boja y tiene en su contorno más de treinta leguas, y fui por la una costa dél, hasta que ya casi noche se halló una entrada de camino, y a dos tercios de le- gua fui a dar en un pueblo, donde, según paresció, había sido sentido y estaba todo despoblado y sin cosa ninguna. Hallamos en el campo mucho maíz verde; y así que comimos aquella noche y otro día de mañana, viendo que allí no nos podía- mos proveer de lo que veníamos a buscar, cargamos de aquel maíz verde para co- mer, y volvimos a las barcas, sin haber reencuentro ninguno ni ver gente de los na- turales de la tierra; y embarcados, atravesé de la otra parte del golfo, y el camino nos tomó un poco de tiempo, que atravesamos con trabajo, y se perdió una canoa, aunque la gente fue socorrida con una barca, que no se ahogó sino un indio; y to- mamos la tierra ya muy tarde, cerca de noche, y no podíamos saltar en ella hasta otro día por la mañana, que con las barcas y canoas subimos por un riatillo peque- ño que allí estaba, y quedando el bergantín fuera fui a dar en un camino, y allí sal- té con treinta hombres y con todos los indios, y mandé volver las barcas y canoas al bergantín, e yo seguí aquel camino, y luego a un cuarto de legua de donde des- embarqué, di en un pueblo que según pareció, había muchos días que estaba des- poblado, porque las casas estaban todas llenas de hierba, aunque tenían muy bue- nas huertas de caguatales y otros árboles de fruta, y anduve por el pueblo buscan- do si había camino que saliese a alguna parte, y hallé uno muy cerrado, que pa- rescía que había muchos tiempos que no se seguía; y como no hallé otro seguí por él, y anduve aquel día cinco leguas por unos montes, que casi todos los subíamos con manos y pies, según era cerrado, y fui a dar a una labranza de maizales, adon- de, en una casita que en ella había, se tomaron tres mujeres y un hombre, cuya debía ser aquella labranza. Éstas nos guiaron a otra labranza, donde se tomaron otras dos mujeres, y guiáronnos por un camino hasta nos llevar adonde estaba otra gran labranza, y en medio della hasta cuarenta casillas muy pequeñas, que nueva- mente parescían ser hechas, y según paresció fuimos sentidos antes que llegáse- mos, y toda la gente era huida por los montes; mas como se tomaron así de impro- viso no pudieron recoger tanto de lo que tenían que no nos dejasen algo, en espe- cial gallinas, palomas, perdices, y faisanes, que tenían en jaulas, aunque maíz seco y sal no la hallamos. Allí estuve aquella noche, que remediamos alguna necesidad de el hambre que traíamos, porque hallamos maíz verde, con que comimos estas aves; y habiendo más de dos horas que estábamos dentro en aquel pueblezuelo, vinieron dos indios de los que vivían en él, muy descuidados de hallar tales hués- pedes en sus casas, y fueron tomados por las velas que yo tenía; y preguntados si sabían de algún pueblo por allí cerca, dijeron que sí, y que ellos me llevarían allá otro día, pero que habíamos de llegar ya casi noche. Otro día de mañana nos par- timos con aquellos guías y nos llevaron por otro camino más malo que el del día 332 STELIO CRO

pasado; porque, demás de ser tan cerrado como él, a tiro de ballesta pasábamos un río, que iba a dar en aquel golfo, y deste gran ayuntamiento de aguas que bajan de todas aquellas sierras se hacen aquellos golfos y ciénagas, y sale aquel río tan po- deroso a la mar, como a vuestra majestad he dicho; y así, continuando nuestro ca- mino, anduvimos siete leguas sin llegar a poblado, en que se pasaron cuarenta y cinco ríos caudales, sin muchos arroyos que no se contaron, y en el camino se to- maron tres mujeres, que venían de aquel pueblo donde nos llevaba la guía, carga- das de maíz, las cuales nos certificaron que la guía nos decía verdad. E ya que el sol se quería poner, o era puesto, sentimos cierto ruido de gente y unos atabales, y pregunté a aquellas mujeres que qué era aquello y dijéronme que era cierta fiesta que hacían aquel día, y hice poner toda la gente en el monte lo mejor y más secre- tamente que yo pude, y puse mis escuchas casi junto al pueblo, y otras por el ca- mino, por que si viniese algún indio lo tomasen; y así estuve toda aquella noche con la mayor agua que nunca se vido y con la mayor pestilencia de mosquitos que se podía pensar; y era tal el monte, y el camino, y la noche tan oscura y tempes- tuosa, que dos o tres veces quise salir para ir a dar en el pueblo, y jamás acerté a dar en el camino aunque estaríamos tan cerca del pueblo que casi oíamos hablar la gente dél; y así fue forzado esperar a que amaneciese, y fuimos tan a buen tiempo, que los tomamos a todos durmiendo.Yo había mandado que nadie entrase en casa ni diese voz, sino que cercásemos estas casas más principales, en especial la del señor, y una grande atarazana en que nos habían dicho aquellas guías que dormía toda la gente de guerra; y quiso Dios y nuestra dicha que la primera casa con que fuimos a topar fue aquella donde estaba la gente de guerra; y como hacía ya claro que todo se veía, uno de los de mi compañía, que vido tanta gente y armas, pare- cióle que era bien, según nosotros éramos pocos, y a él le parecían los contrarios muchos, aunque estaban durmiendo, que debía de invocar algún auxilio; e así co- menzó a grandes voces a decir “Santiago, Santiago”; a las cuales los indios recor- daron, y dellos acertaron a tomar las armas y dellos no; y como la casa donde es- taban no tenía pared ninguna por ninguna parte, sino sobre postes armado el teja- do, salían por donde querían, porque no la pudimos cercar toda; y certifico a vues- tra majestad que si aquél no diera aquellas voces todos se prendieran sin se nos ir uno, que fuera la más hermosa cabalgada que nunca se vido en estas partes, y aun pudiera ser causa de mi venida a aquellas partes, y asegurándolos, y viendo que no les hacíamos mal, antes los soltábamos teniéndolos presos, pudiera ser que se hiciera mucho fruto; y así fue al revés. Prendimos hasta quince hombres y hasta veinte mujeres, y murieron otros diez o doce que no se dejaron prender, entre los cuales murió el señor sin ser conocido, hasta que después de muerto me lo mostra- ron los presos. Tampoco en este pueblo hallamos cosa que nos aprovechase; por- que aunque hallábamos maíz verde, no era el bastimento que veníamos a buscar. En este pueblo estuve dos días por que la gente descansase, y pregunté a los indios que allí se prendieron si sabían de algún pueblo adonde hobiese bastimento de ma- íz seco, y dijéronme que sí, que ellos sabían un pueblo que se llamaba Chacujal, que era muy gran pueblo y muy antiguo y que era muy abastecido de todo género de bastimentos; y después de haberme estado aquí dos días, partíme, guiándome aquellos indios, para el pueblo que dijeron, y anduve aquel día seis leguas grandes, también de mal camino y de muchos ríos, y llegué a unas muy grandes labranzas, y dijéronme las guías que aquéllas eran del pueblo donde íbamos, y fuimos por TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 333 ellas bien dos leguas por el monte, por no ser sentidos, y tomáronse de leñadores y otros labradores que andaban por aquellos montes a caza ocho hombres, que ven- ían muy seguros a dar sobre nosotros; y como yo llevaba siempre mis corredores delante, tomáronlos sin se ir ninguno; y ya que se quería poner el sol, dijéronme las guías que me detuviese, porque ya estábamos muy cerca del pueblo; y así lo hice, que estuve en un monte hasta que fue tres horas de la noche, y luego co- mencé a caminar, y fue a dar en un río que le pasamos a los pechos, e iba tan recio que fue harto peligroso pasar, sino que con ir asidos todos unos a los otros pasa- mos sin que nadie peligrase; y en pasando el río, me dijeron las guías que el pue- blo estaba ya junto, y hice parar toda la gente, y fui con dos compañías hasta que llegué a ver las casas del pueblo, y aun oírles hablar, y parescióme que la gente es- taba sosegada y que no éramos sentidos, y volvíme a la gente y hícelos que repo- sasen, y puse seis hombres a vista del pueblo de la una parte y de la otra del cami- no, y volvíme a reposar donde la gente estaba; e ya que me recostaba sobre unas pajas, vino una de las escuchas que tenía puestas y díjome que por el camino venía mucha gente con armas, y que venían hablando y como gente descuidada de nues- tra venida; e apercibí la gente lo más paso que yo pude; y como el trecho de allí al pueblo era poco, vinieron a dar sobre las escuchas, y como las sintieron soltaron una rociada de flechas y hicieron mandado al pueblo; y así, se fueron retirando y peleando hasta que entramos en el pueblo, y como hacía oscuro, luego desapare- cieron por entre las calles, y yo no consentí desmandar la gente porque era de no- che y también porque creí que habíamos sido sentidos y que tenían alguna celada; y con mi gente junta salí a una gran plaza donde ellos tenían sus mezquitas y ora- torios, y como vimos las mezquitas y los aposentos alrededor dellas a la forma y manera de Culúa, púsonos más espanto del que traíamos, porque hasta allí, des- pués que pasamos de Aculan, no las habíamos visto de aquella manera; e hubo muchos votos de los de mi compañía en que decían que luego nos tornásemos a salir del pueblo y pasásemos aquella noche el río antes que los del pueblo nos sin- tiesen que éramos pocos y nos tomasen aquel paso; y en verdad no era muy mal consejo, porque todo era razón de temer, según lo que habíamos visto del pueblo; y así estuvimos recogidos en aquella gran plaza gran rato, que nunca sentimos ru- mor de gente, y a mí me pareció que no debíamos salir del pueblo de aquella ma- nera; porque quizá los indios, viendo que nos deteníamos, ternían más temor, y que si nos viesen volver conocerían nuestra flaqueza y nos sería más peligroso; y así plugo a Nuestro Señor que fue, y después de haber estado en aquella plaza muy gran rato, recogíme con la gente a una gran sala de aquellas, y envié algunos que anduviesen por el pueblo, por ver si sentían algo, y nunca sintieron rumor; antes entraron en muchas de las casas dél, porque en todas había lumbre, donde hallaron mucha copia de bastimentos, y volvieron muy contentos y alegres, y así estuvieron allí aquella noche al mejor recaudo que fue posible. Luego que fue de día se buscó todo el pueblo, que era muy bien trazado, y las casas muy juntas y muy buenas, y hallóse en todas ellas mucho algodón hilado y por hilar y ropa hecha de la que ellos usan, buena, e mucha copia de maíz seco y cacao y frísoles, ají y sal, y mu- chas gallinas y faisanes en jaulas, y perdices y perros de los que crían para comer, que son asaz buenos, y todo género de bastimentos; tanto, que si tuviéramos los navíos donde lo pudiéramos meter en ellos, me tuviera yo por harto bien bastecido para muchos días; pero para aprovechar dellos habíamoslos de llevar veinte leguas 334 STELIO CRO

a cuestas, y estábamos tales que nosotros sin otra carga tuviéramos bien que hacer en volver al navío si allí no descansáramos algunos días. Aquel día envié un indio natural de aquel pueblo de los que habíamos prendido por aquellas labranzas, que paresció algo principal, según el hábito en que fue tomado, porque se tomó andan- do a caza con su arco y flechas, y su persona a su manera bien aderezada, y hablé- le con una lengua que llevaba, y díjele que fuese a buscar al señor y gente de aquel pueblo y que les dijese de mi parte que yo no venía a les hacer enojo ninguno, an- tes a les hablar cosas que a ellos mucho les convenía; y que viniesen el señor o al- guna persona honrada del pueblo y que sabrían la causa de mi venida, y que fue- sen ciertos que si viniesen se les seguiría mucho provecho, y por el contrario mu- cho daño; y así, le despaché con una carta mía, porque se aseguraban mucho con ellas en estas partes, aunque fue contra la voluntad de algunos de los de mi com- pañía, diciendo que no era buen consejo enviarle, porque manifestaría la poca gen- te que éramos, y que aquel pueblo era recio y de mucha gente, según paresció de las casas dél; y que podía ser que sabido cuán pocos éramos viniesen sobre noso- tros, que juntasen consigo gentes de otros pueblos; e yo bien vi que tenían razón; mas con deseo de hallar alguna manera para nos poder proveer de bastimentos, creyendo que si aquella gente venía de paz me darían manera para llevar algunos, pospuse todo lo que se me pudiere ofrecer, porque en la verdad no era menos peli- groso el que esperábamos de hambre si no llevábamos bastimentos que el que se nos podía recrecer de venir los indios sobre nosotros, y por esto todavía despaché el indio, y quedó que volvería otro día, porque sabía dónde podría estar el señor y toda la gente. Otro día después que se partió, que era el plazo a que había de venir, andando dos españoles rodeando el pueblo y descubriendo el campo hallaron la carta que le había dado puesta en el camino en un palo, donde teníamos por cierto que no terníamos respuesta, y así fue: que nunca vino el indio, él ni otra persona, puesto que estuvimos en aquel pueblo diez y ocho días descansando y buscando algún remedio, para llevar de aquellos bastimentos; y pensando en esto me pares- ció que sería bien seguir el río de aquel pueblo abajo para ver si entraba en el otro grande que entra en aquellos golfos dulces adonde dejé el bergantín y barcas y ca- noas, y preguntélo a aquellos indios que tenía presos, y dijeron que sí, aunque no los entendíamos bien, ni ellos a nosotros, porque son de lengua diferente de los que hemos visto. Por señas y por algunas palabras que de aquella lengua entendía, les rogué que dos dellos fuesen con diez españoles a mostrarles la salida de aquel río, y ellos dijeron que era muy cerca y que aquel día vovlerían, y así fue: que plu- go a Nuestro Señor que, habiendo andado dos leguas por unas huertas muy hermo- sas de caguatales y otras frutas, dieron en el río grande y dijeron que aquél era el que salía a los golfos donde se había dejado el bergantín y barcas y canoas, y nombráronle por su nombre, que se llama Apolochic; y preguntéles en cuántos días iría desde allí en canoas hasta llegar a los golfos; dijéronme que en cinco días, y luego despaché dos españoles con una guía de aquéllos para que fuesen fuera de camino, porque la guía se me ofresció de los llevar así hasta el bergantín; y mandéles que el bergantín y barcas y canoas llegasen a la boca de aquel gran río, y que trabajasen con la una canoa y barca de subir el río arriba hasta donde salía el otro río; y despachados éstos hice hacer cuatro balsas de madera y cañas muy grandes; cada una llevaba cuarenta hanegas de maíz y diez hombres, sin otras mu- chas cosas de frísoles y ají y cacao, que cada uno de los españoles echaba en ellas; TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 335 y echas ya las balsas, que pasaron bien ocho días en hacellas, y puesto el basti- mento para llevar, llegaron los españoles que había enviado al bergantín, los cua- les me dijeron que había seis días que comenzaron a subir el río arriba y que no habían podido llegar la barca arriba, y que la dejaron cinco leguas de allí con diez españoles que la guardasen, y que con la canoa tampoco habían podido llegar por- que venían muy cansados de remar, pero que quedaba una legua de allí escondida; y que viniendo el río arriba les habían salido algunos indios y peleado con ellos, anque habían sido pocos; pero que creían que para la vuelta que se habían de jun- tar a esperallos. Hice ir luego gente que subiese la canoa a do estaban las balsas, y puesto en ella todo el bastimento que habíamos recogido metí la gente que era menester para guiarnos con unas palancas grandes, para amparar de árboles que había en el río asaz peligrosos, y a la gente que quedó señalé un capitán y mandé que se fuesen por el camino que habíamos traído, y si llegasen primero que yo es- perasen ellos donde habíamos desembarcado, e que yo iría allí a tomarlos, y que si yo llegase primero yo los esperaría; e yo metime en aquella canoa con las balsas con sólo dos ballesteros, que no tenía más. Aunque era el camino peligroso por la gran corriente y ferocidad del río, como porque se tenía por cierto que los indios habían de esperar al paso, quise yo ir allí porque hubiese mejor recaudo; y enco- mendándome a Dios me dejé el río abajo ir, y llevábamos tal andar que en tres horas llegamos donde había quedado la barca, y aun quisimos echar alguna carga en ella por aliviar las balsas. Era tanta la corriente que jamás pudieron parar, e yo metime en la barca, y mandé que la canoa, bien equipada de remeros, fuese siem- pre delante de las balsas para descubrir si hobiese indios en canoas y para avisar de algunos malos pasos, e yo quedé en la barca atrás de todos, aguardando a que pasasen todas las balsas delante, para que si alguna necesidad se les ofreciese los pudiese socorrer de arriba para abajo, mejor que de abajo para arriba; e ya que quería ponerse el sol la una de las balsas dio en un palo que estaba debajo del agua y trastornóla un poco, y la furia del agua la sacó, aunque perdió la mitad de la car- ga; e yendo nuestro camino tres horas ya de la noche, oí adelante gran grita de in- dios, y por no dejar las balsas atrás no me adelanté a ver qué era, y dende a un po- co cesó y no se oyó más. A otro rato tornéla a oír y parescióme más cerca, y cesó, y tampoco pude saber qué cosa era, porque la canoa y las tres balsas iban delante, e yo quedaba con la balsa que no andaba tanto; e yendo ya algo descuidados, por- que había rato que la grita no sonaba, yo me quité la celada que llevaba e me re- costé sobre la mano, porque iba con gran calentura. E yendo así tomónos una furia de una vuelta del río, que por fuerza, sin poderlo resistir, dio con la barca y balsa en tierra, y, según paresció, allí habían sido dadas las gritas que habíamos oído; porque como los indios sabían el río, como criados en él, e nos traían espiados e sabían que forzado la corriente nos había de echar allí, estaban muchos dellos es- perándonos a aquel paso, y como la canoa y balsas que iban delante habían dado donde nosotros después dimos, habíanlos flechado y herido a casi todos, auqnue con saber que veníamos atrás no se hobieron con ellos tan reciamente como des- pués con nosotros, y nunca la canoa nos pudo avisar porque no pudo volver con la corriente; y como nosotros dimos en tierra, alzan muy gran alarido y echan tanta cantidad de flechas y piedras, que nos hirieron a todos, y a mí me hirieron en la cabeza, que no llevaba otra cosa desarmada, y quiso Nuestro Señor que allí era una barranca alta y hacía el río gran hondura, y a esta causa no fuimos tomados, 336 STELIO CRO

porque algunos que se quisieron arrojar a saltar en la balsa y barca con nosotros no les fue bien: que como era noche oscura, cayeron al agua, y creo que escaparon pocos. Fuimos tan presto apartados dellos, con la corriente, que en poco rato casi no los oíamos; y ansí anduvimos casi toda aquella noche, sin hallar mas reencuen- tros sino algunas gritillas que unas veces nos daban de lejos y otras desde las ba- rrancas del río; porque está todo de la una parte y de la otra poblado y de muy hermosas heredades de huertas de cacao y de otras frutas; y cuando amaneció estábamos hasta cinco leguas de la boca del río que sale al golfo, donde nos estaba esperando el bergantín, y llegamos aquel día casi a mediodía; de manera que en un día entero y una noche anduvimos veinte leguas grandes por aquel río abajo; y queriendo descargar las balsas para echar los bastimentos en el bergantín, halla- mos que todo lo más dello venía mojado; y viendo que si no se enjugaba se per- dería todo y nuestro trabajo sería perdido, y no teníamos donde buscar otro reme- dio, hice escoger todo lo enjuto y metílo en el bergantín, y lo mojado echarlo en las dos barcas y dos canoas, y enviélo a más andar al pueblo para que lo enjuga- sen, porque en todo aquel golfo no había dónde, por ser todo anegado; y así se fue- ron, y mandéles que luego volviesen las barcas y canoas a ayudarme a llevar la gente, porque el bergantín y una canoa que quedaba no podían llevar toda la gente; y partidas las barcas y canoas yo me hice a la vela y me fui adonde había de espe- rar la gente que venía por tierra, y esperéla tres días, y a cabo déstos llegaron muy buenos, excepto un español que dijeron haber comido en el camino ciertas hierbas y murió casi súpitamente; trujeron un indio que tomaron en aquel pueblo donde yo les dejé, que venía descuidado, y porque era diferente de los de aquella tierra así en lengua como en hábito le pregunté casi por señas, y porque entre los indios pre- sos se halló uno que le entendía, y dijo ser natural de Teculutlán; y como yo oí el nombre del pueblo, parescióme que lo había oído decir otras veces; y desque lle- gué al pueblo miré ciertas memorias que yo tenía y hallé ser verdad que le había oído nombrar, y paresció por allí no haber de traviesa de donde yo llegué a la otra mar del Sur, adonde yo tengo a Pedro de Albarado, sino setenta y ocho leguas. Porque por aquellas memorias me parescía haber estado españoles de la compañía de Pedro de Albarado en aquel pueblo de Teculutlán, y aun el indio así lo afirma- ba, holgué mucho de saber aquella traviesa.101 Venida toda la gente, porque las barcas no venían allí, gastamos aquel poco de bastimento que había quedado enju- to, e metimos todos en el bergantín con harto trabajo, que no cabíamos, con pen- samiento de atravesar al pueblo donde primero habíamos saltado, porque los mai- zales habíamos dejado muy granados, y había ya más de veinte y cinco días, y de razón habíamos de hallar mucho dello seco para podernos aprovechar; y así fue, y yendo una mañana en mitad del golfo, vimos las barcas que venían, y fuímonos todos juntos allí; y en saltando en tierra, fue toda la gente, españoles como indios nuestros amigos, y más de cuarenta indios de los presos, al pueblo, y hallaron muy buenos maizales, y muchos dellos secos, y no hallaron quien se lo defendiese, y cristianos e indios hicieron aquel día cada tres caminos, porque era muy cerca, con que cargué el bergantín y barcas y fuime con ello al pueblo, y dejé allí toda la gen-

101 Después de la conquista de Tenochtitlán y de su reconstrucción, Cortés se dedicó a explorar la costa occidental, con miras a hallar el pasaje al Pacífico, como afirma en la Carta IV, 112 y reitera aquí, con la referencia a la expedición a Guatemala de Pedro de Alvarado. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 337

te acarreando maíz, y enviéles luego las dos barcas, y otra que había aportado allí de un navío que se había perdido en la costa viniendo a esta Nueva España, y cua- tro canoas, y en ellas se vino toda la gente y trajeron mucho maíz; y fue éste tan gran remedio, que dio bien el fruto del trabajo que costó, porque a faltarnos, todos pereciéramos de hambre, sin tener ningún remedio. Hice luego meter todos aque- llos bastimentos en los navíos, y metíme en ellos con toda la gente que en aquel pueblo había de la de Gil González [de Ávila], que habían quedado conmigo de mi compañía, y me hice a la vela a… días del mes de…,102 y fuime al puerto de la bahía de Sant Andrés, echando primero en una punta toda la gente que pudo andar, con dos caballos que yo había dejado para llevar conmigo en los navíos, para que se fuesen por tierra al dicho puerto y bahía, adonde había de hallar o esperar a la gente que había de venir de Naco,103 porque ya se había andado aquel camino, y en los navíos no podíamos ir sino a mucho peligro porque íbamos muy abalumba- dos, y envié por la costa una barca para que los pasase ciertos ríos que había en el camino,104 y yo llegué a dicho puerto, y hallé que la gente que había de venir de Naco había dos días que era llegada; de los cuales supe que todos los demás esta- ban buenos y que tenían mucho maíz y ají y muchas frutas de la tierra, excepto que no tenían carne ni sal, que había dos meses que no sabían qué cosa era; yo es- tuve en este puerto veinte días proveyendo de dar orden en lo que aquella gente que estaba en Naco había de hacer, y buscando algún asiento para poblar en aquel puerto, porque es el mejor que hay en toda la costa descubierta desta Tierra Firme, digo desde las Perlas hasta la Florida; y quiso Dios que le hallé bueno y a propósi- to, y hice buscar ciertos arroyos, y aunque con poco aderezo, se encontró a una y a dos leguas del asiento del pueblo buena muestra de oro; y por esto y por ser el puerto tan hermoso y por tener tan buenas comarcas y tan poblado, parescióme que vuestra majestad sería muy servido en que se poblase, y luego envié a Naco, donde la gente estaba, a saber si había algunos que allí quisiesen quedar por veci- nos; y como la tierra es buena, halláronse hasta cincuenta y aun algunos y los más de los vecinos que habían ido en mi compañía; y así, en nombre de vuestra majes- tad fundé allí una villa que, por ser el día en que se empezó a talar el asiento, de la Natividad de Nuestra Señora, le puse a la villa aquel nombre, y señalé alcaldes y regidores, y dejéles clérigos y ornamentos y todo lo necesario para celebrar, y dejé oficiales mecánicos, así como herrero con muy buena fragua, y carpintero y cala- fate y barbero y sastre; quedaron entre estos vecinos veinte de caballo y algunos ballesteros; dejéles también cierta artillería y pólvora. Cuando a aquel pueblo lle- gué y supe de aquellos españoles que habían venido de Naco que los naturales de

102 Considerando que Cortés se refiere, un poco más adelante, a la fundación de la villa de la Na- tividad de Nuestra Señora en honor del día del nacimiento de la Virgen María, o sea el 8 de septiem- bre, podemos calcular que el mes de esta fecha sea el de agosto, a mediados del mes y el año debe ser 1525, pues más adelante en esta misma carta, se refiere a la fecha de abril de 1526. 103 Naco, hoy cerca de San Pedro, en el noreste de Honduras, cerca del límite con Guatemala, borde que en tiempos de Cortés no existía pues toda la region pertenecía a la Nueva España. Las divisiones administrativas coloniales vinieron luego y, con las guerras de independencia, desde 1821, los límites territoriales de las repúblicas de América Central se han modificado. 104 Uno de esos ríos es el Polochic, que ya hemos descrito, y cuya boca termina en el mar Caribe, al sureste de Guatemala. 338 STELIO CRO

aquel pueblo y de los otros a él comarcanos estaban todos alborotados y fuera de sus casas por las sierras y montes, que no se querían asegurar, aunque habían hablado a algunos dellos, por el temor que tenían de los daños que habían recebido de la gente [que] Gil González y Cristóbal de Olid llevaron, escribí al capitán que allí estaba que trabajase mucho de haber algunos dellos, de cualquier manera que fuese, y me los enviase para que yo los hablase y asegurase; y así lo hizo, que me envió ciertas personas que tomó en una entrada que hizo, e yo les hablé e aseguré mucho, y hice que les hablasen algunas personas principales de los de aquí de Méjico (sic), que yo conmigo llevé, e les hicieron saber quién yo era y lo que hab- ía hecho en su tierra y el buen tratamiento que de mí todos recebían después que fueron mis amigos, y cómo eran amparados y mantenidos en justicia ellos y sus haciendas e hijos y de vuestra majestad, y otras muchas cosas que les dijeron, de que se aseguraron mucho; aunque todavía me dijeron que tenían temor que no ser- ía verdad lo que les decían, porque aquellos capitanes que antes de mí habían ido les habían dicho aquellas palabras y otras que después les habían mentido y les habían llevado las mujeres que ellos daban para que les hiciesen pan, y los hom- bres que les traían para que les llevasen sus cargas, y que así creían que haría yo; pero todavía, con la seguridad de aquellos de Méjico (sic) les dieron y la lengua que yo conmigo traía, y como les vieron a ellos bien tratados y alegres de nuestra compañía, se aseguraron algún tanto, y los envié para que hablasen a los señores y gente de los pueblos, y de ahí a pocos días me escribió el capitán que ya había[n] venido de paz algunos de los pueblos comarcanos, en especial los más principales, que son aquel de Naco, donde están aposentados, y Quimistlán e Sula y Cholome, que el que menos déstos tiene por más de dos mil casas, sin otras aldeas que cada uno tiene subjectas a sí, e que habían dicho que luego vernía toda la tierra de paz, porque ya ellos les habían enviado mensajeros asegurándolos y haciéndoles saber cómo yo estaba en la tierra, y todo lo que yo les había dicho e habían oído a los naturales de Méjico (sic), y que deseaban mucho que yo fuese allá, porque yendo yo se aseguraría más la gente; lo cual yo hiciera de buena voluntad, sino que me era muy necesario pasar adelante a dar orden en lo que en este capítulo siguiente a vuestra majestad haré relación (Carta V, 135-139).

En esta sección de la Carta V, Cortés, al oír el nombre del pueblo de Teculutlán, declara que fue a ver unas notas sobre el mismo, porque estaba seguro que ya lo había visto. Así pudo calcular la distancia que de allí le separaba de su lugartenien- te Pedro de Alvarado, que en esos momentos se encontraba en Guatemala, al noro- este, a unas setenta y ocho leguas, sobre el océano Pacífico. Esta carta, más que otras, contiene descripciones de navegaciones en ríos inexplorados, como el Polo- chic, en una región al norte de Honduras; la corriente rápida de este río hace que las cuatro balsas en que Cortes trae víveres y pertrechos y sobre las que navegan sus cuarenta hombres, distribuidos en grupos de diez por balsa, tengan dificultad en salvar los escollos que sobresalen en el lecho del río y los gruesos troncos de árbo- les que flotan con gran rapidez en las aguas. Para hacer esta navegación más peli- grosa, y a pesar de la obscuridad de la noche, los indios hostiles disparan flechas TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 339 con sus arcos y piedras con sus hondas, hiriendo a todos los tripulantes de las bal- sas, incluyendo a Cortés que distraídamente se ha quitado el casco por padecer fiebre. El peligro es aún mayor cuando las balsas llegan a un codo del río donde la corriente las arrastra contra la orilla, pues allí los indios, que están al asecho allí, tratan de arrancar a los tripulantes de las balsas, pero, gracias a la obscuridad, cuando saltan en el agua la corriente se los lleva. Varios episodios de esta explora- ción en Honduras describen por primera vez para el público europeo el hombre blanco que se enfrenta a los elementos que en el nuevo mundo adquirieron propor- ciones no experimentadas antes, como los ríos caudalosos con corrientes rápidas que atravesaban territorios hostiles, donde el hombre estaba expuesto a ser blanco de las saetas y las hondas de los indios. Cortés, además de una narración histórica fundacional, nos ha dejado muchas páginas que se leen aún hoy con placer y sus- pense, por las aventuras de los conquistadores. Su obra se debe considerar entre los iniciadores de un género de literatura de aventuras que floreció sobre todo en los siglos XVIII y XIX y que, en tiempos más modernos, la industria cinematográfica hollywoodiana ha enriquecido con las historias de la conquista del oeste norteame- ricano. Otro aspecto importante de esta carta es la atención que Cortés dedica a la fundación de la villa de la Natividad de Nuestra Señora, cerca del río Polochic. Después de consultar con su gente, Cortés los reúne, hombres, mujeres, europeos e indios, y, actuando en la mejor tradición de los pioneros que enriquecen las histo- rias del género de aventuras, nos cuenta: “señalé alcaldes y regidores y dejéles clérigos y ornamentos y todo lo necesario para celebrar, y dejé oficiales mecánicos, así como herreros con muy buena fragua, y carpintero y calafate y barbero y sastre; quedaron entre estos vecinos veinte de caballo y algunos ballesteros y dejéles tam- biés cierta artillería y pólvora”.

La saga de Cristóbal de Olid y la conquista de Honduras

Cuando yo, invictísimo César, llegué a aquel pueblo de Nito, donde hallé aquella gente de Gil González perdida, supe dellos que Francisco de las Casas, a quien yo envié a saber de Cristóbal de Olid, como ya a vuestra majestad por otras le he hecho saber, hasta dejado sesenta leguas de allí la costa abajo, en un puerto que los pilotos llaman de las Honduras, ciertos españoles y que cierto estaban allí poblados, y luego que llegué a este pueblo y bahía de Sant Andrés, donde en nom- bre de vuestra majestad está fundada la villa de la Natividad de Nuestra Señora, en tanto que yo me detenía en dar orden en la población y fundamento della, y en dar asimismo orden al capitán y gente que estaba en Naco de lo que habían de hacer para la pacificación y seguridad de aquellos pueblos, envié al navío que yo com- pré, para que fuese al dicho puerto de Honduras a saber de aquella gente y volvie- se con la nueva que hallase; e ya que en las cosas de allí yo había dado orden, lle- gó el dicho navío de vuelta, y vinieron en él el procurador del pueblo y un regidor 340 STELIO CRO

que rogaron mucho que yo fuese a remediarlos porque tenían muy extrema nece- sidad, a causa que el capitán que Francisco de las Casas les había dejado, y un al- calde, que él asimismo dejó nombrados, se habían alzado con un navío y llevádo- les, de ciento e diez hombres, los cincuenta que eran, e a los que habían quedado les habían llevado las armas y herraje y todo cuanto tenían, e que temían cada día que los indios los matasen, o de morirse de hambre por no lo poder buscar, y que un navío que un vecino de la isla Española, que se dice el bachiller Pedro Moreno, traía aportó allí, e le rogaron que les proveyese, e que no había querido, como sa- bría más largamente después que fuese al dicho su pueblo; y por remediar esto me torné a embarcar en los dichos navíos con todos aquellos dolientes, aunque ya al- gunos eran muertos, para los enviar dende allí, como después los envié, a las islas y a esta Nueva España, metí conmigo algunos criados míos, y mandé que por tie- rra se viniesen veinte de caballo y diez ballesteros, porque supe que había buen camino, aunque había algunos ríos de pasar, y estuve en llegar nueve días, porque tuve algunos contrastes de tiempo; y echando el ancla en el dicho puerto de Hon- duras, salté en una barca con dos frailes de la orden de Sant Francisco, que conmi- go siempre he traído, y con hasta diez criados míos, y fui a tierra, e ya toda la gen- te del pueblo estaba en la plaza esperándome, y como llegué cerca, entraron todos en el agua, y me sacaron de la barca en peso, mostrando mucha alegría con mi ve- nida, y juntos nos unimos al pueblo y a la iglesia que allí tenían: y después de haber dado gracias a Nuestro Señor me rogaron que me sentase, porque me quer- ían dar cuenta de todas las cosas pasadas, porque creían que yo ternía enojo dellos por alguna mala relación que me hobiesen hecho, y que querían hacerme saber la verdad antes que por aquella los juzgase; y yo lo hice como me lo rogaron; y co- menzada la relación por un clérigo que allí tenían, a quien dieron la mano que hablase, propuso en la manera que se sigue: “Señor: ya sabéis cómo desde la Nueva España enviaron a todos o los más de los que aquí estamos con Cristóbal de Olid, vuestro capitán, a poblar en nombre de su majestad estas partes, y a todos nos mandastes que obedesciésemos a el dicho Cristóbal de Olid en todo lo que nos mandase, como a vuestra persona, y así sali- mos con él para ir a la isla de Cuba a acabar de tomar algunos bastimentos y caba- llos que nos faltaban, y llegados a La Habana, que es un puerto de la dicha isla, se carteó con Diego Velázquez, y con los oficiales de su majestad que en aquella isla residen, y le enviaron alguna gente, y después de bastecidos de todo lo que hobi- mos menester, que nos lo dio muy cumplidamente Alonso de Contreras, vuestro criado, nos partimos y seguimos nuestro viaje. Dejadas algunas cosas que nos acaecieron en el camino, que serían largas de contar, llegamos a esta costa, catorce leguas abajo del puerto de Caballos, y luego como saltamos en tierra, el dicho ca- pitán Cristóbal de Olid tomó la posesión della por vuestra merced, en nombre de su majestad, y fundó en ella una villa con los alcaldes y regidores que de allá ven- ían, y hizo ciertos autos así en la posesión como en la población de la villa, todos en nombre de vuestra merced, y como su capitán y teniente, y de allí a algunos dí- as juntóse con aquellos criados de Diego Velázquez que con él vinieron, y hizo allá ciertas formas, en que luego se mostró fuera de la obediencia de vuestra mer- ced; y aunque a algunos nos paresció mal, o a los más, no le osábamos contradecir porque amenazaban con la horca; antes dimos consentimiento a todo lo que él qui- so, y aun ciertos criados y parientes de vuestra merced que con él vinieron hicie- TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 341 ron lo mesmo, porque no osaron hacer otra cosa ni les cumplía; y hecho esto, por- que supo que cierta gente del capitán Gil González de Ávila había de ir donde él estaba, que lo supo de seis hombres mensajeros que le prendió, se fue a poner en un paso de un río por donde habían de pasar, para los prender, y estuvo allí algu- nos días esperándolos; y como no venían dejó allí recaudo con un maestro de campo, y él volvió al pueblo, y comenzó a aderezar dos carabelas que allí tenía, y metió en ellas artillería y munición para ir sobre un pueblo de españoles que el di- cho capitán Gil González tenía poblado, la costa arriba; y estando aderezando su partida llegó Francisco de las Casas con dos navíos; y como supiera que era él, mandó que le tirasen con el artillería que tenía en las naos; y puesto que el dicho Francisco de las Casas alzó banderas de paz y daba voces diciendo que era de vuestra merced, todavía mandó que no cesasen de tiralle, y surto, le tiraron diez o doce tiros, en que el uno dio por un costado del navío, que pasó de la otra parte; y como el dicho Francisco de las Casas conosció su mala intención y paresció ser verdad la sospecha que dél se tenía, y echó las barcas fuera de los navíos, e gente en ellas, y comenzó a jugar con su artillería, y tomó los dos navíos que estaban en el puerto, con toda la artillería que tenían, y la gente salióse huyendo a tierra; y tomados los navíos, luego el dicho Cristóbal de Olid comenzó a mover partidos con él, no con voluntad de cumplir nada, sino por detenelle hasta que viniese la gente que había dejado aguardando para prender a los de Gil González, creyendo de engañar al dicho Francisco de las Casas; y el dicho Francisco de las Casas, con buena voluntad hizo todo lo que él quería; y así, estuvo con él en los tratos, sin concluir cosa, hasta que vino un tiempo muy recio; y como allí no era puerto, sino costa brava, dio con el navío del dicho Francisco de las Casas a la costa, y ahogá- ronse treinta y tantos hombres y perdióse cuanto traían. Él y todos los demás esca- paron en carnes y tan maltratados de la mar que no se podían tener, y Cristóbal de Olid los prendió a todos, y antes que entrasen en el pueblo los hizo jurar sobre unos Evangelios que le obedecerían y ternían por su capitán y nunca serían contra él. Estando en esto, vino la nueva cómo su maestre de campo había prendido cin- cuenta y siete hombres que íban con un alcalde mayor del dicho Gil González de Ávila, y que después los habían tornado a soltar, y ellos se habían ido por una par- te y él por otras; desto recibió mucho enojo, y luego se fue la tierra adentro a aquel pueblo de Naco, que ya otra vez él había estado en él, y llevó consigo al dicho Francisco de las Casas y a algunos que con él prendió, y otros dejó allí en aquella villa con un su lugarteniente e un alcalde, e muchas veces el dicho Francisco de las Casas le rogó en presencia de todos que le dejase ir adonde vuestra merced es- taba, a darle cuenta de lo que había acaescido, o que pues no le dejaba, que le hobiese a buen recaudo y que no se fiase dél, e nunca jamás le quiso dar licencia. Después de algunos días supo que el capitán Gil González de Ávila estaba con po- ca gente en un puerto que se dice Cholome, y envió allá cierta gente, y dieron so- bre él de noche, y prendiéronle a él y los que con él estaban, y trajéronselos pre- sos, y allí los tuvo a ambos capitanes muchos días sin los querer soltar, aunque muchas veces se lo rogaron, e hizo jurar a toda la gente del dicho Gil González que le ternían por capitán, de la manera que había hecho a los de Francisco de las Casas; y muchas veces, después de preso el dicho Gil González, le tornó a decir el dicho Francisco de las Casas en presencia de todos que los soltase, si no, que se guardase dellos, que lo habían de matar, y nunca jamás quiso; hasta que, viendo ya 342 STELIO CRO

su tiranía tan conoscida, estando una noche hablando en una sala todos tres, y mu- cha gente con ellos, sobre ciertas cosas, le asió por la barba, y con un cuchillo de escribanías, que otra arma no tenía, con que se andaba cortando las uñas paseán- dose, le dio una cuchillada diciendo: “Ya no es tiempo de sufrir más este tirano.” Y luego saltó con él el dicho Gil Gonález y otros criados de vuestra merced, y to- maron las armas a la gente que tenían de su guarda y a él le dieron ciertas heridas, y al capitán de la guardia y al alférez y al maestro de campo y otras gentes que acudieron de su parte los prendieron luego y tomaron las armas, sin haber ninguna muerte, y el dicho Cristóbal de Olid, con el ruido, se escapó huyendo y se escon- dió, y en dos horas los dos capitanes tenían apaciguada la gente y presos a los principales de sus secuaces, y hicieron dar un pregón que quien supiese de Cristó- bal de Olid lo viniese a decir, so pena de muerte; y luego supieron dónde estaba, y le prendieron y pusieron a buen recaudo, y otro día por la mañana, hecho su pro- ceso contra él, ambos los capitanes juntamente los sentenciaron a muerte, la cual ejecutaron en su persona cortándole la cabeza, y luego quedó toda la gente muy contenta viéndose en libertad, y mandaron pregonar que los que quisiesen quedar a poblar la tierra lo dijesen, y los que quisiesen irse fuera della, asimismo; y hallá- ronse ciento y diez hombres que dijeron que querían poblar, y los demás todos di- jeron que se querían ir con Francisco de las Casas y Gil González, que iban adon- de vuestra merced estaba; y había entre éstos veinte de caballo, y desta gente fui- mos los que en esta villa estamos, y luego el dicho Francisco de las Casas nos dio todo lo que hobimos menester, y nos señaló un capitán, y nos mandó venir a esta costa y que en ella poblásemos por vuestra merced en nombre de su majestad, y señaló alcaldes y regidores y escribano y procurador del concejo de la villa, y al- guacil, y mandónos que se nombrase la villa de Trujillo, y prometiónos y dio su fe como caballero que él haría que vuestra merced nos proveyese muy brevemente de más gente y armas y caballos y bastimentos y todo lo necesario para apaciguar la tierra, y dionos dos lenguas, una india y un cristiano, que muy bien la sabían; y así, partimos dél para venir a hacer lo que él nos mandó; y para que más breve- mente vuestra merced lo supiese, despachó un bergantín porque por la mar llegaría más aína la nueva y vuestra merced nos proveería más presto y llegados al puerto de Sant Andrés o de Caballos, hallamos allí una carabela que había venido de las islas, y porque allí en aquel puerto no nos pareció que había aparejo para poblar y teníamos noticia deste puerto, fletamos la dicha carabela para traer en ella el farda- je, y metímoslo todo, y metióse con ello el capitán, y con él cuarenta hombres, y quedamos por tierra todos los de caballo y la otra gente, sin traer más de sendas camisas, por venir más livianos y desembarazados por si algo nos acaeciese por el camino; y el capitán dio su poder a uno de los alcaldes, que es el que aquí está, a quien mandó que obedeciésemos en su ausencia, porque el otro alcalde se iba con él en la carabela; y así, nos partimos los unos de los otros para nos venir a juntar a este puerto, y por el camino se nos ofrecieron algunos reencuentros con los natura- les de la tierra, y nos mataron dos españoles y algunos de los indios que traíamos de nuestro servicio. Llegados a este puerto harto destrozados y desherrados los ca- ballos, pero alegres creyendo hallar al capitán y nuestro fardaje y armas, que hab- íamos enviado en la carabela, e no hallamos cosa ninguna; que nos fue harta fati- ga, por vernos así desnudos y sin armas y sin herraje, que todo nos lo había lleva- do el capitán en la carabela, y estuvimos con harta perplejidad, no sabiendo qué TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 343 nos hacer. En fin acordamos esperar el remedio de vuestra merced, porque le ten- íamos por muy cierto, y luego asentamos nuestra villa, y se tomó la posesión de la tierra por vuestra merced en nombre de su majestad, y así se asentó por auto, co- mo vuestra merced lo verá, ante el escribano del cabildo, y desde ahí a cinco o seis días amanesció en este puerto una carabela surta bien dos leguas de aquí, y luego fue el alguacil en una canoa allá a saber qué carabela era, y trájonos nueva cómo era un bachiller Pedro Moreno, vecino de la isla Española, que venía, por mandato de los jueces que en la dicha isla residen, a estas partes a entender en ciertas cosas entre Cristóbal de Olid y Gil González, y que traía muchos bastimentos y armas en aquella carabela, y que todo era de su majestad. Fuimos todos muy alegres con es- ta nueva, y dimos muchas gracias a Nuestro Señor, creyendo que éramos remedia- dos de nuestra necesidad, y luego fue allá el alcaide y los regidores y algunos de los vecinos para les rogar que nos proveyese y contarle nuestra necesidad; y como allá llegaron púsose su gente armada en la carabela, y no consintió que ninguno entrase dentro; y cuando mucho se acabó con él, fue que entrasen cuatro o cinco sin armas, y así entraron, y ante todas cosas le dijeron cómo estaban aquí poblados por vuestra merced en nombre de su majestad, y que a causa de habérsenos ido en una carabela el capitán con todo lo que teníamos estábamos con muy gran necesi- dad, así de bastimentos, armas, herrajes, como de vestidos y otras cosas, y que pues Dios le había traído allí para nuestro remedio y lo que tenía era de su majes- tad, que le rogábamos y pedíamos nos proveyese, porque en ello se serviría su ma- jestad, y demás nosotros nos obligaríamos a pagar todo lo que nos diese; y él nos respondió que él no venía a proveernos ni nos daba cosa de lo que traía si no se lo pagásemos luego en oro o le diésemos esclavos de la tierra en precio. Y dos mer- caderes que en el navío venían, y un Gaspar Troche, vecino de la isla de San Juan, le dijeron que nos diese todo lo que le pediésemos y que ellos se obligarían de lo pagar al plazo que quisiese, hasta en cinco o seis mil castellanos, pues sabía que eran abonados para lo pagar, y que ellos querían hacer esto, porque en ello servían a su majestad, y tenían por cierto que vuestra merced se lo pagaría, demás de agradecérselo; e ni por esto nunca jamás quiso darnos la menor cosa del mundo; antes nos dijo que nos fuésemos con Dios, que él se quería ir; y así, nos echó fuera de la carabela, y echó fuera tras nosotros a un Juan Ruano que traía consigo, el cual había sido el principal movedor de la traición de Cristóbal de Olid, y que habló secretamente al alcaide y a los regidores y a algunos de nosotros, y nos dijo que si hiciésemos lo que él nos dijese que él haría que el bachiller nos diese todo lo que hobiésemos menester, y aun que haría con los jueces que residen en la Es- pañola que no pagásemos nada de lo que él nos diese, y que él volvería a la Espa- ñola y haría a los dichos jueces que nos proveyesen de gente, caballos, armas y bastimentos y de todo lo necesario, y que volvería el dicho bachiller muy presto con todo esto y con poder de los dichos jueces para ser nuestro capitán; y pregun- tado qué era lo que habíamos de hacer, dijo que ante todas las cosas reponer los oficios reales que tenía el alcaide y los regidores y tesorero y contador y veedor que habían quedado en nombre de vuestra merced, y pedir al dicho bachiller que nos diese por capitán al dicho Juan Ruano, y que queríamos estar por los jueces y no por vuestra merced; y que todos formásemos este pedimento y jurásemos de obedecer y tener al dicho Juan Ruano por nuestro capitán y que si alguna gente o mandado de vuestra merced viniese que no le obedeciésemos, y que si en algo se 344 STELIO CRO

pusiese que lo resistiésemos con mano armada. Nosotros le respondimos que no se podía hacer porque habíamos jurado otra cosa, y que nosotros por su majestad estábamos y por vuestra merced en su nombre, como su capitán y gobernador, y que no haríamos otra cosa. El dicho Juan Ruano nos tornó a decir que termináse- mos de lo hacer o dejarnos morir, que de otra manera que el bachiller no nos daría ni un jarro de agua, y que supiésemos cierto que en sabiendo que no lo queríamos hacer se iría y nos dejaría así perdidos; por eso, que mirásemos bien en ello. Y así, nos juntamos, y constreñidos de gran necesidad acordamos de hacer todo lo que él quisiese, por no morirnos o que los indios no nos matasen, estando, como estába- mos, desarmados; y respondimos al dicho Juan Ruano que nosotros éramos con- tentos de hacer todo lo que él decía; y con esto se fue a la carabela, y salió el dicho bachiller en tierra con mucha gente armada, y el dicho Juan Ruano ordenó el pe- dimento para que le pidiésemos por nuestro capitán, y todos o los más lo firmamos y le juramos, y el alcaide y regidores, tesorero y contador y veedor dejaron sus oficios, y quitó el nombre a la villa y le puso la villa de la Ascensión, y hizo cier- tos autos como quedábamos por los jueces y no por vuestra merced, y luego nos dio todo cuanto le pedimos, y hizo una entrada, y trujimos cierta gente, los cuales se herraron por esclavos y él se los llevó; y aunque no quiso que se pagase dellos quinto a su majestad y mandó que para los derechos reales no hobiese tesorero ni contador ni veedor, sino que el dicho Juan Ruano, que nos dejó por capitán, lo to- mase todo en sí, sin otro libro ni cuenta ni razón; y así, se fue, dejándonos por ca- pitán al dicho Juan Ruano, y dejándonos cierta forma de requerimiento que hiciese si alguna gente de vuestra merced aquí viniese, y prometiónos que muy presto volvería con mucho poder que nadie bastase a resistille; y después dél ido, viendo nosotros que lo hecho no convenía a servicio de su majestad y que era dar causa a más escándalos de los pasados, prendimos al dicho Juan Ruano y lo enviamos a las islas, y el alcaide y regidores tornaron a usar sus oficios como de primero; y así hemos estado y estamos por vuestra merced en nombre de vuestra majestad; y os pedimos, señor, que las cosas pasadas con Cristóbal de Olid nos perdonéis, porque también fuimos forzados como estotra.” Yo les respondí que las cosas pasadas con Cristóbal de Olid yo se las perdo- naba en nombre de vuestra majestad, y que en lo que agora habían hecho no ten- ían culpa, pues por necesidad habían sido constreñidos; y que de aquí adelante no fuesen autores de semejantes novedades ni escándalos, porque dello vuestra majestad se deserviría y ellos serían castigados por todo. Y porque más cierto creyesen que las cosas pasadas yo olvidaba y que jamás ternía memoria dellas, antes en nombre de vuestra majestad los ayudaría y favorescería en lo que pu- diese, haciendo ellos lo que deben como leales vasallos de vuestra majestad, que yo en su real nombre les confirmaba los oficios de alcaldías y regimientos que Francisco de las Casas, en mi nombre, como mi teniente, les había dado: de que ellos quedaron muy contentos, y aun harto sin temor que les serían demandadas sus culpas. Y porque me certificaron que aquel bachiller Moreno vernía muy presto con mucha gente y despachos de aquellos jueces que residen en la isla Española, por entonces no me quise apartar del puerto para entrar la tierra aden- tro; pero informado de los vecinos, supe de ciertos pueblos de los naturales de la tierra, que están a seis y a siete leguas desta villa, y dijéronme que habían habi- do con ellos ciertos reencuentros yendo a buscar de comer, y que algunos dellos TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 345

parescía que si tuvieran lengua con que se entender con ellos se apaciguaran, porque por señas habían conoscido dellos buena voluntad: aunque ellos no les habían hecho buenas obras, antes, salteándolos, les habían tomado ciertas muje- res y muchachos, las cuales aquel bachiller Moreno había herrado por esclavos y llevádolos en su navío; de que Dios sabe cuánto me pesó, porque conoscí el gran daño que de allí se seguiría; y en los navíos que envié allá lo escrebí a aquellos jueces, y les envié muy larga probanza de todo lo que aquel bachiller en esta vi- lla había hecho, y con ella una carta de justicia, requiriéndole de parte de vuestra majestad me enviasen aquí aquel bachiller preso y a buen recaudo, y con él a to- dos los naturales desta tierra que había llevado por escalvos, pues había sido de hecho contra todo derecho como verían por la probanza que dello les enviaba. No sé lo que harán sobre ello; lo que me respondieren haré saber a vuestra ma- jestad (Carta V, 139-142).

En esta sección Cortés cita a un clérigo de la villa del Nacimiento de Nuestra Señora que da una relación detallada de la rebelión de Cristóbal de Olid y de su muerte, a manos de Francisco de las Casas y Gil González de Ávila y del papel que el gobernador de Cuba Diego Velázquez había tenido en la rebelión de Olid contra Cortés. Después de la muerte de Olid, Fraqncisco de Las Casas y Gil González ayudan a unos ciento diez hombres a fundar la villa de Trujillo, para los cuales el capitán designado decide cargar el bastimento y las armas en la carabela, con unos cuarenta hombres y, después de concordar cita en un puerto, donde deberá surgir la villa de Trujillo, sale al mar sin mantener su palabra. Los sobrevivientes de la ex- pedición de Olid temen perecer de hambre, o a manos de los indios, por no poderse defender. En esta situación desesperada llega una carabela, al mando del bachiller Pedro Moreno. Pero en vez de socorrer a los sobrevivientes extenuados y enfermos, Moreno les impone como capitán un tal Ruano, hombre cruel y tiránico, que se aprovecha de los sobrevivientes, obligándolos a ser sus esclavos y a cazar indios para llevarlos a Moreno. Cansados de esa nueva tiranía, los sobrevivientes prenden a Ruano y lo envían en grillos a las islas. Cortés, se apiada de ellos y envía varios barcos a buscar bastimentos y pertrechos para los sobrevivientes de Trujillo, sal- vando también esa nueva colonia en Honduras.

Apología de la expedición a Honduras de 1524 a 1526

Pasados dos días después que llegué a este puerto y villa de Trujillo envié un español que entiende la lengua, y con él tres indios de los naturales de Culúa, a aquellos pueblos que los vecinos me habían dicho, e informé bien al español e in- dios de lo que habían de decir a los señores y naturales de los dichos pueblos, en especial hacerles saber cómo era yo el que era venido a estas partes, porque a cau- sa del mucho trato en muchas dellas tienen de mí noticia y de las cosas de Méjico (sic), por vía de mercaderes; y a los primeros pueblos que fueron fue uno que se 346 STELIO CRO

dice Champagua y a otro que se dice Papayeca, que están siete leguas de aquella villa, e dos leguas al uno del otro. Son pueblos muy principales, según después ha parescido; porque el de Papayeca tiene diez y ocho pueblos subjectos y el de Champagua diez; y quiso Nuestro Señor, que tiene especial cuidado, según cada día vemos por experiencia, de hacer las cosas de vuestra majestad, que oyeron la embajada con mucha atención, y enviaron con aquellos mensajeros otros suyos pa- ra que viesen más por entero si era verdad lo que aquellos les habían dicho; y ve- nidos, yo los rescebí muy bien y di algunas cosillas, y los torné a hablar con la lengua que yo conmigo llevé. Porque la de Culúa y ésta es casi una,105 excepto que difieren en alguna pronunciación y en algunos vocablos, y les torné a certifi- car lo que de mi parte se les había dicho, y les dije otras cosas que me paresció convenían para su seguración, y les rogué mucho que dijesen a sus señores que me viniesen a ver; y con esto se despidieron de mí muy contentos. Y dende a cinco días vino de parte de los de Champagua una persona principal, que se dice Mon- tamal, señor, según paresció, de un pueblo de los subjetos a la dicha Champagua, que se llama Telica; y de parte de los de Papayeca vino otro señor de otro pueblo subjecto, que se llama Cocoatl, su pueblo, Coabata, y trujeron algún bastimento de maíz y aves y algunas frutas; y dijeron que ellos venían de parte de sus señores a que yo les dijese lo que yo quería y la causa de mi venida a aquella su tierra; y que ellos no venían a verme porque tenían mucho temor que los llevasen en los navíos, como habían hecho a cierta gente que los cristianos que primero allí fueron los habían tomado. Yo les dije cuánto a mí me había pesado de aquel hecho; pero que fuesen ciertos que de ahí adelante no le sería hecho agravio; antes yo enviaría a buscar aquellos que los habían llevado y se los haría volver. ¡Plega a Dios que aquellos licenciados no me hagan caer en falta, que gran temor tengo que no me los han de enviar! Antes han de tener forma para disculpar al dicho bachiller Mo- reno, que los llevó: porque no creo yo que él hizo por acá que no fuese por ins- trucción dellos y por su mandado. En respuesta de lo que aquellos mensajeros me preguntaron acerca de la causa de mi ida en aquella tierra, les dije que ya yo creía que ellos tenían noticia cómo había ocho años que yo había venido a la provincia de Culúa, y cómo Muteczuma, señor que a la sazón era de la gran ciudad de Te- nuxtitlán y de toda aquella tierra, informado por mí cómo yo era enviado por vues- tra majestad, a quien todo el universo es subjecto, para ver y visitar estas partes en el real nombre de vuestra excelencia, luego me había recebido muy bien y reco- noscido lo que a vuestra grandeza debía, y que así lo habían hecho todos los otros señores de la tierra; y todas las otras cosas que hacían al caso que acá me habían acaescido, y que porque yo traje mandado de vuestra majestad que viese y visitase toda la tierra, sin dejar cosa alguna, y hiciese en ella pueblos de cristianos para que les hiciesen entender la orden que habían de tener, así para la conservación de sus

105 O sea, el náhuatl. En Honduras Cortés halló que la lengua más difundida era el náhuatl. Hoy la región comprende al oeste y sobre el océano Pacífico, El Salvador, pero en tiempos de la exploración de Cortés, entre 1524 y 1526, esa distinction no existía. En este largo relato contenido en la Carta V, Cortés incluye la fundación del Puerto Cortés, antiguamente Puerto Caballos, en Honduras, en cuya proximidad desembarcó Cristóbal de Olid y allí fundó una villa. Más al este, sobre la misma costa del mar Caribe, Francisco de las Casas fundó, después de la muerte de Olid, la villa de Trujillo, en nom- bre de Cortés. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 347 personas y haciendas como para la salvación de sus ánimas; y que ésta era la causa de mi ida y que fuesen ciertos que della se le había de seguir mucho provecho y ningún daño; y que los que fuesen obedientes a los mandamientos reales de vues- tra majestad habían de ser muy bien tratados y mantenidos en justicia, y los que fuesen rebeldes serían castigados; y otras muchas cosas que les dije a este propósi- to. Y por no dar a vuestra majestad importunidad con largas escripturas, y porque no son de mucha calidad, no las relato aquí. A estos mensajeros di algunas cosillas que ellos estiman, aunque entre nosotros son de poco prescio, y fueron muy ale- gres; y luego volvieron con bastimentos y gente para talar el sitio del pueblo, que era una gran montaña, porque yo se lo rogué cuando se fueron. Aunque los seño- res por entonces no vinieron a verme, yo disimulé con ellos, haciendo que no se me daba nada, y roguéles que ellos enviasen mensajeros a todos los pueblos co- marcanos haciéndoles saber lo que yo les había dicho, y que les rogasen de mi par- te que me viniesen a ayudar a hacer aquel pueblo, e así lo hicieron: que en pocos días vinieron de quince o diez y seis pueblos, digo señoríos, por sí, y todos con muestra de buena voluntad se ofrecieron por súbditos y vasallos de vuestra alteza, y trujeron gente para ayudar a talar el pueblo y bastimentos, con que nos mantu- vimos hasta que vino socorro de los navíos que yo envié a las islas. En este tiempo despaché los tres navíos y otro que después vino, que asimismo compré, y con ellos todos aquellos dolientes que habían quedado vivos; el uno vino a los puertos desta Nueva España, y escrebí en él largo a los oficiales de vuestra majestad que yo dejé en mi lugar, y a todos los concejos, dándoles cuenta de lo que yo por allá había hecho y de la necesidad que había de detenerme yo algún tiempo por aque- llas partes, y rogándoles y encargándoles mucho lo que les había quedado a cargo, y dándoles mi parecer de algunas cosas que convenía; y mandé a este navío que se viniese por la isla de Cozumel, que está en el camino, y trujese de allí ciertos es- pañoles que un Valenzuela, que se había alzado con un navío y robado el pueblo que primero fundó Cristóbal de Olid, allí había dejado aislados, que tenía informa- ción que eran más de sesenta personas; el otro navío, que a la postre compré en la cala, envié a la isla de Cuba, a la villa de la Trinidad, a que cargase de carne y ca- ballos y gente y se viniese con la más brevedad que fuese posible; el otro envié a la isla de Jamaica a que hiciese lo mismo; el carabelón o bergantín que yo hice en- vié a la isla Española, y en él un criado mío, con quien escrebí a vuestra majestad y a aquellos licenciados que en la dicha villa residen; y según después paresció, ninguno destos navíos hizo el viaje que llevó mandado, porque el que iba a Cuba, a la Trinidad, aportó a Guaniguanico, y hubo de ir cinquenta leguas por tierra a la villa de La Habana a buscar carga; y cuando éste vino, que fue el primero, que tru- jo nueva cómo el navío que venía a esta Nueva España había tomado la gente de Cozumel, y que después había dado al través en la isla de Cuba, en la punta que se llama de San Antón o de Corrientes, y que se había perdido cuanto llevaban y se había ahogado un primo mío que se decía Juan de Ávalos, que tenía por capitán dél, y los dos frailes franciscanos que habían ido conmigo, que también venían dentro, y treinta y tantas personas otras, que me llevó por copia; y las que habían salido a tierra habían andado perdidos por los montes sin saber adónde iban, y de hambre se habían muerto casi todos; que de ochenta y tantas personas no habían quedado vivos sino quince, que a dicha aportaron a aquel puerto de Guaniguanico, donde estaba surto aquel navío mío; que allí había una estancia de un vecino de La 348 STELIO CRO

Habana, donde cargó mi navío, porque había muchos bastimentos, y allí se reme- diaron aquellos que quedaron vivos. El otro navío que iba a la Jamaica, y el que iba a la Española, aportaron a la Trinidad, en la isla de Cuba, y allí hallaron el li- cenciado Alonso de Zuazo, que yo dejé por justicia mayor y por uno de los que dejé en la gobernación desta Nueva España, y hallaron un navío en el dicho puer- to, que aquellos licenciados que residen en la isla Española, enviaban a esta Nueva España a certificar de la nueva que allí se decía de mi muerte; y como el navío su- po de mí, mudó su viaje, porque traía treinta y dos caballos y algunas cosas de la pineta, y otros bastimentos, creyendo venderlos mejor donde yo estaba; y en este navío me escribió el dicho licenciado Alonso de Zuazo cómo en esta Nueva Espa- ña había muy grandes escándalos y alborotos entre los oficiales de vuestra majes- tad, y que habían echado fama que yo era muerto, y se habían pregonado por go- bernadores los dos dellos y hecho que los jurasen por tales, y que habían prendido al dicho licenciado Alonso de Zuazo; y que los otros dos oficiales y a Rodrigo de Paz, a quien yo dejé mi casa y hacienda, la cual habían saqueado, y quitado las justicias que yo dejé y puesto otras de su mano, y otras muchas cosas que, por ser largas y porque envío la misma carta original a vuestra majestad donde las man- dará ver, no las expreso aquí. Ya puede vuestra majestad considerar lo que yo sentí destas nuevas, en especial en saber el pago que aquéllos daban a mis servi- cios, dándome por galardón saquearme la casa, aunque fuera verdad que yo fuera muerto; que aunque quieran decir o dar por color que yo debía a vuestra majestad sesenta y tantos mil pesos de oro, no ignoran ellos que no los debo, antes se me deben más de ciento y cincuenta mil otros, que he gastado, e no mal gastado, en servicio de vuestra majestad.106 Luego pensé en el remedio, y parescióme por una parte que yo debía meterme en aquel navío y venir a remediarlo y castigar tan grande atrevimiento; porque ya por acá todos piensan, en viéndose ausentes con un cargo, que si no hacen befa no portan penacho; que también otro capitán que el gobernador Pedro Arias envió allí a Nicaragua está también alzado de su obedien- cia, como adelante daré a vuestra excelencia más larga cuenta desto; por otra parte dolíame el ánima dejar aquella tierra en el estado e coyuntura que la dejaba, por- que era perderse totalmente, y tengo por muy cierto que en ella vuestra majestad ha de ser muy servido y ha de ser otra Culúa; porque tengo noticias de muy gran- des y ricas provincias y de grandes señores en ellas, de mucha manera y servicio, en especial de una que llaman Hueitapalan, y en otra lengua Xucutaco, que ha seis años que tengo noticia della, y por todo este camino he venido en su rastro, y tuve por nueva muy cierta que está ocho o diez jornadas de aquella via de Trujillo, que puede ser cincuenta o sesenta leguas, y désta hay tan grandes nuevas que es cosa de admiración lo que della se dice, que aunque falten los dos tercios hace mucha ventaja a esta de Méjico (sic) en riqueza e iguálale en grandeza de pueblos y mul-

106 Posiblemente, la infeliz expedición a Guatemala y Honduras, con tantas pérdida en vidas humanas y medios, sin una ventaja inmediata aparente, como hubiera sido el descubrimiento de gran- des riquezas a las que el gobierno español se había acostumbrado con la conquista de la Nueva Espa- ña, y consecuencias imprevisibles de episodios de insubordinación, de los que el de Cristóbal de Olid fue el más grave, debió pesar en la decisión del emperador de enviar un juez de residencia, el licen- ciado Ponce de León, de cuya muerte Cortés, aún inocente, se sintió indirectamente responsible y por cuyas sospechas y acusaciones debió defenderse, como veremos más adelante en esta Carta V. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 349

titud de gente y policía della.107 Estando en esta perplejidad, consideré que ningu- na cosa puede ser bien hecha ni guiada si no es por mano del Hacedor y Movedor de todas, y hice decir misas y hacer procesiones y otros sacrificios, suplicando a Dios me encaminase en aquello en que él más se sirviese; y después de hecho esto por algunos días parescióme que todavía debía posponer todas las cosas e ir a re- mediar a aquellos daños; y dejé en aquella villa hasta treinta y cinco de caballo y cincuenta peones, y con ellos por mi lugarteniente a un primo mío que se dice Hernando de Saavedra, hermano del Juan de Ávalos que murió en la nao que ven- ía a esta ciudad; y después de dejarle instrucción y la mejor orden que yo pude de lo que había de hacer, y después de haber hablado a algunos de los señores natura- les de aquella tierra, que ya habían venido a verme, me embarqué en el dicho nav- ío con los criados de mi casa, y envié a mandar a la gente que estaba en Naco que se fuesen por tierra por el camino que fue Francisco de las Casas, que es por la costa del sur, a salir adonde está Pedro de Albarado, porque ya estaba el camino muy sabido y seguro y era gente harta para pasar por donde quisieran; y envié también a la otra villa de la Natividad de Nuestra Señora instrucción de lo que habían de hacer, y embarcado con buen tiempo, teniendo ya la postrera ancla a pi- que, calmó el tiempo de manera que no pude salir, y otro día por la mañana fueme nueva al navío que entre la gente que dejaba en aquella villa había ciertas murmu- raciones de que se esperaban escándalos siendo yo ausente, y por esto y porque no hacía tiempo para navegar torné a saltar en tierra y hobe mi información, y con castigar algunos movedores quedó muy pacífico. Estuve dos días en tierra, que no hubo tiempo para salir del puerto, y al tercero día vino muy buen tiempo, y ter- miné a embarcar y hacer a la vela, y yendo dos leguas de donde partí, que doblaba ya una punta que el puerto hace muy larga, quebróseme la entena mayor, y fue forzado volver al puerto a aderezarla; estuve otros tres días aderezándola, y partí- me con muy buen tiempo otra vez, y anduve con él dos noches y un día, y habien- do andado cincuenta leguas y más dionos tan recio tiempo de Norte, muy contra- rio, que nos quebró el mástil de trinquete por los tamboretes, y fue forzado con harto trabajo volver al puerto, donde llegados, dimos todos muchas gracias a Dios, porque pensamos perdernos, e yo y toda la gente veníamos tan maltratados de la mar que nos fue necesario tomar algún reposo, y en tanto que el tiempo se abo- nanzaba y el navío se aderezaba salí en tierra con toda la gente, y viendo que habiendo salido tres veces a la mar con buen tiempo me había vuelto, pensé que no era Dios servido que aquella tierra se dejase así, y aun pensélo porque algunos de los indios que habían quedado de paz estaban algo alborotados, y torné de nue- vo a encomendarlo a Dios y hacer procesiones y decir misas, y asentóseme que con enviar yo aquel navío en que yo había de venir a esta Nueva España, y en él mi poder para Francisco de las Casas, mi primo, escribir a los concejos y a los ofi- ciales de vuestra majestad reprehendiéndoles su yerro, y enviando algunas perso- nas principales de los indios que conmigo fueron, para que los que acá quedaron creyesen que no era yo muerto, como acá se había publicado, se apaciguaría todo y daría fin a lo que allá tenía comenzado, y así lo proveí, aunque no proveí muchas cosas que proveyera si supiera a aquella sazón la pérdida del navío que había en- viado primero, y dejélo porque en él lo había proveído todo muy cumplidamente y

107 Cortés se refiriría aquí, muy probablemente, al Perú y al imperio de los Incas. 350 STELIO CRO

tenía por cierto que ya estaba muchos días había, en especial el despacho de los navíos de la mar del Sur, que había despachado en aquel navío como convenía. Después de haber despachado este navío para esta Nueva España, porque yo quedé muy malo de la mar, y hasta agora lo estoy, no pude entrar la tierra adentro, y también por esperar a los navíos que habían de venir de las islas, y proveer otras cosas que convenía, envié al teniente que allí dejaba, con treinta de caballo y otros tantos peones, que entrasen en la tierra adentro, y fueron hasta treinta y cinco le- guas de aquella villa por un muy hermoso valle poblado de muchos y muy grandes pueblos, abundoso de todas las cosas que en la tierra hay; muy aparejado para criar en toda ella todo género de ganado y plantar todas y cualesquier plantas de nuestra nación, y sin haber reencuentro con los naturales de la tierra, sino hablán- doles con la lengua y con los naturales de la tierra, que ya teníamos por amigos, los atrajeron todo de paz, y vinieron ante mí más de veinte señores de pueblos principales, y con muestra de buena voluntad se ofrescieron por súbditos de vues- tra alteza, prometiendo de ser obedientes a sus reales mandamientos, y así lo han hecho y hacen hasta agora; que después acá, hasta que yo me partí, nunca había faltado gente dellos en mi compañía, y casi cada día iban unos y venían otros, y traían bastimentos y servían en todo lo que se les mandaba; plega a Nuestro Señor de los conservar y llegar al fin que vuestra majestad desea; e yo así tengo por fe que será; porque de tan buen principio no se puede esperar mal fin sino por culpa de los que tenemos el cargo.108 La provincia de Papayeca y la de Champagua, que dije que fueron las primeras que se ofrecieron al servicio de vuestra majestad y por nuestros amigos, fueron las que cuando yo me embarqué hallé alborotadas, y co- mo yo me volví, tuvieron algún temor, y enviéles mensajeros asegurándoles; y al- gunos de los de Champagua vinieron, aunque no los señores, y siempre tuvieron despoblados sus pueblos de mujeres e hijos y haciendas; aunque en ellos había al- gunos hombres que venían allí a servir, híceles muchos requerimientos sobre que se viniesen a sus pueblos, y jamás quisieron, diciendo hoy mas mañana; y tuve manera como hube a las manos los señores, que son tres, que el uno se llama Chi- cohuytl, y el otro Poto, y el otro Mondoreto; y habidos, prendílos y diles cierto término, dentro del cual les mandé que poblasen sus pueblos y no estuviesen en las sierras, con apercebimiento que no lo haciendo serían castigados como rebel- des; y así, los poblaron, y los solté, y están muy pacíficos y seguros, y sirven muy bien. Los de Papayeca jamás quisieron parescer, en especial los señores, y toda la gente tenían en los montes consigo, despoblados sus pueblos; y puesto que mu- chas veces fueron requeridos, jamás quisieron ser obedientes; envié allá una capi- tanía de gente de caballo y de pie y muchos de los indios consigo naturales de aquella tierra, y saltearon una noche a uno de aquellos señores, que son dos, que se llama Pizacura, y prendiéronle, y preguntado por qué había sido malo y no quería ser obediente dijo que ya se hobiera venido, sino que el otro su compañero, que se llama Mazatl, era más parte con la comunidad, y que éste no consentía; pero que le soltasen a él, y que él trabajaría de espialle para que le prendiesen; y que si le ahorcasen, que luego la gente estaría pacífica y se vernían todos a sus pueblos, porque él los recogería no teniendo contradicción; y así, le soltaron, y fue causa de mayor daño, según ha parescido después. Ciertos indios nuestros amigos, de los

108 Rara autocrítica de un conquistador tan celebrado y admirado. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 351 naturales de aquella tierra, espiaron al dicho Mazatl, y guiaron a ciertos españoles donde estaba, y fue preso; notificáronle lo que su compañero Pizacura había dicho dél, y mandósele que dentro de cierto término trujese la gente a poblar en sus pue- blos y no estuviesen por las sierras, jamás se pudo acabar con él. Hízose contra él proceso, y sentencióse a muerte, la cual se ejecutó en su persona. Ha sido gran ejemplo para los demás; porque luego algunos pueblos que estaban así algo levan- tados se vinieron a sus casas, y no hay pueblo que no esté muy seguro con sus hijos y mujeres y haciendas, excepto este de Papayeca, que jamás se ha querido asegurar. Después que se soltó aquel Pizacura se hizo proceso contra ellos, y hízo- seles guerra y prendiéronse hasta cien personas, que se dieron por esclavos, y en- tre ellos se prendió el Pizacura, el cual no quise sentenciar a muerte, puesto que por el proceso que contra él estaba hecho se pudiera hacer; antes le traje conmigo a esta ciudad con otros dos señores de otros pueblos que también habían andado algo levantados, con intención que viesen las cosas desta Nueva España y tornar- los a enviar para que allá notificasen la manera que se tenía con los naturales de acá y cómo servían, para que ellos lo hiciesen así; y este Pizacura murió de enfer- medad, y los dos que están buenos, los enviaré haciendo oportunidad. Con la pri- sión déste y de otro mancebo que paresció ser el señor natural, y con el castigo de haber hecho esclavos aquellas ciento y tantas personas que se prendieron, se ase- guró toda aquella provincia, y cuando yo de allá partí quedaban todos los pueblos della poblados y muy seguros y repartidos en los españoles, y servían de muy buena voluntad al parescer. A esta sazón llegó a aquella villa de Trujillo un ca- pitán con hasta veinte hombres de los que yo había dejado en Naco con Gonzalo de Sandoval, y de los de la compañía de Francisco Hernández, capitán que Pedro Arias Dávila, gobernador de vuestra majestad, envió a la provincia de Nicaragua, de los cuales supe cómo al dicho pueblo de Naco había llegado un capitán del di- cho Francisco Hernández, con hasta cuarenta hombres de pie y de caballo, que venía a aquel puerto de la bahía de Sant Andrés a buscar al bachiller Pedro More- no, que los jueces que residen en la isla Española habían enviado a aquellas partes, como ya tengo hecha relación a vuestra majestad; el cual, según paresce, había es- cripto al dicho Francisco Hernández para que se rebelase de la obediencia de su gobernador ni darla a los dichos jueces que en la dicha isla residen, según paresció por ciertas cartas que traían; y luego los torné a despachar, y con ellos escribí al dicho Francisco Hernández y a toda la gente que con él estaba en general, y parti- cularmente a algunos de los capitanes de su compañía que ya conoscía, repren- diéndoles la fealdad que en aquello hacían, y cómo aquel bachiller los había enga- ñado, y certificándoles cuánto dello sería vuestra majestad servido, y otras cosas que me paresció convenía escribirlas para los apartar de aquel camino errado que llevaban, y porque algunas de las causas que daban para abonar su propósito eran decir que estaban tan lejos de donde el dicho Pedro Arias de Ávila estaba que para ser proveídos de las cosas necesarias recebían mucho trabajo y costa, y aun no podían ser proveídos, y siempre estaban con mucha necesidad de las cosas y pro- visiones de España; y que por aquellos puertos que yo tenía poblados en nombre de vuestra majestad lo podían ser más fácilmente, e que el dicho bachiller les hab- ía escripto que él dejaba toda aquella tierra poblada por los dichos jueces e había de volver luego con mucha gente y bastimentos. Le escrebí que yo dejaría manda- do en aquellos pueblos que se les diesen todas las cosas que hobiesen menester 352 STELIO CRO

porque allí enviasen, y que se tuviese con ellos toda contratación y buena amistad, pues los unos y los otros éramos y somos vasallos de vuestra majestad y estába- mos en su real servicio, y que esto se había de entender estando ellos en obedien- cia de su gobernador, como eran obligados, y no de otra manera; y porque me di- jeron que de la cosa que al presente más necesidad tenían era de herraje para los caballos y de herramientas para buscar minas, les di dos acémilas mías cargadas de herraje y herramientas, e los envié; después que llegaron donde estaba Hernan- do de Sandoval les dio otras dos acémilas mías cargadas también de herraje, que yo allí tenía. Y después de partidos éstos vinieron a mí ciertos naturales de la pro- vincia de Huilacho, que es sesenta y cinco leguas de aquella villa de Trujillo, de quien días había que yo tenía mensajeros, e se habían ofrescido por vasallos de vuestra majestad, e me hicieron saber cómo a su tierra habían llegado veinte de caballo y cuarenta peones, con muchos indios de otras provincias, que traían por amigos, de los cuales habían recebido y recebían muchos agravios y daños, tomándoles sus mujeres e hijos y haciendas, y que me rogaban los remediase, pues ellos se habían ofrescido por mis amigos e yo les había prometido que los ampa- raría y defendería de quien mal les hiciese; y luego me envió Hernando de Sando- val, mi primo, a quien yo dejé por teniente en aquellas partes, que estaba a la sazón pacificando aquella provincia de Papayeca, dos hombre de aquella gente de que los indios se vinieron a quejar, y venían por mandado de su capitán en busca de aquel pueblo de Trujillo, porque los indios les dijeron que estaba cerca y que podían venir sin temor, porque toda la tierra estaba en paz; y déstos supe que aquella gente era de la del dicho Francisco Hernández, y que venían en busca de aquel puerto, y que venía por su capitán un Grabiel (sic) de Rojas; luego despaché con estos hombres y con los indios que se habían venido a quejar un alguacil con un mandamiento mío para el dicho Grabiel de Rojas, para que luego saliese de la dicha provincia e volviese a los naturales todos los indios e indias e otras cosas que les hobiese tomado, y demás desto le escribí una carta para que si alguna cosa hobiese menester me lo hiciese saber, porque se lo proveería de muy buena volun- tad si yo la tuviese; el cual, visto mi mandamiento y carta, lo hizo luego, y los na- turales de la dicha provincia quedaron muy contentos, aunque después me torna- ron a decir los dichos indios que venido el alguacil que yo envié les habían llevado algunos. Con este capitán torné otra vez a escribir al dicho Francisco Hernández, ofresciéndole todo lo que yo allí tuviese de que él y su gente tuviesen necesidad, porque dello creí vuestra majestad era muy servido, y encargándole todavía la obediencia de su gobernador. No sé lo que después acá ha subcedido, aunque supe del alguacil que yo envié y de los que con él fueron que estando todos juntos le había llegado una carta al dicho Grabiel de Rojas de Francisco Hernández, su ca- pitán, en que le rogaba que a mucha priesa se fuese a juntar con él, porque entre la gente que con él había quedado había mucha discordia y se le habían alzado dos capitanes, el uno que se decía Soto y el otro Andrés Garabito, los cuales diz que se le habían alzado porque supieron la mudanza que él quería hacer contra su gober- nador. Ello quedaba ya de manera que ya no puede ser sino que resulte mucho da- ño, así en los españoles como en los naturales de la tierra; de donde vuestra majes- tad puede considerar el daño que se sigue destos bullicios y cuánta necesidad hay de castigo en los que los mueven y causan (Carta V, 142-146). TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 353

Con gran sorpresa, Cortés se entera que en la Nueva España le dan por muerto y que ya se preparan a substituirle en el gobierno. Decide enviar un navío a la Nueva España para comunicar que está vivo aún y que está organizando la región que acaba de explorar. Reconoce, con gran humildad, que la responsabilidad de las revueltas muchas veces recae sobre el que gobierna: “porque de tan buen principio no se puede esperar mal fin sino por culpa de los que tenemos el cargo”, frase lapi- daria que demuestra su honestidad intelectual y su humildad. Al referirse a la costa del Pacífico observa su cercanía a la Nueva España y su vecindad con regiones que son más ricas que la misma Nueva España. Se supone que Cortés podría haber oído de las riquezas del Perú: “que es cosa de admiración lo que della [la tierra que se asoma sobre el Pacífico] se dice, que aunque falten los dos tercios hace mucha ventaja a esta de Méjico en riqueza e iguálale en grandeza de pueblos y multitud de gente y policía della”.

Cortés renuncia a ir a Nicaragua para pacificar a Utlatlán y Guatemala

Yo quise luego ir a Nicaragua, creyendo poner en ello algún remedio, porque vuestra majestad fuera muy servido si se pudiera hacer, y estándolo aderezando, y aun abriendo ya el camino de un puerto que hay algo áspero, llegó al puerto de aquella villa de Trujillo el navío que yo había enviado a esta Nueva España, y en él un primo mío, fraile de la Orden de Sant Francisco, que se dice fray Diego Al- tamirano, de quien supe, y de las cartas que me llevó, los muchos desasosiegos, escándalos y alborotos que entre los oficiales de vuestra majestad que yo había de- jado en mi lugar se habían ofrecido y aún había, y la mucha necesidad que había de venir yo a los remediar, y a esta causa cesó mi ida a Nicaragua y mi vuelta por la costa del Sur, donde creo Dios y vuestra majestad fueran muy servidos, a causa de las muchas y grandes provincias que en el camino hay, que puesto que algunas dellas están de paz, quedarían más reformadas en el servicio de vuestra majestad con mi ida por ellas, mayormente aquella de Utlatán y Guatemala, donde siempre ha residido Pedro de Albarado, que después que se rebelaron por cierto mal trata- miento, jamás se han apaciguado, antes han hecho y hacen mucho daño a los es- pañoles que allí están y en los amigos sus comarcanos, porque es la tierra áspera y de mucha gente, y muy belicosa y ardid en la guerra, y han inventado muchos gé- neros de matar los caballos, donde han muerto muchos; de tal manera, que aunque siempre el dicho Pedro de Albarado les ha hecho y hace la guerra con más de do- cientos de caballo e quinientos peones y más de cinco mil indios amigos, y aun de diez algunas veces nunca ha podido ni puede atraerlos al servicio de vuestra ma- jestad, antes de cada día se fortalescen más y se reforman de gentes que a ellos se llegan, y creo yo, siendo Nuestro Señor servido, que si yo por allí viniera, que por amor o por otra manera los atrajera a lo bueno, porque algunas provincias que se rebelaran por los malos tratamientos que en mi ausencia recibieron, y fueron con- tra ellos más de ciento y tantos de caballo y trecientos peones, y por el capitán veedor que en aquel tiempo gobernaba, y mucha artillería y mucho número de in- dios amigos, no pudieron con ellos, antes les mataron diez o doce hombres espa- 354 STELIO CRO

ñoles y muchos indios y se quedó como antes; y venido yo, con un mensajero que les envié, donde supieron mi venida, sin ninguna dilación vinieron a mí las perso- nas principales de aquella provincia que se dice Coatlán, y me dijeron la causa de su alzamiento, que fue harto justa, porque el que los tenía encomendados había quemado ocho señores principales, que los cinco murieron luego y los otros dende a pocos días; y puesto que pidieron justicia, no les fue hecha; e yo los consolé de manera que fueron contentos, y están hoy pacíficos y sirven como antes que yo me fuese, sin guerra ni riesgo alguno; y así creo que hicieran los otros pueblos que es- taban desta condición en la provincia de Coazacoalco; en sabiendo mi venida a la tierra, sin yo les enviar mensajeros, se apaciguaran. Ya, muy católico señor, hice a vuestra majestad relación de ciertas isletas que están frontero de aquel puerto de Honduras, que llaman los Guanajos, que algunas dellas están despobladas a causa de las armadas que han hecho de las islas, y llevado muchos naturales dellas por esclavos, y en algunas dellas había quedado alguna gente, y supe que de la isla de Cuba y de la de Jamaica nuevamente habían armado para ellas, para las acabar, so- lar y destruir, y para remedio envié una carabela que buscase por las dichas islas el armada y los requeriese de parte de vuestra majestad que no entrasen en ellas ni hiciesen daño a los naturales, porque yo pensaba apaciguarlos y atraerlos al servi- cio de vuestra majestad; porque por medio de algunos que se habían pasado a vivir a la tierra firme yo tenía inteligencia con ellos, la cual dicha carabela topó en una de las dichas islas, que se dice Huitila, otra de la dicha armada, de que era un ca- pitán Rodrigo de Merlo, y el capitán de mi carabela le atrajo con la suya y con to- da la gente que había tomado en aquellas islas allí donde yo estaba, la cual dicha gente yo luego hice llevar a las islas donde los había tomado, y no procedí contra el capitán porque mostró licencia para ello del gobernador de la isla de Cuba, por virtud de la que ellos tienen de los jueces que residen en la isla Española; y así, los envié, sin que recibiesen otro daño más de tomarles la gente que habían tomado de las dichas islas y el capitán y los más que venían en su compañía se quedaron por vecinos en aquellas villas, paresciéndoles bien la tierra. Conosciendo los señores de aquestas islas la buena obra que de mí habían recebido, e informados de los que en la Tierra Firme estaban del buen tratamiento que se les hacía, vinieron a mí a me dar las gracias de aquel beneficio, y se ofrecieron por súbditos y vasallos de vuestra alteza, y pidieron que los mandasen en qué sirviesen, e yo les mandé en nombre de vuestra majestad que al presente en sus tierras hiciesen muchas labran- zas, porque, la verdad, ellos no pueden servir en otra cosa; y así, se fueron, y lle- varon para cada isla un mandamiento mío para que notificasen a las personas que por allí viniesen, por donde les aseguré en nombre de vuestra majestad que no re- cibirían daño; y pidiéronme que les diese un español que estuviese en cada isla con ellos, y por la brevedad de mi partida no se pudo proveer; pero dejé mandado al teniente Hernando de Saavedra que lo proveyese. Luego me metí en aquel navío que me trajo la nueva de las cosas desta tierra, y en él y en otros dos que yo allí tenía se metió alguna gente de los que yo había llevado en mi compañía, que fue- ron hasta veinte personas con nuestros caballos, porque los demás dellos quedaron por vecinos en aquellas villas, y los otros estaban esperándome en el camino, cre- yendo que había de ir por tierra, a los cuales envié a mandar que se viniesen ellos, diciéndoles mi partida y la causa della; hasta agora no son llegados, pero tengo nueva cómo vienen. Dada orden en aquellas villas que en nombre de vuestra ma- TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 355 jestad dejé pobladas, con harto dolor y pena de no poder acabar de dejarlas tal cual yo pensaba e convenía, a 25 días de mes de abril [de 1526] hice mi camino por la mar con aquellos tres navíos, y traje tan buen tiempo que en cuatro días llegué hasta ciento y cincuenta leguas del puerto de Chalchicuela, y allí me dio un ven- daval muy recio, que no me dejó pasar adelante; y creyendo que amansara, me tu- ve a la mar un día y una noche, y fue tanto el tiempo, que me deshacía los navíos, y fue forzado arribar a la isla de Cuba, y en seis días tomé el puerto de La Habana, donde salté en tierra y me holgué con los vecinos de aquel pueblo, porque había entre ellos muchos mis amigos del tiempo que yo viví en aquella isla; y porque los navíos que llevaba recibieron algún detrimento del tiempo que nos tomó en la mar, fue necesario recorrerlos y a esta causa me detuve allí diez días, y aun por abreviar mi camino compré un navío que hallé en el dicho puerto dando carena y dejé allí el en que yo iba, porque hacía mucha agua; luego otro día como llegué a aquel puerto, entró en él un navío que iba desta Nueva España, y al segundo día entró, y el tercero día otro, de los cuales supe cómo la tierra estaba muy pacífica y segura y en toda tranquilidad y sosiego después de la muerte del fator y veedor, aunque me dijeron que había habido algunos bullicios, y que se habían castigado los movedo- res dellos, de que holgué mucho, porque había recebido mucha pena de la vuelta que hice del camino, teniendo algún deasosiego; y de allí escrebí a vuestra majes- tad, aunque breve, y me partí a 16 días del mes de mayo [de 1526], y traje conmi- go hasta treinta personas de los naturales desta tierra que llevaban aquellos navíos, que de acá fueron abscondidamente, y en ocho días llegué al puerto de Calchicue- la, y no pude entrar en el puerto a causa de mudarse el tiempo, y surgí dos leguas dél, ya casi noche, y con un bergantín que topé perdido por la mar, y en la barca de mi navío, salí aquella noche a tierra, y fui a pie a la villa de Medellin, que está cuatro leguas de donde yo desembarqué, sin ser sentido de nadie de los del pueblo, y fui a la iglesia a dar gracias a Nuestro Señor, y luego fue sabido, y los vecinos se regocijaron conmigo e yo con ellos, e aquella noche despaché mensajeros, así a esta ciudad como a todas las villas de la tierra, haciéndoles saber mi venida y pro- veyendo algunas cosas que me paresció convenían al servicio de vuestra sacra ma- jestad y al bien de la tierra; y por descansar del trabajo del camino estuve en aque- lla villa once días, donde me vinieron a ver muchos señores de pueblos y otras personas naturales de los destas partes, que mostraron holgarse con mi venida; y de allí me partí para esta ciudad, y estuve en el camino quince días, y por todo él fue visitado de muchas gentes de los naturales, que hartos dellos venían de más de ochenta leguas, porque todos tenían sus mensajeros por postas para saber de mi venida, como ya la esperaban; y así, vinieron en poco tiempo muchos y de muchas partes y muy lejos a verme, los cuales todos lloraban conmigo, y me decían pala- bras tan vivas y lastimeras, contándome sus trabajos que en mi ausencia habían padescido, por los malos tratamientos que se les había hecho, y que quebraban el corazón a todos los que los oían; y aunque de todas las cosas que me dijeron sería dificultoso dar a vuestra majestad copia, pero algunas harto dignas de notar pudie- ra escribir, que dejo por ser de ore proprio (Carta V, 146-148). 356 STELIO CRO

Llegada de Ponce de León, juez pesquisidor, su muerte y la posición de Cortés

Llegado a esta ciudad, los vecinos españoles y naturales della y de toda la tie- rra, que aquí se juntaron, me recibieron con tanta alegría y regocijo como si yo fuera su propio padre, y el tesorero y contador de vuestra majestad salieron a me recebir con mucha gente de pie e de caballo en ordenanza, mostrando la misma voluntad que todos, e así me fui derecho a la casa y monasterio de Sant Francisco, a dar gracias a Nuestro Señor por me haber sacado de tantos y tan grandes peligros y trabajos y haberme traído a tanto sosiego y descanso, y por ver la tierra que tan en trabajo estaba puesta en tanto sosiego y conformidad, y allí estuve seis días con los frailes, hasta dar cuenta a Dios de mis culpas; y dos días antes que de allí salie- se me llegó un mensajero de la villa de Medellín, que me hizo saber que al puerto della eran llegados ciertos navíos, y que se decía que en ellos venía un pesquisidor o juez por mandado de vuestra majestad, y que no sabía otra cosa; e yo creí que debía ser que sabiendo vuestra católica majestad los desasosiegos y comunidad en que los oficiales de vuestra alteza, a quien yo dejé la tierra la habían puesto, y no siendo cierto de mi venida a ella, había mandado proveer sobre este caso, de que Dios sabe cuánto holgué, porque tenía yo mucha pena de ser juez en esta causa; porque como injuriado y destruido por estos tiranos, me parescía que cualquier co- sa que en ello proveyese podía ser juzgada por los malos a pasión, que es la cosa que yo más aborrezco, puesto que, según mis obras, no pudiera ser yo con ellos tan apasionado que no sobrara a todo mucho merescimiento en sus culpas; y con esta nueva despaché a mucha priesa un mensajero al puerto a saber lo cierto, y en- vié a mandar al teniente y justicias de aquella villa de Medellín que, de cualquiera manera que aquel juez viniese, viniendo por mandado de vuestra majestad, fuese muy bien recebido y servido y aposentado en una casa que yo en aquella villa ten- go, donde mandé que a él y a todos los suyos se les hiciese todo servicio, aunque después, según paresció, él no lo quiso recebir. Otro día, que fue de Sant Juan, como despaché este mensajero, llegó otro estando corriendo ciertos toros y en re- gocijo de cañas y otras fiestas, y me trajo una carta de dicho juez y otra de vuestra sacra majestad, por las cuales supe a lo que venía y cómo vuestra católica majes- tad era servido de me mandar tomar residencia del tiempo que vuestra majestad ha sido servido que yo tenga el cargo de la gobernación desta tierra; y de verdad yo holgué mucho, así por la inmensa merced que vuestra majestad sacra me hizo en querer ser informado de mis servicios y culpas, como por la benignidad con que vuestra alteza en su carta me hacía saber su real intención y voluntad de me hacer mercedes; y por lo uno y lo otro cien mil veces los reales pies de vuestra católica majestad beso, y plega a Nuestro Señor sea servido de me hacer tanto bien que yo alguna parte desta tan insigne merced pueda servir, y que vuestra majestad católi- ca para esto conozca mi deseo; porque conosciéndolo, no pienso que sea chica pa- ga. En la carta que Luis Ponce, juez de residencia, me escribió me hacía saber que a la hora se partía para esta ciudad, y porque para venir a ella hay dos caminos principales y en su carta no me hacía saber por cuál dellos había de venir, luego despaché por ambos criados míos para que le viniesen sirviendo y acompañando y mostrando la tierra; y fue tanta la priesa que en este camino se dio el dicho Luis Ponce, que, aunque yo proveí esto con harta brevedad, le toparon ya veinte leguas TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 357 desta ciudad; y puesto que con mis mensajeros diz que mostró holgarse mucho, no quiso recebir dellos ningún servicio; y aunque me pesó de no lo recebir, porque diz que dello traía necesidad, por la priesa de su camino, por otra parte holgué de- llo, porque paresció de hombre justo y que quería usar de su oficio con toda recti- tud, y pues venía a tomarme a mi residencia, no quería dar causa a que dél se tu- viese sospecha, y llegó a dos leguas desta ciudad a dormir una noche, e yo hice aderezar para le recibir otro día por la mañana, y envióme a decir que no saliese de mañana porque él se quería estar allí hasta comer; que le enviase un capellán que allí le dijese misa, e yo así lo hice; pero temiendo lo que fue, que era excusarse del recibimiento, estuve sobre aviso; y él madrugó tanto, que aunque yo me di harta priesa le tomé ya dentro en la ciudad, y así nos fuimos hasta el monasterio de Sant Francisco, donde oímos misa; y acabada, le dije si quería allí presentar sus provi- siones que lo hiciese, porque allí estaba todo el cabildo de la ciudad conmigo y el tesorero y contador de vuestra majestad; y no las quiso presentar, diciendo que otro día las presentaría; e así fue, que otro día por la mañana nos juntamos en la iglesia mayor de la ciudad el cabildo della e los dichos oficiales e yo, y allí las presentó, e por mí y por todos fueron tomadas, besadas y puestas sobre nuestras cabezas como provisiones de nuestro rey y señor natural y obedecidas y cumplidas en todo y por todo, según que vuestra majestad sacra por ellas nos lo enviaba a mandar, y a la hora le fueron entregadas todas las varas de la justicia y hechos to- dos los otros cumplimientos necesarios, según que más larga e cumplidamente lo envió vuestra majestad católica, por ser del escribano del cabildo ante quien pasó, y luego fue pregonada públicamente en la plaza desta ciudad mi residencia, y es- tuve en ella diez y siete días sin que se me pusiese demanda alguna, y en este tiempo el dicho Luis Ponce, juez de residencia, adolesció, y todos cuantos en el armada que él vino vinieron; de la cual enfermedad quiso Nuestro Señor que mu- riese él y más de treinta otros de los que en la armada vinieron, entre los cuales murieron dos frailes de la Orden de Santo Domingo que con él vinieron, y hasta hoy hay muchas personas enfermas y de mucho peligro de muerte, porque ha pa- rescido casi pestilencia la que trajeron consigo; porque aun a algunos de los que acá estaban se pegó, y murieron dos personajes de la misma enfermedad, y hay otros muchos que aún no han convalescido della. Luego que el dicho Luis Ponce pasó desta vida, hecho su enterramiento con aquella honra y autoridad que a per- sona enviada por vuestra majestad requería hacerse, el cabildo desta ciudad y los procuradores de todas las villas que aquí se hallaron me pidieron y requirieron de parte de vuestra majestad católica que tomase en mí el cargo de la gobernación y justicia, según que antes lo tenía por mandado de vuestra majestad y por sus reales provisiones, dándome por ello causa y poniéndome inconvenientes que se siguir- ían no lo aceptando, según que vuestra sacra majestad lo mandaba ver, por la co- pia que de todo envío; e yo les respondí excusándome dello, como asimismo pa- rescerá por la dicha copia, e después se me han hecho otros requerimientos sobre ello y puesto otros inconvenientes más recios que se podrían seguir si yo no lo aceptase; y de todo me he defendido hasta agora, y no lo he hecho, aunque se me ha figurado que hay en ello algún inconveniente; pero deseando que vuestra ma- jestad sea muy cierto de mi limpieza y fidelidad en su real servicio, teniéndolo por principal, porque sin tenerse de mí este concepto no querría bienes en este mundo, más antes no vivir en él, helo pospuesto todo por este fin, y antes he sostenido con 358 STELIO CRO

todas mis fuerzas en el cargo a un Marcos de Aguilar, a quien el dicho licenciado Luis Ponce tenía por su alcalde mayor, y le he pedido y requerido proceda en mi residencia hasta el fin della; y no lo ha querido hacer, diciendo que no tiene poder para ello, de que he recebido asaz pena porque deseo sin comparación, y no sin causa, que vuestra majestad sacra sea verdaderamente informado de mis servicios y culpas, porque tengo por fe, y no sin mérito, que por ellas me ha de mandar vuestra majestad católica muy grandes y crecidas mercedes, no habiendo respecto a lo poco que mi pequeña vasija puede contener, sino a lo mucho que vuestra cel- situd es obligado a dar a quien tan bien y con tanta fidelidad sirve como yo le he servido; a la cual humildemente suplico con toda la instancia a mi posible no per- mita que esto quede debajo de simulación, sino que muy clara y manifiestamente se publique lo malo o bueno de mis servicios; porque, como sea caso de honra, que por alcanzalla yo tantos trabajos he padescido y mi persona a tantos peligros he puesto, no quiera Dios, ni vuestra majestad, por su reverencia, permita ni con- sienta, que basten lenguas de invidiosos, malos y apasionados a me la hacer per- der; y no quiero ni suplico a vuestra majestad sacra, en pago de mis servicios, me haga otra merced sino ésta, porque nunca plega a Dios que sin ella yo viva. Según lo que yo he sentido, muy católico príncipe, puesto que desde el principio que co- mencé a entender en esta negociación yo he tenido muchos, diversos y poderosos émulos y contrarios, no ha podido tanto su maldad que la notoriedad de mi fideli- dad y servicios no la hayan supeditado; y como ya, desesperados de todo remedio, han buscado dos por los cuales, según paresce, han puesto alguna niebla o oscuri- dad ante los ojos de vuestra grandeza, por donde le han movido del católico y san- to propósito que siempre de vuestra excelencia se ha conoscido a me remunerar y pagar mis servicios. El uno es acusarme ante vuestra potencia de crimine lesae majestatis, diciendo yo no había de obedescer sus reales mandamientos, y que yo no tengo esta tierra en su poderoso nombre, sino en tiránica e inefable forma, dan- do para ello algunas depravadas y diabólicas razones, juzgadas por falsas y no verdaderas conjeturas; los cuales, si las verdaderas obras miraran y justos jueces fueran, muy a lo contrario lo debieran significar; porque hasta hoy no se ha visto ni verá en cuanto yo viviere que ante mí o a mi noticia haya venido carta u otro mandamiento de vuestra majestad que no haya sido, es y sea obedecido y cumpli- do, sin faltar en él cosa alguna, y agora se ha manifestado más clara y abiertamen- te su maldad de los que esto han querido decir; porque si así fuera no me fuera yo seiscientas leguas desta ciudad, por tierra inhabitada y caminos peligrosos, y deja- ra la tierra a los oficiales de vuestra majestad, como de razón se había de creer ser las personas que habían de tener más celo al real servicio de vuestra alteza, aunque sus obras no correspondieron al crédito que yo dellos tuve. El otro es que han que- rido decir que yo tengo en esta tierra mucha parte, o la mayor, de los naturales de- lla, de que me sirvo y aprovecho, de donde se ha habido mucha suma y cantidad de oro y plata, que tengo atesorado, y que he gastado de las rentas de vuestra ma- jestad católica sesenta y tantos mil pesos de oro sin haber necesidad de los gastar, y que no he enviado tanta suma de oro a vuestra excelencia cuanta de sus reales rentas se ha habido, y que lo detengo con formas y maneras exquisitas, cuyo efec- to yo no puedo alcanzar. Bien creo que, pues lo han oído decir, que le habrán dado algún color; mas no puede ser tal, según lo que yo de mí confío, que muy pequeño toque no descubra lo falso; y cuanto a lo que dicen de tener yo mucha parte de la TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 359

tierra, así lo confieso y que ha cabido harta suma y cantidad de oro; pero digo que no ha sido tanta que haya bastado para que yo deje de ser pobre y estar adeudado en más de quinientos mil pesos de oro, sin tener un castellano de que pagarlo, por- que si mucho ha habido, muy mucho más he gastado, y no en comprar mayoraz- gos ni otras rentas para mí, sino en dilatar por estas partes el señorío y patrimonio real de vuestra alteza, conquistando y ganando con ello y con poner mi persona a muchos trabajos, riesgos y peligros, muchos reinos y señoríos para vuestra exce- lencia, los cuales no podrán encubrir ni agazapar los malos con sus serpentinas lenguas: que mirándose mis libros se hallarán en ellos más de trecientos mil pesos de oro que se han gastado de mi casa en estas conquistas; y acabando lo que yo tenía, gasté los sesenta mil pesos de oro de vuestra majestad, y no en comerlos yo, ni entraron en mi poder, sino darlos por mis libramientos para los gastos y expen- sas desta conquista; y si aprovecharon o no, vean los casos, que están muy mani- fiestos; pues en lo que dicen de no enviar las rentas a vuestra majestad, muy mani- fiesto está ser la verdad en contrario, porque en este poco tiempo que yo estoy en esta tierra, pienso, y así es la verdad, que della se ha enviado a vuestra majestad más servicio e interese que de todas las islas y Tierra Firme que ha treinta y tantos años que están descubiertas y pobladas,109 las cuales costaron a los católicos reyes, vuestros abuelos, muchas expensas y gastos, lo que ha cesado en ésta; y no sola- mente se ha enviado lo que a vuestra majestad de sus reales servicios ha pertene- cido, mas aun de lo mío y de los que me han ayudado, sin lo que acá hemos gasta- do en su real servicio, hemos enviado alguna copia; porque luego que envié la primera relación a vuestra majestad con Alonso Hernández Portocarrero y Fran- cisco de Montejo, no solamente envié el quinto que a vuestra majestad perteneció de lo hasta entonces habido, mas aun todo cuanto se hubo, porque me paresció ser así justo, por ser las primicias, pues de todo lo que en esta ciudad se hubo siendo vivo Muteczuma, señor della, del oro se dio el quinto a vuestra majestad, digo de lo que se fundió, que le pertenescieron treinta y tantos mil castellanos, y aunque las joyas también se habían de partir y dar a la gente sus partes, ellos e yo holga- mos que no se diesen, sino que todas se enviasen a vuestra majestad, que fueron en número de más de quinientos mil pesos de oro; aunque lo uno y lo otro se per- dió porque nos lo tomaron cuando nos echaron desta ciudad por el levantamiento que en ella hubo con la venida de Narváez a esta tierra, lo cual, aunque fue por mis pecados, no fue por mi negligencia. Cuando después se conquistó y redujo al real servicio de vuestra alteza, no menos se hizo que, sacado el quinto para vuestra majestad del oro que se fundió, yo hice que todas las joyas que mis compañeros tuvieron a bien que sin partir se quedasen para vuestra alteza, que no fueron de menos valor y precio que las que primero teníamos; y así, con mucha brevedad y recaudo las despaché todas, con treinta y tres mil pesos de oro en barras, y con ellos a Julián Alderete, que a la sazón era tesorero de vuestra majestad, y las toma- ron los franceses. Tampoco fue mía la culpa, sino de aquellos que no proveyeron el armada que fue por ello a las islas de las Azores, como debieran para cosa de tanta importancia. Al tiempo que yo me partí desta ciudad para el golfo de las Higueras asimismo se enviaron a vuestra excelencia sesenta mil pesos de oro con

109 Eran ya treinta y cuatro años desde 1492, en que descubrió Colón las islas, y veinte y ocho años desde 1498, en que el Almirante habia descubierto la Tierra Firme. 360 STELIO CRO

Diego de Ocampo y Francisco de Montejo, y no se envió más aún por parescerme a mí, y aun a los oficiales de vuestra majestad católica, que con enviar tanto junto aun excedíamos y pervertíamos la orden que vuestra majestad tiene mandado dar en estas partes en el llevar del oro; pero atrevímonos por la necesidad que supimos que vuestra sacra majestad tenía; y con esto envié yo asimismo a vuestra grandeza con Diego de Soto, criado mío, todo cuanto yo tenía, sin me quedar un peso de oro, que fue un tiro de plata, que me costó la plata y hechura y otros gastos dél más de treinta y cinco mil pesos de oro; también ciertas joyas que yo tenía de oro y piedras, las cuales envié, no por su valor ni precio, aunque no era muy pequeño para mí, sino porque habían llevado los franceses las que primero envié, y pesóme en el ánima que vuestra majestad sacra no las hubiese visto; y para que viese la muestra, y por ello, como desecho, considerase lo que sería lo principal, envié aquello que yo tenía; así que, pues yo con tan limpio celo y voluntad quise servir a vuestra majestad católica con lo que yo tenía, no sé qué razón hay de creer que yo detuviese lo de vuestra alteza. También me han dicho los oficiales que en mi au- sencia han enviado cierta cantidad de oro; y por manera que nunca se ha cesado de enviar todas las veces que para ello ha habido oportunidad. También me han di- cho, muy poderoso señor, que a vuestra majestad sacra han informado que yo ten- go en esta tierra docientos cuentos de renta de las provincias que tengo señaladas para mí; y porque mi deseo no es ni ha sido otro sino que vuestra católica majestad sepa muy de cierto mi voluntad a su real servicio y se satisfaga muy de hecho de mí que siempre le he dicho y diré verdad, no siendo cosa que yo pudiese hacer con que mejor esto se manifestase que con hacer desta tan crecida renta servicio a vuestra majestad, y hacerse hían a mi propósito muchas cosas, en especial que vuestra alteza perdiese ya esta sospecha, que tan pública por acá está que vuestra majestad de mí tiene; por tanto, a vuestra majestad suplico reciba en servicio todo cuanto yo acá tengo, y en esos reinos me haga merced de los veinte cuentos de renta, y quedarle han los ciento y ochenta, e yo serviré en la real presencia de vuestra majestad, donde nadie pienso me hará ventaja ni tampoco podrá encubrir mis servicios, y aun por lo de acá pienso será vuestra majestad sacra que no sea menos ni de menos calidad el servicio que allá haré en avisar de lo que se debe proveer para que estas partes se conserven y los naturales dellas se vengan en co- noscimiento de nuestra fe, y vuestra majestad tenga acá perpetuamente muchas y muy crescidas rentas, y que siempre vayan en crecimiento, y no en diminución, como han hecho las de las islas y Tierra Firme por falta de buena gobernación, y de ser los Católicos Reyes, padres y abuelos de vuestra excelencia, avisados con celo de su servicio, y no de particulares intereses, como siempre lo han hecho los que en las cosas destas partes a sus altezas y a vuestra majestad han informado, o que fue ganarlas y haberlas sostenido hasta agora, habiendo tenido para ello tantos obstáculos y embarazos, por donde no poco se ha dejado de acrecentar en ellas; y dos cosas me hace desear que vuestra majestad sacra me haga tanta merced que se sirva de mí en su real presencia; y la una y más principal, el satisfacer a su vuestra majestad y a todo el mundo de mi lealtad y fidelidad en su real servicio, porque esto tengo en más que todos los otros intereses que en este mundo se me pueden seguir, porque por cobrar nombre de servidor de vuestra majestad y de su imperial y real corona me he puesto a tantos y tan grandes peligros y he sufrido trabajos tan sin comparación, y no por cobdicia de tesoros; que si esto me hubiera movido, TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 361 pues he tenido hartos, digo para un escudero como yo no los hubiera gastado ni pospuesto por conseguir este otro fin, teniéndolo por más principal; aunque mis pecados no han querido darme lugar a ello, ni pienso que ya en este caso yo me podría satisfacer si vuestra majestad no me hiciese esta tan inmensa merced que le suplico, y porque no parezca que pido a vuestra excelencia mucho porque no se me conceda, aunque todo cabría, y aún es poco para yo venir sin afrenta, habiendo yo tenido en estas partes en el real nombre de vuestra majestad el cargo de la go- bernació dellas y haber en tanta cantidad por estas partes dilatado el patrimonio y señorío real de vuestra majestad, poniendo debajo de su principal yugo tantas pro- vincias pobladas de tantas y tan nobles villas y ciudades, y quitando tantas idolatr- ías y ofensas como en ellas a Nuestro Criador se han hecho, y traído a muchos de los naturales a su conoscimiento y plantado en ellas nuestra santa fe católica en tal manera que, si estorbo no hay de los que mal sienten destas cosas y su celo no es enderezado a este fin, en muy breve tiempo se puede tener en estas partes por muy cierto se levantará una nueva iglesia, donde más que todas las del mundo Dios Nuestro Señor será servido y honrado; digo que siendo vuestra majestad servido de me hacer merced de mandar dar en esos reinos diez cuentos de renta, e que yo en ellos le vaya a servir, no será para mí pequeña merced, con dejar todo cuanto acá tengo, porque desta manera satisficiera mi deseo, que es servir a vuestra ma- jestad en su real presencia, y vuestra celsitud asimismo se satisfaría de mi lealtad y sería de mí muy servido; la otra, tener por muy cierto que, informado vuestra cató- lica majestad de mí de las cosas desta tierra, y aun de las islas, se proveería en ellas muy más cierto lo que conviniese al servicio de Dios Nuestro Señor y de vuestra majestad, porque se me daría crédito diciéndolo desde allá, lo que no se me dará aunque de acá lo escriba; porque todo se atribuirá, como hasta aquí se ha atribuido, a ser dicho con pasión de mi interese, y no de celo, que como vasallo de vuestra sacra majestad debo a su real servicio. Y porque es tanto el deseo de besar los reales pies de vuestra majestad y servirle en su real presencia, que no lo sabría significar. Si vuestra grandeza no fuere servido o no tuviere oportunidad de me hacer merced de lo que a vuestra majestad suplico para me mantener en esos rein- os y servirle como yo deseo, sea que vuestra celsitud me haga merced de me dejar en esta tierra lo que agora tengo en ella, o lo que en mi nombre a vuestra majestad se suplicare, haciéndome merced dello de juro y de heredad para mí y mis herede- ros, con que yo no vaya a esos reinos a pedir por Dios que me den de comer; y con esto recibiré muy señalada merced. Vuestra merced me mande enviar licencia para que yo me vaya a cumplir este mi tan crecido deseo, que bien sé y confío en mis servicios y en la católica conciencia de vuestra majestad sacra que siéndoles mani- fiestos y la limpieza de la intención con que los he hecho no permitirá que viva pobre; y harta causa se me había ofrescido con la venida deste juez de residencia para cumplir este mi deseo, y aun comencélo a poner por obra sino que dos cosas me lo estorbaron: la una, hallarme sin dinero para poder gastar en mi camino, a causa de haberme robado y saqueado mi casa, como vuestra sacra majestad ya creo dello está informado; y lo otro, temiendo con mi ausencia entre los naturales desta tierra no hobiese algún levantamiento o bullicio, y aun entre los españoles; porque por el ejemplo de lo pasado se podía muy bien juzgar lo por venir (Carta V, 148-151). 362 STELIO CRO

Últimas exploraciones: el pasaje a la ruta de la Especiería

Estando, muy católico señor, haciendo este despacho para vuestra sacra majes- tad me llegó un mensajero de la mar del Sur con una carta en que me hacían saber que en aquella costa, cerca de un pueblo que se dice Tecoantepeque, había llegado un navío que, según paresció por otra que se me trajo del capitán del dicho navío, la cual envío a vuestra majestad, es la armada que vuestra majestad sacra mandó ir a las islas de Maluco con el capitán Loaisa; y porque en la carta que escribió el capitán deste navío verá vuestra majestad el suceso de su viaje, no daré dello a vuestra celsitud cuenta mas de hacer saber a vuestra excelencia lo que sobre ello proveí, y es que a la hora despaché con mucha priesa una persona de recaudo para que fuese adonde el dicho navío llegó, y si el capitán dél luego se quisiera tornar, le diese todas las cosas necesarias a su camino, sin le faltar nada, y se informase dél de su camino y viaje muy complidamente, por manera que de todo trajese muy larga y particular relación, para que yo la enviase a vuestra majestad, porque por esta vía vuestra alteza fuese más brevemente informado; y si el navío trajese algu- na necesidad de reparo, envié también un piloto para que lo trajese al puerto de Zacatula,110 donde yo tengo tres navíos muy a punto para se partir a descubrir por aquellas partes y costas, para que allí se remedie y se haga lo que más conveniere al servicio de vuestra majestad y bien del dicho viaje; en habiendo la información deste navío, la enviaré luego a vuestra majestad, para que de todo sea informado y envié a mandar lo que fuere su real servicio. Mis navíos de la mar del Sur están, como a vuestra majestad he dicho, muy a punto para hacer su camino, porque lue- go como llegué a esta ciudad comencé a dar priesa en su despacho, y ya fueron partidos, sino por esperar a ciertas armas y artillería y munición que me trujeron desos reinos, para lo poner en los dichos navíos, porque vayan a mejor recaudo, e yo espero en Nuestro Señor que en ventura de vuestra majestad tengo de hacer en este viaje un muy gran servicio; porque ya que no se descubra estrecho, yo pienso dar por aquí camino para la Especería, que en cada un año vuestra majestad sepa lo que en toda aquella tierra se hiciere; y si vuestra majestad fuere servido de me mandar conceder las mercedes que en cierta capitulación envié a suplicar se me hiciesen cerca deste descubrimiento, yo me ofrezco a descubrir por aquí toda la Especería y otras islas, si hobiere arca de Maluco y Malaca y la China, y aun de dar tal orden que vuestra majestad, no haya la Especería por vía de rescate, como la ha el rey de Portugal, sino que la tenga por cosa propia y los naturales de aque- llas islas le reconozcan y sirvan como a su rey y señor natural; porque yo me ofrezco, con el dicho aditamento, de enviar a ellas tal armada, o ir yo con mi per- sona, por manera que las sojuzgue y pueble y haga en ellas fortalezas y las bastez- ca de pertrechos y artillería de tal manera que a todos los príncipes de aquellas partes, y aun a otros, se puedan defender, y si vuestra majestad fuere servido que yo entienda en esta negociación, concediéndome lo pedido, creo será dello muy

110 Zacatollán en el mapa de Clavijero que, por otra parte, en su Historia Antigua de México, se refiere a esta ciudad y provincia como Zacatula. Es el área al sur de Colima, sobre el Pacífico, y de la que Cortés refiere en la Carta IV (97), en ocasión de la entrada en Colima de un capitán español sin autorización, que provoca la reacción de los naturales que matan a tres españoles y a varios indios aliados. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 363 servido, y ofrezco que si como he dicho no fuere, vuestra majestad me mande cas- tigar como a quien a su rey no dice verdad. También después que vine he proveido enviar por tierra y por la mar a poblar el río de Tabasco, que es el que dicen de Grijalva, y conquistar muchas provincias que están en sus comarcas, de que Dios Nuestro Señor y vuestra majestad serán muy servidos, y los navíos que van y vie- nen a estas partes reciben mucho provecho en poblarse aquel puerto y apaciguarse aquella costa, porque allí han dado muchos navíos al través, y por estar la gente indómita han muerto todos los españoles que iban en los navíos. También envío a la provincia de los Zapotecas, de que ya vuestra majestad está informado, tres ca- pitanías de gente que entren en ella por tres partes, para que con más brevedad den fin a aquella demanda, que cierto será muy provechosa, por el daño que los natura- les de aquella provincia hacen en los otros naturales que están pacíficos, y por te- ner, como tienen, ocupada la más rica tierra de minas que hay en esta Nueva Es- paña, de donde, conquistándose, vuestra majestad recebirá mucho servicio. Tam- bién tengo enhilado ya harta parte de gente allegada para ir a poblar el río de Pal- mas, que es en la costa del Norte abajo del de Panuco, hacia la Florida, porque tengo información que es muy buena tierra y es puerto; no creo que menos allí Dios Nuestro Señor y vuestra majestad serán servidos que en toda las otras partes, porque yo tengo muy gran nueva de aquella tierra. Entre la costa del Norte y la provincia de Michuacán hay cierta gente y población que llaman Chichimecas; son gentes muy bárbaras y no de tanta razón como estas provincias; también envío agora sesenta de caballo y docientos peones, con muchos de los naturales nuestros amigos, a saber el secreto de aquella provincia y gentes. Llevan mandado por ins- trucción que si hallaren en ellos alguna aptitud o habilidad para vivir como esto- tros viven, y venir en conoscimiento de nuestra fe, y reconoscer el servicio que a vuestra majestad deben, los apaciguar y traer al yugo de vuestra majestad y pue- blen entre ellos en la parte que mejor les paresciere; y si no lo hallaren como arri- ba digo y no quisieren ser obedientes, les hagan guerra y los tomen por esclavos, porque no haya cosa superflua en toda la tierra ni que deje de servir ni reconoscer a vuestra majestad, y trayendo estos bárbaros por esclavos, que casi son gente sal- vaje, será vuestra majestad servido y los españoles aprovechados, porque sacarán oro en las minas, y aun en nuestra conversación podrá ser que algunos se salven. Entre esta gente he sabido que hay cierta parte muy poblada de muchos y muy grandes pueblos y que la gente dellos viven a la manera de los de acá, y aun algu- nos destos pueblos se han visto por españoles; tengo por muy cierto que poblarán aquella tierra, porque hay grandes nuevas della de riqueza de plata. Cuando yo, muy poderoso señor, partí desta ciudad para el golfo de las Higueras, dos meses antes que partiese, despaché un capitán a la villa de Colimán, que está en la mar del Sur ciento y cuatro leguas desta ciudad, al cual mandé que siguiese desde aquella villa a la costa del Sur abajo hasta ciento y cincuenta o docientas leguas, no a más efecto de saber el secreto de aquella costa y si en ella había puertos; el cual dicho capitán fue, como yo le mandé, hasta ciento y treinta leguas la tierra adentro, y me trajo relación de muchos puertos que halló en la costa, que no fue poco bien para la falta que dellos hay en todo lo descubierto hasta allí, y de mu- chos pueblos y muy grandes, y de mucha gente y muy diestra en la guerra, con los cuales hobo ciertos recuentros, y apaciguó muchos dellos, y no pasó más adelante porque llevaba poca gente y porque halló hierba, y entre la relación que trajo me 364 STELIO CRO

dio noticia de un muy gran río, que los naturales dijeron que había diez jornadas de donde el llegó, del cual y de los pobladores dél le dijeron muchas cosas extra- ñas. Le torno a enviar con más copia de gente y aparejo de guerra para que vaya a saber el secreto de aquel río, y según el anchura y grandeza que dél señalan no terná en mucho ser estrecho; en viniendo haré relación a vuestra majestad de lo que dél supiere. Todos estos capitanes destas entradas están agora para partir casi a una. Plega a Nuestro Señor de los guiar como él se sirva; que yo, aunque vuestra majestad más me mande desfavorecer, no tengo de dejar de servir; que no es posi- ble que por tiempo vuestra majestad no conozca mis servicios; y ya que esto no sea, yo me satisfago con hacer lo que debo y con saber que a todo el mundo tengo satisfecho y le son notorios mis servicios y lealtad con que los hago; y no quiero otro mayorazgo para mis hijos sino éste. Invictísimo César, Dios Nuestro Señor la vida y muy poderoso estado de vues- tra sacra majestad conserve y augmente por largos tiempos, como vuestra majes- tad desea. De la ciudad de Tenuxtitán, a 3 de setiembre de 1526 años (Carta V, 151-153).

Comentario a la Carta V Esta última carta es fundamental para entender el carácter épico de la conquista de la Nueva España, en que el eje literario es la reconquista de Tenochtitlán, a pe- sar de la irrresponsabilidad de varios personajes que quisieron malograr la obra de Cortés, sobre todo el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, enemigo jurado de Cortés, y su protector, el Obispo Juan Rodríguez de Fonseca, factótum del Consejo de Indias y censor de la Casa de Contratación, lo cual le daba la facultad de decidir sobre bastimentos y pertrechos que los conquistadores necesitaban en sus activida- des diarias en los distintos teatros del Nuevo Mundo. La personalidad de Hernán Cortés, que hemos aprendido a admirar a lo largo de los años que van desde su llegada a la Tierra Firme hasta la aventura en Honduras, en esta última carta ad- quiere una dimensión heroica, que le acerca al Cid Campeador y en quien proba- blemente el conquistador se podría haber inspirado para mantener su fe y obedien- cia hacia un emperador que no parece haberle demonstrado a Cortés el reconoci- miento que se hubiera merecido. No es el caso de recordar la grave interferencia de Pánfilo de Narváez, que provoca la revuelta de los aztecas de Tenochtitlán y la consiguiente destrucción de la ciudad con la pérdida de tesoros artísticos inestima- bles, consumidos por las llamas, como en una nueva Troya.111 Pero a Narváez se

111 Del pasaje siguiente de la Carta II, se entiende la gravedad con que Cortés consideró la acción de Narváez y su dependencia directa del gobernador de Cuba Velázquez: “Y sabido esto, acordé de enviar un religioso, que yo truje en mi compañía con una carta mía y otra de alcaldes y regidores de la villa de la Veracruz, que estaban conmigo en la dicha ciudad; las cuales iban dirigidas al capitán y gente que a aquel puerto había llegado, haciéndose saber muy por extenso lo que en esta tierra me había sucedido, y cómo tenía muchas ciudades y villas y fortalezas ganadas y conquistadas, y pacífi- TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 365 refiere Cortés en esta carta, para hacerle recordar al distraído emperador que el juez pesquisidor, Juan Ponce, que debía preparar el procedimiento de residencia de Cor- tés, era sólo el episodio más reciente de una desconfianza injustificada ante la fide- lidad y dedicación desinteresada de Cortés, dispuesto a sufrir una nueva humilla- ción, ante la que se resignaba con cristiana virtud, no sin defender su obra. Las dificultades y peligros en que se vio Cortés en el bienio 1524 a 1526, nacen del alzamiento de su capitán Cristóbal de Olid, que Cortés había enviado a Honduras para pacificar la región y explorar la costa del mar del Sur, con vista a una explora- ción sistemática de las dos costas, la del mar del Norte y la del mar del Sur. Pero al no recibir noticias de Olid, Cortés, que se había enterado de unos alborotos entre los indios de la región donde había ido Olid, decidió enviar otro capitán, Francisco de Las Casas, que, llegado a la costa hondureña, había naufragado y, a pesar de haberse enterado de la traición de Olid, no había podido hacer nada, pues se encon- traba a la merced de Olid. En la misma región, otro conquistador, Gil González de Ávila, ya desde 1522 había estado explorando Nicaragua. En el mismo período, Pedro de Alvarado había sido enviado por Cortés para explorar la costa del mar del Sur. La falta de noticias de Olid y de Las Casas junto con los rumores y las quejas que llegaban a sus oídos sobre violencias perpetradas por españoles en la misma región donde sus capitanes estaban obrando, persuadió a Cortés a ir a Honduras y cerciorarse de la situación. Es probable que Cortés haya enviado mensajeros, pues hacía parte de su modus operandi el de enviar mensajes a sus subordinados para obtener información sobre su estado y condición. Es más que probable que tanto cas y sujetas al real servicio de vuestra majestad, y preso al señor principal de todas estas partes, y cómo estaba en aquella gran ciudad, y la cualidad della, y el oro y joyas que para vuestra alteza tenía, y cómo había enviado relación desta tierra a vuestra majestad. Y que les pedía por merced me ficiesen saber quién eran, y si eran vasallos naturales de los reinos y señoríos de vuestra alteza, me escribiesen si venían a esta tierra por su real mandado, o a poblar y estar en ella, o si pasaban adelante, o habían de volver atrás, o si traían alguna necesidad, que yo les haría proveer de todo lo que a mí posible fuera. E que si eran de fuera de los reinos de vuestra alteza, asimismo me hiciesen saber si traían alguna necesidad, porque también lo remediaría pudiendo. Donde no, que le requería de parte de vuestra majestad que luego se fuesen de sus tierras y no saltasen en ellas; con apercibimiento que así no lo ficiesen iría contra ellos con todo el poder que yo tuviese, así de españoles como de naturales de la tierra, y los prendería o mataría como extranjeros que se querían entremeter en los reinos de mi rey y señor. E partido el dicho religioso con el dicho despacho, dende en cinco días llegaron a la ciudad de Temixtitán veinte españoles de los que en la villa de la Veracruz tenía, los cuales me traían un clérigo y otros dos legos que habían tomado en la dicha villa; de los cuales supe cómo la armada y gente que en el dicho puerto estaba era de Diego Velázquez, que venía por su mandado, y que venía por capitán della un Pánfilo de Narváez, vecino de la isla Fernandina. E que traían ochenta de caballo y muchos tiros de pólvora y ochocientos peones, entre los cuales dijeron que había ochenta escopete- ros y ciento veinte ballesteros, y que venía y se nombraba por capitán general y teniente de goberna- dor de todas estas partes por el dicho Diego Velázquez” (Carta II, 36). 366 STELIO CRO

Las Casas como Olid se enteraron de la llegada inminente de Cortés, lo cual con- tribuyó a hacer precipitar la situación. Cuando Las Casas conoció a González de Ávila y los dos se dieron cuenta que Olid era un rebelde y que Cortés lo castigaría, le tomaron preso y, después de un proceso sumario, le cortaron la cabeza. Cuando Cortés, después de un viaje lleno de peligros y dificultades, llegó a Trujillo, el fuer- te fundado por Las Casas en Honduras, se enteró de la muerte de Olid. Recogió los sobrevivientes de los tres capitanes, muchos de ellos agonizantes por las heridas recibidas en los encuentros con los indios hostiles y debilitados por falta de alimen- tos y de agua, y organizó la vuelta hacia la salvación, construyendo un bergantín con los restos de navíos destrozados y comprando un barco para transportar los heridos y enfermos. El bachiller Pedro Moreno había llegado de la isla Española y pretendía imponer su autoridad, exigiendo el pago del agua y de la comida para los necesitados sobrevivientes. Al enterarse que éstos no tenían sino los harapos que malamente los cubría, exigió que le entregasen unos indios como esclavos, lo que éstos debieron hacer para sobrevivir. Es un detalle que Cortés consigna para justifi- car su decisión de renunciar a la exploración de Nicaragua para castigar a los espa- ñoles que, como Moreno, se dedican a cazar esclavos, decisión que alargó el tiem- po de su campaña. Vuelto a Tenochtitlán, Cortés organiza las expediciones maríti- mas y terrestres para averiguar si hay un pasaje, sea al norte o al sur, que permita abrir rutas marítimas entre la Nueva España con los países asiáticos productores de especias. Se describen en esta parte de la carta, los puertos de Zagatula, sobre el Pacífico y de la Veracruz, sobre el Golfo de México, ambos dotados de astilleros donde se construyen los navíos que deberán llevar las tripulaciones de exploradores en búsqueda de nuevas rutas. La Carta V se cierra con la imagen de Cortés que, a pesar de la incomprensión de sus enemigos en España y América, pone su talento y experiencia al servicio del emperador, una actitud no muy distinta de la del Cid Campeador que, injustamente perseguido por su rey, se mantuvo fiel hasta entre- garle el fruto de sus obras.112

112 Las referencias bibliográfgicas de esta sección del estudio se hallarán en la sección dedicada a Bernal Díaz del Castillo, el otro conquistador que integra la segunda sección de esta primera parte que se publicará como Textos Fundacionales de América VI, en el próximo número de Cuadernos para Investigación de la Literature Hispánica. TEXTOS FUNDACIONALES DE AMERICA V; PRIMERA PARTE… 367

INDICE

INTRODUCCIÓN ...... 193 La conquista de un paraíso botánico...... 194 Las Cartas de relación de Cortés...... 202

Primera carta ...... 203 Apología de un alzamiento ...... 204

Segunda carta: primeras noticias sobre Moctezuma ...... 212 Selección de textos de la Segunda carta...... 218 La partida para Tenochtitlán se demora...... 218 Descripción de Tlaxcala...... 220 Descripción de Cholula...... 221 Descubrimiento de minas de oro...... 222 Residencia del emperador Carlos V...... 223 Descubrimiento de ríos y puertos...... 223 Diplomacia de Cortés...... 224 Discurso de Moctezuma...... 226 La búsqueda del Tesoro de Moctezuma...... 226 Descripción de Tenochtitlán ...... 228 Llegada de la armada de Narváez ...... 232 Narváez solivianta a los indios y Cortés le sale al encuentro ...... 235 Cortés prende a Narváez ...... 237 Guerra de Tenochtitlán y muerte de Moctezuma...... 239 La noche triste...... 243 Llegada a Tlaxcala ...... 244 Plan para dar el asalto final a Tenochtitlán...... 246 Comentario a la Segunda carta ...... 248

Selección de textos de la Tercera carta ...... 250 Concentración de fuerzas...... 251 Los trece bergantines ...... 255 La batalla de Iztapalapa ...... 257 Transporte de bergantines de Tlaxcala a Texcaco ...... 259 Avance hacia Tenochtitlán...... 260 368 STELIO CRO

Rendición de pueblos...... 262 Más pueblos se rinden...... 264 Destrucción de Xochimilco...... 267 Tlacopán y Chinantla, etapas del cerco...... 268 Lanzamiento de los bergantines en el lago Texcoco...... 271 Trece bergantines contra quinientas canoas...... 273 Cerco de Tenochtitlán...... 274 La batalla campal ...... 278 Derrota en el Mercado de Tenochtitlán...... 281 Ofensiva final ...... 287 Caída de Tenochtitlán ...... 289

Selección de textos de la Cuarta carta...... 292 Llegada de Cristóbal de Tapia ...... 293 Exploración del Oeste e intrigas contra Cortés...... 293 Exploración del Pacífico y más oposición contra Cortés...... 300

Selección de textos de la Quinta carta...... 305 Aventura en Honduras ...... 307 Primer Puente sobre el estero de Acalan...... 310 Hacia Acalan y llegada a Honduras ...... 312 Conspiración descubierta gracias a la brújula...... 314 La gran provincia de Acalan ...... 315 Llegada a Maztlán...... 317 Un recuerdo clásico: Cortés como Eneas...... 318 Llegada a Tahuytal...... 323 Llegada a Acuculin ...... 324 Llegada a Taniha, al pueblo de Nito ...... 326 Muerte de Cristóbal de Olid...... 329 Descubrimiento del Polochic y salvación de sobrevivientes ...... 330 Cristóbal de Olid y la conquista de Honduras...... 339 Apología de la expedición a Honduras de 1524 a 1526...... 345 Cortés renuncia a ir a Nicaragua para pacificar Utlatlán y Guatemala ...... 353 Llegada de Ponce de León, juez de residencia...... 356 El pasaje a la ruta de las especierías ...... 362 Comentario a la Carta V ...... 364

GÉNEROS Y SUBGÉNEROS TEATRALES EN LA CARTELERA PONTEVEDRESA: 1930-1936 (HASTA LA GUERRA CIVIL)

Por Paulino Aparicio Moreno

l objetivo de esta investigación se centra en reconstruir la cartelera teatral pontevedresa, ciñéndonos únicamente a los géneros y subgéneros teatrales E y a sus obras, reflejando también quiénes son sus autores. El período elegi- do comprende desde finales de enero de 1930, caída de la dictadura del general Primo de Rivera, hasta el 18 de julio de 1936, comienzo de la Guerra Civil. Este trabajo viene a complementar otro mío aparecido en 20121. Si comparamos ambos períodos, advirtiremos ahora una caída importante en la producción teatral. Disminuyen sus cifras hasta bastante menos de la mitad con respecto a la década de los veinte. La cartelera ofrece 145 títulos, siendo el mayor número de ellos representado dos veces (73,80%) o una (18,62%). Estos datos nos permiten dibujar un mapa fidedigno, en el que se aprecia la gran actividad llevada a cabo por los autores, que escriben un teatro comercial bajo la presión de los empresarios, las compañías y el público, lo cual conlleva que la gran mayoría de las piezas representadas fuesen estrenos, renovándose la cartelera con frecuencia y que el problema planteado no era de cantidad sino de calidad. Los autores más taquilleros son los de siempre: Jacinto Benavente, los herma- nos Quintero, Carlos Arniches, Pedro Muñoz Seca…, que siguen satisfaciendo el gusto mayoritario y llenan las salas. No hay la menor huella de los llamados reno-

1 “Géneros y subgéneros teatrales en la cartelera pontevedresa durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)”, Cuadernos para Investigación de la Literatura Hispánica, FUE, Seminario “Menéndez Pelayo”, núm. 37, Madrid, 2012, págs. 371-411. 370 PAULINO APARICIO MORENO vadores como Miguel de Unamuno, José Martínez Ruiz, “Azorín”, Ramón María del Valle-Inclán y Federico García Lorca.

Obras: Número de representaciones 1 rep. 18,62% 3 rep. 4,82% 2 rep. 73,80% 4 rep. 2,76%

Hemos de confirmar que la mayoría de las obras representadas eran cercanas a su creación. Así, vemos que la presencia de producciones del Siglo de Oro es tes- timonial: El alcalde de Zalamea (adaptada por Juan de la Peña), de Calderón de la Barca, y La cueva de Salamanca, La guarda cuidadosa y Los habladores, de Mi- guel de Cervantes, son las únicas muestras de nuestro teatro clásico. Lo mismo sucede con el teatro romántico: Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, permanece como ejemplo de dicho teatro. También la presencia de obras escritas en gallego es muy baja. Aproximada- mente, suponen un 2,75%, predominando las piezas breves. Ninguna de ellas pasó de las dos representaciones. Veamos a continuación todas aquellas producciones que fueron escenificados tres o más veces:

Tabla 1

Obra Nº. R. Género Act. Lírico/Declamado ¡Cásate con mi mujer! 3 Comedia 3 Declamado La dama de las camelias 3 Drama 5 Declamado En un burro tres baturros 3 Comedia 3 Declamado Papá Gutiérrez 3 Comedia 3 Declamado El refugio 3 Comedia 3 Declamado La señorita del almacén 3 Comedia Declamado Solera 3 Comedia 3 Declamado El barbero de Sevilla 4 Ópera 2 Lírico Geisha 4 Opereta 3 Lírico Rosa del azafrán 4 Zarzuela 2 Lírico Teresa de Jesús 4 Comedia 3 Declamado GÉNEROS Y SUBGÉNEROS… 371

Nótese que las obras declamadas fueron las más repetidas, prevaleciendo las de más de un acto. Con esto puede afirmarse que el teatro más escenificado fue el declamado, como veremos más adelante. El drama Don Juan Tenorio de José Zo- rrilla, que siempre había sido la obra más representada, en este período solamente sube a escena en dos ocasiones

Obras más representadas. Lírico/Declamado. Declamado 80% Lírico 20%

El número de representaciones habidas año por año entre un tipo de teatro y otro queda plasmado en la siguiente relación:

Tabla 2

Año Declam. Lírico Dominio Año Declam. Lírico Dominio

1930 16 0 Declamado 1934 21 2 Declamado

1931 68 14 Declamado 1935 26 12 Declamado

1932 66 0 Declamado 1936 10 10 Declamado

1933 22 7 Declamado

Estos datos corroboran nuevamente la supremacía del teatro declamado en to- dos los años investigados. Vemos que los años más activos fueron 1931 y 1932, y los de menor actividad 1930, 1936 y 1934, respectivamente. Hay que reseñar que en 1930 y 1932, no hubo ninguna representación de teatro lírico. Por el contrario, 1931 y 1935 fueron los de mayor oferta lírica. Del teatro declamado, siempre atendiendo a los datos disponibles, hemos con- seguido 120 títulos, de los cuales 110 pertenecen a obras con más de un acto y 10, a un acto.

Teatro declamado. Extenso 91,67% Breve 8,33%

372 PAULINO APARICIO MORENO

Del teatro extenso declamado hemos recogido 110 títulos, que se reparten así:

Tabla 3

Originales: 92 Adaptaciones: 18

Adap. escénicas…… 1 Comedias ...... 73 ……………………14 Disparates cómicos ...... 1 Dramas ...... 10 ……………………...1 Episodios dramáticos...... 1 Estampas madrileñas……………………...……1 Farsas cómicas...... 3 Juguetes cómicos...... 1 ………………………2 Leyendas ...... 1 Poemas dramáticos…………………… ...... 1

Teatro Extenso Declamado. Originales 83,63 % Adaptaciones 16,37 %

El peso de las obras adaptadas ha bajado visiblemente. En general, el teatro ex- tranjero gozó de poco éxito entre el público español. Los géneros más representados dentro del teatro extenso declamado original son:

Comedias 79,34%, Dramas 10,86% Farsas cómicas 3,26% Otros 6,54%.

Salta a la vista cuál es la preferencia del público: la comedia. Género que ofrec- ía diversión y entretenimiento. Es la reina de la escena. En la España agitada y violenta de los años treinta, este género mayoritario consiguió alegrar, aunque fue- ra por un rato, la vida de los espectadores. Las obras que más veces subieron a escena fueron: GÉNEROS Y SUBGÉNEROS… 373

Tabla 4 Género Título Nº. R. Autor Comedias Teresa de Jesús 4 Eduardo Marquina. En un burro tres baturros 3 Alberto Novión. Papá Gutiérrez 3 F. Serrano Anguita.

El refugio 3 Pedro Muñoz Seca. Solera 3 Hermanos Quintero.

Dramas La dama de las camelias 3 A. Dumas (hijo).

En comedias nos encontramos con obras modernas cuyos autores triunfaron en las tablas, como Eduardo Marquina, los hermanos Quintero, Pedro Muñoz Seca…, que fueron los más taquilleros en la cartelera pontevedresa. Del teatro extenso declamado adaptado, los géneros más representados fueron:

Comedias 77,77%, Juguetes cómicos 11,11% Otros 11,12%

Dentro de las obras adaptadas, podemos destacar:

Tabla 5 Género Título Nº. R. Autor Comedias ¡Cásate con mi 3 Ladislao Fodor, adaptación de mujer! Tomás Borrás. La señorita del 3 Adaptada por Sinibaldo Gutiérrez. almacén

Vemos que las obras más representads son las comedias ¡Cásate con mi mujer!, adaptación de la obra de Ladislao Fodor, hecha por Tomás Borrás, y La señorita del almacén, adaptada por Sinibaldo Gutiérrez. Pasamos a continuación a ver el teatro breve declamado. Los 10 títulos reuni- dos los podemos desglosar de la siguiente manera:

374 PAULINO APARICIO MORENO

Tabla 6

Originales: 10 Adaptaciones: 0

Apropósitos……………………………………. 1 Comedias ...... 1 Diálogos...... 1 Entremeses...... 3 Juguetes cómicos...... 1 Monólogos ...... 2 Sainetes ...... 1

Teatro Breve Declamado Originales 100%

No hemos hallado ninguna obra adaptada, caso opuesto al visto en el teatro ex- tenso. Dentro de las originales los géneros interpretados más veces fueron:

Entremeses 30% Monólogos 20% Otros 50%.

Los títulos más celebrados dentro de los géneros más representados fueron:

Tabla 7 Género Título Nº. R. Autor Apropósitos Vampirismo 1 Carlos Fortuny y Basta. agudo Comedias Los demonios en 1 Miguel Echegaray. el cuerpo Diálogos Macanas no más 1 J. Fernández Tafall. Entremeses La cueva de 1 Miguel de Cervantes. Salamanca GÉNEROS Y SUBGÉNEROS… 375

Tabla 7 La guarda 1 Miguel de Cervantes. cuidadosa Miguel de Cervantes. Los habladores 1 Juguetes Nicolás 1 Eusebio Sierra. cómicos Monólogos El fotógrafo 1 A.N.E. Viaxe a Cruña 1 A.N.E. Sainetes Os trasacordos 1 Xavier Prado Rodríguez de Mingos (“Lameiro”).

Vemos que ninguna de las obras citadas pasa de una representación. En cuanto a las adaptaciones del teatro breve declamado, como hemos visto anteriormente, resaltar que no hay ninguna. Del teatro lírico, ofrecemos 20 títulos, correspondiendo 16 a obras extensas, más de un acto, y 4, a obras breves. A continuación, daremos una visión pormenorizada del teatro lírico extenso. Empezaremos diciendo que los títulos representados fueron 16, correspondiendo por géneros así:

Tabla 8

Originales: 15 Adaptaciones: 1

Glosario gitano-cómico lírico ...... 1 Dramas líricos…………….1 Historietas picarescas...... 1 Óperas ...... 1 Operetas ...... 1 Pasatiempos cómico-líricos...... 1 Revistas líricas ...... 4 Zarzuelas ...... 6

376 PAULINO APARICIO MORENO

Teatro Lírico Extenso. Originales 93,75% Adaptaciones 6,25%

La influencia de las adaptaciones es meramente testimonial. En cuanto a las originales, los géneros más escenificados son los siguientes:

Zarzuelas 40% Revistas líricas 26,66% Otros 33,34%.

Las obras más representadas atendiendo a sus géneros fueron:

Tabla 9 Género Título Nº. R. Autor Óperas El barbero de Sevilla 4 Letra de C. Sterbini, música de G. Rossini.

Operetas Geisha 4 Letra de H. Howen, música de S. Jones.

Zarzuelas La rosa del azafrán 4 Letra de G. Fernández Shaw y F. Romero, música de J. Guerrero

Dentro de las obras más escenificadas, hay que resaltar la zarzuela moderna La rosa del azafrán, que obtuvo el beneplácito del público y el de la crítica. Las otras dos piezas son viejas conocidas en los escenarios pontevedreses. En cuanto a las adaptaciones, uno fue el título representado. Veamos, en pri- mer lugar, su porcentaje y a continuación los géneros y las obras más exitosas (tabla 10):

Teatro Lírico Extenso Adaptado. Dramas líricos 100%

GÉNEROS Y SUBGÉNEROS… 377

Tabla 10 Género Título Nº. R. Autor Dramas líricos La severa 2 Letra de Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw, música de Rafael Millán, adaptación de la obra de Julio Dantas.

Pasemos al Género Chico Musical. Los 4 títulos representados se desglosan de la sigiente manera:

Tabla 11

Originales: 4 Adaptaciones: 1

Operetas ...... 1 Dramas líricos…………….1 Zarzuelas ...... 3

Este tipo de género comienza su lenta decadencia a partir de 1910. Ahora ve- mos que es residual. Sólo encontramos obras originales:

Género Chico Musical. Originales 100%

Dentro de las obras originales, los géneros más escenificados fueron: Zarzuelas 75% Operetas 25% Los títulos más ejecutados fueron:

Tabla 12 Género Título Nº. R. Autor Operetas Molinos de viento Letra de L. Pascual Frutos, músi- 2 ca de P. Luna. 378 PAULINO APARICIO MORENO

Tabla 12 Zarzuelas La banda de 2 Letra de C. Arniches, música de T. trompetas López Torregrosa. La canción del olvido 2 Letra de F. Romero y G. Fernández Shaw, música de J. Serrano. La marcha de Cádiz 1 Letra de E. García Álvarez y C. Lucio, música de Valverde (hijo) y R. Estellés.

Estos cuatro títulos ya eran conocidos del público pontevedrés. Por lo que se re- fiere al Género Chico Musical Adaptado, reflejar que no hemos hallado ningún título adaptado. Resumiendo: los gustos del público se decantan por el teatro extenso declamado (110 títulos), seguido a gran distancia del teatro extenso lírico (16 títulos), a conti- nuación el teatro breve declamado (10 títulos) y, finalmente, el teatro breve musical (4 títulos). Predominan los estrenos, destacando la comedia, cuya supremacía es manifies- ta, ya que contaba con la aprobación del público, que buscaba el lado más lúdico del teatro en una España crispada y cainita. Las obras musicales han sufrido un gran retroceso. La cartelera ofrece sobre todo obras originales contemporáneas y nacionales, pertenecientes al teatro comercial. Las obras escritas en gallego no tuvieron gran arraigo, siendo su presencia tes- timonial. Este artículo está formado por los siguientes apartados: 1.- Relación alfabética de las obras. 2.- Relación numérica de las representaciones celebradas. 3.- Clasificación de las obras por géneros. 4.- Obras anónimas o cuyo autor no se especifica. 5.- Obras cuyo número de actos no se especifica. 6.- Obras sin especificar el género. GÉNEROS Y SUBGÉNEROS… 379

ABREVIATURAS UTILIZADAS:

A.N.E.: Autor no especificado o desconocido. O.B.: Obra breve. O.E.: Obra extensa. *: Obra declamada. **: Obra musical.

Sin demora, entremos en el desarrollo de los apartados anunciados.

1.- RELACIÓN ALFABÉTICA.

*(O.E.1 r) Abanico de Lady Win- *(O.E.2 r) Cena de las burlas, La. dermere, El. *(O.E. 2 r) Chamarileros, Los. *(O.E.2 r) Aire de Madrid, El. *(O.E. 2 r) Chica ultramoderna, *(O.E.2 r) Alcalde de Zalamea, El. Una. *(O.E. 2 r) Alfiler, El. *(O.E.2 r) Cisneros. **(O.E. 2 r) Alo...! Alo...! Río...!? *(O.E.2 r) Cobardías. **(O.E.2 r) Ama, El. *(O.E.2 r) Condesa está triste, La. *(O.E.2 r) Amante de Madame Vi- *(O.E.2 r) Condesa María, La. dal, El (L’amant de Ma- *(O.E.2 r) Cruz de Pepita, La. dame Vidal). *(O.E.2 r) Cualquiera lo sabe. *(O.E.2 r) Amores y amoríos. *(O.E. 2 r) Cuando las Cortes de *(O.E.2 r) Anoche me casé con Cádiz. usted, doctor. *(O.E.2 r) Cuando los hijos de Eva *(O.E.2 r) Arte de pescar marido, El. no son los hijos de Adán. *(O.E.2 r) ¡Atrévete, Susana! *(O.B. 1 r) Cueva de Salamanca, La. **(O.B.2 r) Banda de trompetas, La. *(O.E. 2 r) Culpa es de Calderón, **(O.E.4 r) Barbero de Sevilla, El. La. *(O.E.2 r) ¡Bendita seas! *(O.E.3 r) Dama de las camelias, *(O.E.2 r) Caballeros, Los. La. *(O.E.2 r) Canallita mío. *(O.E.2 r) De muy buena familia. **(O.B.2 r) Canción del olvido, La. *(O.E.2 r) Del rastro a Hollywood. *(O.E.2 r) Caridad. *(O.B. 1 r) Demonios en el cuerpo, **(O.E.2 r) Carioca, La. Los. *(O.E.3 r) Casa de la Troya, La. *(O.E. 2 r) Di que eres tú. *(O.E.3 r) ¡Cásate con mi mujer! *(O.E.2 r) Diosa ríe, La. **(O.E.2 r) Castigadoras, Las. 380 PAULINO APARICIO MORENO

*(O.E.2 r) Divorciémonos (Divor- *(O.B.1 r) Macanas no más. çons!). *(O.E.2 r) Madre alegría. *(O.E.2 r) Don Juan Tenorio. *(O.E.2 r) Madrecita, La. *(O.E.2 r) Doña Hormiga. *(O.E.2 r) Madreselva. *(O.E.2 r) Educación de los pa- *(O.E.1 r) ¡Mal año de lobos! dres, La. *(O.E.2 r) Mala reputación, La. *(O.E.2 r) Eme, La. *(O.E.1 r) Malquerida, La. *(O.E.1 r) En Flandes se ha puesto *(O.E.1 r) Mancha que limpia. el sol. *(O.E.1 r) Manos de plata. *(O.E.3 r) En un burro tres batu- **(O.B.1 r) Marcha de Cádiz, La. rros. *(O.E.2 r) Melodía del jazz-band. *(O.E.2 r) Entre todas las mujeres. *(O.E.2 r) Mi casa es un infierno. *(O.E.2 r) Era una vez en Bagdad. *(O.E.2 r) Millona, La. *(O.E.1 r) Espada del hidalgo, La. **(O.B.2 r) Molinos de viento. *(O.E.2 r) ¡Esta noche me embo- *(O.E.1 r) Monje blanco, El. rracho! **(O.E.2 r) Montería, La. *(O.E.2 r) ¡Este hombre me gusta! *(O.E.2 r) Morriña. **(O.E.1 r) Fama del tartanero, La. **(O.E.2 r) Muchacha de vanguar- *(O.E.2 r) Fantasmas. dia, Una. *(O.B.1 r) Fotógrafo, El. *(O.E.2 r) Muerte del ruiseñor, *(O.E.2 r) Galeotes, Los. La. **(O.E.4 r) Geisha. *(O.E.2 r) Mujer, mujer, La. *(O.E.2 r) Gran galeoto, El. *(O.E.2 r) Mujer desconocida, *(O.E.2 r) Gran señora, Una. Una. **(O.E.2 r) Guapas, Las. *(O.E.2 r) Mujer X, La. *(O.B.1 r) Guarda cuidadosa, La. *(O.E.2 r) Mujercitas. (1 r) Guerra galana. *(O.E.2 r) Muñecos, Los. *(O.B.1 r) Habladores, Los. *(O.E.2 r) Ni al amor, ni al mar. *(O.E.2 r) Hijos de Dios, Los. *(O.B.1 r) Nicolás. *(O.E.2 r) Hijos artificiales, Los. *(O.E.1 r) Niñas de doña Santa, Las. *(O.E. 2 r) Hombrecito, El. *(O.E. 2 r) Oca, La. **(O.E. 2 r) Huésped del sevillano, El. *(O.E.2 r) Orgullo de Albacete, El **(2 r) Junta de viudas. (Loute). **(O.E.2 r) La de los claveles dobles. *(O.E.2 r) Oro y marfil. *(O.E.2 r) Lo que hablan las mujeres. *(O.E.3 r) Papá Gutiérrez. *(O.E.2 r) Locura de amor. *(O.E.2 r) Papirusa, La. *(O.E.2 r) Luna en el pozo, La. **(O.E. 2 r) Pavas, Las. *(O.E.1 r) Luz, La. *(O.E. 2 r) Pecar...hacer penitencia. GÉNEROS Y SUBGÉNEROS… 381

*(O.E. 2 r) Pégame, Luciano. *(O.E.2 r) Todo Madrid lo sabía… **(O.E.2 r) ¡Por si las moscas...! *(O.E.2 r) ¡Todo para ti! **(O.E. 2 r) Princesa Tarambana, La. *(O.B.1 r) Trasacordos de Mingos, *(O.E.2 r) Profesor Franz. Os. *(O.E.1 r) Prudencia, La. *(1 r) Trebón. *(O.E.2 r) Raid Madrid-Alcalá, El. *(O.E.2 r) Tres mosqueteros, Los. *(O.E.2 r) Rata de hotel. *(O.E.1 r) Tú, el barco; yo, el nave- *(O.E.3 r) Refugio, El. gante. *(O.E.2 r) Reyes Católicos, Los. *(O.E.2 r) Última aventura, La. *(O.E.2 r) Risa, La. *(O.E.2 r) Último Lord, El *(O.E.2 r) Rival de su mujer, El. (L’ultimo Lord). **(O.E. 4 r) Rosa del azafrán, La. *(O.E.2 r) Usted tiene ojos de mujer *(O.E.2 r) Sancho Avendaño. fatal. *(O.E.3 r) Señorita del almacén, La. *(O.B.2 r) Vampirismo agudo. **(O.E.2 r) Severa, La. *(O.E.1 r) Verdad inventada, La. *(O.E.3 r) Solera. *(O.B.1 r) Viaxe a Cruña. *(O.E.4 r) Teresa de Jesús. *(O.E.2 r) Víctimas de Chevalier, Las. *(O.E.2 r) Terra a nosa. *(O.E.2 r) Vivir de ilusiones. *(O.E.2 r) Tía de Carlos, La (Char- *(O.E.1 r) Voz de su amo, La. ley’s aunt). *(O.E.2 r) Zambra de Chorro Jumo o *(O.E.1 r) Tierra baja. Un juramento gitano, La. *(O.E.2 r) Tierra en los ojos.

2.- RELACIÓN NUMÉRICA DE LAS REPRESENTACIONES CELEBRADAS.

2.1.- OBRAS REPRESENTADAS UNA SOLA VEZ.

Abanico de Lady Windermere, El. ¡Mal año de lobos! Cueva de Salamanca, La. Malquerida, La. Demonios en el cuerpo, Los. Mancha que limpia. En Flandes se ha puesto el sol. Manos de plata. Espada del hidalgo, La, Marcha de Cádiz, La. Fama del tartanero, La. Monje blanco, El. Fotógrafo, El. Muchacha de vanguardia, Una. Guarda cuidadosa, La. Nicolás. Guerra galana. Niñas de doña Santa, Las. Habladores, Los. Prudencia, La. 382 PAULINO APARICIO MORENO

Tierra baja. Verdad inventada, La. Trasacordos de Mingos, Os. Viaxe a Cruña. Trabón. Voz de su amo, La. Tú, el barco; yo, el navegante.

2.2.- OBRAS REPRESENTADAS DOS VECES.

Aire de Madrid, El. Cuando las hijas de Eva. Alcalde de Zalamea, El. Culpa es de Calderón, La. Alfiler, El. De muy buena familia. Alo…! Alo…! Río!? Del rastro a Hollywood. Ama, El. Di que eres tú. Amante de Madame Vidal, El Diosa ríe, La. (L’amant de Madame Vidal). Divorciémonos (Divorçons!). Amores y amoríos Don Juan Tenorio. Anoche me casé con usted, doctor. Doña Hormiga. Arte de pescar marido, El. Educación de los padres, La. ¡Atrévete, Susana! Eme, La. Banda de trompetas, La. Entre todas las mujeres. ¡Bendita seas! Era una vez en Bagdad. Caballeros, Los. ¡Esta noche me emborracho! Canallita mío. ¡Este hombre me gusta! Canción del olvido, La. Fantasmas. Caridad. Galeotes, Los. Carioca, La. Gran galeote, El. Casa de la Troya, La.. Gran señora, Una. Castigadoras, Las. Guapas, Las. Cena de las burlas, La. Hijos de Dios, Los. Chamarileros, Los. Hijos artificiales, Los. Chica ultramoderna, Una. Hombrecito, El. Cisneros. Huésped del sevillano, El. Cobardías. Junta de viudas. Condesa está triste, La. La de los claveles dobles. Condesa María, La. Lo que hablan las mujeres. Cruz de Pepita, La. Locura de amor. Cualquiera lo sabe. Luna en el pozo, La. Cuando las Cortes de Cádiz. Luz, La. GÉNEROS Y SUBGÉNEROS… 383

Macanas no más. ¡Por si las moscas…! Madre alegría, La. Princesa Tarambana, La. Madrecita, La. Profesor Franz. Madreselva. Raid Madrid-Alcalá, El. Mala reputación. Rata de hotel. Melodía del jazz-band. Reyes Católicos, Los. Mi casa es un infierno. Risa, La. Millona. Rival de su mujer, El. Molinos de viento. Sancho Avendaño. Montería, La. Severa, La. Morriña. Terra a nosa. Muerte del ruiseñor, La. Tía de Carlos, La (Charley’s aunt). Mujer, mujer, La. Tierra en los ojos. Mujer desconocida, Una. Todo Madrid lo sabía… Mujer X, La. ¡Todo para ti! Mujercitas. Tres mosqueteros, Los. Muñecos, Los. Última aventura, La. Ni al amor, ni al mar. Último Lord, El (L’ultimo Lord). Oca, La. Usted tiene ojos de mujer fatal. Orgullo de Albacete, El (Loute). Vampirismo agudo. Oro y marfil. Víctimas de Chevalier, Las. Papirusa, La. Vivir de ilusiones. Pavas, Las. Zambra de Chorro Jumo o Un jura- Pecar…hacer penitencia. mento gitano, La. Pégame, Luciano.

2.3.- Obras representadas tres veces. ¡Cásate con mi mujer! Refugio, El. Dama de las camelias, La. Señorita del almacén, La. En un burro tres baturros. Solera. Papá Gutiérrez.

2.4.- Obras representadas cuatro veces. Barbero de Sevilla, El. Rosa del azafrán. Geisha. Teresa de Jesús. 384 PAULINO APARICIO MORENO

3.- CLASIFICACIÓN POR GÉNEROS.

3.1.- Teatro extenso declamado.

3.1.1.- OBRAS ORIGINALES.

1.- Comedias: (1 r) Abanico de Lady Windermere, (2 r) Cuando los hijos de Eva no El, de Oscar Wilde. son los hijos de Adán, de (2 r) Aire de Madrid, El, de Jacinto Benavente. Francisco Serrano Anguita. (2 r) De muy buena familia, de (2 r) Alfiler, El, de Pedro Muñoz Jacinto Benavente. Seca. (2 r) Diosa ríe, La, de Carlos (2 r) Amores y amoríos, de Serafín Arniches. y Joaquín Álvarez Quintero. (2 r) Doña Hormiga, de Serafín y (2 r) Anoche me casé con usted, Joaquín Álvarez Quintero. doctor, de Ferenc Molnar. (2 r) Educación de los padres, La, (2 r) ¡Bendita seas!, Alberto de José Fernández del Villar. Novión. (2 r) Eme, La, de Pedro Muñoz Seca. (2 r) Caballeros, Los, de Antonio (1 r) En Flandes se ha puesto el Quintero y Pascual Guillén. sol, de Eduardo Marquina. (2 r) Canallita mío, de Carlos (3 r) En un burro tres baturros, de Goicoechea y Rogelio Alberto Novión. Cordone. (2 r) Entre todas las mujeres, de (2 r) Caridad, de Miguel Francisco Serrano Anguita. Echegaray. (2 r) Era una vez en Bagdad, de (2 r) Cobardías, de Manuel Linares Eduardo Marquina. Rivas. (2 r) ¡Esta noche me emborracho!, (2 r) Condesa está triste, La, de de Luis Fernández de Sevilla Carlos Arniches. y Anselmo C. Carreño. (2 r) Condesa María, La, de Juan (2 r) Fantasmas, de Manuel Ignacio Luca de Tena. Linares Rivas. (2 r) Cruz de Pepita, La, de Carlos (2 r) Galeotes, Los, de Serafín y Arniches. Joaquín Álvarez Quintero. (2 r) Cualquiera lo sabe, de Jacinto (2 r) Gran señora, Una, de Enrique Benavente. Suárez de Deza. GÉNEROS Y SUBGÉNEROS… 385

(2 r) Hijos de Dios, Los, de y Leopoldo Lópes de Sáa. Antonio Ramos Martín. (2 r) Mujer, mujer, de Luis (2 r) Hombrecito, El, de Jacinto Manzano. Benavente. (2 r) Mujerdesconocida, Una, (2 r) Lo que hablan las mujeres, de Pedro Benjamín Aquino. Serafín y Joaquín Álvarez (2 r) Mujercitas, de José Rodríguez Quintero. de Vicente (“Joselín”) y (2 r) Luna en el pozo, La, de Florencia M. Marqués. Armando Moock. (2 r) Ni al amor, ni al mar, de (1 r) Luz, La, de Pascual Guillén y Jacinto Benavente. Antonio Quintero. (1 r) Niñas de doña Santa, Las, de (2 r) Madre alegría, de Luis Alfonso Vidal Planas. Fernández de Sevilla y (2 r) Oca, La, de Pedro Muñoz Seca. Rafael Sepúlveda. (2 r) Oro y marfil, de Pascual (2 r) Madrecita, La, de Francisco Guillén y Antonio Quintero. Defilippis Novoa. (3 r) Papá Gutiérrez, de Francisco (2 r) Madreselva, de Serafín y Serrano Anguita (“Tartarín”). Joaquín Álvarez Quintero. (2 r) Papirusa, La, de Adolfo (1 r) ¡Mal año de lobos!, de Torrado y Leandro Navarro. Manuel Linares Rivas. (2 r) Pecar…hacer penitencia, de (2 r) Mala reputación, de José Honorio Maura. González del Castillo. (2 r) Pégame, Luciano, de Pedro (1 r) Manos de plata, de Francisco Muñoz Seca. Serrano Anguita (“Tartarín”). (1 r) Prudencia, La, de José (2 r) Melodía del jazz-band, La, de Fernández del Villar. Jacinto Benavente. (3 r) Refugio, El, de Pedro Muñoz (2 r) Mi casa es un infierno, de Seca. José Fernández del Villar. (2 r) Reyes Católicos, Los, de José (2 r) Millona, La, de Enrique Fernández del Villar. Suárez de Deza. (2 r) Risa, La, de Serafín y Joaquín (2 r) Morriña, de José Rodríguez Álvarez Quintero. de Vicente (“Joselín”) y (2 r) Rival de su mujer, El, de Florencia M. Marqués. Jacinto Benavente. (2 r) Muchacha de vanguardia, (3 r) Solera, de Serafín y Joaquín Una, de Ángel Custodio y Álvarez Quintero. Javier de Burgos. (4 r) Teresa de Jesús, de Eduardo (2 r) Muerte del ruiseñor, La, de Marquina. Enrique Contreras Camargo (2 r) Tierra en los ojos, de 386 PAULINO APARICIO MORENO

Francisco Serrano Anguita Alexandre Dumas (hijo). (“Tartarín”). (2 r) Don Juan Tenorio, de José (2 r) Todo Madrid lo sabía…, de Zorrilla. Manuel Linares Rivas. (1 r) Espada del Hidalgo, La, de (2 r) ¡Todo para ti!, de Pedro Luis Fernández Ardavín. Muñoz Seca. (2 r) Gran galeoto, El, de José (1 r) Tú, el barco; yo, el navegante, Echegaray. de Francisco Serrano (2 r) Locura de amor, de Manuel Anguita (“Tartarín”). Tamayo y Baus. (2 r) Última aventura, La, de (1 r) Mancha que limpia, de José Enrique Moreno. Echegaray. (2 r) Usted tiene ojos de mujer (1 r) Malquerida, La, de Jacinto fatal, de Enrique Jardiel Benavente. Poncela. (2 r) Mujer X, La, de Alexandre (1 r) Verdad inventada, La, Jacinto Bisson. Benavente. (2 r) Sancho Avendaño, de Manuel (2 r) Víctimas de Chevalier, Las, Linares Rivas. Antonio Paso Cano. (1 r) Tierra baja, de Ángel (2 r) Vivir de ilusiones, de Carlos Guimerá. Arniches. (1 r) Voz de su amo, La, de Pedro 3.- Juguetes cómicos: Muñoz Seca. (2 r) Raid Madrid-Alcalá, de Antonio Fernández Lepina. 2.- Dramas: (3 r) Dama de las camelias, La, de

3.1.1.1.- OTRAS DENOMINACIONES GENÉRICAS.

1.- Disparates cómicos: 3.- Estampas madrileñas: (2 r) Del rastro a Hollywood, de José Rodríguez de Vicente (2 r) La de los claveles dobles, de (“Joselín”) y Florencia M. Luis de Vargas. Marqués.

2.- Episodios dramáticos: 4.- Farsas cómicas: (2 r) Cuando las Cortés de Cádiz, (2 r) Chamarileros, Los, de Carlos de José María Pemán. Arniches, Joaquín Abati y GÉNEROS Y SUBGÉNEROS… 387

Celso Lucio. 5.- Leyendas: (2 r) Culpa es de Calderón, La, de (1 r) Monje blanco, El, de Eduardo Leandro Blanco y Alfonso Marquina. Lapena. (2 r) ¡Este hombre me gusta!, de 6.- Poemas dramáticos: Antonio López Monis y (2 r) Cisneros, de José María Ramón Peña. Pemán.

3.1.2.- ADAPTACIONES

1.- Comedias: de Victorien Sardou y Emile de Najac, adaptada por (2 r) Amante de Madame Vidal, El Ceferino Palencia. (L’amant de Madame Vidal), (2 r) Muñecos, Los, de Pierre de Louis Verneuil, adaptada Wolf, adaptada por Carlos de por Enrique Fernández Sáez. Batlle. (2 r) Arte de pescar marido, El, de (2 r) Rata de hotel, de Marcel Adolfo Stobitzer, traducida Gerbidon y Paul Armont, por Ricardo Hicken. adaptada por Eduardo (2 r) ¡Atrévete Susana!, de Marquina y Torres. Ladislao Fodor, traducida por (2 r) Señorita del almacén, La, Tomás Borrás y Andrés adaptada por Sinibaldo Revés. Gutiérrez. (3 r) ¡Cásate con mi mujer!, de (2 r) Tía de Carlos, La (Charley’s Ladislao Fodor, adaptada por aunt), de Thomas Brandon, Tomás Borrás. arreglada por Pedro Gil. (2 r) Cena de las burlas, La, de (2 r) Tres mosqueteros, Los (Les Sem Benelli, traducida por trois mousquetaires), de Luis Ricardo José Catarineu y Fernández Ardavín y Federico Reparaz. Valentín de Pedro, (2 r) Chica ultramoderna, Una, de adaptación de la novela de J. Danvitz, traducida por Alexandre Dumas (padre). Ricardo Hicken. (2 r) Último Lord, El (L’ultimo (2 r) Di que eres tú, de Jacques Lord), de Ugo Falena, Bousquet y Enri Falle, adaptada por Víctor adaptada por Antonio Paso Gabirondo y Manuel Cano y Juan Chacón. Morcillo. (2 r) Divorciémonos (Divorçons!), 388 PAULINO APARICIO MORENO

2.- Dramas: (2 r) Hijos artificiales, Los, (2 r) Alcalde de Zalamea, El, de adaptado por Joaquín Abati y Calderón de la Barca, Federico Reparaz. adaptado por Juan de la Peña. (2 r) Orgullo de Albacete, El (Loute), de Pierre Weber, adaptado por Antonio Paso 3.- Juguetes cómicos: Cano y Joaquín Abati.

3.1.2.1.- OTRAS DENOMINACIONES GENÉRICAS.

1.- Adaptaciones escénicas: adaptación de la novela de (3 r) Casa de la Troya, La, de Pérez Lugín. Manuel Linares Rivas,

3.2.- TEATRO BREVE DECLAMADO.

3.2.1.- OBRAS ORIGINALES.

1.- Comedias: (1 r) Demonios en el cuerpo, Los, 3.- Juguetes cómicos: de Miguel Echegaray. (1 r) Nicolás, de Eusebio Sierra.

2.- Entremeses: 4.- Monólogos: (1 r) Cueva de Salamanca, La, de (1 r) Fotógrafo, El, de A.N.E. Miguel de Cervantes

Saavedra. (1 r) Viaxe a Cruña, de A.N.E. (1 r) Guarda cuidadosa, La, de Miguel de Cervantes Saavedra. 5.- Sainetes: (1 r) Habladores, Los, de Miguel (1 r) Trasacordos de Mingos, Os, de Cervantes Saavedra. de Xavier Prado Rodríguez (“Lameiro”). GÉNEROS Y SUBGÉNEROS… 389

3.2.1.1.- OTRAS DENOMINACIONES GENÉRICAS.

1.- Apropósitos. (2 r) Vampirismo agudo, de 2.- Diálogos: Carlos Fortuny y Basta. (1 r) Macanas no más, de José Fernández Tafall.

3.3.- TEATRO LÍRICO EXTENSO (MÁS DE UN ACTO).

3.3.1.- OBRAS ORIGINALES.

1.- Óperas: (2 r) ¡Por si las moscas...! Letra (4 r) Barbero de Sevilla, El. Letra de Joaquín Vela y José L. de Cesare Sterbini, música de Campúa, música de Gioacchino Rossini. Francisco Alonso.

2.- Operetas: 4.- Zarzuelas: (4 r) Geisha. Letra de Halle (2 r) Ama, El. Letra de Luis Howen, música de Sidney Fernández Ardavín, música Jones. de Jacinto Guerrero. (1 r) Fama del tartanero, La. Letra de Luis Manzano y 3.- Revistas líricas: Manuel de Góngora, música (2 r) Alo...! Alo...! Río...!? Letra de de Jacinto Guerrero. Jardel Jercolis e Iglesias, (2 r) Huésped del sevillano, El. música A.N.E Letra de Enrique Reoyo y J. (2 r) Carioca. Letra de Jardel I. Luca de Tena, música de Jercolis, Geysa y Bescoli, Jacinto Guerrero. música A.N.E. (2 r) Montería, La. Letra de José (2 r) Pavas, Las. Letra de Joaquín Ramos Martín, música de Vela y Enrique Sierra, Jacinto Guerrero. música de Ernesto Pérez (2 r) Princesa Tarambana, La. Rosillo. Letra de Carlos Arniches y 390 PAULINO APARICIO MORENO

Joaquín Abati, música de Guillermo Fernández Shaw, Francisco Alonso música de Jacinto Guerrero. (4 r) Rosa del azafrán, La. Letra de Federico Romero y

3.3.1.1.- OTRAS DENOMINACIONES GENÉRICAS.

1.- Glosario gitano-cómico Alonso lírico-bailable:

(2 r) Zambra de Chorro Jumo o 3.- Pasatiempos cómico-líricos: Un juramento gitano, La. Letra y música de A.N.E. (2 r) Guapas, Las. Letra de José Muñoz Román y Emilio González del Castillo, 2.- Historieta picaresca: música de Francisco Alonso (2 r) Castigadoras, Las. Letra de y Joaquín Belda. Francisco Lozano y Joaquín Mariño, música de Francisco

3.3.2.- ADAPTACIONES.

1.- Dramas líricos: Fernández Shaw, música de (2 r) Severa, La. Letra de Federico Rafael Millán, adaptación de Romero y Guillermo la obra de Julio Dantas

3.4.- TEATRO BREVE LÍRICO. EL GÉNERO CHICO MUSICAL.

3.4.1.- OBRAS ORIGINALES.

1.- Operetas: 2.- Zarzuelas: (2 r) Banda de trompetas, La. (2 r) Molinos de viento. Letra de Letra de Carlos Arniches, Luis Pascual Frutos, música música de Tomás López de Pablo Luna. Torregrosa. (2 r) Canción del olvido, La. Letra GÉNEROS Y SUBGÉNEROS… 391

de Federico Romero y de Enrique García Álvarez y Guillermo Fernández Shaw, Celso Lucio, música de música de José Serrano. Valverde (hijo) y Ramón (1 r) Marcha de Cádiz, La. Letra Estellés.

4.- OBRAS ANÓNIMAS O CUYO AUTOR NO SE ESPECIFICA.

(1 r) Fotógrafo, El. (1 r) Viaxe a Cruña. (1 r) Guerra galana. (2 r) Zambra de Chorro Jumo o (2 r) Junta de viudas. Un juramento gitano, La. (2 r) Profesor Franz.

5.- OBRAS CUYO NÚMERO DE ACTOS NO SE ESPECIFICA.

(2 r) Anoche me casé con usted, (3 r) Señorita del almacén, La. doctor. (2 r) Terra a nosa. (2 r) Canallita mío. (1 r) Trebón. (2 r) Del rastro a Hollywood. (1 r) Tú, el barco; yo, el navegante. (2 r) Era una vez en Bagdad. (2 r) Gran señora, Una. 6.- Obras sin especificar el (1 r) Guerra galana. género. (2 r) Junta de viudas. (1 r) Luz, La. (1 r) Guerra galana. (2 r) Morriña. (2 r) Junta de viudas. (2 r) Mujercitas. (2 r) Profesor Franz. (1 r) Niñas de doña Santa, Las. (2 r) Terra a nosa. (2 r) Profesor Franz. (2 r) Rival de su mujer, El.

PERIÓDICOS CONSULTADOS: El Diario de Pontevedra. El País. Progreso.

DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS DURANTE LA EDAD MEDIA. LA SANTA INQUISICIÓN

Por Pedro Santonja Hernández

urante la Edad Media nunca hubo en el suelo ibérico una sólida paz entre los componentes de las tres religiones (judíos, cristianos y moros), a pesar D de que algunos soberanos castellanos (Alfonso X) se consideraran señores de todos éstos. Si existía cierto equilibrio en estas animadversiones, la complaciente armonía se rompió a partir, sobre todo, de los hostigamientos contra los hebreos, asaltos a sus “aljamas” y “juderías”1, y las crueles persecuciones del año 1391. Antes del establecimiento de la Santa Inquisición y antes de generalizarse sus peculiares procedimientos represivos para mantener la pureza de las creencias, ya existían modelos de notable perversidad que anunciaban lo que se vislumbraba. Según algunos eruditos, se puede comprobar que la delación secreta ya era un arma de intimidación para los judíos y conversos del judaísmo. Quienes, a finales del siglo XIV, delataban a los judíos en Cataluña “no eran por lo común los cris- tianos, sino los nuevamente conversos al cristianismo, ganosos de ostentar su celo

1 Hay que diferenciar entre “aljama” y “judería”. En general, cuando la documentación indica el término “aljama” quiere decir que se trata de una comunidad judía debidamente organizada, que cuenta con una sinagoga y un rabino, por lo menos, y que dispone de una serie de instituciones im- prescindibles: escuela de primeros estudios, cementerio, baño ritual para las mujeres, etc. Por el con- trario, cuando la documentación emplea la denominación “judería”, indica un menor grado de estas instituciones y barrio donde vivían la mayor parte de los judíos. (Vid.: CARRETE PARRONDO, CARLOS, “Judíos, moros y cristianos. La Castilla interconfesional de los Arias Dávila segovianos”, en: Segovia en el siglo XV. Arias Dávila: obispo y mecenas, Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 1998, p. 143). 394 PEDRO SANTONJA HERNÁNDEZ de neófitos o de saciar antiguos rencores”2. El más dañino habitante de la judería era el “malsín” o calumniador, gemelo del siniestro personaje llamado, el “wasi” o mesturero3, polilla de las cortes musulmanas y cristianas. Tan arriesgado y difundi- do estaba el tipo del “malsín”, que la palabra entró a formar parte del castellano4, junto con su derivado “malsinar”. La delación aportaba al “malsín” una recompen- sa en dinero, o el placer de la venganza, por lo que las autoridades de la “aljama” o de la Iglesia solían desconfiar, en algunos casos, de estas denuncias5. Según Américo Castro, puesto que las autoridades hebreas perseguían a estos malsines, es lícito pensar que los nuevos métodos de la Inquisición española fueran una adaptación de los usuales en las aljamas. Es notorio que muchos procedentes del judaísmo llegaran a ser obispos6, frailes, monjes y aun miembros del Consejo Supremo de la Inquisición, y que otros conversos escribieran tratados y “diálogos” contra los de su misma estirpe7. A estos textos perniciosos se unió el odio secular hacia los judíos y hacia los conversos de la “gente de los menudos” y la perfidia de algunos judeoconversos. Resultados de todas estas fuerzas fueron las persecuciones violentas que desde fines del siglo XIV arrasaron las aljamas judías8. Con posterioridad a 1391, la grey judaica fue perseguida y disgregada en diver- sos territorios hispanos, sin que los reyes fueran capaces de atajar la furia de las masas rencorosas.

2 CASTRO, AMÉRICO, España en su historia. Cristianos, moros y judíos. Crítica (Grijalbo Mondadori), Barcelona, 1996, p. 519 del Capítulo X. “Los judíos. Simbiosis cristiano-judaica. Lim- pieza de sangre e Inquisición”. 3 “Mesturero”: Que descubría, revelaba o publicaba el secreto que se le había confiado o debía guardar. Cizañero, chismoso, chivato, soplón. 4 En el sentido de “el que de secreto avisa a la justicia de algunos delitos, con mala intención y por su propio interés”. 5 Los procesos incoados a consecuencia de las delaciones infamantes se tramitaban sin las garant- ías del procedimiento ordinario, en secreto y sin poner en presencia al acusado con sus delatores. Vid.: CASTRO, AMÉRICO, España en su historia. Cristianos, moros y judíos, op. cit., pp.519-520 del mismo Capítulo X. 6 Juan Arias Dávila, obispo de Segovia; Pedro de Aranda, obispo de Calahorra; Pablo de Santa María y su hijo Alonso de Cartagena, obispos de Burgos. El obispo de Coria y el cardenal de San Sixto. 7 Parece increíble, pero lo cierto es que los más oscuros golpes contra Israel vinieron de sus mis- mos rabinos luego de bautizarse. Un ejemplo sería el ex-rabino Jerónimo de Santa Fe (antes Yenosu ´a Lorqí) y médico de Benedicto XIII, que escribió el Hebraeomastix o Contra Judaeos 8 CASTRO, AMÉRICO, España en su historia. Cristianos, moros y judíos, op. cit., p. 522, del mismo Capítulo X. Ciertas órdenes religiosas con matiz popular y amplia base de pueblo llano – y con bastantes conversos resentidos en sus claustros – suministraron argumentos belicosos que vocea- ban desde los púlpitos y que tendrían consecuencias incalculables. DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS … 395

Alonso de Oropesa, general de la Orden Jerónima, recibió una carta muy signi- ficativa de los frailes franciscanos, predispuestos a enfrentarse con el problema que planteaban los conversos “judaizantes”. En esta carta los frailes mendicantes ped- ían a los jerónimos la ayuda para presentarse juntos ante el rey Enrique IV y encon- trar un plan concertado contra los considerados “herejes” judaicos. El rey pidió al general de los jerónimos que escribiera a todos los obispos del reino pidiéndoles en nombre del rey que establecieran, cada uno en su propia diócesis, una inquisición para investigar todas las desviaciones de la fe. El 1 de diciembre de 146l, el emisa- rio de Enrique IV en Roma entregó al papa Pío II una solicitud pidiéndole que aprobase el establecimiento de una inquisición en Castilla para enfrentarse con algunas opiniones heréticas que habían surgido. No se trata de una mueva Inquisi- ción sometida al poder real, sino bajo el poder de los obispos9. Se repetía, oralmen- te y por escrito, la idea del “peligro” que los marranos constituían para el pueblo español y para su religión. Se formó un Tribunal Inquisitorial en Toledo, pero este primer intento de implantación tuvo escaso éxito; la guerra civil de 1465 dejó en el aire el proyecto10. Estas prédicas y estos tratados propagaron la idea del falso cristianismo de los conversos, de su judaísmo secreto, así como otras acusaciones similares a las que se hacían contra sus hermanos los judíos11. Si bien la violencia social y antijudaica de 1391 llevó a numerosas conversiones, las más notables (Pablo de Santa María, por ejemplo), ocurrieron poco antes del inicio de estas revueltas. A este clima de tensión contribuyó el antijudaísmo virulento de algunos conversos notables: Abner de Burgos, Pablo de la Caballería, etc.12 La idea del peligro de los marranos o conversos que judaizaban estaba generali- zada entre los cristianos “ranciosos”, como hemos apuntado en páginas anteriores. Hubo momentos históricos, después de la fundación de la Inquisición13, en que se perseguía a los falsos convertidos con gran tesón.

9 ASENSIO GONZÁLEZ, MARÍA, Segovia. La ciudad y su tierra a fines del Medievo. Exce- lentísima Diputación Provincial de Segovia, Segovia, 1986, p. 332. Véase también: NETANYAHU, BENZION (o BENZO), Los orígenes de la Inquisición en la España del siglo XV, traducción de Ángel Alcalá Galve y Ciriaco Morón Arroyo, Editorial Crítica, Barcelona, 1999, pp. 667-668. 10 ASENSIO GONZÁLEZ, MARÍA, Segovia. La ciudad y su tierra a fines del Medievo, op. cit., p. 332 11 NETANYAHU, BENZION, “¿Motivos o pretexto? La razón de la Inquisición”, Ángel Alcalá y otros. Inquisición española y mentalidad inquisitorial, Editorial Ariel, Barcelona, 1984, p. 4l. 12 R. RUIZ, TEÓFILO, “La Inquisición medieval y la moderna: paralelismos y contrastes”, en Alcalá y otros, op.cit., p. 53. 13 El cronista Andrés Bernáldez, cura de los Palacios, refiere en su Historia de los Reyes Católi- cos los inicios del problema converso, debido al cual los monarcas “ovieron bula del Papa Sixto IV”. Así, “concedióse la bula y ordenóse la Inquisición el año de 1480”. Sobre el origen de la Suprema, 396 PEDRO SANTONJA HERNÁNDEZ

Se dieron muchos casos de “relapsos”14 que, después de bautizados y faltos de convicción religiosa, volvían más o menos ocultamente a las prácticas judaicas y a la observancia de su ley15, demostrando que su entrada en la Iglesia había sido so- lamente un ardid para cortar trabas y allanar dificultades16. Otros mostraban una indecisión entre judaísmo y cristianismo, actuando como malos judíos y malos cristianos, aunque siempre añorando las ceremonias y prácticas externas del ju- daísmo. De éstos nos informan con todo género de detalles Andrés Bernáldez y Hernan- do del Pulgar. Escribe éste en términos generales:

“Algunos clérigos e personas religiosas, e otros de la cibdad de Seuilla, ynforma- ron al Rey e a la Reyna que en aquella cibdad muchos cristianos del linage de los judíos tornauan a judaizar, e fazer ritos de judíos, secretamente, en sus casas; e ni creyean la fe cristiana, ni facían las obras que católicos cristianos devían facer”.17

El converso ficticio debía ocultarse para sus prácticas judaicas y mal de su grado cumplir hipócritamente con los mandamientos de la Iglesia. Muchos de ellos busca- ron el retiro del mundo en monasterios jerónimos, alejados de los tribunales eclesiás- ticos, creando grandes problemas en el seno de la Orden. Otros lograron infiltrarse en el bajo clero, donde no se exigían grandes requisitos, ya que la gran erudición y las profundas disquisiciones no estaban hechas para ellos. Los rabinos, convertidos al cristianismo, aspiraban y hasta conseguían otras metas, como ya hemos visto. No es raro encontrar en los procesos inquisitoriales acusaciones de haber leído la Biblia judía y otros libros hebreos de oraciones o escritos contra el cristianismo. Si las conveniencias aconsejaban bautizarse, raspaban en lo que era posible las partes ungidas con el santo crisma y se sometían a una serie de curiosos ritos con los que creían arrancar lo que consideraban estigma bautismal. Bernáldez nos dice

Henry Charles Lea nos dice que se organizó en 1483, con el nombre de “Consejo de la Suprema y General Inquisición”. (Vid.: ESCUDERO, JOSÉ ANTONIO, “Los orígenes del “Consejo de la Su- prema Inquisición”“, en Ángel Álcalá y otros. Inquisición española y mentalidad inquisitorial, op.cit. p. 81. Véanse los trabajos de Lea, de Bernardino Llorca y de Henry Kamen). 14 “Relapsos”: Los penitenciados por la Inquisición que reincidían en un pecado o en una herejía de la cual habían abjurado 15 Ley que comprendía el “Antiguo Testamento”, el “Talmud” y las respuesta de los rabinos. 16 LÓPEZ MARTÍNEZ, NICOLÁS, “El peligro social de los conversos”, en Hispania Sacra, 1, enero-junio, 1950, p. 29. (Págs. 29-44). 17 Ibidem., p. 30. Hernando del Pulgar, cortesano de Juan II y Enrique IV. Sirvió a Isabel I. Escri- bió la Crónica de los Señores Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel y Claros varones de Castilla, semblanzas de veinticuatro personales de su tiempo, finales del siglo XV. DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS … 397 que “los que podían escusarse de no baptizar a sus fijos, no los baptizaban, e los que los baptizaban, lavábanlos en casa desque los traían”.18 Aunque en algunos documentos se hacía alusión a los “malos cristianos”, se en- tendía que la Inquisición tenía como blanco a los cristianos nuevos o conversos de origen judío. Los términos “malos cristianos”, “sospechosos de la fe” y “difamados por la herejía” eran empleados por la Inquisición para designar a los conversos que judaizaban.19 Desde muy pronto se presentaron denuncias contra los que tenían origen judío, primero contra las simonías y más tarde contra los conversos abiertamente judaizan- tes, de forma especial en las diócesis de Toledo y Córdoba20. Consecuencia de estas delaciones fueron los asaltos a las juderías y las persecuciones a los de linaje judío. El hidalgo, “de acrisolada estirpe”, no podía frenar sus celos y envidias al ver cómo el vástago de una familia judía lograba ocupar un cargo en la corte o en la administración pública y acaparaba las mejores alianzas matrimoniales para sus hijas o consiguiendo que sus hijos hicieran grandes progresos en la Iglesia. Esta escalada a los puestos jerárquicos de la Iglesia no siempre fue real, pues se ha lle- gado a considerar, sin solventes razones, como cristianos nuevos a numerosos ecle- siásticos. Pero sí que es totalmente cierto que la influencia del elemento converso sería tan considerable que se dejaría sentir en algunas órdenes religiosas, especial- mente en la Orden de San Jerónimo.21 Los defensores de los conversos, sospechando lo que pronto iba a suceder, cita- ban la bula del Papa Nicolás V, “Humanis generis”22, que prohibía, so pena de excomunión, que a los “convertidos a nuestra fe católica” se les hiciera injuria de

18 Ibidem., pp. 33-34. 19 NETANYAHU, BENZION, Los orígenes de la Inquisición en la España del siglo XV, op.cit., p.690. Sobre el Santo Oficio, véase: MÁRQUEZ, ANTONIO, Literatura e Inquisición en Espa- ña,1478/1834, Persiles-124, Taurus Ediciones, Madrid, 1980. 20 Véase: Proceso de Andrés González, cura de Talavera de la Reina (judaizante). (AHN. Inquisi- ción. Legajo 153, núm. 7). Estudiado por HAIM BEINART, “The Records of the Inquisition . “A Source of Jewish and Converso History”, en Proceeding of the Israel Academy of Sciences and Humanities, II, Jerusalem, 1967. En 1484 fue ajusticiado en Córdoba el canónigo Pedro Fernández de Alcaudete. (Véase: FITA, FIDEL, “Un canónigo judaizante en Córdoba (28 de febrero, 1484)”, en BRAH, V, 1884, pp. 401-404). Véase también: CARRETE PARRONDO, CARLOS, “Los conversos jerónimos ante el estatuto de limpieza de sangre”, en Helmantica. Revista de Filología Clásica y Hebrea, XXVI, enero-diciembre. 79/81, Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 1975, pp. 97-116. Cita de la p. 99. 21 CARRETE PARRONDO, CARLOS, “Los conversos jerónimos ante el estatuto de limpieza de sangre”, op. cit., pp. 99-100. 22 LÓPEZ MARTÍNEZ NICOLÁS, Los judaizantes castellanos y la Inquisición en tiempo de Isa- bel la Católica, Publicaciones del Seminario Metropolitano, Burgos, 1954, p. 119. 398 PEDRO SANTONJA HERNÁNDEZ palabra o de obra, o se les apartara de los cargos y dignidades, tanto eclesiásticas como civiles, a que los demás cristianos tenían acceso.

Bula “Humanis generis”del 24 de septiembre de 1449… ”sub excomunicatio- nis poena Mandamus ut omnes et singulos ad Christianam fidem conversos, aut in futuro convertendos, seu ex Gentilitate, vel Judaismo, aut ex quavis secta venerint, aut venire contingerit, ac eorum posteros, tam Ecclesiasticos quam seculares, ca- tholice et secundum quod Christianos decet viventes, ad omnes dignitates, hono- res, officia, tabellionatus, testium depositiones, et ad omnia alia ad quae alii Chris- tiani quantumque antiqui admitti solent, admittant, nec propter fidei novam recep- tionem inter eos et alios Christianos discretionem faciant, ne verbis aut facto contumeliis afficiant, nec affici permitant…”23

De la misma forma, los defensores de la “paz entre cristianos” se apoyaban en la autoridad de San Pablo que había extirpado para siempre la discriminación entre judíos y gentiles. Lo que ocurría en Castilla se oponía no sólo a las fuentes cristia- nas, sino a las leyes de Alfonso X el Sabio, de Enrique III y Juan II de Castilla24. Se recordaba que el bautismo es sacramento que borra todos los pecados, aun los más atroces, hace morir a la vida anterior e incorpora a Cristo. Perdona toda culpa ori- ginal y actual y toda pena, debida al pecado, y esta virtud se aplica a todos los pue- blos y razas. Aunque a los judíos se les pudiera achacar más malicia, el bautismo les alcanzó lo mismo que a todos los demás hombres. Son incorporados a la Iglesia no como miembros de segundo grado, sino como los venidos de la gentilidad. Ad- mitir lo contrario es reconocer imperfección en el sacramento y en la fe. Además, ya no se puede culpar a los hijos por los pecados de los padres. (Ez. 18,2): “Vivo ego, dicit dominus, si erit vobis haec parola ultra in prouerbium… Anima quae peccauerit ipsa morietur, et filius non portabit iniquitatem patris”25. Y se recorda- ba también que la bula de Nicolás V mandaba que todos los conversos, de cual- quier religión o secta, que viviesen plenamente y con sinceridad la fe católica fue- sen admitidos en todas las dignidades, honores, oficios y cargos públicos…La bula nombraba a varios obispos para que la ejecutasen en Castilla y para proceder contra quienes se opusiesen a la misma. 26

23 Citado por: DOMÍNGUEZ ORTIZ, ANTONIO, La clase social de los conversos en Castilla en la Edad Moderna, “Monografías Histórico-Sociales”, Vol. III, CSIC, Madrid, 1955, p. 270. Del mis- mo autor: “Los conversos de origen judío después de la expulsión”, trabajo publicado en el Vol. III de Estudio de Historia Social en España, p. 15. 24 AZCONA, TARSICIO DE, O.F.M., “Dictamen en defensa de los judíos conversos de la Orden de San Jerónimo a principios del siglo XVI”, tomo II, Studia Hieronymiana, Madrid, 1973, p. 356. (pp. 349-380). 25 Ibidem., p. 378. 26 Ibidem., pp. 356-357. Como veremos en páginas siguientes, el “Dictamen contra el Estatuto” es DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS … 399

Los celos del cristiano viejo y los prejuicios sociales se acentuaban cuando el hidalgo se daba cuenta de la infidelidad religiosa de ciertos “anusim”27, neófitos muy discutibles.28 Aunque los cristianos medievales no sintieron aún la inquietud por lo que des- pués se llamaría “limpieza de sangre”, es también muy cierto, como se demostró en las matanzas de judíos y asaltos a las aljamas de 1391, que un sentimiento y des- confianza hacia ellos estaba presente en sus conciencias; es lo que algunos autores han llamado el “horror sagrado” hacia los judíos. Éstos estaban obligados a vivir en barrios cerrados (juderías) y se veían excluidos de todo nombramiento notorio para desempeñar algunos cargos. En virtud de ciertas leyes, promulgadas durante la larga Edad Media, tenían prohibido el tratamiento de “don”, afeitarse la barba, usar cierto tipo de ropa y montar a caballo como los hidalgos. Aunque tenían que llevar un distintivo humillante que los distinguiese de los cristianos29, los judíos españo- les nunca se vieron sometidos a las exageradas limitaciones impuestas en otras sociedades de la Europa del Norte.30 Como el siglo XV fue época de grandes transformaciones, los judíos, antes pos- tergados, empezaron a escalar peldaños y a ostentar cargos importantes. Fueron muchos los judeoconversos que se incorporaron decididamente a la sociedad cris- tiana, contribuyendo culturalmente, incluso en la formación de la lengua castellana y ocupando puestos de responsabilidad en la corte y hasta en la Iglesia. Paradigma de este cambio sería la familia segoviana de los Arias Dávila. Un caso significativo sería el de Diego Arias, cabeza de esta estirpe, que alcanzó el cargo de contador mayor de Enrique IV, a pesar de ser converso de oscuro linaje, que se dedicaba al comercio de la especiería. Oriundo de Ávila, supo cambiar el oficio de especiero por el de recaudador y alcabalero del príncipe que sería más tarde rey de Castilla, un documento que procede del monasterio de Guadalupe, centro jerónimo insigne y foco de irradia- ción religiosa en la época que estudiamos. Podemos conocer la situación socio-religiosa de Castilla a mitad del siglo XV a través de la historia de este cenobio y de los cristianos nuevos que se refugiaron en su claustro. No llevando el documento original ningún título, el Padre Tarsicio Azcona le da el título de “Dictamen”, que servirá para no confundirlo con otro. En la actualidad, este monasterio pertenece a la Orden de San Francisco. 27 En la vida judía a los conversos forzados se les conocía por el nombre de “anusim”, es decir, “los forzados”. “Marranos” eran los judíos conversos poco sinceros en lo que se refiere a su cristia- nismo. Aunque bautizados, seguían siendo judíos. (Véase: ROTH, CECIL, La Inquisición española, traducción de Jordi Beltrán, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1989). 28 ROTH, CECIL, La Inquisición española, op.cit., p. 35. 29 En algunas situaciones se veían obligados a llevar trajes distintos para que los pudieran recono- cer públicamente. La infamia se hacía pública al leerse las sentencias inquisitoriales en los Autos de Fe. En los casos más graves se obligaba al reo a llevar el sambenito (“saco bendito”). 30 ROTH, CECIL, La Inquisición española, op.cit. p. 33. 400 PEDRO SANTONJA HERNÁNDEZ

Enrique IV. Su hijo Juan Arias Dávila llegó a ser obispo de Segovia a la muerte de don Fernando López de Villaescusa (13 de junio de 1460).31 Dice Diego de Colmenares de Juan Arias Dávila: “En viéndose obispo, procuró con todas diligencias descubrir las reliquias de nuestros patrones San Frutos y sus hermanos ocultos años había en la misma iglesia mayor, según por tradición refer- ían los ancianos, sin señalar el lugar ni causa del ocultamiento”. Se descubrieron las reliquias. Un cantero, Juan de Toro, puso a la vista de todos el maravilloso hallazgo encontrado golpeando en el altar mayor. “Llenóse la ciudad de alegría y repique de campanas, concurrió al templo y con decencia y procesión solemne se sacaron las reliquias santas”.32 Los conversos del judaísmo y especialmente algunas familias de alto linaje, como los Arias Dávila segovianos, se habían integrado en la religiosidad de la Es- paña medieval y renacentista. Sabido es que en esta época la muerte, las postrimer- ías y la salvación del alma eran reflexiones que se exponían en la literatura y en los púlpitos33. Era muy importante seguir las normas establecidas para el buen tránsito a la otra vida, y primordial recibir los sacramentos en momentos de peligro y de enfermedad. Una vez producido el fallecimiento había que organizar las ceremo- nias posteriores. Los clérigos acompañaban al difunto portando cruces, recitando vigilias y otros oficios. Se rezaba el responso y la oración de recomendación del cuerpo, recitándose por el camino hacia la casa mortuoria el oficio que empieza “Ad te leuaui animam meam”34, con sus versos y letanías, y se rezaba todo lo de- más en la iglesia: “Líbrame, Señor, de la muerte eterna”. (Liberame, Domine, de morte eterna…).

31 Véase: CONTRERAS JIMÉNEZ, MARÍA EUGENIA, “Los Arias de Ávila: consolidación de un linaje en la Segovia del siglo XV”, en Arias Dávila: Obispo y mecenas. Segovia en el siglo XV, edición de Ángel Galindo García, Publicaciones Universidad Pontificia, Salamanca, 1998, pp. 99-114. 32 COLMENARES, DIEGO DE, Historia de la insigne ciudad de Segovia y conpendio delas His- torias de Castilla, autor Diego de Colmenares, Hijo y Cura de San Juan de la misma ciudad y su Coronista. Tomo II. Academia de Historia y Arte de San Quirce, Segovia, 1984, pp. 39-40. Véase también: CARO BAROJA, JULIO, Los judíos en la España Moderna y Contemporánea, 3 tomos, Colección Fundamentos 60, Ediciones Istmo, Madrid, 1978, pp. 130-131 del tomo 1. 33 La muerte estaba presente en aquellos tiempos de guerras y epidemias, y los hombres, familia- rizados con ella, se desvelaban por morir en gracia de Dios, preparándose para “la buena muerte”. Algunos elaboraban su propia mortaja, con frecuencia el hábito franciscano o de otra Orden religiosa. Ante todo esto hay que pensar en la gran aceptación de la muerte en una sociedad en la que la vida era tan corta y tan dura. Vivían aterrados ante tantas premoniciones apocalípticas y angustiados ante “la muerte eterna” 34 CONTRERAS JIMÉNEZ, MARÍA EUGENIA, “Religiosidad cristiana y sociedad en la Sego- via del siglo XV”, en Arias Dávila. Obispo y mecenas. Segovia en el siglo XV. Edición preparada por Ángel Galindo García, op.cit., pp. 151-152. DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS … 401

A la hora de redactar un testamento era habitual indicar la clase de sepultura deseada donde debían descansar los restos mortales del testador. En el siglo XV, Pedro Arias Dávila, primogénito de Diego Arias Dávila, ordena que, cuando mue- ra, su cuerpo sea trasladado a Segovia, para ser allí sepultado en la capilla edificada por su padre en el convento de la Merced 35. Estos enterramientos en lugares sagra- dos eran una forma de afirmar su fe cristiana, al igual que hacían al disponer sus exequias. El mismo Pedro Arias Dávila ordena que en ellas “habrán de arder sesen- ta antorchas de cera, parte de ellas transportadas por veinticuatro pobres, a los que se vestirá y alimentará para la ocasión; los oficios por su alma después del entierro serán celebrados por los miembros del cabildo catedralicio y por representantes de todas sus órdenes, conventos y monasterios, que ese día recibirán colación en el convento de la Merced”36, hoy desaparecido. Capítulo esencial en los testamentos del siglo XV es el consagrado a las mandas piadosas para los indigentes y los centros hospitalarios. Los Arias Dávila también siguieron las pautas que adoptaban sus coetáneos. El testamento de Isabel, la hija de Diego Arias Dávila, contador mayor de Enrique IV, es el más rico en datos rela- tivos a mandas pías. Esta acaudalada conversa dio grandes limosnas a todas las casas de religión de Segovia, en especial al convento de Santa Clara la Vieja y a la iglesia de San Martín, de la que era parroquiana37. Isabel deseó que en su tumba “se ponga encima una piedra e que este escripto ençima en que diga: Rogad por mi, pecadora”. Esta actitud humilde está en consonancia con la manda que deja en su testamento para la reparación de la iglesia de San Martín, de donde, como ya hemos dicho, era feligresa, y unida a aquélla con la que lega una casa junto al con-

35 Para reafirmarse en su fe cristiana se extendió entre los Arias Dávila el afán de dejar para el fu- turo una perdurable memoria de piedad y generosidad. De esta manera, a finales de la Edad Media, se hicieron habituales las fundaciones piadosas y religiosas: cenobios, capillas sepulcrales, orfanatos, hospitales… (Vid.: RÁBADE OBRADÓ, MARÍA DEL PILAR, “La religiosidad de una familia conversa a fines de la Edad Media: los Arias Dávila”, en 1490: En el umbral de la modernidad, vol. II, Generalitat Valenciana, CVC, Valencia, 1994,pp. 269-274). 36 Ibidem., pp. 269-270. Véase de la misma autora: “Religiosidad y práctica cristiana en la familia Arias Dávila”, en Arias Dávila: Obispo y mecenas. Segovia en el siglo XV, op. cit., pp. 201-219. El obispo de Segovia, Juan Arias Dávila, eligió sepultura en Roma, en el convento de San Jerónimo, de la Orden franciscana. En el mundo seglar también los enterramientos tenían su carga simbólica. El prior fray Pedro de Mesa se ocupó de traer el cuerpo de don Juan Pacheco, marqués de Villena, a su monasterio de Santa María del Parral (Segovia) siendo sepultado en la capilla vieja junto a su primera mujer doña María de Puertocarrero, hasta que acabado el edificio fueron puestos a los lados del altar mayor, donde hoy, dice Colmenares, se ven sus bultos. (COLMENARES, DIEGO DE, Historia de la insigne ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla, op. cit., pp. 128 y 139). 37 RÁBADE OBRADÓ, MARÍA DEL PILAR, “La religiosidad de una familia conversa a fines de la Edad Media: los Arias Dávila”, en 1490: En el umbral de la modernidad, op. cit. pp. 272-273. 402 PEDRO SANTONJA HERNÁNDEZ vento de San Francisco, hoy Academia de Artillería, “para que se haga una casa de dueñas de la tercera regla de San Francisco en dicha casa bajo la obediencia del convento de San Francisco”38. En cuanto a su sepultura, expresa su deseo de yacer en el convento de San Francisco de la Observancia de Segovia, si bien está dispuesta a avenirse a lo que su hermano el Obispo decida.39 Otro linaje judaico que alcanzó grandes metas sería, como ya hemos visto, el de don Alonso de Cartagena, obispo de Burgos, hijo de otro preclaro varón, don Pablo de Santa María, ilustre converso, que había ocupado igual rango en la misma ciu- dad. Juan de Pacheco, marqués de Villena, de origen portugués, ocupaba la cúspide de la nobleza. Su hermano, Pedro Girón era Gran Maestre de la Orden de Calatrava y el arzobispo de Toledo era su tío. Según Cecil Roth era “hacedor de reyes” en la Castilla de Enrique IV40. Leemos en Claros varones de Castilla una sucinta sem- blanza sobre el Marqués de Villena: “Don Juan Pacheco, marqués de Villena e maestre de Santiago, fijo de Alfonso Telles Girón, era de nación portoguesa, de los más nobles de aquel reino, nieto de Juan Fernández Pacheco, uno de los caualle- ros que vinieron de Portogal a Castilla al seruicio del rey don Juan, el que fue vencido en la batalla de Aljubarrota”.41

38 CONTRERAS JIMÉNEZ, MARÍA EUGENIA, “Los Arias de Ávila: consolidación de un linaje en la Segovia del siglo XV”, en Arias Dávila: obispo y mecenas. Segovia en el siglo XV, op. cit., p. 109. Muy importante también es el testamento de Juan Arias Dávila, obispo de Segovia, hermano de Isabel y, por tanto, hijo del fundador de la familia Arias Dávila. Este testamento se redactó en Roma, a 20 de octubre de 1497. Ha sido publicado por J.P. LE FLEM, “La première version castillane du testament de Don Juan Arias de Ávila, Evêque de Ségovie”, Estudios Segovianos, XXII, Segovia, 1970,pp. 16-46. (Véase: RÁBADE OBRADÓ, MARÍA DEL PILAR, “La religiosidad de una familia conversa a fines de la Edad Media: los Arias de Ávila”, op. cit., p.268 ). 39 Tal como se puede comprobar a través del testamento de su hijo, Isabel fue enterrada en la capi- lla de San Miguel de la catedral segoviana. (Véase: RÁBADE OBRADÓ, MARÍA DEL PILAR, “La religiosidad de una familia conversa a fines de la Edad Media: los Arias Dávila”, op.cit. p. 270). Más referencias en: MARQUÉS DE LOZOYA, “Los sepulcros de los Arias Dávila”, en Estudios Segovia- nos, IX, Segovia, 1957, p.75: “Los sepulcros de Diego Arias Dávila y de su hija doña Isabel, estaban, cuando yo los recogí de entre las ruinas del Hospital de Peregrinos, muy maltratados. Debieron de ser trasladados a raíz de la desamortización, cuando fue demolido el convento de la Merced, en cuyo solar se dispuso la plaza ajardinada de este nombre, al frontero Hospital, que siguió siendo propiedad de los Condes de Puñonrostro, herederos de Diego Arias, los cuales, caducada su finalidad benéfica, convirtieron el edificio en su morada…Con el traslado y con casi un siglo de abandono, sufrieron las esculturas menguas y mutilaciones…Más incompleto aparecía el “bulto” de doña Isabel Arias Dávi- la”. Sabemos, según sus noticias, que el Marqués de Lozoya intentó una restauración, que fue llevada a cabo, con mucho acierto, por el escultor Ángel García Ayuso. 40 ROTH, CECIL, La Inquisición española, op. cit., p. 34. 41 FERNANDO DEL PULGAR, Claros varones de Castilla, CC, Espasa-Calpe, Madrid, 1969, p. 55. Otra edición: FERNANDO DEL PULGAR, Claros varones de Castilla, edición de Robert B. DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS … 403

Un cierto deán de Toledo, natural de aquella ciudad, D. Francisco de Toledo42, que llegó a ser obispo de Coria, puso por escrito un tratado en el que opinaba que aquel estatuto era temerario y erróneo. No contento con esto, “enderezó una dispu- ta más larga á Don Lope Barrientos, Obispo de Cuenca”43. Este deán, como todos los que se oponían al estatuto de Toledo de 1449, cita la bula del pontífice Nicolás V en la que reprueba las cláusulas de aquel estatuto, y comienza con estas palabras traducidas del latín: El enemigo del género humano luego que vio caer en buena tierra la palabra de Dios, procuró sembrar cizaña para que ahogada la semilla no llevase fruto alguno”44. El mismo pontífice Nicolás V45 expidió otra bula dos años más tarde (24 de septiembre de 1451) sobre el mismo asunto, a la que se sumaron los decretos que hicieron el arzobispo de Toledo D. Alonso Carrillo en un sínodo de Alcalá, y el cardenal D. Pedro González de Mendoza en la ciudad de Vitoria algunos años después.46 Al final de la Edad Media se impusieron de forma progresiva nuevas normas sociales y nuevas costumbres que ponían en peligro la sagrada tradición heredada. Junto a deseos de una reforma religiosa que pugnaba por una espiritualidad más íntima, floreció con nuevos ímpetus la preocupación obsesiva por la pureza de la fe y una no menor preocupación por la pureza de sangre, que heredarán los escritores “compungidos” de los siglos XVI y XVII.47 Los descendientes de los judíos, continuadores de la solidaridad que siempre reinó entre sus antepasados, se unieron frente a las amenazas que ya se avecinaban. La reciente expulsión de los judíos y las tempranas persecuciones de judeoconversos

Tate, Temas de España, Sección Clásicos a cargo de José María Borque,160, Taurus Ediciones, Madrid,1985, p. 105. 42 Don Francisco de Toledo, hombre muy sabio y virtuoso. Mariana no lo nombra, diciendo: “cu- yo nombre y linaje no es necesario declarar aquí”. (Véase: FUENTE, VICENTE DE LA, Historia eclesiástica de España, tomo V, Compañía de Impresores y Libreros del Reino, Madrid, 1874 (2ª ed.), p. 219). 43 Lope Barrientos, obispo de Cuenca, había escrito: Contra algunos cizañadores de la nación de los convertidos del pueblo de Israel. 44 FUENTE, VICENTE DE LA, Historia eclesiástica de España, op. cit., p. 220. 45 Nicolao: Nicolás V. 46 Ibidem., p. 220. 47 Son unos hombres tristes los que deambulan durante el siglo XVI sobre el suelo de Europa y seguirán con el mismo pesimismo hasta bien entrada la segunda mitad del siglo siguiente. Vid.: MA- RAVALL, JOSÉ ANTONIO, La cultura del Barroco, Letras e Ideas, Editorial Ariel, Barcelona, 1975, p. 307. 404 PEDRO SANTONJA HERNÁNDEZ eran claros indicios de lo que se acercaba y, sin embargo, los conversos habían depo- sitado su confianza en el nuevo soberano, el joven emperador Carlos V.48 En aras de la uniformidad religiosa, se expulsó del país a los judíos y se sometió a los conversos, o convertidos del judaísmo, a una campaña de vigilancia que minó su seguridad. Los judíos habían ocupado oficios claves: banqueros, artesanos y funcionarios. Su capacidad de trabajo y su inteligencia los situó en puestos impor- tantes para la economía. Su prosperidad y su influencia propiciaron la envidia y el odio, en especial de parte del clero y la nobleza49. Muchos de estos cargos econó- micos pasaron a manos de los conversos, que no siempre, a pesar de su bautismo y de su conversión aparente, habían olvidado su fidelidad a las creencias de sus ante- pasados. Descontados los que permanecían en las cárceles secretas de la Inquisición, mu- chos judeoconversos dejaron el país. Esta diáspora paralizó la economía. Su aniqui- lación, teniendo en cuenta la magnitud de sus propiedades, tuvo graves consecuen- cias socio-políticas50. En muchas ocasiones, como no había sido sincera su conversión al cristianismo, se sabía o sospechaba que en secreto continuaban adheridos a la religión judaica; es decir, aunque hubo conversiones auténticas, el pueblo creía maliciosamente que todos los nuevos cristianos eran falsos e hipócritas. El temor a la apostasía de los judaizantes y la convicción de que la Iglesia y el Estado estaban en peligro, fueron las razones decisivas, según algunos autores, para la creación de la Inquisición en España51. Son muchos los textos que demuestran esta tendencia52. Los franciscanos

48 En 1519, Carlos no era figura popular en Castilla, tal vez porque sus súbditos no lo conocían bien. Ni atractivo ni imponente en su aspecto pálido, rubio, más bien pequeño de estatura, su acentua- do prognatismo, que le obligaba a mantener la boca abierta durante mucho tiempo, provocaba burlas fáciles e irrespetuosas: “Majestad, tenga la boca cerrada, que aquí las moscas son muy impertinentes”. Dado que no hablaba castellano, parecía frío y taciturno a los pocos castellanos que habían consegui- do aproximarse a él, que además lo consideraban poco inteligente. Carecía de una cualidad esencial, a la que los hombres del siglo XVI prestaban un gran valor sentimental: Carlos no era el Señor natural por nacimiento, de sus súbditos. Nacido en el extranjero y rodeado de extranjeros, el rey no pudo o no supo conseguir la estima de su pueblo en el primer contacto. Las cosas cambiarían posteriormente. (Vid.: PÉREZ, JOSEPH, La revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521), Historia de los movimientos sociales, traductor: Juan José Faci Lacasta, Siglo XXI de España Editores, Madrid, 1977, pp. 128-129). 49 LYNCH, JOHN, España bajo los Austrias, tomo I, Historia, ciencia, sociedad. 56, traducción de Josep María Bernadas, Ediciones Península. Edicions 62, Barcelona, 1975, (3ª ed.), p. 25. 50 Ibidem., p. 25. 51 Otros autores piensan que la religión no fue el único motivo para implantar el Santo Oficio. Se- gún éstos, además del control de los conversos, los motivos crematísticos y políticos no estuvieron absolutamente ausentes. (Sobre todo esto, véase: LYNCH, JOHN, España bajo los Austrias, tomo I, op. cit., p. 33 y NETANYAHU, BENZION, De la anarquía a la Inquisición, “Estudios sobre los DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS … 405 pedían a los jerónimos que se unieran a ellos para acabar con el mal que suponían los judaizantes, y en el escrito que les habían dirigido destacaban la suma necesi- dad de fundar una Inquisición53, tal como hemos visto. Los Reyes Católicos deseaban tener un tribunal que estuviera por completo bajo su control y evitara la intervención de Roma. Por esta razón, el papa Sixto IV dudó en conceder el permiso. Después de muchas vacilaciones, el Pontífice autorizó nombrar inquisidores a la Corona. Estos nombramientos tuvieron lugar en Sevilla, que se consideraba el mayor foco de judaizantes, el 27 de septiembre de 148054. Las primeras actuaciones de la Inquisición en Andalucía fueron rudas y violentas: el primer auto de fe tuvo lugar en Sevilla el 6 de febrero de 1481, con seis víctimas en la hoguera55. Sabemos que el cronista Andrés Bernáldez, cura de los Palacios y capellán del arzobispo de Sevilla, Diego de Deza, refiere en su Historia de los Re- yes Católicos los inicios del problema converso debido al cual los monarcas “ovie- ron bula del Papa Sixto IV”. Así “concedióse la bula y ordenóse la Inquisición el año de 1480”56. Después de Sevilla, la Inquisición se fue implantando en otras ciudades de las Coronas de Castilla y Aragón. Según escribe Colmenares, en su Historia de la insigne ciudad de Segovia en las Cortes de Toledo de 1480 “se asen- taron los tribunales (nombrados Consejos por el efecto) en la forma que hoy per- manecen…” Así se efectuó en estas Cortes un tribunal o consejo en el que se ave- riguaran las causas de la religión, fundamento firme de la paz de los reinos, consejo que nombraron “General Inquisición Suprema” y a sus consejeros “Inquisidores”, por el cuidado de su oficio. Presidente de este nuevo consejo, con título de inquisi- dor general, fue nombrado fray Tomás de Torquemada, dominico y prior de nues- conversos en España durante la Baja Edad Media”, traducción de Ciriaco Morón Arroyo, La Esfera de los Libros, Madrid, 2005. Y del mismo autor. Los orígenes de la Inquisición en la España del siglo XV, traducción de Ángel Alcalá Galve y Ciriaco Morón Arroyo, Editorial Crítica, Barcelona, 1999. 52 Así, por ejemplo, el “Fortalitium fidei”, de Alonso de Espina. 53 CARO BAROJA, JULIO, Los judíos en la España Moderna y Contemporánea, tomo I, op. cit., pp. 149-150. Los jerónimos se sumaron a la tendencia de los franciscanos. El rey Enrique IV era partidario de que se llevara a cabo la Inquisición deseada. Pero, al final, la Inquisición se fundó par- tiendo de bases distintas. 54 Véase: ESCUDERO, JOSÉ ANTONIO, “Los orígenes del ´Consejo de la Suprema Inquisi- ción´”, en Ángel Alcalá y otros, en Inquisición española y mentalidad inquisitorial, op.cit., pp. 81- 146. Según Henry Charles Lea, Bernardino Llorca y Henry Kamen, el Consejo de la Suprema y General Inquisición se organizó en 1483. A José Antonio Escudero, este prestigioso consenso sobre el año 1483 no le parece concluyente ni satisfactorio. Para este investigador sólo desde el 27 de octubre de 1488 puede hablarse del célebre Consejo. ( pp. 81-82). 55 LYNCH, JOHN, España bajo los Austrias, I, op.cit., pp. 33-34. Sixto IV concedió la bula el primero de noviembre de 1478. 56 ESCUDERO, JOSÉ ANTONIO, “Los orígenes del ´Consejo de la Suprema Inquisición´”, op. cit., p. 83. 406 PEDRO SANTONJA HERNÁNDEZ tro convento de Santa Cruz; confirmando el nombramiento Sixto IV. Fundado este propugnáculo de la fe, que de tantos heréticos acometimientos ha defendido la nación española en siglos tan estragados, el nuevo inquisidor general puso en nues- tra ciudad el primer tribunal de Inquisición que después del supremo hubo en Es- paña”57. Pronto se sucedieron las actuaciones de este Santo Tribunal de la Inquisición y los correspondientes autos de fe, como vemos en el relato anónimo “La Inquisición de Toledo durante el año 1485, a partir del 24 de mayo”:

“Porque el infinito Redemtor nuestro ihesu christo sea alabado por todas las co- sas que él faze, y por el ensalçamiento de su sancta fe católica, sepan todos los sus- cesores después de nos “que en el año de mil quatro cientos y ochenta y cinco años en el mes de mayo fue embiada” á esta noble çibdad de Toledo la sancta inquisición contra la herética pravedad por los muy esclaresçidos Reyes don Fernando y doña Ysabel, propietaria de estos Reynos de Castilla, y reinantes en los dichos Reynos y en los Reynos de Aragón y Sicilia en muy grand paz y tranquilidad”58.

Lo primero que hicieron los nuevos inquisidores fue “notificar á todos los que avian judaizado que se volviesen á la sancta fe católica, é viniesen á reconçiliaçión; para lo qual les asignó término de quarenta días. De lo cual pusieron sus cartas de edicto en las puertas de la iglesia mayor”. El 17 de agosto de 1486 se celebró un Auto de Fe contra dos clérigos que hab- ían “guardado por entero la ley de moysén”:

“Luego el dia siguiente sacaron á quemar dos clérigos, á los quales degradaron primero en esta manera. Á ellos los vistieron commo quando quieren decir missa; y estaba en el cadahalso un obispo vestido de pontifical, y con él el abad de san Bernardo y el prior de la sisla. Y después que predicaron, leyeron los proçessos de los dichos clérigos públicamente, en que dixeron cosas enormes que se avían fe- cho, y aver guardado por entero la ley de moysén; y el uno de ellos era un bachi- ller en medicina y era capellán en la capilla de los Reyes, que cada día celebrava, el otro era un cura de la iglesia de sant matín de talavera. Y ellos, así vestidos con sus cálices y libros en las manos, puestos delante del obispo, y el obispo leyendo por un libro en alta voz les fueron quitando de grado en grado todos los vestimen- tos, fasta que les quitaron los mantos y hopas, y los dexaron en sendos sayuelos. Entonces los entregaron á la justicia seglar; y desde allí les pusieron sendas coro-

57 COLMENARES, DIEGO DE, Historia de la insigne ciudad de Segovia y compendio de las Historias de Castilla, op. cit., pp. 118-119. 58 FITA, FIDEL, “La Inquisición toledana. Relación contemporánea de los autos y autillos que ce- lebró desde el año 1485 hasta el de 1501”, BRAH, tomo XI, Madrid, l887, p. 2. DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS … 407

ças en las cabeças, é sogas á los pescueços; y los llevaron á la vega, donde fueron quemados; y así acabaron”59.

18. Auto del 8 de Mayo 1487. Quema de difuntos en hueso y estatua, y de fugitivos en estatua.

“Martes siguiente, ocho días del dicho mes de mayo del dicho año fue fecho otro acto de la sancta inquisición; en el qual sacaron ciertas estatuas de personas que eran ydas fuyendo, y en la forma que avían sacado á los otros á quemar, é sa- caron çiertas estatuas de los muertos que fallaron herejes, en esta manera. En el tablado tenían un monumento, cubierto de luto; é frontero otro tablado, donde los inquisidores estavan, é un notario leyendo los proçessos de cada uno por estensso. É quando llamavan á cada uno por su nombre, abrían aquel monumento é sacavan ell estatua de aquel que llamavan, “amortajada en la forma commo los judíos se solían enterrar, é allí leyan el proceso públicamente é todas las cosas en que avía judaizado; é acabado de leer, lo condenavan públicamente por hereje. É acabados de leer todos los dichos proçessos, estaba una foguera en medio de la plaça; é allí quemaron todas las dichas estatuas é los güesos de aquellos muertos, que los avian sacado donde estavan enterrados” 60.

Estos Autos de Fe nos muestran las crueldades de estos fanáticos inquisidores y su falta de piedad cristiana. Ni se respetaba a los muertos ni a los bienes de éstos:

20. Auto del 26 de julio, 1488. Quema de difuntos.

“Luego otro día siguiente fue hecho otro acto de la sancta inquisición públi- camente en la plaça, en que fueron publicados por herejes mas de cien personas, hombres é mujeres que ya eran muertos; los quales fueron vecinos de la comarca de Toledo, de yllescas, sant martín de valdeiglesias, de escalona, de cadahalso, un clérigo de missa cura de ánimas de sancta olalla, de la puebla, de torrijos, de torrejón, de orgaz. Y fueron leydos todos los procesos públicamente por exten- so; é mandaron que sus güesos fuesen sacados y públicamente quemados “con perdimiento de todos los bienes que dexaron”; é inhabilitaron todos los fijos, nietos, descendientes destos por la línea masculina, los quales non pudiesen te- ner oficio público, nin beneficio, nin cavalgar en cavallo, nin traer armas, nin seda, nin las otras cosas é oficios vedadas a los reconciliados. É desta manera fueron inhabilitados todos los fijos y desçendientes de las personas que quema- ron” 61.

La infamia se hace pública al leerse las sentencias en los Autos de Fe, al desen- terrar los cadáveres, al administrar azotes y flagelaciones fuera del Auto y, en al-

59 Ibidem. p. 4. “Hopa”: especie de vestidura, al modo de túnica o sotana. “Loba”: especie de manto de piel, vestidura talar. Loba o saco de los ajusticiados… 60 Ibidem., p. 5. 61 Ibidem., p. 7. 408 PEDRO SANTONJA HERNÁNDEZ gunos casos, al obligar a llevar el sambenito por la calle, lo que equivalía a caminar con un cartel que proclamaba la propia vergüenza. El apellido de la familia estaba siempre escrito arriba62. Como hemos visto, la infamia, a su vez, acarreaba inhabi- litaciones y prohibiciones relativas al modo de vida de una persona: no poder ca- balgar ni vestir seda ni llevar espada o joyas, etc. También se cerraba el paso a una serie de profesiones no sólo al reo, sino asimismo a sus descendientes. Lo peculiar del tribunal del Santo Oficio era la sutil perversidad de sus procedimientos y el misterio de sus pesquisas, basadas en la delación secreta. Lo verdaderamente ex- traño es, como hemos visto, que los hijos pagasen las culpas de los padres, que no se supiese el que acusaba ni lo confrontasen con el reo ni que “oviese publicación de testigos” 63. Como queda reflejado en los Autos de Fe contra conversos judaizantes, éstos eran acusados de herejes (“herejía, blasfemia herética”), considerando que la herej- ía era tenida como algo monstruoso, diabólico, en aquella sociedad predominante- mente católica64. El control era un dispositivo importante que desempeñaban los inquisidores ayudados por los llamados “familiares” y controladores. Cuando, con el paso del tiempo, el Santo Oficio permitía que los condenados dejaran el sambenito colgado en su iglesia parroquial, los nuevos inquisidores debían vigilar que quedaran a la vista con los nombres bien visibles y debían tratar de impedir su desaparición, algo que ocurría de vez en cuando, y no por casualidad. En algunos casos, estos sambe- nitos colgados en la catedral o en la iglesia servían para recordar la infamia de al- gunos antepasados difuntos65. La causa principal de la implantación de la Inquisición española ha sido abor- dada desde distintas perspectivas y ha originado un cúmulo de controversias entre los estudiosos de este tema, incluyendo mitos e infundadas conjeturas, como dice Netanyahu. ¿Cuál fue, pues, la causa del establecimiento de la Inquisición y de su modo de operar? Lo fundamental de las distintas respuestas formuladas por los especialistas es bastante uniforme. Se ha repetido hasta la saciedad que el Santo Oficio se fundó para desarraigar una herejía que se propagaba de manera subversi-

62 BENNASSAR, BARTOLOMÉ, “Modelos de mentalidad inquisitorial: Métodos de su “peda- gogía del miedo”“, en Alcalá y otros, Inquisición española y mentalidad inquisitorial, op. cit., p. 179. “Arriba”: en la parte superior del cartel. 63 CASTRO, AMÉRICO, “Simbiosis cristiano-judaica. Limpieza de sangre e Inquisición”, en Es- paña en su historia, op. cit., pp. 6-7. 64 LÓPEZ MARTÍNEZ, NICOLÁS,”El peligro social de los conversos”, op. cit., pp. 29 y 41. 65 BENNASSAR, BARTOLOMÉ, “Modelos de la mentalidad inquisitorial: métodos de su ´pedagogía del miedo´”, en Ángel Alcalá y otros, Inquisición española y mentalidad inquisitorial, op. cit., pp. 178-180. DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS … 409 va entre los conversos. Se pensaba que éstos seguían siendo fieles al judaísmo y que, según los Reyes Católicos, eran “cristianos sólo en el nombre y apariencia”66. Las opiniones sobre la Inquisición son dispares y disparatadas, desmesuradas. Al- gunos sostienen que las acciones de este tribunal fueron brutales y hasta sádicas, crueles y despiadadas; otros afirman que, aunque duras, fueron necesarias, y algu- nos autores llegan hasta negar por completo que la Inquisición hubiera aplicado métodos crueles, diciendo que los inquisidores fueron considerados y hasta benig- nos67. Diré que esta última postura es antihistórica y completamente errónea. La creencia de que la finalidad de la Inquisición era extirpar una herejía judaica clandestina ha sido cuestionada por algunos estudiosos: Juan Antonio Llorente, en su Historia crítica de la Inquisición española dio un impulso vigoroso a otros plan- teamientos. Leopold von Ranke, en su libro Príncipes y pueblos de la Europa me- ridional en los siglos XVI y XVII, niega, como Llorente, que la Inquisición fuera fundada por motivos religiosos. No voy a extenderme en estas diatribas. Karl Jo- seph von Hefele, aunque siguió a Ranke en su visión, no pasó por alto el móvil religioso68. Se formulaban muchas acusaciones absurdas contra el pueblo judío, pensando que algunos, los conversos, adoptaron la religión cristiana guiados por su astucia, sólo con el intento de que poniéndose la máscara de cristianos tendrían acceso a altos cargos, y por medio de esos puestos importantes podrían sojuzgar a los cristianos viejos españoles. Una acusación semejante está incluida en la “Supli- cación” o Petición que los levantiscos toledanos enviaron al rey Juan II el 2 de mayo de 144969. Esta teoría se difundió y fue bien recibida por las clases populares y por ciertos extremistas de las órdenes mendicantes, pero no así por algunos com- ponentes del alto clero y de la poderosa clase señorial. Lo cierto es que desde la implantación del Santo Oficio hispano abundaron los panegiristas y los detractores. Eran muchos los partidarios de esta implantación, considerándola como necesaria. Fray Alonso de Espina se quejaba en el Fortali-

66 NETANYAHU, BENZION, “¿Motivos o pretextos? La razón de la Inquisición”, en Ángel Al- calá y otros, Inquisición española y mentalidad inquisitorial, op. cit., p. 23. 67 NETANYAHU, BENZION, De la anarquía a la Inquisición, op. cit., p. 175. 68 Ibidem., pp. 176-177. Los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, establecieron la Inquisición ale- gando, como pretexto, que intentaban resolver el problema del cripto-judaísmo. (Vid.: NETAN- YAHU, BENZION, De la anarquía a la Inquisición, op. cit., p. 13). Especialmente los artículos: “La causa principal de la Inquisición española”, pp. 175-190. “Los fines de la Inquisición española y los conversos”, pp. 191-203. Véase: LLORENTE, JUAN ANTONIO, Memoria histórica sobre cuál ha sido la opinión nacional de España acerca del Tribunal de la Inquisición, leída en la Real Academia de la Historia, en la Imprenta de Sancha, 1812. (Reimpresión de Valentina Fernández Vargas, Edito- rial Ciencia Nueva, Madrid, 1967). 69 NETANYAHU, BENZION, De la anarquía a la Inquisición, op. cit., p. 198. 410 PEDRO SANTONJA HERNÁNDEZ tium fidei (1459) de la gran cantidad de judaizantes y apóstatas, proponiendo que se hiciera “inquisición” en los reinos de Castilla70. A pesar de que la infección judai- ca era muy real, como se vio en la abundancia de monjes jerónimos judaizantes, y como admitía el mismo fray Alonso de Oropesa, algunos sospechaban si los méto- dos inquisitoriales serían los más provechosos para la unidad de los fieles71. Mientras que el monje jerónimo fray Alonso de Oropesa denunciaba en su “Lumen ad revelationem gentium” la culpabilidad de los judíos a fin de considerar las medidas que se debían tomar para poder proteger a los judeocristianos de su influencia, el franciscano Espina72 describe en su “Fortalitium fidei” la naturaleza depravada de los judeoconversos y sus iniquidades, denunciando las atrocidades legendarias atribuidas a los judíos de España y de Europa, simplemente para adver- tir que los conversos habían heredado la perversidad de sus mayores. Si los judíos eran víctimas de acusaciones tradicionales (sacrificio de niños inocentes en Viernes Santo, profanación de formas consagradas, habilidad para envenenar los pozos…), los conversos eran acusados de crímenes más impresionantes por ser más recientes. ¿Un barbero converso, Fernando Sánchez, de Formesta, no había defendido públi- camente la doctrina antitrinitaria en 1458? ¿No habían sido sorprendidos conversos en Segovia haciendo sus largas plegarias en la fiesta del Tabernáculo en una sina- goga en 1459?73 El mismo año en Medina del Campo ¿no se descubrió a un cente- nar de conversos que negaban la autenticidad del Nuevo Testamento? Para el fran- ciscano Alonso de Espina, la única diferencia entre los judíos y los judeoconversos consistía en que unos eran “judíos públicos” y los otros “judíos secretos”74.

70 Véase: MENÉNDEZ PELAYO, MARCELINO, Historia de los heterodoxos españoles, I, BAC, La Editorial Católica, 1978, p. 639. Fray Alonso de Oropesa, general de los jerónimos, era más ecuánime, defensor de métodos persuasivos y evangélicos. 71 Ibidem., p. 639. Efectivamente, los conversos judaizantes, con su comportamiento, habían des- encadenado en toda España y en la Orden Jerónima el establecimiento de la Inquisición. En el “Dic- tamen”, al que ya hemos hecho referencia, se trata en profundidad el problema latente que provocaron los “recientemente llegados a nuestra fe” y la defensa de los que seguían taxativamente los mandatos de la Iglesia. 72 En algunos autores: Alonso de Espinosa. 73 Las comunidades judías de Segovia y de su entorno fueron siempre muy activas. Fueron trece, y a las de Ayllón, Coca, Cuéllar, Fuentidueña, Pedraza y Segovia se las consideraba “aljamas”. De los judíos de la provincia de Segovia tenemos directa información facilitada contra el obispo D. Juan Arias Dávila, de linaje hebreo, cuyo padre, Diego Arias Dávila, se convirtió al cristianismo, y de los informes varios que nos han llegado de la poderosa familia de los Seneor (más tarde Coroneles). (CARRETE PARRONDO, CARLOS, “Judíos, moros y cristianos. La Castilla interconfesional de los Arias Dávila segovianos”, op. cit., p.145). 74 SICROFF, ALBERT A., Les controverses des statuts de pureté de sang en Espagne du XVe au XVIIe siècle, Thèse pour le doctorat d´Université présentée à l´Université de Paris, Librairie Marcel Didier, París, 1960, pp. 75-76. DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS … 411

Se les acusó también de ser los causantes de la antipatía que suscitó el cristia- nismo ceremonial, fenómeno acentuado en extensos sectores de la vida religiosa española de finales del siglo XV y principios del siglo XVI. Para algunos investi- gadores, el desprecio a los rituales heredados que observamos entre los alumbrados era debido especialmente a la influencia de los conversos que se integraron en sus grupos, formados en gran parte en la cábala75. Sin embargo, todo esto ha sido mo- tivo de constantes polémicas, siendo necesario distinguir discretamente los distin- tos afluentes que confluyeron en el gran río de la compleja espiritualidad renacen- tista, puesto que a este afán de interioridad llegaron también por sus propios cami- nos algunos frailes observantes y, más tarde, los humanistas, especialmente los erasmistas, los partidarios del recogimiento y de otras vías de espiritualidad76. Prueba de la sospecha de la falsa conversión de los “recién llegados a la fe de Cristo” sería la obra que escribió, en 1459, fray Alonso de Espina, “Fortalitium fidei contra iudaeos”77, en la que lanzó gravísimas acusaciones contra los judíos, como pueblo de perdición, y contra la mayoría de los conversos españoles, que para él no eran más que judíos clandestinos. Este predicador franciscano, como guardián de los observantes (franciscanos estrictos) y como confesor del rey En- rique IV de Castilla, alcanzó fama universal con su tratado “Fortalitium”, en el que perfila su predisposición antijudaica cuando se refiere a los conversos del judaísmo, a los que relaciona con las mismas inclinaciones de sus antepasados: dedicados a la práctica del mal y al odio redomado contra los cristianos, a los que trataban de destruir mediante toda una serie de actos criminales. Para poner fin a la criminalidad de los judíos descubiertos en España, dejó claro que proponía su destierro y creyó que era cosa urgente, como ya hemos visto, la creación de la Inquisición.78 A una situación tensa se llegó cuando algunos conversos sintieron la urgencia de justificarse borrando la huella y recuerdo del judaísmo que llevaban en su

75 Muchos autores, entre ellos Marcel Bataillon, han destacado la facilidad con que algunos conversos, especialmente los que vistieron hábitos sagrados, se inclinaron hacia el iluminismo (herejía de los alumbrados) primero y hacia el luteranismo después. Se denunciaron a luteranos en el monasterio jerónimo de San Isidoro del Campo, en Santiponce, Sevilla. (Véase: TELLECHEA IDÍGORAS, JOSÉ ANTONIO, “El protestantismo sevillano del siglo XVI”, en XX Siglos, 1990, nn. 3-4, pp. 151-155. 76 ANDRÉS MARTÍN, MELQUÍADES, La teología española en el siglo XVI, I, BAC, Ma- drid,1976, pp. 254-255. 77 ESPINA, FRAY ALONSO DE, Fortalitium/ fidei conta Judeos: Sarracenos: aliosq/ christia- nae fidei inimicos. Uenudatus a Stephano guey/ nard: prope sanctu Anthonium. Lyon, 1511. (BNM, R-27056). 78 NETANYAHU, BENZION, De la anarquía a la Inquisición. Estudios sobre los conversos en España durante la Baja Edad Media, op. cit. 412 PEDRO SANTONJA HERNÁNDEZ interior. Entre estos personajes merece ser destacado el rabino y después padre maestro fray Alonso de Espina, según escribe Américo Castro79. Espina solicita- ba tenazmente una Inquisición en sus sermones y con fervoroso anhelo en su obra “Fortalitium fidei”80. En esta “Fortaleza de la fe”, que terminó en 145981, hay pasajes como el si- guiente: “Creo que si se hiciera en este nuestro tiempo una verdadera inquisición, serían innumerables los entregados al fuego de cuantos realmente se hallaran que judaizaban”. Fray Alonso llegó a ser rector de la Universidad de Salamanca y em- pleó gran parte de su tiempo en predicar y escribir contra el pueblo hebreo. Su celo triunfó, y pudo gozar en su ancianidad de un puesto en el Consejo Supremo de la Inquisición, que al fin consiguieron instaurar éste y otros exjudíos82. Fue muy diferente el espíritu con que los jerónimos y franciscanos abordaron el problema de los conversos y la aceptación de la “Sentencia Estatuto”. Prueba de ello serían los enfoques de Alonso de Espina en su “Fortalitium fidei” y de Alonso de Oropesa en su “Lumen ad revelationem gentium”. Las obras del franciscano Espina y del jerónimo Oropesa serían los textos en los que se delimitó una gran parte del terreno sobre el que iban a moverse las futuras controversias83. También el obispo de Burgos Alonso de Cartagena escribió el célebre tratado Defensorium unitatis christianae (1449)84, como consecuencia directa de los ata-

79 CASTRO, AMÉRICO, España en su historia, op. cit., p. 526 80 Sobre el linaje o estirpe de Alonso de Espina hay diversas opiniones. Américo Castro sostiene que Espina fue “uno de los judíos más eruditos de su tiempo”, en su libro: España en su historia, edición de Buenos Aires, 1948, pp. 555-556, nota 3. Henry Charles Lea encuentra razones para dudar- lo. Benzion Netanyahu se inclina por la idea de que Espina no fue de origen judío, opinión que tam- bién era compartida por Albert Sicroff, quien últimamente confesaba sus dudas. Conviene tener en cuenta que la condenación de judíos y de judeoconversos en algunos escritos, “Diálogos contra jud- íos”, no significaba que sus autores sean siempre cristianos viejos, pero tampoco que sean descen- dientes de judíos, como piensan otros. 81 El “Fortalitium fidei” fue muy editado en el siglo XV y más tarde (1485, 1494, 1511, 1525). 82 CASTRO, AMÉRICO, España en su historia, op. cit., pp. 526-527. 83 SICROFF, ALBERT A., Los estatutos de limpieza de sangre. Controversias entre los siglos XV y XVII, versión castellana de Mauro Armiño, revisada por el autor, Taurus Ediciones, Madrid, 1979, p. 96. 84 AVALLE–ARCE, JUAN BUTISTA, Temas hispánicos medievales, Editorial Gredos, Madrid, 1974, pp. 100-101. Sobre la obra de Alonso de Cartagena, obispo de Burgos e hijo del célebre judeo- converso Pablo de Santa María, gran rabino de Burgos y obispo de esta misma ciudad, después de su conversión, véase: FRAY ALONSO DE CARTAGENA, Defensorium unitatis christianae, edición del P. Manuel Alonso, Madrid,1943, y la obra de ALBERT SICROFF, Les controverses des statuts de pureté de sang en Espagne de XVe au XVIIe siècle, Thèse pour doctorat d´Université présentée à l´Université de Paris, Librairie Marcel Didier, París, 1960, pp. 41-62. Véase también: CANTERA BURGOS, FRANCISCO, Alvar García de Santa María y su familia de conversos. Historia de la Judería de Burgos y de sus conversos más egregios, Instituto Arias Montano, Madrid, 1952. SE- DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS … 413 ques que sufrían los conversos del Reino, pero sobre todo por las afrentas soporta- das por los cristianos nuevos toledanos.85 Las principales proposiciones del “Defensorium” son repetidas por Oropesa: la unidad de la fe cristiana; la elección de Israel para los designios del Señor (elección que se explica en la medida en que Jesús debía nacer en Israel); las imperfecciones de Israel bajo el Antiguo Testamento; la perfección que se ofreció con el adveni- miento de Cristo; la redención de los judíos y de los gentiles, que han de vivir en armonía, igualdad y unidad, formando un todo fuera del cual nadie puede ser sal- vado. Quizás la única manera en que el “Lumen” de fray Alonso se distingue del “Defensorium” se refiere al acento puesto en el judío como fuente de todas las dificultades que confrontan al cristiano nuevo86. Los conversos y sus defensores afirmaban que la bula “Percepimus quosdam” estaba en plena vigencia jurídica para toda institución y también para todas las órdenes religiosas. Esta bula de Nicolás V (1449) según los defensores de los cris- tianos nuevos, probaba la no validez del breve del Papa Borja “Intelleximus” (1495). Considera el autor anónimo del “Dictamen”87, ya visto, que el “Estatuto” no se fundamenta en ningún derecho divino y que ninguna autoridad puede esta- blecer nada contra los preceptos divinos. Concretamente, se opone a ciertos textos bíblicos. Se recurre a San Buenaventura para probar que los seguidores del “Estatu- to” no aman al prójimo como a sí mismos88. El “Estatuto” no demuestra amar a los

RRANO, LUCIANO, Los conversos D. Pablo de Santa María y D. Alfonso de Cartagena, Instituto Arias Montano, Madrid, 1942. Sobre la familia Cartagena, véase: RODRÍGUEZ PUÉRTOLAS, JULIO, Fray Íñigo de Mendoza y sus “Coplas de Vita Christi”, Editorial Gredos, Madrid, 1968, pp. 14-19. Sobre Pablo de Santa María: PÉREZ DE GUZMÁN, FERNÁN, Generaciones y semblanzas, edición, introducción y notas de J. Domínguez Bordona, CC, Espasa-Calpe, Madrid, 1979, pp. 89-95. 85 VERDÍN-DÍAZ, GUILLERMO, Alonso de Cartagena y el Defensorium Unitatis Christianae, introducción histórica, traducción y notas, Universidad de Oviedo, Oviedo, 1978, p. 15. Véanse las Crónicas de la época: ALONSO DE PALENCIA, Crónica de Enrique IV, Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, 1973. 86 SICROFF, ALBERT A. Los estatutos de limpieza de sangre. Controversias entre los siglos XV y XVII, op. cit. p. 99. 87 “El Dictamen contra el Estatuto”, como ya hemos visto, procede del monasterio jerónimo de Guadalupe. Contiene 47 folios numerados y han sido escritos por distinta mano. El texto del dictamen supone que la Orden había adoptado definitivamente el Estatuto y, por tanto, no pudo ser escrito en teoría antes de 1504. En un pasaje se hace alusión a la reina Isabel, ya fallecida; por tanto, fue escrito después de 1504 (noviembre 26). El autor, según fray Tarsicio de Azcona, es un religioso descendien- te de cristianos, no es un converso. Este dato lo deja bien claro desde el prólogo del dictamen. (Vid.: TARSICIO DE AZCONA, OFM Cap., “Dictamen en defensa de los judíos conversos de la Orden de San Jerónimo a principios del siglo XVI”, op. cit., pp. 353-354). 88 Cita a SAN BUENAVENTURA, Summa theologica. 414 PEDRO SANTONJA HERNÁNDEZ judíos conversos, ya que les niega el bien de la religión, máximo bien del hombre89. Refiriéndose a la Orden Jerónima, dice: “Este bien lo escogen los jerónimos cris- tianos viejos para ellos, pero lo niegan a los conversos. Nadie es inhábil para el acceso a una religión por razón de su ascendencia…”.90 De todas formas, ni el poder de los pontífices romanos ni la autoridad de los eclesiásticos españoles pudieron evitar la gran difusión de los estatutos de pureza de sangre en todas las esferas de la vida española. Incluso, como dice Albert Si- croff, «les traités d´érudits tels que Alonso de Cartagena, par leur nature même, étaient impuissants à détourner l´action aveugle du peuple»91. Fray Gonzalo de Toro se mostraba preocupado ante la deshonra que caía sobre la Orden Jerónima cada vez que el Santo Oficio castigaba públicamente a un con- verso que llevaba el hábito de San Jerónimo. El Estatuto exponía el deseo de evitar este deshonor que recaía sobre la Orden por admitir a los que no tenían otro propó- sito que sustraerse al castigo de la Inquisición. Dada la situación que los conversos habían creado en el seno de los monasterios jerónimos, eran muchos los que pensa- ban que el Estatuto era conforme con la autoridad de San Pablo y de la Sagrada Escritura, opinión que no compartían otros, citando otras Epístolas y sentencias del apóstol92. Si la bula de Nicolás V estaba en vigor, era obvio que debía aplicarse a toda la Orden de San Jerónimo93. Las polémicas sobre esta bula se gestan cuando se publi- ca el breve de Alejandro VI “Intelleximus” (1495), porque éste no hace mención específica de la bula de Nicolás V, luego no puede ser aceptado como válido al no descalificarla. A pesar de este razonamiento, había religiosos que pensaban de dis- tinta manera, presentando argumentos a favor de la validez del breve alejandrino. Consideraban que concurrían dos privilegios contrarios y, en tal caso, el segundo deroga el primero, aunque no hiciera mención del mismo94. Naturalmente, es evi-

89 El autor del Dictamen recuerda el celebérrimo pasaje de San Bernardo sobre las excelencias de la vida religiosa: “In ea homo vivit purius, cadit rarius, surgit velocius…remuneratur cipiosus”. 90 TARSICIO AZCONA, OFM Cap. Dictamen en defensa de los judíos conversos de la Orden de San Jerónimo a principios del siglo XVI, op. cit., p. 367. 91 SICROFF, ALBERT A., Les controverses des statuts de pureté de sang en Espagne du XVe au XVIIe siècle, op.cit., p. 63. “Ni siquiera los tratados eruditos como el de Alonso de Cartagena, por su misma naturaleza, podían cambiar la ciega acción del pueblo”. Efectivamente, la hostilidad contra los conversos estaba ya muy arraigada entre el pueblo llano. 92 SICROFF ALBERT A., Los estatutos de limpieza de sangre. Controversias entre los siglos XV y XVII, op. cit., pp, 109-110. 93 Para el estudio de la bula del papa Nicolás V: BELTRÁN DE HEREDIA, V, “Las bulas de Ni- colás V acerca de los conversos de Castilla”, en Sefarad, XXI, I, 1961, pp. 27-47. 94 TARSICIO DE AZCONA, O.F.M. Cap., “Dictamen en defensa de los judíos conversos en la Orden de San Jerónimo a principios del siglo XVI”, op. cit., pp. 362-363. DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS … 415 dente que este breve alejandrino enfrentó una vez más a los defensores de los cris- tianos nuevos venidos del judaísmo y a sus contrarios. Hernando de Talavera (1428-1507)95, jerónimo, escribió su tratado Católica im- pugnación (1481) con fines evangelizadores con respecto a los conversos. Este libro fue escrito, como dicen Francisco Márquez y Juan Bautista Avalle-Arce, en respuesta a un libelo hecho por algún judaizante sevillano en 1480. Este libelo se ha perdido, pero lo podemos reconstruir en parte a base de la Católica impugnación96. En el estudio preliminar de Márquez a la Católica impugnación, hace referencia a la cuestión de los judaizantes97; afirmando que eran condenados como apóstatas por detalles nimios, como el cambiar de camisa los sábados, usar formas especiales de degollar las reses, cocinar las carnes y abstenerse de algunos alimentos98. Según dice fray Ioseph de Siguença, en su Historia de la Orden de San Geronimo.(1600- 1605): “Prometí hazar memoria de los libros que este santo Perlado escriuio en medio de tantas ocupaciones, dire breuemente de los que tengo noticia. El primero lo compuso siendo Prior de Prado, y llamole impugnación Catholica, porque fue en defensa de nuestra Fe contra vn libro de vn herege que sembro por Seuilla sin saberse el autor, lleno de mil heregias y en fauor de los Iudios”99. A pesar de los primeros elogios, la Católica impugnación figuró en el “Índice de libros prohibidos” de Valdés (1559): “Cathólica impugnación del herético libe-

95 En algunos autores varía la fecha de nacimiento: 1428, 1430. Nació en Talavera de la Reina (los jerónimos reemplazan su verdadero apellido por el nombre del lugar de su nacimiento). Fue uno de los más grandes consejeros de los Reyes Católicos. Emparentado, por un lado, con los condes de Oropesa, y por otro, con una familia de conversos. Ingresó en la Orden Jerónima. Fue monje en el monasterio de San Leonardo, de Alba de Tormes, y prior de Nuestra Señora de Prado, de Valladolid, hasta 1486, año en que fue nombrado obispo de Ávila. En 1492 llegó a ser primer arzobispo de la Granada reconquistada, y lo fue hasta su muerte en 1507. (Véase.: AVALLE-ARCE, JUAN BAU- TISTA, Temas hispánicos medievales, op. cit. pp. 265-266). 96 FRAY HERNANDO DE TALAVERA, O.S.H., Católica impugnación, estudio preliminar de Francisco Márquez (Harvard University), edición y notas de Francisco Martín Hernández, Espiritua- les Españoles, Juan Flors, Editor, Barcelona, 1961. Tomo VI. (Véase: Catholica impugnación del herético libelo que en el año 1480 fue divulgado en la cibdad de Sevilla, Salamanca, 1487. GÓMEZ GÓMEZ, JOSÉ MARÍA, Fray Hernando de Talavera y su obra literaria, V Centenario de su muerte. Excmo. Ayuntamiento de Talavera de la Reina, Talavera de la Reina, 2008. 97 Los judaizantes, llamados de forma despectiva “tornadizos”, habían aprendido a escapar de la opinión del vulgo, de la malignidad de los soplones (“malsines”) y del celo riguroso de los inquisido- res. Procuraban, por ejemplo, que la chimenea de su casa humease los sábados y que sus guisos desprendieran rancio olor a tocino. 98 ASPE ANSA, MARÍA PAZ, Constantino Ponce de la Fuente. El hombre y su lenguaje, FUE, Madrid, 1975, p. 33. 99 SIGUENÇA, FRAY IOSEPH DE, Segunda parte de la historia de la Orden de San Geronimo. Di- rigida al Rey nuestro Señor Don Philippe III, en la Imprenta Real, Madrid, 1600, p. 325ª. Hay otras edicio- nes, que veremos en páginas siguientes: Madrid, 1600 y 1605. Madrid, 1907 y1909. Valladolid, 2000. 416 PEDRO SANTONJA HERNÁNDEZ llo, que en el año pasado de 1480 fue divulgado en la ciudad de Sevilla, hecha por el licenciado Fray Hernando de Talavera, Obispo de Ávila, Prior que fue de Nues- tra Señora de Prado”. (Cathalogvs/ librorum, qui prohibentur mandato illustrissi- mi et Re/uerend D.D. Ferdinandi de Valdes Hispaleñ. Ar/chiepi, Inquisitoris Gene- ralis Hispaniae/ (Escudo de armas episcopales de Valdés)…Hoc anno M.D.LIX editus. Quorum iussu et licentia Sebastianus Martinez Excudebat./ Pinciae”100. Se conocía la existencia de la Católica impugnación por referencias nada más; el inquisidor Fernando de Valdés, como ya hemos visto, la puso en el “Index” de 1559; fray José de Sigüenza la menciona y dice algo de sus circunstancias en su Historia de la Orden de San Jerónimo; Nicolás Antonio la describió brevemente. Se trata de un incunable impreso en Salamanca el 3 de abril de 1487. El anónimo judaizante (o judío, como sospecha Talavera) le rebatió, afirman- do la validez de los ritos mosaicos y que el Cristianismo venía a confirmar el judaísmo. El primer converso fue Cristo, y los mejores cristianos son los conver- sos que guardan la ley mosaica. Fray Hernando, que sigue la doctrina paulina de la fraternidad universal de los fieles, fustiga también al cristianismo que se ve como superior al converso y llama a éste “marrano”101: tal nombre deja de ser cristiano102. Fray Hernando, de origen judaico103, no conoció el “libelo” del judaizante sevi- llano hasta el año 1481, pues refiere que doña Isabel se lo entregó personalmente en su monasterio, es decir, en el Prado104, cuyo priorato desempeñaba. Es evidente

100 SIERRA CORELLA, ANTONIO, La censura en España. Índices y catálogos de libros prohi- bidos, Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, Madrid, 1947, p. 222. Euge- nio Asensio descubrió la Católica impugnación en la Biblioteca Vallicellana de Roma (1952) y la utilizó en su artículo: “Erasmismo y las corrientes espirituales afines”, en RFE, 36, 1952, pp. 31-99. (Vid.: AVALLE-ARCE, JUAN BAUTISTA, Temas hispánicos medievales, op. cit., p. 264). 101 Fray Hernando de Talavera usa una palabra que, según Avalle-Arce, no ha sido aprovechada por etimologistas y lexicógrafos: marrandíes. “Marranos”, por corrupción de las palabras “marran- atha”, que significaba: “el señor viene”, pero que usaban en forma de maldición entre los hebreos. (LLORENTE J.A., Memoria histórica…,op. cit., p. 124, tomo I). 102 AVALLE-ARCE, JUAN BAUTISTA Temas hispánicos medievales, op.cit., pp. 264-265. 103 El Padre Sigüenza no hace mención de la ascendencia judaica de Hernando de Talavera, a fin de no mancillar el prestigio de su Orden Jerónima: “fue este sieruo de Dios natural de Talavera, Villa del Arçobispado de Toledo, assentada en la ribera del Tajo, hijo de padres nobles de mediana fortu- na, dizen vnos, que tenia parentesco con Hernando Aluarez de Toledo, cabeça de los Condes de Oropesa; otros que era de humilde linage, y haciendo de los Latinos, le llaman “homo nouus”, por- que ni tenia estemas, ni imagines (lenguaje de nuestros antiquarios), y lo cierto y con no poco cuida- do averiguado es lo que he dicho: hijo de padres hidalgos de limpia sangre, aunque de poca hazien- da…” (pp.288b-289a, de Segunda parte de la historia de la Orden de San Geronimo, op. cit.I). 104 La inclinación real por el monasterio se incrementó por influjo de fray Hernando de Talavera, prior de esta casa durante veinte años y confesor de la Reina. FERNÁNDEZ, LUIS, S. I., “La Real DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS … 417 que fray Hernando no conocía al autor del libelo, por eso le reprocha, en el capítulo I no haber querido dar la cara. A pesar de sus duros improperios al calificar al anó- nimo libelista (lechuza y búho, raposo malicioso, malvado hereje…) no duda en admitir algunas de las acusaciones del judaizante cuando denuncia flaquezas y puntos demasiado débiles de la religiosidad y organización eclesiástica de su épo- ca105. La fachada exterior del catolicismo de su época presenta un aspecto deplora- ble ante los ojos, exigentes y nada benévolos del judaizante106. Es bien conocido que fueron muchos los judeoconversos que buscaron refu- gio y amparo en los monasterios de la nueva Orden de San Jerónimo, porque franciscanos y dominicos habían sido tradicionalmente enemigos declarados de su casta107. Fray Alonso de Oropesa y otros teólogos escribieron ciertos tratados sobre la in- justa exclusión de los venidos del judaísmo a nuestra fe. El “Lumen ad revelatio- nem gentium” es la obra principal de fray Alonso de Oropesa, y en la base de esta obra está el problema de los judíos y judeoconversos en España108. Cuando los judíos eran perseguidos, los conversos se encontraban en una cierta situación de favor y eran acogidos con cierta benevolencia por los demás cristianos, pero cuan- do los judíos obtuvieron puestos de gobierno, de administración y detentaban algo de poder dentro del reino, fácilmente sus ataques se dirigían contra los que habían

Imprenta del Monasterio de Nuestra Señora de Prado (1481-1835)”, Tomo II, VI Centenario de la Orden de San Jerónimo, en Stvdia Hieronymiana, Madrid, 1989, pp. 141-143. Los Reyes Católicos edificaron casi todo el monasterio y, además, le concedieron una fuente segura de ingresos, que fue su imprenta, con el monopolio de la impresión de las bulas de Cruzada. 105 Su hermano en la Orden Jerónima José de Sigüenza (1544?-1606) trazó un perfil exacto de Hernando de Talavera, en el segundo tomo de su Historia de la Orden de San Jerónimo. Véase: BERTINI, GIOVANNI MARIA, “Hernando de Talavera, escritor espiritual (siglo XV)”, en Actas del Cuarto Congreso Internacional de Hispanistas, Volumen I, celebrado en Salamanca, agosto de 1971, publicado bajo la dirección de Eugenio de Bustos Tovar, Universidad de Salamanca, Sala- manca,1982, pp. 173-189. Véase también el importante estudio de AVALLE-ARCE, JUAN BAUTISTA, Temas hispánicos medievales, op. cit., capítulo VIII. “Sobre Fray Hernando de Tala- vera”, pp. 262-279. 106 FRAY HERNANDO DE TALAVERA, O.S.H., Católica impugnación, op. cit., p. 32, del Es- tudio preliminar, de Francisco Márquez. 107 Véanse: CARRETE PARRONDO, CARLOS, “Los conversos jerónimos ante los estatutos de limpieza de sangre”, op. cit., pp. 97-117. AZCONA, TARSICIO DE, O.F.M., “Dictamen en defensa de los judíos conversos en la Orden de San Jerónimo a principios del siglo XVI”, op. cit. pp. 358-359. 108 ALONSO DE OROPESA, Luz para conocimiento de los gentiles (Lumen ad revelationem gentium), estudio, traducción y edición de Luis Alfredo Díaz y Díaz, FUE, Universidad Pontificia de Salamanca, Madrid, 1979. Vemos en el Capítulo I: “Donde, para introducir el tema, se relatan en su generalidad y abreviados los errores y motivos de los que impugnan y persiguen a los que del judaís- mo se habían convertido a la fe, y en él se indica en qué Capítulo se detallan con más amplitud los argumentos de dichos errores”. (p. 85). 418 PEDRO SANTONJA HERNÁNDEZ apostatado de su antigua fe, contando para ello con el favor que les prestaba el disfrutar de riquezas, influencias y mando109. El correr de los tiempos y la situación más tranquila y próspera de los judíos hará que las enemistades se concentren en los judeocristianos. La Bula de Nicolás V dirigida al rey don Juan II de León y de Castilla hace alusión expresa a la ex- clusión de oficios, beneficios, honores y dignidades, escribanías, testificación en juicios, por una parte, y contumelias de palabra o de obra, por la otra; y todo en relación a los judeocristianos, que eran entonces los que llevaban la peor parte110. Por todo esto, fray Alonso de Oropesa y el doctor Alonso de Montalvo, primer jurista de su tiempo, acudían con sus buenos tratados “Lumen ad revelationem gentium” y “De unitate fidelium”, a templar las críticas amargas y las actitudes crispadas111. Sin llegar a arrebatos encomiásticos, también hubo escritores y cronistas que defendieron a los judeoconversos contra la opinión generalizada, comprendiendo que los que habían nacido criados en la ley judaica y “los que en ella enbegeçie- ron” difícilmente podían cambiar después de recibir el bautismo forzoso. Casi si- multáneamente con el comienzo de la obra de fray Alonso de Oropesa apareció el tratado de Alonso de Cartagena, titulado “Defensorium unitatis christianae”, con temas semejantes que nos invitan a estudiar sus conexiones112. Si fueron tan cuantiosos los tratados “Contra judaeos” escritos por conversos, no nos debe extrañar que también los cristianos viejos, viendo en la grey hebraica un peligro para la unidad de la fe cristiana, trataran de convencer a los judíos de sus errores y de atraerlos al seno de la Iglesia del Crucificado. Fue así como muchos

109 DÍAZ Y DÍAZ, LUIS ALFREDO, “Alonso de Oropesa y su obra”, Tomo I, IV Centenario de- la Orden de San Jerónimo, en Stvdia Hieronymiana, Madrid, 1973, p. 261. (pp. 255-313. Es muy posible que fueran los mismos acontecimientos de 1449 los que impulsaron a Alonso de Oropesa a poner por escrito sus razones. Ofrece su Lumen a don Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo. Su elec- ción para prior general de la Orden Jerónima retrasó la edición de su obra hasta concluirla la víspera de la Navidad del año 1463. (p. 268). 110 Ibidem., pp. 162-163. 111 AMADOR DE LOS RÍOS, JOSÉ, Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal, 2 tomos, Madrid, 1875-76. Reimpresión: Cultura e Historia, Editorial Aguilar, Madrid, l960 y 1973, p. l4, tomo I. Sobre la obra de fray Alonso de Oropesa, véase: SICROFF, ALBERT A., “El “Lumen ad revelationem gentium” de Alonso de Oropesa, como precursor del humanismo en España”, en Actas del Cuarto Congreso Internacional de Hispanistas, Vol. II, publicadas bajo la dirección de Eugenio de Bustos Tovar, Salamanca, 1982, pp. 655-664. 112 CARTAGENA, ALONSO DE, Defensorium unitatis christianae, edición y notas de Manuel Alonso Alonso, S. J. CSIC, Madrid, 1943, pp. 368-369. Como ya hemos visto, Alonso de Cartagena era hijo de Pablo de Santa María, ambos de origen judío. Escribió su Defensorium (1449) para defen- der a los conversos de los ataques de los cristianos viejos toledanos. Tanto en esta obra como en el Lumen de Oropesa podemos rastrear doctrinas pre-erasmistas. DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS … 419 altos prelados, ya valiéndose de las Sagradas Escrituras, ya de los mismos escritos rabínicos, intentaron vencer la incredulidad de los judíos españoles. No faltaron tampoco en estos tiempos “recios” claros varones que intentaran mitigar la acritud que se desprendía de algunos tratados, como los de Alonso de Espina o los de Pa- blo de Heredia. El libro de Alonso de Oropesa, “Lumen ad revelationem gentium, et gloriam plebis tuae Israel” 113 (1465), es, sin duda, la apología de los conversos más impor- tante del siglo XV: “El intento y el fin principal de la obra se endereza a que se quite este oprobio y afrenta destos nuestros fieles que vinieron del Iudaismo a cre- er en Cristo, pues todos saben, que antes que viniesse al mundo, se llamauan pue- blo de Dios, y que vino para su gloria: y ansi también se muestra que es de su mismo linage, y de la casa y familia de Dauid este nuestro legislador (y como el dixo por San Juan) que la salud, y salvación, de los judíos viene”114. Mientras que el obispo de Burgos, Pablo de Santa María, pretendía atraer a sus antiguos correligionarios a la fe cristiana que él había abrazado, Oropesa tenía que dirigir su “Lumen” contra los que, preciándose de cristianos viejos, se negaban a admitir en plan de igualdad a los judíos que habían aceptado las indicaciones de San Pablo115. Es muy cierto que los judeoconversos cultos eran muy hábiles para polemizar con sus antiguos correligionarios, puesto que conocían la lengua hebrea, los sabe- res rabínicos y las tradiciones; por eso el Padre Sigüenza, en el Capítulo XIX de Historia de la Orden de San Jerónimo, “Del libro que compuso fray Alonso de Oropesa, sobre las competencias de los Christianos viejos y nueuos. Y otras obras del mismo Autor”, ensalza el tratado “Lumen ad revelationem gentium” de Orope- sa, porque supo elegir el “camino más seguro y más discreto” para escribirlo,

113 Se encuentra en la Biblioteca Universitaria de Salamanca la obra de Alonso de Oropesa: Lu- men ad revelationem gentium et gloria plebis Dei Israel, de unitate fidei et de concordia et pacifica aequitate fidelium. 114 SIGÜENZA, JOSÉ DE, Historia de la Orden de San Jerónimo, 2 tomos, NBAE, bajo la di- rección de Marcelino Menéndez Pelayo, tomos VIII y XII, Bailly/ Baillière e Hijos Editores, Madrid, 1907-1909. Es muy importante el Capítulo XIX del tomo I: “Del libro que compuso fray Alonso de Oropesa, sobre las competencias de los Christianos viejos y nuevos. Y otras obras del mismo autor”, p. 370b. Este mismo texto de Sigüenza lo vemos en la “Dedicatoria” de Oropesa al Reverendísimo Padre e Ilustrísimo Señor Don Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo y Nobilísimo Primado de Espa- ña. (Vid.: ALONSO DE OROPESA, Luz para el conocimiento de los gentiles, estudio, traducción y edición de Luis A. Díaz y Díaz, op. cit., p. 77 ). 115 SICROFF ALBERT A., El “Lumen ad revelationem gentium de Alonso de Oropesa, como precursor del erasmismo en España”, op. cit., p. 657. 420 PEDRO SANTONJA HERNÁNDEZ hablando siempre de lo que sabía muy bien116, tal como hizo el Burgense117 (Pablo de Santa María)118. Denuncia también la ineficacia de otros tratadistas:

“Emprendieron este mismo trabajo, poco después otros muchos Doctores de España, donde andaua esto mas sangriento, y ninguno a mi juicio con tanta pru- dencia como nuestro Paulo Burgense, porque los mas dellos hablan de oydas, sin tener mas noticia de la lengua Hebrea, y de las tradiciones de los Rabinos antiguos de la que les dauan algunos iudios que se auian conuertido, de quien auia poco de fiar, fingiendo congraciarse, o acreditarse, mil burlerías. El General fray Alonso de Oropesa, tomó otro camino mas seguro y mas discreto, hablando siempre de lo que sabia muy bien”119.

Fray Alonso de Oropesa nos dice que siendo él mancebo y religioso nuevo en el monasterio de Guadalupe, se levantó un cisma entre los fieles de Cristo120. Según él, algunos hombres desalmados, incitados por el fuego de la envidia contra algunos que se habían convertido del judaísmo, comenzaron a porfiar contra ellos. Y sigue di- ciendo: “Considerando yo, que esta mala doctrina yua creciendo como cáncer, por hazer entonces oficio de predicador, comencé en público a predicar contra ella, y a

116 SIGUENÇA, FRAY IOSEPH DE, Segunda parte de la historia de la Orden de San Jerónimo. Dirigida al Rey nuestro Señor Don Philippe III, op. cit., p. 369a-b. 117 El Burgalés Pablo de Santa María (antes Salomón Haleví, rabino mayor de Burgos) recibió en París el título de doctor en teología; en 1396 era ya canónigo de la catedral de Burgos, y desde enton- ces fue recibiendo honras y preeminencias: capellán mayor de Enrique III, nuncio del Papa Benedicto XIII en la corte de Castilla, tutor y canciller de Juan II y, finalmente, obispo de Burgos. Una carrera meteórica para este nuevo Saulo. En su Scrutinium Sripturarum, escrito en la ancianidad, no trata demasiado bien a los de su misma estirpe. Alaba la matanza de 1391, y piensa que las turbas fueron excitadas por Dios para vengar la sangre de Cristo. Gran despropósito de este hombre, odiado por sus hermanos de linaje. (Véase. CASTRO, AMÉRICO, “Simbiosis cristiano-judaica. Limpieza de sangre e Inquisición”, en España en su historia, op. cit.,p. 9). 118 Fernán Pérez de Guzmán trazó un retrato moral (etopeya) de don Pablo de Santa María en su Generaciones y semblanzas. De don Pablo, obispo de Burgos, grant sabio e notable onbre. “Don Pablo, obispo de Burgos, fue grant sabio e valiente onbre en çiençia. Fue natural de Burgos e fue ebreo de grant linaje de aquella nación… Antes de su conversión era grande filósofo e teólogo, e desque fue convertido, continuando el estudio, estando en la corte del papa en Aviñón fue avido por grande predicador. Fue primero arçidiano de Treviño e después obispo de Cartajena; a la fin, obispo de Burgos, y después chanciller mayor de Castilla”. “Ovo muy grande lugar con el rey don Enrique el terçero e fue muy açebto a él…Quando el dicho rey murió dexólo por uno de sus testamentos, e después ovo grand lugar con el papa Benedicto XIII…” (Véase: FERNÁN PÉREZ DE GUZMÁN, Generaciones y semblanzas, edición de José Antonio Barrio, Letras Hispánicas, Ediciones Cátedra, Madrid, 1998, pp. 141-147). 119 SIGUENÇA, FRAY IOSEPH DE, Segunda parte de la historia de la Orden de San Geroni- mo. Dirigida al Rey nuestro Señor Don Philippe III, op. cit., p. 369a-b. 120 Como ya hemos visto, en muchos cenobios jerónimos se infiltraron algunos conversos judai- zantes, creando graves problemas a la Comunidad y a la Inquisición. DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS … 421 manifestar su yerro y engaño, encareciendo, y mostrando la vnidad de la fe de los fieles, la caridad y la paz en Christo”121. A requerimiento de sus superiores empezó a escribir un tratado sobre este asunto, el “Lumen ad revelationem gentium”, aunque, según nos dice fray Alonso, “en tiempos tan turbados y revueltos, tenía determinado callar, pues el hablar es tan peligroso…”122 Totalmente cierto. Los tiempos eran turbados y revueltos123. En 1449 y en 1467 se vivieron en Toledo escenas de terror en los enfrentamientos entre cristianos viejos, conversos y judíos. Escenas parecidas tuvieron lugar en Córdoba en 1473, como ya hemos visto. Fray José de Sigüenza, en su Historia de la Orden de San Jerónimo, habría po- dido mencionar también a don Alonso de Cartagena124, hijo de don Pablo de Santa María y sucesor suyo en el obispado de Burgos, quien, como ya hemos visto, escri- bió su “Defensorium unitatis christianae” (1449) para defender a los conversos de los cristianos viejos toledanos. En la obra de Alonso de Cartagena, el autor junta textos bíblicos, eclesiásticos y clásicos para armar su pleito contra los que turbaban la unidad cristiana, sembrando divisiones entre los fieles con lo que fue el primer “estatuto de limpieza de sangre” en España, la famosa Sentencia-Estatuto estable- cida en Toledo, en 1449, por Pero Sarmiento125. Sobre Alonso de Santa María (Alonso de Cartagena) leemos en Claros varones de Castilla126:

121 SIGUENÇA, FRAY IOSEPH DE, Segunda parte de la historia de la Orden de San Geroni- mo, op. cit., p. 370a. 122 Ibidem., p. 370ª. Capítulo XIX de la Historia de la Orden de San Geronimo de fray Ioseph de Siguença, edición del año M.D.C.: “Del libro que compuso fray Alonso de Oropesa, sobre las compe- tencias de los Christianos viejos y nueuos. Y otras obras del mismo Autor”. Sobre los tiempos “turba- dos y revueltos”, a finales del siglo XV y principios del XVI, véase: CAZALLA, JUAN DE, Lumbre del alma, estudio y edición de J. MARTÍNEZ DE BUJANDA, Universidad Pontificia de Salamanca, FUE, Madrid, 1974. 123 Pero, ¿cuándo los tiempos no han sido turbados y revueltos? 124 “Cartagena”, porque como ya hemos mencionado, su padre don Pablo de Santa María, antes de ser obispo de Burgos fue obispo de Cartagena. De ahí el nombre de sus descendientes. Sobre los Cartagena, véase: RODRÍGUEZ PUÉRTOLAS, JULIO, Fray Íñigo de Mendoza y sus “Coplas de Vita Christi”, op. cit. “Los Cartagena”, pp.14-19. Hay otros autores que han escrito sobre esta familia de conversos: Américo Castro, Amador de los Ríos, A. Paz y Melia… 125 SICROFF, ALBERT A., “El “Lumen ad revelationem gentium” de Alfonso de Oropesa, como precursor del erasmismo en España”, op. cit., p. 657, tomo II. Sobre la familia de los Santa María (de los Cartagena): SERRANO, LUCIANO, Los conversos D. Pablo de Santa María y D. Alfonso de Cartagena, obispos de Burgos, gobernantes, diplomáticos y escritores, Instituto Arias Montano, Escuela de Estudios Hebraicos, Madrid, 1942. CANTERA BURGOS, FRANCISCO, Alvar García de Santa María y su familia de conversos. Historia de la Judería de Burgos y de sus conversos más egregios, Instituto Arias Montano, Madrid, 1952. 126 Sobre Pablo de Santa María, véanse: “De don Pablo, obispo de Burgos, grant sabio e notable onbre”, en FERNÁN PÉREZ DE GUZMÁN, Generaciones y semblanzas, edición de José Antonio 422 PEDRO SANTONJA HERNÁNDEZ

“Era fijo de don Pablo, obispo que fue de Burgos, el qual le ovo en mujer legí- tima que tovo antes que entrase en la religión eclesiástica. Este obispo don Pablo fue de linaje de los judíos y tan gran sabio que fue alunbrado de la gracia del espí- ritu santo, e aviendo conoscimiento de la verdad, se convirtió a la nuestra santa fe cathólica”127.

Y más adelante, dice sobre Alonso de Cartagena:

“Entre los letrados que fueron escogidos para enviar a un grand concilio que se fizo en Basilea, este obispo seyendo deán de Santiago, fue uno de los nombrados a quien el rey don Juan mandó ir en aquella embaxada, en la qual, conoscida su ciencia y la esperiencia de sus letras y claras costumbres, ganó grand fama que, es- tando en Roma, el papa Eugenio le proveyó del obispado de Burgos, que era del obispo don Pablo, su padre”128.

En el “Defensorium unitatis christianae”, que es, al pie de la letra, una defensa de la unidad de los cristianos, Alonso de Cartagena129 procede como un fiscal, y es significativo que, acabado su alegato con la fórmula de invocar la intercesión del Papa, encamina su “Defensorium” más directamente al rey don Juan II, a quien

Barrio, Ediciones Cátedra, Letras Hispánicas, Madrid,1998, pp. 141-147. También: TEIXIDOR, JOSÉ, O.P., Vida de San Vicente Ferrer, apóstol de Europa, 2 tomos, edición preparada por Alfonso Esponera Cerdán, O.P., Ayuntamiento de Valencia, 1999. Capítulo XXII del tomo I: “Acompaña san Vicente al Cardenal don Pedro de Luna, Legado en España. Convierte al célebre Pablo Burgense; buelve a Valencia donde la Reina doña Violante le nombra su Confesor”. (Pág. 123 y ss.). 127 FERNANDO DEL PULGAR, Claros varones de Castilla, edición de Robert B. Tate, 160, Taurus Ediciones, Madrid, 1985, pp. 140-142. 128 Ibidem., pp.140-141. Véase también: PULGAR, FERNANDO DEL, Claros varones de Casti- lla, selección, estudio y notas de José Manuel Blecua, Biblioteca Clásica Ebro, Clásicos Españoles, Editorial Ebro, Zaragoza-Barcelona-Buenos Aires, 1940, pp. 39-42. (Hernando del Pulgar, h. 1425- después de 1490), en Claros varones de Castilla (1486), esboza, con elegante estilo, las semblanzas de veinticuatro personajes de su tiempo. En el Concilio de Basilea nació la profunda reforma y tam- bién el metódico estudio de textos literarios clásicos, el retorno a Platón y al agustinismo. Como dice Ángel Galindo, la reforma se introdujo en toda la Iglesia a través de la celebración de Sínodos, la crítica de los humanistas contra la avaricia del clero, la falsedad y vicios de los monjes, y la aparición de una genuina religiosidad. (Véase: Introducción de Ángel Galindo García a: Segovia en el siglo XV. Arias Dávila: Obispo y mecenas, op. cit., pp. 19-20). 129 “Obispo de Burgos don Alfonso de Cartagena, hijo de don Pablo de Santa María, Iudio de nación, que conuertido à la Fè, por la predicación de S. Vicente Ferrer, conuirtio à la Fè, después de baptizado mas de cuarenta mil Iudios y Moros, siendo gran lumbrera, y columna de la Iglesia. Fue este don Alfonso Prelado de gran virtud, de exemplar y santa vida, varon doctissimo, etc.”. (GON- ÇALEZ DE ÁVILA, GIL, Historia de las Antigvedades de la civdad de Salamanca: vida de svs obispos, y cosas sucedidas en su tiempo. Dirigida al Rey N.S. don Felipe III, imprenta de Artvs Ta- berniel, Salamanca, 1606, pp. 376-377). DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS … 423 tocaría proceder contra los inculpados130. El mismo año de la confección del libro se había producido en Toledo la primera matanza de conversos. Años más tarde, en 1480, se instauró la Inquisición en Castilla, que, entre otros efectos, aceleró el éxo- do de los judíos y conversos, y anticipó acontecimientos que serían constantes al promulgarse el decreto de expulsión en 1492. Lo cierto es que el desprecio hacia los descendientes del judaísmo iba creciendo y hasta ciertos hombres tenidos por pacíficos y equilibrados perdieron la calma ante el oleaje de la borrasca antijudaica, como fue el caso del poeta Juan de Padilla, monje cartujo de Santa María de las Cuevas, de Sevilla, que, durante la época de la expulsión de los judíos, escribió en su poema religioso “Retablo de la vida de Christo”, estas palabras que rebosan ardiente odio: “Perros crueles, que non me arrepiento/ llamándovos perros, en forma de humanos, etc.”131 Después de los bautizos y conversiones en masa que tuvieron lugar el año 1391 se produjo, como era de esperar, una situación muy peculiar. Muchas de estas con- versiones postizas fueron la causa de que se prodigaran por doquier abundantes casos [de conversos] que judaizaban, es decir, que seguían practicando, de forma clandestina, los rituales de la religión de sus antepasados. Como consecuencia del establecimiento de la Inquisición surgió una actitud ri- gorista que se extendió entre el pueblo llano y entre las órdenes mendicantes, prin- cipalmente. Fruto de todo esto será el “Fortalitium fidei” (1459) del franciscano Alonso de Espina y la represión inquisitorial llevada a cabo por Torquemada y Deza. La otra actitud será persuasiva, de evangelización, de diálogo reconcilia- dor…Un ejemplo de esta actitud será la obra de fray Hernando de Talavera, Católi- ca impugnación, como ya hemos visto. Escribió. “De cómo han de vivir las monjas de San Bernardo en su monasterio de Ávila”132. Su hermano en la Orden Jerónima,

130 SICROFF, ALBERT A., “El “Lumen ad revelationem gentium” de Alfonso de Oropesa como precursor del erasmismo en España”, op. cit., p. 657. 131 AMADOR DE LOS RÍOS, JOSÉ, Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal, op. cit., p. 780. 132 Escribió también: “De cómo han de vivir las monjas de San Bernardo en su monasterio de Á- vila” (reproducido por Olegario González Hernández, en Fray Hernando de Talavera. Un aspecto nuevo de su personalidad, HS, t. XIII, 1960, ed. De 1961), que compuso estando en Ávila. (Vid.: BERTINI, GIOVANNI MARIA, “Hernando de Talavera, escritor espiritual (siglo XV)”, op. cit., p.174). Hernando de Talavera fue traductor de la Vita Christi de Francesc Eiximenis, al castellano. Hay un bello ejemplar en el Archivo de la Catedral de Segovia, con la Signatura B-66: XIMENEZ (Fr. Francisco), O.M., Patriarca de Jerusalem.- Vida de Nuestro Señor Jesucristo.- Sin indicaciones tipográficas por faltarle hojas al final.- (En Granada por Meinardo Ungut y Juan Pegnitzer, el 30 de Abril de 1496, Fol. 1r.a, (con la sig. Ij): Prólogo// Libro de la vida de nuestro señor// ihesu christo: compuesto y ordena// do y añadido en algunas partes// y hecho imprimir por don fer//nando de ta- 424 PEDRO SANTONJA HERNÁNDEZ

José de Sigüenza (¿1544?-1606), en la “Segunda parte de la historia de la Orden de San Jerónimo”, dedica varios capítulos a la vida y obras de fray Hernando de Talavera, ensalzando su honradez e integridad (Capítulo 35. De otras virtudes par- ticulares del santo Arçobispo, pobreza en su persona y casa, humildad y zelo de la justicia”). Hace referencia también a su escrito “De cómo han de vivir las monjas de San Bernardo en su monasterio de Ávila”133.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

ALONSO DE PALENCIA, Crónica de Enrique IV, Biblioteca de Autores Españoles, Ma- drid, 2973. ALONSO DE OROPESA, Luz para conocimiento de los gentiles (Lumen ad revelationem gentium), estudio, traducción y edición de Luis Alfredo Díaz y Díaz, FUE, Univer- sidad Pontificia de Salamanca, Madrid, 1979. ANDRÉS MARTÍN, MELQUÍADES, La teología española en el siglo XVI, I, BAC, Ma- drid, l976. ASENSIO GONZÁLEZ, MARÍA, Segovia. La ciudad y su tierra a fines del Medievo, Excelentísima Diputación Provincial de Segovia, Segovia, 1986. ASPE ANSA, MARÍA PAZ, Constantino Ponce de la Fuente. El hombre y su lenguaje, FUE, Madrid, 1975. AVALLE-ARCE, JUAN BAUTISTA, Temas hispánicos medievales, Editorial Gredos, Madrid, 1974. AZCONA, TARSICIO DE, O. F. M., “Dictamen en defensa de los judíos conversos de la Orden de San Jerónimo a principios del siglo XVI”, tomo II, Studia Hieronymiana, Madrid,1973. AMADOR DE LOS RÍOS, JOSÉ, Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal, 2 tomos, Madrid, 1875-76. Reimpresión: Cultura e Historia, Edi- torial Aguilar, Madrid, 1960 y 1973. BENNASSAR, BARTOLOMÉ, “Modelos de mentalidad inquisitorial: Métodos de su “pe- dagogía del miedo”“, en Alcalá y otros, Inquisición española y mentalidad inquisi- torial, Editorial Ariel, Barcelona, 1984.

lauera: primero Ar// çobispo de la santa yglesia de Gra// nanada (sic.) conosciendo que a todo fi// el christiano es muy prouechoso// e hizole este prologo. 133 FRAY IOSEPH DE SIGUENÇA, Segunda parte de la historia de la Orden de San Jerónimo. Dirigida al Rey nuestro Señor Don Philippe III. Desde el capítulo XXIX. “La vida del santo varon fray Hernando de Talauera, professo del Conuento de san Leonardo de Alua, primer Arçobispo de Granada”, p. 288b, hasta el apartado: “Carta de la Reyna Doña Isabel al Obispo de Avila, fray Her- nando de Talauera, su confesor”, p. 320ª. “Fray Hernando escribió un libro contra el vicio de comer y beuer, y vestir, donde reprehende los trages y afeytes de las mujeres aguda y graciosamente. Vna instrucción de religiosas para vnas monjas de Auila, y para la condesa de Benauente”. (p. 325). DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS … 425

BERTINI, GIOVANNI MARIA, “Hernando de Talavera, escritor espiritual (siglo XV)”, en Actas del Cuarto Congreso Internacional de Hispanistas, Volumen I, celebrado en Salamanca, agosto de 1971, publicado bajo la dirección de Eugenio de Bustos To- var, Universidad de Salamanca, Salamanca, 1982, pp. 17. CANTERA BURGOS, FRANCISCO, Alvar García de Santa María y su familia de con- versos. Historia de la Judería de Burgos y de sus conversos más egregios, Instituto Arias Montano, Madrid, 1952. CASTRO, AMÉRICO, España en su historia. Cristianos, moros y judíos, Crítica (Grijalbo Mondadori), Barcelona, 1996. CARO BAROJA, JULIO, Los judíos en la España Moderna y Contemporánea, 3 tomos, Colección Fundamentos 60, Ediciones Istmo, Madrid, 1978. CARRETE PARRONDO, CARLOS, “Judíos, moros y cristianos. La Castilla interconfe- sional de los Aria Dávila segovianos”, en Segovia en el Siglo XV. Arias Dávila: Obispo y mecenas, Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 1998. CARRETE PARRONDO, CARLOS, “Los conversos jerónimos ante el estatuto de limpieza de sangre”, en Helmantica, Revista de Filología Clásica y Hebrea, XXVI, enero- diciembre.79/ 81., Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 1975, pp. 97- 116. CARTAGENA, FRAY ALONSO DE, Defensorium unitatis christianae, edición del P. Manuel Alonso, Madrid, 1943. COLMENARES, DIEGO DE, Historia de la insigne ciudad de Segovia y compendio de las Historias de Castilla, autor Diego de Colmenares, Hijo y Cura de San Juan de la misma ciudad y su Coronista. Tomo II. Academia de Historia y Arte de San Quirce, Segovia, 1984. DÍAZ Y DÍAZ, LUIS ALFREDO, “Alonso de Oropesa y su obra”, Tomo I, IV Centenario de la Orden de San Jerónimo, en Stvdia Hieronymiana, Madrid, 1973. DOMÍNGUEZ ORTIZ, ANTONIO, La clase social de los conversos en Castilla en la Edad Moderna, “Monografías Histórico-Sociales”, Vol. III, CSIC, Madrid, 1955. DOMÍNGUEZ ORTIZ, ANTONIO, “Los conversos de origen judío después de la expul- sión”, trabajo publicado en el Vol. III de Estudio de Historia Social en España. ESCUDERO, JOSÉ ANTONIO, “Los orígenes del “Consejo de la Suprema Inquisición”“, en Ángel Alcalá y otros, Inquisición española y mentalidad inquisitorial, Editorial Ariel, Barcelona, 1984, pp. 81-122. ESPINA, FRAY ALONSO DE, Fortalitium/ fidei contra Judeos:/ Sarracenos: aliosq/ christianae fidei inimicos./ Uenudatus a Stephano guey/ nard: prope sanctu Ant- honium: Lyon, 1511. Biblioteca Nacional de Madrid, R-27056. FERNÁN PÉREZ DE GUZMÁN, Generaciones y semblanzas, edición de José Antonio Barrio, Ediciones Cátedra, Letras Hispánicas, Madrid, 1998. FERNÁNDEZ, LUIS, S.I., “La Real Imprenta del Monasterio de Nuestra Señora de Prado (1481-1835)”, Tomo II, VI Centenario de la Orden de San Jerónimo, en Stvdia Hie- ronymiana, Madrid, 1989, pp., 141-143. FITA, FIDEL, “Un canónigo judaizante en Córdoba (28 de febrero, 1484)”, en BRAH, V, 1884, pp. 401-404. 426 PEDRO SANTONJA HERNÁNDEZ

FITA, FIDEL, “La Inquisición toledana. Relación contemporánea de los autos y autillos que celebró desde el año 1485 hasta el de 1501”, en BRAH, Tomo XI, Madrid, 1887. FUENTE, VICENTE DE LA, Historia eclesiástica de España, Tomo V, Compañía de Impresores y Libreros del Reino, Madrid, 1874 (2ª ed.). GÓMEZ GÓMEZ, JOSÉ MARÍA, Fray Hernando de Talavera y su obra literaria, V Cen- tenario de su muerte. Excmo. Ayuntamiento de Talavera de la Reina, Talavera de la Reina, 2008. HAIM BEINART, “The Records of the Inquisition. A Source of Jewish and Converso History”, en Proceeding of the Israel Academy of Sciences and Humanities, II, Jeru- salem, 1967. LÓPEZ MARTÍNEZ, NICOLÁS, “El peligro social de los conversos”, en Hispania Sacra, 1, enero-junio, 1950, pp. 29-44. LÓPEZ MARTÍNEZ, NICOLÁS, Los judaizantes castellanos y la Inquisición en tiempo de Isabel la Católica, Publicaciones del Seminario Metropolitano, Burgos, 1954. LYNCH, JOHN, España bajo loa Austrias, tomo I, “Historia, ciencia, sociedad, 56, traduc- ción de Josep María Bernadas, Ediciones Península. Ediciones 62, Barcelona, 1975 (3ª ed.). LLORENTE, JUAN ANTONIO, Memoria histórica sobre cuál ha sido la opinión nacional de España acerca del Tribunal de la Inquisición, leída en la Real Academia de la Historia, en la Imprenta de Sancha, 1812. (Reimpresión de Valentina Fernández Vargas, Editorial Ciencia Nueva, Madrid, 1967). MARAVALL, JOSÉ ANTONIO, La cultura del Barroco, Letras e Ideas, Editorial Ariel, Barcelona, 1975. MARQUÉS DE LOZOYA, “Los sepulcros de los Arias Dávila”, en Estudios Segovianos, IX, Segovia, 1957, pp. 67-81. MÁRQUEZ, ANTONIO, Literatura e Inquisición en España, 1478/ 1834, Persiles-124, Taurus Ediciones, Madrid, 1980. MENÉNDEZ PELAYO, MARCELINO, Historia de los heterodoxos españoles, I, BAC, La Editorial Católica, Madrid, 1978. NETANYAHU, BENZION, “¿Motivos o pretextos? La razón de la Inquisición”, Ángel Alcalá y otros, Inquisición española y mentalidad inquisitorial, Editorial Ariel, Bar- celona, 1984, pp. 23-44. NETANYAHU, BENZION, De la anarquía a la Inquisición, “Estudios sobre los conversos en España durante la Baja Edad Media”, traducción de Ciriaco Morón Arroyo. La Esfera de los Libros, Madrid, 2005. NETANYAHU, BENZION, Los orígenes de la Inquisición en la España del siglo XV, traducción de Ángel Alcalá Galve y Ciriaco Morón Arroyo, Editorial Crítica, Barce- lona, 1999. PÉREZ, JOSEPH, La revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521), Historia de los movimientos sociales. Traductor: Juan José Faci Lacasta, Siglo XXI de España Editores, Madrid, 1977. PÉREZ DE GUZMÁN, FERNÁN, Generaciones y semblanzas, edición, introducción y notas de J. Domínguez Bordona, CC, Espasa-Calpe, Madrid, 1979. DEFENSORES Y ADVERSARIOS DE LOS JUDEOCONVERSOS … 427

PULGAR, FERNANDO DEL, Claros varones de Castilla, CC, Espasa-Calpe, Madrid, 1969. Otra edición: Claros varones de Castilla, edición de Robert B. Tate. Temas de España. Sección Clásicos a cargo de José María Díez Borque,160, Taurus Ediciones, Madrid, 1985. RÁBADE OBRADÓ, MARÍA DEL PILAR, “La religiosidad de una familia conversa a fines de la Edad Media: los Arias Dávila”, en l490: En el umbral de la modernidad, vol. II, Generalitat Valenciana, CVC, Valencia, 1994, pp. 269-274. RODRÍGUEZ PUÉRTOLAS, JULIO, Fray Íñigo de Mendoza y sus “Coplas de Vita Chris- ti”, Editorial Gredos, Madrid, 1968, pp.14-19. ROTH, CECIL, La Inquisición española, traducción de Jordi Beltrán, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1989. R. RUIZ, TEÓFILO, “La Inquisición medieval y la moderna: paralelos y contrastes”, en Ángel Alcalá y otros, Inquisición española y mentalidad inquisitorial, Editorial Ariel, Barcelona, 1984, pp. 45-66. SERRANO LUCIANO, Los conversos D. Pablo de Santa María y D. Alfonso de Cartage- na, obispos de Burgos, gobernantes, diplomáticos y escritores, Instituto Arias Mon- tano, Escuela de Estudios Hebraicos, Madrid, 1942. SICROFF, ALBERT A., Les controverses des statuts de pureté de sang en Espagne du XVe au XVIIe siècle, Thèse pour le doctorat d´Université présenté à l´Université de Pa- ris, Librairie Marcel Didier, París, 1960. SICROFF, ALBERT A., Los estatutos de limpieza de sangre. Controversias entre los si- glos XV y XVII, versión castellana de Mauro Armiño, revisada por el autor, Taurus Ediciones, Madrid, 1979. SICROFF, ALBERT A., El “Lumen ad revelationem gentium” de Alonso de Oropesa, como precursor del erasmismo en España”, en Actas del IV Congreso Internacional de Hispanistas, Tomo II, Universidad de Salamanca, Salamanca, 1982, pp. 655-664. SIERRA CORELLA, ANTONIO La censura en España. Índices y catálogos de libros prohibidos, Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, Ma- drid, 1947. TALAVERA FRAY HERNANDO DE, O. S. H., Católica impugnación, estudio preliminar de Francisco Márquez (Harvard University), edición y notas de Francisco Martín Hernández, Espirituales Españoles, Juan Flors, Editor, Barcelona, 1961. Tomo VI. TELLECHEA IDÍGORAS, JOSÉ IGNACIO, “El protestantismo sevillano del siglo XVI”, en XX Siglos, 1990, nn. 3-4, pp. 151-155. TEIXIDOR, JOSÉ, O. P., Vida de San Vicente Ferrer, apóstol de Europa, 2 tomos, edición preparada por Alfonso Esponera Cerdán,O.P., Ayuntamiento de Valencia,1999. Ca- pítulo XXII del tomo I. VERDÍN-DÍAZ, GUILLERMO, Alonso de Cartagena y el Defensorium Unitatis Christia- nae, introducción histórica, traducción y notas. Universidad de Oviedo, Oviedo, 1987.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS. ANTOLOGÍA DE LA LEYENDA DEL PRESTE JUAN*

Por Ana Belén Chimeno del Campo

1. INTRODUCCIÓN HISTÓRICA

umores, documentos tergiversados, textos fraudulentos, literatura pseudo- histórica… Un sinnúmero de voces se alza en el convulso Medievo apun- R tando a una misma realidad: la existencia de un reino de prodigios al otro lado del mundo gobernado por un personaje excepcional, el Preste Juan de las In- dias, rey y sacerdote cristiano elegido por la Divinidad para encarnar el paradigma de las sociedades cristianas europeas. Las circunstancias históricas adversas que se vive en el Occidente medieval–los augurios milenaristas, las luchas cruzadas y el feroz enfrentamiento entre el papado y el imperio– así como la imagen distorsionada que el hombre del momento tiene del mundo en el que vive, favorecen la creencia en este imperio oriental que se ofrece como alternativa ejemplar a una Europa dividida, asolada por guerras, abu- sos, enfermedades y miseria. Estos factores contextuales, entre otros, son los que dotan de verosimilitud a una leyenda extraordinaria y los que explican la ferviente acogida popular que esta obtiene en el siglo XII –momento en el que se origina– y en las centurias sucesivas1. Se convierte, así, en una necesidad del hombre europeo creer en ese enclave utópico en el que proyectar todos sus anhelos y depositar sus esperanzas; en ese lugar profuso en maravillas y riquezas que garantiza el orden social y político, la

* Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación: INCITEO9 104 249 PR. 1 Un estudio general sobre el contexto político-cultural que habrá de favorecer la germinación y el desarrollo de la leyenda del Preste Juan puede encontrarse en: A. B. Chimeno del Campo, El Preste Juan en los libros de viajes de la literatura española medieval, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2010, pp. 22-42.

430 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

armonía entre lo celestial y lo terrenal y el triunfo de los valores cristianos; en defi- nitiva, en esa suerte de Paraíso Terrenal donde las apremiantes carencias que sufre Occidente han sido suprimidas2. El éxito de difusión que obtuvo la leyenda se mide fácilmente en el estudio de su recepción literaria. Como consecuencia del dilatado peregrinaje del Preste Juan por las Indias orientales, hoy podemos rastrear noticias sobre el héroe en textos históricos, geográficos o puramente literarios compuestos en lenguas variadas y en períodos muy dispares3. Su figura es fuente de inspiración para todo tipo de géne- ros: composiciones poéticas4, cuentos5, misceláneas6, crónicas7, novelas de caba-

2 La búsqueda del reino del Preste Juan como sustituto del Edén ha sido tratado, entre otros, por A. Graf, “Il mito del Paradiso Terrestre”, en Miti, leggenda e superstizioni nel Medio Evo, Torino, Loescher, 1892, vol. I y E. Popeanga en su artículo “Viajeros en busca del Paraíso Terrenal”, en R. Beltrán (ed.), Maravillas, peregrinaciones y utopías. Literatura de viajes en el mundo románico, València, Universitat de València, 2002, pp. 63-75. Para la concepción medieval del Paraíso en la Tierra resultan imprescindibles la obra de J. Delumeau, Historia del Paraíso. 1. El jardín de las deli- cias, Madrid, Taurus, 2005 y la más reciente de A. Scafi, Mapping Paradise. A History of Heaven on Earth, London, Bristish Library, 2006, centrada en la representación cartográfica del Edén. 3 Incluso en la actualidad podemos encontrar ecos y recreaciones del personaje medieval. Yo misma he podido analizar algunos ejemplos ilustrativos en la monografía: A. B. Chimeno del Campo, El Preste Juan. Mito y Leyenda en la Literatura Infantil y Juvenil Contemporánea, Frankfurt am Main, Peter Lang, 2009; así como en los artículos: “Ecos de la leyenda del Preste Juan en la literatura infantil y juvenil del siglo XX”, Anuario de Investigación en Literatura Infantil y Juvenil (AILIJ), 6, 2008, pp. 41-54; “El Preste Juan: ¿De héroe a villano? Adaptación de la leyenda medieval al cómic del siglo XX”, en C. Becerra Suárez y A. Fernández Mosquera (eds.), Diálogos intertextuales 1: De la palabra a la imagen. Estudios de literatura infantil y juvenil, Frankfurt am Main, Peter Lang, 2010, pp. 71-80; y “El Preste Juan: narrador de historias en la serie Avataars. Covenant of the Shield”, en S. Pérez Pico y M. Á. Candelas Colodrón (eds.), Discursos intertextuales 4: Discursos (audio)visuales para un receptor infantil y juvenil. Estudios de la literatura infantil y juvenil: medios audiovisuales, Frankfurt am Main, Peter Lang, 2010, pp. 89-99. 4 Un célebre ejemplo lo constituye el poema catalán “Lo vers de la Terra de Preste Joan”, escrito por Cerveri de Girona en la primera mitad del siglo XIII (M. de Riquer, ed., Obras completas del trovador Cerverí de Girona, Barcelona, Instituto Español de Estudios Mediterráneos, 1947, pp. 254- 255); el Parzival, de Wolfram von Eschenbach, compuesto en torno a las mismas fechas que el ante- rior (E. Nellmann, ed., W. von Eschenbach, Parzival, Frankfurt am Main, Deutscher Klassiker Ver- lag, 1994, vol. 2, pp. 400-401); el Jüngerer Titurel (h. 1280) de Albrecht von Scharfenberg (K. Nyholm, ed., A. von Scharfenberg, Jüngerer Titurel, Berlin, Akademie-Verlang, 1984, vol. III.2, estrofas 6130-6246, pp. 436-466) o los poemas de Giuliano Dati del siglo XV, “Tractado del maximo Prete Janni” y “El Secondo cantare dell’India” (A. Neri, La gran magnificenza del prete Janni. Poemetto di Giuliano Dati e quattro lettere inedite di Carlo Roberto Dati, Il Propugnatore, IX,1876, parte I, pp. 138-173, especialmente, pp. 145-165: http://www.archive.org/details/ilpropugnatore09commuoft; L. Olschki, “I Cantari dell’India de Giuliano Dati”, La Bibliofilia, 40, 1938, pp. 289-316). 5 Véase como muestra el primer cuento incluido en el famoso compendio italiano de Il Novellino (h. 1281-1300) titulado “Della ricca ambasceria la quale fece lo Presto Giovanni al nobile imperadore

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 431

llería8 y, por supuesto, libros de viajes, textos a los que prestaremos especial aten- ción en el presente trabajo. Tal variedad y riqueza literaria dedicada al Preste dificulta cualquier intento in- tegral de recopilación, pues se corre el riesgo de que este sea tachado de sesgado o incompleto. No obstante, no es nuestro objetivo dar cuenta aquí de un catálogo exhaustivo de las obras en las que participa el personaje, sino realizar, por un lado, una breve selección de documentos primitivos determinantes en la conformación de la imagen mítica del rex et sacerdos y, por otro, recopilar los episodios más significativos protagonizados por el personaje en textos hispánicos de la Baja Edad Media, concretamente en los libros de viajes: género en el que la leyenda adquiere mayor relevancia dentro de nuestra literatura y en el que mejor puede apreciarse la evolución que experimenta el mito durante el Medievo. La lectura secuenciada de todos estos escritos constituye por sí misma una breve historia literaria del Preste Juan en nuestras letras medievales.

Federigo” (A. Conte, ed., Il Novellino, Roma, Salerno Editrice, 2001; el texto completo digitalizado puede encontrarse en: http://it.wikisource.org/wiki/Novellino). 6 Sirva como ejemplo la composición renacentista de Antonio de Torquemada, Jardín de las Flo- res curiosas (G. Allegra, ed., A. de Torquemada, Jardín de las Flores curiosas, Madrid, Castalia, 1982, véase concretamente el Tratado Segundo, pp. 237-241). 7 Cfr. con la Chronica sive Historia de duabus Civitatibus de Otto de Freising (M. Gosman, “Otton de Freising et le Prêtre Jean”, Revue Belge de Philologie et d’Histoire, LXI, 1983, pp. 270-285); con el Supplementum chronicarum (1483) de Jacopo Filippo Foresti o Filippo da Bergamo (Supplemen- tum chronicarum orbis ab initio mundi, Venecia, Bernardino Benali, 1486, digitalizado en http://fondosdigitales.us.es/fondos/libros/397/33/supplementum-chronicarum-orbis-ab-initio-mundi/) o con la crónica de finales del siglo XV de Diego Rodríguez de Almela (C. Armenteros Lizana, ed., Diego Rodríguez de Almela, Compendio Historial, Murcia, Asamblea Regional de Murcia y Real Academia Alfonso X El Sabio, 2000), entre otras. Un listado de crónicas medievales donde se menciona al Preste Juan puede seguirse en A. von den Brincken, Die Nationes Christianorum Orientalium im Verständnis der lateinischen Historiographie, von der Mitte des 12. bis in die zweite Hälfte des 14. Jahrhunderts, Köln-Wien, Böhlau, 1973, pp. 383-419. Asimismo, la presen- cia del Preste Juan en tratados de armería o blasón de armas ha sido consignada por M. Á. Ladero Quesada en “El Preste Juan de las Indias y los reyes de armas castellanos del siglo XVI”, en Me- dievo Hispano. Estudios in memoriam del Profesor Derek W. Lomax, Madrid, Sociedad de Estu- dios Medievales, 1995, pp. 221-234. 8 Cito entre las más conocidas Il Guerrin Meschino (1410) de Andrea da Barberino, reelaboración del cantar de gesta Huon d’Auergne (cfr. con la traducción castellana del siglo XVI editada por N. Baranda: La corónica del noble cavallero Guarino Mezquino. Estudio y edición, tesis doctoral inédita dirigida por M. Á. Pérez Priego, Madrid, UNED, 1991, a propósito del Preste Juan véase concreta- mente el Libro Tercero, caps. xxij-xxxij, pp. 596-628) y el Orlando Furioso (1516) de Ludovico Ariosto (M. Dorigatti, ed., L. Ariosto, Orlando Furioso, Firenze, Leo S. Olschki, 2006, cantos XXX, XXXIV y XL, pp. 758-834 y 995).

432 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

2. ETAPAS EVOLUTIVAS DE LA LEYENDA

El complejo recorrido textual de la leyenda y su dilatado recorrido vital, permite a los críticos distinguir tres etapas principales desde sus primeras apariciones, a me- diados del siglo XII, hasta su declive como figura histórica, bien entrado el Rena- cimiento. Un primer ciclo lo constituye la llamada fase occidental, desarrollada en Europa a partir de la difusión de los primeros documentos sobre el héroe, donde las distintas versiones de la Carta del Preste Juan juegan un papel determinante en la gestación de su figura mítica. La segunda fase se conoce como la etapa asiática: el personaje se convierte en objeto de búsqueda de los primeros viajeros europeos a Oriente, lo que supone que en buena parte de los escritos legados hallemos nume- rosos episodios dedicados al rey-sacerdote y a su idílico imperio. Este período será el más productivo desde el punto de vista literario, especialmente en las letras hispánicas, gracias a la proliferación de los libros de viajes dentro de nuestras fron- teras. En tercer y último lugar se distingue la fase africana, en la que el mito sufre un cambio de ubicación desde Asia –cada vez mejor conocida– al continente afri- cano –territorio todavía ignoto y, en consecuencia, idóneo para albergar reinos misteriosos–. El traslado geográfico del imperio del Preste Juan a Etiopía permitirá que su historia se perpetúe por varias centurias; sin embargo, será durante este per- íodo cuando la figura del rex et sacerdos se vea sometida a un complejo proceso de desgaste en el que cada vez resulte más difícil reconocer las cualidades utópicas del personaje original9.

3. EL PRESTE JUAN EN LOS TEXTOS PRIMIGENIOS

Cinco son los textos seleccionados en esta antología para dar cuenta de los rasgos primitivos de la leyenda. Por orden cronológico: De adventu patriarchae Indorum ad Urbem sub Calixto papa secundo10; la Epistola ad Thomam comitem de quodam miraculo S. Thomae Apostoli, de Odo de Reims (obispo de San Remy entre 1118 y1151)11; la Chronica sive Historia de duabus Civitativus, de Otto de Freising12; la

9 El proceso de desmitificación del Preste Juan ha sido tratado, entre otros, por J. M. Ramos en Ensaios de mitología cristã: o Preste João e a reversivilidade simbólica, Lisboa, Assírio & Alvim, 1997. 10 F. Zarncke, “Der Patriarch Johannes von Indien und der Priester Johannes”, en Ch. F. Becking- ham y B. Hamilton (eds.), Prester John, the Mongols and the Ten Lost Tribes, Aldershot, Variorum, 1996, pp. 29-35. En la presente antología consúltese el texto I.1. 11 Ibidem, pp. 35-38. Véase el texto I.2.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 433

versión latina de la Carta del Preste Juan13 y la Epístola de Alejandro III al Preste Juan14. Los dos primeros textos, el anónimo De adventu y la Epistola de Odo de Reims, hacen referencia a un mismo episodio. Ambos relatan la llegada a Constantinopla en 1122 de un misterioso sacerdote venido de la India. Coincidiendo en la capital bizantina con un emisario papal, este prelado que se hace llamar Juan es invitado a visitar Roma para mantener una entrevista con el Pontífice. Una vez allí, sorprende al Papa y a los presentes con una asombrosa descripción de su ciudad natal15.

12 M. Gosman, “Otton de Freising et le Prêtre Jean”, art. cit., pp. 270-285. En esta antología se co- rresponde con el texto I.3. 13 La primera edición latina de la Carta del Preste Juan fue realizada en 1879 por F. Zarncke, es- tableciendo un precedente ineludible en el estudio de este documento (“Der Brief des Priester Johan- nes an den Byzantinischen Kaiser Emanuel”, recogida en C. Beckingham y B. Hamilton, eds., Prester John, the Mongols…, op. cit., pp. 77-92). Para una lectura de las versiones anglonormanda, antiguo- francesa (Texto I.5. de esta antología) y occitana de la misiva, acúdase a M. Gosman (ed.), La Lettre du Prêtre Jean. Les versions en ancien français et en ancien occitan. Testes et comentaires, Gronin- gen, Bouma’s Boekhuis, 1982 y G. Zaganelli (ed.), La Lettera del Prete Gianni, Parma, Pratiche Editrice, 1992. Asimismo, se conservan unos dieciséis testimonios manuscritos en italiano (L. Barto- lucci, “Ancora sulla Letrera del Prete Gianni: il volgarizzamento italiano del ms. N2”, Quaderni di Lingue e Letterature, 22, 1997, pp. 15-23) y al menos dos versiones en catalán (E. Bayerri y Berto- meu, ed., “Una descripció geogràfica novelesca en catalá del siglo XIV”, Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 12, 1927, pp. 29-36; A. Cornagliotti, “Una redazione catalana della Lettera del Prete Gianni”, Zeitschrift für Romanische Philologie, 113, 1997, pp. 359-79). Para la consulta de versiones medievales en castellano, remito a las epístolas interpoladas en los libros de viajes editados por F. M. Rogers (ed.), The Travels of the Infante Dom Pedro de Portugal, Cambrid- ge-Massachusetts, Harvard University Press, 1961, pp. 51-55 y E. Popeanga (ed.), Los viajes a Orien- te de Odorico de Pordenone, Bucareşti, Cartea Universitară, 2007, pp. 133-136. Una traducción contemporánea al castellano de las versiones latina, anglonormanda y antiguo-francesa podemos encontrarlas en J. Martín Lalanda (ed.), La carta del Preste Juan, Madrid, Siruela, 2004. En el trabajo presente, véase el texto I. 4. 14 F. Zarncke, “Der Brief des Papstes Alexanders III an den Priester Johannes”, en Ch. Becking- ham y B. Hamilton (eds.), Prester John, the Mongols…, op. cit., pp. 103-112. 15 El episodio completo en latín está recogido en esta antología. Con todo, ofrecemos a continuación una traducción abreviada del texto original realizada por J. Gil: “La ciudad a la que presidimos por la gracia de Dios se llama Ulna, y es cabeza y señora de todo el reino de la India. Su magnitud tiene un radio de cuatro días de camino. El grosor de los muros que la cercan es tal que dos carros romanos podr- ían discurrir a la par holgadamente sobre ellos; y su altura es tan grande que parecería elevada en pa- rangón con las torres de las bodegas de Roma. A través de la ciudad corre cristalino el Fisón, uno de los ríos del Paraíso, que arrastra en sus aguas oro purísimo y gemas. Toda ella está poblada en su interior por una multitud de cristianos de fe acrisolada. A poca distancia de la muralla se yergue señero un monte, circundado por las aguas de un lago muy profundo, en cuya cima se halla la iglesia madre del santísimo apóstol Tomás; fuera, alrededor del lago, se han erigido monasterios en honor de los doce apóstoles. Durante el resto del año nadie puede acceder al monte, pero una vez al año entra en él el patriarca porque ocho días antes de la festividad del apóstol hasta ocho días después aquella exuberancia de agua desapa-

434 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

Las maravillas recogidas en ambos textos a propósito de la descripción del lugar de procedencia del personaje guardan relación estrecha con lo que más tarde se recogerá en la Carta del Preste Juan. Así, la mención que estos hacen de la locali- zación de la urbe en territorio hindú, la vinculación fluvial con el Paraíso, la opu- lencia material, la custodia de las reliquias milagrosas de Santo Tomás en su terri- torio y por supuesto, la práctica de la religión cristiana entre sus miembros, recor- dará irremediablemente a las características que más tarde se adscribirán al fabulo- so reino en la popular misiva. Estas coincidencias hacen suponer a la crítica que el Juan del De adventu y de la Epistola de Odo de Reims es el mismo personaje que más tarde alcanzará la fama en toda Europa; de ser así, ambos escritos constituirían las primeras noticias documentadas sobre el rex et sacerdos. Apenas veinte años después de que estos rumores se difundieran por Occidente, se da a conocer el primer documento en el que se menciona inequívocamente al Preste Juan. En esta ocasión no hay duda de que se trata de nuestro personaje, pues no solo su nombre, sino también las cualidades propias de su personalidad apare- cerán plasmadas en la Chronica sive Historia de duabus Civitatibus del obispo Otto de Freising. Este cronista alemán, hombre de iglesia y tío del emperador Fede- rico I Barbarroja, da cuenta de una entrevista que mantuvo en Viterbo, en la corte del Papa Eugenio III (1145-1153), con el obispo sirio Hugo de Jabala, el 18 de noviembre de 1145. El prelado oriental, que había llegado a Italia acompañando a una embajada de la Iglesia armenia, habría informado al tudesco de la derrota de un ejército turco por las tropas de un misterioso Preste Juan16. rece. En el cimborrio de la cuelga de cadenas argénteas una concha de plata en la que se conserva el sagrado cuerpo del apóstol, entero e incorrupto: se lo ve erguido de pie en ella, como si estuviera vivo. Ante su presencia arde una lámpara de oro llena de un bálsamo que no mengua de un año para otro; este bálsamo se reparte entre los fieles, y gracias a él se producen muchas curaciones. El patriarca y los obis- pos descuelgan la concha con el cuerpo sagrado y lo colocan al lado del altar en un sitial de oro, pues por voluntad del Creador conserva todavía su forma prístina, con las ropas intactas. Acabada la misa, el patriarca coloca las hostias en una patena de oro y se las ofrece postrado de rodillas al apóstol; y este, por la gracia de Dios, las recibe solícito tendiendo su mano derecha. A continuación desfila el pueblo de uno en uno y toma una hostia de su mano. Y si acude un infiel, un hereje o un hombre manchado por el pecado, a la vista de todos el apóstol retira su mano y la cierra, y no la vuelve a abrir mientras esté aquél presente, así que o torna en su sano juicio de inmediato o muere. Acabadas estas ceremonias ponen de nuevo el sagrado cuerpo del apóstol en la concha, y el pueblo regresa a su casa, y en un santiamén el agua vuelve a su estado anterior” (cfr. La India y el Catay. Textos de la Antigüedad clásica y del Medie- vo occidental, Madrid, Alianza, 1995, p. 107). 16 Para facilitar la comprensión del fragmento recogido en esta antología ofrezco una versión re- sumida del episiodio tomada de L. N. Gumilev, La búsqueda de un reino imaginario. La leyenda del Preste Juan, Barcelona, Grijalbo-Mondadori, 1994, pp. 6-7: “Nos encontramos también al recién ordenado obispo de Siria... contaba que un cierto Juan, rey y sacerdote de un pueblo que se encontra- ba en el otro lado de Persia y Armenia, en el Extremo Oriente, que era también cristiano aunque

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 435

La crónica de Otto de Freising recoge características del Preste ya anunciadas en los textos anteriores y otras nuevas que marcarán definitivamente su rumbo. Para empezar, aparecen por primera vez enunciados tres elementos esenciales: el nombre con el que se conocerá al héroe (“Presbyter Ioannes”), la doble función que desempeña en su reino (“rex et sacerdos”) y sus proyectos de liberación de Tierra Santa (“ad auxilium Hierosolimitanae ecclesiae procinctum movisse”). Además, se insiste nuevamente en las creencias cristianas del personaje, pero con un matiz reseñable que no aparecía en los documentos precedentes y que será cuidadosa- mente eliminado en la Carta de 1165: el Preste Juan es nestoriano (“Christianus est, sed Nestorianus”); condición que lo distanciaría de los postulados de la Iglesia romana. Del encuentro entre Hugo de Jabala y Otto de Freising nace, por tanto, la prime- ra aparición literaria del Preste Juan. Mientras el De Adventu y la Epistola de Odo de Reims eran solo un germen de la leyenda, la Chronica del alemán sienta las bases de lo que pronto habrá de convertirse en un verdadero mito medieval. El impulso definitivo del personaje llegará en torno a 1165, con la divulga- ción de la Carta del Preste Juan por las principales cortes europeas. La misiva –originariamente dirigida a Manuel Comneno y en versiones tardías a Federico I Barbarroja, emperador germano-romano– propagaba el ejemplo político y reli- gioso de un soberano oriental que gobernaba sobre las Tres Indias y sustentaba en una única persona el poder temporal y el espiritual, mientras sus súbditos vivían en inclinado al nestorianismo, declaró la guerra a los dos hermanos Samiardos y conquistó su capital, Ecbatana [!?]. Al conseguir la victoria, el mencionado Juan prosiguió su camino a fin de prestar su ayuda a la Santa Iglesia. Sin embargo, una vez alcanzado el Tigris y sin disponer de barcos, no podía cruzar el río y se dirigió al norte, donde le habían dicho que el río se helaba en invierno. Pasó allí unos años esperando, pero el frío no llegaba; se vio, por lo tanto, obligado a volver a sus tierras sin haber alcanzado la meta. Había perdido además mucha gente a causa del malsano clima... Dicen que su familia procede de los antiguos magos [es decir, de los magos del Evangelio que observaron la aparición de la estrella de David y llevaron los regalos a Jesús recién nacido]”. En este insólito testi- monio del obispo sirio se han descubierto trazos de realidad. La batalla supuestamente librada por el Preste Juan es el eco de un enfrentamiento bélico ocurrido pocos años antes en los términos del actual Uzbekistán. Se tiene constancia de que el 9 de septiembre de 1141, en las llanuras de Qatwan, antigua capital meda próxima a Samarcanda, se libró una feroz batalla entre las tropas musulmanas al servicio del sultán selyúcida Sanjar y los guerreros de la estepa mongola de la tribu de los kara-kitai, liderados por Ye-Liu Dashi (1087-1143), al que la crítica ha identificado como uno de los personajes históricos que dieron vida al Preste Juan (véase, Ch. Nowell, “The Historical Prester John”, Speculum, 28, 1953, pp. 439-444; Olschki, L’Asia di Marco Polo, San Giorgio Maggiore (Venezia), Fondazione “Giorgio Cini”, 1957, pp. 376-378; M. Gosman, “Otton de Freising…”, art. cit., pp. 275-278; J. Pirenne, La légende du Prêtre Jean, Strasbourg, Presses Universitaires de Strasbourg, 1992, pp. 26-27. Para una completa visión histórica de Dashi y la tribu kara-kitai, véase L. N. Gumilev, La búsqueda de un reino imaginario, op. cit., pp. 120-144.

436 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

completa armonía bajo los preceptos del cristianismo. Asimismo, anunciaba su intención de sumarse a la empresa cruzada, siendo su propósito viajar a Tierra San- ta y liberar el Santo Sepulcro del yugo musulmán17. Precisamente estas declaraciones consagrarán al Preste como un ser cercano a la Divinidad, depositario de su confianza y candidato perfecto para desempeñar las funciones de libertador y justiciero que se anunciaban en el Apocalipsis18. Como el Mesías canónico, el monarca hindú es rey de reyes y señor de señores (“rex regum terrenorum et dominus dominantium universae terrae”)19. Además, es sacerdote (“presbiter”), como lo era Cristo20, y en esta doble naturaleza radica su poder. De sus

17 En el texto puede advertirse, a su vez, el legado de la tradición libresca reflejado en la descripción clásica del mirabilis oriens. De acuerdo con la concepción mítica del Oriente medieval, las provincias del Preste Juan están pobladas por “elefantes, dromedarios, camellos, hipopótamos, cocodrilos, methaga- llinarii, cametheternis, thinsiretae, panteras, onagros, leones albas y rojizos, osos blancos, mirlos blancos, cigarras mudas, grifos, tigres, lamias, hienas, bueyes salvajes, sagitarios, hombres salvajes, hombres cornudos, faunos, sátiros y mujeres de la misma especie, pigmeos, cinocéfalos, gigantes cuya estatura es de cuarenta codos, monóculos, cíclopes y aves, entre ellas la denominada fénix y todo género de anima- les que hay bajo el cielo” (J. Martín Lalanda, La Carta del Preste Juan, op. cit., p. 90, § 14; F. Zarncke, “Der Brief des Priester Johannes…, art. cit., pp. 78-79). Estos componentes maravillosos a los que to- davía habría que sumarles otros muchos –plantas y minerales milagrosos, comunidades virtuosas, sala- mandras ignífugas, el Mar Arenoso, la tierra de las amazonas…–, encuentran inspiración en textos clási- cos –el Inquerito de Heródoto, la Indica de Megástenes, la Historia Natural de Plinio, la Colectánea de Solino…–, en obras medievales –las Etimologías de San Isidoro, la obra de Marbod de Rennes o el Fisiólogo–, en las revelaciones apocalípticas de Pseudo-Metodio, en la literatura árabe –Las mil y una noches– y bizantina, en los bestiarios, en la leyenda de Alejandro Magno, en los textos apócrifos sobre Santo Tomás –los Acta Thomae–, en el relato hebreo de Eldad ha-Dani –el Bene Mosheh–, en itinerarios y cosmografías medievales y por supuesto, en La Biblia. 18 “Está vestido con un manto teñido de sangre, y su nombre es Palabra de Dios. Y los ejércitos ce- lestes lo acompañan sobre caballos blancos (...) De su boca sale una espada afilada para herir a las na- ciones; él las regirá con vara de hierro; él pisa el lagar del vino de la ardiente ira de Dios todopoderoso. Lleva sobre el manto y sobre su muslo un nombre escrito: “Rey de reyes y Señor de señores” (Apocalip- sis 19,13-16). Inspirada en las Sagradas Escrituras y en los textos apócrifos arrancaba la profecía del Último emperador. El último de los jinetes apocalípticos es concebido, así, como el gran libertador de las naciones y su aparición inaugurará el inicio de la Nueva Era, el gobierno de los justos. Sobre el mito del Endkaiser asociado al Preste Juan, remito a las obras de M. Gosman, La Lettre du Prêtre Jean..., op. cit., pp. 44-45; P. Pelliot, “Deux passages de la Prohétie de Hannan, fils d’Issac” y J. Richard, “The Relatio de Davide as a source for Mongol History and the Legend of Prester John”, artículos recogidos en Ch. Beckingham y B. Hamilton (eds.), Prester John…, op. cit., pp. 113-137 y 139-158, respectivamente; y H. Franco Jr., As utopías medievais, São Paulo, Brasilense, 1992, pp. 72-74. 19 Zarncke, “Der Brief des Priesters Johannes...”, art. cit., pp. 88, § 77. Las siguientes citas latinas están extraídas del mismo trabajo, pp. 77-92. 20 “El Señor lo ha jurado y no se vuelve atrás: tú eres sacerdote para siempre. Esto es precisamen- te lo que hace que Jesús sea la garantía de una alianza superior” (Hebreos 7,21-22). La definición de Cristo como máximo sacerdote la podemos contrastar a lo largo de todo este libro. Asimismo, el Preste se asimila a Melquisedec, “rey de Salén” y “sacerdote del Dios altísimo” del que “no se conoce

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 437

tierras mana la leche y la miel (“Terra nostra melle fluit lacte habundat”, 80, § 21)21 y sobre su reino llueve maná en abundancia (dominus omni tempore bis in septimana copiosissime pluit manna, […] Sapit hoc namque manna in ore ipsorum quemadmo- dum sapiebat in ore filiorum irreal in exitu de Egypto”, 81, § {E} 1)22, sus dominios son atravesados por los ríos que surgen del Paraíso (“Inter paganos per quandam provinciam nostram transit fluvius, qui vocatur Ydonus. Fluvius iste de paradiso progrediens”, 80, § 2)23, gobierna sobre setenta y dos reyes (“Septuaginta duo reges nobis tributarii sunt”, 78, § 9)24, las Diez Tribus Perdidas de Israel son tributarias suyas (“Ultra fluvium vero lapidum sunt X tribus Iudaeorum, […] servi tamen nostri sunt et tributarii excellentiae nostrae”, 83, § 41)25, en medio de su corte fluye la Fuente de la Eterna Juventud (“Si quis de fonte illo ter ieiunus gustaverit, nullum ex illa die infirmitatem patietur, semperque erit quasi in aetate XXX duorum annorum, quandiu vixerit”, 81, § 28)26, su nacimiento fue anunciado en una revelación onírica (“Dictum namque est ei in somnis: Fac palatium filio tuo, qui nasciturus est tibi”, 88, § 77)27 y asegura ser hijo de un monarca llamado Casidiós (“Quasideus”, 88, § 76)28.

ni su nacimiento ni su muerte; a semejanza del Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre” (Hebreos 7,1 y 3). 21 Si regresamos a las profecías recogidas por Ezequiel podremos leer: “Aquel día alcé mi mano ante ellos jurando sacarlos de Egipto y llevarlos a una tierra que había escogido para ellos, una tierra que mana leche y miel, un paraíso entre todas las tierras” (Ezequiel 20,6-7). 22 Se trata de una clara referencia bíblica: Éxodo 16,4-35. Durante cuarenta años, Dios hace llover maná del cielo para que los israelitas se alimenten sin necesidad de otros víveres. 23 El capítulo uno del Génesis nos describe el jardín del Edén, lugar del que brotan los ríos Ti- gris, Éufrates, Gión (Nilo) y Fisón (Ganges), los mismos que bañan los dominios del Preste (Géne- sis 1,10-15). 24 Deteniéndonos en el Evangelio según San Lucas, hallamos exactamente a setenta y dos hom- bres enviados por Jesús a predicar su llegada por las tierras de Judea (Lucas 10,1-20). 25 La Tierra Prometida fue repartida entre los doce hijos de Jacob: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín (Josué 13-21). Estas tribus se agruparon a su vez en dos grandes reinos: la tribu de Judá y parte de la de Leví situaron su capital en Jerusalén, las otras diez se agruparon en la tribu de Israel y su capital se estableció en Samaria. Tras la muerte del rey Salomón estos dos reinos se enemistaron. En el año 722 a. C., Samaria es conquistada por los asirios y las Diez Tribus se dispersan sin que se vuelva a saber de ellas (2 Reyes 17,6-18). Desde entonces han circulado múltiples leyendas sobre su actual ubicación. Según las predicciones proféti- cas, las Doce Tribus volverán a reunirse bajo la Jerusalén Celeste (Ezequiel 48,1-35). 26 En la descripción de la Jerusalén Celeste podemos leer: “Al que tenga sed yo le daré gratuita- mente de la fuente del agua de la vida. El vencedor heredará estas cosas; yo seré su Dios y él será mi hijo” (Apocalipsis 21,6). Véase también Ezequiel 47,1-12. 27 Confróntese con el anuncio del nacimiento de Cristo: Mateo 1,18-25 y Lucas 1,26-38. 28 El nombre del padre, Quasideus, alude de manera evidente a una casi-divinidad de la estirpe del Preste Juan, estableciéndose una analogía con Jesús. Sobre el proceso de cristomímesis del Preste Juan véase J. M. Ramos, Ensaios de mitología cristã, op. cit., pp. 101-103.

438 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

Algunas de estas características se relacionan también con las descripciones ca- nónicas de la Jerusalén Celeste, pues en el reino del Preste no hay pobres, ni mentiro- sos, ni ladrones, ni avaros, ni envidiosos, tampoco hay espacio para los adúlteros, sus gentes no conocen ni la soberbia ni la vanidad y el rey gobierna con afecto y justicia sobre su pueblo29. Asimismo, en su país descansan los restos del apóstol Santo To- más, personaje presente en todas las versiones de la Carta30. Todavía más revelador desde un punto de vista mesiánico, es el espacio que el monarca dedica a los pueblos malditos de Gog y Magog, pobladores de una de sus provincias. Las profecías sobre estos pueblos apocalípticos eran fuente de continua preocupación para el hombre medieval que, sin embargo, confiaba en que la intervención del Último Emperador los mantendría a salvo durante los mil años que durase el encierro de la bestia. Las palabras del Preste Juan a este respecto no dejan lugar a dudas; ha sido distinguido por Dios para desempeñar la misión de ángel custodio y gracias a su intervención el mal no se extiende sobre la tierra31. En resumen, siguiendo los postulados de Leo Olschki, en la Carta puede reconocerse “non una volgare mistificazione, ma una vera e propria utopia politica che sarebbe la prima dell’era cristiana”32.

29 Con sus virtudes los súbditos del Preste se libran de las advertencias apocalípticas: “… los co- bardes, los incrédulos, los depravados, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su herencia en el estanque ardiente de fuego y azufre: esta es la segunda muerte”, Apocalipsis 21,8. 30 La crítica ha establecido relaciones directas entre el texto apócrifo de los Acta Thomae, donde se cuenta la supuesta evangelización de la India por Santo Tomás, y la leyenda del Preste Juan. Algu- nas de las tesis que ligan la historia de este santo con la del mítico emperador hindú pueden leerse en: V. Slessarev, (ed.), Prester John. The Letter and the Legend, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1959; M. Ramos, Ensaios de mitología cristã, op. cit., pp. 205-268. V. Acosta, Viajeros y maravillas, Caracas, Monte Ávila, 1992, vol. 2, pp. 18-23. La lectura de los Acta puede seguirse en J. M. Macías (ed.), S. de la Vorágine, La leyenda dorada, 1, Madrid, Alianza, pp. 46-52; y el texto completo en inglés en Apocryphal Acts of the Apostles: The acts of Judas Thomas (or, the twin), the apostle, 1871, vol. 2, pp. 146-298, recogido en http://www.tertullian.org/fathers/apocryphal_acts_07_judas_thomas.htm. 31 En este caso, el Preste desempeña un papel que tradicionalmente se le había atribuido a Alejan- dro Magno. Según las creencias populares, Alejandro conseguiría confinar a los pueblos de Gog y Magog tras montañas infranqueables, sin que de ellos pudiese saberse hasta el fin de los días. Sobre Gog y Magog, véase P. Gracia, “Sobre el origen de Goemagog”, Revista de Literatura Medieval, 1, 1989, pp. 77-91 y “La leyenda de Gog y Magog en el Libro del conosçimiento”, en Ramón Lorenzo (ed.), Actas do XIX Congreso Internacional de Lingüística e Filoloxía Románicas, A Coruña, Funda- ción Pedro Barrié de la Maza, 1994, vol. 7, pp. 827-842; G. Tardiola, Altlante fantastico del Medioe- vo, Anzio (Roma), De Rubeis, 1990, pp. 91-102; V. Acosta, Viajeros y maravillas, op. cit., vol. 1, pp. 87-103; S. D. Westrem, “Against Gog and Magog”, en S. Tomasch y S. Gilles (eds.), Text and Terri- tory. Geographical Imagination in the European Middle Ages, Philadelphia, University of Pennsyl- vania Press, 1998, pp. 54-75. 32 (L. Olschki, Storia letteraria delle scoperte geografiche, Florencia, Leornardo Olschki, 1937, p. 209). El tratamiento de la epístola como escrito utópico del Medievo ha sido objeto de estudio en: A.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 439

Tras la difusión de la Carta de 1165, el deseo de acercamiento de los europeos se materializa en la respuesta que el Papa Alejandro III envía al Preste Juan a tra- vés del doctor de la corte, Micer Filipo. En ella se encumbra la figura del monarca al tiempo que se le apremia para aliarse con los pueblos cristianos en su divino cometido. El pontífice le comunica asimismo que, dado el poder y riqueza con los que cuenta, fácilmente podría obtener permiso para construir iglesias en Tierra Santa, pues había oído decir que el Preste tenía especial interés en ello. El docu- mento finaliza con el deseo expreso del Papa de seguir manteniendo el contacto a través de sus respectivos emisarios. El 27 de septiembre de 1177 el emisario partir- ía de Venecia rumbo a ninguna parte. Presumiblemente debió de dirigirse hacia Jerusalén, donde habría encontrado peregrinos que lo habrían puesto en contacto con el reino cristiano de Abisinia. Sin embargo, de los resultados de esta embajada nada se sabe, pues los viajeros no regresarían para dar cuenta de su misión.

4. EL PRESTE JUAN EN LOS LIBROS DE VIAJES HISPÁNICOS33

A partir del siglo XIII se inicia la era de las exploraciones asiáticas y, con ellas, el momento de probar la fiabilidad del legado de la tradición sobre las regiones orien- tales. El choque entre las ideas preconcebidas y la experiencia directa de los prime- ros viajeros es inevitable; las creencias populares comienzan a tambalearse en fa- vor del conocimiento empírico dejando paso al desengaño. Como es natural, el cambio no es inmediato, se trata de un proceso paulatino en el que unos mitos se derrumban mientras otros se resisten a desaparecer. Fiel reflejo de los cambios que se van a producir en esta materia son los libros de viaje. Estos constituyen un excelente marco para el seguimiento de la difusión de la fábula del Preste Juan en el ámbito de la literatura española medieval, no solo porque el Preste resulta ser un personaje habitual de estas narraciones, sino también porque en ellas se recogen los principales cambios que este experimenta, permi- tiendo estudiar con mayor precisión la evolución histórica y literaria de su leyenda. Los fragmentos seleccionados a este respecto pertenencen, por un lado, a cuatro libros de viajes canónicos escritos originalmente en castellano: el Libro del conos-

B. Chimeno del Campo, “La Carta del Preste Juan y la literatura utópica”, Hesperia. Anuario de Filología Hispánica, XIII-2, 2010, pp. 117-135. 33 Los fragmentos de los libros de viajes que se recogen en esta antología y que se analizan bre- vemente a continuación, han sido objeto de un estudio pormenorizado en: A. B. Chimeno del Campo, El Preste Juan en los libros de viajes…, op. cit.. Remito a este trabajo para una mayor profundización sobre el tema.

440 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

çimiento34 (h. 1390), la Embajada a Tamorlán35 (1406), las Andanças e viajes36 de Pero Tafur (h. 1454) y el Libro del infante don Pedro de Portugal37, de Gómez de Santisteban (s. XV). Por otro, y pese a haber sido escritas originalmente en lenguas extranjeras, se han seleccionado las traducciones medievales del Libro de Marco Polo38 (h. 1377-1396), la Relatio de Odorico de Pordenone39 (h. el siglo XV) y El libro de las maravillas del mundo de John Mandeville40 (h. 1357-1390), versados a lenguas peninsulares –tal como indico entre paréntesis– en los últimos siglos de la Edad Media y, en consecuencia, parte indiscutible de nuestra historia literaria41. Al listado precedente he querido sumar los episodios relativos a la leyenda re- cogidos por los monjes viajeros Giovanni Pian di Carpine y Guillermo de Rubruck, en la Historia Mongolarum42 y en el Itinerarium43, respectivamente. Es en sus rela- tos donde se produce la primera ruptura con la leyenda primigenia del Preste Juan en favor del conocimiento empírico del mundo, y de sus obras serán deudores los futuros libros de viajes44. La explicación de lo mirífico es consecuencia de la nece- sidad de estos precursores de adaptar las creencias tradicionales a la nueva reali- dad, ya que el más poderoso imperio de Oriente no podía ser el del Preste Juan, sino aquel otro gobernado por los grandes khanes esteparios. Con todo, y a pesar del repentino realismo del que se imbuye el personaje, se percibe en los escritos de

34 M. J. Lacarra et alii (eds.), Libro del conosçimiento de todos los rregnos et tierras et señorios que son por el mundo, et de las señales et armas que han, Zaragoza, Institución “Fernando el Católi- co” (CSIC), 1999. 35 F. López Estrada (ed.), Embajada a Tamorlán, Madrid, Castalia, 1999. 36 M. Á. Pérez Priego, (ed.), Andanças e viajes, Fundación José Manuel Lara, 2009. 37 F. M. Rogers (ed.), Libro del infante don Pedro de Portugal, Lisboa, F. Calouste Gulben- kian, 1962. 38 J. J. Nitti (ed.), Juan Fernández de Heredia’s Aragonese Version of the Libro de Marco Polo, Madison, Hispanic of Seminary Medieval Studies, 1980. 39 E. Popeanga (ed.), Los viajes a Oriente de Odorico de Pordenone, op. cit.. 40 M. M. Rodríguez Temperley (ed.), Libro de las maravillas del mundo, (Ms. Esc. M-III-7), Buenos Aires, SECRIT, 2005. 41 Coincido fundamentalmente con el corpus de libros de viajes hispánicos que propone M. Á. Pé- rez Priego (“Estudio literario de los libros de viajes medievales”, Epos, 1, 1984, pp. 217-239), listado al que sumo la traducción castellano-medieval de la Relatio de Odorico, siguiendo los criterios pro- puestos por E. Popeanga en: “El itinerario de Odorico de Pordenone”, en E. Popeanga, Viajeros me- dievales y sus relatos, Bucareşti, Cartea Universitară, 2005, pp. 127-155. 42 E. Menestò (ed.), G. Pian di Carpine, Storia dei Mongoli, Spoleto, Centro italiano di Studi sull’Alto Medievo, 1989. 43 A. Van den Wyngaert (ed.), Sinica Franciscana,, vol. I: Itinera et Relationes fratrum minorum saeculi XIII et XIV, Florencia, Claras Aquas, 1929. 44 E. Popeanga, “El discurso en los relatos de viaje de Juan de Plancarpinus y Guillermo de Ru- bruck” en Viajeros medievales y sus relatos, op. cit., pp. 113-116. Véanse los textos I.7. y I.8. de esta antología.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 441

estos primeros autores cierta preocupación por vincular el destino del legendario monarca con el del imperio mongol. Esta será también la línea seguida por viajeros posteriores que, sin querer renunciar a la existencia del mito, lo reciclan para enno- blecer el linaje de Genghis Khan. Por tanto, los libros de viajes de los primeros franciscanos en Oriente, lejos de reducir el marco de actuación de la leyenda, lo reconducen, reservándole un lugar en la historia de Asia. A partir de este momento, el tratamiento del Preste Juan puede ser abordado desde una doble perspectiva: la legendaria, que ya poseía, y la histórica, que acaba de nacer.

Heredero de la línea de desmitificación iniciada por los frailes menores, Marco Polo, el viajero medieval por antonomasia, incorpora la figura del Preste Juan en su relato desde una perspectiva esctrictamente histórica, asociada al origen del pueblo mongol45. El veneciano, que pasó diecisiete años a las órdenes de Kubilai Khan en el corazón de Asia, se convierte en testigo privilegiado de la verdadera situación asiática, experiencia que le permite constatar que no existe reino legendario capaz de hacer sombra al imperio tártaro46. Así y todo, el Preste Juan consigue hacerse un hueco entre las páginas del Mi- lione a cambio de renunciar a su revestimiento utópico y enfundarse en la piel de soberanos asiáticos y africanos en los que Marco Polo cree reconocerlo. Pese a que en la traducción aragonesa de su Libro se omiten dos de los cinco episodios en los que habitualmente se requiere la presencia del Preste Juan47, se percibe con total claridad los nuevos y genuinos modos de concebir la leyenda a partir de la identifi- cación histórica del personaje con tres individuos distintos. De modo similar a como lo había hecho Guillermo de Rubruck, el narrador in- serta por vez primera al Preste en la obra a propósito de una narración histórica que le permite distanciarse cronológicamente de los hechos que relata. Polo identifica a su primer Preste Juan con Wang-Khan, soberano de la tribu de los keraito, asesina- do por las tropas rebeldes de un joven Genghis Khan, súbdito insurrecto que, ade- más de adueñarse de los dominios de su señor, toma a su hija por esposa, fusionan- do la casta de los prestes con la de los grandes khanes. De esta explicación se sirve

45 Los diferentes fragmentos en los que aparece el Preste Juan se recogen en este trabajo en el texto I.9. 46 L. Olschki, L’Asia di Marco Polo, op. cit., pp. 72-93; J. Larner, Marco Polo y el descubrimien- to del mundo, Barcelona, Paidós, 2001. 47 Para el stemma codicum del Milione y el seguimiento de la línea codicológica de la que des- ciende el manuscrito aragonés, véanse, entre otros, L. F. Benedetto (ed.), Il Milione, Florencia, L. Oschki, 1928, pp. XI-CCXXI; J. J. Nitti (ed.), Juan Fernández de Heredia’s…, op. cit., pp. i-v; A. Barbieri, Dal viaggio al libro, studi sul Milione, Verona, Fiorini, 2004, pp. 47-91.

442 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

Marco para engarzar ambos linajes, consciente de las reminiscencias fabulosas que el Preste conserva entre los europeos, pues, a pesar de su aparente afán historicista, el viajero es consciente de que el vínculo entre el legendario gobernante y los kha- nes contribuiría a engrandecer la imagen mítica de los tártaros, al tiempo que ayu- daría a magnificar sus hazañas. Este primer Preste Juan descrito por Polo es un soberano arrogante y ambicioso, que resulta antipático al lector; su personaje se construye en clara contraposición al de su vasallo, Genghis Khan, presentado como el verdadero héroe de la historia: un hombre íntegro que libera al pueblo mongol de la opresión del tirano y que acaba convirtiéndose en protector de los cristianos48. La segunda vez que Marco da cabida en su relato al Preste Juan es a su paso por las llanuras de Tenduc, región que, según dice, gobierna un descendiente de aquel primer Preste asesinado por Genghis, llamado ahora Iordi (Koergis). A diferencia de aquel, el sucesor de Wang-Khan es súbdito de los mongoles y su corte se sitúa en Gog y Magog, que lejos de poseer connotaciones apocalípticas, Marco identifica con las provincias tártaras de Ung y Mongul, traducción fonética que exime al per- sonaje de su cometido mesiánico. En definitiva, salvo por su título de sacerdote cristiano, el Preste Juan no con- serva en el Libro ninguna otra característica de su origen mítico. Por el contrario, su nombre se ha convertido en un título hereditario, por lo que ya no se puede hablar de un solo individuo, sino de una dinastía de prestes que niegan la longevi- dad alcanzada en la Carta gracias a los beneficios de la Fuente de la Eterna Juven- tud y la regencia atemporal que se le suponía al personaje como elegido divino. Asimismo, el primer Preste es un hombre colérico, soberbio y avaricioso, es decir, un pecador; un mortal vulnerable a la espada de Genghis Khan, su verdugo. La decadencia de sus funciones es visible incluso en el propio relato; pasa de dominar a los pueblos nómadas a convertirse en uno más de sus tributarios. No hay nada que este Preste Juan pueda enseñarle ya a Occidente; o tal vez sí, que incluso el gran Preste Juan de las Indias sucumbe al empuje del imperio mongol. Como se podrá leer, solo en la tercera de sus intervenciones, a propósito de las regiones africanas, el Preste Juan brillará con luz propia. Así, se pueden reconocer algunas de las características del personaje original en el rey de Habetis: su regen- cia cristiana, su soberanía sobre la India Menor, la defensa de la justicia y la aver- sión a los abusos musulmanes. Con este episodio, Marco Polo, tal vez consciente- mente, inaugura la nueva ruta hacia el reino legendario en África.

48 Acerca de estos líderes esteparios, véase L. N. Gumilev, La búsqueda de un reino imaginario..., op. cit.. Sobre la figura de Genghis Khan remitimos al estudio de J. Weaderford, Genghis Khan y el inicio del mundo moderno, Barcelona, Crítica, 2006.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 443

Tan solo unas décadas después del regreso a Europa del célebre veneciano, Odori- co de Pordenone iniciaba su periplo por el continente asiático49. En la mayor parte de las versiones que hoy se conservan de su relato, unas cuantas líneas dedicadas a la figura del Preste Juan le bastaban a este religioso para desmontar la estampa modélica de nuestro personaje, al que definía como señor de una región asiática al oeste de Catay obligado por convenio a unir su linaje con el de los grandes khanes. Revelándose contra la parquedad de este episodio, el traductor o copista de la ver- sión castellana de Los viajes a Oriente de Odorico50 incorpora al testimonio del viajero su propia percepción sobre la leyenda, enriqueciendo el texto con audaces observaciones y, lo que es aún más meritorio, legando a la literatura española la primera traducción al castellano que se conoce de la Carta del Preste Juan51. Pese a tratarse de una versión abreviada e incompleta de las versiones latinas de la epís- tola, el documento conserva los principales ingredientes de las redacciones origina- les, donde no falta la ostentación de riqueza, poder y virtud del rex et sacerdos, sus vínculos con la divinidad y algunos de los motivos tópicos de su reino de prodi- gios. Este respeto de la misiva a la imagen tradicional del personaje se ve ensom- brecido, en cambio, por la transcripción indirecta del testimonio de Odorico y por las dudas manifiestas del propio copista, quien considera la descripción del espacio cristiano de Oriente más adecuada a la realidad del imperio mongol. Además de su evidente escepticismo ante la veracidad del escrito interpolado, la interferencia del traductor permite actualizar los datos históricos en torno al Preste Juan, título que, según él mismo confirma, se atribuye ahora al emperador de Etiopía. Así pues, la traduccion castellana de los viajes de Odorico, a diferencia de otras versiones de la obra del franciscano, nos permite contar con diferentes perspectivas en el tratamiento del personaje legendario: la del propio Odorico, la de su traductor y aquella que perpetúa el escrito epistolar. Cada una de ellas proyecta una imagen diferente que se corresponde con períodos históricos distintos, ya que según elija- mos un enfoque u otro, descubriremos en el Preste a un humilde gobernante mon- gol sujeto al gobierno del Gran Khan, a un antiguo gobernante asiático cuyo título ha pasado a designar al emperador etíope, o aquel rex et sacerdos ejemplar eregido por disposición divina como emperador de las tres Indias y como el libertador de los Santos Lugares.

49 G. Melis, coord., Odorico da Pordenone e la Cina, Pordenone, Edizioni Concordia Sette, 1983; E. Popeanga, “El itinerario de Odorico de Pordenone”, en E. Popeanga, Viajeros medievales y sus relatos, Bucareşti, Cartea Universitară, 2005, pp. 127-155. 50 Véase el texto I.10. 51 E. Popeanga, “La carta del Preste Juan: las versiones catalana y castellana”, en Viajeros me- dievales y sus relatos, Bucareşti, Cartea Universitară, 2005, pp. 157-167.

444 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

Un caso particular en la reinterpretación del mito lo constituye el relato de viajes ficticio elaborado por el supuesto caballero inglés John Mandeville a me- diados del siglo XIV. Su fingido itinerario por el continente asiático, perfecto ejemplo de recreación literaria del mirabilis oriens, incluye una de las descrip- ciones más detalladas del reino del Preste Juan dentro de nuestra antología52. Sin embargo, en lo que al rex et sacerdos afecta, el viajero sigue la línea marcada por autores anteriores, pues no solo reduce el reino del Preste a un conjunto de islas en el extremo oriental del mundo, sino que exalta, además, las excepcionales virtudes del Gran Khan en detrimento del soberano mítico. Si bien en este texto el Preste Juan no tiene ningún vínculo de vasallaje con el líder tártaro y conserva, por tanto, su autonomía política, no ocurre lo mismo con su título religioso, ya que el liderazgo eclesiástico recae sobre el Patriarca de Santo Tomás, que según Mandeville, actúa como una suerte de Papa en sus tierras. El distanciamiento con la figura modélica que dibujaba la misiva del siglo XII es todavía mayor si se tiene en cuenta que el cristianismo que profesan el Preste y sus súbditos se carac- teriza por cierta heterodoxia con respecto al catolicismo, aunque sea así no tanto por disconformidad con la Iglesia de Roma como por el desconocimiento que de ella le genera su propio retiro. No obstante, en lo que a recreación mirífica se refiere, Mandeville permanece fiel a la imagen tradicional del reino oriental. De este modo, asegura el viajero haber alcanzado personalmente la corte del rex et sacerdos situada en la ignota isla de Pontexoire, así como haber presenciado buena parte de los prodigios que sus dominios esconden, y aunque adscribe a estas tierras maravillas no documentadas en la tradición epistolar del personaje, consigue con su narración devolver al reino del monarca oriental parte de la idiosincrasia utópica perdida en relatos anteriores. Llega, así, a reproducir literalmente pasajes de la versión latina de la Carta recre- ando motivos como el del Mar Arenoso, el del río Sambatyón, el de la Fuente de la Eterna Juventud o el de la isla de los Brahamanes –entre otros–, evidenciando su interés por conservar el entramado mirífico de la leyenda, el único con opciones de perpetuarse53.

52 Ch. Deluz, Le livre de Jehan de Mandeville une “géographie” au XIV siècle, Lovain-La- Neuve, l’Enstitut des Etudes Médiévales de l’Université Catholique de Louvain, 1988; M. Á. Ladero Quesada, “Mundo real y mundos imaginarios. John Mandeville”, en F. Novoa Portela y F. J. Villalba Ruiz de Toledo (eds.), Viajes y Viajeros en la Europa Medieval, Barcelona, Lunwerg, CSIC, 2007, pp. 55-74. Véase el texto I.11 de la presente antología. 53 Para el análisis de los elementos miríficos de la obra de Mandeville en relación con la leyenda del Preste, remito nuevamente a: A. B. Chimeno, El Preste Juan en los libros de viajes de la literatu- ra española medieval, op. cit., pp. 166-204.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 445

En el Libro del conosçimiento54, primer relato de viajes escrito originalmente en castellano, se produce un cambio revelador en el destino del Preste Juan, puesto que el reino de este esquivo gobernante cambia de ubicación para localizarse ahora en territorio etíope, tal como apuntan la literatura y la cartografía del momento. El anónimo autor de este viaje fingido alcanza en su periplo por el Norte de África la ciudad de Malsa, donde, asegura, tiene su morada el Preste Juan, patriarca de Nu- bia y Etiopía. De la parca descripción que ofrece el pseudo-viajero del personaje puede deducirse que la dualidad de poder, característica indispensable del rex et sacerdos, desaparece en la obra, quedando reducida su figura a la de obispo cristia- no dependiente del patriarcado de Alejandría. Además, el autor ha restringido los límites míticos del reino a lo que se conocía en la época como India Menor y ha limitado su dimensión utópica a la proximidad de sus dominios con el Paraíso Te- rrenal, manantial de los cuatro ríos bíblicos que bañan sus posesiones. Estas nuevas coordenadas geográficas que ubican al Preste en el continente negro lo convierten en imagen de alteridad, difuminando cada vez más las semejanzas con la Europa que le permitió nacer55. La Embajada a Tamorlán (1406)56, la obra más objetiva de las relaciones de viajes de nuestra literatura medieval y la más comedida en la narración de episo- dios miríficos57, se permite, sin embargo, incorporar la figura del Preste Juan en diferentes puntos del relato. Si bien es cierto que en la obra se evitan las menciones directas al nombre del gobernante mítico, contamos con tres personajes disímiles cuyas descripciones recuerdan por un motivo u otro a nuestro héroe, aun cuando ninguno de ellos conforme con exactitud el ideal del rey-sacerdote originario.

54 En los estudios preliminares que incorpora la magnífica edición de M. J. Lacarra (M. J. Lacarra et alii, Libro del conosçimiento…, op. cit.) puede consultarse información detallada sobre la obra. Véase en el presente trabajo el texto I.12. 55 J. M. Ramos en Ensaios de mitología cristã…, op. cit.. 56 Un seguimiento pormenorizado del viaje y de los viajeros que componen esta segunda embaja- da castellana a la corte de Tamorlán en Samarcanda lo encontramos en B. W. Fick, El libro de viajes en la España medieval, Santiago de Chile, Editorial Universitaria de San Francisco, 1976, pp. 73-114; J. A. Ochoa, “La Embajada a Tamorlán. Su recorrido por el Mediterráneo occidental”, Dicenda, 10, pp. 149-168 y L. Kehren, La route de Samarkand au Temps de Tamerlan. Relation du voyage de l’ambassade de Castille à la cour de Timour Beg par Ruy González de Clavijo, 1403-1406, Paris, Imprimerie Nationale, 1990, pp. 325-333. Véase el texto I.13. de esta antología. 57 Para el tratamiento del mirabilis libresco en Embajada a Tamorlán, véase V. Acosta, Viajeros y maravillas. Tomo III, op. cit., pp. 257-258. M. Á. Pérez Priego, por su parte, destaca la maravilla en la Embajada asociada a lo insólito, a lo artístico y a lo milagroso en “Maravillas en los libros de viajes medievales”, Compás de Letras, 7, 1995, pp. 65-78. Un repaso a las distintas facetas de lo maravillo- so en el texto castellano puede seguirse en V. Béguelin-Arguimón, “Lo maravilloso en tres relatos de viajeros castellanos del siglo XV”, en J. Peñate Rivero (ed.), Relato de viaje y literaturas hispánicas, Madrid, Visor, 2004, pp. 87-99.

446 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

El primero de estos individuos es un misterioso obispo oriental al que se alude al paso de los viajeros por la ciudad de Tabriz, aquel que según los vaticinios habrá de conquistar las tierras del infiel para devolverlas a los cristianos, cumpliendo así el cometido divino. Relacionado con las profecías del Árbol Seco58 y del Último Emperador, en este individuo parecen concentrarse las expectativas mesiánicas que los europeos habían proyectado en su día en la figura del Preste Juan. El segundo de los personajes en el que se advierte una evidente inspiración en el gobernante legendario es el “Señor de la India Mayor”, sujeto que enfrentado a Tamorlán protagoniza un episodio supuestamente histórico en el que se describe una intensa batalla, narrada de modo muy similar a aquella que libraban Genghis Khan y el Preste Juan en los relatos de Guillermo de Rubruck y Marco Polo. Ase- gura el autor de la Embajada que este señor de la India vencido por el Tamurbeque es cristiano, como la mayor parte de sus súbditos, aunque lo es, dice, a la manera de los griegos, lo que representa una nueva barrera entre el cristianismo del Preste y el romano. El Preste Juan, materializado en este Señor de la India vuelve a retra- tarse como un gobernante poderoso pero indefenso ante el poder mongol; pese a mantener su independencia, sus idílicas características han sido reducidas hasta tal punto que ha dejado de ser modelo de estado para convertirse en un insignificante regente vecino al gran imperio tártaro. El único nexo con los prodigios religiosos descritos en la Carta y, en consecuencia, con su imagen tradicional, se revela en el fragmento donde se describen los milagros de Santo Tomás, cuyos restos se con- servan en una de las comarcas del Preste. Menos obvia que las anteriores, pero igualmente sugerente, es la recreación del tercer personaje: el Señor de Catay. Este soberano, administrador de tierras chinas, es, de acuerdo con las declaraciones del narrador, un gentil convertido a la fe de los cristianos y gobierna el segundo imperio más poderoso de Asia59. La corrupción

58 Son numerosos los pasajes bíblicos en los que hallamos la presencia del árbol usada en un sen- tido alegórico, pero quizá sean las palabras del profeta Ezequiel las que mejor ilustren el tema que nos ocupa: “Y sabrán todos los árboles del bosque que yo, el Señor, humillo al árbol elevado y exalto al árbol humilde, hago secarse el árbol verde y reverdecer el árbol seco. Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré” (Ezequiel 17,24). Estrechamente relacionados con el mito del Árbol Seco cabe señalar otros episodios: Génesis 3, 22 y 18,1; Daniel 4,7-14; Mateo 21,18; Marcos 11,12-14 y 20-24; Apocalipsis 22,2-3. Más información sobre el tratamiento de esta leyenda en relación con los libros de viajes podemos encontrarla en V. Acosta, Viajeros y maravillas, op. cit., p. 176, p. 226, y p. 253, nota 43. 59 Como bien apunta L. Kehren, no existe ningún dato histórico que corrobore la conversión al cristianismo del emperador chino. Antes bien, la dinastía Ming destacó por su defensa del budismo y del confucionismo, pero nunca se le conocieron filiaciones cristianas. Es posible que la noticia que se recoge en el texto estuviera deformada por los ecos del Preste Juan y las distintas sectas nestorianas asentadas en la zona desde siglos atrás (La route de Samarkand au temps de Tamerlan, op. cit., pp. 259 y 322, nota 9).

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 447

histórica que supone la adscripción del emperador catayo a la religión cristiana es una de las principales razones que la crítica aduce a la hora de reconocer la in- fluencia de la leyenda del Preste Juan en su descripción, pero no es la única. La filiación del pueblo matriarcal de las Amazonas con el imperio de Catay, nos re- cuerda al elenco de comunidades míticas con las que contaba el reino del Preste Juan en las versiones principales de su misiva, lo que favorece la identificación de este tercer personaje con el recuerdo distorsionado del rey-sacerdote cristiano. Una vez más, la confesión religiosa del héroe se erige como su característica más sobre- saliente, así como la única que comparten los tres personajes analizados. No obs- tante, no deja de resultar curioso que en un relato como la Embajada, siempre re- nuente al influjo de la tradición libresca, sean precisamente los motivos miríficos que rodean a cada una de estas figuras los que ayuden a reconocer al mítico sobe- rano detrás del pseudo-historicismo que las enmascara.

Más espléndido en su recreación literaria de la leyenda es el viajero andaluz Pero Tafur60 que, medio siglo después de la redacción de Embajada a Tamorlán, aproximadamente entorno a 145461, nos ofrece su particular visión de las Indias del Preste Juan a partir del excepcional testimonio del también viajero Niccolò dei Conti. Conocido en Europa por sus accidentadas vivencias en tierras asiáticas, Dei Conti actúa como perfecto intermediario entre el personaje mítico y Tafur, recrean- do para el lector de las Andanças e viajes62 el periplo oriental que el andaluz nunca llegó a realizar63. Uno de los factores más llamativos en la concepción del reino en esta obra guarda relación con la confusa ubicación que se hace del mismo, ya que las infor- maciones que pueden extraerse sobre este particular apuntan tanto a localizaciones asiáticas como africanas. Tal ambigüedad solo puede explicarse a partir de las po- pulares visiones cosmológicas que concebían la India y Etiopía como parte de un mismo territorio64 y por el propio desconocimiento de Tafur y de Dei Conti de la

60 “Estudios biográficos: Pero Tafur”, Boletín de la Real Academia de la Historia, XLI, 1902, pp. 275-276. 61 Frente a la relativa inmediatez con la que otros aventureros abordan la narración de sus viajes, Tafur espera casi quince años desde su regreso a la Península antes de decidirse a redactar sus Andan- ças. Entre las causas que pudieron motivarlo a escribir después de tanto tiempo, se señala como la más plausible la caída de Constantinopla en manos turcas (F. Meregalli, “Las memorias de Pero Tafur”, Dicenda, 6, 1987, pp. 300-301). 62 Véase el texto I.14. 63 Un acercamiento a la figura del viajero Niccolò dei Conti puede realizarse en la edición de las Andanças de M. Jiménez de la Espada (Andanças e viajes de un hidalgo español, Madrid, Miraguano y Polifemo, 1995, pp. 249-251). 64 P. Zumthor, La medida del mundo, Madrid, Cátedra, 1993, p. 221.

448 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

evolución histórica del mito del Preste Juan, lo que los habrían llevado a mezclar noticias procedentes de distintas tradiciones. En lo que atañe a la descripción del personaje, el Preste mantiene su doble cargo espiritual y temporal, es cristiano y conserva todavía reminiscencias de su anterior regencia utópica en su deseo mani- fiesto de visitar el Santo Sepulcro, intención que perpetúa sus vínculos con la figu- ra del Endkaiser y con la expectación mesiánica de las tierras de Poniente. Sin embargo, el Preste Juan no se identifica con un individuo único y excepcional, como ocurría en sus cartas, en las Andanças se corresponde, empero, con un cargo político que no se concede ni por herencia ni por elección divina, sino bajo los criterios estrictamente humanos de un tribunal de nobles supervisado por personal eclesiástico. Asimismo, sus competencias se limitan al ámbito terrenal, pues la dirección de los asuntos religiosos recae en el llamado Patriarca de la India, sujeto enviado a tierras hindúes por la Iglesia de Alejandría. Incluso la rectitud cristiana de regente y súbditos se ve cuestionada a partir de las paradójicas palabras de Nic- colò, quien asegura que son todos excelentes católicos a pesar de no regirse por las leyes de Roma. También en esta obra, como viene siendo habitual, se ubican en los términos del mítico reino los restos del apóstol Santo Tomás, que vuelven a convertir las tierras del Preste en un espacio propicio para el desarrollo de lo miraculoso; y aunque asegura Dei Conti que en la India no existen homínidos ni seres monstruosos, se describen, en cambio, bestias extrañas que, si bien no se correponden con el inven- tario habitual de animalias, conforman un nuevo catálogo de prodigia en la obra de Tafur. En definitiva, el personaje conserva solo algunos ecos desvirtuados de su pasado mítico, en el que empiezan a mezclarse características de la leyenda asiática con la incipiente tradición etíope.

En último lugar, es necesario hablar del Libro del infante don Pedro de Portugal65 (atribuido a Gómez de Santisteban), obra de transición entre la Edad Media y el Renacimiento que, sin embargo, mantiene buena parte de los elementos simbólicos en el tratamiento del soberano oriental en un momento en el que la pervivencia asiática de la fábula del rey-sacerdote contaba ya con numerosos detractores. Este es uno de los principales motivos por los que el periplo de don Pedro y sus acom- pañantes no puede ser interpretado en clave didáctica o pseudo-histórica, como podía ocurrir con otros relatos ficticios como el de John Mandeville o el del Libro del consosçimiento, sino desde una perspectiva fundamentalmente simbólica66.

65 Véase el texto I.15 de esta antología. 66 A juzgar por las declaraciones del propio Santisteban al comienzo de su obra, podríamos decir que este crea deliberadamente literatura de viajes, alejándose de las pretensiones noticiosas de relatos

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 449

Este planteamiento permite que el Libro del infante resulte ser el libro de viajes más fiel a la descripción originaria de la leyenda de cuantos aquí se recogen, aun- que eso implique, a su vez, una pérdida insalvable de su dimensión histórica en favor de su faceta literaria, ya que el reino del Preste Juan se concibe en la obra como el punto y final de un recorrido colmado de prodigios. Así, los hábitos del Preste descritos por Santisteban recuerdan mucho a los mencionados en la misiva original; tampoco faltan los pasajes maravillosos, donde se incluyen referencias a seres fabulosos, al Paraíso Terrestre, a los ríos edénicos o a las reliquias siempre milagrosas de Santo Tomás. Cuenta el autor que por mediación del brazo incorrup- to del apóstol se lleva a cabo el nombramiento de cada Preste Juan, por lo que la elección, pese a ser un cargo con fecha de caducidad, se lleva a cabo por interven- ción celestial: el Preste vuelve a ser distinguido con la Gracia divina. No obstante, el fragmento más significativo del relato lo constituye la versión castellana de la Carta del Preste Juan dirigida a Juan II de Castilla, que actúa, una vez más, como compendio de los mirabilia orientales: asegura el Preste que sus dominios com- prenden las Tres Indias, la Mayor, la Mediana y la Menor; cuenta entre sus súbdi- tos con los pueblos de Gog y Magog, que mantiene presos para proteger la integri- dad del mundo, y enumera toda suerte de pobladores fantásticos y de acontecimien- tos milagrosos. Por todo esto, el personaje de Santisteban puede concebirse como rey-sacerdote cristiano, poderoso, opulento y custodio, por disposición divina, de los pueblos apocalípticos, lo que, en principio, no difiere de sus cualidades primiti- vas. Mas, a pesar de esta descripción idealizada, su reino ya ha dejado de ser un mo- delo de moralidad para Europa y ha pasado a representar un mero inventario de prodigios heredados de su tradición legendaria. El hecho de que la traducción cas- tellana de la misiva se base en las versiones antiguo-francesas –las más pródigas en asombros– explica las razones que pudieron mover al autor a concebir el imperio cristiano oriental como meta última de este fabuloso viaje. Se ha suprimido, a su vez, la misión libertadora del personaje, aquella que prometía recuperar Tierra Santa para la cristiandad, elemental en su identidad mesiánica, porque lo cierto es ficticios anteriores. Seguimos aquí la distinción de E. Popeanga entre libros de viajes y literatura de viajes. El primer término englobaría aquellas narraciones que recogen las vivencias reales de los viajeros y cuya intencionalidad “no es la de producir efectos lúdicos en el seno de sus destinatarios, sino la de informar a sus lectores (...), quienes en principio pertenecen a su mismo estamento y, por tanto, participan de la misma enciclopedia”. Por otro lado, con la narración de vivencias imaginarias el autor de la obra estaría creando literatura de viajes, que “comporta la creación deliberada de un mundo maravilloso, apto para satisfacer y divertir a un amplio público”. (“Los relatos de viajes me- dievales: una encrucijada de textos”, en E. Popeanga, Viajeros medievales y sus relatos, op. cit., pp. 25-28…”, art. cit., p. 23).

450 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO que, a la altura del siglo XV, la promesa de socorro que mantuvo esperanzado a Occidente durante tres centurias ya no resulta creíble. Así, mientras la tradición epistolar de la leyenda había dibujado al Preste como nexo de unión entre lo celestial y lo terreno, entre la vida y la muerte, entre la per- fección y la monstruosidad, entre Oriente y Occidente, el Preste Juan de los libros de viajes hispánicos del medievo experimenta una involución de sus cualidades míticas, asociada inevitablemente a las circunstancias históricas que influyen tanto en los autores de los relatos como en la posterior difusión de sus obras.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 451

ANTOLOGÍA DE TEXTOS

I- TEXTOS PRIMIGENIOS

Texto I.1.: De adventu patiarchae Indorum ad Urbem sub Calisto papa II67

1. Temporibus antiquis consuetudo fuisse legitur rerum bonarum studia memoriae com- mendari atque litteris redacta manifeste offerri, quia nichil tam bene factum aut tam elegan- ter actum esse poterat, quin, nisi postea [in humano sensu] enarratum vel ostensum placeret proximo, pro nichilo computaretur. 2. Nam quid proderit, si virtus, hominibus profutura, tecta lateret et multis per exemplum valitura manifesta non enitesceret? Claritas enim lapi- dis, tenebris obducta, nisi cessantibus tenebris patetiat, obscura manebit. 3. Unde arduum aggredientes, licet indigni videamur, tamen, ne per incuriam posteros laterent, ca quae de apostolo Thoma valde miranda nostris temporibus Romae recitata sunt, [memoriae depu- tanda] posteris significare curavimus. 4. Temporibus itaque Calisti papae secundi, anno vero papatus eius quarto, [qui est an- nus dominicae incarnationis millesimus centesimus vicesimus secundus (1122)] res novis annalibus memoranda Romanae patriae contigisse sciatur. 5. Sane patriarcha Indorum Romam adveniens, illius scilicet Indiae, quae ultima finem facit, adventu suo Romanae curiae et universae fere Italiae stupendum miraculum fecit, cum per innumerorum curricula annorum inde huc aliquis non advenisset nec de tam lon- ginquis partibus et barbaris regionibus per totam Italiam aene visus umquam fuisset praeter istum supradictum beatae vitae patriarcham Iohannem. 6. Causam vero adventus eius si quis scire desiderat, hanc fuisse cognoscat. 7. Mortuo praedecessore suo, felicis memoriae Indorum patriarcha, congregati sunt aequanimiter universi Indi, atque eum invitum ac diu- tissime renitentem qualem oportuit tandem elegerunt antistitem. 8. Data itaque sacri loci per eleccionem tandem custodia huic praedicto patriarchae Iohanni, coepit diligenter inquirere, qualiter Bizantium, sicut racio exigebat, ad suscipiendum pallium et cetera confirmationis atque dignitatis insignia quandoque veniret. 9. Deo igitur propicio unius anni spacio ad locum destinatum tam longae viae fatiga- bundus advenit. 10. Ubi, sicut regiae dignitatis mos est, aliquamdiu demoratus, ad Romano- rum legatorum noticiam usque pervenit, quos videlicet praefatus papa Calistus pro utilitate mutuae pacis atque concordiae Romani et Graii regum Constantinopolim legaverat. 11. Quorum lingua cum praenominato Iohanni, Indorum patriarchae, nimis esset obscura, quod neque ipse, quid Romani dicerent, neque Romani quid ipse diceret intelligerent, interprete

67 F. Zarncke, “Der Patriarch Johannes von Indien und der Priester Johannes”, art. cit., pp. 29-35.

452 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO interposito, quem Achivi drogomanum vocant, de mutuo statu Romanorum et Indicae re- gionis ad invicem exquirere coeperunt. 12. Ubi vero alternatim de varietate et esse Italico- rum sufficienter exquisitum est, et intellexerat ille, secundum Deum atque saeculi dignita- tem Christo disponente tocius orbis Romam caput esse, Romanos instanter orare curavit, ut se ipsum secum Romam ducerent, quae sibi ilic significata fuerant Romae praesentialiter visurum et unde venerat Indis quandoque forsitan renunciaturum. 13. Quod Romani etiam non recusaverunt, sed, compositis pro quibus missi fuerant, itinere inito cum eo pariter profecti sunt. 14. Dein de nimia spaciosi tramitis laboratione Romanis moenibus demum applicuerunt. 15. Postquam advenit ac promissorum veritatem cognovit, vehementer exultare atque Deum collaudare, qui se tanta visione dignum fecerat, prae gaudio visus est. 16. Cognitis itaque diligenter Romanae urbis usibus, pro quibus solis cognoscendis Romam advenerat, qui se ad talia scienda perduxerat Deo omnipotenti gracias agebat. 17. Posthaec autem de suae Indicae regionis memorabilibus rebus, Romanis incognitis, sed maxime de sacratissimi Thomae apostoli miraculis, quae ibidem de ipso post suae humanae carnis exitum rutilave- runt et adhuc rutilant, a clero et a populo frequenti allocutione interrogatur. 18. Quadam itaque die cleri et populi in palacio Lateranensi non parva facta est congregatio ante prae- sentiam Romani pontificis Calisti papae secundi. Ubi eodem praesente atque iubente et pleraque curia sua, praedictus Indorum patriarcha per interpretem de patria sua ita enarrare coepit. 19. Civitas, cui Domino donante praesumus, Hulna vocatur, quae quidem Indici regni caput est atque dominatrix. 20. Cuius magnitudo quatuor dierum itinere per circuitum lata extenditur. 21. Moenium vero, intra quae sita est, talis extat grossitudo, quod super eam duo Romanorum curruum, iuncti pariter, largiter irent. 22. Altitudinis autem tanta est proceritas, ut ad comparationem celsarum Romanarum turrium diffusa videatur. 23. Per medium cuius Physon, unus de paradisi fluminibus, limpidissimis emanat aquis, aurum preciosissimum atque gemmas preciosissimas foras emittens, unde Indicae regiones opulentissimae fiunt. 24. A fidelissimis autem christianis universa interius plenissime est habitata. 25. Inter quos nullus erroneus aut infidelis, sicut historia narrat, aliquando conversari potest, quin aut facile resipiscat vel inopinato casu moribundus corruat. 26. Paululum vero extra urbis moe- nia mons separatus est, profundissimi lacus aquis undique septus, ab aquis autem porrectus in altum, in cuius summitate beatissimi Thomae apostoli mater ecclesia posita constat. 27. In circuitu vero eiusdem lacus de foris in honore duodecim apostolorum duodecim monas- teria condita sunt quorum coenobitae per singulos dies sacra mysteria Christi sunt celebran- tes ac debita domino ibi sine cessatione persolventes certis temporibus officia, tantoque domino cariores, quanto pro ejus amore laboriosiores existunt. 28. Praedictus quidem mons, ubi Thomae apostoli sita est ecclesia, infra annum nulli hominum accessibilis est neque illum adire aliquis temere audet, sed patriarcha, quicumque fuerit, ad celebranda sacra mys- teria locum et ecclesiam istam non nisi semel in anno cum circumquaque venientibus popu- lis ingreditur. 29. Namque apostolicae festivitatis appropinquante die, octo diebus ante illam totidemque post illam, habundantia illa aquarum montem praedictum circucuntium ita tota decresit, quod fere an ibi aqua fuerit non facile discernatur, unde ibi undique concursus fit populorum, fidelium ac infidelium, de longe venientium, atque omnium male habentium, languorum suorum remedia et curaciones beati Thomae apostoli meritis indubitanter expec-

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 453 tancium. 30. Est enim intra sancta sanctorum illius praedictae ecclesiae ciborium mirife elaboratum, auro argentoque contextum et preciosissimis, quales ibidem paradisi fluvius nomine Physon emittit, variis lapidibus decoratum. 31. Intra quod preciosissima concha argentea, sicut et ipsa historia apostoli narrat, argenteis dependet cathenis, cara quidem metallo sed pocior thesauro intra se reposito. 32. Sane in ca veluti depositionis die ita adhuc sacrum apostoli corpus integrum est illaesum conservatur. 33. Stans etiam et erectus super eam tamquan vivens cernitur, ante cuius praesenciam aurea lampas balsamo plena argenteis restibus pendet. 34. Quae ubi fuerit accensa, ab anno in aunnum nec balsamum diminutum nec ipsa extincta reperitur. 35. Sed talia Deo volente et apostolo intercedente in ann futuro inveniuntur, quemadmodum maiora miracula ex illius liquoris unccione prosecutura postea protestantur. 36. Plane, ut praedictum est, secundum consuetudinem diei festi patriarcha redeunte per singulos annos ad praedictam ecclesiam, post eum fit maximus concursus populorum, virorum ac mulierum, unanimiter clamantium et indeficientibus vocibus postu- lantium balsami ante tribunal apostoli ardentis qualencumque particulam. 37. Nimirum cuiuscumque invalitudinis aeger, si ex eo unctus fuerit, quin statim deo volente nulli du- bium sanus fiat. 38. Deinde ad praedictam concham expendendam cum suis suffraganeis episcopis patriarcha velut in sacris paschalibus sollempnitatibus praeparat sese, et post haec cum ymnis et specialibus laudibus paulatim expendunt cum sacro corpore concham et cum multo tremore magnaque reverencia sacrum apostoli corpus suscipientes, in aurea iuxta altare illud collocant sede. 39. Cuius adhuc figura et integritas per voluntatem creatoris talis permanet, qualis fuerat, dum vivens per mundum incederet. 40. Facies vero eius tamquam sidus rutilat, capillos habens rubeos et usque in humeros fere extentos, barbam vero rufam, crispam sed non prolixam, universam quoque formam visu pulcherrimam; vestium quoque duriciam atque integritatem eandem adhuc fore, quae fuerat, cum prius eas indutus est. 41. Taliter igitur deposito atque in cathedra apostoli corpore collocato continuo sacri ministri Dei festo pertinencia ineunt officia. 42. Sed ubi eucharistiae percipiendae tempus advenerit, sanctificats in altari hostias patriarcha in aurea patena componit el magna cum reverencia locum, ubi apostolus sedet, eas defert, atque inclinatis genibus apostolo ipsas offert. 43. Ipse autem per dispensationem creatoris extensa manu dextera ita provide suscipit eas, ut non mortuus sed omnino vivens esse credatur. Susceptas etiam in palma extensa conservat, singulas singulis largiturus. 44. Universus namque fidelium populus, virorum ac mulierum, cum multa reverencia atque formidine unus post alterum accedens singulas singuli hostias de manu apostoli ore summun, apostolo porrigente. 45. Si quis vero infidelis vel erroneus seu alia peccati macula infectus communicandus accesserit, ipso quidem praesente videnti- bus cunctis statim cum hostia apostolus manum retrahit et claudit, nec quamdiu ipse prae- sens fuerit eam aperit. 46. Peccator autem ille numquam evadet, quin aut statim tunc re- sipiscat et, penitencia ductus, ab apostolo communionem sumat aut antequam locum exeat moriatur. 47. Quod plerique infidelium aspicientes, tanti miraculi formidine territi relicto suae paganitatis errore mox ad fidem Christi convertuntur, et sanctificationis undam inces- santer poscentes in nomine sanctae et individuae trinitatis unanimiter baptizantur. 48. His ita compositis atque tota illa ebdomada sancti apostoli Thomae festivitati pertinentibus a clero et a populo sacris mysteriis celebratis, patriarcha cum praedictis. Dei ministris, archi- episcopis et episcopis, sicut quando illud expendunt, magno cum tremore ac veneracione unde sancti apostoli corpus deposuerunt ibidem tremebundi reponunt. 49. Post hace un-

454 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO usquisque in sua gaudens et exultans tantis visis miraculis regreditur lactabundus. 50. Tota vero illa planicies lacus, quae ad festum sancti Thomae, populo catervatim ingrediente, penitus arescit, eodem recedente uberrimis atque profundissimis aquis statim repletur, et in pristinum statum celerrime recurrit. 51. Talia Indorum patriarcha in curia Lateranensi reci- tante, Calistus papa secundus cum cetera Romana ecclesia, quae illic aderat, eleatis in coe- lum manibus Christum aequanimiter glorificaverunt, quia talia tantaque miracula per sanc- tum suum apostolum Thomam annuis temporibus operari non desinit, cum patre et almo spiritu vivens per infinita saecula saeculorum. Amen.

Texto I.2.: Domini Oddonis Abbatis S. Remigii Epistola ad Thomam comitem de quodam miraculo S. Thomae Apostoli68

1. Salutare est omnibus christiani nominis cultoribus semper quarere et audire aliquid aedi- ficativum et, quantum sit dominus in sanctis suis mirabilis, cognoscere relatione fidelium. 2. Cum enim te avidum super hoc cognoverim, iuxta petitionis tuae ammonitionem, quae in curia Romana vidi et audivi, scripto tibi intimare volui. 3. Aderam anno praesenti, feria scilicet sexta post dominicae ascensionis sollemnitatem, ante domni papae praesentiam, de nostris videlicet negotiis locuturus, cum subito affuit quidam, qui legatos Byzantei, id est Constantinopolitani, imperatoris adesse pro foribus nuntiaret. 4. Exhilaratus vero domnus papa super tanti nominis legatis, ex latere suo episcopum misit, ut eos honorifice intro- duceret sibique praesentaret. 5. Veniunt salutatoque papa universali et plerisque curialibus, de salute imperatoris suorumque qualitate, prout fuerant sciscitati, satis honeste retulerunt. 6. Causa autem corum hec fuit. Intererat cum eis Indiae archiepiscopus, vir satis hones- tae formae et iuxta linguae suae notitiam eloquentissimus, qui sociali adiutorio defuncti sui principis destittus, consilii causa ad praedictum imperatorem iampridem venerat. 7. Cum- que imperator petitionem eius audisset et ex familiaribus suis unum principem dedisset, quasi erfecto negotio ad propria redire disposuit. 8. Cumque iter ageret, novum principem morte impediente amisit. Quo tumulato, imperatorem repetiit, doloris sui causam nuntiatu- rus. 9. Imperator vero consolatus eum, ne doleret ammonuit; principem recepit alterum imperatorismunificentia. 10. Tunc archiepiscopus aliquantulum mitigato dolore agit iter sed non peragit. Repentinus enim secundi interitus principis duplicato dolore vehementer eum turbavit. 11. Quid ageret, ignorabat: incertum quippe habebat, an imperatorem repeteret an incoeptum iter imperfecto negotio peragere deberet. 12. Vicit tandem viriliis consilii stra- nuitas imminentis periculi iacturam, suorumque exhortationibus relevatus et ne desperaret ammonitus, retrogradum iter arripuit seque pii imperatoris oculis divi infortunii baiulus repreaesentavit. 13. Cognito igitur imperator inopinatae rei eventu obstupuit, et petitioni archiepiscopi satisfecisse se dicens, tertium mittere denegavit. 14. Humilis autem archiepis-

68 F. Zarncke, “Der Patriarch Johannes von Indien und der Priester Johannes”, art. cit., pp. 35-38.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 455 copus vix multis lacrimis impetravit, ut Romanam curiam ei visitare consilii gratia liceret et legatos imperatoris cum litteris deprecatoriis secum ducere valeret. 15. Cumque in curia esset, quibusdam palatinis praeese se ecclesiae illi referebat, in qua beati apostoli Thomae corpus requiescere dicebatur. 16. Inter cetera vero, quae de situ ec- clesiae thesurorumque opulentiae et ornamentorum varietate enarravit, unum disseruit, quod non sine ammiratione aures audientium capere possunt. 17. Praedicti apostoliecclesia magnae altitudinis fluvio ex omni parte caluditur, qui, discurrentibus aquis, septenni etiam puerulo octo ante festivitatem apostoli diebus totidemque post festivitatem prae nimia sicci- tate se viabilem praebet. 18. In ipsa autem sollemni die collectis in unum totius provinciae proceribus omnique clero et populo, post multas lacrimas altaque suspiria archiepiscopus cum sui sociis ordinis ad beati apostoli diebus totidemque post festivitatem prae nimia siccitate se viabilem praebet. 18. In ipsa autem sollemni die collectis in unum totius provin- ciae proceribus omnique clero et populo, post multas lacrimas altaque suspiria archepisco- pus cum sui sociis ordinis ad beati apostoli feretrum accedit et ex eo cum magna reverentia corpus levatum in cathedra ponficali decender collocat, primusque tanti advocati pedibus advolutus, oblationis suae munere apostolum honorat. 19. Beatus vero apostolus brachium erigit manumque aperit; et quicquid ei ab universis nostrae fidei cultoribus offertur, gratan- ter accipit. 20. Si quis vero haereticus, populo admixtus, quasi pro devotione in manu apos- toli aliquid ponere nititur, claudit sanctus manum, et nefanda munera accipere denegat. 21. Cumque talia relatione quorundam in auribus domini papae sonuissent, adesse iussit epis- copum, et ne amplius in palatio falsa seminaret, sub anathemate prohibere voluit. Veritati enim contrarium esse videbatur, quod de apostolo divulgasset. 22. Episcopus autem coram omnibus nil esse verius affirmabat, et assensu domini papae sacrosancti evangelii iura- mento ita esse comprabavit. 23. Credibit tandem dominus papa, credibit et omnis curia et apud omnipotentiam divinam apostolum maiora imetrare posse acclamabant..

Texto I.3.: Chronica sive historia de duabus civitatibus de Otto de Freising69

Ea tempestate Armeniorum episcoporum eorumque metropolitani, quem ipsi katholicon, id est universalem, propter infinitum episcoporum sub se habentem numerum vocant, legati ab ultimo pene oriente summum pontificem Biterbi laboriosum iter per annum et VI menses complentes adeunt, eique ex parte illius ecclesiae subiectionem omnimodam consalutando offerentes causas viae, nobis cum aliis multis presentibus, apud Veterem Aulam aperiunt, quae tales erant: Inter ipsos et Grecos quadam de ritu sacrificii habitudo est in quibusdam, in aliis vero discrepantia. Ponunt enim fermentatum panem sicut illi, aquam autem vino autem non admiscent sicut nos et illi. Preterea nativitatem Domini epiphaniae continuantes duas illas festivitates unam faciunt. Pro hi et aliis dum inter se dissentirent, Romanam ec-

69 M. Gosman, “Otton de Freising et le Prêtre Jean”, art. cit., pp. 270-285.

456 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO clesiam iudicem eligentes consultum veniunt formamque sacrificii iuxta consuetudinem eius sibi tradi deposcunt. Quos Romanos antistes gratanter suscipiens missarum sollempniis ac sacrificii secretis adhibuit diligenterque ea, quae fiebnt ibidem, eos animadvertere mo- nuit. Quod dum facerent intentique sacro altari astarent, unus ex eis pontificali dignitate preditus, sicut postmodum in plena curia retulit, in beati Martini octava, quando dedicatio ecclesiae beati Petri celebrari solet, summo pontifice divina misteria agente splendio fulgo- re radium solis super caput eius coruscare et in ipso duas columbas ascendentes et descen- dentes videt. Cumque diligentibus hac illacque oculos circumferret nullumque aditum, per quem lux illa transfunderetur, inveniret, deificum hoc esse cognoscens ac ad obedientiam Romanae sedis amplius accensus cunctis quae viderat aperuit. At venerabilis pater non suis hoc meritis attribuens ipsius potius fide caelitus hoc sibi monstratum affirmabat, ut videli- cet ecclesia, a qua ipse missus erat, sacramentorum virtutem veritais luce perfusa cognosce- ret ac deinceps, quali ea reverentia et forma tractare deberet, addisceret. Retulit etiam prefatus episcopus, quod in confinio Armeniae quaedam gentes essent, quae fetus suos fetentes generarent eosque statim ad aquas Armeniorum lavandos transmit- terent; quos illi baptismatis unda tinguentes innatum eis fetorem propellerent, mox tamen remissi ad paganismi ritum et spurciciam redirent. Quod utrum faciendum esset, item Ro- manam ecclesiam consuluerunt. Vidimus etiam ibi tunc pretaxatum de Syria Gabulensem episcopum, cuius precipue opere ad plenum Antiochia Romanae sedi subesse cepit, tam de patriarca suo Antiocheno et de principis matre Balduini Hierosolimitani quondam regis filia, querimoniam facientem, quam de spoliis Sarracenis ablatis iure antiquitatis ejemplo Abrahae decimas, qui eas, Deo recognoscens victoriam, de suis spoliis Melchisedech dedit, exigentem ac super hoc aposto- licae sedis auctoritatem requirentem. Audivimus eum periculum transmarinae ecclesiae post captam Edissam lacrimabiliter conquerentem et ob hoc Alpes trascendere ad regem Romanorum et Francorum pro flagitando auxilio volentem. Narrabat etiam, quod ante non multos annos Iones quidam, qui ultra Persidem et Arme- niam in extremo oriente habitans rex et sacerdos cum gente sua Christianus est, sed Nesto- rianus, Persarum et Medorum reges gratres, Samiardos dictos, bello petierit atque Ecbatani, cuius supra mentio habita est, sedem regni forum expugnaverit. Cui dum praefati reges cum Persarum, Medorum, Assyriorum copiis occurrerent, triduo utrisque mori magis quam fugere volentibus, dimicatum est. Presbyter Iohannes –sic enim eum nominare solent – tandem versis in fugam Persis cruentissima cede victor extitit. Post hanc victoriam predic- tum Iohannem ad auxilium Hierosolimitanae ecclesiae procinctum movisse, sed, dum ad Tygrim venisset ibique nullo vehiculo traducere exercitum potuisset, as septentrionalem plagam, ubi eundem amnem hiemali glacie congelari didicerat, iter flexisse. Ibi dum per aliquot annos moratus gelu expectaret, sed minime hoc impediente aeris temperie obtineret, multos ex insueto caelo de exercitu amittens ad propria redire compulsus est. Fertur enim iste de antiqua progenie illorum, quorum in Evangelio mentio fit, esse magorum eisdem- que, quibus et illi, gentibus imperans tanta gloria et habundantia frui, ut non nisi sceptro smaragdino uti dicatur. Patrum itaque suorum, qui in cunabulis Christum adorare venerunt, accensus exemplo Hierosolimam ire proposuerat, sed pretaxata causa impeditum fuisse asserunt. Sed haec hactenus (pp. 274-275).

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 457

Texto I.4.: La Carta del Preste Juan70

1. Presbiter Johannes, potenti et virtute Dei et domini nostri Iesu Christi dominus dominan- tium, Emanueli, Romeon gubernatori, salute gaudere et gratia ditandi ad ulteriora transire. 2. Nuntiabatur apud maiestatem nostram, quod diligebas excellentiam nostram et men- tio altitudinis nostrae erat apud te. Sed per aprocrisiarium nostrum cognovimus, quod quae- dam ludicra et iocunda volebas nobis mittere, unde delectaretur iusticia nostra. 3. Etenim si homo sum pro bono habeo, et de nostris per apocrisiarium nostrum tibi aliqua transmitti- mus, quia scire volumus et desideramus, si nobiscum rectam fidem habes et si per omnia credis in domino nostro Iesu Christo. 4. Cum enim hominem nos esse cognoscamus, te Graeculi tui Deum esse existimant, cum te mortalem et humanae corruptioni subiacere cognoscamus. 5. De consueta largitatis nostrae munificentia, si aliquorum, quae ad gaudia pertinent, habes indigentiam, per apocrisiarium nostrum et per scedulam dilectionis tuae nos certifica et impetrabis. 6. Accipe ierarcham in nomine nostro et utere tibi, quia libenter utimur lechito tuo, ut sic confortemus et corroboremus virtutem nostram ad invecem. Tigna quoque nostrum respice et considera. 7. Quodsi ad dominationem nostram venire volueris, maiorem et digniorem domus nostrae te constituemus, et poteris frui habundantia nostra, et ex his, quae apud nos habundant, si redire volueris, locupletatus redibis. 8. Memorare novissima tua et in aeter- num non peccabis. 9. Si vero vis cognoscere magnitudinem et excellentiam nostrae celsitudinis et in quibus terris dominetur potentia nostra, intellige et sine dubitatione crede, quia ego, presbiter Io- hannes, dominus sum dominantium et praecello in omnibus divitiis, quae sub caelo sunt, virtute et potentia omnes reges universae terrae. Septuaginta duo reges nobis tributarii sunt. 10. Devotus sum christianus, et ubique pauperes christianos, quos clementiae nostrae regit imperium, defendimus et elemosinis nostris sustentamus. 11. In voto habemus visitare se- pulchrum domini cum maximo exercitu, prout decet gloriam maiestatis nostrae humiliare et debellare inimicos crucis Christi et nomen eius benedictum exaltare. 12. In tribus Indiis dominatur magnificentia nostra, et transit terra nostra ab ulteriore In- dia, in qua corpus sancti Thomae apostoli requiescit, per desertum et progreditur ad solis ortum, et redit per declivum in Babilonem desertam iuxta turrim Babel. 13. Septuaginta duae provinciae serviunt nobis, quarum paucae sunt christianorum, et unaquaeque habet regem per se, qui omnes sunt nobis tributarii. 14. In terra nostra oriuntur et nutriuntur ele- phantes, dromedarii, cameli, ypotami, cocodrilli, methagallinarii cametheternis, thinsiretae, pantherae, onagri, leones albi et rubei, ursi albi, merulae albae, cicades mutae, grifones, tigres, lamiae, hienae, [boves agrestes], sagitarii, homines agrestes, [homines cornuti], fauni, satiri et mulieres eiusdem generis, pigmei, cenocephali, gygantes, quorum altitudo est quadraginta cubitorum, [monoculi], cyclopes et avis, quae vocatur fenix, et fere omne ge- nus animalium, quae sub caelo sunt.

70 Transcribo la versión en latín editada por F. Zarncke (“Der Brief des Priesters Johannes an den byzantinischen Kaiser Emanuel”, en Ch. Beckingham y B. Hamilton, eds., Prester John, the Mon- gols…, op. cit. pp. 40-102). Para una lectura en castellano, véase J. Martín Lalanda (La carta del Preste Juan, op. cit., pp. 89-105).

458 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

{C} 15. Habemus alias gentes, quae solummodo vescuntur carnibus tam hominum quam brutorum animalium et abortivorum, quae nunquam timent mori. Et cum ex his ali- quis moritur, tam parentes eius quam extranei avidissime comedunt eum, dicents: Sacratis- simum est humanam carnem manducare. 16. Nomina quarum sunt haec: Gog et Magog, Amic, Agic, Arenar, Defar, Fontineperi, Conei, Samantae, Agrimandi, Salterei, Armei, Anofragei, Annicefelei, Tasbei, Alanei. 17. Istas nempe et alias multas generationes Alex- ander puer magnus, rex Macedonum, conclusit inter altissimos montes in partibus aquilo- nis. Quas cum volumus ducimus super inimicos nostros et data eis licentia a maiestate nostra, quod eos devorent, continuo nullus hominum, nullus animalium remanet, quin sta- tim devoretur. 18. Inimicis namque devoratis, reducimus eas ad propria loca. Et ideo re- ducimus, quia, si absque nobis reverterentur, omnes homines et universa animalia, quae invenirent, penitus devorarent. 19. Istae quidem pessimae generationes ante consumma- tionem saeculi tempore Antichristi egredientur a quatuor partibus terrae et circuibunt uni- versa castra sanctorum et civitatem magnam Romam, quam proposuimos dare filio nostro, qui primo nascetur nobis, cum universa Italia et tota Germania et utraque Gallia, cum An- glia, Britannia et Scotia; dabimus ei Hispaniam et totam terram usque ad mare coagulatum. 20. Nec mirum, quia numerus earum est sicut harena, quae est in litore maris, quibus certe nulla gens, nullum regnum resistere poterit. Hae vero generationes, sicut quidam propheta prophetavit, propter suas abhominationes non erunt in iudicio, sed deus mittet super eas ignem de caelo, et ita consummabit eas, quod nec etiam cinis ex eis remanebit. 21. Terra nostra melle fluit lacte habundat. In aliqua terra nostra nulla venena nocent nec garrula rana coaxat, scorpio nullus ibi, nec serpens serpit in herba. Venenata animalia non possunt habitare in eo loco nec aliquos laedere. 22. Inter paganos per quandam provin- ciam nostram transit fluvius, qui vocatur Ydonus. Fluvius iste de paradiso progrediens expandit sinus suos per universam provinciam illam diversis meatibus, et ibi inveniuntur naturales lapides, smaragdi, saphiri, carbunculi, topazii, crisoliti, onichini, berilii, ametisti, sardii et plures preciosi lapides. 23. Ibidem nascitur herba, quae vocatur assidios, cuius radicem si quis super se portaverit, spiritum immundum effugat et cogit eum dicere, quis sit et unde sit et nomen eius. Quare immundi spiritus in terra illa neminem audent invadere. 24. In alia quadam provincia nostra universum piper nascitur et colligitur, quod in frumen- tum et in annonam et corium et pannos commutatur. 25. Est autem terra illa nemorosa ad modum salicti, plena per omnia serpentibus. Sed cum piper maturescit, accendunt nemora et serpentes fugientes intrant cavernas suas, et tunc excutitur piper de arbusculis et desicca- tum coquitur, sed qualiter coquatur, nullus extraneus scire permittitur. {A} [Sed cum piper maturescit] veniunt universi populi de proximis regionibus, secum ferentes paleas, stipulas et ligna aridissima, quibus cingunt totum nemus undique, et cum ventus flaverit vehementer, ponunt ignem infra nemus et extra, ne aliquis serpens extra nemus possit exire et sic omnes serpentes in igne fortiter accenso moriuntur praeter illos, qui suas intrant cavernas. 26. Ecce consumpto igne viri et mulieres, parvi et magni, portan- tes furcas in manibus, intrant nemus et omnes serpentes assos furcis extra nemus proiciunt et ex eis densissimos acervos componunt, veluti in area fit paleis granis excussis. Sic sicca- tur piper et de arbusculis combustis colligitur et coquitur. 27. Quod nemus situm est ad radicem montis Olimpi, unde fons perspicuus oritur, om- nium in se specierum saporem retinens. Variatur autem sapor per singulas horas diei et

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 459 noctis, et progreditur itinere dierum trium non longe a paradyso, unde Adam fuit expulsus. 28. Si quis de fonte illo ter ieiunus gustaverit, nullum ex illa die infirmitatem patietur, sem- perque erit quasi in aetate XXX duorum annorum, quamdiu vixerit. 29. Ibi sunt lapilli, qui vocantur midriosi, quos frequenter ad partes nostras deportare solent aquilae, per quos reiu- venescunt et lumen recuperant. 30. Si quis illum in digito portaverit, ei lumen non deficit, et si est imminutum, restituitur et cum plus inspicitur, magis lumen acuitur. Legitimo carmine consecratus hominem reddit invisibilem, fugat odia, concordiam parat, pellit invidiam. {E} 1. In extremis mundi partibus versus meridiem habemus quandam insulam magnam et inhabitabilem, in qua dominus omni tempore bis in septimana copiosissime pluit manna, quod a populis circumhabitantibus colligitur atque comeditur, nec alio cibo vescuntur. Non enim arant, seminant, metunt, nec aliquo modo conmovent terram ad uberimum fructum percipiendum ex ea. Sapit hoc namque manna in ore ipsorum quemadmodum sapiebat in ore filiorum Irahel in exitu de Egypto. 2. Isti siquidem non connoscunt mulieres nisi suas uxores. Non habent invidiam neque odium, pacifice vivunt, no litigant inter se pro suo; super se non habent maiorem nisi quem miserimus pro tributo nostro recipiendo. Solvunt namque pro tributo singulis annis maiestati nostrae L elephantes et totidem ypotamos, et ipsos honeratos lapidibus preciosis et obrizo auro. Habundant certe homines terrae illius lapidibus preciosis fulvissimoque auro. 3. Isti homines, qui sic caelesti pane vivunt, omnes vivunt quingentis annis. Verumtamen in capite C annorum vivunt quingentis annis. Verum- tamen in capite C annorum reiuvenescunt et renovantur omnes bibendo ter de quodam fonte, qui egreditur ad radicem cuiusdam arboris illo stantis, videlicet in praedicta insula. Et aqua ter sumpta seu bibita, ut ita dicam senectutem C annorum ita abiciunt et ea ita denu- dantur, ut sine hesitatione videantur esse in aetate XXX vel XL annorum et non amplius. Et sin semper singulis C annis reiuvenescunt et ex toto mutantur. 4. Porro finitis D annis mo- riuntur et, ut est consuetudo gentis illius, non sepelliuntur sed deferuntur ad praenominatam insulam et ad arbores illo stantes eriguntur, folia quorum foliorum gratissima et earum arborum fructus odore suavissimo. Caro illorum mortuorum non pallescit, non putrescit, non umescit, non cinerescit seu pulverescit, sed sicut vivens erat recens et colorata, sic permanebit usque ad Antichristi tempora illaesa, sicut quidam propheta prophetavit. 5. Temporibus vero Antichristi, ut ermo divinus impleatur, qui dictus est ad Adam: terra es et in terram reverteris, tunc quidem aperietur per se terra profundissime, nullo eam fodiente, et sic absorbebit eos terra. Et illis absorbtis claudetur terra, sict prius erat, et ita caro illorum sub terra fiet terra, et inde resurgent et venient ad iudicium iudicandi aut iudicaturi. 6. Est etiam versus septentrionem in ea parte, in qua mundus finitur, quidam noster lo- cus, qui dicitur caverna draconum. Longe lateque nimia difficultate et asperitate asperrimus atque difficilis, profundissima profunditate profundissimus est et multum cavernosus seu latebrosus. In quo quidem loco sunt infinita milia draconum terribilium, quos incolae illarm provinciarum circumstantium cum maxima diligencia custodiunt, ne aliqui Indorum incan- tatores vel aliunde venientes quemquam illorum draconum queant furari. 7. Solent namque prindipes Indorum in nuptiis et in aliis conviviis suis dracones habere et sine draconibus non putant plenum convivium habere. Et sicut pastores armentorum et iumentorum pullos equorum solenthumiliare et humanizare, docere atque domare, ac propriis nominibus eos vocare, frenum et sellam eis imponere et quocunque volunt equitare, sic et isti homines, qui habent custodiam et disciplinam draconum, praepositi draconum, suis incantacionibus et

460 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO veneficiis eosem dracones humiliant, humanizant, docent atque perdomant et propriis nominibus eos vocant, frenum et sellam eis imponunt et, quando et quocunque volunt, equi- tant. 7a. Isti populi draconum singulis annis magnificentiae nostrae solvunt pro tributo C homines, magistros draconum, et C dracones ita humanizatos, quod sunt inter homines velut oves, et cum hominibus, caput et caudam hinc et illinc deducendo, admirabiliter ludunt, sicut canes. Isti nempe homines cum draconibus sunt nostri cursores, quos, cum nostrae placet clemenciae, cum ipsis draconibus per aera volantes mittimus per universa climata mundi, scire volentes unique universa nova. 31. Inter cetera, quae mirabiliter in terra ntra contingunt, es harenosum mare sine aqua. Harena enim movetur et tumescit in undas ad similitudinem omnis mariset nunquam est tranquillum. Hoc mare neque navigio neque alio modo transiri potest, et ideo cuiusmodi terra ultra sit sciri non potest. Et quamvis omnino careat aqua, inveniuntur tamen iuxta ripam a nostra parte diversa genera piscium ad comedendum gratissima et sapidissima, alibi nunquam visa. 32. Tribus dietis longe ab hoc mari sunt montes quidam, ex quibus descendit fluvius lapidum eodem modo sine aqua, et fluit per terram nostram usque ad mare hareno- sum. 33. Tribus diebus in septimana fluit et labuntur parvi et magni lapides et trahunt secum ligna usque ad mare harenosum, et postquam mare intraverit fluvius, lapides et ligna evanescunt nec ultra apparent. Nec quamdiu fluit, aliquis eum transire potest. Aliis quatuor diebus patet transitus. {C} 34. Est etiam inter mare harenosum et inter praedictos montes in planicie lapis ad- mirandae virtutis, vim in se habens fere incredibilis medicinae. Curat enim tantum christia- nos vel id fieri cupientes, a quacumque detineantur infirmitare, hoc modo. 35. Est lapis quidam cavus ad modum conchae aeneae, in quo semper est aqua in altitudine quatuor digitorum, et custoditur semper a duobus senibus, reverendae sanctitatis viris. 36. Illi primo interrogant venientes, si Christiani sint vel fieri velint, deinde, si sanitatem toto corde desi- derent. Quod quum fuerint professi, vestibus propriis exuti, intrant concham. Et si vera professi sunt, aqua incipit crescere et adeo crescit, quod cooperit ita eum totum, quod super caput eius ascendit. Idque tercio facit. 37. Deinde paulatim decrescit et redit ad cottidianam mensuram. Et sic qui intraverat ascendit de aqua sanus factus a lepra vel a quacumque deti- nebatur infirmitate. 38. Iuxta desertum inter montes inhabitabiles sub terra fluit rivulus quidam, ad quem non patet aditus nisi ex fortuito casu. Aperitur enim aliquando terra et si quis inde transit tunc potest intrare et sub velocitate exire, ne forte terra claudatur. Et quicquit de harena rapit, lapides preciosi sunt gemmae preciosae, quia haren et sabulum nichil sunt nisi lapides preciosi et gemmae preciosae. 39. Et rivulus iste fluit in aliud flumen amplioris magnitudi- nis, in quod homines terrae nostrae intrant et maximam habundantiam preciosorum lapidum inde trahunt; nec audent illos vendere, nisi prius excellentiae nostrae ipsos demonstrent. Et si eos in thesauro nostro vel ad usum potentiae nostrae retinere volumus data medietate precii accipimus; sin autem, libere eos vendere possunt. 40. Nutriuntur autem in terra illa pueri in aqua, ita ut propter inveniendos lapides aliquando tribus vel quatuor mensibus sub aqua tantum vivant. 41. Ultra fluvium vero lapidum sunt x tribus Iudaeorum, qui quamvis fingant sibi reges, servi tamen nostri sunt et tributarii excellentiae nostrae.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 461

42. In alia quadam provincia iuxta torridam zonam sunt vermes, qui lingua nostra dicun- tur salamandrae. Isti vermes non possunt vivere nisi in igne, et faciunt pelliculam quandam circa se, sicut alii vermes, qui faciunt sericum. 43. Haec pellicula a dominabus palatii nostri studiose operatur, et inde habemus vestes et pannos ad omnem usum excellentiae nostrae. Isti panni non nisi i igne fortiter accenso lavantur. 44. In auro et argento et lapidibus preciosis, elephantibus, dromedariis, camelis et cani- bus habundat serenitas nostra. 45. Omnes extraneos hospites et peregrinos recipit mansue- tudo nostra. Nullus pauper est inter nos. 46. Fur nec praedo invenitur apud nos, nec adulator habet ibi locum neque avaricia. Nulla divisio est apud nos. Homines nostri habundant in omnibus diviciis. Equos paucos habemus et viles. Neminem nobis habere credimus parem in diviciis nec in numero gentium. 47. Quando procedimus ad bella contra inimicos nostros, XIII cruces magnas et praecel- sas, factas ex auro et lapidius pretiosis, in singulis palustris loco vexillorum ante faciem nostram portari facimus, et unamquamque ipsarum secuntur X milia militum et C milia peditum armatorum, exeptis aliis, qui sarcinis et curribus et inducendis victualibus exercitus deputati sunt. 48. Cum vero simpliciter equitamus, ante maiestatem nostram praecedit lig- nea crux, nulla pictura neque auro aut geminis ornata, ut semper simus memores passionis domini nostri Iesu Christi, et vas unum aureum, plenum terra, ut cognoscamus, quia caro nostra in propriam redigetur originem i. terram. 49. Et aliut vas argenteum, plenum auro, portatur ante nos, ut omnes intelligant nos dominum esse dominantium. 50. Omnibus divi- ciis, quae sunt in mundo, superhabundant et praecellit magnificentia nostra. 51. Inter nos nullus mentiur, nec aliquis potest mentiri. Et si quis ibi mentiri coeperit, statim moritur i. quasi mortuus inter nos reputatur, nec eius mentio fit apud nos i. nec hono- rem ulterius apud nos consequitur. 52. Omnes sequimur veritatem et diligimus nos invicem. Adulter non est inter nos. Nullum vicium apud nos regnat. 53. Singulis annis visitamus corpus sancti Danielis prophetae cum exercitu magno in Babilone deserta, et omnes armati sunt propter tyros et alios serpentes, qui vocantur terren- tes. 54. Apud nos capiuntur pisces, quorum sanguine tinguitur purpura. 55. Municiones habemus multas, gentes fortissimas et diversiformes. Dominamur Amazonibus et etiam Pragmanis. {D} k. Amazones sunt mulieres, quae habent reginam per se, habitacio quarum est una insula, quae extenditur in omni parte usque ad mille miliaria, et circumcingitur undique quodam flumine, quod non habet principium neque finem, sicut anulus sine gemma. Latitu- do huius fluminis est M quingentorum LXV stadiorum. L. In isto namque flumine sunt pisces dulcissimi ad comedendum et aptissimi ad capiendum. Sunt et alii pisces ibidem, formati ut magi dextrarii, habentes quatuor pedes optime dispositos, collum longum decen- ter, caput breve, aures acutas et caudas iacentes maxime convenienter. M. Isti siquidem naturaliter sunt ita humani, velud ab hominibus essent nutriti, et in cursu ita veloces sicuti venti marini, qui ultro se ad capiendum in litore oferunt, bini et bini i. masculus et femella. Quos quando volunt Amazones equitant tota die, et in nocte sinunt eos in aquam redire. n. Non enim pisces sine aqua possunt vivere ultra diem. Sunt et alii formati ut pulcherrimi pallafredi vel muli et pingues ut rombi, quos per totam diem similiter equitant, in sero dimittunt eos in aquam ire. Alii sunt ut boves et asini formati, quibus arant, seminant, ligna, lapides et quaecunque volunt trahunt tota die, et in nocte sunt in aqua usque ad alium diem.

462 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

O. Sunt et alii formati ut parvi et magni canes, et ita veloces sunt in cursu et in venacione docti, quod nulla bestia potest ante eos fugere vel latere, quin statim capiatur. Alii sunt ut pulcherrimi accipitres vel austures, falcones hrodiones formati, et sunt ita pulcherrimi, ac si decies vel vicies essent mutati, ac ita sunt fortes et veloces in volatu, quod nulla siquidem avis potest fugere ab eis, ut non statim capiatur. P. Mariti praedictarum mulierum non morantur cum eis nec audent ad eas venire nisi statim vellent mori, sed habitant in ripa praedicti fluminis ultra. Statutum est enim, quod quicunque vir intraverit praedictam insu- lam, ipso die morietur. Istae namque vadunt ad eos et stant cum eis per septimanam vel per XV dies vel plures et postea dimittunt eas ad alias redire. Q. Quando nascuntur pueri, nu- triunt eos usque ad VII annos et postea reddunt eos patribus. Quando vero nascuntur pue- llae, retinent eas secum. Istae Amazones sunt doctissimae in bello et maxime in arcu, contis et venabulis. R. Habent arma argentea, quia non habent aliud aes sive metallum nisi argen- tum, unde faciunt vomeres, ligones, securim et alia instrumenta. Habent etiam terrenos equos fortissimos et velocissimos, super quos pugnant, et cum pugnant in ipsa pugna […], ut ante et retro et ex omni parte vulnerent et perimant inimicos. Velocius siquidem se vol- vunt super equos quam volvatur ipsa rota figuli, quum est in maximo motu rotandi. Currunt nempe propriis pedibus ita ut, si simul cum sagitta emissa fuerit de arcu incipiunt ire, ante- quam cadat in terram, velocissimo cursu eam manu recipiant. s. Quando altitudini nostrae placet ex hiis exercitum colligere, super inimicos nostros ducimus decies centena milia vel plures, si volumus. Mariti vero earum secuntur eas, non ut pugnent sed ut adorent eas, cum redeunt de pugna cum victoria. t. Bragmani infiniti sunt et simplices homines, puram vitam ducentes. Nolunt plus habe- re quam racio naturae exigit. Omnia compiaciuntur et sustinent. Illud dicunt esse super- fluum quod non est necessarium. Sancti sunt in carne viventes. U. Quorum sanctitate et iusticia universa fere christianitas ubique sustentatur, ut credimus, et ne a dyabolo supere- tur, oracionibus eorum defenditur. Isti serviunt maiestati nostrae solummodo oracionibus suis nec nos aliud ab eis habere volumus. 56. Palatium vero quod inhabitat sublimitas nostra, ad instar et similitudinem palacii, quod apostolus Thomas ordinavit Gundoforo, regi Indorum, in officinis et reliqua structura per omnia simile est illi. 57. Laquearia, tigna quoque e epistilia sunt de lignis cethim. Coo- pertura eiusdem palacii est de ebeno, ne aliquo casu possit comburi. In extremitatibus vero super culmen palacii sunt duo poma aurea, et in unoquoque sunt duo carbunculi, ut aurum splendeat in die et carbunculi luceant in nocte. 58. Maiores palacii portae sunt de sardonico immixto cornu cerastis,ne aliquis latenter possit intrare cum veneno, ceterae ex ebeno, fenestrae de cristallo. 59. Mensae, ubi curia nostra comedit, aliae ex auro aliae ex ametisto, columpnae, quae sustinent mensas, ex ebore. 60. Ante palacium nostrum est platea quae- dam, in qua solet iusticia nostra spectare triumphos in duello. Pavimentum est de onichino et parietes intexti onichino, ut ex virtute lapidis animus crescat pugnantibus. 61. In praedicto palacio nostro non accenditur lumen in nocte nisi quod nutritur balsa- mo. 62. Camera, in qua requiescit sublimitas nostra, mirabili opere auro et omni genere lapidum est ornata. Si vero alicubi propter ornatum sit onichinus, circa ipsum eiusdem quantitatis quatuor sunt corneole, ut ex virtute earum iniquitas onichini temperetur. 63. Balsamum semper in eadem camera ardet. Lectus noster est de saphiro propter virtutem castitatis. 64. Mulieres speciosissimas habemus, sed non accedunt ad nos nisi causa procre-

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 463 andorum filiorum I in anno, et sic a nobis sanctificatae, ut Bersabee a David, redit unaquaeque ad locum suum. 65. Semel in die comedit curia nostra. In mensa nostra comedunt omni die XXX milia hominum praeter ingredientes et exeuntes. Et hi omnes accipiunt expensas singulis diebus de camera nostra tam in equis quam in aliis expensis. 66. Haec mensa est de pretioso sma- ragdo, quam sustinent duae columpnae de ametisto. Huius lapidis virtus neminem sedentem ad mensa permittit inebriari. 67. Ante fores palatii nostri iuxta locum, ubi pugnantes in duello agonizant, est specu- lum praecelsae magnitudinis, ad quod per CXXV gradus ascenditur. 68. Gradus vero sunt de cristallo lapide et sardonico. Superior vero tercia pars de ametisto, ambra, iaspide et panthera. 69. Speculum vero una sola columpna innitur. Super ipsam vero basis iacens, super basim columpnae duae, super quas item alia basis et super ipsam quatuor columpnae, super quas item alia basis et super ipsam VIII columpnae, super quas item alia basis et super ipsam columpnae XVI, super quas item alia basis, super quam columpnae XXXII, super quas item alia basis et super ipsam columpnae LXIIII, super quas item alia basis et super ipsam columpnae XXXII. Et sic descendendo diminuuntur columpnae, sicut ascen- dendo creverunt, usque ad unam. 70. Columpnae autem et bases eiusdem generis lapidum sunt, cuius et gradus, per quos ascenditur ad eas. 71. In summitate vero supremae colump- nae et speculum, tali arte cosecratum, quod omnes machinationes et omnia, quae pro nobis et contra nos in adiacentibus et subiectis nobis provinciis fiunt, a contuentibus liquidissime videri possunt et cognosci. 72. Custoditur autem a XII milibus armatorum tamin die quam in nocte, ne forte aliquo casu frangi possit aut deici. 73. Singulis mensibus serviunt nobis reges VII, unusquisque illorum in ordine suo, duces LXII, comites CCCLXV in mensa nostra, exceptis illis, qui diversis officiis deputati sunt in curia nostra. 74. In mensa nostra comedunt omni die iuxta latus nostrum in dextra parte archiepiscopi XII, in sinistra parte episcopi XX, praeter patriarcham sancti Thomae et protopapaten Sarmagantinum et archiprotopapaten de Susis, ubi thronus et solium gloriae nostrae residet et palacium imperiale. Quorum unusquisque singulis mensibus redeunt ad domum propriam per vices suas. Ceteri a latere nostro nunquam discedunt. 75. Abbates vero secundum numerum dierunt ani serviunt nobis in capella nostra et singulis mensibus redeunt ad propria, et alii totidem singulis kalendis ad idem officium capellae revertuntur. {B} 76. Habemus aliud palatium non maioris longitudinis sed maioris altitudinis et pul- critudinis, quod factum est per revelationem, quae, antequam nasceremur, apparuit patri nostro, qui ob sanctitatem et iusticiam, quae mirabiliter vigebant in eo, vocabatur Qua- sideus. 77. Dictum namque est ei in somnis: “Fac palatium filio tuo, qui nasciturus est tibi, qui erit rex regum terrenorumet dominus dominantium universae terrae. 78. Et habebit illud palatium a Deo sibi talem gratiam collatam: quod ibi nullus unquam esuriet, nullus infirm- abitur, nullus etiam intus existens poterit mori in illa die, qua intraverit. Et si validissimam famem quis habuerit et infirmetur ad mortem, si intraverit palatium et steterit ibi per ali- quam moram, ita exiet satur, ac si de centum ferculis comedisset, et ita sanus, quasi nullam infirmitatem in vita sua passus fuisset”. {C}. 79. Nascetur etiam in eo fons quidam super omnia sapidissimus et odoriferus, qui nunquam exibit de palacio, sed de uno angulo, quo nascetur, fluet per palacium ad alium angulum ex adverso, et ibi recipiet eum terra, et sub terra revertetur ad ortum suum, que-

464 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO madmodum sol de occidente revertitur sub terra ad orientem. 80. Sapiet enim in ore cuiusque gustantis quicquid optabit comedere et bibere. Tanto siquidem odore replebit palacium, ac si omnia genera pigmentorum, aromatum et unguentorum ibi pilarentur et commoverentur et mulo his plus omnibus. 81. De quo quidem fonte si quis per triennium et trimensium et tres septimanas et per tres dies et per tres horas omni die ter ieiunus gus- taverit et in tribus horis ita gustaverit, quod nec ante ipsam horam et post horam, sed in spacio, quod est infra principium et finem uniuscuiusque istarum trium horarum, ter ieiunus gustaverit, ante siquidem trecentos annos et tres menses et tres septimanas et tres dies et tres horas non morietur, et erit semper in aetate extremae iuventutis. 82. Porro quicumque tamdiu vixerit, in ultima die praedictorum temporum convocabit parentes et amicos suos et dicet eis: “Amici mei et proximi mei, ece iam cito moriar. Rogo vos, ut claudatis super me sepulchrum, et orate pro me” 83. Hoc nempe dicto ilico intrabit sepulchrum et, valedicens eis, deponet se, quasi velit dormire et ut impleatur prophetia “finita iam hora reddet animam creatori suo”. 84. Videntes autem hoc omnes more solito plangent super corpus dilectiet clauso sepulchro commendant eum domino et recedunt. {B} 85. Mane facto Quasideus, pater meus, perterritus de tanta visione, surrexit et, {C} cum cogitaret et multum esset sollicitus, audivit altisonam vocem, quam et omnes, qui secum aderant, audierunt dicentem: 86. “O Quasideus, fac quod praeceptum est tibi, noli aliquo modo hesitare, quia omnia erunt, sicut tibi praedicta sunt”. 87. Ad istam nempe vocem admodum confortatus est pater meus et statim. {B} praecepit palatium fieri, in cuius compositione non sunt nisi lapides preciosi et au- rum optimum liquatum pro cemento. 88. Caelum eiusdem i. tectum, est de lucidissimis saphiris, et clarissimi topazii passim sunt interpositi, ut saphiri ad similitudinem purissimi caeli et topacii in modum stellarum palatium illuminent. 89. Pavimentum vero est de mag- nis tabulis cristallinis. Camera nec alia divisio est infra palatium. Quinquaginta columnae de auro purissimo ad modum acus formatae intra palatium iuxta parietes sunt dispositae. 90. In unoquoque angulo est una, reliquae infra ipsas locatae sunt. Longitudo unius cuius- que columpnae est LX cubitorum, grossitudo est, quantum duo homines suis ulnis circum- cingere possunt, et unaquaque in suo cacumine habet unum carbunculum adeo magnum, ut est magna amphora, quibus illuminatur palatium ut mundus illuminatur a sole. {C}. 91. Sed si quaeris, {B} quare columpnae sint ut acus acutae? Hac videlicet de causa, quia, si ita essent grossae superius ut inferius, pavimentum et totum palatium non ita illuminaretur splendore carbunculorum. 92. Tanta est namque claritas ibi, ut nichil tam exiguum, tam subtile possit excogitari, si in pavimento esset, quin posset ab aliquo intueri. 93. Nulla fenestra nec ali- quod foramen est ibi, ne claritas carbunculorum et aliorum lapidum claritate serenissimi caeli et solis aliquo modo possit obnubilari. {C} 94. Porta est una in eo de purissimo et lucidissimo cristallo, circumcincta de auro fulvissimo, posita ad orientem, altitudo cuius est centum XXX cubitorum, quae quando sublimitas nostra venit ad palatium, per se aperitur et clauditur, nullo eam tangente. Sed quando alii intrant, ostiarii eam claudunt et aperiunt. 95. Omni siquidem die intramus pala- cium istud ad bibendum de fonte, quando sumus in civitate illa, in qua est palacium, quae dicitur Briebric. Quando vero equitamus, facimus de fonte illo, quocumque imus, nobiscum portari, et omni die ter ieiuni gustamus, sicut in paterna visione praeceptum est.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 465

{B} 96. In die nativitatis nostrae et cotiens coronamur, intramus palatium istud et tam- diu sumus intus, donec potuissemus ibi comedisse, et inde eximus saturi, ac si omni genere ciborum essemus repleti. {C} 97. Si iterum quaeris, cum creator omnium fecerit nos praepotentissimum et glorio- sissimum super omnes mortales, quare sublimitas nostra digniori quam presbiteratus nomine nuncupari se non permit- tat, non debet prudentia tua admirari. 98. Plures enim in curia nostra ministeriales habe- mus,qui digniori nomine et officio, quantum ad ecclesiasticam dignitatem spectat, e etiam maiori quam nos in divinis officiis praediti sunt. Dapifer enim noster primas est et rex, pincerna noster archiepiscopus et rex, camerarius noster episcopus et rex, marescalcus noster rex et archimandrita, princeps cocorum rex et abbas. Et icirco altitudo nostra non est passa se nominari eisdem nominibus aut ipsis ordinibus insigniri, quibus curia nostra plena esse videtur, et ideo minori nomine et inferiori gradu propter humilitatem magis elegit nuncupari. {C} 99. De gloria et potentia nostra non possumus ad praesens satis tibi dicere. Sed cum veneris ad nos, dices, quia vere sumus dominus dominantium universae terrae. Hoc tanti- llum interim scias, quod extenditur terra nostra in partem unam fere ad quatuor menses in amplitudine, in altera vero parte nemo potest scire quantum protendatur dominium nostrum. 100. Si potes dinumerare stellas caeli et harenam maris, dinumera et dominium nostrum et potestatem nostram.

Texto I.5.: Versión antiguo-francesa de la Carta del Preste Juan71

Priestres Jehans, par la grasse de Dieu rois entre les crestijens, mande salut et amistiés a Fedri, l’empereour de Roume. Nous faisons savoir a la vostre amour que il nous a estét plusieurs fiés racontet et dit que vous desirés moult asavoir de nos gens, de nostre couvigne et de nostre tierreet de nos coses. Et pour chou que nous avons oït dire que Grieu ne s’acodent pas a chou que il aeu- rent le Pere que nous aourons en tierre, nous volons bien que vous sachiés que nous aorons le Pere et le Fill et le Saint Esperit ki sont trois personnes et uns Dieus seulement, et issi le creons nous chiertainnement. Pour laquel cose nos vos mandons que vous la creanche et la maniere de vostre gent et de vostre tierre nous faites asavoir par vos leitres, et nous vous faissons asavoir la nostre maniere et la notre loi. Et s’il vous plest aucune cose que nous pisons trouver en nostre tierre ne avoir que vous n’aijés mie, faites le nous asavoir, et nous le vos envoiereons vo-

71 Reproduzco, asimismo, la versión antiguo-francesa de la misiva dada la importancia que esta tendrá, junto a las versiones latinas, en la literatura posterior sobre la leyenda. El texto se corresponde con el ms. M editado por M. Gosman (ed.), La Lettre du Prêtre Jean…, op. cit., pp. 291-433. La traducción de este mismo manuscrito con algunas enmiendas de otras versiones puede consultarse en J. Martín Lalanda, La carta del Preste Juan, op. cit., pp. 127-142.

466 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO lentiers et de buen cuer. Et s’il vos plaisoit a venir en nostre tierre, bien soijés vous venus. Et nos vous ferons senescal de nostre court. Et sachiés pour voir que nous avons la plus haute couroune et la plus riche terre ki soit en tout le monde. Si com d’or et d’argent et de boines pierres precieuses et de fors fermetés, de fors castiaus, de fors chités. Et sachiés bien que .lxij. roi sont desous nostre poëstét et desous nostre couroune ki tout sont boin Crestijen [l. 25] en la loi Jhesu-Crist Nostre Pere establi. Et si avons autres rois ki ne sont pas crestijen, mais il sont bien a nostre couman- dement. Li povre ki sont en nostre terre, soient estranghe soient frarin, nous les soustenons de nos aumousnes pour l’amour de Dieu si qu’il ont assés pour leur vivre. Et sachiés veraiement que nous avons voé a vissiter et a rescourre le sepucre Nostre Si- gnour ki est en Jherusalem au plus tost que nous porons, et toute la Tiere de Promission, se Dieu plest, ou Dieux rechut mort et passion pour nous gieter des painnes d’enfier. Et sa- chiés que nous irons couronneement a grant ost et a grant compagnie de barons pour aourer la sainte vraie crois Jhesu-Crist. Et sachiés veraiement que nous essaucherons la sainte loi de Dieu et des Crestijens et destruirons la loi des anemis Jhesu-Crist. Et si vous faissons asavoir qu’en nostre partie sont .iij. Indes: Ynde Menour, Ynde Moi- jenne, Ynde Majour u li cors mon signour saint Thumas repose, et en cel la soumes nous demorant, et si est devisee des autres Indes par deviers Oriant. Apries trueve on Babilone le Desierte de la tour ki est apielee la tour Babiel. Et l’autre partie d’Inde siet au lés par de- viers Septentrion; plentineuse est de pain et de char et de vin et [de] toutes viandes c’on puet deviser pour cors d’oume a aissier et si est nostre lighe. Et si vous faissons asavoir qu’en la nostre tierre naissent li olifant et autres manieres de biestes que vous n’avés mie, ki sont apielees: niorictore[l. 50], madarche, thodomaire, dro- madaire, camel blanc, leu blanc qui prendent les chiers et les bises sauvages. Et lions de .iij. manieres: noir, rous, gouté de taches divierses et si sont ausi grant com bugle. Et si avons bugles sauvages d’autres coulours et moult d’autres biestes que vous n’avés mie si com dit nous est. Si avons oisiaus ki ont a non grif ki son de si grant viertu qu’il portent bien .i. buef tout vif a leur feons, et ces maniers de biestes n’issent pas des desiers por qu’eles i truissent a mangier. Et si avons autres oissiaus c’on apiele alerions. Icil a signourie sour tous les oissiaus dou monde; s’est sa coulours samblans a feu, s’a eles trenchans com rasours, et petit est plus grans d’un aigle. Ne en tout le monde n’en a que une paire. Si avons apries coument il naissent. Dont nous vous faisons asavoir que quant li paire a vescut .xl. ans, lors fot deus oés et si les ceuvent par l’espasse de .xl. jours, et quant li .xl. jor sont passé, s’encloent et font .ij. poucins. Quant li peres li mere les voient, si s’en tornent fuiant au plus tost il pueent voler. Et li autre oissiel de la contree s’acompagnent avoec aus dusqu’a la mer. Lors se plongent ens et si se noient, et li autre oissiel s’en retournent a leur aire et as poucins; si les gardent et nourrissent par quarante jours. Adont sont li poucin dru, si s’en volent, et li autre oissiel se departent et ensi se departent li alerion. Si vous faissons asavoir que nous avons une autre maniere de biestes ki ont a non tygres, et si sont menours d’olifans, et si de- veurent moult d’autres [l. 75] biestes.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 467

Si vous faissons asavoir qu’en l’une partie d’Inde Desierte avons nous houmes cornus, et autres gens ki n’ont c’un oel, et gens ki ont jeux et devant et deriere. Et si ont a non cele gent: Sanitturi et Senofali, Tygrolopes. En l’autre partie dou desiert avons nous houmes ki vivent de char crue, ausi d’omne coume de biestes. Et saciés k’il ne doutent a morir, et quant uns des leur muert, soit parens soit amis, il le menguent et dient que c’est la mioudre chars qui soit. Et li non de cele gent sont: Got et Magot et Anich, Acherives, Pharpho, Tenepi, Gaugamate, Agrimondi. Toutes ces generations et moult d’autres enclost Alixandres, li enfes grans rois de Ma- chidone, entre les .ij. grans mons de Gos et de Magos es parties d’Aquiloine ou nous avons .lxij. castiaus ou nous tenons grans garnissons avoec .i. roi ki est pour nous contre ces gens en une chité ki est apielee Orionde. Et ces generations ne sont mie des fius Ysraël, mais il sont de Gos et de Magos, et quant nous les volons maitre en batailles, nous les i metons bien. Et quant nous nos volons venghier de nos anemis, il les menguent tous que nus n’en I remaint, et quant ils les ont devourés, si les remetons ariere en leur contrees ou nous les avons pris. Car se nous les laisiens entre nous, il devorroient nos gent et nos biestes, pour voir le sachiés. Et ces piesmes generations [l. 100] n’isteront devant el tans que li siecles devera finer el tans Antecrist et lors s’espanderont par toutes tierres. Et saciés que nus n’en poroit tenir conte ne c’on feroit de la graviele de la mer ne les gens de toutes tieres ne les poroient contrester. Et ce sont les generations dont li prophetes prohetissa: ‘Par leur ab- bominations ne venront il ja au Jour del Juïse au (jour du) jugement. Car Nostre Sire leur envoiera le fu ardent dou ciel ki tous les ardera. En tel maniere seront degasté, car, pour voir, nés le cendre n’i demoerra a venter’. Apries nous vous dissons qu’en une partie dou desiert encontre la mer arenouse a une maniere de gent ki ont les piés reons aller coume kamel, et la reondecce des piés a .iij. cou- tes d’entour et si sont dou tout a nostre coumandement. Nequedent il ne sont mie gent d’armes, mais il sont boin laboureur de tierres. Et nule gent ne pueent entrer en leur tierres fors nous ki gardons les entrees et les issues, et por çou en avons-nous treü cescun an, quant nous ne leur faissons guerre. Et de l’autre partie dou desiert est une tierre que on apiele Femmenie, en laquele nus home ne puet vivre que .i. seul an. Et cele tierre est moult grans, car ele dure .l. journees de lonc et autretant de lét. Et en cele tiere a .iij. roines sans les autres dames ki tienent leur viles et leur castiaus. Dont nos vous faissons asavoirque quant ces dames voelent [l. 125] cevaucier sour leur anemis, eles mainnent bien .c. mile dames de pris a ceval et a armes sans celes ki vont entour le harnois et le viande. Apries nous vous faissons asavoir que nostre tiere est avirounee d’un flun c’on apiele Fyson ki vient de Paradis et tant est grans c’on ne le passe s’a nef non. Et outre cel flun est une iere Pinçonie, et en cele tiere habitent gent ki sont Auki grant com enfant de .vi. ans ou de .vij. et ont chevaus si petis coume moutons et sont crestijen. Et nus ne leur fait guerre ne mal fors une maniere d’oissiaus ki vienent cescun an sour aus quant il doivent messouner ou vendengier. Adont vient li rois contre ces oissiaus en batalle, et li oissiel ne s’en voelent aller devant qu’il en aient fait grant mortalité de celle generation. Et ceste pestillense leur douna Nostre Sires pour les pechiés que leur ancisseur fisent. Apries nous vous faissons asavoir que la, pries de nous, a Sarrasins ki sont de la çaintu- re en amont houme, et par desous chevaus, et portent ars et mainnent es desiers. Et pries de

468 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO leur marche sont homme sauvaghe et n’issent onques des desiers, car il ne plest a Dieu. Ains gisent sour les arbres pour les sierpens, et cil houme sauvage guerroient les Saïtaires et li Saïtaire aus. Et si faissons garder en nostre court pour l’esgart des estranges gens. Et si avons une maniere de biestes [l. 150] ki ont a non unicornes ki ont une corne enmi le front de la longour d’unc brac. S’en i a de .iij. coulours: rouges, blances et noires, mais les blanches sont plus fors que les autres, car eles se combatent au lion, et li lions l’ocist par une maniere que jou vos dirai. Quar quant li bataille doit iestre, si va li lions selonc .i. arbre fort et grant, et quant l’unicorne le quide ferir, li lions guencist, et il fiert se corne en l’arbre si qu’il nel puet ravoir ne retraire, et li lions l’ocist, et li unicorne lui partout ou li arbre ne sont. Et si sont pries de nous gajant ki soloient avoir en l’anchijen tans .xl. coutes de haut; or n’en ont que .xv., mais il ne pueent issir des desiers s’il n’en is sent par nous, et sont a no voloir toutes les fois qu’il nous plaist. Si avons encore une autre maniere d’oissiaus ki ont a non fenix, et saciés qu’il est trop plus biaus qu’autres oissiaus ne le puet prendre fors que li faucons. Si avons biestes et oissiaus trop que vous n’avés mie si com dit nous est. Si vos faissons asavoir que l’une de nos Indes est si nette k’il n’i a ne viers ne sierpent, et keurt uns fluns parmi ki est apielés Ydoines; si se depart en .vij. ruissiaus ki keurent par les contrees d’Inde, et les gens de la contree i truevent plusieurs pierres precieuses si com- me esmeraudes, sa[l. 175]firs, jaspes, calidoine, cassidoines, carboucles, onicles, topasses, rubins, jacintes, grisolites, bericles, sardines, et moult d’autres pierres de grant bonté. Si sachiés veraiement: selonc nostre palais croist une hierbe c’on apiele parmanable; ki- conques porte la rachine sour soil, il puet kacier le diable et faire veoir et parler et dire quanqu’il vieut demander, et pour ce n’i ose li diables habiter. Si vos faissons asavoir que nous avons une tierre u croist li poivres et le kiout on ces- cun an, et toute la tierre, u li poivres est, est plainne de sierpens. Mais quant li poivres est meürs sour les arbres ki sont dru et espes et bien ramé et bien karchié, adont i maitent li païsant dou païs le fu, et li bois art, et li poivres ciet a tierre, et li sierpent s’esconsent ki s’en fuient devant le fu. Mais cil ki ardent le bois environ les ocient. En tel maniere sont deguastét li sierpent. Et quant li fus est estains, si portent fouques et rastiaus, et font grans monciaus de poivre; puis les ventielent au vent, et puis le quissent en oile pour oster le venin des serpens. Et cil bois si est entour .i. haut mont ki est apielés Olimpus, et de cel haut mont naist une fontainne ki samble, quant on le boit, destempremens de toutes les boines hierbes et de toutes les boines espisses dou monde. Et ki le boit, il ne sent [l. 200] enfermeté nule dedens .xxx. ans, s’il tant puet vivre. Et en ces fontainnes a pierres ki sont apielees nidionces, et li aigle les portent en leur nis pour comforter les ieux a leur pouchins, et par cele piere est renouvelee la lumiere dou monde et la vie. Et ki se poroit baignier en l’aigue de cele fontainne, il revenroit en l’aage de .xxx. ans, se il en avoit .c. ou .ij. cens, et cil ki en aroit .xxx., si parmanroit en cel meis- me aage tant coume il poroit vivre. Et en toutes les miervelles ki sont est une miervelle en nostre terre. Car il i a une mer de pourre sans aigue, et rent ses ondes aussi con autre mer, et n’est onques en repos si que nus ne la puet trespasser, et pour ce ne puet nus om savoir combien nostre tierre est

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 469 grans fors nous ki l’avons toute en escrit. Et si avons autre passage par ou nous poöns toute nostre tiere vissiter. Et entour cele er dalés le rive trueve on moult de medechynes ki sont boines a boire. Et dalés cele mer keurt uns fluns de pierres precieuses. Et keurt cis fluns toute le se- mainne et ciesse le samedi. Et quant il croist, il enporte avant soi grans pieres et petites courans a le manerre d’iaue courant et quantque il encontre, il enporte avant soi courant en la mer areneuse. Et les .ix. lignies d’Ysraël ne pueent trespasser cele mer ne cel flun. Et de l’autre part le mont ou cil fluns nest avons-nous .xl. castiaus de piere grans et fors plus que nul ki soient el monde et de l’un a l’autre n’a que le trait a .i. arbalestre. Et en les garnisson de ces castiaus tenons nous .iiij. mile chevaliers et .v. cens arbalestriers et .x. mil arciers et. Xxx. Siergans a ceval et a armes ki gardent les mons ke nes puissent trespasser la lignie d’Israël [l. 225]. Que s’il en pooient issir, tous li mons seroit degastés par aus, que por .i. seul castiel que nous avons et pour une forteraice, il en ont .x.. Et sachiés de verité que pour ces castiaus et pour les despens que nous i metons li grans rois d’Ysraël nous doune cecun an .c. soumiers cargiés d’or et d’argent et de pierres precieuses et tous les despends de ces castiaus, et le nous doune por çou que nous ne brissons le triuwe ki est entre nous et aus. Et saciés que li grans rois d’Ysraël a des poëstét .cc. rois ki tout tienent de lui, et tout obeissent a lui; et si a .ij. mile princes et .ccc. sous li. Par sa tierre keurent .ij. fluns de Para- dis, et li mont ou nos avons nos castiausont non Gos et Magos. Et pour çou sont il (sont il) issi apielét qu’il furent .ij. freres de la lignie d’Israël ki gardoient ces mons. Et nostre ancis- sour les gaaignierent de ces .ij. freres, et au piét de cele montagne ki est deviers Ysraël aller .i. autre roi en une chité ki est apielee Oriande pour çou qu’ele est viers Oriant. Et sachiés que tuit cil ki hui matin se leverent ne le prenderoient se n’estoit par traïsson. Et en cele chité maint li rois ki le garde pour nous et reçoit le treüt cescun an dou grant roi d’Ysraël. Et nos gens sont illuec et leur femmes et leur garnissons Gos et Magos. Et nostregen si vont se ürement par la tierre le grant roi d’Ysraël. Et li sien vienent bien dusqu’en nostre cité et vendent et acatent fors de nostre vile. Car nous ne volons ne ne devons k’il entrent en nos- tre cité n’en castiel que nous aions, mais il vienent bien au mandement des nostres fors de nostre chité. Et quant nous lor faissons guerre, nous le prendons bien tous a no velenté. S’ocions les viellars et les elefans retenons od nous pour nous siervir, [l. 250] et les escoul- lons tous. Car li houme et les femmes de cele tierre sont les plus caudes gens dou monde et toutes les plus orgilleuses. Et delés cel mont est uns desiers ou nus n’ose habiter pour la calour, et en cel desiert keurt uns fluns de pourre que nus hom ne puet trespasser. Ne mais quant li vens se fiert ens, et lors s’espart par la tierre et par l’air. Adont i puet on bien entrer, et bien se gart cil ki i entre qu’il en isse tost, que, se il ne se corroit de l’issir, il seroit tantost sourmontés de la pourre. Et cil qui en puet issir, toute la pourre que il enporte est tantost conviertie en pierres precieuses. Mais il ne les osent vendre devant (la) que nous les aions veües, et se elles nous plaissent, nous les avons devant tous pour le pris que elles valent. Et en cele tiere nourist on les enfans en l’iaue, et i demeurent. Apries nous avons une autre tierre ki est dalés le desiert ou nus n’ose habiter pour la ca- lour, et en cele tierre naissent vier ki ne pueent vivre fors k’en fu ardant, et sont apielét en nostre language salemandrac. Et si font une piel entour aus aussi coume li vier ki font le

470 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO soie, et de ces piaus faissons nous viestemens as grans dames de nostre tierre, et cil vieste- ment ne se pueent laver ne mais en fu ardant. Couneue chose soit a vous que nous avons tant de rikecce que nus ne puet iestre povres ki viout gaegnier en nostre tierre. Et trestous les pelerins ki vienent a mon signor saint Thumas et as autres sains de [l. 275] nostre tierre, faissons nous riches. Et saciés de voir que Dieux fait moult de miracles pour mon signour saint Thumas et plus que il ne fait pour nul autre saint de nostre tiere. Car il praiaice corporelment et se lieve au jour qu’il fu marti- rijés et fait predications as gens de la citét ou ses cors gist. Et sachiés qu’en nostre tierre n’a nul larron ne nul couvoiteus ne nus escars home, que Dieux ne le i soufferoit pas, anchois seroit destruis de piesme mort. Et si avons moult buens chevaus liquel portent bien un chevalier armé .iij. jours en tiers sans mengier et sans boire. Ne quidiés pas ue nus rois ki soit de Gos et Magos jusqu’en Occident ait tant de rikecce que nous avons. Si coume de boines chités et de buens castiaus. Et quant nous alons en bataille encontre nous anemis, nous faissons porter devant nous .xiiij. crois d’or en lieu de gonfanons et ensegnes longues et lees et aournees d’or et de pieres preciuses. Pour chou le faissons que nous aions mieux en ramenbranche la passion Jhesu-Crist. Et li autre roi et li autre conte qui vienent en nostre ost portent enseignes de pierces et de cen[l. 300]daus teles coume cascuns les doit porter endroit soi. Quant nous alons en bataille, devant nous vont .xxx. mile ki sont clerc et chevalier et .c. mil siergans sans les autres cevaliers ki vont avoec les karaites, avoec les viandes avoec les olifans. Et ceste gent sont de nostre propre court et de nostre proppre ostel. Et saciés que nos avons .xlij. rois sous nostre poëstét ki tout sont boin Crestijen sans les autres ki ne sont mie de nostre loi, mais il font bien nostre coumandement et nostre volenté. Et quant nos volons, nous les faissons bien tous venir en nostre besogne, ou .xx. ou .xxx. desques que nous mieux amons. Et quant nous alons en bataille, nous commandons nostre tierre as .ij. pa- triarrhes de mon signor saint Thumas ki le gardent. E quant nous cevauçons simplement par la tierre ki est nostre, nous faissons devant nous porter une crois ki est de fust ne n’est aornee d’or ne de pierre precieuses pour avoir boine remanbrance de Jhesu-Crist. Et en cascune chité de nostre empire a .ij. crois a l’entree et desus la crois n’a point d’arc volu, pour çou que cil ki vont par desous l’enclinent, que nous l’avons en tele ramenbrance que nous ne volons que nule riens soit par desus ki ne soit beneoite ou sacree. Et quant nous entrons en la chité, nous faissons porter devant nous .i. vassiel plain de tiere, pour chou que nous aions tous jours en ramenbrance que de tiere soumes et en tierre revenrons. Et par çou nous est demoustré que nous soijens humle. Et faissons encore porter devant nous .i. autre vassiel d’argent ki est plains d’or pour chou que cil ki le voient sacent nostre signourie et que je sui li plus grans rois de Gos et de Magos dusqu’en Occident. Et sachiés que nus n’ose mentir en la chité mon signour saint Thumas [ls. 325] ki tantost ne muire de male mort. Ne devant nous n’ose nus mentir, que s’il i mentoit et nous le seuis- siens, nous le tiesmongnerions a faus et a desloial. Ne jamais n’aroit hounour entre nous. Car li uns doit hounorer l’autre. Ensi le coumande Nostre Sires. N’aoutire de pechiét de luxure n’ose nus faire entour nou de nulle part, car celui ki est pris en aoutire, nous l’ardons

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 471 sans demourance. Et pour çou establi Dieux mariage que cascuns eüist sa feme en tel ma- niere qu’il ne pechast en l’autre. Apries nous vous faissons asavoir que nous vissitons cecun an le cors mon signeur saint Danijel le beneoit prophete. Et si menons avoec nous .x. mil chevaliers et .ij. mil ablestriers simples et c.] castiaus fais sour olifans. En tel maniere que .iiij. olifant portent .i. castiel. Et sachiés que nous alons en tel maniere guerroiier pour çou que nous nos puisiens desfendre des sierpens et des lions et des dragons ki ont .vij. tiestes sor .i. cors et des autres males biestes ki sont es desiers de Babilone. Que il nous convient aller .xv. jours par le desiert avant ke nous truissons Babilone la Deserte. Mais nous trouvons moult de venissons si coume ciers et pors rouges en maniere de sanc et unicornes ki sont d’autre coulour et d’autres manieres de biestes et d’oisiaus ki sont boin a menghier. Et si a .i. oissiel ki a non feniçon ki sont millour a mangier que autre char. Et de Babilone dusqu’en la fin des desiers a .lx. lieues [l. 350] en .i. tenant, que nous le savons bien par nostre gent ki la vont de .vij. ans en .vij. ans, et pour çou i envoions nous nos houmes. Et bien saciés que l’ost ki va par le desiert n’a mestier de char ne de poisson, et es desiers sont les mellours fontainnes et li millour flun ki soient el monde. Et outre les desiers sont li Grieu desqueus nous recevons le treü de .vij. ans en .vij. ans par nos houmes. Et saciés que se li gajant avoient sens de batillier, il se poroient bien combatre a tout le monde, mais Nostre Sires leur a dounét tel don qu’il ne s’entremaitent fors de labourer. Pour çou que leur ancissour vorrent abatre le el pour le tour que fonda Babiel qui estoit leur sires. Mais nous en avons plusiours en nostre chartre et en nostre court, et sont bien liié a boines kaines de fier, et les gens les vienent regarder aussi coume biestes sauvages. En nostre tierre prent on .i. poisson rouge coume sanc dont on taint le pourpre. Et saciés que notre palais et fais a la maniere dou palais au roi Godefrou d’Inde douquel me sire saint Thumas beneï les tres et les cheverons, et les ordena. Et sont d’un bosc que on claimme occinon, et la couverture de liban ki ne puet ardoir. Et sour le palais a .ij. escar- boncles et .ij. pumiaus d’or pour çou que li ors resplendist de jour et les escarboucles de nuit. Et les plus grans portes de nostre palais sont de cenistres meslees avoecques sardines, et les portes ont tel viertut que nus ne puet metre dedens mauvais viers. Et les autres portes sont de liban et li fenestrages est de cristal. Et les tables sour quoi nous mengons, les unes sont de ramon ouvrees a or et les autres d’amatistes, et li piler ki les soustienent sont d’ivore. Et devant nostre [l. 375] palés a une place ou nous soumes quant nous volons veïr les jovenciaus jouer et batillier. Cist nostre palais est fes d’une piere ki est apielee onichinon et de tel piere sont tout li piler ki sont en cele place pour çou que li joven (en)ciel aient les cuers plus seürs et plus hardis. Et la cambre ou nous gisons est aournee d’or et de pieres precieuses, et une lampe art en nostre cambre de nuit plainne de bausme. [Et en .i. autre palais] ou nos tenons notre court as fiestes anueus en art une autre ki rent moult boine oudour. Et li lis ou nos gisons et plains de safirs pour çou ke nous aions la viert de casteé. Et nepourquant si avons nous bieles femmes, mais nous ne gisons a eles que .iij. mois en l’an en esperance d’engenrer. Et .xxx. mil homme manguent cescun jour en nostre court sans les trespassans, et trestout prendent leur despens en nostre court cescun jour.

472 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

Et la mestre table sour laquele nous mengons est d’esmeraudes et siet sour trois pilers d’amatistes, et la viertus de cele piere est teus que nus ne puet i estre yvres en mengant. Et si avons devant nostre palais ordenét un mireoir d’argent cler ki moult est biaus, et [le] voient bien les gens de nuit et de jours de .vij. jornees loins de la chité. Et i convient monter par .c. et .lxvij. degrés. Et l’une partie des degrés est faite a pierres precieuses. Et la seconde partie est de crestal, de jaspes, de sardines, et l’autre tierce partie de pourfires, de sierpentines et de labastres. Et sus ces degrés tot amont [l. 400] est uns fors pilers et haus. Et sour cel piler est une fors coulombe, et sour cele coulombe siet uns fors capitiaus. Et sour le capitiel sieent .xxxij. coulombes et sour ces coulombes sieent .iij. capiiel. Et sour ces capitiaus sieent .lxiiij. coulombes petites, et sour ces coulombes siet .i. capitiaus, et sour cel capitiel sieent .xxxij. coulombes tres petites. Sour lesqueles a .viij. capitiaus et sour ses capitiaus siet li sou verainne coulombe sour laquele li mireoirs est assis par engien que nus nel poroit savoir fors Cil ki establi le monde. Et cil ki montent amont apierçoivent bien et voient coument les coulonbes sieent et li capitiel. Et saciés que nus n’i ose monter devant cele eure qu’il en ont eu nostre congié. Et .xx. chevalier le gardent de jours et .xxx. de nuit. Et saciés qu’en tous les mois de l’an siervent .iij. roi a nostre table dou sierviche ki leur est coumandé et .xxxij. que dus que contes sans les François ki cascun jour siervent a nostre table et li siergant ki i siervent sont bien armé. Et sachiés bien pour voir que nous avons .ij. mile François que nous avons tous fais chevaliers et cil gardent nostre cors et notre cambre. Et tout li François ki viennent a nous, soient clerc ou cevalier, nous les ordenons a ordene de cevalerie pour çou que il sont bien en la foi et en la creancede Jhesu-Crist, et portent bien leur armes, et cevaucent bien et biel, et sont boin arbalestrier et hardit en batalle et loial dedens castiaus. Et quant nous alons en batalle, li François vont entour nous [l 425] pour garder nostre cors. Et saciés que en nostre court a gent de toutes tierres, et nous font asavoir la maniere de leu païs. Et li François nous dient boines nouvieles del pape de Roume, nostre ami et nostre frere en Jhesu-Crist. Tout li roi et li conte el li franc cevalier manguent a nostre table tout par ordene. Et sa- ciés quant uns dus u uns rois u uns contes muert sans hoir, nous dounons sa tierre a .i. des François ki gardent nostre tierre, nostre cambre et nostre cors. Et dalés nous manguent .xij. acevesque par ordre a diestre et .x. evesque a seniestre et li doi patriacle de saint Thumas ki menguent od nous. Nous avons tant d’abbés com il a jous en l’an [et .vij. plus], et cascuns de ces abbés can- te cascun jour en notre kapiele une fois, et quant il a visité, ils’en reva celebrer ses freres en s’abeie. Et saciés que je sui apielés Priestres Jeans pour çou que je doi avoir humilité coume priestres. Et pour çou que priestres est le plus haute piersonne ki sois. Que Jhesu-Cris fu priestres et clers, et pour chou que le nons est si haus, sui jou apielés Priestres Jehans. Et cil ki gardent nos castiaus sont evesque et roi et nostre mestres ki nous ordone est ar- cevesques et rois. Et saciés que nous avons la couroune de l’empire par yretage, et se nous n’avions oir, uns des patriarcles de saint Thumas seroit rois et aroit la couronne. Et pour çou que tant noble baron siervent et demeurent en nostre court, il nous couvient moult douner et despendre.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 473

Et sachiés que au chief de .vij. ans a .i. concille a saint Tumas en la chité, et I fait corpo- relment predication au peule. Et toutes les piersounes que nous I mandons I vienent au concille, et I demeurent puis que nous I soumes asam[l. 450]blét .ij. mois. Et cil a qui nous dounons congiét s’en vont, et li autre s’en vienent od nous en nostre chité. Apries nous vous dissons ke nous avons .i. autre palais ki n’est mie tant grans comme cil de quoi nous vous avons dit devant. Don’t jou vous di que vois d’oume vi(u)nt a mon pere ançois que je fusse nés ki li dist: ‘Fai .i. palais pour ton enfant ki est a venir. Car il sera li plus grans rois crestijens des autres rois; et cil palais aura tiele viertu de Dieu que ki sera dedens, il ne finera ja tandis com il I soit, et se aucuns I entre ki ait fain, il sera ausi raemplis coume s’il avoit assés mengiét’. Issi fu parlét a mon pere. E quant mes peres s’esveilla, il fu moult esbahis de la vois k’il avoit oïe, et tantost coumanda que li palais fust commenciés et que li ouvrier i fusent mis. Et si fust labourés par defors de cristal et li palais par dedens de pieres precieuses labourees a or et desus labourees de saphirs en samblance de ciel et de toupasses en maniere d’estoiles, et li pavemens de cristal. Et li palais est soustenus par .l. coulombes d’or, et en chascun angle de nostre palais siet une coulombe de .lx. coutes et sont grailles par desus pour iestre plus fors, et si est grosse par desous tant coume uns hom puet enclore entre ses bras par trouvés. Et se n’I ane piertruis ne feniestres, car on I voit assés des escarboucles et des pieres preciuses ki I sont [l. 475]. Et nous tenons court en nostre palais le jor dou Nöel, le jour de Pasques, le jour de Pentecouste, le jour de l’Ascention, le jour de le Nativitét a le boine eüiree Virge et le jour de la soie Assumption. Et tous ces .vi. tours portons nous hautement couronne pour le hautaice dou jour, et demorons en nostre palais, et disons bien et faissons bien et fais- sons predication au peule et nous en isons le soir. Ne nus n’entre el palais ne mais en ces .vi. jours, fors nous ki I entrons quant nous volons priveement. Et quant nous en issons, nous soumes raempli des tres boines oudours et soumes ausi saol coume se nous avions assés mangiét de boines viandes. Et .xxx. cevalier françois le gardent de jours et .lx. de nuit et .c. siergant armé. Et sachiés: nous vous avons aconté une partie des miracles et des miervelles de nostre tierre et de nostre court, mais ne vous avons pas acontees des viertus et des miracles mom signour saint Thumas et des palais a ses patriarches ki sont a oïr plus miervelleus que nul ki soient el monde. Queke nous vos aijens aconté et dit de nous et de nostre tierre et de nos coes est ausi voirs coume vous crées que Nostre Sire soit el ciel, que nous ne vous menterions en nule maniere ne de ce ne d’autre cose.

474 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

Texto I.6.: Epístola de Alejandro III al Preste Juan72

1. Alexander episcopus, servus servorum Dei, karissimo in Christo filio Iohanni, illustri et magnifico Indorum regi, salutem et apostolicam benedictionem. 2. Apostolica sedes, cui licet immeriti praesidemus, omnium in Christo credentium caput est et magistra, domino attestante, qui ait beato Petro, cui licet indigni successimus: Tu es Petrus et super hanc petram aedificabo ecclesiam meam et portae inferi non praevalebunt advesus eam. 3. Hanc siquidem petram Christus esse voluit in ecclesiae fundamentum, quam praesciverat nullis ventorum turbinibus nullisque tempestatibus quatiendam. 4. Et ideo non inmerito beatus Petrus, super quem fundavit ecclesiam, ligandi atque solvendi specialiter et praecipue inter apostolos alios recipere meruit potestatem. 5. Cui dictum est a domino: Tibi dabo claves regni caelorum. Et quodcumque ligaveris super terram, erit ligatum et in caelis; et quodqcumque solveris super terram, erit solutum et in caelis. 6. Audiveramus utique iampridem referentibus multis et etiam fama communi, quo- modo, cum sis christianam religionem professus, piis velis operibus indesinenter intendere, et circa ea tuum animu geras, quae Deo grata sunt et accepta. 7. Sed et dilectus filius noster, magister Philippus, medicus et familiaris noster, qui de intentione pia et proposito tuo cum magnis et honorabilibus viris tui regni se in partibus illis verbum habuisse proponit, sicut vir providus et discretus, circumspectus et prudens, constanter nobis et sollicite retulit, se manifestius ab his audivisse, quod tuae voluntatis sit et propositi erudiri catholica et aposto- lica disciplina, et ad hoc ferventer intendas, ut tu et terra tuae sublimitati commissa nil unquam videamini in fide vestra tenere, quod a doctrina sedis apostoicae dissentiat quomo- dolibet vel discordet. 8. Super quo sane tibi, sicut karissimo filio, plurimum in domino congaudemus et ei, a quo cuncta procedunt, inmensas gratiarum exsolvimus actiones, Vota votis et preces precibus adiungentes, ut qui dedit tibi nomen christianitatis suscipere, menti tuae per suam ineffabilem pietatem inspiret, quod omnino velis sapere, quae super omnibus articulis fidei tenere debet religio christiana. 9. Non enimvere potest de christiana profes- sione sperare salutem, qui eidem professioni verbo et opere non concordat, quia non sufficit cuilibet nomine christiano censeri, qui de fide sentit aliud quam habeat catholica et aposto- lica disciplina, iuxta illud, quod dominus in evangelio dicit: Non omnis, qui dicit [mihi] domine, domine intrabit in regnum caelorum, sed qui facit voluntatem patris mei, qui in caelis est. 10. Illud autem nichilominus ad commendationem tuae virtutis accedit, quod, sicut praedictus magister Philippus se a tuis asserit audivisse, ferventi desidero cuperes in urbe habere ecclesiam, et Jerusam altare aliquod, ubi viri prudentes de regno tuo manere possent et apostolica plenius instrui disciplina, per quos postmodum tu et homines regni tui doctrinam ipsam reciperent facilius et tenerent. 11. Nos autem, qui licet insufficientibus meritis in beati Petri cathedra positi, sapien- tibus et insipientibus, divitibus et pauperibus, iuxta apostolum nos recognoscimus debi- tores, de salute tua et tuorum omnimodam gerimus sollicitudinem, et vos ab his articulis, in quibu erratis a christiana et catholica fide, prompto animo, prout tenemur ex ministerio

72 F. Zarncke, “Der Brief des Papstes Alexanders III an den Priester Johannes”, art. cit., pp. 103-112.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 475 suscepti regiminis volumus revocare, cum ipse domius beato Petro, quem omnium apostol- orum principem fecit, dixerit: Et tu conversus aliquando confirma fratres tuos. 12. Licet autem grave nimis videatur et laboriosum existere, ad praesentiam tuam inter tot labores et varia rerum ac locorum discrimina, inter linguas barbaras et ignotas, quemlibet a nostro latere destinare, considerato tamen offitii nostri debito et tuo pio proposito et intentione pensata, praefatum Philippum, medicum et familiarem nostrum, virum utique discretum, circunspectum et providum, ad tuam magitudinem mittimus, de Jhesu Christi misericordia confidentes, quod, si volueris in eo proposito et intentione persistere, quam te inspirante dom- ino intelleximus concepisse, de articulis christianae fidei in quibus tu et tui a nobis discordare videamini, in Christo per dei gratiam eruditus, nichil prorsus timere poteris, quod de errore tuam vel tuorum salutem praepediat vel in vobis nomen christianitatis obfuscet. 13. Rogamus itaque regiam excellentiam tuam monemus et hortamur in domino, qua- tinus eundem Philippum pro reverentia beati Petri est nostra sicut virum honestum, dis- cretum et providum, et a nostro latere destinatum, debita benigtate suspicitas et rever- enter et devote pertractes, et, si tuae voluntatis est et propositi, sicut omnino esse debet, ut erudiaris apostolica disciplina, super his, quae idem Philippus ex nostra tibi parte pro- ponet, ipsum diligenter audias et exaudias, et persoas honestas et litteras tuo sigillo signa- tas, quibus propositum et voluntatem tuam possimus plene cognoscere, ad nos cum ipso transmittas, quia, quanto sublimior et maior haberis et minus de divitiis et potentia tua videris inflatus, tanto libentibus tam de concessione ecclesiae in urbe quam etiam de conferendis altaribus in ecclesia beatorum Petri et Pauli et Jerusalem in ecclesia dominici sepulcri, et in aliis, quae iuste quaesiveris, tuas curabimus peticiones admittere et effica- tius exaudire, utpote qui desiderium tuum super hoc, quod multa commedatione dignum existit, modis omnibus, quibus secundum Deum possumus, volumus promovere, et tuam et tuorum animas desideramus domino Iucrifacere. [Datum Venetiae in Rivo Alto, quinto Kalendas Octobris]

Texto I.7.: La Historia Mongalorum de Giovanni Pian di Carpine73

Cap. V. “De principio imperii Tartaro- Cap. VII. “De los orígenes del imperio de rum et principibus eius et dominio impe- los tártaros; de sus príncipes y del poder ratoris et principum eius”. del emperador y de sus príncipes”

11. Et cum aliquantulum quievisset, suos Tras cierto descanso, Chingis dividió sus exercitus divisit. Unum de filiis suis Tos- ejércitos de la siguiente forma: mandó su nomine, quem etiam Can appellabant, contra los comanes con un ejército, a uno id est imperatorem, misit cum exercitu de sus hijos, llamado Tossuc, al que lla- contra Comanos, quos multo bello devi- maban también Khan, es decir, Empera-

73 El texto latino está tomado de E. Menestò (ed.), Historia Mongalorum, op. cit., pp. 258-259; mientras que su traducción la extraigo de A. T’Serstevens (ed.), Los precursores de Marco Polo, Barcelona, Ayma, 1965, p. 195.

476 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

cit. Et postquam devicerat eos, in terram dor. Tras haberlos vencido en numerosos suam est reversus. combates, regresó a su país.

12. Alium etiam filium misit cum exerci- Mandó luego a otro hijo contra los indios, tu contra Indos; qui Minorem Indiam el cual venció la India Menor: es decir, a devicit. Hi autem nigri sunt Sarraceni, los sarracenos negros, llamados etíopes. qui Ethiopes nominantur. Hic autem ex- Dicho ejército fue también contra los cris- ercitus contra christianos, qui sunt in In- tianos que estaban en la India Mayor; dia Maiori, ad pugnam processit. Hoc habiéndose enterado de ello, el rey de este autem audiens, rex terre illius, qui vulgo país, que es llamado corrientemente el Iohannes Presbyter appellatur, venit con- Preste Juan, fue contra ellos con un ejérci- tra eos exercitu congregato, et faciens to poderoso. Mandó construir unas figu- imagines hominum cupreas, in slla po- ras de hombre en bronce que colocaron en suit super equos, ponesn ignem interius, la montura de los caballos, con fuego de- et posuit hominem cum folle post imag- ntro, e hizo montar, detrás de las figuras inem cuream super equum; et cum multis de bronce, a los hombres armados de so- imaginibus talibus et equis taliter prepa- pletes; y con muchas figuras y caballos ratis venerunt contra predictos Tartaros preparados de esta forma, avanzaron con- ad pugnandum. Et cum ad locum prelii tra los tártaros. Cuando llegaron al lugar pervenissent, istos equos unum iuxta al- del combate, hicieron avanzar a dichos ium premiserunt; viri autem qui erant caballos en filas muy apretadas. Muy retro posuerunt, nescio quid, super pronto, los hombres que estaban detrás, ignem, qui erat in predicta imagine et echaron algo en el fuego y manejaron vio- cum follibus fortier sufflaverunt. Unde lentamente sus sopletes, de forma que factum est quod ex igne greco homines surgió lo mismo que [cuando] el fuego comburebantur et equi, et ex fumo aer griego quema a hombres y caballos, y el est denigratus; et tunc super Tartaros aire se ennegreció a causa del humo. En- iecerunt sagittas, ex quibus multi homi- tonces lanzaron flechas contra los tárta- nes vulnerati fuerunt et interfecti, et sic ros, y una gran multitud de estos que[dó] cum confusione eos de suis finibus quemada o muerta. Y así, en medio de eiecerunt, nec unquam audivimus quod una gran confusión, los expulsaron de su ultra ad ipsos redierint. territorio y jamás hemos oído decir que volvieran a este país.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 477

Texto I.8.: El Itinerarium de Guillermo de Rubruck74

Cap. XVII. Quod Sarta[e]h et Cap. XVIII. De cómo los moales fueron Ma[n]gucham et Keucham faciunt reve- llamados tártaros renciam christianis

1. Tempore quo Franci ceperunt Anthio- En el tiempo en que los francos tomron chiam, tenebat monarchiam in illis lateri- Antioquía, la monarquía de estos países bus aquilonis quidam qui vocabatur Coir- del Norte pertenecía a un hombre llama- chan. Coir est proprium nomen, chan do Con-cham. Con era su nombre propio, nomen dignitatis, quod idem est quod cham el nombre de su dignidad, lo que divinator. Omnes enim divinatores vocant equivale a “adivino”. Todos los adivinos Chan. Unde principes dicuntur Chan, quia se llaman cham. De ahí viene que los penes eos spectat regimen populi per di- príncipes sean llamados cham, porque en vinationem. Unde legitur in hystoriam su país establecen el gobierno del pueblo Antiochie quod Turci miserunt pro suc- mediante la adivinación. Se lee, pues, en cursu contra Francos ad Regem Coirchan. la historia de Antioquía, que los turcos De illis enim partibus venerunt omnes mandaron a este rey Con-cham auxilio Turci. Iste Coir erat Caracatai. Cara idem contra los francos, ya que los turcos pro- est quod nigrum, Catai nomen gentis, un- venían de estas regiones. Este Con era de Caracatai idem est quod niger Catai. caracatay. Cara significa negro; catay es Et hoc dicunt ad differentiam ipsorum el nombre de un país; de ahí se despren- Catai, qui sunt in oriente super occeanum de que caracatay quiera decir, como “ca- de quibus postea dicam vobis. Isti Cara- tay”, negro. Se les llama así para distin- cathai erant in quibusdam alpibus per guirlos de los catay que están en el orien- quas transivi. te, sobre el océano, del que os hablaré seguidamente. Dichos Caracatay vivían en ciertas montañas, por las cuales he pasado.

2. Et in quadam planicie inter illas alpes Y en una llanura, entre estas montañas, erat quidam nestorinus, pastor potens et había cierto pastor nestoriano, poderoso dominus super populum qui dicebatur señor de un pueblo llamado Haïmans, y Naiman, qui erant christiani nestorini. que eran cristianos nestorianos. Habien- Mortuo Coirchan, elevavit se ille nestori- do muerto Concham, este nestoriano se nus n Regem et vocabant eum nestorini hizo rey, y, entonces, los nestorianos le Regem Iohannem, et plus dicebant de llamaban rey Juan, y explicaban a su res- ipso in decuplo quam veritas esset. Ita pecto más del décuplo de la verdad. En

74 La versión latitna está tomada de A. Van den Wyngaert (ed.), Sinica Franciscana, op. cit., pp. 205-208; la traducción, de A. T’Serstevens (ed.), Los precursores de Marco Polo, op. cit., pp. 266-268.

478 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

enim faciunt nestoriani venientes de par- efecto, los nestorianos que llegan de es- tibus illis, de nichilo enim faciunt magnos tas regiones actúan de esta forma: por rumores. Unde disseminaverunt de Sart- nada hacen gran ruido. Es así como co- ach quod esset christianus et de Mangu- rriendo la voz de que Sarchat era cristia- chan et de Keuchan, quia faciunt maio- no y de que Mangu-Khan y Ken-Khan rem reverentiam christianis quam aliis sienten más estima por los cristianos que populis. Et tamen in veritate christiani por otro pueblo; y que, sin embargo, lo non sunt. Sic ergo exivit magna fam de cierto es que no son cristianos. Es así illo Rege Iohanne. Et ego transivi per como se ha formado la gran reputación pascua eius, nullus aliquid sciebat de eo, del rey Juan; pero cuando pasé por aque- nisi nestoriani pauci. In pascuis eius llos pastos nadie sabía nada respecto a él habitabat Keuchan, apud cuius curiam a no ser algunos nestorianos. En dichos fuit frater Andreas, et ego etiam transivi pastos habita Ken-Khan, en cuya corte per eam in reditu. estuvo el Hermano Andrés y por la que pasé a mi vuelta.

3. Huic Iohanni erat frater quidam, potens Este Juan tenía un hermano, pastor pode- pastor similiter, nomine Unc; et ipse erat roso, llamado Unc, que se encontraba ultra alpes ipsorum Caracatai distans a más allá de las montañas de Caracatay, a fratre suo spacio trium ebdomadarum, et una distancia de tres semanas, y era se- erat dominus cuisdam villule que dicitur ñor de una pequeña ciudad llamada Ka- Caracarum, populum habens sub se qui racorum, que tenía bajo su autoridad un dicebantur Crit et Merkit, qui erant chris- pueblo llamado Crit y Merkit, cuyos tiani nestorini. Sed ipse dominus eorum, habitantes eran cristianos nestorianos. dimisso cultu Christi, sectabatur idola, Pero habiendo renegado su señor del cul- habens secum sacerdotes ydolorum: qui to a Cristo, se convirtió en idólatra, man- omnes sunt invocatores domonum et sor- teniendo cerca suyo sacerdotes idólatras tilegi. que invocaban a los demonios y se entre- gaban a sortilegios.

4. Ultra pascua istius, ad IX vel XV die- Más allá de estos pastos, a diez o quince tas, erant pascua Moal, qui erant paupe- jornadas, estaban los moales, que eran rrimi homines sine capitaneo et sine lege, hombres muy pobres, sin jefe y sin reli- exceptis sortilegiis et divinationibus, qui- gión, excepto los sortilegios y las adivi- bus omnes in partibus illis intendunt. Et naciones, como les ocurre a todos los que iuxta Moal erant alii pauperes, qui dice- habitan en estas regiones. Y cerca de es- bantur Tartari. Rex Iohannes mortuus fuit tos moales había otros miserables que se sine herede, et ditatus est frater eius Unc, llamaban jarcar. El rey Juan murió sin et faciebat se vocari Chan, et mittebantur heredero y le sucedió su hermano Unc, armenta et reges eius usque ad terminos que se hizo llamar Khan, cuyos rebaños Moal. Tunc temporis erat Chingis, faber se extendían hasta las fronteras del país quidam in populo Moal, e furabatur de de los moales. En aquellos tiempos vivía animalibus Uncchan quod poterat, in tan- Chingis, un artesano que formaba parte tum quod conquesti sunt pastores Unc del pueblo moal, que se dedicaba a robar

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 479

domino suo. Tunc congregavit exercitum ganado. Robaba cuanto podía a Unc- et equitavit in terram Moal querens ipsum Khan, hasta tal punto que los pastores de Chingis, et ille fugit inter Tartaros et la- este se quejaron a su dueño. Unc-Khan tuit ibi. Tunc ipse Unc, accepta preda a reunió un ejército e hizo una salida con- Moal et a Tartaris, reversus est. tra el país moal buscando al mismo Chingis, pero este huyó al país de los

tártaros y se escondió allí. Entonces Unc, habiendo recogido su botín en el país de los tártaros y de los moales, regresó al

suyo.

5. Tunc ipse Chingis alloqutus est ipsos Entonces Chingis se dirigió a los tártaros Tartaros et ipsos Moal dicens: “Quia sine y a los moales, diciéndoles: “Nuestros duce sumus, opprimunt nos vicini nostri”. vecinos nos oprimen porque estamos sin Et fecerunt eum ducem et capitaneum jefe”. Y los tártaros y los moales lo eri- Tartari et Moal. Tunc latenter congregato gieron en su jefe y en su capitán. Enton- exercitu irruit super ipsum Unc et vicit ces, habiendo reunido inmediatamente un eum, et ille fugit in Cathaiam. Ibi capta ejército, se precipitó contra Unc y lo fuit filia eius, quam Chingis dedit uni ex venció, y este huyó a Cathay. Allí fue filiis suis in uxorem, ex quo ipsa suscepit capturada su hija, a la que Chingis en- istum qui nunc regnat Mangu. tregó como esposa a uno de sus hijos, de la que nació el que reina actualmente, Mangu.

Texto I.9.: El Libro de Marco Polo75

Primera aparición del Preste Juan [VI.] De la çiudat de Esmaguin, que es al cabo del desierto

Quando hombre se parte de Cangut, caualga hombre xii iornadas et troba vna ciudat que se clama Esmagin, et es al cabo de vn desierto deues trasmontana, et es de la prouinçia de Tangut. Et las gentes son ydolatres. Et han bestias et camells assaz, et han falcones laneros et sacres muyt buenos. Et aquestas gentes han bellas fruytas et bestias. Et ende aquesta çiudat prende hombre vianda pora xl iornadas, ca desque hombre parte por la cueua auant va hombre xl iornadas por desierto, que no hi ha nenguna habitaçion sino

75 J. J. Nitti (ed.), Juan Fernández de Heredia’s…, op. cit.

480 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO en algunas aualladas que se troban de erbages, e do estan muchas bestias saluages et hay grandes bosques de pino. Et aquestas xl iornadas caualga ombre por trasmontana. Et al cabo destas xl iornadas troba hombre vna noble çiudat que ha nombre Racones, que fue la primera çiudat que los tartres prisieron. Et dezr uso he de lures fechos quando ellos huuieron la senyoria de la dicha çiudat. Cierta cosa es que los tartres solien habitar mayorment en las partidas deues trasmonta- na. Et deues exaloch ha vna prouincia en do ha muchos bellos erbages et pasturas, en la qual pronuinçia no auie nenguna habitaçion de villas ni de castiellos. Et estan hi muchas gentes con lures bestiayres que biuen en las encontradas de Preste Iohan et pagan de trehu- do de x bestias vna, las quales gentes multiplicaron mucho; et como Preste Iohan supo lur multiplicament, dubdando se dellos, ordeno con su conssello que fuessen departidos por muchos lugares. Et quando los tartres supieron aquesta ordenaçion, fueron ne muyt corro- çados, et de continent partieron se todos ensemble et fueron muyt luent deues trasmontana por lugares desiertos, et alla en los boscages se rebellaron contra Preste Iohan (p. 10).

[VII.] De como fizieron senyor a Cangiscan

Esdeuino se que aquellos tartres en el anyo de mil clxxxvii fizieron vn senyor et huuo nom- bre Cangiscan, el qual fue valient hombre et sauio. Et quando fue esleydo, todos los tartres eran escampados daqua et dalla por diuerssos lugares; et como lo supieron, vinieron a esti senyor et obedecieron lo. Et aquesti supo tan bien senyorear que todos se tenien por conten- tos del et vinieron a su senyoria tantas de gentes que no auien nombre. Et quando el fue coronado senyor de tantas innumerables gentes, mando que cad vno huuiesse archo et ballesta et las otras armas que la ora husauan. Et quando aquell manda- miento fue complido, si fizo aiustar grant huest et fue conquistando muchas prouinçias et çiudades, assi que en poco tiempo huuo aquestas viii prouincias. Et en lo que conquistaua no fazie mal a nenguno ni les tirauan lo lur, sino que les retomo a su senyoria todas las fortalezas et leuaua con si todos los hombres que armas podien leuar por que le ayudassen a conquistar las otras prouincias. Et en lo que conquistaua no fazie ma a nenguno ni les tirau- an lo lur, sino que les retomo a su senyoria todas las fortalezas et leuaua con si todos los hombres que armas podien leuar por que le ayudassen a conquistar las otras prouinçias, assi que su poder era sin fin. Et quando Cangiscan se vido senyor de tantas provinçias et gentes, enuio sus missage- ros a Preste Iohan demandando lo su filla por muller, et aquesto fue en el anyo de Iesu Cristo de mil et dozientos. Et quando Presti Iohan huuo aquesta missageria, huuoende grant desplazer et dixo a los missageros: “¿Et como es tan ardido vuestro senyor que me demanda mi filla por muller, seyendo el mi sclao et mi hombre? Certas, yo me faria antes pieças que le enuias mi filla Et anat uos ne et dezit le que iamas no men venga nenguno dauant, et si lo faze, yo le fare grant onta et desplazer”. Et de continent los missageros se partieron et contaron le la respuesta que Preste Iohan les auie fecha. Et quando Cangiscan huuo oyda la respuesta, dixo que iamas no serie senyor entro a que huuies vengada aquesta villania, et sin falla que el lo metria muerto o murrien todos. Et de continent mando aplegar sus huestes et fizo el mas grant aiustament de gentes

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 481 de armas que podo. Et enuio dezir a Preste Iohan que se aparellas de defender, que el le querie yr contra.Et quando Preste Iohan lo suppo, no lo precio res. Empero fizo aparellar sus huestes et gentes, et metiosse en coraçon de estruyr lo. Et poco tiempo apres vino Cangiscan con todo su exerçitu et attendosse en vn bell plano dentro la tierra de Preste Iohan et aqui spera la batalla. Et stando aqui, huuo nueuas que Preste Iohan –qui era muyt grant bello– vinie contra el, de la qual cosa se mostro muyt alegre et toda ora lo spero en aquel plano. Et como Preste Iohan fue aparellado et supo que Cangiscan lo speraua en aquel plano de Tangut, vino con su innumerable exercitu çerca del xx millas et aqui se attendo et reposo su gent, et cascuna part se aparello lo millor que pudo. Cangiscan fizo venir todos sus encantadores et mando que echassen suertes, qual part aurie victoria de la batalla, et no huuo nenguno que ge lo supies der sino los cristianos que eran con el, los quales le dixieron que el deuie auer victoria. Et el quiso saber la verdat como ellos lo sabien et fizo los venir deuant si. Los quales prendieron vna canya et fendieron la por medio et en la vna meytat scriuieron el nombre de Cangiscan et en la otra el de Preste Iohan et leyeron vn nom-bre del salterio, et de continentel nombre de Cangiscan se leuanto et puyo sobre el de Preste Iohan. Et quando Cangiscan se leuanto et puyo sobre el de Preste Iohan. Et quando Cangiscan lo vido, fue muyt alegre et fizo fer grant fiesta por toda su huest. Et por aquesto son tenidos los cristianos entre ellos gent de grant verdat. Et algunos dias apres la batalla se començo fuertment, tanto que la batalla duro desde la manyana entro a la noche, et a la fin Preste Iohan fue vençido et muerto. Et Cangiscan huuo la victoria, mas perdio mucha gent. Et vençida la dicha batalla, Cangiscan fue conquistando las tierras de Preste Iohan, saluant las de Ethiopia et de Nubia, que es mayor senyoria que de nengun rey de cristianos. Apres la qual batalla regno Canguiscan vi anyos, et teniendo sitio sobre vn castillo fue ferido de muerte de vna saecta, auiendo ya conquistas la mayor partida de las tierras de leuant. Et apres la muert de Cangiscan regno Quytan, tercero fillo suyo. Et el quarto fillo suyo huuo nonbre Cuytan; et el quinto, Leuotan; et el vi, Mangotan; et el vii, Cuybletan, el qual regnaua quando yo Marco Polo fuy en aquellas partias. Et aquesti es mayor senyor que nenguno de los otros; et piensso me que si todos los cristianos et los moros eran aplegados no le podrien nozer (pp. 10-11).

Segunda aparición del Preste Juan

[XII.] De la provincia de Tendut, en la qual ha villas assaz

Tendut es vna prouinçia deues lo leuant, en la qual ha villas et castiellos asaz. Et es ne rey vno que fue del linage de Preste Iohan pero con volumtat del grant can, et ha nombre Iordi et tiene la tierra por el grant can et es su hombre; mas aquesti rey no es tan grant como Preste Iohan. Et sabet que aquellos que son del linage del grant can fazen parentesco volen- terosament con aquellos de la casa de Preste Iohan pro la volumtat del grant can. En aquesta prouinçia se troban las piedras de que hombre faze el fino azur, et fazen si chamellots assaz de pelo de camell bellos et finos. Las gentes de aquesta tierra biuen del fruyto de la tierra et del bestiar. Et la senyoria es

482 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO de los cristianos, car assi como hombre dize, Preste Iohan hia vna gouernaçion de gentes que han nombre argens, que quiere dezir gatmuls, por que son engendrados de cristianos, et son buenas gentes et sauias; et ay moros ydolatres, pero los cristianos son mas. En aquesta prouinçia fue el sitio de Preste Iohan quando el senyoreaua la tierra que ago- ra senyorean los tartres et toda la gent le fazia trehudo. Aquesti rey Iordi es stado el iiii rey de aquellos que son estados apres que Preste Iohan murio en la batalla. Et aquesti lugar es aquel que nos clamamos Goigmas etellos lo claman Hunc de Mogoll, et aquesto es stado por que en tiempo passado auie en aquella proincia dos gouernaçiones de gentes, la vna se clamaua hunc –et aquestos fueron primeros– et la otra se calmaua mo- goll, car eran seydos tartres, et por aquello aquestos tartres se claman agunas vegadas mo- golls. Et quando hombre ha caualgadas vii iornadas por aquesta prouinçia, troba hombre villas et castiellos assaz et las gentes que hi habitan son cristianos nesturinos. Et fazen si de mu- chos bellos trapos de oro et de seda. Et aquesti camino va por leuant enta el Cathay (p. 16).

Tercera aparición del Preste Juan

[LXIII.] De la prouinçia de Habetis, que es mediana India

Habetis es mediana India et es muy grant prouinçia, et hay vi regnos, de los quales son lso tres de cristianos et los otros tres de moros, mas la mayor senyoria han los cristianos, tanto que los moros fazen lo que quieren et son dius su senyoria. Estas gentes desta senyoria son todos quasi negros, et los que son cristianos son senyalados de fuego de la fruent entro a la nariz et en cascum carriello, et aquesto fazen en senyal de bautismo et otro si por tal que sean conoscidos entre los moros. Aquesti grant rey esta en medio desta prouinçia, et los moros stan deues el soldan de Adena. En aquesta prouinçia vino a predicar Sant Thomas apostol; et como huuo conuertida aquesta gent, el sende fue a Mahabar, en do recebio muert t passion. Las gentes desta prouinçia son buenos comatedores de pie et de cauallo, et han muchos cauallos; et han guerra souencon el soldan de Adena et con el de Nubia et con otras gentes menos creyentes. Et dezir uso he vna historia de lo que conteçio a aquesti rey cristiano en el anyo de mil cclxxxviii. El auie grant volumtat de yr en Gerusalem al Sant Sepulcro, et demnado de conssello a sus barones et respondieron le que no lo fizies por res, car a el et a los suyos serie grant periglo por que le conuinie passar por las tierras de los moros, qui eran sus ene- migos. Assi que huuo de conssello que no hi fues, mas que enuiasse vn bispe de los suyos, el qual bispe por honor del senyor hi fue. Et quando fue alla, alli fueron le presentadas muchas reliquias, car el rey le auie mucho pregado que lende aduxiesse. Et quando huuo estao assaz en la Santa Tierra, el sende torno et camino tanto que vino a Adena, et fue acu- sado deuant el soldan. Et quando el soldan lo suppo, fizo lo venir deuant de si et demando le si el era bispe del rey Abatis, et el le respondio que si. Et de present el soldan le dixo que se fizies moro; et el bispe le respondio que no farie res por res, car ellos auien millor ley

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 483 que el. Et quando el soldan huuo hoydo aquesto, fue mucho corroçado, et fizo lo tomar et ligar; et por fuerça lo retablaron como a moro, diziendo le que aquello le fazie por despecho del rey suyo et que assi ge lo dixies quando serie en lur tierra, et apres dexo lo hir. Et quan- do el rey lo huuo entendido, sinde fue mucho dolent et iura deuant de susbarones que iamas no leuarie corona entro a que huuies vengada aquesta onta. Et de continent mando aiustar sus huestes et fizo aparellar sus gentes, et fue a la tierra del soldan et gasto la toda por do passo et mato le muchas de sus gentes, assi que el desplazer que auie fecho al su bispe fue bien vengado; et apres torno sende en su tierra con grant victoria et honor que le fue fecha de sus gentes. En aquesta prouinçia biuen las gentes de carne, de arroz et de leche et de susaman. Et han muchos orifantes, no que nazcan en la erra, mas aduzen los hi de las yslas; et han gira- fans et leones, leopardos, asnos, orssos saluages et de otras muchas bestias; et han gallinas qui son muy bellas a veyer, et han strucçios muy grandes et papagays et signes et gatos maymones, qui han quasi tal visage como hombre. Et han muchas ciudades, villas et castie- llos; et han en aquesti regno muchos mercaderos et grandes ricos hombres (pp. 57-58).

Texto I.10.: Los relatos a Oriente de Odorico de Pordenone76

XLV. De la tierra del Preste Juan Despues que fray Odorico desde Catuy o regno partio andando contra la ocçidental parte, vino enla tierra del Preste Iohan, del qual dize que non es la çentesyma parte delo que aca entre nos otros se dize, ca verdadera mente este Preste Johan rresçibe e toma por muger ala fija del Grant Can por pacto e pleytesya. Commo quier que de aqueste Preste Juhan algunos escriuieron algunas cosas las quales, sy en algunt tiempo fueron verdad, al juyzio delos leyentes que aquellas leeran lo rrecmicto. [P]resbitero o Preste Juhan, por la potençia e virtud de Dios e de Nuestro Señor jc rrey delos reyes terrenales e señor delos señoreantes, ati Hemanelech, gouernador rromano, salud e etc. Açerca dela majestad nuestra se dezia que la exçellençia nuestra amauas e la yntençion dela alteza nuestra açerca de ty o ante ty estaua, e por el nuestro aprocrisario o enbaxador cognosçimos que nos querias enbiar algunas cosas de juegos e alegrias, conlas quales la justiçia nuestra delectaçion ouiese. E por semejante, aty agradable sea que delas cosas nuestras por el nuestro aprocrisario algunas aty enbiamos, por quanto queremos, e mucho aquello deseamos, sy con nos tienes derecha ffe e amistad e notiçia. E sy por todas cosas e de todo en todo en Nuestro Señor jc tu crees, ca commo nos te conocemos ser omne las tus gentes determinan tu ser Dios. Commo nos sabemos tu ser mortal e ala humana corrupción subjecto, sy alguns cosas dela magnificencia e largueza nuestra has menester para la alegria tuya pertenesçientes, por tu aprocrisario e por çedula del tu amorio anos lo declara e auerlo has. Por de presente, toma luego esta Jeraricha o firmada del nombre nues-

76 E. Popeanga (ed.), Los viajes a Oriente de Odorico de Pordenone, op. cit.

484 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO tro e vsa della para ty, ca nos de buena voluntad vsamos dela tu dilecçion, por que ansy el coraçon rroboremos e firme lo fagamos e las virtudes confortemos e conformemos avezes. E al thema nuestro para mientes, ca sy ala anchura o riqueza venir quisieres, mienbrate delas postrimeras cosas tuyas e jamas para syempre non pecaras. Sy conosçer quieres la grandeza nuestra e la ex- çellençia dela nuestra alteza y en aquellas tierras nuestra potestad señorio tiene e las señorea, entiendelo e syn dubda alguna lo cree que yo Juan Presbitero, rrey delos reyes e señor delos señores, sobre pujo en todas las rriquezas que de baxo del çielo son e en virtud e potestad atodos los reyes de la vniuersa tierra, ca setenta e dos rreyes son tribuctarios anos e yo soy deuoto alos xnos e en qual quier logar alos pobres xnos que el jnperio e señorio de la clemencia nuestra rige defendemos e de limosna los sustentamos. En voto tenemos de visytar el Santo Sepulcro con grant exerçito, ansy commo ala gloria dela majestad nuestra conuiene, e humillar e destruyr alos enemigos dela cruz de jc e el bendicto nombre suyo ensalçar. Ela magnificencia nuestra las tres Yndias señorea, e la nuestra corte pasa por el desyerto desde la postrimera Jndia, enla qual el cuerpo del bien auenturado Santo Thomas fuelga, y salle nasçimjento del sol e despues torna e buelue por baxo fasta la desyerta Babilonia e açerca dela torre de Babel e setenta e dos prouinçias nos syruen. Enla nuestra tierra nasçen e se crian helephantes e dromnedarios, camellos, ypota- mos, cocodrillos, methagaliarios, camethemjs o, thisiriçe o, panteras, onagrios, leones blan- cos e rubios, merulas blancas, atades amuter, grifos, tigres, lamias, hienes, bueyes campesi- nos, satiros e mugeres de aquella mesma generación. Epigmeos cenophalos, gigantes cuya altura es en otras tierras de trreynta cobdos, monoculos o de vn ojo, ciclopes e avn aquella aue que fenix es dicha e quasy todo linaje de animales que de baxo del çielo son. La nuestra tierra corre e derrama de miel e de leche abunda. En otra nuestra tierra ningunos veninos enpesçen, nin ninguna rrana canta nin se quexa, ningunt scurpion o serpiente alli se falla enlas yeruas, los venenosos animales non pueden en aquella tierra morar nin a alguno en- pesçer. El rio llamado Ydano pasa entre las gentes paganas por vna prouinçia nuestra, Si- raym. Aqueste rio, del parayso emanante e salliente por divuersos agujeros, por toda aque- lla prouinçia se expande. E alli marauillosas piedras preciosas se fallan: esmeraldas, catires, carbunclos, thopazios, crisolitos, onichinos, beriles, amatistas, sardias e otras muchas pre- ciosas piedras. Alli nasçe la yerua que alafidios es nombrada, cuya rrayz sy sobre sy alguno la truxere faze fuyr al spiritu del ayre e apremiale aque diga quien es y, donde es e el nom- bre suyo le faze decir, por lo qual los inmundos e non limpios spiritus non osan en aquella tierrra a persona alguna atormentar a mal fazer. Otro sy en aquella tierra toda la pimienta nasçe e alli se coge commo quier que aquella tierra es montañosa e amanera de saltos e toda llena de serpientes, pero quando la pimienta maduresçe todos los pueblos de las prouinçias e çercanas rregiones vienen trayentes paja e leña seca muy ardiente, con lo qual todo el monte çercan todo en derredor e todas partes. E quando el viento fuerte mente da su rresso- llo, ellos ponen el fuego dentro enel monte e fuera del por que ningunt serpiente fuera del pueda sallir. E ansy todos los serpientes enel fuego fuertemente ençendido mueren, saluo aquellos que enlas cueuas suyas se meten. E despues quel fuego es consumido todos los omnes e las mugeres, ansy los grandes commo los pequeños, con forcas que enlas manos suyas trahen entran enel monte e con aquellas forcas todas las serpientes de fuera del monte lançan e dellas fazen monton, e ansy delos arbustos quemados se coge e se cueze la pimien-

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 485 ta. Pero commo e en que manera se faga e cuega, ningunt estrangero se permite para que verlo pueda e la mayor verdad es que se seca. Ala rayz del monte Olimpo onde vna prospicua e muy noble huente nasce rreteniente ensy todos los sabores delas speçias todas, commo quier quel sabor se varia e muda en cada vna ora del dia e dela noche. La qual fuente salle a tres jornadas de camino de tres dias de alli, e non lexos del parayso del qual Adam fue lançado. Sy alguno estando ayuno gustare tres vezes, desde aquel dia jamas padecerá enfermedad alguna mas syempre durante la vida estara sano e quasy en hedad de treynta años. Alli se fallan piedras preciosas las quales son llamadas jndias, las quales alas partes nuestras algunas vezes se suelen traer, por las quales piedras los ojos rebiuen e la lunbre recobran e sy alguno truxere aquella piedra enel dedo, la vista jamas le fallecerá e etc. E por quanto esta letra a muchos les paresçera contenerse muchas cosas fingidas mas que verdaderas, por ende pocas cosas por historia aqui jnserimos o posymos, e las otras cosas posposemos o dexamos para las poner en fin del libro para solaz delos leyentes por quanto muchas cosas son en natura, las quales anos son ignotas e non conosçidas. Aquestas cosas sobre dichas mas paresçen conuenir al Grant Can que al Preste Juhan, saluo sy por ventura en otros tienpos touiese aquel señorio, ca los rregnos dela tierra e los señorios e generaçiones por tiempos se mudan ansy commo aquello que primera mente fue delos gentiles e despues fue delos xnos e agora, por nuestros pecados, puesto es de baxo del señorio delos moros. E aquel nombre se dize al rrey de Ethiopia conuenir e pertenesçerle agora (pp. 131-136).

Texto I.11.: El Libro de las maravillas del mundo de John Mandeville77

Límites de los dominios del Gran Khan Et si no es pas esta grant Babilonia en la tierra nj en el poder del soldan, antes es en el po- derio et en el seynnorio del jmperador de Persia, mas eill la tiene del Grant Can. Este es aqueill gran jmperador et el mas soberano de todas las partidas de aylla; eill es seynnor de la isla de Cathay et de muchas otras islas et de grant partida de Jndia, et marcist su tierra et la tierra de Preste Johan. Eillos tienen tanto de tierra que eill non sabe do fina et es mas grant et mas poderio et de su poder et de su estado yo fablare mas planament quoando yo fablare de la tierra de Jndia (p. 16).

Sectas cristianas en Tierra Santa Otros ende ý a que se claman nestorianos o arridianos, de los otros nubianos et otros jndia- nos qui son de la tierra de Preste Johan. Et tienen aqueillos algunos articulos de nuestra fe,

77 M. M. Rodríguez Temperley (ed.), Libro de las maravillas del mundo…, op. cit.

486 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO et en los otros son muy variantes. Mas de la variation seria muy luenga cosa a contar, si me caillare con tanto sin mas fablar (p. 60).

La redondez de la Tierra y las Antípodas Car vos sabedes que aqueillos qui son en drecho de l’a[n]ta[r]tiqua son drechament pies contra pies d’aquellos que fincan dejuso la trasmontana assi bien como nos. Et aqueillos que fincan dejus nos somos pie contra pie, car todas la partidas de mar et de tierra han lur opposito habitables o trespassables et d’aca et d’ailla. Et seppades que segunt lo que yo puedo apercebir et comprender, la tierra Preste Johan emperador [de Jndia] es dejus nos, car andando d’Escocia o d’Anglatierra vers Jherusalem hombre puya siempre. Car nuestra tierra es en la baxa partida de la tiera vers occident, et la tierra Preste Johan es en la baxa partida vers orient, et han alla el dia quando nos auemos la noche, et assi al contrario, eillos han la noche quando nos auemos el dia, car la tierra et la mar son de forma rronda, et lo que puya al un costado hombre desciende al otro costado. (…) Et no desplega a los leydores lo que yo digo, car vna partida de Jndia es dejus nues- tra tierra et tanbien nuestra tierra es dejuso al opposito, assi como es a partida de media, de las quoales partidas yo vos he aqui deuant fablado. Et verdat es, car yo lo he mesurado a l’astralabio que aqueillos que fincan en la partida de bisa son pies contra pies a los otros de l’otra partida contra meidia. Et assi somos nos et vna otra partida de las yslas [de Jndia]. Et si eill ý auia signos o estreillas estables vers orient et vers occident por las quoales hombre faze las partidas de bisa et de meidia por las dos estreillas non moujbles, l’artique et l’antartiqua, de cierto hombre podria trobar las yslas et la tierra Prestre Johan bien luein de los climaz. Et plus envjronan la tierra dejuso que la partida de bisa et de medio dia non sean dont yo he fecho mencion aqui deuant. Et se bien que yo he puesto muchos dias mas a yr deuers bise la drecha vers el drecho midj. Et pues que la tierra es rronda tanto ay de bisa a mjdi commo de drecho orient al drecho occjdent. Porque yo digo que lo que hombre passa vltra aqueilla mes[ur]a es dejus nos en arrodeando la tierra (pp. 94-97).

Vínculos dinásticos entre el Gran Khan y el Preste Juan Quando yo fu alla eill [el Gran Khan] auia nombre Thibaut, si lo claman Thibaut Can. Et su fijo auia nombre Cossue, et quando eill sera emperador hombre lo clamara Cossue Can. El auia encora .xij. fijos dont los nombres fueron todos nombrados sin el nombre del dicho Cossue, Cahaday, Burin, [Neugu, Vocab], Cadij, Sidan, Tuten, Balach, Rabi, Lan, [Garo- gam]. Et de sus .iij. mugeres la primera es la principal, qui fue filla de Prestre Johan; el nombre hera Seroch Can, et l’otra Berach Can (p. 127).

La tierra del Preste Juan D’alli [desde Bakeria] va hombre por muchas jornadas por medio la tierra de Prestre Jo- han,el grant jmperador d’India. Et es clamado Hamson el rregno et l’isla de Pontexoire. Aquel rrey Prestre Johan tiene muy grant tierra et ha muchas buenas cibdades et buenas villas en su rregno et muy de diuersas yslas grandes et largas. Car esta tierra de Jndia es

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 487 toda diuisada por yslas por causa de las grandes rriberas que vienen de Paradiso que diuisan la tierra en muchas partidas. Et assi en la mar ay muchas yslas. La mellor cibdat de l’isla de Pontexoire a nombre Juse, qui es la cibdat rreal muy noble et muy rrica. Preste Johan ha dejus eill muchos rreyes, muchas yslas et muas diuerssas gentes. Et es su tierra muy buena et muy rrica, mas non pas assi rrica que aquella del Gran Can, car los mercaderos no van pas assi rrica que aquella del Gran Can, car los mercaderos no van pas assi communament por comprar mercaderias como eillos fazen en la tierra del Gran Can, car es muy luein. Et d’otra part eillo[s] fallan en l’isla e Cathay todo lo que mester lis es: seda, especias, payn- nos d’oro et todo auer de peso. Et por esto, comoquiere que eillos ouiessen meior mercado en la tierra Prestre Johan, maguera eillos dubdan la via, qui es luenga, et los grandes peri- glos qui son en mar en aquellas partidas, car ay en muchos logares en la mar rrocas grandas de piedra d’aymant qui tiran a eillos al fiero de lur propriedat. Et por esto si passa ninguna nau do aya clauos nj bendas de fierro luego las rrocas la tiran a eillas et no podria jamas d’alli partir.Yo mesmo vy alli en la mar de lueing assi como vna grant ysla do auia arboles et spinas et rron[ç]as a grant faison. Et nos disieron los marineros que heran todas naues qui heran arrestadas por las rrocas d’aymant, et de la podridura qui hera dentro en las naues crescen aquellos arboles, rron[ç]an et espinas et yerbas que heran alli a grant fai[ç]on. Et tales rroquas ay en muchos logares alli entor, et por esto no osan los mercaderos passar si ellos no saben muy bien el camjno o que eillos ayan buena guia. Et se dubda assi fuertment el luengo camino, si prenden lures mercaderias a l’isla de Cathay qui es mas cerca. Et si no es pas tan cerca que no conuienga meter .xj. meses o .xij.a yr por mar et por tierra de Jenoa o de Venecia ata Cathay. Et encora es la tierra de Prestre Johan mas luein muchas jornadas. Los mercaderos qui van pardalla passan por Persia et van vna cibdat que ha nombre He[r]mopola, car Hermes el philosopho la fundo et depues passan vn bra[ç]o de mar, et depues van avna grant ore qui ha nombre Arbath, et alli trueban eillos todas mercaderias et papagayes assi grnt faison como aquí ay d’aloetas. Et si los mercaderos querrian passar vltra eillos ý podrian yr segu- rament. En esta tierra ay poco trigo et ordio et por esto eillos no comen que rroz o millo o leche o formage o fruita. Aquell emperador Prestre Johan prende siempre la filla el Gran Can a muger, et el Gran Can la fija de Prestre Johan. En la tierra Prestre Johan ay muchas et assi largas que hombre faze vaxiella, plates, escudiellas, ta[ç]as et muchas d’otras marauei- llas qui seria luenga cosa a meter en escripto, mas d’algunas yslas principales et de su esta- do et de su ley vos en dire alguna cosa. Este emperador Prestre Johan es crhistiano et muy grant partida de su tierra, mas todau- ez eillos no han pas todos lo articulo de la fe assi como nos auemos. Eillos creen bien el Padre, el Fijo et el Sant Sprit, et son muy deuotos et bien leales l’uno a l’otro, et no ha cura de barat nj de cautelas nj de ffraudas. Eill ha dejus eill .lxxij. provincias, et en cada una provincia ay vn rrey dejus seyent et todos son tributarios a el. Et si ay en su tierra mucha maraueillas, car alli es la mar arenosa qui es toda de arena et de grauella sin gota d’agoa. Et va et viene a grandes hondas assi como faze l’otra mar, et ninguna vez nj en ninguna sazon no se tiene queda nj pazible. Et no puede hombre passar aquella mar nj por nauio nj otra- ment, et por esto no puede hombre saber quoal tierra ay vltra aquella mar.Et comoquiere que no ý aya point d’agoa, maguera hombre ý falla de buenos pescadosa las rribas d’otra manera et d’otra fai[ç]on que no son en l’otra mar, et son de buena sabor et dilidiosos a

488 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO comer. Et a .iij. jornadas luein d’aquella mar ay grandes montaynnas de las quoales salle un rrio que viene de Paradiso, et es todo de piedras preciosas sin agoa, et corre contra val por medio el desierto a grandes hondas assi como faze la mar arenosa, et se fiere en aquella mar et alli se pierde. Et este rrio corre assi .iij. vezes la semana et en trahe de grossas piedras de rroquas qui trahen grant rruido, et luego que son entradas en la mar arenosa no parescen mas et son todas perdidas. Et estos .iij. dias qu’ella corre ninguno no osaria entrar, mas en los otros dias hombre ý entra bien. Item vltra este rrio mas auant en los desiertos ay vn grant plano arenoso, et entre las montaynnas et este plano todos ias al sol sallient comjen[ç]an a crecer arboletes chicos, et crescen ata medio dia et trahen fructo, mas ninguno no osa prender d’aquel fructo car es cosa fadada. Et empues medio dia eillos descrecen et entran en tierra asi que al sol en tierra eillos no parescen mas, et assi fazen eillos todos dias et es vna rant marauella. Ý a en esta tierra desierta muchos hombres saluages cornudos et espantables, et no fa- blan point, mas gruynnen como puercos. Et ay papiones que son perros saluages. Et si ay- muchos papagais que eillos claman en lur lengoage ‘psitast’, et tales en ý a que fablan de lur natura et saludan las gentes qui van por medio el desierto et fablan assi acabadament commo si fues vn hombre, et los bien fablantes han la le[n]goa larga et han en cada pie .v. dedos. Et ý a d’otra manera que no han que .iij. dedos en el pie, et estos no fablan point o poco et han mal entendimjento et no fazen que cridar. Este emperador Prestre Johan quando el viene en batalla contra el Grant Cam o contra algun princep de la comarqua, el no faze traher ningunas banieras mas el faze traher deuant eill .xiij. cruzes grandes et altas de fin oro et de piedras preciosas. Et es cada cruz asentada en vn chariot, et es goardada de .xM. caualleros et de .CM. hombres a pie por la manera que hombre goarda aqui l’estendart quando hombre guerrea. Et este numero de gentes es sin el principal huest et sin los eschielles ordenados por la batailla. Et quando el no ha point de guerra el caualga a priuada compaynnia. El no faze traher deuant eill que vna cruz simple de fusta sin pintura et sin oro et sin piedras preciosas en rremembrança que Ihesuchristo suffrio muert en vna cruz de fust, et faze assi traher deuant eill vn plat d’oro pleno de tierra en memoria que la nobleza d’ell, su poder et su carne deuendran et rretornaran en tierra. Et ay vn otro vaixiello d’argent con joyas d’oro et con piedras preciosas en signo de su seyn- noria et de su nobleza et de su poder. El finca comu[n]aments en la cibdat de Susa, et alli es su principal palatio qui es assi rrico et assi noble que hombre no lo podria extimar. Et por desuso la maestresa torr en el palacio son dos rredondas pomas d’oro, et en cada una ay dos carbunclas grandes et largas qui luzen muy claro de noche. Las puertas principales d’este palacio son de piedras precio- sas que claman sardoine, et la bordadura et las baras, de yuoire; et las veirinas de las salas, de christal; et las tablas do el come algunas son d’esmeraudas, otras d’amatistas, otras d’oro con piedras preciosas. Et los pilares que sostienent la tabla son de tales piedras mesmas, et los escalones a puyar vers el trono do el se asienta l’uno es d’onjce, l’otro de christal, l’otro de jaspre verde diaprada, l’otro d’amatista, l’otro de sardina, l’otro de corneljna, et el vijº sobre que mete sus piedes es de creselitas. Et todos aquellos escalones son bordados de fin oro con piedras preciosas […] et con muchas escarbunclas qui dan grant claredat de noche. Et comoquiere que las escarbunclas luzen assaz, maguera todo siempre arde vn vaissel de christal pleno de balssamo por dar buena odor et por echar fuera el mal aire. La forma de su

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 489 lecho es toda de saphires finos bandados d’oro, car los saphires fazen bien dormjr et si rrestriynnen la luxuria, car eill no quiere jazer con sus mugeres que .iiij. vezes l’aynno segunt las .iiij. sazones, et es solament por engendrar enffans. El ha vn muy bel palacio et muy noble a la cibdat de Nise do el finca quando li plaze, mas l’aire no es pas por todo assi bien atemprado como eill es a Susa. En toda su tierra hombre no come que vna vez el dia assi como fazen a la cort del Grant Can. Et si comen todos los dias en su cort mas de .xxxM. personnas sin los que van et vie- nen, mas los .xxxM. de su tierra nj de la tierra del Gran Can no despienden pas tantos bienes como farian .xijM. de la tierra d’aca. El ha siempre con el vn rrey por le seruir et se parten por mes et rremanda de los otros. Et con estos rreyes lo sieruen todos dias .lxxij. duques et .iijC.lx. contes et todos los dias comen en su cort .xij. arcibispos et .xx. obispos. El patriar- cha de Sant Thomas es assi como papa et todos los ar[ç]obispos, obispos et los abades son rreyes en aquella tierra. Et cada no de los grandes seynnores sabe bien de que el deue se- ruir: el l’uno es maestro d’ostal, l’otro chambelan, l’otro sierue d’escudiella, l’otro de la copa, l’otro es senescal, l’otro mareschal, l’otro princep, l’otro cozinero, et assi es muy noblement seruido. Et dura su tierra en largo .iiij. meses de andadura et de luengo in mesura grant partida d’isla dejus tierra que nos clamamos dejus nos. Item cerca l’isla Pontoxoire ay vna grant ysla luenga et fea que claman Milstorach, et es obedient al Prestre Johan. En aquella ysla ay muy grant habunda[n]cia de bienes. Alli solia auer vn rrico hombre no a gaires de tiempo que clamauan Gachalonabes, qui hera muy capteloso et auia vn grant castillo en vna montaynna assi fuert et assi noble como ningun hombre podria deuisar. Et toda la montaynna eill auia fecho en murar muy noblement, et dentro destos muros el auia el mas bel gardin que hombre podiesse veer, do auia arboles portantes todas maneras de fruitas que hombre podria ninguna part trobar. Et si ý auia fecho plantar todas yerbas et arboles bien odorantes qui trahen bellas flores. Et ý ay muy bellas fuentes, et auia fecho fazer cerca de la[s] fuentes bellas salas et bellas cambras todas pinta- das d’oro et d’azur. Et auia fecho fazer muchas et diuerssas cosas et de diuerssas muserias d’istorias et de diuerssas bestias et aues qui cantauan et moujan por engenjo assi como si fuessen todos biuos. Et si auia puesto en este gardin todas las maneras d’aues que el pudo trobar et todas las bestias en que hombre puede prender depueto nj solaz agoardar. Et ý auia puesto las mas beillas donzellas dejus l’age, et todos heran vestidos de paynno d’oro et dizian que heran angeles. Et auia fecho fazer tres fuentes beillas et nobles todas enujronadas de piedras de jaspre etde christal orlados d’oro et de piedras preciosas et de perlas et aujafe- cho fazer conduites por dejus tierra si que aquellas .iij. fuentes quando eill queria el fazia l’una correr de leche, l’otra de vino, l’otra de miel. Et ese logar el clamaua Parayso. Et quando algun buen cauallero qui fuesse proz et hardido lo venia veer, e los leuaua en su paradiso et lis mostraua las diuersas cosas, el depuerto et los diuersos cantos d’auez, et las beillas doncellas et las bellas fuentes de leche, de vino et de miel. Et fazia sonar diuerssos jnsturmentes de musiqua en vna alta torre sin veer los juglares, et dizian que heran angeles de Dios et que este hera el Paradiso que Dios auia prometido a sus amjgos en diziendo: “Dabo vobis terram fluentem lac[te et], melle”. Et depues eill les fazia beuer del beurage de que heran luego jmbriagos. Et depues eill lis semblaua encora que mas grant d’eill lis dizia que si eillos querian morir por amor d’eill que eillos vendrian en aquel Paradiso empues la muert et serian de l’age de sus donzels et jugarian siempre con eillas et siempre fincarian

490 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO pucellas. Et encora eill los metria en vn otro mas bel Paradiso, alli do eillos veirian vesi- blement a Dios de natura en su magestat et en su gloria. Et l’ora eillos se presentauan a eill a fazer toda su voluntat. Et depues eill lis dizia que fuessen a matar tal seynnor qui hera su contrario, et que eillos no ouiessen pas mjedo de se fazer matar por amor d’eill, que eill los metria empues la muert en vn otro Paradiso .C. vezes mas beillo, et alli fincarian con mas beillas donzeillas a siempre jamas. Et assi fueron aquellos caualleros matar de grandes seynnores de la tierra et se fazian eillos mesmos matar en esperan[ç]a de yr en Paradiso. Et assi quel viellart se vengaua de sus enemigos por sus captelas et por sus seductiones. Et quando [los rricos hombres en estas comarquas fueron apercebidos] en la cautela et maluez- tat et malicia, eillos se asembaron et fueron a assallir su castiello, et mataron el viellart et destruyeron todos los beillos logares et todas las noblezas que ý heran en este Paradiso. El logar de las fuentes et de las otras cosas ý son encora, mas las rriquezas no ý son pas finca- das. Et si no ha pas grandament que el logar fue destruido. Cerqua aquella ysla de Mistorach, la siniestra partida paradailla la rribera de Phison ay vna maraueillosa cosa. Esta es vna val […] que dura bien cerca de .iiij. legoas. Algunos la claman la Val […] Periglosa. En aquella val oye hombre muchas tempestas et de grandes rruidos et terrebles todos dias et todas las noches, et grant frain et grandes sonos de tambor, naquaires et trompetes assi como si ouiesse bodas. Aquella valea est […] et ha seido siem- pre, et dizen que es vna de la[s] entradas d’inferno. En aquell val ay mucho oro et plata por que muchos paganos et muchos christianos ý entran por tomar d’aquell oro que ý es, mas pocos christianos nj de los otros en rretornan que ý uan por cobdicia d’auoir que no sean luego afogados de los diablos. Et en medio d’aquella val, sobre vna rroca, es la cabe[ç]a et la cara d’un diablo muy terrible a veer. Et no paresce point sino que la cabe[ç]a ata las espaldas, mas no ay hombre en el mundo tanto sea hardido, nj christiano nj otro, como yo creo que no aya miedo quando el lo goarda et que no ly semble que deua morir. Assi es espantable a veer, et goarda a su fincament toda personna, et a los oios mouables et bien estincelantes, et muda et cambia souent su manera et su contenan[ç]a que ninguno no l’osa perfectament goardar. Et vna vez sembla cerca et vna otra uez luein. Et d’eill salle fuego et flama et tanta pudor que apenas lo podria ninguno endurar, mas toda uez los buenos chris- tianos que son en buen estado et stable [en] fe ý entran bien sin periglo. Mas comoquiere que sean sin periglo por esto no son eillos pas sin mjedo, car eillos se confiessan et signan del signo de la cruz si que el diablo non puede sobr’ellos. Et quando eillos veen los enemj- gos visiblement todo entor eillos qui les fazen muchos diuerssos asaltos et los menas[ç]an en l’aire et en tierra de colpes, de truenos et de tempesta, et siempre se dubda hombre que Dios no quiera prender vengan[ç]a de lo que hombre ha fecho contra su voluntat. Et seppa- des que quando mis compayneros et yo fuemos adaquella val nos ý fuemos en muy grandes penssamientos si nos osariamos meter el cuerpo en auentura et entrar en la proteccion de Dios. Et algunos de mis compayneros se acoraron et algunos no. Si auia con nos dos pro- domes fraires menores qui heran de Lombardia qui dizian que si auia ninguno de nos que ý quisiesse entrar qu’ellos se pusiessen en buen estado et eillos entrarian con eillos. Et quan- do eillos dizian esto jus la fian[ç]a de Dios et d’ellos, nos fiziemos dizir misa et fuemos confessados et comulgados. Et ý entramos .xiiij. compayneros, mas al exir no heramos que .ix. Et si no pudiemos nunca saber si nuestros compayneros heran perdidos o si heran rre- tornados a [ç]aga, mas toda uez nos no lo viemos depues. Et heran dos griegos [et] .iij.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 491 espaynnoles. Nuestros otros compayneros no ý quisieron point jntrar; ante fueron por vna otra costa por nos sallir al deuant et assi lo fizieron. Et assi nos passamos el dicho val, et veyemos dentro muchos bienes d’oro, argent, pie- dras preciosas et joyas a grant faizon d’aca et d’alla si nos semblaua. Mas si hera assi que nos semblaua yo no lo se pas, car el diablo es assi sotil que el faze semblar lo que no es pas por engaynnar las gentes. Et por tanto yo no ý queria point tocar, et por esto no me queria tirar de mj deuotion, car yo hera muy deuoto estonz tanto por la terror de los enemigos que yo veya en muchas figuras como por los cuerpos muertos que yo veya tantos gazer por toda la val, que si oujere vna guerra de toda la puissan[ç]a de dos rreyes los mas poderosos de la tierra et la mas grant partida fuesse desconfida, si no deuria pas apenas auer tantos muertos como auia en aquella valea que hera muy espantable cosa a veer. Et yo me maraueille mu- cho como en ý auia tantos et como los cuerpos son assi entegros […]. Mas yo creo que los enemigos los fazen semblar assi ser entegros, car no podria ser otrament segunt mj aus que ý ouiessen entrado asi nueuament nj que ý ouiess tantos frescos muertos sin podrir. Et si heran muchos en habit de christianos, mas yo piensso bien que eillos heran decebidos por el tresoro que eillos veyan o por la grant cobdicia, o eillos auian el cora[ç]on muy flaco et [no] podian endurar [el miedo], et por esto heramos nos mas deuotos. Esta val ha asaz beilla entrada et ha bel camjno al comjen[ç]o. Et es el camjno siempre en descendiendo en contra las rroquas et siempre en achequetiendo agora aca, agora alla. Et faze asaz claro la montan[ç]a de vna legoa. Et depues comjen[ç]a a espessar assi como noche et dia. Et quando nos ouiemos andado quanto vna grant legoa el fazia assi espesso et assi obscuro que nos no podiamos veer assi como de noche, quando la luna nj las estreillas no luzen point. Et depues entramos del todo en tenjiebras que nos duraron bien vna leoga, et alli oujemos mucho a sofrir. Et cuidamos de cierto ser todos perdidos. En este punto heramos todosrreligiosos et otros que si cada uno de nos ouiesse seido seynnor soberano de toda la tierra del mundo, eill ouiesse volenters rrenunciado a todas cosas mundanas, mas qu’el pudiesse ser fuera del periglo. Car verdaderament nos non cuidamos jamas rrepportar nueuas al mundo. Et en estas tinjebras fuemos nos echados por tierra mas de mil vezes et en muchas maneras que penas heramos dre[ç]ados que luego heramos otra vez caidos. Car alli auia tan grant multitud de bestias et no veyamos que vers o puercos negros et d’otras mane- ras qui corrian entre nuestras cambas et nos fazian caher vna vez enta [ç]agua, otra a dien- tes, agora de l’un costado, agora del otro et tal vez que la cabe[ç]a yua enta yuso assi como en vn barranco. Et depues heramos echados vna vez por truenos, otra por foudras et por grandes vientos, et tales vezes que nos semblaua que nos heramos feridos d’una hacha al trauersso de las rrenes. Et trobamos tantos muertos dejus nuestros piedes que se playnnjan quando nos passauamos sobr’ellos que hera cosa espantable a oir. Et so cierto que si nos no ouiessemos rrecebido corpus dominj nos fuessemos todos fincados alli et perdidos. En este logar ouo cada uno de nos vna seynnal, car alli fue ferido cada uno de nos tanto que nos fincamos transidos como muertos lue[n]gament. Yo no se, mas en aqueill transim- jento veyemos spiritualment muchas cosas de que yo no oso fablar, car los monges que hera con nos deffendieron a todos que nos no fablassemos sino de lo que nos auiamos visto corporalment por los secretos de Nuestro Seynnor celar. Nos fuemosferidos en diuersos logares, et en aquell logar cada uno auia vna negra tacha del largo de la mano, l’uno en la cara, l’otro en la peytrina, l’otro al costado, l’otro al otro.Yo fu ferido en el cuello por tal

492 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO manera que yo cuidaua que la cabe[ç]a fuesse separada del cuerpo. Et alli he traido l’enseynna negra como carbon mas de .xviij. aynnos, mucha personna l’a vista, mas depues que yo me fu rrepentido de mis pecados et que yo he puesto pena a Dios seruir segunt mj fragilidat, aqueilla tacha es partida et es la piel mas blanca que otra part. Mas toda uez el colpe ý paresce et parescra en tanto que la carne durara, por que yo no consellaria jamas a entrar ninguno, car a mj avis non plaze a Nuestro Seynnor que hombre ý entre. Et quando nos fuemos como a medio logar d’estas tenebras, nos viemos aquella espantable figura de sobre la rroca bien fondo, vna vez cerca, otra uez luein, qui ardia et estincelaua, et el fuego que hera entor eilla no luzia point, mas siempre nos la viemos, asi que nos no l’osauamos rregoardar. Et alli oujemos grant miedo, que con poco non fallesciemos de todo et poco fallescio que nos no fuemos afogados. Et passamos vltra estas teniebras con asaz dolor et mal, et quando nos veniemos otra uez a la claredat nos fuemos mas aisa, comoquiere que nos asallian en muchas guisas. Yo no sabria pas diuisar quanto que nos viemos, car yo era muy soynnoso et ocupado en rrogarias et deuotiones, mas nos fuemos muchas vezes echa- dos por tierra, por viento, por truenos et por tempestas, mas siempre nos ayudo Dios. Et assi passamos el dicho val sin encombro gracias a Dios. Empues aquella val ay vna grant ysla do las gentes son bien grandes como gigantes de .xxviij. piedes o de .xxx. de luengo et no han ningunos vestidos sino que de pielles de bes- tias que eillos cuelgan sobr’ellos, et no comen point de pan sino carne cruda, et beuen agoa. Car iellos han asaz de bestial et si no han njngunas casas, et comen mas volonters carne d’ombre que de ninguna otra carne. En aquella ysla ninguno no ý entra volenters nj ninguno no sy acerca de l’isla, car si ellos veyan vna nau de gentes dentro eilloslos combrian. Et encora nos dizia hombre que en vna otra ysla pardalla ý auja mas grandes gigantes assa como de .xlv. piez o de .l. piez de longo et [otros] de .l. cobdes de lonc, mas nos no los viemos point nj no aujamos talant de acercar, car ninguno no entra en l’uno d’aquellos logares nj en l’otro que no sea depeciado. Et entre estos gigantes ay grandes oueillas como buyes et han grant lana a l’auerent. D’aquellas he yo visto muchas vezes, et hombre ha visto muchas vezes estos gigantes qui prendia[n] gentes en la mar et los leuauan a tierra dos en l’una mano et dos en l’otra, et los yuan comjendo todos crudos. Vna otra ysla ay deuers astre do ay muy malas et crueles mugeres qui han piedras pre- ciosas dentro lures oios. Et son de tal natura que si eillas goardan alguna personna por co- rroz eillas lo matan solament de rregoardar, assi como faze el basilico. Et vna otra ysla ay muy grant buena et bien poblada do la costumbre es tal, que la pri- mera nuy qu’ellos son casados eillos fazen vn otro hombre jazer con lures mugeres por las despucelar [et] en dan buen loguero. Et ay ciertos mo[ç]os en cada villa que no sieruen d’otra cosa que eillos claman ‘cadiberis’, que quier dezir ‘loco desesperado’, car aqueillos de la tierra tienen grant cosa et assi periglosa vna muger, que lis sembla que aquellos que las despucelan se meten en auentura de morir. Et si el marido trueba su muger pucella l’otra noche empues que l’otro no l’aya despucelado por yureza o por otra cosa, eillos se playn- nen del mo[ç]o qui no aura fecho su deuer, assi bien como si el mo[ç]o lo quisiesse matar. Mas empues la primera noche que eillas son despuceladas eillos las goardan assi estrecha- ment que eillas no son tan osadas de fablar a ninguno. Et nos demandamos la causa por que tenjan aquella costumbre. Et nos fue dicho que ancianament algunos heran muertos por despucellar mugeres que auian serpientes en el cuerpo, et por esto tienen eillos siempre

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 493 aquella costumbre. Et fazen siempre ensayar el passage a vn otro ante que eillos se mentan en auentura. Empues ay vna otra ysla do las mugeres fazen grant duelo quando las creaturas nascen, et quando eillos mueren fazen grant gozo et grant fiesta et las echan en vn grant fuego ar- dient. Et aquellas que aman bien lures maridos, si los maridos son muertos, eillas se echan en el fuego con als criaturas et s’arden et dizen qu’el fuego los limpiara de todas suziedades et de todos vicios et s’en yran puros et limpios en l’otro siglo, et lures maridos assi bien, et leuaran lures criaturas con eillos. Et la causa porque eillos ploran quando las criaturas nas- cen et qu’ellas fazen alegria quando eillos mueren si es que eillos dizen que quando l’enffant nasce el viene al mundo a labor et a dolor et tristeza, et quando el muere el va em paradiso. Esto dizen eillos, do las rriberas son de leche et de miel et do viuen en gozo et en habunda[n]cia de bienes sin labor et sin dolor. En esta ysla ellos fazen siempre vn rrey por exleccion, et si no eslien pas el mas noble nj el mas rrico mas aquel qui ha seido de buenas costumbres et drechurero et que sea de grant edat et que no aya ningun fijo. En esta ysla son muy drechureros et fazen drecho juizio de cada uno et del grant et del chico segunt lo que se menosfaze. Et si no puede el rrey jugar a muert hombre sin conseillo de sus barones, et conuiene que toda la cort si acuerde. Et si el rrey mesmo faze vna muert o algun cas de crimen, el li conujene morir assi bien como a vn otro, no pas que hombre meta la mano a eill nj que hombre lo mate, mas hombre le deffiende que ninguno non sea assi hardido que li faga compaynnia nj que fable con eill nj que li vendan nj den rres nj que ninguno l’ose seruir nj ly donent a comer nj a beuer. Et assi le conujene morir en catiuedat. Eillos no parcen a ninguno que aya fallescido por auer, por amor nj por fauor, por rriqueza nj por nobleza, que hombre no li faga drecho segunt el vicio o pecado. Et vltra aquella ysla ay vna otra ysla do ay grant faizon de gentes et no combrian por rres carne de liebre, de gallina nj d’anssara, et si en crian asaz por lasveer et goardar sola- ment, et si comen carne de todas otras bestias et beuen leche. En esta tierra eillos prenden lures fijas et luresparientas a mugeres. Et si eillos son .x. o .xij. hombres en vna casa la muger de cada un sera comuna a todos aqueillos de casa, si que cada uno s’echara con eilla, la quoal querra vna noche et vn otro con vna otra. Et si ay ningun enffant engendrado en alguna d’aquellas yslas, eillas dan l’inffant adaquell qui primerament se echo, si que ningu- no no sabe si l’enfant es suyo o d’otry, et han lur dicho que si eillos crian enffant d’otri, que assi crian los otros el lur. En esta tierra eten toda Jndia ay grant faison de cocodrilos, et es vna manera de luenga serpient si commo yo he dicho de [ç]aga et de noche eillos habitan en agoas et de dia son sobre tierra en rroquas et en cauados. Et no comen point en todo l’iuerno, mas jazen en lur forado assi como fazen las serpientes. Esta serpient mata las gentes et los come en ploran- do, et quando eill come ell mudalas bariellas de suso et non pas las de juso, et si no ha point de lengoa. En esta tierra et en muchas otras pardailla et plus entaca hombre mete en obra la simjent de coton et la siembran todos los aynnos, si en crescen arboles chicos qui trahen coton. Et assi fazen cad’aynno, si en ý a por todo grant habundacia. En esta ysla et en muchas otras ay vna manera de leynna dura et fuert qui cubriria los carbones dejus la cenisa, el carbon se goardaria et fincaria todo biuo vn aynno o mas. Et aquellos arbole semblan quasi de fueillas et d’otras cosas drechament como genebro. Et ay assi bien muchos arboles de benus qui no

494 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO pueden arder nj podrir en ninguna manera. Et si ay nogueras qui trahen nuezes assi grossas como la cabe[ç]a d’un hombre. Alli ay assi muchos oraffles en arboles, eillos los claman girfaux […], et han bien el cuello de .xx. cobdos de luengo et ha la croppa et el cuerno d’un cieruo; ella goardaria bien por sobre vna casa. Et si ay assi bien en esta tierra muchos de cameliones, et son chicas besteletas como cherones saluages, et va siempre a boca obierta porque eilla biue de l’aire, et no come nj beue souuent et cambia et muda souent su color, car vna vez la vee hombre d’una color et otra vez d’otro. Et se puede cambiar en todas colores que eilla quiere sino que en vermeilla et en blanca. Ay assi bien alli serpientes grandes et grossas de .vjXX. piedes de luengo, et ay muchas d’otras diuerssas colores: rraya- des, vermeillas, verdes, amariellas, jndias, negras et todas tecelladas. Et son de .iiij. bra[ç]as o de .v. de luengo, et d’otras ay que son crespas sobre la cabe[ç]a. Et van sobre los piedes quasi todas drechas, et son bien de .iiij. brazas en gros o mas et habitan siempre en cauas de las rroquas et han siempre la boca obierta de que siempre degota venjno. Et si ay puercos saluages de muchas colores et assi grandes como son aqui grandes buyes, et son todos tre- celados en guisa d’un jouen falcon. Et ay heri[ç]ones assi grandes como son aquí puercos saluages, et leones todos blancos. Et si ay otras bestias assi grandes o mas como grandes destiers que eillos claman ‘heraus’ et en otra part eillos los claman ‘odouches’, qui han la cabe[ç]a bien negra et .iij. luengos cuernos en el fruent tallantes como vna espada, et el cuerpo es fauel, et es muy felona bestia et alcan[ç]a e mata los oriffantes. Enc[o]ra ay otras bestias muy malas et muy crudeles qui no son pas mas grandes que vn ver, et han la ca- be[ç]a como sanglar et hn .vj. piedes, et a cada pie dos hunglas largas et tallantes, et han el cuerpo como ver o varraco et la coa como lion. Et ay murciegos assi grandes como cuervos, et ay anssares vermeillas .iij. tanto mas grandes que las nuestras de pardaca, et han la ca- be[ç]a, el cuello et la petrina toda negra. Et muchas otras maneras de bestias ay en esta tierra et otra part alli entor et muy de diuersas aues dont seria muy luenga cosa a rrecontar. Et vltra aquella ysla ay vna otra ysla grant et buena et planturosa do ay de buenas gentes et de buena fe segunt lur crencia. Et comoquiere qu’ellos non sean perfectos christianos que eillos no ayan ley perfecta segunt nos, maguera de la ley natural eillos son plenos de todas uirtudes. Et si fuyen todos vicios, todas malicias et todos pecados, car eillos no son point orguillosos, cubdiciosos, pere[ç]osos, jnvidiosos, yrosos, glotes nj luxuriosos. Et si no fazen a otry cosa que eillos no quisiessen que hombre lis fiziesse. Et en este caso eillos comple- cen todos los .x. mandamientos. Et si no han cura d’auer nj de rriqueza, et no mjenten point por ninguna ocasión, mas dizen simplemente ‘si’ et ‘no’, car eillos dizen que qui jura ell quiere decebir sucercano, et por esto quanto que eillos fazen eillos fazen sin jura. Et claman aquella tierra la Tierra de Fe, et los otros la claman l’isla de Bragmep. Por medio aquella tierra corre vna grant rribera qui ha nombre Teba et generalmente todas las gentes de las yslas d’entor essas marcas son mas leales et mas drechureros que eillos no son otra part en el mundo. En esta ysla no ha ladron nj murdrier nj muger legera nj nunca fue hombre muer- to en aquella tierra. Et si son castos et lieuan assi buena vida como ningun rreglioso podria fazer, et deyunan todos dias. Et porque eillos son asi leales et assi drechureros et plenos de assi buenas conditiones eillos nunca fueron tempestados de gelada, de foudra nj de pesti- lencia, de guerra nj de fambre nj d’otras tribulationes assi como nos somos muchas vezes pardaca por nuestros pecados, porque paresce que Dios los aa et prende en grado lur crencia et lures buenas obras. Eillos creen bien Dios qui crea todas cosas et fezo et lo adoran, etno

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 495 precian rres todas honrras terrianas et si son todos drechureros et biuen assi ordenadament et si sobrement en beuer et en comer que eillos biuen muy luengament. Et muchos mueren sin malaudia, car natura fallesce en eillos por vielles[ç]a. Et en el tiempo passado el rrey Alixandre jmbia desaffiar aqueillos d’aqueilla ysla por- que eill queria ganar lur tierra, et eillos li jmbiaron messages qui trayeron letras de par la tierra, et dizian assi: “Rey Alexandre, ¿que podria ser assaz al omne a qui todo el mundo non cumple pas? Tu no trobaras ninguna cosa en nos porque tu nos deuas guerrear, car nos no auemos ningunas rriquezas nj ningunas no cubdiciamos. Car todos los bienes de nuestra tiera son en comun entre nos; los comeres por nuestros cuerpos sostenir [et] nuestra rrique- za, et en logar de tresoro d’oro et d’argent nos fazemos thesoro de concordia, de paz et d’amor l’uno al otro. Et por el bel paramjento de nuestros cuerpos nos vestimos d’un mez- quino paynno por envolopar nuestras carnes. Nuestras mugeres no son pas paradas por nos plazer, ante tendrian por bel parement e por folia quando hombre se po[n]dria a enbellir el cuerpo por fazer semblar mas beillo que Dios no lo ha fecho de su natura. Eillas no saben de beldat demandar que Dio lis ha dado al nascer. […] tanto que nos viuremos, et nuestra sepultura empues la muert. Nos auemos entre nos perpetual paz ata aquí de que vos nos queredes desheredar, et auemos vn rrey non pas por fazer justicia, car eill no trueba ningun crimen, mas por nobleza goardar et por aprender que nos seamos obedientes, car justicia no ha entre nos point de lugar. Car nos no fazemos a otro cosa que nos no querriamos que hombre nos fiziesse, si no ha justicia entre nos que fazer sino que vos no nos podedes tirar que nuestra buena paz qui siempre dura. Et quando Alexandre ouo leido estas letras, eill pensso qu’el faria muy grant mal si eill los turbaua, et lis manda buena paz et que d’eill n aurian goarda, et que eillos goardassen lures buenas costumbres de l’isla antedicha. […] En estas villas entro el rrey Alexandre, et quando eill vio lur buena fe et la grant lealdat d’ellos eill lis diso que eill no los greuaria point, et que eillos demandassen lo que querian, rriquezas o otra cosa, et eill lis daria volen- ters. Et eillos rrespondieron que eillos heran rricos assaz, et que las rriquezas d’este siglo transitorias no valen rres, mas si eill lis podia dar qu’eillos fuessen jnmortales, eillos li rrendrian gracias et merces. Et Alexandre rrespondio que esto no podia eill fazer, et que eill hera mortal assi como eillos heran. “Et por que, donques pues que tu sabes que tu heres mortal, heres tu assi orguilloso, assi fiero, assi vltracuidado que tu quieres todo el mundo metter en tu subgeccion assi que tu fueses Dios jnmortal? Et si no ay termjno de tu vida, nj dia nj ora, et si quieres todo l’auer del mundo assemblar, el quoal tu lexaras en breu tiempo o tu lo lexaras en moriendo. Et assi que esto fue d’otri ante que tuyo, assi sera esto d’otry empues tu, car tu no leuaras rres con tu, et assi como tu nascesti nudo, nudo rretornaras en tierra de que tu fust creado. Si deues penssar et saber que ninguno no es jnmortal que Dios, qui te creo, et non deues pas tanto cubdiciar que no te pueda fincar”. Por la quoal rrespuesta Alixandre fue esbaecido et s’en partio sin rres a eulz fazer mal. Et comoquiere que esta gent no ayan los articulos de la fe del todo assi que nos auemos, maguera por lur buena fe natural et por lur buena entention yo cuido ser cierto que Dios los ama et que prende lur seruicio en grado, assi como fezo de Job qui fue pagano et no por tanto eill lo tenia por su leal sergent. Et esto como quiere que aya muchas leyes diuerssas por medio el mundo, yo creo que Dios ama siempre aquellos qui [li aman] et sieruen en verdat, lealdat et humildat et que desprecian la vanedat d’este mundo assi como fazen estas

496 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO gentes. Et Job assi lo fazia, et por esto diso Nuestro Seynnor por la boca de Ozee, el prop- heta: “Ponam eis multiplices leges meas”. Et alleurs diste la Sainte Scripture: “Qui totum orbem subdiit suis legibus”. Et Nuestro Seynor assi en l’Euangelio dize: “Alias oues habeo que non sunt ex hoc ouili, que quiere dizir qu’el auia otros seruidores que jus la ley chris- tiana. Et a esto se acuerda la vision que Sant Pedro vio a Jaffe, como l’angel descendio de los cielos et traxo deuant eill bestias diuerssas et de serpientes et otras reptilias de tierra de todas maneras grant faison. Et diso a Sant Pedro: “Pren et come”. Et Sant Pedro rrespondio: “Yo no comj nunca bestia suzia”. Et l’angel li diso: “Non dicas inmunda quod Deus mun- dauit”, et quiere dizir que hombre non deue ningunas gentes terrianas por lures diuersas leyes auer en despecho nj ninguno jugar, mas rrogar por eillos. Car nos no sabemos los quales Dios ama nj los quoales Dios a en odio, car eill no quiere mal ninguna creatura qu’el ha fecho. Et por esto dizia Sant Pedro la signiffication d’aquella vision: “Nunc in veritate cognoui quia non est aceptor personarum; Deus ne discernit inter judeos et gentiles sed in omnj gente qui timet illum et operatur justitiam acceptus”. Et por tales exemplos q[ua]ndo yo digo “de profundis et cetera por las almas passadas, yo digo en comandado con los christianos “pro animabus omni deffunctorum”, car yo digo que esta gent Dios los ama por lur lealdat et por lur humildat, et ay entre eillos muchas prophetas et siempre han seido. Et prophetizaron en aquellas villas l’incarnation de Nuestro Seynnor Jhesuchristo, como eill deuia nascer d’una pucella bien .iijM. aynnos o mas ante que Nuestro Seynnor fuesse nascido. Et creyan l’incarnation perfectament, mas eillos no sabe pas la manera como ell sufrio por nos nj sus Euangelios nj sus obras assi bien como nos fazemos. Et en estas villas ay vna otra villa grant qui ha nombre Pitan. Las gentes d’aquella ysla non labran point las tierras, car eillos no comen point et si son de buena color et de beilla faison segunt lur grandeza. Car eillos son chicos como naynnos, mas no pas assi chicos como los pignen. Aquellos biuen del odor de la[s] pomas saluages. Et quando ellos van a alguna part loin eillos lieuan de las pomas con eillos, car si eillos sentian alguna mala odor et eillos no ouiessen pomas, eillos morrian luego. Eillos no son pas muy rrazonables, mas bien simples et todos bestiales. Depues vltra ay vna otra villa do las gentesson todos peludos sino que la cara et las palmas. Aquellas gent[es] van assi bien por medio la mar como por la tierra et comen carne et pescado todo crudo. En esta ysla ay vna grant rribera que ha bien .ij. legoas et media de amplo que claman la Buemar. Et aquella rribera ha bien .xv. iornadas de luengo. En andando por los desiertos qui yr ý podria, car yo no ý fu pas, mas fuenos contado d’aquellos de la tierra que en aquel desierto son los arboles del sol et de la luna qui fablaron al rrey Alexandre et li diuisaron su muert. Et dizen que los capellanes et los otros qui goar- dan estos arbores comen de lur fructo et del balssamo que ý cresce. Eillos biuen bien .iiijC. o vC. aynnos por la virtut d’este fructo et del balssamo, car alli dizen que ý cresce grant faizon de balssamo et en ninguna part non si [n]o alli et en Babilonia assi como yo vos he otra uez dicho. Nos fuessemos volenters yd[o]s vers los arboles si no ouiessemos podido, mas yo creo pas que .CM. hombres d’armas pudiessen passar saluament estos desiertos solament por la grant multitudo de las bestias saluages, de los grandes dragones et de las grandes serpientes que matan et destruyen quanto trueban. En esta tierra ay de los oriphan-

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 497 tes blancos et bis sin nombre, et de los vnjcornjos et d’otras bestias que yo he deuant deui- sadas et d’otras muy espantables et feas. Muchas otras yslas ay en la tierra Prestre Johan et muchas maraueillas qui serian lue[n]gas cosas a rrecontar, et muchas noblezas et de rrique- zas ay, et de las piedras preciosas grant habundancia. Yo creo que vos sabedes bien et auedes oydo dizir por que aquell emperador es clamado Prestre Johan, mas encora por aquellos que no lo saben pas metre yo breument la causa. El hera vn emperador que hera muy vallient princep, et auia caualleros christianos en su com- paynnia assi como agora han que son. Si li priso talant de veer la manera del seruicio de los christianos. Et estonz duraua christiandat pardalla la mar toda Turquia, Armenja, Suria, Jherosolimja, Arabia et Halapa et toda la tierra de Egipto. Si veno aqueill emperador a vna eglesia de Egipto, et fue le sabado empues la Pentecosta que l’opisbo d’Alexandria fazia ordenes, si goarda et escucha el seruicio et demando que gentesheran que el prelado auia deuant eill do auia tanto misterio a fazer. Et vn cauallero rrepondio que heran prestres. Et el diso qu’el no queria mas estar rrey nj emperador, mas prestre. El quiso auer el nombre del primero qui hera de fuera, el quoal ouo nombre Johan, si ha siempre depues estado clamado Prestre Johan (pp. 155-156). En su tierra ha muchos christianos de buena fe et de buena ley, et mismament d’aqueillos de la tierra mesma. Et han comu[n]ament lures capellanes qui cantan la missa et fazen el sacrament del altar de pan assi como fazen los griegos, mas eillos no dizen pas tantas cosas como fazen pardaca, car eillos no dizen sino solament lo que San Tomas l’apostol lur enseynna, assi como los apostolos cantaron en diziendo el Paternoster et las palabras de que el cuerpo de Nuestro Seynnor es consacrado. Mas nos auemos muchas adiciones que los Papas han depues fecho dont eillos no saben rres. Deuers las partidas orientales de la tierra Prestre Johan ay vna grant ysla et buen rregno que claman Taprobane, qui es muy noble tierra et muy fructuosa, et el rrey muy rrico et fazen siempre rrey por election, mas toda uez eillos obedescen a Prestre Johan. En esta tierra ay .ij. veranos et [.ij.] yujernos, et ý siembran et cullen los trigos dos vezes l’aynno. Et en todas sazones de l’aynno son los jardines verdes et floridos. Alli fincan buena gent et rrazonable et muchos christianos entre eillos que son assi rricos que eillos no saben eillos han. Ancianament, quando hombre passaua de la tierra Prestre Johan en aquella ysla en naues ancianas, metia hombre bien .xxiij. dias a passar o mas, et con las naues que fazen agora hombre passa bien de l’uno al otro en .viij. dias et vee hombre el fondon del agoa en muchos logares, car eilla no es pas profonda. Cerca este rregno ha dos otras yslas, l’una ha nombre Orilla; l’otra, Argicta, de que toda la tierra es de mjnera d’oro et de plata. Et tal ay do la mar Vermeilla se departe de la mar Occeana. En aquella ysla no vee hombre assi como ninguna estreilla que parezca clarament sino que vna bien calra que eillos claman ‘canoppes’. Et si no vee hombre point la luna de toda la lunacion sino al .ijº. quarter. Et en estas yslas ha grandes montaynnas car los fremiz los assaldrian, si no pueden point auer d’aquel oro sino es por muy grant engenjo. Et por esto quando faze fuerment calor estos fremiz s’esconden en tierra de tercia ata nona, et l’oro prenden las gentes, cauaillos, dromedarios et otras bestias et las van cargar callada- ment, et despues s’en fuyen ant que los fremiz sallan fuera de tierra. Et en otro tiempo que no faze pas assi calient que los fremiz no s’esconden point eillos fazen por otra guisa: dos vaxiellos assi como honcetes negros et obiertas por dejuso, et colgan ata bien cerca de tie-

498 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO rra. Et jmbian estas jumentas a pazturar environ aquellas montaynnas et rretienen los pollj- nos. Et quando los fremiz veen estos vaxiellos, eillos puyan desuso et entran dentro. Et han tal natura que eillos no lexan rres en tor eillos, nj agoa, de tierra nj otra cosa. Si jmplen estos vaxiellos d’oro, et quando las gentes pienssan que sus yegoas en sean asaz cargadas, eillos meten fuera todos los pollinos et los fazen rrelinchar, et luego las yegoas rretornan a [ç]aga fuyendo enta lures polljnos et descargan las yegoas. Et assi eillos han del oro a grant faizon, car estos fremiz suffren bien las bestias yr en tor eillos mas eillos non quieren soffrir los hombres. Et vltra la tierra et las yslas es el desierto Preste Johan. En yendo vers lur orient hombre no trueba si non que grandes rrocas et la rregion tenebrosa do hombre non podria veer de noche njn de dia assi como los de la tierra dizen. Aquestos desiertos et este logar tenebroso durant a vn costado ata Paradis Terrestre alli do Adam, nuestro primer padre, et Eua fueron primerament puestos, qui gaires no ý fincaron qui es vers orient al comen[ç]amjento de la tierra. Mas no es pas nuestro orient d’aca que nos clamamos do el sol salle a nos, car quan- do e sol lieua al orient deuers Paradis Terrestre, adont no es pas noche en nuestras partidas pardaca por la rrondeza de la tierra, assi como yo vos he otra uez dicho, car Nuestro Seyn- nor fezo la tierra rronda en el medio logar del firmament. Et porque ay montaynnas et vales no es sino por el diluujo de Noe, qui gasta la tierra molla et la dura tierraet las rrocas finca- ron montaynnas. De Paradiso no vos sabria yo propiament fablar, car yo no ý aý [e]stado de que me pesa que yo no hera digno, mas lo que yo en he oydo dizir al mas sauio d’ailla vos dire volen- ters. Ombre dize que Paridiso Terrenal es la mas alta tierra del mundo. Et es en orient al comen[ç]amjento de la tierra et es assi alta que eilla toca bien cerca del circulo de la luna faze su torno, car eilla es assi alta que el diluujo de Noe no ý pudo alcan[ç]ar qui cubria toda la tierra del mundo toda al derredor dejuso et desuso sino que Paradiso solament. Et si es Paradiso enmurado et cerrado al derredor d’un muro de que hombre no sabe de que es, et sembla que los muros sean cubiertos de molssa et no paresce piedra nj otra cosa de que son los muros. Et s’estiende el muro de meidia vers bisa et no ay que vna entrada qui es cerrada de fuego ardient assi que ningun hombre mortal no ý podria yr nj entrar. Et en el mas alto de la tierra de Paradiso en drecho del medio logar es la fuent qui echa los .iiijº. rrios qui corren por diuerssas tierras, don el primer rrio ha nombre Phison Engangues, et todo vno, et corre por medio Jndia o Sinlat, en la quoal rribera ay muchas piedras preciosas et mucho lignum aloes et mucha grauella d’oro. Et l’otra rribera ha nombre Nil o Gion, qui va por Ethiopia et por Egipto. Et l’otra ha nombre Tigris, qui corre por [Asyria] et por Armenia la grant. Et l’otro ha ombre Eufrate, qui corre por Meda, por Persia et por Armenja. Et dizen en esta tierra que todas las agoas dolces del mundo por dejuso et por desuso prenden lur naxien[ç]a d’aquella fuent, et d’eilla todas las agoas dolces sallen et vienen. La primera rribera ha nombre Phison, que quiere dizir en nuestro lengoage ‘assembla- da’, car muchas otras rriberas s’assemblan et cahen en aquella rribera. Et en vn otro logar la claman Ganges por vn rrey qui fue en Jndia que auja nombre Gangares, car eilla corria por medio su tierra. Et aquella rribera es en algunos logares clara et en algunos logares turble et en algunos logares calient et en algunos logares fria. La segunda rribera qui es clamada Nil o Gion, car eilla es siempre turbia. Et Gion en lur lengoage d’Ethiopia quiere dizir ‘turble’. Et assi Nil, en le[n]goage d’Egipto quiere dizir ‘turble’. La tercera rribera qui ha nombre

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 499

Tigris quiere dizir ‘trayent bien’, car muchos bienes crescen sobre aquella rribera: fructo, trigo et otras cosas. Et seppades que ningun hombre mortal no puede yr nj acercar de Paradiso, car por tierra njnguno no ý podria yr por las bestias saluages que son en los desiertos et por las montayn- nas et por las rrocas do ninguno non podria passar, et por los logares tenebrosos de que ay muchos. Et assi por las rriberas ninguno no ý podria passar, car l’una corre assi rreziament porqu’ella viene d’alto, et si viene assi grandes hondas que ni[n]guna nau no ý podria andar en contra, et si crida l’agoa et lieua assi grant rruido et assi grant tempesta por las rroquas altas, dont eilla desciende que l’uno no podria oir l’otro en la nau et que l’uno cridasse al otro el mas alto que pudiesse. Muchos grandes seynnores de grant voluntat han ensayado muchas vezes a yr por estas rriberas enta Paradiso con grant compaynnja, mas nunca podie- ron acabar lur entencion; ante morian muchos de trauaillo por nadar conra las ondas, et muchos otros devenjeron ciegos et muchos sordos por el rroydo de l’agoa, et muchos otros fueron afogados et perdidos dentro las hondas, assi que ningun hombre mortal no ý puede acercar sino es d’especial gracia de Dios. Si que d’este logar no vos sabria yo mas que dizir nj deujsar, et por esto yo me callare con tanto et rretornare a lo que yo he visto. D’estas yslas de que yo he aquí desuso fablado en la tierra Prestre Johan, qui son dejus tie- rra quantoa nos d’aca, et de las otras yslas mas au[a]nt, qui las quisiesse perseguir por la tierra enujronar, qui auria gracia de Dios a tenjr drecha carrera el podria todo drecho rreuenir a las partidas donde mouria, et assi enderrodaria toda la tierra. Mas porque convendria muy grant tiempo poner et que ay grant periglo a passar tanto por las djuersas yslas como por la mar et por errar, pocas gentes ensayan a fazer este viag, comoquiere que hombre lo podria bien fazer qui ý podria a drecho adres[ç]ar assi como yo he dicho otra uez (pp. 139-159).

Texto I.12.: El Libro del conosçimiento78

Et en este rreynado Amemjan entra vn braço del rrio Eufratres el que nasçe de las altas syerras del polo Antarico, do dizen que es el Paraiso Terrenal. E este rrio Eufratres fazese tres braços; el vn braço entra por medio del rreyno d Amemjan, e los otros dos braços çer- can todo el rreyno que han en ancho en algunos lugares dos jornadas E asy es el rreyno muy grande. E dende trabese el dicto rrio et andude muy gran camjno en su rribera que es mucho poblada, e llegue a vna grand çivdat que le dizen Graçiona, que es cabeça del jnperio [de] Abdeselib, que qujere dezir sieruo de la cruz. E este Abdeselib es de la ygleia de Nubia e de Ethyopia e este defiende al Preste Johan, que es patriarcha de Nubia et de Ethiopia, e seño- rea muy grandes tierras et muchas çivdades de christianos, pero que son negros commo la pez, et quemanse con fuego en las fruentes a señal de cruz en rreconosçimiento de baptis- mo. E commo qujer que estas gentes son negras, pero son omnes de muy buen entendim- jento et de buen seso et an saberes et çiençias. E an tierra muy abondada de todos los bienes

78 M. J. Lacarra et alii (eds.), Libro del conosçimiento…, op. cit., (pp. 169b-171a).

500 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO porque ay muchas et muy buenas de las que sallen del polo Anterico, do dizen que es el Paraiso Terrenal; e dixieronme en esta çivdat de Graçiona que fueron traydos y los genoue- ses que escaparon de la galea que se quebro en Amemjan; e de la otra galea que escapo nunca supieron que se fizo. E este enperador Abdeselib ha por senalles vn pendon con vna cruz prieta atal commo esta: [escudo LXXIX]. Parti de la çivdat de Graçiona porque las çivdades deste jnperio non pude asumar, e an- dude por muchas tierras et çivdades et llengue a la çivdat de Malsa, do mora siempre el Preste Johan, patriarcha de Nubia et de Ethiopia. E a la yda yva syenpre rribera del rrio Eufratres que es tierra muy poblada et muy abondada, e desque fuy en Malsa, folgue ay vn tiempo porque veya et oya de cada dia cosas muy maravjllosas. E pregunte por el Paraiso Terrenal que cosa era e que dezian del; et dixieronme omnes sabios que eran vnos montes tan altos que confynauan con el çirculo de la luna, e que non los podia beer todo ome, e de veynte omnes que fuesen non los veerian los tres dellos, e nunca oyeran dezir de omne que alla subiese. E omnes ay que dizen que los bidieron a la parte de oriente e otros a mediodia; e dizen que quando el sol es en Gemjnj, veenlos a mediodia e quando el sol es en Capri- cornjo veenlos a la parte de oriente. E dixieronme que estos montes eran todos çercados de pielagos muy grandes del agua que dellos desçiende, de los quales pielagos sallen quoatro rrios muy grandes que son los mayores del mundo a los quales dizen: al vno Tigris, e al otro, Eufratres, e al otro, Gion, e al otro, Flicxon; e estos quatro rrios rriegan toda Nubia et toda Ethiopia. E las aguas de los dictos montes que desçienden fazen tan grant rroydo que a dos jornadas suena el son de las aguas; e todos los omnes que moran çerca son todos sor- dos, que non se oyen vnos a otros del grant rroydo de las aguas. E en todo tiempo da el sol en aquellos montes, qujer de noche qujer de dia, quando del vn cabo quando del otro, en tal manera que ençima de los montes nunca faze noche njn tinjebra, njn faze frio njn callentu- ra, nyn sequedat njn vmedat, mas mucho ygoal tenpramjento, e todas las cosas asy vegeta- tibles como sentibles et anjmales non se pueden jamas corromper njn morir. Et dixieronme otros secreptos muchos et las folguras del Paraiso; e es tal su figura: [figura 6]. Otrosy de las virtudes de las estrellas, asy en los juyzios commo en la magica, e muchas vertudes otras de las yeruas e plantas e mjneras. E vy dende cosas muy maraujllosas. E los griegos dizen a este logar Ortodoxis e los hebraicos le dizen Gauaden en los latinos, Paradi- so Terrenal, porque alli es grant tenpramjento. E las señales del Preste Johan, vn pendon de plata con vna cruz prieta e de amas partes dos blancas desta manera: [escudo LXXX]. Porque es tierra de Nubia et de Ehiopia son dos jnperadores: el vno es el inperador de Graçiona, e el otro el enperador de Magdasar. Sali de la çivdat de Malsa, do mora el Preste Johan e tome camjno contra el leuante el rrio de Njllo et falle muchas çivdades en su rribera. E a la primera dizen Amet; e a la otra, Araoth; e a la otra, Sarnja: e a la otra, Oztidela; e ala otra, Llyoranja; ea la otra, Vrma; e a la otra, Gancoli; e a la otra, Galaoth, et otros muchos pueblos. E trauese dos vezes el rrio Gion, que no lo pudi escusar, fasta que llegue a vna grant çivdat que dizen Madasor. E es vn jnperio muy grande en que ay muchas çivdades, villa et castillos et lugares; e es tyerra muy poblada de christianos. E este jnperio de Magdasor es todo çercado de los rrios que sallen de los grandes pielagos que se fazen derredor del Paraiso Terrenal, e al vno dizen Gion, e al otro, Fixon; et del otro cabo confirma con vn golfo del mar de Jndia que entra por la tyerra quarenta jornadas. E en esta çivdat Magdasor me dixieron de vn genoues que

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 501 dezian Sant Leonjs que fue en busca de su padre, que fue en la […] de las dos galeas de que ya conte de suso, et fizieronle toda honrra. E este Sant Leonjs qujsiera traspasar el jnperio de Graciona a buscar su padre, e este inperador de Magdasor non lo consentio yr porque la yda [era] dudosa, por quanto el camjno es muy peligroso. Et sabet que en esta parte de Jndia et de Ethiopia son çiento et çinquanta et quatro rregiones que tienen muy grandes [tierras] yermas e pobladas, en tal manera que es la quarta parte de la faz de la tierra. E este jnperador de Magdasor ha por senalles vn pendon blanco con una cruz prieta tal commo esta aquj: [escudo LXXXI].

Texto I.13.: La Embajada a Tamorlán79

Primera aparición del Preste Juan

VI. De Arzinga a Soltania

9. (…) Onde esta ciudat [Turris, Tabriz] acerca de una plaça está un árbol seco en la calle junto con una casa; e dizen que aquel árbol ha de tornar verde, e que en aquel tiempo a de ir a aquella ciudat un obispo cristiano e con mucha gente de cristianos, e que ha de levar una Cruz en la mano e que ha de convertir a los de aquella ciudat a la fe de Iesu Christo. E dez- ían que lo dezía un moro caite que era como hermitaño. E diz que la gente d’esta ciudat, que ovo desto grand despecho, e que fueron a cortar aquel árbol e diéronle tres colpes con un destral, e los que ge los dieron, reventaron. Este moro que esto dezía, avía poco que murió, e diz que dezía otras muchas cosas; aún dezían que el Tamurbeque, estando en esta ciudat, envió por este moro, e que lo contó esto e otras cosas asaz. E este dicho árbol está oy en día allí, en aquella calle, que no osa ninguno llegar a él (p. 199).

Segunda aparición del Preste Juan

VIII. Samarcanda

12. (…) Desque los dichos señores embaxadores estuvieron assí una gran pieça, levantáron- los de donde estavan e dixéronles que fuessen hazer reverencia a un nieto del Señor que un día antes avía venido de la India Menor, donde dezían que era Señor, que el dicho señor Tamurbec avía enviado por él, que lo viniesse a ver, que avía siete años que lo no avía visto. E este dicho nieto del Señor era hijo de un su fijo mayor, el primero que uvo, que era

79 F. López Estrada (ed.), Embajada a Tamorlán, op. cit., 1999.

502 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO muerto, que uvo nombre Languir, al cual diz que quería mucho; e a este su nieto quería mucho por amor del fijo. E este su nieto avía nombre Pyr Mahomad. E los dichos señores embaxadores fuéronlo ver e falláronlo en una tienda de un tapete colorado, e estava sentado en un estrado llano, e ante él estavan muchos cavalleros e gente que estava en pie. E desque los dicho embaxadores fueron cerca de la tienda, vinieron a ellos dos de aquellos cavalleros e tomáronlos pr los braços e fiziéronlos fincar los hinojos en tierra; e lleváronlos un poco delante, e fiziéronles otra vez fincar los hinojos. E desque fueron con él en la tienda, fiziéronle su reverencia, que era esta: fincar el finojo derecho en tierra e poner los braços en cruz ante los pechos y inclinar la cabeça. E desí los cavalleros que los llevavan, levantáronlos e departieron un poco con ellos, e desí tornáronlos afuera. E este nieto del Señor estava muy guarnido según su usança: tenía vestidos unos vesti- dos de seituní azul con unas brosladuras de oro como ruedas, unas en las espaldas, e entre los pechos e en las mangas; tenía un sombrero que estava guarnido de aljófar bien gruesso, e de piedras, e encima, un balax muy claro. E la gente que ante él estava, le fazían grandes reverencias e solemnidad. E ante él estavan dos homes luchando, los cuales vestían sendas vestiduras de cuero, hechas como jubones sin mangas, de que se travavan, e no se podían derrocar el uno al otro. E mandóles que se derrocassen o qué hazían; e derrocó el uno al otro. E desque lo derrocó, túvolo un gran rato que se no levantó, e dezían que si se levantara, que le no fuera contada la caída. E este día vinieron todos los embaxadores que allí eran a hazer reverencia este sobredi- cho nieto del señor Tamurbec el cual podía aver hasta veinte e dos años, e era baço, sin barvas. E dezían que se llamava Señor de la India Menor, e no dezían verdad, ca el que agora es rey e señor natural de la India es cristiano e a nombre N., según a los dichos em- baxadores fue contado. E a la mayor ciudad de la India, que se llama Deli, e el Señor d’esta India e el Tamurbec ovieron en uno batalla, a la cual el Señor de la India troxo mucha gen- te; e traía hasta cincuenta elefantes (armados), que nosotros dezimos marfiles. E a la prime- ra batalla el dicho Tamurbec fue vencido del señor dela India por ocasión de sus marfiles. E otro día siguiente tornaron a su batalla, e el señor Tamurbec hizo tomar mucho camello, e cargarlos de mucha yerva seca e ponerlos en derecho de los marfiles. E cuando fueron a pelear, mandó poner fuego a la paja; e cuando los marfiles veyeron contra sí los camellos ardiendo, foyeron; e diz que los marfiles han mucho miedo del fuego, por cuanto han los ojos muy pequeños. E por esta ocasión fue el Señor de la India toda la tierra llana que él tenía, que comarcava con el su imperio de Samarcante. E la tierra de la India e lo más d’ella es montaña e tierra muy fragosa, pero diz que es muy poblada de muchas ciudades grandes e de villas, e tierra muy rica. E desque el señor de la India fue vencido, acogióse a aquellas montañas e ayuntó otra vez hueste; e el Tamur- bec no lo quiso esperar, antes diz que acogió su gente e tornóse a los llanos, e el Señor de la India no quiso ir tras él. E d’esta tierra llana que entonces le ganó, es señor este nieto del Tamurbec, fasta en la ciudad de Hormes que es una gran ciudad e rica, pero lo más e mejor de la India quedó e tiene el Señor d’ella.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 503

E esta batalla que en uno ovieron, dezían que podía aver fasta honze años poco más o menos; e que después el dicho Tamurbec ni este, su nieto, nunca se trabajaron de entrar en esta India. En esta tierra de la India ay una isla en do está el cuerpo de Santo Tomé, e ante la dicha isla passa un río, et dizen que en la iglesia de santo Tomé cessa aquel río, que no corre. E passa muncha gent a velar aquella noche. Dizen que el cuerpo de santo Tomé está enfiesto, éntrego, e que tiene) un braço alto, e que aquel día de su fiesta, que echa mano de un omne e que lo tiene fuerte, e que sele no puede ir e que lo tiene así un año fasta otro día de su fiesta, que dexa aquel e toma a otro, e aquel sotiérranlo. Lo cual fue preguntado a unos mercaderos de la dicha India que en Samaricante estavan, si era verdad esto de santo Tomé, e ellos respondieron que eran moros, e que no lo avían visto, mas que lo avían oído dezir muchas vezes. E los d’esta India son cristianos, e el señor e los más d’ellos, a la manera de los griegos. E entre ellos ha otros crisitianos que se señalan de fuego en el rostro, a aun an otra openión que no los otros, pero estos que así se señalan de fuego son menospreciados entre los otros. E entre ellos viven moros e judíos, pero son subjetos a los cristianos (pp. 285-288).

Tercera aparición del Preste Juan 23. (…) E agora, cuando el Señor tornava para esta ciudat, llegáronle unos embaxadores qu’el Señor del Catay le enviava, con los cuales le enviava dezir que bien sabía en como tenía aquella tierra en acomienda, e que le dava tributo de cada año por ella, e avía siete años que ge lo no avía dado, e que g’lo quisiese dar. E él, que le respondió que era verdat e que g’lo quería dar, mas que lo no daría a ellos porque g’lo no tomasen en el camino; e más, qu’el mesmo g’lo quería levar. Esto dezía en escarnio, ca no tenía en voluntad de g’lo dar. E este tributo avía ocho años bien cerca que g’lo no diera ni el emperador del Catay enviara por ello. E la razón porqu’el Emperador del Catay no envió por ello es esta. 24. El Emperador del Catay finó e dexó tres fijos, a los cuales dexó sus tierrase señorío partido. E el mayor d’ellos quisiera tomar el señorío e tierras a los otros dos, e mató al me- nor. E el mediano peleó con el mayor e venciolo. E el mayor, con el desperamiento que le iva todavía mal, fizo poner fuego a su real, e quimóse él e mucha de su gente. E el mediano quedó Señor. E desque ovo puesto en sosiego toda su tierra, envió estos embaxadores al Tamurbeque, que le diese el tributo que le solía dar a su padre; los cuales embaxadores tenía el Tamurbe- que para enforcar, como avedes oído, e no savemos sobre esto que se fará el Señor del Catay, si querrá (vengar) esta desonra o no. E de la ciudat de Samaricante fasta la ciudat mayor del Catay, que llaman Cabalet, que es la mayor ciudat que ha en todo el imperio, a seis meses de andadura; e los dos meses d’ellos no ha poblado ninguno, salvo de pastores e de ganados. E este año avía venido de Cabalet a esta ciudat de Samaricante en el mes de junio fasta ochocientos gamellos cargados de mercadurías. E cuando, el Tamurbeque, esta vez allí llegó, con despecho de lo que los embaxadores del Catay le dixieron, mandó detener estos gamellos, que los no deava ir; e estudieron detenidos fasta este mes de otubre que agora pasó, que los no dexó ir.

504 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

E con los omnes que vinieron de Cabalet con estos gamellos, estudieron los dichos em- baxadores; e contavan las maravillas del grand poderío de gentes e de tierras qu’el Señor del Catay avía; e señaladamente estovieron con un omne que dezía que estoviera seis meses en la ciudat de Cabalet, e dezía que era cerca del mar, e que podría ser tan grande como veinte veces Turriz. E si tan grande era como veinte veces Turris, es la mayor ciudat del mundo, ca Turris ha en luengo una grand legua e más; así que avría veinte leguas en ella. E diz qu’el Señor del Catay avía ta grand gente, que cuando juntava para ir en hueste fuera de su señorío, que quedavan con él en guarda cuatrocientos mil omnes a cavallo e más, que guardavan la tierra. E dezían más, que era costumbre del Señor del Catay que ningund omne no pudese an- dar en cavallo, salvo el que oviese mil omnes suyos; e d’estos, que avía tantos, que era maravilla. E estas e otras maravillas contavan de aquella ciudat e de aquella tierra. E este Emperador del Catay solía ser gentil e fue convertido a la fee de los cristianos (…). 25. Onze jornadas d’esta ciudat de Samaricante, fazia la tierra del Catay, a una tierra onde fueron las amazonas; e oy en día mantienen la costumbre de no tener omne consigo, salvo cuando viene su tiempo del año, que les dan licencia las mayores d’ellas, e toman sus fijas consigo e vanse a las tierras e lugares más cercanos. E cuando los omnes las ven, con- vídanlas, e ellas vanse con aquel omne que más quieren; e comen e beven con ellos, e es- tánse así un tiempo con ellos comiento e beviendo, e después tórnanse para sus tierras. E si paren fijas, tiénenlas consigo; e si paren fijos, envíanlos a los lugares onde son sus padres. Estas mujeres son del señorío del Tamurbeque, e solían ser del señorío del Catay, e son cristianas a la fe griega. E estas fueron del linaje de las amazonas que se acaescieron en Troya cuando la destruxieron los griegos, ca en Troya se acaescieron dos linajes d’estas amazonas: las unas fueron del linaje de la tierra de la Turquía, e las otras son estas (pp. 314-318).

Texto I.14.: Las Andanças e viajes de Pero Tafur80

[Sinaí]

Allí [en el monasterio de Santa Catalina] están en una casa ciertos cuerpos de ombres bal- samados, unos dizen que de algunos cavalleros que fueron a visitar aquel lugar santo e murieron allí, otros dizen que algunos cavalleros de la Grecia después de muertos se fazen levar allí, e es una grandissima devoción. Este monesterio tiene una gran renta por toda la Grecia e en Candía un gran señor que murió les dexó cuatro mil ducados de renta, mas, como es la tierra tan lexos, fázese gran despensa en gelo llevar allá e aun ellos en mantener- se en lugar tan apartado, aunque otros se mantienen de aquella mesma renta que biven en Babilonia con el patriarca de Alixandría, que tiene su asentamiento allí, e él provee a todo e

80 M. Á. Pérez Priego (ed.), Andanças e viajes, op. cit., pp. 93-105.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 505 a él acuden con la renta. E este patriarca elige patriarca para embiar a la India Mayor al Preste Juan, por muerte del que allá está e, aún estando yo allí, eligió patriarca e lo embió. A cabo de tres días que yo estuve en el monesterio de Santa Catalina, pensava cómo po- diese pasar a la India Mayor e aún lo avía fablado secretamente al prior, el cual me respon- dió cómo la caravana, que es la recua que viene de la India, avía de venir dende a dos o tres días e que de allí avríamos enformación cómo se avía de fazer, pero que toda vía estorvá- dome mi propósito. E dende a cuatro o cinco días la caravana llegó, la cual traía muy mu- chos camellos, tantos que yo no lo escrivo porque no parezca fablar demasiado. Pero esta es la que trae toda la especería e perlas e piedras e oro e perfumes e lienços e papagayos e gatos de la India, e otras muchas cosas que se reparten por el mundo. E allí la mitad viene a Babilonia e de allí Alexandría e la otra a Damasco e de allí al puerto de Barut.

[Nicolò dei Conti]

Yo fui por la costa del mar Vermejo, que es media legua del monte Sinaí, por ver cómo venía la caravana e fallé que vinía allí un veneciano que dezían Nicolo de Conto, gentil ombre de natura, e traía consigo su muger e dos fijos e una fija que ovo en la India. E vinía él e ellos tornados moros, que los fizieron renegar en la Meca, que es su casa santa. E él, como me vido, llegose a mí e preguntome quién era e qué fazía allí e qué arte era la mía. E yo le dixe cómo era de Italia e me avía criado con el rey de Chipre, e que avía venido a Babilonia por su mandado al soldán e con su licencia avía venido allí e aún entendía pasar en la India. E luego me respondió que no lo devía fazer e, pueto que fazerlo quisiese, que no lo podría acabar. E yo toda vía porfiando de ir allá, él me dixo e conjuró que le dixese quién yo era e que él me faría un gran servicio, esto era, que me diría la manera que avía de tener, e que bien me podía fiar de él, pues que él cristiano era como yo, e que él me contaría el proceso de su vida e cómo era venido allí. E yo, mirando cómo era persona grave e dis- creta e de buen gesto, díxele cómo yo era fidalgo e cavallero natural de España, e cómo vine al Santo Sepulcro e de allí a Babilonia con entención de venir al monte de Sinaí e de allí pasar a la India E cuando él esto oyó de mí, mostró aver avido gran placer e dixo: “Sabe, que, en tiempo que el Tamurbeque señoreava, yo me fallé en Alixandría con cierto cabdal de mi padre, e de allí ove de venir en Babilonia e, por mal regimiento e poco seso de mi edad, que sería de fast diez e ocho años, perdí lo que tenía e, con deseperación e vergüença de no bolver a la tierra, fuime a do el Tamurbeque andava e estuve allí en su corte un año, e de allí busqué camino para pasar a la India Mayor e fallelo, porque en aquel tiempo todo era seguro, por cuanto fasta la India lo señoreava todo desde el mar Mayor. E yo, como llegué a la India, fui levado al Preste Juan, el cual me recibió mucho bien e fizo muchas mercedes, e me casó con esta muger que aquí traigo, e estos fijos allá los uve, que cuarenta años a que bivo en la India con gran deseo de bolver a mi tierra”. E como yo alcancé grandíssima riqueza, procuré, después que el Tamurbeque murió e la tierra se cerró, de aver pasage por el mar Vermejo e venir a la Meca e al logar do agora estó e, para esto, e él me lo embió e, viniendo con mi muger e fijos, mandaron que fuésemos quemados o renegásemos la fe. E bien que yo dispuesto estava para recebir el martirio, pero

506 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO yo sentí en mi muger e fijos que antes querían renegar la fe que morir, e yo pensé de me renegar asimesmo, esperando en Dios que en algún tiempo a mí e a ellos pudiese salvar. E ciertamente el soldán fue particionero en esto por aver parte del robo que me avían fecho. Agora, esta es la mi vida, el fecho mío ha pasado. En lo que a ti toca, yo te ruego por Dios y por el amor que te he, pues eres cristiano e de la tierra donde yo soy, que no te entremetas en tan gran locura, porque el camino es muy largo e trabajoso e peligroso, de generaciones estrañas sin rey e sin ley e sin señor. ¿E cómo pasarás tú sin salvoconduto o quién temerá el que te quisiere matar? Después, mudar el aire e comer e bever estrañode tu tierra, por ver gentes bestiales que no se rigen por seso e que, bien que algunas monstruosas aya, no son tales para aver placer con ellas. Pues ver montones de oro e de perlas y de piedras, ¿qué aprovechan, pues bestias las traen?”. E tantas e tales cosas me dixo, e a la fin concluyó que, si yo no pasava volando, imposi- ble era llegar allá. E yo vi bien que grande amor e buena humanidad de la naturaleza le movió a me consejar e aún, porque bien parecía verdad lo que dizía, mudé de mi propósito e bolvimos a Santa Catalina e estovimos aí tres días, e ellos aderesçavan sus caminos como dixe, los unos para Babilonia, los otros para Damasco. E yo estos días no fazía sino visitar aquellos lugares e el mar Vermejo e allí donde el pueblo de Israel entró en la mar, cuando Faraón iva tras ellos e se partió la mar en dos carreras. De allí parece una isla que se llama Susan, donde dizen que vienen los judíos que en Castilla llaman abenssusenes. Partimos del monte de Sinaí, e despedime del prior e monges, e diéronme la divisa de Santa Catalina, que es la rueda de las navajas de oro, e yo, desa pobreça que levava, fize alguna limosna e dexé mis armas, e metime al camino con los de la caravana en compañía de aquel Nicolo de Conto. E en aquel camino no fazía otra cosa salvo saber de él el fecho de la India, e muchas cosas me dio por escrito de su mano. E preguntándole del Preste Juan e de su poder, dize cómo era muy grande señor e que tenía veinte y cinco reyes a su servi- cio, pero estos no eran grandes ombres, e aun muchas gentes de aquellos que no han ley ninguna e siguen el rito gentílico, le obedecen. Dizen que es en la India una montaña muy alta e muy áspera la subida, tanto que en tiempo antiguo los de baxo no avían noticia de los de arriba ni los de arriba de los de abaxo, e fue fecho camino e aun puesta cadena de arriba abaxo por donde se tengan los que suben o decienden, e que encima de la montaña es una muy gran llanura donde siembran e cogen pan e traen ganados, e ay muchas huertas de todas frutas e muchas aguas, e finalmente todas las cosas necessarias a la vida de los ombres. E al un canto está un monesterio muy notable, donde acostumbran, los que tienen grado de preste, embiar por eleción doze varo- nes antiguos nobles de linaje e de virtud para que elijan Preste Jua, cuando vacare, en esta guisa: los fijos mayores e las fijas embíanlas allí a criar e casan unos con tros e fazen gene- ración, e allí les dan las cosas necesarias para la vida e allí les dan cavallos e armas e arcos e frechas, e les muestran todos juegos batallosos e les muestran el arte de governar gente. E aquellos electores que allí estan cada día tienen consejo e miran cuál de aquellos les parece que debe suceder en la señoría cuando vacare el Preste Juan. E ya ellos tienen asentado aquel a quien toca e, cuando acaece finamiento del señor, sus cavalleros, como en tal caso se suele fazer, le levan en sus andas cubierto de duelo a aquella montaña. E cuando los electores aquello veen de aquella altu donde están, toman aquel que tienen elegido e dando por señor a los cavalleros, e reciben de ellos el muerto e entiérranlo en su monesterio con

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 507 aquella onra que aquel se pertenece. E los otros van con su señor con grandes fiestas e ale- grías le dan la obediencia; e allí vienen ciertas generaciones con sus presentes, unos traen perlas, otros piedras de gran valor, otros vergas de oro, e cada uno según la tierra donde bive lo que en ella nace. E dize que en esta montaña de Saylan nace el cinamomo fino. Dize que avíe un fruta como calabaças grands redondas, que dentro de ellas avíe tres frutas cada una de su sabor e dize que avíe una costa de mar, donde en saliendo los cangrejos e dándoles el air se torna- van piedras. Dize que avíe una tierra e esta es entre los gentiles donde se faze una gran romería en esta manera: dízese que de un vientre de una muger nacieron dos fijos a la pare- ja e, en naciendo, se ataparon los ojos con sus manos e dixeron que en tal mundo malo ellos no entendían de bevir, e fuéronse a una montaña e fizieron su vida alí e allí murieron. E donde el uno murió se fizo un gran piélago de agua e donde el otro murió un piélago de lodo. E allí van e se lançan e muren, e dizen que van a la gloria. Ay otros que, por que de ellos quede fama de fuertes e sus fijos sean vistos fijos de buenos, fazen un arteficiocomo de tiseras de tundidor, e meten la cabeça. Asimesmo dize que vido comer carne de ombres e que esta es la cosa más estraña que él vido. Esto todo, se entiende, entre los gentiles, mas entre los cristianos vidocomer la carne de las animalias cruda, requiriéndose de quince o veinte días de comer de una yerva muy odorífera e, side allí pasa, que torna leproso. Dize cómo un Preste Juan quiso saber el fecho del río Nilo, dónde procedía e cómo fizo meter ombres en barcas e les dio muchas vituallas e los embió e mandó que trujesen recado de dónde esta agua nacía. E cómo anduvieron tanto e vieron tantas tierras e tantas genera- ciones e tan diversas animalias que lo avían por una gran maravilla e que, comidas las vi- tuallas, oviéronse de bolver sin poder fallar lo que buscavan. E que el Preste Juan ovo gran pesar de ello e ovo consejo cómo podría embiar gentesque jamás les pudiese fallecer de comer e que fizo tomar niños e, tirándoles la leche, criarles a comer pescado crudo, e no es maravilla que oy se dize, los que van a la Guinea, que de aquella parte allá ay gentilesque no comen otra cosa sino pescado crudo. Así que, después de criados aquellos niños, fízoles dar barcas e redes, e mandoles que en ninguna manera no bolviesen sin traerle cierto recado de aquello por que ivan. E partiéronse e fizieron su camino por el agua arriba, como dixe, por diversas naciones, aunque ellos no comunicavan con ningunos por miedo de no ser detenidos, e que llegaron a un gran piélago como de mar e que tomaron por a una ribera a fin de rodeallo, por saber dónde aquella agua descendía que fazía aquel piélago, e fueron fasta tanto que llegaron al lugar donde el lago vinía que fazía aquel piélago, e entraron por ella e tanto anduvieron que llegaron a unamuy gran sierra muy alta e muy enfiesta. E parecía que fuese una peña tajada, tanto que el fin de ella no se parecía, e en ella estava una grande abertura por donde salía. E que allí fueron subir por mirar lo que se pudiese ver e uno que subió dizen que, mirando en lo que dentro avíe, nunca quiso descender ni menos responder a cosa que le preguntasen. E fizieron subir otro e así fizo el segundo como el primero e, desque ellos aquello vieron e no vieron lugar de más poder saber, dexando aquellos dos que no lo pudieron cobrar, por el mesmo camino se volvieron e fezieron relación al señor de todo lo que avían fallado, di- ziéndole que más no devía procurar de saber en aquel fecho, pues que bie parecía que a Dios no le placía que los mortales más sopiesen, e por eso les avía puesto en ella cerradura.

508 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

Dize más que vido una generación de gentiles, que han por ordenaça cuando se casan no tomar dote ninguno con su muger, pero que, si el varón muere, la muger se ha de quemar con él, según fazíen los gentiles a los cuerpos muertos; pero, aunque ella muriese, no se ha de quemar él, que dizen que a muger fue fechapor servicio del ome e no el ome para el de la muger, e que, si perece lo principal, de lo acesorio no se deve fazer mención. E tiénese esta manera: cuando el varón muere y lo ponen en el lugardo ha de ser quemado, su muger se viste lo mejor que puede, diziendo que aquella es otra boda mejor que la primera, que a acompañar a su marido para siempre, e va al lugar do su marido está. E fazen fiestas y mu- chos cantares así ella como sus parientes e allí dize a todos si quieren embiar dezir algo a los del otro siglo, porque ella entiende partir para allá e compañía de su marido. E después desnúdase de aquellas ropas e vístee de una triste ropa como mortaja e diziendo, ciertas endechas e cantares tristes, despídese de todos e va e acuéstase cabo su marido e pone su cabeça sobre el braço derecho de él, diziendo muchas cosas, en conclusión, que la muger no debe más bevir de cuanto es onrada e defendida por aquel braço, e fázese poner fuego e alegre e voluntariamente recibe la muerte. Ay otra tierra donde esta mesma manera se faze, pero que ay diferencia que, cuando se faze el casamiento, preguntan a la fembra si se quiere quemar o no e, si dize sí, a de pasar como la susodicha e, se dize no, hanla de recebir con dote e, al tiempo del quemar, se pone el tocado en el fuego en lugar del cuerpo e pierde el dote para los herederos de su marido, e estas tales que no se queman son avidas por malas mugeres e no legítimas, e dize que destas muy pocas ay e que una que no quiso quemar, de vergüenza partió de la tierra e vino a vivir a Babilonia e que él la vido allí. Dizíe que, aunque lo avíen robado, que muchas cosas traíe e muy ricas, así como perlas e piedras, e lo que más mención fazía era de cosas medicinales muy saludables, tanto que, según él dizie, no podíe aver estimación el valor de ellas. Él me mostró un balax de muy grande precio e mostrome un sombrero de yerva redonda, tan delgado como el más sotil filo de seda que podía ser. E preguntávame, si Dios lo traxese a salvamento a tierra de cris- tianos, dónde me parecía que aquellas cosas suyas podíen aver mejor venta. Yo le dixe que por entonce el emperador tenía gran guerra con el rey de Poloña e aún que avíe poco tiempo que avía recebido la señoría, e que allí avía mal recado e mucho menos en Francia, por la antigua guerra que tenía, e que en Italia ya él mejor la conocía que yo, que ellos compran para revender. E que en España me parecía que avría buen lugar, lo uno por la grandeçae riqueza de nuestro rey, lo otro porque la guerra, que nosotros tiníemos, siempre ganávamos e nunca perdíamos, e la gente era muy rica e destas cosas más que otra gente nos preciáva- mos, e allí dispuso él venir en España. Preguntele si avía visto cosas monstruosas en la forma humana, así como algunos quie- ren dezir ombres de un pie o de un ojo, o tan pequeños como un codo o tan altos como una lança. Dize que no sintió nada de todas estas cosas, pero que bestias vido de estrañas figu- ras, que en una tierra de gentiles vido un elefante muy grande, blanco como nieve, que es cosa bien estraña pro cuanto todos son negros, e que lo tenían atado a una columna con cadenas de oro e aquel por dios adoravan. Dize que vido un asno que truxeron al Preste Juan, poco mayor que un podenco e de cuantas colores se podíen dezir, e que vido muchos onicornios e muchas animalias que seríe largo de escrevir, e que vido armar los castillos en los elefantes para ir a combatir la tierra. Dize que el Preste Juan e los suyos son tan católi-

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 509 cos e buenos cristianos que más no se podríe dezir, pero no ha noticia ni se rigen por la nuestra iglesia de Roma. Dize que el señor es avido en tanta reverencia y tan temido que, si el mayor de su señoría faze por que deva morir, él le embía un ombre soez con una letra suya en que le manda que se dexe matar de él, e él abaxa la cabeça e, obedeciendo la letra, recibe la muerte. E aún dixo que vido un señor que lo raía un gran presente de oro, e tanta gloria ovo el que lo traíe e tantas cosas le dixo al señor, diziendo que ninguno le avíe fecho tal servicio, e luego le mandó matar diziendo que aquel servicio le podía fzer él ni oro ninguno que no fuese poco para él. Dizíe que el arte de la nigromancia que la traen mucho por la mano muy usada, e que vido, por el mar Vermejo, consultar con los enemigos, e que vido desde la gavia fasta baxo descender e subir un bulto negro muchas vezes e después, que le fizieron estar quedo e le preguntaron: “¿Qué será de nuestro camino?”, e que respondió: “Avrés seis días de calma muerta, que la mar estará como astite e el navío no fará camino, e aparejad, que avrés otros tantos de muy afortunada tormenta”. Dizíe que los navíos son como casas muy grandes e no de la fación de los otros, e ay diez o doce velas e grandes cisternas de agua dentro, porque allí no son los vientos tan rigurosos ni en la mar no han recelo de islas ni de rocas, e así traen todos aquellos cargos que la caravana recbe de ellos en la Meca, que es el puerto donde se descargan. Dize que la Meca es un gran pueblo, tamaño e mayor que Sevilla, e que no es súbdito a ninún señor salvo al mayor de su ley, que ellos tienen como papa, e al soldán como emperador, e que allí esta una mesquita bien rica, donde tienen el cuerpo de Mahomad, e que algunos indianos e de Etiopía, que vienen por allí, han […] de passar, cuantos moros allá tienen, e aun a ellos fazen moros. E aún dize que le podría quitar el agua del Nilo, que corre desde la India fasta la Etiopía e toda tierra de Egipto fasta el mar Mediterráneo, que viene por dos braços, que va entrar el uno cerca de Alixandría e el otro por Damiata e, si esta agua se quitase, la tierra seríe despoblada. Dize cómo el Preste Juan continuamente lo tenía en su casa preguntándole de la parte del mundo de acá e qué prícipes avía e de qué grandeça e con quién avían guerras, e tanto que, estando él allá, vido dos veces embiar embaxadores el Preste Juan a los príncipes de acá, pero que no oyó dezir que oviese respuesta de ellos, aunque vido aderesçar al Preste Juan de vernir con sus huestes fasta Jerusalén, que es mucha más tierra que de allá acá. Dize que vido la iglesia do está enterrado el cuerpo de santo Tomás, que convertió a los indianos. E dize que, como las orruras que trae con la creciente el Nilo, que viene del Paraí- so terrenal, es este perfume de linoloe, que llamamos, que, en el tiempo que santo Tomás andava predicando e no lo creían, vino por la ribera del Nilo un muy gradíssimo árbol e encalló allí en la tierra, e fuéronlo dezir al señor que viniese a ver la mayor maravilla del mundo, un árbol de linoloe tan grande cual nunca fue visto, e que fue luego allá e, como lo vido, mandó que lo arrancasen de allí con bueyes, e nunca de allí lo podieron mover. E dizen que lo mandó ataraçar e que no podían las ferramientas entrar en él e que el apóstol santo Tomás estando allí les dixo que se bautiçasen e creyesen en el Dios que fazíe aquellas maravillas, e que él solo con su mano lo levaría al lugar donde ellos quisiesen, e que el señor le respondió que él e los que allí con él estavan lo farían, si él fiziese aquello que dizía, e él santiguó e travolo con la mano e levolo fasta el lugar que le señalaron e, viendo aquella maravilla, todos se bautiçaron e fueron cristianos. E el apóstol tomó aquel madero e fizolo aserrar, e fizo una capilla toda cubierta de aquella madera e allí está su cuerpo de él

510 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO oy enterrado. E tienen tanta devoción oy los indianos en él que oy, de allí do está enterrado, toman de la tierra e fazen ciertas pellillas e tráenlas siempre en el seno, diziendo que en el artículo de la muerte no pudiendo comulgar que con una de aquellas que coman satisfazen. Él me dio cinco o seis de ellas, las cuales creo que oy las tengo. La color de los ombres de la India Mayor es un poco más baços, e toda vía fasta los negros ateçados que son al Me- diodía, que dizen la zona quemada. En este camino fezimos quinze jornadas, las cuales, puesto que gran trabajo avía en las pasar, mas con el sabor de oír tan buenas cosas como dizíe Nicolo de Conto, yo no sintía el trabajo.

Texto I.15.: El Libro del infante don Pedro de Portugal81

Cap. xvi. “De cómo el infante don pedro fue ala tierra (que se dize) delas amazonas ala ciudad de Sonterra.

Despues fuemos alas Amazonas que es vna prouincia toda poblada de mugeres christianas subditas al preste Juan delas indias. E fuemos ala ciudad de Sonterra a hazer reuerencia ala reyna. y entre ellas ay (vna reyna &) condessas: & duquesas y princesas: y caualleras: y escuderas: y peonas assi como aca escuderos y hombres de pie & [assi mismo ay] jouenas & labradoras. E estas jouenas rompen la tierra & trabajan para bastecer las ciudades. y estas no han de yr a guerra. & desque nos vieron salieron [todas] las regidoras: fueron [muy] marauilladas & dixeron (nos). Amigos de que generacion soys: que tan gran tiempo ha que hombre de poniente nunca vimos sino a vos otros: & fablo garcirramirez el faraute & dixo que eramos pobres compañeros vassallos del rey Leon de españa hermano en armas & camarero real del preste juan delas indias por la gracia de dios elegido por (la) mano de sancto Thomas. (E) dixeron las regidoras que tentacion vos mouio a entrar por nuestra tierra & por nuestra prouincia. (y) que si auiamos entrado por multiplicar o por hollar su tierra & deximos que nunca dios quisiesse que nos[otros] fuessem por aquel fecho: mas que era nuestra voluntad de yr al señor preste Juan delas indias. & aquestas mugeres no son como las desta tierra que no han naturaleza de(los) hombres sino tres meses del año conuiene a saber enel mes de março & abril & mayo & enestos tiempos entran hombres delas indias a multiplicar enellas. & salen las regidoras por las prouincias. y preguntan les porque causa vienen a su prouincia. & si vienen por multiplicar el mundo dan les licencia que entren por (las) villas & ciudades: & andan mirando ocho dias la muger que mejor les pareciere que aquella tomen. & vasse a su casa & va conella como con su muger: mas no ha de fazer adulterio sino con ella. y si lo fallan con otra luego fazen justicia del. & de aquella(s) con quien lo faze esso mesmo. E antes que cumpla los tres meses por miedo dela muger que no lo sufre la tierra. Escriuen vn aluala cada vno de donde es & como se llama & quiebran vn anillo por medio. y dexa el anillo y este aluala y vasse para su tierra. [E] Desque nasce la

81 F. M. Rogers (ed.), Libro del infante don Pedro de Portugal, op. cit., pp. 41-56.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 511 criatura si es varon dan le cinco cruzes de fuego con vn hierro por fe & por baptismo en remembrança delas cinco plagas de Jesu chisto & crian lo entre ellas tres años: & antes que aya quatro años embian lo de alli con la gente que viene a multiplicar & dizen: tomad ami- go esta criatura y dalda en tal tierra a fulano & dezid como es su hijo que lo crie alla: y si es hembra dan le baptismo & fuego & quemanle la teta yzquierda porque son todas flecheras de armas turquies porque ala buelta del arco no le estorue la teta para tirar: & la teta dere- cha guardan la para criar las criaturas: y demandamos licencia para holgar por su tierra. E dixo don Pedro a garci ramirez que dixesse ala señora reyna que muy bien sabia su alteza como hera pariente & vasallo del rey Leon de españa: y era su voluntad de yr a hazer reue- rencia al preste Juan delas yndias: y estaua tan pobre que non podia pasar alas yndias si su merced no le hazia socorro. E dixo entonces la reyna. Mandamos que den al pobre conpañe- ro & vassallo del rey Leon de españa veynte: marcos de oro en pasta & cuños para que haga moneda: & licencia le damos.

Cap. xvii. “De como el ynfante don pedro fue a tierra de Judea & vio las grandes ciudades de Ausonia & Canana. E Fuemos de aquella tierra para Judea: & llegamos al Rio delas piedras que es cerca de Judea: & e todos es llamado Rio. E son llamadas Piedras y no son Piedras que para ser rio natural ha de tener tres cosas. Conuiene a saber nacimiento & agua y de donde se consuma. E si esto tiene es llamado Rio natural. Ca el rio natural no es como el rio delas piedrss que es comparado a rueda de molino que desque le mudan el agua no le fallan fin ni cabo. El rio delas piedras cerca de toda Judea & no tiene agua ni piedras saluo vnas que son llamadas toscas: & arenas: & desque les da el ayre haze las mudar: y estas piedras quando son ente- ras toma las el hombre enla mano: & de dentro tienem otra piedra que anda dentro. Y esta piedra a vn que se haga mil partes cada parte tiene su piedra entera: & no tienen sino vna piedra entera de dentro. E pensareys que pesara vna piedra veynte quintales: & no pesara tanto como tres onças. E de alli fuemos ala ciudad de Cananea que esta siete leguas de Ausonia y esta es la mayor ciudad que ay en Judea y enesta ciudad biue el tribu de Judea. E desque nos vieron los judios de Cananea: los quales son del tribu de Benjamin salieron a nos fuera del ciudad & dixeron nos que de donde eramos & porque andauaos sin licencia por alli: que desque el mundo es mundo y el que se llama Jesu de Nazared fue crucificado en Hierusalem nunca generacion de poniente fue vista en la nuestra prouincia: sino agora vosotros. E tomo nos el procurador de Cananea & tuuo nos nueue semanas. Y en toda Judea no ay Rey ni prince ni señor poderoso: mas en cada villa y lugar ay sus procuradores & mayores de la ciudad de Ausonia: y estos dan cuenta cada año delo que renta la tierra & dan parias al preste Juan de las yndias cada año cien dromedarios cargados de pan: & ciento de oro: & ciento de plata: porque los dexen holgar el sabado. Y el preste Juan delas yndias porque no se alcen los judios que no han Rey conoscido y es tierra de onze reynos: & tiene al derredor del rio delas piedras quatrocientas ciudades muy fuertes y en cada ciudad destas estan mil hombres darmas & salen cada año destas ciudades en tierra de Judea a guardar tres cosas Lo vno que no dexan hazer e Judea las baruas: y traen las luengas y encubiertas de luto: porque perdieron la tierra de promision: & que biuen en captiuero. E toda via do quiera que estan los fallaran captiuos. El procurador de cananea despues de nueue semana

512 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO nos fallando entre nos otros mayor ni menor: sino todos yguales: embionos al procurador mayor que viesse que mandaua hazer de nosotros. E mando nos soltar: & dixo que nos diessen por el trabajo que hauiamos passado enlas prisiones & por hazer plazer al preste Juan delas Jndias nueuecientas pieças de oro para el camino. E dio nos licencia para nuestro camino.

Cap. xviii. “De como el Jnfante don Pedro passo por la ciudad de Luca: donde son los gigantes: y fue alas Jndias”. Partimos nos para la Ciudad de Luca donde son los Gigantes que son de nueue codos en alto: & bien son tan altos como lanças de armas. Y en aquesta ciudad nunca muere ninguno hasta que son muy viejos: & tanto biuen que cobdician ellos morir por el grandissimo traba- jo que sienten enla vida delos dolores y enfermedades. Y de alli entramos en las yndias: & fuemos ala Ciudad de Cafola que parte con tierra de judea & preguntamos que a donde hallariamos al preste juan de las yndias & dixeron nos que enla ciudad de Coroan lo falla- riamos y enla Ciudad nos dixeron que la Ciudad de Carace lo hallariamos: que parte con tierra del gran Soldan: & a vn no lo hallamos. Y fuemos a la Ciudad de Alues & alli lo fallamos & desta primera Ciudad auia cinco jornadas & mas hasta do estaua el preste Juan que no auia poblado ninguno. Y llegando a Alues preguntamos porla posada del preste Juan. Y estuuimos por la Ciudad que no podiamos llegar a la posada desde la mañana hasta la noche el sol puesto. E aquesta Ciudad de Alues es la mejor & mas noble Ciudad que ay enel mundo y enella ay mas de nueuecientos mil vezinos y es toda cercada de argamasa al derrador & dentro delas cercas ay seyscientas cercas & otras tantas calles. Y de vna calle a otra es vna cerca. E todas al derredor porque no se puedan passar calle a calle. Y debaxo dela ciudad ay muchas minas por donde se socoren por baxo dela tierra quando los moros cercan la ciudad. Y fuemos a hazer reuerencia al preste Juan. Y primero que llegassemos a su señoria ay treze porteros: & los doze son como obispos y el otro como arçobispo que esta en la camara del preste Juan. E llamando ala puerta dela calle que era la primera puerta respondio el primer portero: & nos pregunto de que generacion eramos. Respondio Garci ramirez el faraute & dixo que heramos vassallos del Rey Leon de españa su hermano en armas & su camarero real por lo qual supiesse que entre nosotros yua vn pariente del rey leon. y el portero dio nos la puerta con (muy) gran alegria. E mando nos estar en vna sala mientra que lo fazian saber al rey. & mando el señor que entrassemos a donde su señoria estaua. E faziendo la reuerencia don pedro las rodillas hincadas delante del preste Juan diole paz: y beso las manos a su muger: & diole paz. y esso mesmo su hijo del preste juan que era emperador dela tierra de galdras. y [despues de fecho esto] saco don pedro las car- tas que lleuaua del rey de castilla [su tio]. & puso las encima de su cabeça. & finco las rodillas delante del preste juan: y el preste juan inclino se contra ellas & tomo las enlas manos & mando al rey del aluin que las leyesse y leydas las dichas cartas: mando el preste Juan a don Pedro que se assentasse a su mesa entre la muger & su hijo encima de todos los reyes que comian a su mesa quatorze reyes: & seruian a su tabla siete reyes. & mando el preste juan poner otra mesa para nosotros. y esta sala en que comia el preste juan era muy rica que las paredes eran de azul de acre: y el tejado era de razimos de oro: y el suelo era todo de piedras preciosas & la tabla dela mesa era toda de diamantes. y estouimos ay qua-

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 513 torze semanas & cada dia le ponian [delante] quatro bacines de oro. y enel vno ponian vna cabeça de hombre (muerto): porque mirasse que assi auia de ser el. Y el segundo bacin estaua lleno de tierra [y] El tercero bacin estaua lleno de brasas porque se le acuerde delas penas del infierno. y el quarto era lleno de vnas peras que traen de entre tigris y eufrates: porque vean aquel milagro que esta enesta fruta vna señal marauillosa que en qualquier parte que la partan fallaran la ymagen del crucifixo: porque aya el preste juan fe por la gracia de dios. y el clerigo de missa es casado & tiene hijos & muger. E en su tierra son todos casados los clerigos con moças virgines. & si [casa &] se le muere la muger no puede salir jamas del templo avn que biua dozientos años. E si le toman fuera dela yglesia luego lo tapian. & si [por ventura] el muere ha de guardar la muger castidad & sino la mantiene: luego la mandan matar. Y en vna yglesia ay dos clerigos & dos ymagines y dos altares. y el crucifixo & la ymagen dela virgen maria. & comiença(n) la missa en. Jte missa est. & aca- ba(n) enla confession. E estos clerigos son semaneros: y el sabado va el vno al otro que esta enla yglesia: & confiessa se conel & rescibe el cuerpo de dios & sale el otro & vasse a su casa & aquel que ha sido semanero primero va a fablar con sus feligreses. Y haze los yr ala yglesia para que reciban el cuerpo de nuestro señor iesu christo: & para que e confiessen de quatorze en quatorze dias. E si fallare el sacerdote alguno que passa vn dia que no aya con- fessado segun la costumbre dela tierra avn que sea vn señor lo tomara sin temor ninguno. & lo echara fuera dela yglesia fasta que se confiesse & se arrepienta de sus pecados. y enla señoria del preste juan delas indias son muy subjectos los clerigos que no han diezmos ni primicias ni derechos ningunos saluo el pie del altar. & no pueden tener adilfe ni camello ni otra bestia ni animal en que caualguen ni han de tener cosa de hierro ni de alambre: ni de cobre: ni de azero que son alla metales [muy] ricos: assi como aca fazen el oro & la plata: (y) esto no pueden ellos tener. E quando caualga el preste juan no lieua pendon delante de si ni estandarte sino treze cruzes: las doze a remembrança delos doze apostoles. & la otra conel crucifixo que significa a [nuestro Señor] iesu christo. & ante que llegassemos a esta ciudad donde esta el preste juan venimos a vna india que se llama las sierras de aducen: & alli fallamos vna gente contra natura que son llamados ponces y estos son los mas catholi- cos christianos que ay enel mundo: & no tienen sino vna pierna & vn pie: y en medio del cuerpo delos hombres el miembro dela generacion [y] tienen la pierna siguiente fasta abaxo: y el pie como de cauallo & de dos palmos en ancho & (de) dos palmos en luengo. & assi las hembras como los varones tienen los miembros dela generacion: & fallamos enesta tierra carneros muy pequeños que tienen cada vno ocho pies & seys cuernos. & hazen cinco quartos dela canal el vno es dela cola. E tan grande es la ciudad de alues que es dicha Edi- cia. E fuemos a ver el cuerpo de santo Thomas. & mando yr (a) dos caualleros con nosotros que nos mostrassen el sepulcro que esta encima del altar assi como esta enesta prouincia la ymagen enel altar y el braço & la mano que puso sancto thomas enel costado de nuestro señor nunca murio: & tan fresca esta como si estuuiera biuo como de antes: y enla vigilia de santo Thomas toman vn sarmiento que aya muchos años que sea cortado & ponen lo en su mano desde hora de bisperas fasta la oracion [y] el sarmiento echa de si (tres) pampanos & cada pampano lleua tres razimos de agraz: & desde la oracion fasta maytines son estos agrazes en cierne. & desde maytines fasta missa vienen en maduracion y sacan dellos mosto y conello(s) celebra el preste Juan delas indias este dia. E no dize missa otro dia ninguno sino este: y el dia de corpus christi y el dia de santa maria de agosto. E quando fallece el

514 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO preste Juan no puede ninguno ser preste por linaje: ni [menos] por señorio saluo por la gracia de dios. y porel santo apostol que lo escoge enesta manera que agora diremos.

Cap. xix. “De cómo eligen al preste Juan delas indias”.

Allegan se todos los prestes de missa enla ciudad de Alues que es dicha edicia. & andan todos [ellos] en procession en derredor del apostol: & aquel que le plaze a dios que sea preste: & señor de los otros: el apostol tiende el braço contra el y abre la mano. y entonces lo toman todos los otros con gran solennidad. & llegan lo a do esta el apostol. (y) aquel que ha de ser preste (Juan) besa la mano a santo Thomas & todos (los otros) besan la suya del preste Juan. E assi queda señor toda via: & llaman le preste Juan. & toma la cinta de santa Maria: la qual echo la señora quando la subieon los angeles alos cielos. & tomo la santo Thomas & pone[n] la en dos vergas de oro atrauessada por encima: & van fasta el altar de sancto Thomas cantando el euangeliode sant Juan: & desta manera es elegido preste fasta que fina E dixo don Pedro al faraute: dezid al preste Juan que sea su merced de nos dar licencia que mi voluntad es [de] passar adelante. & respondio el preste Juan que no quisies- semos passar adelante: que a tierra podriamos llegar que fallariamos generacion que son sepultura(s) los hijos delos padres & los padres delos hijos: & los vnos comen alos otros. y estos [son los que] han de yr conel antecristo. & dixo don pedro que su voluntad era de yr adelante fasta que enel mundo o ouiesse mas generacion. & despues que el preste Juan vido que su intencion era de yr: mando que nos diessen seys dromedarios & dos farautes: los dos dromedarios para en que fuessemos & los quatro en que lleuassemos vituallas para que comiessemos nos & los dromedarios. Partimos vn lunes & atrauessamos desde la ciudad de Edicia fasta el parayso terrenal: & para yr al desierto trauessamos diez & siete jornadas de dromedarios que es quarenta leguas la jornada del dromedario que nunca fallamos poblado ni gente: las quales son seyscientas & ochenta leguas: y eneste camino & desierto no ay caminos que guiassen por mar ni por tierra: & llegamos a ojo delas sierras. & los hombres que nos dio el preste juan no nos dexaron passar adelante & de alli venimos a Tigris y a eufrates y a gion & a Fison: que son [quatro] rios que salen del parayso terrenal. y por el tigris salen ramos de oliuas y acipreses. E por [el rio de] eufrates salen palmas y arrayhan & por [el rio de] Gion sale vn arbol que se llama Linaloe: & por [el rio de] Fison salen los papagayos en sus nidos por el agua: & destos rios se mantiene todo el mundo de agua(s). Ca destos rios se hazen los otros. & de alli fuemos a ver los aruoles delas peras que estan entre tigris y eufrates que son dos arboles: & cada vno el año que mas lieua [lleua] quarenta peras & nunca mas ni menos. Y esto significa la sancta quarentena: y estas peras son etre- gadas al preste Juan: y [el] las [re]parte por todas sus prouincias alos señores principales por confirmar los en la fe de [nuestro señor] Jesu christo: porque vean el milagro que en aquella fruta es: que en cada parte (que se parte) paresce [enella] el crucifixo & sancta ma- ria con su hijo enlos braços. y de alli nos boluimos para el preste Juan & ouo gran plazer quando supo que eramos bueltos. & alli estouimos treynta dias. & demandamos licencia para andar nuestro camino: & dixo don Pedro que pues sabia su señoria del preste juan como era vassallo del rey leon de españa & fue mi voluntad de ver & passar todas las parti-

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 515 das del mundo por ver si era su señorio tan grande como dezian: que fuesse su merced de le hazer socorro para [se] boluer en poniente. E mando que nos diessen como a vassallos del rey nueue mill pieças de oro & vna epistola que el mesmo preste Juan embio hasta las tie- rras latinas. & dize(n) muchas cosas las quales dizen assi [desta manera].

Cap. xx. “Carta que embia el preste Juan delas indias alos de poniente: en que les cuenta las cosas delas indias”.

Preste Juan delas indias Rey mayor delos christianos, fazemos vos saber que toda nuestra creencia es en dios padre & hijo y espíritu sancto tres personas y vn solo dios verdadero. A todos los que cobdiciays ver & saber que cosas son en nuestro señorio: vos dezimos que aue- mos LX reyes nuestros vassallos & los pobres de nuestra tierra nos los hazemos mantener por dios de nuestras rentas. y deueys saber que en nuestras partidas son tres indias: india mayor: & india mediana: & india menor y enla que moramos nos es la yndia mayor y esta enesta el cuerpo de santo thome apostol. E sabed que en nuestra tierra nascen los elefantes & camellos & leones & grifos: los cuales grifos han grandes fuerças: en tal manera que pueden lleuar bolando vn buey para que coman sus hijos. Estos animales & otras muchas & serpientes estan enlos desiertos. & los dromedarios & camellos quando son pequeños toman los nuestros vas- sallos & fazen los mansos parar arar la tierra & para andar caminos & para las otras cosas que auemos menester. & auemos gentes en algunas partes que no han sino vn ojo. y esso mesmo en otras partes que han quatro ojos delante y detras. y esta gente de que alguno muere los parientes lo comen que dizen que la mejor carne del mundo es la del hombre. & de sus nom- bres son llamados Got & Magot. E estan estos tras vnas sierras que no pueden passar ellos a nos: ni nos a ellos E nunca de allí saldrán fasta que venga el antechristo. y entonces saldran por todas las tierras y tantos son que no los podran vencer las gentes del mundo. E Dios em- biara huego del cielo, en tal manera que no quedara cosa dellos. Y en otra parte ay otra gente que tienen el pie redondo e non son para pelear mas son buenos labradores: & ninguno puede llegar a ellos ni entra a ellos saluo nosotros, porque son de nuestro señorio & ay otra genera- cion no son mayores los hombres e las mugeres que niños de cinco años & son christianos. E no han gran mengua sino quando viene vna manada de aues a ellos y quando han de segar o vendimiar. estonces sale el rey dellos en batalla. E aquellas aues no se quieren yr hasta que han muerto mucha gente dellos & aquella penitencia han ellos por pecados de los sus anteces- sores. & cerca destos son de otra manera, que son hombres dela cinta arriba: & delo otro son como cauallo e comen carne cruda & traen arcos para caçar: & moran en los desiertos como animales y hazen peleas con los sagitarios y fazemos nos tomar algunos dellos para que esten en nuestra corte para que los vean las gentes estrañas. E otro si auemos en nuestra tierra sesen- ta & dos castillos, los más fuertes del mundo: & del vno al otro no ay mas de tres tiros de ballesta y en cada vno ay cuatro mill hombres de armas e cinco mill ballesteros: & treinta mil peones que guardan los passos: porque no passen los de Got y Magot: que si ellos pudiessen salir destruirian el mundo: & por vn castillo que nos auemos han ellos quinze. E quando nos queremos yr a batalla hazemos lleuar ante nos vna cruz que nov sino un madero sólo porque se nos miembre de la cruz en que fue puesto nuestro señor Jesu christo. E hacemos lleuar ante

516 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO nos vn ataud de oro & va lleno de tierra: porque assí auemos de ser tierra quando fuere la merced de dios. E sabed que ninguno osa mentir a donde está Santo Thome, que luego muere mala muerte: y enlas otras partes luego lo damos por muy falso & desleal: porque iesu christo mando que cada vno amase a otro en buena lealtad & no en engaño como los que fazen forni- cio. E si los prenden eneste pecado luego los matamos. Otrosi nos ymos cada año a visitar el cuerpo del profeta Dauid: & ymos a babilonia sobre castillos hechos sobre elefantes. Esto es por razón que enel desierto ay muchas serpientes & dragones & algunos animales que tienen ocho cabeças. E ymos a Babilonia a donde el cuerpo de daniel esta e luego cerca están los gigantes que nos dan cada año parias: & son a nuestro mandamiento. Y enla tierra de los gigantes ay en luengo cien jornadas: & sesenta & ocho en ancho. E si así como ellos son muy grandes fuessen bolliciosos & ardides: bien podrian conquistar todo el mundo mas nuestro señor iesu christo les puso vn embargo: que no se entremetan sino en trabajar & labrar la tierra. Esto les vino porque querían labrar & fazer la torre de babilonia diziendo que subirian por ella al cielo. Los quales hizieron pesar a nuestro señor dios enello. & dellos tenemos en nuestra tierra presus para quando vienen algunos peregrinos que los vean por marauilla & nos tenemos nuestros palacios dela manera que los figuro santo Thomas al rey grandrafe. E ante nuestros palacios auemos vna plaça adonde trebejan & bordan nuestros dozeles. Y enel palacio donde nos dormimos arde vna lampara de balsamo. & otras dos do nos hazemos nuestras cortes por razon que dan buen olor: & los lechos donde nos dormimos son de zafires esto fazemos por castidad: & por por razon de auer fruto dormimos con nuestra muger quatro meses enel año: & siruen nos doze arçobispos. & xxiij obispos & tambien quatro patriarcas de santo Thomas. E otro si aueos tantos abades en nuestra capi- lla como dias ay enel año & cada vno canta missa en la nuestra capilla por orden cada dia & despues tornan se al monasterio: & luego esta alli otro para dezir missa al preste juan por razon que cada vno deue auer humildad como preste porque nuestro señor fue humil- doso & fue verdadero Preste. E así no ay ayor ni menor. Nin ay mayor ni mas alta orden que ser Preste: & por esto ha auer en cada preste humildad & castidad & paciencia & penitencia. E sabed que enel dia de la nauidad & dela resurrecion & de la ascension & dela natiuidad de nuestra señora santa Maria nos estamos en nuestras cortes: & tenemos corona muy noble enestos dias. E por la nobleza destas fiestas hazemos predicacion al pueblo:& en las noches assi salimos hartos como si ouiessemos comido de todas las viandas del mundo. E estos milagros & otros muchos faze nuestro señor Jesu cristo por ruego del glorioso apóstol santo Thomas. & de siete en siete años nos haze el por la gra- cia de nuestro Señor dios vn sermón en el lugar a donde nos hazemos nuestro concilio. y estas cosas susodichas embie a dezir a essas partidas en otro tiempo. y confirmo las agora como nosotros las vimos & oymos. & despues oymos & vimos estas cosas. E como el preste Juan vido que nos queriamos partir del & de su tierra sospiro: & dixo assi. Quanto bien nos fiziera dios nuestro señor si nos al rey leo de españa nuestro hermano tuuiesse- mos cerca de nos porque los enemigos de Jesu christo fuessen menoscabados que mucho trabajados somos todos tiempos destas gentes crueles. Mas dezid ami amado hermano el rey Leon de españa que se esfuerce como bueno con la gracia de dios a mantener sus reynos en verdad y en justicia: & que haga tales obras que sea dios seruido que todos parezcamos sin verguença ante la cara de Jesu christo el dia del muy espantable juyzio.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 517

(&) agora yd con la bendicion de Jesu christo: el qual tenga por bien de vos guardar delos peligros deste mundo & del cuerpo & del anima.

Cap. xxi. “De cómo el infante [don pedro] se despidio del preste Juan & se vino para españa”. (E) Don pedro & nosotros hincamos las rodillas delante el preste Juan con muchas lagri- mas: pidiendo le perdon & su bendicion, y assi nos partimos muy tristes & segun la vida hazen en aquella tierra: sino porque los destas naciones no podrian biuir buenamente en aquella tierra: alli nos quedaramos & nos quisieramos morar.

518 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

BIBLIOGRAFÍA

ACOSTA, V., Viajeros y maravillas, Caracas, Monte Ávila, 1992, 3 vols. ALLEGRA, A. (ed.), A. de Torquemada, Jardín de las Flores curiosas, Madrid, Castalia, 1982. Apocryphal Acts of the Apostles: The Acts of Judas Thomas (or, the twin), the apostle, 1871, vol. 2, pp. 146-298, recogido en: http://www.tertullian.org/fathers/apocryphal_acts_07_judas_thomas.htm (25/09/2012). ARMENTEROS LIZANA, C. (ed.), Diego Rodríguez de Almela, Compendio Historial, Murcia, Asamblea Regional de Murcia y Real Academia Alfonso X El Sabio, 2000. BARANDA, N. (ed.), La corónica del noble cavallero Guarino Mezquino. Estudio y edi- ción, Madrid, UNED, 1991 (Tesis Doctoral inédita dirigida por M. Á. Pérez Priego). BARBIERI, A., Dal viaggio al libro, studi sul Milione, Verona, Fiorini, 2004. BARTOLUCCI, L., (ed.), “Ancora sulla Lettera del Prete Gianni: il volgarizzamento ita- liano del ms. N2”, Quaderni di Lingua e Letterature, 22, 1997, pp. 15-23. BAYERRI Y BERTOMEU, E. (ed.), “Una descripció geogràfica novelesca en catalá del siglo XIV”, Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 12, 1927, pp. 29-36. CHIMENO DEL CAMPO, A. B., “El Preste Juan: ¿De héroe a villano? Adaptación de la leyenda medieval al cómic del siglo XX”, en Diálogos intertextuales 1: De la pala- bra a la imagen. Estudios de literatura infantil y juvenil, Carmen Becerra Suárez y Ana Fernández Mosquera (eds.), Frankfurt am Main, Peter Lang, 2010, pp. 71-80. ____, “El Preste Juan: narrador de historias en la serie Avataars. Covenant of the Shield”, en Discursos intertextuales 4: Discursos (audio)visuals para un receptor infantile y juvenile. Estudios de la literatura infantil y juvenil: medios audiovisuales, Susana Pérez Pico y Manuel Ángel Candelas Colodrón (eds.), Frankfurt am Main, Peter Lang, 2010, pp. 89-99. ____, “La Carta del Preste Juan y la literatura utópica”, Hesperia. Anuario de Filología Hispánica, XIII-2, 2010, pp. 117-135. ____, El Preste Juan en los libros de viajes de la literatura española medieval, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2011. ____, El Preste Juan. Mito y leyenda en la Literatura Infantil y Juvenil Contemporánea, Frankfurt am Main, Peter Lang, 2009, 128 pp., ISBN 978-3-631-58935-9. CONTE, A. (ed.), Il Novellino, Roma, Salerno Editrice, 2001. CORNAGLIOTTI, A. (ed.), “Una redazione catalana della Lettera del Prete Gianni”, Zeitschrift für Romanische Philologie, 113, 1997, pp. 359-79. DELUMEAU, J., Una historia del Paraíso. 1. El jardín de las delicias, Madrid, Taurus, 2005. DELUZ, Ch. (ed.), Le livre del merveilles du monde, Paris, CNRS Editions, 2000. DORIGATTI, M. (ed.), L. Ariosto, Orlando furioso: secondo la princeps del 1516, Firenze, Leo Olschki, 2006.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 519

FICK, B. W., El libro de viajes en la España medieval, Santiago de Chile, Editorial Uni- versitaria de San Francisco, 1976. FORESTI, J. F., Supplementum chronicarum orbis ab initio mundi, Venecia, Bernardino Benali, 1486, digitalizado en: http://fondosdigitales.us.es/fondos/libros/397/33/supplementum-chronicarum-orbis-ab- initio-mundi/ (25/09/2012). FRANCO Jr., H., As Utopías medievais, São Paulo, Brasilense, 1992. GIL, J. (ed.), La India y el Catay. Textos de la antigüedad clásica y del medievo occidental, Madrid, Alianza, 1995. GOSMAN, M. (ed.), La Lettre du Prêtre Jean. Les versions en ancien français et en ancien occitan. Testes et comentaires, Groningen, Bouma’s Boekhuis, 1982. ____, “Otton de Freising et le Prêtre Jean”, Revue Belge de Philologie et d’Histoire, LXI, 1983, pp. 270-285. GRACIA, P., “La leyenda de Gog y Magog en el Libro del conosçimiento”, en R. Lorenzo (ed.), Actas do XIX Congreso Internacional de Lingüística e Filoloxía Románicas, A Coruña, Fundación Pedro Barrié de la Maza, 1994, vol. VII, pp. 827-842. ____, “Sobre los orígenes de Goemagog”, Revista de Literatura Medieval, 1, 1989, pp. 77- 91. GRAF, A., “Il mito del Paradiso terrestre”, en Miti, leggende e superstizioni del Medio Evo, Torino, Loescher, 1892, vol. I, pp. xi-xiii y 1-238. GUMILEV, L. N., La búsqueda de un reino imaginario. La leyenda del Preste Juan, Bar- celona, Grijalbo-Mondadori, 1994. JIMÉNEZ DE LA ESPADA, M. (ed.), Andanças e viajes de un hidalgo español, Madrid, Miraguano y Polifemo, 1995. KEHREN, L. (ed.), La route de Samarkand au Temps de Tamerlan. Relation du voyage de l’ambassade de Castille à la cour de Timour Beg par Ruy González de Clavijo, 1403-1406, Paris, Imprimerie Nationale, 1990. LACARRA, M. J. et alii (eds.), Libro del conosçimiento de todos los rregnos et tierras et señorios que son por el mundo, et de las señales et armas que han, Zaragoza, Insti- tución Fernando el Católico, CSIC, 1999. LADERO QUESADA, M. Á., “El Preste Juan de las Indias y los reyes de armas castellanos del siglo XVI”, Medievo hispano. Estudios in memoriam del Prof. Derek W. Lomax, Madrid, Sociedad Española de Estudios Medievales, 1995, 221-234. ____, “Mundo real y mundos imaginarios. John Mandeville”, en F. Novoa Portela y F. J. Villalba Ruiz de Toledo (eds.), Viajes y Viajeros en la Europa Medieval, Barcelona, Lunwerg, CSIC, 2007, pp. 55-74. LARNER, J., Marco Polo y el descubrimiento del Mundo, Barcelona, Paidós, 2001. LÓPEZ ESTRADA, F. (ed.), Embajada a Tamorlán, Madrid, Castalia, 1999. MACÍAS, J. M. (ed.), S. de la Vorágine, La leyenda dorada, Madrid, Alianza, 1982, 2 vols. MARTÍN LALANDA, J. (ed.), La carta del Preste Juan, Madrid, Siruela, 2004. MARTÍN NIETO, E. (dir.), La Santa Biblia, Madrid, San Pablo, 1989. MELIS, G. (coord.), Odorico da Pordenone e la Cina, Pordenone, Edizioni Concordia Sette, 1983.

520 ANA BELÉN CHIMENO DEL CAMPO

MENESTÒ, E. (ed.), G. Pian di Carpine, Storia dei Mongoli, Spoleto, Centro italiano di Studi sull’Alto Medievo, 1989. MEREGALLI, F., “Las memorias de Pero Tafur”, Dicenda, 6, 1987, pp. 297-305. NELLMANN, E. (ed.), W. von Eschenbach, Parzival, Frankfurt am Main, Deutscher Klas- siker Verlag, 1994, 2 vols. NERI, A. (ed.), La gran magnificenza del prete Janni. Poemetto di Giuliano Dati e quattro lettere inedite di Carlo Roberto Dati, Il Propugnatore, IX, 1876, parte I, p. 138-173: http://www.archive.org/details/ilpropugnatore09commuoft (25/09/2012). NITTI, J. (ed.), Juan Fernández de Heredia’s Aragonese version of the Libro de Marco Polo, Madison, Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1980. NOWELL, Ch., “The Historical Prester John”, Speculum, 28, 1953, pp. 435-445. NYHOLM, K. (ed.), A. von Scharfenberg, Jüngerer Titurel, Berlin, Akademie-Verlang, 1984, vol. III.2. OCHOA ANADÓN, J. A., “La Embajada a Tamorlán. Su recorrido por el Mediterráneo occidental”, Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica, 10, 1991-1992, pp. 149- 168. OLSCHKI, L., L’Asia di Marco Polo, San Giorgio Maggiore (Venezia), Fondazione “Gior- gio Cini”, 1957. ____, Storia letteraria delle scoperte geografiche, Florencia, Leornardo Olschki, 1937. PELLIOT, P., “Deux passages de la Prohétie de Hannan, fils d’Issac”, en Ch. Beckingham y B. Hamilton (eds.), Prester John, the Mongols and the Ten Lost Tribes, Aldershot, Variorum, 1996, pp. 113-137. PÉREZ PRIEGO, M. Á. (ed.), Andanças e viajes, Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2009. ____, “Maravillas en los libros de viajes medievales”, Compás de Letras, 7, 1995, pp. 65- 78. PIRENNE, J., La légende du Prêtre Jean, Strasbourg, Presses Universitaires de Strasbourg, 1992. POPEANGA, E. (ed.), Los viajes a Oriente de Odorico de Pordenone, Bucareşti, Cartea Universitară, 2007. ____, “El discurso en los relatos de viaje de Juan de Plancarpinus y Guillermo de Ru- bruck”, en E. Popeanga, Viajeros medievales y sus relatos, Bucareşti, Cartea Universitară, 2005, pp. 105-126. ____, “El itinerario de Odorico de Pordenone”, en E. Popeanga, Viajeros medievales y sus relatos, Bucareşti, Cartea Universitară, 2005, pp. 127-155. ____, “El itinerario de Odorico de Pordenone”, en E. Popeanga, Viajeros medievales y sus relatos, Bucareşti, Cartea Universitară, 2005, pp. 127-155. ____, “Viajeros en busca del paraíso terrenal”, en R. Beltrán (ed.), Maravillas, peregrina- ciones y utopías: Literatura de viajes en el mundo románico, València, Universitat de València, 2002, pp. 63-75. ____, Viajeros medievales y sus relatos, Bucareşti, Cartea Universitară, 2005. RAMÍREZ DE ARELLANO, R., “Estudios biográficos: Pero Tafur”, Boletín de la Real Academia de la Historia, XLI, 1902, pp. 275-293.

EL MITO A TRAVÉS DE SUS TEXTOS… 521

RAMOS, M. J., Ensaios de mitología cristã: o Preste João e a reversivilidade simbólica, Lisboa, Assírio & Alvim, 1997. RICHARD, J., “The Relatio de Davide as a source for Mongol History and the Legend of Prester John”, en Ch. Beckingham y B. Hamilton (eds.), Prester John, the Mongols and the Ten Lost Tribes, Aldershot, Variorum, 1996, pp. 139-158. RIQUER, M. de (ed.), Obras Completas del trovador Cerverí de Girona, Barcelona, Insti- tuto Español de Estudios Mediterráneos, 1947. ROGERS, F. M., (ed.), Libro del infante don Pedro de Portugal, Fundation Calouste Gul- benkian, 1962. ____ (ed.), The Travels of the Infante Dom Pedro of Portugal, Cambridge-Massachusetts, Harvard University Press, 1961. SCAFI, A., Mapping Paradise. A History of Heaven on Earth, London, The British Li- brary, 2006. SLESSAREV, V. (ed.), Prester John. The Letter and the Legend, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1959. T’SERSTEVENS, A. (ed.), Los precursores de Marco Polo, Barcelona, Ayma, 1965. TARDIOLA, G., Altlante fantastico del Medioevo, Anzio (Roma), De Rubeis, 1990. VAN DEN WYNGAERT, A. (ed.), Sinica Franciscana, vol. I: Itinera et Relationes fra- trum minorum saeculi XIII et XIV, Florencia, Claras Aquas, 1929. VON DEN BRINCKEN, A., Die Nationes Christianorum Orientalium im Verständnis der lateinischen Historiographie, von der Mitte des 12. bis in die zweite Hälfte des 14. Jahrhunderts, Köln-Wien, Böhlau, 1973. WESTREM, S. D. “Against Gog and Magog”, en S. Tomasch y S. Gilles (eds.), Text and Territory. Geographical Imagination in the European Middle Ages, Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 1998, pp. 54-75. ZAGANELLI, G. (ed.), La Lettera del Preste Gianni, Parma, Pratiche Editrice, 1990. ZARNCKE, F. (ed.), “Der Brief des Papstes Alexanders III an den Priester Johannes”, en Ch. Beckingham y B. Hamilton (eds.), Prester John, the Mongols and the Ten Lost Tribes, Aldershot, Variorum, 1996, pp. 103-112. ____ (ed.), “Der Brief des Priesters Johannes an den byzantinischen Kaiser Emanuel”, en Ch. Beckingham y B. Hamilton (eds.), Prester John, the Mongols and the Ten Lost Tribes, Aldershot, Variorum, 1996, pp. 40-102. ____, “Der Patriarch Johannes von Indien und der Priester Johannes”, en Ch. Beckingham y B. Hamilton (eds.), Prester John, the Mongols and the Ten Lost Tribes, Aldershot, Variorum, 1996, pp. 23-38. ZUMTHOR, P., La medida del mundo, Madrid, Cátedra, 1993.

RESEÑAS

TRADUCCIÓN AL CASTELLANO DE LA OBRA DE JEAN CARMIGNAC Las fuentes de Mateo, Marcos y Lucas: ¿hebreas, arameas o griegas? REALIZADA POR JOANNA JAKUBOWSKA ELÍAS Y FELIPE SEN, Madrid. Ed. Visión Li- bros. 2012.

Por Mª Jesús Aguilera Romojaro

Jakubowska y Felipe Sen han realizado la traducción de una breve obra que el sa- cerdote francés, Jean Carmignac, estudioso de los evangelios y fundador de la Re- vue de Qumrân, publicó en 1983. No se trata de una obra científica sino, en pala- bras de Carmignac de una breve presentación de mis investigaciones personales de veinte años de trabajo. Es una obra dirigida al gran público en la que el autor inten- ta exponer, de forma clara y sencilla, sus teorías sobre la composición de los evan- gelios, unas teorías que están basadas, fundamentalmente, en su experiencia como estudioso del Nuevo Testamento y, sobre todo, en sus investigaciones sobre los textos de Qumrán. Cabría preguntarse si merecía la pena realizar el trabajo de traducir al castellano un libro que se publicó hace 30 años, teniendo en cuenta que la ciencia bíblica ha avanzado mucho desde entonces, y por lo tanto la obra de Carmignac debería resul- tar un tanto anticuada. Sin embargo, llama la atención que, en contra de esta idea, se haya publicado una traducción de esta misma obra al polaco en el año 2009. Entonces ¿tiene algo que aportar este libro al lector actual interesado en los estu- dios evangélicos? Yo diría que si, por tres razones: la sencillez y claridad del len- guaje expositivo, la metodología seguida al estructurar la obra, y el tema que trata. Al tratarse de una obra que no está dirigida a especialistas, Carmignac usó un lenguaje sencillo y conciso, en ocasiones coloquial, en el que se emplean pocos tecnicismos y se explican claramente los pocos que se usan. Esto hace que la obra sea fácil de leer y el discurso resulte ameno. En ocasiones el autor se dirige al lec- tor directamente, en primera persona, relatando el discurrir de sus pensamientos durante sus investigaciones, realizando preguntas que le surgían y que él mismo responde a continuación. Se podría decir que es, en cierto modo, el relato de una investigación.

526 RESEÑAS

A pesar de no ser una obra científica, Carmignac cuidó que estuviera estructu- rada de una forma lógica que permitiera al lector conocer la tesis que él propone para la composición de los evangelios sinópticos y seguir su argumentación. Para ello la articuló en seis capítulos. En el primero el autor da a conocer su hipótesis, la existencia de un original hebreo o arameo para los evangelios de Marcos y Mateo, y de ser así la composición temprana de los sinópticos. El propio autor reconoce que en la elaboración de la hipótesis tuvo gran importancia la traducción que él mismo hizo del evangelio de Marcos al hebreo de Qumrán, una tarea que, al con- trario de lo esperado, le resultó tan sencillo que le llevó a pensar que el griego del evangelio de Marcos podía ser, en realidad, la traducción de un original hebreo o arameo. En el segundo capítulo se hace una relación de todas las traducciones al hebreo y arameo del Nuevo Testamento conocidas por el autor, desde el s. XIV hasta el s. XX, para así contrastar el valor de mis argumentos. En el capítulo terce- ro Carmignac entra de lleno en su argumentación, presentando los distintos tipos de semitismos que aparecen en los evangelios. El capítulo cuarto presenta la propuesta de solución del llamado problema sinóptico, que Carmignac hace a partir de las conclusiones de los tres capítulos anteriores: las fuentes de los evangelios sinópti- cos debieron ser un original hebreo del evangelio de Marcos y una fuente de dichos de Jesús (Q) escrita en hebreo. El capítulo cinco presenta otras fuentes antiguas que dan información sobre la composición de los evangelios, y que, según Carmignac, apoyarían la anterior hipótesis, comenzando por San Pablo, siguiendo por Papías, Ireneo, Panteno, Clemente de Alejandría, Orígenes y Eusebio de Cesarea. De todas ellas y de las noticias que dan los Hechos de los apóstoles Carmignac llega a la conclusión de que la composición de los evangelios es anterior a lo que se suele suponer, de entre los años 42-50 para Marcos, 50-60 para Mateo y poco después del 50-60 para Lucas. El capítulo sexto recoge una relación de autores que desde el s. XVI hasta el s. XX han planteado la existencia de un original semítico para los evangelios. Cierra el estudio una breve conclusión que recoge los ocho puntos o resultados provisionales de la investigación de Carmignac, resumen de todo lo expuesto en los capítulos anteriores. Para completar la obra, además de los útiles índices de citas del Nuevo Testamento y de autores, se incluyó una sección con las críticas de algunos especialistas y las respuestas que Carmignac da a las mismas. El tema que trata esta obra, las fuentes de los evangelios sinópticos, lejos de es- tar totalmente zanjado en la actualidad, resurge periódicamente, y en ocasiones retomando, aunque de forma minoritaria, como posibilidad la propuesta del origi- nal semítico que proponía, entre otros, Carmignac (G. Howard en 1995, B.H. Young en 1998, M. Casey en el 2002, J.R. Edwards en 2009). Esta obra, por lo

RESEÑAS 527 tanto, nos da una visión de cómo surgió dicha hipótesis y en qué argumentos se sostiene, para poder aceptarla o criticarla. Por último, mencionar que Joanna Jakubowska Elías y Felipe Sen han realizado una cuidada traducción al castellano de esta obra, que ha dado como resultado un lenguaje fluido y cómodo de leer, con pocos errores, que se limitan a unas equivo- caciones en dos fechas de la página 23, en las que los números se han cambiado de orden.

SEN, Felipe, Bibliography of Publications on Qumran in the Spanish Language (1949-2011). Cracovia. The Enigma Press. 2012.

Por Mª Jesús Aguilera Romojaro

En esta obra, Felipe Sen recopila toda la bibliografía escrita en España y parte de la escrita en Iberoamérica, en castellano, sobre el tema de los manuscritos de Qum- rán, en el periodo de tiempo que abarca desde 1949 hasta el año 2011, el año en que se dio por terminada esta obra. Sin embargo, a pesar de que se ocupa de traba- jos escritos en castellano, ha sido editada por una editorial polaca, Enigna Press, y formando parte de una serie, Qumranica Moglianensia, especializada en los estu- dios de Qumrán. Esto hace que la obra esté destinada a lectores tanto de lengua española como de lengua inglesa. Para los segundos incluye traducciones de todos los títulos de la bibliografía al inglés, un prefacio escrito por el director de la serie, una introducción del autor y un índice analítico. A los lectores de lengua española está dedicado el recorrido histórico de la investigación de Qumrán en España que hace Florentino García Martínez al principio del libro, la bibliografía propiamente dicha y un índice analítico. Tenemos ante nosotros, por lo tanto, una obra de doble utilidad, que permite tanto a los lectores que conocen el español, como a los que conocen el inglés, tener una visión de los estudios sobre Qumrán que se han reali- zado en España durante los últimos 60 años. El libro está organizado en cuatro capítulos, que vienen introducidos por un breve prefacio del director de la serie, Z.J. Kapera, por una historia de la investiga- ción de Qumrán, realizada por Florentino García Martínez, y por la introducción propiamente dicha de Felipe Sen. El prefacio del profesor Kapera, escrito en inglés, hace una presentación del libro, definiendo la utilidad de la bibliografía e índices, y

528 RESEÑAS proporciona a los lectores en inglés un breve resumen de la revisión de los estudios sobre Qumrán en España que hace Florentino García en español en el siguiente apartado. La Historia de la investigación qumránica en España, de Florentino García, que comienza en la página 37, es un complemento perfecto para esta bibliografía de Felipe Sen, ya que da una visión, muy detallada, de cómo se desarrollaron los estu- dios sobre Qumrán en España durante el periodo que abarca la bibliografía. En ella se destaca, en primer lugar, la labor de algunas instituciones como la Casa de San- tiago de Jerusalén, el Departamento de Hebreo y Arameo de la Universidad Com- plutense de Madrid, la Universidad de Navarra y la Universidad Pontificia de Sa- lamanca, y el papel destacado de dos estudiosos españoles residentes en el extran- jero, José O’ Callaghan y el propio Florentino García. A continuación se describen las tres fases en las que se divide esta historia: una primera época de información al público de los descubrimientos y de traducción de los estudios que se hacían en otros países (1947-1972); un segundo periodo en el que amplía la información y se van desarrollando, hasta ponerse a niveles internacionales, los estudios sobre este tema en España (1972-1991), con la aparición de investigadores de primer orden, como el propio Florentino García; y un tercer periodo en el que la influencia de los investigadores españoles sobre Qumrán se deja sentir internacionalmente, y apare- ce una generación de jóvenes investigadores de gran nivel. Destaca en esta historia el papel de propio Florentino García Martínez y el de Julio Trebolle Barrera, que son conocidos internacionalmente por el gran nivel de su trabajo de investigación en el área de Qumrán. Esta historia va ilustrada con ocho fotografías de algunos de los congresos y coloquios que se mencionan en ella. En la introducción en Inglés de Felipe Sen se explican las características de la bibliografía, se aclara la metodología que se ha seguido al organizar las distintas secciones, y la forma de usarlas. Hay que mencionar que en la página 39 se da una descripción de los capítulos del libro que no corresponde a la realidad; allí se men- cionan siete capítulos, de los que en la obra sólo aparecen cuatro, el mismo error aparece en el título del cuarto capítulo, que en la página 205 aparece como Chapter VII, en lugar de Chapter IV. Es de suponer que en la corrección final de la obra se eliminaron algunos de los capítulos pero no se modificó la introducción ni los títu- los de los mismos, esperamos que se subsane este error para próximas ediciones. Tras la introducción vienen dos índices de abreviaturas, uno general, y otro dedica- do a los nombres de las revistas, que en adelante se citan por sus abreviaturas. La bibliografía propiamente dicha comienza en la página 51, y en ella se orde- nan, por orden alfabético del autor, todas las obras en las que se trata el tema de Qumrán, tanto escritas originalmente en español como traducidas al mismo de otra

RESEÑAS 529 lengua. Cada libro o artículo va precedido por un número en negrita, es decir, van numerados, numeración que se utilizará en los índices de los siguientes capítulos para remitir a dichas obras. Para facilitar la comprensión a los lectores que no co- nocen el español, al título original de la obra le sigue, entre corchetes, la traducción del mismo al inglés. El total de las obras que se recogen en esta bibliografía es de 835, ya que aunque la numeración da 836 obras, la número 101 no existe. El capítulo segundo, que sólo ocupa las páginas 127-128, está dedicado a las re- señas de trabajos sobre Qumrán, originalmente escritos en castellano, que han apa- recido en las revistas españolas. Las reseñas se han ordenado según el orden alfabé- tico de la primera palabra del título de la obras reseñadas, aunque ésta sea un artí- culo. A continuación del título se da el nombre del autor de la reseña, y para finali- zar, en negrita, el número que la reseña ocupa en la numeración de la bibliografía del capítulo anterior. El capítulo tercero, que comienza en la página 129, es un índice alfabético en español, en el que se incluyen todos los términos, expresiones y nombres propios o de obras (sin tener en cuenta artículos o preposiciones) que aparecen en la biblio- grafía. Se incluyen al final algunos términos en griego y hebreo. En cada entrada un número en negrita remite, como en el capítulo anterior, al número que tiene la obra, en que aparece el término, en la bibliografía. Con este índice se pretende que el lector de lengua hispana pueda buscar cualquier tema o palabra que le interese, sin tener que mirar en toda la bibliografía, y así dirigirse directamente a las obras que lo traten. El capítulo cuarto y último, que comienza en la página 205, es un índice alfabé- tico en inglés. No se trata de una traducción del capítulo anterior, sino que recoge los términos, expresiones, nombres propios y de obras que aparecen en las traduc- ciones al inglés de los títulos de la bibliografía. Este índice está organizado de la misma forma que el índice en español y tiene la misma utilidad. Hay que alabar el esfuerzo de Felipe Sen que ha recogido toda esta bibliografía en español, con todo detalle, desde breves artículos de divulgación hasta obras científicas de gran nivel, con la idea de dar a conocer, al mundo anglosajón, la la- bor que los investigadores españoles han realizado en el campo de los estudios de Qumrán en los últimos 60 años, una labor, que al haberse plasmado, en gran parte, en español, era desconocida para muchos investigadores que no conocen nuestra lengua. Es de esperar que este repertorio bibliográfico sirva como un instrumento que facilite la labor a los estudiosos, tanto de habla inglesa como española, que quieren profundizar en los estudios de Qumrán.

530 RESEÑAS

NAVARRO DURÁN, Rosa: La verdad sobre el caso del Lazarillo de Tormes. Berriozar (Navarra). Cenlit Ediciones. 2010, 194 pp.

Por Ignacio Bajona Oliveras

En el transcurso de casi una década, la profesora Rosa Navarro, de la Universidad de Barcelona, ha publicado tres trabajos acerca de los principales temas que entra- ña el Lazarillo y el género picaresco, que a partir de esta obra, empieza a aparecer como tal, a lo largo del siglo XVI. Los tres trabajos son: su extensa e interesante Introducción, de unas noventa pá- ginas, a la edición que del Lazarillo publicó Milagros Rodríguez Cáceres (Octae- dro, 2003), a la que siguen, entre 2010 y 2012, dos libros suyos más, la reseña del primero de los cuales publicamos a continuación, y la del siguiente en la que viene después. Intentaremos referenciar, sobretodo, las principales y nuevas aportaciones del libro, al que su autora califica de “ensayo”, cuando en realidad es más que un nuevo tratado sobre el Lazarillo, y el ámbito que le rodea, ya que, además, connota y establece de continuo semejanzas y concordancias con otras obras de la época y con las corrientes intelectuales y religiosas de su tiempo, en particular el erasmis- mo. Y si bien algunos de los temas expuestos en este libro habían sido ya vistos por la propia profesora Navarro, en la citada Introducción a la edición de 2003, apare- cen ahora analizados a la luz de nuevas investigaciones, dando a la presente obra una mayor actualidad, a la vez que añade nuevos aspectos no tratados antes. A lo largo de los ocho amplios apartados o capítulos en que se estructura el li- bro, señalaremos las principales aportaciones que, con su constante labor investi- gadora, la profesora Navarro, innova o interpreta nuevamente los distintos aspectos de la obra, en particular el llamado “caso”, que fundamenta buena parte del relato del Lazarillo. Considera la autora, como primer tema a revisar en su libro, la construcción del texto, empezando por resaltar la distinta naturaleza los dos “preliminares” que se han considerado como prólogos del relato novelesco, aún cuando sus dos autores son bien ajenos entre si: el autor del primero, citando a Plinio y a Tulio (Cicerón), mientras el segundo, un texto mucho más breve, en el que el autor obedece que a Vuestra Merced “se le escriba y relate el caso por muy extenso...” Ante esta evi- dente diferencia de autoria, Rosa Navarro señala, según su hipótesis, que el editor, al que le llegaron ambos textos, los interpretó mal y no entendió ni incorporó el segundo como el inicio del relato de Lázaro, separándolo de primer texto como un epígrafe aparte, advirtiendo a la vez la profesora Navarro que, según ella, dicho

RESEÑAS 531 editor no se dio cuenta de que en el segundo texto se añade: “ Y pues Vuestra Mer- ced escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso...” y, por tanto, tal “Vues- tra Merced no pide a Lázaro, al que no conoce, que relate el caso, sino que “se relate el caso”, como él dice” (p.20). Además, nuestra autora halla en falta algo al inicio del relato de Lázaro, que explicaría el por qué “Vuestra Merced” había pedi- do que se hiciera un informe sobre el “caso”, de lo cual infiere Navarro que falta en el libro “el argumento de la obra” (p20), por otra parte, elemento común en muchas otras obras de la época. En este mismo capítulo dedica la autora muchas páginas a descifrar la persona- lidad femenina, aunque no la identidad que se oculta debajo del tratamiento de “Vuestra Merced”, persona a la que cita en repetidas ocasiones Lázaro, refiriéndose siempre a su interés por el caso, así como su relación con el arcipreste amancebado del relato, que contaba secretos de confesión. Un segundo capítulo va dedicado al tiempo histórico en el que se desarrolla el relato del Lazarillo, en el cual su autor sitúa su redacción –cosa que no ocurre en ninguna otra obra del género picaresco– entre la batalla y derrota de Gelves, en 1510, y la entrada por primera vez del Emperador en Toledo, en 1525, para cele- brar Cortes. Al mismo tiempo, que la profesora Navarro sitúa la redacción del La- zarillo como posterior a dos acontecimientos literarios, ambos ocurridos en 1529: la aparición del Relox de príncipes, de Fray Antonio de Guevara, y el Retrato de la Lozana Andaluza, de clérigo Francisco Delicado, ya que ambos libros atestiguan que el autor del Lazarillo los había leído previamente; del primero, por el ataque que en él se hace de truhanes y chocarreros. Y del segundo, cuya influencia es más notable, aparece un personaje, al que se le cita con el nombre de Lazarillo “como diminutivo de Lázaro, el leproso, porque así alude al Emperador V como víctima del mal francés –o mal de Nápoles– y no porque tenga sífilis, sino porque, tanto el rey francés como la guerra mantenida con este en Nápoles constituyen el centro de sus conflictos políticos, y ello, además de otras alusiones políticas y literarias, de las que se hace eco Alfonso de Valdés, quien, aparte de ser el autor del Lazarillo, es el secretario de cartas latinas del Emperador. Otros datos que aporta en su libro la profesora Navarro son diversas menciones a vida cotidiana y real de la época, como el hecho de citar el “año estéril de pan”, sufrido en 1529, y que castigó las tierras de Castilla. O bien el espacio geográfico real por el que discurren las andan- zas de Lázaro y su amo ciego, hasta llegar aquel, por fin, a Toledo. Y en un breve capítulo siguiente, la autora se refiere a los primeros ecos del La- zarillo en otras obras literarias, como la adaptación al castellano del Baldus italia- no, con adiciones en la versión castellana, claramente erasmistas; así como también

532 RESEÑAS añade la influencia de la breve pieza teatral, Representación de la Historia Evangé- lica del capítulo nono de San Juan, obra de Sebastián de Horozco. Con el apartado o capítulo 4º del libro, titulado “La materia de la sátira del La- zarillo” entramos en una de sus partes centrales, en la que la autora dedica por en- tero su espacio para ofrecernos los perfiles peculiares que caracterizan a cada uno de los ocho amos a los que Lázaro –”mozo de muchos amos”– va pasando, desde casi su niñez, con un ciego, hasta convertirse en “buen mozuelo”, al entrar a servir a un capellán y conseguir, finalmente, “como Vuestra Merced habrá oído” alcanzar “la cumbre de toda buena fortuna”, y así es como acaba el Lazarillo. En cuanto a la sátira o farsa que envuelve casi todo su contenido, la profesora Navarro se centra particularmente en los amos al servicio de la Iglesia, que no son otros, en el transcurso del relato, que el “ciego rezador”; el clérigo que acapara “toda la laceria del mundo”; el fraile de la Merced –tratado cuarto–, al que el autor del relato considera como “gran enemigo del coro y de comer en el convento, per- dido por andar fuera, amicísimo de negocios seglares y visitar”. Y sigue en esta retahíla de amos de la Iglesia, el buldero –tratado quinto–, “el más desenvuelto y desvergonzado, y el mayor echador de ellas, que jamás yo vi ni ver espero...” Así, el buldero resulta ser, probablemente, el más satirizado y a la vez más far- sante de todos los amos conque se asienta Lázaro, ya que su vida consiste en ven- der y engañar a sus compradores, asegurándoles con su falsa bula papal, su eterna salvación. Tal personaje es objeto de una de las más severas críticas de Erasmo sobre el negocio de las bulas, que Alfonso de Valdés comparte plenamente con el humanista holandés. Todavía otro miembro de la Iglesia, como es el capellán –del corto tratado sexto– que vive también de su particular negocio, “sacando– como afirma Rosa Navarro– provecho de su asno y del aguador Lázaro, quien, por prime- ra vez reconoce que “este (oficio) fue el primer escalón que yo subí para venir al- canzar buena vida”, plenitud de vida que –como es sabido y hemos recordado– logrará al final de su relato, tras haberse casado con la mujer amancebada del arci- preste: “Pues en este tiempo estaba en mi prosperidad y en la cumbre de toda buena fortuna”. Pero en esta lista anterior de amos de Lázaro, hemos dejado aparte tres más, con quienes también se asentó Lázaro: un escudero –tratado tercero–; un maestro de pintar panderos, –al comienzo del tratado sexto– y un alguacil –tratado séptimo y último del relato–. Al escudero, la profesora Navarro le dedica un amplio espacio, en el que Alfonso de Valdés, con suma maestría, destaca “el contraste entre su engañosa apariencia y su pobreza absoluta, que confunde al propio Lázaro, con su ridículo concepto de “honra” (pp.89-90), y sobreviviendo gracias a las limosnas que mendiga Lázaro, quien tiene que compartir con el escudero el fruto de su men-

RESEÑAS 533 dicidad. Y a quien se fustiga también por su devoción externa para salvar así sus apariencias con hipócritas oraciones, extremo que igualmente Erasmo condena con firmeza. Al maestro de pintar panderos apenas se le da cabida en el relato, y de él, Láza- ro se limita sólo a decir que “también sufrió (con él) males”. No obstante de él y del alguacil, “hombre de justicia”, al que Lázaro sirvió por poco tiempo “por pa- rescerme oficio peligroso”, son los únicos amos a los que el autor del relato no le merecen la dura crítica erasmista de Valdés. Y más destacable aún es que el aman- cebado de la mujer de Lázaro, el arcipreste de San Sebastián, no entre en la lista de los restantes personajes censurados, y ello cabe ser interpretado por el hecho de ser él, a la vez, el confesor de Vuestra Merced, la enigmática figura femenina que, al principio del Lazarillo, había solicitado que “se le escriba y relate el caso”. Al fin, Lázaro, gracias al “favor que tuve de amigos y señores”, consigue el “cargo de pregonar los vinos que en esta ciudad (Toledo) se venden”(...) y así “en este tiempo estaba en mi prosperidad y en la cumbre de toda buena fortuna” . Sin duda, no sólo los personajes que acabamos de recordar son el objeto de la sátira erasmista del Lazarillo, sino que todo el libro es un duro reproche, en clave burles- ca, de muchos miembros de una Iglesia necesitada de una profunda reforma, que alcanza también a las malas costumbres y vanidades de una parte de la sociedad española de la época, como la profesora Navarro pondrá de relieve en su siguiente libro, Pícaros, ninfas y truhanes. Así como en el capítulo antes reseñado, se advierte claramente la materia de la “farsa”, de claro signo erasmista del Lazarillo, en el que sigue, “Concordancias del Lazarillo con los dos Diálogos de Valdés”, la profesora Navarro, a la vez que se adentra en el estudio filológico –propio de su formación y de sus trabajos filológi- cos–y también en el temático de los tres textos, confrontando similitudes entre los tres, asegurando, si cabe aún más con ello, la autoria del Lazarillo por parte del humanista español. Inicia así su estudio con un minucioso y detallado análisis y cotejo de las diversas formas elocutivas o expresivas existentes, tanto en el Lazari- llo como en el Diálogo de Mercurio y Carón y en el Diálogo de las cosas acaeci- das en Roma o Diálogo de Lactancio y un Arcediano, llegando a la conclusión de que “más que el uso verbal (en las tres obras) es la presencia de las mismas ideas, la que establece los lazos entre ellas”(p.108). Y trae seguidamente la profesora Navarro, los temas comunes a los Diálogos y al Lazarillo, advirtiendo que su pro- tagonista no relata propiamente la autobiografía de un mozo que sufre los infortu- nios del hambre, la crueldad, la mezquindad, la ausencia de caridad, etc., por parte de sus amos, vinculados de algún modo a la Iglesia y sus creencias religiosas, sino que son sus penurias, objeto de la materia de la “farsa”, que es la misma en los dos

534 RESEÑAS

Diálogos, y así por ello, poco después, afirma Rosa Navarro, que “No hay nadie que ataque con tanta virulencia e ironía destructora a los miembros de una Iglesia corrupta necesitada de reforma como Alfonso de Valdés en sus dos Diálogos” (p.109) Y de entre los temas muy presentes en el Lazarillo y que aparecen también y se reprochan en los Diálogos, destacan, entre otros, “la corrupción de los ecle- siásticos, en Roma (en ambos Diálogos) o en Castilla” (en el Lazarillo) (p.110). Igualmente el tema de las bulas y su venta (en el Diálogo de las cosas ocurridas en Roma) y en el de Mercurio y Carón; y lo mismo se halla en la sátira dirigida a los clérigos amancebados, en el Lazarillo y en los dos Diálogos valdesianos. También objeto de denuncia son la carencia de caridad de los clérigos, su tacañería y su am- bición, tanto en el Lazarillo, como en los citados Diálogos. E igual ocurre en los tres textos, cuando Valdés ataca las supersticiones y a los malos confesores que comentan los secretos de sus feligreses, Como no se escapan tampoco de sus arre- metidas los cortesanos, como el escudero del Lazarillo, y aún más –incluso algunos con sus propios nombres– los cortesanos por su vanidad, pompa y vanagloria, en el Diálogo de Mercurio y Carón, y así el mismo personaje Carón advierte que “En las cortes de los príncipes siempre los virtuosos son maltratados y perseguidos” (p.123). En el mismo capítulo que comentamos, la profesora Navarro nos da la clave del significado del nombre, Lázaro de Tormes, ya que –como ella afirma–”Un río no puede situar en el espacio a una persona, sólo a una ciudad...” (p.126) y la tal ciu- dad –añade más adelante–”se asocia inmediatamente con Tormes (que) es Alba, Alba de Tormes, que es el centro del ducado de Alba” y sigue, después, la profeso- ra añadiendo: “Al advertir que Lázaro se une a un río que evoca al duque de Alba de Tormes, nos damos cuenta de que es una réplica al Zúñiga de Francesillo, (autor este de una Crónica burlesca del Emperador Carlos V), que tiene su casa ducal en Béjar, otra ciudad salmantina.(p.127). Completan el libro de la profesora Navarro cuatro apartados o capítulos más, de los que procuraremos resumir, en lo posible, su contenido, pero que vienen a com- plementar aspectos del Lazarillo o de su autor Valdés, tales como “El prólogo del Lazarillo y las lecturas de su autor”, apartado en el que se citan, entre otras, algu- nas de las lecturas del humanista conquense, y sus fuentes literarias, así de autores como Luciano de Samosata, el humanista italiano Pontano y, por supuesto, Eras- mo, presentes en los Diálogos o en el Lazarillo, en cuyo verdadero prólogo apare- cen los nombres de Plinio y Tulio (Cicerón), así como se advierte también en él la lectura del Prólogo de El conde Lucanor, de Don Juan Manuel, como también en el final del prólogo y en el mismo título del Lazarillo, se adivinan diversas lecturas de Valdés.

RESEÑAS 535

En el siguiente apartado se analizan palabras y expresiones en boca de Lázaro, a la luz del sapiencial libro Bocados de oro y otros textos más, haciendo hincapié en el empleo de términos como “jerigonza”, no usuales entre personajes pícaros o rufianes, aparte de otras expresiones sacadas del citado libro sapiencial. Y en el apartado que sigue: “Lázaro, mozo de muchos amos, un personaje de comedia”, la profesora Navarro contempla en Lázaro a un personaje al estilo de antecedentes suyos, como los presentes en La Celestina, la comedia La Tebaida o La Lozana Andaluza, o bien relaciona al personaje de Lázaro con otros semejantes en come- dias “a noticia”, de Torres Naharro, como Tinellaria. Y en el último apartado se señala como la Crónica carolingia tiene un par de pasajes con elementos comunes a otros del Lazarillo; ello se explica por el hecho de que Alfonso de Valdés cono- cería dicha Crónica, como lo atestigua su Diálogo de las cosas acaecidas en Roma. Rosa Navarro termina su interesante libro, afirmando en su Final: “La vida de Lazarillo de Tormes nos puede deleitar de muchas formas, pero “agradar”, sólo si ahondamos en ella; y para llegar al fondo hay que saber qué nos quiso decir su creador...”(p.184).

NAVARRO DURÁN, Rosa: Pícaros, ninfas y truhanes. La vida airada en la Edad de Oro. X Premio Algaba. Madrid. Ed. Edaf. 2012, 310 pp.

Por Ignacio Bajona Oliveras

La bibliografía sobre la literatura picaresca española es amplia y con visiones bien diferenciadas –como es harto sabido– y va desde el Lazarillo al Buscón quevedes- co, que de no adentrarse en el siglo XVIII, cabría citar también la Vida autobiográ- fica de Torres Villarroel, obra considerada por algunos críticos e historiadores de la literatura española (Valbuena Prat, Entrambasaguas) como el libro que cierra el círculo de la novela picaresca. Pero esta obra que ha publicado la profesora Rosa Navarro, a diferencia de la anterior, es, ante todo, una visión inédita y de conjunto de “la vida airada” de los personajes que discurren por las diversas obras consideradas “picarescas”.Y es sumamente interesante para seguir su contenido, distribuido en veinte apartados, tener en cuenta sus consideraciones iniciales expuestas en su Introducción al libro. Así, desde el principio, afirma que si bien la Celestina o la novela dialogada al

536 RESEÑAS modo celestinesco ofrece muchos puntos en común con la novela propiamente picaresca, ésta no aparece como tal hasta la publicación en 1599, de la Primera parte del Guzmán de Alfarache, aunque esta última tomara también la forma narra- tiva autobiográfica del Lazarillo de Tormes. Otra cuestión que plantea en su Intro- ducción es la de que, si bien algunas de las novelas picarescas, como el mismo Guzmán pretenden “crear” la realidad propia de la vida “airada” contemporánea a su autor, en realidad no hacen más que “introducir variantes”, respecto al modelo celestinesco, con sus personajes y su mundo de la alcahuetería y rufianesco, bien pronto conocido y asimilado, tras el éxito alcanzado por el Lazarillo y con sus re- petidas ediciones de 1554. Por otra parte, la autora del libro, abundando en su In- troducción, advierte que hechos picarescos parecidos se hallan también en crónicas históricas de la época, fragmentos de las cuales intercala ella a menudo, así como de otros géneros literarios de la época, e igualmente con la aportación de numerosí- simas reproducciones de portadas de libros, grabados y pinturas de la época, que ilustran buena parte del libro, y que ayudan al lector a situarse debidamente en su tiempo. Adentrándonos en el contenido del libro, con su ordenada distribución en sus veinte apartados, especialmente amplios los seis primeros, procuraremos dar una visión general del mismo –laboriosa, por otra parte, dadas las constantes e intercaladas referencias a muy diversos textos a lo largo de toda la obra–, empe- zando por el que la autora dedica al mundo de la Celestina, con sus prostitutas, Elicia y Areúsa, precursoras de otras tantas, como, por ejemplo, de la propia prota- gonista de La Lozana Andaluza, obra del clérigo Francisco Delicado, novela que Navarro cualifica de “autónoma”, situada en la Roma de principios del siglo XVI, y cuyo criado, Rampín, es aleccionado en la picaresca por su propia ama. Bajo el epígrafe de “mozos de muchos amos”, la autora se ocupa exclusivamente del Laza- rillo, al que cualifica de “libro peligroso”, ya que merece ser incluido en el primer Índice de libros prohibidos por la Inquisición (1559), elaborado por Fernando de Valdés, si bien el Lazarillo –asegura la profesora Navarro–”no es una novela pica- resca, sino una sátira erasmista contra los miembros viciosos de una Iglesia necesi- tada de reforma” (p.86). Afirmaciones estas coincidentes con la atribución del libro al erasmista Alfonso de Valdés. El tercer apartado, la autora lo dedica al Guzmán de Alfarache y a sus “enlaces” con otras obras del mismo género, y cuyo final abierto, tras la publicación de su segunda parte, es arrebatado por el portugués Machado de Silva. Siguen al anterior dos apartados, titulados: “Camino de ser pícaros” y “De la mano de dos pícaros: Rinconete y Cortadillo”. En el primero, la profesora Navarro advierte que, a igual que las novelas picarescas, los libros de caballerías, por ejemplo, el Quijote, son novelas itinerantes, y así menciona ella el personaje Andrés, criado de Juan Haldu-

RESEÑAS 537 do, quien sigue al héroe manchego para después mostrar su “mala andanza” en hechos picarescos; en tanto que Tomás Rodaja, El Licenciado Vidriera, de las No- velas Ejemplares, muestra su “agudeza” sin llegar aún a ser realmente un pícaro. Y en el mismo apartado, y en la tercera “relación” de La vida del escudero Marcos de Obregón, el tal escudero aparece como un muchacho”inclinado a travesuras”, que “muestra su agudeza desvergonzada y que va camino de convertirse en un pícaro más. En el siguiente apartado “De mano de dos pícaros...”: “dos muchachos de hasta edad de catorce a quince años”, Rincón y Cortado, la profesora Navarro afir- ma que Cervantes describe a través de ellos, las artes de que se sirven ambos en el transcurso de su viaje a Sevilla, en cuyo patio de Monipodio son aleccionados por este rufián sobre el funcionamiento de su cofradía, a la vez que aprenden su len- guaje de germanía. En el apartado siguiente del libro: “Pícaros y Rufianes”, la au- tora caracteriza a estos por sus trazas y rasgos, como cuchilladas dadas o recibidas en el rostro; tipos a los que añade la profesora las ninfas, a las que describe como mujercillas “de mucho desenfado y taimería putesca (...) que servían de red y an- zuelo para pescar en seco” (p.160). Y a partir de los apartados que siguen, la profe- sora Navarro va exponiendo diversos aspectos que caracterizan el mundo de los pícaros y truhanes, empezando por trazar sus perfiles, así como sus diversas tretas, tales como el ser expertos en juegos de azar engañosos, o como mendigos simula- dores, tal el clérigo de Maqueda en el Lazarillo, y aún más astucias por el estilo, entresacadas de ejemplos proporcionados por diversas obras picarescas. Como también presenta la autora, en uno de estos apartados siguientes, casos calificados de cómicos, como el del marido burlado y pacífico, o el de los muchachos a punto de ser castrados, que aparecen en el segundo Lazarillo de Juan de Luna, o en situa- ciones parecidas, en la Vida y hechos de Estebanillo González, de autor desconoci- do. En otro se describen los castigos y ejecuciones, tras sufrir distintos tormento a que son sometidos ciertos pícaros y truhanes por sus fechorías. A las pícaras, como La Pícara Justina, publicada bajo el pseudónimo de Francisco López de Úbeda, la profesora les dedica otro apartado, así como también a los “Señoritos y Prostitutas” y a la “Mancebía”. Y con el título: “Lo inmundo, materia cómica”, recopila la auto- ra un conjunto de episodios y malos hábitos y costumbres, que incluyen desde las borracheras, lo escatológico, hasta los excrementos y las aguas mayores. Interesan- te resulta también el apartado en que se trata de los “Descansos en el camino”, ocupándose en él la autora, de las ventas por las que discurren personajes tan cono- cidos como Lázaro o Guzmán de Alfarache. E igualmente de su permanencia en la cárcel, según afirma el mismo Guzmán, al salir de una de ellas, “como retrato vivo del infierno”. Y aún mayor interés ofrece el apartado en el que la profesora Nava- rro se refiere a los “Estudiantes y Pícaros” en las Universidades de Alcalá y Sala-

538 RESEÑAS manca, frecuentadas por personajes como Guzmán o don Pablos, en el Buscón, de Quevedo, con sus hazañas y pullas. Episodios que bien pudieran recordar los que protagonizará en el siglo siguiente, Diego de Torres Villarroel en su paso por la Universidad de Salamanca, según describe en el “CuartoTrozo” de su ya citada Vida. Tras un penúltimo apartado en el que “Rufianes e izas (llámanse así las es- clavas blancas moriscas) se cartean”, como sucede, por ejemplo, en el entremés cervantino El rufián viudo, donde leemos que Trampagos se cartea con la ninfa Repulida. Y llegamos al “Final”, en el que, tras haber puesto la autora, a lo largo de todo su libro, a contribución su amplio conocimiento de nuestra literatura del Siglo de Oro, en particular la que se refiere al género picaresco, su obra va dirigida parti- cularmente a quienes desean aproximarse, tal vez por primera vez, al mundo de la picaresca, presentando “sólo algunas estampas de esa vida airada, bocetos tomados aparentemente del natural, pero sacados de textos literarios”. Y añade poco después la autora, que basándose en textos de ficción, (ello le) permite “esbozar la sonrisa o incluso reírse a gusto, gracias a que el arte ha creado esa zona de distanciamiento que aleja al lector del dolor, de la emoción solidaria” (p.306). Libro, en resumen, de amena lectura en su exposición, profusamente ilustrado, lo cual –como se ha dicho al principio– ayuda al lector a interpretar mejor su amplio contenido.