TIERRAS, SOCIEDAD Y CLIENTELISMO EN VILLA FIORITO: EL CASO DE VILLA INDEPENDENCIA

Jorge Luis Ossona (CEHP-UNSAM)

Trabajo presentado como Ponencia en la Primera reunion de Investigadores del CEHP- UNSAM, mayo de 2005.

INTRODUCCION

Las ocupaciones de tierras en el Gran tuvieron durante los años 80 y 90 una especificidad respecto de las experiencias análogas durante los cuarenta años anteriores. La idea de estudiar algunos casos de asentamientos radicados en el Partido de me condujo a procurar una base de información contextual en la Secretaría de Planeamiento del citado municipio. Luego, continué recavando información en la Subsecretaría de Tierras y Viviendas municipal Allí tuve acceso a una frondosa documentación jurídica sobre la tenencia de tierras en el Partido a lo largo de su urbanización desde mediados del siglo XIX. Uno de los funcionarios que me permitió acceder a ese material resugirió entrevistar a José Luis Alonso, un dirigente barrial especializado en la ocupación de tierras fiscales pertenecientes al Estado Nacional, que había tenido un rol protagónico en los cruciales episodios ocurridos en Villa Fiorito durante los años 80 y 90. Instalado en el despacho de un concejal justicialista, Alonso me concedió una primera entrevista en la que me ofreció fotocopiar documentación acerca de su “opera prima”: la fundación del barrio Villa Independencia en el corazón de Villa Fiorito. El asentamiento se había radicado en medio de los conflictos territoriales incubados desde las políticas de erradicación de la Dictadura que se dispararon a partir de 1983 y que se exacerbaron a raíz de las dramáticas inundaciones de mediados de 1985. El alucinante relato de su vida confirmo mi supuesto sobre la importancia de la cuestión territorial en la construcción del aparato clientelar duhaldista, al menos en el orden local. Pero asimismo, me condujo a incursionar en otros temas relativos al universo de la nueva pobreza surgida en el país durante los últimos veinte años tales como la dinámica de la urbanización, la acción de los nuevos movimientos sociales, la extensión del nuevo asistencialismo de subsistencia, y los nuevos roles asumidos por los municipios en el marco de los procesos de descentralización del Estado. En el abordaje de todos ellos, es posible advertir como se fue construyendo por ensayo y error, la compleja maquinaria del duhaldismo en el centro mismo de su base operativa, exhibiendo la asombrosa capacidad del peronismo para capitalizar las nuevas condiciones socioeconómicas definidas por la versión local del posindustrialismo a partir de los años 80 y a lo largo de los 90. No obstante, la complejidad de la dinámica de este proceso permite advertir hasta que punto la trama de las relaciones clientelares del nuevo populismo no se reduce al mero intercambio de recursos económicos por apoyos electorales; poniéndose en juego además otras cuestiones tales como su naturaleza, heterogénea, cambiante y dispersa; el complejo juego de jurisdicionalidades que supone; y su impacto sobre la identidad y la cultura política de las comunidades sobre las que recae. Tomando como hilo conductor el relato autobiográfico de José Luis Alonso, este trabajo procura una primera aproximación a la construcción del clientelismo neopopulista y posindustrial en este fragmento territorial de Villa Fiorito a través de la denominada

1 “política de tierras y vivienda” de la administración municipal; y de la trama de relaciones sociales y políticas que en torno de ello se fue configurando.

EL ESCENARIO GEOGRAFICO, SOCIAL Y POLITICO

Lomas de Zamora es un partido definido por el contraste entre la región central, asentada en torno a los ejes carreteros y ferroviarios construidos desde la segunda mitad del siglo XIX; y la periférica, en buena parte de cuya extensión se ubica en zonas bajas y por lo tanto, fácilmente inundables. 1 La primera región, cuya urbanización comenzó a mediados del siglo XIX y que continuo hasta aproximadamente los años 70 nuclea, al 70 % de una población, en buena medida, tributaria de la inmigración europea llegada masivamente a partir de 1880 y hasta 1930. Su incidencia inercial continuó unos cuarenta más, hasta que sus espacios se fueron saturando. La segunda, en cambio, genéricamente reconocida como Cuartel IX, absorbió los contingentes migratorios internos que se dispararon a partir de los años 30 e incluye al 30 % de la población. El crecimiento demográfico de Lomas de Zamora fue –como en el resto del Gran Buenos Aires- explosivo entre mediados de la década del 30 y los comienzos de los 70. Desde entonces, su incremento se fue aletargando hasta tornarse marginal durante la última década. Sin embargo, precisamente en las zonas bajas e inundables, carentes de servicios, con viviendas precarias y equipamientos educacionales y sanitarios insuficientes, el crecimiento durante los últimos veinte años se duplicó debido alas ocupaciones territoriales comenzadas en la década de 1980.2 Lomas de Zamora nunca fue un distrito de industrialización densa. Su localidad manufacturera por antonomasia es , la mayor parte de cuyas plantas manufactureras datan de la década de 1920, cuando el desarrollo industrial no respondía aun a la lógica abierta por la Gran Depresión de 1930 y por la Segunda Guerra Mundial.

1 Es el caso del limite distrital que bordea al Riachuelo y el de los bañados de los arroyos del Rey, Unamuno, Santa Catalina que atraviesan el partido del SE al NO y que desaguan en el Riachuelo. 2 Lomas de Zamora es un distrito cuyo crecimiento poblacional viene menguando durante los últimos veinte años, luego de un crecimiento explosivo entre los años 40 y 80. El número e habitantes se incrementó de 128.362 habitantes en 1947 a 509.302 en 1980. Pero en el período ínter censal 1981-1991 la población ascendió a 573.557 habitantes; y en el de 1991-2001 a 591.345. Esto es, entre 1991 y 2001 la población creció en 17.788 habitantes, solo un 3,10 %. Sin embargo la localidad de Banfield que hasta la década de 1990 incluia desde las mas recoletas zonas residencial hasta las mas pobres creció entre 1960 y 1980 un 124 %, mientras que el conjunto del partido lo hizo en un 89 % .Ello se explica por las migraciones internas que se asentaron en la extensa zona inundable de Cuartel IX; esto es, en los barrios comprendidos por Villa Fiorito e Ing. Budge. Lo llamativo es que durante los últimos veinte años mientras la población general del partido se estanca, e incluso retrocede en las zonas altas tradicionales debido a la saturación espacial procedente de haber absorbido contingentes durante los últimos cien años; en las zonas bajas inundables y no habilitadas para su poblamiento esta se sigue incrementando. Según el censo socioeconómico de 1981, la población de villas de emergencia era de 28.197 habitantes, radicándose un 90 % en la zona inundable de Cuartel IX y un 8 % en la localidad de , en las márgenes del Arroyo Las Perdices. La densidad demográfica era de 168 habitantes por hectárea en 158 ha. En 1991, esa población había ascendido a 41281 habitantes distribuidos en la misma extensión pero con una densidad de 318 habitantes por hectárea. En 2001, finalmente, la población de Cuartel IX se disparó a 92.408 habitantes.

2 Fuera de esta localidad se registran algunos establecimientos de envergadura en el área de Temperley lindante con el partido de Quilmas y en la ribera del Riachuelo próxima al distrito de Lanus. Su población obrera industrial, que hasta mediados de la década de 1970 era muy significativa, trabajaba en la Capital Federal y en partidos limítrofes. Así lo prueba la cercanía de los asentamientos que fueron poblando la zona periférica respecto de los circuitos que facilitaban el transporte a las áreas industriales aledañas. Pero este cuadro, cuya construcción culmina durante la década de 1960, experimentó una súbita transformación desde fines del decenio siguiente. Una significativa porción de esa población ocupada en las actividades manufactureras y en los servicios a estas vinculadas debió reconvertirse o hacia el cuentrapropismo; o hacia actividades terciarias que ofrecían trabajos mucho más precarios. El empleo público en el área municipal también absorbió una parte no menor de esos trabajadores desde el retorno de la democracia. En todos los casos, los niveles salariales se desplomaron y las condiciones de vida se deterioraron agudamente. Todos estos procesos fueron, a su vez, acompañados desde 1979 por una masiva inmigración de familias expulsadas de la Capital Federal por la política de erradicación de villas del régimen militar durante la intendencia del Brigadier Osvaldo Cacciatore. Su radicación en las áreas aun deshabitadas motivo la reacción de grupos de pobladores de los asentamientos locales cuyo hacinamiento y precariedad dominial los indujo a tomar preventivamente posiciones en las áreas baldías cercanas a sus barrios. El universo social de Cuartel IX se vio así drásticamente modificado tanto en el orden cuantitativo como en el cualitativo. La nueva etapa democrática comenzada en 1983, como en la mayoría de los restantes órdenes de la vida nacional, heredó todas estas problemáticas desconociendo las transformaciones estructurales que estas suponían. La ajustada victoria electoral del justicialismo en Lomas de Zamora devolvió a Eduardo Duhalde en la intendencia municipal, luego de haberla gobernado durante el traumático período comprendido entre 1974 y 1976, en medio de la feroz guerra en el interior del peronismo. Desde los años 60, el “hombre fuerte” del justicialismo lomense era Manuel “Manolo” Torres, que expresaba en el orden local al clásico peronismo corporativo y gremial. Desde su “Asociación Peronista Lomense” Torres apoyó a Duhalde en su carrera hacia la intendencia y en su disputa en contra la ortodoxia partidaria encarnada, por el ex intendente de y frustrado candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, Herminio Iglesias. Pero una vez al frente de la Comuna, Duhalde se empezó a despegar de Torres, particularmente cuando le fue factible sustituir su apoyo por el de las “agrupaciones” territoriales, cuya lealtad se fue soldando al compás de una habilidosa política de manipulación que conjugaba manipulación con jugosas partidas presupuestarias. Ya hacia 1985, Duhalde había desplazado totalmente a Torres en el orden político municipal, cooptando a la mayor parte de los cuadros de su Agrupación Lomense; e intentaba proyectarse a nivel nacional como uno de los principales referentes de la denominada “renovación peronista”.Esta última circunstancia concentró su acción política fuera del municipio, delegando, de hecho, su administración en sus principales lugartenientes territoriales entre quienes se destacaban Hugo David Toledo, Juan Bruno Tavano y Jorge Rossi. Cada uno de estos exponentes del duhaldismo local se fue sucediendo en la administración comunal desde 1987, mientras que su jefe iba escalando posiciones en la política nacional. Resulta significativo que los tres hayan tenido un papel tan destacado en la política municipal de tierras y viviendas, un área que suscito la temprana inquietud de Duhalde desde su breve intendencia de los años 70. Pero a partir de

3 los 80, esa política paso a ocupar el centro de las preocupaciones municipales residiendo en ella una de las claves de su asombrosa acumulación de poder montado sobre el “pandemonium” de las “agrupaciones” del peronismo lomense en detrimento de Torres; todo un signo de los nuevos tiempos.

DE FLORENCIO VARELA A VILLA FIORITO: LA OCUPACION DE TIERRAS EN LA TRAYECTORIA DE JUAN CARLOS ALONSO COMO DIRIGENTE BARRIAL

La trayectoria de José Luis Alonso como dirigente barrial es evocativa de la evolución de las asociaciones villeras y de su papel en las ocupaciones territoriales durante las últimas décadas. Hijo de una familia de inmigrantes internos golondrina, su padre había logrado a mediados de los 60 efectivizarse como trabajador de YPF en Comodoro Rivadavia. La empresa no poseía viviendas dignas para sus trabajadores, especialmente para aquellos que en su periplo anual por diferentes economías regionales se radicaban anualmente allí durante algunos meses. La estabilidad de la familia Alonso duro poco debido a la muerte del padre en un accidente laboral. Poco después, también falleció su madre. Como reconocimiento de su responsabilidad, la petrolera estatal efectivizó a su hermano mayor; pero la insuficiencia de los servicios educativos locales para los hijos de los trabajadores, la orfandad, y la imposibilidad de emplearse lo convirtieron en un joven prácticamente abandonado. Según Alonso, “la situación habitacional de los “golondrina” de Comodoro Rivadavia era deplorables”. La inestabilidad laboral y habitacional habían motivado la emergencia de un asentamiento villero en los alrededores de esa localidad. Su primera experiencia militante tuvo lugar por aquellos años cuando participó junto con un grupo de trabajadores transitorios del intento de ocupación de terrenos baldíos situados en el paraje reconocido como Km 5. En plena dictadura del gral. Onganía, la operación fracasó y los ocupantes terminaron detenidos. Juan Carlos, dada su minoría de edad, fue internado en un correccional. Su hermano, temiendo que ello pudiese comprometer su efectivización, lo abandonó a su suerte, por lo que habría de permanecer recluido varios años hasta cumplir su mayoría de edad. Hacia 1972, junto con otros jóvenes, fue dejado en libertad; pero el distanciamiento respecto de su hermano le habían hecho perder todos sus anclajes en Comodoro Rivadavia. Impulsado por algunos amigos procedentes de familias tan desintegradas como la suya, José emigro hacia el Gran Buenos Aires, instalándose en una villa de Florencio Varela. Allí pudo observar “el gran despliegue de movimientos políticos y sociales que se disputaban el dominio del barrio mediante la movilización de los vecinos, explotando sus necesidades insatisfechas, particularmente las habitacionales”. Junto con varios de sus ex compañeros de reformatorio percibió entonces que un eventual ensayo de ocupación territorial podía llegar a contar con apoyos que les garantizaran un desenlace distinto respecto del de la Patagonia unos años antes. Tomó contacto con un grupo eclesiástico que respondía a la dirección del Padre Miguel Gardella, párroco de la Iglesia de la Medalla Milagrosa en el barrio porteño de Parque Chacabuco. Gardella tenía excelentes contactos con la Policía Federal -de la que había sido capellán- y con cuadros jóvenes de oficiales del Ejército. Alonso les planteó la idea de ocupar un predio de 24 hectáreas que habría de permitir la radicación de mil quinientas

4 familias. El lote, cuyos propietarios se desconocían estaba en la mira de agrupaciones villeras de otros distritos del Conurbano Bonaerense como , Laferrere, San Justo, la Villa Saldías de Retiro y la Villa Borgwardt con sus respectivas apoyaturas políticas. Sus interlocutores le ofrecieron apoyo logístico y político; pero a cambio de dos condiciones innegociables: “en primer lugar, que las familias a movilizarse fueran en todos los casos y sin excepción , excluyendo expresamente a inmigrantes de países limítrofes; y en segundo lugar que se les reservara un predio mas extenso respecto de los lotes asignados a cada familia para la construcción de la capilla y de la escuela anexa”.Los contactos políticos de Gardella no eran para nada despreciables y alcanzaban incluso a algunas empresas de la construcción que se comprometieron por intermedio del grupo confesional a proporcionar y transportar en sus camiones chapas para la construcción de las viviendas precarias e incluso a un grupo de agrimensores para fraccionar los predios. Pero lo más significativo del apoyo del grupo de Gardella era su logística, que evocaba, a su vez, una vasta experiencia en este tipo de operaciones. El éxito o no de la ocupación estaba supeditado al escrupuloso cumplimiento de dos etapas que a su vez definían estrategias diferenciadas: la de los cuatro primeros días, y la de los veinte posteriores. La ocupación debía tener lugar los viernes por la tarde debido a que durante el fin de semana los juzgados no funcionaban. Ello le confería al grupo tiempo para “ablandar” una eventual respuesta policial. El grupo confesional mediaba así entre los ocupantes, el poder político, el judicial y los damnificados “para evitar el agravamiento del conflicto”, cosa muy sensible para el gobierno militar del gral. Lanusse que por entonces se batía en retirada en medio de grandes rebeliones y movilizaciones populares. Concluida esta etapa, se pasaba a la segunda, de veinte días, en los que el grupo eclesiástico hacía valer sus contactos con jueces y fiscales; políticos con las Fuerzas Armadas y eventualmente con algunos dirigentes sindicales. También trataba de averiguar quienes eran los propietarios para también procurar “ablandarlos”. Si transcurridos esos veinte días, sus gestiones evitaban el desalojo por la fuerza, la ocupación quedaba consagrada. Las veinticuatro hectáreas en las que se radicó el nuevo asentamiento resultaron pertenecer a la empresa “La Serenísima”, tierras de reserva para el pastoreo pero que nunca habían sido utilizadas vulnerando, según el grupo confesional “el principio social de la propiedad privada”. Recién seis meses mas tarde, la firma envió un representante que fiel a los nuevos tiempos, se dispuso a negociar con los referentes de la villa. La negociación, patrocinada por el grupo de Gardella resulto exitosa: “La Serenísima” se disponía a tolerar los hechos consumados en tanto los representantes barriales se comprometieran a no apropiarse de tierras aledañas, que también le pertenecían y que fueron debidamente alambradas. Todo terminó, como era de suponer, con una misa en acción de gracias. Consolidado el asentamiento, Alonso se convirtió en un incipiente dirigente de base territorial. Sus contactos con el grupo del Padre Gardella y las negociaciones con la empresa lechera le confirieron una experiencia que lo fueron habilitando para expresar otras demandas. Creó así su primer “Centro Cultural” mediante el que coordinaba las nuevas tareas sociales. Pero a los nuevos desafíos se les sumaban otros de origen políticos. El peso de los trabajadores agremiados entre los vecinos del nuevo asentamiento motivó la aparición recurrente de dirigentes gremiales que trataban de “hacer pie” en la villa para detener la acción de las agrupaciones de la izquierda peronista. La Organización Montoneros, por su parte, también pretendió cooptarlo, proponiéndole convertir al Centro

5 Cultural en la base de reclutamiento de una fuerza de choque para participar activamente en los conflictos políticos y sociales de zonas cercanas. Alonso dice haberse negado a las presiones de unos y otros, “procurando mantener la independencia del barrio”. Ello le gano la enemistad de los jóvenes dirigentes de la izquierda peronista que según el, “desde entonces lo tuvieron en la mira”. El “Centro Cultural” estaba organizado colegiadamente, y confluían en él vecinos de distintas expresiones ideológicas; todas ellas predominantemente peronistas, pero enfrentadas entre si. Según Alonso, su liderazgo estaba definido “por su particular desconfianza respecto de las pretensiones de ingerencia política ajenas al barrio”. En circunstancias confusas –que evidencia no desear aclarar- abandona el barrio hacia fines de 1972 para radicarse en la Villa Saldías cercana a la Estación Retiro. Cuando se lo interroga acerca de los contactos que preservó en Florencio Varela señala que ninguno; debido a que su abandono “fue juzgado como una deserción y una deslealtad”, y que “ello no se perdona en las organizaciones villeras”. Procurando “urbanizar el barrio” intentó disputarles su control a los Montoneros “para darle una organización más endógena”. Es casi seguro que tanto su salida de Varela como su instalación en Retiro respondía a un designio político cuya sobreactuada negación no hace más que confirmarla. El desenlace, esta vez, le resultó rápidamente adverso. Ni bien asumió el nuevo gobierno peronista presidido por Héctor J. Cámpora en mayo de 1973 fue detenido y encarcelado en el penal de Caseros donde permaneció por varios meses. Según su versión, los responsables de su detención no fueron otros que los Montoneros “dada la llegada que tenían en el gobierno de entonces”. Su experiencia en el correccional de menores “le sirvió para hacerse pasar por loco”, cosa que le valió ser trasladado al Pabellón Lucio Meléndez del Hospital Psiquiátrico Borda., reservado a enfermos de máxima peligrosidad. Intentó ante el juez interviniente en su causa hacer valer sus contactos eclesiásticos en la villa de Florencio Varela. Pero el tibio apoyo que recibió del párroco de la capilla del asentamiento, padre Roldán, “no fue suficiente ni siquiera para sacarlo del Pabellón Meléndez, debido ha haber quedado incluido en el inciso primero del articulo 34 del Código Penal. Reconoce, sin embargo, a sus enemigos políticos haberle salvado la vida, porque unos meses mas tarde su desenlace hubiese sido trágico. Los rigores del tratamiento al que fue sometido no fueron suficientes para quebrarlo. En julio de 1975 se puso al frente de una revuelta que sublevó a todo el pabellón Meléndez. Sofocada por las autoridades del Hospital, Alonso fue aislado totalmente en un calabozo, se le colocó un chaleco de fuerza, se le prohibieron las visitas y otros beneficios, y dice haber sido sometido a reiteradas sesiones de electroshock que lo colocaron en riesgo de la inhabilitación definitiva. Cumplidas las sanciones que le fueran impuestas, la misericordia de algunos médicos motivó su traslado a un pabellón abierto. Pero en 1978, y a raíz de un programa periodístico dedicado a la vida en el interior de un psiquiátrico, fue reporteado por Jorge “Cacho” Fontana y por “Pinky” ante quienes denunció a una organización ilegal de médicos y enfermeros comprometidos con la explotación de pacientes en los alrededores de la Estación Constitución. Denunció además el hacinamiento de los pabellones y la corrupción en torno al suministro de alimentos, solicitando a sus interlocutores protección frente a las represalias con toda seguridad le habrían de resultar fatales. Su testimonio dio pie a una investigación que condujo al relevo del interventor del Hospital y su reemplazo por un especialista en salud mental.

6 El nuevo directivo puso en marcha la iniciativa de crear de un pabellón de talleres comunitarios al que Alonso fue trasladado. Diversas empresas, mayormente metalúrgicas, habrían de emplear a los pacientes para la realización de diversas tareas. El salario sería abonado a través del consumo en la cantina del hospital; pero la corrupción estructural instalada en su interior motivó una nueva revuelta a un mes de creado el nuevo pabellón. Esta vez, Alonso aprendió a actuar con astucia; reprimió sus deseos de colocarse en la primera línea de fuego, y se dedicó a observar cuidadosamente los movimientos del personal para planificar su fuga. Los años siguientes de su vida fueron de absoluta marginalidad. Instalado en los alrededores de la Estación Constitución estrechó lazos de amistad con los “abridores de puertas” de los taxis y con las prostitutas que trabajaban en la zona. Fiel a su experiencia, no tardó en organizar un grupo para ocupar un galpón ferroviario abandonado. La supervivencia de grupo dependía de las propinas, del cirujeo , de los aportes alimentarios de las prostitutas y del robo a pequeña escala en los comercios de la zona. Ello les permitió dotarse de colchones, un poco de ropa, frazadas, etc. Su relación con una de las chicas del grupo los llevó a instalarse hacia fines de los años 70 en el barrio “La Cava” de Villa Fiorito en la traza donde estaba proyectada la prolongación de la Avenida Gral. Paz en la zona sur del Gran Buenos Aires. La pareja construyó allí su casilla en donde nació su hija. Pero en 1981 la niña falleció de bronconeumonía y Alonso se sumió en un profundo pozo depresivo que lo llevó al infierno del alcohol, las drogas y las píldoras sedantes. La pérdida de su hija fue diezmando su pareja, que terminó de destruirse tras un estallido de furia en medio del que quemó su casilla con todas sus pertenencias. Retornó entonces a una marginalidad mucho mas anómica que la de Constitución, instalándose, junto con otros cirujas en un islote situado en medio del Arroyo Unamuno. Alonso recuerda con cariño a “Cubito” y a “Josefa” que lo ayudaron a sobrellevar su desdicha y a recuperar el sentido de seguir viviendo. El panorama social en las villas de Fiorito era por cierto distinto al de Florencio Varela en 1972. Buena parte de los vecinos habían quedado desocupados; muchas familias se despedazaban extendiéndose la desnutrición infantil y de las enfermedades infecciosas. El retorno de la democracia en 1983 motivó la reaparición en el barrio de los dirigentes peronistas que se lanzaron a la creación de unidades básicas, sedes de las diferentes “Agrupaciones” peronistas. Pero a diferencia de Florencio Varela en 1972 sus antiguos enemigos montoneros habían desaparecido, y la influencia de las organizaciones gremiales se había tornado prácticamente nula. Las “agrupaciones” del peronismo lomense y algunas comisiones eclesiásticas ahora ocupaban toda la línea. Devuelto Eduardo Duhalde en la intendencia de Lomas de Zamora relanzó su antigua iniciativa de “regulación” dominial de las tierras ocupadas ilegalmente. El viejo problema del hacinamiento habitacional se había exacerbado en Villa Fiorito, sobre todo, después de los desalojos de 1979 ordenados por el Brig. Cacciatore en la Capital Federal. Tal fue el caso de los que se habían asentado en las márgenes del Arroyo Unamuno y en los bordes de la Laguna de La Cava en donde muchos habían logrado sobrevivir cociendo lodo en improvisados hornos de ladrillos. La democracia hizo detonar todas las demandas reprimidas por la Dictadura. Pero el gran disparador de una nueva experiencia de lucha comunitaria fueron las inundaciones de junio de 1985. El desastre dejo sin viviendas a la mayoría de los vecinos “relocalizados” en los años del Proceso reforzando, asimismo, la acción de los que estaban instalados en la traza de la Av. Gral. Paz. Los dirigentes duhaldistas advirtieron rápidamente las posibilidades políticas les ofrecía un problema de

7 cuyo tratamiento se sentían pioneros. Pero la iniciativa todavía procedía de las organizaciones barriales. Alonso encontraría entonces una nueva oportunidad para reencausar su vida como dirigente barrial. Junto con Josefa y Cubito intentaron crear un “comedor pro sala de primeros auxilios” aprovechando los jugosos recursos ofrecidos por los punteros peronistas locales. La iniciativa no habría de prosperar; pero, las nuevas condiciones socioeconómicas también a él le habrían de resultar más propicias que las de los años 60 y 70.

LA CENTRALIDAD DE LA CUESTION TERRITORIAL EN LA AGENDA POLITICA DEL DUHALDISMO

Los orígenes de la urbanización de Villa Fiorito se remontan a la década de 1940 cuando se instalaron los primeros contingentes migratorios del interior atraídos por el desarrollo industrial sustitutivo de importaciones. Como se señalara en líneas anteriores, Lomas de Zamora fue un escenario marginal de esta modalidad de industrialización comenzada a partir de los años 30 y 40 en comparación con otros distritos del Conurbano Bonaerense. Las localidades de Cuartel IX fueron las que mas tempranamente expresaron el tipo de asentamientos suburbanos reconocidos como “villas miseria”, pero más bien como reflejo del desarrollo manufacturero que estaba teniendo lugar en la Ciudad de Buenos Aires, o en partidos vecinos como Avellaneda, Lanus y La Matanza. La mayor parte de estos contingentes migratorios se radicaron precisamente en las zonas menos aptas para su poblamiento. Las sucesivas administraciones adoptaron frente a ello la actitud pasiva y hasta indiferente de “dejar hacer” para luego estipular legislaciones y reglamentos que, al cabo, no se cumplían. Todo ello fue gestando una serie de situaciones irregulares agravadas en 1979, cuando el gobierno militar de la Ciudad de Buenos Aires aplicó sin restricciones su política de erradicación de villas mediante drásticos operativos de desalojo sin previsión alguna sobre el destino de la población expulsada. Ello acentuó el hacinamiento de los asentamientos instalados durante los treinta años anteriores, motivando una presión sobre las tierras inundables solo contenida por la represión del régimen autoritario.3 La etapa democrática abierta en 1983 hizo eclosionar las reivindicaciones en torno de la demanda de nuevas tierras y de regulación de las situaciones anteriores. La inédita intensidad de estos reclamos suscito la atención de los dirigentes peronistas que acababan de recuperar el control político de la comuna. La cuestión territorial fue tempranamente advertida como una vía de consolidación de su poder en el orden local mediante el “encuadramiento” de los sectores populares en ella comprendidos.

3 Para evaluar las graves consecuencias de tal política, cabe señalar que hacia 1977 se estimaba que la población villera de la Capital Federal era de 280.000 habitantes de los cuales 123.000 fueron obligados a abandonar las tierras que ocupaban, trasladándose, en su gran mayoría, a villas ubicadas en jurisdicciones del Gran Buenos Aires. Un grupo de sacerdotes católicos resumía en un articulo publicado en el diario La Razón del 22 de agosto de 1980 la situación de estos desalojados de la siguiente manera: “la inmensa mayoría de estos 123.000 desalojados ha ido a parar a los municipios del Gran Buenos Aires, llevando consigo su ilegalidad y su miseria. Unos, porque han sido trasladados a otras villas de emergencia del Conurbano; otros, porque se han ido a refugiar en los fondos del terreno de algún pariente; otros, los mas afortunados, que podían pagar un lote, no han podido construir con materiales y planos aprobados y lo que han hecho ha sido trasladar sus ranchos de la villa al terreno. Con el agravante que los Municipios del Gran Buenos Aires no disponen de infraestructura necesaria para asimilar a estos nuevos contingentes de población que les acaban de llegar”.

8 Los orígenes de la inquietud de Duhalde en torno de la cuestión territorial no están demasiado claros; pero indudablemente se remontaban a su administración de los años 70, coincidentemente con la acción social y política de grupos confesionales en las villas. La trayectoria de Alonso en Florencio Varela es elocuente al respecto. Duhalde, un dirigente peronista de origen socialcristiano, en cuya carrera política la Iglesia católica había tenido un papel no menor, había creado en 1974 la Dirección de Tierras de Vivienda , al frente de la cual sugestivamente nombró a un sacerdote católico: el padre Miguel Bianchi. La relevancia que la política de tierras tuvo para Duhalde desde entonces en mas lo prueba el hecho de que sus colaboradores de su entorno más cercano comenzaron sus carreras políticas en la Dirección municipal a cargo del padre Bianchi. Tales fueron los casos del escribano Hugo David Toledo, quien lo sucedería en la intendencia entre 1987 y 1991, y de Juan Bruno Tavano, intendente de Lomas de Zamora entre 1991 y 1999 durante dos períodos consecutivos coincidentes con los de las gobernaciones de su jefe. Tavano había sido Coordinador de Tierras y Viviendas entre 1974 y 1976; y había contado entre sus principales colaboradores a Jorge Rossi, actual intendente municipal y “hombre fuerte” del duhaldismo local. En 1975, cuando el gobierno provincial de Victorio Calabró promulgó una nueva legislación sobre Tierras y Viviendas, Duhalde procedió a la expeditiva expropiación de ciento cincuenta y ocho manzanas en Ingeniero Budge para “regularizar” la situación dominial de muchos de sus habitantes. El golpe militar de 1976 interrumpió la prosecución de su política. Pero durante la dictadura, Duhalde –que al igual que el resto de los dirigentes “calabristas” no fue molestado; probablemente por la directiva del Gobernador a los intendentes de que entregaran pacíficamente sus cargos a las nuevas autoridades militares; y en lo posible mediante actos de transferencia de mando- amaso una importante fortuna lanzado a los negocios inmobiliarios. Siete años mas tarde, entre las primeras medidas de su nueva gestión comunal, fue jerarquizar ala Dirección modelada por el padre Bianchi transformándola en Subsecretaría de Tierras y Viviendas, dependiente de la Secretaría Privada del Intendente. Esta fue dotada de una densa y compleja organización burocrático- administrativa, que era correlativa a la redoblada relevancia social y política que la cuestión territorial había adquirido luego de la Dictadura.4

4 La Subsecretaría de Tierras y Viviendas esta compuesta por dos Direcciones Municipales: 1) La Dirección de Regularización Dominial; 2) La Dirección de Organización Comunitaria. La primera “(…) tiene como objetivo el soporte legal de todo el accionar comunitario: cuenta con una Dirección General de Regularización Dominial, que a su vez cuenta con una coordinación legal conformada por una dotación de profesionales del derecho que se distribuyen para desempeñar sus funciones específicas en tres grandes barrios: Cuartel IX, Temperley y Lavallol; y dentro de la Subsecretaría realizando asesoramiento en reuniones , coordinadas conjuntamente con cada Consejo de Organización de la Comunidad”. La Dirección Municipal de Organización Comunitaria “(…) esta abocada al trabajo de la organización barrial para crear estructuras fuertes capaces de conseguir reivindicaciones que le son propias. Esta integrada por dos Direcciones Generales , por un lado, la de Organización Social de la Comunidad, que a su vez cuenta con una Coordinación de acción comunitaria , encargada del relevamiento y estudio de la realidad social (…)” El capítulo del documento dedicado a describir la “Metodología de Trabajo” de la Subsecretaría esta definido por una farragocidad conceptual por momentos ininteligible; pero que sintetiza la estrategia del duhaldismo para montarse sobre esta problemática y explotarla clientelarmente. Subsecretaria de Tierras y Viviendas de la MLZ ; “Erradicar la miseria es asentar la familia”, Lomas de Zamora, 1992; pag. 19-21.-

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OCUPACIONES TERRITORIALES Y CONFLICTIVIDAD SOCIAL EN VILLA FIORITO DURANTE LOS AÑO 80: ASOCIACIONES BARRIALES VS. AGRUPACIONES PERONISTAS

Las ocupaciones se habían multiplicado a lo largo de todo 1984; en parte, por el señalado estallido de demandas contenidas; pero también por su oportuna explotación política por los punteros de unidades básicas instaladas en los barrios, cuyos jefes ahora se desempeñaban como concejales o al frente de importantes cargos municipales. La espontaneidad de los movimientos de la sociedad civil confluyo entonces con las primeras expresiones del nuevo clientelismo territorial.5 Ello le valió a Duhalde y a sus aliados el poder que necesitaban para desplazar definitivamente a “Manolo” Torres del escenario político lomense. En menos de dos años, la operación había concluido exitosamente para el intendente y sus hombres como lo probaba la masiva conversión al duhaldismo de los cuadros de la “Asociación Peronista Lomense”. Pero estos reacomodamientos respondían a un proceso mucho más complejo y profundo que, de acuerdo a distintas versiones, estaba teniendo lugar en todo el Gran Buenos Aires, e incluso en el país: la progresiva transformación del peronismo corporativo de la era industrial en un partido territorial. Con Torres, desaparecía del panorama político lomense uno de los últimos exponentes del peronismo de origen sindical, abriéndose paso un conjunto de nuevos dirigentes de bases territoriales fuertemente ancladas en los escenarios de la nueva pobreza extrema suburbana. En Villa Fiorito la situación más acuciante era la de los pobladores de aquellos asentamientos afectados por las brutales inundaciones de 1985. Finalizada la evacuación, muchos volvieron a su lugar anterior contradiciendo la intención de los gobiernos municipal y provincial de lanzar toda una serie de obras publicas para drenar los arroyos y evitar así nuevos desbordes. Ello se combinó explosivamente con la tensión de los barrios que durante los años anteriores se fueron instalando en la traza de la proyectada prolongación de la Av. Gral. Paz, amenazados de desalojo ni bien comenzaran las obras viales. Así, entre 1985 y 1988, la conflictividad social que tuvo lugar en Fiorito a raíz de las ocupaciones de tierras vigorizó a las organizaciones barriales abocadas a ese cometido. Tanto su paisaje como la configuración urbanística de la localidad –convertida en ciudad mas o menos por esa época- adquirieron una gran complejidad que asimismo reflejaba las nuevas territorialidades políticas diseñadas desde las Agrupaciones peronistas. Las vías del antiguo ferrocarril Midlands vertebraban a los distintos barrios que fueron configurando a lo largo de los años 80. Hacia el norte, desde la rivera sur del Riachuelo se localizaron los barrios Treinta y tres Manzanas, Campo Unamuno, Villa Urbana, San José Obrero, 1º de

5 Allí donde las tierras ocupadas eran de propiedad privada, “(…) su ocupación despertó entre los propietarios dos sentimientos bien definidos; o se advenían (sic) a dialogar, reconociendo de alguna forma el estado de necesidad social y económico de los ocupantes, o bien, por el contrario mantenían la decisión firme de recuperar sus bienes mediante acciones jurídicas”. Ante esos hechos “(…) los ocupantes, gente de escasos recursos y desesperados por la situación recurrieron a la Municipalidad pidiendo ayuda”, y entonces, tomaba intervención en el conflicto la Subsecretaría de Tierras y Viviendas”. Op. cit, pag. 21.-

10 Octubre y Veinticinco manzanas. Desde las vías hacia el sur y hasta los límites con se ubicaban Gabriel Miró, Villa Marconi, Fiorito Centro, Los Tanos y La Cava. Alonso retomó su militancia social cuando en su condición de vecino del barrio San José Obrero empezó a participar en las reuniones en “La Bolsita”, una sociedad de fomento de Fiorito Centro en la que confluían vecinos y punteros de la “Agrupación Peronista Lomense” para discutir las políticas de regulación territorial. Poco antes de las inundaciones de 1985, la Subsecretaría de Tierras y Viviendas instalo en Fiorito una de las cinco “Casas de Tierras” localizadas en las zonas mas conflictivas del territorio municipal. La función de estas instituciones, en principio, consistía en confeccionar expedientes para aquellas familias cuya ocupación real no coincidiera con los planos de geodesia y “racionalizar” la urbanización de las bien ubicadas. Poco después, los vecinos de San José Obrero organizaron la fundación “Che Pibe” quienes eligieron como coordinador a Alonso para negociar con los burócratas delegados de las “Casas de Tierras”. Su papel en esas tratativas de todos modos aparece difuso. Asociaciones similares fueron proliferando en todos los barrios para urgir a las autoridades municipales resoluciones expeditivas en torno a la regularización de su situación dominial.6 Che Pibe, como expresión del barrio San José Obrero, fue el sitio donde confluyeron los actores que operaban en el barrio. Materialmente, la fundación no era sino un rancho instalado en un pequeño predio. Pero la “predisposición” de sus dirigentes a “negociar políticas afines” con las iniciativas municipales les valió el “reconocimiento” prototípicamente duhaldista: a lo largo de los años 90 fue construyendo una estructura que hoy cuenta con una escuela de panaderos, un ómnibus, un centro de veraneo en el balneario Las Toninas y una escuela de computación. No todas las organizaciones intermedias contaron con tales beneficios. Pero pese a la extensión de los tentáculos clientelares gerenciados desde las Agrupaciones y por las “Casas de Tierras”, las organizaciones barriales marchaban a la vanguardia de los acontecimientos respecto de punteros, cuadros y burócratas del peronismo local. Los nuevos movimientos sociales preservaban una gran espontaneidad y e independencia, parlamentando con los actores estatales en igualdad de condiciones. El principal escenario de esos encuentros en los que confluían vecinos, con dirigentes de base, los políticos de las Agrupaciones peronistas y sus punteros; los funcionarios municipales de las “Casas de Tierras” e incluso organizaciones no gubernamentales de origen eclesiástica fue la Fundación Che Pibe.7

6 Cada barrio posee un territorio cuyo epicentro es la organización intermedia mas importante. Esta opera como madre de las demás, al tiempo que define un territorio. Las demás –clubes, mutuales, asociaciones de amigos definen un tejido mas complejo de subterritorialidades. Según Romero, “el territorio es la referencia que la “identidad” de los barrios y se convierte en la unidad de acción de los punteros políticos y de sus mandatarios. 7 En el Barrio Libertad siempre se destaco la acción de la Congregación Monfortiana, que vienen haciendo acción social en Villa Fiorito desde los años 70. Una monja francesa y el padre Gilbert se lanzaron a la creación de un “club de madres”. Desde aquellos años, esa institución se especializó en la capacitación de mujeres en actividades tales como corte y confección, puericultura, etc. A partir de 1976, la Congregación quedó “en la mira” del gobierno militar; particularmente, su figura mas sobresaliente, la Hermana Maria Teresa Durand. Ello obligo a acotar la acción comunitaria del Club reorientándose hacia tareas de “apoyo escolar” a los niños. No obstante, la dictadura se cobro una victima: Daniel Esquivel, uno de los laicos encargado de la tramitación de los documentos de los inmigrantes de los países limítrofes fue capturado por un “grupo de tareas” y nunca mas apareció.

11 Mientras tanto, Alonso continuaba con su renacida militancia social, observando con cuidado la operatoria del nuevo e intrincado universo de los punteros barriales.8“Algunos dirigentes, procurando dotarse de un espacio propio que respondiera a las necesidades de un elevado número de vecinos, se lanzaron a nuevas ocupaciones de tierras”. En general, “se trató de un movimiento bastante espontáneo, aunque inmediatamente después, y a efectos de su consagración debieron aproximarse a un “pez gordo” de la Municipalidad de manera directa o por intermedio de la intervención de organizaciones no gubernamentales como la Iglesia”. Tal vez sin quererlo, Alonso se identifica con este último caso. No obstante, también se empezaron a extender “acciones patrocinadas por punteros políticos de la s Agrupaciones peronistas lomenses” Hacia la segunda mitad de los 80, la logística de una ocupación conjugaba a las viejas prácticas com otras generadas por las nuevas necesidades.”En el comienzo de una ocupación siempre se destaca el trabajo preliminar de un “hormiga”. En todos los barrios, “hay gente que gerencia “políticas barriales” y que, consiguiente están a la pesca de tierras libres. Los “hormiga” son personas que suelen tener contacto con personal de catastro de la municipalidad y la provincia, y que, por lo tanto, tienen información fehaciente de la situación jurídica de las tierras libres”. Una vez detectado el territorio y conocida su situación, “se envía un “punta de lanza”, cuya instalación en la tierra constituye el “santo y seña” para la movilización y radicación de los demás ocupantes”. Las estrategias de los cuatro días y de los veinte días que Alonso aprendió en su tiempo del grupo del Padre Gardella preservaban su vigencia. Cuando los “hormiga” son emisarios de “referentes políticos”, que bien puede ser un cuadro en procura de una clientela propia para negociar espacios con la municipalidad o con los grandes jefes políticos locales, estos saben que cuentan con una clientela propia que puede llegar a estar conformada por varios miles de personas”. Estas clientelas son “indispensables para poner al servicio de elecciones internas o generales; o para movilizar a la gente en las campañas electorales”

8 Según su testimonio: “existen cinco clases de militantes : el raso, que sirve para barrer el piso y consultar padrones; el que lleva colectivos para las movilizaciones; el que se convierte en dirigente barrial y mantiene su coherencia respecto de las fuentes de su poder; el que desde el peldaño anterior asciende y termina ocupando un cargo en la burocracia municipal; y , por ultimo, el que se convierte en un político distrital, provincial, o nacional, y que puede llegar a alcanzar alturas increíbles”. Estas dos últimas categorías” pueden

-aunque no siempre ocurre distanciarse hasta tal punto de las bases que sustentaron su carrera que finalmente pierden representatividad y credibilidad”. Estos últimos “ son los que ingresan en el “reality show” del poder y quedan encerrados ahí, solo representándose a si mismos”. De entre todos estos, es “puntero” “Aquel que se ubica cerca de las bases. Hay, no obstante, dos tipos de puntero: “el que emerge de las necesidades de su comunidad, que es elegido por su gente y que expresa sus necesidades; y el que, sin prejuicio de pertenecer al barrio responde, generalmente desde una unidad básica fundada con recursos de “arriba” a una estructura política soldada a los poderes burocráticos municipal, provincial y nacional”.

12 Hacia 1988 cundió el estado de alerta en San José Obrero a raíz de la firma de un convenio entre la Municipalidad de Lomas de Zamora –cuyo intendente era Hugo Toledo- y la Dirección Provincial de Hidráulica del Ministerio de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires por el que se comprometían a realizar el saneamiento y ensanche del Arroyo Unamuno, en el marco del saneamiento del Río Matanza y el ensanche de de sus afluentes, como el Arroyo Unamuno. Las obras significaban un corrimiento de las márgenes del arroyo en los que se habían asentado aproximadamente unas cien familias desde hacia casi una década. Las discusiones entre los distintos actores recobraban la intensidad de 1985. Pero el estallido hiperinflacionario de 1989 postergó las obras. Los debates territoriales fueron desplazados por urgencias más inmediatas.

HIPERINFLACION, ESTABILIZACION, Y PROGRAMA DE OBRAS PÚBLICAS EN LOS ORIGENES DE VILLA INDEPENDENCIA

Las organizaciones sociales que se venían configurando desde principios de la década se pusieron plenamente en marcha a raíz de la escalada de los precios. Desde asociaciones como “la Bolsita” o “Che Pibe” “se organización peticiones a los gobiernos municipal y provincial. Asimismo en la puerta de las asociaciones barriales, en las esquinas o en algunas casas se localizaron “ollas populares”…Desde allí se planificaron los saqueos a los grandes supermercados”. La información logística aportada por diversos punteros operaba de una manera análoga a las de un proceso de ocupación territorial. Ello permitía conocer donde y cuando era posible saquear. Una vez producido el saqueo “la circulación de los bienes adquiridos corría por cuenta de las asociaciones barriales”. Los dispositivos organizados durante los años anteriores tuvieron así la posibilidad de ser puestos a prueba. Pero estas circunstancias extraordinarias en realidad reflejaba definitivamente las aristas mas dramáticas del nuevo mundo de la extrema pobreza en la de la era posindustrial. La intervención de emisarios de distintas organizaciones políticas resulta inescrutable; pero aun así, la dinámica de los saqueos estuvo principalmente motorizada por las organizaciones barriales que todavía conservaban un alto grado de autonomía. El estallido hiperinflacionario, no obstante, dejó una huella profunda en la experiencia política y social de los barrios de la que tomaron debidamente nota todos los actores en ellos intervinientes. Reestabilizada la situación económica del país hacia 1991, el gobierno provincial de Antonio Cafiero se propuso finalmente el inicio de las obras hidráulicas del Arroyo Unamuno. En las zonas aledañas a la costa había un territorio despoblado que pertenecía al estado Nacional denominado Campo Unamuno. Por iniciativa de su flamante intendente, Juan Bruno Tavano, la Municipalidad, a través de la Subsecretaría de Tierras y Viviendas procedió a instalar allí las primeras treinta y cinco familias conforme a una acción planificada que preveía el traslado de los materiales rescatables de las viviendas levantadas; la entrega complementaria de chapas de cartón para paliar la situación, el desmalezamiento del terreno y la mensura de los lotes en donde se habrían de emplazar las viviendas de las familias reubicadas. Una vez más, resulta interesante cotejar la versión de la Municipalidad sobre todo lo actuado con el relato de sus protagonistas. El primero trasmite una imagen de eficiencia y previsión anticipatoria acordada entre los equipos técnicos municipales y las organizaciones

13 barriales.9 Pero la versión de Alonso y de los vecinos entrevistados del Centro Cultural Villa Independencia es bien distinta. Señalan que “en realidad, la Municipalidad no había trasladado a treinta y cinco familias sino a cien”. En efecto, y contradiciendo su exposición, el documento de la Subsecretaria de Tierras y Vivienda afirma que “(…) en mayo de 1992 se firma el convenio entre esta Subsecretaria de Tierras y Viviendas de la Municipalidad de Lomas de Zamora y la Subsecretaría d Urbanismo y Vivienda de la Provincia por la entrega de noventa y tres casillas de madera.10 Luego, “(…) las autoridades municipales procedieron a alambrar el predio para evitar nuevas ocupaciones “; pero, desafiando las disposiciones, Alonso corto el alambrado e instaló ciento cuarenta familias mas procedentes del hacinado barrio San José Obrero siguiendo las tácticas enseñadas el grupo de Gardella veinte años antes. Ese mismo fin de semana “se conformó una asamblea barrial que en medio de una gran algarabía decidió por unanimidad sentar las bases de la identidad del nuevo barrio modificando el nombre de Campo Unamuno por el de “Villa Independencia”. Alonso se atribuye la autoría del nombre, mientras que algunos vecinos cortaban simbólicamente los últimos tramos del alambrado municipal. La Asamblea lo nombro delegado barrial acompañado por un subdelegado. La flamante administración de Tavano no tuvo otra alternativa que aceptar los hechos consumados, con lo que la crucial primera etapa concluía exitosamente. Pero la maquinaria electoral de las Agrupaciones del peronismo lomense no tardo en ponerse en marcha procurando la cooptación de la nueva comunidad. Los reflejos autonomistas de Alonso debieron moverse con mayor rapidez y agilidad.

EL SEGUNDO ACTO DE LA DISPUTA: EL ENSAYO DE DESCENTRALIZACION DE LA GESTION MUNICIPAL

El Intendente Tavano había lanzado, por entonces, el ambicioso proyecto de los “Consejos de Organización de la Comunidad” (COC) que pretendían corporizar un experimento de descentralización por el que el municipio les transferiría todo un conjunto de facultades. Los COC reproducían en el interior de la comuna una descentralización semejante a la que, de hecho, esta había asumido desde 1983 frente a las nuevas urgencias socioeconómicas. Lomas de Zamora fue dividida en cuarenta y nueve zonas, al frente de cada una de ellas habría de funcionar un COC integrado por las entidades sociales allí existentes, las unidades básicas reconocidas, los comités de otros partidos políticos, etc. Alonso interpreta que “los COC habían sido concebidos para que operaran como colchón respecto de los conflictos que por entonces también habían superado a las autoridades municipales”. Pero “su espíritu rápidamente se distorsiono debido a haber sido copados por

9 “(…) Se determina realizar traslados de familias a cargo de la Subsecretaría de Tierras y Viviendas .Esto motivó la conformación de Villa Independencia. (…) El operativo para llevar a cabo esto tiene dos aspectos, técnico y social. El técnico; limpieza del terreno (…) trabajos de mensura para ubicar el sector destinado a las viviendas. El social: relevamiento socio-económico, realizado en cooperación con las organizaciones sociales existentes , la previsión de conflictos que pudieran generarse por el traslado, requirió el relevamiento y análisis de los datos obtenidos mediante encuestas, entrevistas, reuniones grupales con la participación de las organizaciones y técnicos municipales. El proceso de traslado se desarrollo en dos etapas, con objetivo de amortiguar los efectos de la movilización de las familias. Primera etapa. Traslado de 35 familias (…) Segunda etapa: garantizar el traslado total de los materiales de las viviendas levantadas. Al evaluarse que el porcentaje de recupero de la vivienda a desarmar era mínimo… se procedió a la entrega de chapas de cartón para paliar la situación”. Subsecretaria de Tierras y Viviendas de la MLZ, op. cit., pag. 27.- 10 Subsecretaría de Tierras y Viviendas, op. cit., pag. 27.-

14 las unidades básicas del PJ distrital”; es decir, por las poderosas agrupaciones peronistas. La experiencia descentralizadora lomense se había propuesto, al menos en el plano teórico ir mucho más allá que las ensayadas en otros distritos del Gran Buenos Aires. Los COC no solo habrían de tercializar funciones del gobierno municipal, sino que también podrían hacer uso de fondos públicos para la realización de tareas planificadas conjuntamente con las organizaciones intermedias. Pero en los hechos, los COC fueron el primer paso de un proceso de encuadramiento barrial que termino fagocitando la autonomía de las asociaciones populares. Las Casas de Tierras, caducaron en su gestión. Las pulseadas entre los incipientes poderes locales y el poder municipal se intensificaron. Villa Independencia había quedado inscripto en el COC Nº 1. Resultó electo presidente un dirigente de la Sociedad de Fomento de Villa Fierito, Jorge Ibáñez; que ya por entonces, se alistaba en las filas de la Agrupación del intendente Tavano. Al advertir el intento de cooptación política de toda la jurisdicción del COC por el gobierno municipal, Alonso se puso en guardia para proteger su territorio. Su intención, en realidad, iba mucho más lejos. Según su testimonio, su experiencia de los años 70 le había demostrado que “para evitar caer en las garras de los poderosos había que contarse entre ellos negociando en igualdad de condiciones”. En su defecto, solo quedaba “cambiar apoyo político por contraprestaciones miserables. El encuadramiento automático solo garantiza que a la pobre gente se le tiren las migajas del festín convertido el dirigente barrial en un payaso al servicio de intereses ajenos a la comunidad”.Su intención última, entonces era hacerse con el control del COC Nº 1 para lo que le resultaba indispensable desplazar a Ramírez. Solo así se podía evitar “que el clientelismo político fagocitara al barrio convirtiendo a los vecinos en rehenes de la maquinaria duhaldista-tavanista”, y asimismo proyectarse como “un referente de todo Villa Fiorito frente a las autoridades políticas”. Arbitra entonces “la táctica de sembrar intrigas en el entorno próximo a Ramírez” de las que se reconoce como instigador pero solapadamente “sin aparecer en la primera línea”. La fragilidad de su situación era la escasa sustentación de su base operativa debido a que el Villa Independencia aun no tenía una organización intermedia. La Asamblea vecinal, pese a contar con un cuerpo de delegados encargado de la toma de decisiones y de una Comisión Directiva que actuaba como interlocutora respecto de las autoridades estatales, en realidad no lo era. Y como el estatuto del COC Nº 1 expresamente estipulaba que solo podían participar en él las organizaciones intermedias, Alonso se encontraba inhibido de hacerlo. A esa altura, las pujas internas y los recelos recíprocos instigados por Alonso hicieron que el COC le resultara a Ramírez ingobernable. Describe Alonso “era una lucha de todos contra todos que lo había paralizado, con lo que los vecinos llegaron a la conclusión de que no servía para nada”.Ibáñez fue forzado a convocar a una asamblea en la que “elegantemente” Alonso le exigió la modificación del reglamento interno de modo de posibilitar a los delegados barriales de las zonas de ocupación reciente acceder a la presidencia.11 No esta claro en que términos Alonso obtuvo el apoyo necesario para alzarse con la presidencia del COC.12 Pero para afianzar su posición aceleró inmediatamente la conformación de una organización intermedia .Inspiró así la creación del Centro Cultural

11 El tono irónico y la sonrisa sarcástica que utiliza para referirse a su “elegante” maniobra hace suponer que sus posturas se impusieron a punta de pistola. 12 Todo hace presumir que tanto las tácticas para desplazar a Ramírez, así como su destino ulterior, son evocativos de un conflicto semejante –respecto del que Romero omite información- a aquel por el que este fue desplazado de la villa de Florencio Varela en 1973; pero en una situación mucho mas vulnerable, como lo prueba su malograda experiencia posterior en Villa Saldías.

15 Villa Independencia, desde entonces, su principal base de operaciones. Hizo valer, asimismo, el predicamento que conservaba en su barrio de origen, San José Obrero para el traslado a Villa Independencia de familias que se habían afincado en espacios reservados para el trazado de las calles. También trajo otras de Ing. Budge, con lo que, a la sazón, Villa Independencia había pasado de las treinta y cinco familias originales a doscientos cincuenta. Para legitimar sus operaciones, la Asamblea procedió a promover la urbanización del barrio mediante el desmalezamiento de terrenos baldíos, el cavado de zanjas y la eliminación de basurales. Pero todo esto era insuficiente. Aprovechando su nueva situación estratégica al frente del COC se lanzó a estrechar vínculos con las autoridades provinciales y nacionales. El momento era propicio porque cuando comenzaron las obras hidráulicas que motivaron la creación de Villa Independencia el Gobierno Nacional retomo la iniciativa de prolongar la Av. Gral. Paz atravesando los partidos de Lomas de Zamora, Lanus, Avellaneda y Quilmas. Esos terrenos que en su momento habían sido expropiados y cedidos a la Dirección Nacional de Vialidad para llevar adelante la postergada ejecución de la obra fueron progresivamente ocupados por familias de los barrios aledaños. En Villa Fiorito, tales eran los casos de barrios Roberto Arlt, Villa Urbana, La Cava y parte de San José Obrero. La traza se extendía luego a Villa Centenario. Las organizaciones barriales se empezaron a movilizar enviando telegramas a la Dirección Nacional de Vialidad para que esta confirmara el inminente desalojo de las familias. Se creo entonces la “Comisión Intermunicipal de Delegados Barriales”, cuyo antecedente era, desde las movilizaciones de 1988, la “Comisión de Delegados de Pobladores de la traza de la Av. Gral. Paz”, que había extendido su reclamo al Congreso de la Nación. Tavano, por entonces diputado nacional, había recibido a los vecinos y emitido un proyecto de ley solicitando la suspensión definitiva de la obra para evitar el desalojo de las familias. En 1990, el presidente Carlos Saúl Menem había dictado un decreto por el que el Gobierno Nacional declaraba “innecesarias para su gestión las tierras ocupadas por esos asentamientos”, pero no había un pronunciamiento explicito sobre la suspensión de la obra13; al tiempo que circulaba información fehaciente de que un lobby de empresas de la construcción intentaba reflotar el proyecto. Finalmente, en 1992, el Gobierno Nacional lo suspendió “sine die”; promoviendo la venta de las tierras de Vialidad a sus ocupantes. A tales efectos nació el “Plan Arraigo Nacional”14 que le permitió a Alonso estrechar vínculos con la administración menemista debido a que Villa Independencia estaba situada en tierras fiscales pertenecientes a la Dirección Nacional de Hidráulica. Pero su estrategia de sortear a las autoridades municipales mediante vinculaciones directas con la provincia y la Nación, si bien podía llegar a reportarle grandes ventajas – particularmente las de sus recursos superlativos- incubaba también grandes riesgos. Se trataba de aparatos burocráticos mucho más poderosos frente a los cuales habría de ser mucho más difícil resistir presiones. Ello era particularmente perceptible en el caso de la Provincia de Buenos Aires, gobernada desde diciembre de 1991 por el ex intendente Duhalde. Reabrió entonces el juego a las agrupaciones peronistas lomenses y a las autoridades municipales. Su nueva estrategia de “pesos y contrapesos” habría de consistir en “prometerles a todos apoyo político electoral y permitirles hacer pie en Fiorito; pero, en

13 Decreto Nº2441/90.- 14 Comisión Nacional de Tierras Fiscales Arraigo, creada en el marco de la Ley de Emergencia Económica por el Decreto 2441 del Poder Ejecutivo Nacional.

16 contrapartida, obtener de todos importantes recursos que finalmente se habrían de administrar y distribuir en el barrio”. Durante varios años, el sistema funcionó relativamente bien; pero a medida que se consolidaba en el poder las presiones del impresionante aparato duhaldista se empezaron a volver irresistibles.

LOS DESAFIOS DE LA URBANIZACION DE VILLA INDEPENDENCIA: ENTRE MENEMISTAS Y DUHALDISTAS

Los años siguientes fueron los de la consolidación de Villa Independencia; pero también los de acentuación de las presiones encuadradotas del duhaldismo que ahora operaba desde el municipio y desde la gobernación. Alonso vuelve a insistir acerca de lo que estaba verdaderamente en juego: “o el barrio preservaba su capacidad para pilotear la puja entre los poderosos emisarios nacionales, provinciales y municipales de manera de obtener recursos de todos ellos y continuar su urbanización de acuerdo con sus propios criterios, o se resignaba a quedar sometido al clientelismo electoral recibiendo solo las migajas de los políticos estabilizando su situación de pobreza extrema”. Al cabo, ello era lo que estaba pasando en muchos barrios que habían quedado a merced de los punteros de las agrupaciones peronistas dependientes de las municipalidades y del gobierno provincial. El desafió consistía en actuar con delicadeza quirúrgica. Consolidado el peronismo como fuerza dominante en los órdenes nacional, provincial y municipal luego de la desconcertante derrota electoral que le infligiera el radicalismo alfonsinista en 1983; había llegado la hora de definir los contornos de un proyecto de poder de claras connotaciones hegemónicas. La autoridad de Menem en el orden nacional era incontrastable, particularmente luego del “Pacto de Olivos” de 1993. Pero desde la provincia de Buenos Aires, su socio y aliado Eduardo Duhalde también definía un proyecto cuyo cometido final era desplazar a Menem y convertirse en el depositario final de la hegemonía peronista. La lucha entre ambos transcurría aun con sordina en los grandes escenarios nacionales. Pero en los espacios territoriales del Gran Buenos Aires de mayor peso demográfico y vulnerabilidad social se fue haciendo cada vez más tangible. El hecho de que Villa Independencia estuviera instalada en terrenos fiscales del Estado nacional, pero también en el partido de Lomas de Zamora lo convertía en un ámbito dilecto para la querella. Las áreas de disputa mas destacadas fueron los planes para la construcción de viviendas, la regularización dominial de los vecinos sobre sus tierras, el aprovisionamiento de servicios públicos; y los planes de asistencia social y de generación de empleo. En el primer caso, al Centro Cultural se propuso sustituir las precarias viviendas de cartón y chapa por otras de material; en el segundo, obtener la escrituración de la mayor parte de los terrenos; en el tercero, extender los servicios de luz, gas, agua y teléfonos en el nuevo contexto definido por las privatizaciones; y por ultimo, lograr asistir a las familias mas necesitadas –que eran la mayoría- y, en lo posible, darles alguna forma de inserción laboral. Alonso señala que todo esto implicaba nuevos desafíos “debía afinar la sagacidad para timonear desde el barrio y desde los espacios de poder comunitarios que ocupaba una disputa más compleja, sorda, inteligente”. Con los años, habrían de aparecer actores nuevos como las organizaciones populares procedentes de otros barrios en procura de extender su radio de acción con fines abiertamente políticos. La regularización dominial de las tierras fue el primer desafío. Al pertenecer al Estado nacional, las tierras quedaron circunscritas al “Programa Arraigo” que dependía del Ministerio de Acción Social. El primer conflicto se produjo debido a que las autoridades

17 nacionales pretendían su implementación del programa de manera jerárquica, procurando cooptar a las asociaciones barriales que se habrían de encargar la distribución de los títulos de propiedad. En efecto, su Directorio pretendía que la venta de las tierras se efectuara “en macizo”, esto es, de todo el territorio barrial incluyendo plazas, calles, zanjas, etc. a las organizaciones intermedias que para ello estaban obligadas a crear una cooperativa. En Villa Fiorito, los barrios Roberto Arlt y San José Obrero habían adquirido las tierras en esos términos. Pero Alonso entendía que “ello incubaba un peligro: como el predio no habría de poderse pagar al contado, ante una eventual situación de insolvencia en el pago de las cuotas podía dar pie a manipulaciones políticas”. Presumía que la venta “en macizo” “era un ardid del menemismo para “clavar la pica” en el distrito provincial, y utilizar al barrio en su disputa con los duhaldistas”. El Centro Cultural de Villa Independencia se pronuncio entonces abiertamente en contra de esa modalidad de venta enfrentando a continuación al directorio del “Programa” y demandando que las ventas de los predios fueran individuales. La reacción no se hizo esperar y este amenazo lisa y llanamente con el inmediato desalojo. La disputa debía manejarse con cuidado; los tiempos habían cambiado respecto de los 80 y las situaciones barriales se habían tornado más heterogéneas. De hecho, varias cooperativas habían aceptado la propuesta del Directorio convirtiéndose sus líderes comunitarios en emisarios del Gobierno Nacional. La vieja táctica de las movilizaciones mediáticas podía llegar a ser contraproducente en el nuevo contexto de la fragmentación barrial. Alonso se doto de asesoramiento jurídico y convocó entonces a una asamblea. Envió una carta documento en la que argumentaba que “el desalojo era improcedente debido a que la gente había sido trasladada allí a raíz del problema hidráulico suscitado por el Arroyo Unamuno a instancias de la provincia y del municipio. Por lo tanto, los pobladores tenían derechos adquiridos, habida cuenta de haber sido trasladados allí por un problema generado por el propio Gobierno Nacional”.Todo hace presumir que su apoyo argumental fue aportado por la provincia y el municipio, o por ambas simultáneamente. El Directorio le siguió el juego, emplazándolo a que en el término de setenta y dos horas sometiera a la gente a un censo a los efectos de evaluar el estado de situación real de los vecinos; en el caso contrario, se habría de imponer automáticamente la venta “en macizo”. Dada la precariedad y del carácter reciente del asentamiento, Alonso supone que la exigencia respondía a la idea de que, técnicamente, era imposible la realización del relevamiento. Pero no fue así. En los tres días siguientes, el Centro Cultural movilizo a la gente, la asesoro en la confección de las planillas y entrego al Directorio las carpetas con la información en los plazos estipulados. Poco después, se aprobó la venta individual, convirtiéndose Villa Independencia en un caso pionero en la provincia de Buenos Aires y en un antecedente valioso para otras experiencias del Conurbano bonaerense. Alonso había ganado una batalla, aunque no queda claro quienes compartieron con el la victoria y a que precio para su autonomía. Poco después el debate giró en torno a los planes de pago de los terrenos. Se establecieron sistemas de uno a cinco años. Pero Alonso se opuso a los planes de mas largo plazo (cuatro y cinco años) por considerarlo riesgoso dada la volatilidad de la coyuntura política. Corría el año 1994 y aun no estaba claro si Duhalde habría de poder modificar la Constitución provincial de manera de ser reelecto y si Carlos Menem habría de serlo en las elecciones nacionales del año siguiente. “Dada la precariedad de las propiedades, era factible esperar que un eventual nuevo gobierno no se viera obligado a cumplir lo pactado”. Se reunieron entonces en asamblea los doscientos cuarenta vecinos y estipularon

18 el monto de las cuotas. Solo los planes a un año significaban la eximición de la hipoteca. Pero la crisis económica de 1995 motivó el atraso de muchos vecinos. La entidad encargada del cobro de las cuotas era el Banco Hipotecario Nacional que cobraba una tasa del 9% anual además de intereses punitorios por los atrasos. Se solicito para esos casos la debida refinanciación y una baja de los intereses. Finalmente se logro acordar una rebaja al 4 % en los intereses y la eliminación de los punitorios La mayor parte de los vecinos del Villa Independencia registraban moras con lo que se acogieron al nuevo plan que asimismo eliminaba los planes a lago plazo y los sustituía por otros a tres años como máximo. A esta altura, el discurso de Alonso genera la impresión de que entre 1993 y 1995 las negociaciones se vieron facilitadas por la coyuntura electoral. Merced al éxito de las tratativas, hacia 1997 el 78,6 % de los vecinos habían terminado de pagar su tierra. Pero lo llamativo es que ninguno de ellos ha obtenido hasta el día de hoy titulo de propiedad alguno sino un boleto de compra-venta garantizado por el Estado Nacional, libre de deudas. La razón estriba en que los terrenos están por debajo de la cota mínima admitida para la aprobación de poblamientos permanentes. La jurisdicción responsable de su habilitación mediante la realización de obras públicas es fundamentalmente la Municipalidad pero que argumentando razones de financiamiento respondió con gran morosidad argumentando razones de financiamiento. Todo hace presumir que ello, así como la realización de pequeñas obras “por cuenta gotas” responde a una ingeniosa táctica de captación clientelar. Pero lo cierto es que el resultado de toda esta trama es que los planos han sido confeccionados por la organización barrial tienen un valor meramente virtual hasta que las obras de infraestructura permitan que las tierras alcancen la cota mínima. Como para ello no existen plazos, los vecinos están sujetos a una original figura jurídica: no la del “propietario” sino la del “poseyente”; esto es, la de un propietario precario que tiende a consolidarse en el tiempo y que se convierte en una suerte de rehén. Tampoco las otras jurisdicciones cumplen debidamente con los compromisos asumidos en torno a las obras de urbanización del asentamiento. Las partidas presupuestarias con las que el “Programa Arraigo” cuenta para afianzar la “regulación dominial” mediante la mejora de tierras, infraestructura y cuestiones relativas a la calidad de vida de los vecinos, según Alonso “se atascan en algún circuito burocrático y no se plasma en obras concretas”. El corolario final es que desde 1999 estas han quedado paralizadas y no han sido retomadas hasta el día de la fecha. El otro frente de conflictos estuvo motivado por la prosecución de la urbanización mediante la construcción de viviendas de material. El “Plan Arraigo” preveía un “plan de viviendas” inspirado en las ideas de descentralización en boga durante los años 90.15 Ello contemplaba una verdadera división de tareas a saber: 1) El Estado nacional facilitaría todo lo relativo a la gestión de la entrega de títulos de propiedad de las tierras ocupadas; 2) El Estado provincial, por su parte, aportaría los materiales que se habrían de financiar con el 1 % de los recursos fiscales co-participables de los municipios. 3) La Municipalidad, por último, se habría de encargar de las obras públicas para extender la urbanización.

15 El “Programa Trabajar” dependía del Ministerio de Acción Social de la Nación a traves de la Dirección Nacional de Políticas de Empleo y Capacitación. Financiado por organismos multilaterales de créditos, su originalidad residía en promover pequeños proyectos de inversión social, pudiéndose presentar los proyectos desde los municipios o directamente a través de ONGs y organizaciones sociales.

19 En Villa Independencia se firmo un convenio para la construcción de cuarenta y una viviendas.

EL ASEDIO FINAL

Pero hacia 1998 y en medio de la disputa ya por entonces abierta entre Menem y Duhalde se superpuso al plan de Arraigo el “Plan de Autoconstrucción de Viviendas y Ayuda Mutua” promovido por el Consejo de Desarrollo Social y la Familia cuya presidente era la esposa del gobernador, la diputada Hilda “Chiche” González de Duhalde. Este plan contemplaba la construcción de casas con fondos procedentes de la Dirección de Loterías y Casinos, por entonces a cargo del actual intendente de Lomas de Zamora, Jorge Rossi, un buen conocedor de los problemas habitacionales y territoriales de Lomas de Zamora desde los años 70. El Consejo habría de aportar “Planes Barrios Bonarenses” para que los vecinos interesados emprendieran las obras de modo colectivo; el Instituto de Viviendas de la Provincia aportaría las bolsas de materiales La Municipalidad, por ultimo, a través de la Subsecretaría de Tierras y Vivienda redoblaba la apuesta del Programa Arraigo aportando un asistente social y el Director de Obra. Por ultimo, el Centro Cultural habría de efectuar el control del obrador y la organización de las cuadrillas de trabajo. Se seleccionaron las cinco manzanas para la primera etapa de la obra. Luego se procedió a un relevamiento social consistente en un censo por el que se recabaron datos socioeconómicos, composición del grupo familiar, estado sanitario, nivel de escolaridad, disposición para aportar mano de obra, etc. Por último se seleccionaron a las treinta y cinco familias beneficiarias, conforme a criterios poco claros. Cada titular de un plan que quisiera tener su vivienda de material debía participar en la obra. Pero muchos interesados plantearon que debido a tener otros trabajos no podían ajustarse a la regularidad prevista por la organización de las tareas. Ello, a su vez, suscitaba dos riesgos: en primer término que se produjese la afluencia de gente de otros barrios que comprometiera la seguridad en todos los ordenes –es importante señalar, en ese sentido, que desde un principio se preveía la participación de mujeres en las cuadrillas- ; en segundo termino, que ello se prestara a manipulaciones políticas de punteros extrabarriales. Alonso planeo entonces la posibilidad de que las cuadrillas estuvieran obligatoriamente dirigidas por mujeres. La reacción de los hombres no se hizo esperar; pero Alonso utilizo su persuasividad para convencerlos que su honor estaba menos en riesgo mediante esa opción que a través de traer extraños que “para colmo de males podían llegar a ser extranjeros dada la fuerte concentración de paraguayos y de bolivianos en las villas aledañas”. El conflicto motivó la necesidad de convocar a una asamblea vecinal en la que el 75% terminó aceptando “el mal menor”. Otro de los argumentos esgrimidos por Alonso era que “por estar las mujeres mas dedicadas al hogar, habrían de cuidar mas la limpieza y preservación de las herramientas”.16

16 Alonso sentencia orgullosamente que dando continuidad a su experiencia de los años 70 en Florencio Varela, en el Barrio Libertad “somos todos argentinos y no se admiten extranjeros”.No esta claro si esta

20 Se realizo un periodo de capacitación previo al inicio de los trabajos de obra de una duración de dos meses. Poco después ésta comenzó; y con ella, los problemas de su organización. Pero en los intersticios de estos últimos reaparecía la sombra de la puja por el control político de la comunidad barrial. Las tareas comenzaban a las 7 horas y finalizaban a las 14. Cada cuadrilla estaba integrada entre doce y quince personas. Cuando terminaban sus tareas debían dirigirse al pañol para devolver las herramientas. Si faltaba alguna, no se lea tomaba el resto. Una vez por semana, Alonso se reunía con las jefas de cuadrilla y exigía la reposición de las faltantes. El trabajo era comunitario en el sentido de que todos trabajaban en las casas de todos. Aquel beneficiario que faltara más de tres veces sin aviso se le paralizaba la obra de su casa. Pero la implementación del programa configuro una trama de relaciones sociales sumamente sugestiva acerca de la implementación práctica de las políticas clientelares en el mundo de la nueva pobreza. Llegados a este punto, la política de viviendas se cruza con los planes asistenciales. Los “planes” distribuidos entre los beneficiarios procedían del “Programa Barrios Bonaerenses” también implementado por aquellos años. Para sus receptores estos planes fueron “(…) en la mayoría de los casos el único ingreso familiar para satisfacer sus necesidades”. Pero habida cuenta de que, en principio, solo fueron planificadas treinta y cinco viviendas distribuidas en cinco de las nueve manzanas del barrio no queda claro cual fue el criterio de selección de los beneficiarios”. Alonso responde recurrentemente con frases retóricas del tipo “a cada cual según sus necesidades”, etc. La propia Memoria Histórica del barrio señala que “se mantienen algunas diferencias dentro de la estructura barrial que discrimina un sector de los vecinos, ya que solo cuatro manzanas han quedado sin la oportunidad de incorporarse al Programa de Autoconstrucción y que son beneficiarios del Programa barrios (Bonaerenses)”.17 Algunas actitudes de algunos vecinos respecto de Alonso observadas durante las vistas al barrio permiten inferir que estas discriminaciones han abierto considerables diferencias en el interior de la comunidad. La proliferación de planes durante los últimos años de la década de 1990 se explica en parte por la acentuación de la crisis económica; pero también a la extensión de las redes clientelares en el contexto de la “interna” peronista. Daría la impresión que el duhaldismo afianzó sus posiciones en la provincia a instancias -entre otras cosas, claro esta- del asistencialismo. 18 Ello limito terminantemente la autonomía de las organizaciones barriales constituidas desde el comienzo de la democracia y que hasta los primeros años de la década del 90 les confirió un dinamismo que en muchos casos superaba a las autoridades políticas expresión de xenofobia es ideológica o expresa su éxito en repeler una maniobra prototípica atribuida a sectores del duhaldismo consistente en radicar inmigrantes paraguayos y bolivianos a los que se los documenta para habilitarlos a votar. De hecho, en varios barrios vecinos a Libertad, en los que la pobreza es mucho mas extrema, predomina la población inmigrante. 17 Centro Cultural Barrio Libertad, pag. 6.- 18 El “Programas Barrios Bonaerenses” otorgaba planes como subsidio al desempleo a jefas y jefes de familias sin ingresos , desocupados, mayores de 16 años, sin prestaciones sociales, con tres o mas personas a cargo que debían residir en los barrios allí donde el programa se ejecutara. Las organizaciones intermedias – en este caso el Centro Cultural, lo presentaban a través del municipio, que a su vez lo hacía respecto del Instituto Provincial del Empleo (IPE). De ser aprobado, el Municipio proveía de supervisores y coordinadores para su implementación en tareas de urbanización como la construcción de escuelas, de hospitales, de calles, etc. Los beneficiarios debían hacer un curso de capacitación previo al comienzo de las obras, quedando supeditados a jefes de cuadrillas, capataces y coordinadores o instructores. Cada cuadrilla tenía entre diez y veinte personas.

21 y a los propios punteros de las agrupaciones de unidades básicas. La complejidad de las relaciones sociales implicadas por el asistencialismo de las diferentes y sucesivos “planes” tendió asimismo a minar de conflictos a las comunidades barriales. Ello se advierte en todos los escenarios en donde los “planes” se hicieron presentes. En el caso de la organización de las cuadrillas de trabajo del Plan de Autoconstrucción es dable observar un riguroso orden jerárquico mediante el nombramiento de “jefes” y “capataces” “(…) quienes cumplían las funciones de capacitación diariamente y durante el horario de trabajo”.19 Resulta significativo que cuando comenzaron las obras, los capataces eran elegidos por los vecinos, pero “algunas situaciones de indisciplina e insubordinación respecto de los directores de obra municipales nombrados por la Subsecretaria Municipal de Tierras y Viviendas llevaron a estos últimos a digitar su nombramiento”. En medio del conflicto, Alonso solo logro “coparticipar” en esas designaciones. Como presidente de la Comisión directiva del Centro Cultural de Villa Independencia, Alonso se convirtió en el intermediario entre las autoridades que distribuían los planes y los vecinos beneficiarios. Pero la “legitimación” de su papel de intermediador frente a los primeros tendió a erosionar su legitimidad respecto de muchos vecinos que se sintieron discriminados y excluidos. Subrepticiamente, los tentáculos que dice haber sorteado a lo largo de toda su trayectoria como dirigente social lo fueron fagocitando debido al refinamiento de la maquinaria de control político del duhaldismo provincial y municipal. Resulta sugestivo, por ejemplo, que debiese haber aceptado la condición impuesta por las autoridades provinciales de exigir a los vecinos beneficiarios utilizar una parte de sus primeros salarios en “(…) saldar las deudas dominiales mantenidas con el Programa Arraigo, a través del Banco Hipotecario Nacional (…)”.De esa manera, el duhaldismo expulsaba definitivamente al menemismo de su territorio. Pero lo más llamativo de todo resulta de comprobar, a través del testimonio de los vecinos, el carácter fuertemente autoritario de los directores de obra municipales, que – como se lo señalara anteriormente- terminaron digitando el nombramiento de los capataces. La impugnación de sus decisiones y el cuestionamiento respecto de los funcionarios municipales de la Subsecretaria de Tierras y Vivienda recibía en contrapartida la inmediata amenaza de “quitarles el plan y dárselo a otro que lo necesitara más”. Generalmente, ello era mas que suficiente para disuadir al vecino beneficiario de continuar con el planteo, pero la eventual intervención mediadora de Alonso, lejos de colocarlo en una cómoda situación le valía, en muchos casos el mote de “buchón”.20 El carácter prácticamente universal de las situaciones de pobreza extrema tendió a consolidarse a raíz de la recesion comenzada en 1998. El duhaldismo, ya en la recta final de su carrera hacia la conquista del poder nacional, flanqueado por la ascendente Alianza UCR - FREPASO y por un menemismo que lo había abandonado a su suerte luego de la derrota en las elecciones legislativas de 1997 y del boicot su proyecto re-eleccionista. Se vio obligado a reforzar la acción asistencial con una finalidad claramente clientelista. Cada uno de los sucesivos “programas” tendía a reproducir el mismo sistema de relaciones

19 Ibid, pag. 3.- 20 Tal vez haya sido ello uno de los factores que condujeron a Romero complementar las cuadrillas regulares con otras “voluntarias”, fuera del programa desde las 14 hs. y hasta que se acabara la mezcla del día. Seis personas de la cuadrilla elegían una casa por semana y trabajaban en ella toda la tarde “sin la supervisión de los directores de obra, los arquitectos y los asistentes sociales” municipales.””Asi se recomponía según sus palabras- el clima de confraternidad sin las tensiones de los trabajos matutinos bajo la mirada atenta de los supervisores

22 jerárquicas cuya rigurosidad quedaba reforzada por jugarse en su administración la supervivencia de los beneficiarios. Pero su universalidad también ponía limites a la arbitrariedad de los intermediarios que asignaban los planes porque quitárselo a un beneficiario podía condenarlo a él y a todo su núcleo familiar a marginalidad absoluta; y ello no habría de ser fácilmente tolerado por una comunidad crecientemente hipersensibilizada por la insatisfacción de sus necesidades básicas y por la crónica insuficiencia y discontinuidad de los programas asistenciales. Una de las cosas más llamativas del asistencialismo duhaldista es la gran provisionalidad de los sucesivos planes, recurrentemente suspendidos y reemplazados por otros en nombre de la “optimización de la asignación de los recursos”. La exigüidad de sus montos asimismo los tornó insuficientes para garantizar la subsistencia de las familias de sus beneficiarios, obligando a sus miembros a tareas complementarias como el “cirujeo”, la recolección de papeles y cartones y a diversas formas de trabajo temporarios –“changas”- como la de albañiles ocupados por contratistas de la zona. Es interesante constatar dialogando con los vecinos que el radio de su movilidad se fue reduciendo, al compás de la extensión de los planes asistenciales. Transitar por las calles del barrio genera, en ese sentido, la impresión de una sociabilidad encerrada sobre sí misma. Otra de las cosas que también llaman la atención es el alto protagonismo de las mujeres en la vida cotidiana. Por momentos se visualiza hasta una extraña inversión del clásico panorama de los barrios porteños y suburbanos tradicionales de las vecinas conversando en la puerta de sus casas. Por el contrario, las mujeres exhiben un ritmo de actividad mucho mayor que el de los hombres reunidos en las esquinas o en el medio de las calles de barro observando atentamente todos los movimientos del vecindario. Ello también me permitió percibir las simpatías y odios silenciosos que recogía Alonso a su tenso paso, un espectáculo por cierto bien distinto respecto de sus jactanciosas presunciones de “autoridad” que ostentaba en el despacho municipal cuando se refería a si mismo como “papá”. El alto número de hijos que suelen tener las familias de Villa Independencia refuerza el aislamiento social del sector más dinámico de la comunidad, esto es, de las mujeres; debido a las reforzadas obligaciones hogareñas que ello supone. Por ello la incidencia de los trabajos extrabarriales por ejemplo, como empleadas domésticas, es muy baja, quedando supeditadas a tareas relativas a planes dentro del asentamiento. El afianzamiento de los roles tradicionales de la mujer en la familia que ello supone resulta afín a los contenidos fuertemente confesionales del discurso duhaldista. Muchas huellas de esa narrativa conservadora y católica son detectables en el discurso ideológico de Alonso, partidario acérrimo de “priorizar la unidad de las familias del barrio preservando los roles tradicionales de sus miembros, particularmente los de la mujer”. Sobre la base de esa argumentación ideológica Alonso fundamenta su rechazo a aceptar la radicación de comedores comunitarios. Según su testimonio “los chicos deben comer en sus casas comidas hechas por sus mamas y no por extraños”. El hecho de que ello no ocurra explica según el “las desviaciones que presenta la juventud actual proclive a las drogas y al alcohol”. Su gestión pro familia desde el Centro Cultural explica por ejemplo, siempre según su testimonio, la razón por la que en Villa Independencia prácticamente no existan las prototípicas “barras de pibes drogándose o emborrachándose en las esquinas” tan comunes en los barrios vecinos. De ahí que su aparentemente avanzada idea de poner al frente de las cuadrillas del Plan de Autoconstrucción” a mujeres en realidad esta fundada

23 en criterios mucho mas conservadores que lo que suele sugerir a primera vista una mirada desprevenida. El caso de las “manzaneras” tributarias del Plan Vida implementado por el duhaldismo en su segunda gestión reproduce, una vez más, el paradigmático rol de la mujer prescripto por el duhaldismo así como la antes citada jerarquización clientelar en un orden tan crucial como lo es la distribución de alimentos para los niños. Alonso remonta la génesis del sistema de “manzaneras” a la hiperinflación de 1989 y a su secuela de “ollas populares” en los barrios debidamente advertidas por los dirigentes políticos peronistas. La relevancia del papel jugado por las mujeres en esas jornadas –que se habrían de repetir multiplicadamente en diciembre de 2001- así como en los saqueos de los supermercados tuvo, según el, un papel no menor en el diseño del sistema por el duhaldismo años mas tarde. El papel de las manzaneras en Villa Independencia se ve acentuado por su negativa a permitir la instalación de comedores comunitarios. Pero las argumentaciones ideológicas de Alonso alrededor de la preservación de la familia luego son acotadas por otras mas claramente políticas como evitar la afluencia de agrupaciones extrabarriales; peligro redoblado a raíz de su meteórica reproducción desde que el gobierno de la Alianza, les dio el status de organizaciones no gubernamentales; y las habilito, por lo tanto a participar en la distribución de planes asistenciales. Alonso señala con satisfacción que evitó, y seguirá evitando la afluencia al barrio de organizaciones piqueteras La instauración del sistema de “manzanera” fue otro de los factores que tendió a menguar el poder del Centro Cultural Villa Independencia. No cualquier mujer puede ser “manzanera”. Ese papel le es reservado por las autoridades provinciales a cargo del Plan Vida a militantes peronistas procedentes de las Agrupaciones territoriales. Las “manzaneras” definen una subterritorialidad que se superpone a la de las organizaciones intermedias asignándole a cada una de ellas la administración de alimentos de cuatro manzanas. Conjugan así la acción política con la socio-asistencial a través de un profundo conocimiento de las necesidades de su jurisdicción respectiva. Operan entonces también como intermediarias entre el estado, que reparte leche y otros alimentos y las beneficiarias a las que suelen exigir como contraprestación la asistencia a actos partidarios, movilizaciones, cortes de rutas y de calles, y naturalmente a votar a determinados candidatos en las internas justicialistas o en las elecciones generales. Su eventual negativa suele conllevar a represalias –una cuota menor de leche y de alimentos o al retiro del beneficio en tanto cuenten con un sostén alternativo- aunque sujetas a las mismas limitaciones que en los casos anteriores. Su conocimiento de las necesidades barriales las convierte en interlocutoras privilegiadas del poder político, de los jefes de las agrupaciones y de las organizaciones intermedias. Se desempañan entonces como verdaderas “punteras”. Frente a esta superposición de jurisdicciones y de territorialidades de la autonomía primigenia de Villa Independencia, una resonancia del dinamismo de la sociedad civil durante los años 80 y principios de los 90 solo queda el recuerdo. Alonso da toda la impresión de ser un dirigente flanqueado cuyos antiguos reflejos políticos han quedado reducidos a posiciones defensivas. Su ultima gran conquista, el Plan de Autoconstrucción de Viviendas marco el principio de su declinación: el aparato clientelar duhaldista colonizó a su organización intermedia por la vía menos pensada. Solo unas cuarenta familias de las doscientos cincuenta lograron concretar su vivienda; aun así, muchas no han podido terminar las obras debido a que desde hace dos años el Programa ha quedado suspendido. También han desaparecido los “Planes Trabajar” y el “Programa Barrios Bonaerenses” reemplazados por el impreciso “Plan Jefas y Jefes”, mucho más manipulable. “Solo faltaría

24 garantizar la continuidad del Programa de Autoconstrucción y el Programa de Empleo. Deseamos continuar con una experiencia que nos ha permitido tener una vivienda digna, la posibilidad del empleo, una capacitación laboral que a futuro potenciará la posibilidad de inserción en el complejo mundo del trabajo que se presenta. Y por supuesto, una relación de solidaridad con los vecinos”21. Pero la urbanización del barrio ha quedado reducida a continuar las obras de construcción del Centro Cultural. La administración de planes Jefas y Jefes por Alonso asimismo ha quedado circunscripta al no obstante valioso emprendimiento de una carpintería. Comenzó procesando los saldos de la construcción de viviendas; hoy se autofinancia y produce muebles de pino que comercializan en el centro de Villa Fiorito e incluso en la vecina localidad de Villa Centenario. Pero solo trabajan allí unas quince personas. El resto de la acción comunitaria del Centro Cultural ha quedado reducido a la tramitación del suministro de servicios públicos elementales que solitariamente negocia con las empresas desde el despacho del concejal. Si bien se ha logrado la instalación de medidores de energía eléctrica individuales en sustitución de los comunitarios, los teléfonos escasean debido a estar el Barrio incluido por Telefónica en una “zona roja” en la que sistemáticamente se roban los cableados. También escasea el agua y los vecinos dependen del costoso gas de garrafa. Los servicios de salud son sumamente precarios: en el Centro Cultural funciona una salita que atiende niños hasta de seis años, la sala de primeros auxilios de Fiorito Centro no da abasto y los casos más complejos deben ser derivados al alejado Hospital de Lanus. El proyecto construir en Villa Independencia un Centro Integral de Salud también esta paralizado. Una de las cosas que más me ha llamado la atención es el detallado informe volcado en un mapa del barrio en el que se registran los vecinos que padecen enfermedades crónicas. Ante cualquier emergencia, el Centro Cultural acude en su auxilio procurando adelantarse y disputarle ese espacio a las “manzaneras” que también ofrecen servicios médicos. Resulta sugestivo que la actividad de Alonso hoy transcurra menos en el barrio que en el despacho del concejal. Desde allí, viene coordinando acciones con otros dirigentes barriales instalados en tierras fiscales del Estado Nacional incluidas en el Plan Arraigo para reconstruir la Mesa Distrital de Tierras y Viviendas disuelta por Duhalde desde la Presidencia de la Nación en 2002. No deja de exhibir su rencor por el ex intendente, ex gobernador y ex presidente a quien no titubea en calificar como “traidor”. Tiene buenas razones para ello. La disolución de la Mesa respondió, según Alonso, a “evitar el desborde de las bases y reforzar el control y disciplinamiento político de sus organizaciones”. Pero desde la asunción de Kirchner, la Mesa sugestivamente se reconstituyo auspiciada por el Gobierno Nacional. Esta constituida por dos representantes de la Nación, de la provincia y del municipio respectivamente y por uno por cada entidad intermedia procedente de los barrios localizados en tierras nacionales .En Lomas de Zamora se contabilizan doce barrios en esta situación. Desde su recomposición en 2003, el presidente de la Mesa es sino el propio José Luis Alonso. Su propósito no es otro que el de continuar bregando por la “regularización dominial” de las tierras que en su momento fueron ocupadas mediante la conclusión de los tramites de escrituración, hoy paralizados. Desde este puesto, impulsa la constitución de una segunda Mesa de alance provincial integrada exclusivamente por un representante por cada distrito. Resulta también sugestivo que el proyecto haya cobrado fuerza durante los últimos meses a raíz de la ruptura del gobernador Felipe Sola respecto del duhaldismo. El Plan Arraigo contiene, hoy en día, nada menos que a unas 150.000

21 Memoria del Centro Cultural de Barrio Libertad.

25 familias distribuidas en los partidos de Avellaneda, Lanus, Quilmas, Lomas de Zamora, San Isidro, La Matanza, San Fernando, Florencio Varela y la Capital Federal: un botín para nada despreciable en el marco del nuevo capitulo de la interna peronista por el que se transita desde hace unos meses y cuyo desenlace es tan imprevisible como el de la segunda mitad de los años 90. Mientras tanto los punteros han vuelto a movilizarse en el Villa Independencia a raíz del conflicto entre Duhalde y Sola; pero el papel de Alonso en la puja es prácticamente marginal. Su figura ya no exhibe la reverencialidad de otrora. Caminando las calles del barrio en su compañía las actitudes que suscita su presencia son múltiples: desde el saludo forzado al respetuoso, desde las corridas de chicos enviados por sus madres a darle un beso al que llaman cariñosamente “abuelo”, hasta las miradas rencorosas y acechantes que por momentos hacen temer reacciones violentas. En la carpintería, asimismo, si bien se respira un clima más distendido y familiar, los conflictos afloran con sordina en algunas respuestas acompañadas por sonrisas irónicas o bien miradas despectivas seguidas por largos silencios. Alonso me acompaña hasta la puerta del Centro Cultural Villa Independencia y me despide afectuosamente no sin antes decirme con un rictus de amargura: “Sabe una cosa…estoy cansado de la ingratitud. Y por primera vez en mi vida…a veces tengo miedo”.

REFLEXIONES FINALES

La ocupación ilegal de tierras fue sin duda un tema relevante para la construcción de los aparatos políticos clientelares de Villa Fiorito - y de Cuartel IX en general- a lo largo de los años 80 y 90; aunque su centralidad haya sido coyuntural, y deba seguir siendo investigada. El duhaldismo –un termino que combina expresiones muy diferentes entre si- tempranamente la reconoció como una cuestión saliente desde sus orígenes en los años 70, cuando esta aun no se conjugaba con la nueva pobreza que habría de aflorar diez años mas tarde. Cuando ello hizo eclosión hacia 1984 y 1985 desbordó al propio peronismo lomense que por entonces se hallaba en pleno proceso de reconversión –como el resto de las maquinarias justicialistas - hacia un partido territorial. El gobierno municipal se descubrió jugando un conjunto de roles nuevos, correlativos a la crisis simultanea de los gobiernos nacional y provincial. Procedió, en la mayoría de las veces, por ensayo y error; y en más de una ocasión, por detrás de los acontecimientos producidos por las desconcertantemente ágiles sociedades barriales a través de sus organizaciones intermedias. Pero esas movilizaciones -mal contenidas por las formas de representación tradicional, pese a los esfuerzos de los punteros duhaldistas- tampoco dejaban de expresar los alcances de la nueva pobreza suburbana cuya estructuralidad aun no se percibía con nitidez. En los barrios era fácil advertir que poco había quedado de la Argentina inclusiva vigente, de una u otra manera, hasta mediados de los 70. Las movilizaciones encubrían mal la extremada vulnerabilidad de sus protagonistas. Sutilmente, ello lo evidenciaban los nuevos parámetros por los que transcurrían las discusiones en torno de la cuestión territorial. La “políticas de viviendas” fundadas en los cuestionables programas de erradicación de villas de las décadas anteriores, o en la urbanización de los asentamientos, fueron sustituidas por las de “radicación y regularización dominial” de las tierras ocupadas masivamente durante los años anteriores. Las febriles discusiones que en torno a ello tuvieron lugar en las asociaciones barriales y en las “Casas de Tierras” impulsadas por el duhaldismo trasuntaban un dato no poco significativo de la nueva realidad: las villas, que durante los cincuenta años anteriores habían sido juzgadas como el resultado transitorio del déficit

26 habitacional impuesto por una industrialización acelerada, estaban siendo reconocidas como el único hábitat posible para los nuevos pobres estructurales. El duhaldismo lomense, sin dejar de ser desbordado –como el resto de la clase política en tantos y diversos problemas- también comprendió las nuevas posibilidades políticas que ello ofrecía para la captación clientelar de miles de personas, cuyo voto cautivo le resultaba indispensable para controlar un distrito que le resultaba esquivo –la pobreza de su triunfo electoral de 1983 era prueba concluyente de ello-; y sin el cual le habría de resultar difícil proyectarse en el orden nacional. De ahí la centralidad que la cuestión territorial supuso en su acumulación originaria de poder a nivel local. La zona de Cuartel IX – y muy especialmente Villa Fiorito- fue un escenario de ensayos por demás significativos en los años 80 de una lucha sorda pero intensa entre sus emisarios y las organizaciones vecinales. Hubieron, durante esos años, dos hechos que precipitaron dramáticamente los conflictos sociales: las inundaciones de 1985 –que revelaron en toda su gravedad las consecuencias de los desalojos masivos ordenados por Dictadura en la Capital Federal- y la escalada hiperinflacionaria de 1989. Durante esta última, las organizaciones vecinales tuvieron la oportunidad de poner a prueba, en una situación aun más dramática que la anterior, su capacidad de organización y de movilización. Pero también el duhaldismo aprendió que esos episodios no dejaban de expresar la organización espontánea de sectores sociales al borde de la desesperación; y, por lo tanto, susceptibles de la manipulación política de su situación de pobreza extrema. El nacimiento de Villa Independencia es indiscernible respecto de toda esta zaga. Hasta podría llegar a afirmarse que su fundación fue un estertor tardío de una sociedad barrial cuyo dinamismo había empezado a aletargarse desde la construcción de la poderosa maquinaria duhaldista desde la gobernación provincial. Alonso mantuvo sus reflejos; y aprendió a moverse como un verdadero malabarista en medio de las sucesivas embestidas cruzadas de los poderes nacional, provincial y municipal. Ello permitió la prosecución de la obra de urbanización del barrio; aunque la indefinición final de prácticamente todos los problemas –entre los que se destcaba el de la tierra, claro esta- fue generando dudas acerca de la capacidad del poder barrial respecto del nuevo gigante, dada la crónica endeblez del menemismo en territorio provincial. El Programa de Construcción de Viviendas -el transito del Plan Arraigo al Programa de Autoconstrucción bonaerense es elocuente respecto de esto último- le permitió al duhaldismo imponer una cuña terminante en el barrio que tendió a romper su horizontalidad original. Desde fines de la década de 1990, y en coincidencia respecto de la carrera de Duhalde a la presidencia de la Nación, el vecindario fue progresivamente fragmentado en jurisdicciones dispersas, definidas por los desiguales y versátiles programas asistenciales extendidos desde la municipalidad, el gobierno provincial; y en menor medida desde el gobierno nacional, el centro cultural y de alguna organización confesional. Mas que nunca desde el comienzo de la democracia, fueron observables los alcances masivos de las nuevas políticas localizadas. Si hasta 1998, solo un 20 % de los vecinos de Villa Independencia estaban sujetos al asistencialismo de los programas, dos años mas tarde, ya sumaban el 75%; persistente hasta el día de hoy. Las redes de dependencia fueron minando la autonomía del barrio; y con ella la capacidad de acción política del Centro Cultural. El propio liderazgo de Alonso se empezó a desgastar frente al denso elenco de capataces, manzaneras, directores de obra, asistentes sociales, etc. que definen el mantenimiento o no de los distintos planes a los beneficiarios. Ello los convirtió en agentes de un autoritarismo capilar más sutil pero mucho más efectivo y contundente que el del antiguo populismo de

27 “encuadramiento” que se expresa menos en la política que en el tejido de la cotidianeidad del barrio. La citada horizontalidad de las relaciones entre vecinos fue sustituida por otras de caracteres predominantemente verticales. La antigua explosión de las movilizaciones de los 80 y buena parte de los 90 fue sustituida por la implosión de tensiones motivadas por el carácter mutante y diferenciado de los programas. Muchos vecinos desde entonces estan enfrentados con otros procurando mejorar sus beneficios en cada cambio de coyuntura política y, consiguientemente, de planes asistenciales. Recorrer las calles del barrio permite advertir esas tensiones y el deterioro que ello ha significado para la representatividad de Alonso. Las divergencias entre vecinos se ven agravadas por la intensificación de sus relaciones a medida que la pobreza crónica más los segrega respecto de otros barrios y del resto de la ciudad. En un lustro, las relaciones sociales y políticas de Villa Independencia se han reconfigurado, conforme a los contornos de una sociedad férreamente estratificada, que bien poco tiene que ver con los caracteres históricos de la sociedad argentina, aun en sus villas de emergencia hasta mediados de los años 70. Las ilusiones despertadas por la democratización comenzada en los 80 y plasmadas en el entusiasmo movilizador de los barrios de Villa Fiorito –una ilusión que al menos en Villa Independencia se mantuvo hasta fines de la década siguiente- han sido sustituidas por otros sentimientos que oscilan entre la resignación y una rebelión que los vecinos vuelcan mas sobre si mismos que sobre sus mandantes. En medio de la indefinición de la propiedad territorial –nadie es propietario formal de su predio y por lo tanto de la vivienda que ocupa-; de la paralización del plan de construcción de viviendas; de la virtual interrupción de las obras de urbanización – cumpliéndose así el pronostico que el propio Alonso formulaba de quedar el barrio en manos de las redes clientelares de los políticos-; del insuficiente suministro de los servicios públicos, y de la citada la inestabilidad de unos planes asistenciales que mantienen al 75% la población en vilo, la supervivencia del emprendimiento de la carpintería representa algo parecido a un oasis en medio del desierto.

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