MAURICE GODELIER La produccion de Grandes hombres
0 Poder y dominacion masculinq entre, los Baruya de, Nueva) Guinea aka!
Diseno interior y cubierta: RAG
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Primera reimpresion, 2005 Segunda reimpresion, 2011
© Librairie Artherne Fayard, 1982
0 Ediciones Akal, S. A., 1986 para lengua espaiiola
Sector Foresta, 1 28760 Tres Cantos Madrid - Espana
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ISBN: 978-84-7600-110-3 Deposit° legal: M-3049-201 1
Impreso en FotocomposiciOn Fer (Madrid) MAURICE GODELIER
LA PRODUCCION DE GRANDES HOMBRES Poder y dominacion masculina entre los Baruya de Nueva Guinea Traductor: Jose Carlos Bermejo Barrera
Dedico este libro:
A mis padres
A Warineu, a Kandavatche t, a Djirinac t, y a Ambia- raiwe, que me condujeron con tanta paciencia e inteli- gencia hacia el mundo de su juventud, aquel que los Blan- cos no habian todavia descubierto en 1951, a los maes- tros de los rituales Inamwe t, el gran chaman, Tchuo- noondaye que tiene la mision de separar a los muchachos del mundo de las mujeres, Ypmeie t del clan baruya que hacia guerreros y hombres, a todos los Baruya y muy es- pecialmente a Kummaineu, el amigo y compaiiero duran- te tantos arios.
PROLOGO
Este libro trata acerca del poder, y ante todo acerca del poder que un sexo ejerce sobre el otro, del poder de los hombres entre los Baruya, tribu de las alias montalias del interior de Nueva Gui- nea, esa inmensa isla situada al norte de Australia, a la que los fran- ceses conoceran mejor bajo el nombre de Papuasia. Hasta el alio 1960 los Baruya se gobernaban a si mismos, y su sociedad era de esas a las que la nuestra llama primitivas, porque carecia de esos dos pilares de la civilizaciOn que son las dales so- ciales y el Estado. En 1960, Australia decidi6 que ya era hora de civilizar a los Baruya y extendio sobre ellos el poder de su Estado. Para traerles la paz se puso a «pacificarlos›> y, una vez pacificados, se puso a gobernarlos. Hasta el alio 1951 los Baruya jamas habian visto a los blancos; sin embargo, sin saberlo, estaban ya bajo su dependencia material, econ6mica. Esta habla comenzado un decenio antes de que los hu- biesen visto en una tribu con la que ellos intercambiaban regular- mente su sal por utiles de piedra, por bellas hachas de acero y ma- chetes probablemente fabricados en Sheffield o en Solingen. Nadie habria podido explicarles quien fabricaba estas maravillas, pero ellos las adoptaron con entusiasmo. Arrojaron sin remordimiento alguno en el bosque y abandonaron en sus jardines los Utiles de pie- dra o de bambil con los que sus antepasados roturaban. Y asi, para ellos, como para tantas tribus de las que viven en regiones «Mac- cesibleso, la subordinaci6n material al mundo de los Blancos pre- cedio a su subordinaci6n politica e ideologica, y hasta nuestros dias esta subordinaci6n material no ha hecho mas que ampliarse, aun- que desde el alio 1975 su pais se haya vuelto independiente. Sin embargo ya en 1951 conocian la presencia de los Blancos des- de aquel momento en el que, aterrorizados, habian visto surgir en su cielo grandes pajaros que escupian fuego y que se habian acosa- do antes de desvanecerse hacia el Este. Probablemente se tratase de un episodio de la batalla del Pacifico, hacia el fin de lo que no-
7 sotros Ilamamos la Segunda Guerra Mundial. Un poco mas tarde un Baruya se enterO en una lejana tribu, a la que habia ido a ad- quirir hachas de acero, de que seres de aspecto humano pero de di- ferente piel habitaban el vientre de esos pajaros de fuego. Hasta el ario 1960, por lo tanto, los Baruya se gobernaban sin clase dirigente y sin Estado, lo que no quiere decir sin desigualda- des. Una parte de la sociedad, los hombres, dirigia a la otra, las mu- jeres, y gobernaban no sin las mujeres, sino contra ellas. Asi, el caso de los Baruya, sociedad sin clases, se ariade a todos los casos que testimonian claramente que la desigualdad entre los sexos, la subordinacion, la opresion, e incluso la explotacion de las mujeres son realidades sociales que no han nacido con la emergencia de las clases sociales, sino que son anteriores a ellas y poseen otra natu- raleza, incluso si el dominio masculino se ha consolidado y renova- do de mil maneras con las mil formas de explotacion del hombre por el hombre que han precedido a las nuestras. Quede bien claro que no hay ninguna razOn para que en las sociedades sin clases las cosas ocurran en todas partes, o incluso a nivel general, como en- tre los Baruya, pero el tener que ver con una sociedad sin clases es ya una buena raz6n para analizar de cerca los mecanismos y las ideas que organizan y justifican entre ellos el dominio masculino, que tambien existe bajo otras formas todavia entre nosotros. Sin embargo la organizaciOn social de los Baruya no se reduce a la institucionalizaciOn de la igualdad entre todos los hombres ha- ciendo frente a las mujeres. Los mismos mecanismos que institu- yen esta igualdad tratan al mismo tiempo, y con la misma intensi- dad, de producir hombres que se distingan de los dernas y se ele- ven por encima de ellos. Los unos lo haran por sus capacidades ex- cepcionales para desemperiar las actividades exigidas por todos, como la guerra y la agricultura. Los otros, por el contrario, llega- ran a ser «grandeso por sus peculiares capacidades de desempefiar funciones utiles para todos, pero solamente accesibles a unos po- cos, a aquellos en los que se manifiesten los dones (chamanismo) o a los que hereden el derecho exclusivo de ejercerlos (llevando a cabo los rituales de iniciacidn). Quede claro que no es lo mismo el Ilegar a ser vgrandeo porque se herede una funciOn que engrande- ce, como ha engrandecido a vuestro linaje y a vuestros antepasa- dos, que el llegar a serlo por el valor de vuestras propias hazafias, valor que nadie pods heredar plenamente. Pero, sean heredadas o merecidas, existen entre los Baruya un determinado nfimero de posiciones de poder que componen una jerarquia social, distintas al dominio general de los hombres sobre las mujeres. Jerarqufa compleja que asienta su base, sus raices, en esta dominacion y la engrandece, sin reducirse sin embargo a ella. La produccion de oGrandes hombreso es por lo tanto el complemento y la corona- cion indispensables de la dominaciOn masculina: este es el argumen- to central de este libro. No es que entre los Baruya no haya mujeres a las que todos con- cuerden en reconocer como «Inas grandeso que las demas y, si se 8 habla con confianza, como mas grandes incluso que muchos hom- bres. Pero es impensable que existan mujeres tan grandes como los Grandes Hombres, los Grandes Guerreros y los Grandes Chama- nes. El unico dominio en el que esto hubiera podido producirse, el del chamanismo, Unico terreno en que los dos sexos cooperan y se enfrentan en el ejercicio de una misma actividad util para todos, esta concebido y organizado de tal modo que las mujeres chamanes estan excluidas por principio de los combates magicos mas duros y mas gloriosos, los dirigidos contra las tribus enemigas; y, sobre todo, ninguna mujer charnan puede iniciar a las demas. Por lo tanto se combinan dos desigualdades para poner orden en la vida social de los Baruya: por una parte, las desigualdades en- tre los hombres y mujeres, y por otra las de los hombres entre si. Y quien dice desigualdades dice poderes y privilegios para algunos. Pero un rasgo chocante de la organizacion social baruya es la au- sencia entre ellos de la existencia de un lazo directo entre el poder y la riqueza. La riqueza no da poder y el poder no aporta riquezas. Sin duda alguna se aprecia un contraste entre esta sociedad y la nuestra, pero sobre todo con todas estas sociedades de Nueva Gui- nea dirigidas por los Big men, hombres importantes que se han si- tuado por encima de los demas sobre todo por una impresionante habilidad para producir y/o acumular riquezas en cerdos, conchas, etc... y para distribuirlas con una generosidad calculada creandose asi cada uno un grupo de agradecidos, de fieles que le ayudan a au- mentar su renombre y que esperan compartir su gloria y sus gene- rosidades sosteniendolo con sus bienes y sus servicios. El problema reside entonces en saber si existe una raz6n pro- funda de las estructuras sociales de los Baruya que impida la aso- ciaciOn del poder y la riqueza. Yo creo que esta razOn reside en el principio que gobierna entre ellos el aspecto social de la reproduc- ciOn de la vida y las relaciones de parentesco; principio que plantea que s6lo una mujer vale una mujer, a la hora de instituir la alianza entre dos grupos y de asegurar la reproducci6n de cada uno de ellos, y que no se puede intercambiarla por cerdos u otras formas de ri- queza material como ocurre en el seno de tantas sociedades de Me- lanesia o de otros lugares. Asi todo el desarrollo de determinadas formas de poder y de ciertas formas de riqueza se halla excluido por el principio que regula las relaciones de parentesco. Quiza este caso nos permita percibir, en contraste y en negativo, algunas de las condiciones que han llevado en otros lugares a la formaciOn de las clases sociales y a la disoluci6n de las sociedades comunitarias. Ultimo rasgo por fin de los que hemos elegido para analizar y por el que los Baruya rebasan su particularidad: el papel que juega en sus discursos y en sus teorias la sexualidad, que aparece como una especie de fundamento cOsmico de la subordinaciOn, e incluso de la opresiOn de las mujeres. A sus ojos todos los aspectos de la dominaciOn masculina, ya sean (para emplear nuestras categorlas) de orden econOmico, poli- tico o simbOlico, se explican por la sexualidad y el diferente lugar 9 que ocupa cada sexo en el proceso de reproduccion de la vida. Por cierto, una diligencia andloga se encuentra en nuestra cultura entre los que consideran como «naturales» la subordinaciOn y la opresion de la mujeres. Pero me gustaria serialar desde ahora que el concep- to de naturaleza, tal y como existe entre nosotros, les es descono- cido a los Baruya, para quienes los hombres no estan situados del lado de la cultura y las mujeres del de la naturaleza: mas Bien to cierto seria lo contrario. Sin embargo entre los Baruya, al igual que en nuestra propia cul- tura, la sexualidad, las diferencias de formas, de substancias y de funciones corporales, las diferencias anat6micas y fisiolOgicas que nacen de las diferentes funciones de los sexos en el proceso de re- produccion de la vida, proporcionan permanentemente los materia- les con los que se fabrican los mensajes, los discursos que interpre- tan y justifican todas las desigualdades existentes entre los hombres y las mujeres. Parece como si la sexualidad estuviese constantemen- te Ilamada a ocupar todos los lugares de la sociedad, a servir de len- guaje para expresarse, de razor' para legitimar las realidades cuyos fundamentos no revelan, al menos principalmente, su naturaleza. Y si se tiene raz6n al pensar que no existe una sola razOn, un (Ink() fundamento sino muchos, de la existencia y la diversidad de las for- mas de dominacion masculinas en las multiples sociedades, se po- dria preguntar que es lo que lleva a la primera fila de la conciencia social, del pensamiento consciente y del lenguaje a la sexualidad y a las diferencias sexuales entre los humanos, para hacerles testimo- niar las desigualdades, y desigualdades que, en lo esencial, no corresponden a su propia naturaleza. i,Por que en cualquier sociedad la sexualidad no deja de estar presente en todas partes, dejando en cada lugar el peso de sus fan- tasmas? Quiza, sin embargo, tal y como lo sugerird el analisis de las ideas baruya, la sexualidad no crea fantasmas mas que cuando se le pidan, cuando se la fuerce a fabricar mensajes, a construir dis- cursos sobre realidades que vienen de mas ally y que van mas aca de ella, cuando se pone a servir de signo y de sentido de lo que, de hecho, no tiene nada que ver con ella. Mas and de las peripecias del Deseo del Otro y del Yo, el predominio visible de la sexualidad aparece como disimulado reconocimiento de su invisible subordina- cion a las demas relaciones existentes entre los hombres y las mu- jeres en el seno de la lOgica global del funcionamiento de cada so- ciedad. Podria ademas preguntarse si el psicoanalisis —que en nues- tra cultura pretende ser un conocimiento riguroso de la sexualidad y el Deseo— llega a entender en la sexualidad todo to que viene de mas ally de ella. Sin esta escucha y este desciframiento, su dis- curso corre el riesgo de no producir mas que una mitologia, tan con- vincente y a la vez tan poco como los mitos baruya. Los tres ejes de este libro seran: la maquinaria de la domina- ciOn masculina, la producciOn de grandes hombres y las justifica- ciones ideolOgicas de este orden social. Hubiera podido escribir otro
10 libro acerca de los Baruya, e incluso muchos, y debo hacerlo. Se lo debo en primer lugar a los Baruya y tambien a aquellos que me han animado, y a mi mismo. Si he decidido escribir este primer libro so- bre las relaciones hombres/mujeres y el dominio masculino, mas que sobre las relaciones de parentesco o la propiedad de la tierra es porque en mi opinion es ahi donde reside la mayor contradic- cion social de su sistema. Pero, si las cosas me parecen asi, tambien es porque en nuestra propia sociedad no es posible ignorar los he- chos del dominio masculino y quedar indiferente ante las luchas de aquellas y de aquellos que quieren ponerle fin. He creido durante mucho tiempo, como tantos otros, que era preciso luchar en pri- mer lugar para abolir las relaciones de clase y que todo to demas —las opresiones entre los sexos, las razas y las naciones— vendria por descontado. VisiOn cienfificamente falsa de las clases, las razas y el sexo, vision politicamente conservadora que justificaba, en nombre de la revolucion, el no considerar ni hacer nada en contra de todas estas formas de dominaciOn y de opresiOn: todas ellas po- drian y deberian esperar. Esta claro que el analisis de un caso, el de los Baruya o cualquier otro, no basta para construir una expli- caci6n de las formas y las razones del dominio masculino en la his- toria de la Humanidad. Es necesario el multiplicar los estudios em- piricos. Pero estos no adquiriran toda su importancia mas que cuan- do sosepa formular los problemas y hacer las preguntas mejor. Y este progreso podra lograrse por saltos, a pr6posito de un caso u otro. La eleccion del tema y el trasfondo ideologic° que lo inspira ex- plican tambien el que yo haya querido escribir un libro para un pu- blic° mas amplio que el de mis colegas los antropOlogos. Peligroso ejercicio, porque corre el riesgo de convertirse en una nota mal ela- borada, en un discurso demasiado tecnico todavia para los unos y demasiado poco preciso para los otros. No puedo mas que pedir la indulgencia de todos. Se vera facilmente, al it recorriendo las paginas, cuanta confian- za y cuanto tiempo le han sido precisos a los Baruya para introdu- cirme en su modo de pensar y hacerme ver (para tomar sus propias imagenes) no solo las hojas, las ramas y el tronco, sino tambien al- gunas de las raices mas secretamente enterradas. Yo pido at lector que se sienta tentado a veces, segtin su filosofia y su humor, a con- siderar como irrisorios, grotescos u obscenos los secretos que los Ba- ruya me han confiado, que recuerde que para ellos constituyen una parte esencial de su identidad, una fuerza vital, sagrada, heredada del pasado y sobre la que se apoyan para resistir a todas las dudas, voluntarias o involuntarias, que nuestro mundo Lanza sobre ellos, muchas veces de buena fe y, mas frecuentemente deliberadamente. Un antropologo no puede estar del lado de los que voluntariamen- te o inconscientemente desprecien o destruyan la sociedad que el se esfuerza en conocer y en hacer conocer. El conocimiento no es un juego sin consecuencia. Toda sociedad posee unos secretos que protege y que la protegen. Darlos al publico sin precauci6n alguna, sin debate, sin vigilancia es no solo actuar perfida e irresponsable- mente, sino tambien permitir que el trabajo cientifico se transfor- me en una fuerza de agresion, de dominacion. Los Baruya no me lo han dicho todo, y fiel a la promesa que les Nice, yo no dire todo lo que me han confiado. Lo que he dejado a un lado, como se adivina, se refiere a los esfuerzos, decididamen- te ocultados a las mujeres, que los hombres hacen para producir sin ellas Grandes Hombres. Esta es una de las contradicciones de las ciencias sociales; porque callarse es colocarse del lado de los hombres y contra las mujeres y escribir es debilitar el poder de los hombres que han consentido en decir a un extranjero, amigo y horn- bre como ellos, lo que querrian continuar ocultando a sus mujeres. Contradicciones inevitables, que no se deben ni ignorar ni suprimir y que incluso deben desarrollarse. El antrop6logo no puede evitar hablar y actuar, tanto en las sociedades que estudia como en la suya propia. Pero jamas debe actuar y hablar en el lugar de los otros en la sociedad que lo ha acogido, del mismo modo que no puede dejar a los demas hablar y actuar en su Lugar en su propia sociedad. No hay soluciOn simple para estas exigencias opuestas. Se podra comprender que ha sido preciso mucho tiempo y mu- chos medios materiales para aprender todas estas cosas. Francia esta muy lejos de Nueva Guinea y los Baruya no viven en las cercanias de Port-Moresby, la capital de su pais. Tengo ahora la ocasion de agradecer a todas las sociedades publicas y privadas que me han ayudado a llevar mi trabajo a buen termino las facilidades que me han prestado, y asi Lo hare. En primer Lugar al CNRS, que ha pro- porcionado lo esencial de los creditos necesarios para mis numero- sas misiones sobre el terreno desde mi primera partida en el alio 1967. A la Werner-Gren Foundation, que por dos veces me ha fa- cilitado el llevar a cabo empresas imposibles de realizar sin su ayu- da. Y por ultimo a la Maison des Sciences de l'Homme, instituci6n siempre dispuesta a dar el toque que desbloquee los mecanismos en- galgados. Y, en nombre de los Baruya, debo agradecer a las fun- daciones Fyssen y Polignac el haber respondido generosamente a la llamada que me habia dirigido la tribu para ayudarles a comprar su primer cami6n, cuando habia acabado de construir a traves de la montana una carretera que la unia directamente al resto del pais. En 1975 invite a un joven investigador, Jean-Luc Lory, a unirse conmigo sobre el terreno para ayudarme a llevar a buen termino el programa de estudio del parentesco y la propiedad de la tierra. Rd- pidamente se sintiO vivamente apasionado por el chamanismo y des- cubri6 hechos importantes de los que he podido sacar provecho. Luego, en 1979, Pierre Lemonnier, especialista en sistemas tecni- cos, vino a completar el equipo, para dedicarse a un analisis cada vez mas amplio y fino de la vida material de los Baruya, que yo mis- mo habia comenzado a explorar. Hoy en dia ambos se ocupan en la inmensa labor de comparacion de las estructuras sociales de to-
12 das las tribus anga, partiendo de nuestro conocimiento de los Ba- ruya, y espero de sus resultados una renovacion de mis perspectival. Debo deciros que este libro, por muy imperfecto que sea, no hu- biese podido hallar su forma y su equilibrio sin Marie-Elisableth Handman que fue su primer lector y consagrO mucho de su tiempo a limpiar las escorias del estilo y a armonizar las proporciones inter- nas. Pero, quede claro, la investigacion no es solamente una cues- tion material o intelectual. En un pais como Nueva Guinea, incluso si las cosas han cambiado mucho desde 1967 siempre se tiene ne- cesidad de un consejo, de un albergue, de una palmada en el mo- mento justo, y no podria enumerar aqui a todos los que me han ayu- dado cuando me hada falta: europeos o neo-guineanos, misioneros o funcionarios, medicos o carpinteros... Debo expresar tambien mi agradecimiento al Gobierno de la Papuasia-Nueva Guinea que, a partir de la independencia, ha facilitado la continuacion de mis in- vestigaciones. Finalmente es a los Baruya a quienes dirijo mis tiltimas pala- bras, a las decenas, e incluso a las centenas de entre ellos que un dia u otro me han dado un fragmento de la substancia de este libro o se las han ingeniado para volver menos dificil una vida en la selva que ciertamente nunca es facil para un blanco.
INTRODUCCION A LA SOCIEDAD BARUYA
Este capitulo no proporcionara mas que puntos de referencia para trazar los contornos de la sociedad baruya. A continuacion se- ran analizados con detalle, Ilegado el momento, todos los aspectos esenciales de su organizacion social, la division del trabajo, la pro- piedad, las relaciones de parentesco, las iniciaciones masculinas y femeninas y la guerra, pero siempre bajo el punto de vista de las relaciones hombres/mujeres. En septiembre de 1979 los Baruya formaban un grupo de 2.159 individuos repartidos en diecisiete aldeas y caserios diseminados en- tre los 1.600 y 2.300 metros de altitud a lo largo de dos altos valles, Wonenara y Marawaka, de una cadena de montailas, el Kratke Range, cuyas cumbres alcanzan los 3.720 metros en el Monte Pio- ra. Esta region habia sido la ultima de las de la provincia de los Eas- tern Highlands de Nueva Guinea en pasar, en junio de 1960, al con- trol de la administraciOn colonial australiana. Habia sido explorada en el alio 1951 por un joven oficial, James Sinclair, quien, habien- do oido hablar de una tribu, los Batia, famosa por la sal que fabri- caba e intercambiaba con sus vecinos, habia organizado una expe- dicion para descubrirlos. Estos Batia no eran otros que los Baruya. Sin embargo no sera mas que en 1960 cuando la Administracion se decidird a instalar un puesto de reconocimiento y control en Wo-
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nenara. En 1965 la regi6n fue declarada pacificada y abierta a la Li- bre circulaciOn de los Blancos.
Territorio y lenguas de las tribus Baruya
PAPUASIA UEVA GUINEA • OWENIA-WAISARA Territorio Baruya: • ( YOUNDOUYE TAIRORA I FORE iI YDWARROUNA TCHE AA WA LAE Sin '''',-___---,,, )2.0 ,v 1,.."' V"' .".• WAFFA noblacion. _- ''' rWarna:N.Ii„ : . ..... "---, Wonenlra ' \ GOLFO — ks. mauvz....,--X WATCHAKE5 ALUM I USARUMPIA 67-,44..A.g,"1" M A HUON I • 1, Ator& I -.4 I) Ma""aka I \ ,A. „i ‘,,. TIAK *Mumeng PA W AlA I TSIMBARI ANDJE I 1.-",t, r, p.. ,,, -6 ...... _ 4116/0111b. .../ ‘, . . , . -...... ,,... I ze...... -4,.ve % P!ii..::.... I •, MENY Ar Vrt. -... r # / • . Iola 4,,,Y A GW 0IA ,Anyaniya / Q,, ,r ../ \ ---,. , ,i'.,.4' / 11 , ,,.. \...../ ..,_..../ IANGA MAR Pura -..* % s.....?...... ; 11/0R1 Kaintiba • MANGAI io KAPAll WELI LOH IKE OROKOLO — — limite de los territories de las tribus de lengua anga OP4 U