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UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA BIBL.IOTECA Ct 4 Foll.18 o CEAI'10

IITLAIiTICO

\ \ ,0\ \ cI-~1 \ \ tl \ ' \ \ \ \ \ , \ "- \ .... \ 2-.. \ <;.. \ -.;) \ '4 \ \ GoLFO OE GUI/'IEA. \ \ • , \ , \ , , \ , \ , , \ L suelo de Cran Canaria es un vasto museo, un interesante depó.ito d. lo. despojos de una raza y de una sociedad anteriores a la conquista ~ de la isla por los españoles. - No por gala de erudición precede a la Cuía de Cran Canaria este prefacio sobre la rasa aborigen, los «guanches», sino porque sus restos, en parte conservados en el de , y en parte por descubrir, son para el viajero culto un motivo más de curiosidad y de emoción. En el siglo XV, cuando Europa alcansaba un alto rango de cultura, cuando se apresuraba el Renacimiento y florecían las Universidades, la rasa «guan­ che», tan cercana a los continentes, vivía todavía como siempre vivió: en l. edad de piedra. - En su vida material, se entiende; porque en cuanto a reli,ión, costumbres y constitución social, conservaba las tradiciones más puras de la humanidad primitiva, trasplantadas a estos territorios oceánicos por vía. desconocidas. El pueblo «guanche» no cayó en la idolatría. Adoró a un solo Dios, AI­ coran, a través de la Naturalesa, Poder Supremo en lucha con un genio del mal. - En lo. lugares excelsos, tan majestuosos en Cran Canaria, se le ren­ dían sencillo. sacrificios. Los .acerdotes (faicanes), cuidaban del culto y vigilaban la puresa de las costumbres; y las «Harimaguadas», vírgenes ino­ centes consagradas a Dios. tomaban parte en los ritos, y hacían vida cenobí• tica en unas como colmenas de piedra, de las que queda un notable vestigio en la ,ran cueva de «Valeron» (cuesta de «Silva»). Una de las manifesta­ ciones reli,iosas que más conmovían la isla, era la procesión, desde la Cum. bre al mar, para implorar la lluvia en años de ,equía. Sobre la fidelidad conyugal se asentaba el matrimonio monogámico de los «guanche.»; y en la constitución de una nueva familia .e miraba, por lo menos en las clases altas, a lograr una robusta prole, que conservase el valor y gallardía del antepasado. El «guanche» era, por lo general, alto y fornido y tenía en gran aprecio estas cualidades. La sociedad era gobernada por una monarquía moderada. - El Rey («,uanarteme» ), se asesoraba de un consejo de nobles («guaire...). La división natural de la sociedad en dos clases, noble y plebeya, no suponía

. ,~~~ '.. ~ ... )1"":' '.. \ t .1 4 f '~ ...", ., ". A .'~ un antagonismo en aquella vida cordial y comunicativa. - La elección matrimonial era libre, y los méritos personales eran bas­ tante. para elevar de rango al plebeyo.­ El honor y el heroí.• mo eran los ideale. eminentes de la rasa. La resistencia de lo. guanches a la conquis­ ta e.pañola duró lar­ go. años, y fué una verdadera epopeya en q u e abundaron los más altos episodios de heroísmo.-Fué el úl­ timo el suicidio su­ blime de «8entejuí», que se arrojó al mar, desde una altura de 400 metros, abrasado al último daican», al convencerse de que la resistencia era inútil. El Museo Canario atesora los restos más preciosos de la raza, que son objeto de in­ cesantes estudios de parte de sabios de to­ do el mundo. Sobre­ salen las momias y los objetos de arte.--Los «guanches» embalsa­ maban sus cadáveres con una perfección apenas igualada por los egipcios, y solían sepultarlos en cuevas. - Sin embargo, hace algunos años se han descubierto por pri­ mera ves en «Cáldar. (corte de los «guanar­ temes» ) tumbas tu­ mulares de extraordi­ nario interés. El arte de los guanches revela una viva imaginación. Los mismos puntos del co- ~ ~ TUMULO DE LA GUANCHA EN GALDAR (GRAI'fCANARIA).

sido de las pieles que envuelven las momias, ejecutados con agujas hechas de espinas de pescado, denotan ya una exquisita sensibilidad. - En las «pin­ taderas», especie de sellos o estampones, de barro cocido, se pueden admirar las más bizarras combinaciones de formas geométricas. Pero lo más admirable de aquel arte primitivo es la cerámica. No se explica cómo un pueblo para el que el resto del mundo no existía, pudo realizar formas de belleza tan so'emnes como las que ofrecen los vasos hallados en eran Canaria (Jos más variados del archipiélago), que, por otra parte, conservan un temple casi metálico. Fundidas las razas vencedora y vencida después de la conquista, se apre­ cia en el pueblo canario un fondo «guanche», que es todavía el elemento diferencial de su carácter. El canario actual sigue conservando los rasgos espirituales distintivos de sus antepasados: un amor a la independencia y un tímido retraimiento, deri­ vados de su condición de insular, no incompatibles con un vivo sentido de la hospitalidad. Y de la afición a los juegos de fuerza y destreza de sus héroes antiguos, conserva todavía el bello deporte de la «lucha canaria», curiosa contienda cuerpo a cuerpo en que se ofrecen a lo vivo las cualida­ des de nobleza y virilidad de la raza aborigen. STA Guía aspira sólo a demostraros que no se pierde el viaje que se No. La isla es áspera y recóndita, y para admirarla es necesario recorrerla. haga a nuestra isla en plan de turismo; que nuestra isla tiene condi­ y, sobre todo. intimar con ella. no es un paraíso. ni un jardín, ~ ciones sobradas para atraer y para retener al turista dotado del senti­ ni una selva. Su paisaje no es europeo ni africano. No es el de la Madera, miento poético de la Naturaleza. ni el de Baleares, ni tampoco, precisamente, el de cualquiera de las otras Ante todo, promete ser veraz. Abunda una literatura que ha hecho más islas hermanas del archipiélago, de las que, cada una, tiene su belleza diversa daño Que provecho a Canarias. y es la del viajero trivial Que describe Jo Que y peculiar. El turista Que recorre nuestra isla con ánimo contemplativo, acaba trae en la imaginación y no lo que ve y que acaso pueda sentir. La del que por convencerse de que ha visitado una isla en cierta manera única. Gran ve vergeles desde a bordo. Canaria es... Gran Canaria. Fot. Maisch El Roque-fantasma del Junquillo en la Cumbre Central. Fot. Maisch La fraternidad salvaje de la roca y el pino en las entrañas de la isla. La casita agrupada del campo. Fot. Alermna En resumen, podemos adelantar que el paisaje es grandioso y agrio, digno de espíritus fuertes, con infinitos remansos de poesía virgiliana, entre el laberíntico caracol de sus montañas. El turista puede saborear, según sus gustos, hasta el paisaje hórrido, del que huyen las aves. Anotemos, una a una, las singularidades de la Isla.

FORMA

Es la de una gran pirámide. Su meseta terminal, con sus roques y crestas, alcanza la altura de 2.000 metros. Sus costados descienden hacia la redon­ deada costa en tendida escalinata de cordilleras y valles. La mayor depre-

La casa antigua de la Ciudad.

Fot. Maisch s;ón del costado del Naciente da por este lado mayor relieve a las alturas y las presenta como una gran sierra que atraviesa la isla de Norte a Sur, par­ tiéndola en dos mitades, la oriental y la occidental. Esta sierra se denomina La Cumbre. El costado del poniente conserva sus grandes eminencias casi hasta orillas del mar, y ofrece los paisajes más imponentes de la isla. Los fondos lejanos del paisaje son siempre la Cumbre o el mar.

LOS BARRANCOS

Entre las cordilleras que en todos sentidos irradian de la Cumbre. se desarrollan valles estrechos y profundos, los retorcidos barrancos. a zig zag, que ofrecen una sucesión cinematográfica de paisajes encantadores. Los ba­ rrancos de cumbre. es decir, los que nacen de los puntos culminantes, son los siguientes, empezando por el Cuiniguada que desemboca por Las Palmas.

Al lado de este ejemplar de pinus canariensis, más que centenario, los de­ más del bosque del Manzanillo parecen enanos.

Fot. Maisch y siguiendo hacia el Sur hasta dar la vuelta a la isla: , Cuayadeque, Tirajana, Maspalomu, Arguineguin, Mogán, , , Moya, Asuaje y Teror, nombres guanches, la mayor parte, como adivinará el lector. Con­ viene que el turista se familiarice con estos nombres, porque el interés pin­ toresco de la Isla se encierra en estos dos aspectos: Cumbre y barrancos. Entre los antes nombrados. que son los principales, corren otros, innumera­ bles, que los igualan en belleza y en sorpresas.

VARIEDAD

La Isla, pues, radiada en barrancos, tiene la estructura de un cuerpo orgánico. Su característica principal es la variedad. Puede asegurarse que ningún isleño de Gran Canaria conoce enteramente su isla. Al viajero que discurre por cualquier camino se le van presentando a cada vuelta paisajes nuevos; y si se aventura a salir de las carreteras, a pie o a caballo, se hará

Fot. H. Gil El viejo traje campesino, según dibujo del pintor Nestor, que figura en el grupo. Los t r o g Io d ita s de la Fot. Malsch At.lay. conservan su secu­ lar industria de alfarería. El monolito del Nublo, sobre su geométrico pedestal, a J .900 m. sobre el nivel del mar, Fot. Estudio Moderno parece un capricho genial de la Naturaleza. Fot. Malsch Guindo en flor. Fot. Maisch Uno de los perfiles más interesantes de la fantasía de rocas de Tejed".

la ilusión de desentrañar a cada momento un paisaje más, con el placer de un descubrimiento. No todo es recóndito en la Isla. La parte S.E., libre de montañas, vasta llanura que confina con la del mar, pardas tierras, y flora esteparia con sus grandes playas y sus oasis, brinda al viajero otro aspecto no menos intere­ sante. Además son numerosos los ensanches visuales, de desmesurada amplitud panorámica, en que se suman muchos paisajes parciales. Son puntos altos y libres de la Isla, de vastísimo horizonte. Pero la variedad de la Isla es más profunda. La Naturaleza presenta en ella todos sus aspectos. Su mismo clima no es único. Precisamente es esta una singularidad que la distingue de las demás islas de este archipiélago: los matices de su clima, que permiten al turista escóger. en sus variadas zonas, su clima ideal. Baste decir que el punto de maduración de los frutos se retrasa un mes en ciertas comarcas de la Isla respecto de otras. Y en cuanto a los frutos de la tierra, puede decirse que se aclimatan casi todos los del Planeta. Es también de advertir que en Canarias no existen alimañas dañinas de ninguna especie. Para colmo de variedad merece anotarse la ver­ satilidad de los cielos y los cambiantes colores de las montañas lejanas con sus alternativas continuas de gris. rosa y violeta. En este aspecto es Gran Canaria una tierra típica para pintores. .. EL CAMPO

El campo de Gran Canaria es, como se ve, una suceslon de recodos y panoramas: se cierra y se ensancha como un abanico. Anímalo un diminuto caserío que se disemina por todas partes hasta en los puntos más inverosí• miles. Son frecuentes en la Isla las laderas empinadas, que dan sensación de verticalidad, en las que vive como colgada una poblacIón, en gran parte troglodita. Hablando del campo, no está de más dar una idea del pueblo que lo habita y trabaja. Es una raza sobria, laboriosa y ruda, pero afable. En el cam­ pesino encontrará el forastero un camarada noble, no corrompido aún por la propina. La agricultura es intensiva. El régimen de aguas, de lo más perfecto que se conoce.

Esta noche de luna en la bahía de la Luz tiene toda la apacible serenidad de una estampa tropical. Fot. Lentón Otro ele los panoramas de Occidente desde el balc6n ele T...... Fot. Maisch En el Pueblo Canario -núcleo arquitectónico diseñado por el pintor Néstor en el corazón arbolado de la ciudad- aparece en toda su sobria belleza el paisaje canario estilizado de palmeras y cactus, en el marco de Una edificaCión de sugeridor acento colonial. En otro sentido, conviene recordar la misteriosa potencia vitalizadora del modernidad esenc.ial de sus líneas un curioso sello de canariedad, que se campo canario, donde el enfermo encuentra el mejor de los sanatorios. manifiesta en los motivos ornamentales, tomados de dibujos guanches, y en LOS CRANDES PAISAJES el aire peculiar de las formas arquitectónicas. Desde el Albergue--que dis­ pone de habitaciones y servicios modernos-puede gozarse plenamente en CRUZ DE TEJEDA. - En la Cumbre. a 35 kilómetros de Las Palmas. y todas direccione~ la grandiosidad del más dilatado paisaje de la Cumbre. 1.500 metros sobre el mar, a una vuelta de la carretera. se abre de golpe a EL PICO DE LA CALDERA. -A 10 kilómetros de Las Palmas, y a la vista del viajero este fantástico panorama de rocas. La arquitectura geoló• 600 metros sobre el nivel del mar. se alza esta singularísima montaña. ais­ gica de la Isla ha volcado en el barranco de Tejeda un caos de grandezas. lada en todo su contorno. Una cómoda carretera permite la ascensión, en Nace allí el barranco, encuadrado entre dos altas cordilleras, coronadas de espiral, contemplando un panorama que se amplía a medida que se sube. pinos. que corren hasta el mar, prolongado cañón entrecruzado por otras En la cima el espectador contempla un vastísimo semicírculo de mar y una cordilleras, en el que se destacan el , fino y elegante monolito. cuarta parte de la Isla, limitada al occidente por la Cumbre. A la hora del inaccesible, de 60 metros de altura, soberbiamente colocado; y el roque amanecer el espectáculo es verdaderamente maravilloso. Bentaiga, también inaccesible. En el lejano fondo, el mar, que semeja una Por el lado Norte de este colosal cono de renegridas escorias se desgarra tabla azul en que aparece como pintada toda la isla de Tenerife, coronada un cráter en herradura. Por el Sur, y al pie de la montaña, se abre la por el Teide. Se recomienda al turista que contemple este paisaje a la puesta caldera de Bandama, uno de los fenómenos geológicos más curiosos. Es un del sol, cuando las sombras destacan una a una las innumerables rocas y ma­ cráter explosivo, profundo, circular, cerrado en todo su circuito, como un cizos que le dan su característico aspecto. perfecto tazón, que mide 200 metros de profundidad y 1.000 metros de Sobre la misma arista de la Cumbre que separa las dos distintas vertien­ diámetro en la parte superlor. Del hoyo de este cráter procede la extensa tes, la oriental, de suave ondulación. y la occidental, que semeja un gigan­ mancha de lapilli (llamado picón en la Isla), que da al paisaje de primer tesco mar petrificado, se emplaza el soberbio Albergue que ha hecho cons­ término su tono negro brillante, en el que se destaca el verde claro de las truir el Cabildo Insular de Gran Canaria. Es una edificación que añade a la viñas.

Fot. Sixto Flores Una concha de la playa de las Canteras. Fot. Malsch Los platanares y palmeras suelen convivir La paz no es una utopía en este paréntesis del campo de Teror.

Fot. Maisch La mirada se pierde en los contrastes de este panorama del puertecito de l•• Nieves (A,nte).

Un típico mirador-colocado en el mismo pico de la Caldera-permite una. suce~ión de interminables contrastes, una alternativa de costas bravas, disfrutar en redondo la bellísima vista que ofrece al viajero esta curiosa bahlas abiertas, ensenadas y playas de finísima arena. eminencia volcánica. . En el archipiélago tiene Gran Canaria la primacía de las playas. Con­ EL PICO DE OSSORIO. - Al Norte de la Isla, este otro pico, que es una viene encarecer su importancia, porque en ellas encuentra el turista su es­ avanzada de cordillera, a 1.000 metros de altura, y a 25 kilómetros de Las tancia predilecta. En el catálogo de ellas tiene el primer lugar la de Las Can­ Palmas, ofrece un panorama semejante al anterior, que comprende otro sec­ teras, a espaldas del mismo puerto de la Luz. Es una vastísima playa, de tor de la Isla, el mar, y parte de la de Tenerife, con el Teide. doble concha, en que la tranquilidaa juguetona de las aguas está garantizada Otros paisajes panorámicos puede buscar el turista a su placer, tan exten­ por el abrigo de las montañas de La Isleta (enlazada a la Isla por un estrecho sos e interesantes como los anteriores que se indican en esta Guía sólo por istmo) y por una larga barra donde rompe el oleaje. Aparte de las delicias ser los mas accesibles. Por ejemplo, el del pinar de Tamadaba, grandioso del mar, Las Canteras es un punto digno de tenerse en cuenta como pano­ macizo forestal al Norte del barranco de Tejeda. También el de Los Pechos, rámico. Desde él, como desde la concha de un escenario, se contempla la punto culminante del reborde meridional de la Cumbre, que domina la ma­ escalinata de las montañas de la Isla, y al fondo, la majestuosa montaña de yor parte de la Isla, con su infinita variedad de modelado; y en la parte Gáldar; y, Con tiempo despejado, el Teide. La policromía de las puestas del Norte de la Cumbre, la montaña de Constantino, que sirve de atalaya de la sol en esta playa despierta cada día una emoción nueva. Una ancha avenida vertiente septentrional, así como Los Pinos de Caldar, punto extremo de este abraza en todo su contorno la concha mayor de la playa, ofreciendo al visI­ sector. tante la comodidad de su fácil recorrido. LAS COSTAS Y LAS PLAYAS Junto a la carretera del Puerto a Las Palmas, se extiende otra playa arenosa, la de las Alcaravaneras. Y al Sur de la ciudad, la de La Laja, abierta A la variedad interna del suelo responde la variedad del litoral, que es al Oriente, con un espaldar imponente de rocas fonolíticas. cortado a pico. Fot. Estudio Moderno El almendro florido de los paIsajes japo­ neses y mallorquines es muy frecuente en las zonas altas de Gran Canana. Desde la cuesta de Silva, el infinito perfil de la costa norte, bordado de espuma, y Fot. Maisch la tierra cubierta de platanerales. La Naturaleza, que tanto ha prodigado el barroco en la isla, ha querido mostrarse gótica en este oináculo de la costa de Apete, Fot. TUrismo Una vuelta del paradisíaco zig-zag del barranco de la Vil'lJen (sección del de Azuaje) Fot. Malsch

Pocas ciudades podrán contar con tres playas tan cómodas y hermosas. En ellas encontrará el extranjero el solaz del baño en cualquier estación. Baste decir que la temperatura media del agua en invierno es superior a la del verano en la playa de San Sebastián, en España. A 17 kilómetros al Sur, la de Melenara, muy animada en verano. Si­ guiendo siempre al Sur, la extensísima playa de Cando, de aguas impertur­ bables. Es este el sitio de recalada del servicio aéreo, por reunir inmejorables condiciones para las operaciones de aterrizaje y despegue. Siguen la inmensa sábana arenosa de , la playa de Santa Agueda y otras.

ACUAS MINERALES

Otra primacía de Gran Canaria entre sus hermanas de archipiélago. En primer término, las de Teror y , llamadas agrias, populares, insupera­ bles para la mesa. El viajero se acostumbra fácilmente a ellas hasta el extre­ mo de no poder prescindir de su uso. En el valle de Agaete, el manantial de los Berrasales, de estupenda efi­ cacia en los reumatismos y enfermedades del recambio orgánico, atrae todos los años innumerables enfermos que se alojan en el moderno hotel allí em­ plazado. Hace pocos años se han descubierto las virtudes terapéuticas de las aguas del Rincón !cerca del Puerto de la Luz) para las manifestaciones supuradas del organismo, especialmente la piorrea. Acaba de construirse un balnearia en el manantial. Las aguas del valle de San Roque, similares a las de Vicht, también son populares por su baratura y por sus condiciones para contrarrestar las altera­ ciones del aparato digestivo. Existen también las de Asua;e, de composición muy semejante a las de Agaete y con las mismas aplicaciones que aquéllas, situadas a 30 kilómetros de Las Palmas, en la carretera a Moya. Tiene un pequeño balneario, y en construcción un moderno hotel. Como resumen de todo lo expuesto, ¿será aventurado pensar que Gran Canaria es un continente en miniatura?

ACOMPA~ANDO AL TURISTA

Ahora pongámonos en movimiento y acompañemos al visitante. El turista desembarca en el puerto de la Luz (el de las Isletas de las antiguas crónicas, ~ primera recalada de Colón en su odisea en busca de las Indias), puerto de .~ provisión y cruce de grandes líneas trasatlánticas. El puerto es cómodo y el I desembarco rápido. El viajero toma un auto bien acondicionado en la parada, ~ que le transporta en pocos minutos al casco de Las Palmas, por carretera i bordeada por el mar y por barriadas-jardín. La ciudad le ofrece centros que ~ 8- Entre agrestes montañas, el barranco de Tejed. desemboca en el plácido mar de Occidente. ¡ ! Fot EstudIO Mode1 g I l! 1 ~ " En el altar mayor de Telde figura este retablo flamenco, la joya artística más preciosa del archipiélago. Fot. Maisch El mejor ejemplar de templo primitivo en la isla (San Antonio, de Teldel. Fot. Maisch

merecen una visita y que le recomendamos en otro lugar. El viajero de paso, que dispone de cinco horas, o el turista de un día, que dispone de diez, puede hacer una incursión más o menos extensa al interior. El turista de más asiento, debe intentar paseos más vastos, en com­ binaciones de carreteras, o en más difíciles accesos por caminos de herradura. CARRETERA DEL CENTRO. - Es la más recorrida, y se desarrolla en sentido ascensional hasta la Cruz de Tejeda (1.500 metros sobre el mar) bajando luego a Tejeda: 43 kilómetros. A los 8 kilómetros admirará el viajero el pago de Tafira, poblado de hote­ les y jardines. Desde este punto se ofrece el paramento de la Cumbre, que no ha de perderse de vista en todo el trayecto. El turista puede tomar, a la derecha, una carretera transversal, por el barranco del Dragonal, y volver a Las Palmas, cerrando un circuito de 25 kilómetros; o bien tomar otra, a la izquierda, que pasa por Marsagan y le deja en Las Palmas, realizando otro circuito de 26 kilómetros. Estos paseos representan un mínimo de explora­ ción. También puede tomar una tercera carretera que recorre el interesan­ tísimo valle de la Angostura (sección del barranco de Cuiniguada), el más fértil de la isla, para volver a tomar más arriba, en Santa Brígida, la carre­ tera del Centro. LeJos de todos los caminOS, nadie este escondrijo cel valle de Tirajana, llamado Ingenio, que dormita en su paisaie irreal. Fot. Martín' Muñoz Siguiendo por ésta, una vez pasado el pago de Tafira, se adentra en el Monte Lentiscal, vega recubierta de la lava volcánica que lanzó la caldera de Bandama, donde se cosechan vinos de abolengo, también sembrada de hote­ les y jardines. Por la izquierda parte una carretera de 5 kilómetros, exclusivamente turística, que conduce al Pico de la Caldera, breve desviación a la que no debe renunciar el turista. Pasado el Monte Lentiscal, el paisaje adquiere amplitud de panorama, en ancha escalinata de vegas y montañas, en cuyo centro se halla la villa de Santa Brígida. Poco antes de llegar a ella, el turista puede desviarse hacia la izquierda, atravesando el barranco de Las Coteras y visitando la Atalaya hasta Telde, realizando otro circuito de 37 kilómetros, hasta Las Palmas. Continuando por la del Centro, llegará a San Mateo, pueblo alpestre a 800 metros de altura; y a 8 kilómetros más arriba, al pago de Las Lagunetas, frecuentemente sumergido en nieblas. Empieza aquí, propiamente, la ascensión a la Cumbre. Una carretera des­ arrollada en elegantes vueltas, le permite ir contemplando, cada vez más anchos, los paisajes que ha dejado atrás, y los de fa cumbre misma, hasta ganar la arista montañosa de la Cruz de Tejeda, donde se le descubre de improviso, y como si se hubiera descorrido un telón, el paisaje más fuerte de la Isla. Se imponen aquí unos minutos de contemplación y de silencio.

Fot. Maisch Por la parte opuesta la carretera, en violento zig-zag, desciende al pueblo de Tejeda, entre bosques de almendros, donde se contempla a la inversa, de abajo arriba, el paisaje de la Cruz. Desde San Mateo, rodeando la montaña que protege al pueblo, parte otra interesante carretera que conduce hasta la villa de Teror, atravesando el verdecido valle de Utiaca, subiendo a las lomas y caseríos de San Isidro y dejando a un lado el pintoresco pago de Los Arbejales. Sobre el valle de Teror, la vía se desarrolla en descendentes curvas desde 13s cuales se domina uno de los más bellos paisajes de las «medianías» (alturas medias) de la isla. También ofrece un análogo interés y unas características semejantes la carretera que desde el mismo San Mateo prolonga el circuito hasta el pue­ blo de Valsequillo, a través del pago de Tenteniguada, donde almendros, ciruelos y otros frutales ponen en la época de floración su nota de color y su fuerte perfume.

La Basílica de Teror, donde se venera la Imagen de Nuestra Señora del Pino, luce aquí la gallardía de su torre y la sobria ~everidad de su fa­ chada.

. Fot. Estudio Moderno Las palmeras más esbeltas del valle de Tira¡ana son las Que rondan el pueblecito de Sta. Lucía. Fot. Maisch I ~ j g 1 LOS CRANDES CIRCUITOS §

Si el viajero lo prefiere, al descender de la Cruz puede tomar la carretera ! ~ transversal, trazada para el turismo, a gran altura, y a modo de cornisa, a lo @ largo de la Cumbre septentrional, y ganar la carretera de a Las Palmas, realizando un circuito de 69 kilómetros. Es el circuito más intere­ sante por la variedad de paisajes. Pero puede también aventurarse el viajero por otro recorrido de mucha mayor longitud. A través de la removida geo­ logía de las cumbres, sobre barrancos cortados en vértigo, por crestas ele­ vadas y en medio de pinares, la carretera de Tejeda a San Bartolomé de Tirajana (Tunte en nombre guanche), aun sin terminar y completada por pistas, que enlaza luego a la que llega hasta Las Palmas, brinda la contem­ plación de paisajes de la más arisca grandiosidad y de variedad más acu­ sada. Desde la misma Cruz de Tejeda arranca un camino de unos 8 kiló• metros, que remata cerca de Los Pechos. culminación, cama hemos dicho, de todo el inmenso roquedal que llena el centro de la isla. CARRETERA DEL NORTE. - Parte de Las Palmas a través de campos desolados. A 8 kilómetros, Tamaraceite. zona de gran cultivo. Aquí se puede tomar la carretera a Teror. (a 21 kilómetros de Las Palmas) con su extensí- El oasis de Juan Crande, puerta del desierto. Fot. Maisch Interesantes ejemplares de la monstruosa flora del desierto. Fot. Maisch Fot. MaiKn El desierto ensancha en MaspaJom.1s su llanura, y sus dunas, peinadas por el viento.

sima camplna, limitada por imponentes macizos montañosos, con su extenso cultivado, pues el labrador de Arucas es el más innovador de las islas. Su y derramado caserío. Es el tipo del gran pueblo rural de Gran Canaria, qmante carretera desciende entre plataneras hasta Los Bañaderos (orilla del mar) y de sus tradiciones. Sus casas típicas y holgadas le dan un aspecto arcaico sigue bordeando la costa de Lairaga, hasta que empieza a subir la majestuosa pero alegre, y su célebre santuario de la Virgen del Pino atrae casi a diario cuesta de Silva, ganando una altura de 250 metros, desde donde se abarca buen número de devotos. De Teror a Arucas (carretera del Norte) hay otra otro de los panoramas más extensos, cinta de muchos kilómetros bordeada carretera de hermoso paisaje (10 kilómetros). de rompientes a lo largo de la costa, y tendida de geométricos platanares que Desde Teror continúa ascendiendo la carretera, en airosas vueltas, hasta se pierden de vista. En la cuesta se abre el cenobio guanche de Valerón. Valleseco, lindo paisaje que recuerda Jos del Norte de España. De este tra­ Poco más adelante, las ciudades gemelas Cuía y Caldar, grandes centros yecto parte el camino que conduce al 'Pico de Osorio. La carretera que rurales con extensas vegas, muy llenos de tipicidad canaria en sus estruc­ sigue desde Valleseco a (el pueblo más alto de la Isla), da faci­ turas urbanas. Luego, al final de un campo desértico, Agaete, risueña villa lIdad para escalar el Montañón Negro, la eminencia más notable de la marina, con su puertecito y ermita de las Nieves, donde se guardan pre­ Cumbre septentrional, y atraviesa los Pinos de Caldar, trayecto en que se ciados cuadros. El viajero debe recorrer también el valle de Agaete, que puede admirar otro cráter, en forma de perfecto embudo, que repite el esconde serias bellezas y buenos ejemplares de flora indígena, y visitar el fenómeno del volcán de Bandama, y otro panorama maravilloso. balneario de los Berrasales. Desde aquí pueden intentarse excursiones alpi­ Tornando al punto de partida (Tamaraceite) y continuando por la carre­ nistas, entre otras al alto macizo de Tamadaba. Entre Agaete y La Aldea tera del Norte, se llega a la ciudad de Arucas (17 kilómetros), con su campo foccidente de la Isla) corre la más fantástica carretera de todo el archi­ de plataneras, el más extenso y nutrido del archipiélago, y también el mejor piélago, verdadera voluptuosidad del turista, colgada sobre el mar en la Arguine,uín. la de las múltiples playas. Fot. Maisch

En la Bija de los SirgOS. cerca del puerto de La LUl(. Fot. Malsch el mar juguetea entre la filigrana de las rocas. La arquitectónica montaña de los Acebuches Fot. Alemana en el barranco de Arsuine,uín. En las hojas espinosas de los nopales se van colocando los saquitos de cochinilla que han Fot. Maisch de dar lugar a la cría del purpúreo insecto. mayor parte de su largo trayecto, asomada sobre verdaderos acantilados de blar el paseo al llegar a Arucas, realizando el circuito Arucas-Moya-Guía• centenares de metros de altura. a cuyo pie las olas desgranan su eterna Arucas o viceversa; o bien Arucas-Firgas-Valleseco-Teror-Arucas o vice­ canción de espuma. versa. La vía atraviesa Los Andenes-sobre todo el maravilloso Andén verde­ En Arucas, una corta desviación al mirador de Trasmontaña le permitirá magnífico frontón vertical de rocas, y es una verdadera cornisa desde donde abarcar toda la extensión de la campiña. la amplia superficie marina ofrece el mismo aspecto que en una perspectiva CARRETERA DEL SUR. - Al tomar la carretera del Sur, el turista debe de vuelo. cambiar de imaginación, y pensar que va al encuentro de Africa Apenas se Tomando otra vez la carretera general del Norte. en Arucas. el turista sale de Las Palmas, el paisaje comienza a mostrarse desértico, aunque con­ puede desviarse con dirección a Moya y a Firgas, dos pueblecitos pintorescos, trastado por serenas marinas y lindos oasis. Los caseríos son también más significados por la dulzura y sanidad de su clima en el marco climatológico típicos. Después de la playa de la Laja, se escalonan los pagos de Marzagán de Gran Canaria. Desde Firgas el viajero puede adentrarse por el barranco y Jinamar. Luego la ciudad de Telde (13 kilómetros) con su extensa vega de la Virgen (sección de cabecera del de Azuaje), el barranco paradisíaco tropical y su caserío que conserva el carácter de los primeros asentamientos de la Isla y el más rico en fuentes, entre ellas el caidero de Las Madres. Son de Canarias. Digno de visitarse el retablo central del altar mayor, flamenco éstas las comarcas mejor arboladas, y las más copiosas de vegetación espon­ del siglo XV, la joya más preciosa en sú género, de Canarias. De Telde parte tánea, verdadero muestrario también de la flora herbácea isleña. Recomen­ una carretera (8 kilómetros) a Valsequillo y a Tenteniguada, valle éste semi­ dable una corta excursión a la montaña de Doramas. Entre Firgas y Valleseco, circular, en declive, poblado de frutales y dominado por fantásticos roques. otra carretera de enlace. Cerca de Telde, los vallecitos de Los Nueve y de San Roque, con carretera. De Moya parte una carretera a Guía y otra al pueblecito de Fontanales. A pocos kilómetros de Te/de, los oasis se hacen más deseados. Al viajero De manera que el turista, al recorrer la carretera del Norte. puede desdo- se le ofrecen dos carreteras: una hasta (sur interiorl ; otra a lo largo

Fot. Malsch Un ángulo del barrio de Triana. La Isa, baJle y canto tiplcos de Gran Canaria. En esta figura las parejas refrenan el paso, para no ~ descomponer su apostura escultórica. a Fot. Fr. Christiansen ~ j ..~ ~ .o de la costa (sur litoral). ¡ Tomemos la primera. A 26 kilómetros, el Ingenio, pueblo moderno. im­ z¡ portante, de buena campiña; a 28 kilómetros, Agüimes, interesante villa en la que, por su aspecto y por su vida, parece que se ha detenido el tiempo. J La carretera sigue hasta embocar el barranco de Tirajana, uno de los más sorprendentes de la Isla. El valle se ensancha y las serranías van descu­ briendo las más atrevidas líneas. La carretera ha ganado considerable altura sobre el barranco, desde cuyo fondo se levantan Las Fortalezas (grande y chica) colosales bloques perfectamente verticales que parecen muros roma­ nos. En el mayor ensanche del valle, los pueblos de Santa Lucía y San lJar­ tolomé, al pie de los altos bastiones de la Cumbre. Sigue la carretera al barranco de Fataga, imponente afluente del de Arguineguín. Fataga es uno de los pueblecitos más típicos de la Isla. Volviendo atrás, tomemos de nuevo la carretera del Sur, frente a la bahía de Cando, con su mar de espejo. El camino tira en línea recta (cosa excep­ cional en Canarias) por espacio de algunos kilómetros, atravesando llanuras que el agricultor ha ido transformando con sus plantaciones de tomates, sus pozos, sus molinos y sus casitas chatas, hasta llegar al poblado de Sardina. La flora esteparia de la Isla tiene en estas vastas llanuras su más mons­ truosa representación. Los arbustos, admir~blemente organizados por la Na- turaleza para resistir la sequía, forman en bosque; entre elfos Jos cardones, muchos de ellos gigantescos, con sus tallos tubulares, sin hojas, en forma de candelabros. Verdaderos oasis de esta región, Juan Crande, con su ermita, sus casas de tapiales blanquísimos, sus palmeras y acebuches, que parece una antigua alquería andaluza. Desde aquí, siguiendo sensiblemente el viejo camino del Conde, la carretera llega hasta Arguineguín. En la punta meridional de la Isla, Maspalomas, lo más original del paseo, todo inmensidad; su llanura, su playa, su mar, sus cordilleras de dunas dora­ das, cuyas vertientes se cortan en lo alto en afilada cúspide, desde donde el viento lanza un tiro continuo de arena al espacio. Todo calma, incluso el clima, que es el prototipo del clima inalterable, del que permite vivir en toda estación en mangas de camisa. En la misma ribera se extiende el Charco, laguna remansada que alimenta una jungla de plantas acuáticas que atrae las aves. En sus aguas se refleja el faro, torre de 60 metros de altura, delgada como un mástil, el único signo vertical en la inmensa planicie, limitada al Norte por la lejanía de la Cumbre, en perfil violeta. A media hora de distancia, bordeada la playa de Santa Agueda, Arguine­ guin, delicioso y escondido rincón, remanso arbolado que hace olvidar el de­ sierto recorrido. En general, el paisaje del Sur ofrece una belleza negativa, que sugiere al turista una fascinación difícil de explicar. En Arguineguín terminan los caminos de vehículos y empieza el sector s.a. de la Isla, que pudiéramos llamar inexplorado. Lo atraviesan los grandes barrancos de Arguineguín y Mogán, con los no menos interesantes de Tauro

En las playas de la isla perdura este viejo tipo de castillo, Que tanta resistencia opuso a las invasiones holandesas. Fot. Maisch En el siglo XVI, la población de Las Palmas (hoy barrio de VeguetaJ sintió el deseo de cons­ truir una catedral, digna de su futura importancia. La lámpara mayor de la Catedral (platería genovesa, s XVIII).

Fot. Maiscn Foto Croessmann El puerto de La Luz duerme sus noches bajo una miríada de lámparas.

y Taurito, y es todo él un dédalo de nudos montañosos, que brindan al via­ jero el placer de las excursiones aventuradas. Puede contemplársele también desde el mar, en una falúa que sale diariamente de Argueniguín a Mogán. El paisaje recompensa las molestias del paseo.

LA CIUDAD DE LAS PALMAS DE eRAN CANARIA

Hasta aquí hemos presentado al turista una isla, es decir, un espectáculo de la Naturaleza. Ahora nos toca presentarle una ciudad, es decir, una obra de civilización. Dejaríamos de buena gana la palabra al viajero, porque a nosotros nos es difícil dar una semblanza de la ciudad en que nacimos. Por ello nos limitare­ mos a sintetizar unos cuantos juicios, que casi no SOI1 nuestros, y a dar unas breves. noticias. Las Palmas no tiene la seducción de una ciudad de abolengo, pero sí el doble interés de una ciudad antigua y moderna. El núcleo primitivo, funda­ cional, se conserva en el barrio de Vegueta, de trazado original, que se amol­ da a los relieves d€1 cerro en que plugo asentarse a los conquistadores. En este barrio está la Catedral, y en sus calfes se conservan todavía muchas casas de un estilo que sabe a colonial español y que nos habla elocuente- Fot. Malsch El tocado de mañana que no abandonará nunca la mujer de Gran Canaria. En el solar del primitivo templo donde oró Colón, se levantó la sencilla ermita de San Antonio Abad (siglo XVI I I), de severo estilo colonial, templado con una sonrisa del Renacimiento.

mente de la vida de hace tres siglos. Hacia el Norte se extiende el barrio del comercio, llamado de Triana, que representa el crecimiento de la pobla­ ción durante los siglos XVII, XVII' Y XIX. En estos dos barrios fundamentales se compendia la ciudad que pudié­ ramos llamar histórica. Nota pintoresca de estos dos barrios son las colinas que les sirven de fondo, ros riscos por cuyas pendientes se escalona un éase­ río polícromo. También el valle del Guiniguada, que separa los dos barrios, por el que la vista penetra hasta el centro de la Isla. Pero Las Palmas no se ha contenido en los límites de sus dos barrios fundamentales. que parecían bastantes, y en pocos años se ha desdoblado hacia el Norte, en nuevos barrios, algunos con trazado de ciudad-jardín, hasta enlazarse con su puerto, barrio extremo que cuenta más de 36.000 al­ mas y que parece una improvisación. El Puerto de la Luz, de amplias dárse­ nas y largos muelles, es uno de los primeros del Atlántico. Las Palmas de Gran Canaria, con su población de 125.000 almas, es hoy una ciudad de importancia. Su fisonomía es cosmopolita, sin que por ello parezca una población de tránsito. Guarda sus costumbres, muy regionales. en que se adivina un fondo de españolismo genuino; y ha sabido al mismo Fot. Maisch Escalera y foyer del Teatro .Pérez Galdón, obra de los artistas canarios Néstor y Miguel Martín F. de la Torre.

tiempo asimilarse todos los aspectos de la vida moderna, como lo prueba el desarrollo de los principales deportes. El forastero no suele vivir al margen de la ciudad, y pronto se acomoda al ambiente, que todavía es familiar y acogedor. Sus múltiples comunicaciones la mantienen en contacto con Euro­ pa; pero desde aquí el mundo se contempla con mayor serenidad. El viajero debe visitar la Catedral, de estilo gótico, ligero y elegante (siglo XVI), y su tesoro, que contiene algunas preciadas joyas, y ricas ropas litúrgicas. En la Catedral y en otros templos de la Isla podrá también admi-

- Detalle. Fot. Maisch rar la producción del imaginero canario Luján Pérez, artista para quien el turista culto debe reservar alguna nota en sus apuntes de viaje. No debe prescindir el viajero de una visita al Museo Canario, que guarda en sus salas de cerámica, de momias, de mineralogía, etc., el muestrario más completo de la prehistoria y del solar de la Isla, y de la vida de la raza indí• gena, la guanche. Su copiosa biblioteca y, sobre todo, su Interesante archivo, son el arsenal indispensable para cualquier estudio erudito sobre las islas. Si el turista quiere añadir alguna sugestión, puede visitar, por ejemplo, la ermita de San Antonio Abad (siglo XVIII), fundada sobre la primitiva de los conquistadores, e imaginar que en aquel solar debió de orar Colón du­ rante su estancia en el Real de Las Palmas. Insistimos en que el turista no ha de retornar defraudado de una visita a nuestra Isla. A todos los viajeros del mundo damos una cita cordial en este regazo atlántico. El Drago, verdadero monumento de la flora canaria. A los cien años de edad todavía es ado­ lescente. Sus ramas parecen miembros humanos: su savia es roja y la lengua popular la desig­ na con el nombre de sangre. Con ella embalsamaban los cadáveres los guanches de Gran Ca­ naria, que eran los más adelantados del archipiélago, y por esto quizá no han sobrevivido en esta Isla ejemplares milenarios. Fot. Estudio Moderno Esperan pacientemente, en un mirador del Albergue de la Cruz de Tejeda, la hora de la puesta del sol, en que el paisa¡e se sumerge en sombras y claridades misteriosas.

Fot. Fr. Chnstlansen Este cactus reptil de los jardines de Las Palmas, abre en primavera sus monstruosas -flores de porcelana Fot. Grossmann Precio: 4 Pesetas

Editado por la JUNTA PROVINCIAL DEL TURISMO LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

Impreso por INOUS TRI AG RAFI e A Vil A o o T. S l Borcelono. lOro c:* &ro'",o

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