Jock Young (1942-2013): el “causante” de la herencia crítica de la criminología. Por Gabriel Ignacio Anitua1

Muy recientemente, el 16 de noviembre de 2013, falleció Jock Young, el sociólogo reconocido como el fundador de la llamada “criminología crítica”, del “realismo de izquierda” y de la “criminología cultural”. Había nacido el 4 de marzo de 1942 como William Young en Vogrie, Midlothian, Escocia, aunque desde los cinco años vivió en zonas fabriles de Inglaterra. Siempre reivindicó sus orígenes humildes, de clase obrera, ya que era hijo de un camionero y su destino parecía marcado para formar parte de tal grupo social. Quizás por ese orgullo de clase, que explicaba en su currículo diciendo ser el primero de su familia en ir a la Universidad, al volcarse académicamente en un proyecto universitario para la clase trabajadora y en los propios objetivos teóricos y prácticos de sus trabajos, es pensable que rechazara el concepto mismo de herencia. Pero lo cierto es que su producción ha dejado mucho, un importante legado, sobremanera para la criminología, y jugando con el título del muy valioso libro de Elena Larrauri (La herencia de la criminología crítica). Sus pasos sobre ese campo polivalente de estudios y prácticas sociales y criminológicas lo lleva desde York a Nueva York. De la ruptura con la criminología oficial hacia la criminología cultural, pasando por cierto por la criminología de, y para, la clase obrera, como se ha dicho. Me refiero a York puesto que fue allí, donde, en 1968 unos siete jóvenes profesores y estudiantes decidieron romper con la reunión oficial de cri- minólogos, que organizaba el Instituto de Criminología de Cambridge, y formar un movimiento crítico con toda esa institucionalización ligada al Home Office. El joven Jock aportó sus inquietudes políticas socialistas y sus agudos estudios desarrollados en ciencias sociales en la prestigiosa London

1 Doctor en Derecho, Universidad de Barcelona. Profesor de derecho penal y criminología, Universidad de Buenos Aires. School of Economics. Desde 1962 estudiaba allí, siguiendo el contacto del sociólogo crítico Steve Box, y tras abandonar una beca para estudiar bioquímica y, antes, una muy dura experiencia educativa casi militar, de la que guardó cierta mirada escéptica y una experiencia en organizar resistencias a la disciplina y el control, así como su apodo de “Jock”. Sus primeras publicaciones son los artículos “Student Culture and Youth Culture”, en Twentieth Century en el año 1969; y de 1970 el muy citado luego “The Zookeepers of Deviancy”, en Catalyst (traducido en 1977 por Rosa del Olmo en la compilación Estigmatización y conducta desviada). En sociología obtuvo su doctorado con un trabajo etnográfico sobre el consumo de drogas en el barrio de Notting Hill, hoy un barrio bastante “cheto” del oeste de Londres pero entonces ocupado por jóvenes rebeldes y marginales. En esa investigación, publicada en 1971 en Londres y por McGibbon and Kee como The Drugtakers: The Social Meaning of Drug Use, es donde desarrolló por vez primera el concepto de pánico moral. En aquella reunión de York nació la National Conference, pri- mero integrada por esos siete jóvenes, entre los que destacaba Jock Young, pero que, tras periódicas reuniones, contactos con los movi- mientos sociales, y unas cuantas publicaciones, logró aumentar espec- tacularmente su número. Políticamente el grupo era muy heterodoxo, pues había anarquistas, marxistas, liberales, humanistas; pero los unía la insatisfacción frente al positivismo criminológico y frente a una pre- tensión de neutralidad del criminólogo ante las pautas políticas y eco- nómicas de la sociedad en que se planteaba la “desviación”. La primera publicación importante del grupo fue Images of Deviance publicado en en Harmondsworth por la prestigiosa editorial Penguin en 1971. La colaboración de Jock fue su artículo “The Role of the Police as Amplifiers of Deviancy, Negotiators of Reality and Translators of Fantasy”, parte de su tesis doctoral y su presentación en la NDC. Lo importante es que ese libro, y con las distintas colaboraciones, ejemplificó la unión del compromiso político libertario de los años se- senta con la reflexión intelectual sobre el terreno sociológico y que esa unión permitía realizar una nueva aproximación crítica a la criminolo- gía. Ese tipo de reflexión crítica fue la generadora de la obra más importan- te, y con mayor trascendencia dentro y fuera de su país de origen, para plantear una nueva criminología radical, crítica y materialista: The New escrita por Jock Young junto a sus amigos Ian Taylor (1944-2001) y Paul Walton y publicada en Londres por Routledge & Kegan Paul en 1973. En sus propias palabras, esta criminología debería comprometerse con la abolición de las desigualdades de riquezas y de poder, desde una perspectiva marxista a la que se proponían completar con la percepción del delito como una consecuencia de la estructura so- cial en la que se desarrolla. Evitaban estos autores caer en un determi- nismo en tal sentido, al reconocer la racionalidad del comportamiento delictivo cuando la oportunidad le permite a su autor recurrir a esta op- ción para solucionar determinados problemas ocasionados por las con- tradicciones de un Estado represivo y una sociedad injusta. Para estu- diar todo ello proponían visualizar los orígenes estructurales y superes- tructurales de la desviación, así como las más inmediatas reacciones de las instancias oficiales y del público. Pero para llegar a ello realizaron una obra teórica que aún hoy sigue siendo una referencia ineludible pa- ra los estudiosos de los pensamientos criminológicos. Es una de las primeras exposiciones críticas sobre la historia de los pensamientos criminológicos, con el agregado de relacionar esas teorías con el momento de las esferas de consumo y de producción. Los autores realizaron en esta obra una crítica tanto a las posiciones conservadoras de la criminología como a las liberales de los teóricos del etiquetamien- to, el naturalismo y la etnometodología. Seguían, para ello, las críticas que había realizado anteriormente el sociólogo Alvin Gouldner –prologa- dor de la obra– al enfoque liberal que se mostraba cercano a los “pobres diablos”, pero que hacía muy poco para cambiar la situación estructural que les afectaba. Por ello el enfoque escéptico más relacionado con la teoría del etiquetamiento fue calificado más tarde de “idealista” por el propio Jock Young. En todo caso, la crítica a los “idealistas” no se dirigía solamente al enfo- que del etiquetamiento, sino que también revelaba las tensiones exis- tentes dentro del pensamiento criminológico crítico inglés. Pero ello se advirtió más adelante. Para los primeros años setenta todos los críticos estaban de acuerdo en objetar el autoritarismo estatal y la economía capitalista que manipulaba ciertos hechos a través de la agenda criminal mediante los “pánicos morales”. En ese sentido, además de lo ya dicho sobre su tesis doctoral, es de destacar que Jock coeditó junto a su amigo Stan Cohen (1940-2013) el muy importante libro The Manufacture of News: Social Problems, Deviance and the Mass Media en 1973, publicado en Londres por la editorial Constable. Son de su autoría o en conjunto con Stanley Cohen los siguientes artículos: 'The Process of Selection of News', 'Models of the Media', 'The Myth of the Drugtaker in the Mass Media', 'Effects and Consequences of the Media', 'The Media and Amplification', y 'Do-it- Yourself Media Sociology'. Allí investigan cómo los medios de comunicación masiva seleccionan los acontecimientos relativos a la desviación, las nociones que utilizan en la realización de las noticias y el papel de los media en el control social. Esta investigación es un intento por destapar los sistemas ideológicos presentes en dichas instituciones públicas y en los medios de comunicación. Pero a la vez complejiza la cuestión y da cuenta de una siempre difícil relación entre el delito y la prensa. Permite, Young, una visión crítica e inteligente de esa relación. Otra obra suya de ese período es “The Consensual Myth in the Mass Media”' publicada en P. Rock y M. McIntosh eds. Deviance and Social Control, Tavistock, London, 1975. En las sociedades capitalistas se crean empresas de medios que pueden ser tan peligrosas como el Estado si persiguen sólo un interés político. Pero también tienen un interés de lucro, que no es el único relevante tampoco. Estas instituciones mediáticas deben ser analizadas como formas complejas de control. Pero, como intermediarios del proceso comunicacional, los medios están más propensos que cualquier otro agente de control a recibir las influencias de los sectores populares y no dominantes, puesto que, como decía Jock “El carácter de mercancía de las noticias asegura que haya una tendencia a la autonomía en la producción de noticias” (lo decía Young en otro artículo agregado en la segunda edición de aquel libro, de 1981, “Beyond Consensual Paradigm Theory”, cito de “Más allá del paradigma consensual: una crítica al funcionalismo de izquierda en la teoría de las comunicaciones de masas” publicado en la revista dirigida por Roberto Bergalli y Juan Bustos Poder y Control nro. 1 Planteamientos sobre el control informal, Barcelona, PPU, 1987, p. 80; el artículo también está publicado en italiano en Grandi, Roberto, Pavarini, Massimo y Sismondi, Mario comps., I segni di Caino. L’immagine della devianza nella comunicazione di massa). La empresa de noticias indudablemente refleja lo que demanda la audiencia ya que su fin es lucrar, y ello puede hacer que se cumpla la misión de construcción de lo “público” sin determinaciones conformistas. La función control de las interesadas empresas comerciales, en tanto se está en un sistema de competencia, debe ajustarse a la función audiencia. Y, como señalaba Young, ello también actúa sobre el sistema judicial en clave crítica: “No siempre se muestra que se ha hecho justicia; una cierta sensación de anomalía, de indignación y de injusticia produce noticia. No en cambio los principios sugeridos por la teoría del paradigma” (que confirman estereotipos de héroes y villanos, que aseguran que cada uno de ellos sea adecuadamente recompensado, que difundan el lenguaje del libre arbitrio y del consenso, p. 77). Es patente que los medios están en determinadas manos y que los poseedores tienen un interés en el conflicto social, sin embargo “la relativa autonomía derivada, por una parte, de la demanda del público, y por otra, de la lucha de unos medios libres y principistas, impulsan a los medios –particularmente en sitios y momentos determinados- a representar la anomalía y la injusticia, de una manera bien distinta a un mundo perfectamente coherente consigo mismo” (p. 81). Para 1973 Jock Young ya es una figura reconocida, a quien se le traducen esos primeros textos y que publica en revistas de diversos ámbitos. Coedita también el libro Contemporary Social Problems in Britain (junto a R. Bailey), en DC Heath, y por Farnborough y publica “The Hippie Solution: An Essay in the Politics of Leisure” en la compilación de Ian Taylor y Laurie Taylor (eds.), Politics and Deviance publicada por Penguin en Londres. Pero además de todas estas publicaciones de libros fundamentales, también Jock Young se comprometía en la creación de una amplia red europea de criminólogos con orientaciones similares. En julio de 1972 se realizó un “Manifiesto europeo” que creaba, así, un “Grupo Europeo” en el que se destacarían, junto a los británicos, los criminólogos italia- nos. Los criminólogos críticos europeos establecieron reuniones anuales que se harían primero en Florencia, donde trabajaba uno de los promo- tores del Grupo –Mario Sismondi–, y luego en Colchester, Bielefeld, Ámsterdam, Viena, Barcelona, Bremen, Copenhague, Lovaina, Derry, Bolonia, etc. De tales reuniones surgirían importantísimas publicacio- nes, como las mencionadas sobre medios de comunicación, y, sobre todo, la oportunidad de debatir entre sí en el foro privilegiado que cons- tituye (puesto que sigue existiendo, con sus cambios) en Europa el Com- mon Study Programme on Criminal Justice and Critical Criminology. Allí compartió muchas de sus preocupaciones y como fruto de algunos de esos intercambios participó de libros y fue coeditor en 1980 de Terrorism and the Violence of the State: Proceedings of the European Group Conference at Bremen; y en 1981 de Information and Control of Crime in Europe, producto del encuentro en Lovaina Bélgica. Ese ámbito internacional fue otro de los “éxitos” de la criminología críti- ca, en ese sentido similares a los que cien años antes había dado comienzo a la criminología positivista. Un referente de la criminología institucional de entonces, Sir Leon Radzinowicz, presentó a Jock y a los jóvenes críticos de esa época, en sus memorias (Adventures in Criminology, Londres, Routledge, 1999) como practicando contra él los mismos métodos de aquellos positivistas en contra de sus maestros tildados de “clásicos” unos cien años antes. Y en punto al éxito de unos y otros, malgrado de algunos que se niegan a ver “herencia” alguna

(Garrido, Vicente, Stangeland Per y Redondo, Santiago, 1999, Principios de criminología, Valencia, tirant lo blanch), en efecto se parecen. Así como el positivismo marcó a la criminología e incluso al abordaje sobre la política penal desde fines del siglo XIX, los aportes de la criminología crítica son imposibles de no considerar desde que Jock Young, entre otros, los planteó y revisitó. Como bien advertía Jock Young, en “Ten Points of Realism” publicado en 1992 en su libro Rethinking Criminology: The Realist Debate, (coeditado junto a Roger Matthews, en Londres por Sage (traducido como “Diez puntos sobre el realismo” en la revista Delito y Sociedad), la historia de la criminología puede escribirse como un desarrollo interno de tradiciones intelectuales, cada una con sus propias problemáticas, pero estos desarrollos siempre existieron en un mundo exterior de problemas cambiantes referidos al crimen y a la penalidad, a la financiación diferencial y selectiva de la investigación por parte de las agencias gubernamentales y a las concepciones contemporáneas de la naturaleza humana y del orden social. Las teorías de la sociedad e incluso los conceptos para comprenderla no se producen en el vacío, emergen en el contexto de las relaciones de poder y regímenes de verdad de cada sociedad en momentos históricos determinados. Las corrientes académicas refinan, desarrollan y sistematizan teorías, pero la agenda se encuentra fuertemente condicionada por los problemas contemporáneos de la sociedad en que se desenvuelven y sus textos se encuentran, en gran medida, pre-escritos por las corrientes sociales y las costumbres de la época. Se puede pensar la realidad de acuerdo a la forma en que esta permite los pensamientos. En ese mismo sentido cabe darle la importancia capital que tiene al li- bro La nueva criminología (lo cito así por su traducción al castellano, inmediata –como la alemana, la italiana, la portuguesa y las ediciones estadounidenses-, realizada por A. Crosa en 1975 y por Amorrortu en Buenos Aires). Este libro no sólo pone en cuestión las bases teóricas y políticas de la “criminología crítica” (y le da su punto de partida) sino que, como señala Elena Larrauri en el ya citado y, tal vez, el mejor libro en castellano que da cuenta de estos momentos de inicios y crisis de la criminología crítica (La herencia de la criminología crítica, Madrid, Siglo XXI, 1991), además se convirtió en “el” manual de criminología, de “todo tipo de criminología”, sobre todo en ámbitos distintos del anglosajón en los que no abundaban muchas explicaciones sociológicas sobre la cues- tión criminal. En 1973, en La nueva criminología, Jock Young puso la primera piedra de la criminología crítica y, a a vez, puso a esta nueva criminología crítica en discusión. En efecto, ya entonces, y en artículos apenas pos- teriores de Jock Young, se ponía en crisis lo que se había hecho por los críticos, y por él mismo, un poco antes. Pero sobre esto fue muy importante su aporte en la compilación Critical Criminology publicada por Routledge & Kegan Paul en Londres, y realizada por el trío Taylor, Walton y Young en 1975 (traducido en 1977 por N. Grab como Criminología crítica, México, Siglo XXI). Allí reunían los aportes de los ya destacados representantes de la criminología crítica anglosajona, de ambos lados del Atlántico. Las dos contribuciones de Jock Young, “Critical Criminology in Britain” (junto a I.Taylor y P. Walton) y, sobre todo “Working Class Criminology”, daban inicio a un nuevo rumbo en la criminología “youngiana”. Este artículo, “Criminología de la clase obrera” puede considerarse el punto de partida para un enfoque realista de izquierda. Allí Young haría expreso el intento de desarrollo de una criminología que atendiera a los intereses securitarios de la clase obrera, a la que debe dársele un mayor poder para ejercer el poder, en detrimento de la coerción estatal y como elemento de conciencia de clase. Señalaba que los cambios en la socie- dad no pueden prescindir de una política criminal que favorezca a la clase trabajadora. Concretamente, de una política criminal que la de- fienda tanto de los abusos de los poderosos como de los delitos intra- clase. Como ya iba a señalar hace unos párrafos, desde entonces Jock Young, como otros de los criminólogos críticos británicos plantearían nuevas tácticas y estrategias contra los cambios producidos en la política crimi- nal desde fines de los setentas y adoptarían actitudes más pragmáticas y que procurasen influir en las decisiones políticas desde posiciones “realistas”. Estos cambios coincidieron con su paso como profesor de sociología en la Universidad de Middlesex, en Londres, donde fue el fundador y jefe de su Centro de Criminología durante unos treinta años. Los fines declarados de la nueva Universidad y del nuevo Centro reflejaban el compromiso con los objetivos sociales de las clases trabajadoras, que acudían como estudiantes y como clientes de las investigaciones y propuestas que debían desde allí hacerse. Y que se hicieron, pues desde allí se desarrolló en forma privilegiada la llamada criminología realista de izquierda. Esa nueva forma de abordar sus preocupaciones se produjo al analizar problemas concretos de política criminal. En ese tiempo se demostraba inquieto dentro de la Sociedad Fabiana, e incluso ceracano a los sectores del Partido Laborista que pensaban y organizaban alternativas a los gobiernos conservadores de Margaret Tatcher y las reformas privatizadoras y represivas que prohijaba. Frente a determinados problemas sociales, Jock se vió compelido a ofre- cer algunas respuestas a partir del ascenso al gobierno de esos neocon- servadores o “realistas de derecha”. La preocupación por hacerles frente y por brindar alguna respuesta au- mentaba al comprobar que con la crisis “de seguridad” y de deterioro de los barrios, se transformaba en temor y odio la visión popular de simpatía a problemas como los de los adictos a drogas duras. Y también al observar la mayor simpatía por los cuadros policiales que mostraban sectores amplios de un proletariado conforme con sus posibilidades de consumo y molesto con los “nuevos” desviados. También incidió en este cambio otro tipo de investigaciones como las que demostraron su preocupación por el tema que luego se llamaría “de género”, y por sus víctimas de las clases humildes. Así, en sus obras de 1976 Abortion in Demand, (de la que fue coautor con Victoria Greenwood) publicada por Pluto, en Londres; y de 1987, “Women and Violence” publicada en Time Out. También son de destacar los libros que publicó Young en base a investigaciones empíricas como, de 1986 The Islington Crime Survey (con T Jones y B MacLean) en Gower, Aldershot. O, de 1987, Saving the Inner City: The First Report of the Broadwater Farm Survey (con T Jones y J Lea), Middlesex Polytechnic, Centre for Criminology. También, de 1987 The Construction of Independent Police Performance Indicators. Middlesex Polytechnic,Centre for Criminology, o 'The Relationship Between Crime, Fear of Crime and Attitudes to Punishment by Political Affiliation'. Londres, Middlesex Polytechnic, Centre for Criminology. Y de 1988 Preventing Crime: The Hilldrop Project (con J Lea, T Jones y T Woodhouse) Middlesex Polytechnic, Centre for Criminology. De 1989 The Police and Public in Hammersmith and Fulham with special reference to the Police and Criminal Evidence Act (con K Painter y T Woodhouse), Middlesex Polytechnic, Centre for Criminology Y también de 1989 The State, Multi-Agency Approaches and Crime Control (con J Lea y R Matthews), Middlesex Polytechnic, Centre for Criminology. De 1989 The West Kensington Estate Survey (con J Lea y K Painter), Middlesex Polytechnic, Centre for Criminology. De 1989 The Hammersmith & Fulham Crime and Policing Survey (con J Lea, K Painter, T Woodhouse), Middlesex Polytechnic, Centre for Criminology. De 1989 The Impact of PACE on an Inner City Area, (con T Woodhouse) Middlesex Polytechnic, Centre for Criminology De 1990 The Second Islington Crime Survey, Middlesex Polytechnic, Centre for Criminology (con A Crawford, T Jones, T Woodhouse). De 1990 The Ladywood Crime and Community Survey Middlesex Polytechnic, Centre for Criminology (con K Painter y T Woodhouse). De 1990 The Mildmay Crime Survey Middlesex Polytechnic: Centre for Criminology (con T Jones). Y de 1991 Reducing Crime: The Hilldrop Project, Middlesex Polytechnic, Centre for Criminology (con T Jones). De 1994 Policing the Streets: Stop and Search in North London, London: Islington Council. En 1995 The Islington Street Crime Survey (junto a P Harper, M Pollak, J Mooney, E Whelan), Londres, London Borough of Islington. Entre muchas otras en las que, además de análisis, que demostraban que le delito “realmente” (en serio) había aumentado, (como 1992 The Rise in Crime in England and Wales in the Post-War Period, Middlesex University, Centre for Criminology), se realizaban propuestas. Unas propuestas a estos nuevos problemas requerían de un nuevo planteo epistemológico y de una nueva actitud política. Es por ello que los “realistas de izquierda”, desde una posición teórica, y mientras mantenían la férrea oposición al “realismo de derecha” de los gobiernos conservadores británicos y estadounidenses de los años ochenta, perfilaron una crítica al “idealismo radical” de los años sesenta y setenta (en el que incluso podían incluirse ellos mismos que habían hecho trabajos sobre la creación y amplificación de los delitos y miedos por parte de la policía, etc.). En realidad, tal crítica ya estaba en la Nueva criminología, al enfrentarse teóricamente con la fenomenología y con el enfoque del etiquetamiento desde una perspectiva materialista. La propuesta, del realismo de izquierda, fue la de aplicar el método ma- terialista histórico al estudio de la cuestión criminal, analizando las funciones de reproducción del modo de producción capitalista, ponien- do por tanto la cuestión criminal dentro del marco más general de lu- chas de clases. Ello sería muy provechoso en el campo de investigación histórica, pero sobre todo lo sería en las investigaciones y propuestas que centraron la atención del realismo de izquierda. Así, Jock Young encabezó una crítica hacia la misma sociología de la desviación, y hasta de las premisas por él mismo adoptadas a fines de los sesenta y principios de los setenta, especialmente por su incapaci- dad para vincular teoría y práctica. Objetó las críticas hechas al empi- rismo y a las “prácticas”, que a partir de entonces fueron por él defendi- das. Todas las críticas al “empirismo sin sentido” serían cuestionadas, incluso la crítica al positivismo. Ello le permitió recuperar muchas de las ideas criminológicas que se descartaban antes simplemente por pro- venir de la “criminología oficial” o por haber estado formuladas antes de los “rebeldes” años sesenta. Quizás la obra más importante de esta tradición realista lo constituye el libro de John Lea y Jock Young, publicado en 1984 como What is to be Done About Law and Order?, por Penguin Books, en Londres. Este libro, fundamento del realismo de izquierda, fue traducido en 2001 en Argentina como ¿Qué hacer con la ley y el orden?, Buenos Aires, Editores Del Puerto, por M. Gil y M. Ciafardini. Otras obras importantes del realismo de izquierda de Young fueron, de 1981 “Thinking Seriously about Crime” en Crime and Society, M Fitzgerald, G McLennan and J Pawson (eds). De 1982 y junto a John Lea “Urban Violence and Political Marginalization”, publicado en Critical Social Policy, Vol.2, No. 1. También ese año y con John Lea “Race and Crime”, en Marxism Today. En 1985 y con Richard Kinsey “Crime is a Class Issue”, en el New Statesman. En 1986 'A Realistic Approach to Law and Order' (con J Lea) en B MacLean (ed) The Political Economy of Crime. Toronto: Prentice Hall. De 1986 'Crime: Moral Panic or Real Fear?' en New Society, con T Jones. De 1987 'Police Take a Fresh Look at the Left', New Statesman, con T Jones. También de ese año 1987 'A Criminal Failure: The Tories Law and Order Record', New Society, 80 (May), con D Downes. De 1987 'Child Abuse: The Real Crisis', con C Doran, New Society De 1987 'The Tasks of a Realist Criminology' Contemporary Crises II. De 1988 'Risk of Crime and Fear of Crime: a Realist Critique of Survey-Based Assumptions' en Maguire M & Pointing J (eds) Victims of Crime: a New Deal. Open University Press: Milton Keynes. De 1989 'Lies, Damned Lies and Criminal Statistics' en Samizdat (May,No. 4). En 1990 'Tiptoeing Through A Law and Order Minefield' en The Independent. En 1990 'Asking Questions of Realism' The Critical Criminologist 2. En 1991 'Asking Questions of ' en B MacLean and D Milovanovic (eds) New Directions in Criminology (Vancouver: The Collective Press). En 1991 'A Realist Policy for Crime Control' in D Cowell and K Stenson (eds), The Politics of Crime Control (London: Sage). En 1993 'Left Realism, Crime and the Social Survey' y 'Female Victims of Crime' (con T Jones y B MacLean) en The New Introductory Reader in Sociology (3rd Ed) (editado por M O'Donnell), Londres, Nelson. También en 1993 'Criminal Deception' (con J Mooney), New Statesman and Societ. En 1994 'Incessant Chatter: Recent Paradigms in Criminology' en el Oxford Handbook of Criminology editado por M Maguire, R Morgan y R Reiner, Oxford, Oxford University Press. En 1994 'Riotous Rage of the Have-Nots' en Family Life & Social Policy D311, Milton Keynes, Open University. En 1997 'Charles Murray and the American Prison Experiment: The Dilemmas of a Libertarian' en C Murray (ed) Does Prison Work? Londres, Institute of Economic Affairs. De 1997 'Left Realism: Radical in its Analysis: Realist in its Policy' en The Oxford Handbook of Criminology, editado por M Maguire, R Morgan, R Reiner. Oxford, Clarendon Press. En ese mismo año 1997 'The Hidden Discourse of European Critical Criminology' prólogo a Critical Criminology: Vision from Europe editado por R Van Swaaningen, Londres, Sage. También de 1997 'Left Realism: The Basics' en B MacLean and D Milanovic (eds), Thinking Critically About Crime, American Society of Criminology, Vancouver, Collective Press. De 1997 'The Subculture as a World at Play' en S Thornton (ed), Subcultures: A Reader, Londres, Routledge. Entre los libros “realistas” se destaca que en 1979 coeditó Capitalism and the Rule of Law con R.Fine y R. Kinsey (Hutchinsons, Londres). Que en 1982 editó el libro Policing the Riots (Junction Books, Londres), en 1986 Confronting Crime, junto a Roger Matthews (Sage, Londres), y también en 1986 Losing the Fight Against Crime, con Richard Kinsey y John Lea (Blackwells, Oxford). En 1988 Law and Order: Five Years On, con John Lea y Roger Matthews (Middlesex Polytechnic, Centre for Criminology). En 1992 Rethinking Criminology: The Realist Debate, coeditado junto a Roger Matthews, (Sage, Londres). En l992 Issues in Realist Criminology: An International Response editado junto a Roger Matthews (Londres, Sage). Y en 1996 editó Crime, Deviance and Society, junto a S Caffrey y G Mundy (Greenwich, Greenwich University Press) y en donde fue autor de los artículos 'The Appeal of Positivism' con P Walton y I Taylor, 'Thinking Seriously About Crime' y 'Ten Points of Realism', muy citados y traducidos luego también en nuestro margen. Como se observaba también en el momento crítico, en esta etapa realista de Young siguió siendo fundamental el trabajo en equipo, y la colaboración con amigos en diversas empresas. Los más notables entre los realistas fueron John Lea, Richard Kinsey y Roger Matthews, entre muchos otros que se insertaron académicamente en Middlesex. Los realistas de izquierda estaban de acuerdo en que el delito es real- mente un problema. El Estado no puede inventar ni imponer todas las definiciones, y tampoco los medios de comunicación. Por lo tanto, la construcción social y popular crea unas bases, pero que no son “artifi- ciales” sino que responden a una realidad. La mayoría de los delitos, tal como se presentan actualmente en el derecho penal, tienen algún tipo de consenso entre la mayoría de la población. Ello se debe a que el que delinque no es un luchador contra el sistema sino que probablemente lo que hace es victimizar aún más a los que sí podrían oponerse al siste- ma, y de esta forma suma mayor confusión puesto que además afecta especialmente en el disfrute de determinados derechos a esos sectores más vulnerables. El delincuente no es, por tanto, “Robin Hood”, como gráficamente lo expresó el propio Jock Young. El que delinque no plan- tea una nueva moralidad ni perjudica a los poderosos para darle a los débiles, sino que, por el contrario, se aprovecha de ellos y aumenta, fi- nalmente, las desigualdades del sistema y sus contradicciones. Los delitos de los poderosos (de los que también se ocupaba en esa época, en la que fue introductor de la obra de Frank Pearce) y los delitos de los desfavorecidos afectan a las clases trabajadoras. Es cierto que al- gunos autores de actos delictivos, precisamente los seleccionados como chivos expiatorios por el sistema penal, pertenecen a los sectores más débiles. Pero también lo es que las víctimas del delito provienen de sec- tores desfavorecidos. Por tanto, para la criminología de izquierda, es ne- cesario recuperar la importancia de eliminar el delito, también utilizan- do las instituciones del sistema penal, particularmente la policía, que ya no es vista como un aparato represivo sino como un aliado creíble y de- mandado por esos sectores perjudicados doblemente: por la ausencia de Estado y por el delito. Ello sobre todo es necesario para impedir la ma- nipulación de la derecha criminológica que se ofrece como defensora de las víctimas y de la “ley y orden”. Para ello fue necesario darle una vuelta a la misma criminología crítica, como lo expresaba el libro coeditado por Jock Young junto a Paul Walton en 1998 The New Criminology Revisited publicado en Londres por MacMillan y en la que incluye Young sus artículos 'Breaking Windows: Situating the New Criminology' y 'Writing on the Cusp of Change' (traducido en la compilación de M. Sozzo, Reconstruyendo las criminologías críticas, Buenos Aires, Ad Hoc, 2001). En el plano metodológico el realismo indicaba que, en especial, deben estudiarse los problemas de la actual etapa del capitalismo, en la cual el capital se emancipa del trabajo, lo que permite la caída del Estado de bienestar y, por tanto, la producción de una nueva marginalidad econó- mica y política. Ello provoca un resurgimiento de la violencia colectiva (cuyo aumento, como se dijo, es considerado real), que también va acompañada de una mayor privación relativa. Ésta es parte de un con- cepto central para los realistas de izquierda. Los nuevos grupos margi- nales en la sociedad no están aislados de la sociedad que ofrece cosas inaccesibles. Por ello, no es la mera marginalidad o la “privación absolu- ta” de bienes y derechos la que “causa” violencias, sino que a partir del trabajo de Young se recurriría al mertoniano, y más complejo, concepto de la “privación relativa”. Este concepto es definido “como el exceso de expectativas con respecto a las oportunidades que existen de alcanzar- las”. Hacia fines del siglo XX las expectativas y oportunidades se mo- vían en direcciones opuestas pues las primeras se homogenizaban mientras las segundas se hacían cada vez más discriminatorias. Ello permitía volver a los viejos y queridos conceptos socialistas de la marginalidad económica o privación, a lo que introducían los aportes de las teorías de los años sesenta que estudiaban la subjetividad en la atri- bución de sentido. Ya no sería importante sólo la objetividad de la situa- ción de privación, sino también la forma en que ésta es sentida y expli- cada por el agente como algo injusto. Otra ventaja del concepto de privación relativa es que sirve para expli- car todos los delitos de las sociedades opulentas, pues sitúa al delito en todas las capas sociales, alejándose de la idea recuperada por la dere- cha según la cual el delito es monopolio de las clases bajas. De este mo- do también se oponían los realistas de izquierda a la criminología de de- recha, que se ocupaba en exclusiva del “delito callejero”. El realismo de izquierda podía ocuparse tanto de los delitos de la calle como de los de- litos de los poderosos. La privación relativa es gestora del resentimiento y por tanto de la vio- lencia, pues en general los individuos experimentan un nivel de injusti- cia en la redistribución de recursos y buscarán salvarse desde un punto de vista individualista. De esta manera, la economía y la política deter- minan las condiciones sociales que causan el delito. La preocupación de los realistas de izquierda es la privación relativa aunada a la marginali- dad económica y política, además de la naturaleza patriarcal y de clases de las sociedades industriales avanzadas. Lo que permite verificar que, otra vez, un pensamiento progresista parecía interesarse por las causas. De esta forma se recuperaba la denostada “etiología” practicada ante- riormente por la criminología tradicional mientras la misma era “casual- mente” abandonada por los neo-conservadores y actuarialistas. Las obras de YOUNG daban las siguiente razones para recuperar una etiolo- gía criminal: a) el estudio de las causas permite denunciar la injusticia de las estructuras sociales de las cuales el “delito” sería su expresión, mientras que concebir la “delincuencia” como producto exclusivo del control social o del derecho penal implicaría regresar a la idea de que el “delincuente” actúa libremente, lo cual serviría para eximir de responsa- bilidad al Estado sobre la pobreza en que vive la mayor parte de la po- blación; b) el estudio de las causas permite elaborar una política social amplia para un control más justo y eficaz del “delito” considerado seria- mente; c) el estudio de las causas de ciertas conductas permite excluir- las como conductas patológicas; y c) estudiar las causas de los delitos no excluye la posibilidad de estudiar las causas del porqué ciertos com- portamientos son seleccionados como “delictivos” y otros no. A pesar de ello, se distanciaba de la criminología positivista socialdemó- crata al considerar a la privación absoluta, al determinismo total y a la causalidad mecanicista como conceptos erróneos para estudiar las cau- sas del delito. La crisis etiológica puso de manifiesto la imposibilidad de demostrar que la privación absoluta (falta de empleo, de vivienda digna, de educación formal, etc.) conduzca automáticamente a la comisión de delitos. En cambio, estos autores señalaban a la privación relativa, en ciertas situaciones de marginalidad, como la principal “causa” del deli- to. El realismo de izquierda hace una búsqueda “estructural” de causas, lo que se consideraba la mejor forma de oponerse a las “nuevas” teorías causalistas que intentaban demostrar la inferioridad de “otro” como causa esencial y constitutiva del hombre delincuente. Las causas no re- siden en la diferencia constitutiva de determinados individuos –por tan- to criticaban los realistas de izquierda a las nuevas/viejas teorías que penalizan a los consumidores de drogas, a los inmigrantes, y a las cla- ses subalternas– sino en la misma estructura social y en sus propios valores impuestos por el capitalismo. El delito es, a la vez que consecuencia, causa de desorganización social y de división en la clase trabajadora a la hora de abordar políticas. Ello es el principal reto de los realistas de izquierda, y lo que les valdría las mayores críticas de parte de sus compañeros de la criminología crítica. Era especialmente necesaria, para Young, la intervención en el diseño de una política criminal, aunque no en cualquier política criminal sino en una que pusiera especial énfasis en “combatir el delito”. Frente a la crisis del Estado benefactor, los realistas de izquierda sugi- rieron cambiar de responsable: si para la derecha los “aprovechados” de la seguridad social y de los “beneficios” estatales eran la causa, la iz- quierda debía señalar a los evasores impositivos y el paso de los costes productivos de las empresas al Estado o a la comunidad como evidente responsable. Para ello retomaría otras cuestiones de la criminología tradicional, ade- más de la denostada etiología y causalidad. Según los realistas críticos, el positivismo dio la respuesta equivocada pero la pregunta sobre las causas del delito es clave para la criminología, pues también involucra la posibilidad de plantear alternativas. De intentar solucionar los pro- blemas que son vistos como “causas”. Por otro lado, las propuestas políticas aparecían como más necesarias que nunca pues, para los realistas de izquierda, la ausencia de un dis- curso de izquierda sobre el delito y sobre cómo controlarlo dejaba el ca- mino libre a la proliferación de los discursos de “ley y orden” conserva- dores, y al triunfo de una criminología “realista de derecha”, abierta- mente represiva. En particular, el realismo de izquierda pondría atención en la policía. Si la criminología crítica hasta entonces había centrado su atención en la prisión, desde ahora se pondría el arsenal teórico para enfrentarse al problema del control policial. Se advertía que sólo con la policía no se podía organizar un verdadero control del delito y las violencias, sino que la mayor protección contra el delito pasaba por “buenos empleos con fu- turo, barrios municipales que sean el orgullo de sus habitantes, institu- ciones que aumenten el sentido de cohesión y pertenencia, reducción en la distribución desigual de los ingresos” y en general las reales medidas contra la marginalidad y la privación relativa. Sin embargo, no era es- tratégicamente posible hablar sólo de reformas sociales. Las reformas del sistema de justicia criminal eran fundamentales para plantear la lu- cha por la “ley y el orden”. Por ello se ocuparon especialmente del estu- dio de estrategias policiales, en sus propuestas políticas para el ámbito local. El peligro advertido era el de la creación de cuerpos militarizados de po- licías que aumentaban la violencia total al actuar con mayores innova- ciones tecnológicas y cubiertos de prejuicios racistas y clasistas. Frente a ello propusieron la profundización de controles democráticos y de tipo comunitario. Controles del delito, pero también controles de la policía que adoptasen esos rasgos. Para ello era preciso formar una policía que esté, de verdad, al servicio, bajo el control, y formando parte de la co- munidad. Pero en todo caso, se asumía una potenciación de la institu- ción policial “democrática”, frente a las críticas e intentos de reducción que sufría desde la derecha administrativa y el idealismo de izquierda. La tarea de democratización de la policía era compleja. No sólo era nece- sario dotar de mayor poder a la comunidad local, sino que también era necesario hacer lo propio con las víctimas potenciales y reales. En ello fue fundamental el acercamiento de los criminólogos críticos realistas a las demandas de las feministas y otros nuevos actores sociales. Dotar de poder a la comunidad y a la víctima se consideró una buena estrategia contra la dureza penal, que podía aumentar desde gobiernos centrales desapoderados y contra la profundización de la privatización y creación de un control como mercancía. Sobre todo, podía servir para demostrar, frente a la derecha, que “algo funciona” en materia de con- trol. Todas estas son respuestas a la pregunta sobre el qué hacer sobre la ley y el orden, en las que parece especialmente necesario observar qué es lo que funciona, y qué no, en el sistema de justicia criminal y para las personas de las clases trabajadores. A partir de ello, se podrá diseñar una estrategia de intervención en el control del delito que tenga en cuenta todos los niveles: las causas del delito, el control social ejercido por la comunidad y por las instituciones y la situación de la víctima. Si bien la prevención debe venir fundamentalmente de la aplicación de po- líticas sociales que reduzcan las desigualdades, señalaban Young y Lea que también es necesario diseñar políticas que reduzcan el impacto del delito a corto plazo. Al relacionar correctamente el delito, el sistema de justicia criminal y la sociedad, debe hacerse una política que fuese realista, en oposición al idealismo de izquierda, y radical, en oposición a la criminología tradicio- nal. Un programa de izquierda sobre el control del delito implica, en definiti- va, re-legitimar el sistema penal. Para tal fin, se debe trabajar a nivel teórico, a nivel de investigaciones empíricas y a nivel de políticas con- cretas. En el nivel teórico se debe reformular políticamente el papel del Estado y de la ley penal. En el nivel académico hay que desarrollar tra- bajos empíricos que estén bien fundamentados, para romper la tenden- cia actual de un empiricismo a-teórico y de una teoría a-empírica. En términos de políticas prácticas, decía YOUNG, se debe combatir el impo- sibilismo, pues ya es tiempo de competir en términos de políticas prácti- cas con la criminología de derecha. Hay que buscar soluciones al pro- blema del delito partiendo de una política socialista, que tenga en cuen- ta la naturaleza política del delito y su vinculación estructural con el or- den social. Para los noventas, Young era una referencia en este campo realista: se traducen sus obras en tal sentido en varias lenguas (unos once idiomas). Al castellano, y además del libro mencionado, los artículos publicados todos en 1993 “El Estado y el control del delito” (con J Lea y R Matthews) en Sistema Penal e Intervenciones Sociales editado por Roberto Bergalli en Barcelona, Hacer; “El fracaso de la criminología: la necesidad de un realismo radical” en El Poder Punitivo del Estado editado por A. Rodenas, E. Font y R. Sargarduy en Rosario, Juris; y “Reflexiones sobre el realismo criminológico” (con R Matthews) en la revista de Juan Pegoraro, Delito y Sociedad nro. 2, Buenos Aires. Entre los muchos reconocimientos que recibía entonces como “padre” de la criminología crítica y como “jefe” del realismo de izquierda estaban las consagraciones en el campo criminológico tradicional, como que en 1998 recibió el Premio Sellin-Glueck como Distinguished International Scholar entregado por la American Society of Criminology. También recibió, en 2003, el Lifetime Achievement Award de la Critical Criminology Division, por lo que seguía siendo referencia en ese campo. Parecía no solamente estar consagrado sino estar al final de un muy meritorio recorrido científico y político. Pero Jock Young se volvió a reinventar. A sí mismo, y a la criminología. Fue así que en ese entonces comenzó a pergeñar lo que sería la “criminología cultural”, siempre de carácter crítico. Desde la definición de esta nueva orientación, que lo ocuparía en los últimos quince años, es inevitable ir al libro que publicó junto a nuevos amigos, Jeff Ferrell y Keith Hayward, en 2008: Cultural Criminology: An Invitation (Londres, Sage), que fue nuevamente premiado como Distinguished Book Award de la International Division of the American Society of Criminology. Asimismo, y unos años antes, había editado, en el año 2004 un número especial de la famosa revista Theoretical Criminology, el número 8(3), dedicado especialmente a definir los alcances y posibilidades de la criminología cultural. Allí escribió, junto a Keith Hayward, “Cultural Criminology: Some Notes on the Script”. También en ese año 2004 publicó “Voodoo Criminology and the Numbers Game”, en J Ferrell, K Hayward y M Presdee (eds.) Cultural Criminology Unleashed, Londres, GlassHouse Press. También se destacan las siguientes obras: de 1999 ‘Cannibalism and Bulimia: Patterns of Social Control in Late Modernity’ en Theoretical Criminology; en el mismo año, Social Exclusion and Criminal Justice (con J Mooney) Middlesex University, Centre for Criminology; en el 2000 'Demonization and the Creation of Monstrosity: Late Modernity and the Dynamics of Social Exclusion' en Papers in Honour of Alessandro Baratta ed. por R. De Giorgi. Lecce, Universita' Degli Studi di Lecce; en el 2001 ‘Identity, Community and Social Exclusion’, en R Matthews y J Pitts (eds) Crime, Disorder and Community Safety, Londres, Routledge; y ‘Globalization, Social Exclusion and the Sociology of Vindictiveness’ Middlesex University, Centre for Criminology; en el 2002 Video Games and Aggression (con Jane Mooney), Middlesex University, Centre for Criminology; en el 2003, 'To These Wet and Windy Shores: Recent Immigration Policy in the UK', en la revista Punishment and Society; en el mismo año 2003 'Merton with Energy, Katz with Structure, The Sociology of Vindictiveness and the Criminology of Transgression' en Theoretical Criminology (traducido al castellano en Anthropos y en Delito y Sociedad); en 2004 ‘Constructing the Paradigm of Violence’ en H J Albrecht, A Koukoutsake y T Serassis (eds) Images of Crime, Vol. 2. Freiburg, Max Planck Institut, Edition Iuscrim; también en 2004 (junto a su viejo amigo Stanley Cohen), ‘Some Comments on Left Idealism Reconsidered by Simon Cottee’, en Theoretical Criminology; en el 2004 ‘Crime and the Dialectics of Inclusion/ Exclusion’ en el British Journal of Criminology, y ‘Mayhem and Measurement in Late Modernity’, en K Aramaa y S Nevale (eds) Crime and Crime Control in an Integrating Europe, Helsinki, Heuni; en 2005 ‘Terrorism and Anti-Terrorism Terrorism: Two Ways of Doing Evil’ (con Jane Mooney) en Social Justice; en 2005 ‘Subculture as Play’ en K Gelder (ed) The Subcultures Reader (2nd ed), Londres, Routledge; en 2005 ‘Moral Panics, Margate and Mary Poppins: Mysterious Happenings in South Coast Seaside Towns’, en Crime Media and Culture; en 2006 ‘Globalization and Social Exclusion’ en J.Hagedorn (ed.) Gangs in the Global City: Alternatives to Traditional Criminology, Chicago, Chicago University Press; en 2006 ‘The Decline of Crime and the Rise of Social Disorder’ (con Jane Mooney) Probation Journal; en 2007 ‘Cultural Criminology’ (con K. Hayward) para el Oxford Handbook of Criminology 4ta ed. (eds: M.Maguire, R.Morgan, R.Reiner) Oxford: Oxford University Press (tiene traducción al castellano); en ese mismo año, ‘Vertigo and the Global Merton’ en otro número especial de Theoretical Criminology el 12(4), en este caso dedicado a su libro The Vertigo of Late Modernity con artículos de Pat Carlen, Eugene McLaughlin, Shadd Maruna, Evi Girling y Alison Liebling; en 2009 ‘Moral Panic: Its Origins in Resistance,Ressentiment and the Translation of Fantasy into Reality’, en The British Journal of Criminology; en el 2009 escribió las biografías de Robert K. Merton y de Albert Cohen para el libro Fifty Key Thinkers in Criminology (editado por K. Hayworth, S. Maruna y J. Mooney), Londres, Routledge; en 2010 “Mikee Presdee: Cultural Criminologist and Champion of a Life Less Ordinary” en Crime Media Culture; también ‘Subcultural Theories: Virtues and Vices’ en Anomie, Strain and Subcultural Theories editado por R. Agnew y J. Kaufman, en Farnham, Ashgate; en 2011 ‘Cultural Criminology and Realism: Towards a Fully Social Theory of Deviance’ (con J. Mooney) en Crime and Social Change, en el número especial sobre el futuro del realismo criminológico; en 2012 Merton’s Dream and Quetelet’s Warning, Londres, Sage. De todas maneras, creo que de esta nueva vuelta de tuerca, realista y crítica además de cultural, debe distinguirse su muy valiosa trilogía compuesta por The Exclusive Society (Londres, Sage, 1999), The Vertigo of Late Modernity (Londres, Sage, 2007) y The Criminological Imagination (Cambridge, Polity, 2011). Los dos primeros ya fueron traducidos al castellano (La sociedad excluyente, traducido por Sagarduy y Bergalli en Madrid, Marcial Pons, 2003; El vértigo de la modernidad tardía, por Ciafardini en Buenos Aires, Didot, 2010) y el tercero tendrá publicación en breve en nuestro país. Estos trabajos de Young, en la línea de la criminología cultural, plantean precisamente una reconstrucción de la misma etiología del delito, y retoman algunos planteos teóricos precedentes aunque relacionados con el nuevo giro socioeconómico mundial, marcado por la globalización y nuevas percepciones sobre la vida humana. Como el delito es un fenómeno complejo y multicausal, se debe centrar el foco en la construcción social del delito y los delincuentes desde perspectivas culturales, sin perder relación con lo macrosocial, especialmente considerando esos mismos aspectos culturales que en ello influyen con el consumo como aspecto central antes que la producción. Consecuentemente, este enfoque plantea prestar atención a los procesos sociales de producción de potenciales transgresores y víctimas (empobrecimiento, desafiliación, exclusión y aumento de la inequidad económica), pero también a la crisis en los sistemas de participación social y política en su relación con los cambios culturales, a partir del creciente individualismo tipo “sálvese quien pueda”. Ese individualismo y los nuevos valores son los de la sociedad de la “baumaniana” “modernidad líquida”, que se caracteriza por una compleja inclusión de sus miembros en el sistema de valores de la cultura globalizada dominante. Mientras que a gran velocidad se impone la meta de alcanzar el éxito (económico, pero también político y sobre todo de reconocimiento, pero que todos son igualmente simbolizados en el consumo de bienes materiales por individuos) y mientras ello apunta a todos los individuos, independiente de la posición que ocupen en el espacio social; paralelamente y para gran parte de la población ello se imposibilita, porque resulta excluida material, social y políticamente de alcanzar esas metas culturales. Otra vez, como se observa, la utilización de Merton, pero a lo que se agregará el análisis sobre la obra de Katz. Esa unión se refleja en un muy importante artículo (traducido en 2008 como “Merton con energía, Katz con estructura. La sociología del revanchismo y la criminología de la transgresión”, y publicado en la revista Delito y Sociedad). Young toma el concepto de “sociedad bulímica” en la cual la masiva inclusión cultural está acompañada por una exclusión sistemáticamente estructural, que “vomita” a aquellos previamente “digeridos”. En este contexto de inclusión y exclusión, “bulímico”, resultan patentes las dificultades para los individuos de construir identidad a partir de las instituciones tradicionales (trabajo, familia, género y, sobre todo, clase social). Todas ellas están, en sí mismas en crisis y ya no representan lo que representaban. Mientras que muchos individuos son empujados a la desviación, las subculturas son una alternativa para la construcción de reconocimiento, respeto y estatus de quienes se encuentran excluidos. Entre estos efectos de la globalización, además de crear inseguridad vital por destrucción de las condiciones de vida, la aumenta al romper los lazos solidarios con los demás y con las posibles identificaciones con los otros. Eso hace que ya no exista “comunidad” que recomponer válidamente. Pero, como señala Jock Young, “al mismo tiempo que la comunidad se colapsa, la identidad es inventada”. Unas nuevas identidades, pues las tradicionales ya no son posibles. Señalaba Young que “Con el acceso denegado al estatus íntegro de ciudadanía (sensación de indignidad debida a varias fricciones diarias que el provoca en las calles el trato de la policía, o por ser inhábiles para ocupar el rol de marido-jefe de familia retratado diariamente sobre el telón de fondo de casas confortables que monta el escenario de tanto drama televisivo), atemorizada por estereotipo y prejuicio, la juventud de clase baja tiene la más extraordinaria crisis de identidad y autovaloración. No sólo es privación relativa lo que confrontan, sino crisis ontológica. Una solución a la crisis de identidad es enfatizar los rasgos, dibujar claras líneas demarcadoras para sugerir que su ser está fijo y decidido. Más escuetamente: para exagerar y esencializarse uno mismo y diferenciarse de los otros”. Otra forma de “inventar” una identidad reconocible, es “construir” otra identidad aborrecible. El recurso a las pulsiones y afectos sociales que tienden a culpar al externo y catalogarlo como criminal forma parte de estas nuevas identidades, por tanto involucradas con nuevas formas de delincuencia y con nuevas formas de represión del otro. Esas descripciones de las nuevas realidades culmina en The Criminological Imagination, que espero pronto se pueda leer en castellano merced al trabajo de traducción de Quique Font. Es que en La imaginación criminológica se desvela un enorme Jock Young, un autor que, como su admirado Zygmunt Bauman, no dejaba de hacer crecer su influencia con el tiempo. Este libro viene a completar la trilogía ya mencionada, pero es también el que más se dedica a la criminología. A nuestra materia como disciplina encargada de completar ese análisis crítico y total que siempre lo fascinó y que lo obligaba constantemente a revisar a los clásicos del pensamiento social. En el caso, claro, su autor de referencia es Charles Wright Mills. Las renovadas críticas al empirismo vacío y a la teoría desconectada de la realidad, también son pedidos de urgencia para pensar en modelos criminológicos que sean útiles, que permitan pensar una realidad tan compleja como la de la “modernidad líquida”. Esa imaginación de la ciencia y del mismo trabajo criminológico debe estar orientado políticamente, ya que se debe comprometer en las respuestas políticas para las nuevas sociedades y los nuevos problemas que se señalaban en los dos volúmenes previos de la trilogía. Como se trata de una sociedad represora que apunta hacia el “otro” en forma de exclusión, sobremanera de la política criminal estadounidense, Young nos invita a repensar la “otredad” con esas herramientas criminológicas. Para ello analiza la criminología existente en los Estados Unidos, vista como una “empresa moral” represora, y propone otro tipo de análisis. Da cuenta del conocimiento criminológico de tipo cuantitativo caracterizado por un fetichismo de los datos (los primeros capítulos), y así llega a denunciar al “falso positivismo” (capítulo 4), como desde el punto de vista de la criminología cultural (capítulos 5 a 8). Se trata de pensar formas de acercarse realmente a la realidad, sin negaciones de diferentes visiones y “otredades”. Se deben considerar los cambios culturales globales sin despreciar las especificidades locales. En todo caso, apela a la imaginación criminológica para poner de cabeza a esta nueva criminología oficial, comprometida con los nuevos poderes globales. Esto hace que el compromiso político, y moral, se relacione con esa imaginación (capítulo 9). A pesar de los nuevos enfoques, Jock seguía siendo el mismo. Reivindica aquí los aportes críticos y realistas, que por ese valor político y de ruptura son “ninguneados” por esa criminología que especula inmoralmente con la represión de las diferencias. No ahondaré este análisis ya que este libro pronto podrá ser leído por el interesado. Lo cierto es que en eso estaba cuando murió por culpa de un rápido cáncer. En sus últimos meses se dedicó a terminar un nuevo libro titulado Merton's Dreams and Mills' Imagination. Las propuestas metodológicas, originales, creativas y cercanas a la etnografía, a otros estudios culturales, y análisis desde un paradigma interpretativo, vienen a ser herramientas para lograr esas explicaciones necesarias y que la criminología sigue sin proveer. Jock Young no entendía su trabajo criminológico como un mero entretenimiento. Por su compromiso político, pero seguramente porque para entretenerse conocía muchas maneras mejores. Así como su momento crítico se relacionó con su adscripción a la Londos School of Economics y su momento realista con la Middlesex University, este último momento cultural se relaciona con el reconocimiento que le proporcionó la City University of New York, de los Estados Unidos en el 2002 al otorgarle un puesto en el John Jay College of Criminal Justice. A esta ciudad, de los Estados Unidos pero mundial, siguió ligado aun cuando se le concedió un puesto de Profesor en la Universidad de Kent, donde también sentaron sus bases los amigos de la criminología cultural. En 2009 volvió otra vez a New York, esta vez para ser nombrado profesor de Criminal Justice y de Sociology en el City University of New York Graduate Center. No se movió mucho más, pero hubo tiempo para que en 2012 fuese premiado con el Outstanding Achievement Award de la British Society of Criminology. Creo que no le importó mucho. No respondía al tipo de individuo de la “modernidad líquida”: no perseguía reconocimientos ni escalar sin límites en el estatus social. Por el contrario, siguió perseverando en sus ideas y disfrutando de su familia, y de sus numerosos amigos.