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WENCESLAO VARELA AUTOR NATIVISTA

OTROS TITULOS OEL MISMO AUTOR

VINCHAS

DE CUERO CRUDO

D'ENTRE CARONAS

PROXIMO A APARECER NAZARENAS DE HIERRO

CANDILES i

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I; WENCESLAO VARELA

CANDILES VERSOS GAUCHESCOS

Prólogo de Osiris Rodríguez Castillos

QUINTA EDICION

Ibicuy 1091 Teléf. 9 17 32 Montevideo - Uruguay Queda hecho el depósito por el permiso autora! pertinente.

Impreso en el Uruguay Printed in Uruguay

Este es un libro de la Editorial Cumbre. Talleres: Yaguarón 1503. Realizado por la Imprenta Robinson. Montevideo - Uruguay. DEDICATORIA

A mis padres, para que, en la tenue luz de mis "Candi­ les", llenen sus ojos opacos y activen el ritmo perezoso de! corazón cansado.

INDICE Fág. Prólogo 9 Por la muerta La respuesta Charrúa Poncho'e Patria" Reflexionando El chasque Feliciano Romance al Negrito e'pastoreo El Barcino Dureza La ida del gaucho De la vida El Varo Facón Fidel El tiro'e bola Pa qué

La carreta QOOLnN»QQOa\4s»-*x0O\KJO5O^Juiuu s

La cuenta “ La "Yerra" A güeñas La tropa Entre trago y trago La cruz Por el Tata A sangre y juego

Jagüel \OO\Nl\OOiUJO'>J

Vicio — Gaucha Consejos La guitarra de Fleury 90

PROLOGO

Fue en nuestra primera infancia que nos encontramos por primera ver con la poesía de Wenceslao Varóla. Se trataba del poema "Por la Muerta", y estaba incluido en la página literaria de alguna revista rural.

Nosotros, aún jugábamos "a los matreros". Los circos criollos (tra* dicfón generada por el de los Podestá) aún llevaban de pago en pago la inquietante presencia de Juan Moreira. Allí mismo, en nuestro Sarandi del Yí, los vecinos señalaban una no muy lejana estadía de Martín Aquino. Toda la historia (y toda la leyenda que es la forma trascen­ dida de la historia) se corporizaban en tal o cual domador o en tal o cual servidor de "la del 97" o "la del 904", que matrerió... que fue lencero... que sobrevivió entre los pocos de la carga de Arbolito...

Por nuestro pueblo, al que aún no había llegado el ferrocarril, y en el cual presenciamos el advenimiento de la luz eléctrica, pasaban como en los tiempos de Azara o Concol ocorvo "innúmeras manadas", claro que no en salvaje libertad como entonces 6ino conducidas por tí" picos troperos hacia algún punto indeterminado (para nosotros) del sur. Allí estalló alguna noche el alarido, el gemido entrecortado, el in­ sulto barbotado en el choque de dos voluntades matadoras, el breve y definitivo tiroteo... Y alguna ingenua tarde de verano vimos pasar, de a pié, el asesino tinto en sangre, con la cabeza y las manos pesadas de culpa, arreado por un "milico" de a caballo como un ternero "suelto *. Aún existía, respetado por el hacha, el "Rincón de los Matreros"; paraje enfoscado y equívoco con potriles seguros y aguada permanente, donde persistía fuertemente evocado el recuerdo de sus antiguos ha­ bitantes. . . En el Paso del Rey (nombre conservado desde los tiempos del coloniaje) junto al Puente de Madera, había "luces malas"... En h Laguna Redonda, una mujer de blanco se peinaba a las doce de la nacho sobre el espejo de agua. . . En el Huerto de los Talas había una cruz de palo donde nunca faltaba el consabido cabito de vela protegido por una botella rota.. . Un rancho solitario junto al Malbajar nos mostró por mucho tiempo una moña de crespón clavada en la puerta, símbolo de tragedia mecido por el viento como una triste mariposa nocturna... Tal o cuál tapera quedaba como recuerdo de una fantástica degollina que se llevó a cabo, como era de práctica, "sin dejar vivo ni al perro", y fue aquí o acullá que los hermanos.. . ¿Quiroga?. . . le hicieron "patancha" a la policía. . . En éste medio ambiente, como decíamos, nos encontramos por vez primera con los versos de Wenceslao. Y todo en ellos era verdad. Todo en el pago lo atestiguaba. El transfondo dramático del poema coincidía perfectamente con el paisaje, las costumbres, las supersticiones, la posi­ ción social y económica, la sicología de la mayor parte de nuestros cono­ cidos. Claro está que, por entonces no razonábamos de esta manera, sino qué nos impresionaba directamente la composición sin saber, ni preten­ derlo, en que cualidad suya se Originaba el impactó. Nos encantaba sim­ plemente la sensación de agudo realismo que desleía la página y, más de una vez, creimos ver a "Goyo" o a "Gonzalo" entre los cetrinos troperos que pasaban arreando novilladas rumbo al sur.

La noche temerosa con su poblada soledad, las pesadas techumbres tormentosas resquebrajadas por coléricos relámpagos alumbradores de cru­ ces, y arroyos desbordados y taperas tenebrosas y duelos a cuchillo, es el ámbito natural, la cuerda profunda, el oscuro manantial de dónde surge la poesía de Wenceslao. Y es natural que así sea. Hombre que desde muy joven hubo de enderezar su caballo por los apartados caminos de la campaña, hombre que, con el desamparo natural del gaucho hubo sie'mpre dé cortar dos rumbos a un tiempo, uno por fuera y otro por dentro, uno en lá dilatada dimensión dé la llanura y otro en la inson­ dable dimensión del alma, ha de conservar por la fuerza, la intacta visión original dél hombre sobre la tierra; por fuerza ha de percibir el estre- mecedór encanto de las tinieblas preñadas de secretos. Porque Wences­ lao Varela no es un poeta gauchesco: és un gaucho poeta; que no da ló mismo, sino qué vale más; porque ya la calidad de "gaucho" agrega algo de poeta al hombre; y la calidad de poeta eleva al gaucho a su máxima expresión.

No faltará quien diga, preocupado sólo por esta versión envasada dé la poesía que es la literatura, que tales condiciones han de traer consigo ciertas limitaciones de orden'estético. Pero nosotros afirmaremos que en tratándose de estética gaucha, no. Lo que trae, és exigencia de uña capacidad de apreciación sólo posible en iniciados; no en literatura precisamente; sino en la libre poesía que surge a raudales dél contacto enamorado y sapiente del hombre con las cosas de la tierra.

De todos modos en esta colección de Wenceslao hay, aún para los puristas, un poema inobjetable en toda su extensión; Un poema que cual­ quier gran poeta firmaría con satisfacción y hasta con orgullo. Un poema que revela todo el largo camino andado por este gaucho poeta en busca de la soñada perfección. Un poema que ha logrado el milagro de la síntesis más ceñida, y sugerente, y reveladora. Un poema en donde las imágenes del más puro cuño, se suceden en sueltos y elegantes trazos hasta la culminación de la anédocta, sólo prevista épor el dominio dé la ética gaucha, piedra fundamental, razón y esencia de la composición: nos referimos a "El Chasqui Feliciano", y de él vamos a destacar un frag­ mento de la estrofa verdaderamente asombrosa que describe a un ca­ ballo, o mejor dicho "al caballo" por antonomasia:

" Es el chasqui Feliciano " que monta un pingo muy güeno; " animal dé nudos cortos, " y de lomó bien derecho, " de encuentros anchos y juertes; " de vasos duros y negros, " y que tiene en las nariceé " triángulos de cuatro alientos".

No analicemos la excelencia de la construcción que tiene la no* bleza de los antiguos romances españoles conservados por tradición oral y heredados en esencia por la primitiva poesía gauchesca. Pasemos por alto las condiciones "del tal" caballo: Candiles va dirigiendo a gente que entiende de estas cosas y. . . mal se íes puede escapar esté aspecto de la descripción. Sólo vamos a detenernos en un detalle revelador del profundo conocimiento que el aütor posee de las más viejas tradicio­ nes cabalísticas: nos referimos a los llamados "alientos", ciertos dimi­ nutos orificios que tienen los yeguarizos éntre los ollares y que según su número revelarían excepcionales condiciones de resistencia en la ca­ rrera. Parecé ser que dicha tradición nos viene de Arabia, donde han morado por siglos los mejores caballistas del mundo. Los actuales vete­ rinarios opinan que más bien sería un defecto, pero eso no quita fuerza a una tradición que ha corroborado a través de los tiempos la superio* ridad de animales con estas características; Don Juan Manuel de Rosas, preocupado criador de caballos, los elegía especialmente para sus tro­ pillas, y así lo consigna cuidadosamente en sus "Instrucciones para la administración de estancias".

Ahora bien: sin este conocimiento que entra de llego en los ar­ caísmos de la tradición gauchesca, no hubiera sido posible la fuerte, galana y fácil culminación de la estrofa de referencia. Es que el cono­ cimiento está ahí, a la mano, olvidado de tan sabido, y surge redondo; terminante; definitivo; broche asombroso de una descripción asombrosa de pór sí. En toda la literatura gauchesca, no se encuentra otra descrip­ ción tan sintética y perfecta del inseparable compañero del gaucho. Real­ mente, como decía José Hernández, "no pinta el que tiene ganas, si no él que sabe pintar"...

El libro "Candiles", es uña colección de poemas que integra; in­ discriminadamente, muy antiguos y casi recientes trabajos del autor. Ya hemos dicho que, de niños, conocimos el poema "Por la Muerta"; "El Chasqui Feliciano" en cambio nos parece de muy fresca data. Es indu­ dable que Wenceslao, hombre que admiramos verdaderamente, ha te­ nido que superar infernales dificultades para imponerse por sí solo, des­ cubriéndolas, inventándolas casi, de las nuevas tendencias literarias. Esto esfuerzo lo consagra como verdadero talento. Sabemos por referencias, ya que la vida quiere que nos veamos muy poco, que tiene otros poemas de la calidad de "El Chasqui Feliciano" y esperamos el día en que tales poemas aparezcan en una nueva colección, para celebrarlo en rueda da paisanos amigos y pregonarlo a los cuatro vientos de la patria como una nueva espiga en la cosecha de la literatura nacional.

OSIRIS RODRIGUEZ CASTILLOS POR LA MUERTA

Ya estaban tuitos durmiendo en la estancia "Los Candiles" sólo quedan custodiando de las brasas, el calor; varios perros, y un paisano que ha caído forastero amargueando mano a mano con Gonzalo el domador.

Al través de varios pagos lo había venido buscando en la ronda de la vida aquella noche lo halló, y después, cuando el silencio se hizo profundo en la estancia al hallarse cara a cara en esta forma le habló:

—r-"Gonzalo, vengo a pedirte vós que siempre juistes güeno en el nombre de mi hermana que te vayas a casar cuasi no me pertenece andar en estas cuestiones, pero qué querés Gonzalo, no la puedo ver llorar.

En aquel rancho no hay calma dende que vós te viniste hacelo por mí, casate; si las juerzas no te dan; yo te doy mi majadita, con tres yuntas la carreta, y con todito mi herraje ensillao el alazán".

Cuando Goyo dejó el pago en procura de Gonzalo había dicho: "Yo no güelvo sin trairlo sumiso aquí, y si es duro y no se ablanda le saco los chinchulines p'a que le aten el umbligo el día que nazca el gurí".

Dijo el otro: "Yo no quise ni un chiquito ansí a tu hermana: me debían una cuenta que jamás olvidaré 14 WENCESLAO VARELA

ella jué la coyuntura conviniente p'a vengarme y sin que ella lo supiera por vengarme le engañé.

Yo también tuve una hermana güeña ansí como es la tuya, mis palabras no le ofendan pues ha de estar junto a Dios; se mató la pobre un día por la traición de un infame y ese traidor, mira Goyo, ese traidor juiste vós!

El hombre aflojó las manos, cayó'el mate en las cenizas ¡"Sos hermano de Regina! ¿Qué decís, se suicidó? ¡Hubo una pausa tremenda! Por el rostro del paisano dejó una güella marcada un lagrimón que rodó.

Y a través de una mirada chocó el rencor y el delito luego Goyo emocionado tristemente continuó: "Pero comprendé Gonzalo, vós que siempre juistes güeno que culpa tiene mi hermana que haiga sido malo yo!

A lo que dijo Gonzalo trágico y enfurecido "—pues me casaré con Rosa si ansí lo dispone Dios pero la muerte e'mi hermana ¡a debés tuita la vida y por el descanso e'su alma tengo que matarte a vós!

Y saltó por sobre el juego, de un tirón le abrió la blusa pero al recoger el brazo pa sepultarle el facón vió un retrato de la muerta colgao al cuello de Goyo como una mano muy blanca protegiendo el corazón.

Y aflojó también los brazos lentamente y lagrimeando quiso hablar pero algo extraño le ahogó en el pecho la voz el facón de mango e’plata, clavao junto a los tizones parecía un crucifijo en el medio de los dos. CANDILES 15

LA RESPUESTA

Recibí con fecha trece, tu sentimental cartita, y te juro que al leerla lagrimié, no soy tan cruel, vos también al escribirla le has hecho el gusto a los ojos. Se ve claro que es con llanto que está manchao el papel

Yo estoy firme en mi capricho como tala en la cuchilla ya se agotó la cachimba que manaba compasión; no me hacen meya los males ni el más cruel de los dolores. Tengo como piedra'e bola, retobao, el corazón.

Me decís: "que injustamente me atravesé en tu camino"... Vos también cruzaste el mío... ¿Sólo soy culpable yo? Iba al trote en el destino por senderos de la vida, se me atravesó un cariño embustero y me engañó.

Razón tube pa dejarte ¡te aguanté tres años largos! Bien sabés que te quería... no te pude soportar. Me tiró del poncho el nene, no te dejé antes por eso... pero los flecos del poncho se empezaron a cortar.

Soy joven y sin embargo varias canas me han salido, porque en el cinto de mi alma te yevo a vos y al gurí, antes sufrí, no lo niego, porque por eso me vine. . . ¡Pero dispués que me vine. .. otro tanto más sufrí! N WENCESLAO VARELA

Muchas de esas noches largas n'el galpón de alguna estancia, sobre el recao, muerto e'sueño y cansancio me acosté; y dispués de muchas horas, sin poder dormir de frío, bajo el viejo poncho e'patria por ustedes dos yoré.

En el yugo el matrimonio nos uñó a lazo el destino; nos movimos recuartiando, dele y dele peludiar... Es inútil afirmarse, hay que tirar muy parejo pa llevar por güen camino la carreta de un hogar.

Embriagaos en las aromas del amor, nos ajuntamos; no supimos comprendernos. .. nos perdimos sin pensar... Pa tomar un rumbo cierto hay que hablar con la experiencia y sin su consentimiento preferible es no rumbiar.

Educá, nomás, al nene... yo te alcanzaré algún peso... la escuela abrirá sus ojos ya que naides los abrió Que no sufra injustamente los errores de nosotros, ¡que no sea el pobrecito ciego como vos y yo!

Mientras haiga en las estancias baguales con crines largas quizá no me falte un peso pa poderte remediar. Pero dejame aquí lejos que naide sepa que sufro, pues yorando bajo el poncho no me pueden ver yorar. CANDILES

CHARRUA

No te has muerto del todo indio el iñudo mientras haigan poetas en mi tierra; tu alma de piedra se ganó a la sierra ande habitaba el puma corajudo.

Te dormiste una noche en los pajales filoso nido de la gaucha flora, dende esa noche, por tu ausencia llora el toldo "abanderao" de los juncales.

Señor de las quebradas, sin religión ni Dios, como el asta'e tu lanza tubiste que quebrarte! te vieron las estrellas como en ruego inclinarte sobre la cruz de un potro clinudo como vos.

De vencido traías tu altiva frente baja. Y en tu cobrizo rostro, diceños de derrota. Quebrada la tacuara, las boliadoras rotas, y te echaste a dormir sobre las pajas.

Tus potros sobre el lomo, otra raza no admiten; tu sangre en margaritas por los llanos revienta; tu alarido salvaje, las gargantas sedientas de jaguares alzaos aún lo repiten.

...... 18 WENCESLAO VARELA

Las tacuaras te esperan con tristona esperanza. Te hacen guardia de honor mirando al cielo, esperando seguro, que te alcés dende el suelo y elijas la más larga pa enhebrar una lanza.

Ya vencido pa siempre, en la lucha bravia, con las ansias salvajes de la muerte, tu boliadora'e piedra la tiraste tan juerte que aura luce mi cielo, tres Marías. CANDILES 19

“PONCHO’E PATRIA”

Amigazo de ayer. Nube azulada que al rajarte una daga con su filo pareció el desgarrón un rejucilo al mostrar tu bayeta ensangrientada.

Humantario y güeno; en las patriadas amortajaste a un cáido en tu regazo, y al que crujió estaquiao a cepo'e lazo lo salvaste del frío de una helada.

Y agarrao por el medio e' pura gala sobre el potro hecho un arco en la ladera mezclao al torbellino e' la clinera juiste un halcón de ensangrentadas alas.

En la lucha aletiaste enfurecido engüelto en un pampero de venganza y en los dos brazos curvos de una lanza le serviste de carpa a un mal herido.

Ande dos parejeros se atracaron mientras un pago florecía en golillas juiste un charco de sangre en la gramilla que las águilas de oro curiosiaron.

Y ocultaste una noche aquel tesoro de trienzas negras y carita blanca que emocionada se sentó en las ancas de mi lustroso parejero moro. . . 20 WENCESLAO VARELA

REFLEXIONANDO PARA AMANDA

Muchas tardes largas se juercn al trote cuando yo mendigo tu amor imploraba, mientras que mi moro se aburría escarbando atao en el trcnco de espinoso tala.

Y el día que pude, ¡vencer tus desdenes! ¡llegar a tu almita, de torcaz baguala!, te arrimé a mi cuerpo, y tomé en tu boca; la caña más linda que más emborracha.

Te siñó en el tórax mis brazos potentes, te alzé tuita en peso!, enarquié tu espalda... Y, beso más largo no ha dao una boca, ni emoción más grande ha sentido un alma.

Dispués, una noche te truje a mi rancho... ¡Ti acordás que noche más linda y más clara? sentada en las ancas de mi pingo moro, cubriendo tu cuerpo con mi poncho'e patria.

Y juiste pal nido de totora y barro —pal'nido del gaucho que'l pago envidiaba-— una torcasita que encuvando amores entre las espinas, escojió sus alas. CANDILES 21

Muchas veces pienso que no te meresco, al verte tan joven y llena de gracia, al calor de un gaucho tan rudo y tan triste con una melena tan negra y tan larga.

Amigo'el silencio, preñao de misterio, —si por no ahuyentarlo guardé mi guitarra—* vos inquieta y linda como mariposa, alegre y cantora como una calandria.

Si me tráis un mate, lo tomo al galope si me tráis un beso te pongo la cara me duelen las piernas del peso'e tu cuerpo si estás un ratito sentada en mi falda.

Las noches de invierno, borroniando versos, te dejo las horas sólita en la cama, cambié tus caricias por la pulpería y el vaso'e tu boca por el vaso'e caña...

Y hoy veo que a veces, nosotros los hombres, hacemos por juerza, las mujeres malas, marcando en la vida con ingratitudes un rumbo cualquiera pa'hacer que se vayan. 22 WENCESLAO VARELA

EL CHASQUE FEUCIANO Para Pocho López y Garlitos Silva

Señales de tiempo malo se divisan a lo lejos tras veinte cerros plomizos que están sujetando el cielo, y cuando se cierra el labio del horizonte sangriento, tormentas de agua y de muerte se ciernen sobre un ejército; que está prendiendo en fogones sobre los lomos del suelo.

Sólo a un hombre y, a un caballo se ha confiao el salvamento: es el Chasque Feliciano que monta un pingo muy güeno: animal de nudos cortos, y de lomo bien derecho, de encuentros anchos y juertes; de vasos duros y negros, y que tiene en las narices triángulos de cuatro alientos. CANDILES 23

Hay confianza de ida y güelta en aquél gaucho resuelto que aprieta, si es necesario, a cualquier lomo su apero; que no lo atajan los ríos, ni pajonales, ni esteros y en la noche más oscura corta un rumbo, como un tiento; hombre capaz de llevar un mensaje al mesmo infierno.

Lo guasquea el rejucilo le brama muy cerca el trueno y él, alzando el cuello duro del poncho azul del Gobierno y hechando p'a el la'o del agua el ala de su chambergo en un trote continuao rendidor y tesonero; es como un tajo a lo largo del territorio desierto.

Hay clavao en el paraje un rancho con dos afectos que con manos invisibles le están tirando el cabestro; y el piensa como güen padre- llegar aunque sea un momento, y cáir allí, de improviso ¡cómo llovido del cielo! de aquel cielo sin estrellas con pechadas de pampero. u WENCE8LAO VARELA

Ya está allí. Por una hendí ja de rústica puerta e'cuero como finísima hoja de un gran facón caronero se está clavando en las sombras la luz de un candil a cebo. .. Penetra, y al inclinarse junto al duro catre e'tientos dos brazos, como dos cintas se le añudan en el cuello.

Ella le dice muy triste: "La virgen oyó mis ruegos p'a que no muriera el niño sin agenciarle remedios yo le he ligado el piecito se está hinchando que dá miedo! y tiene manchas violetas, que deben ser del veneno... Y emprencipió la mujer a lloringuear sobre el lecho.

Hay dos caminos tendidos uno al fortín y otro al pueblo, como enormes culebrones en sentido casi opuesto. Dos caminos muy tortuosos interminables y feos, cortaos por anchos arroyos y pajonales inmensos...! Engüeltos en barro y noche como dos presagios negros. CANDILES

Corta el gaucho la visita. Suenan de nuevo dos besos y se pone cara a cara con la noche y con el viento. Hay un deber y una vida en cruda lucha en su pecho; monta con . .. Un relámpago tremendo le mostró los dos caminos y él, siguió por uno de ellos.

Pasa un día. En los fogones de aquel gaucho campamento enredao en las guitarras anda un triunfo montonero; y allá, por los maciegales rumbo a un triste sementerio, escalando cerrilladas cruza un humilde cortejo; es el chasqui Feliciano que lleva el hijito muerto. 25 WENCESLAO VARELA

ROMANCE AL NEGRITO E’PASTOREO Por el hermoso sable, a mis amigos Los hermanos Viera Guillama Pastorcito de las noches Doradas de luna llena turbulentas de pampero o escrebidas e'luciérnagas.

Sonámbulo del desierto sendero rayao de sendas puntito oscuro en los largos renglones de la leyenda.

Las cerrazones pusieron algodón en tu cabeza y se secaron tus lágrimas al recalmón de las siestas.

Troperito imaginario de los valles y las sierras diamante entre el perlerío blancusco de tus ovejas.

Yo te vide cuando chico juntito a un cabito e'vela que te ofrecí p'a que hallaras mi boleadora primera. CANDILES 27

Era Iindaza me acuerdo: tres guasquillas bien parejas. .. dos tabas grandes de vacas y otra taba más pequeña. Y vós solito la hallaste. Yo ya no daba con ella; en incansable rastreo la había buscao cielo y tierra. Hacia la noche viniste sin duda a cobrar tu cuenta y a ver doblarse el pavilo lagrimeando cebo y cera. ¡Si creo que te estoy viendo mesmo atrás de la alacena! apretao por el silencio y mudo por la tristeza. Estabas allí, en cuclillas, descubierta la cabeza, y los piecitos descalzos como cuando tu nacencia. Un pantaloncito corto de viejo que daba pena y una camisa hecha tiras delataban tu pobreza. Yo juntando mis dos manos —por tu almita santa y güeña- recé una oración luchando con mi ruda media lengua... ES WENCESLAO VARELA

Duendecito del silencio masizo de sombras densas bichito de luz que nunca encendió su fluorecencia.

Que niño no te vió en sueños vaganbundo entre las piedras con un cencerro en la mano y un silbo triste en la jeta.

Huérfano que sólo tienes la luz de un cabito e'vela p'a que se alumbre en las noches tu pobre almita andariega.

En las noches que nos muestran la boleadora de estrellas o guascasos de relámpagos castigando las tormentas.

Hoy güelvo a juntar las manos igual que la noche aquella pero con menos temblor y más soltura en la lengua.

P'a que me encontrés el rumbo que ha de orientarme en la tierra que yo te ofrezco la luz de mi poesía campera. .. CANDILES

EL BARCINO

Un estribo de campana estaba junto ai palenque, el tirador descocido, atrás mesmo del galpón, y después, en la bajada, a unos pasos del rebenque encontró un pión de la estancia con vaina y todo el facón.

Por sospecha, en todo el pago varios fueron detenidos, se encargó de la pesquisa el bravo sargento Adán jueron muchos los informes y los datos recojidos más nunca pudo saberse el fin que llevó a Julián.

Solo jué un perro barcino del drama mudo testigo. Era bravo como fiera fastidioso y rezongón, obedeció solo al amo pa'l que jué como un amigo Dejuramente era cruza, de jaguar con cimarrón.

Pasó el viento de los años llevándose los cardales el matreraje despacio, la región abandonó, el arao enlutó el pago, incendiaron los pajales y a las islas, poco a poco el hacha las achicó.

Se cerró la pulpería, se apocaron los baguales se clavó el güeso'e la taba pa no volver a correr se engalanaron los llanos con el oro e'los trigales y parbas que parecían, bellos senos de mujer. Cierta vez al mismo puesto cayó un gaucho mal vestido pidiendo pa'hacer la noche, en un bailo flaquerón traiba un "patria0 echo pedazos muy viejo y descolorido era un hombre triste y flaco, melenudo como un lión.

No dijo di ande venía, ni que destino llevaba. En compañía del puestero tomó mate y churrasquió bajo el ala del sombrero pálido rostro ocultaba y en silencio, en la cocina, tendió cama y se acostó.

El puestero a la mañana lo halló casi en agonía apenas se le sentían los golpes del corazón con la garganta mascada solo los ojos movía y el barcino junto al juego acribillao a facón.

Al saber lo sucedido se reuñeron varios hombres y acudió la polecía sobre el pucho y con afán y al interrogarlo, soló por averiguar su nombre, le dijo al teniente alcalde: "¡yo juí que maté a Julián!" CANDILES 31

DUREZA

No llorés, no me gusta que agaches la cabeza, ¿o querés que se hablande la dureza e'mi alma con el llanto e'tus ojos, e'tus ojos de juego, que quemaron las alas de mi pobre esperanza.

¿O lloras pa llamarle la atención a esos hombres que no saben, dejuro, el porqué de tus lágrimas? Hacés bien, en la vida tan injusta y mañera emociona el que llora aunque sufra el que calla. ..

Y has venido de juro, pa que yo te perdone, pa que tenga como antes cariñosas palabras; yo perdono a los niños que no saben lo'quihacen y que tarde'o temprano reconocen sus faltas.

Y no a vos, que tenías, una dicha en tu rancho, una dicha a mi costo puramente ganada; y que sólo en la vida, desprecean las embras que de llenas y ociosas se transforman en malas.

Yo no diba a matarlo, se lo he dicho a los jueces... diba solo pa'dentro a juntar mis cacharpas, pero vos temerosa le alcanzaste de un salto el facón carenero que tenía en la cama. WENCE8LA,O VARELA

¿Ti acordás?, entuabía le pegué unos ponchazos pa evitar, aunque juera, de aumentar la disgracia. No quería cortarles ese amor a cuchillo, prefería dejarlos que los dos disfrutaran.

Pero al ver en tus manos el peligro'e la muerte jse secaron mis labios con la sé'e la venganza! Y de yapa, entuavía me enterraste en la celda declarando en mi contra ingeniosas guayabas.

Pero no hade hablandarme la dureza'e las rejas —porque pa él las, yo tengo, la dureza'e la raza que aprendió de los pumas a bramar su fiereza y a morder su veneno, aprendió de las yaras.

No pudieron conmigo ni los toros del monte cimarrones y ariscos, con larguísimas guampas, sujeté los baguales como poste en la boca y heché abajo los duros coronillas y talas.

Y jue máistra mi mano pa las bolas y el lazo, y en los días aciagos, pa empuñar una lanza! y ahura sirve, tan solo, por tu culpa ¡maldita! pa sacar el pañuelo y enjugar una lágrima...

¡No me mires ansina, ni pensés qu'es flojura! Este es solo el rocío como hielo del alma que se sale p'ajuera y al correrse pu'el rostro, como un bálsamo santo alivéa mi rabia.

Y si es llanto, qué importa, es vergüenza si acaso? ¿Y no lloran los cielos cuando el rayo los raja? CANDILES 33

¿y no jime un lapacho que es más juerte qu'el hombre cuando siente en su tronco las mordidas del hacha. ..

¡ Podes dirte canejo, ya se van las visitas; y además no has venido porque yo te llamara. Que me caiga'e los cielos el castigo más grande si te aflojo en la vida aunque sea una cuarta.

No dejés la cubija que trujiste pal frío, no dejés el tabaco ni tampoco la caña yo preciso cariño pa tener alegría y un calor hogareño en lugar de frazada.

No llorés de ese modo ni agaches la cabeza ¿O no has visto en tuavía que tu llanto no ablanda. Además, en mi tierra pa vaquiano no sirve quien se pierde dos veces en la mesma picada. 34 WENCESLAO VARELA

LA IDA DEL GAUCHO

Tiene el pingo ensiliao, se va pa siempre hizo valija el "patria" alzó maletas, le ató el lazo a los tientos, y al pescuezo el sobao mañador hecho cadena.

Lleva el abrazo de una vincha blanca sujetando el temblor de su melena, las gauchas boliadoras y la lanza, el facón, el culero, y las espuelas.

¿Y encontrarás rodeos y cardales —halla en la estancia cimarrona y güeña ande el ombú copudo y generoso a dengún fatigao su sombra niega?

¿Y hallarás las manadas de baguales que arrastran por el suelo las clineras, pa demostrar tu avilidá en el basto, tu sencia e domador y tu destreza.

¡Yo sé que sos, durazo! ¡inquebrantable! mesmo que el ñandubáy que el rayo mella, que ni al pampero le ladiás la cara, ni al toro montaraz le envidias juerzas. C A M D I L E 8 35

Pero vas en derrota; te quebraste cuando el progreso te bolió de cerca. . . se quebraron también las bol ¡adoras del guerrero charrúa siendo'e piedras! ¿Y golverás cuando la patria jima —al ver sobre el peligro la bandera— cuando precise por soldaos titanes pa llevar por delante las trincheras. En un salvaje redomón, un viento, mesclando tu melena y su clinera a redamar tu sangre en las cuchillas pa que vengan dispués y aren la tierra? ¡Monta nomás! y andate con los restos de la gaucha tradición campera y el abrazo ceñido de tu vincha sujetando el temblor de tu ¡melena! No dejés la guitarra pa'l regreso! —pa llevarla algún día cuando güelvas— te vas lo mesmo que se jué el charrúa pa no pegar nunca jamás la güelta. No la dejes, crúzala a tus espaldas como gaucha y resuelta compañera que parezca una novia sobre el anca recitando en tu oído alguna décima.' Llévala ande vos vallas. Que te sirva —en tu noche sin rumbo y sin estrellas— pa enredar en sus cuerdas tus pesares y enterrar en su caja tus tristezas. WENCESLAO VARELA

DE LA VIDA

Tras un sendero decierto espejiaba una laguna y parecía la luna un medallón de oro muerto.

En los zarzales, el río, enredaba sus murmullos y el cielo ponía en los yuyos lagrimones de rocío.

Las aves hacían derroche de cantos en el estero, y un signo de malagüero pintaba un búo en la noche.

Vos, como un ángel de bella divinamente extasiada, mirabas la cruz ladiada que forman las cuatro estrellas.

Y los bichitos de luz jugando con tizoncitos pintaban caracol ¡tos al pié de esa mesma cruz. CANDILES 37

Yo llegué allí, sin querer. ¡Porque Dios o el Diablo quizo! y me embriagué en tus hechizos tentadores de mujer.

Tu pelo en copiosa mata cáiba en tus hombros desnudos, y tus senos puntiagudos te agujeréaban la bata.

¡Te asalté con anda loca!: ceñí tu cuerpo en el lazo aguantador de mi abrazo... Tu grito se ahogó en mi boca.

Pero esa cuenta de honor la reconocí como hombre, a tu hijo le di mi nombre y a vos, mi rancho y mi amor. 38 WENCESLAO VARELA

EL YARO

Los piones hacía rato que estaban durmiendo. El capataz y el "yaro" quedaron levantaos, cuidando los tizones como perros vaquianos que atajan el rodeo dispués que lo han parao.

Este tomaba mate, aquel con un palito, pintaba en la ceniza la marca del gatiao, del zaino, el porcelano, el azulejo, el moro, del bailo y el tordillo, del ruano y el tostao.

Era el Yaro un botija de nueve primaveras, primaveras muy tristes sin flores ni verdor primaveras con días aburridos y grises, el iba por sus días en brazos del dolor.

Su madre jué sirvienta en esa mesma estancia. Le había dicho hacía mucho el negro alambrador. Después murió la pobre. El Yaro quedó chico y ansí creció a la sombra del árbol del rigor.

Sabía por el negro, y el negro no mentía, que era hijo bastardo del viejo capataz, mas nunca hayo una frase cariñosa de ese hombre, lo trató desde chico, como a un perro nomás.

Nunca tubo un consejor, ni un "mimo" pa su hijito: Cuando el bailo nochero la pierna le quebró, no entró siquiera a verlo durante estuvo en cama, ni si era vivo o muerto a nadie preguntó. C A N D I L E 8 39

Descalzo, mal vestido, el pelo en crenchas largas, fue el primero que al frío temporal se enfrentó y allá cuando muy tarde llegaba a la cocina jué el último que al juego temblando se sentó. Y el nunca se quejaba porque a quien no tenía. Era menos que un perro. Siempre estaba de más. . . Cuando en las noches crudas, al verlo tiritando, si alguno le dió un poncho, nunca fue el capataz. Y el Yaro necesita un hombre que lo quiera ya que su pobre madre no lo puede "querer'' Un hombre cariñoso a quien decirle "tata", "si tubieran los hombres corazón de mujer". . . Por eso es que esta noche se quedó levantao: quiere hablar con su padre antes de irse a dormir, y le aguanta las juerzas a las manos del sueño que le tira los párpados hasta hacerlos unir. Iba el gurí a decirle, que si es verdá del negro que él es su propio padre, pero piensa al hablar: "Le debe dar vergüenza tener un hijo ansina" y de un modo muy triste empieza a sollozar. Después se va muy lento, con pasos de felino se para junto al banco ande su padre está ¡desenvaina el cuchillo con temblorosa mano y lo clava en la espalda de su ingrato papá! Al otro día, los piones, cuando se levantaron encontraron al viejo, ¡junto al juego tirao! y delatando el rumbo, las pizadas del Yaro en dirección al monte por el patio mojao. 40 WENCE8LA0 VARELA

FACON Para mi gran amigo Pascualito Diaz

Custodia en la cintura del paisano, confianza de celoso compañero, amigo inseparable del matrero, rejucilo en la sombra de su mano.

Lengua filosa, que dentro projundo en trincheras del poncho defensor pa implorarle perdón al redentor serviste e'crusifijo a un moribundo.

Jué tu marca imborrable en una cara uniendo una quijada y una frente y serviste de lanza pa un valiente atao al culebrón de una tacuara.

Y en la tumba de un "caído" en una loma respondiste de una madre la pregunta con palabras grabadas con tu punta en un pedazo e'cuero de carona.

Y sin más protección que la del cielo tu dueño ante el peligro pensó en vos se acordó de tu ayuda antes qu'en Dios y en tu hacerada cruz alió un siñuelo. CANDILES 41

Destructor de alambraos en las cruzadas, vara de acero pa medir coraje y entre caronas del bagual salvaje peligro de crucera emponzoñada.

Pararrayo e'l hachazo. Impenetrable jué el pecho por tu guardia defendido. Y centella é chispiantes estallidos en la brava tormenta de los sables.

Reserva 'e precaución, bravo y certero compañero e* delitos del "alzao". Sos del juez del progreso una sentensia en la celda'e tu vaina prisionero. 42 WENCESLAO VARELA

FIDEL

Jué una noche clara, de luna en menguante de un junio tan frío, que helándome está; como una golilla, blanquiaba la helada tendida a lo largo del Arerunguá.

No sé si mandinga andaba esa noche, lo cierto es que, ¡diande poderme dormir! Ojalá me hubiera dormido del todo. Me duele entuabía lo que hecho sufrir.

Me tiré del catre, con cierto fastidio al sentir los perros, a gente ladrar, y vide, en la sombra, de un cerco de talas que al galpón un hombre pretendía entrar.

Me cruzé el de apala, me engolví la faja, más bien por costumbre, manotié el facón y me juí agachando por atrás de un brete con la certidumbre que juera un ladrón.

Lo vide clarito? Jué al gancho'e la carne, no encontrando nada, por casualidá. CANDILES 43

¡Era un mozo güenc como el pan bendito; mire hasta ande llega la necesidá!

Yo lo conocía, era un gran amigo, pude comprobarlo, pues más de una vez, cuando de Entre Ríos traibamos baguales en distintas formas probé su honradez.

Pero allá en su choza tenía seis guríces que, dende esa noche, huérfanos están y qué no hace un padre que quiera a sus hijos si llorando de hambre le reclaman pan.

Y en el rancho pobre de rotas paredes temblando de frío la infeliz mujer, con cuentos de brujas calmaría los hijos, esperando a su hombre p'a hacer de comer.

Como iba diciendo: traté de ocultarme, pero en ese instante salía del galpón y dejuro, al verme, de golpe y zumbido le causó, quien sabe que fiera impresión.

Sorprendido el pobre perdió los estribos desnudó la daga y me atropelló! El frío 'e la helada que esmaltaba el campo lo sentí en mi cuerpo, esa noche yo.

Talvés de vergüenza no alzaba la vista; yo alcansé a gritarle: "respete Fidel, no me comprometa ¡piense en sus gurices!" Pero estaba ciego el cristiano aquel. 41 WENCESLAO VARELA

Nunca vi una daga más serca ezmis ojos como un rejucilo brillaba al pasar? le ladiaba el bulto, y en la mesma panza como fría culebra la sentía rozar.

Perdí las chancletas, extravié el sombrero !como cuadra y media me hizo recular! a los resfalones entre la gramilla, con helada y todo alcancé a sudar.

Y viendo dejuro, que me achuraría no había ni un testigo, el cielo era el juez, eché mano al fierro, y, hasta luego amigo, ¡Qué remordimiento me a quedao dispués!

Al pensar canejo que al rancho derruido dispués de esa noche de frío tan cruel en lugar de carne p'a los guricitos llebaron el cuerpo del pobre Fidel. CANDILES 4S

EL TIRO’E BOLA

(Al libro "Charabones" del poeta Claudio Servetto Cortavarría)

No ando en mi moro: este crudo, que ni lo he sacao del trote tiene apenas tres galopes y ando a "señas" como un mudo. Pa mejor me quedó duro y escuende el mate ande quiera. . . Anque traigo "ñanduceras" vengo con miedo de errar pues es difícil boliar en bagual y campo ajuera!

Son sus gauchos "charabones" flores que tráin enredadas de las charrúas quebradas el perfume en los alones. El calor de los fogones de ennegrecidas cocinas. De la flora campesina el rojo de los ceibales. La clinera'e los baguales y las trienzas de las chinas. WENCESLAO VARELA

Traían de bajos y cuchillas el color en tono vivo y del lenguaje nativo la expresión franca y sencilla. Aleteos de golillas, corcovos recios de lanza, y hay puesta, a la gaucha usanza en cada verso con tino la firmeza'e los caminos largos como una esperanza.

Traen la violencia é'l hachazo —del duelo crudo y sin calma— entre dos criollos de alma dura como trienza'e lazo y de un cariño machazo. Las medias lunas de un beso sellando los labios gruesos de la china preferida con tristeza en las partidas y alegría en los regresos.

Muy güeno es "Revelación" "Pal Piquete" y "Relanciando" hay mucha chispa en "Soñando" poesía en "Sauce llorón" En "Gtieyas" y "Maldición" hay corazón y coraje y en "Lanceras": un salvaje ímpetu que en lanzas brilla. Maza'e naipes "La tropilla" por lo variao del pelaje. CANDILES 47

"Charabones" que en montón por la campaña cruzaron y en mi alma gaucha dejaron una güeya de emoción. Es grito de tradición de nuestra raza bravia la que en constante porfía con el progreso luchando cruza, en sus alas llevando jirones de rebeldías. 48 WENCE8LAO VARELA

PA QUE

Nací como lo pumas en los pajales me crié campiando rumbos de loma en loma y le robé los trinos a los zorzales enredaos en zimbrones de las bordonas.

Las rosadas auroras de cada día adornaron mis sueños dende muchacho y escrebí las primeras estrofas mías a facón en el tronco de los lapachos.

Muy temprano por cierto me despertaron los gritos de mandato, de mi destino y locas inquietudes, que me tentaron a pisar las culebras de los caminos.

Enristrando mi pluma, como una lanza a corazón y brazo me abrí salida y en el criollo incansable de mi esperanza en busca de horizontes dientré a la vida.

En la vida, mis sueños dejé dispersos a cambio de experiencia y de dolores, dolores, que en mi pecho se hicieron versos, y versos, qu'en mis labios se hicieron flores. CANDILES 4»

Adorné mi guitarra, con mis quereres y la cinta sonora de su armonía y libé en los pimpollos de las mujeres pal camoatí sabrozo de mi poesía.

He rendido a mis sueños caro tributo; ahura que nu'hay remedio lo he comprendido. .. cultibé mi cerebro pa dar su fruto y aprendí los caminos pa andar perdido.

Ahura que el desengaño corrió la venda que apretaba mis ojos como una garra veo solo seis cuerdas como seis sendas que me guían al fondo de mi guitarra. WENCESLAO VARELA

LA CARRETA A Don Justo Rodríguez, por quien luce mi modesta colección gaucha, sus mejores pilchas. Parecés más vencida ansí empinada ¿o esperas el regreso e'tu boyero? cicatriz del pasado. . . toldo viajero. . . corazón que latió en las hondonadas. Esqueleto gauchazo. Dura y juerte. Compañera e'la guía y el lucero bajo el cielo e'tu toldo se durmió tu carrero en la fría madrugada de la muerte. Tus chirridos cantaron una historia triztona que se grabó a lo largo de jornadas enteras: salvaste muchas veces viajera de la feroz perrada cimarrona. Se cuenta que a tus cueros los rajaron sablazos en sangrientos entreveros de las guerras y salvaste una moza n'el fogón de la yerra del toro alzao que reventara el lazo. Trasnochadora gaucha, ya no cruzas sonámbula en la sombra de un sendero; si tus chirridos despertaron teros te imploraron silencio las lechuzas, Cicatriz del pasao toldo viajero corazón en el pecho e'las quebradas retazito e'la gaucha tradición sepultada junto a la cruz del yugo pertiguero. CANDILES •1

LA CUENTA A Don Antonio Bonilla que enriqueció mis vitrinas con joyas del pasado.

Cesó de pronto el chirrido en el silencio campero y acamparon dos carreros bajo el cielo ennegrecido. Después de haber desunido encendieron el fogón y cuando ya el cimarrón galopeó de mano en mano trabaron los dos paisanos muy triste conversación.

Eran dos viejos curtidos a madrugada y rigor gauchos como el maniador como el ñandubay sufridos, juntos habían recorrido la campaña despoblada y en fatigosas jornadas al cimbrar de las picanas jueron dos almas paisanas por gaucha amistad hermanadas. WENCESLAO VARELA

Juntos pasaron las sierras guadales y sumideros como yunta e pertigueros atravesaron mi tierra y juntos en paz o en guerra defendieron sus razones: peliaron cien ocasiones contra los gauchos alzaos con los jaguares cebaos y los perros cimarrones.

En principio el viejo Aírala con acento lerdo y blando —"Justino, te vi llorando, al enfrentar a los talas en las güeñas y en las malas juiste duro y resinao. . . francamente me ha extrañao al verte de esa manera ¿o jué que al ver la tapera algo malo has recordao?"

"Vos me vas a disculpar —dijo serio el otro anciano— pero esas cosas hermano no te las puedo contar. —Algo querés ocultar, —insistió Aírala temblando he venido desconfiando y bien me podías decir, no quisiste desuñir y te vide lagrimeando". CANDILES

"—Güeno, te voy a decir ya que tanto has cargociao pero por lo más sagrao no vayas a descubrir por las güeyas del sufrir voy marchando hacia la muerte afirmao a cuarta juerte con dolor o con congoja soy güey cansao que no afloja al carretón de la suerte.

Como con indiferencia continuó muy dispasito: —hay un rencor y un delito picaniando mi concencia resinao y con pacencia, feúcho con la suerte mía en ostinada porfía la desgracia no me deja, tengo una herida muy vieja que me sangra todavía''.

"Yo viví en esa tapera qu'en la altura se divisa, y me quedó una gurisa al perder mí compañera. . . Era flor de primavera en aquél rancho nacida, estrella al suelo caída, torcaz qu'el sueño arruyaba; candilsito que alumbraba el camino de mi vida". WENCE8LAO VARELA

"Pero un día, un tordo vago, que jamás pensó anidarce, bebió almíbar a llenarse en aquella flor del pago. Después no tubo un alago ni pizca de condolencia; y ella ante su indiferencia y la ingratitú del mundo; se tiró a un pozo profundo y acavó con su existencia".

Yo herido en el corazón busqué al cobarde asesino y en la cruz de los caminos, lo crucifiqué a facón; pero el padre, con razón se juramentó vengarlo, y dispués, por no peliarlo viendo el gran dolor del hombre me marché, me cambié el nombre y jamás golví a toparlo".

—¿Y si lo halláras un día por capricho del destino, le dijo Airala a Justino, decí la verdá, que harías? —Asigún, lo peliaría si es que reclama al finao! Y el viejo Airala, enojao, como un tigre de lijero; desembainó un carenero que tenía en el recao. CANDILES 55

Y le grita ferozmente: —¡Sin querer te has descubierto! yo soy el padre del muerto y esa cuenta está pendiente". Se ve el encono patente a sus ojos asomarce, y Justino, al prapararce ante tan brusca impresión siente lerdo el corazón como queriendo pararce.

No hubo más conversación, relampaguiáron miradas, y aquella cuenta guardada se desentumió a facón. Se cortan de refilón en forma recia y ligera, y en las frentes altaneras los largos tajos sangrando son como vinchas ligando las platiadas cabelleras.

En hachazos y en reveces la muerte zumbando cruza y les chistó una lechuza como cuatro o cinco veces. Son las picanas dos jueces testimonio de aquel duelo y bajo el nocturno velo con las estrellas por luces son los pértigos dos cruces acostados en el suelo. WENCESLAO VARELA

Va quedando el trilladero en los cardos y en las matas y la ollita de tres patas se volcó con el puchero. Termina el duelo campero como por mandao de Dios en un atropello atroz se abalanzan como leones y se hallan los corazones a un mismo tiempo los dos.

Tras un nubarrón perdido pe asomó como un "decoro" una media luna de oro de algún caudillo vencido. De la lechuza el chistido se apagó en la lejanía. . . muy, agatitas, se oía —en la cacunda del Cerro— los latidos del cencerro que el güey "carpeta" tenía. . .

Bajo la luna platiada parecía estrella el fogón, y el cencerro, el corazón de la inmensidá callada. La senda, cinta ligada a la tierra cimarrona, y las carretas chillonas, empinadas pa'delante; dos caracoles j ¡gantes sobre el testuz de una loma. CANDILES 67

LA “YERRA” A Don Rogelio Camy Arguinarena

Una cerrazón helada lenta empieza a levantarse. Tiene el cielo, al despejarse, cenisientas pinseladas. La arboleda está rodiada por una densa "humadera" y como rojiza esfera que va asomando una orilla; corona el sol la cuchilla y baña en luz la pradera.

En la verde rinconada —ande va'empezar la "yerra"— se oye el balerío que aterra de la hacienda amontonada. A una cuadra, aproximada un gran fogón han prendido donde hay tres fierros metidos —qu'es la marca de la casa—, se confunden con las brasas de los talas encendidos. WENCE8LAO V A B JE L A

Allí está, como siñuelo de la gente comedida, la carreta desunida con el pértigo en el suelo. Al rodeo, sin recelo entran los enlazadores, los pingos escarsiadores al ver revoliar el lazo se balancean al paso como pisando entre flores.

Uno se viene sacando un pampa negro ¡machazo! se alza sentáo en el lazo la lengua ajuera y balando; los pialadores formando, dos filas a sus costaos, reboléan entusiasmaos dándose tiempo y lugar; siempre el que sabe pialar es el menos apuráo.

Con dos rollos, un volcao se le cierra en las dos manos y a su culero el paisano la simbra el lazo a llevao; se empina el "mamón" pialao ante el tirón que lo humilla duébla dispués las rodillas muestra la varriga blanca; y chicotéa con el anca sobre la verde gramilla. \ CANO I L E 8 W

Brota el humo, en nube espeza sobre del cuadril quemao y brama el toro apretao en su indómita fiereza. Allí se ve, con destreza, muy común en nuestros criollos cuerpiar, sin capa ni embrollos a un toro, en ágil gambeta y por sobre la paleta pialar con tuitos los rollos.

Se derrochan precauciones, hay peligro en rededor y salva el enlazador las rondas y los tirones. En distintas direcciones pasan gauchos y terneros y en el confuso entrevero el impulso de los brazos van culebriando los lazos sobre el trebal del sendero.

Lentos zumbidos de armadas, \ ruidos secos de caronas, triste crujir de lloronas balar de reces quemadas. Y la porfía e' la perrada con los toros de la sierra ruido e' cascos en la tierra que repercute el zanjón; y rondas de pericón ' i al terminarce la "yerra". 5» WENCESLAO VARELA

A GÜEÑAS

Ve ni, toma un amargo, no te creas que te voy a peliar por lo que pasa; vos sabés lo que has hecho, sos bien hombre y no pretiendo corre j irte en nada. Nacimos juntos, nos criamos juntos, juntos cinchamos de la vida amarga reímos juntos cuando Dios lo quizo y juntos lamentamos las desgracias.

Julmos la yunta que tiró en las güeñas y pasó recuartiando por las malas y de esa güeya que seguimos tanto mandinga nos ladió con su picana. Lo que has hecho conmigo es lo más grande que se puede decir de una palabra, y sí el mal proceder la' alma ensucéa lo qu'es la tuya debe estar manchada.

Pero yo te perdono, sos mi hermano y pa un hermano no he de usar la daga que se me paita por el medió el brazo si mi mano tantéa el cabo 'e guampa. CANDILES <1

¿Y a ella que tiene la mita 'e la culpa, díande saco coraje pa matarla, si ella es la madre del fináo m'hijito por quien mis ojos han llorao más lágrimas.

Candilcito encendido en mi existencia que a tranquiar por la vida me incitaba pa quien hubiéra negociáo al diablo por quien hubiéra negociáo al diablo Yo me voy cuanto seque esta caldera, tengo el moro ensiyáo abajo el tala con lo más necesario pá ir liviano.

¡Me podías priéstar tu poncho e'patria que7! mío tiene como diez puntazos del atraco en la yerra con Largacha. Te dejo por el poncho, y pa recuerdo la lanza e'media luna el finao tata y esa carreta que chirrió cien años por Fas quebradas de mi tierra gaucha.

Y también la vigüela, esa encintada —hermanada por güeña a nuestra raza— cuídala con respeto y con cariño vos sabés de quien era esa guitarra. .. y ese rancho cacunda y generoso ande e vivido con pacencia y calma mis noches más felices y más cortas y mis noches más tristes y más largas. WENCESLAO VARELA

Te dejo por tu poncho y tu falsía la lanza, la carreta, y la guitarra y ese Ombú florecido de churrinches que parecen heridas en sus ramas, heridas que aliviaron mis tristezas y me duelen ricien que vía dejarlas como dejo mis muertas iluciones bajo los sauces que planté, enterradas.

Y allá, abajito de la cruz de moye mi pobre hijito que la tierra guarda llévale flores de la siempreviva - ' - que cumple el martes de semana santa y en ese nido de totora y barro pa que la consolés cuando me valla a la mujer para la que ya no tengo ni el cristiano deber de perdonarla. CANDILES <3

LA TROPA

Noche de Estío, sumida en un profundo letargo, como un crespón ancho y largo sobre la tierra extendida. La llanura adormecida rodea al estero callao; está el silencio posao sobre forma. . . indescriptible; como un pájaro invisible pero agorero y pesao.

En los brazos de la brisa la enorme selva se acuna y con palidez de luna su sangre el ceibal matiza. Lentamente se desliza por la cuesta del paraje una gran tropa salvaje perezosa y ondulante; como una boa j ¡gante que va buscando el follaje. 64 WENCE8LAO VARELA

Flotan sobre la hondonada gritos juertes y alargaos, y silbidos prolongaos, que empujan la novillada. Aletean, entrelazadas las melenas y las vinchas, y, mientras que corta o pincha —f i loza como navaja— llora al morder la rodaja en los hilos de la cincha.

La fatigante tarea va floreciendo en sudor, y entre el polvo cegador los ponchos relampaguéan. Una coscoja granea el ambiente matizao, y bajo el cielo estrellao —que el orbe infinito abarca— van rajando la comarca los balidos del ganao.

En el bajo, o la cuchilla, con un ritmo acompasao late el cencerro cansao picotiando la tropilla. Los flechillales se humillan ante esa calma apasible, y algún relincho terrible que estaya de trecho en trecho; hiere al silencio en el pecho como una flecha invisible. CANDILES 66

Después el chisporrotéo de un gran fogón campesino pone a un costao del camino punto final al arréo. La hacienda forma un rodeo, huméan las pavas chillonas, el mate, la rueda entona, y en frente a un lecho de brasas; lloran lágrimas de grasa los asaos de una mamona. M WENCESLAO VARELA

ENTRE TRAGO Y TRAGO

El sol que lento se ha ido despoja al cielo de galas, la noche extiende sus alas sobre el campo adormecido. Los rumores y los ruidos, desvaneciéndose van, y allá en las lomas están incadas sobre la alfombra despidiendo al día las sombras con un extraño ademán.

Y sobre esa gran lomada —que guarda espaldas al monte— caloréa el horizonte como una selva incendiada. Ramasones sonrosadas se quiebran en el vacío, y en travieso chisperío mojan sus cálidos broches en la gaza de la noche empapada de rocío. CANDI L E 8 6»

Y ya obscuro, frente me hallo a la gran naturaleza y me inspira la belleza de los campos uruguayos; de naciente luna, un rayo en la alameda se mella bruñiendo la fila aquella que hacia una cuchilla avanza; como un centenar de lanzas que están enhebrando estrellas.

La sierra, de un gris plomizo, muestra su imponente aspecto como un enorme esqueleto de fantásicos hechizos y de su seno masizo desafiando lo infinito como un fantasma maldito que traduce un gesto ai rao se eleva el puño cerráo de una mole de granito.

Oigo, romperce el cristal de la corriente que baña continuamente la entraña de la selva virginal. Ande el labio del ceibal ardiente y enrojecido besa como por descuido la noche, en luna bañada como a una virgen cansada que está ensallando un suspiro. WENCE8LAO VARELA

Una nube, muy dispac i o se desvanece y se esfuma como un gran copo de espuma del Océano del espacio. Peina el viento el pelo laclo del sausal verde y frondozo que se mece majestuoso como una cuna impulsada por májicas manos de hadas de un reino maravilloso.

Y allá, campiando destinos —como ávido de horizontes— cruza por llanos y montes el culebrón de un camino, y el silencio campesino enorme, sombrío y doliente, aumentando la imponente quietud de los quebrachales, viene a echarse en los pajales pa dormir profundamente.

Mas, se seca la caldera y se evapora la caña, y se enluta la campaña con una sombra agorera. La platiada mensajera cansada se oculta al punto. . . desvaneciéndose junto muere el paisaje con ella. .. al pié de la cruz de estrellas parece el mundo un dijunto. CANDILES

LA CRUZ A Maximito Cenoz

Relampagueaba. La noche, extendía sus negras alas. Estaba con nubarrones el espacio salpicao, como siniestra tropilla de lustrosos potros negros disparando en torbellino, por los truenos asustaos.

Por la cuesta despareja de tunas y cerril la das, lento el paso, caído y gacho, el ánimo y el testuz, como un culebrón j¡gante que atravieza la campaña se acerca una novillada hacia el paso de la cruz.

Tajea el rostro del silencio el silbar de los troperos con aletazos de ponchos y crujidos de recaos, el gemido e' las yoronas, los latidos de un cencerro, el relincho e* los baguales y balidos del ganao.

En ariscos redomones, livianos y espantadizos unidos por traicioneras güeltas que los hombres dan iban en la delantera arriando la caballada Bernabel Altamiraida y el melenudo Froilán.

Exigencias del trabajo los acercó aquella noche encendiendo entre sus pechos un viejo encono tenaz. Eran ambos enemigos, principales personajes de un episodio muy triste de algunos años atrás. TC WENCE8LAO VARELA

Los dos amaron a una encantadora muchacha por desiños del destino o cosas que manda Dios y la joven triste y rara los quiso tan locamente que no pudo decidirse por ninguno de los dos.

Y ellos, como leales machos, descendientes de chaurrúa con instintos de salvaje, de alma dura y corazón resolvieron junto al rancho y en presencia de la moza de buscar con facones la trágica solución.

Y así jué, que en la envestida, violenta, rápida y fiera cuando cruenta se iniciaba aquella lucha fatal ella se metió en el medio pretendiendo separarlos y las hojas se clavaron en su cuerpo virginal.

Quebró sus brazos en seco aquel fatal desenlace trémulos, llenos de espanto, dan varios pasos atrás mientras ella les decía con fraces consil ¡adoras, que por el descanso e' su alma no peliaran nunca más.

Esta noche van muy cerca del lugar ande la moza, al pie de una cruz de hierro descansa en la paz de Dios, y, mientras que con silbidos llaman y animan la tropa el amargor del recuerdo los envenena a los dos.

Y después de tantos años, hay un nuevo desafío: empieza, en palabras duras, el viejo encono a estallar se echa p'atrás el sombrero ya resuelto el melenudo y se larga del caballo, pronto, pu' el lao de enlazar.

Hace lo propio el contrario. Manean mal mal los pingos, desenvainan los facones con felina brusquedad CANDILES 71 se agasapan por defensas, de costumbres cimarronas. Y un tremendo duelo a muerte se trama en la obscuridad.

Dos topadas sucesivas se hicieron sin alcanzares. Sacaban chispas los fierros de un modo que había que ver como si Dios o mandinga hubieran puesto ante ellos una trinchera infranqueable pa hacerlos retroceder.

Un relámpago tremendo rasgó el cielo ennegrecido e interpuesta entre sus pechos, vieron la cruz del lugar cual si juera el esqueleto de la infortunada moza que con los brazos abiertos, no los dejara peliar.

Y otra vez bajan la frente con temor y con respeto, viene a cerrarles el pecho una profunda emoción, ruedan lágrimas pesadas por los lustrosos carrillos y va a esconder sus reflejos en cada vaina un facón.

Se oyen más tristes, los gritos y el silbar de los troperos, se ondula la tropa espiada como un largo culebrón tajéa el rostro de la noche culebriando el rejucilo y el cencerro e' la madrina late como un corazón. 11 WENCE8LAO VARELA

POR EL TATA

El sol baja, lentamente por la bóveda infinita su rojo vivo marchita una barra en occidente. Con pesadumbre en oriente la noche su rostro asoma y la sombra de una loma despoja al llano de luz por entre el tul de capuz brotan resueyos de aroma.

A esa hora es la gramitla, verde obscura vestimenta. Y el camino amarillenta cinta, que ata dos cuchillas, el sol en las cumbres brilla como en un último alarde y la gran nube que arde en el poniente acostada, es cual roja vincha atada a la frente de la tarde. CANDILES 78

Por la llanura callada que flanquean dos esteros, va rumbo al monte un matrero en fuga desenfrenada; güelve a trechos, la mirada como escudriñando el llano, sujeta con firme mano a una joven desmayada; como un poncho atravesado a la cruz del porcelano.

Del baguafón la el inera se mezcla con la sedosa cabellera de la moza a impulsos de la carrera, y la selva compañera del gauchaje cimarrón le ofrece su protección en un abra —que es de fijo- corno un abrazo pal hijo de su oculto corazón.

Un tiro 'e bola certero al despuntar los zanjones le asujeta los garrones al caballo del matrero; y un anciano, en un overo, con voz de mando gritó ¡sujeta maula! y se apió con denodada bravura. Flotó el eco en la espesura, y en el silencio pasó. u WENCESLAO VARELA

¡Suelta la moza el matrero, corta las sogas traidoras, de la gaucha boliadora, y el viejo manó el overo. Sin hablarse se entendieron los va empujando el coraje, ni el viento habla en el ramaje, de los ceibos y los talas; tiene el silencio sus alas tendidas sobre el paraje.

Como pa darse un abrazo, los dos hombres se arrimaron y los facones chocaron al impulso de los brazos. La muerte está solo a un paso, de los duelistas, posada, y en la lucha encarnizada van en cada arremetida apeligrando la vida en violentas puñaladas.

Ninguno saber temer el desamparo de Dios no hay más testigos que dos ojos negros de mujer, y un rencor en cada "ser" como las piedras de fuerte pero de pronto se advierte que hay una mano vencida y está pisando una vida los dinteles de la muerte. CANDILES 75

Mas la joven que presiente un desenlance fatal en forma sentimental separa a los combatientes, y le dice tiernamente al padre —"me voy gustosa junto a él seré más dichosa ya era suyo mi cariño, y lo amaré en los dominios de la selva misteriosa"!

El viejo reflexionando baja su frente cobriza pasa traviesa la brisa con sus canas juguetiando después monta lagrimiando con flojedad de cobarde y diciendo "Dios te guarde"! toma el rumbo de las casas. Las bandadas de torcazas van salpicando la tarde.

Ella y él, también montaron pero aura juntas las manos y al tranco del ¡porcelano en el monte se internaron. Las estrellas se asomaron a un cielo color pizarra, y aquella moza bizarra ayuntada ansí al matrero; jüe a un rancho, como de hornero en la orqueta de una barra. 78 WENCE8LAO VARELA

A SANGRE Y JUEGO

¡Vengo resuelto a'cetar cualquier tiro en cualquier cancha pa ganar una revancha con luz y sin castigar. Sagrada verdá a cantar en ocasión oportuna y con zarpasos de puma sobre el potro del derecho; a herir de frente en el pecho con la lanza de mi pluma.

Vengo ¡a combatir de frente! ¡desidido y arrogante! a llevarlos por delante con el poncho y el rebenque, af quedos, que malamente —sin temerle al aguacero— cosas, injustas dijiéron de los pobres versos míos; maduraos a sol de estío y crudezas de pampero. CANDILES 77

Versos que muestran el peche de mis costumbres bagualas como el chiripá de apala, sin revéz y sin derecho, en los que de trecho en trecho he puesto, —de mil amores— alegrías y dolores, y es por eso que ellos son como el cardo cimarrón con espinas y con flores.

Es cierto, nací salvaje, soy rudo pa conversar y no me gusta cantar costumbres del puebleraje, junté esperencia y coraje acollarando distancias, le arranqué con arrogancia dureza a los quebrachales y aprendí a domar baguales de afición en las estancias.

Y, hoy le canto a los pajales ande anidaron jaguares, a los verdes trebolares y huraños espinillales. A los campos Orientales con sus lomas y sus llanos ande, —como aquellas manos que a Jesús crucificaron—, dos rodajas me clavaron a la cruz de un orejano. 78 WENCESLAO VARELA

Ande rejunté el aroma coloridos y matices y miel de los camuatices pa mi puesía cimarrona ande arranqué a las bordonas las melodías más puras, y ansié en las noches oscuras pa estrella el cinto la "guía" y las altas "Tres Marías" pa'tarlas a mi cintura.

Y mis horas de desvelo las pasé siendo tropero...... que el horario del lucero marcó la esfera del cielo. Aprendí a montar en pelo y a lucirme jinetiando, y dejé ese rumbo cuando supe hallarle el rastro al bien. . . Y hoy, en la ciudá también tengo que seguir domando. . .

¡ Pero me han de respetar porque deben respetarme! y aquel que quiera cortarme mucho tendrá que tirar, de cansao no se ha de echar pa hallarme el que me provoca si cuando bailar me toca me lusco en un pericón y sé parar de un tirón a cualquier duro en la boca! CANDILES 71

JAGÜEL Para el Gaucho Heriberto Guerra

Juiste, el principio de un rumbo en la inmensidá campera cuando un caballo y un gaucho se emponcharon en la niebla.

Palenque p'atar distancias al mañador de una senda. . . Ojo projundo y tranquilo que hizo tuerta una ladera.

Siñuelo de corazones en las noches o las siestas, ande se acortó una cita y se hizo larga una espera.

Cuando te encontró un camino le vastó, pasarte cerca. .. solo al hornero y al rancho le serviste de querencia.

Te elijió la "soñadora" pzacercarce a las estrellas, y en la quietud de tus aguas la luna halló compañera. 30 WENCE8LAO VARELA

Jagüel, pa apagar sequías —te clavo una mano güeña— en la frontera de un siglo, como un mojón de agua fresca.

Te salpicaron bandadas, te nublaron las tormentas y ios relámpagos de oro te llenaron de culebras.

Te hizo su amigo el silencio, y su enemigo la seca, y jué tu crucero, un brazo levantao en la leyenda.

Nidal de alegrías bagualas y cimarronas tristezas. . . Ande acabó una payada y empreñe ipió una pelea. . .

Jagüel, pedazito e'calma empacao en la existencia hoyo cavao a facón en un pezón de la tierra. CANDILES SI

VICIO

"No tomés Anselmo! —ie decía su madre— No pueden mis ojos verte tambalear. No esperes que el vicio se arraigue en tu cuerpo porque nunca, nunca, lo podrás dejar...".

"¿No ves que los hombres que toman ansina ven en el futuro una oscuridad?.. . No son en la vida dueños de ellos mesmos, pues la caña mata la moralidad".

Y Anselmo gol vía en la madrugada, tambaleando siempre, torpe la palabra... y su pobre madre, allá en la cocina, con su gran paciencia su güelta esperaba.

Hombre ya, su esposa, le dijo mil veces: "No tomés Anselmo: tené compasión, de nuestros hijitos, que te lloran de hambre! ¡Inocentes! Sufren por tu perdición".

"¿No ves mi vestido? ¡ Lo mejor que tengo! Puedo usarlo solo por necesidá. .. Tengo que esconderme cuanto llega gente... Se abrasa mi cara de vergüenza ya! WENCESLAO VARELA

"Ni un piasito ’e carne pa echar a la olla, tiene muchas veces tu Laura infeliz. .. INi un poquito 'e yerba pa cebarte un mate, cuando de la estancia por vernos venís."

"¡'No tomes Anselmo! que el alcohol te mata, ¡Por nuestros hijitos!. .. ¡Por nosotros dos!... ¡¡Por tu pobre vieja que mató tu vicio!! "No tomes Anselmo, por amor de Dios!. . ."

Y él, de estribo a estribo, golvía a su rancho. En la pulpería dejaba el jornal; hasta los hijitos decían al Verlo: "no tomes papito por que ti'hace mal".

Una de esas noches lo boítió el caballo en una emboscada del destino cruel! Y a su pobre rancho lo trajeron muerto. ¡Qué cuadro más triste, compañero, aquel!

La más pequeñita, una’ nena ansina, que la alzó un vecino por hacerle dar un beso en la frente del paisano muerto. Dijo, tristemente, rompiendo a llorar.

Con su media lengua, al notarlo yerto: —"No tomes papito, por que ti'hace mal". . . Esa frase triste que oyó tantas veces y que el pobre padre no escucharía más! CANDILES 8»

GAUCHA

(A la mujer uruguaya)

Sos la gaucha torcasita de voz dulzona y vizarra que palpita en las guitarras con dolor de vidalitas, arruyadora avesita que anida en los corazones, la que entrelasó ilusiones con rayos de luna blanca y se sentó sobre un anca sin muchas espiraciones.

La pecadora hechicera que hace de gracias derroche y lleva un jirón de noche en su negra cabellera, la aroma suave y campera de bajos y serranías, la reina de la poesía ande se enriedan quereres, aquella que Braulio Pérez castigó en la pulpería. 84 WENCESLAO VARELA

En la luz de tus ojazos el rencor se encandiló y tu sonrisa paró el ímpetu del hachazo. Jué ronda de paz tu abrazo en donde el odio se humilla y jué tu estampa sencilla un signo de admiración si te hamacó un pericón entre ponchos y golillas.

Por vos, los pajizos ranchos con claveles se adornaron y en las guitarras lloraron los versos del viejo Pancho. Por vos matrerié en los anchos y filosos pajonales por vos lucharon ¡guales un brazo y un corazón, por vos jué el duelo a facón de Barragán y Corrales.

Y por vos, el pingo moro que en mis versadas nació muchos domingos lució un chapiao de plata y oro. Unica virgen que adoro con devoción y con fe, porque en tus labios libé dulzura de lechiguana; por mujer y por humana te canto y te cantaré. CANDILES Í5

Cuando, por desgracia o suerte sufra mi última derrota y toquen —mi lira rota— las manos frías de la muerte, cuando mi espíritu juerte haiga perdido el veneno buscaré, en cualquier terreno morir ceñido en el lazo, suave y tibio de tu abrazo apuñaliao por tu senos. WENCESLAO VARELA

CONSEJOS

A mi frente de salvaje por vincha até un horizonte y las pitangas del monte endulzaron mi lenguaje marcó mi rumbo el coraje por sendas desconocidas y en muchas hallé salidas a tesón y precauciones, me dió el mundo sus lecciones en la escuela de la vida.

Aun joven, tengo reflejos de malas horas pasadas y expe rene i a bien ganada que hoy regalo en mis consejos me aporreó duro y parejo la vida en su trato huraño y la ignorancia e' mis años arranqué de un sumidero con la yunta e' pertigueros el "Dolor" y el "Desengaño". CANDILES «7

Nunca debe el que camina dejar mal nombre ande pasa porque la güella que traza queda sembrada de espinas y la balanza se inclina de la suerte, en un segundo aún el menos vagabundo guelve allí por carambola pues el hombre es una bola que anda rodando en el mundo.

Al gaucho que es embustero naides le cree la verdad ni muestra sinceridad por más que se haga el sincero, con ese vicio rastrero sólo mal nombre se gana y si no es hoy es mañana que se sufren sus reveses, más la mentira es a veces muy necesaria y humana.

No dé confianza a cualquiera sin conocerlo muy bien fíjese primero a quien q'es la senda más certera la confianza es compañera de la amistad sin revés no la dé toda a la vez y si la da sepa darla, por que es más fácil negarla que retirarla después. 88 WENCE8LAO VARELA

No olvide que p'a el vencido se hace más largo un repecho y no puede andar derecho quien va en camino torcido ande siempre prevenido si algún mal juego colige p'a elegir, su atención fije como en priendas p'a regalo pues siempre elige algo malo el que entre lo malo elige.

Evite siempre porfiar adelante de la gente que pierde usté si es prudente con las cartas de ganar y es duro y triste aflojar teniendo razón bastante más no olvide, ande se plante esta verdad dentradora el que no sabe que ignora es dos veces ignorante.

Si le cuadra alguna vez y a callar algo se obliga ni siquiera se lo diga a un sacerdote ni a un Juez por que considerar qu'es imperdonable defecto p'a el que procede correcto lo prometido es sagrao y al ser confiao ya deja de ser secreto. CANDILES 8»

El hombre justo no olvida ni la ofensa ni el favor pues como cuentas de honor deben ser correspondidas. En la carpeta e'la vida no juegue una sola carta jamás su dolor comparta aguante mascando el freno por que el mal no toca a menos aunque a muchos lo reparta.

No maldiga al ignorante, respete siempre al anciano, dele al caído la mano, sea con las damas galante, y lleve siempre adelante estos consejos por guía, yo aprendí en mis correrías, a golpes y a trompesones, que al sembrar güeñas acciones se recogen simpatías. 9» WENCESLAO VARELA

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LA GUITARRA DE FLEURY

Bajan las sombras serenas cubriendo en gasa infinita al dios que la selva habita protector de las colmenas, y en el gemir de las quenas vibra el alma calchaquí, si en el cansado "aidemí" del viento de la llanura, enhorqueta su ternura la guitarra de Fleury.

Si aún repercute en los llanos el trote de los corceles de los caciques ranqueles de pampas o de araucanos, lo arrancan mágicas manos con extraño frenesí: y el llanto de Sinahí en su torrente salvaje y lo enrieda en su cordaje la guitarra de Fleury. CANDILES

El zonda en su desenfreno, pone una tregua y calladas quedan las flautas aladas que guarda el monte en su sena Dormita el Ande sereno sobre un diván carmesí si vibra en un yarabí o muere en una bendita ternura de vidalita, la guitarra de Fleury.

Toda la indiana tristeza corre en sonoros raudales de mágicos manantiales que esconde naturaleza. Dulce fluye la rudeza de la raza guaraní y enmudece el camoatí en los arbustos del llano cuando llora en "el pampeano" la guitarra de Fleury.