Premios Plan de Igualdad de Oportunidades: Mujer y Medio Rural Mujer y Medio Rural MUJER Y MEDIO RURAL 2005 ÁREA DE BIENESTAR SOCIAL Y DESARROLLO PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES Pza. España, 2, 2ª planta • 50071 ZARAGOZA Premio Fotográfico Tel.: 976 28 89 23 e-mail: [email protected] “Mujer y Medio Rural” Premio de Dibujo y Redacción “En casa también somos iguales” Premio de Relatos Breves “María Domínguez” Premio a la Premios Plan de Igualdad Oportunidades: “Flexibilidad Empresarial”

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Premios Plan de Igualdad de Oportunidades: Mujer y Medio Rural 2005 Premios DPZ++++ 14/2/96 20:39 Página 4

Primera edición, febrero 2006 © Diputación Provincial de Zaragoza © Textos: Sus autores © Fotografías: Sus autores

DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE ZARAGOZA ÁREA DE BIENESTAR SOCIAL Y DESARROLLO PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES Plaza de España, 2, 2ª planta 50071 ZARAGOZA Tel.: 976 28 89 23 e-mail: [email protected]

Diseño y maquetación: Pilara Pinilla Impresión: Talleres Editoriales Cometa Depósito Legal: Z-444-06 Premios DPZ++++ 14/2/96 20:39 Página 5

PRESENTACIÓN 1. Javier Lambán Montañés 7 Presidente de la Excma. Diputació n de Zaragoza PRESENTACIÓN 2 . Geralde H. Campos Sierra 9 Diputada Delegada de Políticas de Igualdad PREMIO FOTOGRÁFICO “MUJER Y MEDIO RURAL” 11 1º La Siega (Mujer Madura) Antonio Martínez Andía Mención de Honor Belleza Madura María Teresa Arbea Iguaz Mención de Honor Soles Teresa Relancio Roldán

PREMIO DE DIBUJO Y REDACCIÓN “EN CASA, TAMBIÉN SOMOS IGUALES” 17

DIBUJO DE 3 A 6 AÑOS 1º Sofía Navero (6 años) 2º Enma Ortega Gimeno (5 años) “Papá y mamá trabajan y se reparten las tareas”

DIBUJO DE 7 A 10 AÑOS 1º Eva Ortín Garcés Gálvez (9 años) “Cuando todos ayudamos en casa, la balanza se iguala” 2º Diego García Gálvez (9 años) “Todos somos iguales”

DIBUJO DE 11 A 13 AÑOS 1º Sara Simón Sánchez (11 años) “La casa es tarea de todos” Premios DPZ++++ 14/2/96 20:39 Página 6

2º Paula Martínez Ortín (11 años) “Todos muy contentos si todos trabajamos”

REDACCIÓN DE 7 A 10 AÑOS 1º Bruno Toha Viamonte (8 años) “Todos somos iguales” 2º Jorge Ordovás Larraz (10 años) “Hombres y mujeres con el mismo derecho”

REDACCIÓN DE 11 A 13 AÑOS 1º Sara Olid González (11 años) “Los trabajos de casa” 2º David Gimeno Lafuente (11 años) “La igualdad”

PREMIO DE RELATOS BREVES “MARÍA DOMÍNGUEZ” 27 1º María Luisa Frisa Gracia Relato: “Teresa y el mar” 2º Teresa Arpal García Relato: “Tú serás mi reina” Accésit Chrystel Espún François Relato: “Vivo olvidando”

PREMIO A LA “FLEXIBILIDAD EMPRESARIAL” 125 VENCHAGA, S.L. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:39 Página 7

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL

La Diputación de Zaragoza, en el afán de acentuar su política social en mate- ria de igualdad de oportunidades para la mujer, concluyó el año 2005 con un balance altamente satisfactorio, que comenzó por la puesta en marcha del Consejo Sectorial de la Mujer, un órgano pionero en España compuesto por concejalas, alcaldesas y representantes de distintos colectivos de mujeres que, entre otros objetivos, articula cauces de participación de la mujer del medio rural en la vida comunitaria. Muchas han sido las iniciativas desarrolladas para poner en práctica los objetivos dirigidos a erradicar las desigualdades y la celebración del I Congreso Provincial “Mujer, Medio rural e Igualdad” fue el punto de partida de este análisis de la situación que también quedó plas- mado en un Estudio de Investigación sobre las necesidades reales de la mujer en los municipios de la provincia de Zaragoza. Las citas del 15 de octubre, Día mundial de la Mujer del Medio Rural, y del 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género, fueron también muestras de la inquietud latente en un colectivo que ya se está moviendo. Y como expresión del interés demostrado al respecto, se realiza- ron diversas actuaciones en materia de Igualdad de Oportunidades dirigidas a ayuntamientos, asociaciones y centros educativos. El compromiso adquirido por esta institución que me honro en presidir se plantea de un modo integral desde el punto de vista económico, de diseño, ejecución y evaluación de las medidas desarrolladas dentro del Plan de Igualdad de Oportunidades. El espíritu de dicho plan pasa por convertir en protagonistas a las propias mujeres, al margen de soluciones a corto plazo que se plantean en términos de mera beneficencia. Por ello, es consciente de la importancia de fomentar la participación de las mujeres en el ámbito local, así como de la transmisión de valores de coeducación y conciliación de la vida familiar, laboral y personal para eliminar problemas como el de la vio- lencia contra las mujeres y favorecer nuevas situaciones como el fomento del empleo femenino. 7_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:39 Página 8

Este libro es una pequeña radiografía de los recursos con los que contamos. Sus páginas reproducen los originales ganadores de los distintos premios con- 2005 vocados sobre relatos, fotografía, flexibilidad empresarial o los referentes al ámbito educativo y es justo destacar la calidad de los trabajos presentados. Espero sinceramente que la iniciativa desarrollada responda a las expectativas de este colectivo y nos dé la razón a quienes hemos confiado en este proyecto como el punto de arranque para que las mujeres ocupen el espacio que les pertenece. Javier Lambán Montañés Presidente de la Excma. Diputación de Zaragoza PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD

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PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL

La Diputación de Zaragoza, en el marco de su Plan Provincial de Igualdad de Oportunidades para la Mujer del Medio Rural convocó, durante el año 2005, diversos Premios cuyo tema central era la mujer. A través del I Premio Fotográfico “Mujer y Medio Rural” hemos tratado de reflejar, de manera visual, el papel que tradicionalmente se ha reservado a las mujeres en nuestros pueblos, relegado, en la mayoría de las ocasiones a la esfera de lo privado; pero también, a través de estas fotografías pretendemos hacer una reflexión sobre el rol que debería desempeñar la mujer del siglo XXI. Con el I Premio de Relatos Breves “María Domínguez” hemos querido con- tribuir a lograr una mayor sensibilización acerca de las distintas problemáti- cas a las que debe enfrentarse la mujer de nuestros municipios. En una época en la que los medios audiovisuales capitalizan la difusión de las ideas y conceptos, sentarnos a escribir o leer nos permitirá reflexionar sobre la importancia de “ser iguales”. El I Premio “Flexibilidad Empresarial” perseguía impulsar medidas de con- ciliación de la vida familiar, profesional y personal, entendiendo éstas como un factor determinante para conseguir la Igualdad real de Oportunidades entre mujeres y hombres. La incorporación al mercado de trabajo proporciona independencia econó- mica, permite mejorar la autoestima y facilita el desarrollo de competencias y habilidades. Por último, pero no por ello menos importante, a través del I Premio de Dibujo y Redacción Escolar “En casa, también somos iguales”, tratamos de demostrar que la coeducación y el trabajo diario sobre los valores de toleren- cia y no discriminación son factores clave para que, en un futuro, seamos ciu- dadanas y ciudadanos “más iguales”. 9_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:39 Página 10

La calidad de los trabajos presentados nos anima a seguir trabajando en esta dirección y quiero animar a todas y a todos a participar en próximas convo- 2005 catorias de estos Premios así como en todas y cada una de las actuaciones que, en materia de Igualdad de Oportunidades, organiza, año tras año, la Diputación Provincial de Zaragoza. Geralde H. Campos Sierra. Diputada Delegada de Políticas de Igualdad. PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD

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PREMIOS DE FOTOGRAFÍA “MUJER Y MEDIO RURAL” Premios DPZ++++ 14/2/96 20:39 Página 12

PREMIO FOTOGRÁFICO “MUJER Y MEDIO RURAL” 1º La Siega (Mujer Madura) Antonio Martínez Andía Mención de Honor Belleza Madura María Teresa Arbea Iguaz Mención de Honor Soles Teresa Relancio Roldán Premios DPZ++++ 14/2/96 20:39 Página 13

PREMIOS FOTOGRAFÍA “MUJER Y MEDIO RURAL”

13_ Primer Premio “La Siega” por Antonio Martínez Andía Premios DPZ++++ 14/2/96 20:39 Página 14 2005 PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD

_14 Mención de Honor “Belleza Madura” por Arbea Iguaz María Teresa Premios DPZ++++ 14/2/96 20:39 Página 15

PREMIOS FOTOGRAFÍA “MUJER Y MEDIO RURAL”

Mención de Honor “Soles” por Teresa Relancio Roldán

15_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:39 Página 16 Premios DPZ++++ 14/2/96 20:39 Página 17

PREMIOS DE DIBUJO Y REDACCIÓN ESCOLAR “EN CASA, TAMBIÉN SOMOS IGUALES” Premios DPZ++++ 14/2/96 20:39 Página 18

PREMIO DE DIBUJO Y REDACCIÓN “EN CASA, TAMBIÉN SOMOS IGUALES”

DIBUJO DE 3 A 6 AÑOS 1º Sofía Navero (6 años) 2º Enma Ortega Gimeno (5 años) “Papá y mamá trabajan y se reparten las tareas”

DIBUJO DE 7 A 10 AÑOS 1º Eva Ortín Garcés Gálvez (9 años) “Cuando todos ayudamos en casa, la balanza se iguala” 2º Diego García Gálvez (9 años) “Todos somos iguales”

DIBUJO DE 11 A 13 AÑOS 1º Sara Simón Sánchez (11 años) “La casa es tarea de todos” 2º Paula Martínez Ortín (11 años) “Todos muy contentos si todos trabajamos”

REDACCIÓN DE 7 A 10 AÑOS 1º Bruno Toha Viamonte (8 años) “Todos somos iguales” 2º Jorge Ordovás Larraz (10 años) “Hombres y mujeres con el mismo derecho”

REDACCIÓN DE 11 A 13 AÑOS 1º Sara Olid González (11 años) “Los trabajos de casa” 2º David Gimeno Lafuente (11 años) “La igualdad” Premios DPZ++++ 14/2/96 20:39 Página 19

PREMIOS DIBUJO Y REDACCIÓN ESCOLAR “EN CASA TAMBIÉN SOMOS IGUALES”

DIBUJO DE 3 A 6 AÑOS Primer Premio Sofía Navero (6 años)

Segundo Premio las tareas” “Papá y mamá trabajan y se reparten por Enma Ortega Gimeno (5 años) 19_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 20

DIBUJO DE 7 A 10 AÑOS 2005 Primer Premio “Cuando todos ayudamos en casa, la balanza se iguala” por Eva Ortín Garcés (9 años) PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD

_20 Segundo Premio somos iguales” por “Todos Diego García Gálvez (9 años) Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 21

PREMIOS DIBUJO Y REDACCIÓN ESCOLAR “EN CASA TAMBIÉN SOMOS IGUALES”

DIBUJO DE 11 A 13 AÑOS

21_ Primer Premio “La casa es tarea de todos” por Sara Simón Sánchez (11 años) Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 22

DIBUJO DE 11 A 13 AÑOS 2005 PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD

_22 Segundo Premio muy contentos si todos trabajamos” por “Todos Paula Martínez Ortín (11 años) Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 23

PREMIOS DIBUJO Y REDACCIÓN ESCOLAR “EN CASA TAMBIÉN SOMOS IGUALES”

REDACCIÓN ESCOLAR DE 7 A 10 AÑOS

TODOS SOMOS IGUALES Las mujeres y los hombres tienen los mismos derechos y las mismas obligaciones. Primer Premio En mi casa ayudamos todos: mi madre cocina y plancha, mi padre recoge la mesa y se ocupa de nosotros, mi hermano hace la cama y ayuda a limpiar el polvo, yo ayudo a poner la mesa por la noche y me hago la “Todos somos iguales” por somos “Todos

Bruno Toha Viamonte (8 años) Viamonte Bruno Toha cama. Todavía hay muchos hombres que se creen mejores que las mujeres y las humillan. Antiguamente las mujeres no tenían derecho a votar ni a otras muchas cosas. Estaban sometidas primero al padre y luego al marido. Los hombres no tienen que estar tanto tiempo en el sofá, tenían que ayudar mucho más en casa.

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REDACCIÓN ESCOLAR DE 7 A 10 AÑOS 2005

HOMBRES Y MUJERES CON EL MISMO DERECHO Yo creo que los hombres y las mujeres tienen los mismos derechos. Porque aunque la mujer trabaje en casa también trabaja y se tiene que con-

siderar como mujer trabajadora. Los hombres también tienen que trabajar Segundo Premio en casa como por ejemplo recoger, hacer la comida, poner la lavadora, planchar, etc. En algunos trabajos a las mujeres no les dejan trabajar porque piensan que no pueden, por ejemplo en la construcción no les dejan ya que creen Jorge Ordovás Larraz (10 años) que no tienen tanta fuerza. En otros casos, como conductoras, sí que les dejan trabajar, pero a veces no las contratan porque si se quedan embarazadas ya que les tienen que seguir pagando durante la baja. “Hombres y mujeres con el mismo derecho” por Hoy en día sigue habiendo oficios en los que suelen trabajar más muje- res que hombres (como en la limpieza), y al contrario (los hombres agri- cultores). PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD Mi madre trabajaba antes de casarse en hacer cables y ahora es ama de casa. Y mi padre es ganadero y llega a casa cansado de trabajar pero ayuda a mi madre a hacer las cosas de casa. Yo en casa ayudo a hacer las cosas como por ejemplo poner la mesa, lavar los platos, tender la ropa y recogerla del tendedor. Cuando sea mayor y tenga mujer le ayudaré a hacer las cosas aunque venga cansado de trabajar.

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PREMIOS DIBUJO Y REDACCIÓN ESCOLAR “EN CASA TAMBIÉN SOMOS IGUALES”

REDACCIÓN ESCOLAR DE 11 A 13 AÑOS

LOS TRABAJOS DE CASA Había una vez una mujer que hacía las tareas de casa ella sola y que nadie le ayudaba, así que acabó poniéndose mala, se la tuvieron que llevar Primer Premio al hospital. Su marido se decía una y otra vez ¿por qué se habrá puesto mala? Dijo ¡ya sé, se lo iré a preguntar! Cogió el coche y se fue a ver a su mujer al hospital. Su mujer le dijo “Los trabajos de casa” por

Sara Olid González (11 años) que escobara, limpiara, fregara, que cuidara al niño, etc. Entonces cogió el coche y se volvió a ir a casa. Y dijo ¡ya sé!, se ha puesto mala porque nadie le ayudaba a hacer las cosas. Bueno, ¿pero por dónde empiezo? Voy a empezar a escobar. Una vez que escobó se puso a fregar y luego a lavar los platos y dijo ¡qué cansado estoy! Y se echó un rato y a la media hora se despertó y exclamó ¡tengo que ir a buscar al chico al colegio; lo fue a buscar y luego llamaron por telé- fono, era la madre que les decía que dentro de dos días iba a casa. El hom- bre dijo que tenía la mitad de las cosas sin hacer. Se puso a hacer todo corriendo y mientras lo hacía el niño lo volvía a desordenar. Pasaron los dos días y vino la mujer y dijo que todo estaba muy limpio y dijo el hombre, hemos aprendido una lección, y dice la mujer, ¿de verdad?

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REDACCIÓN ESCOLAR DE 11 A 13 AÑOS 2005

LA IGUALDAD En una casa normal y corriente donde la mujer hacía todas las tareas de casa, al hombre le pasó algo extraño, para que pudiera comprender que

la mujer no puede hacer todas las tareas de casa como fregar, sacar la Segundo Premio basura, etc. “La igualdad” por Un día que creía que iba a ser como otro cualquiera, le pasó algo que si lo contara lo meterían a un manicomio, y así empieza el cuento.

Eran las doce de una noche nubosa, una pareja se iba a echar a la cama, David Gimeno Lafuente (11 años) el hombre ya estaba durmiendo, a las dos de la madrugada el hombre, que se llamaba Juan, sintió como si estuviera en la nada, abrió los párpados, vio todo blanco, y de repente un ser se le acercó, tenía la mirada fría, era pequeñote, delgado y su vestimenta era hortera, le dijo a Juan –sígueme–, Juan estaba desorientado, y al final lo siguió. El ser lo llevó a una casa, vio a un hombre, y se dio cuenta de que tenía soledad. El hombre se dio la vuelta y vio que era él, el ser le dijo –ése eres tú por no haber ayudado a tu

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD mujer–. Juan vio que su mujer no podía hacer todas las tareas de casa y Juan comprendió que los hombres tenemos que ayudar en las tareas de casa, porque las mujeres no pueden hacer todo.

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PREMIOS DE

RELATOS BREVES “MARÍA DOMÍNGUEZ” Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 28

PREMIO DE RELATOS BREVES “MARÍA DOMÍNGUEZ” 1º María Luisa Frisa Gracia Relato: “Teresa y el mar” 2º Teresa Arpal García Relato: “Tú serás mi reina” Accésit Chrystel Espún François Relato: “Vivo olvidando” Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 29

PREMIOS RELATOS BREVES “MARÍA DOMÍNGUEZ”

RELATOS BREVES

TERESA Y EL MAR

“Barbastro, aunque quedaba muy lejos del

Primer Premio frente, ofrecía un aspecto desolado y maltrecho. Enjambres de milicianos con andrajosos uni-

“Teresa y el Mar” por y el “Teresa formes vagaban por las calles tratando de pro-

María Luisa Frisa Gracia tegerse contra el frío. En una tapia medio en ruinas vi un cartel del año anterior que anun- ciaba que seis hermosos toros serían lidiados. ¡Qué tristeza daban aquellos colores deslucidos! George Orwel “(…) los pueblos aragoneses son como fortale- zas, un amontonamiento de endebles casuchas de barro y piedra apiñadas en torno a la iglesia. Las casas no tienen jardines, sólo corrales en la parte trasera, donde unas escuálidas gallinas patinan sobre una alfombra de estiércol de mula” Ramón J. Sender

JULIO, 1936

El sol tundía con latigazos de fuego y aún no estaba mediada la mañana. En el bancal los hombres y mujeres se inclinaban sobre las mieses paji- zas, la hoz en la diestra, las espaldas aradas con surcos de sudor. El aire estaba quieto y el polvo de la siega escocía en la garganta. 29_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 30

Nada quedaba al resguardo de la calima.

2005 Teresa se sabe rezagada cuando ve al marido incorporarse, secarse el sudor con la manga al tiempo que la mano en los riñones se duele de la postura. Ciego se lleva la misma mano a la frente haciendo de visera, le des- lumbra la luz que reverbera. –Dichosa mujer –maldice y lanza un juramento que cae con la fuerza y la intención de las pedradas. Ella intenta ir más deprisa, pero el abultamiento de su vientre se lo impide. Aquel hijo en las entrañas dificulta la labor. Siente una punzada y entona un ruego al Dios inmisericorde que preside sus vidas –¡que éste no se malogre!–. Apenas se cumplían dos años de su casamiento. El bronco mugido del motor de los camiones la devolvió a la realidad, desde allí no podía verlos, pero los que estaban trillando en las eras conta- ban que de un par de días a esta parte, desde que se había producido el Alzamiento, no cesaba el fluir de camiones llenos de milicianos que se encaminaban al frente de Huesca. El 17 de julio de 1936 los militares más conservadores del Ejército se habían levantado contra el gobierno de la República en Melilla (ya hacía varias semanas que en las eras se vaticinaba y se esperaba que estallara la guerra), y al día siguiente se extendió a la Península. El golpe militar, que pretendía dominar todo el territorio español, no PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD alcanzó la rápida victoria esperada. Los sindicatos y partidos políticos de izquierda resistieron, el golpe se convirtió en una guerra civil y resistencia en una revolución. El 21 de julio se podía ya trazar una línea aproximada que dividía las zonas: buena parte de Huesca estaba ya controlada por el recién creado Comité de Milicias Antifascistas.

Fue un martes de finales de diciembre el día que conoció a su futuro esposo. _30 Teresa lo recuerda bien porque el martes era el día de hacer la colada, y llevaba Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 31

PREMIOS RELATOS BREVES “MARÍA DOMÍNGUEZ”

las manos y los antebrazos hinchados y enrojecidos de enjuagar la ropa de cama en el agua del río, que aviesa se hundía como alfileres en su carne, para des- pojarla de la ceniza que antes había esparcido para blanquearla. Tenía dieciséis años y sabía que si no la habían puesto a servir era única- mente porque su madre la necesitaba para ayudarla con la casa y los pequeños. Había tres infantes, sus medio-hermanos, pues eran hijos del segundo matri- monio de la madre, de Constantina; que al quedar viuda y desvalida con cinco hijos a su cargo, aceptó el arreglo al que llegaron sus padres y sus suegros de casarla con un hermano del difunto. No era mal acomodo, al fin y al cabo, no sería fácil encontrarle un marido que cargara con una mujer y cinco bocas que no eran suyas. Ahora, de aquel primer matrimonio únicamente restaba Teresa en la casa; su hermana mayor se había casado y marchado a Acín; los dos varones estaban de pastores en pueblos de las inmediaciones, y a Pilar y a Juana las habían puesto a servir en Jaca: la una de niñera y la otra con unas señoritas solteras de mucho abolengo y confesión y misa en la catedral. La noche antes de conocer a su esposo, Teresa había dormido mal, con un sueño inquieto y pesado. El cierzo lanzaba su estertor contra la casa, mientras las contraventanas plañían, en las tinieblas un perro aullaba gemebundo y la enredadera de hielo y nieve del invierno se colaba por las rendijas de las pare- des, del suelo, atrapando la casa, haciéndola estremecer. Desde hacía tres o cuatro años, desde que sus hermanos ya no vivían bajo el techo materno ya no dormía en el cuarto con los padres: ella y las dos niñas ocupaban el otro dormitorio. Había sido una mala noche. Teresa había soñado con lobos, con lobos que bajaban al llano; había buscado el cobijo del cuerpo de la hermana pequeña, de Manuela, con la que compartía el lecho. En enero el sol apenas entibiaba la piel y se recogía pronto; aquella tarde cuando su tío llegó ya casi era noche cerrada y lo hizo acompañado de dos hom- bres. Hombres de las montañas. Duros, tallados en piedra, renegridos y flacos como el pecado. Ambos llevaban el luto pintado en la cara y en la banda negra que lucían cosida de malas maneras en las mangas de los gabanes. Callados, secos como tajos de cuchillo. El más joven, el que parecía el hijo, daba vueltas entre las manos a la boina que se había quitado al entrar. Tras echar una ojeada a la cocina, donde 31_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 32

la madre y Teresa cosían al amparo del fuego y los pequeños jugaban, la escrutó; no podía apartar la vista de aquella trenza del grosor de un puño, con reflejos 2005 avellana y miel, que pasándole por encima del hombro descansaba sobre el seno y moría casi en la cintura. La acechaba y sus ojos tenían la oscuridad parda de las malas hierbas que crecen a la sombra. El trato ya estaba sellado con un trago de vino antes de llegar a la casa: ellos buscaban una mujer para el hijo, que supliera a la madre recién sepul- tada, y en aquella casa lo que sobraban eran hembras y bocas que alimentar. Si Teresa no les convenía, bien podía hacerlo cualquiera de las dos mayores. –Ésa es recia; yo creo que valdrá –dijo el que parecía el padre señalándola, tras intercambiar un gesto de entendimiento con el hijo. Teresa sintió un escalofrío vertebrándole los huesos y se acordó de los lobos con los que había soñado. La madre soltó un gemido bajo, inútil, la voluntad del marido era la que se imponía. –Teresa, ven aquí –la llamó el tío para que pudieran verla más de cerca, y ella se aproximó medrosa. –Yo soy Santos –respondió el pretendiente sin moverse, como si tuviera los pies anclados al suelo. Continuaba mirándola fijo y ella, ante su cercanía, bajó la vista turbada por su ahínco, por su afán de hurgarle por dentro, de no dejar recoveco libre. Ya entonces Teresa supo que en su matrimonio tendrían más importancia las cosas no dichas, que las que dirían y harían. PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD

Santos ni siquiera esperó al alumbramiento del hijo. Al terminar la siega marchó voluntario a las milicias republicanas, no quiso dar oportu- nidad a que lo llamaran por su quinta. –Son diez pesetas las que paga de jornal diario el Gobierno. El padre asintió; como todos los demás. Contentos, ya que el jornal diario trabajando en el campo era sólo de dos o tres pesetas; enfermos de la fiebre de la guerra. Los mozos se marcharon al cuartel de Barbastro donde los vistieron de _32 milicianos con pañuelos al cuello, de color azul con topos blancos, y des- Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 33

PREMIOS RELATOS BREVES “MARÍA DOMÍNGUEZ”

filaban contentos, lanzando hurras y entonando cánticos como si se fueran de romería o a una fiesta; la instrucción la realizaron en la plaza de toros, en un agosto inclemente. La suerte de Barbastro en el Alzamiento había sido contraria a la de Huesca y Jaca. En sus plazas y calles y frente al cuartel, se fue concentrado una gran cantidad de gente, muchos de ellos procedentes de los pueblos del Bajo Cinca de fuerte implantación anarquista. Estos últimos, en sus respectivos pueblos, ya se habían hecho cargo de la situación cercando los cuarteles de la Guardia Civil y haciendo rendir a sus moradores. El coronel Villalba, jefe de la guarnición barbastrense pasó todo el día 18 y gran parte del 19 pendiente del teléfono para saber la marcha de los acontecimientos y decidir. Optó, por fin, casi en el último momento, no rebelarse. Al salir a la calle soldados y paisanos se fundieron en un abrazo frater- nal. Inmediatamente se comenzaron a organizar columnas que se dirigie- ron hacia Huesca. ¡A liberarla!, entonaban. Pero el asedio de la ciudad duró veinte largos meses –desde finales de julio de 1936 hasta el 25 de marzo de 1938– el más largo que soportó ciudad española a lo largo de la guerra. Sin los mozos el pueblo se quedó vacío, hueco, como un odre sin vino, como un pellejo. Poblado de viejos que lucían en el brazo la cinta roja como forma de demostrar adhesión a la república, madres demacradas que arrastraban los pies y la preocupación como fardos, perros perdidos y niños ajenos a todo en sus troterías. Únicamente Teresa mostraba una tranquili- dad por la ausencia del esposo que nadie, salvo el suegro, le reprochaba con miradas esquivas y palabras mordidas. Las noticias, sabedoras de la inutilidad de las letras para aquellos que las desconocían, llegaban por el aire, de boca en boca, y el día que el bebé cumplió dos semanas un vecino se acercó a decirles que el marido estaba en el Batallón 520, que formaba parte de la 130 Brigada. –Luchan en la 43 División del Ejército Republicano, están en el frente del Pirineo, por la zona de Otín, y la pardina de San Juan. Mandó recado de que le dijeran que qué había sido, si varón o hembra, y que si había sido varón le pusieran Santos, como a él. Teresa asintió, con el suegro delante era lo único que podía hacer, se tragó las lágrimas y la nostalgia, pues ella había pensado nominarlo Ramón, como su padre. 33_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 34

Su padre era un hombre cariñoso que no escatimaba su afecto y a ella, que era la hija pequeña, la cogía en volandas y se la colgaba al cuello, una 2005 pierna por cada lado; Teresa estiraba la manita hacia las nubes, segura de que desde allí el cielo estaba muy, muy cerca y que podría rozarlo con la punta de los dedos si se esforzaba. Sabía que debía de obedecer su orden pero, a un tiempo, sentía que al llamarlo Santos, el marido le robaba también al hijo, a su tibia esperanza en un mañana mejor.

Al igual que el cierzo barría embravecido las calles, la guerra había devorado a dentelladas la tranquila cotidianeidad. Nada perduraba. Ya en las primeras semanas se disolvió el ayuntamiento y se constituyó el comité para la puesta en funcionamiento de la colectividad. Ramiro, el hijo de Raquel, de Casa Marcos, lo presidía. –A partir de ahora queda abolida la propiedad privada. Ninguno entendía sus palabras, caracoleaban en sus oídos bellas e inasibles, lejanas como espuma del mar. –¡Compañeros, ya todo es de todos! Ahora explotaremos en común las tierras, el ganado, los animales de labranza y los medios de producción –explicaban entre vítores. En diciembre de aquel primer año de guerra el Consejo Municipal de PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD Barbastro emitió papel moneda de 1 y 2 pesetas con la inscripción “Consejo Comarcal y Local” de una tinta; en agosto de 1937 se volvieron a emitir billetes, en esta ocasión de 0,25 ptas., 0,50 ptas. y 1 pta. Los miembros de la colectividad organizaban las tareas agrícolas, la construcción de un pequeño refugio en la era de Ciprián, en la pared que da al camino, por si caían bombas, y administraban los productos obteni- dos: cereales, almendras, leche, carne…, pero, además, en ocasiones se entrevistaban con los “aguiluchos” –bandas y cuadrillas de incontrolados que recorrían los pueblos– para confeccionar listas negras de personas a las que “dar el paseo” –terratenientes, caciques, personas de derechas…– y _34 asesinar al cura. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 35

PREMIOS RELATOS BREVES “MARÍA DOMÍNGUEZ”

Las reuniones se alargaban como la sombra del negro presentimiento que revoloteaba sobre el pueblo; se erguía un silencio espeso como la bilis que únicamente rompía algún cuervo saltando de rama en rama y emi- tiendo sus estridentes chillidos. Un temor ancestral, viejo como la misma tierra, mellaba los ánimos horadando la confianza. Nadie se creía lo sufi- cientemente a salvo de alguna antigua rencilla, de un odio oculto, de ser soliviantado. En la iglesia, pequeña pero sólida construcción de piedra coronada con una airosa espadaña, los bancos de baqueteada madera se apilaron desor- denadamente contra el altar, tapando las doradas y salomónicas columnas que servían de nicho a las policromadas figuras de los santos. Huido el cura y privada de su primigenia función al haber sido supri- mido el culto y todo tipo de manifestaciones religiosas, fue convertida en el almacén donde se depositaban los productos agrícolas. Hasta que una mañana de febrero, y sin que nadie lograra explicarse cómo ocurrió o por quién, la iglesia fue saqueada y las imágenes y el archivo quemados. El niño no pudo recibir cristiano bautizo y a ella, aunque nunca fue pía, le surgió en las entrañas un lamento tozudo al recordar las historias de los infantes no sacramentados que vagaban por el limbo. Y volvió a soñar con lobos, con lobos que bajaban de las montañas.

Las nupcias sólo se postergaron el tiempo inexcusable de acomodarle un parco ajuar. Marcharon a Jaca a adquirir el vestido negro que luciría en la ceremonia, y una vez ultimados los encargos se encaminaron escoltados por sus dos herma- nas mayores, que se dejaban la juventud y la sonrisa sirviendo, a encomendar a Santa Orosia, que también casó y marchó lejos de sus gentes, el buen fin del casamiento. Circularon el perímetro de la jacobea catedral y ella, como la niña chica que apenas había dejado atrás, barrió con un dedo travieso la reja de metal que aislaba el ábside meridional, con su ajedrezado jaqués, capiteles, paneci- llos y metopas. 35_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 36

Sus hermanas al reprenderla no pudieron evitar que el filo de la envidia asomara infame a sus ojos. Teresa les hurtaba una oportunidad, al escabullirse 2005 de su destino, al maridar, mientras aguardaban con sonrisas desangeladas y súplicas a San Antonio un pretendiente. Ella no se desollaría las manos y la voluntad en casa ajena, ella tendría un hogar propio y un esposo al que unirse en las gélidas noches del invierno. El día de las nupcias amaneció en un cielo gris sobre cieno, dando la razón a las alas de los cuervos que, durante toda la semana, habían doblado a muerto proclamando su lóbrega profecía. Santos aguardaba de pie, aparentemente calmoso ante el retablo barroco. Las manos de gorrión en los bolsillos del traje para no delatar un temblor, las entrañas de tierra oscura ardiéndole de expectación, los botones zarcos que eran sus ojos fijos al frente, la sonrisa helada en un gesto extraño. Desde el momento en que la vislumbró cosiendo al calor de la lumbre supo que sería suya y de nadie más, que él sería el único que desharía aquella trenza del grosor de un puño. En la iglesia decenas de cirios prendían encarnando la pureza de la novia, decenas de volutas de humo negro trepaban hacia la cúpula enrareciendo el ambiente. Era la hora de al mediodía cuando Teresa arribó del brazo de su tío; en los bancos y las chicas del pueblo se arremolinaban, las mujeres con mantón negro y los hombres con camisa blanca almidonada. Su madre lloraba despacio, mezclando en sus lágrimas la emoción por la inminente despedida, la esperanza en el futuro de la hija y el recuerdo de su propia boda, unos años atrás, a las cuatro de la mañana, a escondidas de los ojos de los curiosos, como PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD corresponde a una viuda. Teresa tenía miedo, una bola de congoja en el estómago; miedo de los ojos del marido, de los ojos en los que adelante tendría que mirarse. Aun así hizo los votos con la voz serena y el convencimiento de que jamás los quebrantaría. Al concluir la ceremonia, los convidados y mosén Juan acudieron a la toda- vía casa de Teresa, donde Constantina para homenajear el enlace había pre- parado un cocido con abundantes trozos de tocino que comieron mientras la recién casada mudaba el atavío. Cuando Teresa estuvo preparada subieron en machos hasta las montañas, hasta el pueblo del marido, Conarve, que ella sólo conocía porque se vislum- _36 braba a lo lejos, trepado al monte, cuando iba a cuidar de las vacas. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 37

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Aún en la levantadora, mientras los hombres se pasaban la bota mediada de vino tinto y recio que les encendía el ánimo y el rostro, y la algarabía y los estómagos llenos por el cordero asado, ella no podía olvidar los lobos con los que había soñado la noche antes de conocerlo. Teresa traspasó resuelta el umbral de la que en adelante sería su morada. Amedrentada por el ajetreo del día y el ahogo que le estrangulaba la garganta desde que el azar se había elevado a la categoría de vínculo uniéndola con aquel desconocido al que aún no se había atrevido a mirar de frente, pero cuya mano asiéndole la cintura para que no se cayera del macho le había quemado la piel. Su suegro instaló a los convidados en las estancias del piso alto, y a los que no cupieron los acompañó a casa de un hermano. Ella se despojó morosa del traje, lo dobló con mimo y lo guardó en el baúl que con sus pertenencias habían llevado hasta la casa unos días antes, asu- miendo que acababa de dejar atrás el único vínculo que la unía a su antigua vida. Suspiró. Frente a ella el lecho grande, sólidamente asentado sobre sus cuatro patas toscas y anchas como un tronco, que hasta ese día había pertenecido a su sue- gro y a la difunta esposa. Se enterró, sintiendo que la garganta se le cerraba un poquito más y le costaba respirar, entre la frazada de las sábanas a aguardar a su esposo, al esposo y a la serpiente de un solo ojo de la que le había hablado la madre ruborizada. Era como viajar a la deriva en una nave presidida por el crucifijo.

DICIEMBRE, 1937

Trucaron a la puerta y al abrir se encontró frente a frente con un joven grande y ancho como un buey, el hielo se le acumulaba en la barba de musgo enmarañado y la débil aguanieve que llevaba cayendo toda la tarde oscurecía el cabello empapado pegándoselo a la frente y las sienes. Los ojos llorosos, vidriosos por el frío. 37_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 38

Al hablar exhalaba bocanadas de vaho, como a fogonazos, de forma entrecortada y breve, niebla que conjuraba y hacía desaparecer con la habi- 2005 lidad de un prestidigitador. –Me llamo Mateu. Me envía su suegro. Teresa se hizo a un lado. Él, tras descargar en el suelo el pesado petate que antes escondía a la espalda se quedó quieto, con las botas embarradas, las manos, grandes como palas, colgando inútiles a los costados y el gabán chorreando cellisca y frío. Sin saber en qué ocuparse. Los animales, en el pajar que se abría a la derecha, se inquietaron y las ovejas entonaron un balido nervioso. La bocanada fría que exhalaba la calle las alborotaba. Teresa se decidió a cerrar la puerta, bajar los dos escalones y recorrer el metro escaso que los separaba de la cocina. –Acérquese al fuego –le indicó con la cabeza gacha. El suelo era de tablas de madera, pulida a fuerza de despellejarse las rodillas restregándola con un cepillo de púas, y convergían en una chami- nera, que se abría sobre el tejado de losa de la casa. Allí, a resguardo de una mala corriente, estaba el capazo con el hijo que dormía plácido su sueño confiado. Teresa destapó el puchero que burbujeaba en las ascuas con un triste guiso de patatas y garbanzos y llenó un cazo que vertió humeante en un cuenco. El hombre lo sostuvo un momento entre sus manos grandes como

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD palas, entibiándolas, antes de beberlo despacio, a sorbos, empapándose del vaho que exhalaba, confortándose, pero sin poder apartar la vista de aque- lla desconocida, cuyos ojos, al reflejo de la candela, tenían sombras, y sóta- nos, y escaleras por los que perderse hacia abajo, hacia adentro. Dudando si la calidez que sentía en los miembros se debía al líquido o a ella, pero sin dudar que acababa de perder todas las patrias, de que ya sólo seguiría la bandera de su nombre. Ella sentía la fijeza de aquellos botones de cielo zarco, de primavera, de aquel hombre curtido por el sol que asalta en el camino y las navajas del cierzo, de aquel hombre de mandíbula poderosa, barba silvestre, cuello de toro, y hubo de arrimarse en el poyete del banco para no sucumbir en el _38 mareo dulce que le sobrevino cuando al devolverle el cuenco rozó su mano. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 39

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Sentía que aquella mirada se le enganchaba igual que espejuelos en el alma, y hubo de darle la espalda para que él no se percatara. Nadie, nin- gún hombre, había vuelto a mirarla así desde aquella tarde, que parecía tan lejana, en que Santos y su padre acudieron a su casa a buscar esposa. La intensidad era la misma, pero no la intención; ahora, aquel desconocido lo hacía con una ternura que presagiaba serenidad, que no podía ser más dis- tante del ansia de posesión enfermiza del marido. –¿Le ha dicho mi suegro dónde quiere que le acomode? –preguntó sin volverse con un hilillo de voz, sofocada. –Sólo me indicó cómo llegar a la casa. Teresa lo precedió por las escaleras con un candil, percibiéndolo úni- camente dos o tres escalones por debajo de ella, sabiéndolo al alcance de su mano y sintiendo, con un aleteo de mariposas en el estómago, que aque- lla mirada no se separaba de ella. Entornó la puerta de la habitación de la derecha para que entrara. –Espero que se encuentre a gusto. –No tengo ninguna duda de que así será– franco. Uno frente al otro, Mateu sacándole un par de cabezas, pero sin per- der sus ojos bruñidos de oro negro, anhelante, trémulo, sintiendo un hor- migueo ante su proximidad, el aire que le quemaba en los pulmones y supo que no podría volver a respirar con normalidad en su presencia. Los dos sin saber qué más decirse, pero sin querer separarse, deseando alargar el momento, sin comprender ninguno de ellos qué era lo que les ocurría, por qué se comportaban de ese modo, a qué se debía aquel arrobo, aquel escalofrío, aquel súbito entusiasmo que los embargaba, ¡si sólo eran una par de desconocidos! El niño comenzó a llorar en el piso de abajo, era un llanto imperioso que reclamaba a la madre. –Tengo que bajar. No necesitó girar la cabeza al bajar los escalones para saber que él la acariciaba con su mirada como despedida. Se sintió protegida, como si a su lado únicamente pudieran ocurrir cosas buenas, con una tranquilidad que no sentía desde hacía un par de años, desde que había salido del hogar de su madre. 39_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 40 2005 Mateu militaba en el Partido Obrero de Unificación Marxista. Hasta entonces otras compañías de milicianos, que como ellos llegaban del frente de Huesca para descansar, habían irrumpido en sus vidas, pero los del POUM eran diferentes: éstos venían buscando un asentamiento, un lugar donde quedarse. Formaban parte de la División Lenin, que después pasaría a denomi- narse la 29; una división netamente obrera, revolucionaria, formada por los mejores cuadros del POUM y de la JCI. En sus filas se encuadraba desde el militante obrero, con largo historial de lucha por el triunfo del proletariado y que había sufrido persecuciones y prisiones, hasta el joven trabajador, inexperto en las luchas sociales pero que el 19 de julio se había puesto en pie en una avalancha de entusiasmo revolucionario. Llegaron derrengados, entumecidos por las espinas del frío, hartos de choclear el barro frío bajo los pies, de cabecear en las trincheras un triste sueño de dos en dos, espalda contra espalda envueltos en las dos mantas, que a la mañana amanecían chupidas de humedad, de oír silbar las balas perdidas, de que sus propias voces resonaran roncas y somnolientas, des- conocidas. Los jefes establecieron su cuartel General en casa Marco, mientras que la tropa y las cocinas se conformaron con la abandonada casa del Párroco. Algunos milicianos, los que disponían de dinero, propusieron pagar a PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD cambio de hospedaje. No exigían demasiado, un rincón donde depositar sus bártulos y equipajes y una cama donde yacer al terminar la jornada, si antes no les habían pegado un tiro. Fueron varias las casas particulares que se ofrecieron y así fue como su suegro lo envió a su puerta. Mateu apenas contaba veinte años, uno más que Teresa, era de Sitges y se había presentado voluntario en el cuartel de caballería de la calle Tarragona en Barcelona, allí había comenzado el reclutamiento para mar- char al frente aragonés. Los encuadraron en la Columna “Lenin”, una de las que había organizado el Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña, de la que tomó el mando José Rovira, dotada de numerosas ametrallado- _40 ras “Hokins” apresadas en los cuarteles. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 41

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Teresa y Mateu no volvieron a permanecer solos en la misma habita- ción, de eso se encargó el suegro. En ocasiones Mateu pasaba varios días fuera, pero lo normal era que regresara a diario después del ángelus. Ella lo aguardaba sentada en la cadiera, amamantando al tibio rollo de carne que era su hijo, y sonreía mientras sentía cómo él se sacudía el agua- nieve antes de despojarse del capote y pasar a la cocina. Cuando Teresa se levantaba para atender sus menesteres él ocupaba su sitio, impregnándose del calor que su cuerpo había despedido, de su olor, y la miraba con aquellos ojos de mar que era un bálsamo para las heridas infringidas por el esposo. Sus ojos y sus palabras, porque lo que en Santos era silencios oscuros en Mateu eran palabras preñadas de sentimiento, de sereno optimismo. Teresa sentía, tontamente, que mientras él estuviera en su vida nada malo podría sucederle. Él liaba un cigarro con el suegro y le contaba del frente, aunque en rea- lidad su voz sólo tenía un destinatario: la mujer que se afanaba en prepa- rarle la cena en la otra punta de la cocina. Les hablaba sobre todo de una centuria de voluntarios ingleses al mando de un tal Kopp, que había agregado a su columna y entre los que estaba uno llamado George Orwell, que decía que era escritor; del trazado de sus trincheras escalonadas en zig-zag buscando los ángulos de tiro; de la novedad de un lanzagranadas que se trajeron de Inglaterra, que catapultaba las bombas de mano a unos ochenta metros; de lo limpios y aseados que tenían los pasillos de los parapetos, las trincheras y las chabolas; de los recodos plantados de flores y de la biblioteca… de las pocas cosas agrada- bles que la sangre y la muerte no cubrían. Se callaba el olor a pólvora que se sobreponía a casi todo, incluso al sempiterno y viciado tufo de la muerte, de los cadáveres que se amonto- naban en las barricadas, en las calles, en los zaguanes de lo que habían sido sus hogares. Los cadáveres no podían ser retirados, porque no había tregua y el frío preservaba los cuerpos. De que había que agradecer aquel frío que helaba los huesos y los sabañones, porque todo era preferible a la calima y los cuerpos descomponiéndose e hinchándose hasta que las facciones desa- parecían, adquiriendo un color morado cada vez más oscuro, inflándose como un odre y terminando por reventar, expulsando humores malignos y haciendo su aparición los gusanos. 41_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 42

Prefería hablar de George Orwell y de los otros ingleses, porque no quería que la guerra traspasara la puerta de aquella casa. 2005 Cuando la cena estaba lista se sentaban con el suegro alrededor de la mesa, cabizbajos, y sin más sonido que el de la cuchara de madera al tocar el plato. Era un silencio espeso, turbio, que se les colaban entre los pliegues de la ropa como el relente, y todas las palabras no pronunciadas se les atra- gantaban en la garganta, y eran tantas las que callaban que se les escapaban hasta por las puntas de los dedos cuando se rozaban. Y Teresa, todas las noches, desde que le abrió desprevenida la puerta sin saber que en realidad le abría su vida, soñaba con un mar, que nunca vería, añil como sus pupilas, y se dejaba mecer por el abrazo de las olas, imagi- nando que eran sus manos de pescador las que la acunaban.

El niño venía de nalgas, avieso, se presentaba un parto difícil. Teresa, doblada por el peso de la barriga, llevaba todo el día masticando en silencio las punzadas de dolor, sin atreverse a avisar. Era demasiado pronto, según sus cuentas aún faltaban un par de meses largos para el alumbramiento, apenas cumplía el medio año de casada. A la hora del crepúsculo, con el rostro acalambrado por las contracciones pidió al marido que fuera a buscar a la partera, a la tía Sebastiana, que si iba mal ayudaba a morir, y si no a recoger al chico, asearlo y vestirlo.

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD No fue necesario ni atarle el melico, la niña nació asfixiada, morada y abotargada, diminuta, y Teresa quedó exangüe, mientras la vida casi se le escapa por el hilo de sangre que manaba entre sus piernas. Le pusieron una toa- lla bien prieta en la cintura y durante diez días hubo de guardar cama mien- tras las vecinas, apenadas, le traían un caldo espeso de gallina para que repusiera fuerzas. A raíz del malogramiento la situación empeoró. Si bien el marido y el sue- gro ya eran hombres parcos, de largos silencios y mudos reproches, poco acos- tumbrados a bendiciones, de los que no se atreven a dirigir sus ojos hacia el cielo ni para rezar, porque de allí sólo llegan, siempre a destiempo, sequías o granizadas; la muerte del bebé la sintieron como una canallada. Los habían _42 engañado con aquella mujer. La culparon a ella. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 43

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A partir de entonces el marido se volvió brusco, destemplado, y en todo hallaba motivo de escarnio. Una noche, debido a la impaciencia, se abrasó la lengua con la sopa y agarrando el plato lo estrelló violentamente contra la pared. Teresa, muda y sobresaltada por su arrebato, se apresuró a recoger los fideos que escurrían hacia el suelo y el plato que mostraba un descascarillado negro. No atendía a sus maldiciones, se hallaba demasiado asustada. –¿Es que no me oyes? –bramó el marido, mientras el padre, impasible, aga- rrando la cuchara con el puño de la diestra y un cacho de pan en la zurda con- tinuaba cenando. Ella, arrodillada en el suelo, afirmaba con la cabeza, pero no le contestaba porque no encontraba la voz para hacerlo (de vez en cuando Santos llegaba de la taberna tambaleándose, la insultaba, le decía que era una puerca, que sabía que le gustaba que la miraran otros hombres, que los provocaba y terminaba propinándole alguna trompada, por lo que comenzaron a ser frecuentes los empellones, los cardenales, los verdugones); ya había aprendido a reconocer los preámbulos; creía que lo mejor era callar y rezar porque todo terminara cuanto antes. No se dio cuenta de que esta vez iba a ser diferente, de que él buscaba un escarmiento por algo que ella ignoraba y de lo que era inocente. No sabía que su marido estaba enfermo, enfermo de celos, y que no era la primera vez, que ése era el motivo por el que había tenido que ir tan lejos a maridar. Santos se llegó hasta ella, sus botas a la altura de su rostro. –¿No me oyes, puerca? La palabra le provocó un escalofrío, se replegó sobre sí misma intentando protegerse de los golpes, pero él la agarró de la trenza y tiró de ella hasta que la hizo poner de pie salvajemente. Asiéndola del cuello enfrentó su cara con la suya. –¿Crees que no lo sé?, ¿que no sé lo que haces? Cogió el cuchillo de mango de madera, el de la hoja de un palmo, que estaba sobre la mesa y Teresa pensó que iba a morir, creyó que la iba a degollar de un tajo, pero se equivocó: lo que tajó fue su trenza, y después agarrándole a mechones el pelo que le quedaba se lo fue desmochando. Al terminar su furia parecía haberse mitigado. 43_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 44

Más sosegado, pero todavía con aquellos ojos pardos como alimañas, la llevó al dormitorio a empujones y la tiró sobre el lecho. 2005 –Tienes ganas de hombre, ¿verdad?, pues yo te las voy a quitar, ¡te juro que te las voy a quitar! le dijo soltándose el cinturón y bajándose los pantalones. En los mentideros decían que de puertas para adentro sólo a uno incumbe lo que ocurre en su casa. Y Teresa aprendió a tragarse el miedo a sorbos.

Los aguiluchos llegaron de noche. Las manos se les crisparon cuando oyeron parar el motor de la furgoneta delante de su puerta. No presagia- ban nada bueno. Teresa sintió que la sangre se le agolpaba en las venas, que hasta respirar se le olvidaba temiendo que pudiera ser el marido. –Tú vienes con nosotros –dijeron señalando al suegro, y sus palabras sabían a acíbar. No conocían a ninguno, únicamente al Luis, de casa Garcés, que se obstinaba en mirarse las enlodadas albarcas de goma, y que llevaba la cer- viz tan gacha y los hombros tan replegados, intentando inútilmente enco- gerse sobre sí mismo que destacaba como plumaje negro de cuervo sobre la nieve. El suegro lanzó por lo bajo un par de insultos mordidos, con el gesto

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD crispado, los puños cerrados y un sudor frío y viscoso bajándole por la espalda, empapándole el cuerpo flaco de pobre. Digno, con la cabeza alta, sin pedir explicaciones por los comentos o las patrañas que los habían ins- tigado, sin suplicar y sin encomendarse ni a Dios. Cuando ya salía, a modo de despedida ordenó a Teresa, con el mismo tono desabrido en que siempre se dirigía a ella, que mandará recado al hijo, y Teresa no pudo evitar una punzada de compasión por él, por lo que le aguardaba. Una semana más tarde hallaron unos chicos su cadáver en el cauce seco del río con la cabeza abierta contra un risco y en las muñecas marcas de _44 ligaduras. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 45

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Le dieron sepultura en el mismo nicho que a su esposa. Sólo Teresa y un puñado de vecinos se atrevieron a acompañarlo en su último viaje, los demás no querían que pudieran relacionarlos con un represariado, no que- rían dar motivos… Teresa pensó por primera vez en la madre de Santos, en si aquella mujer también habría sufrido los mismos padecimientos que ella a manos de su marido, y recordando la tranquilidad con la que el suegro cenaba mientras a ella la golpeaban comprendió que seguramente estaba en lo cierto. Notó una opresión en el pecho al comprender que ni en la muerte podría separarse de Santos.

Con la ausencia del suegro regresaron las palabras, y Mateu le hablaba de su hogar en el mar, y de Barcelona y de Andrés Nin y de que la guerra eran troneras, descampados y paisajes sin árboles, mientras los ojos se le enturbiaban por la cercanía de su piel. Teresa se dejaba embriagar por su voz quebrada mientras el aire se inflamaba con la espera y los sentidos se arrobaban y, sofocada y con las mejillas encendidas, sentía que le costaba respirar y que sus poros exhala- ban fuego. Y cada vez que él pasaba, rozándola, cada vez que se despedía desde el quicio de la puerta, cada vez que pronunciaba su nombre, sentía un trémulo estremecimiento de hoja en otoño que la hacía palpitar y sen- tir que, después de todo, tal vez la vida mereciera la pena. La gente cuchicheaba, las mismas personas que no habían hecho nada para ayudarla cuando apareció con la cabeza a trasquilones, o con algún verdugón en el rostro o con el ojo cárdeno. En el río las mujeres decían que no estaba bien que una mujer casada y un hombre joven vivieran solos bajo el mismo techo; en los carasoles, los viejos murmuraban que a lo mejor no le faltaba razón al Santos cuando le levantaba la mano; y Teresa sentía que por primera vez estaba viva, y que cuando se enterara el marido, porque no dudaba de que lo haría, la mataría, pero que merecía la pena respirar con todo el pecho a aquella vida de miserias que había conocido a su lado. Hasta que una noche Mateu, con dedos temblorosos, se atrevió a des- hacer los gruesos nudos de sus trenzas cortas de niña chica, y hundió su cabeza en su melena y ella lo empujó sin empujarlo, las manos en su pecho, 45_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 46

primero queriendo apartarlo y luego agarrándolo de la camisa, apretando en un puñado la tela, bebiendo su aliento. 2005 Teresa descubrió que los labios de Mateo aún mantenían una sutil salo- bridad, que sus manos al recorrer su carne convertían sus huesos en gela- tina blanda que se rendía a su contacto, que su olor se componía de pólvora y sudor, y conoció la ternura y que ella también podía germinar como la yemas de la ramas de los árboles en primavera. Aquella noche Mateu dijo su nombre despacio, paladeándolo, sabiendo que esas tres sílabas encerraban toda su patria, y lo dijo con voz palpitante y no con la voz de nombrar a un muerto como el marido. Juntos perdieron tantas cosas que casi olvidaron que alguna vez la habían tenido: Teresa su marido y Mateu unos ideales por lo que entregar la vida si era necesario. Y cuando estaba con otras personas, hasta en el silencio, había una mirada, una mano en la suya, y en la mirada y en la piel vivía la promesa de otro tiempo, de un tiempo en el que la pólvora y la guerra sólo vivirían en la memoria, y serían libres de partir.

JUNIO, 1937

Cuando llegaron el sol todavía se columpiaba en el rocío. Las entrañas de los camiones vomitaron un par de docenas de milicia-

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD nos fuertemente armados. A patadas irrumpieron en casa Marco, desar- maron a todos los Jefes y combatientes del POUM y requisaron sus armas y pertrechos de guerra. Ellos se debatían confusos, ignorantes de lo ocu- rrido en Barcelona unos días antes. El 16 de junio, una brigada de la policía estalinista, controlada y diri- gida por agentes de la GUP rusa, había dado un golpe contra el POUM, sus dirigentes, sus locales y sus medios de expresión, sirviéndose de los resortes del aparato del Estado. Andreu Nin y la mayor parte de los diri- gentes del POUM habían sido detenidos y secuestrados sin que las autori- dades de la Generalitat de Cataluña fueran advertidas ni consultadas. A Nin lo habían trasladado rápidamente a Alcalá de Henares donde fue tor- _46 turado y asesinado. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 47

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Evidentemente, para justificar semejantes desmanes y el crimen come- tido con Nin, la prensa estalinista, tras unos días de vacilaciones, lanzó una campaña infamante presentando a los dirigentes del POUM como “espías” y “agentes de Franco”. El tumulto iba en aumento mientras los unos se rebelaban amagando desafíos y los otros proferían bramidos y vociferaban ultimátum. El inusi- tado clamor anegaba el pueblo, derramándose por las calles, arrastrándose por debajo de los quicios de las puertas, filtrándose por los alféizares. Los más prudentes escudriñaban, desde la seguridad de sus hogares, por las grietas, pero otros tantos se llegaron hasta allí. Los milicianos, recelando de la tremolina, se apresuraban a subirlos a las traseras de los camiones a punta de pistola y fusil. Temían la proximi- dad de las dos divisiones de la CNT cercanas a la de Mateu: la 28, antigua “Ascaso” y la 26 antigua “Durruti”. Rovira ya había sido detenido, aunque unos días más tarde sería libe- rado por orden de Indalecio Prieto, ministro socialista de Defensa. Teresa, con la comezón de un negro presentimiento en las tripas, llegó a la carrera con el hijo apoyado en la ijada. Llegó a tiempo de distinguir a Mateu de entre los encañonados que esperaban a que los subieran al camión; Mateu que sacaba una cabeza a los demás compañeros y que miraba ansioso, poniendo el alma en el intento, la calle por la que ella tenía que bajar. Al verla se salió de la fila y sus labios besaron los de cereza de Teresa, a la vista de los maldicientes, sin importar otra cosa que ellos mismos, que ese instante. –Te juro que volveré a por ti, te lo juro –le prometió con su voz de espuma al tiempo que dos milicianos lo volvían a su posición y le obliga- ban a doblar la testuz para meterlo en el camión. Teresa lo creyó. Aún hubo tiempo para que una última mirada se derramara sobre ella, tiñéndola de añil mientras andaba detrás de la estela del camión, mirando cómo el vehículo se alejaba cabeceando, llevándose su vida. Cuando ya hasta la polvareda que había levantado el camión al coger la curva del río había desaparecido, Teresa regresó a la casa del marido. La hizo con la cabeza gacha, no porque temiera lo que pudiera adivinar en los 47_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 48

rostros de sus vecinos, sino por temor a que mancharan con su maledi- cencia el regalo de esa última mirada. 2005 Tranquila, porque él le había dicho que volvería y ella sabía que él jamás juraba en falso. Esperó uno, dos, tres días, una semana, y al comen- zar la tercera recogió todas las cosas de Mateu en el petate que había traído consigo aquel primer día cuando su suegro lo envió a la casa. Tranquila, sabiendo que él volvería a buscarla, y se preparó para espe- rarlo todo el tiempo que hiciera falta.

Ya antes de la detención hacía tiempo que la división 29 no recibía ni ropa ni armamento ni municiones. Algunos soldados, entre ellos Mateu, tenían como arma, por falta de “Mausers” o “Mosquetones”, un fusil “Winchester” mejicano que debía proceder de las huestes de “Pancho Villa”. De unos meses a esa parte Mateu tenía el barrunto de que algo no andaba bien, pero no había querido preocupar a Teresa. La guerra, como siempre, debía quedar en el umbral de la casa. El Gobierno de Valencia urdió un plan; urgía desmantelar y suprimir aquella división que tanto molestaba a los de Moscú (que habían amena- zado con cesar toda ayuda si no hacía lo que ellos mandaban). Con el pretexto de aliviar la presión que Franco estaba ejerciendo sobre Bilbao en el frente vasco, se planeó una ofensiva sobre la capital de Huesca

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD que correría a cargo inicialmente de las fuerzas del POUM en solitario. Si las fuerzas del POUM solas, compuestas por unos tres mil voluntarios y el batallón Rojo de choque, la mejor fuerza de la división 29, se salían con la suya y conseguían entrar en la capital, inmediatamente entrarían las demás fuerzas colindantes para poder minimizar su éxito. Si no se conseguía, las brigadas del recién estrenado Ejercito Popular permanecerían quietas espe- rando el exterminio de la maldita división. Dejaban la labor de desarme en manos de Franco. Seis días después (en los que había desaparecido su artillería y aviación, y la enemiga se desató sobre sus posiciones machacando al mismo tiempo que intentaban un embate con densa preparación artillera, ataques de los _48 cazas a vuelos rasantes y el bombardeo de las posiciones por doce “Junkers” Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 49

PREMIOS RELATOS BREVES “MARÍA DOMÍNGUEZ”

y otra docena de “Saboyas”) las fuerzas de la brigadas 131 y 132 los rele- varon de sus posiciones entre el sector del cementerio y el Carrascal en el semi-cerco de la capital. De la compañía únicamente sobrevivían unos sesenta hombres, entre ellos Mateu que se aferraba a la vida con todas sus fuerzas, dispuesto a cumplir lo prometido.

JUNIO, 1939

El marido la recibió con un manotazo certero. De la trompada Teresa cayó al suelo sangrando por el oído y la nariz. No le extrañó encontrarlo allí, le había dado alcance el lobo curtido que desde hacía una semana la acechaba en sueños, un lobo de estómago cicatrizado por las pesadumbres, las cejas espesas, fruncidas, la mirada que son colmillos. Era su desquite, llevaba meses paladeándolo, aguardándolo. Fue en el 38 al ser expulsados a Francia desde la “Bolsa de Bielsa”, cuando en el revuelto de compañías y soldados, con el chusco de pan y el paquete de tabaco que les habían dado en la mano, coincidió con Francisco de casa Conrado. Francisco, que era un buen amigo, se lo dijo: La Teresa ha estado viviendo con otro. Sintió emponzoñársele la sangre y, si no descarga la rabia en aquel puñetazo que le fracturó dos tendones obligándole a llevar la mano fajada un mes, se hubiera ahogado en bilis. Se pasó al bando nacional pues el pueblo ya había sido tomado por Franco y creyó que de esa forma sería más sencillo el reencuentro. En marzo de 1938 se había producido el avance definitivo de los nacionales desde Huesca y Estrecho Quinto hacia Barbastro. Las tropas naciona- les habían entrado en Conarbe a mediados de abril. Unos días antes de que llegaran, habían corrido rumores de que se que- ría hacer una línea de contención con trincheras para retrasar el avance del enemigo y dar tiempo al repliegue de los soldados que procedentes del frente se retiraban en desbandada hacia Cataluña. No llegó a conver- tirse en realidad. La mayoría de los habitantes de Conarbe, principalmente mujeres, niños y ancianos, habían decidido esperar la llegada de los nacio- nales en la entrada del pueblo; varias familias se habían escabullido, lle- 49_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 50

vándose en los carros cuanto pudieron, a una caseta al monte, hasta laen- trada de los nacionales, y allí habían visto pasar por delante de ellos a los 2005 soldados del ejército republicano en desbandada hacia el este, demacrados, medio descalzos y muertos de hambre. Teresa fue una de las pocas que había permanecido en su casa. Tranquila, esperando. De vez en cuando se habían oído silbar las balas perdidas, ella miraba obstinadamente el petate de Mateu y el hijo le preguntaba con su lengua de trapo: mami, ¿po qué lloras? Santos se pasó a los nacionales, pero el camino que tomó estaba col- mado de recovecos: permaneció un mes en un campo de concentración hasta que llegaron avales, y de allí lo metieron en una bandera de falange en la Batalla del Ebro, después fue a “liberar” Cataluña y de allí 6 días y 6 noches en tren a Ávila. De batalla en batalla, combatiendo todos los días, tres años sin descalzarse para dormir, mascando el miedo, el hambre, la muerte, pero sin olvidar ni un solo instante el ultraje. Desde que el 18 de junio lo licenciaron en Tomelloso y se subió a aquel tren, sintió que la opresión del pecho se aliviaba, que se acercaba el momento. La observó desde arriba, todavía conservaba en la garganta el sabor del último trago de vino, y en las entrañas de tierra oscura la hiel de la ven- ganza. –Zorra –le espetó. PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD Las lágrimas acudieron de golpe, igual que un vómito, a Teresa le dolió más la injuria que las patadas que le siguieron y que le fueron entume- ciendo las tripas.

AGOSTO, 1947

Hacía varios días que acechaban el pueblo. Era un pequeño grupo for- mado por siete miembros. Maquis armados con metralletas, desarrapados, tocados con sombreros de fieltro, con barbas de varios días oscureciéndo- _50 les la faz, los ojos abotargados por la falta de sueño. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 51

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Los Maquis eran guerrillas compuestas por soldados republicanos que se exiliaron a Francia al termino de la Guerra Civil Española, pues Franco al recibir a la Junta Técnica de Acción Católica había hecho una declara- ción de intenciones: “Es nuestra tarea, ahora, recristianizar nuestra nación”. Muchos de los exilados se integraron en las fuerzas de resistencia fran- cesa (maquisards) frente a los alemanes, y una vez finalizada la II Guerra Mundial, fueron enviados a España para luchar contra el régimen fran- quista. Ahora el desánimo les roía las entrañas, creían que al entrar en España el pueblo se levantaría en armas y que los aliados les ayudarían, pero no fue así. Se encontraban convertidos de libertadores en bandoleros, embosca- dos y moviéndose por caminos de contrabandistas, estrechos como cuchi- lladas, que hendían las majestuosas cumbres pirenaicas. Una vez consumida la esperanza únicamente les restaba una cosa por hacer antes de exiliarse: regresar a sus pueblos por última vez, unos para estrechar una despedida y otros para colmar una venganza o un escar- miento. Mateu era uno de ellos, la pierna derecha surcada por un ancho ven- daje marrón de sangre vieja le hacía renquear, el cansancio de tantas gue- rras le pudría los huesos, pero aun así el tajo negro del flequillo no llegaba a ocultarle el anhelo de la mirada, ¡después de tanto tiempo! Llegó a la puerta, a la puerta que tan bien conocía, aquella en la que por vez primera vio a Teresa, y conteniendo la emoción trucó. Le abrió un muchacho alto, espigado, serio, con los rasgos de ella cin- celados en el rostro; a Mateu se le secó la boca, y sólo acertó a balbucir su nombre: Teresa. El muchacho regresó al poco pidiéndole que le siguiera, y volvió a caminar los mismos pasos que tantas veces había andado pero, sentado en la cadiera, en vez de la mujer había un hombre que sujetaba un rifle. –Hijo de puta, no sabes el tiempo que llevo esperándote. No dudó de que estaba frente al marido, al que, sin desearle ningún mal, muchas veces había imaginado muerto en la guerra, y de que el otro también sabía quién era él. 51_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 52

Había contemplado demasiadas veces la muerte pintada en las pupilas de un hombre como para no reconocerlas en las de aquél. Se abalanzó 2005 sobre él mientras el disparo le alcanzaba en el costado izquierdo, y, aun herido, su corpachón de toro se impuso. Mateu lo derribó a mamporrazos, y mientras el fantoche, que inten- taba tragarse los gemidos, los mocos y la sangre, tremulento, se esforzaba al menos por arrodillarse, pidió dónde estaba Teresa. –Sígame –dijo el hijo tras ayudar al padre a incorporarse. Lo condujo fuera del pueblo, por un declive de esmeralda reluciente hasta una tapia encalada. Mateu tuvo que apoyarse en el muchacho a modo de cayado, pues la sangre ya empapaba con caprichos trazados la tela de la camisa y el aire le abrasaba en los pulmones, para realizar el último tramo. En la lápida en que se detuvieron decía que llevaba ocho años de bús- queda inútil. Cayó hincado de rodillas para desplomarse después sobre la tierra sintiendo el frío calarle, el escalofrío del desenlace. No quiso estar en ningún otro lugar de la tierra, feliz de haber alcan- zado la patria pues sus ojos empañados de muerte confundieron los rasgos del hijo con los de la madre, y tras escupir un cuajarón de sangre farfulló: te dije que volvería a buscarte. PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD

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RELATOS BREVES

TÚ SERÁS MI REINA Segundo Premio

Teresa Arpal García Teresa 1 “Tú serás mi reina” por La mujer alargó el brazo para alcanzar la bolsa de sardinas que le entre- gaba el pescadero, en ese mismo instante sonó el móvil. Del brazo que le quedaba libre colgaba la cesta de la compra y el bolso, en la mano portaba el monedero. Si soltaba el hatillo de pescado, rebozaría su contenido antes de llegar a casa, si se desprendía del monedero caería su contenido. Así que se decidió por bajar rápidamente la cesta, meterlo todo dentro y buscar a toda velocidad el teléfono. Lástima que tuviera que remover dentro, por- que hubo de quitar el estuche de las gafas, un pequeño neceser, la agenda, la libreta de la lista de la compra, dos paquetes de pañuelos de papel y otro de toallitas húmedas, un llavero con las llaves de su casa, otro con las lla- ves del apartamento de su hijo y las llaves del coche. Una bolsita de plás- tico conteniendo hilo para coser y botones que había comprado en la mercería. Llevaba también el reloj de pulsera de su hija al que le acababan de cambiar la pila y el ticket del aparcamiento. Pero no conseguía palpar el objeto que con una melodía de la ópera Carmen, la estaba sacando de quicio. Al final se hizo con él, pero dejó de sonar. Preocupada siguió hur- gando en la heterogénea mezcolanza de cosas que había en la cesta, sofo- cada apartó las sardinas que como si hubieran resucitado salían de la boca del paquete, localizó el saquito donde guardaba las gafas de vista cansada, se las colocó haciendo un mohín de desagrado y con paciencia apretó las teclas del teléfono para saber quién la había llamado. En ello estaba cuando el aparatito volvió a sonar. Aliviada descolgó: –¿Se puede saber dónde te 53_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 54

has metido?–. El tono alterado de la voz de su marido al otro lado, la pilló desprevenida. Balbuceando respondió: –Estoy en la pescadería, ¿ha pasado 2005 algo? –¡Que si pasa! ¡Llego de viaje a mi casa, tu no estás y no puedo entrar! ¡Te llamo y no coges el teléfono! ¿Me puedes explicar para qué lo quieres? –¿Y tus llaves? ¿Las has perdido? –¡Lo que yo haya hecho con mis llaves no es asunto tuyo, tengo otras cosas en las que pensar! ¡Ven a casa ya! La comunicación se cortó, Susana metió la mano de nuevo dentro de la cesta dejando las gafas y tanteando las llaves del coche que adivinó impregnadas de olor a sardina. Con el justificante de la plaza de estacio- namiento y un billete de veinte euros se dirigió a la máquina para pagar y poder salir de allí. La mujer contuvo a duras penas las irrefrenables ganas de llorar. Estaba dolida y confusa. A Fernando no le esperaba hasta la noche, ella había salido para hacer la compra; ni siquiera, como otros días, se pasó por la cafetería, ni charló con nadie. ¿Por qué tenía que gritarle así su marido? ¿A qué venían tantas prisas y con ese tono? ¡Si es que no podía faltar de casa! ¿Y por qué no? En el trayecto se dio ánimos y pensó que podía haber sido peor si él estuviera con ella y fuera su copiloto. “¡Cambia!, ¡adelanta!, ¡cuidado!, ¡para!, ¡pon el intermitente!, ¡a la derecha!, ¡frena!”. A su lado se sentía como una niña pequeña a la que llevan de la mano, ni él ni sus hijos pare- cían recordar que para conducir el coche había aprobado un examen. PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD Susana aparcó en la puerta de su hogar, pero no pudo sacar la compra porque desde el portal su marido la apremiaba para que le abriera la puerta, en lugar de acercarse él a coger las llaves. Fernando entró como una exhalación dejándola con la palabra en la boca. Mientras esperaba una dis- culpa por su actitud, o tal vez una explicación, ella limpió escrupulosa- mente todos y cada uno de los objetos que por proximidad o simpatía hubieran adquirido cierto olor a pescado. Después preparó la comida y esperó a que su marido tuviera ganas de sentarse en la mesa, como hacía siempre que él estaba en casa.

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No había rincón de la casa al que Susana no alcanzase con su dedo, o un apéndice del mismo en forma de escoba, bayeta, fregona, cepillo o plu- mero. El suelo (fuera de cerámica, terrazo, mármol, parqué o moqueta) daba fe de su diligencia mostrando una limpieza inmaculada. De los sani- tarios emanaba un olor asociado a la higiene y en la cocina el orden lo resi- día todo. Cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa, tal era la máxima que ella aplicaba a cualquiera de las actividades que desarrollaba en su hogar y en su vida, que en este caso viene a ser lo mismo. Era su obligación, su deber y penitencia, pero, sobre todo, era el orgu- llo de ama de casa eficiente lo que se mostraba ante los ojos de propios y extraños. Sólo ella sabía que ese logro nacía de su disciplina y abnegación, combinadas con gran dosis de histerismo y hasta obsesión que, utilizada terapéuticamente, la mantenía ocupada cada día, cada hora, cada minuto… La inmediata y obvia consecuencia de esa pertinaz meticulosidad era un reino listo para exhaustiva evaluación o inesperada visita. El extraño debía asombrarse ante su obra, su hogar era un kósmos y no un cháos. A tra- vés de ese equilibrio físico Susana pretendía alcanzar el espiritual. Necesitaba buscarlo a cada instante como hicieron los primeros filósofos, el arjé era su meta sin ella saberlo. Pero la atareada madre nada sabía de las teorías que han ocupado durante siglos a los pensadores, con toda proba- bilidad desconocía quién era Platón y no había leído sus obras. Susana se conformaba con transmitir a los demás un mensaje: que era útil. Ella era capaz, a pesar de sus tribulaciones, de construir un nido confortable donde todo el mundo se sintiese a salvo y feliz. Desde niña le enseñaron a mirar a los hombres desde abajo, los varo- nes mandaban, las mujeres callaban y obedecían; primero al padre, después al marido. Ella por su condición de fémina estaba predispuesta a no poner reparos a ese postulado. Tanto su madre como su abuela, así como el resto del sexo femenino del clan, se habían comportado como si fuera una nece- sidad inexcusable saber en todo momento qué se esperaba de ellas y reali- zarlo; por lo que tenía muy presente, cual espada de Damocles, lo que podría pensar cualquier invitado que llegase a su casa y encontrase, por ejemplo: un jarrón fuera de sitio, un cuadro desequilibrado o restos de pelos sobre las alfombras. Un descuido, y su marido (lo mismo que Dionisio, tirano de Siracusa) se hubiera sentido ofendido. Así pues, siempre se mantenía en guardia provista del último producto milagroso que disol- 55_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 56

viera la grasa, hiciera desaparecer la cal, abrillantara el alicatado o perfu- mara (enmascarando de forma elegante algún efluvio inconveniente) cual- 2005 quier ámbito de su querido hogar. Por tales motivos, y para aligerar su interminable trabajo, quedaba terminantemente prohibido el acceso a su feudo de cualquier ser vivo que no fuese racional, y no se hacía excep- ción con las plantas que únicamente tenían permiso de residencia en el jar- dín, ya que, según Susana, las hormigas, moscas, pulgones, mosquitos y otras plagas solían pulular en los vegetales, y no estaba dispuesta a tolerar la minúscula y dañina intromisión que supone convivir con insectos que no han sido requeridos; por lo tanto, en el inmueble, sólo entraban huma- nos; y si existían atisbos de suciedad en sus cuerpos, era mejor que lo hicie- ran por la puerta trasera, so pena de contemplar la iracunda mirada que la dueña del recinto solía lanzar a los poseedores de pies embarrados, moja- dos o despistados, que habían tenido la insolencia de tropezarse con dese- chos que debieran haber sido evitados. Esas pautas de conducta, así como diversas normas que consensuadas hubieran aligerado el trabajo doméstico, no eran cumplidas por los súbdi- tos de su reino que, a pesar de sus ruegos, seguían sin oír sus consejos y mirando hacia otro lado cuando ella les reprochaba su mal hacer. Todo hay que decirlo: Susana veía y callaba; tan sólo cuando no podía más les gri- taba quejándose de su falta de colaboración; pero, en esos instantes de impotencia y cansancio, su mente no sabía hilvanar argumentos de peso con los que derrotar a sus contrincantes, que siempre encontraban excusas para disculparse y repetirle: “que era obligación suya responder de la lim- pieza de su lar”. Y, la abnegada mujer, tragándose las lágrimas que brota- ban de sus ojos, volvía, sin prisa pero sin pausa, a lustrar suelos, muebles y

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD enseres que otros habían manchado (sin preguntarse el porqué de su servi- lismo, ni plantearse el abuso del que era objeto). El orden de la casa se mantenía a salvo, resistiendo una vez más los indiscriminados ataques de las tribus bárbaras, mamá estaba allí para defenderlo. De vez en cuando, solía darse un respiro y aprovechaba el espacio de tiempo que transcurre desde la última compra de la mañana hasta la hora prevista para cocinar el almuerzo. Se sentaba en la cafetería del centro comercial junto a otras sufridoras y, mientras saboreaba un café (largo, solo, descafeinado y con sacarina), daba rienda suelta a sus quejas que eran recibidas con gestos de asentimiento por parte de las oyentes (mujeres que, con ligeras matizaciones, podrían haber relatado los mismos episodios de _56 frustración y desesperanza). Lo malo de esos momentos de sinceridad eran Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 57

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los remordimientos de conciencia que la perseguían después. “¿Por qué debían saber los demás lo mal que se sentía? ¿Qué pensarían de su familia y, sobre todo, de ella?¿Acaso no era responsabilidad suya educar bien a sus hijos y conseguir de su marido, utilizando tácticas femeninas, la colabora- ción pretendida? ¿Dónde estaba el fallo? ¿Qué pie habría de añadirse a su mesa que mantuviera el equilibrio suficiente para que sus esfuerzos no se cayeran al vacío?” ¡Sí!, vacío era lo que sentía en su alma y en el fondo del estómago cuando tragaba sus iras y mascaba sus enojos, despojada de la valentía sufi- ciente para escupirlos en voz alta. Conduciendo el coche cargado de bol- sas o sentada en el autobús de línea sujetando el carro de la compra repleto de comida, no se le ocurría más respuesta que autoconvencerse de que su familia tenía razón: sin duda, el fallo estaba en ella. Susana, en lugar de soltar lastre, regresaba a su hogar angustiada y cul- pable y se veía más pequeña y miserable por haber denunciado, aunque fuera levemente, aquellos momentos en los que se sentía superada por la realidad e incluso por la lógica.

2

–¿En esta casa cuándo se come? Fernando estaba parado en el quicio de la puerta de la cocina, la miraba con gesto enfadado, ella se levantó y dijo: –¡Cuando tú quieras, te estaba esperando! –¡Sácame una bandeja al comedor, nada de eso que huelo por ahí! Prepárame una tortilla francesa y una ensalada, me fríes una croquetas, me abres una cerveza, y luego me pelas y troceas unos melocotones. Quiero ver las noticias tranquilo, estoy muy cansado. No te olvides de hacer bien la tortilla, ¡ya sabes cómo me gusta! Susana se preguntó si él se habría preguntado si ella tenía apetito, si ella quería comer con él, si ella debía hablar con él y si ella estaría dispuesta a complacerlo. En esas estaba cuando su marido regresó al punto de partida. –¡Acuérdate de arreglarme la ropa, mañana me voy! 57_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 58

–¿Dónde está la ropa?

2005 –¡En la maleta! –¿Dónde está la maleta? –¿Pero qué te pasa hoy? ¡Estás un poco espesa! ¡Dónde va estar! ¡En el coche! Y no me preguntes dónde está el coche que lo has visto al llegar. ¡Ah, por cierto, cuando termines te daré unos papeles para que los pases al ordenador!, ¡tú ya sabes que escribes más rápido que yo!

Desde los primeros días de su matrimonio (quizás antes) Susi, influen- ciada por el entorno y por su forma de pensar, se propuso ser una esposa modelo: fiel, dócil y hacendosa. Leía con avidez, tratando de suplir sus deficiencias, cuantos artículos salían en la revistas sobre la convivencia en pareja (tema sobre el que ignoraba casi todo) y coleccionó fascículos que hablaban de la maternidad y la educación de los hijos (su gran preocupa- ción). Fue una esponja que sin tutor empapó teorías diseñadas para dar lecciones magistrales, lo peor fue ponerlas en práctica, y acabó hecha un lío. Tuvo un hijo, al poco tiempo otro y más tarde otro, y comprobó lo difícil que le resultaba criarlos sola (su marido tenía bastante con ir a tra- bajar, los niños eran su deber y obligación). Así se lo hacían saber tanto su madre como su suegra, cuando justificaban la pasiva actitud del cabeza de familia pronunciando frases como: “¿qué saben los hombres de bebés?, PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD ¿dónde se ha visto que un hombre tenga que cambiar pañales o bañar a los niños?, ¡las mujeres lo llevamos en la sangre… hemos nacido para esto!”, que echaban por tierra los argumentos progresistas e igualitarios defendi- dos en las renovadoras publicaciones. Y la joven madre que desde pequeña había obedecido los consejos de mamá y papá, aun pensando que algunos de sus razonamientos estaban equivocados, descendía de su utopía gol- peándose con la realidad, que no era otra que su soledad. Así, despojada de respaldo y pendiente de una solidaridad que no llegaba, sin protestar ni pedir ayuda, se cargó de paciencia y trató, por todos los medios a su alcance, de llevar a la realidad los sueños que había tenido cuando colocaba en las estanterías los libros adquiridos. Pero, desbordada por los tres felices _58 acontecimientos, estaba tan cansada que no podía con todo; debía acallar Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 59

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sus llantos, bañarlos, vestirlos, darles de comer, hacer la compra, lavar, planchar, fregar, llevarles al colegio y al pediatra, ayudarles con sus debe- res, hablar con los profesores, asistir a las reuniones de padres, organizar las fiestas de cumpleaños, recoger sus habitaciones, jugar con ellos, dormirlos, planificar la economía doméstica para llegar a final de mes, darse una ducha, acicalarse y después comportarse como una amante original y fogosa que satisficiera completamente las demandas sexuales de su hombre (mamá biológica y mamá política le recordaban continuamente la impor- tancia de tener a su hombre contento). Y no acababa ahí su espíritu sacrificado: durante once años ejerció de secretaria sin sueldo para su esposo, que tenía la sana costumbre de traer a casa los asuntos pendientes de la oficina (trabajo que por supuesto él no realizaba y le encomendaba a ella). Afirmaba Fernando, por aquel tiempo, que las mujeres son más pulcras y cuidadosas a la hora de preparar infor- mes, redactar memorandos o encuadernar dossieres que los varones; así pues, la mujercita obediente, durante horas robadas al sueño, cuadraba balances; mecanografiaba, folio tras folio, largos expedientes y ordenaba y componía presupuestos, que al día siguiente eran presentados puntual- mente en el despacho del jefe de turno y por los que era felicitado y admi- rado su marido. Bien sabía ella que esos actos de abnegación se inspiraban en el cariño que tenía a su marido y, en un plano más materialista, porque deseaba que su compañero ascendiera en su puesto de trabajo, ya que tal hecho suponía un aumento de sueldo con el que pagar la gran cantidad de gastos que surgían cada día. Al fin y al cabo era ella, también, la que con- trolaba la economía familiar y estiraba el dinero: bajaba los dobladillos de los pantalones, remendaba calcetines y se peleaba con los patrones de cos- tura de las revistas de moda para sacar de un retal, comprado en la planta de oportunidades de un gran almacén, algún atuendo digno con el que salir a la calle. Calle que, por cierto, era la de un barrio obrero, en la que la mayor parte de las vecinas ejercitaban sus músculos subiendo a pulso las bolsas de la compra, el carrito de paseo del bebé y el propio niño, hasta un tercer o cuarto piso sin ascensor; además, ponían a prueba todos los días su imaginación para presentar a la mesa una comida que, siendo econó- mica, cubriera sus necesidades. Eran mujeres jóvenes que compartían trucos, esperanzas y pipas los domingos por la tarde en el parque, mientras sus maridos veían el partido de fútbol en el bar, porque en casa no había dinero para comprar un tele- visor en color o cervezas suficientes para calmar su sed. Ellas formaban 59_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 60

parte del grupo de adolescentes que oyeron hablar de Mayo del 68, que se casaron en los últimos años del franquismo y que pensaron que la transi- 2005 ción democrática incorporaría un cambio a su monótona existencia; mas, a excepción del ejercicio activo del voto, ver desnudos en las revistas y en el cine y poder hablar de política (tema que a todas les importaba muy poco) no se produjo ninguna otra novedad digna de mención. Ellas siguie- ron con su vida, porque no conocían otra, y su pensamiento, mal que les pesara, seguía apoltronado en unos temores que les impedían rebelarse, cuestionar o exigir unos derechos que ni siquiera sabían que existieran. Los años pasaron y, aprovechando la bonanza económica, una a una fueron dejando el barrio, el parque y la puerta del bar, donde solían espe- rar a que concluyeran las retransmisiones deportivas, cansadas de poner paz en las discusiones infantiles, afónicas de tanto repetir advertencias sobre la peligrosidad de los juegos y aburridas de insistir a sus hijos para que se terminaran la merienda. Susi fue la última que miró hacia atrás mientras abandonaba el piso de alquiler, el mercado, la pequeña librería y el paisaje de ropa tendida en los balcones. Lo hizo con tristeza y desgana, pero ¿qué podía hacer? El destino (o su marido) la arrancó de un lugar donde se sentía útil y querida; colocándola, sin ella desearlo, en otro más selecto pero hostil.

3

Susana se sirvió un cacito de patatas con verduras, se veía incapaz de PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD masticar y digerir la ternera por muy tierna que le hubiera salido. Sabía que ni su hija ni su hijo pequeño vendrían a comer pero ella no se resistía a pre- parar platos con fundamento (por si acaso). ¿Qué mejor ocasión que ésta para sentarse frente a frente con Fernando y hablar? Ella quería contarle cómo se sentía, especialmente deseaba comentarle su relación con los “niños”. ¿Por qué la dejaba sola en la cocina? Cabía la posibilidad de que ella se sentara con él en el salón. Pero conocía la conversación o el monó- logo: “¡Chisssssss!, ¡calla un momento!, ¡no me dejas oír! ¡Silencio! ¿No podemos tocar ese tema en otro momento? ¿Cómo quieres que te preste atención si estoy viendo el partido? ¡No me levantes la voz! ¡Siempre estás con lo mismo! ¿Por qué tienes que arreglarlo todo llorando? ¡Cierra la _60 puerta al salir!”. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 61

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Hoy no iba a ser diferente y con el trabajo que tenía pendiente pensó que lo mejor para ella era ponerse manos a la obra y salir en busca de la ropa, hacer montones con la blanca, la de color y la de lavar a mano. Lo peor era que no tenía secadora y a ver qué hacia para que estuviera lista para el día siguiente; bueno la plancha y el secador de pelo obrarían un milagro. Puso dos lavadoras, remojó dos camisas nuevas para restregarlas des- pués a mano y tendió la ropa. A Susana le extrañó a esa hora de la tarde que su marido no hubiera dado señales de vida, se acercó al salón y lo encontró sentado, dormido y roncando; el cuello tenía una posición impo- sible que le provocaría dolor cuando se despertara, por los labios le cahía un hilillo de saliva y los restos de la comida estaban en la mesita de cristal. Con sigilo la mujer inició la recogida, sin darse cuenta rozó uno de los pies de Fernando, y él se sobresaltó. –¡Ni en mi propia casa puedo descansar! ¿Me puedes explicar qué te pasa hoy? Ella no contestó, para qué. Él siempre tenía mal humor cuando se des- pertaba de la siesta. Mejor no darle más importancia a su actitud. –Voy a ducharme, después haré unas llamadas desde el despacho. Iba a preguntarle Susana por el viaje, por el negocio, por su salud. También se le quedó en la punta de la lengua qué quería para cenar. Vio cómo subía la escalera, intuyó que entraba al dormitorio, oyó el agua de la ducha y se puso a llorar en silencio. Con los ojos humedecidos cogió el limpiacristales y una bayeta, fue al salón y lustró con energía el cristal de la mesita. Después miró a su alrededor, el decorador había hecho un buen trabajo, pero ella lo habría realizado con más amor. Tenía una casa grande, bonita, elegante y muchos adjetivos más. Lo malo era que no la sentía suya, en el traslado tuvo que dejar en el trastero decenas de recuerdos: pañitos bordados por ella, tapetes de ganchillo, cojines, cuadros, mantas, colchas… Porque su marido prefirió hacer caso al profesional y obviar su gusto. No se sentía bien allí, a lo mejor ella no estaba prevista en la deco- ración. Nunca fue supersticiosa, mas siempre que se acuerda de cómo se ini- ció su nueva vida le asalta un escalofrío. Lo hizo de luto, vestida de pies a cabeza de negro, a pesar de la oposición expresa de Fernando, que la mar- tirizaba con sus comentarios sobre la necesidad de disfrazarse con ese color 61_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 62

que tan poco la favorecía. Ella no replicaba, porque la pena era tan grande que la opinión de los demás, aunque fuese la de su marido, por una vez, la 2005 traía sin cuidado. ¡Habían cambiado tanto las cosas desde que sus padres murieron en un accidente de tráfico! Esa inesperada tragedia la convirtió, al ser hija única, en heredera legal y universal de los mismos, haciéndose con un capital nada despreciable. Fue al final de la mañana del día de Nochebuena, Susana estaba en la cocina muy atareada y nerviosa, al tiempo que agotada por el trabajo que desde bien temprano había desplegado. A primera hora recogió la casa y sin apenas desayunar salió a la calle realizando las últimas compras (la mayor parte de ellas encargos de su marido que como de costumbre se había olvidado de los detalles). Regresó inquieta, pendiente siempre del reloj, y, tomándose una tila para aplacar su ansiedad, trazó por fin los menús que serviría esa noche y al día siguiente; teniendo exquisito cuidado en no aumentar con la comida el colesterol de su suegro, la alta tensión de su padre, la diabetes de su madre política y las alergias de mamá. Releyó deprisa sus notas diciéndose, para darse ánimos ante tanto esfuerzo, que ni un nutricionista lo hubiera hecho mejor. Sumergida en la vorágine de los preparativos no se dio cuenta de que el teléfono sonaba, y lo hizo varias veces. Sus hijos, que sí lo oyeron, no se tomaron la molestia de descolgarlo porque si lo hacían se tenían que levan- tar de la cama, lo dejaron sonar. Sea como fuere, la noticia le llegó por labios de su esposo, que se presentó en casa antes de la hora prevista y, sin rodeos ni delicadeza, le dijo que sus padres habían muerto. Comenzaron unas Navidades tristes, pero ni siquiera en la intimidad PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD pudo guardar su duelo con la aflicción que deseaba, porque sus suegros no renunciaron a pasar unos días con ellos y sus hijos y su marido siguieron con sus particulares exigencias personales y culinarias. Contradictorios deseos se superpusieron en esas jornadas: una parte quería estar sola y rumiar el dolor de su corazón y otra necesitaba la compañía de los suyos para que su orfandad no se hiciera tan notoria. Se decía que estar ocupada le hacía bien, así no pensaba en su desgracia; mas, cuando sus ojos se posa- ban en una foto o en algún objeto que le traía recuerdos de niña, sentía unas incontenibles ganas de llorar, como si las lágrimas alejaran su pena y fueran el homenaje póstumo a las personas que le habían dado la vida. Ni aun eso podía hacer con libertad, porque a Fernando no le gustaba verla _62 triste y menos vestida de negro. Él decía que se compungía y repetía vehe- Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 63

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mente que eso del luto era de otros tiempos; en cuanto a sus hijos… nada de apoyo moral, a las pocas horas del funeral volvieron a su música y a sus juegos como si nada hubiera ocurrido. Y con esa pena a cuestas tuvo que ir del Registro Civil a los bancos y del Registro de la Propiedad al notario. Solucionar, en fin, los problemas que surgen cuando dos personas fallecen. Y lo hizo sola, porque Fernando, una vez más, concluyó que era cosa suya. Pero la triste Susana comprendió que tenía limitaciones de todo tipo: su cuerpo estaba agotado, su mente embotada de llorar no pensaba con claridad y, además, había cuestiones técnicas que no entendía. Armada de valor se aventuró a pedir (y si era necesario suplicar) a su marido que la ayudara. Temía hacerlo, sabía que él era un hombre ocupado, pero sobre todo le angustiaba que le dijera que no y unir a su pesadumbre los remordimientos que le surgirían después de que Fernando le enumerara las múltiples cosas en las que tenía que pensar y el esfuerzo que debería hacer para ocuparse de una más y de esa enver- gadura, no quería molestarlo, pero no le quedó otro remedio que hacerlo. Se presentó delante de él, le dejó en el regazo una carpeta y con toda la amabilidad de la que era capaz se solicitó apoyo. Fernando la miró, y siguiendo las pautas que ella conocía dijo lo de siempre. Susana insistió en que viera al menos de qué se trataba. Durante unos minutos él fue pasando las hojas de los extractos bancarios, a veces se detenía y acercaba los núme- ros para verlos mejor. Y algo tuvo que leer que le interesara porque sin más comentario dijo que lo estudiaría detenidamente y que algo podría hacer. Efectivamente, desde esa noche su esposo se puso manos a la obra. Ella después de haberse sentido tan desvalida, vio luz al final del túnel y se sin- tió tan protegida y segura en las fuertes manos de su hombre que ni siquiera se preocupó de inventariar los bienes de sus padres y delegó en él todo el papeleo, remover en sus cosas la destrozaba. Al cabo de un tiempo supo que había recibido una pequeña fortuna; fortuna que su marido deci- dió invertir en un negocio, en el que no habría más jefe que él. Pensando siempre en el futuro de su familia y guiada por las razones que Fernando con elocuencia explicaba, firmó cuantos papeles le coloca- ron delante, cediendo a su cónyuge la administración de los bienes que por derecho eran suyos. De un día para otro se convirtió en la esposa de un empresario de éxito que sin consultarla compró una casa con jardín y un coche caro; a ella le regaló un utilitario de color chillón con la condi- ción de que se sacara el permiso de conducir. 63_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 64

Cambió el paisaje, los vecinos, los supermercados y hasta el olor del ambiente. Aunque los que más se transformaron fueron ellos. Susana, que 2005 ni siquiera pudo elegir el color del papel de las paredes, tuvo que acos- tumbrarse a vivir donde no deseaba. En cuanto a él, como estaba tan estre- sado, para no ser molestado y evitar discusiones con sus hijos que consideraba pérdidas de tiempo, se dedicó a complacerlos con cualquier capricho inservible que los alejara momentáneamente de su lado, mientras saboreaba un whisky de importación. El statu quo de Susana no varió, sólo aumentó el trabajo doméstico al tener más habitaciones que limpiar y dis- minuyó su autoridad frente a sus hijos que, por el efecto pernicioso del dinero, se metamorfoseaban en unos consumistas derrochadores. Pero, como siempre queda la esperanza, no se daba por vencida y aprovechaba los momentos en los que la familia estaba reunida en el comedor para inculcar buenos principios y una sólida moral; les hablaba a sus retoños sobre valor del esfuerzo, del trabajo bien hecho, de la recompensa de las buenas obras, del respeto a los mayores, de solidaridad. Lamentablemente era una lluvia que no calaba y, finalizado el sermón, sus hijos se iban por donde habían llegado pensando en el último modelo de bicicleta, coche teledirigido o diseño más exclusivo de ropa para la muñeca Barbie. Como madre, a la que le quitaba el sueño el futuro de sus hijos, más de una vez se replanteó la educación que estaba dando a sus vástagos, el método de llegar a sus corazones, el camino a sus almas. Entonces refle- xionaba y (en esos paréntesis de introspección) se decía que por su sacrifi- cio y por la más elemental lógica, de tan pulcra residencia deberían haber salido unos moradores dignos de ser exhibidos en cualquier escaparate y ser

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD motivo de estudio sociológico por considerarlos, probablemente, especie en peligro de extinción. Pero tal conclusión, al no provenir de proposicio- nes basadas en un pensamiento matemático y ser sólo observaciones sub- jetivas, aleatorias e impertinentes, no podía ser considerada un axioma, acaso, una especulación. La que más siente que no se demuestre lo que por hipótesis y empeño habría de cumplirse es, sin duda, esta mujer, que se enerva, abruma y desa- sosiega cada día, cada hora, cada minuto. ¡Lo que daría ella por tener una familia modelo! Y no es que le falte entusiasmo, dedicación o perseveran- cia, pero cada vez que uno de sus hijos deshace lo que con tanto cariño ella construye, siente en su cabeza un pequeño chasquido, como si a una figura _64 de porcelana se le abriera una grieta difícil de disimular. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 65

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Susi, la perfeccionista, que por planchar alisaría con almidón hasta los diminutos calzoncillos y bragas que usan sus descendientes. Ella que está pendiente, con la boquita abierta, a que sus déspotas retoños pronuncien un deseo para satisfacerlo y que no se acomplejen; que acapara complica- das recetas de cocina y les sorprende cada día con suculentos platos, con- denándose a pasar horas y horas de pie; que acata sus caprichos haciendo malabarismos para llegar a final de mes; sólo obtiene o, mejor, soporta, un silencio cargado de reproches que se espesa cada día, lo mismo que un puré de patatas falto de caldo. Y es que para sus hijos mamá es tonta, pesada, hortera, gorda y fea (encarnando el vivo retrato de una maruja a la que hace tiempo le han dejado de funcionar las neuronas, por el malsano efecto de los productos químicos que llevan incorporados los aerosoles, que además de acabar con la capa de ozono terminan con la materia gris del cerebro de cualquiera). Estas delicadas groserías y otros elogios eran ignorados estoicamente por nuestra resignada ama de casa, dispuesta siempre a perdonar y a asu- mir cualquier cosa, incluso sus virtudes, como si de una pesada cruz se tra- tase. Pero en lo más hondo de su corazón latía un pesar, no era capaz de ser perfecta en algo, aunque ese algo fuese freír un huevo. Extensa era la lista de requisitos sobre el modo de lograrlo: la temperatura del aceite, sal antes o después, por no hablar de las graves consecuencias que tenía reven- tar la yema o dejarlos un poco crudos o pasarse con la fritura (hijos y esposo teorizaban largamente sobre el hecho, aunque ninguno tuvo la gen- tileza pedagógica de llevarlo a la práctica). Todos ellos planteaban cotidia- namente observaciones impertinentes, ella trataba de dominarse para no contestar a sus mordaces quejas, asentía con un gesto y pronunciaba la frase lapidaria con la que les daba la razón: –¡LO SIENTO! (Y lo sentía sinceramente demasiadas veces al cabo del día, de los meses, de los años…) “¡Realmente era tan torpe!”. Algo en su interior contradecía las afir- maciones, pero: ¿cómo rebatir lo que ellos daban por cierto? Le abrumaba la idea de estar continuamente sometida a evaluación y sólo obtener un aprobado; y cuando debía decantarse por una u otra opción, por simple que pareciera, se sentía culpable por la elección. En ocasiones el dilema le provocaba ansiedad y no sabía si decidirse por las lentejas o los garbanzos, sabía con certeza que lo que echase en el puchero sería criticado sin con- templaciones por los exigentes comensales que se sentaban a la mesa. 65_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 66

A pesar de sus angustias guardaba las formas, tenía a bien reconocer que por su causa no se discutiría, la unidad familiar era sagrada. Y sintién- 2005 dose herida y maltrecha, escuchaba sumisa las recriminaciones sin elevar la voz o poner en duda las imperativas órdenes recibidas, amordazaba su pen- samiento y su lengua con el propósito de no perturbar la sagrada paz del hogar, la habían adoctrinado para ello. Aunque un poco tarde, y como todo tiene un límite, pareció moles- tarse cuando la retahíla de piropos que le lanzaban los suyos puertas a den- tro de su hogar, fueron pronunciados en público por su marido (al que ella reverenciaba, respetaba, obedecía y cuidaba). Y empezó a tener conciencia de lo que significaba ser humillada, utilizada, manipulada e incluso, escla- vizada. Eso sí, no recibía castigos físicos que marcaran su anatomía, ni escuchaba amenazas, tan sólo recomendaciones que Susana interpretaba como órdenes imperativas que cercenaban su espontaneidad. Hacía tiempo que percibía en un lugar que no sabría localizar, pero que seguramente estaba cercano al corazón, que su queridísimo esposo se aprovechaba de las circunstancias y que no era leal con ella, pero ni su cuerpo ni su mente reaccionaban, demasiados años callando agostan cual- quier iniciativa de rebelión. Prácticamente veinticinco años sin ser ella misma, aceptando las ideas y deseos de los demás como propios y arrinconando cualquier expresión de su personalidad que no tuviera como fin beneficiar o mejorar la situación de los que la rodeaban y dependían de ella. Era feliz, o al menos así lo creía, hasta que su cabecita adormilada despertó de la larga siesta. El velo de la docilidad no se levantó de un día para otro, la insurrección se fue gestando

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD a medida que las dudas almacenadas salían del sueño al que habían sido condenadas.

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Susana pasó furtivamente por delante de la puerta del despacho, se acercó y prestó atención. Su marido conversaba con alguien, parecía estar de buen humor, incluso se reía a carcajadas. Sintió envidia, sí mucha envi- dia y dolor. “¿Cuánto tiempo hacía que no se reían juntos?”. Prefirió irse _66 al cuarto de la plancha, por lo menos allí avanzaría con la tarea de alisar las Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 67

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camisas, afirmar la raya de los pantalones, doblar calzoncillos y emparejar calcetines. –¿Qué tienes para cenar? Susana sabía la respuesta: –He preparado sardina escabechada, ¡te irá bien para el colesterol! –Sardina por la noche, ¡no! No la digiero bien, prefiero un poco de verdura. –¡Sólo tengo congelada! –¡Podías haber comprado hoy! –No sabía que venías, me dijiste que llegarías mañana, además con las prisas no he podido pasar por la verdulería. –¡No!, si al final siempre tengo la culpa yo. ¡Bueno!, ¡haz lo que quie- ras! Pero sardinas ¡no!

Durante la primavera, sintió un cansancio que le hacía arrastrar los pies y le impedía seguir con su ajetreado ritmo limpiador, dejó de esmerarse en los menús optando por comidas fáciles y rápidas. Necesitaba acostarse des- pués del almuerzo para recuperar fuerzas, pero ni aun así, lograba mitigar las jaquecas y la tristeza que anidaba en su ser. Fue al médico y éste le recetó unos antidepresivos que la dejaban atontada; decidió dejar por pro- pia iniciativa aquellas pastillas que sólo le proporcionaban una evasión momentánea de su responsabilidad. La meticulosa Susana no contaba con la naturaleza y el tiempo, que cuando se unen a la vida de una mujer tienen consecuencias, que aunque previsibles, nunca se espera que ocurran tan temprano. Había mirado el calendario, contando los días de retraso de su menstruación y lo primero que pensó fue en un tardío embarazo, desechó la idea rápidamente, por- que bien sabía ella que no había motivo. “¿Qué le estaba sucediendo?”. Alejando la única respuesta congruente que respondiera a su pregunta, se presentó en la consulta del ginecólogo y se sometió a exploraciones y aná- lisis. La afirmación del especialista le rubricó sus más íntimas conjeturas: acababa de entrar en la menopausia. Sin poner cara de boba ni demostrar 67_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 68

el susto que llevaba encima, se fue a casa rápidamente para llorar en silen- cio su perdida juventud. 2005 “¿Debía decir a su marido lo que le sucedía? ¡Si!, entre ellos no había secretos, al menos por su parte”. Pero sincerarse, verbalizar sus temores y provocar con ellos que su marido se preocupara, la tenían dubitativa. Él no aguantaba verla enferma ni acompañarla al médico, en ninguno de sus embarazos fueron juntos a las revisiones y se negó rotundamente a presen- ciar los partos. “¡Menos mal que poseía una salud de hierro y nunca habían tenido que cuidarla!”. Fernando no lo hubiera soportado, bastantes dile- mas le causaban a él sus propios achaques; nada grave: tendinitis de jugar al tenis, gota por abusar del marisco, afonías de tanto fumar y ardores de estómago por pasarse con las copas. ¡Qué mal humor se le ponía! La lla- maba continuamente para no sentirse solo, le pedía que le tomase la tem- peratura y las pulsaciones a todas horas; que le diera de comer y beber en la boca, como si repentinamente le hubiera alcanzado algún grado de minusvalía que le impidiera valerse por sí mismo. Cuando por algún motivo se le agudizaban los síntomas su dependencia era insufrible, y si entre ellos se incluían los vómitos, hacía tantos aspavientos que parecía que estuviera pariendo y, con un hilillo de voz, pedía que se llamase a una ambulancia o se le trasladara al hospital más cercano con urgencia porque se moría. Susana lo consolaba, apaciguada y soportaba, cuidándolo con mimo y resignación, recibiendo sólo de sus labios exigencias, quejas y caprichosas demandas, que la mayor parte de las veces le provocaban un llanto impo- tente y la hacían sentir culpable por no poder estar al mismo tiempo en

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD dos lugares a la vez; porque además de Fernando estaban sus hijos, que no querían entender que era humana y que, por lo tanto, disponía única- mente de dos manos con las que servirlos a todos. Cuando el gran hombre se recuperaba de su pasajera indisposición, se producía en él una metamorfosis: ya no necesitaba ni los cuidados ni la compañía de ella. Después de renovar su vestuario (solía adelgazar por la dieta que le imponía el médico) y visitar al peluquero, le pedía a Susana que le preparara el equipaje porque debía salir de viaje (casualmente en ninguno de ellos podía llevarla) para, sin más dilación, retomar los nego- cios en el punto en que los dejó (él era un hombre de acción y su tiempo valía oro). A ella le hubiera gustado acompañarlo, y si eso no era posible, _68 al menos, verse agasajada por sus desvelos con una cena íntima, una salida Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 69

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al teatro, conformándose incluso con asistir a una velada de cine sintién- dola cerca. También le hubiera hecho ilusión recibir un regalo, no tenía por qué ser caro, simplemente un ramo de flores, una caja de bombones o una llamada privada en la que él le hubiera renovado su amor. Nada de eso ocurría y lo que era peor, en Susana crecía una sensación extraña, que aumentaba con los años, casi tenía la certeza de que su marido se avergon- zaba de ella y que trataba de desvincularla por completo de la vida que él llevaba fuera del hogar; como si una ama de casa con dedicación a tiempo completo a su familia, no tuviera nada que hacer ni que decir en el mundo en el que él se desenvolvía. Ella no necesitaba que nadie le dijera que había engordado y que la ropa de tallas grandes no es precisamente un referente de moda, pero hacía lo que podía y a veces hasta resultaba elegante. Gracias a su sobre- peso no tenía arrugas en la cara, pero con las camisetas se le marcaban los michelines, con las faldas largas parecía una mesa camilla y los pan- talones dejaban al descubierto la rotundidad de sus muslos. Había pro- bado las dietas, el gimnasio y otras terapias presentadas como milagrosas, nada le resultó y al final optó por vivir tal cual, aceptando su cuerpo como era, lo mismo que aceptaba otras cosas que tampoco le gustaban. “¿Y si él la apartaba de su lado por ese motivo? ¡Tan poco valía! ¿Acaso su convivencia se basaba sólo en poseer un cuerpo bello y apetecible? ¡Debería haber algo más!”.

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Le dolía la espalda y se sentía agotada. Los cuellos, los puños y la cin- turilla de los pantalones los había repasado con el secador de pelo porque estaban húmedos, para después presionar con la plancha y alisarlos, poniendo antes sobre ellos un paño de algodón, evitando así que se que- maran y salieran brillos. Ahora estaba delante del banco de la cocina pelando patatas y recordando mentalmente que uno de los pantalones tenía el bajo descosido y que antes de acostarse debería coserlo. Fernando necesitaba esa ropa y precisamente ésa. Cuando se encaprichaba de algo, por muy surtido que estuviera el armario se empeñaba en ponérselo, y no se la iba a llevar sucia, poco parecía importarle que eso supusiera un tra- 69_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 70

bajo contrarreloj para ella. “Si fuera una asistenta que cobrara por horas, ¿sería él tan exigente?”. 2005 En veinte minutos estaba la cena preparada, se sentaron juntos en la cocina, Fernando no puso objeciones y comió con apetito. Susana mien- tras se levantaba a buscar agua del tiempo, porque según su marido la sacada de la nevera estaba excesivamente fría, preguntó: –¿Como estás? –¡Bien! ¡No me ves! –Quiero decir si tienes algún problema y yo te puedo ayudar. Esta mañana estabas muy nervioso y luego te has pasado media tarde hablando por teléfono y metido en el despacho. –Mira, cariño, cuando llego a casa de trabajar estoy cansado. Es muy duro el mundo de ahí afuera, lo que menos me apetece es discutir contigo. ¿Y tú que tal? –¡Bien, como siempre! Tenemos que hablar de los niños. –¡Es que no puedo tener una comida tranquila! Te he dicho que no quiero alterarme, eso es asunto tuyo, no tengo tiempo para tonterías domésticas. Además ¡no me digas que no eres capaz de controlarlos! ¡Y luego queréis dirigir empresas! ¡Tú no sabes lo que son problemas! Por cierto, como ha bajado la temperatura, he pensado que voy a cambiar de ropa, así que vas sacando la de otoño; convendría que la repasaras de plan- cha, no quiero dar mala impresión en la reunión que tengo mañana. No te olvides del informe que he dejado en la mesa del despacho, lo haces lo más

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD elegante que puedas, cuando quieres haces las cosas muy bien. Si tienes alguna duda estaré viendo la televisión, no creo que tarde mucho en acos- tarme. Fernando se acercó a Susana evitando sus ojos y le dio un beso en la mejilla. Ella se quedó sentada mirando la mesa que debía recoger y limpiar. “¿Por qué no le había dicho lo cansada que estaba? Debería haber reivin- dicado su esfuerzo. Si él era capaz de sacar adelante un proyecto ella tam- bién, pero había cosas que no podía hacer sola y una de esas cosas era educar a sus hijos. Y luego estaban los extras. ¡Ojalá no supiera mecano- grafía, ni encender el ordenador!

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–¿Para qué? ¿Por qué? Jamás se había cuestionado su función en el hogar, pero sus hijos pare- cían no necesitarla, excepto como sirvienta, su marido, absorbido por su trabajo, pasaba más horas fuera de casa de las que ella hubiera deseado y cuando regresaba, lo primero que hacía antes de saludarla era sentarse en su sillón preferido, conectar la televisión y pedirle una copa. Sólo después de servido recibía ella un beso amigable en la mejilla (Susana se pregun- taba si el ósculo era por la bebida o para demostrarle que la quería). Su conversación se limitaba a unos cuantos monosílabos, en ocasiones gestos, las más, equívocas onomatopeyas que a fuerza de convivir tantos años jun- tos adquirían cierto significado. Cariño se tenían, Fernando la llamaba cuando iba a regresar tarde y cuando alcanzaba su destino, para que no se preocupara. En cuanto a la pasión, se había diluido en la monotonía. El cansancio y el estrés eran alegados con mucha frecuencia por Fernando para disculpar su falta de entusiasmo en la cama. –No sabes lo complicada que ha sido la negociación y lo que nos ha costado convencerlos para que aceptaran nuestra oferta. ¡Tú vives muy tranquila en casa sin preocupaciones! ¡Qué distinto lo verías si tuvieras que traer el dinero a casa! Ella escuchaba a su marido sin interrumpirlo, sabía lo que ocurriría después: se dormiría boca arriba y comenzaría a roncar. ¡Qué diferente estaba las mañanas en que se iba de viaje! En el cuarto de baño no se podía entrar, porque su atmósfera era irrespirable de tan car- gada como estaba de agua de colonia, desodorante, after shave, loción capi- lar anti-caída y gomina; sin olvidar la crema para descansar los pies, la leche hidratante para el cuerpo y el oloroso gel con el que se había duchado. Después estrenaba ropa interior, sobre la que colocaba con maes- tría la camisa, la corbata y el traje, así como los zapatos a juego con el cin- turón, todo ello elegido con anticipación. Era un auténtico espectáculo verlo mientras se vestía mirándose al espejo, ¿por qué no se preocupaba tanto de su aspecto cuando excepcionalmente salía con ella? Su última salida había sido al chalet de un vecino, justo enfrente del suyo, él vestía un chandal que le quedaba pequeño y con el que enseñaba la parte en la que la espada pierde su nombre cada vez que se agachaba. Ella estrenó falda, blusa y zapatos, Fernando no se dio cuenta; fue lo mejor porque la falda se la manchó con grasa de la barbacoa, la blusa terminó quemada por las bengalas puestas sobre una tarta y los zapatos, que se hundían en el 71_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 72

barro del jardín encharcado por un pésimo sistema de riego, acabaron rotos. 2005 La primera ocasión en la que su adiestrada nariz femenina notó que entre aquella maraña de aromas había uno diferente, pensó que era casua- lidad; la segunda vez buscó explicaciones normales; pero la tercera vez la convirtió en una mujer celosa que miraba con más atención donde antes no lo había hecho. Y tras una inspección profesional descubrió leves roces de maquillaje y carmín en el cuello de las camisas; facturas de hoteles en los que se había ocupado una habitación doble, notas de restaurantes de moda y cajitas de cerillas de clubes de dudosa reputación, “tenía pruebas… ¡pruebas de qué!”. Durante el día ensayaba la forma en la que preguntaría, cómo sacaría el tema a relucir, o la forma en la que aguantaría su mirada si él la acusaba de alcahuetear en sus pertenencias. Pero, cuando él volvía se le olvidaba el texto del melodrama y se encogía de hombros y pensaba en otra cosa. ¡No!, en realidad no podía pensar en otra cosa; acobardada se daba cuenta de que estaba sola, decididamente sola, y a sus casi cuarenta y seis años veía los días transcurrir a una velocidad de vértigo, esperando que sucediera algo que la hiciera vibrar, soñar o renovar su esperanza. Los viernes salía a dar un paseo con las amigas, ellas llevaban su mismo tipo de vida y algunas, las que disponían de asistenta, lo pasaban peor, por- que ni siquiera tenían la obligación de perseverar en el orden y la limpieza del hogar. Ciertamente que se distraía cotilleando, hablando de fulanito y menganito protagonistas de las revistas del corazón, pero cuando regresaba a su reino se daba cuenta de que el problema estaba allí, nada había cam- PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD biado y que seguía, como siempre, sola. Y sentada en una silla de la cocina mirando el fregadero lleno de platos y vasos que su marido o sus hijos habían utilizado y que ella debería limpiar y recoger, desechaba inmedia- tamente las sugerencias de sus amigas de matricularse en algún curso de manualidades, idiomas o informática que la sacase unas horas del monó- tono y opresivo mundo en el que vivía. ¡Ya tuvo bastante con asistir a clase para sacarse el carnet de conducir! Lo peor fue lo que le costó, tanto en dinero como en tiempo. ¡Si es que no podía concentrarse! ¡Qué paciencia mostró con ella el profesor! Un día después de que él frenara en seco el coche para evitar un accidente, Susana se echo a llorar, después avergon- zada pidió perdón al hombre que tenía a su lado. Él le dijo que no era cues- _72 tión de sentirlo, sino de aumentar la concentración en lo que estaba Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 73

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haciendo, “debes pensar que llevas a tus hijos dentro del coche y que su vida está en tus manos”. Desde ese día no volvió a despistarse y aprobó sin problemas la práctica. Susana sabía que era capaz de sacar adelante lo que se propusiera, incluso había aprendido a manejar el ordenador con la sola ayuda del manual de instrucciones, sólo necesitaba valentía y librarse del lastre que atormentaba su mente y que la dejaba tan apesadumbrada. “¿Qué sería de su casa si ella faltaba?, ¿qué diría su marido o sus hijos?, ¡a Fernando le gus- taba encontrarla en casa cuando regresaba!, ¡seguro que se mofarían cues- tionando su decisión!”. Primero tenía que asimilarlo ella alejando el sentimiento de culpa y acrecentando su autoestima, si es que lograba hallarla. No eran sólo sus compañeras las que la presionaban para explorar otros caminos, ella misma imaginaba (de tarde en tarde) cómo sería su vida si recibiera un poco de apoyo moral. En muchas revistas femeninas daban consejos y trucos para cambiar, pero a Susana le parecía de mal gusto que presentaran siempre, para ilustrar las explicaciones, a mujeres esculturales sin un gramo de celulitis, con pechos firmes y vientres lisos; mujeres triun- fadoras de veinti pocos años o incluso treinta que parecían haber pasado de todo menos de la dieta, la gimnasia, el cirujano plástico, los viajes y el trabajo. ¿Dónde estaban las mujeres que como ella se habían sacrificado para sacar adelante una familia, compaginando una diversidad de ocupa- ciones y lamentablemente sin un título o un sueldo que sirviera para que los demás reconocieran su esfuerzo? Ni siquiera cuando llegasen a la edad de la jubilación el Estado les iba a otorgar una pensión. “¿Qué tenían en común aquellas modelos con ella? Se decía, mientras miraba críticamente las fotografías tratando de hallar un somero parecido. “¿Por qué los edito- res las humillaban de esa manera, acaso no se daban cuenta que fomenta- ban una envidia malsana o, lo que es peor, favorecían el desprecio social hacia las mujeres que no respondían a esos cánones de belleza?”. Y desaso- segada, por lo que creía una burla, gritaba a los espejos que la reflejaban, viéndose horrible siempre, incluso en aquellos días en los que para sentirse mejor se iba a la peluquería. Echada sobre la cama lloraba desconsolada sin saber muy bien qué le ocurría y cómo solucionar su dilema. Después, seca de lágrimas, se daba un baño, arreglaba su aspecto con un poco de maquillaje y se dirigía a la cocina para preparar los alimentos que sin agradecerle el esfuerzo, engulli- 73_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 74

ría su familia. Así, jornada tras jornada, sin más estímulo que no formar parte del grupo de mujeres que padecen el ominoso trato de sus compa- 2005 ñeros y que, asiduamente, ocupan sólo los espacios sensacionalistas de los telediarios o entrevistas morbosas en las vespertinas programaciones televi- sivas; ella se consolaba. ¿Se consolaba? “¿Era una forma de maltrato el desprecio que sentía su familia hacia ella? ¿De dónde se sacaban las fuerzas para elevar los ojos y ver a tu hombre cara a cara y sentirte compañera y no sierva?”. Sentada delante del monitor y el teclado Susana se transformaba, pasando el informe que su marido había esbozado en aquellos folios se sen- tía útil, mucho más que cuando abrillantaba los suelos y pensaba que muy bien podría haberse ganado la vida en una oficina. Pero lo que más le gus- taba era escribir. Si tenía algún secretillo era ése, solía a veces dar rienda suelta a su imaginación hilvanando historias, retratando imágenes de su niñez o su juventud. Después lo guardaba en un disco y lo extraía, no sin antes borrar las huellas en el ordenador. Esa noche, después de oír llegar a sus hijos, se dio un baño de espuma, lo necesitaba y se impregnó la piel con una leche perfumada, se puso un camisón sugerente y se metió en la cama. Tenía ganas de que su marido la abrazara, la besara, la acariciara… No sólo sexo, porque lo que realmente la colmaba era que él le hiciera sentir amada, que le diera a entender que a pesar de lo caprichoso, pesado y mandón que era la seguía queriendo y apreciaba su esfuerzo. Ella era capaz de perdonarlo todo por una muestra de afecto. Con la esperanza de lograr esa unión Susana tanteó la coronilla de Fernando, bajó su mano lentamente por la nuca, la espada, la desvió PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD hacia la cintura, se acercó más a él. Iba a susurrarle al oído su intención cuando él soltó un gruñido: –¡Déjame dormir, tengo que madrugar!–. Ella se quedó con la miel en los labios y la bilis un poco revuelta por la rabia que sentía. Por la mañana se repitió la misma escena de siempre: prisas, ahora ponme esta camisa, ahora quítame ese pantalón. Procura que la ropa com- bine, no te olvides de las corbatas y el cinturón del traje, coloca en condi- ciones los zapatos para que no se aplasten. Con un café tomado de pie en la cocina él se marchó prometiendo llamar en cuanto llegara a su destino. Ella en bata lo vio marchar, otra vez sería… la próxima vez sería capaz de _74 hablar seriamente con él. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 75

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–¿Dónde están mis sueños? Se preguntó en voz alta esa tarde, sorprendiéndose por su osadía. La respuesta no llegó, pero en el aire se mantuvieron los ecos de su demanda. Y, a medida que pasaba el tiempo, regresaba a sus oídos con insistencia la cuestión planteada, sin saber muy bien a quién ni por qué. Como la única forma de evadirse que conocía Susana era tener las manos ocupadas, aprovechando que estaba en la cocina, decidió preparar la cena. Probablemente su hijo mayor vendría y se llevaría provisiones para toda la semana. Desde que él decidió independizarse le daba más trabajo: le traía ropa para lavar y planchar, incluso había tenido que remendar prendas de sus compañeros de piso que se alimentaban con platos que ella cocinaba y, además de ir a cenar todos los viernes, le pedía asiduamente dinero, argumentando que con lo que él ganaba apenas le llegaba para pagar el alquiler. “¿Qué clase de independencia era aquella? ¡Nadie lo había echado de casa! ¿Nadie…?”. Recordó las discusiones y enfrentamientos que había habido entre los dos Fernandos. Como madre y esposa estaba en medio, no podía tomar partido, si defendía a su marido su hijo la despreciaba y, si por el contra- rio, disculpaba al hijo delante del padre, éste la hacía culpable del com- portamiento del hijo porque, al fin y al cabo, ella lo había educado. Situaciones parecidas se repetían cotidianamente con los dos peque- ños. Su hija sólo pensaba en lucir el último modelo, salir a comprar, bailar y divertirse. Estudiaba, ¡claro que estudiaba!, ya había pasado por tres Facultades, al menos se matriculaba y eso le daba derecho a no hacer en casa absolutamente nada (ni siquiera recogía su ropa interior del cuarto de baño cuando se duchaba). ¡Y, qué decir de su joya! A los dieciséis años dejó de estudiar y se negó a trabajar, decía que tenía que encontrarse. Hoy, a los veinte años, seguía buscándose en los billares, las discotecas y más recientemente en Internet, uniendo a sus gastos corrientes el elevado coste de teléfono que suponía estar todo el día conectado a la red. Susana batió con fuerza los huevos para la tortilla, tratando de apartar la enigmática voz con el ruido del tenedor sobre el plato, conectó la radio y la televisión e incluso puso en marcha la lavadora. 75_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 76

Todo fue inútil, ahí estaba omnipresente, como sacada de un baúl que ya no se pudiera cerrar. Aun así, logró cuajar una exquisita tortilla de patata 2005 que, al lado de otros alimentos, depositó orgullosa en el centro de la mesa. El teléfono sonó, alcanzándole un sobresalto que la hizo correr hasta el aparato. Era Fernando junior, le pedía información sobre cierta camisa de color morado que había introducido el día anterior en la lavadora. Los ojos de Susana se dirigieron inmediatamente hacia la portezuela transparente del electrodoméstico, descubriendo horrorizada que sus preciosas sábanas de batista blanca se tornaban lilas. Conteniendo a duras penas su ira y el temblor de las manos, con un hilo de voz prometió planchar con esmero la prenda de vestir y aceptó resignada la excusa de su primogénito para no acudir a cenar. Sin tiempo para recuperarse, el aparato volvió a emitir su llamada. Esta vez se trataba de su hija que, sin preámbulos, le preguntaba irritada con quién había estado hablando, pues la línea comunicaba desde hacía rato y ella tenía un asunto muy urgente que resolver. Sin variar el despótico modo de dirigirse a su madre, le espetó (como quien pide un caramelo) que le diese el número secreto de su tarjeta de crédito porque necesitaba ir a un cajero para sacar dinero. Susana (un poco descolocada por la demanda y con toda la buena intención que pudo) respondió que ella desconocía el número, pues no solía preguntarlo a nadie, ni siquiera a su marido y menos a cualquiera de sus hijos. –¡Mamá, eres tonta! –Afirmó acalorada la voz al otro lado de la línea. –Es tu número el que necesito, en mi cuenta no tengo un euro y he cogido prestada la tuya por si se presentaba un imprevisto. PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD (Sin reaccionar todavía ante la revelación de Susanita, la madre, preo- cupada, se interesó por el destino que iba a darse a sus ahorros.) –No pasa nada… simplemente… ¡si no pago la multa el agente que tengo delante llamará a la grúa y me quedaré sin coche! –¡Coche! ¿Pero si tú no tienes coche? –¡Mamá, creo que no te enteras de nada! Esta tarde he cogido el tuyo, ¡he dejado una nota en la nevera! Y, además, tú no sabes cómo están de caros los aparcamientos, ¡déjate de tantas preguntas! ¿Me lo dices o no? O me lo dices o vas a tener la culpa de que metan el coche en el almacén _76 municipal y te aseguro que serás tú la que se moleste en ir a buscarlo! ¡Pero Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 77

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si te hago un favor sacándolo del garaje!, papá dice que con lo poco que lo usas se te va oxidar hasta el carburador (risas de fondo). (Súbita irritación). –¡Vamos mamá, no me amargues la noche…! Susana oyó en silencio los últimos comentarios de su hija y, cuando por fin se decidió a hablar, en lugar de salir de su boca una buena repri- menda por las insolencias que acababa de oír, uno a uno fue enumerando los dígitos de la mágica combinación. En cuanto dijo el último el ruido de la línea cortada llegó a sus oídos dejándolos huérfanos de agradecimiento. Aún estaba de pie, con el auricular en la mano y mirando los azulejos de la cocina, cuando entró en casa Lucas, su benjamín; acompañado por dos muchachos ataviados igual que él, con unos pantalones en los que la holgura de la entrepierna les llegaba a las rodillas y el dobladillo de los bajos se perdía en la suela de los zapatos, y que se dirigieron sin tardanza hacia la nevera en busca de comida. Sin saludar ni pedir ninguno de ellos permiso, la abrieron y se sirviendo unas birras (como ellos decían). Al tiempo que daban buena cuenta de la tortilla, las croquetas y la ensalada, dispuestas sobre la mesa. Ella los miraba atónita, preguntándose quiénes eran aquellos invitados tan voraces. Su hijo en un receso, mientras perfec- cionaba la técnica de sacarse con las uñas los restos de alimentos que se le enganchaban entre los dientes, observó los ojos de Susana dirigidos hacia las mandíbulas de sus amigos (que no paraban de masticar con la boca abierta), y le indicó en voz alta que aquello era una falta de educación y que molestaba muchísimo que alguien te mire de esa forma cuando estás comiendo y que lo que debería hacer, en lugar de tanto alcahuetear, era sacar alguna otra cosa que tuviera por ahí, porque debían acumular fuer- zas para poder ir de marcha y aguantar toda la noche. Sumisa (igual que de costumbre) se dirigió a la despensa y sacó unas latas, abrió el congelador y tomó unos platos previamente cocinados y los colocó en el horno microondas. Lo hizo de forma automática, sin pensar; era tal el hábito a la obediencia que no le costó ningún esfuerzo compor- tarse como una perfecta anfitriona. Ninguno de los presentes alabó su gesto ni la suculencia del menú, se levantaron y se fueron de la misma forma atropellada con la que arribaron, con una diferencia: Lucas le pidió dinero. Iba a protestar por la cantidad cuando el muchacho cerró la puerta del armario, donde ella guardaba el bolso, con un billete de cincuenta euros en la mano. Ante los ojos incrédulos de la madre, previendo el hijo 77_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 78

una recriminación, no se le ocurrió mejor despedida que decirle: –¡Mamá no me montes numeritos a estas horas, que aburres! 2005 El portazo resonó en el hueco de la escalera, pero sobre todo en el cora- zón de Susana que lo notaba seco como una pasa. Y no recobrada del reciente asalto, el teléfono sonó de nuevo, tenía más cerca el despacho y lo descolgó allí. Esta vez era Fernando padre el que le informaba de la ines- perada aparición de un importante cliente y de la ineludible obligación de llevarlo a cenar para ultimar los detalles de una venta que tenía en pers- pectiva y que le proporcionaría grandes beneficios. Le recomendaba que no lo esperase y que se acostase pronto; era necesario que lo hiciese para evitar las jaquecas matutinas que tan insoportable la ponían a la hora del desayuno. –¡Tienes que hacerlo mi reina, ya sabes que me gusta comenzar la jor- nada con alegría y si te veo con mala cara cuando me preparas el café, me destrozas el ánimo para todo el día y yo debo estar en plena forma a la hora de trabajar, al fin y al cabo, soy yo quien trae el dinero a casa! La última aclaración estaba fuera de lugar, pero ella siguió escuchando y afirmando con gestos cada una de las recomendaciones que su esposo le hacía. Llegó el momento de la despedida y él lo hizo como solía. –¡Besos! La conversación se había limitado por su parte a lacónicas afirmacio- nes y a gestos inútiles que él no podía ver. Susana, desde el inicio de la misma, trató de concentrarse en una cosa para no gritar, para no decirle lo ultrajada que se sentía, para no relatarle el desvergonzado compor- tamiento de sus hijos… El aparato telefónico, más concretamente la pan- tallita donde se reflejaba el número desde donde se emitía la llamada, fue

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD el dique de concentración que amortiguó su impotencia. Aquél número, visto pero no leído, despertó la curiosidad de su mente atribulada y, por casualidad, divisó entre los papeles de la mesa la última factura del móvil; sin saber por qué desplegó las once hojas, colocó su dedo índice en el pri- mer número, bajó lentamente y se percató de que la mayor parte de ellos correspondían a los dígitos que su retina todavía recordaba. Como llevada por una intuición malsana decidió marcar, tres veces sonó al otro lado de la línea. –¡Dígame!– Una voz de mujer joven solicitaba respuesta, pero no obtuvo contestación porque avergonzada colgó lentamente el auricular y cayó sobre el sillón. Las manos se le quedaron frías, ascendiendo desde los _78 dedos un cosquilleo que se agudizaba a medida que llegaba a los hombros, Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 79

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en el cuello percibía una rigidez que le impedía girar la cabeza. Las orejas le ardían y los latidos atropellados del corazón le machacaban las sienes. En el esternón crecía una opresión que la ahogaba y que le hacía abrir los ojos desmesuradamente, para sólo ver estrellitas fosforescentes. –“¿Quién era esa mujer? ¿Tenía su marido una amante?”. Con la segu- ridad absoluta de que en cualquier momento perdería el conocimiento, trató de reponerse a la sorpresa levantándose súbitamente del asiento, yendo hacia la ventana para abrirla y posteriormente gritar a pleno pul- món; nadie objetó sus alaridos, tan sólo el perro del vecino que, solidari- zándose con ella, comenzó a ladrar. El efecto de la baja temperatura en la garganta la hizo desistir de su des- garrada y sonora liberación. Cerró la ventana, lo hizo despacio, como si intuyese que cancelaba una parte de su vida y hubiera de mirarse hacia dentro, hacia ese lugar recóndito que parecía hallarse en el pasado, en aquel momento en el que se dejó arrastrar por una afirmación: –¡Tú serás mi reina! –Fernando sólo tuvo que decir eso para convencerla. “¿Qué futuro tengo?, ¿callar?, ¿protestar?, ¿dar una nueva oportunidad? ¡Pero si tengo todavía las manos frías! ¡Qué vergüenza! ¿Qué pensará Fernando si se entera…? ¡Qué piense lo que le dé la gana!, tengo todo el derecho del mundo a sentirme como quiera, a llamar al número que me plazca y si lo estimo oportuno, incluso, a ser grosera. ¿Este ramalazo gue- rrero de dónde habrá salido? ¿Y si siempre hubiera estado ahí, agazapado, esperando una oportunidad para darse a conocer? Voy a cumplir cuarenta y seis años y sólo he sido mujer de mi casa, esposa y madre; arrinconé mis estudios buscando la felicidad y ahora me encuentro sola, sin un oficio con el que ganarme la vida ¿Por qué no me presenté al examen de septiembre? ¡A ver si van a tener razón tus hijos y eres un poco olvidadiza! ¡Sí, tengo que ser sincera por una vez! No fui porque me convenció Fernando. Era más cómodo ilusionarse con el futuro que habría de llegar junto a él; me prometía un lugar en el que yo sería la reina. ¡Menudo reino de pacotilla!, ¿lo que quería Fernando era una esclava! ¡No he luchado para liberarme! ¿Que no has luchado? ¡Tú, que no has dormido por ayudarle y compla- cerlo! ¡Y tus hijos! ¿Te respetan tus hijos? Sólo tenías que haberte respetado un poco y no ser tan obsesiva con la limpieza, el orden y la perfección, ¡la perfección no existe! ¿Será demasiado tarde para cambiar? 79_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 80

Susana, al tiempo que hilvanaba su contradictorio monólogo, iba pasando de habitación en habitación: en el despacho recompuso los pape- 2005 les, de forma que estuvieran paralelos al borde de la mesa; en el pasillo se acercó al aplique y enroscó convenientemente el casquillo de la bombilla que estaba apagada, suspirado aliviada al ver la luz y no tener que ir al cuarto trastero en busca de una nueva; en el vestíbulo pasó el dedo por el aparador de nogal y observó satisfecha que el polvo todavía no había dejado su huella. Poco le duró el buen ánimo, puesto que tuvo que aga- charse, tragándose la repugnancia, para recoger del suelo un chicle que milagrosamente no había pisado, se ayudó de dos envoltorios del mismo producto que con toda seguridad su hijo y sus amigos habían consumido. En la cocina, nada más entrar, se topó con la mesa salpicada de migas de pan y charquitos de cerveza, los vasos estaban limpios, algunos cubiertos también, pero los platos todavía contenían restos de comida reseca, en uno de ellos una colilla de cigarrillo flotaba en la salsa de tomate donde se habían cocido las albóndigas. Se le revolvió el estómago, aun así, sin mirar la vajilla la recogió, la aclaró y la introdujo en el lavavajillas poniéndolo en funcionamiento. Apagó la televisión y la radio, después se dirigió a la lava- dora dispuesta a sacar la ropa, discurriendo al mismo tiempo la manera más adecuada de liberar a sus magníficas sábanas del colorcillo lila que por el abuso de confianza de su Fernandito, habían adquirido. No sólo eso, sino que cogió con suma delicadeza la camisa morada de su hijo, la sacu- dió un poco para evitar arrugas que dificultaran el planchado y se fue con ella hacia el tendedero portátil. No tenía todavía en sus manos las pinzas, cuando se paró en seco diciendo en voz alta: –¿Pero…?, ¿qué estas haciendo? PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD “¡Eres tonta!, ¡sí!, ¡rematadamente tonta! ¡Por ahí tienes que empezar! ¿Que tu hijo quiere que le planches la camisa?, no se la planches, ¡qué se la planche él! ¿Que tu hija te quita la tarjeta de crédito?, llama al banco y di que la anulen porque la has perdido. ¿Que la muy cara dura se lleva el coche sin pedirte permiso?, llamas a la Policía, le das los datos y denuncias la sustracción. ¿Que tu niño pequeño viene a casa sólo cuando necesita lle- nar su estómago y su bolsillo, trayendo además a sus compinches?, pues vacía la despensa, y alejas de sus manos el monedero. ¿Que tu marido no te hace caso y se va con otra? ¡No!, ¡eso no! No soy capaz de pagarle con la misma moneda. _80 ¿Moneda? ¡Dinero!, ¡eso sí le hace daño! ¡Ahora se va a enterar!”. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 81

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Aunque es Fernando el que dirige realmente la empresa, a efectos fis- cales y sobre todo legales es Susana quien representa el capital mayoritario, por el número de acciones que posee y que le fueron otorgadas por su con- tribución a la sociedad en el momento de su creación. Nunca ha hecho uso de la facultad que le proporcionan los votos, ella confía en su marido y le deja hacer; entre otras cosas, porque cuando pregunta sobre la misma él le contesta con evasivas y la mantiene en un discreto segundo plano, hasta que llega el día de firmar las actas de la asamblea para que corrobore los acuerdos que se toman en las juntas de la sociedad. Lo que ignora su esposo es que Susana, meticulosa para todo, lee con sumo cuidado los balances de situación; analiza, en la medida de su posibilidades, la cuenta de resultados y compara el activo y el pasivo de la empresa, dándose una idea general de la situación económica en la que se desarrolla la actividad (eso y su participación en la misma le dan todo el derecho a opinar). A veces, cuando su marido se queja de que las cosas van mal, ella intenta darle ideas sobre la forma de llevar adelante la empresa, le indica qué tipo de gastos podían eliminarse y cómo optimizar los recursos de que dispo- nen; entonces él la mira incrédulo y desdeñoso, añadiendo: –Mira cariño, no te metas en mis cosas, tú no sabes nada de negocios, ocúpate de la casa que para lo demás me basto y me sobro–. Susana calla para no discutir, pero en su mente bullen proyectos que muy bien pueden ponerse en práctica; en esos momentos y en otros muchos se arrepiente de haber delegado en su marido, de forma tan gratuita, un poder del que podría hacer uso. No es que fuesen millonarios, pero podían permitirse lujos, especial- mente con el dinero que no declaraban y que guardaba celosamente Fernando en la caja fuerte de su despacho de casa. Susana nunca lo tocaba, no porque no quisiera, sino porque tenía órdenes de su marido de no hacerlo; según él, había que sacarlo poco a poco. Ella conocía la combina- ción, allí se guardaban también las escrituras de la casa y del apartamento de la playa, además de algunas joyas (con más valor sentimental que pecu- niario). Había observado Susana que, de día en día, los montoncitos de billetes cambian de posición, aumentando y disminuyendo su volumen, preguntándose si, aquella recomendación que su marido le hacía con res- pecto al uso del dinero, era una maniobra para que ella no participara tam- bién de las posibilidades de gastarlo. Sea como fuere, nunca hasta esa noche pensó en el contenido de la caja fuerte como medio para poner en marcha su liberación. 81_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 82

7 2005 La primera en llegar a casa fue Susanita, que fue directamente a su habitación y sin bajar las persianas, ni desmaquillarse, ni quitarse los zapa- tos, se tendió exhausta sobre la cama, agotada de tanto bailar. El segundo, con una diferencia de dos horas, fue Lucas, pero éste antes de ir a dormir se dirigió a la cocina en busca de un antiácido que le aliviara el dolor de estómago; acababa de participar en una apuesta que consistía en ver quién era capaz de comer más hamburguesas con salsa picante; él, por supuesto, había comido más que nadie y lo había celebrado mojando una docena de churros en un tazón de chocolate. Precedido por sonoros eructos, provo- cados por la efervescente pócima que había bebido, subió las escaleras que lo conducían a su dormitorio. Una hora después, aproximadamente a las doce de la mañana, llegó Fernando; durante el trayecto hacia su domicilio estuvo pensando en una explicación razonable para excusar su tardanza ante Susana. No le iba a decir la verdad, era demasiado fuerte confesarle a su esposa que había estado con una joven, ¡necesitaba esas aventuras, lo mantenían en forma! No había dejado de quererla, ¡era la madre de sus hijos! y ¿quién mejor que ella para cuidarlo cuando se hiciera mayor? Era limpia, ordenada, buena cocinera. Lo malo… lo malo era que estaba un poco pasada de moda y se había transformado en una persona aburrida y carente de interés. ¿De qué podía hablar con ella?, de nada. Bueno, de los niños, pero eso era asunto de ella, él era un hombre volcado en su trabajo; y desde luego no la podía sacar de casa con aquellas pintas, sus colegas iban acompañados por muje-

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD res espectaculares, e incluso presumían que a sus esposas, aunque se que- daran en casa, les habían pagado muy a gusto una liposupción o una prótesis mamaria o un estiramiento que las dejara presentables para que no delataran la edad que realmente tenían. Ellos sí sabían hacer las cosas, a él le daba apuro decirle a Susana que estaba gorda, y que los años la habían ajado, además su mujer era una señora, y una señora no tiene por qué ir exhibiéndose por ahí. Era suya, y si él se conformaba, los demás también. ¿Qué le iba a decir?, ¿qué?, ¡ah!, le contaría que terminó muy tarde la reunión con el cliente y que para no molestar se fue a dormir a un hotel… (él era muy considerado). ¿Si, eso le diría! Y si no le creía… si ponía en duda su palabra…, se ofendería… y, si era necesario, andaría todo el día _82 tristón y alicaído hasta que ella le pidiera perdón (a su esposa le encantaba Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 83

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sentirse culpable y demostrarle su amor incondicional preparándole su plato favorito, era una mujer sin iniciativa, de la vieja escuela, de la que ya quedaban pocas, por eso la eligió joven, para poder modelarla a su gusto). Lo primero que le sorprendió a Fernando cuando traspasó el umbral de su hogar fue el silencio, normalmente Susana solía poner la radio en funcionamiento en cuanto se levantaba. Ella, a esa hora del medio día, debería estar en la cocina preparando el almuerzo… ¡un buen almuerzo¡, ¡era sábado!. Sobre la encimera no había nada, el piloto de lavavajillas estaba encendido, como si alguien lo hubiese puesto en funcionamiento la noche anterior y se hubiera olvidado de apagarlo; la mesa recogida, aun- que el suelo delataba huellas inconfundibles de que alguien había comido; en el fregadero un vaso con un cerco blanquecino y próximo a él, sobre el banco, un medicamento que solía tomar cuando no hacía bien las diges- tiones. Preguntándose si su esposa estaría enferma, desazonado porque suponía que ese día se iba a quedar sin paella y que, si estaba su mujer en la cama, tendría que atenderla (cosa que a él le deprimía), salió sin mirar nada más con dirección a su dormitorio. No pudo evitar pasar por delante del salón, todo estaba en perfecto orden. Tan ensimismado se quedó él admirando la pulcritud de la sala que no oyó a su hijo mayor cuando cerró la puerta de la calle, tan sólo en el momento en el que éste comenzó a gri- tar se dio cuenta de que algo atípico ocurría y corrió hacia el origen del alboroto. La llamada provenía de la cocina, pero antes de que alcanzase el umbral de la misma, se dio de bruces con Fernando junior que todo alterado sos- tenía un papel en su mano, la había cogido de la puerta de la nevera, en donde estaba sujeto con unos imanes; temblándole el pulso lo mostró a su padre: QUERIDOS HIJOS, ME HE TOMADO UNOS DÍAS LIBRES MAMÁ La nota venía rubricada y aunque escrita con mayúsculas, no cabía duda de su autenticidad. A Fernando padre se le secó la boca y sin poder hacer saliva con la que suavizar la aspereza que notaba en la lengua y en la garganta, temiendo lo peor, fue directo a su despacho: la portezuela de la caja fuerte le confirmó sus peores pensamientos, estaba entreabierta. Se acercó miedoso, diciéndose a sí mismo que aquello no podía estar sucediéndole a él, que era broma (aunque bien sabía Fernando que Susana 83_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 84

no tenía sentido del humor). ¡Era ridículo, una auténtica locura! ¡Sin expli- caciones… cómo se había atrevido a marcharse sin pedirle permiso!… 2005 ¿Pero, quién se había pensado que era? Los irritados pensamientos sacudían la mente confundida del abando- nado marido y sus pies avanzaban pesados sobre la alfombra que llenaba gran parte del suelo del despacho, sobre la que tantas veces su esposa había pasado la aspiradora y él había derramado la ceniza de sus habanos. Una fuerza parecía impedirle alargar la mano para terminar de abrir la hoja metálica, hasta que finalmente se hizo a la idea de que debía hacerlo y, tras girar sobre las bisagras la portezuela, sus ojos comprobaron lo que había, mejor, lo que quedaba dentro de la oquedad oscura. Iba a tomar un papel cuando se presentaron sus hijos, Fernando junior los había desper- tado para que fueran testigos de lo que él consideraba una verdadera put… (fatalidad). Lucas y Susanita metieron prisa al atribulado papá que no encontraba las gafas con las que descifrar las letras que estaban escritas en el papel, y que posesivo tampoco dejaba que ninguno de sus hijos se tomara la liber- tad de leerlo primero ¡Él era el padre, tenía derechos! QUERIDO ESPOSO, LO MÍO HA SIDO TUYO, YA ES HORA DE QUE LO TUYO SEA DE LOS DOS. ME MAR- CHO DE VACACIONES, TENGO MUCHO QUE PENSAR, NO ME BUSQUES, YO SABRÉ ENCONTRARTE. P.D. LO SÉ TODO La nota volvía a estar firmada, pero lo más curioso de todo era que

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD debajo del nombre, y entre paréntesis, había una frase: (YA NO QUIERO SER REINA DE NADIE, SÓLO DUEÑA DE MÍ).

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Esa noche Susana hizo una maleta con lo imprescindible, llamó a un taxi y se dejó asesorar por su conductor que la llevó a un modesto y cén- trico hotel. Cuanto cerró la puerta de su habitación comenzó a vomitar de los nervios que tenía. Se negó a pensar y el malestar físico que sentía le _84 pareció una liberación. Por su boca salía todo aquello que no supo decir y Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 85

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contestar. Fluía su desesperación y escapaba su angustia. Era consciente de que la otra se había quedado en casa y que nada volvería a ser como antes. No sabía cómo comenzar, sólo era consciente de que debía hacerlo. Amaneció el día siguiente y se propuso encontrar trabajo saliendo a esa vida que no había podido vivir. Teniendo a cada instante presente a su familia, escondiendo su culpabilidad, dándose ánimo para tener la valen- tía suficiente para sobrevivir cuando alguien le negara lo que ella ansiaba pateó la ciudad, leyó los periódicos y estuvo pendiente de las notas colga- das en algunos establecimientos. Pasó una semana en la que se replanteó muchas veces su decisión, en la que tuvo que apartar la mano del teléfono, en la que tiró a la papelera pañuelos empapados de lágrimas, en la que se dijo que era una mala mujer, mala madre y mala esposa. En ese tiempo la Susana ama de casa le recri- minó su huida, le recordó su obligación, le repitió su deber y le recriminó su osadía. Pero a cada hora, a cada minuto, a cada segundo que transcurría la oía más y más lejana. Antes se quejaba de que estaba sola y era cierto, ahora tenía soledad pero era diferente. Sus latidos eran más pausados, ya no se sobresaltaba porque no estuviera hecha la cena, porque no estuviera limpio el polvo ni transparentes los cristales, porque su marido preguntara por una camisa que todavía no había sido planchada, por cuándo regresarían sus hijos… Hoy le preocupaba ser ella misma, demostrarse que era capaz de salir ade- lante por sus medios, pero no era una ilusa, era consciente de que si no encontraba un empleo tendría que regresar a casa y volver a la sumisión, y lo que era peor escuchar (por los siglos de los siglos) recriminaciones por doquier. Le extrañaba que hasta entonces su marido no la hubiera llamado, ni tampoco sus hijos. ¿Acaso habían encontrado una asistenta? Era mejor así, si la llamaban…, si la llamaban probablemente se vendría abajo. A pesar de todo, ¡los necesitaba! Por enésima vez en aquellos días salió en busca de su oportunidad en el mundo laboral, su tenacidad le impedía darse por vencida, aunque ya le habían dicho que estaba un poco mayor, que no daba el perfil, que no tenía el currículum imprescindible, que le faltaba experiencia. ¡Experiencia!, qué experiencia querían en aquel restaurante, un certificado de su familia de que jamás había tirado una bandeja, de que ponía bien los cubiertos, de que doblaba en condiciones las servilletas… Ni para eso la 85_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 86

querían. Y a qué otra cosa podía aspirar. Cómo explicar a su futuro empleador de que era una auténtica especialista, que era capaz de trabajar 2005 bajo presión, que podía hacer dos o tres cosas a la vez y al mismo tiempo controlar una cuarta situación. Que sabía escuchar las indicaciones, que era obediente y responsable, que lo mismo le lustraba el suelo de la oficina que le diseñaba una factura. Que había aprendido muchas cosas útiles por pura necesidad… que… que se le acababan los argumentos con los que convencer al hombre que tenía delante y que cargado de prejuicios la miraba indulgente. Y volvió a arrastrar los pies a apartarse de los escaparates que le devol- vían su imagen que ella intuía perdedora, y el mundo se le venía encima, y tenía ganas de gritar y… Sonó el móvil, un mensaje. Susana buscó las gafas, se las puso y leyó. Al principio le costó traducir aquel galimatías de abreviaturas, letras y signos, después lo guardó prometiéndose responder en cuanto llegara al hotel, no sin antes apretar junto a su corazón el apa- ratito que le devolvía la ilusión. Su Nandito le decía que la había visto, que estaba diferente, más guapa. Que todos estaban bien y que adelante. En mayúsculas y subrayado le decía que la quería. Susana encontró trabajo en una mercería donde arreglaba bajos de pantalones, cosía dobles, botones y colocaba cremalleras. No era mucho, pero era el principio de algo. La dueña, una mujer a punto de jubilarse, le había ofrecido el establecimiento en traspaso y no le disgustaba la idea de tener su propio negocio. Lo malo era que estaba en pleno combate legal con su marido, que finalmente se puso en contacto con ella, bueno, él no, su abogado que la amenazó con acusarla de abandono de hogar y con PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD dejarla sin nada si no accedía a las condiciones que le planteaba su cónyuge. “¡Son leoninas!”, pensó, “pero al menos tendré algo para conseguir lo que quiero”. Dicen que el que algo quiere algo le cuesta, y a Susana no le costaba desprenderse de los bienes materiales, lo único que deseaba era una salida civilizada al . No fue así, del silencio más absoluto en sema- nas, pasó a soportar una llamada detrás de otra de su Fernando. Una veces su voz tenía el tono de la condescendencia, otras era imperativa, otras desesperada, las más gritaba… Llegó a insultarla, pero eran palabras que ya había escuchado otras veces, nada nuevo. “¿Quién era el que se sentía más _86 solo?” Por primera vez vio con distancia su anterior situación y se preguntó Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 87

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cómo había podido aguantar tanto tiempo sin estallar. “¡Sí!, lo mejor era que cada uno siguiera con su destino”. Sus hijos poco a poco se hicieron presentes en su nueva vida y Susana, a la que todavía le quedaba un poco del lastre que la había acompañado en su pasado, volvió a comportarse como una madre. Cierto es que se auto- censuraba y no se extralimitaba en la función, pero seguía siendo madre y algo más: otra mujer. Una mujer que miraba a los ojos a su interlocutor, que no se sentía inferior, que reconocía su valía, que poco a poco encon- traba un hueco en la sociedad de la que tan apartada había estado, que se sentía útil, una mujer feliz, ¡quizás! No sabría decirles si ella es realmente feliz, la felicidad es un estado ambiguo y efímero, imposible de definir, sólo puedo afirmarles que Susana se siente en paz, y es mucho. Pueden creerme, porque Susana soy yo.

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RELATOS BREVES

VIVO OLVIDANDO Accésit

CAPÍTULO I “Vivo olvidando” por “Vivo Chrystel Espún François Recuerdo que era un maravilloso día de abril, recién estrenada la pri- mavera. Acababa de ducharme y sonó el timbre de la casa. No me preo- cupó mucho ya que María estaba abajo. Continué con mi aseo diario cuando en la puerta de mi bañó oí a María con una voz desencaja: –“Señora creo que debería bajar”; Abrí la puerta muy enfadada ya que no soportaba que me molestaran cuando estaba en el aseo. –¿Qué ocurre, qué es tan importante como para no poder esperar, acaso no ves que tengo cosas más importantes que hacer? –Lo siento señora pero abajo hay un señor que dice llamarse Enrique, de la policía, y quiere hablar con usted. –¿Cómo? ¿Estás segura que pregunta por mí? Yo no tengo nada que ver con la policía. –Le aseguro señora que no tiene aspecto de haberse equivocado. ¿Qué le digo? –Sé amable y sírvele una copa. Mientras, yo terminaré de asearme y bajo en diez minutos. 89_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 90

No podía dejar de pensar qué es lo querría de mi la policía. ¿Acaso había ocurrido algo con Carlos?, no era posible ya que alguno de sus secua- 2005 ces habría venido a avisarme antes. Lo mejor era hablar con ese policía para aclarar esta situación. Tras una breve presentación nos sentamos y Enrique comenzó a hablar. –Voy a ser directo, para qué andar con rodeos si ambos sabemos cuál es el origen de toda esta fortuna que la rodea. –No entiendo a dónde quiere llegar. –Se lo aclaro en cinco minutos. Ambos conocemos los negocios de su marido con la droga que viene de Colombia. Él la compra a los capos colombianos y una vez en España la distribuye a través de la inmensa red que ha creado durante estos años. Actualmente es el mayor cliente de los capos y el mayor distribuidor en España y parte de Europa. Hace un año conseguimos infiltrar uno de nuestros agentes en la orga- nización de su marido. Muchos de los datos que ahora le acabo de expo- ner se obtuvieron de dicho agente. Estábamos a un paso de conseguir la prueba que lo inculparía y con ello desmontar esta organización. Lamentablemente un error de nuestro agente hizo que lo descubrieran y como podrá imaginar fue asesinado sin piedad alguna. –Siento lo de su compañero, pero querría explicarme ¿qué tiene esto que ver conmigo? –Sé que está intentado dejar a su marido pero éste no le está poniendo las cosas fáciles. Yo le brindo la oportunidad que buscaba, la llave hacia su PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD libertad. Antes de morir nuestro agente consiguió darnos la hora y el lugar de la última entrega, la cual no pueden cambiar debido a que la droga ya ha salido de Colombia y llegará a nuestro país dentro de dos días. Con esto conseguiremos detenerle pero no es suficiente. Necesitaríamos el testigo de una persona que supiera todos los entresijos que ha realizado durante estos años. –Está loco, ¿se da cuenta de lo que me está pidiendo? Márchese de mi casa, esta conversación ha finalizado ahora mismo. –Le entiendo, pero tome mi tarjeta y si cambia de opinión no dude en llamarme. Recuerde: le estoy dando la oportunidad de empezar de nuevo _90 con otro nombre, otro lugar, una nueva vida… Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 91

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Paola acompañó al policía hasta la puerta. Cuando ésta se cerró no podía creer lo que acaba de oír. ¿Cómo iba a testificar en contra de su marido y salir con vida? Pero en su cabeza no dejaba de dar vueltas la idea de poder cambiar la vida que ahora tenía. De la cual se sentía prisionera y no sabía cómo salir. Durante dos días no cesó de pensar en la propuesta que le había hecho aquel policía. Era martes, lo recuerdo perfectamente porque acababa de llegar de mi clase de Chi Kung de todos los martes y vi muchos coches de policía delante de la casa. En un primer momento pensé que había ocurrido algo malo pero de repente cuando fui a cruzar la calle me detuve como si hubiera visto un fantasma, era él, Enrique, el policía que había venido a casa hacía unos días. Tras él iba mi marido esposado junto a dos de sus matones. Regresé sobre mis pasos y durante horas permanecí dentro de mi coche sin cesar de pensar qué debía de hacer. Pensaba que si aceptaba testificar en contra de mi marido podría tener una nueva vida, una vida que anhelaba desde hacía tanto tiempo que no era capaz de recordar. Por contra, estaba la inmensa posibilidad de ser asesinada y morir en el intento de conquistar la libertad. Pero ¿acaso iba a ser más doloroso que sentirse muerta en vida? Finalmente decidí entrar en casa, todo estaba desordenado. Se habían llevado un montón de cajas con papeles, vídeos, dinero… Llamé por teléfono a Enrique y tan sólo le dije: ¡Quiero llamarme Valeria! Sé que a través de un teléfono es difícil captar lo que la otra per- sona siente pero pude sentir la alegría y, al mismo tiempo, la preocupación de Enrique cuando se dio cuenta de que ya tenía testigo para uno de los mayores casos sobre droga de Europa. –En treinta minutos estaré allí para recogerla. Haga una maleta con lo imprescindible, cuanto menos lleve consigo de su vida actual menos posi- bilidades de seguir su rastro tendrán los demás, Valeria. Una mezcla de miedo, alegría contenida, tristeza, libertad… recorrió mi cuerpo dejándome durante unos minutos sin poder de reacción. Tras este paréntesis y siendo ya consciente del rumbo que tomaba mi vida me 91_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 92

puse a recorrer la casa intentando recoger lo que creía que merecía la pena conservar de esta vida que había tenido. 2005 Sonó el timbre, una vez más, esta vez fui yo a abrir la puerta junto con una bolsa azul no más grande que un bolso mediano. –Me alegra mucho la decisión que ha tomado. Está de más que le diga lo importante que es su testimonio para poder hacer justicia y poco a poco conseguir eliminar la droga de nuestras calles. –No lo hago por la sociedad ya que no le debo nada. Lo hago por mí, porque necesito creer que hay una vida mejor que todo esto. –De todas formas le agradezco su decisión. ¿Éste es todo su equipaje? –¡Sí!, esto es lo único que merece la pena conservar de mi vida después de tantos años. Llevaba una semana en un apartamento, una zona residencial de Orense sin poder salir y comenzaba a sentirme angustiada. Mi marido ya sabía que había un testigo que iba a declarar en su contra, lo que había hecho poner en guardia a todos los matones de la zona. Era de vital impor- tancia eliminar ese testigo. Él no podía creer que después de tanto tiempo, y de cuidar tantos detalles, iban a conseguir meterle en la cárcel por un tes- tigo. Había estado media vida escabulléndose de todo tipo de acusaciones, tapando todos sus negocios en fructíferos negocios legales ante la ley y ahora una única persona podía hacer tambalear todo su imperio. Yo sabía que no iba a ser nada fácil salir con vida de esta situación pero me alentaba la idea de conseguir una nueva vida. PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD Enrique venía todos los días. Imagino que para comprobar que no me arrepentía. Aunque me hacía pensar que también había algo de humani- dad en estas visitas. Ya me habían conseguido un DNI con mi nueva identidad: Valeria Soler Molina, nacida en Madrid. Mi nueva residencia era un estudio en el céntrico Madrid. Allí iba a trabajar en la Escuela de Bellas Artes como profesora en técnicas de pin- tura modernas. Lo cierto es que siempre me ha gustado el arte, ahora podré sacarle par- _92 tido a todos los cursos que había realizado durante estos años. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 93

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Finalmente voy a conseguir encontrar algo positivo de esta vida que dejo. No pintaba nada mal esta nueva vida que me habían fabricado. Ahora sólo quedaba salir con vida de esta situación para poder disfrutarla. Tan sólo faltaba un día para el juicio y durante le noche previa a esto no conseguía dormir. Los nervios podían conmigo y la angustia no cesaba de cuestionarme si había hecho bien. Por fin el día del juicio había llegado. Eran las ocho de la mañana y yo ya estaba preparada para cuando vinieran a buscarme. La puerta de mi habitación se abrió y sentí cómo mi respiración dejaba de formar parte de mí. Sin embargo cuando vi la sonrisa de Enrique recuperé un poco de tran- quilidad. –¿Preparada? –No, pero creo que no es momento de echarme hacia atrás. Y además siempre he deseado llamarme Valeria. –Está bien, no te preocupes de nada. Te prometo que saldrás en per- fecto estado de esta situación. Creo que con mi mirada comprendió lo agradecida que le estaba por esas palabras, aunque ambos supiéramos que no podía garantizarme que realmente saliera bien parada de esta situación. Montamos en un coche y cuando éste se puso en marcha no pude evi- tar ver pasar mi vida durante estos años. No conseguía comprender cómo había acabado viviendo al lado de un hombre al que nunca quise. Ya habíamos llegado pero no entramos por la entrada principal de los juzgados, sino por una puerta que había en la parte trasera del edificio. Toda precaución era poca. Además la entrada estaba llena de periodistas y no se podía desvelar el testigo principal a las puertas del juicio. Nos instalamos en un pequeña sala. Tan sólo había una mesa cuadrada con unas cuantas sillas, las cuales parecían sacadas de una película de los años 70. Además había una pequeña cafetera eléctrica que daba un agra- dable aroma a café. Éste atenuaba el olor a rancio de la moqueta verde oscura que había en el suelo. Se podía decir que no era un lugar muy aco- gedor pero supongo que nadie me buscaría aquí. No sé el tiempo que esta- ríamos allí pero, para mí, fue una eternidad hasta que un funcionario 93_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 94

llamó a la puerta para avisar a Enrique que habíamos sido requeridos para testificar. 2005 Salimos y tomamos el camino hacia la sala 5, en la segunda planta. Comenzamos a subir las escaleras y quise, por un instante, que nunca se acabaran, tan sólo ver la cara del clan de los Corrado, entre ellos mi marido, hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo. De repente noté el calor de una mano cogiendo la mía y vi que Enrique me sonreía como cuando una madre tranquiliza a su pequeño camino del dentista. Al fin estábamos en la sala 5 y dos inmensas puertas se abrieron ante nosotros. La sala, al completo, se giró para saber quien era ese testigo que tan oculto había permanecido. Cuál fue la sorpresa de Carlos cuando me vio aparecer. Seguí mi camino hasta el lugar donde debía hacer la declara- ción y cuando caminaba delante de él su mirada se clavó en mí y de su boca salió un susurro: “ya sabes que estás muerta”. Giré mi cabeza hacia él y de repente todos mis miedos desaparecieron y conseguí el coraje sufi- ciente para decirle: “morí el mismo día que te conocí, por lo que no pue- des matarme una vez más”. Mientras el juicio seguía su rumbo, nosotros estuvimos cambiando de hotel y de pisos todos los días. Enrique decía que toda precaución era poca. Además, tan sólo él sabía cuál iba a ser el siguiente lugar, por lo que acor- taba las posibilidades de que alguien fuera comprado o torturado por el clan de los Corrado para conseguir mi paradero. El juicio quedó visto para sentencia diez días después. Y tardarían un día más en dar el veredicto. Debido a la magnitud del juicio todo se hacía con rapidez y poca buro- cracia. PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD Una vez más hicimos el trayecto desde la habitación del sótano que había en los juzgados hasta la sala 5, el la segunda planta. Allí, por fin, escuchamos las sentencia: –Quiere levantarse el Sr. “Carlos Corrado”. –Sr. Corrado se le acusa de malversación de fondos, blanqueo de dinero procedente de la droga. Además de distribución de droga en el país, posesión de armas, delito contra la salud pública y del asesinato de un poli- cía en servicio. Por ello se le condena a una pena total de 120 años sin posi- bilidad de pago de fianza haciendo firme desde el mismo momento su _94 ingreso en prisión. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 95

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No pude sentir otra cosa que una profunda alegría y libertad al oír las palabras de aquel juez. Por fin todo había finalizado o eso creí pensar yo. Nosotros salimos hacía un nuevo hotel para pasar mi última noche en Orense. A la mañana siguiente debía coger un tren que me llevaría a Madrid. Eran las dos de la mañana y los nervios recorrían mi estómago por la emoción de una nueva vida. Así que decidí levantarme, pero como en la tele no había nada interesante, me vestí, cogí mi pequeño bolso y salí de la habitación para dar un paseo por el jardín del hotel que estaba en la parte posterior. Creo que estuve una hora y, al final, como el frío comenzaba a hacer mella en mí, decidí subir de nuevo a la habitación. Iba caminando por el pasillo de mi planta cuando al girar vi la puerta de la habitación abierta. En ese mismo instante, Álvarez y Lucas, personas de la confianza de mi marido salían de la habitación. Por un instante me quedé paralizada sin poder moverme. Al oír: –Es ella, corre, no se puede escapar. Conseguí que mi cuerpo reaccionara y comencé a correr sin mirar atrás. Cogí el ascensor y cuando llegue al hall del hotel fui directa a la calle. No sabía qué dirección tomar ni qué hacer. Por un instante, antes de verme en esta situación, creí que sería capaz de salir de esto sin problemas. Cómo pude ser tan ciega y no estar prepa- rada para esta inevitable situación. De todas formas no era el momento de reprocharme nada y más bien de canalizar mis fuerzas en buscar una solu- ción. No sé si fue un acto reflejo o supervivencia pero levanté el brazo y un taxi paró. Subí a él y conforme me alejaba pude verlos cómo salían a la calle desesperados. Durante unas horas estaba a salvo. De repente el taxista preguntó: –Disculpe señora, ¿podría decirme dónde quiere que la lleve? Había olvidado dónde estaba y qué hacía en un taxi hasta que su voz me hizo aterrizar a la realidad. Tras unos segundos contesté: –Sí, había olvidado por un instante donde estaba. Una tiene tantas cosas en la cabeza… Lléveme a la estación de tren, por favor. 95_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 96

Una vez con la situación más o menos controlada, recapitulé lo suce- dido y el futuro. 2005 Afortunadamente había cogido mi bolso con mi nueva identificación, el billete que tenía que llevarme a Madrid y mis tarjetas de crédito a nom- bre de Valeria. El problema es que tenía que esperar una semana, ya que mi tren no salía hasta entonces, no quería levantar sospechas de ningún tipo. De pronto recordé a Inocenta. Era la única familia que tenía y vivía en un pequeño pazo de A Veiga donde nunca buscaría. La historia con Inocenta era desconocida para Carlos debido a que nunca comenté la existencia de esta persona. Y como mis padres habían desaparecido, yo no tenía hermanos y tampoco ningún tío ni primos, para él nunca ha existido mi familia. Durante catorce años, Inocenta fue parte de mi vida diaria ya que mis padres y yo vivíamos en este pueblecito del campo, hasta que un día sur- gió la oportunidad de vender los terrenos. Mis padres decidieron que que- rían darme un mejor futuro que unas tierras que con los años perderían su valor. Vendieron todo y con el dinero compraron un piso en La Coruña. Lamentablemente nunca fue una buena decisión porque al poco tiempo mis padres desaparecieron en un accidente y yo pasé a ser propiedad del Estado. Con quince años nadie quiso acogerme y estuve en un orfanato en La Coruña hasta mi mayoría de edad. Al cumplir dieciocho años tuve que dejar el orfanato, busqué un tra- PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD bajo y un pequeño piso a 20 minutos de la ciudad. Después de un año conocí a Carlos y hasta hoy. De pronto la voz del taxista volvió a traerme a tierra firme: –Señora, ya hemos llegado. Son 23 euros. –Muchas gracias, tenga 30 y quédese con la vuelta. Una vez en la estación de tren me fui a la ventanilla más cercana y saqué un billete para A Veiga. Una vez allí tan sólo tenía una hora andando y por fin llegaría a un lugar seguro. En el trayecto del tren pude relajarme, me sentía protegida y a salvo, _96 así que disfrute del paisaje que iba quedando tras de mí. Maravillosos bos- Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 97

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ques, planicies, ríos que hacen fértiles las tierras, un precioso cielo azul manchado de pequeñas nubes blancas… Tras dos horas de viaje llegué al destino. Bajé y con mi único equipaje, mi bolso, inicié camino hacía casa de Inocenta. Lo cierto es que en ese momento me paré a pensar que quizá no había contado con que Inocenta no tuviera ganas de verme, si seguiría viviendo allí… Ahora ya daba igual, no podía volver, hasta mañana no pasaba el próximo tren, por que lo que preferí llegarme hasta casa de Inocenta. Al fin, después de una hora andando, conseguí llegar. El pazo de Inocenta estaba a la entrada del pueblo, y cuando estaba delante una sen- sación de melancolía y alegría me invadieron. Justo en el momento que iba a empujar la puerta para pasar nos encontramos de frente. Ambas nos que- damos mirando sin saber qué decir, y durante un instante el tiempo pare- ció congelarse. Entonces una lágrima recorrió la mejilla de Inocenta e inmediatamente me abrazó. No pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas, habíamos pasado tanto tiempo juntas y hacía tanto tiempo que no nos veíamos que la ale- gría nos invadía. Tras este primer encuentro pasé a la casa y me preparó un café. –Bueno, Paola, ¿qué es de tu vida? –Pues siento decirte que no muy bien, pero estoy empezando un nuevo momento y espero que a partir de ahora todo sea mejor. Y te voy a ser sin- cera, he venido porque necesito pasar una semana en un lugar apartado del mundo y entonces pensé en ti. Tan sólo quedas tú de mi pasado. Si no es posible buscaré otro lugar. No quiero ponerte en ningún compromiso. –No faltaba más. ¡Qué me vas a molestar! Estoy encantada de que hayas venido. Durante estos años he pensado mucho en qué habría sido de ti y al menos por tu aspecto no te ha ido muy mal. Además no suelo reci- bir muchas visitas así que no me va a importar tener compañía durante una semana. –Muchas gracias. Y cuéntame, ¿qué tal tú, la familia? De repente pude ver cómo su rostro se entristecía. –Pues como tú bien sabes, aquí está complicado para poder encontrar un trabajo que no sea la tierra. Y ahora nadie quiere trabajar las tierras por- 97_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 98

que hay que sacrificarse mucho y da poco beneficio. Así que Fernando se casó con Evarista, la hija de los Carmona, y se marcharon a Madrid. Allí 2005 después de muchos años está de encargado en una fábrica y tienen dos hijos de 12 y 8 años. Mientras, sorprendida le decía: –¡Así que ya eres abuela! Inocenta marchó a buscar un portafotos en los que estaban las fotos de dos preciosos angelitos. –Aquí los tienes, qué te voy a decir yo de mis nietos además de que son guapísimos. De repente, su rostro volvió a reflejar tristeza. –Al menos puedo hablar con ellos por teléfono todas las semanas. Y siempre que pueden Fernando y Evarista vienen para que estemos con los nietos. Pero, hija, no es fácil. A veces pienso que debimos de haber hecho como tus padres, pero como no se puede echar marcha atrás en la vida, vivimos lo que Dios tiene preparados para nosotros. –¿Y de Fermín y Antonia qué ha sido? –Pues verás, Fermín, si recuerdas le gustaba todo lo militar, así que se alistó en el ejército de la marina y actualmente está de sargento en ese barco que es como una escuela. –El buque escuela “Juan Sebastián el Cano”. –¡Ése! Sin embargo con las mujeres las cosas no le han ido muy bien.

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD Se separó hace tres años y hoy todavía no ha vuelto ni a plantearse la idea de casarse. –Quizás sea más fácil para él no estar atado a una familia por el tipo de trabajo que tiene. –Pero dónde va un hombre sin mujer, cuando llegue a viejo quién va a cuidar de él. –Veo que no has cambiado nada. Las cosas hoy ya no son como cuando vosotros érais jóvenes. –¡Qué cierto es! Antonia se casó con Juan el de los Ferriño. Ellos tam- bién se marcharon. Pero al menos no lo hicieron lejos. Están en Santander. _98 Juan montó su empresa de construcción y le ha ido muy bien. Mi Antonia Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 99

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vive como una reina. Cuida de su hijos y de su marido como una perfecta ama de casa. La verdad es que estoy muy orgullosa de ella. Continuamos la conversación durante horas. Teníamos que recuperar 17 años. De repente un fuerte golpe en la puerta interrumpió nuestra conversa- ción. Era José, el marido de Inocenta. Siempre se había caracterizado por un carácter poco sociable y bastante bruto. Los años habían acentuado, en su rostro, la amargura que siempre tuvo dentro de sí. – Mira, José, quién ha venido! –Sí ya veo. ¿Dónde está la cena? ¿Acaso has olvidado que tu marido ha estado todo el día trabajando y que lo menos que puedes hacer es tener la cena preparada? –Lo siento, José. Me he puesto ha hablar con Paola y he perdido la noción del tiempo. Pero no te preocupes, vete a tu sofá, descansa un poco y en un momentito tengo la cena preparada para mi rey. –Perdona, Paola, como ves hay muchas cosas que siguen igual, preparo la cena y en diez minutos seguimos nuestra conversación. Siempre me había preguntado cómo una persona tan maravillosa como Inocenta podía seguir con un hombre tan egoísta y agrio. El día no dio para mucho más. Nosotras cenamos en la cocina mien- tras seguía poniéndome al día de todo cuanto había sucedido en estos últi- mos 17 años. Me preparó la habitación de Antonia. La había conservado tal como estaba desde que ella se había marchado a Santander. Llevaba tres días en casa de Inocenta y contribuía tanto en las tareas de la vaquería como en casa. Era lo menos que podía hacer ya que no habían aceptado mi dinero por acogerme durante una semana. Debo reconocer que mi primer encuentro con José no me había dejado un buen sabor de boca. Creo que Inocenta se dio cuenta de ello y siempre estuvo preparada para la conversación que surgió aquel miércoles lluvioso. Como llovía a cántaros, las tareas del huerto y el campo quedaron can- celadas, así que José le comentó a Inocenta que hoy se quedara en casa que él iba a la vaquería. Acabamos las tarea de casa sobre las diez y media de la mañana y nos fuimos a la cocina. Hoy tocaba caldereta de cordero y eso llevaba su 99_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 100

tiempo, por lo que comenzamos a preparar las verduras y la carne. El silen- cio formaba parte de la escena. No era molesto pero creo que ambas sabía- 2005 mos que era un poco impuesto. Ello evitaba hablar de cosas que ninguna de las dos queríamos. Al cabo de un rato ya teníamos la olla con las verduras y la carne a fuego lento por lo que nos sentamos en la mesa con un vasito de albariño y un trozo de lacón. –Qué bueno sabe este tentempié cuando el estomago empieza a hacer gorgoritos por hambre. –¡Tienes razón, hija mía! No hay cosa que me sepa tan bueno como un pedazo de lacón a media mañana. El silencio se volvió a adueñar de la escena y ninguna de las dos tenía ganas de cambiarlo. Sin embargo, no sé por qué, algo me movió a contarle lo perdida que he estado durante estos diecisiete años. –Sabes una cosa, Inocenta, desde la muerte de mis padres te he recor- dado muchas veces. Pensé en muchas ocasiones que jamás tenían que haber aceptado ese dinero y haber seguido aquí. Yo sé que mi madre no quería irse pero la decisión final siempre la tuvo mi padre, el hombre. ¡Como si su esposa, por ser mujer, no tuviera nada que decir o fuera a decir una tontería! Maldita sea ¡Durante años he odiado a mi padre! Si hubiera escuchado a mi madre cinco minutos ahora estarían con vida y quizás yo habría tenido una vida mejor. PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD Inocenta me miró con ternura y me dijo: –Cariño, veo en tus ojos mucha desilusión y odio que nada bueno pue- den hacerte. No es tu padre el culpable de lo que tú has hecho con la vida sino sólo tú. Es cierto que él decidió marchar, pero nunca olvides que ese hombre del que hablas con cierto desprecio lo hizo para darte algo mejor. Nunca fue una postura machista ni mucho menos egoísta. Tú nunca supiste cuántos esfuerzos y lloros le costó a tu padre tomar la decisión. Y claro que escuchó a tu madre, pero nunca lo hizo delante de ti. Al final fue una decisión de los dos. Sé que es muy difícil para las mujeres de hoy en día entender estas posturas con nuestros maridos, pero puedo asegurarte _100 que somos igualmente felices. ¿Acaso crees que todas tenemos aspiraciones Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 101

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de trabajar fuera de casa? Mi vida junto a José, y criar a mis tres hijos me compensa con creces ese pequeño anhelo. Una lágrima deslizó mi mejilla y, de repente, sentí como si una pesada carga desapareciera de mi corazón. Durante años había creído errónea- mente que mi padre había sido el culpable y ahora me habrían los ojos a la realidad. Quien había decido sobre mi vida había sido yo y no las cir- cunstancias. Inocenta secó con sus manos mis lágrimas y me abrazó. De nuevo vol- vía a sentir el calor de un abrazo. –Sé que la vida no te ha tratado muy bien. La prueba es que has venido escondiéndote de algo o alguien aquí. No hace falta que me lo digas, lo vi en tu cara al momento de abrirte la puerta. Y también sé qué es lo que piensas de José. Tienes que aprender que uno no debe quedarse con las capas exteriores de la cebolla ya que lo bueno está en el interior. José puede, y es, un hombre duro de palabras y gesto. !No lo niego! Pero es mucho más. A mí como persona siempre me ha dado el mayor de los respetos, ha trabajado sin descanso para darnos lo mejor día a día. Y aunque no lo creas es cariñoso. Llevamos 50 años casados y no los cambiaría por nada porque me siento muy bien y feliz. Y aunque pudiera elegir otra época en la que vivir u otra vida no la cambiaría. Soy y tengo lo que he querido tener. –Te entiendo, pero quizás no deseas otra vida porque no sabes qué otras posibilidades tienes. –¡No te equivoques! El hecho de haber nacido en otra época no signi- fica que no hubiera otras alternativas a casarse y ser madre. ¡Verás! Te voy a contar un secreto que te hará comprender más cosas. Cuando tenía die- ciocho años vivía con mis padres en Madrid. –¿En Madrid, pero si siempre creí que eras de aquí de toda la vida? –¡Estabas equivocada! Además de ello venía de una familia de burgue- ses en buena posición económica. Yo estaba estudiando Magisterio cuando conocí a José. Estaba con unas amigas en el Retiro cuando se acercó a mí un hombre fuerte, guapo, con una rosa entre las manos. Extendió la rosa y me la entregó. Entones me dijo: –Acepta esta rosa que se marchita junto a la flor más bella y mi brazo para pasear juntos disfrutando de la compañía de tan hermosa mujer. 101_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 102

–Me dejó tan atónita que no pude negarme a tal invitación. Y a pesar de que en aquel entonces era casi una osadía, decidí que no podía renun- 2005 ciar a seguir siendo halagada de forma tan sutil. Así que iniciamos un paseo de su brazo por el Retiro. –Perdona mi mala educación pero todavía no te he dicho que me llamó José. Soy de Orense y estoy haciendo el servicio militar en Madrid. Quizás te haya parecido demasiado pícaro pero no consigo saber cómo lo he hecho ya que, aunque no lo creas, soy bastante vergonzoso. Tan sólo sé que te he visto y al ver tu mirada he quedado encantado. Y me he dicho ésa es la mujer de mi vida. –Una sonrisa se dibujó en mi rostro. Tras este primer encuentro hubo otros. Así durante dos años. Yo seguía estudiando y José prestaba el servi- cio militar. Mis padres lo conocieron pero consideraron que no podía ser suficiente para mí, por lo que pasó a ser una relación “clandestina”. Con la ayuda de mis amigas lo arreglaba para poder vernos y así fue pasando el tiempo. Un día llegó la licenciatura de José y se volvía a su tierra, “Galicia”. Nunca habíamos hablado de qué iba a pasar cuando tuviera que volver pero de repente un día José me pidió que renunciara a mis estudios, mi acomodada vida y me fuera con él. Había adquirido unas tierras en un pequeño pueblo de Galicia donde crear un hogar y vivir del campo y del ganado. En ningún momento me engañó y siempre supe dónde venía. Tras mucho meditarlo decidí que era el amor de mi vida. Sabía que nunca encontraría a una persona tan maravillosa y decidí embarcarme en esta nueva aventura. Me costó no sólo dejar mis estudios, sino que durante años mis padres no volvieron a hablarme. Puede parecer que sacrifiqué mucho y es cierto, pero gané una vida llena de amor y felicidad. ¡Mírate PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD tú, hija mía! Tú has podido elegir y sin embargo no parece irte bien la vida. Hombres crueles los ha habido siempre pero también maravillosos como mi José. –¡No puedo creerlo! Es increíble lo equivocada que he estado pensando que las mujeres de vuestra época no habíais podido ni elegir ni ser felices. Me he permitido el lujo de creer que las mujeres de hoy día somos mejo- res porque tenemos educación, trabajo, “libertad de decisión” y tan sólo ha sido un error. –No podemos negar la evidencia, actualmente la mujer dispone de una mejor posición para elegir pero yo te hago una pregunta: ¿son más felices _102 que nosotras? Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 103

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–Muchas gracias por hacerme ver cuánto estaba de equivocada y a par- tir de ahora miraré más el interior de la cebolla. La conversación cesó con estas últimas palabras y la semana llegó a su fin. Tras este pequeño paréntesis me tocaba dar comienzo a mi nueva vida en Madrid. Me despedí, con pena, de Inocenta y José, al que ahora miraba con otros ojos. Fue triste porque los tres sabíamos que sería la última vez que nos veríamos. Así que una vez inicié mi camino hacia la estación de tren decidí no girarme para no hacer más duro este momento. Era como haber regresado al pasado, a sentir el calor de una familia, muchos recuerdos maravillosos habían venido a mi mente de cuando vivía con mis padres en la casa de al lado. Un sinfín de sensaciones se amonto- naron en mi corazón. Lo que nunca olvidaré era lo que Inocenta me ha había enseñado durante esta semana. Estos pensamientos me acompañaron durante todo el trayecto hasta que por fin llegué a la estación. Saqué un billete para Orense y esperé sen- tada en un banco hasta le llegada del tren.

CAPÍTULO II

Cerré los ojos durante un instante, que pareció ser una eternidad, y cuando volví a abrirlos me di cuenta que no era un sueño. Estaba en el tren que me llevaba a Madrid. La verdad, es que la vida me daba una segunda oportunidad y por ello me sentía afortunada. No todo el mundo tiene la ocasión de empezar de nuevo con una vida hecha a medida y según sus deseos. Así que decidí relajarme y disfrutar de cómo mi pasado iba que- dándose con los kilómetros pasados y cómo mi futuro se acercaba cada vez más. Estaba tan emocionada que mis nervios me habían dejado para el arrastre por lo que no tardé ni diez minutos en dormirme. Cuando des- perté pude comprobar que a mi lado se había sentado una persona. 103_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 104

En un primer instante me sobresalté ya que pensaba que me habían encontrado, hasta que me dijo: 2005 –Lo siento, no tenía intención de sobresaltar tus sueños pero es que no hay sitio en todo el vagón. Tras conseguir centrar la situación, la miré y respiré aliviada. –No te disculpes no has sido tu. Tan sólo de un mal sueño. Ahí acabo nuestra conversación. Ella se puso a leer un libro que traía de Pérez-Reverte y yo decidí continuar con mis pensamientos. Por fin llagamos a Madrid, allí cogí un taxi hasta la C/ Pérez Galdós, donde iba a vivir a partir de ahora. Era sábado por la noche así que mañana podría descansar, enfrentarme más fresca el lunes a mi nuevo trabajo. 25 de octubre, lunes, eran las 7:30 de la mañana y no había mejor forma de empezar una nueva semana que con una ducha. El domingo había sido muy relajado y pude recuperarme de todo mi cansancio. Tras la estupenda ducha tomé un energético desayuno y ya tomé camino para la escuela de Bellas Artes. Cruzaba un parque buscando el edificio y de repente ante mí aparecía un majestuoso edificio del siglo XVII. De pronto me sentí insegura, ner- viosa y cuando iba a dar marcha atrás para volver a mi estudio tropecé con una mujer. Al girarme para pedirle disculpas, cuál fue mi sorpresa que se trataba de la misma mujer que se había sentado a mi lado en el tren. PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD –Está claro que estoy destinada a sobresaltar tu vida en cada encuen- tro. Una alegre risa salió de su boca y por alguna circunstancia consiguió relajarme. –Lo siento, durante un instante me ha entrado el pánico. Espero no haberte hecho daño en mi huida. –¡No! Tan sólo ha sido un pequeño golpe que ha parado mi carpeta. No te preocupes. Volvíamos a despedirnos. Yo seguí con mi huida pero algo hizo que me _104 girara y cesé con mis pasos. Me senté en un banco y me quedé mirando el Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 105

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edificio. No podía ser que ahora que estaba tan cerca de hacer realidad mi sueño me dejara dominar por el miedo. Entonces recordé las palabras de Inocenta: –“En esta vida nosotros somos los únicos responsables del rumbo que toma nuestra vida. Deja que la intuición domine alguna vez a la razón y lleva a cabo los sueños que deseas por muy locos que puedan parecer”. Así que tras respirar hondo volví a dirigir mis pasos hacía la escuela. Cuando entré me quedé maravillada. Entrabas a un hall grandísimo, con escaleras de piedra que bajaban, tanto por la derecha como por la izquierda. El suelo estaba forrado de antiguos azulejos en colores negros y blancos. Una inmensa lámpara de cristal iluminaba las maravillosas pare- des decoradas. En el centro estaba la oficina de información así que me dirigí a ella para preguntar dónde estaba el despacho del director. –Buenos días, me llamo Valeria, comienzo hoy aquí como profesora y debía de verme con es Sr. Christophe. ¿Podría indicarme dónde está su despacho? –¡Oh! Por supuesto, Sra. Valeria. La estábamos esperando. Debe usted subir las escaleras y seguir todo recto. Al final del pasillo hay una puerta donde ya indica “Despacho del director”. –¡Muy amable! –¡Que tenga un buen comienzo! Me la quedé mirando y le devolví una sonrisa por sus amables palabras. Estaba convencida de que esa frase era un buen comienzo. Al fin estaba ante la puerta del director y golpeé suavemente pidiendo permiso para entrar. –Adelante, está abierto. –Buenos días, soy Valeria, la nueva profesora de técnicas modernas. –¡Por supuesto! No se quede en la puerta. ¡Siéntese aquí! –Permítame que me presente. Soy Christophe François. Además del director de esta escuela de Bellas Artes, soy profesor de historia del arte y dibujo artístico. Estoy encantado con esta nueva asignatura que hemos creado para este curso acerca de técnicas modernas de pintura. Lo cierto es que somos una Escuela que destaca por crear grandes artistas y queremos seguir en esta línea. Por ello consideramos que había que incluir líneas más 105_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 106

modernas a nuestras directrices que tan apenas han cambiado en estos últi- mos quince años. No se deje impresionar en su primer día por el entorno 2005 ni por los alumnos. Debo confesarle que mi primer día aquí me produjo la misma sensación que usted tiene ahora mismo. Si le parece podemos comenzar por presentarle al resto de los profesores en nuestra reunión matutina. En ella comentamos lo sucedido durante el día anterior y prio- ridades para el nuevo día. Debo reconocer que este primer encuentro me había causado una buena impresión. La sensación de que iba a ser un buen día seguía en aumento conforme se iban sucediendo los acontecimientos. Por fin llega- mos a una gran sala, en la cual había una gran mesa redonda de una madera preciosa, que aún resaltaba más por la cantidad de luz que entraba de unos inmensos ventanales. Acompañada de unas sillas forradas de ter- ciopelo rojo. Lo cierto es que el conjunto parecía sacado de un cuento de princesas. ¡Era preciosa! Los profesores comenzaron a entrar tomando cada uno un sitio en la mesa. Me recordaba al Rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda, y de repente, no me lo podía creer. Ahí estaba ella otra vez. La mujer del tren y con la que acaba de tropezar estaba en la sala. Las dos nos quedamos mirando y al unísono nos señalamos mientras una carcajada inundaba la sala. Christophe extrañado preguntó: –Es que ya os conocíais. –En cierta forma sí, ¡Es una peculiar historia que a la hora del café os PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD contaremos. Tras este pequeño paréntesis la reunión se inició. Fui presentada y Christophe explicó cuál iba a ser mi papel durante este año. Tras esto los demás pasaron a exponer el día anterior. Al acabar la reunión, Antonia, vino directa a mí. –Creo que esto se merece un café, ¿no te parece? –¡Qué menos! Estas cosas no suceden todos los días. Tras el café mi dirigí a mi clase. Estaba en el lado derecho de ese impre- sionante edificio y cuando ya me hallé frente a la puerta respiré profunda- _106 mente y abrí. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 107

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Allí estaban mis alumnos. Personas de toda clase, religión, cultura y edad. Había tal mezcla que de repente la sensación de extrañez desapareció. –Buenos días, me llamo Valeria y voy a ser vuestra profesora de técni- cas modernas de pintura. Espero que todas aquellas expectativas que habéis puesto en esta asignatura se cumplan, al igual que la ilusión que yo siento por poder enseñaros todo cuanto os permita aprender sobre estas técnicas. Os pido que hagáis partícipe todas aquellas sugerencias que creáis pueden aportar cosas interesantes al grupo. Y así comenzó esta nueva etapa. Habían transcurrido tres meses desde mi llegada a Madrid. Acababa de cumplir tres meses en mi nueva vida y pensé que sería una buena idea cele- brar con alguien esta maravillosa sensación de renacer. Así que pensé en Antonia y una cena en casa. Nada más llegar a la escuela me fui directa a buscar a Antonia y le comenté que si querría venir a cenar a casa. Está claro que nunca podría decir el motivo de mi celebración así que le dije que era para celebrar mis tres meses de trabajo. Le pareció estupendo y quedamos para esa misma noche. Habían acabado mis clases y me fui corriendo a la tienda que había debajo de mi casa. Era de Pablo y su mujer, Elena. Me encantaba aquella tienda. Cuando entrabas olía a una mezcla entre rancio, bacalao seco y jamón serrano. Era esa tiendecita que habían heredado de su padre que al mismo tiempo había heredado del abuelo. Aquella tienda había vivido desde los tiempos duros de la guerra hasta el dinero que trajo la revolución indus- trial, una dictadura, una democracia, tiempos difíciles y tiempos de gran prosperidad. Al entrar podías transportarte a cada uno de esos momentos observando sus estanterías, que todavía eran las originales del abuelo, su olor, sus antiguas ventanas… Me encantaba comprar allí, además Pablo y Elena eran maravillosos y te trataban como si fueras de la familia. Ahora no corrían buenos tiempos. Los grandes comercios eran un enemigo tan grande que les era imposible siquiera hacerles frente. Tan sólo les quedaba ser maravillosas personas y confiar en que ninguno de sus clientes habituales les fallara y conseguir, de 107_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 108

vez en cuado, alguien nuevo permitiéndoles sacar adelante los gastos y seguir viviendo. 2005 Compré y subí corriendo para preparar la cena. Lo cierto es que como no era buena cocinera había decidido hacer un poco de pan con tomate, el mejor jamón de Pablo, una exquisita ensalada, algún pica pica y un vino que Pablo me había recomendado. El postre sí que era de cosecha propia, una tarta de manzana que había aprendido de mi madre. En lo que no escatimé fue en preparar una mesa preciosa, como a mí me gusta, con sus velas, servilletas de colores, incienso… Habíamos quedado a las nueve y eran menos cuarto cuando sonó el timbre. Me lo imaginaba, ya que Antonia era una persona muy puntual y siempre llegaba a todos los sitios con, al menos, quince minutos de ante- lación. –Hola, guapísima, pasa y como si estuvieras en tu casa. –Hola, te he traído unas flores. –¡Pero si son girasoles! Me encantan son unas de mis flores favoritas. Las voy a poner en un jarrón para que alegren la mesa de la cena. –Vaya estudio bonito que te has dejado. Este color naranja con el que has pintado me parece precioso y muy acogedor. –La verdad es que estoy muy contenta con el resultado de la reforma. Me ha llevado un poco más de tiempo del que tenía previsto pero estoy

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD muy a gusto. –¿Te ayudo a algo? –No, pero dime qué te apetece tomar de aperitivo. –¿Tienes Martini blanco? –Sí, marchado dos martinis blancos. Vas a disculpar mi cena pero no soy muy buena cocinera, eso sí, el pastel es casero. –No importa, me gusta mucho lo que has preparado. Soy una apasio- nada del pan con tomate y jamón serrano. Estaba encantada con tener visitas en casa. De normal prefería mi sole- _108 dad, había sido complicado al principio pero tras tres meses ya nos había- Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 109

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mos hecho la una a la otra. No obstante eso no quitaba que me gustaba salir o tener visitas de vez en cuando. Era agradable tener una conversación con otras personas. Además debo reconocer que con Antonia, aunque quedaba mucho por recorrer, había una situación especial. No sé si lo hacía el hecho de haber- nos conocido de esa forma tan curiosa o porque nuestros caracteres se complementaban, aunque al mismo tiempo eran muy diferentes como el Ying y el Yang. Tras la cena nos fuimos al saloncito árabe que tenía, cojines de suelo, de colores frambuesas y naranjas, varias alfombras forraban el suelo y una mesita bajita de madera que había pintado y decorado a juego. Mientras tomábamos un café retomamos nuestras conversiones. Durante la cena habíamos hablado de viajes, ropa, pintura, un poco de trabajo… Durante estos tres meses de convivencia con Antonia había podido ver ciertas pinceladas que la hacían una persona de posturas radicales en cuanto a la situación de la mujer. Por lo que era un tema complicado de tener con ella y no chocar. Pero por alguna circunstancia nuestra conver- sación dio un giro de 180 grados y nos encontramos hablando de esto pre- cisamente. –Hoy me he enfadado muchísimo con mi madre porque a estas altu- ras me sale con que mi padre tiene “ciertos” derechos por ser el hombre de la casa. Casi me da un infarto. Pero cómo puede creer que la mujer esté relegada a un segundo plano. –Antonia, debes de entender la educación que recibió. Nunca va a poder pensar como tú. –A mí no me vale el hecho de que haya tenido otra educación que la mía, que eso es evidente, pero todo el mundo debemos adaptarnos a los nuevos tiempos. Y más cuando podemos obtener beneficios. –Quizás tú lo veas como beneficios todos estos “derechos nuevos” adquiridos por la mujeres, pero tu madre a lo mejor no lo ve así o simple- mente no tiene ganas de cambiar por que está bien con su forma de vivir. –¿Tú también me vas a venir con que los derechos adquiridos con los años por las mujeres no nos han llevado a una mejor situación? 109_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 110

–No es eso. Es evidente que hemos evolucionado y que todavía queda mucho por recorrer, pero tan sólo te digo que deberías de ser más flexible. 2005 Lo bueno que tienen los derechos es que puedes hacer uso de ellos cuando quieras y no porque los imponen. Debe ser siempre una elección no una imposición, sino entonces qué diferencia hay entre las imposiciones que tenían hace cuarenta años de un mundo puramente masculino y la impo- sición de mujeres como tú tan radicales. Hay que ver la situación de cada persona y pensar en su felicidad. Y tendrás que darme la razón que no a todos nos hace feliz las mismas cosas. –Te equivocas, nuestras exigencias a este mundo de machistas, que no son capaces más que de vernos como cuerpos andantes, es un bene- ficio para todas las mujeres. No podemos permitir que nos sigan tratando como si no existiéramos o como si fuéramos las eternas segun- donas. –Antonia, ¡cálmate!. A mí me parece muy loable y maravilloso que te golpees el pecho por los derechos de las mujeres, que si puedes conseguir mejor situación te sientas orgullosa por ello. Pero no puedes ver a todos los hombres como enemigos. Tan sólo somos el vestigio de unos cánones que se establecieron desde la creación de ser humano. Y tampoco puedo estar deacuerdo contigo en que todas las mujeres somos mejores que los hom- bres. No puedo aceptar esta idea tan primitiva. Para mí hay tanto bueno como malo en ambos sexos, tontos o inteligentes en ambos y así un etcé- tera. Pero te guste o no hay determinados aspectos físicos y comporta- mientos como seres humanos en cada sexo que nunca se podrán cambiar por mucho que luches por la igualdad. Es maravilloso luchar por los dere- chos de la mujeres pero también de los niños marginados, de los ham- PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD brientos, de los ancianos, de todas aquellas personas cuya vida no les ha favorecido mucho. De repente se hizo el silencio y Antonia me miró fijamente. Sus ojos desvelaban una sorpresa que nunca antes había visto. Me preocupé un poco al ver que los minutos caían y no respondía, de pronto: –Es la primera vez que una persona, una mujer, me hace dudar del radicalismo de mis pensamientos. No puedo creer que hayas hecho que la duda se haya asentado en mi mente junto con mis posturas más feminis- tas y radicales. Creo que tras tantos años de lucha alguien me hace com- prender lo equivocada que he estado. No es posible que haya estado tan _110 ciega. Cómo he podido ser tan egoísta y creer que mis posturas eran las Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 111

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únicas y las más adecuadas. Lo siento, Valeria, debo marcharme, necesito estar sola. De repente me encuentro perdida y muy aturdida. –Antonia, no te marches así, me voy a quedar muy preocupada. –No pasa nada, seguramente cuando mi cabeza haya asimilado esto seré capaz incluso de agradecerte este momento. Un beso. El lunes nos vemos. Y tras la despedida se cerró la puerta de mi estudio quedándome sola y con un gran preocupación. No podía creer lo que había pasado. ¿Cuál de todas mis palabras había hecho saltar la alarma en la cabeza de Antonia? Pasó el fin de semana y deseé que llegará el lunes para encontrarme con Antonia, comprobar que todo iba bien. Extrañamente no había llegado todavía y comencé a preocuparme seriamente. Pero de repente vi cómo entraba en la sala del café. Estaba radiante, con una sonrisa espléndida y se acercó a mí. Entonces me dio un beso y me abrazó. – Valeria, gracias! Soy una mujer nueva. He estado pensando mucho este fin de semana y me he dado cuenta de lo equivocada que he estado. Voy a seguir luchando por la igualdad de las mujeres con mis ideales, pero mi postura hacia la vida, hacia lo injusto, va a ser diferente. Me he quitado tal peso de encima que me encuentro liberada de tanta carga. No sé si fue toda nuestra conversación o si fue cómo me lo expusiste, el caso es que me he dado cuenta que estaba en el camino equivocado. –Espero no haberte ofendido. –¡Ni mucho menos! Sabía que era el momento en el que mi vida tenía que dar un giro, pero me había acomodado a mi postura con la que no avanzaba como persona. Ahora ya he conseguido dar un paso más como persona y como idealista de las libertades por lo que he decido que voy a pedir una excedencia y me voy de voluntaria a Afganistán. Allí sí podré luchar por mujeres que realmente necesitan de mi energía. Sé que en el mundo desarrollado hace falta seguir avanzando pero las pautas ya están marcadas. En Afganistán está todo por hacer, es un reto maravilloso. –¡Pero, así, de repente! Primero deberás contactar con alguna ONG para saber cómo puedes ir. No sé, creo que es muy precipitado. 111_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 112

–Está todo arreglado. Acabo de hablar con Christophe para solicitar la excedencia para un año. Me ha entendido perfectamente, me la da sin nin- 2005 gún problema. Y por lo de la ONG tengo un amigo en una de ella y cuando salí el viernes de tu casa lo llamé. Me comentó que necesitaban una profesora para Afganistán y no lo pensé dos veces. Tan sólo me queda que desde el consulado me den mis papeles y el visado para poder entrar y salir sin problema. Me la quedé mirando y comprendí que había encontrado su camino. –Ahora la sorprendida eres tu, ¿eh? –Sí, pero debo reconocer que me parece estupendo y que tienes todo mi apoyo para lo que necesites. Tan sólo que no te olvides de mí y me escri- bas alguna vez. De nuevo, me abrazó y me susurró al oído: –Jamás olvidaré a quien me ha hecho la persona más feliz del mundo. Tras eso mi vida continuó con mis clases, mi estudio, mis paseos por el retiro, mis lecturas,… Mientras encontraban un sustituto para las clases de Antonia los demás nos repartíamos como podíamos. Christophe nos pidió paciencia, iba a acelerar el proceso de selección lo antes posible. Y así fue, a las tres semanas teníamos sustituta. Se llamaba Erika, era rusa y acababa de obtener los papeles para residir en España gracias a este contrato. Era preciosa, de ojos verdes claros, pelo

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD rubio con una tez muy clara, alta y con un cuerpo escultural. Tenía 32 años y no estaba casada. Su trabajo le había absorbido todo su tiempo. Christophe nos la presentó en nuestra reunión matutina. Lo cierto es que tenía un currículum impresionante. Había estudiado en la escuela de Bellas Artes de Moscú con los maestros de la escultura y pintura más repu- tados de Rusia. Era experta en escultura y restauración. De hecho había formado parte del equipo que había llevado a cabo la restauración de la catedral de la plaza roja de Moscú, de la cual se habían hablado maravillas. Desgraciadamente el patrimonio no entraba dentro de los planes del gobierno y había decidió recortar presupuesto. Esto la puso en una com- plicada situación ya que era muy difícil trabajar de lo que había estado _112 estudiando durante años. Un día decidió probar España y después de seis Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 113

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meses haciendo las gestiones necesarias consiguió llegar a España sin tener que pasar por los favores de la mafia rusa. El problema es que aquí sin papeles no le había resultado nada fácil encontrar trabajo de lo suyo y había hecho un poco de esto y otro de aque- llo hasta dar con este trabajo. Con razón estaba encantada. Por supuesto todo esto no lo contó el primer día que apareció. Fue una confesión que se iba hilando durante los meses posteriores a su llegada. Al principio no caímos la una en la otra. Tan sólo éramos compañeras de trabajo. Debo reconocer que al principio la idea de no tener a Antonia me hacía sentirme un poco vacía. Ahora, ¿en quién iba a confiar para contarle mis senti- mientos? Así que lo que menos me preocupaba era Erika. Un día se acercó a mí y me preguntó si sabía de algún sitio donde alquilaran un piso pequeño y no muy caro. Creo que mi vida se ha llenado siempre de casualidades porque era curioso que hacía una semana habían puesto en alquiler el estudio enfrente del mío. –Valeria, estoy buscando desesperadamente un piso pequeño que no esté muy caro. ¿Tu no sabrás de alguno? He peguntado al resto de los com- pañeros pero los que me dan son o muy grandes o muy caros. –Lo cierto es que hace una semana han puesto un cartel de alquiler en el estudio que está enfrente al mío. No es gran cosa pero si buscas algo pequeño y no muy caro éste es ideal. Si te interesa puedo cogerte el número de teléfono y mañana te lo doy. –¡Perfecto! A ver si encuentro algo rápidamente porque en la pensión que estoy ahora no puedo más. La dueña es una alcahueta y una marrana. Además de ser carísimo para lo que ofrece. Y aquí terminó nuestra conversación. Cuando llegué a casa tomé nota del número de teléfono para dárselo a Erika al día siguiente. Después fui al buzón para recoger el correo y cuál fue mi sorpresa cuando vi una carta de Antonia. ¡Esto era genial! –Hola, Valeria: Disculpa que no te haya escrito antes pero es que instalarse aquí no ha sido nada fácil. Cuando te dije que había mucho por hacer no me imagi- naba que tanto. Me han instalado en un pequeño campamento donde cui- dan de las mujeres viudas que quedaron tras la guerra y sus hijos. Para estas mujeres es la única alternativa ya que no sé si sabías que en este país las 113_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 114

mujeres que quedan viudas no les está permitido trabajar, sus únicas solu- ciones son casarse con otro hombre renunciando a sus hijos o mendigar 2005 para mal vivir si no quieren dejar a sus hijos. Es increíble cómo el ser humano puede llegar a ser cruel. Aquí han creado talleres donde les ense- ñan ha trabajar diferentes materias, desde la madera hasta la tela. Luego lo que hacen se vende a través de tiendas de comercio justo. Mientras las mujeres están en los talleres, para los niños se ha creado una escuela donde además de enseñarles cultura se les enseña a ser seres humanos. En este lugar olvidas todo lo que a uno mismo concierne, pasando tu persona a un segundo plano. Es duro ver la crueldad, la pobreza, las deses- peración o la tristeza de esta gente pero al mismo tiempo puedes compen- sar estos sentimientos con la sonrisa de un niño agradeciéndote haberle enseñado cuánto son dos más dos, con la mirada de agradecimiento de una mujer cuando ve que puede sacar su familia adelante. Todo aquí es dife- rente a lo que conocía pero no me arrepiento de mi decisión porque ahora valoro más lo que tengo y lo que soy. Te mando un montón de besos y pronto te enviaré más noticias. Al terminar de leer, una lágrima se deslizó por mi mejilla al mismo tiempo que una sonrisa se dibujaba en mi cara. Lo que había ocurrido con Antonia había sido tan precipitado que incluso pensaba que tanta premura no la había hecho pensar con claridad de la decisión que había tomado. Tras dos meses veía que había hecho lo correcto. Al día siguiente le di el teléfono a Erika para que se informara acerca del estudio que le había comentado. PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD Estaba en el descanso de mis clases cuando vi venir a Erika toda emo- cionada. –No me lo puedo creer, he estado hablando con el dueño del estudio y ya hemos firmado el contrato para un año. Es precioso. No hay nada que hacer porque el anterior dueño lo ha dejado recién pintado y con el baño reformado. Te agradezco que te molestaras en darme el teléfono. –No ha sido nada. Y ya sabes, si necesitas azúcar estoy enfrente. Habían transcurridos cinco meses desde mi cambio de vida. Me pre- guntaba qué habría sido de Enrique o de mi ex marido. Era muy difícil _114 borrar un pasado que había durado tanto tiempo. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 115

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Luchaba, cada día, por borrar un poco de todo ese pasado y ser cada vez más Valeria, pero algunos días era complicado. Era viernes, sobre las ocho de la tarde, y sonó el timbre. Al abrir, Erika estaba ahí. –Hola, Valeria, es mi primer día en el piso y me apetecía celebrar con alguien mi independencia pero no conozco a mucha gente y he pensado si te apetecería tomar una copa con un bocata en mi casa. –Lo cierto es que necesito algo de compañía ya que no me encuentro muy animada. No me vendrá mal alternar con otras personas. –¡Estupendo! He preparado unos mixtos de jamón y queso con un poco de jamón serrano y olivas. Me encantan los alimentos de España. –Me cambio y voy en cinco minutos. Me puse mi peto hippy y mi camiseta favorita, y dirigí mis pasos hacía el estudio de Erika. Llamé a la puerta y ya me estaba esperando llena de alegría. Es maravilloso ver sonreír a las personas. Creo que es una de las sensa- ciones más maravillosas que tiene la vida. –Bienvenida a mi humilde morada pero grande en deseos. –Está precioso y muy acogedor. Es cierto que no hay nada que refor- mar, te lo han dejado estupendo. Recuerdo que cuando cogí el mío lo pri- mero que tuve que hacer fue cambiar la cocina, el baño y darle una mano de pintura a todo el estudio. –La verdad es que he tenido mucha suerte. Ponte cómoda, voy a ter- minar de hacer los mixtos. Mientras Erika marchaba a la cocina yo me daba un paseo por el salón. Había una pequeña mesa redonda, de color azul, en un rincón del salón con dos sillas a juego. En él había preparado una cena informal pero todo muy exquisito. Lo había colocado todo de una forma preciosa con platos de diferentes colores y vasos de diferentes formas. ¡Me encantó! En una librería que había enfrente de la mesa había unas muñecas rusas, de esas que se van metiendo unas dentro de las otras, fotos de Erika con otras personas que parecían su familia y un sinfín de recuerdos que la 115_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 116

hacían recordar un poco su país. Al ver todo aquello comprendí lo duro que debe ser para un persona tener que salir de su país por necesidades 2005 económicas y tener que dejar toda su familia a miles de kilómetros. –Bueno, aquí están los mixtos. Te tengo que advertir que los hago exquisitos. –Pues que no se haga esperar más, que fríos no estarán ni la mitad. –Quizás haya sido descarado por mi parte ponerte en el compromiso de venir a cenar a mi casa pero es que realmente no me apetecía pasar esta noche sola. –Te aseguro que me has hecho un favor. Llevo unos días que me siento triste y no sé cómo combatirlo. Hecho mucho de menos a Antonia, es la profesora que has sustituido, ya que era mi única amiga. Recibí una carta suya el otro día y el sentimiento de soledad se ha acentuado en mi ser. Así que te aseguro que quien me ha hecho el favor has sido tú. Me vendrá bien conversar con alguien fuera del trabajo. –Bueno, nada de tristezas en la inauguración del estudio. Si hace falta beberemos hasta la embriaguez. Estuvimos conversando durante toda la noche. –He estado mirando el montón de recuerdos que tienes de tu país. Estoy convencida de que tienes que echar mucho de menos a tu familia. –¡Si! Más que el país lo que echo de menos es mi familia, sobre todo a mi madre. Me gustaría que la conocieras. Yo cuando siento que la tristeza o el decaimiento se quieren instalar en mi mente pienso en ella. Es una PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD mujer muy alegre que ve la vida con una sencillez increíble. La vida no la ha tratado muy bien. Un marido alcohólico, vago y cruel la obligó a tra- bajar en cosas muy duras durante muchas horas para darnos de comer a ocho hermanos que hemos sobrevivido. Hubo un momento que llegamos a ser once pero tres murieron. Cuando murió el tercero de sus hijos se juró que ninguno más moriría y no se quedó a esperar a que a mi padre le entra- ran ganas de trabajar. Así que se armó con todas sus fuerzas y se puso a tra- bajar. Para que mi padre no la molestara lo que hacía era darle una pequeña parte de lo que ganaba y el resto lo iba guardando para darnos de comer, ropa… Supongo que si hubiera podido elegir habría escogido otra vida, otro tiempo, otro país pero ha sabido vivir con lo que le ha tocado y ade- _116 más ha sido capaz de ser feliz con cada una de nuestras sonrisas, besos o Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 117

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abrazos. Para mí es un heroína, porque si no fuera por mujeres como mi madre muchos niños nunca llegarían a ser grandes personas. –¡Es una historia increíble! –¿Y tú, qué hay de tu familia? De repente me di cuenta que habíamos inventado una vida para mí pero no era capaz de olvidar a mis padres y decidí improvisar. –Lo mío fue una familia normal. Pero mis padres murieron cuando tenía dieciocho años y lo cierto es que no pude disfrutar mucho de ellos. Es curioso, porque mientras los tuve los quise mucho pero hasta que no los perdí no fui capaz da apreciar cuánto los necesitaba. Siempre he pensado que si siguieran con vida mi historia habría sido muy diferente. –Lo siento, no tenía ni idea. Espero puedas disculpar mi intromisión. –No importa. Hacía muchos años que no hablaba con nadie del tema y me agrada que hayas sido tú. Hubo un vez una persona que me dijo que en esta vida uno es lo que decide y no hay que permitir que las circuns- tancias decidan por ti. Así que eso hice, decidí por mí y soy lo que he que- rido ser con todas las consecuencias. Aunque a veces los echo de menos. Me enseñaron a valorar lo que uno tiene, a dar apoyo al que lo necesita y me dieron lo oportunidad de buscar mi camino, mis sueños. Nunca me prohibieron indagar sobre lo que quería ser hasta que supe que estaba hecha para el arte. Así que vine a Madrid con dieciséis años e ingresé en una escuela de Bellas Artes, y hasta hoy. Fueron los mejores padres que pude haber pedido, y aunque no los disfruté todo el tiempo que hubiera querido, guardo con mucho cariño cada momento que vivimos juntos. –Sabes, es la primera vez que te veo sonreír en estos dos meses que llevo en la escuela. Pensaba que no lo sabías hacer. –¡Eh! Tienes razón casi había olvidado lo que es ser feliz. Creo que voy a deberte algo más que una cena. Ni en la consulta del mejor psicólogo habría conseguido sentirme tan liberada. –Me alegra oír eso. Así que ahora por qué no nos vamos a quemar Madrid. –Es una idea estupenda. Dame cinco minutos que me pongo más decente y nos vamos. Si te parece cogemos mi coche. 117_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 118

–No, mejor un taxi, así no hay problemas de beber más de la cuenta. Ahora que empiezo a tener una amiga no me gustaría perderla por una 2005 juerga. ¡No te parece! –De acuerdo, cinco minutos y vuelvo. Estuvimos hasta las seis de la mañana de copas por Madrid. Nos lo pasamos genial y cuando el domingo conseguí quitarme el dolor de cabeza me di cuenta de que había estado perdiendo el tiempo con mi tristeza. Estábamos a cuatro meses de acabar el curso, era un precioso día de primavera y como cada mañana Erika y yo nos tomábamos el café en la escuela. –Valeria, qué te parecería ir a ver “El fantasma de la ópera” esta noche. Me he hecho con dos entradas. Además me han comentado que es fabu- losa. –Sí, hace mucho tiempo que no voy al teatro. ¿A qué hora…? –Disculpe, ¿podrían indicarme dónde puedo encontrar a la Srta. Valeria? Al girarme me encontré con una mujer morena, no muy alta, de unos cuarenta, cuarenta y cinco años. Tenía unos ojos saltones y en ellos pude ver cansancio y un poco de desesperación. En ese momento pensé que era la angustia de tener que venir a hablar con la tutora de su hijo pero poste- riormente comprendí la dura expresión de su rostro. –Sí, soy yo. ¿En qué puedo ayudarla? –Buenos días, soy la madre de Pedro Jiménez. PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD –¡Ah, sí! Habíamos quedado dentro de media hora. –Ya lo sé, pero me haría un favor si pudiera atenderme ahora ya que he tenido que pedir permiso en el trabajo y no puedo ausentarme durante mucho tiempo. –Por supuesto, sígame, iremos a mi despacho. Está aquí cerca. Ambas tomamos camino a mi despacho que estaba tan sólo a dos puer- tas de la sala de profesores. Entramos y le pedí que se sentara: –Buenos días, Sra. Ana García. Quería hablar personalmente con usted de su hijo Pedro. Estamos a cuatro meses de terminar el curso y no puedo _118 terminar de entender a qué se debe el bajo rendimiento de Pedro. Durante Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 119

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todo el curso ha sido uno de los alumnos más destacables. No sólo en mi asignatura, sino también en la de los demás profesores. Ahora está ausente cuando está en clase, no hace nunca los trabajos que se le solicita y me gus- taría poder ayudarle. He intentado en varias ocasiones hablar con él pero su respuesta siempre es la misma. “No me ocurre nada”. De repente vi como su cara se transformaba y sus ojos se llenaron de lágrimas. Entonces aún entendí menos y no sabía muy bien qué hacer. Me daba miedo decir algo inapropiado. Repasaba en mi mente, una y otra vez, mis palabras y no conseguía ver qué había podido decir para herir tanto a esta persona. Extendí un paquete de pañuelos y entonces levantó su mirada. –Gracias y disculpe mi reacción. –No, no… ha sido muy correcta pero estamos viviendo una difícil situación en casa y aunque sabía que le estaba afectando, en casa no ha dejado ver sus sentimientos. –No lo entiendo, ¿qué me quiere decir? –Acabo de iniciar los tramites de divorcio con mi marido. De momento la custodia de mis dos hijos, entre ellos Pedro, es mía pero debido a que económicamente siempre he dependido de mi pareja y que no dispongo de unos ingresos estables, la custodia pasará a mi ex marido. Idea que no reconforta mucho a mis hijos ya que debido al trabajo que tiene debe de viajar mucho y tan apenas se han relacionado con él. Pedro es el mayor y se hace el adulto ayudándome en la casa, haciéndome son- reír a todas horas pero no me había dado cuenta que había renunciado a lo que más quiere, su arte. Debe decirme qué puedo hacer para ayudarle. Mi situación personal no puede permitir que renuncie a su arte, a sus sueños. –Vale, ahora comienzo a entender la postura de Pedro. Lo primero que debemos de hacer es transmitirle seguridad y confianza en él. Yo hablaré con él y veremos qué se puede hacer. Incluso me prestaré para darle clases fuera del horario para poder recuperar lo perdido. Pero todo esto sólo fun- cionará si realmente quiere. Ahí es donde entras tú, Ana. Debes de hacerle entender que tu decisión, como bien has comentado anteriormente, es sólo tuya y que debe afectar en la menor medida de lo posible a su vida, a su futuro. Creo que dentro de un mes podremos ver si ha reaccionado ante esta ayuda. 119_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 120

–Muchas gracias. No sabe cuánto le agradezco su ayuda. Hoy hablaré con mi jefe y aunque acabo de comenzar creo que podré convencerle de 2005 que me de un adelanto de mis vacaciones. Así me cogeré el día libre y lo pasaré con Pedro para hacerle ver lo maravilloso que tiene en esta vida. –Estupendo, Ana. Permíteme acompañarte y no te preocupes, que seguro que al final saldrás adelante. El día transcurrió de una forma normal, aparentemente, pero mi cabeza no dejaba de pensar en Ana. Había dedicado años de su vida a un matrimonio y a dos hijos sacrificando, quizá, un futuro espléndido para ella como mujer, como persona. Ahora no le quedaba nada de todo este sacrificio, tan sólo una angustiosa lucha por la custodia de sus hijos y comenzar de cero con cuarenta y tres años. Parecía increíble que en el siglo XXI que estamos las mujeres sigan en situaciones tan complicadas como la de esta mujer. Acabó la jornada laboral y me marché a casa, había quedado con Erika a las ocho para ir al teatro. Pero no dejaba de pensar en la situación de Ana. –¿Qué ocurre hoy, Valeria, te siento ausente? –¿Recuerdas la mujer que ha preguntado esta mañana por mí? –Sí, ¿ha ocurrido algo con ella? –Es la madre de uno de mis alumnos, Pedro. Alguna vez te he comen- tado cómo me fascina la forma de trabajar de este chico pero hace un tiempo ha dejado de crear, de estar, en definitiva ha bajado muchísimo su calidad de trabajo. Por lo que consideré necesario aclarar la situación.

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD Primero intenté que él se sincerara conmigo pero no conseguí nada. Finalmente decidí hacer partícipe a su madre. No te imaginas en qué situa- ción está esa mujer. Se está separando y debido a que siempre han vivido únicamente de los ingresos de su marido actualmente es posible que pierda la custodia de sus hijos por no tener ingresos continuados. Acaba de comenzar a trabajar pero no dispone de la estabilidad de su ex pareja. No puedo dejar de pensar cómo debe sentirse después de haber trabajado durante quince años por su familia y ahora no le queda ningún recono- cimiento ni por su pareja ni por parte de la justicia. Pero en qué mundo vivimos. –Valeria, no deberías implicarte tan profundamente con los problemas _120 de otras personas que además no conoces. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 121

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–Lo sé pero es tan doloroso ver a una persona destrozada, habiendo dedicado cada minuto de su vida a una familia y de repente nadie le reco- noce el esfuerzo. Es que nada va a cambiar en este mundo con respecto a la mujer. Estoy llegando a pensar que Antonia tenía razón en su postura radical frente a esta sociedad masculina. –No puedes estar hablando en serio. Tú que siempre has mediado por- que las personas no radicalicen sus posturas. No puedes ni debes permitir que un caso o mil te hagan cambiar. Esta sociedad debe cambiar y ver a la mujer con otros ojos pero nunca desde una postura radical conseguiremos quitar la venda de los ojos de aquellos que no quieren ver. Tú no puedes cambiar, eres maravillosa tal como eres. De repente toda mi ira se esfumó y me di cuenta que tenía razón Erika. Miré en mi interior y comprendí que las injusticias nunca se cambian con guerras, ni con discusiones, ni con violencia. Los pensamientos, las corrientes, las sociedades cambian con el dialogo, la tolerancia, la com- prensión, con sacrificios y recompensas, paso tras paso y por supuesto con educación y amabilidad. –Erika, una vez más te debo un café, qué te parece si te invito ahora y charlamos otro poco. –Encantada, además parece que también tengo algo de hambre, ja, ja, ja… invitabas tu, ¿no?

CAPÍTULO III

Han pasado veintidós años desde aquella noche. Actualmente vivo en Cedeira, Galicia. He vuelto hace cuatro años, compré una preciosa casa a pie de un acantilado y además he conseguido comenzar a vivir de mis cua- dros. Exposiciones en Moscú, que Erika organiza, New York, Barcelona… en lugares recónditos y urbes plenas de vida. Todos los lugares son idóneos para exponer lo que en mis cuadros expreso: cambio, sonrisas, un mundo sin diferencias raciales, sexuales, religiosas. En definitiva diferencias de nin- gún tipo. Tras once años una mañana gris de otoño llamaron a la puerta. Pensé que era Erika para pedirme alguna cosa pero cuando abría la puerta la sor- 121_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 122

presa fue tal que no supe que hacer. Delante de mí estaba Enrique, el poli- cía que me había custodiado durante el juicio y quien me había dado la 2005 oportunidad de vivir estos maravillosos once años. –Sé que sigo irresistible pero te agradecería me hicieras pasar. La esca- lera no suele ser un buen lugar para atender las visitas. –¡Eh! Perdona. Estoy tan sorprendida de verte que me está costando reaccionar. Por favor pasa. –Gracias. Tienes un estudio precioso. Veo que durante estos años te has desenvuelto estupendamente. –Sí, no me puedo quejar, tengo y hago lo que siempre soñé. –Me alegra mucho saber que nunca te has arrepentido de haber tomado la decisión de aquel día. –Es probablemente la decisión mejor tomada durante toda mi vida. ¿Café? –¿Cuéntame qué haces tú por aquí, qué ha ocurrido? Porqué seguro que algo ha ocurrido para que estés hoy aquí. –Veo que no se te escapa una. Efectivamente vengo a decirte que tu marido falleció. Estaba enfermo y hace seis años no lo resistió más y murió. El motivo de mi visita es para decirte que finalmente la organización se ha disuelto. El clan de los Corrado, y con ello ninguno de sus miembros han sobrevivido al paso de los años. Yo voy a retirarme dentro de un mes pero no quería hacerlo sin darte la oportunidad de que puedas elegir volver a tu

PREMIOS PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: MUJER Y MEDIO RURAL- DE OPORTUNIDADES: PREMIOS PLAN DE IGUALDAD tierra si lo deseas. Todo ha desaparecido como si se tratara de un mal sueño que ha durado más de la cuenta. Puedes volver con tu actual identidad y no debes tener miedo de que alguien te reconozca ya que todos se han eva- porado con el aire. Me quedé mirando a Enrique durante diez o quince minutos sin abrir la boca. No me lo podía creer, al final podría volver a Galicia, mi tierra, sin esconderme de nada ni de nadie. Al final tan sólo fui capaz de darle un abrazo, las palabras no podían salir de mi boca, tal era la emoción de toda esta situación que estaba viviendo. –Tras esta visita estuve un par de años más en Madrid. Finalmente _122 regresé a mi querida Galicia. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 123

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Era un agradable día de otoño. Las últimas horas estaban llegando a su fin y Valeria, envuelta en su poncho favorito, había ido a dar un paseo por la playa. De repente sus pasos se detuvieron para recoger una preciosa con- cha que el mar había traído con las últimas olas. Se agachó a recogerla y al levantarse su mirada se detuvo en el atardecer. Los recuerdos se amontonaron en su cabeza y comenzó a recordar a cada una de esas mujeres de las que tanto había aprendido. Erika consiguió un trabajo que consistía en organizar exposiciones en diferentes puntos de Europa lo que le permitía viajar más a menudo a Moscú con lo que podía ver a su madre. Ana finalmente consiguió la custodia de sus hijos. La juez estimó que su pareja debía de compensar los quince años de total entrega y con la indemnización que éste debió pagarle más la pensión para los hijos le per- mitió llevar una vida completa. Antonia sigue su lucha por los países necesitados, luchando por la igualdad de las mujeres en los lugares más desfavorecidos pero siempre que viene a España pasa conmigo unos cuantos días. De Inocenta nunca más supe, pero cuánto deberé agradecerle aquellas sabias palabras con las que me hizo comprender que cada uno somos res- ponsables de nuestros actos. Tras una vida plena de encuentros y desencuentros me doy cuenta de lo afortunada que soy de ser mujer. Es cierto que vivimos en un mundo todavía muy sexista y en el que todavía los hombres y muchas mujeres no se terminarán de quitar las vendas de los ojos, pero también he compren- dido que todas las posturas son correctas y que en la diversidad está lo maravilloso de la vida, la tolerancia que nos permite vivir respetando los unos a los otros. Hoy llevo una vida tranquila pero sigo luchando por una sociedad justa e igualitaria y sé que el futuro la traerá.

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PREMIO DE

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PREMIO A LA “FLEXIBILIDAD EMPRESARIAL” VENCHAGA, S.L. Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 127

PREMIO A LA “FLEXIBILIDAD EMPRESARIAL”

VENCHAGA Venchaga, S.L. es una empresa dedicada a la fabricación y montaje de conductos metálicos para extracción, ventilación y climatización. Las ventajas para la conciliación de la vida familiar, laboral y profesio- nal consisten en que las mujeres de la empresa, dos semanas al mes, hacen jornada reducida, es decir, que sólo trabajan por la mañana para poder estar con sus hijos e hijas cobrando el mismo salario que si trabajásen la jornada laboral completa.

VENTAJAS QUE SE APORTAN MEDIANTE ESTA MEDIDA:

1• Calidad de vida superior al que se tendría trabajando las ocho horas. 2• Mismo salario que si se realizasen las ocho horas. 3• Mayor tiempo para atender a sus hijos e hijas. 4• Cumplimiento del trabajo con mayor eficacia. 5• Mismo rendimiento laboral con el incentivo del salario. 6• Independencia a la hora de poder cumplir horarios con la familia. 7• Ambiente laboral distendido y ameno.

VENCHAGA, S.L. Ctra. Valencia, km 9,600 • Pol. Ind. “Santa Fe”, nave 39 50410 Cuarte de Huerva • Zaragoza Tel. 976 125 545 • Fax 976 125 464 e-mail: [email protected] • www.venchaga.com 127_ Premios DPZ++++ 14/2/96 20:40 Página 128

El Ilustre Sr. Diputado Provincial, Presidente de la Comisión de Bienestar Social y Desarrollo, D. Juan Antonio Sánchez Quero y la Ilustre Sra. Diputada Provincial de Políticas de Igualdad, D.ª Geralde H. Campos Sierra hacen entrega de los Premios en Materia de Igualdad de Oportunidades para la Mujer del Medio Rural, en el Acto celebrado en el Salón de Plenos de la Diputación Provincial de Zaragoza el día 14 de diciembre de 2005. Premios Plan de Igualdad de Oportunidades: Mujer y Medio Rural Mujer y Medio Rural MUJER Y MEDIO RURAL 2005 ÁREA DE BIENESTAR SOCIAL Y DESARROLLO PLAN DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES Pza. España, 2, 2ª planta • 50071 ZARAGOZA Premio Fotográfico Tel.: 976 28 89 23 e-mail: [email protected] “Mujer y Medio Rural” Premio de Dibujo y Redacción “En casa también somos iguales” Premio de Relatos Breves “María Domínguez” Premio a la Premios Plan de Igualdad Oportunidades: “Flexibilidad Empresarial”

DIPUTACIÓN DE ZARAGOZA