Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, Julio-Diciembre, 2012: 21 - 41 ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50

Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana1

Enrique Plata Ramírez Instituto de Investigaciones Literarias “Gonzalo Picón Febres”. Facultad de Humanidades y Educación. Universidad de Los Andes, Mérida. E-mail: [email protected]

Resumen La narrativa latinoamericana ha vivido, los dos últimos siglos, un fuerte y continuo proceso de maduración, que la ha llevado a búsquedas insospechadas. A partir de los años sesenta del siglo veinte, en plena efervescencia del llamado “Boom Narrativo”, cierta cantidad de autores retoman el discurso musical popular latinoamericano, para desde allí contar las vivencias del sujeto que habita en los márgenes, en la perife- ria, y con ellos cartografiar a la cultura continental. En Si yo fuera Pe- dro Infante, novela del venezolano Eduardo Liendo, se encuentran, en su reticulado, los discursos paródicos, humorísticos, irónicos, eróticos, musicales, abyectos, etc., estableciendo un juego pendular entre la rea- lidad y la ficción, cuestionando desde las alteridades, al sujeto periféri- co, rutinario, y conformando todo un imaginario de lo popular latino- americano. Así, desde el pastiche, producto de los distintos trasvasa- mientos discursivos, en especial desde la hibridez narrativa que asume lo musical y lo cinematográfico, se parodia la vida del cantante y ci-

Recibido: 14-10-12 • Aceptado: 14-11-12

1 Este trabajo ha sido posible gracias a la colaboración del CDCHTA, de la Universidad de Los Andes, Mérida CODIGO: H-794-04-06-B. Enrique Plata Ramírez 22 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 neasta mexicano de mediados del siglo XX, Pedro Infante, llamado también “El Charro de Oro” o “El Milamores”. La novela narra dos historias que se van pespunteando una a la otra a partir de distintos in- tertextos musicales, la de Perucho Contreras y la de su alter ego, Pedro Infante. La segunda deviene del deseo del primero de reconocerse como otro, de enmascararse y asumir la identidad de “El Milamores”. Serán estos los motivos que se aborden en el presente trabajo, intentan- do mostrar con ellos la articulación de la narrativa venezolana, en el proceso literario latinoamericano de finales del siglo XX. Palabras clave: Narrativa venezolana, Eduardo Liendo, música popular.

Si yo fuera Pedro Infante: Mapping Latin American Popular Culture

Abstract During the last two centuries, the Latin American narrative has experienced a strong, continuous maturation process that has led to unexpected searches. Since the 1960s, at the height of the “Narrative Boom,” a certain number of authors took up popular Latin American musical discourse to recount the experiences of subjects living on the margins, the periphery, and using them to map the continental culture. In Si yo fuera Pedro Infante, a novel by the Venezuelan Eduardo Liendo, its structure includes speeches that are parodies, humorous, ironic, erotic, musical, abject, and so on, establishing a pendular movement between reality and fiction, questioning the peripheral and routine subject from otherness, and forming a collective consciousness of popular . Thus, from this pastiche, product of different discursive decantings, especially from the narrative hybrid that takes on what is musical and cinematographic, the life of the mid-twentieth century Mexican singer and filmmaker, Pedro Infante, also called “El Charro de Oro” or“ The ”El Milamores" is parodied. The novel tells two stories stitched one after the other based on different musical intertexts, that of Perucho Contreras and his alter ego, Pedro Infante. The second comes out of the desire of the first to be recognized as another, to wear a mask and assume the identity of “El Milamores.” These will be the motives addressed in this paper, trying to show with them the connection of the Venezuelan narrative with the Latin American literary process of the late twentieth century. Keywords: Venezuelan narrative, Eduardo Liendo, popular music. Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 23

“Me cubrí la cara con la almohada como avergonzado por mi flaqueza y, sin saber por qué, mi boca pronunció una frase de conmiseración: ´Dios mío, si yo fuera Pedro Infante’”. Eduardo Liendo: Si yo fuera Pedro Infante.

I En la narrativa latinoamericana y mar “Narrativa de lo musical popu- caribeña - y con ella la venezolana - lar”, o a través de variantes signifi- publicada entre 1963 y 2012, se inser- cativas como “Narrativa del ”, ta como un hecho de ficcionalización “Narrativa musical caribeña”, “Na- un discurso paradójico, paródico, ple- rrativa del tango”, y en un ámbito no de distintos enunciados que confi- mayor, “Narrativa de la música po- guran un código de lo popular, mos- pular latinoamericana”, como si a trando el fenómeno de la postmoder- partir de la articulación entre la lite- nidad y las llamadas teorías postcolo- ratura y la música popular, alterna y niales, en cuanto hechos de reflexión paradójicamente se sacralizaran y de- acerca de las culturas venezolana, ca- sacralizaran, tanto la música como la ribeña y latinoamericana. literatura. Así mismo, la narrativa Es éste un discurso híbrido, trans- que aborda el deporte, el erotismo o fronterizo, lleno de múltiples voces, las distintas pulsiones humanas, lo que manifiesta la naturaleza dialógi- neopolicial, la nueva novela históri- ca de diversos textos u obras litera- ca, la novela femenina, etc., como si rias que sostienen entre sí un diálo- en esa imbricación textual, en esas go fluido, permanente, una intertex- transversalidades y correlaciones sig- tualidad inagotable y una intensa nificativas, hubiese más un encuentro polifonía. En su reticulado narrativo erótico, pulsional, que cultural. Todo se dan cita una multiplicidad de ello para dar cuenta del sujeto que mundos, volitivos, porosos, que de habita en los bordes, en la periferia, alguna manera resignifican los pro- en los márgenes… cesos constructivos de la narrativa Ciertamente, la canción popular, latinoamericana y caribeña de fina- como apunta Vicente Francisco To- les del siglo XX. rres (1998), deviene en religión para Nos referimos a lo que la crítica el latinoamericano, en donde el altar más reciente (Báez: 1986; Giménez, es el aparato de sonido -la radio, la 1990; González Silva: 1993; López: televisión, los equipos de música, 1998; Torres: 1998) ha dado en lla- las rocolas o velloneras, etc.- y los Enrique Plata Ramírez 24 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 supremos sacerdotes los ídolos, que tura y música popular, difuminando tienen en sí mismos todo aquello con ello la frontera entre lo “culto” que carecen la mayoría de los habi- y lo “popular”, manteniendo el diá- tantes de estos espacios periféricos. logo y la compenetración entre la Los escritores de esta tendencia lite- alta cultura y la cultura popular, en- raria devienen, a más de cronistas de tre la cultura letrada y la cultura po- lo cotidiano, en intermediarios, pular de masas. como los santos u orishas que co- Esta difuminación fronteriza, este nectan a los fieles - los lectores - acercamiento dialógico entre las cul- con sus deidades musicales popula- turas popular y letrada, establece el res, con sus areítos, bembés o moyu- culto al ídolo, al cantante que pasea bas, a través de distintos textos sa- su voz por todo el continente, ha- grados cuyos títulos se asumen des- ciendo de su vida un mito, permi- de diversos intertextos musicales. tiendo al escritor ficcionalizarla, Lo anterior permite, como apuntó quien tomará como referente textual Luis Rafael Sánchez en entrevista a uno de aquellos cantantes: Benny concedida a Eduardo Lago (Lago: Moré, Felipe Pirela, Pedro Infante, 1992: 4-5) que la música popular Daniel Santos, Celia Cruz, etc., para propicie una biografía del Caribe, desde ellos resemantizar la historia que cohesione y acerque las dispares y la cultura latinoamericanas y cues- historias de los países latinoamerica- tionar los discursos hegemónicos nos: “La música popular propicia existentes, adquiriendo así la litera- una biografía del continente (...). En tura un nuevo sentido, desde la inte- esas músicas - guaracha, bolero, tan- rrelación entre el discurso de la cró- go, , merengue - parece ra- nica narrativa, las nociones del me- dicar el posible elemento de cohe- lodrama, los momentos de diáspora, sión para nuestros países dispares y la conciencia de una perifericidad y dispersos por sus respectivas aven- la estética de lo cotidiano, como se- turas históricas”. Este encuentro, ñala Michel Maffesoli (Maffesoli: musical y literario, ha permitido que 1979, 1990, 1996 y 1997), propo- el resultado discursivo, las obras na- niendo a su vez una mirada otra, rrativas, haya sido visto no en cuan- más interior, desde sí misma, sobre to fenómeno de lo musical-literario, Latinoamérica, que borra las fronte- sino como parte de la profunda rese- ras entre lo “culto” y lo “popular”, mantización de la realidad cultural lo eurocentrista y lo marginal, y de- del continente. viene, para decirlo con Lulú Gimé- Los intertextos musicales posibi- nez (1990), en un sentimiento de litan esa fluida relación entre litera- pertenencia a un territorio nuevo, a Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 25 un determinado orden sociocultural, del poder, seducción, lo melodramá- que de alguna manera constituye o tico, lo societal y la manifestación forma parte de los nuevos imagina- de la falta de ansias de trascendencia rios latinoamericanos, reconstruidos por la instauración de la cotidiani- y/o resemantizados, precisamente, dad. Encontramos en ellos, la mixtu- por la música popular. ra de géneros, lo transfronterizo, la Hay, en estos discursos, una desa- hibridez discursiva, el pastiche, des- cralización paródica de lo mágico- de la reescritura de la memoria hasta maravilloso, del discurso del boom, las recurrencias a relatos orales, a a través de esa frecuente intertextua- escenas cinematográficas, a lo epis- lidad con lo musical-popular que es- tolar, los desplazamientos del centro tablece un dialogismo narrativo por hacia las periferias y el impacto de todo el Caribe. Hay, igualmente, una los mass-media. En definitiva, ha- nueva manifestación de lo urbano blamos del discurso de la postmo- pues, como anota Héctor López dernidad, que de alguna manera (1998), esta narrativa resemantiza a contrapuntea la realidad y sus mean- los barrios latinoamericanos, a sus dros, sus intersticios, que se detiene espacios habitables por el día o por en la intertextualidad rítmica y en la la noche: el bar, la calle, la plaza, el sonoridad musical caribeña. cine etc. Es también, una diégesis Dentro de este amplio panorama que imbrica diversos correlatos: ero- finisecular se inscribe la novela Si yo tismo, hedonismo, perversión, músi- fuera Pedro Infante (Caracas, 1989), ca popular, individualidad, ejercicio del venezolano Eduardo Liendo.

II En Si yo fuera Pedro Infante La novela narra una noche ro- (1993), novela del venezolano cambolesca en que Perucho Contre- Eduardo Liendo, se encuentran, en ras no puede conciliar el sueño a su reticulado, los discursos paródi- causa de la alarma desquiciante de cos, humorísticos, irónicos, eróticos, un automóvil. El personaje, que aca- musicales, abyectos, etc., estable- ba de sufrir un estúpido accidente ciendo un juego pendular entre la por el cual se rompe un brazo, desea realidad y la ficción, cuestionando ser Pedro Infante para realizar aque- desde las alteridades, al sujeto peri- llas cosas que en su vida rutinaria no férico, rutinario, y conformando se atreve, entre otras, acallar aquella todo un imaginario de lo popular la- alarma. A través de la memoria, Pe- tinoamericano. rucho recupera a los amigos de su Enrique Plata Ramírez 26 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 adolescencia a la vez que va ficcio- rarse como el ídolo mexicano, in- nalizando la vida del gran ídolo po- ventándose su propia ficción, reco- pular de la canción mexicana. nociéndose como un héroe, como un Así, desde el pastiche, producto otro, capaz de realizar cualquier ha- de los distintos trasvasamientos dis- zaña que permita tachar o anular la cursivos, en especial desde la hibri- vida anodina y simple de Perucho dez narrativa que asume lo musical Contreras: “La verdad es que yo por y lo cinematográfico, se parodia la Pedro Infante si me cambiaría, por- vida del extraordinario cantante y que él es uno de nosotros” (Liendo, cineasta mexicano de mediados del 1993: 12). La silueta gris y opacada siglo XX, Pedro Infante, llamado de Perucho Contreras, desea rebelar- también “El Charro de Oro” o “El se para reconocerse como una figu- Milamores”. La novela narra dos ra, como una silueta triunfante, res- historias que se van pespunteando plandeciente, luminosa. una a la otra a partir de distintos in- El personaje adopta un carácter tertextos musicales, la de Perucho nostálgico, al rememorar los días de Contreras y la de su alter ego, Pedro su adolescencia en una ciudad bucó- Infante. La segunda deviene del de- lica - la Caracas de los techos rojos seo del primero de reconocerse -, lamentándose por haber perdido - como otro, como “El Milamores”: o por haber dejado pasar - unos mo- “Si yo fuera Pedro Infante tendría mentos, unos instantes y una época otra historia y vería la vida con ojos muy valiosa, que nunca más volve- de Milamores” (Liendo, 1993:12). rían. Quizás por ello al final celebre Perucho Contreras, un gris ofici- su aproximación a las distopías, nista que acaba de sufrir un estúpido como si con ello estuviese aproxi- accidente (se enredó en el estaciona- mándose a su muerte. miento con unas cadenas, cayendo y El juego memorístico, a partir del rompiéndose un brazo y en una lar- cual se reescribe la vida de Pedro ga noche de insomnio en la que no Infante y la realidad cotidiana de Pe- para de sonar endemoniadamente la rucho Contreras, le permite a este alarma de un automóvil devorándole último reencontrarse con su antiguo la poca cordura que aún le queda) grupo de amigos, los de la pandilla o aprovechando que Fabiola, su mu- la pata, la tribu afectual con la cual jer, se encuentra en Chile visitando solía compartir sus cotidianidades y a sus parientes, nos narra desde sus sus naderías: las frecuentes visitas al evocaciones de adolescente y de las cine “Jardines” para ver las pelícu- viejas películas de Pedro las de charros o de vaqueros del oes- Infante, su abrupto deseo por instau- te, emborrachándose en el bar o en Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 27 la plazoleta, piropeando a las muje- ral; mostrando, igualmente, la irrup- res, o discutiendo eternamente acer- ción del ídolo que emerge de los es- ca de quién había sido el mejor cha- tratos sociales más humildes y que, rro, si (Serna: 1993, a fuerza de tenacidad, logra triunfar Barajas Sandoval: 2001 y Negrete, y ser reconocido. “Yo nunca tuve D: 1987) o Pedro Infante: “Ahí, en tiempo para ir a la escuela. Fui niño la plazoleta, bajo la luz del poste, to- mandadero y muy temprano trajiné davía sigue la discusión sobre quien en la vida para subsistir” (Liendo, es el mejor cantante: Pedro Infante o 1993: 12). Jorge Negrete. Paraulata porfía que Por otra parte, desde su propio títu- Negrete es más charro” (Liendo, lo hay ya la instauración de un deseo 1993: 12). La obra será una remem- que a su vez enuncia una alteridad. La branza, que comienza en los barrios frase “si yo fuera...” lleva implícitas periféricos caraqueños y mexicanos, ambas connotaciones, la del deseo y para culminar en la gloria del cine, la otredad, que se refuerzan con el de las intertextualidades, la polifo- nombre del sujeto que se desea, en nía, la eternidad y la nadería de este caso el ídolo de la canción popu- aquella gris silueta de oficinista: lar mexicana, Pedro Infante, por todo “Porque a nadie puede interesarle la cuanto significó para el pueblo latino- historia de un día cualquiera en la americano: excelente cantante, buen vida de Perucho Contreras ¿o sí?” actor que mostraba al sujeto parrande- (Liendo, 1993: 75). ro, machista, mujeriego, bebedor, pe- La narración permite mostrar la leonero y toda una variedad de adjeti- figura de un Pedro Infante pleno de vos que, curiosamente, apasionaban a virtudes y defectos, como un mortal los hombres que querían imitarlo y a más y no como la intachable y ruti- las mujeres que lo soñaban como el lante estrella de la radio, el cine, la prototipo del macho ideal: “a mí un televisión y la música, que se pasea- hombre me gusta (...), yo prefiero que ra por Latinoamérica suscitando las sea muy viril, que por encima de la más encontradas emociones y opi- ropa se le vea que es macho, ¿tú me niones. La novela, por tanto, devie- entiendes, Perucho? No machos de ne en representación cinematográfi- esos que le pegan a la mujer, sino ca - a causa del constante fluir del muy hombre, pero que también sea discurso, el imaginario y la imagen simpático, comprensivo y responsa- del cine mexicano -, reflejando, en ble” (Liendo, 1993: 21). Por ello Pe- su entramado, las distintas lecturas rucho Contreras exclama: “¡Dios mío, de la realidad continental, desde lo si yo fuera Pedro Infante!” (Liendo, político, económico, social y cultu- 1993: 9). Enrique Plata Ramírez 28 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012

III El deseo por querer ser otro, por Este deseo por querer ser otro nos asumirse desde una alteridad, presu- sitúa primero ante el sujeto que de- me de alguna manera la presencia sea, es decir, ante Perucho Contre- del doble que, como apunta Víctor ras, aquel insípido y gris oficinista Bravo (1993a), se genera desde la cuya torpeza le lleva a sufrir un ac- soledad del personaje, llenando de cidente por el cual le han enyesado temores al yo, poniendo de mani- uno de sus brazos y que, en medio fiesto sus fisuras, sus miedos, sus de una larga noche de insomnio, odios. Perucho se quiere reconocer sueña con reconocerse como el desde la silueta triunfante del Mil Otro, como Pedro Infante, aquella Milamores. El sujeto deviene enton- figura mítica y legendaria para, des- ces, como afirma Otto Rank (1976), de esta asunción, atreverse a realizar en una dualidad: el hombre y el las cosas y los actos que en su reali- alma, la persona y su sombra, la fi- dad no se atreve: entre otras, bajar y gura y su silueta. El doble será el es- apagar la desquiciante alarma del pejo o el retrato desde donde el suje- automóvil que, a lo largo de aquella to muestre su cobardía, su egoísmo; noche funambulesca, no ha cesado desde donde se oculte o se disfrace de sonar ensordecedoramente, ante para descifrar su realidad y esconder la indiferencia e insensatez del due- sus miedos patológicos. ño que posiblemente ha de ser el En este sentido Gianni Vattimo único que duerma tranquilo: “esa (1989a) afirma que el disfraz es corneta no va a parar nunca y segu- asumido para combatir un estado de ramente el único que ahora duerme temor, de debilidad. El hombre a pata tendida es el propietario del toma la máscara para ocultar su in- automóvil” (Liendo, 1993: 10). seguridad, su vacío y su frustra- Ese deseo instaura también la im- ción. Así, el doble es mostrado potencia y la frustración, permitién- como la evasión de una realidad ur- dole a Perucho ironizar acerca de la ticante, que golpea el rutinario exis- poca valentía de los citadinos, que tir y enuncia la problematización no se atreven a callar aquel demo- del sujeto, que intenta darle un sen- níaco aparato. Esa situación de im- tido otro a su vida desde su enmas- potencia, frustración, ironía y enfer- caramiento, de su alteridad, como medad, sitúa a la ciudad, según Jo- una forma de escapar o esconder el sep Ramoneda (1989), como el es- fracaso, el miedo, la soledad, el de- pacio o lugar propicio para los ho- samparo y la rutina. rrores, las angustias y los miedos: Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 29

“Pero los seres domesticados siem- ción de la memoria - que le regresa pre aguantan el corneteo (...), aquí su grupo de amigos, el cine Jardines tutili mundi se queda pataleando en a donde iban para ver las películas su cama” (Liendo, 1993: 10-11). Al del charro, las calles, las plazas, los emitir aquel angustioso deseo, bares del barrio -, manifieste el por “¡Dios mío, si yo fuera Pedro Infan- qué de su deseo de ser Otro al decir: te!”, Perucho se reconoce en tanto Parece que no hay un hombre arrecho en sujeto que desea, e instaura al Mila- este país, por lo menos en esta urbaniza- mores como objeto de sus deseos. ción porque un hombre macho bajaría aho- Desplaza sus anhelos por cambiarse ra con una lata de gasolina y le prendería de gris oficinista a una de las figuras fuego a ese monstruo con ruedas: Eso haría emblemáticas del folklore mexica- yo si fuera Pedro Infante y seguramente to- no, asumiendo su silueta exitosa, dos los habitantes se asomarían a los bal- que le permite ocultar la suya, oscu- cones, para aplaudirme, gritarían vivas y ra, débil e insignificante. hurras, y yo para hacerles olvidar la mala En este sentido, siguiendo a noche les cantaría “Las mañanitas”: “Des- Jacques Derrida (1975) hay un deseo pierta mi bien despierta/, mira que ya ama- implícito de reconocerse como otro a neció/ ya los pajaritos cantan/ la luna ya se partir de una imagen primera, pues la metió” (Liendo, 1993: 10). instauración del doble deviene de una imagen, del deseo de imitación y re- El querer ser Pedro Infante, es presentación, y el deseo de Perucho es también desear y asumir sus cuali- reconocerse como imagen o figura de dades y virtudes, aquella voz bien Pedro Infante. Michel Foucault timbrada, acariciante, para arremeter (1968) dice que el deseo y la repre- con un repertorio inagotable de bo- sentación se reconocen por la presen- leros sentimentales, cuyos intertex- cia de un Otro que deviene en objeto tos se mostrarán en su reticulado, a de ese deseo. través de los cuales apasione los es- “El deseo según el otro siempre quivos corazones femeninos y con- es el deseo de ser Otro”, (Girard. quiste a la mujer amada, deseada, 1985: 78) de reconocerse como a soñada; para cantar y bailar un vals quien se deifica y con quien se sue- o un huapango: “Fue en aquellos ña. De esta manera, asumiendo la años de película cuando conocí a máscara del otro, el sujeto realiza lo Sandra. La muchacha más linda del que desde su realidad no se ha atre- barrio” (Liendo, 1993: 18); o lanzar- vido. Perucho reafirma aquel deseo se hacia laberínticas y peligrosas inicial cuando, desde la recupera- aventuras, apropiándose también de una honestidad sin tacha y de un Enrique Plata Ramírez 30 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 rostro querendón; retar al destino tacha, para reconocerse como Pedro desde la cabina de una avioneta y Infante, y regresar, al final, sobre su posar para la eternidad con un gesto propia identidad de Perucho Contre- resignado ante el ineludible deber de ras. Es decir, se afirma, se niega y se dar vida a un mito: “y te voy a ense- reafirma. Este juego aporístico con- ñar a querer/ como nunca has queri- trapunteará la narración, pues ade- do” (Liendo, 1993: 15). más de Perucho y de Pedro, deviene Ser Pedro Infante, le permite a en anónimo Contreras y en Ninguno Perucho transformar aquella noche Contreras. La tachadura de la identi- de insomnio y pesadilla, en una ce- dad instaura las angustias del sujeto lebración ilimitada de momentos y termina por reconocerlo en su na- fulgurantes, a través de los cuales dería. En medio de la soledad en que sacude la modorra de su cotidiani- se encuentra, con el brazo roto y dad de burocratizado oficinista. Le aquella alarma que no cesa, sueña permite también, entre las melodías pues con instaurarse como el otro, del charro inmortal, rescatar su vida, para abordar otras realidades, las del su adolescencia, habitada por amo- charro cantor, por ello toma la deci- res imposibles, amigos que encane- sión de cambiar de identidades, ne- cieron, tomaron otros rumbos o mu- gándose para reconocerse en Pedro rieron, a la vez que retrata memorís- Infante: “Perucho Contreras no es ticamente las ciudades de Caracas y un mal tipo, pero me tiene hasta México de mediados de siglo. “Eran aquí. Desde ahora en adelante soy ni los años cincuenta, lentos, como una más ni menos que el charro de oro” serpiente despertando. Días de in- (Liendo, 1993: 35). fancia vividos en una Caracas apaci- Al instaurar el deseo por ser otro, ble, donde desaparecían las estre- como apunta Carlos Baptista (1998), chas calles y casas conocidas, y sur- Perucho presenta una actitud negati- gían repentinamente amplias aveni- va de sí mismo, saliendo a flote, por das” (Liendo, 1993: 63). sus fisuras, atisbos que muestran El discurso se hace aporístico - y una personalidad escindida, plena de aquí seguimos la noción de aporía fracasos y momentos grises que lo que recoge José Ferrater Mora llevan a desear reconocerse como (1978: 38), presentándola como una aquel ídolo, cantante y actor cine- paradoja que sostiene la afirmación matográfico. Jacques Lacan (1977 y luego de haberse negado a sí misma, 1984) afirma que, desde el incons- y también a la inversa -, pues Peru- ciente, afloran y se revelan las mani- cho se establece en principio como festaciones de la personalidad que el un gris oficinista, que se niega y se sujeto ha llevado escondidas por Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 31 años, haciendo eclosión durante un en las raíces populares. Así, la nove- momento de crisis. Crisis que vive la, según Garmendia (1998: A-4) se Perucho aquella noche insoportable, hace bifronte, un sueño de dos mita- de ruidos, imposturas y cobardías. des superpuestas, de dos caras que Por ello desea esconderse tras la se yuxtaponen y se sustituyen cons- máscara de Pedro Infante, fabricarse tantemente una a la otra, la de Peru- un nuevo rostro, una nueva figura cho Contreras y la de Pedro Infante. con la cual enfrentar los dilemas de El primero reconstruye su vida des- su vida, apropiarse de una silueta de la fantasía, los sueños, las impos- más contorneada, mejor construida, turas y los deseos, por ello se inven- que le permita recorrer exitosamente ta una vida como la de Pedro Infan- el mundo. te, pero se la inventa en silencio, a Quizás esa alteridad le permita es- lo largo de una solitaria y larga no- conder algo monstruoso que no quie- che de insomnio. re revelar, pues según René Girard Una vez instaurado como el cha- (1983: 110) “no hay doble que no es- rro, no sólo podrá quemar aquel au- conda su monstruosidad secreta”, o tomóvil cuya alarma no lo deja dor- como apunta Octavio Paz (1973: 36) mir, sino que podrá dar serenatas, “el monstruo es la proyección del ser admirado y, jugando con el me- otro que me habita”, y Perucho Con- lodrama, la parodia, el humor y la treras tiene algo que no muestra, que ironía, presentarse en un programa quisiera llevar a cabo, quizás llevarse de aficionados, cubierto con una en su caballo negro de charro aquel máscara resplandeciente que no re- amor infinito por Sandra, o por la vele su identidad, “como la de ´El propia Fabiola, reconociendo en ello Santo’, el enmascarado de plata” cierta sensibilidad melodramática, (Liendo, 1993: 14), pero eso sí, can- pues no hay que olvidar, como mani- tando como Pedro Infante, para ir fiesta el propio Paz (1976) que lo ganando cada eliminatoria semanal, monstruoso, paradójicamente y en el mientras se acrecienta en el público vértice dinámico de su eternidad, es la duda acerca del cantante enmas- supremamente bello, como lo bello carado, y ayudar con ello a las disí- resulta monstruoso. miles elucubraciones en el imagina- Por otra parte, al parodiar a Pedro rio popular del televidente o del ra- Infante, volviendo a Carlos Baptista dioescucha: que si se trata de un (1998), el autor lo muestra como hombre con el rostro muy feo; que una rapsodia de su propia vida, des- una cicatriz, producto de un horrible mitificándolo y resignificándolo en navajazo le cruza todo su rostro; que toda la importancia de su inserción tiene el rostro desfigurado a causa Enrique Plata Ramírez 32 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 de un accidente; que si se trataba de Contreras!” (Liendo, 1993: 15), y la este o aquel, es decir, la instauración secretaria del jefe, que estaba bien de la máscara como algo que oculta buena y que jamás le había hecho lo monstruoso pero que, paradójica- caso alguno, con la boca abierta, y mente, permite la adoración, la glo- el jefe mismo que pega un brinco y rificación. En este sentido, es ir grita: “¡Carajo! Quién se podía ima- acrecentando una silueta radiante, ginar que Contreras es el fantasma vertiginosa, inspiradora. Y en su fe- de Pedro Infante” (Liendo, 1993: bril imaginación cree escuchar cada 15), y al día siguiente se presentaría comentario, hasta el grandioso y en la oficina, cubierto con el manto memorable día de la final en que sea de la gloria y el triunfo, su silueta declarado ganador absoluto, cantan- bañada por el éxito lisonjero, para do divinamente “Y te voy a enseñar darse el gusto de renunciarle al jefe. a querer/ como tú no has querido/”, Así, la obra es rica en recursos hu- o como lo haría más adelante can- morísticos, irónicos, satíricos, paródi- tando “Cucurrucucú paloma”, un cos, que le permiten mostrar el estado bolero dedicado a Miroslava en la de frustración y de fisuras del hombre película “Escuela de Vagabundos”. postmoderno, que si bien vive rene- Se imagina a todos, sorprendidos, gando del sistema que lo somete, tensos, ante aquel cantante enmasca- nada hace para salir de él, por cobar- rado, cuando el animador, ante la día y porque realmente no le interesa. histeria colectiva, declarara: “El Por ello mismo desea desdoblarse en cantante anónimo es... ¡Perucho otro y comenzar a correr aventuras.

IV Por otra parte, el juego de la ve- miento en Mazatlán, la infancia en rosimilitud se hace presente. Fic- Guamúchil, los apremios y necesi- ción y realidad contrapuntean los dades padecidos, y finalmente la meandros del discurso. El lector va conquista de la fama, la gloria y la descubriendo la vida de Perucho fortuna: “yo nací en Mazatlán pero en la medida en que va armando, salí muy escuincle de la tierra de los como un gran mosaico, la vida del venados y fui a vivir en Guamúchil, ídolo mexicano. Perucho le cede la adonde me llevaron mis padres (...). voz a Pedro Infante, o quizás sea a Pero desde niño tuve el sueño de re- la inversa, se apropia de la voz de montar alto” (Liendo, 1993: 12-13). éste, para armar, mitad fábula y La narrativa se hace entonces un mitad realidad, ambas vidas. La tejer y destejer. La historia va y vie- voz del cantante referirá su naci- ne del presente al pasado y del pasa- Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 33 do regresa al presente, lo que Gerard que la voz narrativa se disemina a Genette (1989) denomina anacro- través de varias voces, para mante- nías, específicamente analepsis, ner aquel contrapunteo narrativo en- cuando el sujeto se marcha del pre- tre las vidas de Perucho y Pedro In- sente hacia el pasado, insertando fante, sosteniendo un intenso diálo- otra narración, para regresar con go entre ambos personajes que van posterioridad a su presente. Perucho contándose sus logros, sus victorias, viaja constantemente hacia su pasa- sus derrotas, sus amores y desamo- do, hacia su adolescencia, para res- res, los amigos y los parientes más catar a los miembros de lo que llama cercanos. Estos espacios de indeter- “la pandilla”, sus amigos, la tribu minación, estos intersticios, contra- afectual que menciona Michel puntean los mundos posibles de Pe- Maffesoli (1990); pero viaja tam- rucho y Pedro, poniéndolos en una bién hacia el pasado musical y cine- manifiesta interrelación con el mun- matográfico desde donde rescata la do del autor y con el mundo del lec- vida del ídolo, las películas que fil- tor. Permiten, a su vez, que el lector mó, las canciones que cantó y que lo reconozca el estado de delirio en hicieron famoso: “Sabes, Perucho, que ha caído Perucho: “Y uno tiene anoche me acosté otra vez tarde, que ser un tipo medio tarado, para porque pasaron una película diverti- estar pensando tales pajuatadas a dísima, Escuela de Música, con Pe- esta hora de la madrugada” (Lien- dro Infante y Libertad Lamarque” do, 1993: 15). (Liendo, 1993: 19). Ciertamente, en sus delirios, Pe- Ese ir y venir, ese tejer y destejer, rucho sueña con un caballo negro y flujo y reflujo, va armando la narra- un par de pistolas, para salir cabal- ción desde un mosaico architextual, gando desde Caracas hasta Santiago lo que Julia Kristeva (1978) deno- de Chile y rescatar a su esposa, si al mina la menipea. Los intertextos dictador Pinochet se le ocurriera ha- musicales mexicanos mantienen la cerle algo - aprovechando para emi- sátira, el pastiche y la parodia. Se tir juicios críticos acerca de las dis- está, siguiendo a Víctor Bravo tintas dictaduras latinoamericanas - (1993b), desde el discurso de la pa- o simplemente para ir por toda Lati- rodia, reescribiendo la vida de Pedro noamérica haciendo revoluciones, Infante a través de la mirada y los por el mero placer de hacerlas: “Si deseos de un anodino oficinista ca- yo fuera Pedro Infante me montaría raqueño. La indeterminación será en mi caballo negro y haría revolu- otro de sus rasgos sobresalientes, ya ciones yo solo, o quizás acompaña- Enrique Plata Ramírez 34 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 do de mi compadre Aguilar para di- guno se transforma en ídolo, dentro de sí vertirme todavía más” (Liendo, mismo, nadie advertirá el trueque. Por 1993: 11). eso, lo mejor es que Ninguno Contreras Estamos, como indica Gianni se busque un ídolo popular auténtico, y Vattimo (1989b: 36), ante la presen- secretamente se meta en su piel. Se apo- cia del soñador que tiene conciencia dere de su espíritu y de su ángel. (Lien- de su sueño, pues Perucho Contreras do, 1993: 72). se instaura como “el hombre que Perucho se convierte a sí mismo sabe seguir soñando sabiendo que en un ser de la negación. Se niega sueña”, el sujeto de las imposturas y como tal sujeto, se tacha o se anula, los deseos. El discurso se hace cada para irrumpir desde el discurso fic- vez más lúdico. La máscara que asu- cional como otro, alguien capaz de me el personaje envuelve también al sustituir al ídolo de multitudes, asu- lector; pues al hacerse el discurso miendo entonces la vida toda del su- más paródico, el lector no dilucida, jeto deseado. Sujeto éste que, en no delimita fielmente dónde co- otras tantas noches de insomnio de mienza la ficción de Perucho y dón- Perucho, ha ido cambiando de nom- de termina la realidad de Pedro In- bre y de roles, pues antes de Pedro fante,oalainversa, puesto que en Infante se han instaurado Robin ese discurso paródico, uno y otro Hood, Simbad el Marino o Ezequiel son a su vez, el envés y el revés del Zamora, ratificando desde ellos mismo personaje. La frontera entre aquella mirada de George Steiner uno y otro se torna más elusiva, más (1980) de que el hombre no es más difusa, hasta que el sujeto del deseo que un gran impostor. Sólo que asuma plenamente la identidad del aquella noche de insomnio, con su otro, del ídolo, y comience a recono- brazo roto y la alarma del automóvil cerse como tal. Por ello Perucho sonando incansablemente, descubre Contreras, en ese lenguaje aporístico que “treinta años después, es cuando que ya señaláramos, afirma: vengo a caer en cuenta que, en toda Lo que sucede es que Perucho Contreras mi existencia no he tenido más ídolo no es Perucho Contreras. Es decir, no que aquel Pedro Infante, el rey de existe. (...). Soy ninguno. Y ninguno no los charros” (Liendo, 1993: 9). tiene biografía. Ninguno es el soldado En este sentido, el disfraz que Pe- desconocido. Lo único que puede hacer rucho pretende asumir será una mues- Ninguno para ser Alguien es robarse una tra de sus encontrados sentimientos y forma. Si Ninguno le roba la identidad a actitudes, de su desencanto frente a la Alguien en la realidad, todos se reirán del forma de vida actual, frente a las sen- disfraz y será ridiculizado. Pero si Nin- sibilidades, naderías y frivolidades Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 35 contemporáneas, que cada día que tituta que lo hacía con tal voluptuo- pasa sumergen más al individuo en sidad, con tanta sensualidad, que él un mundo mecanicista e informati- creyó llenar la sala de baile con su zado, asumiendo las distopías y las semen ante la protesta de las demás nostalgias por su mundo juvenil, en personas. Cito in extenso: donde el “Charro de Oro” era el Marqué el I-26, y la voz de Pedro Infante centro de la discusión de los amigos se enseñoreó en el recinto (...). La gana de la pandilla. Así, Perucho se reco- me dio de bailar esa pieza. Entre las colo- noce como Pedro Infante Cruz, asu- readas sombras, observé un vestido escar- me su vida toda y con ella la pater- lata que dejaba una blanca espalda desnu- nidad de las distintas películas reali- da. La mujer estaba recostada de la barra. zadas por el ídolo, revive cada uno Envalentonado, la abordé vaso en mano. de los amores cinematográficos - y (...) Sentí como su cuerpo tallado se apre- reales - que mantuviera el “Milamo- taba firmemente contra el mío. Me estre- res” con distintas estrellas del firma- mecieron sus lentas contorsiones de boa. mento femenino del México de en- (...) Sus muslos, parecían ventosas adheri- tonces, y por ello le recalca a los das a mis flacas piernas. Su sexo un imán amigos que Pedro Infante “se echó a poderoso que generaba radiaciones eléc- la Lupita, la Tongolele, la Sandra (la tricas. Cuando terminaba la pieza me sa- mujer de fuego), la Torrentera; la cudió un temblor, de mi maravilloso pája- Quintana y todas las mejores hem- ro irrumpió un torrente de caliente semen bras de México y del continente” que se desbordó por los bordes de mis (Liendo, 1993: 12), reafirmando con calzoncillos, se precipitó por las piernas ello la imagen de macho del ídolo, peludas y empapó mis felices zapatos. (...) pero manifestando tal carencia en su Yo continué regando semen hasta llegar a realidad de Perucho Contreras. la mesa (...). Un tipo se resbaló en la pista El resquebrajamiento de la identi- y, al ver el piso anegado de esperma, dijo: dad le permite amar y ser amado. “Deberían masturbarse en el baño, no Puede entonces, desde el ámbito de lo joda, ¡aquí cualquiera se puede matar!” dionisíaco, asumir el amor que duran- (Liendo, 1993: 88-89). te años mantuvo escondido por San- dra, la vecina, que poblaba sus sueños Las abyecciones, lo grotesco, lo eróticos de la adolescencia, y contar ominoso, las disonancias y lo frag- desde allí la vez en que estuvo en un mentario, como se aprecia, serán bar, despechado por Sandra que se otros de los recursos narrativos que había casado y esperaba ya trillizos. se dan cita en el entramado de la no- Ese día se puso a bailar con una pros- vela. Las abyecciones se unen a la hipérbole para resignificar un mo- Enrique Plata Ramírez 36 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012 mento, como el anteriormente men- grafía hollywoodense y al kitsch en cionado. Las disonancias y las frag- sus variadas manifestaciones artísti- mentaciones estarán dadas a lo largo cas -, desde cuyos intertextos se asu- de la narración, no hay una lineali- me y se muestra la cotidianidad de dad narrativa ni se respeta la tempo- Perucho, y el refulgente ascenso del ralidad, por lo cual se va y se viene Charro de Oro. constantemente del presente al pasa- Desde allí se asume también la do, interrumpiendo el hilo narrativo ironía y el humor, pues Pedro Infan- para insertar otro suceso, sostenien- te - o Perucho Contreras - puede pa- do así las disonancias y lo fragmen- rodiar uno de sus grandes tario o lo que con anterioridad men- rancheros al pasar del conocido cionáramos, siguiendo a Genette, “Sombras nada más, entre tu vida y como las anacronías. la mía” al jocoso “Moscas nada El discurso conlleva una multipli- más, entre tu vida y la mía”, (Lien- cidad de puntos de vista y distintas do, 1993: 57), que sitúan otra de las modalidades expresivas. Así, encon- identidades de Perucho, la del hom- tramos una rica panoplia estilística, bre mosca: “Mosca con las motoci- la antinomia del pasado, apreciada cletas, mosca en los semáforos, desde la vida fabulada de Pedro In- mosca con los tombos, mosca con fante, que cobra una intensa vigen- los perros cojos, mosca con esas be- cia en la actualidad de Perucho Con- llas transformistas, (...)” (Liendo, treras; la parodia en donde personaje 1993: 55-57). La parodia funciona e ídolo se confunden, se mezclan, se entonces como un catalizador que mimetizan para reescribirse, reac- pone en escena al humor, que a su tualizarse y resignificarse uno en el vez funge como tranquilizador, no otro; el pastiche o la imitación de sólo de la vida de Perucho sino tam- géneros discursivos, más propia- bién la del propio Pedro Infante, e mente desde el ámbito de lo musical incluso en la actuación misma del - aunque no únicamente, pues en- lector, quien se va haciendo cómpli- contramos constantes referencias, ce de las diversas historias y fustiga citas y alusiones a distintas obras li- de cuando en cuando al texto, al es- terarias universales, a la cinemato- bozar alguna sonrisa.

V Interesante resulta la mirada del taurarse como su alteridad, sino que ídolo, pues no sólo será manifestada será asumida desde el grupo de ami- desde el deseo de Perucho para ins- gos, “la pandilla” o “la pata”, que Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 37 suele reunirse en la esquina, en la cordé al Catire María Purísima (así plaza o en el bar, para desde allí ir lo bautizamos desde el día que la hasta el cine “Jardines” y deleitarse vieja Teotiste, al salir de la bodega con aquellas míticas figuras de la ci- ”La última trinchera", después de nematografía latinoamericana, incli- mirarle el enorme miembro mientras nándose por uno u otro: Jorge Ne- orinaba contra el poste, se santiguó grete, quien a lo largo de la narra- y dijo: ¡Ave María Purísima!" ción va contrapunteando con Pedro (Liendo, 1993: 9) -; Daniel, Negru- Infante en el favor del público; Al- ra, Paraulata, Roberto, Cara e’coña- fredo Sadel, el tenor favorito de Ve- zo, Parapara, Medianoche y Peru- nezuela; Chelique Sarabia, composi- chín Contreras entre otros asoma- tor del bolero aquel que le diera la dos. Recupera también, a las mucha- vuelta al mundo, “Ansiedad, de te- chas: Sandra, Anabella, Luisana, nerte en mis brazos, musitando pala- Rumilda, Amanda, Consuelo, Ru- bras de amor”; los Aguilar, Antonio perta, la coqueta Chabela Rodrí- y Luis; Miguel Aceves Mejías; Ja- guez, y hasta la profesora de francés vier Solís; todos éstos charros del que tenía unas nalgas redonditas y cine mexicano; ; Da- perturbadoras. niel Santos; María Félix; La Lupe; Otro motivo de reflexión, igual- Agustín Lara; La Tongolele y la ini- mente por el enorme peso gravita- gualable Toña La Negra, en una su- cional del discurso, lo representan cesión que se haría interminable. los múltiples intertextos musicales. Asimismo, vale detenerse, a cau- Remiten generalmente al cancionero sa del peso gravitacional que sostie- popular mexicano, aunque no falta ne a lo largo de la narración, en la algún bolero caribeño. Cada vez que pandilla o la tribu afectual para de- desde una cita o una alusión se re- cirlo con Maffesoli, es decir, la li- mite a un bolero o a una ranchera, bre asociación de individuos, autó- hay un motivo, oculto o manifiesto, nomos y unidos entre sí por algún que sostiene tal referencia. Así, Pe- vínculo societal, en este caso, por el rucho, al asumir la identidad de Pe- gusto cinematográfico y musical- dro Infante y bajar y prenderle fuego popular. Estos amigos se reúnen al automóvil para tranquilizar a las para hablar sobre boleros, películas personas asomadas a los balcones, y, desde luego, sus amores. Así, Pe- les canta “Las Mañanitas”: “Des- rucho rescata, desde el ejercicio de pierta mi bien, despierta/ mira que la memoria, a los integrantes de ya amaneció/(...)” (Liendo, 1993: aquella “pata”, con sus apodos res- 10); o al recordar la vida de pobreza pectivos “María Purísima” - “Re- del ídolo, entona “Tú y la Nubes”: Enrique Plata Ramírez 38 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012

“Yo no nací pa’pobre/ me gusta por su encanto apenas al descubrirla. Es todo lo bueno/ y tú tendrás que que- algo inexplicable, como si de pronto al rerme/ o en la batalla me muero”, verla me hubiera paralizado una dulce (Liendo, 1993: 12), que iba ya ges- puntada en el ombligo. (...) Yo pienso tando, perfilando, la imagen, la figu- que no existía nada tan estimable en el ra o la silueta del macho que se en- mundo como su virguito; merecía estar frenta a todo para lograr el éxito, la dentro de un cofre de oro macizo, sobre fama, la fortuna, la gloria y el amor un cojincito de terciopelo, como una joya de las mujeres. invalorable. (Liendo, 1993: 18-19). Recuerda también las películas en Aquellas lubricidades avivan el donde Pedro Infante interpreta a un despecho y la nostalgia de Perucho, humilde boxeador, Pepe el Toro, quien asume su guayabo cantando quien deberá enfrentarse a Kid Mala- los inolvidables éxitos de Pedro In- cara para sacar adelante a su familia; fante, llorando su decepción por a su mujer, La Chorreada, a quien le Sandra, arrastrando una vida de pul- canta “Amorcito Corazón”: “Amor- siones y deseos reprimidos, creyén- cito corazón, yo tengo tentación de dose, como se titula uno de los bole- un beso”, (Liendo, 1993: 17), que ros, un “Loco”: “Que abrazado de Pedro Infante le cantara también a un árbol/ le platico mis penas/ y le María Luisa, la que fuera su primera cuento a la luna/ lo que sufro por ti” esposa. Asimismo, en sus cercanías (Liendo, 1993: 77). En algún instan- continuas a Sandra, en ese amor si- te piensa que Fabiola lo abandona, lencioso que arrastra consigo, ella le decidiendo quedarse en Chile sin cuenta sobre una de las películas del comunicarle nada, aquello le lacera ídolo que retransmitió la televisión y los sentidos, los sueños, y canta: “Y donde éste canta un tango con sabor si Adelita se fuera con otro/ la se- a bolero ranchero: “Un viejo amor”: guiría por tierra y por mar”, (Lien- “Por unos ojazos negros/ igual que do, 1993: 40); considera que su vida penas de amores”, (Liendo, 1993: seguiría derrumbándose, que dormi- 20), porque Sandra sería siempre el ría en cama de piedra: “De piedra ha recuerdo de lo más hermoso en la de ser la cama/, de piedra la cabece- vida de Perucho, pero también de lo ra” (Liendo, 1993: 52). Se imagina más lúdico, de lo más erótico, de lo entonces escribiéndole la carta del más imposible: adiós: “Cuando recibas esta carta sin Fue en aquellos años de película cuando razón/ Eufemia (perdón, Fabiola) ya conocí a Sandra. La muchacha más linda sabrás/ que entre nosotros todo ter- del barrio, que me aventajaba como en minó” (Liendo, 1993: 35), y para cinco años de edad. (...) quedé atontado reafirmar su condición de macho Si yo fuera Pedro Infante: Cartografía de la cultura popular Latinoamericana 39 que no puede ser despreciado por lindos ojos no me verán caer” (Lien- una mujer, le cantará: “Ya me despi- do, 1993: 32). do de tu amor me voy cantando/ Tus

VI Así, desde los intertextos musica- pantalla del cine, “desde aquel pe- les, la obra se multiplica en recursos queño trozo de tela blanca, me son- humorísticos, irónicos, satíricos, pa- ríe y guiña un ojo, mi gran amigo ródicos y polifónicos. En su discu- Pedro Infante” (Liendo, 1993: 96). rrir irá mostrando la estética de la Es decir, persiste en sus imposturas, banalidad, la frivolidad y la sociolo- en sus fallidos ocultamientos, en la gía de la cotidianidad. Revaloriza y asunción de la máscara. resemantiza la cultura de los sujetos Con esta novela creemos señalar y los espacios periféricos, desde la la articulación de la cultura popular resignificación de momentos festi- en América Latina y el Caribe – y vos o amargos, el carnaval musical desde luego, en Venezuela -, su re- caribeño, el sincretismo religioso, semantización y resignificación plu- deportivo, erótico, dionisíaco; el ricultural en los albores de un siglo pensamiento del sujeto postmoder- que se presume incierto y ambiguo a no, que obvia los problemas de la la vez. Con ello, igualmente, vida para detenerse en las banalida- creemos dar cuenta del sujeto peri- des y desde allí sacar a flote sus ca- férico que se asume desde el vacío rencias, sus frustraciones, mantener ideológico y cultural, de un tiempo la ambigüedad y lo aporístico, pues que ha sido denominado como post- si bien en algún momento afirma moderno; de su sincretismo y deste- que tampoco es tan malo ser Peru- rritorialización. cho Contreras, regresando a su reali- Finalmente, apuntar que estos dad de anodino oficinista, al final, discursos paródicos, porosos y fron- ya amaneciendo, cuando se apaga la terizos, que estas obras narrativas, corneta, retomando su oscura y débil reconfiguran las letras latinoameri- silueta y presintiendo que Fabiola canas, su noción literaria, al ser una llamará esa mañana, vuelve sobre la nueva expresión y una nueva carto- idolatría al afirmar que, desde la grafía de la literatura y de la cultura venezolana, caribeña y continental. Enrique Plata Ramírez 40 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 65, 2012

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