Atánquez: un destino olvidado

Lizza María Torres Salazar Trabajo de grado para optar al título de Periodista

Campo Profesional: PERIODISMO

Directora: Flor Edilma Osorio Pérez

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE COMUNICACIÓN SOCIAL Y LENGUAJE COMUNICACIÓN SOCIAL BOGOTÁ, D.C 2012

“La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por los alumnos en sus trabajos de grado, solo velará porque no se publique nada contrario al dogma y la moral católicos y porque el trabajo no contenga ataques y polémicas puramente personales, antes bien, se vean en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia”.

ARTÍCULO 23 Reglamento Académico de la Pontificia Universidad Javeriana

Sin duda, profundamente agradecida con: La comunidad Kankuama por mostrarme y abrirme las puertas de su casa. Flor Edilma por su guía y apoyo en el proceso. Jon Osa Beristain por creer siempre en mí. Y a todos los colegas periodistas quienes mostraron su opinión para este trabajo.

TABLA DE CONTENIDO PÁG. INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………………… … 1 PRIMER INFORME LA AGUDIZACIÓN DEL CONFLICTO ARMADO EN EL TERRITORIO KANKUAMO 1.1 Las complejidades del conflicto armado en el territorio Kankuamo…………………………… 6 1.2 Atánquez: el final y el comienzo………………………………………………………………... 8 1.3 Se va la sierra, se va…………………………………………………………………………….. 13  Tras su huella: desplazamiento Kankuamo………………………………………………. 16 - El miedo no se desmoviliza………...………………………………………… 18

Su desafío como pueblo…………………………………………………………………………… 19

SEGUNDO INFORME DESPIDIENDO Y CANTÁNDOLE A LA SIERRA: CORPUS CHRISTI

2.1 El despertar de la Sierra………………………….………………………………………...... 21  El ritual…………………………………………………………………………………. 23  Entre negros y diablos….………………………………………………………………... 26  Cantos hacia la Sierra……………………………………………………………………. 27

2.2 Tradiciones Kankuamas……………………………………………………………………… 30  La alegría de un pueblo: fruto de la madre tierra………………………………………… 34

2.3 La sabiduría está en muchas partes………...………………………………………………….. 36

Un pueblo que sobrevive………………………………………………………………………… 40

TERCER INFORME HABLAR EN VOZ ALTA CUANDO EL MUNDO SE CALLA

3.1 Una sociedad sedienta de información……………………………………………………… 43 3.2 Voces de la experiencia………..…………………………………………………………….. 44

3.3 “Quien no está conmigo está contra mí”…………………………………………………… 47

3.4 Límites: “el periodista debe cruzar permanentemente las fronteras”………………………… 54

 Autocensura en …………..………………………………………………….. 58  Autocensura: “cortar sus alas y cerrar su boca”………………………………………… 62

3.5 Un espacio para la capacitación: la misión del periodista en conflicto armado…………. 63  Derecho internacional humanitario (DIH)…………………………………..,………... 64  DIH y dudas comunes de periodistas frente al conflicto armado…………………...... 67  La figura del corresponsal de guerra…….……………………………………………… 67

3.6 El periodismo “con carácter”…………………………..…………………………………… 70 3.7 Un periodismo por y para la comunidad……………………………………………………. 73 3.8 Colombia: un rumbo deseado………………………..……………………………………… 75 Un pueblo que está luchando en silencio porque los que tienen voz, no lo gritan………………. 79

CONCLUSIONES…………………………………………………………………………… ... 81

BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………. … 83

ENTREVISTAS ANEXAS………………………………………………………………….…. 86

INTRODUCCIÓN Colombia, un país de múltiples facetas, alberga en su interior historias no muy bien contadas. Entre la espesa Sierra Nevada de Santa Marta, en el departamento del Cesar, se encuentra una de ellas: el pueblo Kankuamo. Los indígenas Kankuamos, uno de los cuatro grupos que cuidan de la Sierra, viven en Atánquez, la llamada tierra blanca de los indios, ubicada al norte del municipio de . Este texto busca desentrañar su mundo, dejar un registro de sus profundas creencias, humores, dolores y alegrías. Es, también, el resultado de una experiencia basada en la relación directa con su cotidianidad, de un abrir y cerrar los ojos en medio de la Sierra, donde sus rutinarias acciones revelan aún la existencia de algunas de sus tradicionales costumbres; no tan fuertes, sin embargo, debido a un conflicto armado que las amenaza y las cambia con su violencia desde hace muchos años. El texto, en su totalidad, está dividido en tres informes: el primero de ellos se titula „La agudización del conflicto armado en el territorio Kankuamo‟ donde son las fuentes secundarias quienes toman el protagonismo central para su desarrollo; en el segundo informe titulado „Despidiendo y cantándole a la Sierra: Corpus Christi‟, el punto de partida es la narración a través de mi experiencia en la Sierra Nevada de Santa Marta junto con los indígenas Kankuamos; y en el tercer y último informe cuyo nombre es: „Hablar en voz alta cuando el mundo se calla‟, se aprecian las voces de periodistas internacionales y nacionales involucrados en el cubrimiento del conflicto armado colombiano. Cada uno de ellos está construido metodológicamente de maneras distintas y, al mismo tiempo, trata distintos temas. Pero hay que resaltar que están profundamente conectados entre sí: El primer informe recoge una mirada a lo que ha sido la concentración del conflicto armado en el territorio Kankuamo y cómo el mismo ha aportado en su exterminio físico y en la pérdida de sus prácticas sagradas y culturales. Dicho conflicto, que inició con el despojo de sus tierras y resguardos con la expedición de la ley en 1821, considerándolos en iguales condiciones que los campesinos, se agrava más adelante en 1980 con la aparición de grupos armados en la zona, instaurando, como estrategias de dominación, el uso frecuente de prácticas como homicidios selectivos, torturas y violaciones a sus derechos más importantes. A mediados de los años noventa, las cifras de víctimas Kankuamas crecieron paulatinamente hasta el año 2003, siendo este el momento más trágico para su historia. En medio de este escenario, el despojo de sus tierras se hace evidente. La disputa por el territorio Kankuamo, entre los grupos armados, se convirtió en un remolino sin fin, devastando y acabando todo a su paso. Debido a las características geográficas de la Sierra Nevada, son muchos los intereses sobre este territorio; por un lado, su cercanía al mar Caribe posibilita el tráfico de armas. Por el otro, l fenómeno del narcotráfico ha gestado, desarrollado y evolucionado instalándose en las zonas de la Sierra donde ha existido más desprotección estatal. Frente a esto, la angustia de los Kankuamos es enorme, para ellos su territorio significa, más allá de los frutos que produzca, un refugio en el que les es posible encontrar su armonía y sabiduría como pueblo indígena. El primer informe también se dedica a describir una de las consecuencias más devastadoras de la guerra en territorio Kankuamo: el desplazamiento forzado del que han sido víctimas. Como uno de los principales impactos de la confrontación armada, el desplazamiento Kankuamo, ha fragmentado su estructura social en tres ámbitos: la ruptura total con su territorio, el desarraigo con su pasado y estructuras familiares, y la pérdida de referentes identitarios mediante el olvido de algunas de sus prácticas culturales. Los Kankuamos, al desplazarse, no solo abandonan su rol dentro de su familia y comunidad, sino que además, su mente y sus acciones que quedan perforadas por el miedo, jamás volverán a ser las mismas. El primer informe además de revelar cifras e investigaciones que afirman la existencia de un conflicto latente dentro de esta comunidad, está construido sobre un intercambio de palabras, sonidos y sensaciones recogidas durante el Corpus Christi, un espacio de danzas tradicionales donde recuerdan, cada año a su gente, que la reafirmación de sus creencias es una de las herramientas para mantener la resistencia de su pueblo y vencer la guerra que se ha formado en torno a él. El segundo informe es una muestra de esta resistencia que surge de la tradición. Se basa, entonces, en la descripción del Corpus Christi. En medio de la guerra, la comunidad Kankuama ha tomado las riendas de su propio destino y ha pisado fuerte su territorio reiterando, cada año, una de sus tradicionales homenajes a la Sierra Nevada. Partí, entonces, de la necesidad de contar esta historia y en el camino descubrí a un pueblo que no olvida las huellas dolorosas que ha dejado la guerra pero que, como un acto de pura valentía, se arriesga a borrarlas y lo hace por medio de la fuerza de su pensamiento representada en la práctica de homenajes a sus ancestros. El Corpus Christi es una muestra de ello. A lo largo del tiempo se ha convertido en una fantástica mezcla que reúne por un lado momentos de la historia dolorosos para la comunidad y, por el otro lado, afirma, cada vez más, el surgimiento como un pueblo reestructurado e identificado por las viejas tradiciones y saberes de sus ancestros. Las voces y relatos de los Kankuamos forman parte de este segundo ciclo, que se dedica a contar detalladamente, cómo a través de sus tradiciones recuperan gran parte de su identidad, tejido social y de igual forma, rescatan la solidez de su pueblo convirtiendo esta lucha en uno de los más grandes desafíos para su pueblo. Tristemente, la gran mayoría de la gente conoce el pueblo Kankuamo a través de un pedazo de papel que alude a su condición de desplazados en las calles de Valledupar o, incluso, en el centro de Bogotá. Son un pueblo que, que además de ser golpeados por la guerra, está marcado por la indiferencia. Los indígenas Kankuamos necesitan reconstruir los hechos de su historia en el conflicto armado y en esto los periodistas tenemos mucho que ver; sin embargo, el periodismo de conflicto en Colombia se encuentra limitado por diversos factores y precisamente, el tercer informe son páginas dedicadas íntegramente a la descripción de este tema. Colombia es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo. Así como la violencia pone en riesgo la existencia de una comunidad, también pone en riesgo la vida de los periodistas. Los ataques de violencia hacia la libertad de prensa, los casos de impunidad entorno a muertes de periodistas en regiones donde existe alto grado de conflicto armado y los errores sobre las prácticas periodísticas en misión peligrosa, son los temas abordados en el preliminar de este informe. Este tercer informe está enriquecido con las opiniones de cuatro corresponsales internacionales y dos periodistas colombianas con larga trayectoria en zonas de conflicto. A través de las entrevistas se narran sus experiencias y se logra registrar los principales límites y aciertos que enfrenta un periodista cuando realiza su trabajo en terreno. Poco a poco, nos daremos cuenta que una de las limitantes más importantes está en la cabeza de cada uno de los periodistas dando paso al tema de su autocensura concebida como un fenómeno que ha calado en su vida y que, de igual forma, afecta a la sociedad por la información de naturaleza sesgada que recibe. El tercer texto pretende ser una constante retroalimentación de ideas para tomar conciencia sobre los grandes obstáculos que tiene el periodista cuando va a cubrir el conflicto armado en el país, así como la llegada y el posicionamiento del corresponsal internacional en Colombia. Para finalizar, y después de concluir los tres informes enlazándolos entre sí, desde el punto de vista profesional y personal se reflexiona sobre la importancia de la relación con los otros a la hora de hacer periodismo. Así, un proyecto que comenzó de camino a la Sierra Nevada de Santa Marta culmina entre líneas describiendo la historia de un pueblo que, a pesar de la violencia, “decide ser indios, nombrarse Kankuamos” (Pumarejo, M. A. y Morales, P., 2003, p. 34).

NOTA Una de las finalidades de este trabajo, al igual que el del periodismo en sí, es ayudar a que no haya conflictos ni víctimas olvidadas, tal y como expresa el periodista Jean-Marc Bornet en su texto titulado Entre armas, caridad por la humanidad y la paz. Considero que abordar temas como los que mencionaré en los tres informes es pertinente debido a la influencia directa que tienen en el campo periodístico; y de igual forma, han sido fundamentales para conocer y reflexionar sobre los obstáculos a los que nos vamos a tener que enfrentar una vez empecemos a desentrañar el mundo del periodismo.

PRIMER INFORME

LA AGUDIZACIÓN DEL CONFLICTO ARMADO EN EL TERRITORIO KANKUAMO

Atánquez, 2009

1.1 Las complejidades del conflicto armado en el territorio Kankuamo

“¡No queremos más bombas, no más tiros, no más muerte! ¡Fuera del territorio todos los grupos armados!” (Indígena Kankuamo, Atánquez, 2009). Finalizando el año 2008 y preparando la bienvenida del nuevo año, cinco personas murieron y 84 resultaron heridas tras estallar una granada en el municipio de Atánquez ―hogar de los indígenas Kankuamos―, al pie de la Sierra Nevada de Santa Marta. Considerada como la primera masacre del año 2009, los hechos marcaron la existencia de un conflicto amenazante para la comunidad indígena. Los hechos ocurrieron a las 11.30 p.m. en Patio fresco, una caseta de baile ubicada a unos pocos metros de la estación de Policía. Debido a la complicación de las heridas cerradas, traumas y secuelas que empezaron a aflorar por el impacto explosivo, muchos de los heridos tuvieron que ser trasladados a recibir atención médica al hospital Rosario Pumarejo de López, a una hora y media del resguardo Kankuamo. Así se reportó la situación: Pocos heridos han podido desplazarse hasta Valledupar para sus controles y lo han hecho asumiendo sus gastos, que son altos para una población que vive prácticamente con lo necesario para cada día. El Comité Internacional de la Cruz Roja ha hecho algunos aportes pero no alcanzan para todos. Y la IPS Kankuama, que trabaja en Atánquez, no se ha podido hacer cargo de las terapias o las revisiones porque solo presta servicios de prevención de enfermedades (Semana.com, 2009). En ese entonces, el gobierno del presidente Álvaro Uribe trataba de reducir los impactos de la guerra que vivió el país prometiendo a toda costa instaurar su política de seguridad democrática. De la investigación que iniciaron las autoridades estatales para aclarar el motivo de la tragedia Kankuama, surgieron varias dudas y con ellas un señalamiento hacia la propia comunidad: la explosión, que causó tantos heridos, no habría sido un atentado planeado sino que se trataría de un accidente iniciado por un descuido de los indígenas. Sin embargo, para los que habitan la Sierra y hacen parte de la comunidad Kankuama, se trataba, una vez más, de una consecuencia que visibilizaba una guerra sin fin, emprendida en su territorio desde hace muchos años por disputas políticas y económicas de gran alcance. La historia de los grupos indígenas en Colombia no solo recoge largas generaciones de tradiciones ancestrales, cultura y sabiduría indígena. En su memoria también existen las consecuencias violentas de un conflicto armado que amenaza, desde aproximadamente cuarenta años, sus raíces, sus derechos y su territorio. Algunos datos históricos reseñan que “mientras que en el año de 1996 solo 14 municipios de 9 departamentos de Colombia registran hechos de violencia política contra los indígenas, en 1997 el número de municipios se dispara a 44, en 16 departamentos, concluyendo que es en este año cuando los indígenas entraron a formar parte del conflicto general del país” (Villa y Houghton, 2004, p. 36).

Los pueblos indígenas en Colombia, que se encuentran en medio del conflicto armado colombiano, están desapareciendo. Los resultados de investigaciones emprendidas por la Organización Indígena de Colombia (Onic) visibilizan: por un lado, a diez culturas indígenas que tienen menos de 100 habitantes, y por el otro, aún más preocupante, a 50 grupos indígenas con tan solo cuatro integrantes. La Corte Constitucional de Colombia en los Autos 004 de 2009 y 382 de 2010 declaró que existen 35 pueblos indígenas en riesgo de extinción física y cultural. “Hay tres factores causales de ese riesgo de exterminio, que son: el abandono del Estado, la pobreza extrema, la discriminación que han padecido históricamente los pueblos indígenas y en los últimos años la imposición de megaproyectos en los territorios nuestros, que han creado problemas de desplazamiento forzado por la inseguridad alimentaria”, señala Ana Manuela Ochoa Arias, líder indígena Kankuama y abogada de la Organización Nacional Indígena de Colombia en la IV Cumbre de Líderes Indígenas de las Américas realizada en 2012.

Inevitablemente, en el caso de la comunidad Kankuama, el impacto de la guerra ha sido dramático. La oficina de la agencia de la ONU para los refugiados (Acnur) denunció mediante la ponencia Colombia, desplazamiento indígena y política pública: paradoja del reconocimiento, publicada en 2006, año que marcó una de las épocas más dolorosas para los pueblos indígenas y en especial para el pueblo Kankuamo, el homicidio de 1.641 indígenas entre 1985 y 2006, de los cuales la mayoría de asesinatos ocurrieron desde el 2001 hasta el 2005, siendo los Kankuamos los que encabezan la lista de mayores muertes (421 Kankuamos). Los homicidios se han atribuido principalmente, a las Farc-EP y a los grupos paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

No todos los daños, hacia las comunidades indígenas, pueden medirse en cifras. En muchas ocasiones, la intensidad del conflicto armado se define según la cantidad de muertos y heridos dejando pasar los detalles específicos que marcan la magnitud y profundidad de las pérdidas y daños que sufre la comunidad al estar dentro de la guerra. La vulnerabilidad de los grupos indígenas también se representa en el cambio o incluso abandono parcial de sus hábitos tradicionales, ya sea por despojo de su vivienda o por miedo a habitarla. “El miedo como síntoma aparece reiteradamente en las personas, se consolida como la estrategia más poderosa usada por los perpetradores para lograr que todas las personas abandonaran en el pasado sus territorios y en el presente muchas de ellas no se atrevan a regresar” (Venegas, et al., 2008, p. 169). Así mismo, otros factores como el inminente riesgo físico al que se exponen viviendo en medio de las armas y la pérdida de autonomía frente a los otros pueblos indígenas por el despojo de su territorio, han aportado a su total extinción.

1.2 Atánquez: el final y el comienzo

Atánquez, lugar donde se tejen constantemente cultura, sueños y esperanza Kankuama. Atánquez, llamada la tierra blanca de los indios, está construida sobre un terreno bastante irregular con diversas lomas, pequeñas y acogedoras casas rodeadas de diversos arroyos y lugares sagrados presentes y de gran significado en el corazón de cada uno de los Kankuamos.

El pequeño pueblo está ubicado al norte del municipio de Valledupar en el departamento de Cesar (Colombia), al pie de la Sierra Nevada de Santa Marta. Avanzando en el camino se deja atrás la tierra amarilla del valle para sentir la brisa de la tierra gruesa blanca cercana al nevado.

Entre montañas y mar viven aproximadamente 6.000 habitantes unidos por lazos de parentesco, como la tradicional familia de apellido Arias, quien por ser una de los grupos de indígenas que más ha liderado la resistencia a la guerra y ha denunciado los hechos violentos hacia su etnia, ha presentado más amenazas y más muertes de sus integrantes: así lo demuestran escritos presentados a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) entre el 27 de octubre y 6 de noviembre de 2003 donde se describieron nuevos crímenes contra los integrantes del pueblo indígena Kankuamo, y se denunció la ejecución extrajudicial de miembros de la comunidad indígena.

Al morir sus líderes indígenas se rompe la cohesión de sus pueblos ―la relación de la cotidianidad y la cultura―. Existe un más allá de lo que representan los hechos violentos: por un lado, han dejado cicatrices en cada uno de los habitantes desvinculando su relación ancestral (con sus antepasados), pero por otro, han generado valor para pelear por lo que se ha perdido y reafirmarse como grupo étnico que goza de prácticas culturales y de lugares que representen formas de apropiación cultural y de su autonomía política como pueblo. Dicha reafirmación comenzó con la creación del resguardo Kankuamo, iniciado en 1993, donde se gestó en la comunidad un proceso de „etnización‟ cuya finalidad fue la de recuperar su autonomía indígena mediante el reconocimiento de su pasado y el autorreconocimiento como fuerza indígena: Nosotros, como pueblos indígenas, llevamos la esencia indígena en la sangre. Nos autoreconocemos como grupos indígenas porque para nosotros un vestido ya no quiere decir que somos indígenas, porque yo puedo traer a un gringo y vestirlo de indígena y se va a ver como indígena, pero no lo va a ser nunca. Tan solo un indígena como yo puede reconocerse y sentirse orgulloso de lo que es y llevar en su sangre que es indígena. Así mismo, reconocerse como indígena también implica saber de dónde son sus tradiciones, de donde viene su raíz, sentir su tierra y reconocerla como su casa (Líder Kankuamo, Bogotá, 2009). Entre los Kankuamos existe hoy una gran conciencia de que en alguna época caminaron y habitaron un territorio que les fue destinado, especialmente, a ellos. Un territorio con límites precisos escritos en accidentes geográficos, en ríos caudalosos, en grandes piedras, en árboles frondosos o en lagunas heladas; puntos que se convertían en espacios culturales múltiples donde desde la afirmación de lo propio era posible el encuentro con el otro (Pumarejo y Morales, 2003, p. 17).

Según algunos relatos de la propia comunidad, los Kankuamos llegaron primero a la Guajira, no se sabe con exactitud a qué lugar de ella, ni se habla sobre su sitio de procedencia. Ahí empiezan las primeras historias del pueblo Kankuamo. Desde la Guajira los Kankuamos partieron hacia Villarueda, lugar cercano a la actual población de Patillal. “En sus sabanas el agua era escasa y los españoles estaban muy cerca, por esta razón el lugar fue abandonado. Sin embargo, Villarueda se legitima como territorio propio y afirmación de la identidad Kankuama” (ibíd.: p. 17).

Además, María Adriana Pumarejo y Patrick Morales destacan:

Siguiendo con su historia, la Iglesia Vieja, cerca del actual poblado de Ramalito, es la última estación de los Kankuamos antes de llegar a Atánquez, su asentamiento definitivo. Cuenta la historia que aquí empezaron a fundar el pueblo y a practicar el pagamento, concebida como una de las tradiciones indígenas Kankuamas que se erige también como un camino fundamental para la apropiación y reconocimiento del espacio. Los Kankuamos, entonces, delimitan su territorio, fundamentalmente, con sitios de pagamento y al hacerlo, lo integran a su cultura para poder habitar en él y ejercer su autonomía territorial (ibíd.: p.17).

“Desde luego, dicha autonomía se ha perdido con históricos procesos de despojo de tierras iniciados con la expedición de la ley 11 de 1821 que consideró a los indígenas libres e iguales a los demás campesinos y ordenó la repartición de los Resguardos” (Villa y Houghton, 2004, p. 27). Dicho esto, los indígenas fueron empujados a las áreas montañosas y selváticas, expulsados de las tierras productivas se convirtieron en jornaleros o campesinos encargados de la economía campesina.

En el libro Violencia política contra los pueblos indígenas William Villa y Juan Houghton afirman:

Esta dinámica configuró casi en su totalidad la territorialidad de los pueblos indígenas de la zona andina, hizo converger parcialmente los intereses indígenas y campesinos en esta región y les hizo compartir la condición de pobreza económica. Como resultado la población de colonos en la Sierra Nevada pasó de 6000 habitantes a 27.000 familias, las cuales se concentraron, principalmente, en las vertientes del norte y occidental del macizo (ibíd.: p. 28).

El territorio Kankuamo no era reconocido durante los años setenta ni ochenta como territorio indígena sino como zona de población campesina. Sin embargo, tras años de lucha por recuperar sus tierras y derechos los indígenas Kankuamos lograron crear su resguardo el 10 de abril de 2003, a través de la Resolución Nº 012 del Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (Incora).

Respecto a eso, Esther Sánchez asegura:

Este hecho representó el principal logro de la Organización Indígena Kankuama (OIK), una estructura de gobierno que se fundamenta en principios culturales y políticos, ya que mediante este se les reconoció un globo de tierra de 24.000 hectáreas, el cual debería gozar de un régimen especial de protección y garantías especiales de acuerdo con la legislación indígena vigente en materia de territorialidad y autonomía (Sánchez, E. s. f.). Es importante destacar que la creación del resguardo Kankuamo ―como se nombró anteriormente― hizo parte de un proceso de búsqueda cultural iniciado a partir de 1993, que es cuando se da origen a la organización que representa a los indígenas Kankuamos en el país (OIK). Este proceso ha sido uno de los primeros pasos de un proceso de reparación de la comunidad Kankuama debido a lo vivido en su territorio durante los procesos de colonización en la comunidad, desde la segunda década del siglo XVIII, y que iba de la mano de una misión evangelizadora y de sometimiento cultural de la Iglesia católica. “Cuando vino el sometimiento del catolicismo, nuestros grupos indígenas fueron masacrados y, a la vez, intimidados para dejar el propio idioma y ser sometidos a la Iglesia (…). La pérdida de identidad de mucho de los grupos indígenas latinoamericanos se la atribuimos como a una primera parte a la Iglesia católica” (Líder Indígena Kankuamo, Bogotá, 2009). Aunque al haber creado el resguardo Kankuamo, se consolidó como aporte importante para garantizar un mejor ordenamiento territorial y velar por los derechos indígenas. Aún existen diversos problemas ambientales, culturales y políticos que muestran la constante fragmentación de su territorio y pérdida de biodiversidad: “extinción de la mayoría de los bosques en el territorio Kankuamo, problemas culturales expresados en la pérdida de sitios sagrados o de pagamentos, pérdida de formas de gobierno tradicional y fuerte presión sobre la cultura propia que implica la disolución de valores tradicionales y problemas socioeconómicos representados en la pérdida de modelos productivos tradicionales” (Consejo Indígena de Centro América, CICA; Bolaños, G. et al., 2008, p. 135). Dichos problemas, al mezclarse con el conflicto armado nacional, agotan la posibilidad de repararse o incluso generan grandes lesiones dentro de su comunidad. Son muchos los intereses sobre el territorio Kankuamo. “Por sus características geográficas, desde finales de la década de los 80, esta subregión es un lugar estratégico para los actores del conflicto armado, pues constituye un corredor de importancia por su cercanía al mar para el tráfico de armas, provisión logística y el repliegue rápido y seguro de tropas de los actores armados presentes en la región” (Consejo Nacional Indígena de Paz, Conip, 2006, p. 6). La primera presencia armada en la región se atribuye, de manera exclusiva, a bandas de narcotraficantes entre 1974 y 1984, por el control de áreas de cultivo de marihuana y rutas para su exportación, “pero no por el control de la propiedad de la tierra; es a partir de la implantación de las guerrillas, en particular, de las Farc, desde 1988 a 1990 que las organizaciones indígenas ONIC y OIK reportan la ocurrencia de diez casos de asesinatos de indígenas Kankuamos de 23 homicidios de indígenas en la Sierra Nevada, 15 de ellos en el departamento del Cesar” (ibíd.: p. 6). Debido al ingreso de actores armados a la Sierra, prácticas como el secuestro, los homicidios selectivos, violaciones y torturas, fueron impuestos como estrategias de intimidación para lograr el sometimiento de los pueblos indígenas del lugar.

De la misma forma y en diferente dirección, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), una organización ilegal paramilitar de extrema derecha, comenzó a incursionar en la zona a finales de la década de los noventa, motivo por el cual, dicha comunidad fue objeto de acciones de violencia bajo el pretexto de ser supuestos colaboradores de la insurgencia. Dichas estrategias de control han instaurado acciones de dominación en los pequeños rincones cotidianos de la comunidad. “Desde la mañana, ellos llegaban a una tienda de nuestro pueblo, Atánquez, cogían unos sacos y los llenaban de víveres. Nadie podía decir nada, siempre nos han amenazado con las armas…” (Joven Kankuamo, Atánquez, 2009). Ante el desafío paramilitar, las Farc desarrollaron varios ataques hacia los Kankuamos con el fin de ganar control territorial y manejo del pueblo. En 1994, los asesinatos ocurren en la parte alta, hacia donde las FARC se habían replegado estratégicamente, en Chemesquemena y Guatapurí. En 1995, las agresiones se amplían a las comunidades de las áreas de acceso en la parte baja en Rio Seco, Murillo, La Mina y Atánquez, lugares donde los paramilitares operaban continuamente. Los Kankuamos recuerdan los momentos más trágicos de su historia: “Llegó un momento en el que los paramilitares, unos tipos enmascarados entraban de noche al pueblo y tocaban la puerta de las casas, los acumulaban en la placita como seleccionando a la gente que iban a matar y lo hacían delante de todo el mundo” (Joven Kankuamo, La Mina, 2009).

Entre los años 2000 y 2004, años posteriores a la llegada de los grupos armados en el territorio indígena, las cifras de muertes y presiones en la comunidad siguieron aumentando. El defensor del pueblo denunció mediante la Resolución Defensorial No. 024 del 18 septiembre de 2003 el asesinato selectivo de 35 líderes Kankuamos en el período comprendido entre octubre de 2002 y marzo de 2003. En el mes de febrero de 2003 murieron 15 indígenas de esta etnia. Las amenazas y el hostigamiento sobre esta comunidad, generaron el desplazamiento forzado de 40 jóvenes hacia la ciudad de Valledupar en el mes de marzo del mismo año para evitar ser reclutados por el grupo insurgente de las Farc. Durante 2003, el año quizá más doloroso para la comunidad Kankuama, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Colombia, mediante el pronunciamiento realizado el 8 de agosto de 2003, día internacional de los pueblos indígenas, afirmó que en ese año (2003) se registraron 11 violaciones de derechos humanos de los Kankuamos representados en ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias por parte de los grupos armados, desapariciones forzadas, restricciones ilegítimas a la libertad de circulación y de comercio, profanación de los lugares y objetos de culto y múltiples delitos contra su patrimonio económico.

A menudo los grupos armados realizaron señalamientos hacia la comunidad por transitar con alimentos, medicamentos o combustible para las familias Kankuamas. Así mismo, generaron graves situaciones de desabastecimiento que desembocaron en inseguridad alimentaria, crisis en la salud, y falta de atención a necesidades básicas de comunidades enteras.

Tristemente, la Sierra Nevada de Santa Marta ―por sus paisajes naturales es de gran atracción turística― se convirtió en un destino olvidado. Las altas montañas eran escenarios de secuestros como, por ejemplo, en el caso de la exministra de Cultura, Consuelo Araujo, secuestrada a comienzos de agosto de 2001 y asesinada por las Farc el 29 de agosto del mismo año, que generaron tanto la militarización de gran parte de la Sierra Nevada de Santa Marta como el reclutamiento de los Kankuamos a las filas del ejército.

Por último, una consecuencia del conflicto armado en la región ha sido el reclutamiento forzado de menores, jóvenes y miembros de la comunidad por actores armados irregulares, con las gravísimas repercusiones que ello conlleva tanto para su vida e integridad personal como para la seguridad de sus familias y comunidades de origen. En general, la situación de los indígenas menores de edad es de especial exposición y vulnerabilidad, según se documentó en el Auto 251 de 2008 de la Corte Constitucional.

Un joven Kankuamo explica:

De Pueblo Bello venía un señor como de mi edad con dos hijos y había un retén de paramilitares. Lo mandaron a bajar del carro. Los dos peladitos se le pegaron al papá pero lo mataron delante de ellos. Hay muchos niños huérfanos a raíz de todo esto. Los niños no rinden en el colegio, puesto que tienen muchos problemas de aprendizaje. ¿Tú sabes lo que es estar tranquilo en tu casa y de un momento a otro escuchar a los niños gritar alertando que habían visto llegar a hombres armados? Nosotros, teníamos que ir corriendo con nuestros niños más pequeños, dormir por ahí en el monte donde nos caía la noche y cuando la guerrilla o los paras se iban, la gente volvía a sus casas a continuar con su vida. (Joven Kankuamo, Atánquez, 2009).

1.3 Se va la Sierra, se va

“Si tú quieres tener contacto con la madre naturaleza debes hacerlo desde tus propios pies” (Mamo Wiwa, Guatapurí, 2009). Cuenta la tradición indígena serrana, que cuando se creó la tierra, alrededor de la Sierra se delimitó un territorio para que habitaran los hijos de la madre, viviendo de ella y cuidando sus fuentes de agua, sus páramos y sus sitios sagrados. Herederos directos de esta tradición son las cuatro comunidades indígenas que habitan en la Sierra con un sistema compartido de creencias que, a través de su profunda conexión con el territorio, se definen a sí mismas como portadoras de memoria e identidad ancestral (Giraldo, N. 2009).

Para ellos, el significado del espacio donde con el tiempo se nace y evoluciona, ha traspasado las fronteras sustanciales de tipo económicas y se ha centrado en proyectar las concepciones globales que marcan su cultura. “Por eso el territorio puede ser considerado como zona de refugio, como medio de subsistencia, como fuente de recursos, como área geopolíticamente estratégica, como circunscripción político-administrativa, etc.; pero también como paisaje, como belleza natural, como entorno ecológico privilegiado, como objeto de apego afectivo, como tierra natal, como lugar de inscripción de un pasado histórico y de una memoria colectiva” (Giménez, G. 1999, p. 49).

La relación del indígena con el territorio es vital. Este además de proporcionarles los medios idóneos para subsistir se ha convertido en un instrumento de preservación y lucha por la existencia como pueblos indígenas.

Una lucha de su existencia como pueblo en la que la figura del mamo, la máxima autoridad indígena, ha sido indispensable dentro de la comunidad: “Cuando se pierde un mamo que dura 25 años, prácticamente, es como si tú tuvieras una biblioteca y la quemaras. Entonces, para nosotros también cuando muere es perder una sabiduría de muchos años, puesto que para nosotros la sabiduría es transmitida oralmente por generaciones. Entonces, si el mamo no alcanza a transmitir el conocimiento a otro mamo, antes de morir, se pierde la tradición. Para nosotros eso no tiene valor” (Hombre Kankuamo, Atánquez, 2009).

A partir de los años setenta, inició la época de la bonanza marimbera, una economía agraria, propiciada por el gobierno de los Estados Unidos de ciclo corto que le abrió las puertas al mercado de la cocaína y la heroína en la Sierra Nevada y, como consecuencia, dio inicio al proceso de despojo absoluto del territorio indígena. “Los voluntarios norteamericanos descubrieron las cualidades de la marihuana de la Sierra Nevada de Santa Marta y se convirtieron en traficantes menores de un negocio que, posteriormente sería manejado por la mafia norteamericana con la colaboración de traficantes colombianos. En Magdalena, Cesar y Guajira, la mafia gringa modernizó los cultivos y el negocio de la marihuana. Repartió dólares entre las altas esferas de las autoridades colombianas” (Puente. Á. M., 2008).

El negocio abrió caminos para la consolidación de grandes sectores productores de cocaína, con gran prevalencia en Cesar. Una vez más, los grupos indígenas, especialmente, los Kankuamos y campesinos del sector fueron testigos e incitados por las condiciones de pobreza en la que se encontraban, a pertenecer a dicho negocio económico que acabó, en gran parte, con la cultura, autonomía y la vida mismo de sus pueblos. “El consenso general de la época de la bonanza marimbera, dentro de la comunidad, coincide y evidencia altos gastos en armas, whisky y camionetas, pero para los más jóvenes, a pesar de que reconocen haber malgastado la plata, recuerdan la bonanza con algo de nostalgia como: una época bacana de abundancia y de trabajo fácil. Refieren episodios cinematográficos de pistoleros, yates de gringos cargados de armas, pistas clandestinas y avionetas incendiadas y llenas de marihuana” (Cárdenas y Uribe, 2004, p. 97). Los dineros fáciles del narcotráfico ―en el que se iniciaba el país― atrajeron, estratégicamente, grupos armados que debido a una desprotección estatal en la zona se consolidaron prácticas de dominación sobre la población.

“El estado abandonó este territorio por completo. Esto se quedó solo y fue entonces cuando la guerrilla llegó a gobernarlo. La filosofía de ellos es ir colonizando por partes el pueblo buscando a gente que se comportaba mal como, por ejemplo, al que robaba lo mataban” (Líder Kankuamo, Atánquez, 2009).

La introducción de guerrillas a la zona, como se mencionó anteriormente, fue un hecho que marcó la diferencia de la dinámica de la guerra, la que conocen muchos de los indígenas y campesinos; es, principalmente, una guerra que viola y absorbe su territorio donde la disputa de recursos económicos entre los grupos armados acapara gran parte de las acciones de intimidación contra las comunidades. “El acceso a los recursos y, particularmente, a la tierra sigue marcando relaciones de subordinación en zonas rurales, dado que esta no solo produce renta económica, sino que genera una importante renta política y sociocultural” (Bello, et al., 2008, p. 229).

Con el paso del tiempo, las ambiciones de las rentas económicas por parte de los grupos armados, crecieron y se consolidaron en “una espiral que concentra cada vez más poder” (Osorio, et al., 2008, p. 43) que junto con el desarrollo de megaproyectos, por parte de empresas legítimas o ilegítimas y multinacionales, con fines agroindustriales, han establecido nexos importantes entre “guerra y capital, una alianza perversa y eficiente para disputar territorios habitados por diversos pobladores rurales en el país” (ibíd.: p. 29 ).

En la Sierra Nevada de Santa Marta, bajo promesas de buena fe, se promete avanzar en temas como sostenibilidad, biodiversidad y soberanía alimentaria; las empresas transnacionales que operan en esta zona, han basado su imagen y utilizado una política de carácter social para generar un crecimiento de sus capitales mediante el uso de los territorios y el desplazamiento masivo de indígenas.

De acuerdo a lo anterior, el territorio Kankuamo es explotado a través de diversos caminos por los grupos armados del país. Un ejemplo de ello es la llamada minería ilegal: una actividad que puede pasar desapercibida frente a otras actividades ilícitas como el narcotráfico o el secuestro, emprendidas de igual forma por los grupos armados, pero que puede generar iguales o mayores recursos económicos y que, además, sumado a la ausencia estatal, se instaura de una forma permanente expulsando a los grupos indígenas de su hogar. El siguiente párrafo es un ejemplo de casos de minería ilegal que poco a poco acaba con la Sierra Nevada de Santa Marta, tomado de una noticia de uno de los diarios más importantes en el Cesar.

Siguen los casos de minería ilegal en la Sierra Nevada de Santa Marta, en las zonas aledañas al Palmor, corregimiento de Ciénaga, Magdalena, en la vía que comunica con Tucurinca ─el segundo pueblo Kogi más grande de la Sierra Nevada─, se encontró un túnel con una excavación de 300 metros de profundidad para la explotación aurífera. Según la publicación hecha por el Heraldo, un diario de la costa Caribe colombiana, no es un caso aislado debido a que en ocasiones anteriores se denunció los irreparables daños ambientales en otros sectores de la Sierra Nevada por causa del mal uso de la minería en manos de los grupos armados. “Esto ha producido, además de una clara violación a los territorios sagrados de los pueblos indígenas de la Sierra; la devastación del paisaje, pérdida de la biodiversidad, y contaminación del suelo y el aire”, dice la denuncia. “Frente a esto, el Ministro de Ambiente, de entonces, Frank Pearl se pronunció sobre el tema, y aclaró que la Fiscalía está trabajando en una unidad de delitos ambientales. Lo que pasa es que la policía los detiene y, a los tres días, los jueces los dejan libres”, dijo el Ministro (El Heraldo, 2012).

En un informe publicado por el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), que dio a conocer el diario El Espectador en octubre de 2011, sobre la minería ilegal, se advierte que de no existir una política pública que controle el fenómeno en el país, el problema estará en pocos años fuera de alcance e indicó que desde que se conoce a la minería como un negocio rentable, los grupos armados ilegales buscan en ello financiación para sus actividades.

 Tras su huella: desplazamiento forzado Kankuamo

Entre huellas y pedazos de su anterior vida, vive una pequeña familia Kankuama en una de las comunas de Valledupar. Ya no es el plátano, ni la yuca ni el ñame una de sus fuentes para sobrevivir. La tienda principal y la iglesia ya no son los principales lugares de encuentro con los demás de su comunidad. Con la llegada de la violencia a su tierra, sus vidas han cambiado. Desde hace cinco años que viven en condición de desplazamiento y, como ellos, alrededor de 400 familias más. Por supuesto que esta situación no la viven tan solo los indígenas Kankuamos, ese drama lo sienten en carne viva más de cinco millones y medio de personas ─registradas en los últimos 20 años─. “Tal ha sido su magnitud, que nuestro país alcanzó en el 2010, el primer lugar en número de desplazados en el mundo, seguida por Irak y El Congo. En los departamentos del Cesar, Guajira y Norte de Santander, el destierro y el despojo afectaron a 866.535 hectáreas de tierras, incluidos los resguardos indígenas” (Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento CODHES, 2011, p. 23). La crisis de desplazamiento aún persiste siete años después de que la Corte Constitucional declaró que la expulsión a la fuerza de las tierras representa un estado de cosas inconstitucional en Colombia y desarrolla una jurisprudencia para asegurar el goce efectivo de derechos de las personas y comunidades afectadas.

A pesar de la creación de nuevas leyes y procesos que trabajen en pro de la devolución de tierras a las personas en condición de desplazamiento, para las secuelas y daños emocionales, ya no hay marcha atrás, ni existe una ley que le devuelva a cada uno la dignidad ni los logros alcanzados mediante años de esfuerzo personal y profesional. “Millones de mujeres y hombres han visto irrumpidas sus vidas con el dolor y el terror de la guerra, que los han dejado sumisos en la miseria y total incertidumbre de frente a su futuro inmediato, en medio de una sociedad que los ignora, cuando no los mira con desdén y desconfianza” (Venegas, 2008, p. 151).

En medio de la supervivencia inmediata se encuentran las personas desplazadas. “Por su condición se encuentran más vulnerables y se convierten, entonces, en residuos humanos. Por ello todos son señalados como peligrosos, aislados de maneras indignantes y condenados a sufrir los embates de una globalización excluyente en medio de renovadas muestras de xenofobia y exclusión” (ibíd.: p. 164).

Según cifras oficiales, durante los ocho años del gobierno de Álvaro Uribe, el desplazamiento forzado interno alcanzó una cantidad de 2.650.628 personas, cifra que incluye, aunque no en su totalidad, a los grupos étnicos. Según Acción Social, para el 2012, el 6,4 % de los desplazados del país son indígenas, aunque éstos constituyan el 3,4 % de la población nacional. Así mismo, según cifras presentadas por Codhes en 2007, de los 94 pueblos indígenas que habitan en Colombia y que ocupan el 30% del territorio nacional, 20 se encuentran en desplazamiento enfrentándolos a una “fragmentación social en tres ámbitos: el destierro que implica una ruptura abrupta con la tierra y su cosmovisión; el desarraigo familiar y social con todas las consecuencias en la sociabilidad tradicional, el acatamiento a sus autoridades y sus formas de justicia. Y el alejamiento de la cultura y costumbres tradicionales que ponen en riesgo su identidad en tanto pueblos indígenas” (Restrepo, 2008, p. 4). Ese daño es suficientemente reconocido por lo Kankuamos: “Cuando nosotros perdemos un miembro de la comunidad se crea un desequilibrio para todos” (Mamo Wiwa, Atánquez, 2009).

El desplazamiento, como una consecuencia y aliado de la guerra, ha tenido graves efectos sobre el territorio Kankuamo como, por ejemplo, la disminución de la capacidad productiva por el gran número de casas quemadas y parcelas abandonadas, que amenaza la seguridad alimentaria de la comunidad ocasionando la desaparición de las comunidades de Rioseco y Murillo. Los indígenas Kankuamos aún tienen miedo de volver a su tierra. Aquí es el momento en el que se quiebran sus estructuras políticas, culturales y económicas contribuyendo poco a poco a desaparecer por completo.

- El miedo no se desmoviliza

Cuando una mujer, hombre, niño o niña abandona de una manera forzada ―producto del miedo― su hogar, está abandonando el rol que desempeña en la familia y, por ende, la posibilidad de reafirmar su identidad. También abandona el esfuerzo, quizás, vivido por años para la construcción y el cumplimiento de sueños anhelos. El miedo se instaura, entonces, rompiendo nexos emocionales. “El miedo como síntoma aparece reiteradamente en las personas, se condolida como la estrategia más poderosa usada por los perpetradores para lograr que todas las personas abandonaran en el pasado sus territorios y en el presente muchas de ellas no se atreven a regresar” (Venegas, 2008, p. 169).

Debido a la poca presencia del Estado, el desplazamiento se incrustó en la vida Kankuama de una forma permanente. Los grupos armados establecieron, fácilmente, sus estrategias de dominación representadas a través del uso de las armas y el miedo que generan. “El miedo aparece en las noches cuando se recuerdan los hechos violentos, cuando se evocan los seres queridos y los líderes asesinados” (Venegas, 2008, p. 170).

Hechos como los siguientes están presentes en la memoria Kankuama:

El 10 de mayo del 2000, por efecto de incursiones paramilitares en Atánquez y la Mina, 1500 Kankuamos se desplazan forzadamente y ocupan la Plaza Alfonso López de Valledupar, la mayoría de ellos no retornan debido a los hechos de terror en la zona. Desde entonces, familias Kankuamas viven en los barrios populares de Valledupar y algunas han sido objeto de nuevas amenazas y hostigamientos, que a su vez han generado nuevos desplazamientos hacia otras ciudades principales, como: Cartagena, Santa Marta, Bogotá y Barranquilla (Villa y Houghton, 2004, p. 31)

Si bien los daños económicos que sufre una comunidad desplazada son altos y su reparación casi que es imposible, la pérdida de sabiduría al morir uno de sus líderes indígenas es irremediable. En su libro Desplazados, víctimas en permanente transición, Martha Nubia afirma: La pérdida de los saberes es vivida como una lesión grave a la cultura y como un atentando a las formas de sobrevivencia y de equilibrio aprendidas por generaciones. Conocimientos adquiridos frente a las formas de diagnosticar y de curar las enfermedades, sobre los comportamientos climáticos, la siembra, los animales, entre otros, y que se han acumulado y perfeccionado %s de años, y se van con los muertos y dejan a las comunidades despojadas de los principales recursos para afrontar la sobrevivencia y asegurar su comunidad como cultura (Bello, et al., 2008, p. 228).

Su desafío como pueblo Antes de reconocer que el problema del conflicto armado es el principal flagelo que ataca al pueblo Kankuamo, existe una necesidad de conocer en profundidad su historia, su origen y su pasado para entender de qué forma les afecta el mismo.

De esta manera, tendremos una visión más completa del pueblo Kankuamo y entenderemos que a pesar de la violencia que, sin lugar a duda, rompe sus finas estructuras existe en su memoria una autonomía e identidad como pueblo ligada con la práctica de sus tradiciones y costumbres más especiales y que, de alguna forma, la violencia o el desplazamiento las está cambiando.

Nuestra tarea está encaminada a no cegarnos con las cifras que recoge este informe sobre las violaciones a sus derechos humanos. Si bien es nuestra labor investigar y denunciar estos hechos, conocer más de cerca su cotidianidad como grupo indígena de la Sierra y sus desafíos como pueblo resulta fundamental, pues a partir de esta nace su mayor resistencia a la violencia.

SEGUNDO INFORME DESPIDIENDO Y CANTÁNDOLE A LA SIERRA: CORPUS CHRISTI

Corpus Christi, Atánquez 2009

Corpus Christi, Atánquez, 2009

2.1 El despertar de la Sierra Nevada A medida que avanzaba en la carretera, los cantos eran más fuertes: “casito llegamos”, dijo un hombre pasando la mano sobre su frente. Hacía mucho tiempo que no sentía un calor tan intenso. “¿Viene para las fiestas?”, me preguntó sonriendo con su mirada. Sus rasgos entremezclados me confundían: los ojos negros, pequeños y rasgados junto con sus pronunciados pómulos me recordaban a los indígenas, pero su vestimenta y forma de hablar delataron ante mí su descendencia campesina. Al llegar a la Sierra, desde lo lejos veía un cúmulo de gente esperando a sus familiares y amigos, y también a las gallinas, cerdos, perros, comida y alguna medicina que se traía desde la capital del Cesar para cubrir las necesidades del mes. “Apóyese en mí, yo le ayudo a bajar”, me dijo tocando una parte de mis brazos con sus ásperas manos marcadas por el contacto, quizá, permanente con la tierra. En el momento de poner un pie sobre Atánquez, la llamada tierra hermosa, supe por qué lo era. El olor a café de las mañanas me asaltó. El pueblito es pequeño, pero muy organizado. Lo primero que vi fueron unas casitas pequeñas de colores y ante ellas, en lo alto, como una protección para los Kankuamos, la presencia de la Sierra Nevada: tres altas montañas y en el medio una con un gran pico de nieve. Sentí entonces que me encontraba delante de una presencia sagrada: la casa de los Kankuamos, un lugar donde es posible la unión con lo espiritual, la conexión entre el origen y el presente. Cuando seguí caminando por el pueblo, los cantos llamaron mi atención, me dirigí hacia la plaza, en el centro del pueblo. En ese instante conocí la celebración del Corpus Christi. Los indígenas Kankuamos recogen en su historia momentos trascendentales como, por ejemplo, sus danzas tradicionales llamadas Corpus Christi. A pesar de que esta fiesta no nace donde los Kankuamos, se celebra como parte de su propia tradición y desde allí se reinterpreta: Es una fiesta que tiene varios siglos y que se ejerce en la comunidad Kankuama. Pero es una fiesta que la pusieron los españoles. A pesar de todo, no es autóctona de los pueblos indígenas, sino que nosotros la adoptamos de acuerdo a la tradición y a la madre naturaleza. Tiene origen africano: por los bailes, la música es tocada por tambores y todo lo que implique tambor es africano. Lo que sucede es que nosotros le metimos otra mezcla imitando a las aves y a la madre naturaleza. Nosotros hicimos la combinación del tambor y de la música de aquí. Hay una mezcla africana e indígena: el carrizo imitando a las aves (Joven Kankuamo, Atánquez, 2009). “Nuestra fiesta viene de tiempos atrás. Se dice, que en la colonia servía para representar el triunfo del bien sobre el mal”, me dijo el hombre llevándome por un sendero hasta la plaza central del pueblo. “Mi nombre es Ruber y le presento a mi mujer y a mis hijos”. La mujer, tímidamente, me dio la mano y agachó la mirada mientras que sus dos hijos esperaban ansiosamente para reincorporarse a las danzas que se realizaban a los pies de la iglesia principal.

Ruber, Kankuamo, Atánquez, 2009 “Nadie sabe por qué misterio ha sobrevivido la fiesta del Corpus Christi en este remoto municipio”, dice Patrick Morales, un investigador que ha puesto sus ojos en el pueblo Kankuamo, en su estudio sobre el Corpus Atanquero. “La fiesta del Corpus Christi, es concebida en el siglo XIII por Santo Tomás de Aquino como una celebración festiva de la Eucaristía. En Europa, el Corpus Christi transmitía un mensaje sencillo: el triunfo del poder divino contra las fuerzas oscuras, en ese entonces asociadas con la Reforma proclamada por Martín Lutero” (Morales, 2000, p. 31). En Atánquez, mientras recorría las calles del pueblo, vi que entre aguapanela y chirrinchi ‒ una bebida fuerte y tradicional Kankuama‒ , los habitantes disfrutaban relatando para quienes querían escuchar una vez más, y para los que escucharían por primera vez la historia del Corpus Christi. No todos los visitantes que llegan para la celebración del Corpus Christi conocen su verdadero origen, cuyas raíces se desprenden de las religiones que se imponían desde el nuevo mundo: “El Corpus Christi es una fiesta particular en la cristiandad. Pues su celebración, a diferencia de otras católicas, no está consagrada a la memoria de los santos o a la conmemoración de las escenas de la vida de Jesús. Es una celebración de la Eucaristía, literalmente, del cuerpo de Cristo, expresado en la pálida redondez de la hostia protegida en custodia” (ibíd.: p. 31). En América, la fiesta se convirtió en un eficaz instrumento evangelizador de los indígenas y esclavos negros. Durante la época colonial, la celebración era la expresión más importante de un catolicismo popular que comenzaba a arraigarse en el Nuevo Mundo de la mano de inevitables mezclas con las tradiciones de las poblaciones locales. Pero en el transcurso del siglo XIX, las vistosas y multitudinarias procesiones americanas –acompañadas de danzas y representaciones de figuras fantásticas– comenzaron a prohibirse y el Corpus Christi fue desapareciendo paulatinamente en casi todo el continente. En Colombia, por ejemplo, las celebraciones de Chiriguaná, Mompós y Ciénaga, entre muchas otras, fueron eclipsándose, y de la algarabía de las máscaras y fuegos artificiales, solo quedan recuerdos en la memoria de los más viejos (Morales, 2008). Pero en medio de la Sierra, esta fiesta aún sigue viva y se practica en el mes de junio. La comunidad Kankuama y los pequeños grupos indígenas que habitan en los alrededores se reúnen a danzar y reafirmar sus creencias, tradiciones y costumbres de un pueblo que, por años, ha sido golpeado por la violencia de un conflicto armado y por el olvido del Estado. Precisamente, la celebración del Corpus Christi, a pesar de la existencia de un conflicto armado, ha sido para los Kankuamos un desafío ya que su práctica se ha debilitado. Pero, por otro lado, son en esos momentos de apropiación cultural cuando nace la resistencia y se fortalece la autonomía de su pueblo.  El ritual

Sin darme cuenta, mi primera noche en Atánquez comenzó, y los relatos de los ancianos y su alegría y devoción hacia su cultura llenaron las calles de emoción. Fue entonces cuando vi desde lejos que niños y niñas indígenas, junto con sus padres, esperaban ‒ en primera fila‒ el momento decisivo de la fiesta: el enfrentamiento entre el bien y el mal.

Corpus Christi, Atanquez, 2009 Los negros representando el bien y los diablos al mal. Llevaban un año preparando sus danzas y trajes para ese momento. Sus capitanes de danza sabían que la fiesta es la posibilidad de encontrar el pasado con el presente. Por ello, antes de cada celebración, sigilosamente, corrigieron los pasos y movimientos del grupo. Todo en memoria de sus ancestros. El ritual comenzó un sábado en la noche después de que Atanqueros ―con su música tradicional‒ visitaran una vieja imagen de la Santísima Trinidad, guardada en una casa del pueblo. El primer jueves siguiente, se celebró una misa con todos los habitantes del pueblo, y se visitaron otros altares. En la tarde de ese día, los bailadores, con sus coloridos y llamativos trajes, recorrieron antiguos lugares de culto de los ancestros y le cantaron, en lo alto de la sierra, a los muertos en el cementerio del pueblo. Las danzas del Corpus Christi en Atánquez no serían iguales sin sus trajes representativos, puesto que estos adquieren un significado, verdaderamente, especial en toda la comunidad: las calles se llenan de colores evocando el hermoso paisaje que les rodea. “Los trajes, en las danzas tradicionales, son utilizados para adornar y alegrar al santísimo. El de los diablos como representa el mal, se imita al propio diablo. Su traje es bastante colorido, se lleva una careta y un pelo de chivo con un espejo. La otra danza de contra respuesta, es la de los negros que representa al bien. El símbolo de ellos es el machete y sirve para defender al santísimo porque el diablo va a por él” (Joven Kankuamo, Atánquez, 2009). Además, el atuendo de los negros ‒ representando al bien‒ , se distingue por sus sombreros adornados con flores de colores y por sus machetes de madera. “Las negritas llevan una falda de tonos vivos hasta el suelo, y sus sombreros se adornan con cintas multicolores. Casi todos los danzantes de negro llevan en sus pies unas guaireñas de cuero, especiales para marcar el ritmo en los pasos alternados en su baile” (Morales, 2000, p. 32). Los diablos “ocultan su rostro con una máscara coronada con dos cachos y su cabeza se esconde en una pañoleta de rojo intenso” (ibíd.: p.32). Algunos diablos, quizá los que más tiempo llevan bailando, llevaban en su espalda un sinfín de espejos, en sus manos castañuelas y en sus pies, pequeños cascabeles. El baile de los diablos es fuerte y amenazante: Baile de los diablos, Atánquez, 2009 No quisiera dejar a un lado las cucambas quienes representan en las danzas las aves de la Sierra Nevada y lo hacen cubriendo su cuerpo con tiras de palma de iraca: “Los retazos vegetales cuelgan desde el cuello hasta las rodillas y el movimiento de los brazos de los danzantes, que imita al aleteo de las aves de la Sierra, sacude el ropaje verde al tiempo” (ibíd.: p. 32).

Cucambas, Atánquez, 2009 Siguiendo con mi relato sobre el ritual, en esa tarde del primer jueves, durante la visita a los antiguos lugares de culto a los ancestros y en el triste homenaje a los muertos en el cementerio, se pasó de mano en mano un licor amargo: un chirrinchi, trago Kankuamo preparado por ellos mismos. “El primer jueves de la celebración se llama la octava. Durante ese día, la gente baila 12 horas: da comienza desde las 6 a.m. hasta las 6 p.m., y el próximo y último jueves, también llamada la octava, se baila durante todo el día. En la tarde, la gente se concentra en la plaza, se hace un ritual y se camina por toda la calle principal despidiendo y cantándole a la Sierra Nevada con el objetivo de pedir vida y salud para el próximo año” (Líder Kankuamo, Atánquez, 2009). En los recorridos de las danzas, a través del pueblo, pueden distinguirse tres paradas o altos espacios, que demarcan los recorridos de los danzantes durante la fiesta. Algunos son llamados sitios humanos, pues recuerdan la casa de algún viejo capitán de danza, bailador de maestría. Otros, reciben el nombre de sitios de misterio, y se expresan en los puntos de pagamento dispersos en el pueblo; aunque algunos de estos puntos ‒ grandes piedras, árboles de gruesos troncos‒ han desaparecido. Los danzantes continúan recordándolos con sus bailes; el tercer tipo de alto lo constituyen los llamados sitios sagrados o divinos, que se asocia, fundamentalmente, con el baile en la iglesia y con los altares de santos dispuestos en las calles el jueves de Corpus Christi o el día de la octava (Morales, 2008). Otro importante lugar que no olvidan los Kankuamos, en su recorrido durante el Corpus Christi en el transcurso de los años, ha sido el cementerio. Este lugar para ellos es considerado como un punto de valor especial y de encuentro con sus antepasados y por ende con su historia. En el segundo y último jueves de baile, a las cuatro de la madrugada, algunos de los danzantes que había conocido unas horas antes, llamaron a la puerta de la pequeña casita donde estaba pasando las noches en Atánquez. “Ya es hora, ¿viene con nosotros?”, preguntó alguno de ellos. Cuando llegamos, en medio de danzas y cantos al “pagamento”, una imponente piedra en lo alto de la sierra y en la cual los indígenas suelen ofrecer sus sueños y anhelos, los danzantes del Corpus ‒ con miradas hacia las nubes naranjas del amanecer‒ adivinaron el destino por venir de su pueblo y de algunos de los danzantes presentes en ese instante. Así lo recuerda alguno de sus danzantes: “En la madrugada, exactamente desde las 2 a.m. hasta las 4 a.m., la danza de los diablos llega hasta un sitio donde se encuentra la piedra atravesada (un sitio sagrado) y se observa la salida del sol. Cuando sale el sol y se ven las nubes, ellos predicen el futuro del próximo año. Ellos suelen predicar la muerte de miembros de la comunidad” (Joven Kankuamo, Atánquez, 2009).

Sierra Nevada de Santa Marta, 2009  Entre negros y diablos “La fiesta, es un tiempo de inversión de los sentidos, de las realidades, donde cabría pensar en una temporalidad hecha para la igualdad” (Vimos, s. d.). En este escenario de homenaje a la madre tierra, aparece la representación de los palenqueros, “una comparsa de hombres y mujeres vestidas como negros y negritas, que bailan al ritmo del tambor y de los versos tristes cantados por su capitán. Esta comparsa recuerda el papel central de estas poblaciones en la historia del macizo, a pesar de que allí no exista población afroamericana” (Morales, 2008). Según la tradición, los indígenas Kankuamos consideran de gran importancia el papel de los negros en el Corpus, puesto que éstos representan la época en la que existió descendencia negra buscando refugio en territorio Kankuamo como resultado de la resistencia a la esclavitud durante la colonia española. Más allá de buscar refugio en territorio Kankuamo, los negros palenqueros ayudaron a expandir el fenómeno del mestizaje de los indígenas. Y precisamente, la fiesta del Corpus muestra la evidente complejidad de los procesos de recreación de memoria e identidad Kankuama. Pero por otro lado, ayuda a construir alternativas para pensar y vivir el proceso de reetnización que atraviesa la comunidad. “El pueblo indígena Kankuamo al compartir territorio ancestral con los otros pueblos indígenas de la Sierra, establece diferentes tipos de relaciones comerciales, políticas, sociales, económicas y culturales. Dichas relaciones, permiten el reconocimiento de la diferencia, pero también permiten el fortalecimiento y la unión de pensamiento en pro de la defensa de la cultura y el territorio” (Líder Kankuamo, Atánquez, 2009).

Niña Wiwa en territorio Kankuamo, 2009

Compartir un espacio para los Kankuamos significó estar rodeado de diversas identidades, pensamientos y acciones por lo que generó, por una parte y con el paso del tiempo, la debilidad de su propia visión indígena debido a la correlación de fuerzas y con las jerarquías construidas sobre esa diversidad. No obstante, la diversidad no siempre tiende a debilitar identidades sino a unir fuerzas para proteger esa identidad. Cuando estaba parada en medio de inimaginables pasos de danzas y voces al aire comprendí que cada uno de los indígenas Kankuamos no solo participan en la fiesta sino que la sienten e interpretan desde su propia visión. Así, para algunos, la fiesta es un momento de confrontación con los ancestros y tradición, para otros sin embargo, no lo ven como signo de apropiación cultural, sino un motivo de unión con los amigos y de distracción.  Cantos hacia la Sierra

A medida que iba conociendo y hablando con la gente del pueblo me gustaba más la hospitalidad y confianza de la gente. A pesar de ser un pueblo duramente permeado por la violencia, aquello me sorprendía. “Aquí le traigo unos manguitos”, me decía Ruber, aquel buen hombre que había conocido durante mi camino hacia Atánquez. “A nosotros nos gusta que nos visiten y que no nos olviden”, me decía una de las señoras que había perdido a su esposo hace algún tiempo por acciones de los paramilitares. Estas frases y algunas sonrisas de niños y niñas, los juguitos de mango, los buenos días, buenas tardes y buenas noches en cada esquina del pueblo, la música en las calles desde la madrugada, entre otros detalles más, me permitieron conocer de cerca su cotidianidad y su convivencia como comunidad.

Las danzas tradicionales Kankuamas tienen un elemento especial que las hace únicas: su música, considerada por todos los Kankuamos como un elemento que ha sido por décadas un componente vital para la construcción de su identidad y representación de uno de los cuatro pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta. Durante el Corpus Christi, los sonidos que se escuchan a diario, hacen referencia a las aves de la alta Sierra, acompañados con los versos de los negros y los diablos en homenaje a ella.

“Mientras las estrofas invaden Atánquez, salen las comparsas. Los diablos se mueven entrecruzando con violencia sus piernas mientras los acompañan los ritmos de una caja y un carrizo, un instrumento de viento tradicional de los indígenas de la Sierra” (Morales, 2008).

“El carrizo es una representación simbólica de la mujer y del macho Kankuamo. Cuando se toca el carrizo y baila una pareja, se entiende la unión de los dos” (Líder Kankuamo, Atánquez, 2009). Para entenderlo, la Organización Indígena Kankuama (OIK) lo define: El carrizo es un instrumento musical que se utiliza para tocar el chicote y la gaita Kankuama. Los materiales con que se elabora el carrizo son tres: la parte inferior viene de una mata que se llama Col, la cual nace cada cierto tiempo; en la parte superior, encontramos cera de abeja de color negro; y, la parte donde se sopla, es una parte de pluma de pavo. El carrizo macho tiene un orificio y el carrizo hembra tiene cinco. Este instrumento se toca en diferentes momentos: para animar fiestas, para acompañar reuniones, en actividades ceremoniales y demás actividades culturales (OIK, 2011, p. 11).

Para los Kankuamos, el carrizo tiene varios significados especiales: uno de ellos porque su origen nace desde la madre naturaleza: “es una planta que nace en la Sierra Nevada de Santa Marta. En la parte alta del carrizo se le hace la forma de la cabeza del ave, y en el pico, el indígena sopla y se produce la melodía de acuerdo al son que vaya a tocar. El carrizo se utiliza para las danzas y para las propias músicas de los indígenas” (Joven Kankuamo, Atánquez, 2009).

En medio de las danzas tradicionales, la música del carrizo se complementaba con los pasos de los danzantes. Ambos, en honor a la Sierra. Cuando esto sucedía todo el pueblo se olvidaba de los dolores y los problemas por los que habían tenido que pasar épocas atrás. Me sentía, entonces, en medio de un gran sentimiento de pertenencia indígena representado en sus cantos profundos entregados a la Sierra:

“Soy el pajarito Que bajó de la Nevada Porque tengo compromiso de bailar A la Divina Majestad” (Versos de los cucambas, Atánquez, 2009).

Corpus Chrsti, Atánquez, 2009

“Soy el pajarito / que vengo de la Nevada más alta a complacer a mis amigos / y a todas las muchachas. Del cielo vide bajar / una corona imperial; bendita y alabada sea / sin pecado original. Soy el pajarito / que bajó de la Nevada; porque tengo compromiso / de bailar a la Divina Majestad” (Versos de los negros, Atánquez, 2009).

“Del palo sale la haba; / de la haba el narí; no hay cosa más sabrosa / que el pan de caracoli. Mayémba, mayémba, / Mauricia Cunganáre; Ya viene de mangúe / Con mi cebito de Flandes Mayémba, mayémba, / Mauricia Canganáre; Juana Mulungué; / Ya vengo de Flandes; Se oye la caja ´e los diablos y también se oye el tambor” (Versos de los diablos, Atánquez, 2009).

Entre danzas y sonidos musicales producidos por el carrizo, el Corpus Christi se ha convertido en una fantástica mezcla que reúne, por un lado, momentos de la historia dolorosos para la comunidad y, por el otro lado, afirma, cada vez más, el surgimiento como un pueblo restructurado e identificado por las viejas tradiciones y saberes de sus ancestros.

2.2 Tradiciones Kankuamas

Los Kankuamos caminan y trabajan la Sierra que ahora tienen, la que les ha quedado. La que han perdido la siguen nombrando, sintiendo, reconstruyendo. La siguen habitando” (Pumarejo y Morales, 2003, p. 97).

Es un desafío para el pueblo Kankuamo, a pesar de la guerra, continuar fortaleciendo y reproduciendo alguna de sus costumbres:

“La costumbre de recibir desde temprano en sus casas a la gente que pasa y ofrecerles café o de guardarles un poquito de comida, esa es una costumbre de muchas de las abuelas. Tu vieras la olla de sopa que hace mi abuela y ella está sola con mi abuelo y esos hijos ahí van y saben llegar a cualquier hora, ahí está el poquito tapado y saben cuál es la tasa de cada uno […] y no solamente ella, muchos abuelos hacen eso y muchos hijos con sus padres” (OIK, 2011, p. 27).

Lo chévere de esto no es que mi abuela cocine para todo el mundo, sino que sus hijos también cocinan en sus casas y ahí llega la gente también a compartir. Mi abuela a las 6 de la mañana ya está con su termo de café y a las 6 empieza a llegar la gente, uno con un bollito, un pedacito de carne, el otro con un bollito con huevo, la otra con una arepita, la otra con un platanito, con una cabecita de pescado y ella repartiendo el café. Todos los hijos le mandan su poquito de comida y de lo que tienen, yo no sé como hace mi abuela pero a todo el mundo le da de ese pescado. Es ese afán de que alcance para todos, mi abuela es así, eso es innato, no abusa de darle al primero bastante para que siempre alcance. La tradición del fogón es para dialogar, para conversar; el sentido original es este (Joven Kankuamo, Atánquez, 2011, tomado por OIK).

El indígena Kankuamo construye su identidad, día a día, a través de las relaciones sociales, políticas y culturales que estable con los sujetos que conforman la comunidad:

Los equipos de trabajo fue acá donde tuvieron origen, los mayores nos cuentan que fulano va hacer su casita mañana y al día siguiente estaban ahí con la mano de guineo, el otro llevaba que la panela, el plátano, el cerdo, el cebollín, el culantro, le colaboraban a esa persona para hacer su casa y todo mundo mojaba barro tiraba barro y ese mismo día quedaba esa casa lista, ese es un trabajo colectivo. Yo pienso que esa costumbre sigue vigente, todavía el grupo de trabajo comunitario que fundó el mamo Abelancho están trabajando así, todos los sábados tienen una jornada de trabajo… que la limpieza de las fincas y es muy bonito (OIK, 2011, p. 30).

Debido a los procesos históricos de orden territorial y varios episodios relacionados con la violencia armada que ha tenido esta comunidad durante varios periodos, algunas de sus tradiciones han ido desapareciendo. Sin embargo, otras, como se nombró anteriormente, continúan practicándose en el presente.

“Los indígenas Kankuamos reconocen la pérdida de muchos de sus rasgos indígenas, „hemos perdido los mamos, el vestido, la lengua, parte del territorio que nos dejaron, se quiere acabar la música propia del Kankuamo, pero nosotros tenemos tradición, la tradición del Kankuamo‟, y es que reconstruirse desde la memoria significa también, como ellos dicen, tener fuerza de pensamiento” (Pumarejo y Morales, 2003).

“Yo no pienso que las costumbres se perdieron; mucho menos las comidas tradicionales. […] De las comidas es típico que encuentres a la gente comiendo su iguana, no iguana guisada, aquí la echan en viuda, la pasan por manteca, se come así: viuda de pescado nada más con el culantro así, su filo, sus plátanos enteros bien cocidos, una viuda de carne seca, de iguana, de ñeque eso por aquí se conserva” (Joven Kankuamo, Atánquez, 2011, tomado por OIK).

Líder Kankuamo mambeando hoja de , Atánquez, 2009

“En las mañanas siempre lo encuentras así [...] eso es lo que identifica la viuda de pescado y a la gente de La Lomita con el resto del pueblo [...] su sancocho de piedra que hacían, el sancocho de piedra era pura verdura nada más cuando no hay carne hacen es su sancocho de piedra” (ibíd.).

Recuperar su territorio, sus tradiciones y mantener su pensamiento indígena fueron algunos de los motivos de la creación del resguardo Kankuamo y de la fundación de la Organización Indígena Kankuama en 1993 que, sin lugar a dudas, ha sido considerada por ellos mismos como un incentivo para que su comunidad comenzara a luchar para conservar sus tradiciones. De hecho, el proceso de reetnización que el pueblo inició desde 1993 se ha centrado en el fortalecimiento de algunas de sus prácticas culturales, de repensarse como indígenas y de recuperar su identidad a través de la memoria e historia. Sin embargo, muchas de las expresiones de su cultura han sido olvidadas o reemplazadas por otras. Un ejemplo de ello, es la elaboración de sus mochilas tradicionales a base de fique.

La mochila de fique es una tradición que se está utilizando cada vez menos debido a que el proceso de elaboración requiere mucho tiempo. Además, el pueblo se ha apropiado de la mochila de lana de ovejo ya que sus materiales como la hilaza y la lana (traída de Valledupar) buscan la economía y ligereza al elaborarla. Yo creo que desde que nací estoy tejiendo. Ahora, la mayoría de los Kankuamos trabajan en oveja de lana. Hace 40 años todo era fique: los chinchorros, las mochilas, las bolsas pa‟l maíz, etc. El fique se ha perdido. El proceso de elaboración no es complicado, pero requiere tiempo para hacerlo. Después de que se extrae el fique de la planta se utiliza la carrumba para convertirla en hilos. A continuación, para iniciar a teñirlos se cocina los hilos de fique con alumbre y pepa de aguacate para que la tinta no se corra” (Mujer Kankuama, Atánquez, 2009). Proceso de elaboración de mochilas, Atánquez, 2009

“Los colores se sacan de las plantas. Digamos, el verde es cáscara de cebolla, el color amarillo viene de la cáscara del coco, el color zapote viene de una hoja de planta y el gris es naneo, un palo que se utiliza para teñir, para hacer madera y bastones el palo de poporo y el palo de Brasil da color rojo. La flor de la caléndula da un color gris claro, antes la utilizábamos para embolar los zapatos” (ibíd.). Las mujeres Kankuamas tejen mochilas, casi todo el tiempo, como una expresión de su cultura y para generar fuente de ingresos. Se ocupan de la preparación de los alimentos antes de la llegada de sus esposos e hijos y, a las tres y media de la mañana, ya el fogón está echando candela o la estufa está prendida. Se descansa y se conversa hilando lana de oveja o fique en una carrumba (instrumento a base de madera con la que se hila la mochila) a plena tarde. Se camina o se realizan diversas actividades hilando una y otra vez (Pumarejo y Morales, 2003).

“Venga, siéntese con nosotras”, me dijo una de ellas mientras arrullaba con el pie derecho al hijo de otra mujer que estaba al frente de ella. “Nosotras le vamos a enseñar lo que se hace aquí”. Éramos tres mujeres y un bebé recién nacido, a plena tarde bajo un sol extenuante. La mamá del bebé casi no hablaba, estaba triste, se notaba en su mirada. “Ella está triste porque no sabe dónde está el papá del hijo”, me dijo otra muchacha sin compasión alguna. “Lo que pasa es que esos muchachos del ejército vienen aquí a endulzarles la oreja a las peladas, y se las llevan pa´ el río, y luego quedan embarazadas”, dijo otra señora, la mayor de todas. “Ahora le toca aprender a hilar mochilas pa‟ darle de comer al hijo”, continuó.

Niña Kankuama, Atánquez, 2009

Lo que acababa de escuchar, en ese instante, después lo volví a escuchar, una y otra vez, en las casas de las visitas que hacía durante mi estadía en Atánquez. Niñas entre los 12 y 14 años empiezan a tejer mochilas y a entrar en la actividad económica para sustentar la pequeña familia que han formado a temprana edad.

Lo cierto es que mientras se teje mochilas, es muy común en Atánquez contar y hablar sobre la vida de los integrantes del pueblo:

Aquí, es una costumbre salir en la mañana e ir a donde el otro. Pero con su mochilita y muy bonita porque esas mochilas se tejen en armonía. Para salir, se coge la mochila. Nosotros, íbamos por allá. Mi mamá primero visitaba a su hermana, a mi abuelita y después tirábamos donde la señora Petral, y llegábamos aquí punchas de café, porque todo el mundo nos daba café. Y tirábamos por donde tía María, bajábamos donde tía Arilda y donde todos los tíos, hasta donde mi abuela (Mujer Kankuama, Atánquez, 2009).

“Mi mamá se paraba como a las 5:30 a.m. y montaba una olla en el fogón con una viuda de lo que fuera, así fuera un guineo, y cuando uno llegaba, buscaba el queso y lo rallaba y lo que fuera. Y entones nos íbamos, hacíamos el recorrido y llegábamos aquí a las 8:30 de la mañana” (ibíd.).

Esos recorridos se utilizaban para hablar de lo que se hizo hoy, lo que hizo ayer, lo que va hacer mañana, de cómo le va en la finca, se comentan los proyectos. Las tías en las casas daban su viudita de pescado con guaira ahumada, y en la mañana donde mi abuela terminamos con cualquier arepita con algo. Cuando veníamos acá llegábamos llenos. Llegaba uno y se ponía a tejer, el que iba a hilar, hilaba, entonces mi mamá siempre se encargaba de la cocina a medio día. Uno descansaba un ratico y a las dos ya iba uno, otra vez, con su mochila, y entonces iba uno pasábamos donde mi abuela y si estaban hilado uno ayudaba, empata. Ya es tradición, los que salen a caminar y los que esperan a que lleguen a su casa, porque qué tal que todo el mundo saliera y no se encontrarían y no se pondrían de acuerdo. No sé cómo sería la cosa, pero ya tú sabes dónde está; que allá está fulano, porque te está esperando con el tinto y luego fulano, que si tú no llegas; qué te pasó ayer, te buscan el café o mandan a buscar (Joven Kankuamo, Atánquez, 2011, tomado por OIK, p. 42).

 La alegría de un pueblo: fruto de la madre tierra

En un largo paseo, de los que solía hacer, cerca al páramo Suribaka, me topé con una planta llamada de la misma forma que el instrumento que nace de su tallo: el carrizo. La silvestre planta da origen a unos sonidos profundamente tristes que junto con las maracas y lentos sonidos de la marimba marcan el compás del chicote, la tradicional melodía Kankuama utilizada para acompañar sus rituales y pagamentos hacia la Sierra Nevada.

Aunque nadie sabe de dónde deriva su nombre debe ser verdad que los orígenes del chicote se remontan a la música elemental y primitiva con la que los Kankuamos oficiaban sus ceremonias. Porque Atánquez pueblo donde se canta y se baila, y no en vano los hombres a los que se atribuye su creación, fueron los primeros de esta tierra que vieron a sus hijos morir de nostalgia por el sometimiento a los invasores imponerles sus costumbres por la fuerza de las armas. Solo la música habría de permanecer incólume y a ella se aferraron los Kankuamos para dar rienda suelta a su tristeza de cautivos. Y la transmitieron de tal manera al chicote que terminó siendo una de sus características esenciales (Cuello, 1983, p. 22). “Aprendí mis versos desde mi propia inspiración. ¡Ponga cuidado! ¡Aprendí a responder con mi propia inspiración y sentí nuevas cosas, sentí nuestra historia, nosotros tenemos todas las herramientas, tenemos las maracas y el carrizo para hacer chicote! La gaita aquí no hay quien la reclame, ¿no es verdad primo? Usted ha escuchado. La gaita vino de San Jacinto, entonces quedó después aquí. Pero el chicote sí es de aquí” (Joven Kankuamo, Atánquez, 2009). El chicote hizo parte de los grandes y pequeños momentos de los Kankuamos. Pasó de ser un sonido imitante de la naturaleza, netamente instrumental, a llevar consigo versos creados como fruto de las conquistas Kankuamas: “Cuando una muchacha me gustaba, yo le preguntaba: ¿será que yo puedo llevarte una parranda allá y echarte unos versos? Palomita blanca ya anda por la orilla del río, de por dios dame tus alas para yo quitarme el frío. Uno llegaba en la noche, la mujer me decía: “yo duermo en esa pieza”, y allí estaba uno abajo echándole versos aunque yo no sé cómo hacía ella para volverse a dormir” (ibíd.).

Junto con las tonalidades, extremadamente altas del chicote, apareció el baile. Atánquez amanecía con música y oscurecía con los pasos de sus danzas que, sin duda alguna, se ha convertido en un elemento fuerte al reconocerse como portadores de una tradición Kankuama. Las danzas, además, reflejan el encuentro con el otro y la relación de diferencia o similitud entre ellos mismos.

Músico Kankuamo, Atánquez, 2009

“Vea prima, yo le voy a decir una cosa: la gente se puso a tocar originalmente aquí y fue que se puso a bailar. El baile de nosotros tiene que ser abierto, pero uno como hombre es el que marca con el pie y se va dando una vuelta con la mujer. Ella tiene que ser suavecita. El que lleva el marcador es uno” (Músico Kankuamo, Atánquez, 2009). Tristemente, las parrandas de chicote y gaita se escuchan cada vez menos en las reuniones de la gente mayor alrededor del pueblo; el vallenato ha llegado amenazando sus raíces y seduciendo a la población más joven Kankuama. Ellos saben que pese a que los tiempos han cambiado y algunas de sus tradiciones ya no son tan practicadas por su comunidad como antes, deben encontrar el camino para volver a fortalecer su identidad como indígenas. Su música y la interpretación de la misma es un trayecto para alcanzarla. Alrededor de ella se han preparado varios festivales musicales para recordarle a la comunidad Kankuama cómo su música ha acompañado los momentos más importantes de su historia. La música en Atánquez tiene un papel muy importante dentro de su comunidad, ya que refleja la cultura de la cual hace parte. Durante los procesos históricos en los que ha estado presente la comunidad Kankuama, la música siempre ha estado presente reflejando en ella sus emociones y sentimientos.

Además, el Kankuamo ha encontrado en el sonido un elemento de identidad fundamental para quien la realiza y para quien la escucha, pues esta es una parte esencial para comunicarse con el otro; por ello, la comunidad ha tomado conciencia al respecto:

Todos en la comunidad tienen la responsabilidad de conservar la cultura: en la familia, los padres transmiten a sus hijos desde su experiencia y conocimientos las enseñanzas de sus padres, abuelos y bisabuelos. Ese conocimiento cotidiano es sobre salud, medio ambiente, formas de cultivo, la relación con los otros, música, el tejido de la mochila, etc. y los valores que reafirman ese sentir indígena de solidaridad, humildad, respeto, amabilidad, alegría (OIK, 2011, p. 46).

2.3 La sabiduría está en muchas partes

Anochecía caminando, atravesábamos varios riachuelos, grandes y pequeñas piedras, ramas y tallos de árboles caídos. Por un momento sentí que ya no podía avanzar más; buscábamos entonces la salida de un laberinto que parecía sin fin, estábamos inmersos en la profunda naturaleza, en un profundo verde que se tornaba de colores a medida que entraba en el cuerpo de ella. Mis pies por un momento me abandonaron, y tropecé con la raíz de un viejo árbol adherida fuerte a la tierra de la Sierra. Los sentí vivos, por el contacto con el agua congelada que bajaba con gran velocidad del río.

Atánquez, 2009

Con mis pies mojados y adoloridos seguí caminando con la única idea en mi cabeza que me permitiría permanecer fuerte dentro de mí: en pocos minutos conocería el lugar sagrado donde los indígenas Kankuamos esconden y revelan sus más íntimos deseos. Me iba a encontrar de frente con su sabiduría. Debo confesar que estaba nerviosa, quizás sería un momento de mi vida que nunca olvidaría, quizás el contacto con ese algo despejaría dudas internas en mí. “Hemos llegado”, me dijo mi compañero Kankuamo.

Ya había caído la noche en ese lugar. El olor de la tierra era diferente. Todo estaba en un completo silencio. “Espéreme aquí, voy a llamar al Mamo Saúl Martínez”, me dijo dejándome sola en la completa oscuridad. Mientras pensaba en cómo sería el encuentro, alguien se me acercó poniendo una mano sobre mi hombro diciendo: “acompáñame, pero si quieres hacerlo, debes tener los pies limpios. Te invito a la concuruba”, un lugar de aspecto muy semejante al de una pequeña chozita. Todo seguía en completa oscuridad pero esta vez dentro de la concuruba alguien encendió una llama de fuego…

Me encontraba sentada frente a un hombre de muy baja estatura y de marcados rasgos indígenas. Su piel, labrada por el sol y el viento, era muy oscura, brillaba por el resplandor del fuego y en el fondo lo acompañaba el sonido de las llamas. Nunca me miró a los ojos, esperaba verle los suyos para conocer algo más de él, pero nunca lo hizo. Estaba totalmente concentrado mambeando hoja de coca; sin darme cuenta, agarró mis manos fuertemente abriendo únicamente la derecha para entregarme un pedazo mediano de algodón: “pon aquí tus pecados”, cerrando mi mano abrió la izquierda y poniendo un poco de tierra en ella continuó diciendo: “pon aquí tus intenciones con la madre tierra”. Después de eso todo quedó en silencio por unos instantes, mientras él seguía mambeando y escribiendo, seguramente lo que percibía en su poporo. Enterramos el pedazo de algodón en la tierra cerca de la concuruba. “Esta es tu verdadera bienvenida a nuestro pueblo”, me dijo despidiéndose calurosamente.

Pensarse Kankuamo en el presente está, sobre todo, profundamente ligado con el pagamento. Cuando se pregunta por Kankuamo, se responde con un sitio de pagamento, con un ingrediente para hacer el pagamento, con el sitio de pagamento de algún mamo, con la forma como se hacía o para qué se hacía. Como portador de un sentido que va más allá de la acción puramente ritual, el pagamento continúa remitiendo a una forma de conocer y ordenar el mundo; funciona en la cultura como una forma de apropiar el territorio y habitar en él, como un dispositivo que pone en movimiento la memoria histórica y establece nexos con los antepasados (Pumarejo y Morales, 2003).

Cada vez que un indígena Kankuamo visita los sitios del pagamento está delimitando su territorio y, a la vez, le inyecta su cultura y refuerza su historia.

Al respecto, María Adriana Pumarejo y Patrick Morales dicen:

Los sitios de pagamento ―grandes piedras blancas, pozos oscuros y profundos, árboles de madera fuerte― dispersos a largo de todo el territorio Kankuamo, son espacios construidos por la cultura en los que la historia se rememora y se reconstruye. Más allá de la semántica definida por la manipulación de los gestos e ingredientes, el lenguaje del pagamento habla hoy sobre una manera particular de recordar la historia, una manera que se desdobla en dos direcciones. Recuerda una historia esencialmente indígena, la historia que encierra un `ponerse de acuerdo´, conversar con los verdaderos dueños de la tierra, alimentar a los ancestros, equilibrar y ordenar el mundo según un modelo heredado de la tradición” (ibíd.).

Entre los indígenas Kankuamos el pagamento es un ritual generalizado, que sin la presencia de los mamos muy difícilmente se puede realizar. Los mamos para ellos representan la fuerza de pensamiento convertido en hombre, es la autoridad del pueblo y la solución a muchos de los problemas de la comunidad. El mamo es el habitante principal de los sitios sagrados: los páramos, las lagunas y los centros ceremoniales.

“La función del mamo es el del consejero. El que orienta a la gente y le dice qué debe hacer. Es el que le imparte justicia, es el que vigila el comportamiento de su comunidad, el guía, el consultor y el que maneja el estado del tiempo. También, adivina qué va a pasar en el futuro, e incluso puede contrarrestar lo que puede pasar” (Líder Kankuamo, Atánquez, 2009).

Ritual de protección, Visita mamo, Atánquez, 2009

La fuerza de pensamiento que llevan los mamos se transmite de generación en generación. La comunidad se encarga de escoger a quién será su próximo representante por medio de una serie de pasos que tradicionalmente ha sido importante para la conservación de su cultura.

Los mamos son escogidos desde la barriga, desde que la señora está embarazada el mamo es escogido para hacerlo. Nosotros no manejamos la cuestión de ecografía, entonces las propias mujeres saben cuál es el sexo del niño. A la mujer se le escoge por su buen comportamiento dentro de la comunidad. La señora va asumiendo unos requisitos y cuidados que debe de tener para cuando nazca el mamo. Al momento de parir, ella tiene que irse a una montaña y parir en una cueva. Puede ir con la mamá. Ella va a parir el hijo a la montaña porque es importante que él tenga desde un principio el contacto con la madre naturaleza, y al momento en que nace, se le realiza un ritual a la placenta del niño. El cordón umbilical se entierra a la orilla de un árbol para que pueda estar en contacto con la madre naturaleza y con el hombre que está en la tierra. Al enterrar el cordón umbilical, eso nos obliga a que donde estemos, no tenemos que olvidar a nuestro territorio porque tenemos nuestras raíces allí. Entonces, el mamo debe durar seis meses en esa cueva en contacto con las aves. Así mismo, él, desde que nace, no puede comer sal hasta los 25 años porque la sal es contaminante y los mamos desde que nacen no pueden comer nada que no sea producto de la madre naturaleza (Joven Kankuamo, Atánquez, 2009). “A los 25 años se realiza una junta de mamos para evaluar al nuevo generador de tradición. Debe aprender tres temas fundamentales: lo social, cultural y tradicional. No pasa nada si el mamo no sabe leer ni escribir, pero debe tener una muy buena memoria” (ibíd.).

Mamo Wiwa, Atánquez, 2009 Un martes hacia las cuatro de la madrugada me despedí de la Sierra. A pesar de no tener mis raíces allí, pude sentirla y despertar su historia. Descubrí un pueblo que vive a través de su memoria y que anhela recuperar su esencia. Aprendí que su sabiduría no tiene límites y vi con mis propios ojos que detrás de una de las montañas más altas del mundo, junto al mar, sobrevive la fuerza de su pensamiento.

“No persiga nunca a una mariposa. No trate de atraparla. No corra tras ella. Solo quédese quieto, espere, porque la mariposa es como la felicidad, que al no perseguirla se posa sobre nuestros hombros y nos hace dichosos, así sea por un momento” Mamo Kuncha, Sierra Nevada de Santa Marta.

Un pueblo que sobrevive

Entender el Corpus Christi como una de las herramientas principales para asimilar el repensar cultural por el que están pasando los indígenas Kankuamos es un gran desafío, en particular porque ha sido una comunidad que, a raíz de la violencia, ha levantado fronteras internas fragmentando cada vez más su identidad y ha experimentado dentro de su cotidianidad un cruce de identidades y roles cambiantes.

A través de mi experiencia, pude percibir en los Kankuamos una nostalgia del pasado, un vacío que los afecta el sentido de la autonomía como pueblo y que para llenarlo han emprendido un momento de búsqueda de respuestas entre un viaje que sincroniza su pasado con el presente.

Sin embargo, encontrar respuestas ha sido una de las tensiones que hacen parte del desafío Kankuamo, puesto que se encuentran solos en el camino. En una sociedad de la información globalizada, su historia no está bien contada, su espacio como cultura y sus limitaciones pierden sentido, haciendo aún más difícil su reivindicación identitaria y política. Su pueblo y su cultura están en un riesgo literal. Los kankuamos no quieren tomarse el papel protagonista de decir nosotros somos diferentes, sino nosotros tenemos derecho a un lugar en esta sociedad y a no desaparecer como grupo.

TERCER INFORME HABLAR EN VOZ ALTA CUANDO EL MUNDO CALLA

Atánquez 2009

3.1 Una sociedad sedienta de información “Los periodistas van a tener que ayudar al pueblo colombiano, autolimitándose, evitando su temeridad, comprendiendo que primero está el derecho del pueblo colombiano a rescatar su seguridad, que el afán de la chiva periodística”. Álvaro Uribe Vélez, presidente de la República (2002-2010) ¡Cuántas veces se ha escuchado decir que Colombia está cansada de oír noticias sobre la guerra! Al contrario de lo que se dice y se cree, los colombianos, a pesar del exceso de noticias, no se sienten informados con buena calidad, puesto que la información que reciben es insuficiente, fragmentada y parcializada, según los resultados de una encuesta realizada por Invamer Gallup revelada hace cuatro años aproximadamente por Semana, el Tiempo, Caracol Radio y el Canal Caracol, grandes medios del país. Los resultados de la encuesta indicaron que el 73 % de los colombianos considera que los medios de comunicación no son independientes de los centros de poder, y el 79 % que las noticias no reflejan el conflicto armado que vive Colombia tal y como es, sino que distorsionan los hechos o los presentan de manera parcializada.

Más allá de conocer los resultados arrojados por la encuesta, sale a la luz una sociedad carente de acceso a una información equilibrada en tiempos de conflicto, insatisfecha con la falta de análisis a la hora de narrar los hechos y, por ende, cada vez más indiferente a las consecuencias visibles de una guerra permanente; una sociedad incapaz de generar sus propios pensamientos y conclusiones referentes al conflicto interno del país, con dificultades para filtrar imposiciones políticas e ideológicas, y que llena su vacío mediante el espectáculo.

No cabe duda que el cubrimiento de los medios de comunicación sobre el conflicto armado juega un papel importante en la interpretación del mismo en Colombia. Por ello, hablaremos en una primera parte del informe sobre los riesgos, dificultades y límites a los que han estado y están sometidos muchos de los periodistas que cubren estos temas.

Además de eso, en una segunda parte, analizaremos cómo el Derecho Internacional Humanitario (DIH) capacita, y al mismo tiempo, regula las prácticas periodísticas a la hora de cubrir un conflicto armado. De igual forma, se definirán los diversos caminos para ejercer un periodismo más libre y autónomo en el país y se discutirá si es posible practicarlo en el contexto colombiano. Cerrar preguntándonos sobre el beneficio que el periodismo ofrece a las comunidades víctimas del conflicto.

3.2 Tejido de voces

Para la realización de este tercer y último informe, la voz y la experiencia de tres corresponsales internacionales y dos periodistas colombianas tomaron un papel fundamental dentro del mismo.

Los encuentros se realizaron con el objetivo de comprender más de cerca cómo los periodistas internacionales y nacionales interpretan su rol dentro del conflicto armado colombiano; para ello, se realizaron seis preguntas relacionadas al tema a través de las cuales se obtuvieron diversas clases de respuestas, partiendo desde la experiencia y punto de vista personal.

Las cinco entrevistas se realizaron de forma presencial en la ciudad de Bogotá a finales del mes de septiembre de 2012. Por un lado, los tres corresponsales internacionales son: Simone Bruno, Carlos Villalón y Albert Traver, y por el otro, las periodistas colombianas son: Bibiana Mercado y María Cristina Rivera. La trayectoria de los cinco periodistas se caracteriza por cubrir temas relacionados directamente con el conflicto armado colombiano.

Dentro del texto se darán a conocer los puntos más relevantes de las entrevistas, sin embargo si el lector lo desea podrá encontrarlas completas en documentos anexos.

A continuación, daré a conocer un perfil de cada uno de los entrevistados:

CARLOS VILLALÓN

Fotógrafo y periodista independiente. Carlos nació en 1965 en la ciudad de Santiago de Chile. Estudió diseño gráfico en la universidad VIPRO en Santiago y después fotografía en la New School de Parsons en Nueva York.

El trabajo de Carlos Villalón se ha centrado principalmente en América Latina sobre sus aspectos culturales, sociales y políticos. Hace 12 años que vive en Colombia.

En el año 2003, después de haber trabajado varios años con Getty Images noticias, se convirtió en un colaborador de Redux Pictures.

Sus trabajos han sido publicados en prestigiosas revistas como: National Geographic, National Geographic Adventure, Outside, Colors, Newsweek, Te Nature Conservancy, entre otros.

En 2004, Carlos Villalón ganó una mención honorífica en los premios POYi por su País de cocaína, obra que apareció en la portada de la revista National Geographic.

En 2009, fue galardonado en la categoría individual de “Noticias generales” con el segundo premio del concurso World Press Photo por la instantánea Bandas de droga en Medellín: un joven yace muerto en la calle.

SIMONE BRUNO Periodista y fotógrafo independiente. Presidente de la Asociación de Prensa Internacional en Colombia (Apic) Nació el 3 de marzo de 1972, en Roma (Italia). Su trayectoria periodística se caracteriza por el cubrimiento de temas políticos, sociales y de orden público en Colombia. Hace 11 años que vive en el país. En el año 2003, Simone Bruno realizó una maestría sobre Estudios Latinoamericanos en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia). Desde hace cuatro años escribe para la revista Brasilera Opera Mundi. En 2009, Simone Bruno junto con el periodista italiano Dado Carrillo, lanzó el documental titulado Falsos Positivos, un trabajo sobre las ejecuciones extrajudiciales por parte del Ejército durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez y proyectado en diversas muestras nacionales e internacionales de producción documental entre ellas: en la II Muestra de Cine Documental y Derechos Humanos, (Madrid). En la actualidad, trabaja como profesor de cátedra de las facultades de Comunicación Social y Periodismo en las universidades Central y Santo Tomás.

ALBERT TRAVER Historiador y Periodista de la Agencia EFE en Bogotá. Nació en 1988 en Barcelona (España). Estudió Historia en la Facultad de Geografía e Historia en la Universidad de Barcelona. Desde enero de 2012 ha trabajado en la corresponsalía de Agencia EFE, cuarta agencia del mundo y primera de habla hispana, en Colombia, con coberturas de orden público, política, cultura y economía. Desde hace 1 año vive en Colombia. Antes de hacer el salto a la corresponsalía trabajó en la sección de Política de la Agencia EFE en Barcelona. Previo a la Agencia EFE trabajó en el servicio en inglés de la Agencia Catalana de Noticias (ACN). También en su trayecto ha pasado por medios de comunicación locales de Barcelona como Televisión de Badalona o Radio Ciudad de Badalona. Igualmente, ha realizado diversas colaboraciones con otros medios como el semanario Presència, perteneciente al periódico El Punt Avui, el de mayor difusión en lengua catalana.

BIBIANA MERCADO Comunicadora Social y Periodista egresada de la Universidad Santo Tomás. Nació en Bogotá (Colombia). Inició su carrera en Noticias RCN y en la actualidad es Jefe de Emisión del Canal El Tiempo. Además, tiene experiencia en cubrimiento de temas de política nacional e internacional. Participó como coordinadora de comunicaciones del Área de Paz, Desarrollo y Reconciliación del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

MARÍA CRISTINA RIVERA Periodista y Comunicadora Social. Trabajó en el periódico El Colombiano por seis años cubriendo temas de conflicto armado en el país. Actualmente, es asesora de Comunicación Pública y vocera de los medios de comunicación del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).

3.3 “Quien no está conmigo está contra mí”

Alrededor de la historia política colombiana, los y las periodistas, mediante muertes violentas e intimidaciones, han sido silenciados. El alto nivel de impunidad frente a estos hechos ha convertido a Colombia en uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo. “La impunidad de los crímenes contra los periodistas es de más del 90 %, los crímenes contra los periodistas no reciben castigo; si acaso los autores materiales, el vulgar sicario al que de vez en cuando capturan, pero frente a la autoría intelectual de asesinatos de periodistas en los últimos años (2004) la impunidad es casi del 100%. Anotación: según la Fundación para la Libertad de Prensa desde el 2002 hasta el 2011 se han registrado 1.261 agresiones contra periodistas. Mientras existan estos niveles de impunidad, va a continuar la violencia contra los periodistas, van a seguir los asesinatos” (Santos, 2004).

Una violencia sistemática hacia la prensa que comenzó desde los años 80, donde el narcotráfico era su principal protagonista: Los primeros casos que nos alertaron fueron el de Raúl Echavarría Barrientos, subdirector del Occidente de Cali, asesinado al otro día de haber escrito una columna solidarizándose con una declaración del expresidente Nixon, que en esa época había lanzado su primera guerra contra la droga; y el caso de Guillermo Cano, director de El Espectador, asesinado después de escribir varias columnas denunciando la penetración del narcotráfico en la sociedad colombiana. El caso de Jorge Enrique Pulido, director de un programa de televisión, asesinado después de haber pasado algunas emisiones sobre cómo trabajaba la DEA en la Costa Caribe y de incautaciones de droga en alta mar, para no hablar de decenas de otros casos de reporteros y periodistas menos prominentes, que durante este período fueron asesinados, secuestrados, amenazados (ibíd.).

Se considera la época del narcotráfico como la más difícil para la prensa colombiana. La historia refleja que el periodismo de esta época denunciaba constantemente a pesar de las amenazas y los impedimentos que se le presentaba, mientras que gran parte del poder político y judicial había sido penetrado y arrollado por la violencia física y sobornos de los principales protagonistas del narcotráfico en el país.

Este fenómeno merma hacia mediados de los noventa con el desmantelamiento de los carteles, pero comienza a surgir un factor nuevo de amenaza que es el conflicto armado. Guerrilleros y paramilitares aprendieron de los métodos mafiosos que la prensa era intimidable, que podía convertirse en objetivo militar, que podía volverse parte de esta pugna de que “quien no está conmigo está contra mí”. Y es así como a finales de los noventa el conflicto armado se convierte en el generador del mayor número de actos violentos contra los medios y contra los periodistas, y en una amenaza real contra la libertad de prensa (ibíd.).

La Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) ha reconocido que el asesinato a periodistas en Colombia ha disminuido drásticamente en los últimos diez años. “No más en el 2001 fueron nueve, cifra que contrasta con un único periodista asesinado durante el 2011. Sin embargo, esa aparente mejora en el estado de seguridad, no coincide con los testimonios de muchos comunicadores que, especialmente en las regiones, aseguran que si bien ya no matan periodistas, las condiciones para hacer periodismo no necesariamente han mejorado del todo” (Fundación para la Libertad de Prensa, Flip, 2011, p. 7).

Las cifras arrojadas por el informe sobre el estado de la Libertad de Prensa en Colombia, publicado por la Flip en el 2011, reveló que son los periodistas y los medios regionales quienes al cubrir conflicto armado en su localidad presentan mayor número de agresiones, situándolos en medio de un riesgo inminente. En total, durante 2011 131 periodistas fueron víctimas de agresiones, entre las más graves están: 94 casos de amenazas, 22 casos de ataques físicos y psicológicos, y 2 casos de exilio y ataques contra la infraestructura del medio.

Entre las regiones de Colombia en las que es más peligroso ejercer el periodismo, la FLIP menciona al Cauca en su informe como un teatro de guerra donde ser periodista es un oficio de alto riesgo. Pone como ejemplo la bomba lanzada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (las Farc), el 9 de julio de 2011, en Toribío, afectando las instalaciones de Radio Nasa, un medio de comunicación indígena que denuncia periódicamente las muertes y violaciones de derechos humanos en su comunidad. Por otro lado, Antioquia ha sido el departamento considerado el más peligroso para ejercer el periodismo, debido a que las bandas criminales (Bacrim), otro de los grupos armados del país, mataron a un periodista en el Urabá y obligaron a salir de la región a dos periodistas de Medellín, una de ellas al exilio.

Arauca, Cesar y Magdalena son las regiones que finalizan la lista de las zonas más peligrosas para ejercer el periodismo. Por un lado, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en Arauca amenazó a un reportero que cubría temas de orden público. Sin embargo, de las diez agresiones hacia periodistas, seis fueron causados por funcionarios públicos. En el Cesar y Magdalena la situación varió un poco debido a que las mayores amenazas hacia periodistas se dieron, únicamente, por parte de políticos durante el proceso electoral en Magangué, Santa Marta.

Más allá del miedo forjado en los periodistas por ataques de violencia hacia ellos o sus familias registrados en los últimos años por los grupos armados, un factor determinante para posicionarlo ha sido la impunidad; muchos de los casos más conocidos de periodistas muertos han quedado sin resolver: se presentaron ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el 2011: los asesinatos de Jaime Garzón y Julio Daniel Chaparro, reconocidos periodistas del país; el secuestro y violencia sexual contra Jineth Bedoya, periodista también reconocida del periódico el Tiempo. La impunidad sigue siendo determinante en el deterioro del periodismo en muchas regiones.

La FLIP recolectó datos que dan muestra de la falta de resultados judiciales. “De 139 casos de periodistas asesinados desde 1977, han prescrito 57 (en el 2011 prescribieron 9 casos) y ha habido solo 17 sentencias condenatorias en este transcurso de tiempo” (Santos, 2004).

La impunidad es una muestra de la falta de justicia y presencia de un verdadero estado que brinde las reparaciones necesarias frente a unos crímenes que dejan lesiones difíciles de olvidar. “En Colombia, en el fondo, los fiscales que terminan conociendo los casos de amenaza a la libertad de expresión, tratan los expedientes como uno más. No llega el mensaje político dado desde Bogotá, entre los operadores de justicia que investigan estos crímenes” (ibíd.).

En nuestro país, la mayoría de muertes de periodistas se le atribuye a sus denuncias publicadas en medios referentes a temas sensibles que han realizado; investigaciones que comprometen a políticos con grandes poderes y/o entidades del Estado o, de alguna forma, han pasado años de su trabajo destapando nexos importantes entre los actores armados y figuras políticas; sin embargo, muchos de ellos han muerto o han aumentado su nivel de riesgo debido a los errores periodísticos cometidos en zonas de conflicto. Son estos casos de muerte de periodistas que generan un debate muy serio en torno al tema. Frente a esto, en esta primera parte del informe, resulta necesario conocer, desde la experiencia de los mismos periodistas entrevistados, los diversos problemas que el periodista enfrenta cuando realiza su labor en zonas de conflicto y, a la vez, cuestionar y reflexionar cuáles son los errores del cubrimiento en medio de la zona.

“Muchas veces las malas prácticas profesionales conducen a elevar el riesgo y no solamente es un problema ético sino, a veces, de vida o muerte” (ibíd.).

Simone Bruno, Corresponsal italiano para Colombia

“La voz de un guerrillero vale tanto como la voz de un militar”

L.T. ¿Cuáles son los diversos tipos de dificultades que se le presentan a un periodista en misión profesional peligrosa en Colombia? S.B. Para los medios de comunicación es mucho más rentable que el periodista esté en Bogotá realizando una nota cada día, antes que irte dos semanas al campo a buscar una historia. Entonces, estaríamos hablando de un problema de tiempo, de plata pero más que todo de voluntad; hay una voluntad de no cubrir el conflicto como se debería. El conflicto se está cubriendo muy mal, tanto que es muy fácil para nosotros vivir en la ciudad y hacer como si casi no existiera.

Bibiana Mercado, Periodista Colombiana Jefe de emisión canal ET “El principal peligro son nuestros propios prejuicios”

B.M. En mi opinión, la principal dificultad del periodista, con la propia misión que tiene que hacer, es la ignorancia frente al tema. Los periodistas estamos muy cargados de prejuicios, ya que tenemos ideas concebidas sobre lo que vamos a cubrir y, nos documentamos muy poco. Entonces, la primera dificultad es el hecho de tener una idea concebida de quiénes son los buenos y los malos, y en segundo lugar, cubrir sin ningún conocimiento ni documentación es lo que nos impide desarrollar un buen trabajo.

Carlos Villalón, Chileno Reportero Gráfico de guerra

“Colombia es el país más peligroso del mundo. Sí, es cierto, pero para los periodistas nacionales”

C.V. Las dificultades que se me han presentado a mí, básicamente, son llegar a algún lugar súper remoto y que la gente no quiera hablar como, por ejemplo, que quiero hablar con un comandante de la guerrilla o un comandante de los paramilitares y que no quiere hablar. Es decir, las dificultades son mínimas. No es como cubrir la guerra en Irak, en Libia o en Siria que corren balas todo el día y el que cae, cae. Colombia es un país extraño en su conflicto, no es un conflicto regular como en la mayoría de los países. En mi opinión, las dificultades, básicamente, son de tipo logístico. He llegado a lugares y me han dicho: “no queremos hablar, váyase”.

Albert Traver, Reportero español Agencia EFE en Colombia

“Mucha gente con la que hablas no te va a decir realmente lo que pasa” A.T. Para mí, hay una dificultad de acceso a las fuentes. También hay una dificultad de saber exactamente lo que está pasando porque mucha gente con la que hablas no te va a decir realmente lo que pasa. Y además hay una diferencia de versiones. L.T. De acuerdo a su valoración, ¿cuáles son los mayores aciertos y los principales límites y errores del cubrimiento periodístico en el conflicto? S.B. “No se está contando el conflicto armado como debe ser” El cubrimiento solo se realiza de un lado. Basta con escuchar la fuente oficial para que se vuelva noticia y muchas veces sale al aire sin verificar. Entonces, frente a la escasez no se está contando el conflicto armado como debe ser, porque cuando se cuenta se hace muy sesgado. Los medios de comunicación no se preocupan por mandar al periodista a los lugares donde están los hechos y no hay interés porque se cuente. Los noticieros están estructurados para cumplir con las normas que te dice cuánto tienen que durar la franja informativa. Pero en realidad, la mayor parte de la franja informativa se llena de deportes o de la sección farándula. Hay un muy mal cubrimiento, más que todo en los medios de comunicación masivos.

B.M. “Logramos siempre ir a las primeras fuentes” Los aciertos del periodismo es que logramos siempre ir a las primeras fuentes. Siempre estamos en el lugar de la noticia. Siempre estamos con los protagonistas. Siempre procuramos ir al terreno. En mi opinión, ese es el principal acierto.

C.V. “Si no interfiere en la parte ética, no creo que tenga que ponerme límites” Mis aciertos han sido que dentro del conflicto he logrado hacer muy buenos contactos. He conseguido muy buenas fuentes de ambos lados. Hace algún tiempo tenía muy buenas fuentes cuando los paramilitares existían y podía ir a lugares donde ellos mandaban y siempre hablaba con la gente. Lo mismo me pasó con la guerrilla donde tenía unos muy buenos contactos. Mi acierto ha sido hacer que esta gente confíe en mí y ellos saben que yo voy de una parte a otra.

A.T. “La posición del Estado es un límite” El conflicto armado es un tema muy complicado, y que requiere mucha responsabilidad. Otro límite es que depende cómo hayas cubierto el conflicto. En el caso de Romeo Langlois, si has ido con la guerrilla, eres un guerrillero. Se ha estigmatizado por la población de acá. Se dijeron barbaridades sobre este señor cuando no lo conocía nadie. Gente de medios, gente política, gente de la calle. Entonces ése es otro límite, porque vaya usted a cubrir el conflicto pero vigile a dónde va, vigile con quién se junta porque le vamos a estigmatizar. En Colombia, el periodista vive entre dificultades, a veces, unas más intensas que otras. Pero, además de ellas, son nuestros límites, prejuicios y miedos internos quienes aparte de ser legítimos nos hacen cometer diversos errores al momento de realizar nuestro ejercicio periodístico. En esta parte del informe se describirá, detalladamente, cuáles son esos límites, cómo se dan y cómo, en algunos casos, conlleva a la autocensura en la vida del periodista.

3.4 Límites: “el periodista debe cruzar permanentemente las fronteras”

El periodismo en Colombia está limitado por sus propios actos. Parece que los mismos periodistas se han olvidado que además de serlo son humanos; y que por lo tanto, sentir, involucrarse y tomar partido sobre algo es natural. Asumir una neutralidad es imposible ya que esta pasa por quienes somos y nos definimos como sujetos. A veces, por el afán de ser imparcial lo único que se logra es desinformar a la sociedad y aún no se ha comprendido que para llegar a hacer un buen periodismo, hay que entender a cabalidad los hechos de un acontecimiento, las causas y sus orígenes, de tener voluntad para conocer siempre más versiones sobre un mismo tema y para lograrlo es necesario desplazarse para profundizarlo, vivirlo y entenderlo en carne propia. Generalmente, en medio de ese camino, es inevitable sentirse identificado con unos o con otros. Gracias a los otros, podemos adquirir un mayor conocimiento sobre lo que está pasando.

“No hay periodismo posible al margen de la relación con los otros seres humanos. La relación con los seres humanos es el elemento imprescindible de nuestro trabajo. En nuestra profesión es indispensable tener nociones de psicología, hay que saber cómo dirigirse a los demás, cómo tratar con ellos y comprenderlos” (Kapuscinski, 2002, p. 38).

Para hacer buen periodismo en países en conflicto, las opiniones y las interpretaciones de las mismas personas que han vivido por años ese conflicto son fundamentales para tratar de comprenderlo y de alguna forma describirlo. “En ese sentido, el único modo correcto de hacer nuestro trabajo como periodistas es desaparecer, olvidarnos de nuestra existencia. Existimos solamente como individuos que existen para los demás, que comparten con ellos sus problemas e intentan resolverlos, o al menos describirlos” (ibíd.: p. 38).

No obstante, los medios de comunicación se olvidan que no se puede escribir o descubrir una historia sin la información que proporcionan los otros y que para llegar a esa información se debe tener una adecuada intención, ya sea de mostrar la injusticia o investigar; es por eso que uno de los errores en el periodismo es ver a estas personas, únicamente, como fuente de información. De esta forma, las intenciones del periodista no van más allá de buscar información.

El verdadero periodismo es intencional, a saber: aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar algún tipo de cambio. No hay otro periodismo posible. La gente con la que se tiene que trabajar inmediatamente descubrirá las intenciones del periodista, si percibe que es arrogante, que no se está interesado realmente en sus problemas, o si descubren que se ha ido hasta el terreno solo para hacer unas fotografías o recoger un poco de material, las personas reaccionarán de forma negativa (ibíd.: p. 38).

Ryszard Kapuscinski, un periodista y escritor polaco, en su libro “Los cínicos no sirven para este oficio” dice algo muy importante:

El periodista en medio de guerras debe también tomar partido, no ser un testigo impasible, debe tener eso que en psicología se llamaría empatía. Es decir, tiene que identificarse con unos o con otros. La gente observa cuando llegas a un país en conflicto; observa tu actitud; ve si te identificas con ellos, si eres capaz de compartir sus dolores, sus peligros, de entender sus problemas, si es así, ellos se abren, te tratan de ayudar, de explicar. Pero si te ven con una actitud fría, desdeñosa, como a alguien que se aleja de ellos, entonces se cierran y jamás podrás llegar a entenderlo que está pasando allí, ni podrás llegar al fondo (ibíd.: p. 38).

Así como el periodista desarrolla cierta “empatía” con las personas que están a su alrededor; en ese mismo instante, surge en él, ciertos límites asociados directamente con su forma de ver la vida; estos límites se pueden evidenciar fácilmente en la información que suministra el periodista y que, por ende, es de naturaleza sesgada causando mayores riesgos dentro de su ejercicio periodístico.

Otro gran límite al que se enfrenta, diariamente, el periodista es el de ceñirse a los intereses del medio en el que trabaja. “Los periodistas estamos cohibidos de nuestra exploración y de nuestra búsqueda en el trabajo de campo por el simple hecho de trabajar en la mayoría de los casos en un medio cuyos dueños limitan la emisión de buena información para otorgarle espacio a la pauta publicitaria por los beneficios económicos que esto pueda generar. Influyendo directamente en los intereses del medio” (ibíd.: p. 39).

A principios del siglo, dice Kapuscinski:

La información tenía dos caras. Podía centrarse en la búsqueda de la verdad, en la individuación de lo que sucedía realmente, y en informar a la gente de ello, intentando orientar a la opinión pública. Para la información, la verdad era la cualidad principal. El segundo modo de concebir la información era tratarla como un instrumento de lucha política. Los periódicos, las radios, la televisión en sus inicios, eran instrumentos de diversos partidos y fuerzas políticas en lucha por sus propios intereses, la información, para esa prensa, no era búsqueda de la verdad, sino ganar espacio y vencer al enemigo particular. En la segunda mitad del siglo XX, especialmente en estos últimos años, tras la aparición de la revolución electrónica y de la comunicación, el mundo de los negocios descubre de repente que la verdad no es tan importante, y que ni siquiera la lucha política es importante: que lo que cuenta, en la información, es el espectáculo. Y, una vez que hemos creado la información-espectáculo, podemos vender esta información en cualquier parte” (ibíd.: pp. 35-36).

Y es en ese punto exactamente, cuando en países como en Colombia, el espectáculo y noticias de otra índole cobra mayor importancia que el propio conflicto armado que ha perdurado durante años generando muertes y vacíos. Como consecuencia, vemos una sociedad adormecida y alimentada no de criterios sino de rumores carentes de análisis, desapareciendo, paulatinamente, la posibilidad de crear consciencia en ella mediante una verdadera y completa información.

De esa manera, continúa Kapuscinski: “la información se ha separado de la cultura: ha comenzado a fluctuar en el aire; quien tenga dinero puede cogerla, difundirla y ganar más dinero todavía. Por lo tanto, hoy nos encontramos en una era de la información completamente distinta” (ibíd.: p. 36).

Por otro lado, técnicamente hablando, la escuela de periodismo se debilita debido a que los directores empresarios de los medios no tratan de mejorar nuestra profesión mediante capacitaciones o buenos consejos de cómo escribir o cómo darle un buen manejo a las fuentes en situaciones que estrictamente lo requieren, como lo es en países de conflicto ya que carecen de formación y experiencia para contarlo. En Colombia, esto resulta uno de los mayores problemas que enfrenta el periodista a la hora de hablar y escribir sobre su conflicto.

Otro de los grandes e importantes límites, a la hora de hacer periodismo, es nuestra visión del mundo. Cada uno de nosotros lo ve distinto, y así mismo, pasa con la historia del conflicto en Colombia según el contexto en el que hayamos crecido y de qué manera hemos entendido las causas de vivir en un país en guerra durante muchos años. Nuestra memoria funciona como un mecanismo selectivo influyendo, directamente en lo que pensamos y escribimos. Es así cuando el periodista muchas veces para cubrir una noticia en zona de conflicto, se desplaza hasta el terreno y lo primero que hace, al llegar, es juzgar los hechos dándole voz tan solo a un lado de la versión de los hechos, pero ¿bajo qué criterios lo hace? Otro de los errores ha sido la de replicar la información que se rumora en la misma zona y que, incluso, en muchas ocasiones, hasta se repite datos equivocados producto de rumores externos que pretenden manipular la situación.

En otras ocasiones, el periodista, muchas veces, se autocensura por miedo a decir lo que piensa y contradecir sus criterios o por el simple hecho de no conocer el tema a cabalidad y de no tener voluntad para investigarlo como debería; pero por otro lado, y aún más preocupante, porque el medio para el que trabaja atenta contra su libertad de expresión y maneja su información dependiendo de los intereses.

Hay países en los que existe la censura, y entonces es necesario luchar para evitarla y para escribir, en lo posible, todo lo que uno pretende escribir, a pesar de todo. Hay países en los que existe la libertad de expresión, en los que no se da una censura oficial. Pero la libertad del periodista está limitada por los intereses de la cabecera para la que trabaja, y por ello el periodista se ve autocensurado. En muchos casos, el periodista, especialmente si es joven, debe afrontar muchos compromisos y usar diversas tácticas para evitar el choque directo, y así ir tirando. Pero no siempre es posible, y este es el motivo por el que se dan tantos casos de persecución. Son tácticas de persuasión indudablemente muy distintas de las acciones violentas de las que hablábamos antes: asumen la forma del despido, de la marginación afectiva de la vida laboral, de la amenaza de naturaleza económica. En general, se trata de una profesión que requiere una lucha continua y un estado de alerta constante (ibíd.: p. 57).

La autocensura es una decisión que toma el propio periodista. No es fácil entenderla debido a que posee múltiples matices. No obstante, está claro que, detrás de semejante determinación, hay poderosos motivos e intereses de quien lo propicia.

 Autocensura en Colombia

“La autocensura del periodista equivale a una imposibilidad de ver lo que sucede. El periodista renuncia a ser los ojos, oídos y lengua de la sociedad e introduce en el cuerpo social la incapacidad de conocer lo que sucede, que es el paso previo para la pasividad y la manipulación”, dice Javier Darío Restrepo.

La autocensura en el periodismo regional es mucho más frecuente que el periodismo nacional; según la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), la prensa regional no hace periodismo de investigación porque no quiere “pisar callos” o prefiere resguardarse para evitar riesgos. Tampoco acude al lugar de los hechos porque no tiene transporte ni dinero para desplazar a enviados especiales. Frente a esto, en ocasiones, acepta utilizar el transporte militar, camiones, helicópteros o avionetas, a pesar de los peligros que esta práctica trae a los reporteros y del condicionamiento que se requiere para elaborar la información.

Profundizaré el tema de autocensura mediante las opiniones de los periodistas entrevistados:

Simone Bruno, Corresponsal italiano para Colombia

“Los periodistas regionales saben que algunos temas no se pueden tratar”

L.T. En el caso colombiano, ¿qué tanto peso tiene la autocensura en las decisiones de los y las periodistas que cubren el conflicto armado? S.B. La autocensura, todavía tiene un peso bastante grande en Colombia, y viene de diferentes factores. Por un lado, uno cuando trabaja en un medio de comunicación sabe lo que el medio quiere. Entonces, en muchos casos hay una decisión consciente del reportero, hasta en Bogotá, de no tocar algunos temas como, por ejemplo, el caso Pacific Rubiales, que seguro que un reportero que trabaja para la W no va a hacer un reportaje o sacar una noticia en contra de Pacific Rubiales, que es una de la primeras pautas publicitarias que tiene la W. Lo mismo se puede hacer con ArgoS en „Semana‟, por ejemplo.

Bibiana Mercado, Periodista Colombiana Jefe de emisión canal ET

“A veces pienso que la autocensura es más comodidad de los periodistas”

B.M. En mi opinión, la autocensura es miedo a que nos etiqueten diciendo que nos salimos de la corriente, y entonces que nosotros quién sabe qué intereses estamos protegiendo, etc. Eso opera mucho en los medios. A veces pienso que la autocensura es más comodidad de los periodistas. Carlos Villalón, Chileno Reportero Gráfico de guerra

“También hay una cosa que por ejemplo, esa persona tiene que mantener una familia” C.V. En el caso colombiano hay mucha autocensura por parte de los periodistas porque peligran sus vidas. Entonces tienen que hacerlo. Ahí no tengo ningún problema porque lo haga. Si por ejemplo, un tipo que está en Arauca y si sabe que si dice algo lo van a matar y no lo hace para proteger su vida, me parece que está bien, es una decisión de él y es súper respetable y jamás voy a tener problema con eso. L.T. ¿Usted se ha autocensurado alguna vez? C.V. Realmente no, porque he llegado a un punto en el que me han dicho que no haga esto, que no tome unas fotos, y obviamente, si me dicen eso no lo puedo hacer. Por ejemplo, he visto paracos en campos de cocaína caminando, y me hubiese encantado fotografiar, pero me dijeron que no lo hiciera. Entonces, no es autocensurarme. En otra ocasión, me encontré con unos guerrilleros con unas bolsas de cocaína y los fotografié, pero pensé que, probablemente si ellos viesen esas fotografías nunca más podría volver acá. Pero, increíblemente, los fotografié, publiqué y me llamaron de Dian, y me dijeron que muy bueno el reportaje y que cuando quisiera ir que fuese. O sea no creo que me haya autocensurado al nivel de dejar de hacer cosas por algún motivo personal.

Albert Traver, Reportero español Agencia EFE en Colombia

“Aquí el medio se autocensura y el periodista se vuelve a autocensurar”

A.T. El periodista internacional, seguramente la mayoría de los que están acá, esta autocensura no la sufre tanto porque no tiene ni las llamadas de la Presidencia y su medio de donde se radica, ya sea Madrid, Berlín, París o Nueva York, tampoco tiene esas llamadas donde a uno se le dice cómo lo tiene que hacer. No tanto como los de aquí. Aquí el medio se autocensura, y el periodista se vuelve a autocensurar. Hay una doble autocensura. El periodista tiene un miedo hacia su medio, tiene un miedo hacia la opinión pública ―que es un miedo a lo que le pueda pasar, y aunque estemos en el año 2012, y no sea lo mismo que hace 10 años, dependiendo de lo que dijera uno podían pasar cosas aquí, tenías que irte del país por recibir amenazas―. L.T. ¿Se ha autocensurado alguna vez? A.T. Puede que me haya autocensurado. No me he sentido. Sí que lo he pensado, a veces, delante del ordenador escribiendo: “¿eso lo digo, no lo digo?”. Pero no es a gran escala, es una cosa que yo he sentido conmigo mismo, e igual, más que un tema de autocensura, es un tema ético, es una forma de ver como tu responsabilidad como periodista.

 Autocensura: “cortar sus alas y cerrar su boca”

Según lo anterior, la autocensura en Colombia ha sido un fenómeno sutil que, lentamente, ha calado en lo más profundo del periodista: sus criterios y decisiones a la hora de crear su trabajo. Por ende, vemos un periodismo que no destaca ni se cuida por obtener una buena calidad de su investigación y análisis sino de utilizar a la información para generar más ingresos económicos y obtener pautas publicitarias.

De acuerdo a la investigación realizada por la Flip y Medios para la Paz, llamada “País lejano y silenciado: autocensura y prácticas periodísticas en el periodismo regional”, el grueso de los comunicadores regionales carece de contrato fijo o trabaja como independiente. Varios tienen un periódico semanal, quincenal o mensual, o hace un noticiero en alguna emisora de radio o canal local de televisión. En este caso, opera el sistema de “cupos” publicitarios, o arrendamiento de espacios, que obliga al periodista a conseguir y contratar la pauta, y al mismo tiempo, escribe y realiza sus informativos. “En una mano uno carga la cámara y en la otra las ofertas para vender”, dicen estos periodistas convertidos en cobradores de noticias, en comerciantes de la información, en publicistas o en relacionistas públicos de los poderes que suministran los avisos.

“Es posible que las agresiones a los periodistas hayan disminuido, como de hecho sucedió en Colombia durante la última década, pero esta mejoría no necesariamente redunda en mayor calidad de la información“, dice el informe de la Flip y Medios para la Paz. Los periodistas silenciados no suman en la contabilidad de las amenazas, pero sí en el deterioro de la calidad informativa.

“Ante este panorama, resulta fundamental entender el dilema al que se enfrenta un periodista y por el que prefiere cortar sus alas y cerrar su boca. Por un lado, está la legítima preocupación del periodista por su subsistencia y por la integridad física y espiritual suya y de su familia. Por otro, el derecho de la sociedad a estar bien informada para coexistir en paz y lograr decisiones democráticas” (Fundación para la Liberta de Prensa, Flip, y Medios para la Paz, MPP, 2010, p. 18).

En el instante de duda y de miedo en el periodista, la autocensura llega restringiendo su independencia de pensamiento y poco a poco, perjudicando su vida profesional y su vida personal, pero ya cuando el periodista se encuentra en esta situación, ¿cómo combatirla?

El periodista que llega hasta ese punto en su vida periodística debe saber que de ahí en adelante si no sabe caminar cautelosamente, su vida y su credibilidad periodística puede correr mayores riesgos; “lo único que no debe hacer un periodista es paralizarse, quien se sabe regular en su trabajo periodístico, en un contexto plagado de peligros, es quien descifra la frontera del terreno firme. No opta por el silencio ante los riesgos, no se autocensura, sino que se mueve con un doble conocimiento: el del terreno que pisa y el de las potencialidades del lenguaje, su principal instrumento” (ibíd.: p. 18).

Los riesgos que acaparan al periodista, cuando la autocensura lo aborda, se presentan en toda su cotidianidad: desde el momento en el que utiliza su lenguaje y escribe escribir sobre una historia o un tema, hasta en la calidad y en la investigación de sus fuentes. Por ello mismo, resulta fundamental tener un profundo conocimiento sobre el buen manejo de las mismas y de los diversos temas que capaciten a los propios periodistas sobre medidas de protección para prevenir sus riesgos. De esta forma se estará combatiendo la autocensura adecuadamente. La segunda parte de este informe hablará con mayor detalle sobre ello.

3.5 Un espacio para la capacitación: la misión del periodista en conflicto armado

“Los periodistas en un conflicto armado solamente deben informar, nunca deben tomar un arma, nunca deben pasar información que dé una ventaja militar estratégica a otro grupo, porque de lo contrario podrían poner en riesgo esa protección de civiles que les confiere el derecho internacional humanitario (DIH)”. María Cristina Rivera, Asesora de Comunicación Pública y vocera de los medios de comunicación del Comité Internacional de la Cruz Roja En la actualidad, en los conflictos armados, la misión de los periodistas de informar cada día es más peligrosa. De hecho, “los periodistas y los humanitarios pagan, a menudo con su vida, un precio muy alto para llevar a cabo su misión de información, de protección y asistencia” (Bornet, 2000, p. 10).

Dentro de esta misión, una de las mayores responsabilidades que tienen los periodistas es el de publicar, escribir, describir, decir y mostrar todo lo que se puede y debe hacer tanto en medio de un conflicto como después del mismo. Por otro lado, a la hora de informar, el periodista no debe tener preferencia sobre ninguna de las fuerzas armadas ni de las víctimas del conflicto.

El hecho de informar sobre el conflicto armado no resulta nada sencillo, ya que “se trata de conflictos desestructurados donde no se respeta nada, ni a nadie, ni siquiera a las organizaciones humanitarias o de información” (ibíd.). Además, para lograr esa misión, los periodistas tienen que exponerse a más peligros que las personas civiles. “A veces, incluso, los riesgos se asemejan a los que corren los miembros de las fuerzas armadas, de las que, sin embargo, no forman parte” (Ríos, 2010, p. 3), como, por ejemplo, los periodistas incrustados ─una figura que surgió después de la guerra de Iraq (2003)─ que son entrenados por sus propios medios de comunicación en técnica militar, técnica de supervivencia, etc. y van a cubrir el conflicto armado con las fuerzas militares: en tanques, helicópteros, etc. que son blancos legítimos, es decir, objetivos militares. En este caso, hay que destacar que estos periodistas corren el riesgo de perder la protección ─la misma que se les otorga a los civiles─ por estar muy de cerca o incluso por estar dentro de un objetivo militar, ya que se trata de objetivos legítimos de un ataque. Por lo tanto, si el periodista incrustado muere en uno de los ataques, no se comete ningún crimen sino un daño incidental.

Según el periodista Jean-Marc Bornet, en su artículo Entre armas, caridad por la humanidad y la paz, además de la misión de informar, para un periodista en un conflicto armado hay otros aspectos totalmente distintos. Entre ellos está el respeto a las víctimas ─los que ya no participan, los heridos y los desplazados, entre otros─ que es una cuestión de ética que comparten los periodistas y los humanitarios. Además del respeto, no deben permitir que haya conflictos olvidados ni víctimas olvidadas. Para que esto suceda, dentro de la labor periodística, por un lado, se tiene que investigar y escribir sobre los conflictos y víctimas pasadas, y por otro lado, los medios tienen que respaldar divulgando la información facilitada por el propio periodista.

Otro deber que tiene la prensa es el de responsabilizar a la gente para que respete las reglas y normas del derecho internacional humanitario (DIH).

 Derecho internacional humanitario (DIH)

El derecho internacional humanitario (DIH) es un conjunto de normas cuya finalidad es proteger a las personas que no participan o que han dejado de participar en las hostilidades en el marco de un conflicto armado (internacional o no), y limitar los métodos y medios empleados en las hostilidades armadas (conflictos armados). El derecho internacional humanitario (DIH) ha sido fundamental para la protección del periodista en misión profesional peligrosa. Sin embargo, existe un desconocimiento total sobre él.

La principal causa del desconocimiento en Colombia se da porque los periodistas no cubren regularmente el conflicto armado. Por ello mismo, a la hora de redactar una noticia o una información sobre el mismo, el periodista no sabe qué tipo de lenguaje utilizar. De hecho, en ocasiones, el lenguaje utilizado los pone en riesgo. Además, los periodistas que se encargan de cubrir el conflicto armado desconocen cómo deben comportarse en medio de un combate, cuál es el estatuto que los protege, etc. Este desconocimiento no solo existe en los periodistas en misión profesional peligrosa, sino también en los periodistas que empiezan, profesionalmente, en el mundo del periodismo.

Antes de resolver algunas dudas que han generado gran debate, hablando periodísticamente, en torno al DIH, es importante dentro de este informe tener una visión compartida entre la prensa internacional y nacional para saber ¿cómo los medios en Colombia manejan el tema de las capacitaciones para periodistas en misión peligrosa?

Bibiana Mercado, Periodista Colombiana Jefe de emisión canal ET

L.T. En cuanto a las capacitaciones para los periodistas en misión peligrosa, ¿cómo ve usted ese tema en los medios? B.M. Ahora yo estoy alejada, pero siempre los medios ofrecen muy pocas capacitaciones. La principal capacitación ha venido siempre de los organismos como, por ejemplo, Cruz Roja nacional, Comité Internacional de la Cruz Roja, oficinas del gobierno, oficinas de las fuerzas militares tenían corresponsalías de guerra. Son más las fuentes las que capacitan que los propios medios, incluso los propios medios ofrecen muy poco tiempo para que las fuentes que capacitan puedan hacer su trabajo con los periodistas porque nunca se les da a los periodistas.

Simone Bruno, Corresponsal italiano para Colombia

S.B. En cuanto a la preparación de los periodistas que cubren orden público, creería que deberían conocer un manual extenso de protección y libertad de prensa. Sinceramente, no conozco las capacitaciones que los medios de comunicación brindan a los periodistas colombianos que cubren conflicto. Yo creo que deberían conocer muy bien las normas del derecho internacional humanitario (DIH). Dentro de él no existen normas específicas para los periodistas porque el derecho los cataloga como civiles que están desarrollando un trabajo peligroso, pero existen reglas como en el caso del periodista francés, Romeo Langlois, durante su secuestro en este año (2012) cuando el militar le dice: “coge el fusil y dispara”. En el caso de que lo haga se volvería objetivo militar. Por eso mismo hay que conocer el DIH y las reglas de la guerra.

 DIH y dudas comunes de periodistas frente al conflicto armado

Siguiendo con el tema, María Cristina Rivera, asesora de Comunicación Pública y vocera de los medios de comunicación del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), resuelve algunos de los interrogantes más planteados por periodistas en torno al DIH a la hora de cubrir conflicto armado en un país de conflicto como lo es Colombia.

L.T. ¿Cómo protege el derecho internacional humanitario (DIH) a los periodistas en situaciones de conflicto? M.C. Para el derecho internacional humanitario (DIH) existen dos situaciones distintas de conflicto armado: conflicto armado internacional y conflicto armado no internacional o conflicto armado interno. Dentro del conflicto armado internacional existen dos tipos de periodistas: corresponsal de guerra y periodista en misión profesional peligrosa. En cambio, en el conflicto armado no internacional o conflicto armado interno ─como es el caso de Colombia─ solamente existe el periodista en misión profesional peligrosa. La figura de corresponsal de guerra se utilizó mucho durante la I y la II Guerra Mundial, pero es una figura que actualmente ha entrado en desuso, y según tengo entendido, solamente es usado por muy pocos países, entre esos, China. Sin embargo, la figura del periodista en misión peligrosa, es la figura que es más común hoy en día.  La figura del corresponsal de guerra

Por un lado, el DIH define al corresponsal de guerra como aquel periodista que cubre un conflicto armado dentro de una de las fuerzas militares que está en combate o aquel que presta sus servicios a las fuerzas armadas. El periodista está acreditado, puede incluso llevar uniforme, insignias y equipo militar, y formar parte de las fuerzas militares siendo un soldado de las mismas. “Sigue las tropas, registra los hechos armados y prepara informes para los comandantes y el gobierno al cual pertenece la fuerza para la cual trabaja” (Ríos, 2010, p. 3). Indudablemente, la información que produce el corresponsal de guerra sobre un conflicto armado concreto está o estará influenciada por el general o comandante de una de las fuerzas militares a la que pertenezca el periodista. De hecho, esa información no será objetiva ni imparcial, tal como debería ser, ya que no da a conocer los puntos de vista de todos los actores del conflicto armado. En el caso en el que este tipo de periodistas sea herido o quede enfermo en medio de un combate, “tiene derecho a que se aplique en su favor el Estatuto de Prisionero de Guerra y a la protección que confieren los tres primeros Convenios de Ginebra de 1949 y su Protocolo I adicional de 1977” (ibíd.: p. 3), ya que si es capturado por el enemigo, es considerado prisionero de guerra. L.T. ¿Qué es un corresponsal de guerra? ¿Y un periodista en misión peligrosa? M.C. Los prisioneros de guerra son los miembros de uno de los dos ejércitos legítimos de dos o más estados que se enfrentan y que son capturados por el ejército de otro país. Los prisioneros de guerra tienen una protección especial, según el Tercer Convenio de Ginebra donde se habla de prisioneros de guerra. Un corresponsal de guerra es un combatiente y por ello mismo, es un objetivo militar: los enemigos pueden atacarlo, capturarlo, herirlo o matarlo. En este caso, resulta necesario definir qué entiende el DIH como combatiente: considerado quien lleva armas tanto para defenderse como para atacar, herir o matar a sus enemigos.

L.T. ¿El estatuto de corresponsal de guerra confiere una protección especial? M.C. Los periodistas y demás profesionales de los medios de comunicación corren un alto riesgo de ser detenidos arbitrariamente por presuntas razones de seguridad. Aquí es donde cobra importancia la distinción entre “corresponsales de guerra” (Artículo 4 A (4) del III Convenio de Ginebra) y “periodistas” (Artículo 79 del Protocolo adicional I). Se reconoce a ambos como civiles, pero solo los corresponsales de guerra tienen derecho al estatuto de prisionero de guerra. Los corresponsales de guerra cuentan con la autorización formal para acompañar a las fuerzas armadas.

Por otro lado, periodista en misión profesional peligrosa es considerado aquel que es “free lance”, corresponsal o enviado especial por los medios de comunicación para el que trabaja. La figura del periodista en misión profesional peligrosa es la que se utiliza tanto en conflictos armados internacionales como en conflictos armados no internacionales o conflictos armados internos (como lo mencionamos anteriormente). Dentro de esta figura, la del periodista en misión profesional peligrosa, la protección que se les brinda a éstos por parte del derecho internacional humanitario (DIH) está regulada dependiendo de qué conflicto se trate. En conclusión, en situaciones de conflicto armado, los periodistas, a pesar de estar expuestos a más riesgos, tienen la misma protección de la que gozan los civiles, excepto los corresponsales de guerra que tienen la misma protección que los militares que quedan fuera del combate. LT. ¿Algunos periodistas consideran que acogerse a las normas del DIH limita de alguna forma en su trabajo? ¿Qué se puede decir al respecto? M.C. Yo creo que realmente no es esa la idea. De hecho, nosotros en nuestros cursos y lo que siempre promovemos y lo que queremos hacer, es hacer ver que es necesario ─pese a los riesgos─ cubrir permanentemente el conflicto armado, porque esto ayuda a movilizar soluciones, ayuda a mostrar que se necesitan recursos para las víctimas, ayuda a mostrar muchas cosas que son necesarios mostrar. Y de hecho, siempre lo que hacemos es incentivar a que se cubra, pero cómo hacerlo para que tú, como periodista, no asumas un riesgo mayor. 3.6 El periodismo “con carácter” “En general, la conquista de cada pedacito de nuestra independencia exige una batalla” (Kapuscinski, 2002, p. 56).

El gran problema de los medios nacionales en el país es que han comenzando a crear una realidad diferente a la que vivimos. De esta forma, los periodistas han tenido que atravesar un camino lleno de grietas y obstáculos para reflejar la realidad como es en su cabalidad debido a las tendencias impuestas por los propios medios de abreviar cada vez más los relatos.

En la vida cotidiana, el periodista tiene que hacer una selección dramática, ceñirse a una lacerante reducción que le permita comprimir la realidad ―que siempre es rica y pluridimensional― en una descripción breve y muy simplificada. El periodista se ve sometido a muchas y distintas presiones para que escriba lo que su director quiere que escriba. Nuestra profesión es una lucha constante entre nuestro propio sueño, nuestra voluntad de ser completamente independientes y las situaciones reales en que nos encontramos que nos obligan a ser en cambio, dependientes de los intereses, puntos de vista, expectativas de nuestros editores (ibíd.: p. 56).

El periodismo independiente, surge en Colombia como una alternativa o vía para quienes desean evadir las presiones de los propios medios y para quienes son conscientes que el verdadero periodista está en mora de hacer una mirada autocrítica de los hechos y que aporte a la construcción de la memoria de la nación; el periodismo independiente es un espacio en el que se lucha a través de su buen uso para la libertad de expresión y sea la misma sociedad quien reconozca la diferencia entre el buen y el mal periodismo.

Pese a que la independencia está en cada uno de nosotros, en Colombia practicar esta clase de periodismo es aún más peligroso debido a las situaciones de presión al que se ve sometido el periodista, no solo por los medios de comunicación que están adscritos a los grandes centros de poderes sino por los diversos actores del conflicto que intimidan al periodista, generalmente, regionales, con amenazas, torturas y otras formas de violencia. Debido a estos riesgos, se preguntó a los periodistas, ¿qué significa hacer periodismo independiente en el contexto colombiano?

Simone Bruno, Corresponsal italiano en Colombia

“Es una definición que es muy difícil dar”

L.T. ¿Qué significa hacer periodismo independiente? S.B. Independiente quiere decir muchas cosas. Pero, en general, se entiende como independiente de los poderes fuertes, de los centros de poder económico y político. Aunque Contravía es un ejemplo de independencia de los centros de poderes económicos, de la gente informativa que se quieren poner a través de los medios de comunicación masivos. Aunque sea muy difícil, es posible.Otro punto del periodismo independiente es que los insumos de la investigación no están solamente las manos de los medios independientes. Carlos Villalón, Chileno Reportero Gráfico de guerra

“Significa que tal vez vas a tener menos trabajo o vas a ser más pobre”

C.V. Sí, es posible. Obviamente, cuando uno trabaja para medios, cada medio tiene su filosofía editorial, por así decirlo. Entonces uno no puede pasar de eso, porque básicamente, no lo van a publicar. Pero yo creo que hacer periodismo independientemente en Colombia sí se puede, eso obviamente significa que tal vez vas a tener menos trabajo o vas a ser más pobre. Pero sí se puede. Además, este país es espectacular para hacer periodismo independiente. Colombia tiene una fuente de recursos inagotable. Entonces, sí se puede, pero implica ciertas cosas.

Bibiana Mercado, Periodista Colombiana Jefe de emisión canal ET

“Son personas que dicen lo que consideran, lo que ven y lo que piensan”

B.M. Yo pienso que hay ejemplos de periodismo independiente como, por ejemplo: la Silla Vacía, Verdad Abierta, Hollman Morris que hace Contravía. Muestra una de las facetas del conflicto, pero también me parece como periodismo independiente en el hecho de que son personas que dicen lo que consideran, lo que ven y lo que piensan ellos. Entonces, por todo ello, me parece que sí hay ejemplos de periodismo independiente. Hay muy pocas condiciones para hacer periodismo independiente en cuanto a que la prensa independiente económicamente, es muy difícil de sostener. Proyectos económicamente posibles independientes, son muy difíciles de sostener. Entonces, eso sí me parece más complicado.

3.7 Un periodismo por y para la comunidad En esta parte se hablará sobre si el periodismo está o no beneficiando a la comunidad ya que ella lo percibe como el pilar fundamental para su información y comunicación.

De igual forma, un buen manejo de la información ayuda a que la comunidad que ha sido víctima del conflicto armado tome control y justicia en el proceso de recuperación y reparación hacia las mismas.

“La experiencia internacional en los últimos 15 años ha demostrado que en procesos de transición después de violaciones masivas a los Derechos Humanos, una de las mejores vías para conocer la verdad –diferente a los estrados judiciales– es la necesidad de que haya una visión más amplia de la misma que refleje la historia de abusos y violencia del pasado” (Semana, 2008). En esa tarea, los medios de comunicación tienen mucho por hacer; sin embargo, muchos de ellos se encuentran manipulados precisamente para adormecer la opinión pública y decirles que hay otras cosas más importantes que la historia y la verdad. En otras palabras, los medios dicen a la gente cómo y qué pensar. “Hay diversas técnicas de manipulación. En los periódicos se puede llevar a cabo una manipulación según lo que se escoja colocar en la primera página, según el título y el espacio que dedicamos a un acontecimiento” (ibíd.), un ejemplo de ello: la portada impresa nacional del 13 de noviembre de este año en el periódico El Tiempo, uno de los medios más reconocido del país, le dedica gran espacio a la tradicional coronación de la Señorita Colombia; mientras que El Espectador, otro periódico nacional, paradójicamente muestra otro lado de Colombia mencionando el atentado que hizo la guerrilla de las FARC en Suárez (Cauca) como un hecho de gran relevancia nacional por alto número de heridos y zonas afectadas.

Al respecto, Ryszard Kapuscinski señala algunos métodos de manipulación mediática:

El problema de la radio y de la televisión es que no es necesario mentir: podemos limitarnos a no decir la verdad, el sistema es muy sencillo: omitir el tema, el ciudadano medio, que trabaja, vuelve a casa cansado y quiere estar tan solo un rato con su familia, recibe únicamente lo que le llega en esos minutos de noticiero. Los temas principales que dan vida a las noticias del día deciden qué pensamos del mundo y cómo lo pensamos (Kapuscinski, 2002, p. 58).

En Colombia, existen temas que no se tocan en la prensa colombiana por miedo a las constantes amenazas físicas y emocionales que reciben los periodistas en las regiones donde el conflicto armado tiene gran presencia. Según la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), los habitantes locales no reciben información sobre clientelismo, conflicto armado en zonas rojas, narcotráfico y su relación con la política, pandillas urbanas, fuerzas militares, parapolítica, grupos armados y bandas criminales, amenazas, problemas del medio ambiente, población homosexual, financiación de campañas políticas, despojo de tierras a campesinos, mal servicio de salud, corrupción judicial, niños vinculados al conflicto o ejecuciones extrajudiciales. “De esta manera se configura un mapa de la realidad perforado por omisiones” (Guerrero, 2010, p. 19), y una sociedad pasiva que no reclama por una buena información ni se preocupa por la situación de la comunidad víctima del conflicto armado. Frente a este panorama, es necesario también preguntarse, reflexionar y sacar nuestras propias respuestas sobre, ¿los medios a qué noticias les dan importancia? ¿Qué aspectos de la realidad son rescatados a manera de información noticiosa? ¿Se está realmente con el periodismo beneficiando a toda la comunidad, sea víctima o no del conflicto armado?

Simone Bruno, Corresponsal italiano en Colombia

L.T. ¿Cree que aún existe el periodismo para el beneficio de la comunidad? S.B. Existe. Y en los últimos años se han visto muchos ejemplos. Uno de ellos es Colombia, para no ir muy allá, las radios comunitarias del Cauca hacen un servicio para las comunidades inmersas en el conflicto como Radio NASA en el Cauca, y más que todo en los momentos de crisis, como avisarle a los comuneros en las veredas más alejadas que no es oportuno llegar al pueblo. Hacen memoria también reconstruyendo la memoria e historia de los pueblos indígenas y no solo allí. Por supuesto que existen muchos más casos en los que siguieron las movilizaciones al final de los años noventa, empezando con la serie de medios de comunicación alternativos, que crecieron mucho gracias a Internet. Han sido desarrollados como servicios muy importantes para la comunidad en varios aspectos, surgieron una mezcla entre los medios 3alternativos y las redes sociales como las revoluciones de los últimos años. Este rol existe aún. En Colombia, lo de las redes sociales se ha visto poco porque las movilizaciones no son convocadas por las mismas sino por los centros de poder. Carlos Villalón, Chileno

Reportero Gráfico de guerra

C.V. Por supuesto. Cuando el periodismo es bien hecho ─refiriéndome a todo lo hablado anteriormente sobre la ética, y todo ese tipo de cosas─, es información y la información es una base para una sociedad, con la información recibida, una sociedad puede actuar de una u otra manera. Por ejemplo, si yo te tengo absolutamente bien informada, tú puedes tomar decisiones súper responsables con respecto a la economía, la política, la salud, etc. Entonces, sí creo que el periodismo es fundamental para que una sociedad exista bien, incluso democráticamente. O sea, la información es clave. Es, increíblemente, clave estar bien informado para poder vivir bien.

3.8 Colombia: un rumbo deseado

El secuestro y la pronta liberación del periodista francés Romeo Langlois ―realizado este año por las FARC―, despertó en Colombia un sentimiento de indignación por la gran relevancia a nivel nacional e internacional que se le dio al hecho a pesar de las constantes presiones y amenazas que reciben los y las periodistas regionales del país.

Por otro lado, el hecho también sirvió para que la sociedad y hasta los mismos periodistas de los grandes medios reconozcan que la figura del corresponsal internacional se ha posicionado con gran rapidez en el territorio colombiano.

Desde tiempos atrás, el periodismo internacional ha sido un fenómeno de la actividad intelectual y económica que data del segundo cuarto del siglo XIX. Su historia está ligada al desarrollo de la escritura, la imprenta, la industria editorial, las tecnológicas de comunicación y transporte. Las guerras, los conflictos político-militares en los Estados Unidos coloniales europeos fueron los primeros conductores temáticos del periodismo en países como Inglaterra y Francia. Todavía, las guerras son objeto de un interés primordial para los periodistas; las motivaciones son las mismas ayer y hoy: la voluntad de relatar los dramas de la guerra, la necesidad de reportar los factores de un cambio social y político. Por estas razones, la historia del periodismo está llena de reporteros que han cubierto conflictos armados.

En Colombia, además de la constante y creciente ola de acontecimientos informativos que suceden diariamente de toda índole, cubrir y entender el entramado político del conflicto armado y sus implicaciones, ha sido un verdadero reto y de gran seducción para el periodista extranjero.

La llegada del periodista extranjero a Colombia ha significado un gran avance para la historia de cómo se cuenta el conflicto armado en Colombia, puesto que lo cuenta con menores presiones y amenazas que un periodista regional, lo que conlleva a obtener una visión más analítica e investigaciones profundas sobre el mismo. Pero por otro lado, no se puede globalizar el asunto dado que el periodista internacional puede traer consigo intereses económicos, políticos o de protagonismo en el ambiente periodístico.

Otro de los motivos por el cual el corresponsal extranjero se ha quedado en Colombia ha sido porque como periodistas saben que otra de las fuentes importantes en el ejercicio periodístico, además de las voces de los relatos, es el mismo espacio donde se desarrolla la noticia y al que por el hecho de ser extranjero tiene más accesibilidad que los periodistas regionales, quienes algunos de ellos permanecen al margen por miedo a las amenazas de los actores armados.

Según Kapuscinski un periodista no puede ser corresponsal cuando:

(…) no sabe admitir y administrar su propio miedo ni estar solo, el que no es curioso ni lo suficientemente optimista como para pensar que los seres humanos son el centro de la historia, el que no ha comprendido que . El que no sabe preguntarse cuál es el alcance de una noticia y si es más lo que se dice o lo que se calla. El que cree en la objetividad de la información, cuando el único informe posible siempre resulta (Kapuscinski, 2002, pp. 20-21).

Sin embargo, el tema es muy subjetivo, y las razones por las que el corresponsal internacional decide quedarse en Colombia solo se entenderán desde su propia experiencia y visión del país. Veamos algunos de los motivos que llevan a los periodistas internacionales que se encuentran en el país a cubrir un conflicto armado como el de Colombia.

Simone Bruno, Corresponsal italiano en Colombia. L.T. ¿Qué mueve a un periodista extranjero a informar sobre el conflicto colombiano y tomar parte de los riesgos que conlleva? ¿Tiene alguna experiencia que lo ha marcado para contar? S.B. Yo creo que todos los conflictos son contados por extranjeros. Esto sucede por el simple hecho que los medios de comunicación necesitan informaciones, y que los conflictos armados hacen noticias. Son temas que siempre hacen noticias. Entonces, por supuesto, los corresponsales internacionales trabajarán en todos los conflictos porque los medios se los piden, o sea existe la posibilidad de reproducir noticias. L.T. En su caso, ¿por qué el conflicto de Colombia? S.B. Inevitablemente, me involucré en los temas de conflicto armado que son los más interesantes de cubrir: te permiten investigar más, descubrir, trabajar en temas a largo plazo. Eso es lo rico del mundo periodístico. En los temas de conflicto armado uno no puede ser indiferente. Este es uno de los trabajos de periodista que te marcan, te transforman como, por ejemplo, después de hablar, trabajar, con las madres de los falsos positivos uno no puede estar como el día anterior, o como meterse en Chocó y ver a los desplazados con los paramilitares que los masacran, o la comunidad de San José de Apartado. Son cosas que te cambian. Ver la resistencia de muchos pueblos indígenas también lo hace. En este conflicto hay mucha cobardía y muchos asesinos, pero también hay mucho heroísmo en el sentido clásico, y uno como europeo aprecia mucho esto en países que se han empobrecido para la capacidad de poder luchar en los derechos que son negados.

Carlos Villalón, Chileno Reportero Gráfico de Guerra C.V. Yo llegué a Colombia y encontré una historia que me pareció increíble como, por ejemplo, que la gente utiliza la hoja de coca como dinero ─y estamos hablando del año 2000─. Al ver esta historia me pareció increíble y decidí quedarme. Esto es un lugar espectacular para hacer periodismo

Albert Traver, Reportero español Agencia EFE en Colombia

A.T. Para mí el conflicto colombiano sigue teniendo esa vocación romántica de la guerrilla campesina que alzan armas contra el estado opresor, contra esa oligarquía, y que lucha contra la oligarquía y las multinacionales. Esa es la base del conflicto colombiano. Después, es el último conflicto armado con guerrilla marxista de América Latina. Pero en Colombia, acá siguen. Siguen aumentando, siguen siendo muchos, tienen una base social increíble. Y entonces, a un periodista internacional eso le genera curiosidad: una guerrilla marxista campesina en el año 2012 en América Latina. La responsabilidad de todos es trabajar por la paz en Colombia, y entre eso están mis objetivos: que haya paz y justicia social en Colombia.

Un pueblo que está luchando en silencio porque los que tienen voz, no lo gritan

El periodismo se ha convertido, hoy en día, en un testigo de la historia del conflicto armado colombiano. Sin la información, difícilmente, podríamos tener una idea ―ya sea buena o mala, pero una idea― sobre el mismo. Y quien se encuentra mediando esa labor, es el periodista que día a día hace que el conflicto sea, paradójicamente, comprensible para los demás. Sin embargo, muy pocas personas se preguntan qué es lo que está pasando detrás de ese trabajo.

Para realizar dicha labor, el periodista debe atravesar dificultades, riesgos y límites; dentro de las dificultades más presentadas en el panorama periodístico, según las opiniones y experiencias de los periodistas entrevistados en esta investigación, están: ceñirse, de acuerdo a los intereses del medio al cual se trabaja, y las diversas versiones de las fuentes que se encuentra en la zona de conflicto. En cuanto a los riesgos, existe un consenso entre los periodistas entrevistados y es que aquellos periodistas regionales son los más afectados por el conflicto armado, quienes al momento de realizar investigaciones relacionadas con el mismo, se ven amenazados a sus propias vidas o incluso a las de sus familias.

Estas amenazas conllevan a que los periodistas se limiten en su práctica profesional y a que, al mismo tiempo, aparezca la autocensura como un fenómeno que incide en la capacidad del periodista a la hora de ejercer una labor donde la comunidad sea la principal beneficiada. Como consecuencia a su silencio la desaparición de estas comunidades que han sufrido los impactos de la guerra, se hace evidente ante los ojos de los colombianos por una versión mal contada de su historia.

Uno de los episodios más tristes para la población Kankuama fue sin duda la explosión de una granada el 31 de diciembre de 2008, casi que al amanecer. En medio de la celebración, la granada estalló y acabó con la fiesta, dejando cinco personas muertas y 84 heridas. Tras la tragedia, la investigación que inició la Policía Nacional para buscar al culpable, señaló a Roberto Rodríguez Montero, un comerciante perteneciente a la etnia Kankuama como culpable de este hecho. No obstante, el juicio se reabrió por falta de pruebas el 3 de noviembre de este año (2012) recordando dos posibles hipótesis sobre la tragedia: la primera se trataría de un atentado perpetrado por un grupo armado presente en zonas aledañas al municipio de Atánquez, y la segunda, la explosión habría sido causada por un accidente en la misma comunidad.

Desde entonces, varios de los medios de comunicación le han dado, según el manejo de la información, mayor o menor relevancia al tema. Los primeros en ir a la zona fueron los principales medios del país, quienes no se demoraron en decir que se trataría de un accidente de los Kankuamos, afirmación que los propios indígenas cuestionan y responden indignados que no se trata de un accidente sino que la muerte de sus integrantes refleja la situación de pérdida y violencia en la que viven. Desde entonces, la mención sobre este hecho en los medios es casi nula.

Desde el 2008 hasta la fecha, el cubrimiento por parte de los medios de comunicación nacionales quienes registraron esta noticia tomó un determinado rumbo: la de aparecer diariamente (cuando ocurrió la tragedia) en los medios a la del olvido (después de la tragedia) por parte de ellos mismos, provocándolo en la sociedad.

Más allá de establecer quién resulta culpable o no frente a este hecho, juzgándolo por sus actos, existe en Colombia una sensación de escasez frente a cómo los medios están contando las realidades. En ese sentido los periodistas tenemos mucho que ver ya que somos responsables de lo que seleccionamos de la noticia, de su veracidad, de las fuentes que consultamos, de nuestro propio ejercicio de autocensura, de los hechos que destacamos y de los que ignoramos u ocultamos. Todo ello puede reducir o ampliar la comprensión de tantas y tan diversas realidades locales, las cuales antes de ser emitidas o publicadas, exigen que nos preguntemos, como en este caso. ¿Entendemos realmente la situación de los indígenas Kankuamos?

CONCLUSIONES No podría concluir sin antes mencionar una frase que, a mi juicio, recopila gran parte de lo que sucede hoy en día en el periodismo: “Manejo dos páginas en un diario. Si la noticia es política, hablo de eso; si es una liberación, hablo de eso. Hacemos de todo, no nos especializamos en un tema. Soy profesional universitaria, sin embargo, me pagan el mínimo. Trabajo como redactora y como fotógrafa. Gano más como fotógrafa, pero me gano los problemas con el periodismo” (Fundación para la Liberta de Prensa, Flip, y Medios para la Paz, MPP, 2010). La complejidad del conflicto armado en el país y sus repercusiones violentas en la vida de los periodistas nacionales, ha hecho que el periodismo, de alguna forma, no esté contando todo lo que debería contar. El deber primordial de informar se encuentra limitado por silencios forzosos, miedos, y juicios de sus propios periodistas y una de las consecuencias de ello ha sido el adormecimiento de la sociedad. Además, los periodistas que se encuentran en condiciones extremas de riesgo ponen en prueba, constantemente, su vocación y ante esto, cada vez es mayor la preocupación sobre el futuro de nuestra profesión. Para nadie es un secreto que la gente ha puesto sus ojos en los medios de comunicación, quien sea que quiera y pueda, ha obtenido de ellos beneficios inclinando la balanza a su favor. Por ello, y para que el periodista no caiga en estos servilismos debe encontrar dentro de su oficio el lado más humano como resistencia y, pese a los obstáculos que se enfrenta en el trayecto, reconocer siempre a los personajes de nuestras historias, y en mayor medida, si han sido comunidades que sufren los impactos de la guerra, ante todo como personas que tienen voz pero que no son escuchadas, resulta fundamental. Por otro lado, nos encontramos frente al surgimiento de nuevas transformaciones de los medios tecnológicos, que limitan la forma n que vivimos el mundo. A raíz de eso, las sociedades se han convertido más vanidosas donde la imagen prima sobre lo profundo de nuestros pensamientos, acciones y reflexiones de las realidades. Entender este mundo será un reto constante. Y más aún, para quienes como periodistas, nos dedicamos a interpretarlo con nuestras distintas versiones en ese entendimiento y, de alguna forma, a contarlo. No basta, entonces, con entrar en esta era tecnológica y desafiarla para hacerlo; el camino es tan estrecho que requiere hilarse con una puntada más fina donde la relación sincera con el otro sea una parte fundamental de la misma. En ese sentido, la conexión con los otros será siempre uno de los grandes desafíos que tendremos durante nuestra vida como periodistas. Sin embargo, no todo es malo. A partir de ese aprendizaje seremos más autocríticos con la realidad y con nuestra vida, y por ende, la información que construyamos será más consciente y más comprometida con la sociedad que antes. Atánquez: un destino olvidado, ha sido fruto de una larga y sorpresiva experiencia donde cabe resaltar que las herramientas principales para su construcción me las otorgaron sus propios habitantes: los Kankuamos. Sin embargo, y pese a que me siento enormemente privilegiada, tener ese conocimiento en mis manos para contar hoy esta historia, significó atravesar adversidades. Mi experiencia comenzó buscando simples respuestas hasta que me encontré, de frente, con la memoria ensangrentada de un pueblo que ha sido ignorado por el Estado y la sociedad en su conjunto y que por la guerra, durante el pasar del tiempo, afecta su identidad; sin duda, esto es algo que no se ve ni se vive en carne propia todos los días, son hechos que te hacen sentirte mal contigo mismo, que te marcan de alguna forma porque mientras tienes privilegios, existe, no tan lejos, otra Colombia que carece de ellos. Y, entonces, en medio de esa situación, te preguntas cómo es posible conocer su sentir y concebir su existencia Kankuama, después de varios golpes de violencia y ataques hacia sus estructuras más íntimas. ¿Y cómo contarlo si la comunidad ha vivido, durante largo tiempo, con miedo a hablarlo y ha sido presionada a no decir la verdad? No se trata entonces de obtener un manual para hacer un buen periodismo y seguirlo al pie de la letra, sino de encontrar en nosotros mismos una mirada crítica frente a las múltiples realidades y verdades que encierra el conflicto armado en el país. De igual forma, es necesario encontrar en nosotros mismos una óptica original de ver los hechos, encontrarlos fascinantes y ayudar en el proceso de la recreación de su memoria. Encontrarme en la Sierra Nevada de Santa Marta, junto a la realidad Kankuama me permitió comprender que el camino del periodista estará siempre lleno de desafíos, pues el mundo cambia constantemente y para saber interpretarlo, primero debemos cambiar nosotros mismos.

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ENTREVISTAS ANEXAS Para conocer más acerca de la experiencia de los periodistas, las siguientes entrevistas muestran las respuestas completas y espontáneas al siguiente cuestionario:

 Cuáles son las dificultades que se le presentan a un periodista en misión peligrosa en el país?  De acuerdo con su valoración, ¿cuáles son los mayores aciertos y los principales límites y errores del cubrimiento periodístico del conflicto armado?  En el caso colombiano, ¿qué tanto peso tiene la autocensura en las decisiones de las y los periodistas que cubren el conflicto armado?  ¿Es posible hacer periodismo independiente en contextos de guerra como el colombiano? ¿Qué significa hacer periodismo independiente?  ¿Qué mueve a un periodista extranjero a informar sobre el conflicto colombiano y tomar parte de los riesgos que conlleva? ¿Tiene alguna experiencia que lo ha marcado para contar?  ¿Cree que aún existe el periodismo para el beneficio de la comunidad?

Carlos Villalón, Chileno Reportero Gráfico de Guerra

L.T. ¿Desde hace cuánto tiempo está en Colombia? C.V. Desde hace doce años. Cubriendo de todo diría. Creo que he hecho un cubrimiento súper extensivo del país en todo tipo de cosas. No me he dedicado a un solo tema. L.T ¿Cuáles son las dificultades que se le presentan a un periodista en misión peligrosa aquí en Colombia? C.V. Eso depende mucho de quién es el periodista, porque cuando uno habla de prensa nacional en Colombia los periodistas nacionales corren mucho más peligro que un periodista internacional. Eso de que se dice que Colombia es el país más peligroso del mundo, sí, es cierto pero para los periodistas nacionales. A ellos son los que los matan. Sobre todo, en provincias ─en lugares como Arauca, Córdoba, Putumayo─, ahí mueren periodistas nacionales. Yo me metí en lugares que podrían ser considerados muy peligrosos y nunca he tenido ningún problema, porque en Colombia pasa algo raro: a los colombianos les gusta la prensa internacional o no quieren meterse en rollos matando a periodistas internacionales. En Colombia creo, estoy casi seguro, que nunca ha muerto un periodista internacional. Y sí han habido cosas como la que le pasó a Romeo Langlois que estaba con los militares y tuvieron un combate porque pensaron que era un militar y solo le cayó una bala. Y las cosas como, por ejemplo, la de Ruth Morris pasa muy de vez en cuando, es decir, ha habido dos incidentes en doce años en un país que está en guerra. Aunque sí es cierto que periodistas nacionales han muerto y muchísimos. Las dificultades que se me han presentado a mí, básicamente, son llegar a algún lugar súper remoto y que la gente no quiera hablar como, por ejemplo, que quiero hablar con un comandante de la guerrilla o un comandante de los paramilitares y que no quiere hablar. Es decir, las dificultades son mínimas. No es como cubrir la guerra en Irak, en Libia o en Siria que corren balas todo el día y el que cae, cae. Colombia es un país extraño en su conflicto, no es un conflicto regular como en la mayoría de los países. En mi opinión, las dificultades, básicamente, son de tipo logístico. He llegado a lugares y me han dicho: “no queremos hablar, váyase”.

L.T. ¿Cuáles son los mayores aciertos y los principales límites y errores del cubrimiento periodístico del conflicto? C.V. Mis aciertos han sido que dentro del conflicto he logrado hacer muy buenos contactos. He conseguido muy buenas fuentes de ambos lados. Hace algún tiempo tenía muy buenas fuentes cuando los paramilitares existían y podía ir a lugares donde ellos mandaban y siempre hablaba con la gente. Lo mismo me pasó con la guerrilla donde tenía unos muy buenos contactos. Mi acierto ha sido hacer que esta gente confíe en mí y ellos saben que yo voy de una parte a otra. Ellos siempre han tenido claro que yo no soy un trabajador de la guerrilla ni de los paramilitares, y cuando no era así, se lo decía. De esta manera, he podido entrar y salir de los lugares que he estado trabajando con mucha facilidad. Ese ha sido un acierto muy bueno para mí. Yo la verdad es que no me he limitado mucho a la hora de cubrir un conflicto, y puede que a alguna gente le moleste porque siempre he tratado de llegar al fondo del asunto. Entonces, yo no me he puesto límites. Aunque, obviamente, no voy a ir a traficar con las FARC o ayudar a hacerlo. Pero siempre hablando desde un punto de vista periodístico y ético trato de no ponerme muchos límites como, un ejemplo, murió un niño en un carro bomba y no se puede fotografiar porque es un límite, no, yo no tengo ese límite, lo voy a hacer, quiero que el mundo vea lo que sucede. Soy fotógrafo, obviamente, trabajo con las imágenes. En palabras es diferente, uno puede escribir sin ser callado. Pero he mostrado esas imágenes y no creo en ponerme límites, obviamente, si no interfiere en la parte ética. Por eso mismo, no creo que tenga que ponerme límites.

L.T. Cuando habla de ética, ¿a qué se refiere? C.V. Ética se refiere a lo que te comentaba sobre la colaboración de traficar con las Farc o ayudar a hacerlo. Eso es ética periodística. Pero dentro de esa ética, no tengo límites, ni quiero ponerme límites. L.T. En el caso colombiano, ¿qué tanto peso tiene la autocensura en las decisiones de los periodistas que cubran un conflicto? C.V. En el caso colombiano hay mucha autocensura por parte de los periodistas porque peligran sus vidas. Entonces tienen que hacerlo. Ahí no tengo ningún problema porque lo haga. Si por ejemplo, un tipo que está en Arauca y si sabe que si dice algo lo van a matar y no lo hace para proteger su vida, me parece que está bien, es una decisión de él y es súper respetable y jamás voy a tener problema con eso. Ahora viene la otra parte, la autocensura para conservar su trabajo. En el caso de que los medios no hablan mal de Pacific Rubiales porque este les puso millones de dólares para pautar. Entonces no pueden hablar y los periodistas no pueden hacer historias contra Pacific Rubiales, aunque las haya, porque los pueden echar. También hay una cosa que por ejemplo, esa persona tiene que mantener una familia, yo entonces en ese tipo de cosas no quiero meterme, y que cada uno vea por qué lo hace y cómo lo hace. Ese caso sucede mucho en la prensa local. L.T. ¿Usted se ha sentido autocensurado alguna vez? C.V. Realmente no, porque he llegado a un punto en el que me han dicho que no haga esto, que no tome unas fotos, y obviamente, si me dicen eso no lo puedo hacer. Por ejemplo, he visto paracos en campos de cocaína caminando, y me hubiese encantado fotografiar, pero me dijeron que no lo hiciera. Entonces, no es autocensurarme. En otra ocasión, me encontré con unos guerrilleros con unas bolsas de cocaína y los fotografié, pero pensé que, probablemente si ellos viesen esas fotografías nunca más podría volver acá. Pero, increíblemente, los fotografié, publiqué y me llamaron de DIAN, y me dijeron que muy bueno el reportaje y que cuando quisiera ir que fuese. O sea no creo que me haya autocensurado al nivel de dejar de hacer cosas por algún motivo personal. L.T. ¿Es posible hacer periodismo independiente en contextos de guerra como el colombiano? C.V. Sí, es posible. Obviamente, cuando uno trabaja para medios, cada medio tiene su filosofía editorial, por así decirlo. Entonces uno no puede pasar de eso, porque básicamente, no lo van a publicar. Pero yo creo que hacer periodismo independientemente en Colombia sí se puede, eso obviamente significa que tal vez vas a tener menos trabajo o vas a ser más pobre. Pero sí se puede. Además, este país es espectacular para hacer periodismo independiente. Colombia tiene una fuente de recursos inagotable. Entonces, sí se puede, pero implica ciertas cosas.

L.T. ¿Qué mueve a un periodista extranjero informar sobre el conflicto colombiano? C.V. Yo llegué a Colombia y encontré una historia que me pareció increíble como, por ejemplo, que la gente utiliza la hoja de coca como dinero ─y estamos hablando del año 2000─. Al ver esta historia me pareció increíble y decidí quedarme. Esto es un lugar espectacular para hacer periodismo: hay historias increíbles, hay mucho material, hay mucho que hacer. Por todo ello, decidí quedarme y a día de hoy sigo trabajando en ello. Obviamente, lo amplifiqué hasta México, Bolivia, Perú, Chile, Estados Unidos, es un proyecto larguísimo, pero la verdad que siempre quise quedarme en Colombia. L.T. ¿Aquí se siente más limitado cuando toma fotografías o cuando escribes? C.V. Hay mucho más campo al escribir. La fotografía es como casi un medio que se está muriendo en el periodismo. Es muy difícil trabajar y vivir bien como fotógrafo hoy en día. Entonces, obviamente, los fotógrafos tenemos que ampliarnos hacia todos los horizontes. Yo también estoy pensando en qué hacer. Básicamente, uno llama a medios que usan videos y ofrece historias y sí, puedes vender. En cambio, con la fotografía es muy difícil hoy en día. Nadie quiere comprar fotos porque hay muchas agencias en el mundo que son un supermercado de fotos y que venden fotos por cinco dólares, y obviamente, yo no puedo vender una fotografía por cinco dólares, con eso no comería. Entonces, existen varios problemas de decadencia en la fotografía y, obviamente, al pasar esto es mucho mejor recibido un escritor que un fotógrafo. L.T. ¿Ha tenido problemas al tomar sus fotografías aquí? C.V. En el momento que tomaba las fotografías no, pero sí he tenido problemas después como, por ejemplo, una vez me hicieron una entrevista en Chile por teléfono, y estuvimos hablando de varias cosas, y al final, me preguntaron que qué pensaba del presidente Uribe, y yo contesté que era un maquillador perfecto, que tenía un país en conflicto arregladísimo pero como una capa de maquillaje donde los problemas estaban acabados. Entonces, acabó la entrevista, salgo de mi casa y hay un señor parado afuera y me dice: “hola, ¿cómo estás? ¡Cuánto tiempo que no te veo!” (yo pensando que nunca lo había visto en mi vida), y me empezó a hablar y me regaló una pelota de cocaína y me dice: “para que veas la buena mercancía que tenemos”, y yo le contesté que no me gusta la cocaína, y entonces él: “para que se lo des a los amigos”, y yo pensando quién será y le dije que no lo quería y se lo di. Entonces, siempre he pensado que el teléfono me lo tenían chuzado y que mandaron un tipo a que me regalara una bolsa de cocaína y que si la policía me hubiese pillado con eso, yo estaría preso durante 10 años. L.T. Ese es un tipo de censura más grave que cualquier otra cosa. C.V. Claro que sí. Eso es jugar sucio. De hecho, si lo que estoy diciendo es cierto, es obvio que no se puede chuzar un teléfono de un periodista. Si yo hubiese aceptado, los titulares del día siguiente en los medios hubiesen sido: “Fotógrafo de la cocaína, cae preso por tener droga encima”. Ahí se pierde toda mi credibilidad. Yo estoy convencido de que fue una cosa sucia. Hasta el día de hoy yo no creo que el tipo me conociera, y que justo anduviese con una pelota de cocaína, etc. Por todo ello, sí creo que he tenido problemas con las fotos. L.T. ¿Cuál ha sido el mejor reportaje de fotos que ha hecho o cuál ha sido el que le ha marcado? C.V. La historia de la coca que usan los campesinos en Caquetá, que básicamente usan la base de la cocaína como moneda y la cambian en las tiendas por comida, por ropa o por cerveza. La base de la coca en estos lugares es dinero. Esta historia la encontré en el 2000 y trabajé en esto hasta el 2003, y fue publicada, increíblemente, mucho por todo el mundo. Lo más increíble de todo esto es que llegué hace una semana de Caquetá y en los pueblos sucede lo mismo que hace 12 años. Aparte de que la historia es increíble, te dice cómo es este país con respecto al abandono del Estado. Entonces, es una historia increíble porque sigue sucediendo lo mismo 12 años después, y esto empezó ─por lo que he estudiado─ en los años 80, entonces estamos hablando de 30 años de lugares donde uno llega súper fácil, pero el Estado no. A pesar de todos los medios e instrumentos que tiene, no quiere llegar. Entonces, no hay camino, no hay dinero, no hay nada. L.T. ¿Ha estado cubriendo otro conflicto? C.V. He estado en Afganistán, Cachimira, Pakistán, Haití, México. Son lugares donde sí he ido a cubrir conflicto. L.T. ¿Cuál cree que es el que tiene mayor peligro para un periodista? C.V. Sobre todo México. Es un país increíblemente peligroso. Y estamos hablando de una guerra entre carteles de narcotráfico, o sea, a ellos realmente no les interesa la publicidad que les podría dar la prensa. Entonces, si te ven mal parado en algún lugar y te matan, no tienen ningún problema. Estamos hablando que han matado alrededor de 50.000 personas en seis años, o sea uno más uno menos da igual. Creo que es un país increíblemente peligroso. L.T. ¿Cree que el periodismo aún beneficia a la comunidad? C.V. Por supuesto. Cuando el periodismo es bien hecho ─refiriéndome a todo lo hablado anteriormente sobre la ética, y todo ese tipo de cosas─, es información y la información es una base para una sociedad, con la información recibida, una sociedad puede actuar de una u otra manera. Por ejemplo, si yo te tengo absolutamente bien informada, tú puedes tomar decisiones súper responsables con respecto a la economía, la política, la salud, etc. Entonces, sí creo que el periodismo es fundamental para que una sociedad exista bien, incluso democráticamente. O sea, la información es clave. Es, increíblemente, clave estar bien informado para poder vivir bien. L.T. ¿Qué piensa sobre el periodismo colombiano? C.V. Creo que en Colombia hay excelentes periodistas, pero obviamente, los pocos medios que hay están completamente sesgados como, por ejemplo, estamos hablando de “El Tiempo” que es de la familia Santos, aunque este problema está sucediendo en todo el mundo. En mi opinión, hay muy pocos medios que son realmente independientes y dicen lo que quieren decir o lo que tienen que decir. En el caso específico de Colombia es lamentable que los dueños de los medios sea empresarios, entonces, la manera de leer el periodismo de ellos es diferente a como lo ve un periodista. Básicamente, esta gente usa los medios como para pauta publicitaria. Entonces, si tú tienes una pauta publicitaria con ciertos manoseadores que te pagan millones de dólares y que tienen tu medio, tú no puedes hablar mal de ellos. Es un contrato verbal pero es obvio: si tú me das 10 millones de dólares, yo no puedo salir a la calle diciendo que tú eres un hijo de puta. Entonces, el periodismo pierde la veracidad por el dinero. Eso hace que el periodismo deje mucho que desear, sin obviar que hay periodistas espectaculares en este país. L.T. ¿Y esto está reflejado en los periodistas novatos? C.V. Claro que sí. O sea cualquier persona que quiere tener trabajo y entra a un medio así, está jodido. Tiene que hacer su trabajo y no puede. Por ejemplo, el periódico “El Colombiano” que insultan a periodistas independientes porque muestran la violencia de Medellín, y el directo del diario “El Colombiano” habla y manda cartas a los periodistas internacionales o independientes: “¿cómo se te ocurre hablar mal de mi ciudad?”. ¡No seas huevón, es lo que está sucediendo! ¿Cómo tiene agallas de mandar una carta a alguien diciendo que está ensuciando la imagen de la ciudad? Cuando yo veo en la calle muertos en la acera, ahí están, y entonces, yo como periodista lo tengo que anunciar como sea. Entonces, que te llame el director de un medio o que pongan comentarios en el periódico diciendo que eres un desgraciado porque no hablas de Juanes y hablas del conflicto en Medellín que no existe porque era hace 10 años atrás, entonces los cinco muertos que vi un fin de semana hace dos años, ¿de dónde salieron? Entonces, son cosas ridículas que no deberían de suceder.

Simone Bruno, Corresponsal italiano en Colombia L.T. ¿Cuáles son los diversos tipos de dificultades que se le presentan a periodista en misión peligrosa en Colombia? S.B. El trabajo de los periodistas en la zona de conflicto regional tiene diversos problemas: uno de ellos ha sido al momento de vender las notas periodísticas. Si tú piensas que en la revista SEMANA los dueños dicen que el tema agrario ya no es importante porque estamos en un país urbano ─aunque en realidad estamos hablando de un país con cinco millones de desplazados por causa del conflicto─. Entonces, publicar este tipo de historias es complicado. Para los periodistas ha sido complejo tener que vivir en las zonas donde uno tiene que hablar sobre lo que hacen los actores armados. Por otro lado, para los medios de comunicación es mucho más rentable que el periodista esté en Bogotá realizando una nota cada día, antes que irte dos semanas al campo a buscar una historia. Entonces, estaríamos hablando de un problema de tiempo, de plata pero más que todo de voluntad; hay una voluntad de no cubrir el conflicto como se debería. El conflicto se está cubriendo muy mal, tanto que es muy fácil para nosotros vivir en la ciudad y hacer como si casi no existiera. Es un conflicto transparente que no se percibe y en el caso de que se perciba, los efectos secundarios serían los desplazados, pobres, etc. Pero en la vida cotidiana de la gente, no existe. Y eso es en gran parte porque el periodismo no está haciendo bien la tarea de contar qué es lo que realmente está pasando en las zonas rurales y alejadas. Yo siempre he dicho que este es un país que está roto, donde en el campo se vive en la época pre medieval y en las ciudades se puede decir que se vive en la modernidad. Bogotá puede ser la capital de cualquier otro país si uno olvida por un momento los niveles de pobreza que existen. En cuanto a la preparación de los periodistas que cubren orden público, creería que deberían conocer un manual extenso de protección y libertad de prensa. Sinceramente, no conozco las capacitaciones que los medios de comunicación brindan a los periodistas colombianos que cubren conflicto. Yo creo que deberían conocer muy bien las normas del derecho internacional humanitario (DIH). Dentro de él no existen normas específicas para los periodistas porque el derecho los cataloga como civiles que están desarrollando un trabajo peligroso, pero existen reglas como en el caso del periodista francés, Romeo Langlois, durante su secuestro en este año (2012) cuando el militar le dice: “coge el fusil y dispara”. En el caso de que lo haga se volvería objetivo militar. Por eso mismo hay que conocer el DIH y las reglas de la guerra. Por ejemplo, cuando uno hace periodismo deportivo y va a cubrir un partido tiene que saber cuáles son las reglas del fútbol porque sino no puede trabajar el tema. Lo mismo sucede en el periodismo de conflicto, donde uno tiene que saber cómo escribir una nota, cómo ser imparcial y cómo escuchar las dos partes, porque uno de los grandes problemas en Colombia al cubrir un conflicto es que se cubre casi que exclusivamente con las fuentes oficiales. Cada vez es esto más verdadero que cuando mataron al Mono Jojoy, el presidente, Juan Manuel Santos, salió a decir que habían utilizado 25 tucanes y todos los medios replicaron lo mismo cuando Colombia nunca tuvo 25 tucanes. Simplemente, el periodismo de conflicto, en muchas ocasiones, se vuelve vocero de un lado, del lado del ejército exactamente, cuando no debería de ser así, pero esto es muy difícil que se entienda aquí. La voz de un guerrillero vale tanto como la voz de un militar. El periodista no debe ser patriótico. El periodista debe hacer un trabajo en el que se escuchen diferentes fuentes y que se verifiquen. Y que si uno no las puede verificar no reporta la noticia. Los medios de comunicación tampoco lo entienden porque hasta los paramilitares se pueden considerar orgánicos a esta clase de oligarquía, que son los dueños de los medios de comunicación. Mientras que los guerrilleros no son parte integrante de esta clase oligarca. Son el enemigo. Y así, frente al pueblo, los medios lo tienen que presentar. Acuérdate cuánto se habla de los crímenes de la guerrilla y cuánto se habla de los crímenes de los militares o los paramilitares. Frente a esto, a la población le queda muy claro en la cabeza cuáles son los crímenes de los guerrilleros pero muy fácilmente olvidan los otros crímenes. No es un tema de censura propiamente dicho en Colombia. La censura en este país es más sutil, puesto que se puede hablar de temas de agenda settting: en todas las noticias se habla del tiempo de emisión, pero hay que dudar del espacio que se les conceden, qué espacio tiene el secuestro, las marchas de los secuestros y de las víctimas de los paramilitares. La censura en Colombia es un tema de agenda setting y, por supuesto, esto funciona porque los medios de comunicación están en las grandes manos de los dueños del país como te dije, no solo porque así es un buen negocio sino porque se controla la información que se difunde en el país. L.T. De acuerdo a tu valoración, ¿cuáles son los mayores aciertos y los principales límites y errores del cubrimiento periodístico en el conflicto? S.B. El cubrimiento solo se realiza de un lado. Basta con escuchar la fuente oficial para que se vuelva noticia y muchas veces sale al aire sin verificar. No se está haciendo bien la tarea periodística, y yo tengo mucho respeto hacia el periodismo colombiano, como lo dije anteriormente, porque hay medios de comunicación que hicieron investigaciones muy bien hechas que uno como italiano llega hasta tener envidia por el buen periodismo que se hace aquí. Pero realmente, el cubrimiento de conflicto es un periodismo de escritorio, un ejemplo de ello es el periodista Felipe Zuleta que se lo llevan a la radio a opinar pero a base de qué. De que se llame Zuleta solamente porque nunca se ha metido al campo. Otro ejemplo es el de la periodista María Isabel Rueda. ¿Qué nos importa qué piense María Isabel Rueda? Ella en el tiempo del Caguán cubría el conflicto de verdad y mostraba las cosas como son, pero hace años que ya no lo hace. Realmente, es un periodismo de escritorio. En Colombia existen muy buenos analistas, críticos, pero de gente que realmente se va a ensuciar las botas muy pocos, entre ellos, están los periodistas regionales, que poco pueden hacer porque se ven impedidos, los periodistas internacionales y contados medios nacionales. Entonces, frente a la escasez no se está contando el conflicto armado como debe ser, porque cuando se cuenta se hace muy sesgado. Los medios de comunicación no se preocupan por mandar al periodista a los lugares donde están los hechos y no hay interés porque se cuente. Los noticieros están estructurados para cumplir con las normas que te dice cuánto tienen que durar la franja informativa. Pero en realidad, la mayor parte de la franja informativa se llena de deportes o de la sección farándula. Hay un muy mal cubrimiento, más que todo en los medios de comunicación masivos. L.T En el caso colombiano, ¿qué tanto peso tiene la autocensura en las decisiones de las y los periodistas que cubren el conflicto armado? S.B. La autocensura, todavía tiene un peso bastante grande en Colombia, y viene de diferentes factores. Por un lado, uno cuando trabaja en un medio de comunicación sabe lo que el medio quiere. Entonces, en muchos casos hay una decisión consciente del reportero, hasta en Bogotá, de no tocar algunos temas como, por ejemplo, el caso Pacific Rubiales, que seguro que un reportero que trabaja para la W no va a hacer un reportaje o sacar una noticia en contra de Pacific Rubiales, que es una de la primeras pautas publicitarias que tiene la W. Lo mismo se puede hacer con ARGOS en Semana, por ejemplo. En cambio, hay otro tipo de autocensura que es más grave aún, probablemente, que es la autocensura que se da en las regiones con los periodistas regionales, que saben que algunos temas no se pueden tratar, porque han visto morir muchos compañeros que han recibido amenazas o que incluso han muerto. Hay que acordarse que Colombia es o ha sido uno de los países más peligrosos para ejercer la actividad periodística en el mundo. Ahora, probablemente, las cosas han cambiado un poco, pero no tanto: de los homicidios se han pasado a las amenazas indirectas, pero ese tipo de cosas se siguen dando. Y los periodistas que son amenazados no siempre tienen el respaldo que deberían de tener por parte de los medios para los cuales trabajan como, por ejemplo, reporteros de Caracol, de RCN, que tienen que estar sobre la noticia todos los días, con el momento que son amenazados no siempre han tenido la ayuda que deberían de tener. Entonces, por supuesto, esto hace que la gente que tiene que vivir y sobrevivir para hacer esto se autocensuren en las regiones, lo que empobrece el nivel de calidad de la información que los colombianos reciben. Yo creo que en las regiones hay periodistas muy buenos, de hecho cada vez que voy a las regiones, una de las primeras cosas es intentar hablar con los periodistas de los medios locales que saben muy bien lo que pasa en sus regiones, aunque muchas veces no lo pueden escribir, no se pueden meter contra los alcaldes, gobernadores, etc. porque son poderes muy fuertes que, muchas veces, actúan de forma no limpia. L.T. ¿Es posible hacer periodismo independiente en contextos de guerra como el colombiano? S.B. Yo creo que Contravía demuestra que es posible. L.T. ¿Qué significa hacer periodismo independiente? S.B. Independiente quiere decir muchas cosas. La definición de periodismo independiente es una definición que es muy difícil dar. Si tú escuchas Noticias Uno, tú dices de la red independiente, pero es un periodismo que tiene una pauta económica, está en un canal nacional, etc. Por el contrario, Contravía te dice que es independiente. Indymedia es un medio de comunicación extremadamente independiente. La independencia se puede medir de varias formas: se puede medir sobre si hay o no finalidad de lucro, aunque yo considero medios independientes que tienen finalidad de lucro como, por ejemplo, Noticias Uno o Contravía, y otros que no tienen finalidad de lucro como, por ejemplo, Indymedia. Otras variables para medir la independencia son: si un medio está hecho o no por periodistas profesionales; que en el interior del medio reproduzca o no el sistema capitalista, esto fue un tema de debate si el nombre independiente tiene que ser estructurado en su interior de forma distinta como, por ejemplo, puede ser Radio Pacífica pero hay otros ejemplos de periodismo muy bueno que es independiente como la Silla Vacía donde hay un director, etc. Entonces, la definición de independiente no sabría decir muy bien cuál es. Pero, en general, se entiende como independiente de los poderes fuertes, de los centros de poder económico y político. Aunque Contravía es un ejemplo de independencia de los centros de poderes económicos, de la gente informativa que se quieren poner a través de los medios de comunicación masivos. Contravía ha vivido de una serie de pautas que vienen de organizaciones nacionales e internacionales, y ha hecho un periodismo independiente al interior del conflicto mostrando el conflicto. Hay otros ejemplos: la Silla Vacía no es un medio que cubre el conflicto armado de por sí, cubre aspectos políticos del país y, normalmente, los periodistas de la Silla Vacía no van al campo a mostrar lo que pasa. Pero Contravía es el mejor ejemplo de periodismo que cubre conflicto armado en un país como Colombia y lo hace de forma independiente. Entonces, aunque sea muy difícil, es posible. Otro punto del periodismo independiente es que los insumos de la investigación no están solamente las manos de los medios independientes. A decir verdad uno de los medios que más escándalos a descubierto en Colombia es SEMANA, y no es prácticamente un medio independiente. Muchos de los escándalos de la época de la presidencia de Álvaro Uribe los sabemos gracias a SEMANA, Cambio, la W, la Silla Vacía. Entonces, esto de la investigación no es una cosa que está solo en manos del periodismo independiente. De hecho, la escuela de investigación, de periodismo en investigación, viene del escándalo de Watergate que destaparon los de Washington Poste, y de pronto, de los papeles del pentágono los de New York Times. L.T. ¿Qué mueve a un periodista extranjero a informar sobre el conflicto colombiano y tomar parte de los riesgos que conlleva? ¿Tiene alguna experiencia que lo ha marcado para contar? S.B. Yo creo que todos los conflictos son contados por extranjeros. Esto sucede por el simple hecho que los medios de comunicación necesitan informaciones, y que los conflictos armados hacen noticias. Son temas que siempre hacen noticias. Entonces, por supuesto, los corresponsales internacionales trabajarán en todos los conflictos porque los medios se los piden, o sea existe la posibilidad de reproducir noticias.

L.T. En su caso, ¿por qué el conflicto de Colombia? S.B. Yo terminé viviendo aquí en Colombia, y empecé a trabajar como periodista. Inevitablemente, me involucré en los temas de conflicto armado que son los más interesantes de cubrir: te permiten investigar más, descubrir, trabajar en temas a largo plazo. Eso es lo rico del mundo periodístico. En mi caso por lo menos, lo rico no es hacer noticias cotidianas de agencias. El conflicto te da la posibilidad de trabajar temas de fondo: pasando mucho tiempo descubriendo, volviéndose experto en temas de conflicto armado. En los temas de conflicto armado uno no puede ser indiferente. Este es uno de los trabajos de periodista que te marcan, te transforman como, por ejemplo, después de hablar, trabajar, con las madres de los falsos positivos uno no puede estar como el día anterior, o como meterse en Chocó y ver a los desplazados con los paramilitares que los masacran, o la comunidad de San José de Apartado. Son cosas que te cambian. Ver la resistencia de muchos pueblos indígenas también lo hace. En este conflicto hay mucha cobardía y muchos asesinos, pero también hay mucho heroísmo en el sentido clásico, y uno como europeo aprecia mucho esto en países que se han empobrecido para la capacidad de poder luchar en los derechos que son negados. L.T. ¿Crees que aún existe el periodismo para el beneficio de la comunidad? S.B. Existe. Y en los últimos años se han visto muchos ejemplos. Uno de ellos es Colombia, para no ir muy allá, las radios comunitarias del Cauca hacen un servicio para las comunidades inmersas en el conflicto como Radio NASA en el Cauca, y más que todo en los momentos de crisis, como avisarle a los comuneros en las veredas más alejadas que no es oportuno llegar al pueblo. Hacen memoria también reconstruyendo la memoria e historia de los pueblos indígenas y no solo allí. Por supuesto que existen muchos más casos en los que siguieron las movilizaciones al final de los años noventa, empezando con la serie de medios de comunicación alternativos, que crecieron mucho gracias a Internet. Han sido desarrollados como servicios muy importantes para la comunidad en varios aspectos, surgieron una mezcla entre los medios alternativos y las redes sociales como las revoluciones de los últimos años. Este rol existe aún. En Colombia, lo de las redes sociales se ha visto poco porque las movilizaciones no son convocadas por las mismas sino por los centros de poder.

Bibiana Mercado, Periodista Colombiana Jefe de Emisión Canal ET L.T. ¿Cuáles son las dificultades que se le presentan a un periodista en misión peligrosa en Colombia? B.M. En mi opinión, la principal dificultad del periodista, con la propia misión que tiene que hacer, es la ignorancia frente al tema. Los periodistas estamos muy cargados de prejuicios, ya que tenemos ideas concebidas sobre lo que vamos a cubrir y, nos documentamos muy poco. Entonces, la primera dificultad es el hecho de tener una idea concebida de quiénes son los buenos y los malos, y en segundo lugar, cubrir sin ningún conocimiento ni documentación es lo que nos impide desarrollar un buen trabajo. Por eso mismo, cuando llegamos a las regiones donde hay que cubrir los temas, hacemos preguntas desafortunadas, inducidas como, por ejemplo: “dígame usted por qué ellos hacen esto si son tan malos”, y nos cerramos a escuchar. Entonces, toda esa cantidad de prejuicios impiden que nosotros comuniquemos una realidad provista de tratar de entender qué es lo que pasa en esas regiones que piensan diferente a lo que nosotros pensamos, que hacen cosas diferentes, que viven en la ilegalidad, etc. Entonces, nosotros partimos de la base que ellos hacen eso porque se vuelven ricos, y lo cierto es que los campesinos no se vuelven ricos con sus cultivos lícitos ni ilícitos, pero, ¿qué hay detrás de eso? ¿Cómo viven ellos en esa cotidianidad? ¿Quién manda allí? ¿Quién no manda allí? ¿Por qué mandan allí los que mandan o por qué no mandan los que no mandan? Todas esas preguntas nosotros no los logramos desentrañar. Entonces, nosotros hacemos unas historias muy comunes que no nos permiten un entendimiento de la realidad. Por lo tanto, el principal peligro son nuestros propios prejuicios e ideas concebidas de lo que ya consideramos y damos por hecho. L.T. De acuerdo a su valoración, ¿cuáles son los mayores aciertos y los principales límites y errores en el cubrimiento periodístico? B.M. Los aciertos del periodismo es que logramos siempre ir a las primeras fuentes. Siempre estamos en el lugar de la noticia. Siempre estamos con los protagonistas. Siempre procuramos ir al terreno. En mi opinión, ese es el principal acierto. Los principales errores son los que comenté anteriormente, tener nuestra limitada visión sobre los temas, y también a no permitir dejarnos tocar por lo que vemos y conocemos de esas realidades como ir a la cotidianidad. Siempre estamos como en los discursos, y nunca bajamos como a la cotidianidad de por qué la gente hace una cosa sencilla, normal, como es que funciona. L.T. En el caso colombiano, ¿qué tanto peso tiene la autocensura en las decisiones de los y las periodistas? B.M. En mi opinión, la autocensura es miedo a que nos etiqueten diciendo que nos salimos de la corriente, y entonces que nosotros quién sabe qué intereses estamos protegiendo, etc. Eso opera mucho en los medios. A veces pienso que la autocensura es más comodidad de los periodistas, entonces, por evitarnos un desgaste de defender nuestras ideas o defender una historia, es más fácil acomodarnos a la monotonía, hacer lo que los demás hacen, y en esa comodidad nunca nos van a cuestionar ni nunca vamos a perder nuestro puesto de trabajo. Me parece que a veces es más comodidad de los periodistas. En las regiones es distinto, la autocensura tiene que ver más con la supervivencia, no solamente la supervivencia de que yo no cuento ni me voy contra el que tiene el poder: armado, legal o ilegal, sino también yo no me voy contra el que me da pauta publicitaria. Entonces, es autocensura por supervivencia, ya sea seguridad o de supervivencia económica. L.T. En su opinión, ¿cree que es posible hacer periodismo independiente en contextos de guerra como en Colombia? B.M. Yo pienso que hay ejemplos de periodismo independiente como, por ejemplo: la Silla Vacía, Verdad Abierta, Hollman Morris que hace Contravía. Muestra una de las facetas del conflicto, pero también me parece como periodismo independiente en el hecho de que son personas que dicen lo que consideran, lo que ven y lo que piensan ellos. Entonces, por todo ello, me parece que sí hay ejemplos de periodismo independiente. Hay muy pocas condiciones para hacer periodismo independiente en cuanto a que la prensa independiente económicamente, es muy difícil de sostener. Proyectos económicamente posibles independientes, son muy difíciles de sostener. Entonces, eso sí me parece más complicado. L.T. ¿Qué mueve a un periodista para informar sobre el conflicto colombiano? B.M. Yo pienso que los periodistas que se dedican a cubrir conflicto colombiano es porque sienten pasión por él. No creo que haya periodistas obligados cubriendo conflicto armado ni pienso que haya periodistas por necesidad. Realmente, los periodistas que yo conozco es porque tienen alguna motivación personal, quieren hacer de esto un mejor país o piensan que pueden informar de mejor manera. La mayoría de los periodistas colombianos que cubren conflicto armado son quienes tienen una gran trayectoria. L.T. ¿Usted tiene alguna experiencia dentro de este tipo de cubrimientos? B.M. Yo estuve 14 años cubriendo conflicto armado colombiano. Conozco mucho, principalmente, de guerrilleros y de paramilitares. Más bien no cubrí mucho de cosas militares, aunque también cubrí pueblos militares. Para mí, todos son seres humanos equivocados porque todos consideran que mediante la violencia pueden cambiar las cosas, es decir, son personas que consideran la muerte y matar al otro como una opción. Entonces, para mí todos tienen desde ese punto de vista, un proyecto equivocado que es que tú eliminas al otro con una justificación, y partiendo desde esa base, me parece que ningún proyecto puede ser posible. Si tú consideras que eliminar al otro es una opción para cambiar las cosas, no me parece. Me parece que todas las personas ─aunque sean equivocadas─ tienen un drama de vida personal muy fuerte, son personas que se les ha negado oportunidades o son personas maltratadas por su papá o mamá o son personas que les han matado a su papá, mamá o hermano, entonces toman la venganza y esos proyectos para hacer venganza por vida propia. Me parece que muchos de los guerrilleros, paramilitares o militares tienen una motivación personal de venganza de haber sido excluidos, de haber llevado una niñez dura sin oportunidades o de haber sido hijos no deseados o de salir muy pronto de las casas porque el papá o la mamá no les ponían atención, muchos hijos únicos o hijos de madres solteras, y muchos de ellos utilizando formas de empleo a la guerrillera, los paramilitares o las fuerzas militares. Muchos de ellos están ahí porque se ganan la vida de esa forma, y no la podrían ganar de otra forma. Entonces, ellos consideran los grupos armados como una opción de darles a sus familias un sustento y ellos mismos vivir. Entonces, en un país que no tienen oportunidades, me parece que esa opción es muy válida en muchas zonas apartadas, incluso aquí. La mayoría de muertos de las fuerzas militares, sin hablar de los civiles, son pobres, jóvenes, aunque la gran mayoría son pobres en oportunidades, y eso es lo que deja como el conflicto, como una cosa muy dolorosa de gente sin ninguna oportunidad. Es decir, son personas equivocadas que no tienen otras soluciones. L.T. En cuanto a las capacitaciones para los periodistas en terreno, ¿cómo ve usted ese tema en los medios? B.M. Ahora yo estoy alejada, pero siempre los medios ofrecen muy pocas capacitaciones. La principal capacitación ha venido siempre de los organismos como, por ejemplo, Cruz Roja nacional, Comité Internacional de la Cruz Roja, oficinas del gobierno, oficinas de las fuerzas militares tenían corresponsalías de guerra. Son más las fuentes las que capacitan que los propios medios, incluso los propios medios ofrecen muy poco tiempo para que las fuentes que capacitan puedan hacer su trabajo con los periodistas porque nunca se les da a los periodistas. Por ejemplo, una capacitación medio día no hay posibilidad, usted tiene que ir a cubrir otra cosa. Me parece que la capacitación ha venido más de las fuentes. Yo, al menos, me considero una privilegiada en eso porque pude hacer una especialización, diplomados, en el tema, por las fuentes que me capacitaron más que por mi propia empresa, pero debo decir que trabajando aquí en El Tiempo, El Tiempo a mí sí me dio trabajo, sí me dio el tiempo para capacitarme. A muchas personas no les da tiempo. Yo conté con la fortuna que El Tiempo siempre me dio capacitación. Veo que en otros medios existen muy pocas posibilidades para capacitarse. Yo, en la medida en que pueda, a un periodista cuando le dicen que dos días tal, váyase, porque me parece que así se hace un mejor trabajo. Eso no me parece que sea una política de los medios, eso es más la buena coyuntura de que a una persona la dejen o no participar en algo así. A mí me parece que los que más capacitan son las fuentes oficiales, por ahí se produce la mayor capacitación de los periodistas que son las fuentes oficiales. Porque consideran que, dentro de sus planes estratégicos, una buena capacitación a un periodista les permite informar sobre los temas, etc. para acercar a la fuente al funcionario, y por eso mismo, lo hacen. Lo hacen muchas veces bien, muchas veces desastroso, pero pienso que la mayoría de las experiencias son muy buenas.

L.T. ¿Alguna vez se ha autocensurado? B.M. Yo por política nunca me censuré. Yo siempre traté de escribir lo que pensaba y decía lo que decía, y si otro le quería cambiar el título o quería que esa historia no se publicara, que fueran los otros, yo siempre tuve la crítica que no fuera por mí. De hecho, siento gente también digo yo: publique lo que considere, las historias las mando cubrir y cuando ya me dicen eso ya pues que sean los otros los que eso o lo otro. Siempre recomendé a los estudiantes de comunicación social cuando fui profesora, que la censura viniera de los demás y no de uno, porque finalmente es una posición muy cómoda de decir: “yo no voy a proponer mi pensar porque simplemente este tema no va a prosperar”. Que la censura venga de los demás, no de uno, porque ahí sí ya hay un síntoma para preocuparme de qué voy a hacer yo con el periodismo.

Albert Traver, Corresponsal español Agencia EFE en Bogota- Colombia

L.T. ¿Cuánto tiempo lleva en Colombia? A.T. Un año. L.T. ¿Qué le ha parecido Colombia para cubrir orden público? A.T. Una persona si quiere cubrir orden público, hoy en día en el mundo, tiene pocas opciones. Uno se puede ir a África, a cubrir conflictos africanos. Otro se puede ir al mundo árabe ―hoy en día está muy de moda― donde hay muchas discrepancias. Y si uno se quiere ir a Latinoamérica, a cubrir orden público con trasfondo político solo queda Colombia. Uno se puede ir a México, a Perú, pero cubrir una guerra con trasfondo político, algo que para el periodista o corresponsal sigue teniendo un toque romántico, pues queda Colombia. Y para cubrir el conflicto colombiano, digamos que primero que todo me parece que es “seguro”. Porque uno ve Siria donde en seis meses han matado a casi 20 periodistas. Y uno está en Colombia y para el extranjero, no para el periodista regional, es ciertamente seguro. Uno solo se mete en ciertas zonas cuando tiene ciertos contactos. Está más o menos protegido. Uno no va por libre a ver qué pasa. Y entonces, es una cosa que para el corresponsal, pues más allá de la ideología y todo eso, es una guerra más o menos segura. Es una guerra donde sabes que, seguramente, no te van a matar. La familia no está tan preocupada como si estuviera en Siria. L.T. ¿Cuáles son las dificultades que se le presentan a un periodista para cubrir el conflicto armado en Colombia? A.T. Una dificultad que se le presenta a un periodista es a la hora acceder a las fuentes porque entrar en zonas tiene cierta facilidad incluso no es difícil, siempre y cuando, tengas contactos. Pero una vez ahí, para sacar en limpio lo que pasa ahí, que es una población que normalmente no quiere hablar y en el caso de que hable, habla un cuento, porque vive en un territorio bajo dominio de un actor armado. Hablar con la guerrilla no siempre es fácil porque se necesita el permiso de alguien (no sé quién), pero el comandante de frente, muchas veces, no te quiere hablar o no te puede hablar. Los guerrilleros rasos tampoco. Entonces, para mí, hay una dificultad de acceso a las fuentes. También hay una dificultad de saber exactamente lo que está pasando porque mucha gente con la que hablas no te va a decir realmente lo que pasa. Y además hay una diferencia de versiones.

L.T. ¿Cuáles son los límites y aciertos que se presentan en un cubrimiento de un conflicto armado? A.T. El conflicto armado es un tema muy complicado, y que requiere mucha responsabilidad. Sin querer parecer paternalista, pero me da la sensación de que si el corresponsal internacional ha venido hasta aquí, si ha tenido el interés de llegar a Colombia, no todos, lógicamente, porque no se puede generalizar, pero hay un cierto grado de responsabilidad que muchas veces no se encuentra en el periodista colombiano, porque ya está posicionado desde pequeño porque sus medios están muy posicionados y porque el periodismo hoy en día no es lo que era, quien sale de la facultad no es lo que era. Se meten en periodismo por hacer cualquier cosa, y eso mismo te lo encontrarás en España si vas con la gente que está ahí, pero uno si ya se sale de allí, si viene a Colombia pues entonces aquí entre informaciones nacionales encuentras esa diferencia de responsabilidad a la hora de cubrir el conflicto. Entonces, la posición del Estado es un límite. Otro límite es que depende cómo hayas cubierto el conflicto. En el caso de Romeo Langlois, si has ido con la guerrilla, eres un guerrillero. Se ha estigmatizado por la población de acá. Se dijeron barbaridades sobre este señor cuando no lo conocía nadie. Gente de medios, gente política, gente de la calle. Entonces ése es otro límite, porque vaya usted a cubrir el conflicto pero vigile a dónde va, vigile con quién se junta porque le vamos a estigmatizar. Esto es Colombia y piense que los que han hecho durante el mandato expresidente, Álvaro Uribe, al final sí se liaron. Hollman estuvo fuera. Gente que se tuvo que ir por cubrir el conflicto de una forma que los poderes tácticos de este país no les gustaban. Esos son los límites.

L.T. ¿Cuáles son los aciertos? A.T. Depende mucho del medio, del periodista, y depende mucho del caso concreto. Dentro del periodismo local generalista, creo que “El País de Cali” está cubriendo bien el conflicto de su región, a diferencia de otros que ni se molestan en buscar buenas fuentes. “El País de Cali”, dentro de todo lo que está pasando en el Cauca, lo cubre bien. L.T. En el caso colombiano, ¿qué tanto peso tiene la autocensura en los periodistas que cubren el conflicto? A.T. Mucho. L.T. En su opinión, ¿cómo se da esta autocensura? A.T. El periodista internacional, seguramente la mayoría de los que están acá, esta autocensura no la sufre tanto porque no tiene ni las llamadas de la Presidencia y su medio de donde se radica, ya sea Madrid, Berlín, París o Nueva York, tampoco tiene esas llamadas donde a uno se le dice cómo lo tiene que hacer. No tanto como los de aquí. Aquí el medio se autocensura, y el periodista se vuelve a autocensurar. Hay una doble autocensura. El periodista cuando entra a trabajar a RCN, a la W, a donde sea, ellos saben cómo es su medio. Por lo tanto, ellos no pretenden en ningún momento hacer enfadar a sus jefes, algo que les pueda hacer peligrar su puesto de trabajo. Por lo tanto, aquí hay una primera fase de autocensura del periodista hacia el medio. Luego hay una segunda fase de autocensura que los medios están en manos de grandes oligarcas, grandes grupos empresariales que están posicionados en el conflicto o forman parte en el conflicto. No es que sea autocensura. Directamente, es el posicionamiento del medio. Y a raíz de este posicionamiento del medio, el periodista se autocensura. De todas formas, muchas veces, el periodista está posicionado, pero no es una cuestión de generalizar y decir que todos los periodistas están posicionados. El periodista tiene un miedo hacia su medio, tiene un miedo hacia la opinión pública ―que es un miedo a lo que le pueda pasar, y aunque estemos en el año 2012, y no sea lo mismo que hace 10 años, dependiendo de lo que dijera uno podían pasar cosas aquí, tenías que irte del país por recibir amenazas―. L.T. ¿Se ha sentido autocensura alguna vez? A.T. Puede que me haya autocensurado. No me he sentido. Sí que lo he pensado, a veces, delante del ordenador escribiendo: “¿eso lo digo, no lo digo?”. Pero no es a gran escala, es una cosa que yo he sentido conmigo mismo, e igual, más que un tema de autocensura, es un tema ético, es una forma de ver como tu responsabilidad como periodista. Por ejemplo, mi medio no suele hacer llamadas desde Madrid diciendo que una cosa no puede salir. Pero nos llegó hace unos meses un correo diciendo: “no se puede decir que Colombia vive en guerra”. Ahí el medio me censuró, y cada vez que yo tengo que poner que no vive en guerra, es una autocensura. Yo no creo que sea por un posicionamiento político. Yo no me he sentido nunca autocensurado, aunque trabajé en un medio que es una agencia de noticias del estado español, y me podía haber sentido autocensurado. En la misma agencia, Agencia EFE, también trabajé en Barcelona y sí que me sentí autocensurado muchas más veces: en política local de España, había muchas cosas que no se podían decir, y tenías que tener mucho cuidado con lo que ponías. Estás en Colombia, a una distancia… y te da mucha más libertad. En Colombia, el periodista internacional está más protegido que un periodista regional. Pueden secuestrar un mes a un periodista internacional, pero tienes más suerte. Yo no sé si Simone o Romeo sufrían amenazas de una forma así. Llevan 10 años entrando en terrenos y cubriendo conflicto. Siendo internacional sientes una protección especial. No es lo mismo que muera un periodista colombiano que un periodista internacional. A Romeo lo secuestraron un mes, y se vio en todo el mundo. Se movió el Presidente de Francia. Si secuestran a un colombiano, bueno, uno más. Entonces, como periodista internacional te puedes permitir el lujo de publicar cosas que un periodista regional o colombiano no lo puede hacer. Y a no ser que sea algo muy fuerte y muy repetido, tampoco tienes por qué sufrir mucho por tu integridad. L.T. ¿Qué es lo que mueve a un periodista internacional cubrir el conflicto colombiano? A.T. Para mí, el conflicto colombiano sigue teniendo esa vocación romántica de la guerrilla campesina que alzan armas contra el estado opresor, contra esa oligarquía, y que lucha contra la oligarquía y las multinacionales. Esa es la base del conflicto colombiano. Después, es el último conflicto armado con guerrilla marxista de América Latina. Pero en Colombia, acá siguen. Siguen aumentando, siguen siendo muchos, tienen una base social increíble. Y entonces, a un periodista internacional eso le genera curiosidad: una guerrilla marxista campesina en el año 2012 en América Latina. En mi caso particular, también desde Ingrid hasta acá, el conflicto colombiano se ha olvidado de los medios internacionales, se ha perdido muchísimo peso. Después de lo de Ingrid perdió interés el conflicto colombiano. Y entonces para mí como periodista, como corresponsal, en mi responsabilidad hacia la población civil y por la paz, porque en el fondo todos trabajamos por la paz. La responsabilidad de todos es trabajar por la paz en Colombia, y entre eso están mis objetivos: que haya paz y justicia social en Colombia. L.T. ¿Cree que el periodismo aún beneficia a la comunidad? A.T. Debería de beneficiarla. El periodismo beneficia a la comunidad. No me cabe duda. O sea, no me imagino un escenario sin periodismo en Colombia. Aunque seguramente se ha hecho muy mal el periodismo en Colombia. Pero hay medios y después el de masas que da a conocer unas cosas que en el fondo es el cuarto poder. ¿Qué le podía beneficiar más? Seguro. L.T. ¿Es posible hacer periodismo independiente en contextos de guerra? A.T. Sí. Además tenemos ejemplos. El ejemplo es la demostración. L.T. ¿Por qué hacerlo? A.T. Porque no tienes vínculos, ataduras, con un medio que te pueda condicionar. Por tener libertad. Tú eres el responsable de tus propios actos. Tú eres quien decides cómo lo cubres, cuándo lo cubres, con qué lo cubres. Quien va a hacer periodismo independiente es quien tiene una responsabilidad. Alguien que su único interés es trabajar en un medio de comunicación, tiene menos responsabilidad y no se plantea el periodismo independiente. Es decir, quiere ser un peón dentro de un medio de comunicación. Quien se lo plantea es porque ya tiene una vocación y querer aplicar el periodismo como él lo entiende sobre el conflicto. En un conflicto existe mucha responsabilidad, estás cubriendo un conflicto donde muere gente, donde desplazan a la gente, les roban las tierras. Es el máximo exponente de aplicar la responsabilidad. Eso no pasa en otros sitios. Uno se va a otros conflictos en el mundo y la cosa es diferente. Por ejemplo, con el mundo árabe el periodismo independiente tiene más dificultades que en Colombia, porque es más fácil que lo maten y es más difícil encontrar qué está pasando en el mundo árabe. En mi opinión, porque tenemos una especie de pensamiento global orquestado por Estados Unidos, por el mundo occidental, y por Arabia Saudita y Qatar, que lo quieren hacer es caer unos regímenes que había en el Norte de África, el mundo árabe, y el periodismo no se dio a cubrir eso. El periodismo independiente no tiene la capacidad de entrar en estos sitios y diga lo que está pasando. En Colombia hay la suerte de que el periodismo independiente ha podido entrar, ha podido aplicar la responsabilidad ética y supongo que con el objetivo de la paz en el fondo.

Mª Cristina Rivera, Asesora de Comunicación Pública y vocera de los medios de comunicación del Comité Internacional de la Cruz Roja L.T. ¿Cómo protege el derecho internacional humanitario (DIH) a los periodistas en situaciones de conflicto? M.C. Es importante decir que hay: conflictos armados internacionales y conflictos armados no internacionales. Digamos que según el conflicto hay dos categorías distintas. En conflictos armados internacionales se puede hablar de dos figuras: la del corresponsal de guerra, y periodista en misión peligrosa. Y en conflicto armado no internacional la figura del periodista en misión periodista. L.T. ¿Qué es un corresponsal de guerra? ¿Y un periodista en misión peligrosa? M.C. Son dos figuras completamente distintas. El DIH define al corresponsal de guerra como un periodista que está cubriendo con una de las fuerzas militares: está acreditado, estas fuerzas pueden aportar uniforme al periodista, y formar parte del equipo, aunque no sea un combatiente como, por ejemplo, el personal logístico que muchas veces acompaña a las fuerzas militares. Por ejemplo, en caso de estar retenido por una de las partes contrarias tiene que recibir el trato que recibe un prisionero de guerra que solamente existe en los conflictos armados internacionales. Los prisioneros de guerra son los miembros de uno de los dos ejércitos legítimos de dos o más estados que se enfrentan, y el soldado de un ejército que es capturado por el de otro país tiene una protección especial según el Tercer Convenio de Ginebra donde habla de prisioneros de guerra y es un convenio explícito para los prisioneros de guerra. Entonces existe una protección muy larga donde dicen que no pueden ser sometidos a interrogatorios forzados, que deben ser repatriados una vez termine la confrontación entre los dos países, hay una cantidad de requisitos a los prisioneros de guerra. Los corresponsales de guerra tienen ese tipo de protección. El asunto es que hoy no se cubren los conflictos armados con corresponsales de guerra. De hecho, es una figura en desuso, y según entiendo solamente es usado por muy pocos países, entre esos, China.Entonces, los corresponsales de guerra siempre se entienden como los que cubren con una de las partes que están en conflicto: están acreditados, e incluso pueden ser soldados y llevar uniforme. La figura del periodista en misión peligrosa, es la figura que es más común hoy en día. En los conflictos armados internacionales está regulada por una norma del DIH que está contemplada en el Protocolo I adicional de los Convenios de Ginebra, que es el artículo 79 y que básicamente dice: que serán protegidos como civiles, y el DIH tiene un convenio solamente para la protección de los civiles, es una protección muy amplia y a no ser que participen de las hostilidades, eso es importante. Los periodistas en un conflicto armado solamente deben informar, nunca deben tomar un arma, nunca deben pasar información que de una ventaja militar estratégica a otro grupo, porque de lo contrario podrían poner en riesgo esa protección de civiles que les confiere el DIH. En las situaciones de conflicto armado interno, como es el caso colombiano, tenemos la figura de periodistas en misión peligrosa, que lo que quiere decir es que los periodistas gozan toda la protección que gozan los civiles, a la luz de dos instrumentos internacionales, que hay para proteger a los civiles en situaciones de conflicto armado interno: por un lado, el artículo 3 común a los Convenios de Ginebra, y el otro es el Protocolo II adicional. Dicen lo mismo, serán protegidos como los civiles. Hay una norma específica que se refiere a periodistas, que es la norma 34 del DIH consuetudinario, que quiere decir que la costumbre que también es una fuente del Derecho Internacional y es vinculante para los Estados, dice que todos los periodistas en misión peligrosa, o sea en una situación de conflicto armado interno como en Colombia, gozarán de la misma protección que los civiles, a no ser que participen directamente en las hostilidades. Entonces, resumiendo, sí hay unas normas que establecen una protección para los periodistas pero no una protección especial de lo que tenemos los civiles en situaciones de conflicto armado. Entonces, hay una pregunta y es que los periodistas asumen más riesgos, y hay un nuevo fenómeno que se empieza a dar en el cubrimiento, ya no como corresponsales de guerra sino los llamados periodistas incrustados. Estos periodistas incrustados, en caso de que fueran capturados serían prisioneros de guerra ─al igual que los corresponsales de guerra─, tienen la misma protección que los civiles pero el caso es que están asumiendo unos riesgos adicionales, porque están movilizándose como, por ejemplo, en tanques de guerra, helicópteros, que son blancos legítimos. Entonces, en el caso de que un helicóptero de una de las partes enemigas sea tumbado por la otra parte y el periodista muere, no se comete ningún crimen a la luz del derecho internacional, lo que se le llama un daño incidental en el DIH. L.T. ¿Los ataques contra periodistas en situaciones de conflicto constituyen crímenes de guerra? M.C. La tipificación de crímenes de guerra está por el Estatuto de Roma, la que crea el Corte Penal Internacional y también en algunas normas del Protocolo I, y por ejemplo el homicidio en persona protegida que es lo que establece el DIH es un crimen de guerra. Si un periodista es atacado directamente, sabiéndose que era un periodista y aún así lo matan, sí podría considerarse un homicidio en persona protegida. Si un periodista muere en medio de un enfrentamiento sin ser el blanco pero se mete en la mitad del enfrentamiento y muere, se están atacando dos blancos legítimos, y no necesariamente es una infracción al DIH. Si un periodista va dentro de un helicóptero militar y este helicóptero es derribado por la parte enemiga, y el periodista muere, no se constituye una infracción. Para el DIH los blancos legítimos son los militares, o sea el DIH se hace para regular la guerra, no para prohibirla. Entonces lo que dice es que la guerra tiene unas limitaciones, usted no puede atacar un hospital, una escuela, mientras sea utiliza como bien civil, aunque hay casos en los que una escuela sea invadido por el grupo enemigo y ahí hay unas condiciones que pone el DIH, pero lo que establece es que una base militar, y un helicóptero son objetos legítimos de ataque a la luz del DIH. Si tú como periodista que tienes la protección de los civiles, te arriesgas a meterte o a movilizarte en un objetivo militar pueden ser atacados esos objetivos, y tú puedes morir, y lo que se constituye es un daño incidental, no una infracción al DIH. Pero cuando hay un ataque directo, un secuestro, una desaparición de un periodista sabiendo que es periodista, él teniendo su identificación teniendo claro que se trata de un civil, efectivamente se está cometiendo una infracción a las normas del DIH que podría llegar a ser certificada por un juez como un crimen de guerra. L.T. ¿Cuáles son las medidas que el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) toma para ayudar a los periodistas en Colombia? M.C. Nosotros tenemos una línea de protección a periodistas que funciona las 24 horas, y podemos hacer distintas acciones. Hay casos de periodistas que definitivamente están en una zona como, por ejemplo, un caso en Libia de un periodista brasileño que se encontraba desaparecido, su medio no tenía contacto con él, nosotros teníamos que entrar en el terreno y ayudamos efectivamente a que existiera un contacto entre el periodista y su medio de comunicación ─que estaba dando por desaparecido─. En agosto del año pasado, había un grupo de periodistas confinados en un hotel en Libia, por las fuerzas de Gadafi no se les permitía la salida, y el CICR en ese caso tuvo que intermediar como neutral con una de las partes, entró y evacuó a los periodistas del hotel y los sacó sanos y salvos. En el caso de Colombia es similar al trabajo que nosotros hacemos con otros civiles que son objeto de amenazas o de otro tipo de detenciones o de otro tipo de infracciones, entonces en casos puntuales como, por ejemplo, si hay una amenaza en un lugar y nosotros tenemos presencia en ese mismo lugar, podemos pagar los pasajes para que el periodista se desplace a una zona más segura. En el caso más visible, el caso de Romeo Langlois servimos de intermediarios para su liberación, por ejemplo, o como por ejemplo lo hemos hecho con casos sirios militares, y efectivamente todo el tiempo estamos teniendo cursos y capacitaciones para enseñarles a los periodistas las normas del DIH siendo conscientes también que éstos no son suficientes y que son medidas necesarias de autoprotección por parte de los periodistas. L.T. ¿Los medios tienen buena acogida frente al CICR? M.C. Sí. De hecho, llevamos desde el año 2002 más de 45 cursos (cada año hacemos un promedio de 5-6 cursos, algunas veces más) en todas las zonas del país tanto con periodistas nacionales como con periodistas internacionales, pero medios comunitarios en las zonas más alejadas, medios regionales como: Medellín, Cali, etc. Realmente hay una acogida y una necesidad de los periodistas sobre eso, también para hacerlo de una manera más responsable y autoprotegerse frente a los riesgos del conflicto armado. L.T. ¿Cree que limita de alguna forma a los periodistas en su trabajo? M.C. Yo creo que realmente no es la idea y de hecho, nosotros en nuestros cursos y lo que siempre promovemos y lo que queremos hacer el CICR es que es necesario─pese a los riesgos─ cubrir permanentemente el conflicto armado, porque esto ayuda a movilizar soluciones, ayuda a mostrar que se necesitan recursos para las víctimas, ayuda a mostrar muchas cosas que son necesarios mostrar, y de hecho, siempre lo que hacemos es incentivar a que se cubra pero cómo hacerlo para que tú como periodista no asumas un riesgo mayor. De hecho, les decimos que el tema de la autocensura es un fenómeno preocupante que es importante seguir cubriendo el tema. El asunto es cómo hacerlo de mejor forma: si vas a tomar una foto, averiguar antes, y no llegar y sacar tu cámara y que esto pueda generar un riesgo. Simplemente son reglas como del periodismo que te pueden ayudar a hacerlo mejor y también de una manera más segura: ganarte la confianza, respetar a las víctimas, acercarte de una forma respetuosa a sus historias, primero hacer un acercamiento y después tomar la fotografía ─no se trata de no tomarla─, se trata de generar un espacio de respeto hacia la víctima, de ganarte su confianza y después, de una forma respetuosa, hacer este tipo de tomas, de tener contactos antes de meterte en una zona de conflicto, de saber a qué lugar vas, cuál es el contexto, cuál es la realidad, con quién te puedes encontrar, etc. Simplemente, todo ese tipo de consejos, que son consejos prácticos que se les dan, siempre partiendo del principio que hay que cubrirlo, y qué es lo mejor y qué es necesario para alimentar soluciones que las víctimas necesitan que se cuenten esas historias y realmente, ese siempre es el mensaje que creemos, y entonces lo que hacemos es como tener mejores herramientas: primero para analizar el contexto, y segundo, para usted como periodista protegerse frente a las amenazas o riesgos evidentes que hay cuando se cubre un conflicto armado. Eso es lo que se les pide a los periodistas, más que una autocensura.