Publicado por: Publicaciones Faro de Gracia P.O. Box 1043 Graham, NC 27253 www.farodegracia.org ISBN 978-1-629461-33-5

Originally published in English under the title: How then Shall We Worship? © 2013 by R.C. Sproul 4050 Lee Vance View, Colorado Springs, Colorado 80918 U.S.A. This edition published by arrangement with Cook. All rights reserved. ©2019 Publicaciones Faro de Gracia. Traducción al español realizada por Pamela Espinosa; edición de texto Paula Bautista diseño de la portada y las páginas por Francisco Hernández. Todos los Derechos Reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio—electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro—excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor. ©Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera ©1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas, a menos que sea notado como otra versión. Utilizado con permiso. Impreso en Colombia, 2019

CONTENIDO Prefacio La forma de la adoración Guía de estudio del capítulo 1 Sacrificios en fe Guía de estudio del capítulo 2 Sacrificios vivos Guía de estudio del capítulo 3 La casa de oración Guía de estudio del capítulo 4 El simbolismo en la adoración Guía de estudio del capítulo 5 El bautismo, parte 1 Guía de estudio del capítulo 6 El bautismo, parte 2 Guía de estudio del capítulo 7 Para ti y tus hijos Guía de estudio del capítulo 8 La cena del señor Guía de estudio del capítulo 9 La persona completa Guía de estudio del capítulo 10 El rol de la belleza Guía de estudio del capítulo 11 Los sonidos de la adoración Guía de estudio del capítulo 12 El toque de la eternidad Guía de estudio del capítulo 13 Conclusión PREFACIO

Observamos el vuelo de las aves con una sensación de asombro. Las vemos alzarse por encima de los árboles con sus alas arqueadas mientras se elevan hacia las nubes. Toda persona tiene un deseo innato de imitar a las aves. ¡Ojalá pudiéramos volar sin ayuda, sin la intervención de máquinas! Pero volar no está en nuestra naturaleza. Dios otorgó a las aves habilidades y características inherentes que hacen posible su vuelo. Él las creó con huesos ligeros, plumas y alas que las impulsan para volar. Sin embargo, las aves no vuelan desde el momento en que salen del huevo. Deben madurar por un periodo corto en el nido y aprender de sus padres los rudimentos del vuelo hasta que el instinto de los padres las empuje al acto de volar desafiando la gravedad. De igual manera, el Creador dota a los peces con todas las características necesarias para que estén cómodos en un lago o en el mar. Los peces tienen branquias, aletas y escamas que los hacen completamente compatibles con su ambiente. Los peces no necesitan aprender a nadar, ellos nadan desde el momento en que nacen. Tal como las aves vuelan por naturaleza, así también los peces nadan por naturaleza. Pero luego vemos la cúspide de la Creación, el mayor acto creativo de Dios–la especie humana, la única hecha a imagen de Dios y a la que le fue dado el dominio sobre las aves, los peces y toda la tierra. La naturaleza de este ser creado, el ser humano, es adorar a Dios. Pero algo ha sido añadido a la mezcla, algo que induce a los seres humanos a actuar en contra de su naturaleza, a dejar de hacer lo que es natural. Hemos caído de nuestra posición original en la Creación, ese lugar en el cual, antes de la caída, Adán y Eva se deleitaban dando honor, gloria y reverencia a su Creador. Desde la caída, esta tendencia natural a la adoración ha sido oscurecida y dañada. En el primer capítulo de Romanos, el apóstol Pablo dejó claro que el pecado universal, el pecado más fundamental entre los seres humanos, es la idolatría. Es la propensión a cambiar la gloria de Dios por una mentira, y adorar y servir a la criatura antes que al siempre bendito Creador. Mediante la acusación de Romanos 1, aprendemos que todos los seres humanos reprimen la autorrevelación manifiesta de Dios y se niegan a honrarlo como Dios, además de que no le dan gracias (v. 21). Estos dos actos de traición en contra de la gloria divina, negarse a honrarle como Dios y negarse a mostrarle la gratitud que merece por todas las bendiciones que recibimos de Su mano, son tan poderosas que cuando una persona se convierte, estas inclinaciones no son eliminadas de forma instantánea o automática. Ciertamente, el Espíritu de Dios aviva en el alma de los redimidos un nuevo deseo de adorar. Pero ese deseo no puede abandonarse al curso natural de la experiencia. Debe ser cultivado. Debe ser aprendido de acuerdo con las directivas de la Escritura. La adoración a la cual somos llamados en nuestro estado renovado es demasiado importante como para dejarla a las preferencias o caprichos personales, o a estrategias de mercadeo. Agradar a Dios es lo central de la adoración. Por tanto, nuestra adoración debe estar informada por la Palabra de Dios en todo momento, debemos buscar las instrucciones propias de Dios para la adoración que le agrada a Él. En nuestra época, hemos experimentado un eclipse radical de Dios. La sombra que ha cubierto el rostro de Dios no puede destruir Su existencia más de lo que una nube puede destruir el sol o la luna. Pero el eclipse esconde el carácter real de Dios a los ojos de Su pueblo. Ha resultado en una profunda pérdida del sentido de lo santo, y con ello, cualquier sentido de la solemnidad y seriedad de la adoración piadosa. Somos un pueblo que ha perdido de vista el límite y entonces dejamos de hacer una transición en las mañanas de domingo de lo secular a lo sagrado, de lo común a lo no común, de lo profano a lo santo. Continuamos ofreciendo fuego extraño al Señor, como lo hicieron los hijos de Aarón, Nadab y Abiú (Levítico 10:1-2). Hemos hecho que nuestros servicios de adoración sean más seculares que sagrados, más comunes que no comunes, más profanos que santos. Este libro es una breve introducción a los principios básicos de adoración presentados en la Escritura para nuestra instrucción y edificación, y para nuestra obediencia. Trata tanto de los principios ordenados por la Escritura, como de los modelos mostrados en ella. Nuestra adoración moderna necesita la filosofía del segundo vistazo, un intento continuo de asegurarnos de que todo lo que hacemos en las reuniones de adoración sea para la gloria de Dios, Su honor y de acuerdo con Su voluntad. Mi deseo es que este libro ayude a disipar el eclipse de Dios en nuestros días, y que nos ayude una vez más a rendir a Dios la adoración que hemos sido diseñados para dar. 1

LA FORMA DE LA ADORACIÓN

Era una de esas maravillosas tardes de sábado en otoño cuando los pensamientos de la gente se enfocan en el fútbol americano, el golf o en rastrillar hojas. Pero yo estaba haciendo algo completamente diferente: leía nuevamente el Discurso del método. Meditaciones metafísicas de René Descartes. Aprecio a los filósofos como Descartes que persiguen la verdad regresando a los primeros principios en busca de los fundamentos sobre los cuales todo lo demás se establece y de dónde todo lo demás fluye. En mi propia actividad en teología y filosofía, frecuentemente utilizo esta aproximación porque es muy fácil perder de vista el bosque cuando estás atrapado entre los árboles. Cuando estoy confundido, me gusta regresar y decir: “Bien, ¿qué es lo que sabemos con certeza? ¿Cuál es el fundamento sobre el cual está construido todo?”. Eso es exactamente lo que quiero hacer en este estudio sobre la adoración. Vivimos en una época en la que hay una crisis evidente de adoración en la iglesia. Es casi como si estuviéramos en medio de una rebelión entre personas que consideran que la iglesia es insignificante. Están aburridos. Ven la experiencia del domingo en la mañana como un ejercicio sin relevancia. Como reacción en contra de eso, parece que casi cualquier iglesia que visitamos está experimentando con nuevas formas y nuevos patrones de adoración. Esta experimentación ha provocado muchas disputas sobre la naturaleza de la adoración. Las líneas de batalla en el tema de la adoración tienden a dividir entre lo que se conoce como adoración litúrgica y adoración no litúrgica. En realidad, estas etiquetas representan un falso dilema. En primer lugar, cualquier servicio de adoración al que haya asistido alguna vez podría llamarse litúrgico. Litúrgico significa simplemente que hay una liturgia, un orden o un patrón, y que ciertas cosas se hacen en el servicio. Se puede decir lo mismo con respecto a la adoración formal e informal. Informal significa básicamente “sin forma”. Sin embargo, no podemos tener adoración corporativa sin forma. Hay una forma en cada servicio de adoración, así que tal cosa como una adoración informal en el sentido literal. El asunto no es si vamos a tener una liturgia o forma. La pregunta es: ¿cuál será la estructura, el estilo y el contenido de la liturgia? Una vez que hemos decidido una forma, debemos preguntarnos si es una forma legítima o no. Para encontrar la respuesta a esa pregunta, necesitamos regresar a los primeros principios, a los fundamentos, y buscar lo que Dios quiere que hagamos en la adoración. El punto central no es lo que nos estimule o emocione a nosotros. Aunque eso no es un asunto insignificante o irrelevante, nuestra preocupación primordial tiene que ser lo que agrada a Dios. La pregunta que debemos hacer es esta: Si Dios mismo diseñara la adoración, ¿cómo sería? Lo que nos queda no es especular sobre la respuesta a esa pregunta porque hay porciones extensas del Antiguo Testamento específicamente dedicadas a un estilo y práctica de la adoración que Dios mismo ordenó y estableció entre Su pueblo. Por supuesto que no podemos ir al Antiguo Testamento para descubrir qué aparece allí respecto al formato de la adoración y simplemente llevarlo y superponerlo en la comunidad del Nuevo Testamento. La razón de esto es obvia: mucho del ritual del Antiguo Testamento se enfocaba en el sistema sacrificial, lo cual se cumplió una vez y para siempre en la expiación de Cristo. Un ejemplo es el rito de la circuncisión en el Antiguo Testamento. Cuando Moisés fue negligente en circuncidar a su hijo, Dios buscó a Moisés y lo amenazó de muerte porque no había seguido la orden de Dios de dar el rito sagrado de la circuncisión a sus hijos (Éxodo 4:24-26). Claramente, Dios consideraba la circuncisión como algo extremadamente importante en ese entonces. Pero si yo dijera que debemos circuncidar a nuestros hijos como un ritual y señal religiosa, yo estaría bajo la condenación de Dios. Eso es claro en el libro de Gálatas, donde Pablo habló sobre cómo tratar con aquellos que querían insistir en la continuidad total entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento (Gálatas 2). Si seguimos la iniciativa de ellos e insistimos en la continuidad total entre los testamentos, nos arriesgamos a caer en una herejía judaizante y negar el cumplimiento del pacto realizado por Jesús. Por tanto, evidentemente hay algo de discontinuidad entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Sin embargo, no debemos caer en la trampa de pensar que no hay ninguna continuidad entre los testamentos. La iglesia primitiva pasó por una gran crisis respecto a la continuidad bíblica. Esta crisis se centró en un hombre llamado Marción, que era un “heresiarca”, el archihereje de todos los tiempos en cuanto a la continuidad bíblica. Marción enseñó que el Dios del Nuevo Testamento que se revela en Jesús no es el mismo Dios que aparece en el Antiguo Testamento. Marción veía al Dios del Antiguo Testamento como un ser tirano, malvado, vengador e iracundo. Pero el Padre amoroso revelado por Jesús en el Nuevo Testamento es el verdadero Dios, afirmaba Marción. Sin duda, alguien pudo haberle señalado a Marción que Jesús frecuentemente citaba el Antiguo Testamento y se dirigía al Dios del Antiguo Testamento como Su Padre. Tales pasajes eran en efecto problemáticos para Marción, así que tomó sus tijeras y pegamento, y alteró la Escritura a fin de que transmitiera la doctrina que él quería transmitir. Produjo una versión expurgada, o abreviada, del Nuevo Testamento. Fue el primer erudito en ofrecer un canon formal del Nuevo Testamento a la iglesia. Pero era radicalmente reducido en comparación con lo que hoy conocemos como el Nuevo Testamento. La iglesia respondió a esa herejía diciendo: “No, esta no es la Escritura. Esta es una versión truncada de la Escritura”. La iglesia hizo eso porque observó el grave peligro de ver al Dios del Nuevo Testamento como si fuera ajeno al Dios del Antiguo Testamento. Impulsada por la crisis que la herejía de Marción desató, la iglesia comenzó a formalizar el canon de la Escritura. En el proceso, la iglesia afirmó la enseñanza Escritural de que Dios es inmutable y que Su carácter no cambia de generación en generación, de año en año, o de día en día. En otras palabras, la iglesia afirmó que hay continuidad del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento por lo menos en un aspecto: Dios mismo. Así que, si bien tenemos algo de discontinuidad, hay una continuidad permanente también. No conozco a nadie hoy en día que enseñe un marcionismo puro, pero su herejía sigue viva en la iglesia evangélica con nuestro descuido sin precedentes del Antiguo Testamento. La gente, particularmente en Estados Unidos, está condicionada a pensar en el cristianismo solo en términos del Nuevo Testamento. Estoy seguro de que esta es la razón por la cual tenemos una crisis de moralidad en la iglesia y la presencia dominante de una teología y un sistema de comportamiento antinomianos. En pocas palabras, lamentablemente hemos descuidado el Antiguo Testamento, como si no hubiera nada más que discontinuidad entre ambos testamentos. Un ejemplo de esto se puede ver en nuestra postura frente a la ley de Dios. Hace algunos años, recibí una carta de un académico que estaba molesto por algunos asuntos teológicos. Se quejaba porque uno de mis colegas había acusado a otros teólogos de ser antinomianos, es decir, opuestos a la ley de Dios. Este hombre sentía una afinidad por esos otros teólogos y me escribió porque sabía que yo estaba de acuerdo con esa acusación de antinomianismo. En su carta, el hombre preguntó: “¿Cómo es que él puede acusar de antinomianismo a estos hombres? No somos antinomianos. Creemos que los cristianos son responsables de obedecer todos los mandamientos de Cristo”. Pero luego añadió: “Sin duda, también creemos que ninguna de las leyes del Antiguo Testamento impone una obligación moral a los creyentes”. Le respondí de esta manera: “De ahora en adelante, no discutiré ni usaré el término antinomiano con estas otras personas. En lugar de usarlos como ejemplo, lo usaré a usted, porque cuando dice que la ley de Dios en el Antiguo Testamente no tiene ninguna obligación moral para el cristiano, está haciendo la expresión clásica de lo que se ha definido históricamente como antinomianismo”. Este hombre había concluido simplemente que ninguna de las leyes de Dios en el Antiguo Testamento tiene continuidad en el Nuevo Testamento. Esta es una de las principales formas en las que vemos que se descuida el Antiguo Testamento; también lo vemos en la adoración. Nos comportamos como si nada de lo que Dios dijo sobre el tema de la adoración en el Antiguo Testamento aplicara hoy. Si hemos de regresar a los fundamentos, si hemos de agradar a Dios en nuestra adoración, ¿no tiene sentido que nos preguntemos si hubo alguna vez un momento en que el propio Dios inmutable reveló el tipo de adoración que le agradaba? Creo que la respuesta es sí, y creo que sí hubo tal momento. Cuando afirmamos la inerrancia de la Escritura, a menudo se nos acusa de tener una idea de la inspiración que enseña una teoría de la inspiración dictada. Evidentemente la ortodoxia histórica no enseña tal idea. La iglesia nunca ha enseñado que Dios dictó cada palabra de, por ejemplo, el libro de Romanos, con Pablo actuando como un secretario y simplemente registrando las palabras que Dios dictaba desde el cielo. Los teólogos conservadores de hecho se esfuerzan arduamente por enseñar que el modo de inspiración no está expresado en términos de dictado. Sin embargo, si alguna vez hubo un tiempo en el que Dios dictara la revelación, fue en esos pasajes del Pentateuco donde le dijo a Su pueblo palabra por palabra, línea por línea, precepto por precepto, cómo quería que la adoración del Antiguo Testamento se condujera. Les dijo a los israelitas cómo debía construirse el tabernáculo; dio instrucciones detalladas para el efod y las vestimentas de los sacerdotes; fijó leyes específicas para regular el comportamiento de los sacerdotes y de la gente dentro y alrededor del santuario. Indicó los servicios, las ofrendas y las festividades. En otras palabras, Dios se tomó la molestia de ser muy específico sobre la forma de la adoración en Israel. Sí, hay discontinuidad. No tenemos un templo ahora. El velo del Lugar Santísimo se ha roto. No hacemos ofrendas en el altar del sacrificio hoy en día. Pero también hay continuidad. Creo que podemos discernir principios en los patrones de adoración que Dios reveló desde el cielo a Su pueblo en el Antiguo Testamento, y que esos principios pueden y deben dirigir los patrones de nuestra adoración. No obstante, debemos ser cuidadosos a medida que profundizamos en estos pasajes del Antiguo Testamento en los siguientes capítulos, para no permitir que la búsqueda de formas apropiadas de adoración se vuelva un fin en sí misma. Con frecuencia eso es lo que ha pasado en la historia del pueblo de Dios, desde el antiguo Israel hasta los tiempos de Jesús y luego en la Reforma, con resultados tristes en cada ocasión. La gente usa varios adjetivos para diferenciar los estilos de adoración. Algunos hablan de alta liturgia o baja liturgia, o hablan de adoración formal en grados relativos, dependiendo de si los ministros o sacerdotes usan vestimentas, si se usan oraciones impresas o espontáneas, si la música es clásica o contemporánea, y otros criterios. Estos adjetivos son empleados porque han surgido diferentes estilos de adoración como reacción en contra de lo que se puede llamar alta liturgia o un patrón clásico y tradicional de adoración. ¿Por qué ha ocurrido esta reacción? En el tiempo de la Reforma, algunas personas en iglesias protestantes reaccionaron en contra del estilo de adoración católico romano tradicional. Parte de esa reacción fue teológica, pero no toda. Cierta parte se basaba en un deseo celoso de no hacer nada de la manera en que Roma lo hacía. Por ejemplo, durante el tiempo en el que Martín Lutero se escondió en el Castillo de Wartburg y tradujo la Biblia de los idiomas originales al alemán, uno de sus discípulos en Wittenberg, Andreas Carlstadt, comenzó a vandalizar las iglesias quebrando los vitrales, destruyendo los muebles y haciendo todo tipo de daños en nombre de la reforma. Cuando Lutero se enteró de esto, se enojó y disciplinó a Carlstadt por su reacción desmedida en contra de las cosas sagradas del pasado. Carlstadt dirigió su ira erróneamente en contra de la “forma” de la adoración católica romana. El problema no estaba en la forma sino en el formalismo en el cual Roma había caído. La palabra formalismo significa que la forma viene a ser el fin en sí. Otra palabra que significa algo parecido es externalismo, la condición que sucede cuando todo lo que existe son elementos externos, mientras que los internos, el corazón y alma, están ausentes. La verdadera meta de los reformadores era curar el formalismo y externalismo de la Iglesia Católica Romana. De la misma manera, los profetas del Antiguo Testamento eran vehementes en sus denuncias del formalismo muerto y vacío en que la adoración judía se había degenerado. Como estudiante del seminario, tuve que leer dos libros sobre la adoración, uno en favor de la baja liturgia y otro en favor de la alta. El libro que apoyaba la baja liturgia era presentado como una expresión de adoración “profética” en la iglesia, mientras que el libro que defendía una alta liturgia se presentaba a sí mismo como seguidor de la tradición sacerdotal de adoración. Después de leer estos libros, los estudiantes teníamos que defender uno u otro estilo de adoración. Me sorprendí al descubrir que fui la única persona en la clase que apoyaba la alta liturgia y la tradición sacerdotal. Mi profesor también se sorprendió porque sabía que yo era un cristiano evangélico comprometido, y los evangélicos tradicionalmente huyen de las liturgias complejas. ¿Por qué elegí una posición de alta liturgia? El autor del libro sobre la tradición sacerdotal me convenció al mostrar que cuando regresamos a la crítica profética de las formas muertas de adoración que Dios rechazó en Israel, los profetas fueron reformadores mas no revolucionarios. ¿Cuál es la diferencia? Los profetas en ninguna parte rechazaron las liturgias de adoración que Dios había ordenado a Su pueblo. En lugar de eso, los profetas denunciaron la decadencia de la práctica del pueblo al seguir estas liturgias. El problema no tenía que ver con las liturgias; el problema era los adoradores que venían con corazones fríos y seguían las liturgias simplemente de manera mecánica, con corazones indiferentes e impasibles. Jesús también fue un reformador en este sentido. El ejemplo por excelencia de externalismo en la Biblia son los fariseos, que seguían todos los ritos externos, todas las liturgias que Dios había mandado, pero sus corazones no estaban en ello. Patinaban sobre la superficie de las palabras vacías hacia Dios. Jesús dijo esto de ellos: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran” (Mateo 15:7-9a). No hay duda de que Dios quiere que Su adoración tenga forma, así que la pregunta no es si debemos tener una liturgia o no. La cuestión es si el contenido de la liturgia es bíblico y, en última instancia, si estamos usando la liturgia para adorar en espíritu y en verdad. Sin importar cuál sea la liturgia, si es directa y simple o alta y compleja, se puede formalizar y externalizar de modo que se corrompa hasta el punto de que Dios la desprecie. A medida que buscamos las formas de adoración que agradan a Dios, debemos estar vigilantes para no caer en el formalismo o externalismo. GUÍA DE ESTUDIO DEL CAPÍTULO 1

INTRODUCCIÓN Estamos enfrentando una crisis de adoración en la iglesia. Por décadas hemos buscado hacer que la adoración se sienta más agradable y relevante, pero mucha gente todavía la encuentra aburrida. Una manera útil de buscar la verdad sobre un tema es cavar y examinar el fundamento sobre el cual todo lo demás está construido. Al intentar encontrar los principios ordenados por Dios para la adoración, el fundamento es la forma de adoración expuesta en la Biblia. Si bien que no hay un cien por ciento de continuidad entre la adoración del Antiguo y del Nuevo Testamento, hay algunas cosas extremadamente valiosas que podemos aprender al observar los fundamentos. OBJETIVOS DE APRENDIZAJE

1. Ser capaz de explicar por qué la forma es necesaria en la adoración y cómo difiere del formalismo. 2. Ser capaz de comentar algunas continuidades entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, así como algunas discontinuidades. CITAS

Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran. –Mateo 15:7-9a

Pero hágase todo decentemente y con orden. –1 Corintios 14:40 BOSQUEJO

I. Introducción A. Hay una crisis de adoración en la iglesia hoy. B. Mucha gente piensa que la iglesia es aburrida e irrelevante. C. Las líneas de batalla en cuanto a la adoración que dividen entre lo formal y lo informal representan un falso dilema porque la adoración colectiva siempre tiene alguna forma–es decir, un orden o patrón. D. Por lo tanto, la pregunta real es: “¿Cuál será la estructura, el estilo y el contenido de la liturgia (patrón)?”. E. Para saber si la forma que hemos elegido es legítima, necesitamos buscar lo que Dios nos ha mostrado que quiere que hagamos en la adoración. Lo que agrada a Dios es más importante que lo que nos emocione a nosotros. II. Continuidad y discontinuidad entre el Antiguo y Nuevo Testamento A. Porciones extensas del Antiguo Testamento describen una práctica de adoración que Dios mismo ordenó. B. Gran parte del ritual del Antiguo Testamento se enfocaba en el sistema sacrificial, que fue cumplido una vez y para siempre en la expiación de Cristo. C. Si insistimos en una continuidad total entre los Testamentos, podemos caer en la herejía judaizante y negar el cumplimiento del pacto que Jesús logró. D. Sin embargo, también debemos evitar el error opuesto de pensar que no hay continuidad en lo absoluto entre los Testamentos. E. Marción fue un hereje que enseñó que el Dios del Nuevo Testamento no es el mismo que el Dios del Antiguo Testamento. Creó una versión resumida del Nuevo Testamento que dejó por fuera todas las conexiones con el Antiguo Testamento. F. Pocas personas hoy enseñan las ideas de Marción en su totalidad, pero sus herejías viven en las iglesias evangélicas cuando ignoran el Antiguo Testamento. III. Antinomianismo y la crisis de la moralidad A. Dejar de lado el Antiguo Testamento ha llevado a una crisis moral por la teología antinominiana dominante. B. Antinomiano significa opuesto a la ley de Dios, incluyendo la ley de Dios en el Antiguo Testamento. C. Algunos cristianos piensan que somos responsables de obedecer lo mandamientos de Cristo pero que la ley de Dios del Antiguo Testamento no tiene relevancia para nosotros. Esto es antinomianismo clásico. IV. La crisis de la adoración A. Dejar de lado el Antiguo Testamento también ha debilitado nuestra adoración porque frecuentemente nos comportamos como si nada de lo que Dios dijo sobre la adoración en el Antiguo Testamento aplicara hoy. B. Dios no le dictó a Pablo los libros como Romanos palabra por palabra, pero sí dictó a Moisés Sus instrucciones para la forma de adoración de Israel. C. Aunque hay discontinuidades importantes entre la adoración del Antiguo Testamento y la nuestra, hay principios en los patrones del Antiguo Testamento que deberían orientar nuestros propios patrones.

V. Forma, no formalismo A. Toda la adoración colectiva tiene una forma o patrón, pero debemos tener cuidado de no permitir que la búsqueda de una forma apropiada se convierta en un fin en sí misma. B. En el tiempo de la Reforma, el problema con la adoración católica romana no era la forma de adoración sino el formalismo, en el que la forma se convierte en un fin en sí misma. C. Un término relacionado es el externalismo, en el que los elementos externos de la adoración existen, pero el corazón y alma están ausentes. D. Los profetas del Antiguo Testamento eran reformadores pero no revolucionarios. Ellos no denunciaban las liturgias de Israel sino a los adoradores fríos que participaban de forma mecánica. E. Jesús también denunció el externalismo, no las liturgias que Dios había prescrito. F. Nuestra meta debe ser la liturgia que es bíblica en contenido y que nos ayuda a adorar en espíritu y en verdad.

ESTUDIO BÍBLICO

1. ¿Qué nos indican los siguientes textos sobre las continuidades entre el Antiguo Testamento y las enseñanzas de Jesús? ¿Qué indican sobre las discontinuidades? a. Mateo 5:12-20 b. Mateo 5:21-24 c. Mateo 22:34-40 2. Hechos 21:17-26 describe a Pablo participando en los ritos en el templo judío. ¿Qué nos dice esto sobre su actitud hacia los ritos del Antiguo Testamento? ¿Cómo nos ayuda 1 Corintios 9:19-23 a entender la actitud de Pablo? 3. ¿Qué podemos aprender de 1 Corintios 14:26-40 sobre el orden o forma de los primeros servicios de adoración del Nuevo Testamento? ¿Cómo respondería Pablo a la idea de que la adoración no debe tener una forma o patrón? 4. ¿Qué ejemplos de externalismo da Jesús en Mateo 23? ¿Cuál es Su actitud hacia el externalismo? No obstante, ¿por qué dijo: “Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo”? (Mateo 23:3).

GUÍA DE DISCUSIÓN

1. ¿Cuál es la diferencia entre la forma y el formalismo en la adoración? ¿Cómo respondes a la idea de que aun la adoración “informal” tiene una forma? ¿Puedes dar algunos ejemplos? 2. ¿Cuáles son algunas de las continuidades entre el Antiguo y el Nuevo Testamento? ¿Cuáles son algunas de las discontinuidades? 3. ¿Qué es lo que atrae hoy en día a la gente hacia una estructura de adoración tan pequeña como sea posible? ¿Qué lleva a otra gente a una adoración altamente estructurada?

APLICACIÓN

1. Participa en un servicio de adoración y toma nota del estilo, estructura y contenido del servicio. Después de eso, reflexiona en las maneras en las que crees que estos elementos de servicio ayudaron u obstaculizaron a una adoración genuina del Dios verdadero. 2. Agradece a Dios que Él es el mismo ayer, hoy y siempre– consistente desde los tiempos del Antiguo Testamento hasta hoy. ¿Cómo te ayuda saber que Su carácter es consistente? 2

SACRIFICIOS EN FE

La palabra más común para “adoración” en el Nuevo Testamento griego nos resulta familiar por nuestro propio término para hablar de la adoración falsa. La palabra idolatría, que significa “adoración de ídolos”, es simplemente una combinación de la palabra ídolo y de la palabra en griego latria. Pero en el Nuevo Testamento, la palabra latria es traducida más frecuentemente como “adoración” en su sentido adecuado y positivo. El concepto de adoración expresado en la palabra latria se encuentra desde el comienzo del Antiguo Testamento y a lo largo de la historia de los judíos. De acuerdo con los eruditos, el término originalmente se refería a un servicio particular que las personas prestaban con miras a ganar algún tipo de recompensa o compensación en el plano terrenal. Sin embargo, fue usado en la traducción griega del Antiguo Testamento casi exclusivamente con referencia a un servicio de culto. Cuando uso el término culto, no me refiero a las sectas o al ocultismo, sino al cultus, que era el centro de la adoración, el comportamiento enfocado en y alrededor del tabernáculo o del templo en el Antiguo Testamento. El servicio de culto abarcaba el comportamiento litúrgico y ritual de los judíos en el Antiguo Testamento. Por ende, el término latria se refería a las prácticas de adoración en la vida religiosa de Israel. Había tres componentes básicos de este concepto de latria en la nación judía: la ofrenda de alabanza a Dios, la ofrenda de oración a Dios y la ofrenda de sacrificio a Dios. En otras palabras, la adoración en Israel era entendida básicamente en términos de alabanza, oración y sacrificios. De los tres, el componente central de la adoración era el tercero, la ofrenda de sacrificios. De hecho, podemos reducir la adoración del Antiguo Testamento a un solo enfoque central–ir al tabernáculo o al templo a ofrecer sacrificios. Incluso la alabanza y la oración eran formas espirituales de sacrificio. Fue por eso que en el complejo diseño del tabernáculo y el templo, Dios ordenó que debía haber un altar de incienso donde las oraciones de los santos fueran ofrecidas simbólicamente a Dios como sacrificios. Hago énfasis en esto porque nosotros vivimos en la era del Nuevo Testamento y entendemos que el sacrificio que Cristo ofreció como nuestro Sumo Sacerdote en la expiación, la ofrenda de sí mismo como el sacrificio supremo a Dios, cumplió todo el simbolismo y el ritual de la adoración del Antiguo Testamento. El Suyo fue el sacrificio por excelencia, hecho a nuestro favor. Por esta razón, no vamos a la iglesia a poner toros, ovejas, machos cabríos o cualquier otra cosa en un altar como holocausto al Señor. Pero debido a que no ofrecemos sacrificios del tipo y la forma que se acostumbraba en el Antiguo Testamento, me temo que hemos perdido de vista esta dimensión central y esencial de lo que la adoración es históricamente. Al examinar la adoración, quiero volver a las raíces. Veamos cómo Dios ordenó la adoración en primer lugar, cuáles eran sus elementos constitutivos y cómo la adoración de Israel en el Antiguo Testamento, aunque se cumple en el acto final de sacrificio de Cristo en la cruz, sirve sin embargo para orientar nuestra adoración en la actualidad. Nuestra comprensión de la adoración se reduce si la vemos completamente desligada de sus orígenes en el Antiguo Testamento. No hay duda de la importancia del sacrificio en el antiguo cultus israelita. Grandes secciones de los cinco libros de Moisés describen con gran detalle los diferentes sacrificios que Dios ordenó a Su pueblo. Pero la importancia del sacrificio para la adoración ya era clara mucho antes de que Dios diera Su ley. A mediados del siglo XX, un teólogo católico romano francés llamado Yves Congar publicó un ensayo titulado Ecclesia ab Abel; es decir, La Iglesia desde Abel. En esa obra, Congar indicó que la iglesia no comenzó en el Nuevo Testamento, sino que en realidad comenzó tan pronto como la Creación fue establecida y la adoración se llevó a cabo entre las criaturas originales que Dios creó. Yo hubiera titulado el ensayo Ecclesia ab Adam, o La Iglesia desde Adán, porque creo que el concepto de la iglesia puede identificarse incluso antes, con el padre y la madre de Abel, quienes disfrutaron una comunión en la presencia inmediata de Dios que ciertamente incluía adoración. Pero Congar empezó su estudio de la iglesia no con Adán y Eva sino con Abel por razón del registro que tenemos en los primeros capítulos de Génesis de las primeras formas de liturgia o adoración. Volvamos al principio, o al menos al principio de la iglesia reconstituida después de la caída. No iré al jardín del Edén, donde la adoración era desinhibida, sin errores que pudieran de alguna manera perturbar la comunión pura e inmediata que Adán y Eva disfrutaban en la presencia de Dios. En cambio, iré a Génesis 4, donde leemos:

Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón. Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante (v. 1-5). Esta narración del primer acto de cultus de Israel es tan breve e imprecisa que ha provocado mucha especulación. No se nos dice mucho acerca de ellos dos, solo que eran hermanos. Algunos creen que el texto da a entender que eran gemelos, pero eso es objeto de debate. Lo que sabemos es que Caín fue el primero en nacer, y eso es muy importante desde una perspectiva judía. En el mundo antiguo, en el periodo patrístico y a lo largo de todo el Antiguo Testamento, el primer hijo era quien heredaba el derecho de primogenitura y recibía la posición de honor y distinción en el hogar. Esta tradición no empezó con Jacob y Esaú; ya estaba en operación en la familia de Adán y Eva. Su primogénito fue Caín y su segundo hijo fue Abel. Así que, en términos de estatus familiar, la gloria era para Caín, no para Abel. Este texto también nos muestra que había una división de trabajo entre Caín y Abel. Tenían vocaciones diferentes, funciones diferentes para realizar. Uno labraba la tierra y el otro era pastor. El rol mayor en términos de dignidad, respeto y estatus en la familia fue dado al primogénito, Caín, a quien se le dio la responsabilidad de sembrar las semillas para la cosecha. El rol de Abel era de menor importancia. De hecho, el trabajo de pastorear siempre ha tenido un estatus muy bajo en Israel, incluso en los días de Jesús. A los pastores ni siquiera se les permitía ser testigos en la corte porque eran considerados indignos de confianza, la escoria de la sociedad. En otras palabras, el pastor era visto casi como poco más que un esclavo; era un siervo humilde. Por eso fue tan significativo que el primer anuncio del nacimiento de Jesús fuera dado a los pastores en los campos de Belén. Esos pastores tenían el estatus más bajo en la cultura de la época. Era muy similar en los días de la primera familia, y eso es importante en relación con lo que ocurrió en Génesis 4. Cuando llegó el momento de la adoración, los hombres trajeron diferentes tipos de ofrendas para sus sacrificios a Dios. Uno llevó frutas y vegetales. El otro llevó un animal de lo más gordo de su rebaño. Aunque Caín era el primogénito y tenía el trabajo más honorable, Dios “miró con agrado”, o aceptó, la ofrenda de Abel y no la de Caín. ¿Por qué pasó eso? La respuesta usual es que la ofrenda de Abel, un animal, era sustancialmente superior, en términos de su contenido. Muchas personas son guiadas a esta conclusión porque, en el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento, el sacrificio que Dios pedía normalmente era un cordero. Sin embargo, había excepciones. Por ejemplo, cuando María y José presentaron a Jesús por primera vez en el templo, María dio como ofrenda dos palomas (Lucas 2:22-24). Eso era permitido por la ley judía, pero solo en un caso de extrema pobreza. En la mayoría de los casos, se sacrificaba un cordero. Sin embargo, aunque el Antiguo Testamento especificaba que el sacrificio debía ser de la mejor calidad –un cordero sin mancha– Dios nunca dijo que el sacrificio de las primicias del rebaño era intrínsecamente superior al sacrificio de las primicias de la cosecha. Menciono este punto porque, a través de la historia, en la literatura, sermones y exposiciones, los teólogos han saltado a la conclusión de que Dios estimó el sacrificio de Abel y no el de Caín porque Abel trajo un animal, una criatura viviente, y Caín trajo el producto de la tierra. Sin embargo, esa diferencia no tuvo absolutamente nada que ver con la respuesta de Dios a sus sacrificios. Martín Lutero comentó, acertadamente en mi opinión, que Abel podría haber sacrificado la cáscara de una nuez y habría sido más agradable a Dios que el sacrificio que trajo Caín. La razón era que la diferencia no estaba en qué ofreció Abel a Dios sino cómo lo ofreció. El criterio general para el sacrificio aceptable ante Dios en el Antiguo Testamento era la postura y la actitud de la persona haciendo el sacrificio. Jesús afirmó esta verdad cuando observó a los adoradores haciendo sus ofrendas en el templo (Marcos 12:41-44). Él dio Su bendición a la viuda que ofreció dos blancas, la denominación más pequeña de la moneda. Jesús señaló que su dádiva era más costoso para ella que las ofrendas de los hombres adinerados, que dejaban el equivalente a 10 000 dólares en el plato de la ofrenda. Él dijo eso porque era capaz de leer su corazón cuando ella dio su sacrificio. Los hombres ricos daban porque querían el aplauso de las personas o algo de honor a la vista de Dios, pero Jesús sabía que la viuda pobre tenía un motivo diferente. El apóstol Pablo nos dijo que el Señor “ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7). Escuchamos ese versículo tan a menudo que podemos estar hastiados de él y no detenernos a pensar en su significado. Pablo no estaba diciendo que Dios ama a cualquiera que dé. Después de todo, Caín dio, pero Dios no estaba complacido con él en absoluto. No, Pablo estaba declarando que Dios ama a un tipo de dador en particular, un dador alegre. El término alegre describe la disposición del corazón, la actitud del alma al dar la ofrenda. Imagina que es domingo en la mañana, y los ujieres vienen a recibir nuestra ofrenda, y supongamos que estamos pensando: “Aquí vienen otra vez con sus manos estiradas, pidiendo el diezmo y la ofrenda, y la gente está viendo si voy a poner algo en el plato. Lo voy a dar porque es mi deber diezmar”. Daría igual si guardamos el dinero del diezmo en nuestro bolsillo porque de acuerdo con las Escrituras ese tipo de sacrificios son detestables para Dios. Pero Él se deleita en aquellos que llevan sus ofrendas con gozo como un acto de adoración. ¿Cómo sabemos que Caín y Abel vinieron a hacer sus ofrendas con diferentes disposiciones de corazón? ¿Estoy leyendo entre líneas, especulando sobre el texto del Antiguo Testamento e imponiendo principios básicos del resto del Antiguo Testamento sobre este pasaje que es tan mudo en su extensión? No, sabemos esto porque la Palabra de Dios afirma claramente que Abel hizo su sacrificio con una actitud diferente. En Hebreos 11, encontramos una lista de santos destacados que conmemora las actividades heroicas y gloriosas del pueblo de Dios a través de la historia de la iglesia. Hubo algunos que, por causa de la justicia y la fe, fueron cortados en dos, dados como alimento a las bestias, asesinados, apedreados, desechados, odiados y ridiculizados. Pero Dios estaba complacido porque ellos se mantenían fieles. La lista sigue y sigue: “Por la fe Abraham… Por la fe Isaac… Por la fe Jacob… Por la fe Moisés…”. Y justo ahí, entre estos grandes héroes de la fe, está Abel: “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín” (v. 4). La fe de Abel hizo toda la diferencia. ¿Qué significa que Abel ofreciera un sacrificio en fe? Ahora voy a especular, ya que los silencios en la historia bíblica no han sido llenados. La promesa de nuestra redención fue anunciada primeramente a Adán y Eva después de que pecaran y violaran su relación moral con Dios. Dios les dio el protoevangelium, el anunciamiento original del evangelio: la Simiente de la mujer heriría a la serpiente en la cabeza, y en el proceso Él sería herido en el calcañar (Génesis 3:15). Si ese versículo fuera la única referencia a la redención en la Biblia, nadie podría penetrar su significado porque es muy enigmático. Sin embargo, dado que tenemos el beneficio de la revelación del plan de redención de Dios a través de los tiempos y de la Escritura, sabemos exactamente a qué se refería Dios en Génesis 3:15. En esa promesa, el evangelio fue dado a Adán y Eva, el evangelio del perdón, la restauración y la comunión con Dios. Era el evangelio que proclama la destrucción del maligno, quien perturba y estropea la belleza y la santidad de la Creación de Dios. Dios prometió que el maligno sería destruido por medio del sacrificio de la Simiente de la mujer, quien sería herido en el proceso de Su conquista. Esta promesa del sacrificio de la Simiente de la mujer fue fundamental para la adoración de Abel. La ironía es que este primer evangelio fue dado en el contexto de la maldición a la serpiente después de la caída. La adoración a Dios siempre ha involucrado la palabra de promesa hablada y, desde el principio mismo, Dios frecuentemente agregaba a la palabra algún tipo de señal sensorial tangible. Él le dijo a Noé: “Nunca más destruiré el mundo con un diluvio. Mira el cielo Noé. He puesto Mi arco en el cielo” (ver Génesis 9:13-16). Él le dijo a Abraham: “He aquí, te haré el padre de una gran nación, y tu descendencia será como las estrellas en el cielo y como la arena a la orilla del mar. Y esto será una señal para ti y para todas las generaciones, la señal de la circuncisión” (ver Génesis 17:1-14; 22:17). En estas y otras ocasiones, la palabra de promesa era respaldada por una señal tangible. En términos generales, la palabra de promesa a través de cada página del Antiguo Testamento es la promesa del Redentor que vendría, quien salvaría a Su pueblo de sus pecados al ofrecer un sacrificio perfecto. Desde el principio, la redención estaba atada al sacrificio. Por eso el dramático reforzamiento de la palabra de promesa a través del Antiguo Testamento es un ritual elaborado que se enfoca en el sacrificio. Esto no empezó con Moisés. Lo vemos aquí en Génesis 4, cuando Abel vino con un sacrificio de fe. ¿Por qué lo hizo? Cuando llegó el tiempo de adorar a Dios, ¿por qué Abel buscó adorar por medio de un sacrificio? Obviamente este tipo de adoración fue instituido y ordenado por Dios mismo. Esta es mi especulación: no puedo imaginar que nuestros primeros padres no les explicaran a sus hijos la esperanza que los sostenía. Esa esperanza era la promesa más importante que Adán y Eva habían recibido, la promesa de que la Simiente de la mujer destruiría la cabeza de la serpiente a expensas de la herida de Su calcañar. ¿Cuántas horas supones tú que Adán y Eva se sentaron con sus hijos a predicarles el evangelio y enseñarles los elementos de una adoración apropiada? Sin embargo, no era suficiente para Caín y Abel que simplemente escucharan a Adán y Eva hablar de la promesa. El problema era si confiarían en la promesa. ¿En qué confiarían ellos en última instancia para reconciliarse con el Padre? ¿En qué confiarían para recibir la bendición de Dios? No hay necesidad de especular sobre la confianza de Caín cuando trajo su ofrenda. A través de la historia de Israel, hay una herejía que se ha perpetuado de una familia a otra, e incluso Jesús tuvo que combatirla al tratar con los rabinos de Su época. Era el linaje. Esta era la idea que llevaba a muchos a decirse a sí mismos: “Soy el primogénito, así que mi futuro reposa en mi estatus superior como el hijo mayor. Iré a la iglesia y pasaré por los rituales como lo hacen todos los demás. Traeré mi ofrenda, la dejaré caer en el plato de recolección. Pero mi confianza está en mi estatus, en mi linaje”. Casi que podemos oír a Dios diciéndole a Caín: “Caín, Caín, si confías en ti mismo de cualquier forma, en la posición de tu familia, en tus propias fuerzas, en tus habilidades como agricultor o cualquier trabajo que puedas hacer, incluso en tu propia fe–nada de eso me agrada. Tu adoración es una abominación para Mí. Pero tu hermano no tiene nada de este mundo en que confiar. Él es un siervo; es un pastor. Es un pecador que sabe que no puede salvarse a sí mismo, y cuando entra a Mi casa, viene confiando en Mi misericordia, confiando en Mi palabra, confiando solamente en Mi promesa. Amo su sacrificio porque lo amo a él. Lo amo porque él es justo. Pero tú no lo eres. Tu padre te enseñó que la única manera en la que puedes ser justo a mi vista es por fe”. David sabía lo que Caín no: “Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmos 51:16-17). Y Jesús explicó la esencia de la adoración a la mujer de Sicar: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Juan 4:23). Noten que “en espíritu” aparece primero. Hay algo de ambigüedad en este texto, pero la idea central es que Dios se fija en la actitud espiritual de la persona que viene ante Él a adorar. Así que la adoración verdadera –la latria verdadera, el sacrificio verdadero, el servicio verdadero– empieza en el alma. Una vez conocí a un hombre que era joven en la fe y lleno de ese entusiasmo tan característico de aquellos que recién han nacido de nuevo. Él estaba enamorado de la Palabra de Dios, estudiando las Escrituras atentamente todos los días. No puedo recordar haber visto alguna vez a un joven cristiano que pusiera su corazón tan diligentemente en la búsqueda del conocimiento de Dios. Un día vino y me dijo: “Romanos 8 y 9–esto es lo más emocionante que he leído hasta ahora. Ya sabes, ‘a Jacob amé, mas a Esaú aborrecí’–la elección y todo eso. Todo tiene mucho sentido. Sé que esa es la única manera en que yo podría entrar”. Estaba delirando en su entusiasmo por una de las doctrinas más controversiales de la fe cristiana. Mientras escuchaba su gozosa efusividad sobre Romanos 8 y 9, yo estaba pensando: “Si amas esto, tienes que haber nacido de nuevo”. Pero al mismo tiempo pensé que la mayoría de las personas que leen esa porción de la Escritura reaccionan con indignación, enojo, hostilidad y resistencia. Esa fue la reacción de Caín a la Palabra de Dios. Génesis 4 dice que cuando a Dios no le agradó su ofrenda, él se airó y su semblante decayó. Sabemos lo que es la indignación justa. La asociamos con la ira de Dios. Cuando Dios está enojado, es un enojo santo, un enojo justo. Nunca nadie puede acusar a Dios de ser injusto o estar enojado arbitrariamente. Las personas se enojan unas con otras, en ocasiones justificadamente y en otras ocasiones injustificadamente. A veces se imputan motivos equivocados unos a otros. No conocen todos los hechos que necesitan; si supieran más, no se enojarían. Todos hemos tenido experiencias como estas. Pero si Dios está enojado con nosotros, no hay circunstancias atenuantes. No podemos decir a Dios: “Dios, si tan solo conocieras todos los hechos, no te enojarías conmigo”. Caín fue presuntuoso al enojarse con Dios cuando no le agradó su ofrenda. Tal vez nada prueba más vívidamente el estado del corazón de Caín que su reacción al juicio de Dios. Si somos hijos de Cristo y estamos ante el tribunal de Dios en el día final y Dios nos dice: “Estás cubierto por la sangre de Mi Hijo, y eso es bueno porque tú hiciste esto, esto, esto, esto y esto”, nosotros no diremos: “Pero Señor, hice esto y aquello en Tu nombre. Realmente no estás siendo justo”. Sin embargo, habrá muchos que responderán de esa manera. Jesús les dirá a esas personas: “Por favor, vete, no sé quién eres” (ver Mateo 25). Una persona que confía en Dios confía no solamente en Sus promesas sino también en Su juicio. Incluso en una oración de arrepentimiento, esa persona reconoce que sería absolutamente justificado que Dios lo destruyera por su pecado. Nunca puedes venir a la iglesia de Dios o a la Mesa del Señor pensando que Dios te debe algo. Si lo haces, mejor abstente de orar, de participar de la Cena, porque estás blasfemando y difamando al Dador de toda buena dádiva y todo don perfecto, que solo te ha tratado con misericordia. A diferencia de Caín, Abel era humilde en su adoración, que es la única postura que puede tener un ser humano caído en el contexto de la adoración. La adoración arrogante es un oxímoron, una contradicción de términos. No obstante, la vemos a través de la Escritura. El evangelio fue dado a Adán y Eva. A medida que la historia de la redención se iba desarrollando, el pueblo de Israel continuaba recitando la promesa y demostrándola con su liturgia, sus señales, sacramentos y adoración de culto. Pero el juicio de los profetas que vino sobre la casa de Israel fue este: “Tu adoración se ha convertido en idolatría. No estás poniendo tu fe en Dios; la estas poniendo en Baal, en el templo, en los rituales que haces, en tu herencia, en tu biología. Estás confiando en todo menos en Dios”. ¿Alguna vez te has preguntado por qué hay un fenómeno universal de religión? Puedes ir a cualquier parte del mundo y encontrar evidencia de prácticas de sacrificio. ¿Por qué? Yo sugiero que es porque el programa y la prescripción originales para la adoración del Dios vivo eran sacrificios. Adán se lo dijo a Caín, Abel y Set. Set se lo dijo a Enoc, y él se lo dijo a sus hijos, y ellos a sus hijos y así sucesivamente. Fue enseñado a Abraham. Fue enseñado a Isaac. Fue enseñado a Jacob. Fue enseñado a José. Fue enseñado a Moisés. También fue enseñado a Ismael y a Esaú, y así la idea del requisito de sacrificio en fe se extendió a toda la raza humana. Pero hoy la necesidad de que los sacrificios se hagan en fe se ha olvidado–escuchamos que no importa qué es lo que crees siempre y cuando seas sincero. De hecho, el requisito básico del sacrificio es desconocido–no importa cuáles sean tus prácticas religiosas. No importa lo que adores. Solo importa que adores. Se dice que los judíos adoran a Dios a su manera, los musulmanes adoran a Dios a su manera y los budistas adoran a su manera. La suposición tácita es que Dios está dispuesto a recibir, honrar y respetar cualquier tipo de adoración que la gente traiga. A Dios no le agradó toda la adoración en Génesis 4. No le agradó la adoración de Caín. Y Caín respondió con enojo cuando vio que su adoración era inaceptable para Dios. Una persona fiel, una persona justa, habría dicho: “Oh, Dios mío. Me arrepiento de corazón por haber pecado contra Ti. Enséñame Tus estatutos, Señor. Muéstrame el camino más excelente. Cambia mi corazón, para que la ofrenda que te traiga el próximo Sabbat te honre. Estoy feliz, Santo Padre, de que por lo menos la ofrenda de mi hermano te haya agradado. Padre, dame una actitud que me permita aprender de mi hermano, porque mi hermano vive por fe y trata de obedecerte”. Pero esa no fue la respuesta de Caín. En realidad, esa nunca es la respuesta del impío ante el piadoso. ¿A cuál de los profetas no mataron? ¿Cuál de los reformadores en la historia de la iglesia no fue despreciado por la iglesia organizada? Como Caín, que se levantó y mató a su hermano Abel, las iglesias perversas han derramado la sangre de cristianos verdaderos. De hecho, fue la iglesia la que se levantó para matar a Jesús porque a Él no le agradaban sus sacrificios. Nunca he sido torturado o puesto en juicio por mi fe. La persecución que he tenido que soportar en este mundo es minúscula comparada con lo que los héroes de la fe tuvieron que pasar. Pero cualquiera que haya sido la persecución que he experimentado en mi vida, la carga más pesada vino de la iglesia falsa, esa parte de la iglesia que no cree en el evangelio y no tiene un corazón dispuesto para la adoración. La iglesia siempre ha estado compuesta de trigo y cizaña, y la primera iglesia no fue la excepción. Las cizañas (Caín) eran muy religiosas, pero odiaban a Dios, y también odiaban el trigo. Así que avanzaron para destruir el trigo (Abel). Necesitamos saber esto porque siempre ha sido así. Recuerda la palabra que Jesús usó repetidamente para los líderes religiosos de Su época: hipócrita. Él dijo: “Ustedes hacen sus sacrificios; pagan sus diezmos; leen su Biblia. Pero ay de ustedes escribas y fariseos, hipócritas. Están actuando. No hay fe en sus corazones. No me están ofreciendo adoración en fe” (Mateo 23). Eran muy religiosos, pero sus corazones estaban alejados de Dios. Lo más importante que debemos entender sobre la adoración es que la única adoración aceptable para Dios es la adoración que proviene de un corazón que confía en Dios, y solo en Dios. GUÍA DE ESTUDIO DEL CAPÍTULO 2

INTRODUCCIÓN La ofrenda de sacrificio en el templo o tabernáculo era el elemento principal de la adoración del Antiguo Testamento. Cristo se ofreció a Sí mismo como el sacrificio por excelencia para el pecado, por tanto nosotros no ofrecemos animales en el altar en nuestra adoración. Sin embargo, el sacrificio continúa siendo un aspecto central de lo que constituye la adoración históricamente, desde los tiempos de Caín y Abel. La actitud de aquel que ofrece un sacrificio es crucial. Esa actitud implica humildad y confianza en Dios solamente. OBJETIVOS DE APRENDIZAJE

1. Ser capaz de explicar el papel del sacrificio en la adoración del Antiguo Testamento, y especialmente en la adoración de Caín y Abel. 2. Ser capaz de explicar por qué la fe es esencial en la verdadera adoración y cómo este principio está ilustrado en la historia de Caín y Abel.

CITAS

Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios. –Salmos 51:16-17 Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. –2 Corintios 9:7 BOSQUEJO

I. Latria A. Latria es la palabra griega que por lo general se traduce como “adoración” en el Nuevo Testamento. B. En la traducción griega del Antiguo Testamento latria se usa para las prácticas de adoración de Israel. C. Los tres componentes básicos de la latria en Israel fueron la ofrenda de alabanza, la ofrenda de oración y la ofrenda de sacrificio a Dios. La adoración era alabanza, oración y sacrificio. D. El elemento central de la adoración del Antiguo Testamento era ir al templo o tabernáculo a ofrecer sacrificios. Incluso la alabanza y la oración eran formas de sacrificio. II. Cristo y el sacrificio A. Cristo se ofreció a Sí mismo ante Dios como el sacrificio supremo a nuestro favor. B. Por tanto, en la era del Nuevo Testamento, no vamos a la iglesia y ponemos animales en el altar como ofrendas a Dios. C. Sin embargo, ofrecer sacrificios continúa siendo un aspecto central de lo que constituye la adoración históricamente. III. El sacrificio en el tiempo de Caín y Abel A. Secciones extensas de los libros de Moisés detallan los sacrificios que Dios ordenó. Sin embargo, la adoración comenzó mucho antes. B. Adán y Eva adoraron en la presencia inmediata de Dios antes de que pecaran. C. Caín y Abel, la primera generación criada fuera del Edén, ofrecieron sacrificios. D. A Caín, el mayor, le fue dado el estatus más alto de la agricultura. E. A Abel, el menor, se le dio el estatus más bajo del pastoreo. F. Aunque Caín tenía el trabajo más honorable, Dios “miró con agrado” la ofrenda de Abel y no la de Caín. G. Dios en ninguna parte afirmó que el sacrificio del ganado era intrínsecamente superior al sacrificio de la cosecha. H. Dios aceptó la ofrenda de Abel no por su contenido sino por la actitud del que ofrendaba.

IV. Fe y sacrificio A. Jesús afirmó este criterio (actitud vs. contenido) cuando Él elogió a la viuda que ofreció una cantidad mínima y no a los que dieron grandes sumas (Marcos 12:41-44). B. Pablo mencionó que el Señor “ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7), y alegre es una actitud del alma. C. Hebreos 11 nos dice: “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín” (v. 4). La fe de Abel hizo toda la diferencia. D. La fe de Abel estaba en la promesa de Dios en Génesis 3:15 de que el sacrificio de la Simiente de la mujer destruiría al maligno. E. La adoración de Dios siempre ha involucrado la palabra hablada de la promesa. F. La palabra de promesa siempre fue acompañada por una señal tangible. G. La palabra de la promesa en el Antiguo Testamento es la promesa del Redentor que vendría y ofrecería el sacrificio perfecto para salvar al pueblo de Dios de sus pecados. La redención estaba atada al sacrificio. H. Escuchar la promesa no era suficiente para Caín y Abel. El problema era si ellos confiarían o no en la promesa. I. Caín confió en su posición como primogénito. Dios no se complace en la confianza en sí mismo. J. Abel no tenía nada en este mundo en lo que confiar. Solo era un pastor. Confió en la promesa de Dios únicamente. K. La latria verdadera comienza en el alma. V. El enojo de Caín A. El juicio de Dios es siempre justo. B. El enojo de Caín ante el rechazo de Dios de su ofrenda fue presuntuoso. C. Aquellos que confían en las promesas de Dios también confían en Su juicio. D. La adoración arrogante es una contradicción. Dios nunca nos debe nada. E. Es arrogante asumir que Dios está dispuesto a recibir cualquier tipo de adoración que la gente traiga–cristiana, judía, budista, hindú, etc. F. Estando en la posición de Caín, una persona fiel le habría pedido a Dios perdón por su actitud pecaminosa y un corazón cambiado. G. Aquellos que están enojados ante el juicio de Dios tienden a odiar a los fieles también. VI. Conclusión

Lo más importante para entender sobre la adoración es que la única adoración aceptable para Dios es la adoración que procede del corazón que está confiando en Dios, y solamente en Dios. ESTUDIO BÍBLICO

1. En Génesis 22, ¿por qué le pide Dios a Abraham que ofrezca a su hijo como sacrificio? ¿Cuál es el rol que tiene la fe en el sacrificio de Abraham? ¿Qué observaciones adicionales ofrece Hebreos 11:17-19? 2. En Levítico 1:1-9, ¿qué detalles especifica Dios sobre los holocaustos? ¿Qué detalles se agregan en los versículos 10-13? ¿En los versículos 14-17? Este es solo uno de los muchos tipos de sacrificio que se especifican en Levítico. ¿Qué propósito(s) tenían todos estos detalles? ¿Qué nos dicen sobre la adoración del Antiguo Testamento? ¿Sobre Dios? 3. La expiación es mencionada en Levítico 1:4 como la razón para ese tipo de sacrificio, el holocausto. La expiación también es discutida en Levítico 16, que describe los ritos para el Día de la Expiación (Yom Kippur). ¿Qué es expiación? ¿Cuál es su relación con el sacrificio en estos textos del Antiguo Testamento? Haz una lista de detalles significativos sobre el sacrificio de expiación en Levítico 16. 4. De acuerdo con Hebreos 9:11–10:18, ¿cómo ha cumplido Cristo la promesa de esos sacrificios del Antiguo Testamento? ¿En qué formas el autor compara el sacrificio de Cristo con aquellos prescritos en Levítico?

GUÍA DE DISCUSIÓN 1. ¿Cómo ilustra la historia de Caín y Abel la centralidad del sacrificio en la adoración del Antiguo Testamento? ¿Cómo ilustra la centralidad de la fe en ese sacrificio? 2. ¿Por qué la confianza solamente en Dios es esencial para la verdadera adoración? 3. ¿Por qué es arrogante asumir que Dios debería aceptar cualquier tipo de adoración que elijamos dar?

APLICACIÓN

1. El sacrificio ofrecido en fe era central en la adoración del Antiguo Testamento. Jesús se ofreció a Sí mismo como el sacrificio definitivo por el pecado. Da gracias a Dios y alábale por ese sacrificio. ¿Qué respuesta de confianza puedes ofrecer? 2. Si has estado enojado, resentido o ingrato hacia Dios, confiesa esa actitud y pídele que cree en ti un corazón limpio y renueve en ti un espíritu recto. 3

SACRIFICIOS VIVOS

Una vez escribí un libro sobre la dignidad humana. En ese libro, mencioné un ejercicio que un consultor me mostró una vez. Él dijo: “Este va a ser un ejercicio divertido, R. C. Quiero que escribas los cinco cumplidos más significativos que la gente te ha dicho en tu vida”. Él tenía razón–fue un ejercicio divertido. No tuve que pensar en las críticas o insultos con los que he tenido que lidiar en mi vida; en cambio, podía concentrarme en las cosas agradables que las personas me han dicho. Mientras pensaba en esos cumplidos y escribía los cinco que me parecían más significativos, me sorprendí al ver que cada una de las cosas que puse en la lista –comentarios que habían venido de la boca de personas– eran de antes de que yo tuviera veintiún años, y aun así yo podía recordarlas después de tanto tiempo. Luego el consultor empezó a mostrarme que estos comentarios habían tenido una influencia tremendamente importante en mi vida. También me indicó que las personas que me hicieron esos cumplidos eran individuos cuyo juicio yo valoraba y cuyas palabras apreciaba porque eran figuras de autoridad en mi vida: entrenadores, familiares, profesores, etc. De hecho, dos de los cinco cumplidos que escribí eran de mi profesora de inglés de octavo grado, y de repente me empecé a dar cuenta de la influencia tan grande que esa mujer había tenido en mi vida. Mientras discutíamos estas cosas, el consultor me señaló que seguramente hubo momentos en que las personas habían dicho cosas aun más agradables sobre mí. Me preguntó: “¿Nadie más te ha dicho un cumplido mayor a los que apuntaste en esta lista?”. “Pues, sí”, le dije, y le mencioné un par que se me vinieron a la mente. “¿Por qué no los escribiste en la lista?”, me preguntó. “Eso es fácil”, respondí con una sonrisa, “no los escribí porque no los creí”. A mi juicio esos cumplidos en particular no eran sinceros. Eran lisonjas, y yo entendía intuitivamente la diferencia entre la adulación y un cumplido genuino. De alguna manera, tendemos a saber cuando las personas nos dicen palabras vacías de alabanza o adulación, palabras que no son sinceras. Todos hemos recibido halagos que no son sinceros, y hay algo insultante en ello. El hecho mismo de que sean palabras vacías nos atormenta de cierta forma. Nos gustaría poder creer todas las cosas lindas que las personas dicen de nosotros–incluso cuando sabemos que realmente no piensan que lo que están diciendo sea cierto. Los sentimientos de Dios no son lastimados por la alabanza insincera, pero Él tampoco es honrado por ello. Dios nunca es honrado por medio de la adulación. Es por eso que la verdadera adoración debe ser sincera. En el capítulo anterior, vimos que el sacrificio era el elemento central de la adoración en el Antiguo Testamento. Vimos que este énfasis en el sacrificio se remonta a Caín y Abel, y que Dios estaba complacido con el sacrificio de Abel, pero rechazó el de Caín. La diferencia fue que Abel adoraba con un corazón que confiaba en Dios solamente. Los sacrificios hechos en el Antiguo Testamento debían ser sacrificios de alabanza, y la alabanza es un intento de expresar honor. El elemento central de la adoración en la Biblia incluía honrar, bendecir, estimar y reverenciar a Dios. Un sacrificio era ofrecido como una señal externa de un corazón que estaba lleno de admiración, reverencia y respeto hacia Dios. Cuando un sacrificio no era dado en fe, no era más que un rito externo, un patrón formal de comportamiento que no era una expresión de la fe verdadera que tenía a Dios en la más alta estima y reverencia posibles. Carecía de lo que los libros de sabiduría llaman el temor del Señor, ese sentido de admiración por el cual el corazón es inclinado a adorar y honrar al Creador. La esencia misma de la adoración, como la Biblia deja en claro, es el hecho de expresar, desde lo más profundo de nuestro espíritu, el mayor honor posible que podamos ofrecer ante Dios. Abel sinceramente quería honrar a Dios en su adoración, pero Caín no estaba interesado en honrar a Dios. Claramente, el honor que se expresa hacia Dios en la adoración puede no ser sincero. Cuando Jesús se encontró con la mujer samaritana en el pozo en Sicar, ella inició un debate teológico, utilizándolo para desviar la atención de su culpabilidad personal, la cual Jesús había expuesto. Ella le hizo una pregunta a Jesús sobre la adoración, diciendo: “Los padres de nuestro pueblo –es decir, los samaritanos– dijeron que debíamos adorar a Dios aquí en el Monte Gerizim. Ese es nuestro lugar tradicional, pero ustedes judíos adoran a Dios en Jerusalén. Entonces, ¿dónde debemos adorar?”. En efecto, Jesús respondió: “Se acerca el momento y es ahora cuando ustedes no adorarán al Padre ni en el Monte Gerizim ni en Jerusalén, pero el Padre está buscando a aquellos que le adoren en espíritu y en verdad” (ver Juan 4:20-24). Esta declaración de Jesús fue profunda. ¿A qué se refería? No estaba diciendo que Dios solía estar ubicado en un solo santuario central –el tabernáculo o el templo, el Monte Gerizim o Jerusalén– pero ahora Su pueblo podía adorarlo en cualquier lugar. Ese no era el punto. Más bien, Jesús estaba abordando la comprensión superficial que tenía la mujer samaritana de lo que la adoración era y siempre ha sido. No se trataba de la ubicación o la sustancia del sacrificio, como por ejemplo si era un sacrificio de un animal o un sacrificio de cereal. En cambio, Jesús estaba hablando de la naturaleza de la adoración que es ofrecida a Dios. La adoración genuina es espiritual y verdadera. Eso era lo que Dios quería entonces, y eso es lo que busca hoy en día. Cristo manifestó y demostró ese tipo de adoración en Su propia vida. Cuando Jesús caminó por Samaria, cada minuto que estuvo allí, Él ofreció al Padre el sacrificio de alabanza. En otras palabras, el espíritu de Cristo adoró al Padre en verdad. Cuando Él vino a Jerusalén, el Hijo de Dios adoró al Padre en espíritu y en verdad; cuando Él estaba en Capernaum, Él ofreció el sacrificio de alabanza perfectamente. No importaba en dónde estuviera, Él siempre era auténtico en el honor que le otorgaba a Su Padre. Para llegar a una definición neotestamentaria de la verdadera adoración espiritual, el tipo de adoración que agrada a Dios, tenemos que centrar nuestra atención en la carta de Pablo a la iglesia en Roma. Los comentaristas de Romanos usualmente dividen el libro entre los primeros once capítulos y los últimos cinco. En los primeros once capítulos, Pablo presentó su más grande exposición del drama de la redención, de la persona y obra de Cristo, de la elección por gracia de Dios, y de la manera en que Él justifica a los pecadores por Su misericordia y gracia. Empezando el capítulo 12, hay un cambio claro y decisivo en el lenguaje y estilo del apóstol. Pablo pasó de una exposición del contenido del evangelio a lo que podemos llamar su aplicación práctica. Romanos 12 comienza con una súplica apostólica. La primera frase del capítulo contiene estas palabras: “os ruego”. Estas son palabras de pasión. Pablo no estaba diciendo solamente “les recomiendo”, o “me gustaría instruirlos”, o “por favor, pongan atención a esto”. Él estaba involucrado en un acto apasionado. Estaba diciéndoles a sus lectores: “les suplico…”. Pablo comenzó esa frase con la expresión crucial así que. En la Escritura, el término así que siempre introduce una conclusión que fluye y resulta de un argumento anterior. Antes de que veamos la conclusión de Pablo, vamos a considerar el argumento en el cual está basada. Podríamos observar el “así que” en Romanos 12:1 a la luz de lo que él ha dicho en el capítulo 11, y eso ciertamente es una posibilidad legítima en términos de sintaxis. Pero este “así que” también podría estar refiriéndose a todo lo que le precede. Dada la clara línea de división entre el énfasis del contenido en los primeros once capítulos y los últimos cinco, me inclino a pensar que este “así que” está introduciendo una conclusión basada en todo lo que ha aparecido hasta este punto en la epístola. Escucho al apóstol diciendo: “A la luz de la revelación de Dios de esa justicia que nos es dada por fe, a la luz de la elección por gracia de Dios, a la luz de todo el evangelio, ahora vengo a ustedes romanos rogándoles algo que debería fluir del evangelio por una lógica irresistible”. ¿Qué era eso que el apóstol estaba rogando? Pablo escribió: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (v. 1). Otras traducciones lo ponen un poco diferente. Incluyen el ruego y la frase así que, pero en lugar de decir “Os ruego que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo”, lo dicen de esta manera: “les ruego que presenten sus cuerpos como un sacrificio vivo, un sacrificio que sea santo, que sea sagrado, un sacrificio que sea aceptable a Dios”. En lugar de traducir la última frase como: “que es vuestro culto racional”, la traducen con estas palabras: “que es su adoración espiritual”. Esto captura la esencia de la adoración como es entendida a la luz del evangelio. Nosotros ya no vamos al santuario y esparcimos sangre de toros y machos cabríos sobre un altar. Sin embargo, todavía damos dádivas a Dios. Seguimos llevando nuestro diezmo y nuestras ofrendas a Él como parte de nuestra expresión externa de compromiso con Él. Pero recordamos las palabras de David en su salmo penitencial: “Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmos 51:16-17). David entendió lo que Abel entendió pero que nunca se le ocurrió a Caín: el sacrificio que Dios acepta es aquel que es agradable a Él, aquel que no se vuelve profano por una motivación egoísta o una farsa deshonesta, sino un sacrificio que viene del corazón. Es como si Pablo hubiera dicho a los romanos: “Piensen en el evangelio. ¿Cuál es su respuesta a lo que Cristo ha hecho por ustedes–Cristo, quien no escatimó nada, quien dio Su vida por Su pueblo, quien hizo el sacrificio definitivo por Sus ovejas? ¿Cómo respondemos a eso? ¿Cuál es la respuesta razonable?”. Pablo dijo: “Este es vuestro culto racional o vuestra adoración espiritual”. Así que debemos responder al evangelio con un sacrificio–no un sacrificio de dinero, de tiempo, o de bienes materiales, sino un sacrificio de nuestras vidas. Pablo dijo que debemos presentar a Dios nuestros cuerpos –es decir, nosotros mismos– como sacrificios vivos. El sacrificio de Abel fue aceptable a Dios cuando ofreció un animal; pero era un sacrificio muerto. Pablo estaba diciendo que, a la luz del evangelio, Dios quiere un sacrificio vivo. Él no está pidiendo que seamos mártires o que demos nuestra sangre. Él quiere algo más; quiere nuestras vidas. La respuesta de la fe es darse a sí mismo, cuerpo y alma, a Cristo. En las primeras semanas de mi vida cristiana después de mi conversión en 1957, escuché un himno en particular por primera vez. Se llamaba “A donde Él me guíe, le seguiré”, y dice: “Puedo escuchar a mi Salvador llamándome”. La canción sugiere que nuestra respuesta al llamado de Cristo debe ser la respuesta de los discípulos, quienes dejaron todo para seguirle. Eso tenía sentido para mí. Yo entendí, incluso en las primeras dos semanas de mi experiencia cristiana, que Dios es serio y determinado en Sus acciones. Él quiere nuestros corazones, nuestras almas, nuestras vidas. Él quiere que la búsqueda de Su reino sea la ocupación principal y central de nuestras vidas. Él no quiere que juguemos con la religión, que incursionemos en la iglesia, o que simplemente firmemos un cheque. Él nos quiere a nosotros–cuerpo y alma. Yo no he dado ese sacrificio. Nunca he dado todo mi ser a Dios ni le he dado mi culto racional. He fallado en mi deber espiritual. Y sin embargo, eso es la adoración–presentarnos a nosotros mismos en el altar de la alabanza, para que lo que pensemos, hagamos y cómo vivamos sea motivado por un deseo de honrar a Dios. Yo desearía poder decirle a Dios en el día del juicio: “Oh, Dios, todo lo que hice fue hecho por el deseo de honrarte”. Pero será mejor que no le diga eso estando de pie enfrente de Él, porque si lo hago sé lo que Él respondería. Me diría que cada sacrificio que he ofrecido ha sido empañado, manchado y comprometido por el pecado que he traído con él. Si Él mirara el sacrificio que yo ofrecí, incluso si lo ofrecí en el nombre de Cristo, Él lo rechazaría tan radicalmente como rechazó la ofrenda de Caín. Mi única esperanza es la gloriosa verdad de que la ofrenda que le doy a mi Creador hoy es llevada a Su presencia por el Mediador perfecto, quien toma nuestros sacrificios de alabanza y los presenta al Padre. Pablo dijo: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1). El sacrificio de nuestras vidas a Dios es la única respuesta razonable ante Aquel que ha pagado un costo tan alto por nuestra redención. Solo de esta manera podemos honrar sinceramente al único Dios verdadero. GUÍA DE ESTUDIO DEL CAPÍTULO 3

INTRODUCCIÓN Cristo se ofreció a sí mismo como el sacrificio de sangre definitivo por el pecado. Ya no ofrecemos animales muertos a Dios. En lugar de eso, a la luz de todo lo que Cristo ha hecho por nosotros, nuestra respuesta lógica, nuestra latria razonable, es ofrecernos a nosotros mismos a Dios como sacrificios vivos. Ofrecemos todo lo que somos y hacemos para honrar a Dios. OBJETIVOS DE APRENDIZAJE

1. Ser capaz de explicar qué significa adorar en espíritu y en verdad. 2. Ser capaz de explicar qué significa ofrecerse a sí mismo como un sacrificio vivo y por qué debemos hacerlo.

CITAS

Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. –Juan 4:24 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional (latria). –Romanos 12:1 BOSQUEJO

I. Adoración sincera A. Podemos identificar la diferencia entre las palabras de elogio genuinas y la adulación insincera. La adulación nos ofende. B. La alabanza insincera no lastima los sentimientos de Dios, pero tampoco lo honra. La verdadera adoración debe ser sincera. C. La alabanza genuina expresa honor, estima, respeto y admiración. II. En espíritu y en verdad A. Al decir que el Padre busca a aquellos que lo adoren en espíritu y en verdad, Jesús estaba diciendo que el lugar y la sustancia del sacrificio era menos importantes que lo que es verdadero (genuino) y espiritual (del espíritu del adorador). B. Jesús mismo siempre fue auténtico en la honra que le daba constantemente al Padre. III. Sacrificios vivos A. Pablo expresó en Romanos 12 una súplica apasionada: “Os ruego…”. B. Su “así que” significa “a la luz de la revelación de Dios de la justicia hecha disponible para nosotros por la fe, a la luz de la gracia de elección de Dios, les ruego algo que debe fluir de todo el evangelio”. C. Luego dijo: “Les ruego que se presenten como un sacrificio vivo, un sacrificio que es santo, sagrado, aceptable a Dios, que es su adoración espiritual”. D. Él quiso decir: “¿Cuál es tu respuesta razonable a lo que Cristo ha hecho por ti? Es ofrecer tu vida, ofrecerte tú mismo”. E. Ofrecernos a nosotros mismos significa que todo lo que pensamos, hacemos y cómo vivimos es motivado por un deseo de honrar a Dios. F. Nuestros motivos siempre están viciados por el pecado, pero podemos confiar en Cristo nuestro Mediador para presentar nuestras ofrendas al Padre.

ESTUDIO BÍBLICO

1. De acuerdo con Jesús en Mateo 6:1-18, ¿qué está mal con la manera en que los hipócritas dan dinero, oran y ayunan? ¿Hacer estas cosas en la adoración colectiva es un problema? ¿Es posible hacer estas cosas en el contexto de la adoración pública sin ser hipócrita? Si es así, ¿cómo? Si no, ¿por qué no? 2. Números 6:1-21 explica cómo un israelita podía ofrecerse a sí mismo a Dios como nazareo, un tipo especial de devoción a Dios. ¿Cuáles eran las señales externas de esta ofrenda de uno mismo a Dios? ¿Cuál podría haber sido el significado de esas señales externas particulares? ¿Cómo es que la ofrenda de uno mismo a Dios es similar hoy? ¿Cómo es diferente? 3. En Romanos 6:12-19, Pablo amplia nuestro entendimiento de lo que significa ofrecer nuestros cuerpos como sacrificios vivos. ¿Qué de lo que él afirmó aquí completa nuestro entendimiento de Romanos 12:1? ¿De qué maneras podemos ofrecer nuestros cuerpos a Dios–y de hecho las partes de nuestros cuerpos a Dios? ¿Cómo podríamos ofrecer nuestros ojos? ¿Nuestras manos? ¿Nuestras bocas? ¿Qué razones para hacer esto da en este texto? 4. En 1 Samuel 13:5-14, el rey Saúl espera siete días para que el profeta Samuel venga a donde el ejército acampaba y ofrezca un sacrificio antes de que peleen una batalla en contra de los Filisteos. Después de siete días, cuando Samuel no se apareció, Saúl ofrece el sacrificio. ¿Por qué hace eso? ¿Cómo responde Samuel al llegar? ¿Por qué? ¿Cómo describirías la actitud de Saúl hacia Dios? ¿hacia las ofrendas hechas a Dios? ¿Cómo describirías la actitud de Samuel?

GUÍA DE DISCUSIÓN

1. ¿Cuáles son algunos ejemplos de maneras en las que una persona puede ofrecerse a sí misma a Dios como sacrificio vivo? 2. Si a Dios no le agrada la adoración insincera, ¿qué debemos hacer si no estamos sintiendo admiración, honor y estima hacia Dios? ¿Deberíamos evitar la adoración en ese caso? Explica. 3. Algunas veces la adoración es usada para “recargar nuestras baterías”. Si la adoración no recarga nuestras baterías, ¿debemos participar de todas formas? ¿Por qué sí o por qué no?

APLICACIÓN

1. Identifica una manera en la que puedes ofrecer tu boca, manos, ojos, oídos, pies o a ti mismo como un todo a Dios esta semana. Luego pide gracia a Dios y pasa a la acción. 2. Haz una lista de las razones por las que debes tener a Dios en estima y admiración. Luego escribe cualquier cosa que se interponga en el camino de tu estima y admiración por Dios. Ora honestamente por lo que has escrito, con agradecimiento, alabanza, petición, lamento y/o confesión. 4

LA CASA DE ORACIÓN

Cuando mi esposa Vesta y yo estábamos comprometidos, nos gustaba buscar un lugar para orar juntos después de tener una cita. Sin embargo, la única iglesia en nuestra comunidad que no estaba cerrada en la noche para que la gente pudiera ir y orar era la iglesia católica romana. Eso me molestaba, así que fui a nuestro pastor en la iglesia presbiteriana y le pregunté por qué no podíamos ir a la iglesia y orar. Él contestó que las primas del seguro requerían que la iglesia estuviera cerrada. Eso me pareció extraño. La iglesia católica romana estaba más adornada y tenía artículos más caros alrededor del santuario. Parecía que la iglesia romana tenía mucho más que perder que las iglesias protestantes y aun así el santuario católico romano permanecía abierto. La razón de esta diferencia es simple. Es una parte integral de la devoción católica romana que la gente vea el edificio de la iglesia como un santuario de oración. Ese no es el caso para los protestantes. Cuando yo estaba en el seminario, no encontraba personas con las cuales orar, así que iba a la Duquesne University cada semana, al convent of the mother house of the Mission Helpers of the Sacred Heart, una orden de monjas que participaban en un trabajo misionero para personas que estaban enfermas y que tenía otras necesidades. Me reunía con las monjas en su capilla y oraba con ellas porque la oración era parte de su rutina. Podríamos adentrarnos en la teología de todo lo que implica la práctica católica romana de la oración, pero ese no es el punto. El punto es que los católicos romanos van a sus santuarios a cualquier hora del día para orar. Puedes pasar por el santuario de una iglesia católica grande y difícilmente lo encontrarás vacío. Casi a cualquier hora, habrá gente sentada en las bancas o en una pequeña alcoba donde se encuentran las velas, y estarán orando. En el capítulo 2, señalé que había tres componentes básicos de las prácticas de adoración en el antiguo Israel: la ofrenda de alabanza, la oración y el sacrificio a Dios. De los tres, el sacrificio era el elemento crucial porque la adoración judía se enfocaba en ir al tabernáculo o al templo a ofrecer sacrificios. Vimos que incluso la alabanza y la oración eran formas espirituales de sacrificio. Por esta razón, en los últimos dos capítulos hemos examinado el rol del sacrificio en la adoración de aquellos días y de ahora. También señalamos que Dios ordenó la construcción de un segundo altar en el tabernáculo y el templo, además del altar del holocausto. Este era el altar del incienso. Dios lo describió con detalle a Su pueblo en Éxodo 30:1-9:

Harás asimismo un altar para quemar el incienso; de madera de acacia lo harás. Su longitud será de un codo, y su anchura de un codo; será cuadrado, y su altura de dos codos; y sus cuernos serán parte del mismo. Y lo cubrirás de oro puro, su cubierta, sus paredes en derredor y sus cuernos; y le harás en derredor una cornisa de oro. Le harás también dos anillos de oro debajo de su cornisa…Harás las varas de madera de acacia, y las cubrirás de oro. Y lo pondrás delante del velo que está junto al arca del testimonio, delante del propiciatorio que está sobre el testimonio, donde me encontraré contigo.

Y Aarón quemará incienso aromático sobre él; cada mañana cuando aliste las lámparas lo quemará. Y cuando Aarón encienda las lámparas al anochecer, quemará el incienso; rito perpetuo delante de Jehová por vuestras generaciones. No ofreceréis sobre él incienso extraño, ni holocausto, ni ofrenda; ni tampoco derramaréis sobre él libación. En resumen, Dios quería un altar reservado para un único propósito. Dios afirmó: “No quiero ofrendas de cereal sobre él, no quiero ofrendas de carne sobre él, no quiero oblaciones derramadas en él. Esta debe ser una ofrenda perpetua a Dios todos los días”. ¿Por qué quería Dios que se quemara incienso constantemente en Su santuario? El incienso tiene mucho simbolismo en la Escritura, pero un factor muy importante es que el humo del incienso elevándose era un símbolo de las oraciones del pueblo de Dios ascendiendo a Su trono (Apocalipsis 5:8; 8:3-4). Al ordenar que se quemara incienso perpetuamente, Dios estaba diciendo a Su pueblo que no podían acercarse a Él a menos que tuvieran una actitud de oración. Ese era el principio. Así que la oración era un elemento muy importante del antiguo cultus israelita. Quizá la imagen más clara del lugar que Dios ordenó para la oración en la adoración israelita no aparece en el Antiguo Testamento sino en el libro de Lucas en el Nuevo Testamento. Comenzando en Lucas 1:5, leemos: “Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet”. Es interesante que Lucas comience su libro con la historia de un hombre que era un sacerdote y una mujer que era esposa de un sacerdote e hija de un sacerdote. Para Lucas, así comenzaba el evangelio. Él continuó: Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada.

Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase, conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor. Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso (Lucas 1:6-10). Había entre siete mil y ocho mil sacerdotes en Israel aproximadamente, y solo un puñado de ellos servían en el templo en Jerusalén. El resto eran como los sacerdotes en las parroquias de hoy en día; estaban afuera en las aldeas, llevando a cabo sus servicios. El sueño de cada uno de esos sacerdotes de aldea era participar un día en la liturgia del templo. Sin embargo, había solo un par de ocasiones en el año cuando esa oportunidad se presentaba, así que los sacerdotes eran seleccionados al azar para las distintas tareas del templo. Era matemáticamente probable que un sacerdote de aldea nunca ganara la lotería durante toda su vida, y nunca tuviera la oportunidad de bajar a Jerusalén y participar en la adoración del templo. Pero Zacarías ganó la lotería. Fue su privilegio poder presidir en el altar del incienso y representar a todo el pueblo de Israel ante Dios en oración. No iba a entrar al Lugar Santísimo, y no iba a ofrecer el cordero sacrificial, pero iba al altar del incienso a hacer la oración pastoral por la nación. Es por eso que el texto menciona: “Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso”. Había una hora programada para que los santos se reunieran como congregación. El sacerdote representaba a los creyentes, la congregación, delante de Dios. Iba al altar del incienso no a orar por sí mismo sino a presentar las peticiones del pueblo. Mientras él oraba por el pueblo, ellos se reunían como un gran cuerpo y oraban también. Esta era la reunión de toda la congregación para la oración colectiva. Lucas relata luego:

Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso. Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor.

Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan (Lucas 1:11-13). El texto deja en claro que Zacarías tenía un problema personal serio –él y su esposa, Elisabet, no tenían hijos– y esa era una gran preocupación para él. Sin embargo, la mayoría de los comentaristas están de acuerdo en que el ángel Gabriel no le dijo a Zacarías: “Aprovechaste esta ocasión para orar por algo para ti y para tu esposa–un hijo”. No, Zacarías era un hombre piadoso y justo que no habría violado el oficio sagrado de ese momento para orar por sí mismo. Su deber era orar por la nación, por el pueblo. El ángel se le apareció y le dijo: “Dios ha oído tu oración por tu pueblo. Y vas a tener un rol impresionante en la respuesta a esta oración, porque vas a tener un hijo y tu hijo será heraldo del Rey, el precursor del Mesías”. No hay necesidad de repasar el resto de la historia de Zacarías. Lo que quiero que veamos es el servicio que él estaba llevando a cabo como parte de la adoración de Israel. Estaba quemando incienso y orando en nombre de la nación. La oración era el centro de este acto de adoración. Sin embargo, la oración no debía ser el centro solo en ocasiones especiales en el templo; debía ser el aspecto central de toda la devoción en el templo. Jesús mismo dejó claro esto cuando afirmó: “Mi casa, casa de oración será llamada” (Mateo 21:13; Isaías 56:7). En una ocasión, Jesús vino a Jerusalén, al mismo templo donde Zacarías había ofrecido incienso en representación del pueblo. Era el sitio más sagrado en todo Israel, pero Jesús encontró una escena muy diferente ese día. Había vendedores de ganado y cambiadores de dinero en el área del templo. ¿Qué estaban haciendo ahí? Peregrinos judíos venían de todas partes del mundo a Jerusalén para el Día de la Expiación y la pascua. Como parte de esas celebraciones, tenían que hacer sacrificios de animales. Podían traer los animales desde sus hogares al templo, pero eso era engorroso. Para hacerlo más fácil, rebaños de animales y un gran número de aves eran concentrados en Jerusalén. La ciudad era como un corral. Los peregrinos que venían al templo tenían la oportunidad de comprar lo que necesitaran para hacer sus sacrificios y esto se convirtió en un negocio lucrativo. A menudo los animales eran vendidos a un precio inflado por razón de la demanda. Era algo similar a la reventa de boletos en los eventos deportivos más grandes de nuestra época. Los peregrinos también llegaban a Jerusalén con diferentes monedas y necesitaban cambiar su dinero a la moneda que se usaba en Israel. Si alguna vez has viajado al extranjero, sabes sobre las tasas de cambio de divisas y sabes que no todos los establecimientos ofrecen la misma tasa. Algunos son explotadores y usureros. Ese era el caso con los cambistas de monedas en el templo. Ellos afligían al pueblo con tasas de cambio monetario elevadas. El único momento en el que vemos a Jesús romper en un paroxismo de ira fue cuando vio que esta práctica se hacía en la casa de Dios. Él fabricó un látigo hecho de cuerdas y volcó las mesas de los cambistas y los asientos de aquellos que vendían palomas. Este fue un evento explosivo e incendiario, tal como lo sería hoy. Imagina a Jesús viniendo una mañana al servicio dominical golpeando con un látigo y pateando las bancas y derribando el púlpito. Eso estaría en la portada del periódico a la mañana siguiente. Como explicación de Sus acciones Jesús dijo: “Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones” (Mateo 21:13). Puede que pasemos por alto la importancia de esto. Jesús no llamó el templo casa de sacrificios o casa de predicación. Lo llamó casa de oración. La designación principal del templo era que debía ser el punto focal de la nación y del pueblo para orar. ¿Pensamos hoy en día en los edificios de nuestra iglesia como casas de oración? Cuando nosotros como evangélicos hablamos de la oración, casi que podemos asumir que la conversación será sobre la oración privada y personal, tiempos de silencio, devocionales diarios, o quizá la reunión de oración los miércoles en la noche donde nos juntamos con otros cristianos para orar. Pero está casi por fuera de las posibilidades que consideramos cuando hablamos de la oración, pensar en ella en términos del santuario. El edificio de la iglesia protestante típica hoy en día difícilmente puede llamarse una casa de oración. Sin embargo, cuando veo a los grandes líderes de la Reforma, Juan Calvino y Martín Lutero, veo que la oración tuvo un rol fundamental en sus vidas y en las vidas de sus iglesias. Al ver esto, no puedo más que preguntarme si esa disciplina o el aprecio que tenían por la oración en la iglesia fueron cosas que trajeron con ellos debido a su trasfondo católico romano. ¿Cómo podemos nosotros los evangélicos recuperar el énfasis en la oración para la adoración que nuestros predecesores reformados entendieron? Permítanme mencionar algunas formas. Una es arrodillarnos cuando oramos. Otras posturas han sido usadas por el pueblo de Dios en distintos momentos y lugares para venir a Dios en oración. Por ejemplo, Calvino habla sobre gente que durante la Reforma estaba de pie con los brazos levantados hacia el cielo como una actitud de oración. Arrodillarse, sin embargo, tiene un significado especial. En el Antiguo Testamento, inclinarse y arrodillarse usualmente eran asociados con la postura usada en la presencia de un rey. Además, arrodillarse es un gesto simbólico dramático. En el drama, estamos comunicando algo de manera no verbal aun cuando estamos participando en un ejercicio verbal. Es apropiado que nos arrodillemos cuando venimos delante de Dios a expresar nuestras peticiones, a interceder, a ofrecer sacrificios de alabanza, y a mostrar nuestra gratitud. Escucho objeciones en contra de arrodillarse que me desconciertan. Quizá las personas no quieren ser confundidas con católicos romanos. Pueden pensar: “No creemos lo que ellos creen, así que no debemos hacer lo que ellos hacen”. Es tan tonto como pensar que si un católico romano da su diezmo, entonces eso es algo que nosotros no debemos hacer. ¿Qué podría estar mal al asumir una postura de reverencia ante Dios en oración? También escucho a la gente decir que en la iglesia tenemos mucho tiempo de nuestra liturgia destinado a la oración. Espero que no lo digan muy alto. Dios podría escucharlo. Pero Él ya sabe si alguna persona lo está pensando. Necesitamos orar más, no menos. En la mayoría de las iglesias a las que he asistido, la oración es un trabajo estrictamente del ministro. No hay nada de malo en que el ministro haga la oración pastoral; eso fue exactamente lo que Zacarías hizo. Pero me agrada el hecho de que mientras Zacarías estaba orando, la congregación también oraba. No conozco nada que haya ocurrido en la historia de la redención que haría de eso una cuestión de discontinuidad en la iglesia del Nuevo Testamento. Me parece que es agradable a Dios cuando Su pueblo participa con el pastor en la oración colectiva. Esto implica oración dirigida. El pastor dirige a la congregación para orar por nombre por los que están enfermos, luego por nombre por los que están cargados, luego por aquellos que están en casa de luto. Los individuos en la congregación no dan discursos de oración de quince minutos, pero pueden mencionar en voz alta los nombres de las personas por las cuales están preocupados en ese momento. Eso también nos ayuda a saber qué hay en el corazón de otros, de tal modo que cuando estemos fuera de la iglesia podamos llevar esas preocupaciones con nosotros. La oración no solo es una parte tangencial o periférica de la adoración colectiva. En el antiguo Israel, la función primordial de la adoración era la ofrenda de oración. Y así debería ser en nuestras iglesias hoy en día. Nuestros santuarios deberían ser casas de oración. GUÍA DE ESTUDIO DEL CAPÍTULO 4

INTRODUCCIÓN El templo en Jerusalén estaba diseñado para ser una casa de oración. Había un altar en el lugar santo del templo que era usado exclusivamente para quemar incienso. El incienso representaba las oraciones de todo el pueblo elevándose a Dios. ¿Son los santuarios de nuestras iglesias casas de oración? ¿Cómo deberían ser las oraciones de la gente reunida en nuestra adoración? OBJETIVOS DE APRENDIZAJE

1. Ser capaz de explicar el rol de la oración colectiva en la adoración en el templo en Jerusalén. 2. Llegar a algunas conclusiones sobre cómo nuestros santuarios podrían ser casas de oración, y las formas que la oración corporativa podría tener en nuestra adoración.

CITAS

Suba mi oración delante de ti como el incienso, El don de mis manos como la ofrenda de la tarde. –Salmos 141:2 Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso. –Lucas 1:10

Mi casa, casa de oración será llamada. –Mateo 21:13 BOSQUEJO

I. El altar del incienso A. Dios ordenó que debía haber un segundo altar en el tabernáculo y templo, además del altar del holocausto. Este era el altar del incienso (Éxodo 30:1-9). B. El humo que subía del incienso simbolizaba las oraciones del pueblo de Dios ascendiendo a Su trono (Apocalipsis 5:8; 8:3-4). C. Al mandar la quema perpetua de incienso, Dios le estaba diciendo a Su pueblo que no se acercaran a Él excepto con una actitud de oración. II. Oración a favor del pueblo y por el pueblo A. El sacerdote Zacarías tuvo el privilegio de presidir en el altar del incienso para representar al pueblo delante de Dios en oración. B. Él fue al altar del incienso no para orar por él mismo, sino para ofrecer las oraciones del pueblo. Mientras que él oraba por el pueblo, ellos se reunían como un gran cuerpo y oraban también. C. Un ángel le dijo que Dios había escuchado su oración por el pueblo y que el hijo de Zacarías tendría un rol en la redención. III. Una casa de oración A. Jesús dejó en claro que la oración era un aspecto central de la devoción del templo cuando afirmó: “Mi casa, casa de oración será llamada” (Mateo 21:13; Isaías 56:7). B. Jesús no llamó al templo una casa de sacrificios o una casa de predicación. Él lo llamó casa de oración. Debía ser el punto focal del pueblo para la oración. C. ¿Consideramos que nuestros edificios de la iglesia hoy en día son casas de oración? IV. Recuperando el énfasis en la oración para nuestra adoración A. La oración tenía un rol fundamental en las iglesias de los líderes de la Reforma. B. ¿Cómo podemos nosotros los evangélicos recuperar el énfasis en la oración para la adoración? C. Podemos arrodillarnos cuando oramos. En el Antiguo Testamento, inclinarse y arrodillarse era la postura usada en presencia del rey. D. Podemos involucrar a la congregación en la oración dirigida por el pastor, tal como el pueblo se unía a Zacarías en oración. Esto implica oración dirigida. El pastor dirige a la congregación para orar por nombre por varias categorías de personas en necesidad. V. Conclusión

En el antiguo Israel, la función primordial de la adoración era la ofrenda de oración, y así debería ser en nuestras iglesias hoy. Nuestros santuarios deberían ser casas de oración.

ESTUDIO BÍBLICO

1. Una vez al año en el Día de la Expiación, el sacerdote ponía parte de la sangre del sacrificio de expiación en los cuernos en cada esquina del altar del incienso (Éxodo 30:10). Dado el simbolismo del altar del incienso, ¿por qué necesitaría tener la sangre de la expiación sobre él? 2. Salmos es el libro de oración de la Biblia. Era usado cuando la gente se reunía para la oración en el templo. Haz una lista de las cosas por las que la comunidad ora en Salmos 46; 65; 67; y 68. ¿Cuáles son las prioridades de la comunidad en la oración? ¿Cómo expresan esas cosas a Dios? ¿Qué imagen de la adoración colectiva ofrece el Salmo 68? ¿Cómo podrían usarse los salmos para desarrollar nuestro vocabulario de oración colectiva? 3. ¿Cuál era el contenido de la oración que Salomón ofreció en nombre del pueblo cuando el templo fue dedicado en 2 Crónicas 6:12–7:3? ¿Por qué cosas pidió? ¿Qué tipos de oraciones anticipó él que sucederían en el templo? ¿Qué acciones –de Salomón y del pueblo– acompañaron esa oración? ¿Cuál era el objetivo al arrodillarse? 4. ¿Cuáles razones para arrodillarse se dan en Salmos 95:5-7; Marcos 1:40; y Hechos 9:40, 20:36; 21:5?

GUÍA DE DISCUSIÓN

1. ¿Cómo respondes a la idea de que el edificio de la iglesia sea un santuario para orar? ¿Qué parte de eso suena bueno, sorprendente, incómodo, retador, motivante, etc.? 2. ¿Cómo respondes a la idea de que una congregación entera se arrodille a orar? ¿Qué piensas que eso comunicaría a la gente? ¿Cómo les afectaría? 3. ¿Qué formas de oración colectiva has experimentado? ¿Con base en qué criterio evalúas si vale la pena usar estas formas o no?

APLICACIÓN

1. Si estás en una posición de autoridad o influencia en tu iglesia, propón algunas ideas para una oración colectiva basada en tu estudio de este capítulo. 2. Si no estás en una posición para hacer eso, ora por los líderes de tu iglesia para que tomen decisiones sabias con respecto a la oración colectiva. 5

EL SIMBOLISMO EN LA ADORACIÓN

Hace muchos años, cuando era profesor en un seminario en Filadelfia, enseñé un curso sobre la doctrina de la iglesia y los sacramentos. Uno de mis estudiantes se oponía con firmeza a cualquier tipo de ritual o simbolismo, así que cuando llegué a las lecciones sobre la Cena del Señor, él expresó su oposición a los sacramentos de la iglesia. Estaba cada vez más exaltado y dijo: “Profesor Sproul, ¿qué importa si usamos pan y vino en la Cena del Señor o Coca-Cola y sándwiches con mermelada y mantequilla de maní?”. Recuerdo ese momento porque algo visceral ocurrió dentro de mí cuando él hizo esa pregunta. Sin embargo, era mi deber como profesor permanecer tranquilo y conservar la calma, y no reaccionar negativamente a la pregunta. Entonces, miré al estudiante y (con dientes apretados) contesté: “Porque Cristo no consagró Coca-Cola ni sándwiches con mermelada y mantequilla de maní”. Bajo circunstancias extremas –como las de la gente en un campo de concentración, que no puede obtener los elementos tradicionales para celebrar la Cena del Señor– no pienso que Dios esté angustiado si se usan otras sustancias. Pero, históricamente, la iglesia ha tratado de mantener una conexión cercana con lo que Cristo de hecho instituyó. Las Escrituras nos dicen que Cristo ordenó que la Cena del Señor se celebrara con pan y vino, y si realmente queremos adorar a Dios de la manera que Él ordena, deberíamos estar dispuestos a usar esos elementos. En los capítulos subsiguientes, examinaremos los sacramentos de la iglesia del Nuevo Testamento, el bautismo y la Cena del Señor. Primero, sin embargo, debemos hacer una pregunta fundamental: ¿Por qué dio Dios estos rituales a la iglesia, así como dio ritos similares a Su pueblo en el Antiguo Testamento? La comunicación de Dios a Israel era principalmente verbal, lo cual, entendemos, es de central importancia en la historia de la fe y en la vida de la iglesia. Tenemos en alta estima la importancia de la comunicación verbal de Dios con nosotros. Es por esto que, en el protestantismo, ponemos tanto énfasis en el rol y lugar de la Biblia. Llamamos a la Biblia el verbum Dei, la “Palabra de Dios”, o la vox Dei, la “voz de Dios”. Consideramos la comunicación verbal de Dios tan importante para el cristianismo que a lo largo de la historia en la mayoría de las iglesias protestantes el punto focal del santuario ha sido el púlpito, porque es desde esa posición, desde esa pieza del mobiliario, que la Palabra de Dios es proclamada. A través de la historia de la redención, Dios siempre ha acompañado Su comunicación verbal con formas no verbales de comunicación: señales, símbolos, gestos, drama, lecciones con objetos concretos, imágenes y rituales. Estas son ampliaciones y refuerzos no verbales de lo verbal. Dios no solamente habló a Su pueblo Israel; también les mostró cosas. Considera solo algunas de las maneras en las que Dios se comunicó con Su pueblo de forma no verbal. Cuando hizo el pacto con Noé, puso el arcoíris en el cielo y dijo: “Esta es la señal del pacto que yo establezco entre mí y vosotros” (Génesis 9:12a). Antes de hacer Su pacto con Su pueblo en el Sinaí, Él les mostró Su majestad: “vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte… todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera” (Éxodo 19:16b-18). Luego, cuando Dios habló al pueblo a través de Sus profetas, Él frecuentemente mandaba a los profetas a comunicar Su palabra a través de una lección objetiva. Algunas veces estas lecciones no verbales eran extremadamente extrañas, como cuando Dios mandó a Isaías que anduviera desnudo o cuando ordenó a Oseas que se casara con una prostituta. Aun así, estas lecciones objetivas eran una manera visible de comunicar la verdad. Muchos de los ritos que Dios ordenó para el cultus israelita tenían gran peso simbólico. Ya hemos considerado la naturaleza simbólica de los sacrificios y de las ofrendas de incienso en el tabernáculo y el templo. Muchos de los otros ritos del santuario eran simbólicos también. Todo, desde la vestimenta de los sacerdotes hasta el diseño del tabernáculo y el templo, tenía un mensaje no verbal. También estaba la señal del pacto, la circuncisión, y la celebración anual de la pascua. Las señales y símbolos eran elementos comunes en la adoración del antiguo Israel. No es difícil entender por qué Dios eligió comunicarse con Su pueblo de esta manera. Tales señales y símbolos son una parte inherente a la comunicación humana, y los usamos casi intuitivamente. Por ejemplo, cuando hablo en público uso palabras, pero no uso solo palabras. A medida que hablo, mis manos cambian de posición. Me muevo. Frunzo el ceño. Modulo mi voz, cambio de tono. Nada de esto cambia el significado de las palabras que uso. Más bien, estos gestos son elementos adicionales a la comunicación verbal, para reforzar, ampliar y ayudar a transmitir el mensaje. De la misma manera, cuando saludamos a alguien nos acercamos para estrechar la mano de la persona. ¿Qué significa este gesto? Es una señal, una señal física de paz y amistad que refuerza las palabras que decimos. Una de las cosas más frustrantes para mí cuando enseño en la radio es que las personas solamente pueden oír mi voz. No me pueden ver gesticular, mover mis brazos, moverme para arriba y para abajo, y hacer garabatos en el pizarrón para reforzar el mensaje. Para aquellos que crecimos en la era antes de la televisión, nuestro entretenimiento era a través de la radio, y era un maravilloso ejercicio de la imaginación. Yo no solo escuchaba las palabras que se decían en esos dramas de la radio. En mi mente, yo estaba viendo al Avispón Verde o al Llanero Solitario. Tenía una imagen en mi cabeza de Ma Perkins y el joven Dr. Malone de las novelas. Hay una ventaja, en un sentido real, cuando se está restringido simplemente a oír las palabras porque tu mente puede extenderse libremente e inventar las imágenes. Ese poder imaginativo fue atenuado cuando nos volvimos adictos a la televisión. Sin embargo, la televisión nos proporciona la oportunidad de usar comunicación no verbal. De la misma manera, cuando Dios nos habla, no podemos ver Su ceño fruncido, no podemos verlo gesticulando con Sus brazos. No escuchamos las inflexiones de Su voz. La Biblia es Su Palabra escrita, pero es muda. Así que Dios usó señales visuales como parte de Su comunicación con Su pueblo. Junto a Su Palabra escrita, dio una multitud de señales, símbolos, gestos externos y ritos. El propósito, así como en la comunicación humana, era reforzar esa Palabra. Hemos visto que la adoración en el Antiguo Testamento estaba repleta de simbolismo, y eso no fue repudiado ni abrogado en el Nuevo Testamento. De hecho, la era del Nuevo Testamento comienza con una señal poderosa, la aparición de Juan el Bautista. Su mensaje fue breve y sus palabras pocas, pero toda la nación fue atraída a escucharlo por causa de la “señal” que estaba realizando en el río Jordán. Le dijo a la gente que el Mesías estaba en camino, y luego los llamó a someterse al rito de limpieza para prepararlos para la llegada de Cristo. Después, por supuesto, Jesús instituyó el bautismo cristiano y la Cena del Señor. Estos dos sacramentos son las señales y símbolos del Nuevo Testamento. Son dimensiones no verbales de adoración que son excesivamente importantes para la expresión y la experiencia completas de nuestro encuentro con Dios en la adoración. Cuando me refiero a los sacramentos como señales y símbolos, no estoy siendo redundante. Tendemos a usar las palabras señal y símbolo como sinónimos, pero hay una distinción sutil. Una señal apunta más allá de sí misma a otra realidad. La palabra griega semeion se usa frecuentemente en el Nuevo Testamento, particularmente en el evangelio de Juan con respecto al ministerio de Cristo. Jesús no solo predicó y enseñó, sino que dio señales. Los escritores del evangelio pueden decir: “Esta señal [semeion] que Jesús hizo en Capernaum” o “Esta señal que Jesús hizo en Caná”. Estas señales que hizo, tales como convertir el agua en vino en Caná, no eran verbales. Eran no verbales. Jesús hizo algo en el mundo exterior y visible que fue “significativo”, que apuntaba más allá de sí mismo a una verdad más profunda. Un símbolo, sin embargo, es más profundo. Paul Tillich, el teólogo del siglo XX, planteó la distinción a través de una ilustración similar a esta: vas camino a Daytona Beach y ves una señal que dice “Daytona Beach, 14 millas”. La función de esa señal es indicarte el camino, indicarte una realidad que está más allá de sí misma. Pero cuando conduces esas 14 millas en tu carro, ves otra señal que dice “Entrando a Daytona Beach”. La señal que dice “Entrando a Daytona Beach” no es Daytona Beach, pero es diferente a la primera señal en esta sutil manera: no es Daytona Beach, pero forma parte de Daytona Beach. Esto ilustra la sutil distinción que Tillich formuló entre la señal y el símbolo. El símbolo no solo apunta más allá de sí mismo, sino que es en sí mismo parte de la realidad, de tal manera que el símbolo aumenta la intensidad de la señal a otro nivel. Juan Calvino participó constantemente en debates sobre la liturgia y los sacramentos, particularmente sobre la Cena del Señor, porque su afán era que los elementos de la Cena del Señor fueran considerados como símbolos, no como nuda signa, como señales simples o vacías. Él buscó mostrar no solo que las señales apuntan más allá de sí mismas, sino que son parte de la realidad en la que participamos en la Mesa del Señor. Algunos estudiantes me han preguntado: “¿Juan Calvino creía en la presencia real de Cristo en la Cena del Señor?”. Yo respondo: “Absolutamente”, y me miran sorprendidos. Ellos contestan: “No estás hablando en serio. No pensé que los presbiterianos creyeran en la presencia real de Cristo en la Cena del Señor”. Les digo que lean los credos presbiterianos y observen las confesiones. Es un punto central de nuestra doctrina que creamos que Cristo realmente está presente en la Santa Comunión. La postura de Calvino se enfocaba en la palabra sustancia. Cuando Calvino debatía con los luteranos sobre el modo de la presencia de Cristo en la Cena del Señor, él negaba enfáticamente que Cristo estuviera sustancialmente presente en el sacramento. Pero cuando debatía con los zwinglianos, insistía en usar la palabra sustancia con respecto a la presencia de Jesús en la Cena. ¿Calvino estaba contradiciéndose abiertamente? Para nada, porque el término sustancia puede referirse a la sustancia física o puede significar aquello que es real. En un lado de la controversia, la palabra sustancia se enfocaba en la pregunta de si el cuerpo físico de Cristo estaba de alguna manera presente inmediatamente en la Cena del Señor. Calvino decía que el cuerpo de Cristo está en el cielo, no en la mesa de la comunión. Su cuerpo ha ascendido y Él está a la diestra de Dios Padre. Entonces la gente asumía que Calvino pensaba que Cristo realmente no estaba en la Cena del Señor. Calvino les aseguraba que Él está ahí, y está ahí espiritualmente. Entonces la gente respondía: “Ah ¿quieres decir que está en nuestras mentes, está ahí como un memorial, simbólicamente?”. Calvino respondía: “No, Él está ahí realmente. Está ahí en Su naturaleza divina y Su sustancia divina, la cual es real, no imaginaria. Si con espiritual quieren decir ficticio, eso no es correcto. La presencia espiritual real de Jesucristo está en la Mesa del Señor”. El punto no es entrar en una discusión sobre las distintas perspectivas en cuanto a la presencia de Cristo o el significado del sacramento de la Cena del Señor, sino simplemente mostrar lo cruciales que eran los elementos simbólicos o no verbales de la adoración en la mente de los reformadores. Tanto Calvino como Lutero estaban completamente preocupados por mantener, junto con la predicación de la Palabra de Dios, la función de las señales no verbales de la Palabra de Dios, que Él mismo instituyó. Así como los reformadores, nunca debemos subestimar la importancia del elemento verbal de la adoración, la predicación de la Palabra de Dios. Pero no debemos olvidar que Dios, cuando esbozó Su patrón de adoración en el Antiguo Testamento, también estipuló señales visibles, actos tangibles de drama que no están aislados de la Palabra o en contra de la Palabra, sino que están unidos a la Palabra. Es por eso que, por ejemplo, en la mayoría de las iglesias cristianas, no está permitido celebrar el sacramento sin algo de predicación para indicar que la Palabra y el sacramento van juntos. La Palabra es expresada verbalmente, y luego la expresión verbal es respaldada, corroborada y reforzada por el drama de las señales y los símbolos. GUÍA DE ESTUDIO DEL CAPÍTULO 5

INTRODUCCIÓN La comunicación de Dios a Israel era principalmente verbal, pero Él consistentemente reforzaba Su Palabra con señales, símbolos, gestos, drama, lecciones con objetos concretos, imágenes y rituales no verbales. De la misma manera, en el Nuevo Testamento Jesús reforzó Su comunicación verbal del evangelio con señales y símbolos. ¿Por qué se comunica Dios a través de símbolos y cómo quiere hacerlo en nuestra adoración? OBJETIVOS DE APRENDIZAJE

1. Ser capaz de explicar la diferencia entre señal y símbolo. 2. Ser capaz de explicar por qué los símbolos son importantes en nuestra adoración.

CITAS

Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.

Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras? Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón. Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan. –Lucas 24:30-35

BOSQUEJO

I. Introducción: los elementos de la Cena del Señor ilustran una pregunta central A. Usamos pan y vino para la Cena del Señor porque esos son elementos que Cristo usó. B. Históricamente, la iglesia ha tratado de mantener una conexión cercana con lo que Cristo instituyó. C. Si realmente queremos adorar a Dios en la manera que Él señala, debemos estar dispuestos a usar esos elementos. D. Pregunta: ¿Por qué Dios dio tales rituales a la iglesia? II. La primacía de la comunicación verbal de Dios A. La comunicación de Dios a Israel era principalmente verbal. B. Nosotros, por lo tanto, tenemos en alta estima la importancia de la comunicación verbal de Dios con nosotros. C. Enfatizamos el rol de la Biblia como la Palabra de Dios. D. El púlpito, donde la Palabra de Dios es predicada, históricamente ha sido el punto focal de los santuarios protestantes. III. El vínculo entre la comunicación verbal y no verbal A. A lo largo de la historia de la redención, Dios siempre ha reforzado Su comunicación verbal con comunicación no verbal. B. Usó un arcoíris para fortalecer Su pacto verbal con Noé. C. Usó truenos, relámpagos, una nube y un sonido de trompeta para reforzar Su pacto en el Sinaí. D. Mandó a Sus profetas a usar lecciones tangibles, como por ejemplo la desnudez de Isaías. E. Los ritos de Israel (el sacrificio, el incienso, la vestimenta de los sacerdotes, la circuncisión, la pascua, etc.) eran profundamente simbólicos. F. Los humanos naturalmente refuerzan las palabras con acciones, tales como estrechar la mano cuando saludamos a alguien. G. Juan el bautista reforzó su mensaje con la señal del bautismo. H. Jesús instituyó el bautismo cristiano y la Cena del Señor. IV. Señales y símbolos A. Los sacramentos del bautismo y la Cena del Señor son las señales y símbolos del Nuevo Testamento. B. Significa que son dimensiones no verbales sumamente importantes de la adoración completa. C. Una señal apunta más allá de sí misma a otra realidad. D. Un símbolo es una señal que participa en la realidad a la que apunta. Es parte de esa realidad. E. El símbolo aumenta la intensidad de la señal hasta otro nivel. F. Juan Calvino enfatizó que los elementos de la Cena del Señor son símbolos, no señales vacías. El pan y el vino son parte de la realidad en la que participamos en la mesa del Señor. G. Calvino afirmó que Cristo está realmente presente –aunque no físicamente– en la Santa Comunión. Su naturaleza y sustancia divinas realmente están ahí. V. Conclusión

Así como los reformadores, nunca debemos subestimar el elemento verbal de la adoración, pero no debemos olvidar que Dios también ordenó actos tangibles de drama que están unidos con la Palabra. La Palabra es expresada verbalmente, y luego el drama de las señales y símbolos refuerza la expresión verbal. ESTUDIO BÍBLICO

1. En Isaías 20:1-6, ¿por qué le manda Dios a Isaías que ande desnudo por tres años? ¿Qué significa la palabra “señal” en el versículo 3? ¿Qué señala la acción no verbal de Isaías? ¿Cómo está vinculada la señal a la comunicación verbal? 2. En Juan 13:1-7, ¿por qué lavó Jesús los pies de Sus discípulos? ¿A qué apunta esta acción no verbal? ¿Cómo está vinculada esta señal a la comunicación verbal? ¿Cómo se esperaba que los discípulos respondieran a ella con palabras y/o hechos? ¿Cómo se espera que nosotros respondamos? ¿Qué evidencia hay en el texto de que esta acción es, o no es, un drama que deberíamos repetir regularmente? 3. En Juan 6:1-14, Jesús hace algo que Juan llama una “señal” (v. 14). ¿Cuál es la señal? ¿A qué realidad mayor apunta? ¿Cómo está la señal no verbal vinculada a la comunicación verbal en Juan 6:25- 59? ¿Habría tenido la comunicación verbal el mismo impacto sin la señal? ¿Por qué sí o por qué no? 4. Observamos Levítico 16 en el capítulo 2. Léelo otra vez. ¿Eran los sacrificios del Día de la Expiación simplemente señales que apuntaban a una realidad mayor? ¿o eran símbolos que participaban en esa realidad? ¿Cuál es la evidencia? Ver también Hebreos 8:1-6; 9:1-14; 10:1-10.

GUÍA DE DISCUSIÓN

1. ¿Cuál es la diferencia entre una señal y un símbolo? ¿Qué ejemplos puedes dar de una señal que es simplemente una señal y de una que es un símbolo? ¿Por qué es la diferencia importante para nuestra adoración? 2. ¿Qué significa afirmar que la Cena del Señor es un símbolo? ¿En qué sentido es más que una señal desnuda? ¿De qué es un símbolo? ¿Cómo participa en esa realidad mayor? 3. ¿Cuál ha sido tu experiencia de comunicación no verbal en la adoración? ¿Cuáles formas de comunicación no verbal has valorado, si ha habido alguna? ¿Por qué? ¿Cómo ha afectado este capítulo tu visión de la comunicación no verbal en la adoración?

APLICACIÓN

1. Asiste a un servicio de adoración y toma nota de toda la comunicación no verbal que puedas observar. Considera qué es lo que la arquitectura y el diseño interior del espacio de adoración transmiten sobre Dios y el evangelio. Considera cualquier arte visual o la ausencia de este. ¿Qué es lo que transmite? ¿Cómo? Si la hay, ¿qué es lo que la música transmite? ¿Cómo ayuda la música a reforzar la letra o cómo actúa en contra de la letra? ¿Hay algunos olores? ¿Qué hacen los líderes de la adoración con sus cuerpos? ¿Qué hacen los miembros de la congregación con sus cuerpos? ¿Qué comunica la vestimenta de los líderes? 2. Agradece a Dios por las señales y símbolos por medio de los cuales Él refuerza la Palabra del evangelio en tu vida. ¿Por cuáles señales y símbolos específicos estás especialmente agradecido? ¿Por qué? 6

EL BAUTISMO, PARTE 1

Por lo general puedo dejar perplejos a mis alumnos del seminario al hacerles esta pregunta: ¿Quién fue el mayor profeta en el Antiguo Testamento? Cuando hago esa pregunta, los estudiantes entran en una discusión. Algunos dicen que Elías, otros dicen Isaías, algunos mencionan a Jeremías, Ezequiel o Daniel, y el debate sigue. Finalmente respondo: “No, el mayor de los profetas del Antiguo Testamente fue Juan el Bautista”. ¿Cómo imaginas que reaccionan a esa respuesta? Dicen: “Eso no es justo. Él está en el Nuevo Testamento”. Sí, la historia de Juan aparece en la sección de la Biblia llamada Nuevo Testamento, pero el periodo histórico en el cual él operó fue el del antiguo pacto. El nuevo pacto comenzó en el aposento alto, cuando Jesús celebró la pascua con Sus amigos. Fue allí donde Él reinterpretó el significado de la cena pascual y ratificó el nuevo pacto que haría con Su pueblo en Su propia sangre al día siguiente. Jesús dijo: “La ley y los profetas eran hasta Juan” (Lucas 16:16a). La palabra en griego que se traduce “hasta” significa “hasta e incluyendo”. Así que, en términos de la historia redentora, el antiguo pacto todavía estaba en vigor cuando Juan ministró. Eso es importante para que entendamos el significado de su ministerio de bautismo y de la sumisión de Jesús al bautismo en manos de Juan. Juan no es llamado “el Bautista” por su afiliación denominacional, sino por la función que realizó. Literalmente, él era “Juan el bautizador”. Es interesante que él sea llamado Juan el Bautista, dado que realizó más que una función. Su tarea de bautizar solamente complementaba la función principal que fue llamado a realizar en la historia de la redención, que era ser el precursor del Mesías, el heraldo del Rey. Juan es conocido en el Nuevo Testamento, y también en la historia de la iglesia, como “el Bautista” porque al realizar su función principal, él introdujo el bautismo a Israel de una manera tan extraordinaria que llegó a identificársele por esa función más que por su rol como el precursor de Cristo. Pienso que hay una gran confusión en cuanto al bautismo de Juan y el bautismo de Jesús. Muchos cristianos, si no la mayoría, asumen que el bautismo que Cristo instituyó en el Nuevo Testamento (el bautismo que llevamos a cabo en la iglesia hoy) es simplemente una continuación directa del rito iniciado por Juan. Sin embargo, el bautismo del Nuevo Testamento no es idéntico al bautismo de Juan. Hay una continuidad considerable entre los dos bautismos, pero también hay un elemento considerable de discontinuidad. Para ayudar a mitigar esta confusión, vamos a trazar el desarrollo histórico del rito bautista. En el Antiguo Testamento, no había un procedimiento específico señalado para el bautismo, pero un precursor del bautismo fue establecido muy temprano en la historia judía. Luego hubo una innovación o variación importante del bautismo, y después vino un cambio aún más dramático con el ministerio de Juan el Bautista. Las semillas del concepto del bautismo se encuentran en la historia de Noé en el Antiguo Testamento. Las aguas del diluvio fueron el elemento que Dios usó para destruir el mundo, pero también fueron las que hicieron que el arca flotara e hicieron posible que Noé y su familia sobrevivieran. Ellos fueron salvados de las aguas por las aguas, como escribió Pedro: “ocho personas, fueron salvadas por medio del agua” (1 Pedro 3:20b LBLA). El mismo uso dual es visto cuando los israelitas cruzaron el Mar Rojo. Las aguas que se dividieron para que los israelitas pasaran regresaron a su lugar y destruyeron a los egipcios. Pablo escribió que los israelitas fueron “bautizados en Moisés” (1 Corintios 10:2a), mostrando que la liberación en el Mar Rojo fue un tipo de pronóstico o precedente del bautismo del pueblo de Dios en Jesucristo en el Nuevo Testamento. El agua tuvo un papel importante en la liturgia israelita, donde uno de los artefactos en el tabernáculo y el templo era la fuente. Los sacerdotes debían lavarse en la fuente como parte del rito de purificación. Este rito tenía un significado simbólico–mostraba que los sacerdotes estaban sucios. La idea era que, como pecadoras, las personas vienen a la presencia de Dios como criaturas contaminadas. Los sacerdotes necesitaban pasar por un rito litúrgico en la fuente de lavamiento que simbolizaba la necesidad de las personas de ser limpiadas del pecado. Cuando yo estaba en el seminario, mi mentor, el Dr. John Gerstner, generalmente predicaba en una de las pequeñas iglesias rurales en Pittsburgh y sus alrededores los domingos por la mañana. Un día los ancianos se reunieron con él antes del servicio y le preguntaron si podía dirigir un servicio de bautismo para niños. Le explicaron que tenían una tradición particular en su servicio de bautismo que querían que él siguiera. “Cuando los padres presentan a su hijo para el bautismo, les damos una rosa blanca que se pone en el vestido bautismal o la ropa del niño que está siendo bautizado”, le comentaron los hombres. El Dr. Gerstner preguntó qué era lo que representaba la rosa blanca, y ellos respondieron que representaba la inocencia. “Ah, ya”, contestó. “¿Así que quieren que les dé una rosa blanca que simboliza la inocencia del niño y luego quieren que lo bautice con agua?”. “Sí”. “¿Qué simboliza el agua?”, preguntó el Dr. Gerstner. “Limpieza”, contestaron. “¿Limpieza de qué?” “Bueno, del pecado”. El Dr. Gerstner replicó: “Hay algo aquí que no entiendo”. Ellos captaron el punto, y ese fue el final de la tradición de la rosa blanca en esa iglesia. Si los bebés son inocentes, no necesitan ser bautizados. Dios instituyó el ritual del lavamiento en la fuente del tabernáculo para señalar que todo ser humano necesitaba ser lavado porque todo ser humano ha sido contaminado por el pecado. Todos los bebés que nacen en este mundo nacen en pecado. Aunque aún no sea culpable de ningún pecado concreto, cada niño carga el peso de la naturaleza humana caída, llevando el pecado original. El pecado original no es el primer pecado de Adán y Eva, sino el resultado del primer pecado, es decir, la caída de la raza humana a la corrupción. Como David clamaba en el Antiguo Testamento: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Salmo 51:5). A medida que la historia de Israel progresaba, se desarrolló un ritual llamado bautismo de prosélitos. Un prosélito es un convertido de una religión a otra. No encontramos un énfasis fuerte en el evangelismo al observar la vida comunitaria del pueblo judío en el Antiguo Testamento. De hecho, el judaísmo moderno considera reprensible el evangelismo de la agenda cristiana. Los judíos a menudo son francos en este punto. Ellos piensan que los cristianos no deberían hablarles a los judíos sobre el cristianismo, sino guardárselo para ellos mismos porque, después de todo, los judíos no hacen proselitismo con otras personas. Les he preguntado a mis amigos judíos si ellos creen que el judaísmo es la verdad y ellos responden que sí. Luego les pregunto: “¿Creen que mi convicción de que Cristo es el Hijo de Dios es la verdad?”, y ellos dicen que no. La siguiente pregunta es: “¿Así que piensan que me he desviado de la verdad al abrazar esta distorsión que según ustedes desvirtúa el monoteísmo y la pureza de la fe una vez dada a Moisés?”. Ellos responden que sí a eso. Entonces concluyo preguntando: “Si ustedes creen que no tengo la verdad, ¿por qué no se preocupan por mí lo suficiente como para sacarme del error y llevarme a la familia de la fe? Si se preocupan por mí, si realmente piensan que lo que creen es la verdad, ¿por qué no me hablan sobre ella?”. En ese punto, por lo general se rascan la cabeza y no dicen nada. Los judíos tienen una antipatía hacia el evangelismo que está profundamente arraigada en su historia. Es por eso por lo que no vemos mucho evangelismo en el Antiguo Testamento. No obstante, el mandato estaba ahí. Cuando Dios hizo Su pacto con Abraham, Él llamó a Abraham y al pueblo de Dios a ser luz para las naciones. Vemos la historia de Jonás, quien fue llamado a ser misionero, lo cual implicaba proselitismo. Él fue en busca de los paganos y los condujo a la familia de la fe. Así que, aunque no vemos un gran énfasis en el evangelismo y alcance misionero en el Antiguo Testamento, esto ciertamente ocurrió. Dios eligió a los judíos de entre todas las naciones del mundo para ser una nación santa, Su pueblo del pacto. Había una distinción drástica entre los judíos y los otros grupos étnicos conocidos como los “gentiles”. Un gentil era un no judío, alguien que era parte de uno de los muchos otros grupos étnicos o naciones. Los judíos consideraban a los gentiles como extraños, forasteros y ajenos al pacto; y lo eran. Estaban fuera de la comunidad del pacto, fuera de la familia de Israel. Ya que eran extraños, forasteros y ajenos a la familia de la fe, eran considerados impuros. En lugar de sentir lástima por los gentiles y tratar de alcanzarlos, los judíos desarrollaron gradualmente un orgullo en su estatus como pueblo escogido de Dios y llegaron a rechazarlos. Había ciertos procesos a través de los cuales debían pasar los judíos para llegar a ser verdaderos miembros de la familia de la fe. El varón debía ser circuncidado de bebé y luego, a los trece años, debía pasar por un rito similar a la confirmación cristiana, el bar mitzvah. La palabra en hebreo bar significa “hijo de”. Por ejemplo, el nombre Simón Bar-Jona significaba “Simón, hijo de Jonás”. La palabra mitzvah se basa en la palabra hebrea que significaba “mandamiento”, así que un hombre judío a los trece años llegaba a ser un “hijo del mandamiento”. Habiendo estudiado las enseñanzas de la Torá, él las abrazaba para sí mismo y profesaba su fe en las enseñanzas de la ley y los profetas. Entonces se convertía en un miembro pleno de la comunidad del pacto. De modo que dos cosas se requerían de los hombres judíos, la circuncisión y una profesión de fe. Asimismo, las mujeres judías pasaban por sus propios ritos de confirmación, y luego eran miembros plenos de la comunidad del pacto. ¿Qué pasaba con un gentil que quería convertirse al judaísmo? Era posible para un gentil entrar al judaísmo, pero el varón tenía que hacer tres cosas. Tenía que ser circuncidado y hacer una profesión de fe (es decir, recibir las enseñanzas de Moisés), lo cual también debían hacer los hombres judíos. Adicionalmente, el varón gentil tenía que pasar por un ritual llamado bautismo de prosélitos. Tenía que pasar por un rito de limpieza, porque como gentil era considerado impuro. En el Nuevo Testamento, particularmente en el libro de Hechos, vemos que la iglesia primitiva tenía que lidiar con diferentes grupos de personas a su alcance. Había judíos, samaritanos y gentiles. También había un grupo llamado los temerosos de Dios. Cornelio, el centurión romano a quien Pedro le predica en Hechos 10, es denominado un temeroso de Dios. Un temeroso de Dios era un gentil convertido al judaísmo y que había cumplido con todos los requisitos excepto la circuncisión. Es fácil imaginar que un varón gentil adulto que deseaba entrar al judaísmo dijera: “Amo el judaísmo, así que abrazaré su fe y tomaré el baño, pero pasaré de la circuncisión”. Ellos no tenían anestesia para hacer que la cirugía fuera más llevadera como hoy en día, así que esas personas eran consideradas gentiles temerosos de Dios. Eso significaba que eran creyentes en el judaísmo, pero no habían cumplido con todos los requisitos para una completa membresía en la comunidad del pacto. Por eso es significativo que el Pentecostés se repita en Hechos. En el día de Pentecostés, el Espíritu Santo fue derramado sobre personas de todas las naciones, pero todos eran judíos de diferentes ciudades (Hechos 2). Todos habían venido a Jerusalén para el festival judío. Luego, el Espíritu vino sobre los creyentes samaritanos (Hechos 8), sobre los temerosos de Dios en la familia de Cornelio (Hechos 10), y finalmente, sobre los gentiles en Éfeso (Hechos 19). Así que, a todos estos grupos les fue dado este derramamiento del Espíritu Santo en el libro de Hechos. En el antiguo Israel, el rito bautismal era limitado a los gentiles. Cuando Malaquías murió, la voz de la profecía cesó en Israel, y por cuatrocientos años Dios estuvo en silencio. El oficio profético fue interrumpido. Hubo una suspensión de la revelación especial a través de la boca de los profetas. Pero la última profecía del Antiguo Testamento predijo que, antes de la venida del Mesías, Elías regresaría (Malaquías 4:5), y por tanto los judíos continuaron atentos a la reaparición de Elías. Hoy en día, cuando los judíos celebran la pascua, siempre hay una silla vacía en la cabecera de la mesa. La silla está ahí en caso de que Elías llegue. Los judíos todavía están esperando al Mesías y una de las razones por las que lo están esperando es que creen que Elías no ha venido. Ya que Malaquías dijo que Elías debía venir, el hecho de que aparentemente no lo ha hecho significa que el Mesías tampoco ha venido. Después de cuatrocientos años de silencio profético, vino un hombre del desierto que se vestía y actuaba como Elías, y que vino como un profeta. El Nuevo Testamento ve a Juan no solo como uno entre muchos profetas sino como el profeta por excelencia ya que Él no solo profetizó la futura venida del Mesías. Su rol, como el ángel le explicó a Zacarías, era ser el precursor o el heraldo del Mesías. Juan debía presentar al Mesías y anunciar la presencia del Rey. Él vino para anunciar el advenimiento de Cristo. El mensaje de Juan era básicamente de arrepentimiento. Lo primero que dijo fue: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2). En otras palabras, él llamó a la gente a arrepentirse no porque el reino de Dios vendría algún día en un futuro distante sino porque venía muy pronto. La fuerza de su lenguaje era que el reino estaba a punto de irrumpir. Él utilizó dos imágenes muy significativas para respaldar esa afirmación, dijo que el hacha estaba puesta a la raíz del árbol y que el aventador estaba en la mano del Mesías (Mateo 3:10-12). Estas imágenes transmitían la idea de que el momento crítico, el momento del juicio supremo de la tierra, estaba cerca porque el Mesías estaba a punto de aparecer en el escenario de la historia. Juan básicamente les dijo a los judíos: “No están listos”, y los llamó a arrepentirse. Él no solo los llamó a arrepentirse, también los llamó a ser bautizados. Esto era tan radical que Juan probablemente estuvo en peligro de ser ejecutado por herejía o blasfemia. Él llamó al pueblo judío a someterse a un ritual que hasta ese momento había sido reservado exclusivamente para paganos y gentiles. La esencia de su mensaje era esta: “A los ojos de Dios en este momento, ustedes son un pueblo tan pecador y contaminado que es como si fueran gentiles. Así que, arrepiéntanse y sean bautizados”. Era como si Dios les estuviera diciendo a través de Juan: “Mi propio pueblo es impuro y Mi propio pueblo necesita limpiarse”. En respuesta al llamado de Juan, miles de personas comunes acudieron a él. Estaban emocionados por su mensaje de que el Mesías estaba por llegar. Se daban cuenta de que eran pecadores y sabían que no estaban listos para encontrarse con el Mesías. Así que, voluntariamente se sometieron al bautismo en manos de Juan. Solo los fariseos y saduceos, el clero, los oficiales de Jerusalén, objetaron. Dijeron: “Este loco le dice al pueblo que deben actuar como los gentiles. Pero nosotros no necesitamos limpieza, somos los hijos de Abraham”. En respuesta Juan dijo: “¡Generación de víboras! … Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras” (Mateo 3:7b-9). Había un conflicto tremendo entre Juan y las autoridades religiosas. En medio de todo esto, apareció Jesús. Cuando vino, Juan cantó el Agnus Dei, declarando: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29b). Luego, para total asombro de Juan, Jesús le pidió que lo bautizara. Juan trató de evitarlo, y le dijo: “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” (Mateo 3:14b). Era como si Juan estuviera diciendo: “¡Que Dios no lo permita! No te puedo bautizar, eres el Cordero sin mancha. Eres libre de pecado; eres el Mesías. Sería una distorsión de la teología si yo te bautizara. Jesús, Tú debes bautizarme a mí”. Jesús respondió: “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia” (Mateo 3:15b). Juan fue persuadido, así que fueron al Jordán y Jesús fue bautizado por Juan. ¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo: “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia”? ¿Qué debía hacer el Mesías para ser el Cordero de Dios, para hacer expiación por el pueblo de Israel? Sabemos que Jesús vino a morir por nuestros pecados, pero ¿por qué no simplemente bajó del cielo el Viernes Santo, fue a la cruz, resucitó en el día de pascua y regresó al cielo? Fue porque la obra de Cristo en la cruz era solo la mitad de Su misión. Para que Jesús muriera por nuestros pecados, primero era necesario que cumpliera con el rol que Adán no cumplió. Tenía que cumplir toda justicia. Jesús debía pasar la prueba en el desierto, debía resistir a la tentación y debía obedecer la ley de Dios. En otras palabras, somos salvados por dos cosas: la muerte de Cristo y la vida de Cristo. La muerte de Cristo cubre nuestro pecado, pero la vida de Cristo proporciona el mérito y la justicia que debemos tener a fin de que podamos entrar al cielo. Así que, la vida de Jesús es tan importante para nosotros como lo es Su muerte. Él vivió para cumplir toda la ley de Dios. Ahora bien, Dios había añadido una nueva ley a través de Juan el Bautista. Debemos recordar que Juan era un profeta de Dios. Estaba actuando como Elías, aunque había una confusión en cuanto a eso. Los fariseos le preguntaron a Juan: “¿quién eres tú? ... ¿Eres Elías?”. Y Juan respondió: “No soy” (Juan 1:19b-21b), pero Jesús afirmó: “Mas os digo que Elías ya vino”, y Sus discípulos “comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista” (Mateo 17:12-13). Jesús no estaba diciendo que Juan el Bautista era la reencarnación de Elías. Él confirmó lo que el ángel le dijo al padre de Juan, Zacarías: “irá delante de él [el Mesías] con el espíritu y el poder de Elías” (Lucas 1:17a). El ministerio de Juan era la reanudación, la renovación, del oficio de Elías. Así que Juan, hablando como un profeta del orden de Elías, mandó a todo el pueblo de Dios que se bautizara en preparación para el nuevo pacto. Por tanto, cuando Jesús vino a Juan para ser bautizado, Él dijo, en efecto: “Tengo que cumplir todos los requisitos, no porque sea un pecador, sino porque debo representar a la nación. Ya que se le requiere a la nación que se circuncide, yo debo ser circuncidado, y ya que ahora se le requiere a la nación que sea bautizada, yo debo someterme al bautismo”. Jesús se sometió al bautismo en obediencia a Su Padre. Hay cierta continuidad entre el bautismo que Juan administró y el que nosotros experimentamos. Ambos bautismos representan una limpieza del pecado y ambos representan una participación en el reino de Dios, entre otras cosas, pero el significado del bautismo en el Nuevo Testamento tiene un contenido mucho más amplio que el significado limitado que encontramos en el bautismo de Juan. Los dos bautismos no son la misma cosa. El bautismo que es dado en la fórmula trinitaria y que es ordenado en el Nuevo Testamento a la iglesia tiene un contenido, significado e importancia mucho más profundos y amplios. Vamos a dirigir nuestra atención a ese tema en el siguiente capítulo. GUÍA DE ESTUDIO DEL CAPÍTULO 6

INTRODUCCIÓN Juan el Bautista fue el último y más grande profeta del antiguo pacto. Él vino como un profeta del orden de Elías, renovando el oficio de Elías, para preparar al pueblo para el Mesías. Su bautismo tenía sus raíces en antecedentes del Antiguo Testamento; está relacionado con el bautismo que practicamos, pero no es idéntico. OBJETIVOS DE APRENDIZAJE

1. Ser capaz de explicar los antecedentes de nuestro bautismo en el Antiguo Testamento. 2. Ser capaz de explicar el significado del bautismo de Juan el Bautista.

CITAS

He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre. –Salmos 51:5

(Juan afirmó:) Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. –Mateo 3:11 BOSQUEJO

I. Introducción A. Juan el Bautista fue el último y más grande profeta del antiguo pacto. B. El bautismo que practicamos actualmente no es idéntico al bautismo de Juan. Hay una continuidad considerable, pero también discontinuidad. II. Las raíces del bautismo en el Antiguo Testamento A. El bautismo en sí no era practicado en el Antiguo Testamento, pero hubo antecedentes. B. Un precursor del bautismo fue la historia de Noé. Dios usó las aguas del diluvio para destruir el mundo, pero usó las mismas aguas para salvar a Noé y su familia. C. De la misma forma, las aguas del Mar Rojo destruyeron a los egipcios pero salvaron a los israelitas. D. El lavamiento con agua en la fuente era importante en la liturgia israelita. Simbolizaba la necesidad de limpieza del pecado que tenían los sacerdotes. III. La necesidad de limpieza A. Todo bebé que nace en el mundo lleva el peso de la naturaleza humana caída. B. El pecado original no fue el primer pecado; es el resultado de ese primer pecado. Es la caída de la raza humana en la corrupción. IV. La limpieza de los convertidos al judaísmo A. No vemos un gran énfasis en el alcance misionero en el Antiguo Testamento, pero el mandato está ahí. B. Los no judíos o “gentiles” eran considerados impuros porque estaban fuera de la familia de la fe. C. Para que un varón judío fuera un verdadero miembro de la familia de la fe, necesitaba ser circuncidado de bebé y luego pasar por una profesión de fe a la edad de trece años. D. Para que un varón no judío llegara a ser miembro de la familia de la fe tenía que ser circuncidado, hacer una profesión de fe y pasar por un ritual de limpieza llamado bautismo de prosélitos. E. En el libro de Hechos leemos sobre los temerosos de Dios, los gentiles que habían cumplido con todos los requisitos de la conversión excepto la circuncisión.

V. El bautismo de Juan el Bautista A. La última profecía del Antiguo Testamento prometía que Elías regresaría antes de que viniera el Mesías. B. Después de cuatrocientos años de silencio profético, Juan vino vestido y actuando como Elías, para ser el precursor del Mesías. C. Juan le dijo a la gente que se arrepintiera porque el reino de Dios estaba a punto de llegar. D. Juan le dijo al pueblo que necesitaban pasar por el rito de limpieza que anteriormente era solo para los gentiles. Dios estaba diciendo a través de Juan que Su pueblo era impuro. E. Juan no quería bautizar a Jesús porque él sabía que Jesús era el Mesías sin pecado. F. Jesús insistió en ser bautizado porque Dios había ordenado el bautismo, y la vida de Jesús era para cumplir todos los mandamientos de Dios después de que Adán no había logrado hacerlo. Jesús estaba representando a la nación. G. Como el bautismo de Juan, nuestro bautismo representa la limpieza del pecado y la participación en el reino de Dios. Pero nuestro bautismo también tiene otros significados más profundos.

ESTUDIO BÍBLICO

1. De acuerdo con Éxodo 30:17-21, ¿cuándo necesitaban lavarse los sacerdotes en la fuente? ¿Por qué en ese momento? ¿Qué pasaba si no lo hacían? ¿Qué crees que este castigo comunicaba? 2. ¿Bajo qué circunstancias tenían que lavarse los que no eran sacerdotes para la limpieza ritual antes de acercarse a Dios en Su tabernáculo (Levítico 14:1-9; 15:1-33)? Estas circunstancias no eran actos de pecado, pero eran señales que representaban la impureza ritual. ¿Cómo es que esta limpieza ritual repetida entrenaría las mentes de aquellos que la practicaban? 3. ¿Qué rol tenía el lavamiento en agua en la historia de 2 Reyes 5? ¿Cuál era el propósito? La lepra fue discutida en Levítico 14:1-9. ¿Por qué sería la lepra una imagen viva del pecado? ¿Por qué es relevante que el leproso en 2 de Reyes 5 fuera un gentil? ¿Qué rol tuvo la fe en lo que pasó en esta historia? 4. ¿Qué observas sobre Juan y su bautismo en los siguientes pasajes: Lucas 3:1-20; 7:18-35? ¿Cuál era el mensaje de Juan? ¿Qué significaba el “arrepentimiento” para él? ¿Qué tipo de acciones esperaba él que acompañaran al arrepentimiento? ¿Basados en qué evidencia afirmamos que Juan fue el mayor profeta del antiguo pacto? GUÍA DE DISCUSIÓN

1. ¿Qué es el pecado original? ¿Por qué creemos que los bebés nacen con pecado original? ¿Qué impacto tiene en nuestras vidas si entendemos qué es el pecado original? 2. ¿Cómo es que la historia de Noé es un precursor del bautismo? ¿Qué significa la afirmación de que los israelitas eran “bautizados en Moisés”? ¿Por qué importa que haya habido precursores del bautismo en el Antiguo Testamento? 3. ¿Cómo explicarías el significado del bautismo de Juan?

APLICACIÓN

1. Agradece a Dios que has sido limpiado del pecado y adoptado en la familia de la fe. Dile a Dios cómo eso hace una diferencia para ti. 2. ¿Te está llamando Dios a alguna acción que sea fruto del arrepentimiento? Si es así, ¿de qué te estás arrepintiendo y qué acción necesitas realizar? 7

EL BAUTISMO, PARTE 2

En mi experiencia, he encontrado que la persona promedio en la iglesia hoy en día tiene poco entendimiento del significado del bautismo del Nuevo Testamento. De hecho, como alguien que ha participado en una gran cantidad de exámenes de ordenación, puedo decir que pocos ministros comprenden el amplio significado del bautismo como lo entendemos apostólica e históricamente. Creo que todos saben que el bautismo es una señal de limpieza, pero es mucho más que eso. Tiene referencias a muchas dimensiones de la vida cristiana. Es importante que entendamos estas referencias por varias razones. Primero, como hemos visto, Dios usa señales y símbolos no verbales para reforzar y enfatizar las promesas verbales que Él hace. Segundo, el bautismo del Nuevo Testamento no es simplemente una señal; es la señal. En el antiguo pacto, el pacto que Dios hizo con Abraham, la señal era la circuncisión. La señal del nuevo pacto es el bautismo. Tercero, es fácil, como hemos visto, volviendo a la diferencia entre Caín y Abel, que una persona cumpla con la señal externa y pase por alto el significado, ya sea porque el significado no es entendido por la mente o, como en el caso de Caín, este no es entendido en el corazón. El resultado es que la señal termina siendo árida o vacía. Si vamos a seguir con estas señales en la vida de la iglesia, es imperativo que entendamos lo que significan. Incluso eso no es suficiente. Tenemos que abrazar el significado detrás de estas señales con nuestros corazones si vamos a agradar a Dios. Cuarto, somos llamados, como discípulos de Jesús, a dar la señal del bautismo a cada cristiano. Por causa de esto, es importante que entendamos lo que es y lo que hace. Cuando hablamos del bautismo del Nuevo Testamento, estamos hablando de esa señal que Jesús estableció cuando mandó a Sus discípulos, diciendo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). Como vimos, esto era diferente del bautismo que fue practicado por Juan el Bautista. El bautismo de Juan no era una señal del pacto. Su bautismo era simplemente una señal de arrepentimiento dada a los judíos en preparación para la venida del Mesías. Entonces, la pregunta frente a nosotros es esta: ¿Qué significa el bautismo del Nuevo Testamento, el bautismo que fue instituido por Jesús? Hay varias respuestas posibles. En primer lugar, el bautismo es la señal del nuevo pacto. Un pacto es un acuerdo que implica promesas y obligaciones. En la Biblia, un pacto es una promesa de Dios, y el nuevo pacto es la promesa de Dios de salvación a través de la fe en la persona y obra de Jesucristo. En la noche de Su traición, mientras Jesús celebraba la cena de la pascua con Sus discípulos, tomó la copa y dijo: “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados” (Mateo 26:28). Al derramar Su sangre, al dar Su vida, Jesús hizo expiación por los pecados de Su pueblo, y la promesa del nuevo pacto es que, si ponemos nuestra confianza en Cristo, en Su justicia y en Su expiación, Dios nos dará salvación, vida eterna con Él. El bautismo es la señal de ese pacto. En el sentido más amplio, el bautismo representa todo lo que Dios promete a Su pueblo en el nuevo pacto. Es una señal de todos los beneficios que Él nos concede. La señal del antiguo pacto, el pacto que Dios hizo con Abraham y con Israel, era la circuncisión. ¿Qué significaba la circuncisión? Los eruditos del Antiguo Testamento nos dicen que tuvo un significado positivo y uno negativo. El significado positivo era que Dios consagraba a la persona que la recibía y a la nación judía. Él los separaba, eran marcados como si fueran cortados del resto del mundo, un pueblo con el que Dios había entrado en una relación especial de pacto y redención. El significado negativo era que la persona decía, en esencia: “Dios, si dejo de guardar los términos del pacto, que sea yo cortado de todos Tus beneficios. Que sea cortado de Tu presencia tal como ha sido cortado el prepucio de mi carne”. De modo que la circuncisión era una señal tanto positiva como negativa. Muchos de los eruditos del Nuevo Testamento creen que ese aspecto dual es arrastrado al nuevo pacto. Creen que, así como el bautismo es una señal de todas las bendiciones que son prometidas a aquellos que reciben a Cristo, también es una señal de la maldición que caerá sobre nosotros si repudiamos los términos del nuevo pacto. Nos hundiremos en nuestros pecados y seremos desbordados por la inundación de la ira de Dios por nuestra apostasía. En segundo lugar, el bautismo es una señal del nuevo nacimiento. En Juan 3, Jesús tuvo una conversación con un fariseo llamado Nicodemo que vino a Él en la noche. Jesús le dijo: “el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios… el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:3-6). Este es un pasaje muy difícil, y los teólogos y exegetas han estado divididos por siglos en cuanto al significado preciso de las palabras de Jesús. Claramente, sin embargo, Él estaba hablando de la transformación espiritual que los teólogos llaman regeneración. ¿Qué es la regeneración? La raíz de la palabra regeneración es la palabra griega genao, que significa “ser, llegar a ser o suceder”. La misma raíz se encuentra en la palabra genesis, como el libro de Génesis, que tiene que ver con el comienzo. Observamos que la palabra regeneración empieza con el prefijo re, que significa “otra vez”. Cuando rehacemos algo, releemos algo, o reedificamos algo, hacemos esa actividad otra vez. Así que tenemos una nueva génesis–una nueva generación, un nuevo nacimiento; es como empezar de nuevo. Eso es lo que significa regeneración, pero ¿cuál es el contenido de esta palabra doctrinalmente? ¿Qué ha entendido la iglesia que sucede cuando un ser humano pasa por una regeneración? Claramente es un génesis espiritual porque Jesús hace una distinción entre la carne y el espíritu. Cuando Jesús habló de la “carne”, no estaba pensando solo en el cuerpo. Sabemos esto porque Él no usó la palabra en griego soma, que puede hacer referencia específicamente al cuerpo físico de una persona. En lugar de eso, usó la palabra sarx, que también se puede referir al cuerpo físico, pero específicamente hace referencia en la Biblia a nuestra naturaleza pecaminosa: ese estado caído y corrupto en el que nacemos. Jesús dijo que esta “carne”, esta naturaleza caída, de nada aprovecha–y Martín Lutero comentó que ese nada no es un pequeño algo. La Biblia nos dice que cuando venimos a este mundo como criaturas caídas, criaturas de la carne, estamos vivos biológicamente. Tenemos lo que el idioma griego llama bios, que significa “vida”. Pero estamos en un estado llamado “carne”, un estado pecaminoso que no sirve de nada. En otras palabras, nos encontramos en un estado de muerte espiritual. Necesitamos ser resucitados a vida nueva para responder a Dios. En términos espirituales, la Biblia dice que la gente caída está en enemistad con Dios. El único sentimiento de su disposición con respecto a Dios es la renuencia hacia Dios. Los paganos, los incrédulos, nunca están en un estado neutral con respecto a Dios. En sus corazones, son anti-Dios, son fugitivos de Dios, lo rechazan, se niegan a tenerlo en el pensamiento y su disposición natural es la oposición hacia el Dios vivo. Claramente entonces, tales personas necesitan una regeneración espiritual, un cambio fundamental en sus corazones. La comprensión de la regeneración difiere de una iglesia a otra en formas sutiles y a veces insignificantes. Pero además del dispensacionalismo, que apareció en el siglo XIX como una desviación de la ortodoxia, el resto del mundo cristiano está de acuerdo en por lo menos esto: el punto esencial de la regeneración es que Dios trabaja internamente en el alma de una persona y cambia la disposición de su corazón. En otras palabras, la regeneración siempre ha sido vista como el antídoto para el pecado original. La doctrina del pecado original describe la magnitud de la naturaleza caída y corrupta que heredamos de Adán. Desafortunadamente, la Iglesia Católica Romana tiene un punto de vista del pecado original, los luteranos tienen otro, los metodistas otro, los presbiterianos otro, y así sucesivamente. Estas denominaciones no están de acuerdo en los detalles del pecado original, y esa es principalmente la razón por la que no están de acuerdo en los detalles de la regeneración. Pero cada uno está de acuerdo en que la humanidad está seria y radicalmente caída por naturaleza, y que la regeneración resuelve esta corrupción inherente y heredada. Independientemente de cómo entendamos la regeneración, el bautismo es una señal de esta. El bautismo simboliza el nuevo nacimiento. Es una señal de resurrección espiritual, de renovación espiritual, de haber sido traídos de la muerte espiritual a la vida espiritual, y la iglesia ha entendido este significado desde sus primeros días. En tercer lugar, el bautismo es una señal de nuestra identificación con Cristo. Hay dos aspectos de Cristo que se representan en el bautismo: Su humillación y Su exaltación. Veámoslos en el orden invertido. El apóstol Pablo describe a Jesús como “el primogénito de entre los muertos” (Colosenses 1:18), y escribió a los romanos: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (8:29). Pablo estaba afirmando que si bien Cristo fue el primero en ser exaltado al ser resucitado corporalmente de entre los muertos, no será el último, porque todos los que son de Él serán resucitados de la muerte también. Cristo fue resucitado de entre los muertos como el primero entre muchos hermanos. Él es “primicias de los que durmieron” (1 Corintios 15:20). Nosotros los que le pertenecemos seremos resucitados a vida eterna un día. Pero las bendiciones no terminan ahí. Cristo ha sido designado “heredero de todo” (Hebreos 1:2), y Pablo nos describe como “herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Romanos 8:17). Cuando Cristo fue resucitado de los muertos, heredó la realeza. Jesús afirmó que llegaría un día cuando Él les diría a los justos: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34). Heredaremos un reino porque estamos en Cristo. Todo lo Suyo es nuestro. Alguna vez escuché a mi mentor, el Dr. John Gerstner, explicar la justificación e imputación de la justicia de Cristo. Él dijo: “En la justificación, cuando pones tu fe en Cristo, confías verdaderamente en Él para tu salvación, todo lo que Cristo es y todo lo que Cristo tiene llega a ser nuestro ante los ojos de Dios”. Cuando escuché esto me di cuenta de que cuando Dios me ve, Él ve el mérito de Cristo. Mi salvación no descansa en mi desempeño, sino en el de Él. Por eso en el capítulo anterior insistí en la idea de que somos redimidos no solo por la muerte de Cristo, sino también por Su vida. Él cumplió cada jota y tilde de la ley y ganó la bendición que había sido prometida al pueblo del antiguo pacto, a todo el que guarda la ley. Jesús guardó la ley por ti y por mí y recibió la recompensa por nosotros. Tenemos estas maravillosas promesas de que participaremos en la gloria que el Padre le ha otorgado a Cristo. Iremos al cielo, seremos reyes y sacerdotes, heredaremos el reino que el Padre ha preparado para Su Hijo amado. Dios va a incluirnos en la exaltación de Su Hijo. Esas son las maravillosas promesas que Pablo nos comunicó. Pero cada vez que lo hizo, nos advirtió que a menos que estemos preparados y dispuestos a participar en la humillación y las aflicciones de Cristo, Su heredad no nos pertenecerá. Escucho quejas de gente en la iglesia que pregunta: “¿Cómo es que Dios permite que los cristianos sufran de la manera en que lo hacen?”. Escucho a predicadores decir: “Como cristianos, no se supone que debamos sufrir”. Cuando escucho eso, quiero responder: “Tú eres un falso profeta”. No solo se nos permite sufrir, sino que es nuestra vocación como cristianos. Nuestro Salvador fue un Salvador sufriente, Varón de dolores y experimentado en quebranto, quien soportó múltiples aflicciones. El Nuevo Testamento nos dice muchas veces que nos preparemos para lo mismo. Sufrimos, si es necesario, por un tiempo. Pedro afirmó: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese” (1 Pedro 4:12). Lo extraño es cuando disfrutamos de una relativa libertad de las aflicciones en este mundo. El tiempo en el que las aflicciones terminen llegará cuando pasemos a través del velo. Si alguna persona que lea este libro va a mi funeral, espero que no llore por mí. Pueden llorar por mí la semana antes de que muera, si estoy asustado o padeciendo, pero cuando dé mi último aliento fugaz y mi alma inmortal escape al cielo, estaré brincando de gozo en las calles de oro y mi más grande preocupación, si tengo alguna, será mi esposa aquí afligida. Cuando muera, seré identificado con la exaltación de Cristo. Pero por ahora, soy identificado con Su aflicción. Por supuesto que a ninguno de nosotros nos gusta sufrir por ninguna razón. Sin embargo, si alguien me difama por mi defensa del evangelio o me lastima porque soy cristiano, ese es un tipo de dolor o sufrimiento. Pero despertarse a media noche por una úlcera sangrando es un tipo de sufrimiento diferente. Cuando estamos sufriendo en nuestra guerra con las fuerzas paganas que están en contra de nosotros, de alguna manera es más fácil de llevar porque sabemos que lo estamos soportando por causa del evangelio. Pero cuando nos despertamos con un terrible dolor y nos llevan apresuradamente a una sala de emergencias, ¿cómo se relaciona eso con el reino de Dios? Veámoslo de esta manera. ¿Cuál es la diferencia entre si soy atacado por la hostilidad del ser humano hacia las cosas de Dios o si soy afligido por las fuerzas del pecado y la oscuridad a través de afecciones corporales? La enfermedad es parte del mundo caído. Es parte del reino de este mundo. Soportar esa aflicción es dar el mismo testimonio de la redención que es nuestra en Cristo como si lleváramos la aflicción de las persecuciones del emperador Nerón. Nuestra respuesta espiritual a la enfermedad no debería ser diferente de nuestra respuesta espiritual a la persecución. En Colosenses, Pablo hizo una afirmación misteriosa: “cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia” (Colosenses 1:24). Apelando a ese pasaje, la Iglesia Católica Romana desarrolló un sistema de mérito para los santos que realizan obras de supererogación, personas como los mártires. La Iglesia Romana decía que hay un tesoro de méritos que incluye el mérito de Cristo más el mérito de los santos, y la iglesia puede tomar prestado de ese tesoro para las personas que están deficientes en méritos a fin de disminuir su tiempo en el purgatorio. Históricamente, Roma ha apelado a este pasaje en Colosenses para respaldar esta idea. Los reformadores en el siglo XVI encontraron esta idea repugnante. La declaración de la Reforma era que Cristo pagó todo, que Su sufrimiento y aflicción eran completamente suficientes. Los reformadores declararon enfáticamente que no hay nada que falte en el mérito del sufrimiento de Cristo. ¿Qué quería decir Pablo cuando habló de cumplir lo que faltaba de las aflicciones de Cristo si no hay deficiencia de mérito en el sufrimiento de Cristo? Cristo, quien realizó el sacrificio perfecto una vez y para siempre, aun así llamó a Su iglesia a ser testigos de Su sufrimiento hasta que Él regrese, y todavía hay una cierta cantidad de sufrimiento que debe ocurrir en la historia de la redención. Este sufrimiento no añadirá nada al mérito de Cristo. Nuestro sufrimiento no expía el pecado de nadie, ni tampoco el nuestro evidentemente, pero el plan histórico de Dios para la redención debe ser terminado, y ese plan incluye las aflicciones del pueblo de Dios. Pablo, estando plenamente consciente de eso, habló de que estaba cumpliendo la agenda del sufrimiento, y tú y yo debemos hacer lo mismo. Hay una identificación auténtica del pueblo de Dios con la humillación y la exaltación de Cristo, y esa identificación con Cristo es manifestada por el bautismo. El bautismo de un individuo le dice al mundo: “Pertenezco a Cristo y Él me pertenece a mí”. Por esta razón, el Nuevo Testamento habla de que somos sepultados con Cristo en el bautismo. Nuestro bautismo señala muestra identificación con Él en Su humillación y en Su exaltación–en Su sufrimiento y en Su resurrección. Nuestros amigos bautistas frecuentemente son críticos de las iglesias que practican el bautismo de niños o de aquellos que bautizan por aspersión. Ellos creen que la señal externa pierde algo cuando la iglesia deja de lado la inmersión porque el proceso de la inmersión comunica de manera más gráfica la señal de la sepultura, al ser sumergidos bajo el agua, y la resurrección, al salir del agua. Desde un punto de vista empírico, creo que están en lo correcto. Es más dramático ser sumergido y luego levantado. Prácticamente todas las iglesias que usan la aspersión asumieron históricamente la postura de que el modo preferencial del bautismo era la inmersión. Incluso Calvino afirmó que era mejor la inmersión que la aspersión. Yo diría lo mismo hoy, aunque la inmersión no se requiere para que el bautismo sea auténtico. En cuarto lugar, el bautismo es una señal de limpieza del pecado. El bautismo es una señal de perdón. Es una señal de justificación. Es una señal de limpieza total, de santificación, de glorificación. En otras palabras, todo lo que está involucrado en el proceso y en la obra completa de salvación es indicado a través del bautismo. Es una señal de salvación. Así que estas son algunas de las principales verdades que son representadas por el bautismo. Podríamos añadir que el bautismo es una señal de fe. Históricamente, casi todas las iglesias han sostenido que el bautismo representa la fe, y es por eso que muchas iglesias no realizan la señal si la fe, o por lo menos una profesión de fe, no está presente. Además, el bautismo es considerado como una señal de arrepentimiento. Finalmente, también se piensa que es una señal del bautismo del Espíritu Santo. Mencioné antes que es crucial que entendamos el significado detrás de la señal del bautismo porque es muy común para nosotros como seres humanos usar la señal y pasar por alto el significado. Para terminar este capítulo, quiero regresar a ese punto. Escucha estas palabras de Pablo de Romanos 2:25-29:

Pues en verdad la circuncisión aprovecha, si guardas la ley; pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión viene a ser incircuncisión. Si, pues, el incircunciso guardare las ordenanzas de la ley, ¿no será tenida su incircuncisión como circuncisión? Y el que físicamente es incircunciso, pero guarda perfectamente la ley, te condenará a ti, que con la letra de la ley y con la circuncisión eres transgresor de la ley. Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios. Este pasaje no dice nada acerca del bautismo específicamente, pero lo que Pablo afirmó aquí fue desafiante para muchos de los rabinos de su época. Pablo explicó que la señal externa de la circuncisión en Israel no garantizaba automáticamente la realidad interior. De hecho, Pablo dijo que es posible tener la realidad interior sin la señal exterior. Desafortunadamente, hay denominaciones que creen que el bautismo en sí mismo es el nuevo nacimiento, que limpia el pecado automáticamente. Sería bueno deshacerse del pecado original y obtener la regeneración de esa manera. Pasaría el resto de mi vida con una manguera contra incendios si la salvación funcionara así. Bautizaría a todos en mi camino si eso automáticamente comunicara la redención, pero no funciona de esa manera. La respuesta de muchos protestantes es preguntar: “Bueno, si el bautismo no transmite automáticamente la gracia de la regeneración, ¿para qué hacerlo?”. La razón es la promesa de Dios. Su promesa de todas estas bendiciones para todos los que creen es representada por la señal que nuestro Señor instituyó y ordenó que sea llevada a todas las naciones. Sé que el bautismo no me salva, pero también sé que soy salvo. Cuando Satanás viene a atacarme, puedo mirarlo y decir: “Soy bautizado, llevo la señal de la promesa de Dios”. Cuando digo eso, estoy afirmando: “Confío en esta promesa, Satanás, porque es la promesa de Dios. Dado que es la promesa de Dios, aunque mi fe es falible y frágil, la promesa de Dios no puede ser quebrantada, y me aferro al compromiso de esa promesa que es mía en el bautismo”. Me temo que ese es el punto que la iglesia no ha entendido. Algunas veces alguien me dice que ya que fue bautizado de niño y no entendía el significado del bautismo cuando la señal fue puesta sobre él, ahora, habiendo venido a la fe y al entendimiento de lo que Dios ha hecho por él, quiere ser bautizado una vez más. Tengo que decirle que no. ¿Por qué lo digo? Cuando somos bautizados la primera vez, recibimos una señal externa de la promesa de Dios, y cuando venimos a la fe, Dios ha guardado Su promesa. Ahora somos nacidos de nuevo. Ahora somos miembros del nuevo pacto. Ahora disfrutamos a los ojos de Dios la identificación personal con Jesucristo. Ahora participamos en Su humillación y exaltación. ¿Qué parte de la promesa ha dejado de guardar Dios? Ninguna. Dios en el tiempo y el espacio ha cumplido cada aspecto de esa promesa. Así que, no permitiré que una persona le diga a Dios: “Hazlo de nuevo, no estoy seguro de que lo hicieras en serio”. Yo sé que nadie piensa eso cuando pide ser rebautizado. Están buscando una experiencia espiritual, pero quiero que entiendan por qué no lo puedo hacer. Quiero que entiendan cuán bendecidos son de que esa señal que tenían externamente, ahora se ha hecho realidad en el interior, así que ahora ellos son una prueba viviente de que las promesas de Dios son confiables. GUÍA DE ESTUDIO DEL CAPÍTULO 7

INTRODUCCIÓN El bautismo de Juan no era la señal de un pacto. Era simplemente una señal de arrepentimiento dada a los judíos en preparación para la llegada del Mesías. Jesús instituyó un bautismo en el nombre de la Trinidad como la señal de un nuevo pacto, así como la circuncisión era la señal del antiguo pacto. ¿Qué quiere decir que el bautismo representa el nuevo pacto? ¿Qué más significa? OBJETIVOS DE APRENDIZAJE

1. Ser capaz que explicar lo que significa el bautismo. 2. Ser capaz de definir términos relevantes como pacto, regeneración, e identificación con Cristo.

CITAS

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. –Mateo 28:19

El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. –Juan 3:5-6 BOSQUEJO

I. El bautismo es una señal A. Es la señal. En el antiguo pacto, la señal era la circuncisión. En el nuevo pacto, la señal es el bautismo. B. Si mantenemos la señal externa y pasamos por alto el significado, la señal está prácticamente vacía. C. Así que necesitamos entender y abrazar el significado con nuestros corazones. D. El bautismo de Juan no era una señal del pacto. Era simplemente una señal de arrepentimiento dada a los judíos en preparación para la llegada del Mesías. E. Entonces, ¿qué significa el bautismo del Nuevo Testamento? II. El bautismo es la señal del nuevo pacto A. Un pacto es un acuerdo que implica promesas y obligaciones. B. En la Biblia, un pacto es una promesa de Dios, y el nuevo pacto es la promesa de salvación de Dios a través de la fe en la persona y obra de Jesucristo. C. El bautismo es la señal de cada beneficio que Dios nos otorga en Cristo. D. La circuncisión tenía un significado positivo y uno negativo. E. El significado positivo era que Dios apartaba a la persona que lo recibiera y a la nación judía. Ellos eran un pueblo con quien Dios había entrado en una relación de redención. F. El significado negativo era que la persona afirmaba, en esencia: “Dios, si no guardo los términos del pacto, sea yo cortado de todos Tus beneficios”. G. Este aspecto dual es llevado al nuevo pacto. De manera positiva, el bautismo es una señal de las bendiciones prometidas a aquellos que reciben a Cristo. De manera negativa, es una señal de la maldición que caerá sobre nosotros si rechazamos los términos del nuevo pacto. III. El bautismo es una señal del nuevo nacimiento A. Venimos a este mundo como criaturas caídas, criaturas de la “carne” (sarx). La carne es nuestra naturaleza humana corrupta. B. Estamos vivos biológicamente, pero estamos en un estado de pecado que no nos aprovecha para nada, un estado de muerte espiritual. C. Necesitamos ser resucitados a vida nueva para responder a Dios. D. Los incrédulos nunca se encuentran en un estado neutro con respecto a Dios. En sus corazones son anti-Dios. E. En la regeneración (nuevo nacimiento), Dios obra en el alma de una persona y cambia la disposición de su corazón. La regeneración es el antídoto para el pecado original. F. El bautismo simboliza ese nuevo nacimiento. Es una señal de resurrección espiritual, de ser traído de muerte espiritual a vida espiritual. IV. El bautismo es una señal de nuestra identificación con Cristo A. Dos aspectos de Cristo están representados por el bautismo: Su humillación y Su exaltación. B. Cristo fue el primero en ser exaltado al ser resucitado de entre los muertos, y todos los que son de Él serán resucitados de la muerte también. C. Cristo es el “heredero de todas las cosas” (Hebreos 1:2), y nosotros somos “coherederos con Cristo” (Romanos 8:17). Heredaremos un reino porque estamos en Cristo. D. Cuando Dios nos mira, Él ve el mérito de Cristo. E. Sin embargo, compartimos Su exaltación solo si estamos dispuestos a compartir Su humillación y sufrimiento. F. Soportar persecución o las aflicciones naturales de un mundo caído como lo hizo Cristo es ser testigos de Su sufrimiento. G. Nuestro sufrimiento no hace expiación por el pecado de nadie, pero el plan histórico de redención de Dios tiene que ser terminado, y ese plan incluye las aflicciones del pueblo de Dios. H. La inmersión es preferible que ser rociados, aunque no es esencial. El proceso de inmersión comunica más gráficamente el ser sepultados con Cristo en el bautismo y luego resucitados. V. El bautismo es una señal de salvación A. Es una señal de limpieza del pecado. B. Es una señal de perdón, justificación, santificación y glorificación. Indica todo lo que implica el proceso y la obra completa de salvación. C. Es una señal de fe, arrepentimiento y el bautismo del Espíritu Santo. VI. La señal externa no garantiza la realidad interna A. Esto es tan cierto sobre el bautismo como lo es sobre la circuncisión. B. No lo hacemos porque garantice la regeneración, sino como una respuesta a la promesa de Dios. Su promesa de todas estas bendiciones, para todos los que creen, es expresada por la señal que nuestro Señor instituyó y ordenó que se lleve a todas las naciones. C. Cuando Satanás viene a atacarme, puedo decir: “Estoy bautizado. Llevo la señal de la promesa de Dios”. Cuando afirmo eso, estoy diciendo: “Confío en esta promesa, Satanás, porque es la promesa de Dios”.

ESTUDIO BÍBLICO

1. ¿Qué observas en los siguientes textos sobre el uso y significado del bautismo en el libro de Hechos? ¿Quién era bautizado? ¿Por qué? ¿Qué significaba? a. Hechos 2:36-47 b. Hechos 8:26-40 c. Hechos 9:1-19 d. Hechos 10:44-48; 11:15-18 e. Hechos 16:12-15, 29-34 f. Hechos 19:1-7 2. ¿Cómo explica Pablo el significado del bautismo en Romanos 6:1- 14? ¿Cómo es el bautismo una señal adecuada de lo que él describe? ¿Cómo espera Pablo que sus lectores vivan a la luz de su bautismo? 3. ¿Cómo explica Pablo el significado del bautismo en Colosenses 2:9-15? ¿Cómo quiere que sus lectores respondan (2:16-3:17)? 4. ¿Cómo expresarías en tus propias palabras lo que Pedro afirma sobre el bautismo en 1 Pedro 3:20-22? (Tal vez quieras consultar varias versiones o incluso un comentario, porque este es un texto en griego notablemente difícil de traducir).

GUÍA DE DISCUSIÓN

1. ¿Qué es el nuevo pacto? ¿Qué significa decir que el bautismo es la señal del nuevo pacto? ¿Cuál es el significado positivo del bautismo? ¿Cuál es el significado negativo? ¿Cómo se espera que respondamos? 2. ¿Qué es la regeneración? ¿Qué significa afirmar que el bautismo es una señal de regeneración? 3. ¿Qué significa afirmar que el bautismo es una señal de identificación con Cristo? ¿Cómo nos identificamos con Su exaltación? ¿Con Su humillación?

APLICACIÓN

1. ¿Estás afligido de alguna manera? Si es así, ¿cómo puede ser esta una oportunidad para identificarte con Cristo en Su sufrimiento? ¿Cómo afectará eso la manera en la que enfrentas esta situación? ¿Qué le dirás a Dios sobre esto en oración? 2. Agradece a Dios por todas las cosas que tu bautismo representa. Agradécele por la regeneración. Agradécele por las maneras específicas en las que compartirás Su exaltación. 8

PARA TI Y TUS HIJOS

Pocos asuntos en la vida de la iglesia generan más división entre los cristianos que la cuestión de si los niños deberían ser bautizados o no. Hay un gran número de iglesias que practican el bautismo de niños, y hay muchas otras que practican lo que se llama “bautismo de creyentes”, restringiendo el sacramento a aquellos que tienen la edad suficiente para hacer una profesión de fe antes de recibir el bautismo. Entre estos grupos hay bastante acuerdo en cuanto a la naturaleza del bautismo, aunque también hay algunos elementos de desacuerdo que atraviesan las líneas denominacionales. Pero el mayor punto de contención es quién debe recibir este sacramento. Es importante recordar que ambas posiciones están motivadas por el deseo de hacer lo que es bíblico y lo que es agradable a Dios. Las iglesias que practican el bautismo infantil creen que es su deber bautizar a los niños y si dejaran de hacerlo serían negligentes en su responsabilidad. Aquellos que se abstienen del bautismo de niños lo hacen por una preocupación y motivación de no insertar en la vida de la iglesia algo que no está autorizado por la Escritura. Así que ambos lados están motivados por un deseo de hacer lo que es agradable a Dios, y debemos reconocer eso desde el comienzo. No hay nada en el Nuevo Testamento que enseñe u ordene explícitamente la práctica del bautismo de niños. En ninguna parte del Nuevo Testamento dice: “Debes bautizar a los niños”. Tampoco hay un ejemplo explícito de bautismo infantil en el Nuevo Testamento, un relato que indique claramente que un niño fue bautizado en la iglesia primitiva. El otro lado de la moneda es que no hay nada en el Nuevo Testamento que prohíba explícitamente el bautismo de niños o que enseñe explícitamente que una profesión de fe es un prerrequisito necesario para recibir el sacramento. Hay algunos pasajes que parecieran enseñar estas cosas por medio de inferencias e implicaciones, pero ambos lados están de acuerdo en que estas enseñanzas no son explícitas. Por lo tanto, en cualquier discusión sobre este tema tan controversial, debería haber una dosis extra de paciencia entre los hermanos y hermanas del Señor, reconociendo que estamos lidiando con un debate que se apoya en última instancia en inferencias e implicaciones extraídas de las Escrituras, no en enseñanzas explícitas. Ya que no tenemos una orden o prohibición explícita, tenemos que ser un poco más amables los unos con los otros. Eso no quiere decir que ambos lados estén en lo correcto. Claramente no puede ser así. A menos que uno sea un relativista descarado, uno entiende que la práctica del bautismo de niños o bien es algo que Dios quiere que hagamos o es algo que Él no quiere que hagamos. Dios podría estar complacido con los motivos de ambos lados, pero eso no significa que Él está complacido con las posiciones concretas de ambos lados. Así que es importante que abordemos este asunto y lleguemos a un conocimiento y a una convicción de lo que la Biblia enseña. Como profesor del seminario, yo animo a mis alumnos a reflexionar sobre este asunto. Por lo general tengo un grupo mixto–bautistas, presbiterianos, episcopalianos, y otros. Cuando tratamos el tema del bautismo, a veces les pido a los que vienen de la tradición que practica el bautismo de niños que escriban un ensayo a favor del bautismo de creyentes, y les asigno a mis estudiantes bautistas un ensayo a favor del bautismo de niños. No hago esto para forzar a los estudiantes de cualquier lado a ser persuadidos por la otra posición, simplemente quiero que se retiren de la clase no necesariamente estando de acuerdo con la otra posición pero al menos entendiéndola, tras haber sido forzados a considerarla. Voy a poner mis cartas sobre la mesa y diré que como alguien que es presbiteriano en su teología, estoy persuadido de que el bautismo de niños es la perspectiva bíblica por deducción. También creo que las implicaciones que favorecen el bautismo de niños son inmensas. Obviamente, si no creyera eso, no defendería el bautismo de niños. Veamos un resumen de los argumentos que usualmente son citados por aquellos en ambos lados del dilema. Primero, revisaremos los argumentos tradicionales o clásicos a favor del bautismo de creyentes y solo de creyentes. Después examinaré las respuestas a esos argumentos y la evidencia adicional que es citada a menudo por los defensores del bautismo de niños. Los principales argumentos en contra del bautismo de niños incluyen lo siguiente: Primero, ya que el bautismo es una señal de fe de la persona que recibe el sacramento, solo aquellos que poseen fe (o al menos la profesan) deberían recibir el sacramento. Esta es una de las principales razones por las que las iglesias bautistas no bautizan niños. Ellos preguntan: “¿Cómo puedes dar una señal de fe a alguien que es incapaz de tener fe?”. Segundo, hay un sentido en el que el mandato de bautizar está vinculado al arrepentimiento y la creencia en los mandamientos del Nuevo Testamento. Los defensores del bautismo de creyentes observan que el mandato neotestamentario de ser bautizados está articulado en estos términos: “Arrepiéntete y sé bautizado” o “Cree y sé bautizado”. Los oponentes del bautismo de niños señalan que un niño muy joven no es capaz de arrepentirse y creer porque estas son, al menos en parte, funciones cognitivas. Por lo tanto, ellos dicen que a los niños pequeños no se les debe otorgar el bautismo. Tercero, no hay ejemplos de bautismo infantil en el Nuevo Testamento. Hay doce ejemplos de bautismos en el Nuevo Testamento, pero todos involucran adultos y una profesión de fe previa. En otras palabras, los ejemplos que vemos en el Nuevo Testamento son de bautismo de creyentes. Cuarto, los registros históricos de la iglesia primitiva no mencionan el bautismo de niños sino hasta la mitad del siglo II. En otras palabras, la historia de la iglesia está absolutamente exenta de ejemplos de bautismo de niños hasta alrededor del año 150 d. C., que está bastante distante de la iglesia primitiva. Quinto, el modo de redención del Nuevo Testamento destruye el enfoque del Antiguo Testamento en la continuidad étnica y la herencia biológica. Según este argumento, la práctica de la circuncisión en el Antiguo Testamento comunicaba el principio de la separación étnica porque la redención se llevaba a cabo a través de una nación de gente por herencia biológica. Cuando comenzó la era del Nuevo Testamento, el pueblo de Dios fue enviado a un mundo gentil que abarcaba muchos tipos distintos de comunidades–una situación muy diferente. En consecuencia, el método de redención cambió de la biología, por así decirlo, a la teología. También hay algunas consideraciones secundarias de este lado del asunto. Los oponentes del bautismo de niños argumentan que cuando la iglesia bautiza niños en quienes no ha ocurrido ninguna regeneración, las personas se confunden y pueden concluir que el bautismo transmite regeneración. También dicen que si bien hay paralelos entre la circuncisión y el bautismo, no hay correspondencia directa o identidad entre ellos. Finalmente, como mencioné antes, el bautismo como experiencia para un adulto es existencialmente más vital que para un niño, quien no es consciente de la experiencia cuando el sacramento se realiza. Así que estos son algunos de los argumentos y preocupaciones de los cristianos que no participan en el bautismo infantil. Sin embargo, la negación del bautismo de niños, como un asunto de registro histórico, es un dictamen minoritario. Es decir, una gran mayoría de las iglesias históricamente han favorecido el bautismo infantil. Es la perspectiva histórica de los católicos romanos, luteranos, episcopalianos, presbiterianos, metodistas y muchos otros. Eso de ninguna manera prueba la validez del bautismo de niños, pero aquellos que sostienen un dictamen minoritario deberían al menos estar dispuestos a preguntar por qué su punto de vista difiere del de la gran mayoría de las iglesias históricamente. Deberían estar al tanto de las razones por las cuales las iglesias que practican el bautismo de niños lo hacen, incluso si esas razones parecen falaces o inválidas. Dicho esto, veamos ahora las maneras en que los defensores del bautismo de niños responden a sus oponentes y la evidencia citada usualmente para esta posición. Los defensores del bautismo de niños dicen lo siguiente: Primero, la señal de fe del Antiguo Testamento, la circuncisión, era dada a los niños, así que la señal de fe del Nuevo Testamento, el bautismo, también debería ser dada a los niños. Si bien los defensores del bautismo de niños no ven una identidad, un paralelo exacto, entre la circuncisión y el bautismo, ellos ven este importante punto de continuidad: tanto la circuncisión como el bautismo son señales del pacto de Dios. La circuncisión claramente era la señal del pacto de Dios en la era del Antiguo Testamento: “Dijo de nuevo Dios a Abraham: en cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y tu descendencia después de ti por sus generaciones. Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: será circuncidado todo varón de entre vosotros... Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros” (Génesis 17:9-12a). El relato de Génesis continúa diciendo: “Entonces tomó Abraham a Ismael su hijo, y a todos los siervos nacidos en su casa, y a todos los comprados por su dinero, a todo varón entre los domésticos de la casa de Abraham, y circuncidó la carne del prepucio de ellos en aquel mismo día, como Dios le había dicho” (v. 23). Luego, después de que Isaac nació, “circuncidó Abraham a su hijo Isaac de ocho días, como Dios le había mandado” (21:4). Abraham fue fiel en dar la señal del pacto a todos los varones de su familia, justo como Dios lo ordenó. Más allá de cualquier otra cosa que la circuncisión simbolizara, claramente simbolizaba la fe. Abraham creyó, y después de que tuvo fe, él recibió la señal de esa fe. En otras palabras, él recibió la “circuncisión de los creyentes”. Pero no solo él recibió la señal de la fe; se le ordenó circuncidar a sus hijos; ellos también recibieron la señal del pacto y todo lo que eso implicaba. Como resultado, Isaac fue circuncidado cuando tenía solamente ocho días–él recibió la “circuncisión infantil”, la señal de fe. Hay un acuerdo generalizado en cuanto a que la circuncisión era la señal del pacto en la era del Antiguo Testamento. Todo el mundo está de acuerdo en que los niños del Antiguo Testamento recibían la señal del pacto. Sin embargo, no todos están de acuerdo en que los niños en la era del Nuevo Testamento deberían recibir la señal del pacto. Nuestros amigos bautistas preguntan cómo puede ser apropiado otorgar la señal del pacto, que también es la señal de la fe salvadora, a alguien que no posee y ni siquiera es capaz de poseer el regalo de fe que el sacramento representa. No obstante, si se levanta una objeción de principio en contra de dar una señal de fe a alguien que aún no es capaz de demostrar o ejercer la fe, entonces la circuncisión del Antiguo Testamento debería ser condenada también. Si es incorrecto todo el tiempo y en todas las situaciones administrar una señal de algo que aún no está presente, la circuncisión de niños en el Antiguo Testamento estaba mal. Así que el argumento en los círculos bautistas prueba más de lo que quiere probar. Los bautistas no pueden oponerse a que se otorgue la señal de fe a un niño ahora sin estar en contra de otorgar la señal de fe a un niño en cualquier momento de la historia. Por ende, ellos se encuentran en desacuerdo con Dios en el Antiguo Testamento, ya que Él claramente ordenó que a los niños les fuera dada la señal de fe. La verdadera pregunta es si la práctica de incluir a los hijos de creyentes como receptores de la señal del pacto continúa en el periodo del Nuevo Testamento o si fue anulada por el nuevo pacto. Ese es el problema final. La circuncisión era una señal de fe que fue dada a los niños clara y explícitamente. Ese no es un problema de inferencia; la circuncisión fue ordenada por Dios. Pero si la circuncisión era una señal de fe y de los frutos de la fe, incluyendo la salvación, entonces ¿no es cierto que Dios no solo permitiría, sino que ordenaría e insistiría en que los hijos del pacto continúen recibiendo la señal de fe? Segundo, aunque es verdad que el bautismo del Nuevo Testamento está claramente vinculado al arrepentimiento y a la fe, eso no influye en el bautismo de niños. Como señalé anteriormente, cuando el bautismo es ordenado en el Nuevo Testamento, el mandato es “Arrepiéntete y sé bautizado” o “Cree y sé bautizado”. Encontramos este mandato en los pasajes narrativos, tales como en el libro de los Hechos, donde el Nuevo Testamento registra el proceso y la proclamación apostólica. Los apóstoles salieron a predicar, llamando a las personas a arrepentirse o creer y después a ser bautizadas. Los oponentes del bautismo infantil citan este hecho para argumentar que el bautismo no debería ser administrado donde el arrepentimiento o la fe no ha ocurrido. Sostienen que, dado que el Nuevo Testamento no enseña una excepción clara para los niños, la fórmula “Arrepiéntete y sé bautizado” o “Cree y sé bautizado” debe aplicar a todos, adultos y niños por igual. Sin embargo, los apóstoles no se estaban dirigiendo a niños cuando ordenaban a sus oyentes “Arrepiéntanse y sean bautizados” o “Crean y sean bautizados”, ya que los niños evidentemente no pueden arrepentirse o ejercer la creencia. Todas las iglesias que conozco que enseñan y practican el bautismo de niños también enseñan y practican el bautismo de adultos o el bautismo de creyentes. Si un adulto pagano viene a una iglesia presbiteriana y pide ser bautizado, no se nos permite bautizar a ese adulto hasta que él o ella se haya arrepentido públicamente y haya hecho una profesión de fe. Todos están de acuerdo con que, en el caso de los adultos en el Nuevo Testamento, el procedimiento es arrepentirse o creer, y después ser bautizado. Esto también era verdad en el caso de la circuncisión para los adultos en el Antiguo Testamento. Aún en ese entonces, los adultos tenían que hacer una profesión de fe para recibir la señal de fe. Pero los niños en esa era, justo como en los tiempos del Nuevo Testamento, no podían hacer una profesión de fe, y aun así se les daba la señal de fe. Por lo tanto, parece que a los niños en la era del Nuevo Testamento también se les debería dar la señal de fe, el bautismo. Tercero, aunque es verdad que no hay ejemplos explícitos en el Nuevo Testamento del bautismo de niños, hay evidencia escritural para bautizar a los niños. La ausencia de ejemplos explícitos del bautismo de niños en el Nuevo Testamento es realmente extraña. Sin embargo, los niños pudieron haber sido incluidos en algunos de los bautismos que están relatados para nosotros. En el Nuevo Testamento aparecen registrados doce casos que implican el bautismo de personas. Nueve de estos casos claramente involucran solo adultos, pero tres de ellos mencionan “familias”. Los registros dicen: “tal y tal y su familia fueron bautizados” (ver Hechos 16:15, 33; 1 Corintios 1:16). ¿Qué significa esto? Oscar Cullmann, el suizo erudito y teólogo del Nuevo Testamento, argumentó que la palabra en griego oikos, el término que se traduce como “familia”, no solo puede referirse a niños sino que se refiere específicamente a niños. Nosotros hacemos algo similar. Si yo hablara de “Sergio Moreno y su familia”, ¿pensarías que Sergio está casado y no tiene niños? El término familia sugiere que hay niños además de la esposa. La fórmula oikos es por lo menos tan significativa como nuestra palabra familia. El hecho de que se mencionen familias no demuestra que los niños eran bautizados, pero al menos apoya la posibilidad de que fueran incluidos. Hay otro punto importante que destacar sobre los bautismos de familias en el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento, cuando la cabeza de la familia entraba en un pacto, su familia entera recibía el beneficio, y este principio del pacto es reafirmado en los bautismos de familias. Esto es importante–particularmente porque hay pasajes del Nuevo Testamento que se refieren específicamente a los niños y su estatus en el pacto. Este es uno de los argumentos más contundentes para el bautismo de niños, si bien es una razón que rara vez se menciona. En 1 Corintios 7:14, el apóstol Pablo escribió: “Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos”. Eso hace que muchas personas se cuestionen debido a que normalmente usamos el término santificado para referirnos al proceso que sigue a la justificación. Ser santificado presupone estar en un estado de salvación. Sin embargo, Pablo, quien en otra parte enfatizó que la salvación depende de la fe, no estaba tratando aquí con cuestiones de justificación. Él estaba hablando de cómo el poder de Dios trabajando a través de un cristiano puede influenciar al cónyuge incrédulo de esa persona. Pero para nuestra discusión del bautismo de niños, la parte importante de este texto es la última parte. ¿Por qué dijo Pablo que el esposo incrédulo es santificado por la esposa creyente? ¿Cuál es la razón? “De otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos”. Hay tres palabras en este texto que son muy importantes y llenas de significado: santificado, inmundo, y santo. ¿Qué significaban estos términos para un judío del primer siglo? En nuestro lenguaje doctrinal, usamos la palabra santificación para referirnos al proceso de ser conformados a Cristo después de ser justificados. Pero el principal significado de la santificación en la Biblia es ser apartados, ser consagrados, ser ubicados en una posición sagrada favorable, tal como Israel fue separado de las naciones “inmundas” y declarado un pueblo santo. La palabra que usó Pablo para “hijos” también es muy importante, ya que se refiere no solo a hijos en general sino a niños específicamente. Él estaba diciendo que si al menos un cónyuge es creyente, hay un cierto sentido en que el cónyuge incrédulo es considerado santificado–no por causa del esposo creyente o la esposa creyente, sino específicamente por causa del niño, para que el niño no sea considerado impuro sino que pueda ser considerado santo. Yo sostengo que este es el lenguaje del pacto por excelencia. Pablo dijo que, a la luz del lenguaje de la Biblia, los niños claramente pertenecen al nuevo pacto, porque la validez del sacramento descansa en la integridad de Aquel de quien es la señal, es decir, Dios. Con base en el Nuevo Testamento, no hay duda de que nuestros hijos tienen privilegios del pacto. La pregunta entonces es: si están incluidos en el pacto, ¿por qué no se les daría la señal del pacto? La señal del pacto fue dada a los niños en el Antiguo Testamento para mostrar que estaban incluidos en el pacto. Si Dios dejara de incluir a los niños en la comunidad del pacto, Él sin duda lo dejaría claro. Las leyes del Antiguo Testamento que han sido abrogadas fueron abrogadas por nuevas enseñanzas específicas en el Nuevo Testamento. El mayor problema que tienen los bautistas es el silencio del Nuevo Testamento. Quieren argumentar que un principio que Dios inicia y mantiene a lo largo de toda la historia redentora del Antiguo Testamento de repente se deja de lado en el Nuevo Testamento, es abandonado sin una sola palabra. Supuestamente es abrogado y, sin embargo, no se dice nada al respecto. Yo sostengo que 1 Corintios asume la continuidad de la inclusión de los niños en el pacto. El libro de Hebreos elabora el punto de que el nuevo pacto es más inclusivo que el antiguo pacto, no menos. Si, bajo el nuevo pacto, los hijos pequeños del pueblo de Dios no reciben la señal del pacto que fue dada por miles de años en el antiguo pacto, entonces el nuevo pacto es menos inclusivo, no más. Cuarto, después del silencio inicial en el registro histórico, la práctica de bautizar niños parece haber sido muy difundida. Es verdad que no ha llegado hasta nuestros días ninguna información extrabíblica que mencione el bautismo infantil sino hasta la mitad del siglo II. Sin embargo, cuando el bautismo de niños finalmente se menciona a mediados del siglo II, se habla de él como la práctica universal de la iglesia. Parece que ocurría en todas partes. Es posible saltar a la conclusión de que la iglesia primitiva se apartó del bautismo de creyentes enseñado por los apóstoles y empezó la práctica herética de bautizar a los niños, y que en los siguientes cien años esta herejía se extendió por todo el mundo. Sin embargo, aún sobrevive una gran cantidad de material escrito desde los tiempos apostólicos hasta la mitad del siglo II que se enfoca en cada una de las controversias serias y debates teológicos de ese periodo. En ninguna parte de todo ese material hay una palabra de debate sobre el bautismo de niños. El registro histórico parece sugerir que esta práctica se difundió hasta ser la práctica universal de la iglesia, y nadie lo cuestionó. La razón de eso parece ser obvia. En esa época, la comunidad cristiana del Nuevo Testamento estaba mucho más alineada con la continuidad histórica de los pactos, y nadie cuestionaba que se diera a los bebés la señal del pacto. Así que el argumento de la historia también está a favor del bautismo de niños, no en contra de este. Quinto, el Nuevo Testamento deja claro que las personas del Antiguo Testamento eran salvadas de la misma forma en que se salvan después de la venida de Cristo. Una vez escuché a un teólogo erudito decir que, en el Antiguo Testamento, la redención se transfería a través de la descendencia biológica, pero que la práctica cambia en el Nuevo Testamento. Como se señaló anteriormente, los opositores del bautismo de niños señalan este cambio aparente y argumentan que la circuncisión era una marca de identidad étnica, por lo que tal marca ya no es necesaria. El Nuevo Testamento deja claro que la generación paterna y la propagación de hijos no garantiza la salvación de nadie. Incluso una persona bautizada y cuyos padres son cristianos no tiene la garantía de ser cristiano y estar en una postura de salvación. El Nuevo Testamento deja muy claro que la salvación no es heredada étnica o biológicamente. El Nuevo Testamento deja igualmente claro que pasaba lo mismo en el Antiguo Testamento–nadie era salvo porque él o ella era hijo de Abraham o hijo de Isaac. Esa era la herejía de los fariseos, quienes creían que estaban automáticamente incluidos en el reino de Dios porque eran hijos de creyentes biológicamente. Estas respuestas y los argumentos principales de los defensores del bautismo de niños proporcionan un alegato muy sólido a favor de esta práctica en la vida de la iglesia hoy en día. La comunidad bautista dice: “R. C., construyes gran parte de tu argumento con base en la continuidad entre circuncisión y bautismo, entre el antiguo pacto y el nuevo pacto, pero el antiguo pacto no es lo mismo que el nuevo pacto. La circuncisión y el bautismo no son idénticos”. Estoy de acuerdo en que no son lo mismo. Hay un elemento de discontinuidad entre ellos. No son idénticos, pero no son radicalmente discontinuos. No son radicalmente diferentes. Tienen muchas cosas en común; lo más significante es que ambos son señales del pacto de Dios con Su pueblo, y ambos son señales de fe. El debate gira en torno a dónde se encuentra la discontinuidad. El reto para los bautistas es que si quieren decir que la señal del nuevo pacto es discontinua de la señal del antiguo pacto en el punto crítico de la inclusión de los niños en la recepción de la señal del pacto, entonces la carga de la prueba recae en ellos. Ellos deben mostrarnos que el Nuevo Testamento en realidad se aparta de lo que era la práctica ordenada por Dios. Fue tan importante para Dios en el Antiguo Testamento que los hijos pequeños de Su pueblo recibieran la señal del pacto, que amenazó con ejecutar a Moisés cuando Moisés se demoró en dar la señal del pacto a sus hijos (Éxodo 4:24-26). En otras palabras, en el Antiguo Testamento era extremadamente importante que los niños recibieran la señal del pacto. Si Dios no cambia eso explícitamente, mi suposición es que sigue siendo importante. GUÍA DE ESTUDIO DEL CAPÍTULO 8

INTRODUCCIÓN ¿Deberían los hijos de creyentes ser bautizados? ¿O debería este sacramento estar restringido a aquellos con la edad suficiente para hacer una profesión de fe antes de recibir el bautismo? Hay argumentos a favor y en contra de cada postura, pero ambas no pueden ser correctas. O Dios quiere que los hijos de creyentes sean bautizados o no. OBJETIVOS DE APRENDIZAJE

1. Ser capaz de explicar los argumentos en contra del bautismo infantil y a favor del bautismo de creyentes solamente. 2. Ser capaz de explicar los argumentos a favor del bautismo infantil (además del bautismo de adultos convertidos).

CITAS

Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos. Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios. –Hechos 16:32-34

Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos. –1 Corintios 7:14 BOSQUEJO

I. Implicación, no un mandamiento claro A. Nada en el Nuevo Testamento ordena explícitamente el bautismo infantil. B. Ninguna narrativa del Nuevo Testamente indica claramente que un niño haya sido bautizado en la iglesia primitiva. C. Pero nada en el Nuevo Testamente prohíbe explícitamente el bautismo de niños o enseña explícitamente que una profesión de fe es un prerrequisito necesario. D. Hay pasajes que pueden enseñar estas cosas por implicación. E. Ambos lados en este tema no pueden ser correctos. II. Argumentos en contra del bautismo infantil A. Ya que el bautismo es una señal de la fe de la persona que recibe el sacramento, solo aquellos que profesan fe deberían recibirlo. B. El mandamiento del Nuevo Testamento de ser bautizados está articulado en estos términos: “Arrepiéntanse y sean bautizados” o “Crean y sean bautizados”. Un niño muy pequeño no es capaz de ejercer el arrepentimiento y la fe porque estas son, al menos en cierta medida, funciones cognitivas. C. No hay ejemplos de bautismo infantil en el Nuevo Testamento. Todos los doce ejemplos de bautismos en el Nuevo Testamento involucran a adultos y una profesión de fe previa. D. Los registros históricos no mencionan el bautismo infantil sino hasta alrededor del 150 d. C. E. El modo de redención del Nuevo Testamento rompe el enfoque del Antiguo Testamento en la continuidad étnica y la herencia biológica. F. Cuando la iglesia bautiza niños en los que no ha ocurrido una regeneración, la gente se puede confundir y concluir que el bautismo transmite regeneración. G. El bautismo como experiencia de un adulto es existencialmente más vital que la de un niño. III. Argumentos a favor del bautismo infantil A. Históricamente, una gran mayoría de iglesias han favorecido el bautismo infantil. B. La señal de fe del Antiguo Testamento, la circuncisión, era dada a los niños, así que la señal de fe del Nuevo Testamento, el bautismo, debería ser dada a los niños también. C. La circuncisión simbolizaba la fe. Abraham recibió “la circuncisión de los creyentes”. Pero no solo él recibió la señal de fe; se le mandó circuncidar a sus hijos. Isaac recibió “la circuncisión infantil”, la señal de fe. D. Si una señal de fe no debería ser dada a alguien que no es capaz aún de demostrar o ejercer la fe, entonces la circuncisión del Antiguo Testamento debe ser condenada también. E. La pregunta real es si la práctica de incluir a los hijos de creyentes como receptores de la señal del pacto se mantiene o fue anulada por el nuevo pacto. F. Las iglesias que practican el bautismo infantil también practican el bautismo de creyentes para adultos convertidos. Esto también era cierto de la circuncisión de los adultos convertidos en el Antiguo Testamento. Sin embargo, a los niños en esa era se les daba la señal de fe. G. Puede que haya habido niños incluidos en algunos de los bautismos relatados en el Nuevo Testamento. Los pasajes dicen: “Tal y tal y su familia fueron bautizados”. Algunos eruditos afirman que la palabra en griego traducida como “familia”, se refiere específicamente a niños. H. Cuando la cabeza de la familia entraba en un pacto, su familia entera recibía el beneficio. I. Pablo afirma en 1 Corintios 7:14 que nuestros hijos tienen privilegios del pacto al ser “apartados” y que no son “impuros”. Si están incluidos en el pacto, ¿por qué no se les daría la señal del pacto? J. Después del año 150 d. C., parece que el bautismo infantil ha sido la práctica universal de la iglesia, y no tenemos un registro de alguna controversia. K. La salvación nunca fue genética. En el Antiguo Testamento nadie era salvo porque era hijo o hija de Abraham o Isaac. Esa era la herejía de los fariseos. L. El Nuevo Testamento en ninguna parte afirma que este aspecto de lo que fue ordenado como la práctica del pacto debe ser cambiado. Dios amenazó con ejecutar a Moisés cuando se demoró en dar la señal del pacto a sus hijos.

ESTUDIO BÍBLICO 1. ¿Qué evidencia ofrece Romanos 4:9-16 de que la circuncisión era una señal de fe, y que Abraham recibió la “circuncisión de los creyentes”? Por otra parte, ¿cómo podría una persona que cree que los niños no deben ser bautizados entender este pasaje? 2. Génesis 17:12-13 ordena a Abraham circuncidar no solo a los niños biológicamente relacionados con él, sino también a los esclavos extranjeros y sus hijos que eran parte de la familia de Abraham mas no de su grupo étnico. ¿Qué dice eso acerca del significado de la circuncisión en el antiguo pacto? ¿Es relevante para la discusión sobre el bautismo? ¿Por qué sí o por qué no? (Ver también Mateo 3:9; Romanos 2:28-29; Gálatas 3:6-9. ¿Qué indican estos pasajes sobre si el antiguo pacto estaba basado en la herencia étnica en lugar de arrepentimiento y fe?). 3. ¿Qué puedes deducir de 1 Corintios 7:14? ¿En qué sentido(s) los hijos de creyentes son “santos” (apartados) mientras que los hijos de incrédulos no? ¿En qué sentido(s) los hijos de incrédulos son “impuros” mientras que los hijos de creyentes son puros? ¿Qué privilegios del pacto tienen los hijos de creyentes? Desde tu punto de vista, ¿qué relación tiene esto con el bautismo, si hay alguna? 4. Lee Hechos 16:15, 33 y 1 Corintios 1:16 en sus contextos. ¿Cómo puede uno investigar si la “familia” incluía niños pequeños o si se refería solo a aquellos que eran suficientemente mayores como para tomar una decisión en cuanto a si creían el evangelio o no? Investiga un poco para ver qué encuentras.

GUÍA DE DISCUSIÓN

1. Explica el argumento que compara el bautismo con la circuncisión. ¿Qué tan persuasivo es para ti? ¿Por qué? ¿En qué maneras se parecen y en qué maneras difieren? 2. ¿Cuál es el argumento basado en la palabra que se traduce como “familia”? ¿Qué tan persuasivo es para ti? ¿Por qué? 3. ¿Cómo respondes al argumento de la historia? Antes del 150 d. C. no contamos con registros de bautismo infantil ni de cualquier debate al respecto; después del 150 d. C. hay una gran cantidad de registros de bautismo infantil y ninguno de algún debate sobre el tema. ¿Qué conclusiones puedes extraer? APLICACIÓN

1. Comparte con alguien lo que has aprendido sobre el bautismo en este libro. 2. Ora por tus hijos, y/o los hijos de otros. Pídele a Dios que los incluya en la familia de la fe y los traiga a madurez en la fe. 9

LA CENA DEL SEÑOR

Al comienzo de mi ministerio, tomé un autobús desde el centro de Pittsburgh hasta Beaver Falls, Pennsylvania, donde iba a hablar en el Geneva College. Era un lóbrego día de invierno. El autobús viajaba de un pueblo minero decaído al siguiente. La nieve en el suelo se había vuelto negra por el hollín y el polvo de carbón. Al pasar por estos pueblos, observaba a las personas subir y bajar del autobús. Muchos parecían desempleados o ancianos. No caminaban con mucho vigor. Su dolor y la sensación de desesperanza estaban escritos en sus rostros y en su modo de desplazarse al andar. Parecía haber un paño mortuorio en la atmósfera de estos pueblos deprimidos. Mientras pensaba esto, empecé a mirar por la ventana del autobús y me di cuenta de que no podía avanzar una sola cuadra del pueblo sin ver un símbolo en particular. Lo veía en la ventana de una pequeña iglesia de barrio o en el campanario de otra iglesia. Era la señal de la cruz. Empecé a animarme al ver esto. Me di cuenta de que aún había un símbolo visible de esperanza para esas personas. Incluso en medio de la depresión de las situaciones en sus vidas y del secularismo invasor en los Estados Unidos, la memoria de Cristo no había sido borrada. Era visible en cualquier parte. Después pensé: “Mientras estoy sentado aquí en este autobús, en alguna parte del mundo justo ahora hay personas reunidas para partir pan y beber vino para recordar la muerte de Cristo”. Me di cuenta de que con cada segundo que pasa en el reloj, en algún lugar hay personas reunidas para recordar el momento de la historia cuando Cristo fue levantado en la cruz para derramar Su vida por nuestros pecados. A medida que continuamos examinando las señales y los símbolos que Dios le ha dado a Su iglesia, llegamos al segundo de los dos sacramentos protestantes, la Cena del Señor. No creo que hubiera algo más importante para la adoración de los cristianos en la iglesia apostólica primitiva que la celebración de la Cena del Señor. Este elemento de la adoración fue instituido por Cristo mismo de manera directa y sagrada en la noche que fue traicionado. Recordamos que, antes de Su crucifixión, Jesús hizo planes con Sus discípulos para asegurar el aposento alto, donde se reunirían para celebrar la pascua. Allí comerían la cena ritual diseñada para conmemorar la noche en que Dios pasó de largo frente a las casas de los hijos de Israel debido a la sangre en sus puertas, lo cual condujo a su éxodo de Egipto. Dios le dio instrucciones al pueblo de celebrar ese evento cada año a partir de entonces para que no lo olvidaran. Jesús estaba ansioso por celebrar la pascua con Sus discípulos. Él dijo: “¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!” (Lucas 22:15). Pero mientras celebraban la pascua esa noche, Él modificó la ceremonia dándoles a Sus seguidores un nuevo ritual por medio del cual pudieran recordar Su gran obra. Por tanto, a lo largo de la historia de la iglesia, la celebración de la Cena del Señor ha sido central para la adoración cristiana. Sin embargo, hay pocos artículos de adoración acerca de los cuales los cristianos estén más en desacuerdo. Eso no es sorprendente. Cualquier cosa que asuma este tipo de importancia en la vida de la iglesia generará debate porque las personas tienden a argumentar sobre los asuntos que consideran importantes. Prefiero que debatan y no que sean indiferentes ante algo tan solemne. Históricamente, casi todas las iglesias han estado de acuerdo en que la Cena del Señor tiene tres puntos de referencia con respecto al tiempo. Nosotros dividimos el tiempo en pasado, presente y futuro. Esta triple orientación puede encontrarse en el drama de la Cena del Señor. Dos de estas dimensiones no causan mucho debate, pero la tercera ha provocado un gran desacuerdo a lo largo de la historia de la iglesia. Consideremos estas tres dimensiones, empezando con el pasado. Obviamente la cena del Señor tiene que ver con recordar algo que sucedió una vez y para siempre en el pasado. Con frecuencia las palabras “Haced esto en memoria de mí” son talladas en la madera de las mesas de comunión. Jesús exhortó a Sus discípulos a que fueran diligentes en su aprendizaje y recordaran las cosas que Él les enseñaba con respecto a muchos temas. Pero es como si la culminación de Su enseñanza tuviera lugar en el aposento alto cuando Él dijo: “Haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19b). Nuestro Señor dijo, en esencia: “Lo que está a punto de pasar es el apogeo de Mi misión. Estoy a punto de ratificar un nuevo pacto, y voy a hacerlo en Mi sangre. Voy a ofrecer la expiación por medio de la cual la redención de Mi pueblo será asegurada. Independientemente de lo que hagan, jamás olviden esto”. Frecuentemente uso una ilustración que se vuelve menos penetrante a medida que pasan los años. Pregunto: “¿Cuántos de ustedes pueden recordar dónde estaban y qué estaban haciendo cuando escucharon el anuncio del asesinato del presidente Kennedy?”. Para aquellos que estábamos vivos en ese tiempo, ese fue un momento de trauma nacional tan vívido e intenso que estará grabado en nuestras memorias para siempre. Después de muchos años aún podemos recordar en dónde estábamos y qué estábamos haciendo cuando escuchamos la noticia. Jesús quería que Su expiación estuviera grabada en la memoria de Sus discípulos justo de la misma forma. Por tanto, una dimensión importante de lo que ocurre en la Cena del Señor es la reflexión en la cruz, pero perdemos mucho del significado de la Cena del Señor si la restringimos simplemente al recuerdo de cosas pasadas. También hay una orientación hacia el futuro en la Cena del Señor. Esta dimensión recibe menos atención de la iglesia que las demás, y no estoy muy seguro de entender el porqué. La Cena del Señor, desde que fue iniciada, no solo miraba hacia atrás sino también hacia adelante. Jesús dijo: “Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios” (Lucas 22:16). El Nuevo Testamento considera que esa declaración apunta a la fiesta más grande de toda la historia, el banquete de bodas del Cordero, cuando Cristo recibirá a Su esposa y la presentará sin mancha ni arruga, y una vez más la invitará a celebrar con el Rey (Apocalipsis 19:7-9a). Por ende, cada vez que celebramos la Cena del Señor, pensamos en el pasado y recordamos que hay un futuro para el pueblo de Dios, que tenemos una muestra en la mesa del Señor de la comunión absoluta que tendremos con Él en el cielo. Festo Kivengere, un predicador muy dotado, era un obispo en Uganda. Sufrió mucho bajo la persecución de Idi Amin y tuvo que huir de ese país para salvar su vida. Yo escuché el primer sermón que Festo predicó en Estados Unidos. Él predicó la historia de Mefi-boset, el hijo de Jonatán y nieto de Saúl. La mayoría de los hijos de Saúl murieron con él en la batalla en contra de los Filisteos, y su hijo Isboset fue asesinado por dos de sus propios hombres después de un periodo corto como aspirante al trono de Israel. Cuando David llegó al trono, quiso honrar a su amigo Jonatán, quien había sido asesinado con Saúl. Así que dijo a sus consejeros: “¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia por amor de Jonatán?” (2 Samuel 9:1). Su servicio secreto le informó sobre un rumor de que un hijo de Jonatán había escapado de incógnito y se escondía en alguna parte del reino. David pidió que averiguaran su paradero y lo trajeran al palacio. Cuando encontraron a Mefi-boset, quien era lisiado de los pies, él estaba aterrado de ser llevado a la corte real porque pensó que David planeaba matarlo. Pero David lo traía a sentarse a la mesa del rey todos los días para honrarlo, no por quien era en sí Mefi-boset, sino por causa de Jonatán, el padre de Mefi-boset (2 Samuel 9). En su sermón, Festo dijo: “Hermanos y hermanas, ¿quiénes somos nosotros, sino lisiados espirituales? No tenemos ningún mérito que nos haga dignos del inefable privilegio de venir a la mesa del Rey; pero por causa del amor que tiene el Padre por Su Hijo, somos invitados a la casa del Rey y a Su mesa”. Desde que escuché ese sermón, cuando pienso en Mefi-boset, pienso que lo que le pasó a él es exactamente lo que nos pasó a nosotros. Cristo ha enviado al Espíritu para que vaya y nos busque, y que nos llame para esta futura reunión en la mesa del Señor. No hay mucho debate sobre estos dos aspectos de la Cena del Señor–el pasado y el futuro. Aunque hay gran diversidad en la iglesia en términos de la metodología y la frecuencia con que se celebra la Cena del Señor, todos estamos de acuerdo al menos en que hay un recuerdo de algo que pasó en el pasado y una anticipación de algo que aún está por suceder en el futuro. En términos de la dimensión del presente, hay más debate del que puedo cubrir en el espacio de este capítulo. La verdadera pregunta es sobre qué pasa ahora cuando las personas se reúnen alrededor de la mesa del Señor y participan en este sacramento. ¿Qué está pasando? La mayor parte del debate se centra en las palabras un tanto enigmáticas que Jesús habló a Sus discípulos en la cena del Señor cuando transformó la fiesta de la pascua en el sacramento del nuevo pacto. Él tomó el pan y lo partió, y se lo dio a Sus discípulos, diciendo: “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado” (Lucas 22:19). Cuando llegaron al punto del servicio en que tomaban el vino, Él tomó la copa y dijo: “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados” (Mateo 26:28). Básicamente, toda la disputa se enfoca en el significado de una palabra: es. ¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo: “esto es mi cuerpo” y “esta es mi sangre”? La palabra es a menudo funciona como una cópula, un verbo auxiliar. Es una forma del verbo “ser”. El verbo “ser” puede indicar identidad. Por ejemplo, decimos: “un soltero es un hombre no casado”. Hay una identificación, un paralelo, una simetría entre el sujeto y el predicado. Pero el verbo “ser” también puede indicar representación, y esto también es cierto en el lenguaje griego. En otras palabras, puede tener el sentido de “esto representa o significa algo”. Cuando Jesús dijo, por ejemplo, “Yo soy la puerta”, Él estaba hablando en términos metafóricos. Nadie interpreta lo que Jesús dijo en el sentido de que existe una identidad exacta entre Él y un objeto de madera que sirve de portal. Entendemos que lo que quería decir es que de alguna manera Él es como una puerta. Debemos preguntarnos: ¿Cómo usó Jesús la palabra es aquí? ¿Hay una identidad real entre el pan y el vino y el cuerpo y la sangre de Jesús, o hay simplemente una representación simbólica? Hay casi tantas respuestas a esta pregunta como hay iglesias, así que daré solamente un breve resumen de los cuatro puntos de vista principales sobre cómo Cristo está presente en la Cena del Señor. El primero, por supuesto, es la perspectiva católica romana clásica de la transubstanciación. En términos simples, la Iglesia Católica Romana enseña que en la misa, durante la oración de consagración, se produce un milagro en el que los elementos comunes y ordinarios del pan y el vino se transforman sobrenaturalmente en el cuerpo y la sangre reales de Cristo. El resultado es que, en la comunión, la persona está de hecho participando en el cuerpo de Cristo físicamente. Para entender el origen de esta fórmula, debemos mirar atrás para recordar el interés de Aristóteles por la naturaleza de la sustancia. Él dijo que todo objeto material tiene dos aspectos–su sustancia (lo que realmente es) y sus accidens (lo que llamamos las cualidades exteriores y perceptibles). La Iglesia Católica Romana ve un milagro doble en la transubstanciación. Sostiene que en el milagro de la misa, la sustancia del pan y del vino (la palabra sustancia es la raíz de la palabra transubstanciación) cambia a la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo, aunque los accidens del pan y el vino permanecen. Para Roma, antes del milagro, tenemos la sustancia del pan y la sustancia del vino, como también los accidens del pan y los accidens del vino. Se ve como pan; sabe como pan; suena como pan si lo dejas caer; se siente como pan; y huele como pan–porque es pan. No se ve como el cuerpo de alguien, y no se siente como el cuerpo de alguien porque no es el cuerpo de alguien antes del milagro. Después sucede el milagro y la sustancia es transformada. Ahora la sustancia del pan y el vino se ha ido, y en su lugar está la sustancia del cuerpo físico de Jesús y la sangre física de Jesús. Todo lo que queda del pan y del vino originales son sus accidens. Después de este milagro, tenemos los accidens del pan y el vino sin la sustancia del pan y el vino. También está la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo sin los accidens del cuerpo y la sangre de Cristo. Cuando digo que el milagro es doble, quiero decir que se necesita un milagro para tener la sustancia de una cosa con los accidens de otra cosa, y se necesita otro milagro para tener los accidens de algo y la sustancia de otra cosa. Es una manera muy complicada de definir la presencia real de Cristo en la Cena del Señor. Aunque Él no puede ser visto, probado, sentido, o tocado en términos de Sus accidens, Roma afirma que el participante de la comunión está masticando realmente el cuerpo de Cristo. El segundo punto de vista es el de Martín Lutero. Él se opuso a la transubstanciación porque sintió que suponía milagros frívolos. La perspectiva luterana se ha conocido históricamente como consubstanciación, aunque a los luteranos en particular no les gusta esta designación. No es un término de ellos. Por un lado, Lutero rechazaba los milagros innecesarios. Por otro lado, él insistió en la presencia sustancial de Cristo en la Cena del Señor. En coloquios y discusiones sobre esto, Lutero se comportó casi como Nikita Khrushchev en las Naciones Unidas, donde Khrushchev se quitó el zapato y golpeaba la mesa sobre un punto en particular. Cuando se realizó una gran reunión de los reformadores para tratar de resolver las diferencias en cuanto a la Cena del Señor, Lutero repetía, cada vez con más entusiasmo: “Hoc est corpus Meum. Hoc est corpus Meum”, que en latín significa “Este es Mi cuerpo”. Lutero insistió en esta fórmula porque estaba muy preocupado de que la gente fuera a trivializar el sacramento al reducir los elementos a mero simbolismo, señales áridas o vacías. Él quería retener una doctrina significativa de la presencia real de Cristo en la Cena del Señor. Dijo que la presencia sustantiva de Cristo está en, debajo y a través de los elementos; es decir, la sustancia del pan y el vino no es eliminada por la visita de Cristo a la mesa del Señor. El pan se queda como pan, el vino se queda como vino, pero debajo de ellos, escondidos de nuestra vista, hay una unión real del cuerpo y la sangre de Cristo con los elementos. Siguen siendo imperceptibles para nosotros, pero están ahí. Cristo está realmente allí sustancialmente en lo que se refiere a Su naturaleza humana así como también Su naturaleza divina, de modo que realmente nos alimentamos del cuerpo y la sangre de Cristo en Su humanidad glorificada cuando participamos en la mesa del Señor. El tercer punto de vista es el de Ulrico Zwinglio, el reformador suizo, y por esa razón se conoce como la perspectiva Zwingliana. Esta es probablemente la perspectiva más extendida entre los cristianos evangélicos hoy en día. Sostiene que no hay una presencia sustancial real de Cristo en la Cena del Señor; en cambio, todo el evento es un drama sacramental donde los elementos siguen siendo meras señales y símbolos. Eso no quiere decir que el pan y el vino no sean señales y símbolos importantes. Zwinglio dijo que hay una representación de Cristo en el pan y el vino, pero no hay una presencia sustancial del cuerpo y la sangre de Cristo en la mesa del Señor. El cuarto punto de vista, el punto de vista reformado, fue articulado por Juan Calvino. Es interesante que, cuando Calvino debatía a Lutero, argumentaba enérgicamente en contra de la presencia sustancial de Cristo en el sacramento, pero cuando debatía con los Zwinglianos, Calvino insistía en usar la palabra sustancia con respeto a la presencia de Cristo en la Cena del Señor. Para que no pensemos que Calvino estaba permitiéndose aceptar contradicciones, tenemos que entender lo que quería decir. El término sustancia puede ser usado de dos formas. Puede ser y a menudo es usado como un sinónimo de físico o corporal. Por tanto, cuando Calvino hablaba a los luteranos, él negaba la presencia sustancial de Cristo en la Cena del Señor, con lo cual estaba negando la presencia física de Cristo, el cuerpo y la sangre de Jesús. Sin embargo, cuando hablaba con los Zwinglianos, Calvino argumentaba a favor de la presencia sustancial de Cristo, pero en este caso no se refería a lo “físico”, sino a lo “real”. Calvino declaró que hay una presencia real de Cristo en el sacramento. Cristo realmente está ahí en la mesa. Nos encontramos con Él en el sacramento y tenemos compañerismo con Él en Su presencia real. Pero Calvino también dijo que la presencia de Cristo de ninguna manera está conectada a los elementos en sí mismos. Aun más importante, dijo que la presencia física de Cristo no está localizada inmediatamente en la mesa del Señor. Así que, el problema entre Lutero y Calvino era básicamente un tema de cristología; tenía que ver con cómo entendemos las dos naturalezas de Cristo. En el Concilio de Calcedonia (451 d. C.), los padres de la iglesia hicieron la declaración de que Cristo es Vera homo vera Deus, o “Verdaderamente hombre y verdaderamente Dios”. Este es quizá el mayor misterio con el que tenemos que lidiar en la teología–cómo la naturaleza humana de Jesús puede estar perfectamente unida a la naturaleza divina, y aun así hay una sola persona. No sabemos cómo es esto posible, pero Calcedonia afirma que las dos naturalezas están unidas, y que la unión no tiene mezcla, confusión, separación, o división, sino que cada naturaleza conserva sus propios atributos. Es decir, cuando Dios en Su naturaleza divina se une con la naturaleza humana, la naturaleza divina no deja de ser divina, no renuncia a sus atributos divinos. Del mismo modo, cuando la naturaleza humana se une con la divina, la naturaleza humana no deja de ser humana. Las dos naturalezas se unen, pero no se confunden. Por ejemplo, cuando Jesús lloró, Sus lágrimas eran parte de Su naturaleza humana, porque la naturaleza divina no tiene conductos lagrimales, pero la naturaleza humana sí. Asimismo, cuando Jesús tenía hambre, no significa que a Dios le diera hambre. Esa era una manifestación de la naturaleza humana. Podemos distinguir entre lo humano y lo divino de este modo, pero debemos recordar que incluso cuando Jesús tuvo hambre en términos de Su humanidad, Su naturaleza humana aún estaba perfectamente unida a la naturaleza divina. Anteriormente, cuando mencioné mi viaje en autobús a Beaver Falls, dije que no pasa ni un segundo en el reloj sin que alguien en algún lugar del mundo se acerque a la mesa para celebrar la Cena del Señor. ¿Está Cristo presente en cada una de estas celebraciones? Para responder a esa pregunta, debemos responder esta: ¿creemos que Cristo puede estar en más de un lugar al mismo tiempo? La respuesta es sí; todos los cristianos creen eso. Entonces, Cristo verdaderamente puede estar presente cada vez que la Cena del Señor es celebrada, y Calvino afirmó que Él en realidad está presente. Pero después vamos a la siguiente pregunta, y nos ponemos un poco más técnicos. Esa pregunta es: ¿de qué manera está presente? ¿Es capaz de estar en todas partes al mismo tiempo en Su naturaleza humana? O, para ponerlo de otro modo, ¿la naturaleza humana de Jesús tiene el poder o la capacidad de la omnipresencia o la ubicuidad? Calvino formuló este axioma, por el cual es famoso: Finitum non capax infiniti. Significa: “Lo finito no puede contener lo infinito”. Calvino quiso decir que, aunque la naturaleza humana de Jesús siempre y en cualquier lugar está perfectamente unida con Su naturaleza divina, es solamente la naturaleza divina la que realmente puede estar en todas partes al mismo tiempo. La naturaleza humana aún conserva los límites de su humanidad. El catecismo de Heidelberg afirma, en la respuesta a la pregunta 47: “Cristo es verdaderamente hombre y verdaderamente Dios. Con respecto a Su naturaleza humana, Él ya no está más en la tierra, pero con respecto a Su divinidad, majestad, gracia y Espíritu en ningún momento está ausente de nosotros”. Esta declaración trataba de hacer justicia a la enseñanza del mismo Jesús antes de que dejara este planeta. Por un lado, Él dijo: “Todavía un poco de tiempo estaré con vosotros, e iré al que me envió” (Juan 7:33). Por otro lado, Él dijo: “y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20b). Jesús anunció una partida real y una permanencia real. Por lo tanto, la teología reformada histórica dice que Jesús ha partido en Su naturaleza humana. Su naturaleza humana está a la diestra de Dios en el cielo, y no veremos esa naturaleza humana de nuevo hasta que Él regrese o hasta que nosotros vayamos allá. Pero con respecto a Su naturaleza divina, Cristo aún está presente con nosotros. Tendemos a pensar que el cielo está arriba y la tierra está aquí abajo, y la naturaleza humana de Jesús está en el cielo mientras que la naturaleza divina de Jesús está aquí en la tierra. Sin embargo, esa idea conlleva a que la unión de la encarnación sea quebrantada. Calvino dijo que el cuerpo y la sangre están allá arriba porque son parte de la naturaleza humana de Jesús, la cual es localizada. Pero la naturaleza humana allá arriba está perfectamente unida con la naturaleza divina, que no está limitada a un solo lugar. Así que la presencia de Jesucristo abarca toda la Creación a través de la naturaleza divina. Calvino lo vio de esta manera: cuando celebramos la Cena del Señor aquí en la tierra, estamos en comunión con Cristo en Su naturaleza divina. Calvino dijo que en este acto de comunión mística con la presencia divina de Cristo, la naturaleza humana de Cristo se hace presente para nosotros. En otras palabras, cuando nos encontramos con Cristo en la mesa del Señor a través de Su naturaleza divina, esa naturaleza aún está en perfecta unión con la naturaleza humana. Por lo tanto, estamos teniendo comunión con Cristo completo. No es porque Su cuerpo y sangre sean traídos a la tierra o porque nuestros cuerpos y sangre sean llevados al cielo. Simplemente, en este encuentro íntimo en la mesa del Señor, tenemos comunión con la persona perfectamente unida de Cristo, no solo con Su naturaleza divina. Por ende, aunque estemos separados de la naturaleza humana de Jesús, realmente tenemos comunión con Él en Su naturaleza humana. Esta perspectiva mantiene la naturaleza humana como humana y la naturaleza divina como divina, y enfatiza firmemente que de verdad tenemos comunión con la presencia real de Jesucristo en la Cena del Señor. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre esa comunión y la comunión y compañerismo que gozamos con Jesús en un estudio bíblico, una reunión de oración, o cualquier reunión de dos o más creyentes? ¿No podríamos decir que todo esto es verdad en esos contextos también? En cierto sentido, la respuesta es sí. La presencia de Cristo es la presencia de Cristo. La diferencia radica en lo que está sucediendo en los distintos contextos. Cuando viví en Pennsylvania, pertenecía al Club Latrobe Country. Era el club de Arnold Palmer, y me encontré con él un par de veces. A menudo yo estaba en el campo de golf al mismo tiempo que él, o estábamos en el comedor del club al mismo tiempo. Pero nunca fui invitado a su casa para cenar. En nuestras relaciones humanas, el simple hecho de compartir una comida es significativo. Cuando las personas se hacen cercanas, comienzan a visitarse unas a otras en las casas para el compañerismo íntimo de las comidas. Jesús en la Cena del Señor está afirmando: “tú vienes a Mi casa para cenar, y Yo voy a darte ese tipo de concentración de intimidad y seguridad que va con ello”. En otras palabras, tenemos una relación especial con Cristo que el incrédulo no experimenta, porque la Cena del Señor es solo para creyentes. Los incrédulos pueden participar de nuestros servicios de adoración, pero no deben tener acceso a la mesa del Señor. Ahí es donde Jesús se sienta con Su pueblo para darles una atención especial y para proporcionarles una gracia especial. Viene a consolarlos, a perdonarlos y a fortalecerlos. Venimos a la mesa del Señor a ver a Jesús porque necesitamos que Jesús ponga Sus manos sobre nuestras cabezas y perdone nuestros pecados. Necesitamos que Jesús nos dé una certeza renovada de nuestra relación con Él. Cuando yo tomo el pan durante la Cena del Señor, es como si escuchara que Jesús me dice: “R. C., Yo morí por ti, Mi cuerpo fue quebrantado por ti, y Mi sangre fue derramada por ti. Me estoy inclinando en Mi gracia esta mañana para fortalecer tu alma”. Es una experiencia increíble. Entonces no solo estoy pensando en el pasado o el futuro. Estoy pensando en lo que está pasando justo en ese momento. Él realmente está ahí, estamos en Su presencia y estamos siendo fortalecidos por ese vínculo y comunión de nuestras almas con la presencia de Cristo. GUÍA DE ESTUDIO DEL CAPÍTULO 9

INTRODUCCIÓN Probablemente no había nada más importante en la adoración de la primera generación de cristianos que la celebración de la Cena del Señor. Cristo mismo instituyó este elemento de adoración. Pero entre los cristianos hay debate sobre lo que significa la Cena del Señor. Están de acuerdo en cuanto a su significado pasado y futuro, pero debaten su significado para el presente. OBJETIVOS DE APRENDIZAJE

1. Ser capaz de explicar en qué están de acuerdo los cristianos sobre el significado pasado y futuro de la Cena del Señor. 2. Ser capaz de explicar los cuatro puntos de vista de lo que la Cena del Señor significa para el presente.

CITAS

Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.

De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. –Lucas 22:19-20

La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan. –1 Corintios 10:16-17 BOSQUEJO

I. La dimensión del pasado en la Cena del Señor: recordamos lo que Jesús hizo en la cruz II. La dimensión del futuro en la Cena del Señor A. Jesús dijo: “Porque os digo que no la comeré más (la pascua), hasta que se cumpla en el reino de Dios” (Lucas 22:16). B. La Cena del Señor apunta hacia el banquete de las bodas del Cordero, donde celebraremos con el Rey (Apocalipsis 19:7- 9a). C. Es una muestra del compañerismo supremo que tendremos con Él en el cielo. III. La dimensión presente: cuatro puntos de vista de cómo Cristo está presente A. ¿Qué quiso decir Jesús cuando afirmó: “Este es Mi cuerpo” y “Esta es Mi sangre”? ¿Hay alguna identidad real entre el pan y el vino y el cuerpo y sangre de Jesús, o simplemente es una representación simbólica? B. La Iglesia Católica Romana enseña que durante la oración de consagración, ocurre un milagro en el que los elementos ordinarios de pan y vino son cambiados sobrenaturalmente en el cuerpo y sangre de Cristo, aunque en el exterior sigan pareciendo el pan y el vino. Por tanto, la persona que está en la comunión en efecto está participando del cuerpo de Cristo físicamente. C. Martín Lutero negó el milagro, pero insistió en la presencia sustancial de Cristo en la Cena del Señor. Lutero estaba preocupado de que la gente redujera los elementos a señales vacías o áridas. El pan permanece como pan y el vino como vino, pero debajo de ellos, escondidos de nuestra vista, hay una unión real del cuerpo y la sangre de Cristo con los elementos. Cristo de verdad está ahí sustancialmente en términos de Su naturaleza humana y también Su naturaleza divina, de manera que en la Mesa del Señor realmente nos alimentamos del cuerpo y la sangre de Cristo en Su humanidad glorificada. D. El punto de vista de Ulrico Zwinglio es probablemente el más aceptado entre los cristianos evangélicos hoy en día. Sostiene que no hay una presencia real sustancial de Cristo en la Cena del Señor; en lugar de eso, todo el evento es una dramatización sacramental donde los elementos permanecen simplemente como señales y símbolos importantes. Zwinglio afirmó que hay una representación de Cristo en el pan y el vino, pero no hay presencia sustancial del cuerpo y la sangre de Cristo en la Mesa del Señor. E. El punto de vista reformado fue articulado por Juan Calvino. Calvino negó la presencia física del cuerpo y la sangre de Jesús en la Cena del Señor. Sin embargo, Calvino defendió la presencia real de Cristo en el sacramento. Cristo realmente está ahí en la mesa. Tenemos comunión con Él en Su presencia real. Pero Calvino también afirmó que la presencia de Cristo en ninguna manera está atada a los elementos en sí mismos. Y dijo que la presencia física de Cristo no está inmediatamente localizada en la Mesa del Señor.

IV. El Concilio de Calcedonia y el punto de vista de Calvino A. En el Concilio de Calcedonia (451 d .C.), los padres de la iglesia declararon que Cristo es verdaderamente hombre y verdaderamente Dios. B. Las dos naturalezas de Cristo están unidas sin mezcla, confusión, separación o división, cada naturaleza reteniendo sus propios atributos. Cuando Dios en Su naturaleza divina se une a la naturaleza humana, la naturaleza divina no se deshace de sus atributos divinos, y la naturaleza humana no deja de ser humana. Cuando Jesús tenía hambre, Su naturaleza humana tenía hambre. Podemos distinguir entre la humana y la divina de esta manera, pero aun cuando Jesús tenía hambre en Su naturaleza humana, esa naturaleza estaba perfectamente unida con la naturaleza divina. C. En Su naturaleza divina Cristo puede estar en más de un lugar al mismo tiempo, pero en Su naturaleza humana no puede. Aunque la naturaleza humana de Jesús está siempre y en todas partes perfectamente unida con Su naturaleza divina, solo la naturaleza divina puede estar en todas partes a la vez. El Catecismo de Heidelberg declara: “Cristo es verdaderamente hombre y verdaderamente Dios. Con respecto a Su naturaleza humana, Él ya no está más en la tierra, pero con respecto a Su divinidad, majestad, gracia y Espíritu en ningún momento está ausente de nosotros”. D. Calvino afirmó que el cuerpo y sangre están en el cielo porque son parte de la naturaleza humana de Jesús, la cual está localizada. Pero la naturaleza humana allá arriba está perfectamente unida con la naturaleza divina, la cual no está limitada a ninguna locación. Cuando celebramos la Cena del Señor aquí en la tierra, estamos teniendo comunión con Cristo y Su naturaleza divina. En este acto de comunión mística con la presencia divina de Cristo, la naturaleza humana de Cristo se hace presente para nosotros. E. En la Cena del Señor, Jesús está afirmando: “Ustedes vienen a Mi casa para cenar, y Yo voy a darles ese tipo de concentración de intimidad y seguridad que va con ello”. Jesús se sienta con Su pueblo para darles atención especial y para dispensarles una gracia particular. Viene a confortarlos, perdonarlos y fortalecerlos.

ESTUDIO BÍBLICO

1. ¿De qué maneras está conectada la Cena del Señor con la celebración mencionada en estos pasajes? a. Isaías 23:6-8 b. Mateo 22:1-14 c. Apocalipsis 19:7-9a 2. ¿Qué podemos aprender de 1 Corintios 11:17-34 sobre lo que significa la Cena del Señor? ¿Cómo se hacía en Corinto en ese tiempo? ¿Qué problemas estaban teniendo los corintios con la Cena y cómo quería Pablo que corrigieran esos problemas? ¿Qué significa ser “culpable del cuerpo y de la sangre del Señor” (v. 27)? 3. En el relato de Mateo sobre la alimentación de los cinco mil, dice que Jesús tomó los panes y peces, los bendijo, partió los panes y los dio a los discípulos (Mateo 14:19). En su relato de la última cena, Mateo afirma que Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a Sus discípulos (Mateo 26:26). ¿Es una coincidencia la repetición de estos cuatro verbos (tomó, bendijo, partió, dio)? ¿o están vinculados de alguna manera los dos relatos? Si están vinculados, ¿cómo? Si no es así, ¿cómo lo sabes? (Considera comparar los relatos de estos eventos en los otros evangelios. En algunas traducciones el verbo “bendijo” está traducido como “dio gracias”). 4. Lee todo Mateo 26. Observa los lugares donde la naturaleza divina de Jesús está activa y los lugares donde Su naturaleza humana está activa, aun así Él es una sola persona. GUÍA DE DISCUSIÓN

1. ¿Cuál es el significado futuro de la Cena del Señor? ¿Por qué es importante para nosotros ahora? 2. ¿Con cuál de los cuatro puntos de vista sobre la Cena del Señor estás más familiarizado? ¿Cuál de ellos encuentras persuasivo? ¿Por qué? ¿Cómo crees que la Cena del Señor nos beneficia? 3. ¿Qué significa decir que Cristo es verdaderamente hombre y verdaderamente Dios? ¿Por qué es relevante para nuestro entendimiento de la Cena del Señor? ¿Por qué es relevante para nuestro entendimiento de lo que Cristo hizo en la cruz?

APLICACIÓN

1. Participa en una celebración de la Cena del Señor. Mientras lo haces, reflexiona en lo que Cristo hizo por ti en el pasado, en lo que esperas en la celebración en el reino de Dios, y en la presencia de Cristo contigo en la mesa. 2. Pídele a Cristo que te ayude a conocerlo más como verdaderamente hombre y verdaderamente Dios. 10

LA PERSONA COMPLETA

Cuando los encuestadores preguntan a las personas por qué van a la iglesia o se apartan de ella, las encuestas usualmente revelan lo mismo. La motivación número uno para ir a la iglesia mencionada por la gente es el deseo de compañerismo humano. Quieren estar con otras personas en una actividad particular. En cambio, las quejas más grandes de la gente que ha dejado de ir a la iglesia –las razones principales para no asistir– son que la adoración es aburrida e irrelevante y que la gente en los servicios no es amigable. Todos sabemos la razón número uno por la que debemos ir a la iglesia, y es para adorar a Dios. Sin embargo, hay pocos, si es que alguno, que van a la iglesia exclusivamente por esa razón. Vamos para disfrutar del compañerismo con nuestros amigos, para experimentar la expresión de los símbolos de nuestra fe, y por otras razones. De hecho, las iglesias a menudo tratan de apelar a estas motivaciones. Por ejemplo, no es raro que una iglesia diseñe su edificio para comunicar que ese es un lugar cálido, cómodo y funcionalmente conveniente para reunirse con los amigos. Regresemos a las razones principales que citan las personas para abandonar la iglesia. Ellos dicen que lo que sucede en la iglesia es aburrido e irrelevante. Me cuesta entender eso. Cuando abrimos la Biblia y leemos el relato de personas que tuvieron encuentros con el Dios vivo, vemos todo el espectro de emociones humanas. Algunas personas lloran, otras claman por temor y terror, y algunas se estremecen y tiemblan. Abram “se postró sobre su rostro” (Génesis 17:3), los israelitas “temblaron y se pusieron de lejos” (Éxodo 20:18b), e Isaías clamó: “¡Ay de mí! que soy muerto” (Isaías 6:5a). Hay una variedad de respuestas a la presencia de Dios, pero nunca leemos en la Biblia de alguna ocasión en la que Dios apareciera al pueblo y se aburrieran. Tampoco leemos de alguien que después de un encuentro con Dios salga diciendo: “Eso fue irrelevante”. Un servicio cristiano de adoración es la reunión del pueblo de Dios en Su presencia; es un encuentro con Dios. Entonces ¿cómo podemos explicar los resultados de las encuestas que nos dicen que las personas se van de la iglesia sintiendo que es aburrida e irrelevante? Creo que es porque no tienen un sentido de la presencia de Dios cuando asisten a la adoración. La crisis real de adoración hoy en día no es que la predicación sea insignificante o que el lugar sea incómodo. El problema es que la gente no tiene un sentido de la presencia de Dios, y si no lo tienen, ¿cómo pueden ser movidos a expresar los más profundos sentimientos de sus almas para honrar, venerar, adorar y glorificar a Dios? El problema, evidentemente, está en el uso de la palabra sentido. La gente no tiene un sentido de Dios porque no pueden percibirlo cuando la iglesia se reúne para adorar. Pero si yo dijera: “La próxima semana a las once en punto en la mañana, el mismo Dios Padre va a aparecer visiblemente en tal lugar, y estamos vendiendo boletos”, ¿comprarías uno? O si dijera: “Jesús va a regresar la próxima semana, y va a aparecer visiblemente en tal edificio a tal hora”, ¿irías? Si yo te dijera que tienes la oportunidad de ver a Dios o a Jesús con tus propios ojos, no te importaría el aspecto del edificio. Si supieras que el Padre o Jesús va a estar ahí, tú irías. Y si el Padre realmente llegara, o si Jesús visible y físicamente viniera a la adoración, ¿cuántas personas piensas que se retirarían de tal experiencia y dirían: “me aburrí hasta la muerte”, o “eso fue irrelevante”? Es inconcebible que alguien reaccione de esa manera a una experiencia de reunión con el Padre o el Hijo. Evidentemente, la batalla por obtener un sentido de la presencia de Dios no es un fenómeno nuevo. La gente a través de la historia ha carecido del sentido de Su presencia, y eso frecuentemente lleva a la creación de imágenes e ídolos, que son considerados como manifestaciones visibles y tangibles de Dios. La idolatría es simplemente un intento de hacer a Dios visible de maneras que son inaceptables para Él. En realidad, estos intentos de obtener un sentido de la presencia de Dios simplemente fueron las primeras expresiones de los tipos de experimentación que vemos en la adoración de las iglesias protestantes de hoy. Juan Calvino estaba plenamente consciente de la prohibición de Dios en contra de las imágenes en la adoración, particularmente el segundo mandamiento: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás” (Éxodo 20:4-5a). Por esa razón, Calvino llamó a la iglesia a examinar sus prácticas de adoración para identificar el uso inapropiado de imágenes. Se ha dicho, y pienso que justamente, que en su obra de reforma en el siglo XVI Calvino quizá fue impulsado más por una preocupación por la adoración adecuada que por la teología (aunque, al hablar de Calvino, casi nunca podemos separar la adoración de la teología). Si esa apreciación es verdadera o no, no viene al caso, pero sin duda es cierto que Calvino estaba profundamente preocupado por la adoración, y su preocupación más grande fue la intrusión de formas de idolatría en la adoración. La idolatría a menudo se introdujo en la vida de la iglesia mediante íconos, imágenes y estatuas. Por esta razón, Calvino tenía un debate continuo con las autoridades católicas romanas sobre el uso de estos elementos en la adoración. Las autoridades en Roma dejaron en claro que ellos prohibían la adoración de íconos, imágenes y estatuas en la misa o en cualquier forma de actividad religiosa. Al decir eso, hicieron una distinción entre lo que llamaban latria y douleia–siendo latria la palabra griega para “adoración” y douleia la palabra griega para “servicio”. Roma decía que ofrecemos douleia, o servicio, a los íconos, imágenes y estatuas, pero nunca latria, o adoración. Incluso María no debe recibir latria, pero recibe, como dijo Roma, hiper-douleia o hiper-servicio. Calvino afirmó que esta era una distinción sin una diferencia. Él decía que ofrecer “servicio” a los íconos, imágenes o estatuas era, de hecho, involucrarse en una forma sutil de idolatría. Para estar absolutamente seguro de que la iglesia no fuera atraída o seducida a la idolatría, Calvino quería quitar todos los íconos, imágenes y estatuas de la adoración en la casa de Dios. Esa llegó a ser, en su mayoría, la postura de los reformadores posteriores. Aún hoy, muchos de los que adoran en la tradición reformada tienden a vaciar la adoración de aspectos visuales. La cuestión de las imágenes en la adoración es parte de una controversia y un debate más amplio sobre qué es la adoración adecuada delante de Dios. Algunas iglesias adoptan la posición de que cualquier cosa que no esté prohibida en la Escritura es aceptable para su uso en la adoración de la iglesia. Otras iglesias tienen un principio que gobierna la adoración: el principio regulador. Este dice que solo lo que está autorizado por la Escritura es una forma legítima de adoración. (Sin embargo, hay un gran debate sobre lo que significa decir que la Escritura autoriza algo. ¿Debe la Escritura autorizar algo explícitamente o puede ser algo deducido por una inferencia razonable del texto de la Escritura?). Esta controversia ha hecho que muchos de nosotros practiquemos la filosofía del segundo vistazo, es decir, mirar nuevamente en la Escritura para discernir, de ser posible, cuáles principios podemos encontrar allí que nos dirijan y guíen en nuestra adoración, y, al mismo tiempo, que nos guarden de un tipo de experimentación impía con el fin de alcanzar un sentido de la presencia de Dios. Eso es lo que estoy tratando de hacer en este libro–encontrar los principios de la Escritura que deberían orientar nuestra adoración. En mi búsqueda de tales principios, regreso una y otra vez al Antiguo Testamento por esta razón: en el Antiguo Testamento, puedo encontrar refugio de la especulación, de la opinión humana, y de los gustos y preferencias, porque solo en el Antiguo Testamento Dios mismo exige explícitamente que ciertas cosas se lleven a cabo en la adoración. En el Antiguo Testamento, Dios da instrucciones detalladas para la adoración. El Antiguo Testamento contiene pasajes detallados que prescriben cómo debe ser la adoración, pero no hay nada como eso en el Nuevo Testamento. Este es un terreno peligroso porque, como señalé en los capítulos anteriores, no podemos ir al Antiguo Testamento y transferir la liturgia de Israel y las formas de adoración de los judíos al Nuevo Testamento. Si hiciéramos eso, estaríamos resucitando las sombras y los tipos para reemplazar la sustancia del cumplimiento de esas cosas. De hecho, el Nuevo Testamento nos enseña que el sistema sacrificial que era una parte tan importante de la liturgia de Israel en el Antiguo Testamento no debe repetirse más porque se cumplió una vez y para siempre con el sacrificio de Cristo en la cruz. No estoy interesado en transferir simplemente la adoración del Antiguo Testamento a la comunidad del Nuevo Testamento, pero lo que estoy tratando de encontrar es si hay principios que podemos obtener del cultus de Israel en el Antiguo Testamento que puedan tener una aplicación válida en la adoración del Nuevo Testamento. Jesús nos dio una definición de la verdadera adoración en el Nuevo Testamento cuando dijo: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:23-24). El énfasis de Jesús en la verdad significa ciertamente que la mente debe estar participando de forma activa en la adoración; la mente no debe ser ignorada o vaciada. La adoración no es simplemente una experiencia de sentimientos; debe involucrar un entendimiento de la mente. Es por eso que, en la adoración protestante, se le da tanta atención a la lectura y predicación de la Palabra de Dios. La predicación está diseñada, ante todo, para apelar a la mente. La lectura y predicación de la Escritura deben ser entendidas y subsecuentemente puestas en práctica. El peligro que enfrentamos como protestantes no es tanto la posibilidad de volvernos mecánicos o irreflexivos, aunque eso siempre está ahí, sino la posibilidad real de que lleguemos a ser gnósticos pensando que nuestra respuesta a Dios es únicamente mental. No podemos permitir que esto suceda porque, cuando se trata de la adoración, la mente no es suficiente. Podemos obtener una mejor perspectiva de este asunto al salir de la esfera de la adoración y examinar la cuestión más amplia de la epistemología, que es la ciencia de cómo aprendemos o cómo sabemos cualquier cosa. Entendemos que en el proceso de aprendizaje de cada humano ciertamente tiene que participar la mente. Si la mente no está involucrada, no vamos a aprender o saber nada. Sin embargo, no solo aprendemos a través de la deducción lógica. René Descartes, el filósofo del siglo XVII, estaba preocupado por los muchos conflictos de opinión en su época. Él temía que la verdad se estaba desintegrando. Había mucho escepticismo y muchos enfrentamientos entre las diversas verdades que se postulaban. En respuesta, Descartes quería desesperadamente encontrar ideas básicas, lo que él llamó ideas “claras y distintas”, que fueran tan básicas y fundamentales que su verdad fuera indisputable. Descartes se propuso ocuparse en un proceso sistemático de duda, por medio del cual decidió desafiar toda tesis que le fuera posible desafiar hasta que se pudiera comprobar de manera convincente y demostrable que su verdad estaba establecida por pura lógica. De esta manera, llegó a su verdad principal: Cogito, ergo sum, que significa “pienso, luego existo”. Él afirmó que la lógica prueba esto más allá de toda duda. Dijo, en esencia: “Si afirmo: ‘Estoy pensando y por tanto existo’, si dudo eso, para dudarlo tengo que estar pensando. No puedo dudar sin pensar. Así que, si estoy dudando, estoy pensando, y si estoy pensando, yo debo ‘existir’. Entonces lo que no puedo negar es que estoy pensando, y si estoy pensando, debo existir porque no puedo tener pensamiento a menos que sea un pensador”. Con eso, Descartes llegó a la conclusión de que, una vez tuviera suficientes de estas ideas básicas que son claras y distintas, él podía deducir la plenitud de la realidad sin nunca haber experimentado, observado o medido. En verdad, sin embargo, ninguna de nuestras experiencias es puramente cerebral o intelectual. En lugar de eso, toda la experiencia de la vida humana implica lo mental y lo físico, o lo que voy a denominar lo sensible. Los cinco sentidos participan en la experiencia de vivir. Aquellos que están ciegos tienen una consciencia aguda de la pérdida de uno de sus principales sentidos. Aquellos que pierden la escucha a menudo están seriamente desorientados porque pueden responder a la vida solamente por lo que ven, huelen, gustan y tocan. No somos criaturas que experimentan la suma total de la vida con una mente desnuda. En lugar de eso, percibimos todo al ver, escuchar, oler, gustar y tocar. Habiendo reconocido esto, el método científico ahora no pone tanto énfasis en la lógica como en la observación, el uso de los cinco sentidos. Los sentidos ciertamente son importantes para nosotros en cualquier descubrimiento de la verdad. Un filósofo ha dicho que no tenemos acceso al mundo a nuestro alrededor excepto por los sentidos. El cuerpo es el umbral de la mente para todo lo que existe afuera de nosotros. En otras palabras, no puedo conocer nada de lo que está afuera a menos que lo vea con mis ojos (o lea sobre ello), escuche a alguien hablar de eso, lo huela, lo pruebe o lo toque. Luego la mente debe procesar la información recopilada por los sentidos. Afirmar que aprendemos únicamente con los sentidos y sin la mente es una distorsión tan grande como decir que aprendemos o conocemos únicamente con la mente separada de nuestros sentidos. Lo mismo es cierto en la adoración. No debemos aproximarnos a la adoración como si fuéramos mentes sin cuerpo. Tampoco debemos venir a adorar con escepticismo, diciendo: “No puedo ver a Dios; no lo puedo escuchar; no lo puedo oler, no lo puedo probar ni tocar; y a menos que pueda experimentar a Dios con mis sentidos, no importa lo que la lógica me diga, no creeré que Él existe”. Cuando estudiamos las prácticas de adoración que Dios describe en el Antiguo Testamento, notamos algo muy importante–la persona completa participaba en la experiencia. La mente del adorador estaba involucrada, así como todos los cinco sentidos. Al igual que Calvino, reconozco que el Antiguo Testamento pone ciertos límites en cuanto a cómo podemos usar nuestros sentidos en la adoración. Como se mencionó antes, en los diez mandamientos Dios prohibió específicamente las imágenes grabadas; así de peligroso era el riesgo de la intrusión de la idolatría en la actividad religiosa de Israel. Imagina que estamos tratando de formular diez leyes sobre las cuales construir una nación. ¿Elegiríamos usar alguna de ellas para prohibir la elaboración de imágenes? Probablemente no, pero el hecho de que Dios lo hizo indica la seriedad del peligro potencial. La otra cara de la moneda es que había un magnífico conjunto de representaciones visuales que era integral para la adoración de Israel en el tabernáculo y en el templo. La adoración de Israel era sumamente visual. No solo eso, sino que había un fuerte elemento de percepción auditiva. El canto y los instrumentos tales como címbalos, trompetas y harpas eran parte de la experiencia de adoración, sin mencionar el escuchar la Palabra leída. Había un elemento del sentido del olfato–el incienso que era usado para simbolizar la dulce fragancia y aroma de las oraciones del pueblo de Dios que subían ante Él. La adoración involucraba a la persona completa, incluyendo los sentidos. Por muchos años enseñé un curso de comunicación en el seminario. Alrededor del ochenta por ciento del curso estaba dedicado a la dinámica de la comunicación verbal, pero el resto del curso se enfocaba en la comunicación no verbal. Los seminaristas deben aprender sobre la comunicación no verbal porque tendemos a pensar que si decimos las palabras correctas, nos hemos comunicado. Ese no siempre es el caso. En una discusión teológica, mi mente se enfoca en las palabras que la otra persona está diciendo. Escucho cada palabra y analizo, lo mejor que puedo, el significado preciso de esas palabras. Una vez tuve un debate con mi mentor, el Dr. John Gerstner. Protesté en contra de algo que dijo y él volteó mi argumento al revés, me destrozó, y limpió el polvo del lugar en el que yo estaba parado. “Pero Dr. Gerstner”, protesté, “eso no fue lo que quise decir”. Él respondió: “Eso fue lo que dijiste, muchacho, y tendrás que aprender a querer decir lo que dices y a decir lo que quieres decir”. Fui debidamente amonestado en ese punto, y por eso ahora busco pensar cuidadosamente las palabras que selecciono cuando estoy participando en una discusión teológica. Sin embargo, no siempre entiendo lo que la otra persona está diciendo realmente. Cuando alguien me habla escucho lo que dice, pero si mi esposa está ahí, después de que la conversación termina, es probable que ella comente: “Cariño, ignoraste completamente el lenguaje corporal de esa persona. No viste la manera en la que estaba frunciendo el ceño y la manera en que sus brazos se movían. Tienes que ser más holístico, debes aprender cómo ser más intuitivo”. Mi esposa lee a la persona mientras que yo estoy enfocado únicamente en la dimensión de las palabras. Tiendo a pasar por alto toda comunicación no verbal que se está llevando a cabo. Dios usa la comunicación no verbal, especialmente en el contexto de la adoración. Vemos esto claramente en las instrucciones de adoración del Antiguo Testamento. La liturgia del antiguo Israel claramente incluía la comunicación conceptual, pero había un fuerte elemento de comunicación no verbal también. Además de involucrar la mente, la adoración del Antiguo Testamento involucraba todos los cinco sentidos de la experiencia humana, de modo que la persona completa estaba participando en esta experiencia. Dios le dio a Su pueblo numerosos elementos de adoración que estaban diseñados para apelar a sus sentidos. Había cosas para ver, cosas para escuchar, cosas para probar, cosas para tocar y cosas para oler, y lo mismo aplica en el Nuevo Testamento. Además de la lectura y la predicación de la Palabra, tenemos el canto y tenemos los sacramentos, que apelan a casi todos nuestros sentidos. Debemos revisar seriamente cómo estamos participando en el asunto de la adoración en términos de la persona completa. Por lo tanto, en los capítulos restantes de este libro, veremos algunos de los elementos de la adoración en el Antiguo Testamento que apelaban a los distintos sentidos y consideraremos si podemos usar estos elementos para enriquecer nuestra propia adoración. El punto de partida es la dimensión visual. ¿Qué es lo que vemos cuando estamos en la experiencia de la adoración? GUÍA DE ESTUDIO DEL CAPÍTULO 10

INTRODUCCIÓN La razón número uno que la gente da para dejar de ir a la iglesia es que es aburrida e irrelevante. Pero nadie que haya experimentado la presencia de Dios la ha descrito como aburrida e irrelevante. Así que la razón por la que la gente la encuentra aburrida es porque no tienen un sentido de la presencia de Dios allí. Y si no tienen un sentido de Su presencia, ¿cómo pueden ser movidos a adorarle? OBJETIVOS DE APRENDIZAJE

1. Ser capaz de explicar la importancia de un sentido real de la presencia de Dios en la adoración. 2. Ser capaz de explicar la importancia de involucrar tanto la mente como el cuerpo/los sentidos en la adoración.

CITAS

Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas, Para ver tu poder y tu gloria, Así como te he mirado en el santuario. –Salmos 63:1-2

Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. –Apocalipsis 1:17 BOSQUEJO

I. Por qué algunas personas encuentran la iglesia aburrida A. En la Biblia, cuando las personas se encontraban con Dios, lloraban, gritaban de terror, temblaban, se postraban sobre sus rostros. Nunca estaban aburridos ni decían: “Eso fue irrelevante”. B. Un servicio cristiano de adoración es un encuentro con Dios. C. Pero cuando la gente asiste y no tiene un sentido de la presencia de Dios, les parece aburrido. D. La crisis de adoración actual es que la gente necesita un verdadero sentido de la presencia de Dios.

II. Qué es permitido en la adoración A. La gente a lo largo de la historia ha carecido de un sentido de Su presencia, y frecuentemente han recurrido a la idolatría, lo cual es un intento de hacer a Dios visible en formas que son inaceptables para Él. B. Juan Calvino estaba preocupado por la prohibición de Dios en contra de las imágenes en la adoración. Rechazó el douleia (servicio) católico a los íconos, las imágenes y el santuario porque lo veía como adoración. C. El tema de las imágenes es parte de un debate más amplio sobre lo que es la adoración apropiada. Algunas iglesias afirman que cualquier cosa que no esté prohibida en la Escritura es aceptable. Otras dicen que solo aquello que está autorizado por la Escritura es legítimo. D. Estamos examinando el Antiguo Testamento para encontrar principios que nos guíen porque nos permite alejarnos de la especulación y las preferencias. Solo en el Antiguo Testamento Dios mismo ordena explícitamente que se realicen ciertas cosas en la adoración. III. Involucrando la mente en la adoración A. El énfasis de Jesús en la verdad (Juan 4:23-24) para la adoración significa que la mente debe estar participando activamente. La adoración no es simplemente una experiencia de sentimientos. B. Por eso la adoración protestante presta tanta atención a la lectura y predicación de la Palabra de Dios. C. Pero nos arriesgamos a convertimos en gnósticos pensando que nuestra respuesta a Dios es solo mental. D. La mente no es suficiente. IV. Involucrando a la persona completa A. Ninguna de nuestras experiencias es únicamente intelectual. La vida humana implica lo mental y lo físico. B. El cuerpo es el umbral de la mente para todo lo que existe afuera de nosotros. C. Luego la mente debe procesar la información recolectada por los sentidos. D. Por lo tanto, no debemos acercarnos a adorar como si fuéramos mentes sin cuerpo. E. Tampoco debemos venir a adorar con escepticismo, expresando: “No puedo ver, escuchar, oler, tocar, ni probar a Dios; y a menos de que pueda experimentar a Dios con mis sentidos, no importa lo que la lógica me diga, no creeré que Él existe”. F. En el Antiguo Testamento, la persona completa –mente y sentidos– estaba involucrada en la adoración. G. El Antiguo Testamento pone límites a cómo podemos usar nuestros sentidos en la adoración. Prohíbe las imágenes grabadas. H. Sin embargo, la adoración de Israel era intensamente visual. I. También era fuertemente auditiva con la música y la lectura de la Palabra. J. También había incienso para oler. K. En el Nuevo Testamento, además de la Palabra tenemos los cantos y los sacramentos, que apelan a casi todos nuestros sentidos. L. El resto de este libro analizará cómo el Antiguo Testamento vinculaba los sentidos en la adoración y cómo debemos hacerlo nosotros.

ESTUDIO BÍBLICO

1. En los siguientes pasajes, ¿cómo responde la gente cuando se encuentra con Dios? ¿Por qué responden de esa manera? ¿Deberíamos esperar tener experiencias como esta? ¿Por qué sí o por qué no? a. Génesis 17:1-3 b. Éxodo 3:1-6 c. Éxodo 20:18-19 d. Isaías 6:1-7 e. Lucas 5:1-9 f. Apocalipsis 1:9-17 2. Cuando el salmista en Salmos 63:1-5 habla sobre ver a Dios en el santuario, ¿qué piensas que quiere decir? ¿Has tenido alguna vez ese tipo de sed de Dios que él describe en el versículo 1? ¿Has tenido la satisfacción del alma que describe en el versículo 5? 3. ¿Qué posturas corporales para la adoración se describen en estos pasajes? ¿Qué razones se dan para estas expresiones físicas? ¿Pueden ser relevantes hoy? ¿En qué sentido? ¿Con base en qué podemos decidir si son relevantes y cómo? a. Nehemías 8:6 b. Salmos 28:2 c. Salmos 134:2 d. Salmos 47:1 e. Salmos 95:6-7 f. Salmos 149:3 4. Los judíos en los días de Jesús tenían su identidad fuertemente adherida al templo en Jerusalén, y es posible ver una reacción contra esto en el Nuevo Testamento. ¿Qué actitudes hacia el templo expresan los siguientes textos? ¿Cómo han afectado la manera en que los protestantes modernos ven los edificios de las iglesias? a. Lucas 21:5-6 b. Hechos 7:48-49 c. Juan 2:18-22 d. 1 Corintios 3:16 e. Efesios 2:19-22

GUÍA DE DISCUSIÓN

1. ¿Con qué frecuencia experimentas la presencia de Dios en la adoración? ¿Cómo describirías esa experiencia o la ausencia de esta? ¿Cuál se supone que debería ser nuestra experiencia? 2. ¿Estás tentado a enfatizar demasiado la vida de la mente? ¿De las emociones? ¿De los sentidos? Si es así, ¿cómo? ¿Cómo manejas eso? 3. ¿De qué maneras los servicios de adoración a los que asistes usualmente involucran tu mente? ¿De qué maneras involucran tu vista, tu oído, tu sentido del olfato y tu postura corporal? APLICACIÓN

1. Asiste a un servicio de adoración diferente a los que regularmente asistes, en un edifico diferente al tipo de edificio en el que adoras usualmente. Observa el espacio físico y cómo afecta la experiencia de adoración. Observa lo que ves en términos de arte (o la ausencia de este), características arquitectónicas, carteles, mobiliario, lo que visten los líderes de adoración, etc. Presta atención a las posturas corporales que la gente usa. Presta atención a lo que escuchas, y cómo la música, palabras y otros sonidos afectan la adoración. ¿La adoración involucra el olfato, gusto o tacto? 2. Pídele a Dios que te ayude a experimentar Su presencia en la adoración. Por otra parte, algunas veces Dios deliberadamente retira el sentido de Su presencia por un tiempo para que podamos experimentar el caminar por fe sin sentir, y en esas ocasiones de hecho podemos experimentar la alteridad de Dios a través de Su ausencia. Por lo tanto, puede ser igualmente valioso pedirle a Dios que te ayude a conocerlo en Su ausencia. Pero si nunca has experimentado Su presencia, pídela. 11

EL ROL DE LA BELLEZA

Cuando estaba en tercer grado, mi abuela me llevó al centro de Pittsburgh la semana antes de navidad. Fuimos a ver las exhibiciones navideñas en las tiendas por departamentos, pero también para que yo pudiera comprar regalos para mi familia y, por primera vez en mi vida, para mi novia. Yo estaba lleno de una sensación de romance–al menos tanto romance como un niño de tercer grado puede contener. Escogí un prendedor decorativo. Me parecía como si ese prendedor de bajo costo estuviera hecho de oro, y pedí que le grabaran las iniciales de mi novia. Le di la caja envuelta a mi novia, y cuando la abrió sonrió y exclamó ante el regalo. Creo que nunca superé realmente esa experiencia pues el regalo que más me gusta dar a mi esposa es joyería. Casi todos los años, después de que he comprado sus regalos de navidad, visito a mi amigo Jack el joyero y le preguntó: “¿qué haremos este año Jack?”, y él me sugiere varias piezas de joyería. La gente de todas las civilizaciones y de todas las edades ha estado fascinada con las joyas por causa de su belleza. Se vuelven valiosas para nosotros no porque podamos comerlas o usarlas como herramientas, sino porque las cosas bellas pueden funcionar como señales que expresan amor, valor y estima. En otras palabras, el regalar joyas puede ser una forma de comunicación no verbal. Cuando Dios les dijo a los israelitas que le llevaran ofrendas para la construcción del tabernáculo, Él incluyó joyas entre los objetos que las personas debían dar (Éxodo 25:1-9). Estas piedras, y otros bienes valiosos, iban a ser usadas para construir y amueblar un lugar de adoración que no solo iba a ser funcional sino también bello. Dios quería que Su tabernáculo fuera estéticamente atractivo. En el último capítulo, discutimos cómo la adoración del Antiguo Testamento involucraba a toda la persona, tanto la mente como los sentidos. En este capítulo, veremos la dimensión visual de la adoración. Para aquellos que pueden ver, todo servicio de adoración en la iglesia tiene una dimensión visual que es importante para la experiencia total, más de lo que muchos de nosotros nos damos cuenta. Somos criaturas que respondemos a lo que vemos con nuestros ojos. Podemos entrar a una iglesia y ver a las personas inclinándose ante estatuas, y eso nos comunica algo en particular. Podemos entrar a un cuarto vacío sin bancas, estatuas, mesas, libros o alfombras. Incluso este espacio vacío nos da una experiencia visual. No hay escape. Toda construcción tiene alguna forma; puede ser redonda o pentagonal. Puede tener forma de barco, como la tienen algunas iglesias, o forma de cruz, como muchas iglesias. Puede tener un techo abovedado; puede tener un techo bajo. Todos los edificios de las iglesias tienen un aspecto visual y, por ende, cuando vamos a un servicio de adoración, tenemos una experiencia visual. El principio es que cada forma que vemos es una forma de arte, y cada forma de arte comunica algo en particular. Por ejemplo, cada cosa fabricada por un humano, no importa qué tan simple sea, incluso un alfiler, es de cierto color por una razón en particular. El color comunica algo. Puede que el color no comunique algo dramático, pero sí comunica algo. La reacción visual es importante para la experiencia humana, particularmente en términos de la experiencia de adoración. Éxodo 26 nos habla de las instrucciones de Dios para la construcción del tabernáculo y sus accesorios. Creo que no hay nada en la Escritura a lo que Dios haya dedicado más detalles minuciosos en la descripción que al tabernáculo. Si alguna vez Dios dictó alguna parte de la Escritura fue cuando Él dio esas instrucciones. Dios le reveló a Moisés precisamente cómo se debía ver la estructura. Él ordenó y diseñó directamente un lugar que sería usado con el propósito de la adoración. Cuando vemos las diferentes formas de adoración, todas las liturgias creadas por los humanos, respondemos calurosamente a algunas, mientras que otras nos dejan fríos. Yo vacilo en términos de mi evaluación de su validez o falta de esta. En Éxodo 26 al menos, tenemos un registro de la adoración que fue creada, definida y ordenada por Dios mismo. Parte de eso son las instrucciones de Dios para uno de los dos edificios de la iglesia que Él diseñó (el otro es el templo construido más tarde por Salomón). Observemos el cuidado que hubo en esto. Dios dijo a Moisés:

Harás el tabernáculo de diez cortinas de lino torcido, azul, púrpura y carmesí; y lo harás con querubines de obra primorosa. La longitud de una cortina de veintiocho codos, y la anchura de la misma cortina de cuatro codos; todas las cortinas tendrán una misma medida. Cinco cortinas estarán unidas una con la otra, y las otras cinco cortinas unidas una con la otra (Éxodo 26:1-3). No estoy sugiriendo que cuando colguemos cortinas en la iglesia, tenga que ser exactamente cinco cortinas, de cuatro por veintiocho codos. Este pasaje enseña la atención infinita que Dios dio a los elementos de adoración en el Antiguo Testamento, al punto de incluir la medida exacta de las cortinas, el color con que las debían hacer, y las decoraciones que las debían adornar. En Éxodo 28, Dios dio instrucciones para el diseño de las vestiduras del sacerdocio de Aarón.

Harás llegar delante de ti a Aarón tu hermano, y a sus hijos consigo, de entre los hijos de Israel, para que sean mis sacerdotes; a Aarón y a Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar hijos de Aarón. Y harás vestiduras sagradas a Aarón tu hermano, para honra y hermosura. Y tú hablarás a todos los sabios de corazón, a quienes yo he llenado de espíritu de sabiduría, para que hagan las vestiduras de Aarón, para consagrarle para que sea mi sacerdote (Éxodo 28:1-3). Después Dios dio una descripción detallada del efod y las vestiduras que debían usar los sacerdotes. Cuando Dios dio estas instrucciones para el diseño y la manufactura de las túnicas y la ropa para los sacerdotes, Él dio Sus razones de por qué lo hizo. Era “para honra y hermosura”. Dios estaba interesado en que las vestiduras de los sacerdotes comunicaran algo sobre la honra y la hermosura de Dios (Éxodo 28:2b). De nuevo, no queremos recoger estas instrucciones del Antiguo Testamento y transportarlas a la comunidad del Nuevo Testamento porque estaríamos reconstituyendo el sacerdocio aarónico. Hacer eso sería negar la obra singular y definitiva culminada por Cristo en la cruz. Sin embargo, aquí hay un principio con el que deberíamos estar en sintonía. Al menos en este momento de la historia redentora, a Dios le interesaba que la experiencia de Su pueblo cuando lo adoraban comunicara Su honra y Su hermosura, a la que el Antiguo Testamento se refiere repetidamente como “la hermosura de la santidad” (1 Crónicas 16:29; Salmos 29:2; 96:9). Más allá de cualquier otra cosa que fueran el tabernáculo y el templo, eran obras de arte magníficas que daban testimonio del honor de Dios y la hermosura de Su santidad. La fe cristiana enfatiza lo bueno, lo verdadero y lo hermoso. Es claro que a Dios le interesa la bondad porque Él es la fuente, el origen y el estándar de todo lo que es bueno. Como Su pueblo, somos llamados a manifestar y reflejar quién es Él, y por eso somos llamados a ser buenos. Asimismo, entendemos a partir de la Biblia que hay una santidad asociada a la verdad porque toda la verdad viene en última instancia de Dios. Él es la esencia de la verdad. ¿Pero qué hay de la tercera etapa, el elemento de la hermosura? Una de las preguntas más grandes de la filosofía es cómo se establecen las normas objetivas para la belleza. La ciencia de la estética busca estudiar este tema. ¿Es la belleza puramente subjetiva? Es decir, ¿está únicamente en el ojo del observador? ¿O hay en última instancia un estándar objetivo para lo que es auténticamente bello y en última instancia feo? Si vemos en las Escrituras, debemos llegar a la conclusión de que existe una fuente última de belleza, y es el carácter de Dios. Así como Dios es el estándar normativo para el bien y la verdad, así también Él es el estándar último de la belleza. Dios claramente está interesado por la belleza, y vemos este interés en las Escrituras. Se puede ver en Apocalipsis 21, donde la Nueva Jerusalén es descrita en todo su esplendor. Se encuentra en el lenguaje y en las imágenes usadas en las descripciones del amor de Cristo por Su iglesia y del banquete en el cielo, donde la iglesia de Cristo será adornada así como una esposa es adornada para su esposo, sin mancha, defecto o arruga. Esto describe una visión de belleza. En el cielo, la iglesia será hermosa, al igual que buena y verdadera. Este mismo interés por la belleza se ve en el Antiguo Testamento, incluyendo las instrucciones del tabernáculo que hemos estado revisando. Dios quiere que la adoración ofrecida a Él sea buena –es decir, santa– y no malvada; la verdadera adoración debe hacerse correctamente. Jesús le dijo a la mujer samaritana en Juan 4 que Él quiere que la adoración sea en verdad. Dios no es honrado con herejías, falsa enseñanza y mentiras. Debe haber un compromiso con la verdad en el corazón de nuestra adoración. Aunque estamos muy alejados de las ceremonias y los ritos del antiguo pacto, parece ser consistente con el patrón bíblico que los que vivimos bajo el nuevo pacto también deberíamos preocuparnos por que nuestra adoración dé testimonio de la gloria de Dios y de la hermosura de la santidad. Parece apropiado que nuestra adoración sea realizada en espacios hermosos con elementos hermosos. Hace tiempo, la iglesia entendía esto mejor que hoy en día. Como hemos estado comentando, el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento tenía un santuario central donde todas las actividades religiosas se llevaban a cabo, pero no había un enfoque en un templo o santuario central cuando la iglesia del Nuevo Testamento empezó. A medida que la iglesia crecía, se establecieron edificios para que las personas se reunieran para la adoración corporativa. Mientras los cristianos consideraban el diseño de estos edificios, se desarrollaron una gran cantidad de formas arquitectónicas, tanto en Oriente como en Occidente. Surgieron diferentes tradiciones y patrones. Uno de los más dramáticos fue la catedral gótica, con sus contrafuertes, techos abovedados y arcos románicos. Con frecuencia les pregunto a mis estudiantes de doctorado, que están ordenados y han ministrado en la iglesia por un tiempo, si alguno de ellos ha estado en una catedral católica romana. La mayoría dice que sí, y les pido que me cuenten su reacción visceral a esa experiencia. Casi siempre la respuesta está entre estas líneas: “experimenté una sensación de admiración” o “experimenté una sensación de respeto”. Algunas veces dicen: “Al principio experimenté una sensación de admiración y después estaba quebrantado cuando vi todos los ornamentos que están involucrados”. Tengo que confesar que comparto esos sentimientos ambivalentes. Sin embargo, hay algo al entrar en una catedral gótica que deja a una persona muy consciente de que se ha hecho una transición de lo profano a lo sagrado. En St. Giles Church en Edimburgo, Escocia, hay una sensación abrumadora de belleza. Los vitrales en las ventanas son de los más magníficos del mundo. Estos comunican de manera impresionante algo de la hermosura de la santidad, y no hay nada en ellos que involucre imágenes que puedan distorsionar el entendimiento de una persona. St. Pierre en Ginebra es la iglesia donde Juan Calvino predicó y enseñó cada día. Fue un reformador eminente, un hombre con una gran preocupación por librar a la iglesia de todos los aspectos de la idolatría. St. Pierre es simple en términos de su ornamentación, pero su arquitectura proclama la trascendencia de Dios. El diseño del púlpito es especialmente magnífico. Está puesto en frente a propósito, extendiéndose hacia la congregación, de modo que no está al margen o retirado de la gente. La forma de esa iglesia comunica algo de la majestad trascendente de Dios. Lo mismo puede decirse de muchas otras iglesias y catedrales hermosas. Tal estructura fue diseñada en primer lugar porque el arquitecto entendía el principio de que cada forma es una forma de arte y que cada forma de arte comunica algo. Más allá de cualquier otra cosa, la catedral gótica era construida con la intención del arquitecto de crear un espacio para despertar un sentido de la trascendencia de Dios entre los que adoraban en el interior. Y funcionó. Eso es a lo que las personas están respondiendo cuando experimentan una sensación de admiración al entrar en una catedral. Están impresionadas por su espacio, la altura de la bóveda, la luz que fluye hacia el interior. Todo el énfasis de la construcción lleva al espíritu humano a pensar en términos de lo trascendente. La arquitectura no fue el único elemento visual que Dios dio a Su pueblo. Como mencioné antes, no solo el tabernáculo era hermoso sino también las vestiduras que Dios diseñó para que Aarón y sus hijos usaran mientras cumplían sus deberes como sacerdotes. El adorador que venía al tabernáculo tenía numerosos recordatorios de la gloria de Dios y la hermosura de Su santidad. La mayoría de los reformadores fueron iconoclastas. Hubo una fuerte reacción en contra del sistema litúrgico que había surgido después de cientos de años en la Iglesia Católica Romana, así que muchos protestantes renegaron de cualquier uso de formas u ornamentación en la adoración. Ellos buscaron liberar a las iglesias de imágenes, santuarios y otras cosas que pudieran llevar a las personas a confundirse e involucrarse en idolatría. Adoptaron túnicas simples para sus ministros. Como resultado, los protestantes hemos tendido a distanciarnos de cualquier cosa que se asemeje a la tradición católica romana. Por ejemplo, en términos generales, las iglesias de ahora han avanzado en el diseño arquitectónico para crear edificios diseñados para el confort y la conveniencia de la congregación. El compañerismo es una de las razones por las que nos reunimos cada Sabbat, así que no hay nada de malo en tener un edificio que se acomode a eso. Nuestros edificios pueden ser diseñados para facilitar el intercambio humano. Los edificios construidos con ese propósito, sin embargo, seguirán cierta forma, que no comunicará la gloria y la belleza del carácter de Dios. Hay edificios de iglesias que están diseñados para no dar ningún indicio del verdadero propósito de la construcción como lugar de culto. Están construidos para parecerse más a salas de juntas de la ciudad. El presbiterio ya no se llama presbiterio; se llama el escenario. El púlpito ya no se llama púlpito; se llama atril; y la congregación no se llama congregación, sino audiencia. Parte de esto resulta del deseo de romper con las antiguas tradiciones a las que las personas han llegado a oponerse y en las que ya no quieren participar. Al menos en algunos casos, se debe a una antipatía permanente contra la belleza en la adoración, basada en un deseo de evitar una forma de adoración vacía que sea meramente externa. La iglesia quiere demostrar que la adoración viene del corazón y no de estímulos externos. Cada vez que una congregación considera un plan de construcción surge una crisis. Quizás más personas abandonan la iglesia por razón del color del sótano que por razón de la doctrina correcta. A menudo alguien dirá: “No deberíamos gastar dinero en el santuario. Será mejor que lo demos a las misiones o para alimentar a los pobres”, y ¿cómo podría uno argumentar contra eso? Por otro lado, alguien dice: “Queremos que el santuario sea hermoso, queremos que sea un lugar que exprese nuestro deseo de honrar la magnificencia de Dios”. Eso también es un deseo legítimo. Esta tensión siempre está con nosotros. Es fácil hacer que nuestras iglesias y santuarios no sean tanto un reflejo de nuestro deseo de honrar a Dios con belleza sino un intento de recrear la Torre de Babel y construir un monumento a nosotros mismos, a nuestra riqueza y nuestro estatus. Ese es un peligro inminente cada vez que construimos una iglesia. Así que necesitamos recordar que cuando Dios construyó una iglesia, le interesaba que comunicara no solo Su belleza sino también Su gloria. Ninguna iglesia en medio de un proyecto de construcción tiene finanzas ilimitadas, pero los edificios nuevos no tienen que ser abrumadoramente costosos. Cualquier cosa que hagamos, con cualquier presupuesto que tengamos, debería hacerse con buen gusto y con la intención de hacer de la iglesia una expresión visible de nuestro deseo de honrar a Dios–en la arquitectura y en el ornato. Todo debe ser ponderado y considerado, incluso si el pastor debe usar una túnica o no, y, de ser así, cómo debería verse–ya que lo que él use tendrá un impacto en la experiencia de adoración de la gente. A veces me pregunto si estamos más preocupados por nuestra apariencia, decorando nuestros propios cuerpos y nuestras propias casas, que por honrar a Dios en la adoración. Esto no debería ser así. Los edificios de nuestras iglesias y sus servicios deberían estar marcados por una belleza visible, para que así se nos recuerde la gloria y la hermosura de Dios. GUÍA DE ESTUDIO DEL CAPÍTULO 11

INTRODUCCIÓN Por razones importantes, los cristianos son ambivalentes en cuanto a la belleza en la adoración. Nos preocupa gastar dinero en un santuario en lugar de las misiones o los pobres. Nos preocupa que las imágenes e incluso los edificios puedan llegar a ser ídolos. Queremos que las iglesias sean lugares que inviten al compañerismo. Sin embargo hay buenas razones para hacer que nuestra adoración refleje la “hermosura de la santidad”, la gloria de Dios mismo. OBJETIVOS DE APRENDIZAJE

1. Ser capaz de explicar cómo la belleza visual participaba en la adoración del Antiguo Testamento y por qué. 2. Ser capaz de discutir cómo la adoración actual podría reflejar lo bueno, lo verdadero y lo hermoso sin llevar a la gente a la idolatría.

CITAS

Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo. –Salmos 27:4

Dad a Jehová la honra debida a su nombre; Traed ofrenda, y venid delante de él; Postraos delante de Jehová en la hermosura de la santidad. Temed en su presencia, toda la tierra. –1 Crónicas 16:29-30 BOSQUEJO

I. La belleza como comunicación no verbal A. Las cosas bellas pueden funcionar como señales que expresan amor, valor y estima. B. Somos criaturas que responden a lo que ven. C. Ver a las personas inclinarse ante estatuas nos comunica algo en particular. D. Ver un cuarto vacío sin bancas, estatuas, mesas, libros o alfombras también da una experiencia visual. E. Todo edificio tiene algún tipo de forma, así que siempre que vamos a un servicio de adoración, tenemos una experiencia visual que comunica algo en particular. II. La belleza en el tabernáculo A. Probablemente no hay nada en la Escritura a lo que Dios haya dedicado más detalles minuciosos de descripción que al tabernáculo. B. Las joyas y otros bienes valiosos fueron usados para crear un espacio de adoración que no solo era funcional sino también hermoso (Éxodo 25). C. Dios tuvo un cuidado infinito al diseñar el espacio de adoración (Éxodo26). D. Dios dio instrucciones detalladas sobre las vestiduras de los sacerdotes porque quería que ellos comunicaran Su gloria y belleza (Éxodo 28:2b). E. Puede que Dios todavía esté interesado en que Su adoración comunique Su gloria y belleza, “la hermosura de la santidad” (1 Crónicas 16:29; Salmos 29:2; 96:9). III. Lo bueno, lo verdadero y lo hermoso A. Dios es la fuente y estándar de todo lo bueno. Somos llamados a reflejar quién es Él al hacer lo que es bueno. B. Toda la verdad es santa porque toda la verdad viene de Dios en última instancia. Él es la esencia de la verdad. C. Así como Dios es el estándar de lo bueno y de lo verdadero, Él también es el estándar supremo de belleza. D. Apocalipsis 21 describe el esplendor de la Nueva Jerusalén. En el cielo la iglesia será hermosa, así como buena y verdadera. E. Dios quiere que la adoración ofrecida a Él sea buena –es decir, santa– y no malvada. La verdadera adoración debe realizarse correctamente. F. Dios no es honrado por enseñanza falsa y mentiras. Debe haber un compromiso con la verdad en el corazón de nuestra adoración. G. De la misma manera, aunque estamos muy lejos de los ritos del antiguo pacto, parece ser consistente con el patrón bíblico que los que vivimos bajo el nuevo pacto también deberíamos preocuparnos por que nuestra adoración dé testimonio de la gloria de Dios y de la hermosura de la santidad. Parece apropiado que nuestra adoración se lleve a cabo en espacios hermosos con elementos hermosos. IV. La belleza versus otras prioridades A. Una catedral gótica puede causarnos admiración, pero también ambivalencia ante la ornamentación. B. St. Pierre en Ginebra es plana en términos de ornamentación, pero su arquitectura proclama la trascendencia de Dios. C. Los protestantes han buscado quitar de los edificios de las iglesias las cosas que puedan incitar a la gente a la idolatría. Adoptaron vestimentas simples para sus ministros y evitan cualquier cosa que se relacione con la tradición católica romana. D. El diseño de la iglesia hoy enfatiza la comodidad de la congregación para animar al compañerismo. Los edificios diseñados para el compañerismo siguen una forma que no comunica la gloria y belleza de Dios. E. Algunos edificios de iglesias están diseñados para verse como una sala de juntas y no tanto como casas de adoración. F. Hemos pasado del presbiterio, el púlpito y la congregación al escenario, el atril y la audiencia. G. La idea es mostrar que la adoración viene del corazón, no de estímulos externos. H. Algunos sienten que deberíamos gastar dinero en misiones o en los pobres, no en un santuario. I. Otros afirman: “Queremos que el santuario sea hermoso. Queremos que sea un lugar que exprese nuestro deseo de honrar la magnificencia de Dios”. J. Al construir una iglesia, siempre estamos tentados a recrear la Torre de Babel, un monumento a nosotros mismos. Necesitamos recordar que una iglesia debe comunicar la gloria de Dios. K. Lo que sea que hagamos, debemos hacerlo con el objetivo de que el edificio de la iglesia sea una expresión visible de nuestro deseo de honrar a Dios–en la arquitectura y en la decoración. Incluso lo que el pastor viste tendrá un impacto en la experiencia de adoración de la gente. L. Algunas veces me pregunto si estamos más preocupados por decorar nuestros propios cuerpos y nuestras propias casas que lo que estamos por honrar a Dios en la adoración.

ESTUDIO BÍBLICO

1. Lee estos textos con atención y detente para imaginar cómo se veían los diferentes componentes del tabernáculo. Imagina los colores, los metales, las piedras. ¿Cómo sería adorar en una tienda con estos colores y metales? a. Éxodo 25:1-7 b. Éxodo 26:36-37 2. Lee Apocalipsis 21:9-21 con atención y detente para imaginar las paredes hechas de piedras. Si no sabes cuáles son algunas de estas piedras, puedes encontrar imágenes en internet. ¿Qué se supone que esto debe transmitir sobre la Ciudad Santa y sobre Dios? 3. ¿Cómo transmite Mateo 26:6-13 la tensión entre gastar grandes sumas en la adoración en lugar de gastarlas en los pobres? ¿Qué razón expresa para gastar generosamente en la adoración? ¿Quiere decir este texto que siempre debemos elegir gastar en adoración en lugar de los pobres? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Cómo expresa Isaías 58 el otro lado de esta tensión?

GUÍA DE DISCUSIÓN

1. ¿Por qué la forma y la apariencia de los espacios de adoración son importantes? ¿Qué comunican la forma y la apariencia de tu espacio de adoración? ¿Cómo lidia tu iglesia con la tensión al ordenar las prioridades: adoración, compañerismo, misiones, cuidado de los necesitados? 2. ¿Por qué es importante la vestimenta de los líderes de adoración? ¿Qué comunica la vestimenta de tus líderes de adoración? ¿La gloria y belleza de Dios? ¿Otra cosa? 3. ¿Por qué los cristianos frecuentemente tienen ideas ambivalentes sobre la belleza? ¿Qué significa “la hermosura de la santidad”? ¿Qué tan importante es eso para ti? ¿Por qué?

APLICACIÓN

1. Pregúntale al Señor cómo quiere que tu iglesia refleje la hermosura de la santidad, Su propia gloria y belleza. Pídele que te proteja de la idolatría y la autoglorificación, y que en lugar de eso se muestre Su hermoso esplendor. 2. Habla con otros en tu iglesia sobre la belleza visual en tu espacio de adoración. Compárteles lo que has aprendido de este capítulo, e invítalos a pensar junto contigo sobre cómo equilibrar la belleza con el compañerismo, las misiones y la compasión. 12

LOS SONIDOS DE LA ADORACIÓN

Siempre recordaré la primera vez que escuché al ensamble de Metales de Westminster. Fue hace muchos años en la Conferencia de Teología Reformada de la Tenth Presbyterian Church en Filadelfia. Hoy en día es común tener ensambles de metales en la adoración. En esa época, no era nada común, y para los cerca de ochocientos congregantes en el servicio, era una innovación radical. El himno de apertura fue “Castillo fuerte es nuestro Dios” de Martín Lutero. Con los Metales de Westminster haciendo el acompañamiento, la gente cantó con entusiasmo y luego prosiguió el servicio. Finalmente, fue pronunciada la bendición y los Metales de Westminster comenzaron a tocar el postludio. En muchas iglesias presbiterianas, los primeros acordes del postludio indican que el servicio de adoración ha terminado y la gente puede retirarse. Aquella noche ocurrió algo que yo nunca había visto. Cuando los Metales de Westminster comenzaron a tocar, nadie se movió, todos se quedaron sentados durante el postludio completo. Cuando los últimos acordes se tocaron, esta congregación de presbiterianos serios estalló en aplausos. No aplaudieron porque apreciaran el número musical. Quisiera tener las palabras para capturar la atmósfera de aquel momento y el sentido de adoración que llenó aquella iglesia. Esos presbiterianos, que no estaban acostumbrados a este tipo de demostración pública, aplaudieron porque no sabían qué otra cosa hacer, no conocían otra manera de expresar la profundidad de las emociones que habían experimentado. En este estudio de la adoración, hemos estado observando el Antiguo Testamento para ver si podemos aprender de los patrones de adoración que aparecen allí. De nuevo, quiero enfatizar que no podemos regresar al Antiguo Testamento y transferir la adoración del antiguo Israel a la iglesia del Nuevo Testamento. Si intentáramos hacerlo, estaríamos repudiando el cumplimiento del sistema sacrificial del Antiguo Testamento que Cristo llevó a cabo. Lo que buscamos son principios de adoración que quizá pueden ser transferidos del Antiguo Testamento al ambiente de la iglesia del Nuevo Testamento. He señalado que cuando Dios prescribió la adoración en el Antiguo Testamento, toda la persona estaba involucrada. No solo la mente, sino también los cinco sentidos participaban en la experiencia de adoración del pueblo de Israel. Estos cinco sentidos son, evidentemente, la vista, el oído, el gusto, el tacto y el olfato. En el capítulo anterior, vimos cómo el sentido de la vista tomaba parte en la adoración del antiguo Israel. En este capítulo, quiero considerar la percepción del sonido. El salmo 150 es el último en el libro de los Salmos. Es muy corto, solo seis versículos. Comienza: “Alabad a Dios en su santuario; alabadle en su majestuoso firmamento. Alabadle por sus hechos poderosos; alabadle según la excelencia de su grandeza” (LBLA). Vemos una orden repetida de alabar a Dios, y recordamos que la esencia de la adoración es la ofrenda de alabanza a Dios. Esto se destaca en el Salmo 150. Pero para nuestros propósitos en este capítulo, lo que más me interesa es el resto del salmo, comenzando en el versículo 3. Aquí el salmista dijo:

Alabadle con sonido de trompeta; alabadle con arpa y lira. Alabadle con pandero y danza; alabadle con instrumentos de cuerda y flauta. Alabadle con címbalos sonoros; alabadle con címbalos resonantes. Todo lo que respira alabe al Señor. ¡Aleluya! ¿Qué podemos inferir de este salmo? Considera el versículo 3: “Alabadle con sonido de trompeta”. ¿Esta declaración significa que es posible alabar a Dios con el sonido de una trompeta? La respuesta es obvia–por supuesto. Si no fuera posible, Dios no lo mandaría. Dudo que haya una inferencia más sencilla de cualquier texto bíblico que inferir de este texto que, en un momento de la historia, era legítimo en principio alabar a Dios con una trompeta. Debido a que no puedo encontrar nada en la Escritura que se oponga a esta legitimidad, debo inferir que todavía es legítimo alabar a Dios con la trompeta. Nunca deberíamos levantar una objeción de principio en contra de alabar a Dios con el sonido de una trompeta. Lo mismo aplica para los otros instrumentos mencionados en este salmo. El salmista afirmó: “alabadle con arpa y lira. Alabadle con pandero y danza; alabadle con instrumentos de cuerda y flauta. Alabadle con címbalos sonoros”. Claramente, Dios aprobó el uso de muchos instrumentos diferentes para la adoración. Sin embargo, hay multitudes de cristianos profesantes que no están familiarizados con el Salmo 150. Si se les pregunta: “¿Qué opinas de adorar a Dios con trompetas?”, no habría una respuesta unificada. De hecho, hay iglesias que se abstienen de usar cualquier tipo de acompañamiento musical. Hay grupos de personas dentro de la iglesia actual que creen que hay algo inherentemente malo en usar instrumentos musicales en el contexto de la adoración. Por ejemplo, algunos me han dicho que el único instrumento aceptable para acompañar la adoración es el órgano o posiblemente el piano. Pero históricamente, ¿cuál es el propósito de un órgano o piano? En una sinfonía, a menos que haya un solo de órgano o de piano, usualmente no escuchas un órgano o piano. ¿Por qué el piano u órgano está ausente de la orquesta la mayoría de las veces? Una orquesta está compuesta por una variedad de instrumentos. Hay cuerdas, metales, vientos e instrumentos de percusión. La función del órgano, y en menor medida del piano, es imitar el sonido de una orquesta. La razón original por la que los órganos y pianos se tocaban en las iglesias era porque la mayoría de las iglesias no eran suficientemente grandes o ricas como para tener una orquesta completa en el Día del Señor. Es interesante que las personas afirmen que un piano es un instrumento apropiado, pero los metales o percusiones están fuera de lugar en la adoración. El Salmo 150 indica que prácticamente todos los elementos de la música orquestal tienen la aprobación de Dios para la adoración. La siguiente pregunta en términos de la adoración judía es: ¿cuál era el rol del canto–la dimensión vocal y coral de la música? Entonar canciones fue algo que emergió muy pronto en la historia de Israel. Leemos el cántico de Moisés (Éxodo 15), el cántico de Miriam (Éxodo 15), y el cántico de Débora (Jueces 5). Algunos levitas que servían en el templo no hacían nada más que cantar (1 Crónicas 9:33). En el libro de Nehemías, encontramos que Nehemías designó coros para celebrar la dedicación de la reconstrucción del muro en Jerusalén (cap. 12). Los salmos del Antiguo Testamento no tienen la prosa normal del lenguaje sino un estilo métrico porque eran diseñados para ser cantados. Evidentemente, cantar era una parte de vital importancia para la experiencia de la adoración del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. También encontramos canto en el Nuevo Testamento. Sabemos que Jesús y Sus discípulos cantaron un himno la noche en que fue traicionado (Mateo 26:30), y en el libro de Apocalipsis se nos dice que en el cielo el Señor va a dar un cántico nuevo a Su pueblo (Apocalipsis 5:9). Muchos cantos se entonaron alrededor del nacimiento de Cristo como lo relata Lucas: el Magnificat de María (1:46-55), el Benedictus de Zacarías (1:68- 79), el Gloria de los ángeles (2:14) y el Nunc Dimittis de Simeón (2:29- 32). Los antropólogos y biólogos nos dicen que los seres humanos tienen una capacidad extraordinaria de comunicación verbal, que es una de las cosas distintivas que diferencia a los humanos de los animales. He visto esto a través de mi experiencia cazando pavos salvajes. Los pavos tienen una vista tan precisa que pueden ver a una persona parpadear a cientos de metros de distancia, así que es muy raro caminar lo suficientemente cerca de uno para dispararle. Por lo tanto, un cazador debe incitar al pavo a acercarse. Para hacerlo, los que se dedican a cazarlos practican por horas para aprender cómo llamar a un pavo a sus lugares de escondite. Los mejores en llamar pavos han sido capaces de identificar ocho o nueve llamados de pavo diferentes. Sin embargo, compara eso con los seres humanos. Cuando los niños comienzan a aprender a hablar, aprenden más de nueve palabras o expresiones cada día. Cuando somos adultos, tenemos vocabularios activos de miles de palabras. Podemos cambiar el sonido de nuestras palabras, la entonación de nuestras voces y, además de hablar, cantamos. Podemos decir que Dios es como un castillo fuerte o una defensa y buen escudo, o podemos cantar esa línea de “Castillo fuerte es nuestro Dios”. Eso es diferente a mi forma normal de hablar. El modo de transmisión de la palabra es alterado, y eso produce un impacto porque cuando cantamos o escuchamos cantar, algo sucede emocionalmente. En términos sencillos, cuando Dios creo a Su pueblo, Él los creó no solo con la habilidad de hablar sino también con la habilidad de cantar. Sabiendo que debemos usar cada habilidad que tenemos para la gloria y honra de Dios, debemos usar nuestras voces en el servicio de alabanza y en la expresión de adoración que ofrecemos a Dios. Así como con el tema de los instrumentos, hay una controversia respecto al tema del canto en la adoración. La controversia surge cuando preguntamos qué tipo de cantos son apropiados para usarlos en el contexto de la adoración. La mayoría de nosotros estaría de acuerdo en que lo que queremos en la adoración es buena música, no mala. Sin embargo, para algunas personas “buena” música significa música clásica o tradicional, mientras que para otros significa música contemporánea. Sería el punto más bajo de la arrogancia asumir que toda la buena música, la que es adecuada para su uso en la iglesia, ya ha sido compuesta y que solo las innovaciones del pasado son convenientes para la adoración. No podemos determinar el valor estético de la música basados en cuánto tiempo ha pasado desde que fue escrita o compuesta. También es un error pensar que la única música buena es la nueva, y si no es nueva, no es buena. Es instructivo recordar que la mayoría de los himnos que ahora son bien recibidos en la iglesia como parte del repositorio clásico fueron considerados innovadores en algún momento. De hecho, muchos escritores de himnos tomaron elementos de los estilos musicales que eran populares en el mundo secular de sus días, los pusieron en un contexto cristiano, y los introdujeron a la vida de la iglesia. En algunos casos, la gente levantaba objeciones contra el uso de ciertos estilos de música en la iglesia. Por ejemplo, una de las escritoras de himnos más amadas en círculos fundamentalistas, Fanny Crosby, utilizó deliberadamente el estilo musical que era popular en los bares de su época, y eso fue escandaloso para la gente. Es una verdad indiscutible que cuando las formas y estilos musicales cambian en el mundo secular, los estilos nuevos inevitablemente encuentran su camino hacia la iglesia. Hace unos cuantos años visité una iglesia con un amigo. Cuando se anunció el himno congregacional, me di cuenta de que no era familiar para mí. A medida que la congregación comenzó a cantar, mi amigo susurró: “Es uno para patinar”. De inmediato entendí lo que quería decir. En la preparatoria, yo iba a la pista de patinaje y patinaba con el calíope o música de órgano que se tocaba para acompañar a los patinadores. El himno evocaba la música utilizada en la pista de patinaje y había logrado llegar hasta la iglesia. Entonces, surgen las preguntas: ¿es inapropiado usar ciertos estilos de música para la adoración? ¿Qué es lo que realmente constituye la “buena” música? ¿Cuál es la diferencia entre una cacofonía y una sinfonía, entre una cancioncilla pasajera y una pieza musical que perdurará por siglos? Estas no son preguntas fáciles de responder. Algunos piensan que una definición de belleza es absolutamente subjetiva, mientras que otros han buscado normas, principios y reglas trascendentes que definan la belleza– no solo la belleza visual sino también la musical. Si regresamos a través de los siglos en el estudio de la estética, que es la teoría de la belleza, encontramos a Aristóteles, Tomás de Aquino en la Edad Media, y Jonathan Edwards, quienes escribieron estudios magníficos sobre estética, profundizando en ese tema. Estos hombres tenían ciertas cosas en común. Trataban de aislar los elementos que distinguen la belleza de la fealdad, y enumeraron criterios de armonía, proporcionalidad y complejidad como factores que pueden ser usados para juzgar la calidad de todos los tipos de composiciones artísticas, incluyendo la música. En un museo de arte, siempre hay personas sentadas en las bancas de las galerías, observando con la mirada fija obras de arte específicas. De hecho, yo podría ser una de esas personas. Me encanta ir al Rijksmuseum en Ámsterdam, Holanda, donde hay una gran colección de Rembrandt. Puedo ver sus pinturas por horas y entre más observo, más cosas veo en ellas. Nunca se vuelven aburridas porque Rembrandt capturó tal profundidad en esos lienzos que pueden mantener cautiva la mente por periodos de tiempo largos. Las pinturas de Rembrandt tienen un alto grado de armonía, proporcionalidad y complejidad, y por esa razón capturan el interés de una persona. Lo mismo no sería cierto si Rembrandt hubiera dibujado figuras de palitos. La calidad no estaría ahí, y no serían interesantes. Los juicios sobre la calidad tienden a suceder con el paso del tiempo. Cuando se compone una canción nueva, hay un proceso de decantación y eventualmente sabemos si la canción pasará la prueba del tiempo. En el ámbito de la música popular, hay muchas canciones que cuando fueron escritas en los 1950s o en los 60s se mantuvieron en primer lugar por semanas y luego cayeron de las listas, pero todavía son parte de la música que llamamos las “clásicas de siempre”. Hay otras canciones que alcanzan los primeros lugares de las listas por seis semanas y luego se pierden completamente de vista y desaparecen de la memoria, así que la gente de hoy nunca las ha escuchado. Las composiciones que son creadas en la actualidad van a pasar por este proceso de filtro a través del tiempo. Algunas desaparecerán, pero otras tienen la medida majestuosa de la belleza que las mantendrá por años. Aunque una canción sea estéticamente bella, puede no ser apropiada para su uso en la adoración. Eso nos lleva a un último elemento sobre la música: la letra. El tema de la letra utilizada en los cantos de adoración no es un problema pequeño. Mucha de la teología que es expuesta en la iglesia se aprende no a través de cursos sobre la Biblia o instrucción teológica, sino por ósmosis al cantar himnos una y otra vez. En consecuencia, la letra de los himnos puede ser útil o perjudicial para la gente. En su mayoría, la teología que recibimos en los himnos tradicionales es extraordinaria. Esto me quedó claro cuando recibí una tarjeta celebrando el nacimiento de Cristo. Todo lo que el texto de la tarjeta decía era: “quitó la maldición”. Esa línea del villancico “¡Regocijad! Jesús nació”, es precedida por las palabras “La bendición del Salvador…”. Esas pocas palabras me animaron a pensar acerca del alcance del ministerio de redención del Cristo encarnado, acerca de la maldición que cayó sobre el mundo hasta que Cristo vino a soportar esa maldición en la cruz, y acerca del gozo que emana del nacimiento de Cristo y se extiende tan lejos como lo hace la maldición. Qué declaración tan magnífica. Cuando canto ese villancico de navidad me recuerda que hay mucha teología buena en muchos de nuestros grandes himnos. Desafortunadamente, también hay algo de teología mala en los himnos tradicionales. Algunos himnos antiguos usados en la iglesia actual son sencillamente heréticos. Algunos himnos son cantados en la iglesia en un contexto muy alejado de lo que pretendían comunicar. El himno de Charles Wesley “Oh amor perfecto” ha sido usado como una canción de boda, celebrando el amor romántico entre dos seres humanos, cuando la idea central del himno es un amor por Dios que es hecho perfecto por la “segunda bendición” fomentada por la teología del perfeccionismo. La teología de ese himno va rumbo a la colisión con el cristianismo ortodoxo. Hay otros cantos que contienen declaraciones que simplemente no son bíblicas. Hay al menos una denominación en la tradición reformada que solo canta salmos para la adoración de los domingos en la mañana. Los creyentes de esa denominación consideran que los salmos fueron inspirados por Dios, así que no hay peligro de una mala teología en sus palabras. Ellos piensan que cualquier cosa que cantemos debe ser la Palabra de Dios. No creo que necesitemos ir tan lejos, pero cualquier cosa que cantemos debe ser consistente con la Palabra de Dios, debe ser teológica y bíblicamente correcta. Lutero tenía el Salmo 46 presente cuando escribió “Castillo fuerte es nuestro Dios”. No utilizó las palabras exactas del salmo, pero el contenido del mensaje del Salmo 46 forma la declaración central de ese himno. Necesitamos ese tipo de música para la adoración, cantos con palabras que comunican la verdad bíblica. La belleza de la adoración nunca debe separarse de la verdad de la adoración. Lo que busco por encima de todo en la música de la iglesia es el sentido de trascendencia. La música en la adoración no debería hacer a Dios familiar o común para mí; en cambio, debería estimular mi alma hacia una postura de adoración. Uno de los cantos de alabanza más populares de los años recientes es “Majestad”. Su popularidad puede tener algo de relación con el sonido de la música en sí, pero el canto también tiene palabras maravillosas. Los cristianos tienen hambre de expresar el sentido de la majestad de Dios. La música buena y bíblicamente adecuada es un refuerzo maravilloso para ese fin. GUÍA DE ESTUDIO DEL CAPÍTULO 12

INTRODUCCIÓN La música es una forma poderosa de comunicación. Los cristianos debaten sobre los estilos musicales que son buenos para la adoración, el uso de instrumentos, el contenido de la letra e incluso si realmente debería haber música de cualquier tipo. ¿Qué podemos aprender de las Escrituras sobre estas cosas? OBJETIVOS DE APRENDIZAJE

1. Ser capaz de explicar cómo la música era utilizada en la adoración en el Antiguo y Nuevo Testamento. 2. Ser capaz de discutir los principios para tomar decisiones sobre la “buena” música y las letras “buenas” para la adoración.

CITAS

Alabadle con sonido de trompeta; alabadle con arpa y lira. Alabadle con pandero y danza; alabadle con instrumentos de cuerda y flauta. Alabadle con címbalos sonoros; alabadle con címbalos resonantes. Todo lo que respira alabe al Señor. –Salmos 150:3-6 (LBLA)

La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. –Colosenses 3:16

BOSQUEJO

I. Los instrumentos musicales en la adoración A. El Salmo 150 afirma que es posible –incluso ordenado en ese tiempo– adorar a Dios con trompetas, címbalos y otros instrumentos. B. Ya que nada en la Escritura contradice el Salmo 150, inferimos que por lo menos es permitido usar instrumentos musicales en la adoración. C. Algunos grupos cristianos creen que usar instrumentos musicales en la adoración es inherentemente malvado, pero en el Salmo 150 Dios aprueba su uso. D. Algunos cristianos creen que solo el órgano o piano es permitido, pero históricamente el propósito del órgano era imitar el sonido de una orquesta en las iglesias que no podían tener toda una orquesta. II. Canto en la adoración A. Israel cantaba en la adoración desde los primeros tiempos (Éxodo 15) y hasta los tiempos de Nehemías (Nehemías 12). Los salmos fueron escritos para ser cantados. Cantar era una parte vital de la adoración en el Antiguo Testamento. B. En el Nuevo Testamento, Jesús y Sus discípulos cantaron un himno la noche en que fue traicionado (Mateo 26:30). C. En el cielo, el Señor dará a Su pueblo un cántico nuevo (Apocalipsis 5:9). D. Lucas registra cantos relacionados con el nacimiento de Cristo. E. El rango de la voz humana es una de las cosas que diferencia a los humanos de los animales. F. Podemos decir que Dios es como un castillo fuerte o podemos cantar “Castillo fuerte es nuestro Dios”. El modo alterado en el que transmitimos las palabras nos afecta emocionalmente. G. Debemos usar nuestra habilidad creada por Dios para cantar para Su gloria. III. Definiendo la “buena” música A. Es arrogante pensar que toda la buena música de la iglesia ya ha sido escrita. B. También es un error pensar que la única música buena es la nueva. C. Muchos himnos clásicos alguna vez fueron innovadores, a veces impactantes. D. Los estilos de música de adoración a menudo vienen de formas musicales populares. E. Tomás de Aquino y Jonathan Edwards dijeron que los criterios como la armonía, proporcionalidad y complejidad pueden ser usados para juzgar la calidad de todo tipo de composiciones artísticas, incluyendo la música. F. La música escrita hoy pasará por el proceso de filtro del tiempo. Algunas canciones van a desaparecer, pero otras con la medida majestuosa de la belleza perdurarán. IV. Letra A. Mucha de la teología que la gente aprende en la iglesia no viene de clases sino por ósmosis de lo que cantan una y otra vez. Por lo tanto, la letra puede ser útil o dañina. B. La teología en la mayoría de los himnos tradicionales –pero no en todos– es excepcional. C. Por lo menos una denominación reformada canta solo salmos en la adoración de los domingos porque los salmos fueron inspirados por Dios, así que no hay peligro de mala teología en sus palabras. D. No necesitamos irnos tan lejos, pero todo lo que cantemos debe ser consistente con la Palabra de Dios. La belleza de la adoración nunca está divorciada de la verdad de la adoración. E. La mejor música de la iglesia comunica un sentido de la trascendencia de Dios. La música en la adoración no debe hacer a Dios familiar para nosotros, más bien debe estimular el alma hacia una postura de adoración.

ESTUDIO BÍBLICO

1. ¿Qué teología sobre Dios es transmitida en la letra de los cánticos en Éxodo 15:1-21? ¿Cómo es reforzada la teología por la poesía de la letra–por las figuras retóricas (por ejemplo, llamar a Dios un guerrero e imaginarlo con una mano derecha, o soplando, etc.) y por la estructura (tal como reforzar una idea con líneas paralelas: “magnífico en santidad / terrible en maravillosas hazañas”)? ¿Por qué un canto como este a menudo tiene un impacto en los adoradores que la predicación sola tal vez no tiene? 2. ¿Qué impresión de Dios habrían transmitido los instrumentos descritos en Salmo 150:3-5? ¿Por qué lo habría querido así Dios? ¿Por qué habrían sido adecuados esos instrumentos para transmitir la teología de Salmos 150:1-2? ¿Cómo podría la música para cantar el Salmo 131 ser similar y/o diferente? 3. Estudia algunas de las letras de los cánticos del cielo en los siguientes textos: a. Apocalipsis 5:9-10 b. Apocalipsis 5:12-14 c. Apocalipsis 15:3-4 ¿En qué sentido estas letras son como los salmos? ¿Cómo son diferentes? ¿Por qué será apropiado cantar en el cielo? ¿Por qué los ciudadanos del cielo no cantan simplemente los salmos? 4. Nehemías 7:66-67 nos dice que cuando los exiliados regresaron a Jerusalén y reconstruyeron el templo, toda la congregación de la ciudad era de 42 360 personas. Para el tamaño de este grupo, tenían 245 cantores y cantoras para la adoración. La comunidad estaba lejos de ser rica. Este era el centro de adoración de la ciudad, y había servicios de adoración cada día. Si hay alguna lección, ¿qué podemos aprender de estas figuras que sea relevante para nosotros?

GUÍA DE DISCUSIÓN

1. ¿Cómo era utilizada la música para la adoración en el Antiguo Testamento? ¿Y en el Nuevo Testamento? 2. ¿Qué piensas sobre los criterios para la “buena” música de adoración, tales como armonía, proporcionalidad, complejidad, consistencia con la verdad bíblica, y un sentido de la trascendencia de Dios? 3. ¿Qué deberíamos hacer en respuesta a los puntos de vista firmes y diferentes que la gente tiene sobre la música en la adoración? ¿Cuál sería una respuesta constructiva en tu contexto? ¿Cuáles son las alternativas a pelear y discutir?

APLICACIÓN

1. Agradece a Dios por la música. Agradécele por dar a los humanos la habilidad de componer, tocar y cantar. Agradécele por los músicos y la música que han significado algo para ti, y exprésale lo que valoras de esa música. Ya sea que cantes bien o no, dedica tiempo a adorar a Dios a través de la música. 2. Busca en internet música de adoración que no te sea familiar. Por ejemplo, si no estás familiarizado con música de adoración antigua, busca Palestrina, Tallis, William Byrd, Bach o Handel. ¿Qué idea de Dios te transmiten estos compositores? ¿Por qué crees que la gente todavía canta su música siglos después? O ve a algún sitio donde se usen himnos o alguno que ofrezca las bandas de alabanza más recientes. ¿Qué transmite esta música sobre Dios? 13

EL TOQUE DE LA ETERNIDAD

Hemos observado la estructura de adoración del Antiguo Testamento y hemos visto que no solo la mente participaba en la experiencia de la adoración sino todos los cinco sentidos: vista y oído, que ya hemos considerado anteriormente, y el tacto, gusto y olfato, los cuales revisaremos en este capítulo. Primero, las Escrituras dejan claro que Dios designó que el tacto fuera un elemento importante del drama de la adoración del Antiguo Testamento. Cuando yo era estudiante de posgrado en los Países Bajos, jugaba béisbol para distraerme del estudio constante. El editor de deportes de un periódico grande en Holanda pidió hacerme una entrevista corta. Pensé que este interés por entrevistarme con relación al béisbol era extraño, pero acepté. El editor vino y me entrevistó; luego un fotógrafo me hizo un retrato. Yo esperaba que el artículo estuviera escondido en algún lugar entre las últimas páginas de la sección de deportes. Sin embargo, unos días después vi una enorme fotografía mía en la página frontal de la sección de deportes junto con un título en letra grande que decía en holandés: “El ministro americano jugador de béisbol”. Esa entrevista fue el artículo que encabezaba la página de deportes de ese día. Mientras leía el artículo, repentinamente me di cuenta de que no tenía nada que ver con mi destreza como jugador de béisbol. Lo que me hizo ser noticia era el hecho de que yo, un ministro, andaba por ahí deslizándome en la tierra jugando béisbol en público. Esto era absolutamente impensable en la cultura holandesa donde todo lo que tenía que ver con la iglesia era altamente formal. En esa época, en el servicio de adoración holandés no había procesión. En lugar de eso, había un himno de apertura y cuando llegaba la hora de que el ministro comenzara el servicio, él entraba al santuario por una puerta lateral. Cuando entraba, la congregación se ponía de pie y cuando el ministro se sentaba, la congregación se sentaba. El ministro predicaba en un esmoquin. Después de la bendición, todos se ponían de pie en honor al ministro y él se retiraba, una vez más, usando la puerta lateral. Después de eso no lo veíamos más. Esta atmósfera de formalidad era un choque cultural para mí porque nuestra costumbre en la iglesia estadounidense el domingo era que el ministro saludara personalmente a los miembros de la congregación después de los servicios estrechándoles la mano y teniendo una conversación corta y cordial. En la iglesia holandesa no había contacto con el pastor. Esa era considerada una trivialidad social innecesaria. En mi opinión, las iglesias protestantes en Holanda han sufrido por esa práctica particular. ¿Por qué digo eso? Algunos estudios interesantes han sido realizados por doctores, psiquiatras y psicólogos acerca de la importancia del contacto humano. Se ha encontrado que los bebés, si son dejados en una guardería en el hospital y no reciben contacto humano, de hecho pueden morir. Los seres humanos necesitan ser tocados; el contacto humano es extremadamente importante, tan importante que lo deseamos. Este es un aspecto importante en la iglesia, donde el ministro, como lo expresa Martín Lutero, representa a Cristo en su congregación. Las personas que anhelan el toque de Cristo necesitan contacto con su ministro. EL SENTIDO DEL TACTO En el Nuevo Testamento leemos sobre la imposición de manos. Esta práctica tiene sus raíces en el Antiguo Testamento en la unción de las personas para ministerios particulares. El rey era ungido por un profeta, que vertía aceite sobre la cabeza del nuevo monarca. Los sacerdotes y profetas también eran ungidos. El aceite era vertido sobre sus cabezas a fin de consagrarlos, de apartarlos para sus vocaciones sagradas. El vertimiento de aceite indicaba una transferencia o una imputación de la gracia divina a un individuo con el fin de que pudiera ser capacitado para su oficio. Era un símbolo de la transferencia del poder de Dios a un ser humano. En el Nuevo Testamento, la ordenación de individuos para oficios o tareas particulares estaba acompañada de una práctica similar–la imposición de manos. La iglesia en Antioquía impuso sus manos sobre Pablo y Bernabé antes de enviarlos como los primeros misioneros (Hechos 13:3). De la misma manera, Timoteo aparentemente fue ordenado como pastor a través de la imposición de manos (1 Timoteo 4:14). Actualmente, la mayoría de congregaciones que ordenan a personas para oficios de la iglesia, para el cuerpo ministerial o de ancianos, tienen algún tipo de servicio de ordenación que implica la imposición de manos. En las iglesias presbiterianas, los miembros del presbiterio pasan al frente, se reúnen alrededor del ordenando e imponen las manos sobre su cabeza como símbolo de la imposición de las manos de Cristo, de la unción de Dios. En las iglesias episcopales, se hace a través del obispo, pero el propósito es el mismo. Yo nunca olvidaré mi propia ordenación al ministerio, y me gustaría que todo cristiano pudiera experimentar la imposición de manos como lo hice en esa ocasión. El contacto humano que experimenté en esa ocasión fue precioso para mí. Vemos una mención al sentido del tacto también en el tema de la bendición. Cuando Dios dio Sus instrucciones para la adoración en el antiguo Israel, Él ordenó que el sacerdote pronunciara una bendición específica sobre la gente: “Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz” (Números 6:24-26). Aarón y sus sucesores en el sacerdocio usaron estas palabras para proclamar la bendición de Dios a Su pueblo. En la iglesia del Nuevo Testamento, el obispo o el oficial que presidía en la congregación hacía un pronunciamiento similar llamado la bendición. El prefijo ben se deriva de la palabra en latín que significa “bien”, mientras que dición viene de la palabra en latín que significa “hablar”, por tanto, una bendición es un “buen dicho”. Estos primeros servicios cristianos se realizaban en iglesias en casas y las congregaciones eran pequeñas. El pastor bendecía a los congregantes de forma individual, y mientras los bendecía, los tocaba. Imponía sus manos sobre ellos. Con el paso del tiempo, a medida que las iglesias crecieron, la práctica de la bendición individual tuvo que ser abandonada. Los pastores bendecían al grupo entero mirando de frente a la congregación con las manos levantadas, y así es como se hace en la mayoría de las iglesias evangélicas hoy en día. La bendición que pronunciamos hoy con las manos levantadas es una expresión simbólica del ministro tocando a su pueblo. Hace algunos años, estuve predicando en un servicio de una iglesia grande en California. Después de que terminó el sermón, el pastor asociado invitó a todos los que quisieran orar a que vinieran al frente para arrodillarse en la banca larga que estaba en la parte delantera del santuario, y alrededor de setenta y cinco u ochenta personas respondieron. Entonces el ministro hizo una oración de cierre, pero mientras oraba iba caminando a lo largo de la banca y tocaba gentilmente la cabeza de cada persona. Yo pensé: “Esto es extraordinario. Es la recuperación, en un sentido, de la antigua tradición de tener un contacto físico que es parte del servicio de adoración”. Jesús entendía la importancia de tocar a aquellos a quienes Él ministraba. Frecuentemente, cuando Él sanaba a la gente, los tocaba. Vemos un maravilloso ejemplo de esto en Mateo 8, donde un hombre con lepra se acercó a Jesús para pedir sanidad. La lepra era extremadamente contagiosa y era incurable, así que los que la contraían se convertían en marginados sociales, forzados a vivir aparte del resto de la comunidad. Pero Jesús no solo sanó al leproso, también lo tocó. Jesús ministró la necesidad física de aquel hombre y su necesidad de contacto humano. La gente hoy necesita ese contacto. Es por eso que un momento importante en la iglesia el domingo por la mañana es cuando el pastor interactúa con los adoradores a la salida. Les digo a mis estudiantes en el seminario que hay un arte en saludar a la gente en la puerta después del servicio de la iglesia. Es de vital importancia que el pastor extienda su mano y por lo menos ofrezca saludar a cada persona que pasa. Algunos pasarán de largo, pero la gran mayoría de la gente quiere detenerse y estrechar la mano del pastor. Si esa persona es un hombre o una mujer de edad avanzada, y especialmente si es una anciana viuda, el pastor nunca debería saludar solo con una mano. Él debe tomar la mano de la mujer entre sus dos manos. ¿Por qué? Es porque ella necesita ese contacto especial, porque experimenta soledad. Al dar ese contacto tierno y amoroso, el pastor está siendo como Cristo para las personas, dando el toque del Maestro en Su nombre a las personas que sienten miedo, soledad o dolor. La gente quiere ser tocada, no en un mal sentido, sino en un sentido tierno y misericordioso, en un sentido humano. Todo cristiano amaría arrodillarse en la presencia de Cristo, sentir el toque de Su mano y escucharlo decir: “Tus pecados te son perdonados” o “Sé sano y ve en paz”. Él no hace eso ahora, pero en Su sabiduría Dios ha hecho una provisión para que la gente sea ministrada a través del contacto cuando adoramos juntos. EL SENTIDO DEL GUSTO La adoración diseñada por Dios también apela al sentido del gusto de los adoradores. El sentido del gusto es altamente subjetivo. A todos nos gusta el sabor de algunas cosas y nos disgusta el sabor de otras, no tenemos un acuerdo uniforme en eso. Pero el gusto es muy poderoso, y en la Biblia hay constantes referencias a este aspecto de nuestra humanidad, muchas de las cuales se usan de manera metafórica. La Biblia dice: “Gustad, y ved que es bueno Jehová” (Salmos 34:8a). Esa imagen, evidentemente, es tomada de la experiencia humana común de probar cosas que nos parecen dulces y creemos que son deliciosas. Al invitarnos a “gustar” una relación con Dios y asegurarnos que la encontraremos “buena”, el salmista presenta su punto de una manera poderosa que todos podemos entender. En las concordancias de la Biblia, hay docenas de referencias para el término miel. Se dice que la Palabra de Dios es “más dulce… que la miel” (Salmo 19:10; 119:103), con lo cual entendemos que la Palabra de Dios es agradable y deseable. Al inicio del ministerio de Ezequiel, Dios ordenó al profeta que se comiera un rollo, y las palabras del rollo contenían un oráculo de juicio en el que Dios estaba anunciando el derramamiento de Su ira sobre la nación. Aunque el mensaje parecía amargo, cuando Ezequiel puso el rollo en su boca, estaba maravillado al descubrir que sabía dulce, e hizo el comentario de que sabía tan dulce como la miel (Ezequiel 3:1-3). En consecuencia, entendemos que incluso las palabras de juicio de Dios son buenas. En estas referencias al gusto, Dios enseñó a Su pueblo ciertas verdades de una manera metafórica. Hizo más o menos lo mismo al consagrar ciertos sabores en la adoración que diseñó para Su pueblo. Por mandato Suyo, Israel mantuvo fiestas frecuentes para conmemorar la participación de Dios con Su pueblo. Estas fiestas no eran unas cenas improvisadas. El contenido de las comidas era prescrito por Dios, y cada elemento de la comida y bebida –las hierbas amargas, el pan sin levadura, el cordero y el vino– tenía un significado simbólico. Dios procuró un tipo de continuidad entre el sabor físico de estas comidas y bebidas, que eran comunes para los judíos, y las experiencias históricas reales. Él quería que recordaran la amargura de su estancia en Egipto y la dulzura de su redención que fue efectuada en el éxodo, así que cada año debía celebrarse la pascua. Hoy en día, los judíos todavía celebran el Séder, la comida que fue asociada con la fiesta de la pascua (Éxodo 12). Ellos replican el mismo menú de generación en generación de modo que ciertas comidas y sabores sean asociados con la obra de Dios y con la Palabra de Dios. Los cristianos ya no celebramos la pascua; en lugar de eso, celebramos la Cena del Señor. Estudiamos este sacramento a profundidad en el capítulo 9, y vimos que cuando Jesús se acercaba al fin de Su ministerio, deseaba celebrar la pascua con Sus amigos una vez más. En medio de la cena, Él cambió la liturgia, inaugurando un nuevo pacto para Su iglesia. Tomó el pan, que ya había sido consagrado y estaba asociado con el acto histórico de redención de la pascua, lo partió y dijo: “Este es Mi cuerpo, partido por ustedes”. Él adhirió un significado de redención a ese símbolo, el pan, y le dijo a Su iglesia que siguieran comiéndolo en memoria de Él y de Su obra. Cuando celebramos el sacramento de la Cena del Señor, el gusto está involucrado. Probamos el pan de vida. Jesús también tomó la copa que contenía el vino y dijo: “Esta es Mi sangre del nuevo pacto”. Juan Calvino reflexionó en que el vino es un vehículo de comunicación extraordinariamente adecuado porque nos dice algo sobre la expiación de Cristo por nosotros. Calvino señaló que, en la historia cultural de Israel, se consideraba que el vino tenía un sabor amargo y quemaba cuando se tragaba, así que era usado para recordar lo amargo de la esclavitud que el pueblo experimentó en Egipto. Sin embargo, el vino también era usado en una forma positiva para las grandes fiestas y celebraciones en Israel. La Biblia dice: “el vino que alegra el corazón del hombre” (Salmo 104:15). También había una larga tradición en Israel de usar el vino para expresar gozo y alegría en tiempos de celebración. El vino tiene este doble significado que parece, en la superficie, ser contradictorio. Pero Calvino afirmaba que ese doble significado hacía al vino especialmente apropiado para recordar la muerte del Señor en la cruz. Si bien la cruz fue el momento más amargo en la historia de la humanidad, el acto más diabólico cometido jamás, también fue el momento más grandioso en la historia de la humanidad, el momento que efectuó nuestra salvación, que dio motivos y causa al pueblo de Dios para regocijarse. Por lo tanto, en la Cena del Señor recordamos la muerte de Cristo en un tipo de luto solemne, pero también anticipamos el futuro prometido del pueblo de Dios, cuando nos sentaremos juntos en las bodas del Cordero con Su novia. En esa gran fiesta, Jesús será el anfitrión. Nos sentaremos con Él y con cristianos del este y del oeste, y gozaremos de alegría incomparable. Así que, cuando celebramos la Cena del Señor, recordamos el Viernes Negro, pero luego comenzamos a ver que ese fue el Viernes Santo o el Buen Viernes, y miramos hacia adelante al cumplimiento del gozo que está reservado para nosotros en el cielo. Todo esto es comunicado al probar estos elementos comunes. Hay una controversia continua dado que muchas iglesias protestantes no usan vino en la celebración del sacramento. De hecho, creo que la mayoría de las iglesias no usan vino, la mayoría usa un tipo de jugo de uva. Una de las principales razones de eso es el problema del alcoholismo, y los líderes de la iglesia quieren tratar de proteger a su gente de tentaciones innecesarias. En otros casos, las iglesias no creen que Jesús usó vino real. Estoy de acuerdo con Calvino –el vino real comunica a nuestras papilas gustativas ambos elementos: dolor y gozo, pesar y alegría– y de alguna manera, en mi opinión, el jugo de uva no lo hace. Creo que perdemos algo si no usamos vino, porque en la adoración de Israel Dios asoció ciertas verdades con ciertos sabores. EL SENTIDO DEL OLFATO Finalmente, consideremos el rol del sentido del olfato, la percepción del olor en la adoración. Nosotros los protestantes casi no tenemos en cuenta este sentido en nuestra experiencia de adoración, y creo que al no hacerlo estamos empobreciendo nuestra adoración; ya que el sentido del olfato es bastante poderoso. Los investigadores nos dicen que la nariz humana puede discernir varios miles de aromas distintos. Algunos son placenteros y otros no, pero los recuerdos de las fragancias tienden a perdurar en nuestras mentes y provocar fuertes asociaciones. Por ejemplo, cuando huelo perros calientes cocinándose, pienso en estar en un parque de béisbol. De la misma manera, me encanta entrar a una panadería porque el olor del pan horneándose invoca todo tipo de recuerdos de mi tía y de mi abuela horneando en mi casa cuando yo era un niño. ¿Quién no asocia el aroma de las piñas de pino con la navidad? Las palomitas sugieren películas. Hojas quemándose sugieren el otoño. Hay innumerables fragancias que asociamos con ciertas personas, cierta época del año, ciertos lugares y ciertas experiencias. Dios entiende esta tendencia humana, así que cuando dio instrucciones para el tabernáculo, incluyó una dimensión aromática. Una de las piezas de mobiliario que Él ordenó para el tabernáculo era el altar del incienso. El propósito de este altar era simbolizar la oración. Hablamos del altar del incienso en el capítulo 4 donde vimos que Zacarías, el padre de Juan el Bautista, fue al templo para quemar incienso y orar a Dios como representante del pueblo. El humo del incienso se elevaba al cielo y eso simbolizaba la elevación de las oraciones de los sacerdotes y del pueblo a Dios. Zacarías usó incienso que había sido preparado de la misma manera por miles de años, tal como Dios lo mandó (Éxodo 30:34-38). Durante esos siglos, los israelitas habían olido ese aroma único incontables veces, así que habían llegado a asociar esa fragancia con la presencia de Dios. Ese elemento simbólico de adoración en el Antiguo Testamento influyó en el lenguaje y la expresión verbal de las Escrituras. Por ejemplo, cuando los israelitas ofrecían sus sacrificios a Dios en la manera prescrita, Dios decía de ellos que eran “olor grato” (Éxodo 29:18; Levítico 1:9). Cuando Dios se enojó con los israelitas por su apostasía e hipocresía, les dijo: “No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes” (Isaías 1:13). Dios estaba diciendo, en efecto: “Sus ofrendas han llegado a ser hedor en Mis narices. Sus alabanzas apestan”. En el Nuevo Testamento, la obra de Cristo es representada como algo agradable y que deleita al Padre como una fragancia dulce (Efesios 5:2). Así también es la labor de los santos; nuestra obediencia es un olor grato, un aroma dulce, un olor de vida a Dios (2 Corintios 2:14-16). Todo ese lenguaje de fragancia fue tomado de la experiencia de adoración del pueblo en el Antiguo Testamento. Hay muy pocas iglesias protestantes que todavía incorporan el incienso en la adoración, y si llegaras a sugerirlo en tu iglesia, puede que tu sugerencia no sea bien recibida. ¿Por qué pasa eso? Tiene que ver con la reacción de nuestros antepasados protestantes en contra de la forma católica romana de adoración en el siglo XVI. Ya que Roma usaba incienso, los reformadores lo rechazaron, y ahora nosotros hemos desechado el grano con la paja. En nuestra protesta protestante, nos hemos aislado a nosotros mismos de un elemento de adoración que Dios proporcionó, y hemos perdido algo. Necesitamos ver que cuando Dios ordenó la adoración, Él incluyó una dimensión olfativa. Por lo tanto, debemos tener cuidado de hacer una objeción radical al uso de incienso en la adoración. GUÍA DE ESTUDIO DEL CAPÍTULO 13

INTRODUCCIÓN El tacto, el gusto y el olfato comunican de manera poderosa. La adoración del Antiguo Testamento estaba llena del aroma del incienso, el sabor del cordero y las hierbas amargas, la percepción de los animales y el grano ofrecido en el sacrificio. Necesitamos recuperar el tacto, el gusto y el olfato en nuestra adoración. OBJETIVOS DE APRENDIZAJE

1. Ser capaz de explicar los roles del tacto, el gusto y el olfato en la adoración del Antiguo y Nuevo Testamento. 2. Explorar los roles del tacto, el gusto y el olfato en la adoración actual.

CITAS

Gustad, y ved que es bueno Jehová. –Salmos 34:8a

Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. –Mateo 8:2-3 BOSQUEJO

I. El tacto en la adoración A. Los seres humanos necesitamos ser tocados. B. Ya que el pastor representa a Cristo ante sus congregantes, cuando él estrecha la mano de ellos después del servicio eso representa el contacto de Cristo. C. La práctica del Nuevo Testamento de la imposición de manos está arraigada en la unción con aceite en el Antiguo Testamento. D. El derramamiento de aceite sobre los reyes, sacerdotes y profetas indicaba una transferencia de gracia divina para el oficio. E. Para indicar esa transferencia de gracia, los líderes del Nuevo Testamento imponían manos sobre aquellos que eran ordenados para el ministerio. Muchas iglesias todavía lo hacen. F. En el Antiguo Testamento, Dios dio una bendición específica que quería que el sacerdote expresara sobre el pueblo. En el Nuevo Testamento, el pastor tocaba a la gente cuando pronunciaba esta bendición. G. Hoy en día cuando las iglesias son más grandes, el pastor usualmente da la bendición a toda la congregación con manos levantadas, pero sin tocar a cada persona. H. En algunas iglesias, la gente que quiere oración puede pasar al frente y recibir una bendición con un toque en la cabeza. I. Jesús frecuentemente tocaba a las personas cuando las sanaba. J. Hay un arte al estrechar manos después del servicio. Los ancianos, especialmente las viudas, necesitan un contacto mayor, así que el pastor debería saludarlos con ambas manos. I. II. El gusto en la adoración A. Los escritores de la Biblia frecuentemente usaron el gusto como una metáfora para transmitir la verdad. B. Dios diseñó las fiestas del Antiguo Testamento para usar los sabores –hierbas amargas, panes sin levadura, cordero– para comunicar verdades. C. En la Cena del Señor, Jesús usó pan y vino para comunicar sobre Su obra de redención. Cuando celebramos este sacramento, probamos el pan de vida. D. El vino sugiere lo amargo del sufrimiento de Cristo y el gozo de Su fiesta de bodas. E. Muchas iglesias usan jugo de uva en lugar de vino para la Cena del Señor para proteger a la gente de la tentación al alcoholismo, pero el sabor del jugo de uva no transmite todo lo que el sabor del vino sí.

III. El olfato en la adoración A. Los recuerdos de las fragancias perduran y provocan fuertes asociaciones. B. En el tabernáculo, el altar del incienso –hecho con una fórmula específica que se usaba solo para la adoración– simbolizaba la oración. C. Los escritores de la Biblia usaron aromas dulces y repugnantes como metáforas de la bondad o la hipocresía.

IV. Conclusión

Para honrar a Dios como Dios, debemos adorarlo como Él manda. Debemos esforzarnos para remover las sobras que hemos colocado sobre la gloria de Dios, a fin de que el pueblo de Dios pueda ser renovado al disfrutar en Su esplendor. ESTUDIO BÍBLICO

1. ¿Qué experimentaban los sacerdotes a través del tacto cuando eran ordenados, de acuerdo con Éxodo 29:4-9? ¿Cómo podrían haberlos afectado estos recuerdos táctiles y cómo permanecerían en sus memorias? 2. ¿Cómo se usa la imposición de manos en estos textos? a. Números 8:10-12 b. Marcos 5:23 c. Hechos 8:14-17 d. 1 Timoteo 4:14; 2 Timoteo 1:6 3. ¿Cómo es utilizada la unción en Santiago 5:13-14? 4. ¿Qué instrucciones para la comida de la pascua da Dios en Éxodo 12:1-19? ¿Qué sabores había en esas comidas? ¿Por qué era importante que cada año, a través de las generaciones, se comiera la misma comida con los mismos sabores? 5. Éxodo 30:34-38 especifica la fórmula exacta para el incienso utilizado en la adoración para representar la oración. ¿Por qué crees que Dios fue tan específico sobre la fórmula? ¿Por qué le prohibió a la gente usar esa fórmula para cualquier otro propósito?

GUÍA DE ESTUDIO

1. ¿Cómo eran usados el tacto, el gusto y el olfato en la adoración en la Biblia? 2. ¿Qué rol consideras que debería tener la imposición de manos en la adoración actual? ¿Por qué? ¿Qué piensas sobre la unción u otro elemento táctil en la Biblia? ¿Qué sobre otros aspectos del tacto, tales como estrechar manos o abrazar? 3. ¿Cuáles son los pros y contras de hacer de la Cena del Señor un elemento más prominente de la adoración en nuestros días?

APLICACIÓN

1. Asiste a un servicio de adoración y observa el uso del gusto, el tacto y el olfato–o la ausencia de estos. ¿Qué observas? ¿Cómo afecta la experiencia de adoración? ¿Cómo podrían el gusto, el tacto o el olfato aumentar el sentido del esplendor de Dios? 2. Agradece a Dios por tu sentido del gusto, del tacto y el olfato. Pregúntale cómo puede la adoración de tu iglesia manifestar el esplendor de Dios más plenamente. Ora por aquellos que planean y guían la adoración en tu iglesia, así como por los congregantes que también son adoradores activos y no audiencia. CONCLUSIÓN

¿Cómo debemos adorar? Para honrar a Dios como Dios, debemos adorarlo como Él, y solo Él, lo decreta. Que ninguna iglesia se atreva a reemplazar el presbiterio con un escenario. Los escenarios están construidos para espectáculos; los presbiterios están construidos para la adoración. Debemos trabajar, y trabajar duro, para remover las sombras con las que hemos opacado la gloria de Dios, para que el pueblo de Dios pueda ser renovado al gozarse en Su divino esplendor y extraordinaria gloria. Ninguna otra cosa funcionará. SOBRE EL AUTOR

El Dr. R. C. Sproul fue el fundador y presidente de Ligonier Ministries, un ministerio internacional de educación cristiana establecido cerca de Orlando, Florida. También sirvió como ministro de predicación y enseñanza en Saint Andrew’s, una congregación reformada en Sanford, Florida, y como presidente del Reformation Bible College. Su enseñanza se puede escuchar en el programa de radio Renovando tu mente. Durante su distinguida carrera académica, el Dr. Sproul ayudó a capacitar a hombres para el ministerio como profesor en varios seminarios teológicos. Fue editor ejecutivo de la revista Tabletalk y autor de más de ochenta libros, incluyendo La santidad de Dios, Escogidos por Dios, La mano invisible, Solo por fe, La verdad de la cruz, La oración del Señor y La obra de Cristo. También sirvió como editor general de la Biblia de estudio Reformation Study Bible y escribió varios libros para niños, incluyendo La copa de veneno del príncipe.

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