Las Guerras de Resistencia y de Independencia en el Estado de

Antonio Avitia Hernández México, 2021

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Prólogo

Los diversos pueblos originarios que habitaron y que habitan en el actual estado de Durango, en su mayoría, fueron seminómadas y desarrollaron formas de vida y cosmogonías propias; en su evolución, durante los ocho mil años que transcurrieron desde su llegada a los llanos, los desiertos y las sierras durangueñas. Las muestras del desarrollo de sus civilizaciones se pueden apreciar en lugares como el poco estudiado Observatorio Solar de El Zape, y las ruinas arqueológicas como las de Hervideros y , entre otras. Las guerras interétnicas fueron ocupación frecuente entre los pueblos originarios durangueños y, de algunos de ellos, solo se conservan; el nombre y leves vestigios y referencias tan diluidas que hacen poco posible su identificación. El arribo de los europeos a los territorios ocupados por los pueblos originarios seminómadas del norte de México; en lo que ahora se conoce como Aridoamérica y Oasisamérica, significó un cambio radical en los sistemas de vida y las civilizaciones de los desiertos, los llanos y las sierras. A diferencia de diversos pueblos del sur; del actual territorio mexicano, que se sometieron o que colaboraron con los conquistadores. La mayoría de los seminómadas durangueños no se doblegaron ante la espada, el arcabús y a la cruz españolas. Así, la conquista y ocupación del territorio norteño del actual México, por parte de los europeos y sus aliados indígenas, se vio limitada por las constantes guerras de resistencia, protagonizadas por los pueblos originarios, provocando el constante pueble y despueble de los pocos asentamientos que se lograban establecer en las misiones, presidios, haciendas y minerales, De esta forma, el territorio ocupado por los europeos, durante casi todo el periodo colonial, fue mínimo, por la falta de poblamiento, dada la constante amenaza de los ataques de los insumisos seminómadas, llamados de manera despectiva y discriminadora; Bárbaros del Norte, sobre todo por los crueles y despiadados Bárbaros de Occidente. Las epidemias, el mantenimiento de las guerras, las hambrunas y las sequías, entre otras calamidades, fueron diezmando a los puebos originarios, quienes se vieron

3 forzados a refugiarse en los lugares más inaccesibles; sobre todo en el sur de la actual entidad federativa. En los casi trescientos años que duró la Nueva Vizcaya, paulatinamente la vida de los europeos, los criollos, los mestizos, los indígenas trasterrados y los esclavos negros, entre otros, progresaron; a pesar de los ataques y la insurrección de los pueblos originarios. Una vez que se inició la Guerra de Independencia de la América Septentrional, liderada por Miguel Hidalgo y Costilla, en 1810, los indígenas durangueños tuvieron participación activa en la misma, y se movilizaron contra las tropas realistas, más aún que los criollos y mestizos neovizcainos. Sin embargo, al igual que en sus anteriores guerras milenaristas, la de la independencia novohispana resultó de nuevo en derrota para los seminómadas durangueños. La aprehensión, juicio y ejecución; en la ciudad de Chihuahua, en 1811, del cura Miguel Hidalgo y Costilla; reconocido en la Historia nacional como El Padre de la Patria. La aprehensión, juicio y ejecución de varios clérigos compañeros del cura Hidalgo, en la ciudad de Durango, en 1812. La descubierta conspiración de Chihuahua, de 1814, así como la ocupación de la ciudad de Durango por la tropas del Ejército Trigarante, contra los soldados del Ejército Realista , en 1821. Fueron algunos de los principales episodios que se suscitaron en el territorio neovizcaino, durante la Guerra de Independencia que transformó a la Nueva España en el Primer Imperio Mexicano y posteriormente en la República Mexicana. Los pueblos apaches y comanches lograron sobrevivir hasta la séptima década del siglo XIX, mientras que los coras, huicholes, tepehuanes y mexicaneros han logrado mantenerse vivos hasta la actualidad, en tanto pueblos; ante los gobiernos de los dos imperios y la república mexicana, con sus costumbres, lenguas, religiones y cosmogonías modificadas y alteradas, en medio del inexorable fenómeno cultural mundial del sincretismo. Así; la Guerra de Independencia de México representó; para los pueblos originarios de la entidad, una guerra de resistencia más, en la búsqueda milenarista de la recuperación del terrtorio y sus formas de vida alteradas por la invasión de los bárbaros de occidente.

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Destaca en esta Historia la figura del héroe nacional Guadalupe Victoria, Primer Presidente de la República Mexicana

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1. La constante resistencia de los

pueblos originarios

Los primeros habitantes de Durango Los indicios arqueológicos de los primeros habitantes del actual territorio del estado de Durango, datan de alrededor de 8,000 años, con inmigraciones provenientes posiblemente del Estrecho de Behring y del centro de Mesoamérica. Los inmigrantes se establecieron en lugares como la Loma San Gabriel, entre otros. Una parte del sur y el centro de la entidad, durante el largo periodo prehispánico, es considerada como integrada a Mesoamérica; región cultural en la que se desarrollaron las más visibles civilizaciones previas al arribo de los europeos, como la maya, la zapoteca, la mexica, la olmeca y la teotihuacana, entre otras. En el territorio estatal se consideran como mesoamericanas las culturas: Chalchihuita, Guadiana y Aztatlán. La Chalchihuita se localizó en los actuales municipios de: Poanas, y Súchil. De la cultura Guadiana se han ubicado vestigios en los municipios de Mezquital, Durango, Canatlán, Santiago Papasquiaro, Tepehuanes y Guanaceví. Por su parte la cultura Aztatlán; incluyendo los estados de: Nayarit, Jalisco, y , ocupó algunas regiones durangueñas desde aproximadamente mil años antes del arribo de los europeos.

Otras culturas durangueñas Al momento de su arribo a las tierras norteñas del actual territorio mexicano, los europeos se encontraron con pueblos seminómadas, como los zacatecos,1

1 Zacatecos. Pueblo que se habitó gran parte del estado de Zacatecas, al que le dió su nombre, y que se extendía en la porción central de Durango, incluyendo los actuales Municipios de: Nombre de Dios, Súchil, Poanas, Cuencamé, San Juan del Río y regiones más al Norte, probablemente, hasta cerca de los límites con Chihuahua. Su núcleo principal estaba en los terrenos de Poanas, en donde había rancherías muy pobladas en El Ojo de Agua de Los Berros y en Tuitán, que era una

7 tepehuanes, coras, huicholes, laguneros o irritilas,2 tobosos,3 acaxees y xiximes, entre otros, quienes se asentaban de manera temporal a las orillas de los ríos y los aguajes y que, con sus coas, cultivaban pequeñas parcelas de tierra y practicaban la caza y la pesca por los llanos y las sierras. El maíz, el frijol, el chile y la calabaza eran sus principales cultivos, mientras que; jabalíes, venados, conejos, berrendos, guajolotes, palomas y patos, eran las piezas que cobraban en sus cacerías, y el bagre, el boquinete y los matalotes, los peces que mayormente atrapaban en sus nazas. Sin tener documentos de propiedad, sin establecer poblados fijos o en policía, en el sentido de administración de un pueblo al estilo occidental, y sólo con algunos centros ceremoniales; hasta donde se sabe, las reuniones de los primeros habitantes del territorio, al que los españoles nombraron Nueva Vizcaya y Durango, tenían como motivo principal, celebrar los ritos a las deidades de sus respectivas religiones y hacer la guerra contra los enemigos comunes, o bien, la integración

plaza fuerte, cuyos habitantes estaban en estado de guerra permanente contra los tepehuanes, quienes eran unos vecinos sumamente belicosos. Los zacatecos fueron un pueblo de cultura rudimentaria, ligeramente superior a la de las otras tribus que habitaban la Nueva Vizcaya, pues estaban más arraigados a la tierra que cultivaban para obtener el sustento y su carácter era más apacible, por lo que fueron más fácilmente dominados y absorbidos por la nueva civilización que invadía sus dominios, sin que hubieran habido levantamientos y rebeliones tan sangrientas como las de otros pueblos. El idioma zacateco era también de la familia lingüística mexicana, y desapareció por completo, como desapareció la tribu que lo hablaba. (PASTOR ROUAIX. Diccionario Geográficos, Históricoy Biográfico del Estado de Durango, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1946, pp. 505 a 506.) 2 Laguneros o irritilas. Pueblo que habitó una pequeña porción de territorio del hoy estado de Durango y del de Coahuila, mismo que desapareció totamente desde la época colonial. Ibid. p. 212. 3 Tobosos. Pueblo que habitó la región limítrofe de los estados de Durango, Coahuila y Chihuahua, de cultura rudimentaria, que se iniciaba en el cultivo de la tierra, aun cuando su principal alimentación eran los productos de la caza. Este pueblo fue uno de los que más tenaz resistencia opuso a la dominación española con rebeliones frecuentes, aisladas una veces y otras; secundando a los tarahumaras y demás pueblos vecinos, lo que obligó a los gobernadores de la Nueva Vizcaya en el siglo XVII, a residir en el Real de Minas del Parral por largos años. Las constantes rebeliones de esta nación indígena y los supervivientes se perdieron entre los otros pueblos que habitaron el Bolsón de Mapimí. En la región ocupada por los tobosos y en otras vecinas, las revueltas se dieron a lo largo de todo el siglo XVII y parte del XVIII, en las que estuvieron involucradas muchas etnias. Durante 1616 y 1619 fueron los tepehuanes los que se sublevaron. En 1632 fueron los guazaparis y guarijíos. 12 años más tarde se produjo la llamada rebelión de las siete naciones. Le siguieron los conchos en 1645. Los cocoyomes, ocomes, gavilanes, cabezas y tobosos se levantan en armas entre 1652 y 1660. Entre 1680 y 1698 entran en escena los apaches con sus primeras incursiones. Janos, yumas y chinarras hacen lo propio en 1690. Los tobosos vuelven a revelarse en 1677. Y así continúan, de 1684 a 1690, en 1694, y de 1696 a 1698, produciéndose un alzamiento tras otro. En 1720 de nuevo los tobosos volvieron a la violencia.

8 entre los diversos pueblos. Al respecto, en la narrativa de ficción de Antonio Estrada Muñoz se relata lo siguiente: “Gran suceso fue la aparición de una tropa de navajos y comanches. Llegaron empujados por la sequía en sus llanos y la peste en sus ganados de bisontes. Con todo, no obstante su inclinación a la guerra y a inferir la muerte cual lobos hambrientos, trataron bien a la Tribu. En correspondencia nuestros tatas les tendieron los brazos y su sangre se fundió con la nuestra. A poco, de nuevo en acción nuestra flecha y nuestra maza de piedra. El xixime corajudo pareció haber aprendido la mala entraña de los poderosos del Sur. Luego de poner su sandalia de cuero de jabalí sobre su más cercano vecino, el acaxee, quiso robar la sangre y la leche de nuestra nación para ofrendarlas a sus dioses, también para su propio paladar que gustaba de la carne de hombre y mujer como saborear venado. Fue entonces cuando se nos metió a otro batallar de más cuerpo a cuerpo que el de antes contra los rayos del Sur. Nuestros brazos se endurecieron hasta parecerse a la peña y la paleta del lobo. Pero cuando combate quiso el xixime, derrota y vergüenza le dimos. Cuando prisioneros buscó aquí para vianda suya y de sus dioses, trofeo lo hicimos para ofrendar a nuestros Buenos Espíritus. Tanto y constante reto nos echaron los hombres del Poniente que para contenerlos tuvimos que alzar ciudadelas. Con peñas, ramas de encino y barro armamos casas de defensa en la altura más protegida por el picacho. Eran corrales de altas paredes que guarnecían a nuestras mujeres y a nuestros hijos. Fortalezas con agujeros por todos lados, por donde salían nuestros dardos cargados de ponzoña y mejores alas que sus flechas rojas, hasta hacer correr al traicionero hermano. Así aprendió el xixime a no buscarnos más el cuadril, a no menear más nuestros hormigueros colorados con su vara de coraje. Tuvo que refundirse

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en sus barrancas más hondas, entre nuestras cumbres y el mar de los sinaloas.”4

Los primeros conquistadores y evangelizadores europeos en territorio durangueño Los españoles bajo el mando del conquistador Nuño Beltrán de Guzmán, famoso por su extrema crueldad, fueron los primeros europeos que pusieron pie en tierras durangueñas, en el año de 1531, aunque sin establecer asentamientos permanentes en ese momento. De hecho fue el misionero jesuita Gonzalo de Tapia5 quien, como maestro de campo, obedeciendo las órdenes de Nuño Beltrán de Guzmán, realizó la primera incursión, con fines de asentamiento, a tierras durangueñas. Posteriormente Ginés Vázquez de Mercado, hizo lo propio en los años de 1550 y 1552. Por su parte, José de Angulo arribó en 1553, y el capitán Francisco de Ibarra, en 1554 y 1563. Ellos fueron los jefes de los europeos que incursionaron y establecieron los primeros asentamientos hispanos en lo que es el actual territorio de Durango. “Aunque apenas de fierro resultó nuestra legendaria montaña roja, a su sombra se quedó el español. Levantó casas de duro lodo y piedra labrada y

4 ANTONIO ESTRADA. “Los indomables”, en: Narrativa póstuma, Durango, ICED / Gobierno del Estado de Durango / CONACULTA, pp. 40 y 41. 5 Gonzalo de Tapia, Nacido en León, España, c. 1561 y falleció en Toborapa Sinaloa, el 11 de julio de 1594. Misionero jesuita (SJ) y lingüista, en junio de 1584 zarpó hacia las Indias, entrando en septiembre en el puerto de Veracruz, en la Nueva España. Al año siguiente, se encontraba en Pátzcuaro, ciudad en la que recibió la ordenación sacerdotal, estudiando al mismo tiempo la lengua indígena, el purépecha. Sus superiores le remitieron a ministerios pastorales en las misiones del norte, llegando a Durango, capital de Nueva Vizcaya. El gobernador envió a aquellos jesuitas a Sinaloa, donde Gonzalo de Tapia estableció la primera misión en la costa occidental de México. Tapia continuó estudiando lenguas indígenas, las propias de aquellas zonas, como el tehueco y el guasave, a la que añadió después el y el acaxee. El objeto del estudio de las lenguas fue la utilización de estas, para culminar la evangelización. Tapia publicó un catecismo en lengua acaxee. Informó, también, sobre las peculiaridades de la región donde trabajaba, así como acerca de sus habitantes. Pensando en el progreso de los indios, Tapia se dirigió al arzobispo de México para pedirle su ayuda, inquietudes que expuso también al virrey de Nueva España y a su provincial. Cuando regresó de aquel viaje, este jesuita se estableció en Toborapa, donde fue asesinado por los indígenas, por sus prédicas de religión no compatibles con las religiones locales.

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se adueñó de las tierras y montes que fue hollando su caballo. Nuestros tatas tuvieron que salirle al paso, aunque sólo para recibir más humillación. Después se nos metieron también los misioneros, solamente sacerdote, no sacerdotes-curanderos, como nuestros mayordomos de la religión, tatas de los buenos consejos y la cura del cuerpo al mismo tiempo. Como eran hombres desarmados, las manos en alto y la palabra dulce, nuestros abuelos los dejaron pasar a decir su arenga logrando ganar a media Tribu para su Dios y sus santos: la Virgen y nuestro Señor Santiago, que nos gustó por su porte guerrero, bravo: como el invasor también el caballo, la lanza y los capotes de hierro. Entonces tocó a nuestros tlatollis hacerlo suyo con la misma decisión que los caudillos se enfrentaban de lleno a los comandantes barbados, en uso de sus poderes secretos dieron recia pelea a los misioneros, sobre todo una vez que fue demasiado clara la poca correspondencia a sus palabras de parte de la falsía, el alma negra y el ansia de oro y plata de soldados y paisanos rubios. Decían nuestros sacerdotes a los hermanos bautizados cristianos: “Vamos Ante los dioses nuestros para que nos digan la verdad de esta lucha. Quienes ya duden de nuestros dioses, pidan a los santos cristianos les hablen con sus propias palabras y no por boca de sus misioneros cuál es la verdad de este enfrentamiento”6 Iglesia Católica, Corona Española, colonos y pueblos originarios del territorio durangueño fueron los núcleos centrales de influencia y poder durante la época colonial. A diferencia de lo sucedido en los territorios centrales de la Nueva España, tras la derrota de los náhuas y los mayas; y el sometimiento de otros pueblos, los pueblos seminómadas del norte no fueron totalmente sometidos por la Iglesia, los colonos y la Corona. Así, el establecimiento de la Religión Católica y la entronización de la Corona en los vastos territorios que los hispanos denominaron Nueva Vizcaya tuvo las dificultadas de los frecuentes y severos encuentros violentos con los

6 ANTONIO ESTRADA. Op. Cit. p. 51

11 pueblos originarios, nombrados; de manera discriminada, como los bárbaros del norte de la Nueva España, sobre todo por los bárbaros conquistadores de occidente. La constante resistencia indígena hizo de la Nueva Vizcaya una zona de guerra constante en la que se propiciaba el frecuente pueble y despueble de los poco abundantes asentamientos de hispanos, criollos y mestizos. Sólo las misiones, los reales de minas más productivos y los presidios de las regiones llaneras y semidesérticas del estado se conservaron como núcleos de población novohispana relativamente estable. Si bien, los esfuerzos guerreros y evangelizadores hispanos redujeron a los grupos indígenas insumisos a los terrenos montañosos de la sierra y a las quebradas inaccesibles, sobre todo en el extremo sur del estado, donde aún hoy, sobreviven los mismos: nayeeri (coras), wixárikas (huicholes), O'dam (tepehuanes) y los mexicaneros; pueblos originarios, en una suerte de resistencia cultural y una cosmogonía ajena y diversa a las formas, ritos y mitos de la vida europea colonial y de la republicana mexicana. En el lapso de 258 años; entre 1563 y 1821, a pesar de la resistencia indígena, la mayoría del territorio de la Nueva Vizcaya era formal y nominalmente; para la Corona Española y para la Iglesia Católica, territorio colonial novohispano. “Fueron muchos años de resistencia y a tal grado que ni siquiera nuestros hermanos bautizados se dejaron llevar al trabajo en las haciendas del español, viéndose éste obligado a traer para tamemes al tlaxcalteca, al otomí y también a los antes orgullosos tarasco y mexicano. Al menos para tener contento al pueblo tepehuán más avecinado, le regaló caballos y vacas. Por eso desde entonces somos ricos en estos ganados. Una sola noche no descansaron su arco y su masa nuestros caudillo. Por su parte, con sus secretos poderes nuestros tlatollis enfermaban a los misioneros de la cruz, al grado de hacerles dejar escritas estas duras palabras: “Ninguna raza de infieles nunca ha sido ayudada de tal modo por el demonio contra la evangelización cristiana como estos indios bravos, indios

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indómitos. Nada podemos hacer contra sus maleficios de endiablados hechiceros”.”7

El Estado colonial en la Nueva Vizcaya Como provincia virreinal, la Nueva Vizcaya fue territorialmente mayor que la Península Ibérica; incluía los actuales estados de Durango, Chihuahua, Sonora y Sinaloa, con partes de los de Coahuila, Zacatecas, Nayarit y Jalisco, así como el de en el sudoeste de los Estados Unidos. Esta era la vasta región que fue parcialmente colonizada durante el periodo del dominio hispano, aunque, de hecho, el límite septentrional neovizcaíno nunca fue definitivamente determinado.8 La capital burocrática de la Nueva Vizcaya fue la ciudad de Durango, salvo en un breve periodo, a principios del siglo XVII, cuando la ciudad de Parral substituyó a la Perla del Guadiana como capital neovizcaína. El ejercicio del poder de la Diócesis de Durango, como el del gobierno de la Nueva Vizcaya, con fuerzas paralelas y convergentes en los altos mandos regionales ejercieron su jurisdicción y desplegaron su actividad en un ámbito espacial determinado y diferente, en sus límites y lindes, aunque con la mayoría de su territorio coincidente. Si la base de la creación de la propiedad privada de la conquista en el centro de la Nueva España fue la encomienda, en el norte de la colonia la variante de esta base de creación de propiedad en la jurisdicción europea fue la congrega. La congrega se manifestó como la forma de propiedad legada a hispanos y criollos, sobre todo en aquellos lugares donde no existían poblaciones indígenas estables, mientras que en la encomienda, precisamente el hecho de tener población indígena estable garantizaba la mano de obra para las labores agrícolas, mineras y ganaderas. La congrega consistía en la redada periódica de indígenas nómadas o seminómadas a los que se reducía temporalmente, con objeto de compelerlos al

7 ANTONIO ESTRADA. Op. Cit., p. 52. 8 PORRAS MUÑOZ, GUILLERMO. Iglesia y Estado en Nueva Vizcaya, 1562-1821, México, UNAM, 1980, p.7

13 trabajo, bajo la vigilancia de los miembros de las familias hispanas que ostentaban el cargo de protectores de la congrega. Dada la rebeldía y lo insumiso de los pueblos originarios neovizcaínos, la Corona intentaba realizar la congrega sin violentar a los congregados, empleando la persuasión y no la fuerza, sin hacerles presión como ordenaba la Real Cédula de 1538, o con mucha templanza y moderación, como expresa la de 1531. Para evitar abusos y alentar a los naturales a que se congregaran, en el año de 1560, el Rey ordenó que aquellos indígenas que ingresaran a las nuevas reducciones conservaran sus tierras, en el concepto occidental de propiedad privada, concepto que era poco familiar para los pueblos originarios norteños. Otra forma de poblamiento del septentrión novohispano fue mediante el traslado de miembros de los grupos étnicos naturales sedentarios, colaboracionistas y sumisos, llevados del centro de la Nueva España; indígenas aculturados, como los tlaxcaltecas que, como colonos, constituían un ejemplo de sumisión para los indomables indigenas norteños. Para el establecimiento del poder colonial, los conquistadores crearon también los reales de minas y los presidios militares y, por su parte, los frailes misioneros construyeron las misiones. Estos asentamientos paulatinamente se transformarían en los pueblos como Santa Catarina de Tepehuanes y Guanaceví, desde 1610. La constante guerra contra los indígenas insumisos dio carácter netamente militar al cargo de gobernador de la Nueva Vizcaya, de manera que quien asumiera el puesto, salvo raras ocasiones, debía tener virtudes guerreras. De hecho, la diferencia entre la Nueva Vizcaya y otras provincias fue precisamente su belicosidad y su atraso, en lo que a colonización respecta. La resistencia indígena dificultó también el gobierno de la Iglesia y el territorio neovizcaíno fue la tumba de una buena cantidad de mártires doctrineros de la Iglesia Católica. La misma resistencia provocó múltiples dificultades para el desarrollo de la economía y la ausencia de boato en las celebraciones hispanas y criollas neovizcaínas. La provincia se enfrentó a diversas trabas burocráticas para su defensa y seguridad, en las que, por los límites jurisdiccionales, algunos presidios

14 militares dependientes del virrey, no observaban la obligatoriedad de participación con el Gobierno Provincial Neovizcaíno.9 La inestabilidad de la Nueva Vizcaya reconocida como tierra de guerra, hacia que pueblos indígenas enteros fueran identificados por sus acciones bélicas provocando el despoblamiento de los asentamientos de españoles, mestizos y mulatos, de manera que la conquista efectiva de la Nueva Vizcaya no se concluía por completo. Según Atanasio G. Saravia: “Con toda facilidad se explica que no fuera Durango lugar en que se acumularan grandes fortunas, si no fue en casos realmente excepcionales, los medios de vida y los negocios que más principalmente se ejercitaban eran de cuatro clases: el comercio, que en su mayor escala estaba circunscrito a la capital, o sea Durango; la minería, que se ejercitaba en muy diversas partes del estado, pero luchando contra la dificultad de las comunicaciones y por lo alejados que estaban los centros minerales de los grandes centros de población, y, en muchos casos, de difícil acceso por lo abrupto de los caminos.” De hecho, en la Nueva Vizcaya, la presencia de las pueblos nómadas constituía un serio obstáculo para el desarrollo de las regiones mineras, porque impedían el desenvolvimiento social y en ocasiones el poblamiento mismo. En la jerarquía social de la colonia, los propietarios de minas y haciendas, los comerciantes, las autoridades coloniales y el Alto Clero hispano integraban la cúpula de la pirámide, manteniendo como subalternos a españoles y criollos de propiedades medianas, junto con burócratas y oficiales intermedios que eran el soporte de la endeble y amenazada estabilidad del régimen novohispano, mientras que indígenas y castas; principalmente mestizos, sin acceso a los puestos dirigentes, configuraban la base de la estructura social de la colonia, en la Nueva Vizcaya. Las tierras llaneras más libres de conflictos o agresiones indígenas entraron en el juego de la oferta y la demanda del mercado novohispano y, de ser territorios donde

9 RUIZ MASSIEU, JOSÉ FRANCISCO. “Hacia un derecho eclesiástico mexicano”, en Derecho Eclesiástico Mexicano, México, Porrúa/UNAM/UAA, 1993, p. 32. 40. Ver también: GALAVIZ DE CAPDEVILLE, MARIA ELENA. Rebeliones indígenas en el norte de la Nueva España, XVI-XVII, México, Editorial Campesina, Clásicos de la Reforma Agraria, 1967, p. 23 y PORRAS MUÑOZ, GUILLERMO. Op. Cit. p. 315.

15 trashumaban los indígenas, se transformaron pauatinamente en haciendas agrícolas o ganaderas, reales de minas y tierras misionales. Si bien, los territorios más inaccesibles de la sierra y las quebradas no fueron objeto de la codicia mercantil de los colonos ni de la Iglesia, salvo en aquellos donde se había localizado el oro y la plata como en los casos de Guarisamey y Tayoltita. De acuerdo con la división política novohispana, en 1734: Sonora, Ostimari y las fueron segregadas de la Nueva Vizcaya. La administración virreinal mantuvo hasta 1776 a la Nueva Vizcaya como reino, con gobernación de la Nueva Vizcaya, dividida en dos provincias mayores: de la Guadiana o Durango y la de Chihuahua. Para 1776, con las Reformas Borbónicas, se agrupó a los gobiernos de las regiones septentrionales en una entidad política de más alto rango, e independiente del virreinato que recibió el nombre de Gobierno Superior y Comandancia Interna de las Provincias Internas, dentro del cual quedó incluido el Gobierno de la Provincia de la Nueva Vizcaya. Veinte años después, en 1796, el territorio colonial quedó dividido en 12 intendencias que recibieron el nombre de sus ciudades capitales. Así, la Provincia de la Nueva Vizcaya pasó a ser la Intendencia de Durango. En 1803, la Intendencia de Durango estuvo dividida en 34 partidos y al territorio del actual estado de Durango le correspondieron 16 partidos.

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Mapa de la Intendencia de la Nueva Vizcaya, de 1796 a 1821

Las insumisos pueblos originarios En las partes durangueñas de Mesoamértica y de Aridoamérica, los esfuerzos evangélicos y militares no siempre proporcionaron los resultados esperados de sumisión a la Corona Española y a la cruz católica. Algunos pueblos fueron sometidos a congregas, otros fueron exterminados y no pocos presentaron resistencia armada a la conquista durante todo el periodo novohispano, mientras que otros más preferían el suicidio colectivo, o dejaban de proliferar por el desgano vital, ante las nulas expectativas de su existencia bajo el dominio de los europeos. Como ya se ha mencionado, entre los civilizaciones que habitaron el territorio neovizcaíno se encontraban, con sus espacios geográficos más o menos definidos los pueblos: cabezas, cacaris, cocoyomes, colorados, conchos, coras,

17 apaches,comanches, hinas, humis, huicholes, irritilas, michis, acaxees,10 tarahumaras, tepehuanes, tobosos, xiximes,11 zacatecos y mexicaneros o nahuas, entre otros.

10 Acaxees. Pueblo indígena clasificado entre la gran familia náhua, que habitó el flanco de la Sierra Madre, en la región Noroeste del Estado de Durango, desde las cumbres hasta la llanura sinaloense de las costas, abarcando en Durango los actuales Municipios de Topia, Siánori, Canelas y el de Tamazula, con los extinguidos de Amaculí y Tominil y en el Estado de Sinaloa, todo el territorio que se extiende desde el Río Mocorito por el Norte, hasta el río de San Lorenzo, en donde se confundía y mezclaba con otros pueblos náhuas, como las tebacas y los sabaibos. Estaban limitados por los tarahumaras en el norte, por los tepehuanes al poniente, y por los xiximes al sur. Tenían como centro principal el lugar en que existe actualmente el mineral de Topia, que era el "valle más ancho y más bien poblado de la región”. Era un pueblo guerrero, sanguinario y antropófago, que hacía la guerra por costumbre y por instinto. Enteramente rudimentario en su cultura que apenas se iniciaba en el cultivo de la tierra para cosechar el maíz y el frijol con que se alimentaba, además de la caza y de la guerra que le servía para sacrificar a sus enemigos y comerlos, en medio de un verdadero festín. Según crónicas antiguas que cita el Sr. Lic. Orozco y Berra: "vivían los acaxees junto a los ojos y charcos de agua en pequeñas fracciones y sobre los picachos y mogotes difíciles de trepar, porque, aunque eran de la misma nación y lengua, las rancherías se hacían entre sí continuada guerra”. Iban a la guerra con toda la riqueza que tenían en sus casas de tilmas, chalchihuites, plumeros y armas, que consistían en arcos, flechas, carcajes de pellejos de leones, lanzas de brasil colorado. La macana llevaban atravesada como daga, la tilma cruzada por el pecho y la cara, las piernas y los brazos pintados o envijados de amarillo o de negro: "En la mano izquierda tienen el arco y la lanza y con la derecha flechan y, en cayendo un enemigo, con un hacha que también llevan, le cortan la cabeza y la llevan, si no pueden llevar todo el cuerpo.. "Llegados a sus casas, que son de terrado y con puerta muy pequeña, junto al árbol de zapote que tienen en el patio, sobre una piedra lisa dejan la carne del enemigo muerto, luego desmenuzan el cuerpo y lo ponen a cocer en dos ollas. Dos viejos cuidan del fuego durante la noche mientras los demás bailan con la cabeza del muerto en sus manos”. (…) En 1563, recorrió este territorio Francisco de Ibarra y fundó la población española de Topia, en donde se encontraba la antigua ranchería indígena, comenzando la explotación de las ricas vetas de la comarca. En 1592, el Padre Gonzalo Tapia, llegó a la región y fundó las primeras misiones de jesuítas, que tuvieron a su cargo la evangelización de la tribu, dividiéndose el territorio en 3 partes que se conocieron por las misiones de Topia, aun cuando ya anteriormente existía un convento de franciscanos en el Valle de Topia, probablemente establecido por los frailes que acompañaron a Ibarra, Fray Pablo de Acevedo y Fray Juan de Herrera. Con la explotación de las minas, comenzó la extorsión de los indígenas, que originó sus primeros levantamientos en 1601, los que fueron aplacados por el Obispo Don Ildefonso de la Mota, quien personalmente estuvo en la región, aun cuando sólo fué por muy poco tiempo, pues el año siguiente llegaron los acaxees en son de guerra hasta Santiago Papasquiaro, robando y quemando los reales de minas. Combatieron contra ellos D. Alonso Maldonado, Teniente del Gobernador y el mismo Gobernador de la Nueva Vizcaya, Rodrigo del Vivero. Al tomar posesión del Gobierno de la Nueva Vizcaya, D. Francisco de Urdiñola, en junio de 1603, una de sus primeras providencias fué trasladarse a Topia para conseguir la pacificación de los indígenas, lo que obtuvo por algún tiempo; pero en el año de 1616, el movimiento de insurrección llegó a su mayor actividad, por el levantamiento de los pueblos tepehuanes, a los que se unieron los acaxees, los xiximés y otros pueblos, y todos unidos asolaron las comarcas dominadas por las misiones jesuítas, asesinaron a los misioneros, destruyeron los templos y en marcha triunfal avanzaron sobre Durango, pero fueron derrotados en los llanos de Cacaría, derrota que produjo la dispersión completa de las tribus. La sumisión definitiva de los acaxees se consiguió paulatinamente en los años siguientes, disolviéndose los supervivientes en la masa general de la población con la que muy pocos se habían mezclado, por el carácter indómito de los indígenas. (PASTOR ROUAIX. Op. Cit, pp. 10 a 12) 11 Xiximes. Uno de los pueblos indígenas más belicosos, de entre todos los que poblaron el territorio durangueño. Vivían en la zona de Las Quebradas, en la región que ahora constituye el Municipio de

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De acuerdo con Porras Muñoz: Por la naturaleza indómita de los indios de Nueva Vizcaya no se dio el caso de que cayeran en esclavitud. No fueron suficientes los tres siglos de conquista europea para arrancarles sus hábitos, ni su orgullo de raza, innato y recio, que los hacía considerarse iguales, o quizá superiores, a los conquistadores. Esta actitud contrastaba enormemente con la sumisa y paciente observada por muchos de los pueblos del centro y sur de la Nueva España.

Los indomables tepehuanes Poseedores, entonces, de la mayor parte del actual territorio durangueño, los tepehuanes fueron el pueblo que sobresalió en la resistencia contra la conquista. En tanto etnia seminómada, con sus complicados lazos religiosos y mitológicos que; en su imaginario colectivo, incluyen a Ixcaitungu-Lucero de la Mañana-El Hombre que Manda-El Hermano Mayor- de allí viene el nombre de Ixcai, el gobernador, el que manda. La Estrella Comedora de Huaraches que anuncia la noche, patrona de chamanes y brujos cuyo cuerpo, aún hoy, sigue expuesto en la comunidad y centro ceremonial de Santa María de Taxicaringa, en el municipio de Mezquital. Según la tradición, un gran chiquihuite contiene su esqueleto milagroso. Así, Taxicaringa es el bastión y baluarte principal del tepehuán, el lugar al que, con sólo visitarlo y poner de cerca las partes enfermas del cuerpo, con el poder de la Estrella Comedora de Huaraches, se logra la sanación. Con mitotes, peyotes, ritos y mitos de una complicada religión sincrética, mezclada con el santoral católico; el mundo tepehuán abarca los lugares místicos de San Pedro Xícoras y Cerro Gordo, en los que el Dios y los santos judeocristianos, con todo su poder, lo estoico de sus sacrificios y el martirio de los doctrineros católicos

San Dimas. Se extendieron por el poniente hasta San Ignacio de Sinaloa. Tenían como vecinos: por el norte a los acaxees con los que vivían en una guerra perpetua, pues eran enemigos irreconciliables; al oriente estaban los tepehuanes y por el sur los pequeños tribus de los humes y de los hiñas, que eran ramas del mismo tronco xixime; pero menos violentos. Los xiximes fueron los indígenas que más acostumbraban comer la carne humana y para proveerse de ella salían a cazar acaxees como si fueran venados. Su idioma era de la gran familia lingüística mexicana o nahuatlaca. Dominados por los españoles, fueron los misioneros jesuítas los que trataron de reducirlos y cristianizarlos, sin haberlo conseguido, porque vivieron en constante rebelión hasta la extinción total de la etnia.(Pastor Rouaix. Op. Cit, p. 501)

19 con sus prédicas y sacramentos, se estrellaron contra el muro irreductible del espíritu tepehuán. Según Fernando Benítez: “Arlegui no se explica por qué la luz del evangelio era incapaz de penetrar en las oscuras almas de estos brutos. Creo que el cristianismo de por si sólo compensa la pérdida de su libertad, el hecho atroz de que se apoderen de sus mejores tierras y los obliguen a trabajar como esclavos en las minas y en las haciendas de los blancos.”

La constante resistencia Desde la llegada de los europeos a territorio durangueño, los pueblos originarios iniciaron la constante resistencia contra la Corona Española y la cruz católica. La primera rebelión antihispana fue protagonizada por los tepehuanes en 1539, en Huazamota. En la ocasión, tras la celebración de un mitote en el centro ceremonial de Taxicaringa, los tepehuanes dieron muerte al encomendero Juan de Arco, liberándose de su dominio para recuperar la libertad, en su acostumbrado seminomadismo. En 1579, la rebelión de los tarahumaras, cabezas y cocoyomes tuvo como motivo el intento de impedir que los peninsulares poblaran los terrenos de Indé. Everardo Gámiz da referencia de otra sublevación de tepehuanes en Huazamota, el 4 de agosto de 1584, durante la cual los naturales acabaron con los misioneros franciscanos y quemaron la misión. De inmediato, de Guadalajara, los hispanos enviaron mil de tropa, bajo las órdenes del capitán Juan Salas12 para controlar a los

12 Juan Salas. Capitán español que se encargó de sojuzgar a los indígenas de la comarca de El Calabazal, perteneciente al hoy Estado de Zacatecas y limítrofe con el de Durango. Según algunas referencias contenidas en un antiguo título de tierras, el Capitán Salas se estableció en El Calabazal desde 1555 y se distinguió por su valor y energía, así como por el espíritu de concordia con que trató a los indígenas. En agosto de 1584 se sublevaron los indios de Huazamota y Huaynamota. dando muerte a Fray Andrés de Ayala y a Fray Francisco Gil, y quemando el Convento y la iglesia de Huazamota. El Gobierno de Nueva Galicia ordenó al Capitán Salas que fuera a batir a los rebeldes, a quienes derrotó cogiendo prisioneros a la mayor parte y, en colleras, a hombres, mujeres, niños y ancianos los condujo a Guadalajara. Doce de los cabecillas fueron ahorcados, otros fueron azotados y los demás quedaron como esclavos por poco tiempo, pero la mayor parte murió de hambre o escapó para volver a sus tierras. El Capitán Salas regresó a El Calabazal. (PASTOR ROUAIX. Diccionario Geográficos, Históricoy Biográfico del Estado de Durango, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1946, p. 374)

20 insurrectos y nunca se supo la cantidad de indígenas que murieron durante la represión. En el oeste durangueño, la región de la sierra fue el escenario de la rebelión de los acaxees, en 1591, motivada por la sobreexplotación y el maltrato de que eran objeto por parte de los hispanos. Los acaxees se separaron de las misiones e hicieron de los minerales de Las Vírgenes y San Andrés los objetivos de sus ataques. Ante la insurrección, el gobernador Francisco de Urdiñola aprehendió a las mujeres y descendientes de los bravos acaxees y, en plan conciliatorio, envió comida y regalos a los guerreros indios, quienes, con semejante actitud, reconsideraron su rebeldía.

Fancisco de Urdiñola. Gobernador de la Nueva Vizcaya, sofocó las rebeliones de los acaxees y de los xiximes.

En 1601, los mismos acaxees se volvieron a levantar en Topia y; peleando por su libertad, asaltaron, mataron y asolaron en los minerales. En esta ocasión, el obispo Mora intervino en la pacificación, enviando su mitra y su anillo a los indígenas y, según la tradición, el gesto apaciguador de Mora calmó los ánimos de los sublevados. En adelante, los jesuitas se encargarían del adoctrinamiento de los acaxees.

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La Nueva Vizcaya fue zona de guerra y epidemias en la Colonia, por lo que el exterminio de su población indígena resultó catastrófico, según los cálculos de Peter Gerhard: Entre 1550 y 1800, la población indígena de la Nueva Vizcaya disminuyó de 344,500 a sólo 50,400, es decir que la proporción bajo en razón de 7 a 1. En el municipio de Mezquital, durante el mismo lapso, de 10,000 naturales que había, a la llegada de los europeos, en 1800 únicamente existían 2,000. Por otra parte, en el partido de Durango, de 20,000 originales tepehuanes, en 1800 sólo 1,000 vivían en ese territorio, mientras que paulatinamente, otros grupos étnicos, como los españoles, mestizos y negros progresaban poco a poco, sobre todo mediante la inmigración.13 Las causas de la disminución dramática de la población nativa fueron, entre otras: el excesivo trabajo en las congregas, las epidemias, las sequías, el hambre, el desgano vital, la guerra y la miseria. Gogojito fue el nombre del jefe tepehuán que dirigió la rebelión de los tarahumaras y tepehuanes en 1606. Para someter a los guerreros de Cogojito, 70 españoles, unidos con los laguneros, xiximes y acaxees, pelearon durante dos años hasta que la insurrección de los gogojitistas terminó al momento de la muerte del propio líder.14 Olvidando a sus enemigos comunes peninsulares, en 1607, por problemas territoriales, tepehuanes y tarahumaras se enfrascaron en un conflicto interétnico que fue pacificado por los misioneros católicos, quienes, para ese entonces, ya habían logrado cierta ascendencia sobre los indígenas.

El gran mitote

Misiones, minerales y presidios, paulatinamente fueron transformando la geografía neovizcaína. Para el Gobierno novohispano y la Iglesia católica, el norte de la Nueva España iba siendo domeñado y muchos insumisos se convertían al cristianismo y en las congregas, su fuerza de trabajo era bien aprovechada. Sin embargo, de manera secreta, los shamanes tepehuanes organizaron la gran Rebelión de 1616, bajo el argumento del mesianismo y la redención indiana.

13 GERHARD, PETER. La Frontera Norte de la Nueva España, México, UNAM, 1996, pp. 213 a 214. 14 GALAVIZ Y CAPDEVILLE, MARIA ELENA. Op Cit, p. 121.

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La guerra dio inicio en El Zape, Santiago Papasquiaro, Santa Catarina y Tenexpa, lugares desde donde la insurrección se extendió rápidamente por todo el centro del actual territorio estatal. Españoles y esclavos negros, así como xiximes y acaxees; ahora aliados de los conquistadores, se configuraron como los enemigos de los bravos tepehuanes.15 El terror se apoderó de los hispanos y con miedo irracional masacraron a sus aliados indios en la villa de Durango. Aunque las cifras varían mucho, se calcula que el número de sublevados llegó a 20,000 y el gobierno de la Nueva Vizcaya estuvo fuerte con 1,000 de tropa. El enfrentamiento decisivo entre los seminómadas y los europeos fue en los Llanos de Cacaria; en el actual municipio de Canatlán. En la batalla; la más costosa en vidas humanas en la historia durangueña, 15,000 bravos tepehuanes sucumbieron, ante los arcabuces y los cañones de los hispanos.16 De acuerdo con Antonio Estrada: “Perdió así la tribu; de una vez, a casi todos sus mejores hombres, con un gran desequilibrio entre la población masculina y femenina. El resultado fue una gran baja en la procreación, hasta quedar reducido el grupo a su mínima expresión. Después, aunado esto a la precaria vida en su hostil y reducido territorio, pobre alimentación, epidemias, y enfermedades endémicas, dio como consecuencia que se redujera más aún la población.17

15 Ibid, pp. 122 a 125. 16 RAMÍREZ, JOSÉ FERNANDO. Noticias históricas y estadísticas de Durango, (1849-1850), Durango, Gobierno del Estado de Durango (edición facsimilar de la primera; México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1851), 1994, p. 14. 17 ESTRADA MUÑOZ, ANTONIO. Los tepehuanes, la tribu más desconocida de la República, mecanoscrito inédito, Archivo personal de Antonio Estrada Muñoz, p. 7. Antonio Estrada Muñoz escribió una novela histórica sobre el pueblo tepehuán que se intitula Los Indomables. Ver. ESTRADA MUÑOZ, ANTONIO. “Los indomables”, en: Narrativa póstuma, Durango, ICED, 2011, pp. 27 a 149. (Ver: https://es.calameo.com/read/0042956462c3e70824f3f). También en: https://download1495.mediafire.com/95z5n7niqsmg/6athy8qjr215o8h/Antonio+Estrada+Mu%C3%B 1oz.+Narrativa+P%C3%B3stuma.pdf De acuerdo con Pastor Rouaix: La insurrección más terrible de los pueblos originarios durangueños, ocurrió en 1616, cuando todos las grupos de: tepehuanes, acaxees y xiximes se lanzaron contra los dominadores, arrasando pueblos, destruyendo misiones y asesinando sacerdotes y colonos, en toda la región de Guanaceví, Tepehuanes y Papasquiaro. Al avanzar sobre Durango, (…) en número indefinido, fueron detenidos en el llano de Cacaría por las fuerzas rápidamente organizadas entre los vecinos españoles y mestizos de Durango por el Gobernador Gaspar de Alvear y Salazar en número superior a 500 hombres que; con organización, caballería y mosquetes derrotaron a los indios, salvando a la Colonia de su destrucción y ruina. La relación de este combate peca de la exageración con que se escribía la historia de aquellos tiempos, pues hace ascender el número de los invasores (Desde el punto de vista de Rouaix: los tepehuanes y demás pueblos originarios fueron invasores) a más de 25,000 indios y el de sus muertos en la batalla a 15,000, lo que es absurdo,

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“Finalmente, hijo mío, ojos tiernos que enrojecen por mi mal de viejo que recula hacia el polvo, vino el gran golpe que nos dimos el arco, la flecha y la maza del tepehuán, y el rayo de muerte del invasor extranjero. Nuestros caudillos y los tarahumaras y mayos que se nos unieron, a la cabeza nuestro gran cacique Cuautlatas –“Gavilán Vengador”- , decidieron echar los últimos arrestos contra el maldito español y sus tamemes traídos del sur. En consejo que duró varios días con sus noches acordaron levantar a todos los hombres, aun los muchachos, para ir como un solo carcaj y una sola hacha contra el enemigo hasta su mismo refugio de Durango, como él puso por hombre a Corián. El plan ordenaba primero atacar los pueblos blancos que se habían plantado alrededor de Tomia, en el norte. Una vez pasados a cuchillo y a pica todo español y sus siervos, haríamos polvo las casas de Corián y degollaríamos a todos sus habitantes, hasta limpiar de extranjeros nuestra Tierra Prometida.

pues en un campo abierto las hordas indisciplinadas, se dispersaron y huyeron a mayor velocidad que los disparos de los viejos arcabuces. De cualquier manera, la mortandad de los indígenas durante el combate y después de él, debe haber sido enorme y su efecto moral desastroso, pues produjo la disgregación de los atacantes que carecían de jefes y de organización militar, perdiéndose en las montañas en grupos aislados. En esta rebelión perecieron los jesuítas Hernando Tovar en las inmediaciones de Santa Catarina de Tepehuanes; Diego de Orozco y Bernardo Cisneros, en Santiago Papasquiaro; Luis de Alavez y Juan del Valle en el pueblo del Zape; Juan Fonte y Gerónimo de Moranta en el camino a este pueblo, y Hernando de Santarén, en Tenerapa; además fue muerto el dominico Fray Sebastián Montaño, en el camino de Guanaceví a El Zape. Todos estos asesinatos desde el Zape hasta Tenerapa, puntos que distan 125 kilómetros, ocurrieron del 15 al 18 de noviembre de 1616, lo que demuestra el acuerdo y organización que tuvo este levantamiento. Al mismo tiempo que estallaba esta insurrección en el norte, los tepehuanes del sur se levantaron también y destruyeron el pueblo del Mezquital y los poblados cercanos, con el asesinato consiguiente de españoles e indígenas cristianos; el Gobernador Alvear y Salazar con su portentosa actividad llevó sus pequeñas fuerzas a estas comarcas, con lo que cesó la alarma en que vivían los colonos de Durango, que temían un nuevo intento de ataque por el Sur. En todos los lugares a donde llegaban los españoles había hecatombes de indios, arrasando sus moradas y sus sementeras. Por el Oriente también estalló el polvorín del descontento y los tepehuanes recibieron el refuerzo de las tribus de coahuilas, mezcaleros, baborosigames y colorados, que fueron fácilmente batidos, y solamente en el poblado de Chalchihuitatlán, que se encontraba en el llano de Tapona, a inmediaciones del pueblo actual de Antonio Amaro, hubo resistencia formal y al ocuparlo, ordenaron los españoles la des- trucción completa del caserío, del que todavía se encuentran vestigios y el éxodo de las familias indígenas que se repartieron en distintos lugares. La masa principal de los tepehuanes después de sus derrotas, se perdió en las barrancas del sur del estado, (…) aislados, desconfiados y hostiles a todos los mexicanos; (…) fundaron o se avecinaron en los pueblos de Huazamota, Santa María, San Francisco Ocotán, Taxicaringa, Teneraca, Temoaya, Xoconoxtle, Yonora, San Buenaventura, San Lucas, San Pedro Xícora, Lajas y Milpillas principalmente, mientras otros se remontaban en grupos aislados y levantaban sus chozas en las anfractuosidades de la serranía. (PASTOR Rouaix, Op. Cit, pp. 453 a 454

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Y se cumplió con esta parte, sin perdonar siquiera a los misioneros. Nueve de ellos también fueron acuchillados o derribados por nuestras masas. Al menos por lo que tocó a los pueblos blancos desde Huazamota a las cercanías con el tarahumara, en una sola noche fue muerto todo español e indio del Sur a su servicio. Cinco veces cien fueron sus muertos. Aún los perros de sus casas y ranchos quedaron tendidos junto a ellos. Y quemamos hasta las iglesias y los santos de sus altares. Únicamente faltaba el remate: hacer lo mismo en nuestro antiguo Corián. Pero -una desgracia –gran desgracia que cambió nuestro destino se atravesó en la marcha triunfal de nuestros caudillos y tlatollis. Precisamente uno de los nuestros, un tepehuancito criado por el extranjero, corrió hasta Durango a avisar del golpe que acabábamos de asestar y de nuestro plan de arrasar también esa ciudad, y el español salió a detenernos con cuanto podía y tenía. Sucedió así que al bajar nuestro rabioso ejército al llano de Cacaria, a sólo medio día camino de la capital, los caballos, los hierros y el rayo del invasor, cual ventarrón que fueran, como a hierba seca abatieron a nuestros bravos libertadores. Casi todos nuestros hombres fueron exterminados, en número de quince mil. Perdimos así lo más del alma y el cuerpo de nuestra Tribu. Únicamente nos quedamos los viejos, los niños y las mujeres. En ese llano de Cacaria nos jugamos y perdimos para siempre nuestro destino. No hubo más que refundirnos en el centro de La Sierra, para aguardar el otro final: tarde o temprano la llegada del nuevo, redomado vecino ladino a apergollarnos por el cogote como el gatomontés a la temblorosa codorniz que pensó burlarlo escondiéndose en la hojarasca.”18 Los indígenas sobrevivientes de la guerra se reconcentraron; unos en el actual municipio de Mezquital, donde las inaccesibles quebradas permitían el exilio de los llanos del centro del estado, y otros, en el sur de Chihuahua, poblando Nabogame y Baborigame. Los antiguos centros de población tepehuán del centro del estado

18 ANTONIO ESTRADA. Op. Cit. , p. 61

25 quedaron abandonados y los restos de la etnia se vieron fraccionados definitivamente en tepehuanes del norte y tepehuanes del sur.19 Una vez lograda la frágil paz entre tepehuanes y españoles, en los pueblos comarcanos a la ciudad de Durango, como Santiago Bayacora y El Tunal, se localizaron múltiples pertrechos de guerra, así como una corona, de rica plumería, supuestamente destinada al Señor del Guadiana, futuro gobernante, una vez que fuera liberada la nación tepehuán. Entre 1617 y 1622 se suscitaron diversos conatos de rebelión y los españoles, ante los altos costos de la guerra, optaron por la mediación, más que por la acción. La Nueva Vizcaya continuó siendo zona de guerra y los brotes insurreccionales menores no dejaron de perturbar la paz de los colonizadores. En 1643, los tepehuanes, junto con los salineros, mamites, julimes, conchos y cacazones se rebelaron de nuevo en Mezquital y, en 1645. La rebelión se generalizó en el norte y oriente del estado, en los territorios de: El Tizonazo, Ramos, Cuencamé y San Pedro. Los colonizadores y misioneros sobrevivían en la zozobra. La inseguridad, la drástica disminución de la población indígena y, por consiguiente, de la fuerza de trabajo produjeron el aletargamiento de la economía de la Nueva Vizcaya, mientras que en toda la Nueva España, sucede algo parecido y; en 1650, la población novohispana se calcula en sólo 1,500,000 habitantes; en el episodio que significó la peor catátrofe demográfica en la Historia de la humanidad, en el que en solo un siglo la población disminuyó en una proporción de 20 o 25 milones de personas que; previo al arribo de los europeos, habitaron Mesoamérica, a solamente un millón y medio; incluyendo a los españoles, criollos, mestizos, negros y castas. Las matanzas de españoles, mestizos, negros y grupos indígenas; llevados de Tlaxcala, del Estado de México y de Michoacán, a trabajar los minerales serranos durangueños se multiplicaron, por parte de los tepehuanes, como producto de su empeño por no dejarse dominar. Resultaba pues imposible, para los colonizadores, servirse de tan insurrectos nativos. La Nueva Vizcaya no era terreno seguro para

19 MASON, J. ADEN. “Notas y observaciones sobre los tepehuanes”, en: Hinton, Thomas B. Coras, Huicholes y Tepehuanes, México, INI, 1971, p. 138.

26 extranjeros. Ante el carácter indómito de los tepehuanes, el Gobierno Colonial sin obtener resultados, optó al fin mejor por dejarlos en paz y no trabar más contacto con ellos. En el siglo XVIII, las relaciones entre indígenas, españoles y Clero no varían mucho, aunque el avance lento de la conquista es irreversible. Así, en 1717, en un nuevo intento, los tepehuanes de Huazamota se enfrentaron a los colonos españoles y a un cacique nayarita, aunque al siguiente año fueron sometidos. Los pleitos coloniales se extiendieon al nuevo orden borbónico, y los parcialmente aculturados indígenas, evolucionando en el sincretismo religioso, adoptan parcialmente los sistemas de gobierno español desde finales del siglo XVII y la figura del gobernador indígena sustituye o cambia el nombre al tradicional indígena. Sin embargo, indios y mestizos permanecen apartados de los puestos de la administración pública colonial y sin posibilidades de acceso a la educación occidental, excepto a la catequesis, hasta que, el 11 de septiembre de 1766, por Cédula Real, se dispone su aparente igualdad, su acceso a los colegios hispanos y la promoción, de acuerdo a sus méritos y capacidades, a los puestos públicos u oficiales. Lo que fue la Ley no se hizo de hecho y en la Nueva Vizcaya la acción guerrera marcaba la línea infranqueable de distanciamiento entre las naciones indígenas y el mundo colonial. Aunque los tepehuanes estaban voluntariamente en paz.

Los apaches en Durango Algunos de los pueblos nómadas y seminómadas del norte de México y el sur de los Estados unidos, nombrados por los criollos, mestizos y peninsulares como indios bárbaros, entre los que se incluían: apaches, comanches, lipanes, mezcaleros, chiricaguas, coyoteros y tontos; entre otros, aunque fueron desplazados de sus territorios, nunca se sometieron al dominio español durante la Colonia y representaron uno de los principales problemas para el establecimiento del poblamiento, al gobierno virreinal y la Iglesia Católica en el norte novohispano y en casi toda la Nueva Vizcaya.

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En 1777, Hugo O’Conor informaba al gobernador Teodoro de Croix, que la guerra que se hacía en Nueva Vizcaya a los apaches, desde 1740, continuaba con porfía. Por años habían caído los apaches sobre los pueblos de indios y españoles causando destrozos, muertes y otras clases de daños, por lo que muchos ranchos y haciendas, habían quedado despoblados. O’Conor calculaba las pérdidas de la Nueva Vizcaya, en los años de guerra, en 12 millones de pesos y pasaban de 4,000 los muertos de uno y otro sexo20 y; a fines del siglo XVIII, los indios dieron muerte a 1963 personas, despoblaron 116 ranchos y colonias de ganado. Los riesgos del poblamiento hispano neovizcaíno, tanto para clérigos, como para colonizadores, son demasiados y la pérdida de vidas, trunca muchos de los esfuerzos de asentamiento, sobre todo en las regiones serranas. En el siglo XVIII, en los actuales estados de: Chihuahua, Nuevo León, Sonora y Durango, los gobiernos locales combatieron a los desplazados apaches y comanches, mediante el establecimiento de los presidios y las columnas volantes de soldados realistas. Al inicio del México independiente los soldados de los presidios dejaron de percibir sus haberes y, por lo mismo, la aparente seguridad realista desapareció.21

20 VELÁZQUEZ, MARÍA DEL CARMEN. El Marqués de Altamira y las Provincias Internas de la Nueva España, México, El Colegio de México, Colección Jornadas # 8, 1976, p. 108. 21 A partir de los años treinta del siglo XIX, las incursiones de los apaches hacia los estados del norte de México se multiplicaron y llegaron hasta Zacatecas. En Durango sólo los terrenos de Mezquital, Pueblo Nuevo y San Dimas estuvieron exentos del ataque de los comanches y los apaches.21 De esta suerte, el 29 de agosto de 1847, los apaches se hicieron presentes en la propia capital del estado de Durango, en donde realizaron múltiples agravios. Así como destrozos a los bienes materiales y a la población civil. Además de conformar fuerzas de combate contra los apaches, los gobiernos de diversos estados establecieron las llamadas contratas de sangre, sistema mediante el cual, en Durango, a partir del 13 de julio de 1849, se pagaba a los civiles, en primera instancia, cien pesos y, posteriormente, doscientos pesos, por cada cabellera de apache que entregaran. Sin embargo la instauración de las contratas de sangre propició que se organizaran algunos grupos de cazadores de cabelleras, como los dirigidos por los estadounidenses: capitán Box, capitán John Dusemberry y Thomas Cloaland quienes, con sus tropillas de aventureros estadounidenses, se dedicaron a escalpar a los indígenas del estado, sin importar a qué pueblo pertenecían, siendo el caso de que, en muchas ocasiones, las cabelleras que entregaban al gobierno estatal eran de indígenas no apaches, sino de pacíficos: tarahumaras, tepehuanes, coras, huicholes o mexicaneros. Homicidios, incendios, masacres, robo de ganado, secuestros y violaciones fueron los delitos más frecuentes durante las incursiones indígenas; de apahes y comanches, a los poblados mestizos y criollos, mientras que los cazadores de cabelleras hacían lo propio en poblados indígenas. Ante el incremento de la delincuencia y la ausencia de gobernabilidad en el territorio estatal, en las décadas de los 1840’s y 1850’s, el gobierno organizó diversas partidas militares para combatir a los apaches, en situación de guerra irregular, algunas de estas partidas fueron dirigidas por los jefes:

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El ocaso colonial En las postrimerías del dominio colonial, las relaciones entre la Iglesia y la Corona; con constantes intervenciones mutuas, en sus respectivos ámbitos de poder. aunque sin enfrentarse de manera directa, cuestionaban entre si la hegemonía de ambas instancias. Con el escenario de la guerra constante con las pueblos seminómadas de apaches y comanches y de la limitación serrana de los tepehuanes, el territorio central de Durango, estaba ocupado y fraccionado a conveniencia de la misma Iglesia y la Corona. De hecho, la Iglesia se transformó en la institución poseedora de una buena cantidad de propiedades urbanas y rurales con un valor estimado en tres millones de pesos y con diversas transacciones hipotecarias y financieras que llegaban a los 45 millones. La Corona, por su parte, incrementó sobremanera la exacción a los habitantes coloniales, poniendo énfasis en los gravámenes a la Iglesia. De esta manera, en 1804, con la Real Cédula sobre enajenación de bienes y cobro de capitales de capellanías y obras pías para la consolidación de vales reales, la Corona obligó a la Iglesia a realizar diversos movimientos financieros sobre sus propiedades e hipotecas, para cubrir los impuestos reales que afectaron también a los pocos pequeños propietarios. La cantidad de dinero que la Iglesia transfirió a la Real Hacienda durante el lapso que el decreto estuvo vigente; entre 1804 y 1809, se calculó entre 10 y 12 millones de pesos. El incremento de los gravámenes disminuyó el poder económico de la Iglesia y de su financiamiento a la agricultura en la Intendencia de Durango. En este contexto, establecidos en la región interétnica del suroeste del estado de Durango, compartiendo territorios con coras, huicholes, y mexicaneros; los tepehuanes del sur, durante el ocaso colonial, comenzaron a reconsiderar la

Mariano Odriozola, José Manuel Aponte, Francisco Padilla, Antonio Rico, Antonio Cepeda, Francisco Narbona y el capitán estadounidense Fox. Para noviembre de 1856, todavía tres de los bastiones de defensa en el estado de Durango; Cuencamé, Santiago Papasquiaro y El Oro, reportaron 34, 102, y 68 bajas respectivamente, por los ataques de los apaches.

29 erección de su nación y la recuperación de sus territorios. Según los testimonios del franciscano padre Colombano, primer sacerdote asignado a la Iglesia de Santa María Ocotán, para 1807, los tepehuanes habían forjado una nueva religión y un nuevo culto, apoderándose totalmente del templo católico. Sin poder efectivo de la Corona y sin ministros de la Iglesia en sus zonas, en 1808, los gobernadores indígenas del sur de Durango iniciaron una conspiración independentista que involucró a los poblados indígenas de Mezquital, Huazamota, Santa María Ocotán, Temoaya, Taxicaringa, Santiago Teneraca y Xoconoxtle, entre otros. Denunciada la conspiración, los jefes: José Domingo de la Cruz; mezquitaleño,22 y José Tomás Páez; huazamoteco,23 víctimas de la intriga, fueron aprehendidos por las fuerzas adictas a la Corona. Los conspiradores fueron investigados, sin que se pudieran comprobar cargos en contra de ellos, aunque la vigilancia de la zona y sus habitantes se hizo cada vez más tenaz, frecuente y estricta. En 1810, la Intendencia de Durango fue dividida en 34 partidos, contaba con 40 curatos, 27 misiones, 153 clérigos, 63 frailes y 177,400 habitantes en su territorio de 16,873 leguas cuadradas, con una densidad de población de 10 habitantes por legua cuadrada.24

Los tepehuanes insurgentes Previo a los levantamientos de mestizos y criollos novoshipanos, en 1810, se suscitó; ademas de las ya mencionadas acciones libertarias de los diveros pueblos

22 José Domingo de la Cruz Valdes. General de los tepehuanes y gobernador indígena del Mezquital a quien, desde 1808, se le consideró involucrado en el movimiento de independencia, junto con los caciques y pueblos originarios del sur de Durango. En 1812 se le instruyó proceso por rebelión. Aunque se ignora el resultado del juicio. Se supone que el gobierno colonial se abstuvo de actuar en contra de De la Cuz, por la gran ascendencia que este tenía entre la población indígenas. (PASTOR ROUAIX. Diccionario Geográficos, Histórico y Biográfico del Estado de Durango, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1946, p. 110). 23 Tomás Paez. Gobernador de los tepehuanes de Huazamota. En el año de 1808 tomó parte en una conspiración, de acuerdo con un centro rebelde de la capital del Virreynato, misma que, al ser descubierta, dio origen a una pertinaz persecución por parte del gobierno colonial. Sin embargo, las acciones del gobierno contra Paez se vieron limitadas, considerando el peligro que resultaría al atraer la ira de los adeptos al líder por su gran ascendencia entre los indígenas. (PASTOR ROUAIX. Op. cit. p. 302) 24 Una legua lineal equivale a 5,000 varas, o sea: 4,190 metros. Así, un legua cuadrada tiene 17,556,100 metros cuadrados.

30 indígenas, a lo largo del periodo colonial, el caso de: varios personajes aislados como El “trastornado mesías de Durango”.Así llamó Eric Van Young al indio José Bernardo Herrada, quien fue capturado y sometido a un largo proceso por la justicia de San Juan del Río en 1800, para luego pasar, un año después, a manos del gobernador intendente Bernardo Bonavía25 por haber sostenido que su misión entre los indios de ese pueblo era “llamar a los indios del norte a la inminente coronación de su padre, el gobernador de Tlaxcala, como rey de la Nueva España” y haber estado interesado en recolectar tanto dinero como le fuera posible de los fondos comunales de los pueblos y de los fondos piadosos. De hecho —asegura Van Young—, es difícil afirmar a partir de los registros si era “un criptomilenario, un artista del timo, un loco, o todo combinado.” Lo cierto es que Herrada causó un gran revuelo en un ambiente ya de por sí plagado de tensiones y paranoia, como el que imperaba en toda la frontera norte de la Nueva España debido a las constantes amenazas de insurrecciones indígenas y de invasión de las tropas de los Estados Unidos. La reacción de las autoridades provinciales no fue para menos, pues el testimonio de Herrada era abiertamente sedicioso, como bien advierte Young: “predicaba una especie de milenio indio en donde la soberanía efectiva habrá de pasar de manos de las autoridades coloniales blancas a la de los indios de la Nueva España, en la persona de un monarca indio.”26 En octubre de 1810, con afán antihispano y secundando al levantamiento insurgente del cura Miguel Hidalgo, se suscitaron diversos brotes independentistas en San Andrés de Teúl, Zacatecas, mismos que se vinculan con el de Huejuquilla El Alto, Jalisco y el de Huazamota, Durango.

25 Bernardo Bonavia y Zapata. Brigadier español, Intendente de la Nueva Vizcaya; de marzo de 1796 a 1809, año en que salió para Texas. Volvió en noviembre de 1810, con el carácter de Gobernador y Comandante Militar, permaneciendo hasta el año de 1818; en esta segunda etapa desplegó gran actividad para organizar la campaña contra los insurgentes y realizó encarnizadas persecuciones contra aquellos que consideró simpatizadores de la Independencia. En todas las comarcas había compañías y fuerzas volantes que recorrían constantemente el te¬rritorio, cometiendo no pocos atropellos, que exasperaron a varios pueblos, especialmente a los del Sur del Mezquital, que en su mayoría se insurreccionaron. (PASTOR ROUAIX. Op. Cit. p.59) 26 JOSÉ DE LA CRUZ PACHECO. ROJAS. “Independencia y autonomía en la intendencia de durano, 1808-1824”, en: ANA CAROLINA IBARRA (COORD). La independencia en el septentrión de la Nueva España: Provincias internas e Intendencias norteñas, México, UNAM, 2010, pp. 118.

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En el mes de noviembre, el cura de Mezquital denunciaba la conspiración insurgente de los pueblos tepehuanes de San Francisco de Mezquital, San Miguel Temoaya, Santa María Taxicaringa, Santa María Ocotán, San Lucas de Xalpa, Huazamota, Lajas y Milpillas, entre otros asentamientos de la sierra. Sixto José de Córdova fue el capitán enviado por el mariscal del Ejército Insurgente José Rafael de Iriarte27, para reclutar rebeldes y para coordinar la revuelta tepehuán, de apoyo a la insurgencia novohispana o de la América Septentrional. Everardo Gámiz, da fe de diversos disturbios y escaramuzas en Temoaya y Taxicaringa, de múltiples aprehensiones y de una sistemática represión realista contra los alzados tepehuanes. Por su parte, criollos y peninsulares neovizcaínos, bajo la dirección del gobernador intendente Ángel Pinilla Pérez,28 manifestaron abiertamente su apoyo a la

27 José Rafael Iriarte. Se integró a la milicia realista como militar de bajo rango. Se le conoció con el apodo de "Cabo Leiton" fue escribiente de la comandancia militar de San Luis Potosí, sirvió bajo las órdenes de Félix María Calleja. Al estallar la Guera de Independencia, mediante el grito de Dolores, se unió a los insurgentes, recibió el grado de coronel, por parte de Miguel Hidalgo. En septiembre de 1810 comenzó a ganar adeptos en León y Lagos, entre ellos al hacendado Pedro de Aranda. Propagó la rebelión en Zacatecas, se entrevistó con el doctor José María Cos en Aguascalientes a quien le explicó las causas del movimiento insurgente. A partir de ese momento, Cos se unió a los insurgentes. Iriarte se dirigió a San Luis Potosí, lugar en donde permitió el saqueo y capturó a la esposa de Calleja, Francisca de la Gándara. Más tarde la intercambió en Aguascalientes por su propia esposa, quien a su vez había sido hecha prisionera por los realistas. Ignacio Allende e Hidalgo le solicitaron a Iriarte, ayuda para que los apoyara en la batalla de Puente de Calderón, sin embargo Iriarte no acudió en su ayuda. Al reunirse con los generales insurgentes le quitaron el rango militar. Iriarte logró escapar de la emboscada perpretada por Ignacio Elizondo en Acatita de Baján. Cuando se reunió con Ignacio López Rayón, en Saltillo, éste lo hizo fusilar, por considerarlo traidor; de acuerdo con las instrucciones previas que había dejado Allende, quien sospechaba de una posible traición de su parte, por no acudir al llamado de Guadalajara y por haber liberado a la esposa de Calleja. 28 Ángel Pinilla Pérez. Español que llegó a la Nueva Vizcaya con nombramiento de Asesor. Letrado, y que por la ausencia del Gobernador de las Provincias Internas, don Bernardo Bonavia, quien residió varios años en Texas, desempeñó el cargo de Gobernador de Durango desde 1809. Se distinguió por su devoción a la causa de su Rey y su Patria al ocurrir la insurrección por la Independencia; extremando las medidas de represión, de espionaje y de defensa, lo que hizo que el movimiento libertador no adquiriera en Durango la importancia que tuvo en el centro del país. Con el carácter de Asesor Letrado le correspondió el proceso de los clérigos y religiosos compañeros del padre Hidalgo, aprehendidos con él en Acatita de Baján, los que fueron conducidos a Durango, que era la sede del Episcopado, para que allí se les formara la causa; Pinilla los sentenció a la pena de muerte fusilándolos por la espalda como traidores al Rey, a la Patria y a la Religión; pero para que esta sentencia pudiera ser ejecutada se requería la degradación previa, que debía ordenar el Obispo; y hay datos para asegurar que el Señor Olivares y Benito se opuso enérgicamente a decretarla, por lo que hasta después de su fallecimiento, ocurrido en febrero de 1812, pudo aplicarse, consumándose el fusilamiento; el 17 de junio de 1812, en las personas de los clérigos don Ignacio Hidalgo y Muñoz y Mariano Balleza, y en la de los frailes Pedro de Bustamante, Carlos Medina, Bernardo Conde e Ignacio Jiménez. El Ayuntamiento de la ciudad de Durango acordó premiar la labor del Asesor con

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Monarquía, sin vacilar en la utilización del recurso de la guerra, a la cual, toda la provincia estaba ya acostumbrada. Cerrando filas, Pinilla presionó a sus aliados y procesó a varios sacerdotes, por no predicar con suficiente fuerza en contra de los insurgentes. Con el temor incrementado por las batallas insurgentes en el centro de la Colonia, los monarquistas durangueños organizaron compañías volantes para patrullar los poblados del sur del estado en los que había insurrección, como: Mezquital, Xoconoxtle, San Miguel Temoaya, Santa María Taxicaringa, Santiago Teneraca, Huazamota, San Antonio de Padua, San Lucas de Xalpa, San Pedro Xícoras y San Buenaventura. Con pocos datos sobre la guerra insurgente, Everardo Gámiz refiere que: “La independencia en el norte del país había sido proclamada en el rancho de Porfías, del municipio de Pánuco de Coronado, por el capitán José Gerónimo Hernández29 quien, con unos 400 hombres, presentó batalla a un Ejército Realista de 6,000 hombres en los llanos de Tapias, municipio de Peñón Blanco, la mañana del 25 de diciembre de 1810. Este capitán, después de su derrota, se internó, a seguir revolucionando en los partidos de Nombre de Dios y Mezquital y montó una fundición de artillería en el pueblo de Jacales, en territorio tepehuán.” Continuando con la participación de los tepehuanes del sur en la insurgencia novohispana, el 11 de mayo de 1811, Manuel Pastrana, gobernador tepehuán de Huazamota, junto con Felipe Gervasio y otro indígena de apellido Aguilar, fueron

una medalla de oro que tenía en el anverso el escudo de la ciudad y en el reverso una inscripción alusiva, condecoración que le fué impuesta en sesión del 10 de agosto de 1817, después de haber obtenido la aprobación expresa de Fernando VII. Pinilla permaneció en Durango hasta la consumación de la Independencia con la toma de la plaza por el General Pedro Celestino Negrete. (PASTOR ROUAIX. Op. Cit. p. 325). 29 José Gerónimo Hernández. Capitán que; perseguido por sus ideas de libertad, se lanzó a la revolución proclamando la Independencia en el rancho de Porfías, del actual Municipio de Panuco de Coronado, el 25 de diciembre de 1810, y con 400 hombres mal armados que pudo reunir, presentó combate a varios millares de realistas en el llano de Tapias, en el que fue derrotado. Posteriormente se internó en la región del Mezquital donde estableció una fundición de artillería. En 1821 se incorporó a las fuerzas del general don Pedro Celestino Negrete, concurriendo al sitio de la ciudad de Durango y; al triunfo de los insurgentes, con la toma de la plaza, el 6 de septiembre de aquel año. Fué premiado su patriotismo con el grado de Coronel. Fué notable también por haber sido el iniciador de la construcción del templo de Los Angeles en 1809, obra que se continuó con toda constancia hasta mediados del Siglo XIX. Ibid. p. 196.

33 aprehendidos; con cargos de infidencia y sedición y condenados a diez años de presidio. “El 19 de junio de 1817, estos reos pasaron al presidio de San Buenaventura. A pesar de los reveses que el movimiento de Hidalgo sufrió, los tepehuanes todavía estaban levantados para 1813. En una de las batallas que los realistas tuvieron contra ellos quedó malherido el capitán Miguel de Ochoa30, quien falleció al poco tiempo. En otro combate sostenido por el alférez Cornelio Blanco31, al parecer el 17 de febrero, estuvieron implicados los tepehuanes de San Miguel Temohaya, acaudillados por el capitán Lorenzo Galindo,32 el alférez José Antonio Galindo, el sargento Francisco Moreno, José Andrés Barraza,33 Pablo Galindo, y otros que se encontraban en diferentes lugares como: el gobernador Ramón Montiel, Aguilar de los Reyes, Valentín Barraza, Domingo Gurrola y Laureano Ramos. En la indagatoria de los hechos realizada por el alférez Miguel Carrasco,34 comandante del destacamento de ese poblado. Se supo además que el movimiento abarcaba todos los poblados de las regiones de Mezquital, Taxicaringa y Lajas, que actuaban formando gavillas remontadas en la sierra. De los 42 tepehuanes apresados por Carrasco, fueron condenados a ser pasados por las armas: Lorenzo Galindo, José

30 Miguel de Ochoa. Capitán realista quien, en 1811, sustituyó al capitán José María Rocha, en el mando de la División del Mezquital, integrada por todas las Compañías Militares de lo pueblos del Partido de El Mezquital. 31 Cornelio Blanco. Alférez realista que combatió encarnizadamente a los indígenas insurgentes de la región de El Mezquital y que, en unión del alférez Cristóbal Rodríguez, fue completamente derrotado en Taxicaringa, el 17 de mayo de 1813, por un grupo de insurgentes tepehuanes. 32 Lorenzo Galindo. Capitán indígena quien, por estar complicado con los insurgentes, fue aprehendido en el pueblo de Temoaya, municipio del Mezquital y fue sentenciado a muerte; fusilado por el capitán realista Miguel Carrasco, en dicho pueblo, la mañana del 19 de mayo de 1813. Con el capitán Lorenzo fueron aprehendidos los indígenas Pablo y Antonio Galindo por el mismo delito de insurrección contra el Gobierno Español, y fusilados los tres el mismo día. 33 José Andrés Barraza. Uno de los jefes indígenas insurgentes que fueron parehendidos en Temoaya por el capitán Miguel Carrasco, después de la derrota que los tepehanes infligieron en Taxicaringa a los alféreces Cristobal Roríguez y Cornelio Blanco el 17 de de mayo de 1813. Los insurgentes aprehendidos por Carrasco fueron sentenciados a muerte y fusilados el 19 del mismo mes en la plaza de Temoaya. Ibid. p. 50. 34 Miguel Carrasco. Alférez. Jefe de Destacamento realista de Temoaya que persiguió con saña a los indígenas insurgentes. Después de que éstos derrotaron cerca de Taxicaringa, el 17 de mayo de 1813, a las fuerzas de los Alférez Cristóbal Rodríguez y Cornelio Blanco. Tuvo conocimiento de que se proyectaba un levantamiento general de los pueblos indígenas y, para reprimirlo, aprehendió a 42 naturales de Temoaya, a los que sometió a un Consejo de Guerra, en el que e l mismo Comandante Carrasco, fungió como Juez. Fueron condenados a muerte: Lorenzo, Pablo y Antonio Galindo, el Sargento Francisco Moreno y Andrés Barraza, sentencia que se ejecutó el 19 de mayo de aquel año a la vista del pueblo para escarmiento.

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Antonio Galindo, Francisco Moreno José Andrés Barraza y Pablo Galindo. Otros más fueron llevados prisioneros al Mezquital. Por otra parte, José Ramón Montiel, Aguilar de los Reyes, José Francisco de los Reyes, el general Domingo de la Cruz Valdés y su hijo Tiburcio, a pesar de haber tenido una actuación ambigua, fueron puestos en libertad al serles más útiles a los realistas como aliados.35 José María Gutiérrez, Salvador Parra, el cura Telésforo Alvarado, José Camacho, un indígena de apellido Ortega, Miguel Gómez Portugal, Rafael Saucedo, Jesús Costilla y José María López fueron otros líderes insurgentes que conspiraron o actuaron en Pueblo Nuevo, Topia y Mezquital. Especial mención merece Torcuato Medina, toda vez que este personaje estableció contacto con agentes franceses de Napoléon Bonaparte, que fueron enviados para insurreccionar a la Nueva España en beneficio de los intereses del Imperio Napoleónico.36 Por su parte, los realistas incrementaron sus fuerzas con soldados reclutados, en diversos partidos, mediante la leva, o con trabajadores voluntarios transformados en soldados. Finalmente, los esfuerzos insurgentes de los tepehuanes y sus aliados, en vínculo con la gran guerra de independencia de la América Septentrional, liderada inicialmente por el cura vMiguel Hidago y Costilla, terminó en derrota para los contrarios a la Corona Española. De los pueblos: cabezas,37 cacaris, cocoyomes, colorados, conchos, coras, apaches, comanches, hinas, humis,38 huicholes, irritilas, michis, acaxees,

35 VALLEBUENO GARCINAVA. MIGUEL. “La rebelión de Independencia en Durango”, en: RODRÍGUEZ LÓPEZ, MARÍA GUADALUPE Y MIGUEL VALLEBUENO GARCINAVA (coordinadores) Historia de Durango, Tomo 2: La Nueva Vizcaya, México, 2013, p. 607. 36 JOSÉ DE LA CRUZ PACHECO. ROJAS. Op. Cit. pp. 126 a 131. 37 Cabezas. Pueblo originario que; para la época en que se inició la conquista de la Nueva Vizcaya, habitaba parte de los municipios de San Bernardo, Indé y Villa Hidalgo y una corta extensión del Estado de Chihuahua. Su principal centro de población fué el hoy pueblo de San José del Tizonazo. Esta etnia secundó casi siempre las rebeliones de los tepehuanes, conchos, tarahumaras y cocoyomes, distinguiéndose por su osadía y por su carácter indomable. Sus costumbres e idioma los relacionaban estrechamente con los tarahumaras. Los cabezas desaparecieron por completo. .(PASTOR ROUAIX. Op. Cit., p. 65) 38 Hinas y humis. Pueblos originarios que habitaron las márgenes del Río Humace, hoy Río Piaxtla, en las quebradas de la región de San Dimas y el sur de Tamazula y porciones cercanas del estado de Sinaloa. Eran semejantes en sus costumbres a los xiximes, aunque menos belicosos. Sus principales centros de población fueron: Huaimino; nombrado posteriormente San Javier, Queibos y Tepuxtla, entre otros. (PASTOR ROUAIX. Op. Cit., p. 200)

35 tarahumaras, tepehuanes, tobosos, xiximes, zacatecos y mexicaneros o nahuas; solo los apaches, comanches, coras, huicholes, mexicaneros y tepehuanes lograron sobrevivir al periodo colonial, sin someterse parcial o totalmente al dominio español. Los apaches todavía se sostuvieron; en su interminable guerra de resistencia, contra los criollos y mestizos de los dos Imperios Mexicanos y de la República Mexicana hasta la séptima década del siglo XIX; en medio de la constante persecución y la crueldad ejercida por ambos bandos, misma que se ha dramatizado en múltipes películas cinematográficas de Hollywood, con diversos matices y parcialidades. En el caso de los tepehuanes, coras, huicholes y mexicaneros; en tanto pueblos originarios, demográficamente mermados, estos siguieron luchando por su libertad, sus limitados territorios y su integridad cultural étnica. Los principales momentos guerreros de los indígenas durangueños sobrevivientes de la catástrofe que significó el arribo de los españoles, fueron los que protagonizaron bajo el liderazgo de Manuel Lozada “El Tigre de Alica”, entre la sexta y octava décadas del siglo XIX, asi como en las dos Rebeliones Cristeras; de 1926 a 1929 y de 1934 a 1941. También es de mencionarse el movimiento reivindicador que se suscitó por la propiedad y posesión de los terrenos de Bernalejo de la Sierra en el año de 2003. En los 258 años que se sucedieron; entre 1563 y 1821, durante la existencia de la Nueva Vizcaya, con muchas vicisitudes, desfilaron como titulares del ejercicio del poder imperial español: 95 gobernadores del Reino de la Nueva Vizcaya, 5 gobernadores de la Provincia de la Nueva Vizcaya, 11 gobernadores-intendentes de la Nueva Vizcaya y 9 titulares de la Comandancia General de Provincias Internas, mientras que; entre 1620 y 1825, la Iglesia Católica tuvo 20 obispos como representantes del poder del Vaticano en el vasto obispado neovizcaino. Las acciones de los representantes de la Iglesia Católica y del Imperio Español, si bien exterminaron físicamente a diversos pueblos originarios, no lograron acabar con los apaches y comanches; ni con los coras, huicholes, tepehuanes y mexicaneros. Pueblos que mantuvieron sus lenguas, sus religiones; sincréticamente influenciadas por el cristanismo y su sistema de derecho consuetudinario; elementos con los que perviven aún en los inicios del siglo XXI. La propiedad y posesión de sus territorios

36 fueron documentados, durante el periodo novohispano, mediante cédulas reales que aún en el siglo XXI, los gobernantes tradicionales de estos pueblos hacen valer. El caso más significativo de la aplicación del derecho consuetudinario del pueblo tepehuán y su consecuente tensión y contradicción con el derecho constitucional mexicano fue el conocido con e nombre de La Bruja de Taxicaringa.39

39 Expediente 210/84, 19 de diciembre de 1984, Santa María de Taxicaringa, Durango. Homicidio cometido en agravio de Matilde Díaz Rangel y Alejandro Barraza Sosa. Acusados: El gobernador tradicional Florentino Díaz Rangel y 13 miembros de la comunidad (todos los implicados de origen tepehuano). Hechos: 1. El 16 de diciembre de 1984, mediante asamblea convocada por el Sr. Florentino Díaz Rangel, gobernador tradicional de Santa María de Taxicaringa, se acordó ahorcar y quemar con leña verde a los indígenas Alejandro Barraza Sosa y Matilde Díaz Rangel, quienes supuestamente se dedicaban a la práctica de la brujería. La decisión buscaba liberar a la comunidad de la hechicería. 2. La resolución se tomó haciendo un recuento de varias muertes que en los últimos meses se habían presentado. Todos con síntomas similares y sin que los médicos encontraran explicación. En esta situación se encontraba una señora de la comunidad, de nombre María Padilla, quien había tomado días antes un café que le ofreció Matilde Díaz. 3. El 19 de diciembre de 1984 se ejecutó la sentencia en los términos acordados, con la participación de una docena de miembros de la comunidad. Previamente habían encerrado a Matilde Díaz en un cuarto que usan como cárcel. Horas antes la llevaron frente a la enferma María Padilla, ante quien reconoció que ella la había embrujado, pero afirmó que sólo la podría curar Alejandro Barraza. Esto apresuró la ejecución de la decisión previamente tomada. Estos hechos fueron denunciados en la capital del estado de Durango y por ello se enviaron policías para detener a los involucrados. En total se aprehendieron a 14 miembros de la comunidad, entre ellos al gobernador tradicional Florentino Díaz Rangel.en: MARTÍN ÁNGEL RUBIO PADILLA. “Usos y costumbres de la comunidad indígena a la luz del derecho positivo mexicano”, en: Revista del Instituto de la Judicatura Federal, México, Número 24, Julio 2007, pp. 159-178.

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2. La conquista nominal de la Nueva Vizcaya

En 1492, después del arribo de los europeos al territorio denominado por ellos como América, se suscitó la pugna, entre diversos imperios; sobre todo el Español y el Portugués, por la propiedad y el dominio de las extensas y; para ellos, ignotas tierras, junto con sus habitantes y riquezas. El 7 de juno de 1494, con la firma del Tratado de Tordecillas, entre España y Portugal, con la mediación de la Iglesia Católica, se zanjaron las disputas sobre las partes del Continente Americano que serían propiedad y dominio de cada imperio. En el documento se estableció que el terreno que otrora fuera el lugar de asentamiento de las civilizaciones ubicadas en lo que hoy se conoce como: Mesoamérica, Aridomérica y Oasisamérica; mayas, mexicas, purépechas, otomíes, zapotecos y mixtecos, entre otros, así como una gran cantidad de pueblos seminómadas del norte de la actual República Mexicana: Yaquis, mayos, pimas, tarahumaras, tepehuanes, apaches y chichimecas, entre otros; mediante el plumazo del mencionado tratado; sin que los pueblos originarios afectados se enteraran, pasaron a ser la extensa colonia española de la Nueva España. Una parte septentrional de la Nueva España, en lo que a la administración burocrática hispana se refiere, se transformó en la Nueva Vizcaya. La ubicación geográfica de los territorios novohispanos, para los españoles, fue durante mucho tiempo algo de lo que se tenía idea solo al tanteo, según se puede observar en la mapografía de la época que marca; solo de manera aproximada, lugares y mojoneras, sin especificidad de medición alguna. El dominio del territorio novohispano, sobre todo el del norte, así como el sometimiento de los pueblos originarios, por parte de los hispanos, fue poco eficiente, por la falta de gente colonizadora y por lo grande de la extensión de tierra a poblar. De esta manera, solo en las franjas aledañas a los lugares de interés:

39 presidios militares40, reales de minas y misiones religiosas, unidas por los caminos reales; como el famoso Camino Real de Tierra Adentro,41 fueron tierras que se pudieron considerar como colonizadas aunque, dadas las constantes rebeliones indígenas, se puede decir que el territorio neovizcaino nunca fue totalmente parte de la Corona española, ni muchos de sus habitantes no hispanos se consideraron nunca a sí mismos como súbditos fieles al rey de España..

Provincia de la Nueva Vizcaya en 1726

40 El presidio o fuerte español era un tipo de fortificación; con origen en la arquitectura militar del Imperio Romano, usado para el acuartelamiento de tropas. Su función era la propia de un baluarte fronterizo de defensa, amparo y pacificación territorial. Su idea táctica principal fue la de establecer una cortina defensiva. 41 De acuerdo con la UNESCO: El Camino Real de Tierra Adentro, también conocido por el nombre de “Camino de la Plata”, comprende cinco sitios ya inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial y otros 55 sitios más situados a lo largo de 1.400 de los 2.600 km de esta larga ruta, que parte del norte de México y llega hasta Texas y Nuevo México, en los Estados Unidos. Utilizado entre los siglos XVI y XIX, este camino servía para transportar la plata extraída de las minas de Zacatecas, Guanajuato, Duirango y San Luis Potosí, así como el mercurio importado de Europa. Aunque su origen y utilización está vinculado a la minería, el Camino Real de Tierra Adentro propició también el establecimiento de vínculos sociales, culturales y religiosos entre la cultura hispánica y las culturas amerindias.

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Presidios en el Camino Real de Tierra Adentro en Durango

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Mapa de la Intendencia de Durango. Cartógrafo desconocido, de 1770 a 1774

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Camino Real de Tierra Adentro

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Pueblos indígenas de Durango según Arnulfo Ochoa Reyna

El Zape y los Bárbaros del Norte En tanto pueblos seminómadas, dedicados a la caza, la recolección, la pesca y la agricultura ambulante, los pueblos originarios del norte de la Nueva España han sido descalificados en lo que a su desarrollo como civilizacón se refiere, al grado que algunos estudiosos han dado en llamarlos de manera despectiva y discriminatoria como: Los bárbaros del norte, por el hecho de que, en su mayoría, esos pueblos no aceptaron el sometimiento ante los conquistadores, contrario a lo que sucedió con otros pueblos del centro y sur del actual territorio mexicano. Sin embargo, hasta hoy, no se ha podido determinar con certeza qué pueblo o pueblos de la entidad construyeron el interesante observatorio solar de El Zape. El ingeniero y explorador Edmond Guillemin-Tarayre pisó tierra mexicana durante la ocupación francesa, entre 1864 y 1866; era un joven ambicioso que formaba parte de la Expedition Scientifique du Mexique, empresa encargada de estudiar el territorio y la historia nacionales para beneficio de las potencias imperiales aliadas,

44 de ese momento: Austria y Francia, y para avanzar en el conocimiento ilustrado y positivista que se imponía en la época. Guillemin-Tarayre exploró la Baja , el Estado de México, Sonora, Sinaloa, Jalisco, Guanajuato, Zacatecas, Durango, San Luis Potosí y otros territorios. Sus escritos sobre arqueología, geografía y antropología, costeados por la expedición, están reportados en los Archives (1867-1869) de la misma. El texto traducido por Orozco y Berra está fechado en 1866, y el plano del Observatorio Solar de El Zape, según asienta en sus Materiales para una cartografía mexicana, le fue entregado a Orozco y Berra, por el Coronel Doutrelaine, representante oficial de la Expedition ante México. Conocedores de la erudición de Manuel Orozco y Berra, en temas de historia prehispánica, antes de atreverse a publicar el texto en los Archives, los miembros de la Expedition deben haber consultado a Orozco y Berra, respecto al descubrimiento que se atribuían de las ruinas del Observatorio Solar de El Zape. Orozco y Berra hizo notar que en la obra del jesuita Francisco Javier Alegre, Historia de la Compañía de Jesús en la Nueva España, se asentaba que en El Zape habían existido monumentos religiosos, cuyas piedras fueron utilizadas para la edificación del templo católico.

Muro del Observatorio Solar de El Zape, en el municipio de Guanaceví

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Penetración de los rayos solares en el Observatorio solar de El Zape, al mediodía durante el solsticio de verano

Panorámica del Observatorio solar de El Zape durante el solsticio de invierno

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Edmond Guillemin Tarayre. Científico francés quien, en expedición, junto con la Intervención Francesa, en 1866, dibujó el primer plano del Observatorio Solar de El Zape

Plano y perfil de las ruinas arqueológicas de El Zape, levantado en 1866 por Edmond Guillemin Tarayre. Esta copia es la reproducida en el libro de Arnulfo Ochoa Reyna

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Otra imagen del mismo plano obtenida de la original de la mapoteca Orozco y Berra

La construcción del Observatorio Solar de El Zape, atribuida a los cocoyomes,42 requiere de una diversidad de conocimientos y observaciones sobre astronomía, así como de habilidades tecnológicas y de arquitectura, lo mismo que de una gran capacidad de organización de las fuerzas de los humanos; sin apoyo ruedas ni de de bestias de carga, para el movimiento de las piedras que constituyen el conjunto, así como el acomodado en los lugares precisos para obtener el efecto solar deseado, que aún perdura.

42 Cocoyomes. Pueblo indígena legendario, de cuya existencia arcaica conservan el recuerdo todos los habitantes de las serranías de Durango, desde los límites de Chihuahua hasta los confines del Mezquital, atribuyéndole todos los restos de habitaciones, pinturas en las cuevas y alfarería, que se encuentran en las cumbres más elevadas de las montañas y en las partes más abruptas de las barrancas. Los actuales tarahumaras del norte y los tepehuanes del sur los consideran como el primer pueblo que vivió en el mundo y los cimientos de sus chozas, que siempre son rectángulos de muy cortas dimensiones, han dado origen a la creencia popular de que eran de talla pigmea. Para la época de la conquista existía en el noreste del Estado una tribu de Cocoyones que habitaba, entre otros lugares, la actual Villa de Mapimí; tribu que posiblemente fué una rama superviviente de aquel pueblo fabuloso. (PASTOR ROUAIX. Diccionario Geográficos, Histórico y Biográfico del Estado de Durango, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1946, p. 97)

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Por lo anterior, el Observatorio Solar de El Zape, junto con diversos sitios arqueológicos, como el de La Ferrería o el de Hervideros, localizados y estudiados en la entidad, son muestra y testimonio inequívoco del desarrollo de las descalificadas civilizaciones seminómadas del norte del país. Los cocoyomes, acaxées, xiximes, cabezas, tobosos, irritilas, zacatecos, apaches, coras, huicholes, tarahumaras, tepehuanes y mexicaneros, son algunos de los pueblos originarios que existieron en el territorio del actual estado de Durango, desde antes del arribo de los europeos. Las guerras interétnicas, las epidemias; sobre todo las que contagiaron los europeos, la hambrunas, la resistencia contra el dominio hispano, el desgano vital y otros motivos hicieron que; del listado de pueblos antes mencionados, solo los coras, huicholes, tarahumaras, tepehuanes y mexicaneros lograran sobrevivir hasta la actualidad. Es posible que los restos de algunos de los pueblos antes mencionados, en su declive, se integraran a otros para poder sobrevivir. Conquistar implica el apoderarse o hacerse dueño, por medio de la guerra, de una población o territorio. Así, la conquista española de la Nueva España tuvo una gran dversidad de éxito. Mientras que algunos pueblos del sur del país fueron esclavizados, se sometieron o colaboraron con los conquistadores, se convirtieron a su religión, hablaron su idioma, usaron sus monedas, y se identificaron como súbditos de la Corona española, habitaron en casas de estilo europeo, intercambiaron sus comidas y construyeron los templos y edificios de los conquistadores. En otros lugares, los conquistadores; tanto los guerreros como los religiosos, difícilmente lograron establecer algunos templos católicos y adoctrinar en su religión; de manera sincrética a los diversos pueblos, lo que resultó en esa mezcolanza de ritos y mitos que no tienen nada que ver con la doctrina de El Vaticano y tampoco con las originales religiones primigenias, sino mas bien, con todo lo contrario, cuyo resultado fue muy novedoso y original. En este sentido, las relaciones de lo diversos pueblos indígenas con los conquistadores tuvo diversas categorías que fueron desde la esclavitud, el colaboracionismo, el sometimiento, las relaciones contractuales de paz o de alianza, el trato como súbditos, el rompimiento de toda relación, la rebelión ante el poder

49 hispano, la irredención y la insumisión, entre otros. Estre tipo de relaciones se fueron modificando paulatinamente, en muchos lugares, a medida que los vínculos sexuales establecieron otros intereses entre indígenas, españoles, criollos y mestizos, con las muy diversas castas que resultaron de esas uniones. En el actual territorio del estado de Durango, la conquista no se dio más que parcialmente y; durante todo el periodo colonial, los pueblos originarios, en su mayoría, pelearon constantemente las guerras de resistencia que pusieron en entredicho la supuesta conquista española, en la mayoría del territorio estatal y en el neoviszcaino, ya que los indígenas, aunque limitados en su territorio, marcaban con su presencia los confines del Imperio Español. Así, la guerra de independencia de 1810 significó cosas muy diferentes para los pobladores de las misiones, los presidios y los reales de minas, que pelearon por la independencia política, administrativa y recaudatoria de parte de la Corona, en tanto súbditos novohispanos. Mientras que, para los pueblos seminómadas que; de hecho, no se sometieron y nunca se consideraron súbitos de la Corona, y tenían; y algunos todavía tienen, la esperanza del retorno milenarista del liderazgo de los gobernantes indígenas, así como del advenimiento de una sociedad más justa y feliz, mediante la expulsión de los hispanos, criollos, mestizos y negros de su territorio y de la renovada prosperidad de los pueblos indígenas. Para ellos, la guerra de 1810, se trató más bien de otra más de las muchas guerras de resistencia que pelearon y siguieron peleando. La evidencia de su actitud libertaria fue el hecho de que no adoptaron la lengua española, sostuvieron los elementos de la mayoría de sus ritos y mitos religiosos y su cosmogonía y visión del mundo, que difiere mucho de los credos y mitologías católicas, al tiempo que sus autoriades religiosas, civiles y militares nunca fueron hispanas. De esta manera, la conquista española de los pueblos o naciones indigenas de la entidad fue solo nominal y muy limitada territorialmente. Resulta interesante el hecho de que; en el periodo colonial de la Histora nacional mexicana, se considera a otras rebeliones que se suscitaron en el sur del país como muy representativas de las ansias libertarias independentistas de la población novohispana, como la de Jacinto Uk de los Santos Canek en Yucatán y la de Yanga,

50 en Veracruiz, y se dejan de soslayo las militarmente importantes y constantes rebeliones indígenas del norte de la Nueva España.

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3. La independencia de los españoles y criollos

Influencia de la Ilustración en la Nueva España Durante el siglo XVIII. las ideas de diversos pensadores pertenecientes al movimiento intelectual conocido como La Ilustración.43 como Juan Jacobo Rousseau y John Locke, entre otros que; en Europa, expresaban un anhelo de libertad, igualdad y fraternidad en la sociedad y planteaban la necesidad de un cambio en las formas de gobierno, se difundían por las colonias españolas de América. Tales conceptos influyeron en la conciencia de los grupos intelectuales; que tenían acceso a la lectura, e inspiraron en sus miembros la necesidad de sustituir las instituciones caducas del régimen colonial por nuevas formas de organización política y social, así como el derecho de resistencia a la opresión, formulado por los mismos filósofos ilustrados. Por otra parte, la Independencia de las Trece Colonias inglesas de Norteamérica y la Revolución Francesa, ocurridas en las postrimerías del siglo XVIII, mostraron a los criollos colonizados de América, la fuerza de la ideología liberal. Todo lo anterior, en conjunto, derivó en la gestación de los procesos que anunciaron la crisis del sistema virreinal y los movimientos de Independencia.

Napoleón y su influencia en la Nueva Vizcaya Sin conexión aparente, por su lejanía geográfica, la expansión francesa en Europa de principios del siglo XIX, tuvo efectos en América, toda vez que fue la causa

43 Ilustración. Movimiento intelectual europeo; y de sus colonias americanas, comprendido entre la Segunda Revolución Inglesa de 1688 y la Revolución Francesa; aunque con ampliaciones hasta 1830, caracterizado por el racionalismo utilitarista de la clase burguesa, en su etapa ascendente, en la consecución de la hegemonía estructural capitalista y por la toma del poder político; que el despotismo ilustrado intentó inutilmente conjugar, y de conformación de su ideología, en el terreno de la teoría, La Ilustración apeló a una moral sin ambiciones totalizadoras, para lograr la felicidad general mediante el progreso.

53 coyuntural más próxima de la independencia de Nueva España y de otras colonias de Latinoamérica y, por consiguiente, de la Nueva Vizcaya. Las guerras napoleónicas provocaron el quiebre de la monarquía española, pues Napoleón Bonaparte intentó expandir los efectos de la Revolución Francesa a otros espacios de Europa, a través de la conformación de un imperio. Las tropas de Napoleón invadieron España en 1808 con el pretexto de avanzar sobre Portugal. Casi de inmediato surgieron levantamientos armados en contra del invasor que motivaron al rey Carlos IV a abdicar a favor de su hijo Fernando VII. Ante esta situación, Napoleón invadió Madrid y envío a Carlos IV y a Fernando VII a Bayona, donde obligó a este último a devolverle la corona a su padre, para cederle los derechos del gobierno español a José Bonaparte (hermano de Napoléon), quien fue coronado como José I. La ocupación de España por el ejército francés produjo una aguda crisis económica y movimientos de lucha en su contra. Algunos de los grupos más ricos de la resistencia española intentaban evitar que las ideas de la Revolución Francesa fueran impuestas en España. Sin embargo, la ideología liberal ya se había expandido por la península Ibérica. En medio de la crisis, en España se creó una junta suprema de gobierno que asumió la soberanía, mientras el rey retomaba el poder. También se organizaron juntas regionales de gobierno desde las cuales se combatió la ocupación francesa. En este contexto, en Nueva España, ante el descontrol y la incertidumbre de no entender en quién estaba depositada la soberanía perdida por el rey, surgieron dos posiciones. Una, sostenida por la Real Audiencia, que pugnaba porque no se cambiara nada en Nueva España hasta que el rey Fernando VII volviera a tomar la corona y otra, encabezada por la élite intelectual criolla, que tenía su mejor tribuna en el Ayuntamiento de la Ciudad de México y proponía hacer cambios políticos para establecer juntas de gobierno regionales; como en España, para que el poder político se distribuyera mientras volvía el rey al trono. El descontento de los criollos los alentó a seguir organizándose para transformar a la Nueva España, lo que sembró la semilla de la independencia. El cura de la parroquia del pueblo de Dolores, en Guanajuato, Miguel Hidalgo y Costilla, quien

54 había llegado a la parroquia, en 1803, luego de la muerte del antiguo párroco, era un criollo culto que comulgaba firmemente con las ideas de la Ilustración y de la autonomía de Nueva España. El cura formó un grupo que se reunía de manera secreta para planear, organizar y ejecutar una rebelión armada con el propósito de establecer un gobierno novohispano que desconociera a Bonaparte como su soberano y abolir la esclavitud en la que vivían miles de personas. El plan consistía en iniciar la lucha en las principales ciudades del territorio el 1 de octubre de 1810; sin embargo, la conspiración fue descubierta por el gobieno virreinal, por lo que el cura Miguel Hidalgo tomó la decisión de comenzar la insurrección en el pueblo de Dolores, Guanajuato, el 16 de septiembre de ese mismo año. Así, a la voz de: “Muera el mal gobierno,” inició el movimiento que culminaría con la independencia de Nueva España y transformaría a esta colonia en el Primer Imperio Mexicano de Agustín de Iturbide. La insurrección de Hidalgo solo duró seis meses, con altas y bajas militares y con excesos de crueldad, por parte de los realistas y de los insurgentes; los bandos en pugna.

El ocaso de los insurgentes de Hidalgo en la Nueva Vizcaya Víctima de una traición y capturado, el 21 de marzo de 1811, en Acatita de Baján; después de un tortuoso viaje de casi un mes, bajo el sol del desierto, con hambre y sed, el cura Miguel Hidalgo y Costilla arribó a la ciudad de Chihuahua, para ser sometido a un largo proceso militar y a una dolorosa degradación eclesiástica. Recluido en el obscuro y estrecho cubo de la torre del ex colegio de la Compañía de Jesús, pasó los últimos tres meses de su vida. Por ser la cabeza de la insurrección, por tener una causa pendiente con la Inquisición, y por el proceso eclesiástico al que debía ser sometido; el juicio de Hidalgo tomó más tiempo que el del resto de los jefes insurgentes. Quince días después de su llegada, el juez Ángel Abella, comenzó el interrogatorio del líder el movimiento independentista, mismo que se prolongó tres días y en el cual Hidalgo respondió a cuarenta y tres preguntas.

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El licenciado Rafael Bracho44 formuló su dictamen enumerando las agravantes, concluyó que Hidalgo era: “reo de alta traición y mandante de alevosos homicidios, y que debía morir por ello, confiscársele sus bienes y quemar públicamente sus proclamas y papeles sediciosos.” A la ejecución de Hidalgo debía preceder la degradación hecha por un juez eclesiástico. El canónigo Fernández Valentín, por órdenes del obispo de Durango, Gabriel de Olivares y Benito, procedió al acto de la degradación el día 29 de julio, con todas las ceremonias estipuladas en el Pontifical Romano. Consumada la degradación, se le hizo poner de rodillas ante el juez Abella, quien leyó la sentencia condenando al líder libertario a la pena de muerte. La ejecución tuvo lugar el 30 de julio de 1811, día en que el cura don Miguel Hidalgo y Costilla, cayó abatido por las balas de 12 fusileros bajo las órdenes de Pedro Armendáriz. Al momento de la Guerra de Independencia, de acuerdo con la división territorial colonial en intendencias, el territorio del actual estado de Chihuahua estaba incluido en la Intendencia de Durango. Como el juicio y fusilamiento del cura Miguel Hidalgo y Costilla tuvieron lugar en la ciudad de Chihuahua y la autoridad eclesiástica que lo dirigió fue el obispo de Durango Francisco Gabriel de Olivares, se considera que el cura Hidalgo fue juzgado y fusilado en territorio de la Intendencia de Durango. En memoria del juicio y fusilamiento del jefe insurgente, a mediados del siglo XIX, el liberal Guillermo Prieto escribió varias composiciones poéticas sobre el caso: el Romance de Chihuahua. Hidalgo y sus compañeros entran presos a Chihuahua, el Romance de la insurrección, el Romance de Hidalgo preso, el Romance de la degradación y el Romance de la muerte de Hidalgo. Aquí reproducimos los últimos tres.

44 Rafael Bracho. Abogado nativo de Sombrerete, que fue Fiscal de los Tribunales de la Nueva Vizcaya y a quien correspondió desempeñar el papel de acusador del señor Cura don Miguel Hidalgo y de los demás héroes de la Independencia durante su proceso en Chihuahua, pidiendo que se les aplicara la pena de muerte. Por una de tantas aberraciones políticas, al consumarse la Independencia, el señor Bracho, enemigo enconado de los Insurgentes, fué el primer gobernador civil preconstitucional de Durango, de fines de 1824 a primero de octubre de 1826. Durante su administración se promulgó la Primera Constitución Política del Estado, el 1º de septiembre de 1824. Fué el fundador de una numerosa familia que ocupó lugar prominente en la sociedad durangueña.

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Romance de Hidalgo preso 45

Guillermo Prieto

Está don Manuel Salcedo, estirado comandante, enfrente del cabo Ortega, y enfrente don Melchor Guaspe, que van a servir a Hidalgo de guardias y vigilantes. Da unos pasos en la estancia, anubla el severo empaque, y en voz imperiosa y ruda les intima aquestas frases: “Id al cuidado del monstruo, que ni vea, ni oiga, ni hable; que le envuelvan las tinieblas para que ni el suelo manche, y que el aire le dé apenas, porque puede emponzoñarle. En silencio se despiden los dos sirvientes leales, y al calabozo de Hidalgo los dos silenciosos vánse. Hidalgo, el querido anciano, nuestro bien y nuestro padre, estaba enterrado vivo, sin zozobra y sin quejarse. Está tan tranquila su alma, que le da paso al donaire, y en secreto se enamoran de su condición amable. Ortega como hijo le ama, Lo ama como hermano Guaspe, Vaca le ofrece afectuoso, Que es en todo ejemplar padre. Alto, seco, mas chistoso y oportuno como nadie,

45 PRIETO, GUILLERMO. Romancero nacional, México, Editorial Porrúa, Colección Sepan Cuantos # 450, 1984, pp. 55 a 56.

57 el padre Rojas dirige sus cosas espirituales. Rojitas, le llama el pueblo por lo fino y lo tratable; y era un prodigio de ciencia entre modestos sayales. Y era un triste calabozo en donde se ahogaba el aire, y donde la luz tocaba en el sitio agonizante. Las horas del alimento eran de breves solaces; sucias y húmedas paredes, mesita al desvencijarse, con una huérfana silla mensajera del desastre, una vasija con agua, un desgobernado catre, más bien espanto del sueño que cama en que se descanse, fue el ajuar que concedieron a Hidalgo los gobernantes; pero Hidalgo está risueño, chancea con sus guardianes, está alegre, cual si viese a sus amigos triunfantes, sin sentir duelo en el alma con su suplicio delante… A veces, cuando comía, para a la sombra hacer fraude, con una púa trinchaba, sus ordinarios manjares, y encubría el contrabando de la luz pura y el aire. La víspera del suplicio viendo a Vaca demudarse, mientras comía contento, le dijo: “Sosiego padre, que yo soy quien carga el muerto, y pesado no se me hace”; siguiendo festiva charla con todos los circunstantes. En las paredes del cuarto letreros varios halláronse

58 que los celosos esbirros destruyeron suspicaces. La lengua guarda el pescuezo logró a la muerte escaparse, y lo repitió Chihuahua volando entre sus refranes. Su corazón generoso, agradecido y amante, le consagró el cabo Ortega el verso que da realce a su ternura exquisita y a sus sentimientos grandes, que pues lo canta la Historia, permitid que yo lo estampe: “Ortega tu crianza fina, tu índole y estilo amable, siempre te harán apreciable aun con gente peregrina. Tiene protección divina la piedad que has ejercido con un pobre desvalido que mañana va a morir, y no puede retribuir ningún favor recibido.” Y esa musa sonreía entre el vapor y la sangre, dirigiéndose afectuosa así a don Melchor de Guaspe: “Melchor, tu buen corazón ha adunado con pericia lo que pide la justicia y exige la compasión. (…) Das consuelo al desvalido en cuanto te es permitido: partes el postre con él; y agradecido Miguel te da las gracias rendido.” ¡Qué tristes son los verdugos junto a hombre que tanto vale! ¡Qué infelices los tiranos! ¡Qué asquerosos los secuaces! En el día del suplicio, los hombres de las ruindades le mermaron la medida

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del alimento constante. Él lo notó, replicando con cierto burlón donaire: “Ya que me quitáis la vida, no merméis el chocolate…” En camino del suplicio, detúvose unos instantes para pedir unos dulces que en su mesa han de encontrarse. Trajéronlos, tomó algunos, y los demás los reparte entre los mismos soldados que pronto van a matarle. ¡Qué odiosos son los verdugos de nuestros heroicos padres! Y cuando el Sol de la Historia toda su grandeza aclare, surgirán en medio al mundo con sus tallas de gigantes, y esos, cual viles insectos royendo los pedestales.

Romance de la degradación 46

Guillermo Prieto

Es del triste Hospital el patio extenso: en su amplio corredor se alza un tablado revestido de negras colgaduras: en el fondo el dosel, sillones anchos, la mesa y el sangriento crucifijo entre dos llamas, lúgubre imperando. Bajo el dosel, contémplase sombrío, rígido, inmóvil, cual de duro mármol, con su bonete de encumbrados picos, el ojo hundido, y cual cadáver pálido, evitando del vulgo las miradas, el doctor Valentín, que de Durango

46 PRIETO, GUILLERMO. Romancero nacional, México, Editorial Porrúa, Colección Sepan Cuantos # 450, 1984, pp. 53 a 54.

60 representa al Obispo, y ejecuta servil y sin conciencia los mandatos. A su lado se agrupan reverentes dignidades de Iglesia y prelados que oficioso llamó a los auxiliares para el juicio sacrílego de Hidalgo. El ojo sin fijarse, torvo el rostro, difícil respirar, visible espanto en el opuesto grupo está Salcedo, de angosta frente, el pelo alborotado, llevando al cinto la espada formidable y alto bastón como señal de mando. Esbirros de la Curia. Ricos hombres, intrusos, y sirvientes, y soldados se ven alrededor de aquel asiento y cubriendo compactos su respaldo. Después, desde las gradas, por doquiera cerco macizo, muro continuado de tropa con la mano en los fusiles, estúpido el mirar, mudos los labios. Luego la multitud, como de estatuas, como algo terrífico esperando. El Sol, como asustado, iluminaba la pavorosa escena con sus rayos. Iba a verse el fatídico divorcio del siervo del Señor y el cielo airado: íbase a ver a la Sagrada Madre a su hijo a los verdugos entregando, con estupor del espantoso infierno, del mundo y de los cielos con escándalo. Solo, de pie, tranquilo, se descubre, alta la frente, al impasible Hidalgo, con su misma mirada penetrante, su frente calva y su cabello cano, A una leve señal surgen veloces esbirros negros y de angostos hábitos, que alba y amito, cíngulo y estola llevaban diligentes en las manos, pero era el color rojo… como signo, traduce el vulgo, de irrisión y escarnio. Le revisten a Hidalgo, y así espera entre el silencio y entre el mudo llanto. El que impera, le ordena se arrodille, con tono breve, ronco y destemplado, y extiende majestuosa e imponente al crucifijo la convulsa mano.

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Hidalgo se arrodilla, y aparece un misionero a quien llamaban Santo y que era el canónigo verdugo el hombre venerado, y secretario. Tal era el padre Rojas, noble pecho, consuelo, amigo, salvador de Hidalgo. Servidor de la Iglesia, la obedece; hombre, se le admiró tierno y humano. Con voz que sofocaba la honda pena, leyó el terrible, el implacable fallo de la degradación y los sollozos reprimidos brotaron de sus labios. En la sentencia, el odio y la calumnia depositaron ponzoñosos rayos, y del rencor la baba venenosa sobre cada renglón dejó su rastro. Y el colmo del cinismo, y lo supremo del proceder cruel, lo más villano, es, que se dice al fin la sentencia, después de haber al reo degradado y entregado al verdugo a su capricho inerme al sacerdote abandonado… “Tenedle compasión, no le deis muerte”; después de asegurarlo en el cadalso, como quien pone una ascua de ironía sobre la herida que se ve sangrando. Y en medio a tal horror, ni un ¡ay! Ni un gesto se oyó ni vio del impasible Hidalgo. los cuervos clericales se abalanzan y pieza a pieza arrancan ensañados, murmurando estupendos anatemas, al Dios de amor infames calumniando… Y de morder y devorar sedientos, la frente le royeron y las manos, dizque para arrancar hasta el recuerdo de la gracia y el óleo sacrosanto. Y así, rendido, objeto de la farsa, parodiando el martirio y el calvario, al procónsul Salcedo y a los suyos, y a los que conocéis, Abela y Bracho, con petulancia los esbirros negros a Hidalgo silenciosos entregaron. El preso mudo va; fórmanle escolta los prevenidos grupos de soldados…

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Y a poco, todo solitario queda, Dando el sol al dosel, y en el tablado.

Romance de la muerte de Hidalgo 47

Guillermo Prieto

Alza ¡oh muerte! En medio al pueblo tu esqueleto descarnado; y con esa voz que vibra en las almas con espanto, dile cómo Hidalgo el grande cayó rendido en tus brazos, y refuerza tus acentos para que crucen los años. En la portada de agosto se reflejaba el Sol claro; la ciudad está desierta y silenciosos los llanos; escuchábase con miedo el resonar de los pasos, cual si perturbar temieran de un moribundo el descanso, o despertar de su sueño, al tigre mal resguardado. Nada revelan las voces, y nadie interrumpe el tráfico; pero se ve en las miradas cierto intenso sobresalto, prontos a llorar los ojos, prontos a gemir los labios, y el Sol como amarillento, y cual de luto el espacio. Como silenciosas nubes caminan en vuelo tardo grupos de gente del pueblo, que hasta el hospital llegando, se dispersan y se pierden sin dejar ni leve rastro.

47 PRIETO, GUILLERMO. Op. Cit., pp. 56 a 58

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La plaza está solitaria, el cuartel está cerrado, y cree percibir el vulgo, o percibe, rumor raro, que traduce misterioso su conmoción ocultando… Fanáticos en los templos oran y derraman llanto porque ven al sacerdote, al de Dios vivo traslado, al que las llaves del cielo colocó Dios en las manos, entregado a los verdugos, de la Iglesia excomulgado, al cielo y a sus grandezas delincuente desertando. Y entonces de los infiernos mirándole como aliado, mezclan acciones de gracias al gozo de los tiranos, y Satanás se sonríe de tan sacrílego escándalo. Algunos en las alturas, junto al hospital nombrado, parecen seguir el drama los conmovedores cuadros. Ya se forma espesa valla desde la prisión de Hidalgo hasta la pared maciza que cierra el segundo patio: ya se distingue un gran grupo y vése en el centro a Hidalgo; a su lado el padre Rojas, y otros padres a sus lados: ya se percibe confusa la voz del bélico mando, y marcha la comitiva muy lúgubre, paso a paso. Hidalgo va descubierto, su capa negra flotando; era negro su vestido, ni pulcro ni descuidado. Va grave, mas sin tristeza; Erguido, sin intentarlo;

64 marchaba como marchaba en su ignorado curato, de los pueblos bendecido y de los pueblos amado, el bien, la paz y el contento diligente derramando, detúvose un solo instante, porque dejaba olvidados unos dulces, que apacible les dio a los que lo mataron. Fila de estatuas parece la valla de los soldados, tanta grandeza del cura con lágrimas contemplando. De pronto pavor horrible como que interrumpe el acto, y se duda, y se vacila, y hay miedo, terror y pasmo. Mientras se formaba el cerco, que suele llamarse cuadro, aislado entonces se aparta al centro, sereno, Hidalgo, de majestad y de gloria y fe sublime radiando. ¡Ay! Los que lo hubieran visto, y los que hubieran mirado el valor de los verdugos y de aquel heroico anciano, ni en argucias de doctores, ni en sutilezas de sabios desfogaran su impotencia derramando comentarios. Hidalgo mira de frente preparar a los soldados; se arrodilla en un banquillo que pusieron de antemano; ¡estalla el trueno! Las balas vestido y carne rasgaron; respetaban la cabeza guardándola para escarnio. No aspira el héroe convulso y en el suelo derribado, nuevas heridas su cuerpo hacen, traidoras, pedazos;

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la noble cabeza, intacta, en roja sangre nadando, mantiene abiertos los ojos, fijos, apacibles, claros, como bendiciendo al pueblo y a la traición perdonando.

Después de los fracasos militares sufridos por el Ejército Insurgente en los últimos meses de 1810 y los primeros de 1811, durante la primera fase de la Guerra de Independencia, liderada por el cura Miguel Hidalgo y Costilla. En su huída hacia el norte de la Nueva España, algunos personajes importantes del movimiento fueron aprehendidos en Acatita de Baján, en el actual estado de Coahuila. Como ya se apuntó, el Gobierno Realista de la Colonia y las autoridades eclesiásticas de la Religión Católica decidieron trasladar al jefe Hidalgo a Chihuahua. A otros acompañantes de Hidalgo: los franciscanos Carlos Medina, Ignacio Jiménez y Bernardo Conde, el fraile mercedario Pedro Bustamante, así como a los sacerdotes Mariano Balleza e Ignacio Hidalgo y Muñoz, se les trasladó a la capital de la entonces Nueva Vizcaya donde, por espacio de un año, estuvieron detenidos en la cárcel de San Francisco y fueron juzgados, sentenciados a muerte y fusilados el 17 de julio de 1812, en las cercanías de la ciudad de Durango, en la llamada Cuesta de la Cruz, del rancho de San Juan, ubicada en la ladera norte del Cerro de Mercado. Para honrar la memoria de los héroes insurgentes, a principios de la década de los noventa del siglo XX, el Gobierno del Estado de Durango hizo levantar un obelisco en el sitio donde, de acuerdo con la tradición, los acompañantes de Hidalgo fueron sacrificados. Los insurgentes fueron enterrados en el Templo del Santuario de Guadalupe, por lo que el lugar es conocido como Explanada de los Insurgentes y en ese sitio también existe un monumento en recuerdo de los mártires independentistas.

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En 1857, el Congreso Constituyente declaró Benemérito de la Patria al sacerdote Mariano Balleza. Por su parte, el escritor liberal Guillermo Prieto compuso su Romance de Durango, que relata los acontecimientos.

Romance de Durango 48 Guillermo Prieto

“Que mueran esos traidores que usted celoso custodia; que les tiren por la espalda, cuidando mucho la tropa no apuntar a sus cabezas, y que las tallares ropas les vistan después de muertos con respeto y ceremonia; que al fin por ser sacerdotes a la Santa Iglesia se honra. Durango, a quince de julio. ” Y así concluyó la nota de don Bernardo Bonavia contra los nobles patriotas que a la partida de Hidalgo se quedaron en Monclova. Alguno como caudillo, dio a la Patria honor y gloria; otros, en su ministerio ejercieron santas obras en la misión sacrosanta de paz y misericordia. Suenan roncos los tambores: Allanda manda en persona, la ejecución presidiendo vil traidor y con faz torva. Y de dos en dos los padres que la comitiva forman, van, con espanto del mundo, como procesión de sombras, majestuosos y tranquilos,

48 PRIETO, GUILLERMO. Op. Cit., p. 52.

67 sin orgullo y sin congoja. La gente en hondo silencio a verlos pasar se asoma, y se retira callando, mas conmovida y llorosa. Balleza, Conde e Hidalgo van con reforzadas tropas; Medina y Jiménez rezan sin cuidarse de su escolta. De pronto recia descarga su eco en la ciudad prolonga, y a poco Allanda y Saavedra tornan frente de la tropa, que redobla sus tambores cual después de una victoria.

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Monumentos a los héroes de la Independencia sacrificados en Durango

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Cartones de Xavier Gómez sobre los sucesos de la Guerra de Independencia en Durango 49

49 GÓMEZ, XAVIER. Bojedades, Libro II, México, Edición del autor, 1955, pp.23 y 24. 71

La conspiración de Chihuahua El 4 de noviembre de 1814, el militar realista José Félix Trespalacios50 y el insurgente Juan Pablo Caballero, junto con un grupo de conspiradores independentistas, fueron aprehendidos por tropas realistas cuando intentaron apoderarse del cuartel de la ciudad de Chihuahua, perteneciente a la Intendencia de Durango. Después de la fallida acción de los insurgentes, José Félix Trespalacios fue juzgado y condenado a prisión en la colonia española de Ceuta, ubicada en el norte de África, mientras que Juan Pablo Caballero fue sentenciado a muerte, pena que se le conmutó por diez años de prisión y destierro perpetuo en las Provincias Internas. Al triunfo de la independencia, Caballero retornó a Chihuahua y Trespalacios ocupó diversos cargos de gobierno. El Romance de Durango, describe la acción insurgente de los conspiradores de Chihuahua en 1814.

Romance de Durango 51 Guillermo Prieto

¡Oh, cuán triste es que la nube que promete lluvia y fresco

50 José Félix Trespalacios fue miembro de la milicia de Chihuahua, durante el Virreinato de la Nueva España, pero en 1814 se encargó de organizar una rebelión contra la autoridad española y fue condenado a muerte. Su sentencia se redujo a diez años de prisión. Sin embargo, logró escapar y se unió a las fuerzas independentistas. En 1816, fue aprehendido de nuevo y encarcelado en la prisión de San Juan de Ulua, pero se las arregló para escapar de nuevo. Posteriormente Trespalacios huyó a Nueva Orleans y unió fuerzas con James Long pasando a formar parte de la segunda expedición insurgente en Texas llamada Expedición de Long después de que la primera había sido sofocada en Nacogdoches. Trespalacios fue a Campeche, donde, de nueva cuenta, lo arrestaron y fue encarcelado. Aunque, fue puesto en libertad por el emperador Agustín de Iturbide. A la sazón,. Trespalacios, obtuvo el grado de coronel de caballería durante la regencia. De agosto de 1822 a abril de 1823, Trespalacios actuó como gobernador de Texas. Apoyó la restauración del Imperio, sublevando sin éxito Texas en contra el gobierno provisional republicano. Entre 1831 y 1833 se desempeñó como miembro del Senado de la República por Chihuahua. El 10 de enero de 1833 ocupó el cargo de inspector general y comandante de Chihuahua, dejando el ejército el 15 de diciembre de 1834. Murió el 4 de agosto de 1835 en Allende, Chihuahua. 51 PRIETO, GUILLERMO. Op. Cit., pp. 69 a 70.

72 a las apagadas plantas y a los sembrados sedientos, al desgarrar las entrañas retumbando ronco el trueno, despida fatal granizo, viertan torrentes sus senos, y difunda por doquiera la consternación y el duelo! ¡Cuán triste es que nos despierte con su mano el esqueleto la realidad espantosa de nuestros felices sueños! Tales son, Durango amado, de tus glorias los recuerdos, cuando Félix Trespalacios y Juan Pablo Caballero proclamar la independencia entre tus bravos quisieron. Ya está alzada la bandera, ya están listos los aceros, ya va a prorrumpir en vivas el gran corazón del pueblo, cuando una voz de verdugo grita airada: “Dénse presos”, y cayeron mil esbirros, sobre los jefes resueltos, dispersándose, cual suele en las regiones del viento bandada parlera de aves, del arcabuz al estruendo. Los mites de las revueltas, los serviles palaciegos, los mismos que en los peligros todos son terror y miedo, pero que aparecen listos a cosechar los trofeos cuando los triunfos coronan las armas de los guerreros, esos claman por la muerte de los desdichados presos, y les agobian injurias, y les disparan denuestos.

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“Que hable el licenciado Bracho”, el vulgo exclama rugiendo, y éste, diestro y compasivo, ira implacable fingiendo, dice que marchen a Ceuta, marchen a Ceuta al momento. Los chaquetas se enfurecen, los criollos están contentos, y los patriotas aplazan a más tarde sus deseos, como sepulta sus aguas al nacer pobre venero, y taladrando la tierra se ostenta, pasando tiempo, raudal puro de llanura, sirviéndole al Sol de espejo.

La independencia de los españoles y criollos La Guerra de Independencia inició como un movimiento liberal que sólo buscaba resguardar la soberanía ante la ausencia del rey Fernando VII, destituido del gobierno español por los ejércitos napoleónicos. Sin embargo, éste se transformó en una rebelión popular que incorporó a su ideario las exigencias de libertad, igualdad y transformación de las condiciones sociales y económicas que padecía gran parte de la población novohispana. Por tanto, la independencia se convirtió en una necesidad, sin la cual estos cambios difícilmente se habrían logrado. El enfrentamiento en la Nueva España; entre insurgentes y realistas fue cruento, y cuando parecía que estos últimos triunfaban y la rebelión insurgente quedaba eliminada, la situación coyuntural de la revolución liberal en España, y por más contradictorio que parezca, en el centro del país, los grupos que combatieron con tanto ímpetu las ideas independentistas; sobre todo los españoles realistas, se convirtieron en sus principales impulsores, para poner a salvo sus intereses y privilegios particulares, ante la deblacle de la Corona Española. En un primer momento, los realistas novohispanos organizaron reuniones en el templo de La Profesa, de la Ciudad de México, donde elaboraron un plan para rechazar la Constitución de Cádiz; de corte liberal y promulgada en España, con el

74 argumento de que había sido jurada por Fernando VII bajo fuerte presión de los grupos rebeldes, por lo que Nueva España se mantendría autónoma, hasta que se restableciera el absolutismo en España. Las diferencias entre los sectores acomodados novohispanos hicieron fracasar el plan inicial y fue necesario elaborar otro plan, mediante el cual se buscaría la independencia, para que, una vez lograda, se ofreciera el trono a un descendiente de la Corona española. Con este objetivo en mente, se eligió a Agustín de Iturbide para acabar con el único punto serio de resistencia insurgente, que estaba dirigido por Vicente Guerrero. Iturbide fue derrotado varias veces por los ejércitos insurgentes, por lo que decidió negociar con Vicente Guerrero, a fin de convencerlo de sumar esfuerzos y, de manera conjunta, consumar la independencia. Al considerar que la integración de un ejército de unidad aceleraría la liberación del país y acabaría con la guerra, Guerrero aceptó finalmente reunirse con Iturbide en Acatempan, en lo que hoy es el estado de Guerrero, en febrero de 1821, donde se tomaron los acuerdos iniciales para constituir la coalición, la cual se concretó en una segunda reunión de los dos jefes; el 24 de febrero en Iguala. Ahí se acordó dar a conocer un plan libertador y la creación del Ejército Trigarante.52 Aunque el Plan de Iguala significaba el inicio de la consumación de la independencia, su contenido representaba un triunfo para los sectores tradicionalmente poderosos y acomodados de la Nueva España. No obstante que establecía la igualdad para obtener empleos y ordenar el respeto a las personas y propiedades, por otro lado ofrecía garantías a los privilegios y propiedades del clero, mantenía en sus cargos a los jefes y oficiales del ejército, sin tomar en cuenta al bando insurgente, sostenía la religión católica como única y ordenaba el establecimiento de una monarquía constitucional que se ofrecería a Fernando VII o a algún miembro de su dinastía. El plan provocó el descontento entre los sectores más reaccionarios, debido a que planteaba el establecimiento de una monarquía constitucional; aquella en la que la

52 Al ejército comandado por Agustín de Iturbide, al que se sumaron las fuerzas de Vicente Guerrero y el resto de los insurgentes en 1821, se le llamó el Ejército Trigarante, o de las Tres Garantías. debido a las tres garantías que defendía: La Religión católica, la Independencia de México hacia España y la Unión entre los bandos de guerra.

75 autoridad del monarca estaría limitada por las leyes. Los grupos conservadores se agruparon en torno al virrey, pero Iturbide, quien se hizo nombrar primer jefe del Ejército Trigarante, fue respaldado por los caudillos insurgentes y los jefes realistas. Varias regiones del país se adhirieron al plan y se sucedieron los levantamientos armados y los triunfos. Iturbide tomó Valladolid, Querétaro y Puebla, y cuando decidió avanzar sobre la Ciudad de México, Iturbide se dirigió a Veracruz para entrevistarse con el recién llegado liberal Juan de O’Donojú, jefe político superior de Nueva España, designado por las Cortes españolas para sustituir al virrey. De esa entrevista se desprendieron los Tratados de Córdoba, en los que se reconoció la independencia de la Nueva España; en términos similares a los estipulados en el Plan de Iguala. Mientras tanto, desde 1820, en un intento de mantener aislada la Intendencia de Durango, de la Guerra Insurgente del recién formado Ejército Trigarante, los monarquistas neovizcaínos proyectaban segregar a las Provincias Occidentales del Virreinato, para mantenerlas bajo el dominio de la Corona Española. Así, la ciudad de Durango se transformó en el refugio de las tropas realistas de las intendencias que habían caído en manos del Ejército Trigarante independentista. De hecho, la Nueva Vizcaya fue el último reducto provincial de la Nueva España en adherirse al Plan de Iguala. De esta manera, en tanto sede del Obispado, de la Intendencia de la Nueva Vizcaya y asiento de la Comandancia de las Provincias Internas de Occidente, Durango era un preciado baluarte político, espiritual y militar de la Colonia, hasta el 4 de julio de 1821, cuando, a sangre y fuego, las tropas insurgentes del general Pedro Celestino Negrete53 pusieron sitio a la ciudad de Durango. El 30 de agosto, después de

53 Pedro Celestino Negrete nació en España en 1777. Sirvió en el ejército y pasó a la Nueva España para hacer la campaña contra los insurgentes y pronto ascendió a brigadier. En 1821, estando en San Pedro Tlaquepaque, Jalisco, se adhirió al Plan de Iguala y ocupó sin la menor resistencia la ciudad de Guadalajara. No logró cumplir el encargo de Iturbide de convencer al jefe realista, José de la Cruz, de que reconociera el Plan de Iguala. Comisionado a unir a la independencia a Durango, se presentó en la plaza, cuya guarnición estaba al mando Diego García Conde, en ausencia del general Joaquín de Arredondo. Al negarse García Conde a entrar en tratos con Negrete, se entabló un combate en el que éste salió herido de un balazo en el maxilar, sin embargo, Durango se adhirió a la Independencia. Restablecido de su herida fue nombrado capitán general de la Nueva Galicia, hoy Jalisco, de Zacatecas y de San Luis Potosí. Negrete tenía ideas antimonárquicas, por lo que se adhirió al Plan de Casa Mata contra Iturbide, puso toda su fuerza para que éste abdicara. Destronado Iturbide, se

76 diversas acciones, sobre todo en el Santuario de Guadalupe y en el Templo de San Agustín. El encargado de dirigir la defensa de los realistas en la ciudad de Durango fue el general José de la Cruz Moya.54 Al finalizar el sitio, se aseguró, de hecho, una independencia criolla de la América Septentrional que defendería los intereses del Clero y de los terratenientes neovizcaínos, desvinculada de mestizos e indígenas. De acuerdo con el Plan de Iguala, el 9 de septiembre de 1821, el Ayuntamiento y la Diputación Provincial de Durango juraron la independencia. Poco después, el 27 de septiembre de 1821, el Ejército Trigarante, con Iturbide al frente, hizo su entrada triunfal a la Ciudad de México y el día 28 del mismo mes fue nombrado el primer gobierno independiente. La separación política de la Nueva España y de su sometimiento al Imperio Español, estaba consumada, pero las

formó entonces un gobierno provisional encabezado por un triunvirato denominado Poder Ejecutivo, compuesto los generales Pedro Celestino Negrete, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria. En ausencia de Victoria y de Bravo se nombró en su lugar a José Mariano Michelena, Miguel Domínguez y al general Vicente Guerrero. El Poder Ejecutivo presidido por Negrete gobernó hasta el 10 de octubre de 1824, fecha en que entregó el poder al general Guadalupe Victoria, primer presidente de la República Mexicana. El 9 de enero de 1827 fue descubierta una conspiración en la Ciudad de México, encabezada por el fraile dieguino Joaquín de Arenas, quien fue fusilado. Tomaron parte en la conjura los generales Negrete y Echávarri, los dos españoles. El general Manuel Gómez Pedraza, ministro de la Guerra, ordenó detenerlos. En el juicio que se les instruyó fueron sentenciados a muerte, pena que se les conmutó por la de destierro. Pedro Celestino Negrete viajó a Francia y murió en la ciudad de Burdeos en 1846. 54 José de la Cruz Moya. Nacido en Arapiles, España, en 1786 y fallecido en París, en el año de 1856; fue un militar español que luchó en el ejército realista durante la guerra de la Independencia Española y durante la guerra de independencia en Nueva España. Cursó estudios en la Universidad de Salamanca. En 1811, ya era general de división en las Guerras Napoleónicas. Participó en campañas al lado del general Cuesta. Se trasladó a la Nueva España junto con el virrey Francisco Xavier Venegas quien le dio el mando de una de las tres divisiones realistas para combatir a las fuerzas insurgentes de Miguel Hidalgo, con el cargo de Mariscal de Campo y Comandante General de las Provincias internas occidentales de la Nueva España. Derrotó a José Antonio Torres, más conocido como El Amo Torres, a José María Mercado y, finalmente, el 14 de enero a Ruperto Mier, en la batalla de Urepetiro. Recobró el puerto de San Blas que se encontraba en dominio de los insurgentes. En retribución, en 1811 fue nombrado presidente de la Real Audiencia de Guadalajara y quinto intendente de Nueva Galicia, cargo que ocupó hasta el término de la guerra de independencia en 1821. Fue el último español realista en ocupar el cargo. Fundó la Casa de Moneda en esa ciudad en 1813. Fue condecorado por el rey Fernando VII de España por sus victorias en la guerra de independencia de la Nueva España con la gran cruz de la Orden de Isabel la Católica. En mayo de 1821, tras la proclamación del Plan de Iguala, rehusó adherirse a Agustín de Iturbide y al Ejército Trigarante, por lo que tuvo que replegarse a Zacatecas y después a Durango, debido a la deserción de Pedro Celestino Negrete. En este último lugar se enfrentó a los independentistas, pero finalmente capituló el 31 de agosto de 1821. Regresó a España, donde obtuvo el cargo de ministro de la Guerra por dos periodos, de 1823 a 1824 y de 1824 a 1826. A la muerte de Fernando VII, en 1833, De la Cruz ocupaba el cargo de Ministro Interino de Marina. La confianza que Fernando VII tenía en él le hizo nombrarle, en su testamento, miembro suplente del Consejo de Regencia, que se instauró, pues no había un heredero certero al trono español.

77 grandes diferencias sociales, la esclavitud y la explotación de grandes sectores de la población seguirían presentes; a ello se sumaban los problemas económicos derivados de tantos años de lucha. Es de señalar la paradoja que significó el hecho de que los dos líderes guerreros que pelearon a favor y en contra de la Indepéndencia, en el momento de la consumación de la misma en Durango; Pedro Celestino Negrete y José de la Cruz Moya, no fueron oriundos de la Nueva Vizcaya, ni de ninguna provincia de la Nueva España, sino españoles. Así un español; representando a los insurgentes novohispanos, obtuvo la victoria en contra del jefe español que defendía los intereses del Imperio Español. Los jefes del fin de la Guerra de Independencia en la Nueva Vizcaya no fueron ni criollos, ni mestizos, ni mucho menos indígenas o castas. La guerra de independencia de españoles y criollos no tuvo pues, ninguna relación con las guerras de resistencia o independencia de los pueblos indígenas que nunca se sometieron al dominio español.

Dibujo de Xavier Gómez en torno a la rendición de los realistas durangueños ante las tropas independentistas del general Pedro Celestino Negrete, el 30 de agosto de 1821

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General español José de la Cruz Moya, quien entregó la plaza de la ciudad de Durago a las tropas independentistas del Ejército Trigarante

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Dos imágenes del general Pedro Celestino Negrete quien ocupó la ciudad de Durango para los insurgentes del Ejército Trigarante

Medalla del emperador Agustín de Iturbide a los vencedores de Durango, 1821

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Dibujo de Xavier Gómez sobre la proclamación de la Independencia en Durango

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4. Guadalupe Victoria. El Héroe Nacional

Nacido el 29 de septiembre de 1786, en Tamazula, municipio del actual estado de Durango, José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix, quien fuera el primer presidente de México, es más conocido como Guadalupe Victoria, su nombre de batalla. Victoria estudió en la ciudad de Durango y en el Colegio de San Ildefonso de la Ciudad de México, donde se graduó de bachiller. Convencido de la causa de la Independencia, desde 1811, Victoria combatió al lado del jefe independentista José María Morelos y Pavón, y participó en el sitio de Cuautla. Según la tradición, el héroe durangueño se cambió el nombre en honor a la Virgen de Guadalupe, y a la esperanza de la victoria de los insurgentes novohispanos. El cambio de nombre fue en la ciudad de Oaxaca, después de atravesar a nado el río Jalatlaco y lograr la victoria al tomar la plaza enfrente del templo de Guadalupe, en la mencionada ciudad. En esa hazañosa acción, realizada el 25 de noviembre de 1812, Victoria mostró su valor al enfrentarse contra el Ejército Realista, al lanzar su espada a través del mencionado río Jalatlaco gritando su famosa frase célebre: Va mi espada en prenda, voy por ella y, a nado, en medio de la metralla, inició la carga contra los realistas, por lo que sus motivadas tropas siguieron su camino y ocuparon el baluarte realista. Esta acción valió para que los líderes independentistas lo pusieran al mando del Ejército Insurgente en Veracruz. El Congreso de Chilpancingo nombró a Guadalupe Victoria, General Brigadier, en 1814. Posteriormente el insurgente durangueño acompañó a José María Morelos a Veracruz y se quedó a operar en esa provincia donde obtuvo triunfos en Tolomé y Puente del Rey, lugar donde estableció temporalmente su cuartel. Para 1816 cuando arribó a Nueva España el nuevo virrey, don Juan Ruiz de Apodaca, Guadalupe Victoria atacó el convoy que lo llevaba a la Ciudad de México e incluso, estuvo a punto de capturar a Apodaca. Controló la zona veracruzana hasta 1817, año en que fue derrotado en Palmilla por el español

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José Manuel de Armijo. A partir de entonces su zona de operaciones se redujo a una angosta franja entre la costa; al norte del puerto de Veracruz, y las montañas cercanas a Huatusco, donde resistió constantes acosos y persecuciones por parte de los realistas. En el Romance de Victoria se narra la acción por la que el héroe durangueño decidió cambiar su nombre en la ciudad de Oaxaca.

Romance de Guadalupe Victoria 55

Rafael del Castillo

En el asalto que dieron a la ciudad de Oaxaca las huestes, que el gran Morelos en persona comandaba, se registró un hecho heroico, hecho digno de la fama, que en bronces debía esculpirse cual galardón de la Patria; pues sólo en la antigua Roma se vieron tales hazañas, por hombres singularísimos que en su Historia se destacan. Las trincheras de las calles y los fuertes de la plaza hablan sido ya tomados a vivo fuego y matanza. Los repiques de los templos y las belicosas dianas resonando por doquiera la victoria proclamaban; mas El juego de pelota, que fortificado estaba, era el teatro de una lucha, sin ejemplo, denodada. Ancho foso le circula.

55 Romances de la Guerra de Independencia, México, Secretaría de Educación Pública, biblioteca Enciclopédica Popular # 71, 1945, pp. 67 a 68. El Romance de Victoria, de Rafael del Castillo fue escrito en 1910, en ocasión del Primer Centenario del inicio de la Guerra de Independencia.

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y nadie se aventuraba a cruzarlo, sin que al punto en él la muerte encontrara. Don Guadalupe Victoria. era quien acaudillaba a los bravos asaltantes de aquella última muralla defendida por realistas, y anheloso por tomarla, en un esfuerzo supremo de valor, tomó su espada y arrojándola hasta el muro. "Allá va en prendas esa arma", les gritó con voz tronante, "voy por ella"; y a la charca del zanjón echóse a nado, desafiando la metralla. Tras él, sus fieles soldados, vitoreándolo, se lanzan como alud que se despeña, cual turbión que se desata, y al desvanecerse el humo de la contienda empeñada la bandera de los libres ondeó triunfante en la escarpa.

Una imagen del general Guadalupe Victoria

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General Guadalupe Victoria. Primer Presidente de la República Mexicana

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En los momentos más difíciles de la Guerra de Independencia, entre 1817 y 1821, Guadalupe Victoria se negó a indultarse y después tuvo que huir y esconderse en las selvas de Veracruz, hasta la promulgación del Plan de Iguala por Agustín de Iturbide en 1821, cuando, como lo relata el Romance de Victoria (1821), el irredento Victoria fue localizado por las tropas de Antonio López de Santa Ana. Al consumarse la independencia y formarse el gobierno del Primer Imperio Mexicano encabezado por Iturbide, Victoria, junto con Miguel Barragán, manifestó sus ideas republicanas, por lo que la administración imperial encarceló a los dos personajes. Victoria escapó y volvió a las selvas, después suscribió el Plan de Casa Mata, en diciembre de 1822, en el que se desconoció al Primer Imperio Mexicano de Agustín de Iturbide y se cedió el mando de las tropas veracruzanas a Antonio López de Santa Anna. Al desmoronarse el Imperio, Victoria se consagró a la formación de la República Federal y; junto con Nicolás Bravo y Pedro Celestino Negrete, fue elegido miembro del Triunvirato de Gobierno, que sucedió al Imperio. El Triunvirato funcionó del 31 de marzo de 1823 al 10 de octubre de 1824, aunque el jefe durangueño únicamente trabajó como triúnviro hasta julio de 1824, ya que estuvo al mando de las tropas veracruzanas que enfrentaban el bombardeo incesante de las tropas españolas que, atrincheradas en el Fuerte de San Juan de Ulúa, intentaban la reconquista de México. En esa oportunidad, Victoria negoció un armisticio para evacuar del puerto a los extranjeros. El héroe durangueño fue diputado por Durango al Congreso Constituyente de 1824, que publicó la primera Constitución Política del México Independiente y que, el 2 de octubre, nombró a Guadalupe Victoria, Primer Presidente Constitucional de la República Mexicana. El 10 de octubre de 1824 el independentista durangueño tomó posesión como primer Presidente de México, inicialmente con el carácter de provisional, hasta el 31 de marzo de 1825 y al día siguiente, 1 de abril, inició el periodo constitucional que, de conformidad con la Carta Magna, terminó el 31 de marzo de 1829; con Nicolás Bravo como vicepresidente.

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Desde el inicio de su administración, el primer presidente durangueño tuvo que enfrentar los graves problemas derivados de la Guerra de Independencia, que habían dejado al país en la ruina; con un enorme ejército y una ineficiente burocracia, heredada del régimen colonial. No obstante, sus obras inmediatas fueron: centralizar la hacienda pública, facilitar las actividades de la Sociedad Lancasteriana dedicada a la educación, estableció relaciones diplomáticas con Inglaterra, Estados Unidos, América Central y La Gran Colombia, y ordenó constituir la Marina de Guerra, lo que permitió su mayor logro: la total independencia de México, cuando el 18 de noviembre de 1825, el general Miguel Barragán tomó el último bastión español, la fortaleza de San Juan de Ulúa en Veracruz. Congruente con los ideales de los insurgentes, el gobierno de Victoria volvió a decretar e hizo efectivo el fin de la esclavitud en el territorio mexicano y posteriormente delimitó la frontera con los Estados Unidos. Victoria entregó el poder a Vicente Guerrero, el 1 de abril de 1829 retirándose a la hacienda de El Jobo, en Veracruz. Después de un largo padecimiento, el patriota de Durango murió de epilepsia el 21 de marzo de 1843 en Tenancingo, Estado de México. El 25 de agosto del mismo año, el Congreso de la Unión, lo declaró Benemérito de la Patria. Su nombre está escrito con letras doradas en el recinto de la hoy Cámara de Diputados.

Romance de Victoria (1821) 56

Guillermo Prieto

Terror de los negros bosques, de sí propio. horror y miedo, cual fantasma pavoroso su descarnado esqueleto,

56 PRIETO, GUILLERMO. Op. Cit., pp.199 a 201.

88 va Guadalupe Victoria por los lugares desiertos: su piel dibuja en relieve los perfiles de sus huesos; su pelo toca en sus hombros en descuidados cadejos; su barba, revuelta y lacia baja hasta cubrir su pecho, como esas ramas que cuelgan en el rigor del invierno del desmoronado muro sobre las ruinas cayendo. Sus pies, con las uñas corvas, dejan la huella en el suelo, no de hombre, sino de fiera, o más bien de monstruo horrendo. Entre el cabello y la barba casi se adivina el gesto del hombre, y sus negros ojos tienen resplandor siniestro, como ascuas que sobreviven al devorador incendio. En aquel ser misterioso, ni hay lágrimas ni hay acento: parece como que flota entre la vida y los muertos, y que el dolor le permite que asista a su propio duelo… y a este suicidio espantoso, y a este salvaje tormento se entregó el héroe querido y se condenó el guerrero, cuando viendo de la Patria desparecer el remedio, odio juró a los tiranos, y juró morir primero que mirarla sumergida en afrenta y vilipendio. Primero el Virrey le acecha, con tan decidido empeño, que no le deja descanso ni deja a sus ojos sueño. Dos veces el sol ardiente su giro emprendió de nuevo,

89 y dos resisten sus carnes de la canícula el fuego, sin que la desdicha dome su constancia y su ardimiento. Fatigados sus verdugos, le dan al Virrey por muerto y le fingen un cadáver, y suplantan un entierro, con que el Virrey, ya vengado se demuestra satisfecho. En tanto, peces y yerbas tosco sustento le dieron: después a la húmeda arena pegaba sus labios secos, pidiéndole a la locura si no la muerte el consuelo. En los mares del Oriente, sobre las ardientes playas, nuestra tricolor bandera bañada en luz se levanta, y de Veracruz los muros irresistible amenaza. "¡Gloria!” -las arenas dicen, "¡Gloria!" -repiten las aguas, y en "¡Viva la Independencia!" prorrumpe el pueblo entusiasta a Iturbide .proclamando y vitoreando a. Santa Anna. Éste, noble y generoso; dice a su tropa: "Nos falta para dar pompa a estos hechos, para completar sus galas, que venga aquí el Gran Victoria” y a unos dragones destaca para que doquier le busquen, para que en triunfo le traigan, para que presencie ufano las victorias de la Patria. Van preguntando a los bosques, de Santa Anna los soldados, por Victoria esclarecido, por Victoria el denodado, adonde la humana planta no ha dejado ningún rastro.

90 y perdida la esperanza, de vagar desesperados, ya se tornan a sus jefes y ya abandonan el campo, cuando ven junto a los mares corno un hilo de humo: blanco; vuelan donde el humo se alza, pronto Victoria es cercado, y al verlo, casi cadáver, } junto a una peña espirando, inmóviles le contemplan, y de compasión lloraron ... "Levántate, gran Victoria, mi General, levantaos, que por fin la Independencia alumbra como sol claro" ... y erguido aquel esqueleto y de ventura radiando, gozoso, altivo, ligero, alta la faz, firme el paso, "¡Que viva la Independencia!" grita, el acento esforzando, y tiende a sus salvadores los cadavéricos brazos.

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Otra imagen del héroe durangueño Guadalupe Victoria

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Dos monumentos en Durango, en honor a Guadalupe Victoria

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Índice

Página

Prólogo______3

1. La constante resistencia de los pueblos originarios______7

2. La conquista nominal de la Nueva Vizcaya______39

3. La independencia de los españoles y criollos______53

4. Guadalupe Victoria. El Héroe Nacional______83

Fuentes______95

Índice______99

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