1 Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía

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1 Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía

Mérida, 2018 MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 18/4/18 11:05 Página 4

Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía, Jornadas Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas, Madrid, 2015. Editores: Isabel Sánchez Ramos y Pedro Mateos Cruz. Año: 2018 Colección: MYTRA, Monografías y Trabajos de Arqueología. Instituto de Arqueología, Mérida (CSIC-Junta de Extremadura). Número 1. Páginas: 328, + ilustraciones. D.L.: BA-163-2018 I.S.B.N.: 978-84-09-01589-4

Citar como:

Sánchez Ramos, I.; Mateos Cruz, P. (Eds.) 2018: Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía, Mytra 1, Mérida.

Esta publicación se ha beneficiado de las siguientes ayudas para su financiación:

Proyecto I+D del Plan Nacional de Investigación “El legado monumental de Augusta Emerita: la reutilización arquitectónica en la transformación del paisaje urbano de la ciudad histórica” (HAR2015- 64386-C4-4-P). Ministerio de Economía, Industria y Competitividad.

Excelentísimo Ayuntamiento de Ribarroja del Turia.

Secretaría General de Ciencia, Tecnología e Innovación, Consejería de Economía e Infraestructuras de la Junta de Extremadura.

JUNTA DE EXTREMADURA

Consejería de Economía e Infraestructuras

© Instituto de Arqueología, Mérida (CSIC-Junta de Extremadura) © Isabel Sánchez Ramos y Pedro Mateos Cruz (eds.) y de cada texto, su autor.

Maquetación, composición e impresión: ARTES GRÁFICAS REJAS, Avda. Santa Teresa Jornet, 40. 06800 Mérida (Badajoz). MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 4/4/18 16:59 Página 5

Isabel Sánchez Ramos Pedro Mateos Cruz (Eds.)

Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía

Jornadas Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas Madrid, 2015 MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 4/4/18 16:59 Página 6

MYTRA MEMORIAS Y TRABAJOS DE ARQUEOLOGÍA

COMITÉ EDITORIAL

Dirección: Trinidad Tortosa Rocamora y Victorino Mayoral Herrera (IAM, CSIC-Junta de Extremadura).

Secretaría: Carlos J. Morán Sánchez (IAM, CSIC-Junta de Extremadura)

Vocales: Juan Pedro Bellón Ruíz (Universidad de Jaén) Javier Bermejo Martínez (Universidad de Huelva) Luis Berrocal Rangel (Universidad Autónoma de Madrid) Sebastián Celestino Pérez (IAM, CSIC-Junta de Extremadura) Enrique Cerrillo Cuenca (Universidad Complutense de Madrid) Francisco Gracia Alonso (Universidad de Barcelona) Pedro Mateos Cruz (IAM, CSIC-Junta de Extremadura) Almudena Orejas Saco del Valle (Centro de Ciencias Humanas y Sociales-CSIC) César Parcero Oubiña (Instituto de Ciencias del Patrimonio-CSIC) Antonio Pizzo (Escuela Española de Historia y Arqueología, Roma -CSIC) Oliva Rodríguez Gutierrez (Universidad de Sevilla) Mar Zarzalejos Prieto (Universidad Nacional de Educación a Distancia)

COMITÉ CIENTÍFICO Pablo Arias (Universidad de Cantabria) María Carme Belarte (Institut Català d’Arqueologia Clàssica) Massimo Botto (Istituto di Studi sul Mediterraneo Antico) Stefano Camporeale (Università di Siena) Teresa Chapa (Universidad Complutense de Madrid) Alexandra Chavarría (Università di Padova) Jordi Cortadella (Universidad Autónoma de Barcelona) Sophie Gillotte (Centre National de la Recherche Scientifique) Sonia Gutierrez (Universidad de Alicante) Alberto Lorrio (Universidad de Alicante) Dirce Marzoli (DAI, Istituto Arqueológico Alemán-Madrid) Gloria Mora (Universidad Autónoma de Madrid) Ignacio Pavón (Universidad de Extremadura) Sebastián Ramallo (Universidad de Murcia) Elisa da Sousa (Universidade de Lisboa) Xavier Terradas (Institución Milá y Fontanals-CSIC) Frank Vermeulen (Ghent University) MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 4/4/18 16:59 Página 7

ÍNDICE GENERAL

Agradecimientos ...... 9

Territorios, topografía y arquitecturas en torno al poder

Isabel Sánchez Ramos, Pedro Mateos Cruz ...... 11

Las sedes imperiales al final del Imperio: en torno a la interpretación de la arquitectura palatina tetrárquica

Rafael Hidalgo Prieto ...... 21

La présence des Wisigoths dans les sedes regiae du Midi de la Gaule

Marc Heijmans ...... 55

Barcelona, la topografía de un centro de poder visigodo: católicos y arrianos a través de la arqueología

Julia Beltrán de Heredia Bercero ...... 79

De capital de la diócesis Hispaniarum a sede temporal de la monarquía sueva. La transformación del urbanismo en Augusta Emerita durante los siglos IV y V

Pedro Mateos Cruz...... 127

Carthago Spartaria, declive y recuperación de una civitas romana en la Spania bizantina

Sebastián Ramallo Asencio, Felipe Cerezo Andreo...... 155

Toletum. Configuración y evolución urbana de la capital visigoda y su territorio

Rafael Barroso Cabrera, Jesús Carrobles Santos, Jorge Morín de Pablos, Isabel Sánchez Ramos ...... 195

Recópolis: la construcción de un nuevo paisaje en época visigoda

Lauro Olmo-Enciso ...... 237

Pla de Nadal: la residencia de Teodomiro. Entre visigodos y omeyas Empar Juan Navarro, Isabel Escrivà Chover, Jorge Morín de Pablos, Albert Vicent

Ribera i Lacomba, Miquel Rossellò Mesquida, Isabel Sánchez Ramos ...... 261

La arquitectura palatina como expresión monumental de la legitimidad de la monarquía astur

Isidro Bango Torviso...... 283

Postface-Conclusions

Jean Guyon ...... 319 MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 4/4/18 16:59 Página 8 MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 4/4/18 16:59 Página 9

AGRADECIMIENTOS

Vaya nuestro más sincero agradecimiento a las personas e instituciones que han hecho posible la publicación de este libro. Ante todo, deseamos manifestar que el origen de esta obra son las jornadas de estudio internacional celebradas en la Casa de Velázquez de Madrid en 2015 (Spaniae uel Galliae. territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas), coordinadas por Isabel Sánchez, Céline Martin y Jorge Morín1. Desde aquí agradecemos a Michel Bertrand, Director de la Escuela de Altos Estudios Hispánicos e Ibéricos, y a Laurent Callegarin, Directeur des études des époques ancienne et médiévale de la misma EHEHI, por acogernos en su sede, así como por todo el soporte y apoyo ofrecidos para la organización de esta manifiestación científica. También damos las gracias a otras entidades participantes, el Institut Ausonius de l’Université de Bordeaux Montaigne, el Colegio Oficial de Arqueólogos de Madrid y la Universidad de Córdoba, por su respaldo científico, financiero e institucional. Agradecemos, en segundo lugar, a los autores por su esfuerzo, compromiso y entusiasmo para contribuir con sus trabajos en esta publicación colectiva dedicada a los espacios de poder en la Antigüedad tardía. Más allá de lo ceñido que fuera el programa científico originario de las citadas jornadas, esta monografía ha intentado dar cabida a otros colegas que completasen e enriqueciesen el debate de partida con más novedades arqueológicas e igualmente relevantes, cuya presencia e incorporación considerábamos imprescindible. Nuestro deseo es poder plantear un segundo libro que complemente el actual con otros investigadores ‘ausentes’ que el lector podrá echar en falta, pero que por diversos motivos ajenos a los editores no han podido colaborar en esta ocasión. En tercer lugar, a las instituciones y proyectos de investigación que han financiado esta monografía permitiendo así materializar este proyecto editorial. Al Instituto de Arqueología de Mérida (IAM-CSIC) y a su director Sebastián Celestino, por amparar y apoyar esta iniciativa con interés dentro de su nueva serie monográfica Mytra, como a todo su equipo editorial. Finalmente, agradecemos la importante participación del Ayuntamiento de Ribarroja del Tùria en la cofinanciación de la edición y publicación de este libro, y su incondicional respaldo y compromiso en todas las actividades que le son propuestas en relación con el patrimonio arqueológico local, regional y nacional.

1 Spaniae vel Galliae. territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas. Jornada de Estudio Internacional. 17 de Diciembre de 2015, Casa de Velázquez, Madrid.

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015 MYTRA 1, 2018: 11-20

TERRITORIOS, TOPOGRAFÍA Y ARQUITECTURAS EN TORNO AL PODER

ISABEL SÁNCHEZ RAMOS* PEDRO MATEOS CRUZ**

El estudio de las dinámicas de poder en el occidente europeo durante la Antigüedad tardía (ss. IV-VIII) ha experimentado importantes avances en las últimas décadas, y muy especialmente en la investigación arqueológica española. Recientes tendencias en la investigación utilizan el concepto de “arqueología social de la arquitectura” para referirse al estudio de los edificios históricos vinculados a las élites, pues la arquitectura puede, y debe, considerarse vehículo del prestigio social. Es decir, es un producto jerarquizado e instrumentalizado como imagen del estatus y legitimización del poder ostentado por unas aristocracias.

Con el ánimo de afrontar y contribuir a actualizar esta línea de investigación, hemos concebido este libro que, con perspectiva diacrónica y diversificada, contempla el fenómeno de la arquitectura de poder como máximo exponente de transformación de la topografía y caracterización del paisaje por parte de unas nuevas élites urbanas emergentes (Speed 2014).

Desde este punto de vista, sustentado en los postulados teóricos del “landscape archaeology” anglosajón2, que incluye a su vez otros inherentes como la “building archaeology”, es posible entender con solvencia la imagen material de poder. Nos interesa conocer la evolución histórica y la difusión de ciertos esquemas arquitectónicos, con sus particularidades locales o regionales, al tiempo que rastrear unos orígenes inmediatos, y comunes, valorando por último su posterior repercusión monumental en la geografía peninsular.

La finalidad principal de este libro es también presentar en un volumen monográfico las novedades arqueológicas de mayor impacto sobre la configuración de los espacios urbanos de poder y su integración en los nuevos modelos de organización territorial implantados en el occidente mediterráneo tras la desintegración del Imperio Romano occidental (Christie y Aughenti 2004; Esmonde 2013). Del mismo modo, para garantizar una mejor comprensión del fenómeno de transformación urbana y territorial, sobre todo aquélla propiciada por la realidad hispana, contamos con la participación de una serie de casos de estudio altamente significativos por su impacto en el conocimiento de la estructuración urbana del poder y en la consolidación de las sociedades altomedievales europeas (Castellanos y Martín 2005: 7).

* Universidad Autónoma de Madrid. [email protected] ** IAM, Mérida. [email protected] 2 Sobre esta temática, véanse publicaciones recientes: K.R. Dark 1994; J. Bond 2004; N. Christie 2004; S. Turner 2006; M. Hansson 2006; O.H. Creighton 2009; Pryor 2010. MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 4/4/18 16:59 Página 12

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Los diferentes trabajos que así se recogen actualizan, por tanto, conceptos topográficos, arquitectónicos y territoriales como canal básico para comprender el impacto de la nueva organización social y económica de las aristocracias tardoantiguas en la concepción jerarquizada del espacio y en las estrategias desarrolladas para la explotación de los recursos del entorno (Sarris 2004: 55-71). De los casos de estudio que se presentan podemos adelantar que formaron parte de un proceso arquitectónico en el que se consolidaron unos modelos tipificados para la construcción de los primeros complejos civiles y cristianos a partir del siglo VIII. Por razones obvias, la arquitectura creada en torno al poder en época visigoda fue referente para los programas constructivos emprendidos en otras zonas de la Península Ibérica, y sin ella no es posible entender el aspecto que tuvieron ciudades altomedievales como Oviedo e incluso Pamplona. Hablamos de nuevos paisajes creados por la sociedad de la Antigüedad tardía que se emularon o recrearon con una clara carga ideológica del poder en el norte peninsular por parte de las élites asturianas.

El interés por el mundo urbano (Gurt y Ribera 2005), la ideología del poder y el estudio de las metrópolis de sobrada trascendencia histórica, entre ellas las que fueron sedes regia de los reinos dirigidos por monarcas germanos en los territorios del Imperio Romano occidental, no es completamente nuevo, ya que se trata de una discusión arqueológica que cuenta con una larga trayectoria historiográfica en los últimos 50 años (y más recientemente Ripoll y Gurt 2000; Dumézil 2016; Bardiès-Fronty et alii 2016). No ha sido hasta la última década que la investigación ha superado ciertas visiones reduccionistas para analizar los fenómenos de este periodo histórico a partir de conceptos más complejos, caso de los paisajes culturales, y de las dinámicas sociales y económicas que marcaron el devenir y tránsito al mundo medieval.

Una contribución bibliográfica fundamental y pionera en España ha sido la serie de reuniones de Visigodos y Omeyas organizadas periódicamente desde 1998 por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y publicadas con minuciosidad como monografías en Anejos de Archivo Español de Arqueología entre el 2000 y el 2012. Cada uno de estos workshops ha estado dedicado a algunas de las problemáticas arqueológicas que afectan a la interpretación y conocimiento de las ciudades, su territorio, producciones cerámicas y talleres, escultura, arquitectura, etc. (Caballero y Mateos 2000; Caballero y García de Castro 2012; Caballero et alii 2012).

Sin embargo, el tema conductor que proponemos en esta obra, los espacios de poder urbanos, formas de representación y transformaciones en el paisaje, y que viene a sumarse a los monográficos de Anejos citados, es totalmente nuevo. Novedoso por los resultados aquí presentados, e innovador en cuanto a las recientes tecnologías utilizadas por los autores implicados en cada una de sus investigaciones. Son estudios interdisciplinarios que han sabido conjugar con éxito diversas fuentes de información, tanto arqueológicas (edificios civiles y religiosos, fortificaciones), escritas, epigráficas como empíricas.

En este sentido, la investigación arqueológica sobre la Antigüedad tardía en Europa hoy, pasa por el análisis interdisciplinar y puesta en marcha de proyectos combinados capaces de avanzar en la investigación de los recursos económicos de las élites tardoantiguas y la administración del territorio (Guerrard 2003). También se basa en la aplicación de diferentes metodologías, analíticas y en el estudio comparativo de ejemplos con localización geográfica diversificada, pero con realidades comunes, para poder obtener una valoración y caracterización amplia de la problemática tratada (Lavan 2001a; Loveluck 2013).

Siguiendo la postura metodológica defendida, para el conocimiento de las actividades económicas de las élites locales es igualmente importante incorporar estudios transversales relacionados con la explotación de los recursos naturales de la Península Ibérica (minería, agricultura, ganadería) y con las comunicaciones, caso del comercio de ultramar a media y larga distancia (Hinton 1990; Ramallo 2011) y el uso de las vías terrestres. Los resultados científicos paleo-ambientales obtenidos en algunas regiones

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españolas a través de análisis paleo-botánicos, han aportado también datos relevantes para reconstruir los paisajes (especialmente los rurales), y conocer las características del poblamiento tardoantiguo, a partir de los contextos agrarios y de las actividades productivas (Ariño et alii 2002: 291-297). Estos últimos, como la minería ahora ejercida a menor escala, contribuyeron, a su vez, a la transformación del propio entorno natural. Los análisis de C14, por su parte, nos permiten alcanzar una cronología más precisa del fenómeno.

Retomando el hilo de nuestro discurso, en todo proceso histórico, la arquitectura de prestigio y de representación es producto de la existencia de unos poderes civiles, militares y religiosos que, en su proceso de territorialización, esto es, su reafirmación política, social y económica, actuaron como principales agentes sociales en los proyectos constructivos (Jurkovic y Ripoll 2007). La organización antrópica del espacio en el que la construcción finalmente se inserta (el paisaje), refleja al mismo tiempo una realidad ideológica, cultural y económica determinada, pues es reflejo evidente de una reorganización fiscal del espacio urbano y rural (Percival 1997: 19).

Como consecuencia material, y huella visual, de la sucesión de una serie de cambios políticos y sociales de gran transcendencia histórica, debemos explicar el proceso de monumentalización urbana documentado por los textos y el registro arqueológico en las principales ciudades del occidente europeo desde mediados-finales del siglo VI. Esta dinámica en la Península Ibérica estuvo ligada a una promoción planificada del mundo urbano del centro peninsular, a veces fruto de rivalidades locales. Algunas zonas experimentaron una fase de especial desarrollo, caso de la fundación de nuevos núcleos urbanos como la ciudad fortificada de Recopolis, próxima en concepto y forma a la arquitectura desarrollada contemporáneamente en los Balcanes, con un núcleo monumental integrado por iglesia/palacio separado del resto de la vida pública (Olmo 2008; Velázquez-Ripoll 2012: 145-175). También se potenciaron núcleos urbanos ya existentes, convirtiéndolos en competitivos obispados, caso de Valencia (Ribera y Rosselló 2009: 185-203) y Barcelona (Beltrán de Heredia 2013: 571-586), y a otros se les dotó de una arquitectura áulica, como Toledo (Barroso et alii 2015: 55-78). Geográficamente hablando, las grandes transformaciones urbanas a finales del siglo VI se detectan en el litoral mediterráneo, y como contrapunto, las ciudades vinculadas con la fachada atlántica de la península, como Mérida (Arce 2001b: 491-504; Mateos y Caballero 2011: 505-520) e Idanha-a-Velha (Sánchez y Morín 2015).

Uno de los canales predominantes de expresión del poder de las élites tardoantiguas fue la arquitectura eclesiástica a partir de la consolidación de los conjuntos martiriales y monumentalización de los grupos episcopales (Brandt et alii 2013). Pero también se hizo efectiva a través de la arquitectura privada (palacios y residencias) que experimentó un proceso de monumentalización entre la segunda mitad del siglo VI e inicios del siglo VII. Las élites se rodearon de un urbanismo gestionado o dominado por sus residencias como principal enclave de poder (Sánchez 2014). Respecto a su morfología, disponemos de ejemplos tan significativos como el palacio episcopal y ducal de Barcelona (Beltrán de Heredia 2015: 115-119), y la residencia de Pla de Nadal (VV.AA. 2015), que fueron edificios de planta rectangular con aspecto compacto y fortificado, desarrollados en la vertical en dos alturas en concordancia con una sociedad jerarquizada: el piso elevado se reservaba a espacios de residencia y representación (sala de audiencias de carácter áulico expresión del poder episcopal/civil/regio) (Barroso et alii 2011:1-69). También se caracterizaban por la presencia de patios internos cerrados a modo de plaza que actuaban como intercomunicadores internos3, y por una alternancia habitual de espacios cubiertos, con otros abiertos y porticados.

3 Sobre las residencias episcopales, remitimos a la publición editada por S. Balcon-Berry et alii 2012.

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De ahí que los nuevos referentes arquitectónicos (públicos y privados), así como las formas de edificar ligados a la monarquía, aristocracia e Iglesia, desempeñasen en esta época una funcionalidad residencial/civil, monástica, funeraria y también episcopal. Para afianzar paralelamente su poder en el territorio, los mismos poderes locales jugaron un protagonismo relevante en el proceso de evergetismo y propaganda personal. Construyeron conjuntos con funciones pastoriles (funeraria y litúrgica), e iglesias con la finalidad de enriquecer sus latifundios con edificios destinados al culto privado y sepultura privilegiada (Los Hitos) (Barroso et alii 2014). Pero las arquitecturas de poder también actuaron como focos de control de un espacio geográfico a través de la ordenación territorial del poblamiento y en la gestión de sus recursos (explotación y producción).

Los precedentes arquitectónicos de estos modelos, especialmente en el caso de los edificios civiles y residenciales cabría buscarlos en la arquitectura bajoimperial (Lavan 1999: 145; Id. 2001b: 39-56), es decir, en las grandes uillae y en los complejos oficiales romanos relacionados con el protocolo imperial (Lewit 2003: 261; Mulvin 2004: 381), caso de las sedes con salas o aulas de ceremonias (Sfameni 2006; Hidalgo 2014: 533-542). Durante los siglos VI-VIII, se utilizaron unos esquemas constructivos particulares que son muy bien conocidos por la investigación del mundo bizantino y su radio de influencia en el Mediterráneo oriental (Perich 2013: 45-74); antes bien al contrario de lo que sucede con la denominada arquitectura visigoda o áulica de mecenazgo real en la Gaule durante el Reino Visigodo de Toulouse (Guyon 2000: 219-240) y en la Península Ibérica en época visigoda, con motivo de la consolidación del Estado Visigodo bajo el reinado de Leovigildo (Arce 2001a: 79-92).

Esta menor presencia de referentes arquitectónicos en nuestro país y en los territorios más cercanos como los países vecinos, pues afecta por igual a por lo que se refiere al reino suevo de Bracara Augusta (Braga) y al visigodo de Toulouse, generó en la década de los años’90 del siglo XX una substancial polémica historiográfica en torno a la arquitectura tardoantigua asociada a la jerarquía religiosa, civil y militar (Garen 1992: 288-305). Esta controversia científica ha estado condicionada por varios factores ligados a la ya citada carencia documental, como la compleja visualidad de estas estructuras para la arqueología, su indefinición cronológica e interpretativa, pero también por una incomprensión historiográfica de los modelos (Arbeiter 2000: 251-253). Desde ciertos planteamientos explicativos no se ha sabido definir edificios tan representativos como el palacio de Pla de Nadal (Ribarroja del Tùria, Valencia), recientemente objeto de revisión e investigación arqueológica (VV.AA., 2015). Otra problemática que ha afectado al estudio de la edilicia pública y privada desarrollada en los centros de poder y sedes episcopales tardoantiguos ha sido una búsqueda desmedida de paralelos alejados geográficamente, incluso anacrónicos desde el punto de vista cultural y cronológico para la realidad hispana.

Más allá del problema cronológico, el debate arqueológico actual en torno al proceso arquitectónico se focaliza afortunadamente en comprender otros fenómenos más amplios en los que se gestaron las manifestaciones del poder: agentes sociales (promotores), función y finalidad (porqué se construyeron) y topográficos (en qué contexto espacial se insertaron los edificios en el paisaje). Es igualmente importante estudiar y definir las formas de construir realizando ambos análisis formal y tecnológico de las soluciones técnicas de los edificios (estudio estratigráfico de paramentos), de los recursos disponibles/abarcables y de los materiales empleados en las fábricas de las construcciones. Todo ello facilita al investigador abordar cuestiones relacionadas con la capacidad económica y organizativa de los promotores, pero también relativas a la estructuración y organización del artesanado y maestría de los talleres (Quirós y Fernández 2012: 43).

De hecho, los últimos años de investigación han sido decisivos para avanzar considerablemente en el estudio de las técnicas edilicias. A través de la “arqueología de la arquitectura” comprendemos mejor en términos sociales y económicos las condiciones envolventes al proceso constructivo, la forma condicionada

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por la ideología de los promotores, así como la evolución y difusión de modelos arquitectónicos4. Se contempla el estudio de los materiales y detección de innovaciones tecnológicas, como reflejo de un perfeccionamiento de las soluciones técnicas, de la experiencia del artesanado. Recurrimos como ejemplo al grupo episcopal de Terrassa, donde además de la cúpula de piedra que remata el edificio funerario de planta central de Sant Miquel, la iglesia de Sant Pere está cubierta por una bóveda de piedra, con tirantes y contrafuertes, y no a dos aguas como la iglesia episcopal de Santa María, la más antigua del conjunto, que dispone de una techumbre a dos aguas (García et alii 2009: 159). Ello indica un cambio, una innovación en las soluciones constructivas adoptadas.

Por tanto, cada edificio y cada solución técnica dependió de los medios disponibles, la demanda, del estatus e intencionalidad del promotor, por lo que la variedad arquitectónica documentada definiría la dinámica estándar en la Antigüedad tardía. Por ello, es interesante valorar la inversión temporal y el coste de una obra reconstruyendo el circuito de abastecimiento, traslado y trabajo de los materiales. No cabe duda que no supondría lo mismo la readaptación de elementos expoliados de construcciones más antiguas (sillares, fustes, capiteles, basas, placas escultóricas, tegulae, ladrillo, epigrafía, etc.), que la extracción directa de la piedra de la cantera. En conjuntos emblemáticos de promoción regia y eclesiástica, situados tanto en la ciudad como en el territorio, es frecuente la reutilización ideológica de materiales romanos (Schattner y Valdés 2009), lo que podría implicar la presencia de canteros especializados (Bonetto et alii 2014). Los edificios tardoantiguos de Mérida, como la basílica de Santa Eulalia, las residencias de Morerías, el xenodochium y la iglesia de San Pedro, son bastante representativos del fenómeno de expolio y reutilización detectado en el proceso constructivo de estos edificios de prestigio sacro (Mateos 2003: 91; Ayerbe y Mateos 2015: 179-191). Todos ellos se abastecen de un gran número de sillares romanos reutilizados, enrrasados y acuñados con lajas de pizarra, basas, placas de mármol y epitafios (Mateos y Caballero 2011: 505-520).

Otros casos peninsulares bien conocidos son el palacio episcopal del siglo VI de Barcelona, construido con los pedestales reutilizados del foro romano; el empleo de elementos expoliados de los edificios públicos romanos de Tarragona en el episcopio de Terrassa; el grupo episcopal de Idanha-a-Velha, que utiliza también sillares, fustes, inscripciones, capiteles romanos, etc.; las iglesias rurales, como Ibarhernando, Santa Lucía del Trampal5, los Santiagos de Alburquerque, San Miguel de Los Fresnos, Santa Lucía de Salvatierra y San Benito San Vicente de Alcántara, entre otros muchos.

Aunque no se incluye ningún estudio específico en este libro, no queremos dejar de aludir a otros espacios relacionados con el poder en la Península Ibérica. Junto a las ciudades, también surgieron otros centros dotados de una imagen monumental vinculados con la organización y control fiscal del territorio6. A nivel constructivo y configuración espacial, son asentamientos amurallados con una arquitectura en piedra para las iglesias y residencias principales (Gutiérrez 2014: 191-214). Algunos fueron ceca y sedes episcopales, lo que implica la participación del Estado Visigodo y probablemente de contingentes militares (Catalán et alii 2014). Sobresalen los castra ubicados en el interior de la Meseta, como el de Cristo de San Esteban (Zamora), el Cerro del Castillo (Bernardos, Segovia), Castro Ventosa (Cacauelos, León), El Castillón (Zamora), Castro de Tintinholo (Guarda), y en la costa del Alto Ampurdá, Puig de Rom (Roses, Girona) de finales del siglo VI, que se ha vinculado con las acciones militares emprendidas por Wamba. La

4 También en Anejos de AEspA, véanse las múltiples aportaciones de A. Pizzo en las monografías de Arqueología de la construcción (2008-2014). 5 La fábrica de la iglesia cuenta con unos 50 epígrafes romanos, votivos y estelas funerarias de un posible santuario dedicado a Ataecina (Caballero 2003: 16). Como sucede en las iglesias de El Gatillo y en Ibahernando, las inscripciones de acarreo sirven también de umbrales de canceles. 6 Para un contexto europeo más amplio, véase, J. Baker et alii 2013.

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mayoría de estos asentamientos fortificados se localizan en la actual provincia de Zamora por el papel estratégico que tuvo esta zona para controlar los límites fronterizos del Duero medio entre suevos y godos (Ariño y Díaz 2014: 188). Además de los citados castros suevos (Castro Ventosa, El Castillón y Cristo de San Estéban), destacan Las Peñas de Santa Cruz y Navagallega (Salamanca), por la presencia de estructuras de habitación en piedra y su destrucción violenta a finales del siglo VI-inicios del VII. En otros casos se trata de castra relacionados con una sede episcopal, como sucede con un potente recinto fortificado que controla el Río Ulla, vinculado a Iria Flvaia, y el castro de Monte Aloia, dependiente del obispado de Tude (Fernández 2014: 399). En todos ellos, la constatación arqueológica se ciñe prácticamente a su recinto amurallado, y a veces a la existencia de estructuras de habitación adosadas a la muralla (Puig de Rom). Se trata, pues, de otro tema apasionante de la Antigüedad tardía de la Península Ibérica que merece su propio foro de debate y publicación.

* * * * * *

Finalmente, este libro pretende fomentar el diálogo histórico sobre las sociedades tardoantiguas y altomedievales en Europa al presentar posiblemente varios de los mejores casos de estudio del actual panorama científico del occidente europeo, en cuanto al discurso y modelo explicativo, resultados científicos generados y las metodologías arqueológicas utilizadas. Las novedades arqueológicas de los últimos cinco años relativas a las arquitecturas de poder promovidas por las élites militares y civiles, suevas, visigodas y bizantinas, han sido la principal razón que nos motiva a lanzar este volumen con el que nos gustaría contribuir a la historiografía actual.

El conjunto de estudios concebidos por arqueólogos, historiadores e historiadores del arte, ofrece desde una perspectiva interdisciplinaria nuevos caminos para reflexionar sobre las manifestaciones topográficas y arquitectónicas como expresión jerarquizada de unas élites, y sobre la transformación de los paisajes culturales. Por ello se profundiza de manera transversal en la ideología del poder, en cómo y en qué medida las fundaciones civiles y eclesiásticas terminaron por modelar una nueva imagen de la ciudad tardoantigua que tuvo su última expresión en Oviedo con el inicio del reino asturiano (Gutiérrez 2013: 379).

Los avances arqueológicos logrados en España, ha condicionado la selección geográfica de la Península Ibérica dentro del occidente mediterráneo, siempre con una mirada interrogante al Sur de Francia. Salvo descubrimientos excepcionales en los últimos diez años, caso del episcopio de Arles en l’Enclos Saint- Césaire, las nuevas aportaciones en Galia meridional (Aquitania y Provenza) son menores, pero es prioritario para el caso hispano conocer los fenómenos que afectaron por igual a ambos territorios7 (Heijmans y Guyon 2006). En este sentido, es importante recurrir a la realidad arqueológica de la Galia, desde el control visigodo efectivo de Aquitaine en el 418 hasta la derrota de Vouillé en el 507, para establecer, cuando la información lo permite, unos referentes topográficos y unos antecedentes al modelo de organización territorial visigodo de la Península Ibérica.

Los contenidos del libro están estructurados en varios capítulos, y de forma diacrónica en función de los casos de estudio, iniciando el recorrido por los precedentes e influencias del mundo bajoimperial (residencias imperiales y prefecturas como Treveris y Arelatum en Gallia en los siglos IV y V); el análisis de las residencias itinerantes de la corte y de la monarquía visigoda en diversas ciudades galas (Tolosa y Narbona) e hispánicas (Barcino), hasta su definitiva instalación en Toletum. Este aparataje regio acarreó transformaciones topográficas particulares en cada una de ellas, tanto en la propia estructuración de los

7 Sin embargo, véase C. Ballmelle 2001, para las residencias de la aristocracia en esta provincia.

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1 TERRITORIOS, TOPOGRAFÍA Y ARQUITECTURAS EN TORNO AL PODER

nuevos espacios públicos y de representación, además de aquéllos de ámbito privado, como en la ordenación del territorio a través de unos canales de comunicación privilegiados. Este panorama se completa con otras evidencias arqueológicas significativas, y coetáneas del territorio hispano, que muestran una nueva ordenación del paisaje relacionada con la presencia de las élites suevas (Emerita Augusta y Bracara Augusta -una de nuestras grandes ausentes-), y orientales (Carthago Spartaria). Se dedica igualmente un capítulo a las novedades obtenidas recientemente en Recopolis, la única fundación visigoda ex novo constatada en la península. El percorso planteado se completa con dos casos de estudio que ponen de manifiesto la exportación de modelos desde estas capitales tardoantiguas y visigodas a otras zonas hispanas a finales del siglo VII (caso de Pla de Nadal próximo a Valentia), y su repercusión e influencia para la creación de los nuevos reinos cristianos del siglo IX (Oveato). Por último, unas consideraciones finales y críticas elaboradas por Jean Guyon sobre los fenómenos tratados y el protagonismo de la arqueología para la comprensión e interpretación de la ideología del poder episcopal y civil en la tardía Antigüedad, ponen broche final a los contenidos presentados en esta obra.

Esperamos que el lector disfrute con su lectura y que le incite a la reflexión.

Paris – Mérida, Febrero 2017

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015 MYTRA 1, 2018: 21-54

LAS SEDES IMPERIALES AL FINAL DEL IMPERIO: EN TORNO A LA INTERPRETACIÓN DE LA ARQUITECTURA PALATINA TETRÁRQUICA1

RAFAEL HIDALGO PRIETO*

RESUMEN

La arquitectura palatina tetrárquica ha sido desde hace mucho tiempo objeto de atención por parte de numerosos investigadores. A lo largo del tiempo se han planteado distintas propuestas de interpretación, objeto de nuestra atención en este trabajo, que no han estado exentas de crítica y polémica. Al carácter sesgado y parcial de lo que conocemos de los palacios tetrárquicos, se unen las dudas razonables de que realmente exista un modelo estricto de palacio tetrárquico. A pesar de ello, se debe seguir estudiando el fenómeno para profundizar en los aspectos que, aunque no con carácter de norma, afectan a la conformación de tales palacios.

PALABRAS CLAVE

Palacios imperiales romanos, arquitectura tetrárquica, palacio-circo.

ABSTRACT

The palatial architecture of Tetrarchy has been point of attention for many researchers since long time ago. In these years, several interpretation proposals have been exposed with a certain amount of criticism and controversy. Together with the biased vision of what we know about the tetrarchic palaces, there are sensible doubts about the exact palatial model. In spite of all this, we have to keep on researching to study in depth all the aspects that, although not as a rule, affect to the shape of such palaces.

KEYWORDS

Roman imperial palaces, tetrarchic architetture, palace-circus.

* Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. [email protected] 1 Este trabajo es deudor en parte de: Hidalgo, 1997, hasta la fecha inédito. MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 4/4/18 16:59 Página 22

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1. LA ARQUITECTURA PALATINA

La política de descentralización de las sedes imperiales desde Roma a diversas zonas del Imperio, especialmente vinculadas a áreas periféricas, conlleva la creación de diversos palatia en esas sedes, destinados a la ocupación ocasional de augustos y césares, y, con ello, la concepción de un nuevo concepto de palatium.

Fruto de este proceso será la creación de las sedes imperiales de Trier, Milán, Tesalónica, Sirmium, Antioquía, Nicomedia, etc., conocidas mejor o peor según los casos, que culminará con la conformación de la gran sede del Palatium Magnum constantinopolitano.

Junto a ello, otros complejos también inciden en la definición de los nuevos modelos arquitectónicos que asumirán las sedes imperiales o son reflejo de ellas, como son los palacios de Split2, Córdoba o de la vía Apia3, todos ellos concebidos como palatia, o villas imperiales como la de Gamzigrad, también imbuida de los aspectos propios de la arquitectura palatina.

Es evidente que el precedente del que parten estas nuevas sedes es el Palatino, la que hasta entonces había constituido la residencia del emperador por antonomasia, pero que a partir de ahora perderá su papel preponderante para convertirse en sede ocasional. Junto al Palatino, también desempeñarán un papel destacado las principales villas imperiales, especialmente en lo concerniente a Villa Adriana, en la que tanto su suntuosidad y magnitudes como su carácter de verdadera sede oficial cuando el emperador residía allí, propiciaron que se dotara de los espacios de representación y prestigio propios del Palatium.

Aunque a partir de lo que conocemos de estas sedes imperiales tetrárquicas es difícil establecer un modelo claro para los palatia allí construidos, también es cierto que al menos se pueden atisbar algunos elementos que, sin conformar un modelo en sentido estricto, forman parte del cúmulo de variables que de una manera u otra se hacen más o menos presentes en ellos.

A partir de un análisis profundo de la arquitectura palatina tetrárquica4, no podemos evitar, cuando menos, hacernos la misma pregunta que a su vez se hacía ya hace años N. Duval (1986b): “Existe-t-il une “structure palatiale” propre à l’antiquité tardive?”.

2 Muy llamativa resulta la propuesta formulada por algunos investigadores en los últimos tiempos, según la cual Split se habría creado inicialmente como un gynaeceum, centro de manufacturas imperial destinado a la producción de equipamientos militares, que más tarde, probablemente durante su construcción, habría sido adaptado a residencia imperial (Belamarić, 2003 y 2004). De confirmarse esta posibilidad, supondría que el nacimiento de este importante modelo de la arquitectura palatina no sería consecuencia de un proyecto específicamente concebido como tal, con la originalidad que ello le proporciona, sino que sería consecuencia de la mera adaptación. 3 Del complejo de la vía Apia sólo contamos con una referencia literaria en la que aparece mencionado como “villa publica”, si bien, tanto por su concepción formal como por la tipología de las construcciones que lo conforman y su funcionalidad, se puede considerar un palacio más. Guidobaldi (2004a, 42) lo califica como un “ibrido tra il palazzo e la villa”. 4 Las lógicas limitaciones de espacio del volumen del que forma parte este trabajo, nos impiden llevar a cabo un recorrido pormenorizado por los distintos edificios o complejos que conforman los palacios tetrárquicos, que ya tratamos en Hidalgo, 1997. De la amplísima bibliografía existente sobre el tema, en la que los resultados de las excavaciones e investigaciones de los últimos años están aportando importantísimas novedades, que permiten afrontar el problema con nuevas perspectivas, véase especialmente Polci, 2000, Baldini Lippolis, 2001, 2005 y 2014, Mayer, 2002 y 2013a, Torp, 2003, Rinaldi Tufi, 2005, Demandt y Engemann, 2007, Uytterhoeven, 2007, Bülow y Zabehlicky, 2011, Ceresa Mori, 2012 y Featherstone et alii, 2015.

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1 LAS SEDES IMPERIALES AL FINAL DEL IMPERIO…

El estudio de la arquitectura palatina bajoimperial y la búsqueda de un posible modelo teórico en su desarrollo, ha constituido el objetivo de numerosos investigadores que, a lo largo del pasado siglo, han generado un importante corpus de teorías y corrientes, sumidas en una profunda polémica que aún hoy en buena medida continúa en vigor5.

Como punto de partida de las corrientes interpretativas sobre la arquitectura áulica bajoimperial, podemos considerar el importante trabajo que en 1906 publicó J. Strzygowski en relación con el palacio de Split. En su intento de identificar un modelo teórico de palacio bajoimperial, Strzygowski parte del estudio de tres elementos que considera primordiales: la trama axial de Split, la concepción del palacio de Antioquía –a partir de la información propor- cionada por las fuentes literarias– y la con- figuración del palacio de Filipo el Arabe en Filípolis, construido entre los años 244-249 d.C. (Fig. 1). El autor, centrándose excesivamente en criterios formales y partiendo de una muestra demasiado sesgada y parcial, identifica una serie Fig. 1.- Establecimiento del esquema del palacio de características comunes que considera bajoimperial según Stryzgowski (de: Duval, 1961-62). definitorias de la arquitectura de los esta ble - cimientos palaciales: existencia de dos vías que se cruzan en ángulo recto -lo que no es más que un trasunto del urbanismo hipodámico-, con la zona palatina en el culmen de uno de estos brazos, presencia de un tetrapylon en el punto de intersección de las vías, protección con un recinto amurallado e incorporación de una logia columnada, concebida como un mirador que en Split se orienta hacia el mar y en Antioquía sobre el Orontes. A partir de estas características comunes, Strzygowski concluye en la existencia de un esquema común regido por las peculiaridades señaladas, que además tendría su origen probable en la Antioquía helenística.

El trabajo de Strzygowski constituye una visión simplista del problema, propia de un momento en el que el mismo desarrollo de la investigación no proporcionaba suficientes evidencias arqueológicas y en el que, además, no se disponía aún del corpus teórico nece sario para abordar el estudio de la arquitectura palatina bajoimperial con una visión suficientemente profunda y rigurosa y con resultados satisfactorios. La lectura del fenómeno que lleva a cabo el investigador es, en conse cuencia, sesgada y parcial, ya que centra su estudio en un número demasiado reducido de edificios, insuficiente para la determinación de principios generales. Este mismo aspecto le obliga a unificar dentro del mismo grupo edificios de distintas categorías, que serán juzgados como un grupo homogéneo, a lo que hay que añadir su comprensible fijación por determinados elementos llamativos -como podría ser la organización en función de dos vías perpendiculares-, en detrimento de aquellos detalles diferenciadores que pasan desapercibidos en su análisis.

5 Una extensa recopilación bibliográfica de los trabajos proporcionados por las distintas corrientes en: Duval, 1992: 141- 146.

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A partir también del palacio de Split, elemento excepcionalmente conservado de la arquitectura tetrárquica, y con el estudio del conocido como “palacio de Teodorico” en Rávena como complemento, desarrollará E. Dyggve una nueva teoría, conformando a través de distintas publicaciones6 un corpus teórico que tendrá gran acogida en la investigación contemporánea y que influirá en la línea de trabajo de otros investigadores, quienes de esta forma colaborarán en la construcción de la propia tesis7.

El controvertido punto de partida que adopta Dyggve para desarrollar su teoría -poco después de conducir las excavaciones de Marusinac- radica en la interpretación del peristilo situado ante los apartamentos imperiales del palacio de Split (Fig. 2). Para el autor, este peristilo constituye lo que define como “basilica discoperta”8: una sala de audiencia al aire libre, en la que el emperador se presenta ante sus súbditos colocándose en el Prothyron inmediato a los apartamentos, realzado por el arco que lo cubre y desarrollando un hipotético ceremonial, muy influenciado en su concepción por la extrapolación de conceptos del De Ceremoniis9. Tal interpretación da lugar, en definitiva, a la concepción de la tan debatida “architettura di potenza”.

Esta idea queda completada mediante la definición del “complejo glorificante”, que constituiría una secuencia ceremonial que abarca tres elementos del complejo de Split: la citada “basilica discoperta” - identificada por Dyggve con el tribunal-, el pórtico monumental, destinado a las apariciones solemnes del emperador, y la sala del trono, situada en el culmen del mismo eje en el que se disponen los elementos anteriores y precedida por un vestíbulo (Fig. 3).

Para afianzar la argumentación, Dyggve cuenta además con su propia interpretación del famoso mosaico de San Apolinar Nuevo en Rávena, en el que aparece reproducido el palacio de Teodorico. En este mosaico el arquitecto danés identifica la representación de su “basilica discoperta” diseñada de forma simplista: con los laterales del peristilo abatidos y representados frontalmente. Según su interpretación (Figs. 4 y 5), el arco tripartito que aparece en el centro, portando la inscripción con la identificación del edificio, no sería otra cosa que el arco triunfal que cubre el tribunal -desde el que se accedería al salón del trono-, mientras que las arquerías distribuidas a ambos lados no podían ser otra cosa que los laterales proyectados del peristilo. De esta forma, Dyggve consigue por añadidura que su secuencia ceremonial se convierta en un proceso de amplia acogida en la arquitectura tardoantigua, que abarcaría al menos desde el s. IV hasta el s. VI.

6 La primera plasmación de la teoría en su famosa obra Ravennatum Palatium Sacrum (Dyggve, 1941), completada con la monografía publicada casi veinte años después (Dyggve, 1959a) y por toda una serie de artículos monográficos (Dyggve, 1943, 1959b, 1959c, 1961), que culminan con su obra póstuma publicada en la revista Urbs (Dyggve, 1961- 62), en la que incorpora los últimos resultados de los trabajos del Gabinete de Urbanismo de Split. 7 De un sinnúmero de publicaciones cabe destacar, entre las más representativas: Anti (1950), Grabar (1946 y 1951), Boethius (1951), Cagiano de Azevedo (1959, 1968 y 1978), Vetters (1961-62), Simson (1948), la tercera edición del Römische und Romanische Paläste de Swoboda (1969), los trabajos de Frazer (1966) y Toht (1978-79) especialmente en lo referente a la relación palacio-circo y a la configuración de las salas de audiencia respectivamente, los trabajos de L’Orange en torno a la interpretación imperial de Piazza Armerina como obra de Maximiano Hercúleo (L’Orange, 1956, 1965a, 1965b y 1973, 305-314 y L’Orange y Dyggve, 1952), y de Kahler (1969 y 1973) como obra de Majencio - ambas descartadas hoy por la historiografía-, con su continuación y reafirmación a través de Settis (1975 y 1982) –cuya “secuencia ascendente” identificada en Piazza Armerina parece estar netamente influenciada por las teorías de Dyggve- y, por último, las extrapolaciones de los principios de Dyggve a momentos posteriores realizadas por Bettini (1946 y 1955) y Sauvaget (1947). 8 Equivalentes de esta construcción fueron identificados, a partir de las teorías de Dyggve, por C. Anti (1950: 9 ss.), A. Boethius (1951: 25-31) y S. Bettini (1955: 341 ss.). 9 Sobre el ceremonial imperial y en relación también con la información privilegiada que en este sentido nos proporciona Constantinopla, véanse los trabajos clásicos de A. Alföldy, 1934, 1935 y 1970.

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Fig. 2.- Palacio de Diocleciano en Split (alzados) (según: Marasović, 1994).

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Fig. 3.- Interpretación de los apartamentos imperiales de Split (a partir de Duval, 1961-62): 1.- El complejo de ceremonias de Dyggve (1941: fig. 42.2); 2.- El pórtico y el complejo de ceremonias axial, con el vestíbulo identificado con la sala del trono (Swoboda, 1957: 7 y 11); 3.- El pórtico con el complejo axial y las salas de recepción -consideradas secundarias- (Dyggve, 1959: fig. 23) y 4.- Plan en T con la sala de recepción basilical en una de las alas (a partir de las observaciones de L. Crema y B. Gabričevič).

Fig. 4.- Representación esquemática de las interpretaciones del mosaico de S. Apolinar Nuevo (según: Duval, 1965a).

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También se ha utilizado, como un argumento más en defensa de esta teoría, el ambiente arquitectónico representado en el missorium de Teodosio, esta vez por Bettini, principal seguidor de la teoría ceremonial, que llega incluso a aplicar los principios de la “architettura di potenza” a la arquitectura omeya10. Según este autor (Bettini, 1955: 343), en el missorium de Teodosio nos encontraríamos de nuevo con la representación del tribunal y, en consecuencia, con una repre- sentación del ceremonial que según Dyggve debía llevarse a cabo en ese lugar, con la familia imperial ante los súbditos situados en la basílica. Tanto la cronología del missorium como la asignación del paisaje arquitectónico allí representado a la capital milanesa, le proporcionan a Bettini argumentos para considerar este elemento nexo de unión entre la aplicación de este tipo de construcción en Split

Fig. 5.- El complejo glorificante de Dyggve (1941). en época dioclecianea y en Rávena en época de Propuesta de restitución del palacio de Teodorico en Teodorico. Rávena a partir de la interpretación del mosaico de San Apolinar Nuevo (izquierda). Como consecuencia de todo esto, Dyggve llegó a tipificar un esquema-tipo de complejo de ceremonias que, con distintas combinaciones, contaría con: un primer vestíbulo (Fig. 6, D) desde el que se accede a la “basilica discoperta” (C) y que, a través de un nártex (B), da paso a la sala del trono (A). Una vez identificado el esquema, con él se relaciona no sólo el edificio de Split, sino también otras plantas conocidas como la de Piazza Armerina, la del supuesto “palacio de Teodorico” en Rávena, etc. (Fig. 7), ratificando así la interpretación del peristilo de Split y del mosaico de Rávena.

Sin embargo, el descubrimiento por parte de los Marasović (1968; también Gabričevič, 1961) de las escaleras que, en el eje, comunicaban el peristilo de Split con los subterráneos de los apartamentos imperiales, dificulta en buena medida la justificación del “complejo ceremonial” tal y como se había concebido. La presencia de estas escaleras recalca la continuidad -a dos niveles- del cardo máximo hasta la Porta Aenea -abierta en la parte inferior de la fachada marítima-, ratificando su papel de eje de comunicación, más aún tras comprobar que la alineación de las columnas del peristilo coincide exactamente con los muros de la cámara subterránea del “tablinum”, como continuación, en los sótanos, del cardo porticado (Duval, 1961-62: 84).

No concluye aquí la teoría ceremonial sino que, una vez definido el esquema del palacio, éste se compara con el de la basílica cristiana (Figs. 8 y 9), estableciendo importantes lazos que implican la dependencia, en su origen, de la arquitectura cristiana respecto de la palatina bajoimperial, en lo que constituiría una cristianización del complejo glorificante concebido para exaltar la figura del emperador deificado. De esta forma, se establece un rígido paralelismo entre los elementos que conforman en el s. IV la basílica cristiana y los que se propugnan como definitorios de los conjuntos palatinos: la “basilica discoperta” se identificaría con el atrium de la basílica cristiana, el pórtico triunfal donde se presentaría el

10 Este es el mismo caso de Savaget, 1947, en especial: “La mosquée et le palais” (122-157) y “Les origines de la salle d’audience basilicale” (158-185). En términos mucho más discretos, Cagiano (1986: 276) compara el edificio de Mogorjelo con el ribat islámico.

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emperador ante sus súbitos se asociaría con la fachada interna de la basílica cristiana y el salón del trono, habitualmente constituido por una sala rectangular absidada, con la sala principal del complejo cristiano.

El principal error de la teoría de Dyggve radica en su propio punto de partida: la “basilica discoperta”. Es decir, en la presunción de una serie de funciones ceremoniales -para cuya iden - tificación rigurosa no dispone de criterios suficientes-, en un espacio que formalmente cuenta con una sencilla justificación e interpretación en función de los parámetros habituales de la arquitectura romana. El peristilo de Split no es otra cosa que la monumentalización de la vía principal del conjunto en su tramo más importante: el acceso al templo y al mausoleo -zona sacra- y a los apartamentos imperiales; mientras que las columnas de la supuesta� “basilica discoperta” no Fig. 6.- Complejo de ceremonias de Dyggve: A.- Sala del son más que el resultado de la monumentalización trono; B.- Nártex; C.- “Basilica discoperta” y D.- de los dos edificios laterales mediante la Vestíbulo. incorporación de una columnata en el frente de cada uno, que sirve además para regularizar en el espacio central la disimetría provocada por la concepción dispar del frente de cada uno de ellos. Del mismo modo, el Prothyron no tiene otra finalidad aparente que la de funcionar de fachada de los apartamentos imperiales y permitir, mediante las escaleras laterales ascendentes y las centrales descendentes, la continuación del cardo o, mejor, de su recorrido, en dos niveles: el superior como comunicación con los apartamentos imperiales y el inferior destinado a labores y zona de servicio. Partiendo, pues, de un supuesto fácilmente cuestionable, la aceptación de la teoría ceremonial de Dyggve se fundamenta, más que en otra cosa, en un “gusto” por admitir la presencia de un complejo ceremonial en época tetrárquica para, a continuación, aceptar sin más la interpretación que el autor aporta para su identificación11.

Con esta corriente entronca la que podríamos calificar como corriente simbolista, que puede considerarse complementaria de la primera. Esta otra experimenta un desarrollo y acogida mucho menor que la “arquitettura di potenza” y atañe tan sólo a algunos de los elementos de la arquitectura áulica. Este nuevo enfoque, que no se opone a las teorías de Dyggve, parte también del análisis formal y de la asignación de un importante carácter simbólico a ciertos elementos arquitectónicos que, en consecuencia, desempeñarían un papel fundamental en la concepción de los palacios y en el ceremonial a ellos asignados. De este modo, el elemento arquitectónico que alcanzará especial relevancia en esta teoría será la cúpula: símbolo de la bóveda celeste situada sobre el emperador divinizado -como elemento glorificante- en la sala del trono, en la cenatio o como símbolo de la aeternitas en el mausoleo.

11 Aunque la única base argumental clara para intuir este ceremonial áulico en época tetrárquica es el libro de ceremonias de Constantino Porfirogéneta -con los problemas de extrapolación temporal que puede acarrear-, la misma concepción del emperador tetrarca y el marco arquitectónico que lo acoge en los actos de representación, permiten considerar que algún tipo de ceremonial evolucionado debió existir en este momento (vid. infra), aunque no existan pruebas suficientes para identificarlo con la secuencia ceremonial de Dyggve.

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Fig. 7.- Tabla comparativa propuesta por Dyggve con los edificios en los que identifica su complejo de ceremonias.

Fig. 8.- El supuesto complejo de ceremonias de Piazza Fig. 9.- Propuesta de comparación de Dyggve del Armerina en comparación con el esquema de la basílica palacio y la basílica cristiana: a.- Planta hipotética del cristiana (según: Dyggve, 1958-1959). palacio de Teodorico, según su interpretación, y b.- Planta de la basílica de San Pedro.

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De nuevo nos encontramos con que el palacio de Split vuelve a convertirse en un importante pilar para edificar la teoría, elaborada y defendida principalmente por E. Baldwin Smith (1950 y 1956), G. Hautecoeur (1954) y H. P. l’Orange (1953)12. Según esta nueva visión, el vestíbulo circular -cubierto con su correspondiente cúpula- del palacio de Split, constituiría el trono del emperador13, que se dispondría en uno de los cuatro ábsides dispuestos en la sala.

La interpretación simbolista arranca también de un error de base, fruto en este caso de la creación de una teoría sustentada en unos conceptos que sólo serán contrastados a posteriori mediante el método comparativo, con lo que tiende a acomodar exageradamente las pruebas materiales a la hipótesis a contrastar. El vestíbulo de Split no puede de ninguna manera ser identificado con el salón del trono de Diocleciano a causa de dos problemas insalvables: a) El vestíbulo presenta dos accesos opuestos y situados en el mismo eje de la calle, que confieren a la estancia un neto carácter de espacio de tránsito y, además, debía ser forzosamente atravesado por todos aquellos que quisieran acceder al resto de los apartamentos imperiales. No es comprensible, pues, que el trono se disponga en una zona de obligado tránsito. b) Los cuatro ábsides que se abren en la estancia, proporcionando un aspecto tetraconque al interior, se disponen en posición oblicua en relación con el eje y en igualdad de condiciones entre ellos, por lo que es difícil pensar que el trono se colocase en uno de ellos, en posición excéntrica y sin superioridad jerárquica respecto a los otros tres ábsides.

Una última tendencia a tomar en consideración en el estudio de la arquitectura palatina bajoimperial, es la desarrollada durante los últimos decenios del siglo pasado, que tiene su origen en la crítica de las corrientes anteriores, en especial de la “architettura di potenza” de Dyggve. Este enfoque es el que en numerosísimas publicaciones ha sido defendido por N. Duval14, proporcionando como fruto un importante corpus a tener muy en cuenta en el estudio de la arquitectura palatina bajoimperial.

Difícil es resumir en pocas líneas los numerosos argumentos que Duval desarrolla en su examen de la “arquitettura di potenza” y, en general, de la visión áulica de la arquitectura palatina bajoimperial. Trataremos aquellos que, a nuestro entender, constituyen los pilares fundamentales de su discurso.

La crítica de Duval a la “arquitettura di potenza” se basa principalmente en la escasez y disparidad de indicios para deducir -a partir de la arquitectura- la presencia de un complejo ceremonial áulico y, sobre todo, la existencia de un modelo-tipo de palacio bajoimperial. Las características de ese modelo y los argumentos con los que se defiende son sistemáticamente desmontados por Duval en atención a las siguientes razones:

12 Con el apoyo de K. M. Swoboda (1961) e I. Lavin (1962a), quienes con mucho superan el estricto ámbito de la corriente simbolista. 13 E. Baldwin Smith, 1956: 142: “From the Porta Aurea the processional way led directly to the domical hall at the entrance to the palace proper. This rotunda with its massive dome was the salutatorium, where the divine Diocletian was welcomed, acclaimed and adored...”; K. M. Swoboda, 1961: 81: “Its central position [en relación con la�rotunda de Split]�in the royal palace indicates that it was undoubtedly a throne room, as in the later Sassanian palace complexes. Similarly the roundness of the dome probably symbolized even this early the world rule of the sovereign who was enthroned beneath it”. 14 En especial en sus trabajos sobre Split (1961a, 1961-62), el “palacio de Teodorico” (1960a, 1960b, 1961b) y Gamzigrad (1986a, 1987a y 1987b), en los que, como en otros muchos (especialmente: 1978a, 1978b, 1979a, 1983, 1984a, 1986a, 1992, 1995 y 2003), trata de forma global la problemática de la arquitectura palatina bajoimperial. En la misma línea Wilkes (1986) y McNally (McNally et alii, 1989a: 1-42) principalmente. Las primeras críticas a los trabajos de Dyggve -previas a las publicaciones de Duval- en: Prandi (1953: 425-435), Schneider (1949-1950) y Gerkan (1953), entre otros.

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- La “basilica discoperta” no es más que una vía porticada, máxime una vez comprobada su continuidad hasta la fachada sur del palacio; el resto de los elementos del complejo de ceremonias no son más que un eje de comunicación sin posible función dentro de un hipotético ceremonial áulico -que tampoco admite- y la sala de audiencia no sería más que una de las salas propias y tradicionales de la arquitectura doméstica. - Por su parte, la interpretación del mosaico de Rávena ha sido descartada -con el apoyo de G. de Fran- covich (1970)- mediante un concienzudo estudio de los sistemas de representación en la antigüedad -en concreto gracias al Salterio de Utrech-, en el que Duval15 demuestra que el paisaje arquitectónico representado en el mosaico no corresponde de ninguna manera a una supuesta “basilica discoperta”, sino a un aula de recepción cubierta, según el modelo de aula basílical vigente en la época, en la que se han proyectado los laterales siguiendo una perspectiva un tanto ingenua (Fig. 4).

No obstante, la postura crítica de N. Duval, lleva consigo también la creación de una nueva e interesante visión de la tradicional arquitectura áulica bajoimperial, en lo que podríamos denominar “corriente doméstica”16. En su defensa de una visión “doméstica” de la arquitectura palatina, estima que los criterios que se han considerado definitorios de tal arquitectura no constituyen una característica propia, sino que confluyen en toda su esencia con los correspondientes a la arquitectura doméstica. Según ese planteamiento, estaríamos siempre hablando de arquitectura doméstica, sin más simbolismo que el que habría podido prever para su vivienda el propietario, por ejemplo, de una de las casas pompeyanas del s. I d. C. Los criterios tradicionalmente asignados a la arquitectura palatina, que en opinión de Duval (1984a: 456-457) deben ser asociados con la arquitectura doméstica, son los siguientes:

- Las dimensiones. Según el autor las dimensiones de los tradicionales “complejos ceremoniales” -y cita en concreto el “Palacio de Teodorico” y Piazza Armerina- son comparables a las de las casas más grandes de Pompeya, Herculano, Volubilis, Cherchel, Timgad, etc.; o a las de numerosas villas como Montmaurin, Nening, Patti Marina, etc. - La axialidad. Acertadamente Duval apunta que este elemento no es propio y exclusivo de los “com- plejos ceremoniales”, sino que aparece también como denominador común en la planta de la casa y villa romanas. No obstante, siguiendo su mismo criterio, la vinculación a la arquitectura doméstica es también sesgada y parcial, ya que en realidad nos encontramos ante un criterio de uso común en la arquitectura romana en general: edificios de espectáculos, religiosos, foros, campamentos, etc., uti- lizan también la axialidad como criterio primordial para plasmar su ordenación. - El esquema tripartito. La vinculación de este esquema con la arquitectura doméstica es de todo punto incuestionable: la “basilica discoperta” se corresponde con el peristilo, el pórtico o fachada monumental con uno de los tramos porticados del peristilo y la sala de recepción con la gran sala de banquete y/o recepción que incondicionalmente suele acompañar al peristilo en la arquitectura doméstica. Ante este parangón Duval se pregunta: ¿en función de qué criterio se puede pensar que el esquema está dotado en los palacios de un simbolismo del que no tenemos constancia alguna en las construcciones privadas? - El modelo de sala de recepción. Siguiendo la misma línea, Duval asocia los modelos establecidos como salas de recepción -la planta basilical y la triconque- a la arquitectura doméstica, debido a la difusión de estos esquemas en época tardía en la configuración de los triclinia, gracias a las posibilidades que incuestionablemente proporciona el ábside para albergar los nuevos lechos, esto

15 Especialmente Duval, 1962a, 1965a, 1965b, 1978b, en la misma línea Lampl, 1960-61: 6-13. 16 Una de las mejores contribuciones del autor a la creación de esta visión propia de la arquitectura áulica bajoimperial, es la que proporciona en su aportación al coloquio Aspects de l’Architecture Domestique d’Apamée (Duval, 1984a, especialmente: 456-470).

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es, los stibadia. Sin embargo, aun cuando se acepte la vinculación del esquema originalmente a la arquitectura doméstica, hay que calibrar otra serie de factores que de una manera u otra interfieren en el proceso proporcionando “productos” netamente diferenciados: a nadie escapa la clara diferencia conceptual que existe, por poner un ejemplo, entre la “basílica” constantiniana de Trier y el triclinium de época bajoimperial de la domus ostiense de la Fortuna Annonaria, aunque en ambos casos se aplique en esencia el mismo modelo formal.

A consecuencia de todo esto, Duval llega a la conclusión de que realmente no existe un modelo de palacio bajoimperial, ni tan siquiera una arquitectura palatina bajoimperial, ya que ésta, en definitiva, no sería otra cosa que el desarrollo de la arquitectura doméstica bajo los auspicios de un comitente imperial, sin que en ningún momento llegue a independizarse lo suficiente como para constituir un fenómeno arquitectónico autónomo con sentido por sí mismo.

No se puede negar que en su argumentación N. Duval tiene parte de razón, sin embargo se debe también tener presente que la influencia de la arquitectura doméstica es un argumento de pura lógica y que lo excepcional habría sido lo contrario. En este sentido hay que tener en cuenta que la arquitectura palatina tetrárquica se desarrolla a lo largo de muy pocos decenios y que los arquitectos que van a concebir estos edificios no pueden de ninguna manera idear unas construcciones completamente ex novo, sino que indefectiblemente tienen que “beber” de unos modelos ya existentes que constituyen el punto de partida de su creación. Evidentemente, si van a crear la nueva morada del emperador, es natural que su fuente de inspiración sea la arquitectura doméstica, fuertemente consolidada a lo largo de los siglos anteriores, de la que parten formulando un nuevo lenguaje. Sin embargo, a pesar de la lógica influencia que la arquitectura doméstica ejerce sobre la palatina, es lógico suponer también la existencia de algunas peculiaridades diferenciadoras, como consecuencia de las cuales es imposible confundir construcciones como el palacio de Split o el complejo de la vía Apia con lo que hasta el momento había constituido la residencia de un dominus.

En los últimos tiempos, que no son de manera específica objeto de nuestra atención en esta ocasión, lo cierto es que el debate sobre la arquitectura palatina ha dejado de ser objeto de atención preferente por parte de la investigación especializada, si bien es cierto también que en esos últimos tiempos hemos asistido a una proliferación masiva de los “palacios” tardoantiguos. Como consecuencia de ello, en muchos casos, edificios especialmente suntuosos -sobre todo villas-, son directamente identificados como palacios o incluso, yendo más allá, como palatia, partiendo primordialmente para ello de los modelos aplicados a su diseño. No comparto la visión derrotista de R.J.A. Wilson quien, consciente del error, considera que el grado de difusión que ha alcanzado tal tendencia17, hace que sea difícil reconducirla18. Aunque no es este lugar de entrar en tal cuestión, es bien sabido que en el Bajo Imperio el término palatium designa específicamente el lugar donde reside el emperador y, con ello, cualquier lugar donde reside el emperador se convierte por su mera presencia en palatium. Con lo cual, el uso del término se debe aplicar exclusivamente a las residencias imperiales. Otra cuestión en la que hay aún que profundizar es en el uso del término moderno “palacio”, cuya carga semántica es diferente y que no conlleva obviamente el uso exclusivo por parte de un emperador19. Si bien, aun así es un término que se debe emplear con cautela, ya

17 Ejemplo paradigmático para el caso de Hispania es la villa de Carranque, identificada en ocasiones como un “palatium” (Fernández Ochoa et alii, 2001). 18 “…but the term ‘palace’ is in such widespread general use in the modern literature to refer to such structures that it would be impossible (and misguided) to change that terminology now” (Wilson, 2011: 87). 19 El término en español lo define la Real Academia de la Lengua Española en su diccionario como: 1. Casa destinada para residencia de los reyes, 2. Casa suntuosa, destinada a habitación de grandes personajes, o para las juntas de corporaciones elevadas, 3. Casa solariega de una familia noble, 4. En el antiguo reino de Toledo y en Andalucía, sala principal en una casa particular, 5. desus. Sitio donde el rey daba audiencia pública. Las tres primeras acepciones se pueden aplicar perfectamente al problema que aquí nos ocupa.

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que lo cierto es que de momento no lo hemos definido con una suficiente precisión en su aplicación a la arquitectura residencial de época romana.

En definitiva, como por otra parte suele ser lo más habitual, probablemente la línea de trabajo más acertada en el estudio de la arquitectura palatina bajoimperial sea aquella que parta de una visión equilibrada, propiciada por el mismo enfrentamiento de las dos posturas extremas que han centrado el debate en la segunda mitad del s. XX, y que pueda conjugar los elementos y criterios más fiables de ambas visiones.

Cierto es, como defiende Duval, que lógicamente la arquitectura palatina tetrárquica está profundamente influenciada por la arquitectura doméstica, lo que efectivamente constituye una importante limitación a la hora de identificar los criterios definitorios de la arquitectura palatina. Sin embargo, esta asociación debe realizarse con cautela y estableciendo ciertos límites, pues de ninguna manera las necesidades del poder imperial se pueden equiparar en todos los términos con las de un dominus. Este es el caso, modélico además, de la villa construida por Majencio en la vía Apia, en la que la zona residencial evidentemente se puede comparar con establecimientos privados, ya sean domus o villae, si bien, la incorporación del circo y la forma en que se combina con dicho circo y con el mausoleo dinástico que abre a la vía, constituyen una innovación propia de la arquitectura palatina tetrárquica.

Es más, la influencia que esta arquitectura ecléctica pudo ejercer sobre edificios posteriores, hace más difícil identificar sus características definitorias, por cuanto el proceso se puede ver ahora invertido. Nos referimos a edificios de la categoría de Piazza Armerina, que por su cronología20 y por la categoría de su propietario, que el mismo edificio refleja, muy bien puede estar influenciada por la arquitectura palatina del momento inmediatamente anterior.

Cierto es, de igual modo, que la visión ceremonial de Dyggve parte de unos presupuestos que en gran medida deben ser descartados, pues presupone en el análisis arquitectónico un complejo ritual ceremonial que sólo se puede atisbar a partir del De Ceremoniis, sin que existan suficientes testimonios intermedios. No obstante, aun cuando los testimonios materiales nos impidan reconstruir este ceremonial tetrárquico y el marco formal que lo acogería, no es descabellado pensar que existiese, proporcionando un importante bastión al proceso de revitalización del Imperio y, con él, del poder imperial que acomete Diocleciano.

Desde esta postura “conciliadora”, con la que nos identificamos, iniciamos ahora una reflexión sobre la arquitectura palatina de baja época.

2. LOS ELEMENTOS DEFINITORIOS DE LA ARQUITECTURA DE LOS PALACIOS TETRÁRQUICOS

El problema fundamental que presenta el estudio de la arquitectura palatina bajoimperial, al que ya hemos hecho mención, es la escasez, o mejor, insuficiencia de elementos de juicio con que contamos y el carácter heterogéneo de esos mismos elementos. Son pocos los edificios que conocemos y, lo que es más importante, de algunos de ellos apenas sabemos nada.

20 Que según la propuesta más difundida de Carandini, Ricci y De Vos (1982: 54-58) habría que situar en torno a 320/330.

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Muy poco sabemos del palacio de Filipo el Arabe, muy útil para Strzygowski pero que nosotros hemos preferido descartar por corresponder a un momento anterior a la Tetrarquía. Nada sabemos de Nicomedia y sólo contamos con algunos documentos literarios de Antioquía, ambas capitales de Diocleciano, mientras que la visión que nos proporcionan los vestigios y noticias del palacio de Maximiano en Milán, nos transmiten tan solo una visión parcial y sesgada, aunque cierto es que con atisbos de nitidez proporcionados por los trabajos allí realizados en los últimos tiempos (Figs. 10 y 11). Algo conocemos también de los conjuntos de Trier (Fig. 12), Tesalónica (Fig. 13), Sirmium, Vía Apia, Gamzigrad (Fig. 14) o Constantinopla (Fig. 15), aunque su interpretación global cuenta igualmente con importantes limitaciones. Sí conocemos, por último, cada vez con mayor precisión, el conjunto construido por Diocleciano en Split, lo que lo convierte en un tentador y peligroso ejemplo en el que centrar la atención.

Por otra parte, se trata de edificios de distintas categorías -sedes imperiales, edificios destinados al retiro y construcciones de carácter tan singular como la villa de Majencio en la vía Apia-, que en realidad responden a una realidad diversificada.

Estos condicionantes, que consideramos insalvables, impiden identificar de forma categórica un esquema arquitectónico propio de la arquitectura palatina bajoimperial, un modelo predefinido -en el caso de que este hubiera existido- en el que se habrían inspirado los arquitectos responsables de las distintas construcciones. Aun así, se puede intentar comprobar la posible presencia de una serie de variables que con mayor o menor frecuencia se repitan en los edificios estudiados, con el fin de confirmar al menos la existencia o no de algunas pautas predefinidas.

Fig. 10.- Ubicación del palacio de Milán (de: Lusuardi Siena et alii, 2009).

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Fig. 11.- Vestigios conocidos del palacio de Milán (de: Ceresa Mori, 2012: fig. 1).

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El primer aspecto a tratar, punto de partida del estudio de las características de la arquitectura palatina tetrárquica, es la propia definición de los establecimientos. S. Ćurčić (1993) ha defendido el carácter urbano de los palacios tetrárquicos, pero lo cierto es que el proceso alcanza un desarrollo mayor, adquiriendo carácter “supraurbano”, esto es: el palacio, entendido como sede principal, se construye siempre en una zona marginal, o mejor, periférica de la ciudad, aprovechando sobre todo las posibilidades estratégicas de esa ciudad, pero claramente independizado de ella, constituyendo “una vera città nella città, anzi acanto alla città”, como lo definía Arslan (1982: 200-202), aprovechando aquello que le ofrece la ciudad, que de forma subsidiaria tendría que absorber las necesidades del emperador, la corte y el servicio.

Esta configuración topográfica del palacio en Fig. 12.- Area ocupada por el palacio de Trier (de: relación con la ciudad está también provocada por Goethert y Kiessel, 2007: fig. 1) la necesidad de proteger el palacio en un recinto amurallado y, sobre todo, condicionada por las necesidades espaciales derivadas de la incorporación del circo, importante escenario de las funciones representativas de los tetrarcas, como a continuación veremos, que obliga a contar con un espacio considerablemente amplio, preferentemente libre de construcciones, aunque no se evitará construir en terrenos previamente edificados. Esta es la configuración de los palacios de Milán, Trier, Tesalónica, Sirmium, Constantinopla y quizás también del de Aquileia. No es tan claro en el caso de Antioquía, donde la ubicación del palacio en la isla del Orontes permite una mayor diferenciación del conjunto respecto a la ciudad.

No obstante, no existe una regla general sino la aplicación de una serie de condicionantes concretos y, de hecho, el conjunto construido por Majencio en la vía Apia difiere completamente de la ubicación topográfica que hemos descrito para los palacios anteriores. Ello es así debido a sus circunstancias particulares, en especial la incorporación del mausoleo al propio conjunto21, que obliga a disponer el palacio fuera del pomerium, la menor amenaza de riesgos –a priori-, que permiten la ubicación del conjunto fuera de la muralla y sin recinto defensivo propio, y, por último, el afán de Majencio de ver su gobierno legitimado y, a la vez, vincularse directamente a la Urbs. Algo similar ocurre con las residencias destinadas a los emperadores tras su retiro, Split y Gamzigrad, definidas por Ćurčić (1993: 72) como “miniature fortified cities”, pero que más bien son conjuntos auto suficientes que no han sido asociados a grandes centros urbanos, que por su propia razón de ser es cierto que se diferencian netamente de las sedes imperiales.

Uno de los elementos, no exento de polémica, que a nuestro entender se convierte en esencial, es la incorporación del circo a los complejos palatinos. El claro precedente de esta alianza es el establecido en Roma -donde las aclamaciones en el circo constituyen una parte tradicional del culto o liturgia imperial22-

21 Independiente en el caso de Milán, el único de los palacios ya citados que incorpora tal estructura. Diferente es lo que ocurre en Gamzigrad, donde la distancia de los mausoleos con respecto a la zona residencial les proporciona cierta autonomía. 22 Al respecto vid. Alföldy, 1934: 83-88.

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Fig. 13.- Vestigios conocidos del palacio de Tesalónica y restitución (de: Hadjitryphonos, 2011: fig. 1).

en el palatium por antonomasia, el Palatino, propiciado por la proximidad del Circo Máximo a la casa de Augusto primero y a la residencia flavia después. El nexo de unión que permite enlazar esta primera combinación con el proceso reproducido en época tetrárquica, viene de la mano del complejo del Palatium Sessorianum, iniciado por Septimio Severo y continuado –y quizás concluido- por Caracalla y por Heliogábalo (Guidobaldi, 1999, 305), que cuenta también con un circo, que queda obliterado con la construcción de la muralla aureliana.

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Fig. 14.- Villa de Galerio en Gamzigrad (de: Büllow, 2011: fig. 8).

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Fig. 15.- Palacio de Constantinopla (de: Müller-Wiener, 1977).

Sin embargo, es en época tetrárquica cuando esta combinación adquiere un innovador desarrollo generalizado. El primer circo asociado a un palacio en época tetrárquica sería el de Nicomedia, principal residencia de Diocleciano, con lo que la iniciativa de esta asociación habría recaído lógicamente en el fundador del sistema, mientras que Maximiano, al construir su palacio milanés, habría reproducido el esquema incorporado por Diocleciano en Nicomedia. Una segunda fase, según Humprhey (1986: 634), se habría iniciado cuando la construcción de los circos de Nicomedia, Milán, Aquileia y del complejo imperial

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de Antioquía se encontrase avanzada, y a esta segunda categoría corresponderían los circos de Tesalónica, Trier, Sirmium y vía Apia.

La concepción autocrática del emperador en época tetrárquica, dominus ac deus, conduce de forma progresiva a su aislamiento, acogido en su palacio y rodeado por un creciente séquito de funcionarios y cortesanos. Ante esta situación, el circo, donde se celebran los juegos -símbolo de la victoria imperial- y los aniversarios imperiales, será el único lugar que permitirá el encuentro entre el emperador –“victor in war, and provider of peace, plenty and games” (Cameron, 1976: 182)- y sus súbditos. Por esto mismo, la residencia del emperador y el lugar donde se presenta a sus súbditos –el pulvinar imperial del circo- estarán en este momento íntimamente relacionados, formando parte de un complejo único y evitando de esta forma que el emperador deba alejarse demasiado de su morada para realizar sus solemnes apariciones.

Ante este fundamento, el circo llegará a constituir incluso un condicionante para la ubicación del propio palacio23. En aquellos casos en los que exista un circo previo, los tetrarcas lo aprovecharán, reconstruyéndolo o monumentalizándolo, y dispondrán el palacio en las inmediaciones. En aquellos casos en los que no se cuente con un edificio previo, se construirá uno nuevo y será ahora la necesidad de una topografía propicia para tal construcción, lo que condicionará la ubicación del circo y, en consecuencia, la del propio palacio. Sin embargo, la interrelación entre estas dos construcciones no se llevará a cabo a través de un esquema formal concreto, sino sólo mediante la proximidad de ambas (Fig. 16), de manera que el emperador pueda acceder con facilidad al pulvinar imperial desde su palacio24.

No obstante, como ya hemos dicho, esta asociación tampoco ha escapado a la polémica suscitada por las distintas escuelas dedicadas al estudio de la arquitectura tetrárquica. La asociación entre palacio y circo y el relevante papel que este último desempeña en la representación imperial de época tetrárquica es aceptada y defendida por un amplio grupo de investigadores25, con excepción de Duval26, que fundamenta su crítica, basada en una visión excesivamente incrédula27, en la ausencia de evidencias rotundas que tajantemente ratifiquen la asociación de estos elementos. Para Duval la asociación palacio-circo sólo es evidente en Roma -además como algo casual- y en Constantinopla en un momento más avanzado. En el resto de los casos considera que esta relación está escasamente probada, llegando a excluir el ejemplo paradigmático que constituye el complejo de Majencio en la vía Apia, al no considerarlo una residencia oficial.

23 Nunca en el caso de las residencias previstas para el retiro que, como podemos observar en Split y Romuliana, no precisan de esta función representativa, una vez que el augusto ya ha abandonado la púrpura. 24 Sobre la influencia del esquema pulvinar imperial-circo sobre las basílicas circiformes, reflejo a fin de cuentas de su trascendencia como elemento de representación, véase Torelli, 1992: 208. 25 Al respecto véase especialmente De Angelis, Ioppolo y Pisani, 1988: 12; Frova, en: Milano, 1990: 423-431; Frazer, 1966: 385-392; Pisani y Calza, 1976: 150; Cameron, 1976: 182; McCormack, 1981; Settis, 1982: 515-534, Guidobaldi, 2004, 40-42; especialmente, Humphrey, 1986: 579-638; Hidalgo, 1999; Mayer, 2002, passim y 2013: 112-113; Bauer, 2007: 170 y Popović, 2011: 179-181. 26 En especial Duval, 1973: 151-158; 1978a: 56-57; 1979a: 50. En la misma línea Spieser, 1984: 108: “En voyant combien maigres sont les résultats auxquels nous aboutissons, on sera tent‚ de prende … son compte les hesitations de N. Duval sur l’existence d’un lien privilégié entre palais et hippodrome”. 27 Humprhey, 1986: 637: “Duval continues to have doubts about the obligatory link between palace and circus in this period (...). He regards the circus near the Sessorian and the circus of Maxentius as not being official political residences. But this distinction is too subtle”; Arslan, 1982a, n. 36: “La prudenza del Duval, che non considera Treviri, ci sembra forse eccesiva, mentre la sua ricerca viene bloccata dalla pregiudiziale (anche se sottointesa) affermazione che il Palazzo Imperiale milanese dovesse essere un complesso organico e delimitabile”.

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Fig. 16.- Asociación palacio-circo (según: Frazer, 1966): 3.- Sessorium, 4.- Vía Apia, 5.- Antioquía, 6.- Milán, 7.- Tesalónica, 8.- Trier y 9.- Constantinopla.

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Sin embargo, lo cierto es que la asociación palacio-circo es meridianamente clara también en la villa de Majencio en la vía Apia (Fig. 17), donde su carácter extraurbano permite que el esquema se establezca con plena libertad, sin las limitaciones que puede imponer la existencia de un circo previo o la necesidad de adosarse o incorporarse a la ciudad y protegerse mediante un perímetro amurallado. Las circunstancias concretas que originan la construcción del complejo de la vía Apia no constituyen un argumento suficiente para excluirlo del grupo de palacios imperiales, pues realmente el propio principio que da lugar a su construcción, el deseo de legitimación de Majencio, da pie a pensar, con independencia de su ubicación en el suburbium, que en su construcción Majencio emularía los edificios de los tetrarcas, de los que se considera un igual.

Incuestionable es igualmente la relación palacio-circo en Tesalónica, donde ambas construcciones se distribuyen orgánicamente según un eje -que culmina en la rotonda- que proporciona como resultado un conjunto que adquiere coherencia con la presencia inexcusable de cada una de las tres unidades: rotonda, zona representativa/residencial y circo, de modo que la exclusión del circo de este todo, considerándolo algo ajeno y dotándolo de independencia, privaría al conjunto de la evidente racionalidad con que se planificó. Algo semejante ocurre, con distinto grado de comprobación, en Milán, Trier -donde la distancia entre el palacio y el circo quizás sería mayor-, Aquileia o Nicomedia, culminando finalmente el esquema en Constantinopla, donde la ubicación del circo construido por Septimio Severo condiciona completamente la disposición del nuevo palacio constantiniano.

Así pues, como ya defendió con un profundo análisis Humprhey (1986: 579-638), podemos afirmar que la alianza palacio-circo constituye una de las características más repetidas y comunes de la arquitectura palatina tetrárquica en lo referente, eso sí, a la configuración de las sedes oficiales, nunca en las destinadas al retiro.

Fig. 17.- Villa de Majencio en la Vía Apia (según: Ioppolo).

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El papel representativo que desempeña el circo se completa ideológicamente con el mausoleo (Johnson, 2009), haciendo mayor hincapié sobre el culto al emperador victorioso: vivo y aclamado en el circo, muerto y divinizado en el mausoleo. La unión del mausoleo a la residencia reitera también el concepto de sacralidad imperial28, en un momento en el que la esencia divina se encarna directamente en el emperador, que constituye en vida un auténtico deus.

El concepto aplicado al mausoleo tetrárquico es el del heroon helenístico (Grabar, 1946: 230-234; Frazer, 1966: 388), lugar al mismo tiempo de sepultura y de culto que, además, se incorpora a la residencia como exaltación del carácter divino del emperador. Para su configuración se elige primordialmente la planta circular cubierta con bóveda29, con reminiscencias del mencionado heroon y tipológicamente emparentada con el Panteón -en especial en el caso de la vía Apia-, reiterando su dedicación al culto imperial y su carácter sacro.

Los tetrarcas rompen con la tendencia altoimperial de enterrarse en los grandes mausoleos de Roma, los de Augusto y Adriano, que superan el concepto de mausoleo dinástico para convertirse en mausoleos impe- riales, para crear nuevas tumbas en este caso concebidas como mausoleos familiares. La ubicación de estas nuevas tumbas también cambia, de manera que ahora se dispondrán preferentemente junto a sus residencias.

Este abandono de los lugares de enterramiento tradicionales de Roma, forma parte del propio distanciamiento de los tetrarcas de Roma. La Urbs continuará desempeñando un importante papel político e ideológico, como se desprende además de la importante actividad edilicia desarrollada allí por los tetrarcas (Mayer, 2013b), sin olvidar que fue el lugar elegido por Diocleciano y Maximiano para la celebración de sus vicennalia, pero dejará de ser la sede del emperador por antonomasia. Es evidente que no se considera necesaria la presencia estable de los emperadores en Roma, sino que, antes bien al contrario, se harán presentes en otras zonas del Imperio, especialmente en relación con la propia defensa y organización de su territorio.

Esta descentralización del poder desde Roma lleva a la creación de las nuevas sedes imperii en distintas zonas de su territorio, que afecta incluso también a las tumbas, situadas ahora en las nuevas sedes o en las residencias de retiro. Sólo Majencio mantiene su mausoleo en Roma, aunque con la creación de un nuevo mausoleo en la vía Apia, que coincide perfectamente con la concepción de las nuevas tumbas tetrárquicas.

No es esto en sentido estricto una innovación de los emperadores de la Tetrarquía, sino que supone asumir por los emperadores la tradición de la aristocracia romana, muy afianzada en el tiempo y conocida a través de gran cantidad de casos, de situar sus mausoleos en sus villas.

A pesar de este importante papel que desempeñó el mausoleo en época tetrárquica, los únicos mausoleos asociados a palacios que conocemos son el de Diocleciano en Split, el ya citado de Majencio en la vía Apia, el posiblemente ocupado por Maximiano -antes de ser usado por Valentiniano II- de S. Vittore al Corpo en Milán, el de Gamzigrad, asociado a Galerio y a su madre, Rómula, y, por último, el Apostoleion destinado a Constantino en su capital.

Si, como sabemos, los tetrarcas utilizan más de una sede durante su gobierno, es de esperar que los mausoleos no constituyan una de las unidades comunes de los palacios, pues en buena lógica no cabe su

28 El primer investigador que profundizó en la relación palacio-mausoleo fue Grabar (1946), cuyos resultados fueron completados por Frazer (1966). 29 Según Arce (1990: 121) “...indicativa del carácter triunfal del Emperador y se emparenta por tanto con la tradición de los monumentos triunfales iniciada con el de Augusto mismo (y antes con Sila)”.

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repetición en distintos lugares. De hecho, sería insensato pensar que Diocleciano hubiera dispuesto un mausoleo en los palacios de cada una de sus sedes principales, Nicomedia, Antioquía y Sirmium, o que Maximiano hubiera construido otra estructura para este fin en Aquileia -si aceptamos, claro está, la identificación de su mausoleo con el recinto milanés de San Vittore-. En consecuencia, el mausoleo constituye una importante unidad en relación con la configuración de los conjuntos palatinos, como lugar de culto del emperador divinizado, si bien no en todos los palacios debe aparecer esta construcción.

La función sacra del mausoleo se completa con el templo. El caso paradigmático donde se observa a la perfección esta combinación es Split, con templo y mausoleo enfrentados junto al peristilo, constituyendo el área sacra dedicada a la glorificación del emperador tras su muerte y emblema ideológico, como santuario dinástico, del nuevo orden implantado por la Tetrarquía, encarnado en la figura de su fundador. El mismo esquema, pero ya convertido a los nuevos términos fijados por el cristianismo, sería el reflejado en la tumba de Constantino, bajo la advocación de los Santos Apóstoles, en cuya iglesia el emperador muerto se sitúa como un apóstol más o incluso al mismo nivel que Cristo. A pesar de lo interesante que puede llegar a parecernos esta combinación de elementos cultuales, los escasos ejemplos con que contamos impiden incluirla entre las características generales de los palacios tetrárquicos: la presencia de mausoleo y templo puede ser rotunda en la identificación de un palacio imperial, pero su ausencia no permite descartar tal posibilidad.

La propia concepción autocrática del emperador-dios de la Tetrarquía hace pensar también en la necesidad de incorporar al palacio al menos un importante espacio representativo donde se concentrasen los actos de recepción y gobierno. Con ello, el aula de recepción se convierte en un espacio de recepción privilegiado donde eran recibidos los más selectos, siguiendo un ceremonial hierático transformado por la influencia del ceremonial oriental30.

Para el diseño de esta sala se elige un modelo determinado: la planta basilical, consistente básicamente en una amplia sala rectangular a la que se adosa en la cabecera un ábside, en el que unos han querido ver un elemento glorificante de la figura del emperador y otros, en contraposición, una mera adaptación a un nuevo hábito social, la incorporación del stibadium a los banquetes.

Curiosamente este tipo de sala, cuyo claro precedente está en la Domus Flavia, lo podemos encontrar en muchos de los conjuntos tetrárquicos. El ejemplo paradigmático por sus dimensiones, configuración y estado de conservación es el aula de Trier, a la que se suman las de la vía Apia, Split, Gamzigrad, Cercadilla, Mediana, Sessorium31 (Fig. 18), Milán32 e incluso quizás la Magnaura del palacio imperial de Constantinopla33. La propuesta de identificación en Sirmium e incluso en Milán de un pulvinar absidado

30 Según U. Roberto (2014: 68), “gli uomini ammesi al cospetto del príncipe venivano accompagati secondo un ordine gerarchico puntigliosamente rispettato. Entrati nella sala delle audienze avanzavano sbalorditi verso l’abside, dove l’imperatore li attendeva seduto in trono. Avanzavano in silenzio, con le mani velate (manus velatae), mentre essenze e fraganze bruciavano spargendo effluvi inebrianti nell’aria. Giunti a contatto con la sacra persona, si inginocchiavano secondo il rito orientale della proscinesi e baciavano l’orlo del mantelo di porpora. Poi si alzavano e rimanevano in piedi al cospetto dell’imperatore, conservando un silenzo che s’addiceva all’incontro con un uomo investito di potere divino”. 31 Recientemente E. Gallochio (2013) ha propuesto para el Sessorium una estructura muy similar a la del aula palatina de Trier (Fig. 18). 32 Aunque de esta sala sólo se conoce parte de la cabecera (Fig. 19, C), ha sido interpretada como aula basilical (vid. Ceresa Mori, 2012: 28). 33 Ziemssen (2012: 124) ha propuesto que la basílica de Majencio podría haber desempeñado la función de aula de recepción imperial. El edificio, con ciertas similitudes con las aulas de recepción tetrárquicas, se aproxima mucho más en su concepción a la de las basílicas. Además, su ubicación en el foro romano la aproxima también más a las basílicas, mientras que las aulas de recepción tetrárquicas forman parte de los espacios residenciales de los emperadores.

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adosado al circo, han llevado a dudar seriamente, por la similitud del esquema, de la posible aula basilical situada entre el palacio y el circo de Tesalónica34, aunque las investigaciones recientes llevan a considerarla muy plausible35.

En otros casos como Nicomedia o Antioquía, la precariedad de los datos con que contamos nos impide saber en la actualidad si alguna vez existió allí un aula de esas características36.

No quiere decir esto de ninguna manera que la planta basilical o absidada sea un elemento definitorio en exclusividad de la arquitectura palatina tetrárquica. Nada más alejado de la realidad. Este tipo de aulas constituye un componente común de la arquitectura doméstica previa a la Tetrarquía y continuará desarrollándose de una forma incluso más profusa una vez desaparecido el sistema. Tampoco queremos centrar el debate en la presunción, que nosotros sí admitimos, de unas determinadas funciones representativas en los palacios, para una sala que en la arquitectura doméstica desempeña primordialmente la función de triclinium y/o espacio de recepción.

En consecuencia, el estudio de estas salas también cuenta con ciertos problemas: ¿de qué modo podemos distinguir un aula de recepción absidada palatina o imperial de la construida para un dominus? El problema tiene difícil solución, ya que en esencia la planta aplicada en ambos casos es exactamente la misma. Sólo podemos atisbar un criterio que, en cierta medida, puede clarificar la cuestión: las magnitudes. En el caso del aula de Trier el criterio es claro, sus dimensiones impiden cualquier confusión con los ejemplares conocidos para la arquitectura doméstica, al igual que ocurre con las de Tesalónica y Cercadilla, las siguientes en dimensiones, muy por encima de las demás. En el resto de los ejemplos la

Fig. 18.- Palacio del Sessorium (según: Gallocchio, 2013).

34 Sobre la identificación aquí de la tribuna imperial véase Humprhey, 1986: 579-638, especialmente 636. 35 Al respecto véase especialmente: Hadjitryphonos, 2011. 36 Como señala R.J.A. Wilson (2011: 69), “In some imperial palaces, such as Diocletian’s in Split and Maximian’s in Cercadilla, there is in fact more than one apsed hall, and the distinction between function as in Rome [Domus Flavia], where there is both an imperial recepcion hall (“Aula Regia”) and a separate place for hearing legal cases (the “basilica”), may therefore have been carried through into late imperial palace architecture well”.

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situación se complica. Para el diseño de estas otras aulas imperiales se utiliza primordialmente como modelo la “basílica centenaria”, de cien pies de longitud (Luschi, 1982), como ocurre en las aulas de Split y Majencio -al igual que la de la Domus Flavia-. Sin embargo, es también el caso del aula de Piazza Armerina, en la que, si bien la grandiosidad de la arquitectura y decoración han llevado de antiguo a pensar en un establecimiento imperial -asignado a Maximiano o Majencio-, a partir sobre todo del profundo estudio de Carandini, Rici y De Vos (1982), se acepta como sobradamente demostrado el carácter privado de su aristocrático comitente, fuera éste quien fuere. En consecuencia y bajo nuestro punto de vista, las aulas absidadas constituyen, a partir de la propia casuística, un importante elemento en la configuración de los palacios tetrárquicos, si bien su diferenciación de las propias de la arquitectura doméstica es bien difícil y el único criterio que nos puede servir como indicativo, no siempre definitivo, serían sus dimensiones.

No es ilógico tampoco suponer que los edificios termales sean una de las unidades habituales de los palacios tetrárquicos. Si nos encontramos ante unos amplios conjuntos que entre sus funciones asumen las residenciales, las termas deben presumiblemente tener cabida aquí, dentro de los espacios privados o como lugar de encuentro social, siguiendo en ambos casos pautas habituales en el mundo romano y de sobra conocidas a través tanto de la arquitectura privada como de la pública.

Fig. 19.- Detalle de un sector del palacio de Milán (vía Gorani, 2-4), con la identificada como posible sala de recepción basilical (C) (de: Ceresa Mori, 2012).

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En efecto, termas nos encontramos en el complejo palatino de Milán -más bien en lo que se refiere a las “termas hercúleas” que en lo concerniente a las discutibles de Piazza Mentana o las descartadas de vía Brisa (Baldini Lippolis, 2001: 223-224)- y posiblemente también en Sirmium, mientras que en el complejo de la vía Apia se reutilizan las de la villa precedente de Herodes Atico (Pisani y Calza, 1976: lám. LVI). En Antioquía sólo contamos con el testimonio de Libanio (Or. 11.203-207), quien hace alusión a edificios termales en distintas ocasiones, aunque nada sabemos de cómo eran y dónde se encontraban. En Trier la construcción de las suntuosas termas Constantinianas -situadas en el “tercer puesto absoluto tras las termas de Caracalla y Diocleciano en Roma” (Gros y Torelli, 1988: 316)-, de eminente carácter cortesano y concebidas siguiendo modelos imperiales, al igual que las de Milán, nos lleva a plantear que es casi imposible pensar que no hubiera otras de carácter más restringido destinadas al uso exclusivo del emperador y sus allegados, situadas lógicamente en la zona de los apartamentos imperiales.

En las sedes destinadas al retiro, Split y Gamzigrad, las termas constituyen un lógico elemento más, dado el notorio carácter residencial de estos complejos. En el caso de Split, la existencia de un doble establecimiento permite plantear la posibilidad de que uno de ellos -el más próximo a los apartamentos imperiales- estuviera reservado a Diocleciano, mientras que el otro tendría un carácter más abierto. En el mismo sentido se deben entender también las termas que, dentro del programa edilicio que llevó a cabo en la Urbs (Herrmann, 1976 y Oenbrink 2006), construyó Majencio en el Palatino -reproduciendo el esquema en época tetrárquica en el Palatium por antonomasia-, en las que, según Ćurčić (1993: n. 44), quizás también se estableció una doble función, pública y privada.

No obstante, si bien se puede presumir la presencia de este tipo de edificios en los conjuntos palatinos, realmente no constituyen una característica definitoria, al igual que ocurre con los apartamentos imperiales -que lógicamente existían en estos conjuntos-, pues en ninguno de los dos casos contamos con dato alguno que nos permita ni tan siquiera pensar que estos establecimientos se desarrollaban según un esquema homogéneo.

Otros elementos como la existencia de dos grandes ejes ortogonales, que presiden el acceso al palacio, y la presencia de una fachada con terraza o pórtico orientada al río o al mar y destinada al paseo, no entran en consideración, ya que los ejemplos en los que se reproducen -limitados en ambos casos a Split y a Antioquía- son demasiado reducidos, de ahí que puedan entenderse sencillamente como rasgos similares de dos edificios erigidos por el mismo comitente.

Un último elemento a tener en cuenta serían los horrea. Si bien estos edificios se diferencian perfectamente de las construcciones palatinas y, de hecho, nunca existe conexión física entre ambos, llama la atención la recurrente repetición de este tipo de construcciones en las nuevas sedes tetrárquicas -en relación especialmente con el aprovisionamiento de las tropas en las proximidades de las fronteras-. Horrea encontramos asociados a los nuevos complejos imperiales, especialmente en los casos de Milán, Aquileia, Trier Sirmium, Gamzigrad y Mediana (Fig. 20)37. Estos grandes almacenes se configuran además mediante un esquema muy homogéneo, constituido por un amplio cuerpo rectangular -que puede estar subdividido interiormente-, rodeado en todo su perímetro externo por toda una serie de contrafuertes que se desarrollarían en alzado como arquerías ciegas.

A partir de lo hasta ahora visto, se puede concluir que no es posible establecer un modelo-tipo de palacio tetrárquico -ni tan siquiera bajoimperial-. Sólo existe una serie de “peculiaridades” que con mayor

37 Los últimos trabajos en Mediana están mostrando un complejo formado por diversos espacios y dependencias, incluyendo barracones militares, que superan el ámbito estricto de una villa residencial. Al respecto véase Milošević, 2011.

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Fig. 20.- Complejo de Mediana (de: Milošević, 2011: fig. 2).

o menor frecuencia se repiten, constituyendo un importante compendio de indicios que en ningún momento alcanzan el rango de norma. Sin embargo, no debe resultarnos extraño que así sea, ya que nos encontramos en un momento de cambio en el que se asumen las tendencias anteriores y se aplican en función de las necesidades concretas del momento, en un vertiginoso proceso que se reduce en términos cronológicos a pocos decenios y que difícilmente habría permitido que llegara a madurar un modelo perfectamente definido. La riqueza arquitectónica que ha sido legada a los arquitectos de la Tetrarquía les permite, en un continuo proceso experimental, aportar una solución concreta a cada caso, y serán las exigencias específicas que motivan la creación de cada uno de los palacios, las que a fin de cuentas condicionarán su imagen final.

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015 MYTRA 1, 2018: 55-77

LA PRÉSENCE DES WISIGOTHS DANS LES SEDES REGIAE DU MIDI DE LA GAULE

MARC HEIJMANS*

RESUMEN

El objetivo de este trabajo es presentar, por un lado, las influencias de la presencia de los visigodos en las ciudades meridionales de la Gaule que sirvieron, de manera más o menos estable, como residencia de los reyes visigodos. Por otro lado, se abordan las transformaciones que pudieron producirse, o no, en la topografía urbana de estas sedes regiae. Esta contribución se limita conscientemente al conocimiento arqueológico de la topografía del poder de las capitales visigodas, dejando de lado, por tanto, aquéllas otras ciudades galas dirigidas por los reyes burdingos, como Genève y Vienne, que ya fueron presentadas en 2000 en el marco de una publicación monográfica cuyos objetivos se aproximan a los que aquí planteamos.

PALABRAS CLAVE

Gaule, Aquitania, Narbonense, Visigodos, sedes regiae, topografía urbana, arquitectura tardoantigua, residencia, grupos episcopales.

RÉSUMÉ

Cette contribution a pour but de présenter les influences de la présence des Wisigoths dans les villes du Midi de la Gaule qui ont servi, de façon plus au moins durable, de résidence aux rois wisigoths, et aux modifications qu’ils ont apportées, ou non, à la topographie de ces sedes regiae. Elle se limite aux capitales des Wisigoths, laissant de côté celles des rois burgondes, Genève et Vienne, qui ont fait l’objet d’une présentation en 2000, dans le cadre d’une publication spécifique dont les objectifs étaient proches des nôtres.

MOTS-CLÉS

Gaule, Aquitania, Narbonnaise, Wisigoths, Sedes Regiae, topographie urbaine, architecture de l’Antiquité tardive, résidences royales, groupes épiscopaux.

* Aix Marseille Univ, CNRS, Minist Culture & Com, CCJ, Aix-en-Provence, France. [email protected]. MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 4/4/18 17:00 Página 56

MARC HEIJMANS 1

1. INTRODUCTION

Cette contribution a pour but, de présenter les influences de la présence des Wisigoths dans les villes du Midi de la Gaule qui ont servi, de façon plus au moins durable, de résidence aux rois wisigoths, et aux modifications qu’ils ont apportées, ou non, à la topographie de ces sedes regiae. Elle se limite volontairement aux capitales des Wisigoths, laissant de côté celles des rois burgondes, Genève et Vienne, qui ont fait l’objet d’une présentation en 2000, dans le cadre d’une publication dont les objectifs étaient proches des nôtres (Bonnet et Reynaud 2000). Je me permets donc de renvoyer à cette étude, qui n’a rien perdu de son actualité.

La région concernée correspond en gros au diocèse des sept Provinces, tel qu’il a été défini après les réformes administratives de la Tétrarchie, c’est-à-dire aux anciennes provinces de la Narbonnaise et de l’Aquitaine (Fig. 1). Sur ce vaste territoire, on peut dénombrer au Haut-Empire environ 40 chefs-lieux de cité, une vingtaine en Narbonnaise et autant en Aquitaine1. En Narbonnaise, plus précocement urbanisée, on compte plusieurs colonies de droit romain (Arles, Narbonne, Béziers, Orange, Fréjus, peut-être Valence) ; les autres étaient dotées du droit latin, comme c’était également le cas des villes de l’Aquitaine,

Fig. 1. Le diocèse des Sept Provinces (© dessin M. Heijmans).

1 Le nombre exact est difficile à donner, car certaines cités disparaissent tôt, comme Ruscino (P.-O.), d’autres plus tard (Glanum, B.-d.-R.), alors que certaines villes ont changé de statut durant le Haut-Empire (Sisteron (Alpes-de-Haute- Provence), peut-être dès le IIe siècle). En Aquitaine, le statut de certaines villes au Haut-Empire est également incertain.

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ou avaient un statut de cité fédérée (Vaison, Die). Alors que les villes de l’Aquitaine sont toutes, au Haut- Empire, des villes ouvertes, en Narbonnaise, au moins la moitié (et sans doute davantage) des chefs-lieux de cité étaient pourvus d’une enceinte, parfois très vaste, comme à Nîmes ou à Vienne. Du point de vue administratif, deux villes avaient rang de capitale. Pour la Narbonnaise, c’est, comme l’indique son nom, la colonie de Narbonne, mais pour l’Aquitaine, c’est plus complexe, car il semble y avoir eu un déplacement de Saintes vers Bordeaux, avec, peut-être, un détour par Poitiers (Gros 1991: 85-86; TCCG 1998: 11). Ces villes étaient donc équipées des bâtiments administratifs liés à leur fonction de chef-lieu de cité, ainsi que, en tout cas à Narbonne, d’un sanctuaire provincial, à l’instar de celui, mieux connu, de Lyon. En Aquitaine, c’est la ville de Saint-Bertrand de Comminges qui semble avoir joué un rôle particulier comme sanctuaire du culte impérial pour les peuples pyrénéens (Gros 1991: 86-88) 2.

Au cours du Haut-Empire, ces villes ont évidemment continué à se développer, même si, en particulier en Narbonnaise, on observe des signes d’une stagnation, voire d’une régression, dès le IIe siècle qui s’accentue au IIIe siècle (Heijmans 2011). En Aquitaine, plusieurs villes, notamment au nord de la Garonne, se sont dotées à la fin du IIIe siècle ou au début du siècle suivant d’enceintes qui le plus souvent ont exclu le centre civique ; en Narbonnaise, on connaît également quelques enceintes de cette période, mais leur construction est le plus souvent liée à un changement de statut (Heijmans 2006b).

En effet, les réformes tétrarchiques entraînent un certain nombre de transformations, dues en grande partie aux découpages territoriaux, qu’il s’agisse de ceux des cités, permettant la création de nouveaux chefs-lieux, ou de ceux des provinces. Ainsi, la Narbonnaise est scindée en trois nouvelles provinces, la Narbonnaise I, correspondant en gros à la région Languedoc-Roussillon, dont Narbonne reste la capitale, la Narbonnaise II, la Provence orientale, dont la capitale était Aix-en-Provence, et enfin la Viennoise, comprenant la vallée du Rhône et les Alpes, avec comme capitale Vienne. A l’extrémité orientale, la province des Alpes Maritimes était maintenue, mais non sans une certaine modification de ses frontières. La province de l’Aquitaine était également divisée en trois nouvelles entités, l’Aquitaine I, grosso modo du Massif central jusqu’à la Loire (Bourges), l’Aquitaine II, le long de l’Atlantique (Bordeaux) et, au sud de la Garonne, la Novempopulanie (Eauze).

Est né ainsi le diocèse des Sept Provinces, dépendant d’un vicaire, lui-même sous les ordres du préfet du prétoire des Gaules, installé à Trèves. Dans un premier temps, le vicaire avait sa résidence à Vienne, mais il semble que vers le milieu du IVe siècle, il se déplace vers Bordeaux. Un dernier grand changement intervient vers la fin du siècle ou au début du siècle suivant, avec le transfert de la préfecture du prétoire de Trèves vers Arles. Ainsi, cette ville, théoriquement simple chef-lieu de cité dans la province de Viennoise, mais déjà réputée pour être la deuxième ville des Gaules en importance après Trèves, devient le centre du pouvoir politique, économique et administratif et jouera un rôle particulier durant les Ve et VIe siècles (Heijmans 2004 : 59-78).

Rappelons enfin que la vallée du Rhône est précocement christianisée. Une communauté chrétienne est attestée à Vienne dès la fin du IIe siècle, et, au milieu du IIIe siècle, on connaît un évêque à Arles, qui est ainsi le premier évêché attesté du Midi de la France. Au début du IVe siècle, lors du concile d’Arles de 314, cinq autres communautés provençales sont représentées (Apt, Orange, Marseille, Nice et Vaison) ainsi que trois de l’Aquitaine, Bordeaux, Javols et probablement Toulouse plutôt qu’Éauze. Bien que la preuve manque le plus souvent, faute de sources littéraires ou archéologiques, il est probable qu’autour de 400, la plupart des chefs-lieux de cités étaient devenus évêchés et équipés des édifices de culte nécessaires au fonctionnement de la communauté des fidèles (cathédrale, baptistère, résidence épiscopale) (Guyon 1989; id. 2006; id. 2009).

2 Cf. les réserves de Lemoine 2009: 56.

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2. LA CONQUÊTE DE LA GAULE DU SUD PAR LES PEUPLES “BARBARES”

Telle est la situation à la veille de la grande invasion des Vandales, Alains et Suèves, datée traditionnellement du 31 décembre 406, mais qui a pu avoir lieu un an plus tôt, comme cela a été suggéré encore récemment (Kulikowski 2000; Delaplace 2015: 130-131). Dans cette hypothèse, la suite des événements, en particulier l’usurpation de Constantin III et son installation à Arles en 407, prend place plus facilement dans la chronologie.

Il n’est évidemment pas question ici de refaire l’historique détaillé de l’implantation des Wisigoths en Gaule. Ce sujet, qui a fait l’objet de nombreux travaux, surtout anglo-saxons, a été traité plus récemment par Christine Delaplace, qui présente une vision renouvelée de ce que la tradition hagiographique appelle “le royaume de Toulouse” (Delaplace 2015). Elle insiste en particulier sur le rôle positif joué par les Wisigoths en tant que fédérés de la politique géostratégique du pouvoir romain.

Rappelons toutefois que les Wisigoths arrivent en Gaule en 412, après le sac de Rome de 410, dans des conditions qui demeurent discutées. Cantonnés d’abord, semble-t-il, en Aquitaine Seconde, ils attaquent Marseille en septembre 413, puis s’installent à Narbonne, où le roi Athaulf épouse, le 1er janvier 414, Galla Placidia. Au printemps, ils retournent vers Bordeaux, mettent le siège devant Bazas, puis finissent par franchir les Pyrénées pour s’installer à Barcelone.

Après un premier traité signé en 416, peut-être à la frontière entre la Narbonnaise et la Tarraconaise, les Wisigoths sont réinstallés en 418/419 en Aquitaine, selon des conditions qui ont fait l’objet de vives discussions, et qui seraient à l’origine du “royaume wisigoth” de Toulouse (pourtant situé en Narbonnaise Première) (Delaplace 2015: 165-184). Royaume autonome ou plutôt armée installée par Rome afin de protéger la Gaule du Sud et l’Italie contre les autres peuples, comme les Vandales, toujours est-il que, à plusieurs reprises, les Wisigoths font des incursions en Narbonnaise, où ils visent en particulier Arles (425, 430) et Narbonne (436). S’agit-il d’une véritable tentative de s’emparer de la Narbonnaise et d’avoir accès à la Méditerranée ou, comme le suggère Chr. Delaplace, d’un moyen de faire pression pour obtenir un statut plus avantageux (Delaplace 2015: 186-196)? En tout cas, un nouveau traité fut conclu qui éloigna provisoirement les Wisigoths de la Méditerranée et leur accorda la Novempopulanie, si du moins, ce n’était pas déjà le cas dès 418/419. Entre temps, les Burgondes s’établissent vers 443 (peut-être déjà avant ?) en Savoie et les Francs sur le Rhin (455), après la défaite d’Atilla en 451.

Quelques années encore protégées par la présence de l’empereur Majorien, installé à Arles, la ville de Narbonne et une grande partie de la Narbonnaise Première ont été cédées, après sa mort, aux Wisigoths en 462, qui prennent possession dix ans plus tard de l’Aquitaine I, notamment de la région de Bourges, puis, après la “ paix honteuse ”, tant décriée par Sidoine Apollinaire, du reste de l’Aquitaine (475) (Sid. Apoll., Ep. VII, 6 et 7). Le printemps suivant, le roi wisigoth Euric envahit la Provence et s’empara définitivement d’Arles, de Marseille et des cités voisines. Euric meurt à Arles en 484.

La Gaule méridionale est désormais occupée par les Wisigoths, exceptées la Savoie et la moyenne vallée du Rhône, aux mains des Burgondes. Au nord de la Loire, le royaume des Francs s’est développé petit à petit jusqu’à la bataille de Vouillé en 507, où l’armée de Clovis écrasa les troupes d’Alaric, qui mourut dans le combat. Le royaume franc s’étend désormais jusqu’aux Pyrénées, alors que les Burgondes se maintiennent. Autour de la Méditerranée la situation est plus complexe, puisque, après le siège d’Arles de 507/508 par les Francs et les Burgondes, la ville a été libérée par les Ostrogoths, qui annexent à leur royaume la basse Provence, donc la région au sud de la Durance. Seule une partie de la Narbonnaise Première demeure aux mains des Wisigoths et le restera jusqu’en 719, moment de sa conquête par les Arabes. En Provence, tout le secteur entre la Durance et l’Isère, sur la rive gauche du Rhône, a été repris

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aux Burgondes en 523. Cette situation perdure jusqu’en 536/537, quand les Ostrogoths cèdent la Provence au roi franc Childebert.

3. L’INFLUENCE DE LA PRÉSENCE DES WISIGOTHS SUR LES VILLES DE LA GAULE MÉRIDIONALE

La première question qu’il faut se poser est de savoir comment ont réagi les citadins et les responsables municipaux devant l’arrivée des Goths en Aquitaine. On ignore en grande partie les conditions selon lesquelles les Wisigoths ont été installés dans ces régions, mais, même s’ils étaient considérés par Rome comme une armée alliée, utile à la protection de l’Empire, on a du mal à imaginer que la population les a accueillis les bras ouverts. Les excursions militaires vers Arles ou Narbonne ont bien montré leur agressivité et les menaces qu’ils ont fait peser sur la région.

C’est dans cette perspective que j’avais jadis expliqué la construction de plusieurs enceintes, à la fois en Novempopulanie et en Narbonnaise (Fig. 2) (Heijmans 2006b). En Novempopulanie, il s’agit de toutes les enceintes que L. Maurin avait attribuées à la “ seconde génération ”, c’est-à-dire des petites enceintes, plutôt des “ citadelles-refuge ”, élevées à la suite des invasions de 407/409 ou bien au moment de la réorganisation de la défense de l’Occident dans les années 410 (Maurin 1992: 384-388). Les travaux récents à Saint-Bertrand de Comminges ont confirmé cette datation du début du Ve siècle pour la construction de l’enceinte de cette ville (Esmonde Cleary et Wood 2006). Partant de ce constat, Chr. Dieulafait et R. Sablayrolles avaient proposé prudemment une autre hypothèse pour l’ensemble des

Fig. 2. Les villes qui semblent avoir été fortifiées au Ve siècle (© dessin M. Heijmans).

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enceintes de la Novempopulanie, dans le cadre de la défense des Pyrénées face aux menaces venues du nord ou du sud, peut-être au moment où Constance installe les Wisigoths en Aquitaine (Dieulafait et Sablayrolles 1996: 119-121). C’est également cette idée qu’a reprise Chr. Delaplace, en insistant plus lourdement sur l’importance de la protection des Pyrénées contre des possibles invasions provenant d’Espagne (Delaplace 2015: 258-262).

Mais c’est surtout pour la Narbonnaise qu’il m’a semblé que la construction des enceintes de plusieurs colonies pouvait être expliquée par la présence des Wisigoths en Aquitaine et leur volonté manifeste de nuire aux villes encore sous l’autorité centrale, en particulier Arles, siège de la Préfecture, mais également Nîmes et Narbonne, voire Avignon ou Orange (Heijmans 2004: 122; id. 2006b). Les études récentes ont, en tout cas pour Arles, confirmé cette datation au début du Ve siècle, qui a également été acceptée pour plusieurs autres remparts et qui s’inscrit, quoiqu’il en soit, dans une mouvance plus générale de construction de fortifications dans l’Empire, aussi bien autour de villes que d’agglomérations secondaires. S’opposant à cette hypothèse, Chr. Delaplace, bien que refusant le caractère menaçant des Wisigoths, admet que ces enceintes auraient pu être érigées par l’autorité romaine dans le cadre de la défense de la région, mais non contre la menace des Burgondes ou des Wisigoths. Elle envisage même la possibilité que ces constructions aient été élevées sous la domination de ces mêmes peuples, donc dans la seconde moitié ou à la fin du Ve siècle. Le fait que les remparts d’Arles ont été restaurés au début du VIe siècle sous le roi ostrogoth Théodoric montre que cette hypothèse n’est pas à exclure (Delaplace 2015: 259-260). Cependant, ce n’est pas la seule possibilité et il me semble que rien n’oppose à maintenir l’hypothèse d’une datation plus précoce, à un moment où les Wisigoths ne sont pas loin et ont certainement été considérés comme des alliés peu fiables.

4. LES LIEUX DE POUVOIR DES ROIS WISIGOTHS

Une fois que les Wisigoths se sont installés en Aquitaine puis en d’autres régions et que le roi y a fixé sa cour, quelle influence a eu leur présence sur la topographie de ces villes ? Avant d’essayer de répondre à cette question qui était à l’origine de ce colloque, il faut souligner qu’il n’y avait pas une seule résidence et que, comme pour les empereurs depuis la tétrarchie, le pouvoir était là où était le roi. La ville d’Aire-sur- Adour (Landes) a accueilli à au moins deux reprises des rois wisigoths. Ainsi, en 470, Euric semble y séjourner et en 506, Alaric II y fait promulguer son bréviaire. Sans argument déterminant, on a voulu localiser leur résidence sous l’ancien château médiéval, et quelques autres éléments de maçonnerie sont attribués au “ Bas-Empire ” à la fois dans la partie basse de la ville et sur la colline du Mas, mais la topographie de la ville tardive demeure très mal connue (TCCG 2004: 110).

Pour cette contribution, nous nous sommes concentrés sur quelques villes importantes du Haut-Empire dans lesquelles la présence d’un roi wisigoth est attestée par les sources. Il s’agit de Toulouse, Bordeaux, Narbonne et Arles. Pour chaque ville, un bref résumé présente l’évolution de la topographie des origines jusqu’à l’arrivée des Wisigoths, avant d’étudier les modifications qui sont intervenues par la suite notamment pour les lieux de pouvoir, qu’il s’agisse du pouvoir civil ou du pouvoir religieux

TOULOUSE

Durant le Haut-Empire, Toulouse, colonie de droit latin, est un simple chef-lieu de cité aux confins occidentaux de la Narbonnaise, situé sur la rive droite de la Garonne3. C’est une ville de grandes

3 Voir en général sur Toulouse, Pailler 2002.

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dimensions (90 ha), entourée dès la fin de l’époque augustéenne d’une vaste enceinte qui ne semble pas avoir été fermée du côté du fleuve. Intra muros, la topographie demeure relativement peu connue. Le forum se trouvait au centre de la ville et un théâtre était situé près de la Garonne. On connaît également plusieurs établissements thermaux ; à l’extérieur des fortifications on trouve les nécropoles, mais également un amphithéâtre (Fig. 3).

Contrairement à ce qu’on voit en Narbonnaise plus orientale, la ville ne semble pas avoir connu une régression au cours du IIIe siècle. Son évolution la rapproche donc plus des villes aquitaines que des villes de la vallée du Rhône, qui ont subi un ralentissement de leur économie dès le IIe siècle. La ville reste prospère et, à la fin du IVe siècle, Ausone fait un éloge de la cité dont l’enceinte baigne dans le cours de la Garonne (Ausone, Ordo urbium nobilium, v. 98-100). Il s’agit certes d’une évocation poétique, mais cela montre qu’il avait vu une première modification de l’enceinte antique, avec la construction d’une courtine le long de la Garonne.

Fig. 3. Toulouse durant l’Antiquité tardive (d’après TCCG XVI: 666).

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La datation de cette enceinte, observée en particulier au sud dans les caves de l’Institut catholique, est généralement située à la fin du IIIe siècle, sur la base de la datation par magnétisme thermorémanent de plusieurs briques issues de ce rempart (Baccrabère et Badie 1996; id. 2002). Sa fondation, faite en partie de blocs de remploi, plaiderait également en faveur d’une construction tardive. Cependant, A. Badie a récemment attiré l’attention sur le fait que ces briques sont des remplois, que les résultats des analyses n’empêchent d’attribuer au Ier siècle. En se fondant sur des parallèles en Afrique ou en Germanie, mais également sur la ressemblance entre l’enceinte du Haut-Empire et ce mur plus tardif, il propose de le dater du IIe siècle, le terminus post quem des remplois ne dépassant pas le Ier siècle (Badie 2002).

La topographie de la ville pendant l’Antiquité tardive et en particulier sous la domination wisigothique, de 418 à 507, a déjà été traitée par Jean Guyon en 2000, dans le cadre d’un colloque mentionné en introduction, ce qui me permet d’être plus succinct ici (Guyon 2000).

Notons toutefois que le forum, avec son temple (le “ Capitole ”, lieu du supplice du martyr Saturnin), a été démantelé autour des années 400, sans que pour autant le secteur soit abandonné ; au contraire, en même temps le dallage du forum et les rues voisines ont été refaits et ils ont continué de servir tout au long du Ve siècle (Arramond et Boudartchouk 1996). Plus à l’est, près de l’enceinte, dans un secteur moins occupé au Haut-Empire, on observe à partir du IVe siècle une densification de l’urbanisation avec la construction d’une rue importante et le développement d’un nouveau quartier, comprenant entre autres des thermes, sans doute privés, ainsi qu’un atelier de potiers. L’installation du premier groupe épiscopal dans ce secteur participait sans doute également à ce programme urbanistique (Fig. 3, n° 2) (Catalo et Cazes 2002; Cazes 2002a; TCCG 2014: 275-276). Cette première cathédrale, peut-être double, demeure mal connue, mais elle est certainement antérieure à l’arrivée des Wisigoths.

Enfin, au moins deux basiliques funéraires se dressent à l’extérieur de l’enceinte. L’une se situe à environ 400 m au nord de la porte retrouvée sous la place du Capitole, où débouche le cardo (Fig. 3, n° 5). Cette basilique Saint-Sernin, où aurait été inhumé l’évêque Saturninus après son martyr sur les marches du capitole antique, a sans doute été édifiée à la fin du IVe siècle et est devenue le centre d’une importante nécropole (TCCG 1989: 32; Rocacher 1996; Boudartchouk et Cazes 2002). Toujours au nord de l’enceinte antique, mais plus près de la Garonne, une autre basilique funéraire qui remonte également, selon toute probabilité à la fin du IVe siècle ou au début du siècle suivant s’élevait à la place de l’église médiévale de Saint-Pierre-des-Cuisines (Fig. 3, n° 7) (Cazes 1988; id. 2002b; TCCG 2014: 277-278).

Dans cette ville encore en pleine prospérité à la fin de l’Antiquité, plusieurs constructions publiques semblent pouvoir être datées plus spécifiquement du Ve siècle et donc peut-être être mise en rapport avec la présence de la cour wisigothique.

C’est le cas en particulier pour le grand monument découvert en 1988-1989 sur le site de l’hôpital Larrey, près de la courtine septentrionale, dans l’angle nord-ouest de la ville (Fig. 4) (De Filippo 1996; id. 2002). Il s’appuie au nord contre le rempart du Haut-Empire, et sans doute au sud contre le rempart tardif qui longeait la Garonne. Par symétrie, on peut restituer une longueur de 90 m pour une profondeur attestée de 29,50 m, avec deux longues galeries et des cours à hémicycle. Cette construction été complétée par un autre grand bâtiment à environ 70 m à l’ouest, également appuyé contre la courtine de l’enceinte antique. Malheureusement la datation de cet ensemble monumental n’est pas connue, mais elle se situe probablement au début du Ve siècle. L’interprétation proposée dès l’époque de la découverte et qui paraît pour l’instant acceptée est celle d’une “ architecture aulique ”, ce qui, avec une datation du début du Ve siècle, laisserait suggérer qu’on a affaire au palais des rois wisigoths, dont Sidoine Apollinaire a donné une description haute en couleur (Sid. Apoll., Ep. I, 2).

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Ce bâtiment semble d’autre part doublé par une construction monumentale extra muros, directement au nord de l’église funéraire Saint-Pierre-des-Cuisines, très partiellement reconnue (Cazes et Arramond 2002). On peut restituer une façade de 54 m de long pour une largeur de 4,50 m ; deux ailes font un retour vers le nord. Son architecture est proche de celle du “ palais wisigothique ” et les deux constructions sont sans doute contemporaines. Son interprétation demeure incertaine, mais la proximité de l’église funéraire de Saint- Pierre-des-Cuisines laisse penser que cet édifice avait également une vocation Fig. 4. Plan du “ palais wisigothique ” (d’après Pailler 2002, fig. funéraire. Ne peut-il s’agir d’un grand 166). mausolée destiné aux membres de la famille royale wisigothe ?

Un dernier élément qu’on peut éventuellement lier à la présence des Wisigoths, si du moins on accepte l’hypothèse avancée par plusieurs chercheurs, est la Basilica sanctae Mariae, Notre-Dame de la Daurade, une église située à quelques 250 m au sud au bord de la Garonne, démolie en 1761 pour être remplacée par l’édifice actuel (Fig. 3, n° 4). Heureusement, des plans et des dessins ont été réalisés au début du XVIIIe siècle, qui permettent de restituer assez fidèlement l’édifice et son riche décor, dont plusieurs colonnes et chapiteaux ont échappé à la destruction. L’attribution de l’édifice primitif à l’Antiquité tardive, avec son abside polygonale, son iconographie basée sur des scènes de l’Ancien et du Nouveau Testament, et les éléments architectoniques encore conservés, ne laisse aucun doute, mais il est vain de vouloir préciser davantage (Scellès 1996; Cazes et Scellès 2002; TCCG 1989: 31). L’interprétation d’une “ chapelle palatine ”, dont l’existence est assurée par la lettre, déjà citée, de Sidoine Apollinaire, paraît séduisante, même s’il faut probablement le voir au sens plus large d’une église destinée à l’ensemble de la population arienne de la ville, puisque, comme le dit Sidoine, Théodoric s’y rend en public (forinsecus).

Cela nous ramène au deuxième pôle de pouvoir, le pouvoir religieux, et d’abord à la cathédrale, dont on a vu qu’elle existait sans doute dès avant l’arrivée des Wisigoths. Malheureusement, elle est trop mal connue pour savoir si elle a subi des modifications durant la période où les rois wisigoths étaient installés dans la ville. En revanche, les églises funéraires, et en particulier Saint-Pierre-des-Cuisines, ont bien été “ remodelées ” au Ve siècle.

Rappelons pour terminer que c’est après le départ des Wisigoths, dans la seconde moitié du VIe siècle que le dux Launebaudus a érigé sur l’ancien temple du capitole une église en l’honneur de l’évêque Saturnin, mentionnée par Venance Fortunat (Fig. 3, n° 6) (Boudartchouk, Arramond et Cazes 2002; TCCG 2014: 276-277).

BORDEAUX

La deuxième ville qui nous concerne ici est Bordeaux, chef-lieu de cité et capitale de la province d’Aquitaine, bien que la discussion de savoir s’il faut situer la capitale d’abord à Saintes demeure

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d’actualité. Contrairement à Toulouse, il s’agit, au Haut-Empire, d’une ville ouverte, dont l’emprise est estimée entre 150 et 170 ha (Fig. 5).

Malgré de nombreuses fouilles archéologiques, le centre civique reste mal connu. Longtemps, on a pensé que les constructions antiques, auxquelles la tradition donne le nom de “ Piliers de la Tutelle ”, dans le secteur nord de la ville, correspondaient à l’ancien forum, mais les recherches récentes penchent plutôt vers une interprétation d’un temple (CAG 2013: 49; 289-294). Bien qu’il ait pu s’agir d’un temple dominant un forum qui s’étend à l’est, son architecture et son plan, d’après les plans anciens et les fouilles récentes, s’éloignent de ceux des temples de forum que l’on connaît ailleurs. Il en ressort que la localisation du forum demeure discutée, bien que, de l’opinion générale, il devrait se trouver au nord de la ville. Un amphithéâtre (dit le palais Gallien) est également recensé, ainsi que plusieurs établissements thermaux.

Fig. 5. Bordeaux durant l’Antiquité tardive (d’après TCCG 2014: 468).

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Un grand changement intervient à la fin du IIIe siècle, avec l’élévation d’une enceinte réduite d’environ 32 ha qui exclut, comme c’est souvent le cas en Aquitaine, le centre civique ainsi que plusieurs autres monuments publics. Construite avec des blocs de récupération, issus surtout des monuments funéraires, elle est centrée autour du port et les fouilles montrent une occupation dense en son sein au IVe siècle (Barraud, Linères et Maurin 1996; Barraud et Migeon 2009: 3-25; CAG 2013: 56-57). C’est évidemment aussi pour Bordeaux la période glorieuse d’Ausone, qui célèbre son université.

Capitale de l’Aquitaine Seconde, la ville devient vers le milieu du IVe siècle le siège du vicaire du diocèse des Sept Provinces, jusqu’au moment où le préfet du prétoire s’installe à Arles, autour des années 400. On ignore où se trouvait sa résidence. À l’intérieur de l’enceinte, des domus, parfois luxueuses, ont été (re)construites à partir de la deuxième moitié du IVe siècle (CAG 2013: 58-59).

Évêché attesté dès le concile d’Arles de 314, la ville s’est sans doute dotée d’une cathédrale avant la fin du IVe siècle. Depuis le Moyen-Âge, la cathédrale, dédiée à saint André, se trouve dans l’angle sud-ouest de la ville où l’on avait longtemps supposé l’emplacement du groupe épiscopal primitif (Fig. 5, n° 1) (TCCG 1998: 29). En 2003, des vestiges d’une église antique ont été mis au jour au nord de Saint-André. De grandes dimensions (40 m de long pour 28 m de large), il peut s’agir de la cathédrale primitive qui ne se trouverait donc pas sous l’église actuelle, mais on peut toutefois se demander s’il ne s’agit pas d’une cathédrale double. En tout cas, la construction est certainement antérieure à l’occupation wisigothique, mais avec des transformations au VIe siècle. Elle fait partie d’un ensemble complexe, auquel il faut certainement rattacher une abside, datée du VIe siècle, observée sous l’église Notre-Dame-de-la-Place (Migeon 2006; Barraud et Migeon 2009: 27-29; CAG 2013: 181-186 ; TCCG 2014: 64-65).

Au nord-ouest de l’enceinte, une zone funéraire, comprenant plusieurs mausolées, se développe à partir de la première moitié du IVe siècle et reste en activité tout au long du Ve siècle, et sans doute au-delà (Fig. 5, n° 6-9) (Barraud et alii 2009). En revanche, on ignore où se trouvait exactement la basilique de Saint- Seurin, citée par Grégoire de Tours (Grég. de Tours, GC, 775; cf. TCCG 1998: 32).

Dès 414, le roi Athaulf occupe provisoirement la ville de Bordeaux et y installe comme empereur Attale. Au moment de l’établissement durable des Wisigoths, Bordeaux perd de son importance politique, mais reste une résidence secondaire pour les rois wisigoths, comme Euric, qui mène une politique défavorable aux catholiques, interdisant en particulier la tenue d’élections épiscopales après le décès d’un évêque. Ainsi, Sidoine Apollinaire notait qu’en 475, le siège de Bordeaux était vacant après la disparition de l’évêque Gallicanus (Sid. Apoll., Ep. VII, 6, 7). Sidoine, lui-même exilé à Bordeaux l’année suivante, donne une description très flatteuse de la cour d’Euric, sans doute dans l’espoir d’être autorisé à rentrer dans sa ville (Sid. Apoll., Ep. VIII, 9). Le même sort est infligé au début du VIe siècle à Césaire d’Arles, que l’origine burgonde rendait suspect auprès des Wisigoths et du roi Alaric II4, mais on ne sait rien des lieux de résidence des rois wisigoths, qui sont restés maîtres de Bordeaux jusqu’en 507.

NARBONNE

L’histoire de Narbonne est très différente. Il s’agit de la plus ancienne fondation romaine en Gaule Transalpine (118 av. J-C), qui a reçu, en 46/45 av. J.-C. le statut de colonie de droit romain avec la déduction de vétérans issus de la Xe légion. Bien qu’il ne subsiste aucune trace d’une enceinte du Haut-

4 Vita Caes., I, 21; cf. sur la politique religieuse des rois wisigoths et l’envoi en exil des évêques gaulois, Prévot et Gauge 2008.

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Empire, dont l’existence même est le plus souvent réfutée, il me paraît hautement improbable que la capitale de la province de Narbonnaise soit restée une ville ouverte (Fig. 6).

La topographie de la ville demeure mal connue et on a bien du mal à localiser les différents monuments que cite au Ve siècle Sidoine Apollinaire, qui évoque sans doute plus un glorieux passé que la réalité de son temps (Sid. Apoll., Carm. XXIII, 40). La fonction administrative de la cité comme capitale provinciale suppose l’existence d’un sanctuaire fédéral, peut-être à l’est de la ville, où ont été découverts les restes d’un

Fig. 6. Narbonne durant l’Antiquité tardive (d’après TCCG 2014: 588).

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amphithéâtre. D’autre part, les bâtiments liés à l’administration municipale étaient situés au nord, avec le forum, autour du “ capitole ” ; on connaît également des horrea (entrepôts), mais on n’a pas trouvé de thermes publics ou d’autres infrastructures (monuments de spectacles) importantes5. En revanche, on est un peu mieux renseigné sur les quartiers résidentiels, notamment au nord de la ville, avec la fouille exemplaire du site du Clos de la Lombarde (CAG 2002: 360-368).

La ville connaît un lent délaissement dès le IIe siècle, encore accentué au IIIe siècle, avec l’abandon de certains quartiers périphériques. En même temps, l’amphithéâtre est entièrement démantelé. Les archéologues et historiens narbonnais proposent traditionnellement d’attribuer à cette époque la construction d’une vaste enceinte édifiée entièrement en blocs de grand appareil, issus de la démolition de monuments publics et funéraires (Moulis et Dellong 2002: 140-147). Comme j’ai déjà dit à plusieurs reprises, mais sans pouvoir prouver le contraire, cette datation ne me convainc pas.

Bien que la ville reste politiquement et administrativement importante en tant que capitale de la Narbonnaise I, elle n’est pas représentée au concile d’Arles de 314 et on ne connaît aucun évêque au IVe siècle, bien que l’existence d’une communauté chrétienne soit assurée dès la fin du IVe siècle, à la fois par présence d’un mausolée chrétien sous l’église Saint-Paul (Fig. 6, n° 3) (TCCG 1989: 21-22 ; XVI: 194-195 ; Solier 1995 ; CAG 11/1: 301-303), et par des sources littéraires qui font du martyr Paul le fondateur de l’Église locale6.

C’est donc dans une ville partiellement délaissée qu’arrive à la fin de l’année 413 le roi Athaulf, accompagné de Galla Placidia, qu’il épouse le 1er janvier 414 more romano7. Il quitte la ville au printemps 414, et ce séjour est certainement trop court pour qu’il puisse être à l’origine de la construction de l’enceinte faite de blocs de grand appareil, dont on a déjà parlé.

Dans les années qui ont suivi le départ d’Athaulf, puis l’installation des Wisigoths en Aquitaine, la ville est régulièrement menacée, comme en 436/7. Qu’il s’agisse d’un acte de guerre ou d’un “ appel à la négociation ”, selon l’expression de Chr. Delaplace (Delaplace 2015: 189), il est important de noter que Sidoine fait mention des remparts (moenia) qui ont permis de tenir le siège (Sid. Apoll., Carm. VII, 480). Dans un autre poème, il cite également les murailles et les portes de la ville, ébranlées par un siège récent (Sid. Apoll., Carm. XXIII, 39-40; 57-68). Tant qu’on ne sait pas si Narbonne était dotée d’une enceinte dès le Haut-Empire, on ne peut pas savoir s’il fait allusion à cette construction ou à une enceinte plus récente, mais cette dernière solution me paraît la plus probable. Malgré les réserves de Chr. Delaplace, je préfère donc maintenir mon hypothèse d’une datation dans la première moitié du Ve siècle comme réaction du pouvoir romain contre la menace des Wisigoths.

À l’intérieur de cette enceinte existe depuis au moins le début du Ve siècle la cathédrale, construite dans l’angle sud-ouest de la fortification (Fig. 6, n° 1). Aucune fouille n’a permis d’en retrouver des vestiges, mais on a conservé l’inscription dédicatoire de sa reconstruction par l’évêque Rusticus en 445 après qu’un incendie eut détruit un premier édifice (TCCG 1989: 20-21). La tentation est évidemment grande de relier la destruction de cette première cathédrale au siège de 439, mais cela reste impossible à prouver.

Après le décès de l’empereur Majorien en 461, Narbonne est cédée l’année suivante par le comes Agrip- pinus au roi wisigoth Theodoric et devient une résidence occasionnelle des rois jusqu’à la prise de la ville par

5 Voir pour les monuments publics, Moulis et Dellong 2002. 6 Prudence, Peristephanon, IV, 34; Césaire d’Arles, De mysterio trinitatis; Greg. de Tours, HF, I, 30. 7 Olympiodore, fr. 22; Orose, VII, 40, 2; Hydace, Chron., 57; Rutilius Namatianus, De Reditu Suo, 1, 469.

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les Arabes en 719. Ainsi, c’est à Narbonne que Liuva est couronné roi des Wisigoths, proba- blement en 568 (Riess 2013 : 142). À cette époque, Narbonne servait de capitale à ce qu’on appelle communément la Septimanie. Avec les autres villes de cette région, elle a connu l’occupation wisigothe la plus longue et on a évidemment cherché, assez vainement, des traces de cette présence8.

On a toutefois, grâce à Grégoire de Tours, une mention de la demeure des rois wisigoths, puisqu’il relate que le roi Alaric II (484-507) se plaint qu’il ne peut pas voir à partir de son palais (a palatio regis) la plaine de la Livière à cause de la hauteur de l’église St-Félix (due à une structura machinae : une tour-lanterne en bois ?, d’après N. Duval). Sur la suggestion de son conseiller Leo, Alaric fait réduire la hauteur de l’église, - conseil pour lequel Leo est puni par Dieu, car il perd aussitôt la vue9 (Duval 1992: 204).

On avait supposé que cette église était située au nord de la ville, près du bastion du même nom où un linteau dédicatoire, daté de 456 (donc également de l’épiscopat de Rusticus) avait été découvert (Fig. 6, n° 5 : Fig. 7) (TCCG 1989: 22 ; CAG 2002: 319). Or, Fig. 7. Plan partiel de Narbonne. A. Saint-Félix ; B. abside de la en 1994, cette hypothèse a pu être confirmée place Bistan ; C. le capitole et ses portiques (d’après Agusta- Boularot 2014, fig. 59). grâce à une fouille très ponctuelle, qui a livré à cet endroit une partie d’une église antique avec sa nécropole (Ginouvez 1999; CAG 2002: 320-322 ; TCCG 2014: 195). Elle se trouve ainsi placée entre la Livière, qui coulait au nord, et le capitole. Certes, les travaux récents dans Narbonne et dans le port ont mis au jour, dans un contexte de la fin du IVe siècle et du courant du Ve siècle, des éléments architectoniques en remploi, qui proviennent manifestement du décor du capitole (Agusta-Boularot et alii 2014). Cela n’empêche pas qu’une partie du temple, qui n’a été détruit définitivement qu’à la fin du Moyen Âge (Gayraud 1981: 268-270), ait pu abriter, avec les autres édifices liés à l’administration municipale, le roi Alaric et sa cour.

C’est à peu près tout ce qu’on sait de la ville wisigothe10. Si la nécropole de Saint-Félix continue à recevoir des tombes aux VIe et VIIe siècles, l’église funéraire du Clos de la Lombarde (Fig. 6, n° 6) est remblayée au milieu du Ve siècle, donc quasiment au moment où arrivent les Wisigoths (TCCG 2014: 195- 196); la nécropole est peut-être encore en fonction une génération ou deux, mais ne reçoit plus de tombes au VIe siècle. Au sud de la ville, la nécropole qui s’est formée autour du mausolée de l’église Saint-Paul et de

8 Cf. plus généralement pour cette période, RIESS 2013. 9 Grég. de Tours, Gloria Martyrum, I, 91; cf. PCBE, Gaule, LEO 3. 10 Comme le souligne Ginouvez 2002 : 93.

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l’Hôtel-Dieu, sert encore au VIe siècle, mais est ensuite délaissée. Les musées de Narbonne conservent toutefois une collection de sarcophages dits du type aquitain, le plus souvent de provenance inconnue mais qui attachent Narbonne à l’aire culturelle wisigothe (Mérel-Brandenburg 2002: 177).

A l’intérieur de la cité, la cathédrale continue à servir de lieu de culte pour la population catholique, mais y avait-il une église pour les Wisigoths, restés ariens jusqu’au IIIe concile de Tolède (589) ? On l’ignore, mais la découverte d’une petite église sur le forum antique, dans le secteur où se trouvait probablement le palais du roi Alaric, est à ce propos intéressante (Fig. 6, n° d) (Ginouvez et Moulis 2007). S’agit-t-il d’une chapelle palatine ? Certes, les dimensions sont très réduites et la chronologie est incertaine, mais la question peut être posée. Cependant, en l’absence d’autres données, il vaut mieux rester prudent.

ARLES

Arles, fondée au VIe siècle av. J.-C., connaît une déduction de vétérans en même temps que Narbonne (46/45 av. J.-C.) et est donc également une colonie de droit romain, même si, du point de vue administratif, elle n’est, comme Toulouse, qu’un simple chef-lieu de cité dans la province de la Narbonnaise. Dotée de plusieurs monuments publics dès l’époque augustéenne (forum, théâtre), elle est également pourvue d’une vaste enceinte, peut-être un peu plus récente. À l’époque flavienne, un amphithéâtre est construit au nord de la ville, en partie sur l’enceinte dérasée, puis au IIe siècle, un cirque, au sud-ouest de la ville, le long du Rhône. De vastes quartiers résidentiels se développent de part et d’autre du fleuve, et les fouilles récentes à la Verrerie de Trinquetaille montrent que la rive droite était occupée plus précocement qu’on n’avait imaginé jusqu’à présent, faute d’avoir pu atteindre les niveaux profonds. Parmi les nécropoles du Haut-Empire, deux sont particulièrement bien connues, celle dite des Alyscamps, au sud-est de la ville, et celle qui se développe autour du cirque romain, mais on en connaît d’autres par des fouilles plus anciennes, notamment sur la rive droite (Heijmans 2008: 162-163).

Contrairement à la plupart des villes de Gaule Narbonnaise, Arles n’a pas connu de signes de délaissement ou d’abandon avant le milieu ou la fin du IIIe siècle, sans doute à cause d’une position stratégique plus favorable sur l’embouchure du Rhône. En revanche, on observe de multiples cas de destructions assez violentes, sur les deux rives du Rhône, et dans un laps de temps qui paraît assez court, ce qui pose évidemment des questions historiques. Depuis quelques années, des traces d’abandon ont également été observées à l’intérieur de la ville, toujours à la même période (Heijmans 2004: 23-36; id. 2011: 268-269; id. 2015: 54-55).

Les réformes de la tétrarchie ne changent pas le statut de la ville qui reste un simple chef-lieu de cité dans la province de Viennoise, mais dans les faits, elle devient dès le début du IVe siècle l’une des villes les plus importantes de la Gaule, même si le concept d’une “ résidence constantinienne ” est sans doute un peu exagéré. Il n’empêche que de 307 à 310, c’est bien à Arles qu’a séjourné l’empereur Maximien, beau-père de Constantin, jusqu’à sa fuite vers Marseille et sa mort. Il n’est pas impossible que Constantin lui-même ait envisagé un moment d’y installer sa résidence. En tout cas, en 313, il fait transférer l’atelier monétaire d’Ostie à Arles, qui frappe des monnaies jusqu’à la fin de la période romaine (476 ap. J.-C.). L’année suivante, il organise à Arles le premier concile de l’épiscopat occidental, consacré, entre autres, aux questions du donatisme. Il souligne ainsi la prédominance de l’Église d’Arles, dont la richesse se reflète dans la belle collection de sarcophages sculptés. Bien que Constantin et ses successeurs aient délaissé Arles pour Trèves, siège de la préfecture du prétoire, la ville demeure, aux yeux des contemporains, la deuxième ville des Gaules, loin devant Vienne, pourtant capitale de la province (Heijmans 2004: 43-58).

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Fig. 8. Arles durant l’Antiquité tardive (d’après TCCG 2014: 430).

Cette importance trouve également son expression dans la topographie de la ville, où l’on peut attribuer plusieurs monuments, certes avec plus au moins de certitude, à cette “ renaissance constantinienne ”. La chose paraît assurée pour les thermes dits du Nord ou “ de Constantin ”, puisque des sondages récents confirment une datation du début du IVe siècle pour leur construction. C’est également sans doute sous Constantin que l’entrée nord du forum a été remaniée et, peut-être, que le cirque a été orné de son obélisque. D’autres édifices, que la tradition attribue également à Constantin, sont peut-être plus tardifs.

Dans cette ville, dont on a souligné la précocité de l’évêché, la communauté chrétienne avait sans doute, du moins peut-on le supposer, l’ambition de se doter d’une cathédrale digne de son opulence. Malheureusement, les fouilles en cours sur le site de la cathédrale primitive, à l’enclos Saint-Césaire, n’ont pas révélé des vestiges antérieurs au milieu, voire à la seconde moitié du IVe siècle (Fig. 8, n° 1) (CAG 2008: 329-334; Heijmans 2013; TCCG 2007: 39-43). On cherche donc toujours vainement l’endroit où les Pères du concile de 314 ont pu se réunir. A l’extérieur de l’enceinte, dont le tracé n’a pas été modifié, les deux grandes nécropoles de la rive gauche, celle autour du cirque et celle des Alyscamps, continuent à recevoir des tombes tout au long du IVe siècle, alors qu’à Trinquetaille, une zone funéraire, dont les contours sont assez lâches, se développe dans le secteur ouest du quartier. Alors que la première est abandonnée vers les années 400, les deux autres fleurissent durant l’Antiquité tardive et le haut Moyen Âge, grâce à l’attrait du martyr local, Genest (Fig. 8, n° 13 et 14) (Heijmans 2004: 132-230 ; CAG 2008: 372-389; Guyon et Heijmans 2008a).

Un changement politique majeur intervient autour des années 400, avec le transfert de la préfecture du prétoire des Gaules de Trèves vers Arles, qui a forcément occasionné l’arrivée de plusieurs milliers de

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personnes. Ce n’est pas le lieu ici pour revenir sur la discussion autour de la date exacte de ce transfert, mais les conséquences pour la ville ont dû être importantes (Heijmans 2004: 59-62; Delaplace 2015: 133- 135).

Fig. 9. Arles, le complexe thermes/aula. A. thermes de Constantin ; B. Aula palatina ; C. natatio tardive (© dessin J. Brémond et M. Heijmans).

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C’est donc sans doute dans ce cadre qu’il faut situer la construction, directement au sud des thermes de Constantin, d’une vaste salle basilicale, une aula palatina, qui, avec ses 20 m de large et ses 58 m de long au minimum, n’a pas d’équivalent dans le monde romain, excepté Trèves. Encore très bien conservé à l’intérieur de l’hôtel des comtes d’Arlatan de Beaumont, cet édifice n’est malheureusement pas précisément datable, mais il paraît postérieur au milieu du IVe siècle (Fig. 10) (Heijmans 2004: 160-194 ; CAG 2008: 377-380).

On a également voulu expliquer par l’arrivée de la cour préfectorale l’occupation des espaces et des monuments publics, comme le forum ou le théâtre, que l’on constate assez systématiquement à partir du début du Ve siècle. S’il est indéniable que l’hébergement des personnes qui ont suivi le transfert de la préfecture a dû poser de sérieux problèmes de logistique, il ne suffit pas en lui-même à expliquer ce phénomène, que l’on observe un peu partout en même temps dans le monde romain et qui est à notre avis une conséquence du changement de mentalité vis-à-vis de l’héritage de la ville antique (Heijmans 2006a: 40-41).

Siège de la préfecture du prétoire, Arles devient l’une des centres du pouvoir romain au moment où l’autorité de Rome est gravement menacée en Gaule. Ici aussi, ce n’est pas le lieu de revenir en détail sur le rôle exact d’Arles dans les événements politiques de ce début du Ve siècle, mais rappelons que la ville sert de 408 à 411 de résidence pour l’usurpateur Constantin III. C’est ensuite à partir d’Arles que Constance III réorganise la province, ce qui aboutit à la création, en 418 du concilium VII provinciarum, réunissant une fois par an les représentants des sept provinces du Midi de la Gaule.

Cette importance stratégique fait qu’Arles est la cible privilégiée des Wisigoths, raison pour laquelle, à notre avis, la ville a, comme les autres villes de la région, renforcé son enceinte, dont le tracé a été partiellement modifié. Cette datation, que nous avions avancée dès 1988, a été confirmée par des observations récentes.

En 455, Avitus fut proclamé empereur à Arles, en présence du roi wisigoth Théodoric et de son armée, puis c’est l’empereur Majorien qui séjourne à Arles de 459 à 461. On doit à Sidoine Apollinaire une description haute en couleurs de la ville et de la cour arlésienne (Sid. Apoll., Ep. I, 11). Malgré l’optimisme affiché par Sidoine, l’étau se resserre autour de la préfecture et c’est finalement en 476 que le roi Euric s’empare de la Provence et des villes d’Arles et de Marseille.

Après la conquête par les Wisigoths, Arles perd son rôle de préfecture et l’atelier monétaire cesse de fonctionner. Elle continue cependant à servir de capitale, et Euric y meurt, pacifiquement semble-t-il, en 484 (Chron. Gall. a DXI, 666; Jordanes, Getica, XLVII, 245). On ignore où il a été inhumé.

Après la bataille de Vouillé, les Francs et les Burgondes mettent le siège devant Arles, qui est finalement “ libérée ” par les Ostrogoths et fait donc désormais partie du royaume de Ravenne11. La préfecture est rétablie au profit de Liberius et les remparts sont remis en état. Cette période, sur laquelle on est surtout renseigné par les écrits de l’évêque Césaire, semble avoir été assez pacifique. L’occupation wisigothe prend fin en 536/537, avec la cession de la Provence au roi franc Childebert.

Ville de pouvoir par excellence dans le Midi de la Gaule, Arles était forcément pourvue des édifices nécessaires au fonctionnement de l’administration préfectorale, voire impériale. Comme je l’ai indiqué plus haut, l’aula palatina de l’hôtel d’Arlatan faisait certainement partie de ce complexe, auquel on peut peut-

11 Cf. sur cette épisode, en particulier, Delaplace 2001.

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Fig. 10. Arles, axonométrie de l’aula palatina (© dessin J. Brémond et M. Heijmans).

être également rattacher une, voire deux tours, situées plus au sud. Il est possible que l’atelier monétaire ait également été dans ce secteur au bord du Rhône. Malheureusement, la description que donne Sidoine ne permet pas de déterminer l’emplacement du palais (Heijmans 2004: 134).

Sidoine fait également mention du forum, encore décoré de statues et de colonnes, ce qui n’est pas sans poser des questions quand on sait qu’au moins une partie avait été démantelée dès le début du Ve siècle (Sid. Apoll., Ep. I, 11, 7; Heijmans 2004: 129). Il ne s’agit certes que d’une observation sur une emprise assez limitée, mais on peut se demander si Sidoine donne une description réelle ou plutôt une image de ce que devrait être un forum aux yeux d’un écrivain et poète, fidèle aux modèles antiques. Quoiqu’il en soit, le forum est encore mentionné à plusieurs reprises au début du VIe siècle dans la Vita de Césaire, et il s’agit chaque fois, aux yeux de ses biographes, d’une place publique d’assez vastes dimensions (Vita Caes. I, 31; II, 30).

Qu’en a-t-il été en effet pendant la période de cinquante ans durant laquelle Arles fut sous la domination des Goths ? A priori, il paraît logique qu’ils aient pris possession des édifices existants. En tout cas, le palais où résident les rois wisigoths est évoqué une fois dans la Vie de Césaire (502-542). Au moment du siège d’Arles, l’évêque, accusé d’avoir trahi la ville, est arraché de sa demeure épiscopale et enfermé in palatio, pour être soit jeté la nuit dans le Rhône, soit pour être transporté sur une barge jusqu’à Beaucaire. Le bateau n’ayant pas pu s’éloigner des rives, il est ramené la nuit au palais, sans que personne ne s’en soit aperçu (Vita Caes. I, 29-30). Ce récit montre clairement que le palais se trouvait près du fleuve,

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ce qui conforte l’idée que le complexe thermes/aula servait toujours de lieu de résidence aux Wisigoths, comme sans doute après eux aux Ostrogoths. Même si la ville perd de son importance politique à l’époque mérovingienne au profit de Marseille, on peut penser que le représentant des rois résidait toujours au même endroit. L’étude en cours dans l’hôtel d’Arlatan, sous la direction d’Alexandrine Garnotel, montre d’ailleurs l’importance des travaux antérieurs à l’époque romane, quand l’édifice, connu sous le nom de “ palais de la Trouille ” (aula Trollia), était propriété des comtes de Provence (Heijmans 2004 : 135). On aurait donc un remarquable exemple de la permanence des lieux de pouvoir depuis la fin de l’Antiquité jusqu’au Moyen-Âge.

Le rôle politique de la ville à partir des années 400 explique aussi en partie les ambitions de l’Église d’Arles et la volonté de ses évêques de s’imposer auprès des autres évêchés de la région, ce qui aboutira, en 451, après l’épiscopat d’Hilaire, au découpage de la Viennoise en deux provinces ecclésiastiques, l’évêque d’Arles devenant l’évêque métropolitain de la Viennoise du Sud. Cette primatie est confirmée en 513 par le pape Symmaque, qui nomme Césaire son vicaire dans les Gaules et lui octroie le droit de porter le pallium (Heijmans 2004: 253-256; Guyon et Heijmans 2008b).

Malgré la méfiance qu’inspirait Césaire au début de son épiscopat aux Wisigoths ariens, qui l’ont envoyé en exil à Bordeaux, ses rapports avec le pouvoir ostrogoth paraissent avoir été excellents, en tout cas après sa rencontre avec le roi Théodoric à Ravenne en 513. Il a pu développer sans encombre son monastère de femmes, et, s’il faut se fier à l’état actuel des travaux de fouilles dans l’enclos Saint-Césaire, c’est également au moment où la ville était sous la domination des Ostrogoths que la cathédrale Saint- Etienne, située dans l’angle sud-est de la cité, a été grandement modifiée (CAG 2008: 329-334; Heijmans 2013; TCCG 2014: 39-43).

Après la cession de la Provence aux rois francs, Arles disparaît petit à petit des sources. C’est toutefois Childebert qui est à l’initiative de la construction d’un monastère d’hommes, fondé en 547, du temps de l’évêque Aurelianus, et qui se trouvait à l’emplacement de l’église paroissiale de Sainte-Croix, dans le quartier de la Roquette (Fig. 8, n° 11) (TCCG 1986: 82-83).

5. EN GUISE DE CONCLUSION

Ce survol de l’influence de la présence de la cour wisigothe sur les villes de la Gaule du Sud montre les difficultés qu’on a à bien l’apprécier ; excepté le cas de Toulouse, qui n’était pas sans raison la véritable capitale du royaume, les traces archéologiques d’un lieu de résidence pour le pouvoir wisigoth sont minimes, pour ne pas dire inexistantes, et même à Toulouse on reste au stade d’hypothèses ; ailleurs, ce sont plutôt les sources littéraires qui nous donnent une indication quant à l’existence ou la localisation de la résidence des rois wisigoths. Ces difficultés à en reconnaître les traces sont évidemment dues au hasard des découvertes archéologiques, mais il est également probable que les rois wisigoths ont pris possession des bâtiments de l’administration civique antérieure ; difficile dans ce cas de distinguer des traces d’une modification directement imputable à la présence des nouveaux maîtres.

Ce qui vaut pour le pouvoir séculier, vaut aussi pour le pouvoir religieux. Hormis à Toulouse, on n’observe pas la présence d’un lieu de culte spécifique pour la communauté arienne. Pourtant, il paraît peu probable que les ariens se soient réunis dans les cathédrales des cités. Le concile d’Epaone (517) oppose clairement les lieux de culte catholique à ceux pour les ariens, en l’occurrence les Burgondes (Conc. Epaon., c. 33, CCSL 148A: 33). Il faut donc supposer que les ariens avaient leur propre lieu de culte qui n’a sans doute pas dû être bien important, car le nombre d’ariens était probablement assez faible.

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Force est donc de constater que, sans vouloir aller jusqu’à dire qu’il s’agit d’un épiphénomène, la présence de la cour wisigothique n’a pas laissé de vestiges durables dans la topographie de ses résidences du Midi de la Gaule.

BIBLIOGRAPHIE

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1 LA PRÉSENCE DES WISIGOTHS DANS LES SEDES REGIAE DU MIDI DE LA GAULE

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015 MYTRA 1, 2018: 79-125

BARCELONA, LA TOPOGRAFÍA DE UN CENTRO DE PODER VISIGODO: CATÓLICOS Y ARRIANOS A TRAVÉS DE LA ARQUEOLOGÍA

JULIA BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO*

RESUMEN

En Barcelona, recientes excavaciones arqueológicas han evidenciado un nuevo conjunto cristiano en el subsuelo de la Basílica dels Sants Màrtirs Just i Pastor. Se trata de una basílica, un baptisterio y una tumba monumental privilegiada, conjunto datado en el siglo VI. Este nuevo enclave cristiano se ha interpretado como un nuevo grupo episcopal, resultado del tiempo en el que Barcino, fue la sede de la corte real visigoda. El artículo analiza la topografía de la ciudad tardía y plantea una nueva visión de los dos grupos episcopales de la ciudad, católicos y arrianos a través de la arqueología y las fuentes documentales.

PALABRAS CLAVE

Sedes regia, visigodos, topografía, arrianos, católicos, novedades, obispos, fuentes documentales, fuentes arqueológicas, dualidad de baptisterios.

ABSTRACT

In Barcelona, recent archaeological digs have uncovered evidence of a new Christian ensemble in the subsoil of the Basilica of Saints Justus and Pastor. It consists of a basilica, baptistery and a privileged monumental tomb, an ensemble dating from the 6th century. This new Christian enclave has been interpreted as a new episcopal group, resulting from the time when Barcino was the headquarters of the Visigoth royal court. This article analyses the topography of the late city and proposes a new vision of the city’s two episcopal groups, Catholic and Arian, through archaeology and documentary sources.

KEYWORDS

Sedes regia, Visigoths, topography, Arians, Catholics, news, bishops, documentary sources, archaeological sources, duality of baptisteries.

* Facultat Antoni Gaudí d’Historia, Arqueologia i Arts Cristianes (FHEAG). [email protected] MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 4/4/18 17:00 Página 80

JULIA BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO 1

1. BARCINO Y EL PERIODO VISIGODO: BARCINONA

Barcino durante la antigüedad tardía fue punto de encuentro entre usurpadores y monarcas visigodos. La ciudad fue escogida como sedes regia en distintos momentos del siglo VI, Gesaleico, Amalarico, Teudis y Teudiselo fueron proclamados y/o reinaron desde Barcinona, nombre que pusieron los visigodos a la colonia romana de Barcino. Nada sabemos del papel que tuvo Barcino cuando la corte y/o las tropas se instalaron en Emerita e Hispalis, aunque fuera temporalmente, pero es muy posible, como ya han apuntado otros autores que la ciudad continuara ejerciendo como capital de reino visigodo (Ewing 1963).

Parece que a partir de la presencia visigoda en la Galia, Barcino fue una opción clara para establecer la sedes regia. La ciudad estaba relativamente cerca de Narbona, bien situada desde el punto de vista estratégico, tenía salida al mar y estaba bien protegida por una potente fortificación que se había construido en el último cuarto del siglo III d.C. (Ravotto 2014)1, al tiempo que económicamente permitía ejercer un control sobre un puerto de la zona occidental de la Mediterránea. Por otro lado, Barcino era una ciudad pequeña, con pocos habitantes y, por tanto, más fácilmente controlable, que no tenía el significado y el peso histórico de la Tarraco imperial, en donde además había una fuerte comunidad cristiana generada por el culto martirial, la que seguramente no hubiera visto con buenos ojos el asentamiento en su ciudad de los visigodos que eran arrianos. También existía el precedente de la estancia de Ataulfo en Barcino, con lo que seguramente ya no era una situación nueva para una población presumiblemente no hostil a los visigodos y, seguramente, con unas élites locales favorables a su establecimiento, situación con la que muchos debieron salir beneficiados.

Desconocemos si otros sucesos aislados que tuvieron lugar en el siglo V, en los que Barcino aparece como “centro de poder”, pudieron jugar algún papel en la posterior elección y consolidación de la ciudad, pero seguramente no están exentos de significado. Nos referimos al hecho de que el usurpador Máximo, un aristócrata hispano fuera proclamado Augustus de la Diocesis Hispaniorum entre los años 409 y 411, en un contexto de enfrentamientos militares y luchas por el poder. No se sabe con seguridad el lugar de su proclamación, aunque siempre se ha apuntado que fue en Tarraco, como indican las fuentes escritas, pero es en Barcino donde establece su ceca oficial, y donde acuña moneda, siliquae de plata, y monedas de bronce, AE 2 y AE3, con su nombre y la leyenda SMAB, Sacra Moneta Barcinonensis, lo que nos lleva a plantearnos una duda razonable. También es a Barcino donde vuelve aclamado en el año 419. Los hallazgos de esta moneda parece que se circunscribe casi únicamente a la ciudad de Barcelona (sobre todo el AE3) y su entorno (Marot 1997; Berdún 2012) lo que parece avalar la presencia de Máximo en Barcino.

Desconocemos el efecto que pudo tener para la ciudad el primer episodio de sedes regia2, cuando Ataulfo, rey visigodo, y Gala Placida, hija del emperador romano Teodosio, el Grande, tomaron la decisión de instalarse en Barcino en el año 415. En Barcino es asesinado el rey3 y muere también su hijo, el pequeño Teodosio. Dicen las fuentes que fue enterrado en una urna de plata, y aunque mucho se ha escrito sobre el

1 La cronología de la muralla ha sido definitivamente clarificada por estudios y excavaciones recientes (Tesis Doctoral de Alessandro Ravotto, UAB, 2017). Tal y como apuntó Alberto Balil en su momento, es una obra de finales del siglo III. Se cierra así un debate cronológico que se había ido produciendo desde inicios de los años 90 (con tendencias a situarla en los siglos III, IV o V, según los autores consultados), lo que llevó a plantear la cuestión sobre si fueron los visigodos los que fortificaron la ciudad o si se asentaron en Barcino porque era una ciudad fortificada. 2 Si entendemos por sedes regia el lugar donde se asienta el rey, de una manera transitoria o más estable, con su familia, la corte de nobles que les acompañaban y un destacamento militar, la estancia de Ataulfo en Barcino se ha de considerar como un primer episodio de sedes regia. 3 Este punto no está claro del todo. Jordanas opina que Ataulfo no muere en Barcino, como dice Orosio, sino en campañas en el interior de Hispania (Mayer 1991: 252).

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tema, no se sabe con seguridad el lugar del entierro4. La ciudad vuelve a estar relacionada con episodios de conquista y con los estamentos de poder visigodo cuando Eurico rescata a Barcino del control imperial en el 472, lo que podría leerse en clave de que la ciudad era importante y representativa para los visigodos y no podían tolerar que quedara fuera de su dominio.

Barcino era a finales del siglo VI, un centro de poder económico, donde el obispo tenía un papel relevante y ejercía una responsabilidad fiscal en un amplio territorio, como muestra claramente el De Fisco Barcinonensis del año 592. Este documento, de carácter tributario,5 pone de manifiesto una reunión del comes patrimoni Escipion con diversos numerari, funcionarios reales que habían sido nombrados en la ciudad de Barcelona, y los obispos de Tarraco, Egara, Emporiae y Gerunda; Artemius, Sinfronius, Galanus y Iohannes, respectivamente, para establecer el sistema recaudatorio que se tenía que entregar en Barcino. El documento muestra como el estado visigodo le había atribuido a la ciudad un papel que rompía con el factor de territorialidad, con una preeminencia administrativa que iba mucho más allá de su territorio, al tiempo que tampoco respetaba la jerarquía eclesiástica establecida, ya que Tarraco era la capital de la diócesis y era allí donde estaba el obispo metropolitano (Vives 1963: 53-54; Gómez Moreno: 1971).

En este papel que tuvo la ciudad en el ámbito administrativo y político del reino visigodo, también es de destacar el hecho de que cuando la ciudad ya no era sedes regia, emitió moneda; las acuñaciones de Barcinona bajo el reinado de Leovigildo (573-586) y Recadero (586-601). Barcinona, comenzaría a ser un referente en la dinámica política del reino visigodo para el nordeste peninsular. La ciudad había consolidado su papel de control ejerciendo en un amplio territorio de lo que hoy en día es Cataluña. Cuando la corte visigoda se trasladó definitivamente a Toledo, y con ella el peso político del estado, la ciudad continuó ejerciendo como centro de poder administrativo y económico, con un claro control del territorio circundante.

2. EL SIGLO V: HACIA UN NUEVO ORDEN Y UNA NUEVA CONCEPCIÓN DE CIUDAD

Barcino era en el siglo IV, una ciudad próspera y dinámica con una continuidad en la mayoría de los espacios privados y públicos. La mayor parte de la plaza foral parece que continuaba en uso, ya que tenemos constancia de la colocación de inscripciones, como la de Nummio Emiliano Dextro, procónsul de Asia entre los años 379 y 385, personaje al que se ha identificado con Dexter, hijo del obispo Paciano, del que San Jerónimo dice que fue clarus ad saeculum et christi fidei deditu (IRC IV: 36).

En la ciudad imperaba el orden social y cultural del mundo clásico. El obispo Paciano (370-390) habla de la comunidad cristiana de su ciudad con un cierto tono crítico, de la cual dice “Suerte que somos de clase media: si no haríamos lo que avergüenza a algunos y algunas de más posición: tener palacios de

4 No creemos que la localidad de Sant Cugat del Vallés, y en concreto el actual monasterio sea el lugar del martirio de Cucufate. La pasión tardía redactada en el siglo X y procedente de Silos sitúa el lugar del martirio en Obtiano, lo que dio la ocasión a los monjes de Sant Cugat de reivindicar su emplazamiento en Octaviano (Olesti 2009). La localización de una basílica del siglo VI con algunos enterramientos, ha contribuido a mantener la hipótesis, pero creemos que el martyrium del único mártir local de Barcelona, lógicamente admirado y respetado, tendría que tener un alto número de inhumaciones ad sanctos y una organización de las mismas alrededor de un punto de focalización, características que no se dan en la basílica de Sant Cugat. Para otros argumentos a favor, en relación con el topónimo castrum Octavianum, véase Mayer 1991: 256-257. Creemos que es muy probable que la basílica formara parte de un espacio monástico precedente al medieval. 5 El original no se ha conservado; existe una copia del año 976 que forma parte del Codex Conciliorum Aemilianensis que se custodia en la Biblioteca del Escorial de Madrid.

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mármol, ir encogidos por el peso del oro que llevan encima, arrastrar colas de seda, pintarse con carmín”, y continua “pero no nos faltan jardines, ni lugares de reposo cerca del mar, ni vinos exquisitos, ni banquetes esplendidos, ni un lugar de descanso en la vejez” (Pladevall i Font 1994: 43). Eran cristianos pero romanos. El hallazgo de sarcófagos decorados con escenas del Antiguo Testamento que procedían de los talleres de Roma (Balil 1956; Claveria, Koppel y Rodà 2014), muestran la existencia, alrededor del año 320, de una comunidad cristiana bien consolidada, que vivían a la romana en aquellas lujosas domus de las que nos habla Paciano, pero que deseaba ser enterrada según sus nuevas creencias.

No será hasta el alba del siglo V, cuando la arqueología comienza a identificar unos cambios especialmente significativos en la topografía urbana, aunque el proceso había comenzado con seguridad en el siglo IV. El forum había perdido definitivamente su función, el centro de poder se había trasladado al grupo episcopal, que ya había crecido considerablemente y comenzaba a extenderse por el ángulo norte de la ciudad, junto a la muralla. A principios de esta centuria, entre el 400-420, según los materiales arqueológicos (Beltrán de Heredia 2001; Beltrán de Heredia y Bonnet 2004; Jarrega 2004; Beltrán de Heredia 2014b), se sitúa la construcción de una residencia para el obispo, y una sala de recepción o aula episcopal (Beltrán de Heredia y Bonnet 2005), un espacio que se podría asociar con el salutatorium que aparece en las fuentes escritas (Picard 1989) (Fig.1). Estas salas, que podemos ver en otros grupos episcopales, como el de Ginebra (Bonnet 1989), son el resultado de las nuevas y amplias funciones atribuidas a los obispos, funciones que iban mucho más allá del ámbito espiritual. Dichas salas tienen su origen en las salas de representación de los complejos palatinos del bajo imperio. Igualmente en el siglo V, se construyó un baptisterio de nueva planta con una piscina octogonal (Beltrán de Heredia y Bonnet 2007);

Fig. 1. Planta del primer grupo episcopal de Barcelona en el siglo V. Hipótesis: J. Beltrán de Heredia-Ch. Bonnet (Planimetría: © E. Revilla-M. Berti-MUHBA).

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y se han de suponer modificaciones arquitectónicas en la basílica-catedral existente, o bien una nueva basílica6. A partir de ese momento, el grupo episcopal será el nuevo referente urbano y el obispo ejercerá como el nuevo “gobernador” y jefe visible de la comunidad barcinonense.

Como consecuencia de esta nueva organización, el forum, que ya debía de estar en parte abandonado, se comienza a desmantelar. Parece que uno de los primeros elementos afectados por este proceso fueron las estatuas (que si eran de metal debieron de refundirse) y los pedestales honoríficos, que fueron integrados como simples piedra en las nuevas construcciones7, los cuales encontramos fundamentalmente en los nuevos edificios del grupo episcopal. Destaca el alto número de pedestales y bases molduradas que se integran en los muros de la nueva residencia del obispo de inicios del siglo V (Beltrán de Heredia 2014b). Los pedestales honoríficos del forum se desplazan también hasta el suburbium, en donde las autoridades eclesiásticas están construyendo iglesias: tres pedestales se han localizado en la iglesia de Santa María del Pi8, y uno en el monasterio de Sant Pau del Camp (Beltrán de Heredia 2010).

Las termas públicas que se localizan bajo la actual plaza de Sant Miquel habían sido cristianizadas. El frigidarium de las mismas fue adaptado para ubicar la nave de la nueva iglesia, utilizándose como pavimento el mosaico del siglo II (Fig. 2). Este proceso lo hemos de situar en el siglo V, a juzgar por los elementos cristianos encontrados en contexto. Nos referimos a una inscripción funeraria (christian)ae fidei, que hace referencia a la fe cristiana de un personaje, o a la fidelidad con que vivió el cristiano tutelar de la inscripción (IRCIV: 315). También a un sello para marcar el pan litúrgico que lleva la legenda PETRUS/PAULUS, en una clara alusión a los padres de la iglesia (IRCIV: Fig. 2. Planta de la iglesia de Sant Miquel que aprovecha 313; Beltrán de Heredia 2001: núm. 304). Ambas el pavimento de mosaico de las termas del siglo II piezas se han datado en el siglo V. (Planimetría: © E. Revilla-MUHBA).

6 Hay muy pocos datos relativos al subsuelo de la catedral, ya que al margen de las excavaciones de los años 60, cuando se localizó el baptisterio, apenas se han realizado intervenciones arqueológicas en la catedral. 7 Sobre el spolia y las técnicas constructivas empleadas en Barcino durante la antigüedad tardía y sobre la arquitectura y modulación de los edificios del poder, véase: Beltrán de Heredia 2009; Beltrán de Heredia 2016c; Beltrán de Heredia y Revilla 2009. 8 Los tres pedestales fueron reutilizados como pies monolíticos de tres mensae de altar. Dos están perdidos y uno ha podido ser recuperado en las excavaciones de la basílica.

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En las excavaciones, se encontraron otros testimonios que hemos de relacionar con esta basílica, como son un enterramiento infantil en una caja de tegulae y una tapa de sarcófago de iconografía pagana (Claveria 2001: 3), que seguramente responde a un aprovechamiento de prestigio en un contexto cristiano. También un peine de hueso datado en los siglos VI-VII (Beltrán de Heredia 2001: núm. 278). Estos peines se han asociado a los peines litúrgicos9 y casi siempre se encuentran en contextos funerarios.

En el suburbium oriental se encontraban bien delimitadas, organizadas y debidamente señalizadas las grandes zonas de necrópolis (Beltrán de Heredia 2010). Una topografía funeraria que debió de estar regulada por el obispo, ya que como han planteado otros autores (Chavarría 2015:14) una de las primeras disposiciones de los obispos ya en el siglo III, fue la adquirir terrenos para crear los nuevos cementerios cristianos. Una carta de Cipriano de Cartago del año 254-255 recrimina y denuncia al obispo de Mérida, Marcial, por enterrar a sus hijos en un collegium pagano, entre paganos y siguiendo sus costumbres (Chavarría 2015: 15). Esta noticia muestra la voluntad y el deseo por parte de la iglesia católica de planificar estos cimyteria christianorum totalmente al margen de los cementerios paganos, circunstancia que podemos ver llevada a la práctica en Barcino, ya que, salvo algún caso muy puntual de algún/algunos enterramiento, los cementerios cristianos no coinciden topográficamente con los cementerios romanos (Fig. 3) (Beltrán de Heredia 2010).

Fig. 3. Planta de la urbs y el suburbium, con indicación de las vías y necrópolis y las basilicas funerarias extra muros. Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © E. Revilla-MUHBA).

9 Los peines se usaban para “limpiar” los cabellos de los nuevos obispos durante el ritual de consagración, sobre todo en el ritual oriental. En Hispania su uso está recogido en el IV concilio de Toledo del 633. Esta operación se llevaba a cabo por un diacono y tenía como finalidad apartar los demonios de los pensamientos del nuevo obispo, preparando su mente para las nuevas funciones que tenía que asumir (Galán y Galindo 2008: 185). Seguramente, los fieles las ponían en sus tumbas como imitación de estas costumbres.

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3. LA TOPOGRAFÍA DE UNA SEDES REGIA: LA CIUDAD VISIGODA

En la Barcino romana comenzaba a producirse una cierta desestructuración urbana, aunque se mantenía, en lo fundamental, la cuadricula del alto imperio. Durante la antigüedad tardía, se constata una nueva ocupación de los viales públicos (sobre todo de pórticos), que ya había comenzado siglos atrás, lo que provocó un estrechamiento y desviación de algunos de los trazados romanos. En algunos casos se ha de hablar de una desaparición total del vial, sobre todo en aquellos sectores en donde se habían ubicado los edificios cristianos alzados de nueva planta. Así sucede en el ángulo norte de la ciudad y en la colina de Sant Just, al sudeste del forum (Fig. 4).

La ciudad crece en vertical, lo que conlleva ciertas dificultades para mantener el sistema de alcantarillado. En los siglos V y VI, el nivel de circulación se eleva más de un metro, lo que provoca un abandono progresivo de la red de alcantarillado. Aun así, el sistema de saneamiento se mantuvo hasta el siglo VI, mediante cortes puntuales, desviaciones y nuevas conexiones para ir a buscar la red de cloacas que había quedado sepultada a cotas más bajas (Beltrán de Heredia y Carreras 2011).

Un nuevo hábitat, consecuencia de una nueva forma de vida, se perfila para la mayoría de la población, una población que ya no vive a la romana y que es el resultado de una pirámide social muy diferenciada. Las antiguas domus sufren un proceso de transformación, proceso que ya se había iniciado en el siglo V. El abandono y ocupación de las mismas comportó su compartimentación, cuya explicación parece encontrarse en la voluntad de acoger diversos núcleos familiares. Así pues, a partir del siglo V, pero sobre todo en el VI, se construyeron tabiques en las habitaciones para crear espacios más pequeños, se ocuparon los peristilos y aparecen nuevos elementos, como bancos y hogares en el suelo (Beltrán de Heredia 2016c).

Las viviendas conviven con los vertederos domésticos y con los espacios de producción o talleres. Destacan en Barcino los hornos de vidrio, documentados en tres domus: las llamadas de Sant Honorat, de Sant Miquel y del Arxiu Administratiu (Beltrán de Heredia 2013a: 58-59). Este proceso no supuso una amortización brusca de la casa romana, sino una adaptación paulatina que acabaría provocando una total desaparición de las estructuras romanas. En un siglo VI avanzado y sobre todo en el siglo VII, se perfila un tipo de unidad doméstica de nueva planta, organizada a partir de unas estancias seguidas o alineadas; generalmente de 2 o 3 habitaciones, relacionadas con patios o espacios abiertos, semejante al documentado en otros puntos de la Hispania (Beltrán de Heredia, Macias, en prensa). Unas viviendas que presentan unas arquitecturas más débiles y efímeras que las que les precedieron, arquitectura que está asociada a estructuras de madera. Un tipo de vivienda semejante a la altomedieval, sea andalusí o no (Gutiérrez Lloret 2003).

Todo apunta a que en el siglo VI, ya no quedaba en pie ni el porticado del forum, las distintas piezas fueron reaprovechadas en los edificios religiosos tardoantiguos. No conocemos nada arqueológicamente de la basílica romana, que seguramente se situaba en el extremo de la terraza baja del forum, junto a a la curia (Beltrán de Heredia 2015a; 2015b), pero parece que ya estaba desmantelada en esas fechas10 (Fig. 5). La otra parte de la terraza baja había sido ocupada por una construcción de nueva planta que presenta un edificio con una planta que recuerda a la del palacio del obispo del siglo VI de la plaza del Rey11 (véase localización “Residencia” Fig.4).

10 El capitel corintio integrado en los cimientos de la iglesia cruciforme de plaza del Rey ha sido atribuido a la basílica (Garrido 2011). 11 Este edificio se documentó en unas intervenciones antiguas, por lo que no podemos ir más allá.

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Fig. 4. Topografia de Barcino. Siglos VI-VII. Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © E. Revilla-MUHBA)

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Fig. 5. Elementos de spolia procedentes del foro y de la basílica romana utilizados en las cimentaciones de la iglesia cruciforme de Plaza del Rey (Fotografia © MUHBA).

La terraza alta del forum, estaba presidida por el templo de Augusto. Sabemos que el pórtico que lo rodeaba había sido invadido en el siglo VII, seguramente por viviendas (Beltrán de Heredia 2016c), pero nada sabemos del edificio de culto imperial que seguía en pie y bien visible en la topografía de la ciudad. Así permaneció durante muchos siglos: en el siglo XI, se conocía como el Miraculum, seguramente por la grandiosidad del edificio y la fuerza de su arquitectura, solo posible para los habitantes de la época si se atribuía a un milagro.

Desconocemos igualmente dónde se localizaban las mansiones de las élites locales, que bien pudieron estar en la suburbium, ya que la ciudad amurallada era pequeña. Un grupo social del que tenemos constancia a través de sus monumentos funerarios, mausoleos decorados con pinturas que se agrupaban en areae en el suburbium oriental de la ciudad, cerca de la Vía Augusta (Beltrán de Heredia 2010). Contrariamente creemos que el palacio que los monarcas visigodos tenían en la ciudad, donde tuvo lugar el asesinato de Goiarico por parte de Gesaleico (Gesalecus Goericum Barcinone in palatio interfecit ) (Mayer 1991: 201) se pudo situar en el entorno de la actual plaza de Sant Miquel (véase Fig. 4 localización Palatium). Unas estructuras de gran entidad arquitectónica y cronología tardía fueron localizadas y destruidas en los años sesenta bajo el nuevo edificio del ayuntamiento, conocido como “el Novísimo”. Por otro lado, las excavaciones en este sector siempre han proporcionado objetos significativos, como placas de cinturón y fíbulas de época visigoda, una de ellas de carácter distintivo relacionada con el poder gubernamental o militar (Ripoll 2001: 214-219). También monedas de oro y plata y un tesorillo, que parece indicar la presencia de unos “usuarios especiales”.

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4. EL ÁNGULO NORTE DE LA CIUDAD: LA EXPRESIÓN DEL PODER

En el siglo VI, el grupo episcopal y centro de poder de la Barcino visigoda había crecido considerablemente. En la segunda mitad del siglo VI, podemos hablar de la construcción de edificios ex novo, como una iglesia en planta de cruz (seguramente de carácter martirial) con una area de inhumaciones privilegiadas anexa, un nuevo palacio episcopal y un conjunto termal (Fig. 6). La posición de este balnea nos lleva a pensar que seguramente estamos frente a una situación similar a la documentada en San Giusto, a la Puglia (Italia), en donde, detrás del baptisterio y entre finales del siglo V y la segunda mitad del VI, se construyó un conjunto termal. Su uso no estaba restringido al obispo y al clero, sino que se extendió a los fieles y peregrinos, atribuyéndole una función higiénica y sanitaria, pero también asistencial, sin olvidar un valor ritual, purificador o devocional (Volpe 2007: 95). La situación del conjunto termal de Barcino, al límite de este del grupo episcopal y junto al cardo maximus y a la puerta de entrada a la ciudad que conectaba con la Vía Augusta, podría propiciar un hipotético movimiento de fieles y peregrinos.

En el resto de los edificios existentes, como la sala de recepción del obispo y el baptisterio, se documentan reformas en el mismo periodo, lo que indica un claro proceso de monumenta li-

Fig. 6. Planta del primer grupo episcopal de Barcelona en el siglo VI-VII. Hipótesis: J. Beltrán de Heredia-Ch. Bonnet (Planimetría: © E. Revilla-M. Berti-MUHBA).

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zación12. También de este periodo es la residencia del poder civil visigodo que se levantó junto a la muralla. Su situación es muy ilustrativa de su papel, un edificio en forma de “U” cerrado en sí mismo pero abierto a un corredor que se desarrollaba a lo largo de la muralla (pervivencia del antiguo intervallum), el cual conducía al cuerpo de guardia situado al pie de la escalera que subía al paso de ronda. La localización de hebillas de carácter militar en la zona (Ripoll 2001), se justificaría por la presencia de un destacamento vinculado al cuerpo de guardia y a la propia residencia del comes. Así pues, en este barrio episcopal/condal residía el obispo y se situaban los distintos edificios religiosos, espacios de culto y de privacidad, espacios para los vivos y espacios para los muertos privilegiados (areae funerarias); pero también los edificios del poder civil visigodo, como la residencia del comes ciutatis.

El centro de poder estaba formado por toda una serie de edificios agrupados y perfectamente articulados entre sí, a partir de corredores, pasadizos o galerías porticadas, llegando a ocupar prácticamente un cuarto de la ciudad romana, casi dos hectáreas. Hemos de suponer otros edificios que no conocemos, como la residencia de los clérigos y las viviendas del personal al servició del obispo, almacenes, archivos, y otros espacios necesarios (ya sean de uso civil o religioso) para el buen funcionamiento del grupo episcopal.

En la arquitectura religiosa y los edificios propios del obispo, puede apreciarse claramente una arquitectura del poder y la representación, entre los que destaca el “palacio-fortaleza” del obispo del siglo VI (Beltrán de Heredia, 2014). (Fig. 7-8). Los distintos cuerpos arquitectónicos del grupo episcopal configuraban un entramado denso y complicado, como una red, que nada tenía que ver con los proyectos oficiales, reticulares, abiertos y bien delimitados de los edificios oficiales de época romana. La ciudad ya ofrecía una imagen más próxima a lo que sería la ciudad medieval, que a lo que había sido la ciudad romana.

Fig. 7. Planta y dibujo de restitución del palacio del obispo. Siglo VI (Planimetría y dibujo: © MUHBA).

12 Sobre el proceso de monumentalización y los materiales arqueológicos vinculados, pueden verse las distintas publicaciones de Bonnet, Beltrán de Heredia y Beltrán de Heredia, recogidas en Beltrán de Heredia, 2013a. Para las piezas de arquitectura mueble, canceles, capiteles y barroteras: véase, Guardia 1999.

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Fig. 8. Fachada de cuerpos articulados del palacio del obispo. Siglo VI (Fotografía: © MUHBA).

5. LA BASÍLICA DELS SANTS MÀRTIRS JUST I PASTOR, UN NUEVO CONJUNTO CRISTIANO INTRA MUROS

La historiografía siempre había recogido que la iglesia de los Santos Mártires Justo y Pastor era una de las más antiguas de la ciudad. La advocación a los niños Justo y Pastor, martirizados en Complutum y la vin- culación de Paulino de Nola con Barcelona (donde fue ordenado sacerdote en el año 393) y con Complutum (de donde era su mujer) siempre se han usado para hablar de la antigüedad de la iglesia de Sant Just i Pastor. La documentación recoge que su hijo Celso, muere en Complutum, donde recibió sepultura junto a un martyrium, seguramente el de los niños Justo y Pastor, circunstancia que tradicionalmente se ha relacionado con el origen de la iglesia de Sant Just i Pastor de Barcelona. La presencia en el interior de la iglesia de una pila para el agua bendita y de un capitel, reaprovechado como pila, datados en el VII (Domingo 2011), de siempre había reforzado la idea de la existencia de un templo cristiano anterior (Fig.9).

Las intervenciones arqueológicas realizadas bajo la actual iglesia gótica13, han permitido confirmar la existencia de un complejo de culto anterior (basílica, baptisterio, una tumba privilegiada y unas estancias

13 Un convenio entre el Ayuntamiento de Barcelona y la Parroquia de Sant Just i Pastor hizo posible las excavaciones arqueológicas que se desarrollaron entre el 2011 y el 2014. Actualmente los restos arqueológicos recuperados se pueden visitar en el interior de la iglesia. Las primeras noticias sobre el tema, se pueden ver en Beltrán de Heredia 2013a: 24-30 y más tarde en 2016a y 2016b. Sobre estos hallazgos contextualizados véase, Beltrán de Heredia 2014a y 2014b, Beltrán de Heredia, 2017. También la tesis doctoral presentada por la autora en 2017 en la Universidad de Zaragoza: “La Basílica dels Sants Mártirs Just i Pastor de Barcelona en el marco de la ciudad tardoantigua y altomedieval (siglos V al XIII) y su precedente romano (Siglo I)”.

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anejas) que se pueden datar a inicios del siglo VI14 (Fig. 10). Estos hallazgos evidencian que Barcino, dispuso de dos grupos episcopales, como ahora expondremos y razonaremos, una situación nueva arqueológicamente, pero no documentalmente, ya que las fuentes conciliares hablan de obispos, como Paterno, que lo era de la ecclesia Catholica Barcinonensis, y de otros, como Ugnas, obispo arriano convertido al catolicismo en el año 589. La elección de Barcino por parte de los visigodos como sedes regia estaría en el origen de esta duplicidad de centros episcopales.

Fig. 9. Pila y capitel reaprovechado como pila de la Basílica de los Santos Mártires Justo y Pastor. Siglo VII (Fotografía: © Parroquia de Sant Just i Pastor).

Fig. 10. Detalle de las estructuras localizadas. En el presbiterio pueden verse los negativos de los canceles de madera y la situación del ambon. Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © I. Camps).

14 El estudio del material cerámico localizado en las excavaciones ha sido realizado por Xavier Aquilue. (Beltrán de Heredia, Aquilue, en prensa).

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6. LA BASÍLICA ANTIGUA BAJO LA ACTUAL IGLESIA

Las estructuras arqueológicas de la basílica que conocemos hasta el momento corresponden fundamentalmente a la zona del ábside, y nos permiten plantear un edificio con una cabecera triabsidada o triconque. El ábside lateral oriental se conserva completo y hemos podido documentar parte del arco del ábside lateral occidental, así como unas estructuras de la nave15. También se ha localizado los pavimentos del presbiterio y de una estancia contigua al sur la basílica, que eran de opus signinum .

El ábside lateral oriental es una estructura más ancha que profunda (5,60 m por 4,40 m) que conserva una altura que supera los tres metros (Fig. 11-12) y alberga en el nivel inferior una confessio. La fábrica de la basílica presenta –como es habitual- elementos arquitectónicos de edificios alto imperiales aprovechados en la nueva construcción, en concreto, diversas bases de pedestales y un fuste de columna. Los muros tienen una anchura de 0,80 m y presentan una técnica constructiva bien documentada en Barcelona, en otros edificios relacionados con el poder local (Beltrán de Heredia 2009; 2016c)16.

En uno de los extremos del ábside oriental se localiza un elemento vertical de carga, una zapata encofrada de 80 x 150 cm, en donde se apoyan una serie de bases de pedestal y un fuste de columna de 0,80 m de diámetro. Un elemento estructural que se podría relacionar con una cubrición de bóveda en la zona del ábside, pero también con el arco triunfal que señalaría la entrada al presbiterio (Fig. 13).

El pavimento del presbiterio era de opus sigininum, el cual hemos podido localizar en bastante buen estado y en una amplia zona. Lógicamente este pavimento estaría más elevado que el de la nave, del que no sabemos nada, ya que los niveles de los suelos eran unos de los elementos que servían para jerarquizar espacios.

Las cabeceras de muchas basílicas tomaron la forma triabsidada, por lo que se podrían traer aquí muchos ejemplos, pero queremos citar únicamente, y por proximidad, el de la basílica de Sant Pere de Terrasa, (García, Moro y Tuset 2009) o el de un caso más lejano, pero también en parte vinculado con Barcelona, como es la basílica de Cimitile, Nola, (Branderburg y Ermini-Barbini 2003; Ebanista y Fusaro 2010).

La orientación de basílica triabsidada de Barcelona sería sudeste/ noroeste, con el altar al sudeste, una disposición semejante a la del resto de los edificios religiosos documentados en la ciudad, como por ejemplo, la iglesia de Sant Miquel o la catedral paleocristiana, y también la iglesia cruciforme del grupo episcopal de la Plaza del Rey. Una orientación que, en el caso de la basílica de Sant Just i Pastor, presenta una pequeña desviación de 22 grados hacia el norte. Creemos que este hecho está relacionado con la orografía del terreno. Parece que el edificio se dispone oblicuamente para poder aprovechar mejor el espacio de la terraza alta, donde habría además otros edificios religiosos y civiles relacionados que aún no conocemos17. La situación

15 Creemos que bajo la actual iglesia se conservan más estructuras de la primera basílica y de otros edificios del complejo de culto, pero la actuación arqueológica ha sido puntual, habiéndose excavado una pequeña parte de la superficie total de la iglesia. El yacimiento no está agotado y esperamos poder seguir con las intervenciones. 16 La documentación del mismo sistema constructivo empleado en las construcciones oficiales de Plaza del Rey y en las de Sant Just i Pastor muestra como los operarios especializados, que seguramente no residían en la ciudad, no debían de ser muy numerosos; un artesanado de prestigio que se movía alrededor de los estamentos de poder de la época y que acudían cuando el obispo u otros agentes locales les requerían. Otros autores han llamado también la atención sobre este punto que queda reflejado en las fuentes escritas (Chavarria 2011). 17 Tampoco podemos descartar, como ya hemos apuntado en otras ocasiones, que la existencia de alguna estructura previa vinculada al agua y aún en funcionamiento en la cima de colina condicionaran la posición del edificio religioso, como luego veremos.

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Fig. 11. Planta del ábside lateral oriental y de las estructuras de la nave con la situación del mosaico localizado en el siglo XVIII (Planimetría: © I. Camps).

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Fig. 12. Vista exterior del ábside lateral oriental donde se localiza la confessio. Se puede apreciar la técnica constructiva y el negativo de los escalones para acceder a la fenestella confessionis (Fotografía: © P. Vivas- Parroquia de Sant Just i Pastor).

de las tres basílicas sucesivas, la del siglo VI, la ro- mánica18 y la gótica, muestra esta adaptación al te- rreno. Destaca la posición de la iglesia gótica que ocupa la totalidad de superficie de la terraza alta. Para construir este edificio, de dimensiones mucho mayores que los precedentes, se ven obligados a cambiar totalmente su orientación, la única manera de poder encajar un edificio mucho más grande que los precedentes (Fig. 14).

Alrededor de esta basílica debió de haber una multiplicación de espacios con distintas funciones, Fig. 13. Detalle del elemento vertical de carga que correspondería al arco triunfal, construido en su totalidad espacios que aún no se conocen arqueoló - con spolia (Fotografía: © P. Vivas- Parroquia de Sant gicamente. Aun así, tanto al sector nordeste, como Just i Pastor). al suroeste de la nave, se han localizado estructuras y pavimentos, que son indicativos de esta situación. Podemos hablar de un pavimento de opus signinum en el sector occidental, y de unas estructuras que parecen definir un corredor lateral, al sector oriental. En esta zona y en 1723, con motivo de la construcción de la tumba de los Vicarios Perpetuos, se localizó, como explica la documentación del

18 Durante el proceso de investigación también se han podido identificar estructuras pertenecientes a la iglesia románica derribada en el siglo XIV (véase fig.29).

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Fig.14. Topografía de la terraza alta de la colina de Sant Just con indicación de la situación de las tres basílicas sucesivas (1. Tardoantigua: 2. Románica; 3. Gótica). Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © E. Revilla-I. Camps).

momento19, un pavimento de mosaico de piedras blancas y azules que podría ponerse en relación con las estructuras arqueológicas recientemente descubiertas (véase Fig. 11).

En la parte excavada del presbiterio se han encontrado algunos elementos de carácter litúrgico que son de especial interés. Nos referimos a una base de piedras de planta rectangular con el exterior estucado que se sitúa sobre el pavimento original de opus signinum y que interpretamos como un posible ambón. También a seis agujeros de palo que definen dos líneas paralelas (tres agujeros en cada lado), las cuales presentan la misma orientación que las estructuras de la basílica y tienen una disposición axial en relación al ábside oriental y la confessio. Unos negativos que parecen responder a los testimonios de unos canceles de madera que definirían un pasaje litúrgico/procesional, de poco más de un metro de ancho, pasaje que iría de la puerta que comunicaba el presbiterio con el espacio anexo funerario (donde se ubica una tumba

19 Memoria de Francisco Gloria y Bosch, presbítero: Preeminencia, jurisdicción y superioridad de la parroquial iglesia de San Justo y Pastor de Barcelona Portada: Canónica, histórica demostración, con la cual el Dr. Francisco Gloria y Bosch, presbítero y Vicario Perpetuo de la parroquial iglesia de San Justo y Pastor, de esta ciudad de Barcelona, se opone al error de algunos parroquianos, que le han pretendido negar la preeminencia, jurisdicción y superioridad en su parroquial iglesia y por toda la parroquia….Documento 851, Biblioteca Provincial y Universitaria. UB.

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privilegiada, como ahora expondremos) a la confessio (véase Fig. 10). Los canceles de madera como dispositivos para crear corredores o delimitar y señalar espacios dentro de la iglesia, por razones litúrgicas, de ceremonias o de jerarquía, debieron de ser mucho más frecuentes de lo que a menudo se piensa. La razón es obvia, no se han conservado testimonios, únicamente los negativos de los anclajes. Testimonios de canceles de maderas se han evidenciado también en otras iglesias como por ejemplo en la basílica de Sainte-Marie de Morgex, en Aosta (Italia), en donde con canceles de madera se limitó un espacio rectangular que prolonga la obertura del ábside y un pasaje central que corresponde a la solea. Se han conservado los agujeros y las piedras que ayudaron a falcar los elementos verticales de madera (Bonnet, Perinetti 2005, 185).

7. LA CONFESSIO BAJO EL ÁBSIDE ORIENTAL DEL PRESBITERIO

El ábside lateral oriental presenta, en un nivel inferior, un espacio subterráneo de 2,20 m de altura muy bien conservado. Se trata de una confessio destinado a acoger reliquias y/o la tumba de un personaje importante de la comunidad cristiana del momento (Fig. 15). En el eje del ábside, se localiza una pequeña ventana, una fenestella confessionis para que los fieles pudieran mirar a través de este elemento al interior de la confessio.

El techo de la cámara/cavidad subterránea debió de ser una cobertura de vigas de madera, ya que no hay ningún indicio de una posible bóveda. Por otro lado, parece que la confessio se ubicó aprovechando un punto de la colina donde el terreno desciende claramente, facilitando sin duda su ubicación y suponiendo además un ahorro de recursos. Aprovechando este desnivel unos escalones descendían hasta la fenestella, tal y como parce indicar el negativo conservado en la pared del ábside (véase Fig. 12).

Creemos que no existió una comunicación directa entre el espacio subterráneo y el lugar de culto superior, y que tampoco fue un espacio ni de circulación, ni de acceso para los fieles. Únicamente se miraba desde el exterior, aunque, sin duda, debió de haber algún tipo de acceso practicable, pero desconocemos desde que punto. La fenestella presenta la forma de una pequeña Fig. 15. Vista interior de la confessio (Fotografía: © P. aspillera (medidas exteriores: 24, 22 x 4 cm y Vivas- Parroquia de Sant Just i Pastor). medidas interiores: 38,66 x 35,6 cm) (Fig. 16). Como es habitual, se localiza prácticamente al ras del suelo y cumpliría la función de poder mirar, desde fuera de la basílica, al lugar venerado y orar con la vista fijada en su interior. No se han encontrado elementos in situ, ya que en la confessio se había ubicado un vaso funerario en el siglo XVIII, y su construcción había removido la secuencia estratigráfica interna.

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La confessio es un elemento lleno de significado y muy propio del cristianismo, el cual no solo se dispone en los altares, sino también en la propia arquitectura. Podemos citar, por ejemplo, el caso de la basílica Marusinac, en Salona, donde la cripta con la fenestella confessionis se sitúa también en el eje del ábside y al nivel del suelo (Marin 1994: 54). La tipología constructiva de la fenestella de Sant Just i Pastor en forma de aspillera, es un tipo de ventana documentada en otras construcciones del periodo, como el palacio del obispo de Barcelona (Beltrán de Heredia 2014b) y el edificio cruciforme de Valencia, ambos del siglo VI (Ribera 2005). Igualmente, la encontramos en la llamada Cripta de las Rosas (mausoleo vinculado a la Basílica de San Fructuoso) de Tarragona, en este caso del siglo V (López Vilar 2006), o en el mausoleo de Teodorico en Rávena, del siglo VI (Maioli 1994). En la basílica de Sant Just y Pastor se conserva perfectamente el revestimiento de mortero que Fig. 16. Fenestella confessionis conservada en el centro cubría la ventana en su totalidad. del ábside (Fotografía: © P. Vivas- Parroquia de Sant Just i Pastor).

8. EL BAPTISTERIO

Junto a la basílica y en el subsuelo de la actual sacristía, se localizó una piscina bautismal. Se trata de una estructura bastante sólida realizada por la técnica de encofrado que muestra una pila en forma de cruz (Fig. 17). Desgraciadamente, la piscina no se conserva completa, ya que resultó muy afectada por las obras de construcción de la iglesia gótica que comportaron la obertura de profundas zanjas de cimentación, y por lo tanto grandes niveles de destrucción. De la pila se conservan parcialmente dos de los brazos de la cruz. Creemos que los escalones de entrada y salida de la piscina, seguramente tres peldaños, tal y como parece deducirse a partir de la sección, estarían situados en el eje transversal este-oeste, como mandaban los cánones (Fig. 18). El neófito descendería por el oeste a la piscina bautismal y ascendería, como en una nueva resurrección, por el este.

Fig. 17. Vista exterior de los dos brazos de la piscina cruciforme y vista cenital de la pila (Fotografía: © I. Gibrat).

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Fig. 18. Secciones y propuesta de restitución de la piscina bautismal. Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © I.Camps. Imagen 3D: Centum).

También sabemos que los dos brazos de la cruz que no tenían escalones se organizaban en dos niveles, el primero de 75 cm de profundidad y el segundo de unos 30 cm, una situación documentada en otras piscinas, como por ejemplo en Ajaccio, Córcega, o en Idanha-a-Velha, Portugal, ambas en forma de cruz y del siglo VI (Istria 2010; Sánchez y Morín 2014).

El interior de la pila estaba totalmente revestido de una capa hidráulica hecha con opus signinum, sobre la que se aplicó una pintura de color rojo intenso. Se conocen otros casos en los que el interior de la piscina también presentaba pintura. El uso de la pila solo una vez al año, y con una cantidad de agua relativa20, permitía estas opciones decorativas. Por citar un ejemplo, queremos recordar la piscina bautismal de Narona, en Croacia, en donde sobre el mortero hidráulico se había pintado una decoración que se extendía Fig. 19. Detalle del conducto de agua del baptisterio (Fotografía: © P. Vivas- Parroquia de Sant Just i Pastor). por todo el interior de la pila e imitaba placas de mármol (Marin 1998).

También se ha localizado la conducción que llevaba el agua al baptisterio, un canal hecho de obra que albergaba un conducto de plomo protegido por dos ímbrices (Fig.19). La conducción de plomo fue recuperada parcialmente cuando el baptisterio fue amortizado, un hecho habitual, ya que los metales no se abandonaban, sino que se reciclaban volviéndoles a fundir. Este hecho también está constatado

20 La inmersión no era total, y a juzgar por las dimensiones de las piscinas conservadas, el agua no debía de llegar a la mitad del cuerpo. Se ha de pensar en una inmersión en un sentido más teológico que literal.

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arqueológicamente en el baptisterio que se localiza bajo la catedral actual, donde la conducción de plomo también estuvo protegida por ímbrices y fue igualmente espoliada (Beltrán de Heredia y Bonnet 2007: 794).

De especial interés es la existencia de un muro incorporado a la estructura de la pila y oculto por el revestimiento de opus signinum, lo que nos lleva a plantear la hipótesis de que hubiera existido una piscina anterior, una pileta cuadrada más sencilla y de menores dimensiones, que hubiera sido más tarde monumentalizada. La pileta cruciforme se habría construido sobre la cuadrada, manteniéndose la primera como el receptáculo central de la cruciforme (Fig. 20).

En el caso de la piscina de Sant Just i Pastor, se ha planteado una hipótesis de restitución de cruz sencilla (con brazos rectilíneos, más o menos iguales), pero es muy posible que la forma externa tuviera alguna variación. En este sentido se ha de destacar que uno de los brazos es un poco más ancho21 y parece abrirse, al tiempo que presenta un negativo cuadrangular bien definido. Es posible que en ese punto existiera un dispositivo especial litúrgico, desde donde el obispo podría proceder a la bendición del agua o a la crismación22. Recordemos, el puesto para el obispo que se ha podido significar en Aosta (Italia), gracias a la existencia de un ambón situado frente al baptisterio y desde el cual el obispo presidía la ceremonia (Cortelazzo, Perinetti 2007), o el que podemos ver en Ginebra (Suiza) el cual se asocia con el obispo y con la administración del crisma (Bonnet, y Gaillard 2016).

Fig. 20. Planta evolutiva del baptisterio de Sant Just i Pastor, con la propuesta de una posible pila cuadrada anterior. Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © I. Camps).

21 La anchura de los brazos es de 40 cm, pero en este caso y en la parte conservada alcanza los 60 cm. 22 Para el caso de Barcelona los datos son muy escasos pero creemos se ha de dejar constancia de los mismos. Desgraciadamente, futuras intervenciones arqueológicas no podrán echar luz sobre este punto, ya que la presencia de sótanos en las fincas vecinas y las zanjas de cimentación de edificio gótico han destruido toda posibilidad de recabar nuevos datos.

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No sabemos si la pila bautismal se localizaba en un edificio exento, o si bien era un espacio anexo a la iglesia, un ámbito cuadrangular o rectangular, que funcionaría perfectamente con la planta general del complejo, como podemos ver en otros muchos lugares. Junto al baptisterio y al sudoeste de la basílica, debieron de existir espacios ligados a la liturgia bautismal, estancias para los preparativos, la administración del crisma, etc. y corredores para establecer el circuito de circulación de los neófitos desde el baptisterio a la basílica una vez bautizados, un circuito siempre diferenciado del que realizaba el obispo y los clérigos. Al respecto, es de gran interés el caso del Ginebra, donde se han contrastado los datos textuales relativos al ritual del bautismo recogidos en diversos misales, con los arqueológicos documentados en el propio grupo episcopal (Bonnet y Gaillard 2016).

Las piscinas bautismales de planta cruciformes son bien conocidas, aunque quizás no sean el modelo arquitectónico más frecuente. Dejando al margen las que presentan un desarrollo de los brazos lobulados, podemos traer aquí los ejemplos de los Balcanes, Grecia o de Jordania, en el Monte Nebo (Piccirillo 1989). En Dalmacia, los baptisterios de la catedral de Zara, el de Dikovaca, (en Zmijavci), el de Lovcrecina (en la isla de Brac), los de Salona, o el de Vinjani (Cambi 1989). También el de Nerezi (Bosnia), o el de Leptis Magna o Cos, entre otros muchos, recogidos ya hace años por Khatchatrian (1962), en su compendio de más 400 baptisterios conocidos en aquel momento.

9. UNA TUMBA PRIVILEGIADA

Las excavaciones han puesto de relieve la existencia de un enterramiento singular, que responde a una inhumación privilegiada23 de un personaje “singular”. La tumba se corresponde con una estructura unitaria que presenta dos partes diferenciadas. En la parte inferior se localiza la caja para albergar al difunto, una caja de unas dimensiones de 165 cm x 55 cm y una profundidad de 48,8 cm. La caja estaba sellada con tablas de madera y una gruesa capa de mortero de cal (10 cm), cobertura que hemos podido localizar en las excavaciones (Fig. 21).

En la parte superior, la tumba disponía de una fosa/cámara vacía y estucada de 74,8 cm x 187, 35 cm (un poco más larga y ancha que la propia caja del difunto) y una altura de 74,3 cm que estaría cubierta/señalizada por una pieza que no se ha conservado, pero de la que se intuye un negativo en una de las paredes. Ésta cubierta de características ligeras no se situaba enrasada con el nivel de circulación del suelo de opus signinum, sino unos centímetros por debajo, lo que nos indica que la organización de la tumba fue pensada para ser vista, pero no para ser pisada24. También hemos de contemplar la posibilidad de que en la parte superior existiera algún tipo de estructura de madera -que podría englobar la cubierta de cierre superior- que la hiciera más presente y visible. Tampoco podemos descartar la posibilidad de que la cámara quédese vista bajo la estructura de madera (Fig. 22).

Estructuras de madera vinculadas a tumbas, se han documentado en Italia. Lógicamente los casos no son muy numerosos dado que la madera es un material perible. Podemos poner el ejemplo de Mantova (Italia), en donde se ha excavado una tumba privilegiada datada en el siglo VII y localizada en el corredor del edificio octogonal identificado como un baptisterio, que conservaba los negativos de una estructura de madera supe- rior (Manicardi 2015: 53). En el caso de la tumba de sant Just i Pastor, la estructura de madera podría haberse

23 Este fenómeno ha sido ampliamente estudiado, como se puede ver en Y. Duval, J.Ch. Picard, 1986. L’inhumation privilegiee du IVe au VIIe siecle en Occident Actes du Colloque a Créteil, 1984. 24 No tendríamos en este caso, el sentido de humildad que atribuye Gregorio de Tours a la posición de su tumba, ante portam, para que pueda ser pisada por todo el mundo. Otros autores han relacionado el ante portam con la puerta del paraíso, asimilando el paraíso con la iglesia (Chavarría 2011, 180-181).

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Fig. 21. Sección de la tumba privilegiada de Sant Just i Pastor (con indicación de las diferentes partes), comparada con la tumba y camara pintada de Cincari (Cintas, Duval 1976, fig. 18 bis; Planimetría: © I. Camps).

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apoyado en el resalte inferior de la propia caja. La hipótesis se nos muestra muy plausible.

Por otro lado, la relación física con el pavimento de circulación de opus signinum indica que la tumba fue pensada y construida al tiempo que el edificio. De hecho, la tumba está totalmente alineada con los muros de la basílica y con una orientación este-oeste. Su ubicación le otorga el carácter de altamente privilegiada. Se trata de una tumba aislada, situada junto a una puerta, en una estancia aneja al ábside y en pasaje que iba del baptisterio a la basílica, sin duda reservado al clero, el cual desembocaba directamente en el presbiterio. Las sepulturas en pasajes estaban destinadas a poner de relieve a los personajes allí enterrados y a preservar su recuerdo y memoria a través de la oración y del pensamiento del vivo25. Fig. 22. Detalle de la tumba. Se puede ver la caja en la Significativa es la proximidad y situación de la parte inferior con los restos del nivel de sellado y la cámara superior estucada (Fotografía: © P. Vivas- tumba en relación a la cripta y a las reliquias/ Parroquia de Sant Just i Pastor). personaje allí venerado.

La tumba debió de pertenecer, sin duda, a un miembro destacado de la comunidad cristiana. Un personaje que pudiera enterrase en el interior de la ciudad y al mismo tiempo planificar su tumba en el marco de un proyecto arquitectónico cristiano de las características ya descritas (del que seguramente fue impulsor), hubo de ser un obispo: el “obispo constructor” de la basílica. Si bien es verdad que los obispos solían enterrase en el suburbium, en el interior de las basílicas martiriales, también hubo obispos que construyeron su tumba en el interior de la ciudad, junto a la catedral y a los espacios que simbolizaban su función episcopal, como, por ejemplo, hizo el obispo Justiniano, en Valencia. Este hizo trasladar las reliquias del mártir Vicente desde el suburbium al interior de la ciudad y mandó construir un edificio con una doble función, la capilla del mártir y su propia tumba (Ribera 2005).

Las iglesias urbanas y los grupos episcopales fueron espacios de privilegio para depositar sepulturas, como podemos ver en Barcelona o Valencia, pero también en Aquilea, o Concordia, en Italia. En África se conocen enterramientos en los complejos episcopales de Haidra y Sbeitla, pero parecen datarse en fechas muchas más tempranas (Chavarria 2011: 188-189).

Otro dato de sumo interés, en relación con la identidad del inhumado, es el hecho de la que la tumba fuese abierta para recuperar el cuerpo, lo que refuerza la hipótesis de que se trató de un personaje importante de la comunidad. Cuando se procedió a abrir la tumba y retirar los huesos, la fosa fue reutilizada con un nuevo enterramiento que ya no mantuvo las características de la tumba, ni mucho menos la memoria del nuevo difunto26. Esta nueva inhumación se puede datar por C-14 entre el 676-870

25 La fuerza y el poder de las oraciones la han puesto de manifiesto mucho autores. San Agustín da más valor a los rezos de los vivos que al poder de las reliquias. La tumba de Sant Just i Pastor reúne los dos factores de privilegio. Sobre este aspecto, véase Chavarria 2011, en la pag. 17 recoge abundante bibliografía sobre el tema. 26 Con el nuevo enterramiento se colmata totalmente la tumba (fosa y cámara) y en superficie se oculta la tumba con una nueva secuencia estratigrafía. Por otro lado, las dimensiones del nuevo inhumado eran superiores a las de la fosa, por lo que tuvieron que modificar la caja, ampliándola por la cabecera.

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AD27. Tipológicamente, la estructura de la tumba privilegiada de Sant Just i Pastor, recuerda a la fosa pintada o cenotafio privilegiado de Cincari (Cintas y Duval 1976: fig. 18, 881) (véase Fig. 21), aunque en nuestro caso la fosa está estucada, pero no pintada. Se conocen otros casos de tumbas con fosas pintadas, como por ejemplo en Tipasa o en Cartago, recogidas también en el estudio de Noel Duval y Jean Cintas. También en Italia, en Bolonia, Brescia, Verona o Milán, se localizan tumbas estucadas y pintadas con motivos cristianos (Chavarria, Giacomello 2014, 213), aunque en general, los ejemplos escasean.

10. ALGUNOS OBJETOS MUEBLES RELACIONADOS CON EMPLAZAMIENTO CRISTIANO DE SANT JUST I PASTOR

En relación con el complejo cristiano de Sant Just i Pastor, hemos de poner en relación una pieza de mármol de Pavonachetto (Àsia Menor) que podría haber tenido algún uso litúrgico (Fig. 23). También dos fragmentos de sendos sarcófagos de mármol del Proconés, procedentes de los talleres de Roma. Uno de ellos presenta un motivo de un erote y se puede datar entre el 270-inicios del IV; el otro, de iconografía cristiana, es de época constantiniana (Beltrán de Heredia 2013a: 29; Claveria, Koppel y Rodà 2014:114-117)28 (Fig. 24). También una posible tapa de un tercer fragmento de sarcófago, igualmente de mármol del Proconés, con motivos en relieve (posibles pliegos de figuras vestidas) de cronología tardía (Claveria, Koppel y Rodà 2014:117). Creemos que estos sarcófagos se tienen que contextualizar en el marco de la primera basílica de Sant Just i Pastor; unos elementos funerarios nobles destinados a personajes notables que pudieron haber sido Fig. 23. Pieza de mármol de Pavonachetto (Asia Menor) enterrados en el interior de la ciudad, junto a las seguramente de uso litúrgico (Fotografía: © Pep Parer- reliquias que debía de custodiar la antigua iglesia MUHBA). de Sant Just i Pastor. Creemos que en el caso del sarcófago pagano es más que probable que se hubiera dado un aprovechamiento de prestigio en época tardoantigua29, como pasa en otros muchos lugares. En este sentido podemos mencionar un caso

27La edad radiocarbónica es de 1130+/-30 BP y la edad radiocarbónica convencional es de 1250+/- 30 BP. La recalibración proporciona una ratio del 95,4% de probabilidades de la datación entre el 676-779 Cal AD (74,8%) y el 790-870 cal AD (20,6%). El C-14 ha sido realizado en los laboratorios Beta Analytic de Miami, Florida. 28 Estas piezas fueron localizadas a escasa distancia de la iglesia actual. Se ha de tener presente que el complejo episcopal de época tardoantigua ocupaba, al menos, la totalidad de la terraza alta. También se ha comprobado en las excavaciones el desplazamiento continuo de los niveles de derribo de la cima de la colina hacia las zonas más bajas para minimizar el desnivel e igualar el terreno. 29 La localización de los hallazgos de los quince sarcófagos encontrados en nuestra ciudad es bastante elocuente. Los doce localizados intra muros se pueden contextualizar en ámbitos cristianos: ocho proceden del grupo episcopal bajo la catedral, uno junto a la iglesia de Sant Miquel, y los otros tres junto a la iglesia de Sant Just i Pastor. Isabel Roda ya llamó la atención sobre esta topografía de los sarcófagos hace años (1982), los hallazgos posteriores a esta fecha han venido ha venido a hondar en la misma línea.

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Fig. 24. Sarcófagos de mármol del Proconés. La pieza de la izquierda presenta una figura atribuida a Jesús. El sarcófago de la derecha es de carácter pagano reaprovechado en época tardía (Fotografía: © Pep Parer-MUHBA).

emblemático, como es el que perteneció a Constanza de Aragón enterrada en la catedral de Palermo en un sarcófago romano. También significativo es el del conde Ramón Berenguer I, que utilizó un sarcófago romano que se colocó en la capilla mayor de la catedral de Barcelona30.

Por último y en el mismo contexto, no podemos dejar de mencionar el hallazgo de un ponderal, una pieza de cuatro solidi, de forma cuadrangular, que presenta les letras NE aplicadas en plata (García, Miró y Revilla 2002: 376). Las disposiciones de Justiniano del año 545 establecen la obligatoriedad de guardar las mensures et pondera en las iglesias; el obispo debía garantizar su correcta utilización, evitando el fraude fiscal. En Barcelona, se ha localizado otro ponderal31, este en las excavaciones del grupo episcopal de la plaza del Rey (Beltrán de Heredia 2013: 43, fig. 29). En Italia se han documentado hallazgos de monedas y ponderales en iglesias (Volpe 2007: 88), también en Hispania, como es el caso de la iglesia del Monestil, en Elda, Alacant (Poveda 2003: 121). En Barcelona, las dos exagia de bronce corresponden a ponderales oficiales de la administración bizantina que fueron adoptados como patrones monetarios por la administración visigoda para el control comercial y fiscal. Estas exegia podrían haber estado en uso en nuestra ciudad hasta la reforma monetaria del califa Abd al-Malik aplicada en Al-Àndalus en el año 720. Por el contexto de los hallazgos, una en el grupo episcopal de Plaza del Rey y la otra junto a la iglesia de Sant Just i Pastor, nada impide pensar que fueran custodiadas en el interior de las iglesias, tal y como indicaba la legislación vigente.

30 El sarcófago, que está hoy desaparecido, llevaba una inscripción funeraria relativa a Ramón Berenguer I. El sarcófago fue comprado al capítulo de la catedral por el arcediano Lluis Desplà que se lo llevo a Alella, en donde era rector. Allá lo vio Pujadas en el siglo XVII, el cual recoge la noticia (Rodá 1982: 237). 31 En este caso, se trata de un ponderal de forma esférica que corresponde a una semuncia (media uncia). Se ha de tener presente que son las dos únicas piezas de estas características localizadas en Barcelona.

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11. EL PRECEDENTE DE LA BASÍLICA CRISTIANA: EL TEMPLO ROMANO DE SANT JUST I PASTOR

Las excavaciones arqueológicas han desvelado también cual era la situación de este sector en época romana. La presencia de unos muros paralelos de gran entidad, subestructuras donde se apoyarían los elementos de un pórtico o de unas fachadas monumentales porticadas, las cuales delimitaban un edificio sobre podium, nos ha llevado a interpretar el espacio como una plaza porticada, seguramente con un templo en el centro (Beltrán de Heredia 2015a; 2015b) (Fig. 25). Parece que las dos pequeñas colinas (16,9 y 14 m) sobre las que se levantó la ciudad se usaron para poner de relieve sendos edificios simbólicos. En un caso, el templo de Augusto, y en el otro, todo apunta a la existencia de otro templo de igual orientación. El hecho de aprovechar la orografía del terreno en la planificación de la ciudad fue, sin duda, una decisión voluntaria y totalmente simbólica, motivada por la intención de dar una mayor representatividad a unos edificios que a otros. En este sentido eran siempre los edificios religiosos, por encima de los civiles y administrativos, los que se elevaban su escala32. Un hecho topográfico/simbólico que puede verse llevado a la práctica en muchas otras fundaciones romanas (Fig. 26).

Fig. 25. Estructuras alto imperiales localizadas bajo Sant Just i Pastor, con indicación de la posición del castellum aquae y de los tramos de aquae ductus. Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © I. Camps).

32 También es interesante señalar el hallazgo del coronamiento de un pedestal de un monumento ecuestre, el primero localizado en la ciudad, monumentos que siempre se disponían en espacios públicos relevantes. Se sabe que, a unos pocos metros y formando parte de un muro de un edificio medieval, se encontró un pedestal epigráfico que podría ser de una estatua ecuestre (IRC IV, 53).

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Fig. 26. Situación de las dos pequeñas colinas (16, 90 y 14 m) de la topografía de la Barcino romana en relación a los dos edificios públicos: los dos templos. Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © E. Revilla-I. Camps).

Igualmente tenemos constancia, a partir de las fuentes escritas, de la existencia de un depósito/ castellum aquae (o un piscina limaria)33 en el subsuelo de la Basílica dels Sants Màrtirs Just i Pastor. También se conserva toda un red de canalizaciones que distribuía el agua a la mitad sureste de la ciudad34 (Beltrán de Heredia 2015a; Beltrán de Heredia 2105b) (Fig. 27). Esta red de aqua ductus dio lugar a toda una larga literatura que acabó vinculando la iglesia con catacumbas cristianas y pozos de sacrificios de mártires, queriendo emular las catacumbas de Roma35. En superficie y en relación con el castellum, y por supuesto en el terreno de las hipótesis, podríamos pensar en la ubicación de un ninfeo o fuente monumental, como podemos ver en Mérida (Ayerbe y Barrientos-Palma 2013) y, un templo que pudo estar dedicado al culto de las aguas, como pasa en Valencia (Albiach, Espí y Ribera 2009). La existencia de un depósito, castellum aquae o una piscina limaria, delante del altar mayor y coincidiendo con el eje del edificio gótico no creemos puede ser una casualidad. La presencia de edificios relacionados con fuentes consagradas a las divinidades del agua, a las ninfas de las fuentes (nimphis fontanae) y de la salud, es frecuente en las ciudades romanas. En el caso de Barcelona, no tenemos inscripciones al numen de las ninfas que nos indiquen ese tipo

33 Véase la nota 19. 34 Las excavaciones realizadas en el siglo XIX en busca de mártires y reliquias pusieron de relieve la red subterránea del aquae ductus (Mestres 1982). También las obras realizadas en los siglos XVIII y XX. A veces un plano y unas descripciones ricas y detalladas, no dejan duda sobre su existencia, aunque no proporcionan, lógicamente, una situación topográfica exacta. 35 El hecho no es extraño; en Zaragoza la red subterránea romana también ha quedado fosilizada, en la historiografía local, como pasadizos secretos, lugares de martirios y de oración para los cristianos (Escudero y Galve 2013: 335-338).

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de culto36. Tampoco a Neptuno o a Hércules que fueron los que tutelaban las travesías marítimas y a los que se encomendaban los miembros de los oficios vinculados al agua, pescadores, comerciantes, etc. a pesar de que Barcino fue una ciudad costera, volcada al mar y con una economía directamente vinculada con el puerto, el comercio marítimo y la explotación de recursos marinos, como fue la comercialización de ostras y la producción de garum y pescado salado37. Este hecho nos lleva a pensar que bien pudo existir algún culto protector de estas actividades que se concretara en un templo pagano que fuera más tarde cristianizado. Aunque el fenómeno de cristianización de templos es conocido en muchos puntos del imperio, apenas se ha documentado en Hispania. Al respecto, es interesante el estudio de Javier Arce (2006), donde se plantea que la mayoría de ellos fueron reutilizados como espacios de habitación y más tarde desmontados, tal y como indican algunas excavaciones arqueológicas. Pero la realidad es que hay muy pocos casos estudiados, apenas bibliografía al respecto y que faltan muchísimos datos arqueológicos.

Fig. 27. A la izquierda, propuesta de la localización de la red hidráulica (tramos numerados) en base a la arqueología y la documentación. A la derecha, fotografía del tramo de aquae ductus localizado en 1944 en la actual calle de la Pietat (tramo I). Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © E-Revilla).

36 Únicamente sabemos del culto a Diana Augusta (IRC IV: 10), Minerva Augusta (IRC IV: 14 y 15) y a Juno Reina (IRC IV:12). 37 Se conoce arqueológicamente la cetaria de Plaza del Rey, también unos talleres situados bajo la plaza de Sant Miquel, que aunque fueron excavados en los años sesenta y después destruidos, la documentación parece indicar el mismo tipo de industria (Beltrán de Heredia, 2013a: 22). Por otro lado, la proximidad a la playa nos hace pensar que, como era habitual en ciudades costeras, otras factorías podrían haberse situado en sus orillas.

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En Hispania, nada más podemos hablar del posible caso del templo de Tarraco el cual se ha localizado bajo la catedral actual (Macias, Muñoz-Peña y Teixell, 2014), aunque la arqueología por el momento no ha aportado ningún dato concreto sobre el proceso de transformación. Tampoco se ha de obviar que la catedral de Girona está igualmente construida sobre el templo romano de Gerunda, aunque como en el caso de Tarragona, no hay datos arqueológicos de su evolución En esta misma línea se sitúa el caso de Zaragoza, donde bajo la catedral de la Seo, situada en el antiguo foro romano, se localiza un podium de un templo (Calvo Capella 2011:136).

Al respecto, es interesante el caso de Barcelona y la basílica de Sant Just i Pastor. No sería descabellado pensar que pudo haberse dado una hipotética cristianización de un templo romano, que acabará derivando en el siglo V, en una basílica precedente a la que nosotros hemos documentado, como parecen indicar ciertas estructuras y la secuencia cronológica del yacimiento.38

Si fuera así, tendríamos un precedente cristiano que se muestra más acorde con la historiografía y las fuentes escritas que siempre han atribuido a esta iglesia una gran antigüedad. Queremos traer aquí la referencia a un tal Vigilancio, que era presbítero de una parroquia de Barcelona a finales del siglo IV- inicios del V (Pladevall 1994: 35), lo que indica, claramente, que además de la catedral existía otra basílica que bien podría haber sido la de Sant Just i Pastor.

12. LA INTERPRETACIÓN: SANT JUST I PASTOR, UN NUEVO GRUPO EPISCOPAL EN BARCELONA

El grupo episcopal de Barcelona, localizado bajo la catedral y la actual plaza del Rey39, no puede relacionarse topográficamente con los recientes descubrimientos realizados en Sant Just i Pastor. Cada uno se sitúa en un sector de la ciudad, ángulo norte y cuadrante este, con la plaza foral en el medio. Teniendo en cuenta, que la ciudad es muy pequeña (apenas 10 hectáreas), y dadas las características de los hallazgos de sant Just i Pastor, creemos que el nuevo enclave cristiano constituyó en sí mismo otro núcleo episcopal y que responde a la dualidad católicos-arrianos que existió durante el tiempo que la ciudad fue sedes regia. Los indicadores arqueológicos, históricos y documentales apuntan en esa dirección40.

Barcino, fue escogida en diferentes momentos del siglo VI como sedes regia visigoda, después de Narbona y antes de establecerse definitivamente en Toledo. Este hecho histórico bien conocido, debió de comportar el establecimiento de un staff militar y administrativo en la ciudad vinculado a la corte, lo que se tradujo en una dualidad de culto, católico y arriano. Como ya han apuntado otros autores, las sedes episcopales arrianas se implantaron en las sedes regiae, donde siempre había presencia militar, y también en ciudades que tenían un destacamento militar asentado, bien porque estaban en zonas sensibles al conflicto, o bien en zonas de expansión franca o bizantina (Bonery 1991).

38 Se han identificado en diversos puntos unas estructuras fragmentadas que son anteriores al siglo VI y posteriores a la amortización de las estructuras romanas que podemos situar en el siglo V. Los testimonios son muy parciales y no se puede restituir ninguna planta, pero muestra la ocupación del sector en el siglo V. 39 El grupo episcopal se conserva en el yacimiento de Plaza del Rey de 4000 m2 de superficie localizado el subsuelo de la ciudad actual y el cual se puede visitar contextualizado en el Museo de Historia de Barcelona. Una síntesis de la exposición sobre la antigüedad tardía en Barcelona, puede verse en Beltrán de Heredia 2015c. 40 Es evidente que la presencia de un baptisterio no implica de una manera forzosa la presencia de un obispo, pero estamos en una ciudad, no en un entorno rural, donde el papel del obispo fue relevante.

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Sabemos que se dio una convivencia entre los recién llegados arrianos (al menos tenemos que pensar en los gobernadores y militares con sus familias) y la población local católica. El arrianismo de los visigodos era fundamentalmente una cuestión política y de estado (Bonery 1991: 155). Los visigodos nunca ejercieron una labor evangelizadora e interfirieron poco en las actividades de la iglesia católica. En el plan doctrinal no tenían desarrollada una didáctica religiosa frente a los católicos. Salvo casos aislados, no hubo ataques hacia la iglesia católica, aunque seguramente si hubo competencia y sin duda ejercieron cierto control.

También sabemos que hubo una dualidad de culto en la ciudad y que existieron obispos católicos como Paterno que aparece en las fuentes como Paternus in Christi nomino ecclesia Catholica Barcinonensis episcopus41 (Vives 1963: 60), pero también arrianos como Ugnas, convertido al catolicismo en 589 al III Concilio de Toledo (Ugnas in Christi nomine episcopus anathematizans haeresi Arrianae dogmata superior damnata, fidem nostram hanc catholicam, quam i ecclesiam catholicam veniens credidi manu mea de todo corde subscribsi) (García Moreno 1974: 202). Ugnas no asistió al II Concilio de Zaragoza del 592, y se cree que su consagración como obispo tuvo lugar bastantes años antes del III Concilio de Toledo del 589, ya que firma el primero de todos los obispos sufragáneos (García Moreno 1974: 203). Este obispo debió de suceder a otros, también arrianos que no conocemos. Seguramente, también era arriano Sigisario, el obispo que custodiaba espiritualmente los hijos de Ataulfo, considerado por algunos historiadores como un obispo palaciego (Mayer 1991: 253).

Otras noticias puntuales relativas a la ciudad que se encuentran en las fuentes escritas pueden ser significativas. Como, por ejemplo, el destierro, por parte de Leovigildo, de Iohanus, personaje de origen godo que sufrió una crisis arriana. El rey le envía a Barcino, como castigo, donde permanece diez años (576/7-586/7), prácticamente hasta la muerte de Leovigildo (García Moreno 1974: 213-214), lo que podría leerse en la clave de que Barcino, era “una plaza fuerte arriana”.

Esta coexistencia de obispos católicos y de obispos arrianos se conocía por las fuentes conciliares, pero desconocíamos totalmente como podría haberse plasmado esta dualidad en la topografía urbana. De hecho, todos los investigadores que hemos trabajo este periodo en Barcelona, no habíamos cuestionado en algún momento sobre este tema. Pero la arqueología había permanecido muda. Con la intervención arqueológica realizada en de Sant Just i Pastor comienza a vislumbrase esta situación de la que nos hablan las fuentes textuales.

En nuestra argumentación, hemos de tener en cuenta las crónicas, disposiciones conciliares y otros tipos de fuentes de la época, pero también la historiografía. Todos los historiadores y cronistas de los siglos XVI al XIX, ahondan en la misma idea, la tradición oral que, desde tiempos inmemorables, había mantenido el papel de catedral de Sant Just i Pastor en la antigüedad42. Las noticias más antiguas en este sentido se remontan al siglo XIV, cuando tenemos conocimiento de la primera sentencia arbitral (que data de 1346) para establecer la antigüedad de la iglesia. A esta sentencia, la seguirán otros procesos informativos y conflictos jurisdiccionales, como los que tuvieron lugar en 1578, o en 1736, todos para intentar instituir el papel de catedral que había tenido la iglesia en la antigüedad (Verrie 1944; Duran i Duelt 2014). Por otro lado.

41 Se especifica la ortodoxia y el episcopio al que pertenecía, lógicamente porque había dos confesiones en la ciudad. A partir del 589, únicamente figura Episcopus Barcinonensis. 42 Podemos citar a Jeroni Pujades, Jaime Villanueva, Avel·lí Pi i Arimon, Antoni de Bofarull, Pablo Valls, y Josep Oriol Mestres.

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En este sentido es muy interesante un documento de 141343, en el que se levanta un acta notarial a raíz de la localización de un enterramiento secundario que tuvo lugar durante el derribo de la iglesia románica. El documento reseña con todo tipo detalles el hallazgo44. Se localiza una caja de piedra (picha lapidis) cubierta por unas losas y bajo una pared de 4 palmos, la cual se localiza en los cimientos de la iglesia románica (in fundamentis dicte ecclesie) que estaban derribando. Se describe la estructura, que parece un arcosolio, con un enterramiento en una caja de piedra (87-88 cm x 20 de altura) 45 cerrada con losas en la parte superior, en la cual había huesos (se especifica cuáles), un anillo episcopal, la voluta de un báculo y una pieza de cristal (seguramente cristal de roca), tallada en forma prismática y con una perforación, de la cual se dan las dimensiones, lo que nos permite identificarla con el nudo del báculo, pieza que servía de unión entre el cayado o voluta y el palo o asta.

La presencia de un enterramiento de un obispo en una posición secundaria, en un lugar no visible, ni tan solo señalizado de la iglesia románica y el cual ya no permanecía en la memoria a inicios del siglo XV, parece ahondar en la línea que estamos argumentando en relación al papel de basílica/catedral episcopal que llegó a tener Sant Just i Pastor durante la antigüedad tardía. La basílica de Sant Just i Pastor ha estado siempre considerada como la iglesia más antigua de Barcelona, llamada de los Santos Obispos, los cuales habían gobernado espiritualmente la ciudad, iglesia que había sido la catedral de Barcelona. De hecho la tumba del obispo Paciano (370-390) siempre se ha situado en esta iglesia y allí se veneran sus reliquias (Verrie 1944). Sant Just i Pastor debe ser también la iglesia católica cercana al forum, a las puertas de la cual es asesinado Amalarico en el 531, iglesia a la que debía acudir su mujer, hija del rey franco Clovis, que era católica, según nos informa Gregorio de Tours (Banks 1991: 25).

13. LA ADVOCACIÓN DE LA PRIMERA BASÍLICA

No tenemos datos sobre la advocación de la primera iglesia. El culto a los niños Justo y Pastor, martirizados en Complutum se extendió en época visigoda, pero podría haberse originado con posterioridad a la fundación de la basílica. Alrededor del 630 se datan una inscripciones que conmemoran las reliquias que se custodiaban en la basílica de Medina-Sidonia, donde se mencionan –entre otros mártires- las reliquias de Iusti et Pastori ; también otra de Guadix, datada en el 652, en donde en un ara romana figuran las reliquias de los Siete Santos Durmientes de Éfeso y de 25 mártires más, apareciendo igualmente los nombres de Justo y Pastor (Vivas 1942: núm. 304 y 307). En el caso de Barcelona, la primera referencia escrita a la basílica es del año 966, ecclesiam Sancti Iusti et Pastoris martyr46, pero desconocemos desde cuando se daba esta advocación. Dicha advocación se ha relacionado con Paulino de Nola y con el hecho de que su hijo fuera enterrado junto a los niños mártires Justo y Pastor47, como ya hemos expuesto, vinculando este hecho con alguna iniciativa evergética del que sería obispo de Nola. La arqueología, por el momento, no puede aclarar este punto.

43 El documento inédito hasta el momento, ha sido localizado durante el estudio de las fuentes documentales y archivos vinculado a la iglesia de Sant Just i Pastor, estudio que se ha realizado de una manera coordinada con el proyecto de investigación arqueológica (Duran i Duelt 2014). 44 Precisa la situación del hallazgo, describe las características del mismo, así como el contenido de la caja que guardaba el enterramiento, realizándose un inventario completo. 45 De 4 pams i mig de Barcelona de llargada i un pam d’alçada (el palmo de Barcelona era de 19,43 cm). 46 (...) et ecclesiam Sancti Iusti et Pastoris martyr, qui est sita in Barchinona civitate, cum suam parrochiam et suis prediis et decimis et primiciis vel omne usu eiusdem ecclesie more canonico (...), ACB, L. Ant. IVn. 56, f. 17d-18b; Àngel Fàbrega i Grau, Diplomatari de la Catedral de Barcelona, Barcelona, 1995, p. 285-286 (doc. 89). 47 Quem Complutensi mandavimus urbe propinquis coniuctum tumuli foedere maartybus, ut de vicino sanctorum sanguine ducat quos nostra illo spargat in igne animas, Carmina XXXI, v. 607-610, 329

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Es de interés reseñar que en el grupo episcopal de Egara existió una iglesia/capilla privada dedicada a los mártires de Complutum. En un documento de venta del año 1101, se menciona la iglesia que había antiguamente bajo la advocación de Sant Just i Pastor (García, Moro y Tuset 2009:171). Egara fue una creación del obispo de Barcelona Nundinario (unos años antes del 465), el cual nombro a Ireneo, sacerdote de la diócesis de Barcelona, y lo puso al frente del nuevo episcopio.

Queda en el aire la duda sobre si el Nebridio de Egara (obispo entre 516-527) fue el mismo Nebridio de Barcelona, como resultado de un cambio de diócesis, obispo que está relacionado con el I Concilio de Barcelona del 540. En principio, el cambio de sede como sistema para ocupar una silla epsicopal estaba totalmente prohibido. Recordemos el “affaire Ireneo”, cuando el obispo de Barcelona Nundinario, deja en su testamento que fuera Ireneo de Egara el que le sustituyera en la diócesis de Barcelona, lo que era algo contrario a los cánones (Mundó 1992). A pesar de todo, Ireneo llega a ser nombrado con la aprobación de los obispos de la Tarraconense, aunque el Papa Hilario no le ratifica y pide a la iglesia de Barcelona que proceda a elegir un nuevo obispo, siguiendo las normas de la iglesia y que Ireneo vuelva a Egara (Bonnet 2004).

En cualquier caso, no deja de ser curioso que se dé la misma advocación en las dos sedes, siendo la de Egara una escisión de parte del territorio de la diócesis de Barcelona, y existiendo la concurrencia de dos Nebridios. Nebridio de Egara fue miembro de una ilustre familia que llegó a tener cuatro hijos obispos: Nebridio de Egara, Justiniano de Valencia, Justo de Urgel y Elpidio de Huesca.

14. UNA PROPUESTA DE TOPOGRAFÍA PARA EL GRUPO EPISCOPAL DE SANT JUST I PASTOR

Los edificios de cabecera triabsida o triconque son bien conocidos en la arquitectura religiosa, un modelo que procede de la arquitectura civil romana, y que encontramos en ninfeos, salas termales y en los triclinia y salas de recepción de las grandes villas imperiales. También se dan en la arquitectura funeraria, siendo numerosos los mausoleos tanto paganos como cristianos que presentan este tipo de planta. En relación a la arquitectura cristiana y partir del siglo V, la planta triconque la encontramos en basílicas, baptisterios y martyria. Especialmente, el triconque fue muy usado para las construcciones de carácter martirial o funerario, ya que se trata de una cruz con los brazos acabados en un ábside, tipología que sirvió para significar al mártir y al martirio (Chavarría 2011: 63). Por este motivo y dada la vinculación teológica del bautismo con el mundo funerario, la encontramos también en baptisterios.

Los datos arqueológicos de Sant Just i Pastor nos inducen a pensar que basílica triconque podría corresponder a una iglesia de carácter funerario-martirial vinculada a la tumba/reliquias de la confessio. Una basílica en la que el obispo-constructor del complejo religioso se reservó un espacio de privilegio junto el presbiterio triconque (en una posición arquitectónica asimilable a la de las cámaras funerarias anexas a las cabeceras de otras basílicas), situando su tumba entre la basílica y el edificio bautismal. Pero no estamos planteando una función funeraria intensiva para esta basílica triconque que albergaba reliquias, sino más bien un edificio pensado y proyectado en relación al obispo promotor del conjunto.

El deseo de los obispos de construir basílicas para albergar su propia tumba está bien documentado a partir de los cánones que regulan dichas actuaciones. De manera que si un obispo deseaba construir una iglesia para dotar su sepultura, no podía entregar para este fin más que una centésima parte de las rentas de la diócesis que gobernaba (Chavarria 2015: 38). También sabemos cómo los obispos vinculaban su sepultura a los lugares martiriales, a veces trasladando reliquias, como ya hemos expuesto, a veces posicionándose en lugares de privilegio en el interior de basílicas martiriales de gran prestigio, como pudo

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ser la basílica de Santa Eulalia de Mérida. Significativo es el caso de San Babilas, en Antioquía, en donde el obispo Melecio fue enterrado en el mismo sarcófago de San Babilas, el cual se situaba en el crucero de la basílica cruciforme construida para este fin (Brandt 2016: 49).

En Sant Just i Pastor la tumba del obispo y la confessio, que se sitúan encaradas o afrontadas, están claramente vinculadas, una topografía relacionada con el sacramento del bautismo y el baptisterio contiguo. La relación baptisterio-martyrium es constante, se da tanto en los grupos episcopales, como en los conjuntos funerarios del suburbium o en los complejos monásticos. La analogía que establecieron los Padres entre el martyrium y el bautismo es clara y bien conocida. Consideraron el martirio como la forma de bautismo por excelencia ya que tanto el mártir como Cristo tuvieron un elemento santificador común que fue el testimonio de la fe por el derramiento de sangre (Godoy 1989: 632).

Esta concepción y organización de la basílica triconque en relación al baptisterio y la tumba, así como la ubicación de la iglesia románica,48 que se sitúa contigua y bajo la cual se encontró “un obispo en un arcosolio”, nos lleva a pensar en la existencia de otra basílica paralela y a muy poca distancia de la triconque, cuya ubicación coincidiría con la románica (Fig. 28 y 29). Así pues, creemos que Sant Just i Pastor fue un complejo episcopal que dispuso de dos basílicas, estaríamos frente a una situación de iglesias dobles.

Mucho se ha escrito y debatido sobre el significado y la función de las basílicas dobles desde que Richard Krautheirmer en 1963 publico su trabajo sobre las iglesias dobles de Pavia, en el que a partir de las descripciones de Opicino de Canistris (1296-1342) y su relación con la documentación litúrgica que definía una iglesia de verano y otra de invierno, basílica aestivales e hiemalis49 (Carrero 2009)50. El tema no parece tener una solución única y existen diversas propuestas. En relación a la duplicidad, se ha planteado que una iglesia podía estar bajo la advocación de un mártir (de carácter martirial), y la otra funcionaria como episcopal y parroquia, es decir, el resultado de la combinación de la iglesia consagrada que servía a Dios y la iglesia que estaba relacionada con el culto de las reliquias; también se ha hablado de que una iglesia estaría destinada a la liturgia de la palabra y la otra sería para la eucaristía, lo que se traduce en la voluntad de separar a los fieles de los catecúmenos (Carrero 2009: 61-62).

Al respecto, y en relación a esta última interpretación, es de gran interés la atribución que hace Paulino de Nola a las dos iglesias y al baptisterio de Primuliacum, en base a un paralelismo entre las dos basílicas y los dos testamentos, e interpretando el bautismo como la conexión entre las dos basílicas, una para los catecúmenos y otra para que una vez bautizados se le fuera revelado el Nuevo Testamento51. Igualmente se ha planteado que una de la iglesia estuviera dedicada a las celebraciones dominicales y festivas, y la otra a los oficios diarios; o también que esta diversidad de edificios religiosos tenía su origen en la liturgia procesional que requería de estaciones (Carrero 2009, 61-62).

48 La posición de la románica da información sobre la posible basílica precedente. No podemos entrar aquí a desarrollar los datos relativos a la fase medieval de Sant Just i Pastor, ya que se escapa del objetivo de este artículo. Para la topografía medieval de Sant Just i Pastor, véase la fig. 29. 49 La cuestión fue matizada años más tarde por el propio Krautheimer (1969), que asimiló la Iglesia de invierno con la Iglesia parroquial para los fieles, mientras que la de verano, dedicada a un mártir, planteaba que fuera la utilizada por el clero catedralicio (Carrero 2009: 62), lo que vendría a ser la iglesia del obispo y la iglesia de la comunidad. 50 Noel Duval discrepa de la interpretación del uso estacional de las basílicas, ya que ambas tienen la misma orientación y no se documentan sistemas de calefacción (Duval 1991). 51 Paulino de Nola, Epistulae XXXII, recogido en Chavarría 2011: 67.

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Fig. 28. Propuesta de topografía para el grupo episcopal de Sant Just i Pastor, con las dos basílicas (1 y 2), el anexo funerario con la tumba monumental privilegiada (3) y el baptisterio (4). Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © I. Camps).

La cuestión es compleja y como vemos tiene múltiples lecturas, en las que juegan factores diversos 52 que se han de analizar en cada caso. También se ha de tener presente el hecho de la contemporaneidad o no de las iglesias dobles, es decir edificadas a la par o sucesivamente (Duval y Caillet 1996); igualmente está en discusión la terminología, ¿catedral doble?, ¿iglesias dobles? o ¿simplemente conjunto de iglesias? (Carrero 2009: 66). Pero lo que sí parece claro es que esta topografía está siempre vinculada al tema litúrgico.

Se conocen numerosos casos de iglesias dobles, Aquilea o Treveris, son las más antiguas, se datan en la primera mitad del siglo IV, pero hay otras muchas como Djemilia, Sbeitla, Bulla Regia, en el norte de África (Duval 1989); en Italia, los ejemplos de Nápoles, Torino, Brescia, o Grado (Testini, Cantino y Pani Ermini, 1989; Chavarría 2011: 64), Ginebra (Bonnet 2009); Srima (Prizba), Salona, Rarenzo/Poreč, en Croacia, (Chevalier 1995), etc. en algunos casos son el resultados de fases sucesivas, en otros de una planificación única. Esta duplicidad de basílicas se da en ámbito urbano pero también en ámbito rural, como en Villeneuve, en Aosta, Italia, (Bonnet y Perinnetti 1986), o en impresionante complejo de San Giusto, Lucera, Italia, para el que Giuliano Volpe (2014) plantea igualmente que la razón se encuentra en la necesidad de separar el culto funerario del culto regular, como creemos es el caso de Barcelona, dos basílicas con dos funciones distintas.

52 El fenómeno fue abordado de una manera monográfica en 1994 en un coloquio sobre Les églises doubles et les familles d’eglises que se celebró en Grenoble y que fue publicado en 1996.

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Fig. 29. Planta de la topografía de Sant Just i Pastor en el siglo XIII, con la ubicación de la iglesia románica (1) y de la capilla funeraria de Sant Celoni (2) que integra el ábside oriental de la basílica triconque (3). Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © I. Camps).

Para Sant Just i Pastor, planteamos la existencia de dos basílicas contiguas, con el baptisterio situado junto a la basílica funeraria/martirial, en un espacio cercano a la cabecera triconque de la basílica, pero un poco más desplazado hacia el sureste. Su posición es similar al de la basílica de Milán; la basílica de Santa Mariana, en Córcega (Pérgola 2005); a la de Xanthos, en Turquía (Sodini 1989: 414), por citar algún ejemplo. Aun así, en Barcelona la posición del baptisterio está un poco alejada de la basílica triconque, creemos que esta circunstancia está relacionada con la existencia y la posición central de la tumba del obispo.

15. UN TEMA COMPLEJO: LA ATRIBUCIÓN DE LOS ESPACIOS ARRIANOS Y CATÓLICOS. EL CASO DE BARCELONA

Los datos arqueológicos no permiten diferenciar entre adscripciones religiosas diversas, pero, en el caso de Barcelona, disponemos de una serie de datos indirectos que permiten plantear una hipótesis de atribución razonada para la sede católica y para la sede arriana. Creemos que es muy probable que cuando los visigodos se instalaron en Barcino, ocuparan el núcleo episcopal oficial, hoy bajo la catedral actual y bajo la Plaza del Rey, y que los católicos fueran desplazados a Sant Just i Pastor, donde probablemente ya debía existir una iglesia más antigua, como ya hemos expuesto, hecho que justificaría la ubicación del grupo episcopal católico en este punto de la ciudad. Una ocupación totalmente simbólica y no exenta de lógica, como se puede ver en cualquier situación de cambio relativa a los estamentos de poder. Normalmente y

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como también han planteado otros autores, el derecho de conquista conlleva la apropiación y ocupación, por parte de los nuevos gobernantes, de los edificios más emblemáticos y residencias principales de la ciudad (León 2016: 192)53.

Nuestros argumentos se basan en la ocupación, permanencia y continuidad, como ahora expondremos. A la hora de elaborar esta hipótesis, y en relación al grupo episcopal de Plaza del Rey, hemos de tener presente la continuidad del palacio del comes civitatis a lo largo de los siglos (Fig. 30). El palacio del gobierno de la ciudad del siglo VI, con las lógicas transformaciones, permaneció en el mismo lugar hasta el siglo XV. Allí se dan los sucesivos palacios: el palacio carolingio, el palacio condal, el palacio real de la Corona de Aragón; un palacio cuya estratigrafía muraría se conserva en Fig. 30. Evolución de los dos palacios, palacio episcopal y altura (Beltrán de Heredia 2013a: 91-93). del comes civitatis, en los siglos VI-VII y IX (imágenes superiores), hasta convertirse en el palacio condal-real de También la continuidad del palacio del obispo en la corona de Aragón, siglos XII y XIV (imágenes el mismo lugar hasta el siglo XII, cuando se inferiores). Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Dibujo: © edificó otro nuevo, junto a la puerta decumana de MUHBA). la muralla y vendió el viejo al rey para ampliar su palacio real.54 Ambos hechos, “permanencia y continuidad “en el lugar de poder de los dos palacios, nos lleva a plantear que el grupo episcopal que estuvo vinculado topográficamente al centro del poder visigodo hubo de ser forzosamente el grupo episcopal arriano.

Tampoco podemos olvidar el papel que debió jugar el obispo arriano Ugnas como instrumento del poder visigodo. Ugnas se convirtió al catolicismo en el Concilio de Toledo del año 589 y continuó en su cargo, pero como obispo católico, firmando como tal, obispo de la sede católica de Barcelona, en el II Concilio de Barcelona en el año 599. Este concilio se celebró in ecclesia Sanctae Crucis, que es la catedral actual. La conversión al catolicismo de Ugnas no debió de suponer ningún cambio traumático. Era una decisión voluntaria y política del estado visigodo, y por lo tanto el obispo seguiría en su palacio y ejerciendo su episcopado en su catedral episcopal, antes arriana, que habría pasado a ser católica con una nueva consagración.

El hecho de ocupar y reconsagrar no es nada extraño, conocemos casos de iglesias donatistas ocupadas por católicos y nuevamente consagradas, por ejemplo, la iglesia de Benia, en Argelia (Gui, Duval y Caillet 1992: 9). También el siempre emblemático ejemplo de la iglesia arriana de Ravena, la cual fue convertida en la catedral católica de San Teodoro, tras su consagración al rito católico en el año 526. En este sentido y para referencias más cercanas, es muy interesante la inscripción conmemorativa de la consagración de la catedral de Toledo al rito católico. Esta inscripción realizada bajo el reinado de Recadero, se conserva en la

53 Así consta, por ejemplo, en las fuentes escritas árabes en relación a la toma de la ciudad de Córdoba, las cuales relatan la ocupación de basílicas y palacios visigodos. 54 Para este periodo las fuentes documentales ya son numerosas y dado la importancia de los edificios, en muchos casos muy explicitas.

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misma catedral y ha conducido a otros estudiosos a planteamientos similares (Velázquez 2011: 278; Barroso, Carrobles y Morín 2011: 31)55.

En el III Concilio de Toledo en su canon IX, se establece que las iglesias que antes fueron arrianas y ahora son católicas, pertenezcan con todas sus cosas a quien corresponda el territorio diocesano, en el cual se hallan edificadas (Vives 1963: 127). No menos significativo es el caso de Zaragoza, en donde el obispo Máximo organiza el II Concilio del 592 (al que asisten 14 diócesis), con el objetivo de erradicar las secuelas del periodo arriano. Tres de sus cánones disponen que los presbíteros y diáconos arrianos debían ser reordenados, y las iglesias arrianas que habían sido reconsagradas por un obispo arriano sub nomine catholicae fidei, sin recibir la bendición del católico, se debían de consagrar de nuevo (Escribano Paño 1998: 65).

Estos cánones prueban no solo la existencia de iglesias arrianas, sino que también deja fuera de toda duda la práctica habitual en Hispania de reconsagrar las iglesias arrianas al rito católico, después de que el rey y su familia, la nobleza goda, los obispos y clero arriano se conviertan al catolicismo niceo en el año 589, en el III Concilio de Toledo. La única solución posible, ya que no hubiera sido lógico iniciar un derribo masivo y sistemático de las iglesias arrianas para construir otras nuevas. De hecho, una opción similar a la que se había puesto en práctica siglos atrás, cuando los templos paganos se pudieron purificar y cristianizar únicamente con la colocación de una cruz, tal y como se recoge en el Codex Theodosianus (Arce 2006: 123).

Otros argumentos, aunque sean de menor peso, también se han de tener en cuenta. Como por ejemplo que, con esta nueva atribución se entiende mejor el crecimiento y la extensión del primer grupo episcopal de Barcelona, que llegó a ocupar casi un cuarto de la ciudad romana, crecimiento impulsado y propiciado por el poder oficial y la política visigoda cuando la ciudad fue sedes regia. O que ahora se explica la presencia, en la necrópolis de la iglesia cruciforme de la plaza del Rey, de una inhumación “privilegiada” que llevaba una fíbula circular de mosaico (Fig. 31), pieza femenina propia de la moda y forma de vestir de las mujeres visigodas56. Una pieza que parece tener una filiación cultural clara y que es, además, la única de estas características localizada en toda la Tarraconense57.

Seguramente, tampoco está exento de significado la construcción de una iglesia en planta de cruz a finales del siglo VI en el primer grupo episcopal; o el hecho de que se recortaran los escalones perimetrales

55 El estudio de Isabel Velázquez, a propósito de la inscripción de Toledo, plantea que La iglesia catedral era la más importante de Toledo, la que primero habría pasado a la fe arriana y la que habrían ocupado los monarcas godos arrianos, siquiera por su valor simbólico, y la que primero y de forma simbólica tendría que ostentar su pertenencia al catolicismo desde la decisión de Recadero de unificar, en lo religioso, el reino a través del catolicismo en el 587 (2011, 278). Con esta propuesta también se está planteando un ocupación de la catedral católica que pasará a ser arriana con la llegada de los visigodos y que se consagrara al rito católico tras la conversión de Recadero. Tompson en 1969, ya se había manifestado en la misma línea: Las palabras “in católico” han dado lugar a debates. Normalmente se las toma en el sentido de “sobre el terreno católico” pero es difícil de creer que el rey o el metropolitano Eufemio juzgasen necesario conmemorar que habían consagrado una iglesia católica en un emplazamiento católico. Además, resulta inverosímil que los arrianos hubieses permitido que la principal iglesia de la capital del reino permaneciese en manos de los católicos a lo largo del siglo VI; lo que la inscripción probablemente recoge es la nueva consagración como iglesia católica, después de muchos años de haber sido arriana (114). 56 La pieza fue estudiada por Pere de Palol. La bibliografía de la pieza se encuentra recogida en Beltrán de Heredia 2001, núm. 270 57 Aunque se ha sometido a revisión la identificación de los godos a través de los objetos personales de indumentaria, sobre todo a partir de las piezas encontradas en las necrópolis de la meseta castellana, reconociendo en ellas un símbolo de identidad y de auto-afirmación de un grupo étnico determinado (Ripoll, Carrero 2009), esto no cuestiona su presencia (en todo caso pretende aproximarse a una cuantificación), ni tampoco la atribución de la pieza de Barcelona.

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de las piscina bautismal para que la imagen de la pila octogonal tuviera la forma de una cruz; o que en el año 599, fecha del II Concilio de Barcelona, la advocación de la catedral fuera la de la Santa Cruz. ¿Una manera simbólica de afirmar la nueva situación? Muy probablemente después de la conversión de Ugnas al catolicismo y para preparar el II Concilio de Barcelona bajo la ortodoxia católica, se pusieron en marcha ciertas operaciones, no exentas de marketing, que evidenciaran ante los fieles hispanos romanos, los católicos de siempre, la reciente reconversión y que, además, catedral y obispo en la ciudad ya solo había uno.

La nueva situación, que se ha puesto de Fig. 31. Fíbula discoidal procedente de una sepultura privilegiada de la necrópolis de la iglesia cruciforme de manifiesto con los hallazgos arqueológicos de Sant plaza del Rey. Siglo VI (Fotografía: © MUHBA). Just i Pastor en Barcelona, da más sentido al grupo episcopal de Plaza del Rey, donde la topografía muestra la vinculación de las dos residencias palatinas, la del poder episcopal y la del poder condal visigodo (el comes ciutatis), ambos instrumentos del estado visigodo que se apoyaban mutuamente. Esta relación topográfica de los edificios de carácter religioso y civil la podemos ver también en Mérida a través de las fuentes escritas, ya que sabemos que el palacio del dux estaba próximo al conjunto episcopal (Mateos 1999:192) o en Córdoba, donde la sede episcopal aglutinaba tanto los edificios religiosos como los civiles ya que se sabe que el palacio de los gobernadores estaba junto a la catedral y al resto de los edificios del complejo episcopal (Marfil 2000: 124; León y Murillo 2009). Las fuentes escritas también lo dejan claro para Toledo (Barroso, Carrobles y Morín 2013).

La presencia de la figura del comes en las ciudades era habitual en época visigoda. La documentación jurídica ya la menciona a finales del siglo V, pero se consolidara definitivamente a principios del siglo VI, pasando a formar parte del aparato administrativo del estado. El comes fue un funcionario presente en la organización militar y política de todas la ciudades (García Moreno 1993)58. De este modo, planteamos que hasta el año 589, fecha final del arrianismo, en Sant Just i Pastor se habría desarrollado el núcleo episcopal católico, más pequeño y de menor peso político-administrativo (que no religioso) en la ciudad; y en el ángulo norte, a tocar de la muralla y bajo la catedral actual se acabaría configurando el núcleo episcopal-condal arriano y centro de poder de la ciudad visigoda. Así, el I Concilio de Barcelona del año 540, bajo el obispo Nebridio, tendría lugar en la sede de Sant Just i Pastor; y el II Concilio de 599, con el obispo Ugnas, en la sede principal bajo la catedral actual, in ecclesia Sanctae Crucis, que en aquel momento ya no era arriana.

En Barcelona, que fue sedes regia en diferentes momentos de los siglos V y VI, tenía que conservarse testimonios de esta dualidad de culto que ya se conocía por las fuentes escritas y que ahora la arqueología empieza a poner de relieve59.

58 Se conocen los nombres y la ciudad relativa a muchos de estos condes visigodos. Al respecto, véase el capítulo de “Relación prosoprografica de los no-obispo” (García Moreno 1974). 59 Algunos estudiosos, como Philip Banks, ya habían apuntado esta posibilidad: amb tota probabilitat, la basilica del començament del cristianisme fou la que utilizaren els arrians, mentre que els catòlics se servían d’una altra església, pot ser la dels Sant Just i Pastor (1992).

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16. LA DUALIDAD DE CULTO EN BARCINO: ¿UNA SITUACIÓN ARQUEOLÓGICAMENTE EXCEPCIONAL?

A principio del siglo V y fuera de la ortodoxia católica, había muchas herejías, arrianos, monofisitas, donatistas, etc. Los arrianos dominaban en Italia con Teodorico, en África con los vándalos y en una parte de la Galia e Hispania con los burgundos, suevos y los visigodos. Arrio, fue un presbítero de Alejandría que mantenía que Jesús era hijo de Dios pero no Dios. El arrianismo era contrario al dogma trinitario y fue condenado como herejía en el Concilio de Nicea del 325.

La presencia de más de un baptisterio puede responder situaciones diversas, que se han de analizar en cada caso. En grandes urbes como Roma, hubo necesariamente baptisterios complementarios o parroquiales. En Ginebra (Suiza), la presencia de dos piscinas coetáneas (que no baptisterios) y situadas en ámbitos distintos pero contiguos se han explicado para funciones distintas, el bautismo por inmersión y el lavado de pies (Bonnet y Gaillard 2016). En Aosta (Italia), y en relación al grupo episcopal se conocen tres pilas coetáneas, una más pequeña y menos profunda que se ha vinculado al lavado de pies, y para las otras dos se ha planteado la hipótesis de que pudieran ser baptisterios independientes para hombres y mujeres60.

En relación a la dualidad de culto y su reflejo en la arqueología, tenemos el caso emblemático y representativo por antonomasia que es Rávena, con los dos grupos episcopales, arrianos y católicos (Gelichi 2000). Al margen de Ravena, el panorama, por el momento no es abrumador, pero tampoco tan escaso como podría parecer a priori. En Italia tenemos situaciones semejantes en la Italia ostrogoda y longobarda. En Mantova se ha localizado un edificio octogonal con una pila también octogonal en el interior, que se ha identificado con un nuevo baptisterio. La nueva situación se ha relacionado con la presencia de una comunidad arriana separada de la católica y con edificios de culto propio en Mantova (Manicardi 2015: 153; Castagna, Fracchinetti y Possenti, 2017).

Por el contrario, se cuestiona la función de la pila identificada como el baptisterio del complejo de San Clemente de Albenga, el cual parece no estar asociado a ninguna basílica, ya que la basílica que se conoce es de época medieval. Se apunta podría tratarse de una piscina de la instalación termal (Pérgola 2011) y se aviva el debate sobre la identificación de baptisterios cuando están aislados o sin contexto y sus similitudes arquitectónicas y formales con los mausoleos, fontanas y piscinas termales (Brandt 2011). En Mértola, Portugal, se ha encontrado un segundo baptisterio, que está apenas 50 metros del ya conocido. Se ha planteado, en base a la epigrafía localizada en contexto, que esta situación responde también a diferentes cultos, en este caso a católicos y monofisitas (Lopes 2014: 148-150; en prensa).

Desde hace ya bastantes años algunos estudios han atribuido confesiones cristianas distintas, arriana y católica, a las dos basílicas y los dos baptisterios de Salona, Dalmacia (Dyggve 1951, Khatchatrian 1964, Marasovic 1989). En Oriente, tenemos esta dualidad en Zenobia-Halabiya, Siria, donde se ha atribuido a la coexistencia de los ritos monofisitas y calcedonios (Ulbert 1989:443). No podemos dejar al marguen el conocido centro de peregrinos de Hemmaberg, en Austria, en donde la existencia de cinco edificios de culto se ha explicado por la presencia dos confesiones, seguramente católicos y arrianos (Glaser 1997: 119).

En África tenemos los casos de Leptis Magna, Sabratha, Cartahgo, Sufetula o Timgad, la mayoría responden a excavaciones antiguas que no han sido revisadas de una manera sistemática (Duval 1989). En Carthago, se da una multiplicación de centros cristianos con presencia de distintos baptisterios, como en

60 La hipótesis no está publicada pero ha sido planteada verbalmente por Renatto Perinetti y Charles Bonnet en diversos foros científicos.

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Bir Messaouda, en el complejo monástico de Dermech (en Dermech I), Bir Ftouha, Damous el-Karita o en Borj Jdid (Ennabli 1989). Timgad, fue un obispado famoso, ya que su obispo Optato fue el impulsor de la herejía donatista, los distintos edificios cristianos y la existencia de dos baptisterios en dos complejos distintos (catedral donatista y basílica de Janaurius) se ha relacionado con católicos y donatistas61 (Duval 1989, 370; Barratte, en prensa).

Para el caso de Hispania, se han de suponer situaciones similares, que se intuyen por los textos escritos, al menos en aquellas ciudades que fueron sedes regiae. En Lugo, Tuy, Oporto, Viseo, Mérida, Toledo, Tortosa, Valencia y Barcelona consta la existencia de obispos godos arrianos en el III Concilio de Toledo, cuando se condena la herejía arriana (Vives 1963: 122-123). Se conocen los conflictos entre el obispo católico Masona y el arriano Sunna. Leovigildo envía al obispo Sunna a Mérida para que progresivamente se fuera apropiando de algunas iglesias, incluida la de santa Eulalia, con la intención de sumarlas al culto arriano, según nos explican las Vitae Sanctorum Patrum Emeritennsium (Maya 1992: 104). Además, tras el destierro del católico Masona, le sustituye Nepopis62, obispo católico de otra ciudad apoyado por una facción de la población emeritense. Ambos obispos, Sunna y Nepopis ocupan sendas sillas episcopales lo que supone que durante varios años (seguramente entre el 582-86) la iglesia emeritense tuvo un doble obispado (García Moreno 1974: 170).

En Valencia sabemos que hacia el 589 había dos obispos en la ciudad. Uno católico, Celso, y otro arriano, Ubiligisclo, de nombre germánico, lo que muestra la presencia de visigodos en Valencia y también que había dos confesiones cristianas (Ribera y Roselló 2000: 155; Vives 1963: 122-123). Ya hemos hablado de Zaragoza, cuyo arrianismo no fue un episodio aislado, ni mucho menos; la ciudad vuelve a la ortodoxia, después de haber pasado al arrianismo con su obispo Vicencio, que había convertido la Basílica de Engracia y los Mártires al rito arriano (Escribano Paño 1998), con lo que tuvieron que darse nuevas y sucesivas consagraciones de esta basílica. Y por supuesto Toledo, pero por el momento en esta ciudad la ausencia de datos arqueológicos al respecto es total.

Fuera de Hispania, los textos nos informan que había una basílica arriana en Vienne, pero la arqueología no ha podido poner cara a este edificio (Jannet-Vallat, Lauxerois y Reynaud 1986: 21). También, sin ninguna duda, la hubo en Narbona, o en Toulouse, donde se piensa que fue la basílica de la Duarade, situada intra muros (Bonery 1991). Los edificios de culto arriano debieron de ser muy numerosos en Italia, se han planteado los casos de Milán, Nápoles, Verona, Bérgamo, Pavía, Brescia, Torino, Benevento, etc. (Cecchelli y Bertelli 1989). Los diferentes cultos y su reflejo en la arqueología, es sin duda un campo de estudio y debate abierto que creemos será necesario abordar en los próximos años.

61 El 26 y 27 de mayo del 2016, la Facultat Antoni Gaudi d’Història de l’Esglesia, Arqueologia i Arts Cristianes de Barcelona, celebro un Simposio Internacional sobre “La dualidad de baptisterios en les ciudades episcopales del cristianismo tardoantiguo”, publicado en 2017 (Beltrán de Heredia, J.; Godoy y Fernández, C. (eds), donde se pudieron presentar y debatir diferentes casos. Las actas están en prensa. Esperamos que este encuentro sirva para abrir una línea de trabajo sobre el tema. 62 García Moreno argumenta que Nepopis fue un obispo católico, no arriano como han planteado otros autores (nota 436). Sunna que seguía como obispo arriano en Mérida se negó a convertirse al catolicismo y fue desterrado a Mauritania donde murió (1974: 170-171).

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015 MYTRA 1, 2018: 127-153

DE CAPITAL DE LA DIÓCESIS HISPANIARUM A SEDE TEMPORAL DE LA MONARQUÍA SUEVA. LA TRANSFORMACIÓN DEL URBANISMO EN AUGUSTA EMERITA DURANTE LOS SS. IV Y V1

PEDRO MATEOS CRUZ*

RESUMEN

Los datos arqueológicos documentados en Augusta Emerita explican el proceso de transformación urbana que sufre la antigua colonia emeritense durante su evolución desde capital de la Diócesis Hispaniarum a comienzos del s. IV, hasta convertirse, a lo largo del s. V, en sede temporal de la monarquía sueva en Hispania. Se trata de un momento de transición en que las estructuras definitorias de la ciudad romana van a ser poco a poco suprimidas y sustituidas por un nuevo concepto de ciudad relacionada con una renovada realidad política, cultural, económica y social diferente, donde el poder de Roma es suplido por el que ejercen otros pueblos que se asentaran en esta quinta centuria en Emerita. La ciudad no perderá sus funciones como elemento vertebrador de un territorio, aunque evolucionará hacia otras formas de entender tanto el espacio público como el ámbito privado con respecto a la ciudad clásica. Los edificios de ocio y representación, la arquitectura de poder y el resto de estructuras públicas urbanas de época romana perderán progresivamente su función y serán abandonados y sustituidos por una nueva arquitectura donde se manifiesta el dominio de la iglesia a partir de este período.

PALABRAS CLAVE

Diocesis Hispaniarum, Emerita Augusta, Suevos, Arquitectura, Topografía

ABSTRACT

The archaeological data documented in Augusta Emerita explains the process of urban transformation occurring in the former “emeritense” colony during its evolution as the capital of the Diocese of Hispaniarum in the beginning of the 4th century, to become the capital of the

* Instituto de Arqueología de Mérida (CSIC). [email protected] 1 Este trabajo se enmarca en el desarrollo del proyecto de investigación “El legado monumental de Augusta Emerita: La reutilización arquitectónica en la transformación del paisaje urbano de la ciudad histórica” (HAR2015-64386-C4-4-P) financiado por el Programa Estatal para el Fomento de la Investigación científica y Técnica de Excelencia del Ministerio de Economía y Competitividad. MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 4/4/18 17:01 Página 128

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monarchy in Spain throughout the 5th century. It is a time of transition in which the defining structures of the Roman city are gradually suppressed and replaced by a new concept of city related to the different political, cultural, economic and social reality, when Rome’s power is substituted by the power of the peoples settling in Emerita during the 5th century. The city does not lose its function as the backbone of a territory, although it will evolve into other ways of understanding both public and private spaces in the classical city. The buildings for leisure and entertainment, the architecture of power and other urban public structures of the Roman period will be gradually lost and abandoned and replaced by a new architecture which reflects the control of the church from this period onwards.

KEYWORDS

Diocesis Hispaniarum, Emerita Augusta, Suebi, Architecture, Topography.

1. INTRODUCCIÓN

Hace años empezábamos nuestros artículos sobre la Mérida tardoantigua desarrollando una reflexión sobre la importancia y monumentalidad de las estructuras romanas que dificultaban el interés por otras fases históricas de la ciudad. Del mismo, acusábamos los problemas de las intervenciones arqueológicas anteriores que priorizaban los datos altoimperiales en contraposición a los posteriores. El desarrollo de intervenciones arqueológicas de gran calado como las realizadas en el interior de la iglesia de Sta. Eulalia y las del barrio de Morería fueron el inicio de un cambio de planteamiento sobre los estudios relacionados con el período tardoantiguo. De otro lado, la imposición de una unidad en el sistema de registro en la arqueología emeritense a principios de los años 90, facilitó este proceso. El interés por este período histórico ha cambiado en estos años de tal manera que, hoy podemos decir, que mucho se ha escrito sobre el urbanismo de la Mérida de los ss. IV al VII en los últimos años. Se trata, en su mayor parte, de artículos de síntesis que han intentado reflejar las características urbanísticas de la ciudad desde distintos aspectos, realizados por los mismos autores que han utilizado los datos procedentes de las excavaciones efectuadas en la ciudad. La mayor parte de ellos son fruto de intervenciones desarrolladas en los últimos años. Debemos destacar como último hito de este proceso la publicación de las actas de conmemoración del Centenario del Inicio de las Excavaciones Arqueológicas desarrolladas en Mérida (Álvarez y Mateos ed. 2011), en las que se publican numerosos artículos que tienen como protagonista la ciudad tardoantigua.

Obviamente esta afluencia de artículos sobre la Mérida de los ss. del IV al VII supone una reiteración de argumentos expuestos en multitud de formas, pero que no añaden planteamiento de análisis novedoso o distinto de lo ya expuesto. En general, ya se han descrito los síntomas de este proceso que plantea una continuidad urbanística a lo largo del s. IV con la introducción de las primeras muestras de transformaciones y de las primitivas manifestaciones arquitectónicas de origen cristiano. También se ha puesto de manifiesto un proceso de abandono de las principales estructuras públicas urbanas de época romana a lo largo del s. V que provoca una transición de la ciudad romana clásica hacia otro contexto social, económico y cultural polarizado cada vez más hacia una sociedad cristianizada que se hace más palpable en las siguientes centurias. Esta nueva realidad, aunque mantiene algunas pautas del urbanismo anterior, se verán diluidas entre la incorporación de nuevas propuestas arquitectónicas y culturales planteadas por los distintos pueblos que a lo largo de estas centurias protagonizarán la vida de Augusta Emerita.

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La homogeneidad de estas publicaciones impiden polemizar, tan siquiera, sobre la interpretación de los datos o sobre planteamientos anteriores en los que se solía contraponer conceptos como la ordenación y la composición clásica de la ciudad romana a la descomposición y ruina urbanística de la tardoantigüedad. A veces, esa uniformidad responde a que los estudios son realizados por los mismos autores que poseen los datos arqueológicos; en otras ocasiones, es la falta de documentación de esos supuestos datos arqueológicos la que dificulta el debate. Sea como fuere, asistimos a una eclosión de este tipo de estudios y compendios que, salvo excepciones, poco pueden añadir a lo ya publicado con anterioridad, si no es con la aparición de nuevos datos procedentes de análisis monográficos sobre las estructuras que protagonizan el urbanismo de Augusta Emerita. Esperamos que estos estudios den a conocer los resultados de las excavaciones arqueológicas de gran trascendencia realizadas en la ciudad, que aún no han sido publicadas, pero cuyos datos, todavía desconocidos por la comunidad científica, se utilizan para explicar procesos evolutivos diacrónicos, no ya solo de esa área urbana, sino que se extrapolan para interpretar estas transformaciones en el resto de la ciudad.

2. AUGUSTA EMERITA, EL PAISAJE URBANO DE LA CAPITAL DE LA DIOCESIS HISPANIARUM

Ya hemos señalado en anteriores ocasiones que la ciudad romana no es un proyecto urbanístico perenne; muy al contrario, se encuentra en una incesante evolución que ha permitido señalar a algunos investigadores esa sensación de que las ciudades antiguas se encontraban continuamente en obras. A menudo, documentamos en las intervenciones arqueológicas diversas reformas sustanciales en el tejido urbano realizadas en pocos años; proyectos que amortizan otros realizados algunos años antes. Se trata de procesos de cambio de carácter social, económico, político y cultural que se manifiestan muy claramente en el urbanismo de las ciudades.

Un claro ejemplo de este proceso se plantea con la construcción del conjunto provincial de culto Imperial que ocasionó la amortización de cuatro manzanas de viviendas y de un tramo del kardo maximus, cincuenta años después de la fundación de Augusta Emerita (Mateos 2006: 321). Del mismo modo documentamos la reforma del foro, con la construcción de la plataforma oriental sobre dos manzanas de viviendas (Ayerbe, Barrientos y Palma 2009: 747-753), o posteriormente, ya en el s. III, la amortización de varias domus para la construcción, junto al Conjunto Provincial de Culto Imperial, de un edificio público cuya funcionalidad aún no podemos señalar (Ayerbe 2005: 27-54). Estas modificaciones, por citar algunos ejemplos, van transformando paulatinamente el paisaje urbano y son una muestra más de la vitalidad de una ciudad que va adaptando su urbanismo a las nuevas realidades exigidas.

A lo largo de los siglos II y III documentamos nuevas pruebas de esa actividad edilicia en la ciudad así como del mantenimiento de su pujanza pública. En el año 261, el gobernador Clodius Laetus Macrinus dedicaba una estatua en el foro al emperador Galieno que demuestra una continuidad en la vida administrativa no interrumpida, al menos, hasta este momento (Arce 2004: 12). A finales del s. III se multiplican estas dedicaciones a emperadores por parte de los gobernadores lo que implica que efectivamente no hubo una ruptura en el gobierno de la ciudad en este período (Ramirez et alii 1993; Saquete 1991-1992). Probablemente estos datos indican que existieron disfunciones en el funcionamiento público de la ciudad (Arce 2011: 491) si tenemos en cuenta la realidad precedente, pero este mismo argumento sugiere una continuidad de dicha actividad. Los talleres de escultura probablemente no producían como en épocas anteriores. El relieve de Maximiliano Herculeo (Arce 2002: 71-84) muestra la decadencia de los talleres, aunque también la pervivencia de los modelos clásicos iconográficos oficiales (Arce 2011: 492). Las pinturas de la casa basílica (Mostalac 1997: 581-603) y los mosaicos de la casa “del mitreo” (Arce 2002: 115) nos hablan de una cierta continuidad y tradición romana en los talleres locales, según Arce (2011: 492).

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Como vemos, si bien no podemos comparar el dinamismo edilicio ni artístico con etapas anteriores, si que parece clara una persistencia de la actividad en este período en que se produce la reforma administrativa de Diocleciano (284-304). La posible elección de la colonia emeritense como capital de la Diocesis Hispaniarum parece atestiguarse, desde el punto de vista histórico, a partir de la interpretación del Laterculus Polemii Silvii y la inclusión de Emerita como única ciudad en la lista de nuevas provincias hispanas (Etienne 1982: 201-207), al igual que sucedía con Cartago en África o con Sirmium en Illyricum (Arce 2002: 15). Este argumento es el único documento histórico que poseemos para dicha afirmación, aunque debemos señalar que existen datos arqueológicos que apuntan hacia esa dirección. El hallazgo de la inscripción del vicarius Octavius Clarus que se se declara famulus Gratiani es una prueba más de este hecho (Hidalgo y Méndez 2008: 547-564).

Para subrayar la capitalidad de la ciudad debemos añadir el documento de vital importancia que aporta la aparición del missorium de Teodosio (Fig. 1) hallado en la población de Almendralejo, en las cercanías de Mérida, en el que se representa entre otros personajes al Vicarius Hispaniarum en el acto de recibir de manos del emperador Teodosio I los codicilli de su nueva función (Kienast 1996). Se trataría, por tanto, de un regalo del emperador al Vicarius. La reinterpretación de Meishcner, relacionando el disco con Teodosio II (1996: 389-432) ha sido claramente rebatida por Arce (1998: 169-179).

Es dificil señalar las razones por las que Augusta Emerita fue elegida sede de Vicarius Hispaniarum ante la ausencia de datos históricos y arqueológicos que arrojaran luz a este tema. La propia continuidad de su actividad económica, cultural y política sería un elemento fundamental. Las razones históricas y políticas de la elección aún se nos escapan. Arce plantea que dicha elección tuvo que ver con su misma posición geopolítica periférica con respecto al resto de ciudades de la diócesis. Bien comunicada con la

Fig. 1. Missorium de Teodosio (© P. Mateos).

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Bética, así como con la Tarraconense y la Cartaginense, desplazaba el eje político a una región menos conflictiva y con menos posibilidades de caer en manos de usurpadores y rebeldes como podía ser el caso de Tarraco y Carthago Nova (Arce 2004: 12).

Las consecuencias jurídicas y administrativas de esta designación y de la llegada del vicarius y de todos los puestos del gobierno de la Diócesis han sido bien estudiadas por Arce (2002: 15 y ss.). Urbanísticamente en este período se realizan una serie de transformaciones en la ciudad que debemos entender como consecuencia de este nombramiento y del dinamismo que provocaron estos cambios administrativos en la antigua colonia. Tal es el caso de la restauración llevada a cabo en los edificios de ocio y representación.

En efecto, se ha documentado tanto epigráfica como arqueológicamente la restauración de los principales edificios de espectáculos en este momento entre el año 333 y el año 337, lo que evidencia una continuidad en su uso. Además de las inscripciones que recuerdan tal acontecimiento, la escultura decorativa que se conserva de dichos edificios fecha de manera evidente tales reformas, atestiguadas también a través de los datos arqueológicos que han aportado las excavaciones arqueológicas realizadas en el teatro (Mateos ed, 2018) y el circo (Montalvo y Gijón-Sánchez 1997: 245-258).

La restauración del circo vetustate con lapsum, en época de los hijos de Constantino (337-350) significa una cierta recuperación económica, responde a una deliberada política de reconstrucción de edificios públicos y a la idea de que es inconcebible una capital de la diócesis sin la presencia de un circo en toda su actividad (Arce 2002: 22) como lo prueba la existencia de mosaicos recreando escenas circenses (Blanco 1978: 45) fechados a mediados del s. IV.

Del mismo modo se restauró el teatro según se menciona en otra inscripción, en la que se alude al mal estado del edificio y a su restauración entre el 333 y el 337, bajo la supervisión del praeses provinciae Lusitaniae, Severus (Nogales 2000: 31). No sabemos si relacionada con esta restauración o con nuevas obras desarrolladas en este período, se constatan arqueológicamente nuevas transformaciones en torno al edificio, como el abandono de los pórticos exteriores de acceso al teatro desde el lado norte de la ciudad que se realizaron en paralelo a la porticus post scaenam (Mateos y Márquez 1999: 301-320). Dichos pórticos fueron transformados en estancias comerciales con acceso directo al cardo que separaba el teatro y el anfiteatro en dirección norte-sur.

La nueva capitalidad debió provocar numerosas reformas y modificaciones en la estructura urbana. La incorporación de nuevos mandatarios e instituciones y el lógico interés por mejorar la imagen de la ciudad debió suponer un impulso suficiente para justificar la restauración, anteriormente indicada, de los principales edificios de la colonia y la construcción de otros que, hasta ahora, no tenemos noticias. La propia dinámica y las nuevas necesidades urbanas provocaron cambios sustanciales en el tejido urbano de los que, en algunos casos, tenemos constancia arqueológica (Mateos y Alba 2000: 145).

Por ejemplo, en el caso de la trama urbana, según los datos arqueológicos documentados, el viario permanece sin sufrir transformaciones en el recorrido; sin embargo, se documentan diversas modificaciones como la privatización de los pórticos de las vías, que se produce de forma diacrónica desde el s. II hasta el propio s. IV, por parte de las viviendas que van ocupando dichos espacios aumentando la extensión doméstica o utilizándolas como tabernae de uso comercial (Fig. 2). En algunos casos se detecta, como se demuestra en las excavaciones de Morería, la invasión, parcial o completa, de la calle para la construcción de unos baños en dos de sus viviendas (Alba 1997: 192). El hecho de la invasión de las calles por parte de las viviendas, en ocasiones se interpreta como un hecho negativo, cuando lo único que prueba es la vitalidad ciudadana de este período y un incremento de la privatización en

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Fig. 2. Restos del pórtico de una calle emeritense reaprovechado en el muro de una taberna en el área arqueológica de Morería (© P. Mateos).

relación con el interés público (Alba 2008: 172). Sin duda, supone un elemento interesante a la hora de valorar el inicio de transformaciones urbanísticas que anuncian mayores cambios en el concepto de ciudad.

Otro dato documentado en las vías emeritenses en este período es la realización de nuevos niveles de aporte sobre la propia calle pavimentada con piedras de diorita; este hecho, además de elevar la cota de la calle, suavizará, en el caso de los decumanus, la pendiente que poseían en dirección este-oeste y que aprovechaban para verter sus cloacas en el río Anas. Esta nueva superficie de las vías anularían las bocas de registro de las cloacas poniendo en riesgo el mantenimiento de la red de saneamiento que a finales de esta centuria podría perder su uso, haciéndose más evidente en pleno s. V. Lo observado en las vías urbanas de la ciudad, es decir su continuidad en el trazado con cambios en su morfología e imagen exterior, será la tónica de la mayor parte de estructuras urbanas emeritenses en este período.

En cuanto a las viviendas localizadas en la zona intramuros, además de la ya señalada ampliación hacia la calle documentada en algunas de ellas, también se ha confirmado en las excavaciones desarrolladas en la zona Arqueológica de Morería, reformas donde se observa que algunos edificios aumentan el espacio de la vivienda en ocasiones con amplios salones absidados y con baños privados (Alba 1997: 190 y ss.).

En esta misma centuria, probablemente en la segunda mitad a tenor del análisis de las pinturas documentadas en el interior (Mostalac 1997: 581-603) se realizó la llamada “casa-basílica” del teatro (Fig. 3), una instalación de carácter doméstico construida amortizando parte de los pórticos de acceso al teatro (Mateos y Márquez 1999: 301-320) que supone el abandono de espacios públicos en beneficio de una ocupación privada. Arce la interpreta como una schola o sede de un collegium (Arce, Chavarria y Ripoll 2007: 309-311).

Como hemos señalado anteriormente, durante este siglo aún se conservan en uso los talleres que propiciaron la monumentalización de algunas viviendas señoriales que vieron modificados sus pavimentos

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Fig. 3. Detalle de las pinturas que decoraban la llamada casa “del teatro” (© P. Mateos).

y sus paredes con lujosos mosaicos y lienzos de pinturas que decoraron sus estancias. Así parece deducirse del estudio del mosaico en opus sectile y las pinturas de la casa de la alcazaba, por ejemplo, de las pinturas de la Calle Suarez Somonte con escenas de circo y venationes (Álvarez Sáenz de Buruaga 1974: 169-187) o de algunos de los mosaicos y pinturas que decoraron la llamada “casa del mitreo” como el propio mosaico cosmogónico (Fig. 4) fechado por Arce en pleno s. IV (Arce 2002: 117-136).

Otro elemento que define la continuidad de la trama urbana a lo largo de la cuarta centuria es la persistencia de las áreas forenses y de los principales edificios públicos que no verán alterada su estructura arquitectónica y funcional hasta el s. V. Es probable que la capitalidad de la diócesis trajera consigo algún tipo de reformas en la arquitectura oficial de Augusta Emerita, como la identificada en un edificio público perteneciente a la plataforma occidental del foro, la posible schola iuvenum (Ayerbe et alii 2009: 800 y ss) donde se edificó en su interior, en el espacio abierto, un conjunto termal fechado en época bajo imperial sin poder definir más su cronología.

A excepción de esta reforma en la plataforma occidental, no conocemos ni un solo dato arqueológico o epigráfico documentado que confirme nuevas transformaciones en el foro a lo largo del s. IV. Probablemente no se trataron de reformas estructurales sino más bien relacionadas con su ornamentación, aunque si se produjeron no se han documentado hasta ahora.

En lo que se refiere a las infraestructuras públicas debemos destacar la falta de documentación sobre el final de los acueductos donde el único dato arqueológico lo ofrecen las excavaciones realizadas en un tramo de la conducción de “los Milagros” donde aparecieron, en el relleno que confirma su abandono, cinco monedas fechadas todas ellas entre Constantino II (337-340) y Constancio II (346-354), aunque la gran

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Fig. 4. Mosaico cosmogónico situado en la casa “del mitreo” en Mérida (© P. Mateos).

pervivencia del uso de estas monedas impiden precisar la fecha de su obliteración (Ayerbe 2000: 39-58). Sin embargo, a falta de un estudio monográfico de estas estructuras, aún desconocemos la fecha concreta de su construcción, la de sus refracciones a lo largo de los siglos y la de su amortización. Hauschild plantea la reforma en época bajo imperial de los acueductos de los Milagros y de S. Lázaro (1976: 107-110), al observar el diferente aparejo utilizado en la parte alta de los acueductos con respecto a las arquerías inferiores. Esta idea es apoyada por Alfonso Jiménez que sugiere la existencia de dos etapas del edificio, aunque fecha la segunda etapa en época posterior a inicios del s. II (1976: 111-126). Es probable que, al menos el llamado acueducto de S. Lázaro, se mantuviera en uso durante esta centuria ya que continúa surtiendo de agua a las termas documentadas junto a la casa “del Anfiteatro” que, a falta de un estudio monográfico, deben considerarse pertenecientes a un momento tardío.

También observamos una continuidad en el recinto amurallado de Augusta Emerita durante este período. Si como luego comentaremos, en un momento indeterminado del s. V, se refuerzan las murallas urbanas con un forro de sillares de carácter defensivo, no se ha documentado ni una sola reforma, ni en su trazado ni en sus características arquitectónicas, a lo largo de esta cuarta centuria. Posiblemente se realizaran refracciones puntuales en su estructura, tanto en sus puertas como en el alzado de los lienzos y las torres que poblaban su recorrido. Así, por ejemplo, el aumento de cota en el nivel de los decumanus, como consecuencia de los niveles de aportes que invadieron sus pavimentaciones, provocarían cambios también en el arranque de las puertas de acceso de la muralla que debieron actualizar su altura.

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Pero es en la zona extramuros donde se van a producir los principales cambios urbanísticos en este período. Si bien las áreas funerarias paganas mantienen su extensión en los alrededores de las vías principales de acceso a la ciudad, en esta centuria parecen haber colapsado aumentando su extensión. A este desarrollo de las necrópolis debemos añadir un cambio urbanístico de difícil explicación hasta ahora, como es el progresivo abandono de las viviendas suburbanas cuyos propietarios se trasladarán, bien a las viviendas reformadas y ampliadas intramuros, bien a las nuevas y suntuosas villae rurales que en esta centuria se extenderán por el ager emeritense. Este es el caso de la zona Nororiental de la ciudad, donde se ha documentado dentro de este horizonte cronológico el abandono de las domus suburbanas documentadas en la zona, como la llamada “casa del anfiteatro”, construida en su totalidad a lo largo del s. I, aunque con reformas atestiguadas en sus muros y pavimentos a lo largo de los años (Alvarez 1985: 46; Sandoval 1966: 7). Este hecho podría relacionarse con la presión ejercida por la ampliación constante del área funeraria conocida como “necrópolis Oriental”, como se confirma con la aparición de un mausoleo fechado a mediados del s. III en una zona intermedia entre la necrópolis anteriormente documentada y la propia “casa del anfiteatro” (Canto, Bejarano y Palma 1997: 247-294).

Por último, cabe destacar la aparición de nuevas áreas funerarias de adscripción cronológica tardorromana, localizadas sobre todo en la zona Sur (zona conocida como Los Bodegones) y en el lado nororiental, ocupando el espacio abandonado de las domus suburbanas documentadas en la zona.

El abandono de estas domus suburbanas darán pie a la localización de las primeras áreas funerarias de carácter cristiano nacidas a partir del enterramiento de un mártir o un santo local y que ocuparán los terrenos dejados libres por las propias domus suburbanas como en el caso de Sta. Eulalia, cuyo edificio martirial se localizará sobre los restos de una vivienda abandonada con anterioridad (Mateos 1999).

A tenor de los datos ofrecidos por la arqueología urbana, todo parece indicar que a partir de asumir la capitalidad de la Diocesis Hispaniarum, el s. IV en Mérida se caracterizará por una continuidad funcional de las principales estructuras que conforman su urbanismo aunque sujetas a numerosas transformaciones propias del paso del tiempo y a restauraciones, sobre todo en el ámbito público, como consecuencia de la nueva realidad que vive la ciudad en estos años. Son cambios que, aunque documentados en menor medida, anuncian el nuevo concepto urbano que caracterizará la ciudad de los próximos siglos. Paralelamente, a lo largo de la cuarta centuria, van a introducirse de una manera lenta y progresiva diversas manifestaciones que forman parte de un nuevo contexto cultural, el cristianismo que, aunque todavía de una manera minoritaria en este siglo, irá calando en la sociedad emeritense a lo largo del tiempo.

Las primeras manifestaciones cristianas durante esta centuria van a convivir con una sociedad profundamente pagana que poco a poco se muestra permeable a nuevas formas culturales que irán surgiendo sobre todo en las principales ciudades de Occidente a partir de las persecuciones de Diocleciano y Maximiano Hercúleo. Este hecho dará origen al nacimiento de nuevos mártires que provocarán los primeros testimonios arquitectónicos del cristianismo en el urbanismo de las ciudades. En Mérida, a pesar de haberse documentado algunos datos de la existencia de una comunidad cristiana a lo largo de los ss. II y III (Sastre 2010), no será hasta la cuarta centuria cuando aparecerán los primeros vestigios de esta nueva cultura en la topografía de la ciudad, coincidiendo con la muerte de la joven Eulalia y el nacimiento de su culto martirial cantado por Prudencio en el Peristephanon.

Estas iniciales expresiones del cristianismo en Mérida, están protagonizadas por una serie de objetos hallados de forma descontextualizada y que se encuentran vinculados con el mundo funerario. Así tenemos constancia, por un lado, de la existencia de sarcófagos decorados con motivos cristianos (Mateos 2002: 437-448), y de epitafios fechados en los primeros años del s. IV (Ramírez y Mateos, nº 17, 20, 51, 63) que

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constituyen los primeros ejemplos plásticos de la propagación del cristianismo en Mérida. Paralelamente, a partir de la primera mitad de la centuria, se va originando un área funeraria cristiana en torno a lo que en la actualidad pensamos que es el edificio de culto martirial de Eulalia. Los principales edificios que poblaban esta área funeraria han sido conocidos a partir de las excavaciones practicadas en el interior de la iglesia de Sta. Eulalia (Mateos, 1999).

El edificio de carácter martirial (Fig. 5) se encuentra ocupando el espacio que después será utilizado como el santuario de la basílica paleocristiana. Debido al estado de conservación de sus restos no podemos definir si realmente se trata de un martyrium que albergaba los restos de la mártir o si tan solo se conservaron en su interior las reliquias de la santa y por tanto estaríamos hablando de una “memoria”. Sea uno u otro su carácter, seguramente conservaba una función martirial en el que los primeros cristianos rendían culto al recuerdo de la mártir.

Fig. 5. Vista parcial del ábside del edificio martirial en el interior de la cabecera de la basílica tardoantigua de Sta. Eulalia (© P. Mateos).

El mausoleo posee una planta rectangular, con una única nave, sin cripta, que remata en un ábside semicircular al interior y al exterior. Probablemente estaba precedido por un nártex en el lado Oeste a juzgar por la presencia de una basa de columna que fue hallada in situ, a tres metros de la entrada al mausoleo y en línea con su fachada occidental (Mateos 1999: 198). El doble muro presente en sus lados oriental y occidental, plantea la duda de si realmente se trataba de un edificio abovedado o si las cimentaciones interiores realmente deben ser interpretadas como los restos de los arcosolios para alojar los sarcófagos. En el estado actual del conocimiento ambas hipótesis son factibles.

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Alrededor de este edificio se van realizando enterramientos de carácter cristiano tanto en el exterior como en el interior de otros mausoleos construidos en torno al edificio martirial. Entre ellos destaca un edificio, orientado norte-sur, con un ábside en el lado sur y una cripta subterránea en el extremos norte que poseía sus paredes forradas de mármol y la bóveda decorada con un mosaico (Mateos 1995a: 127-143). Adosado a este edificio en su lado norte se conservan los restos de otro mausoleo del que se conservan dos enterramientos; uno de ellos se encuentra cubierto por un mosaico sepulcral del que únicamente hemos podido documentar la mitad sur en la que se representa una cortina abierta y anudada que enmarcaría una figura central. El otro enterramiento estaba cubierto por un lectus triclinaris (Mateos 1999: 63-64). Aún se han documentado numerosos restos de mausoleos y enterramientos pertenecientes a esta área funeraria, construidos a lo largo de la cuarta centuria, que a lo largo del período tardoantiguo se iría extendiendo por toda la zona nororiental de la ciudad conformando, junto con otros edificios, el conjunto arquitectónico de Sta. Eulalia. Este es el caso de estructuras funerarias como la documentada en torno al edificio identificado como xenodochium, fundado por Masona en el s. VI (Mateos 1995b: 309-316), de planta cuadrada al exterior y circular al interior con un ábside en su lado oriental o el de planta octogonal (Fig. 6), hallado al este de la iglesia de Sta. Eulalia.

Todos estos datos apuntan a la existencia a lo largo del s. IV de una comunidad cristiana en la ciudad cuya presencia se verá reflejada en el urbanismo emeritense a partir de sus ritos funerarios y cultuales en torno a la figura del mártir. Es posible que, aunque aún no ha sido documentada, en Mérida existan otro tipo de áreas funerarias cristianas en esta centuria vinculada al enterramiento de algún mártir o un santo local.

En cuanto a la posible existencia en pleno s. IV de una catedral en la ciudad, como está documentada en otras urbes occidentales (Krautheimer 1987) no tenemos constancia de la aparición de ningún resto arquitectónico que guarde relación con este edificio. Existen, eso si, otro tipo de manifestaciones puntuales documentadas en el interior de la ciudad, como por ejemplo el crismón pintado en el interior de una cisterna subterránea de época romana, perteneciente a una vivienda y sobre la que se ha planteado su posible relación con una domus eclesiae (Heras 2010: 6), pero hasta el momento no hemos podido documentar, ni arqueológica ni epigráficamente, otro tipo de estructura cristiana en la ciudad perteneciente a esta centuria (Mateos 2016: e.p.).

Por tanto, el s. IV emeritense puede calificarse como un período de continuidad tanto urbanística como cultural en el que se van a conservar los principales edificios que conformaban la ciudad en época altoimperial. Frente a la introducción de las primeras manifestaciones cristianas, se mantiene el uso de los templos y de estructuras de carácter pagano, construyéndose en ese momento otras como el posible taurobolium, definido por su descubridor como un centro de culto metróaco y rituales taurobólicos, hallado en los últimos años en las excavaciones realizadas en el solar de “Los Blanes” (Heras 2011), que confirma también la existencia de una dualidad pagana-cristiana que definiría esta centuria en las principales ciudades hispanas (Mateos 2011: 509).

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Fig. 6. Planta y alzado del edificio de planta octagonal hallado en el interior del área funeraria de Sta. Eulalia (© Consorcio de Mérida).

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3. EL URBANISMO DEL S. V EN MÉRIDA. UNA CIUDAD CONVULSA EN PROCESO DE TRANSFORMACIÓN

Para recrear las características fundamentales del urbanismo de la ciudad emeritense a lo largo del s. V debemos adentrarnos en los datos arqueológicos ofrecidos por las excavaciones realizadas en el yacimiento y en las escasas fuentes históricas de la época, que fundamentalmente se basan en la Chronica de Hydacio y en la presencia de godos y suevos en la ciudad analizadas recientemente por Arce (2011: 491-503).

Ya hemos señalado que los vicarii residían en Emerita desde la reforma de Diocleciano. El último vicarius conocido en Emerita es Macrobius entre el 399 y el 400. Parece ser que la administración romana desaparece tras la toma de Suevos, Vándalos y Alanos y el reparto de las provincias entre estos pueblos (Arce 2002: 181) aunque en el año 420 tenemos documentado como vicarius a Maurocellus, que acudió a Bracara con sus tropas en ese año, por lo que parece que en ese momento aún persistía el vicariato en Emerita y, por tanto, una administración romana (Arce 2002: 183).

Hydacio habla, en primer lugar, de la entrada del rey Genserico en la ciudad en el año 429, toda vez que tiene noticia de que el suevo Heremigario ha comenzado unas labores de pillaje por la Lusitania y el rey vándalo se enfrenta a los suevos para evitar la toma de Emerita (Arce 2011: 497). El resultado fue la muerte de Heremigario en el río Anas a manos de Genserico y, por tanto, dejando a salvo la ciudad emeritense que, según Arce, no fue objeto de destrucción ni arrasamiento. Arce niega la existencia de un asalto a la ciudad tachando de catastrofista a Hydacio (Arce 2002: 184).

El otro episodio que se narra en la Chronica es el de la lucha del rey godo Teodorico contra los suevos en el año 456 que supuso la derrota de estos y el apresamiento y muerte de Rechiario (Arce 2011: 498). Teodorico se alojó en Mérida durante tres meses con sus tropas hasta su marcha a la Galia en el 457.

Entre medio de estas dos escaramuzas militares debemos resaltar la presencia de los suevos en Emerita como consecuencia del intento de expansión hacia el sur de Rechila que entró en la ciudad en el año 439 con el objetivo de establecer en Mérida su centro de operaciones y el control de la Bética (Arce 2011: 499) y convirtiendo a la ciudad en la capital temporal de la monarquía sueva. Sabemos que en el año 448 Rechila y su corte continuaba en Emerita pues según Hydacio, ese año muere el rey y es sustituido por Rechiario. Por 10 años, al menos, la sede del poder suevo no va a ser Bracara sino Emerita desde donde se realizan las incursiones a la Bética, para, entre otras acciones, tomar Hispalis en el año 441 (Díaz 2000: 405) que continuó en manos suevas, al parecer, hasta el año 458. Los años siguientes suponen una etapa en la que Bracara y Emerita comparten el privilegio real durante algún tiempo, hasta que la invasión de estos de la Tarraconense en el 456 lleva a los godos de Teodorico II a entrar en Hispania y acabar con el poderío suevo (Díaz 2000: 407). Los godos pasan de la Gallaecia a la Lusitania teniendo como objetivo Emerita pero estos, según Hydacio, precavidos por lo ocurrido en Bracara, no dieron oportunidad a las tropas de Rechiario (Díaz 2000: 410).

La interpretación objetiva de la Chronica indica, por un lado, cierto protagonismo de Emerita durante los años centrales de esta centuria, en las luchas por el poder en Hispania y, por otro, diversos momentos convulsos que tuvieron que influir en el día a día de la ciudad.

Ante estos datos, cabe preguntarse cómo era la ciudad que se encontró la corte sueva durante el tiempo que la monarquía utilizó la ciudad como sede temporal estable y qué influencia tuvo este proceso en el urbanismo de la ciudad durante la quinta centuria. Una ciudad que pasó de ser capital de la diócesis Hispaniarum a, una vez eliminado el poder romano de Hispania, convertirse en sede regia temporal de la monarquía sueva alternativa a Bracara.

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La arqueología, tradicionalmente, ha considerado la ciudad tardoantigua como una urbe en proceso de descomposición, con abundantes espacios abandonados donde se insertan enterramientos esporádicos y reocupaciones y reutilizaciones de edificios antiguos que se unen a la construcción de nuevas viviendas de baja calidad en la que las familias conviven con huertos y corrales. Mientras, el paisaje urbano se ve surcado por nuevos edificios religiosos que sustituirán a los antiguos polos de atracción pública de la ciudad romana.

Esta nueva imagen que muestra la ciudad tardoantigua es distinta, como señala Brown, de la ciudad clásica, pero “no son ciudades arruinadas y decadentes” (Brown 1978: 29). Tal vez ha cambiado el concepto de ciudad y sus características urbanísticas teniendo en cuenta que nos encontramos ante un paisaje urbano descendiente del romano pero protagonizado por los nuevos pueblos que llegan a Hispania y que poseen una nueva cultura. Este hecho sugiere un nuevo horizonte público en el que muchas estructuras pervivirán respecto a la ciudad antigua, pero también surgirán nuevos hitos que marcarán el desarrollo de estas ciudades a lo largo de los siglos siguientes (Ayerbe y Mateos 2015: 188).

En el caso de la ciudad emeritense, el s. V va a conformar un período de transición urbanística de la ciudad de la cuarta centuria, heredera y continuista del paisaje urbano de época altoimperial a otra realidad distinta, marcada fundamentalmente por el abandono de los principales edificios de carácter público que definían la ciudad clásica y la incorporación definitiva de una nueva cultura, el cristianismo, con nuevos polos de atracción popular. Paralelamente, la arqueología nos informa de una serie de hitos que sugieren una sucesión de destrucciones en diversos puntos de la ciudad a lo largo de la V centuria que pudieron ser sincrónicos, como consecuencia de factores exógenos o poseer un carácter diacrónico y definirse como una cadena de eventos puntuales propios del devenir de la ciudad a lo largo de esta centuria. Nos referimos fundamentalmente a las destrucciones observadas y que tuvieron como consecuencia la amortización de muchos de los edificios pertenecientes al área funeraria cristiana de Sta. Eulalia en la primera mitad del s. V (Mateos 2000: 505) previamente a la construcción en el interior de este sector de la basílica cristiana de Sta. Eulalia, incluyendo el propio edificio martirial. Del mismo modo, en la zona arqueológica de Morería (Alba 1997: 285-316) y en la vecina alcazaba árabe, se han documentado, en un momento indeterminado de esta misma centuria la destrucción e incendio de diversas casas situadas al lado de la muralla. Por último, se han documentado diversas destrucciones en zonas tanto extramuros, una instalación agropecuaria situada junto al área funeraria de Sta. Eulalia (Montalvo 1999: 125-152), como intramuros.

La constatación arqueológica de este tipo de destrucciones se ha puesto en relación, con mayor o menor contundencia, (Mateos 2000: 506; Mateos y Alba 2000: 148; Alba y Mateos 2006: 263-268; Alba 2008: 209) con las invasiones que según las fuentes históricas, sobre todo a partir de las narraciones de Hydacio, asolaron la ciudad a lo largo de la primera mitad del s. V (Tranoy 1974). Arce niega tales invasiones y atribuye esta interpretación del cronista a su catastrofismo, por lo que según este autor no se pueden poner tales datos destructivos en relación con ninguna invasión bárbara ni arrasamiento de la ciudad (Arce 2011: 498). Ante la parcialidad de ambas fuentes, las históricas y las arqueológicas, debemos pensar que, en efecto, el s. V fue un momento convulso en la historia de la ciudad, aunque no sabemos hasta que punto afectó a su paisaje urbano y qué relación tuvieron estas continuas disputas por el poder de la ciudad entre godos y suevos, con los datos negativos que sugiere la arqueología.

El problema de estas fuentes es la parcialidad de los datos y su interpretación; mientras que la arqueología no plantea una cronología concreta para estas destrucciones, algunas interpretaciones mezclan los datos negativos provocados, como arrasamientos o niveles de destrucción, con datos de transición propios de ese momento, como el abandono de los principales espacios públicos, las privatizaciones observadas en estos sectores o la aparición de vertederos que unidos y planteados de una manera

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sincrónica, dan la impresión de una ciudad abandonada y en declive. Sin embargo, estamos hablando de hechos que suceden diacrónicamente a lo largo de una centuria y que responden a argumentos de distinto carácter. Por ejemplo, el abandono y expolio de los principales edificios públicos de la ciudad no obedece a causas exógenas sino a intereses de los propios emeritenses que utilizaban el mármol de los edificios abandonados para hacer cal, o reutilizaban los restos de edificaciones públicas en otras construcciones, en ocasiones, de carácter privado.

Al lado de estos datos “en negativo” la arqueología ofrece otros indicios que sugieren efectivamente un cambio en el concepto de ciudad que poco a poco va perdiendo los elementos definidores de la colonia romana pero que mantiene una actividad propia de una nueva realidad política, social y económica. Paralelamente surgen manifestaciones urbanas de un nuevo contexto cultural, el cristianismo, que a lo largo de esta centuria, irá creando nuevos polos de atracción que sustituirán a los principales edificios públicos anteriores y que se extenderán por la ciudad bajo el signo de la cruz.

En efecto, en Mérida a lo largo del s. V se va a producir el abandono definitivo de los principales edificios públicos de la ciudad romana que, de una manera progresiva, irán siendo ocupados por nuevas realidades de carácter tanto público como doméstico o productivo.

Así sucedería con el teatro, que en esta centuria estaría ya abandonado a juzgar por las evidencias arqueológicas en las recientes excavaciones realizadas (Fig. 7) tanto en el hyposcaenium como en la porticus postscaenam, dentro del proyecto de investigación que el Instituto de Arqueología de Mérida realiza sobre los dos edificios de espectáculos emeritenses (Mateos ed. 2018). En los trabajos desarrollados en la porticus se documentaron restos de viviendas que ocupaban su lado norte, incluida la llamada aula sacra (Mateos y Soler 2015: 111-118), mientras que la colmatación del hyposcaenium parece que es un hecho definitivo a finales de esta centuria a juzgar por el material cerámico que aparece en los niveles de cubrición del foso escénico2. El anfiteatro ya estaría abandonado a lo largo del s. V perdiendo en primer lugar sus elementos decorativos en mármol, como las placas que forraban el podio de granito que separaba el graderío de la arena. También se eliminarían los bloques de granito que servían como asiento aunque se mantuvieron los bloques del podio, pero Fig. 7. Excavaciones arqueológicas realizadas en el sabemos que fueron reutilizadas diversas hyposcaenium del teatro emeritense (© R. Ayerbe). estructuras que formaban parte de la decoración pictórica y epigráfica del edificio (Alba 2004: 220). Tal es el caso de las escenas de venationes representadas en una pintura mural incluidas en cuatro sillares procedentes del anfiteatro y que se

2 Queremos agradecer estos datos inéditos a la arqueóloga Rocío Ayerbe, del Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida, responsable de ambas excavaciones.

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reutilizó formando parte de un enterramiento de época tardoantigua y una inscripción monumental de mármol procedentes de algún edificio de espectáculos y que fue reutilizada en el interior de un mausoleo cercano al anfiteatro (Canto, Bejarano y Palma 1997: 289). Con el paso del tiempo, a lo largo de época tardoantigua, el anfiteatro sería reutilizado como lugar de ámbito doméstico, como está atestiguado con la documentación de diferentes restos de uso privado hallados en los vomitoria del anfiteatro, así como restos de escoria procedentes de fraguas construidas en ese mismo lugar, que han sido documentados en las excavaciones realizadas dentro del propio proyecto de investigación (Mateos y Pizzo 2011: 173-193).

Por último, pocos datos arqueológicos poseemos sobre el abandono del circo emeritense (Gijón y Montalvo 2011: 195-208). El último dato sobre su funcionamiento nos lo ofrece indirectamente el epígrafe de Sabinianus, un auriga cristiano cuya lápida funeraria, hallada reutilizada como tapa de una tumba en la vecina basílica paleocristiana de Casa Herrera (Caballero y Ulbert 1976: 178-180), está fechada a lo largo del s. IV (Ramírez y Mateos, 2000: 99). Parece probable que, ya en pleno s. V, el circo estuviera abandonado de la misma manera que cayeron en desuso el teatro y el anfiteatro, que poco a poco vieron expoliar sus materiales más preciados.

De la misma manera que los edificios de ocio y representación fueron amortizados en esta centuria, tenemos datos que apuntan al abandono paulatino de los principales edificios pertenecientes al foro de la Colonia que en pleno s. V habían finalizado un proceso de transformación que indicaba la pérdida de sus funciones originarias. En general, como señalan los investigadores que han analizado el urbanismo del foro, esta transformación “se verá expresada, a grandes rasgos, en el expolio de los elementos decorativos y también estructurales de los edificios, la obliteración de sus partes, la reocupación de espacios puntuales para actividades ocupacionales y la formación de vertederos” (Ayerbe et alii 2009: 828). Lógicamente, esta visión general deberá particularizarse con el proceso puntual que sufriría cada uno de los sectores del área pública.

El área forense, en época romana (Fig. 8), se articula en torno a tres plataformas en las que se incluyen los principales edificios públicos (Ayerbe et alii 2009). La plataforma central estaba presidida por el templo “de Diana”, situado en el extremo septentrional, inserto en un témenos definido por un criptopórtico. En el lado opuesto se localizaría la basílica precedida por una plaza central delimitada por espacios porticados en los que se situarían los principales edificios que componían el foro: curia, aerarium, carcer, etc.

En la plataforma oriental, denominada tradicionalmente “pórtico del foro” se han documentado los restos de un recinto dedicado al culto imperial presidido por un templo. Al sur del complejo se erigió otro espacio público del que desconocemos su funcionalidad. Por último en la plataforma occidental se han localizado los restos del templo de la C/ Viñeros y de un complejo público identificado como una schola iuvenum. Cada una de estas zonas desarrolla un proceso independiente de abandono de sus edificios, expolio y reutilización de sus espacios. En algunas ocasiones se ha podido interpretar algunas fases de este proceso.

El templo “de Diana”, tras su abandono como edificio de culto imperial, debió ser reutilizado para alguna otra funcionalidad debido al buen estado de conservación con el que ha llegado hasta nosotros. Es posible que en fechas posteriores al s. V se usara para otro fin de carácter público, quizás religioso, a juzgar por la aparición en su interior de abundantes restos de decoración arquitectónica que actualmente decoran el pórtico del palacio renacentista de “Los Corbos” (Mateos y Sastre 2004: 397-415), construido en su interior, así como la aparición de algunas lápidas funerarias aparecidas en las inmediaciones (Ramírez y Mateos 2000: 279).

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Fig. 8. Reconstrucción ideal del foro de la Colonia Augusta Emerita en época Flavia (© R. Ayerbe, Barrientos y F. Palma).

Al este del llamado templo “de Diana” se construyó un edificio realizado con sillares de granito que poseía contrafuertes al exterior del que se conserva tan solo uno de sus muros, que corría perpendicular al templo y cuyos niveles constructivos fechan su construcción en pleno s. V. Las características de los restos plantean un posible uso público (Ayerbe et alii 2009: 830) sin que podamos definir su funcionalidad. En el interior de los espacios porticados aparecieron restos de crisoles, embutidos en las pavimentaciones que permiten plantear la existencia de fraguas o talleres de fundición de metales lo que sugiere la posibilidad de montaje de los propios talleres en el interior de los edificios que estaban desmontando y expoliando (Ayerbe et alii 2009: 830).

En algunas zonas de los edificios porticados de la zona suroeste de la plaza se han detectado, en esta centuria, niveles de abandono anteriores al proceso de expolio y desmantelamiento de edificios (Ayerbe et alii 2009: 829). También en esta zona se verá colmatado el criptopórtico, utilizando su espacio de forma compartimentada como viviendas en un momento posterior.

También se ha documentado arqueológicamente en este momento, el abandono de la instalación termal construida en el s. IV sobre los restos del edificio identificado como una posible schola iuvenum (Ayerbe et alii 2009: 831).

En la plataforma oriental, al sur del recinto monumental, en un espacio de difícil interpretación pero que pudo albergar las termas públicas del foro en época altoimperial, se erigió un edificio de carácter público (Fig. 9) cuya construcción se fecha en la primera mitad del s. V aunque se mantiene en uso hasta finales del s. VI, momento en el que se transforma y pasa a formar parte del ámbito doméstico. Se trata de una construcción realizada en opera mixta con sillares de granito y potente mampostería de piedra y ladrillo con contrafuertes de sillares de granito. Tan solo se conservan dos estancias diferenciadas del edificio. Tanto sus

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características arquitectónicas como su técnica constructiva confirman el carácter público del edificio. El grosor de sus muros, el uso de contrafuertes graníticos exteriores combinado con la utilización de una peculiar y potente técnica constructiva y la propia composición arquitectónica de los restos conservados, indican su vinculación con la arquitectura pública de época tardoantigua presentes en otros edificios tanto de Mérida como del resto de la Península Ibérica (Ayerbe y Mateos 2015: 179-191).

Podemos plantear un proceso paralelo y coetáneo para los edificios públicos presentes en el llamado Conjunto Provincial de Culto Imperial (Mateos 2006) (Fig. 10). El complejo, al que se accede a través del arco “de Trajano”, puerta de acceso al recinto monumental, se encuentra definido por un pórtico triple que delimita una plaza presidida por un templo tetrástilo de cella barlonga (Mateos 2006: 251-276). Su construcción se realiza en época tiberiana, mientras que a lo largo del s. V, los principales edificios son Fig. 9. Restos del edificio público documentado en el lado aprovechados como canteras sufriendo un expolio sur de la plataforma oriental del foro de la Colonia (© R. Ayerbe). considerable de su material más preciado y un

Fig. 10. Reconstrucción ideal del Conjunto Provincial de Culto Imperial de Augusta Emerita (© Consorcio de Mérida).

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desmantelamiento que preparará la adecuación como reocupación doméstica posterior del espacio situado en la plaza y los pórticos (Alba y Mateos 2006: 360) donde se han documentado los restos de hasta cinco viviendas adosadas al podio del templo y a los muros de los pórticos y del llamado arco “de Trajano”. A lo largo de esta centuria se van acumulando niveles de escombros que se acumularon sobre la pavimentación marmórea de la plaza y de la puerta de acceso al conjunto y que salvaron este material de futuros robos (Aquilué y Dehesa 2006: 170).

En general, como se observa a partir de los datos ofrecidos por las excavaciones arqueológicas realizadas en la zona, el s. V supuso el momento de la gran transformación de la zona ocupada en la ciudad romana por el llamado “foro de la Colonia” y el Conjunto Provincial de Culto Imperial. Durante este proceso, los principales edificios del área pública abandonaron la funcionalidad para la que fueron creados y algunos de ellos fueron expoliados y amortizados mediante el robo de materiales decorativos y estructurales, como sucedió con los sillares de granito que forraban el núcleo de hormigón del templo de la C/ Viñeros (Ayerbe et alii 2009: 831). Sin embargo, no se produjo el abandono completo de la zona sino que se reutilizó el espacio como lugar de ocupación doméstica y de ambientes productivos. Paralelamente se construyeron otros edificios públicos de carácter civil vinculados con la representación oficial de una nueva realidad política surgida tras el abandono de la autoridad romana. Este proceso de reutilización del espacio tuvo que desarrollarse, a juzgar por los datos arqueológicos referidos, a lo largo de la primera mitad del s. V tras el abandono de estos edificios que pudo iniciarse a finales del s. IV o comienzos de la quinta centuria, coincidiendo con el final del poder administrativo y político romano representado en Augusta Emerita en la figura del vicarius cuya presencia en la ciudad está atestiguada, como ya hemos señalado, hasta el año 400.

Otra de las estructuras protagonistas de la ciudad romana, la muralla, sufre una transformación en su concepción arquitectónica, aunque no en su trazado. En efecto, la cerca muraria que definió el perímetro intramuros de la colonia Augusta Emerita hasta este momento, continúa invariable desde época romana. Ya hemos señalado que a lo largo del s. IV sufriría transformaciones puntuales que no afectaron ni a su morfología ni a su recorrido. Ahora, la muralla romana se verá fortalecida por la construcción de un forro exterior realizado con material granítico reutilizado de otros edificios y que se aprecia visible en muchos de los tramos conocidos de la muralla romana (Fig. 11). Resulta interesante, no obstante, que dicho refuerzo no esté presente en los lienzos de muralla documentados cerrando algunas de las puertas del anfiteatro, los únicos tramos conocidos de muro en la que se delata tal ausencia.

Es difícil definir una cronología para la construcción de este nuevo muro defensivo. La historiografía arqueológica emeritense (Mateos 1995: 138; Alba 1998: 372; Mateos y Alba 2000: 149; Mateos 2000: 505; Alba 2004: 228; Mateos 2011: 509; Alba 2015: 83-98) la ha relacionado siempre con la inscripción fechada en el año 483, que estaría situada en el puente romano (Vives 1939: 1-7) en la que se alude a las reformas de las murallas. Sin embargo, no tenemos constancia arqueológica de la fecha de tales reformas o de si este refuerzo es al que se refiere el epígrafe. Alba señala que, en las excavaciones desarrolladas en la zona Arqueológica de Morería, el “forro de sillares” corta un potente vertedero del s. IV y V (Alba 2004: 228), sin mayor especificación. La relación de esta nueva cerca de carácter defensivo con los momentos convulsos que vive la ciudad y, en general, la Península Ibérica en la quinta centuria, resulta tentadora, aunque no podríamos definir si fue la causa o la consecuencia y, por tanto, si se realizó antes o después de estos sucesos.

Morfológicamente, el refuerzo de sillares que forra la muralla en este momento, poseería una anchura variable de entre 2 y 3 metros y está conformado por diversas hiladas de material granítico reaprovechado de edificios anteriores. Además de sillares, se han documentado un buen número de columnas y material procedente de ambientes funerarios como cupae y pulvinos (Beltrán y Baena 1996: 110) hecho que demuestra la destrucción previa de estos espacios funerarios paganos antes de la realización del refuerzo. La ausencia de piezas documentadas de decoración arquitectónica pertenecientes a edificios públicos del

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área forense realizados en granito, como el templo “de Diana”, el único edificio que no sufren apenas el desmonte y expolio de sus materiales debido probablemente a su continua reutilización o el templo documentado en la C/ Viñeros (Ayerbe et alii 2009: 331-366), impiden confirmar si en el momento de la construcción del “forro” defensivo ya estaban amortizados dichos edificios. Sí tenemos constancia, por el contrario, de la reutilización de materiales decorativos de ambos edificios en construcciones consideradas como pertenecientes al período emiral (Peña 2009: 563).

Fig. 11. Restos del refuerzo defensivo de la muralla romana en el interior del área arqueológica de Morería (© P. Mateos).

Una de las reformas sustanciales que influirán en la vida de la ciudad en este momento es la amortización de los canales de administración de agua corriente en lo que se refiere a su abastecimiento, gestión y evacuación.

El suministro de agua se verá truncado a lo largo del s. V ya que muy probablemente los acueductos (a excepción del de S. Lázaro que pudo estar en uso por más tiempo) ya estarían abandonados en este momento, a juzgar por los datos anteriormente expuestos procedentes de las excavaciones realizadas en el acueducto de los Milagros (Ayerbe 2000: 47), aunque resulta aún imposible de confirmar en lo que respecta al resto de conducciones. Probablemente la ciudad se surtiera en este momento de cisternas y de los pozos, cuyo uso es ya habitual desde época romana, en las viviendas de uso colectivo.

A tenor de estos datos parece probable que las termas públicas fueran poco a poco abandonadas según se desprende de excavaciones que permanecen inéditas como las llevadas a cabo en el solar de Resti en el que se confirma su amortización en este período y la reocupación de su estructura como vivienda doméstica. También en el cuartel Hernán Cortés se constata la amortización de un complejo termal y la construcción en pleno s. V de una residencia señorial con unos pequeños baños particulares (Barrientos 2011: 338). Es probable, por tanto, que surgieran nuevos edificios termales privados como los documentados en la casa del anfiteatro y en la llamada casa basílica situada junto al peristilo del teatro. En el caso de las termas de la casa “del anfiteatro” podrían realizarse en este momento y ser abastecida por un ramal del acueducto de S. Lázaro por lo que planteábamos la posibilidad de que, al menos esta conducción,

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se mantuviera en uso en época tardoantigua. En cuanto a las termas de la “Casa-basílica” del teatro, Alba sugiere que formaría parte de esta estructura y se abastecería del agua de un pozo (Alba 2004: 225).

También la red de evacuación de aguas habría dejado de estar operativa ante la falta de agua corriente y la ausencia de mantenimiento de las cloacas debido a la amortización y cubrición de las bocas de registro localizadas en los cruces de calles tras la reforma de las vías.

Uno de los elementos más documentados en lo que se refiere a la transformación urbana que sufre la ciudad en pleno s. V y a la nueva realidad que surge como consecuencia, es la que se relaciona con el ámbito doméstico. Gracias a las excavaciones desarrolladas sobre todo en los espacios públicos de la ciudad romana, al auge de la arqueología urbana en estos últimos años y, específicamente, a los datos aportados por las excavaciones de la zona arqueológica de Morería (Alba 1997: 285-315), podemos definir, en buena medida, las consecuencias de estas transformaciones.

Existen numerosos datos de nuevos espacios domésticos originados, por ejemplo, por el abandono de los espacios públicos a partir del s. V. Este es el caso de las viviendas documentadas en el interior del foro provincial (Alba y Mateos 2006: 355-380), en el foro de la Colonia (Ayerbe et alii 2009: 828-831), en el peristilo del teatro o en el anfiteatro (Mateos y Pizzo 2011: 173-193), por citar algunos ejemplos. En general se trata de viviendas adaptadas a la realidad urbanística anterior, de una sola planta y realizadas con material procedente de los edificios previamente abandonados.

Paralelamente se produce, a partir de esta centuria, un proceso de fragmentación de las viviendas señoriales romanas que verán sus peristilos convertidos en verdaderos patios de vecinos y las estancias compartidas como residencia de una unidad familiar. Cambia el uso que se hace de los espacios y la forma de ocuparlo y compartimentarlo, provocando la disfuncionalidad de las partes de la antigua casa romana (Alba 2004: 236). Ambas realidades, la creación de nuevas viviendas privadas en las antiguas áreas públicas y la subdivisión de las antiguas mansiones romanas, han sido utilizados como argumentos para señalar el aumento poblacional de la zona intramuros a lo largo de esta centuria, que se encontraría masificada en relación con otros momentos anteriores de la historia de la ciudad (Alba 2004: 236). Sin embargo, es probable que tan solo sea el reflejo de una cierta desestructuración urbanística que caracteriza la ciudad en este momento, en el que existen puntos abandonados, viviendas desocupadas o espacios en los que se realizan enterramientos esporádicos en el interior de la ciudad y que no están relacionados con edificios funerarios, mezclados con viviendas densamente ocupadas.

También debemos destacar la ocupación de diversos espacios intramuros con uso productivo; espacios públicos que son abandonados, como sucede como ya hemos señalado en el foro de la Colonia, y en otros lugares que en este momento son privatizados, como se observa en algunos pórticos de las vías donde se documenta la construcción de diversas fraguas o talleres de fundición de metales, ocupando los márgenes de las vías en distintos puntos de la ciudad (Ayerbe 2007: 206).

En el área extramuros, también se perciben intensamente todos los cambios urbanísticos que se desarrollan en esta centuria. Las áreas funerarias paganas son abandonadas, destruyéndose los edificios y las tumbas que se encuentran en su interior. Como hemos observado, muchos restos del material de destrucción se reutilizarán en la construcción del refuerzo defensivo de la muralla, cuyo paramento se ve surcado de innumerables sillares de granito así como de restos de enterramientos procedentes de estas áreas funerarias como pulvinos, cupae, etc.

Por otro lado, en la excavaciones practicadas en el solar de “los Blanes”, se documentó una gran área funeraria que en su última fase presentaba 11 enterramientos de inhumación con ajuares y joyas de clara

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tradición sueva (Fig. 12). Las tumbas estaban fechadas, tanto estratigráficamente como por los materiales hallados, entre los primeros años del s. V d. C y mediados de esa misma centuria (Heras y Olmedo 2007: 390), lo que confirma la implantación en la ciudad de una élite militar de origen suevo en este período.

Desde el s. IV se van extendiendo en la ciudad la creación de áreas funerarias cristianas alrededor del enterramiento de un mártir, como en el caso de el gran área funeraria de sta. Eulalia que, como ya se ha señalado, fue destruida antes de la construcción de la basílica en la segunda mitad del s. V. Con la extensión Fig. 12. Ajuar funerario hallado en una de las tumbas del en ese momento de la construcción de basílicas área funeraria de “Los Blanes” (© Consorcio de Mérida). funerarias y martiriales en los suburbios de la ciudad, se crearan nuevas áreas en torno a estas iglesias situadas tanto en la zona extramuros como intramuros.

En efecto, estamos ante un proceso de transformaciones urbanísticas que no son más que reflejos de los cambios económicos, culturales, sociales y políticos que se producen en la sociedad en esta quinta centuria y que promueven un nuevo concepto de ciudad, heredera de la urbe romana altoimperial, pero en la que se han eliminado los principales hitos representativos relacionados con el ocio, el gobierno o la religión en paralelo al final de la administración romana. Estos edificios públicos característicos de una determinada arquitectura de poder, son sustituidos por nuevas construcciones realizadas bajo el signo de la cruz, tanto de carácter civil como religioso, que, esta vez bajo el poder del obispo, empezaran a protagonizar el urbanismo de las ciudades.

Nacen así, a lo largo del s. V, los primeros edificios cristianos litúrgicos que se extenderán por toda la ciudad a lo largo de los siglos.

En las zonas extramuros, aglutinando todo el significado cultual de las áreas funerarias presididas, hasta ahora, por un edificio martirial, se construirán basílicas funerarias y martiriales que se convertirán, ya en el s. VI y VII, en verdaderos conjuntos arquitectónicos con una compleja estructura de la que, según las fuentes de la época, formarán parte escuelas, monasterios, hospitales, etc. como en el caso del complejo funerario, monástico y martirial de Sta. Eulalia.

La basílica suburbana de Sta. Eulalia fue construida en la segunda mitad del s. V en el interior de la pri- mitiva área funeraria. Sus características arquitectónicas han sido ya analizadas en anteriores publicaciones (Mateos, 1999) aunque conviene destacar que su santuario se adaptó a las características de la planta arqui- tectónica del edificio martirial que ya se encontraba, como el resto de los edificios de la necrópolis, destruido en un momento anterior (Fig. 13). Parece probable que, a partir de la construcción de la basílica, se recuperara el uso del espacio como área funeraria, como está documentada la realización de enterramientos privilegiados en su interior, en diversas criptas construidas para albergar los cuerpos de los obispos emeritenses (Mateos 1999: 151-154), y diversos personajes públicos de la ciudad (Mateos 1999: 142).

También debieron de existir en ese momento otras basílicas funerarias en el suburbio emeritense. Las Vitae Patrum Emeritensium (Maya 1992) hablan de la existencia, a finales del s. VI, de iglesias dedicadas a diversos santos y mártires que, ubicadas en el interior de un área funeraria cristiana, probablemente ya estarían en uso en la quinta centuria.

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Del mismo modo, conocemos la existencia en plena época visigoda de otras iglesias localizadas intramuros, situadas en distintos puntos de la ciudad, construidas en función de la disponibilidad de suelo y de las necesidades religiosas. Se trata de edificios de los que no poseemos apenas datos arqueológicos.

Es probable que, junto al llamado templo “de Diana”, existiera en pleno s. V una iglesia en las proximidades. No creemos que se realizara reaprovechando los restos del propio edificio pagano ya que resultaría extraño dicha reutilización en un momento tan temprano. Como ya se ha señalado con anterioridad, la existencia de diversos epígrafes funerarios aparecidos en el entorno (Ramírez y Mateos 2000: 279), así como de diversos Fig. 13. Reconstrucción de la planta arquitectónica de la fragmentos de decoración arquitectónica de época basílica de Sta. Eulalia (© P. Mateos). visigoda (cimacios, capiteles y basas), reutilizados en un edificio construido en el s. XVI en el interior del templo (Mateos y Sastre 2004: 394-416) (Fig. 14), permiten plantear la hipotética presencia de esta iglesia en la zona.

Fig. 14. Restos de decoración arquitectónica de época visigoda reaprovechados en el palacio renacentista de “Los Corbos” en el interior del templo “de Diana” (© P. Mateos).

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También dentro de las murallas, el libro de las Vitae señala la presencia de una iglesia dedicada a S. Andrés que probablemente se localizaría en el actualmente abandonado convento de Sto. Domingo, que aún en el s. XVII se denominaba Convento de S. Andrés (Moreno de Vargas 1987, 476). En unas excavaciones desarrolladas en el interior del convento, que aún se mantienen inéditas, hallaron diversos restos de época visigoda que podrían relacionarse con tal construcción, aunque el único argumento sostenible, lo aporta la memoria histórica del lugar que mantuvo su mismo nombre a lo largo de los siglos.

Idéntico argumento podemos plantear con la iglesia de Santiago, que históricamente se ha relacionado con el actual edificio del Parador de Turismo situado en una plaza denominada de “Santiago”. Moreno de Vargas la sitúa junto al arco de Trajano (Moreno de Vargas, ed. 1987: 483), mientras Mélida plantea su localización en el interior del propio Parador (Mélida 1925: 13). En los alrededores se han documentado diversas sepulturas de época visigoda que podrían apuntar a la existencia de dicha iglesia.

También en esta centuria es probable que ya existiera la catedral o eclesia senior, denominada, según las Vitae, Sta. Ierusalem (Vitae IV, IX, 7). Los únicos datos arqueológicos relacionados con la ubicación y características arquitectónicas de la catedral lo ofrecen un grupo de materiales de decoración arquitectónica aparecido en el entorno de la actual iglesia concatedral de Sta. María, entre los que se encuentra un ejemplar identificado como una cátedra, sede del obispo (Cruz 1985: 205, nº 182) y un epígrafe que apareció reutilizado como imposta en la puerta de entrada de la alcazaba árabe y que podría relacionarse con el cambio de advocación de la catedral de Sta. Ierusalem a Sta. María, Princesa de todas las Vírgenes (Ramírez y Mateos 2000: 31-35). Estos elementos han propiciado una hipotética ubicación de la catedral visigoda en el mismo lugar en el que ahora se encuentra la actual catedral, teniendo en cuenta la aparición en los alrededores de estas piezas y la recuperación de la memoria histórica al hacer coincidir la construcción, tras la reconquista de la ciudad en 1228, de la “iglesia mayor de Sta. María” en el mismo lugar donde antes se ubicaba la catedral de época visigoda.

En síntesis, contamos con una serie de datos arqueológicos que explican el proceso de transformación urbana que sufre Augusta Emerita durante su evolución desde capital de la Diócesis Hispaniarum a comienzos del s. IV, hasta convertirse, a lo largo del s. V, en sede temporal de la monarquía sueva en Hispania. Se trata de un momento de transición en que las estructuras definitorias de la ciudad romana van a ser poco a poco suprimidas y sustituidas por un nuevo concepto de ciudad relacionada con una renovada realidad política, cultural, económica y social diferente, donde el poder de Roma es suplido por el que ejercen otros pueblos que se asentaran en esta quinta centuria en Emerita. La ciudad no perderá sus funciones como elemento vertebrador de un territorio, aunque evolucionará hacia otras formas de entender tanto el espacio público como el ámbito privado con respecto a la ciudad clásica. Los edificios de ocio y representación, la arquitectura de poder y el resto de estructuras públicas urbanas de época romana perderán progresivamente su función y serán abandonados y sustituidos por una nueva arquitectura donde se manifiesta el dominio de la iglesia a partir de este período.

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015 MYTRA 1, 2018: 155-194

CARTHAGO SPARTARIA, DECLIVE Y RECUPERACIÓN DE UNA CIVITAS ROMANA EN LA SPANIA BIZANTINA

SEBASTIÁN F. RAMALLO ASENSIO* FELIPE CEREZO ANDREO**

RESUMEN

En este artículo se estudia el desarrollo histórico de la ciudad de Carthago Nova / Carthago Spartaria entre los siglos IV y VII d.C., a través de las evidencias materiales del registro arqueológico, cotejadas con las escasas fuentes literarias de este período. Tras la promoción jurídica a mediados del siglo I a.C., la ciudad consolida su trama urbana con la adición progresiva de los componentes básicos que en época imperial definen a un núcleo urbano privilegiado. A partir de la segunda mitad del siglo II d.C. se detecta un proceso involutivo, que se acrecienta en la centuria siguiente, y que se manifiesta en el abandono y destrucción de espacios públicos dotados de una fuerte carga simbólica en la ciudad del siglo I d.C. así como de un conjunto de ricas domus, erigidas sobre las laderas aterrazadas de las colinas que cierran la mitad oriental de la ciudad. La urbe del siglo IV, probablemente convertida en capital de la nueva provincia Carthaginiense, es muy distinta, tanto en su trama urbana como en su composición social, lo que se revela a través de los restos arqueológicos. Desaparecen los amplios espacios de auto-representación y proliferan de nuevo los edificios relacionados con actividades mercantiles y comerciales, en paralelo al proceso de concentración y desplazamiento de los espacios urbanizados hacia la mitad occidental, circundando la fachada marítima y el sector donde se debieron ubicar las instalaciones portuarias. El complejo comercial superpuesto al teatro en la segunda mitad del siglo V es el ejemplo más paradigmático de estos cambios, en tanto que la necrópolis de San Antón, fechada entre la segunda mitad del siglo IV y la centuria siguiente, atestigua aún una cierta continuidad respecto a la fase anterior, algo que ya no es evidente a partir del siglo VI, y en particular en la fase que coincide con la ocupación de los milites romani, enviados por Justiniano en su proyecto de renovatio imperii. En esta nueva fase, en la que los restos de la ciudad se superponen en parte a los de los dos siglos precedentes, nos hallamos con una edilicia distinta y ante un urbanismo desestructurado y discontinuo, asociado a nuevas áreas funerarias que ocupan espacios de la vieja ciudad augustea.

PALABRAS CLAVE

Cartagena, puerto, urbanística, necrópolis, bizantino, almacenes.

* Universidad de Murcia. [email protected] ** Universidad de Cádiz. [email protected] MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 4/4/18 17:02 Página 156

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ABSTRACT

In this paper, the historical development of the city of Carthago Nova/Cartago Spartaria between the fourth and the seventh centuries A.D. is analyzed, using the material evidence in the archeological register and collated with the scarce literary sources from that period of time. Following the legal development by the middle of the first century A.D., the city consolidates its urban area with the progressive addition of the basic components which define a privileged urban nucleus in an imperial era. From the second half of the second century A.D. onwards, an involutive process is detected, which is intensified in the next century. This process can be seen in the abandon and destruction of public spaces with a strong symbolic significance in the city of the first century A.D. and also of the group of domus, erected on the terraced slopes of the hills surrounding the eastern side of the city. The city of the forth century, probably turned into capital of the new Carthaginiense province, is very different both in its urban area and in its social composition, what can be seen thanks to the archaeological remains. The wide spaces of self-representation disappear and the buildings related to commercial activities proliferate again. At the same time a process of concentration and shift of the urban spaces to the West is developed, surrounding the maritime façade and the area where the port facilities would probably have been located. The trade centre overlapped to the theatre in the second half of the fifth century is the most significative example of these changes, while the necropolis of San Antón, which has been dated back to somewhen in between the second half of the fourth century and the fifth century, still shows certain continuation of the previous phase. This is not evident from the sixth century onwards, however, particularly in the phase where the occupation of the milites romani, sent by Justinian in his project of renovatio imperii, occurs. In this new phase, where the remains of the city partly clash with the city of the two previous centuries, a new and distinct building structure is found, as well as a unstructured and discontinued urbanism, associated with new funerary areas that occupy spaces of the old Augustean city.

KEYWORDS

Cartagena, port, urban, necropolis, byzantine, warehouses.

1. INTRODUCCIÓN

La intensificación de los trabajos arqueológicos durante las últimas décadas en el casco urbano de Cartagena ha permitido a la investigación ofrecer a grandes rasgos la imagen y trayectoria vital de la colonia romana durante los siglos I y II d.C., enfatizada con la descripción de algunos de sus edificios más emblemáticos. Al mismo tiempo, la caracterización y estudio del material arqueológico nos deja entrever la importancia de su puerto durante los últimos siglos de la República, y su destacado papel en la vertebración del litoral que discurre entre el cabo de la Nao y los límites con las tierras de la Bética establecidos en torno al cabo de Gata (Ramallo y Martínez 2010); las fuentes escritas son muy explícitas en este sentido y alaban de forma recurrente las excelentes cualidades de su puerto natural (Polibio, X, 8, 2; Tito Livio, 26, 43; Estrabón, III, 4, 6, etc.) (Fig. 1).

La vieja fundación bárquida había obtenido la promoción jurídica hacia mediados del siglo I a.C.; los datos proporcionados por la epigrafía refuerzan cada vez más el papel desempeñado por Pompeyo en dicho proceso (Ramallo y Murcia 2010), si bien parece ser con César o poco después cuando se consolida, como parece refrendar el título dado a la ciudad de Colonia Urbs Iulia Nova Carthago expresado en todos sus

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Fig. 1.- Ubicación de Carthago Nova/Spartaria, los accidentes geográficos más emblemáticos y las poblaciones del entorno citadas en el texto (© Archivo ARQUEOTOPOS). Leyenda: 1. Carthago Nova. 2. Puerto de Mazarrón. 3. Águilas. 4. Ilici/Santa Pola. 5. Dianium. 6. Cesarea (Cherchel). 7. Mar de Mandarache. 8. Espalmador. 9. Santa Lucia. 10. Escombreras. 11. Necrópolis de San Antón. 12. Necrópolis de Torre Ciega.

términos en las emisiones monetales. A lo largo del siglo I d.C. la ciudad completó su equipamiento básico y monumental acorde con su condición de colonia. En los últimos años de la centuria anterior se inaugura el teatro y pocos años después se produce la definitiva remodelación del foro. En este mismo período se levantan las termas públicas y otros edificios de carácter civil, como la curia. El desarrollo monumental se completa en época flavia con la construcción del anfiteatro -probablemente sobre un edificio más modesto- y de la sede de los augustales o Augusteum. A lo largo del siglo II d.C., en particular en época trajano- adrianea, se detectan remodelaciones en edificios tan emblemáticos del núcleo urbano como el teatro, donde se renueva la frons pulpiti, la orchestra y el foso del hyposcaenium, entre otras intervenciones (Ramallo, Ruiz y Murcia 2010), o en el conjunto balnear situado en la falda meridional del Cerro del Molinete, concretamente en su extremo occidental (Madrid et alii 2009: 111). También se erigen por estos años algunos espacios religiosos, como el dedicado a Tutela, recordado en una inscripción hallada amortizada en una de las estancias de las termas excavadas en el flanco oriental del foro (Fig. 2).

Desde el punto de vista marítimo, la actividad en torno al puerto y su papel como eje redistribuidor de productos itálicos hacia el interior queda ampliamente atestiguado por los numerosos pecios descubiertos tanto en la bocana como en el litoral cercano (Pinedo 1996). Por otro lado, se documentan para estas centurias significativos contextos cerámicos de actividades de fondeo y tráfico mercantil en los sedimentos portuarios, lo que da una idea de la intensidad e importancia de la actividad marítima para la ciudad (Cerezo 2016).

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Fig. 2.- Topografía de Carthago Nova a finales del siglo I d. C., con la inserción de la trama viaria augustea y los edificios más emblemáticos (© Archivo ARQUEOTOPOS)

2. DE LA MAGNIFICENCIA AL ESTANCAMIENTO: CARTHAGO NOVA, UNA CIUDAD EN RECESIÓN ENTRE LOS SIGLOS II Y III D.C.

En la segunda mitad del siglo II se inicia un proceso de declive que se acentúa durante las primeras décadas del siguiente, y se observa, desde el punto de vista arqueológico, en el desplome parcial de la fachada escénica del teatro, en el derrumbe de la porticus post scaenam, en la caída del paramento de cierre del edificio contiguo a la sede de los augustales, así como en el abandono de la curia y otros espacios públicos y privados de la ciudad (Quevedo y Ramallo 2015). Los testimonios son muy numerosos, tanto en el sector oriental de la ciudad, donde los espacios habitados no se vuelven a ocupar con una función doméstica, como en la occidental. En este último es muy significativo el ejemplo de una posible domus construida frente a la fachada marítima que, tras una renovación a comienzos del siglo II d.C., manifestada en el programa pictórico de alguna de sus estancias, se abandona, probablemente, a finales de esa misma centuria, como parecen atestiguar las producciones africanas recuperadas en el nivel de colmatación. No obstante, y al menos en este caso, parte de los espacios de época alto-imperial son de nuevo reutilizados con el recrecido de los muros originales y la creación de nuevos espacios, según informa el equipo de excavación; dicho proceso parece que se produce a partir del siglo IV (Fernández et alii 2007). Por el contrario, la denominada como “Casa de Salvius”, situada en el cuadrante suroriental del casco urbano, muestra también un nivel de amortización de estructuras y abandono que se ha fechado hacia finales del siglo II (Madrid 2008), sobre el cual se instalará una necrópolis de inhumación, datada entre los siglos VI y el primer tercio del siglo VII; los testimonios más antiguos de este cementerio se han constatado en un solar de la calle Marango esquina con Gisbert, y en el entorno de este último eje estradal, abierto de forma artificial a finales del siglo XIX (vid. infra). Estos dos ejemplos nos sirven para testificar las dinámicas

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evolutivas en los distintos sectores urbanos. De igual modo, otras lujosas domus, situadas en la mitad oriental de la ciudad, pero en el cuadrante noreste, reflejan también esta fase de abandono y posterior colmatación, sin que se aprecien trazas de estructuras posteriores de habitación. Ocupan la ladera y falda meridional del Monte Sacro y entre los ejemplos más significativos cabe señalar los espacios domésticos excavados en la Plaza del Sevillano, Caridad/San Cristóbal la Corta, Beatas/San Cristobal/Cipres, o Duque números 8,10 y 12, en el borde más meridional, por citar solo algunos casos (Quevedo y Ramallo 2015: fig. 1); especialmente significativos son los restos hallados en torno a la calle San Cristóbal, donde destacan los restos de un lujoso opus sectile identificado en el nº 29-31 de la calle Saura y un busto – parte de un pilar hermaico – hallado en 1903 en el nº 27, que se puede relacionar con los descubiertos en 1867 en la calle Monroy.

Se define así un amplio sector delimitado aproximadamente entre las modernas calles Duque, Caridad y Sor Francisca Armendáriz, ocupado por viviendas aterrazadas de notable entidad y concepción itálica, dotadas con espacios ajardinados, a juzgar por sus programas ornamentales, que son abandonadas entre finales del siglo II y las primeras décadas de la centuria siguiente, sin que se aprecien trazas de una reocupación de los espacios, tras las convulsiones del siglo III. Nada se puede afirmar sobre sus propietarios, ya que no se han descubierto restos epigráficos que permitan su atribución a los espacios domésticos; sin duda debieron formar parte de la elite de la colonia que detentó el poder entre los siglos I y II d.C., ya que la mayor parte de estos inmuebles se erigen a comienzos del siglo I d.C. Tampoco podemos apuntar nada cierto sobre el destino de estas gentes; si desaparecieron de la nómina de familias notables de la ciudad al establecer sus residencias en ámbito rural, vinculando su prosperidad a la explotación de la tierra, o bien si fueron eliminadas a consecuencia de conflictos internos -como el enfrentamiento entre los partidarios de Clodio Albino y Septimio Severo-, o si se produjo un desplazamiento hacia otros núcleos urbanos. El registro epigráfico nos permite seguir la trayectoria de algunas de estas familias hasta la segunda mitad del siglo II d.C. (Numisii, Aemilii) pero más allá de esta fecha es difícil encontrar su rastro; es más, los epígrafes que se pueden atribuir con cierta seguridad al primer tercio del siglo III, o bien corresponden a dedicatorias colectivas, como la que el conventus cartaginiensis dedica a Iulia Mamea, o pertenecen a individuos cuya onomástica es desconocida en la ciudad con anterioridad o bien está representada de forma muy esporádica. En su mayor parte se trata de epitafios sobre placas en soporte marmóreo y con fórmulas y estilo ajenos a la tradición epigráfica de la ciudad.

Fuera del ámbito doméstico se atestigua también un contexto claro de abandono, asociado a un proceso de expolio de los materiales suntuarios -especialmente mármoles que son arrancados de su posición original; tal es el caso de los edificios públicos identificados como la curia y la sede de los augustales, donde se ha constatado la existencia de un nivel de destrucción. Además, el hallazgo en este último monumento de un tesorillo formado por un conjunto de 45 monedas que abarcan un espectro cronológico entre Domiciano (1 ejemplar) y Maximino (3), destacando por su número los 8 sestercios de Alejandro Severo, debe relacionarse con un momento de inestabilidad cuyas causas precisas no se pueden concretar (Quevedo y Ramallo 2015). El ejemplar más reciente corresponde a uno de los sestercios de Maximino, datado en el 238, que proporciona el término post quem para la ocultación de este interesante conjunto monetario bajo un derrumbe de sillares (Lechuga 2002: 201).

Otro episodio que caracteriza esta fase viene definido por la progresiva colmatación de los ejes viarios de la urbanización augustea, inicialmente pavimentados con placas de caliza, sobre las que se van superponiendo sucesivas capas de gravilla y limos. Se trata de un proceso que, al menos en determinados tramos de la red viaria, se inicia a finales del siglo I d.C. (Murcia 2004: 57) pero que se intensifica a lo largo del siglo II, particularmente en su segunda mitad, culminando en la centuria siguiente con la restricción del espacio reservado a la circulación rodada y la ocupación por instalaciones privadas y domésticas de los espacios porticados contiguos. Esto es lo que sucede en el tramo de vía excavado en el solar de la calle

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Cuatro Santos n. 40, donde la tienda o almacén, que ocupa uno de los flancos del decumanus, es reutilizada como modesto espacio doméstico a finales de la centuria (de Miquel y Vidal 1988; Quevedo y Bermejo 2012). La orografía del terreno, con amplias zonas deprimidas entre las pendientes de las cinco colinas que configuran el centro de la ciudad, y una climatología en la que las lluvias torrenciales son un fenómeno recurrente facilitaron este proceso de colmatación y sobre elevación de la trama viaria, ante la falta intencional o forzada de trabajos de limpieza y mantenimiento. El ejemplo más paradigmático de este fenómeno lo procura un amplio tramo del decumanus excavado en la Plaza de la Merced, en la mitad oriental de la ciudad, donde se superponen al enlosado original distintas capas de limos y gravilla procedentes de la escorrentía superficial, algunas de ellas apelmazadas y regularizadas de forma artificial, hasta alcanzar un espesor de 1,70 m en la fase final de época bizantina, según información inédita transmitida por el director de la excavación, D. Luis A. García Blánquez (Fig. 3). Este hecho se correlaciona claramente con las evidencias sedimentarias mostradas por los sondeos geotécnicos a perfil contínuo realizados en este sector dentro del proyecto ARQUEOTOPOS, relativas a la presencia en la zona del cono aluvial del valle interior de la ciudad de los episodios de escorrentía tan frecuentes en el interior de la ciudad.

Por otra parte, la presencia en la ciudad hacia inicios del III de L. Septimio Hermócrates, beneficiarius consularis, recordada en un epitafio descubierto en la calle Luis Calandre, cerca de la Plaza de España, se ha llegado a vincular con el establecimiento temporal de una statio como respuesta a un período de inestabilidad (Antolinos et alii 2007: 55-56); no obstante, el carácter funerario del texto, con una dedicación a la esposa fallecida y el propio contenido impide ir más allá de constatar su estancia oficial en la ciudad, sin que se puedan determinar las causas y funciones desempeñadas (Perea 2013-2014), aunque muy probablemente estuvieran relacionadas con la situación de declive e inestabilidad Fig. 3.- Superposición a la calzada enlosada de época augustea de capas alternas de limos y gravilla provocadas por la que la arqueología atestigua para estos años. escorrentía superficial de la ladera del Monte Sacro (© Cortesía Precisamente, con problemas financieros y Arqueotec). de la hacienda pública hay que poner en relación otra inscripción descubierta en una de las salas del edificio termal situado junto al flaco oriental del foro, fuera de su contexto original. El epígrafe conserva sólo el ángulo inferior derecho y por tanto ha perdido el nombre del personaje representado y parte del contenido del texto (Fernández et alii 2016). Sin embargo, y a pesar de la fragmentación, parece que se puede reconocer el cargo de curator reipublicae, que detentó en Cartagena – o al menos uno de su carrera política-, donde instituyó (o restituyó) una fundación alimentaria y organizó para celebrar el evento munus gladiatorium. Al menos en origen, se trata de un cargo de confianza – no es una magistratura regular de carácter cívico- otorgado por el emperador para supervisar, controlar e intervenir las finanzas en municipios y colonias con especiales dificultades financieras. Otros curatores reipublicae están atestiguados en las capitales provinciales de Tarraco, Augusta Emerita y, posiblemente, Corduba, así como en las ciudades béticas de Ucubi, Urso e Italica; las inscripciones que los recuerdan corresponden al siglo III d.C. datación un poco más avanzada que la de Cartagena la cual se podría incluso datar unos años antes del cambio de siglo.

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En cualquier caso, tanto la presencia del benefiarius consularis, como la del posible curator reipublicae son reflejo de las dificultades por las que atraviesa la ciudad y del proceso de involución que, iniciado en los dos últimos decenios del siglo II d.C., se acelera en la centuria siguiente, para culminar con una serie de destrucciones, al parecer coetáneas y sistemáticas, que se llevan a cabo hacia el tercer cuarto del siglo III d.C. Los niveles detectados en las estructuras domésticas de la calle Cuatro Santos nº 40, o en el denominado “edificio del atrio” en el Molinete, con los ajuares fragmentados que tapizan el pavimento entre una densa capa de cenizas y carbones, son buena prueba de ello (Quevedo 2015). Sin duda, es un proceso dilatado en el tiempo provocado en parte por la ausencia real de recursos económicos capaces de reemplazar el papel desempeñado por la minería en los dos últimos siglos de la República. Por otra parte, las dificultades que provoca la endémica falta de agua del Campo de Cartagena, limita la explotación agrícola del suelo a pobres cultivos de secano, a pesar de sus potenciales cualidades (Murcia et alii 2013). En este contexto, un período prolongado de sequía, fenómeno recurrente en este período a juzgar por las condiciones climáticas de aridez que con cierta frecuencia se sucedieron en estas décadas de la primera mitad del siglo III, pudieron provocar serios problemas de abastecimiento a la población urbana (Ramallo y Ros 2012). Es muy significativa a este respecto una inscripción de Mogontiacum (AE 1979, 434), que recuerda un homenaje a un ciudadano con la dedicación de una estatua en su ciudad natal, Carthago Nova, seguramente por haber contribuido al abastecimiento de la población en un momento de carestía de grano (Melchor 1993: 96-97).

Al mismo tiempo, este abandono de los espacios públicos y privados se documenta también en el espacio portuario. Los resultados ofrecidos por las excavaciones arqueológicas subacuáticas del Espalmador en 2013 permiten constatar un acusado descenso de las actividades de fondeo desde finales del s. I d.C., no recuperándose la actividad portuaria en este sector principal hasta finales del s. III d.C. Del mismo modo, tal y como se ha indicado más arriba en relación a las evidencias sedimentarias de los sondeos practicados en el seno del proyecto ARQUEOTOPOS, se produce una acusada colmatación en el espacio portuario constituido por el actual entorno de las calles Mayor, Puertas de Murcia y Jabonerías (Ramallo y Ros 2016: 171). Queda todavía por comprobar si esta colmatación se debe a una aportación aluvial más agresiva de lo habitual relacionada con el incremento de escorrentías en el escenario de una crisis medioambiental o tal vez a un prolongado abandono del mantenimiento de los espacios portuarios de contacto de la ciudad. En este contexto, las estructuras de almacenamiento próximas a la fachada marítima comienzan a abandonarse a finales del s. II d.C., como sucede con los hallazgos de la Cuesta de la Baronesa (Martín et alii, 1991), mientras que en otras zonas estos espacios principales para la economía de la ciudad son directamente amortizados con nuevas estructuras (Fernández, Zapata y Nadal 2007).

No obstante, las evidencias de carácter negativo, visibles en la epigrafía no implican una paralización total del desarrollo urbano durante las primeras décadas del siglo III. Algunos testimonios refrendan esta continuidad. Así, por ejemplo, la renovación de los programas pictóricos de ciertas habitaciones del denominado “edificio del Atrio”, situado en la falda meridional del Molinete, y reconvertido en un bloque de viviendas desde principios del siglo III d.C. (Noguera y Madrid 2014: 47), atestigua la continuidad de talleres artesanos en la ciudad, si bien, y por el contrario, desconocemos hasta la fecha cualquier evidencia musiva de época severiana, a diferencia de lo que acontece en el ámbito rural y en muchas de las ciudades hispanas, particularmente béticas, donde los talleres se muestran muy activos. Otro dato de este mismo período que, de alguna manera, sirve para constatar la actividad portuaria lo proporciona el hallazgo del casco de una embarcación al dragar en el espacio de la actual plaza Héroes de Cavite que conservaba en la carlinga una moneda de Alejandro Servero (Mas 1998: 93); precisamente a su madre, Julia Mamea, dedica el conventus carthaginiensis un pedestal, que constituye el último de los homenajes públicos conocidos en la ciudad, y que ha sido tradicionalmente utilizado como argumento para justificar la continuidad del espacio foral en el primer cuarto del siglo III.

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Fuera de la ciudad, los asentamientos rurales muestran una tendencia similar a la metrópolis; no obstante, se rastrean trazas de actividad edilicia durante este período en el miliario de Caracalla que recuerda, probablemente, una intervención en el trayecto de la vía Augusta y más concretamente en el tramo que discurre entre Eliocroca (Lorca) y ad Morum (Chirivel), entre los años 214 y 217 (Corzo y Toscano 1992: 211). En cualquier caso, todos estos datos son evidencias muy limitadas que no sirven para disipar el claro proceso involutivo que se manifiesta en Carthago Nova y su entorno desde la segunda mitad del siglo II.

Sea como fuere, esta fase de dificultades y progresivo declive culmina hacia mediados/tercer cuarto del siglo III en que se detecta un horizonte de destrucción violenta, con niveles de incendio, atestiguado en distintos edificios públicos y privados de la ciudad; sus causas se han querido relacionar tanto con factores externos y violentos (saqueo de los francos) como naturales (posible movimiento sísmico), sin descartar la conjunción de ambos y sin que, de momento, la investigación se pueda inclinar por unos u otros (Quevedo y Ramallo 2015: 173-174). La complejidad y dificultades financieras de este período se reflejan también en la circulación monetaria, ya que las evidencias son muy escasas, algo también común al panorama general hispano, pero que en el caso de Carthago Nova sorprende aún más dado el carácter de ciudad portuaria y activo centro de articulación comercial en etapas precedentes (Lechuga 2002: 203).

3. LA LENTA RECUPERACIÓN DE UNA TRANSFORMADA CAPITAL PROVINCIAL EN LOS SIGLOS IV-V D.C.

Tras estos episodios traumáticos se abre una nueva etapa en la historia de la ciudad, sin que podamos hablar de ruptura o abandono, pero con unas características y un tejido socio-económico y urbano muy distinto al que durante los dos primeros siglos del Imperio le habían definido. Esta nueva imagen se va configurando, en gran medida, a lo largo de la tercera centuria, teniendo como uno de sus rasgos diferenciadores la desaparición de la mayor parte de los espacios públicos de representación que simbolizaban el poder municipal y a sus clases dirigentes, que ahora serán ocupados – cuando no definitivamente abandonados – por instalaciones de carácter artesanal y doméstico, fenómeno que se atestigua también en otras poblaciones hispanas. En este sentido, el proceso de recuperación del núcleo urbano durante los últimos años del siglo III y las primeras décadas de la centuria siguiente debió ser lento, a pesar de la posible promoción a capital provincial tras la reordenación administrativa implantada por Diocleciano en el 298 d.C. Es difícil detectar en el registro arqueológico contextos bien definidos y fechados incluso en la primera mitad del siglo IV d.C. Las producciones cerámicas que con claridad se pueden fechar en este momento son, hasta la fecha, limitadas, destacando entre las africanas la escasa representación de las variantes tardías de Africana C y de la forma Hayes 58 en producción Africana D, frente a la más amplia difusión de las formas Hayes 59, 61 y 67, que definen sobre todo los contextos de la segunda mitad del siglo IV y las primeras décadas de V, si bien en el caso de las primeras su producción arranca ya desde el segundo cuarto del siglo IV. Estas mismas formas son abundantes en toda una serie de instalaciones costeras dedicadas a actividades relacionadas con la pesquería y la transformación de productos del mar que jalonan el litoral que discurre al oeste de Cartagena (La Azohía, El Mojón, Puerto de Mazarrón, El Castellar, Isla del Fraile, Águilas, etc.) (Méndez y Ramallo 1985: Tabla I) y que constatan la recuperación de la actividad comercial y productiva, fenómeno al que sin duda no fue ajena la vieja ciudad portuaria, a pesar de que, si excluimos la reciente documentación de estos niveles en la falda meridional del Molinete, la documentación para el resto de la ciudad aún sigue siendo reducida, especialmente en la caracterización de las estructuras asociadas a los restos cerámicos. Los contextos de fondeo de ciertas calas del litoral, así como del propio puerto de Cartagena en la zona del Espalmador parecen reforzar esta tendencia (Pinedo 1996; Pinedo et alii 1997).

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Partiendo de esta premisa y a nivel de fuentes escritas, los textos que permiten refrendar la recuperación de la ciudad en esta etapa son aún más escasos. El presbítero Eutique, firma entre los prelados que suscriben el controvertido Concilio de Elvira, tradicionalmente fechado a comienzos del siglo IV, aunque no sin voces discrepantes (vid. para la discusión, Sotomayor 2005). En cualquier caso, al margen de los problemas cronológicos, la presencia del dignatario eclesiástico sirve para corroborar la existencia de una comunidad cristiana en el primer tercio de dicha centuria. Tampoco la epigrafía aporta información alguna sobre actividad edilicia o cualquier otro aspecto de la vida urbana, a diferencia de lo que sucede en otras capitales hispanas como Augusta Emerita o Tarraco. Sin embargo, es el espacio funerario, a pesar de la ausencia de epitafios que se puedan fechar en este momento, el que ofrece una documentación más clara de la vitalidad de la ciudad durante la segunda mitad del siglo IV y, al menos, gran parte de la centuria siguiente. En este marco cronológico hay que encuadrar la necrópolis de San Antón, situada junto a la calzada romana que por el noroeste comunicaba a la ciudad con el interior del territorio, excavada en 1967 y publicada poco después (San Martín y Palol 1972). Excavaciones posteriores han permitido perfilar mejor la superficie ocupada por el cementerio (Guillermo 2003). Se trata de una extensa necrópolis de inhumación en la que destacan por sus dimensiones dos panteones de planta rectangular construidos con muros de mampostería levantados mediante piedras irregulares, sillarejo de módulo reducido y trozos de elementos arquitectónicos amortizados. El situado al sur, que acoge varias inhumaciones en su interior, presenta una planta cuadrangular de 4,70 m de lado, con el vano de acceso indicado por un umbral de caliza situado en la cara norte. La anchura de los muros laterales ha llevado a sugerir la existencia de cubierta abovedada, si bien es una hipótesis difícil de verificar. Al núcleo original del edificio se adosan dos cuerpos laterales, uno más regular situado a occidente y otro más irregular y de menor entidad emplazado en el lado opuesto. El segundo monumento parte también, al igual que el anterior, de un cuerpo cuadrangular al que se adosa una cámara rectangular con el acceso en el sur señalado por un ancho umbral de caliza gris, probablemente reutilizado. No obstante, el tipo de sepultura más significativo de esta área cementerial lo constituyen los enterramientos con cubierta de encachado tumular, que adoptan planta cuadrangular, rectangular o en sigma (Berrocal y Laiz 1995) (Fig. 4). Están construidos con un encachado de mampuesto y cal revestido de opus signinum y presentan en el centro la mensa para el ágape, un espacio rehundido y aplanado de forma rectangular o con cabecera semicircular, delimitada por mampuestos regulares y alineados. En un solo caso (G-11) se pueden apreciar los restos del mosaico en opus tessellatum que cubría la superficie. Utiliza teselas blancas, negras, verdes de pasta vítrea, rojas y granates. Solamente conserva el contorno, aunque se puede intuir una composición estructurada en dos zonas: la superior, enmarcada por un círculo o semicírculo delimitado por una fila de teselas negras entre dos blancas, y la inferior, formada por un espacio rectangular, que pudo acoger el epitafio del difunto, tal y como suele ser habitual en este tipo de pavimentos. En otra sepultura, situada al N.O de la anterior, el espacio que ocupa la mensa está cubierto con placas de mármol blanco; en cualquier caso, la mayor parte de enterramientos con este tipo de cubierta presenta en la mensa el mortero cuidadosamente alisado. Los paralelos fueron ya establecidos por Palol en las necrópolis paleocristianas de Tipasa, tanto en la oriental como en la occidental (Albertini y Leschi 1932: 77) Leschi 1941-42), fechadas tradicionalmente entre finales del siglo IV y comienzos del siglo V, y Theveste (Kadra 1989). No es de sorprender la proximidad tipológica y cronológica con los paralelos de las poblaciones argelinas dada la estrecha relación y comunicación de la ciudad hispana con las poblaciones de la costa argelina – Mauritania Cesariense- como bien acredita Apiano (Hisp. 4.19 -23); una relación fluida y bien atestiguada desde finales del siglo I a.C. a través del patronazgo del monarca africano Iuba II. En la Península Ibérica, es la denominada necrópolis paleocristiana de Tarragona la que suministra el mayor número de paralelos para estas sepulturas, si bien en ningún caso presenta en las mensae cubrición de mosaico y sí algunas con placas de mármol. Un mensa en forma de sigma hallada en Mérida muestra una rica decoración pictórica, centrada en dos pavos reales en posición heráldica que picotean flores o frutos colocados en un cesto y que se superponen a un fondo ajardinado (Méndez 2005: 476-477). Otro monumento de estas características procede de Córdoba (Sánchez 2007: 198) y fuera de Hispania son bien conocidos en otras necrópolis de Cerdeña, Salona y Sirmium.

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Fig. 4.- Enterramientos con encachado tumular y mensa central de la necrópolis de San Antón (Cartagena).

Salpican el espacio disponible entre las sepulturas más monumentales otras más modestas en forma de simples fosas rectangulares –a veces sensiblemente trapezoidales - excavadas en el sustrato, revestidas sea con muretes de mampostería, bien con lajas de piedra encaladas en su cara interna, o con tegulae y ladrillo o, en las más sencillas, simplemente excavadas en el subsuelo y sin forro; la cubierta, mal atestiguada, se debió realizar mediante tegulae tanto colocadas en tejadillo a doble vertiente o bien en plano, que alternaron con otras de lajas o mixtas. En su mayoría muestran la orientación este-oeste que es habitual en las sepulturas tardías y es frecuente también el hallazgo de clavos en el interior de la fosa lo que parece corroborar la existencia de féretro de madera, o al menos unas parihuelas en aquellos casos en que el cuerpo solo era envuelto en el sudario. En cualquier caso, la mayor concentración de estos enterramientos se produce en el sector oriental, en tanto que el conjunto de mayor entidad se sitúa entre los panteones. En este sentido, nada podemos afirmar sobre los nombres y familias de los individuos allí enterrados. Los cinco epitafios hallados durante las excavaciones provienen, seguramente, de otras tumbas más antiguas, a juzgar por cronología discordante con las deposiciones de San Antón (Abascal y Ramallo 1997: 244). Además, otro de los rasgos característicos de la necrópolis de San Antón, común a las de este período, es la ausencia de ajuar, lo que impide establecer diferencias claras en el seno de la necrópolis, si bien hay que advertir que un elevado número de sepulturas, y sobre todo las de cubierta más compleja, no han sido objeto de excavación. En consecuencia, y aunque el carácter cristiano de la necrópolis y en particular de los tipos de mensae es aceptado de forma mayoritaria por la investigación (Chalkia 1991), no se puede vincular ninguna de las sepulturas más monumentales, o ricas desde el punto de vista ornamental, a personaje de la jerarquía eclesiástica alguno o noble local; incluso la ausencia de estructuras relacionadas con el culto, deja de momento pendiente la confirmación definitiva de tal adscripción cultural, por más que la datación así lo recomiende (Laiz y Berrocal 1995).

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A diferencia de lo que sucede con las necrópolis, resulta más complicado individualizar los espacios urbanos contemporáneos y precisar la cronología de sus edificios, tanto de carácter público como privado. El primer problema se plantea a la hora de individualizar las construcciones o fases constructivas que con seguridad se pueden atribuir al período que transcurre entre comienzos/mediados del siglo IV y el primer cuarto del siglo V; la propia dinámica de las excavaciones arqueológicas urbanas, condicionadas por el espacio de actuación disponible y por numerosas intromisiones en forma de cimentaciones modernas, aljibes y pozos ciegos que alteran el depósito original, incrementan las dificultades, a lo que se añade la parquedad de los informes de excavación donde, salvo en muy contados casos, se asocian las estructuras de forma clara a los contextos materiales. En consecuencia, en la mayor parte de los casos, las referencias se limitan a señalar la existencia de algún paramento “de época bajo imperial o tardorromana” fruto del recrecido de fábricas anteriores. Sin embargo, en el espacio portuario y marítimo podemos, por el contrario, individualizar contextos de fondeadero relacionados con esta cronología que permiten constatar una cierta recuperación de la actividad portuaria. En este sentido destacan los materiales subacuáticos procedentes de la isla de Escombreras (Pinedo y Alonso 2004), del Espalmador (Pinedo et alii 1997) y los documentados en el antiguo espacio portuario localizado en el solar n. 21-23 de la calle Mayor. Estas evidencias nos permiten documentar una recuperación del tráfico marítimo y tal vez, del papel redistribuidor que el puerto ejercía.

El segundo problema estriba en determinar el impacto que en la ciudad tuvo el saqueo de los Vándalos hacia el año 425 (Hydat, Chron. 86); según las fuentes escritas, los Vándalos, destruidas Carthago Spartaria e Hispalis, saquearon Hispania e invadieron Mauritania1. A nivel arqueológico no se ha podido concretar este episodio en las secuencias estratigráficas de la ciudad, si bien todo parece indicar que la definitiva amortización del teatro como edificio destinado a los espectáculos, muy deteriorado y parcialmente destruido en amplios sectores desde la primera mitad de siglo III – cuando no antes - se produce por estas fechas. Por el contrario, es en el entorno de la ciudad, y concretamente en las factorías costeras, donde parece observarse un cierto proceso de ralentización a partir del segundo cuarto del siglo V, sin que ello suponga la definitiva paralización de la actividad económica y abandono de estos centros que, probablemente, se producirá a comienzos de la centuria siguiente. Coincide este momento de cambios con el abandono en el Puerto de Mazarrón de un conjunto de viviendas relacionada con la factoría de salazón y la reutilización de algunas de las cubetas de producción como vertedero, fenómeno que se aprecia también en otras instalaciones hídricas emplazadas en distintos puntos del entorno de las instalaciones productivas. Caracterizan estos rellenos las producciones cerámicas Hayes 61B, 67A, 76, 81B, 91B y 103B, junto a los envases anfóricos Keay XXIII, XXXV, XIX, XXVI, LV y XXV (Amante 1993). En este sentido, las producciones anfóricas de los siglos IV y V – en su mayor parte de procedencia africana – representan un 72,25 % de los envases extraídos en los dragados del puerto realizados en 1978 (Pérez Bonet 1996: 53). También la extensa necrópolis de la Molineta, asociada a este núcleo poblacional y con claros paralelismos en la de San Antón, muestra ciertos cambios, que se manifiestan en el cese de deposiciones y la superposición de estructuras de factura tosca en la segunda mitad del siglo V. Si son causas externas las que provocan estas alteraciones queda sólo, de momento, en el campo de la hipótesis. La ausencia de protección en estos núcleos y su prosperidad económica pudo facilitar las incursiones de saqueo que recuerda Hydacio y provocar un momento de inestabilidad, al que podrían responder algunos conjuntos monetales recuperados en distintos puntos del casco urbano (Lechuga 1988; Martínez Alcalde 2001).

1 Vandali Baliaricas insulas depraedantur deinde.Carthagine Spartaria et Hispalis eversa et Hispaniis depraedatis Mauritania invadunt (GOSSE, 1947: 40). En las excavaciones de la calle Honda se halló una moneda vándala de cuatro nummias, similar valor y peso a las piezas bizantinas de acuñación local, pero corresponde a un momento posterior y es más un testimonio de las relaciones comerciales con el África vándala, ya que se ha atribuido al rey Hilderico (523-530 d.C.) aunque también algún otro autor la relaciona con Hunerico (477-484 d.C.) (Lechuga y Méndez 1986: 73, n. 16).

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Una dinámica evolutiva similar a la de Puerto de Mazarrón muestra otro centro productivo costero situado al oeste de Cartagena y próximo al Cabo de Cope. Sus restos arqueológicos se diseminan bajo los inmuebles y calles de la actual población de Águilas. También en este caso se detecta un momento de colapso, reflejado incluso en niveles de destrucción violenta, que afecta a las estructuras de los siglos I y II, y una posterior recuperación desde comienzos del siglo IV que se debió prolongar quizás hasta comienzos del siglo VI, sin que de momento se puedan establecer de forma clara momentos de cesura o cambios en el interior de tan amplio período histórico. En cualquier caso, uno de los rasgos distintivos y que mejor definen los cambios entre las dos etapas es la transformación de espacios domésticos y públicos en otros de carácter productivo mediante la adición de nuevas fábricas. Así, vemos como en la superficie ocupada por una vivienda privada se superponen instalaciones artesanales relacionadas con la producción de salazón (Hernández 2002: 42), reproduciendo un fenómeno que conocemos también en Cartagena y que va a ser frecuente en las poblaciones romanas a partir del siglo III, cuando no antes. No obstante, el testimonio más evidente de estos cambios, visibles también en la modificación de la orientación de la trama urbana, lo proporcionan los dos complejos balneares de época alto imperial, junto a los cuales se instalan talleres alfareros dedicados a la fabricación de envases de salazón, anulando gran parte de las instalaciones de baño y dando respuesta a las necesidades de una industria que alcanza su máximo desarrollo entre mediados del siglo IV y las primeras décadas del s. V. Posteriormente, al igual que observábamos en la vecina población costera, se manifiesta un proceso de continuidad que, sin la intensidad de la fase precedente, se debió prolongar hasta los inicios del siglo VI, datación que se puede hacer extensiva a su necrópolis, que presenta notables paralelismos con la mencionada de Puerto de Mazarrón (Hernández 1999). En este sentido, es muy significativa la ausencia, al menos en las numerosas intervenciones arqueológicas realizadas hasta la fecha en esta última población y en Águilas, de las formas más tardías del repertorio de la Africana D, que caracteriza los niveles de época bizantina en la vecina Cartagena (Hayes 104 C, 91D, 101, 105, 109).

Volviendo de nuevo a Cartagena, la continuidad y prosperidad del núcleo urbano se muestra de dos formas distintas; bien con la reestructuración y adecuación de edificios precedentes a los que se incorporan nuevos espacios, o bien con la construcción integra de otros nuevos. En ambos casos, la reutilización de materiales y elementos arquitectónicos de las fábricas anteriores es una constante: sillares, fustes, restos de entablamento, capiteles o pedestales epigráficos sirven para reforzar los muros de estos edificios, constituyendo una de las imágenes más emblemáticas de las obras de época tardorromana; la existencia de fosas y vertederos excavados en niveles previos y, a veces incluso, recercados por material extraído de otras edificaciones más antiguas es otro rasgo distintivo de este período. Por otra parte, la nueva edilicia se concentra, como ya se ha señalado más arriba, en la mitad occidental del viejo perímetro republicano, y especialmente en el sector más próximo a la fachada portuaria. Esta reclusión hacia el espacio más cercano al mar nos describe un proceso consistente en la recuperación de la actividad portuaria de la ciudad. El número de pecios de cronología tardorromana documentados en el interior de la bahía (4 hasta la fecha) es el más elevado si lo comparamos con momentos cronológicos previos o posteriores. Por otro lado, la mayor parte de las estructuras documentadas se corresponden con espacios de almacenamiento de probable carácter portuario dada su localización en el frente marítimo de la ciudad antigua. Como se puede ver en los solares de la calle Mayor n. 21-23, Andino nº 2 (Antolinos et alii 2010), Medieras (Berrocal y López 2001) o Comedias (Berrocal y Conesa 1996), se edifican estructuras alargadas, de utilidad todavía discutida, pero orientadas al Mar de Mandarache. Se levantan sobre antiguos espacios urbanos y también en nuevos terrenos donde la línea de costa ha avanzado formando una amplia y extensa playa; menos profunda en la zona de la Plaza Cuartel del Rey y calle Intendencia, y que va ganando fondo desde la zona de la calle Mayor nº 27-29 (Beltrán y San Martín 1983) hasta la Plaza del Ayuntamiento (Lorenzo 1997). Este espacio cóncavo, formando una ensenada tipo playa, podría facilitar el desembarco de las mercancías en barcas de menor calado, siguiendo la tipología de un puerto varado. Precisamente esta zona recibe en el siglo XVI el nombre del Arenal o la Caleta (Rubio Paredes 1983). La ciudad se restringe, pues, hasta este

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espacio parcialmente colmatado del Mandarache, pero que todavía es útil para el varado de embarcaciones y actividades de tráfico marítimo.

En relación a esta constricción de la superficie urbanizada se ha planteado también el problema del cerco defensivo. La muralla de época bárquida y republicana delimitaba en su perímetro la máxima superficie susceptible de urbanización, dados los condicionantes que el medio imponía, englobando en su interior las cinco colinas que parcialmente lo constriñen. El núcleo urbano que surge y se desarrolla tras la crisis del siglo III deja fuera de su perímetro tres de esos promontorios (San José/Aletes, Despeñaperros/Hefesto y Sacro/Cronos), mientras que la ciudad se concentra entre los Cerros del Molinete y Concepción, quedando además fuera del recinto parte de los antiguos decumanos de acceso a la ciudad, convertidos en caminos carreteros pavimentados en tierra; las sucesivas capas de acumulación documentadas sobre el decumanus excavado en la Plaza de la Merced (Fig. 3), que por su trayectoria y anchura es uno de los ejes principales de la ciudad y que se van superponiendo hasta época bizantina, reflejan este cambio de situación. Este mismo contorno será el que desarrolle la ciudad a partir del siglo XVI, cercada por una muralla desde la segunda mitad de dicha centuria que se consolidará durante el reinado de Felipe II, reforzando lienzos con la adición de grandes baluartes en sus flancos noroccidental y nororiental, y cerrando todo el frente marítimo, siguiendo en proyecto desarrollado por el ingeniero Juan Bautista Antonelli. En este sentido, en otros lugares hemos sugerido la existencia de una posible muralla de nueva construcción que cerrara la ciudad por su flanco oriental (Ramallo y Vizcaino 2007), y que al menos en este sector habría mantenido un recorrido similar al de la fortificación moderna, lo que habría podido provocar la desaparición de restos más antiguos. Tampoco podemos desviar aquí nuestra atención sobre la probable existencia de una muralla marítima documentada en algunas zonas del frente portuario en la calle Mayor (San Martín 1985: 135; Lorenzo 1997; Berrocal y Conesa 1996; Fernández y Fuentes 2011) pasando por la calle Puertas de Murcia (San Martín 1985: 136) y el límite NW de la ciudad (Madrid y Murcia 1995). Se trata de un muro de sillares en arenisca, que alcanza un ancho aproximado de dos metros repitiéndose su hallazgo en el eje del antiguo frente marítimo. En un primer momento se interpretaron estos hallazgos como un probable muelle (Berrocal 1998), pero nuevos datos permiten ahora descartar tal uso. Su situación en uno de los límites de la ciudad y su cronología en un momento convulso nos sugieren una posible función defensiva.

En cualquier caso, solo cuestiones de tipo topográfico, geoarqueológico, histórico y algunos indicios indirectos en los restos arqueológicos del entorno permiten sustentar esta hipótesis, a la espera de que nuevos y afortunados hallazgos contribuyan a despejar la incógnita.

Al margen de los problemas que suscita la existencia o no de un muralla distinta a la de época bárquida y republicana, su trazado y cronología, es el conjunto balnear de la calle Honda, situado al pie de la ladera meridional del Cerro del Molinete y próximo al área portuaria, el mejor ejemplo de continuidad de un viejo edificio público, que con distintas restauraciones y cambios, prolonga su historia edilicia hasta el siglo IV y, al menos, principios del s. V. Construidas en el siglo I d.C., sus estructuras sufren varias restauraciones e intervenciones arquitectónicas que se reflejan sobre todo en el reempleo de material latericio y en el recrecido de los pavimentos de mortero hidráulico de las estancias, para conocer su última fase de actividad en época tardorromana, entre los siglos IV y comienzos del V (Murcia y Madrid 2003: 261), y ser colmatadas finalmente por un potente basurero donde están presentes las producciones características de los siglos V y VI, así como materiales cerámicos de la primera mitad de la centuria siguiente (Madrid et alii 2000). Sin embargo, es el conjunto de estructuras situadas al sureste del edificio el que mejor expresa los cambios en la planta original, si bien la superposición actual de la calle Honda dificulta la visión global del monumento, y trabazón arquitectónica entre estas dependencias y el cuerpo central con las salas de baño, cerradas en este lado por un caldarium, oculto actualmente bajo el citado eje estradal. Pero, más allá de la interpretación de estas nuevas estructuras – praefurnium, balneum modesto con alveus de cabecera

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semicircular, letrina, etc.- nos interesa aquí resaltar, para afianzar su datación tardía, el empleo entre sus fábricas de material amortizado, probablemente procedente del cercano foro. Es muy significativa a este respecto un pedestal de travertino rojo con inscripción (Abascal y Ramallo 1997: 207, nº 55) reutilizado en uno de los muros; la dedicación a L. Numisio Laeto, flamen provinciae Hispaniae Citerioris, nos conduce a una datación de la primera mitad del siglo II d.C., o más bien del segundo cuarto de dicha centuria. Además de esta pieza, segmentos de cornisa, molduras, ladrillos y otros elementos arquitectónicos se incrustan en paramentos de cuidada factura que denotan una preocupación por la ejecución y acabado final de la obra.

En cualquier caso, es en la calzada contigua y en el pórtico que flanquea su contorno meridional donde se aprecia mejor el alcance de las remodelaciones tardorromanas. El tramo de vía descubierto se superpone a otro anterior con el mismo trazado, posiblemente de la trama augustea. (Fig. 5). Presenta una orientación aproximada este-oeste y se ha construido con grandes placas rectangulares de caliza gris, con segmentos paralelos al eje longitudinal de la calzada que alternan con otros dispuestos de forma transversal. Los materiales proceden, probablemente, del expolio del foro y, al menos en dos casos, muestran las improntas de pernos metálicos destinados a sujetar estructuras o esculturas superpuestas. Su anchura es de 3,5 m, similar a la de algunos de los ejes viarios de la trama alto imperial, y en el lado sureste se encuentra delimitado por un pasillo porticado donde se han reutilizado elementos arquitectónicos de cronología muy anterior, procedentes, tal vez en parte, de las construcciones precedentes. Se han conservado seis basas de distinto módulo y perfil y tres zapatas cuadrangulares, que Fig. 5.- Vía estradal enlosada con placas reutilizadas, determinan intercolumnios de diferente superpuesta en época tardo-romana a la calzada augustea longitud. Cuatro basas son de orden toscano y (Plaza de los Tres Reyes) (Foto: © San Martín Moro). están labradas en caliza gris; la otras dos, áticas, están trabajadas en travertino rojo. Los fustes, desplomados en el entorno, muestran diferencias en el diámetro que oscila entre los 46,5 y los 68,5 cm, consecuencia también de su procedencia diversa (Madrid 1999). Tras el pórtico y la acera subsiguiente se disponen los restos de dos grandes habitaciones rectangulares contiguas y alineadas a modo de tabernae, separadas por un muro intermedio de mampostería de c. 50 cm de anchura, reforzado en el ángulo y en la parte central por un bloque de caliza. Un amplio umbral de caliza gris ocupa todo el frontal en la estancia situada al oeste, mientras que en la parte contigua la entrada aparece tabicada por un murete de material reutilizado.

En la figura 6 hemos escalado e insertado el complejo de la Plaza de los Tres Reyes con la trama urbana actual, poniéndolo en relación con otro complejo edilicio de características similares descubierto en 1908 al realizar los cimientos para la construcción de Gran Hotel, un caserón modernista proyectado por el arquitecto Tomás Rico Valarino, aunque terminado por Víctor Beltrí, levantado en un amplio solar situado

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Fig. 6.- Correlación de las estructuras excavadas en la Plaza de los Tres Reyes (1968) y en el solar del Gran Hotel (1907).

en la esquina entre las calles Jara y del Aire. La fecha y circunstancias de la excavación han contribuido a la pérdida de información sobre los contextos estratigráficos y materiales asociados a las estructuras. No obstante, del cuidado informe de Jiménez de Cisneros (1908), quien supervisó y documentó los trabajos, se pueden extraer datos de gran interés. Sin duda, los restos hallados forman parte del mismo complejo excavado en Tres Reyes. También aquí las referencias a la reutilización de materiales son constantes. Así, por ejemplo, nuestro informante resalta como muchas de las losas de caliza gris “presentaban labores por su cara inferior”.

Además, entre los numerosos hallazgos destaca un pedestal de travertino rojo con una inscripción sobre una de sus caras idéntica al de la Plaza de los Tres Reyes, que debió también haber sido reutilizado en la fábrica tardía ya que “tenía cubiertas sus caras, incluso la de la inscripción, de argamasa muy fuerte”. Al margen de estos detalles, los restos del edificio tardío descubiertos en el solar consisten en dos grandes estancias contiguas y alineadas, rodeadas en sus flancos sureste y suroeste por un enlosado de placas rectangulares de caliza gris, dispuestas en cuidado orden, y contorneado por un pórtico del que formaban parte seis basas toscanas, cuatro de ellas apoyadas sobre zapatas en forma de bloques calizos con una sobreelevación de 25 cm en relación al pavimento. Al igual que sucede en el otro tramo analizado, y a juzgar por la imagen reproducida en la publicación, se trata también de material reutilizado, destacando las basas de plinto circular, que también se observan en Tres Reyes. Es interesante a este respecto recordar que el pórtico de Morería Baja, construido en el siglo I a.C. – quizás en el segundo cuarto - situado en el extremo noroeste de la ciudad, próximo a la supuesta porta ad stagnum et mare versa que cita Tito Tivio, se levantaba con un orden de columnas toscanas de caliza gris apoyado en basas de plinto circular; una variante bien atestiguada en los programas edilicios de Cartagena, que no encuentra parangón en otras poblaciones de la Península Ibérica, y cuyos paralelos se han localizado en las regiones itálicas de Etruria y Lazio (Madrid 1997-98: 172). Si parte de los elementos arquitectónicos reciclados en este edificio proceden del pórtico que a finales de época tardo-republicana engalanaban la fachada marítima del frente portuario, o si lo hacen de un pórtico más antiguo que flanqueaba la calzada

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augustea, cuyas trazas se han querido identificar en el caso de los restos de la Plaza de los Tres Reyes bajo el más reciente (Murcia y Madrid 2003), es una cuestión que no se puede resolver aún, al igual que sucede con otros aspectos relativos al alzado, como capiteles y entablamentos, elementos sin duda también desplazados de otros edificios. En este sentido, Jiménez de Cisneros menciona tambores de columna de 57 cm de diámetro y un capitel desplomado sobre el pavimento del cual no menciona orden ni detalles. Por otra parte, el pavimento de losetas cerámicas de 27 cm de lado y 0,45 cm de grosor, que tapizaba la estancia angular del edificio, incide en el carácter funcional de todo este complejo arquitectónico, con el que igualmente hay que relacionar los dos segmentos de muro perpendiculares que, con una orientación similar a los que hemos analizado hasta ahora, fueron descubiertos entre la calle Jara y el callejón de Bretau (Jiménez de Cisneros 1908: 491). Más difícil es poner en relación con este gran complejo, los muros hallados en el solar de la calle Jara nº 19-23, aunque mantienen la misma orientación que todos los anteriores.

Analizado en su conjunto, nos encontramos ante un edificio que, a pesar de la amplia reutilización de material arquitectónico, presenta una cuidada ejecución y modulación. Se articula mediante un conjunto de, al menos, ocho grandes estancias rectangulares y contiguas delimitadas en sus bordes suroccidental y noroccidental por un porticado que bordea una vía enlosada de c. 3,5 m de anchura. Desconocemos, por el momento, si todas estas habitaciones abrían hacia dicha calle o había alguna alternancia; de las cuatro conocidas, en las dos que ocupan el extremo suroccidental no se han señalado umbrales de acceso, lo que si sucede en los dos compartimentos del extremo opuesto, si bien en un caso parcialmente tabicado. Nada se puede decir respecto al frente contrapuesto y si este estaba ocupado por un patio rectangular al que abrirían otra serie enfrentada de habitaciones. La existencia de una atarjea paralela al muro que separa las estancias del paramento oriental podría hacer pensar en un espacio abierto. En este sentido, se podría proponer una interpretación del complejo como un gran almacén, probablemente público, estructurado mediante dos filas de compartimentos, separados por un patio, al modo de los grandes horrea de las ciudades portuarias de la península itálica. Sin embargo, no se nos escapa qué en este tipo de edificios, las cellae que lo configuran suelen ser más estrechas y alargadas. Sea como fuere, la función mercantil o comercial del complejo parece fuera de dudas, lo que refuerza también su ubicación muy próxima al frente marítimo y a las áreas portuarias. La estructura podría, por tanto, describir una cierta revitalización de la actividad portuaria, relacionable con los materiales de fondeo documentados en algunos solares del entorno, pero sobre todo los comentados de la zona marítima del Espalmador y Mar de Mandarache.

Precisamente, el área más occidental de la ciudad, que colinda con las aguas del Mediterráneo, muestra a partir de este momento una especial vitalidad edilicia, que se manifiesta en remodelaciones y construcciones donde, al igual que veíamos antes, el material reutilizado adquiere un especial protagonismo. Por desgracia la información arqueológica disponible para esta zona es muy parcial, debido al propio proceso de urbanización del casco urbano en época moderna y a la existencia de una trama muy consolidada, que ha dejado pocos espacios para realizar excavaciones en extensión. Por otra parte, los hallazgos más importantes se produjeron en los años 60 y 70 del pasado siglo, esto es con anterioridad al establecimiento de metodologías sistemáticas de excavación por parte del Museo Arqueológico Municipal, en tanto que otros trabajos más recientes han estado condicionados por los plazos y limitaciones de las excavaciones de urgencia. En cualquier caso, la ubicación de los hallazgos de este período sobre el plano de la ciudad antigua nos permite observar, más allá de ese desplazamiento de la actividad económica hacia las áreas más cercanas al puerto, un proceso de cambio en la propia línea de costa por este sector, que avanza respecto a la que se había consolidado en época augustea (Martínez Andreu 2004). Esta progradación se aceleró sin duda con los aportes de los cursos hídricos de caudal irregular y temporal caracterizados por avenidas torrenciales que contribuyeron tanto a la progresiva colmatación de la zona lagunar/pantanosa que ocupaba el norte de la ciudad, - repetidas veces descrito por las fuentes literarias como un rasgo distintivo de su topografía - como del seno marino que se proyectaba desde la bahía de Cartagena al oeste

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de la ciudad, conocido desde época medieval como Mar de Mandarache. No obstante, en este periodo, la colmatación de este espacio marítimo no debió ser crítica dadas las construcciones vinculadas con el almacenamiento portuario anteriormente descritas. La progradación costera dificultaría, sin embargo, la construcción de estructuras portuarias de contacto, siendo el área de la Plaza del Ayuntamiento, la única que por su topografía podría albergar obras de entidad, siempre y cuando estas fueran necesarias.

Más allá del complejo edilicio Plaza de los Tres Reyes/Gran Hotel arriba descrito, los restos arqueológicos que con claridad se pueden centrar en este momento están más difuminados y se reducen a paños de muro, a veces recrecidos sobre estructuras anteriores, que sus excavadores sitúan en época “bajo imperial”, aunque sin mayor precisión y sin exponer de forma clara los argumentos que motivan tal datación, lo que nos impide evaluar mejor la actividad edilicia del período que discurre entre finales del siglo III y el episodio vándalo. De esta manera, aun es difícil determinar con claridad el impacto que la supuesta promoción como capital de la nueva provincia tiene en la renovación edilicia. De momento, no es posible atribuir espacios de carácter oficial y representativo a esta nueva etapa; incluso los testimonios materiales que vamos conociendo del foro colonial, nos presentan un complejo expoliado en gran parte y con los edificios que lo flanquean abandonados.

Hay que esperar a mediados del siglo V para detectar arqueológicamente un nuevo impulso constructivo, con adiciones y remociones sobre las construcciones de las centurias precedentes. En este sentido, y como hecho significativo de este período para Carthago Spartaria y su puerto, las fuentes nos informan de que el emperador Mayoriano se desplaza en el 460 desde Arelate a la ciudad hispana, donde concentra y parece construir una flota con la intención de saltar al norte de África y derrotar a los vándalos comandados por el rey Genserico; sin embargo, la situación se revierte y es el rey vándalo quien en un ataque sorpresa, y con la traición y ayuda de miembros de las tropas romanas, derrota al emperador frente a la costa cartaginiense (Hydat. Chron., 200); en cualquier caso, no está del todo claro el papel que en este episodio desempeñan las ciudades de Ilici, donde se aprecia un notable desarrollo desde el siglo IV, y Carthago Nova.

Sea como fuere la actividad edilicia a que hacíamos mención, visible en la fachada portuaria, muestra un deseo de recuperar la imagen de dignitas de un sector de la ciudad, que en este momento constituye el polo dinamizador a nivel económico y social. Así, en el extremo meridional de este frente marítimo, cobijado por el promontorio sobre el que ubica actualmente el Gobierno Militar, en la falda occidental del Cerro de la Concepción, junto a la actual Plaza del Ayuntamiento, y, por consiguiente, muy cerca de las instalaciones portuarias, se construye un conjunto de habitaciones alineadas y orientadas hacia el oeste, con los muros realizados en parte con material arquitectónico reutilizado, idéntica técnica constructiva a la utilizada en las estructuras de almacenamiento del solar del solar n. 21-23 de la calle Mayor (Fig. 7). En el interior de estos espacios se diferenciaron rebancos de trabajo, estructuras de combustión y escorias metálicas, que confieren a este sector una función artesanal, quizás relacionada con el trabajo del hierro. Entre los muros que delimitan los espacios, realizados con sillarejo de caliza y mampuestos bien careados trabados con cal, se incrustan tambores de columna de travertino en parte quizás provenientes de propio teatro.

Más hacia el norte, y siguiendo esta línea de trazado irregular, en el solar de la calle del Escorial (Antolinos et alii 2009) se atestiguan estructuras alargadas de almacenamiento con muros reutilizados; unos metros al norte, una plataforma de sillares de arenisca descubierta en un solar de la C/ Mayor, esquina C/ Comedias, se ha puesto en relación con posibles atarazanas, aunque el soporte para la hipótesis es muy endeble, tratándose probablemente de estructuras de taller o almacenamiento que forman parte de las documentadas en la contigua C/ Mayor esquina C/ Medieras (Berrocal y Conesa 1996). Su proximidad a la línea de costa/playa (Lorenzo 1997) parece refrendar la vinculación de las estructuras con actividades de carácter portuario o marítimo.

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Fig. 7.- Estructuras de carácter funcional situadas junto a las instalaciones portuarias de época tardorromana, halladas en el solar del Museo del Teatro Romano (© Archivo Museo del Teatro Romano).

Como se ha señalado anteriormente, estas estructuras de almacenamiento se orientan generalmente hacia el oeste, hacia el mar de Mandarache. El avance de la línea de costa en este periodo histórico parece indicar que esta estructura, así como el resto de las reconocidas, no se hallaba en contacto directo con el mar. Es probable que nos encontremos ante espacios de almacenamiento que se abren en torno a un área pavimentada y regularizada que, de alguna manera, y sobre todo entre la punta de la plaza Cuartel del Rey y la plaza de José María Artés, funcionó como puerto varado.

Las reformas de Diocleciano también afectaron al sistema de tráfico marítimo annonario que dejaba a Carthago Nova fuera del circuito económico. Este cambio, hacia un modelo de comercio basado en embarcaciones de tonelaje menor (80-120 toneladas) y, por tanto, menor rentabilidad en la navegación, favoreció el sistema de comercio marítimo basado en puertos redistribuidores. Es en este contexto donde las condiciones naturales de Carthago Nova, situada en cuatro derrotas naturales de navegación y en perfecta conexión con la Bética, África y la Tarraconense le permiten recuperar su actividad económica en torno al tráfico marítimo. En este sentido habría que interpretar los restos del conjunto excavado junto a la Plaza de los Tres Reyes, como una zona de almacenes situados en las proximidades del puerto, así como la reestructuración urbana alrededor del espacio marítimo portuario. Con este complejo edilicio podrían estar relacionados una basa ática y un pavimento de losetas cerámicas localizados en la misma calle del Aire esquina al callejón de la Parra y Estereros, así como otro muro de época tardoromana identificado en un solar colindante al callejón de Bretau, que delimitaría el flanco nororiental del edificio, aunque no podamos asegurarlo al carecer de documentación planimétrica precisa y los correspondientes informes de excavación (Beltrán y San Martín 1983). Asimismo, se ha sugerido también la pertenencia a este complejo de los paramentos tardíos hallados en la calle Jara, que delimitan un espacio rectangular de 5,50 m de

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ancho y, al menos, 8,30 m de largo (Berrocal y Conesa 1996). En cualquier caso, todas estas estructuras refrendan un proceso de recuperación urbana, probablemente iniciado tras la reforma administrativa de Diocleciano, que se acentúa en la segunda mitad del siglo IV, consolidándose a mediados de la centuria siguiente. Durante dicho proceso desaparecen los grandes espacios de representación de la elite municipal característicos del siglo I y II, que son sustituidos por edificios de carácter funcional y público/privado relacionados con la actividad comercial.

En este contexto de recuperación es el complejo comercial construido sobre el teatro romano, posible almacén o mercado, el que mejor expresa los cambios de carácter político, económico y social que se producen en la ciudad a partir del siglo IV (Fig. 8). El edificio, construido ex novo y en gran parte con material de expolio del viejo edificio de espectáculos, ocupa, al menos, todo el espacio del cuerpo escénico, orchestra y las nueve gradas inferiores de la ima cavea. Se articula en dos cuerpos distintos separados por una calle-plaza, recrecida y nivelada con un potente relleno hasta la cota del proscaenium, que fosiliza el espacio rectangular de seis metros de anchura que discurre entre los aditus y se extiende también de forma semicircular sobre la orchestra/proedria (Fig. 9). El bloque situado al norte, con una anchura de 43,69 m, dimensión que coincide con la del cuerpo escénico situado entre las versurae, se organiza mediante quince compartimentos de 11 m de longitud y 2,5 m de anchura que apoyan en su mitad septentrional directamente sobre el basamento de opus caementicium que servía de sustento a la scaenae frons; la otra mitad se sustenta sobre potentes cimentaciones que permiten salvar el desnivel provocado por el foso del hyposcaenium, colmatado a su vez en gran parte con sillares y bloques de arenisca procedentes de la frons pulpiti arrasado hasta la base, salvo en los dos extremos en donde se ha conservado la moldura inferior y parte del sillar inferior (Fig. 10). En la construcción de estos paramentos de cimentación se emplean de forma sistemática capiteles corintios y basas de mármol de Luni, segmentos de fuste de travertino rojo y sillares moldurados de caliza gris procedentes, fundamentalmente, del primer piso del frente escénico. En este sentido, la nueva fábrica reproduce una de las constantes de la edilicia de este momento, esto es, la masiva reutilización de material arquitectónico procedente de construcciones más antiguas. No podemos precisar si en el caso concreto del teatro pudo haber un deseo consciente de conservar estas reliquias del pasado, aunque ocultas a la vista entre las cimentaciones del nuevo complejo, o más bien una simple decisión práctica de obtener los materiales de construcción con el menor esfuerzo posible y recurriendo a lo que se tenía más cerca, propuesta esta última por la que nos inclinamos. En esta misma línea, las placas de caliza gris que pavimentan las tabernae o cellae del complejo comercial proceden del expolio bien de la trama viaria o más bien de alguna plaza o espacio público. En este sentido, es interesante una de las losas que conservaba la letra I, de 22 cm de altura, entre dos interpunciones triangulares. Desconocemos si la pieza en cuestión formó parte de una inscripción con litterae aureae dispuesta ante la frons pulpiti original, reconstruido hacia finales del siglo I o comienzos del siguiente, o más bien, lo que parece más probable por las características del material, proviene del enlosado de la plaza forense. Sea como fuere, la construcción del edificio supuso el definitivo desmantelamiento del teatro augusteo, ya muy alterado y probablemente parcialmente destruido desde finales del siglo II o principios de la centuria siguiente a consecuencia de un incendio. Transformado posteriormente en su estructura original, debió mantener su función como espacio para espectáculos hasta su definitiva amortización a comienzos del siglo V.

El segundo cuerpo del edificio, situado en el frente opuesto, esto es al sur, se estructura mediante una exedra semicircular porticada de 28 m de diámetro, sin compartimentación interna, pavimentada con grandes losas de caliza gris y cerrada en su parte trasera por un muro de sillarejo de cuidada ejecución al que se adosa en su interior un rebanco de 60 cm de ancho construido en gran parte con elementos arquitectónicos reutilizados (segmentos de fuste y capiteles colocados en horizontal y de forma contigua) (Fig. 11). Las columnas de fachada apoyan sobre zapatas cuadrangulares, dejando entre sí vanos intermedios de 2,5 m, dimensión idéntica a la que existe entre la columnata y el rebanco de fondo del hemiciclo e igual también a la anchura de los 15 compartimentos situados al norte, lo que permite

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Fig. 8.- Planta del mercado/almacén de la segunda mitad del siglo V construido sobre los restos del teatro (© Archivo Museo del Teatro Romano – Universidad de Murcia).

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proponer una planificación conjunta de todo el edificio. En ciertos casos, se incrustan en la cimentación de las zapatas capiteles corintios del frente escénico, mezclados con ripios de forma irregular. A espaldas de la primera galería se dispone un segundo pasillo anular de dimensiones semejantes, sobreelevado y cerrado en su trasera por piezas de las scalae invertidas y recolocadas unas junto a otras, al que se accedía desde dos escaleras situadas en los extremos de la cavea realizadas con piezas de caliza reutilizadas. Fig. 9.- Cimentaciones en el hyposcaenium de las tabernae del complejo mercado/almacén, construido La cuidada modulación y ejecución del sobre los restos del teatro (© Archivo Museo del Teatro Romano – Universidad de Murcia). edificio, que se manifiesta en la perfecta adaptación de las partes que lo configuran a los espacios y volúmenes del monumento subyacente, se muestra también en la ordenación de los accesos a los quince compartimentos que lo forman, situándose de forma alternativa dos al norte y uno al sur. Otro detalle singular es la inserción en el eje central de los muros que delimitan los espacios de un fuste de travertino rojo, cuya función es objeto de discusión: bien pueden tener un uso arquitectónico relacionado con la forma de cubrir el edificio, bien señalar una diferenciación del espacio interno, o bien están indicando la existencia de un altillo o segundo piso. Por otra parte, y cerrando este cuerpo del edificio, por el norte discurre una calle de tres metros, que ocupa el espacio disponible hasta el borde de la plataforma cementicia; no se puede determinar el estado de conservación de la galería original que se adosaba a esta plataforma y cerraba el flanco sur de la porticus post scaenam cuyo nivel de circulación original se hallaba seis metros por debajo de la cota del escenario. Sabemos, por el contario, que los brazos laterales del espacio porticado se desplomaron hacia finales del siglo II d.C. y no habían vuelto a ser reconstruidos, pero de ahí a poder avanzar en la Fig. 10.- Tabernae del mercado/almacén de la segunda evolución urbana de este sector, hay aún un gran mitad del siglo V superpuestas al paramento de trecho que esperamos salvar cuando se complete sustentación del frente escénico y sobre el pulpitum del teatro (© Archivo Museo del Teatro Romano – la excavación del espacio central del cuadripórtico. Universidad de Murcia). En el lado opuesto, la fachada del edificio tardorromano aparece perfilada por una canalización, que se superpone, sobreelevada, a las exedras de la frons pulpiti, interrumpida a la altura de la tercera estancia, contada desde el este, por un profundo pozo trapezoidal. Algunas de las losas que cubren la conducción hidráulica están atravesadas por sumideros cónicos.

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Fig. 11.- Exedra semicircular enlosada superpuesta a las gradas inferiores de la ima cavea perteneciente al mercado/almacén superpuesto a los restos del teatro (© Archivo Museo del Teatro Romano – Universidad de Murcia).

Un problema que no encuentra fácil solución es el de determinar el sistema de accesos al interior del complejo comercial; con la información arqueológica disponible es difícil establecer una solución válida para todo el conjunto. Hemos podido comprobar que los aditus se cortan hacia la mitad de su longitud con un potente paramento; el que cierra el pasillo occidental utiliza en su cimentación tres espléndidos capiteles corintios de la scaenae frons (Martín et alii 1997: 105) (Fig. 12). Esta circunstancia invalida la posibilidad de que se reutilizaran en su integridad los primitivos accesos al interior del teatro. Por otra parte, el vano que comunica aditus y parascaenia está cegado con varios segmentos de fuste de travertino, junto a otros elementos arquitectónicos, si bien no podemos determinar si eran la cimentación de un muro más alto o bien su alzado no sobrepasaba el relleno de colmatación que igualaba el nivel de circulación hasta la cota de circulación de la plaza. En este caso, se podría plantear la existencia de vanos de acceso al interior del complejo comercial/almacén a partir de las basilicae del viejo edificio de espectáculos, concretamente por el hueco situado entre la caja de escalera que daba acceso al tribunal y el muro del parascaenium. Por el contrario, fuera de dudas está la ausencia de comunicación, en este momento, de esta última estancia con el pulpitum que se lleva a cabo mediante el cegamiento de los tres vanos de comunicación. En este sentido, también el aula basilical, convertida en una especie de antesala, podría haber dado paso a la calle o corredor que, sobre la plataforma escénica de opus caementicium, delimitaba los compartimentos alineados del cuerpo septentrional. Precisamente, sobre las zonas del parascaenium y basilica se ha conservado una explanación de tierra apisonada de color amarillento, procedente de las areniscas trituradas, unos 50 cm. sobreelevada sobre la cota de circulación de la zona interior del edificio (Ramallo et alii 1996: 269).

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Estructuralmente, y en una primera aproximación, el conjunto arquitectónico evoca en cuanto a su concepción global - salvando las distancias tanto cronológicas como volumétricas – ciertos aspectos de los Mercados de Trajano en Roma, si bien en este último caso la gran exedra que lo articula añade a las funciones comerciales y administrativas las arquitectónicas ya que el hemiciclo, compartimentado en su interior en varias habitaciones, sirve también para sistematizar y contener la ladera del Quirinal, mientras que las tabernae o estancias alineadas se distribuyen de forma aterrazada sobre la pendiente trasera. No obstante, es la denominada Calle Paladio, de la ciudad romana de Escitópolis el paralelo más preciso para el complejo edilicio de Cartagena, tanto desde el punto de vista planimétrico como cronológico. En la ciudad turca nos encontramos con una calle comercial porticada, presidida por una gran exedra también porticada, donde se instalan tiendas ricamente ornamentadas (Crawford, 1990). De cualquier modo, estas avenidas porticadas con tabernae y un marcado carácter comercial son frecuentes en las principales ciudades bizantinas de Oriente a partir del siglo V, si bien en nuestro caso es el carácter compacto y cerrado de todo el conjunto lo que Fig. 12.- Paramento con material reutilizado del complejo mejor define su estructura. En este sentido, las mercado/almacén que interrumpe el acceso de la mitad proporciones que muestran los compartimentos posterior del aditus occidental del teatro (© Archivo Museo del Teatro Romano – Universidad de Murcia). en el conjunto de Cartagena, estrechos y alargados, suelen ser características de los horrea y almacenes, más que de los macella romanos, tal y como podemos ver, sin alejarnos mucho de nuestro ámbito territorial, en los horrea de Valentia (Ribera 2011). Sea como fuere, el escaso material procurado por los niveles de abandono impide precisar las actividades desarrolladas y si existió algún tipo de especialización, bien en relación con la comercialización y venta de determinados productos, bien de su almacenamiento para su posterior redistribución, o bien en relación con una dedicación mixta y funciones diversas, dada su proximidad al área portuaria.

En lo que respecta a la cronología, el nivel que define la fase fundacional de este nuevo edificio, que en cierto modo, restablece la función comercial que este sector de la ciudad había tenido desde época bárquida hasta la primera mitad del siglo II d.C. (Martín et alii 1991), se caracteriza por un conjunto de estratos con los que se regulariza el terreno subyacente, alcanzando una potencia de en torno a los 25 cm, si bien en algunos puntos ronda los 50 cm; la textura y coloración amarillenta es el resultado de la trituración de las areniscas que conforman los bloques que se utilizan en gran parte de edificio y en particular, al menos en la segunda fase, de la frons pulpilti, desmantelado con anterioridad a la nueva fábrica. Los materiales arqueológicos, en particular cerámicos, que nutren estos niveles de colmatación han sido analizados en otra parte (Murcia et alii 2005), y por tanto no es necesario insistir de nuevo aquí. A modo de resumen podemos señalar cómo entre las sigillatas africanas destacan los platos Hayes 61A y B,

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63, 64, 67, 76, 79/Lamboglia 59, junto a las copas y cuencos 73, 80A y B, 80/81, 91 A y B y 99A. En general, se trata de formas presentes en contextos de finales del siglo IV y la primera mitad del V, con las más avanzadas que se inician hacia mediados de la centuria y se prolongan hasta la primera mitad de la siguiente (Hayes 99 A, 80B/99). La vajilla de mesa se completa con las formas más habituales de cocina africana (Ostia III, 267 y Hayes 23B) junto a otras de difusión más limitada y tardía (Atlante, CVII, 9 y Vila-roma 5,40); todas ellas se fabrican hasta, al menos, inicios del siglo V. Completan el registro cerámico las producciones de cocina local, bien atestiguadas en otros contextos de Cartagena (Ramallo et alii 1996), y cerámicas comunes de producción local o regional. Los envases anfóricos muestran un equilibro entre las importaciones orientales y africanas, quedando del mismo modo bien atestiguadas las producciones sud- hispánicas. Entre estas últimas hay que mencionar por su representatividad el tipo Keay XXIII/Almagro 51C, envase característico del siglo IV, que se prolonga durante la primera mitad del siguiente, así como los tipos Keay XIX/Almagro 51 A-B y, con un menor índice, Keay XIII/Dressel 23. Las ánforas orientales están encarnadas por los tipos Keay LIII/LRA 1, que es el más abundante, LIV/LRA 4, LIV-bis/LRA 3 y LXV/LRA 2, junto a un ejemplar asimilable al tipo Ágora de Atenas M-273. Por último, entre los recipientes africanos hay que destacar los envases Keay XXXVB, XXV, LVA y XXXVIB. Un AE4 de Honorio (395-402 d.C.) procura, entre los escasos hallazgos monetarios, el ejemplar de cronología más reciente, y al mismo tiempo otro seguro terminus post quem para la datación del edificio, aunque es bien conocido el alto grado de residualidad que caracteriza a todas estas emisiones tardías de módulo reducido.

Los niveles de destrucción, abandono y colmatación de este complejo edilicio que nos permiten concretar su marco de actividad quedan peor definidos, ya que han sido constatados en un número más reducido de puntos. Estos estratos se caracterizan por su composición heterogénea, con mezcla de cerámicas, huesos, restos arquitectónicos y algunas monedas ilegibles (Lechuga 2000). Entre la vajilla de mesa, y sin ánimo de ser exhaustivo, se repiten en estos contextos algunas de las formas más comunes, que ya veíamos representadas en la fase fundacional, tales como los platos Hayes 61, 64 y 67 -e incluso 58- que son característicos de la segunda mitad del siglo IV y la primera del siglo V, como ya hemos visto, y que aquí sin duda tienen un carácter residual. A ellos se añaden los cuencos Hayes 91 A y B, en general de desarrollo más tardío, que conviven con otras formas propias de la segunda mitad de la quinta centuria y se prolongan también durante la siguiente. Tal es el caso del plato Hayes 87A y de las variantes más antiguas (A y B/C) del cuenco Hayes 99, que constituye la forma más numerosa. La forma más tardía viene definida por el plato Hayes 104 C, lo que nos ha permitido establecer el momento final del edificio comercial hacia finales del segundo cuarto del siglo VI d.C. (Murcia et alii 2005: 15). Al igual que sucedía con los contextos fundacionales, también en este caso están representados los envases anfóricos, con un predomino de los alfares orientales y africanos, una ligera desproporción a favor de las primeras y la drástica reducción de las producciones del sur de Hispania -casi inexistentes-. Este último fenómeno coincide además con el incremento de los envases de fabricación local. Entre los recipientes africanos, destinados en su mayor parte al transporte de aceite, hay que reseñar un solo ejemplar asimilable al tipo spatheion, que será habitual en las fases posteriores. Entre los orientales, se han identificado los tipos Keay LIII/LRA 1A -el más numeroso-, LIV-bis/LRA 3, LXV/LRA 2. No obstante, y al margen de la continuidad de ciertas producciones importadas, uno de los rasgos distintivos que va a caracterizar los contextos de esta fase es el sustancial incremento, tanto en volumen como en repertorio formal, de las cerámicas de cocina de producción local, que en la etapa bizantina alcanzarán su máxima expansión, y que ya tenían cierta presencia en los contextos de fundación. Paralelamente, se produce la desaparición casi total de las cerámicas comunes importadas, especialmente norteafricanas, que en la fase anterior hemos visto ocupaban un lugar destacado.

Más allá del conjunto instalado sobre el teatro, pero sin abandonar la ciudad, el mismo fenómeno de reutilización de material arquitectónico, comentado en líneas anteriores, se aprecia también en otras construcciones identificadas en el extremo opuesto de la ciudad de época tardo-romana, conocidas de

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forma superficial. Tal es el caso del murete de contención de una fosa tardía identificado en un solar de la calle Balcones Azules, emplazado en la falda meridional del Cerro del Molinete, donde se ha reempleado una cornisa de mármol blanco y un capitel jónico de aire corintizante labrado en travertino rojo procedente de alguna construcción del siglo I d.C. (Ramallo 2011-2012: 629).

En cualquier caso, el testimonio más tangible y evidente de los cambios topográficos que se producen en la ciudad a partir del siglo V viene definido por la aparición de un nuevo espacio funerario, que se añade a la necrópolis de San Antón ya comentada. Estas nuevas áreas sepulcrales ocupan el espacio de un rico barrio residencial situado desde el siglo I a.C. en la zona donde se levantará el anfiteatro, en la vaguada existente entre los Cerros de la Concepción y de Despeñaperros, colina esta última que, junto a las de San José y Monte Sacro, desde finales del siglo III d.C. queda fuera del espacio urbanizado. Por el contrario, y a diferencia de lo que sucede con la necrópolis situada al septentrión, no existen testimonios de continuidad durante esta fase en las viejas necrópolis de época tardo-republicana y del siglo I d.C. que se extendían a levante y poniente del núcleo urbano. Diversos hallazgos producidos desde finales del siglo XIX y durante los primeros años del siglo XX al abrir de forma artificial la calle Gisbert, hacían intuir la existencia de algún área cementerial en espacios previamente urbanizados como lugares de habitación. Tal suposición ha encontrado plena confirmación en las excavaciones realizadas entre los años 2002 y 2005 con motivo de la construcción del Barrio Universitario y revitalización de un amplio sector de la ciudad englobado dentro de uno de los Planes de Reforma Interior (PERI CA4) diseñados por el Ayuntamiento de Cartagena a través de su PGOU (Madrid 2004). Sobre el parcelario actual, la superficie ocupada por el área cementerial se extiende, aproximadamente, entre la calle del Duque por el norte (calle que fosiliza, aunque no de forma exacta, un decumanus que comunicaba la principal puerta de la ciudad con el área portuaria), la calle Gisbert por el oeste, Don Matías por el este, y calle Antiguones por el sur; esto es, gran parte del cuadrante suroriental de la ciudad urbanizada y amurallada del siglo I d.C. que se articula de forma aterrazada en la ladera y falda de las colinas de Despeñaperros y la Concepción (Fig. 13).

Sobre la superficie así definida, las deposiciones se distribuyen de forma ordenada en el espacio interno de las áreas domésticas. Así ocurre con cinco inhumaciones excavadas en fosa y revestidas con lajas de piedra descubiertas en 1886 sobre los restos de una habitación con las paredes pintadas y pavimentada con un opus signinum de teselas blancas y negras con crustae marmóreas, que se ubicaba, a juzgar por la descripción conservada del momento del hallazgo, junto a un atrio tetrástilo (Ortiz 1997). Su ubicación en la actual Plaza de Escipión, es de gran interés ya que marca, hasta la fecha, el punto más occidental en la extensión de la necrópolis que, a su vez, viene a coincidir, trazando una línea imaginaria, con los puntos más extremos por el este donde se han registrado posibles estructuras domésticas de época tardo-romana y bizantina. Es interesante traer a colación a este respecto, la localización de un ejemplar de cuatro nummias acuñado en la ceca local de época bizantina, junto a un AE-4 de finales del siglo IV, entremezclados entre los materiales vertidos para la construcción de la muralla de Carlos II, descubierta en un solar de la calle Caballero 13-17 (Suarez 2006: 203). También, como posible testimonio extremo del área ocupada por estructuras de habitación, conviene señalar el hallazgo inédito de cimentaciones de muros de mampostería trabados con barro, de factura similar a los de época bizantina identificados en otros puntos de la ciudad, en un solar situado en el cruce de las calles del Duque y Caridad, que permite contextualizar mejor los restos de época bizantina, caracterizados en la plaza forense, sobre las estructuras de la plaza del foro (Berrocal 1996: 69).

Volviendo al área cementerial, las deposiciones se desarrollan de oeste a este, siendo, al parecer, más antiguas las que se sitúan próximas a la ladera oriental del Cerro de la Concepción. Las primeras inhumaciones se debieron realizar ya a comienzos del siglo V; progresivamente, y a medida que el espacio más cercano al cerco defensivo que debía ceñir el núcleo habitado por el este se fue saturando, el cementerio se fue expandiendo hacia levante, alcanzando su límite oriental hacia finales del siglo VI y

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Fig. 13.- Topografía de la ciudad en época tardorromana, con inserción de los hallazgos con materiales de los siglos IV- VII d.C. (© Archivo ARQUEOTOPOS). Relación de hallazgos: 1 Domus de Salvius (necrópolis). 2 Calle Duque Esquina Gisbert (estructuras). 3 Inscripción de Comenciolo/Comitiolo. 4 Calle Duque 33 (vertedero). 5 Calle Duque 21 (escultura). 6 Calle Caballero 13-17, (moneda bizantina). 7 Calle Caballero 3 (sepultura). 8 Calle Serreta 3-7 (vertedero). 9 Templo Republicano (vertedero). 10 Plaza de San Francisco (estructuras). 11 San Antonio el Pobre 5 (vertedero). 12 Calle San Francisco 16-22 (estructuras). 13 Calle Cuatro Santos 17 (vertedero). 14 Calle Palas 8 (vertedero). 15 Calle Palas 5-7. 16 Calle Cuatro Santos , 40 (estructuras). 17 Calle Jara 6 (vertedero). 18 Calle Jara 19-23 (vertedero). 19 Calle Jara 26 (vertedero). 20 Calle Jara 17 (estructuras y vertedero). 21 Calle Honda 11-13 (estructuras y vertedero). 22 Calle del Aire esquina Calle Parra (estructuras y vertedero). 23 Calle del Aire Esquina Callejón Estereros (estructuras y vertedero). 24 Calle del Aire esquina San Miguel (estructuras). 25 Calle Soledad (estructuras y vertedero). 26 Teatro romano (estructuras y vertederos). 27 Plaza del Ayuntamiento 9 (estructuras). 28 Pecio del Deán. 29 Calle Escorial esquina Calle Andino (estructuras). 30 Calle Mayor 7-9 (agua). 31 Calle Bodegones 5 (agua). 32 Calle San Agustín 6 (agua). 33 Calle Mayor esquina Medieras (estructuras). 34 Calle Mayor esquina Comedias (estructuras). 35 Calle Mayor nº 26 (estructuras). 36 Calle Mayor 21-23 (estructuras). 37 Plaza de San Sebastián (estructuras). 38 Calle Mayor 35 (estructuras). 39 Calle Mayor 41 (estructuras y vertedero). 40 Calle Morería Baja (estructuras). 41 Calle Puertas de Murcia 15 (sepulturas?). 42 Calle Puertas de Murcia 18 (estructuras). 43 Plaza Cuartel del Rey (playa/agua. 44. Plaza de Escipión (sepulturas). 45. Calle Jara 12 (vertederos). 46. Gisbert /Marango (sepulturas). 47. Palas 1-3 (vertedero?). 48. Cuatro Santos 19 (vertedero?).

principios de VII, coincidiendo con la presencia bizantina en la ciudad (Ramallo et alii 2010 240-243). A diferencia de lo que acaece con algunos enterramientos individuales y dispersos intra moenia del siglo III avanzado, que se encajan entre las estructuras arruinadas de época imperial, como el hallado en el aditus occidental del teatro o en otros puntos de la periferia de la ciudad y que en ocasiones parecen responder a circunstancias violentas, la nueva necrópolis presenta una cuidada ordenación interna, con las sepulturas alineadas, un intervalo entre una y otra de un metro aproximadamente y separadas por pasillos de circulación de un metro aproximado de anchura. Presentan una orientación suroeste-noreste, con la cabeza a poniente (SW) y los pies hacia oriente (NE), siguiendo la tradición cristiana. Las sepulturas se

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agrupan en conjuntos ocupando el interior de las viviendas amortizadas, aprovechando incluso la separación de estancias para diferenciar grupos unidos por lazos de carácter familiar. Por otra parte, es también frecuente, sobre todo en el área occidental de la necrópolis, la reutilización de una misma sepultura para más de un individuo, hecho habitual en este período, así como, en algún caso también, la superposición de sepulturas, atestiguada en el sector más occidental de la necrópolis (Ramallo et alii 2010: 241). En algunas ocasiones, aprovechan incluso materiales constructivos de las viviendas que ocupan; tal es el caso, por ejemplo, de una Fig. 14.- Sepulturas del extremo oriental de la necrópolis del sepultura que muestra un capitel corintio Barrio Universitario (ss. VI-VII) (© Cortesía M.J. Madrid Balanza). cortado en dos partes para indicar la cabecera y los pies, mientras que para la cubierta se emplea una columna estriada procedente del mismo porticado, cortada de forma longitudinal, (Madrid 2004: lám. 23). Por lo general, el tipo de sepultura consiste en fosas rectangulares –o sensiblemente trapezoidales- revestidas lateralmente por muretes de mampostería trabada con barro y con los extremos marcados por sendas placas verticales de piedra; lajas de arenisca trabadas con piedras constituían la cubierta (Fig. 14). En su interior se depositaba el cadáver envuelto en un sudario o féretro, acompañado, en ocasiones, de un reducido ajuar formado por objetos de adorno y uso personal tales como aretes y pendientes de cobre, collares con cuentas de pasta vítrea y ámbar o, de forma más excepcional, algún anillo, junto a botellitas de vidrio o cerámica; estas últimas presentes en las inhumaciones más tardías (Vizcaino y Madrid 2006: 461), a las que también corresponde un broche de cinturón, asimilable al tipo Siracusa que encuentra su parangón más cercano en otro ejemplar procedente de una de las habitaciones del barrio de época bizantina instalado sobre las ruinas del teatro (Ramallo 2000b: 602). Como objeto singular hay que reseñar el hallazgo en una de las sepulturas de un anillo en cuyo chatón figura, entre dos cruces, el lema vivas, que hay que interpretar como parte de alguna de las fórmulas características de este momento como in deo, in aeterno, in Christo que refrenda la confesionalidad cristiana de los individuos allí sepultados (Ramallo et alii 2010: 242). No obstante, y al menos hasta la fecha, no se ha atestiguado en toda la superficie excavada estructura alguna que pueda vincularse a un posible edificio de culto cristiano, así como tampoco resto de algún panteón o sepultura singular que por su especial simbolismo haya podido constituir el núcleo original y generador de la necrópolis. La proximidad del anfiteatro no parece haber influido en el emplazamiento y desarrollo del área cementerial, en cuanto a su posible utilización anterior como espacio de martirio -tal y como sucede en otras ciudades hispanas; en este sentido, además las actas de los mártires no recogen ninguno en Cartagena y cualquier tradición posterior carece de fundamento.

Precisamente, desconocemos la ubicación de edificios de culto en la ciudad de los siglos V y VI d.C., lo que impide completar la topografía cristiana del núcleo urbano y del suburbium. No obstante, la existencia de una pujante y sólida comunidad cristiana en este momento queda refrendada por la asistencia del obispo Héctor al concilio de Tarragona del 516 donde firma in Christi nomine como episcopus Carthaginiensis metropolitanae y décadas más tarde por Liciniano, uno de los prelados más influyentes y activos del momento, que ocuparía la silla episcopal en la última década del siglo VI, falleciendo en Constantinopla en el 602. No se puede olvidar tampoco a su contemporáneo Leandro, muy probablemente oriundo, como sus hermanos San Fulgencio, Santa Florentina y San Isidoro, de Carthago Spartaria o de

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su entorno. Desde el punto de vista de los hallazgos arqueológicos, contamos con evidencias de esta primigenia comunidad cristiana desde, al menos, finales del s. IV d.C. Desde el mar y a través del puerto, se difunde el cristianismo en la ciudad. Las primeras evidencias las encontramos entre la vajilla de a bordo de las propias tripulaciones de las naves comerciales de procedencia africana, como se puede comprobar en el pecio del Espalmador 1, de finales del s. IV d.C., donde algunas cazuelas en producciones africanas presentan motivos incisos y grafitos paleocristianos realizados por el propietario de la misma. Hablamos aquí no tanto de un elemento ornamental, que podría no responder a la creencia religiosa del posesor - como sucede con las lucernas-, sino de un motivo realizado post coctem por el propietario del objeto. Casos similares se han documentado en algunos yacimientos urbanos, aunque sin el nivel de detalle que aportan los contextos subacuáticos.

Por otra parte, las excavaciones arqueológicas realizadas en 2006 han permitido descartar la existencia de un edificio de culto cristiano bajo la iglesia de Santa María la Vieja, superpuesta al ángulo suroccidental del teatro, como quería la tradición erudita, con anterioridad a la segunda mitad del siglo XIII. A este momento y fábrica pertenecen los muros exhumados por San Martín en los trabajos de consolidación llevados a cabo en 1958, que se superponían al opus signinum de una vivienda tardorrepublicana (Fig. 15). Estos paramentos, construidos con mampostería reforzada en las esquinas con bloques regulares de travertino rojo, conforman un espacio rectangular, con la misma orientación que la basílica posterior, y constituyen la cimentación de la primera iglesia medieval, cortada en su lado oeste por los muros de la reconstrucción y ampliación renacentista, cuyo nivel de pavimentación no debió estar muy por debajo del actual. En este sentido, los muros hallados por San Martín, identificados ya en 1887 en un tramo que atravesaba por encima del citado pavimento de signinum, habrían sido construidos para crear una plataforma que regularizase el profundo y acusado desnivel (c. 6 m) que existe en este sector de la ladera, incidencia que ha constituido siempre un problema a la hora de cimentar cualquier edificio, siendo la propia iglesia de Santa María la Vieja, con sus constantes problemas de estabilidad, el ejemplo más paradigmático. En cuanto a las restantes iglesias del casco antiguo, en su mayor parte de origen conventual, se remontan al siglo XVI y no parecen contar con antecedentes anteriores; la información de archivo que alude a estos templos y ermitas no recoge tradiciones pasadas que hayan podido pervivir durante época islámica. A este respecto, conviene recordar que el área urbanizada entre los siglos IX y XIII se restringió a la ladera occidental del Cerro de la Concepción, marcando incluso el paramento de la scaenae frons del teatro un límite a partir del cual se distribuían amplios basureros y áreas funerarias; incluso el pavimento de la orchestra estaba perforado por un profundo basurero de los siglos XI y XII. En este contexto amplios sectores de la fachada portuaria y del valle entre los dos cerros más occidentales, habitados entre los siglos V y VII, quedaron abandonados hasta, al menos, época medieval cristiana. No sorprende, en consecuencia, que los siglos de ocupación musulmana borraran por completo cualquier traza o tradición cristiana.

Por último, no queremos terminar este apartado sin antes reseñar el hallazgo de dos epitafios cristianos en griego en el espacio que existe entre el teatro y las áreas portuarias, probable testimonio de la presencia de comerciantes griegos u orientales en la ciudad en época bizantina, El primero de ellos (Abascal y Ramallo 1997: n. 212), se encontraba ya en el siglo XVIII “en la calle que conduce a la Iglesia Vieja” (probablemente la Cuesta de la Baronesa) y fue traducido por Lafuente Vidal (1945) en los siguientes términos: por el descanso en la mansión del señor. La segunda inscripción fue hallada en 1968 en la esquina de la calle del Aire con Calle Cañón y se ha traducido como Ciriaco hijo de Ciriaco; Lammon hermano de Ciriaco que yace a su lado (Abascal y Ramallo 1997: n.214; Lillo 1985: 120). Hay otra tercera inscripción en griego, hoy perdida, de cronología similar y cuya procedencia original se desconoce. A estas inscripciones en griego, aunque con fuerte influencia latina, hay que sumar otras dos placas en latín, de transcripción incierta, recuperadas en el mismo entorno de la Iglesia de Santa María/teatro romano; una de ellas (Abascal y Ramallo 1997: n. 209), conmemoraría la construcción de una basílica cristiana, aunque

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Fig. 15.- Estructuras murarias superpuestas a una domus tardo-republicana, amortizada para la construcción de los accesos al teatro, pertenecientes, posiblemente a la primera iglesia cristiana asentada en este punto de la ciudad (segunda mitad del siglo XIII) (© Archivo Museo del Teatro Romano – Universidad de Murcia).

los argumentos no son concluyentes dado el alto grado de fragmentación de la pieza; la segunda, que fue hallada en los niveles bizantinos del teatro, presenta una lectura y cronología más incierta. En cualquier caso, es significativa la especial concentración de epígrafes funerarios en este sector de la falda occidental del Cerro de la Concepción, por debajo del teatro y muy cerca de las áreas portuarias, lo que contrasta con la total ausencia, al menos hasta la fecha, de epitafios en la necrópolis oriental, pese al elevado número de deposiciones excavadas. Es posible intuir, en consecuencia, la existencia de un área cementerial cercana al puerto, si bien su asociación a un posible espacio de culto cristiano es más difícil de probar; incluso tampoco podemos asegurar que los epígrafes puedan proceder de otros puntos más alejados y haber sido transportados hasta aquí en los procesos de acarreo y búsqueda de materiales de construcción para las fábricas más modernas.

4. CARTHAGO SPARTARIA: LA RECUPERACIÓN DE UN PUERTO CLAVE PARA EL MEDITERRÁNEO BIZANTINO

Sea como fuere, y volviendo a la narración histórica que aquí nos ocupa, la necrópolis del Barrio Universitario muestra en su sector oriental una especial concentración de sepulturas en el período que transcurre entre la segunda mitad del siglo VI y el primer tercio de la centuria siguiente, coincidiendo con la presencia bizantina en la ciudad; una estancia que se debió limitar al establecimiento permanente de una guarnición, compuesta por un limitado número de efectivos, que protegería y aseguraría el control militar de uno de los puertos estratégicos del Mediterráneo occidental, bien comunicado con la costa africana, con las Baleares, con Italia y Oriente, recuperando, en cierto modo, las cualidades que habrían

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impulsado la fundación de la ciudad en época bárquida. El dominio e instalación de otras guarniciones en enclaves costeros como Malaka o Septem y Tingis -en la antigua provincia Tingitana-, garantizaban la superioridad naval y el control del comercio y las rutas entre las dos riberas del Mediterráneo, una vez incorporada la fachada marítima africana tras la conquista por las tropas de Justiniano en el 533, cumpliendo así uno de los objetivos fundamentales del proyecto de renovatio imperii impulsado por emperador bizantino. A pesar de los hallazgos arqueológicos, que han permitido definir mejor esta etapa histórica, los testimonios de la presencia de los milites Romani en la ciudad siguen siendo escasos. A nivel de objetos personales, son quizás los restos de una coraza laminar formada por placas de hierro de forma mayoritariamente rectangular y perforadas con seis orificios de sujeción, que muestra interesantes paralelos en contextos bizantinos de los Balcanes e Italia fechados entre los siglos VI y VII, los elementos más significativos (Vizcaino 2008). Como parte también del armamento ofensivo de estos soldados hay que interpretar dos puntas de fecha de tipo ávaro (Vizcaino 2005: 190), recuperadas al igual que la pieza anterior entre los contextos materiales del barrio de época bizantina construido en gran parte sobre el teatro romano, y en parte también sobre las estructuras del mercado/almacén a él superpuesto.

Es precisamente este complejo edilicio, debido a la amplia extensión que ocupa, el que mejor transmite las características y el urbanismo de la fase de ocupación bizantina de la ciudad (vid. en general, Vizcaino 2009). Las estructuras que configuran el barrio se organizan de forma aterrazada sobre la ladera noroccidental del Cerro de la Concepción, en parte superpuestas a las gradas de la ima y la media cavea, recortadas o recrecidas con rellenos para generar las superficies niveladas de los pavimentos, pero también encajadas entre los aditus y sobre el proscaenium. En el primer caso, muros radiales al arco de la cavea, a los que se adosan otros curvos, articulan los espacios domésticos y de almacenaje, que adoptan forma cuadrangular, trapezoidal o rectangular y se estructuran en torno a patios comunes de forma triangular o trapezoidal, donde se disponen hornos para pan, rebancos, piletas, molinos, y otros dispositivos de carácter productivo (Fig. 16). En la parte inferior, por el contrario, los espacios se desarrollan en gran parte paralelos al eje que imponen la cimentación de la fachada escénica y las salas colindantes (Ramallo 2000a). La transición entre ambos sectores se realiza mediante profundas cimentaciones que sirven para aterrazar los espacios hacia la cavea. Las unidades domesticas se componen, generalmente, de dos o tres habitaciones que abren a un único espacio central; sus dimensiones son irregulares, aunque oscilan entre los 6/7 y los 2,5 metros. Los muros se levantan mediante un zócalo de mampostería trabada con barro, con superficies bien careadas, y alzados de adobe que sustentan cubiertas vegetales impermeabilizadas con láguena (pizarra) y apoyadas en colañas de madera. En los contextos asociados se han descubierto algunas tegulae e imbrices, procedentes, posiblemente, del tornavoz de la escena, si bien su empleo secundario se debió restringir a espacios muy puntuales, dado el limitado número de piezas recuperadas. Los pavimentos eran de tierra rojiza endurecida y apelmazada de entre 3 y 6 cm de potencia, con los umbrales de acceso señalados por placas de caliza flanqueados por bloques de arenisca. En algunos muros se incrustan trozos de fuste de columna u otros elementos procedentes del viejo teatro, empleados sobre todo como pilares de enlace entre los paramentos murarios. Los hogares, rehundidos en el pavimento de algunas estancias e identificados por sucesivas capas de arcilla endurecida, aparecen contorneados por una fila de piedra, y reafirman el carácter doméstico del barrio, frente a la función de almacenamiento que evocan otras estancias donde se acumula un ajuar cerámico, especialmente anfórico, que excede las necesidades de un grupo familiar. Las unidades de habitación estaban separadas por callejuelas, estrechas y en pendiente, pavimentadas con una capa endurecida de tierra sobre una de gravilla muy compactada de entre 4 y 7 cm de grosor, determinando una trama irregular que preludia el urbanismo de época alto-medieval. En su conjunto, y en el ámbito de la arquitectura privada, se aprecia una mayor indefinición y connivencia entre los espacios de carácter doméstico y de almacenaje y los destinados a actividades artesanales o de trabajo, ahondando en un proceso que, al menos en Carthago Nova, se comienza a apreciar durante el siglo III d.C. e incluso un poco antes, y que se consolida y acentúa a lo largo de los siglos IV y V. Este proceso coincide en parte también con la invasión y transformación de los espacios públicos por áreas y estructuras de

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Fig. 16.- Planta del barrio portuario de época bizantina instalado sobre los restos del teatro romano y del mercado/almacén a él previamente superpuesto (© Archivo Museo del Teatro Romano de Cartagena – Universidad de Murcia).

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habitación de carácter doméstico y artesanal. La porticus post scaenam del teatro ofrece un buen ejemplo de estos cambios ya en una cronología temprana. Por otra parte, la superposición u ocupación de edificios de espectáculos por habitaciones de carácter doméstico, bien reutilizando las estructuras precedentes, o bien sobre niveles de colmatación que llegan a cubrir las fábricas más antiguas, se observa en varias ciudades romanas. No obstante, el paralelo para Cartagena más excepcional, tanto funcional como cronológico, lo proporciona el teatro de Leptis Magna donde, con una concepción muy similar, un barrio de época bizantina se instala sobre el teatro, con las habitaciones distribuidas de forma radial sobre la cavea y paralelas a la escena las situadas sobre el proscaenium (Caputo 1987: lám. II). Al igual que sucede en la ciudad hispana, en la africana los milites Romani ocupan el área más próxima al puerto, que rodean con altas murallas, mientras que se abandona el resto (Di Vita et alii 1999: 145). A nivel general, por concepción y características edilicias, las estructuras del barrio de la ciudad hispana ofrecen un buen confronto con las viviendas del barrio bizantino de Kaukana, en Sicilia (Fañkenhausen 1986, fig. 15).

La continuidad de estas estructuras de carácter doméstico en el espacio ocupado por la porticus post scaenam se verifica con el hallazgo de un muro, de características similares a los descritos más arriba, en un solar de la calle Orcel, n.2D, que superpuesto a la planta del pórtico se situaría aproximadamente en el centro de la zona ajardinada del cuadripórtico (Berrocal 1997b: 121, fig. 7); también en los dos muros, casi paralelos y en dirección E-W, construidos con “tambores de piedra arenisca, restos de fustes, basas fragmentadas y piedras, casi todos materiales reaprovechados y unidos entre sí por barro”, hallados en la calle Soledad, esquina Nueva (Martínez Andreu 1985: 135), así como en los muros de mampostería y barro apoyados directamente sobre el muro oriental de cierre del pórtico, que excavamos nosotros mismos (Fig. 17), y que excluyen cualquier posibilidad de uso de este espacio como fortín en época bizantina, siguiendo la pauta de lo establecido en algunas ciudades africanas.

Estas estructuras se proyectan de forma discontinua hasta la pendiente/falda meridional del Cerro de Molinete, probablemente el otro núcleo importante de habitación, ocupando el espacio entre ambos promontorios, con un urbanismo discontinuo en el que las áreas de habitación conviven con pozos o vertederos. Algunos ejemplos que podemos citar son los restos de estructuras murarias que conforman tres ambientes identificados en el solar n. 34-36 de la calle del Aire, cerca del ángulo sur-occidental del Molinete y muy próximo al complejo tardorromano de la Plaza de los Tres Reyes/Gran Hotel, que ya hemos descrito antes, y en consecuencia junto a la fachada portuaria (Antolinos 2003: 69). En otro solar de este moderno eje viario, concretamente en el n. 30, el informe de excavación señala el hallazgo de “muros de piedras medianas y ladrillo trabados con tierra” junto a “pavimentos de tierra apisonada con dos hogares asociados” (Andreu y Vidal 2005: 127). En esta misma zona, concretamente en el solar n. 41 de la calle Mayor, se detectó un muro de esta fase junto a un vertedero (Antolinos et alii 2002: 52). En el mismo eje viario, y concretamente, en la esquina con Medieras, se habla en la memoria de excavación de “muros de mampostería irregular trabada con barro” (Fernández et alii 2007: 141). Colocados sobre el plano, estos restos muestran una especial concentración en el entorno de la fachada marítima, si bien se han detectado en otros puntos más apartados, aunque siempre dentro del rectángulo que se extiende entre los Cerros de la Concepción y Molinete, proporcionando la imagen de una trama poco cohesionada que, no obstante, puede estar distorsionada por la parcialidad de la información arqueológica, o también por la desaparición en muchos de estos solares de las estructuras más tardías, eliminadas o ignoradas en los informes antiguos por su escasa entidad o directamente afectadas por las cimentaciones de los inmuebles más modernos (Fig. 13).

En cualquier caso, otro rasgo característico de este entramado es la existencia junto o entre las unidades domésticas de pozos circulares de residuo, a veces auténticos vertederos, semejantes a los que desde comienzos del siglo V ocupaban la mitad oriental de la ciudad del siglo I d.C. Estas cavidades recogen y concentran, junto a restos óseos (Portí 1991), un rico repertorio de producciones cerámicas

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Fig. 17.- Estructuras de época bizantina superpuestas a los paramentos de cimentación del brazo oriental de la porticus post scaenam (© Archivo Museo del Teatro Romano – Universidad de Murcia).

caracterizado por las formas más tardías de la africana D, envases ánforicos de procedencia africana y oriental, así como un elevado porcentaje de cerámicas de cocina de producción local, sobre todo, ollas y cazuelas de amplio diámetro que atestiguan y certifican un cambio en los hábitos alimenticios en estos años, con una predilección por los guisos y sopas frente a los asados. Un elemento muy significativo de estos ajuares, que, en líneas generales, son muy similares a los que definen el nivel de destrucción del conjunto de viviendas emplazadas sobre el teatro, son los ungüentarios de procedencia oriental (Late roman unguentaria). Se trata de pequeños recipientes de forma ahusada que, en un primer momento, se interpretaron como envases destinados a contener aguas del Jordán o aceites de Tierra Santa para las ceremonias de carácter litúrgico (Hayes 1971: 246-247), si bien esta hipótesis se ha matizado posteriormente, ya que solo se tiene indicios de que contuvieran bálsamos (Vizcaino 2009: 648). Un atributo distintivo de estas piezas es la impresión de un sello en forma de cartela circular o cuadrada con un monograma que parece aludir a funcionarios imperiales o dignidades eclesiásticas que, se piensa, controlarían la cantidad o calidad del contenido (Vizcaino y Pérez 2008). Gran parte de estos materiales aparecen registrados en los pozos de vertido de C/Duque 33, Jara 12, San Antonio el Pobre, Jara 21-23, Cuatro Santos 17, así como en los vertederos de Palas 8 y Caballero 2-8, aunque también en los vertidos de colmatación de las termas de la calle Honda y en la fase final del complejo edilicio de la Plaza de los Tres Reyes (Ramallo y Ruiz 2000).

Al margen del carácter de las estructuras y de la ausencia, hasta la fecha, de espacios de culto o de carácter civil, la abundancia, variedad y calidad de los ajuares cerámicos documentados, tanto en los pozos y vertederos como en los paquetes asociados a los niveles de construcción y desarrollo del barrio de época bizantina asentado sobre el teatro, a pesar de su escasa duración, sirven para corroborar el dinamismo

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comercial de este viejo puerto del sureste de Hispania, potenciado por el control de los milites Romani de la cuenca mediterránea. Bien es cierto que estas mismas producciones cerámicas se hallan documentadas en otras capitales y ciudades de la Hispania visigoda; en este sentido, no es tanto la variedad de formas documentadas como la cantidad, que en el caso de Carthago Spartaria sólo encuentran parangón en otras poblaciones bajo control bizantino como es el caso de Malaka (Ramallo y Vizcaino 2002). En este sentido, la famosa inscripción del general bizantino Comitiolus - si el personaje representado es el mismo citado por Gregorio Magno como dux y gloriosus que interviene por estos años en la zona de Malaka -, o Comenciolus si es el que, como magister militum aparece en el frente persa en los años 590/591 y 598 (Abascal y Ramallo 1997: n. 208; Prego 2000), que recuerda la construcción (o restauración) entre los años 589/590 de una puerta monumental en la muralla flanqueada por dos torres, al margen del valor real o propagandístico del texto inscrito (Fontaine 2000), encuentra ahora una mejor contextualización y deja de ser casi el único documento histórico que atestiguaba la presencia bizantina en Spania (Fig. 18).

Fig. 18.- Inscripción de Comenciolus/Comitiolus hallada en 1698 en el convento de la Merced (© Archivo Museo Arqueológico Municipal de Cartagena).

En este mismo contexto de recuperación, los datos procedentes del espacio portuario, así como los hallazgos subacuáticos parecen refrendar esta importante actividad comercial. Los abundantes materiales documentados en la zona del Espalmador, nos describen este espacio como el fondeadero principal de la ciudad. Si bien corresponde a un área alejada, es la única que puede garantizar unas condiciones seguras de fondeo para las embarcaciones de mayor tonelaje. Los materiales son variados y nos describen una intensa actividad de redistribución, donde producciones locales o del Mediterráneo oriental son habituales en los fondos del puerto, aunque destacan sobre todas ellas los productos africanos (Pérez 1996; Cerezo 2015). Se asocia a este momento cronológico el pecio de Escombreras V (Pinedo y Alonso 2004) así como los materiales recuperados de otros posibles pecios en Punta de San Leandro, Bajo de Santa Ana y Trincabotijas (Pinedo 1996), en los accesos del puerto. Se trata por tanto de un periodo histórico de gran dinamismo en el tráfico náutico como demuestran estos pecios en los accesos e interior del puerto de Cartagena, dato que viene a reafirmar el papel principal del puerto en el sistema del tráfico de redistribución. En este sentido, el tonelaje calculado para algunas de las embarcaciones de este periodo documentadas en Carthago Nova se encuadra entre las 60 y 80 toneladas, un dato que nos describe un tráfico marítimo de embarcaciones medianas dedicadas al comercio de redistribución regional dentro del espacio marítimo de la provincia y posiblemente, el Norte de África.

Esta intensa actividad náutica tiene su reflejo en algunas de las escasas estructuras de posible almacenamiento portuario documentadas; algunas de ellas levantadas de forma improvisada como se

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puede observar en el solar de la calle Mayor n. 21-23 (Fernández y Fuentes 2011) o en la calle del Escorial (Antolinos Marín et alii 2009), lo que demuestra la urgencia del momento por la gestión de este tráfico. No obstante, no se han constatado arqueológicamente estructuras de contacto tipo muelles o diques, así como atarazanas o varaderos. A los problemas de investigación anteriormente señalados sobre esta zona (escasas intervenciones y dificultad de acceso) habría que sumar un factor náutico ¿serían necesarias estas estructuras?

Según se desprende de la topografía del periodo tardío, en el frente marítimo de la ciudad continuaría desarrollándose un importante espacio de playa, relativamente poco profundo, por lo que el puerto podría funcionar como un puerto varado, siendo posible tal vez estructuras menos duraderas en el registro arqueológico como pasarelas de madera (como sucede en los puertos de Marsella o Nápoles). No obstante, en base al hallazgo de la Galera del Deán (datada en época de Alejandro Severo), no podemos descartar que el sector de la Plaza del Ayuntamiento y Héroes de Cavite pudiera ser accesible todavía, a pesar del tiempo transcurrido, a embarcaciones de mayor calado reutilizando, tal vez, un frente construido previo.

A finales del primer cuarto del siglo VII, el barrio instalado sobre el teatro y las restantes estructuras distribuidas de forma irregular sobre el valle intermontano más cercano a la línea occidental de costa, sufren una destrucción violenta que se refleja a nivel arqueológico en el ajuar doméstico que aparece aplastado sobre los pavimentos, compuesto por africanas D (Hayes, 99, 80B/99, 105, 91D, 104D, 101, 107 y 109 como formas mayoritarias), africana de cocina en un porcentaje inferior al de las fases anteriores, ánforas de procedencia norteafricana (Keay LXI, LXII, XXXII y XVI), y oriental (Keay LIII y LIV), junto a Fig. 19.- Nivel de destrucción violenta con los ajuares aplastados sobre el pavimento de las habitaciones de época bizantina Late Roman Unguentarium y, sobre todo, superpuestos al teatro (© Archivo Museo del Teatro Romano – cerámicas toscas de producción local Universidad de Murcia). (Ramallo et alii 1996: fig. 19) (Fig. 19). Este colapso de la otrora esplendorosa Carthago Nova se ha puesto en relación con la conquista visigoda, expresada de forma indirecta en las líneas de San Isidoro (Etym. XV, I, 67-68) cuando escribee Afri sub Hannibale maritima Hispaniae occupantes, Carthaginem Spartariam construxerunt, quae mox a Romanis capta et colonia facta, nomen etiam provinciae dedit. Nunc autem a Gothis subversa atque in desolationem redacta est, párrafo que, en cierto modo, viene a resumir su ya dilatada historia.

AGRADECIMIENTOS

Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación, Carthago Nova: topografía y urbanística de una urbe mediterránea privilegiada I y II (HAR2011-29330 y HAR2014-57672-P), del Ministerio de Economía y Competitividad, Dirección General de Proyectos de Investigación del Plan Nacional de I+D+i, parcialmente financiado con Fondos FEDER.

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015 MYTRA 1, 2018: 195-236

TOLETUM. CONFIGURACIÓN Y EVOLUCIÓN URBANA DE LA CAPITAL VISIGODA Y SU TERRITORIO

RAFAEL BARROSO CABRERA*, JESÚS CARROBLES SANTOS**, JORGE MORÍN DE PABLOS***, ISABEL SÁNCHEZ RAMOS****

RESUMEN

Durante la Antigüedad tardía el paisaje urbano de Toledo se vio profundamente alterado o modificado, al tiempo que se produjo una reorganización y nueva concepción de los espacios suburbiales, de sus edificios y funciones. Como fenómeno de largo alcance, el cristianismo fue a partir del siglo IV uno de los elementos determinantes en la profunda transformación de la sociedad y, por tanto, también de la realidad urbana. La consolidación de Toledo como capital visigoda hacia finales del siglo VI tuvo, además, unas consecuencias particulares en la ordenación del territorio y en la propia estructuración de los nuevos espacios públicos y de representación, así como también de los espacios de ámbito privado. Tanto el evergetismo episcopal como las fundaciones de patronato regio contribuyeron al desarrollo de una nueva arquitectura de carácter monumental que configuró una particular topografía del paisaje urbano y suburbano en la que se conjugaban una arquitectura civil de carácter palatino con el denominado itinerario estacional, documentado en otras ciudades episcopales, que unía los diferentes hitos sacros en los que se vertebraba la liturgia de la ciudad cristiana1.

PALABRAS CLAVE

Hispania, Toledo, Antigüedad tardía, cristianización, paisaje urbano, capital visigoda.

ABSTRACT

The urban landscape of Toletum was altered or modified, while there was a reorganization and new concept of the ancient suburbium, its spaces, its buildings and its functions. As a long-range

* Audema, Madrid. [email protected] ** Diputación de Toledo. [email protected] *** Audema, Madrid. [email protected] **** Universidad Autónoma de Madrid. [email protected] 1 Este trabajo se inscribe en el proyecto Identidades culturales en la Península Ibérica durante la Antigüedad tardía, subvencionado por el Programa Talentia Postdoc (2014-2016), de la Agencia Andaluza del Conocimiento y cofinanciado a través del fondo del Séptimo Programa Marco, Acciones Marie Curie, Personas, Cofinanciación de Programas Regionales, Nacionales e Internacionales, y la Consejería de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo de la Junta de Andalucía. MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 4/4/18 17:02 Página 196

R. BARROSO CABRERA / J. CARROBLES SANTOS / J. MORÍN DE PABLOS / I. SÁNCHEZ RAMOS 1

phenomenon, Christianity was from the 4th century one of the main decisive elements in the society and urban’s transformation. Few centuries later, the consolidation of the Visigoth capital had also particular consequences in the spatial planning and structuration of the new public places of representation and private spaces. The episcopal and royal evergetism contributed to the development of a new architecture of power that set a special topography of urban and suburban landscape, which conjugated civil architecture with the so-called sacred liturgy.

KEYWORDS

Hispania, Toledo, Late Antiquity, Christianization, Urban Landscape, Visigoth capital.

1. INTRODUCCIÓN

El colapso del antiguo modelo territorial romano y su sustitución por el visigodo se identifica visualmente en el paisaje con la aparición de nuevos complejos monumentales entre los cuales, los conjuntos monásticos funerarios y residenciales (San Pedro de la Mata-Los Hitos, Melque o Guarrazar), ligados a las elites toledanas adquieren un destacado protagonismo (Figs. 1 y 2.). Durante el siglo VII, los ambiciosos programas arquitectónicos puestos en marcha por el regnum Gothorum se convirtieron en la imagen patente de la monarquía y de la jerarquía religiosa del reino, lo que explica su posterior influencia en la formación del arte áulico ovetense y carolingio. Además, diversos estudios realizados en los últimos años concluyen que la ciudad de Toledo fue un lugar privilegiado para conocer la creación y posterior evolución del modelo más común de palacio urbano bajomedieval en el reino de Castilla, gracias a la conservación de un amplio número de inmuebles de este tipo, más o menos completos, en diferentes zonas de su casco histórico (Martínez Caviró 1980; Passini 2004; Pavón 1973; Pérez 1984; Peris 1992). El origen de estas casas principales hay que buscarlo en la unión de las diferentes corrientes entre las que se incluyen las experiencias surgidas de la observación directa de un buen número de edificaciones de época romana y de la Antigüedad tardía, que seguían siendo perfectamente visibles en un paisaje en el que todavía destacaban como referencias de prestigio vinculadas a un pasado mítico (visigodo) al que se miraba, cada vez más, con creciente interés y nostalgia. Es, por tanto, el periodo visigodo un momento histórico excepcional para Toledo, convertido por razones obvias en referencia obligada para entender cualquiera de los muchos programas constructivos emprendidos en diferentes zonas de la Península Ibérica, y muy especialmente en el área toledana en diferentes fases de su historia (Barroso, Carrobles y Morín 2009). Sin comprender la importancia de la capitalidad visigoda, del despliegue arquitectónico que esta situación supuso y de la legitimidad que aportaban sus principales instituciones e incluso algunos de los restos materiales conservados, no es posible entender la evolución de la ciudad de Toledo ni de su territorio. De hecho, cualquier vinculación que podamos formular entre la Antigüedad y los siglos centrales de la Edad Media no es una posibilidad más o menos lejana, sino una muestra más de un fenómeno cultural aún poco conocido que parte de la observación y del establecimiento de lazos directos con el pasado.

2. TOLEDO ANTES DE LA CAPITALIDAD VISIGODA

2. 1. LA CIUDAD ROMANA Y BAJOIMPERIAL

Desde la segunda mitad del siglo II a.C., la Carpetania, antiguo territorio celtíbero al que pertenecía la actual ciudad de Toledo, se había mostrado como una zona de gran valor estratégico por su condición de frontera natural entre los fértiles territorios de la Bética y la Meseta norte (Sánchez 2001). Con el control y romanización de Hispania asistimos al surgimiento o revitalización de una serie de asentamientos en llano

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Fig.1.a. Territorio de la ciudad de Toledo en época romana; b. Los yacimientos romanos en las Vegas Alta y Baja de Toledo; c. Los espacios excavados en Toledo y en el área periurbana (© Autores).

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Fig. 2.a. Topografía de la ciudad de Toledo en época romana; b-e. GIS con los restos de época romana en Toledo (© Autores).

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de gran extensión que facilitaron la articulación y explotación de los territorios más inmediatos a la capital toledana (Figs. 3 y 4). Dichos asentamientos se convirtieron en centros intermedios que canalizaban los esfuerzos productivos y de intercambio desde otras unidades menores (Mangas y Carrobles 1998). De forma paralela tuvo lugar la implantación del régimen de las uillae en los espacios más productivos y mejor comunicados de la región, casi siempre coincidentes con los valles fluviales. Ambos sistemas de poblamiento reflejaban un modelo territorial y de explotación perfectamente estructurado en el que el núcleo urbano de Toledo pasó a convertirse en cabeza administrativa, religiosa y económica (Carrobles 1990; Palomero 2001). Una de las razones que contribuyeron al éxito de Toledo fue precisamente su situación estratégica como vado del Tajo, un hecho que sin duda marcó su desarrollo histórico posterior y que alcanzaría su punto culminante en la elección de esta ciudad como sede regia de la corte visigoda.

El establecimiento de la ciudad en un peñón sobre el antiguo oppidum carpetano obligó en época romana a regularizar su orografía mediante la construcción de grandes aterrazamientos y el trazado de nuevos ejes viarios destinados a conseguir cierta ortogonalidad en su trama urbana. El resultado fue la construcción de una auténtica ciudad fachada en la que destacaban los complejos lúdicos construidos junto a las principales vías de comunicación que salían en dirección Norte (actual Vega Baja). La otra vía de entrada al núcleo urbano (Huerta del Rey), quedaba comunicada con Toledo a través del puente sobre el Tajo (puente de Alcántara), uno de los más destacados hitos de la ingeniería antigua de Hispania.

El perímetro de la ciudad romana estuvo definido por un recinto amurallado asentado en parte sobre la fortificación prerromana (Rubio y Tsiolis 2004). Estas mismas condiciones topográficas determinaron la existencia de un único trazado que discurría entre las proximidades del Puente de Alcántara y el de San Martín, es decir, sobre el borde de la falla geológica que marca el límite septentrional del peñón. La propia morfología del peñón sobre el que se asienta el núcleo urbano, unido a la dispersión de la evidencia material, permite plantear la existencia de una ciudad en alto que contaría con una extensión mínima de 60 hectáreas, es decir, muy por encima de las 5 hectáreas que algunos autores le adjudican y con las que se ha querido explicar su escaso protagonismo en las fuentes escritas de época romana sobre las que se ha basado el discurso histórico.

De la constatación de grandes obras de aterrazamiento y de la aparición de relieves y esculturas que formaron parte de la decoración arquitectónica de un importante espacio público (Schattner 2009) se deduce la ubicación del foro romano en la zona actualmente comprendida entre el final de la calle de la Plata y la plaza de San Vicente. Sin embargo, quedan aún por documentar los diferentes edificios del conjunto forense que conformaron este espacio público (curia, basílica, templo, etc.), así como otras construcciones significativas del urbanismo altoimperial, que junto a los espacios residenciales y privados definirían el paisaje urbano de la ciudad romana.

En cuanto al sistema hidráulico de época altoimperial y, en concreto, a los cambios que, porsteriormente, afectaron a sus depósitos y canalizaciones, son realmente interesantes dos conjuntos de cisternas localizados en el interior del núcleo urbano situado sobre el peñón (Aranda et alii 1997: 31-57). En el complejo localizado en la Delegación de Hacienda, a mediados del siglo IV se inicia una fase de abandono y expolio mediante la realización de trincheras para la extracción de materiales constructivos susceptibles de ser reaprovechados en las nuevas construcciones de la ciudad tardía. En el segundo, integrado por cisternas, varias canalizaciones y parte de una calle (ex-convento de Madre de Dios), se produce entre los siglos IV y V un desmantelamiento y expolio de los antiguos depósitos mediante la demolición de algunos muros para permitir la construcción de un pequeño complejo residencial, caracterizado por la utilización de materiales pobres en relación con los utilizados en las estructuras de las fases anteriores, que estaría en uso al menos hasta el siglo VI, dentro del tipo de actuación perfectamente documentado en otras ciudades hispanas de la época.

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Fig. 3. a. Topografía de la ciudad de Toledo con los restos romanos altoimperiales; b. Planta esquemática (© Autores).

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Fig. 4. a. Topografía de la ciudad de Toledo con los restos romanos bajoimperiales; b. Planta esquemática (© Autores).

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El emplazamiento de la ciudad sobre el peñón rocoso también condicionó desde fechas bastante antiguas el propio desarrollo urbano, haciendo patente la necesidad de buscar espacios abiertos o simplemente de mayor amplitud para la realización de una serie de actividades inherentes al fenómeno urbano. Este fue el caso de las vegas, en el espacio extramuros noroccidental, lugar elegido para la construcción de todo un complejo de edificios de espectáculos relacionados presumiblemente con la municipalización de la ciudad (Cortés et alii 1984: 75). Esta elección de las vegas como espacio de ocio tuvo una importante repercusión siglos después cuando, siguiendo el modelo urbano documentado en otras ciudades que adquirieron importancia a partir del siglo III, convirtiéndose en una zona suburbial que diluyó la tradicional separación de la ciudad con respecto al campo que la rodea.

El uso del circo se mantuvo hasta momentos bastante tardíos, según se desprende del hallazgo en este lugar de sigillatas tardías, así como del descubrimiento del denominado marfil de Hipólito, pieza que formaba parte de una sella o cátedra de algún miembro de la más alta administración, presumiblemente el gobernador provincial o el vicario de la diócesis. Al norte de su hemiciclo se conservó hasta mediados del siglo XX una serie de grandes cepas de hormigón pertenecientes a un teatro de cierta envergadura que debió de construirse en el mismo momento que el circo, aunque, como ocurrió en la práctica totalidad de los edificios con esta finalidad, debió de abandonarse mucho antes que éste, posiblemente ya en la segunda mitad del siglo III (Sánchez, Palencia y Sáinz 1988). Completando la infraestructura lúdica de época altoimperial se hallaba el anfiteatro documentado bajo el barrio de Las Covachuelas, cuyo nombre hace referencia precisamente a las estructuras sobre las que éste fue construido. Se trata de un edificio público de carácter monumental del que apenas conocemos algunas características del alzado de un extremo del graderío, como el empleo de opus caementicium en su edificación (Carrobles 2001: 14).

Si bien podríamos situar ya en el siglo IV la construcción de algunas residencias de prestigio, el único testimonio correspondiente a una domus urbana de esta época localizado intramuros de la ciudad es un fragmento de mosaico polícromo aparecido a finales del s. XIX en el espacio comprendido entre el Hospital de Santa Cruz y el Convento de la Concepción franciscana. Se trata de un hallazgo aislado, si bien por la representación de un motivo en pelta podría asimilarse a otros mosaicos toledanos fechados en el siglo IV (Balil 1990). Igualmente adscribibles a un ambiente residencial de época bajoimperial son las estructuras documentadas en Comercio 41, que forman parte de un edificio termal que se mantendría en uso hasta finales del siglo VI (García 2005a). Por lo que respecta al sector aluvial aprovechable del entorno urbano también se documenta el crecimiento y densificación de toda una serie de complejos residenciales que transformaron profundamente el paisaje y la funcionalidad de los espacios suburbiales de la ciudad (Barroso y Morín 2007a). Un fenómeno de crecimiento y ocupación antrópica con continuidad histórica y, en ocasiones, de auténtica saturación del espacio disponible condicionada por la orografía toledana, nada habitual, por tanto, en otras ciudades de la península. Este es el caso de los dos mosaicos documentados en el año 1923 en los terrenos de antigua Fábrica de Armas que se han identificado como parte del pavimento de dos habitaciones de una uilla. Este conjunto fue reocupado a partir de mediados del siglo IV por una serie de enterramientos que habría que vincular con un sector marginal y tardío de la necrópolis localizada en las inmediaciones de la iglesia del Cristo de la Vega.

Los edificios de espectáculos ubicados al norte del núcleo urbano, en la llanura que unía a la ciudad alta con su entorno, coexistirían desde fechas igualmente antiguas con diferentes necrópolis, que crecieron en época altoimperial de forma relativamente dispersa junto a la red viaria que surcó la Vega Baja. De su amplitud e importancia sólo conocemos que el núcleo central de la necrópolis contó con enterramientos de muy diferente tipología. Durante la Antigüedad tardía, el uso funerario de esta zona experimentó, además, un cierto crecimiento e incluso ciertos cambios en su topografía en función de las zonas con mayor demanda (Palol 1972). El origen y evolución de la necrópolis extendida en las inmediaciones del Cristo de la Vega se ha vinculado con la tradición que culminará con la consolidación del culto a Santa Leocadia,

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aunque este hecho ofrece aún ciertos problemas de interpretación dada la fecha relativamente tardía en la que empieza a manifestarse el culto martirial a la santa toledana. En cualquier caso, el origen de la utilización funeraria de esta zona debió tener lugar hacia finales del siglo IV o comienzos V (Carrobles 2007: 63), destacando en ella el conjunto de tumbas hallado en el actual Paseo de la Basílica (García 2005b; García y Gómez 2005b).

2. 2. TERRITORIVM DE TOLEDO DURANTE EL BAJOIMPERIO

En los últimos años, diferentes villae localizadas en el área de influencia de Toledo durante la Antigüedad tardía, han sido objeto de una investigación sistemática (Carrobles 2007: 68-74; García, Entero y Castelo 2008: 345-368). Los resultados obtenidos empiezan a ofrecer interesantes datos sobre la organización interna de sus principales dependencias, y la existencia de grandes atrios porticados que se convierten en los elementos vertebradores de la mayor parte de la construcción (Fig. 5a-d). Se trata de la villa bajoimperial de El Saucedo (Talavera de la Reina), donde se ha llegado a comprender la evolución histórica del edificio y sus características técnicas, así como la posible instalación de una iglesia en el siglo VI (Castello, Seco y Álvarez 2004: 257-270; Castello et alii 2005-2006: 259-337). Esta última hipótesis se ha utilizado en varias publicaciones del mismo yacimiento para discutir la transformación de las propiedades rurales en iglesias y/o monasterios durante este período2 (Castelo et alii 2006: 173-196). En El Solao (Rielves) (Fig. 6), por su parte, se documenta un gran patio que funcionaría como espacio de transición entre el exterior y el sector más monumental, al presentar zonas completamente libres de edificaciones y concentrar las que tienen mayor protagonismo sólo en uno de sus frentes (Fernández 1977- 1978). En él destaca la existencia de un aula de recepción de planta cuadrada o ligeramente rectangular, que se convierte en la referencia visual de la construcción en relación al resto de volúmenes que se disponen a su alrededor, siempre de menor tamaño y altura.

En la Carthaginensis interior, puede comprobarse, además, el éxito y difusión que tuvieron los esquemas arquitectónicos duales en las grandes residencias aristocráticas del Mediterráneo occidental (Barroso, Carrobles y Morín 2011: 27-92). De forma menos monumental que la Villa del Casale en Piazza Armerina (Sicilia), pero igualmente efectiva, es la villa romana de Santa María de Abajo en Carranque (siglo IV), que ha sido objeto de controvertidas lecturas y propuestas (Arce 2003: 15-28; Fernández, Bendala y García 2007). Se construyeron inmuebles completamente independientes destinados a cumplir funciones muy concretas, normalmente con carácter de representación, siendo uno de los máximos exponentes en Hispania del fenómeno al que nos referimos, más aún valorando la calidad, cantidad y significativa diversidad de los mármoles utilizados (Fig. 7). Sobresale por la complejidad de sus espacios y la probable instalación de un edificio de culto cristiano en época tardoantigua, aunque no habría que descartar la adscripción cristiana de su propietario, dados los sarcófagos y otros elementos con simbología cristiana del siglo IV hallados en el mismo lugar (García y Vidal 2012: 150).

El edificio que tiene mayor interés para nuestro estudio es el que ahora aparece en la literatura científica como edificio A, que hasta hace unos años se identificaba con una gran basílica cristiana. Las últimas investigaciones han servido para señalar que nos encontramos ante el palatium destinado a cumplir con las ceremonias ligadas a la recepción de clientes y amigos. Esta gran edificación, que ocupa una superficie cercana a los 2.000 m2, cuenta con un total de cuatro cuerpos bien diferenciados. El inmueble presenta una amplia fachada hacia el este en la que destaca un pórtico central y sendas torres de flanqueo, que dan lugar al primer ejemplo hispano de este tipo de organización de fachada torreada tan característica de la arquitectura de prestigio en las provincias romanas. Al final del eje axial que marca la

2 Posibles monasterios tardoantiguos y altomedievales establecidos en antiguas villae, como San Cucufate, Carranque y Monte de Cegonha.

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Fig. 5. a-b. Palacio de Spalato y frente del corredor de las audiencias; c. Villa del Casale; d. Palacio de Cercadilla, Cordoba –según Rafael Hidalgo-.

Fig. 6. a- Planta de la villa del Solao –Rielves, Toledo-; b y c. Reconstrucción y planta de la villa del Saucedo.

entrada principal y el centro del patio, se localiza un salón de grandes proporciones que tiene una planta ligeramente irregular aunque de clara tendencia cuadrada, similar por su disposición y aspecto a los documentados en las uillae de El Saucedo y El Solao. Toda la edificación está realizada en una mampostería muy parecida a la que va a ser característica en el mudéjar toledano y estuvo dotada de un programa decorativo rico y complejo en el que destaca la utilización de uno de los conjuntos de mármoles más ricos y variados de los que se conocen en Hispania (García y Vidal 2008: 587–605).

El conjunto de Carranque es importante por encontrarse en el territorio de la futura capital y sede regia de Toledo y porque es un claro reflejo del peso de las oligarquías hispanas en el centro de la península en los siglos previos a la constitución del Estado visigodo. La existencia y el papel que juegan estos conjuntos

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Fig.7.a. Conjunto de Santa Maria de Abajo, Carranque; b-c. Carranque, edificio B; d-e. Carranque, termas.

arquitectónicos permiten entender otros casos complejos y urbanos como los de Segóbriga (Barroso, Carrobles y Morín 2014) o el más monumental de Cercadilla (Córdoba), que constituye un excelente ejemplo del extremo al que llegaron este tipo de construcciones de prestigio (Hidalgo 1996; Ibid 1998: 273- 302; Ibid 2014: 539).

Como en los citados ejemplos del siglo IV, en los que las dependencias principales generan bloques aislados relativamente alejados entre sí, también en la villa de Las Tamujas (Malpica de Tajo) se documenta el tipo de aula independiente destinada a cumplir con las funciones de representación de un gran propietario (Palomeque 1963: 197-205). Aunque ha sido escasamente valorado en los últimos años (Arce 2003: 24), y quizá no de manera correcta, se ha constatado un gran atrio porticado de planta rectangular que está cerrado en uno de sus frentes menores por una amplia aula trícora en la que el cuerpo central podría haber alcanzado mayor altura. Al igual que ocurrió en Carranque, éste fue el único complejo de los que integraban la villa que sobrevivió gracias a su reutilización como iglesia. Ambos ejemplos cuentan con paralelos en otras zonas de la Península (Tuset y Godoy 1994: 209-222). Es el caso del edificio porticado y de representación de Algezares (Murcia), que podría formar parte de un conjunto de características similares (Ramallo y Vizcaíno 2012: 337), que en un principio fue identificado con un espacio de recepción vinculado con miembros destacados de la jerarquía eclesiástica (García 2006: 113-132). La edificación se estructura a partir de un nuevo peristilo de planta rectangular que queda cerrado en uno de sus frentes menores por una gran sala de representación de planta rectangular y gran altura que, en este caso concreto, está flanqueada por dos cuerpos laterales que se prolongan hacia el norte. El tránsito entre el patio y la sala se realiza a través de una gran escalinata y un vestíbulo que dotaban al conjunto de un claro carácter monumental (Fig. 8).

Tanto en este caso como en el descrito en Las Tamujas, el cuerpo constructivo que preside la edificación se organiza mediante un esquema más sencillo que el documentado en Santa María de Abajo. Frente al modelo de sala central rodeada de espacios menores, nos encontramos en ellas con las tradicionales aulas trícoras que se convertirán en una referencia común en las arquitecturas de prestigio desde entonces, con ejemplos tan interesantes como es el edificio descubierto hace algunas décadas en Los Hitos (Arisgotas), también en el territorio de Toledo, para el que se presupuso una finalidad monacal en época visigoda que luego discutiremos (Balmaseda 2007: 291-295; Velázquez y Balmaseda 2005). El estudio de sus restos muestra que podemos encontrarnos ante una realidad muy diferente que puede servir de nexo entre las edificaciones tardorromanas que estamos analizando y los complejos palatinos altomedievales que se

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conservan en las inmediaciones de la ciudad de Oviedo, caso del palacio de Santa María del Naranco (Barroso, Carrobles y Morín 2012).

Fig. 8. a. Basílica de Las Tamujas, según Palomeque; b. Aljezares, según Ramallo; d. Basílica de Segóbrica. Propuesta de reconstrucción (según R. Barroso, J. Carrobles y J. Morín).

3. LA ARQUITECTURA ÁULICA DE ÉPOCA VISIGODA

Una parte de la investigación ha negado la capacidad del estado visigodo para crear su propio modelo territorial o, al menos, para fijarlo mediante construcciones mínimanente monumentales que son, desde nuestro punto de vista, las que permiten explicar algunas de las construcciones que encontraremos en momentos más recientes de la Edad Media. En el estado actual de conocimientos no es posible mantener ese cuestionamiento de la arquitectura realizada desde la consolidación del reino visigodo de Toledo hasta su colapso en el VIII. Sin embargo, nos encontramos ante edificaciones que presentan serios problemas de visibilidad que obedecen a diferentes causas. Por ejemplo, por tratarse de inmuebles que responden a una evolución concreta en la que se produce el abandono de determinadas técnicas y diseños complejos en favor de nuevas arquitecturas mucho menos visuales aunque no por ello menos representativas.

Las investigaciones de los últimos años muestran que el siglo VII fue un momento de auge cultural y constructivo en el que se definieron una serie de tipologías constructivas que iban a tener una clara trascendencia en las construcciones posteriores. Por primera vez desde la desaparición del Imperio romano, las elites volvieron a buscar un protagonismo en el territorio mediante la construcción de nuevas edificaciones de prestigio. La principal consecuencia de este proceso fue la paulatina aparición de iglesias tanto en el medio urbano como en el rural, seguido de la construcción de una serie de complejos áulicos y grandes monasterios que generan unos modelos que estarán plenamente desarrollados algunos siglos después. Todas estas edificaciones influirán en la arquitectura de los siglos centrales de la Edad Media por diferentes vías. En primer lugar por formar parte de un programa urbano que va a marcar la topografía de algunas ciudades, especialmente en el caso de Toledo. En segundo lugar, las arquitecturas surgidas en época visigoda en torno a Toledo tienen la importancia de haberse convertido en modelos para la construcción de los primeros complejos civiles y religiosos que van a surgir en los reinos cristianos que se consolidan en la Península Ibérica a partir del siglo VIII. Sin las arquitecturas visigodas toledanas no es posible entender el aspecto que tuvieron ciudades como Oviedo o incluso Pamplona. En ellas se crearon nuevas sedes regias en las que el recuerdo de lo toledano sirvió para crear nuevas tipologías y conceptos que son, los que más o menos desarrollados, iban a constituir buena parte del bagaje arquitectónico que poseían los conquistadores cristianos en el momento de la toma de la ciudad en 1085 (Fig. 9).

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3.1. TOPOGRAFÍA DE LOS ESPACIOS DE PODER EN TOLEDO

Después de su instalación en la península, y tras un breve periodo en el que otras ciudades como Barcino o Hispalis actuaron como sedes regias de los monarcas godos, Toledo pasó a ser el asiento definitivo de la corte visigoda3 (Ripoll 2000; Carrobles 2007). Tradicionalmente este hecho, trascendental para el devenir del reino visigodo, se viene fijando en el reinado de Teudis (531-548), concretamente a raíz de la promulgación de su ley de costas procesales, fechada el 24 de noviembre de 5464 (Fita 1889). Las circunstancias históricas y sobre todo el deseo de extender el dominio visigodo sobre la rica provincia bética obligaron a los monarcas visigodos a abandonar Toledo por Hispalis hasta que, con la llegada al trono de Atanagildo, la corte pasó a instalarse defini - tivamente en la ciudad del Tajo5 (Velázquez y Ripoll 2000; Martin 2003: 205-216; Barroso y Morín 2007: 97-161; Balmaseda 2007).

La elección de Toleto como urbs regia de la monarquía visigoda implicó necesariamente la construcción de al menos un complejo áulico que recogiera las dependencias propias de una verdadera corte imperial como la que se intentó recrear en la ciudad del Tajo desde mediados de la sexta centuria: el palacio o aula regia, la cancillería, la cámara del tesoro, la iglesia palatina, etc. Todo ello formaba el cuadro administrativo del reino que, en el siglo VII, cristalizaría en un órgano político, el Officium Palatinum o Aula Regia, encargado del gobierno del reino. Los cargos que se encontraban al frente de este Officium pueden adivinarse a partir de las firmas de las actas conciliares, sobre todo a Fig. 9. a. Dispersión de la escultura visigoda en la ciudad partir de las actas del VIII y XIII Concilios de de Toledo. b. Ilustración del Codex Vigilanus.

3 Barcino había sido sede regia durante los reinados de Ataúlfo, Gesaleico y Amalarico. En el intervalo que va de Teudis a Agila la corte se trasladó a Hispalis. Parece ser que en esta ciudad fue asesinado Teudis (HG 43: Nec mora praevenit mors debita principem. Vulneratur enim a quodam in palatio, qui iam dudum dementes speciem, ut regem deciperet, simulaverat) y probablemente su sucesor Teudiselo. Más tarde fue aquí donde Atanagildo usurpó el poder contra Agila (HG 46: ...Athanagildus tyrannidem reganandi cupiditate arripiens, dum exercitum eius contra se Spalim missum virtute militari prostrasset...); ed. Mommsen, 1894: 284-286. 4 Dat. sub die VIII. kalendas Decembrias anno XV. regni domni nostri gloriosisimi Theudi regis Toleto, ed. Mommsen, 1902: 467-469. 5 HG 47: decessit autem Athanagildus Toleto propria morte…ed. Mommsen, 1894: 286. Ven. Fort. Carm. VI 5 95-98: serraco in ponte retento protulit hoc fletu Gelesuintha caput: Sic gremio, Tolete, tuo nutribas, ut aegra excludar portis tristis alumna tuis? ed. Leo, 1881: 138.

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Toledo de los años 653 y 683 (Sánchez-Albornoz 1946; González 1979: 527-532). Estos textos no sólo proporcionan el nombre de los distintos órganos de poder de este aula regia, sino que permiten intuir sus competencias. Todos ellos tenían el tratamiento honorífico de viri inlustres o proceres y algunos eran asimismo duces (Vives 1963: 289 y 434s).

Para intentar reconstruir con un mínimo de fiabilidad la antigua topografía urbana del Toledo visigodo debemos conformarnos con el estudio de la dispersión de los restos de escultura decorativa que han venido apareciendo en diversos puntos de la ciudad, y analizar su relación con otras construcciones de la época que nos son conocidas bien por diversas actuaciones arqueológicas o bien por las fuentes literarias o la tradición eclesiástica. Toledo y su territorio contaba con una larga tradición constructiva a este respecto. La arqueología muestra una profunda urbanización de las zonas bajas de la ciudad en torno a la fértil vega del Tajo, aprovechando las infraestructuras hidráulicas de que se servía la antigua urbe romana y a la sombra de las grandes construcciones lúdicas del circo y el anfiteatro. Uillae como las de la antigua Fábrica de Armas ponen de manifiesto que este espacio extramuros fue uno de los principales focos de atracción de poblamiento para las clases elevadas desde época romana.

3.1.1. EL CONJUNTO PALATINO

La investigación ha propuesto que el emplazamiento del pretorio o complejo áulico visigodo hallaba bien en la parte alta de la ciudad (Fig. 10), dentro de los límites que marca la muralla, en el área que ocupará el posterior alcázar medieval (Balmaseda 2007: 184-192), o bien extramuros de la misma, en la Vega Baja, junto al Cristo de la Vega, donde la tradición supone que se levantó la basílica de Santa Leocadia (Ewig 1963; García Moreno 1977-1978: 320; Ib. 1989: 257; Palol 1991: 797s; Velázquez y Ripol 2000: 558- 563; Teja 2002; Vespignani y Teja 2008; Olmo 2007: 161-180; Ib. 2008: 49s; Teja y Acerbi 2010). Existen argumentos de peso que confirmarían la ubicación en el área del alcázar de este pretorio visigodo tal como desde siempre ha defendido la tradición local (Barroso y Morín 2007: 108-113; Ibid. 2008: 761-771). El principal de ellos es no sólo la propia ordenación urbana heredada de tiempos tardorromanos, cuando la ciudad se configura como una auténtica ciudad campamental con vistas a la gestión y transporte de la annona, sino la constante histórica que supone el dominio del paso del Tajo de cara a un control efectivo de la red viaria que conducía desde Emerita Augusta y Corduba hasta Caesaraugusta y las Galias (Carrobles 2007: 45-92; Valdés 2007: 165-206). El vado del Tajo es la principal razón del emplazamiento de Toledo desde época protohistórica y una de las causas principales de su progreso como ciudad (Carrobles y Palomero 1998; Carrobles 2009: 19-27).

A falta de excavaciones sistemáticas y en extensión del área del alcázar-puerta de Alcántara que puedan solucionar definitivamente el problema, sólo queda el recurso de revisar la dispersión de los restos de escultura decorativa y su naturaleza. Destaca en este sentido la concentración en este área de una serie de relieves decorados con discos o medallones que encierran un motivo gallonado. Creemos que este tipo de decoración habría que ponerla en relación con el emplazamiento en la zona de un magno conjunto civil que sólo cabría identificar con el antiguo palatium godo. Los medallones gallonados son un tema ciertamente extraño dentro de lo toledano, donde sólo lo encontramos en dos puntos: en la calle de San Bartolomé y, sobre todo, en el entorno de la muralla próximo al puente de Alcántara, área muy vinculada al Alficén árabe. Estos motivos gallonados son igualmente raros dentro del producción escultórica de época visigoda –aunque, como veremos más adelante, se encuentran representados en el yacimiento toledano de Los Hitos en lo que parece ser otro edificio relacionado con la ostentación de poder–, si bien de algún modo recuerda al tema de las veneras tan caras a la iconografía del momento en edificaciones de prestigio. Es éste un punto que nos parece interesante por cuanto podría establecerse un cierto paralelo con el palacio de Pla de Nadal (Ribarroja de Turia, Valencia). Esta construcción es un gran edificio de prestigio ligado a un importante personaje del reino visigodo, seguramente el dux de la marca levantina, y que sus

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Fig. 10. a. Fotografía aérea de Toledo con el espacio que ocupaba el pretorio visigodo, todavía se aprecia la segregación del espacio en la trama urbana actual; b. Planta esquemática con la situación del pretorio sobre el Puente de Alcántara; c. Placa-nicho del Museo de Santa Cruz; d. Cancel con la representación del evangelista San Lucas en la visión del tetramorfos; e. Tramo de la muralla de Abd al-Rahman III con los spolia del pretorio visigodo; e: Detalle. Venera. Éstas también se encuentran en el Puente de Alcántara, que era la entrada oficial a la ciudad (© Autores).

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excavadores han fechado hacia comienzos del siglo VIII. Su planta parece imitar modelos edilicios que debieron estar presentes también en la corte toledana. El gran número de veneras decorativas, dovelas, frisos e impostas con motivos de trifolias pone de manifiesto que Pla de Nadal repetía esquemas decorativos que eran característicos de la escultura toledana del siglo VII (Juan y Pastor 1989: figs. 15, 16a y b, 17 y 18; Barroso y Morín 2008: 120-133).

En cierto modo esta serie de medallones del área de la puerta de Alcántara puede compararse a los monogramas cruciformes en imago clipeata de la iglesia de Quintanilla de las Viñas (siglo VII) y Pla de Nadal, o incluso a los tondos del palacio de Santa María del Naranco y de las iglesias palatinas de San Miguel del Lillo y Santa Cristina de Lena (siglo IX). Se trata de una iconografía que presenta gran semejanza con la decoración de medallones y fajas de la arquitectura siriaca del momento a la que probablemente se pretende emular, tal como puede verse en algunas iglesias de la Siria bizantina como Deir Seta, las basílicas este y oeste de Baqirba y la iglesia de los Santos Pablo y Moisés de Dar Qita (Peña 1995: 85 y 89). No obstante, el origen de esta fórmula iconográfica aplicada a la arquitectura de prestigio tardoantigua podría rastrearse en los grandes conjuntos forales de época romana y de forma singular en los arcos de triunfo y murallas, donde existen ejemplos tan sugerentes como los medallones con monogramas de las murallas de Constantinopla (Meyer-Plath y Schneider 1943: 130s. Nr. 26, 28 y 30). En cualquier caso, estos discos aparecen siempre en relación con la ostentación de poder y sus derivaciones pueden encontrarse incluso en la arquitectura oficial islámica y otros ejemplos de la arquitectura plenamente medieval. Aunque en principio estos temas de clípeos gallonados y veneras no tendrían por qué ser exclusivos de la arquitectura civil –y de hecho se encuentran en construcciones eclesiásticas sirias (Arbeiter 2000: 258)–, su carácter neutro frente a otros motivos mucho más explícitos del catálogo toledano y su distribución en el entorno que rodea a la puerta de Alcántara, esto es, al puente, son indicios que apuntan hacia una magna construcción civil originariamente erigida para albergar las principales instituciones de gobierno.

Este tipo de elementos gallonados y avenerados, en no pocas ocasiones relacionados con otro motivo extraño dentro de la iconografía visigoda como es el de los cuadrados imbricados en forma de estrella con cruz o roseta en su interior, bien podría haber tenido una función heráldica y apotropaica, como talismanes que defendían simbólicamente el recinto toledano y símbolos en sí mismos del propio poder imperial. Desde esta óptica, esta temática puede ponerse en relación con los motivos que flanquean las veneras de los nichos y placas-nicho (veneras, estrellas o, ya de forma esquematizada, círculos), así como también con la de algunos canceles que formaban un mismo conjunto con ellos, piezas que no hacen sino reproducir de forma simplificada las fórmulas de la arquitectura de prestigio típicas de la edilicia imperial.

En estrecha relación con el problema del emplazamiento del antiguo palacio visigodo se encuentra el de la situación de la iglesia pretoriense de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. Resulta innegable que este conjunto palacio-basílica pretoriense y su situación dominando el punto estratégico, vital para la defensa de la ciudad, cuadran bien con el carácter militar que se trasluce de las fuentes de la época para la iglesia de San Pedro y San Pablo6. Desde el punto de vista arqueológico, un conjunto áulico con área residencial y de ceremonias y basílica palatina, estructurado como espacio separado de la ciudad propiamente dicha mediante muralla y puerta monumental, tal como el que aquí se plantea, es una fórmula que vemos

6 LO col. 149-153, nt. 1. Recogida en el Officium in Ordinatione siue in natalicio Regis del Antifonario legionense: Brou – Vives 1959: 450-452; Sánchez-Albornoz 1970: 282s. Iul. Tol. HW 4; At ubi uentum est, quo sanctae unctionis uexillam susciperet, in praetoriensi eclesia, sanctorum scilicet Petri et Pauli, regio iam cultu conspicuus ante altare diuinum consistens, ex more fidem populis reddidit. Deinde curbatis genibus oleum benedictionis per sacri Quirici pontificius manus uertici eius refunditur et benedictionis copia exibetur, ubi statim signum hoc salutis emicuit. (ed. Hillgarth, 1976: 220).

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repetida en el área considerada palatina de la ciudad de Recópolis (Ripoll 2000: 390-393; Martin 2003: 261-273; Olmo 2008; Arce 2012; Barroso, Carrobles y Morín 2013).

En el mismo sentido apunta la restauración del puente y de los lienzos de la muralla en este punto concreto de la ciudad efectuada por Abd al-Rahman III en el siglo X. Esta remodelación, ordenada por el emir después de la conquista de la ciudad, resulta significativa por cuanto hizo colocar en el área más importante de la muralla desde el punto de vista militar (la puerta del Puente) y simbólico (en el acceso al antiguo recinto pretoriense visigodo), una parte significativa del material visigodo recuperado de las construcciones anteriores. La ostentación de spolia del antiguo pretorio visigodo en el entorno del puente tendría, pues, una finalidad muy precisa para el califa omeya como era hacer demostración palpable de su poder sobre la ciudad de Toledo, la antigua regia urbs goda, así como la de expresar la legitimidad de origen de esta soberanía.

3.1.2. EL GRUPO EPISCOPAL DE SANTA MARÍA

De la documentación conciliar del siglo VII se conoce la existencia en Toletum de tres iglesias que sirvieron de escenario a la reunión de los concilios y que parecen marcar los hitos esenciales de la topografía urbana del Toledo visigodo (Fig. 11): la sede episcopal de Santa María, la ecclesia praetorensis de los Santos Apóstoles y la basílica martirial de Santa Leocadia in suburbium, de las que, por desgracia, no tenemos ningún conocimiento arqueológico preciso (Palol 1991: 787-832; Velázquez y Ripoll 2000: 550; Balmaseda 2007a; Carrobles et alii 2007). A pesar de este desconocimiento, la investigación arqueológica ha permitido documentar una serie de complejos arquitectónicos y destacadas piezas escultóricas de los siglos IV y V que demuestran que por esas fechas Toledo era una ciudad destacada dentro del panorama eclesiástico peninsular.

Los cambios más significativos detectados en los episcopios hispanos se producen entre la segunda mitad del siglo VI e inicios del siglo VII, es decir, cuando se consolida la estructura estatal de la monarquía goda y con ella la red de obispados a raíz de la reunión del III concilio de Toledo en 589. De hecho, esta época fue testigo de un aumento considerable de sedes episcopales, la mayoría de ellos en la Carthaginensis, que llegará a contar con un total de 23 obispados (Barbero 1989: 185-188; García Moreno 1990: 246-249; Poveda 1991: 611-626; Gutiérrez et alii 2005: 345-368; Peidro 2008: 263-276). Durante el periodo visigodo, el obispo de Toledo llegó a alcanzar la primacía de facto sobre el resto de los obispos de Hispania, dentro de un largo proceso que corrió paralelo al afianzamiento de la ciudad como corte regia, y tuvo sus principales hitos en el III Concilio (a. 589), la aprobación del Decreto de Gundemaro (a. 610) y en el XII Concilio de Toledo (a. 681) con la promulgación del llamado privilegio de elección (can. 6) (Rivera 1955; González 1994; García Moreno 1990: 229-249; Barroso y Morín 2007a: 129)7.

El núcleo catedralicio se encontraba constituido por la iglesia episcopal –el principal centro de culto de la ciudad–, los edificios religiosos subordinados, como el baptisterio y la domus episcopal. La ciudad era ya obispado desde principio del siglo IV, pues se sabe que un tal Melancio asistió y subscribió como obispo de Toledo las actas del concilio de Eliberri8, mientras que las primeras referencias que parecen aludir al espacio episcopal es el citado concilio de Toledo del año 400 reunido in ecclesia Toleto. Esta denominación aparentemente neutra hace referencia sin embargo a su carácter de iglesia principal (ecclesia principalis) de la ciudad en contraposición a las otras dos basílicas conciliares, la pretoriense y la de Santa Leocadia, situadas ambas en sus respectivos suburbia del barrio palatino y la Vega Baja. Resulta evidente la

7 Conc. Toledo XII, 31, 29; Vives 1963: 407s. 8 Conc. Elib. 1, 1; Vives 1963: 1.

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intención de los padres conciliares de subrayar ese aspecto ya que es un título fundamental dentro de la jerarquía eclesiástica y, de este modo, en adelante las menciones a la catedral harán siempre hincapié en subrayar su carácter de iglesia “toledana” por antonomasia: in ciuitate Toletana (II Conc. Tol.), in ciuitate regia Toletana (III Conc. Tol.), in Toletana urbe (Conc. Tol. IX, X, XI, XIV). También por la documentación conciliar del siglo VII –cuando Toledo se ha convertido ya en corte indiscutible de la monarquía goda–, se conoce la advocación de la iglesia catedral a Santa María Virgen, un título que era frecuente en época visigoda para otras sedes episcopales9. Puertas (1975: 29s) no se pronuncia acerca de si la iglesia de Santa María a la que aluden las fuentes era, efectivamente, la catedral y se limita a señalar que el argumento de la dedicación no es concluyente. Pero las referencias ya comentadas de las reuniones conciliares en la iglesia de Santa María y las ilustraciones mozárabes parecen demostrar que la iglesia de Santa María no era otra que la sede titular (Reynolds 1989; Velázquez y Ripoll, 2000: 550; Velázquez 2005; Balmaseda 2007a: 200s; Carrobles et alii 2007: 15-41). A este respecto resulta interesante la aparición en el siglo XVI de un epígrafe fechado en el año 587, durante el reinado de Recaredo, que conmemora la reconsagración in catolico de la basílica de Santa María (ecclesia sanctae Mariae virginis). La inscripción viene siendo considerada como un testimonio más de la política de Recaredo de Fig.11a. Plano esquemático con la situación de la iglesia devolución de bienes incautados por Leovigildo a catedral de Santa María; de la iglesia pretoriense de San los católicos durante la guerra civil con Pedro y San Pablo en la zona del Alcázar y, por último, Hermenegildo, siendo por tanto una consecuencia Santa Leocadia, en la Vega Baja; b. Fotografía aérea con la zona de la catedral, donde estaba emplazado el de la reunión del sínodo de obispos ordenada en ese conjunto episcopal de Toledo; c. Inscripción de la año por el propio rey10 (Rivera 1950-1951b: 32-35; reconsagración in católico de la catedral de Toledo; d. Canellas 1979: 277 nº 33; Velázquez y Ripoll 2000: Placa-nicho con el crismón invertido que formaría parte del baptisterio; e. Piezas empotradas en el Callejón de 553; Martínez Tejera 1996: 83-85; Barroso y Morín san Ginés (© Autores). 2007a: 99; Santiago 2009: 318; Velázquez 2011: 261-280). Se ha supuesto que el término ‘católico’ se refiera aquí a la declaración dogmática del sínodo reunido por Leovigildo en 580 (García Moreno 1983: 193-201). No obstante, contra esta lectura estaría la fecha del epígrafe, que corresponde al 13 de abril de 587, es decir, coincidiendo con la reunión episcopal de Recaredo

9 In Toletanam urbem… in basilicam sanctae Mariae semper uirginis (Conc. Tol. IX); in Toletana urbe in beatae matris Domini Mariae uirginis sede... (Conc. Tol. XI); ...in urbe Toletana in ecclesiae beatae Mariae... (Conc. Tol. XIV). 10 +In nomine D[omi]ni consecra/ta eclesia S[an]cte Marie/ in catolico die primo/idus aprilis anno feli/citer primo regni d[omi]ni/ nostri gloriosissimi Fl[auii] Reccaredi regis era/DCXXV. ICERV suppl. 302 (=Hübner, IHC 155).

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previa al sínodo de la conversión y en el aniversario del martirio de Hermenegildo (Barroso y Morín 2004: 45s). No obstante, en relación con esto, resulta altamente sugerente matizar la interpretación concedida a la lectura del mencionado epígrafe, puesto que si lo que estaría conmemorando es una reconsagración de una iglesia cercana al antiguo foro romano que hasta ese momento habría servido a otra confesión religiosa, esto es, al arrianismo. Esto implicaría admitir que, con anterioridad a la reconsagración in catolico de la basílica de Santa María y a la celebración del III concilio en 589, la comunidad cristiana debía tener como referente principal otra iglesia de la ciudad, probablemente la basílica martirial de Santa Leocadia, en el suburbio de la ciudad, que curiosamente acogió durante la primera mitad del siglo VI la celebración de varios concilios como correspondía al grupo episcopal. A modo de hipótesis, el reinado de Teudis parece reunir las circunstancias históricas más propicias para imaginar el aprovechamiento de facto de la ecclesia intramuros para la celebración del culto arriano. Ello supondría que, al menos de forma transitoria, la congregación de fieles y el desarrollo de la liturgia episcopal católica se llevarían a cabo en un espacio urbano distinto.

Aparte de las escasas referencias epigráficas y literarias antes mencionadas, prácticamente no se conserva ninguna evidencia estructural ni material del antiguo complejo catedralicio toledano de época visigoda, ni tampoco de sus precedentes catastrales. Tradicionalmente se ha supuesto que se hallaba bajo la fábrica de la actual catedral gótica, donde antiguamente se erigió la mezquita aljama (Carrero 2009: 315- 328). Eso parece deducirse no sólo de la tradicional superposición de espacios sagrados, sino también de una noticia transmitida por el Muqtabis de Ibn Hayyan que da fe de que todavía en el año 871 existía una iglesia adjunta a la mezquita (Barroso y Morín 2007a: 104). Una prospección realizada en los años 80 parece confirmar la existencia de una estructura de planta de cruz griega, con la cabecera situada en el tramo inmediato al llamado “pilar de la Descensión”, si bien esto de por sí no prueba que se trate de la antigua catedral visigoda (Von Konradsheim 1980: 95-99). Tampoco las recientes excavaciones realizadas en el claustro de la catedral han aportado nuevos datos arqueológicos sobre esta controvertida cuestión, de manera que, a ciencia cierta, los únicos elementos que podrían apoyar esta hipótesis es el conjunto escultórico reutilizado en los muros del cercano callejón de San Ginés (Palol 1968: 48; Barroso et alii 2007: 130-133 y 309-313; Almagro 2011). Poco más se sabe del grupo catedralicio excepto que el conjunto incluiría con seguridad también una domus episcopalis, de la que no conocemos nada, así como un complejo bautismal al que pertenecería la placa-nicho decorada con letras apocalípticas invertidas – inversión simbólica generalmente asociada a ámbitos bautismales y funerarios, y algunos materiales constructivos más hallados en el transcurso de las excavaciones del vecino convento de San Pedro Mártir (Barroso y Morín 1995: 199-223; Ibid. 2007a: 107).

3.1.3. SAN BARTOLOMÉ

En el entorno de la iglesia de San Bartolomé se ha documentado un conjunto de piezas esculóricas que no permite una relación con ninguno de los centros conocidos por las fuentes o por la tradición (Fig. 12). Dentro de este grupo destaca la aparición de un tipo peculiar de decoración muy cercana –a la citada en la puerta de Alcántara y el Alcázar. Encontramos también aquí medallones gallonados, elementos que hemos supuesto destinado a construcciones de prestigio por comparación con la decoración de Pla de Nadal (Barroso y Morín 2008: 422s, nº 218-219).

La aristocracia visigoda y especialmente aquellos de sus miembros que formaban parte del Officium Palatinum –entre cuyos cargos figuraba un comes de la ciudad– debieron poseer dentro de la población sus propias edificaciones de prestigio que sin duda copiarían los modelos iconográficos y arquitectónicos palatinos (Braul. Epist. 25-26; Lynch y Galindo 1950: 190s; Orlandis 2003: 315). La documentación de este tipo de complejos civiles en Toledo da nuevos argumentos para defender el origen visigodo de una serie de arquitecturas que han empezado a estudiarse en lugares como Barcelona o Mérida en el que destacan

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ejemplos tan emblemáticos como algunos de los localizados en el área de Morerías. Se trata de inmuebles que debieron responder a modelos próximos a los existentes en la capital toledana a lo largo del siglo VII, aunque en algunos casos hayan sido fechados en época más tardía por los problemas de visibilidad y comprensión que, ya hemos dicho, sufre la arquitectura tardoantigua. Su planta es el resultado de la

Fig. 12. a. Piezas empotradas en la iglesia de San Bartolomé, donde las decoraciones aveneradas son mayoritarias. b. Venera procedente de Los Hitos; c. Venera procedente del Pla de Nadal, Valencia (© Autores).

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evolución de las antiguas domus de época romana, y dadas las escasas evidencias que se conocen, sólo es posible apuntar la importancia que parecen seguir desempeñando las dependencias destinadas a la recepción pública, fruto de una cierta continuidad en los usos y costumbres de las elites.

3.2. LA VEGA BAJA

3.2.1. BASÍLICA DE SANTA LEOCADIA

Desde finales del siglo VI toda la zona suburbana situada al oeste del antiguo circo romano estuvo afectada por una amplia remodelación urbanística (Fig. 13). Dicha actuación fue consecuencia de la revalorización de un pequeño culto local destinado a perpetuar la memoria de la virgen y confessor Leocadia (Rojas y Gómez 2009). Diversas actuaciones arqueológicas evidencian que alrededor del lugar donde se profesaba culto a la mártir local se expandió, a lo largo de los siglos V-VII, un nuevo espacio funerario. Eulogio de Córdoba informa que el rey Sisebuto (612-620) había ordenado construir la basílica martirial de Santa Leocadia en el año 61811. Pero sin duda resulta difícil pensar que no existiera monumento alguno que recordara a Santa Leocadia antes de esa fecha, dado el carácter funerario de este espacio y la fama que habría de alcanzar posteriormente la santa. Resulta, pues, muy probable que el monarca sólo acometiera la remodelación y monumentalización de una antigua cella memoriae o martyrium para hacerlo más acorde con la importancia que había adquirido su culto en Toledo y en atención a su papel como patrona de la regia sedes.

Si reparamos en la interpretación que se ha hecho anteriormente del epígrafe de reconsagración de la iglesia de Santa María, no parece improbable, incluso, que la basílica martirial hubiera desempeñado las funciones propias de la cátedra episcopal, mientras la iglesia de Santa María se encontraba en poder de los arrianos. Dos razones nos inclinan a ello: en primer lugar, la basílica martirial fue el principal lugar de reunión de los concilios durante la primera mitad del siglo VI; en segundo, su situación extramuros de la ciudad, que en un momento de inestabilidad y abierto enfrentamiento entre católicos y arrianos le habría beneficiado en relación con otras iglesias del interior de la ciudad. En cualquier caso, sea como fuere, diversas fuentes resaltan la función de esta basílica como sede de reunión de varios concilios, así como su marcado carácter funerario de prestigio al acoger las sepulturas de varios monarcas y obispos (Puertas 1975: 30; Velázquez y Ripoll 2000: 557). Otros textos confirman que dicha basílica se encontraba ubicada in praetorio Toletano (VI Conc. Tol. a. 638), afirmación que, como ya se ha adelantado, ha dado pie a pensar que el pretorio o palacio de los reyes visigodos se hallaba en la Vega Baja o in suburbio Toletano (XVII Conc. Tol. a. 694).

La tradición identifica esta basílica con el lugar que hoy ocupa la ermita del Cristo de la Vega. Cercana a ella y alineada con respecto al circo romano se documentó en la década de los años 70 del pasado siglo una potente fábrica considerada perteneciente a un edificio de carácter áulico (Palol 1991). A raíz de la aparición de los restos de esta construcción monumental se ha supuesto la ubicación de un primer edificio martirial dedicado a Santa Leocadia, posiblemente sustituido e incluso desmontado con posterioridad por la iglesia palatina apud urbem Toletanam restaurada por Sisebuto en 618. Las estructuras documentadas en la excavación de Palol no pudieron ser fechadas con precisión, pero si consideramos la tipología de la planta del propio edificio –que emplea un significativo sistema de contrafuertes usual en los martyria–, la reutilización de material romano expoliado procedente del circo y la superposición sobre la misma de una densa necrópolis mozárabe, podemos concluir que el monumento primitivo sería cronológicamente anterior a la decoración y epigrafía tardoantiguas recuperadas en el entorno del Cristo de la Vega. Este

11 Eulog. Cord. Apol. 16: ...currente Aera DCLVI… Toleto quoque beatae Leocadiae aula iubente preadicto principe [s.c. Sisebutus] culmine alto extenditur... (Gil 1973: 483s).

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Fig. 13 a-b. Zonas excavadas en la Vega Baja de Toledo; c. Restos excavados en la Vega Baja por P. de Palol que se asocian a la basílica de Santa Leocadia; d. Placa – nicho de Santa Leocadia; e. Restitución de los fragmentos del Credo epigráfico de Santa Leocadia, según I. Velázquez.

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material debería adscribirse sin problemas a la iglesia-monasterio de época visigoda (Barroso y Morín 2007a).

Igualmente, resulta significativo que de los cuatro sínodos de los que con seguridad tenemos noticia que se reunieron en Santa Leocadia (IV, V, VI, VII? y XVII) tan sólo en una ocasión (VI Concilio) se cite su emplazamiento in praetorio Toletano. En el mismo sentido habría que entender la sustitución como sede conciliar de esta iglesia por la de Santa María y la basílica de los Santos Pedro y Pablo a partir de mediados de la VII centuria, sustitución que debe interpretarse como un traslado de los espacios de poder desde el antiguo conjunto suburbial hacia la parte alta de la ciudad dentro de un contexto general de crisis social y política, y como manifestación del intento de reforzamiento de la autoridad regia sobre el elemento eclesiástico12.

A nuestro juicio resulta factible que la construcción monumental excavada en la Vega Baja fuera el martyrium de Santa Leocadia, tal como propuso en su día L. Balmaseda, pues su estructura parece sugerir una planta tipo martyrium al estilo de San Antolín de Palencia o La Alberca, de manera que sirviera como modelo de lo que posteriormente será la cripta de Santa Leocadia en Oviedo (Balmaseda 2007b: 203, n. 30; Barroso et alii 2011: 38). Por consiguiente, el pretendido carácter pretoriense señalado por las actas conciliares podría indicar no tanto su localización en el área palatina, como su estatus y funcionalidad, al haber servido como panteón regio y episcopal. Esto coincide por lo demás con la tradición unánime que hizo del Cristo de la Vega la heredera de la antigua basílica martirial, dada su proximidad al conjunto excavado por Palol, al tiempo que explicaría también el hecho de que los restos más importantes correspondientes al mobiliario litúrgico (credo epigráfico, crismón gemado) se encuentren en sus cercanías (Jorge 1957; Franco 1982; Barroso et alii 2011: 34-39).

En otra ocasión supusimos que la asociación del martyrium con el hipódromo habría servido para dotar a este edificio de una fachada monumental siguiendo el modelo desarrollado por los conjuntos imperiales de otras ciudades. Sin embargo, la reciente publicación de los trabajos arqueológicos desarrollados en la década de los 70 del pasado siglo XX en este entorno descarta por completo ese extremo, ya que existe una cierta distancia entre una y otra edificación. No obstante, nos sigue pareciendo una hipótesis plausible que su ubicación junto al hipódromo obedezca al deseo de ensalzar el carácter martirial de la santa, dada la relación que, tanto en el plano histórico como legendario, existió entre circo y persecuciones.

De llegar a confirmarse todos los argumentos aquí mencionados, el conjunto de Santa Leocadia de Toletum se sumaría a otros ejemplos peninsulares del siglo VI bien documentados, cuyos suburbios se monumentalizaron a partir de complejos de carácter martirial. Junto al grupo episcopal intramuros, estas edificaciones sacras y áulicas focalizarían la actividad urbana de las capitales de la Hispania tardoantigua. Por lógica, el conjunto de Santa Leocadia de Toledo sería uno de los de mayor prestigio de toda Hispania, teniendo en cuenta la condición de sedes regia de la ciudad, y ese prestigio se trasluce también en el hecho de que su erección fuera considerada un importante hito histórico en diversas fuentes postvisigodas como la Crónica Mozárabe de 754, la Crónica Albeldense y, llevando el origen del templo a tiempos de Diocleciano (momento de la persecución), en la llamada Crónica del Moro Rasis y en la Pseudo Isidoriana13.

12 Velázquez (1999: 115s) interpreta la sustitución como consecuencia de la reforma legislativa ordenada por Recesvinto. Sobre esta cuestión, véase también Barroso et alii 2011: 40. 13 Chron. Muzar. 14 (ed. Gil, 1973: 20); Chron. Alb. XIII.64; XIV.24 (ed. Gil et alii 1985: 96s, 165 y 169); Crónica Rasis XCV (ed. Catalán – de Andrés 1975: 191); Crónica Pseudo Isidoriana 7 (ed. Mommsen 1894: 382).

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3.2.2. LOS PALACIOS SUBURBANOS

El sector que se extendía al este del antiguo circo alcanzó un gran desarrollo urbano también durante la Antigüedad tardía, como se deduce de la complejidad de los ejes viarios existentes y de una ocupación más o menos intensa de carácter doméstico y/o productivo (Fig. 14). De hecho, el suburbio noroccidental de la ciudad continuó como espacio de ocio para las elites urbanas. Incluso se ha propuesto relacionar la significativa transformación de este sector –definida por una implantación urbanística monumental y jerarquizada, que integraba espacios de carácter residencial, comercial y artesanal– con la consolidación del reino visigodo durante la segunda mitad del siglo VI y a lo largo de la séptima centuria (VV.AA. 2009; Olmo 2010: 89). Hasta tal punto es así, que algunas de las construcciones constatadas recientemente, que son extensas propiedades con su propio recinto o cercado, han sido interpretadas como el pretendido palatium de los reyes visigodos (Rojas y Gómez 2009). En este sentido, remitimos a la hipótesis planteada más arriba que, por el contrario, defiende la ubicación del palacio de la monarquía visigoda y los nuevos espacios de poder en la parte alta intramuros –prácticamente desconocida por la arqueología, pero donde estarían los complejos públicos de la ciudad altoimperial–, quizá siguiendo el mismo esquema espacial que se ha podido reconocer en otras ciudades como Barcino; es decir, en proximidad a otros conjuntos urbanos representativos y vinculados a las élites eclesiásticas (Barroso et alii 2011: 24).

Las excavaciones realizadas en los últimos años en la Vega Baja han permitido definir varios espacios de representación que tienen claros paralelos con las construcciones localizadas en diferentes zonas peninsulares (Rojas y Gómez 2009), que en Toletum debe entenderse como la continuidad de una ocupación residencial privilegiada o aristocrática ahora relacionada con la presencia de las élites tardoantiguas (altos funcionarios) de la sedes regia. Una buena muestra de ello es la habitual presencia de baños y espacios termales documentados en este sector. Por tanto, se trata de una información arqueológica inestimable, máxime cuando en otras ciudades y sedes episcopales hispanas apenas se dispone de testimonios materiales relativos a la arquitectura residencial tardoantigua perteneciente a las élites del siglo VII.

Un conjunto de este tipo es el documentado en la calle San Pedro el Verde, que cuenta con un paralelo en la pars urbana de la villa del Saucedo (Bendala et alii 1998). Así mismo, debemos mencionar otro edificio residencial de prestigio cuyo modelo es también casi idéntico a otros espacios hispanos documentados. Se trata de una gran estancia rectangular (18 m x 7.2 m) que presenta una hilada central de columnas y pilares adosados al muro norte que contribuirían a soportar los empujes de un posible piso superior (Rojas y Gómez 2009: 74). A este espacio se accede atravesando dos zaguanes previos y directamente desde un patio que actúa como espacio distribuidor. Un posible paralelo, dentro del mismo territorio de la sede regia toledana, podría ser el edificio áulico excavado en Los Hitos (Arisgotas), que a nuestro juicio debe adscribirse a los espacios de representación asociados a las aristocracias en el territorium (Barroso et alii 2011: 75). El sistema de axialidad de estos conjuntos, así como la presencia de pórticos y pilares adosados a las fachadas exteriores podrían relacionarse con otras construcciones de prestigio como el posible palacio del dux Teodomiro identificado en Pla de Nadal (Riba-Roja de Turia) o las estancias centrales documentadas en complejos militares como el de Sant Julià de Ramis (Gerona), así como en las residencias emeritenses de Morerías y de la alcazaba de cronología tardoantigua o emiral.

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Fig.14a-b. Plantas de las parcelas excavadas en la Vega Baja; c. Planta de uno de los palacios localizados en las excavaciones; d. Palacete de la R-4. Planta y restitución, según B. Baquedano.

4. ARQUITECTURA DE PRESTIGIO EN EL TERRITORIO DE TOLEDO

El estudio que actualmente desarrollomos de los complejos arquitectónicos documentados en el territorio de la antigua capital aportará algunas de las evidencias que venimos buscando para conocer la evolución de las arquitecturas de prestigio de época visigoda. La consolidación del reino visigodo en la segunda mitad del siglo VI contribuyó, a imagen de la ciudad, a la aparición de un nuevo modelo territorial organizado de acuerdo con los intereses de unas élites que fueron las responsables de la monumentalización del paisaje rural más ligado a la capital, especialmente en cuanto a lo que arquitetura eclesiástica se refiere. En este sentido, y a partir de las evindecias constatadas, parece que la mayor parte de las fundaciones religiosas del siglo VII se disponían a lo largo de los dos ejes viarios principales que conducían desde Toledo hacia el suroeste y el sur, si bien existen razones para pensar que la zona suroriental tampoco fue ajena por completo a este proceso evergeta: un magnífico cancel procedente de Quero puede dar fe de ello (Cortés et alii 1991). Algo parecido podemos decir de la zona norte en la que no faltan hallazgos como los realizados en Carranque que parecen marcar el límite de la expansión de las

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arquitecturas de prestigio en esa dirección (García Moreno 1993; Barroso, Carrobles y Morín 2012). Hasta la fecha conocemos, bien por datos arqueológicos o bien por referencias literarias o epigráficas, los yacimientos de San Pedro de la Mata, Guarrazar (Guadamur), Santa María de Melque, Los Hitos (Arisgotas) o los monasterios Deibiensis, fundado para vírgenes por San Ildefonso en una propiedad familiar14, probablemente en Los Yébenes (García Moreno 1991: 269), y Cabensis, de ubicación desconocida, si bien se ha especulado con que estuviera situado en torno a Valdecaba (Linaje 1973: 31; Velázquez y Ripoll 2000: 567s; Martin 2003: 256; Balmaseda 2007: 208) (Fig. 15).

4. 1. EL CONJUNTO DE LOS HITOS EN ARISGOTAS

La situación de Arisgotas, distante apenas dos jornadas de Toledo, en el piedemonte de la sierra de los Yébenes, junto a la vía que comunica Toletum con Corduba, convertiría a este lugar en un emplazamiento perfecto para un complejo residencial de tipo aristocrático (Figs. 16-20). A este respecto debemos reparar una vez más en la reducción del monasterio Deibense al topónimo de Yébenes defendida por García Moreno. Julián de Toledo afirma en su biografía de Ildefonso, que este obispo fundó in Deibensi uillula un monasterio para vírgenes sobre una propiedad de su familia. Ildefonso era un godo de noble estirpe, a quien García Moreno supone emparentado con el uir inluster Fonsa (¿abuelo del obispo?) suscriptor del III Concilio de Toledo y quizá también con el comes Toleti Froga, que podría ser su padre (García Moreno 1974, nº 59 y 61; Ibid. 2007: 243-245). El grupo de yacimientos del área de Arisgotas presenta una serie de características que podrían relacionarse bien con los círculos de poder del reino: un extenso dominio patromonial constituido por un posible palatium quizá reconvertido para una función funeraria (Los Hitos), y un monasterio posterior, junto a unos materiales escultóricos vinculados a los talleres toledanos de la segunda mitad del siglo VII. Resulta altamente sugestivo relacionar esta última inscripción métrica con una figura tan destacada de las letras visigodas como San Eugenio, predecesor de Ildefonso en la mitra toledana. Sus composiciones poéticas fueron realizadas a menudo con afán de ser trasladadas a soporte epigráfico y no sólo destinadas a la entrada de iglesias y basílicas, “sino en el refectorio, en la biblioteca, además de en el tribunal o en otros lugares”, de ahí el temprano interés en que fueran recopiladas en códices que actuaban como verdaderos catálogos (Velázquez 1996; Ead. 2004).

Los Hitos es uno de los enclaves más interesantes de los excavados hasta el momento en la zona toledana situado a 2,5 km. al sur de Arisgotas. Varias campañas de excavación realizadas entre los años 1975 y 1982, dirigidas por L. J. Balmaseda, han puesto al descubierto los restos de un inmueble construido en mampostería y sillarejo con estribos o contrafuertes externos. El edificio está dividido en tres ámbitos, con el central de mayor amplitud que los laterales. En éste se encontró, bajo el pavimento de opus signinum, un sarcófago de alabrastro rodeado de sepulturas cubiertas con lajas de piedra. Como elemento de depósito funerario sólo se documentó una jarra cerámica en una de las sepulturas a modo de ofrenda. En uno de los recintos se halló además una inscripción métrica que ha sido interpretada en clave monástica y en cuyos últimos versos se alude a la erección de una iglesia por parte de un desconocido personaje. Por sus características epigráficas, la inscripción se puede fechar entre el siglo VI y comienzos del VIII, con mayor probabilidad en el siglo VII (Velázquez y Balmaseda, 2005; Velázquez y Del Hoyo 2005: 233; Balmaseda 2007: 291-295).

No obstante, la singular planimetría tripartita del edificio en relación con el desarrollo de la liturgia de una iglesia monástica, que la hace poco adecuada para la misma, así como la total ausencia de mobiliario específco para ello, han suscitado una comprensible reserva acerca de la funcionalidad eclesial de este

14 Iul. Tol. B. Hild Elogium: Coenobium quoque virginum in Deibiensi villula construxit, ac propriis opibus decoravit (PL 96 43-44).

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Fig. 15. a. Distribución de la escultura visigoda en el territorio de Toledo; b. Planta de Los Hitos, según Balmaseda; c. Planta de San Pedro de la Mata; d. Planta de Santa María de Melque, Toledo (© L. Balmaseda).

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Fig. 16. Los Hitos. Trabajos de limpieza y excavación (© Autores).

Fig. 17. Los Hitos. Proceso de documentación fotográfica con drone (© Autores).

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conjunto (Moreno 2008: 36-44). En realidad, el carácter monástico del mismo se basa en cuatro argumentos que no son en absoluto concluyentes: inscripción métrica (encontrada fragmentada y como material de relleno, no in situ), elementos decorativos, orientación del edificio y necrópolis (Moreno 2008: 13-44). Podría pensarse en todo caso en un ejemplo de martyrium, pero incluso así resultaría poco convincente dada la disposición de las sepulturas en el aula central. Precisamente L. J. Balmaseda había interpretado la disposición de estos enterramientos en torno a una sepultura privilegiada. La distribución de las sepulturas, que impide prácticamente la circulación en el interior del aula central, tampoco apunta en ese sentido y más bien parece que el edificio fuese utilizado como panteón después de que hubo sido abandonada su función original.

Rechazadas ambas funciones, deberíamos pensar en los conjuntos monumentales relacionados con grupos privilegiados de los que la arqueología viene dando noticia cada vez con mayor asiduidad. Se trata de una serie de edificaciones ligadas a grupos de prestigio como los excavados en Recópolis (Olmo 1987: 345-352), Falperra (Real 2000: 21-75), Pla de Nadal (Escrivá et alii 2015: 36-41), los complejos episcopales de Barcino (Beltrán de Heredia 2010: 31-49) y El Tolmo de Minateda (Gutiérrez y Cánovas 2009: 130) o el llamado edificio A de Morerías en Mérida (Alba 2004: 417-438), inclusive el citado en el entorno del Cristo de la Vega en Toledo.

La presencia de estribos o contrafuertes y la tendencia a marcar espacios tripartitos, son características todas que acercan este yacimiento de Los Hitos a varios de los ejemplos hispanos antes mencionados. Las semejanzas con Morerías y Pla de Nadal nos parecen más que evidentes –siempre dentro de la parcialidad de los datos con que nos movemos– y sirven para establecer una comparación con otros grandes complejos altomedievales como son los conjuntos formados por el palatium de Santa María del Naranco y la iglesia palatina de San Fig. 18 a-c. Los Hitos. Planta y ortofoto (© Autores). Miguel de Lillo en Oviedo y el que se intuye para

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Fig. 19. Los Hitos. Reconstrucciones (© Autores).

la iglesia de Santa Cristina de Lena. Quizá Los Hitos sirviera como palacio o pabellón de prestigio de algún miembro de la alta nobleza toledana dentro de un conjunto más amplio que, al estilo de lo que sucede en Naranco o lo que debió ser Lena, contara también con un centro religioso de importancia. Esto explicaría la presencia de la inscripción métrica y la adscripción a este yacimiento de un ara pagana custodiada en la iglesia parroquial de Arisgotas como pila benditera que, por la presencia de loculus, permite intuir su reaprovechamiento como tenante de altar cristiano (Mangas y Carrobles 1996: 247s, nº 4; Maquedano 2002: 46). La aparición de estribos, probablemente para aumentar la altura parietal del edificio con vistas a un abovedamiento del mismo y a la construcción de un piso superior, es significativa además por lo que tiene de paralelo con la arquitectura áulica ovetense de los siglos VIII-IX vinculada con el poder político; o mejor dicho, ésta última busca sus referentes en los precedentes visigodos más inmediatos, como sería Los Hitos y el edificio documentado por Palol junto al Cristo de la Vega.

La importancia de este complejo radica en haber permitido documentar en el entorno de la antigua capital, un ejemplo de los complejos civiles a los que hacen referencia las fuentes escritas, que frecuentemente aparecen designados como uillulas. También, la capacidad de influencia de las edificaciones constatadas en Toledo que tendrá como consecuencia material la generalización de su tipología en lugares tan distantes como Valencia (Pla de Nadal) u Oviedo (Santa María del Naranco). El estudio de la planta del edificio de Los Hitos revela que se trata de una tipología aparentemente nueva en su aspecto externo pero que, en el fondo, es el resultado de la evolución de las grandes aulas de recepción tardoantiguas. De acuerdo con este planteamiento, en los grandes complejos estudiados en lugares como Carranque o Las Tamujas sólo habría sobrevivido la gran dependencia destinada al protocolo que constituía el corazón simbólico de estas construcciones.

La escultura decorativa hallada en el mismo forma un conjunto de treinta y nueve piezas entre cimacios, frisos, impostas y columnitas. Los frisos son de tres clases, dos de ellos decorados con tema geométrico y el tercero con roleo vegetal y tallos bifurcados terminados en roleos. En este mismo sentido, la decoración que presentan algunos de los elementos documentados en Los Hitos, como los dos clípeos gallonados del cementerio de la localidad (Maquedano 2002: 47), remite a piezas halladas en el entorno del puente y puerta de Alcántara de Toledo, que hemos relacionado con la ubicación en este área del antiguo complejo palatino visigodo, y en el convento de San Bartolomé, en relación con otro conjunto de prestigio semejante (Barroso y Morín 2008: 218s, nº 12-14). Una vez más los ejemplos del palatium del Naranco y San Miguel de Lillo y del conjunto áulico al que perteneció sin duda Santa Cristina de Lena nos parecen aquí procedentes, pues aun cuando existen diferencias evidentes (sobre todo en Naranco, donde,

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Fig. 20. Los Hitos. 3D (© Autores).

al igual que en Santa Cristina de Lena, los medallones son figurados), el concepto que traslucen es el mismo, pudiendo parangonarse con otros ejemplos orientales, bien sean sasánidas, pre-islámicos o bizantinos (Grabar 1973: 151-211, figs. 92, 94, 98-100 y 104-107; Schlunk 1980: 158). En Naranco y Lena encontramos los medallones con animales míticos rematando las fajas decorativas que recorren sus fachadas y nave interna, mientras que en Lillo aparecerán significativamente en las arquerías y en las celosías que se abren a la tribuna, el ámbito cortesano por excelencia dentro del templo. Medallones y veneras junto a bandas de frisos decorados se encuentran presentes también en la arquitectura armenia, por ejemplo en las iglesias de Santa Ripsimé de Vagharshapat, del año 618, o, combinando medallones y fajas, en Santa Cruz de Aght’amar, Mren y Mastara (Krautheimer 1981: 372-383). El propio Krautheimer ya había comentado esa relación con la arquitectura armenia al tratar el caso de Pliska (a. 814-831), en Bulgaria, donde se encuentran medallones semejantes a los del palatium de Naranco y Lena (Krautheimer 1981: 367). De hecho, parece existir también una extraña relación entre las arquitecturas hispana y armenia altomedievales cuya explicación sólo puede comprenderse a través de la mediación siriobizantina (Zizichwili 1954: 129-146). Si las hiladas voladas de Qalat Sim’an, en el sur de Siria, pueden servir de paralelo a las bandas de Santa María del Naranco, el pórtico con torres gemelas que sirve de entrada a la basílica de Ereruk (ca. 500), de indudable raigambre siria (Krautheimer 1981: 168-176 y 372-373), recuerda sin duda al de la villa de Pla de Nadal.

Por otra parte, la decoración de clípeos (Schlunk 1980: 158; Arbeiter y Noack-Haley 1999: 9-20), gallonados o no, tal como se muestra en los ejemplos toledanos remite claramente a los medallones con monogramas de Quintanilla o al documentado en Pla de Nadal, fundaciones que pertenecieron a ilustres personajes del reino visigodo.

4. 2. SANTA MARÍA DE MELQUE

La iglesia, construida en sillares irregulares de granito, estaba situada prácticamente en el centro de un recinto acotado por una cerca, sobre una elevación que permitía un perfecto control visual del entorno circundante, al tiempo que la convierte en un referente privilegiado del mismo (Figs. 21-22). El edificio presenta planta cruciforme, con cabecera de testero recto al exterior y en forma de arco de herradura en la cara interna, así como un pórtico a los pies. Cuenta también con dos habitaciones a los lados, a la altura del recinto anterior al ábside, comunicadas con éste y con los brazos del crucero. En el brazo sur de este último

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se colocó un arcosolio para alojar el sarcófago de un enterramiento privilegiado, lo que permite inferir que se trata de una iglesia edificada con finalidad funeraria destinada a panteón de su ilustre promotor. Dada la magnificencia de la obra arquitectónica, parece indudable que el comitente debió ser algún personaje

Fig. 21. Santa Maria de Melque. Reconstrucción del conjunto monástico e iglesia (© Autores).

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importante de la ciudad de Toledo, alguien relacionado con los más elevados círculos de poder político o religioso del reino.

Aunque la iglesia se ha visto rodeada de una gran polémica que ha afectado a la interpretación del arte de época visigoda en su conjunto, creemos indudable que la ornamentación procedente de Melque apunta también hacia una cronología visigoda, dada la similitud que presenta con respecto a las piezas toledanas de la séptima centuria15 (Gómez Moreno 1919: 27; Garen 1992; Balmaseda 2007: 296). Todo el conjunto de

Fig. 22. Reconstrucción del interior de la iglesia: santuario y enterramiento privilegiado (© Autores).

15 En realidad, el número de piezas decoradas es mayor que el catalogado hasta la fecha.

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elementos decorativos documentado en Melque apunta a un marco cronológico que perfectamente puede encuadrarse en la segunda mitad del siglo VII o, todo lo más, en la primera mitad del siglo VIII, algo que por lo demás coincide con otros indicios arqueológicos: moneda de Egica-Witiza acuñada ca. 700, producciones de Terra sigillata de Cartago, sucesión de pavimentos de opus signinum en un periodo tan corto de tiempo como el propuesto para época emiral, etc. Por el contrario, la sucesión de pavimentos demuestra además una secuencia temporal de uso más prolongada de lo que comúnmente se ha supuesto, pudiendo adelantarse la fecha de fundación varios decenios antes de lo que se admite, probablemente hasta mediados de la séptima centuria, en consonancia con la fecha propuesta para otras fundaciones toledanas a las que nos hemos venido refiriendo (el conjunto de Arisgotas, Las Tamujas, el monasterio de San Félix en Tatanesio) (Barroso, Carrobles y Morín 2009; Ibid. 2012). Además, los frontones triangulares y la forma como se rematan las esquinas sugieren una intención de dotar al conjunto de un aspecto monumental y ponen de manifiesto la relación de fundaciones como Melque (y sin duda también otras uillulae relacionadas con los círculos de poder como Aquis o Gérticos) con la arquitectura de prestigio de carácter civil. En este sentido, los monasterios de la séptima centuria –bien sean éstos originariamente fundaciones señoriales o simplemente beneficiarios de la largueza de un particular– se presentan como herederos de las antiguas uillae del imperio, tanto en lo que se refiere a su función práctica en relación con la explotación económica de un territorio y elemento ordenador del paisaje, como en el aspecto que podríamos denominar estético o de ostentación.

La aparición tardía de estos complejos de nueva planta levantados en lugares relativamente aislados por voluntad de personajes concretos, como parece indicar el enterramiento del arcosolio de Santa María de Melque, pone de manifiesto que la finalidad de este tipo de fundaciones no fue la de convertirse en el centro de alguna población previa, sino la de generar nuevas rentas mediante la explotación de zonas que hasta entonces se habían mantenido al margen de los modelos de aprovechamiento económico más generalizados. Una situación directamente relacionada con el auge de la ganadería y con el establecimiento de nuevas redes de cañadas que permitieron el crecimiento de la trashumancia, convertida a lo largo del siglo VII en una de las principales fuentes de financiación de las elites del reino visigodo.

La principal conclusión que podemos obtener del estudio de este importante complejo arquitectónico, es la creciente importancia que van a ir alcanzando las nuevas arquitecturas de prestigio que unen elementos civiles y religiosos. Un tipo de edificios diferentes de los conocidos hasta entonces, que se convierten en las principales referencias visuales de las elites en el territorio de la capital. Su presencia en torno a Toledo, al menos desde la segunda mitad del siglo VII, indica el éxito alcanzado por unos complejos que son un claro precedente de los que vamos a documentar poco tiempo después en los reinos cristianos del Norte de la Península Ibérica. En ellos encontraremos las claves que permiten definir a las nuevas sociedades que empiezan a articularse a su alrededor, con ejemplos tan emblemáticos como el de San Pedro de Arlanza, un centro religioso pero también civil y de claro carácter monumental, vinculado a la naciente casa condal castellana.

4. 3. LOS MONASTERIOS TOLEDANOS

La ciudad se encontraba rodeada por numerosas fundaciones monásticas conocidas exclusivamente a través de los textos, siendo uno de los monasterios más famosos el de San Cosme y San Damián o Agaliense, donde recibieron formación los obispos toledanos Eladio, Eugenio e Ildefonso16 (Rivera 1950- 1951a: 77). Tampoco existe constancia arqueológica para el resto del catálogo de monasterios de época

16 Cixila, Vita Ildeph. 1: …in ecclesia sanctorum Cosme et Damiani, que sita est in suburbio Toletano, ed. Gil CSM I: 60. La autoría de este texto es apócrifa y probablemente fue redactada por un monje cluniacense francés que recogió tradiciones toledanas anteriores: Yarza 2006.

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visigoda, que es conocido por las signaturas de sus abades en el XI Concilio, y por ciertas referencias literarias de la época. Es el caso de los monasterios urbanos dedicados a la Santa Cruz, San Miguel, Santa Leocadia y a Santa Eulalia. A falta de testimonios arqueológicos que confirmen la ubicación topográfica exacta de estos monasterios, no habría que descartar que el área cigarralera, el territorio más inmediato a la ciudad, fuera uno de los espacios más propicios para la instalación de este tipo de enclaves religiosos. El hecho de tratarse de un área prácticamente despoblada pero a la vez cercana a la sedes regia y con enormes posibilidades de un aprovechamiento agropecuario, facilitaría sin duda la implantación de estos espacios monásticos. Interesante a este respecto es la constatación en la Dehesa de Hernán Páez de una gran construcción realizada con grandes bloques de mampostería sin desbastar. Sus excavadores lo han identificado con un asentamiento rural hispanovisigodo que tendría continuidad de uso en época emiral, al menos, hasta el siglo IX. Sin embargo, más que edificaciones aisladas y articuladas en torno un espacio abierto, parece tratarse de un edificio con una planta semejante a los documentados en la Vega Baja, e interpretado como estructura palatina privada. No hay que descartar tampoco que la construcción excavada en Hernán Páez fuera un espacio monástico articulado en torno a un patio, dadas las dimensiones del edificio (15 x 30 m) y la aparición de un fragmento de cimacio con rosetas hexapétalas fechable en la séptima centuria (Vicente y Rojas 2009).

Por último, uno de los yacimientos toledanos más emblemáticos de época visigoda es Guarrazar. Este yacimiento, situado a unos 8 km de la capital, es célebre porque a mediados del siglo XIX se descubrió el famoso tesoro de coronas votivas que hoy día forman parte de las colecciones del Museo Arqueológico Nacional, la Armería Real de Madrid y el Museo de Cluny de Paris. Las primeras intervenciones sobre este yacimiento se iniciaron en 1859, motivadas en parte por el escándalo que había supuesto la venta de algunas de las piezas en Francia. Las excavaciones fueron llevadas a cabo por una Comisión de la Real Academia de la Historia dirigida por José Amador de los Ríos y documentaron, aparte de los hoyos donde habían sido escondidas las coronas, una necrópolis saqueada de antiguo y restos de una edificación, así como diversos fragmentos arquitectónicos y de escultura decorativa. La necrópolis contaba además con una sepultura privilegiada donde había sido enterrado un presbítero de nombre Crispín, fechada, según inscripción, el año 693 de la era cristiana (Amador 1861: 171; ICERV 293 =Hübner IHC 158; Velázquez 2001). Nuevos descubrimientos y adquisiciones, catalogados por L. Balmaseda elevaron el número de fragmentos hasta un total de 63, incluidos los custodiados en instituciones públicas y los que se conservan en diversas colecciones particulares.

Hace algunos años, el yacimiento fue objeto de nuevas intervenciones por parte del Instituto Arqueológico Alemán bajo la dirección del profesor Ch. Eger (Eger 2005; Ibid. 2010; Eger et alii 2007). Tanto las noticias referentes al descubrimiento del tesoro como las recientes intervenciones arqueológicas apuntan a que en Guarrazar existiría un complejo vinculado con el culto cristiano, tal y como parece ocurrir en otros grandes monasterios de esta misma época, caracterizados por una distribución espacial diversificada basada en la funcionalidad estructural de los edificios que los integraban. No obstante, todavía no se puede descartar que desempeñara una función civil.

En cuanto a los restos materiales, casi la mitad del catálogo de piezas documentadas en Guarrazar está formado por fragmentos de frisos. El uso de frisos esculpidos es un recurso muy frecuente en la arquitectura de época visigoda y se halla presente sobre todo en los edificios considerados por la mayoría de los autores como característicos del s. VII (San Pedro de la Nave, Quintanilla, Baños). Es significativo que la mayor parte del catálogo de escultura decorativa documentado en Toledo corresponda con este tipo de piezas, cuya función era romper la monotonía de los elementos parietales. En el caso de Guarrazar, L. Balmaseda distingue seis tipos diferentes en función de su decoración y tamaño, correspondiendo a otras tantas variantes del tema de roleo vegetal de doble tallo con nudo que encierran trifolios y palmetas. La datación de estas piezas en el s. VII se justifica por los paralelos encontratados en las piezas producidas por

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los talleres de Toledo y por las iglesias tardoantiguas de referencia antes citadas, que tiene plena concordancia con la fecha ante quem que proporciona la inscripción del presbítero Crispín (Balmaseda 2007a; Eger 2010: 565).

En cualquier caso, las prospecciones superficiales y geomagnéticas que el Instituto Arqueológico Alemán ha llevado a cabo en Guarrazar determinaron la existencia de un importante conjunto constructivo levantado con grandes bloques de sillar. La situación de este conjunto a escasos kilómetros de Toledo, en un paraje bien comunicado con la ciudad además, así como las circunstancias que rodearon el hallazgo, en concreto la ocultación de una parte significativa de un tesoro vinculado a la monarquía goda ante el inminente avance musulmán (García Moreno 2014), son elementos que demuestran que Guarrazar formaba parte del entorno más inmediato de la ciudad regia. Y ese es un punto esperanzador desde el punto de vista arqueológico, ya que sin duda abre la puerta a un mejor conocimiento de la antigua ciuitas regia visigoda y su territorio en el futuro.

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015 MYTRA 1, 2018: 237-259

RECÓPOLIS: LA CONSTRUCCIÓN DE UN NUEVO PAISAJE EN ÉPOCA VISIGODA1

LAURO OLMO-ENCISO

RESUMEN

Se presentan los resultados e interpretaciones obtenidas en los últimos años de excavaciones arqueológicas en Recópolis. Las excavaciones documentan como la ciudad se edificó siguiendo una planificación jerarquizada del espacio urbano. En él se sucedían el conjunto de edificios palatinos, la zona comercial, las áreas de vivienda, así como la muralla que rodeaba todo el perímetro urbano. Esta imagen de Recópolis muestra la existencia de un urbanismo impulsado por el Estado visigodo en el que es posible rastrear el impacto del modelo urbanístico bizantino de la capital Constantinopla. Su carácter de centro económico y fiscal viene avalado por la presencia de materiales de diferentes áreas del Mediterráneo central y oriental, así como de actividades comerciales y por la existencia de una ceca en la ciudad. Recópolis forma parte de un proceso de revitalización urbana que afecta a un buen número de ciudades entre la segunda mitad del siglo VI y la primera mitad del VII. Proceso que, sin embargo, no puede generalizarse a todo el marco peninsular, y que constituye un ejemplo de la heterogeneidad que define a la época visigoda. Las investigaciones en Recópolis, muestran como los procesos de transformación social que se desarrollan en este periodo afectan y se reflejan en el paisaje urbano.

PALABRAS CLAVE

Recópolis, arqueología de época visigoda, urbanismo, planificación urbana estatal, conjunto palatino, arquitectura conmemorativa, edificios comerciales y productivos, viviendas, infraestructuras, fiscalidad, paisaje, transformación social, formación del Estado.

ABSTRACT

The content of this article gathers the results of the last excavation campaigns in the city of Recopolis. The excavations show that the city was constructed in an organized manner. There is a complex of numerous palatine structures, a commercial area, domestic structures and a defensive wall around

** Universidad de Alcalá. [email protected] 1 Investigación realizada dentro del marco del proyecto de investigación y “Construcción del Paisaje Medieval: Agrosistemas y Cambio Climático (HAR2013 44270-P)” del Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España. La investigación arqueológica que se realiza en Recópolis está financiada por la Consejería de Educación, Cultura y Deportes de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha dentro de su Plan Anual de Intervenciones Arqueológicas. MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 4/4/18 17:03 Página 238

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the city. This image of Recopolis shows an urban culture of the Visigothic State with characteristics that can be traced to that of the Byzantine city of Constantinople. Its economical and financial importance is demonstrated by the existence of remains from Central and Oriental Mediterranean, the existence of commercial activities and a mint in the city. Recopolis is part of an urban revitalization that affected a large number of cities in the second part of 6th century A.D. and the first half of the 7th. It is a process that can not be extended to the entire Iberian Peninsula and can state the heterogeneous situation during the Visigothic Period. The investigations in Recopolis show social transformations during this period and the urban lifestyle.

K EYWORDS

Recopolis, Visigothic Archaeology, Urbanism, State Organization, Palatine complex, Commemorative Architecture, Commercial buildings, Domestic Structures, Fiscality, Landscape, Social Transformation, State Formation.

1. INTRODUCCIÓN

El panorama del paisaje de la Península Ibérica durante el siglo VI d. C. estuvo definido por la heterogeneidad y un proceso de cambios. Las transformaciones que se habían iniciado a finales del siglo V, supusieron la metamorfosis de la organización social con el consiguiente reflejo en la articulación del espacio peninsular –crisis de la ciuitas romana y transformación urbana, abandono de las uillae y aparición de nuevas tipos de asentamientos rurales,…etc.-. Todo ello tuvo como consecuencia la generación del nuevo paisaje altomedieval, en el ámbito urbano y rural, que se consolidó a lo largo de la segunda mitad del siglo VI d.C. (Olmo Enciso 2008: 41-42; Id. 2010:87; Olmo Enciso y Castro Priego 2011: 54-55). Fundamentales para la comprensión de este proceso, han sido los últimos veinte años que han supuesto un salto cualitativo y cuantitativo en la investigación arqueológica. Como consecuencia, en la actualidad el debate se ha situado de forma más ajustada en la investigación e interpretación de las estructuras sociales y su manifestación en el paisaje.

En el sector meridional del centro de la península ibérica (Fig. 1), la ciudad se caracteriza por una diversificación de su paisaje y funcionalidad. Hace años ya se defendió como había que superar las homogeneizaciones excesivas centrando el análisis en el marco de transformaciones que se estaban produciendo en los ámbitos mediterráneo y europeo occidental en los que se encontraban integrados las diferentes zonas de la península (Olmo Enciso 1992). Gran parte de las ciudades que permanecieron activas durante el siglo VI d. C., experimentaron cambios profundos que significaron la transformación del concepto de la ciuitas. En este contexto, la ciudad de la época presenta un panorama complejo. La mayoría de las que lograron sobrevivir a la crisis del modelo urbano romano se caracterizaron por tener una estructura dispersa y polinuclear. La desarticulación urbanística, el empobrecimiento de su paisaje, la presencia de áreas vacías, los edificios y tecnología constructiva de calidad inferior, así como la construcción en madera, fueron elementos definitorios de esta nueva situación similar a la del resto del occidente europeo (Verhulst 1999: 24; Wickham 2005: 652-654, 665-667; Francovich 2007: 139 y 150; Henning 2007: 3; Olmo Enciso 2015: 29). No obstante, conservaron su estatus de ciudades y de centros articuladores de sus territorios durante toda la época visigoda y un apreciable número de ellas fueron sedes episcopales. Pero, junto con este fenómeno se produjo en Hispania, durante la segunda mitad del siglo VI y primera mitad del VII, un impulso urbanístico a cargo de la Iglesia y del Estado. Éste fue contemporáneo de la consolidación del Reino Visigodo y se interpreta como un ejemplo del éxito inicial de éste (Olmo Enciso 1998; Id. 2007; Id. 2008; Id. 2010; Id. 2015; Castro Priego 2014). La revitalización urbana afectó a

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Fig. 1. Asentamientos de época visigoda en la cuenca hidrográfica del río Tajo (Olmo-Enciso 2015: 16).

un limitado número de ciudades, tanto episcopales como, y esto es novedoso, nuevas fundaciones estatales. Esta política de fundación y renovación de ciudades está relacionada con la capacidad de recaudación fiscal que el Estado Visigodo tuvo en el periodo de su fundación, tal y como transmite la documentación escrita, y de la que también participó y se benefició la Iglesia (Isidorus Hispalensis, H.G.,51,5; Epistola De Fisco Barcinonensi). De hecho, la mayor parte de estas ciudades episcopales, al igual que la capital Toledo y la nueva fundación de Recópolis, fueron centros económicos y bases del sistema fiscal, y acuñaron moneda, al contrario que gran parte de las sedes episcopales, que no tuvieron esta función (Olmo Enciso 2006: 252 y 260- 262; Castro Priego 2014: 479-484). El paisaje que la investigación arqueológica va revelando sobre estas -Barcelona, Tarragona, Valencia, Sevilla, Córdoba, Mérida, Toledo, Recópolis, etc.- evidencia que no se puede desligar su actividad urbanística y las manifestaciones de sus paisajes de poder, de su carácter como centros receptores de excedentes. Fueron centros de producción, consumo y redistribución, y estructuraron el paisaje rural, tal y como se manifiesta en el área catalana y en el centro peninsular, todo ello reflejo de una organización social jerarquizada (Roig Buxó 2009: 213; Id. 2013: 152; Olmo Enciso

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2015: 33-35, 40-41; Olmo Enciso et alii e.p. a). En este sentido, la investigación numismática realizada a partir de contextos estratigráficos proporciona datos fundamentales para conocer la naturaleza de la estructura fiscal. El proceso de afirmación de la monarquía y de reivindicación de su voluntad centralizadora, se documenta arqueológicamente entre los años 576-578 d.C., con el inicio de las acuñaciones de tremisses por el rey Leovigildo, la fundación de Recópolis y la realización del nuevo desarrollo urbanístico en Toledo (Olmo Enciso 2001: 380-381; Id. 2010: 96; Castro Priego 2014: 469-471). Este vendría apoyado por el incremento del volumen de tremisses en circulación, que debe relacionarse con el hecho de que el único poder reconocido para acuñar moneda sea el Estado (Castro Priego 2010: Id. 2014: 472). Esta clara muestra del monopolio estatal sobre la producción de moneda (Retamero 2000: 127), factor primordial del sistema tributario, proporciona el elemento fundamental que ayuda a entender el éxito inicial de este modelo de Estado y de su capacidad de coerción fiscal. Éxito inicial que se materializará, entre otras iniciativas, en la planificación urbanística de carácter estatal presente en Toledo y Recópolis, donde se visibilizan las evidencias materiales más determinantes sobre la imagen y función urbana del Estado unidas, en su origen, a una articulada fiscalidad.

Recópolis, se fundó la zona meridional del centro de la península ibérica, definida por la cuenca hidrográfica del río Tajo (Figs. 1 y 2). La realidad arqueológica ofrece, para la época visigoda, datos sobre la diacronía de un paisaje formado por una densa red de aldeas campesinas, asentamientos amurallados en altura actuando como centros intermedios de poder, espacios eclesiásticos, residencias aristocráticas, y ciudades de distinto rango y entre ellas las dos más claras caracterizaciones del urbanismo estatal, Toledo y Recópolis. También los registros paleoambientales ofrecen datos sobre condiciones climáticas de mayor aridez y transformaciones que afectaron a las características del agrosistema y a su función productiva. La contextualización de todos ellos en un paisaje analizado a escala regional, ayuda a señalar una serie de aspectos fundamentales para entender el sistema de relaciones que se desarrolló en el periodo. Como consecuencia el paisaje del centro de la península ibérica desde la segunda mitad del siglo VI y a lo largo del siglo VII y parte del VIII, se desarrolló a partir de un modelo de sociedad estratificada. Esta zona, por tanto, ejemplificaría lo ya defendido sobre como en el ámbito mediterráneo, el grado de variabilidad de las pautas de asentamiento es, en este periodo, muy superior al que existe en el centro y norte de Europa. Esto es algo ya constatado para la península itálica donde a partir del siglo V el paisaje se caracterizó por la existencia de una notable diversidad regional (Francovich y Hodges 2003: 26; Wickham 2005: 508; Gelichi 2010: 83). Por tanto, la necesaria contextualización de toda la evidencia arqueológica en este marco regional de la cuenca del Tajo, tanto del ámbito rural como del urbano, ofrece un panorama integrado de una sociedad en transformación. Así pues, investigar e interpretar la contextualización de los diferentes tipos de datos empíricos obtenidos de la investigación regional, supone incidir en el carácter del paisaje como construcción social dinámica con una complejidad de significados de mayor amplitud de la que se ha venido interpretando hasta ahora. Es precisamente, el establecimiento de una relación dialéctica entre estos diferentes tipos de datos, contextualizados en una escala regional, el que nos subraya como un factor fundamental, la existencia de estratificación social. Ahora bien, el tema es más complejo. La diversidad de formas culturales que ofrece el registro arqueológico, sugiere cómo esta condición de estratificación social necesita ser explicada e interpretada y no, simplemente, asumida (Paynter 1982: 22; Olmo Enciso 2015: 18).

El paisaje urbano presenta en esta región el panorama más complejo y diversificado de toda la península donde junto con las ciudades desestructuradas conviven las dos muestras más representativas de un urbanismo dinámico impulsado por el Estado, Toledo y Recópolis. Sin embargo, los aspectos definitorios del nuevo paisaje urbano fueron, en gran parte, similares a los del resto del occidente europeo y la mayoría de ellas exhibieron una estructura polinuclear, polifocal (Hodges 2015). Presentaban, por tanto, un paisaje urbano más ruralizado con una mayor proximidad edilicia respecto a los más destacados asentamientos amurallados en altura y a alguno de los poblados de mayores dimensiones (Olmo Enciso

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Fig. 2. Vista aérea de Recópolis (© Parque Arqueológico de Recópolis/ JCCM).

1995: 217; Id. 2015: 27-29). Ejemplo de ello son la mayoría de las ciudades de esta región, todas sedes episcopales, Segóbriga, Complutum, Ercávica y Valeria, definidas desde el siglo VI por la citada estructura polifocal organizada en pequeños núcleos con construcciones en madera o tapial, y que en el caso de las tres primeras, tuvieron edificios religiosos representativos en sus suburbios (Abascal, Almagro y Cebrián 2008: 226) (Fig. 1). Sin embargo, y tal y como ya se ha mencionado, estas conservaron su estatus de ciudades durante la época visigoda y fueron los núcleos centrales de sus territorios. Este carácter de lugar central y de sede episcopal fue el que sirvió para mantener y cohesionar un hábitat fragmentado. Sin embargo, hay que señalar para este grupo de ciudades la existencia de varios niveles de escala, tal y como parece sugerir el caso de Segóbriga que destaca al poseer una mayor diversificación urbana, con diferentes construcciones religiosas así como varias zonas con decoración escultórica de época visigoda (Cebrián, 2017: 109-121). En cualquier caso, el paisaje de todas ellas difirió del de Toledo y Recópolis, y en él las manifestaciones de las élites fueron menos determinantes. Este contraste y la menor visibilidad material de las aristocracias, es un elemento que también debe ser contextualizado al interpretar la jerarquización del paisaje en esta zona del centro peninsular, ya que transmite la existencia de diferentes niveles de escala en la localización, representación y articulación del poder (Olmo Enciso et alii, e.p.).

Dentro de este contexto, Toledo -con el nuevo desarrollo urbano en su suburbio- y Recópolis - fundación ex novo por iniciativa estatal en el 578 d.C.-presentan la muestra más patente del nuevo paisaje urbano consolidado a finales del siglo VI d.C. En Toledo, en la zona suburbana de la Vega Baja, se desarrolló en la segunda mitad del siglo VI, tal y como transmite la investigación estratigráfica realizada (Olmo Enciso 2010), un nuevo proceso de urbanización impulsado por el Estado, que amortizó las previas estructuras tardorromanas. Todo ello provocó que la época visigoda se caracterizara por una mayor

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densificación urbana del suburbio toletano y tuvo como consecuencia la adquisición de una nueva imagen para la capital del reino a partir de un programa urbanístico jerarquizado, que ocupó un espacio de aproximadamente 90 hectáreas. Este desarrollo urbanístico supuso la construcción del complejo palatino y de las iglesias más importantes de la ciudad (a excepción de la catedral, situada en la parte superior del antiguo centro romano), así como de un amplio programa de construcciones destinadas a viviendas y otros usos, y de una organización viaria tendente a la regularidad. La diversificación urbanística entre los nuevos paisajes de poder y los nuevos espacios residenciales, podría ampliarse a la existencia de áreas productivas y comerciales como parecen sugerir los materiales encontrados. Esto se fundamenta en la aparición en la zona más próxima al conjunto palatino de objetos vinculados a este tipo de actividades, ponderales, elementos de balanzas, materiales de importación norteafricana y oriental, objetos decorativos de marfil, evidencias de un taller de vidrio. Todo ello plantea la presencia de actividades comerciales y artesanas próximas al palacio dentro de un esquema urbanístico conocido en Recópolis y en otras ciudades del Mediterráneo (Olmo Enciso 2010: 98-100). Estas dos ciudades, fueron centros económicos y bases del sistema fiscal, y acuñaron moneda, al igual que el reducido número de exitosas sedes episcopales en otras zonas de Hispania (Olmo Enciso 2006: 252 y 260-2; Id. 2008: 59-60; Id. 2015: 29-31; Castro Priego 2010; Id. 2014: 472; 2016). La imagen de fundación o renovación presente en estas dos ciudades está relacionada con la capacidad de recaudación fiscal que el Estado Visigodo tuvo en el periodo de su fundación. Por tanto, tal y como ya se ha citado, en estas ciudades se visibilizan las evidencias materiales más determinantes sobre la imagen y función urbana del Estado relacionadas, en su origen, con una articulada fiscalidad. De hecho, tal y como se irá argumentando a continuación, la actividad urbanística de estas ciudades, las manifestaciones de sus paisajes de poder, o la vertebración a partir de ellas del ámbito rural, no puede desligarse de su carácter como centros receptores de excedentes (Olmo Enciso 2015: 39-41).

2. RECÓPOLIS. LA FUNDACIÓN DESDE LA DOCUMENTACIÓN ESCRITA DE ÉPOCA VISIGODA

Las noticias sobre la fundación de Recópolis en el año 578 d.C., quedaron documentadas en las fuentes escritas de época visigoda como uno de los acontecimientos más significativos del momento de consolidación del Reino visigodo de Toledo. Estas muestran la importancia que se concedió a ésta en el discurso sobre la consolidación estatal y la organización de una estructura fiscal (Olmo Enciso 2008a: 23- 24; Id. 2008b: 41-42; Id. 2015: 31). La parquedad habitual de las fuentes escritas de época visigoda, contrasta con la relevancia que estas mismas otorgaron a la fundación de la ciudad, que, posteriormente, será objeto de un especial tratamiento en la documentación de época andalusí y cristiana (Olmo Enciso 1995: 212; Id. 2008a: 24-25; Id. 2011:40-60). Este hecho quedó perfectamente reflejado en las menciones que tanto Juan de Biclaro como Isidoro de Sevilla, escritores contemporáneos de la época, hicieron a propósito de la relevante fundación urbana del Estado visigodo, por ambos puesta en relación con los acontecimientos de mayor trascendencia del citado proceso de consolidación estatal que tuvo lugar en época de Leovigildo (Olmo Enciso 2008b: 43-44). Así pues, estas nos ofrecen el primer testimonio sobre la existencia de una política urbanística impulsada desde el Estado y nos dan la pauta sobre la existencia de un proyecto ideológico que se materializó en el paisaje urbano. Fundamental es la noticia de Juan de Biclaro quien transmite en su Chronica dentro de los hechos acaecidos en el año 578:

ANNO II TIBERII IMPERATORIS QUI EST LIVVIGILDI IX REGIS AN. X Liuigildus rex extinctis undique tyrannis, et pervasoribus Hispaniae superatis sortitus requiem propiam cum plebe resedit civitatem in Celtiberia ex nomine filii condidit, quae Recopolis nuncupatur: quam miro opere et in moenibus et suburbanis adornans privilegia populo novae Urbis instituit (Campos 1960: 88).

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También Isidoro de Sevilla en su Historia Gothorum se refiere a la fundación de la ciudad, siguiendo lo ya expresado por Juan de Biclaro. Esta obra nos ofrece un dato de gran interés que, sin embargo, ha pasado desapercibido (Olmo Enciso 2008b: 43). Se trata de la vinculación que el autor establece entre la fundación de Recópolis y las determinaciones que toma Leovigildo, fundamentales para entender su programa de consolidación del Estado visigodo como una entidad centralizada y sustentada, para su mantenimiento, en una base fiscal:

Aerarium quoque ac fiscum primus iste auxit, primusque inter suos regali ueste opertus solio resedit, nam ante eum et habitus et consessus communis ut genti, ita et regibus erat. Condidit autem ciuitatem in Celtiberia, quam ex nomine filii Recopolim nominauit (Historia Gothorum, 51,5. edición de: Rodríguez Alonso 1975: 258-259).

Estas dos noticias de la época referidas a la fundación de Recópolis, transmiten la excepcional importancia que las fuentes conceden a este hecho, al integrarlo como parte de los acontecimientos fundamentales que muestran el proceso de consolidación del Estado toledano y ayudan a entender, como se irá analizando a continuación, la trascendencia del acontecimiento. La denominación de la ciudad con el nombre de uno de los hijos del rey, Recaredo, hay que situarla en el contexto de una política de afirmación dinástica de Leovigildo conectada con la consolidación del Estado (Olmo Enciso 1988; 2008b: 44). Esto constituye un claro ejemplo de la intención de Leovigildo de asimilarse al Imperio Bizantino, dentro de todo un proceso de aemulatio imperii, que cobra especial relieve por el carácter ex novo de esta ciudad y mediante el cual el rey se equipara a las prácticas de los emperadores bizantinos, y más concretamente de Justiniano. Por tanto, se estaba siguiendo una práctica habitual en el imperio bizantino, con precedentes en el mundo bajoimperial, mediante la cual los emperadores cambiaban nombres de antiguas ciudades otorgándoles el suyo o el de algún miembro de la familia imperial. Algo que ya había sido seguido por algunos Estados surgidos del colapso del imperio occidental, como es el caso de los reinos ostrogodo y vándalo (Olmo Enciso 2008b: 44). En todos estos casos, se trató de cambios de nombre de ciudades ya existentes y no de nuevas fundaciones, como es el caso de Recópolis (Claude 1965: 172-173).

La fundación de Recópolis, por tanto, forma parte de todo un programa de aemulatio imperii que se constata ya en otros aspectos de este momento de consolidación del Estado visigodo por Leovigildo – trono, vestimentas, acuñaciones, fundación de ciudades, topografía de inspiración bizantina en Toledo y Recópolis- y que demuestra la importancia de la recepción de la influencia bizantina. Recepción que debe ser vista como un intento de equiparación por parte del Estado visigodo respecto al Imperio bizantino. Hay que recordar que ya D. Claude defendió la tesis de que tanto la denominación como la configuración arquitectónica de Recópolis, se debieron a un modelo bizantino (Claude 1965: 193). Este aspecto, sobre la influencia de esquemas bizantinos, ha ido acrecentándose a medida que ha avanzado la investigación arqueológica en diferentes zonas de la ciudad –conjunto palatino, muralla, zona comercial, etc.- (Olmo Enciso 1983; Id. 1987; Id. 1988; Id. 1992; Id. 2001; Id. 2008b; Id. 2010; Id. 2015) y ha sido destacado por otros investigadores (Ward Perkins 2000: 67 y 78; Id. 2002: 330; Liebeschuetz 2003: 82; Wickham 2005: 662). Pero además, la fundación de Recópolis se enmarca en toda una política de consolidación del Estado y de clara afirmación dinástica (Olmo Enciso 2008: 44-45). Este proceso de afirmación de la monarquía y de reivindicación de la voluntad centralizadora del Estado toledano, comienza a documentarse en el año 576, que señala el inicio de las acuñaciones de tremisses por Leovigildo con leyenda en solitario a su nombre, y en las que se representa al modo de los emperadores bizantinos, con diadema y manto (Olmo Enciso 1988: 287). Por tanto, es un dato importante del proceso de consolidación del poder de Leovigildo y de su proyecto de Estado, tras una serie de campañas victoriosas, a partir del 569, contra una parte de la nobleza en estado de rebelión desde la muerte de Atanagildo, contra los bizantinos, y contra diferentes pueblos peninsulares. Y de un proceso que entre 576 y 578 va a ofrecer los símbolos más evidentes de

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dicha consolidación: estas acuñaciones de moneda a su nombre, la fundación de Recópolis, así como la adopción de vestiduras reales, utilización del solio… primusque inter suos regali ueste opertus solio resedit…(Isid. Hisp., H.G., 51), hecho que debe situarse entre estos años (Olmo Enciso 1988: 287-297; Id. 2008: 45).

También las evidencias numismáticas contemporáneas a la fundación avalan esta línea interpretativa y amplían el conocimiento sobre las características de esta. La existencia de monedas con la leyenda RECCOPOLI FECIT acuñadas tanto en los reinados de Leovigildo como de Recaredo (Miles 1952: 96 y 187 nº 24 y 25; Claude 1965: 177; Barral i Altet 1976: 86-92; Canto, Martín y Vico 2002: 80, 102-103 y 304; Castro Priego 2008; Id. 2010; Id. 2014; Id. 2016) ofrecen un testimonio histórico de indudable valor que en su día ya fue puesto de manifiesto por D. Claude. Este investigador señaló la excepcionalidad de las monedas que poseían esta leyenda, presente en parte de las acuñaciones efectuadas por Leovigildo en esta ciudad, así como en todas las que se conservan de Recaredo acuñadas en Recópolis. El hecho de que ninguna de las otras cecas de época visigoda llevara una inscripción similar hizo apuntar a Claude, que la razón de esta exclusividad había que vincularla con el importante acontecimiento histórico que supuso la fundación de la ciudad (Claude 1965: 177). En la actualidad, con un claro incremento del número de ejemplares de moneda visigoda, siguen siendo exclusivas de la ceca de Recópolis las acuñaciones efectuadas en los reinados de Leovigildo y Recaredo que contienen en su leyenda la palabra Fecit. Ya fue puesto de manifiesto en su momento por McCormick (1987: 317-318), como en este periodo las acuñaciones de Leovigildo sirvieron para transmitir actos específicos del ejercicio de poder por parte del rey, con claros mensajes de contenido ideológico contra la aristocracia. Ya se señaló, como el hecho de que esta leyenda siguiera apareciendo en acuñaciones de Recaredo constituía un dato que se interpretaba como testimonio de la continuidad de la construcción de Recópolis bajo el reinado de éste (Olmo Enciso 2008b: 44). Teoría que está siendo refrendada desde la materialidad arqueológica por los datos que ofrecen las recientes excavaciones, cuyas secuencias estratigráficas muestran para la primera fase de la ciudad (finales del siglo VI - primera mitad del VII), un proceso diacrónico de ampliaciones y reformas en el conjunto palatino así como de continuidad en la monumentalización de la ciudad entre la fecha de su fundación y principios del siglo VII (Olmo Enciso et alii 2017: 79-88). Todo ello, avala la continuidad en el proceso de monumentalización de la ciudad durante el reinado de Recaredo que podría desprenderse de las acuñaciones efectuadas en la ciudad, con la citada leyenda Reccopoli Fecit. Por tanto, las fuentes escritas, permiten entender la capacidad de coerción fiscal que el Estado visigodo tuvo en una exitosa primera fase de su existencia hasta mediados del siglo VII d.C.

3. LA INTERPRETACIÓN DESDE LA MATERIALIDAD

La fundación de Recópolis (Zorita de los Canes, Guadalajara) supuso, además del hecho trascendente de la construcción ex novo de una ciudad, una restructuración de todo el paisaje de la zona. De hecho, la investigación arqueológica documenta como esta operación no se limitó únicamente al hecho físico de la fundación de una ciudad. Como consecuencia de ella, se articuló todo el espacio a nivel local con la reorganización de todo el sistema viario, la fundación de nuevos sitios rurales y la ordenación del agrosistema. Las dimensiones de la operación muestran como esta fue posible gracias a la intervención del Estado.

Como centro urbano, Recópolis tuvo una vida dinámica a lo largo de más de dos siglos y medio, entre finales del siglo VI y la mitad del s. IX, comprendiendo las épocas visigodas y primitiva islámica. La topografía del sitio (Fig. 3) facilitó la realización de una planificación urbanística que se desarrolló siguiendo una jerarquización del espacio urbano definido a partir del conjunto de edificios palaciales situados en la zona más alta de la ciudad (Fig. 4). Este conjunto de edificaciones palatinas, con unas

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Fig. 3. Vista cenital del yacimiento con las áreas excavadas (©PNOA, CNIG).

Fig. 4. Planta de las zonas excavadas (© Olmo Enciso et alii 2017).

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dimensiones actuales de 1,4 hectáreas, era visible desde toda la ciudad y parte del territorio cercano. Está formado, hasta el momento, por tres grandes edificios (el mayor de 140 m de longitud) y una iglesia estructurados alrededor de una gran plaza. Los edificios civiles tenían dos plantas, siendo la superior la más representativa con pavimentos de opus signinum y elementos de decoración arquitectónica (Olmo Enciso 2008: 47-51), mientras que la inferior, con pavimentos de mortero de cal, debió concebirse para un uso más variado (Figs. 5 y 6). Poseían diversas funcionalidades relacionadas con los usos representativos, administrativos, económicos, de almacenaje y fiscales (Olmo Enciso 1987; 2015: 31; Olmo Enciso et alii 2017: 81). El acceso a este conjunto palatino se efectuaba a través de una puerta monumental, que comunicaba a través de la calle principal. A ambos lados de esta calle, dos grandes edificios albergaban espacios destinados a la producción de vidrio, de orfebrería o a la comercialización de bienes de consumo procedentes del mediterráneo (Gómez de la Torre-Verdejo 2012 257-81; Bonifay y Bernal 2008: 99-115). Las viviendas estaban constituidas por habitaciones rectangulares de diferente funcionalidad – estancias, zonas de cocina-, abiertas a patios. Recópolis tuvo dos sistemas de suministro de agua, definidos por la existencia de un acueducto y la presencia de cisternas, sistema mixto también existente en otras ciudades de la época (Olmo Enciso 2008, 54-5; Gurt y Sánchez 2008: 187-8). La ciudad estaba rodeada por una muralla, jalonada por torres, en la que se abrían las puertas de entrada al recinto urbano coincidiendo con los accesos naturales, estaba realizada en sillería y recubierta por un enlucido de mortero de cal (Gómez de la Torre-Verdejo 2008: 77-86).

La ciudad fue, asimismo, un centro de producción y consumo, tal y como indica la presencia de la citada zona de actividad artesanal. Como centro productor de vidrio, tuvo dos talleres que funcionaron hasta mediados del siglo VII, momento en que la actividad se limitó solo a uno de ellos que continuó

Fig. 5. Edificio meridional del Conjunto Palatino (A3), zona excavada (©Parque Arqueológico de Recópolis / Olmo Enciso et alii 2017: 81, fig. 3).

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Fig. 6. Fases y subfases de actividad en la planta inferior del edificio meridional del Conjunto Palatino (A3) (©Olmo Enciso et alii 2017: 83, fig. 5).

operando durante gran parte del siglo VIII, ya en época primitiva islámica (Gómez de la Torre-Verdejo 2012: 257-281). La existencia de un taller de orfebre, con los materiales asociados a las distintas fases productivas -moldes bivalvos, platillos de balanzas, escorias- inciden en la funcionalidad artesana de estos espacios (Olmo Enciso 2008: 53). El carácter de centro receptor está avalado por la presencia de cerámicas tipo ARSW D y ánforas y spathia- norteafricanos, lo que refleja el acceso de las élites de la ciudad a bienes de consumo mediterráneos, que constituyen, por ahora, el conjunto más representativo del interior peninsular (Olmo Enciso 2015: 33). La producción cerámica de Recópolis, fabricada a torno rápido, muestra la mayor diversificación formal y funcional, del centro peninsular, con manufacturas de mesa y de cocina. Gran parte de esta producción fue local tal y como documenta la presencia de elementos petrológicos contenidos en las pastas y presentes en el entorno inmediato a Recópolis (Checa y Herráiz e.p.).

La fundación y construcción de Recópolis -con sus murallas, palacio, edificios, etc... - constituyó una forma de disciplinar el entorno, entendido este como espacio social, y una clara demostración de ejercicio de poder hecha posible a través del control de los recursos. Esta planificación urbanística conllevaba el concepto de disciplinar no sólo el ámbito urbano sino también el territorio y a través de éste la familiarización de la población con el orden de las élites. Por tanto, la materialización de este paisaje de poder está relacionada con la visibilidad de una ideología a través de un entorno construido. A este respecto hay que considerar cómo los espacios impulsados por las ideologías dominantes lo fueron también para asegurar la cohesión de estas élites (Paynter y McGuire 1991:10). Por ello no es casual que esta ciudad albergara funciones políticas, administrativas y fiscales, estas últimas expresadas por la presencia de una ceca y los espacios de almacenaje, y todas ellas relacionadas con la gestión y administración del excedente productivo. Funciones que perduraron, con diferente niveles de intensidad, durante toda la época visigoda y el primer siglo del periodo islámico.

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Pero, asimismo, la fundación de Recópolis supuso una reordenación del espacio a partir de la creación de una nueva estructura viaria, y en relación con ésta, de la fundación de nuevos asentamientos dedicados a la organización y explotación del espacio agrario con la consiguiente aparición de una nueva organización del espacio productivo (Fig. 8). Esta nueva estructuración del territorio en la zona próxima a la ciudad muestra una tendencia más neta a la estructuración radial del espacio próximo. Se desarrolló así una red viaria en estrella que en el entorno de la ciudad nos ofrecerá datos para entender la organización del agrosistema y la organización de las formas parcelarias. Uno de los aspectos más interesantes, ha sido el registro de cómo la fundación de la ciudad en el último tercio del siglo VI d. C, significó un cambio y reforzamiento de la organización viaria de la zona convirtiendo a Recópolis en un punto central de las comunicaciones entre el centro peninsular y el Levante (Figs. 9 y 10).

Al conjunto de los resultados obtenidos en el yacimiento, hay que sumar los datos sobre el territorio circundante, que reflejan igualmente un nuevo paisaje rural de similares características al del resto del centro peninsular y que supone un cambio respecto al anterior bajoimperial. Se empiezan a tener datos sobre el territorio de la ciudad, que aportan información sobre las infraestructuras vinculadas a Recópolis así como de la presencia de nuevos asentamientos rurales inmediatos (Fig. 7). Este territorio estuvo formado por diferentes tipos de asentamientos, fundamentalmente aldeas y granjas, que situados en un radio máximo de cuatro kilómetros, muestran su relación con la ciudad. Esto queda reflejado por la presencia dominante en ellos de cerámicas realizadas a torno y en el caso de uno de estos, La Paeriza (Fig. 11), de producciones de importación (ánfora Keay 61). Este yacimiento, así como los de Loma del Badujo y Los Arroyuelos (Fig. 12) se encuentran vinculados a las nuevas vías de comunicación y a la nueva organización del agrosistema.

A partir de mediados del siglo VII, se documentan escenarios de cambio y crisis en el conjunto de ciudades caracterizadas por su dinamismo en la fase anterior. Se produce en esta época un fenómeno de desestructuración y cese de la actividad urbanística, testimoniada por las fuentes escritas, pero sobre todo patente en la investigación arqueológica. Esta documenta el cese de la actividad edilicia de la Iglesia y del Estado en la ciudad (Olmo Enciso 1998; Id. 2006: 261-262; Id. 2007: 194-196; Id. 2008b: 58-60; Id. 2010: 106-107; Id. 2015: 35-37), que para el centro peninsular bien nos documenta el caso de Recópolis, con pérdida de la regularidad urbana, la transformación de gran parte de los espacios de talleres y tiendas en viviendas, así como un empeoramiento y simplificación de las técnicas constructivas. Fenómeno que hay que relacionar con la crisis del Estado visigodo como causa fundamental para analizar este proceso. Un factor que ayuda a entender el debilitamiento del Estado y de su capacidad recaudatoria, se produce a lo largo de la segunda mitad del siglo VII cuando el valor medio de los tremises pasará de poseer un 80% de oro a poco menos de un 30% a comienzos del siglo VIII, así como un descenso del peso con unas magnitudes similares a la bajada del contenido en oro y, por tanto, con un sistema monetario en crisis (Retamero 2000: 101; Castro Priego 2008: 139 y 140; Id. 2010; 2016) que afecta notablemente a una estructura tributaria debilitada en favor de un ascendente proceso de feudalización que se produce en la segunda mitad del VII d. C. Estas ciudades en crisis fueron las que encontraron los árabes a su llegada a la península en el 711, pero sin embargo, siguieron siendo centros articuladores del territorio como muestra la reciente investigación arqueológica (Olmo Enciso 2012: 39-65).

Sin embargo, esta interpretación del periodo construida desde la materialidad y, a partir de esta, de una relectura de las fuentes escritas, tiene sus límites. La integración de la evidencia paleoambiental con registros varios que documentan cambios en el paisaje vegetal, magnitudes de las variables de presión antrópica, transformaciones de la estructura productiva, influencia de los factores climáticos, está siendo esencial para construir una interpretación de un marco social mucho más complejo y diversificado. Todo ello contribuye a entender cómo, desde mediados del siglo V, comienzan a manifestarse una serie de cambios. Estos van a producir un nuevo paisaje social definido por transformaciones en la conformación

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Fig. 7. Organización viaria, asentamientos rurales y tramo del acueducto en las proximidades de Recópolis en la época visigoda (Olmo Enciso et alii e.p. fig. 4).

Fig. 8. Organización del espacio productivo en el área de Recópolis (Olmo Enciso et alii e.p. fig. 12).

del patrón de asentamientos, en la estructura productiva, en la organización del agrosistema y en el paisaje natural. Todas estas dinámicas comienzan a estar presente en Recópolis y en su territorio, tal y como constata el análisis paleoambiental realizado en registros antrópicos que reflejan un paisaje físico inserto en los procesos ambientales generales del resto de la península. Todos estos, formaron parte de un paisaje que entre los siglos VI-VIII d.C. se definió por el predominio de espacios abiertos tipo dehesa, con una

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Fig. 9. Recópolis en el contexto de la organización viaria de época visigoda en la submeseta sur (Olmo Enciso et alii, e.p. fig. 5).

Fig. 10. Recópolis y las comunicaciones con el Levante y S.O (Olmo Enciso et alii, e.p. fig. 6).

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actividad productiva orientada a la explotación agrícola y con una notable presencia de la ganadera, y en el que las condiciones climáticas de un periodo seco de mayor aridez que los anteriores jugaron también un papel relevante. La densidad de todo este fenómeno de transformación del medio apunta a la respuesta social que se produjo como consecuencia de una crisis climática y refleja la existencia de una estrategia antrópica organizada (Olmo Enciso et alii. e.p.).

Fig. 11. Asentamiento rural de La Paeriza (Olmo Enciso et alii, e.p. fig. 7).

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Fig. 12. Asentamientos rurales de Loma del Badujo y Los Arroyuelos (Olmo Enciso et alii, e.p. fig. 8).

Una nueva ciudad, nuevos asentamientos rurales, reordenación y nuevos trazados del viario, infraestructuras como el acueducto, canteras, son evidencias que hacen verosímil la presencia de un nuevo agrosistema en parte ya representado por la evidencia paleoambiental. Los análisis palinológicos realizados en Recópolis y el sitio rural de La Paeriza ayudan a entender las características productivas y paleoclimáticas del paisaje entre los siglos VI y VIII d.C. La investigación realizada documenta para este periodo un proceso de intensificación del agrosistema -deforestación, formación de dehesas, apertura de nuevos espacios de cultivo y pastos, etc.- que supuso, a través de una intensa actividad antrópica la organización de espacios productivos diversificados en una época que climáticamente se puede definir por unas condiciones mediterráneas secas. El aprovechamiento productivo del entorno de Recópolis se centró en una explotación agrícola y ganadera, con una importante presencia de esta última., y definido por un paisaje abierto consecuencia de una intensa deforestación provocada por incendios de origen antrópico que posibilitaron la generación de un nuevo agrosistema (ibid).

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En este Paisaje se inscribe la fauna que se está empezando a documentar en Recópolis. A pesar de que las muestras del análisis arqueozoológicas son todavía escasas permiten plantear hipótesis en relación con otras evidencias obtenidas en el centro peninsular. El análisis muestra para la época visigoda un predominio de ovicaprinos (ovejas y cabras domésticas) que constituyen un 83% del total de los restos. Esto coincide con las evidencias analizadas sobre la presión antrópica para el aprovechamiento pastoral y presencia de cabaña doméstica que muestra el registro palinológico. Respecto al resto de las evidencias faunísticas, y aunque los estudios regionales se encuentran todavía en una fase inicial con la consiguiente dificultad para establecer conclusiones definitivas, sí es posible observar algunas diferencias para el caso de Recópolis (Olmo Enciso et alii e.p.). Una de ellas es la escasa representatividad de dos conjuntos, Bos taurus y équidos, en relación a su presencia en asentamientos identificados como aldeas y granjas en la misma región central meridional de la península (Morales y Llorente 2004: 5; Vigil Escalera-Guirado et alii 2013: 13). Es interesante, señalar que los suidos -cerdos y/o jabalíes- no superan el 2% del total. La escasa presencia del cerdo en yacimientos rurales y urbanos de los siglos VI-VII d. C., en el centro peninsular (Morales 1992; Grau 2009: 276), obliga revisar críticamente una de las propuestas generalistas que han señalado un cambio dietético entre época visigoda (King 1999: 189-193) e islámica y sugiere un patrón de autoconsumo. Por el contrario, frente a la escasez de especies cinegéticas en el ámbito rural, hay una reducida presencia, aunque significativa en Recópolis, representada por Capra pyrenaica, 5,37% del total, y en menor porcentaje corzo (Capreolus capreolus) y ciervo (Cervus elaphus), que no superan el 0,5% del total. Estos porcentajes tan reducidos, impiden conocer la naturaleza de las actividades de caza. Todavía es pronto para interpretar si suponían una aportación alimenticia, o se reducía a una acción de carácter social y de prestigio, tal y como se documenta en otras áreas de Europa para los siglos VII-VIII d. C. (Sykes 2010: 179).

La información procedente del registro palinológico en Recópolis está posibilitando también que se comience a disponer de datos, todavía parciales, que permiten inferir sobre las condiciones climáticas que caracterizaron a este periodo desde finales del siglo VI d.C. integradas dentro del Episodio Frío Altomedieval (450-950 d.C). La caracterización de las oscilaciones climáticas de este periodo ha quedado evidenciada a través de la reciente investigación en el centro, norte de Europa, y parcialmente en zonas mediterráneas, integradas en acontecimientos climáticos de escala hemisférica (Büntgen et alii 2011; McCormick et alii 2012; Delogu 2012). Se constata, a niveles generales, como se inició con un enfriamiento en la mitad del s. V que perduró hasta el siglo VI, siendo este último el más frio, a finales de esta centuria comenzó un fenómeno de temperaturas más altas que se consolidó entre los años 650 y 750 (McCormick et alii 2012: 191, 200). En lo que respecta a la península ibérica, los datos son todavía escasos y desiguales regionalmente, pero permiten inferir propuestas que encuentran su correlato en los que sucede climáticamente en el occidente europeo y mediterráneo. Dentro de este panorama, los indicadores de Recópolis definen unas condiciones mediterráneas de carácter seco en el que la vegetación evoluciona a un desarrollo de los espacios abiertos, en gran parte de carácter estepario, similar al que define gran parte de las secuencias del centro peninsular. Así se constata en esta región en las Tablas de Daimiel (Ciudad Real) (Gil et alii 2007), en el Castro de Peña Moñuz (Olmeda de Cobeta, Guadalajara) (Ruiz et alii 2014), o en la laguna de la Taravilla (Taravilla, Guadalajara) (Moreno et alii 2008: 2012), en la turbera de Rascafría (Sierra de Guadarrama, Madrid) (Ruiz et alii 2008), en la sierra de Guadarrama (Madrid), entre otros. Este periodo más árido y frio queda evidenciado, a nivel peninsular, por la información del ðC13, procedente del estudio de las estalactitas (Martín-Chivelet et alii 2011). Todos estos datos que documentan la instalación progresiva de unas condiciones secas y más áridas también quedan reflejados en las fuentes escritas de la época. Este ciclo climático va a estar definido también por sequías, malas cosechas, hambrunas, plagas de Yersinia pestis y plagas de langostas -estas últimas endémicas y particularmente activas en esta región central meridional. Todas ellas se sucedieron especialmente entre los años 540-545, 577-590, 630-641 y 694-709, siendo especialmente significativas a partir del último cuarto del siglo VI (Chronica Caesaraugustana, a.a.542; Vitas Patrum Emeritensium, V, 2.3, 11.21, 14.2; Greg. Tur., Historia

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Francorum, VI.33, IX.22; Braulio, Epistola, 3; Vita Sancti Audoini, 7; Lex Visigothorum, II.1.12; Concilium Toletanum, XIV.3; Continuatio Hispana., 34; Ajbar Machmûa). Junto al reflejo de estas crisis agrarias, las fuentes escritas también documentan situaciones de extrema pobreza y desigualdad que afectaron a los campesinos (Braulio, Vita Sancti Aemiliani XX.27). Todo apunta a que estos acontecimientos tuvieron la capacidad de producir graves perturbaciones en el agrosistema y, al igual que sucede en otras zonas, desorganizar la producción de alimentos (Büntgen et alii 2011: 580). Por tanto, el desafío estriba en interpretar, a partir de las evidencias naturales y culturales, como se articuló la respuesta social a esta crisis climática dentro del contexto de un periodo en el que se generó un nuevo paisaje, y como todo ello definió a la sociedad del periodo.

4. A MODO DE CONCLUSIONES

Todo lo hasta aquí analizado para Recópolis y su territorio, debe ser contextualizado en un paisaje analizado a escala regional, ya que este es el que ayuda a señalar una serie de aspectos fundamentales para entender el sistema de relaciones que se desarrolla en el periodo. La materialidad arqueológica refleja la presencia de una sociedad estratificada que debe ser contextualizada dentro del marco complejo que define la formación social del periodo.

La reciente investigación arqueológica realizada en la región meridional de la meseta castellana, refleja un paisaje de mayor complejidad que el considerado hasta el momento (Quirós Castillo 2009; Id. 2013; Olmo Enciso 2015; Olmo Enciso et alii). La realidad arqueológica va ofreciendo datos sobre una densa red de aldeas campesinas, centros intermedios de poder -poblados en altura, espacios eclesiásticos, residencias aristocráticas- y ciudades de distinto rango y entre ellas las dos más claras caracterizaciones del urbanismo estatal. La contextualización de todos ellos en un paisaje analizado a escala regional, ayuda a señalar una serie de aspectos fundamentales para entender el sistema de relaciones que se desarrolla en el periodo. Como consecuencia el paisaje del centro de la península ibérica desde la segunda mitad del siglo VI y a lo largo del siglo VII, se desarrolló a partir de un modelo de sociedad estratificada. La base mayoritaria, en términos demográficos y productivos, descansaba en el campesinado que trabajaba un agrosistema que tenía que destinar un porcentaje de la producción para satisfacer las obligaciones excedentarias. Este control de una parte de los recursos, constituía una manifestación de dominio por parte de las élites y del Estado. A través de este control, y aun aceptando que la capacidad económica de las primeras fuera restringida (Wickham 2008: 10) estas lograron seguir manifestándose como tales (Olmo Enciso 2015: 22). A la vez el Estado a través de lo que la materialidad arqueológica demuestra, así como las fuentes escritas, pudo generar un modelo de ciudad, presente en Recópolis y también en Toledo, que fue posible por su capacidad de extraer y controlar excedentes para realizarlo, todo lo cual constituye una muestra del éxito inicial del sistema fiscal que lo sustentó.

Desde la perspectiva arqueológica la pregunta es, ¿de dónde proceden los excedentes para acometer una obra de gran envergadura urbanística como la fundación de Recópolis o el nuevo desarrollo urbano de Toledo? pero también ¿cómo se explican estos paisajes, realizados en grandes extensiones de terreno (Vega Baja en Toledo, 90 hectáreas, Recópolis, 22 hectáreas intramuros), con complejos palaciales de grandes dimensiones (1,4 hectáreas en Recópolis y edificios de 140 m de longitud), con cecas, con murallas, iglesias, construcciones en sillería, acueducto, cisternas, reordenación del sistema viario y construcción de nuevos asentamientos rurales? Además, hay que considerar su carácter de centros económicos, fiscales y administrativos, ratificado por poseer, tanto Toledo como Recópolis, las dos cecas que tuvieron mayor actividad en el territorio central de la península entre finales del siglo VI y primera mitad del VII. Pero también por poseer la mayor concentración de producciones de importación del centro peninsular. Una

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explicación ya se ha ofrecido (Olmo Enciso 2008: 2012), estas ciudades expresan la visibilidad de una ideología y la visibilidad del entorno construido a su alrededor, factores que contribuyen a manifestar espacialmente la consolidación de ese poder. Pero un elemento clave que hay que resaltar es el de cómo estas operaciones urbanísticas fueron posibles gracias a que implicaron la concentración de excedentes. Y esta concentración tuvo que proceder en gran medida de la zona de influencia de estas ciudades, o sea, la región que aquí se está analizando. El alcance de este éxito viene avalado por el paisaje de estas dos ciudades, fundamentalmente el de Recópolis que constituye la muestra material más destacada de la concentración de excedentes. Por tanto, es necesario comprender los diferentes niveles de coerción de las élites y el Estado sobre la mayoría de la población y, también su variabilidad regional. Todo ello se debe abordar desde una perspectiva diacrónica, ya que no es lo mismo la fase de éxito del Estado visigodo -fines del siglo VI/primera mitad del siglo VII-, que la posterior de crisis -segunda mitad del VII/inicios del VIII- como bien refleja la materialidad arqueológica (Olmo Enciso 2015). Con ello se apunta a una consideración cada vez más evidente y es que hubo producción excedentaria captada por las élites y el Estado, pero a través de diferentes niveles de escala, tal y como la arqueología está comenzando a demostrar.

En relación con todo este panorama hay que contextualizar también las evidencias de los registros paleoambientales. Ya se ha comprobado para Recópolis y su territorio como convivieron, al igual que gran parte de la región central, con un paisaje fundamentalmente abierto, en gran parte de carácter estepario, como consecuencia de la instalación de unas condiciones secas y áridas, a partir de las cuales se generó una nueva estructura productiva del agrosistema. Todo ello hay que relacionarlo con un ciclo climático en una época para la que las fuentes escritas transmiten la existencia de sequías, malas cosechas, hambrunas, pandemias de Yersinia pestis y plagas de langostas, que afectaron a esta zona central. Fuentes escritas que también documentan las ya citadas situaciones de extrema pobreza y desigualdad que afectaron a los campesinos.

Lo hasta aquí argumentado, transmite cómo la evidencia proporcionada por los registros arqueológico y paleoambiental, así como por las fuentes escritas, muestran un paisaje de mayor complejidad que el definido hasta el momento. Una sociedad estratificada, con diferentes niveles de intensidad en las relaciones verticales entre campesinos y élites, que tuvo que desarrollar una respuesta social a los efectos derivados de la crisis climática y que, a través de estos, generó un agrosistema y una estructura productiva en relación con un nuevo patrón de asentamiento. Todo ello señala una realidad social definida por la existencia de patrones de desigualdad espacial en el que élites y no-élites llevaban vidas diferentes y desiguales pero interrelacionadas (Olmo Enciso 2015: 41-42). Este es un factor fundamental a la hora de abordar el análisis sobre la sociedad peninsular en época visigoda y la respuesta tiene que venir de la integración de toda la realidad arqueológica en un marco espacial, en un paisaje como construcción científica integradora. Es, por tanto, un análisis de los datos arqueológicos, escritos, paleoambientales, basado en el paisaje, el que permite entender éste como un espacio social dinámico superador de paradigmas y divisiones científicas tradicionales.

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015 MYTRA 1, 2018: 261-281

PLA DE NADAL: LA RESIDENCIA DE TEODOMIRO. ENTRE VISIGODOS Y OMEYAS

EMPAR JUAN NAVARRO*, ISABEL ESCRIVÀ CHOVER**, JORGE MORÍN*** ALBERT VICENT RIBERA I LACOMBA****, MIQUEL ROSSELLÓ*****, ISABEL SÁNCHEZ******

RESUMEN

Pla de Nadal es un conjunto palatino excepcional que se construyó en el territorio de Valentia y que se debe entender en íntima relación con la ciudad. Responde al modelo de las uillae con galería, torres angulares en los flancos, un espacio central abierto y la zona noble en el piso superior. El edificio presenta una estructura compacta que, junto a las torres angulares, le daban un inequívoco aire de palacio-fortaleza, que es lo que sería de aspecto, aunque la presencia de numerosos accesos y la tipología de las torres no se ajustarían con una verdadera función defensiva. No estaba aislado sino que a su alrededor había, al menos, otras tres construcciones. Fue un edificio de carácter oficial, de tipo áulico y residencial, relacionado con algún importante personaje de la élite civil o eclesiástica, probablemente el famoso Teodomiro de Orihuela, posibilidad sustentada por dos inscripciones: un grafito en una venera con el epígrafe ‘Tevdinir’ y un medallón con monograma cruciforme con el nombre ‘Tebdemir’. El promotor y usuario del edificio se identificaría con un personaje histórico que fue un importante dirigente de este territorio en los albores del reino visigodo y los inicios de la llegada de los árabes.

PALABRAS CLAVE

Península Ibérica, Valencia, visigodos, arquitectura, espacios de poder, escultura, decoración, arqueología de la arquitectura.

ABSTRACT

Pla de Nadal is an exceptional architectonical palace built in the territory of Valencia. It should be understood in close relationship with the city and the same bishopric of Valencia. It also followed the roman uilla model with galleries on the flanks angular towers, a central open space and an

* SIAM Valencia. [email protected] ** Proyecto Pla de Nadal. [email protected] *** Proyecto Pla de Nadal. [email protected] **** Audema, Madrid. [email protected] ***** Proyecto Pla de Nadal. [email protected] ****** Universidad Autónoma de Madrid. [email protected] MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 4/4/18 17:03 Página 262

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upper floor. The building had a compact structure, with angular towers, and air of palace-fortress, although the presence of several hits and the typology of the towers without a real defensive function. It was a official, courtly and residential building, related to some important people belonging to civil or ecclesiastical elite, probably the famous Teodomiro of Orihuela. This possibility is well supported by one graphite with the heading ‘Tevdinir’ and a cruciform monogrammed medallion with the name ‘Tebdemir’ too. So, it is known the name of the of the building’s sponsor, which also could be identified with a historical person who was an important leader of this territory at the end of the Visigoths period and the beginning of the early Islamic al- Andalus.

KEYWORDS

Iberian Peninsula, Valencia, Visigoths, architecture, power spaces, sculpture, building archaeology.

1. INTRODUCCIÓN. EL CONJUNTO PALATINO

Pla de Nadal es una zona que da nombre a un edificio en la parte baja de una vertiente en la zona Carasols, del término municipal de Riba-roja de Túria, a 20 kilómetros al noroeste de València. Su entorno es bastante plano y nada accidentado. Fue identificado en 1971 por el Servei d’Investigació Prehistòrica de la Diputació de València (SIP), gracias a la aparición de algunas piezas de decoración arquitectónica, al remover la tierra para implantar una serie de aterrazamientos para el cultivo de naranjas, lo que destruyó más de la mitad del edificio. La parte preservada fue el lado sur, que era la fachada principal de todo el complejo. Antes de las excavaciones tenía el aspecto de un pequeño montículo.

Las excavaciones arqueológicas se realizaron desde 1981 a 1989, dirigidas por Empar Juan, con la colaboración del arquitecto Ignacio Pastor. Por estas mismas fechas, la realización de unas obras públicas cercanas, hacia el este, destinadas a la construcción de una carretera, supuso la destrucción total de otro edificio coetáneo que fue denominado Pla de Nadal II (Juan y Pastor 1989b). El proceso de excavación consistió en la limpieza, documentación y selección de una gran cantidad de escombros y piezas arquitectónicas, correspondientes al derrumbe de la planta superior, donde estaba el espacio de representación que sería lógicamente la parte más y mejor decoradas de todo el complejo. Pronto quedó claro que todos los restos pertenecían a un solo período y a un solo edificio, que sufrió un gran incendio, como demostraron las vigas y otras maderas carbonizadas y las señales que dejó el fuego en las paredes (Juan y Pastor 1989). El edificio fue saqueado antes de su incendio y destrucción, como indicarían los raros hallazgos muebles, sólo unos pocos objetos metálicos, que estaban fijos en las paredes, y algunas cerámicas, que han sido muy útiles para establecer la destrucción del edificio a partir del siglo VIII. Había una pequeña ampolla, que no ha conservado las asas, muy semejante a la típica visigoda, una olla sin asas y decoración incisa, probable evolución local de recipientes sin asas utilizadas en Valencia y su territorio entre mediados del VI y la mitad del VII. Otra olla con asas es similar a las del Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete) del siglo VII avanzado. También había un fragmento de ánfora globular, típica de València desde finales del siglo VI (Pascual, Ribera y Rosselló 2003). Pero los aspectos más destacados de este impresionante yacimiento son las que forman su estructura constructiva, tanto los muros y algunos elementos conservados in situ, como la gran cantidad de piezas arquitectónicas recuperadas, más de 800.

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2. EL EDIFICIO Y SU ENTORNO

El edificio presentaba una planta baja, más austera y funcional y un piso superior, totalmente derrumbado, que sería la planta noble residencial y representativa. En la planta inferior conservaba toda la nave central de la fachada meridional, de 17 metros de longitud y 5,30 m de ancho, con cuatro accesos, uno a cada lado: dos principales (norte-sur), uno abierto al pórtico exterior y otro al desaparecido patio interior. Los de los dos lados laterales (este/oeste) serían secundarios y daban a vestíbulos laterales, que eran atrios con tres arcos de herradura que iban a los pórticos laterales. El pavimento de la planta baja era la misma tierra natural, solidificada y dura. Este amplio espacio serviría como área utilitaria y de servicio: almacén y zona de tránsito.

La planta primera sería la pars dominicata, pavimentada con un piso de opus signinum probablemente enmarcado con ladrillos de cerámica, de 22 x 22 x 5 cm. De esta sala superior vendría la mayoría, si no todas, de las numerosas piezas de decoración escultórica que han sido recuperadas. Las cubiertas eran de tejas planas y curvas, de tradición romana, lo que indicaría techos en diferentes aguas, con un elaborado sistema de evacuación, incluso gárgolas. En el noreste de la zona excavada, pero muy cerca del edificio, se encuentran los restos de una estructura alargada, físicamente separados y de difícil interpretación (Juan y Pastor 1989).

En general, el edificio tiene una estructura compacta, con torres angulares que le darían un aire de palacio-fortaleza, que es lo que sería (Fig. 1).

A 300 metros al este de Pla de Nadal había otro edificio coetáneo, que en 1989 fue destruido total e incontroladamente por la construcción de una autopista. Se le denominó Pla de Nadal II. Antes sólo se había hecho un pequeño sondeo que localizó el ángulo de un edificio arrasado (Fig. 2). De este otro edificio se recuperaron sólo algunos elementos de decoraciones arquitectónicas, similares a Pla de Nadal. Ambos formarían parte de un mismo conjunto más amplio. Los restos escultóricos de Pla de Nadal II son escasos, en su mayoría frisos con temas de similares características a Pla de Nadal I. Este tipo de decoración a base de frisos era común en el interior de las iglesias de época visigoda, como San Juan de Baños (Fig. 18) y San Pedro de la Nave, donde aparecen estas bandas decorativas para romper la monotonía de las paredes. También se ha recuperado una losa con un agujero cuadrado en el centro y decorado por los cuatro costados, que tal vez podría ser parte de una especie de mesa o altar, que podría indicar la función religiosa de este desconocido edificio (Fig. 25). A unos 30 metros al sudeste, se distinguen los muros de otra construcción, probablemente relacionada con el mismo conjunto edilicio. Se encuentra dentro del recinto acondicionado para la visita, y día a día, se va haciendo más evidente su planta (Fig. 31) debido a la erosión del terreno.

Por citar algún ejemplo con el que mantiene bastantes semejanzas, recordamos que en los alrededores del complejo palatino bizantino de Qars ibn Wardan, en Siria, también había una iglesia aislada y otras dependencias (Perich 2013).

3. LA TÉCNICA DE CONSTRUCCIÓN

A pesar de que el edificio había sido quemado, los restos conservados se mantienen en muy buen estado. Las paredes son de casi un metro de espesor y en algunas partes han alcanzado una altura de 2,35 m, que ha permitido la identificación de varias ventanas (Fig. 3). Las paredes no tenían ninguna cimentación, ya que se apoyan directamente en el sólido suelo natural. Sin embargo, las poderosas paredes son suficientes para crear una más que potente y resistente estructura edilicia.

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Fig. 1. Reconstrucción de la planta del edificio de Pla de Nadal I a partir de los restos conservados (Cortesía © Isabel Escrivà).

Entre los materiales de construcción, hay una buena cantidad de grandes piedras, reutilizadas de edificios romanos, aunque la mayoría de los muros son de mampostería irregular formada por la blanda piedra caliza local, así como las dovelas, las piezas decoradas y otros elementos pétreos tallados. Por el contrario, las piedras robadas de los edificios romanos son de buen tamaño y del tipo de piedra azul, una piedra caliza muy dura procedente de la Sierra Calderona, en los límites de las provincias de Castellón y Valencia, que fue utilizado extensivamente en la arquitectura pública de las ciudades romanas de Edeta, Saguntum y Valentia, en medio de las cuales se encuentra Pla de Nadal.

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Fig. 2. Muros del edificio de Pla de Nadal II (Cortesía © Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria de Valencia.

Fig. 3. Ventanas y el muro de mampostería con el enlucido al final de las excavaciones y antes de la restauración (Cortesía © Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria de Valencia.

Las piedras reutilizadas en el palacio visigodo probablemente provendrían de Edeta, porque es la ciudad romana más cercana que estaba abandonada, que había dejado de ser un centro urbano, desde el final del siglo III d.C., aunque se mantuvieron en ella algunas actividades productivas y alguno de sus edificios romanos, como las grandes termas, incluso llegaron a cristianizarse, perdurando en uso, por lo menos, hasta el siglo VII (Escrivà, Martínez y Vidal 2005). La mayoría son grandes bloques que todavía

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están incrustados en las paredes del edificio, formando las esquinas de las torres grandes (Fig. 4). Otros han sido recuperados sueltos entre los escombros procedentes de la parte superior de la planta baja. Estos son de más diversos formatos y formas, entre ellos: capiteles, fustes de columna, pilastras y piezas decoradas (Fig. 5). Pero estas piezas reutilizadas son una minoría, ya que la mayor parte del material constructivo se realizó ex profeso para este gran y particular edificio. El grupo más destacado y numeroso son las decoraciones arquitectónicas esculpidas en piedra que se tratarán con algo más de atención.

Fig. 4. Ángulo de sillares de la torre sud-oriental (Cortesía © Albert Ribera).

Fig. 5. Capitel y fuste de columna de época romana reutilizados, tal como aparecieron en el derrumbe (Cortesía © Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria de Valencia.

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Las excavaciones mostraron que la mayor parte de los muros estarían enlucidos (Fig. 6), aunque ahora el efecto de la intemperie ha dejado la mayoría de las paredes con las piedras al aire. El baptisterio de Valentia también ha conservado parte de su revoque externo (Ribera 2008: 397-399), que sería la situación más normal en este tipo de construcciones. La evidencia arqueológica también ha confirmado que hubo una buena proporción de decoración de yeso (Fig. 7), que rápidamente desapareció al quedar expuesta al exterior. Es un fenómeno común en el mundo tardoantiguo peninsular y no obedecería a importaciones orientales, como se pensaba. El problema para su estudio ha sido su escasez y el difícil mantenimiento de este tipo de ornamentación, conservada, sin embargo, en el mausoleo-iglesia de Santa María de Melque (Toledo), que ha preservado parte de la decoración de estuco que cubría las bóvedas en el arranque de las pechinas (Fig. 27) (Caballero y Moreno 2013: 185). La decoración de estuco del palacio de Pla de Nadal se ha conservado muy dañada, pero parece que desarrollaría una iconografía similar a la escultura. El edificio también estaría decorado con pinturas, como lo indican los restos de la policromía que conservan los estucos, que también tienen graves dificultades de conservación. Se conoce la existencia de pinturas de este período en la Península Ibérica1, como las del grupo episcopal de Egara (Terrassa) (García, Moro y Tuset 2009: 140-144).

Fig. 6. Muro interior de mampostería enlucida (Cortesía © Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria de Valencia.

1 Otros edificios europeos fechados en el Antigüedad tardía que presentan decoración interior con estucos se localizan en Saint-Denis (Paris), Tours, Bordeaux, Marseille, Gènève, Bovalar (Lérida), Disentis (Suiza), Ravenna, Roma y Porec. Pero sobresablen los estucos policromados de la iglesia de Saint-Pierre de Vouneuil-sous Biard, a 5 km de Poitiers, que decoraba las paredes y alzados de la cabecera poligonal de la iglesia. Se representan elementos arquitectónicos (arcadas, capiteles, columnas, frisos), aves, personajes con largas túnicas y sus atributos (libros, bastones), que pueden representar una procesión de apóstoles o profetas. Incluso hay restos de una inscripción. Gracias al C14 se han podido fechar en torno al año 650 (Bourgeois 2004: 63-73). También son excepcionales la decoración estucada de la Iglesia longobarda de Santa Maria in Valle, en Cividale del Friuli (Italia), prácticamente coetánea a Pla de Nadal (Cantino Wataghin 2006: 124).

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Los trabajos de excavación detectaron la abundante presencia de madera carbonizada, que habría caído de los forjados del primer piso. El pavimento de la planta superior sería una especie de opus signinum en combinación con baldosas cerámicas sobre un mortero de cal pobre y pequeños guijarros de río, a modo de rudus. La existencia de tejas planas (tegulae) y curvas (imbrices) indica que los tejados serían a dos o más aguas. Lo que más destaca del sistema de construcción es la gran cantidad de elementos sueltos de decoración arquitectónica, que cayeron de la planta superior y las paredes. Su variedad es también muy notable, con grandes capiteles, algunos hechos ex-profeso y otros reutilizados de época romana. Otros más pequeños y más abundantes, vendrían de arcos y ventanas (Fig. 10). Había un significativo conjunto de frisos decorados, con al menos dos motivos diferentes en su decoración, que procederían tanto de arcos como de tramos horizontales. A ellos se suman numerosas columnas, claves, gárgolas, cruces patadas y varias piezas decorativas del exterior (Fig. 21).

Fig. 8. Reconstrucción de un arco de la planta superior al Museo Visigodo de Ribaroja (Cortesía © Jorge Morín).

Fig. 9. Reconstrucción de la fachada meridional del palacio. Arquitectura virtual (© Autores).

Fig. 7. Pequeño fuste de columna recubierto de yeso Fig. 10. Capitel compuesto de estilo bizantino (Cortesía (Cortesía © Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria © Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria de de Valencia. Valencia.

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4. LA DECORACIÓN ESCULTÓRICA Y EL PROGRAMA ICONOGRÁFICO

La decoración escultórica hallada en el yacimiento de Pla de Nadal constituye el conjunto más numeroso de la Hispania visigoda y uno de los más importantes en el mundo de la tardoantigüedad occidental, tanto por el número de fragmentos como por la calidad de su talla. En total el catálogo monumental asciende a más de 800 piezas, muchas de ellas prácticamente completas, y pertenecientes al aula de representación del palacio. Es especialmente interesante también por las circunstancias de su descubrimiento, porque, contrariamente a lo que suele suceder, estas piezas, que en su mayoría corresponden a los elementos decorativos del piso superior, se han encontrado en su contexto arqueológico, en los niveles de destrucción y amortización del edificio, formando parte del mismo conjunto. De ahí que, dado que la mayoría corresponden a los elementos decorativos del piso superior, pueden adscribirse con total seguridad a una estructura arquitectónica palatina.

Las piezas se caracterizan por una gran diversidad tipológica y funcional, y por el empleo de una iconografía muy específica. También son muy interesantes desde el punto de vista de las técnicas del trabajo de la escultura por los talleres tardoantiguos áulicos. El conjunto puede dividirse en dos grupos. Por un lado, las piedras romanas reutilizadas, que son las menos utilizadas, pero de buena calidad y de grandes dimensiones pues casi todas cumplirían una función arquitectónica y estructural (Figs. 11-13). Por otro lado, los más pequeños y numerosos, tallados in situ por varias manos o talleres, que son los casi 400 elementos decorativos y ornamentales de la sala principal de la planta superior, aunque algunas podrían pertenecer a la fachada, como es el caso de las ventanas. Hay también muchos elementos de carga: columnas, bases, capiteles, claves, dovelas (Fig. 20), etc., aunque la función decorativa sería la predominante en estos últimos (Fig. 19). También hay una repetición constante de los temas de veneras y trifolios en las partes que componen el interior de los arcos (Fig. 8). Cabe destacar algunas piezas únicas, tales como calados, los rosetones (Fig. 15) y las almenas (Fig. 14) que coronarían el edificio, como era común en la arquitectura de inspiración oriental y bizantina.

El grupo escultórico del Pla de Nadal permite reconstruir el proceso de trabajo de los talleres. Sobre el terreno no funcionaría un taller único, sino varios a la vez, puesto que las calidades entre los elementos decorativos son muy diferentes y hay que descartar la existencia de diferentes fases de construcción. Circunstancia que sería causada por la urgencia de concluir el trabajo con un poco de premura (Fig. 26). La mayoría de la nueva escultura decorativa fue elaborada sobre las piedras calcáreas locales, generalmente de diferentes tipos, y calcarenitas, que se extraerían de las canteras cercanas al yacimiento. Es un material fácil de cortar y trabajar, de básica función ornamental. Una vez que las preformas de los bloques se extraían de la cantera, sobre la piedra se trazaba la forma de la decoración con una especie de colorante rojo, pincelada que es todavía perceptible en algunas piezas. Más adelante, este esquema inicial se repasaba con un punzón o compás y se cortaba directamente con el cincel, sin la utilización de aparatos de medida. Este procedimiento explica la diferencia en la calidad de las tallas, teniendo en cuenta la existencia de diferentes talleres con cualidades muy diferentes al final de la obra. Parece claro, sin embargo, que había una cierta especialización del trabajo y las mejores piezas corresponden a las piedras más duras. Según se trabajaba en la decoración se iban realizando las piezas. Por ello es común la reutilización de las piezas rotas o fragmentadas, que en origen estaban destinadas a una función y que terminaron desempeñando otra diferente de la que originalmente se pretendía, puesto que al analizar el conjunto escultórico se pudo comprobar la existencia de piezas no finalizadas, es decir, que todavía se encontraban en proceso de talla, que probablemente se usarían como material de relleno de las paredes.

Una vez colocadas las piezas de la escultura, los estucadores y los pintores completaron la decoración de las diferentes estancias. Por último, quedaría el mobiliario que complementaría la arquitectura, del que no queda resto alguno. Sin embargo, parece claro que algunas de las piezas escultóricas conservadas

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Fig. 11. Capitel compuesto romano reutilizado de Pla de Nadal II Fig. 12. Pieza de un edificio romano reutilizada (Cortesía © Autores). en Pla de Nadal (© Autores). Archivo Museu de Prehistòria de Valencia.

Fig. 13. Pieza romana de expolio (Cortesía © Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria de Valencia.

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habría que interpretarlas como complemento a la decoración mueble, aunque sea difícil definir su función precisa.

El estudio de las piezas realizado hasta ahora revela que los artesanos que construyeron y decoraron Pla de Nadal se inspiraron en los modelos artísticos de Toledo, que a su vez se basaban en el arte bizantino, pero tanto el estuco como la decoración escultórica presenta una riqueza y un estilo barroco que le da su propia personalidad (Ribera y Rosselló 2007). La decoración de toda la obra escultórica estaría ligada a los talleres de la desaparecida corte de Toledo. Tal vez sucedería un fenómeno similar al de unos siglos más tarde, después de la caída del califato de Córdoba, cuando los diferentes talleres áulicos relacionados con el califa continuarían su trabajo en las nuevas taifas, incluso para los reinos cristianos, como es el caso de los talleres de marfiles. Este fenómeno era habitual en aquella época, como lo demuestra la práctica política seguida poco tiempo después en el reino de Asturias. Aquí, en torno a la antigua ciudad de Ovetao, los reyes asturianos se vieron en la necesidad de desarrollar una urbs regia que claramente imitaba la antigua sede regia de Toledo, que estaba dotada también con un conjunto palatino en el monte Naranco. Dada esta común inspiración en modelos áulicos toledanos, no es extraño, pues, que se puedan observar grandes similitudes entre el concepto arquitectónico y ornamental de Pla de Nadal y los conjuntos de la monarquía asturiana.

5. INTERPRETACIÓN DEL CONJUNTO

Durante las primeras campañas de excavación, cuando apenas era conocida la planta del edificio, se presentaron diferentes propuestas de interpretación (Juan y Pastor 1985) de este singular edificio (iglesia, monasterio, etc.), hasta que fue correctamente identificado con una gran uilla áulica, un palacio del final del período visigodo y con clara influencia en el mundo contemporáneo bizantino (Juan y Centelles 1986; Juan y Pastor 1989a; Ibidem 1989b). Es un excepcional conjunto palatino en el territorio de Valentia que debe entenderse en íntima relación con la ciudad. Responde al conocido modelo de las uillae tardías con galería y torres en los ángulos, una planta superior y un peristilo central (Fig. 9) (Juan y Lerma 2000). Se ha llegado a sugerir por algunos que este gran edificio no sólo se construiría en un momento posterior, ya en el período de los emires árabes, sino que, además, sería un reflejo más de un supuesto momento de auge general en la construcción durante los primeros momentos de la dominación musulmana, bajo la influencia directa de los Omeyas (Caballero y Utrero 2013: 129-130), aunque el edificio sigue claros cánones del arte y la arquitectura visigoda de tradición romano-bizantina. Por su excepcional epigrafía y por los numerosos detalles decorativos, está muy claro que sus constructores y usuarios eran cristianos y utilizaron el latín, cuestiones culturales que no se relacionan con el Islam o el mundo árabe.

Su gran proximidad al recinto fortificado de Valencia la Vella, también en Riba-roja de Tùria, podría hacer pensar en un principio en una posible relación de sincronía, pero estudios posteriores de ambos sitios sugieren que no coincidirían en el tiempo, porque la cerámica recogida en superficie en Valencia la Vella sólo abarcaría el siglo que pasó de la mitad del VI a la del VII (Pascual, Ribera y Rosselló 2003), lo que, de momento, dejaría un lapso de cerca de medio siglo entre el abandono de un sitio y el inicio de ocupación del otro (Rosselló 2005). Sin embargo, debido a la escasez de datos, y tras el inicio de las excavaciones en Valencia la Vella en 2016, probablemente se podrá profundizar en la indudable relación entre ambos escenarios.

Por la combinación de argumentos arqueológicos y, sobre todo, por la epigrafía, caso del monograma en forma de cruz en un tondo (Teudinir) (Fig. 30) y de un grafito grabado en el reverso de una venera con el mismo nombre (Fig. 29), este edificio se ha adscrito en fechas recientes a la figura del Dux Teodomiro, un magnate del período final del reino visigodo de Toledo, vinculado con los reyes Égica y Wítiza, que

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Fig. 14. Merlón de remate de la fachada (Cortesía © Jorge Fig. 15. Roseta tetrapétala calada con soporte Morín). (Cortesía © Jorge Morín).

Fig.16. Cruz patada calada (Cortesía © Jorge Morín).

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Fig.17. Friso con roleos. El mismo Fig.18. Friso de la iglesia de San Juan de Baños. Palencia (Cortesía © Jorge diseño con calidades distintas Morín). (Cortesía © Jorge Morín).

gobernó el sureste de la península, donde luchó y llegó a un acuerdo con los árabes, el famoso pacto de Teodomiro (Ribera y Roselló 2009: 202; Ribera et alii 2015). El esquema arquitectónico presenta rasgos de la continuidad con la tradición de la uilla clásica, como los porches y el peristilo central, pero también aporta nuevos elementos, tales como el desarrollo de la planta residencial y las estancias de representación en el piso superior, características de algunas uillae africanas del final de época romana y que se manifiestan en los palacios paleobizantinos de los siglos V y VI (Perich 2013: 68). La tipología y la riqueza decorativa de los elementos arquitectónicos y escultóricos del edificio apuntarían a un conjunto de carácter oficial, de tipo cortesano y residencial, relacionado con algún personaje importante de la élite, más civil que eclesiástico, muy probablemente el conocido Teodomiro de Orihuela, posibilidad más que obvia por los hallazgos epigráficos del grafito ‘Tevdinir’ y del medallón con el nombre ‘Tebdemir’, similar a otros monogramas localizados en el paramento exterior de la iglesia de Quintanilla de las Viñas. Del mismo modo, su decoración escultórica tiene también sus paralelos orientales, sobre todo en los dinteles de las puertas del palacio de Qars ibn Wardan, que datan entre 564-572 (Perich 2013: 53).

Los elementos decorativos de frisos, principalmente flores de lis enlazadas, viñedos con uvas, hojitas y palmeras y rollos de veneras, forman un programa iconográfico muy elaborado y complejo, susceptible de diversas interpretaciones simbólicas, no sólo de carácter religioso, aunque éste está muy presente. Las veneras, aunque normalmente se interpretan como un símbolo de la regeneración del bautismo cristiano, pueden también actuar, según su posición en el edificio, en las áreas más importantes simbólicamente (ábside, exedra) de la arquitectura de representación y el poder (Fig. 22). La mayor parte de la decoración asociada al edificio consiste sobre todo en frisos de veneras y trifolios (Fig. 17), que son una constante en la decoración de los edificios del Toledo visigodo, como las veneras reutilizadas por Abd al-Rahman III en la puerta de Alcántara, probablemente procedentes del antiguo palacio o pretorio visigodo situado en la parte alta de la ciudad (Carrobles et alii 2007), y de otras piezas procedentes de palacios ligados a las elites regias, como las de San Bartolomé (Fig. 24). Los motivos se documentan también en conjuntos palatinos situados en el territorio de la capital visigoda, como el edificio de Los Hitos (Barroso et alii 2015).

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Fig. 19. Dovelas con veneras y trifolias (Cortesía © Jorge Morín).

Fig. 20. Dovelas con trifolias (Cortesía © Jorge Morín).

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Fig. 22. Venera (Cortesía © Jorge Morín).

Fig. 23. Pieza de desecho, con el inicio de la talla de una venera (Cortesía © Jorge Morín). Fig. 21. Columnilla de ventana (Cortesía © Jorge Morín).

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Existe también un pequeño lote de piezas que corresponde a la decoración de otro edificio situado en las inmediaciones y que, por desgracia, resultó totalmente destruido como consecuencia de la construcción de una infraestructura viaria (Pla de Nadal II). No obstante esta desdichada circunstancia, las excavaciones proporcionaron el acopio de un conjunto de restos escultóricos que presentan una tipología e iconografía con ciertas similitudes técnicas al edificio civil excavado, aunque todo parece indicar que en este segundo caso podrían corresponder a un edificio de carácter religioso. Junto al más desconocido edificio de Pla de Nadal II, habría un gran complejo residencial, al igual que en otros sitios similares, como algunos palacios de la arquitectura civil de la dinastía justinianea, en particular el de Qars ibn Wardan (Siria), la residencia de un dux (alto comandante militar que gobernó una provincia) bizantino, donde, en el entorno de un palacio similar había otros dos edificios exentos, que han sido interpretados como una iglesia y un cuartel (Perich 2013).

Como decíamos, este esquema no sería nada extraño en el mundo visigodo, en los ambientes vinculados a los entornos reales, como en el territorio de la sedes regia, Toledo, en el conjunto rural de los Yébenes, con San Pedro de la Mata, como iglesia, y el edificio de Los Hitos actuando como palatium, o panteón funerario (Barroso et alii 2011: 2014). Asimismo, este modelo se reproduciría en conjuntos áulicos de la corte asturiana, en las afueras de Oviedo, en la zona del Monte Naranco, el palatium de Santa María, y la iglesia de San Miguel de Lillo (Bango 2001). Los últimos ejemplos de esta arquitectura residencial palaciega se pueden todavía encontrar en muchos palacios de Constantinopla de los siglos X al XII (Perich 2013: 69-72), que mantienen la articulación de un cuerpo central rectangular con dos niveles, porches laterales y torres, y aula de representación iluminada a través de las numerosas ventanas decoradas con celosías caladas con motivos cruciformes (Fig. 28), exactamente como Pla de Nadal (Fig. 16). Esta pervivencia de la arquitectura residencial en la Edad Media también es evidente en Italia y en España, como por ejemplo se ha señalado en Toledo vía las residencias palaciegas bajomedievales (Barroso, Carrobles y Morín 2011).

El complejo civil fue destruido unas décadas después de su construcción, aún en el siglo VIII. Probablemente, en el mismo momento del ataque a Valencia por el ejército del emir Abd al-Rahman, el año 778-79, que sofocó una rebelión en esta zona (Torró 2009: 159). Antes de su destrucción, el edificio fue saqueado de sus materiales muebles, por lo que para esos momentos el espacio se encontraba ya abandonado. Las causas de este abandono no están del todo claras. Pero por ser la residencia del gobernante del territorio, era un objetivo militar y económico evidente en este tipo de conflictos. En cualquier caso, la citada campaña del emir cordobés acabaría definitivamente con cualquier ulterior intento de rehabilitación del conjunto.

6. EL CONSTRUCTOR DEL EDIFICO. TEODOMIRO DE RIBA-ROJA DEL TURIA (ORIHUELA)

En Pla de Nadal se daría la extraordinaria circunstancia de no sólo conocer el nombre del promotor- usuario del edificio, sino además, disponer de sólidos y claros argumentos para identificarlo con un importante y notorio personaje histórico de esta zona en los albores del reino visigodo de Toledo y el comienzo de la llegada de los árabes a la Península Ibérica. Coincidirían en el tiempo, el colapso del reino visigodo en el 711, y en el espacio, la construcción de este palacio-fortaleza y la presencia de Teodomiro como rector del territorio que iba de Valencia a Almería, primero como gobernador dependiente del rey de Toledo y más tarde, con la misma función, como vasallo, Regulus, reyezuelo, del califa de Damasco, para el que recaudaría los impuestos de este mismo territorio. Tal vez los invasores musulmanes le habrían sustraído el control de algunas ciudades especialmente importantes por estratégicas, como Saetabis (Xátiva) y Dianium (Denia). Por las fuentes históricas árabes, conocemos bien los detalles de estos

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Fig. 24. Venera de Toledo del Callejón de San Fig. 25. Pieza horizontal decorada por las 4 caras y con un hueco Ginés (Cortesía © Jorge Morín). cuadrado en el centro. ¿Mesa?. Pla de Nadal II (Cortesía © Jorge Morín).

Fig. 26. Pieza de desecho, que ha conservado restos de la Fig. 27. Estucos de Santa María de Melque. preparación para la talla y pintura (Cortesía © Jorge Morín). Toledo (Cortesía © Jorge Morín).

impuestos, en monedas y en especie. Estas mismas informan que en el año 713, Teodomiro, el antiguo dux del territorio de Valentia, subscribió un acuerdo con los árabes por el que se convirtió en el administrador de un extensa área que incluía los territorios de siete ciudades, que según las versiones del pacto a veces difieren pero que son coherentes dentro de un mismo marco geográfico. Aparecen mencionadas: B.l.nt.la/Valentia, Iyyuh/Eio, Ils/Ilici, Buq.sr.h/Begastri/, Auryula/Oriola, Mula, Lurqa/Lorca, Laqant/Lucentum (Ribera y Rosselló 2009; Id. 2011). Una parte de esta zona, la meridional, formaría una kura en época islámica, que los textos precisamente citan como la kura de Tudmir (Gutiérrez 1996).

Es en este preciso contexto político donde debe contextualizarse la construcción del complejo palatino de Pla de Nadal, siguiendo patrones artísticos ya establecidos en anteriores edificios áulicos de los reyes y de la nobleza visigoda de inspiración bizantina. El espacio urbano asociado con este conjunto fue la ciudad de Valencia, que ya tuvo un desarrollo excepcional de la arquitectura civil y religiosa de los siglos sexto y

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séptimo (Ribera 2008). De esta forma, como muchos otros magnates visigodos, el dux Teodomiro erigió su residencia en el campo, pero cerca de una importante ciudad.

Fig. 28. Palacio bizantino de Qasr ibn Wardan (Siria) (Perich 2013).

Fig. 29. Grafito inciso sobre una venera con el Fig. 30. Tondo con anagrama en el que se lee Tebdemir (Cortesía nombre de Teudinir (Cortesía © Empar Juan). © Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria de Valencia. Archivo Museu de Prehistòria de Valencia.

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Fig. 31. Vista aérea del edificio tras su excavación (Cortesía © Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria de Valencia.

El refinamiento, la riqueza y el simbolismo iconográfico de Pla de Nadal encajan bien con lo que se conoce de la vida y personalidad de Teodomiro. Un cronista lo describió como: ‘Fuit per exemple scripturarum amator, eloquentia mirificus, praeliis expeditus en’, que retrata la triple naturaleza de la formación de los visigodos laicos: religiosa, literaria y militar. Si la fecha de construcción de esta residencia, de carácter único por todo lo argumentado en estas páginas, debe colocarse a partir del final del siglo VII, el dominus del palacio sería también el mismo personaje mencionado en la Chronica Muzarabica de 754 Continuatio Hispànica: ‘Teodomiro... sub Egicam et Uuittizam’, que rechazó un ataque bizantino en la costa de Levante (Llobregat 1973). Es decir, que condujo tropas en la región de Valencia y Murcia, como dux de esta zona. Este momento coincide, y no por casualidad, con un breve período de acuñación de moneda en las cecas de Saguntum y Valentia. La emisión de moneda en este período, fuera de los grandes centros de actividad continua, como Toledo, Mérida, Zaragoza y Sevilla, tenía relación directa con los acontecimientos militares específicos (Ribera 2005; Pliego 2009: 192). En las fuentes árabes, aparece Teodomiro en el 713, dirigiendo las tropas de Alicante, Denia, Valencia y una desconocida Orta (Chalmeta 2003: 207). Es decir, que su jurisdicción siempre abarcó el mismo territorio.

En sintonía con lo que sucedía durante la época altomedieval en el occidente europeo, Teodomiro representaría el aumento del poder de la nobleza frente el rey, en un momento donde las fuentes reflejan el fracaso de la centralización y el estado fuerte de los visigodos y los duces provinciales concentraron en sus manos el poder civil y militar de sus áreas de control. Esta aristocracia proto-feudal utilizará una residencia con pórticos, zonas de representación y extenso uso de la escultura decorativa. La arquitectura y la riqueza decorativa del complejo de Pla de Nadal no tendrían nada que envidiar a la del centro episcopal de Valentia, sino todo lo contrario, probaría la estrecha relación entre la ciudad y su territorio, entre espacios de poder civil y religioso.

La numerosa y variada decoración arquitectónica de este espacio residencial es la de un entorno exclusivamente cristiano y latino. Sería muy forzado y totalmente ajeno a la realidad histórica y arqueológica de la zona, la propuesta que aboga por la construcción de este gran edificio en el periodo omeya que, por el contrario, serían los autores de su destrucción total en la segunda mitad del siglo VIII. También consideramos inexacto suponer que las diversas referencias en los textos latinos y árabes a Teodomiro Teudinir en un período tan breve de tiempo corresponderían a distintos personajes portadores del mismo nombre y poder, y que curiosamente ‘pulularían’, a la vez, por el mismo territorio (Ribera et alii 2015).

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Teodomiro intentó perpetuar el poder de su familia en estos territorios al estilo de lo que el duque Casius había levantado en el valle medio del Ebro. Esa intencionalidad política de perpetuación puede rastrearse también en la decisión adoptada por Teodomiro de bautizar a su primogénito con el significativo nombre de Atanagildo, lo que denota el claro designio del dux de crear una dinastía y vincularla al linaje de los reyes Atanagildo y Leovigildo; esto es, aquéllos que habían levantado el reino de Toledo. Pero las circunstancias posteriores no fueron precisamente las más propicias y, tras las convulsiones del final del Califato Omeya de Damasco y la no menos traumática instauración del Emirato Omeya de Córdoba, se perdió el rastro de su linaje.

BIBLIOGRAFÍA

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015 MYTRA 1, 2018: 283-318

LA ARQUITECTURA PALATINA COMO EXPRESIÓN MONUMENTAL DE LA LEGITIMIDAD DE LA MONARQUÍA ASTUR

ISIDRO G. BANGO TORVISO

A la memoria de Ignacio Ruiz de la Peña, maestro de medievalistas

RESUMEN

Este trabajo aborda el estudio de los principales edificios de la arquitectura áulica promovidos por los monarcas astures. Se explica así una escenografía palatina que, al tener que legitimar la teoría política que Alfonso Magno tuvo que crear, debía reproducir las formas del pretorio toledano. Frente a la actual tendencia historiográfica que niega la existencia de un palacio real junto al Salvador, el autor considera que se trata de una afirmación sin base documental. Reafirma la situación tradicional y hace una propuesta de identificación de las diversas partes del complejo palatino. Traza paralelos con la imagen idealizada del pretorio toledano según la miniatura hispana del siglo X. Niega que el conjunto monástico de Santullano sea un palacio y sí un monasterio que queda patente en la documentación y en las características del templo conservado. El complejo áulico de Naranco no responde a las necesidades de acoger una residencia para defender a Ramiro I frente a la corte ovetense y mucho menos a Santullano. Muestra claramente un carácter lúdico a la vez que en el templo se aprecia la práctica piadosa del monarca y su esposa. Se analizan las fuentes documentales que explican la capilla palatina y el palacium, proponiendo una lectura alternativa a la tendencia actual de la historiografía. Por último, se explican los ecos de la pompa consularis presentes en la decoración de estos monumentos.

PALABRAS CLAVE

Oviedo, Monarquía asturiana, Alfonso Magno, Arquitectura de poder, palacios, topografía urbana, manuscritos.

ABSTRACT

This paper deals with the study of the main buildings of courtly architecture, promoted by the Asturian monarchs. This work also explains the palatine scenography that had to reproduce the praetorian model of Toledo to legitimize the political theory of Alfonso Magno. Faced with the

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current historiographical trend that denies the existence of a royal palace next to Salvador, the author believes that this is an assertion without evidence base. The author reaffirms the traditional situation and makes a proposal for identifying the various parts of the royal palace. Draws parallels with the idealized image of Toledo’s praetorian according to the 10th c. Hispanic miniature. The author propose that the monastic complex of Santullano is not a palace but a monastery regarding the evidences of this documentation and the characteristics of the preserved temple. The courtly complex of Naranco doesn’t show the needs of hosting a royal residence to defend Ramiro I of the ovetense court, neither Santullano temple. The building quite shows a playful nature place, while in the temple the pious practice of the King and his wife is appreciated. The following pages analyze those sources that can explain the palatine chapel and the palatium, understanding an alternative reading of the current historiography tendency. Finally, the echoes of pomp consularis remained in the decoration of these monuments are explained too.

KEYWORDS

Oviedo, Asturias monarchy, Alfonso the Great, power architecture, palaces, urban topography, manuscripts.

1. INTRODUCCIÓN

En 1984 daba a conocer mis primeros estudios sobre la cultura del reino astur1. Constituyeron el principio de más de treinta años dedicados al tema; sobre algunas de las numerosas publicaciones que mi línea de investigación dio lugar trataremos a lo largo de las páginas que siguen. La interpretación del origen de este reino se introduce en la historiografía del tema durante el mismo siglo XX, y ya no cesará hasta nuestros días. Lo que podría considerarse una modernización de la historia a principios del siglo XX insistía en ver el tema como algo absolutamente ajeno al devenir de la Europa carolingia: “La historia del Reino de Asturias es estrictamente nacional y no afecta más que a la Península” (Barrau-Dihigo: 1921). El que más ampliamente ha trabajado sobre el reino de Asturias ha sido Claudio Sánchez Albornoz; su monumental obra definía el reino en el contexto de la tradición romana y goda2. Se veía así la historia astur bajo la forma gótica o en su caso neogótica, pero siempre considerando el fundamento de estas posturas la manipulación ejercida por Alfonso III y sus colaboradores, según lo expresaban en las crónicas escritas durante su reinado. La sobrevaloración del indigenismo en las historias nacionales, puesta en boga durante la segunda mitad del siglo XX, tuvo sus representantes en nuestro tema con un extraordinario éxito. Sus promotores serán Barbero y Vigil, basándose en una postura ya defendida anteriormente por algún historiador hispano, consideraban que astures y cántabros, eternos enemigos del dominio romano, continuaron en la misma oposición contra el nuevo poder invasor, el de los musulmanes. De esta manera, el reino recién nacido tenía su origen en la tradición indígena, siempre combativa contra los romanos, y que a partir de entonces sería identificada con la llamada Reconquista (salus Hispaniae)3. Desde el punto

1 Aunque expuestos y entregados a los editores en los años 1984 y 1985, no fueron publicados hasta algunos años después, Bango 1988: 15 - 30 y 207 - 238. 2 Sus aportaciones a lo largo de años de trabajo han sido recogidas en dos monumentales obras: Orígenes de la Nación es- pañola. Estudios críticos sobre la historia del Reino de Asturias, 3 vols., Oviedo; La España cristiana de los siglos VIII al XI. El reino astur-leonés (722 - 1037). Sociedad. Economía. Gobierno. Cultura y Vida (Historia de España, Ramón Menéndez Pidal, VII ), 2 vols. Madrid, 1980. Sobre el tema de referencia visigoda para explicar la aparición del reino ástur la bibliografía ha continuado en obras tan representativas como las siguientes: De la Peña Solar: 2001 y Deswarte : 2003. 3 La mejor síntesis de sus tesis se recoge en Barbero y Vigil: 1974.

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de vista del arte se fue forjando una tesis que ampliaba aquello que ya era conocido por las relaciones de algunos monarcas ástures con la dinastía carolingia (temas políticos, diplomáticos y religiosos): el arte ástur se presentaba como una especie de hijuela de lo carolingio4.

Desde el primer momento he defendido que el protagonismo decisivo en la creación del reino, inventándose una teoría de continuidad de la monarquía visigoda, fue Alfonso II, no Alfonso III5, preocupándose el primero de visigotizar su linaje con un afán legitimador de su condición regia. Como imaginario de este proceso legitimador se recreó especialmente la personalidad sagrada del rey, la teoría política, la etiqueta palatina y la escenografía arquitectónica de la monarquía goda tal como eran en Toledo. Es indiscutible que todo esto es obra de una minoría selecta, huidos sureños y elite local, todos ellos participaban de una misma cultura, la hispanorromana que pervivía bajo la monarquía goda. Pero para que este mundo de las ideas se hiciera posible en una materialización formal, era imprescindible que entre los habitantes de Asturias existiese una parte importante de la población perfectamente romanizada (la pervivencia de materiales y de técnicas) no permite duda alguna al respecto. El afirmar la existencia de unos indígenas en Asturias sin romanizar no deja de ser una visión falsamente nacionalista y de un romanticismo “a la violeta”. Modelos y técnicas eran hispanorromanos y todo esto tenía su origen básicamente en la Asturias romana. Por esta razón he negado el término prerrománico para el arte de la monarquía, termino inaceptable por su caduca y sesgada visión de la teoría de los estilos, y lo he considerado tardorromano. En cuanto a su relación con el arte carolingio prácticamente no existe, salvo en aquellos aspectos coincidentes porque se trata de soluciones hispanas aplicadas también en lo carolingio (Bango 1985; Id. 1988; Id. 1992)6, o simplemente, ambas artes son herederos directos (continuidad) de lo romano. Resulta incomprensible ver como algunos autores confunden la teoría de las imágenes de los Libri carolini, con la iconografía aplicada en los edificios palatinos (aulas regias y capillas) erigidos por el propio Carlomagno.

Por otra parte, no faltan, desgraciadamente, algunos que siguen viendo el neovisigotismo bajo la clave de la política actual, fruto de una historiografía sectaria, sin haberse enterado todavía de lo que representó la cultura romana durante el gobierno de los visigodos y su continuidad. Ni siquiera han digerido las ideas, luminosas en el contexto que se pronunciaron, de Puig i Cadafalch y Palol Salellas.

Isabel Sánchez Ramos y Jorge Morín de Pablos, organizadores de la ‘Journée’ dedicada a sedes regiae wisigothiques, me pidieron que expusiera mi visión sobre el palacio real durante la monarquía asturiana. Me centraré especialmente en el palacio de Alfonso II en Oviedo y en el de Ramiro I en Naranco, aunque previamente me ocuparé de varios aspectos que me parecen básicos para entender el tema en una aproximación, a mi parecer, lo más exacta posible.

4 La publicación de la obra de la norteamericana Dodds, defendiendo el origen carolingio de los motivos clásicos del arte de Alfonso II (Dodds 1989), sirvió para que los partidarios de la tesis carolingia se sintieran reforzados en su postura. 5 Este no sería más que el continuador de una política que ya estaba plenamente definida con su antecesor. 6 Recientemente Daniel Rico en un brillante artículo sobre la epigrafía asturiana se pregunta, al referirse a la epigrafía de la iglesia de Santianes, si “se debió de alguna manera a cierta apertura de la corte de Pravia hacia el exterior y, en particular, hacia la cultura carolingia, justo en el momento previo al estallido (y pronta resonancia internacional) de la polémica adopcionista (Rico Camps 2014: 67-98). Nadie ha puesto en duda, que yo sepa, la geografía y cronología de la polémica adopcionista y tampoco la relación de Alfonso II con Carlomagno, perfectamente documentada por las fuentes bien conocidas de uno y otro lado. El problema de la trasmisión de formas de la cultura carolingia a la asturiana deberá justificarse de manera concreta y específica y no bajo el paraguas de un planteamiento genérico. Esto que acabo de afirmar no se refiere tanto al estudio de Rico como al de alguno de los investigadores en los que se apoya. Está muy bien señalar lugares comunes entre textos ástures y carolingios, pero es evidente que no podemos obviar el ritual hispanogodo y su trascendencia en lo carolingio.

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2. ALFONSO II EL MAGNO, FUNDADOR DE UN REINO

Alfonso II figura en la Historia con un papel importante, pero su actividad política no deja de ser controvertida y hasta recientemente bastante ninguneada. La realidad es que se ha ejercido sobre su persona una especie de damnatio memoriae que oculta su protagonismo decisivo en la definición teórica del reino. La historiografía del siglo XX lo ha considerado más un instrumento de los ideólogos de la época de Alfonso III que el verdadero creador y referente de los principios de estos ideólogos. Así se interpretan equívocamente los textos del reinado de Alfonso III, atribuyéndole a este monarca un factor básico para la historia del reino, que será conocido como neovisigotismo o, simplemente, ‘visigotización’.

Se le privó del apelativo de Magno con el que fue conocido por sus súbditos, coetáneos e inmediatos habitantes del reino después de su muerte. Concediéndosele el de Casto que en principio tenía el valor de ejemplaridad moral y religiosa, pero que no pudo evitar que terminase siendo considerado con una cierta ironía por una parte de la tradición literaria. El sobrenombre de Magno pasó a Alfonso III, aunque, si tenemos en cuenta la actuación de este monarca, un sobrenombre de estas características sólo sería comprensible desde la realidad geopolítica que significaría lo que se conoce ya como la monarquía asturleonesa. El problema no radica sólo en la pérdida de la trascendencia de un sobrenombre, sino en lo que este significa para la existencia de una nación7.

Todas las crónicas que constituyen el llamado ciclo ástur8, fundamento documental en la descripción del origen y desarrollo de lo que se conoce como el reino de Asturias, no utilizan como sobrenombre el Casto para Alfonso II y sí otros que, sin duda, son mucho más significativos para enfatizar su actividad como gobernante y perpetuarla en la memoria “nacional” del reino. Así vemos como se le reconoce por un cronista de la época de Alfonso III: Adefonsi maioris (Ad Sebastianum, 20, p. 139). Cualquiera que sea el criterio que utilicemos en la interpretación de este maior9, pienso que no tiene otra traducción que el Mayor en el sentido de el ‘más grande’. La otra versión de la misma crónica se expresa en el sentido de Alfonso Magno: Adefonsus rex magnus (Rotensis, 21, p. 138). Y lo mismo ocurre con la tercera crónica, la Albeldense: Adefonsus magnus (Albeldense, XV, 9, p. 174). Es evidente que este sobrenombre de Magno sólo se reserva para aquel monarca cuya actuación es trascendental para la historia de un reino. A este respecto absolutamente comparable en la designación de su epíteto con dos monarcas que enmarcan cronológicamente el reinado de Alfonso II: Carlomagno y Alfredo el Grande.

Todo lo explicitas que son las crónicas sobre la actuación de nuestro monarca solo podría deberse a una buena fuente de información previa, una crónica perdida de la época del rey Casto10. Díaz y Díaz ha encontrado una fuente textual que marca, según su criterio, el cambio de orientación política e ideológica del núcleo de resistencia ástur. Se trata de una serie de Annales que se difundieron por toda la Península

7 Con esta expresión no me estoy refiriendo a la idea central de los estudios de Sánchez Albornoz ‘sobre los orígenes de la nación española’, sino al nacimiento de un territorio y de unas gentes que se estaban convirtiendo en un estado (entiéndase este término en el contexto medieval) que necesitaba una organización política en torno a una institución, la monarquía, que en sus principios constituía hasta entonces algo demasiado difuso. 8 Las dos versiones de la crónica de Alfonso III serán citadas aquí como Ad Sebastianum y Rotensis. siguiendo la edición y traducción de Gil y Moralejo; lo mismo se hará con la Albeldense (Gil, Moralejo y Ruíz de la Peña: 1985). Si recurro a la edición y traducción de Bonnaz: 1987. 9 Comparativo irregular de superioridad del término magnus. 10 Claudio Sánchez Albornoz se planteó la cuestión de si no habría existido una crónica compuesta en la época de Alfonso II, en la que se explicaba como el monarca fue el impulsor de la propaganda y de la persuasión de que el reino visigodo tenía su continuidad en el reino de Asturias (Sánchez Albornoz 1945: 105-146). En una reelaboración posterior de este trabajo, ante las acervas críticas recibidas al respecto, se mostrará algo más cauto, introduciendo en sus conclusiones el siguiente interrogante: “Pero ¿me será permitido tener tal redacción -la supuesta crónica perdida- por muy probable?” (Sánchez Albornoz 1974: 756).

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entre los siglos XI y XIV, aunque su núcleo original sea asturiano y más exactamente del inicio del reinado de Alfonso II11. Para Díaz el texto fue escrito por un clérigo que sentía una especial animadversión contra el pueblo godo “del que se complace en señalar el final de su reinado en Hispania y su liquidación total, de la misma manera que siente singular complacencia en indicar que la serie de reyes asturianos es, diríamos, autónoma, y solo nacida después de que los sarracenos se habían enseñoreado de toda la Península por varios años (Díaz y Díaz 2001: 130-131). Incluso señala, creo que acertadamente, que este periodo del dominio total de la Península sirve para enfatizar la discontinuidad de la monarquía asturiana con la de los visigodos. Obsérvese la manera lacónica con la que explica el acceso al trono de Alfonso II: Post positus est in regno domnus Adefonsus XVIII Kalendas Octobris sub era DCCCXXVIIII. Señalado el cambio de ideología aquí, anales y crónicas asturianas vienen a coincidir en proponer a Alfonso II como el promotor de este gran cambio que se produce en el núcleo de resistencia ástur. El dilema que se les debió presentar entonces es la legitimación de la realidad de la existencia de un rey y de un reino. Es posible que muchos, como el autor de los anales, sintiesen odio/prevención hacia los reyes godos, pero habría también muchos que viesen en la continuidad de la dinastía y de las viejas instituciones la mejor fórmula de legalizar rey y reino. Se creó así una teoría de un reino que hasta entonces no existía y cuyos fundamentos legales se basarían en la legitimidad de unos príncipes que pertenecían a un linaje heredero/continuador de la monarquía visigoda. Sin duda era una fabulación, pero no menos útil que otras tantas que ya por entonces había forjado el devenir de Europa: a este respecto, resulta esclarecedora la invención de la curia romana de convertir a Carlomagno en el heredero del “primer emperador cristiano”, creando todo un linaje dinástico para el monarca franco, que se remonta por línea directa hasta el mismo Constantino. Si leemos atentamente las crónicas percibimos dos realidades muy distintas: de manera institucional se insiste en la continuidad del linaje visigodo (“nomina de los reyes godos de Oviedo”), “del linaje de Leovigildo y de Recaredo”; y cuando se expresa de manera espontánea el escritor se olvida de los convencionalismos y habla de los ástures o, simplemente, de los cristianos. Poco a poco los visigodos como tal van dejando su sitio a un pueblo que se denomina como acabamos de señalar. La actividad desarrollada por Alfonso II para definir el nuevo reino tuvo como referente la figura de Leovigildo. Sí, al igual que este monarca tuvo que trasformar un grupo armado en una institución regia, el procedimiento a seguir figuraba en las viejas crónicas de época visigoda, que Alfonso II y el grupo eclesiástico de “inteligencia” que le asesoraba conocían perfectamente12 (Bango 1992: 19-32).

Es muy importante indicar también que este montaje de la “continuidad” política necesita de una puesta en escena que lo hiciese creíble y representable, y esta recreación del imaginario de la legalidad continuista sólo se pudo conseguir porque los recursos técnicos de la cultura tardorromana de la época de la monarquía visigoda todavía seguían perviviendo. Me gustaría subrayar lo de la continuidad de las técnicas, pues evidentemente revaloriza la simple copia iconográfica de unos modelos. Por otro lado, pese a que algunos investigadores sigan señalando un corte/vacío entre el pasado y el presente de las Asturias de los siglos VIII y IX, la existencia de los recursos técnicos nos asegura algo indiscutible: abovedar edificios no sólo de una planta sino incluso de dos, o utilizar una pintura al fresco del grosor de las de Santullano, solo se pueden explicar por la prolongación de la actividad de talleres locales en el trascurso del tiempo13, pues ni existió un Tioda oriental ni la movilidad de los talleres se genera en medio de un dilatado vacuum.

11 Para el estudio y comentario de estos Anales vid. Díaz y Díaz 2001:125–131, pp. especialmente el capítulo dedicado a los inicios de la historiografía en Asturias. 12 Esta interpretación ha sido negada por algunos investigadores que ignoraban el respeto que una parte importante de la iglesia católica tuvo hacia la figura de Leovigildo, incluso frente al hecho de que Hermenegildo fuese católico y su padre arriano. Para Roma la actuación del príncipe no dejó de ser considerada como tiranidem arripiens, es decir un acto ilícito y condenado por los concilios católicos. 13 He tratado del tema en numerosos trabajos. Por no citar todos ellos y, por otro lado, dada la importancia de los modelos iconográficos representados en la plástica romana documentada en Veranes y vuelta a reproducir en la pintura asturiana, señalaría mi estudio (Bango 2012: 84-88).

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3. EL ESCENARIO PALATINO DE ALFONSO II EN OVIEDO

Sin pretender entrar en los múltiples aspectos de lo que representó el nuevo imaginario creado para hacer visible la figura de Alfonso II como un verdadero monarca “visigodo”, me limitaré aquí a señalar dos fundamentales de este ideario propagandístico. El monarca para serlo tenía que haber recibido la unción regia, y así la Rotense nos informa que, en la más estricta tradición visigoda, al menos desde Wamba, Hunctus est in regno (Bango 2011-12: 749-766; Id. 2014: 3-16). Estableció una capital para su reino en Oviedo, la imagen con la que se indicaba esto quedaba reflejada con la ubicación de un símbolo real tan significativo como trono (solium). Esta acción queda bien reflejada en las dos versiones de la crónica de Alfonso III: Iste solium suum Oueto firmauit (Rotensis, 21, p. 138); Iste prius solium regni Oueto firmauit (Ad Sebastianum, 21, p. 139). Está claro que al situar solium regni en Oviedo el monarca quiere convertir Oviedo en la capital de un nuevo reino, el que debía corresponderse con los ideales y argumentos políticos que le servían de fundamento. Como es bien conocido erigía su capital en el lugar en el que había nacido y en donde se habían establecido durante el reinado de su padre, Fruela I (722-768), diversas fundaciones religiosas.

En los últimos años se han venido sucediendo diversos hallazgos romanos en el área ovetense, lo que ha llevado a plantearse cuál fue la verdadera dimensión y trascendencia de la romanidad de la zona14. Han sido los numerosos trabajos de Fernández Ochoa los que nos han dado a conocer la importancia de la cultura romana en Asturias, que hasta entonces había quedado muy relativizada por lo que siempre se ha conocido de Gijón15. En todos mis estudios he insistido en algo que ahora parece ser lógico, pero cuando yo lo afirmaba era negado y, como se puede comprobar, generalmente olvidado por las investigaciones actuales: existió una continuidad no solo de formas, sino que también de técnicas. Las pinturas de Santullano, tal como ya hemos comentado, un verdadero fresco romano, solo se pueden explicar por la práctica continuada de unos talleres. Y si esto no tiene discusión, no sé por qué tenemos que buscar otro origen en la mano de obra que edifica una arquitectura tan sabia como la promovida por Alfonso II y Ramiro I16. En este sentido debemos ser muy cautos en la catalogación de ciertas obras. Últimamente se quiere ver en la Foncalada de Alfonso III (Fig. 1) una creación romana tan solo reparada en la época de este monarca, pasando a ser denominada ‘edículo del ninfeo de la Foncalada’17. Cualquiera que conozca las dificultades del buen fresco, como el de Santullano, sabe que es más lógica y fácil la continuidad de la técnica y del uso de determinados materiales de la fuente que la de estos frescos. En cuanto a los spolia

14 Una excelente panorámica del tema puede verse en (Gutiérrez 2012: 377 – 433), especialmente a partir de la p. 410. Para este estudioso un área sacra romana ovetense fue reaprovechada materialmente en la edilicia religiosa promovida por Alfonso II. Vid. nota siguiente. 15 Las publicaciones de esta investigadora sobre la romanidad en Asturias se han sucedido sin cesar desde que publicó su tesis doctoral (Fernández 1982), las referidas al Gijón romano, Veranes, etc. Coincido plenamente con ella cuando define el tipo de sustrato romano sobre el que se fundamenta Oviedo, nueva capital del reino: ‘el solar primitivo de Oviedo pudo albergar, en origen, las construcciones de una propiedad rural tardorromana, tipo villa, cuyos perfiles no podemos definir con exactitud. Este establecimiento ocuparía un amplio espacio y quizá se configuró siguiendo un modelo de plan diseminado tan característico de las villae tardorromanas. Su situación, a cierta distancia del paso de la vía romana que discurre por la parte norte de la ciudad actual, encaja perfectamente con la ubicación de estos complejos rurales’ (Fernández 2009:24). 16 La técnica de la pintura al fresco es tan difícil que su práctica se acabó con la fase final de la romanidad, y no se volvería a hacer un buen fresco hasta la pintura renacentista. Como demuestra la historia de la técnica arquitectónica europea abovedar sólidamente no acarrea las mismas dificultades que el fresco. 17 Los arqueólogos que excavaron la Foncalada llegaron a la conclusión que se trataba de un tipo de construcción propia de “la antigüedad clásica, tanto helenística como romana y, muy especialmente, con los ninfeos con edículo pompeyanos” (Ríos 1994: 399-420). Si en principio estos arqueólogos solo plantearon que la Foncalada no tenía parangón con los edificios ástures conservados, el hallazgo de una estructura romana que, al menos en planta, se corresponde con la Foncalada les llevó a catalogar esta como romana rehecha en tiempos de Alfonso III (Estrada et alii. 2009: 160).

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reaprovechados en los edificios de la monarquía, señalar su posible origen es tarea difícil de resolver. La inmediatez de los materiales a reaprovechar es la más lógica, aunque evidentemente no todos los materiales se explican por idénticos motivos. No es lo mismo el sarcófago de Itacio que un capitel absolutamente descontextualizado incluso de su propio par en las columnas que apean un arco. Un mejor conocimiento de la nueva romanidad que está apareciendo en Asturias nos hará replantearnos el origen de las piezas reutilizadas por la arquitectura de los siglos VIII/X, pero en todo caso sigue y seguirá vigente mi afirmación de 1995: “El viejo Gijón romano se convertiría en el mejor centro de expoliación para las nuevas construcciones. ¿Cuántos mármoles romanos reaprovechados en los edificios asturianos no proceden de aquí?” (Bango 1995: 187). El establecimiento de un gobernador musulmán en Fig. 1. Foncalada (© I.G. Bango). Gijón como cabeza del dominio de Asturias y el perímetro de ciudad que supone Fernández Ochoa nos hacen pensar que estamos ante la urbe más importante de esta región. La edificación correspondiente estaría en consonancia con estos factores. La decoración monumental de estos edificios prácticamente ha desaparecido. Lo más lógico es pensar que, abandonado Gijón o reducido a una población residual, sus construcciones sirvieran de cantera donde apropiarse de la sillería y de los elementos decorativos necesarios en las nuevas construcciones.

Si tenemos en cuenta las directrices ideológicas de los responsables del reino, era evidente que el escenario de la nueva capital regia sólo podía tener un modelo: Toledo. Y esto quedó corroborado de manera indiscutible cuando la Albeldense, de forma muy precisa, lo expone en los siguientes términos: omnemque Gotorum ordinem, sicuti Toleto fuerat, tam in ecclesia quam palatio in Ouetao cuncta statuit (Albeldense, XV, 9, p. 174). Creo ocioso discutir que se está refiriendo a una reproducción del paisaje monumental de Toledo en la nueva capital. La referencia de ecclesia y palatium unidos tiene una clara justificación en el recuerdo de lo que fue la herencia visigoda de una monarquía protagonista principal, no solo de los asuntos estrictamente civiles, sino que también de los eclesiásticos. Recuérdese lo que acabamos decir: Alfonso II fue un monarca ungido y por ello su persona fue considerada sagrada. Como expresión propagandística de lo que quería representar como nexo con el pasado, la recreación evocadora de Toledo, exigió de él una importante actividad edilicia, sin igual entre los monarcas altomedievales hispanos.

Erigió los templos siguientes: San Salvador, Santa María y San Tirso. Tanto la Rotensis como la Ad Sebastianum citan un cuarto templo, pero es muy interesante ver los términos que utilizan para situar este nuevo edificio. Nada más referenciar los nombres y características de los tres primeros templos, ambas crónicas señalan la construcción de la iglesia de San Julián, ubicándola ‘bastante lejos del palacio’ (necnon satis procul a palatium edificauit) según la Rotensis (Rotensis, 21, p. 140), mientras que la Ad Sebastianum es más concreta, ‘distante del palacio casi un estadio’ (circio distantem a palatio quasi stadium unum) (Ad Sebastianum, 21, p. 141). Curiosamente hasta este momento las dos versiones de la crónica no han citado la existencia de un palacio real, no tiene mucho sentido tomarlo como referencia de

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la distancia con el otro templo si los primeros templos no formasen parte del área palatina. La Crónica Silense18, inspirada por fuentes escritas ya cuando el palacio ha sido amortizado, no duda en situar el templo de los Santos Julián y Basilisa spacio vnivs stadii ab ecclesia sancti Salvatoris (Historia Silense, p. 139). A mi modo de ver es muy claro que se está hablando de una zona, palacio/San Salvador, que es la misma en un sentido amplio. Posiblemente esta zona tuviese su propio espacio cerrado en su entorno, constituyendo el atrio al que se refiere el monarca en la donación del 812. Este documento, que en el soporte que conocemos en la actualidad no es posible datarlo más allá del siglo XI, ha sido considerado como una copia de un verdadero original de Alfonso II19. El texto dice lo siguiente: “atrium quod In cir / cuitu domus tue muro / septum te auxiliante /peregimus. Siue omnia / Intrinsecus cum aque / ductu. domos uel cunc / ta hedificia que Ibidem / Instruximus” (Floriano 1949: 123). La traducción literal nos ayudará a interpretar con mayor exactitud lo que el diploma afirma: ‘Alfonso, con la ayuda de Dios, llevó a cabo un atrio cercado (septum) con/por un muro (muro) en el entorno de la iglesia del Salvador (domus tue). Dotó de un acueducto dicho atrio, y en su interior edificó iglesias (domos) y edificios adjuntos (cuncta hedificia)’. En primer lugar me gustaría señalar que este atrio es mucho más amplio que lo que señalan las normas canónicas20, incluía en su interior diversas iglesias y edificios, entre ellos tal como veremos, el palacio de Alfonso II. A la palabra domos21 debemos darle el mismo significado que a la domus del inicio, es decir si esta significa iglesia, y así es, la otra son también, aunque en plural, iglesias. Me parece evidente que domus es la iglesia del Salvador y las otras domos son el resto de los templos que había en el interior de este atrio. De esta manera se entiende la diferencia de los edificios concretos, domos, de todos los restantes edificios del interior del atrio que no se quiere determinar. Aunque en el plano de su hierapolis Uría no incluyó San Tirso entre los templos que supuestamente amuralló Alfonso III22 (Fig. 2), existen testimonios irrefutables de que este templo formaba parte del mismo atrio: Necnom et eclessiam beati Tirsi martiris Christi in eodem ciminterio pulchro opere fundauit (Historia silense p. 139). Cuando afirma esto el texto, acaba de referir todas las fundaciones eclesiásticas de Alfonso II. He demostrado como la palabra atrio y cementerio tienen en estos momentos el mismo significado23. Creo que una afirmación como esta apoya aun más mi argumentación del atrio del diploma de 812 incluyendo todos los templos en su interior. El núcleo urbano que constituía la ciuitas ovetense durante el reinado de Alfonso II protegía bajo un único muro los edificios religiosos y los palatinos. El problema que se nos suscita es señalar cuántos templos se incluían en este atrio fortificado. Lo único que considero que se puede afirmar es que todas las iglesias edificadas o reconstruidas por Alfonso II terminarían estando aquí, aunque en el 812 alguna todavía no estuviera totalmente edificada. Como es lógico Santullano no pertenecía a este conjunto, se encontraba a una cierta distancia, en una disposición “suburbana” con respecto a la ciuitas original.

Durante los últimos años se ha venido cuestionando la interpretación más tradicional sobre la existencia del palacio de Alfonso II. Ha vuelto a surgir la idea de que el monarca erigió dos palacios: uno

18 Conozco que la historiografía actual quiere denominar esta crónica con un nombre más acorde con el posible lugar de su redacción, pero, al citar esta obra por la edición de Pérez de Urbel y González Ruíz-Zorrilla, he preferido mantener el nombre tradicional, que estos estudiosos utilizaron. 19 Posiblemente, pero hay aspectos como los edilicios que, al expresarse de manera tan genérica, no sabemos si estaban ya concluidos por entonces o en realidad los hicieron algo más tarde. 20 Sobre el concepto atrio/cementerio/monasterio y la superficie canónica requerida he tratado ampliamente en numerosos trabajos. El último y más extenso sobre el tema en Bango 2007: 173-212. 21 El acusativo plural de la cuarta como domos en vez de domus es una construcción nada rara en el latín medieval. 22 Creo que este plano de Uría que repetimos sin cesar requiere una revisión a fondo, pues en realidad no interpreta algunas fuentes documentales con la concreción que se expresan (Uría Riu 1967: 261 - 328). A partir de este plano se han hecho modificaciones, alguna de ellas radicalmente diferentes. Recojo las aportaciones más significativas sin entrar en su crítica, pues en realidad nuestro trabajo no entrará en los aspectos fundamentales del urbanismo que por sí mismo serían objeto de un estudio monográfico: Rodríguez: 1971; Carrero: 2003; Ruiz de la Peña y Beltrán 2007: 65-90. 23 Véase en este sentido la nota nº 31.

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Fig. 2. Plano de la hierápolis de Alfonso II (según Uría, 1967).

junto al Salvador y el otro junto al templo de Santullano (Gutiérrez 2012: 422). Pero la tesis que parece haberse impuesto es la que niega la existencia del palacio en el núcleo originario de Oviedo, situando el palacio solo en Santullano. Estas palabras de García Conde reproducen la esencia de tan contundente afirmación: ‘Por lo que conocemos hasta hoy, a partir de las fuentes documentales y las arqueológicas no parece que Alfonso II construyera un palatium al interior de la hierapolis, como se dijo muchas veces. Su palacio real, vinculado a la iglesia cortesana (sic), estaba en San Julián de los Prados’ (Fernández Conde: 2016). Para completar la argumentación de su postura y volver a replantear la tesis de la dependencia formal de lo carolingio no duda en decir lo siguiente: ‘La pintura anicónica de románico (¿) asturiano podría constituir un indicio claro de esa influencia del Emperador -Carlomagno-, cuya posición en la controversia de las imágenes es bien conocida’24. No sé de dónde sacan los argumentos F. Conde y otros investigadores para afirmar que la decoración de Santullano responde a la que Carlomagno podría tener en

24 Ídem, p. 45. En este entrecomillado y en el anterior las palabras entre paréntesis son mías.

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sus capillas palatinas. Desde luego en la decoración de las que conocemos no hay una sola idea coincidente. Es bastante habitual confundir la teoría de las imágenes del Imperio con el aniconismo que representan los hispanos aquí y en el territorio imperial (Teodulfo, Agobardo, Claudio etc.). La idea del “Dios invisible” representada en Satullano y expresada “personalmente” por Alfonso II es la misma que se reitera una y otra vez por los padres conciliares de época hispanogoda25. Esto responde fundamentalmente a un espíritu de celo religioso muy propio del mundo monástico; curiosamente, a este respecto, se olvida la advocación del templo y su significado en la época: Julián y Basilisa. Ambos son los patronos de los monjes españoles. Se trata de un matrimonio cuya pureza y castidad les llevó a comprometerse a no consumar nunca su matrimonio. En este sentido, conviene recordar el elogio fúnebre de Alfonso II que hacen las crónicas del ciclo de Alfonso III: “el dicho rey Alfonso llevó por mucho tiempo una vida llena de Gloria, casta, púdica, sobria e inmaculada (immaculatam)” (Rotensis, 22, p. 214). La castidad será la divisa que caracteriza su persona y por la que será recordado en la memoria histórica desde el mismo siglo IX. Siempre he defendido que Alfonso vivió como un monje y que, como desde el punto de vista legal no podía estar tonsurado ni haberlo sido, se limitó a llevar una vida como tal (Bango 1988). La iglesia de San Julián de los Prados, pese al esfuerzo meritorio de diversos investigadores de los últimos 120 años, sigue presentando una planimetría con importantes diferencias con lo que sería la planta original. Para Schlunk no hay duda de que se trata de la capilla “cortesana” de Alfonso II, el monarca tendría una tribuna de madera adosada al muro septentrional del imponente crucero (Schlunk 1977). Si tenemos en cuenta los criterios que Schlunk ha utilizado en todos sus trabajos sobre la interpretación del coro de los templos hispanos, tendremos que convenir con él que Santullano, de todos los edificios conservados, es el que tiene el coro más grande. Esto nos indica que este templo no estaría destinada a templo palatino, sino a una catedral o a un monasterio. Como catedral no parece muy probable, nos queda pensar que se trataba de una iglesia monástica. Carecemos de una terminología fiable para identificar su función en las fuentes documentales del siglo IX. Se la denomina ‘ecclesia’ tanto en la Rotensis como en la Ad Sebastianum. Sin embargo, para darnos cuenta de lo genérico y ambiguo del término, las mismas crónicas no dudan en denominar ‘ecclesia’ o ‘basilica’ a San Salvador 26. Solo conozco un documento que de una manera muy precisa denomina a San Julián como monasterio: In suburbio Oueti, monasterium Sancti Iuliani cum suis adiacenciis ab integro27. Se trata del “testamento” de Alfonso III y su esposa Jimena, del año 905. El problema es que este documento, al formar parte del Libro de los Testamentos, se ha declarado poco fiable por integrarse en el corpus documental manipulado por el obispo Pelayo. Sin embargo tenemos constancia de que en el Libro Maestro (Calleja 2014), inventario de la documentación catedralicia en el siglo XVIII, este documento existía como pergamino suelto, independiente del recogido en la colección pelagiana. Del tenor del mismo nos habla la regesta realizada por el archivero que, a mi parecer, es consecuencia directa de su contenido: ‘La donación del monasterio de San Julián vajo de esta ciudad, hecha por el rey don Alfonso y doña Ximena, su muger, e hijos, era de 943. Se halla en el cajón de donaciones (15 del armario grande), legajo 1º de Oviedo; nº 2’. Posiblemente se ahonda más en esta condición monástica el hecho de que todavía en el siglo XIV figurase como de presentación de la abadesa de San Pelayo28. Como a mí se me escapa cuales pueden ser las intenciones de este prelado falsario para no decir la verdad sobre la condición del templo, me inclino a aceptar que en aquel momento, el del obispo Pelayo, existía constancia de esta condición.

25 He tratado desde 1980 en diversas ocasiones el tema del aniconismo hispano y el carolingio. Una síntesis muy explícita sobre este aniconismo en relación con la personalidad del monarca puede verse en (Bango: 1985; Id. 2001: 551 - 555). 26 Ya hemos visto anteriormente como todas estas iglesias son conocidas como domus. Si acudimos a la Albeldense los términos que se utilizan son domus, ecclesia, aula. 27 Transcripción de Sanz 1995: doc. 15, 494. 28 Nómina parroquial de don Gutirre (1385-1386). Conviene recordar aquí como muchos de los viejos monasterios dúplices terminaron siendo, simplemente, iglesias bajo el patronazgo de un monasterio de monjas benedictinas

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Volviendo al tema ya tratado de la ubicación de este templo, para concluir, me gustaría rematar la argumentación ya expuesta de una manera definitiva, al menos por mi parte. La explicación de la distancia es ligeramente diferente en ambos textos: en la Rotensis se afirma que se encuentra bastante lejos del palacio; la Ad Sebastianum afirma que está a casi un estadio del palacio. La conclusión, a mi parecer indiscutible, es que esta iglesia de San Julián no estaba junto al palacio, circunstancia que demuestra por sí misma que no formaban parte del mismo conjunto arquitectónico. Bastante lejos es muy expresivo, mientras que a ‘casi un estadio’, lo mismo puede entenderse que menos de un estadio o más de un estadio. En todo caso es más una expresión “culterana”, pues es una medida propia de los griegos tal como nos enseña Isidoro de Sevilla (Etimologías, XV, 16 1 - 3), no una forma habitual en la Alta Edad Media occidental. Por otro lado, la Silense, al señalar la misma distancia de San Julián con el Salvador, nos indica indirectamente que este templo y el palacio formaban parte de un mismo conjunto29. Además de lo que ya hemos indicado de la iglesia de San Tirso, la Rotensis señala que este templo fue fundado prope domum Sancti Salvatoris. Mientras que la documentación pelagiana señala la ubicación en los siguientes términos: Sancti martiris Tirsi prope palatium condidit30.

A manera de conclusión me gustaría terminar todo el planteamiento anterior con dos afirmaciones:

• Primera: el palacio de Alfonso II, entendido este como el de representación institucional del reino, formaba parte del atrio de San Salvador.

• Segunda: La iglesia de los Santos Julián y Basilisa contaba, como es lógico, de diversas dependencias, seguramente con una arquitectura más rica que lo habitual, dado lo que nos permite deducir el esplendor del templo conservado y el interés especial mostrado por el monarca31. Las referencias cronísticas, las únicas fuentes documentales indiscutiblemente de época y sin ningún tipo de interpolación, afirman de manera categórica que Santullano no formaba parte del citado conjunto palatino. Tanto la morfología arquitectónica del templo como su programa iconográfico, propio de elites monásticas, vendrían a confirmar su carácter monasterial. Lo que sí me parece que este templo formaba parte de un monasterio especialmente querido por Alfonso II y que bien pudo servir de morada al monarca en momentos determinados de retiro o descanso (Bango 1988).

4. EL PALACIO REAL DE ALFONSO II EN LA HIERÁPOLIS OVETENSE SEGÚN LOS TEXTOS

Centrémonos ahora en el palacio. Para conocerlo podríamos recurrir a tres medios: arqueología in situ; trazar paralelismos con lo que conocemos de los palacios reales de época visigoda, especialmente el de Toledo; recurrir a las fuentes del siglo IX. Me centraré solo en el último de los recursos, de los otros dos simplemente me limitaré a una breve explicación de las circunstancias que me hacen prescindir de ellos.

La primera imagen de lo que pudo ser el palacio de Alfonso II en Oviedo fue realizada por Hevia, interpretando el resultado de las excavaciones que llevaron a cabo Fernández Buelta y él mismo a partir de 1932 (Fig. 3) (Fernández y Hevia 1984; Ríos 2013). Sus dos torreones flanqueando un pórtico y teniendo la Cámara Santa adosada al más oriental se han convertido desde entonces en la imagen emblemática del

29 Hay quien considera que se está hablando de dos palacios distintos: uno en la ciudad mientras que el otro se situaba en el suburbio de la misma (Prelog 1980: p. CLXXXIII, n. 656). 30 Doc. 4, p. 460 (Sanz 1995). La misma expresión en la edición pelagiana de la Crónica de Alfonso III). 31 Sobre el aspecto, más propio de una arquitectura domestica que monumental, de difícil interpretación por la arqueología, vid. Bango 2007.

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Fig. 3. Reconstrucción del palacio de Alfonso II (según Hevia).

palacio, reproducida en todos los tratados de arquitectura que han abordado la arquitectura de la monarquía ástur. Nuevas excavaciones y reinterpretación de lo ya conocido han ido creando la idea de que no ha existido este palacio o, si se admite su realidad, su estructura formal no se corresponde con esta propuesta.

Se ha querido explicar la realidad edilicia de la arquitectura de la corte ovetense situándola en el contexto o, al menos, en la línea de palacios como los de Toledo o de Recópolis32. Aunque no dudo de las palabras de la Albeldense sobre la recreación del palacio tal como era en Toledo, lo cierto es que la topografía áulica de la vieja capital de los visigodos sigue siendo un gran misterio (Velázquez y Ripoll: 2000; Barroso et alii 2015: 55 – 78). Lauro Olmo ha realizado un gran esfuerzo para darnos a conocer la ciudad de Recópolis, pero ni sus estudios ni las de otros expertos han sido capaces de ofrecernos una visión del posible palacio real y mucho menos de lo que sería una capilla palatina33. Es verdad que existe una larga construcción muy monumental e interesante, pero de imposible interpretación como edificio áulico. Por otro lado, en ninguna fuente se constata que hubiera aquí un palacio real; no entiendo como los especialistas, sin el respaldo documental o arqueológico, insisten una y otra vez en la existencia de una residencia regia. Tanto Biclaro como Isidoro se expresan con extremada exactitud, sin aludir para nada a

32 Uscatescu considera el caso de Recópolis y el mismo palacium de Naranco en relación con otras construcciones europeas que disponen el piano nobile en el piso superior, destinando el bajo a funciones más utilitarias, almacenes o caballerizas, etc. (Uscatescu 2013: 409) 33 El gran edificio tan sólo es definido de una manera convencional como “conjunto de edificaciones palatinas entendidas por su función administrativa y residencial” (Olmo 2008: 47). No quisiera acusar a Olmo de imprecisión, pues con toda seguridad no puede ir más lejos en su interpretación. Con el mismo sentido de precisión convencional se expresan cuantos identifican con horrea o caballerizas este edificio del conjunto urbano (Ripoll y Velázquez 2008: 217; Arce 2011: 227). Resulta difícil pensar en unas caballerizas con muros tan potentemente fortificados. Aunque sin apoyatura documental alguna, podría ser lógico que fuese un depósito de fondos procedentes del fisco. Esta circunstancia justificaría el aspecto fortificado del monumental edificio tan solo hacia el lugar, la plaza pública, que podría ser objeto de un ataque. Algunos, prescindiendo de connotaciones áulicas no explicitas, han deducido que estamos ante un complejo episcopal (Barroso et alii 2014: 266 ss.).

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ello. La Crónica Biclarense identifica la nueva fundación de Leovigildo como noue urbis, añadiendo que la había erigido ‘adornándola’ con murallas y áreas suburbanas. Unas y otras constituyen la esencia definitoria de las ciudades tardorromanas. Isidoro tan solo la denomina ciuitatem. Todavía contamos con el conocimiento de otro palacio de época hispanogoda admirado en la información cronística: en esta se nos comenta la construcción de un edificio que don Rodrigo “antes de hacerse con el reino se construyó un palacio en la ciudad de Córdoba” (Rotensis, 6, p. 20). Es evidente que se emplea aquí el termino palacio como residencia de un hombre poderoso, pero en absoluto con una significación institucional de regio o real. Seguramente mantuvo igual funcionalidad durante la inmediata hegemonía musulmana, pues en ese momento era conocido como ‘Ballat de Rodrigo’. Recientemente se han querido ver los restos de este palacio en las excavaciones realizadas en el palacio episcopal34.

Por todo ello quisiera realizar una mínima aproximación al palacio ovetense a partir de los textos cronísticos que se refieren a estas dependencias palatinas, intentando definir el significado y función de las mismas. En un primer momento, cualquiera, me incluyo yo mismo, podría decir que lo que se está indicando en las crónicas es un topos literario de lo que constituiría formalmente una típica villa romana. Sin embargo, tal como es comprobable en otros pasajes de las crónicas del ciclo ástur y, muy especialmente, los referidos a describir edificios son de una exactitud indiscutible. Si no pudiésemos comprobar estos textos en la realidad material, que todavía hoy podemos ver, los consideraríamos un lugar común en una jerga más o menos vitruviana. Como es lógico y todos sabemos, muchos de los grandes palacios de la tradición clásica no fueron otra cosa que villas romanas más o menos magnificadas, circunstancia que a su vez introducía alguna variación de carácter funcional en relación con el desempeño de su actividad institucional. Tan conscientes son los cronistas que las dependencias que señalan son las habituales de cualquier villa o mansión, que necesitan precisar distinguiendo entre el espacio de representación, los palacios del rey, y las dependencias destinadas a servicios privados o de la administración del reino.

La Rotensis se refiere a esta arquitectura palatina en los siguientes términos: nam et regia palatia, balnea, promptuaria atque uniuersa stipendia formauit et instruere precepi (Rotensis, p. 140). Moralejo realiza la siguiente traducción de este pasaje: ‘por lo demás, también construyó y mandó equipar los regios palacios, los baños, los almacenes y toda clase de servicios’ (Rotensis, p. 214). Algo más exacta en la nomenclatura funcional es la descripción que de los mismos palacios realiza la Crónica ad Sebastianum: nam et regalia palatia, balnea, triclinia uel domata atque pretoria construxit decora et omnia regni utensilia fabrefecit pulcherrima(Ad Sebastianum, 21, p. 141). Moralejo interpreta así el texto: “Más también los palacios reales, los baños, comedores y estancias y cuarteles, los construyó hermosos, y todos los servicios del reino los hizo de lo más bello” (Rotensis, p. 215).

En ambas descripciones se diferencian claramente las estancias de representación regia, de las dependencias doméstico/recreativas y servicios. La edición que Gil y Bonnaz hacen de estos textos es idéntica y, desde mi modesta opinión, muy correcta y explícita. La traducción de Moralejo como la de Bonnaz me parecen imprecisas en lo que se refiere a los párrafos correspondientes a la arquitectura, aunque, como es natural, siempre resulta muy problemática una traducción exacta de un texto de latín medieval con estas características. En el cuadro adjunto podemos ver agrupados los diferentes tipos de dependencias que constituyen el área del palacio. Estos tipos son tratados independientemente y de manera coordinada. Primero el que define el lugar donde reside el palacio, lo que llamaríamos el ámbito institucional (Regalia palatia o regia palatia). Luego continúa señalando distintas partes del conjunto que

34 Tradicionalmente se ha querido ver este palacio como una fundación más antigua, ampliada en tiempos de don Rodrigo y después trasformada en alcázar musulmán. Las obras realizadas en el palacio episcopal (2009) han dejado al descubierto parte del muro que cercaba este palacio.

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tienen un carácter funcional, pero en absoluto son un espacio de representación. En ambos casos se citan los baños (balnea), aunque en una ocasión Bonnaz prefiere interpretar balnea como termas, más parece un recurso literario del traductor que una realidad arqueológica35. A continuación se citan “triclinios” o/y casas. Es importante para tener un más exacto conocimiento del termino triclinia que su disyuntiva son “edificios o casas”. Moralejo prefiere para triclinia el sentido clásico de la palabra, razón por la que traduce ‘comedores’ según las Etimologías definen el triclinium36. Ya no sólo es preocupante pensar en un palacio real en el que se señale de manera tan precisa no solo el comedor, sino los comedores. A continuación, alejándose de toda lógica del contexto (uel/atque) la disyuntiva uel la convierte en una coordinada: comedores y estancias. Desde mi punto de vista, se está refiriendo a unos pabellones destinados a conservar y guardar cosas diversas y para los que la Rotensis encuentra una expresión más exacta utilizando el término promptuaria.

Crónica ad Sebastianum regalia palatia balnea triclinia uel domata pretoria

Crónica Rotensis regia palatia balnea Promptuaria

Una mayor intención, obsesionada en explicar los triclinia en un contexto áulico, es la propuesta de Bonnaz siguiendo a J. Fontaine: ‘salles de réception’37. Resulta difícil admitir que el pequeño núcleo de resistencia del reino de Alfonso tuviera un amplio palacio dotado de diferentes salas de audiencias. Todavía convierte la traducción en menos creíble cuando estas salas tuviesen ‘demeures’, pues el uel se convierte en y, cuando en su nomenclatura no puede ser otra cosa, como ya hemos explicado, que ‘salas de audiencias o demeures’. Fontaine y Bonnaz, en su afán por introducir la cultura ástur en la órbita carolingia, no dudan en creer similares el Triclinium del papa León III (795 - 816), verdadera sala de audiencias pontificia, con estos triclinia de las crónicas astures. Este aula de recepción leonino fue decorado con un programa ideológico, cuyo significado pretendía ilustrar la realidad de la política imperial ideada por la curia romana para un emperador ‘fabricado’ por ella en función de sus intereses. Se trataba de una estructura de triclinio que conocemos perfectamente por descripciones antiguas: una sala absidada y dos ábsides menores, uno en cada lado de los muros laterales. Alamani nos ha dejado no solo la descripción, sino también el dibujo de la planta y del alzado38 (Fig. 4). Carlomagno, que conocía esta dependencia lateranense, quiso que su aula regia de Aquisgrán adoptase una forma muy similar39 (Fig. 5). Si en Oviedo existió un aula regia no sería conocida como triclinium y su ubicación se integraría en la expresión palatium o, concretando en nuestros textos, palatia regia o palatia regalia. Sin pretender entrar en las complejas disquisiciones entre aula regia (aula regia) y palacio (palatium), me parece que este último término constituía un espacio determinado que emblematizaba la institución regia en la monarquía goda. Cuando Chintila inaugura las sesiones del V Concilo de Toledo (636), lo hace acompañado de obtimatibus et senioribus palatii sui. Ahora bien, y como además es lógico, al comprobar los oficios que desempeñan estos señores (comes scanciarum comes notariorum, comes cubiculariorum, comes patrimoniorum, comes spatariorum, etc.), percibimos que palatium puede ser interpretado a su vez de otra manera, el conjunto palatino que engloba los espacios representativos del monarca y los meramente funcionales, ya sean domésticos o de gestión y seguridad del rey o del reino. Este segundo aspecto es el que aparece nítidamente diferenciado en las crónicas.

35 Obsérvese que la palabra balnea aparece igual en las dos fuentes y no tiene justificación variar el significado. En la que él denomina versión erudita traduce ‘thermes’, mientras que en la otra es ‘bains’ (Bonnaz 1987: 51). 36 Triclinium est coenaculum, a tribus lectulis discumbentium dictum (XV, 3, 8). 37 P. 51 y 195, 14. 38 Cameram cum apsida de musivo, et alias duas apsidas, diversas historias pingens (Alemanni 1756: 8). 39 Esta forma también será conocida durante la Edad Media como trichora.

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Fig. 4. Planta y sección del Triclinio de León III en el inicio del siglo XVIII (según Alemanni, 1756).

Las dependencias denominadas pretoria tampoco tienen una interpretación unánimemente aceptada. Mientras que Moralejo la traduce como ‘cuarteles’, Bonnaz ve en ellas ‘salles de conseil’. Sin duda la palabra tiene una primera traducción que es la tienda que centra el campamento y sirve de residencia y puesto de mando del general. Sin embargo puede ser también un edificio complejo con muchas dependencias y campos de adiestramiento de un ejército. Uno de los pretorios más monumentales conocido es el de Colonia, verdadero paradigma de la arquitectura ‘cuartelera’ romana. En este mismo sentido las dependencias que albergan las tropas se denominan pretoria. Este es el caso que corresponde a nuestros textos, es decir lo que conoceríamos como los cuarteles de la guardia real. Si en expresión romana serían los pretorianos, entre los visigodos los spatiarii tendrían igual función, cuyo jefe (comes Spatariorum) era uno de los cargos del oficio palatino.

La presencia de pretoria en Oviedo nos recuerda el área pretoriana de la urbe toledana, espacio palatino indudable, donde entre otras actividades del rey se celebraban las asambleas sinodales bajo la presidencia o, al menos, la convocatoria del monarca. Un dato más del proceso de mimetización de Oviedo como corte a la toledana. La información documental y la arqueológica sobre la ubicación del pretorio toledano resultan bastante confusas, no habiéndose resuelto de manera satisfactoria todos los interrogantes que suscitan40. Dos iglesias, Santa Leocadia y Santos Pedro y Pablo, son conocidas como

40 Un buen estado de la cuestión y una propuesta interpretativa se puede ver en el estudio de Barroso et alii 2015: 70 - 75.

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pretorienses, una tercera, Santa María, también se sitúa en esta ubicación. Las tres son las únicas sedes conciliares conocidas. Su situación en el suburbio de la ciudad se constata en las fuentes documentales. Los ilustradores del códice Albeldense (976) y del Emilianense (992) reproducen la serie de concilios hispanos con una imagen representativa de los protagonistas y del escenario del pretorio donde se celebran los concilios41 (Fig. 6). En el registro superior podemos ver, tal como identifica un letrero en latín, ‘la regia ciudad toledana’ representada con sus murallas, en las que destacan los torreones y las puertas de la urbe. En lo alto de los muros, los habitantes de Toledo miran hacia el exterior, donde tiene lugar el concilio. No hay duda en interpretar que de esta imagen podía deducirse lo que en alguna noticia documental se indica más o menos explícitamente: el pretorio estaba en una zona suburbana, al exterior del muro. Debajo se reproducen, en el segundo de los registros, dos templos con sus respectivos títulos escritos en latín: la ‘iglesia de María Virgen’ y ‘la basílica de San Pedro’42. Bajo estas imágenes arquitectónicas, un tercer registro, donde figura una escena conciliar, una sesión del concilio presidida por un obispo y los clérigos asistentes portando códices (clerici cum codicibus). Fig. 5. Planta del aula regia de Carlomagno en Aquisgrán Ocupa el registro inferior la representación de un (Según L. Hugot). campamento: tres tiendas de campaña (tentoria, papilio y tabernaculum) y dos percheros, de uno cuelgan los dogales de los animales (arbor cum docalibus), del otro, los cubos del agua y de la comida (uascula in ramis). En su momento consideré que este campamento representaba las tiendas de uno de los obispos que acudían al concilio. Aunque sigo pensando lo mismo, me asalta una duda: ¿al figurar los tres tipos de tiendas de los soldados, no se estará aludiendo al pretorio?43 El miniaturista del siglo X, o el creador original de la ilustración, teniendo que ilustrar el escenario de los concilios mediante una serie de hitos arquitectónicos tiró de los tópicos iconográficos de los que disponía. La idea de ciudad amurallada y el espacio extramuros del suburbio quedaban perfectamente ilustrados. El iconograma de templo representaba los habituales donde tenían lugar las sesiones. Estas se representaban con una iconografía de concilia que a estas alturas cronológicas podríamos considera clásica. Sólo le faltaba trasmitirnos la idea de que todo aquello formaba parte del pretorio; con este fin, acudió a la imagen de un pretorio romano en un campamento militar.

41 Un detallado estudio sobre la iconografía de esta imagen en Bango 2006: 110-121. 42 Son dos de los templos en los que consta que se celebraron los concilios toledanos. Aquí solo figura Sci Petri, en realidad se refiere al templo de los santos Pedro y Pablo. La denominación de uno como iglesia y el otro como basílica no tiene más trascendencia que la de recurrir a un léxico más rico. La abundante documentación conciliar se refiere a uno y otro templo de manera indistinta como iglesia o basílica. 43 Sobre los tipos de tiendas de los campamentos militares (Etimologías, XV, 10), no se olvide que el pretorio era el núcleo donde residía el mando militar supremo.

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Fig. 6. Los concilios toledanos. Ilustración del Emilianense (fol. 129 ) y Albeldense (fol. 142).

De las iglesias pretorienses/palatinas de Toledo una tiene un mayor prota gonismo: la de los Santos Pedro y Pablo. Además de las reuniones conciliares, se celebra aquí la unción del monarca y la entrega de la cruz cuando el ejercito encabezado por el rey emprendía la marcha para el combate. Hemos comentado como Alfonso II para dar credibilidad a su condición regia se había hecho ungir como los monarcas visigodos y, por otro lado, la importancia de la cruz como signum salutis es indiscutible en la monarquía ástur.

Posiblemente uno de los pasajes más interesantes para la historia guerrera del reino ástur se encuentre en las rubricas ceremoniales del Ordo quando rex cum exercitu ad prelium egreditur. Tal como afirmó Ferotin “se ve en él que ha sido redactado a partir de la escena misma de la partida de un rey visigodo para la guerra al frente de su ejército” (Férotin 1904 : col. 149, not. 1). Se trata de la entrega, al rey, de la cruz de

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oro conteniendo una reliquia de la cruz de madera del Señor. Para Ferotin la ceremonia tenía lugar en la iglesia pretoriense de los Santos Pedro y Pablo. En la nueva edición del Liber Ordinum, sus comentaristas consideran que fue compuesto “durante la Reconquista en el siglo IX” y, más exactamente, bajo el reinado de Alfonso II (Janini 1991:46). No sé hasta qué punto el ordo y sus rubricas fueron adobados en el siglo IX, pero en la oración todavía se sigue expresando de manera muy explícita que la ceremonia tiene lugar en la iglesia de los Santos Pedro y Pablo que identificaba Ferotin44. Pienso que el espíritu de esta ceremonia queda perfectamente ilustrado en un triente áureo del rey Wamba45 (Fig. 7). El busto del rey se representa de perfil a la derecha, con casco cónico (spangenhelm) y enarbolando la cruz46. Sólo nos Fig. 7. Triente áureo de Wamba, conservado en el Museo faltaría poder señalar cuál fue la capilla del Provincial de Jaén (© Abad). conjunto palatino de Alfonso II, donde tuviera lugar esta ceremonia. Es posible que, al igual que en Toledo, hubo al menos dos espacios con esta denominación: La Cámara Santa y San Tirso. Son tan complejas la interpretaciones funcionales de ambos templos que, al no interferir en un mejor conocimiento de las dependencias civiles del palacio, prefiero dejarlo para un estudio monográfico de las mismas. Lo que no hay duda, o al menos a mí no me lo parece, es que la imagen regia de la moneda de Wamba responde al espíritu bélico que informa a un miles Dei como el monarca visigodo una vez que ha recibido el “lábaro” que le ha de llevar a la victoria. Espíritu e iconografía que se volverían a repetir con Alfonso II, quien, con su cruz donada a San Salvador, podía emprender una contienda militar cuyo final ya estaba escrito sobre la misma: HOC SIGNO TUETUR PIUS / HOC SIGNO UINCITUR INIMICUS.

Hasta aquí lo que no me parece dudoso de estructuras arquitectónicas “civiles” que constituían el conjunto palatino de Alfonso II siguiendo la información de las crónicas. En cuanto a la relación del protocolo palatino con los edificios religiosos de su inmediato entorno prácticamente nada se nos informa, tan solo podemos hablar con absoluta propiedad y certeza del cementerio real.

5. EL CEMENTERIO REAL Y LA LEGITIMIDAD DE UNA MONARQUÍA FUNDAMENTADA EN EL LINAJE DE LEOVIGILDO Y RECAREDO

La teoría del reino de Alfonso II basaba uno de sus fundamentos esenciales en el concepto del monarca y el linaje al que pertenecía. Sólo se podía hablar de unos “reyes visigodos de Oviedo” si estos eran, por el linaje de la sangre, los herederos directos de los reyes visigodos. A este respecto se entiende mejor como las crónicas introducen este aspecto, señalando como Alfonso I era ‘descendiente del linaje de los reyes

44 En estos términos se expresa la oratio del Ordo XLVIII: et ab hinc de presentia aeclesie apostolorum tuorum petri et pauli procedens (Idem p. 146). 45 La moneda, conservada en el Museo Provincial de Jaén, ingresó en esta institución procedente de las excavaciones de la Plaza de Cambil nº 2. Tiene un diámetro de 2 cm y fue acuñada en la ceca de Toledo. 46 F. López Sánchez ha estudiado el simbolismo de este tipo de moneda con representación del busto del monarca (López 2009: 176).

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Leovigildo y Recaredo’ (Crónica Ad Sebastianum, p. 207). La importancia que se daba al linaje de los monarcas exigía un tratamiento monumental que lo perpetuase en el imaginario representativo del reino. Alfonso respondió a esta necesidad creando un panteón real según nos informan con precisión las crónicas.

El cronista nos informa de una construcción añadida en la parte occidental de la basílica de San María: in occidentali parte huius uenerande domus edem ad recondenda regum adstruxit corpora (Ad Sebastianum, 21, p. 139); es decir, en la parte occidental del templo de Santa María construyó una dependencia destinada a dar sepultura los cuerpos de los reyes. La Rotensis, a la muerte del monarca, se limita sencillamente a dejar constancia de que este descansa en su tumba: in tumulo in pace quieuit (Rotensis 22, p. 142). La Ad Sebastianum es más explícita al hablar de un sepulcro de piedra en Santa María: Corpus uero eius cum omni uenerationes exequiarum reconditum in supra dicta ab eo fundata ecclesia sancte Marie saxeo tumulo quiescit in pace (Ad Sebastianum, 21, p. 141). Ramiro I, según la Rotensis, et Oueto in tumulo quiescit (Rotensis 24, p. 144). La Silense se refiere al lugar de enterramiento como ‘cementerio de los reyes’ de Oviedo: febre correptus, spirauit; qui in ciminterio regum Oueti tumulatur (Silense, p. 144). El cuerpo de Ordoño I corpore migrauit ad celum cuius artus Oueti tumulus tegit (Silense, p. 149). Y lo mismo se dice de Alfonso III, aunque tanto la del silense como la de Sampiro especifican el nombre del templo: Oueto in pace quiescit sub aula sancte Marie Dey genitricis.

Aunque este panteón regio no se conserva, tenemos un buen conocimiento de él gracias a descripciones antiguas y viejos dibujos. Los planos de Selgas (1908) y de Llano (1926), con ciertas diferencias que para lo que aquí nos interesa ahora no tienen mayor trascendencia, nos permiten hacernos una idea de su ubicación y forma47. Se trata de un espacio cerrado, dispuesto a manera de contraábside en la parte occidental de la nave central. En época moderna se documenta la comunicación de este espacio con la nave central con “una puerta pequeña, con red de hierro muy antigua”. Desconocemos si los reyes visigodos tuvieron la misma idea sobre la construcción de un panteón real, pero en todo caso, aunque las fuentes que manejamos sobre enterramientos de reyes visigodos son de dudoso origen y problemática confirmación arqueológica, no parece que existiera. Alfonso, necesitado de un edificio emblemático para la monarquía y desconociendo la existencia de un panteón regio toledano, recurrió a una solución de espacios funerarios para privilegiados que se conocía perfectamente en época hispanogoda. Algunas iglesias contraábsidadas hispanas, de origen africano, muestran su segundo ábside con un cimiento corrido que evidencia un espacio cerrado con un muro pleno, cuyos vanos, que muy seguramente los tuvieron, no somos capaces de reconstruir, ni siquiera de manera ideal. Sin duda, algunos de estos ábsides pudieron servir de habitationes sepulchri, donde se enterraban personajes ilustres como en algún caso se citan prelados en las fuentes literarias. Ya en 1991 publicaba las plantas en paralelo de Santa María de Oviedo según Selgas y la iglesia de Huerta de Nicomedes (Gerena) según Fernández Gómez48 (Fig. 8) (Bango 1992: 100-103). Seguramente, dado el catalogo de edificios de los siglos V al VIII conocidos en su época, Schlunk habla de la singularidad del panteón ovetense. En la década de los 90 del siglo pasado ya no era posible sostener esta tesis, teniendo en cuenta las publicaciones que por entonces ya había publicado49. El recalcitrante grupo de investigadores preocupados por las relaciones ultramontanas, más allá de lo posible, han vuelto a especular, sin ningún tipo de criterio con soluciones francas, carolingias, etc. La idea de ubicar el cementerio real en un espacio a occidente del templo, comunicado tan solo por un acceso que se abre a la nave central, será tomado como modelo en el panteón de los reyes en León (San Juan y San Pelayo/San Isidoro de León), con una clara intención política de enfatizar el pasado ovetense de la monarquía.

47 Sobre los textos y los planos y su base para la reconstrucción del panteón ovetense vid el excelente estudio de Castro sobre la morfología de los edificios asturianos (García 1995: 404 – 406). 48 El edificio fue dado a conocer por Fernández y Alonso-Lasso 1987: 105-198. Con el paso del tiempo se ha consolidado su tipología y función funeraria por diferentes especialistas preocupados del tema (Sánchez et alii 2015: 239, nota 32). 49 Además de mis trabajos de los 80 y 90 del siglo XX, volví al tema en la obra Summa Artis (Bango 2007).

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Fig. 8. A. Planta de Santa María (según Selgas, 1908). Planta de la basílica de la Huerta de Nicomedes (según Fenández, Alonso y Lasso 1987).

A veces planteamos una tesis a partir de afirmaciones previas que en realidad no indican lo que dice. Un estudio reciente de Santa María parece ‘descubrir’ que esta iglesia no era panteón regio en su origen. Afirmación que nos extraña, pues evidentemente, y como en el mismo estudio se dice, lo que la crónica indica es que al muro occidental de la iglesia, ya construida, se adhirió una estancia para sepultar los cuerpos de los reyes (Borge 2014:147-153). De esto, se deduce que la función primera de Santa María no fue la de ser panteón, luego no se puede considerar iglesia funeraria. Es lógico y creo que esto no lo discute nadie. Sin embargo igual de evidente es que, una vez construido el panteón, su importancia emblemática

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confirió como valor añadido a la iglesia su carácter funerario. ¿Qué se impuso en la sociedad que “vivió” este edificio? ¿la función original? ¿la segunda? o ¿ambas? Desde luego lo que no dicen las crónicas, ni ningún documento de época, que esta fuese ecclesia minor y mucho menos que figure como complemento funcional de una iglesia catedral. Durante el reinado de Alfonso II, y esto es lo importante, ninguna fuente documental recoge de manera indubitable la existencia de una catedral. Los especialistas en historia de la Iglesia tendrán que trabajar en este sentido, ya que en realidad hasta ahora se han movido en un plano meramente especulativo e impreciso.

6. RAMIRO I Y EL CONJUNTO PALATINO DE NARANCO. DE LA POMPA CONSULARIS Y LA PIEDAD DE UN MONARCA

Resulta desesperante que el complejo palatino cristiano más importante de la España altomedieval todavía siga siendo un gran desconocido. Se ahonda más en la decepción, si tenemos en cuenta que contamos con una buena información cronística que lo documenta, y hemos conservado los dos edificios más significativos del conjunto50.

La historiografía sobre Naranco ha sufrido un cambio interpretativo de su función muy considerable. Para Schlunk fue ‘residencia de reposo’, donde no había un edificio propiamente representativo de la institución regia y, por encima de todo, era un lugar ameno donde una arquitectura dotada de belvederes terminaba fundiéndose con la naturaleza de su entorno (Schlunk 1947: 346-369). Siguió así una propuesta explicativa de los edificios “para disfrutar del campo, en un lugar ameno, cercano a la ciudad, siguiendo la tradición romana de las villas o quintas de placer” (Bonet 1967: 132). Frente a esta visión lúdica de la arquitectura ramirense, ha terminado por imponerse una postura radicalmente diferente: el complejo palatino de Naranco se explica por el enfrentamiento político entre Ramiro I y su oposición. Es decir, se pasa de una arquitectura palatina, más o menos lúdica, a una arquitectura de resistencia, militar, que garantice la seguridad de un príncipe frente a otro. La propuesta de Arias ha elevado esta postura a sus últimas consecuencias: ‘Ello supuso el mandato regio simultáneo en pleno siglo IX de dos Cortes palatinas con sus centros de poder en lugares geográficos muy próximos al suburbium de Ovetao, Naranco y Santullano’ (Arias 2011: 9-28).

Antes de proceder a la interpretación funcional de los dos edificios, me gustaría hacer algunas observaciones sobre la tendencia historiográfica más reciente. En principio resulta muy sugestiva, especialmente si la incluimos en una tendencia general de buscar segundas y terceras lecturas al imaginario que se nos presenta ante nosotros. Hoy por hoy, mientras que la arqueología no nos aporte nuevas informaciones, en la arquitectura de Naranco no descubrimos otra cosa que unos edificios cuyas formas trascienden con facilidad hacia el paisaje del entorno. El palacio con sus grandes belvederes en sus extremos no ofrecía ninguna seguridad defensiva a los habitantes del complejo áulico. Si, tal como se está comentando, el complejo de Naranco representa un símbolo de poder y resistencia frente a Oviedo, poco se percibe. Por otro lado, las fuentes cronísticas son muy expresivas al respecto: las construcciones se emprendieron una vez que el monarca acabó con las guerras civiles (uella ciuilia). Sólo cuando se encuentre el muro perimetral que protegía el conjunto, del que por ahora no sabemos nada, podremos definir su verdadero valor como una buena arquitectura militar en el contexto de la poliocértica de su época. Lógicamente, si la preocupación del monarca era su defensa personal, deberíamos encontrar una torre/baluarte. Como vamos a ver a continuación, los cronistas no destacaron del conjunto el aspecto militar, sino que nos describieron con absoluta precisión la estética arquitectónica y la importancia de los

50 Reproducir una bibliografía de referencia sería demasiado amplio. Creo que en las obras de García de Castro 1995 y Lorenzo Arias 2007 se puede encontrar la bibliografía básica. La específica que considero oportuna para una mejor comprensión del discurso de este trabajo se citará en una nota concreta en su lugar correspondiente.

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recursos técnicos. Lo hacen en tales términos de sentimiento “clásico” que, sino hubiéramos conservado los monumentos, pensaríamos que se trata de un topos literario.

El primer problema que las fuentes plantean: ¿Los edificios de Naranco se erigen por primera vez? ¿Existía una fundación previa? Las crónicas nada nos dicen al respecto, sin embargo el epígrafe del ara no deja lugar a dudas. Refiriéndose a Ramiro, consta en el ara la siguiente afirmación: renouasti [hoc] habitaculu(m) nimia uetustate consu(m)ptu(m)51. Sin duda la información de esta fuente es más directa, presumiblemente más exacta con la realidad que las noticias de las crónicas. Literalmente se dice: “renovaste/restauraste esta casa/santuario arruinada por su excesiva vejez”. En una inscripción mandada realizar por el constructor del edificio no se podía minimizar su obra. Por lo tanto se entiende que el templo de San María se erigió a partir de otro santuario previo. Las excavaciones del templo no han podido confirmar este extremo, sin embargo lo que dice el epígrafe no presenta nada que nos haga presumir manipulación alguna. A este respecto la cita de la inscripción abre una profunda brecha en el conocimiento del cristianismo en Asturias y sus asentamientos más antiguos.

Hagamos ahora un breve recorrido por las fuentes cronísticas y la información que podemos deducir de ellas. La Albeldense es la más pobre de todas estas noticias: In locum Ligno ecclesiam et palatia arte fornicea mire construxit (Albeldense, p. 175). Habla de una sola iglesia y se refiere en plural al conjunto de edificaciones que constituyen el palacio; tanto iglesia como edificios palatinos estaban abovedados. La Rotensis no se fija en la funcionalidad de los edificios, llamando la atención sobre los recursos técnicos que permiten abovedamientos y no el empleo de cubiertas de madera: Postquam a uella ciuilia quieuit, multa edificia ex murice et marmore sine lignis opere forniceo in latere montis Naurantii duo tantum miliariis (Rotensis, p. 144). La Ad Sebastianum, según es habitual en este cronista, da rienda suelta a su admiración por la decoración y la técnica con comentarios muy atinados: Interea supra dictus rex ecclesiam condidit in memoriam sancte Marie in latere montis Naurantii, distantem ab Oueto duorum milia pasuum mire pulchritudinis perfecteque decoris et, ut alia decoris eius taceam, cum pluribus centris forniceis sit concamerata, sola calce et lapide constructa; cui si aliquis edificium consimilare uoluerit, in Spania non iueniet. Multa etiam non longe a supra dicta ecclesia condidit palatia et balnea pulcra atque decora (Ad Sebastianum, p. 145; Arias 2011: 10). Se vuelve a insistir en las bóvedas y la decoración monumental del templo de Santa María, con una interesante descripción de las bóvedas a distintas alturas y siguiendo ejes diferentes, en clara interpretación de este sistema de bóvedas que todavía podemos adivinar en lo conservado. A continuación se refiere a los edificios del palacio que no estaban muy lejos de este templo, como vemos, aunque distingue entre dependencias palatinas y baños, su expresión es tan genérica que apenas nada podemos deducir52.

La Crónica silense, tan buena conocedora de lo astur, no se limita a reproducir la opinión de las crónicas del ciclo asturiano, sino que añade detalles que sólo podía saber por conocimiento directo53.

51 La lectura completa de este epígrafe no ofrece grandes dificultades para su comprensión: + CHRISTE : FILIUS : DEI : QUI IN UTERO . UIRGINIS : BEA[TA]E MARIAE : INGRESSUS : ES : SINE : HU // MANA : CONTEPTIONE ET EGRESSUS SINE CORRUPTIONE : QUI P(ER) FAMULUM // TUU(M) RANIMIR[(U)M P]RINCIPE(M) GLO(RIO)SV(M) CV(M) PA(TER)NA RE(GIN)A CONIUGE . RENOUASTI [HOC] HABITACULU(M) NIMIA UETUSTATE CONSU(M)PTU(M) : E[T PRO] EIS AEDIFICASTI HANC HARAM BE[NEDIC] TIONIS . GLO(RIO)SAE : S(AN)C(TA)E MARIAE : IN LOCU(M) . HUNC . SU(U)M : EX[AUDI EOS] DE CAELOR(UM) HABITACULO TUO ET DIMI[TTE PECCA] / /TA [E]ORV(M) . QVI UIUIS ET REGNAS . P(ER) [INFINIT]A . S(AE)C(U)LA . S(AE)C(U)LOR(VM) AMEN. [DI]E VIIIº K(A)L(EN)D(A)S . IULIAS : ERA DCCCLXVI (Se me perdonará que, para una mejor comprensión, realice la irregularidad de unificar las letras u/v en sólo u). 52 La traducción de Bonnaz va más allá del texto, introduciendo términos que no figuran en él, pero que podrían ser interpretables. A este respecto vid en la Rotensis como figura una ‘piedra calcárea’ etc. (p. 54) . 53 Así lo expresan sus editores (p. 144, nota 93). También podría ocurrir, tal como comentamos más adelante, que se hubiera servido de una fuente más antigua pero de un conocimiento directo de la edilicia ramirense en Naranco.

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Además de insistir en las características técnicas y estéticas de los edificios, nos informa del cambio de función de uno de los edificios y una nueva advocación de la capilla palatina: multa duobus ab Oueto miliariis remota, ex murice et marmore, opere forniceo, hedificia construxit. Siquidem ad titulum archangely Michaelis in latere Naurantii montis adeo pulcram eclesiam fabricauit, quod quicumque eam vident, testantur se secundam ei pulchritudine nusquam uidisse.Quam Michaely victorioso archangelo bene conuenit, qui diuino nutu Ramiro principi vbique de inimicis triumphum dedit. Fecit quoque, in spatio LX pasuum ab eclesis, palacium sine ligno, miro opere inferius superiusque cumulatum, quod in eclesiam postea versumm, beata Dey genetrix uirgo Maria in ibi adoratur (Silense, p. 144). El templo de Santa María del que conocemos su fecha exacta de consagración, 23 de junio de 848, que debe coincidir con el final de la obra, pasa ahora a estar bajo la advocación de San Miguel. Tal patronazgo es explicado porque su patrocinio facilitó al monarca su triunfo en el combate. La advocación original, la de Santa María, ahora será la titular del templo que se constituyó en el palatium. El cronista nos describe con exactitud la morfología de este: de dos pisos, abovedados ambos. ¿Cuándo se produce este cambio? Algunos han considerado que fue en tiempos del propio monarca fundador. No lo creo posible, pues desde que se inauguró el templo tan solo le restaban a Ramiro apenas 16 meses para su muerte. Un documento poco fiable, pues pertenece a la colección manipulada por Pelayo nos informa que, en abril del año 857, existían en Naranco dos iglesias bajo la advocación de San Miguel y Santa María respectivamente54. Si este dato no lo podemos mantener, y podríamos mantener argumentos en sentido positivo y negativo, al menos desde el siglo XI existían los dos templos tal como recoge el silense. A partir del siglo XII, figuran diversas referencias que nos confirman la existencia de ambos templos.

7. LA CAPILLA PALATINA DE NARANCO

La conocida todavía hoy como iglesia de San Miguel, en su origen de San María fue la iglesia palatina del complejo áulico de Naranco. Lo más probable que la iglesia tuviese su altar principal dedicado a la Virgen, pero que un segundo altar correspondiese a una segunda advocación, el arcángel Miguel, y todavía habría una tercera advocación de la que ignoramos su nombre. Todos coinciden en aceptar que la cabecera era tripartita, circunstancia que nos remite a la existencia de tres altares.

Con la documentación que disponemos no podemos explicar porque se produjo un traslado de la advocación principal. Nuestra respuesta será siempre especulativa: el edificio del palacio dejó de tener uso después de la muerte de Ramiro. Todavía, en el siglo IX, no creo que el edificio se arruinase, pues la información de los dos templos parece sucederse sin solución de continuidad. ¿Cuándo se hundió el edificio? Carecemos de Fig. 9. San Miguel de Lillo desde el Este (© I.G.Bango).

54 Donación de Ordoño I a San Salvador, del año 857: In latere etiam montis Naurantii, uillam que dicitur Linio, et aliam que dicitur Suego, et alliam uillam in Castro, ecclesias etiam Sancti Michaelis et Sancte Marie subtus Narantium (Josefa Sanz: doc. 10, p. 473).

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información al respecto pero, si hacemos caso de la construcción del ábside de testero recto, que se dispuso como cabecera, esto no sucedería antes del siglo XIII (Fig. 9). Ignoro porque todos datan esta parte del templo actual en el siglo XI, me parece que la estructura de los muros y la concepción de la saetera corresponden a una arquitectura popular y puramente inercial que, como muy pronto, habría que datar en el siglo XIII, incluso con intervenciones historicistas decimonónicas.

Del templo original, tan solo conservamos la estructura tripartita de los pies y el primer tramo de las tres naves, contiguo a esta. En su proyecto original era un edificio de tres naves totalmente abovedadas siguiendo una fórmula bien documentada por una réplica posterior, Santa María de Lebeña. Aunque no podemos entrar aquí en todo un análisis del edificio, si me interesa dejar claro el aspecto estructural de su parte más occidental (Fig. 10). En el centro de la planta baja se encuentra un pórtico flanqueado por dos edículos; estos facilitan el acceso a las escaleras que conducen a la tribuna. En la planta superior, a los lados de la tribuna, se organizan dos soluciones idénticas. Una puerta permite la entrada de cada escalera al ámbito central, mientras que en paralelo a la caja de cada escalera se dispone un pequeño edículo, a estos se entra, desde la zona central, por sendas puertas concebidas de manera simétrica a las puertas de las escaleras (Fig. 11). Edículos y escaleras corresponden al proyecto original, y fueron edificados en el proceso lógico de construcción55.

Los templos palatinos con una disposición tipológica de forma basilical eran habituales en la tradición arquitectónica de la más Alta Edad Media, aunque el condicionamiento de las reliquias del príncipe terminasen por definir un edificio áulico confundido con tipologías martiriales o de relicario. No merece la pena, por muy conocida, entrar aquí en la tesis clásica de Grabar (martyrium). El aspecto más distintivo de San Miguel como edificio real, es la adecuación de los espacios penitenciales a los usos de una capilla palatina. Si observamos lo que es norma para la ubicación de las celdas penitenciales, veremos que estas aparecen pareadas y simétricas, adecuándose a la concepción arquitectónica de esta parte occidental del templo. En Santa Cristina de Lena, los espacios penitenciales se adaptan al espacio disponible bajo las escaleras. La pequeña puerta de acceso a cada una de las cámaras está pensada en la obligación de agacharse y sufrir al entrar en el espacio de los penitentes (Fig. 12 B). En Valdediós, las celdas penitenciales se colocan, a uno y otro lado, del pórtico occidental (Fig. 12 A). Los accesos, muy bajos tienen el mismo sentido de castigo/sacrificio que corresponde a los penitentes. En Lillo la parte occidental del templo adopta un importante aspecto monumental, muy cuidado en la organicidad del conjunto. Las celdas, como están destinadas a la pareja real se sitúan en un espacio restringido al uso regio, el nivel de la tribuna real56.

Sobre la rica decoración de este templo, solo me ocuparé, en el último de los apartados de este breve estudio, de los relieves de las jambas. Sobre el traslado de piezas de un edificio al otro no creo que se pueda afirmar eso de los arcos de las puertas de la tribuna, tal como asegura Lorenzo Arías (2011). Sobre la ubicación de las jambas, ofrecen dudas en su situación actual y ofrecerían las mismas dudas si se encontrasen donde nos informa este investigador. Para concluir este apartado quisiera volver a un tema que ya he tratado anteriormente, pero que me parece oportuno volver a retomarlo aquí y ahora. Al analizar la interpretación de muchos, que consideran el programa iconográfico de Santullano como una manifestación más de las capillas palatinas de la órbita carolingia, les invitaría a que verificasen una afirmación tan gratuita como la que sostenían. En Santullano hay una pintura de arquitecturas, en su sentido más genérico estas representa un carácter áulico. Pero en este templo lo que hay es una manifestación de un programa anicónico, muy propio de elites eclesiásticas, pero que desde luego no tiene

55 Esto parece no ser tenido en cuenta por los que piensan que ha existido una reordenación escultórica posterior, reutilizando relieves procedentes de otros edificios. 56 He venido estudiando este tema desde 1980, y he hecho alusión a ello en numerosas publicaciones. En donde se puede ver con más detalle el tema es en Bango 1997 y 2001.

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Fig. 10. San Miguel de Lillo. Planta baja de la parte conservada. Planta del piso de tribuna (© I.G. Bango). Sección de la parte occidental (según Monumentos Arquitectónicos de España, 1877).

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Fig. 11. Puerta de uno de los ámbitos penitenciales de la tribuna de San Miguel de Lillo y puerta de acceso a una de las escaleras (© I.G.Bango).

Fig.12. Cámaras penitenciales en el cuerpo occidental. A. San Salvador de Valdediós. B. Santa Cristina de Lena (© I.G.Bango).

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eco en el arte propiamente palatino e imperial de Carlomagno y sus sucesores que, como todos sabemos o debiéramos saber, recurría a complejos programas figurativos. La decoración de la capilla palatina de Naranco, con sus basas figuradas según criterios bien definidos por Isidoro de Sevilla y con diversidad de temas historiados, ya sean pictóricos o esculpidos, responde a criterios absolutamente diferentes a Santullano.

8. EL PALATIUM DE NARANCO

Curiosamente las fuentes cronísticas del llamado ciclo ástur no hacen gran caso de las dependencias propias del palacio. Los palacios, sin especificar tipo de dependencia, son señalados por la Albeldense junto con la capilla palatina, y admirados todos por su abovedamiento. La Rotense celebra los edificios, pero no distingue ninguno por su función, aunque no se olvida de alabar los materiales y las bóvedas. La Ad Sebastianum, además de suministrarnos una interesante descripción de los materiales y recursos técnicos empleados, nos informa de la capilla palatina, hasta ahora simplemente citada como ecclesiam, y que su advocación correspondía a Santa María. Para lo que nos interesa ahora, señaló que estaba “no muy lejos de esta iglesia57 -palatina/Santa María- y fundó palacios y baños bellos y adornados”. No tenemos más remedio, si no queremos lanzarnos a la especulación por la especulación, que limitarnos a decir: palatia son diversas dependencias del rey con sentido de representatividad; balnea no serían otra cosa que simplemente los baños. Para el plural del término balnea/baños debemos pensar que se está hablando de un solo edificio, tal como se entiende el término y el mismo edificio durante la Edad Media58. La Cronica silense nos informa que se construyó un palacio ‘sin madera, obra admirable, abovedada en la planta baja y en la superior, que después sería transformada en iglesia, dedicada a Santa María’. Como ya hemos apuntado, el buen conocimiento de los edificios que muestra esta crónica de época románica, tal vez haya que atribuirla a la existencia de un texto cronístico próximo a los hechos que se narran. De esto se podría afianzar aún más la opinión de que la trasformación se produjo después de la muerte de Ramiro I, seguramente la de Ordoño I y transcurrido gran parte del reinado de Alfonso III, puesto que la crónicas del ciclo ástur nada nos informan al respecto.

La Silense todavía nos permite un mejor conocimiento de los palatia del complejo ramirense. Identifica con precisión una de las dependencias palatinas, el palacium que hoy conservamos bajo la advocación de Santa María. Aunque no con una absoluta contundencia, pues los textos no son más explícitos, se podría pensar que esta dependencia, que hoy admiramos, era la más representativa. Si comparamos los datos de las crónicas sobre los dos complejos palatinos, el de Alfonso II en Oviedo y el de Ramiro I en Naranco, nos daremos cuenta de la enorme distancia que existe en su tamaño y representación institucional. En el cuadro siguiente podemos encontrar toda la información cronística que disponemos. Los dos palacios contaban con dependencias, que en principio podríamos considerar, grosso modo, idénticas: palatia y balnea. En Oviedo, además de estas dependencias, figuran otras bajo la referencia de triclinia y domata o ambas bajo un genérico más amplio promptuaria. Como nos dicen las crónicas, ellas estaban destinadas a los servicios del reino (omnia regni utensilia) entendidos estos en relación con las funciones de la casa del monarca. Y no faltan los cuarteles de la guardia real (pretoria). De todo este tipo de dependencias que citamos en Oviedo, no encontramos ninguna referencia en Naranco. Por lo menos, tal como ya hemos apuntado, la parte castrense debía tener un gran protagonismo si tuvieran razón aquellos que defienden en Naranco un núcleo de resistencia del monarca.

57 Conviene recordar aquí la enorme diferencia de lo que dicen estas crónicas con respecto al templo de San Julián de los Prados. Este último “estaba bastante lejos del palacio”. 58 Los llamados baños, entre cristianos, musulmanes y judíos, son de formas y técnica claramente romanos. Y con respecto a su expresión en plural (balnea), esta siempre se refiere a un único conjunto arquitectónico.

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Complejo palatino de regalia palatia Balnea triclinia uel domata pretoria Alfonso II en Oviedo

Complejo palatino de regia palatia Balnea Ramiro I en Naranco

El edificio nos es conocido bien en su concepción estructural y estética, es posible adscribirlo a una función muy genérica, pero bajar al detalle de su uso no deja de ser una mera especulación que, hoy por hoy, siempre estará al albur de nuevas especulaciones o hallazgos en el conjunto o en la información paralela. En las líneas que siguen me limitaré a subrayar los aspectos que me parecen que unánimemente podría aceptar una gran mayoría de los especialistas, procurando evitar los excesos interpretativos.

La información de la Silense nos aclara de manera indiscutible que esta es una de las dependencias palatinas del conjunto. Obsérvese que las otras crónicas se referían a estas en plural, mientras que ahora se cita solo en singular: palacium. Dado que todo indica que el lugar fue amortizado como conjunto palatino muy pronto, la dependencia palatina más importante, o al menos la más monumental, se convertiría en iglesia. Es un edificio de planta rectangular, 20 x 6 m, de dos pisos abovedados (Fig. 13). La planta baja está dividida en tres estancias. La más oriental con acceso desde el espacio central, se ilumina con un orden de ventanas. El suelo mucho más bajo que el resto de la planta. La presencia de un desagüe de cerámica ha favorecido la opinión generalizada entre los expertos de que aquí estarían los baños reales. Desde luego a partir de la información cronística que tenemos, los baños constituían un edificio propio. El espacio central solo tenía acceso desde la fachada septentrional, en una puerta abierta bajo el modulo de la escalera. La última estancia está aislada de las otras dos, sólo se puede entrar en ella por una puerta abierta en la fachada occidental. De manera tradicional se ha querido ver esta habitación como la residencia de un

Fig. 13. Planta del primer piso del palacium de Naranco. La representación de la escalera septentrional es meramente especulativa (© I.G.Bango).

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cuerpo de guardia, me parece una interpretación meramente especulativa. En la fachada lateral septentrional, un cuerpo prismático articula una escalera de doble tiro que permite acceder al gran salón del primer piso. Haciendo pendant con el cuerpo de escalera, en el exterior del muro meridional se detectan restos de un edículo que no ha sido interpretado de manera unánime, incluso se ha llegado a negar su existencia en el proyecto original. La primera planta tiene un gran salón, flanqueado en sus extremos por sendos miradores a manera de logia. Aunque nada consta de su exacta función, es evidente que estamos ante el gran espacio de representación del conjunto.

Este gran salón con una potente articulación muraria, producida por una arcada continuada sobre columnas entregas. El arquitecto ha sabido combinar lo funcional puramente arquitectónico con la decoración significativa en relación con el espacio. Las bóveda de cañón sobre fajones requiere, si no se quiere ir a un muro de soporte muy rotundo y pesado, a un típico muro romano armado por arcos. Los cuatro muros perimetrales disponen en su centro una puerta. Esto durante mucho tiempo me ha confundido a la hora de señalar un lugar que se destinase a un sitial regio eminente. Pensaba en un espacio absidado o con una especie de baldaquino, siempre siguiendo prototipos bien conocidos en el leguaje imaginario al uso. Los que entraban en este salón por el único acceso posible, la puerta de las escaleras de la fachada septentrional, se encontraban con el rey sentado en su solio bajo un arco. Este arco ocupaba el centro de la arcada corrida del muro, a partir de él los arcos se van haciendo progresivamente más estrechos y ligeramente más bajos (Fig. 14). El recurso del tamaño no es un error de cálculo, se ha buscado para enfatizar la jerarquía del central. Es el ritmo decreciente de la arcada, a ambos lados del arco destinado a enmarcar el solium, es el que confiere al conjunto el sentido de jerarquía que la figura regia requiere. Arcadas de puertas monumentales, arcos de triunfo, fachada de palacios (Porta Triumphalis), la arquitectura que enmarca las imágenes oficiales del emperador y su corte y un largo etcétera constituyen el referente tradicional de la clásica escenografía regio/imperial, que será continuada durante toda la Alta Edad Media. Podría citar también algún ejemplo omeya, pero para evitar, desde mi punto de vista, la errática interpretación que en los últimos tiempos se hace de la cultura asturiana y de la omeya, prefiero no ahondar más en el error. He dicho error porque esta postura parece

Fig. 14. Muro meridional del salón del palacio de Naranco. Dibujo a partir de Monumentos Arquitectónicos de España (1877), modificado el fondo del arco central.

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ignorar la realidad del origen de lo omeya y el indiscutible peso de la romanidad hispana, y en este caso la asturiana en particular59.

Identificada la que podía ser una lógica interpretación del primer piso del palacio como espacio representativo, podríamos ampliar las funciones del mismo. Si queremos trascender esta lógica interpretación de las formas arquitectónicas, podemos siempre y cuando se sea consciente que hoy por hoy carecemos de apoyos documentales. Los dos belvederes de los extremos60 tienen un suelo de madera, bajo éste están las dependencias respectivas, aquí no existe bóveda. Por lo tanto, aunque no es muy ancho, al construirse se tenía claro que este espacio iba a ser de uso restringido. El gran salón contaba con una infraestructura que aguantaba el peso de los asistentes a las audiencias regias, mientras que los extremos no preveían una ocupación ni siquiera proporcional al espacio. ¿Cómo se solucionaba la visibilidad del monarca en las grandes solemnidades? En principio parece lógica la respuesta. El edificio estaba concebido de una manera anfipróstila (Fig. 15), las dos fachadas, salvo la inevitable ubicación de la puerta del llamado cuerpo de guardia en una de ellas, son idénticas. La imagen “epifánica” del monarca desde uno de estos miradores aparecía enmarcada por el mismo recurso escenográfico que hemos comentado al interior: Un gran arco central flanqueado por dos más pequeños. El monarca, ante su pueblo, se colocaría en el centro del marco arquitectónico, bajo el arco que aparece flanqueado de dos ínfulas que penden de sendas cruces (Fig. 16). El monarca, ángel de Dios (angelus /minister Dei) se muestra enmarcado por las insignias de su poder (infulas/gallardetes), poder que ha recibido de Dios mediante la unción. Se podía ir algo más lejos en esta interpretación especulativa, aunque sin perder la lógica. Además de lo dicho, la fachada podrá interpretarse en tres niveles jerárquicos: el suelo, destinado al pueblo; en el segundo nivel, el monarca; y en lo alto, a partir de las cruces, el reino de los cielos. La triple ventana ciega sería la imagen de la Trinidad61.

Busquemos ahora el posible origen de las formas de este edificio y la tipología en la que se debe encuadrar. En primer lugar centrémonos en lo que tanta admiración causaba a los hombres que llegaron a vivir estos edificios: una sólida estructura abovedada en sus dos niveles. De siempre la historiografía asturiana señaló la hermandad constructiva que unía Naranco con la Cámara Santa. No quiero entrar ahora en la polémica de si esta última es de la época de Alfonso II o de Alfonso III, en todo caso

59 Muy tajante, aunque es la única forma de evitar la visión sesgada del tema, es el análisis crítico que realizan Uscatescu y Ruiz Souza (2014). Me parece increíble como todavía, en los albores del siglo XXI, se propagan tesis tan absurdas que no tienen presente un origen formal común para todos los territorios de la Europa romana, y no digamos ya el olvido en que se deja el patrimonio romano en África, para plantear originalidades o influencias que suponen dos o tres siglos posteriores. Creía que ya había pasado aquella forma de catalogar, donde una hojita, una flor o cualquier otro detalle servían de pista para montar una tesis de un nuevo origen del arte practicado en Hispania en cualquier etapa de la más alta Edad Media. Hemos tardado más de cincuenta años para desterrar la tesis de que un tal Tioda de origen armenio, o según otros simplemente oriental, había cruzado el mundo para renovar la arquitectura en el reino de Asturias. Ahora se habla ya de estos intercambios sin el menor rubor. Cuando todavía no contamos con el corpus de nuestros capiteles entre los siglos IV y VIII, he conocido a cuatro especialistas que lo han intentado sin el menor éxito, uno puede llegar a ver las relaciones de los hispanos, todavía sin una catalogación correcta, con los merovingios. Y no digamos nada de aquellos, que metodológicamente no habían tenido nunca en cuenta el problema del estilo, ahora se acuerdan de él y realizan una “revolucionaria” teoría del mismo. Por desgracia, esta teoría desconoce el significado de estilo y el hecho de que algunos historiadores llevamos mucho tiempo buscando un nuevo concepto del mismo, que se adapte mejor a la historia de las formas y así, a su vez, modificar la historia realizada a partir de los estilos (Bango: 2012). 60 Mantengo esta expresión porque es muy clara para trasmitir la impresión que causa a quienes los contemplan, aunque posiblemente no sea muy correcta. Por otro lado, en más de un siglo de historiografía asturiana se ha mantenido con enorme éxito este término entre los expertos y divulgadores de la arquitectura asturiana. 61 Es evidente que esta última interpretación no es otra cosa que una mera anécdota, aunque lógica. No puedo entrar aquí en una interpretación de la iconografía, que espero tener terminada a mediados del año que viene.

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Fig. 15. Las dos fachadas del palacio de Naranco (© I.G.Bango).

pertenecen a un mismo tipo constructivo62. Estructura que recientemente se ha relacionado con un interesante edificio, Santa Eulalia de Bóveda63. Fuera del Norte peninsular, más al sur y de época hispanogoda, ha sido estudiado y documentado un edificio que muestra un parecido muy estrecho con el palacio de Naranco: Los Hitos en Arisgotas. Poco sabemos de él, pero creo que con toda razón se ha puesto en relación con edificios clave del reino asturiano (Barroso et alii 2015). Si nos centramos en el tipo genérico que dio origen al palacium de Naranco pienso, al igual que Uscatescu, que Naranco debe ser incluido en el tipo de palacio que trasfiere a un piso superior las salas de recepción y banquetes según estudió para Italia Polci64 (Uscatescu 2013: 408 - 409). En este sentido tipológico habría que aceptar la tesis de Arias relacionando nuestro palacium con la laubia, pues en realidad estamos hablando de la misma tipología arquitectónica (Arias 2007: 206). Ahora bien reconocido el prototipo sería necesario fijar como llegó a Asturias. Desde mi punto de vista no pudo “venir volando”, como Tioda, desde Italia. Cuando ya hace más de treinta años, ponía el palacio de Harold como ejemplo funcional de Naranco, era consciente que estaba ante un prototipo antiguo que mantenía una forma y función que había sobrevivido

62 En este sentido, yo no corregiría una tendencia, ya clásica, de considerar la arquitectura asturiana como períodos rígidos perfectamente separados en los tres monarcas. Todo indica, que esta sub-periodización sólo es un recurso más didáctico que real. 63 La imagen de lo que podríamos considerar la nueva Santa Eulalia es espectacular, con su estructura de dos plantas totalmente abovedadas, y sus contrafuertes. Se debe a un equipo que con un cuidado método de trabajo ha conseguido señalar las fases de su construcción y trasformación (Blanco-Rotea et alii: 2009). Solo me permitiría hacerles una pequeña observación: no tengan miedo a la laxitud cronológica. La pintura de Santullano, si no hubiera estado tan bien documentada, los expertos, ya sigan los medios que emplean o los de otras técnicas y metodologías, las clasificarían como pinturas tardorromanas. No entiendo por qué entonces se tiene tanta medrosa preocupación de hacerlo, siguiendo con el error grave de considerarlas prerrománicas. Y en arquitectura pasa absolutamente lo mismo. 64 Como ya apunté antes, no creo que en esta secuencia se pueda incluir la cuadra/almacén de Recópolis .

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Fig. 16. Detalle de la fachada(© I.G.Bango). Fig. 17. Palacio del conde Harold en la Tapicería de Bayeux (© I.G.Bango).

en el transcurso del tiempo65. La relación entre ambos edificios era tan notable que resulta muy ilustrativo del carácter lúdico del palacio de Ramiro I. Durante la Edad Media la economía de medios llevó a ampliar las funciones que debían celebrarse en un mismo espacio, para ello era necesario acudir a los elementos mobiliares para adaptar la sala al fin que requería; así la sala del trono o de audiencias pasaba a ser el lugar del banquete, de los bailes, etc. Hemos visto como el salón de Naranco se destinaba fundamentalmente para servir de escenario al ceremonial del rey. La imagen del palacio de Harold nos muestra un palacio que nos evoca el ramirense (Fig. 17): abajo una estructura abovedada, seguramente destinada a servicios, mientras que en el piso noble se encuentra la sala de banquetes. Curiosamente, como en Naranco, los servidores utilizarán una escalera exterior para servir las viandas que se prepararían en el bajo. Solo faltan los belvederes que se abren al paisaje del entorno.

9. LA POMPA CONSULARIS SOPORTE DE LA IMAGEN REGIA

Indudablemente las dos jambas del pórtico de la iglesia palatina de Naranco, representando las dos hojas de un díptico consular, constituyen una de las imágenes monumentales de mayor fuerza expresiva de poder de la plástica altomedieval, no ya hispana, sino europea. Utilizadas como jambas de una puerta de un edificio confieren a este el valor que en el pasado pudo haber tenido la Porta Triumphalis en relación con el palacio imperial. He preferido separar el estudio de este díptico pétreo por el estado de opinión que se ha creado en los últimos años sobre lo que consideran su verdadera ubicación original. Caballero es el primero en señalar que las jambas y la decoración de la tribuna no corresponden al proyecto original del edificio (Caballero et alii 2006), después Arias acepta su interpretación y desarrolla un estudio sobre la imagen del poder (Arias 2010). Arias se encuentra tan convencido de que estos relieves no estuvieron en Santa María, y que si fueron pensados para el palacio de Naranco, que no duda en afirmar que ‘estudios precisos de carácter

65 Me refiero al palacio del conde Harold, cuñado de Eduardo el Confesor, último rey sajón de Inglaterra. Se representa en la conocida tapicería de Bayeux, tejida en el siglo XI. Los 37 edificios, civiles y religiosos, que se representan en el tapiz responden a edificios bien documentados en la arquitectura del primer románico.

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arqueológico y artístico lo confirman con un alto grado de confianza’. Personalmente no me convence demasiado que los relieves, tal como son, no ocupen su lugar original. Aunque sin conocer las piezas por su cara posterior y otros análisis del lugar en que se encuentran en la actualidad, no me atrevo a ser categórico del todo. Desde luego lo que no me convence absolutamente nada es el presunto sitio original. En todo caso, si me fuera posible buscar un lugar idóneo para las jambas, me hubiera gustado que hubieran enmarcado las puertas de acceso al complejo palatino.

Las jambas representan la forma del díptico de manera tan naturalista que el escultor no deja de reproducir las inflexiones del cuerno que se acusan en la forma de ciertas hojas de marfil aprovechando al máximo el cuerno (Fig. 18). Pero dicho esto, el detalle de las escenas es una composición que no se corresponde exactamente con ninguno de los dípticos consulares conocidos. Todos habla - mos del modelo, dando por buena una tradición historiográfica nada contrastada: el díptico consular de Areobindo, elegido cónsul de Constantinopla en 506. En realidad de esta

Fig. 18. Jambas de San Miguel de Lillo (© I.G. Bango). obra no se reproduce nada más que el cónsul flanqueado por dos funcionarios, está sentado en una silla (subsellium) manteniendo en la mano derecha la mappa que señala el comienzo de los juegos, mientras que en la izquierda sostiene el cetro. Viste la característica toga contabulata propia del imaginario tardorromano. Al igual que citamos el díptico de Areobindo podíamos referenciar tres o cuatro más que reproducen igual imagen, incluso con más exactitud: obsérvese como la acción de sostener la mappa no se corresponde con la del citado modelo, esta se dispone hacia abajo, sino con la de otros. El registro central se ocupa con una escena circense: un domador excitando a un león para que muestre su agresividad mientras que un saltimbanqui da una voltereta sobre un bastón. El tercer registro vuelve a repetir la primera imagen.

En primer lugar no creo que se pueda discutir, o al menos a mí me lo parece, que el escultor se inspira para componer su relieve directamente en un díptico de marfil que tenía presente; cosa que era muy probable, pues todavía se constatan “dípticos ebúrneos” en el tesoro documentado de las iglesias de la monarquía asturiana. Incluso puede ser que el tesoro real contase con alguno. De hecho, si las jambas reproducen una reelaboración convincente de un díptico, los elementos que faltan en las jambas, y que sin duda estaban en el original, se ven reproducidos por diferentes partes de los edificios de Naranco. Otra cosa muy distinta es el mensaje iconográfico y mucho más el iconológico, que, según mi parecer, debió llegar a Oviedo perfectamente codificado por el imaginario regio de época hispanogoda. La pompa consularis, con sus característicos dípticos y las ceremonias del circo, se habían integrado en la imagen imperial de manera decidida a partir del siglo IV. Será esta pompa la que sirva para conferir a los nuevos príncipes y reyes de Europa credibilidad, legitimidad y aspecto regio.

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ISIDRO G. BANGO TORVISO 1

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015 MYTRA 1, 2018: 319-323

POSTFACE – CONCLUSIONS

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“Las novedades arqueológicas de los últimos cinco años relativas a las arquitecturas de poder promovidas por las élites militares y civiles, suevas, visigodas y bizantinas, ha sido la principal razón que nos motiva a lanzar este volumen con el que nos gustaría contribuir al debate científico actual”: c’est ainsi qu’au terme de leur introduction, les éditeurs de ce livre en ont défini le propos. Contrairement à leur souhait, étant plus familier des Gaules que des Espagnes, je ne saurais prolonger dans cette postface le débat qu’ils ont ouvert en y versant une quelconque contribution. Mais je puis du moins porter sur le volume un regard extérieur: il autorise une appréciation d’ensemble, qui est on ne peut plus positive.

Le livre remplit bien en effet la double fonction que lui ont assignée ses concepteurs: il offre cet ample panorama de “nouveautés” qu’ils avaient annoncé et contribue par là à nourrir un débat scientifique dont ils ont pris soin d’exposer la problématique complexe dans les premières pages de leur introduction auxquelles on renverra pour plus de détail. Tout cela parce que les auteurs qu’ils ont su solliciter pour répondre au “cahier des charges” ainsi défini ont traité avec acribie et détermination les sujets d’étude qui leur étaient assignés, sans rien dissimuler des difficultés que pouvait rencontrer leur recherche.

Ainsi Marc Heijmans dans sa contribution sur la Gaule méridionale: après avoir rappelé que pendant l’Antiquité tardive “le pouvoir était là où était le roi”, il recense les sedes regiae des Wisigoths attestées dans le région par les sources littéraires et ce qui en est connu par l’archéologie, mais ce recensement met en évidence que les traces matérielles d’une présence wisigothique dans ces villes sont fort inégales, au point d’être souvent impossibles à appréhender sûrement. Et autant vaut pour l’étude de Rafael Hidalgo Prieto sur “Las sedes imperiales al final del Imperio: en torno a la interpretación de la arquitectura palatina tetrárquica”, qui livre une approche historiographique bienvenue, tant la recherche d’antécédents est capitale dans un ouvrage visant à étudier une architecture monumentale que ses promoteurs successifs ont tous voulu enraciner dans un passé qu’ils jugeaient prestigieux. Mais c’est pour conclure en ce domaine aussi à une aporie: “No es posible establecer un modelo-tipo de palacio tetrárquico – ni tan siquiera bajoimperial. Sólo existe una serie de “peculiaridades” que con mayor o menor frecuencia se repiten, constituyendo un importante compendio de indicios en ningún momento alcanzan el rango de norma”.

À quoi bon multiplier les exemples ? Tous iraient dans le même sens, montrant eux aussi à leur façon que l’étude des sources historiques, comme celle des données de fouille, convainquent également que le sujet assigné à ce livre relève d’une équation comportant trop d’inconnues pour qu’on puisse prétendre la résoudre véritablement un jour. Point de ktéma eis aei à attendre, donc, de la lecture des pages qui précèdent, mais – chose qui, à la réflexion, est autrement stimulante – l’esquisse d’une trajectoire

* Directeur de Recherche Émérite Au Cnrs, Aix Marseille Université, Cnrs, Mcc, Ccj, Centre Camille Jullian, F-13000, Aix-En-Provence, France. [email protected] MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 4/4/18 17:05 Página 320

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historico-archéologique qui a toute chance de fournir l’image la plus approchée qui soit de la réalité – du moins telle qu’elle peut être appréhendée grâce aux acquis de la recherche récente. Cette réserve, indispensable, ne saurait surprendre: l’historien, comme l’a écrit Michel Labrousse, n’est-il pas “obligé (...) de se contenter de ce qu’il connaît et de ce qui est”? Et il en va de même pour l’archéologue, bien entendu.

L’origine de cette trajectoire historico-archéologique est à rechercher en Gaule méridionale où l’archéologie peine largement à retrouver trace des Wisigoths, comme on l’a dit. Il n’est en effet que la capitale du “royaume de Toulouse” pour faire exception, à cause du palais qu’ils y ont sûrement crée dans l’angle nord-ouest de l’enceinte et du probable mausolée dynastique qui a été édifié face à lui, extra muros, à 150 m de distance ; sans parler, intra muros, de la basilique Notre-Dame-de-la-Daurade, siège plausible de la cathédrale arienne. Mais ailleurs, rien n’est connu pour Aire-sur-Adour et pour Bordeaux, et l’on dispose seulement de présomptions pour tenter de localiser les résidences royales de Narbonne et d’Arles, cette ville qui fut capitale impériale au IVe siècle et à laquelle ses nouveaux maîtres auraient dû de ce fait prêter une particulière attention. Ces carences tiennent sans doute pour une large part à des raisons que Marc Heijmans a bien mises en évidence: “Il est probable que les rois wisigoths ont pris possession des bâtiments de l’administration civique antérieure ; difficile dans ce cas de distinguer des traces d’une modification directement imputable à la présence des nouveaux maîtres.” De fait, sauf à Toulouse, l’évolution urbaine de ces sedes regiae ne diffère guère de celle des autres villes du Midi gaulois pendant l’Antiquité tardive, et suit seulement un rythme qui peut être légèrement variable de province à province.

Or le même trait se vérifie largement dans les Espagnes. Un exemple emblématique en est fourni par Mérida, qui doit sans doute d’abord à son statut d’ancien chef-lieu du diocèse d’Espagne d’avoir largement conservé dans le courant du Ve siècle sa parure monumentale héritée de l’Antiquité classique, même si elle avait largement perdu alors sa fonction. Mais cela peut tenir également pour partie à l’installation à Emerita de la cour des souverains Suèves au milieu du siècle, donc à l’accession de la ville au rang de capitale de leur royaume, en alternance avec Braga. Pourtant les fouilles, nombreuses et fort attentives aux réalités de l’Antiquité tardive, que Mérida a connues au cours des dernières décennies, n’ont livré aucun élément qui puisse être rattaché aux lieux de pouvoir des nouveaux maîtres, de sorte que le bilan que dresse pour ce siècle Pedro Mateos Cruz au terme de sa contribution reste très générique: “El s. V va a conformar un período de transición urbanística de la ciudad de la cuarta centuria, heredera y continuista del paisaje urbano de época altoimperial a otra realidad distinta, marcada fundamentalmente por el abandono de los principales edificios de carácter público que definían la ciudad clásica y la incorporación definitiva de una nueva cultura, el cristianismo, con nuevos polos de atracción popular”. Le même jugement pourrait être appliqué, presque mot pour mot, aux villes de Gaule méridionale.

Une absence plus radicale encore de lieux de pouvoir identifiables par l’archéologie se rencontre dans la cité de Carthagène, à laquelle Sebastián F. Ramallo Asensio et Felipe Cerezo Andreo ont pourtant consacré une relation qui étudie l’évolution urbaine sur la longue durée. Fondation des Barca, promue dès le milieu du Ier siècle avant notre ère grâce à Pompée, puis colonie julienne, la ville connaît une récession aux IIe et IIIe siècles au point de devoir être administrée par un curator rei publicae, puis une réelle renaissance économique au IVe siècle, que marque également son accession au statut de capitale provinciale. Le Ve siècle, quant à lui, se signale moins par l’invasion vandale, qui paraît avoir affecté la proche campagne et non la ville elle-même, que par un sensible remodelage de l’urbanisme qui coïncide – hasard ou fait exprès ? –avec l’installation temporaire de l’empereur Majorien, puis s’accuse au VIe siècle quand la reconquista byzantine fait, de nouveau, de Carthago Spartaria une capitale provinciale. On n’en connaît guère cependant qu’un quartier installé à l’emplacement du marché qui avait colonisé l’espace du théâtre aux siècles précédents, mais nul “fort byzantin”– du moins pour l’instant: réservons l’avenir ! C’étaient là cependant les derniers feux d’une romanité restaurée qui paraît avoir été abolie de façon violente au VIIe siècle du fait d’une autre reconquête due aux Wisigoths. Ainsi sont fermement dessinés les corsi e

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ricorsi d’une histoire urbaine qui n’épousent qu’imparfaitement, comme cela se vérifie souvent, ceux d’une histoire politique que les auteurs ont résumés à la fin de leur étude en citant Isidore de Séville: Afri sub Hannibale maritima Hispaniae occupantes, Carthaginem Spartariam construxerunt, quae mox a Romanis capta et colonia facta, nomen etiam provinciae dedit. Nunc autem a Gothis subversa atque in desolationem redacta est.

Font cependant exception les cas mieux documentés de Barcelone et de Tolède, qui tiennent les rôles respectifs de Narbonne et de Toulouse dans les Gaules, à cette différence près que l’évolution ultérieure de ces villes et les inégales opportunités qu’elles ont offertes à l’archéologie font que dans les Espagnes, c’est la première qui apparaît présentement avec le plus de clarté.

L’appréhension de ce que fut Barcelone pendant l’Antiquité tardive a en effet été profondément renouvelée au cours des dernières décennies grâce aux fouilles que Julia Beltrán de Heredia Bercero a conduites avec Charles Bonnet plaça del Rei, puis celles qu’elle a menées tout récemment sous la basilique des Saints-Just-et-Pastor. Cela l’autorise à esquisser dans ce volume un tableau de l’évolution urbaine qui convainc que les Wisigoths ont procédé dans cette ville à une véritable “remise en ordre” de la topographie antique. Le processus paraît avoir été engagé dès le Ve siècle, même si les traces archéologiques en sont encore ténues alors. La localisation à cette époque du palais des nouveaux maîtres plaza de Sant Miquel demeure en effet une hypothèse, comme le reconnaît l’auteure, mais bien séduisante en revanche est la thèse qu’elle défend d’une appropriation de la cathédrale par les ariens et d’un reflux concomitant de la communauté catholique vers la basilique des Saints-Just-et-Pastor, même si l’on ignore tout de ce que pouvait être cette basilique au Ve siècle. Cela expliquerait bien, de fait, les inflexions décisives que l’urbanisme de Barcino a connues au siècle suivant, grâce à l’installation auprès de la cathédrale, d’abord d’un palais comtal adossé à la muraille, puis d’une église cruciforme qui a participé de “ciertas operaciones, no exentas de marketing” décidées après la conversion du royaume wisigoth au catholicisme, telles le nouveau plan cruciforme donné alors à la cuve du baptistère de la cathédrale et la titulature de Sainte- Croix que cette dernière a reçue. La structure bipolaire, ecclésiastique et civile, des pouvoirs de l’Antiquité tardive a ainsi reçu une traduction monumentale qui marque aujourd’hui encore la topographie de Barcelone grâce aux élévations médiévales du palais comtal et du groupe épiscopal, dont la haute silhouette surplombe les remparts conservés du quadrant nord-est de la ville antique.

Tout autant que Barcelone, Tolède a été l’objet de recherches attentives au cours des dernières décennies, comme le montre la contribution de Rafael Barroso Cabrera, Jesús Carrobles Santos, Jorge Morín de Pablos et Isabel Sánchez Ramos, qui se recommande par son acribie ; aussi les auteurs présentent-ils une esquisse séduisante de son évolution urbaine qui prend appui principalement sur l’étude de l’actuelle ville basse – donc sur un secteur situé hors les murs de la ville antique, qui a fait l’objet de fouilles importantes. Il n’en est malheureusement pas allé de même dans le centre historique de la ville haute où sont à rechercher les lieux de pouvoir de la capitale wisigothique, qu’il s’agisse du palais royal, à imaginer selon toute vraisemblance à l’emplacement de l’Alcazar, ou de la cathédrale dévolue temporairement par les nouveaux maîtres au culte arien, qui serait à l’emplacement de la cathédrale médiévale Sainte-Marie. Pour autant, seuls des éléments de décor architectonique remployés à l’intérieur de ces édifices ou découverts à proximité autorisent ces identifications, et même la basilique Sainte- Léocadie, probable lieu de réunion extra muros des catholiques aussi longtemps que les nouveaux maîtres sont restés fidèles à l’arianisme, demeure finalement assez mal connue, bien que cet édifice fût “uno de los de mayor prestigio de toda Hispania.” Au total, Tolède wisigothique constitue donc – et constituera sans doute à jamais – une sorte de “point aveugle” de la recherche. Aussi les auteurs ont-ils été bien avisés d’étendre leur enquête à l’ensemble du territoire tolédan où se manifeste la prégnance du pouvoir urbain sur les campagnes qui sont densément occupées, non seulement par des exploitations et des résidences de notables, mais aussi par des fondations que l’ont peut appréhender comme des reflets plus ou moins

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lointains des monuments de la cité disparus, tels le mausolée de Los Hitos à Arigostas ou la basilique de Santa Maria de Melque, à San Martín de Montalbán.

Il est cependant une ville bien plus éloignée de Tolède que ces établissements ruraux qui peut permettre d’imaginer mieux encore ce que pouvait être le paysage urbain de la capitale des Wisigoths, car il s’agit d’une ville neuve où les architectes ont eu libre cours pour traduire les partis urbanistiques du pouvoir royal: c’est la “ville de Récarède”, Recópolis, à laquelle Léovigild, dans le souci d’asseoir le pouvoir de sa dynastie, avait donné en 578 le nom de son fils. À lire la contribution que Lauro Olmo-Enciso lui a consacrée, nul doute qu’ils l’ont construite en poussant presque à la caricature cette bipolarisation, civile et politico-religieuse, de l’urbanisme de l’Antiquité tardive dont les prémices peuvent être entrevus à Toulouse, avec la concentration des probables fondations wisigothiques dans le secteur nord-ouest de la ville, et qui s’affirme clairement à Barcelone, au nord est de la cité cette fois, pour se retrouver enfin, de façon plus hypothétique comme on l’a dit, dans la Tolède wisigothique. Fournir un aperçu aussi précis de l’urbanisme est un privilège des villes retournées à l’état de nature, de sorte qu’on peut les fouiller à loisir et, espérons-le pour Recópolis, le faire un jour de façon exhaustive. Sans compter que ces villes permettent également d’observer plus finement que sur les chantiers archéologiques en milieu urbain, souvent exigus et aux stratigraphies incomplètes, les phases de déclin, puis d’abandon, et jusqu’aux raisons ayant conduit à leur délaissement, qui paraissent largement tenir à Recópolis au fait que le climat, au cœur de la péninsule ibérique, est devenu de plus en plus aride au cours de l’Antiquité tardive. Cette explication, bien plus convaincante que celles qui sont fondées sur l’histoire-bataille, vaut invitation à considérer les phénomènes dans leur longue durée, chose que fait opportunément ce livre en étendant l’enquête jusqu’aux VIIIe et IXe siècles de notre ère.

D’abord par l’étude du palais de Pla de Nadal, près de Valence, objet d’une fouille d’archéologie préventive qui a été l’une des plus fructueuses des dernières décennies et dont on peut regretter seulement qu’elle n’ait pu être exhaustive, car toute recherche approfondie a été interdite sur un autre gisement, dit “Pla de Nadal II”, dont des sondages préliminaires avaient pourtant reconnu la richesse. Comme le soulignent dans leur relation Albert Vicent Ribera i Lacomba, Isabel Escrivà, Empar Juan, Jorge Morín, Miquel Rosselló et Isabel Sánchez Ramos, n’est donc appréhendable sur ce site qu’une part d’un complexe architectural qui comptait probablement une église aux côtés de l’ensemble monumental ouvert au public, dont le plan est manifestement inspiré des villas de l’Antiquité, tandis que sa décoration architectonique exposée au musée constitue la plus riche collection qui soit pour l’Espagne wisigothique. Cette permanence des modèles architecturaux, tout autant que la qualité des ornements sculptés, témoignent de la pérennité de l’art wisigoth à la veille de la conquête arabe qui a précipité la chute du royaume de Tolède, que minait de l’intérieur l’émergence d’une société pré-féodale dont la palais du Pla de Nadal témoigne à sa façon. Comme le prouve le monogramme qui orne certains décors, il a été construit en effet non pour le souverain, mais pour le dux Theodomir qui le représentait dans la région tout en aspirant sans doute, comme le supposent les auteurs, à s’y tailler un royaume propre. L’homme put bien avoir l’habileté de se mettre ensuite au service des Omeyyades, ce fut peine perdue car son palais fut détruit à la fin du siècle, peut-être précisément en 778-779 quand l’armée d’Abd al-Rahman mata une rébellion dans la région de Valence.

Cette disparition, comme celle d’autres édifices au sein de la péninsule ibérique, a-t-elle signé la fin des modes de faire wisigothiques en matière de constructions auliques, qui s’inspiraient eux-mêmes de pratiques que l’empire romain avait mises en œuvre auparavant, tant en Orient qu’en Occident ? La réponse à cette question ne peut être cherchée que dans les monuments élevés dans les royaumes nés de la reconquista menée contre les Arabes, à commencer par celui des Asturies dont l’étude constitue l’aboutissement de la trajectoire historico-archéologique que dessine ce livre. De façon à la fois très résolue et très appuyée, son auteur, Isidoro G. Bango Torviso, va à contre-courant d’une école historique en vogue

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1 POSTFACE – CONCLUSIONS

pendant le dernier demi-siècle pour s’inscrire dans une tradition plus ancienne qui opte pour l’enracinement de l’architecture asturienne dans celle de l’Antiquité tardive et non pour son rapprochement avec des modèles carolingiens. Aussi plaide-t-il fermement pour créditer Alphonse II (791- 842) et non Alphonse III (866-910) d’avoir doté, grâce à une forgerie, la dynastie asturienne d’un lignage wisigoth. Et il veut pour autres preuves de l’attachement de cette dynastie au souvenir glorieux, mais aussi largement mythique, du royaume de Tolède deux créations architecturales majeures: le palais d’Alphonse II à Oviedo, dont les dispositions reprendraient celles des lieux de pouvoir tolédans si l’on se fie à l’interprétation des sources littéraires que livre l’auteur, et la chapelle palatine de Naranco, œuvre de Ramire Ier qu’il rapproche pour sa part de l’église de Los Hitos à Arisgotas, près de Tolède. J’avoue avoir été sensible à ce brillant plaidoyer mais, connaissant trop mal l’historiographie espagnole pour pouvoir juger au fond de sa pertinence, j’en retiendrai principalement pour terminer un enseignement de portée plus générale.

Ce combat que mène Isidoro G. Bango Torviso pour défendre la thèse d’une filiation wisigothique de l’architecture asturienne contre les partisans de son insertion dans l’art pré-roman occidental est révélateur en effet des difficultés que rencontre l’étude de l’Antiquité tardive, partagée qu’elle est entre la nécessité d’en rechercher les racines et celle de tourner le regard vers son héritage, afin de mettre en évidence par exemple, comme l’a fait Julia Beltrán de Heredia Bercero pour Barcelone, tout ce que la morphogenèse de la ville médiévale et moderne doit aux transformations urbaines d’une période dont la spécificité tient précisément à la tension entre ces deux éléments.

Aussi cette conjugaison des points de vues constitue-t-elle la trame de ce livre, qui lui donne d’atteindre son objectif: appréhender l’évolution de l’urbanisme, de l’architecture et, plus largement, de la culture matérielle des VIe-IXe siècles afin de rendre justice à “une autre Antiquité, une autre civilisation qu’il faut apprendre à reconnaître dans son originalité”, comme l’a écrit Henri-Irénée Marrou, l’un des hommes qui a le plus fait pour la défense et l’illustration de l’Antiquité tardive. C’est ce qui fait le prix de la présente publication; le mérite en revient non seulement aux contributeurs qu’elle réunit, mais aussi à ses deux directeurs, Isabel Sánchez Ramos et Pedro Mateos Cruz, qui ont su en définir fermement la problématique. Que tous en soient félicités et remerciés.

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MYTRA

NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES

Dirección

Redacción: Instituto de Arqueología, Mérida. Plaza de España, 15. 06800 Mérida (Badajoz).

Contenido

La serie Mytra es una colección monográfica perteneciente al IAM (CSIC-Junta de Extremadura) orientada al ámbito académico especializado. Su objetivo principal es el de servir de cauce de comunicación a una investigación arqueológica que se defina por su carácter interdisciplinar e innovador. Su núcleo temático principal se basa en los intereses y resultados de las líneas de investigación de nuestro centro, aunque también pretende dar cabida a estudios que vayan más allá de marcos o fronteras tradicionales en cuanto a aspectos disciplinares, cronológicos y geográficos. En función de su formato y temática, dentro de la serie se da cabida a tres tipos de publicaciones. En primer lugar, monografías, que tratan en profundidad temas específicos de manera coherente, con un especial interés en la edición de tesis doctorales, dada la vocación del IAM como centro de formación de investigadores. En segundo lugar, actas de reuniones científicas, un formato para la discusión especializada al que nuestro centro ha recurrido reiteradamente y que forma parte de sus señas de identidad. Finalmente, la serie Mytra da cabida a memorias científicas de la actividad del IAM, permitiendo dar así cumplida cuenta de los resultados de excavaciones, prospecciones u otras labores de documentación.

Financiación

La serie Mytra, editada por la Secretaría General de Ciencia, Tenología e Innovación (Consejería de Economía e Infraestructuras de la Junta de Extremadura), se encuentra abierta a propuestas editoriales con financiación externa procedente de otras instituciones.

Formulario de autoría

Al enviar el original, los autores deben incluir una declaración específica de que el manuscrito no se ha sometido a presentación para su evaluación y publicación en otras series simultáneamente o con anterioridad.

Normas editoriales

1. El texto estará precedido de una hoja con el título del trabajo y los datos del autor o autores (nombre y apellidos, institución, dirección postal, teléfono, correo electrónico, situación académica) y fecha de entrega. Tanto si se trata de un trabajo único como de un conjunto de trabajos sobre una temática, cada original deberá venir acompañado por la traducción del Titulo al inglés, acompañado de un Resumen y Palabras Claves en español, con los respectivos Summary y Key Words en inglés. De no estar escrito el texto en español, los breves resúmenes y palabras clave vendrán traducidos al español e inglés. Las palabras clave no deben incluir los términos empleados en el título, pues ambos se publican siempre conjuntamente.

2. Se entregará una copia completa en soporte informático, preferentemente en MS Word para Windows o Mac y en PDF, con imágenes incluidas.

3. Los márgenes del trabajo serán los habituales (superior e inferior de 2 cm; izquierdo y derecho de 2, 5 cm). El tipo de letra empleado será Times New Roman de 12 puntos a un espacio, con la caja de texto justificada. Aparecerá la paginación correlativa en el ángulo inferior derecho. Se empleará a comienzo de párrafo el sangrado estándar (1, 25). Salvo la separación lógica entre diferentes apartados, no se dejarán líneas en blanco entre párrafos. En ningún caso se utilizarán negritas. MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 4/4/18 17:05 Página 326

4. El trabajo irá precedido de un índice en el que se cuidará la exacta ordenación jerárquica de los distintos epígrafes, numerándolos indistintamente mediante guarismos romanos y árabes, e incluso sin numeración.

5. Cuando se empleen citas textuales en el texto o en notas a pie de página se entrecomillarán, evitando la letra cursiva. Dicha letra se acepta para topónimos o nombres en latín. En estos casos, se preferirán las grafías con “v” en lugar de “u”, tanto para mayúsculas como para minúsculas (conventus mejor que conuentus).

6. Por lo que se refiere al sistema de cita, deberá emplearse el sistema “americano” de citas en el texto, con nombre de autor en minúscula y no se pondrá coma entre autor y año (apellido o apellidos del autor año: páginas). Si los autores son dos se incluirá la conjunción “y” entre ambos. Si los autores fueran más de dos se indicará el apellido del primero seguido por la locución et alii.

Se incluirá una bibliografía completa al final del trabajo. En la bibliografía final, los títulos de monografías irán en cursiva, mientras que en los artículos el título se colocará entrecomillado. Los nombres de los autores, ordenados alfabéticamente por apellidos, en la bibliografía final irán en letra redonda, seguidos por el año de publicación entre paréntesis y dos puntos. Si los autores son dos, irán unidos por la conjunción “y”. Si son varios los autores, sus nombres vendrán separados por comas, introduciendo la conjunción “y” entre los dos últimos. En el caso de que un mismo autor tenga varias obras, la ordenación se hará por la fecha de publicación, de la más antigua a la más reciente. Si en el mismo año coinciden dos o más obras de un mismo autor o autores, serán distinguidas con letras minúsculas (a, b, c...). En el caso de las monografías se indicará el lugar de edición tal y como aparece citado en la edición original (p. e. London, en lugar de Londres), separado del título de la obra por una coma. En el caso de artículos o contribuciones a obras conjuntas, se indicarán al final las páginas correspondientes, también separadas por comas. Los nombres de revistas se incluirán sin abreviar. Las referencia a las consultas realizadas en línea (Internet), deberán indicar la dirección Web y entre paréntesis la fecha en la que se ha realizado la consulta.

Ejemplos de citas en la bibliografía final:

Monografías:

Caballero Rodríguez, J. 2008: Maximiliano Macías y su tiempo (1867-1934), Mérida.

Artículos en revistas:

Olmos Romera, R. 2005: "Monstruos y geografías imaginarias en la antigua Grecia", Bitarte: Revista cuatrimestral de humanidades, 36: 43-53.

Contribuciones a congresos y obras conjuntas:

Hurtado Pérez, V. 2005: "El campaniforme en Extremadura. Valoración del proceso de cambio socioeconómico en las cuencas medias del Tajo y Guadiana", en Rojo Guerra, M.A.; Garrido-Pena, R.; García- Martínez, I. (coords.), El campaniforme en la Península Ibérica y su contexto europeo, Valladolid.

Trabajos dentro de una serie monográfica:

Aillet, C.; Cressier, P.; Gilotte, S. (Eds.) 2017: Sedrata. Histoire et archéologie d'un carrefour du Sahara médiéval à la lumière des archives inédites de Marguerite van Berchem, Collection de la Casa de Velázquez 161, Madrid. MYTRA 1 Sedes Regia M.qxp_M 4/4/18 17:05 Página 327

7. Toda la documentación gráfica se considerará como Figura (ya sea fotografía, mapa, plano, tabla o cuadro), ordenándola correlativamente. Se debe indicar en el texto el lugar ideal donde se desea que se incluya, con la referencia (Fig. 1), y así sucesivamente. Asimismo debe incluirse un listado de figuras con los pies correspondientes a cada una al final del artículo. El formato de caja de la Revista es de 15 x 21 cm; el de la columna, de 7,1x21 cm. La documentación gráfica debe ser de calidad, de modo que su reducción no impida identificar correctamente las leyendas o desdibuje los contornos de la figura. Los dibujos no vendrán enmarcados para poder ganar espacio al ampliarlos. Toda la documentación gráfica se publica en blanco y negro; sin embargo, si se enviara a color, puede salir así en la versión digital. Los dibujos, planos y cualquier tipo de registro (como las monedas o recipientes cerámicos) irán acompañados de escala gráfica, y las fotografías potestativamente. Todo ello debe de prepararse para su publicación ajustada a la caja y de modo que se reduzcan a una escala entera (1/2, 1/3… 1/2000, 1/20.000, etc.). En cualquier caso, se puede sugerir el tamaño de publicación de cada figura (a caja, a columna, a 10 cm de anchura, etc.). Las Figuras se deben enviar en soporte digital, preferentemente en fichero de imagen TIFF o JPEG con al menos 300 DPI y con resolución para un tamaño de 16x10 cm. No se aceptan dibujos en formato DWG o similar y se debe procurar no enviarlos en CAD a no ser que presenten formatos adecuados para su publicación en imprenta.

Aceptación

Todos los textos son seleccionados por el Consejo de Redacción según su interés científico y su adaptación a las normas de edición, por riguroso orden de llegada, y posteriormente informados por el sistema de doble ciego por al menos dos evaluadores externos al IAM y a la institución o entidad a la que pertenezca el autor. Teniendo en cuenta el informe de los evaluadores externos, el Consejo de Redacción aceptará definitivamente, o no, la publicación del original.

Correcciones y texto definitivo:

1. Una vez aceptado, el Consejo de Redacción podrá sugerir correcciones del original previo (incluso su reducción significativa) y de la parte gráfica, de acuerdo con las normas de edición y las correspondientes evaluaciones. El Consejo de Redacción se compromete a comunicar la aceptación o no del original en un plazo máximo de seis meses.

2. El texto definitivo se deberá entregar cuidadosamente corregido y homologado con las normas de edición para evitar cambios en las primeras pruebas. El texto, incluyendo resúmenes, palabras clave, bibliografía y pies de figuras, se entregará en CD, así como la parte gráfica digitalizada, acompañado de una copia en la que se incluyan las figuras, sugiriendo el tamaño al que deben reproducirse las mismas. El texto definitivo se podrá enviar también por correo electrónico.

3. Los autores podrán corregir primeras pruebas, aunque no se admitirá ningún cambio sustancial en el texto.

Varia

1. Entrega de volúmenes: los evaluadores recibirán gratuitamente un ejemplar del volumen en el que hayan intervenido; los autores o editores 20 volúmenes o un ejemplar por autor si es obra colectiva.

2. Devolución de originales: los originales no se devolverán salvo expresa petición del autor.

3. Derechos: la publicación de monografías en la colección Mytra no da derecho a remuneración alguna. El autor se hará responsable de los derechos de propiedad intelectual del texto y de las figuras. Este libro reúne una serie de estudios relacionados con las esferas del poder civil y eclesiástico en la Antigüedad tardía y la Alta Edad Media (ss. IV al IX) en la Península Ibérica y en Francia meridional. La finalidad de la publicación es dar a conocer de manera unitaria las novedades que en los últimos años se han producido en el conocimiento arqueológico de las ciudades y de sus territorios a través del urbanismo, arquitectura y de la topografía. Con el ánimo de contribuir al estado actual de la investigación, este libro contempla con perspectiva diacrónica el fenómeno de la arquitectura del poder como vehículo de prestigio social y máximo exponente de transformación de los paisajes culturales. Con apoyo de las nuevas metodologías arqueológicas y una revisión historiográfica crítica de investigaciones previas, los trabajos que integran esta monografía actualizan conceptos topográficos y modelos arquitectónicos como canal básico para comprender el impacto de la nueva organización social y económica de las aristocracias tardoantiguas en la concepción jerarquizada del espacio.

ISBN 978-84-09-01589-4

JUNTA DE EXTREMADURA

Imagen de cubierta: Folio 129 v del Códice Emilianense de los Concilios. Folio 129 v del Códice Emilianense de los Concilios. Imagen de cubierta: Representación idealizada de los Concilios Toledo (siglo X). Consejería de Economía e Infraestructuras