Centro de Ética Universidad Alberto Hurtado

Informe Ethos No 38 (2004)

El Centro de Ética de la Universidad Alberto Hurtado publica periódicamente un breve Informe Ethos, ofreciendo una lectura ética de un tema de interés nacional para ayudar en el discernimiento de un juicio moral responsable con vistas a una acción coherente. Se adopta el método ignaciano del triple paso: experiencia (hecho) – reflexión (su comprensión e implicaciones éticas) – acción (elementos para el discernimiento): una reflexión sobre la experiencia con miras a una acción consecuente. 2

Los Informes Ethos no pretenden agotar un tema como tampoco pronunciar una palabra conclusiva. Su propósito es poner de relieve la dimensión ética en la discusión sobre temas que inciden en la vida ciudadana. Por ello, no se pretende pensar éticamente por otros sino estimular a otros para pensar éticamente. En la actualidad el equipo está conformado por Tony Mifsud s.j. (Director, Doctor en Teología Moral), Elizabeth Lira (Investigadora y Profesora, Psicóloga), Pablo Salvat (Investigador y Profesor, Doctor en Filosofía), y Verónica Anguita (Asistente, Magister en Bioética).

1.- El hecho

1.- Tradicionalmente, la pareja formada por un hombre y una mujer ha estado orientada hacia la institución del matrimonio, con la intención de formar una familia. Sin embargo, se observa una progresiva separación entre estos tres elementos, que estaban estrechamente vinculados, ya que actualmente pareja, familia e institucionalidad no siempre constituyen tres caminos convergentes. Así, la tasa de nupcialidad va bajando, mientras aumenta la cohabitación sin vínculo jurídico. En términos absolutos, en 1980 hubo 86.000 matrimonios civiles y 3.000 nulidades; en cambio, en 1998 hubo 73.000 matrimonios y 6.000 nulidades. La edad media al contraer matrimonio, en 1980, era de 27 años para los hombres y de 24 para las mujeres; en 1998, aumentó a 29 y 26 años respectivamente.1

2.- En el contexto de cambio cultural, ¿se está pasando de un modelo de matrimonio-institución (prevaleciendo la fuerza de lo jurídico) a un matrimonio-cohabitación (buscando un refugio afectivo privado, mientras dure, pero sin mayores compromisos sociales)? ¿Predomina el individualismo sobre la dimensión pública y comunitaria de un compromiso interpersonal?

3.- A la vez, en una sociedad cada vez más impersonal, donde el individuo es apreciado por su capacidad productiva y las relaciones interpersonales están contaminadas por el utilitarismo, el hogar aparece como uno de los pocos espacios en el que se recupera la dimensión personal, el contacto cercano, la aceptación amorosa. Así, a pesar de todas sus limitaciones, la familia sigue siendo una de las grandes aspiraciones de los chilenos/as. Pero, por otra parte, esta búsqueda de refugio tiende a reducir la dimensión social de la familia, ya que la vida en común se defiende como un asunto estrictamente privado.

2.- Comprensión del hecho

4.- Una comparación entre los resultados de los Censos de 1992 y de 2002 señalan unas claras tendencias con respecto a los cambios en la realidad de la familia chilena.2 Hoy en día existe un 25.7% más de hogares que en la década anterior.

5.- Los hogares nucleares (monoparentales/biparentales sin presencia de otros parientes o no parientes) con hijos/as siguen siendo la estructura familiar predominante (47.8% del total de hogares en el país), pero se

1 Cf. Boletín Informativo del Instituto Nacional de Estadísticas, Enfoques Estadísticos (6): Matrimonio, 19 de julio de 2000. 2 Para una comprensión de la realidad actual de la familia chilena son muy iluminadores los estudios de V. Gubbins, F. Browne, A. Bagnara, “Familia: innovaciones y desafíos”, en AA.VV., Cuánto y cómo cambiamos los Chilenos: balance de una década (Censos 1992 y 2002), (Santiago: INE, 2003), pp. 191 – 249; y “Las tendencias de cambio en las familias con menor bienestar económico”, en AA.VV., Cómo ha cambiado la vida de los Chilenos: análisis comparativo de las condiciones de vida en los hogares con menor bienestar económico (Censos 1992 y 2002), (Santiago: INE, 2004), pp.115- 144; como también V. Gubbins y C. Berger (Eds.), Pensar en el desarrollo familiar: una perspectiva transdisciplinaria, (Santiago: Universidad Alberto Hurtado, 2004). 3 observa una leve disminución en el curso de la década (en 1992 representaban el 50.2% del total). Se da un aumento de los hogares monoparentales, ya que se pasa de 8.6% (1992) a 9.7% (2002), y en los nucleares biparentales sin hijos/as (de 7.5% a 9.3%). Por el contrario, decrecen los hogares formados por ambos padres e hijos/as, ya que hubo 41.6% en 1992 pero 38.1% en 2002.

Tipo de Hogar 1992 2002 Nuclear monoparental sin hijos (unipersonal) 8,5 11,6 Nuclear monoparental con hijos (jefe/a de hogar y al menos un hijo/a) 8,6 9,7 Núcleo biparental con hijos (jefe/a de hogar, su cónyuge/conviviente, con presencia de hijos/as) 41,6 38,1 Núcleo biparental sin hijos (jefe/a de hogar, su cónyuge/conviviente, sin presencia de hijos/as) 7,5 9,3 Extensa biparental (al menos otro pariente) 16,5 14,9 Extensa monoparental (al menos otro pariente) 7,1 7,0 Familia compuesta (al menos un no pariente) 4,3 3,2 Hogar sin núcleo (jefe/a de hogar y un no pariente) 5,9 6,3 (Fuente: Muestra 5% Regional, Censos 1992 y 2002, INE, 2003) 6.- Esto significa que un poco más del tercio de las familias en Chile se estructuran de acuerdo al modelo tradicional. En estos últimos años se constata un proceso creciente de heterogeneidad en las estructuras de la familia chilena con respecto a la composición del hogar y al tipo de unión, que se refleja, además, en el aumento de los hogares unipersonales (de 8.5% a 11.6%), los hogares nucleares monoparentales y las parejas sin hijos/as. También aumentan los solteros/as, los convivientes (de 6.2% a 9.7%), y los separados/anulados/as (de 6.4% a 8.1%). Se observa una disminución en el tamaño de los hogares, ya que en el año 1992 el promedio de integrantes del hogar era de 4 personas, mientras en 2002 disminuye a 3.6 personas. Por último, la mayor parte de los hogares nucleares monoparentales con hijos/as tiene a una mujer como jefa de hogar (85.1%).

7.- La ciudad sigue concentrando la gran proporción de los hogares en el país (86.6%). Esto significa que la cultura urbana predomina en el estilo de vida familiar; lo cual se ve reflejado, entre otros factores, en las uniones de pareja y el ejercicio de la parentalidad.

8.- Los datos comparativos entre los Censos de 1992 y de 2002 permiten observar algunas tendencias sobre la dirección que estaría asumiendo la estructura familiar en Chile: (a) la vida urbana representa el contexto predominante cultural de la fisonomía de la familia chilena; (b) el modelo de familia se va consolidando en el curso del tiempo como una realidad heterogénea; (c) el aumento de parejas sin hijos/as (¿nueva opción de vida y/o expresa una postergación planificada de la parentalidad y/o envejecimiento de la población?); (d) la reducción del tamaño de la familia (¿una nueva racionalidad para enfrentar las exigencias de la vida urbana o una reacción contra lo impersonal y lo anónimo de la ciudad que propicia la urgencia de sentirse más libre?); (e) el aumento de las convivencias como modalidad de unión de pareja, especialmente entre jóvenes y jóvenes adultos (¿un retraso en la nupcialidad o una opción de vida contra la institución del matrimonio?). Este es el contexto familiar en el cual nacen actualmente los/as hijos/as.

9.- Los hogares con menor bienestar socioeconómico siguen las tendencias nacionales. Sin embargo, el promedio de sus integrantes familiares bajó más que en el total del país (de 4 a 3 personas en comparación con 4 a 3.6 personas); hay más personas de edades avanzadas que viven solas y más mujeres en edad 4 laboralmente productiva a cargo de sus familias; menos jefes de hogar casados, pero más solteros y convivientes; menos hogares extensos, pero más hogares compartidos con personas con las cuales no tienen lazos de parentesco.

10.- La configuración de esta nueva realidad de la familia no significa su pérdida de valor en la sociedad. De hecho, la vida en familia es mayoritaria en el país. Más bien la tendencia refleja que actualmente la estructura de la familia no es una realidad unívoca ni homogénea, y, además, el modelo tradicional sigue vigente pero va decreciendo. También van surgiendo nuevas opciones de vida: el vivir solo/a (el dato más significativo de la década), el vivir sin pareja pero con hijo/a, y el constituir un grupo familiar sin legalizar el vínculo de pareja. Ciertamente va disminuyendo el matrimonio, con lo cual surgen los problemas de protección jurídica de los miembros de la familia (patrimonial, sucesiones, sistema de salud, previsión social, etc.).

11.- Por otra parte, cabe preguntarse si se está en presencia de una distinta valoración de la relación de pareja: ¿El compromiso afectivo como reacción contra la formalización jurídica? ¿Existe un cambio en el concepto de amor en la pareja o un miedo frente al compromiso o simplemente inseguridad? ¿La norma social ha perdido validez o credibilidad en el contexto de una reivindicación de la autonomía individual?

3.- Implicaciones éticas

12.- No resulta fácil delimitar el concepto de familia debido a la experiencia subjetiva de cada uno y la presencia de las variables de tiempo cronológico, espacio territorial, contexto cultural y nivel socioeconómico; además, también depende de la perspectiva disciplinar, ya que cada una conlleva su propio interés y competencia. A la vez, ¿sería correcto asumir una definición que, consiguientemente (ya que, por principio, una definición excluye), no hace justicia a lo que se da en la realidad? ¿No sería intentar comprender la realidad desde la teoría y no desde ella misma?

13.- Sin embargo, esto no invalida la necesaria elaboración de un modelo de familia. La ética tiene la misión de ofrecer el horizonte de los ideales, no para desconocer la realidad ni sus condicionamientos sino para dirigirla y orientarla, ya que de otro modo la realidad cambiará al ser humano y éste perderá su rol protagónico en la historia. No hay alternativa: ¿dejarse cambiar por la realidad o tratar de dirigir el curso de la historia, personal y grupal? En el primer caso, desaparece la libertad humana, por condicionada que se encuentre; en el segundo caso, el ser humano está llamado a ejercerla con responsabilidad.

14.- Éticamente, la familia se puede entender como una comunidad de personas que se define por la pertenencia. La familia, como toda institución en la sociedad, cumple algunas funciones sociales; pero, a la vez, crea tales vínculos entre sus miembros, especialmente por la filiación (biológica o de adopción) y la alianza conyugal, que se caracteriza principalmente por la pertenencia. En otras palabras, la familia involucra a una persona en su totalidad, sea en su dimensión de desarrollo personal como también en su relación con otros. 5

15.- Por consiguiente, una característica ética de la familia es la calidad de la presencia en el espacio y en el tiempo, que traduce éticamente la categoría sociológica de pertenencia. El discurso ético correspondiente gira en torno al valor del encuentro. La familia es el lugar del encuentro, donde ocurre el nacimiento, la realización y la proyección de toda persona humana. Aún más, la familia es el lugar del auto-encuentro (uno aprende a conocerse a sí mismo en un ambiente de aceptación amorosa) y del hetero-encuentro (uno aprende a relacionarse con los demás apoyado por los lazos familiares).

16.- Este encuentro se construye básicamente en torno a tres relaciones fundantes. En primer lugar, el encuentro entre cónyuges que se realiza en la comunicación, el respeto, la intimidad, la ternura, la aceptación, la comprensión y el perdón. Esta relación entre un yo y un tú no se construye a partir de la negación de uno de los polos, sino se va haciendo paulatinamente mediante la creación de una comunidad de un nosotros que sabe respetar la individualidad en la alteridad. Tarea difícil que sólo el amor (comprendido como una aceptación del otro en su alteridad) puede cumplir. Esta relación conyugal resulta indispensable para vivir y compartir la paternidad y la maternidad con los propios hijos.

17.- Un segundo encuentro se realiza entre padres e hijos/as. Tarea complicada porque los/as hijos/as son otros y no una mera prolongación de los padres. Formar a los hijos/as y aprender a respetar su libertad para que sean ellos/as mismos/as. Sin embargo, a veces se tiende a mirar esta relación tan sólo desde los padres; también los/as hijos/as tienen que aprender, con el correr de los años, a hacerse responsables de la familia y de sus padres.

18.- La familia es la primera escuela de todo individuo. En ella se aprende a vivir el ser por sobre el tener, la solidaridad frente al individualismo, el compartir frente a la mera acumulación de bienes, la participación frente a la competitividad desenfrenada, la creatividad ante la apatía y la pasividad, la responsabilidad contra la manipulación, la necesidad de la opción frente a la indecisión y el , el sentido de la alegría, de la fiesta y de la esperanza frente al desencanto deprimente que hunde al ser humano.

19.- Un tercer encuentro es entre familia y sociedad. En toda familia se gesta el futuro de la sociedad; en cada familia se hace presente el pasado y el futuro (la herencia cultural en todas sus dimensiones); en toda familia se forma el ciudadano del mañana. Muchas veces el individuo se encuentra enfrentado con dos realidades totalmente opuestas: el ambiente familiar y el entorno social. Pero la solución no es formar una familia al margen de la sociedad, un simple refugio, sino más bien la formación de personas comprometidas con la sociedad y los consecuentes cambios necesarios. La familia es la base de la sociedad, ya que ésta es un conjunto de familias. Así, el robustecimiento de las familias en torno a los valores éticos tiende, a la larga, a la transformación de la sociedad.

20.- Pero también la sociedad tiene que hacerse cargo de la familia. Alberto Hurtado s.j. decía: “Para construir el hogar es necesario en primer lugar que exista el hogar (...). Una sociedad que no hace sitio a la 6 familia es inmoral. Predicamos a los esposos: tengan hijos, pero en realidad deben ser heroicos para tenerlos. Hay un problema de moral social que es más grave que el problema de moral individual: la vida debe ser organizada en tal forma que los niños puedan llegar; debe haber habitaciones, salarios, higiene, seguridad social, tales que los niños puedan llegar. Más que a los esposos hay que predicar a los legisladores, a las instituciones: hagan sitio a una familia que pueda vivir según el plan de Dios (...), de lo contrario todos nuestros esfuerzos están condenados al fracaso. (...) Y creo que en esto no hemos insistido bastante los moralistas ni los sacerdotes: buscamos soluciones individuales a problemas que son sociales”3.

21.- Curiosamente, en un mundo donde la preocupación por lo social se ha consagrado, no siempre se toma con seriedad la responsabilidad de la sociedad hacia la familia. Pero, también, por otra parte, tampoco la familia asume siempre su responsabilidad hacia la sociedad en términos de formación de personas, el servicio a la vida, y la participación en el desarrollo de la sociedad. La familia constituye, a la vez, una realidad privada y una realidad pública, no sólo en el sentido de recibir de la sociedad sino también en contribuir a su bienestar material y espiritual.

22.- Estas notas, que configuran a la familia, hacen de la estabilidad una condición ética indispensable. Toda relación se construye sobre la estabilidad vinculante en el espacio y en el tiempo. La inseguridad causa daño a la pareja y a los/as hijos/as, porque sólo en la presencia fiel resulta posible crecer en la auto-estima, en la entrega hacia el otro y el vivir la vida como un compromiso, no sujeto a los simples caprichos, sino como respuesta frente al otro. La expresión pública de esta estabilidad interpersonal es la institución social del matrimonio.

23.- Uno de los cambios culturales que ha afectado a la familia es el paso de basar el matrimonio sobre la decisión de los padres sobre sus hijos/as (quienes, a su vez, aprendían a amarse una vez que estaban casados) a otro fundado en los lazos de amor (dos personas se casan porque se aman). Esta mayor sensibilidad ética constituye, a la vez, su grandeza y su debilidad, porque un matrimonio basado en el amor acontece justo en una época de individuación asocial (la fragilidad del sentido social del individuo) donde el concepto de amor ha perdido su vinculación necesaria con la fidelidad (del amor para siempre al amor hasta que dure), como realización mutua.

24.- Además, en la actual cultura se ha conseguido el derecho de la autonomía personal que se expresa en la libertad individual. Sin embargo, se defiende la libertad pero se teme su consecuencia. El resultado del ejercicio de la libertad es el compromiso porque se es libre para decidir. Sin embargo, existe una confusión entre un concepto individualista de libertad (hacer lo que uno quiere sin referencia a los otros) y su comprensión antropológica (la libertad de un ser social que se relaciona constantemente con los otros).

3 Fundación Alberto Hurtado, El Padre Hurtado y la Familia, (Santiago, 19992), p. 23. 7

4.- Elementos para el discernimiento

25.- Éticamente, no sería justo explicar la actual diversidad en la realidad de la familia chilena únicamente en términos de mala voluntad o de libertinaje (sin descartar, tampoco, su posible presencia en algunos casos). No cabe duda que los condicionamientos psicológicos, sociológicos y culturales afectan la conducta de las personas. Son, precisamente, estos condicionamientos los que constituyen un reto ético a la actual sociedad, que subraya la importancia de la familia pero no termina aplicando políticas sociales para fortalecerla. Así, a título de ejemplo, se reconoce la tensión constante entre trabajo y familia, pero se suele enfocar esta problemática desde las exigencias del trabajo (la familia tiene que adaptarse), cuando sería más correcto desde una jerarquía ética plantear la interrogante desde la necesidad de la familia.

26.- En el actual contexto resulta poco realista, y tampoco deseable, sostener la vuelta a la familia tradicional (basta mencionar que estaba marcada por un profundo machismo y se sacrificaba la dimensión conyugal). Es el peligro de idealizar el pasado. Pero tampoco sería socialmente viable la idea de una proliferación sin límites de diferentes formas de familia.

27.- La familia se encuentra en crisis, en el sentido etimológico de un momento decisivo, y, por ello, no significa necesariamente el ocaso de una institución. No se trata de una crisis de familia (considerándola como irrelevante) sino de una crisis en la familia (la necesidad de re-significarla en un contexto distinto). La sociedad ha tomado conciencia de que no existe una sola manera de ser familia o de comportarse dentro de ella. De hecho, persiste la convicción de la importancia de los vínculos interpersonales que en ella se establecen, y que éstos no son meramente funcionales porque se fundan en la totalidad de la persona. Al mismo tiempo, se aspira a una familia que realmente sea un espacio de respeto hacia cada uno de sus miembros.

28.- De por sí, la familia no está cuestionada porque tiene una aceptación social y jurídica, en cuanto institución que responde a la condición humana de la persona que necesita de una comunidad para su identidad, realización y desarrollo. Sin embargo, la institución del matrimonio se encuentra en crisis, no tanto como fundamento de la familia sino en cuanto a aquellas condiciones sociales, religiosas y jurídicas que la definen. Así, surgen preguntas: ¿Cómo se expresa la aceptación el error en su formulación jurídica y religiosa? ¿Cuál es la capacidad y la comprensión psicológica del compromiso? ¿Existe una mayor valoración del sexo por encima de la sexualidad? ¿La búsqueda de la auto-realización acontece sin referencia a la alteridad en su dimensión humana y trascendental? ¿Se cuestiona la validez de lo jurídico como expresión de una relación interpersonal?

29.- El ideal ético sirve como norte hacia dónde se desea llegar. Al respecto, la presencia de una familia fundada en un matrimonio estable, generadora de valores para enfrentar con sentido los problemas de la vida, sigue siendo una condición indispensable para la construcción consistente de la persona humana. Sin embargo, el camino que conduce a este ideal no resulta siempre fácil. En estas situaciones concretas se 8 plantean, por lo menos, dos desafíos: (a) poner todas las condiciones necesarias, personales y sociales, para hacer realidad lo éticamente deseable, y (b) tener la capacidad de discernimiento para hacer realidad lo éticamente posible. El desafío de la familia actual no consiste en negar los ideales en nombre de la realidad (reducir la ética a las estadísticas), sino en re-expresar, por una parte, los ideales en medio del nuevo entorno cultural, como también, por otra, crear condiciones siempre más favorables para el fortalecimiento de la familia.