Miguel Ángel Auladell Pérez

Profesor titular E.U. de literatura española de la Universidad de Ali­ cante. Su actividad docente e in­ vestigadora se ha centrado princi­ palmente en la literatura española del siglo XVII y de la época de Fin de Siglo. Ha formado parte de va­ rios proyectos de investigación, tanto de financiación pública como privada. Ha participado en nume­ rosos congresos nacionales e inter­ nacionales de su especialidad y ha DE A RUBÉN DARÍO publicado artículos sobre diversos MIGUEL ÁNGEL AULADELL PÉREZ escritores barrocos (Liñán y Verdu­ go, Lope de Vega, Ruiz de Alarcón, Calderón) y finiseculares (Rubén Darío, Azorín). Es autor de la mo­ nografía titulada La 'Guía y avisos de forasteros que vienen a la Cor­ te ' del Ldo. Antonio Liñán y Verdu­ go en su contexto literario y editor Rubén Darío publicó su conocido «Cau­ Se ha repetido hasta la saciedad que Rubén del Ensayo bio-bibliográfico de es­ critores de Alicante y su provincia policán» en el diario santiaguino La Época el habría introducido nuevos textos en^lz^L. pa­ de Manuel Rico García. Asimismo, 11 de noviembre de 1888. Bajo el título de «El ra tratar de paliar en lo posible la acusación de ha editado una Antología de poesía y prosa de Rubén Darío. Actual­ », venía acompañado de otros dos sone­ «galicismo mental» que le había propinado mente, dirige la edición digital de tos, «Chinampa» y «El sueño del Inca», agru­ Juan Valera en dos de sus Cartas americanas di­ la obra de Lope de Vega en la Bi­ blioteca Virtual Cervantes. pados con el nombre de «Sonetos America­ rigidas al nicaragüense. Esos nuevos textos ca­ nos»1. Si bien no apareció en la edición de minarían por senderos estéticos no tan marca­ Azul... publicada en Valparaíso en julio de ese damente parnasianos ni decadentes, dejarían a 1 mismo año, fue incluido después en la edición un lado lo versallesco e, incluso, acogerían al­ Junto con el titulado «Lastarria», de Guatemala de 1890 junto con otros poemas se trataba de los primeros cuatro gún motivo americano, tal el caso de «Caupo­ sonetos alejandrinos de su autor. más. Tal y como apareció en la misma, lo re­ licán». La cuestión es que se añade un reduci­ El propio Rubén en El viaje a Ni­ produzco a continuación: do número de poemas, la mayor parte sonetos, caragua e historia de mis libros y que, excepto los «Medallones» referidos al (Madrid, Mundo Latino, [1919], pág. 203) Historia de mis libros CAUPOLICÁN estadounidense Walt Whitman, al cubano José (pág. 203) afirma que el soneto Joaquín Palma y al mexicano Salvador Díaz «Caupolicán» «inició la entrada 2 Mirón, el resto está referido a parnasianos fran­ del soneto alejandrino a la fran­ á Henrique Hernández Miyares cesa en nuestra lengua -al me­ ceses (Leconte de Lisie y Canille Mendés) o a nos según mi conocimiento-». Es Es algo formidable que vio la vieja raza: motivos típicos del Parnaso como, por ejem­ interesante apuntar el hecho de plo, las diversas ambientaciones exóticas que Robusto tronco de árbol al hombro de un campeón que José Victorino Lastarria presentan «Venus» y «De invierno». Todo ello, (1817-1888), considerado como Salvaje y aguerrido, cuya fornida maza sin olvidar el poema titulado «A un poeta», de el padre de la novela chilena, Blandiera el brazo de Hércules, ó el brazo de Sansón. había publicado en 1 844 Inves­ marcada ascendencia romántica, que vaticina tigaciones sobre la influencia so­ uno de los temas más tratados por Rubén, el cial de la conquista y sistema co­ Por casco sus cabellos, su pecho por coraza, lonial de los españoles en . Pudiera tal guerrero, de Aráuco en la región, del poeta y la poesía. Según Carmen Ruiz Ba­ Lancero de los bosques, Nemrod que todo caza, rrionuevo, se trataría de un «loco afanar» que describe bastante bien lo que constituyó la re­ Enrique Hernández Miyares Desjarretar un toro, ó estrangular un león. ( de Cuba, 1839-1914) flexión poética de Darío desde su época juve­ fue redactor de varios periódicos nil. Subraya la catedrática de Salamanca que, Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día, y llegó a dirigir La joven Cuba en frente a los que sostienen la tesis del collage re­ donde publicaron importantes Le vio la tarde pálida, le vio la noche fría, sultante al aparecer la segunda edición de poetas como, por ejemplo, Da­ Y siempre el tronco de árbol á cuestas del titán. río. También fue director de La Azul..., Rubén Darío habría llevado a cabo un Habana Elegante desde el inicio incremento estéticamente intencionado: «Más de 1888 hasta su desaparición «¡El Toqui, el Toqui!» clama la conmovida casta. bien, parece que superando el origen disperso en 1896. Anduvo, anduvo, anduvo. La Aurora dijo: «Basta.» de la publicación de muchos de sus títulos en E irguióse la alta frente del gran Caupolicán. periódicos, resulta un libro cuidadosamente Carmen Ruiz Barrionuevo, «'En engarzado, en el filo de un abismo que enton­ su loco afanar la mente mía': de ces hubo de ser difícil de captar, porque la uni­ Epístolas y poemas a Prosas raros' y 'Prosas profanas', Sa­ profanas», en Alfonso García lamanca, Secretariado de Pu­ dad venía ofrecida por los procedimientos, y 3 De Caupolicán a Rubén Darío Morales (ecf.), Rubén Darío. Es­ blicaciones de la Universidad éstos eran de una extrema novedad» . MIGUEL Á. AULADELL PÉREZ tudios en el centenario de los de Sevilla, 1998, pág. 26. Por otra parte, de la primera edición de poeta impidió la inclusión de aquella Azul... (1888) a la segunda (1890), la sensibili­ dedicatoria de la «enredadera de dad de Rubén Darío le hace reparar en la his­ campánulas», y ello teniendo presen­ toria del país que le acoge en ese momento. La te que aún faltaría bastante tiempo, etapa chilena del autor está protagonizada por hasta llegar el año 1899, para quejó­ su relación con su apreciado Gilbert, pseudó­ se Enrique Rodó dedicara un artícu­ nimo de Pedro Balmaceda Toro, hijo del en­ lo a su figura que albergaría la famo­ tonces Presidente de la República, al que el sa especie que sacada de su contexto poeta dedicó su Canto épico a las glorias de hizo tanta fortuna enseguida: «Ru­ Chile. Al igual que ocurre con Buenos Aires bén Darío no es el poeta de Améri­ -una de las siguientes etapas biográficas-, el ca». caso de Santiago de Chile es en aquel mo­ Prueba, sin embargo, del ingre­ mento el de esas ciudades emergentes que ven diente americano que Rubén Darío constituirse una pequeña burguesía que va acoge a lo largo de toda su produc­ protagonizando la vida urbana, que asiste a un ción es precisamente el soneto titu­ relativo progreso económico y que le acerca lado primero «El Toqui» y más tar­ más a la cotidianeidad de algunas urbes euro­ de «Caupolicán», en que se sintetiza peas que a los inmensos territorios que les cir­ uno de los más conocidos episodios Caupolicán. cundan. También en cuanto a las corrientes es­ protagonizados por ese guerrero téticas es determinante ese paulatino cambio araucano y que al tiempo constituye una pie­ social. El caso de la residencia del mandatario RUBÉN DARÍO za de orfebrería en la rica tradición literaria chileno es un síntoma extraordinario, puesto anterior y posterior que dicho motivo ha pro­ que el joven Balmaceda dispone allí de una bi­ piciado. Mario Benedetti en un artículo titu­ blioteca donde Darío irá conociendo la tradi­ AZUL... lado «Rubén Darío, Señor de los tristes» pu­ ción de la poesía francesa, antes de viajar a Pa­ blicado en 1967, habla de sus «poemas rís, a la vez que se empapa de los intríngulis de 1. 'TKNTOS EJC MtOSA concentrados, nótales, indiscutibles obras la historia y la política chilenas. 11, K!. ASO LÍRICO maestras»5. El poema «Caupolicán» puede El soneto «Caupolicán» se nos presenta considerarse así, en el sentido de que supone como un texto paradigmático del intento de un ejercicio extraordinario de condensación y „,,,=%.,„ alejamiento de lo afrancesado, tal vez incitado de aprovechamiento intertextual. El propio por las cartas de Valera, y, a la vez, como an­ Eduardo de la Barra, autor del alambicado tesala de otros ejemplos de reivindicación in­ prólogo de Azul... dice literalmente: «Su ori­ Azul (Valparaíso, 1888). dígena de más fama todavía, como la «Saluta­ ginalidad incontestable está en que todo lo ción del optimista» o la oda «A Roosevelt», amalgama, lo funde y lo armoniza en un esti­ incluidos en Cantos de vida y esperanza en lo suyo, nervioso, [...] y de palabras bizarras, Mario Benedetti, El ejercicio del 1905. No obstante, pueden advertirse en exóticas aún, mas siempre bien sonantes» criterio, Madrid, Alfaguara, 1995, apud Carmen Alemany «Caupolicán» otros componentes característi­ (epígrafe IV). Alude el tema del poema a la Bay, «El cuestionamiento del mo­ cos del modernismo que -parafraseando a Gil prueba que enfrentó a varios caciques arauca­ dernismo en la poesía colo­ de Biedma4- guardan relación con la restaura­ quial», en Trinidad Barrera (ed.), nos consistente en sostener durante tres jor­ Modernismo y modernidad en el ción de la tradición olvidada, y que por lo nadas un pesado tronco de árbol para diluci­ ámbito hispánico, Sevilla, Uni­ mismo son también prueba de la práctica cul- dar según la fuerza empleada, la habilidad versidad Internacional de Anda­ turalista de los escritores finiseculares. Es al­ lucía. Sede Iberoamericana de la demostrada y la capacidad de resistencia, Rábida/Asociación Española de tamente significativo el hecho de que en la quién acaudillaría a su pueblo frente a los in­ Estudios Literarios Hispanoameri­ edición de Guatemala, en la cual se incluye el vasores españoles abanderados por el hijo del canos, 1998, pág. 345. poema, Rubén decida suprimir la extensa de­ Virrey del Perú, don García Hurtado de dicatoria a Federico Várela que encabezaba la Mendoza. edición de Valparaíso y que mostraba una no­ Vid. José Carlos Rovira, José 7b- La historia de Caupolicán nos ha llegado a rib'to Medina y su fundación lite­ table pasión culturalista. Ahora conserva el partir de una relativamente extensa tradición raria y bibliográfica del mundo prólogo del académico correspondiente de la colonial americano, Santiago de textual detallada por el gran polígrafo José To- Chile, DIBAM/Centro de Investi­ Española Eduardo de la Barra e indica en la 6 ribio Medina y que tiene su comienzo en La gaciones Diego Barros Arana, portada que se trata de la segunda edición au­ 2002. mentada precedida de un estudio sobre la obra por Don Juan Valera de la Real Academia Es­ ción de la crítica», por T.S. pañola. Podemos preguntarnos si el rubor del Cfr. Jaime Gil de Biedma, Eliot", El pie de la ¡etral Barce­ De Caupolicán a Rubén Darío «"Función de la poesía y fun­ lona, Crítica, 1994, pág. 18. MIGUEL Á. AULADELL PÉREZ Araucana de . De rino, Coló Coló, -por los -; y como todas maneras, es de notar la exis­ , Francisco de Villagra, Gar­ tencia de otro tipo de documentos cía Hurtado de Mendoza o el mismo Alonso que también aluden al episodio ante­ de Ercilla -por los españoles-, configuran un dicho y que, en general, dan cuenta, elenco de personajes que van a ser leídos y re­ más o menos fidedignamente, de los conocidos en el sentido categórico que atribu­ hechos históricos que acontecieron ye Roland Barthes a ese tipo de tradición en los primeros lustros de la con­ literaria que en cada reescritura va transfor­ Guatemala 1890. quista del territorio que actualmente mando el motivo, el tema, el mito. En resu­ ocupa Chile. men, un conjunto de dramatis personae que El episodio en cuestión se incardina en la son uña y carne de la re-creación a lo largo del R.H'5383 sucesión de acontecimientos ocurridos hacia tiempo y que, sobre todo, tuvo durante el si­ mediados del siglo XVI en plena expansión de glo XVII su mejor traslación precisamente al las fundaciones españolas que dependientes género teatral. También algunos lugares van a AZUL.. del virreinato del Perú se llevaban a cabo por conformar la geografía de toda esa estela in­ la región andina y que contó con enormes di­ tertextual: Santiago, La Serena, , Pil- ficultades de sometimiento al llegar a la zona maiquén, Cañete. Por consiguiente, es preciso DUfl JÜ«N VAI.F del río Bío Bío. Vivían tras esa verdadera línea resaltar una vez más cómo la creación artísti­ fronteriza unos pueblos caracterizados por su ca, en esta ocasión la literatura, contribuye a * gran fiereza. Fueron concretamente los ma­ edificar culturalmente un nuevo mundo, pero

Qu ""**••* puches los que atacaron inmediatamente a los simultáneamente éste abastece de extraordina­ invasores europeos y destruyeron la ciudad de rios e insólitos recursos al canon retórico del Santiago, dando comienzo a las llamadas co­ humanismo y posteriormente de otras estéti­ Azul (Guatemala, 1890). mo guerras de Arauco. Afirma Patricio Ler­ cas que van emergiendo en Europa. zundi que: Al erigirse de Ercilla como primera piedra, podemos apreciar hasta qué

Patricio Lerzundi, Arauco en el Los araucanos -que fue el nombre que les dieron los punto el grandioso poema marca todas las po­ teatro del Siglo de Oro, Valen­ españoles a los mapuches por cuanto vivían en la re­ sibilidades de recreación del motivo que nos cia, Albatros Hispanófila, 1996, gión de Arauco-, eran los más belicosos de los gru­ ocupa. Claudio Cifuentes Aldunate en un pág. 10. pos indígenas. Su lengua era el ; desconocí­ ilustrativo artículo de enfoque semiótico llega an, sin embargo, la escritura y no dejaron constancia a fijar en cinco las etapas de evolución del per­ Claudio Cifuentes Aldunate, por lo tanto de su historia y expresiones artísticas. sonaje de Caupolicán y sus correspondientes «Caupolicán: creación y recrea­ representaciones8: ciones de un mito», Noter og Tampoco dejaron monumentos y su cultura distaba kommentarer fro Romansk Insti­ mucho de la alcanzada por sus vecinos incas. Se sabe tuí, Odense Universitet, 1982, que adoraban a Apó como el ser supremo y temían a 1. Unidad dual. Fuerza corporal e inteligen­ núm. 53, pág. 64. Pillán, el demonio. El concepto de Dios era similar a cia al servicio de su pueblo. Vencedor, fa­ la cristiana [sic], en el sentido de que lo consideraban moso y en equidad de roles con Carlos V. Sobre los bautizos de caciques un creador y pastor de la Tierra, donde la humanidad 2. Desintegración de su imagen. Unidad dual puede verse Tzvetan Todorov, La era un rebaño. Vestían rústicamente, sin grandes de fuerza e inteligencia al servicio de sí Conquista de América. El pro­ blema del otro, México, Siglo adornos; vivían en rucas, que eran habitaciones cons­ mismo. Pérdidas bélicas, pérdida de pres­ XXI, 2001'2 (lged. en francés: truidas principalmente de paja. Existía la poligamia, tigio y de fama. 1982), pág. 183. generalmente se reunían para tratar asuntos especia­ 3. Restablecimiento parcial de su imagen a les, como la guerra, bajo el control del toqui, o jefe través de la elocuencia y sagacidad. supremo, que era elegido por una asamblea de grupos 4. Desintegración total de su imagen en la de familia, o cahuines7. persecución y apresamiento. 5. Recuperación de su integridad a través del Ese pueblo es el que infligiría enormes ba­ bautizo' y la muerte. Valiente, temido y jas a las fuerzas de conquista y acabaría con digno, es ejecutado con el atributo cristia­ grandes símbolos de los invasores. La tremen­ no del que carecía. da rivalidad de que hicieron gala los conten­ dientes aseguró una pléyade de testimonios li­ Puede afirmarse que toda re-escritura de terarios que por uno u otro motivo quisieron la historia de Caupolicán recoge una, dos o hacerse eco de aquel acontecer histórico. más de estas etapas. Eso sí, en algunos casos De Caupolicán a Rubén Darío MIGUEL A. AULADELL PÉREZ Nombres como , Caupolicán, Galba- se incluyen motivos nuevos que van enrique- ciendo el tema; en otros son el tono o el reci­ yente de toda una intrincada red que recorre la piente genérico los que aportan una peculia­ práctica totalidad de las obras que tratan el ridad sobresaliente y genuina a determinada asunto, afecta a manifestaciones genéricas di­ obra. Hay también procesos curiosos como la versas y todo ello a través del tiempo, al menos posible influencia de algunos motivos en desde la publicación de la epopeya chilena. obras teatrales barrocas que, en principio, van Sin aspirar a ser exhaustivos, relacionare­ a representarse en el ámbito peninsular. Me mos a continuación los textos que antes del fa­ refiero, por ejemplo, a la presencia del com­ moso soneto de Darío contribuyeron a hacer ponente canibalesco existente en las prácticas crecer el árbol literario que ha ido enramán­ rituales de muchos pueblos indígenas10 y que dose con el formidable y proteico personaje llegan a aparecer como recurso dramático en de Caupolicán. Es curioso observar que prác­ obras como Morir pensando matar de Fran­ ticamente todos los géneros literarios han cul­ cisco de Rojas Zorrilla, en la que la protago­ tivado el motivo de nuestro interés y también Ercilla (grabado). nista Rosimunda va a brindar en escena con es destacable el hecho de que la importancia el cráneo de su difunto padre, el rey, siguien­ intrínseca del personaje y del hombre han mo­ do la indicación de Alboino, su esposo, que tivado la atención al mismo en la correspon­ trata de convencerla a propósito de tal cos­ dencia de sus rivales, los conquistadores espa­ tumbre de los longobardos como tributo a los ñoles, y así tenemos como uno de los vencidos. Nos preguntamos por qué Rojas primeros testimonios relativos al formidable Zorrilla escoge un elemento tan escabroso guerrero las cartas de Pedro de Valdivia. En­ que remite a tiempos de las invasiones bárba­ seguida, han de señalarse las crónicas que ras y no podemos dejar de pensar en la rela­ aparte de su carácter documental encierran en tiva facilidad para introducir esas prácticas en muchos de los casos valiosos ejercicios estilís­ el ámbito de la convención teatral, movidos ticos que adquieren una categoría literaria. Se por la cercanía de noticias relacionadas con trata de: Crónica y relación copiosa y verdade­ ese asunto provenientes de América; es más, ra de los reinos de Chile, de Gerónimo de Bi- Retrato de Alfonso de Ercilla. Gra­ bado que aparece en La Arauca­ veamos como hay alusión explícita a territo­ bar; Historia de Chile desde su descubrimien­ na. Salamanca 1570. rios transatlánticos: to hasta el año 1575, de Alonso de Góngora

Marmolejo; Crónica del reino de Chile, de Pe­ 10 dro Marino de Lobera y Bartolomé de Esco­ ROSIMUNDA. No dejéis por mí las mesas. Ibidem, págs. 159 y ss. bar; Hechos de don García Hurtado de Men­ Seguid el convite torpe, doza, cuarto marqués de Cañete, de Cristóbal 11 que más de caribes fieros Francisco de Rojas Zorrilla, Mo­ Suárez de Figueroa. Entre los textos de carác­ parece que no de hombres rir pensando matar / La vida en ter literario destacan dos obras: la ya mencio­ el ataúd, ed. Raymond R. Mac- ¿De qué feroz troglodita, nada de Alonso de Ercilla -La Araucana-, y Curdy, Madrid, Espasa-Calpe, de aquellos que hambrientos comen 1976, pág. 29. Arauco domado (1596), de Pedro de Oña; es­ humana carne, de aquellos tas obras siguen el patrón del género épico en 12 que sangre racional sorben, práctica durante el Renacimiento y están di­ Homero Castillo, «Caupolicán, se escribe que cometiese en el modernismo de Darío», Re­ rectamente relacionadas por cuanto la segun­ un delito tan enorme, vista Iberoamericana (Millwood, da es pieza de encargo para tratar de corregir N.Y.], oct.-1953/sept.-1954, una crueldad tan injusta, algunos de los extremos que, según algunos, t. XIX, núms. 37-38, págs. 111- entre mil culpas atroces?" contenía el poema de Ercilla y también por ra­ 118. zón de que Arauco domado comienza su an­ Para indagar en la síntesis que Darío lleva a dadura a partir de un momento recogido en la cabo de una de esas etapas de desarrollo del primera de las tres partes de La Araucana. Ya personaje plasmado por Ercilla concretamente en el siglo XVII, el tema de Caupolicán y to­ en el canto II de la primera parte de La Arau­ dos los motivos que lleva anejos se constituye cana (1569), he desempolvado un viejo articu- como elección predilecta para el género dra­ 2 lito de Homero Castillo' que no aparece cita­ mático. Y así tenemos: Arauco domado {Par­ do en la bibliografía al uso sobre nuestro tema. te XX, 1625) de Lope de Vega; El gobernador Me corrobora la hipótesis de trabajo que de­ prudente (1663), de Gaspar de Ávila; La bellí- fiendo aquí, aunque a nesgo de ser poco pre­ gera española (1616) de Ricardo del Turia; Al­ cavido, deseo subrayar que las ramificaciones gunas hazañas de las muchas de don García que advierte el veterano crítico con respecto a Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete De Caupolicán a Rubén Darío esos dos textos no son más que un constitu­ MIGUEL Á. AULADELL PÉREZ (1622) de Luis de Belmonte Bermúdez y co­ característica simpatía hacia el indio (peruano, laboradores; Los españoles en Chile (1665) mexicano, centroamericano) que el autor de Francisco González de Bustos; y el auto sa­ mostró, ya en su madurez, en Tres notas de cramental La Araucana (principios del nuestra alma indígena, en forma que, según s. XVII), también de Lope de Vega. Max Henríquez Ureña13, no habría desdeñado Otros textos literarios inspirados directa o González Prada: indirectamente por el tema de Arauco son los siguientes: Quince romances anónimos basa­ Indio que labras con fatiga dos en La Araucana (1589-1593); Cuarta y tierras que de otros dueños son, Quinta-parte de La Araucana, poema épico de ¿ignoras tú que deben tuyas Diego de Santisteban de Osorio (1598); His­ ser, por tu sangre y tu sudor? toria Tragicómica de don Enrique de Castro, ¿ignoras tú que audaz codicia, novela de caballerías de Francisco de Lou- siglos atrás, te las quitó?, bayssin de la Marca (París, 1617); Las guerras ¿ignoras tú que eres el Amo? de Chile, poema épico de Juan de Mendoza - ¡Quién sabe, señor! Monteagudo, editado por José Toribio Medi­ na en 1888; Purén indómito, crónica rimada de Chocano que era descendiente por línea Hernando Álvarez de Toledo; El cautiverio directa del Gran Capitán, fue militante indi­ feliz, memorias en verso de Francisco Núñez genista hasta el punto de criticar acremente de Pineda y Bascuñán, publicadas en 1863; Los Raros de Darío por no ser «americanos». Restauración de la Imperial y conversión de Ese carácter le aleja del tono que posee el so­ almas infieles, novela de Fray Juan de Barre- neto del nicaragüense. nechea y Alvis (ca. 1693). Además de todo lo relacionado, debemos Tras el paréntesis ilustrado y romántico, el aludir también a la importante presencia del te­ gusto por la mitología de la estética moder­ ma en otros ámbitos artísticos como la plástica nista posibilita que nuestro tema vuelva a re- o la música. Asimismo, es imposible dejar de escribirse. Y he aquí otra muestra recreadora mencionar alguna muestra posterior a Darío del mito distinta de la de Darío: el «Caupoli- como mejor modo de corroborar el éxito del cán» de José Santos Chocano, primero de los motivo y la atención que le han dispensado cre­ sonetos incluidos en el «Tríptico heroico» de adores tan diversos. El caso más excelso es, sin Alma América (1906): duda, el de Pablo Neruda. Entre sus muchos escritos de preocupación directa por el mundo CAUPOLICÁN indígena, destacan dos poemas -«Toqui Cau­ policán» (V) y «El empalado» (VII)- pertene­ Ya todos los caciques probaron el madero. cientes a la serie titulada «Los Libertadores», - ¿Quién falta? - Y la respuesta fue un arrogante: - ¡Yo! incluida en el Canto general (1950): - ¡Yo! -dijo; y, en la forma de una visión de Homero, del fondo de los bosques Caupolicán surgió. TOQUI CAUPOLICÁN Echóse el tronco encima, con ademán ligero; y estremecerse pudo, pero doblarse no. En la cepa secreta del raulí Bajo sus pies, tres días crujir hizo el sendero; creció Caupolicán, torso y tormenta, y estuvo andando... andando... y andando se durmió. y cuando hacia las armas invasoras su pueblo dirigió, Andando, así, dormido, vio en sueños al verdugo: anduvo el árbol, él muerto sobre un tronco, su raza con el yugo, anduvo el árbol duro de la patria. inútil todo esfuerzo y el mundo siempre igual. Los invasores vieron el follaje moverse en medio de la bruma verde, Por eso, al tercer día de andar por valle y sierra, las gruesas ramas y la vestidura el tronco alzó en los aires y lo clavó en la tierra de innumerables hojas y amenazas, ¡como si el tronco fuese su mismo pedestal! el tronco terrenal hacerse pueblo, las raíces salir del territorio. El traer aquí este poema de José Santos Supieron que la hora Chocano está directamente relacionado con la al reloj de la vida y de la muerte. Otros árboles con él vinieron. Hacia las raíces caía.

Toda la raza de ramajes rojos, Hacia los muertos caía. todas las trenzas del dolor silvestre, todo el nudo del odio en la madera. Hacia los que iban a nacer. •* Caupolicán, su máscara de lianas levanta frente al invasor perdido: En el momento actual, todavía Caupoli­ no es la pintada pluma emperadora, cán sigue re-escribiéndose. Cuando el pro­ no es el resplandeciente collar del sacerdote, blema mapuche está aún lejos de quedar re­ no es el guante ni el príncipe dorado: suelto, pueden visitarse a través de internet es un rostro del bosque, varios lugares en donde el guerrero sigue ir- un mascarón de acacias arrasadas, guiendo su «alta frente» porque siguen escri­ una figura rota por la lluvia, biéndose poemas que tienen como referente una cabeza con enredaderas. ese imaginario cultural que en la época de Fin de Siglo contribuyó a unlversalizar el poeta José Santos Chocano. De Caupolicán el Toqui es la mirada de Nicaragua y de América. En aquellos te­ hundida, de universo montañoso, rritorios geográficos y sociales donde aún no se ha llegado a completar el proceso de des­ los ojos implacables de la tierra, 14 y las mejillas del titán son muros trucción de la «sagrada selva», asistimos casi José Carlos Rovira, «Nicaragua: escalados por rayos y raíces. con perplejidad a empresas como las que La destrucción de 'La sagrada propició Rubén y que José Carlos Rovira tan selva'», en W.AA., La poesía nueva en el mundo hispánico, EL EMPALADO acertadamente ha reflejado al reparar en la Madrid, Visor, 1994, pág. 217. «desbordante actividad en poesía» -al menos Cfr. también J.C. Rovira, «Espa­ hasta la última década del siglo XX- de un cios simbólicos y urbanos en Da­ Pero Caupolicán llegó al tormento. río: desde 'La sagrada selva' a 'La país tan poco extenso y poblado como Nica­ gran cosmópolis'», Anthropos, Ensartado en la lanza del suplicio, ragua; se trata de un fenómeno -dice- que enero-abril 1997, núms. 170- tiene que ver «quizá también con un imagi­ 171, págs. 76-80. entró en la muerte lenta de los árboles. nario cultural que, desde comienzos de siglo, hizo de la figura del poeta un símbolo de Arauco replegó su ataque verde, prestigio y un factor de definitiva universali­ sintió en las sombras el escalofrío, dad [...] La figura era Rubén Darío y cada ni­ clavó en la tierra la cabeza, caragüense debe pensar en lo que significó se agazapó con sus dolores. Darío para universalizar una literatura, glo- El Toqui dormía en la muerte. balmente la hispanoamericana; en concreto, Un ruido de hierro llegaba la propia. La figura del poeta tiene así una del campamento, una corona elevada imagen que significa lo universal an­ de carcajadas extranjeras, te la propia sociedad»14. y hacia los bosques enlutados sólo la noche palpitaba. Desde luego, esa «elevada imagen» del poeta pensamos que está implícita hasta des­ No era el dolor, la mordedura de un punto de vista puramente estético en el del volcán abierto en las visceras, comentado soneto de «Caupolicán» de Rubén era sólo un sueño del bosque, Darío. Eduardo de la Barra en el «Prólogo» a el árbol que se desangraba. Azul... se interroga al respecto: «¿Veis? -El protagonista es el Poeta, siempre el Poeta, so­ En las entrañas de mi patria lo, desconocido, [...], y, sin embargo, como entraba la punta asesina Colón lleva un mundo a la cabeza» (epígrafe hiriendo las tierras sagradas. IX) Siguiendo el canon retórico tan recurren­ La sangre quemante caía te en todas las expresiones de la lírica moder­ de silencio en silencio, abajo, nista, esta composición podría leerse también hacia donde está la semilla en clave metapoética, en el sentido de apre­ esperando la primavera. ciarse como la exclamación del poeta nicara­ güense que ha de ser de formidable naturale­ Más hondo caía esta sangre. za para presentarse ante el mundo, para ser recibido como tal poeta. Esa reflexión acerca De Caupolicán a Rubén Darío MIGUEL Á. AULADELL PÉREZ 15 de la dificultad de ser entendido como poeta literarios de diversos autores americanos y Vid. Federico García Lorca, Poe­ y de la fortaleza necesaria para seguir alimen­ españoles. ta en Nuevo York, ed. Piero Me- narini, Madrid, Espasa-Calpe, tando la llama de la poesía nos remite a otro Hasta aquí esta aproximación a un asunto 1998, págs. 29-30. ser dotado de especial sensibilidad como Fe­ que merece el tratamiento pormenorizado de derico García Lorca, que en su Poeta en Nue­ cada uno de los textos alegados y que es sus­ 16 Se trata del primer poema de ios va York -libro en el que, por cierto, también ceptible de ser abordado con un novedoso 18 que se añadieron en la segunda encontramos el dilema naturaleza/artificio ur­ enfoque, como es la tematología , variante edición de Guatemala (1890). bano-, presenta a ese poeta sin artículo frente crítica con la que están experimentando, so­ De todas formas, en dicha edi­ 15 ción, aparecen separados por el a la gran ciudad , encarado al mundo moder­ bre todo, los especialistas en literatura com­ poema titulado «Ananke». Fue no, y lo hace planteando la dificultad que en­ parada y que creo puede resultar rentable pa­ en la tercera edición, de 1 905 traña ser poeta en la «gran cosmópolis»; pare­ ra andar ese camino que Neruda19 decía que (Buenos Aires, Biblioteca de 'La Nación'}, cuando «A un poeta» ce que proponiendo la existencia de todo un emprendió La Araucana de Ercilla, refirién­ -aunque datado en mayo de Caupolicán, cuya fortaleza física y también dose a su carácter fundacional para la recrea­ 1890, en que apareció publica­ espiritual (incontaminada) permita asumir los do en La Unión de San Salvador- ción de motivos, tópicos, temas y mitos co­ precedió inmediatamente al so­ continuos nuevos retos. mo, por ejemplo, el que nos ha ocupado en neto. La composición que suele preceder a «Cau­ estas páginas, ese Caupolicán que llegó a re­ policán» en las ediciones de Azul... es significa­ sumirse en la expresión anafórica «anduvo, 17 16 Teodosio Fernández, «Sobre Ru­ tivamente la titulada «A un poeta» . Y si nos anduvo, anduvo». bén Darío y el regeneracionismo detenemos un instante en su lectura, observa­ modernista», CHA, febr. 1992, mos cuántos puntos de encuentro existen entre BIBLIOGRAFÍA núm. 500, pág. 208. la misma y el soneto. Haciendo repaso, tene­

18 mos un léxico lleno de concomitancias con el Relaciono las fuentes primarias en donde Vid. los trabajos de Cristina usado en «Caupolicán»: titán, hombre-monta­ se desarrolla de alguna manera el tema Cau­ Naupert: La tematología compa- ratista entre teoría y práctica, ña, víctima, fatal martirio, Hércules loco, selva policán y las fuentes secundarias más directa­ Madrid, Arco/Libros, 2001; y virgen, Sansón, cabellos. Asimismo, leemos mente relacionadas con el mismo, aunque ha­ Tematología y comparatismo lite­ rario, introd., compilación y bio­ expresiones como: «¡Quién desquijara los yan sido citadas en las notas: grafía de..., Madrid, Arco/Li­ robustos leones...»; «que escriba versos que bros, 2003. parezcan lanzas», «con su casco de oro», «em­ Fuentes primarias 19 biste el toro», «esclavo de unos ojos bellos». La «Compañero Alonso de Ercilla: relación que puede establecerse entre los dos Crónicas del reino de Chile.- Crónicas de Pe­ La Araucana no es sólo un poe­ textos abona una vez más la concepción de ma: es un camino». Cit. por Juan dro Valdivia - Góngora Marmolejo - Pe­ María Coraminas, Castiglione y conjunto que Rubén tenía del corpus poemáti­ dro Marino Lobera, ed. y estudio de Fran­ La Araucana. Estudio de una In­ co de Azul..., y también subraya la idea del cisco Esteve Barba, Madrid, Atlas (BAE, fluencia, Madrid, José Porrúa Tu- paralelo que puede establecerse entre Caupoli- ranzas (Studia Humanitatis), n° 131), 1960, XXXIX+596 págs. cán/poeta Rubén. Nuestro autor es el guerrero 1980, portada. Chocano, José Santos, «Caupolicán» [inclui­ que asiste al final de un mundo y se rebela do en el «Tríptico heroico» de Alma Amé­ contra la opresión burguesa como auténtico rica], en Obras Completas, ed. Luis modernista que hace gala de su inconformismo. Alberto Sánchez, México, Aguilar, 1954, Teodosio Fernández afirmaba en 1992 que: pág. 400. «Con su obra Darío se enfrentaba a esa incom­ Darío, Rubén, «Caupolicán» , Azul..., prece­ prensión determinada por la ignorancia y el dida de un estudio sobre la obra por D. desdén. Hoy nadie duda de su formidable con­ Juan Valera, Guatemala, Imp. «la Unión», tribución al nacimiento de la poesía hispánica 1890, 2a ed. aumentada, XXXIV, 237 págs. moderna. Sus aportaciones a la invención de [Primera publicación en La Época (Santia­ una identidad cultural española e hispanoame­ go), 11 de noviembre de 1888, con el título 17 ricana esperan aún una valoración precisa» . «El Toqui»]. Textos como el soneto «Caupolicán» con­ - «A un poeta», Azul..., Guatemala, 18902. tribuyen, sin duda, a que podamos emprender [Primera publicación en La Unión (San esa «valoración precisa». Sin apearse de su ide­ Salvador), mayo de 1890]. ario estético, Rubén Darío configura en dicho - «Salutación del optimista», Cantos de vida texto una miniatura modernista que en apre­ y esperanza. Los cisnes y otros poemas, Ma­ tada, al tiempo que rítmica, actitud sincrética, drid, Tip. de la 'Revista de Archivos, Bi­ nos da cuenta de las recuperaciones de las cul­ bliotecas y Museos', 1905. [Aparece por De Caupolicán a Rubén Darío turas precolombinas a través de los ejercicios MIGUEL Á. AULADELL PÉREZ primera vez en la Revista Hispano-Ameri­ Antonucci, Fausta, «El elemento cómico en cana (Madrid), abril 1905]. las comedias de Lope de Vega sobre la con­ - «A Roosevelt», Cantos de vida y esperan­ quista española de nuevos mundos», Stu- za, ed. cit. [Aparece por primera vez en dia Áurea. Actas del III Congreso de la Helios (Madrid), febrero 1904, y fechado AISO, vol. II, Toulouse-Pamplona, 1996, en «Málaga, 1904»]. págs. 33-39. Ercilla, Alonso de, La Araucana, ed. 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