EVOLUCIÓN POLÍTICA FRANQUISTA 1936-37

En la zona controlada por los nacionales, además de atender a las necesidades de la guerra, fue necesario estructurar un Estado, pues no se había previsto que el Alzamiento se convirtiera en una guerra civil de casi tres años de duración. Así surgió el Estado franquista cuyos polos fueron el Ejército y el partido único (Falange Española Tradicionalista y de las JONS) que tuvo en el mando de el impulso decisivo.

Tras el fracaso de julio y la configuración de los frentes en agosto, fue en el mes de septiembre cuando los rebeldes empezaron a infundir a su movimiento un sentido heroico, que era el único que podía justificar el esfuerzo bélico. El 15 de agosto se había sustituido oficialmente la bandera republicana por la monárquica. Este acto, de tanta trascendencia para los carlistas constituyó la única concesión hecha a la monarquía española durante la guerra. Pronto se hizo necesario el otorgar una cabeza visible al movimiento pues este había quedado sin jefe tras la muerte del general Sanjurjo cuando se disponía a tomar el mando en julio. Durante el mes de agosto, la posición de Franco se reforzó considerablemente. En parte se debía a los éxitos logrados por el ejército de Africa frente a las campañas menos espectaculares que atribulaban a Mola. También por las relaciones que Franco había establecido con Alemania el Italia.

La Falange constituía la base política del régimen pero aún no se había recuperado de los duros reveses del mes de julio. Sus partidarios se había visto arrastrados a una sublevación con la que muchos de sus dirigentes no simpatizaban. La mayor parte había quedado en zona republicana y muchos había muerto. Una nueva legión de hombres exhibían ahora la camisa azul pero no sabía nada del ideario político de José Antonio. Tampoco faltaban en antiguos afiliados al Partido Radical y a la CEDA y muchas personas sin definir políticamente. El día 2 de septiembre se celebró una reunión del consejo nacional de la Falange Española en Valladolid. En dicha reunión se formó una junta de mando "provisional" de siete hombre presidida por Manuel Hedilla, jefe provincial de Santander.

Entre los que competían por alcanzar la autoridad o el poder se contaba el ex rey Alfonso XIII que se encontraba en Europa central y vacilaba en prestar apoyo abiertamente. Pero nadie le pidió que regresara. Su hijo don Juan trató de entrar en España e incorporarse a la guerra. Pero el general Mola le hizo volver a la frontera alegando que no debía arriesgar su vida. En la nueva España la instauración monárquica se perfilaba tan difícil como la democracia.

1 El día 21 de septiembre en un campo de aviación cerca de los generales Orgaz y Kindelán expusieron su proyecto de crear un mando único. Kindelán propuso a Franco como "generalísimo", general en jefe del mando unificado. Así se aprobó, con la abstención del general Cabanellas. Cabanellas hubiera preferido la junta de tres generales para conjurar la amenaza de una dictadura. Aún reconociendo las cualidades militares de Franco, recelaba que una vez instalado en el poder ya no lo abandonaría. Franco, el general victorioso en el sur constituía la esperanza de la clase media y de todas las derechas. Calvo Sotelo, Sanjurjo, José Antonio y Goded o habían muerto o estaban ya fuera de juego. Solo Franco había permanecido políticamente neutral en el pasado. Mola no sentía ninguna simpatía por la Falange y sus ideas. Queipo de Llano parecía el típico líder de masas andaluz a quien se menospreciaba por su pasado republicano. Evidentemente, Franco era el candidato más destacado y la victoria alcanzada al liberar el Alcázar de Toledo bastó para decidir a los que aún vacilaban. El 28 de septiembre se repitió la reunión del día 21 en el campo de aviación. Kindelán leyó ante la asamblea de generales el decreto que estipulaba que las fuerzas armadas quedaría subordinadas a las órdenes del generalísimo, que también ejercería las funciones de Jefe de Estado "mientras durase la guerra". Aunque los generales reaccionaron con frialdad ante la propuesta el borrador del decreto fue finalmente aceptado.

El 1 de octubre Franco se instaló en Burgos. Pronunció su primera alocución pública desde el balcón del Ayuntamiento de Burgos y se refirió al futuro de España. Las urnas quedaría eliminadas en favor de otros medios más idóneos para expresar la voluntad popular, se protegería el trabajo frente al dominio del capital, la Iglesia sería respetada, los impuestos revisados y se fomentaría la independencia del campesinado. La muchedumbre que llenaba la plaza replicó con gritos de "¡Franco, Franco, Franco!". Franco recibió el nombre de "caudillo". El día 2 de octubre, en Burgos, se formó una junta provisional que se encargaría de la administración de la España nacionalista, encabezada por el general Dávila. El día 6 de octubre Franco ofreció una recepción al conde Du Moulin, consejero alemán en Lisboa, que le transmitió las felicitaciones de parte de Hitler por su exaltación a la jefatura del Estado. Franco, según informó du Moulin "no permitió que albergáramos la menor duda de su sinceridad con nosotros y se mostró sumamente optimista respecto a la situación militar asegurando la caída de en fecha próxima". Sobre la organización política futura de España manifestó que la restauración de la monarquía no era cosa que pudiera plantearse de momento y lo esencial era crear "una ideología común a los diversos grupos que colaboran con la liberación" esto es, el Ejército, los carlistas, la Falange, los monárquicos ortodoxos y la CEDA.

2 En noviembre, mientras se desarrollaba la fase crítica de la batalla de Madrid hubo un acontecimiento en particular cuyas repercusiones se extendieron más allá de las líneas de batalla. Fue el juicio a José Antonio, líder de la Falange que estaba recluido en la cárcel de Alicante desde el 6 de julio. La decisión de juzgarlo estuvo inspirada por el miedo a que, si la República era derrotada, uno de sus mayores enemigos pudiera escapar sano y salvo. El juicio se desarrolló correctamente ante un magistrado y él pudo defenderse a sí mismo. A pesar de su dignidad y elocuencia durante todo el juicio, el fundador de la Falange fue condenado a muerte. Según Largo Caballero la sentencia de muerte llegó al gobierno para ser confirmada el 20 de noviembre pero cuando se estaba debatiendo el asunto llegó la noticia de la ejecución. Los jefes locales de Alicante habían temido que fuera conmutada la sentencia. Al parecer todos los ministros habían votado a favor de la conmutación de la pena. En realidad, a la larga, la ejecución de José Antonio fue una suerte para Franco, ya que, aparte de él, era la única figura de auténtico prestigio de la derecha española que quedaba después de julio. José Antonio fue fusilado el 20 de noviembre en el patio de la cárcel de Alicante, junto a otros dos falangistas y dos carlistas. Los falangistas se referirían a él llamándole "el ausente".

El filósofo vasco Miguel de Unamuno siguió un camino diferente. Como rector de la Universidad de Salamanca, al empezar la guerra civil se había encontrado en zona nacionalista. La República le había desilusionado y dio dinero para el alzamiento. Pero en octubre había cambiado de opinión. Veía a la España nacionalista como "militarización africanista pagano- imperialista". El 12 de octubre en el que se conmemoraba la "Fiesta de la Raza" se celebró una ceremonia en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. Unamuno, que presidía el acto no pudo evitar enfrentarse con el general Millán Astray, fundador de la legión extranjera, al que identificó como un inválido de guerra que encontraba un terrible alivio viendo como se multiplicaban los inválidos a su alrededor. A partir de entonces el rector no salió casi nunca de su casa y tuvo que disponer de una guardia armada para garantizar su seguridad. La junta de la Universidad "pidió" y obtuvo su dimisión del cargo de rector. Murió el último día de 1936.

En el invierno de 1936 Salamanca era el centro de poder en la España nacional. Era el nervio central de la rebelión nacional, mucho más que Valencia lo era de la España republicana. La centralización del mando nacional y la concentración del poder en manos de Franco eran cada vez más evidentes en contraste con las divisiones existentes en la zona republicana. Ahora, Franco no tenía ningún rival entre los generales, y ni los falangistas ni los carlistas podían desafiarle y menos aún los antiguos partidos políticos. Los falangistas estaban intentando situarse políticamente. De 75.000 miembros que eran en julio, a finales de año eran casi un millón de miembros. Habían surgido nuevos periódicos falangistas en todas partes. Hedilla, el nuevo, aunque provisional jefe nacional, intentaba por todos los medios convertir aquel movimiento en un auténtico partido pero las exigencias de la guerra impedían que tuviera éxito en su empresa. La Falange tuvo en realidad más problemas en su propio seno que con Franco.

Mientras tanto la institución falangista más notable era el Auxilio de Invierno, fundada en Valladolid por Mercedes Sanz Bachiller, la viuda de Onésimo Redondo. Empezó en octubre y al cabo de unos meses se había extendido por toda la España nacional. Como su nombre se parecía al de una organización nazi similar que había en Alemania, pasó a llamarse Auxilio Social. Estos centros sociales posibilitaron el surgimiento de otras instituciones como la de las Cocinas de Hermandad, organizaciones para confeccionar ropa y casas de maternidad. Las "Margaritas", la organización de las mujeres carlistas, también hicieron mucha labor social.

3 Las únicas dificultades serias del general Franco en el invierno de 1936-37 surgieron con los carlistas. Durante el otoño el jefe carlista Fal Conde había intentado recuperar su liderazgo en el ámbito nacional, mientras otros dirigentes carlistas pretendían capitalizar el éxito de sus seguidores en el frente para promocionar sus propias ideas sobre política económica y social. El 8 de diciembre el alto mando carlista creó una Real Academia Militar para la formación de jóvenes oficiales en materias militares e ideológicas. Sin embargo no consultaron con Franco por lo que éste dispuso que la creación de dicha academia solo podía ser considerada como un golpe de estado. Fal Conde, jefe supremo carlista e inspirador de la idea, recibió la orden de abandonar el país si no quería ser juzgado por un consejo de guerra. Después de esto Franco publicó un decreto por el que unía todas las milicias (carlistas, falangistas y de la CEDA) y las colocaba a todas bajo una autoridad militar ortodoxa. La salida de Fal Conde de España redujo mucho la posibilidad de que el movimiento se convirtiera en obstáculo serio para las ambiciones de Franco. En enero debían de existir un centenar de batallones de voluntarios peninsulares. El general Orgaz había proporcionado unos 3.000 o 4000 oficiales a finales de invierno. Durante la primavera empezaron a organizarse las primeras brigadas mixtas del ejército nacionalista, donde se combinaban ordenanzas, ametralladoras y armas técnicas. Para entonces en la España nacionalista había mas de 200.000 hombres movilizados. Este ejército no tardó en empezar a organizarse más o menos en divisiones. El 27 de febrero la "Marcha Real" pasó a ser el himno nacional de la España de Franco. Pero también había que escuchar el "Oriamendi", el "Cara al Sol" y el "Himno de la Legión". Aún así, con la bandera roja y gualda, el cambio parecía alentador para los monárquicos. La rehispanización de las costumbres, los nombres de los hoteles, e incluso de los platos, se convirtieron en una obsesión para los propagandistas nacionales. La ensaladilla rusa, por ejemplo, pasó a llamarse ensaladilla nacional. De esta manera se hablaba en "acento imperial". Hubo otras muchas manifestaciones. En las páginas de Arriba España, el diario de la Falange fundado en agosto, se publicaban con frecuencia artículos que halagaban en tono poético, imperial y triunfal los regímenes nazi y fascista. Así pues, la España nacional poseía tres elementos típicos de la contrarrevolución europea institucionalizada, el conservadurismo, la nostalgia reaccionaria y el fascismo. La propaganda daba sus frutos. Las filas del movimiento juvenil de la España nacional, a imagen y semejanza de los balilla de Mussolini, recibían el nombre de "pelayos", "cadetes" o "flechas".

En cuanto a la actitud de la Iglesia, ésta continuaba siendo la aliada del régimen. A menudo los sermones eran casi arengas políticas. Muchas veces los sacerdotes concluían sus sermones con un "¡Viva España!" o un "¡Viva el Generalísimo!". Los católicos sabían que en la España republicana habían sido asesinados centenares de sacerdotes y creían que el número de eclesiásticos muertos era mayor incluso que el real. Existía una diferencia entre la entrega de la jerarquía española a la causa nacional y la actitud del Vaticano. Es cierto que cuando en septiembre el Papa Pío XI había recibido a 600 refugiados españoles huidos de la República, había hablado de la "satánica" conducta de los sin Dios en España. Pero ahora, a finales de diciembre, el general franco se quejó de la actitud del Papa respecto a la causa nacional. Probablemente esta actitud por parte del Papa se debía a las relaciones de Franco con Mussolini y Hitler.

4 Surgieron algunas disensiones dentro de la Iglesia. Básicamente por la situación de la Iglesia vasca. Las ejecuciones de sacerdotes vascos por parte de los nacionales provocaron la protesta del Papa que consiguió detenerlas. El cardenal Gomá intentó explicar la muerte de estos sacerdotes diciendo que habían sido víctimas de sus propios actos. En marzo, el arzobispo de Burgos, Manuel Castro, intentó excomulgar a los sacerdotes del País Vasco que continuaban siendo leales al movimiento nacionalista vasco. Monseñor Múgica, obispo de Vitoria, impidió que se produjera aquella condena. El arzobispo de Tarragona, cardenal Vidal y Barraquer, tras haber sido salvado por Companys de ser asesinado, se retiró al exilio en Suiza, guardando un silencio que significaba una condena de las atrocidades de ambos bandos.

Los dirigentes nacionales temían los disturbios en la retaguardia y seguían haciendo fusilar a muchos enemigos del régimen dentro de su plan de "limpieza". Cantalupo, el primer embajador italiano en la España nacional, inició su misión pidiendo que acabara la matanza de prisioneros. Aunque Franco le dijo que habían terminado no era cierto. El fracaso de la democracia en España había puesto el poder en manos de uno de los hombres más fríos del país, un hombre intolerante ante las flaquezas humanas, no genial, pero sí competente, tranquilo y decidido. Franco manifestó claramente que su política no consistía en derrotar ejércitos sino en conquistar territorio, llevando a cabo las purgas necesarias. Pueden distinguirse dos etapas en las ejecuciones nacionales. Al principio se fusilaban sin procedimiento judicial alguno. Más tarde se implantaron los consejos de guerra aunque sin que las víctimas tuvieran muchas más garantías ya que los jueces eran a menudo jóvenes tenientes que consideraban que condenar a muerte a hombres era algo así como matar conejos.

Innumerables republicanos, revolucionarios y prisioneros de guerra, sacerdotes vascos y separatistas de todas las clases se encontraban en las atiborradas cárceles de la retaguardia nacional, a merced de los directores de las prisiones y de los guardianes. Pero algunas cuantas voces se alzaron a favor de la tolerancia, una de ellas la de Hedilla, el dirigente falangista, en su discurso de Navidad de 1936. Pero Hedilla no estaba en posición que le permitiera tomar cartas en el asuntos. Además, aunque algunos otros como , el nuevo jefe de Falange en Valladolid, pensaran así, muchos de sus camaradas de Falange pensaban más en sus coches requisados, sus escoltas y su propio futuro político.

Económicamente la España nacional gozaba de buena salud. La cotización de su peseta en el mercado internacional era el doble que el de la República. Tenían casi toda la comida que necesitaban y estaban apoyados por la mayoría de los antiguos financieros y banqueros. El 13 de octubre se estableció oficialmente el control de precios y se crearon comités provinciales

5 para garantizarlo, bajo la supervisión de la Falange y el ejército. En diciembre la conquista de San Sebastián y del valle del Tajo había aumentado el área "liberada" pero ésta producía todavía menos de dos quintas partes de los impuestos nacionales anteriores a la guerra. El hecho de contar con Alemania e Italia para el suministro de armas significaba que estaba garantizado el crédito para adquirir lo más esencial, incluido el petróleo. También el comercio con Inglaterra fue importante. A partir de diciembre de 1936 hubo una presencia comercial británica en la persona de Arthur Pack, consejero comercial de la embajada británica.

Durante la primavera de 1937, las dos Españas enfrentadas en la guerra civil fueron consolidando su situación. En el Estado nacional, Franco consiguió una resonante victoria sobre los falangistas y los carlistas que eran los dos únicos movimientos políticos supervivientes. La causa nacional se vio reforzada con motivo de la crisis de abril de 1937. La crisis existente tras las líneas nacionales había que remontarla al invierno anterior cuando Franco desterró a Portugal a Fal Conde, jefe de los carlistas. Aquella dura medida había irritado a los carlistas. El descontento de éstos halló cierto eco en el ánimo de algunos falangistas que no simpatizaban con el general Franco. En Lisboa, Fal Conde recibió una invitación de la Falange para discutir un proyecto de unificación de ambos partidos. Pero también recogió la idea de la unificación el general Franco. Otro personaje de influencia apoyaba el proyecto, Ramón Serrano Suñer, de treinta y cuatro años de edad y cuñado del generalísimo, que antes de la guerra había sido diputado de la CEDA por Zaragoza. Serrano Suñer debió su triunfo político a su inteligencia, poder de decisión y temeridad y también a su encanto personal. Era sensible, reservado, arrogante y despierto. La relación de intimidad entre Franco y Serrano la mantenían las esposas de ambos, Carmen y Zita, quienes se veían constantemente. Así empezó a imponerse en España el imperio de lo que se dio en llamar el "cuñadísimo". Al principio el "cuñadísimo" carecía de posición oficial. Desde su llegada a Salamanca tras su huida de territorio republicano (el alzamiento le sorprendió en Madrid), Franco le utilizó de guía político. Serrano se ocupaba de buscar al nuevo estado nacional una base teórica y a ser posible jurídica. Quería salvar a su cuñado de la tentación de establecer un régimen personal inspirado en el del general Primo de Rivera y asimismo rechazaba un Estado de partidos. Se entrevistó con monárquicos, falangistas, eclesiásticos y generales. Después habló con Franco y le dijo que a tenor de lo discutido todo indicaba que ninguno de los partidos existentes en la España nacional parecía satisfacer las necesidades del momento.

En el mes de marzo, algunos de los falangistas que habían tomado parte en la dirección de las fallidas negociaciones con los carlistas conspiraban para derrocar a Hedilla, jefe provisional de la Falange. Este era el llamado "grupo de Madrid" compuesto por amigos y parientes de Primo de Rivera cuyos miembros más destacados eran Agustín Aznar, Rafael Garcerán, José Moreno y Sancho Dávila. Estos hombres eran admiradores de José Antonio y como muchos otros, mantenían la ficción de no aceptar los rumores de su muerte. No les agradaba Hedilla porque creían que trataba de convertirse en el nuevo jefe y se les antojaba un tipo excesivamente proletario. Hedilla, que aún no había cumplido los treinta y cinco años, llevaba viviendo en Salamanca desde el mes de octubre tratando de organizar el movimiento falangista. Hedilla tenía dotes políticas pero por lo demás carecía de tacto ya que permitió que su secretario político, el periodista Víctor de la Serna, publicara un artículo excesivamente elogioso para su persona y en otra ocasión hizo esperar a Serrano Suñer en su antesala, cosa realmente imprudente. Los esfuerzos de Hedilla para hacer de la Falange un movimiento independiente del ejército se vieron frustrados en parte porque muchos estimaban prudente conservar la amistad con él y con el cuartel general de Franco y en parte porque los militares disponían de todos los recursos. La oposición a Hedilla en el interior del movimiento se

6 veía reforzada por un grupo de profesionales (ingenieros, abogados y tecnócratas) que deseaban convertir a la Falange en el partido pragmático y carente de doctrina del nuevo Estado autoritario. Serrano Suñer prestó apoyo a estas personas. Ni él ni Franco deseaban que se formara otro centro de poder en torno a Hedilla ni en torno a nadie. Su deseo de concentrar el poder en el generalísimo lo demostraba su decisión de poner las milicias de la Falange bajo el mando del general de caballería Monasterio. Con todas estas vicisitudes, Hedilla perdía simpatías. A primeros de abril se dirigió a Salamanca y a Villareal de Alava para visitar a dos destacados carlistas, Lamamié de Clairac y Arauz de Robles y ambos estuvieron de acuerdo en que si se llegaba a la unificación de la Falange y el carlismo, sería contra su voluntad. Pero casi al mismo tiempo Franco se entrevistaba con Rodezno y dos carlistas más para discutir la idea de una unificación formal de todos los partidos, movimientos y subgrupos de la España nacional. Se declaró que la prolongada ausencia de José Antonio exigía, con arreglo a los estatutos de la Falange, que se formara un triunvirato y en consecuencia se ocuparon materialmente las oficinas del movimiento en Salamanca. Hedilla aceptó el hecho consumado pero acudió a protestar ante Franco.

A continuación Hedilla ordenó a la Falange local de Salamanca que volvieran a ocupar las oficinas que fueron ocupadas sin derramamiento de sangre a media noche. Lo que ocurrió después ha quedado oscuro. El jefe de las milicias falangistas José María Alonso Goya, amigo incondicional de Hedilla, se presentó en la pensión que ocupaba Sancho Dávila (componente del "grupo Madrid") acompañado por un destacamento de hombres armados. Se inició un tiroteo en el que resultó muerto. Al cabo de unas horas Garcerán fue detenido a su vez cuando otra banda armada de Hedilla irrumpió en su domicilio. Hedilla convocó la reunión del consejo nacional de Falange para el 18 de abril en el que pronunció una alocución y solicitó una nueva votación para decidir si continuaba en la jefatura. Salió vencedor por diez votos contra cuatro sobre veintidós. Hedilla acudió ante Franco y le declaró que había sido confirmado como jefe de la Falange. Parecía un triunfo de Hedilla pero a las ocho de la tarde del mismo día recibió en su domicilio el texto del decreto por el que se ordenaba la unificación forzosa de la Falange y los carlistas.

A medianoche se publicó el decreto. Quedaban incorporados a él todos los grupos que integraban el bando nacional incluidos los monárquicos. Franco sería el jefe supremo agregando este título al de jefe de Estado y al de comandante en jefe de los ejércitos. El nuevo partido adoptaría el kilométrico nombre de Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Además de ocultar sus planes a Hedilla, Franco no había consultado con los carlistas. Muchos carlistas que consiguieron menos de lo que esperaban del nuevo "movimiento" guardaron

7 momentáneamente sus protestas. A Hedilla se le asignó el puesto de secretario general en la nueva secretaría política. El declinó la oferta. Todos los que aceptaron eran personajes sin importancia en el seno de la Falange. El 25 de abril Hedilla fue detenido siendo internado en la cárcel de Salamanca. Se le acusó de la detención ilegal de Dávila, de utilizar ilegalmente camiones del gobierno para trasladar a Salamanca a sus partidarios y de transformar en su beneficio personal el laboratorio de la facultad de Ciencias de la Universidad de Salamanca, a fin de fabricar un gas especial que le habría permitido asaltar el cuartel general del generalísimo. Estas acusaciones descabelladas permitieron al régimen mantenerlo en cautividad al tiempo que se detenía a otros destacados falangistas acusados de diversos actos subversivos. El 1 de mayo, todas las jefaturas provinciales de Falange quedaron abolidas provisionalmente y en el mes de junio Hedilla fue nuevamente acusado de tentativa de derrocar al Caudillo. Se produjeron algunas manifestaciones públicas de apoyo a Hedilla pero los que participaron en ellas fueron detenidos por "rojos" desapareciendo varios meses en las cárceles. Así terminó la llamada "conspiración de Hedilla". Los cuatro años siguientes los pasó en prisión sufriendo hambre y privaciones.

Serrano Suñer se convirtió en el hombre clave del nuevo movimiento. Con paciencia y habilidad se dedicó a suavizar las diferentes secciones de la derecha política y a calmar los ánimos de los falangistas que se reunían en casa de en Salamanca. Como destacado ex miembro de la CEDA, Serrano tenía antigua amistad con muchas personas encuadradas en las derechas políticas españolas. Se disponía a crear un "Estado nuevo", el único que podía permitir una educación y una organización del pueblo español para la vida política de España, ese que se ha dado en llamar autoritario.

Entretanto ¿que ocurría con la monarquía?. Para Franco significaba aplazar por tiempo casi indefinido el retorno de la monarquía. Franco sería el único monarca de España. Durante este año recibió nuevos refuerzos. Un decreto del 4 de agosto por el que se obligaba a todos los oficiales en activo a afiliarse a FET y de las JONS disponía que el Caudillo designaría a su propio sucesor. Franco empezó a aparecer vestido con uniforme de almirante y no sólo de general. Los muros de la España nacional se llenaron con carteles que decían: "Franco, caudillo de Dios y de la Patria" y fotografías del general. La España nacional que tras la caída del norte ocupaba las dos terceras partes del país seguía siendo una sociedad militar. El aristocrático general Gómez de Jordana continuaba al mando del gobierno provisional de Burgos. Serrano Suñer, que no gozaba de cargo o título gubernamental alguno durante el año de 1937, era el dirigente político. A la medida de él se inventó un pasado falangista poco convincente pero útil. Sus atribuciones no se vieron limitadas por el nuevo consejo nacional, cuyos 48 miembros fueron designados el día 2 de diciembre. Este organismo no pasó de ser un cuerpo meramente consultivo en la práctica. Recordaba al gran consejo fascista italiano y sus miembros, que tenían función legislativa, eran designados por Franco. El nuevo "movimiento nacional (Falange Española Tradicionalista) no alcanzó gran desarrollo en 1937. Carecía de ideología propia. Así, el jefe de propaganda de FET era Dionisio Ridruejo y otro amigo falangista de Serrano Suñer, José Antonio Jiménez Arnau, era jefe de prensa. La Falange era ahora un apéndice del ejército, el periódico del partido, "Arriba España" ostentaba en su cabecera el lema "Por Dios y el César". La FET no servía más que para efectuar propaganda. Los responsables del carlismo en el consejo nacional eran todos del ala moderada y habían aceptado el decreto de unificación siguiendo a Rodezno. De hecho, la Falange y los carlistas permanecieron marginados en todos los sentidos excepto en el formal, los movimientos juveniles respectivos no levantaron cabeza. A los monárquicos alfonsinos, por

8 contraste se les veía por todas partes en aquellos días, pululando alrededor de los generales. Esta era, pues, la situación de la España franquista a finales de 1937.

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