PUEBLOS EN MOVIMIENTO CONFLICTO Y PODER EN EL VALLE DE TLACOLULA, , DURANTE LA ÉPOCA COLONIAL

Beatriz Cruz López

El Colegio de Michoacán PÁGINA LEGAL 972.7402 CRU-p

Cruz López, Beatriz Pueblos en movimiento : conflicto y poder en el Valle de Tlacolula, Oaxaca, durante la época colonial / Beatriz Cruz López.-- Zamora, Mich.: El Colegio de Michoacán, 2012. 214 p.: il.; 23 cm. -- (Colección Premio Luis González y González)

ISBN 978-607-8257-12-6

1.Tlacolula, Oaxaca - Historia - Dominación española, 1517-1821 2.Conflicto Social - Oaxaca 3.Oaxaca - Política y Gobierno - Siglo XVI

Imagen de portada: Mapa de Santa María Guelacé. Mapoteca del Archivo General de la Nación. Título: “Santa María Guelaxé, San Jerónimo Tlacochaguaya y ; Zimatlan, Oax.”; Año: 1690. Núm. de pieza: 0956. Clasificación: 977/1135. Referencia: Tierras Vol. 1206, Exp. 1, Cuad. 8, F. 21.

© D. R. El Colegio de Michoacán, A. C., 2012 Centro Público de Investigación Conacyt Martínez de Navarrete 505 Las Fuentes 59699 Zamora, Michoacán [email protected]

Edición en formato digital: Ave Editorial www.aveeditorial.com

Impreso en México Printed in México

ISBN 978-607-8257-12-6 DEDICATORIA

A los bènizáa que se han ido, a los que estamos y a los que vendrán Agradecimientos 5

Abreviaturas, referencias documentales y nombres de poblaciones 7

Introducción 9

I. La región y su gente 15

II. Rivalidades y conflictos entre Macuilxóchitl, Tlacochahuaya y Teitipac en el Siglo XVI 27

III. Los conflictos por tierras como expresión de la lucha entre poderes (Siglos XVII y XVIII) 48

IV. Conflictos políticos internos en Macuilxóchitl, Tlacochahuaya y Teitipac al finalizar la época colonial 67

V. Una mirada particular sobre los conflictos y sus actores 80

Conclusiones 94

Bibliografía 96

Anexo I 104

Anexo 2 106

Índice de Ilustraciones 110

4 AGRADECIMIENTOS

Esta obra, basada en mi tesis de licenciatura, y publicada por El Colegio de Michoacán, la realicé gracias al Premio Luis González y González que incentiva así a quienes nos estamos iniciando en el camino de la investigación en ciencias sociales y humanidades. Por esta labor, que en nuestro país resulta indispensable, muchas gracias. Mi más sincero agradecimiento a los habitantes del valle de Tlacolula: a las autoridades municipales de del trienio 2005-2007, que me permitieron revisar el archivo municipal y visitar algunos parajes; a las de San Jerónimo Tlacochahuaya del trienio 2008-2010, por su apertura para hablar conmigo sobre tierras; a las de San Mateo Macuilxóchitl por su amabilidad, y a las de Santa María Guelacé de los trienios 2005-2007 y 2008-2010, por permitirme revisar el ACEG y por su apoyo e interés en esta investigación. Gracias a la señora Amelia y a su familia: Edi, Leo y César, de Guelacé, quienes me recibieron en su hogar, me compartieron sus pensamientos y me guiaron por distintos parajes. También a don Aarón, a don Salvador, a don Jacobo, a don Filomeno y al arquitecto Demetrio por sus pláticas y explicaciones. Gracias a Moisés García por cederme para este trabajo una bella foto de la iglesia de su pueblo, Tlacochahuaya, por su amistad y por nuestra vasta e interesante correspondencia online. Y a todas aquellas personas de los distintos pueblos de esta región, de los que trata este trabajo y de muchos otros más, con los que conversé en los caminos, en los parajes, en las oficinas, esperando el transporte, en las fiestas y en sus lugares de trabajo. Gracias por compartir conmigo algunos instantes de su vida y algunos relatos de sus comunidades. Gracias también al personal del AGN, del AGEPEO, del AGA y de la BNAH, así como a las autoridades municipales de Tlacolula de los trienios 2005-2007 y 2008-2010, por permitirme revisar una y otra vez los documentos que están resguardados en el AMT. En el ámbito de mi formación académica quiero agradecer a la ENAH, especialmente a los profesores Hora-Semana-Mes, quienes muestran una verdadera vocación de enseñanza a pesar del bajo salario que perciben. A mis amigos Angélica, Lula, Rafa, Toño(s), Xóchitl, Juan y Rubén, porque aprendí mucho junto a ustedes y de ustedes. También a Leticia Reina Aoyama, por darme la oportunidad de tener mi primer trabajo relacionado con la investigación etnohistórica. Gracias a Gubidxa Guerrero y a Juquila Ramos por alentar las pláticas, las discusiones y los esquemas que aclararon mi mente y también por la convivencia, las comidas, la música y los libros. Por acercarme a Guidxizá. Muchas gracias a María de los Ángeles Romero Frizzi, quien dirigió mi tesis, por sus enseñanzas, su apoyo y su paciencia. Al incluirme en el proyecto de investigación acerca de los conflictos por tierras en regiones indígenas de Puebla y Oaxaca durante la época colonial, me permitió acercarme a diversos casos, reflexionar sobre ellos y realizar mi estudio mientras aprendía de sus propias reflexiones. Y gracias a que me inscribió como su asistente de investigación ante Conacyt de 2005 a 2008 pude tener el apoyo económico de esa institución, lo que me permitió trabajar en distintos archivos del Distrito Federal y el estado de Oaxaca, así como visitar en repetidas ocasiones las poblaciones del Valle de Tlacolula. Gracias a los miembros del Seminario de Zapoteco Colonial por su ejemplo, su ayuda y su compañía: Uliana, Rosa María, Mercedes, Brook, Michel y, por supuesto, Thomas Smith-Stark, para cuya memoria no tengo palabras suficientes que puedan expresar mi agradecimiento por todas sus enseñanzas, mi admiración como ser humano y mi cariño. Me hubiera gustado mucho que viera este trabajo terminado. Un agradecimiento especial a Michel Oudijk, quien ha contribuido enormemente a mi formación por medio de sus trabajos publicados y en proceso de publicación, por los diplomados y ciclos de conferencias que ha organizado, sus charlas y sus clases. También por comentar este texto para su publicación. Su generosidad y su disciplina en el trabajo son un gran ejemplo para mí.

5 Gracias a mi familia por su apoyo: a mis padres, Luisa y Cornelio, por sus sacrificios y su cariño; a mis hermanas, Ana y Leti, por aguantar mi carácter todos estos años; a Luis y Areli, por las alegrías que nos dan, y a Alberto, por acrecentar nuestra familia. Gracias a mis tíos Zoila y Flos, y a Ale, Jorge, Migue y Fer, primos y hermanos. Gracias a mi abuelita Francisca, a Nereida y a mis tíos, primos y amigos de Santo Domingo del Valle y San Miguel Albarradas, por hacer de Oaxaca mi hogar y por no abandonar la campaña permanente para ayudarme a hablar tíchazáa, la lengua de nuestros ancestros. Y muchas gracias a Ángel Custodio por actuar como tal, por todo.

6 ABREVIATURAS, REFERENCIAS DOCUMENTALES Y NOMBRES DE POBLACIONES

ABREVIATURAS

ACEG Archivo del Comisariado Ejidal de Santa María Guelacé AGA Archivo General Agrario AGA RTBC Archivo General Agrario, Ratificación y Titulación de Bienes Comunales AGEPEO Archivo General del Poder Ejecutivo de Oaxaca AGEPEO AA Archivo General del Poder Ejecutivo de Oaxaca, ramo Asuntos Agrarios AGEPEO AM Archivo General del Poder Ejecutivo de Oaxaca, ramo Alcaldías Mayores AGEPEO RI Archivo General del Poder Ejecutivo de Oaxaca, ramo Real Intendencia AGNG Archivo General de la Nación, ramo General de Parte AGNI Archivo General de la Nación, ramo Indios AGNIv Archivo General de la Nación, ramo Indiferente Virreinal AGNM Archivo General de la Nación, ramo Mercedes AGNR Archivo General de la Nación, ramo Reales Cédulas AGNR D Archivo General de la Nación, ramo Reales Cédulas, Duplicados AGNRP Archivo General de la Nación, Registros Parroquiales AGNT Archivo General de la Nación, ramo Tierras AMT Archivo Municipal de ATUA21 Archivo del Tribunal Unitario Agrario, Distrito 21, con sede en Oaxaca BNAH Biblioteca Nacional de Antropología e Historia ENAH Escuela Nacional de Antropología e Historia fs. Fojas INEGI Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática s/n Sin número

REFERENCIAS DOCUMENTALES

Las referencias a los documentos consultados siguen este orden la primera vez que se les cita: Archivo-Ramo Volumen/legajo/caja, Expediente: Foja o número de fojas, Fecha. “Descripción”.

Por ejemplo: AGNT 186, 8: 89-165v, 1691-1694. “Tlacolula.- Po. Los naturales del pueblo de San Jacinto, sujeto al de San Jeronimo Tlacochahuaya, sobre su fundo legal, y contradicción de los del pueblo de San Juan Tetipac. Juris. Oaxaca”.

Las siguientes veces que los cito, omito la fecha y la descripción. Estos datos fueron tomados de los catálogos propios de cada uno de los archivos que se consultaron sin modificarlos o corregirlos en lo absoluto, particularmente en lo que corresponde a la descripción de los documentos. Ello en vista de que los nombres de los pueblos suelen presentarse con una ortografía sumamente variable e incluso con errores de dedo que pueden excluirlos aun si la búsqueda

7 considera las posibles variaciones del nombre (por ejemplo, si se buscan documentos de Teotitlán del Valle en el catálogo electrónico del AGN, no se piensa que haya algo como Toutitlan, que es el caso de uno de ellos, que localicé cuando realizaba una búsqueda sobre otro tema). Además, cuando las fechas que se presentan en los catálogos no corresponden con las que aparecen en los documentos, éstas se añadieron entre paréntesis junto a aquéllas. Asimismo, hay expedientes del AGN cuyo contenido no hubiera sido posible conocer sin la ayuda de los catálogos que elaboraron Ronald Spores y Miguel Saldaña (1973 y 1975). En los casos en que el contenido de estos documentos no está descrito en la base de datos electrónica de este archivo o que su descripción es sumamente vaga o imprecisa he añadido la descripción de Spores y Saldaña, y lo indico al final con la respectiva cita.

NOMBRES DE POBLACIONES

En cuanto a los nombres de los pueblos, para cada unidad política se utiliza el más conocido y omito el de los santos patronos que cada cabecera adoptó luego de la conquista española. En cuanto a las poblaciones sujetas, se señalan los nombres que las fuentes utilizan y si éstos difieren del nombre actual, se hace la aclaración. Pero en el caso de dos pueblos, San Sebastián Teitipac y la , se optó por usar los nombres que aparecen en la Relación Geográfica de Teitipac del siglo XVI para evitar la confusión con el nombre de su cabecera, también Teitipac (San Juan). A continuación se presenta un cuadro que puede ser útil para el lector poco familiarizado con la región. Las cabeceras aparecen en los cuadros grises seguidas por sus pueblos sujetos, que aparecen en los cuadros blancos.

Cuadro 1. Poblaciones mencionadas

Nombre empleado Nombre actual Nombre(s) anterior(es) en este trabajo Nombre de la unidad política: Quiahuixitao, Macuilxóchitl, para la unidad política y para la San Mateo Macuilxóchitl Quiyebelacayo, Macuilxóchic cabecera Santiago Ixtaltepec Ixtactepetitlan Santiago Ixtaltepec San Francisco Lachigoló Iztlayutla, Sudoo San Francisco Lachigoló Apasco San Juan Guelavía Nombre de la unidad política: Zoani, Tlacochahuaya, para la unidad política y para la San Jerónimo Tlacochahuaya Tlacochahuaya cabecera San Sebastián Abasolo Barrio de San Sebastián, Yulachi o Riulachi. Barrio de San Sebastián San Juan Teitipac Nombre de la unidad política: Zetoba, Teticpac Teitipac, para la unidad política y para la cabecera San Sebastián Teitipac San Sebastián Quiaguía San Sebastián Quiaguía Santa Cruz Papalutla La Santa Veracruz Quiachachilla Santa Cruz Papalutla Santa María Guelacé Santa María Guelacé La Magdalena Teitipac Santa María Magdalena Tabaa La Magdalena Tabaa San Marcos Tlapazola San Marcos Quiapite San Marcos Tlapazola San Bartolomé Quialana San Bartolomé Quechilana San Bartolomé Quialana San Lucas Quiavine San Lucas Quiaviní San Pablo Güilá San Pablo Billaa San Pablo Güilá San Felipe Güilá San Felipe Quie San Felipe Güilá Santo Domingo Juane – Santo Domingo Suane Santo Domingo Acatlán Ocotepeque, San Dionisio Lachiguise San Dionisio Ocotepec

8 INTRODUCCIÓN

Hace algunos años decidí emprender el estudio de un mapa colonial y dos títulos primordiales pertenecientes a Santa María Guelacé, comunidad zapoteca ubicada en el valle de Tlacolula, en la región central del estado de Oaxaca. La escasa bibliografía sobre la historia colonial de los pueblos de esta región1 y la búsqueda de información adicional que me permitiera comprender mejor estos documentos me fueron llevando a leer varios expedientes coloniales acerca de conflictos por tierras entre esta comunidad y sus vecinos y los conflictos de sus vecinos entre sí. Asimismo, visité estos pueblos para indagar en los archivos locales y recopilar historia oral. Poco a poco me fue quedando claro que la historia de Santa María Guelacé no sólo estaba íntimamente relacionada con la historia de las poblaciones vecinas, sino que, de hecho, se hallaba condicionada por acontecimientos externos a la comunidad y anteriores a su propia fundación como pueblo. Así, mi interés pasó de tratar de analizar y entender los documentos de Guelacé a intentar desentrañar las relaciones políticas que existieron durante toda la época colonial entre varias comunidades del valle de Tlacolula, todas ellas agrupadas en torno a tres cabeceras zapotecas que rivalizaron en ese tiempo: Macuilxóchitl, Teitipac y Tlacochahuaya. El seguimiento de sus conflictos por tierras durante este periodo se convirtió en una buena base para reconstruir, junto con varias fuentes más, una historia en la que se mezclan la búsqueda de prestigio y poder por parte de estas tres cabeceras y el afán por sobrevivir por parte de algunas de sus pequeñas poblaciones subordinadas, como Santa María Guelacé.

EL ESTADO DE LA CUESTIÓN

El estudio de la vida política y las relaciones entre pueblos indígenas coloniales es muy reciente. Hasta mediados del siglo XX ni siquiera habría sido posible plantear tal problemática. En ese tiempo los historiadores estudiaban a la población indígena de la Nueva España enfocándose en las instituciones virreinales que se suponía habían reemplazado a las extintas estructuras de organización nativas.2 Fueron los trabajos de Charles Gibson3 los que dejaron al descubierto que las instituciones novohispanas se habían consolidado gracias a que se apoyaron en la organización política de los pueblos mesoamericanos, la cual, de acuerdo con este autor, siguió funcionando tiempo después de la conquista aunque se desarticuló en el transcurso de la época colonial. A partir de entonces, numerosos trabajos se enfocaron en el estudio histórico de la organización social y política de la población nativa. Autores como Delfina López Sarrelangue (1965), William Taylor (1970), Pedro Carrasco (1976, 1978), Johanna Broda (1976, 1978), Mercedes Olivera (1975), Hildeberto Martínez (1977), John Chance (1985 con W. Taylor; 1994) y Margarita Menegus (1991) han ayudado con sus investigaciones a comprender mejor la vida política en los pueblos indígenas prehispánicos y coloniales.

1 El único trabajo histórico es el de William Taylor, Terratenientes y campesinos en la Oaxaca colonial, que maneja gran cantidad de información, aunque está enfocado en todo el valle de Oaxaca, por lo que comprensiblemente no siempre se extiende en los detalles. El autor analiza los conflictos por tierras entre comunidades, si bien su objetivo principal son “las relaciones entre el hombre y la tierra” (Taylor 1998: 9). Se trata de una obra fundamental para el desarrollo de esta investigación. 2 Destacan los trabajos de Robert Ricard, La conquista espiritual de México, de 1933; de Silvio Zavala, La encomienda indiana, 1935; De encomiendas y propiedad territorial en algunas regiones de la América Española, 1940, y Ensayos sobre la colonización española en América, 1944; y de José Miranda, La función económica del encomendero en los orígenes del régimen colonial (Nueva España 1525-1531), 1947; La tasación de las cargas indígenas de la Nueva España durante el siglo XVI excluyendo el tributo, 1951, y El tributo indígena en la Nueva España en el siglo XVI y Las ideas y las instituciones políticas mexicanas primera parte: 1521-1820, 1952. 3 Especialmente Tlaxcala en el siglo XVI, de 1952, y Los aztecas bajo el dominio español, de 1964.

9 Por su parte, Bernardo García Martínez (1987) y René García Castro (1999) han realizado impresionantes reconstrucciones históricas de la vida política de los pueblos coloniales en el ámbito regional, centrándose en la sierra norte de Puebla y la región Matlatzinca, respectivamente. Sus trabajos consisten en análisis detallados de los cambios y las continuidades dentro de las unidades políticas indígenas de cada región, derivados del contacto con la cultura y las instituciones españolas. Una corriente innovadora ha sido la llamada Nueva Filología iniciada por James Lockhart (1982, 1991, 1992) e impulsada por algunos de sus alumnos como Robert Haskett (1992, 1996, 1998, 2005), Matthew Restall (1997), Kevin Terraciano (1994, 2001) y Stephanie Wood (1991)4, quienes han logrado plantear una visión muy dinámica de la historia colonial. Sus trabajos han mostrado que los pueblos indígenas reelaboraron de forma ágil e inteligente los modelos organizativos y culturales que se les trataban de imponer y los adaptaron a sus propias formas de organización y a sus propios intereses, para sacar de ellos el mayor beneficio posible.5 A la par de esta nueva mirada sobre las relaciones entre indígenas y españoles también se ha hecho evidente que la vida política y las relaciones entre los pueblos mesoamericanos no desaparecieron con la llegada de los europeos. Esto ya había sido apuntado en los trabajos de Gibson, Lockhart y García Martínez, por ejemplo, quienes estudiaron la reorganización de las jerarquías gobernantes dentro de cada unidad política, así como sus conflictos y secesiones. No obstante, el conocimiento que se tiene sobre los tipos de relaciones que se fraguaron entre las distintas unidades políticas indígenas durante la época colonial es sumamente escaso, a diferencia del que se tiene sobre las guerras y alianzas entre los señoríos prehispánicos. Algunos trabajos que a mi parecer constituyen una buena base para ahondar en este tema se hallan reunidos en el libro titulado Indian Conquistadors. Indigenous allies in the conquest of Mesoamerica (Matthew y Oudijk 2007) y de ellos se pueden extraer varias lecciones. Entre las más importantes están: reconocer que la llegada de los españoles no terminó con las aspiraciones de poder de los pueblos mesoamericanos, y que los conflictos y roces entre los diferentes señoríos hallaron nuevos cauces y renovados bríos cobijados por la agitación derivada de las campañas de conquista encabezadas por los españoles, y por todos los cambios que supuso el establecimiento de un nuevo orden, el orden colonial. Asimismo, por medio de estos trabajos queda expuesto con mayor claridad el papel de los indios coloniales como protagonistas de su propia historia. Es precisamente el interés de esta investigación entender en qué forma continuó la vida política de la población zapoteca del Valle de Oaxaca luego de la conquista española, no tanto en cada unidad política –aunque no descarto por completo este ámbito–, sino especialmente en lo que se refiere a las rivalidades y conflictos que hubo entre ellas. ¿En qué ámbitos se dirimieron estas contiendas?, ¿cuáles fueron las estrategias que cada pueblo empleó para vencer?, ¿cuál fue el papel que las cabeceras le confirieron al poder español en el ámbito de sus confrontaciones?, ¿cómo actuaron los representantes de este nuevo poder ante estas contiendas?, ¿qué significó para las pequeñas poblaciones dentro de cada unidad política el hallarse involucradas en estas disputas? Intentaré responder a estas interrogantes mediante el análisis de las relaciones conflictivas que existieron entre las poblaciones de Macuilxóchitl, Tlacochahuaya y Teitipac durante la época colonial.

CATEGORÍAS CONCEPTUALES

Dos conceptos son fundamentales para este trabajo: conflicto y poder. El término conflicto se ha utilizado en numerosos trabajos académicos para referirse en general a “las divergencias, las tensiones, las rivalidades, las discrepancias, las disputas y las luchas de diferente intensidad entre distintas unidades sociales” (Hillmann 2001: 162). Conviene, sin embargo, hacer algunas precisiones más con el fin de entender mejor por qué y para qué se entablan los conflictos. Primero hay que diferenciar el conflicto de la hostilidad, del antagonismo, de la rivalidad y de la competencia, puesto que es muy común hallar todas estas manifestaciones juntas, lo que puede llevar a confusión. Mientras que la hostilidad y el antagonismo son propensiones a entrar en acción, que pueden

4 Muchos otros autores han coincidido en este esfuerzo, sin ser parte de este grupo, por ejemplo don Luis Reyes García (1974). 5 Véase Restall (2001).

10 realizarse o no, el conflicto requiere forzosamente realizar una acción dirigida por parte de los contendientes (Coser 1961: 42). Por su parte, la rivalidad y la competencia, aunque exigen un esfuerzo de las partes involucradas orientado a alcanzar una meta a la par que obstruyen la realización del deseo del resto de los contendientes, no son consideradas como conflictos en tanto no exista un despliegue de fuerza contra los rivales para imponerse sobre ellos, motivado por una percepción negativa también acerca de ellos. Así, un conflicto en términos sociales o grupales es, como ha señalado Lewis Coser, una relación de confrontación, una interacción que se establece porque alguno de los bandos contendientes considera que se encuentra en una situación (con respecto a un objeto, un estado o una posición) que no merece y la cual intenta revertir midiendo sus fuerzas contra los bandos rivales. El conflicto es, pues, “una lucha con respecto a valores y derechos, sobre estados, poderes y recursos escasos, lucha en la cual el propósito es neutralizar, dañar o eliminar a los rivales” (Ibidem: 8). Pero, además, esa lucha no se da de manera natural. Es decir, no sólo porque dos o más colectividades busquen ejercer ciertas potestades, acceder a cierto estatus o controlar ciertos recursos, entrarán en conflicto. La existencia de un conflicto, como lo subraya Kenneth Boulding, implica que estos potenciales actores tengan plena consciencia de sus divergencias, así como el deseo de entablar una confrontación (1963: 5). Siguiendo estas ideas, aquí se considera que el conflicto social es una relación que se establece entre grupos rivales cuando, conscientes de su antagonismo, deciden enfrentarse para conseguir un objetivo dado y buscan anular, dañar o eliminar a sus oponentes. Para efectos prácticos, en esta investigación se rastrean los conflictos en los expedientes de litigios por tierras y en las quejas interpuestas por daños o agravios –físicos o simbólicos– entre las partes. Asimismo, se identifican las actitudes hostiles y las rivalidades que precedieron y acompañaron a estos conflictos en el análisis de las acciones y declaraciones en ámbitos tan diversos como la construcción de edificios públicos, la conformación y la calidad de las poblaciones en pugna e incluso los relatos históricos propios de cada unidad política. El término poder, por su parte, designa la “capacidad de un sujeto individual o colectivo de obtener en forma intencional y no por accidente determinados objetivos en una esfera de la vida social, o bien de imponer en ella su voluntad, no obstante la eventual voluntad contraria o la resistencia activa o pasiva de otro sujeto o grupo de sujetos” (Gallino 1995: 707). El poder no es exclusivo de una institución, un sector o una persona dentro de una sociedad. Todos los seres humanos, y los grupos que éstos crean, ejercen el poder en distintos momentos de su existencia, porque el poder está presente en todas las relaciones sociales (Foucault 2007: 134-135), e incluso en las relaciones entre el hombre y su entorno.6 El poder se manifiesta de diversas formas: “no sólo reprime, sino también induce, seduce, facilita, dificulta, amplía, limita y hasta puede prohibir” (García Canal 2002: 37). Es por ello que muchos autores han intentado diferenciar conceptos derivados o relacionados con el poder, como autoridad, control, influencia, prestigio y dominio, entre otros, todos ellos presentes en las relaciones que cualquier actor social establece con sus semejantes. Los actores principales de esta historia, las unidades políticas zapotecas, a pesar de hallarse en un contexto de colonización en que un nuevo poder, el español, se había impuesto sobre ellos, conservaron –en tanto unidades políticas reconocidas por la Corona española– un poder que ejercieron con bastante éxito. Este poder se manifiesta en las acciones de sus gobernantes, es decir, en el ejercicio de su autoridad,7 pero también en el control que como comunidades mantuvieron sobre los recursos materiales y el territorio que les pertenecía,8 en la influencia que cada población ejerció sobre otras poblaciones e incluso sobre algunas autoridades

6 Adams (1978: 23). Si bien asegura que el poder es una forma de control, en este caso el control sobre las personas, que se diferencia del control sobre el medio ambiente, también es de notar que por momentos califica a esta acción del hombre sobre el hombre como “poder social”, indicando así una diferencia con el poder a secas, que sería entonces el control del entorno (Ibidem: 19). 7 La autoridad es el poder legitimado, es la “facultad de un individuo o de un grupo atribuida con base en ciertas características propias o a la posición que ocupan, y reconocida por consenso por parte de la colectividad en la que ejercen, de emanar órdenes que obligan, vinculan o inducen a uno o más sujetos pertenecientes a la misma colectividad a actuar de una determinada manera” (Gallino 1995: 69-70) 8 El control es el acceso irrestricto sobre ciertos recursos para usarlos o modificarlos en la forma deseada. Así, los hombres controlan su medio ambiente porque “posee[n] una capacidad física y energética para reordenar los elementos de su medio ambiente tanto en términos de sus posiciones físicas como de las conversiones y las transformaciones energéticas a otras formas espacio-temporales” (Adams 1978: 22). Y controlan a sus semejantes al crear un “conjunto de los mecanismos, acciones reactivas y sanciones [...] con el fin de prevenir o eliminar la desviación de un sujeto individual o colectivo respecto de una norma de comportamiento” (Gallino 1995: 229).

11 virreinales,9 y, en fin, en el dominio que cada entidad política logró dentro y fuera de lo que se estableció como su jurisdicción –ya fuera civil o incluso eclesiástica–.10 Además, las unidades políticas nativas mantuvieron su tendencia a exhibir su estatus y su poder, ya fuera mediante construcciones ostentosas o a través de la propaganda escrita y oral, al dar cuenta de sus logros pasados y presentes, y buscando acrecentar este prestigio.11 Fue justamente este margen para continuar ejerciendo el poder lo que llevó a las unidades políticas zapotecas a enfrentarse y luchar entre sí desde muy temprano en la época colonial. En este punto es preciso mencionar algo más sobre el poder en relación con el conflicto. Como se ha reconocido, existe una tendencia universal a ejercer dominio, a buscar reconocimiento e influencia (Hillmann 2001: 245). Parece que, tal como sostiene Richard Adams, “el hombre se preocupa, como mínimo, por mantener [el poder] que ya posee; en general busca la manera de mejorarlo; y con frecuencia procura incrementarlo” (1978: 23). Esta tendencia a ganar poder por lo general lleva a la confrontación. En principio, el dominado, aquél sobre el que se ejerce el poder, siempre ofrece resistencia (García Canal 2002: 38). Pero también, y esto es lo más importante para este trabajo, se establece una competencia o rivalidad con aquellos que desean ejercer su poder sobre las mismas esferas de la vida social, el mismo entorno o la misma población, lo que suele derivar en la generación de conflictos. Así pues, cuando las unidades políticas indígenas de la época colonial intentaron, como lo habían hecho antaño, ampliar su control sobre nuevos territorios, imponer su autoridad sobre nuevas poblaciones o acrecentar su influencia apoyadas en las jurisdicciones que se crearon con el establecimiento del orden colonial, llegó un momento en que debieron decidir si pelearían o no por conseguirlo, puesto que los recursos y los espacios sobre los que buscaban ejercer su poder no eran, de ninguna manera, infinitos. En los casos de Macuilxóchitl, Tlacochahuaya y Teitipac la decisión fue positiva. Estas tres poblaciones decidieron enfrentarse y medir fuerzas con el fin de extender sus dominios. Todas ellas tuvieron momentos de éxito y de fracaso, y no es el afán de este trabajo otorgar la razón a una u otra sino dar cuenta de las acciones que cada una emprendió para imponerse sobre las demás. Es decir, analizar el despliegue de los recursos y capacidades –de nuevo, la manifestación del poder– que cada unidad empleó para ganar. Quiero, finalmente, referirme a una de las acciones más fuertes que tuvieron lugar dentro de estas luchas y que, sin embargo, no es parte de las formas de poder: la violencia. La violencia, es decir, el daño provocado al hombre por el hombre, aparece en diversas ocasiones en las confrontaciones entre estas tres cabeceras. Los actos violentos aparecen en los momentos en que las estrategias que han desplegado las poblaciones en pugna parecen ser insuficientes para alcanzar sus objetivos. Por ello, la violencia no debe asimilarse al poder; porque, como bien señala Hannah Arendt, “la violencia aparece donde el poder está en peligro” (2005: 73). Ni siquiera puede asegurarse que en todos los casos que menciono en esta investigación la violencia busque algo más que desahogar la ira y la impotencia ante resultados adversos, y que la amenaza de violencia sea algo más que un elemento que permita negociar –mas no revertir– lo inevitable.

OBJETIVOS DE INVESTIGACIÓN

El objetivo general de este trabajo es hacer una reconstrucción histórica de la vida y las relaciones políticas entre las poblaciones zapotecas de Macuilxóchitl, Tlacochahuaya y Teitipac durante la época colonial por medio del análisis de los conflictos que sostuvieron en ese periodo. Y, para ello, a lo largo de este trabajo se van despejando objetivos más específicos que permiten avanzar analítica y cronológicamente en el entendimiento de las relaciones conflictivas y de poder en cada unidad política y entre ellas.

9 La influencia es el “resultado de la comunicación e información recíprocas, por el que, de un comunicador a un receptor, se transfieren opiniones, pautas de conducta, actitudes, etc.” con efectos transformadores del comportamiento o las ideas, sea de manera intencionada o no (Hillmann 2001: 470). 10 El dominio es “el control efectivo y duradero de un sujeto individual y colectivo sobre otro, obtenido mediante una combinación de formas de poder, autoridad e influencia” (Gallino 1995: 523). 11 El prestigio es una “valoración diferencial que la mayoría de una colectividad […] expresa sobre otra colectividad (y, de reflejo, sobre sus miembros individuales)” (Gallino 1995: 730-731). En este estudio el prestigio está positiva y directamente relacionado con el poder y la influencia: a más poder e influencia, mayor prestigio; y a la inversa: mayor prestigio puede desembocar en mayor influencia y más poder.

12 El primero consiste en tratar de determinar qué clase de relaciones existían entre estos sitios antes de la llegada de los españoles y, si es posible, determinar si dichas relaciones permanecieron inalteradas o se modificaron en la época colonial. El segundo estriba en analizar los conflictos y rivalidades que Macuilxóchitl, Teitipac y Tlacochahuaya, y sus pueblos sujetos, tuvieron durante toda la época colonial, ya fuera por tierras o por otros motivos, relacionándolos entre sí. El curso de la investigación permitió diferenciar dos periodos importantes en esta dinámica de conflictos: uno temprano que corresponde casi por completo al siglo XVI, en el cual las cabeceras y sus elites lideraron los enfrentamientos; y uno tardío correspondiente a los siglos XVII y XVIII, y en realidad hasta el final de la época virreinal, en el que los pueblos sujetos debieron asumir también esta responsabilidad. El tercero consiste en completar la perspectiva de la vida política de los pueblos estudiados, esta vez examinando los conflictos en cada unidad política y las consecuencias que pudieron tener en su dinámica de confrontaciones externas, así como en el resultado de sus esfuerzos por acrecentar su poder. Finalmente, el cuarto radica en comprender lo que estos conflictos significaron para los habitantes de estas comunidades, recurriendo no sólo a la información contenida en expedientes judiciales sino también a la de testimonios más vinculados en su elaboración y, por su contenido, con la gente de estos lugares, como son los títulos primordiales de Santa María Guelacé.

MÉTODO DE INVESTIGACIÓN

Este trabajo de investigación se sustenta con el método etnohistórico, el cual conjuga el análisis de fuentes históricas con el trabajo de campo. De este modo, la situación de estas poblaciones en el periodo Posclásico y buena parte del contexto colonial han sido reconstruidos con base en investigaciones históricas y etnohistóricas previas, entre las que destacan las de Michel Oudijk (2000) y William Taylor (1998), pero también por el análisis de fuentes primarias como la Suma de Visitas, las Relaciones Geográficas del siglo XVI y la Geográfica Descripción, entre otras. Además, obras como las de James Lockhart, Bernardo García Martínez, René García Castro y María de los Ángeles Romero Frizzi me permitieron comprender el proceso constitutivo de las instituciones coloniales de la encomienda, el corregimiento y la república de indios, que operaron en las distintas regiones indígenas de la Nueva España, incluida la de Oaxaca. Por su parte, la información que utilicé para reconstruir la serie de rivalidades y enfrentamientos entre Macuilxóchitl, Tlacochahuaya y Teitipac, y sus pueblos sujetos, proviene de expedientes que consulté en archivos nacionales y locales, tales como el Archivo General de la Nación, el Archivo General Agrario, la sección de microfilmes de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, el Archivo General del Poder Ejecutivo de Oaxaca, el Archivo Municipal de Tlacolula de Matamoros y el Archivo del Comisariado Ejidal de Santa María Guelacé. También pude acceder a cierta información contenida en el Secreto del Archivo del Tribunal Unitario Agrario del Distrito 21, ubicado en Oaxaca, gracias a la amabilidad de la doctora María de los Ángeles Romero Frizzi, quien ya había realizado un peritaje relacionado con este caso y me compartió sus notas. El uso de fuentes primarias también incluyó el análisis de dos títulos primordiales pertenecientes al pueblo de Santa María Guelacé, lo que significó un gran reto ya que estos documentos no encajan por completo en la tradición histórica occidental y su discurso no siempre es fácil de entender. No obstante, la comprensión de las características propias de este género documental, expuestas por los autores que han trabajado con este tipo de textos, así como la confrontación de su contenido con información proveniente de otras fuentes históricas me permitieron interpretar el sentido general de estos textos, vincularlos a la dinámica general de confrontaciones que constituye el eje de esta investigación y extraer de ellos el punto de vista de los miembros de una de las poblaciones que estuvieron más involucradas en estas contiendas. En cuanto al trabajo de campo, éste consistió en hacer varias visitas a las poblaciones involucradas en estos conflictos; lo que me permitió conocer con mayor precisión la ubicación de los pueblos y las distancias entre ellos; también los edificios más emblemáticos de cada comunidad que datan del periodo colonial, como las iglesias, los ex conventos y, en su caso, los cascos de las haciendas. En cuanto a la población, realicé entrevistas libres y dirigidas, con el objetivo de recopilar parte de la tradición oral referente a la historia de los pueblos, a sus conflictos pasados y presentes, al significado de algunos nombres de parajes o mojoneras,

13 así como sus impresiones sobre los documentos más llamativos de estos litigios. También realicé recorridos por algunos de los sitios en disputa, así como por caminos que antiguamente eran las vías que comunicaban a estos pueblos, todo ello con el fin de lograr su identificación en los mapas coloniales donde aparecen representados, además de su ubicación y su representación en mapas contemporáneos. Cabe mencionar que llevé a cabo un registro gráfico de estas actividades, básicamente con fotografías. El trabajo de campo fue muy importante para esta investigación. Las historias acerca de las fundaciones de los pueblos, en especial las que recopilé en Santa María Guelacé en mis primeras visitas, me permitieron empezar a identificar a sus distintos actores y a vincular litigios que en un primer momento parecían inconexos. La comunicación con los lugareños y la observación de la forma en que interactúan los miembros de las distintas comunidades todavía permiten percibir los conflictos y las rivalidades que subsisten entre algunas de estas poblaciones.

14 I. LA REGIÓN Y SU GENTE

EL VALLE DE TLACOLULA Y EL VALLE DE OAXACA

El valle de Tlacolula forma parte, junto con los valles de Etla y Zimatlán, de la región conocida como los Valles Centrales de Oaxaca o simplemente el Valle de Oaxaca, por hallarse en su centro la ciudad que le da nombre. Los tres valles forman una especie de “Y” invertida, con el Valle de Etla que se extiende al noroeste, el de Tlacolula al sureste y el de Zimatlán, también llamado Valle Grande o de Ocotlán, al sur (Fig. 1). El Valle de Oaxaca es uno de los pocos espacios con una considerable extensión de suelo plano entre las accidentadas serranías que conforman el territorio del actual estado de Oaxaca. Su altitud promedio es de 1 500 metros sobre el nivel del mar (msnm), pero las montañas que lo rodean llegan a alcanzar los 2 500 e incluso los 3 000 msnm (Winter 1990: 21). Con estas elevaciones, las montañas suelen interceptar los vientos húmedos del Golfo y del Pacífico por lo que el clima de la región es templado-cálido con tendencia a seco. No obstante, cada brazo ha desarrollado un microclima especial y mientras que los valles de Etla y Zimatlán están más cercanos al clima templado sub-húmedo, el valle de Tlacolula tiene un clima semi-seco (Lorenzo 1960: 53 y 56).

Fig. 1. El Valle de Oaxaca. Principales cabeceras coloniales y las tres poblaciones de este estudio. Basado en imágenes satelitales de Google Earth-INEGI, 2009.

En la época colonial toda la región del Valle de Oaxaca era alabada por su gran fertilidad y su clima agradable. En el siglo XVI fray Toribio de Benavente, Motolinía, en su Historia de los indios de la Nueva España de 1541 se refirió a esta región como un lugar rico y fértil (Motolinía 1984: 6). En el siglo XVII el cronista dominico Francisco de Burgoa también expresó su gran admiración por el Valle:

assi por la humedad de las aguas como por la fertilidad de las tierras, de llanos, y montañas muy vezinas, fecundas de flores, y frutas varias, de saçonadisimo gusto, repetidas conforme los temples casi por todo el año, las semillas del sustento ordinario como son trigo, mayz, garuanço, frijol, y legumbres, con muy moderado cultiuo, se dan con grande abundancia (Burgoa 1674:5r).

15 Y a finales del siglo XVIII, un viajero francés se refirió a la región de la siguiente forma:

No puede concebirse nada más magnífico que el emplazamiento de Guaxaca. Desde San Juan del Rey hasta esta ciudad, se abre una planicie de dos leguas de ancho que se extiende cinco o seis leguas hasta las inmediaciones de la ciudad. Está ampliamente provisto de productos de granos y todo tipo de frutas de la planicie; un hermoso río baña el pie de la cuesta donde se erigió, y acueductos bien planeados le proporcionan un agua de excelente calidad. Finalmente, los magníficos y ornamentados paisajes, la excelencia de la tierra, la profusión de frutas tanto europeas como americanas que se suceden con una continuidad incesante, todo esto haría un paraíso de Guaxaca, si tan sólo fuera poseída por una raza de hombres más trabajadores y activos (Thièry de Menouville, en Taylor 1998: 25).

El Valle de Oaxaca es, sobre todo, un lugar que ha dado cobijo a diversos grupos humanos, quienes han dejado su huella en él a lo largo de los siglos. Fue la cuna de la cultura zapoteca, cuyos vestigios más antiguos pueden ubicarse cerca del 500 a.C. con la construcción de la metrópoli más influyente del periodo Clásico en la región oaxaqueña (±500 a.C.-800 d.C.), Monte Albán. Luego, durante el Posclásico (±800-1521 d.C.) surgieron en él las también ciudades zapotecas de Zaachila, Mitla, Yagul, Dainzú, entre otras, y desde ellas los zapotecos se extendieron hacia el Istmo y las Sierras. Por su parte, mixtecos y mexicas lograron establecer en esta región sitios clave como Cuilapan y Huaxyacac. Y, finalmente, fue en el Valle de Oaxaca donde los invasores españoles decidieron fundar la ciudad colonial de Antequera, hoy ciudad de Oaxaca.

LOS SEÑORÍOS DEL VALLE DE TLACOLULA EN EL POSCLÁSICO

La caída de la gran ciudad zapoteca de Monte Albán, entre los siglos VIII y IX, marcó el fin del periodo Clásico y el inicio del Posclásico en el Valle de Oaxaca. Tras el declive de esta poderosa ciudad varios centros urbanos menores empezaron a fortalecerse en toda la región y durante el Posclásico se constituyeron como ciudades-estado o señoríos autónomos con una considerable influencia en el ámbito local. En el valle de Tlacolula sitios como Dainzú, Macuilxóchitl, Yagul, Tlalixtac, Tlacochahuaya, Teitipac y Mitla se consolidaron como ciudades-estado, si bien no todas fueron contemporáneas ni tuvieron el mismo poder y grado de influencia (Winter 1990, 1997). Pero fue Zaachila, ciudad-estado ubicada en el valle de Zimatlán, la que llegó a ser la sede política zapoteca más importante del Posclásico en el Valle de Oaxaca, y a la que puede considerarse hasta cierto punto como la sucesora de Monte Albán. De hecho, el gentilicio zapotecatl parece haber derivado del nombre nahua de Zaachila: Teozapotlan (van Doesburg 2008: 41). Zaachila sostuvo numerosas alianzas político- militares con varios señoríos dentro y fuera del Valle de Oaxaca, impulsó la conquista del Istmo y su influencia llegó a tal grado que sus problemas políticos internos afectaron a todos los señoríos de la región (Jansen 1998; Oudijk 2000). Más adelante volveré sobre este punto. Parte de la vida política de los señoríos posclásicos del Valle de Oaxaca, en especial la del periodo Posclásico tardío, ha sido reconstruida por Oudijk (2000) que ha echado mano de numerosos registros históricos. En las siguientes líneas retomaré algunas de sus contribuciones para destacar lo que hasta ahora se sabe respecto de los señoríos de Macuilxóchitl, Teitipac y Tlacochahuaya.

Macuilxóchitl

Macuilxóchitl, “Cinco flor” en náhuatl,1 o Quiyehuixitao, “Gran flor azul” en tichazaa-zapoteco,2 llegó a ser un señorío influyente dentro del valle de Tlacolula en el periodo Posclásico.

1 De macuilli, ‘cinco’ y xochitl ‘flor’ (Molina 2001: I: 118v, II: 160). 2 El nombre zapoteco de este lugar es, según la Relación Geográfica de Macuilxóchitl, Quiyebelacayo, ‘flor-¿bela?-5’ pero según los documentos pictográficos de Papalutla (Van Doesburg y Oudijk 2010) y un testamento zapoteco de Macuilxóchitl de 1731 (AMT, 607) es Quiyehuixitao o Quiahuixitao. La lectura de este último nombre la dan Oudijk y van Doesburg.

16 El linaje del señor que gobernaba Macuilxóchitl a la llegada de los españoles había iniciado 12 generaciones atrás, según la Genealogía de Macuilxóchitl, un documento pictográfico del siglo XVI (Fig. 2). La dinastía fue fundada por Pichana Nelapa, es decir, el “Señor 8/11 Conejo”, quien provenía de un lugar mítico llamado Quilatinizoo, que se ha traducido como “la laguna de sangre primordial” (Oudijk 2000: 118-119). El título que los gobernantes de Macuilxóchitl tenían, Pichana, era inferior al de Coqui, que era el título que ostentaban los gobernantes de Zaachila;3 sin embargo, estos líderes supieron ir tejiendo una buena red de alianzas políticas (cuyo mejor rastro son las alianzas matrimoniales) que les permitieron adquirir gran relevancia dentro del valle de Tlacolula.

Fig. 2. Genealogía de Macuilxóchitl. Dibujo de Martijn van de Bel. Tomado de: Historiography of the Bènizáa.

3 “Señor de sieruos o de la casa. Pejoana, pechana. si es de casta” (Córdova 1987: 349r). “Rey. Todos los nombres sacando el primero son nombres del oficio de rey. Coqui Rey, conñijtao, cobeepeatao, coquichepeatao, huetocotichapeatao, cocoopeatao” (Córdova 1987: 377r). Las búsquedas en el Vocabvlario de Córdova las realicé gracias a la versión electrónica coordinada por Thomas Smith (Smith et al. 1993).

17 Al parecer, Pichana Nelapa y los siete señores que le sucedieron en el gobierno de Macuilxóchitl establecieron las primeras alianzas matrimoniales de su linaje con mujeres nobles, Xonaxis, de distintos pueblos dentro del mismo valle de Tlacolula. Esta era una estrategia muy común entre los señoríos mesoamericanos, que primero buscaban pactar con los señoríos cercanos para luego ir extendiendo sus alianzas a otras regiones. Las esposas de estos ocho primeros gobernantes provenían de lugares como Xaquiya (Teotitlán), Paca (Tlacolula), Zoanij (Tlacochahuaya) y Lochitia (Santa María Albarradas). Este último lugar formaba parte del señorío de Mitla (Oudijk 2000: 118). El noveno Pichana, por su parte, se casó con una Xonaxi proveniente de un lugar externo al valle de Tlacolula. Al parecer, Pichana Nelapa y los siete señores que le sucedieron en el gobierno de Macuilxóchitl establecieron las primeras alianzas matrimoniales de su linaje con mujeres nobles, Xonaxis, de distintos pueblos dentro del mismo valle de Tlacolula. Esta era una estrategia muy común entre los señoríos mesoamericanos, que primero buscaban pactar con los señoríos cercanos para luego ir extendiendo sus alianzas a otras regiones. Las esposas de estos ocho primeros gobernantes provenían de lugares como Xaquiya (Teotitlán), Paca (Tlacolula), Zoanij (Tlacochahuaya) y Lochitia (Santa María Albarradas). Este último lugar formaba parte del señorío de Mitla (Oudijk 2000: 118). El noveno Pichana, por su parte, se casó con una Xonaxi proveniente de un lugar externo al valle de Tlacolula. Ella era de Cuilapan, un señorío de origen mixteco que había surgido gracias a uno de los coquis de Zaachila y que mantenía una relación estrecha con ese gran señorío zapoteca. Su hijo, el décimo Pichana de Macuilxóchitl, se casó con una Xonaxi de Zaachila. Estos dos últimos matrimonios se han interpretado como consecuencia de las alianzas que involucraron a Macuilxóchitl en algunas campañas militares dirigidas por los coquis “11 Agua” y “6 Agua” de Zaachila y que avanzaron sobre el Istmo de Tehuantepec y el valle de Etla (Oudijk 2000: 125-126). El vínculo entre Macuilxóchitl y Zaachila trajo grandes beneficios para ambos señoríos. El poder de Macuilxóchitl se incrementó bajo el amparo de Zaachila, de modo que llegó a controlar una gran población y un amplio territorio dentro del valle de Tlacolula. De acuerdo con algunos registros históricos provenientes de esta región, Macuilxóchitl habría estado detrás de la fundación de diversos asentamientos y del establecimiento de nuevas dinastías de gobernantes, como se ha documentado en los casos de Papalutla, Quiaviní y Teitipac (Burgoa 1997: 229v-246r; Oudijk 2000: 136-159; van Doesburg y Oudijk 2010). Sin embargo, los siguientes dos gobernantes de Macuilxóchitl, el Pichana décimo primero y el Pichana décimo segundo, ya no establecieron alianzas matrimoniales con Zaachila, sino que volvieron a unirse con la nobleza de Cuilapan. Este cambio puede explicarse al poner atención en el difícil panorama político que se vivió en el Valle de Oaxaca en el siglo XV, a raíz de la crisis política que estalló en Zaachila. El gobernante “6 Agua” de Zaachila, el Coqui con el que se había aliado el noveno Pichana de Macuilxóchitl, aparentemente murió sin tener un heredero al trono. Su hermana, la Señora “3 Lagarto”, quien se había ido a casar con el gobernante de los señoríos mixtecos de Tilantongo y Teozacualco, sí tuvo descendencia, y su hijo podía haber sido considerado para la sucesión. Pero fue el tío paterno de ambos, el Señor “1 Hierba”, quien terminó por asumir el poder en Zaachila. No obstante, a la muerte de “1 Hierba” el problema se agudizó. En Zaachila se perfilaba como sucesor el Señor Cosijopii, quizás un hijo o nieto del Señor “1 Hierba”. Pero el Señor “5 Lluvia” de Tlaxiaco, el hijo de la Señora “3 Lagarto”, decidió disputar el trono de Zaachila y formó un bando opositor a Cosijopii junto con sus aliados de la región mixteca. Las hostilidades entre ambos bandos se hicieron cada vez más intensas hasta que el Señor Cosijopii decidió dejar Zaachila e ir a Tehuantepec y el hijo del Señor “5 Lluvia”, el Señor “8 Venado”, asumió el poder en Zaachila (Oudijk 2000: 101-113; 2008: 89-116). Esta pugna por el poder en Zaachila generó un ambiente de inestabilidad política en el Valle de Oaxaca, que dio lugar a un escenario que se ha calificado como de “balcanización”, es decir, de continuos enfrentamientos entre los señoríos de la región (Flannery y Marcus 1983: 217-226; Oudijk 2000: 230). Varios grupos decidieron ir a vivir a otras regiones, como la Sierra Norte y el Istmo de Tehuantepec. También se hizo necesario que los señoríos que tenían alianzas con el linaje gobernante de Zaachila ratificaran o redefinieran sus relaciones. Lo que se observa en el caso de Macuilxóchitl es que el linaje gobernante se vinculó con Cuilapan porque, al parecer, ambos señoríos decidieron apoyar al Señor Cosijopii que se fue a gobernar a Tehuantepec. Así, Cuilapan y Zaachila, y los señoríos aliados a cada bando, terminaron confrontados durante el resto del periodo Posclásico hasta la llegada de los españoles (Oudijk 2000: 228).

18 Al interior de Macuilxóchitl no todos estuvieron de acuerdo con la decisión de aliarse a Cuilapan. Al parecer, una parte de la nobleza local decidió apoyar al Señor “8 Venado” de Zaachila y entabló lazos matrimoniales con ese señorío. Así lo sugiere una genealogía “alterna” que se añadió a la Genealogía de Macuilxóchitl y que consta de tres generaciones.4 Al parecer, la pareja que inicia esta pequeña genealogía es contemporánea al décimo primer gobernante de Macuilxóchitl. Es decir, vivió en el tiempo en que se estaban redefiniendo las alianzas con Zaachila. Y mientras que la esposa del Pichana décimo primero de Macuilxóchitl es de Cuilapan, la mujer que inicia esta genealogía “alterna” proviene de Zaachila (Oudijk 2000: 121). Es difícil saber hasta qué punto llegaron los conflictos internos en Macuilxóchitl a causa de estas diferencias, pero es seguro que hacia la segunda mitad del siglo XVI, en plena época colonial, se tenía muy presente este desacuerdo.

Teitipac

Teitipac o teticpac, “encima de la piedra” en náhuatl,5 fue un señorío cuya dinastía gobernante estaba fuertemente relacionada con Macuilxóchitl. Las tradiciones históricas de dos de sus pueblos sujetos durante la época colonial, San Lucas Quiaviní y Santa Cruz Papalutla, así como la del propio Teitipac refrendan esta relación. En el primer caso, la Genealogía de Quiaviní registró que el fundador del linaje gobernante de ese sitio provenía del mismo lugar que Pichana Nelapa de Macuilxóchitl: quelatinizoo, la “laguna de sangre primordial” (Oudijk 1998: 21-25; 2000: 136-159). En el siguiente caso, dos documentos pictográficos relatan la fundación de Papalutla por parte de algunos nobles provenientes de Macuilxóchitl, quienes habían ganado esa tierra en pago por la ayuda militar que su señorío había brindado a Zaachila durante sus campañas de conquista (Van Doesburg y Oudijk 2010). Finalmente, en el tercer caso, se sabe de un documento pictográfico que Teitipac conservaba todavía en el siglo XVII y que el fraile dominico Francisco de Burgoa pudo ver. Según Burgoa, en él se relataba que dos capitanes provenientes de Macuilxóchitl, llamados Baloo y Balachi (Burgoa 1997: 256r), sometieron a la gente del lugar y establecieron una nueva dinastía gobernante que era fiel a Macuilxóchitl y a Zaachila:

Fue este Pueblo [de Teitipac] en su gentilidad muy célebre, de grande población, y multitud de gente, en distancia de una legua continuada vivian, y en sus caracteres y figuras, refieren, que los principales pobladores fueron dos Capitanes valerosos, que salieron del pueblo de Macuilsuchil y favorecidos del Rey de esta Zapoteca, subieron á vna Montaña, vezina de este pueblo, y corre al Oriente altíssima, como quatro leguas, con vna singularidad notable en estos Valles [...] En esta cumbre hauia vna gente montaras, y barbarissima que no reconocia á otro Señor de la Zapoteca [...] hasta que los dos esforçados Capitanes, se resolvieron á acometerlos, por diuersas partes [...] y con grande carniceria de ambas partes los vencieron (Burgoa 1997:245r-v).

Para Burgoa este evento había sucedido poco tiempo antes de la llegada de los españoles, de modo que estos dos guerreros vivieron la transición a la era colonial y cambiaron sus nombres zapotecos por nombres cristianos: don Gaspar y don Baltasar (Ibidem: 245v). Es poco probable que así haya sido. En la Genealogía de Macuilxóchitl, los nombres de estos guerreros se encuentran asociados con el fundador del linaje de Macuilxóchitl, para indicar que habían vivido mucho tiempo antes del siglo XVI. Lo cierto es que Teitipac tuvo tiempo suficiente para consolidarse como un señorío importante dentro del Valle de Oaxaca. A finales del siglo XVI el sitio era visto por los españoles como uno de los grandes señoríos zapotecos de antaño (Relación Geográfica de Cuilapan, Acuña 1984: I: 181). Teitipac se convirtió en un lugar consagrado al culto a los muertos, como Mitla. Sólo que, mientras que en este último se sepultaba a los grandes gobernantes, en Teitipac se enterraba a los señores de segundo rango y a los nobles:

4 La Genealogía de Macuilxóchitl fue creada en un principio para representar el linaje gobernante de ese señorío, que consta de trece Pichanas. Sin embargo, en su parte superior izquierda incluye una genealogía “alterna” que cuenta con tres generaciones y que fue añadida posteriormente por una mano distinta de la que realizó la genealogía “principal”. 5 De tetl, “piedra” e icpac, “encima de lo alto” (Molina 2001: II: 107v , 33v).

19 Este pveblo de San Juan Teticpaque, en su lengua zapoteca se llama Zeetoba, que quiere dezir otro sepulchro, ó lugar de entierros á distinción del entierro general que tenían los Reyes Zapotecos en el pueblo de Mitla, que se llama Yooba. [...] El segundo lugar profanado con estos errores, era éste Pueblo de Teticpaque, donde tenian la segunda entrada para el Auerno [...] y traían a este Pueblo á enterrar á algunos Señores, que por no ser de la Sangre Real, no passaban por aquella puerta [Mitla] al infierno (Burgoa 1997: 230r-v).

Teitipac se distinguió como un lugar donde vivían sacerdotes con gran autoridad en los misterios de su religión y de sus ritos, y a los cuales acudían en busca de consejos y consuelo tanto los gobernantes de Zaachila como los de otros señoríos:

[Y tiene] otro nombre de su antigüedad, y primera fundación, Quehuiquijezaa, que quiere dezir Palacio de piedra, de enseñança, y doctrina, porque se edificó sobre una grandissima lossa, y los Reyes de Theozapotlán, pusieron aquí Caziques de grande capacidad, y inteligencia en sus ritos, y culto de sus Dioses, assi para la veneración dellos, como para asistir á los demás Señores, que llegasen á los sepulchros con los defuntos, para consolarlos, y persuadirles las esperanzas supersticiosas de su descanso en el otro mundo, que assi le llamaban (Burgoa 1997: 233r).

A pesar de la importancia que adquirió, Teitipac no olvidó su filiación a Macuilxóchitl. Este vínculo trascendió la época posclásica y se mantuvo durante buena parte de la época colonial, quizá no en términos políticos formales pero sí como parte fundamental de las tradiciones históricas locales y ocasionalmente permitió la negociación y las alianzas entre sus autoridades coloniales.

Tlacochahuaya

Tlacochahuaya, “lugar húmedo” en náhuatl, o Zoani en zapoteco,6 comprendía, en efecto, uno de los pocos lugares húmedos del valle de Tlacolula, debido a la presencia de una ciénega que actualmente ya no existe. Sin embargo, en la época colonial esta característica le permitió a la comunidad gozar de buenas cosechas. De acuerdo con la descripción de Burgoa:

la mitad y principal de el Pueblo [de Tlacochahuaya], está sobre peñas sequissimas, valense de profundos poços para su sustento, todas las mas Casas son de teja baxas como las viuiendas de los Españoles, con sus calles, tratanse en comer y vestir muy decentes, muy buenos cauallos, y sillas, en que andan, la otra mitad es inmediata, y muy humeda, por ser vagio, ésta cultiban, y aqui se criaron desde su gentilidad aquellas gruessas azeybas, de que tanto se ha hablado (1997: 256r).

Muy poco es lo que se conoce de la historia de Tlacochahuaya en la época posclásica. Existen vestigios arqueológicos que indican una ocupación temprana y continuada en el lugar (Flannery y Marcus 2001: 127). Sin embargo, no se ha localizado algún documento de su fundación o del linaje de sus gobernantes, que según Burgoa terminó apenas iniciada la época colonial (1997: II: 256v). No obstante, gracias a la Genealogía de Macuilxóchitl se sabe que una mujer noble de Tlacochahuaya se casó con el séptimo Pichana de Macuilxóchitl, lo que indica que ambos señoríos establecieron un vínculo político hacia el siglo XIV. En el siglo XVI Macuilxóchitl afirmaba que Tlacochahuaya había formado parte de su territorio.7 Sin embargo, hay un dato que sugiere que se trataba de un señorío aparte. A finales del siglo XV, en medio de las turbulencias políticas derivadas de la crisis dinástica de Zaachila, los mexicas entraron al Valle de Oaxaca y establecieron una provincia tributaria cuyo centro administrativo se hallaba en Cuilapan. Las fuentes que consignan este hecho, como el Memorial de Tlacopan, la Matrícula de Tributos y el Códice Mendocino mencionan a Tlacochahuaya como uno de los señoríos que integraban esta provincia tributaria (Carrasco 1996: 420-463). Y lo enlistan a la par de señoríos como Teitipac y el mismo Macuilxóchitl (Fig. 3).

6 La entrada es tlacuechauayan (Molina 2001: II: 119v), pero también se pueden ubicar sus componentes. Tlalli ‘tierra’, [ni-tla]cuechaua ‘relentecer o humedecer algo’ y –yan, indicativo de un sitio donde se realiza una acción (Molina 2000: II: 124, 25v; León Portilla 1982). Su nombre zapoteco no ha podido traducirse. 7 Véase capítulo II, pp. 74 y 75.

20 Fig. 3. Topónimos de los señoríos de Macuilxóchitl, Tlacochahuaya y Teitipac. Fragmento de la Matrícula de Tributos, lám. 12v, Provincia de Cuilapan. Dibujo de Beatriz Cruz López.

Sin embargo, es necesario subrayar el ambiente de inestabilidad política en el Valle de Oaxaca y los constantes reacomodos de alianzas entre señoríos que se agudizaron con la crisis política en Zaachila. La filiación entre los gobernantes de Teitipac y los de Macuilxóchitl, así como la alianza matrimonial entre el gobernante de Macuilxóchitl y una Xonaxi de Tlacochahuaya sugieren que hacia el siglo XIV estos tres señoríos debieron tener buenas relaciones. Pero sería muy arriesgado pensar que luego de la crisis dinástica en Zaachila y a principios del siglo XVI, en el tiempo en que llegaron los españoles al Valle de Oaxaca, estas relaciones permanecieran intactas, aunque tampoco hay que descartar esa posibilidad. Pero, si la situación de estos señoríos en el periodo Posclásico resulta algo incierta, la llegada de los españoles a Mesoamérica y el inicio de la era colonial complican más el panorama, pues se trató de una etapa de inestabilidad que muchos señoríos aprovecharon para intentar cambiar su estatus y obtener así más privilegios.

ESPAÑOLES EN EL VALLE DE OAXACA

Dos años después de la llegada de Hernán Cortés y sus hombres a las costas de Veracruz, y una vez derrotada la ciudad de -Tenochtitlan, algunas decenas de españoles y miles de indígenas aliados salieron a conquistar otras regiones bajo el mando de unos cuantos capitanes españoles. Fue así como llegaron Francisco Orozco y sus hombres al Valle de Oaxaca. Era el mes de noviembre de 1521. Los nahuas de Huaxyacac y los mixtecos de Cuilapan estaban enterados de la expedición y esperaban fortificados y listos para pelear. La batalla duró una semana, al cabo de la cual nahuas y mixtecos fueron derrotados (Chance 1993: 49). Se ha dicho que los señoríos zapotecos del Valle de Oaxaca se sometieron pacíficamente al poder español debido a que el gobernante de Tehuantepec, Cosijopii –nieto del señor Cosijopii que había trasladado su corte de Zaachila hacia el Istmo–, pactó una alianza con Cortés antes de la llegada de Orozco (Chance 1993: 49). Y, en efecto, el gobernante de Tehuantepec había contactado a Cortés luego de enterarse de la toma de Tenochtitlan. El Señor zapoteca le ofreció regalos al capitán español y se declaró súbdito de su rey. También le pidió hombres armados y de a caballo para combatir al señorío mixteco de Tututepec que, dijo, le era hostil por haber reconocido al rey católico (Romero Frizzi 2006: 82-83).

21 Este acercamiento amistoso no sólo facilitó el paso de los españoles por el Istmo hacia el Soconusco y Guatemala, sino que también hizo posible que en las décadas siguientes varios batallones zapotecos de Tehuantepec fueran a conquistar y colonizar territorio maya al lado de los españoles (Matthew 2007: 102-126). Sin embargo, es difícil saber si todos o por lo menos algunos de los señoríos zapotecos del Valle de Oaxaca decidieron no combatir a los españoles influidos por el gobernante de Tehuantepec o si al observar el poderío militar que habían logrado movilizar los españoles simplemente decidieron aliarse a ellos. El caso es que en esta región los señoríos no opusieron más resistencia y aceptaron la autoridad de la Corona española. Así, el Valle de Oaxaca pasó a formar parte del territorio “conquistado” por los españoles. A tal grado llegó su aceptación que el señorío de Cuilapan, que había combatido a Orozco, se preciaba en el siglo XVIII de haber participado en algunas campañas militares de las primeras décadas del siglo XVI “a favor de los españoles” y en contra de los indios “infieles” de aquella época (Taylor 1998: 54, n. 114). Al decidir someterse pacíficamente y colaborar con su causa, los gobernantes de esta región debieron obtener favores y recompensas por parte de los españoles. En los testimonios sobre esos años a los que William Taylor tuvo acceso encontró afirmaciones de que “el mismo Orozco prometió defender los ‘derechos y prerrogativas’ de los caciques a cambio de su apoyo” (1998: 52). Quizá no haya ocurrido exactamente de esa manera, pero es indudable que sólo la alianza entre los líderes españoles y los mesoamericanos puede explicar los numerosos cambios en las unidades políticas indígenas que se sucedieron a partir de la tercera década del siglo XVI, no sólo en el Valle de Oaxaca sino en toda Mesoamérica, y de los que hablaré a continuación.

Las encomiendas

Desde que los capitanes españoles comenzaron a adentrarse en el continente americano percibieron gran diferencia entre los grupos humanos que habían conocido en las islas y los que habitaban estas tierras. Aquí pudieron identificar con relativa facilidad la existencia de distintos señoríos, a los que llamaron pueblos, y a sus gobernantes o “Señores naturales”, a los que llamaron caciques. Una vez iniciada su campaña de conquista, los capitanes de las expediciones contactaban a los caciques de cada región y se aseguraban de que no les fueran hostiles o de derrotarlos militarmente. En cualquier caso, el resultado debía ser el reconocimiento del rey español como monarca absoluto de estas tierras. Una vez que esto sucedía, se consideraba que la región había sido “pacificada” y los capitanes españoles procedían a repartir entre sus hombres a los pueblos que la conformaban mediante las cédulas de encomienda. Las encomiendas eran concesiones de pueblos a los conquistadores, quienes se convertían en encomenderos. Por lo general cada encomienda comprendía un pueblo, es decir, un señorío o una antigua unidad política mesoamericana. El encomendero se obligaba ante la Corona española a impulsar la evangelización de los indígenas y obtenía así el derecho a recibir el tributo de la población de su encomienda, ya fuera en trabajo o en especie. Así, en cada encomienda debía establecerse una doctrina, que sería atendida por los religiosos encargados de evangelizar a la población de las distintas regiones. En el caso de Oaxaca fueron los dominicos. Como se ha observado en varias regiones, las encomiendas fueron viables gracias a que se basaron en la organización política y económica preexistente, y porque recurrieron al reconocimiento mutuo entre españoles y líderes nativos:

Los españoles reconocían a los gobernantes dinásticos de cada unidad política con el título de “caciques”, respetando sus derechos de sucesión y sus privilegios como gobernantes locales mientras que los caciques reconocían al rey de España como monarca absoluto de estas tierras, y a los conquistadores como sus emisarios. […] Esta relación primigenia entre la corona española, los encomenderos y los tlatoque [gobernantes nativos], se basaba en un acuerdo de reconocimiento mutuo de derechos, prerrogativas y obligaciones. El encomendero reconocía el estatus del cacique y la jurisdicción sobre los indios y los recursos naturales que tenía bajo su cuidado y mando. Por su parte, el cacique reconocía la autoridad del encomendero y su derecho a recibir los excedentes comunitarios en forma de tributo en especie y trabajo (García Castro 1999: 99-100).

22 En el Valle de Oaxaca muchos señoríos quedaron en un primer momento bajo la jurisdicción del Marquesado del Valle que Cortés solicitó para sí mismo al rey.8 Sin embargo, los hombres que habían ido con Orozco decidieron asentarse en el centro del Valle, cerca de Huaxyacac, y reclamaron sus propias encomiendas apoyados por algunos enemigos de Cortés, como Nuño de Guzmán, el presidente de la Primera Audiencia de la Nueva España (Chance 1993: 50-56). Al final, Cortés no recibió todo el territorio que esperaba, aunque sí gran parte del Valle de Oaxaca. Todo este asunto, sin embargo, permitió que en esta región la presencia de españoles, en especial de encomenderos, fuera menor en comparación con otras regiones, como el centro de México. Aparte del Marquesado, sólo se establecieron diez encomiendas en el Valle de Oaxaca, entre las cuales se hallaban los tres señoríos en los que se enfoca este estudio: Teitipac, Macuilxóchitl y Tlacochahuaya.9

Los corregimientos

Los frecuentes abusos cometidos por los encomenderos, de los que se quejaba la población nativa, así como el deseo de la Corona española de limitar el poder de estos personajes que socavaban su soberanía en tierras lejanas, alentó la creación de corregimientos en toda la Nueva España. Un corregimiento era un distrito administrado por un funcionario real, el corregidor, quien impartía justicia y cobraba los tributos de la población nativa, los cuales se destinaban a pagar su sueldo y a la Corona. Las encomiendas que iban pasando a manos de la Corona, ya fuera por muerte del encomendero, por abandono o por confiscación, se convertían en corregimientos. Por otra parte, si las encomiendas se mantenían, la población era atendida por el magistrado de la villa o ciudad española más próxima, en este caso la ciudad de Antequera, y se les consideraba como parte de ese distrito jurídico (Fig. 4).

Fig. 4. Jurisdicciones civiles y eclesiásticas en el Valle de Oaxaca. Tomado de: Geografía histórica de la Nueva España (Gerhard 1986: 21).

8 Sobre el Marquesado del Valle, véase García Martínez (1969). 9 Las encomiendas son: Coyotepec, Tlalixtac, Macuilxóchitl, Teotitlán del Valle, Teitipac, Tlacochahuaya, Mitla, Tlacolula, Ocotlán y Zimatlán (Taylor 1998: 53, n. 107).

23 Teitipac fue un corregimiento en sí mismo de 1531 a 1599 aunque fue supervisado desde Antequera entre 1531 y 1552. En 1600 al corregidor de Chichicapa se le dio autoridad sobre Teitipac, creándose una nueva jurisdicción cuya sede quedó en Chichicapa. Luego, con las reformas de 1676-1687 el distrito volvió a modificarse para anexar otros lugares y convertirse en el corregimiento de Zimatlán y Chichicapa, cuya sede se trasladó a Zimatlán. Finalmente, en 1787 el corregimiento se convirtió en subdelegación (Gerhard 1986: 73-74). Macuilxóchitl, por su parte, pasó a la Corona en 1532 y junto con Teotitlán conformó un solo corregimiento. De 1552 a 1603 estuvo subordinado al alcalde mayor de Antequera; después operó por sí mismo, hasta que en 1680 se unió con el de Mitla y Tlacolula con la administración de un solo magistrado establecido en Teotitlán. En 1787 se convirtió en una subdelegación (Gerhard 1986: 196-197). Tlacochahuaya, al ser encomienda desde muy temprano en el siglo XVI, se mantuvo bajo la tutela directa del magistrado de Antequera. En 1639 su encomendero murió y Tlacochahuaya dejó de ser encomienda, pero siguió formando parte de la jurisdicción de Antequera durante el resto de la época colonial, convirtiéndose en una especie de isla entre las jurisdicciones de Zimatlán y Teotitlán (después Zimatlán y Chichicapa y Mitla y Tlacolula, véase Fig. 4) (Gerhard 1986: 50-52). Así pues, cada una de las tres unidades políticas en las que se enfoca este trabajo pertenecía a una jurisdicción distinta. Es importante tenerlo en mente, porque como se verá las autoridades españolas de estas jurisdicciones, al hallarse involucradas como jueces en estos litigios, varias veces se mostraron parciales en favor de la población que pertenecía a su respectiva jurisdicción. Por otra parte, como se puede apreciar, el magistrado de Antequera tenía cierta preminencia sobre los magistrados de varias regiones de Oaxaca. Tenía, muchas veces, la última palabra en cuanto al proceso de resolución de conflictos; y cuando se hallaba inclinado a favorecer al pueblo que estaba directamente bajo su administración, Tlacochahuaya, esto no hacía más que prolongar y agravar los conflictos.

Cabeceras y sujetos

El establecimiento de encomiendas y después de corregimientos implicó la elección de un lugar preciso para establecer tanto las cabeceras de doctrina como las residencias de los corregidores. Para ello los españoles debieron diferenciar entre los asentamientos que conformaban cada pueblo y elegir al que parecía ser el asentamiento más prominente. De acuerdo con las observaciones de los europeos, en cada pueblo había por lo general un asentamiento principal (aunque a veces eran más) en el que residía el cacique y se hallaban los edificios más relevantes para la comunidad. Con frecuencia se trataba de sitios ceremoniales. A estos lugares se les llamó cabeceras. El resto de los asentamientos se percibieron como lugares subordinados al primero y se les llamó sujetos, estancias o barrios. En realidad, el patrón de asentamiento común en Mesoamérica parece haber sido de tipo disperso, pues cada familia solía vivir cerca de su campo de cultivo, así que es probable que la configuración espacial cabecera-sujetos haya quedado más clara después de las campañas de congregaciones o reducciones que iniciaron a mediados del siglo XVI y que se extendieron durante varias décadas. Las juntas, congregaciones o reducciones fueron movimientos de población que procuraban concentrarla en espacios planeados y organizados según una traza en la que el templo católico, las casas reales (sede del cabildo) y la plaza fueran el centro del poblado, y a su alrededor se extendieran los solares familiares formando una especie de retícula o tablero de ajedrez (Gerhard 1991; de la Torre 1995). En el transcurso del siglo XVI las cabeceras se fueron consolidando como indiscutibles centros jurisdiccionales gracias a esta concentración de funciones emprendida por los españoles y respaldada por los caciques:

Los españoles favorecieron la consolidación de las cabeceras porque les facilitaban el control y la hispanización de los indios. Una mayor centralización de funciones gubernativas y administrativas en manos del cacique y la concentración de la población, de la actividad religiosa, del comercio y de la justicia en las cabeceras, fue creando un espacio privilegiado y altamente jerarquizado dentro de los pueblos. La cabecera se convirtió, virtualmente, en el centro rector de un altepetl o pueblo (García Castro 1999: 131).

24 Las congregaciones y el sistema cabecera-sujetos les permitieron a los españoles tener fácil acceso a la mano de obra indígena, a la recolección del tributo y a la evangelización. Pero también acentuaron las diferencias en la unidad política indígena al realzar los sitios de residencia de los caciques. Como sedes de las autoridades locales, las cabeceras empezaron a representar o a actuar tanto en nombre de la unidad política en su conjunto como de algún pueblo sujeto específico. La preeminencia y poder que llegaron a detentar fue tal que al final del periodo colonial ser cabecera se convirtió en un objetivo que muchos pueblos perseguirían.

Las repúblicas de indios

El reconocimiento de los caciques y su liderazgo dentro de los pueblos fue una política consciente de los conquistadores españoles y de los funcionarios reales para mantener la funcionalidad de las estructuras de organización indígena que les permitieran extraer productos de los pueblos americanos, contar con mano de obra, conservar el orden y llevar a cabo la empresa de evangelización. Sin embargo, poco a poco se trató de introducir un modelo de organización más acorde al modelo europeo del gobierno municipal. Fue en la década de 1530, con la Segunda Audiencia, que este esfuerzo dio inicio (García Martínez 1987: 86). En un primer momento lo más fácil fue distinguir con el cargo más prominente a los líderes más evidentes, entonces los caciques recibieron el título de gobernadores. En las décadas siguientes los demás cargos u oficios de república (alcaldes, regidores, alguaciles, escribanos, etc.) fueron recayendo en otros miembros de la nobleza. El número de oficiales variaba de pueblo en pueblo, según su extensión, su población y las subdivisiones existentes en cada unidad política (García Martínez 1987: 100-101). Luego de algunas décadas cada pueblo quedó constituido en una República de indios, con un conjunto de oficiales locales, el cabildo, presidido por un gobernador como máxima autoridad dentro de cada uno de ellos. La simbiosis cacique-gobernador duró poco. A finales del siglo XVI por lo general estos títulos eran detentados por dos personas distintas. Y mientras que el cacique empezó a velar más por sus intereses personales, el gobernador estaba obligado a hacerlo por los de la comunidad.10 Por su parte, los pueblos terminaron apropiándose de tal forma del cabildo que, a pesar de su raíz europea, el modelo terminó adaptándose al mundo indígena y se convirtió en el órgano de gobierno más importante dentro de cada unidad política (Lockhart 1999: 49-71).

Una época de cambios

He mencionado a grandes rasgos algunas de las transformaciones más notorias que acontecieron en el seno de las poblaciones indígenas a partir de la llegada de los españoles. Todas ellas se gestaron durante las primeras décadas coloniales aunque tardaron en cristalizar y tuvieron resultados muy diversos en toda Mesoamérica, no sólo de una región a otra sino incluso de un pueblo a otro. Lo interesante de estos cambios es reconocer en ellos no sólo los deseos de dominación por parte de los españoles, sino también los de poder por parte de los mismos caciques y nobles indígenas. La presencia española y los nuevos elementos europeos fueron aprovechados por los líderes nativos, quienes pudieron manipularlos hasta cierto punto para servir a sus propios intereses, es decir, para mantenerse en su posición de poder e intentar hacerse de mayor riqueza y prestigio. Así, la ropa, los caballos, las armas y los títulos españoles fueron ampliamente solicitados por los caciques desde muy temprano.11 Eran los nuevos símbolos de poder y se aferraron a ellos (Romero Frizzi 1996: 121-128). Pero hubo transformaciones más profundas e importantes. Esto es más fácil de entender si se observa lo que ocurrió en regiones donde los cambios fueron más drásticos que en el Valle de Oaxaca o están mejor documentados. Por ejemplo, en la región matlatzinca, en parte de lo que hoy es el Estado de México, los señores otomianos que habían sido sometidos en la época prehispánica por la Triple Alianza y sustituidos en sus funciones pudieron regresar al gobierno de sus pueblos gracias al reconocimiento que obtuvieron como señores naturales por parte de los españoles (García Castro 1999: 99).

10 Sobre el cacicazgo véase Taylor (1970) y Menegus y Aguirre (2005). 11 Sobre esta tendencia y, en particular, para el caso de los escudos de armas, véase Castañeda (2008) y Castañeda y Luque (2006, 2010a y 2010b).

25 No es sorprendente entonces que, en el “terriblemente competitivo” mundo de los señoríos indígenas, cada aspecto de la vida social que era modificado y cada nueva institución que trataban de implantar los europeos se convirtieran en espacios para ventilar rivalidades y deseos de poder entre distintos linajes o pueblos (Lockhart 1999: 57). Así, en la cuenca de México durante las primeras décadas del periodo colonial varios pueblos reclamaron ser cabeceras independientes –y sus líderes, caciques– sin serlo, mientras que algunas cabeceras pretendieron tener más pueblos sujetos de los que en realidad tenían para subyugar a otros vecinos o a antiguos rivales (Gibson 1978: 52-58). La construcción de los templos y conventos católicos, la instauración de los cabildos e incluso episodios tan molestos como las congregaciones se convirtieron en oportunidades para que cada cacique, junto con sus pueblos, desplegara su poder y obtuviera mayor reconocimiento y mejores beneficios.12 Y qué decir de la tierra y la delimitación precisa del territorio de cada pueblo, que se convirtieron en las principales causas por las que las distintas repúblicas de indios peleaban entre sí y con los españoles. Parece que el territorio se convirtió en el receptáculo más sensible para dirimir otro tipo de disputas, como las políticas. Pues bien, es en este periodo de cambios, ajustes, novedades y persistencias, de los que todos querían salir beneficiados, en el que aparecen las primeras referencias que se tienen sobre los conflictos entre las poblaciones de Macuilxóchitl, Tlacochahuaya y Teitipac durante la época colonial, que abordaré en el siguiente capítulo.

12 Romero Frizzi (1996: 99-102) aborda el caso de las rivalidades entre los pueblos mixtecos de Yanhuitlan y Teposcolula en referencia a la construcción de sus templos y conventos. Lockhart (1999: 49-71) aborda los cambios que el modelo español de cabildo sufrió en tierras americanas para adaptarse a cada unidad política indígena. Y Taylor (1998: 87) y Oudijk (2000: 139) refieren ciertos casos en que caciques zapotecos ordenaron a parte de su población abandonar sus casas para falsear el número real de tributarios. Más adelante se abordarán de nuevo estos ejemplos.

26 II. RIVALIDADES Y CONFLICTOS ENTRE MACUILXÓCHITL, TLACOCHAHUAYA Y TEITIPAC EN EL SIGLO XVI

En este capítulo analizaré la situación en la que se hallaban las poblaciones zapotecas de Macuilxóchitl, Tlacochahuaya y Teitipac durante las primeras décadas de la era colonial, con el fin de poder comprender en qué circunstancias surgieron sus discrepancias y animadversiones. Mostraré los distintos ámbitos en los que las tres cabeceras rivalizaron en este primer siglo colonial: la delimitación de sus jurisdicciones políticas, la construcción de sus templos y conventos y la defensa de su territorio. Sobre este último punto, el de la tierra, analizaré con especial cuidado los casos en los que las cabeceras se confrontaron abiertamente ante las autoridades españolas. Señalaré cuáles fueron los argumentos que cada una utilizó para reclamar ciertos territorios, los recursos que pusieron en juego y la serie de factores internos y externos que influyeron en el desarrollo de estos conflictos.

FORMANDO LOS PUEBLOS COLONIALES

No es fácil reconstruir la vida de los pueblos del valle de Tlacolula durante las primeras décadas de la época colonial. Quienes conocían la situación de las poblaciones de la Oaxaca colonial así como la red de relaciones y jerarquías entre ellas, los miembros de la población nativa, no dejaron crónicas o relatos sobre aquellos años. Por lo menos no existe alguno conocido hasta ahora. Más aún, los primeros datos sobre esta región proceden en gran parte de informes y descripciones cuyo objetivo fundamental era más bien administrativo: conocer el número de asentamientos y tributarios bajo el poder de la Corona y de los encomenderos. Además, resulta que los criterios que cada autor utilizó para describir a las poblaciones que se le asignaron no fueron unánimes y que los informantes pudieron manipular los datos que proporcionaban para ajustarlos a sus propios intereses. A pesar de ello, estos registros pueden ser de gran utilidad, por lo que hay que revisarlos con atención y analizarlos en conjunto con otras fuentes de años posteriores. La información más temprana sobre los pueblos coloniales del valle de Tlacolula indica que alrededor de 1548, Teitipac tenía seis pueblos sujetos: Ciautepeque, Yztlayutla, Ciltepeque, Xinachtepeque, Gueguetitlan y Ocotepeque, y un total de 2 080 tributarios (Suma de Visitas, Del Paso 1905: I: 314).1 Tlacochahuaya, a su vez, tenía un pueblo sujeto, del que no se registró el nombre, y un total de 855 tributarios (Ibidem: 245). En contraparte, para Macuilxóchitl no se registró la existencia de pueblos sujetos y a juzgar por la redacción del informe parece que en esa época se conformaba por un solo asentamiento: “este pueblo tiene quatrocientas y vna cassas y en ellas ay quatrocientos y siete hombres cassados y ochenta y dos solteros sin los muchachos” (Ibidem: 144). El siguiente informe conocido se elaboró dos décadas después, en 1569, y en él se asentaron datos menos detallados. No obstante, todos ellos indican una baja demográfica considerable. Macuilxóchitl contaba en ese momento con 300 tributarios, Tlacochahuaya con 500 y Teitipac con 1 000 (Relación de los obispados, García Pimentel 1904: 65).

1 Los criterios para definir a un tributario variaron durante el periodo colonial. En la primera mitad del siglo XVI la mayoría de los pueblos continuaban tributando de acuerdo con los criterios prehispánicos prevalecientes en cada región, aunque ya se abrían paso los lineamientos europeos. Sin embargo, se puede decir que por lo general se clasificaba como tributarios a los hombres mayores de 14 años, que por lo general ya eran jefes de familia. En distintos momentos de la época colonial las mujeres fueron consideradas como tributarios y los jóvenes solteros fueron considerados como medios tributarios (Gibson 1978: 196-206).

27 Once años después, en 1580, se elaboraron otras descripciones, las Relaciones Geográficas del siglo XVI, en las que se observa que el número de pobladores en esos años seguía siendo bajo (cuadro 2). Esta tendencia es confirmada por los datos que también existen para otras poblaciones del valle de Tlacolula.2 Al comparar esta serie de datos es evidente la tendencia demográfica a la baja ocasionada por las epidemias que asolaron Mesoamérica desde la llegada de los españoles y durante el resto del siglo XVI.3 Gran parte de la población mesoamericana enfermó y murió en ese siglo, sobre todo en las primeras décadas de contagio, además de que muchas personas huyeron de sus comunidades dejándolas despobladas. Pasado el peligro, los sobrevivientes pudieron regresar a sus casas.

Cuadro 2. Población tributaria en el valle de Tlacolula. Siglo XVI

Suma de visitas Relación de los obispados Relaciones Geográficas AGNT 2946, 547: 2 Pueblo (c.1548) (1569) (1580) (1597) 407 casados Macuilxóchitl 300 tributarios –♣ – 82 solteros Mitla y sus sujetos 718 tributarios 600 tributarios – – Teitipac y sus sujetos 2080 tributarios 1000 tributarios 1000 indios – 508 casados Teotitlán 400 tributarios – – 97 solteros Tlacochahuaya y su sujeto 855 tributarios 500 tributarios – 373 tributarios Tlacolula y su sujeto 498 tributarios 400 tributarios – – Tlalixtac y sus sujetos 1021 tributarios 400 tributarios 430 tributarios –

♣ La fuente no contiene información al respecto.

Sin embargo, las fuentes también indican un aumento en el número de poblaciones sujetas a ciertas cabeceras entre los años de 1548 y 1580 (cuadro 3). Si en 1548 se registró que Teitipac tenía 6 pueblos sujetos, en 1580 el número subió a diez. Macuilxóchitl, por su parte, de no tener ningún pueblo sujeto registrado en 1548, aparece con tres en 1580.4

Cuadro 3. Pueblos sujetos a las cabeceras del valle de Tlacolula. Siglo XVI

Pueblo Suma de Visitas (c. 1548) Relaciones Geográficas (1580) Macuilxóchitl – 3 Mitla – 11 Teitipac 6 10 Teotitlán – 2 Tlacochahuaya 1 – Tlacolula 1 1 Tlalixtac 1 4

2 AGNT 2946, 547: 2 fs, 1597. “Lo acordado para comunicar al pueblo de Tlacochaguaya de pedimento de los naturales de dicho pueblo. Tlacochaguaya”. 3 De 1520 a 1521 la de Hueyzahuatl, de 1545 a 1548 la de Cocoliztli, de 1550 otra similar a la anterior pero menos agresiva, y de 1576 a 1581 la del Gran Cocoliztli o Matlazáhuatl (Gerhard 1986: 23). 4 Relación Geográfica de Teticpac y Relación Geográfica de Macuilsuchil (Acuña 1984: II: 171 y I: 330).

28 Esto resulta hasta cierto punto contradictorio, pues dos epidemias ocurrieron en este lapso y una de ellas, la de 1576 a 1581, fue especialmente agresiva. Lo más natural habría sido que al reducirse el número de pobladores también se redujera el de comunidades. Si además se tiene en cuenta que en esos años estaba en marcha la campaña de congregaciones, cuyo afán era concentrar más población en menos lugares, ¿Cómo explicar entonces el aumento en el número de pueblos sujetos? Entre las razones que pueden aclarar la variabilidad en estos números está el hecho de que la Suma de Visitas de 1548 no fue elaborada con el mismo detalle que se tuvo en las Relaciones Geográficas de 1580, pues en esta última un cuestionario pormenorizado guiaba la redacción, que además debía ser avalada por miembros de las autoridades locales, principales y ancianos. Por otro lado, la conformación de los pueblos sujetos como asentamientos compactos y distinguibles pudo ser un proceso lento en esta región, por lo que a mediados del siglo XVI lo más sencillo para un observador externo era hacer un recuento general de los tributarios de cada unidad política sin entrar en los detalles no resueltos de su ubicación. Lo anterior puede explicar casos como el de Macuilxóchitl, Mitla o Teotitlán, que de no tener indicado el número de estancias sujetas en 1548, pasaron a tener varias en 1580. En el caso específico de Mitla la dificultad de hacer una buena descripción es evidente, pues gran parte de la población que conformaría sus 11 poblaciones sujetas no se hallaba en el Valle, sino dispersa en la sierra.5 Pero en el caso de Teitipac, que sí documentó poblaciones sujetas en 1548, con nitidez se ve que su número aumentó en las siguientes décadas. Al analizar más de cerca este caso se descubre la mano indígena como la principal constructora de estos cambios. En Teitipac hubo un hecho concreto que pudo alterar las cifras de 1548. El cacique, don Gaspar de Aguilar, se dio a la tarea de ocultar durante las primeras décadas coloniales a numerosos pobladores, “a toda una comunidad” se ha dicho, para quedarse con parte del tributo del rey, según denunciaron sus propios vasallos en 1574: “quando se contaron los yndios por ma[n]dado del rrey q[ue] los conto Bartolome de Çarate escondieron en la estançia de San Lucas muchos yndios no sabe quantos y se q[ue]daron sin contar por m[anda]do de don Gaspar”.6 Don Gaspar no fue el único cacique que decidió esconder a algunos de sus súbditos en los montes. También lo hizo el cacique de Tlacolula, don Domingo de Mendoza, quien a su vez fue denunciado en 1576 (Taylor 1998: 87). El deseo de no pagar demasiado tributo a la Corona era una poderosa razón para esfumar a los tributarios, pero esa estrategia no parece que fuera sostenible a largo plazo. Otro factor que debe tenerse en cuenta es que el establecimiento de las jurisdicciones de lo que los españoles consideraban las cabeceras de los pueblos no era cosa fácil, y menos con una población en principio dispersa y con nexos complicados que les hacían reconocer la autoridad de varios centros de poder de una forma que aún no es clara. Ahora bien, al comparar los nombres de los pueblos sujetos a cada cabecera es evidente que se estaban llevando a cabo ciertos reacomodos internos (cuadros 4 y 5). Así, uno de los seis pueblos sujetos a Teitipac en 1548, Yztlayutla, para 1580 aparece enlistado como pueblo sujeto de Macuilxóchitl. Por su parte, Santa Cruz Papalutla, que había sido fundado por familias nobles de Macuilxóchitl, aparece en ese mismo año como uno de los pueblos sujetos no de Macuilxóchitl sino de Teitipac.

5 Se trata de las actuales poblaciones serranas de Santa Catarina Albarradas, San Miguel Albarradas, , Santa María Albarradas, , San Juan del Río y Santa Ana del Río. Las cuatro restantes al parecer estaban en el valle, como Santiago Matatlán y San Baltazar Guelavila (Relación Geográfica de Tlacolula y Miquitla, Acuña 1984: II: 219; Gerhard 1986: 197). Taylor informa que a principios del siglo XVIII todavía se intentaba hacer que los habitantes de los pueblos más alejados (Santa Catarina, San Miguel y Santo Domingo) se fueran a vivir a Mitla (1998: 40). 6 Hispanic Society of America, Manuscrito HC 417/114, fojas 10v-12v, en Oudijk (2000: 140).

29 Cuadro 4. Pueblos sujetos de Teitipac. Siglo XVI

Suma de Visitas (c. 1548) Relación Geográfica (1580)

San Pablo Billaa

San Felipe Quie

La Santa Veracruz Quiachachilla

Ciautepeque, San Sebastián Quiaguia Yztlayutla, Ciltepeque, Santo Domingo Zuana Xinachtepeque, Santa María Magdalena Taba Gueguetitlan, Ocotepeque. San Marcos Quiapite

San Bartolomé Quechilana

San Lucas Quiabine

San Dionisio Lachiguise

Cuadro 5. Pueblos sujetos de Macuilxóchitl. Siglo XVI

Suma de Visitas (c. 1548) Relación Geográfica (1580)

Apazco

– Iztactepetitlan

Iztlayutla

Varias preguntas vienen a la mente: ¿por qué Yztlayutla estuvo en la jurisdicción de Teitipac y luego pasó a la de Macuilxóchitl?, ¿por qué Papalutla era un pueblo sujeto de Teitipac y no de Macuilxóchitl si había sido fundado por principales de esta última cabecera?, ¿cuántos pueblos más podrían haber estado en una situación similar? Es muy probable que las respuestas estén íntimamente ligadas con las relaciones de subordinación y las jerarquías entre los distintos linajes gobernantes de cada población que se habían tejido muchos años antes de la llegada de los españoles.7

7 La Genealogía de Quiaviní, en la que se representa al linaje gobernante no de una cabecera sino de un pueblo sujeto, en este caso un pueblo sujeto de Teitipac, ejemplifica que los gobernantes de las pequeñas localidades también creaban alianzas políticas con otros sitios, seguramente con la misma intención de aumentar su influencia.

30 Fig. 5. El valle de Tlacolula al finalizar el siglo XVI. Las tres cabeceras y sus pueblos sujetos. Basado en imágenes satelitales de Google Earth-INEGI, 2009.

2. Tlacochahuaya 1. Teitipac 3. Macuilxóchitl (San Jerónimo (San Juan Teitipac) (San Mateo Macuilxóchitl) Tlacochahuaya)

1a. San Sebastián Quiaguía 2a. Barrio de San Sebastián 3a. San Francisco Lachigoló 1b. Santo Domingo Suane 3b. Santiago Ixtaltepec 1c. Santa Cruz Papalutla 3c. San Juan Guelavía 1d. La Magdalena Tabaa 1e. San Marcos Tlapazola 1f. San Bartolomé Quialana 1g. San Lucas Quiaviní 1h. San Felipe Güilá 1i. San Pablo Güilá 1j. San Dionisio Ocotepec

Teitipac y Macuilxóchitl debieron ocuparse durante el transcurso del siglo XVI de replantear los vínculos que los ataban y esclarecer cuál era la población que a cada uno de ellos le correspondía gobernar. Para lograrlo debieron haber recurrido a sus tradiciones históricas, a sus documentos y a sus relatos ancestrales, y todo indica que al final Teitipac aceptó la preeminencia política de Macuilxóchitl y reconoció su papel como un centro legitimador, como lo pudo atestiguar fray Francisco de Burgoa en la segunda mitad del siglo XVII (1997: 245r). Sin embargo, la situación también había cambiado y Macuilxóchitl ya no gozaba del mismo poder de antaño por lo que tuvo que conformarse con una jurisdicción territorial y una población visiblemente más pequeña que la de Teitipac (Fig. 5). Este acuerdo debió satisfacer a ambas partes pues, como se verá adelante, estas cabeceras no tuvieron más enfrentamientos de este tipo e incluso Macuilxóchitl apoyó a Teitipac en sus conflictos territoriales con Tlacochahuaya.8

8 En el resto de la época colonial Teitipac y Macuilxóchitl sólo tuvieron un conflicto por tierras, ya avanzado el siglo XVII, que en realidad fue un ajuste de linderos entre sus pueblos sujetos y en el que también estuvieron involucradas otras comunidades y algunos españoles. Véase capítulo III, pp. 119-120.

31 El establecimiento de las jurisdicciones de las cabeceras indígenas se convirtió en un asunto delicado y de gran importancia durante el siglo XVI. No sólo se trataba de definir las fronteras político-territoriales de cada pueblo, algo de por sí difícil dadas las diferencias entre la realidad mesoamericana y los modelos europeos, sino también se trataba de redefinir las relaciones entre las distintas unidades políticas indígenas y por tanto era además una cuestión de mantener o anular jerarquías y de ganar o perder prestigio. Cada cabecera tuvo que esforzarse por mantener o acrecentar sus dominios frente a las otras cabeceras que deseaban lo mismo y en este juego de poder algunas tuvieron más éxito que otras.

NUEVAS JURISDICCIONES

La doctrina de Teitipac

Entre los nuevos símbolos y elementos que la administración colonial introdujo en los pueblos indígenas estuvieron: la creación de doctrinas o jurisdicciones de tipo religioso, la construcción de templos católicos y la construcción de conventos. Cada una de estas actividades se convirtió en un espacio de competencia y confrontación entre cabeceras. Las doctrinas fueron vistas como nuevos cotos de dominio. Y las iglesias y conventos, en su carácter de edificios comunitarios consagrados a un santo patrono, al protector de la unidad política en su conjunto, y a la administración del culto, sirvieron para que cada cabecera, y en particular cada cacique, pudiera hacer patente su capacidad de movilizar gente y recursos: su poder. No hay que olvidar que los templos eran, desde tiempos mesoamericanos, uno de los referentes comunes más importantes de cada señorío, lugares donde se expresaba la grandeza y magnificencia de los gobernantes. En el valle de Tlacolula las primeras iglesias debieron estar ubicadas en las cabeceras. Los pueblos sujetos tardaron más en construir sus propios templos. Los conventos o casas de doctrina, por su parte, sólo se establecieron en lo que eran las cabeceras de doctrina, aunque tampoco en todas. Así pues, no todas las unidades políticas de la región tuvieron conventos y, donde los hubo, estos no se erigieron al mismo tiempo, así que las primeras designaciones de los frailes de los lugares donde se habrían de construir sus casas debieron conmover en un sentido positivo el ánimo de las poblaciones elegidas. La casa de Teitipac fue una de las más tempranas en esta región. Fue aprobada en 1555 y se le asignaron cuatro frailes que se dedicaron a la evangelización de ésta y otras cabeceras (Vences 1990: 475, 507-508). Según Burgoa, Teitipac “en aquel siglo era de lo mejor desta nacion en la multitud de gente en lo ameno de el Payz, y en el Señorío de sus Caziques” (1997: 235v), lo que justificaba su elección como una de las primeras sedes de un convento en el Valle de Oaxaca. Durante varias décadas Tlacolula, Tlacochahuaya, Teotitlán y Macuilxóchitl, con sus pueblos sujetos, fueron visitados desde el convento dominico de Teitipac.9 Ahí vivieron, entre otros, fray Pedro de Feria, quien se dio a la tarea de estudiar el idioma zapoteco y publicó en 1567 su Doctrina Christiana, y fray Juan de Córdova, quien siguió los pasos de Feria y en 1578 publicó su Vocabvlario en Lengva Çapoteca y su Arte en Lengva Zapoteca, aunque para ese año ya no vivía en Teitipac. La iglesia y el convento de Teitipac fueron vistos como un gran logro de los frailes, que tanto se esforzaban en la conversión de los naturales (Figs. 6, 7 y 8). El episodio y las labores de construcción fueron descritos de la siguiente forma:

luego que entraro[n] n[uest]ros Religiosos á Doctrinarlos, [los naturales de Teitipac] trataron de hazer vn sumptuoso Templo, y Conuento de cantera, y de darles orname[n]tos muy lucidos para el Culto Divino, y se halló cantera de tan lucidos porfidos, o jaspes de varios colores matizados que si fueran de lustre podian estimarse entre los mejores d[e]l

9 Relación de los obispados... (1569), en García Pimentel (1904: 70-71). En el valle de Tlacolula sólo Mitla, desde la década de 1550, contó con un sacerdote secular (Gerhard 1986: 197).

32 Asia. Prosiguiose la Iglesia, para boveda hasta cerca de la cornija, el Conuento de dormitorios, y Celdas altas, son estremados, las officinas baxas, todas de boveda (Burgoa 1997: 245v).10

En estos años, sin embargo, las construcciones religiosas reflejaban más la importancia que las cabeceras indígenas deseaban ostentar que la total conversión y el fervor cristiano de los neófitos mesoamericanos; al menos no en la forma esperada por los evangelizadores. Algunos caciques, como el de Tehuantepec, don Juan Cortés, continuaban profesando sus antiguos cultos aun cuando habían impulsado la construcción de hermosas iglesias y grandes conventos católicos en el siglo XVI (Burgoa 1997: 374r-376v). Incluso en los siglos posteriores la población no parecía asimilar la doctrina cristiana tal como los frailes y las autoridades hubieran deseado.11 En el caso específico de Teitipac, a pesar del gran entusiasmo mostrado en la construcción de su iglesia y su convento, en 1560 y en 1574 se siguieron dos juicios de idolatría contra varios de sus pobladores, incluido el cacique. Los ritos paganos se llevaban a cabo en cuevas, en el primer caso, y en la misma casa del cacique, en el segundo. Don Gaspar, el cacique en cuestión, sabía bien que lo que hacía le podría traer problemas pues había presenciado el juicio de idolatría en 1560 e incluso declaró contra los acusados. Aun así, él mismo persistió en sus prácticas hasta donde pudo.12 Al parecer, estos casos de idolatría no se tradujeron en un desprestigio total para Teitipac (los comentarios de Burgoa así lo hacen pensar), pero seguramente tuvieron un efecto negativo en el ánimo de los frailes, cuya influencia en términos políticos era muy importante dentro de la sociedad novohispana y gustaban ejercerla con bastante frecuencia.13 Es interesante el hecho de que Mitla y Teitipac hayan sido, en el valle de Tlacolula, los primeros lugares donde hubo presencia permanente de clérigos y se haya iniciado la construcción de iglesias y casas religiosas.14 Ambos señoríos, como se ha señalado antes, fungieron durante el Posclásico tardío como lugares especiales, donde se enterraba y se rendía culto a los gobernantes y la élite de los señoríos zapotecos del Valle de Oaxaca.15 Por tanto, debieron contar con una larga y arraigada tradición de culto a los ancestros.16 Quizá fueron estas circunstancias las que motivaron a los evangelizadores para elegir desde temprano a ambos lugares para residir en ellos, pues así podrían adoctrinar y vigilar de cerca a sus pobladores, con el objetivo de erradicar cuanto antes estos cultos. De este modo la construcción de iglesias y conventos, que para los frailes debieron ser símbolos de su éxito en la evangelización (a juzgar por los comentarios de Burgoa), para los naturales las edificaciones no solo estaban vinculadas con la religión sino también con símbolos de poder de sus gobernantes y de su población.

10 Burgoa resume mucho este episodio, pues se sabe que las construcciones que ahora se aprecian fueron precedidas por otras de carácter provisional (AGNM 8, s/n: 149r), como ocurrió en la mayoría de las cabeceras en los primeros años de evangelización. AGNM 8, s/n: 149r, 1565. “TEITIPAC. Iglesia. La real audiencia hace saber a Bartolomé de Zárate, corregidor de este pueblo, que Fray Alonso de la Anunciación, vicario de este pueblo, presentó una petición para que se mandase hacer la iglesia con la casa para habitación de los religiosos” (Spores y Saldaña 1973: 180, f. 1671). 11 AGNIv 4947, 55: 2 fs., 1655. “Informe de Cristobal Manso de Contreras alcalde de mayor de Toutitlan de Valle de Oaxaca, sobre la mala vida de las comunidades del lugar, la falta de cárceles, casas reales y el mal estado del convento; su falta de apego al trabajo, sus dudas durante la doctrina y demás comportamiento”. 12 Oudijk (2000: 137-141) discute las siguientes fuentes: Archivo General de Indias, Justicia 279, exp. 1, fs. 8-16r; AGEPEO AM 1, 40; Hispanic Society of America Ms. HC; 417/114. Burgoa también reseña un caso de idolatría en Teitipac y al parecer es el de 1560 (1997: 241r-243v). 13 Los frailes, mediante su apoyo, podían inclinar la balanza a favor de las diversas causas que los miembros de la población nativa persiguieran (Gibson 1978: 163, 166; Taylor 1998: 53). 14 Agradezco a Michel Oudijk haberme hecho notar esta relación. 15 Véase capítulo I, pág. 42. 16 Burgoa habla de la presencia de “sacerdotes mayores” y “sacerdotes menores” de Mitla en Tehuantepec, donde a mediados del siglo XVI seguían conduciendo ciertos ritos a instancias del cacique (1997: 373r).

33 Fig. 6. Iglesia de Teitipac. Fotografía de Beatriz Cruz López.

Fig. 7. Ex convento de Teitipac. Fotografía de Beatriz Cruz López.

Fig. 8. Interior del ex convento de Teitipac. Pintura mural. Fotografía de Beatriz Cruz López.

34 Pero un gran cambio ocurrió a finales del siglo XVI que detuvo el hasta entonces exitoso camino andado por Teitipac dentro del sistema colonial fungiendo como cabecera de su unidad política, cabecera de doctrina y sede de un corregimiento. Teitipac y Chichicapa se unieron en un solo corregimiento, pero el descubrimiento de minas en el pueblo de Santa Catarina, de la jurisdicción de Chichicapa, hizo que la sede del corregidor quedara en Chichicapa.17 En Teitipac, las obras relacionadas con la iglesia y el convento se suspendieron y la explotación de las nuevas minas de Santa Catarina requirió tal cantidad de mano de obra nativa que Teitipac sufrió de nuevo una baja demográfica considerable (Burgoa 1997: 245v).

La doctrina de Tlacochahuaya

Mientras tanto, Tlacochahuaya erigía sus propios lugares de culto y emblemas de poder esforzándose en superar a sus vecinos. En primer lugar, decidió construir una iglesia más grande que la primera que había tenido y durante los años e incluso siglos siguientes se dedicó a ornamentarla con lo mejor de la época (Figs. 9, 10 y 11):

Fig. 9. La iglesia antigua de Tlacochahuaya. Fotografía de Beatriz Cruz López.

Fig. 10. Iglesia de Tlacochahuaya. Fotografía de Moisés García.

17 En la Magdalena Taba, uno de los pueblos sujetos de Teitipac, también había minas pero resultaron ser bastante pobres (Burgoa 1997: 245v).

35 Fig. 11. Interior de la iglesia de Tlacochahuaya. Se puede ver la pintura mural así como el órgano que la comunidad adquirió en el siglo XVII. Fotografía deBeatriz Cruz López.

[el pueblo de Tlacochahuaya] tiene muy buena iglesia de tisera, adornada de curiosos Retablos, el mayor tiene por Patron al Glorioso Doctor, Padre de la Escritura, Decano de las lenguas, blason de la penitencia y Patron de la vida eremitica San Hyeronimo, y su Imagen penitente, es el principal lienzo de enmedio, de mano del insigne Arrue, que qua[n]do no hubiera pintado otra cosa, bastara para hazerlo celebre en el mundo (Burgoa 1997: 256r).

Tlacochahuaya resultó ser una comunidad muy entusiasta de la música y las artes, que en esos años eran fomentadas (y permitidas) casi exclusivamente en el ámbito eclesial: “crianse muy buenas vozes, que sustentan vna muy diestra Capilla de Musicos” (Burgoa 1997: 256v). Quizás esa disposición y entusiasmo estuvieran presentes desde temprano y hayan influido en la determinación de los frailes de construir ahí, en la década de 1570, un nuevo convento dominico (Gerhard 1986: 51). Sin duda, los pobladores debieron alegrarse con la designación, aunque al final el edificio resultó ser muy austero (Fig. 12):

Fig. 12. Ex convento de Tlacochahuaya. Fotografía de Beatriz Cruz López.

36 es el Conuento [de Tlacochahuaya] en lo material de la fabrica toda como de hermitaños, corto, y encogido, desde que se entra por la Porteria parece vna Tebayda, triste, y lobrega, sobre pequeña, el Claustro en igual proporcion, angosto, baxo, y de muy corto espacio [...] y este Conuentito tan limitado se fundó detras de la Capilla mayor (Burgoa 1997: 250r-v).

A los ojos de los dominicos la Casa de Tlacochahuaya era como una morada de Recabitas, hombres austeros, ejemplares y aislados y llegó a ser considerada como “el seminario mas acreditado de Santidad y Religion” debido a su extrema sencillez, de modo que los religiosos que eran asignados a este lugar se consideraban realmente afortunados: “y fue tan apetecida de su espiritu [de los religiosos], que los q[ue] se señalaban co[n] mayor fervor, hazian grande estimacion de q[ue] los Provinciales los embiasen asignados á esta casa (Burgoa 1997:250r-v)”. Pero la gente de Tlacochahuaya no parece haber quedado satisfecha con el resultado. El pueblo había apostado por tener una iglesia hermosa y su convento no se podía quedar atrás. El deseo se tradujo en hechos y los trabajos para ampliar esa construcción y equipararla a la del convento de Teitipac iniciaron, no sin la oposición de algunas personas. Desafortunadamente para Tlacochahuaya, y para regocijo de Burgoa, al cabo de un tiempo las voces en contra hallaron la forma de bloquear las obras:

despues se quiso edificar Conuento como el de Teticpaque, y otros de cal y canto y estando sobre los cimientos las paredes de mas de vna vara no faltó quien lo repugnase, y pidió al Virrey que era, lo estoruase, y embió orden para que no se passase adelante, quiças lo ordenó nuestro Señor, para que se conservasen las grutas (Burgoa 1997:256r).

A pesar de este inconveniente, Tlacochahuaya se consolidó como sede de una doctrina importante, al pasar a manos de los frailes de su convento la administración de los pueblos de Macuilxóchitl y Teotitlán.18 Y aunque Teotitlán se separó en las siguientes décadas y se convirtió en sede de un nuevo convento, Macuilxóchitl y sus sujetos siguieron siendo administrados por los frailes de Tlacochahuaya (Gerhard 1986: 197) (Figs. 13 y 14).

Fig. 13. La iglesia antigua de Macuilxóchitl. Fotografía de Beatriz Cruz López.

18 En 1580 estos pueblos eran visitados desde Tlacochahuaya, según sus propias declaraciones (Relación Geográfica de Macuilsuchil (y Teutitlan), Acuña 1984: I: 333, 337). Tlacolula, por su parte, seguía siendo visitado por los frailes del convento de Teitipac (Relación Geográfica de Tlacolula y Miquitla, Acuña 1984: II: 256).

37 Fig. 14. La iglesia de Macuilxóchitl. Fotografía de Beatriz Cruz López.

RECLAMOS DE AUTORIDAD

De Tlacochahuaya sobre Macuilxóchitl

Fortalecida con su estatus de cabecera de doctrina y sede de un convento reconocido, Tlacochahuaya asumió actitudes cada vez más prepotentes frente a las cabeceras vecinas, en especial frente a Macuilxóchitl. Una serie de quejas en el año de 1579 indican que los habitantes y los nobles de Tlacochahuaya agraviaban a los de Macuilxóchitl llevando a pastar a sus ganados a las sementeras de éstos o entrando a sus cerros a cortar madera, que luego vendían en Oaxaca.19 Los agravios llegaron al extremo de intentar obligar a la gente de Macuilxóchitl a dar servicio a los nobles de Tlacochahuaya, algo que fue entendido por las autoridades y los habitantes de Macuilxóchitl como un claro desafío a su autonomía. Así lo manifestaron en un escrito que enviaron al virrey:

Don Martin Enriquez &a. Hago saver a vos el correg[id]or del pu[ebl]o de Macuilxuchil que por parte de los naturales del me a sido f[ec]ha rrelacion que como es notorio el es pu[ebl]o y cabecera de por si y q[ue] vn don Gaspar principal del pu[ebl]o de Tlacuichaguaya les conpele sin ser sujetos a el hordinario en cada una semana el acudir con ciertos yndios de servicio para su casa, e guarda de su ganado so color de que los rreligiosos que rresiden en el d[ic]ho pu[ebl]o visitan a los del d[ic]ho pu[ebl]o de Macuilsuchil de lo qual los d[ic]hos naturales rreciven vexacion e me pidieron lo mandase rremediar.20

A pesar de que estas quejas hicieron que la administración española mantuviera una actitud vigilante y no permitiera más abusos, Tlacochahuaya logró que otra de sus acciones prosperara. Ésta consistió en adjudicar tierras de esa cabecera vecina a los frailes de su convento para que pudieran establecer ahí una estancia de ganado. La “donación” quedó al descubierto en 1593, cuando Macuilxóchitl solicitó una merced para establecer una estancia de ganado dentro de su propio territorio. El corregidor de Teotitlán y Macuilxóchitl realizaba las averiguaciones pertinentes antes de autorizar la merced cuando

19 AGNG 2, 142: 30, 1579. “Al corregidor de Macuilxochil a fin de que averigüe los daños que han hecho a los naturales los ganados de un Gaspar, de Tlacochahuaya, para que los pague cumplidamente. Macuilxochil”. AGNG 2, 147: 31, 1579. “Al corregidor de Macuilxochil, para que los naturales de Tlacochahuaya, no entren en los montes de dicho pueblo, a cortar ningún genero de madera para vender, sino la leña que fuere menester. Macuilxóchitl”. 20 AGNG 2, 143: 30v, 1579. “Al corregidor de Macuilxochil, a fin de que averigüe que indios son los que un Gaspar pide para el cuidado de su casa y ganados, enviando relación. Macuilxochil”.

38 los naturales de Tlacochahuaya presentaron una contradicción a esta solicitud “por seguirseles perjuicio, especialm[en]te a vn sitio que de su voluntad avian dado a los rreligiosos q[ue] los tienen en administra[ci]on”. El asunto pasó a revisión y aunque quedó claro que las tierras que se habían dado a los religiosos del convento de Tlacochahuaya eran en realidad de Macuilxóchitl, esta cabecera tuvo que conformarse con recibir una merced restringida para que no hubiese motivo de confrontación con la estancia de los religiosos.21 El fallo debió ser visto como una pequeña victoria de Tlacochahuaya frente a Macuilxóchitl, y quizás influyó positivamente en su ánimo expansionista. Durante los siguientes siglos coloniales Tlacochahuaya adquirió fama de ser un pueblo agresivo, especialmente con los poblados pequeños a quienes solía quitarles tierras. San Francisco Lachigoló, uno de los pueblos sujetos de Macuilxóchitl, sufrió las invasiones territoriales por parte de este vecino incómodo.22 En el siglo XVIII, apunta Taylor, cuando los pobladores de San Antonio de la Cal invadieron las tierras de una labor jesuita, su fraile los acusó de “querer seguir el ejemplo de Tlacochahuaya y Tlalixtac” (1998: 115).

De Macuilxóchitl sobre Tlacochahuaya

En contraparte, Macuilxóchitl también reclamaba en esos años tener autoridad sobre Tlacochahuaya. El documento pictográfico o mapa que se anexó a la Relación Geográfica de Macuilsuchil de 1580 muestra con claridad lo que pensaba la élite de Macuilxóchitl respecto a esa cabecera vecina (Fig. 15). En ese documento se representaron los tres pueblos sujetos de Macuilxóchitl a través de las iglesias consagradas a sus santos patronos. Las iglesias están glosadas como teo[pan] Sa[n]ctiago Macuilsuchitl (templo de Santiago Macuilxóchitl), teopa[n] S[an] Fran[cis]co Macuilsuchitl (templo de San Francisco Macuilxóchitl) y teopa[n] S[an] Juan Macuilsuchitl (templo de San Juan Macuilxóchitl). Cada una de estas iglesias está unida con la iglesia de su cabecera, Macuilxóchitl, mediante un camino y todas ellas se distinguen por tener un cercado a manera de atrio. Los pueblos de Teotitlán del Valle y Tlacochahuaya también están representados mediante sus iglesias. La de Tlacochahuaya, glosada como deopa[n] Tlacochavaya, es similar a las anteriores pero sin el cercado. La de Teotitlán (teopa[n] Teotintlan) parece haber sido añadida tardíamente y es por completo distinta a las demás. También se representaron algunos linderos y mojoneras que separaban tanto a Tlacochahuaya como a Teotitlán del Valle de Macuilxóchitl y sus pueblos sujetos.

21 AGNM 18, s/n: 244v, 1593. “Clase: una estancia. Recibe: pueblo de Macuilsuchil”. 22 Taylor menciona que San Francisco Lachigoló fue fundado en tierras del cacique de Tlacochahuaya en el siglo XVI (1998: 43). Desafortunadamente la referencia de esta información (AGNI 34, exp. 113) no es la correcta y no he podido corroborar el dato, ni he encontrado nada similar en otro lugar. Si esto se afirmaba en el siglo XVI entonces debió ser un motivo de confrontación con Teitipac y Macuilxóchitl, que, como se ha visto, negociaron la potestad sobre este pueblo (Iztlayutla). Si se trata de una afirmación tardía, entonces seguramente fue un argumento creado por Tlacochahuaya para apoderarse de las tierras de Lachigoló.

39 Fig. 15. Mapa de Macuilxóchitl. Tomado de: Relación Geográfica de Macuilxóchitl del siglo XVI. Pintura (Acuña, 1984: II: 340).

Hasta aquí todo parece indicar que el mapa refleja con bastante fidelidad la situación de estos pueblos. Sin embargo, un texto escrito en náhuatl al centro del documento manifiesta lo siguiente:

Yoqui yniy[n] imotenehua macuilsuchil ynpa[n]pa itechcopa tlatoani teotzapotla[n] oquiçexeloque tlali oquimaca inçeçe tlatohuani çeçe altepetl ça yxquichi tlatoani nica maquilsuchitl quipiya tlali ihua quasuchit[l] yhua chinamic manel Teotitlán tlacochabaya [ni]ca ytlali macuilsuchi[tl] ypa[n]pa icuac yohuaya[n] oconana tlatoani macuilsochitl tlali ytoca tzapatecatl Coqui pilla yua Coqui piziatuo ihua çe civapoli ytoca yoci xonaçi palala ca nica ca(..) qui yeytin tlatohuani macuisuchitl.

Así de este modo esto se llama Macuilxóchitl. A causa y en relación del tlatoani de Teotzapotlan dividieron la tierra. A cada tlatoani les dio un altepetl. El tlatoani de aquí de Macuilxóchitl tiene toda la tierra y los linderos y los cercados; aún Teotitlán, Tlacochahuaya, es tierra de Macuilxóchitl. A causa de que en tiempos antiguos el tlatoani de Macuilxóchitl tomó la tierra, el llamado el zapoteca, Coqui Pilla (Señor 7 o 10 Rayo) y Coqui Piziatuo (Señor Águila Grande) y una mujer pilli llamada Xonaçi Palala (Señora 7 o 10 Buho). Aquí están los tres tlatoani de Macuilxóchitl.23

Así pues, de acuerdo con las autoridades de Macuilxóchitl tanto Teotitlán del Valle como Tlacochahuaya se hallaban dentro de sus dominios puesto que el gobernante de Macuilxóchitl había recibido de parte del gobernante de Zaachila (Teozapotlán) las tierras en que estaban fundados estos pueblos. Y aun cuando para el año en que se presentó este documento (1580) cada uno de ellos era una entidad independiente (algo que, paradójicamente, queda claro en la parte pictográfica), el texto afirma que el gobernante de Macuilxóchitl tenía derechos sobre sus territorios.

23 Esta traducción fue hecha por Luis Reyes García y junto con la paleografía está en Oudijk (2000: 130-132).

40 Pero Tlacochahuaya también tenía su propia tradición histórica que le vinculaba con Zaachila por medio de las eficaces y socorridas alianzas matrimoniales. De acuerdo con lo que la gente de ese lugar le relató a fray Francisco de Burgoa a mediados del siglo XVII:

fue en su gentilidad de grandes Señores este Pueblo [Tlacochahuaya], tanto que recien conquistados, casó el heredero del Rey de Theozapotlan, con hija del señor de aqui, y hauiendo sido las demostraçiones festiuas las mas celebres, y regozijadas que vieron estas Prouincias, fueronlas funestas, y lloradas aun de los Españoles que assistieron a las bodas, y al tercero dia al funebre entierro del desposado, muriendo de desmedido con su muger, y faltando la succession recta de este Señorio (Burgoa 1997: 256r-v).

Lo interesante de este relato es que muestra la imagen que Tlacochahuaya buscaba proyectar sobre sí mismo como un señorío importante y con relaciones políticas significativas. Como se ve, Tlacochahuaya y Macuilxóchitl trataban de imponerse una sobre otra echando mano de distintos recursos, unos más efectivos que otros. Macuilxóchitl hacía reclamos de dominio de manera casi simbólica, al respaldarse en su propia tradición histórica pero sin que sus alegatos de tener jurisdicción sobre Tlacochahuaya llegaran a los tribunales españoles. Tlacochahuaya, por su parte, no sólo contaba con una tradición histórica que también la vinculaba con el gran señorío de Zaachila, sino que además tomaba ventaja de su nueva condición de cabecera de doctrina. Escudadas en ello sus autoridades y su población emprendían acciones temerarias y contundentes contra Macuilxóchitl, al quitarle tierras y vejar a su población. Tlacochahuaya, aun de forma arbitraria, lograba imponer con bastante éxito sus pretensiones de dominio y se convertía en un serio peligro para la integridad de las poblaciones vecinas.

EL PROBLEMA DE LAS TIERRAS

Entre Tlacochahuaya y Teitipac

De los obstáculos que le dificultaron a Tlacochahuaya adquirir cada vez más tierras y más influencia, el más grande fue Teitipac. Ambos pueblos midieron fuerzas en varios conflictos que resultaron muy complicados. Teitipac se mostró como un rival poderoso, difícil de vencer, especialmente en el siglo XVI en el que las confrontaciones fueron directas entre las élites de ambas cabeceras. El primer conflicto por tierras entre Tlacochahuaya y Teitipac del que se tiene registro ocurrió en 1558. En ese año Tlacochahuaya acusó a Teitipac y sus pueblos sujetos de haber asentado un sitio de estancia dentro de su territorio y por tanto en su “daño y perjuicio” (Epistolario de la Nueva España, Del Paso 1942: XVI: 228-229). Al parecer, el funcionario enviado por el virrey para impartir justicia en este caso no pudo determinar cuál de los pueblos tenía la razón y entonces ordenó que ninguno se posesionara del lugar. Seis años después, en 1564, el cacique de Tlacochahuaya, don Jerónimo de San Gabriel, apoyado por su pueblo, solicitó al virrey una merced para establecer un sitio de estancia para mil ovejas en un lugar llamado Chibayala.24 Cuando el alcalde mayor de Antequera realizaba el reconocimiento del lugar se presentaron las autoridades y los principales de Teitipac para objetar la solicitud y alegaron que en realidad se hallaban dentro de su territorio. El sitio resultó ser el mismo que ambas cabeceras habían disputado en 1558.25 En esta nueva ocasión el encargado de determinar cuál de estas cabeceras tenía la razón fue el alcalde mayor de Antequera. El expediente de este caso recoge las indagaciones del magistrado, así como las pruebas que cada cabecera aportó a su favor. El conjunto de declaraciones de las partes involucradas muestra que el pleito no sólo era por la tierra, sino que tenía que ver, de nuevo, con la delimitación de las jurisdicciones o dominios que correspondían a cada unidad política, como se verá a continuación.

24 La lectura de este topónimo es muy difícil: Chijba se halla en las entradas ‘encima de algo’, ‘encima de lo alto’, ‘sobre preposicion’ y ‘Somo por encima o en somo’ (Córdova 1987: 161v, 382r, 385v), mientras que yala no he podido interpretarlo. 25 AGNT 819, 2: 1-67v, 1757 (1564). “Tlacolula. Po.- Testimonio de las diligencias relativas a la merced hecha a los naturales del pueblo de Tlacochahuaya, de un sitio de estancia. Juris. Oaxaca”.

41 Chibayala era un peñasco situado al oeste de Tlacochahuaya y al noroeste de Teitipac (Fig. 16). A mediados del siglo XVI se estableció en ese lugar un sitio de estancia para ganado mayor de un español llamado Martín de la Mezquita. Pero en 1551, Teitipac interpuso una queja por los daños que causaba el ganado en sus tierras,26 por lo que la estancia fue retirada en 1554 y a su dueño se le asignó un nuevo sitio en Ejutla.27 Con Martín de la Mezquita fuera del lugar, Teitipac decidió hacer uso del corral que había quedado, pero Tlacochahuaya se opuso a esta acción en 1564 reclamando esas tierras como suyas con lo que inició la larga disputa.

Fig. 16. Probable ubicación de los sitios de Chibayala y Lachixoba, así como de los pueblos de Santo Domingo Suane y San Jacinto. Basado en cartas topográficas del INEGI y Plano de dotación del AGA (véase Bibliografía).

Bajo este peñasco de Chibayala, en el valle, se ubicaba un sitio llamado Lachixoba,28 que como aclaró Teitipac también era parte del litigo y que según declararon los testigos de ambos bandos era un sitio que había estado habitado. Los testigos que presentó Tlacochahuaya dijeron que ahí vivían personas de Tlacochahuaya, de Teitipac y de Tlacolula. Por su parte, los testigos que presentó Teitipac dijeron que ahí vivían personas de Teitipac y de Tlacochahuaya. Y finalmente don Domingo Hernández, un principal de Teitipac de 100 años de edad, quien fue convocado por el alcalde mayor como testigo de calidad, por así decirlo, también aseguró que en el lugar habían vivido personas tanto de Teitipac como de Tlacochahuaya.29 El por qué se despobló el lugar no es claro; pudieron contribuir las epidemias, las congregaciones, el afán de esconder tributarios. El caso es que una vez despoblado, el sitio se convirtió en un botín que ambas cabeceras deseaban tener para sí mismas, a menos que se les adelantara algún español. Al parecer, Chibayala y Lachixoba eran parte de una especie de franja fronteriza entre Tlacochahuaya y Teitipac, pues entre ellas, lo mismo que entre muchas otras cabeceras como Macuilxóchitl y Teotitlán, no existían mojoneras ni límites precisos (Suma de visitas, Del Paso 1905: I: 144). Cada entidad sabía qué tierras le

26 AGNM 4, 52: 15r, 1551. “TEITIPAC. Estancias. Ordenando a Luis de León Romano, corregidor y justicia en la ciudad de Antequera, vaya a ver las estancias de yeguas que en términos de este pueblo tiene Martín de la Mezquita, y vea si reciben agravio los naturales, y también que visite las estancias que tienen en términos de Ejutla, Alonso de Contreras y Francisco de Valdivieso, y el sitio que de orden de don Luis de Velasco se le señaló a dicho Martín de la Mezquita” (Spores y Saldaña 1973: 180). 27 AGNM 4, 53: 15v, 1554. “Clase: de una estancia. Persona que recibe: Luis de la Mesquita. Ijutla”. 28 Làache es ‘llano o llanura’ y Xòoba, ‘maíz’. Se puede leer como “llano de maíz” o “tierra donde abunda el maíz” (Córdova 1987: 250r, 253v). 29 AGNT 819, 2: 65r.

42 correspondían en función de la ubicación de sus pobladores, y es muy probable que, como ocurría en otras zonas de la antigua Mesoamérica, los terrenos de varias unidades políticas se hallaran entreverados (Carrasco 1996: 56-58).30 Como señalaron los testigos del caso, “toda la tierra es una y lo que cada uno posee e tiene aquello es suyo”.31 Así pues, para asegurarse el control del lugar, cada cabecera había implementado ciertas estrategias. Teitipac puso manos a la obra al interponer una queja contra la estancia española que se había asentado cerca del lugar que se despobló y logró que se quitara, y luego intentó restablecer, sin mayor trámite, el sitio de estancia. Tlacochahuaya, por su parte, recurrió a la justicia española para impedir el intento de Teitipac de adueñarse del sitio y también solicitó formalmente, algunos años después, una merced de estancia en ese mismo lugar. El resultado de esta última acción fue, en un primer momento, positivo para Tlacochahuaya. Sin haber escuchado a los testigos de Teitipac, el alcalde mayor de Antequera se pronunció a favor de don Jerónimo de San Gabriel y envió un informe favorable a la real audiencia para que ésta autorizara la merced. No obstante, poco después la real audiencia modificó su veredicto al enterarse de las condiciones en que se había aprobado la solicitud, al expresar que “se ha de entender, que [la merced] es sin perjuicio de tercero, y en los terminos de el Pueblo donde es governador el d[ic]ho D[o]n Geronimo, y no en otro”.32 Por tanto, ordenó que las diligencias se volvieran a efectuar y que el alcalde mayor se cerciorara de que la estancia quedara en las tierras de Tlacochahuaya y no en las de Teitipac. El empeño que cada cabecera puso para quedarse con Chibayala y Lachixoba es notable. Ambas debieron solventar los gastos necesarios para llevar a cabo la investigación: comprar papel sellado para la elaboración de los expedientes y sus copias, pagar al escribano, dar de comer al alcalde mayor y a su caballo cuando efectuaba los recorridos, pagar el traslado de los documentos a la ciudad de México para que los revisara la real audiencia, llevar testigos, pagar asesores. En fechas tardías no faltaría quien reconociera que habían gastado más en los juicios para demostrar sus derechos sobre esas tierras que lo que hubiera costado comprarlas.33 Por lo general se piensa que los pleitos por tierras están relacionados con la presión demográfica y en muchos casos, especialmente en la época colonial tardía y en la actualidad, puede ser así. Pero en el caso estudiado no: la pérdida de población fue un fenómeno generalizado y constante durante el siglo XVI; no había una necesidad apremiante de adquirir tierras para pastoreo o para sembrar. Ambas cabeceras, además, podían haber solicitado estas mercedes en otros lugares. Teitipac tenía una extensión considerable de tierras. Y Tlacochahuaya, aunque con una extensión menor a la de Teitipac, también contaba con menos habitantes y no parecía sufrir la falta de terrenos; de hecho, había decidido en tiempos tempranos vender parte de sus tierras a algunos españoles.34 Se trataba, en el fondo, de una cuestión de poder, en la que ambas cabeceras deseaban ampliar sus dominios,35 así que las dos se dieron a la tarea de asegurarse la mayor cantidad de tierra fronteriza antes de que la parte contraria lo hiciera. Para ello echaron mano de sus recursos, no sólo económicos sino también

30 Tlacochahuaya, por ejemplo, tenía tierras entre Teitipac y Zaachila, lejos del grueso de su territorio. AGNM 15, s/n: 209r, 1590. “SANTA CECILIA, TEITIPAC Y TLACOCHAGUAYA. Tierras. Acordado para que el corregidor del partido de Teotitlán vea un sitio de estancia con una caballería de tierra que pide Agustín de Salas; el sitio en términos del pueblo de Santa Cecilia, sujeto al de Teozapotlán, y en términos del pueblo de Teticpac, en una loma montuosa, entre dos cerros uno montuoso y el otro pelado, y cerca de dos arroyos que corren de oriente a poniente; y la caballería de tierra, en términos de los pueblos de Teticpac y Tlacochaguaya” (Spores y Saldaña 1973: 148). 31 AGNT 819, 2: 13r. 32 AGNT 819, 2: 38v. 33 AGNT 1206, 1: 25r. AGNT 1206, 1: 1655-1678, 1752.1792. “Tlacolula. po.- Los naturales del pueblo de Santa Maria Guelaxe, contra los del de San Jeronimo Tlacochahuaya y barrio de San Sebastian, nombrado el bajo, sobre posesion de tierras, y averiguacion de las que pertenecieron al pueblo de Santo Domingo Juane, o Suane. cita los pueblos de Santiago Ixtaltepec, Macuilzochil, Coyotepec, San Juan Teitipac y Santa Cruz Papalutla, asi como las haciendas de Güendulain y Santa Rosa o Los Negritos, y sitio de Chivayala o Chivalia. un plano. Juris. Oaxaca”. 34 En 1545, Tlacochahuaya vendió un terreno donde se fundó una hacienda de ganado mayor y menor de “mil brazas de tierra de largo y nuevecientas de ancho”, que se ratificó en 1552 a Francisca de la Cueva. AGNM 49, exp. s/n: 31, 1652. “Clase: medida de tierras. Persona que recibe: Juan Rivera. Oaxaca, Tlanehatoya pueblo o Tlaneaguaya y Macuilsuchil”. 35 Don Jerónimo recibió el apoyo de los oficiales de república y vecinos de Tlacochahuaya cuando solicitó la merced de tierras porque al obtenerla él se aseguraba su posesión por parte de la comunidad “porque de tiempo inmemorial, a esta parte los a tenido y poseido e tiene y posee el Pueblo de Tlacochaguaya, e yo en su nombre como tal Governador” (AGNT 819, 2: 6r). Por otra parte, don Mateo de Sosa, como gobernador de Teitipac, representaba los intereses de la comunidad y recibía el apoyo de los oficiales de república, los nobles e incluso el cacique, quienes lo acompañaron en las diligencias (AGNT 819, 2: 3r).

43 políticos. Los testigos de ambos bandos son un buen ejemplo de que cada contendiente se apoyó en los aliados más acreditados que pudo encontrar para salir avante en los dos interrogatorios que tuvieron lugar.36 En el primer interrogatorio, Tlacochahuaya presentó como testigos a favor de su causa a varios nobles que procedían de los pueblos de Tlacolula, Zaachila, Teotitlán del Valle, Tlalixtac y Coyotepec.37 Teitipac, por su parte, y después de una cuarta prórroga para presentar sus testimonios, presentó seis testigos que provenían de los pueblos de Macuilxóchitl y Mecatepec, este último un pueblo sujeto de Cuilapan;38 sólo uno de ellos era principal en su pueblo.39 Luego de que se ordenó al alcalde mayor que volviera a efectuar las diligencias, se realizó un segundo interrogatorio en el que cada parte debía presentar diez testigos. Tlacochahuaya volvió a presentar a los testigos del anterior interrogatorio, excepto Francisco Jiménez, principal de Zaachila, e integró a cuatro nuevos testigos que provenían de Zaachila, Coyotepec y la villa de Oaxaca.40 Teitipac presentó a su favor a los seis que ya habían participado en el interrogatorio anterior e integró tres nuevos que provenían de Cuilapan, Chilateca y Teotitlán, y a un español avecindado en la ciudad de Antequera.41 La presencia de gente de Macuilxóchitl apoyando a Teitipac es muy significativa porque puede interpretarse como una señal de que los acuerdos a los que habían llegado cuando delimitaron sus jurisdicciones fueron satisfactorios para ambas partes. También es posible que la amenaza que representaba Tlacochahuaya para las dos cabeceras las orillara a unirse más. O ambas cosas. La vigencia en el siglo XVII de la historia de los fundadores de Teitipac provenientes de Macuilxóchitl indica una buena relación (Burgoa 1997: 245r). Ahora bien, mientras que la presencia de testigos de los pueblos vecinos es normal e incluso indispensable en una investigación de este tipo, pues eran ellos seguramente los más enterados de estos asuntos, la participación de personajes provenientes de lugares más alejados, como el alcalde de Zaachila, el gobernador de Cuilapan, los mexicanos de la villa de Oaxaca y el español de Antequera parece tener un papel más político, con más énfasis en la calidad de sus personas y sus lugares de procedencia. Esto es más claro en el caso de Teitipac, quien en su primera presentación de testigos parecía estar enfocada en mostrar que la defensa que hizo de Chibayala frente a Martín de la Mezquita era cierta, por lo que recurrió a la gente que De la Mezquita había enviado a construir el corral de su estancia.42 En cambio, en la segunda presentación de testigos, Teitipac también recurrió a Cuilapan, tal vez para hacer contrapeso a la presencia de testigos provenientes de Zaachila por parte de Tlacochahuaya.43 Zaachila conservaba el prestigio de ser la antigua capital de los zapotecas y seguía siendo un referente en la historia de muchos pueblos del Valle de Oaxaca, pero Cuilapan había ganado más poder en el último siglo antes de la conquista española, probablemente gracias a su alianza con el señor de Tehuantepec, de modo que a la llegada de los españoles era un asentamiento bastante influyente.44 Algunos españoles, como el Juez visitador Cristóbal de Barrios, en 1529, reconocían esta importancia y se referían a la cacica de Cuilapan como “Señora del Valle de Oaxaca” (Chance 1982: 34). En otra fuente colonial también se hace referencia a una cacica de Cuilapan identificada como “la señora zapoteca” (Oudijk 2000: 133; Sousa y Terraciano 2003). El testimonio de los oficiales de república de Zaachila y Cuilapan debía tener gran peso a favor de los

36 AGNT 819, 2. 37 Diego Luis, principal y alcalde de Tlacolula, de 53 años; Juan Pérez, natural de Tlacolula, de 61 años; Antonio Hernández, natural de Tlacolula, de 60 años; Esteban García, principal de Coyotepec, de 60 años; Francisco Jiménez, principal y alcalde de Zaachila, de 45 años; Gaspar López, principal de Tlalixtac, de 50 años, y Lucas Pérez, principal de Teotitlán, de 54 años. 38 La identificación de este pueblo no fue fácil hasta que leí el trabajo de Sebastián van Doesburg sobre la ciudad de Oaxaca (Van Doesburg 2008: 44-45). 39 Domingo Hernández, natural de Macuilxóchitl, de 55 años; Andrés Martín, natural de Macuilxóchitl, de 54 años; Domingo García, principal de Macuilxóchitl, de 33 años; Mateo Hernández, natural de Macuilxóchitl, de 60 años; Joseph Gómez, natural de Mecatepec, de 45, y Diego García, natural de Mecatepec, de 45 años. 40 Los nuevos testigos fueron: Domingo Luis, natural de Zaachila, de 50 años; José Caballero, natural de Coyotepec, de 50 años; Agustín de Alameda, natural de la villa de Oaxaca, de 50 años, y Martín López, natural de la villa de Oaxaca, de 66 años. 41 Los nuevos testigos fueron: Don Jerónimo de Guzmán, gobernador de la villa de Cuilapa; don Juan Bautista, principal de Chilateca, de 48 años; don Alonso, principal de Teotitlán, de 50 años, y Juan González, español vecino de la ciudad de Antequera, de 60 años. 42 AGNT 819, 2: 28r-31r. 43 AGNT 819, 2: 53r. 44 Las confrontaciones entre Cuilapan y Zaachila a finales del Posclásico, que son mencionadas por fuentes como la Relación Geográfica de Cuilapan y Burgoa (Acuña 1984: I: 181; Burgoa 1997: 187v-188r) hacen más interesante su participación en este caso, al encontrarse de nuevo en bandos contrarios.

44 contendientes que los presentaban. Por lo menos así lo pensarían Tlacochahuaya y Teitipac al pedirles que testificaran a su favor. No se sabe si hubo un pronunciamiento oficial que declarara a qué pueblo pertenecía Chibayala, porque el documento correspondiente a estos hechos estaba incompleto cuando fue presentado en un litigio posterior para que se sacara la copia que ahora se conserva. Mi explicación de lo que ocurrió es que el veredicto final debió buscar un punto medio que favoreciera a ambas partes y concedió a Tlacochahuaya derechos sobre cierta parte de Chibayala mientras que a Teitipac le reconoció derechos sobre Lachixoba. Existen algunos datos de los siglos siguientes que apuntan en esta dirección. Respecto a Chibayala se encuentra lo siguiente: en 1802 se originó un pleito entre el pueblo de Tlacochahuaya y el administrador de las tierras de un sitio llamado La Capellanía,45 que pertenecía al convento de esa cabecera. Todos los testigos del caso coincidieron en que La Capellanía había sido fundada en 1597 por don Juan de Guzmán, un principal de Tlacochahuaya.46 Además se incluyó una descripción de este sitio fechada en 1721 que dice:

[se trata de] un sitio de Ganado menor nombrado Chivayala, que se ubica por el sur con dos arboles que llaman de Negritos y una Cruz en medio, que raya con el Pueblo de Tictipaque, y un tiro de piedra que divide dichas Jurisdiciones sube al serro hasta unas caleras, por el poniente y al Norte tierras de la Hacienda de Guendulain y al oriente las del d[ic]ho Pueblo de Tlacochaguaya.47

Algunos registros del siglo XVI indican que, en efecto, un principal llamado Juan de Guzmán poseía, por lo menos entre 1583 y 1591, una estancia de ganado menor que, según su ubicación, debió ser la de Chibayala.48 La pregunta es ¿cómo es que Chibayala pasó a ser propiedad de este principal? Esta es una cuestión que por ahora no he podido resolver. En cuanto a Lachixoba, el sitio aparece como tierra perteneciente a uno de los pueblos sujetos de Teitipac que se enlistan en la Relación Geográfica de 1580: Santo Domingo Suane. En el expediente de cierto pleito por tierras de mediados del siglo XVII entre los pueblos de Teitipac, Santa María Guelacé y la hacienda de Santa Rosa se menciona lo siguiente:

hauiendose despoblado muchos años ha, y con ocacion de las congregaciones, el Pueblo de Santo Domingo que estaba en terminos de d[ic]ha Jurisdiccion la de la Ciudad de Anteq[uer]a Valle de Oaxaca, y el Pueblo de Tlacochahuaya, y reducidoce los Naturales del, á el de mis Partes, quedaron unas tierras que antes tenia d[ic]ho Pueblo de Santo Domingo p[o]r de mis Partes, nombradas en el Ydioma Zapoteco Lachixobaa las quales han estado gozando desde entonces.49

Lo que se deduce de esto es que Teitipac se dio a la tarea de asegurar el sitio de Lachixoba, así que decidió fundar un asentamiento al lado de este lugar. El nuevo pueblo se llamó Santo Domingo Suane y fue en cierta forma un reemplazo del asentamiento que, de acuerdo con los testimonios del pleito entre Teitipac y Tlacochahuaya, había existido en Lachixoba. Santo Domingo Suane asumió a cabalidad su papel y llegó a

45 Las capellanías eran concesiones a clérigos o grupos eclesiásticos para financiar ciertas ceremonias religiosas como las misas en honor del donante. Aunque podían ser monetarias, los vecinos de los pueblos por lo general donaban tierras, de modo que las capellanías fueron una importante fuente de terrenos rurales para los conventos (Taylor 1998: 205). 46 AGNT 1351, 1: 23 fs., 1802-1803. “Tlacolula. Po.- los naturales del pueblo de San Jeronimo Tlacochahuaya, y del barrio de San Sebastian, contra Vicente Rojas y Juan Bautista Echarri, sobre propiedad de tierras. Juris. Oaxaca”. 47 AGNT 1351, 1: 17r, la descripción data de 1721. 48 AGNI 2, 865: 197v, 1583. “Para que no se le impida, por ninguna justicia, a Juan de Guzman, natural de Tlacochahuaya, tener en su estancia las vacas que previene la ordenanza. Oaxaca. Po. Tlacochahuaya”. AGNM 18, 22: 8v. “TLALIXTAC. Tierras. El Virrey don Luis de Velasco hace merced a Juan de Rivas, vecino de la ciudad de Oaxaca, de un sitio de estancia para ganado menor con dos caballerías de tierra; una caballería en un llano, aguas vertientes hacia el norte, a vista de los llanos de dicho pueblo de Talistaca, y la otra caballería en una ladera y quebradas, aguas vertientes al oriente que bajan a una estancia de ganado menor, de don Juan, indio principal del pueblo de Tlacochahuaya, y el sitio de estancia enmedio de dichas dos caballerías de tierra, en una loma y ladera, lo cual fue a ver Cristóbal de Colmenares, corregidor del partido de Mitla” (Spores y Saldaña 1975: 210). 49 AGNT 1206, 1: 101v-102r. La parte de este expediente que corresponde a la década de 1690 y que contiene referencias a la de 1660 (fs. 100r-126v) también puede consultarse en AGEPEO AM 60, 1: 21 fs., 1690. “Testimonio de las diligencias hechas a favor de Santa María Guelace sobre tierras”.

45 oponerse con éxito a alguna que otra solicitud de estancia de ganado que a su juicio resultara en detrimento de sus intereses o amenazara el territorio que Teitipac le asignó.50 Así, mientras que Tlacochahuaya estableció un sitio de estancia para ganado en Chibayala y luego ese sitio pasó a manos de su convento, Teitipac estableció un pueblo sujeto cerca de Lachixoba; ambos con la intención de proteger las tierras que les habían sido reconocidas. En este conflicto en particular Tlacochahuaya sacó la mejor parte, no tanto por tener la razón en sus demandas sino porque el alcalde mayor de Antequera se mostró parcial en su favor. Una vez que este magistrado emitió su primer parecer a favor de la cabecera y la merced fue aprobada, no se pudo dar marcha atrás y lo único que la real audiencia pudo hacer fue ordenar que ésta no afectara las tierras de Teitipac. Pero, más que eso, parece que a estas cabeceras les había quedado claro que los tiempos habían cambiado y que era posible obtener ventajas si se manejaban correctamente las nuevas reglas del juego: la legislación novohispana. No por nada don Jerónimo argumentaba que no importaba si las tierras que pedía para la estancia eran de Teitipac, porque, según él, en su uso se respetarían las medidas que estipulaba la ley:

que aunque las dichas tierras y termino fuera de el d[ic]ho Pueblo de Tetiquipaque, que negó la Merced de la d[ic]ha estancia, se me puede hacer por estar apartado de sementeras e poblado y sin perjuicio de nadie, para poder tener en ella hasta el ganado de la sedula, del d[ic]ho serenisimo Visso Rey, [...] y porque el ganado obejuno esté siempre guardado.51

Es posible que esta experiencia haya alentado a Tlacochahuaya a emprender acciones cada vez más arriesgadas, por ejemplo la invasión de terrenos de otros pueblos, tal como ocurrió en el caso de la estancia que dieron a los religiosos en tierras de Macuilxóchitl algunos años después y que quedó sin castigo o por lo menos alguna amonestación. Teitipac, por otra parte, descubrió de lo que era capaz su rival y si bien no pudo impedir que se le diera la merced a don Jerónimo, sí pudo quedarse con Lachixoba y establecer un asentamiento cercano con el fin de impedir que Tlacochahuaya se introdujera en su territorio. Los problemas entre Tlacochahuaya y Teitipac no se agotaron en este litigio, sino que se prolongaron el resto del siglo y, con algunas variantes de gran interés, continuaron durante los siglos XVII y XVIII. Por lo pronto, algunas décadas después, en 1583, ambas cabeceras volvieron a pelear, esta vez por una acequia que al parecer se hallaba en o cerca de Lachixoba.52

OBSERVACIONES GENERALES

Las cabeceras de Macuilxóchitl, Teitipac y Tlacochahuaya se confrontaron en el siglo XVI al tratar de definir la extensión político-territorial de cada una de ellas, sus dominios. Y, mientras que las dos primeras lograron con relativa facilidad llegar a un acuerdo, con Tlacochahuaya las cosas no marcharon tan bien. Esta cabecera se convirtió en un rival fuerte que logró hacerles daño a sus vecinas durante el siglo XVI, no sólo por quitarles tierra (poca o mucha, eso era lo de menos) sino, especialmente, por desafiar su poder y asumir un papel prominente gracias a la nueva posición que le dio ser cabecera de doctrina con jurisdicción sobre Macuilxóchitl y con el apoyo de frailes y funcionarios reales. Los conflictos por tierras que sostuvieron estos pueblos durante el primer siglo colonial iban aparejados con rivalidades políticas que los volvían más complejos y más difíciles de resolver. En esta etapa compitieron para tener la iglesia o el convento más grande y suntuoso, las tierras que deseaban y el

50 Así ocurrió en 1590 con la solicitud que hizo un español llamado Pedro de Espina (AGNM 15, s/n: 293r). AGNM 15, s/n: 293r, 1590. “TEITIPAC. Tierras. El Virrey don Luis de Velasco, hace merced a Pedro de Espina, vecino de la ciudad de Antequera, de un sitio de estancia para ganado menor, de cabras, en términos de dicho pueblo de Teitipac, dos leguas de la estancia de Santo Domingo, en una sierra pequeña, que está en un repecho entre dos quebradas hondas, al remate del cerro, lo que fue a ver Diego de Alavez, corregidor del partido de Tlacolula”, (Spores y Saldaña 1973: 181). 51 AGNT 819, 2: 6v. 52 AGNT 2983, 76. “Receptoria a las justicias a pedimento de los indios de Teticpacque contra los de Tlacuchaguaya sobre el agua”. En terrenos de Lachixoba pasaba una acequia que es mencionada en AGNT 1206, 1: 115r y AGNT 2412, 1: 3r.

46 reconocimiento de las otras unidades políticas, y todo esto es relativamente fácil de identificar porque fue una época de ajustes y de adaptación a las nuevas instituciones que caracterizarían a la época virreinal. En los siguientes siglos estos aspectos ya no fueron tan marcados, pero las rivalidades continuaron y su rastro se descubre mezclado con otros hechos: la falta de tierras se volvió una realidad, los pueblos sujetos adquirieron cada vez más independencia y se hicieron responsables de los litigios que antes afrontaban sus cabeceras y aparecieron nuevos contendientes, como las haciendas españolas. Y entre todas estas redes de razones y relaciones, los pueblos intentaron, y varias veces lograron, obtener los mejores resultados.

47 III. LOS CONFLICTOS POR TIERRAS COMO EXPRESIÓN DE LA LUCHA ENTRE PODERES (SIGLOS XVII Y XVIII)

En este capítulo analizaré los caminos que siguieron las disputas entre Macuilxóchitl, Tlacochahuaya y Teitipac durante los siglos XVII y XVIII, hasta terminar la época colonial. En el primer siglo colonial estas cabeceras se habían enfrentado para definir sus jurisdicciones y para acrecentar su prestigio y su influencia. Rivalizaron en diversos ámbitos de la vida pública, por ejemplo en la construcción de sus iglesias y sus conventos o en la delimitación de sus territorios. Pero en los siguientes siglos el aspecto más evidente de sus confrontaciones, el receptáculo de las ambiciones políticas de las cabeceras, fue sin lugar a dudas el de la tierra. Y aunque los sitios en disputa entre Teitipac y Tlacochahuaya y entre Tlacochahuaya y Macuilxóchitl fueron fundamentalmente los mismos del siglo XVI, los enfrentamientos entre ellas se hicieron cada vez más complejos. La disputa entre Teitipac y Tlacochahuaya adquirió en este largo periodo un rasgo muy particular, pues la responsabilidad de afrontar a las cabeceras rivales recayó en ciertos pueblos sujetos que no siempre salieron bien librados de la terrible reacción de esas cabeceras contra ellos. Y la disputa entre Macuilxóchitl y Tlacochahuaya siguió sin resolverse y, por el contrario, nuevos pleitos involucraron a esta última cabecera y a uno de los pueblos sujetos de Macuilxóchitl. En las siguientes páginas describiré cómo fue que se llegó a esta situación y cuáles fueron las estrategias que cada pueblo adoptó en estos casos, desde el uso inteligente de las leyes novohispanas hasta la violencia física. También señalaré otros factores que influyeron en el curso de estos enfrentamientos, como la actuación de las autoridades españolas y la intervención de las haciendas. Todo ello sin perder de vista las verdaderas intenciones de las cabeceras: acrecentar su poder y su prestigio por encima del de sus rivales.

CREANDO ALIADOS

Teitipac y la fundación de Santa María Guelacé

En los últimos años del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII ocurrieron sucesos importantes dentro de las jurisdicciones de Teitipac y Tlacochahuaya. Una vez que a cada una de estas cabeceras se le asignó parte del territorio que disputaron entre 1554 y 1564, y ellas aceptaron esta división, se dieron a la tarea de proteger su parte lo mejor que pudieron. El noble de Tlacochahuaya que se quedó a cargo de Chibayala terminó por establecerla como una capellanía perteneciente al convento de esa cabecera. Por su parte, Teitipac fundó un nuevo pueblo sujeto muy cerca de Lachixoba llamado Santo Domingo Suane, al que se le asignó ese paraje como parte de su territorio. Asimismo, antes de finalizar el siglo XVI las cabeceras de Teitipac, Macuilxóchitl y Tlacochahuaya intentaron fortalecer sus derechos sobre el territorio que dominaban ellas mismas y cada una de sus poblaciones subordinadas y obtuvieron varias mercedes de sitios para estancias de ganado. Entre 1585 y 1604 las solicitudes de mercedes para sitios de estancia que pedían para sí mismos los caciques y nobles de cada pueblo dieron paso a las solicitudes enviadas en nombre de cada población para “bienes” o “propios” de su comunidad.1

1 Para Teitipac y sus sujetos véase: AGNM 14: 7v; 16: 112v; 18: 161r, 167r, 234r, 234v, 264v; 19: 197, 197v, 121r, 121v; 20: 53v, 59v. Para Macuilxóchitl y sus sujetos véase: AGNM 14: 201v; 18: 204r, 244v. Tlacochahuaya solicitó una estancia para su comunidad en 1604: AGNM 24, 628: 175v.

48 Mientras tanto, la población del Valle de Oaxaca seguía en descenso y sólo empezó a recuperarse hasta la década de 1630 (Taylor 1998: 43). En algunos casos los pueblos quedaron muy disminuidos y el traslado de sus pobladores a otros sitios, a través de la política de las congregaciones, era visto por los administradores españoles como algo recomendable. Sin embargo, las congregaciones que se crearon en esta región tuvieron poco éxito y a finales del siglo XVII la mayoría de ellas se había vuelto a dividir en sus comunidades constituyentes. Y es que la fuerte identidad de los pueblos congregados les permitía permanecer juntos pero diferenciados de los otros pueblos por generaciones, esperando el momento adecuado (cuando la población se hubiese recuperado de sus bajas) para poder establecerse de nuevo en sus propias tierras (Ibidem: 40-41). En el valle de Tlacolula ese parecía ser el destino de Santo Domingo Suane. En el transcurso de la primera mitad del siglo XVII, el pueblo quedó mermado probablemente a causa de las epidemias, por lo que entró al programa de congregaciones. Sus escasos pobladores se trasladaron o a Teitipac, su cabecera, o a San Sebastián Quiaguía, otro pueblo sujeto de Teitipac que estaba más cerca de Santo Domingo.2 Sólo que en este caso el regreso del pueblo congregado a sus tierras parece haber tenido el carácter de urgente y Teitipac no podía esperar a su recuperación demográfica. La desaparición de Santo Domingo Suane debió ser muy preocupante para Teitipac porque sus tierras, especialmente Lachixoba, podían ser invadidas con facilidad. Desde finales del siglo XVI, Santo Domingo Suane había hecho frente, con bastante éxito, a la amenaza que significaban el creciente establecimiento de estancias españolas a su alrededor y la presencia tan cercana de Tlacochahuaya. Así, en 1590 protestó contra el establecimiento de una estancia de ganado que solicitó el español Pedro de Espina y logró que se asentara un poco más lejos de su población de lo que estaba planeado.3 Y en 1601 solicitó para sí mismo un sitio de estancia que se establecería al lado de La Capellanía del convento de Tlacochahuaya, sin duda con el objetivo de detener el avance de Tlacochahuaya sobre esa parte de su territorio.4 Pero en la primera mitad del siglo XVII el pueblo de Santo Domingo Suane sufrió un colapso que lo llevó a ser congregado.5 Aunque los pueblos trasladados por motivo de las congregaciones conservaban sus derechos sobre las tierras que poseían antes de su cambio de residencia (Torre 1995: 30), este derecho no siempre era respetado. En el caso de Suane, parte de su territorio fue ocupado por la hacienda española de Santa Rosa, también conocida como la hacienda Los Negritos (hoy pueblo de Santa Rosa Buenavista), que había resultado de la unión de varios sitios de estancia previos y otros terrenos alrededor de 1643.6 En cuanto Suane desapareció, Teitipac se concentró en restablecerlo o, en su defecto, enviar nuevos pobladores con tal de no desamparar sus tierras. Lo segundo parece haber sido lo más viable porque decidió la creación de un nuevo pueblo sujeto: Santa María Guelacé. Además, en una jugada inteligente, Teitipac aprovechó la ocasión para asestarle un golpe a Tlacochahuaya y recuperar algo del espacio que consideraba le había sido arrebatado. Guelacé se estableció en un lugar distinto del que había ocupado Santo Domingo Suane, que se había asentado en la parte sur de Lachixoba. Varios recorridos de distintas épocas mencionan los viejos paredones de una iglesia (la de Santo Domingo) cerca de unos árboles negritos y de la mojonera Lachiazá, que

2 Un expediente del siglo XVII indica que los pobladores se habían ido a vivir a la cabecera, San Juan Teitipac (AGNT 1206, 1: 101v). Sin embargo, algunos testimonios del siglo XVIII señalan que un individuo apellidado Valencia, cuyos abuelos eran de Santo Domingo Suane, vivía en San Sebastián Quiaguía hacia 1711 y era dueño de varios terrenos de Suane (AGNT 2412, 1: 8v). 3 AGNM 15, s/n: 293r, 1590. 4 AGNM 24, s/n: 51r, 1601. “SANTO DOMINGO ACATLÁN. Merced de tierras a los naturales de este pueblo. El Virrey don Gaspar de Zúñiga y Acevedo Conde de Monterrey, hace merced a los naturales de dicho pueblo, de Santo Domingo Acatlán, sujeto de Teticpac, de un sitio de estancia para ganado menor, en la parte que llaman en lengua zapoteca Quietazavana, en un llano, a trescientos pasos de un ojo de agua hacia el norte, y por el sur linda con la estancia del convento del pueblo de Tlacochaguaya, lo cual fue a ver Domingo de Ovalle, corregidor de Miahuatlán” (Spores y Saldaña 1975: 153). 5 El último registro de la existencia de Santo Domingo Suane lo constituye una merced de tierras que se le otorgó en 1601 (AGNM 24, s/n: 54r). Ya para 1667 las tierras que habían pertenecido a ese pueblo, que se dijo había sido abandonado a causa de las congregaciones, eran objeto de litigio entre la cabecera de Teitipac y una hacienda de la región (AGNT 1206, 1: 101v-102r). 6 AGNT 2412, 1: 5r. AGNT 2412, 1: 20 fs., 1707-1711. “Oaxaca.- Diligencias de deslinde de tierras de la hacienda de Santa Rosa, alias Los Negritos, propiedad de Marcos González de San Román. Cita linderos, entre los cuales se mencionan por el poniente, mojonera real que divide Antequera y el pueblo de Coyotepec o el portezuelo, por el norte, con el pueblo de Tlacochahuaya, por el sur con un sitio perteneciente al pueblo de San Sebastián en el lugar llamado la cueva y Guelaxe, así como el pueblo de Santo Domingo. Juris. Oaxaca”.

49 delimitaban a Lachixoba por ese rumbo.7 Guelacé, en cambio, se estableció hacia el lado norte de este paraje. Es decir, Teitipac hizo que Guelacé se fundara, o bien justo en el límite con Tlacochahuaya, o mejor aún, logró que lo rebasara y se asentara ya dentro de los dominios de aquella cabecera (Fig. 16). En todo caso, cuando Guelacé solicitara su fundo legal, éste seguramente se extendería sobre las tierras de Tlacochahuaya. No es difícil imaginar que Tlacochahuaya debió darse cuenta de inmediato de estas intenciones y es muy probable que haya tomado medidas contra la fundación de Guelacé; sin embargo, no hay algún registro histórico que informe cuáles fueron ni por qué fracasaron.

Tlacochahuaya y la fundación de San Jacinto

Tlacochahuaya no pudo evitar la fundación de Guelacé, pero decidió actuar contra Teitipac y apoyó la creación de un pequeño pueblo llamado San Jacinto que se declaró como su sujeto aunque sus habitantes vivían dentro de la jurisdicción de Teitipac (Fig. 16). El hecho fue capitalizado por Tlacochahuaya para acrecentar su fama de ser una cabecera importante. Burgoa, en 1674, tenía por cierto que Macuilxóchitl, y por ende Teitipac, habían estado bajo la jurisdicción de Tlacochahuaya desde tiempos remotos. El pueblo de San Jacinto, según Burgoa, había quedado dentro de Teitipac en reconocimiento a la autoridad que había tenido Tlacochahuaya sobre esos señoríos:

[Tlacochahuaya] tiene cinco Pueblos de visita, que administran los Religiosos, todos á media legua, y menos, solo vno tiene en medio de Tetycpaque, con el nombre de San Jacinto, y se conserva siendo muy pequeño, y de otra Doctrina, y juri[s]dic[c]ion, con que se confirma la noticia que se dio en la fundacion de Teticpaque, que los Capitanes Baaloo y Baalachi, salieron del Pueblo de Macuilzuchil, sugeto á este, y deuio de quedar en reconocimiento á esta Cabecera, a donde estaban sugetos porque fue en su gentilidad de grandes Señores este Pueblo, tanto que recien conquistados, casó el heredero del Rey de Theozapotlan, con hija del señor de aquí (Burgoa 1997: 256r-v).

Lo cierto de todo esto es que Tlacochahuaya tuvo gran éxito en aprovechar cualquier tipo de autoridad (civil o eclesiástica) que pudiera ostentar sobre otros pueblos para adquirir cada vez más prestigio e influencia. El camino que había iniciado en el siglo XVI para superar la jerarquía de Macuilxóchitl, y la de Teitipac, lo había llevado también a forjarse una historia que se apropiaba de la gloria de estas cabeceras rivales. Por ello, Tlacochahuaya afirmaba haber estado en estrecha relación con Zaachila y haber tenido jurisdicción sobre Macuilxóchitl y Teitipac. En realidad, me parece que lo que ocurría en el momento en que Burgoa se informó de estos relatos era que la historia local se estaba adaptando para dar cuenta de la nueva posición de Tlacochahuaya y de su aspiración de imponerse sobre Macuilxóchitl y Teitipac dentro del Valle de Tlacolula. Ahora bien ¿cómo fue que Teitipac permitió el surgimiento de San Jacinto? Parece que la historia comienza entre las décadas de 1650 y 1660, cuando algunas familias zapotecas provenientes del pueblo serrano de San Francisco Cajonos llegaron a trabajar a una hacienda cercana a Teitipac.8 Luego de algún tiempo, estos trabajadores adquirieron por compraventa algunas casas ubicadas en el pueblo de Teitipac y algunos terrenos de siembra, construyeron una ermita dentro de los límites del pueblo, como las que ya existían, y se establecieron como un grupo más dentro de la cabecera de Teitipac.9

7 Actualmente existe un montículo con restos de cerámica cerca de unos árboles de negritos, en lo que al parecer era el sitio de Lachixoba. Según cuentan algunas personas de Guelacé, en ese lugar antes había una iglesia y, por tanto, un pueblo. También aseguran que hasta hace algunos años se celebraba una misa cada año en ese lugar y se hacía una convivencia. 8 Los pobladores de San Jacinto afirmaron, en 1693, que llevaban más de 30 años viviendo en ese sitio. AGNT 186, 8: 89-165v, 1691-1694. “Tlacolula.- Po. Los naturales del pueblo de San Jacinto, sujeto al de San Jeronimo Tlacochahuaya, sobre su fundo legal, y contradicción de los del pueblo de San Juan Tetipac. Juris. Oaxaca”. 9 Luego, cuando pretendieron ser pueblo aparte, los de San Jacinto ofrecieron estos solares a algunos pobladores de Teitipac que vivían junto a ellos con el objetivo de que se fueran a vivir a esas casas y dejaran la tierra libre para solicitar el fundo legal (AGNT 186, 8: 104v). La integración de grupos de familias a las comunidades no era un fenómeno nuevo. Una de las características de los pueblos de origen mesoamericano era poder incorporar nuevos grupos de familias gracias a su peculiar organización interna en barrios o parcialidades. Sobre la construcción de ermitas en Teitipac: AGNI 10, 185: 385v, 1633. “Se concede licencia a los naturales de Tecticpac para colocar en una ermita el santo que eligieron por abogado de la peste y celebrar misa. Juris. Oaxaca. Po. Tecticpac”.

50 El nuevo grupo debió integrarse al sistema de contribuciones en el que participaban la cabecera y sus pueblos sujetos y que les permitía repartirse los trabajos para el beneficio común, las obligaciones hacia sus autoridades y el mantenimiento de los edificios públicos que operaban en la cabecera. Sólo que la carga de trabajo y las contribuciones debieron ser muy pesadas o irritantes para los nuevos pobladores y sus familias. La inflexibilidad y el abuso que podían generarse de tal sistema ya habían sido puestos al descubierto desde el siglo XVI, en la averiguación que se practicó cuando las acusaciones de idolatría cayeron sobre el cacique de Teitipac. Entre muchas vejaciones más, se señaló que:

cada dia de San Jua[n] pide el d[ic]ho don Gaspar a cada estançia diez mantas de lana blanca en achaq[ue] q[ue] son p[ar]a los rreligiosos por manera q[ue] de las seys estançias se allegan sesenta mantas [...] y q[ue] los yndios de San Lucas y San B[a]r[tolo]me y San Marcos y la Madalena truxeron al d[ic]ho don Gaspar la madera de su casa q[ue] no sabe si se la pago ny si no y q[ue] Di[eg]o Luys rrepartio esta madera y q[ue] la truxeron en achaq[ue] q[ue] hera p[ar]a la yglesia y ponyanla detras de la casa deste t[estig]o y de alli lo acarreaban a la casa de don Gaspar y lo fazia llevar M[art]yn Lopez alguazil de la comunydad poco a poco de dia porq[ue] no dixesen q[ue] lo llevavan todo junto porq[ue] se abria truxydo en nonbre de la yglesia.10

Tlacochahuaya debió percatarse de las diferencias que empezaron a surgir entre estas familias y las autoridades de Teitipac y no tardó en ofrecerles su apoyo para que abandonaran sus cada vez más gravosas obligaciones. La alianza de Tlacochahuaya y San Jacinto aseguraba grandes beneficios para ambos. Para el primero, el papel de pueblo-cabecera resultaba perfecto para reclamar tierras y jurisdicción dentro de Teitipac. Para el segundo, la idea de constituir una nueva subunidad política resultaba muy atractiva, no sólo por el prestigio que traería para sus miembros (los jefes de familia) convertirse en oficiales de república, sino porque, además, al instituirse como un pueblo podrían solicitar el fundo legal, que se repartiría entre sus escasas familias constitutivas. Además, las familias de San Jacinto podrían hacer uso de cierto terreno que Tlacochahuaya tenía entre las jurisdicciones de Teitipac y Zaachila y que por estar separado y algo distante del resto de su territorio y sus poblaciones era difícil de conservar y de trabajar.11 Por todo ello, San Jacinto reconoció a Tlacochahuaya como su cabecera política y de doctrina, tal como lo atestiguó Burgoa en 1674, y con su ayuda solicitó su fundo legal a finales del siglo XVII. Sólo que, al contrario de lo que el fraile creía, San Jacinto no era un pueblo antiguo sino uno recién creado y no daba testimonio de las antiguas glorias de Tlacochahuaya sino de sus aspiraciones de aquellos años coloniales. Teitipac, por supuesto, no estuvo dispuesto a permitir el desacato de estas familias y mucho menos la injerencia de Tlacochahuaya en su territorio, así que los problemas empezaron de inmediato.

VIVIR PARA PELEAR Y PELEAR PARA VIVIR

Santa María Guelacé se enfrenta a Tlacochahuaya

Desde su fundación, Guelacé debió ser un problema para Tlacochahuaya. Desafortunadamente, no existen testimonios que informen sobre los primeros momentos de esta relación. De hecho, los registros del siglo XVII indican que Teitipac y Santa María Guelacé estuvieron muy ocupados durante ese periodo en obtener y defender el reconocimiento legal de sus derechos sobre algunas tierras que habían pertenecido a Santo

10 Hispanic Society of America, Manuscrito HC 417/114, fojas 10v-12v, en Oudijk (2000: 139-140). 11 AGNM 15, s/n: 209r, 1590. “SANTA CECILIA, TEITIPAC Y TLACOCHAGUAYA. Tierras. Acordado para que el corregidor del partido de Teotitlán vea un sitio de estancia con una caballería de tierra que pide Agustín de Salas; el sitio en términos del pueblo de Santa Cecilia, sujeto al de Teozapotlán, y en términos del pueblo de Teticpac, en una loma montuosa, entre dos cerros uno montuoso y el otro pelado, y cerca de dos arroyos que corren de oriente a poniente; y la caballería de tierra, en términos de los pueblos de Teticpac y Tlacochahuaya, en un espinal de algarrova” (Spores y Saldaña 1975: 148). Desafortunadamente para San Jacinto aun la tarea de mantener en uso este terreno a la larga resultó muy difícil debido a que para llegar a él tenían que atravesar por tierras de Teitipac, y en el camino sufrían muchos agravios (AGNIv 6549, 25: 1 f., 1689). AGNIv 6549, 25: 1 f., 1689 “Pedimento que hace Francisco López por los naturales del Reablo de San Jacinto sujeto al de Tlacuchaguaya jurisdicción de Oaxaca, para que se les otorgue mandamiento al alcalde mayor o justicia de Oaxaca para que los ampare y defienda de los naturales y oficiales del pueblo de Tictipaque ya que estos los someten a negociaciones, los maltratan, y usurpan sus tierras. Máxico”.

51 Domingo Suane y estaban en la mira de la hacienda de Santa Rosa. El litigio con la hacienda inició en 1667 con buenos resultados para los pueblos, pero se prolongó por muchos años más hasta que obtuvieron un fallo definitivo a su favor en 1690 (Figs. 17 y 18).12

Fig. 17. Mapa de Santa María Guelacé (copia hecha en 1790 del mapa de 1690, que se presentó en el litigio con la hacienda de Santa Rosa). Ubicado en la Mapoteca del AGN, núm. de catálogo: 956, clasificación: 977/1135.

Fig. 18. Esquema y textos del mapa de Santa María Guelacé. Reelaboración del mapa: Beatriz Cruz. 1. Esta parte del Serro es donde manda la R[ea]l Aud[ienci]a se les franq[ue]e el paso a los Nat[urale]s de Guelaze para su leña y carbon sin que se lo inpida el dueño de la estancia. 2. Este quadro de puntos que divide el Rio son las Tierras q[ue]e posen los Nat[urale]s de Guelace en cuya posecion fueron amparados en 18 de Dic[iembr]e de 1690 en virtud del Despacho Superior= estos de el Rio arriba son de temporal. 3. Tierras del pueblo contiguo de Santo Domingo Suana q[u]e a muchos años (s)e despobló, del qual quedaron unos Yndios llamados los Valencias que las gosan y poseen. 4. Estas del Rio abajo son de humedad y las 6 mohoneras que se reconocieron, bajo de los cuales estan, ban señaladas con cruzes, y sus nombres como se be y como esta en lo escrito de la dilig[enci]a q[u]e se hizo autorisada en d[ic]ho dia 18 de Diz[iembr]e de 1690. Por D[o]n Vicente de Echeverri Alcalde M[ay]or de las minas de Chichicapa y Zimatlan. 5. Estancia de los padres de Tlacochahuaya.

12 AGNT 1206, 1: 100-126v.

52 Durante todo este tiempo, Tlacochahuaya, además de apoyar a San Jacinto para que obtuviera su fundo legal a expensas de Teitipac, hizo que su otro pueblo sujeto, San Sebastián, enviara a algunas de sus familias a vivir en el extremo poniente de su pueblo, para que así sus casas rodearan a Guelacé y le impidieran expandirse sobre su territorio. Los problemas entre Tlacochahuaya y Guelacé se hicieron públicos en 1711, cuando Guelacé recurrió a las autoridades españolas para quejarse de la situación bastante precaria en la que estaba, sin tierras y aguantando las agresiones de Tlacochahuaya:

nos hallamos en dicho p[uebl]o con suma cortedad de tierras destituidos de las que su Maj[estad] nos concede no gozando las 600 varas por cada viento ni aun la de ciento por los tres de oriente, norte y sur por cuanto de mano poderosa se ha apoderado de todas el p[uebl]o de Tlacochahuaya, sujeto a la jurisdicción de Oaxaca en tanto estremo que se han revuelto sus casas con las nuestras y nos obligan a pagarles junto a nuestra misma iglesia terrasgo para podernos mantener en tan suma pobreza como nos hallamos13

En vista de todo esto, Guelacé solicitó las 600 varas de su fundo legal por los cuatro rumbos cardinales. También demandó que no se le impidiera el paso hacia el cerro de Guialapayace14 adonde sus pobladores iban por leña, y que se respetara su terreno de Lachixoba. Además, recurriendo a la figura legal de los títulos de composición,15 las autoridades de Guelacé solicitaron el suyo y ofrecieron un donativo de 25 pesos para el tesoro real.16 Su petición se enfrentó a la de Tlacochahuaya, que por esos mismos años (1709) también había solicitado un título de composición que le reconociera derechos sobre las tierras que tenía por suyas y para lo cual había ofrecido 800 pesos.17 El fundo legal se convirtió en una meta por la que Guelacé tuvo que superar muchas dificultades durante largo tiempo. En 1759, varias décadas después de haberlo solicitado, la real audiencia aún seguía examinando su caso y mientras que el alcalde mayor de Chichicapa informaba de la precaria situación en la que se hallaban los para entonces 62 tributarios de Guelacé, el corregidor de Antequera, hizo eco de los argumentos de Tlacochahuaya y acusó a Guelacé de ser un pueblo intruso que se había fundado en tierras ajenas.18 Tlacochahuaya, dijo el corregidor, era un pueblo tan antiguo y tan poblado (contaba con 507 tributarios), que despojarlo en favor de otro tan pequeño y cuestionable le traería grandes males, en especial porque se hallaba muy reducido en su territorio y litigaba otras tierras con pueblos y haciendas vecinos.19 El funcionario elaboró un mapa a favor de Tlacochahuya en el que, sin embargo, se aprecia cómo las tierras de Tlacochahuaya rodean por completo a Guelacé y lo dejan desvinculado de la jurisdicción de Zimatlán, a la que pertenecía como pueblo sujeto de Teitipac (Fig. 19).

13 ATUA21 276.1/908: VI: 512. El documento lo fotografió y transcribió María de los Ángeles Romero Frizzi. Agradezco su amabilidad de brindarme una copia. 14 Por el contexto se supone que este lugar es parte del cerro de Chivaguia. 15 Los títulos de composición servían para regularizar aquellos terrenos que se poseían de manera ilegal (por medio de usurpaciones). Era una disposición dirigida fundamentalmente a los españoles que viviendo en las ciudades habían invadido las tierras realengas (es decir, del rey), del ejido, de lugares “públicos o concejiles” o de otros vecinos (años 1589, 1631), pero con el tiempo se tuvieron que promulgar varias leyes para proteger las tierras de los indios que terminaban siendo parte de estas composiciones (años 1642 y 1646). Después, al aceptar la participación de los pueblos como solicitantes de composiciones (en el año de 1646), se abrió la posibilidad de regularizar las tierras que los pueblos se despojaran entre sí. Para que su petición fuera aceptada, el solicitante debía estar en posesión de la tierra por lo menos diez años atrás y al momento de solicitar la composición; también debía hacer una donación al rey para congraciarse. Ya avanzado el siglo XVIII (1754) la Corona tuvo que emitir una serie de instrucciones que frenaran el gran daño que se desprendía de este tipo de arreglos (Fabila 1981: 25, 28-30, 34-38). 16 ATUA21 276.1/908: VI: 512. 17 AGNT 1417, 11: 66 fs., 1782-1817 (1709-1711) “Tlacolula. Po.- Los naturales del pueblo de San Jeronimo Tlacochahuaya, y del barrio de San Sebastian, contra los del de San Mateo Macuilzochil y Santa Maria Guelaxe, sobre posesión de tierras. Juris. Oaxaca”. 18 AGNT 867, 9: 7 fs., 1760. “Tlacolula. Po.- Los naturales del pueblo de Santa Maria Guelaxe, contra los del de San Jerónimo Tlacochahuaya, sobre propiedad de tierras. Juris. Oaxaca”. 19 AGNT 867, 9: 6r.

53 Fig. 19. Mapa de Tlacochahuaya. Ubicado en la Mapoteca del AGN, núm. de catálogo: 864, clasificación: 977/1042.

No es posible saber si fueron los argumentos del corregidor, en especial el de que con menos tierras Tlacochahuaya tendría dificultad en obtener suficientes recursos para pagar los tributos, pero el caso es que el asunto siguió sin resolverse y, por el contrario, se volvió más complicado para ambos pueblos debido a otros incidentes que se venían gestando de tiempo atrás. Al mismo tiempo que Guelacé se enfrentaba a Tlacochahuaya para obtener su fundo legal, también tuvo que defender de esa cabecera otras tierras, como Lachixoba y el terreno mismo donde se hallaba asentada su población. Y la causa de estos otros enfrentamientos era de nueva cuenta la solicitud del título de composición que Tlacochahuaya había hecho en 1709. En esa solicitud, Tlacochahuaya había enumerado una serie de mojoneras que delimitaban su territorio que causaron gran confusión y descontento entre sus vecinos; y Tlacochahuaya supo aprovecharse de estos enredos para intentar quedarse con tierras que en principio no le pertenecían. En 1755 la hacienda de Santa Rosa y Tlacochahuaya litigaron por el cerro de Yeri o Lebilia20 que la hacienda de Santa Rosa también reclamaba como suyo.21 Las investigaciones se interrumpieron por causas desconocidas pero se reanudaron en 1766 en la jurisdicción de Antequera y luego en 1772 en la jurisdicción de Zimatlán.22 En cada ocasión, Tlacochahuaya presentaba la solicitud que había hecho del título de composición e insistía en reclamar una extensión territorial realmente grande, que invadía, según se dijo, parte de las tierras de Macuilxóchitl, llegaba hasta el centro del pueblo de San Francisco Lachigoló y abarcaba por completo el de Santa María Guelacé y sus sembradíos.23 A pesar de la evidente exageración en sus datos y de los

20 La descripción es confusa, pero Yeeri parece haber sido el nombre de un cerro pequeño que se hallaba a la falda de otro más grande llamado Lebilia. Actualmente este último se llama Yari grande (INEGI. Carta topográfica E14D48-Tlalixtac de Cabrera). Cuando se realizaron las indagaciones para otorgarle el título de composición a la hacienda de Santa Rosa, en 1711, el recorrido jamás mencionó tal sitio. De hecho, la hacienda no pasaba de la jurisdicción de Chichicapa, mientras que Lebilia y Yeeri se encontraban en la de Antequera (AGNT 2412, 1). 21 El dato se encuentra en un expediente posterior: AGNT 981, 3: 2r. AGNT 981, 3: 77 fs., 1774-1778. “Oaxaca.- José Antonio de Larrainzar, dueño de la hacienda de Santa Rosa de Los Negritos, en jurisdicción de Zimatlan, contra los naturales del pueblo de San Jeronimo Tlacochahuaya, sobre propiedad de tierras. Juris. Oaxaca”. 22 AGEPEO AM 46, 24: 7 fs., 1772. “Diligencias a pedimento de la republica y demás común y naturales del pueblo de San Geronimo Tlacochahuaya, jurisdicción de esta ciudad, contra don Joseph Larraynzar dueño de la hacienda de Los Negritos por la posesión de un cerro nombrado Yeery”. 23 AGEPEO AM 46, 9: 10 fs., 1766. “Las autoridades de San Jeronimo Tlacochahuaya solicitan les sean deslindados sus terrenos que se encuentran en litigio con los del pueblo de Macuilxochitl y el Capitan Manuel de Zepeda, dueño de la hacienda que colinda con tierras del mismo pueblo”.

54 reclamos de los vecinos, en 1776, Tlacochahuaya obtuvo una resolución a su favor en el pleito con la hacienda de Santa Rosa, de modo que el corregidor de Antequera recibió la orden de ampararla en la posesión de los sitios Yeri y Lebilia. Sin embargo, el magistrado procedió a ampararla también en las demás mojoneras enlistadas, lo que generó nuevas disputas. Como pueblo afectado por el amparo hecho a Tlacochahuaya, Guelacé no tardó en presentar una queja ante el corregidor de Antequera, en la que argumentó que el recorrido que el funcionario había hecho incluía un terreno suyo, Lachixoba:

El casso es q[u]e debi[en]do V[sted] haver tomado el rumbo del Nort[e] rectamente p[o]r el camino de la orilla del Pueblo, para la restitucion de lo q[u]e se manda hacer en el superior despacho de d[ic]ho Ex[celentísim]o S[eño]r Virrey, que es del pago nombrado Levilia y Guiery yendo a terminar a una cruz q[u]e divide las dos Jurisdicciones, tomo V[sted] el rumbo entre Poniente y Sur, a reconocer los dos Negritos y de hay a Chovagui, terminando en Levilia, y como p[o]r este trancito se hubiera o huviese incluido, el pago de nuestra tierra, comprehendiendo dentro de los mojones nombrados Salana, Guelayati, Lachiaza, y Lachixova, discurriendo la materialidad de los Yndios que de todo p[o]r donde V[sted] havia handado, se les daba posecion, nos han perturbado en la q[u]e hemos tenido de immemorial tiempo a esta Parte, y la que teniamos actual, al tiempo y quando se las dio24

Tlacochahuaya, según parece, buscaba desde un principio imponerse no sólo sobre la hacienda sino también sobre sus vecinos, particularmente sobre Guelacé, ignorar su existencia y arrebatar sus tierras. De hecho, Tlacochahuaya no lo mencionó en alguna parte de la descripción de sus terrenos y siempre que enumeraba sus terrenos colindantes por ese rumbo, prefería aludir al desaparecido pueblo de Santo Domingo Suane: “y subiendo otro serro arriba hasta otra cruz nombrada chibaguii y desde alli vajando al oriente, esta una cruz devajo de unos árboles de negritos linda con los naturales de S[an]to Domingo Suanee, Jurisdicion de Chichicapa”.25 El dueño de la hacienda, que también esperaba quedarse con las tierras de Guelacé, al darse cuenta de esta artimaña reclamó que el litigio había sido por Yeri y no por las tierras de Santo Domingo Suane, a las que consideraba suyas “en poscesion y propriedad”, a lo que Tlacochahuaya respondió, una vez que hubo ganado el litigio, que el pleito en realidad siempre había sido “por lo respectivo a las tierras nombradas Santo Domingo Zoana, y no por las que se ubican bajo de el cerro nombrado Eyeri”.26 En el nuevo litigio entre Tlacochahuaya y Guelacé, la primera siguió refiriéndose a Santo Domingo Suane como su colindante y se esforzó en evitar cualquier mención o trato con Guelacé. Por ejemplo, negó la existencia de las mojoneras que delimitaban el sitio de Lachixoba y aseguró que los nombres correspondían a ciertos parajes dentro de su territorio; también afirmó no colindar con Guelacé en alguna de sus mojoneras.27 Este pleito fue inusualmente corto y se resolvió en 1778 a favor de Guelacé gracias a que presentó el expediente en el que constaban los amparos de tierras que había obtenido en 1667 y 1690 cuando litigó con la hacienda de Santa Rosa por ese mismo sitio.28 Tlacochahuaya declaró que emprendería un juicio de apelación sobre la propiedad de ese y otros terrenos, porque se incluían en las tierras que Juan de Guzmán, el noble que había fundado La Capellanía, había donado a su convento desde el siglo XVI.29 La apelación, sin embargo, no se llevó a cabo, de modo que Guelacé logró una victoria (por fin) dentro de la jurisdicción de Antequera, que hasta ese momento le había sido desfavorable. Por esos años las cosas empezaron a ir mejor para Guelacé. En 1777 la real audiencia ordenó al alcalde mayor de la jurisdicción de Teotitlán del Valle que investigara si en verdad había existido el pueblo de Santo Domingo Suane, qué había pasado con sus tierras y cuál era la extensión de Tlacochahuaya, todo ello con el fin de darle salida al asunto del fundo legal.

24 AGEPEO AM 60, 21: 1v-2. AGEPEO AM 60, 21: 35 fs., 1776. “Santa María Guelace contra San Jerónimo Tlacochahuaya sobre tierras”. 25 AGEPEO AM 46, 9: 3r. 26 AGNT 981, 3: 6v, 3v. 27 AGEPEO AM 60, 21: 12v. 28 Ibidem: 26-26v. 29 Ibidem: 29.

55 El magistrado realizó la averiguación y, aunque no se le ordenaba, indagó más sobre la situación de Guelacé, lo que reveló su terrible escasez de tierras y puso al descubierto el enorme disgusto que la existencia de este pequeño pueblo le ocasionaba a Tlacochahuaya. Como se ha mencionado, en sus litigios Tlacochahuaya había optado por evadir el tema de la existencia de Guelacé en una especie de boicot discursivo, aunque su postura al respecto debió expresarla ante las autoridades españolas desde el momento en que se opuso a que se le otorgara el fundo legal. El corregidor de Antequera la esbozó en su informe de 1759, cuando afirmó que Guelacé era un pueblo intruso.30 Pero durante la investigación de 1777, Tlacochahuaya por fin expresó abiertamente lo que pensaba sobre la existencia de Guelacé. Sustentándose en una singular lectura de ciertos documentos antiguos,31 la cabecera afirmó ser dueña del sitio de Chibayala, el mismo que el cacique don Jerónimo de San Gabriel había conseguido en el siglo XVI en el pleito frente a Teitipac. Tlacochahuaya aseguró que Guelacé se había fundado dentro de los límites de Chibayala y que las tierras que ocupaba le pertenecían.32 Por supuesto, Guelacé negó tales afirmaciones y declaró que poseía títulos (“primordiales títulos”) de las tierras que Teitipac le había otorgado para su fundación.33 El escribano relató así uno de los momentos en que ambos pueblos se confrontaron verbalmente durante el recorrido que realizaba el funcionario español:

[los de Guelacé pidieron] se tenga presente el que por todos quatro rumbos se hallan cercados dentro de su mismo Pueblo de d[ic]hos Naturales de Tlacochaguaya sin dejarles respirar ni dar paso, en que no encuentren con las tierras que gozan y en que asientan haverseles intternado; á lo que los predichos de Tlacochaguaya respondieron ser suias como constaba de sus titulos, y que d[ic]hos Naturales de Guelace les tenian usurpadas aquellas en que estaba fundado su Pueblo porque las del extinguido de Santo Domingo Suane, que eran las q[u]e pudieran pertenecerles se situaban en el Potrero que es á la presente de la Hacienda de los Negritos con la que podrian disputarlo, y no con ellos. Y haviendose promovido sobre el particular entre unos y otros Naturales diferentes altercaciones improprias de este auto, estando ya conclusos los reconocimientos de las distancias que ban relacionadas y siendo cerca del medio dia se suspendio esta diligencia.34

El principal resultado de la investigación de 1777 fue la certeza de que Tlacochahuaya y su pueblo sujeto, San Sebastián, poseían suficientes tierras para su sustento y que de ellas se podía dar algo a Guelacé para completar su fundo legal. No obstante, la negativa de Tlacochahuaya y su pueblo sujeto a ceder parte de su territorio, más el hecho de que seguían otro pleito por tierras con una hacienda perteneciente a los padres betlemitas, retrasó por unos años más el dictamen. Pero, al fin, en 1790 la real audiencia decretó que se le otorgara el fundo legal a Guelacé, tomara tierras del pueblo de Tlacochahuaya y de la hacienda de Santa Rosa, tratara de dañar lo menos posible y respetara las tierras de La Capellanía, que los frailes ya habían ofrecido a Guelacé pero éste rechazó.35 A partir de esta resolución, Tlacochahuaya puso en marcha nuevas estrategias para evitar que Guelacé recibiera su fundo legal. La primera fue una serie de amenazas de llevar a cabo un tumulto a fin de evitar el acto de deslinde; y según Guelacé ese fue el motivo por el cual tuvieron que esperar otro año a que alguno de los funcionarios reales aceptara llevar a cabo las diligencias.36 De hecho, la real audiencia sugirió a los diferentes oficiales a los que designó para este acto que quien realizara el deslinde acudiera acompañado de una milicia:

Y respecto á lo que por el comisionado Don Juan Antonio Goitia se informo cerca de la dificultad que puede ocurrir en la practica de las diligencias por la resistencia, y orguio con que se han manifestado los de Tlacochaguaya, se previene asi mismo al nuevo comisionado, que insistiendo en esto, y teniendolo por necesario ocurra á impetrar del Gefe Militar el ausilio que se

30 AGNT 867, 9: 6r. 31 Se trataba del expediente del litigio que sostuvieron en 1564 Tlacochahuaya y Teitipac. Como se comentó en el capítulo anterior, el expediente se hallaba incompleto en 1757, cuando se sacó el testimonio que se conserva hasta hoy (AGNT 819, 2). 32 AGNT 1206, 1: 5v-6r. 33 Ibidem: 7r, 37r. 34 Ibidem: 11-12. 35 Ibidem: 30-33v, 26v-27. 36 Ibidem: 39-48v.

56 necesite por las tropas que se hallaren en aquellas inmediaciones, sobre que se espera proceda con la m[ay]or cordura y prudencia, y tambien que procure dejar avenidos y conformes á vnos y á otros Naturales para que cesen los litigios.37

El deslinde era inevitable y la reiterada oposición de Tlacochahuaya le valió el encarcelamiento de cinco personas que se destacaron como las más beligerantes conforme se acercaba el momento de medir oficialmente el fundo legal de Guelacé. Con todo, estos trances resultaron bastante efectivos, pues la amenaza de violencia provocó cautela en el resto de los involucrados e hizo que el fundo legal de Guelacé se midiera en forma pausada y evitando afectar los sitios más estimados por Tlacochahuaya. De acuerdo con el registro de esas diligencias, el primer incidente ocurrió durante la exploración previa de los terrenos, un día antes del acto oficial. El comisionado llegó a la parte oriente de Guelacé, en donde se hallaban algunas casas de familias de San Sebastián, el pueblo sujeto de Tlacochahuaya, y ahí encontró a un grupo crecido de pobladores que se mostraban muy molestos:

En d[ic]ho Paraje estaba todo el expresado Pueblo de Tlacochaguaya y Varrio de S[a]n Sebastian conpuesto de un crecido numero de hombres y mugeres a modo de tumulto, ó asonada a quien Su Merced en aquel acto les intimo a las d[ic]has republicas mandasen retirar a las referidas gentes, y mugeres, se fuesen a sus casas, q[u]e Su M[e]r[ce]d quando practicase el reconocimiento y medida por aquel rumbo lo executaria con la mayor prudencia y sin perjudicarlos en la parte q[u]e fuere dable, como Su Magestad lo mandaba en cuyo acto uno de los individuos del expresado pueblo o varrio de S[a]n Sebastian nombrado Lucas Andres levantando la voz dixo q[u]e no queria por cuyo desacato e inobediencia mando Su M[e]r[ce]d a la tropa q[u]e acompañaba le hechasen mano y con efecto aprehendiendolo los topiles de este d[ic]ho Pueblo de S[an]ta Maria Guelacé lo pusieron en la carsel para escarmiento de estos, y a viua voz d[ic]ho S[eñ]or Theniente Corregidor les hizo presente la gravedad del delito y penas en q[u]e incurrian los q[u]e faltauan al respeto de la R[ea]l Justicia, cometiendo el delito de asonada, o tumultario.38

Al día siguiente, durante el acto oficial, los pobladores de Guelacé solicitaron al comisionado que la medida por el oriente llegara justo hasta donde iniciaban las casas del barrio de San Sebastián (a 273 varas de la Iglesia de Santa María) y que lo que faltaba se les midiera por otro rumbo, para evitar mayores conflictos. Esta petición fue bien recibida por la parte contraria, de modo que “las referidas Republicas de Tlacochaguaya, y su Varrio de S[a]n Sebastian quedaron contentos y complacidos en ello”.39 El siguiente rumbo en ser medido fue el poniente y en este no hubo problemas porque el dueño de la hacienda de Santa Rosa cedió una franja de tierra con la que se completaron las 600 varas y sobraron otras más que sirvieron para resarcir algunas de las que habían hecho falta por el oriente.40 Por el lado norte, sin embargo, volvieron a ocurrir varios incidentes a pesar de las amonestaciones del día anterior. Por esta parte se hallaba la vivienda de una viuda, vecina de San Sebastián, pero el comisionado, considerando que la viuda no era tributaria y no se haría gran daño a la propiedad de Tlacochahuaya y su barrio, decidió seguir la medida por ese rumbo y se encontró de nuevo con una férrea oposición:

el referido numero de Hombres y Mugeres del expresado Pueblo de Tlacochaguaya y su varrio con grande orgullo y quasi como tumultarios, impedian y embarasaban el seguir las expresadas medidas, y una Yndia nombrada Cattharina Morales levantando la voz, y arrojando una piedra al cuerpo de los que estaban en este acto, empesaron otras a executar lo mismo por lo que su M[e]r[ce]d con el espiritu que es propio suyo mando a los seis soldados y cavo se pusiesen en estado de defenza y q[u]e se prendiere a la referida Yndia Catarina Morales, y a su Hijo Thomas Blas que con insolencia y altaneria prorumpia en palabras indecorosas con inobediencia a los superiores mandatos, y despejando la tropa de su linea recta y camino al expresado numero de Genttes de Hombres y Mugeres con el espiritu que corresponde se continuo la d[ic]ha medida por la parte del norte y camino Real q[u]e va a el Pueblo de S[a]n Francisco hasta la medida de doze cordeles de a cincuenta varas que hizo el numero de las seiscientas en que volvieron a repetir su propio orgullo, y uno de ellos nombrado Juan Hernandes, que sobresalia en estos mando su Merced se aprendiese a este, y en el mismo acto de esta

37 Ibidem: 31v. 38 Ibidem: 51v-52. 39 Ibidem: 54v. 40 Ibidem: 55v.

57 medida, y de señalado el citio donde poner la piedra de Mohon reclamaron los referidos Yndios de Tlacochaguaya y su Varrio, con su Patrono el Lic[enciad]o D[o]n Jose Nuñes que por la parte del Sur que faltta que medir tienen tierras suficientes utiles con que remplazar con menos perjuicio de los sembrados que tenian de chilares por este rumbo.41

De este modo, Tlacochahuaya de nuevo impidió que el fundo legal de Guelacé se extendiera sobre sus tierras. El comisionado accedió a medir primero el lado sur y en él la medida se extendió más allá de las 600 varas, gracias a lo cual se completó la cuenta que faltaba por el oriente y se rebajaron algunas al lado norte, que fue el último en medirse. Al final, Tlacochahuaya y su barrio tuvieron que ceder un total de 336 varas (≈279m), todas por la parte norte, y el último habitante en caer preso durante estas diligencias fue su regidor:

por la parte del Norte mando su M[e]r[ce]d hacer un hoyo y clavar una piedra grande, que no hauiendo quien la clauase por estar los de Guelace ocupados, estando parado un Yndio alli delante le dixo q[u]e hiziese el hoyo, y respondio q[u]e era Regidor de Tlacochaguaya a q[u]e le respondio su M[e]r[ce]d q[u]e por lo mismo que lo executase y resistiendose lo mandó poner en la carzel.42

Así, después de muchas décadas de espera, en 1791 Guelacé obtuvo su fundo legal a pesar de los esfuerzos de Tlacochahuaya por obstaculizarlo. Esta victoria de ninguna manera significó el fin de los conflictos entre ambos pueblos. Tlacochahuaya de inmediato interpuso una apelación en la que alegó la propiedad de las tierras que se le habían otorgado a Guelacé pero sin comprobarla.43 Luego, en los siguientes años entabló nuevas demandas contra Guelacé por diversos motivos, como por ejemplo el usufructo de un cerro cercano, a la vez que destruía algunas de sus mojoneras y agredía a sus pobladores cuando por algún motivo pasaban por las tierras en conflicto.44 Además, Tlacochahuaya se había hecho de nuevos aliados en esos años. En el siglo XVIII, la cabecera había vendido o alquilado un terreno que colindaba con Guelacé y La Capellanía, llamado Lotoba, a una familia (española o quizá criolla) de apellido Rojas para que estableciera un rancho. Llegado el momento, Tlacochahuaya no dudó en solicitarle apoyo para hostigar a su enemigo. Los Rojas, obedeciendo sus órdenes, destruyeron algunas mojoneras de Guelacé, según reconocieron durante la indagatoria:

y saliendo a recivirnos los Rojas haciendo exhiv[ició]n del mandam[iento] librado dijeron los testigos inform[an]tes ser lind[er]o de Lotova con el r[an]cho de los expresados Rojas y q[u]e estando alli fixada una piedra la havian quitado los dueños del rancho a lo q[u]e dijeron estos q[u]e era cierto haverla quitado pero q[u]e havia sido por or[de]n de los de Tlacochahuaya por q[u]e no era lind[er]o de uno y otro rancho el s(uyo?) y el de [lo]toba sino centro de sus t[ie]rras como lo acreditarian con su papel y por lo mismo se oponian y contradecian a la dilig[encia] en cuya virtud Su Merced les reprendio el exeso de haver arrancado la piedra sin autoridad judicial y solo por or[de]n del p[ue]blo de Tlacochahuaya q[u]e no tenia facultad p[ar]a ello.45

41 Ibidem: 56v-57. 42 Ibidem: 60v. 43 AGNT 1206, 1: 63-85. 44 AGEPEO RI 11, 8: 2 fs., 1796. “El pueblo de San Jeronimo Tlacochahuaya contra el pueblo de Santa Maria Guelacee, del partido de Zimatlan, sobre el uso del cerro y sobre unas tierras en las que tienen pleito”. AGEPEO RI 36, 39: 2 fs., 1796-1797. “Sobre la diligencia de vista de ojos e identificación de linderos, en el paraje en que se empezó a marcar la división con los naturales de Santa Maria Guelace y San Geronimo Tlacochahuaya”. AGEPEO RI 20, 6: 2 fs., 1796. “Manuel Martin, alcalde de Santa Maria Guelase de la jurisdiccion de Zimatlan, solicita justicia al Yntendente de la provincia, en favor de Rafael Mendez y en contra del juez y naturales de Tlacochahuaya, por haberlo apresado al encontrarlo en tierras que les despojaron y al ir a traer dos animales que pastaban. Se verifica la libertad y piden castigo para el gobernador y dicha republica de Tlacochauaya”. 45 AGNT 2952, 1: 2v. AGNT 2952, 1: 4 fs., 1819 (1797). “Para que el justicia de Zimatlan arreglandose puntualmente a la diligencia inserta, ampare a los naturales de Huelaze, en el gozo y uso de las diligencias que se expresan, como se manda. Oaxaca”. Los descendientes de estas personas, habitantes del actual pueblo de Rojas de Cuauhtémoc, apoyan a Tlacochahuaya en su actual enfrentamiento con Guelace, al que consideran un pueblo invasor de tierras (plática con Israel Hernández Ortega, agosto de 2007). La historia local vincula a los fundadores de Rojas con el pueblo de Tlacochahuaya y también hace mención a su origen no-indígena, en un relato bastante pintoresco (página electrónica del municipio en http://www.e-local.gob.mx/work/templates/enciclo/oaxaca/). El pueblo es reconocido en el valle de Tlacolula porque sus habitantes tienen, en su mayoría, ojos y tez claros.

58 Por su parte, la estrategia de Guelacé fue unirse a la hacienda de Santa Rosa para entablar una demanda contra Tlacochahuaya por invasión de tierras y destrucción de mojoneras y juntos obtuvieron una resolución favorable en 1797. Luego la hacienda cambió de dueño y las cosas no marcharon bien. Guelacé sostuvo entonces dos litigios a la vez: uno con la hacienda y otro con Tlacochahuaya y en ambos obtuvo resoluciones favorables, por lo menos durante el resto del periodo colonial. En 1803 Tlacochahuaya fue condenada a pagar las costas del pleito que sostuvo contra Guelacé por un monto de 6 500 pesos.46 Después, en 1819 la real audiencia ordenó que se volviera a amparar a Guelacé en las tierras que le pertenecían y de las que se había apoderado la hacienda.47

San Jacinto se enfrenta a Teitipac

En la década de 1680, una vez que Tlacochahuaya había negociado su reconocimiento como cabecera por parte de las familias de San Jacinto, sustrayéndolas de la influencia de Teitipac, la cabecera solicitó el fundo legal de San Jacinto ante la real audiencia. No obstante, había un problema que le impedía conseguirlo por completo. La ubicación de San Jacinto, tan próximo a Teitipac, hacía imposible que se le pudieran dar tierras por las partes norte y oriente.48 De hecho, el alcalde mayor de Zimatlán argumentaba que esta cercanía probaba que San Jacinto no era un pueblo en toda forma:

apenas dista vn tiro de arcabuz de la grande Yglesçia de esta d[ic]ha cavesera [de Teitipac] asia el sur y las d[ic]has cassas de su vivienda estan dentro de las calles de este d[ic]ho Pueblo y eran en lo passado de naturales del y los referidos que se llaman de San Jacintho se las compraron para su abitaçion, no siendo los suso d[ic]hos hasta oy en dia mas que quatro tauerneros que venden pulque sin acçion ni derecho a tierras ningunas ni a d[ic]has cassas en que biven si no es en lo que mira al tanto del preçio en que las compraron.49

Teitipac recurrió a toda clase de tácticas para obstruir las acciones de Tlacochahuaya e imponerse de nuevo a San Jacinto, algunas en verdad contraproducentes. Por ejemplo, procedió al cobro forzoso de las contribuciones a las que en un principio se habían obligado las familias de San Jacinto, por lo que fue denunciado en 1689 ante las autoridades españolas:

los naturales del Pueblo de Tictipaque Juris[dicci]on de las Minas de Chichicapa, deviendose contener en los terminos de su pueblo y Juris[dicci]on, y no traspasar la raya y señalam[ien]to de las jurisdicciones se extienden y passan a coger y quitar a mis partes las tierras de su pueblo, y las particulares de cada vno, entrando con bara alta en el pueblo de mis partes, no siendo de su Juris[dicci]on, ni Gobierno ni a su Pueblo o Cabesera suxeto, y les hazen muchissimos agravios y vexaciones, llebandolos a trabajar a la fabrica de su Iglecia del Pueblo de Tictipaque, con violencia y sin pagarles su trabajo, no teniendo obligazion alguna, por las razones referidas, y ser de distintos territorios; y son tan excesivas las molestias, que les caussan a mis partes, que les han cargado de vna penssion muy gravosa, qual es, llevar a cada cassado por vna yunta de bueyes que tiene, vna libra de cera para la semana santa, y al que tiene dos yuntas le llevan dos libras de cera, y lo que mas es, que si van los naturales de d[ic]ho Pueblo de San Xacinto a sacar leña al monte de Sancta Cicilia, que es de la Juris[dicci]on de la d[ic]ha Ciud[a]d de Oaxaca, y Pueblo de mis partes, solo porque passan por el d[ic]ho Pueblo de Tictipaque, que es camino, se la quitan, y en las ocasiones, que el Alcalde mayor de d[ic]has Minas les pide a los naturales de su pueblo de Tictipaque algunas bestias o mulas, vienen al d[ic]ho pueblo de San Xacinto, a quitarselas a los naturales del, y llevan yndios, que sirvan de tlamamas, y de la mesma forma sacan y quitan las yuntas de bueyes, y las llevan al monte para traer las maderas para su Yglecia de Tictipaque; y finalmente mis partes se hallan mui gravadas de d[ic]hos naturales y oficiales de republica del d[ic]ho Pueblo de Tictipaque, no siendo sus suxetos ni teniendo con ellos dependencia por [ser] distinctas las Jurisdicciones.50

46 AGNT 1351, 1: 5. Se trata de una cantidad enorme de dinero. Tlacochahuaya, que ofreció 800 por su título de composición en 1709, hacia 1760 apenas había podido juntar 400 (AGNT 1417, 11: 35), lo que en sí mismo era mucho dinero considerando que pueblos como Guelacé ofrecieron 25 pesos por su título de composición. 47 AGNT 2952, 1: 4v. 48 AGNT 186, 8: 3v. 49 Ibidem: 9. 50 AGNIv 6549, 25: 1 f., 1689.

59 Teitipac también solicitó a la real audiencia ser amparado en la posesión de sus tierras, especialmente de su fundo legal, con lo que esperaba expulsar a los pobladores de San Jacinto de los sitios que habían tomado como suyos justo a la orilla de su pueblo. Luego, por medio de su alcalde mayor le hizo saber al magistrado de Antequera su gran antigüedad como cabecera de varios pueblos de la zona y el despropósito que sería despojarlo de sus tierras para dárselas a unos cuantos advenedizos:

San Juan Teitipaque [...] [es] al pressente partido mui considerable con nueve pueblos cuantiosos y grandes que tiene sujetos los quales como parte de esta d[ic]ha cavesera se contienen solo en ella como de la R[ea]l contaduria de tributos se puede dedusir y conoser, ademas que es Antigua notiçia y tradiçion la memoria que ay en este Angulo de d[ic]ha Ciudad de Oax[a]ca de este d[ic]ho Pueblo y Cauesera de Titipaque cuyo termino en la lengua mexicana dise Pueblo de Recreo; y es ansi que antiguamente venian de d[ic]ha Ciu[da]d y de sus contornos en tiempos señalados del año a olgarse y recrearse por su amenidad por cuya rasson es mui conosido y nombrado este d[ic]ho Pueblo y assi mismo por la sumptuosidad de su Yglesia y Convento antiquissimo que es cavesera de su Doctrina donde asisten siempre tres religiosos de n[uest]ro Padre Santo Domingo por cuyos motivos es incompatible que los hijos de dos indios terrasgueros advenedisos despojen de sus tierras a vnos naturales tan antiguos poseedores de ellas.51

Ninguna de estas acciones tuvo el efecto esperado y, a diferencia de Guelacé, San Jacinto obtuvo muy pronto una sentencia favorable, por lo que en 1693 el corregidor de Antequera procedió a medirle su fundo legal. En esa ocasión Teitipac no pudo oponerse al acto porque la fecha en que supuestamente se realizaría la medida se postergó sin darles aviso,52 de modo que sus autoridades y pobladores supieron del evento cuando ya casi finalizaba y sólo llegaron para ver cómo se daba posesión a San Jacinto de un sitio que colindaba con su pueblo.53 San Jacinto sólo recibió la mitad de su fundo legal, por los lados sur y poniente en que no estaba pegado a Teitipac. De todas formas, eso fue suficiente para irritar a los vecinos de Teitipac, quienes no sólo entablaron una demanda legal sino que también emprendieron una especie de expedición punitiva en la que atacaron las casas, los sembradíos y hasta a los mismos habitantes de San Jacinto, según informaron los agraviados a su corregidor:

el día lunes que se contaron veinte y ocho deste corriente mes de henero a los ocho días que V[uestra] m[erce]d nos midio el d[ic]ho n[uest]ro pue[bl]o [...] [llegaron ciertos vecinos de Teitipac] armados con piedras y palos envistiendo de nosotros y quebrandonos los cantaros de aguamiel que haviamos sacado arrancando los magueyes de raiz de la tierra que fueron quince que baldran a veinte R[eale]s sin el provecho que podiamos sacar de ellos dandonos algunos palos y pedradas y a Lorenço Martin lo llebaron a la carçel de Tictipaque y le dieron mas de doçientos asotes de que quedo moribundo por cuia causa no le podemos traer a presençia de V[uestra] M[erce]d y no contentos ni saçiado el odio y venganza de d[ic]hos naturales passaron a d[ic]ho n[uest]ro pu[ebl]o y se aroxaron a nuestras cassas entrandose en ellas quebrando las puertas y quiçios de ellas y en una que estava con candado lo arrancaron quebraron y rovaron de ella a Sevastian Basquez unos calzones de paño berde y otros de manta y siete guaxolotes de la tierra y a Ju[an] Diego seis gallinas de la tierra y de Castilla y a Martha que llaman la mexicana le quebraron una olla de tamales y vna de pulque y de otras partes hasta los petates amenazandonos y diçiendonos que nos fuessemos de allí porq[ue] si no a todos nos habían de matar y que ellos eran mas que nosotros e tenían el favor de su Alcalde Ma[y]or y Vica[ri]o y hasta que nos destruyeran y hecharan de allí no havian de parar porque era toda suia las tierras en que estavamos.54

Después de este exabrupto, por el que algunos de los inculpados fueron llamados por el corregidor de Antequera para encarcelarlos, Teitipac recurrió de nuevo a los argumentos para probar su jurisdicción sobre San Jacinto. Alegó que los antepasados de los habitantes de dicho pueblo estaban enterrados en la iglesia de San Juan, insinuando que su doctrina debería ser la de Teitipac y no la de Tlacochahuaya. Y para no andarse

51 AGNT 186, 8: 100-100v. 52 El corregidor de Antequera determinó que la medida se llevaría a cabo el 16 de enero de 1692 y así se les avisó a las autoridades de Teitipac y a su alcalde mayor, pero la medida se verificó el 21 de enero (AGNT 186, 8: 7v, 13r). 53 AGNT 186, 8: 105. 54 Ibidem: 107v-108v.

60 con más rodeos ofreció tierras a sus vecinos si decidían reconocerla como su cabecera: “que d[ic]hos naturales se sujeten, agreg[u]en y reconoscan el pueblo de mis p[ar]tes como su cabezera que es y con eso gozaran de sus tierras sin causar pleytos”.55 Pero después del uso de la violencia era muy difícil que San Jacinto aceptara cualquier negociación. Por el contrario, en 1692 Tlacochahuaya dirigió, en nombre de San Jacinto, otra petición al corregidor de Antequera para que terminara de medirle las 600 varas que le faltaban por los rumbos norte y oriente. La respuesta afirmativa llegó al año siguiente, en 1693, y se mantuvo firme a pesar de las apelaciones interpuestas por Teitipac en los años siguientes.56 Durante el último siglo virreinal Teitipac se concentró en hallar la forma de extender su influencia sobre San Jacinto en menoscabo de la de Tlacochahuaya. Parece que en las primeras décadas del siglo XVIII había logrado volver a negociar en corto con San Jacinto, así que éste aceptó contribuir de nuevo a la Iglesia de San Juan y a cambio los hostigamientos habrían cesado. Los registros parroquiales de Teitipac muestran que por lo menos desde 1720 los habitantes de San Jacinto recibían los sacramentos por parte de los frailes de Teitipac y que sus buenas relaciones le permitían tener lazos de compadrazgo con los habitantes de San Juan Teitipac y algunos de sus pueblos sujetos.57 Sin embargo, Tlacochahuaya no iba a quedarse con los brazos cruzados mientras perdía a su pueblo sujeto, así que presionó a las autoridades de San Jacinto para que se enfrentaran de nuevo a Teitipac. En la segunda mitad del siglo XVIII, Tlacochahuaya se quejó de que Teitipac usurpaba las tierras del fundo legal de San Jacinto, con lo que inició de nueva cuenta la dinámica de acusaciones entre ambos pueblos. Cuando Teitipac vio que los habitantes de San Jacinto volvían a someterse al dominio de Tlacochahuaya, les exigió que se fueran a vivir a la que reconocían como su cabecera y dejaran libres las tierras en las que se encontraban.58 Las demandas, fallos y apelaciones se resolvieron a favor de ambas partes en distintos momentos, lo que generó gran confusión. Por ejemplo, en 1773 Teitipac había logrado obtener una resolución a su favor porque San Jacinto se había retractado de su queja y porque, según se dijo, había quedado demostrado que poseía las tierras litigiosas desde hacía 50 años. Dos años después, en 1775, San Jacinto volvió a solicitar que se le restituyera su fundo legal, acusando a Teitipac de haberlo despojado. La decisión de la real audiencia favoreció entonces a San Jacinto, pero en 1776 Teitipac había conseguido que su apelación a esta resolución fuera aceptada.59 Es difícil saber cuánto tiempo más litigaron estos pueblos y si alguno de ellos logró imponerse, al menos en el plano legal. Lo que resulta intrigante es que, después de estos años, el rastro documental de San Jacinto se pierde por completo. En ninguna fuente colonial tardía o de los siguientes siglos se vuelve a encontrar una sola mención al poblado.60 En los Cuadros Sinópticos del siglo XIX (Martínez Gracida, 1883), en los que se registraron todos y cada uno de los pueblos, haciendas y rancherías del estado de Oaxaca, no hay algún informe de San Jacinto, por lo que queda claro que el pueblo había desaparecido. Cuándo y cómo es algo sobre lo que sólo se puede especular. Quizá los habitantes de San Jacinto no pudieron mantenerse unidos ante las presiones de Teitipac y de Tlacochahuaya para que reconociera a una de ellas como su cabecera. Después de todo, su origen había sido posible gracias a que Teitipac había aceptado e integrado a su pueblo a las familias provenientes de San Francisco Cajonos. Pero gracias al apoyo de Tlacochahuaya habían conseguido su fundo legal, a diferencia de otros pueblos pequeños que tenían que abandonar los litigios porque les acarreaban más gastos y contrariedades que beneficios. Por ejemplo, los vecinos de Ixcotel, un pueblo sujeto de Xalatlaco, muy

55 Ibidem: 141. 56 Ibidem: 150v-164. 57 AGN Genealogía, Registros Parroquiales, San Juan Teitipac, Oax.-Bautizos, Proyecto MXC-5, Caja 74H, Rollo 1948. 58 AGNT 999, 14: 1. AGNT 999, 14: 7 fs, 1776. “Tlacolula. Po.- Los naturales del pueblo de San Juan Teitipac, contra los del barrio de San Jacinto, sujeto al pueblo de Tlacochahuaya, sobre propiedad de tierras. Juris. Oaxaca”. 59 AGNT 999, 14: 1r, 2r, 6v-7r. 60 En la obra Theatro Americano, de 1748, no se le menciona (Villaseñor 1952). En las Relaciones Geográficas del siglo XVIII, correspondientes a los años de 1777 y 1778 (Esparza 1994) no se encuentra la Relación de Tlacochahuaya que muy probablemente existió y en la que debió haberse informado sobre sus pueblos sujetos. En los catálogos de los Archivos que he consultado y en los expedientes del siglo XIX que he leído tampoco he hallado alguna otra referencia a San Jacinto.

61 cercano a Antequera, confrontaron a su cabecera desde 1702 para no seguir dando servicios y también solicitaron su fundo legal, pero la férrea oposición de sus rivales hizo que en 1780 desistieran de su intento, porque habían terminado por arruinarse con tantos gastos del litigio. Según sus propias palabras, en las que se refleja el desencanto de esta aventura:

porque [los habitantes de Ixcotel] se hallan deslacanzado [sic] que ni un para comer tienen, que lla tanto dinero hemos gastado y no lo hemos pudido conseguir, con que Su Exelencia determine lo que Dios Nuestro Señor fuere servido y lo mas que nos combiniere, bien sabe Dios y Vuestras Mercedes los atrazos que nosotros pobres hemos tenido.61

Por otro lado, está claro que San Jacinto había logrado negociar con Teitipac en condiciones favorables y que varios de sus pobladores tenían, desde principios del siglo XVIII, buenas relaciones con los habitantes de esa cabecera y sus pueblos sujetos. Además, por su cercanía e influencia, Teitipac podía convertirse en una seria amenaza para su bienestar. La encrucijada era terrible y es probable que las opiniones de los habitantes estuvieran divididas. Pero, ya sea que se haya integrado por completo o por partes a Teitipac o a Tlacochahuaya, el hecho es que San Jacinto no pudo mantenerse más como pueblo. Es interesante que aun después de desaparecido, San Jacinto siguiera siendo causa de rivalidad entre Teitipac y Tlacochahuaya, pues ambas cabeceras conservaron la memoria de haber tenido un pueblo sujeto llamado San Jacinto, sólo que ese recuerdo se atribuyó a otros de sus pueblos sujetos: actualmente algunos pobladores tanto de Santa María Guelacé (antiguo pueblo sujeto de Teitipac) como de San Sebastián Abasolo (el antiguo pueblo sujeto de Tlacochahuaya) relatan, cada quien por su lado, que antes su pueblo se llamaba San Jacinto.62

MACUILXÓCHITL DEFIENDE SU TERRITORIO

Después de las negociaciones y confrontaciones que Macuilxóchitl protagonizó en el siglo XVI, relacionadas con los límites de su jurisdicción, esta cabecera tuvo una vida un poco menos agitada en los siguientes dos siglos. No obstante, a diferencia de lo que ocurría entre Teitipac y Tlacochahuaya, que se enfrentaron indirectamente, a causa de la creación de pueblos sujetos, Macuilxóchitl y Tlacochahuaya no dejaron de reñir de manera directa debido a su estrecha vecindad. Los problemas por tierras que ambas cabeceras sostuvieron en los siglos XVII y XVIII iniciaron a finales del siglo XVI, cuando por iniciativa propia Tlacochahuaya cedió unos terrenos de Macuilxóchitl a los frailes de su convento.63 Los terrenos, ubicados en un lugar llamado Peona, debieron ser abandonados por los dominicos en algún momento del XVII. Taylor ha observado que los religiosos del Valle de Oaxaca solían conservar las propiedades grandes que les donaban en el campo y rentar o abandonar los sitios pequeños, a los que consideraban difíciles de administrar (1998: 209-210). La estancia que se les había donado dentro de Macuilxóchitl, pequeña, despojada a otro pueblo y que podía ser reemplazada por un sitio más grande como era el de La Capellanía, exhibía todos los inconvenientes que los frailes solían evitar. Con los frailes fuera de Peona, Tlacochahuaya y Macuilxóchitl se pelearon de nuevo porque ambos pueblos se sentían con derechos sobre el lugar. No es claro en qué momento el problema llegó a instancias legales, pero trató de resolverse en definitiva entre 1689 y 1693.64 De acuerdo con los registros de esos años, el problema había durado muchos años y ambas cabeceras habían recurrido a peticiones, apelaciones y hasta fugas para obstaculizar las pesquisas de los jueces que llevaron el caso, de modo que las medidas y los

61 AGNT 766, 2: 139, 1753 (1702-1780). “Jalatlaco San Matias. Po.- Los naturales del pueblo de Santa Maria Ixcotel, sobre que se les mida el fundo legal. Cita las haciendas del Rosario, Dolores, San Luis y La Palma, asi como el pueblo de Santa Lucia. Juris. Oaxaca”. 62 La tradición oral de ambos pueblos fue recopilada en trabajo de campo durante los años 2005-2007. El dato también aparece en la página electrónica dentro de la Enciclopedia de los Municipios de México. http://www.e-local.gob.mx/work/templates/enciclo/oaxaca/ para Guelacé y para Abasolo. 63 AGNM 18, s/n: 244v. Véase cap. II, pág. 73 64 AGNR D30, 1485 y 1486: 583-584v, 1689. “Tierras. Ordenando a la Audiencia de Mexico, que termine a la mayor brevedad el litigio que sobre medidas de las tierras de los pueblos de Tlacochahuaya y Macuilsuchil, estaba pendiente en ella. Tlacochahuaya” y “Tierras. Obedecimiento y parecer del señor Fiscal de Su Majestad, a la Real Cedula de mayo 12 de 1689 expediente num. 1485 de este tomo. Tlacochaguaya”. AGNR 25, 55: 203r-v, 1693. “Que se atiendan las suplicas interpuestas por los indios de estos pueblos, sobre tierras. Macuizuchil y Tlacochahuaya”.

62 deslindes de las tierras que pertenecían a cada pueblo tuvieron que realizarse varias veces antes de que cada parte desistiera de apelar por enésima vez las divisiones que se habían determinado.65 En esos años, Tlacochahuaya continuaba manifestando una actitud arrogante frente a Macuilxóchitl. No sólo buscaba apropiarse de la historia de las antiguas glorias de su rival, sino que también seguía restregándole en la cara que era en ella, y no en Macuilxóchitl, donde se hallaba la cabecera de doctrina, por lo que necesitaba esas tierras para sostenerse y mantener a los frailes de su convento. Tlacochahuaya seguía mostrando su habilidad para explotar sus circunstancias y presentarse como un pueblo grande, numeroso e importante en comparación con su rival. Por ejemplo, en 1689 expresó que:

tiene dicho pueblo de Tlacochaguaya mas de trescientos tributarios y es Camino Real de Goathemala, y nesesita de tener tierras suficientes en que sembrar para sustentarse, y a tres Religiosos que tienen de Pie y los administran, que no concurren estas circunstancias en los de Macuilzuchil, que no son mas que sesenta tributarios y retirados de el Camino Real.66

Para empeorar las cosas, a principios del siglo XVIII, en 1709, Tlacochahuaya inició los trámites para obtener su título de composición y con ello originó una serie de contradicciones y disputas con sus vecinos, entre los cuales se encontraba Macuilxóchitl. Resulta que, en su solicitud del título, Tlacochahuaya describió su territorio enumerando una serie de mojoneras que en conjunto formaban una extensión que rebasaba con mucho a la que en realidad tenía. Tlacochahuaya ofreció 800 pesos como donativo por su título, pero no pudo juntar tanto dinero y tuvo que esperar varios años para poder obtener su aprobación. Cerca del año 1760, se informó que sólo había reunido 400 pesos y que el envío había sido extraviado.67 No obstante todo esto, Tlacochahuaya utilizaba su solicitud del título como si fuera un documento probatorio y con él reclamaba tierras de otros pueblos y se quejaba de despojo.68 Así que durante todo el siglo XVIII Macuilxóchitl tuvo que hacer patente en diversos espacios su desacuerdo con la extensión territorial que Tlacochahuaya decía tener. Cada vez que Tlacochahuaya se hallaba en algún litigio con los pueblos de alrededor y hacía mención de su título de composición (en realidad, de su solicitud), Macuilxóchitl acudía a las diligencias para expresar su rechazo a las pretensiones de su rival. La tensión de estos encuentros fue en aumento hasta que terminó por desbordarse. Poco antes de que terminara el periodo virreinal, en 1818, Macuilxóchitl destruyó las mojoneras que Tlacochahuaya había puesto en Peona, a decir de esta última, por no poder olvidar el resentimiento que le tenía. Las hostilidades entre las poblaciones de ambas cabeceras, incluyendo violentos enfrentamientos y el rechazo de un juicio de conciliación, se extendieron por lo menos hasta la década de 1830.69

Los pueblos sujetos de Macuilxóchitl

Por su parte, dos de los pueblos sujetos de Macuilxóchitl, San Juan Guelavía y San Francisco Lachigoló, también tuvieron problemas que volvieron a involucrar a las tres cabeceras en nuevos litigios. En 1677, San Juan Guelavía se enfrentó a San Marcos Tlapazola, un pueblo sujeto de Teitipac, por la posesión de tres parajes,70 de los cuales dos le fueron adjudicados al primero y uno al segundo, según reconocieron las partes en 1682.71 El problema con estos sitios involucró poco después a la cabecera de Tlacolula, a una hacienda española y a otro pueblo sujeto de Teitipac, la Magdalena Tabaa, lo que hizo que el litigio se extendiera durante algunos años más.72

65 AGNT 1417, 11: 27-35. 66 BNAH, Sección de microfilmes. Rollo 7, Serie Tlacolula, Exp. 51: 15-15v, 1820 (1687). “Ordinarios sobre tierras promovidos por el común de naturales del Partido de Tlacochaguaya contra el de Macuilxochitl”. 67 AGNT 1417, 11: 35. 68 AGNT 1417, 11 y AGEPEO AM 46, 9. 69 BNAH Rollo 7, 51: 24. 70 AGNT 148, 3: 11r. Los parajes eran los nombrados Segallo, Quiaguini y Yosibela. AGNT 148, 3: 166 fs., 1690-1705 (1688-1704). “Tlacolula.- Autos seguidos por los naturales de los pueblos de Tlacolula, y San Marcos, sobre restitucion y posesion de tierras. Juris. Tlacolula, Oax.”. 71 AGNT 185, 16: 3 fs., 1682. “Chichicapa.- Los naturales del pueblo de San Juan Tetipac y el de San Marcos, contra los de Macuilzuchil y San Juan Güelavia, sobre tierras”. 72 AGNT 148, 3.

63 En estos casos el papel de Teitipac y Macuilxóchitl, como cabeceras de algunos de los pueblos que se enfrentaban, consistió en presentar junto con sus pueblos sujetos algunas peticiones y reclamos, pero en realidad fueron estos últimos quienes mostraron mayor iniciativa en defender su territorio y llegaron a aliarse unos con otros para enviar por sí mismos sus peticiones a las autoridades españolas.73 San Francisco Lachigoló, el otro de los pueblos sujetos de Macuilxóchitl, al igual que su cabecera tuvo que enfrentarse a Tlacochahuaya. Nuevamente, la solicitud del título de composición de Tlacochahuaya fue el motivo de sus disputas desde inicios del siglo XVIII, aunque en realidad no hay testimonios documentales directos de los litigios entre ambos pueblos, sólo algunas referencias. En 1760, el corregidor de Antequera informó a la real audiencia que Tlacochahuaya tenía un litigio pendiente contra San Francisco Lachigoló, al que consideraba un intruso dentro de sus tierras.74 Es probable que de estos años procedan las afirmaciones de que Lachigoló se había fundado en tierras del cacique de Tlacochahuaya.75 En 1766, se volvieron a enfrentar por un En 1766, se volvieron a enfrentar por un lugar llamado Quienase, que estaba situado en el centro de Lachigoló y que Tlacochahuaya reclamaba como suyo.76 Otros problemas se revelaron en 1779, mientras se investigaba la extensión real de Tlacochahuaya y su pueblo sujeto con vistas a darle el fundo legal a Guelacé. Cuando el comisionado decidió medir las tierras que Tlacochahuaya poseía por el rumbo poniente, esa cabecera solicitó que la medida se internara en terrenos de Lachigoló e incluso que pasara más allá de su iglesia, lo que provocó un enérgico rechazo:

Y regresandonos al referido Pueblo de Tlacochaguaya, se continuo la medida p[o]r el rumbo del Poniente desde el sementerio de la Yglesia, contandose doce cordeles y catorce varas, hasta el linde de vna milpa sembrada por los Naturales del Pueblo de San Francisco de d[ic]ha Jurisdicción de Teutitlan, quienes con su Alcalde nombrado Jose Miguel, contradijeron pasase el cordel adelante, respecto á querer los de Tlacochahuaya siguiesen las medidas hasta internarse arriva de la Yglesia del Pueblo en un arenal que dijeron ser el lugar donde lindaban sus tierras con las de d[ic]hos Naturales de San Francisco quienes uigorosamente lo contradijeron diciendo ser falso, sino que los d[ic]hos de Tlacochaguaya querían introducirse h[as]ta dentro de su Pueblo, como lo havian hecho con los de Guelace. [...] el referido alcalde de San Francisco Jose Miguel, pidio asi mismo se le de testimonio o certificacion de la contradiccion que lleba hecha para ocurrir á la Real Audiencia á pedir lo que le convenga á su Pueblo sobre las seiscientas varas que por este rumbo del Poniente debe gozar y darsele en las que por el le sobran á Tlacochaguaya, pues tiene, y se le han medido como se ha visto un mil y doscientas, por haverse internado y despojado á su Pueblo de las tierras que ha poseido y le pertenecen.77

Todas estas referencias sugieren que Lachigoló se hallaba en una actitud más defensiva que ofensiva frente a Tlacochahuaya.

OBSERVACIONES GENERALES

Durante los siglos XVII y XVIII, las cabeceras de Macuilxóchitl, Tlacochahuaya y Teitipac estuvieron involucradas en largos y complicados litigios por tierras, en algunos casos entre sí, pero en la mayoría de ellos enfrentando a los pueblos sujetos de las cabeceras contrarias. Al observar estos litigios en conjunto se descubre que, en realidad, casi todos dieron continuidad a las rivalidades que se gestaron entre estas cabeceras en el siglo XVI. En efecto, tras los litigios por tierras estaba el afán de cada cabecera por acrecentar sus dominios, de modo que todas las acciones que cada una emprendió durante esta etapa no sólo estuvieron encaminadas a ganar los sitios en disputa sino, también, a desafiar e imponerse sobre las poblaciones vecinas. La fundación de los pueblos de San Jacinto y Santa María Guelacé formó parte de la estrategia de sus cabeceras para

73 Ibidem: 40, 138 y ss. 74 AGNT 867, 9: 6v. 75 Véase cap. II, pág. 74, n. 22. 76 AGEPEO AM 46, 9: 9. 77 AGNT 1206, 1: 19r-v, 21r-v.

64 arrebatarse tierras entre sí, mediante una política de población-apropiación de sitios, que explotaba la necesidad de esas nuevas poblaciones de contar con tierras suficientes para su manutención, es decir, con su fundo legal. Teitipac habría de dejar muy clara esta dinámica al ofrecer tierras a San Jacinto a cambio de que la reconociera como su cabecera. Tlacochahuaya, menos flexible que Teitipac, simplemente se negaba a reconocer la existencia y los derechos de Santa María Guelacé y reclamaba como parte de su territorio las tierras en que se hallaba fundado ese pueblo. Así, lo que para las cabeceras era una cuestión de prestigio y poder, para los pueblos sujetos era una cuestión de supervivencia. No obstante, unas y otros pusieron todo su empeño en ganar y recurrieron a una infinidad de estrategias para lograrlo. Taylor ha señalado el alto grado de conocimiento que los naturales del Valle de Oaxaca tenían de las leyes que los protegían de los abusos de los españoles y su tendencia a entablar litigios legales.78 Aún así, no deja de sorprender la habilidad con que los pueblos utilizaron las leyes que los protegían de los abusos de los españoles, como las del fundo legal y algunas otras que se relacionaban con los títulos de composición, para dañarse entre sí, quitarse tierras y socavar sus jurisdicciones. Además, estos pueblos también aprovecharon su situación dentro del sistema colonial para generar alegatos a favor de su causa. Una de las armas discursivas más comunes fue la de “victimización”. En las peticiones y escritos dirigidos a las autoridades coloniales, tanto cabeceras como pueblos sujetos se presentaban como comunidades pobres y vilipendiadas. Y aunque en términos materiales podían estar padeciendo carencias o ser víctimas reales de alguna injusticia, muchas veces se trataba de un discurso hecho con el fin de ganar simpatías. La falta de tierras, por ejemplo, no era algo tan grave para Tlacochahuaya y Teitipac y, sin embargo, siempre argumentaron que debido a ella sus poblaciones padecían terriblemente. Pero también elaboraron discursos menos fatalistas. Los pueblos sabían que para la Corona española sus tributos eran importantes, al igual que para el resto de los funcionarios españoles. Las disposiciones reales a su favor lo afirmaban explícitamente:

con esto tendrían todos [los pueblos] tierras para sembrar y en que comiessen, y passtassen sus ganados, siendo justo, y mui de mi Real Piedad mirar por los indios, que tantas injusticias, y molestias tengo noticia padecen, á vista de ser los que más tributan, utilizan, y fertilizan mi Real Corona, y todos mis vasallos.79

Con excesiva frecuencia el número de tributarios y el monto del tributo que se entregaba a los funcionarios españoles eran exhibidos por las cabeceras en sus litigios, como un recordatorio de su importancia y casi como una amenaza, pues se afirmaba que de no recibir las tierras que solicitaban se corría el peligro de que no pudieran cumplir con sus contribuciones. Otra circunstancia aprovechada con gran habilidad por estas comunidades fue la presencia de propiedades españolas. Las haciendas favorecieron en distintos momentos las causas de uno u otro pueblo, no sólo al aliarse a ellos para entablar demandas sino que incluso lo hicieron involuntariamente al pelear contra ellos. En el primer caso, tanto Guelacé como Tlacochahuaya se aliaron en distintos momentos con la hacienda de Santa Rosa para confrontarse entre sí. Y Tlacochahuaya, además, se hizo de un nuevo aliado al respaldar la creación del rancho de los Rojas, cuyos poseedores se pusieron a su disposición para dañar a Guelacé. En el segundo caso, Guelacé obtuvo el reconocimiento de Lachixoba como un sitio propio luego de enfrentarse a la hacienda de Santa Rosa apoyado por Teitipac, lo que le permitió subsistir y ganar otro litigio muchos años después frente a Tlacochahuaya. Y, por su parte, Tlacochahuaya también aprovechó el interés de la hacienda de Santa Rosa por los sitios de Yeeri y Lebilia para litigar con ella y luego, al ganar, poder introducirse en el verdadero sitio de su interés, Lachixoba, y dañar así a Guelacé. Las cabeceras de Teitipac y Tlacochahuaya, sin embargo, fueron más allá al aprovechar su estatus para tratar de inclinar la balanza a su favor. Por ejemplo, recurrieron a sus jurisdicciones eclesiásticas y civiles para sustentar sus pretensiones de dominio sobre los otros pueblos. Tlacochahuaya lo hizo desde el siglo XVI, cuando por ser cabecera de doctrina pretendió también ser políticamente superior a Macuilxóchitl y Teitipac;

78 En su obra describe el incidente ocurrido a un representante de la Catedral de Antequera que se hallaba en un poblado cerca del Tule tratando de cobrar el diezmo en tierras trabajadas por terrazgueros para su propio provecho. El funcionario se topó ahí con un indígena que citó “insolentemente” la Recopilación de leyes de indias para explicar por qué se encontraban exentos de ese impuesto (1998: 109). 79 Real Cédula en que se previene el modo y forma con que á los pueblos de indios se han de medir las 600 varas de tierra que se les confieren por cada viento; siendo esta Real Cédula la corrección y confirmación de las Ordenanzas del Virrey Marqués de Falces. Madrid, 4 de junio de 1687 (Fabila 1981: 31).

65 y luego, en el XVII, cuando impuso su autoridad civil sobre San Jacinto, lo hizo valiéndose en primer lugar de su jurisdicción eclesiástica. Teitipac se movió en ese mismo terreno en el siglo XVII, cuando aceptó a los trabajadores de las haciendas vecinas (que formarían el pueblo de San Jacinto) y les impuso las contribuciones que debían dar para su iglesia y su convento; y luego en el siglo XVIII, cuando negoció de nuevo con San Jacinto para que sus familias recibieran los sacramentos en esa doctrina y no en la de Tlacochahuaya, todo con el fin de proclamarse como su cabecera. Ambas cabeceras también se dieron a la tarea de ganarse a los corregidores o alcaldes mayores de los distritos administrativos a los que cada una pertenecía, a fin de involucrarlos en sus causas y obtener su apoyo en cada acción que emprendían. Y, en efecto, los distintos magistrados españoles de Antequera y de Chichicapa/Zimatlán colaboraron de manera constante con la causa de Tlacochahuaya y Teitipac, respectivamente, y cuando estaba en sus manos solían favorecerlos. Finalmente, fueron las cabeceras las que recurrieron a la violencia física contra sus rivales al percibir que sus otras tácticas no prosperaban. Pero aun este comportamiento, que puede tomarse como un reflejo de la pérdida de poder, se convirtió en un elemento de persuación al crear un ambiente de temor e incertidumbre que dispuso a los pueblos sujetos a negociar o a moderar sus peticiones. Sin embargo, aun con todos estos esfuerzos que hacían para derrotar a sus rivales, las cabeceras no pudieron obtener mayor influencia y autoridad de la que ya tenían. Por el contrario, en lugar de aumentar, su poder disminuía conforme iba avanzando la época colonial, cediendo cada vez más terreno al poder español y a las presiones internas de sus propias unidades políticas. Todas estas cuestiones se tratarán en el siguiente capítulo.

66 IV. CONFLICTOS POLÍTICOS INTERNOS EN MACUILXÓCHITL, TLACOCHAHUAYA Y TEITIPAC AL FINALIZAR LA ÉPOCA COLONIAL

En los capítulos anteriores se ha dado seguimiento a las hostilidades y enfrentamientos que durante la época colonial sostuvieron las cabeceras de Macuilxóchitl, Tlacochahuaya y Teitipac, algunas veces de manera directa y otras a través de sus poblaciones sujetas. Se ha argumentado que estas disputas en los terrenos económico (por tierras), social (por controlar un mayor territorio y población) y religioso (por ser sedes de doctrina o tener los templos y conventos más reconocidos y suntuosos) estaban orientadas al ejercicio y la ostentación del poder. En realidad, cada cabecera trataba de imponer su voluntad y generar las condiciones necesarias para el bienestar y engrandecimiento de su propia unidad política, por encima de las necesidades y aspiraciones de las cabeceras vecinas, ya fuera mediante la rápida (pero no siempre absoluta) aceptación de la doctrina cristiana, mediante la manipulación de la legislación novohispana o por medio de la acción directa e incluso violenta. No obstante, alcanzar y mantener las posiciones de poder y prestigio que las cabeceras tanto anhelaban no sólo dependía de los beneficios que lograran obtener de su relación con la administración colonial o de los resultados de sus confrontaciones con las cabeceras rivales sino también del grado de estabilidad que lograran en su propia organización política. Y en este ámbito los problemas tampoco escaseaban. Las unidades políticas zapotecas del Valle de Oaxaca experimentaron dos grandes cambios que trastocaron la vida política de los pueblos en la Nueva España. Por un lado, el declive de la añeja clase noble como estrato gobernante y la consiguiente lucha interna por acceder a los oficios de república. Por el otro, los conflictos entre las cabeceras y algunos de sus pueblos sujetos que cada vez se hacían más independientes en los hechos y que con frecuencia deseaban conseguir también un reconocimiento como cabeceras. En las siguientes páginas, y con la ayuda de lo que se conoce de otras regiones de la Nueva España, analizaré cómo fue que se dieron estos procesos en estas tres unidades políticas zapotecas y en qué situación se hallaban sus cabeceras al finalizar la época colonial.

PROBLEMAS CON LA AUTORIDAD

Durante buena parte del siglo XVI, en la Nueva España la mayoría de los linajes gobernantes indígenas que decidieron reconocer a la Corona española pudo mantener la posición privilegiada que había ostentado antaño. En las décadas que siguieron al contacto con los europeos, sólo el poder y la autoridad de los caciques mesoamericanos podían hacer factible la difusión de la doctrina cristiana, el reclutamiento de mano de obra y la recolección de tributos que tanto importaban a los conquistadores y a la naciente burocracia virreinal. Los españoles lo entendieron bien y se preocuparon por salvaguardar los derechos y privilegios de los gobernantes nativos en cada localidad para que actuaran como intermediarios entre ellos y sus comunidades (García Martínez 1987: 183-190; Taylor 1998: 56). Sin embargo, dentro del nuevo orden colonial el importante papel de los caciques y los nobles habría de sufrir algunas modificaciones que con el paso del tiempo dieron lugar al cuestionamiento de su posición como líderes locales y a su eventual reemplazo. Con el establecimiento de las Repúblicas de indios en la primera mitad del siglo XVI, el cabildo pasó a ser, oficialmente, la máxima autoridad dentro de cada unidad política y aunque por lo general los caciques fungieron como gobernadores –y por tanto como presidentes de los

67 cabildos– durante varias décadas, al final del siglo XVI la mayoría de ellos se habían separado del cargo1 y estaban más ocupados en sus propios asuntos (sucesiones, herencias, conflictos por tierras de cacicazgo, etc.) que en los de sus comunidades. Por su parte, el grupo de los nobles, que había tomado para sí los oficios de alcaldes y regidores, también tuvo dificultades para mantener su posición en el cabildo desde finales del siglo XVI y durante el resto de la época colonial. En la cuenca de México, la región central de la Nueva España, muchas voces denunciaron que los macehuales, la gente del común, se estaban introduciendo en los cabildos con el apoyo de los frailes y corregidores desde por lo menos la década de 1560 (García Martínez 1987: 189). En el Valle de Oaxaca, la presión de los macehuales por participar en la elección de los funcionarios del cabildo o incluso desempeñar los oficios de república era evidente desde la segunda mitad del siglo XVI y las resoluciones a su favor aparecieron a principios del siglo XVII (Taylor 1998: 69, 72-73, n. 197). Son varios los factores que contribuyeron a la crisis que enfrentaron los miembros de los antiguos linajes gobernantes a raíz de la llegada de los españoles y de la cual ya no pudieron recuperarse. Las epidemias redujeron cada vez más el número de sus miembros, que a veces resultaba inferior al de los cargos políticos que debían desempeñar dentro de las repúblicas, lo que orillaba a la aceptación de nobles de menor rango o incluso macehuales en estos oficios. La llegada de los frailes católicos y su propia forma de organizar el culto religioso terminó con su papel como únicos e indiscutibles mediadores entre sus pueblos y las divinidades protectoras (García Martínez 1987: 188). Y la aparición de otras figuras de autoridad por encima del nivel local, como el corregidor o el virrey, limitaron su capacidad de mando y sus funciones judiciales. Algunos macehuales, por su parte, desde muy temprano en el siglo XVI abrieron el camino hacia la jerarquía local a sus semejantes al conseguir posiciones de autoridad ya fuera por una singular capacidad para manejar las sutilezas del derecho indiano o por la suerte de haber sustituido a algún noble que declinó asistir a las primeras enseñanzas de los frailes (Ibidem: 189-190). Y no hay que olvidar que la administración española dotó a este grupo de un arma singular que le permitió negociar con los nobles: como tributarios del rey, los macehuales podían acceder a la justicia española para denunciar los atropellos o faltas que cometieran las autoridades de sus pueblos con la seguridad de que sus demandas serían atendidas. De hecho, entre más se fortalecía el sistema administrativo español, la posición de poder de los caciques y nobles se volvía menos segura y, por el contrario, eran ellos los que recurrían cada vez más a las autoridades virreinales para obtener resoluciones que les confirmaran sus títulos y obligaran a sus comunidades a respetarlos y servirlos. En 1590, por ejemplo, don Juan Pérez de Guzmán, quien se ostentaba como cacique y gobernador de Teitipac, tuvo que solicitar un mandamiento para poder recibir el servicio semanal de cuatro indios, a los que se comprometió a pagar por su trabajo.2 La nobleza misma contribuyó a su debilitamiento como grupo dirigente al enfrascarse en luchas internas y por la tiranía o desinterés con que actuaba frente a sus comunidades. En 1592-1593 tanto principales como macehuales de Teitipac se quejaron de que su gobernador se había mantenido en ese cargo durante cinco años seguidos (algo prohibido por la ley) y además solía hacer “muchos agravios a los d[ic]hos yndios teniendolos en poco”.3 Por su parte, el cacique de Macuilxóchitl, al igual que muchos otros de los Valles Centrales de Oaxaca en el transcurso del siglo XVI, decidió que prefería vivir en Antequera y no en su propio pueblo (Taylor 1998: 54, n. 116).

1 Ese fue el caso de Teitipac, cuyo cacique ya no ostentaba el cargo de gobernador por lo menos desde 1560 (Del Paso 1942: XVI: 68) y probablemente también el caso de Macuilxóchitl, cuyo cacique prefirió mudarse a la ciudad de Antequera durante el siglo XVI (Taylor 1998: 54, n. 116). En Tlacochahuaya, el cargo de gobernador recayó en una persona distinta del cacique hacia la década de 1540 (AGNM 2, 3: 2r); años después, los caciques aparecen también como gobernadores, pero es difícil saber si recuperaron por completo el cargo o sólo en los años que corresponden a los registros que se tienen (Del Paso 1942: XVI: 68; AGNI 3, 528: 124r). AGNM 2, 3: 2r, 1545. “TLACOCHAHUAYA. Gobernadores. Don Antonio de Mendoza, nombra por gobernadores de este pueblo, a don Cristóbal y a don Jerónimo, cacique de dicho pueblo, y manda que los naturales les tengan obediencia”. (Spores y Saldaña 1973: 203). AGNI 3, 528:124r-124v, 1591. “Al alcalde mayor de Nexapa, para que haga averiguacion sobre las suertes de tierras de don Pedro de San Gabriel y su mujer, que heredaron y constando ser de los mencionados se les ampare. Oaxaca. Po. Tlacochahuaya”. 2 AGNI 3, 26: 6v, 1590. “Se pide informe al alcalde mayor de Antequera sobre servicios de los naturales que solicita don Juan Perez Guzman, cacique del pueblo de Teitipac. Oaxaca. Po. Teitipac”. 3 AGNI 6, 2ª Pte., 295: 66, 1591. “Para que en el pueblo de Teitipac, no se elija gobernador para el año de 82, sino que gobiernen los alcaldes. Oaxaca. Po. Teitipac”.

68 Así pues, el siglo XVI fue cuando los gobernantes y la nobleza de abolengo empezaron a perder sus posiciones de poder frente a los nobles de menor rango y alguno que otro macehual. Sin embargo, ninguno de estos sectores llegaría a controlar por completo el cabildo, lo que crearía cierta inestabilidad. La falta de moderación en el ejercicio del poder por parte de los nuevos oficiales de república y las pugnas por mantenerse en estas posiciones dominantes hicieron que continuamente se entablaran demandas contra los distintos miembros del cabildo para despojarlos de sus cargos. Así, en 1591 Baltasar Hernández, quien había sido nombrado alguacil de las sementeras por el gobernador, los alcaldes y los principales de Teitipac, fue removido del cargo porque, denunciaron estas autoridades, “a usado mal del d[ic]ho offi[ci]o y con la bara haçe muchos excesos y agravios molestando a los na[tura]les sin ocassion alguna teniendo el haçelles mal por modo de bengança”.4 Al iniciar el siglo XVII era evidente que la posición de dominio de la alta nobleza se había vuelto vulnerable y que la jerarquía local podía aceptar nuevos miembros. Así que en el transcurso de este siglo los macehuales se dedicaron conscientemente a tratar de modificar la situación de subordinación en que se hallaban y a tratar de conquistar este nuevo espacio de poder. Hacia la década de 1630 en Tlacochahuaya la gente del común ya participaba en el nombramiento de algunos oficiales de república, si bien los oficiales electos no siempre eran tratados con respeto.5 En esa misma cabecera ocurrió en 1639 que los macehuales, hartos de los malos tratos que recibían del encomendero y de sus autoridades locales decidieron irse a fundar otro pueblo. Cuando las autoridades de Tlacochahuaya solicitaron un mandamiento para hacerlos regresar, el grupo de inconformes argumentó que había comprado las tierras en que se hallaban sus nuevas casas y que ahí seguía pagando tributos, de modo que las autoridades españolas permitieron la existencia de su nuevo pueblo.6 Algunas décadas después, en 1660, Nicolás López, “cacique y principal” de esta misma cabecera denunció las intenciones de “los maseguales, yndios ordinarios” de esa región, quienes aliados con algunos oficiales de república pretendían hacer que los caciques y principales perdieran sus privilegios para que también pagaran tributo y dieran servicio personal.7 Finalmente, aprovechando los malos hábitos de sus autoridades y en un nuevo intento por ingresar a la jerarquía local, los macehuales de Tlacochahuaya solicitaron en 1699 que se prohibiera acceder de nuevo a los oficios de república a quienes habiendo sido funcionarios no hubieran entregado buenas cuentas de sus tributos y señalaron que para los cargos vacantes podía elegirse a otras personas del pueblo, pues en él había “suficiente numero de pers[on]as haviles y capases en quienes se haga d[ic]ha eleccion”.8 Además de esto, personas ajenas a los pueblos empezaron a intervenir en las elecciones y enrarecieron aún más el ambiente dentro de las comunidades. A mediados del siglo XVII los naturales de Macuilxóchitl denunciaron a un mestizo que había fungido como alcalde de su cabildo en más de una ocasión.9 Luego, en 1667 Juan Paes Pacho, principal de Macuilxóchitl, denunció que el corregidor de su jurisdicción se negaba a darle posesión de su cargo como gobernador electo y había impuesto a otro individuo.10 Mientras la influencia de los nobles disminuía, la de los macehuales se acrecentaba cada vez más. Desde inicios del siglo XVIII los macehuales de Tlacochahuaya no sólo participaron como electores sino que también pretendieron ser oficiales de república, aunque no siempre con éxito.11 El cambio era inminente y, a pesar de la oposición de los nobles de abolengo, varios macehuales llegaron a ser funcionarios y con ello a

4 AGNI 5, 798. 5 AGNI 10 Cuad. 1, 269: 153v-154v, 1630. “A la justicia de Tlacochahuaya, a fin de que ampare a Nicolas de Barrientos en el uso y posesion de su oficio de alguacil de la iglesia en vista de haber sido nombrado por el pueblo y aprobado por Su Excelencia. Juris. Oaxaca. Po. Tlacochahuaya”. 6 AGNI 11, 160: 129v, 1639. “Para que la justicia de Tlacochahuaya guarde la real cedula sobre las reducciones de los naturales a poblaciones con los de dicho pueblo y haga pagar lo que les debieren las personas de quien se quejan. Juris. Oaxaca. Po. Tlacochahuaya”. 7 GNI 19, 311: 174v, 1660. “Para que el alcalde mayor de Tlaquechaguaia ampare a los naturales y no consienta que los gobernadores, alcaldes y mandones los obliguen a servicios personales prohibidos. Juris. Oaxaca. Po. Coyotepec”. 8 AGNI 34, 125: 128r-v, 1699. “Se manda al alcalde mayor de la jurisdiccion de la ciudad de Oaxaca, no permitir sean propuestos para alcalde mayor y oficiales de republica del pueblo de san Jeronimo Tlacochaguaya, los que fuesen deudores de tributos. Oaxaca”. 9 AGNI 18, 110: 84v-85r, 1655. “A la justicia de Macuilzochil, para que de la peticion inclusa, sobre reeleccion, se de traslado a Juan Perez, mestizo, de quien se quejan los naturales. Juris. Oaxaca. Po. Macuilzochil”. 10 AGNT 2951, 38: 2 fs., 1667. “Para que la justicia de San Mateo Maquilzuchil del obispado de Oaxaca entregue a Juan del Pacho principal y natural de dicho pueblo la vara de gobernador, en conformidad del mandamiento de gobierno que le tiene presentado. Oaxaca”. 11 AGNI 36, 262: 232-232v, 1705. “El virrey manda a la justicia de Oaxaca, remueva el deposito de la vara de alcalde del pueblo de Tlacochahuaya, en el principal que le pareciere mas a proposito. Zarogueiboo. Guayaguese, San Geronimo, Tlacochaguaya”.

69 obtener el título de principales. A tal grado llegó su participación que en el siglo XVIII habían engrosado considerablemente las filas de los principales. En 1734 se ordenó a un funcionario de Antequera investigar si era cierto que en Tlacochahuaya el número de principales excedía al de macehuales y además en cada caso “qué razon o motibo tienen para nominarze caciques, ssi lo es por haver obtenido cargos de República o por tener algunos ynstrumentos que los declaren por tales caciques o principales”.12 Es importante subrayar que la integración de la gente del común a la jerarquía política de cada localidad no fue un proceso sencillo. Las confrontaciones entre las facciones de macehuales y principales afectaron el orden al interior de las repúblicas de indios, el buen funcionamiento de los cabildos y la reputación de las cabeceras frente a otras y ante sus propios pueblos sujetos. Las impugnaciones de los candidatos y de los procesos electorales se hicieron recurrentes durante todo el siglo XVIII porque eran las vías más efectivas que los contendientes poco favorecidos tenían para impedir que el bando contrario se alzara con la victoria, por lo menos durante algún tiempo.13 Pero a la vez que se privaba a los adversarios del ejercicio del poder, con estas acciones también se impedía que el cabildo, la máxima autoridad de cada unidad política, trabajara con la normalidad necesaria para dar respuesta a todos los asuntos que debía resolver. Los procesos para determinar si una elección era válida no siempre se resolvían a tiempo y a veces las autoridades finalmente reconocidas ocupaban sus cargos por un tiempo muy breve.14 En otras ocasiones, los veredictos tardaban años,15 y mientras tanto las autoridades españolas intervenían en la vida política de los pueblos para asignar los cargos de acuerdo con sus propios criterios.16 Por otra parte, las confrontaciones no siempre se restringían al ámbito legal. En Teitipac los grupos rivales al parecer terminaron fusionándose con dos de los barrios constitutivos de la cabecera, Loyuxe y Guechigueguey, y desde ahí siguieron enfrentándose por el control del cabildo.17 En 1701, cuando Guechigueguey consiguió quedarse con los oficios de república, emprendió una fuerte campaña de violencia e intimidación contra los habitantes de Loyuxe y provocó que varios de ellos abandonaran sus hogares.18 En Tlacochahuaya los conflictos fueron un poco menos violentos pero tardaron más tiempo en resolverse y se extendieron a otros aspectos de la vida comunitaria. Durante las cuatro primeras décadas del siglo XVIII los macehuales no sólo se enfrentaron a los principales para lograr integrarse a la jerarquía local. También se negaron a realizar cualquier trabajo a beneficio de la comunidad a menos que los principales también participaran en él.19 La cada vez más fuerte voz de los macehuales hizo posible que en Tlacochahuaya el cargo de gobernador se mantuviera vacante durante varias décadas a

12 AGEPEO AM 42, 14: 4 fs., 1734. “Los caciques y principales del pueblo de Tlacochahuaya contra los maceguales de dicho pueblo sobre los servicios personales”. 13 Sobre impugnación de elecciones en Teitipac: AGNI 34, 173: 224v, 1700. “V.E. aprueba y confirma la eleccion de alcaldes y demas oficiales de republica de San Juan Tetipac, jurisdiccion de Chichicapa, para este presente año de mil setecientos. San Juan Tetipac”. AGNI 35, 20: 39, 1701. “V.E. con respuesta del señor oidor fiscal, aprueba la eleccion de oficiales de republica del pueblo de San Juan Tetipac de Chichicapa, para este presente año de 1701. San Juan Tetipac”. AGNI 36, 238: 211v-212v, 1705. “Para que el alcalde mayor de Chichicapa, ejecute la respuesta del fiscal sobre el modo de celebrar las elecciones de los naturales de San Juan Tetipac. Chichicapa”. Sobre impugnación de elecciones en Tlacochahuaya: AGNI 36, 262: 232-232v, 1705. AGNI 36, 279: 245-248v, 1705. “El virrey aprueba y confirma la sentencia pronunciada por el alcalde mayor de Oaxaca, en el pleito entre los maceguales de tres barrios del pueblo de Tlacochahuaya, con sus principales sobre elecciones. Barrios: Yazee, Quiguitoz, Quiague, San Geronimo Tlacochaguaya”. 14 En Teitipac, por ejemplo, debido a una controversia interna, los alcaldes para el año de 1700 fueron aprobados hasta junio de ese año: AGNI 34, 198: 267v, 1700. “V.E. con respuesta del señor fiscal da facultad a los naturales del pueblo de San Juan Tetipac de la jurisdiccion de Chichicapa para que anualmente puedan elegir dos alcaldes, y dos regidores y les manda V.E. lo hagan asi por lo que toca a este presente año. San Juan Tetipac”. 15 AGNI 36, 279: 245-248v, 1705. El caso data de 1701. 16 AGNI 36, 262: 232-232v. 17 De acuerdo con García Martínez, en la Sierra de Puebla era común que los grupos inconformes se identificaran con alguna de las subdivisiones de las repúblicas de indios, convirtiéndolas en su sede permanente (1987: 214). 18 AGNI 35, 38: 68, 1701. “Para que la justicia del partido de Chichicapa no permita ni consienta, que los naturales de Guechigueguey, agravien ni molesten a los del Po. de San Juan Tetipac de dicha jurisdiccion, pena de privacion de sus oficios, como se expresa. Guechigueguey y San Juan Tetipac”. 19 AGNT 2958, 102: 164-165v, 1712. “Real Provision para que en el pueblo de Tlacochahuaya se guarde la costumbre que siempre ha habido a la asistencia de los naturales, principales y maseguales [macehuales] de el, a las obras y servicios de comunidad. De pedimento de los alcaldes y regidores de dicho pueblo. Yanhuistlan”. AGNI 22, 87: 125r-v, 1714. “Su excelencia manda al alcalde mayor de Oaxaca, que en las asistencias que tienen los naturales a las casas reales y demas servicios, como asimismo al cura ministro, no sirvan en ellas los principales y caciques por ser exentos de dicho trabajo. Juris. Oaxaca. Po. San Jeronimo Tlacochiguaya”. AGEPEO AM 42, 14: 4 fs., 1734. “Los caciques y principales del pueblo de Tlacochahuaya contra los maceguales de dicho pueblo sobre los servicios personales”.

70 finales del siglo XVII y principios del XVIII (y quizá durante el resto del periodo colonial) para dar lugar a la existencia de dos alcaldes y demás oficiales de república, uno que representaba a los principales y otro a ellos.20 Teitipac también estuvo sin gobernador en distintos momentos durante los tres siglos coloniales y por lo menos en una ocasión fue precisamente por problemas políticos internos en los que estaban involucrados los macehuales.21 Lo difícil de estas situaciones era que para las repúblicas de indios, y en especial para las cabeceras, los oficios de república habían adquirido un papel fundamental, no sólo por las funciones que desempeñaban como administradores de justicia y gestores de los asuntos de índole comunal en las instancias españolas, sino también porque en ellos residía gran parte del prestigio de cada república de indios. Así como antaño el renombre de los caciques y sus linajes daba lustre a sus comunidades, a partir de mediados del siglo XVI el prestigio de varios pueblos se empezó a vincular con el de sus autoridades. La reputación de quienes ocupaban los oficios de república se convirtió en un asunto importante y los pueblos rivales solían atacarse criticando a sus autoridades. A mediados del siglo XVI, por ejemplo, el cacique de Tlacochahuaya intentó desestimar la contradicción que el gobernador de Teitipac interpuso a su solicitud de una merced de tierras tildándolo de buscapleitos.22 Y en las últimas décadas del siglo XVIII, cuando las autoridades de Teitipac se dieron a la tarea de señalar los vicios y faltas de la población rival de San Jacinto, no dudaron en revelar la particularidad de que en ese pueblo una mujer había ocupado varios oficios de república en repetidas ocasiones: “p[ar]a el Govierno politico, y Economico […] algunos Años ha sido necessario, q[u]e una muger yndia llamada Juana, los aya Governado; ya haciendo oficio de Alc[ald]e; ya de Fiscal; u ottro de los tocantes al Gobierno” (AGNT 999, 14: 4). Otro aspecto a tener en cuenta era el número de los miembros del cabildo, en especial el de alcaldes y regidores,23 pues entre más alto fuera más importancia ostentaba la unidad política, al menos en términos simbólicos. En honor a esto, en el siglo XVIII Teitipac solicitó permiso para tener más alcaldes y regidores, y Macuilxóchitl conservaba un alto número de funcionarios, bastante mayor al que operaba en Teitipac (seis regidores frente a dos), aunque en ese tiempo su población era mucho menor que la de esta otra cabecera.24 En cuanto a la figura del gobernador, su ausencia era una dura prueba para las cabeceras porque podía llegar a considerarse como un signo de debilidad o decadencia. Desde mediados del siglo XVI la existencia de un cabildo presidido por un gobernador era una señal inequívoca de la existencia de una cabecera (Gibson 1978: 190). Con el paso del tiempo, cuando los pueblos sujetos se hicieron de sus propios cuerpos de república, la figura del gobernador se fortaleció como uno de los principales referentes para distinguir cuáles pueblos tenían el estatus de cabeceras y cuáles no.25 Los principales de Tlacochahuaya tenían muy clara esa importancia cuando solicitaron que se les permitiera volver a elegir al suyo:

20 AGNI 36, 450: 405-406v, 1707. “El virrey manda haya dos alcaldes y demas oficiales de republica en el pueblo de Tlacochaguaya, para las parcialidades de principales y maceguales; y que les da facultad de nombrar gobernador. Oaxaca, San Geronimo Tlacochaguaya”. Algunos documentos sobre Tlacochahuaya de la década de 1770 sólo mencionan la presencia de los alcaldes y regidores. Los escritos enviados por las autoridades de esta cabecera hábilmente inician con las frases “La República y demás común del pueblo…” o “Nos la República del pueblo…” evitan mencionar los oficios vigentes (AGEPEO AM 46, 24: 1r; AM 60, 21: 5), pero en una esquela enviada por Guelacé a esa cabecera se lee: “Señores Rexidores y Alcaldes y demas oficiales de Republica de esse novilissimo Pueblo de San Geronimo Tlacochahuaya…” (AGEPEO AM 60, 21: 4r-v). La ausencia del gobernador es notoria. 21 AGNI 6, 2ª Pte., 295: 66r, 1591; el cargo de gobernador se suprimió para el periodo de 1592-1593. Además, en los años de 1667, 1692-93 y 1776 en que litigaron con haciendas y pueblos vecinos, los escritos interpuestos por Teitipac consignan la existencia de alcaldes, regidores y otros oficiales de república, mas no del gobernador. 22 AGNT 819, 2: 6v-7. 23 AGNI 34, 165: 215v, 1700. “V.E. manda a la justicia de Chichicapa, y ruega y encarga al cura ministro de doctrina del pueblo de San Juan Tetipac, de aquella jurisdiccion que en cuanto a la pretension de sus naturales de elegir dos alcaldes y cuatro regidores, informe a V.E. lo que se le ofreciere. San Juan Tetipac”. También véase AGNI 34, 198: 267v, 1700. 24 Taylor hace esta comparación y proporciona los detalles (1998: 70, n. 184), cuyas referencias (AGNI 35, 25 y AGNI 38,116) por desgracia no corresponden a la información que da. 25 En 1777, el escribano de Antequera llamaba “repúblicas” a las autoridades de Guelacé y Tlacochahuaya, sin distinguir los rangos de las poblaciones. Pero, mientras que los escritos de Guelacé detallaban cuál era el máximo cargo en la comunidad (alcalde, consistente con su estatus de pueblo sujeto), los de Tlacochahuaya utilizaban sólo el término “república” para no hacer evidente la falta del gobernador (AGEPEO AM 60, 21: 8v).

71 la parte de los principales […] me represento que por sus partes en d[ic]ho pueblo se havia aconstumbrado por espacio de mucho tiempo votar todos los a[ñ]os en la eleccion [un] Gobernador para que asistiese a su cuydado y al de los tributos, a cuya costumbre havia faltado sin fundam[en]to alguno, y para que se le restituyese d[ic]ho Pueblo a su antiguo lustre, para la maior seguridad de los R[eale]s haveres y para que no se ocacionasen las contiendas que se podían rezelar de las elecciones de las dos parcialidades teniendo cada una su caveza a quien respetar me suplicó me sirviese conceder lisencia a su parte para proseder a elegir gobernador de d[ic]ho pueblo y parcialidad26

Desafortunadamente para los principales, la oposición de los macehuales, que se quejaban de recibir maltratos por parte de los gobernadores, impidió que su intento prosperara.27

SUJETOS CONTRA CABECERAS

Otro problema que las cabeceras de Macuilxóchitl, Tlacochahuaya y Teitipac debieron afrontar, especialmente en el último siglo colonial, fue el del creciente desapego y la posterior lucha que emprendieron contra ellos sus propios pueblos sujetos. Desde el siglo XVI en toda la Nueva España existieron poblaciones subordinadas que se enfrentaron a sus cabeceras. El motivo principal de estos conflictos era la tendencia de los pueblos sujetos a desconocer a sus cabeceras y tratar de independizarse de ellas. Algunas de las razones que ayudan a entender esta conducta son: que quizá los pueblos sujetos eran pequeños señoríos que no fueron reconocidos por los españoles como cabeceras independientes; que los líderes de estas subunidades políticas intentaban aprovechar el desconocimiento que tenían las autoridades españolas de su anterior estatus y pretendían ascender a otra jerarquía; que los lazos entre los dirigentes de estas comunidades y el cacique de la cabecera se habían debilitado o incluso desaparecido;28 o simple y sencillamente porque en los hechos esas poblaciones ya se habían desarrollado como verdaderas entidades sociopolíticas consumadas y estaban listas para independizarse de acuerdo con sus propios criterios.29 Sin embargo, durante los siglos XVII y XVIII estas confrontaciones se hicieron cada vez más frecuentes. Y aunque los motivos siguieron siendo varios, lo cierto es que conforme pasaba el tiempo cada pueblo sujeto se fortalecía como una unidad en sí misma, con una organización interna capaz de tratar sin intermediarios con la administración española y con un fuerte sentimiento de identidad comunitaria que alentaba sus deseos de independencia. Ya para el siglo XVIII fue bastante común la aparición de conflictos políticos donde antes no los había, así como el reconocimiento de nuevas cabeceras indígenas (Lockhart 1999: 75, 81-88). Esta tendencia era hasta cierto punto normal si se toma en cuenta que los señoríos mesoamericanos, antecedente directo de las repúblicas de indios, eran resultado de la alianza entre varios grupos dispuestos a coordinarse para formar entidades políticas complejas. Esta asociación buscaba, en principio, fortalecer su defensa frente a otras colectividades hostiles así como fomentar su bienestar y crecimiento, pero cada uno de estos grupos poseía una organización eficiente, un territorio propio, una historia común y referentes de identidad muy particulares y era capaz de mantener, en un momento dado, una existencia independiente.30 Y precisamente lo que se observa en la mayoría de los pueblos sujetos que buscaron la separación de sus cabeceras en los siglos XVII y XVIII es que argumentaron poseer un territorio propio, autoridades

26 AGNI 36, 332; 295v-296, 1706. “El virrey concede licencia a los principales del pueblo de Tlacochahuaya, para nombrar gobernador. San Geronimo Tlacochahuaya, Oaxaca”. 27 AGNI 36, 450: 406v. 28 El establecimiento del matrimonio cristiano limitó las alianzas que los caciques podían establecer con otras élites fuera y dentro de su propia unidad política. 29 Charles Gibson trata varios casos interesantes que ocurrieron en este siglo en el centro de México (1978: 35-62); Bernardo García Martínez sobre la Sierra Norte de Puebla (1987: 210-223); Kevin Terraciano sobre la mixteca (2001: 124-130), y Manuel Hermann también sobre la mixteca (2008: 87-100). El caso de Tecomatlán que estudia Hermann es interesante porque la comunidad apela a la antigua tradición mixteca de que era el estatus del líder dinástico lo que definía el estatus de la población bajo su mando. 30 Coinciden en anotar estos rasgos los estudios de James Lockhart sobre los nahuas (1999), Kevin Terraciano sobre los mixtecos (2001) y Matthew Restall sobre los mayas (1997).

72 competentes, un templo y, a veces, una población más grande que la de sus cabeceras que demandaba una mayor atención. Cuando sus intereses entraban en conflicto con los de sus cabeceras, cuando sentían que las pesadas cargas de bienes y trabajo que les demandaban no les permitían atender sus propias necesidades o cuando percibían una falta de representatividad, entonces la ruptura se hacía inminente.31 Ahora bien, en el valle de Tlacolula, en los casos específicos de Macuilxóchitl, Tlacochahuaya y Teitipac, no existen noticias de que sus pueblos sujetos hayan buscado independizarse legalmente durante la época colonial. Sin embargo, es posible conocer algunos de los momentos relevantes, los más de ellos conflictivos, en el camino de algunas de sus comunidades subordinadas hacia una mayor autonomía durante los tres siglos coloniales. La delimitación y la defensa del territorio aparecen como las motivaciones más frecuentes, pero también están presentes la elección de funcionarios propios, la aspiración de adquirir mayor reconocimiento y el desacuerdo con la forma de manejar los asuntos de la república por parte de sus cabeceras. Desde muy temprano en el siglo XVI el asunto de las tierras se convirtió en una prioridad para las repúblicas de indios y motivó largos litigios entre ellas. Los conflictos entre Tlacochahuaya y Teitipac y las negociaciones entre Teitipac y Macuilxóchitl son ejemplo de esto. Las cabeceras concentraban las funciones y responsabilidades de la entidad política completa, de modo que asumieron la tutela de las tierras de sus poblaciones sujetas durante gran parte de ese siglo.32 Sin embargo, eso no impidió que en cada república de indios las comunidades constitutivas también empezaran a definir con mayor rigor sus espacios. En la última década del siglo XVI y la primera del siglo XVII casi todos los pueblos sujetos de Teitipac y Macuilxóchitl solicitaron mercedes de tierras.33 Para poder recibirlas, era necesario que los corregidores españoles de esas jurisdicciones verificaran que los sitios pedidos no se hallaran en tierras de otro pueblo. Estas indagaciones debieron reforzar en cada comunidad la idea de que era necesario poseer un territorio bien delimitado. Ya en estos tiempos no faltó el pueblo que, al considerar que se invadía su territorio, contradijo la petición de algún colindante.34 En el siglo XVII, los pueblos sujetos se hicieron cada vez más responsables de su propio territorio y aquellos que se hallaban ubicados en los límites con otras unidades políticas especialmente conflictivas se sumaron a los esfuerzos de sus cabeceras para defenderlo. De hecho, las cabeceras esperaban que fuera así. Los pueblos sujetos de Santo Domingo Suane y Santa María Guelacé fueron creados ex profeso por Teitipac para defender el territorio que disputaba con Tlacochahuaya. Y Tlacochahuaya apoyó la creación del pueblo de San Jacinto porque intentaba aprovechar ciertas tierras que se hallaban separadas del grueso de su territorio y de paso invadir el territorio de Teitipac. Lo que quizá no esperaban estas cabeceras era que sus pueblos sujetos las involucraran en sus propios conflictos. Así ocurrió cuando San Marcos Tlapazola y San Juan Guelavía, pueblos sujetos de Teitipac y Macuilxóchitl, se involucraron en un litigio por tierras en ese tiempo. Sus cabeceras, que eran aliadas, los apoyaron tibiamente, al parecer más por obligación que por convicción.35

31 Aun con los cambios que reflejan el paso de la sociedad prehispánica a la colonial, es posible notar cierta continuidad en los referentes que las comunidades tenían como indicadores de su autonomía. En el centro de México, hacia 1560 el pueblo de Temascalapa, que intentaba separarse de la cabecera de Tepexpan, “organizó su propio gobierno municipal y asumió la autoridad sobre ciertos ‘sujetos’ locales, alegando que esta autoridad le daba derecho al rango de cabecera”, además “citó el lugar donde estaban situados su mercado y su templo pagano (casa del diablo) antes de la conquista como prueba de sus méritos” (Gibson 1978: 58). En el valle de Tlacolula, en 1803, Santo Domingo del Valle inició una disputa que lo llevaría a independizarse de su cabecera al solicitar la intervención de las autoridades españolas para dejar de acudir con bienes y trabajo a Tlacolula, su cabecera, argumentando tener un territorio propio, autoridades que se encargaban por sí mismas de entregar los tributos al subdelegado español y la urgencia de atender las necesidades de su propia comunidad, en especial de su iglesia. AMT 202: 20 fs., 1803. “La republica de Santo Domingo del Valle contra la republica de Tlacolula”. 32 Así ocurrió en 1591, cuando Teitipac se enfrentó a un español para defender una franja de tierra de San Bartolomé Quialana. AGNI 5, 223: 129v, 1591. “Los naturales de Teitipac contra Alonso Gonzalez, sobre la propiedad de un sitio de estancia para ganado menor. Oaxaca. Po. Teitipac”. 33 Los pueblos de Teitipac que solicitaron estas mercedes fueron San Lucas: AGNI 16, 402: 112v, 1590; San Dionisio: AGNI 18, s/n: 234v, 1593; San Felipe: AGNI 19, 214: 107, 1593; San Sebastián: AGNI 18, s/n: 264v, 1593; Santa Cruz: AGNI 18, s/n: 264v, 1593; Santa María Magdalena: AGNI 18, s/n: 234, 1593; San Marcos: AGNI 19, 269: 121, 1593 y 20, 270: 59v, 1595; San Bartolomé: AGNI 19, 270: 121v, 1593 y 20, 240: 53v, 1595; Santo Domingo Suane: AGNM 24, s/n: 51r, 1601. De los pueblos de Macuilxóchitl, San Francisco: AGNI 18, s/n: 204, 1592. 34 Así lo hizo Santo Domingo Suane, sujeto de Teitipac, que logró en 1590 que un sitio de estancia otorgado a un español se asentara más lejos de donde se pretendía (AGNM 15, s/n: 293r). Y los pueblos de San Felipe y la Magdalena, también sujetos de Teitipac, entraron en controversia hacia 1593 por un paraje que el primero solicitó como sitio de estancia. Al final el sitio fue otorgado aún “con la contradicion fecha por parte de[l pueblo de] la Ma[g]dalena [Tabaa]”. AGNI 19, 214: 107, 1593. “Clase: una estancia. Recibe: pueblo de San Felipe, Teticpac”. 35 Véase cap. III, pág. 119.

73 Pero algo más ocurrió en el siglo XVII. Los pueblos sujetos no sólo litigaron con pueblos o cabeceras de otras jurisdicciones, sino que también empezaron a litigar por su propia cuenta con otros pueblos sujetos de su misma unidad política o con instituciones dentro de ella. En la última década del siglo XVII, ya avanzado su anterior conflicto contra San Juan Guelavía, San Marcos Tlapazola decidió enfrentarse también al convento de Teitipac, su cabecera, y obtuvo la victoria.36 Por su parte, la Magdalena Tabaa, otro pueblo sujeto de Teitipac, decidió intervenir en el pleito entre San Marcos Tlapazola y San Juan Guelavía, por considerar que también resultaba afectado y se convirtió en el tercero en discordia.37 Al iniciar el siglo XVIII era evidente que muchos pueblos sujetos habían aprendido a manejar sus asuntos con gran habilidad y asumían por completo la defensa de sus propios intereses. En las primeras décadas San Pablo Güilá tramitó su propio título de composición.38 Hacia mediados de ese siglo Santiago Ixtaltepec tomó parte en un conflicto por tierras contra la cabecera vecina de Tlalixtac y contra Tomaltepec.39 Y durante todo ese siglo San Francisco Lachigoló defendió su territorio en numerosas ocasiones, ya fuera solo o en alianza con Macuilxóchitl, su cabecera.40 Lo mismo hizo San Juan Guelavía, que participó a la par de otros pueblos, cabeceras y sujetos, en un enredado litigio contra la hacienda de Santo Domingo Buenavista, propiedad de los padres betlemitas.41 Las preocupaciones de cada comunidad iban desde asegurar su supervivencia o defender su territorio hasta obtener mayor poder y prestigio, aunque por lo general eran una mezcla complicada. En cualquier caso, la generalidad deseaba adquirir mayor control sobre su propia suerte, aunque eso significara no sólo actuar por separado sino incluso desafiar a sus cabeceras. San Jacinto, por ejemplo, pese a los buenos resultados que había obtenido frente a Teitipac y al deseo de Tlacochahuaya de que siguiera presionando a esa cabecera rival, consiguió sustraerse durante algún tiempo de la autoridad de su cabecera para negociar directamente con la parte contraria.

San Sebastián Quiaguía (Teitipac)

El siglo XVIII también fue testigo de los esfuerzos de San Sebastián Quiaguía, pueblo sujeto de Teitipac, por adjudicarse la jerarquía que creía merecer aunque tuviera que pasar por alto la autoridad y los deseos de su cabecera, como explicaré a continuación. Poco antes de iniciar el siglo XVIII, Santa Cruz Papalutla, otro pueblo sujeto de Teitipac, abandonó esa cabecera (a la que se había mudado probablemente a causa de las epidemias y congregaciones) y ocupó de nuevo sus tierras.42 De inmediato, San Sebastián acusó a Santa Cruz de haber invadido parte de su territorio.43 Según San Sebastián, algunos de sus habitantes se habían segregado e ido a vivir a Santa Cruz, pero eso no le daba derecho a esta otra población de reclamar esas tierras como suyas. Lo notable de este caso es el lenguaje y la actitud que mostró San Sebastián hacia Santa Cruz. Durante todo el litigio San Sebastián evitó llamar pueblo a Santa Cruz y recalcó el estatus subordinado de su contrincante, lo cual era cierto y además era reconocido por el mismo pueblo de Santa Cruz Papalutla.44 Sin embargo, San Sebastián no sólo deseaba

36 AGNT 148, 3: 69-80. 37 AGNT 148, 3: 40. 38 AGEPEO AM 60, 9: 1 f., 1714. “Phelipe Perez, principal y los demás naturales del pueblo de san Pablo Guiya, jurisdicción de las minas de Chichicapa, pide se confirme la composición de su tierra”. 39 AGEPEO AM 49, 13: 86 fs., 1746. “Los naturales de Santo Domingo Tomaltepeque contra los de Santiago Ysaltepeque y Talistaca por límites de tierras”. 40 Para sus conflictos con Tlacochahuaya véase capítulo III, pp. 119-120. También litigó por su cuenta contra la hacienda de Güendulain. AGNT 273, 2: 18, 1711. “Teotitlan del Valle.- Los naturales del pueblo de San Francisco, sujeto a la cabecera de Macuilzochil, contra Jose de Guendulain, dueño de la hacienda de Nuestra Señora de la Asuncion, sobre posesion del paraje nombrado el zapote. Juris. Oaxaca”. 41 El caso fue estudiado ampliamente por Laura Waterbury (2005). 42 AGNI 34, 165: 215v; 34, 198: 267v. 43 AGNT 388, 1: 393 fs., 1698-1720. “Chichicapa, Santa Catarina. Po.- Los naturales del pueblo de Santa Cruz Papalutla, contra los del de San Sebastian Tetipac, sobre amparo de posesion de sus tierras. Juris. Oaxaca”. AGNT 387, 4: 57 fs., 1719-1721. “Chichicapa, Santa Catarina. Po.- Los naturales del pueblo de Santa Cruz Papalutla, contra los del de San Sebastian Tetipac, sobre amparo de posesion de sus tierras. Juris. Oaxaca”. 44 Uno de sus escritos inicia así: “Pedro Marcial, alcalde, Nicolás Hernández, regidor, por sí y por lo que toca a los demás oficiales de República, común y naturales del barrio nombrado Sancta Cruz del pueblo y cabezera de Teticpac” (AGNT 387, 4). La cita la he tomado de Doesburg y Oudijk (2010).

74 presentarse a sí mismo como pueblo, en contraposición con el “barrio” de Santa Cruz,45 sino también como cabecera. Incluso parece que hubiera querido reclamar a Santa Cruz como su barrio:

los naturales del barrio de Sancta Cruz muchos de ellos se segregaron de la cabezera y pueblo de San Sebastián y con este pretexto han intentado usurparles las tierras a los de dicho pueblo, suponiendo que por la divición y segregación que han hecho en dicho barrio, las tierras del pueblo de San Sebastián se deben comprender [en él] y traspasar el derecho a ellos46

Y no sólo eso. Mientras este conflicto transcurría, San Sebastián Quiaguía decidió aliarse con Tlacochahuaya, la cabecera enemiga de Teitipac, y dejar en claro que no compartía las causas de su cabecera, por lo menos no hasta el punto de renunciar al apoyo que podía obtener en otra parte. Y Tlacochahuaya, que también tenía problemas con Santa Cruz, podía otorgarle ese apoyo. Así, en 1709, cuando Tlacochahuaya solicitó su título de composición, aseguró que Papalutla se había apoderado de algunas de sus tierras amparado por una resolución que había ganado en su pleito con San Sebastián Quiaguía y cuyo deslinde se había efectuado de forma incorrecta. Por ello, Tlacochahuaya se reservaba el derecho de emprender alguna acción legal contra Papalutla en el momento que considerara conveniente. Para corroborar sus dichos, Tlacochahuaya presentó varios testigos, tres de ellos provenientes de San Sebastián Quiaguía. Los tres tuvieron especial interés en atestiguar la introducción de Santa Cruz en tierras de Tlacochahuaya. Además, estas personas omitieron mencionar que su pueblo era sujeto de Teitipac y sólo señalaron que se hallaba dentro de la jurisdicción de Chichicapa.47

La Magdalena Tabaa (Teitipac)

Aparte de las aspiraciones de San Sebastián por ostentar el estatus de cabecera, Teitipac también debió enfrentar otro tipo de descontentos, como el de la Magdalena Tabaa, que fue menos radical pero no menos dañino. Al parecer fue hasta mediados del siglo XVIII cuando se establecieron algunos linderos que separarían las tierras de Teitipac y la Magdalena. Pero pocos años después de este hecho, hacia 1758, esta comunidad demandó a Teitipac por haberse introducido en sus tierras.48 En realidad el problema había surgido por la forma en que el funcionario español que llevó el caso había deslindado las tierras entre Teitipac y el pueblo de Santa Cecilia Jalieza. Sin embargo, eso no impidió que Teitipac y la Magdalena se confrontaran con bastante tesón. Al final, el pueblo sujeto obtuvo la victoria frente a su cabecera.

Santiago Ixtaltepec (Macuilxóchitl)

Aunque había situaciones que escapaban de sus manos, las cabeceras se veían obligadas a tener más cuidado con sus actitudes y decisiones, ya que cualquier error o falta de tacto podía convertirse en la excusa perfecta para cuestionar su autoridad, tal como le ocurrió a Macuilxóchitl. En la segunda mitad del siglo XVIII esa cabecera tuvo que enfrentar una demanda de tierras interpuesta por uno de sus pueblos sujetos, Santiago Ixtaltepec.49 El sitio disputado, Peona, había sido reconocido en el siglo XVI a Macuilxóchitl.50 Sin embargo,

45 Como se ve, se trata de un asunto puramente argumentativo. Ambos eran pueblos sujetos y podían haber sido llamados barrios, sujetos, estancias o pueblos. 46 AGNT 387, 4. En Doesburg y Oudijk (2010). 47 AGNT 1417, 11: 5v, 7-20. 48 AGNT 842, 6: 19 fs., 1758. “Zimatlan San Lorenzo. Po.- Los naturales del pueblo de San Juan Teitipac, contra los del de Santa Maria Magdalena, sobre propiedad de tierras. Juris. Oaxaca”. Los de la Magdalena aseguraron que “han estado en inmemorial tiempo en posesion quieta y pacifica de sus tierras hasta los terminos guiabirua y guiabea en cuyo parage nunca había habido mojonera hasta el año de 55 en que dio posesion el señor D[o]n Nicolas de Mimiaga y puso una señal con una santa cruz sobre un peñasco” (f. 2). 49 AGEPEO AM 57, 19: 2 fs., 1764. “El gobernador, oficiales de republica y común del pueblo de San Matheo Macuilsuchil jurisdicción de Teutitlan del Valle, llevan pleito por tierras con el pueblo de Santiago Istaltepeque de la misma jurisdicción”. AGNT 937, 1: 297 fs., 1769-1809. “Teotitlan, pueblo.- Los naturales del pueblo de San Mateo Macuilzochil, contra los del de Santiago Ixtaltepec, sobre propiedad de tierras. Juris. Oaxaca”. 50 Y es el mismo sitio que Macuilxóchitl y Tlacochahuaya disputaron desde finales del siglo XVI y durante toda la época colonial.

75 de acuerdo con uno de los argumentos de Ixtaltepec, Macuilxóchitl había renunciado a sus derechos sobre ese paraje al dejar de lado sus responsabilidades como cabecera y delegarlas a esta comunidad:

En años pasados aviendo sucedido que en aquel paraje fue hallada una muger muerta, avisados que fueron los del pueblo de Macuilzuchil, para que ocurrieran a verla, y hazer por su parte las diligencias que les tocaban, dijeron que aquellas no eran sus tierras, sino de los de Ixtaltepeque, por lo que estos ocurrieron, y corrieron las diligencias que se ofrecieron.51

Como uno de sus últimos recursos, Macuilxóchitl insistió en su categoría de cabecera para tratar de imponerse sobre Ixtaltepec:

Para convencer la verdad de aquel vicio y de esta virtud, bastaría solo advertir la diferencia tan grande que siempre ha havido, y hasta la presente hay entre Macuilzuchil y Yxtaltepec. El primero es un Pueblo muy antiguo, muy grande, y con todas las formalidades necessarias. El segundo no ha pasado de triste Barrio, tan corto en su extencion como en su vecindario, de que resulta una gran repugnancia de que aquel no tuviera tierras competentes y este gosara mas de las necessarias.52

Pero ya en ese momento era claro que Ixtaltepec no se doblegaría ante esos argumentos y que para las autoridades españolas tampoco significaban gran cosa. El pueblo sujeto calificó estas afirmaciones como “congeturas inutiles” y la autoridad española simplemente las desestimó.53

San Sebastián (Tlacochahuaya)

Una mención especial merece San Sebastián, el pueblo sujeto de Tlacochahuaya. La comunidad, cercana físicamente a su cabecera, mantuvo una estrecha relación con ella durante casi toda la época colonial, a tal grado que algunos observadores externos se referían a ambas poblaciones como si fueran partes complementarias de un mismo asentamiento. Burgoa se refirió a ellas de esta forma hacia 1667:

la mitad y principal de el Pueblo [de Tlacochahuaya], está sobre peñas sequissimas, valense de profundos poços para su sustento, todas las mas Casas son de teja baxas como las viuiendas de los Españoles […] la otra mitad es inmediata, y muy humeda, por ser vagio, ésta cultiban, y aqui se criaron desde su gentilidad aquellas gruessas azeybas, de que tanto se ha hablado (Burgoa 1997: 256 r-v).

Un siglo después, en 1760, el corregidor de Antequera se refirió a ambas comunidades como barrios, ignorando sus jerarquías: “pasó al Pueblo de Tlacochaguaya de esta su Jurisdiz[i]on compuesto de dos varrios, que son S[a]n Geronimo y S[a]n Sebastián”54 (Fig. 19). Es posible que esta confusión surgiera debido a la costumbre que tenía Tlacochahuaya de no alternar el término barrio, con el que se refería a San Sebastián, por otros como “sujeto”, “estancia” o “pueblo sujeto”, que se solían usar como sinónimos. Y es que el término “barrio” se usaba para referirse tanto a los pueblos sujetos como a las secciones que integraban cualquier asentamiento indígena. Lo que también es cierto es que San Sebastián se mantuvo bajo la sombra de Tlacochahuaya durante mucho tiempo. A diferencia de otros pueblos sujetos, San Sebastián no solicitó ninguna merced de tierras por y para sí mismo en el siglo XVI ni en el XVII. En el siglo XVIII aún no parecía haber una separación clara entre sus tierras y las de su cabecera. De hecho, en 1709 ambos pueblos solicitaron un único título de composición.55

51 AGNT 937, 1: 39. 52 Ibidem: 168r-v. 53 Ibidem: 193v. 54 AGNT 867, 9: 5. 55 AGNT 1417, 11: 2v.

76 Así, aun las autoridades virreinales dudaban en reconocerle a San Sebastián ciertos derechos, como el fundo legal. En las indagaciones que la real audiencia ordenó en la década de 1770 para conocer mejor la situación de Tlacochahuaya, se le ordenaba al comisionado que:

pasase al Pueblo de San Geronimo Tlacochaguaya y á conformidad de lo pedido por mi fiscal […] practicase las Diligencias de Medidas que por todos quatro rumbos poseia y todas las demas que posee distintas de las seiscientas varas que por rasón de Pueblo debia tener, aunque se incluyese el Barrio de San Sebastian y quanto con pretexto de este y de sus casillas se havian internado y cojido en tierras de Guelace56

En estas circunstancias, es fácil comprender que San Sebastián tampoco gozara de un amplio reconocimiento como pueblo por parte de sus vecinos. Guelacé, por ejemplo, no lo consideraba como un pueblo formal, aun cuando San Sebastián tenía una población mucho más grande que la suya.57 En el mapa de Guelacé, San Sebastián no fue representado mediante una iglesia (la inconfundible imagen colonial que simbolizaba la existencia de un pueblo), a diferencia de otros pueblos sujetos como San Francisco Lachigoló o Santa Cruz Papalutla. En su lugar, algunas casas, unos pocos animales, tres sabinos y una glosa revelan la existencia de “casas de Tlacochahuaya del barrio de San Jerónimo” (Fig. 18). Pero San Sebastián era una población diferente de la de San Jerónimo y en el siglo XVIII contaba ya con su propio cabildo. De hecho, este acontecimiento, que debió ocurrir en la primera mitad del siglo XVIII, pudo haber constituido uno de los primeros desacuerdos entre San Sebastián y Tlacochahuaya. Parece que las facciones de principales y macehuales, que se enfrentaron por controlar las elecciones y los cargos del cabildo en Tlacochahuaya, echaron raíces en ambas comunidades, cabecera y sujeto,58 y que los funcionarios que representaban a los macehuales terminaron constituyéndose como el cabildo de San Sebastián. Sin embargo, esas confrontaciones no fueron tan graves y permitieron que ambos pueblos continuaran emprendiendo acciones coordinadas para defenderse o atacar a los pueblos y haciendas rivales. En 1776, por ejemplo, el escribano de “la república” y el escribano “del común” firmaron juntos para dar testimonio de que ambos grupos habían acudido ante su corregidor para conocer la demanda de tierras que Santa María Guelacé había interpuesto contra Tlacochahuaya.59 En realidad, fue hasta 1803 que San Sebastián dio un gran giro en la relación con su cabecera al oponerse a las decisiones de sus oficiales de república. El alcalde y el escribano de Tlacochahuaya habían aprobado un contrato entre el fraile de su convento y un español que deseaba arrendar las tierras de La Capellanía. Para San Sebastián, que se oponía al trato, los funcionarios de la cabecera habían actuado mal porque no habían consultado a nadie, a diferencia de su propio alcalde, quien fue portavoz del descontento popular: “lo firm[aron] sin haver dado voz alguna al Comun, y no assi el Alcalde de segundo voto a que corresponde al Varrio, que se negó a ello, como sus yndividuos, y de que dimanaba la adversion y la ojadeza que se les ha tomado, y a el por su defensa”.60 La diferencia de pareceres entre el barrio y la cabecera era tan considerable que, según afirmó uno de los españoles involucrados, la controversia debía solucionarse pronto por el bien de la población: “Si no se pone remedio pueden suceder desgracias, puesto que la cabecera está de parte de su cura y los yndios cabilosos particulares del Bario de San Sebastián contenidos en el escrito no se han de aquietar”.61

56 AGNT 1206, 1: 2v-3. 57 En 1759 el alcalde mayor informó que “en San Geronimo Tlacochaguaya, y su Barrio, ay quinientos y siete tributarios, y en el de Santa Maria Guelase, sesenta y dos cazados, sin los solteros y solteras, y demas resto de sus familias” (AGNT 867, 9: 2v). En 1788 se informó únicamente sobre San Sebastián: “son ciento y setenta los casados que actualmente viven en el, asi mismo sesenta y nueve solteros y dies y seis viudos, sin los niños de menor edad” (AGNT 1206, 1: 21v-22r). 58 Algo parecido a lo que había ocurrido entre los barrios constitutivos de San Juan Teitipac, la cabecera de Teitipac, sólo que en el caso de Tlacochahuaya las partes involucradas eran de mayor tamaño. 59 AGEPEO AM 60, 21: 5v. 60 AGNT 1351, 1: 10r. 61 Ibidem: 5v.

77 Aunque el declarante ajustaba los hechos a sus propios intereses, pues quería que se expulsara o apresara a ciertos líderes “maliciosos” de San Sebastián que agitaban a todos en su contra,62 pronto quedó claro que la comunidad entera se hallaba comprometida con esa causa. Con todas sus limitaciones,63 las autoridades del pueblo sujeto acudieron por su propia cuenta y en varias ocasiones a dar pruebas de sus argumentos contra el arrendamiento y fueron tan convincentes que al final Tlacochahuaya terminó por apoyar sus reclamos. En los siguientes años y hasta el fin de la época colonial San Sebastián no parece haber tenido más discrepancias con Tlacochahuaya. De hecho, fue hasta el último cuarto del siglo XIX, en 1878, que San Sebastián se convirtió en un municipio independiente (INEGI 1997: I: 78). La separación tampoco fue fácil. Pocos años después de su independencia política, en 1893, ambos municipios ya se encontraban peleando por tierras.64 El conflicto se prolongó durante mucho tiempo y desembocó en hechos sangrientos en la década de 1950 y en una enemistad que hoy sigue latente, al igual que el conflicto agrario.65

UN RECUENTO FINAL

Al finalizar la época colonial las cabeceras de Macuilxóchitl, Teitipac y Tlacochahuaya tenían dificultades para mantener su autoridad y liderazgo en sus propias unidades políticas. Por un lado, como sedes de las jerarquías locales habían padecido los estragos de las luchas entre principales y macehuales. Por el otro, sus pueblos sujetos se habían desarrollado como entidades sociales, territoriales y políticas cada vez más autónomas y ya no requerían que intercedieran por ellos para resolver sus conflictos o necesidades. Más aún, algunos pueblos sujetos las consideraban una carga, un obstáculo o el enemigo a vencer si deseaban lograr un mayor bienestar y realizar sus propias aspiraciones. Y si bien ninguna de las tres llegó a experimentar una verdadera secesión, todas enfrentaron en los tribunales la oposición de algunas de sus comunidades integrantes. Me parece que en estos procesos Tlacochahuaya fue la cabecera que salió mejor librada. A pesar de las vacilaciones de San Jacinto, cuya lealtad flaqueaba, la cabecera siempre terminaba haciendo que se enfrentara a Teitipac. Y así fue como el pueblo sujeto desapareció, confrontado con Teitipac por influencia de su cabecera. Su otro pueblo sujeto, San Sebastián, fue muy apegado a ella hasta la última parte del periodo colonial, en que no estuvo de acuerdo con las acciones de sus autoridades y emprendió por su propia cuenta la defensa del territorio común. El incidente, aunque debió ser muy significativo para San Sebastián por lo que representaba haberse hecho cargo de todas las diligencias, no parece haber fracturado su relación en ese momento. Macuilxóchitl, en cambio, sí enfrentó una férrea oposición por parte de uno de sus tres pueblos sujetos, Santiago Ixtaltepec, quien no sólo le reclamó respeto para su territorio sino que además rechazó cualquier tipo de autoridad de su antigua cabecera, luego de que ésta se negara a ocuparse de las diligencias de cierto caso criminal. San Francisco Lachigoló y San Juan Guelavía, por su parte, aunque no se enfrentaron a Macuilxóchitl, para el siglo XVIII preferían resolver sus propios conflictos sin su ayuda. Por su parte, Teitipac, que tenía mayor número de pueblos sujetos, fue objeto tanto de ataques como de reconocimiento. La Magdalena Tabaa y San Sebastián Quiaguía estuvieron dispuestos a encararla, directa e indirectamente, en el siglo XVIII. No obstante, pueblos como Santa María Guelacé y Santa Cruz Papalutla se mantuvieron bajo su amparo y reconocieron su autoridad durante todo el periodo colonial.66

62 El “yndio Cepeda” y el “yndio Antonio Miguel” (AGNT 1351, 1: 5). 63 El expediente del caso contiene algunas notas enviadas por las autoridades de San Sebastián en las que se puede apreciar cierta dificultad para expresarse en castellano (AGNT 1351, 1: 1-3). La parte contraria, Juan Bautista Echarri, utilizó esta circunstancia para desestimar los reclamos, pues dijo que sólo había participado en una de las acciones que se mencionaban en el “escrito cuio fin apenas se puede entender” (Ibidem: 5). 64 Así se consigna en el catálogo de expedientes del AGEPEO relacionados con conflictos por tierras en el siglo XIX: “1893. Cuestión de limites de tierras: Abasolo y Tlacochahuaya. Abasolo 1893. 80, 1: 72” (Esparza 1991: ficha 2180). 65 Véase la página electrónica de San Sebastián Abasolo. Además: AGEPEO AA Serie III 42, 3: 57 fs, 1906. “Conflicto por limites entre los pueblos de Tlacochahuaya y San Sebastian Abasolo. Tlacochahuaya”. AGEPEO AA Serie III 42, 5: 2 fs., 1920. “Los vecinos informan que procederan a hacer el roce en los carriles que limitan a su pueblo. San Sebastian Abasolo”. AGEPEO AA Serie IV 910, 5: 5 fs., 1925. “Relativo a la queja de Abasolo por robo de siembras. Tlacochahuaya”. 66 La importancia de Teitipac es evidente en títulos primordiales de Santa María Guelacé (véase cap. V).

78 En cuanto al resto de sus pueblos sujetos, gran parte no dieron muestra de descontento aunque sí de mayor independencia de facto que les permitió gestionar sus asuntos por sí mismos. Aun así, resulta muy interesante el hecho de que algunos de ellos mantengan vigentes en nuestros días ciertos lazos que los vinculan a Teitipac.67 Al finalizar la época colonial las repúblicas que encabezaban Tlacochahuaya, Macuilxóchitl y Teitipac estaban claramente en el camino de la fragmentación. Era sólo cuestión de tiempo para que terminaran dividiéndose en sus partes constitutivas. No obstante, las cabeceras, aunque eran las más presionadas en estos procesos, terminarían por quedarse con gran parte de la reputación y los logros más visibles de cada unidad política. Su infraestructura y el prestigio acumulado en esos siglos las mantendrían en la memoria colectiva de los pueblos cercanos por mucho tiempo, aunque quizá no en la forma que habían proyectado en el siglo XVI, cuando decidieron enfrentarse para obtener mayor poder y reconocimiento. Macuilxóchitl, lejos de mantenerse como el gran centro político que había sido antes de la llegada de los españoles, se convirtió en los hechos en una cabecera con poca autoridad sobre sus propios pueblos sujetos, si bien conservaba reconocimiento por su antigua jerarquía. Tlacochahuaya, en cambio, acrecentó su presencia en la región y ganó la reputación de ser una cabecera audaz y temeraria, capaz de sostener varios litigios a la vez y no ceder en ninguno. Teitipac, por su parte, alternaba entre la enemistad de algunos de sus pueblos sujetos que buscaban un mayor respeto e independencia y el reconocimiento y la lealtad de otros.

67 Actualmente, el párroco de San Juan Teitipac se encarga también de atender la iglesia y comunidad de San Bartolomé Quialana, uno de los antiguos pueblos sujetos de Teitipac que es ahora un municipio independiente, a pesar de que la distancia entre ambos pueblos es mayor que, por ejemplo, la que existe entre Quialana y Tlacolula, pueblo vecino donde también hay una casa cural y un párroco permanente.

79 V. UNA MIRADA PARTICULAR SOBRE LOS CONFLICTOS Y SUS ACTORES LOS TÍTULOS PRIMORDIALES DE SANTA MARÍA GUELACÉ

Santa María Guelacé fue uno de los pueblos sujetos que estuvieron totalmente involucrados en los conflictos entre Tlacochahuaya y Teitipac durante los siglos XVII y XVIII. Desde su fundación, Guelacé debió enfrentarse a Tlacochahuaya para poder sobrevivir como pueblo y cumplir con su obligación hacia Teitipac. Y es que, al igual que Santo Domingo Suane y San Jacinto, Santa María Guelacé fue creado por su cabecera para impedir la expansión territorial de la cabecera contraria.1 En el capítulo III he realizado una breve reconstrucción histórica de los momentos más importantes en la vida colonial de Santa María Guelacé: su fundación por órdenes de Teitipac, sus litigios por tierras contra Tlacochahuaya y la hacienda de Santa Rosa, así como el largo proceso que tuvo que llevar a cabo antes de obtener su fundo legal. Para ello eché mano de la información contenida en los expedientes de sus litigios por tierras, en los expedientes de los litigios de Teitipac y Tlacochahuaya y en algunos otros documentos emanados de la administración novohispana. Sin embargo, la historia de Guelacé no sólo se puede rastrear en estas fuentes. En el pueblo se elaboraron otros manuscritos que se ocupan de narrar y explicar los acontecimientos de aquellos años. Me refiero a sus títulos primordiales. Los títulos primordiales de Santa María Guelacé constituyen un testimonio directo de lo que sus habitantes pensaban sobre su situación en los complicados años coloniales: su derecho a la tierra, su relación con Teitipac y sus litigios con Tlacochahuaya. Son, por tanto, una especie de ventanas que permiten mirar lo que pasaba en esta población a la vez que arrojan luz acerca de los conflictos entre las cabeceras y otros asuntos que trascienden la historia de la comunidad. Para poder interpretar adecuadamente el contenido de los títulos es necesario tener muy presentes las características del género documental. Por tanto, a continuación haré un breve repaso de sus rasgos más sobresalientes de acuerdo con algunos de los autores que han analizado títulos primordiales provenientes de distintas regiones indígenas.2 Después haré una descripción específica de los títulos primordiales de Santa María Guelacé y finalmente analizaré su contenido, comparándolos entre sí y con la información que ha resultado de los capítulos anteriores. De este modo pretendo ampliar el panorama histórico que he buscado reconstruir en este trabajo y enriquecerlo con el punto de vista local.

EL GÉNERO DOCUMENTAL DE LOS TÍTULOS PRIMORDIALES

En los pueblos indígenas actuales se suele denominar títulos primordiales a todos aquellos documentos que amparan los derechos de la comunidad sobre un determinado territorio, desde los otorgados por la administración española durante los tres siglos coloniales (como las mercedes y composiciones) hasta las resoluciones presidenciales del siglo XX. Sin embargo, dentro de este amplio grupo también suelen incluirse

1 Esta estrategia fue más común de lo que se pudiera pensar. Son varios los casos documentados de cabeceras indígenas que ordenaron la creación de poblaciones afines cerca de sus fronteras más disputadas. Por ejemplo, Santiago Guevea (hoy Guevea de Humboldt), pueblo zapoteco del istmo de Tehuantepec, ordenó en el siglo XVI la fundación de Santo Domingo Petapa con el objeto de impedir que los pobladores de Santa María Petapa se introdujeran en su territorio (Cruz Guerra et al., en prensa: 2, n. 5). Asimismo, en la Sierra Norte de Puebla cabeceras como Tetela y Xonotla ordenaron la fundación de varios asentamientos en sus fronteras con otras unidades políticas rivales. La gente de Xonotla llamaba en el siglo XVI “guardarrayas” a estos nuevos pueblos, para acentuar su papel como protectores de las tierras limítrofes de la cabecera que los había fundado (García Martínez 1987: 239, n. 52). 2 Los autores que más se han destacado en el estudio de los títulos primordiales son James Lockhart (1982, 1999), Serge Gruzinski (1991), Stephanie Wood (1989, 1991, 1998a, 1998b, 2003) y Robert Haskett (1992, 1996, 1998, 2005) para el valle de México, la región de Chalco, el Valle de Toluca y la región de Cuernavaca; Hans Roskamp (1999, 2001) para la región de Michoacán; Robert Carmack y James Mondloch (1983) para la región maya guatemalteca; Lisa Sousa y Kevin Terraciano (2003), Michel Oudijk (2000, 2003 con Romero) y Ángeles Romero (2000 y 2003 con Vásquez) para la región oaxaqueña.

80 otros manuscritos que se originaron en la época colonial pero que no emanaron de alguna institución virreinal sino de la propia sociedad indígena. Estos singulares documentos, que en los trabajos académicos son llamados igualmente títulos primordiales, son los que se consideran en este capítulo. Los títulos primordiales son documentos de escritura alfabética, pictográfica o mixta. La mayoría de los alfabéticos y mixtos se expresan en alguna lengua indígena. En todos ellos se depositaron las tradiciones históricas de cada localidad. Así, los títulos primordiales, junto con los lienzos, las genealogías, los mapas y otros manuscritos de corte histórico elaborados por los indígenas coloniales parecen ser los herederos de los códices precolombinos que atesoraban la memoria de los pueblos mesoamericanos y sus gobernantes (Oudijk y Romero 2003). Lo que caracteriza a los títulos primordiales son sus complejos relatos históricos, en los que concurren personajes, fechas y acciones en escenas improbables, de carácter más bien simbólico y en los que se enlazan los acontecimientos más importantes para cada localidad con eventos de interés mucho más general. Todo esto con el expreso fin de acreditar los derechos de las comunidades sobre ciertos territorios. Debido a que los títulos presentan datos inexactos o difíciles de corroborar, a que se ha pensado que pretenden ser más antiguos de lo que en realidad son y a que muchos de ellos fueron presentados como pruebas en litigios por tierras, varios historiadores que trabajaron con ellos en la segunda mitad del siglo XX los consideraron falsos.3 Incluso se llegó a dudar que pudieran tomarse en cuenta como fuentes históricas serias para el estudio de los pueblos indígenas o como narraciones históricas válidas, porque se creía que eran una simple recopilación de puntos de vista locales, una serie inconexa de remembranzas distorsionadas o textos que manipulaban deliberadamente la información para sus propios fines.4 Empero, cada vez son más los trabajos en los que se ha incluido a los títulos primordiales como fuentes que coadyuvan a la reconstrucción de la historia de los pueblos indígenas durante los tres siglos coloniales,5 e incluso durante la época prehispánica.6 También se ha hecho patente que estos documentos son especialmente útiles para conocer la forma en que los pueblos indígenas coloniales conservaban, reelaboraban y difundían sus propios discursos históricos. Las comparaciones que se han podido hacer entre algunos títulos primordiales y otras fuentes históricas relacionadas con sus comunidades de origen han evidenciado que los discursos de los títulos se conformaron echando mano de elementos provenientes de diversas fuentes, como la historia oral, los códices y otros registros de tradición mesoamericana a los que tuvieron acceso sus autores. También integraron elementos provenientes de algunos escritos burocráticos españoles como las mercedes, las reales provisiones o los títulos de composición de tierras. Así, la profundidad temporal de los títulos se encuentra en relación con los recursos históricos de cada comunidad, de modo que algunos incluyen mitos cosmogónicos o referencias a migraciones muy antiguas, mientras que otros se limitan a reseñar la época colonial. De acuerdo con los especialistas:

El difícil proceso de seleccionar datos de diferentes fuentes y reunirlos en un manuscrito nuevo dio origen a documentos muy distintos aunque provenientes de una misma matriz. […] Atrás de cada uno de ellos existió una compleja situación que le dio origen: sus autores tuvieron que seleccionar datos de diferentes fuentes escritas y orales, interpretarlos a la luz de la nueva situación que vivían y reunir todo en un documento nuevo más acorde con las nuevas circunstancias. No obstante, los objetivos de estos documentos siempre son los mismos: proteger las tierras del pueblo, sus autoridades, su templo y su identidad (Oudijk y Romero 2003: 36).

3 Esas fueron las apreciaciones de Gibson (1978[1974]: 278, 1975:320), Gruzinski (1991[1988]: 104-105) y Lockhart (1999[1992]: 591). Autores que, sin embargo, aportaron mucho al estudio minucioso y la comprensión de este corpus documental, al que hallaban interesante justamente por esta “falsedad”. 4 En fechas más recientes, Margarita Menegus expresó tajantemente que era “ocioso buscar en esos documentos la mentalidad indígena” (1999:154). Algunos artículos que abordan esta problemática son Wood (1998), Roskamp (2001), Oudijk y Romero (2003) y López Caballero (2005). 5 Por ejemplo, Wood (1991, 2003), Haskett (1998, 2005), Roskamp (1999, 2001, 2004), Sousa y Terraciano (2003). 6 Por ejemplo, Oudijk para la historia bènizáa-zapoteca (2000). Roskamp ha documentado el uso de los títulos primordiales en los siglos XVIII y XIX como fuentes para la historia prehispánica y colonial temprana de Michoacán (2004: 280). Sin embargo, los autores que Roskamp menciona no parecen haber reflexionado ampliamente sobre la naturaleza de las fuentes que utilizaron.

81 En efecto, entre los temas más recurrentes de los títulos están: la fundación del pueblo, la construcción de la iglesia (y a veces la elección del santo patrono), el reconocimiento del poder de las autoridades locales (ya sea mediante un nacimiento prodigioso, el establecimiento del cabildo, la entrega de las varas de justicia o el bautizo) y la delimitación de las tierras de la comunidad. En suma, en los títulos están presentes todos los elementos que se consideraban esenciales para la existencia de un pueblo formal. Sólo que se les encuentra en un orden aleatorio y acompañados de otros datos y referencias que a menudo dificultan su comprensión. Se puede afirmar que en cada título primordial quedó registrada la historia de cada pueblo tal y como se deseaba que fuera conocida. También quedaron plasmados la situación y los intereses de la comunidad al momento de su elaboración. Por ello, cada título debe ser leído con sumo detalle y en conjunción con otras fuentes, no buscando sus desaciertos para exhibirlos, sino la lógica en que estos desaciertos adquieren sentido, y permiten comprender el mensaje general del texto. Eso es lo que he intentado hacer con los títulos primordiales de Guelacé.

UBICACIÓN E HISTORIA DE LOS MANUSCRITOS

En el pueblo de Santa María Guelacé se produjeron durante la época colonial dos manuscritos que se pueden calificar como títulos primordiales en el sentido que se ha expresado líneas arriba. Uno de ellos está fechado en 1581 (en adelante Título de 1581) y el otro está fechado en 1584 (en adelante Título de 1584), aunque se presenta como un “traslado” –el equivalente colonial de la copia certificada– hecho en 1782. Es probable que los manuscritos originales hayan permanecido en el pueblo hasta finales del siglo XIX, pero ahora están perdidos.7 No obstante, ambos títulos fueron copiados en varias ocasiones y gracias a estas copias es posible conocer su contenido. Al parecer fue en 1796 cuando las autoridades del pueblo sacaron los primeros “testimonios” –copias– de ambos manuscritos. Éstos fueron entregados al magistrado de su jurisdicción y por alguna razón desconocida se extraviaron.8 Luego, en 1801, el escribano de cabildo de Guelacé hizo otras dos copias,9 de las cuales la correspondiente al Título de 1584 probablemente fue la que se presentó como prueba en un litigio por tierras ocurrido en el mismo siglo XIX y ahora está perdida.10 Por su parte, la copia correspondiente al Título de 1581 fue presentada en 1945 ante el Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización (precedente de la Secretaría de la Reforma Agraria) y actualmente se encuentra en el Archivo del Tribunal Unitario Agrario de la ciudad de Oaxaca.11 Otro par de copias de los títulos, ambas procedentes de la misma mano y seguramente hechas también en la primera mitad del siglo XIX, fueron presentadas como pruebas ante las autoridades agrarias pero en distintos momentos: la copia del Título de 1584 en 1945,12 y la del Título de 1581 a principios de este siglo.13 Actualmente existen, entonces, tres reproducciones manuscritas de los títulos primordiales de Santa María Guelacé.14 Dos corresponden al Título de 1581 y una al Título de 1584. Las diferencias entre las dos copias del Título de 1581 son mínimas y básicamente de tipo ortográfico; por ejemplo, donde uno dice Guelacee el otro dice Guelased. De modo que para un análisis del contenido histórico cualquiera de las dos copias resulta adecuada.

7 En los primeros años de la década de 1880, durante la elaboración de los Cuadros sinópticos y estadísticos de los pueblos y rancherías del estado de Oaxaca, el responsable de hacer el estudio correspondiente a Guelacé informó lo siguiente: “Este pueblo fue fundado en 1587 ignorándose la fecha en que le fueron expedidos sus títulos por estar sumamente ininteligibles” (Martínez Gracida 1883: 693). 8 ATUA21 64/96, 1: 546v. 9 Ibidem: 546v. 10 Ibdem: 549r. 11 AGA, RTBC 276.1/908: 2r; ATUA21 64/96, 1: 541-546. 12 ATUA21 64/96, 1: 551-557. 13 El arquitecto Demetrio Gutiérrez Gutiérrez fue quien localizó esta última copia del Título de 1581 en el Archivo del Comisariado Ejidal de Santa María Guelacé durante su gestión como presidente de dicho Comisariado en el periodo de 1998-2000 (comunicación personal, agosto de 2006). Esta copia se integró al expediente del conflicto agrario que se encuentra en el ATUA, pero unas copias fotostáticas a color se exhiben en la oficina del Comisariado en Guelacé y son las que yo pude consultar. 14 ATUA 21 64/96, 1: 547. María de los Ángeles Romero Frizzi tuvo acceso directo a ambas copias y realizó esta observación en sus notas.

82 El análisis que aquí se hace de los títulos y las transcripciones paleográficas que se presentan en los Anexos 1 y 2 se basan en la única copia del Título de 1584 que existe y en la copia del Título de 1581 que se entregó como prueba a principios de este siglo. Ambas reproducciones, como se ha señalado, fueron elaboradas en el mismo periodo y, a juzgar por la letra, por la misma persona (Figs. 20 y 21). A pesar de que se trata de copias, en adelante los llamaré Título de 1581 y Título de 1584, como a los originales, para facilitar la exposición.

DESCRIPCIÓN GENERAL

Los dos títulos primordiales de Santa Maria Guelacé son exclusivamente alfabéticos en el idioma español. El Título de 1581 consta de tres fojas escritas por ambos lados. La “escriptura”, como se autodenomina, inicia con una descripción del territorio de la población, especialmente de la ubicación de las mojoneras, que la sitúa a una distancia de 1 200 varas hacia los cuatro vientos. Luego narra los acontecimientos más importantes en la vida del pueblo: sus dos fundaciones y destacar el papel de los pueblos vecinos en estos eventos. Finalmente, reproduce una real provisión, a la que llama “providencia”, en la que se ordena el reconocimiento de las tierras de Guelacé. El Título de 1584, por su parte, se compone de siete fojas escritas por ambos lados. En la primera foja se encuentra la solicitud presentada por las autoridades de Guelacé al corregidor de Antequera para que se les entregara un testimonio de su título y de su mapa, seguida del consentimiento, mientras que en la última foja se halla la validación de la copia por parte del escribano. 15 El resto del documento es el título propiamente dicho, cuyo contenido fue estructurado en una forma poco ordinaria pues inicia con un escrito fechado en agosto de 1584, sigue con otro fechado en abril del mismo año y termina con otros dos de marzo del mismo año. El relato, sin embargo, parece ser continuo, aunque si se acomodaran los escritos en la forma cronológicamente “correcta” no cambiaría mucho la coherencia que tiene tal como está. Estos textos describen tres distintos recorridos por las tierras de Guelacé, en los que se miden 900 varas por cada viento. En este Título también se intercalaron algunos datos y sucesos históricos relativos a la fundación del pueblo y a sus relaciones con los pueblos vecinos.

ANÁLISIS DE LOS TEXTOS

La fundación de Guelacé

Los títulos primordiales de Santa María Guelacé intentan presentar la fundación del pueblo como un acontecimiento antiguo. Para ello se explica en varias ocasiones que existió una primera fundación o posesión, como también se le llama a este evento. El Título de 1581 es el más detallado al respecto y ubica la primera fundación hacia el año de 1526 e incluso registra la cantidad de familias que integraron el nuevo asentamiento:

llevamos dos pocesiones, la primera poceción que nos entregó la cavecera del Pueblo de San Juan Tectipaque aunque tenemos recevid[a] la primera poceción del año de mil quinientos beinte y seis años que estamos sobre de nuestra propiedad lexitimo de los que tenemos composiciones [p]or lo qual se hizo y otorgamos esta escritura de las tierras del comun para su resguardo estos hijos de este Pueblo de Santa Maria Guelace16 desde el año de mil y quinientos y veinte y seis, se fundó este Pueblo, y se congregó con veinte y tres casados y son los fundadores y pobladores que fundaron este Pueblo de Santa Maria Guelacé17

15 Es difícil saber si en efecto existió esta solicitud de 1782 y su aprobación o si en el original también se hallaba una falsificación de este recurso legal así como de la firma del escribano mayor de Antequera, José Alonso Romero. Personalmente me inclino por la segunda opción. En Guelacé conocían muy bien a este escribano, y su firma, porque él había dado fe de las diligencias finales con las que obtuvieron su fundo legal (AGNT 1206, 1). 16 Título de 1581: 1v. 17 Ibidem: 2v.

83 Por su parte, en el Título de 1584 aunque no se habla directamente de una primera fundación sí se hace mención de cierto precedente: “Governador y Alcalde Pucieron este Pueblo de Santa Maria Guelacé como el Pueblo fundado antecedente se compartieron las tierras y mojoneras antiguamente estan en pocecion los de este pueblo de Santa María de Guelacé”.18

Fig. 20 Título primordial de Santa María Guelacé de 1581. Fotografía de Ma. de los Ángeles Romero Frizzi.

Fig. 21. Título primordial de Santa María Guelacé de 1584. Archivo General de la Nación, Archivo de Buscas y Traslado de Tierras, año 2004, vol. s/n, exp. 136.

18 Título de 1584: 553.

84 Es muy común leer en los títulos primordiales que las fundaciones de los pueblos están fechadas en 1521 o algún otro año cercano. Esto se ha interpretado como una alusión a la victoria de los españoles y sus aliados indígenas sobre la ciudad de México-Tenochtitlan y el inicio de la era colonial. Con esta afirmación, según parece, cada comunidad aseguraba que había estado presente desde el comienzo de la nueva era, cuando inició el dominio español. Es claro que la fecha de 1526, que aparece en el Título de Guelacé de 1581, tiene también un valor simbólico y que su intención es ubicar a la comunidad en un pasado remoto más que indicar la fecha exacta de la fundación. También hay que señalar que aunque se mencione esta fecha en realidad ambos documentos se centran en relatar lo que ocurrió durante la segunda posesión y dejan la primera como un referente. Con esto, el derecho que Guelacé reclamaba sobre las tierras en que estaba fundado se fortalecía.19 Aunque no hay que descartar que quizás esta fecha pueda referirse a la fundación del asentamiento que había existido en esta zona en la primera mitad del siglo XVI y que hacia 1560 se había despoblado.20 Este asentamiento precedió no sólo a Guelacé sino también a Santo Domingo Suane, por lo que esta referencia indicaría que los habitantes coloniales de Guelacé tenían pleno conocimiento del origen de las disputas coloniales entre Teitipac y Tlacochahuaya, y se asumían como “herederos” de aquel asentamiento fallido. En ambas interpretaciones el resultado es el mismo: los títulos afirman que Guelacé tenía pleno derecho, un derecho antiguo, sobre las tierras que ocupaba. En cuanto a las fechas para la segunda fundación o posesión, 1581 según el Título de 1581 y 1584 según el Título de 1584, ambas están dentro de un periodo en que la existencia de Guelacé es poco probable. Como he señalado en el capítulo III, Santo Domingo Suane, el pueblo al que Guelacé reemplazó, desapareció después de 1601. Por otra parte, existe el registro de que en el siglo XIX los habitantes de Guelacé tenían la idea de que su comunidad había sido fundada en 1587.21 Esta insistencia en ubicar la fundación en una fecha más temprana de aquella en la que en realidad debió ocurrir indica la gran necesidad que se tenía de contar con elementos que permitieran reclamar derechos ancestrales.

Las autoridades locales

En los títulos de Guelacé no se describen escenas de Señores cuyos nacimientos sean asombrosos, ni hay líderes que guíen a su pueblo en alguna migración. Tampoco bautizos cristianos o entrega de varas de justicia que permitan identificar a los miembros más destacados de la jerarquía local, tal como ocurre en otros títulos primordiales. Sin embargo, en el Título de 1581 hay un reconocimiento a los caciques de Teitipac como los responsables de ordenar la fundación del pueblo y de gestionar la confirmación de sus tierras por parte de las autoridades españolas. En la real provisión o “providencia” que aparece al final de este documento el rey de España, don Carlos V, ordena a las autoridades novohispanas que efectúen la entrega de tierras para el pueblo de Guelacé atendiendo esta solicitud:

Al Governad[or] Capitan General de la Nueva España, mando (roto) a todos mis caciques y pr[incipales] de ese Pueblo de S[anta] Maria de las milpas y a todos mis Juezes asi Ecleciasticas como seculares q[u]e reciden en la ciudad de Mexico, precidente y oydores de ella q[u]e den providencia en vista de esta cedula para q[u]e tenga efecto la merced hecha a ese Pueblo de Santa Maria de las Milpas Guelacé, como haviendo lleg[ado] los caciques Don Domingo Alvarado y D[o]n Juan de Alvarado,22 con la pena de novecientos pesos para los gastos de camara aplicados según se resuelva por el superior gobierno de Mexico p[ar]a q[u]e incontinenti hagan y exe[cut]en la pocecion de sus tierras de comun, para todos sus hijos, herederos forsosos, y q[u]e l[as r]aices, y muebles que produscan las tierras los gocen y desfruten.23

19 Hay que recordar que uno de los alegatos más frecuentes que las comunidades del Valle de Oaxaca enarbolaban, especialmente en el siglo XVI, para retener la mayor cantidad de propiedades territoriales era el “primitivo patrimonio”, es decir, la antiquísima propiedad que decían tener sobre ellas (Taylor 1998: 103-104). El argumento fue perdiendo fuerza en los siglos XVII y XVIII. 20 AGNT 819, 2: 23 y ss. 21 Véase en este capítulo pág. 153, n. 7. 22 La identificación de estos personajes como caciques de Teitipac se basa en el mismo Título de 1581, f. 2v, en el que se menciona a los miembros del cabildo de la cabecera y aparece Don Juan de Alvarado como gobernador. Por otra parte, en el Título de 1584, f. 553, ambos aparecen mencionados claramente como caciques de San Juan Teitipac. 23 Título de 1581:3-3v.

85 Mientras tanto, en el Título de 1584, si bien las autoridades de Teitipac siguen figurando como las responsables de otorgar la posesión de las tierras, también hacen acto de presencia algunas autoridades del propio Guelacé, cuya participación consiste en llevar a cabo la colonización del sitio así como la elaboración del título:

firmaron todos al pie de esta Escriptura de las tierras de este Pueblo de Santa María Guelacee quedaron con tierras de humedad por la parte del oriente y por la parte del Norte quedaron con tierras de humedad y el Royo de agua con Dies ocho casados de los que fundaron este pueblo, yamadose Juan Perez y Domingo Perez, Baltazar de los Reyes, Juan Martin, Pedro Martin Domingo Luiz, Pedro Espinoza Juan Santiago Rexidor, Alguacil mayor Domingo Luiz de este Pueblo de Santa María Guelacee.24

Las tierras

El acto central de las fundaciones que se describen en ambos títulos consiste en una enumeración de mojoneras que rememora los recorridos que se efectuaban al medir y entregar el fundo legal. Y aunque el término “fundo legal” nunca es mencionado, es indudable que esa idea guía las descripciones. En los textos se afirma que el territorio de Guelacé se delimitó midiendo la misma cantidad de varas desde la iglesia del pueblo hacia los cuatro puntos cardinales, tal como debía hacerse al medir el fundo legal, si bien la cantidad de varas que se utilizan como parámetro no corresponde a la cantidad mínima que señalaban las leyes españolas, sino que, convenientemente, la rebasa. Lo destacado de estas descripciones es que ninguna autoridad española está presente en el acto. Son los pueblos vecinos y la cabecera quienes recorren las mojoneras de Guelacé, reconociendo así sus derechos sobre ellas. Hay que señalar que en todas estas descripciones del territorio de Guelacé las mojoneras enumeradas delimitan un territorio realmente grande, casi todo él perteneciente en realidad a Tlacochahuaya y el cual no parece haber sido litigado por Guelacé en ningún momento durante la época colonial. ¿Por qué, entonces, reclamarlo en sus títulos primordiales? Quizás era el territorio que Teitipac quería que Guelacé “defendiera” en contra de Tlacochahuaya. O tal vez era una forma de afirmar, sin decirlo abiertamente, que Tlacochahuaya era un pueblo invasor de tierras y que los habitantes de Guelacé debían, al menos, preservar una mínima parte de lo que hubiera sido su territorio “original”. Una clave para poder interpretar la presencia de estos linderos “ficticios” quizá se encuentre en el presente. No es raro escuchar, en las historias que se conservan en los pueblos, afirmaciones de que su territorio era muy grande y que uno o varios de los pueblos vecinos llegaron a asentarse en sus tierras. 25 Estos relatos, que fomentan el orgullo comunitario mediante la idea de un pasado en el que la comunidad tuvo un papel importante y un comportamiento magnánimo, pudieron haber existido con distintos matices siglos atrás y ser la base de estas descripciones territoriales exageradas. Por otra parte, estos relatos no desembocan actualmente en litigios agrarios, sino que sólo son de “uso interno”. Lo mismo se podría pensar de los títulos.

El templo

Por otra parte, ambos textos se alejan de la formalidad de las diligencias de amojonamiento y deslinde de tierras para incluir algunos consejos y discursos en los que se invita a los nuevos pobladores no sólo a cuidar sus tierras sino también a consolidar las instituciones más significativas de su comunidad. La construcción del templo católico, la devoción a la santa patrona y la observancia de la nueva religión forman parte de estos esfuerzos. El Título de 1581 exhorta de la siguiente manera: “y haran su Yglecia de cal y [canto] (roto)u comunidad con todo su adornamiento (roto) la festividad de nuestra Patron Maria Santissima Avogada y Patron de este Pueblo”.26

24 Título de 1584: 555v. 25 Así, por ejemplo, en Santo Domingo del Valle (hoy Villa Díaz Ordaz) he escuchado algo parecido respecto de , y en San Lucas Quiaviní, de Santiago Matatlán. 26 Título de 1581: 2v.

86 Y el Título de 1584 consigna:

va este auto sirva de bastante Real provición en resguardo del Pueblo de Santa María Guelacee, onde mandamos que tengan su Yglecia y Templo de la Virgen donde oygan la Sagrada Missa como Christianos Catholicos ensalcen el Misterio de Dios Nuestro Señor para que Dios les de la Gracia, y buena muerte y sus tierras en contorno27

Estos últimos exhortos, desde mi perspectiva, más que alentar el comienzo de estas prácticas en realidad buscan reconocerlas y dotarlas de más valor. Así, se ratifica la relación entre las autoridades virreinales, el templo, la santa patrona, el culto, la comunidad y las tierras.

El acuerdo roto. Teitipac y Tlacochahuaya en la memoria de Guelacé

Un aspecto destacado de la fundación de Santa María Guelacé, y que vincula a la historia local con la dinámica regional de confrontaciones entre las cabeceras de Teitipac y Tlacochahuaya, es que la segunda posesión se presenta como un episodio que fue posible gracias al acuerdo entre varios pueblos. Según el Título de 1581, Teitipac acordó con San Francisco Lachigoló, Tlacochahuaya y el barrio de San Sebastián delimitar sus tierras para evitar problemas, y tal acto también habría sido la fundación y el amojonamiento de Guelacé: “la segunda pocecion antigua [fue] quando hicieron todos los pueblos la comprar[ticion] de sus tierras, para que ninguno se sobrepase en las moj[oner]as que les compete a los vecinos sercanos”.28 Lo mismo se afirma en el Título de 1584. De hecho, en este último es más explícita la buena voluntad y determinación de los pueblos participantes para otorgarle tierras a Guelacé, a los que se ha sumado San Sebastián Quiaguia, pueblo sujeto de Teitipac:

la Republica de la Cavecera de San Juan Tectipaque allegaron con todos los Principales, Oficiales de la Republica Juntamente con el Pueblo de San Sebastian hicieron la consulta con todos la Republica del Pueblo de Tlacochaguaya Juntamente con el Barrio de San Sebastian dieron orden, y providencia que por Su Majestad se hizo las Escripturas de la comparticion que se hizo de las tierras de este Pueblo de Santa María Guelazee.29

En estas escenas lo que se observa es que Teitipac tenía un amplio reconocimiento como cabecera y que desempeñó un papel prominente en la consolidación de este acuerdo, algo que no es sorprendente dada la absoluta responsabilidad que tuvo en la fundación de Guelacé justo en las tierras fronterizas con Tlacochahuaya. El Título de 1584 es insistente en ello:

esta Segunda Pocecion quedo para todos lo venidero tengan gozos hijos y nietos y Bisnietos y Raiz gozen todo esta pocecion juridico por en quanto estan en la mojonera de las tierras del comun y cavecera de San Juan de Tectipaque cavecera de todos los sujetos como cavecera que son dejaron al Pueblo de Santa María Guelacee en la mojonera antigua Donde hicieron la Comparticion con los de Tlacochahuaya.30

En realidad, lo que llama la atención de este evento es la intervención de Tlacochahuaya. En ambos documentos se señala el beneplácito de esa cabecera para llevar a cabo la fundación de Guelacé. En el Título de 1581 aparece como un testigo entusiasta de la fundación,31 mientras que en el Título de 1584 no sólo favorece y participa en la fundación, sino que además comparte la responsabilidad de legitimarla y de ordenar la elaboración del título:

27 Título de 1584: 552-552v. 28 Título de 1581: 2v-3. 29 Título de 1584: 554. 30 Ibidem: 553v-554. 31 Título de 1581: 3r.

87 Esta Escriptura se otorgó ante todos las Justicias y Repúblicas con orden de su Justicia se otorgó esta Escriptura para que valga a lo venidero, vista de todo el comun del Pueblo de Tlacochaguaya con su orden de ellos los caciques y principales se hiso este Escripto balimiento ante qualesquiera Justicia de su Majestad executen de su Justicia.32

Estas afirmaciones son desconcertantes cuando se sabe de las numerosas confrontaciones que existieron entre Tlacochahuaya y Guelacé a lo largo de la época colonial y hasta nuestros días. En el capítulo III he señalado cómo durante la época colonial Tlacochahuaya se negó en numerosas ocasiones a reconocer la existencia de Guelacé y, por supuesto, cualquier derecho territorial que éste reclamara. Incluso los mismos títulos primordiales señalan en distintas ocasiones que Tlacochahuaya y San Sebastián podrían perjudicar a Guelacé. Así, en el Título de 1581 se dice:

si a (roto) los dos Pueblo de Tlacochaguaya quisieren despojar las tierras de este Pueblo de Santa Maria Guelace p[a]garan la pena de novecientos pesos de oro33 como estan adbertido los del Pueb[lo de Tla]cochaguaya (roto) sirvieron de testigos, y Jura(roto) abrá pleitos decencion porque si acaso [qui]cieren mober el pleito tendran que ocurrir a la Real Sala de su Majestad.34

Por su parte, en el Título de 1584 no sólo se les presenta como un peligro (como se advierte en las fojas 555-555v) sino que además se narra cómo, desde la fundación de Guelacé, Tlacochahuaya dio muestra de descontento al dificultar las diligencias de amojonamiento y provocar que se volvieran a efectuar:

El auto proveido del Pueblo de Santa María Guelace, el pueblo de Santa María Guelacé (sic), y Escriptura y título que otorgaron los del Pueblo de Tlacochaguaya todos binieron, todos de este Pueblo de Santa María las Milpas, porfiaron los del Pueblo de Tlacochahuaya de medir las tierras desde la primera cassa que está por parte del oriente, se volvio a medir desde la primera cassa hasta llegar a la orilla del Barrio de San Sebastián.35

Y a pesar de todo esto, en los dos títulos de Guelacé también se afirma que al final de este acto todos los pueblos participantes, pero especialmente Tlacochahuaya, quedaron conformes con la fundación:

en comformidad con gusto de todos los vecinos de Pueblo de Tlacochaguaya, se acavó esta pocecion y esta fundacion, y congreg(aci)on36 todos los caciquez y pr[incip]ales del Pueblo de tlacochaguaya se regaron, y regalaron de de [sic] combite que tuvieron y Gasto y costumbre comieron todos y vevieron vino Blanco, recivieron con buena voluntad por que huvo en conformidad, y se acavó con mucho gusto, y quietud este Escriptura de la conpustura de la compocecion de que se acavó entre nu[e]ve dias no huvo estorvos ni impedimentos sino que fue con la gracia de Dios Nuestro Señor por que estan p[o]r iguales y uniones y hicieron este obligacion y escriptura de Pocecion.37

Creo que todo esto sugiere que la intención de los autores era indicar que si Tlacochahuaya en algún momento invadía las tierras de Guelacé o impedía que gozara de su fundo legal, quebrantaría un antiguo acuerdo que habían ordenado y validado sus propios oficiales de república. Si esto ocurría, y en la realidad así era, la férrea oposición de Guelacé frente a Tlacochahuaya estaría más que justificada. Se trata, pues, de un discurso que intenta alentar a los pobladores de Guelacé que habrían de enfrentarse a Tlacochahuaya, haciéndoles ver que la razón estaba de su parte. Confrontar a una cabecera tan aguerrida no fue fácil, como lo demuestra, entre muchos episodios difíciles, el largo periodo que Guelacé tuvo que esperar para conseguir su fundo legal.38

32 Título de 1584: 555. 33 Título de 1581: 1v. 34 Ibidem: 1v. 35 Título de 1584: 552v. 36 Título de 1581: 3. 37 Título de 1584: 556-556v. 38 Además, Guelace tenía gran respeto hacia Tlacochahuaya, independientemente de sus conflictos por tierras. En algunos escritos que Guelace dirigió a Tlacochahuaya durante los años de conflicto es notable la deferencia hacia sus autoridades (AGEPEO AM 60, 21: 4-4v).

88 Y así, aunque en los títulos primordiales de Guelacé no se menciona abiertamente la existencia de conflictos por tierras, es evidente que fueron el telón de fondo de su elaboración. No en balde en ambos manuscritos se dan varios consejos a los pobladores para que puedan afrontar de la mejor forma estas circunstancias:

se dara providencia que mostraran los estrumentos como nosotros tenemos la Escriptura de n[ues]tra propiedad hasta antecedente estamos sobre la pocecion antigua como costará n[ues]tra merced y titulos y pintura de las tierras de comun para que no se metan en n[ues]tras tierras39 y si acaso huviere algun tiempo dessencion con los vecinos que estan firmados en este Escripto mediante Dios Nuestro Señor tenemos Nuestro Señores Juezes del Superior Govierno quien nos atienda a todos los hijos tributarios del su Magestad.40

El Título de 1584 es el más destacado en este sentido. La preocupación por dejar en claro cuáles eran los terrenos de Guelacé era tal que se insertaron tres diferentes recorridos en los que se van añadiendo detalles sobre la ubicación de las mojoneras. Además, en él se asegura que Teitipac, como cabecera responsable de su fundación, ayudaría en todo momento a Guelacé para salir avante en sus dificultades:

si acaso huviere algun estorvo sobre las tierras, y el Serro estamos prontos los de la cavecera de favorecer a los hijos de este Pueblo tributarios de los Juridico, como son tributarios de Su Magestad cada uno recivieron sus solares de tierras, y tierras para su sembrados41 qualquiera persona q[u]e se motivare con este Pueblo de Santa Maria de las Milpas Daran parte a la Cavecera con lo que resultare queda en caveza de la dicha Cavecera de mirarlos porq[u]e quedaron en los linderos de la Juridicion, y viviran por todos devajo del orden de la Justicia los miren como tributarios que son, y si acaso pasare mas adelante dé parte á Señor Juez de su Magestad porque se conoce a la Jurisdicion de Chichicapa que es a donde estan la Justicia de Nuestro Superior quien nos ha de atender.42

De este modo, a pesar de los matices con que se les presenta, Teitipac y Tlacochahuaya quedan a final de cuentas de nuevo como antagonistas. La primera es reconocida como la gran cabecera que impulsa y ayuda a Guelacé a consolidarse como pueblo y la segunda como una cabecera poderosa y amenazante, que en cualquier momento podría desconocer los acuerdos que suscribió y despojar a Guelacé de sus tierras.

La presencia de Macuilxóchitl

Macuilxóchitl es otro de los actores cuya presencia en esta historia resulta algo sorpresiva. Este antiguo centro político no colindaba con Guelacé, por lo que no forma parte del acuerdo entre pueblos limítrofes que mencionan los títulos. Sin embargo, en el Título de 1581 sus autoridades son las que otorgan la posesión de tierras a la vez que dan fe de la fundación de Guelacé:

y los del Pueblo de S[a]n Matheo Macuilsuchil, vinieron a dar la poceción, y jurar como quedo la mojonera de las tierras del com[un] quedaron de testigos de vista de ojos estuvieron tres dias dieron pasos so[bre] de estas tierras de comun, vieron m[e]dir las tierras de [e]ste Pueblo ante el Governador de[l] Pueblo de Ma[cuilxochitl] Don Jacinto de Leon Gov(e)rnador del P (roto) Don Miguel de Serna Alcalde, Sebastian de la Cruz Alcalde, Salvador Martin Rexidor, Don Domingo Morales Rexidor, todos estos casiques se hallaron en esta pocecion.43

39 Título de 1581: 1v. 40 Título de 1584: 557. 41 Título de 1584: 556v. 42 Ibidem: 557. 43 Título de 1581: 2-2v.

89 En el Título de 1584 la cabecera vuelve a aparecer, aunque su papel cambia un poco. Ahí las autoridades de Macuilxóchitl ya no otorgan la posesión ni hacen el recorrido por las mojoneras, únicamente se presentan como testigos en el último día de las diligencias, en la celebración final:

quando huvo el combite allego el Governador del pueblo de Macosuchil Don Miguel de Leon con el casique Don Matheo Pacho, y Don Miguel Morales, y Don Jacinto de la Cerna sirvieron de testigos […] todos vieron esta escriptura y auto que se otorgó en vista de los casiques del Pueblo de Macosuchil como testigos que son de estos Mojoneras que se clarearon por los quatro vientos.44

Hay que recordar que Macuilxóchitl era el antiguo señorío al que Teitipac reconocía como el lugar de origen de su dinastía gobernante y además de eso en la época colonial se había plantado como otra cabecera adversaria de Tlacochahuaya, por lo que su presencia en los títulos de Guelacé podría ser la confirmación de este reconocimiento por parte de Teitipac y sus pueblos sujetos. En la tradición histórica de Guelacé el papel de Macuilxóchitl se adecuó por completo a las circunstancias coloniales. No se le presenta como el señorío de donde salieron los guerreros fundadores de la dinastía gobernante local, como pasaba en Teitipac. Tampoco como el señorío aliado de Zaachila al que pertenecían las tierras en que se hallaba fundado su pueblo, como ocurría en el caso de Santa Cruz Papalutla. Macuilxóchitl fue reconocida en Guelacé como la cabecera que había validado y atestiguado la fundación colonial del pueblo. Quizá es una referencia muy pobre, pero lo interesante es el hecho mismo de que la hayan considerado copartícipe de la fundación, cuando aparentemente nada los obligaba a hacerlo.

La participación de los españoles

Santa María Guelacé tuvo varios conflictos por tierras contra la hacienda de Santa Rosa que llegaron a los tribunales españoles por lo menos desde mediados del siglo XVII. Las resoluciones de estos litigios fueron muy útiles para Guelacé en sus posteriores conflictos con Tlacochahuaya. Sin embargo, los títulos no mencionan prácticamente nada sobre esta hacienda española. El Título de 1584 sólo registra una escueta advertencia para los habitantes de Guelacé: que “no concientan Rancheros en sus tierras”,45 pero eso es todo. En realidad, lo más notable de la presencia española en los títulos de Guelacé se circunscribe a la mención de algunas autoridades virreinales y del rey Carlos V (en realidad Carlos I de España pero famoso en los títulos primordiales como Carlos V), quienes aparecen ratificando –a la distancia– la fundación del pueblo. De este modo, en el Título de 1581 hay una real provisión supuestamente emitida por Carlos V en la que ordena al virrey don Luis de Velasco y a todas las autoridades civiles y eclesiásticas novohispanas que procedan al amparo de las tierras de Guelacé.46 Y al final de ese mismo documento, Martín Enríquez, cuyo nombre corresponde al del cuarto virrey de la Nueva España, pero a quien se identifica en el texto como “teniente general juez medidor de novecientas varas”, expresa su acatamiento a esta orden.47 Por su parte, en el Título de 1584 el único personaje español que se menciona es el “Señor Don Diego Martinez Marquez de Casafuerte Ydalgo de casa de castilla”,48 una mezcla de nombres en la que se incluyó el título del virrey Juan de Acuña, marqués de Casafuerte, quien ejerció el cargo entre 1722 y 1734. De acuerdo con la posición que ocupa este nombre en el texto, don Diego Martínez parece ser reconocido como el virrey en funciones en el momento en el que se elaboró el documento. Así pues, tanto Carlos V como Luis de Velasco y Diego Martínez son las autoridades españolas que reconocen y validan la fundación de Guelacé, según sus títulos. No obstante, en ambos textos son las autoridades indígenas locales quienes deciden y llevan a cabo la fundación de Santa María Guelacé,

44 Título de 1584: 556v. 45 Título de 1584: 552v. 46 Carlos I gobernó España de 1517 a 1556. Luis de Velasco padre fue virrey de la Nueva España de 1550 a 1564. 47 El nombre de Martín Enríquez corresponde también al del cuarto virrey de la Nueva España, quien ocupó el cargo entre 1568 y 1580. El cargo de “teniente general…” nunca existió tal cual. 48 Título de 1584: 552v.

90 quienes otorgan la posesión de tierras y quienes ordenan, a la par de las autoridades españolas, la elaboración de sus títulos. De hecho, según el Título de 1581 fue por la intervención directa de los caciques de Teitipac que el rey decidió ordenar a sus funcionarios que ampararan los derechos territoriales de Guelacé. De este modo, las autoridades de los pueblos indígenas coloniales, especialmente las de las cabeceras, aparecen como los protagonistas indiscutibles de esta historia, tal como ocurría fuera de los textos, en la realidad. Porque es cierto que todas ellas se hallaban bajo el dominio de la Corona española, pero en su región el poder de la Corona y la burocracia novohispana eran aliados en los que se apoyaban para alcanzar sus propios objetivos.

LOS TIEMPOS DE LOS TÍTULOS

Como se ha visto, los títulos primordiales de Santa María Guelacé abordan temas diversos. Pero al comparar el tratamiento que cada uno da a los temas en común quedan de manifiesto varias diferencias. Ellas son un reflejo de algunos cambios que esta comunidad fue experimentando en lo que se refiere a la percepción que tenía sobre sí misma, su entorno, su historia y sus prioridades a través del tiempo. Aquí debo hacer una afirmación que podría parecer obvia pero no lo es debido al manejo de las fechas característico de los títulos primordiales. La afirmación es la siguiente: el Título de 1581 es anterior al Título de 1584. Sin embargo, el lapso que los separa parece ser muy amplio. Me atrevería a decir que es más de un siglo. Mis argumentos son los siguientes. El Título de 1581 se enfoca más en establecer la antigüedad de la fundación del pueblo. Hay en él una preocupación por legitimar la existencia de esta comunidad. Por ello en este documento se manejan las fechas más tempranas mientras que los personajes españoles que evoca corresponden cronológicamente a la primera parte de la era colonial. También es notorio que en este documento aún se reconoce la autoridad de los caciques de la cabecera (don Domingo y don Juan), mientras que en el otro título estos mismos caciques vuelven a aparecer pero se subraya más su carácter de vecinos, por ser dueños de algunos sitios colindantes con Guelacé. Otros elementos que ubican al Título de 1581 en un tiempo bastante anterior al Título de 1584 es que en el primero se utilizan lo que parecen ser los nombres antiguos de algunos poblados vecinos: San Francisco Lachigoló es llamado San Francisco Sudoo y el barrio de San Sebastián es llamado San Sebastián Yulachi. El Título de 1584 sólo retoma este último nombre pero es inconsistente y lo convierte en Rua Yulachi, Gualachid y Guvilachi. Por otra parte, en ambos textos hay referencias a otros pueblos que indican, de nueva cuenta, la precedencia del Título de 1581. Una de ellas es la que se refiere al prestigio de Macuilxóchitl. Como se ha visto en los capítulos anteriores, esta cabecera enfrentó serios problemas durante la época colonial para hacerse respetar por las cabeceras vecinas y en el siglo XVIII incluso por sus propios pueblos sujetos. Me parece que el cambio en su participación dentro de la fundación que describen los títulos de Guelacé, primero como autoridad que da la posesión (en el Título de 1581) y luego sólo como testigo (en el Título de 1584), corresponde a ese continuo desgaste de su imagen pública, que si bien no acabó con su prestigio, sí lo menguó. Otra referencia tiene que ver con San Sebastián Quiaguía, que en el Título de 1581 sólo es mencionado como un colindante pero que en el Título de 1584 aparece junto con su cabecera, Teitipac, y la cabecera de Tlacochahuaya como uno de los pueblos que acordó la fundación de Guelacé. Hay que recordar que en el siglo XVIII San Sebastián Quiaguía reclamaba ser reconocido también como cabecera. Independientemente de que haya logrado o no un reconocimiento oficial por parte de las autoridades novohispanas a su demanda, al parecer algunos pueblos vecinos, entre ellos Guelacé, sí lo llegaron a considerar como un asentamiento importante.49 También es interesante que en el Título de 1584 aparezca el

49 Peter Gerhard, en su gran obra Geografía histórica de la Nueva España, hace la anotación de que en Teitipac “la cabecera estuvo en San Juan o en San Sebastián en diferentes momentos” (1986: 75). Desafortunadamente no señala ninguna referencia directa para esta afirmación y es algo que no he podido corroborar al no tener acceso directo a todas las fuentes que él utilizó (por ejemplo documentos del Archivo General de Indias y de la Biblioteca Nacional de España). Sin embargo, las que he revisado para este trabajo apuntan a que San Sebastián gozó de un trato distinto al del resto de los pueblos sujetos de Teitipac.

91 nombre de un tercer cacique de San Juan Teitipac, don Juan de Grijalva, cuyo apellido es el mismo que tenía el cacique de San Sebastián Quiaguía a principios del siglo XVIII.50 En cuanto al Título de 1584, éste se preocupa más por detallar cómo se había hecho la medida y entrega de las tierras del pueblo y por inculcar su defensa frente a todas las amenazas existentes. De los dos textos, es en éste en el que se describen varios recorridos por las mismas tierras, en el que se narra la actitud contradictoria de Tlacochahuaya hacia Guelacé y en el que se menciona por primera y única vez la presencia de los “rancheros” de los que Guelacé también debía cuidarse. Asimismo, es en él donde se dan instrucciones a los habitantes de Guelacé sobre cómo afrontar los posibles conflictos por tierras y en el que se les asegura una y otra vez que su cabecera siempre los apoyará. Además, los personajes y las fechas que aparecen en este texto están más ligados al último siglo colonial. El único personaje español notable que aparece en este documento lleva en su largo nombre el título del virrey Juan de Acuña, cuya gestión inició en 1722 y terminó en 1734 (Gerhard 1984: 1986: 414). Es muy probable que cuando se elaboró el título no se recordaba con claridad su nombre. En cuanto a fechas, la validación final del Título menciona que el original del que se copió llevaba el sello correspondiente a los años 1751 y 1752, lo que ubicaría su elaboración justo a mediados del siglo XVIII de no ser porque este sello no existió.51 Así, parece que quien o quienes elaboraron el Título de 1584 querían que se pensara que provenía de aquel tiempo. La fecha en que supuestamente se sacó la copia, 1782, también debe ponerse en duda puesto que es poco probable que las autoridades de Antequera hubieran accedido a elaborar un testimonio de un documento con esta falta de formas y además con la anuencia de los representantes legales de Tlacochahuaya, como se menciona en el mismo texto. Es muy difícil saber qué tan lejos de esta última fecha fue cuando se elaboró el Título de 1584, pero es claro que fue en una época en la que se hacía cada vez más apremiante obtener tierras propias. En las últimas décadas de la época colonial la población de Guelacé había aumentado y la presión sobre las tierras era mayor, pero Tlacochahuaya no cedía y era necesario animar a las nuevas generaciones de Guelacé para que siguieran presionando hasta obtener el imprescindible fundo legal. Resulta interesante el hecho de que hacia 1791, en uno de los numerosos escritos que los pobladores de Guelacé enviaron a las autoridades españolas pidiendo que se llevara a cabo la entrega de su fundo legal, que por fin había sido aprobado, afirmaran que sus reclamos se sustentaban en “Nuestros primordiales titulos, que a el efecto produsimos en la forma aconstumbrada”.52 ¿Se referirían acaso a alguno de estos títulos?, ¿a otro que no se conoce ahora?, ¿a alguno de los expedientes emanados de sus conflictos anteriores?, ¿a todos ellos sin distinción? No se puede saber con certeza, pero esta afirmación pone de manifiesto el gran valor que el pueblo concedía a aquellos documentos que se creía resguardaban los derechos de la comunidad sobre sus tierras. Gracias a esto es que se conservaron los dos títulos primordiales que aquí se han comentado. Así pues, es muy probable que el Título de 1584 fuera elaborado en las últimas décadas de la época colonial, mientras que el Título de 1581 parece estar más cercano a la segunda parte del siglo XVII. No obstante, debo señalar que me parece que el Título de 1584 nunca se pensó como un reemplazo sino como un complemento necesario que actualizaba la información del Título de 1581. Por eso hay datos que no se retoman, como la fecha de la primera fundación; hay situaciones que se añaden, como la aparición de los nombres y las acciones de las autoridades locales, las de Guelacé, y no las de su cabecera, y también hay nuevas interpretaciones de los hechos, como la participación de Macuilxóchitl y la actitud de Tlacochahuaya durante la fundación.

50 AGNT 256, 2: 165 fs., 1709-1711. “Chichicapa, Santa Catarina.- Po. Jeronimo de Grijalva, cacique del pueblo de San Sebastian Teitipac, contra los naturales del mismo, sobre propiedad del sitio nombrado gueguecahui. Juris. Oaxaca”. 51 El uso de papel sellado tenía como fin evitar los fraudes, así como la recaudación de impuestos por su uso. En América, los papeles sellados se renovaban cada dos años (Seco 1994: 110). Por eso los sellos eran válidos para dos años. Pero en este caso existieron únicamente los sellos para los años 1750-1751 y 1752-1753, no así el sello para los años de 1751-1752 que se menciona en el título. 52 AGNT 1206, 1: 37r.

92 LA MEMORIA ACTUAL

Los títulos primordiales de Santa María Guelacé son una de las vías mediante las cuales se ha conservado parte de la memoria de quienes habitaron el pueblo en distintos momentos. Otra vía la constituye la historia oral. Actualmente, en Guelacé, fuera de los representantes comunales que llevan los litigios del pueblo ante los tribunales agrarios, son pocas las personas que conocen el contenido de los dos títulos primordiales, pero todas las familias saben algunos relatos acerca de la fundación y de los pueblos desaparecidos de Santo Domingo Suane y San Jacinto,53 y sobre los problemas que Guelacé ha tenido con las poblaciones vecinas. La narración más popular es la de la fundación. Prácticamente todos los habitantes saben que Guelacé fue fundado por San Juan Teitipac para que protegiera su milpa, porque los pueblos vecinos solían entrar a sus tierras y robarse los elotes. La gente mayor siempre añade que los primeros moradores de Guelacé eran hombres fuertes y decididos, que no temían pelear y que por eso los enviaron a cuidar las tierras de Teitipac.54 El nombre mismo de Guelacé, explican, tiene que ver con esta misión. Guelacé puede traducirse al español como “Milpa en elote”, en referencia a un momento específico entre la siembra y la cosecha del maíz, cuando el elote está casi listo, pero debe permanecer un poco más en la planta.55 Era en esos periodos en los que Teitipac enviaba a su gente a cuidar la milpa y fue en una de esas temporadas en la que los fundadores de Guelacé, en acuerdo con su cabecera, decidieron llevar a sus familias y colonizar el lugar. La relación entre la historia oral y los títulos primordiales es evidente: todas estas narraciones mencionan a Teitipac como el pueblo responsable de la fundación de Guelacé y llaman la atención sobre el papel de los conflictos como un eje sobre el cual ha girado la vida de la comunidad. Y aunque en los relatos orales Tlacochahuaya ha perdido el papel de principal adversario de Guelacé, también hay que tomar en cuenta que en los tiempos que siguieron a la época colonial la hacienda de Santa Rosa (hoy pueblo de Santa Rosa), la hacienda de Rojas que se creó en tierras de Tlacochahuaya (hoy pueblo de Rojas de Cuauhtémoc) y el barrio de San Sebastián (hoy pueblo de San Sebastián Abasolo) se convirtieron en otros contrincantes a vencer. El caso es que, de una u otra forma, la comunidad sabe a qué pueblo debe su existencia y sabe que ha peleado durante mucho tiempo con sus vecinos para defender su territorio. Mi aportación a estas historias ha consistido en añadir información sobre los pueblos que precedieron a Guelacé en este intento, dar detalles de sus conflictos y vincularlos a una historia más amplia de confrontaciones entre antiguas cabeceras zapotecas. La aportación de los títulos primordiales y la historia oral de Guelacé a mi trabajo ha sido imprescindible. Las primeras lecturas me orillaron a buscar más información de todos los pueblos vecinos y sus propios conflictos por tierras; las siguientes me ayudaron a comprender la importancia de los pueblos cabeceras y el papel de los nuevos pueblos sujetos creados en la época colonial; y las más recientes me han sugerido que mi interpretación de la historia regional parece tener sentido.

53 Los pequeños relatos o remembranzas del tipo “dicen que antes…” son narrados sin especificar en todos los casos los nombres de estos pueblos, especialmente en el caso de Santo Domingo Suane que nunca fue mencionado como tal. La vinculación la he hecho yo y la he presentado en los capítulos II y III. 54 Algunas variaciones del relato refieren que los fundadores provenían de un barrio de Teitipac llamado San Jacinto o que este fue el primer nombre de la comunidad. Esta última versión al parecer ha llevado a hacer un símil entre los pueblos de San Juan Teitipac y “su barrio” de San Jacinto y San Juan Chilateca y su antiguo barrio de San Jacinto Chilateca, pueblos relativamente cercanos a esta región, que derivan en la teoría de que quizá los fundadores de Guelacé provenían en realidad de San Jacinto Chilateca. Otra versión dice que los fundadores de Guelacé no eran de San Juan Teitipac, sino que la reina de ese pueblo los mandó llamar por su fama de valientes y al comprobar su fiereza los envió a cuidar sus terrenos. 55 De queela ‘sementera’ y zehe ‘elote maçorca de mayz verde’ (Córdova 1987: 375r, 151v). Fray Juan de Córdova recopiló los términos para las distintas etapas que la milpa va presentando. Entre ellas se puede identificar el término queelazehe: Sementeras. Vide se[m]bradas. Queela, quiñaa, xija. Sementeras en elote tierno o en leche o en gilotl. Queela queecho Sementeras de mayz como de dos palmos. Toça, queela toça. Sementera casi seca. Queelazehe, zehequeela. Sementera ya seca aun no cogida. Queela nijza” (1987: 375r)

93 CONCLUSIONES

A lo largo de este trabajo he analizado las relaciones conflictivas que existieron entre las poblaciones de Macuilxóchitl, Tlacochahuaya y Teitipac durante la época virreinal. La revisión de todas sus disputas conocidas ha revelado que la mayoría de ellas estaban relacionadas entre sí y eran consecuencia de las campañas locales que cada una de estas tres unidades políticas emprendió desde la primera mitad del siglo XVI para expandir sus dominios y acrecentar su prestigio, aprovechando los cambios que supuso el establecimiento del nuevo régimen político derivado de la presencia española. Estas aspiraciones no eran nuevas. Desde tiempos prehispánicos los tres señoríos intentaron, mediante su participación en alianzas o en guerras, aumentar su poder y su influencia en el ámbito regional. De modo que al iniciar la época virreinal, todas ellas estaban dispuestas a aprovechar la reorganización política, las nuevas jurisdicciones, las nuevas leyes y los nuevos elementos de poder introducidos por los españoles para conseguir más beneficios. En un primer momento cada señorío se enfocó en obtener el reconocimiento por parte de la Corona española como una unidad política independiente, como una república de indios, y en contar con los elementos que dieran cuenta de esa condición: los gobernantes locales movilizaron a su gente para que construyera las casas reales y los templos más suntuosos en las poblaciones que habían sido identificadas como las cabeceras de cada unidad. También se fueron instituyendo los nuevos cargos de autoridad y así se establecieron los cabildos. Al mismo tiempo, nuevas jurisdicciones se creaban con la designación de los corregimientos y las doctrinas, y las poblaciones elegidas como sedes de estos distritos civiles y eclesiásticos se esmeraban en construir sus conventos y en hacer patente su nueva posición. Al amparo de estas designaciones, cabeceras como Tlacochahuaya trataron de imponerse políticamente sobre las poblaciones vecinas, cometiendo incluso algunas arbitrariedades. Otro asunto importante de aquellos años fue el de la delimitación precisa de las jurisdicciones políticas y del territorio que debía reconocerse a cada unidad política. Y en este proceso fue donde se generaron los conflictos más difíciles de resolver, los conflictos por tierras. Los dos parajes que se litigaron en el siglo XVI y que habrían de disputarse regularmente durante el resto del periodo colonial entre estas tres entidades fueron: el sitio llamado Peona, que disputaron Macuilxóchitl y Tlacochahuaya y el de Chibayala/Lachixoba, que disputaron Teitipac y Tlacochahuaya. En el primer caso se estableció que el pleito surgió a raíz de que Tlacochahuaya cedió el sitio de Peona, sin ser suyo, a los frailes de su convento. En el segundo caso, el sitio parece haber sido compartido por ambas poblaciones, pero al quedar deshabitado –probablemente a causa de las epidemias– ambas repúblicas intentaron quedarse con él. En ambos casos, el interés en poseer esas tierras no obedecía a una necesidad apremiante de repartir esos recursos entre la población, pues en realidad en esos años se sufría una baja demográfica notable. En realidad, parece que el objetivo final era hacerse de la mayor cantidad posible de territorio ahí donde había ambigüedad en la posesión –según el nuevo modelo de delimitación de tierras– y antes de que las poblaciones vecinas lo hicieran. Pero la expansión territorial de cada unidad política –un elemento de gran importancia desde los tiempos prehispánicos– no admitía ya el recurso de la guerra y entonces el arma que estos pueblos eligieron fue la legislación novohispana, de modo que por medio de las leyes y los tribunales, y una que otra ocupación directa, iniciaron los litigios. En los siguientes siglos el escenario se tornó más complejo. A esta dinámica de confrontaciones, que se había establecido especialmente entre las cabeceras, se sumaron algunos pueblos sujetos (primero Santo Domingo Suane, luego Santa María Guelacé y San Jacinto), que empezaron a tener un papel sumamente importante en la defensa y ocupación de las tierras en disputa. Estas poblaciones tenían sus propias necesidades y aspiraciones; ellas sí necesitaban esas tierras y las cabeceras supieron sacar ventaja de eso.

94 En todos estos conflictos las cabeceras destacaron por su vitalidad e ingenio. Supieron usar las leyes novohispanas a su favor, se dieron a la tarea de crear nuevas comunidades afines a la vez que presionaban a las rivales, se aliaron y confrontaron con las haciendas españolas vecinas de acuerdo con sus propios intereses, ganaron el apoyo de las autoridades españolas más cercanas, dieron a los documentos legales novohispanos nuevas lecturas, nuevos usos y, en fin, crearon discursos a favor de su causa que difundieron en los distintos ámbitos de su vida pública. No obstante, conforme fue avanzando la época colonial las aspiraciones de poder y prestigio de estas poblaciones se hicieron cada vez más difíciles de alcanzar. De hecho, eran incompatibles con lo que estaba ocurriendo: la consolidación y fortaleza del poder español. En realidad, las mismas poblaciones fueron quienes, al recurrir a las autoridades españolas como árbitros de sus disputas, fortalecían la presencia y el poder español en sus regiones, en sus comunidades. La influencia de este nuevo poder y los procesos internos heredados del pasado mesoamericano hacían cada vez más inminente la disgregación de estas unidades políticas. Los cambios más significativos corrieron por dos vertientes. Por un lado, la autoridad de cada entidad descansaba en una jerarquía local que no pudo ser monopolizada por la clase noble y ésta tuvo que aceptar de mala gana la participación cada vez más numerosa de la gente del común. Por el otro, la mayor autonomía de los pueblos sujetos hacía más difícil para las cabeceras imponerles más responsabilidades o por lo menos mantener su lealtad. Así, con el tiempo se debilitaron los lazos que unían a cada entidad lo que redujo el área de influencia de cada cabecera. Aunque las aspiraciones de las cabeceras estaban en cierta forma destinadas a fracasar, en su momento cada una pudo implementar acciones importantes en el ámbito local. Es necesario reconocer este dinamismo, ya que por lo general sólo se reconoce la vitalidad política de los pueblos que confrontan o se rebelan ante las autoridades y no de aquellos que, moviéndose dentro del marco legal y sin dejar mayor rastro, crean condiciones favorables para realizar sus propias aspiraciones. Me parece que este trabajo permite conocer un poco más la historia colonial de las poblaciones del Valle de Oaxaca, en especial del valle de Tlacolula, y algunos de los procesos políticos que se vivieron en sus comunidades, y espero que pueda contribuir a las investigaciones sobre otros pueblos de esta región en donde no se tiene tanta información como en este caso, sino sólo algunos datos aislados. Al menos esa fue una de mis motivaciones personales al iniciar esta investigación y estoy satisfecha con el resultado. Por otro lado, existen varios temas vinculados con esta historia que podrían seguirse analizando. Sería interesante seguir indagando cuál fue el curso de estos conflictos en los siguientes siglos. Este es un aspecto que me ha inquietado a partir de las charlas con los habitantes de los distintos pueblos de la región, especialmente los de Santa María Guelacé y Tlacochahuaya, cuya lucha por la tierra continúa vigente, y al ver que en la actualidad hay escenarios que me resultan extraños, como el hecho de que Macuilxóchitl sea ahora una agencia municipal perteneciente al municipio de Tlacochahuaya. También creo que este análisis podría complementarse al estudiar las relaciones entre estas repúblicas de indios y los españoles (autoridades, encomenderos y vecinos), que también fueron conflictivas en distintos momentos durante el periodo virreinal. Algunos documentos hallados en el transcurso de esta investigación sugieren que por parte de estas comunidades hubo varias acciones en defensa de sus derechos y prerrogativas y en detrimento de las aspiraciones de algunos españoles, desde tiempos muy tempranos. No obstante, lo que más me ha gustado de esta investigación ha sido la posibilidad de conocer los discursos que los zapotecas coloniales dirigieron a sus descendientes por medio de documentos como los títulos primordiales. Empezar a entender estos complejos documentos y comprobar que están íntimamente ligados a la vida de las comunidades en que surgieron es una de las lecciones que más valoro como resultado de este trabajo, en especial porque ahora sé que en mi propia comunidad existen algunos documentos de este tipo que los antiguos zapotecas, los bènigolazáa, se preocuparon por legarnos.

95 BIBLIOGRAFÍA

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103 ANEXO I TÍTULO PRIMORDIAL DE SANTA MARÍA GUELACÉ DE 1581

[1] La Escriptura selebrada del Pueblo de Santa Maria Guelasee jurisdicion del Pueblo de San Juan de Tectipaque, a veinte de Febrero del año de mil quinientos y ochenta y uno: Estando en el campo aciendo esta comparticio[n] [d]e las tierras de este Pueblo de Santa Maria Guelacee, con el Varrio de San Sebastian, y con el Pueblo de Tlacochaguaya y con el Pueblo de San Francisco Sudoo: Por la parte del oriente quedó la mojonera debajo de un palo de guaje, linda con las tierras del Barrio de San Sebastian desde la Yglecia se midio, son mil docientas Varas arrimado hasta la orilla del Barrio de San Sebastian Yiiulachi, y por la parte del norte hasta onde esta una piedra de cantera allego mil docientas varas desde la Yglecia de Santa Maria Guelace, y linda el Pueblo de Tlacochaguaya y linda con el Pueblo de San Fran[cis]co onde esta [un]a piedra azul coje p[a]ra el Serro, y cañada de los palos de o[ta]te linda con el pueblo de Tlacochaguaya en un lado del Serro de Guiarid, y linda con el Pueblo de Santa Maria del Tulis, y lin[da] con las tierras del Pueblo de Coyotepeque, linda con las tie[rras] del Pueblo de San Agustin de la Cal coxe por toda la Lo[ma] grande llamadoce la ydioma zapoteca Lee-villa, linda con e[l] Pueblo de Coyot[epe]que por poniente coxe el Serro de Sa[lto] el puerco1 linda con [el] Pueblo de Coyotepeque coxe al Serro d[el] pitallal de organ[os] (roto)as tierras Pueblo de coyotepeque por el Poñente ba[se bajan]do por el Serro de los Negritos linda con las tierras del pueblo de San Sebastian bace bajando as[ta] los palos de Negritos, bace bajando debajo del serro de Negritos base bajando por los paderones grandes de la Yglecia antig[ua] pasa Rio onde esta una piedra de cantera linda con las tierras del Pueblo de San Sebastian bace bajando para detras del Rio que viene Lachiguelavituxii bace a reconocer al palo de Huaje q[u]e es lindero q[u]e viene caminando desde la orilla del Barrio de San Sebastian Yulachi a donde quedo [1v] la mojonera de las tierras de este Pueblo de Santa Ma. Guelacee llevamos dos pocesiones, la primera poceción que nos entregó la cavecera del Pueblo de San Juan Tectipaque aunque tenemos recevid[a] la primera poceción del año de mil quinientos beinte y seis años que estamos sobre de nuestra propiedad lexitimo de los que tenemos composiciones [p]or lo qual se hizo y otorgamos esta escritura de las tierras del comun para su resguardo estos hijos de este Pueblo de Santa Maria Guelace si a(roto) los del pueblo de Tlacochaguaya quisieren despojar las tierras de este Pueblo de Santa Maria Guelacee p[a]garan la pena de novecientos pesos de oro [com]un para los gastos de la R[ea]l Camara de su Magestad quien estorvare esta poceción en que [qued]amos q[u]e esta segunda pocecion asi lo mandó el supe[rior g]obierno y se retificó esta Escritura de balim[iento ju]rídico por la real ministracion de Justicia (roto)io la pena para la caxa R[ea]l de su Magestad [apl]icados p[ar]a los gastos de la chancilleria de todos los señores Juezes y cleciasticas compongan a lo que mas combenga sobre de esta esc[ritura] del común de este Pueblo de Santa Maria [Gu]elace como estan adbertido los del Pueblo de Tlacochaguaya sirvieron de testigos, y Juram(roto) abra pleitos decencion p[o]rque si acaso [qui]cieren mober el pleito tendran que ocurrir a la R[ea]l Sala de su Magestad se dara providencia que mostraran los estrumentos como nosotros tenemos la Escriptura de n[ues]tra propiedad hasta antecedente estamos sobre la pocecion antigua como costará n[ues]tra merced y titulos y pintura de las tierras de comun para que no se metan en n[ues]tras tierras quedó por el lado del Norte [2] el sitio de tierrras quedó para la Virgen de Santa María Guelacé como corre mil docientas varas se midio para el si[tio] de la Virgen ante el alcalde del Pueblo de Tlacochaguaya. Don Domingo Gomes Alcalde= Juan Perez Alcalde del pueblo de Tlacochaguaya= Pedro Martin Rexidor del pueblo de Tlacochagu[ay]a= Geronimo Perez Rexidor= Alguacil mayor Domingo Mendes= Geronim[o] Cruz Rexidor del Pueblo de Tlacochag[uay]a= Alguacil mayor Fran[cis]co de la Cruz = Pedro de la Cr[u]z del Pueblo de San Francisco Sudoo= Salvador Martin del Pueblo de San Francisco Sudoo= Domingo Martin= Fran[cis]co Martin Rexidor del pueblo de San Fran[cis]co Sudoo= Ante todos los Testigos del Pueblo de Tlacochaguaya, se otorgo y retifico esta Escriptura de este pueblo de Santa Maria Guelace y los del del (sic) Pueblo [d]e San Fran[cis]co y los del Pueblo de S[a]n Matheo Macuilsuchil, vinieron a dar la pocecion, y jurar como quedo la mojonera de las tierras del co[mun] quedaron de testigos de vista de

1 El nombre de este sitio se ha reconstruido tomando en cuenta su aparición en el Título de 1584, fs. 553v, 555.

104 ojos estuvieron tres d[ias] dieron pasos so[bre] de estas tierras de comun, vieron m[e]dir las tierra de [e]ste Pueblo ante el Governador del Pueblo de Mac[uilxochitl] Don Jacinto de Leon Gov[e]rnador del P Don Miguel de Serna Alcalde Sebastian de la Cruz Alcalde, Salvador Martin Rexidor, Don Domingo Morales Rexidor, todos estos casiques se hallaron en esta pocecion, ante nos Alcalde de la cavecera del Pueblo de San Juan de Tectipaque se acavo esta Escriptura de todos los Hijos de este pueblo de Santa Maria Guelace, todos los de esta cavecera, los d[ic]hos sugetos vinieron a esta [2v] pocecion y esta entrega que se hizo el dia de hoy Martes para que conste es Escriptura firmaron todos los de la cavecera= Don Domingo Sanchez Alcalde= Pedro Santiago Al[cald]e= Don Juan de Albarado Governador= Rexidor Nicolas Sanchez, Pedro Sanches Rexidor, Pedro Santiago Rexidor Don Bernardo Gutierres testigo de vista Don Diego de Zepeda, Don Pedro de Aguilas testigo, Don Juan de Chaves testigo, Don Domingo de la Torre testigo, Don Pablo de Aguilar testigo, Don Pedro de Velasco testigo=

Escriptura perteneciente a este Pueblo de Santa Maria Guelace para todos los hijos tributarios de su Magest[ad] (roto) gocen todos sus hijos y herederos y todos sus (roto) para todos los benideros hisimos esta Escri[tur]a de valimento, y ratificado por las justicias y administracion de justicia, hicieron sobre de las tierras de lomerias y serros de los hijos de este Pueblo= Don Domingo de Velas[co] Escrivano= y haran su Yglecia de cal y [canto] (roto)u comunidad con todo su adornamiento (roto) la festividad de nuestra Patron Maria Santissima Avogada y Patron de este Pueblo, fundado desde el año de mil quinientos y veinte y seis, se fundó este Pueblo y se congrego con veinte y tres casados y son los fundadores y pobladores que fundaron este Pueblo de Santa Maria Guelacé, para que estén enterados quando se acavó la Escritura de la segunda pocecion [3] antigua quando hicieron todos los pueblos la compar[ticion] de sus tierras, para que ninguno se sobrepase en las moj[one]ras que les compete a los vecinos sercanos en comformidad con gusto de todos los vecinos de Pueblo de Tlacochaguaya, se acavó esta pocecion y esta fundacion, y congreg[aci]on.

[Al margen:] Providencia Don Carlos Quinto por la gracia de Dios: Rey de castilla, de Leon, de Aragon de las dos cisilias, de Jerusalen, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mayorca, de Sevilla, de Serdena, de Cordova, de Corcega, de Murcia, de Jaen, de los Algarves, de Algecira, de Griva[lt]ar, de las Yslas, de Canaria de las Yndias Orientales, y Ocidentales, Yslas y tierra firme del Mar Oceano, Archiduque de Austria, Duque de Vorgo[ña] de Brabante, y Milan, Conde de Aspurg, de Flandes Tirol y Barcel[on]a, Señor de Viscaya, y de Molina, etc. Al Governad[or] Capitan General de la Nueva España, mando (roto) a todos mis caciques y pr[incipales] de ese Pueblo de S[anta] Maria de las milpas y a todos mis Juezes asi Ecleciasticas como seculares q[u]e reciden en la ciudad de Mexico, precidente y oydores de ella q[u]e den providencia en vista de esta cedula para q[u]e tenga efecto la merced hecha a ese Pueblo de Santa Maria de las Milpas Guelacé, como haviendo lleg[ado] los caciques Don Domingo Alvarado y D[o]n Juan [3v] de Alvarado, con la pena de novecientos pesos para los gastos de camara aplicados según se resuelva por el superior gobierno de Mexico p[ar]a q[u]e incontinenti hagan y exe[cut]en la pocecion de sus tierras de comun, para todos sus hijos, herederos forsosos, y q[u]e l[as r]aices, y muebles que produscan las tierras los gocen y desfruten= Don Luiz de Velasco, Governador Capitan General de este nueva España= Don Pedro Monserro, Secretario de su Magestad= Obedecimos esta Merced de V[uestra] A[lteza] c[on] mucho acatamiento= Don Martin Enrriques. Teniente General, Juez medidor de novecientas varas.

105 ANEXO 2 TÍTULO PRIMORDIAL DE SANTA MARÍA GUELACÉ DE 1584

[Carátula:] Copia d[e] la Fundacion de este Pueblo Santa Ma. Guelacee. [551]En la ciudad de Antequera Valle de Oaxaca a diez días del mes de Abril de mil zetecientos y ochenta y dos años ante el Señor Capitán Don Vittores de Maneros y Embides Teniente Corregidor con Superior Aprovacion en esta su Juridicción por nombramiento del Señor que lo es Propietario y en su ausiencia V. se leyó esta petición que por ante mi el escribano precentaron los contenidos en ella. La República común y Naturales del pueblo de Santa María Guelacé sujeto a la jurisdicción de Zimatlan en la vía y forma que más haya lugar por derecho con las protestas en el útil y necesarias ante Vuestra Merced parecemos, y decimos que al nuestro combiene, el que su justificación se sirba mandar que con previa citación de los del Pueblo y cavecera de San Jerónimo Tlacochahuaya, contra quien tenemos litigio pendiente en la Real Audiencia de este Reyno, sobre tierras; se nos dé por el precente escrito testimonio a la letra de los documentos adjuntos, y Mapa de Nuestro Pueblo, para el efecto que nos convenga en pública forma y manera que haga fee interponiendo para ello V. la autoridad de su noble empleo que imploramos y ebacuado se nos devuelva con los recados originales, que con la devida solemnidad y juramento debido presentamos. Por tanto. A V. suplicamos que haviendo por precentado dichos documentos haga en todo como pedimos, juramos en forma no proceder de malicia y en lo necesario que costa se protestan. Valga. Nicolas Martinez Alcalde Isidro Gutierres Manuel Martinez [551v]Y por su merced vista la hubo por precentada con dichos documentos y en su consequencia dixo con previa citación de los naturales del pueblo y cabecera de San Gerónimo Tlacochahuaya se le dé el testimonio que inpetran en pública forma y manera que haga fee por el presente escribano a cuya validación y firmesa interponía y su Merced Ynterpuso la autoridad de su noble oficio por éste su judicial decreto e que con lo diligenciado se le debuelba original para los efectos que piden y por este auto Su Majestad así lo proveyó, y firmó doy fee Victoriano de Manero y Enbides. Ante mi Josef Alonso Romero Escribano Mayor. En la ciudad de Antequea Valle de Oaxaca a diez y seis días del mes de Abril de mil setecientos ochenta y dos años. Yo el escribano teniendo presente este mi oficio á la república, común y naturales del pueblo de San Gerónimo Tlacochahuaya de esta jurisdicción, presente su apoderado el Procurador Numerario de la Real Audiencia de este Reino Don Francisco Xavier de Amogavar les hize saber el escrito que antecede presentado por la república, común y naturales del pueblo de Santa María Guelacé de la de Zimatlán del Valle pidiendo el testimonio de sus Títulos y Mapas de su Pueblo, y auto en su virtud proveído por el Señor Theniente de Corregidor de que entendido dijo que se dan por citados, y esto respondieron y firmaron los que supieron con dicho Procurador de que doy fee = em[enda]do= Simatlan= Valga. [552]Francisco Xavier de Almogabar Vicente Ferer Es[criba]no Lucas de los Reyes de la República Es[criba]no de República Pioquinto Ximes Josef Alonzo Romero Es[criba]no Mayor En la Ciudad de México en ocho del mes de Agosto de Mil Quinientos ochenta y quatro se presento ésta Escriptura Otorgado por el Governador, Alcaldes, Toda la Republica en común y General midieron la tierra en que esta puesto el Pueblo Santa Maria Guelacee y d[ic]ha republicas de la Cabecera de San Juan Tictipaque midieron én contorno de las tierras del Pueblo de Santa María Guelacee en los Señores de la real Audiencia Precidente y oydores de esta Chancillería Real y se proveyó en terminos de Justicia, a favor de los pobladores de d[ic]ho Pueblo de Guelacee asi mismo mandamos en este auto con graves gosen sus parajes, y linderos según refiere la d[ic]ha Escriptura y so pena de mil pesos de oro comun a los que contradixeren, ó estorvaren d[ic]ha Poceción, que lo gocen por lo venidero sus tierras

106 onde busquen los Reales tributos de N[uest]ro Rey de Espania q[u]e Dios Guarde por muchos años, y va este auto sirva de bastante Real provición en resguardo del Pueblo de Santa María Guelacee, onde mandamos que tengan su Yglecia y Templo de la Virgen donde oygan la Sagrada Missa como Christianos Catholicos ensalcen el Misterio de Dios Nuestro Señor para que Dios les de la Gracia, y buena muerte y sus tierras en contorno [552v] cuiden no concientan Rancheros en sus tierras y muestren este Despacho á los Codiciosos y daran cuenta en esta áudiencia para providencia Mayor en ello, y se guarde todo por dicho, y practicada en este testimonio, Señor Don Diego Martinez Marquez de Casafuerte Ydalgo de casa de castilla, y ello va sellado en un pliego y los Juezes que lo adelante fueren atiendan el auto sodicha por ante mi, Jacinto de Mota Escribano de Camara, Rubrique el auto en esta Chancilleria = El auto proveido del Pueblo de Santa María Guelace, el pueblo de Santa María Guelacé (sic), y Escriptura y título que otorgaron los del Pueblo de Tlacochaguaya todos binieron, todos de este Pueblo de Santa María las Milpas, porfiaron los del Pueblo de Tlacochahuaya de medir las tierras desde la primera cassa que está por parte del oriente, se volvio a medir desde la primera cassa hasta llegar a la orilla del Barrio de San Sebastián Rua Yulachi donde esta un Palo de Huage y una piedra Blanca, y la mojonera de las tierras que les toca a los de este Pueblo de Santa María Guelacee Novecientas medidas con varas de medir, y puras penas alcanzó el Palo de Huage linda con las Tierras del Pueblo de Tlacochahuaya coge por la parte del norte, coje por las tierras de humedad donde está una Piedra azul, linda con las tierras del Pueblo de Tlacochahuaya se midieron novecientas varas cumplidas coje por la parte del [f.553] poniente, devajo un palo Negrito állegó novecientas varas desde la primera cassa cogio cogió (sic) las Novecientas varas de tierras se les midio por la parte del Poniente coxo parte del sur se midieron otras novecientas varas Junto del camino que se va para San Sebastian donde está unos los Palos de negritos, esta un peñasco grande, aqui allegó las novecientas varas linda con el sitio de Don Juan Grixalva y Don Domingo de Albarado, y Don Juan de A[l]barado Casiques Naturales del Pueblo, y Cabecera de San Juan de Tectipaque, ttodos volvieron a quince de Abril del año de mil Quinientos, y ochenta, y quatro vbieron de medir las tierras como se midieron las tierras de su comun todos los hijos tributtarios de su Magestad Juridicion del Pueblo Cavecera San Juan de Tectipaque Governador y Alcalde Pucieron este Pueblo de Santa Maria Guelacé como el Pueblo fundado antecedente se compartieron las tierras y mojoneras antiguamente estan en pocecion los de este pueblo de Santa María de Guelacé, todos los de Tlacochahuaya asigun ma[n]daron medir con todos los Justicias para hagan, y hicieron esta Escriptura balimiento para cualquiera tiempo constara ante el Superior Gobierno de Justica desde las Tierras de humedad adonde está la mojonera la piedra asul grande de cantera coge para el camino del Rastradero por devajo de los Paderones de la Yglecia antigua coge por el serro de los serros, y Rios de los Palos de otate hasta llegar la cumbre del Serro adonde hace un Patio grande está la mojonera con [553v] letras adonde se dividen las tierras del Pueblo de Tlacochahuaya y el Pueblo de Coyotepeque, y el Pueblo de Tlacochahuaya cogen sus tierras por el cerro de Guiárij las tierras de Santa María Guelacé coxe las tierras y asta el serro de Salta el Puerco adonde estan los Pitalla de organo linda con las tierras del citio de Grigalva por la parte del Sur baja hasta el serro de los Negritos Junto del camino de que se va a San Sebastián = aquí no se save lo que dice por estar roto = del Pueblo de Tlacochahuaya que una veces mando El Rey Nuestro Señor a todas las Justicias que hagan y cumplan con su Justicias con su Real ministracion de Justicia, mandaron hacer esta Escriptura de balimiento ante cualquiera Juezes como binieron, y vieron al Pueblo de Santa María Guelacee, su pena de novecientos pesos para los gastos de la Real Cámara de Su Magestad el que contradixere esta Segunda Posesion será multados los Novecientos pesos de pena el que estorvare las Poceciones Juridicas con testigos de acistentes Españoles que vieron esta Pocecion de vista esta Segunda Pocecion quedo para todos lo venidero tengan gozos hijos y nietos y Bisnietos y Raiz gozen todo esta pocecion juridico por en quanto estan en la mojonera de las tierras del comun y cavecera de San Juan de Tectipaque cavecera de todos los sujetos como cavecera que son dejaron al Pueblo de Santa [554] María Guelacee en la mojonera antigua Donde hicieron la Comparticion con los de Tlacochahuaya = aquí no s[e] sabe lo que dici por estar muy roto = Nuestro título General que tenemos por lo qual todos la Justicia del Pueblo de Tlacochaguaya firm[am]os esta Escriptura de Balimiento ante los testigos que vieron esta Partición que se hiso esta Segunda Pocecion = Don Francisco Calderon, Testigos = D[o]n Domingo de Sepeda, = testigos Juan Ramires, testigos D[o]n Domingo Cortez = Juan Martin Alcalde = Rexidor Salvador Martin = Pedro Perez Rexidor = Alcalde Domingo Perez = Don Domingo Gomez Governador = Escrivano Don Domingo de Velasco: hice esta escriptura: de Balimiento madaron hacer de los del Pueblo de Tlacochaguaya, En este Pueblo de Santa María de las Milpas Pueblo Nombrado La Idioma Zapoteca Santa Maria Guelacee Juridicion de Chichicapa: oy dia Lunes a quince días del mes de Marzo del año de mil Quinientos ochenta y quatro se otorgó esta Escriptura de las tierras del comun de este Pueblo de Santa Maria Guelace con todo la Republica de la Cavecera de San Juan Tectipaque allegaron con todos los Principales, Oficiales de la Republica Juntamente con el Pueblo de San Sebastian hicieron la consulta con todos la Republica del Pueblo de Tlacochaguaya Juntamente con el Bario de San

107 Sebastian dieron orden, y providencia que por Su Majestad se hizo las Escripturas de la comparticion que se hizo de las tierras de este Pueblo de Santa María Guelazee por la parte del oriente se midieron las tierras = aquí está roto es papel no se [554v] puede leer = Se midieron cumplidas las medidas linda con el Barrio gualachid, de San Sebastian Juntamente con el Alcalde del Barrio Ruatani, entregó la pocecion de las tierras del Pueblo de Santa Maria Guelacee, Por la parte del Norte Se midieron otras Novecientas varas, desde la Yglecia vino a caer las medidas en las tierras de vmedad a donde hace un Royo pequenio quedó la mojonera una piedra azul, por mojonera quedó con la pas de todos los caciques, y principales del Pueblo de Tlacochahuaya coge por la parte del Poniente lindando con las tierras de tlacochahuaya a donde esta vn Palo de Negrito allegó Novecientas varas que se midieron cumplidas por la parte del Sur; otras Novecientas varas Junto del camino a se va á San Sebastián linda con el sitio de Don Juan de Grigalva, y linda con el sitio de Domingo de Alvarado del Pueblo de San Juan de Tectipaque, adonde dan fin las medidas ques devajo de un palo de Negrito que esta del esta Junto del camino quedó una piedra amarilla de aqui Salio la pocecion a rreconocer a la orilla del Barrio de San Sebastián Guvilachi Junto del Rio de agua quedó la mojonera clavada y con la cruz puesta en las quatro partes que llegaron las medidas de las tierras de su comun de este Pueblo de Santa María Guelacee tomaron su Pocecion alrededor de sus mojoneras, con sus medidas que se midieron sus tierras de su comun por mandado, y orden de tres Pueblos juntos se hiso esta Escriptura en vista de toda la republica, caciques y principales se hizo esta [555] Escriptura en vista de toda la republica, caciques y principales si hizo esta Escriptura Juntamente con el serro pasan de las tierras de la Cavecera juntamente con las tierras del del (sic) Pueblo de la Cavecera que llega hasta la cumbre del serro del salto el Puerco linda con el Pueblo de Tlacochaguaya por la parte del norte; y por la parte del Poniente linda con las tierras del Pueblo de Coyottepeque p[o]r la parte del Sur entras las tierras y sitio de Don Juan de Grijalva y Don Juan Alvarado este serro sirvan los de este Pueblo de Santa María Guelacé saquen leiña para el gasto de su mantenimiento Juntamente con el Pueblo de Tlacochahuaya sin sobre pasar el serro de quierij en donde han de llegar al patio llamadose de opilla linda con los de Collotepeque, y linda con el Pueblo de Tlacochaguaya: Esta Escriptura se otorgó ante todos las Justicias y Repúblicas con orden de su Justicia se otorgó esta Escriptura para que valga a lo venidero, vista de todo el comun del Pueblo de Tlacochaguaya con su orden de ellos los caciques y principales se hiso este Escripto balimiento ante qualesquiera Justicia de su Majestad executen de su Justicia ponemos la pena de quinientos pesos para la caxa Real de su Magestad el que no obedeciere a la Real ministracion de Justicia, el que contradixere la pocecion de las tierras y las medidas que se midieron desde la Yglecia del pueblo de Santa María Guelacee quedó la poceción quieta y pacificamente sin pleito ninguno sin desenciones ningunas quedó la pocecion en conformidad ambos Pueblos quedaron por testigos Juridicos vista de ojos que dieron sobre estas tierras el comun para que conste lo venidero por que no digan los del Pueblo de Tlacochaguaya y los del Barrio de San Sebastián Yu, lachi, [555v] quedaron en su mojonera de sus tierras, si acaso en algun tiempo qu[i]sieren algunas Personas meter Pleito a este Pueblo de Santa María de Guelacee pagarán la pena quinientos pesos para los gastos de la Real Caxa de Su Magestad y costearan las ministracion de la Justicia que binieren a ministrar esta pocecion, y esta Escriptura de vista de ojos como consta todos los testigos que se hallaron precente en esta pocecion firmaron todos al pie de esta Escriptura de las tierras de este Pueblo de Santa María Guelacee quedaron con tierras de humedad por la parte del oriente y por la parte del Norte quedaron con tierras de humedad y el Royo de agua con Dies ocho casados de los que fundaron este pueblo, yamadose Juan Perez y Domingo Perez, Baltazar de los Reyes, Juan Martin, Pedro Martin Domingo Luiz, Pedro Espinoza Juan Santiago Rexidor, Alguacil mayor Domingo Luiz de este Pueblo de Santa María Guelacee = Domingo Perez testigos del Pueblo de Tlacochaguaya = Salvador Martin testigo del Pueblo de Tlacochaguaya = Baltazar de los Reyes testigos del Barrio de San Sebastian = Juan Perez testigo del Barrio de San Sebastian = testigo Domingo Perez del Barrio de San Sebastian = Alcalde Domingo Gomez del Pueblo de tlacochaguaya = Juan Martin Alcalde del Pueblo de tlacochaguaya = Domingo Luiz Rexidor del Pueblo de Tlacochahuaya = Alcalde de la Cavecera Don Domingo de Albarado del Pueblo de San Juan tectipaque = Juan Sanches Alcalde del Pueblo de San Juan Tectipaque = Rexidor Pedro Sanches del Pueblo de tectipaque = [556] Salvador Martin Rexidor del Pueblo tectipaque = Escrivano Juan Sanches como celebramos esta Escriptura de las tierras de este Pueblo de Santa Maria Guelacee con mucha paz, y quietud se acavó de celebrar esta Escriptura se otorgó con orden de su Magestad- Oy dia Lunes á quince dias del mes de Marzo año de mil quinientos y ochenta y quatro se otorgó este Escriptura y autos de Pocecion de Bista de ojos que huvo en virtud de las Escripturas que se hizo en precente, y precencia de los Justicias del Pueblo de Tlacochaguaya, como llegaron con otros vecinos que es los de San Francisco que estan vecindado con todos sus testigos q[u]e llegaron a ber las medidas de tierras que se midieron aqueste Pueblo de Santa María Guelacee de las milpas para que lo benidero no haiga Pleito algunas sobre de las tierras porque desde aquí llegan

108 las mojonera de la cavecera por lo qual huvo esta conformidad se hizo este Escriptura y auto de todos los testigos que vinieron con la hacitacion de nueve dias cumplidas se acavaron todos los pasos que dieron sobre de las tierras de este Pueblo de Santa María todos los caciquez y pr[incip]ales del Pueblo de tlacochaguaya se regaron, y regalaron de de (sic) combite que tuvieron y Gasto y costumbre comieron todos y vevieron vino Blanco, recivieron con buena voluntad por que huvo en conformidad, y se acavó con mucho gusto, y quietud este Escriptura de la conpustura de la compocecion de que se acavó entre nu[e]ve dias no huvo estorvos ni impedimentos sino que fue con la gracia de Dios Nuestro Señor por que estan p[o]r iguales [556v] y uniones y hicieron este obligacion y escriptura de Pocecion Juntamente con los de San Francisco Juridicion del Pueblo de Macosuchil se hayaron al cavo de los nu[e]ve dias quando huvo el combite allego el Governador del pueblo de Macosuchil Don Miguel de Leon con el casique Don Matheo Pacho, y Don Miguel Morales, y Don Jacinto de la Cerna sirvieron de testigos Juntamente con el rexidor del Pueblo de San Francisco Pedro de Santiago, Domingo Luiz Alguacil mayor del Pueblo de San Fran[cis]co todos vieron esta escriptura y auto que se otorgó en vista de los casiques del Pueblo de Macosuchil como testigos que son de estos Mojoneras que se clarearon por los quatro vientos que como quedó el camino de Rastradero del Serro adonde saquen su leña de los de este Pueblo de Santa María Guelacee como constará este auto de Pocecion si acaso huviere algun impedimento de tocante del serro que linda con los del Pueblo de Collotepeque hasta la mera cumbre del Salto del Puerco adonde están los Pitallales de organo sin sobre pasarse en los lugares con so pena de gravisimos, y el mandato de la real ministracion de Justicia pagaran la pena de Quinientos pesos para las Justicias de Su Magestad si acaso huviere algun estorvo sobre las tierras, y el Serro estamos prontos los de la cavecera de favorecer a los hijos de este Pueblo tributarios de los Juridico, como son tributarios de Su Magestad cada uno recivieron sus solares de tierras, y tierras para su sembrados todos los dichos [557] Naturales tributarios de su Magestad en qualesquiera tiempo constara esta Escriptura y auto de Pocecion ante qualequiera Justicias Naturales y Becinos de este Pueblo muestren el Escrito que tuvieren y si no huviere quien les estorve las Poceciones buena conformidad como se acavo este Escrito en formidad con la Paz de Dios Nuestro Señor, y si acaso huviere algun tiempo dessencion con los vecinos que estan firmados en este Escripto mediante Dios Nuestro Señor tenemos Nuestro Señores Juezes del Superior Govierno quien nos atienda a todos los hijos tributarios del su Magestad Auto de pocecion de este Pueblo de Santa Maria Geelacee qualquiera persona q[u]e se motivare con este Pueblo de Santa Maria de las Milpas Daran parte a la Cavecera con lo que resultare queda en caveza de la dicha Cavecera de mirarlos porq[u]e quedaron en los linderos de la Juridicion, y viviran por todos devajo del orden de la Justicia los miren como tributarios que son, y si acaso pasare mas adelante dé parte á Señor Juez de su Magestad por que se conoce a la Jurisdicion de Chichicapa que es a donde estan la Justicia de Nuestro Superior quien nos ha de atender en este Auto de Comun de este Pueblo todas las Diligencias quedaron bien echas por que fueron bista de ojos todos sin sobrepasarce de mas para su propiedad de todos los hijos tributarios de su Magestad. &a. Testigos Domingo Perez del Barrio San Sebastian, Juan Perez de San Sebastian = Baltazar de los Reyes testigos del Barrio de San Sebastian = Alcalde Domingo Gomes del Pueblo de Tlacochaguaya = Juan Martin Alcalde de tlacochaguaya = Rexidor Pedro de Santiago de tlacochaguaya = Alcalde de la cavecera Don Domingo de Albarado del Pueblo de San Juan Tectipaque = Juan Sanches Alcalde de San Juan tectipaque = Salvador Martin testigo del Pueblo de tlacochaguaya [557v] Rexidor Pedro Sanches del Pueblo de Tectipaque Escrivano Juan Sanches quien otorgo este Pocecion de las tierras = Salvador Martin regidor del Pueblo de Titictipaque _____ Concuerda con las Diligencias que sita y originales rubricadas con el mapa que le acompaña devolvi a la parte de estos Naturales, las que estan vien maltratadas y en papel Blanco, a ecepcion del Primer Pliego que aparece sellado del mil setecientos cinquenta y uno, y sinquenta y dos Ygualmente el mapa Rubricado por mi y acomulado á estas Dilig[encia]s es a la letra del Precentado va fielm[en]te corregido y concertado siendo testigos Don Jossef Ramon de Rivera, y D[o]n Jossef Raphael de herrera Vecinos de esta Ciudad de Antequera valle de Oaxaca donde es fecho a ocho días del mes de mil setecientos y ochenta y dos años y va en estas siete fojas, y en ocho lo devolvi a la Parte original en conformidad de lo mandado = Emendado = 7 = 1 = Barrio = de = vale entre renglon = del Varrio de San Sebastian vale. En Testimonio [signo] de Verdad Derechos p[o]r R[ea]l Aranz[e]l. Josef Alonzo Romero Es[criba]no M[ay]or

109 ÍNDICE DE ILUSTRACIONES

1. El Valle de Oaxaca. Principales cabeceras coloniales y las tres poblaciones de este estudio 2. Genealogía de Macuilxóchitl 3. Topónimos nahuas de los señoríos de Teitipac, Tlacochahuaya y Macuilxóchitl 4. Jurisdicciones civiles y eclesiásticas en el Valle de Oaxaca 5. El valle de Tlacolula al finalizar el siglo XVI 6. Iglesia de Teitipac 7. Ex convento de Teitipac 8. Interior del ex convento de Teitipac. Pintura mural 9. La iglesia antigua de Tlacochahuaya 10. Iglesia de Tlacochahuaya 11. Interior de la iglesia de Tlacochahuaya. Pintura mural y órgano 12. Ex convento de Tlacochahuaya 13. La iglesia antigua de Macuilxóchitl 14. La iglesia de Macuilxóchitl 15. Mapa de Macuilxóchitl 16. Probable ubicación de los sitios de Chibayala y Lachixoba, así como de los pueblos de Santo Domingo Suane y San Jacinto 17. Mapa de Santa María Guelacé 18. Esquema y textos del mapa de Santa María Guelacé 19. Mapa de Tlacochahuaya 20. Título primordial de Santa María Guelacé de 1581 21. Título primordial de Santa María Guelacé de 1584

110 Pueblos en movimiento. Conflicto y poder en el valle de Tlacolula, Oaxaca, durante la época colonial de Beatriz Cruz López

Agosto de 2012 (edición impresa)

Septiembre de 2013 (edición electrónica)

Coordinación: Patricia Delgado González

Corrección: Carlos L. Wagner E.

Diagramación: Rosa Ma. Manzo Mora

Portada: Guadalupe Lemus Alfaro

El Colegio de Michoacán