De tierra abajo a tierra adentro: valonas y malagueñas a Timoteo Míreles El Palapo a Juan Reynoso a Luis Manzanilla Alvaro Ochoa El Colegio de Michoacán

Vamos a empezar en la depresión del Balsas, más o menos a trescientos metros sobre el nivel del Pacífico, depresión “arrejolada por los paredones de la Sierra Madre Occiden- tal”, en la misma situación geográfica que cuenta para la hoya que hace el Tepalcatepec, afluente del mentado Balsas. Depresiones a las que después de la conquista española no iban fácilmente gentes de tierra adentro o de tierra fría; ni de las que procuraban salir los aclimatados terracalentanos porque “se destemplaban”. Sin embargo, las exigencias del desarrollo económico y las evangelizadoras vencieron tales destemplanzas. De esa manera, los agustinos llegaron hasta Tlapa-Chilapa prime­ ro, y a Huetamo-Pungarabato, vía Tacámbaro, después, con su cruz y con su influencia musical.* Además, el arriero, un personaje importante en dicho desarrollo, jugaría también un papel estelar como transmisor de letra y tonadas —aparte de las mercancías— de un lado para otro; ya del Bajío a las tierras calientes o bajas del Balsas y del Tepalcatepec, que de éstas al centro de México.** El soldado novohispano del siglo xvm o el de la época independiente del xix tampoco se quedó a la retaguardia en cuanto a llevar y traer canciones. ¿Qué decir de las cárceles, centros de estancia y focos de inspira­ ción?

* Véase Alvaro Ochoa S., “Notas para tocar una tradición musical en Michoacán: los agustinos”, en Sabiduría popular. El Colegio de Mi­ choacán, 1983. ** Sobre el tema cf. Gerardo Sánchez D. “Muías, hatajos y arrieros”... Re­ laciones No. 17, invierno 1984. El Colegio de Michoacán. No es ninguna novedad referir que en las cercanías del Balsas —entre Guerrero, Michoacán y el Estado de México— se acostumbran tocar con tamborita, guitarra y violín algu­ nos sones sin letra; como no lo es el que estas letras sean sin son ni ton en torno a las fuentes de la llamada lírica popular. Nos remontaremos temporalmente a la centuria 18 no- vohispana; llegaremos al Bajío, crucero de caminos, granero de primera e importante centro minero y artesanal con sus luces ilustradas. De tal suerte no será raro encontrar lo que buscamos. En el Archivo del Antiguo Obispado de Michoa­ cán (hoy “Manuel Castañeda Ramírez” en la Casa Museo de Morelos en Morelia) existen varios legajos que integran el pequeño ramo de Inquisición. En uno de estos legajos se halla el expediente de Pablo Joseph Loza “por haber cantado y proferido coplas y dichos heréticos,,) León, 1768-1771. Todo comenzó en el Truco de la calle de Vanegas, en la ciudad de México, donde un muchacho como de catorce años cantó esta copla: Nadie se valga de Dios. Dios no es bueno para nada, quien se valiera de Dios su alma será condenada misma que le había enseñado antes en la calle “un payo de la Villa de León” (Pablo José Loza). Uno de los escuchas (Ra­ món Vena vides) buscó a Loza y le hizo ver que la copla era herética. Loza respondió “que otras peores tenía en su tierra en un Cuadernillo”; reconviniéndole el escucha de qué Dios hablaba en la copla, “le preguntó el Paio: quántos Dioses hay y respondiendo [Venavides] que un solo Dios verdadero, dijo [Loza] pues ese metiéndolo a la jácara El asunto llegó a oídos de la Inquisición. Llamado a cuentas, en su primera declaración, Loza confesó que “no cantó, sino [que] conversando con dos mancebos que corrían por el Truco comenzaron a hablar de versos y coplas y le pidieron les dixera unos de los que sabía, que los querían aprender, y les relató el siguiente: Azote, mordaza y freno tiene nuestra Santa Fe, para el que dixere, que, renegar de Dios es bueno. y todo su trovo en décimas”. Habiéndolo acabado dijo el confesante que en la villa de León había un poeta llamado Miguel Cortés que había compuesto el verso de “Nadie se valga de Dios”, cuyas coplas había cantado el mismo poeta en un fandango, es decir, en un baile, en un festejo. Persua­ diéndole los dichos mancebos a que relatara el trovo de los demás versos, les respondió Loza “que no sabía más que la planta de el primero”. Seguido el largo proceso en León topamos con Miguel Gallardo, alias Cortés, de 31 años, de calidad mulato, de oficio obrajero, vecino del barrio de arriba de dicha villa y presunto autor de la mencionada copla. Gallardo no negó haber cantado la copla en el fandango, sino que él la compu­ siera, “que cuando el tumulto de Guanaxuato en la revolu­ ción de los Jesuítas el año de sesenta y siete, fueron de esta villa [León] las compañías de soldados españoles, mestizos y mulatos, y uno de éstos llamado Antonio de Castro vecino de esta dicha villa en el barrio de arriba le trajo la referida copla, que se la dió un poeta que no sabe quien es, ni como se llama, para que [Gallardo] la trovara, pues sabía y tenía numen de hacer versos, en cuyo supuesto compuso las décimas del tenor siguiente: La enmienda y la caridad es en contra del pecado, que hoy se halla un condenado; por no seguir la verdad: A este mundo bajara, de el cielo la eterna voz; que el que en el deleite atroz no aclamare a su justicia y en pecado con malicia Nadie se valga de Dios. Sois estrella esclarecida, Virgen de la Concepción tú me otorgues el perdón pues de Dios fuiste nacida virgen pura y concebida te busco por Abogada y que mi alma sea salvada en la corte celestial porque el pecado mortal Dios, no es bueno para nada. El que en el vicio inclinado notado de su desgracia quiere revolver la gracia con la culpa y el pecado: Mi Jesús crucificado aun alma mucho la quiere, y más si en su gracia muere alcanza palma y victoria y tenga cierta la gloria el que de Dios se valiere. No hay amor como el divino que es la gracia singular y que nos puede librar de el más infernal camino: San Joseph sea mi Padrino y la Virgen mi Abogada, Señor con fe tan colmada amante te busco , y el que no lo hiciere así su alma será condenada.1 Género muy socorrido en el centro de México, como lo ejemplifica José Joaquín Fernández de Lizardi en su Periqui­ llo Sarniento con una viejísima copla: Aprended, flores de mí / lo que va de ayer a hoy, / que ayer maravilla fui / y hoy sombra de mí no soy./2 Que desarrollara en décimas con pie o planta semejante: Aprended, hombres de mí; lo que va de ayer a hoy; que ayer conde y virrey fui y hoy ni petatero soy. Ninguno viva engañado creyendo que la fortuna si es próspera, ha de ser una sin volver su rostro airado. Vivan todos con cuidado, cada uno mire por sí que es la suerte baladí, y se muda a cada instante: yo soy un ejemplo andante: Aprended, hombres de mí. Muy bien sé que son quimeras las fortunas favulosas, pero hay épocas dichosas y llámense como quiera. Si yo aprovechar supiera una de éstas, cierto estoy que no fuera como voy; pero desprecié la dicha, y ahora me miro en desdicha: ¡lo que va de ayer a hoy! Ayer era un caballero con un porte muy lucido; y hoy me miro reducido a unos calzones de cuero. Ayer tuve harto dinero; y hoy sin un maravedí, me lloro, ¡triste de mí! sintiendo mi presunción, que aunque de imaginación ayer conde y virrey fui. En este mundo voltario fui ayer médico y soldado, barbero, subdelegado, sacristán y boticario. Fui fraile, fui secretario, y aunque ahora tan pobre estoy, fui comerciante en convoy, estudiante y bachiller. Pero ¡ay de mí, esto fue ayer, y hoy ni petatero soyl3 Así el andar de las décimas o glosas nos lleva a las valonas o balonas, género lírico declamatorio “que engloba la recitación y el canto”. Por “hacer una valona”, una valedu­ ra, un favor, se pensó que tal palabra venía de “vale” o “valedor”, pero no.

Según Vicente T. Mendoza, el término valona* debió aparecer hacia el último tercio del siglo xvm con la presencia de los regimientos de Flandes y Ultonia que enviara Carlos III para reforzar las milicias provinciales de la Nueva Espa­ ña. Fue hacia 1765 cuando en la mochila cultural de estos soldados valones llegó posiblemente esa forma musical reci­ tativa de aspecto andaluz; porque dichos regimientos estu­ vieron acantonados, antes de salir de España, en Andalucía y Murcia “de donde —supone Mendoza— tomarían los giros y el carácter que aún conservan nuestras valonas”.4 Ya con aspecto completamente mexicano y como género propio del Bajío aparece el nombre en “Soy mexicano” de Manuel Carpió (1761-1860)... Tengo además de mi labranza un techo de adobe y carrizal junto al barbecho donde suelo olvidar penas y hastío. Y es mi gloria después del jaripeo lucir a mi ranchera en el jaleo y entonar las valonas del Bajío.5 En la misma centuria xix notamos el nombre en el Se­ gundo viaje de San Pablo a México de Emilio Torres (México, 1896), en el diálogo de Pedro y Pablo: Pedro: Espérame voy pa dentro A pedirle al Rey Salmista Un ratito su instrumento

* (Del bajo latín wallus, y éste del latín gallus, galo); adj. Natural del te­ rritorio comprendido entre el Escalda y el Lys. Para cantar dos balonas Que le pinten bien mi afecto... Como quiera, las valonas todavía sobreviven y se ento­ nan en el fértil valle de Apatzingán. Bajemos al Tepalcate- pec. Ahí, al parecer, no brillo la ilustración decimóctica, habi­ tó la oscuridad del relajo; lugar de vida más apegada a la natura, algo dejado de la mano de Dios y de sus ministros, que no tanto del ejército provincial borbónico6 de pardos y pintos, sobre todo para sofocar tumultos como el de apatzin­ gán en 1768. Feliz Ramos I. Duarte encontró hacia el final del xix en Michoacán que Valona escuetamente era gamella (Dicciona­ rio de Mejicanismos, México, 1895); y, de acuerdo con el Diccionario de Autoridades de Aniceto de Pagés (Barcelona, ¿1868?), gamella (del griego gamelios, nupcial), quiere decir “arco que se forma en cada extremo del yugo que se pone a los bueyes, muías, etc., para tirar del carro o del arado”; también (de camella) significa “vasija grande, por lo común de made­ ra que sirve para dar de comer y beber a los animales, para fregar, lavar y otros usos”. Aunque pendiente de aclaraciones, lo anterior no riñe con el tema valonero, en el que Thomas Stanford ha incursio- nado desde hace varios años.7 Por citar algunas valonas, “Estoy al vender una ingrata”, “Otro ratito nomás” o “Los tiradores”: Ay, qué destino tan cabrón tienen los tiradores, ay, no alcanzan para cotón “contimás” para calzones. Ay, cargan petardos y balas de pólvora su buen frasco ay, cuando vienen de tirar vienen a dar que es un asco. Estudiando para contar, ay, diciendo —jue jacalón (sic) se la medí al corazón—, ay, dejan sangre, también pelos, luego se van por los perros, qué destino tan cabrón. Ay, cuando llegan a tirar los más se les van heridos, ay, cuando se les hayan perdido ya no les sirve ni el cuero. Reciben gran desconsuelo ay, como “jue” de los mejores, se tomó por esos soles,* ay, por no haber sido saurín** amigo, pues ese fin, tienen los tiradores, etc. etc.

Estas décimas muestran una clara í

* Se descompuso en el sol. ** Adivino. o el son de La Gallina rescatado por Raúl G. Guerrero, En los Motines del Oro, 9 (fragmento): La gallina baja y el gallo sube; (bis) la agarra de la cresta y la sacude; (bis) mira cómo le hace. La gallina se echa y en la basura; (bis) debajo de la cama del señor cura; (bis) mira cómo le hace... Y ya que en el camino andamos, pasemos a la vecina cuenca del Balsas para hablar de la malagueña, “aire popu­ lar propio y característico de la provincia de Málaga, algo parecido al fandango, con que se cantan coplas de cuatro versos octosílabos” (Diccionario de Autoridades, 3). Aquí, en la depresión del Balsas, “afloran como señas delatadoras [andaluzas]... los redobles del gusto y del son; más indudable —escribe Marco Antonio Bernal— la letra y música que frecuentemente denuncian su génesis: ‘la mala­ gueña de Tierra Caliente’, ‘indias’, ‘remas’ y expresiones tales como: prenda de mi alma, bien de mi vida, tirana, morenita mía, Ave María...”10 Desde luego que la malagueña, igual que la petenera gaditana, provienen de la lírica popular arábigo-española; muestran de lejos esa influencia árabe —700 años no fueron pocos— que del sur de España, de la romanizada provincia andaluza, trajeron los pobladores que llegaron a las hondo­ nadas del Balsas tras la conquista. Mariano de Jesús Torres (Morelia (1838-1921) aporta muchísimo al tema. Gracias a que juntó en su biblioteca un abundante surtido “de compilaciones con el nombre de c a n ­ c io n e r o s ” , aprovechó los cantares más escogidos tanto para recrear como para ilustrar a los lectores de El Odeón Michoa- cano\ así, “al dar a conocer las canciones de nuestro pueblo, muy conveniente es —dice— dar a saber de dónde tomaron origen”. Y nos remite al canto “de los hijos de Málaga”. La obra del benémerito Pingo Torres incluye una lista de malagueñas, cantares populares diversos y, por si fuera poco, una “historia de la música en Michoacán”; todo en un solo volumen del citado Odeón.11 Claro que su música preferi­ da fue la que él llamó “de estrado”, la estudiada, la de nota; pero hizo campo en su repertorio a la letra de quince cancio­ nes populares, de siete surianas, seis histórico-políticas, cua­ tro leperocráticas, tres rancheras, tres tarascas, dos charape- ras, una humorística y una carceleña. La vida del Pingo Torres corrió prácticamente en el agitado tiempo de los plei­ tos civiles armados y de la intervención francesa. Durante la invasión, el sur, la Tierra Caliente y la costa-sierra fueron áreas de resistencia y de donde partieron las ofensivas china­ cas. Precisamente el licenciado Mariano de Jesús plasma cantares surianos e histórico-políticos, de “música y letra anónimas”, en el espacio popular de su Odeón; claro, habrá que imaginar la música porque no figuran pautas, ni siquiera puntitos de referencia. También Eduardo Ruiz en la Historia de la Guerra de Intervención en Michoacán, con otras preocupaciones, pasó por alto las notaciones musicales de algunos fragmentos que refiere; al igual que Manuel Barbosa en los Apuntes para la Historia de Michoacán y Jacobo Dalevuelta (seudónimo de Fernando Ramírez Aguilar) en Nicolás Romero... Una mujer angustiada Llora por su prisionero: ¡Que le vuelvan a su hachero El de blusa colorada!12 Ursula, ¿qué andas haciendo por la calle real borracha? Si quieres tener dinero Vámonos con los de la hacha.13 ...Y dicen que dicen que Miramón es el diablo... y dicen que dicen que’s el mesmo Lucifer. Y anda y dile a ese valiente que yo soy su tata de’l y que si es el mesmo diablo, yo seré su San Miguel.14 No quiero ser maderero de la Sierra de Sinciro, ni tampoco carretero del rancho de Tunguitiro.15 Muchachas del Curindal, Esas del Curindalillo, Que dice Pedro Pascual Que...16 Yo no soy de aquí Soy de Miramar Se acaba el imperio Llorar y llorar.17 Con todo, las letras recolectadas por Torres o las que anduvieron de aquí para allá en boca de soldados, presos, arrieros y cantadores itinerantes no quedaron “como simple herencia, sino como recurso artístico capaz de servir para nuevas creaciones”.18 Díganlo si no las malagueñas y pete­ neras que dieron pie o planta a infinidad de canciones popu­ lares, sones, décimas glosadas, valonas, etcétera. Marinero, sube al palo, y dile a la madre mía si se recuerda de un hijo que por los mares tenía. Palmero sube a la palma y dile a la palmerita que la mancha de “la mora” con otra mancha se quita. Palmero, sube a la palma, y dile a la palmerita, que de la fruta más buena le llenen su canastita. Palmero sube a la palma; sube a la palma, palmero, y de la fruta más buena que haga su carga el arriero. Málaga tiene la fama del vieno y del aguardiente; de las mujeres bonitas y de los hombres valientes.19 Arbolito te secaste / teniendo el agua en el pie,/ en el tronco la firmeza / y en la ramita el querer. El Capiro se secó / teniendo el agua en el pie./ Así se seca mi amor / cuando con otro te ve.20 Ya el capire se secó / teniendo la agua en el pie,/ las hojas tienen razón, / pero el capire ¿por qué?21 Para salir de Tierra Caliente, antes del tendido de ferro­ carriles y de las carreteras serpentinas, seguramente era más fácil seguir el filo de las depresiones. De tal manera que con el repertorio lírico citado a cuestas, “algunas claves necesarias para descifrar los procesos histórico-literarios e, incluso, el trasfondo psicológico y las actitudes vitales de un pueblo”,22 nos vamos con el capire o capiro por la sierra costa. Qué nos cuesta decir: Estando en San Juan Capire le dije a una capireña: cuando mi escrito termine no me hagas ninguna seña.

NOTAS

1. Archivo Histórico “Manuel Castañeda”, Inquisición, leg. 2. 2. José Joaquín Fernández de Lizardi, El periquillo Sarniento. Porrúa, México, 1965. 3. Ibid, p. 369. En cuanto a ingenio, tanto el caso de Gallardo como el regis­ trado por Lizardi, indudablemente que nos trae a la memoria el del le­ gendario Negrito Poeta, aludido algunas veces en El Periquillo. 4. Vicente T. Mendoza, La valona en México, s.f. (Gentileza de Heriberto Moreno) y Glosas y décimas en México. F.C.E., México, 1979. 5. Mendoza, La valona... 6. Biblioteca Nacional de México, Fondo de Origen, Ms. 1031, f. 247, carta No. 91. 7. Thomas Stanford, “Lírica popular de la costa Michoacana”, Anales del Instituto Nacional de Antropología e Historia, XVI, 1963. 8. Mendoza, op. cit. 9. Ignacio M. del Castillo y Raúl G. Guerrero, En los Motines del Oro. Ex­ pedición etnográfica y lingüística. Mecanuscrito, México, ¿INAH?, 1946. 10. Marco Antonio Bernal, Baile regional de la Tierra Caliente (Cuenca del Balsas). Mecanuscrito. 11. Mariano de Jesús Torres, El Odeón Michoacano. Imp. particular del redactor, Morelia, 1900. 12. Eduardo Ruiz, Historia de la guerra de intervención en Michoacán, p. 248. 13. Ibid, p. 459. 14. Jacobo Dalevuelta, Nicolás Romero, un año de su vida. 1864-1865. Ta­ lleres Gráficos de la Nación, México, 1929, p. 5. 15. Manuel Barbosa, Apuntes para la historia de Michoacán. Talleres de la Escuela Industrial Militar Porfirio Díaz, Morelia, 1905. 16. Eduardo Ruiz, op. cit., p. 692. 17. El Pito Real. Huetamo, 1Q de agosto de 1866, año I, núm. 3. (Gentileza de Gerardo Sánchez). 18. Cita de Angelina Muñiz en “El paralelismo en la lírica popular mexica­ na”, Anuario de Letras, revista de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, México, año I, 1961, p. 152. 19. Torres, op. cit. 20. Jacobo Chencinsky, “La metáfora en la lírica mexicana”, Anuario ci­ tado, p. 137 y nota. 21. Torres, op. cit. 22. Chencinsky, op. cit., p. 113.