3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

CAPÍTULO TERCERO: UN CONTEXTO A PACIFICAR: TOLEDO, 1465-1474

La vida de Enrique IV (reinó entre 1454 y 1474), alto, grueso, con una palidez intensa en el rostro y mirada insistente, transcurrió entre difamaciones. Contó con algunas personas que le fueron fieles, nobles de segunda fila o clérigos, entre ellos fray Lope de Barrientos o fray Alonso de Oropesa, pero casi todos acabaron desanimándose, según Luis Suárez Fernández, ante la ciclotimia (psicosis maniaco-depresiva) que le impedía guardar una coherencia en sus actos. El cronista Alonso de Palencia (o Alonso Fernández de Palencia) se encuentra entre los más ásperos detractores de su reinado. Desde su punto de vista Enrique IV era un “monstruo cruel” que una vez hecho rey, lejos de corregir los errores que había cometido en el pasado, “añadió infinitos géneros de crímenes” 1. Siendo príncipe, en efecto, Enrique se había mostrado mucho más resolutivo que cuando llegó al trono a la hora de intervenir en el conflicto abierto entre la nobleza y su padre, Juan II (1406-1454), por culpa del poder que ostentaba el todopoderoso condestable de Castilla, Álvaro de Luna, la persona más cercana al rey. Entonces, encabezando una coalición de nobles que quería que el monarca echase de su lado a su protegido, mostró algunas dotes de mando, no sabiendo tal vez lo que su actitud iba a depararle. Estaba alineándose con la nobleza, partidaria del establecimiento de una monarquía débil a la que controlar. Álvaro de Luna, aunque tan sólo ostentaba un poderío delegado por el rey, era la imagen de una realeza fuerte frente a unos nobles ávidos de riquezas, territorios y poder. Será a partir de 1453, año en el que Juan II no pudiendo soportar la presión de sus rivales ordena que Álvaro de Luna

1 PALENCIA, A. de, Gesta hispaniensia ex annalibus suorum dierum collecta , TATE, B. y LAWRENCE, J. (Edits.), Madrid, 1998, tomo I, libros I-V, cap. I, p. 95.

281 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) sea decapitado, cuando Enrique IV empiece a observar las consecuencias de la postura que había defendido hasta entonces. Juan II murió el 22 de julio de 1454 y Enrique fue coronado inmediatamente en el convento dominico de San Pablo, en Valladolid. Tenía 29 años y contaba con un prestigio notable. Su primera década de gobierno, hasta 1464, fue pacífica si se compara con la de 1465-1474 (murió en diciembre de este año), aunque la paz era ficticia y resultó ser gravemente perniciosa. Por un lado, la actitud del nuevo monarca durante la guerra contra el reino de Granada que inició nada más llegar al trono para legitimarse como rey cristiano, algo que solían hacer todos los reyes de Castilla, disgustó a la nobleza. Se negaba a que sus soldados pelearan en campo abierto y realizasen grandes asaltos para coger botín; su estrategia consistía en quemar los campos para que los musulmanes se rindieran sin que se derramase sangre. Esto frustró las aspiraciones de gloria y de adquisición de riquezas de muchos. Por otro lado, los problemas de Enrique IV para procrear impidieron que pudiera ser reconocido un descendiente suyo como legítimo sucesor en el trono de Castilla sin problemas. Unos rumores le acusaban de sufrir impotencia; otros de ser homosexual. Todos ellos eran, sin embargo, falsas acusaciones vertidas por los nobles para deslegitimar como aspirante al trono de Castilla a su hija Juana (a la que apodaron “la beltraneja” porque la consideraban hija de Beltrán de la Cueva), y conceder legitimidad para que pudiesen ser coronados como reyes los hermanastros de Enrique IV, Alfonso e Isabel, nacidos del segundo matrimonio que contrajo Juan II. Las acusaciones fueron enarboladas por muchos de los nobles que en su día se posicionaron al lado de Enrique, siendo príncipe, en el enfrentamiento que mantuvo contra su padre por culpa de Álvaro de Luna. Durante el reinado de Juan II también habían corrido rumores que aseguraban que Enrique no era en realidad hijo del rey, pero no tuvieron ningún efecto en comparación con el que desde mediados de la década de 1460 tendrían las voces que tachaban a Juana de ser descendiente de Beltrán de la Cueva, un hombre muy cercano a la reina. Además, como sucediera con Juan II, Enrique IV no mostraba una actitud resuelta ante la labor de gobierno. Era apático a la hora de dirigir las riendas del reino, y, al contrario que su padre, no estaba dispuesto a otorgar un poder tan absoluto al marqués de Villena, Juan Pacheco, el personaje más cercano a él, como el que Juan II había concedido a Álvaro de Luna. El poderío de éste ensombreció el reinado de su padre, y no iba a cometer el mismo error con el marqués de Villena. El problema era que había que encontrar unos principios de gobierno claros, y la

282 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 postura representada por Álvaro de Luna a favor de una realeza fuerte era la única alternativa viable a la defendida por los nobles, deseosos de ver a los reyes bajo su dominio. De esta forma, Enrique IV acabaría dejando de representar a una realeza débil y fuertemente mediatizada por los nobles, para convertirse en la cabeza de una monarquía no dispuesta a dejarse mediatizar por ellos. La reacción de los nobles fue rotunda. En un acto sin precedentes alzaron como monarca al hermanastro del rey, Alfonso, en el verano de 1465. Desde entonces en Castilla habría dos cortes reales: una encabezada por Enrique IV, el monarca legítimo, y otra por Alfonso, un niño que se intitulaba rey por deseo de la nobleza. Pero esta situación tan sólo duró tres años. En 1468 Alfonso moría víctima de una repentina enfermedad; envenenamiento según muchos. Esto hizo que la postura de los nobles cambiara. Ahora la única candidata posible a ocupar el trono era Isabel, la hermana mayor de Alfonso, si bien se mostraba reacia a recibir la corona antes de la muerte de Enrique IV. Ella, como algunos nobles, nunca aceptó que Juana fuera hija de su hermanastro, mas no estaba dispuesta a que la nobleza la utilizase para desobedecer al monarca establecido, como había hecho con Alfonso, y la convirtiera en una reina ilegítima y sin el poderío que todo soberano debía tener. Frente a esta actitud la mayor parte de los nobles que habían integrado el bando alfonsino se pasaron al bando opuesto, al de Enrique IV y Juana, que ahora va a volver a representar a una monarquía débil contra la nobleza. El bando de Isabel desde ese momento se posicionó como defensor de la existencia de unos reyes fuertes y poderosos, reivindicando la memoria de Álvaro de Luna y de los ideales que había defendido. En el seno de las ciudades castellanas el reflejo de este conflicto entre los monarcas y los nobles fue especialmente dramático. Los dirigentes urbanos acabaron dividiéndose en dos bandos enfrentados con mucha más rotundidad que en tiempos de Juan II. Cada uno de esos bandos representaba a una postura política con respecto a la monarquía: uno era partidario de la nobleza y del mantenimiento de unos reyes débiles frente a ésta; otro, al contrario, pensaba que la solución al crítico contexto que vivía Castilla tan sólo iba a llegar de la mano de unos reyes dotados del suficiente poderío como para proceder de forma autónoma y libre de trabas. Toledo, en concreto, una ciudad especialmente sensible en todo lo que tuviera que ver con la realeza y los nobles durante el siglo XV, sufrió las consecuencias de este conflicto de manera rigurosa. El bando de los Ayala, fieles partidarios de las posturas defendidas por el marqués de Villena en la última década del reinado de Enrique IV, y dueños absolutos de la vida política de la ciudad hasta entonces, prefería la existencia de unos reyes débiles y fácilmente manejables. El de los Silva, al contrario, estaba del lado de Isabel.

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Sin embargo, sería ingenuo pensar que tan sólo fueron causas políticas las que acabaron convirtiendo a la década que va de 1465 a 1475 en la más conflictiva de todo el siglo XV, tanto en la ciudad del Tajo como en toda Castilla. Los argumentos políticos son el detonante. En Toledo existía, siguiendo el lenguaje que se empleó en el capítulo primero, una violencia estructural, producto de las relaciones de poder establecidas, que se vio ideológicamente legitimada por la “violencia cultural” mediante dos argumentos: uno puramente político, relativo a las distintas posiciones que podían tomarse con respecto a la realeza; y otro más socio-religioso, centrado en el reconocimiento o no del derecho a gobernar sobre los cristianos viejos que aspiraban a tener algunos grupos sociales. Esa violencia estructural -las relaciones de poder-, tras adquirir un radicalismo desmedido sólo comparable al que se había dado durante la revuelta que se produjo en Toledo en 1449 contra los judeoconversos, se manifestó en forma de violencia directa, haciendo de la década de 1465-1475 una de las más cruentas de la última centuria medieval. Para explicar esta situación a lo largo de las páginas que siguen va a hacerse un análisis más o menos minucioso de la sociedad toledana bajomedieval, poniendo de manifiesto las metas colectivas de cada uno de los grupos que la integraban, y las relaciones de poder en que se movían las personas insertas en ellos. Los conflictos que sufrió la poco estudiada población de Toledo explican, en buena medida, los enfrentamientos sociopolíticos que se vivieron en la ciudad del Tajo a lo largo del siglo XV, especialmente los padecidos entre 1464 y 1475. Hecho este análisis, estudiaremos la crítica realidad socio-política que Toledo vive en esta década, “anárquica” según los ideólogos que trabajaron al servicio de los Reyes Católicos.

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3.1. CAUSAS DEL DESASOSIEGO: LA COMUNIDAD URBANA Y SU PROBLEMÁTICA EN EL SIGLO XV Los conflictos sociopolíticos que se producen en el núcleo urbano de Toledo y sus alrededores durante la baja Edad Media, manifestados a través de los ataques violentos a los judeo-conversos, las peleas entre los oligarcas, la desobediencia a los dirigentes municipales o los abusos de poder de éstos, tienen un triple origen. En primer lugar, habría que relacionarlos con la competitividad instaurada 2 en el interior de la urbe entre los linajes que desde principios del siglo XIV se van asentando en ella, las familias poderosas autóctonas y la burguesía que empieza a nacer 3; y en segundo, con la incongruencia existente entre las antiguas estructuras institucionales de gobierno (caducas y obsoletas en muchos sentidos) y el desarrollo socioeconómico que se vive desde mediados del siglo XIII 4. Las instituciones urbanas que existen en Toledo a inicios del siglo XV habían variado poco con respecto a las creadas a finales del XI, y éstas estaban establecidas con unas claras connotaciones de gobierno en comunidad, para garantizar el predominio de la entonces minoría cristiana sobre la población islámica. El problema es que a la altura del 1400 en la ciudad del Tajo casi ya no hay musulmanes, y, de acuerdo a la regulación teórica de sus instituciones, miles de toledanos -creyentes en el cristianismo- pueden emitir su voto en el Ayuntamiento a la hora de tratar cualquier asunto. De respetarse lo establecido Toledo sería sencillamente ingobernable. Por último, en tercer lugar, lo heterogéneo de la comunidad social toledana, prácticamente desconocida excepto en lo que se refiere a los oligarcas, también es un factor a tener en cuenta. La no-conservación de protocolos notariales anteriores a principios del siglo XVI ha hecho que muchos de los aspectos que caracterizaron a las clases baja y media -la “gente menuda” o el “común”- permanezcan en la sombra, a pesar de que éstas adquirieron una fuerza sociopolítica notable 5 entre 1250 y 1350. El establecimiento de una oligarquía dueña del gobierno en Toledo, como en el resto de las ciudades del Occidente medieval, se produjo de forma paralela a la emergencia del pueblo menudo. Ese progreso oligárquico, no obstante, fue anterior a un ascenso del común que sólo se dio, en palabras de José María

2 OLSON, M., The logic of collective action. Public goods and the theory of groups , Harvard, 1971, pp. 9 y ss. 3 Véase el resumen que realiza María ASENJO GONZÁLEZ sobre algunas de estas ideas en: Espacio y sociedad en la Soria medieval. Siglos XIII-XV , Soria, 1999, pp. 441 y ss. 4 El desarrollo de las instituciones de Toledo desde la conquista de la urbe por los cristianos, en el año 1085, se desconoce en gran medida. Sin embargo, es de gran valor la trayectoria que describe Francisco José ARANDA PÉREZ en Poder municipal y Cabildo de jurados en la Edad Moderna (siglos XV al XVII) , Toledo, 1992, pp. 18-31; y Poder y poderes en la ciudad de Toledo. Gobierno, sociedad y oligarquías en la España moderna , Cuenca, 1999, pp. 40-69. 5 VAL VALDIVIESO, Mª.I., del, “Ascenso social y lucha por el poder en las ciudades castellanas del siglo XV”, E.E.M ., 17 (1994), pp. 157-184, en concreto p. 171.

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Monsalvo Antón, “cuando se fueron sustanciando los mecanismos de discriminación y los afectados tomaron nota” de ello 6. En efecto, el siglo XV en Toledo es testigo de la ascensión de un importante grupo social que desde abajo, como parte del común, y gracias a su enriquecimiento económico en negocios de todo tipo 7, empieza a hacer frente a los nuevos oligarcas surgidos tras el ocaso de los antiguos linajes que habían controlado la ciudad hasta principios del siglo XIV. A ese grupo social se le han puesto muchos nombres: naciente burguesía 8, segunda oligarquía 9, protoburguesía, preburguesía emergente 10 , etc. En todos los casos se trata de un sector muy dinámico integrado por individuos, en buena parte de ascendencia judeo-conversa, que obtienen un capital destacable gracias a su dedicación al comercio, al préstamo, al cambio con intereses o a los arrendamientos de rentas concejiles o regias. Un sector, en definitiva, al que pertenecen aquellos miembros del común que en una sociedad como la bajomedieval, mucho más permeable y abierta de lo que se cree 11 , consiguieron ascender socialmente, aunque las familias a las que pertenecían tuvieran que esperar el paso de varias generaciones para verse recompensadas con un título señorial o con algún oficio concejil. El enfrentamiento entre esta burguesía deseosa de adquirir poder político y unos caballeros que se van imponiendo en Toledo de forma muy sólida a partir de finales del siglo XIV, por una parte, unido a la oposición de ambos contrincantes a los antiguos linajes que habían dominado la ciudad, por otra, explican, en término generales, el conflictivo ambiente político y social que viven los toledanos durante la última centuria del Medievo. No obstante, en el siglo XV la disputa contra los antiguos linajes prácticamente no existe; éstos ya han caído por su propio peso frente a las nuevas familias llegadas del exterior, aunque algunos consigan sobrevivir vinculándose a ellas. El conflicto más encarnizado ahora se produce entre los caballeros venidos de fuera que gobiernan Toledo y los burgueses que aspiran a gobernar junto a ellos 12 .

6 MONSALVO ANTÓN, J.Mª., Las ciudades europeas del Medievo , Madrid, 1997, p. 204. 7 A la parte más destacada de este grupo social se refiere José GÓMEZ MENOR en su obra: Cristianos nuevos y mercaderes de Toledo , Toledo, 1970. 8 D.O.M., pp. 568 y ss. 9 Así la llama Juan Ramón PALENCIA HERREJÓN en su Tesis Doctoral inédita Ciudad y oligarquía de Toledo a fines del Medievo (1422-1522) , leída en la Universidad Complutense de Madrid en 1999. 10 VAL VALDIVIESO, Mª.I. del, “Ascenso social y lucha...”, p. 157. 11 GONZÁLEZ, A., “Sociedad urbana y gobierno municipal en Castilla (1450-1600)”, en su obra Sobre el Estado y la administración en la Corona de Castilla en el Antiguo Régimen , Madrid, 1981, pp. 57-83, en concreto p. 70. 12 No es la única zona de Castilla, tal y como se refleja en: VAL VALDIVIESO, Mª.I. del, “Transformaciones sociales y luchas urbanas por el poder en el área del obispado de Burgos a fines de la Edad Media”, Edad Media , 3 (2004), pp. 115-152.

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En este conflicto la nueva oligarquía no dudó en valerse del pueblo para obstaculizar el ascenso político de los miembros más acaudalados del común, muchos de origen converso como se dijo, esgrimiendo argumentos racistas en contra de los cristianos nuevos 13 . De esta forma, un enfrentamiento que en principio afectaba a un sector social minoritario acabará salpicando a toda la comunidad urbana; aunque siempre existirán dudas tanto sobre el nivel de implicación de las clases medias y bajas en los conflictos de la oligarquía, como sobre el verdadero papel del común en los enfrentamientos de aquéllos a los que denominaban poderosos 14 . No hemos de olvidar que los oligarcas y los florecientes burgueses constituían dos grupos sociales que en términos demográficos en ningún modo superaban el 15 % de la población de Toledo, cuando esta ciudad era habitada a mediados del siglo XV por 22.000 personas 15 o más 16 , y por 31.930 en 1530, fecha para la que poseemos datos más seguros 17 . A finales del siglo XV la comunidad social de Toledo está en plena expansión demográfica dentro del espacio de 100 hectáreas que ocupaba la urbe, rodeada en más de sus dos cuartas partes por el río Tajo -y por la muralla sobre todo en la cara norte, por donde éste no pasa- como si de una península se tratase 18 . Las calles que organizaban (y organizan) el trazado urbano básicamente eran: vías de acceso a través de las puertas principales de la ciudad; calles paralelas a las murallas con una clara función militar, sobre todo en la fachada norte; calles perpendiculares a las murallas, creadas para acudir a la defensa de las mismas; y el resto de las vías, que se organizaban a partir de la disposición de las que estructuran los accesos y la defensa del núcleo urbano.

13 En este racismo insiste de forma constante Benzion NETANYAHU en su polémica obra Los orígenes de la Inquisición en la España del siglo XV , Barcelona, 1999, dedicada en buena medida a estudiar el conflictivo ambiente de la Toledo del siglo XV. 14 María Gutiérrez, por ejemplo, se quejó ante el Consejo Real de los Reyes Católicos diciendo sufría desde muchos años atrás años un robo continuo, realizado por Luis Carrillo de Guzmán y su hija, casada con Alfonso Arias, porque ambos no pagaban una tierra que les había alquilado. Según la mujer, si hasta 1477 no se atrevió a actuar contra ellos era por el miedo que les tenía, al ser personas poderosas e enparentadas : A.G.S., R.G.S., 16 de septiembre de 1477, fol. 372. 15 VALDEÓN BARUQUE, J., “La baja Edad Media peninsular. Siglos XIII al XV. La población, la economía, la sociedad”, en Historia de España de Ramón Menéndez Pidal , tomo XII, Madrid, 1996, pp. 29-48. La misma cifra proponen Julio PORRES MARTÍN CLETO (“La ciudad de Toledo a mediados del siglo XV”, Anales toledanos , XXVIII (1991), pp. 35-52) y Andrés RODRÍGUEZ HORTA (“La ciudad de Toledo a fines de la Edad Media: población y caracteres socioeconómicos según un alarde militar de 1503”, en LORING GARCÍA, M.Iª. (Edit.), Historia social, pensamiento historiográfico y Edad Media , Madrid, 1997, pp. 449-474, en concreto pp. 455-457). Un censo de 1528 poco fiable dice que Toledo junto con Ciudad Real tenía 20.392 habitantes: FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M., “El siglo XVI. Economía, sociedad, instituciones”, en Historia de España de Ramón Menéndez Pidal , tomo XIX, Madrid, 1990, pp. 43-127. 16 Paul BAIROCH, Jean BATOU y Pierre CHÈVRE dan las cifras demográficas de Toledo reflejadas en el siguiente cuadro en su obra La population des villes européennes de 800 à 1850 , Génova, 1988, p. 20. AÑO 800 900 1000 1200 1300 1400 1500 1600 1700 1750 1800 1850 POBL. 25.000 - 37.000 35.000 42.000 45.000 32.000 80.000 23.000 20.000 18.000 15.000 Sin duda algunos de estos datos son excesivamente extremos. 17 PÉREZ, J., La revolución de las comunidades de Castilla (1520-1521) , Madrid, 1977, p. 15. 18 VV.AA., Arquitectura de Toledo. Del romano al gótico , Toledo, 1992, p. 16.

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Atendiendo a la función de cada uno de los espacios de la ciudad, podríamos distinguir básicamente 19 : la zona del perímetro de murallas y los puentes, con una función defensiva; el área del alficén, coronado por el alcázar, con un carácter gubernativo-militar; la zona de la plaza en la que se ubicaba el ayuntamiento y la catedral, con una función administrativa de carácter tanto civil como religioso; y la zona comercial más importante, situada en el espacio que se extendía entre la plaza de Zocodover, verdadero corazón de la ciudad, la catedral y la plaza mayor situada a las espaldas de ésta. Dichas zonas integraban lo que algún autor ha definido como el “centro cívico” de Toledo 20 , habitado en su recinto norte por un buen número de conventos y de casas de los linajes más importantes de la ciudad, y en el noroeste, junto al puente de San Martín, por los judíos residentes en la judería mayor, una de las más grandes de Castilla, y también de las más castigadas por los ataques antisemitas que se produjeron durante la guerra civil entre Pedro I y Enrique de Trastámara, a mediados del siglo XIV, y sobre todo en 1391 21 . Fuera de estos recintos se encontraba el arrabal, en la zona noreste de la urbe. La estructura urbanística de Toledo a finales de la Edad Media, por lo tanto, no era la más adecuada para mantener el orden público y luchar contra el crimen. Su trazado sinuoso 22 propio de la configuración urbana de una ciudad andalusí, las continuas subidas y bajadas del terreno y lo oscuro de sus calles hacían del núcleo urbano un lugar propicio para el desarrollo del delito con un mínimo de seguridad para los malhechores. Si el mantenimiento del orden público de por sí ya era complicado en cualquier ciudad bajomedieval, en una caracterizada por tener un trazado urbano casi laberíntico, en el que se producía una conjunción de calles organizadas en distintas direcciones, podía llegar a ser un verdadero problema. Esto es algo que ha de tenerse en cuenta a la hora de investigar sobre violencia desatada por culpa de los conflictos sociales, sean de raíz política o económica.

19 ZÁPATE, A. y VÁZQUEZ, A., El casco histórico de Toledo , Toledo, 1983, p. 26. 20 PORRES MARTÍN-CLETO, J., “La ciudad de Toledo a mediados del siglo XV...”, pp. 41-51. 21 Sobre Las juderías véanse los datos que da Julio PORRES en Historia de las calles de Toledo, 4 vols, Toledo, 2002 (4ª Edic.), vol. II, pp. 638-643. 22 “Las casas se apiñaban en un pequeño espacio de terreno. Incluso los sótanos, al menos en la segunda mitad de siglo [del XVI], estaban habitados, sobre todo por inmigrantes de las tierras circundantes que acudían a la ciudad buscando trabajo o limosna. [...] Contrastando con estas casas pequeñas y abigarradas, amontonadas en el caos apretado de la urbanística musulmana, existían casas ricas y cómodos palacios pertenecientes a una nobleza e hidalguía muy numerosas en Toledo”: MARTÍNEZ GIL, F., La ciudad inquieta. Toledo comunera, 1520-1522 , Toledo, 1993, p 24.

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Toledo en torno al año 1500. Imagen obtenida a partir de plano de El Greco

3.1.1. OLIGARCAS PODEROSOS Y CONFLICTIVOS En las páginas anteriores ya nos ha aparecido la palabra oligarquía, un término comodín difundido de forma masiva en los últimos años que en la actualidad, a pesar de ser criticado por muchos, no cuenta con un vocablo alternativo más allá de los tradicionales de aristocracia (igualmente criticado) o élite social 23 . El concepto con el que los individuos del siglo XV

23 SÁNCHEZ LEÓN, P., Absolutismo y comunidad. Los orígenes sociales de la guerra de los comuneros de Castilla , Madrid, 1998, pp. 26-27.

289 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) definían a aquellos sujetos que en la actualidad son considerados como oligarcas, poderosos , es bastante vago, subjetivo y ambiguo. Las personas determinadas como tales lo eran porque poseían una autoridad digna de ser tenida en cuenta a la hora de relacionarse con ellas 24 , ya fuese por su poder político para emprender cualquier acción, por su capacidad económica a la hora de litigar, o por sus apoyos sociales, cuando tenían que defender su estatus 25 . Lo que parece claro es que tanto la honra reconocida socialmente que ostentaban algunos individuos (hacia los que había que mantener un trato basado en el amor y el miedo como frente a los monarcas, aunque en un nivel inferior 26 ), debido a sus relaciones políticas y/o de parentesco, como el potencial económico del que hacían alarde, eran determinantes en su consideración o no como miembros de las élites sociales de los núcleos urbanos. Las formas de vida, los hábitos de comportamiento y la mentalidad de los oligarcas, sin embargo, son mal conocidas 27 . Se sabe que en una primera fase todos ellos buscaron el poder económico (plutócratas), y una vez obtenido éste el reconocimiento social y el dominio político. Para esto último no tuvieron dudas a la hora de invertir en la compra de tierras y de señoríos o de títulos nobiliarios, en descalificar a sus rivales políticos, en cometer todo tipo de abusos, en vincularse entre sí para amparar sus intereses, o en constituir cofradías, utilizadas en más de una ocasión como simples tapaderas de sus clientelas sociales 28 . En principio su poder político se desenvolvió en el nivel urbano 29 , aunque todos aspiraran a adquirir un puesto de responsabilidad en la corte que les permitiese ascender a la alta nobleza 30 . Para esto último era importante contar con el prestigio otorgado por la posesión señorial de algún territorio. En el caso concreto de Toledo 31 , desde finales del siglo XIV y hasta principios del XVI aparece un buen número de apellidos vinculados a señoríos 32 : los Ayala serán señores de , Peromoro, y (luego condes) de ; los

24 RODRÍGUEZ MOLINA, J., “Los no privilegiados en Jaén (siglos XIV y XV)”, en Actas del III Coloquio de Historia medieval andaluza. La sociedad medieval andaluza: grupos no privilegiados , Jaén, 1984, pp. 133-163, en concreto pp. 136-137. 25 SIEYÈS, E.J., “Ensayo sobre los privilegios”, en su obra ¿Qué es el estado llano? , Madrid, 1950, pp. 19-58, en concreto p. 47. 26 Libro de los gatos , ESTER SÉLLER, J. (Edit.), Madrid, 1958, p. 131. 27 VALDEÓN BARUQUE, J., “La baja Edad Media peninsular. Siglos XIII al XV...”, p. 268. 28 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., doc. 86, pp. 293-294. 29 ISAACS, A.K. y PRAK, M., “Ciudades, burguesías y estados”, en REINHARD, W. (Edit.), Las élites del poder y la construcción del Estado , Madrid, 1996, pp. 261-294, en concreto p. 266. 30 MERCHÁN FERNÁNDEZ, A.C., Gobierno municipal y administración local en la España del Antiguo Régimen , Madrid, 1988, p. 67. 31 Sobre la oligarquía de Toledo en el siglo XV véase el resumen que realiza Jean-Pierre MOLÉNAT en “L´oligarchie municipale de Toléde au XV e siècle”, en Tolède et l´expansion urbaine en Espagne (1450-1650) , Toledo, 1991, pp. 259-277. También es interesante el estudio que realiza Linda MARTZ sobre las familias conversas de Toledo en su trabajo “Converso families in fifteenth and sixteenth century Toledo: the significance of linaje”, Sefarad , XLVIII (1988), pp. 117-193. 32 D.T.P.H, pp. 769-770.

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Silva condes de Cifuentes, marqueses de Montemayor, y dueños de , Villaseca y Villaluenga; los Barroso-Ribera van a ser señores (más tarde marqueses) de Parla, Malpica y Valdepusa; los Niño-Guevara señores de y luego condes de Oñate; los Laso de la Vega señores de ; los Chacón señores de Casarrubios; los Hurtado de Mendoza-Guzmán condes de y señores de ; los Álvarez de Toledo señores de Higares; los Suárez de Toledo señores de Gálvez y Jumela; los Ribadeneira señores de Caudilla y Novés; los Álvarez de Toledo-Luna de Cedillo; los Rojas de Mora, y El Castañar, etc 33 . Además, muchos individuos de estas familias detentan oficios importantes en el reino: los Ribadeneira-Ribera tienen el oficio de mariscal de Castilla; los Silva heredan entre sí el cargo de alférez mayor del ejército de los monarcas; Fernando Álvarez de Toledo, secretario de los Reyes Católicos, era toledano; un contador mayor de éstos, Gutierre de Cárdenas, también obtuvo un cargo en el Regimiento de la ciudad del Tajo... En definitiva, estamos ante una de las oligarquías más poderosas de toda la Península Ibérica.

LOS LINAJES DE LA OLIGARQUÍA TOLEDANA SEGÚN SU ORIGEN Antiguas familias de Toledo Linajes llegados del norte de Familias integrantes de la Castilla y de Portugal naciente burguesía Álvarez de Toledo De Ayala De Acre Apolichén Barroso De Alcalá (De) Armildez De Guzmán (algunas familias) Álvarez Zapata Beni Harit De Meneses Del Arroyo Beni Imram, descendientes de De Padilla De Baeza Esteban Hambrán Beni Garrah De Ribera De Beni Lampader De Ribadeneira Cota Beni Sabib De Rojas (algunas familias) Franco (De) Cervatos De Silva De la Fuente Descendientes de Illán Pérez de San De la Vega De Gómara Román Descendientes de Gómez Pérez - Hurtado Díaz de Toledo - Husillo Familia del arzobispo Gonzalo - Jarada Pérez Gaitán - De Madrid Gudiel - De Navarra De Guzmán (algunas familias) - De Oseguera Niño - De San Pedro Núñez de Toledo - Santamaría (De) - Serrano De Pantoja - Terrín De Rojas (algunas familias) - De la Torre

33 MOLÉNAT, J.P., “Formation des seigneuries toledanes aux XIV e et XV e siècles”, en RUCQUOI, A (Coord.), Realidad e imágenes del poder. España a fines de la Edad Media , Valladolid, 1988, pp. 349-370. La obra más importante sobre este asunto hasta la publicación de la Tesis Doctoral de MOLÉNAT es la de Salvador de MOXÓ Los antiguos señoríos de Toledo. Evolución de las estructuras jurisdiccionales en la comarca toledana desde la baja Edad Media hasta fines del Antiguo Régimen , Toledo, 1973.

291 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

3.1.1.1. RICOSHOMBRES Y CABALLEROS Los caballeros formaban un grupo social definido por sus privilegios frente al resto de la sociedad, pero no todos poseían el mismo estatus 34 . Los más poderosos eran los ricoshombres, miembros de unos cuantos linajes que gozaban de prestigio en toda Castilla, aunque sus distintas ramas, extendidas por territorios muy alejados entre sí, aparentemente no mantuviesen ningún tipo de relación más allá de la familiar 35 . Por debajo de los ricoshombres, los caballeros propiamente dichos tenían un poder mucho más limitado, al verse circunscrito a un ámbito espacial concreto; en el caso de los caballeros toledanos su propia ciudad y los alrededores. Ellos conformaban lo que se ha venido llamando la “media nobleza”, caracterizada, sobre todo, por trabajar en servicio de los reyes y poseer cargos destacados en los gobiernos municipales. Juan Ramón Palencia Herrejón hace otro distingo al referirse a Toledo, y señala un tercer peldaño en la jerarquía del estatus de caballero 36 . Él habla de una “caballería de segunda fila” vinculada a los hidalgos, que conformaba un “tercer nivel de la nobleza en Toledo”, a la que pertenecían las “ramas secundarias de los linajes de caballeros”; aunque su mentalidad y sus condiciones de vida fueran idénticas a las de la “clase media” caballeresca. Las diferencias venían dadas por su patrimonio y su poder político 37 . Pero la distinción entre la media y la baja caballería en muchas ocasiones es imperceptible, lo que no sucede al diferenciar entre caballeros y ricoshombres. La ricahombría toledana en el siglo XV estaba formada por ocho linajes: los Ayala, los Silva, los Cárdenas, los Álvarez de Toledo, los Dávalos, los Ribera, los Ribadeneira y los Carrillo. La suerte de cada uno de ellos fue bastante desigual, como veremos. Los Carrillo, descendientes de los Palomeque, desaparecieron pronto, y los Álvarez de Toledo acabarían abandonando la vida política local para desplazarse a otros territorios. Los Cárdenas no llegaron a la ciudad hasta finales del siglo XV 38 , aunque suponen el más claro ejemplo del poder de los Reyes Católicos para dominar la vida política del núcleo urbano mediante el asentamiento en él de individuos afines a sus ideas, leales y poseedores de puestos destacados en la administración central. Dicha capacidad de intervencionismo regio en Toledo también se

34 Véase: QUINTANILLA RASO, Mª. del C., “La nobleza”, en NIETO SORIA, J.M. (Dir.), Orígenes de la Monarquía hispánica: propaganda y legitimación (ca. 1400-1525) , Madrid, 1999, pp. 63-103. 35 La conciencia de poseer un antepasado común al que se glorificaba es muy importante a la hora de guardar una cohesión, aunque sólo sea simbólica, entre las distintas ramas de un mismo linaje: BECEIRO PITA, I., “La conciencia de los antepasados y la gloria del linaje en la Castilla bajomedieval”, en Relaciones de poder, de producción y parentesco en la Edad Media y Moderna , Madrid, 1990, pp. 329-349. 36 D.T.P.H., p. 598. 37 Sobre estos aspectos véase: GERBERT, M.C., La nobleza en la Corona de Castilla: sus estructuras sociales en Extremadura (1454-1516) , Cáceres, 1989; y Las noblezas españolas en la Edad Media. Siglo XI-XV , Madrid, 1997, en concreto pp. 360 y ss. 38 D.O.M., p. 354.

292 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 manifiesta en el caso contrario, en el de los Pacheco, uno de los linajes más poderosos de toda Castilla, a cuya cabeza estuvieron los sucesivos marqueses de Villena. Éstos, desde su señorío de Montalbán, situado a unos veinte kilómetros de la ciudad del Tajo, presionaron en múltiples ocasiones, sobre todo en la década de 1470 39 y en la de 1510 40 , para hacerse con el control de la urbe. Sin embargo, nunca lo consiguieron, por culpa de la oposición de un sector importante de la oligarquía, cuando no de los propios monarcas. La ciudad de Toledo estuvo manejada a lo largo del siglo XV y principios del XVI por estos ricoshombres. Poseían un potencial económico, un prestigio y un reconocimiento incontestables, tanto dentro de los muros de la urbe como en sus alrededores. Además, entre ellos existía un clientelismo (horizontal) que les garantizaba su mantenimiento al frente del poder político, aunque estuvieran enfrentados entre sí en dos sectores: uno encabezado por los Ayala 41 y otro por los Silva. Este último grupo, no obstante, se va a ir estableciendo de forma muy lenta a lo largo del siglo XV, integrando a individuos de la naciente clase burguesa. Entre 1400 y 1465 ningún linaje fue capaz de hacer frente al poder que los Ayala tenían en Toledo. Eran el punto de referencia de la política toledana, y por eso los reyes, tanto Juan II como Enrique IV, se garantizaron el sometimiento de la urbe apoyándoles en todo 42 . Los monarcas pensaban que la paz en la ciudad del Tajo tan sólo se podría garantizar si su relación con ellos era cordial. Por esta causa, por ejemplo, no presionaron para establecer como máximo juez de Toledo a un corregidor. Con un simple asistente y los Ayala como alcaldes mayores podía bastar, aunque esta política generara problemas. De hecho, hay dos rasgos muy llamativos en la historia política toledana del siglo XV: por un lado, la debilidad de la oligarquía frente a los reyes a la hora de restringir la creación por parte de éstos de nuevos oficios municipales, en los que situar a personas fieles a los intereses regios 43 ; y por otro, la

39 Juan Pacheco, marqués de Villena, era el hombre más poderoso que rodeaba a Enrique IV durante la segunda década de reinado de éste, y siempre consideró que Toledo era una plaza clave para afianzar su propio poder personal. En la década de 1470 le vemos participando constantemente en los enfrentamientos entre Silvas y Ayala al lado de éstos últimos. En mayo de 1472, por ejemplo, algunos canónigos ocuparon la iglesia de los Santos Justo y Pastor contando con la aquiescencia del marqués de Villena, al parecer con el objetivo de salvaguardar la paz en la ciudad: LOP OTÍN, Mª.J., El cabildo catedralicio de Toledo en el siglo XV: aspectos institucionales y sociológicos , Madrid, 2003, doc. 13, pp. 509-510. 40 El rey Felipe I, tras la muerte de Isabel la Católica, contaba con el apoyo del conde de Fuensalida y del marqués de Villena para dominar Toledo ( Crónica de Padilla , C.O.D.O.I.N., tomo VIII, Madrid, 1846, p. 309). Muerto Felipe el marqués intentó seguir con su dominio, pero se encontró con una rotunda oposición. Se llegó a enviar a un alcalde de la casa y corte de los monarcas para evitar los escándalos que, se sabía, iban a producirse, de entrar el marqués en Toledo: A.G.S., Estado-Castilla, legajo 1 (2), docs. 205 y 206. 41 Sobre los Ayala véase: PALENCIA HERREJÓN: Los Ayala de Toledo: desarrollo e instrumentos de poder de un linaje nobiliario en el siglo XV , Toledo, 1995. 42 Idem, pp. 110-111. 43 Yolanda GUERRERO NAVARRETE y José María SÁNCHEZ BENITO (“Del concejo medieval a la ciudad moderna. El papel de las cartas expeditivas de oficios ciudadanos en la transformación de los municipios castellanos bajomedievales: Burgos y Cuenca”, en GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M. (Edit.), La Península Ibérica en

293 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) debilidad de los mismos reyes frente a los Ayala y su clientela horizontal, árbitros indiscutibles de la vida política en la urbe. La impotencia de los monarcas ya a principios del siglo XV era un grave problema. Por una parte, los Ayala, convertidos en los dueños de la política local, estaban dispuestos a aprovechar su poder para beneficiarse de su vínculo privilegiado con la realeza. Por otra, los linajes no vinculados a ellos (y en especial la naciente burguesía) se sintieron defraudados con la actitud de sometimiento de los reyes. La respuesta a dicha frustración llevó a crear un grupo de poder alternativo al de los futuros condes de Fuensalida, aglutinado en torno a otro linaje de ricoshombres: los Silvas. A la altura de 1465 este grupo ya podía plantar cara a los Ayala, lo que convirtió a la última década del reinado de Enrique IV en la más conflictiva de todo el siglo XV. Por entonces la lucha por adquirir más poderío que el rival era feroz.

3.1.1.1.1. Estrategias matrimoniales: un mecanismo para adquirir poder La Tesis Doctoral de Jean-Pierre Molénat publicada con el título Campagnes et Monts de Tolède du XII º au XV e siècle es, sin ninguna duda, la obra de investigación sobre la historia medieval de Toledo más importante que se ha escrito en los últimos tiempos 44 . Fruto del trabajo de muchos años de estudio, en ella se recomponen muchas de las familias que controlaron a lo largo del Medievo la ciudad del Tajo, haciendo especial referencia a sus dominios territoriales. Sin embargo, cuando uno lee la obra de Molénat, en concreto todo lo que tiene que ver con los linajes, hay una pregunta que le asalta continuamente: ¿por qué?. Es decir, ¿por qué los Palomeque, una familia muy poderosa en los siglos XIII y XIV, se mantienen alejados en sus vinculaciones matrimoniales de los Cervatos, un linaje también muy importante 45 ?. ¿Por qué cuando los Ayala llegan a Toledo a principios del siglo XIV, y en especial desde mediados de esta centuria, procuran realizar matrimonios con las principales familias urbanas 46 , y concretamente con los Palomeque 47 ?. ¿Por qué los Ayala son capaces de

la era de los descubrimientos, 1391-1492... , tomo II, pp. 1.013-1.024, en concreto p. 1.019), por ejemplo, señalan que, de acuerdo con el acrecentamiento de oficios que se da en Cuenca (al igual que en Toledo), “Cuenca no controla la composición de su oligarquía; ésta se halla a merced de la voluntad del rey”. Esta conclusión sirve la oligarquía toledana. 44 La oligarquía de Toledo es conocida gracias a esta Tesis Doctoral, que se complementa con la de Juan Ramón PALENCIA HERREJÓN. La de MOLÉNAT es interesante en todo lo que tiene que ver con los antiguos linajes de la urbe, y la de PALENCIA HERREJÓN en lo relativo a los bajos estratos de la clase caballeresca y a los integrantes de la naciente burguesía. 45 Sólo hay un matrimonio entre ambos linajes: D.O.M., p. 177. 46 D.O.M., p. 170. 47 Fernando Díaz Carrillo, hermano del arzobispo Gonzalo Fernández Palomeque, tiene dos hijas, María González y Sancha Ponce. María González se casó con un Fernando Sánchez Carrillo. De esta pareja nacerían Juan Carrillo y Fernando Carrillo. Éste último sería el primer marido de Aldonza de Ayala, hija de Fernando

294 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 desarrollar una política de alianzas matrimoniales con otros linajes a fines del siglo XIV y en el XV mucho más intensa que los Silva, por ejemplo, no ya en lo relativo al número de matrimonios sino a la “nobleza” de las personas que intervienen en los mismos?. La Tesis de Molénat se refiere de forma constante a las disputas por el control político de Toledo, o a la competitividad existente entre las principales familias de la urbe por acaparar tierras, títulos, oficios concejiles y en la corte, etc., aunque el historiador francés fije su atención en los temas socioeconómicos y no tanto en los sociopolíticos. En ella, además, se refleja muy bien la endogamia que existía entre la clase alta de la ciudad del Tajo, y aparecen dos instrumentos utilizados de forma clara por los oligarcas para aumentar su poder: los matrimonios entre sí, entre miembros de familias poderosas, que en muchas ocasiones servían para sellar alianzas políticas; y la compra y adquisición de tierras y señoríos, en buena parte gracias al patrimonio adquirido por herencia de los linajes vinculados matrimonialmente. Con respecto a estas formas de adquirir poder se pueden señalar dos ideas. Por un lado, es cierto que la parentela no determina la actuación política de los individuos en la vida diaria, aunque de alguna forma sí la condiciona. Dos sujetos de una misma familia podían estar enfrentados y no coincidir en sus posturas políticas; esto es evidente. Por ejemplo, durante la guerra de las Comunidades dentro de un mismo linaje unos individuos eran partidarios de Carlos I y otros de los comuneros 48 . Sin embargo, en la Edad Media, al menos hasta inicios del siglo XVI, lo que existen son bandos-linaje en los que el vínculo familiar es importante. Es cierto que aún más importante podía llegar a ser la clientela horizontal 49 , es decir, los lazos políticos establecidos entre los oligarcas para defender en bloque unos intereses comunes 50 (pseudo-parentesco), pero dichos lazos se solían sellar con matrimonios cuando era posible, o cuando se intentaba mantener una relación especialmente estrecha. Como Miguel Ángel Ladero Quesada defiende, los “bandos, las ligas y parcialidades solían fundamentarse en alianzas y tensiones de base familiar” 51 . Además, las dos formas de acaparamiento del poder a las que se refiere Molénat no eran las únicas; existen otros métodos menos amables basados en la violencia, como luego comprobaremos.

Pérez de Ayala II: D.O.M., pp. 326-330. Más tarde, ya a mediados del siglo XV, un descendiente del linaje de los Palomeque, Diego García VI, se casó con Elvira de Ayala, hija de Diego López de Ayala II: D.O.M., p. 325. 48 MARTÍNEZ GIL, F., La ciudad inquieta... , pp. 161 y ss. 49 MONSALVO ANTÓN, J.Mª., “Parentesco y sistema concejil. Observaciones sobre la funcionalidad política de los linajes urbanos en Castilla y León (siglos XIII-XV)”, , 185 (1993), pp. 937-969, en concreto pp. 945 y ss. Sobre el parentesco es fundamental la obra de Isabel BECEIRO PITA y Ricardo CÓRDOBA DE LA LLAVE Parentesco, poder y mentalidad. La nobleza castellana. Siglos XII-XV , Madrid, 1990. 50 SÁNCHEZ LEÓN, P., “Aspectos de una teoría de la competencia señorial: organización patrimonial, redistribución de recursos y cambio social”, Hispania , 185 (1993), pp. 885-905. 51 LADERO QUESADA, M.A., Los Reyes Católicos. La Corona y la unidad de España , Valencia, 1989, p. 46.

295 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

3.1.1.1.1.1. Las antiguas familias toledanas En Toledo a la altura de 1450 apenas quedan dirigentes políticos que desciendan de forma directa de linajes mozárabes constituidos en los siglos XI y XII, como los Apolichén 52 , los Beni Harit 53 , los Beni Lampader 54 , los Beni Sabib 55 y los Beni Garrah 56 . Ni siquiera el famoso linaje de los Illán Pérez de San Román cuenta con importantes personajes en la urbe 57 , aunque hay algunos sucesores de los Beni Imran, es decir, del linaje de Esteban Hambrán 58 , predecesor de los poderosos Palomeque del siglo XIV. Esteban Hambrán tuvo varios hijos. Uno de ellos se llamaba Juan Ponce (o Juan Pérez) y murió en 1213 dejando cuatro descendientes: García Yuannes, Gonzalbo Yuannes, Rodrigo Ponce y Teresa. Esta última se casó con un miembro de un linaje mozárabe destacado en Toledo, Pedro Yuannes -hijo del alcalde Juan Pétrez 59 -, y sería la madre del arzobispo toledano Gonzalo Pétrez (1280-1299, tradicionalmente llamado Gonzalo García Gudiel). El continuador del linaje, sin embargo, fue García Yuannes, alguacil-alcalde (como su padre) casado con María Álvarez, tal vez como él perteneciente a una familia mozárabe. Una de las hijas conocidas de la pareja, Urraca García, se desposó con un hijo de Suer Meléndez, Melén Suárez, miembro del linaje de los Beni Lampader. Entonces corrían los años centrales del siglo XIII 60 ... En todo caso, el hijo de García Yuannes que recibió la mayor parte de la herencia de su padre, y que estaba destinado a continuar el linaje, era Juan García (o Juan García de Toledo), portero mayor de Sancho IV que murió el 14 de octubre de 1288 sin hijos legítimos. Tan sólo tenía un descendiente, Diego García I, fruto de sus relaciones fuera del matrimonio con Inés, hija del alguacil Alfonso Vicente, de nuevo una de las principales mujeres de la ciudad, integrante de un linaje mozárabe 61 . Diego García I murió en 1321 dejando cinco hijos: dos niños, Diego García II y Pedro, y tres niñas.

52 D.O.M., pp. 90-92. 53 D.O.M., pp. 93-94. 54 De éstos vienen los Meléndez. Melendo b. ´Abd al-Aziz b. Lampader estaba casado en 1152 con María Illanes, hija del alguacil Illán Pérez, y luego se casó con María Peláez, hija del alcaide castellano Pelay Pérez de Fromista. Sus hijos fueron Suer Meléndez, Alfonso Meléndez, Colomba y María Meléndez: D.O.M., pp. 95-96 y 162-165. 55 D.O.M., pp. 96-97. 56 D.O.M., p. 98. 57 Este linaje conduce sin interrupción desde Illán Pérez, alguacil de Toledo en el siglo XII a los duques de Alba y condes de Oropesa. Esteban Illán, hijo de Illán Pérez, murió en 1209: D.O.M., pp. 92-93 y 155-157. 58 Esteban Hambrán es un personaje relativamente bien conocido. De él vienen los Palomeque. Su padre era Imrán, alguacil alcalde de Toledo en 1115, quien ejercía su oficio municipal en nombre del alcalde mayor Abu l- hasam b. Hatim: D.O.M., pp. 94-95. 59 D.O.M., p. 157. 60 D.O.M., p. 158. 61 D.O.M., p. 159.

296 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

La segunda rama del linaje de los Palomeque la constituyeron los descendientes de otro de los hijos de Esteban Hambrán, llamado Rodrigo Ponce o Ruy Ponce, alguacil alcalde de Toledo entre 1206 y 1213. Éste tuvo, a su vez, tres hijos: Pedro Ruiz (o Pedro Ponce), Diego Ruiz y Gonzalbo Ruiz. El primero, Pedro Ruiz, heredó el oficio municipal de su padre y se lo transmitió a uno de sus cuatro descendientes 62 , Fernando Pérez, quien aparece como alguacil alcalde de Toledo entre 1292 y 1294, y muere en 1296 dejando cuatro hijos: Pedro Fernández, Urraca Fernández 63 , María Fernández y Gonzalo Fernández. De todos ellos éste último es el más importante, porque tuvo dos hijas, María González y Sancha Ponce, y casó a la primera con Fernando Sánchez Carrillo 64 , creándose una pareja que daría origen al más brillante de los linajes toledanos que portan el renombre Carrillo en el siglo XV 65 . Los descendientes de Fernando Sánchez Carrillo y María González empezarán a participar en una política de asociaciones matrimoniales distinta a la mantenida hasta entonces por los Palomeque. Su hijo Juan Carrillo desposó a su propio sucesor, Fernando Carrillo, con Aldonza Gómez de Ayala, del linaje mozárabe de los Gómez Pérez toledanos 66 , pero éstos, Fernando Carrillo y Aldonza Gómez de Ayala, casan a sus hijas 67 , Aldonza Carrillo y María Carrillo, con dos hermanos del linaje de los Ayala llegados del norte de Castilla: Pedro López de Ayala V, segundo conde de Fuensalida, y Alfonso de Silva. El intento de vinculación de los Palomeque a través de su rama de los Carrillo con los Ayala es claro. Los sucesores de uno de los linajes más poderosos de Toledo en el siglo XIV se vincularon al más poderoso en el XV mediante alianzas matrimoniales, con el fin de continuar en el poder, aunque hubiesen perdido hasta el renombre originario. El segundo hijo de Rodrigo Ponce al que se hizo referencia, Diego Ruiz, es el padre de Gonzalo Ruiz, un alguacil-alcalde que ejerce este oficio al menos entre 1288 y 1290, cuyos descendientes (él estaba casado con Mayor Gutiérrez, del prestigioso linaje mozárabe de Esteban Illán) llevarían el renombre Palomeque en el siglo XIV 68 . En esta rama del linaje también se empiezan a detectar algunos cambios a partir de esta centuria. De los tres hijos de Gonzalo Ruiz, Diego González (arcediano de Calatrava), Lope González y María González,

62 Los hijos eran Orabuena Pérez (u Orabuena Ponce), Fernando Pérez, García Pérez y Mayor: D.O.M., p. 160. 63 Casada con Lope de Velasco. Éste tras la muerte de su mujer se volvió a casar Teresa Alfonso, hija de Gonzalo Ruiz, el conde de Orgaz del cuadro de El Greco: D.O.M., p. 160. 64 Jean-Pierre MOLÉNAT confiesa desconocer los orígenes de este individuo (D.O.M., p. 327), aunque no deja de llamar la atención que precisamente lleve el renombre Carrillo, vinculado a los descendientes de Gonzalbo Ruiz, otro de los hijos de Rodrigo Ponce. Tal vez se trate de un familiar lejano de su esposa. 65 D.O.M., p. 326. 66 No hay que confundirla con Aldonza de Ayala, hija de Fernando Pérez de Ayala. 67 Su hijo era Juan Carrillo, alcalde mayor de Toledo como su padre, pero él y su mujer Teresa de Guevara mueren sin hijos: D.O.M., p. 327. 68 D.O.M., p. 160.

297 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) los dos primeros mueren en 1334, mientras que la mujer se casa con Juan Ruiz de Rojas, miembro de una de las familias procedentes del norte de Castilla que estaban cobrando fuerza en la ciudad 69 . De igual forma, hasta su muerte Lope González estuvo casado con Leonor Téllez, hija de Tel García de Meneses, cabeza de otra de las familias castellanas llegadas del norte. Parece innegable, en consecuencia, que también esta rama de los Palomeque está intentando vincularse, a finales del siglo XIII y principios del XIV, con las más importantes familias castellanas que llegan de fuera a Toledo. Algo que conseguirán los descendientes de Gonzalbo Ruiz, el tercer hijo de Rodrigo Ponce, de modo indiscutible. Los sucesores de Gonzalbo Ruiz son, en palabras de Jean-Pierre Molènat, “los personajes más importantes de esta rama de los Palomeque [la de Rodrigo Ponce] en el siglo XV y principios del XVI” 70 ; sobre todo en el caso de Gonzalo Díaz Palomeque, arzobispo de Toledo (1299-1310), y de sus hermanos Fernando Díaz, alcalde mayor, y Pedro Díaz de Quesada. Gonzalbo Ruiz murió en 1267 dejando varios hijos: Udaya, a la que casó con Fernando Gutiérrez, un descendiente de un antiguo linaje llegado a Toledo con Alfonso VI en la época de la conquista de la urbe, al que Molènat denomina los Armíldez 71 ; Dia González (Diego González); Leocadia González; y Teresa González. Dia González es el padre del arzobispo toledano Gonzalo Díaz Palomeque, al que arriba se hizo referencia, y de Fernando Díaz, alcalde mayor de Toledo cuyos descendientes también llevarán el renombre familiar “Carrillo” en el siglo XV; al parecer porque su hermano Pedro Díaz Quesada era conocido como Pedro Díaz Carrillo cuando cambió su nombre, después de una importante victoria que obtuvo frente a los musulmanes en la villa de Quesada, que se recuperó tras haber sido perdida 72 (Fernando Díaz es el padre de Juan Fernández, alcalde mayor como él, conocido a la altura de 1360 como Juan Fernández Carrillo). A lo largo del siglo XIV, en cualquier caso, las diferentes ramas de los Palomeque sufren un declive 73 ; a excepción de la de los Carrillo, que llegarán como integrantes de la ricohombría toledana al XV, aunque con una fuerza muy inferior a la de otros linajes menos antiguos. El único tronco común de los Palomeque que se conserva hasta el final de esta centuria lo constituyen los sucesivos Diego García de Toledo 74 . El tercero de ellos 75 se casó a

69 Idem. 70 D.O.M., p. 161 71 D.O.M., pp. 64-65. 72 D.O.M., p. 162, nota 253. 73 D.O.M., p. 326. 74 D.O.M., pp. 324-326. 75 Diego García III murió en servicio de Enrique de Trastámara en la guerra contra Pedro I. Luego Enrique II confirmaría a su viuda Teresa García la posesión de una casa situada en el principal barrio judío de Toledo que había pertenecido a Mayr, hijo de Samuel el Leví: D.O.M., pp. 325-326.

298 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 finales del siglo XIV con Teresa García, mujer del linaje de los Barroso (como el de los Silva oriundo de Portugal), y su hijo 76 Diego García de Toledo IV con Mencia de Ayala, del linaje de los Ayala. Diego García de Toledo VI 77 se volvió a casar con una Ayala, Elvira de Ayala, hija de Diego López de Ayala II, señor de (y de Guiomar Barroso 78 ), y Diego García de Toledo VII lo haría con Catalina de Mendoza, la hija de Gómez Manrique, el primer gran corregidor toledano en tiempos de los Reyes Católicos 79 . A principios del siglo XVI, en fin, el representante del linaje en la ciudad del Tajo era Diego López de Toledo, hijo de Diego García VI. Otras ramificaciones de la familia portaban el apellido Palomeque, pero su importancia era aún menor de la que ya de por sí tenía el tronco principal del linaje. En el siglo XV tan sólo se conoce a un único Palomeque que posea un cargo municipal, Diego Palomeque, regidor a mediados de la centuria; y existen dudas sobre su filiación, porque su familia ya no gozaba del peso que antaño tuvo. Los Carrillo descendientes de los Palomeque, sin embargo, vivían cerca del poder político, y van a continuar buscando asociaciones matrimoniales beneficiosas para mantenerse en la cúspide social, uniéndose a los Laso de la Vega 80 , los Dávalos 81 , los Guzmán o los Niño 82 . Los Cervatos, por su parte, evolucionan de forma casi paralela al desarrollo linajístico de los Palomeque. Su antecesor más importante era Gonzalbo Alfonso Cervatos I, hijo de Alfonso Pérez bin Sirvatus, que vivió a finales del siglo XII y era descendiente de los Beni Garrah 83 . Sirvatus tuvo siete hijos: Gudiel Alfonso, Esteban Alfonso, Pedro Alfonso Cervatos, Gonzalo Alfonso, Loba, Mayor Alfonso y Teresa Alfonso. Los descendientes de todos éstos fueron numerosos, y entre 1250 y 1350 aparecen muchos individuos portando el apellido Cervatos en dos grupos con una situación muy distinta: mientras uno evidencia prosperidad y una integración en las esferas de poder, otro pierde su poderío social 84 . Por otro lado, a finales del siglo XIV este linaje aún seguía buscando el vínculo matrimonial con personas pertenecientes a antiguas familias mozárabes que estaban perdiendo

76 Diego García III tuvo tres hijos: Diego García IV, Inés García y Constanza de Toledo. Diego García IV murió en la batalla de Aljubarrota en 1385. 77 Diego García V murió en 1426 dejando viuda a Margarita de Villena, hija del conde Enrique Manuel. 78 En 1457 era regidor de Toledo. Tuvo cinco hijos: Diego García, Diego López de Toledo, Enrique Manuel, Fernando Álvarez y Constanza Manuel. 79 La hija del matrimonio entre Diego García de Toledo VII y Catalina de Mendoza sería María Manrique, hija única, quien se desposó con Juan de Silva, luego primer marqués de Montemayor: D.O.M., p. 326. 80 Juana Carrillo, hija única de Juan Carrillo y María de Sandoval, se desposó con Pedro Laso de la Vega, hijo del marqués de Santillana Iñigo López de Mendoza: D.O.M., p. 332. 81 María Carrillo se casó con el regidor Fernando Dávalos. 82 Juan Carrillo tras la muerte de su primera mujer, Inés de Guzmán, se volvió a casar otra vez con Mencia Niño, hija de Alfonso Niño y Leonor de las Roelas: D.O.M., p. 332. 83 D.O.M., p. 165. 84 D.O.M., p. 166.

299 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) relevancia 85 (frente a los linajes llegados de fuera), lo que tal vez explique el que a principios del siglo XV sólo haya un representante político de los Cervatos en Toledo: Esteban Alfonso Cervatos III 86 . En la segunda mitad de esta centuria el linaje era representado por un Fernando Gudiel de Cervatos, que casará a su hija con Alfonso Carrillo de Guzmán, hijo de Juan Carrillo, descendiente de los Palomeque 87 . En cualquier caso, la política matrimonial de los Cervatos es menos intensa que la de los Palomeque. Sin duda, poseían menos poder 88 . Junto a estos linajes hay otros que saben aprovecharse de la metamorfosis social producida en la clase alta de la ciudad por culpa de las familias llegadas del exterior. Uno de ellos es el de los Pantoja, emparentado con el linaje de Esteban Illán 89 . Juan Fernández Pantoja casaría a su hijo Martín Fernández Pantoja II con Mayor Gutiérrez, creando un matrimonio del que descenderán todos los Pantoja toledanos del siglo XV. Esta familia se vinculó a los Rojas, descendientes del antiguo linaje de los Armíldez 90 , o incluso a algunos individuos pertenecientes al linaje de los Palomeque 91 , pero sabe adaptarse a los nuevos tiempos que a finales del siglo XIV se vislumbran en Toledo. Las antiguas familias dominantes estaban siendo desplazadas, y si los linajes menos fuertes no querían desaparecer debían asociarse entre sí. Los Gaitán pensaban lo mismo 92 . La familia portadora del renombre Gaitán, muy antigua, empieza a adquirir poder a mediados del siglo XIV con García Yuannes Gaitán y su hijo Juan Fernández 93 . Para ellos existen dos graves problemas. Por una parte, las recién asentadas familias provenientes del norte de Castilla estaban haciéndose con el control de la ciudad rápidamente, y por eso se vinculan a los Meneses 94 . Por otra, la naciente burguesía empezaba a adquirir un potencial económico desconocido, por lo que casan a un miembro de su linaje con una mujer del de los Ribadeneira, una familia de caballeros cercana a la nueva clase burguesa 95 . La unión hacía la fuerza. Necesitaban constituirse en un linaje poderoso para hacer frente a ambos peligros. De ahí su estrecho vínculo con los Pantoja, una antigua familia toledana en su misma situación.

85 María Alfonso Cervatos se casó con Alfonso Meléndez de Fuensalida: D.O.M., p. 322. 86 También aparece un García de Cervatos, regidor muerto en 1445 sin hijos: D.O.M., p. 324. 87 D.O.M., p. 324. 88 Y esto es aplicable a otros linajes también destacados como el de los Gómez Pérez: D.O.M., pp. 162 y ss. 89 Mayor de Toledo tuvo varios hijos: Pedro Fernández Pantoja, Martín Fernández Pantoja I, Juan Fernández Pantoja y Teresa. Ésta se casó con Pedro Esteban, hijo del alcalde Esteban Illán: D.O.M., p. 152. 90 Los Vázquez de Rojas se pueden remontar hasta un Gutierre Armíldez, que vivió en la segunda mitad del siglo XIII, tal vez emparentado con los primeros Pantoja: D.O.M., p. 172. 91 Gutierre González Pantoja era marido de María Daza, hija del alcalde mayor de Toledo, a mediados del siglo XIV, Tel Fernández: D.O.M., p. 342. 92 Los Gaitán y los Pantoja están estrechamente emparentados por ciertos individuos en el siglo XV: D.O.M., p. 342. 93 D.O.M., p. 343. 94 Lope Gaitán se casó con Guiomar de Meneses: D.O.M., p. 344. 95 D.O.M., p. 344.

300 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Los Guzmán no tienen estos problemas. Son un linaje poderoso y con varias ramificaciones que Jean-Pierre Molénat diferencia distinguiendo entre los Guzmán de Batres, los de Villaverde, los de y los de Orgaz-Santa Olalla. Los Guzmán de Batres desarrollaron una política similar a la adoptada por los Pantoja o los Gaitán 96 : se unieron matrimonialmente a las familias llegadas de fuera a Toledo, en especial a los Ayala 97 , y, a su vez, a una de las familias burguesas más importantes, la de los Zapata 98 . Pero también se vinculan a los Carrillo 99 , a los Ribera e, incluso, a los Laso de la Vega 100 . Los Guzmán de Villaverde se enlazaron más a familias autóctonas como la de los Palomeque 101 o los Pantoja 102 , lo mismo que harían los Guzmán de Villaminaya, quienes además de a los Palomeque 103 se unen familiarmente a los Cervatos 104 o a los Rojas 105 . Los Guzmán de Orgaz- Santa Olalla también se vinculan a los Carrillo 106 , si bien el principal matrimonio que realizan es entre Alvar Pérez de Guzmán y Beatriz de Silva 107 , una de las primeras mujeres de este linaje que pisa Toledo. Los Álvarez de Toledo, por su parte, muestran a lo largo del siglo XV una clara preferencia en sus matrimonios por unirse a miembros del linaje de los Ayala 108 , o a personas de familias cercanas a éstos como los Carrillo o los Guzmán 109 . Sin duda eran una familia muy poderosa, y por ello se pudieron permitir el vincularse a sujetos pertenecientes a dichos linajes, tal y como sucede con los Niño, aunque éstos no empiezan a adquirir importancia

96 D.O.M., pp. 335 y ss. 97 D.O.M., p. 336. 98 Del matrimonio de Teresa de Guzmán y Pedro López de Ayala II nacieron tres hijos: Elvira de Ayala, (mujer de Fernando Álvarez de Toledo, segundo señor de Oropesa), Teresa de Ayala (casada con Ruy López de Ribera) y Mencia de Ayala. Ésta última se casó con Ruy Sánchez Zapata, señor de Barajas: D.O.M., p. 336. 99 Mencia Fernández se casó con Juan Carrillo. 100 Sancha de Guzmán estaba casada con Garcilaso de la Vega: D.O.M., p. 338. 101 Juan Ramírez de Guzmán es hijo de Pedro Suárez III y María Ramírez de Guzmán, y se casó primero con Elvira Alfonso de Biedma, hija de Diego González Daza, y luego con Juana Palomeque, hija de Tel González Palomeque: D.O.M., p. 338. 102 Alfonso de Guzmán “el mozo” estaba casado con una Pantoja: D.O.M., p. 339. 103 Vasco de Guzmán (o Vasco Suárez de Toledo) se casó con Aldonza Carrillo, hija de Ruy López Dávalos y de Teresa de Guevara: D.O.M., p. 341. 104 Mencia de Guzmán, hija de Tello de Guzmán, se casó sucesivamente sin hijos con García de Cervatos y con Lope Ortiz de Estúñiga: D.O.M., p. 341. 105 D.O.M., p. 342. 106 Un joven Alvar Pérez de Guzmán, alguacil mayor de Sevilla e hijo de Alfonso Pérez de Guzmán, llegó en la segunda mitad del siglo XV a Toledo. Su viuda es Leonor Carrillo: D.O.M., p. 356. 107 D.O.M., p. 355. 108 Fernando Álvarez de Toledo, segundo señor de Oropesa que muere en 1398, se casó con Elvira de Ayala, hija de Diego López de Ayala, y luego con Teresa de Guzmán (o Teresa Vázquez): D.O.M., p. 345. Fernando Álvarez de Toledo, señor de Higares, se casó con Teresa de Ayala: D.O.M., p. 345. 109 Pedro Suárez de Toledo, señor de Gálvez y Jumela, hijo del conde de Oropesa III, en la segunda mitad del siglo XV se casó con Juana de Guzmán: D.O.M., p. 348.

301 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) hasta el siglo XV gracias a sus vínculos familiares, en principio con los Cervatos 110 , pero más tarde con los Ribera 111 , con los Ayala 112 o con los Guzmán; e incluso con familias pujantes de la burguesía como los de la Torre 113 . Resumiendo, ya a principios del siglo XV la clase alta de Toledo ha sufrido una reestructuración enorme 114 . Las antiguas familias autóctonas de la urbe, las que la controlaban al menos hasta mediados del XIV, en especial los Palomeque, no tienen ninguna autoridad. Sólo los Carrillo, una de las ramas que descienden de éstos, y gracias a sus alianzas familiares con los nobles llegados del exterior, se mantienen en el poder; aunque tan sólo sea de una forma un tanto secundaria. Por contra, las familias toledanas que hasta entonces habían permanecido en un segundo plano -los Pantoja, los Gaitán, los Álvarez de Toledo, los Niño, los Guzmán-, y que saben vincularse a la nueva nobleza que llega a la ciudad del Tajo, adquieren una relevancia desconocida. En Toledo desde finales del siglo XIV mandan los nuevos nobles llegados del norte de Castilla, aunque la naciente burguesía cada vez vaya cobrando mayor fuerza.

3.1.1.1.1.2. Los linajes llegados de Portugal y del norte de Castilla Uno de los linajes venidos del exterior a Toledo es el de los Ribera 115 . El sujeto que lo fundó, Perafán de Ribera II -adelantado mayor de la frontera de Granada y gran notario de Andalucía-, estaba casado con Aldonza de Ayala (o Aldonza Gómez), hija del alcalde mayor Diego Gómez y heredera del linaje mozárabe toledano de los Gómez Pérez 116 . Diego de Ribera, un hijo de esta pareja, se estableció en Andalucía mientras su hermano menor, Perafán, creaba un señorío en la comarca toledana 117 . Más tarde los descendientes de Diego de Ribera volvieron a Toledo; su hija Inés de Ribera acabaría siendo la segunda esposa de Juan de Silva, el primer conde de Cifuentes 118 , y de este vínculo matrimonial nacerá Juan de Ribera, representante del linaje de los Silva toledanos durante el último cuarto del siglo XV.

110 Rodrigo Niño I se casó en Toledo con Juana Díaz de Tordelobos, hija de Fernando López de Tordelobos, entre cuyos ancestros podemos encontrar a los Cervatos: D.O.M., p. 362. 111 Fernando Niño II se casó dos veces. La primera con Elvira de Salazar y luego con una Ribera o Barroso de Ribera: D.O.M., p. 363. 112 María Niño se casó con Lope Conchillos, secretario real. Tuvo una hija, Francisca de Ribera, que se casó con el conde de Fuensalida III, y tras quedarse viuda de éste con Fernando Pérez de Guzmán: D.O.M., p. 363. 113 D.O.M., p. 588. 114 Este es un proceso que se vive en toda Castilla: MOXÓ, S. de, “De la nobleza vieja a la nobleza nueva. La transformación nobiliaria castellana en la baja Edad Media”, Cuadernos de Historia , 3 (1969), pp. 1-210. 115 D.T.P.H., pp. 614-618. 116 D.O.M., p. 359. 117 D.O.M., p. 360. 118 Idem.

302 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Desde muy pronto, los Ribera de Toledo buscaron vincularse con el linaje de los Ayala 119 , con otras familias importantes llegadas de fuera al igual que ellos, como los Barroso 120 , o con linajes mozárabes destacados como el de los Palomeque 121 . Rodrigo de Ribera (o Ruy López de Ribera), el hijo primogénito de Perafán de Ribera II, se desposó con Teresa de Ayala, hija de Diego López de Ayala y nieta de Pedro López de Ayala II, Canciller de Castilla y autor de las crónicas de Pedro I y Enrique II. En cualquier caso, las relaciones familiares con los Silva siempre serían más intensas 122 , lo que explica en parte la vinculación que los Ribera mantienen con éstos durante las luchas políticas vividas en Toledo a lo largo del siglo XV. Al contrario que los Ribera, los Barroso (como los Silva) son de origen portugués. Se asentaron en Toledo muy pronto, posiblemente ya en el siglo XIII. A finales de esta centuria Fernando Pérez Barroso, hijo de Pedro Gómez Barroso I -según la tradición y algunos escritos genealógicos el primer Barroso llegado a Toledo-, se casó con Mencia García, mujer de uno de los linajes más antiguos de la ciudad del Tajo 123 , y tuvieron varios hijos: Pedro Gómez Barroso II (obispo de Cartagena y cardenal), García Fernández Barroso I, Martín Fernández, Sancha Fernández y Marina Fernández. El primer representante del linaje de los Ayala que llegó a Toledo a principios del siglo XIV, Pedro López de Ayala I, se casó con Sancha Fernández 124 . Este matrimonio no es casual. Aunque también se vinculan matrimonialmente a los Palomeque 125 y a otros linajes autóctonos de la ciudad, los Barroso mantienen una estrecha relación con los Ayala. Pedro Gómez Barroso IV, por ejemplo, a principios del siglo XV desposó a su hija Guiomar Barroso con Diego López de Ayala, señor de Cebolla, y a su hijo García Barroso con Elvira de Ayala. Pedro Gómez Barroso V, sin embargo, se casaría con Aldonza de Ribera, hija del mariscal Payo de Ribera 126 . Los Rojas 127 (Molénat les llama Vázquez de Rojas para no confundirles con los Rojas toledanos) y los Meneses, por su parte, se caracterizan por ser dos linajes venidos de fuera que

119 Rodrigo de Ribera (o Ruy López de Ribera), hijo primogénito del adelantado Perafán, muerto en combate contra los musulmanes en Setenil el 22 de octubre de 1407, se casó con una Ayala toledana, Teresa de Ayala, hija de Diego López de Ayala: D.O.M., p. 360. 120 Aldonza de Ribera, hija de Vasco Ramírez de Ribera, se casó con Pedro Gómez Barroso V, y heredó el mayorazgo de su padre, que a través de ella fue transmitido a su hijo Payo Barroso de Ribera, mariscal de Castilla, señor de Malpica y Valdepusa, señor de Parla y dueño de unas importantes dehesas cercanas al río Tajo: D.O.M., p. 361. 121 D.O.M., p. 360. 122 Idem. 123 D.O.M., p. 168. 124 Pedro López de Ayala I aparece en Toledo a principios del siglo XIV: D.O.M., p. 170. 125 D.O.M., p. 358. 126 D.O.M., p. 358. 127 D.T.P.H., pp. 619-623.

303 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) van a buscar en sus alianzas con las familias autóctonas de Toledo la preeminencia dentro de esta ciudad. Mientras que los primeros se vincularon matrimonialmente con los Armíldez 128 o con los Palomeque 129 , en este caso a principios del siglo XIV, los Meneses buscarían mantener un vínculo familiar con los Gómez Pérez 130 o con los Meléndez 131 . La importancia política de los Rojas en el XV, no obstante, poseedores de varios cargos de regidor, es más grande que la de los Meneses, que sólo tienen a un representante en el Regimiento de la ciudad, Francisco de Meneses, a finales de esta centuria 132 . El caso de los Ribadeneira es mucho más complejo. Juan Ramón Palencia Herrejón identifica a los individuos vinculados a esta familia como integrantes de la ricohombría toledana, y Jean Pierre Molénat afirma que no llegan a obtener los cargos de mariscal de Castilla y alcalde mayor de Toledo hasta la segunda mitad del siglo XV, y que aún así “les falta rango” 133 . Según el historiador francés, no pertenecen a la alta nobleza, sino a la clase media de los caballeros toledanos, tal y como evidencia el matrimonio del primer miembro del linaje (seguramente originario de Valladolid) que se presenta en Toledo, Fernando de Ribadeneira 134 , casado con una mujer perteneciente a una familia de mercaderes conversos: Guiomar de la Fuente. En su deseo de ascender políticamente los Ribadeneira 135 no dudan en vincularse a la nueva clase burguesa que está progresando, o a linajes autóctonos que piensan que tan sólo permaneciendo unidos van a prosperar; como los Pantoja 136 . De todos modos, los Ribadeneira, junto con los Carrillo, son los más leales a los Ayala en las disputas políticas del siglo XV 137 . Los Álvarez Zapata estaban en una situación social muy parecida a los Ribadeneira. La primera figura importante de esta familia que aparece en Toledo es Juan Álvarez Zapata, padre del secretario de los Reyes Católicos Fernando Álvarez de Toledo. A fines del siglo XV la familia está vinculada a la burguesía de la ciudad. Una de las hijas de Juan Álvarez, Isabel

128 D.O.M., p. 172. 129 En torno a 1326 María González, hija de Gonzalo Díaz, de la familia de los Palomeque, está casada con Juan Ruiz de Rojas: D.O.M., p. 173. 130 García Suárez de Meneses I aparece en Toledo en 1267, pero el primer Meneses representante de forma cierta de esta familia en la ciudad es su hijo Tel García de Meneses I, casado con María Gómez, hija de Gómez Pérez, alguacil mayor: D.O.M., p. 173. 131 Suer Téllez de Meneses se casó con María Meléndez a mediados del siglo XIV: D.O.M., p. 173. 132 D.T.P.H., p. 548. 133 Jean Pierre MOLÉNAT sitúa a los Ribadeneira entre los integrantes de la naciente burguesía (D.O.M., pp. 583-585), mientras que Juan Ramón PALENCIA HERREJÓN los sitúa dentro de la ricohombría (D.T.P.H., p. 354). 134 También denominado en la documentación como Fernando de Valladolid: D.O.M., p. 583. 135 Fernando de Ribadeneira supo aprovechar la privanza de Álvaro de Luna para ascender social y políticamente: D.T.P.H., p. 613. 136 Leonor Núñez de Ribadeneira estaba casada con Pedro de Pantoja: D.O.M., pp. 344 y 585. 137 D.T.P.H., p. 224.

304 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Zapata, se casó en 1505 con Martín, hijo del jurado y fiel ejecutor Rodrigo Cota, miembro de una de las familias burguesas más notables 138 . Años antes Pedro Zapata, regidor entre 1491 y 1514, se había desposado con Aldonza de la Fuente 139 . Los conversos de la Fuente -algunos eran cristianos viejos y otros pertenecían a una familia conversa distinta- a fines de la Edad Media, en concreto algunos de ellos, formaban parte del grupo social más acaudalado de Castilla, en gran medida gracias al arrendamiento de las rentas reales y al comercio de telas 140 . Otros linajes importantes eran los Padilla y los Vega. Del primero ya aparecen algunos miembros a principios del siglo XV 141 . A la altura de 1510 los Padilla están en pleno ascenso social. Se trata de una familia que está haciéndose rápidamente con un puesto destacado entre la oligarquía urbana. Sin embargo, la participación de Juan de Padilla en las Comunidades como principal líder de la Toledo rebelde a Carlos I lo truncará todo. El avance que hasta entonces vive la familia cae por su propio peso. Los Vega 142 , por el contrario, fuertemente vinculados al linaje de los Guzmán, a principios del siglo XVI se encuentran en una situación de ascenso que continúa a lo largo de la primera mitad de dicha centuria. Si Juan de Padilla, un rebelde a Carlos I, es el personaje más conocido de los Padilla, entre los Vega destaca Garcilaso de la Vega, soldado que luchó al servicio el rey y uno de los mejores poetas de su tiempo. Ahora bien, las dos familias llegadas de fuera clave para entender la historia del siglo XV en Toledo son los Ayala y los Silva. Los Ayala eran un linaje enraizado en la provincia de Álava. En el primer tercio del siglo XIV Pedro López de Ayala se casó con Sancha Fernández, perteneciente a la familia de los Barroso toledanos 143 . Su hijo Fernando Pérez de Ayala tendría como sucesor a Pedro López de Ayala II, autor de las crónicas de Pedro I y Enrique II que fue alcalde mayor de Toledo. Al morir éste dejó sus posesiones en el norte de Castilla a su primogénito, Fernando Pérez, y las de Toledo a su otro hijo, Pedro López de Ayala III, alcalde mayor como su padre 144 . En las páginas anteriores ya nos referimos a los múltiples matrimonios que los integrantes de este linaje contrajeron, tanto con las principales familias autóctonas de la ciudad como con las foráneas, y no vamos a detenernos más en el asunto.

138 D.O.M., p. 582. 139 D.O.M., p. 583. 140 CAUNEDO DEL POTRO, B., “Un importante papel de los mercaderes de Toledo a fines del siglo XV: abastecedores de la casa real”, Anales toledanos , XVI (1989), pp. 139-149. 141 D.T.P.H., pp. 623-627. 142 D.T.P.H., pp. 626-631. 143 D.O.M., pp. 170-171. 144 Los Fernando Pérez de Ayala abundan en la descendencia de Pedro López de Ayala I y Sancha Fernández. Éstos tuvieron once hijos: D.O.M., p. 348.

305 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Sin embargo, tenemos que llamar la atención sobre algunos aspectos. Es significativo que los Ayala jamás se vinculasen con alguna familia conversa, lo que les permite erigirse en líderes de los cristianos viejos ( lindos ) en las luchas políticas del siglo XV. Se sentían poderosos y eran el linaje de referencia. No necesitaban mantener ninguna unión de parentesco con la burguesía que estaba surgiendo en Toledo, aunque se vincularan con ella a través de lazos clientelares al margen de las filiaciones sanguíneas 145 . En realidad, esta forma de actuar se da en todas las familias de caballeros con un mínimo de poder; siempre intentan vivir alejadas en su parentesco de los conversos. Pero en el caso de los Ayala es aún más notable. La pregunta a contestar, por lo tanto, sería la siguiente: ¿por qué los Ayala en tan sólo unas décadas se convierten en los dueños absolutos de Toledo, y en la referencia para los otros linajes?. ¿Cómo pudieron hacerse con tanto poderío en tan poco tiempo?. Las respuestas a dichas cuestiones no son sencillas. Habríamos de partir de otra pregunta más compleja: ¿por qué a fines del siglo XIV un buen número de linajes enraizados en tierras muy lejanas vienen a Toledo?. Es posible que algunos lo hicieran obedeciendo a una simple estrategia de extensión territorial de su poder, para conseguir el control sobre nuevas zonas y asegurarse un puesto en la alta nobleza. Posiblemente ésta sea la meta perseguida por los Ayala cuando se asientan en Toledo a principios del siglo XIV. Pero otros vienen a la ciudad del Tajo alentados por la nueva realeza Trastámara. Como la conflictividad sociopolítica de Toledo se había manifestado con toda su acritud en la guerra civil entre Pedro I y el futuro Enrique II, se necesitaba garantizar el orden público en la urbe y su sumisión a la nueva dinastía reinante. Sin embargo, una cosa estaba clara: los dirigentes de Toledo eran reacios a la creación en su ciudad de un Regimiento cerrado, y al menos hasta que los nuevos monarcas se consolidaran en el trono eso era algo que había que respetar si se deseaba que la paz reinase 146 . Los Trastámara decidieron poner en práctica una solución: implantar en Toledo algunos linajes partidarios suyos, que intervinieran en las discusiones del Ayuntamiento trabajando en su favor. A cambio la realeza les daría la posibilidad de ascender políticamente. Los Ayala no desperdiciaron esta ocasión. Llevaban años con algunos de sus miembros asentados en Toledo, y conocían perfectamente la vida política de la urbe 147 . Esta ventaja, unida al prestigio de su linaje en Castilla 148 y a su inteligente política matrimonial (que les vinculó a las

145 Sobre estos aspectos véase el libro citado de Juan Ramón PALENCIA HERERJÓN Los Ayala de Toledo ..., en concreto pp. 31 y ss. 146 Por ejemplo, Enrique II tuvo que prometer que no enviaría un corregidor a Toledo: P.R.T., doc. 85, p. 182. 147 A diferencia de los Silva, los Ayala sí centraron todo su potencial en Toledo: D.T.P.H., p. 226. 148 D.T.P.H., p. 224.

306 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 principales familias de la ciudad), hizo que en el siglo XV su poder en Toledo pareciera incontestable. Aunque, en efecto, sí que va a recibir una contestación rotunda. Como no podía ser de otro modo, las críticas al poderío de los Ayala en Toledo vienen de los sectores sociales poderosos que quedan excluidos con respecto a ellos y a su clientela horizontal. Los Silvas 149 son los encargados de encabezar el descontento 150 frente a los Ayala. Arias Gómez de Silva, noble portugués casado con Urraca Tenorio, una hermana del arzobispo de Toledo Pedro Tenorio, apostó por Juan I de Castilla en la guerra de sucesión a la corona portuguesa, a finales del siglo XIV, y salió derrotado, perdiendo incluso la vida 151 . Su hijo Alfonso Tenorio tuvo que exiliarse en Castilla, y se asentó en Toledo, el núcleo urbano donde se encontraba la sede religiosa desde la que su tío maternal ejercía su potestad eclesiástica. Aquí se casó con Guiomar de Meneses, perteneciente a una familia que, como él, no llevaba demasiado tiempo en el lugar. Luego vendrían otros vínculos familiares por parte de sus descendientes: con los Ribera 152 , con los Ribadeneira 153 . Incluso se intentaron limar las diferencias que tenían con los Ayala a través de un matrimonio entre María de Silva, hermana del primer conde de Cifuentes, y Pedro López de Ayala IV, luego primer conde de Fuensalida. No sirvió de mucho.

3.1.1.1.2. La violencia: otro mecanismo para adquirir poder Los medios de adquisición de poder señalados hasta aquí responden a unas estrategias establecidas, y reflejan la cara más amable de las relaciones socio-políticas existentes durante la baja Edad Media en Toledo. No obstante, a fines del siglo XV la endogamia oligárquica que se llevaba practicando desde hacía décadas hace que prácticamente todas las familias de la clase alta toledana, sin contar a los judeo-conversos, tengan algún tipo de vinculación de parentesco entre sí. Muchos linajes se han fusionado 154 ; otros se han unido. Y sin embargo, el deseo de poder que manifiestan los principales individuos provoca que, en ocasiones, los vínculos familiares no se tengan en cuenta 155 .

149 Sobre los Silva véase: RIESCO, M.B., La Casa de Silva y el Condado de Cifuentes. Un ejemplo de régimen señorial castellano en la baja Edad Media , Memoria de licenciatura leída en la Universidad Complutense de Madrid en 1990. Citado en D.T.P.H., p. 225, cita 27. 150 Dicho descontento implicaba en sí mismo un sentido de solidaridad entre las familias que estaban de acuerdo con él, y esto fue básico a la hora de garantizar la propia cohesión del grupo de los Silva: D.T.P.H., pp. 701 y ss. 151 D.O.M., p. 351. 152 Juan de Silva se casó con Inés de Ribera: D.O.M., p. 352. 153 Francisca de Silva, hija de Juan de Ribera, se casó con el mariscal Mateo de Ribadeneira: D.O.M., p. 354. 154 Algunos autores afirman que en la baja Edad Media se producen unos “procesos de fusión social”. Buen ejemplo de ello son Burgos, Toledo, Valladolid, Segovia, Madrid, etc.: GUINOT RODRÍGUEZ, E., La baja Edad Media en los siglos XIV y XV , Madrid, 2003, p. 253. 155 D.T.P.H., p. 685.

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Al menos desde finales del siglo XIII se empiezan a manifestar en algunos sujetos unos deseos de ascenso político, social y económico a cualquier costa que están por encima de los pactos o de los vínculos familiares 156 . Las ligaduras políticas normalmente estaban relacionadas con las vinculaciones parentales, pero cuando éstas últimas no servían las primeras eran las más importantes, y si era necesario romper con ambas había que hacerlo 157 . Esta actitud hizo que en Toledo y sus alrededores algunos problemas se volviesen endémicos. En 1290, por ejemplo, con Sancho IV en el trono, un texto señala lo siguiente 158 :

...algunos de aquí de Toledo nos dixieron que reçiben danno de los ganados que les entran en ssus vinnas et en ssus panes. E otrossí, omnes baldíos et omnes de cavalleros, et otros allamados de los cavalleros, assí moros como cristianos, que van a ssus vinnas, et que les coien las ffrutas por madurar et maduras, et que ge las lievan. Et que dende allá tanbién de noche como de día, et d´esto naçen muchos dannos et muchos males. Et otrossí, que ay otros que furtan la lenna agena assí verde como sseca, et otros que la toman por ffuerça...

El problema que en este escrito se presenta no tendría mayor importancia si los hurtos y los robos que en él se señalan pudieran considerarse como formas de delincuencia común, fácilmente combatibles mediante los mecanismos ordinarios de la justicia. Sin embargo, no se pueden considerar así por dos razones: porque las autoridades judiciales de Toledo se mostraron impotentes ante el carácter sistemático de estos actos, y se vieron obligadas a solicitar a Sancho IV que hiciera algo para pararlos; y porque aquellos delincuentes que los cometían estaban persiguiendo una finalidad que en el documento tan sólo se puede leer entre líneas. El hurto de frutas o de cualquier alimento podría considerarse una consecuencia de las condiciones de vida de gran parte de la población medieval, siempre al borde de la miseria y, por tanto, dispuesta a cometer pequeños delitos como éstos, necesarios para garantizar su propia supervivencia 159 . Este tipo de actividad normalmente no suponía un problema para las fuerzas del orden de las ciudades. No obstante, el documento nos indica que los que cometían tales acciones eran omnes de cavalleros et otros allamados de los cavalleros , y que robaban las frutas incluso sin madurar. No parece lógico que estos caballeros, que tenían personas sirviéndoles, usaran a éstas para cometer hurtos con la única finalidad de alimentarse; más si se tiene en cuenta que robaban alimentos inmaduros.

156 Esto se produce, de igual forma, en toda Castilla: ASENJO GONZÁLEZ, Mª., “Sociedad y vida política en las ciudades de la Corona de Castilla. Reflexiones sobre un debate”, Medievalismo , 5 (1995), pp. 89-125, en concreto pp. 102-103. 157 MONSALVO ANTÓN, J.Mª., Las ciudades europeas del Medievo , Madrid, 1997, pp. 241-245. 158 A.M.T., A.S., caj. 1º, leg. 4º, nº. 1; P.R.T., doc. 40, pp. 137-138. 159 Las malas condiciones de vida en la Edad Media se consideran como un factor clave para explicar la delincuencia. Véase la defensa de esta idea en: MENDOZA GARRIDO, J.M., Delincuencia y represión en la Castilla bajomedieval... ; y BAZÁN DÍAZ, I., Delincuencia y criminalidad en el País Vasco en la transición de la Edad Media.. .

308 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Habría que leer en estos delitos, entonces, al igual que en la entrada de ganado en las zonas de cultivo 160 , una medida de presión sobre los dueños de las tierras para obligarles a venderlas o a abandonarlas ante la imposibilidad de beneficiarse de lo que producían, o lo que es lo mismo, una forma de coacción, mediante la ffuerça , que a la larga iba a permitir a la oligarquía de Toledo acaparar grandes posesiones territoriales, aún a costa del realengo, haciendo de éstas la base económica de su poderío. De igual modo, también reflejan un conflicto intraoligárquico que se desarrolla entre unos individuos que actuaban, se supone, de forma legal, y que poseían el poder suficiente como para hacer llegar sus quejas al rey, y otros, tal vez también poderosos pero menos, dispuestos a adquirir un poder como el suyo por todos los medios. Sancho IV intentó evitar este tipo de hurtos y de robos, pero las medidas que puso en práctica, siguiendo las propuestas de los gobernantes toledanos, no darían resultado porque no se dirigieron a resolver la verdadera causa del problema. Los caballeros en particular, y las “personas poderosas” en general, identificaron este tipo de actos con el vandalismo, la delincuencia común y la acción de determinados malhechores, establecidos o coyunturales, sin hacer una separación entre los delitos cometidos por motivos de supervivencia, como resultado de una venganza, o con un fin lucrativo más o menos reconocido. Procuraron que todos los actos se vieran como el resultado de una misma actividad delictiva; no les interesaba que se realizase una clasificación de los delitos según su finalidad y sus actores, porque constituían uno de sus medios para presionar a los dueños de la tierra. Querían impedir el desarrollo de un tipo de delincuencia que no sirviera a sus intereses, que pudiese obstaculizar sus intenciones, pero pretendían mantener su propia forma de actuación al margen de la ley para garantizar su propia prosperidad. Esto hizo que la disposición tomada por Sancho IV, el establecimiento de un cuerpo de ffieles que serían elegidos por los oligarcas para guardar el campo, no fuese efectiva. El propio monarca era consciente de lo difícil que sería para los guardas cumplir su misión, y por ello se encargó de recordarles que no excusasen las acciones cometidas por omne nin muger de dueñas, nin de caballeros, nin de orden, nin de otro ninguno , y mandó a los alcaldes y al alguacil de Toledo que les ayudaran si algún poderoso que ssea les quisiere ffaser e dezir mal por ffazer ellos derechos...

160 Un vecino de un pueblo cercano a Toledo, , decía que la excusa que los dueños de ganado utilizaban para ocupar las tierras comunales era ésta: que aquella tierra es mejor para pasto de ovejas, esto a fin que nosotros non plantemos viñas ni las labremos, y ellos gosan d´ellas, asý ronpiéndolas para pan como comiéndolas con sus ganados e poniendo en ella majuelos, fasiéndose señores d´ellas, non teniendo en ellas más parte que el menor de los vesinos del dicho logar : A.M.T., “Siglo XV”, caja 2.530.

309 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Por otro lado, en Toledo la insuficiencia legislativa para hacer frente a los múltiples problemas surgidos en el seno de su heterogénea comunidad social, en la que la convivencia estaba constantemente amenazada, motivó una implicación a veces intensa de la realeza en el control del orden público. Alfonso XI, por ejemplo, actuó mediante las prerrogativas que su poder legislativo le otorgaba con el fin de llenar el vacío legal existente en algunos temas, en los que el derecho de los fueros no había incidido, y redefinir algunas normas obsoletas con el paso del tiempo. Según las crónicas, Alfonso XI en una visita que realizó a mediados de la década de 1340 161 :

... falló que en esta çibdat de Toledo era muy menguada la justicia por muchas dubdas et menguas que avía en el fuero. Et las dubdas declaradas, et las menguas cumplidas, [...] ordenóles que feciese la justicia con derecho. Et porque falló que avía ý algunos caballeros malfechores, mandólos prender et matar. Et entre los otros que ý fueron muertos, mandó matar el rey un caballero que decían Fernán Gudiel por sus merescimientos. Et desque el rey ovo sosegado la ciubdat con justicia, et ordenado en qual manera vesquiesen dende adelante, partió dende, et fue a Illiescas por tener ý la fiesta de Santo Joan...

Las principales disposiciones de Alfonso XI se destinaron a establecer una regulación penal de dos problemáticas: la surgida por culpa de los adulterios (considerados una deshonra), y aquélla que era producto de los delitos cometidos contra la propiedad privada 162 . Independientemente de ellas, los documentos nos indican una y otra vez que los problemas más acuciantes para este rey estaban en la actitud de los caballeros. Alfonso XI envió a Alfonso García de Gorjes como juez pesquisidor para que recogiese información, tanto dentro de los muros de la urbe como en su término, sobre aquellos que hubieran realizado un delito por el que debiesen perder sus bienes. Sin embargo, los dirigentes municipales solicitaron al monarca que se non fisiere la pesquisa . ¿Por qué?. La única explicación lógica surge si consideramos que ellos creían que ésta iba a actuar en su contra, acusándoles de cometer acciones delictivas. La excusa para realizar dicha súplica sería esta: que hasta entonces el alguacil de Toledo demandó siempre los tales pleytos ... La fecha del documento en que aparecen estos datos es del 8 de febrero de 1346 163 . Unos meses más tarde, en octubre, el estado de la ciudad era alarmante 164 :

...nos fezieron entender que ý en Toledo, et en su término, que recresçen muchas contiendas et bolliçios, sennaladamente porque quando algúnd cavallero, o escudero o otros por su mandado prendan a otros cavalleros o escuderos, o a sus vasallos, por algún danno que dize que de ellos resçiben, que aquél o aquellos que assý son prendados en los sus bienes

161 Crónica del muy alto et católico rey don Alfonso el onceno... , cap. XLIV, pp. 229 a-b y 230 a. 162 P.R.T., doc. 60, pp. 156-157. 163 A.M.T., A.S., caj. 5º, leg. 7º, nº. 7; P.R.T., doc. 63, pp. 159-160. 164 P.R.T., doc. 64, pp. 160-161.

310 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

o de sus vassallos non quieren querellar a nuestro alcallde de la iustiçia, mas prendan ellos, o mandan prendar, a aquellos que les prendaron o mandaron prendar, o a sus vasallos, por su abtoridat. Et otrosý, que fazen assonadas de parientes et amigos para pelear ý, en la villa o en el término...

El texto no puede ser más expresivo. Los caballeros de Toledo no sólo habían dejado de confiar en la justicia, sino que, cansados de aguantar sus mandamientos, habían decidido sustituirla, imponiendo su poder a través de la violencia, y demostrando quienes eran los que tenían la capacidad para actuar libres de trabas y de coacciones legales. La ciudad y su comarca se convirtieron en un escenario de luchas entre los más poderosos, en el cual ni siquiera se respetó la jurisdicción que sobre el término tenían los alcaldes. Para evitar el daño que podría por ello venir a los que moran en Toledo et en su términ o y que se produjese un grande despoblamiento , Alfonso XI ordenó no se hicieran asonadas, y que en caso de hacerlas el alcalde se encargara de que los caballeros y los escuderos que a ellas vinieren, salvo los que venieren con aquéllos con quien biven , fuesen desterrados de Toledo et de su término por dos meses . Con el fin de dar una legitimidad a la justicia local que había perdido, el rey dispuso, además, que si algún caballero o escudero prendiera bienes de otros caballeros o escuderos, o de sus vasallos, el agredido por tal acción no se tomase la justicia por su mano ( por sý ), sino que se querellara ante el alcalde. En caso de que alguien prendara sin un mandamiento de éste tendría que devolver lo que hubiese tomado con el cuatro por ciento de recargo; le prenderían el cuerpo y le tendrían en la cárcel hasta que el monarca se enterase de todo lo sucedido, y mandara lo que sobre ese asunto particular tuviera que hacerse. En caso de que quien hiciese la prenda huyera de la justicia, se pregonaría que en tres días se presentase en la cárcel de Toledo. De no hacerlo sería desterrado de la ciudad y de su término durante un año. Si durante este tiempo en algún momento incumpliera el destierro, y se pudiese demostrar, la duración del mismo se doblaría. Y si todavía el desterrado no lo cumpliera, sería encarcelado ( que yaga en la cadena ), y pasaría preso todo el tiempo de su condena. En este contexto se llegó al reinado de Pedro I. En él la tensión que se alcanzó en las relaciones comunidad urbana-oligarcas-soberano marcaría el vínculo de la realeza con Toledo, generándose desde entonces unas bases de violencia, conflicto político y crisis social a las que tendrán que enfrentarse, mucho después, los Reyes Católicos al llegar al trono. Cuando Pedro I se hizo con el poder soberano la minoría dirigente de la ciudad no estaba cohesionada, los oficiales de justicia no eran obedecidos y el corpus legal estipulado en los fueros era insuficiente para solucionar todos los problemas, a lo que se sumaban los conflictos jurisdiccionales surgidos por los roces entre los alcaldes del Fuero Juzgo y los del Fuero

311 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Mozárabe 165 , y entre éstos con las autoridades eclesiásticas. Huelga decir, en consecuencia, que a mediados del siglo XIV ya se estaba dibujando una situación que iba a continuar a lo largo de toda la baja Edad Media en Toledo. El análisis de la historia de esta urbe en el siglo XV debería realizarse atendiendo a su carácter de continuación lógica de un contexto anterior, que generó en la comunidad social un sentimiento de desamparo jurídico e indefensión política. Este sentimiento está en la raíz, y es el origen, en parte, de los movimientos antisemitas desarrollados durante el reinado de Pedro I, que más tarde se convertirán en movimientos anticonversos 166 . Al poco de acceder al trono, las autoridades de la ciudad del Tajo se dirigían a Pedro I para expresarle su desasosiego ante la situación que vivía la justicia urbana. Los problemas acaecidos en la etapa de gobierno de Alfonso XI no se habían resuelto, sino que habían adquirido nuevas formas de expresión. Lo que se comunicó al rey fue lo siguiente 167 :

...algunos de ý de Toledo que denuestan et amenasan a los alcalldes que están ý por mí [el rey] et por los alcalldes mayores, et a los alguasiles que ý son por el alguasil mayor, porque los enplasan ante los alcalldes por demandas et querellas que les son dadas d´ellos, et por la iustiçia que mandan conplir en algunos. Et otrosý, que fieren et amenasan a algunos que están ante los dichos mis alcalldes en pleito. Et por esta rasón que los dichos mis ofiçiales non pueden conplir de derecho a los querellosos nin faser conplimiento de justiçia en aquellos que lo meresçen. Et en esto que se minguó mucho el mío serviçio, et los querellosos non alcançan derecho, et es grant danno de la dicha çibdat Et que es contra el ordenamiento que el Rey don Alfonso, mío padre que Dios perdone, fiso en las Cortes de Alcalá de Henares, el qual yo confirmé en las Cortes que fise en Valladolid...

Las amenazas y las peleas, en las que incluso llegaban a producirse heridos, se daban en el mismo juzgado, delante de los jueces, sin mostrar ningún tipo de respeto hacia ellos ni hacia su labor. Las intimidaciones eran constantes; las partes en litigio o personas vinculadas a ellas coaccionaban a la parte contraria y a los jueces, haciendo prácticamente imposible el cumplimiento de las normas legales con un mínimo de rigor. Pero lo más llamativo de este asunto es la impotencia de los administradores de justicia, incapaces de frenar estas prácticas. La solución que dio Pedro I fue la misma que anteriormente había dado Alfonso XI para evitar algunos problemas de este tipo:

...sy alguno o algunos ý ovieren que denostaren o amenasaren a los alcalles et alguasiles de Toledo, o a qualquier d´ellos, o a los que usan por los dichos mis ofiçiales

165 Se creó una ordenanza muy rigurosa y compleja para limitar jurisdiccionalmente a cada uno de los jueces de la ciudad: A.M.T, A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 4, fols. 111 r-113 r. 166 VALDEÓN BARUQUE, J., Los judíos de Castilla y la revolución trastámara, Valladolid, 1968; y “La judería toledana en la guerra civil de Pedro I y Enrique II”, en Simposio Toledo Judaico , Madrid, 1973, I, pp. 107-131. 167 A.M.T., A.S., caj. 1º, leg. 8º, nº. 2; P.R.T., doc. 80, p. 174.

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mayores, o firieren, o maltrayeren o amenasaren a algunos de los que estudieren ante ellos a pleito, que vos los alcalles et alguasiles dende, que prendades los cuerpos a los que esto fisieren, et los tengades presos et bien rrecabdados, et los non dedes duelas nin fiados fasta que lo yo sepa et vos enbíe mandar sobrello lo que la mi merçed fuera...

Las medidas de regulación del funcionamiento de la justicia que puso en marcha Pedro I eran de carácter general, es decir, estaban dirigidas a todos los individuos que en algún momento dado pleitearan ante un juez. Sin embargo, el rey hizo especial hincapié en el sector social más poderoso de la ciudad, ordenando a los alcaldes lo siguiente: non consintades a cavallero nin escudero de ý, de Toledo, que esté ante vos en juicio por pleito que aya por sý nin por otro ninguno. Et sy algunos ovieren pleitos ante vos que los demanden et rasonen por sus procuradores, et non en otra manera . Con esta orden se estaba reconociendo tanto la impotencia de la justicia local como la del propio rey ante la actitud violenta de los caballeros y su capacidad de desacato a los jueces 168 . El monarca estaba mandando a los alcaldes que no celebraran un juicio si estuviera presente un caballero, porque sería imposible evitar la coacción sobre el juez, los testigos o alguna de las partes. No era necesario que se produjesen insultos y amenazas, o que se llegara a las manos. Simplemente conque el caballero acudiera al acto portando armas a la vista de todos, o rodeado de sus hombres, era suficiente. Incluso un gesto serio podía servir como medio de intimidación. Pedro I estaba dispuesto a evitarlo, y, para que los jueces pudiesen ejercer su labor libres de coacciones, llegó a mandar a todos los de Toledo que ayudasen a sus alcaldes cuando el cumplimiento de la justicia estuviera en juego. La situación continuaría en el siglo XV.

168 El desacato a la justicia y al gobierno siempre han estado muy próximos, y más en la Edad Media, en la que la política y la justicia se identificaban. Existía una politización de la justicia evidente: PÉREZ-PRENDES, J.M. y ARRAGÓ, M. de, “Fazer justicia. Notas sobre la actuación gubernativa medieval”, Moneda y Crédito , 129 (junio de 1474), pp. 17-90.

313 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

3.1.1.2. LA BURGUESÍA EMERGENTE A fines de la Edad Media en Toledo existen grupos sociales que no poseen una definición nítida 169 . Los llamados hombres buenos, por ejemplo, representaban una parte muy importante de la naciente burguesía 170 toledana. En la recopilación de los fueros realizada por Alfonso VII en el año 1118 se hablaba de ellos identificándolos de la siguiente manera: omes buenos de la çibdat de Toledo, conviene a saber, castellanos, moçárabes, e francos, por la fieldat e ygualdat dellos 171 . Ya entonces eran un grupo social reducido, perteneciente al común pero privilegiado por su relevancia política; en el caso del siglo XII debido a su religión y sus orígenes. Más de dos siglos y medio después Enrique II, en una carta en la que confirmaba los fueros toledanos, se refería al común, et los cavalleros et los omnes buenos de la çibdat de Toledo 172 . Y si seguimos avanzando en el tiempo Juan II cuando confirma los privilegios en 1434 repite de forma literal la fórmula utilizada por Enrique II 173 . Parece claro, por lo tanto, que a lo largo de la Edad Media los hombres buenos en Toledo no son el común de la ciudad, sino una parte muy concreta de éste 174 , cuya definición, no obstante, es compleja 175 . Eran individuos que no gozaban del reconocimiento social de los caballeros y que, en ocasiones, no tenían fortunas muy elevadas (algunos mercaderes las superan con creces), si bien formaban parte de la clase política de la ciudad 176 . Eran, en otras palabras, una élite del común cercana, en lo que al poder político se refiere, a la clase baja de los caballeros y, a su vez, a la naciente burguesía. Hasta el punto que en la ciudad del Tajo las

169 Estos grupos urbanos fueron “los auténticos corruptores de las jerarquías tradicionales” que regulaban la sociedad medieval: GONZÁLEZ ALONSO, B., “Sociedad urbana y gobierno municipal en Castilla (1450- 1600)”, en su obra Sobre el Estado y ala administración de la Corona de Castilla en el Antiguo Régimen , Madrid, 1981, pp. 57-83, en concreto p. 70. 170 Sobre estos aspectos véase: RUCQUOI, A., “Las oligarquías urbanas y las primeras burguesías de Castilla”, en El Tratado de Tordesillas y su época. Congreso Internacional de Historia. V Centenario del Tratado de Tordesillas , León, 1995, tomo I, pp. 345-369; VAL VALDIVIESO, Mª. I. del, “Dinámica social en las ciudades castellanas en torno 1494”, en Idem, pp. 113-130. 171 P.R.T., doc. 4, p. 94. 172 P.R.T., doc. 95, pp. 194-196. 173 P.R.T., doc. 142, pp. 247-249. 174 Salvador de MOXÓ definió a los hombres buenos ( Repoblación y sociedad en la España cristiana medieval , Madrid, 1979, p. 466) como aquel “grupo de vecinos que debido a su habilidad, tesón y presteza habían conseguido formar un patrimonio que les proporcionaba una posición económica de cierta solidez”. En esta definición se insiste en el criterio económico para definir a los hombres buenos, pero los documentos conservados en Toledo priman el criterio político. Es en este criterio en el que insiste Juan Ramón PALENCIA HERREJÓN (D.T.P.H., pp. 393-396), señalando que las categorías de vecino y de hombre bueno no son equivalentes, porque éstos eran definidos desde un punto de vista político en tanto que representantes del común en las instituciones de gobierno. 175 Un resumen de varias definiciones puede observarse en: CORIA COLINO, J., Intervención regia en el ámbito municipal. El concejo de Murcia (1252-1369) , Murcia, 1995, pp. 152 y ss. 176 CERDÁ RUIZ-FUNES, J., “Boni homines y hombres buenos”, Cuadernos de Historia de España , 39-40 (1964), pp. 133-168; y “Hombres buenos, jurados y regidores en los municipios castellanos en la baja Edad Media”, Actas del I Symposium de Historia de la Administración , Madrid, 1970, pp. 163-188.

314 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 familias de hombres buenos se confunden con las burguesas más destacadas 177 . En concreto estamos refiriéndonos a los Baeza y a los Peña, numerosos entre los regidores, o a los Husillo, Hurtado, Santamaría, Serrano, Arroyo, Terrín, etc., todos ellos linajes de jurados 178 . Arriba se dijo que la conflictividad sociopolítica existente en Toledo a fines de la Edad Media podía ser explicada atendiendo al enfrentamiento entre los caballeros y la naciente burguesía. Dicho enfrentamiento era más encrestado entre los caballeros menos poderosos, los hombres buenos y los principales burgueses. De estos tres grupos el último era el que en principio menos tenía que perder, y, a su vez, la peor amenaza para los otros dos debido a su poderío económico. Además, frente a la definición de la élite caballeresca, los hombres buenos no conformaban un colectivo específico. Esto hacía que su grupo social fuese más permeable. En él se podía entrar con relativa facilidad. En cualquier caso, debe insistirse, la separación entre hombres buenos y “burgueses” destacados a fines de la Edad Media en ocasiones es artificial. Prácticamente integraban un mismo sector cuyas diferencias pueden llegar a ser imperceptibles. Muchas familias a las que Jean-Pierre Molénat califica de naciente burguesía para Juan Ramón Palencia Herrejón conforman un claro ejemplo de linajes de hombres buenos 179 . Por otro lado, la mayoría de los individuos que integran la clase burguesa que está surgiendo pertenecen al común. En su mayor parte son pequeños mercaderes y comerciantes, abogados, médicos, etc., cuya riqueza apenas difiere de la media urbana. Tan sólo un destacado núcleo de estos burgueses, aquél que se confunde con el grupo de los hombres buenos, puede considerarse perteneciente a la oligarquía.

3.1.1.2.1. Hombres buenos Los Baeza son los mejores representantes de la bonahombría toledana en el siglo XV 180 . En 1422 ya aparece un Pedro de Baeza como jurado de la collación de Santa María Magdalena, que recibirá el encargo de ir a Sevilla para traer una copia de los privilegios que los jurados sevillanos disfrutaban, con el fin de que se aplicasen también a los de Toledo 181 .

177 Este fenómeno se da en toda Europa: NIGHTINGALE, P., “Knights and merchants: trade, politics and the gentry in late medieval England”, Past and Present , 169 (2000), p. 62. Sobre los mercaderes de Segovia véase: ASENJO GONZÁLEZ, Mª., Segovia. La ciudad y su tierra a fines del Medievo , Segovia, 1986, pp. 544 y ss. 178 D.T.P.H., p. 779. 179 Para el historiador francés los Cota, los Franco, los Arroyo o los San Pedro son un claro ejemplo de la naciente burguesía urbana, mientras que para el historiador español sólo se trata de familias de hombres buenos integrantes de lo que él llama la “segunda oligarquía”. 180 D.T.P.H., pp. 780 y ss. 181 Sobre estos privilegios véase: MILLARES, C., “El libro de privilegios de los jurados toledanos”, A.H.D.E ., 4 (1927), pp. 457-472; y SIERRA CORELLA, A., “Libro cartulario de jurados de Toledo”, Boletín Oficial de la Real Academia de la Historia , 94 (1929), pp. 193-213.

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Posteriormente, en 1467, se documenta un Juan Rodríguez de Baeza, regidor cuyo oficio municipal pasa por mandato del infante Alfonso -intitulándose rey- a manos de su hijo Pedro de Baeza 182 . Los Peña, por su parte, muchos de ellos escribanos públicos de la ciudad 183 , entraron en las instituciones de gobierno más tarde184 . En 1473 aparece como regidor Gutierre de la Peña. Juan de la Peña también consiguió una regiduría pero era acrecentada y tuvo que consumirse, por lo que tan sólo quedó como dirigente urbano Antonio de la Peña, tal vez hijo de Gutierre 185 . Aunque lo más llamativo de esta familia tal vez sea la continua persecución que tiene que sufrir por culpa de su pasado judío 186 . Según Palencia Herrejón, los Peña “representan perfectamente la familia de hombres buenos que se había alejado de su medio social originario y sufrió el repudio de una sociedad (delatora) que no aprobaba este rápido distanciamiento de quienes lograban medrar, y aprovechó para su venganza los medios institucionales de que se había dotado, en este caso la Inquisición” 187 . Los Peña y los Baeza son las familias de hombres buenos más destacables por su proximidad a los caballeros. No en vano, poseían oficios de regidores. El resto de las familias, los Hurtado, Husillo, Santamaría, Serrano, Terrín, etc., estaban vinculadas sobre todo al Cabildo de los Jurados. La primera de éstas la encabeza entre 1444 y 1472 Luis Hurtado, padre de tres hijos: María Díaz, Gonzalo Hurtado y Juan Hurtado. María Díaz se desposó con Fernando Arroyal188 , miembro de una importante familia burguesa (o de hombres buenos) 189 . Las hijas de este matrimonio también se casaron con hombres pertenecientes a la burguesía urbana: Mencia lo hizo con Pedro Jarada 190 y Leonor con Juan de San Pedro. Juan Hurtado,

182 Llegaría a perder el cargo por servir al monarca de Portugal durante la guerra que desarrolló contra Isabel y Fernando desde 1475, aunque más tarde éstos harían todo lo posible por mantener a los Baeza en la estructura de poder gubernativo de Toledo: D.T.P.H., p. 781. 183 D.T.P.H., pp. 784. 184 D.T.P.H., pp. 784 y ss. 185 Francisco José ARANDA PÉREZ en su trabajo ”Nobles, discretos varones que gobernáis Toledo. Una guía propopográfica de los componentes del poder municipal en Toledo durante la Edad Moderna (corregidores, dignidades y regidores)”, publicada en el libro coordinado por él Poderes intermedios, poderes interpuestos. Sociedad y oligarquías en la España moderna , Cuenca, 1999, pp. 227-309, en concreto en la p. 302 señala que de la familia de la Peña fueron regidores Antonio de la Peña (1507-1523), Gutierre de la Peña (1473) y Juan de la Peña (1507). Juan Ramón PALENCIA HERREJÓN, por su parte, señala (D.T.P.H., p. 549) que los regidores de esta familia fueron Antonio de la Peña (1489-1522), Gutierre de la Peña (1473-1475), Juan de la Peña (1475- 1482) y Sancho de la Peña (1481-1482). NOTA IMPORTANTE: las fechas en las que ejercen sus oficios municipales los distintos individuos son aproximadas. No se conservan datos, en ocasiones, sobre cuándo empezaron a ejercer sus cargos, y en qué momento dejaron de hacerlo. Estas fechas aparecerán entre paréntesis. 186 Sobre el papel de la Inquisición en lo relacionado con el desarrollo de los linajes toledanos judeo-conversos véase el resumen que realiza Jean-Pierre MOLÉNAT en D.O.M., pp. 592-593. 187 D.T.P.H., p. 786. 188 La familia de los Arroyal representa a la burguesía conversa: GÓMEZ MENOR, J., Cristianos nuevos ..., p. XXXIV, y docs. 34, 47 y 56. 189 MARTZ, L., “Converso families in fifteenth and sixteenth century Toledo: the significance of linaje”, Sefarad , XLVIII (1988), pp. 140-141. 190 Pedro González Jarada fue jurado entre 1456 y 1474 al menos: D.T.P.H., p. 561.

316 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 otro de los hijos de Luis Hurtado, se dedicó al comercio, mientras que su hermano Gonzalo tomaba la juraduría de su padre 191 . Los Hurtado, como los Husillo u otras familias, poseen un poder bastante restringido en la urbe, se aferran a sus oficios públicos y procuran ascender socialmente, vinculándose con individuos importantes y trabajando en el comercio. En lo que a los Husillo respecta, Juan González es el primer jurado de la familia a mediados del siglo XV 192 , época en que también aparece con ese cargo el primer miembro de los Santamaría, Juan Pérez de Santamaría 193 , y Diego Serrano 194 , de la familia de los Serrano. Todos ellos son representantes de un grupo social que está intentando ascender política y socialmente, y que lo está consiguiendo. Participan de forma directa y activa en las luchas de poder. Aunque, sin duda, la familia que con más rigor va a sufrir las consecuencias de esta participación es la de los Terrín 195 . Al contrario que los anteriores, los Terrín aparecen ya en 1422 como jurados. Sin embargo, durante el siglo XV no consiguen ascender políticamente. Tan sólo conservan la juraduría otorgada a Diego Terrín “el viejo” cuando se creó el Cabildo 196 , y, además, su relevancia social y su participación en las luchas políticas de la ciudad, al menos hasta principios del XVI, en ningún momento parecen destacables. No obstante, en el verano de 1506 los criados del marqués de Villena, como luego veremos, asesinan a otro Diego Terrín, descendiente del primer jurado de la familia. Lo que determinó su asesinato es su implicación en el conflicto que se vivía entonces entre los partidarios de Fernando el Católico y los que apoyaban a Felipe, el archiduque de Austria, para ocupar el trono de Castilla, tras la muerte de la reina Isabel. Además, era un personaje molesto, tanto para los caballeros como para otros sujetos que intentaban ascender políticamente 197 .

3.1.1.2.2. Letrados y escribanos Los Cota y los Franco son dos familias especialmente vinculadas a los oficios de escribanos y de letrados, judeo-conversas y con un destino comparable 198 . En el siglo XV hay

191 Los Hurtado que tienen juradurías son: Fernando Hurtado (1512), Gonzalo Hurtado (1498-1519) y Luis Hurtado (1444-1472): D.T.P.H., pp. 560-561. 192 Jurados: Fernando González Husillo (1475-1481) y Juan González Husillo (1444-1464): D.T.P.H., p. 561. 193 Los jurados Santamaría son: Juan de Santamaría (1475-1491), Diego de Santamaría (1507-1522) y Juan Pérez de Santamaría (1444): D.T.P.H., pp. 565-566. 194 Los jurados son: Diego Serrano I (1444), Diego Serrano II (1512-1521), Juan Serrano (1464) y Martín Serrano (1479-1501): D.T.P.H., p. 566. 195 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fols. 226 r-229 r y 356 r. 196 Los jurados son: Diego Terrín I (1422), Diego Terrín II (1490-1506), y Juan Terrín (1444): D.T.P.H., p. 567. 197 La coacción existente en toda colectividad, no sólo emanada de las normas sociales, siempre ha de tenerse en cuenta a la hora de comprender el rol del individuo: ROCHER, G., Introducción a la sociología... , p. 50. 198 D.O.M., p. 574.

317 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) muchos individuos que llevan el renombre Cota, y que tienen un nivel social distinto, pero parece que todos son sucesores de los judíos toledanos. De hecho, son “los más significativos judaizantes toledanos de fines del siglo XV...” 199 En términos generales, puede decirse que estaban divididos en dos ramas, una de escribanos y otra de boticarios, sucesoras del escribano Juan Álvarez Cota y del boticario Diego Cota respectivamente. Eran una familia muy implicada en actividades industriales, financieras y mercantiles, que además poseía cargos tanto en el Regimiento de la ciudad 200 como en el Cabildo de jurados 201 , y que va a ser duramente perseguida por la Inquisición a partir de 1485; más, incluso, que otras familias conversas 202 . A principios del siglo XV ya aparece un Sancho Fernández Aben Cota. Si bien, más importante es Alfonso Martínez Cota I, abogado a la altura de 1409, y posible padre del mercader Rodrigo Alfonso Cota. Éste último tuvo tres hijos que fueron jurados de Toledo: Alfonso Cota, Sancho Cota y Francisco Cota. Alfonso y Francisco, también tesoreros de la casa de la moneda, más tarde conseguirían sendos oficios de regidores. Sancho Cota, sin embargo, sufrió en sus descendientes la represión de la maquinaria inquisitorial. En 1486 fue quemado su hijo, el doctor Alfonso Cota (o Alfonso de la Cuadra) 203 . El otro Alfonso Cota, el tesorero y regidor (hijo de Rodrigo Alfonso Cota), fundó en 1461 un mayorazgo para su descendiente Rodrigo Cota, y casó a su hija María Ortiz con un converso de un linaje en plena ascensión social, Pedro Arias Dávila, hijo del secretario de Enrique IV Diego Arias Dávila. A través de la descendencia de esta última pareja se engarzaría con los Zapata 204 . La Inquisición también golpeó a los descendientes del notario Juan Alfonso Cota, escribano del fiel del juzgado de Toledo (luego se analizará la labor de este juez) que murió

199 D.T.P.H., p. 802. 200 Regidores fueron: Alonso Cota (1464-1467) y Francisco Cota (1471): D.T.P.H., p. 545. 201 Los jurados fueron: Alonso Cota (1444-1457), Francisco Cota (1464-1480), Martín Alonso Cota “el viejo” (1509), Rodrigo Cota (1461-1500) y Sancho Cota (1464): D.T.P.H., p. 557. 202 En 1495 tuvo que reconciliarse con la Inquisición Aldonza Álvarez, la mujer de Pedro Alfonso Cota, residente en la parroquia de San Ginés. Este año también lo hicieron María Gómez, mujer de Rodrigo Cota, y Mencia González, mujer de Juan Martínez Cota, residentes en la misma parroquia, al igual que Pedro Alfonso Cota, que también vivía en ella. Catalina Álvarez, mujer de Martín Cota, residente en la parroquia de San Juan de la Leche, se reconcilió con el Santo Oficio en 1495, al igual que Inés Cota, hija del doctor Cota, de la misma parroquia. En 1495 se reconcilió Martín Cota y Sancho (hijo del doctor Cota), los dos de la parroquia de San Juan de la Leche. La mujer del doctor Cota, Leonor Arroyal, tuvo que reconciliarse desde su parroquia de San Nicolás, desde la que también lo hizo Mayor Álvarez, mujer de Tristán Cota. Catalina Cota, por su parte, hermana de Martín Cota y esposa de Juan de las Cuentas, María Cota, mujer de Pedro Rodríguez de Ocaña, Martín Cota, hijo de Diego Cota, y Mencia Núñez, esposa de Rodrigo Cota, se reconciliaron desde San Vicente. Aldonza de San Pedro, mujer de Rodrigo Cota lo hizo desde Santo Tomé, al igual que su esposo. Todos estos datos han sido sacados de: CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes del arzobispado de Toledo habilitados por la Inquisición en 1495 y 1497 , Madrid, 1969. 203 D.O.M., p. 575. 204 Ruy Sánchez Cota, hijo del tesorero Alfonso Cota, casó a su hijo Martín de Alarcón, fruto de su segundo matrimonio, con Isabel Zapata, hija del regidor Luis Álvarez de Toledo: D.O.M., p. 576.

318 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 en 1481 dejando cuatro hijos: Pedro Alfonso Cota, Alfonso Martínez Cota II, ambos notarios, Diego Martínez Cota y el mercader Martín Alfonso Cota “el viejo” (para distinguirle de su sobrino). El primero de ellos, Pedro Alfonso Cota, fue privado de su oficio notarial por los inquisidores en 1493 205 , aunque luego lo recuperó 206 . Alfonso Martínez Cota II y su mujer fueron quemados. Tenían cuatro hijos: el notario Martín Alfonso Cota “el mozo”, Diego Martínez Cota, Sancho Cota y Elvira Cota. Ésta última se desposó con Sancho de Santo Domingo (o Sancho de Toledo), hermano de Gutierre y Gonzalo, comerciantes de telas casados con mujeres de la burguesía 207 . Sancho de Santo Domingo consiguió un oficio de jurado de la parroquia de los Santos Justo y Pastor que renunció en él, el 10 de abril de 1484, Gutierre de la Fuente, y al menos tuvo cuatro descendientes: Sancho Sánchez, Francisco Sánchez, Inés de Toledo y Leonor Sánchez de Toledo. Inés se acabaría casando con un hombre de una familia de caballeros no muy poderosa, que aspiraba a ascender social y políticamente: Rodrigo Niño III. No obstante, la sucesión establecida a través de la alianza con los Niño va a ser anulada por la Inquisición 208 . Los Franco, por su parte, se retrotraen a los mercaderes judíos documentados en Toledo a finales del siglo XIV en torno a Abrahem Franco, posiblemente el mismo personaje que García González Franco, aunque en este caso ya convertido al cristianismo 209 . Éste es el padre del doctor Diego González Franco (o de Toledo), del bachiller Juan González Franco, canónigo de la catedral toledana, de Fernando González Franco y del tesorero Pedro Franco. El primero de estos cuatro, Diego González, consiguió el puesto de escribano mayor del Ayuntamiento de Toledo, y el 28 de febrero de 1443 funda dos mayorazgos a favor de sus dos hijos: Alfonso y García. Alfonso Franco es muy conocido porque fue hecho prisionero en la revuelta del verano de 1467, cuando iba al frente de un grupo de conversos 210 que luchaba contra otro de cristianos viejos 211 . Otro de los hijos de García González Franco, Pedro Franco, consiguió, además del oficio de tesorero de la casa de la moneda de la ciudad, un puesto de jurado en la parroquia de San Nicolás en 1422 212 , y el de regidor en 1436 213 . Él es el verdadero protagonista del ascenso

205 D.O.M., p. 576. 206 De la familia de los Cota desempeñaron oficios de escribanos públicos del número, además de Pedro Alfonso Cota, al menos Alfonso Martínez Cota (1465) y Martín Alfonso Cota ((1491): D.T.P.H., p. 574. 207 D.O.M., p. 587. 208 D.O.M., p. 588. 209 D.O.M., p. 576. 210 En 1495 Leonor Álvarez, mujer de Alonso Franco, residente en la parroquia de Santo Tomé, tuvo que reconciliarse con la Inquisición, al igual que su marido: CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes del arzobispado... , p. 26. 211 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., p .96. 212 D.T.P.H., p. 558.

319 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) de esta rama del linaje 214 . Tuvo al menos nueve hijos: Lorenzo Suárez Franco, García Vázquez, Pedro Vázquez, Diego Vázquez Franco, Mari Vázquez, Teresa Vázquez, Catalina Vázquez, Sancha Vázquez, e Inés Franco 215 . Lorenzo Suárez Franco le sucedió en los oficios de tesorero y de regidor, cargo éste ultimo que también ocupará su hermano García Franco (o García Vázquez). La vinculación de los Franco con los Cota se produce gracias al matrimonio de este último, de García Franco, con Inés Cota, hija del tesorero Alfonso Cota 216 . Ambos linajes pueden encuadrarse dentro de un sector social culto al que pertenecen auténticas dinastías de letrados, que durante el siglo XV y principios del XVI trabajan, sobre todo, como escribanos del número, entre las que podemos destacar a los Oseguera, los Madrid, los Bargas, los Alcalá, los Gómara o los Navarra 217 . Los Oseguera son los más poderosos en la segunda mitad del siglo XV 218 . El ascenso político del linaje lo realizan Juan Fernández de Oseguera I y Alfonso Fernández de Oseguera I. Éste es el primer escribano de la familia, ya en 1451, y al menos desde 1468 actúa como escribano del Ayuntamiento, puesto que ocupará hasta su muerte en 1491. Tras morir el oficio quedaría en manos de Juan Fernández I. Sintiéndose viejo para ejercerlo, él lo traspasó a su hijo, Juan Fernández de Oseguera II, quien, a su vez, lo cedió a su hijo Alfonso Fernández de Oseguera II. Mientras, otros miembros de la familia ejercían como escribanos públicos, e incluso llegaron a ejercer como jurados 219 . Del mismo modo, los Madrid no sólo eran escribanos 220 . También ejercieron un papel público desde las juradurías 221 . Según Juan Ramón Palencia, “la incorporación de esta familia a la minoría de letrados toledanos” 222 se produce tarde, aunque es muy sólida; en parte porque antes que otras familias de escribanos que también van a acabar siendo jurados, los Madrid ya eran jurados mucho antes, desde la primera mitad del siglo XV. Su apellido, converso 223 ,

213 D.T.P.H., p. 546. 214 D.P.T.H., p. 810; D.O.M., pp. 578-579. 215 D.T.P.H., p. 811. 216 D.O.M., p. 579. 217 D.T.P.H., p. 816. 218 De los Oseguera son escribanos al menos: Alfonso Fernández de Oseguera I (1480-1481), Alfonso Fernández de Oseguera II (1512-1523), Andrés Fernández de Oseguera (1505-1506), Diego Fernández de Oseguera (1493- 1503), Francisco Fernández de Oseguera (1489-1507), Juan Fernández de Oseguera I (1492-1499), Juan Fernández de Oseguera II (1503) y Pedro Fernández de Oseguera (1496-1503): D.T.P.H., pp. 576-577. 219 Los jurados son Alfonso Fernández de Oseguera I (1519-1523) y Diego Fernández de Oseguera (1519): D.T.P.H., p. 563. 220 Eran escribanos Andrés Núñez de Madrid (1510), Diego Núñez de Madrid (1505) y Juan Núñez de Madrid (1490-1514): D.T.P.H., p. 575. 221 Los jurados son Diego Fernández de Madrid I (1444-1468), Diego Fernández de Madrid II (1481-1515) y Juan Rodríguez de Madrid (1494-1505): D.T.P.H., p. 561. 222 D.T.P.H., pp. 825-827. 223 La Inquisición golpeó muy fuerte a las personas que llevaban el apellido Madrid, entre las cuáles no es fácil hallar relaciones de parentesco. Catalina de Madrid, Diego de Madrid y su mujer Leonor de Faro, Francisco de

320 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 aparece por primera vez entre los escribanos públicos a principios de la década de 1490 en la figura de Juan Núñez de Madrid, quien está ejerciendo este cargo al menos hasta 1514. En este lapso de tiempo como mínimo otros dos miembros de la familia se suman al oficio, Diego Núñez, primero, y Andrés Núñez, posteriormente, aunque tal vez actuaran en realidad como lugartenientes de Juan. Los Bargas también poseen oficios de escribanos 224 y de jurados 225 , pero, al contrario que los Madrid, tienen una base económica muy importante sustentada en las actividades mercantiles 226 , lo que además les diferencia de los Alcalá, los Gómara o los Navarra, que viven sólo y exclusivamente de su labor como escribanos. La actividad de estas tres familias estaba centrada en “el estudio de las leyes” y “la práctica continua del Derecho”. Por ello son las mejores representantes de “esa minoría intelectual laica que floreció en las ciudades europeas al final del Medievo” 227 . Son sujetos que gozan de cierto prestigio como letrados, y que además poseen títulos de escribanos con los que desarrollar su labor notarial 228 . Aún así, lo cierto es que esta dedicación exclusiva a las letras no era común. Los individuos cultos que vivían de sus oficios como letrados o escribanos normalmente eran parte de unas familias burguesas que en su seno albergaban a profesionales liberales como ellos 229 , a mercaderes, a cambistas de dinero, a arrendadores de rentas e, incluso, a algún campesino acomodado. El dinero era el bien que definía a la clase burguesa, y para garantizarlo lo mejor era diversificar las actividades de los individuos que la formaban. Esto explica, por un lado, el que dentro de una misma familia podamos ver a sujetos con oficios muy distintos y con una

Madrid, Martín Alonso (hijo de Diego González de Madrid) y Mayor Cabal, mujer de Francisco de Madrid, todos residentes en San Juan de la Leche, tuvieron que reconciliarse con la Inquisición en 1495. También lo hicieron Alonso de Madrid, Beatriz de Madrid, mujer de Diego González de la Plazuela, Beatriz de Madrid, mujer de García de Segura, Catalina Álvarez, mujer de Alonso de Madrid, Leonor Núñez, esposa del joyero Alonso de Madrid y María Álvarez, mujer de Rodrigo de Madrid, de la parroquia de San Nicolás. Teresa de Madrid se reconcilió desde la parroquia de San Salvador, y Aldonza González, mujer de Diego de Madrid, desde la de San Vicente. Desde Santo Tomé lo hizo Aldonza de Madrid, mujer de Francisco Gutiérrez, junto con Alfonso de Madrid, Beatriz Núñez y su marido Gonzalo de Madrid, Inés Álvarez (mujer de Fernando de Madrid), Mayor de Toledo (mujer de Alonso de Madrid) y Teresa de Madrid, esposa de Sancho de Acre. 224 Los escribanos eran Francisco de Bargas (1486-1499), Pedro Rodríguez de Bargas I (1463-1489), Pedro Rodríguez de Bargas II (1496-1503) y Rodrigo de Bargas (1497): D.T.P.H., pp. 573-574. 225 Son jurados Diego de Bargas (1486-1497), Fernando de Bargas (1491-1505), Francisco de Bargas (1490- 1512), Juan Ramírez de Bargas (1507-1522), Martín de Bargas (1497-1502) y Pedro Ruiz de Bargas (1519): D.T.P.H., pp. 556-557. 226 D.T.P.H., pp. 828-831. 227 D.T.P.H., p. 832. 228 Los escribanos Alcalá eran Diego García de Alcalá (1501-1522), Fernando García de Alcalá (1510-1512), Fernando Ortiz de Alcalá (1510-1512) y Pedro García de Alcalá (1465-1486): D.T.P.H., p. 573. Los Gómara eran Antón Gómez de Gómara (1497-1520), Gómez Fernández de Gómara (1484-1493) y Juan Gómez de Gómara (1514): D.T.P.H., p. 574. Los Navarra eran Bernardino de Navarra (1506-1522), Gaspar de Navarra (1522), Juan de Navarra (1499) y Pedro Núñez de Navarra (1499-1505): D.T.P.H., p. 576. 229 Los hijos de los mercaderes solían hacerse clérigos, militares, médicos, abogados... Sobre todo estos aspectos véase: GÓMEZ MENOR, J., Cristianos nuevos y mercaderes de Toledo ...

321 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) riqueza variada, y, por otro, el que las calificaciones familiares sean, tal vez, excesivamente simplistas. Dentro de un mismo grupo familiar existen individuos que por su poderío económico, su relevancia social y su actividad política podrían ser perfectamente encuadrables dentro de la oligárquica clase burguesa, mientras que otros no podrían serlo de ningún modo.

3.1.1.2.3. Mercaderes y especuladores Los mercaderes, individuos dedicados a las actividades comerciales, financieras y especulativas, eran el grupo económicamente más poderoso de la clase burguesa 230 . Según José Gómez Menor, la clase mercantil de origen judeo-cristiano iba a formar una “mayoría silenciosa” en el siglo XVI 231 . En el XV, no obstante, existe en Toledo un selecto grupo de mercaderes que actúan como minoristas especializados en la distribución y venta de productos de calidad, sobre todo de telas. Estaba formado por individuos de las familias de los de la Fuente, los de la Torre y los San Pedro, proveedores de una clientela distinguida, que compartían con los mercaderes de Valladolid, en la que destacaba la propia corte real 232 y algunas casas de importantes nobles. Los beneficios obtenidos con esta actividad les permiten especular con el dinero; prestándolo y ejerciendo como cambistas o arrendadores de rentas 233 . Eso sí, la mayor parte de los mercaderes toledanos no pertenecen a este selecto grupo, sino que desarrollan una actividad económica mucho más limitada, circunscrita al área en torno a Toledo. A fines de la Edad Media esta ciudad es un “emporio comercial” clave en el centro de la Península Ibérica 234 por tres circunstancias: por un lado, sus mercaderes financian a la pequeña industria local con capitales propios o aportados por genoveses o milaneses 235 ;

230 Véanse algunas ideas relacionadas con la sociedad de las grandes ciudades y sus grupos sociales en: MOLLAT, M. y WOLF, P., Uñas azules, Jacques y Ciompi. Las revoluciones populares en Europa en los siglos XIV y XV , Madrid, 1989, p. 18. 231 GÓMEZ MENOR, J., Cristianos nuevos ..., p. XV. 232 En las cuentas de Gonzalo de Baeza, tesorero de los Reyes Católicos, aparecen como proveedores de los monarcas Alonso de la Torre y Diego de la Fuente (fol. 214 v), Alonso de Toledo (fol. 236 r), Juan de Montalbán (fol. 373 v), Diego Sánchez de San Pedro (fol. 320 r) o Francisco de Madrid (fol. 323 r-v), pero al parecer es Diego de la Fuente el principal proveedor: TORRE, A. de la, y TORRE, E.A. de la, Cuentas de Gonzalo de Baeza, tesorero de Isabel la Católica , Madrid, 1955, 2 tomos. Las referencias de los folios pertenecen al tomo II. 233 Sobre estos aspectos véase el trabajo ya citado: CAUNEDO DEL POTRO, B., “Un importante papel...”. 234 Sobre la estructura comercial de Toledo a fines de la Edad Media véase: IZQUIERDO BENITO, R., “La infraestructura mercantil de Toledo en la baja Edad Media”, en Toledo, ¿ciudad viva?, ¿ciudad muerta? , Toledo, 1988, pp. 311-324; “La organización gremial textil de Toledo en el siglo XV”, E.E.M. , 12 (1989), pp. 191-203; y “La actividad comercial en Toledo a fines de la Edad Media (1450-1475)”, en Tolède et l´expansion urbaine en Espagne (1450-1650) , Madrid, 1991, pp. 137-157. 235 Sobre los rasgos generales de los mercaderes castellanos véase: CARLÉ, Mª. del C., “Mercaderes en Castilla: 1252-1512”, Cuadernos de Historia de España , XXI-XXII (1954), pp. 146-328. Como en Toledo, en otras ciudades los mercaderes extranjeros cumplían una función similar. Véase en este sentido: BELLO LEÓN, J.M., “Mercaderes extranjeros en Sevilla en tiempos de los Reyes Católicos”, H.I.D. , 20 (1993), pp. 47-83; y LLUIS Y

322 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 por otro, esos mismos mercaderes son intermediadores en los flujos comerciales que recorren Castilla yendo del norte al sur y del sur al norte, lo que aprovechan para distribuir sus productos; y por último, en torno a Toledo existen importantes mercados. Tales mercados eran de dos tipos: pequeños, por ejemplo, los de las villas de Torrijos, , , Santa Olalla, Illescas, , La Puebla de Montalbán, etc.; y grandes. Los grandes estaban divididos de acuerdo a su proximidad a Toledo. Los más cercanos eran los de Madrid, Guadalajara y , y los que se encontraban más lejos los de Murcia, Jaén, Úbeda, Baeza y Ronda, e incluso Valencia, Lisboa o América tras su descubrimiento. En cualquier caso, entre los mercaderes toledanos no es habitual encontrar enormes fortunas. Además, al contrario que en Burgos 236 , en Toledo no se creó un Consulado que regulara su actividad. Por una parte, la creación de un Consulado con unas leyes y una justicia propias era peligrosa en una urbe en la que los sentimientos anti-conversos estaban tan a flor de piel, y muchos mercaderes eran descendientes de judíos. Por otra, del mismo modo que no existía una unidad socio-religiosa entre los mercaderes, tampoco se hallaba en su potencial económico y de trabajo; unos eran grandes magnates que trabajaban en toda Castilla y en la corte, mientras que otros 237 tenían un área de negociación mucho más limitado. Los mercaderes de Toledo a fines del siglo XV tienen en los de la Fuente a sus máximos representantes, aunque no todos los que poseen este apellido pertenecen a la misma familia ni gozan de un estatus económico similar. Es posible, incluso, que algunos de ellos no fuesen ni siquiera judeo-conversos. Los de origen judío se dedicaron, en su mayoría, al comercio de telas o especias 238 y a la especulación con los maravedíes. Se trata de un grupo que cuenta con algunos de los individuos más acaudalados de toda Castilla, y que en la ciudad tiene un poder político reconocido que ejerce desde el Cabildo de jurados, en el que llegan a ingresar doce 239 de sus miembros 240 . Gudiel Alfonso de la Fuente aparece documentado en 1412 junto con su mujer Mencia González y sus hijos Gonzalo López y Fernando González. El primero de éstos fue instituido

NAVAS-BRUSI, J. y LÓPEZ BELTRÁN, M.T., “Mercaderes genoveses en Málaga (1487-1516). Los hermanos Centurión e Ytalian”, H.I.D. , 7 (1980), pp. 95-123. 236 MARTÍNEZ GARCÍA, L., “La sociedad burgalesa a fines de la Edad Media”, en Actas del V Centenario del Consulado de Burgos (1494-1994). II. Conferencia del ciclo “Burgos y el Consulado” , Burgos, 1994, pp. 57- 104, en concreto pp. 59 y ss. 237 GÓMEZ MENOR, J., Cristianos nuevos ..., p. XVII. 238 D.O.M., p. 588. 239 MOLÉNAT, J.P., “L´oligarchie municipale de Tolède au XV e siècle”, en Tolède et l´expansion urbaine en Espagne (1450-1650) , Toledo, 1991, pp. 259-277, en concreto p. 272. 240 Los jurados son Alonso López de la Fuente I (1444-1456), Alonso López de la Fuente II (1456-1464), Diego de la Fuente (1444-1475), Fernando González de la Fuente (1422-1444), Gonzalo de la Fuente (1456-1464), Gonzalo López de la Fuente (1456-1464), Gutierre de la Fuente (1484), Pedro de la fuente (1483), Rodrigo de la Fuente (1464-1479) y Ruy Pérez de la Fuente (1505-1512): D.T.P.H., pp. 558-559.

323 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) por Juan II como jurado de la parroquia de San Salvador, y el segundo de la de San Ginés, en 1422. Fernando González se casó con Teresa González, con la que tuvo al menos tres hijos: Juan de la Fuente, Sancho de la Fuente y Guiomar de Toledo (esta se casó con Fernando de Ribadeneira) 241 . Gonzalo López, por su parte, tuvo como mínimo ocho hijos. Uno de ellos es Alfonso López de la Fuente, jurado entre 1437 y 1457 242 . Desde estas fechas es habitual encontrar entre los jurados de Toledo a alguien de esta familia, o de los San Pedro 243 . De los San Pedro tan sólo algunos miembros se pueden relacionar con el trapero y cambista Juan Sánchez de San Pedro, elegido como jurado de la parroquia de Santo Tomé en 1422. Un hijo de éste, Diego Sánchez de San Pedro, heredó el oficio de jurado de su padre y entre sus descendientes iría circulando, mientras se vinculaban con otras familias burguesas importantes como los Arroyal 244 o los Madrid 245 . Aunque no parece que prosperaran demasiado en sus actividades mercantiles. Lo mismo les sucede a los Jarada 246 , a los que Palencia Herrejón define como “comerciantes modestos” 247 , y a los Arroyo. Estos últimos, que a fines del siglo XV aún conservaban el nombre familiar judío, beni al-Ruyhu (o Aben Arroyo), documentado en Toledo a finales del siglo XIII 248 , se dedicaban al comercio de telas. Al contrario que las familias vistas anteriormente, y del mismo modo que los Jarada o los Acre, los Arroyo nunca tuvieron un peso político 249 o económico 250 excesivo en la ciudad. Sirvan estos datos como presentación de cada una de las familias que irán apareciendo a lo largo de las páginas siguientes. Los Cota, los Franco, los arrendadores 251 (cruelmente perseguidos por la Inquisición 252 ) de la Torre 253 , los de la Fuente, los Acre, etc., con el poder

241 D.O.M., p. 589. 242 D.O.M., p. 590. 243 Los jurados son Diego Sánchez de San Pedro I (1444), Diego Sánchez de San Pedro II (1505-1519), Fernando de San Pedro (1464-1479), Gonzalo de San Pedro (1483), Juan de San Pedro (1464-1475) y Juan Sánchez de San Pedro I (1422): D.T.P.H., p. 565. 244 Gonzalo Rodríguez de San Pedro, hijo del jurado Juan Sánchez, se casó con Leonor de Palma, hija de Diego Alfonso de Palma y Mencia García (ésta era hija de Gutierre García Arroyal): D.O.M., p. 591. 245 Aldonza de San Pedro estaba casada con Alonso de Madrid: D.O.M., p. 592. 246 Pedro González Jarada es jurado entre 1456 y 1464 al menos: D.T.P.H., p. 561. 247 D.T.P.H., p. 876. 248 D.O.M., pp. 590-591. 249 Los jurados son Alonso López Arroyo (1444) y Juan López Arroyo (1444-1464): D.T.P.H., pp. 555-556. 250 Los Acre, por ejemplo, poseían un poder económico mucho mayor: D.T.P.H., pp. 870-874. 251 D.T.P.H., pp. 859-870. 252 En la parroquia de San Juan de la leche se reconcilió en 1495 la mujer de Rodrigo de la Torre. En San Nicolás Fernando de la Torre, hijo de Pedro de la Torre. En San Vicente Aldonza, hija de Alonso de la Torre, y éste mismo junto a su esposa Catalina de la Torre, y a Álvaro de la Torre, Fernando de la Torre (hijo de Fernando de la Torre), Francisca (mujer de Alonso de la Torre), Francisco de la Torre, hijo de Fernando de la Torre, García, hijo de Alonso de la Torre, Inés de la Torre, mujer de Juan de la Fuente, Juan de la Torre, hijo de Alonso de la Torre, Juan de la Torre “el mozo”, Leonor de la Torre, mujer de Beltrán de San Pedro, María, hija de Alonso de la Torre, y Mencia Rodríguez, mujer de Alonso de la Torre. En San Soles Juan de la Torre y su mujer, en 1497. 253 Eran jurados Alonso de la Torre (1489-1520), Fernando de la Torre (1464-1467) y Juan de la Torre (1485): D.T.P.H., p. 567.

324 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 que poco a poco fueron adquiriendo, llevaron a cabo en Toledo, según palabras de Jean-Pierre Molénat, “una revolución fundamental en la historia de la ciudad”, no sólo porque constituyeran una burguesía, sino porque, además, serán determinantes en el establecimiento de una nueva “clase media productora” 254 . Para Linda Martz los “peldaños bajo y medio de la sociedad conversa toledana eran inteligentes, cultos, talentosos y totalmente entregados al éxito”. Sus habilidades y su perseverancia les hicieron importantes en la economía, la política, la sociedad y la cultura de Toledo, y de Castilla 255 . No obstante, aunque se conocen como colectivo, los conversos que integraban la naciente burguesía son desconocidos a nivel individual. Sabemos que como grupo su origen está en las conversiones por la fuerza de los judíos al cristianismo que se producen a raíz de los progroms de 1391, y que su ascenso social debe relacionarse: por una parte, con el desarrollo económico que experimenta Toledo desde mediados del siglo XIV; y por otra, con la voluntad regia de limitar el poder de esa antigua oligarquía que llevaba dominando la urbe mucho tiempo. Sabemos que los oligarcas de carácter burgués estaban subordinados a los “oligarcas dominantes” -a los caballeros, a la “oligarquía de sangre” 256 -, y que tenían su “talón de Aquiles” en las acusaciones de criptojudaísmo que contra algunos de ellos eran lanzadas 257 . Precisamente por estas acusaciones resulta muy complejo seguir el rastro de los individuos que integraban la naciente burguesía. Desde 1485, fecha de la implantación de la maquinaria inquisitorial en Toledo, los conversos tienen una buena razón para cambiar de identidad. Con unos nombres y apellidos nuevos intentarían desvincularse de su origen, al menos en público, negando “tener sangre judía” 258 . Para cumplir esta finalidad mejor no dudaron en fundar nuevos linajes, y en mantenerse lejos, dentro de lo posible, de los familiares que hubieran sido condenados por los inquisidores. Por eso es tan difícil reconstruir las familias conversas de Toledo en el siglo XV 259 . Los Jarada, por ejemplo, en menos de una generación se enlazan matrimonialmente con los San Pedro, los Husillo, los Zapata y los de la Fuente. Además, los hijos de todos los matrimonios intercambian sus apellidos. Muchos Jarada, siguiendo con el mismo ejemplo, se apellidan de la Fuente, o añaden López o Sánchez a sus apellidos sólo “para decorarlos”. Aún así, lo peor de todo es que en lo que respecta a las familias no conversas, no poseedoras de un

254 MOLÉNAT, J.P., “L´oligarchie municipale de Tolède...”, p. 176. 255 MARTZ, L., “Converso families in fifteeth...”, p. 121. 256 Denis MENJOT explica en qué se basaba esta subordinación en “L´elite de pouvoir à Murcie au bas Moyen- Age”, en La ciudad hispánica durante los siglos XIII al XV. Actas del coloquio celebrado en La Rábida y Sevilla del 14 al 19 de septiembre de 1981 , Madrid, 1985, tomo II, pp. 883-997. 257 MOLÉNAT, J.P., “L´oligarchie municipale de Tolède...”, p. 177. 258 MARTZ, L., “Converso families in fifteeth...”, p. 122. 259 Idem, p. 126.

325 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) apellido característico 260 , las dificultades se multiplican considerablemente, pues sus formas de llamarse son comunes.

260 Los apellidos de conversos más comunes son: Faguel, Guaypán, Gafayr, Sorje, Golondrino, Husillo, Jarada, Cota, Cañamón, Alixandre, Hanete, Hayete, Diente, Faro, Cabal, Acre, Pavón, Talaya, Mical, Tordillo, Picho, Mohete, Albendín, Limosín, Lebi, Falcón, Comarón, Tardón, Abengato, Pajarillo, Piqué, Chapatel, Pintado, Blanco, Tizón, Garval, Tardal, Merinillo, Hamomo, Burrabé, Alcocer, Alonso, Álvarez de Ávila, del Castillo, de Córdoba, Cuéllar, de Cuenca, Dueñas, Haro, Fuensalida, de Illescas, de la Fuente, de León, Montalbán, de Ocaña, de la Peña, Prado, , de la Rúa, San Pedro, de Segovia, Serrano, de Sevilla, Sorge, de Toledo, de la Torre, Torrijos, de Úbeda, de Villa Real, de la Xara o de la Jara, etc.: CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes del arzobispado ..., p. XXXIII.

326 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

3.1.2. EL “COMÚN” Los individuos que conformaban la mayoría social en Toledo son en gran parte desconocidos, y en demasiadas ocasiones descalificados por su supuesta implicación en actos violentos que tuvieron a los conversos como víctimas 261 . Se les ha llamado de forma un tanto despectiva, aunque inconscientemente, “inquieta chusma” 262 o “populacho”, y de forma más sutil ciudadanía violenta, desobediente e incontrolable para las fuerzas políticas establecidas. Esta concepción de la capacidad de resistencia de los toledanos a los poderes que les quisieron someter, negativa para unos y positiva para otros, salió de la pluma de los ideólogos de los diferentes sistemas políticos, tanto musulmanes 263 como cristianos, que dominaron su ciudad. Sin embargo, las personas que integraban la “gente menuda” o “el común” tenían unos intereses particulares 264 , aunque compartieran unos mismos objetivos a nivel social con quienes se encontraban en una situación parecida. Las metas colectivas venían fijadas por la suma de los intereses concretos. Es natural, por lo tanto, que muchos individuos, al no identificarse con ciertos objetivos calificados de comunes, no se vincularan a las acciones para conseguirlos 265 . O que, aún identificándose con ellos, no conculcasen con los medios para alcanzarlos. Una idea tan lógica como ésta fue obviada tanto por los intelectuales que con objetivos políticos escribían sobre la actitud rebelde de la población toledana, como por los propios monarcas a la hora de conceder mercedes, o de ejecutar castigos 266 . Por ello, la violencia brutal que según las crónicas pusieron en práctica todos los habitantes de la urbe frente a los que consideraban sus enemigos, los conversos pero también los personajes más acaudalados, debe matizarse.

261 Benzion NETANYAHU en su obra Los orígenes de la Inquisición... , dedica muchas páginas a analizar la conflictividad que se generó en Toledo con los conversos, dando una visión muy negativa de sus habitantes. 262 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., p. 126. 263 PORRES MARTÍN CLETO, J., Historia de Tulaytula , Toledo, 1985, pp. 26, 47 y 82-83; DELGADO VALERO, C., Toledo islámico; ciudad, arte e historia , Toledo, 1987, pp. 19 y ss., y 60. 264 En la baja Edad Media empiezan a aparecer las primeras autobiografías de personajes destacados del común, aunque en Castilla no se conservan. Sobre este tema véase: AMELANG, J.S., “Popular autobiography in late medieval and early modern Europe: a preliminary approach”, en HINOJOSA MONTALVO, J. y PRADELLS NADAL, J. (Edits.), 1490 en el umbral de la modernidad. El Mediterráneo europeo y las ciudades en el tránsito de los siglos XV-XVI , Valencia, 1994, vol. I, pp. 405-423. 265 En este sentido, afirma Michel FOUCAULT (“Poder-cuerpo”, en su obra Microfísica del poder , Madrid, 1978, pp. 103-110, en concreto p. 104): “Creo que el gran fantasma es la idea de un cuerpo social que estaría constituido por la universalidad de las voluntades. Ahora bien, no es el consensus el que hace aparecer el cuerpo social, es la materialidad del poder sobre los cuerpos mismos de los individuos”. 266 Pedro I, por ejemplo, en 1355 concedió un perdón a los vesinos moradores en Toledo que se acaecieron en Toledo, quando la reyna donna Blanca [...] fue a la eglesia de Santa María, como si toda la comunidad urbana hubiese participado en este acto dirigido por una oligarquía que, al realizarlo, escondiendo a la reina de su marido, se rebelaba frente al monarca: P.R.T., doc. 84, pp. 177-178.

327 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

La falta de fuentes documentales para ratificar la visión de los cronistas, puede hacer que confundamos la mera propaganda con la supuesta realidad a la que se refiere. Algo que se ha venido produciendo de forma clara, por ejemplo, a la hora de analizar la figura de Pedro Sarmiento 267 , el asistente de Toledo que en 1449 encabezó una revuelta contra los conversos, y contra Juan II y su valido Álvaro de Luna. De la actitud de Sarmiento en este episodio no se sabe absolutamente nada, más allá de lo que nos cuentan las crónicas y unas copias modernas de cuatro o cinco documentos. No obstante, todo el que escribe sobre los sucesos de 1449, considerados por Benzion Netanyahu un hito clave en el proceso de establecimiento de la maquinaria inquisitorial en Castilla, no duda en cargar las tintas contra él, calificándole cuanto menos de déspota, tirano o dictador 268 , sin preguntarse muchas veces cómo pudo llegar a ejercer un poderío tan absoluto en Toledo como el que señalan los cronistas, cuando la ciudad estaba tremendamente dividida por intereses políticos y económicos de todo tipo, y él era un simple representante de Juan II -al que traicionó-, del que todos desconfiaban. Las explicaciones que se dan de la revuelta de 1449 en demasiadas ocasiones obvian cualquier capacidad de actuación autónoma del común, que aparece actuando de forma pasiva y obediente a los dictados de Sarmiento. Niegan toda muestra de rechazo a las ideas y a las acciones que se desarrollan contra los cristianos nuevos, cuando ya a principios del siglo XVI existían muchas dudas sobre la implicación de la “comunidad” de Toledo en los movimientos anti-conversos 269 . Y no hacen ninguna referencia a la lucha política y social existente en el seno de la oligarquía toledana, cuando ésta es la que verdaderamente explica el conflicto 270 . Ante la falta de documentos, cualquier interpretación sobre la personalidad e intereses de Pedro Sarmiento durante la revuelta de 1449, o incluso sobre lo que estaba en juego en ella (posiblemente sea el último intento desesperado de algunas antiguas familias toledanas por mantenerse en el poder frente a los linajes llegados de fuera y la naciente burguesía), será siempre rebatible. Tan sólo podemos limitarnos a defender o criticar con más o menos entusiasmo lo que los cronistas han transmitido, aunque es seguro que si alguna vez aparecieran nuevas fuentes documentales las crónicas serían rebatidas en muchos aspectos. Si podemos poner en duda la actuación e intereses de Pedro Sarmiento, un personaje conocido gracias a las crónicas y a los documentos que se refieren a su linaje noble, de las

267 Sobre este personaje véase: BENITO RUANO, E., “Don Pero Sarmiento, repostero mayor de Juan II de Castilla”, Hispania , XVII, (1957), pp. 483-504. 268 NETANYAHU, B., Los orígenes de la Inquisición... , pp. 280 y ss. 269 Véase, en este sentido, la “Información del derecho del licenciado Ortiz contra los puntos de rebellión que el marqués de Gibraleón dize que cometió la ciudad de Toledo”: A.M.T., Biblioteca Auxiliar, doc. 58 / 1452. 270 Las antiguas familias toledanas están, en buena medida, detrás de la revuelta de 1449: RODRÍGUEZ HORTA, A., “Sociedad y ocupación de cargos públicos del Ayuntamiento de Toledo en la mitad del siglo XV”, I Congreso de Historia de Castilla-la Mancha , tomo V, Toledo, 1988, pp. 205-210.

328 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 personas sobre las que supuestamente ejerció un poder absoluto y tiránico el desconocimiento es enorme. Más allá de las familias oligárquicas, de los “mayores” según el pensamiento de la época, de los “medianos” (maestros artesanos, pequeños comerciantes y profesionales liberales 271 ) y de los “menores” 272 apenas sabemos nada 273 . Las Siete Partidas de Alfonso X definen a estos dos últimos diciendo que eran los encargados de realizar “servicios viles” de carácter manual, y de sostener la sociedad con su trabajo y con el pago de los pechos , es decir, de los impuestos. “Pueblo es llamado la gente menuda, assí como menestrales e labradores”, se dice en ellas, para luego dar una definición más precisa: “Pueblo es ayuntamiento de todos los omnes comunalmente, de los mayores, e de los medianos e de los menores” 274 . Como Miguel Ángel Ladero Quesada afirma, los miembros del común eran, básicamente, los peones en la guerra y los pecheros en la paz 275 . Las diferencias económicas entre los oligarcas más poderosos y la “gente menuda” con una riqueza media eran tremendas. Buena parte de la población común de Soria (de la que se conservan algunos documentos estudiados por Máximo Diago Hernando) se dedicaba, al igual que en Toledo, a actividades mercantiles y artesanales 276 . En 1434 el 60 % de ella tenía una riqueza estimada en menos de 2.500 maravedíes, un 17 % no superaba los 5.000, y había sólo algunos individuos que, superando los 40.000, poseían un capital ochenta veces superior al de las personas con una riqueza mínima; establecida en menos de 500 maravedíes. Los que superaban los 40.000 eran seis, y los que poseían una riqueza inferior a 500 setenta y cuatro 277 . Si extrapoláramos estos datos a Toledo, una urbe mucho más poblada que Soria, y que contaba con algunas de las familias más ricas de Castilla, las diferencias serían aún mucho mayores. A Cebrián Vélez, por ejemplo, por no pagar unas deudas tanto a Ochoa de Landa 278 , tesorero de los descargos de la reina Isabel, como al licenciado Alonso de Herrera 279 , le

271 LADERO QUESADA, M.A., La España de los Reyes Católicos , Madrid, 1999, p. 74. 272 “Son diversas calidades: / non menos en los mayores / que en medianos e menores / hay grandes contrariedades”. “Para lo cual los mayores / han de ser muy acatados, / los medianos bien tratados, / de los pobres escuchados / con paciencia sus clamores”: BERMEJO, J.L., “Mayores, medianos y menores en la mentalidad castellana de la baja Edad Media”, R.E.P ., 8 (1973), pp. 215-222, en concreto p. 219. 273 VALDEÓN BARUQUE, J., “La articulación de la sociedad urbana”, en Las sociedades urbanas en la España medieval. XXIX Semana de Estudios Medievales de Estella, Estella, 15-19 de julio de 2002 , Pamplona, 2003, pp.81-95, en concreto pp. 89-91. 274 ALFONSO X EL SABIO, Las Siete Partidas, glosadas por el licenciado Gregorio López , Salamanca, 1555 (Edición facsímil, Madrid, 1974), Partida 2ª, título X, ley I, fol. 30 r. 275 LADERO QUESADA, M.A., La España de los Reyes Católicos ..., p. 74. 276 DIAGO HERNANDO, M., “El “común de los pecheros” de Soria en el siglo XV y primera mitad del siglo XVI”, Hispania , 174 (1990), pp. 39-91, en concreto pp. 49 y ss. 277 Idem, p. 45. 278 En 1506 Cebrián Vélez ya tenía deudas con el licenciado Polanco (A.G.S., R.G.S., 1506-I, Salamanca, 26 de enero de 1506). El 15 de octubre de 1512 se redactó el documento que señalaba que los bienes de Cebrián fueran

329 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) secuestraron hasta los bienes que poseía su esposa en una casa de Toledo. Ella, bajo juramento, señaló que sus posesiones eran siete sargas de distintos colores, dos lobas, una faldilla vieja, un colchón, un cielo para la cama, tres paveses viejos y tres arcas 280 . El matrimonio estaba pasando por una racha de apuros económicos... Más allá de esto, bienes como los que confiesa tener la esposa de Cebrián Vélez son con los que solía vivir buena parte de la población más pobre de Toledo. De hecho, hace años Jacques Rossiaud pintaba el siguiente cuadro de la vida en la urbe 281 :

“Vivir en la ciudad si se es pobre significa en primer lugar ocupar junto a otras dos o tres personas una habitación alta, un cubil sin luz o una buhardilla que da a un patio trasero. Establecerse en la fonda si se tiene algo de dinero. Disponer de una o dos habitaciones si se tiene familia. Pero siempre se comparte con otra el uso de un pozo y de una cocina. El artesanado, ciertamente, vive en su propia casa, donde tiene una bodega, un hogar y su granero. Pero junto a sus siervos y aprendices. Hay que acostumbrarse. Todos viven rodeados de personas y oficios diferentes...”

En lo que a Toledo respecta, a la hora de analizar todo lo que tiene que ver con la población común existen tres fuentes documentales básicas: dos de ellas conocidas y otra que no lo es tanto. Las conocidas son la lista de judaizantes reconciliados con la Inquisición entre 1495 y 1497 que fue publicada hace años por Francisco Cantera Burgos y Pilar León Tello 282 , y un alarde militar hecho en 1503 por orden de los Reyes Católicos, estudiado por Andrés Rodríguez Horta 283 . La fuente hasta ahora inédita, tal vez menos válida que las anteriores en lo que se refiere a la demografía, pero fundamental en lo relativo a la (mínima) participación del común en las instituciones de gobierno, son las listas de individuos que el escribano del Cabildo de jurados realizaba cuando había que nombrar a un nuevo miembro de la institución 284 . Estas listas eran de dos tipos: en unas se señalaban los sujetos convidados al acto que iba a celebrarse; y en otras los que al final acudían. Se trata de una fuente importante, además, porque es más antigua que las anteriores. Los datos que aporta van de 1479 a 1486.

embargados por las deudas que tenía con Ochoa de Landa (A.G.S., R.G.S., 1512-X, Burgos, 15 de octubre de 1512). 279 A.G.S., R.G.S., 1512-X, Burgos, 22 de octubre de 1510. 280 A.G.S., C.R. (O. y B.), leg. 7, fol. 144. Gómez de Salazar estuvo 20 días ocupado en ir a Toledo a secuestrar los bienes de la mujer: A.G.S., C.R. (O. y B.), leg. 7, fol. 144 bis. 281 ROSSIAUD, J., “El ciudadano y la vida en la ciudad”, en LE GOFF, J. (Dir.), El hombre medieval , Madrid, 1990, pp. 149-189, en concreto p. 156. 282 CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., J udaizantes del arzobispado de Toledo ... 283 RODRÍGUEZ HORTA, A., “La ciudad de Toledo a fines de la Edad Media...”. A partir de esta misma fuente, aunque para el caso de Valladolid, véase: ÁLVAREZ BEZOS, S. y CARRERAS ZALAMA, A., Valladolid en la época de los Reyes Católicos según el alarde 1503 , Valladolid, 1998. 284 Los parroquianos se reunían en las iglesias y daban sus votos a favor o en contra del candidato propuesto por los integrantes del Cabildo de jurados. Las reuniones en las iglesias están documentadas en las actas del Cabildo de jurados: A.M.T., A.C.J., D.O., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja. 23. La primera elección es de finales de 1479 (fols. 44 v y ss.) y la última de mediados de 1487 (s.f., 12 de mayo de 1487).

330 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

De la combinación de las informaciones se contabiliza el número de nombres reflejado en el siguiente cuadro 285 . Ha de quedar claro que no estamos refiriéndonos a individuos, sino a nombres, de vecinos (no de moradores ) en su mayoría. Nombres de sujetos que aparecen repetidos en las fuentes mostrando una información distinta, y relativa a un período de tiempo diferente. La información obtenida con ellas, además, ha sido contrastada con los nombres almacenados en otra base de datos en la que aparecen los delitos cometidos por muchos individuos. De este modo, gracias a la contrastación de las informaciones, se puede alcanzar un conocimiento minucioso sobre algunos de los “medianos” y “menores” que conformaban el común 286 de Toledo.

NOMBRES OBTENIDOS DE LISTA DE JUDAIZANTES, ALARDE Y REUNIONES PARROQUIALES

FUENTE FECHA NOMBRES % Actas Cabildo de jurados (información sobre asistentes a las parroquias para nombrar a los que ingresaban en la institución) 1479-1486 1.145 18,81 Lista de judaizantes agraciados con la Inquisición 1495-1497 1.619 26,6 Alarde militar 1503 3.321 54,57 TOTAL DE NOMBRES 1479-1503 6.085 99,98

Ha de remarcarse, no obstante, que el conocimiento que podemos obtener es muy reducido. De las 12.000 entradas distintas de nombres que ofrece la combinación de dos bases de datos, una que almacena la información obtenida del alarde de 1503, la lista de judaizantes de 1495 y 1497 y las reuniones para elegir jurados, y otra con individuos que a lo largo de su vida cometieron algún delito que se denunció, de menos del 1 % se pueden relacionar las informaciones de forma totalmente fiable. Que se repitan los nombres no quiere decir nada. Como vimos al hablar de la oligarquía, es bastante común que las personas se llamen igual. Por lo tanto, hay que basarse en datos más seguros; relativos a los familiares del individuo (en los documentos se suele poner que es hijo de , o que su mujer era...), si era caballero, la parroquia en que vivía, su trabajo, si tuvo problemas con la Inquisición, su edad a ser posible. Y, aún así, hay que ir con pies de plomo. Un mismo individuo puede aparecer con nombres diferentes (Luis García y Luis García de Écija 287 ), inscrito en parroquias distintas 288 o con otra profesión.

285 Las cifras que da Andrés RORÍGUEZ HORTA en su estudio sobre este alarde han sido modificadas, aunque de forma mínima. Las variaciones se refieren, no a lo que él llama “cabezas de familia” (“La ciudad de Toledo..., p. 455), sino a los individuos que aparecen en el alarde y que no formaban estas cabezas. 286 Sobre todo lo que tiene que ver con la demografía y la sociedad bajomedieval sigue siendo valiosa la obra de Antonio COLLANTES DE TERÁN Sevilla en la baja Edad Media. La ciudad y sus hombres , Sevilla, 1984. 287 CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes ..., p. 49; A.M.T., A.C.J., D.O., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja. 23, fols. 198 r-212 v.

331 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Teniendo en cuenta dichas limitaciones, sirvan estos ejemplos para ilustrar las posibilidades que ofrece la combinación de los datos de las distintas bases. El nombre de Alfonso de Ocaña aparece seis veces, pero sólo en dos puede referirse a un mismo sujeto, calcetero de profesión, habitante en la parroquia de San Pedro, reconciliado con el Santo Oficio en 1497 289 , y poseedor de unos 30 años de edad en 1503 290 . Había nacido a mediados de la década de 1470, con la llegada los Reyes Católicos al trono. Cuando se reconcilió con la Inquisición tenía en torno a los 24 años y se le identificaba como el hijo de Pero de Ocaña , para distinguirle de otro individuo, llamado como él, que también se reconcilia ese año, jubetero y más viejo 291 . La identificación de Alfonso de Ocaña, sin embargo, es dudosa. Los datos que tenemos de él son limitados. Desconocemos en buena medida sus relaciones familiares. Esta carencia, en cierto modo, y aunque tan sólo sea de forma mínima, puede ser suplida cuando el sujeto a estudiar fue víctima de algún delito o lo cometió, porque gracias a ello contamos con más datos. En ciertos casos es posible, incluso, reconstruir un historial de los hechos delictivos de algunos sujetos. De Payo Barroso de Ribera, por ejemplo, uno de los oligarcas de Toledo, se documentan más de cuarenta delitos entre encarcelamientos ilegales 292 , agresiones físicas 293 , robos 294 , etc. Menos grave es lo que hizo un tal Alonso de Salamanca, zapatero residente en la parroquia de San Pedro 295 , y casado con Isabel Álvarez 296 . Se limitó a no pagar las deudas que debía a sus acreedores 297 . Álvaro Pérez de las Cuentas, del mismo modo, en 1503 era un mercader de 35 años que vivía en la parroquia de San Juan de la Leche 298 . Entonces su situación económica era boyante. Pasado un tiempo los negocios empezaron a empeorar, y siguieron haciéndolo, hasta tal punto que tuvo que huir con sus bienes junto con el jurado Juan Sánchez de San Pedro 299 , dejando a algunos mercaderes de Burgos sin la posibilidad de cobrar sus deudas.

288 Diego López de Sanabria, por ejemplo, criado de Fernando de Ávila, casero del arzobispo de Toledo, en 1497 es de San Román (CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes del arzobispado.. ., p. 54), y en 1503 de San Antolín (A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 10, parroquia de San Antolín). 289 CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes ..., p. 61. 290 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 6, parroquia de San Pedro. 291 CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes ..., p. 56. 292 Los vecinos de Pozuelo de Valdepusa decían que las justicias puestas en el pueblo por Payo Barroso de Ribera les encarcelaban sin razón alguna: A.G.S., R.G.S., 13 de mayo de 1495, fol. 205. 293 Santos de Zamora, vecino de Talavera, por mandato de Payo Barroso de Ribera, agredió a Ruy García Suárez, también vecino de esa villa: A.G.S., R.G.S., 1503-VI, Alcalá de Henares, 23 de junio de 1503. 294 Sufridos sobre todo por los vecinos de Pozuelo de Valdepusa: A.G.S., R.G.S., 13 de mayo de 1495, fol. 205. 295 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 6, parroquia de San Pedro. 296 CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes ..., p. 61. 297 A.G.S., R.G.S., 1503-X, Medina del Campo, 19 de octubre de 1503. 298 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 8, parroquia de San Juan de la Leche. 299 A.G.S., R.G.S., 1513-XI, Madrid, 13 de diciembre de 1513.

332 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Pedro Pájaro, por su parte, siempre viviría en la parroquia de San Nicolás. Cuando era joven fue condenado a pena de muerte por algunos crímenes que había cometido, si bien se salvó gracias a un perdón que los nuevos monarcas, Isabel y Fernando, le otorgaron en el verano de 1475 300 , por serviles en la guerra contra su enemigo, el rey de Portugal. A partir de entonces se dedicaría a la especulación con el dinero, actuando como arrendador de rentas, y se casó con Beatriz Núñez 301 . En 1495 tuvo que pasar otro duro episodio. La Inquisición le acusaba y él tuvo que reconciliarse con la fe católica. Las cosas salieron bien, y en 1503 era ya un viejo que pasaba sus últimos días en la parroquia donde siempre había vivido 302 . Más allá de ejemplos como éstos, a la hora de dibujar las biografías de las personas que conformaban el común al historiador le queda un poso de duda. Los datos con los que cuenta son muy reducidos y camina sobre un terreno muy resbaladizo 303 . Las relaciones de familiares recogidas en testamentos o en contratos de compraventa (las fuentes básicas que utiliza Jean- Pierre Molénat en sus estudios sobre la oligarquía de Toledo) son primordiales para reconstruir las familias del común. El problema es que no se han conservado. Es más, tal vez nunca hayan existido. Los más pobres no tenían dinero ni para hacer el testamento 304 , y a lo largo de su vida procuraban acudir lo mínimo posible ante un notario para evitar gastos. Por otra parte, los documentos procedentes de las instituciones regias ayudan poco. En los del Consejo Real únicamente se suele señalar el nombre de la persona y de donde era vecina, pero nunca se dice la parroquia en la que habitaba. Ni siquiera, en ocasiones, su oficio. Los de la Inquisición, más explícitos, tan sólo se refieren a un grupo de ciudadanos reducido.

3.1.2.1. FORMAS DE VIDA Las formas de vida de los individuos ubicados dentro del común dependían de su situación jurídica y económica, aunque su procedencia religiosa también pudiera influir; en este caso de forma negativa, casi siempre. Desde un punto de vista jurídico, los toledanos podían ser vecinos de la urbe o moradores 305 . También estaban los foráneos , es decir, los individuos que residían en la ciudad un pequeño período de tiempo para resolver algún asunto y marcharse, pero las Ordenanzas no reflejaban ningún tipo de regulación concreta con

300 A.G.S., R.G.S., 9 de agosto de 1475, fol. 575. 301 CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes ..., p. 14. 302 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 5, parroquia de San Nicolás. 303 Sobre estos aspectos véase el trabajo de Peter BECKER “Making individuals: some remarks on the creation of a prosopographical catalogue with KLELO”, en GENET, J.PH. y LOTTES, G. (Edits .), L´État moderne et les elites. XIII e-XVIII e siécles. Apports et limites de la methode propopographique. Actes du coloque international CNRS-París I, 16-19 octobre 1991 , París, 1996, pp. 51-61. 304 MARTÍNEZ GIL, F., Muerte y sociedad en la España de los Austrias , Cuenca, 2000, pp. 578 y ss. 305 IZQUIERDO BENITO, R., Un espacio desordenado... , pp. 39 y ss.

333 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) respecto a ellos. Desde el punto de vista económico, la subdivisión de los pobladores en grandes grupos es mucho más compleja. Habría que atenerse tanto al nivel de riqueza de cada individuo como a su oficio propiamente dicho. No obstante, puede ser válida la taxonomía que divide a la población común en artesanos, comerciantes y trabajadores del sector servicios, y profesionales liberales, a pesar de ser reduccionista. De igual forma, desde un punto de vista religioso ha de diferenciarse entre los cristianos, viejos ( lindos ) y nuevos (conversos ), y las minorías religiosas: judíos y musulmanes 306 .

POBLACIÓN ORGANIZADA POR PARROQUIAS

PARROQUIAS REUNIONES JUDAIZANTES ALARDE TOTAL San Román 201 235 233 669 Santiago del Arrabal - 4 552 556 San Nicolás - 147 349 496 Santa Leocadia - 132 344 476 Santa María Magdalena 35 77 323 435 San Pedro - 168 251 419 San Vicente 48 191 98 337 Santos Justos y Pastor 314 23 - 337 Santo Tomé - 310 - 310 San Juan de la Leche 58 122 106 286 San Andrés 97 10 141 248 San Lorenzo - 2 246 248 San Bartolomé de San 100 20 109 229 Soles San Isidro 76 - 121 197 San Antolín 40 1 149 190 San Salvador 58 53 68 179 San Cristóbal 51 9 107 167 San Ginés - 58 75 133 San Cebrián 67 4 - 71 San Martín - - 49 49 San Miguel - 19 - 19 Santas Justa y Rufina - 26 - 26 (mozárabe) Santa Olalla (mozárabe) - 6 - 6 San Marcos (mozárabe) - 2 - 2 TOTAL 1.145 1.619 3.321 6.085

La vecindad toledana era un bien preciado. En las zonas rurales muchos pensaban que gracias a ella podrían mejorar su nivel de vida, sobre todo gracias a las exenciones fiscales que conllevaba, entre las que pueden destacarse: la exención del pago de portazgo en toda Castilla 307 ; los caballeros, dueñas, escuderos, hidalgos y mozárabes eran exentos de pagar por las tierras que tuviesen en el reino de Toledo 308 ; todos los vecinos estaban eximidos de

306 LADERO QUESADA, M.A., “La Sevilla medieval”, en Historia de Sevilla ..., pp. 184 y ss. 307 Privilegio concedido por Alfonso VII con fecha 18 de marzo de 1137: P.R.T., doc. 6, pp. 97-98. 308 Privilegio otorgado por Alfonso VIII el 30 de septiembre de 1182: P.R.T., docs. 10 y 11, pp. 102-104.

334 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 aposentar en sus casas a persona alguna 309 , del pago de monedas 310 , servicios y pechos (esto también incluía a sus vasallos e apaniaguados 311 ), y de tener que pechar por los algos que tuvieran en cualquier parte del reino 312 ; etc. Aunque sólo fuese por esto, por el estatuto fiscal privilegiado que tenían los toledanos, la obtención de la vecindad de Toledo se va a convertir en una meta para muchos, y por ello en un elemento permanente de conflicto. Para ser vecino del núcleo urbano había que demostrar que se habitaba en él, y que los abuelos y padres de la persona que pedía la vecindad ya eran vecinos. Los requisitos para quien llegaba a la urbe de una zona situada en el término de Toledo eran: estar casado con una hija de un vecino del núcleo urbano, tener casa propia en éste y residir en ella la mayor parte del año. Condiciones, todas, que también deberían guardar sus hijos si deseaban ser vecinos (hasta la cuarta generación la vecindad no era consolidada de forma plena). Si, al contrario, se llegaba de fuera del término toledano, el individuo que solicitase la vecindad debería estar casado, tener casa propia en Toledo, y vivir aquí de forma continua durante diez años seguidos. “Si su mujer era hija de un vecino, es de suponer que sus hijos podrían adquirir automáticamente la vecindad al tener padres y abuelos vecinos. Si no lo era, hasta la tercera generación no se darían las condiciones para consolidarla” 313 . Los moradores, por el contrario, son aquellos que aún no tienen el estatus de vecino. Esto les incapacitaba para disfrutar de los privilegios fiscales, o de derechos como el de intervenir en la elección de los jurados, pero también para poseer ciertos deberes: el de participar en la defensa de la urbe, haciendo rondas y velas , entre otros. Ésta es la teoría, si bien la práctica la supera con creces. Los movimientos de población de las zonas rurales hacia las urbanas, o desde el realengo a los señoríos, hicieron que ya en 1480 los Reyes Católicos crearan una pragmática 314 en la que se regulaba la marcha de los individuos a lugares muy alejados de donde vivían, en busca de mejores condiciones fiscales, o para evitar una posible condena frente a un delito. En una misiva al Ayuntamiento toledano, por ejemplo, los gobernantes de Torrijos dicen: por maneras exquisitas esta villa es trabajada, queriendo todos los más moradores en esta dicha villa se asentar por vesinos de Toledo 315 ... A finales del siglo XV los problemas más graves en lo que a la vecindad se refiere

309 Privilegio otorgado por Alfonso X el 6 de febrero de 1260: P.R.T., doc. 32, pp. 129-130. 310 Privilegio concedido por Sancho IV el 30 de septiembre de 1289: P.R.T., doc. 39, pp. 136-137. 311 Privilegio otorgado por Fernando IV con fecha 28 de abril de 1309: P.R.T., doc. 48, pp. 143-144. 312 Privilegio concedido por Fernando IV: P.R.T., doc. 45, pp. 141-142. 313 IZQUIERDO BENITO, R., Un espacio desordenado ..., p. 45. 314 Libro de las bulas y pragmáticas... , fols. 133 r-134 r. 315 A.M.T., A.C.J., Varia, caj. 10 (bis), doc. 13.

335 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) surgen, sobre todo, debido al deseo de muchas personas de pasarse a vivir a lugares de realengo 316 , desde las zonas de señorío 317 .

3.1.2.1.1. Los “medianos” El carácter heterogéneo que define a la sociedad medieval se plasma de forma absoluta en la clase media 318 , formada por individuos con un nivel económico y unos objetivos vitales muy distintos, aunque comunes en lo que al deseo de progresar socialmente se refiere 319 . El amplio espectro de “los medianos” puede dividirse en dos sectores, atendiendo a un par de elementos relacionados entre sí: las posibilidades de ascenso social de cada individuo y su papel político. Un sector estaba formado por sujetos pertenecientes a familias burguesas destacadas en la ciudad que no habían tenido la misma fortuna que algunos de sus parientes, y por aquellas personas que, no perteneciendo a familias importantes, sí habían logrado ascender hasta lo más alto de la clase media. El otro sector lo integraba el resto de los individuos con una capacidad económica y una relevancia política similares a las del primero, pero aún reducidas. Aunque realizar diferenciaciones, como sucede con otros grupos sociales, no siempre es sencillo. Gutierre de la Torre, por ejemplo, es un individuo encuadrable dentro del primer sector. Había nacido aproximadamente en 1440 320 , y en 1495 tuvo que reconciliarse con la Inquisición 321 . Pasó toda su vida residiendo en la parroquia de San Juan de la Leche, desde donde trabajaba como mercader, pero jamás llegó a manejar una fortuna parecida a la que poseían algunos de sus familiares 322 . Tampoco consiguió nunca un puesto en el gobierno de la ciudad. Sin embargo, era un personaje importante dentro de su parroquia, y cuando había que nombrar a un jurado se le convidaba para que asistiera a su iglesia a dar su voto a favor, o en contra, del candidato elegido 323 . Su opinión era digna de consultarse por su pertenencia a una

316 El Ayuntamiento de Olías, por ejemplo, en 1499 se quejaba de que muchos de sus vecinos, haciéndose llamar vecinos de Toledo, se negaban a contribuir por sus heredades: A.G.S., R.G.S., 2 de junio de 1499, fol. 28. 317 Uno de los casos más graves se produjo porque algunos habitantes de Ajofrín, villa del Cabildo de la Catedral de Toledo, se hacían llamar vecinos de esta ciudad a la hora de eximirse del pago de impuestos por las tierras que poseían: A.G.S., R.G.S., 1503-IX, Segovia, 20 de septiembre de 1503. 318 Inexistente en muchas ciudades, según algún autor: HILGARTH, J.N., Los Reyes Católicos (1474-1516) , Barcelona, 1984, p. 165. 319 El origen de la burguesía se encuentra en esta clase social: GARCÍA DE VALDEAVELLANO, L., Orígenes de la burguesía en la España medieval , Madrid, 1969; RUCQUOI, A., “Las oligarquías urbanas y las primeras burguesías en Castilla”, en El Tratado de Tordesillas y su época. Congreso Internacional de Historia , Valladolid, 1995, pp. 345-369. 320 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 8, parroquia de San Juan de la Leche. 321 CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes del arzobispado ..., p. 20. 322 D.T.P.H., pp. 864-865. 323 A.M.T., A.C.J., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja 23, reunión del 30 de octubre de 1481, fol. 151 r-v.

336 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 familia destacada. Pedro López de San Juan, al contrario, podría encuadrarse dentro del segundo sector. Mercader habitante en San Juan de la Leche como el primero, había nacido en la década de los 40 del siglo XV 324 , y pasó buena parte de su vida ejerciendo su oficio desde su parroquia. Estaba casado con Aldonza 325 , y de ella tenía dos hijos que a la altura de 1503 rondaban la veintena 326 . Al igual que Gutierre de la Torre, al que sin duda conocía, también se reconcilió con el Santo Oficio en 1495 y nunca tuvo nunca un cargo en el gobierno. No obstante, a diferencia de éste, no era de una familia prinçipal , lo que explica, de algún modo, el que no se le invitara, y el que no acudiese, a la hora de nombrar a los jurados de su parroquia 327 . En efecto, se puede hacer una división dentro de la clase media desde un punto de vista político. Para ello no hemos de atender tanto al nivel de participación en el gobierno que tenían los distintos individuos (porque al centrarse tan sólo en la elección de los jurados era muy esporádica y estaba fuertemente mediatizada por los oligarcas), como a la preeminencia sociopolítica 328 de la que gozaban; ya fuese por sus vínculos familiares, por su poder económico, por su “fama”, o por todo ello a la vez. Esto explica por qué era tan importante adquirir un oficio municipal. Adquirirlo no era fácil. Se necesitaba tener un peso socio- económico importante en la urbe, y contar con el favor político de personajes influyentes que pudiesen intervenir ante la propia corte si se diera el caso. Ahora bien, una vez adquirido las personas cercanas al individuo que lo había hecho cobraban una cierta preeminencia, lo que abría las puertas para adquirir ellas mismas otro oficio. Así es como consiguieron perpetuarse en el gobierno los de la Fuente, los de la Torre o los Husillo, quienes pasaron de formar parte de la clase media a la oligarquía convirtiéndose en los representantes políticos de sus vecinos (como jurados). Gracias, eso sí, a la base económica con la que contaban. Esta base económica podía adquirirse de muchas formas, pero el mercadeo de bienes era el modo más sencillo de hacerlo. De las casi 290 profesiones que según la documentación analizada aquí existen en Toledo a fines del siglo XV y principios del XVI, destaca el número de individuos que se dedican a las actividades mercantiles, y que se definen a sí mismos como mercaderes , aunque los productos con los que traten sean muy dispares y su riqueza bastante desigual. Algunos aparecen documentados de forma más pormenorizada como mercaderes de

324 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 8, parroquia de San Juan de la Leche. 325 CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes del arzobispado ..., p. 19. 326 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 8, parroquia de San Juan de la Leche. 327 Las reuniones para elegir a un jurado se celebraban cada muchos años. En la única que se conserva referida a la parroquia de San Juan de la Leche (A.M.T., A.C.J., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja 23, reunión del 30 de octubre de 1481, fol. 151 r-v.) no aparece su nombre. 328 Es indudable que el común tenía un enorme peso político (no gubernativo) de forma colectiva, pero el de cada individuo era reducido.

337 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) lienzos y paños 329 , mercaderes de paños 330 , mercaderes de pellejos 331 o mercaderes de seda 332 . Como puede verse por estas definiciones, el negocio de las telas era el más explotado, por lo que es lógico que, junto al de mercader, los otros oficios que más habitualmente aparezcan en la documentación toledana se refieran a labores relacionadas con este negocio, destacando sobre todos el trabajo de tejedor .

OFICIOS MÁS FRECUENTES EN TOLEDO SEGÚN REUNIONES DE VECINOS, DATOS DE JUDAIZANTES Y ALARDE

OFICIO REUNIONES JUDAIZANTES ALARDE TOTAL Mercader 6 60 175 241 Tejedor 333 19 39 143 201 Platero 17 47 18 82 Sastre 3 25 48 76 Zapatero 9 14 33 56 Carpintero 19 2 26 47 Toquero 3 27 15 45 Tundidor 4 5 29 38 Joyero 4 24 7 35 Cambiador 3 19 12 34 Calcetero - 21 12 33 Pelaire 7 1 23 31

Al igual que los mercaderes, algunos tejedores también se definen como especializados en una determinada materia. Había tejedores de linos 334 , de cordellantes 335 , de lienzos 336 , de paños 337 , de seda 338 , de terciopelo 339 y de tocas 340 . Otros oficios relacionados con los tejidos que contaban con un buen número de personas que se dedicaban a ellos eran los de sastre , toquero , tundidor , pelaire , hilador de seda , sedero , tintorero , trapero , zurrador , e, incluso,

329 Juan de Illescas, por ejemplo, habitante de la parroquia de San Juan de la Leche en 1503, decía ser mercader de lienzos y paños: A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 8, parroquia de San Juan de la Leche. 330 Fernando Díaz, habitante en la parroquia de San Juan de la Leche, se denominaba de esta manera: Idem. 331 Alfonso de Faro, habitante en la parroquia de San Ginés, esposo de Mayor y reconciliado con la Inquisición en 1495, decía que era mercader de pellejos: CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes del arzobispado ..., p. 23. 332 Rodrigo de Toledo, por ejemplo, habitante en la parroquia de Santa Leocadia, se denominaba de este modo: A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 4, parroquia de Santa Leocadia. 333 Tejedor 67, tejedor de seda 95, tejedor de paños 20, tejedor de linos 9, tejedor de lienzos 6, tejedor de cordellantes 4. 334 Alfonso Urbano, habitante de la parroquia de San Andrés, por ejemplo: A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 6, parroquia de San Andrés. 335 Alonso Sánchez, un hombre de unos 30 años en 1503, que vivía en la parroquia de San Cristóbal: A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 3, parroquia de San Cristóbal. 336 Diego de Toledo, habitante de la parroquia de San Cristóbal en 1503, lo era: Idem. 337 Bartolomé Sánchez, habitante de San Andrés, se definía de este modo: A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 6, parroquia de San Andrés. 338 Ángel Romano era un tejedor de sedas en la parroquia de San Andrés a finales del siglo XV: Idem. 339 Jerónimo de Burgos, habitante de San Antolín, afirmaba que lo era: A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 10, parroquia de San Antolín. 340 Alonso de Ávila, habitante en San Antolín, decía serlo: Idem.

338 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 zapatero , chapinero , sombrerero , pellejero , lencero , lanero , etc. De los doce oficios que con más frecuencia aparecen en la documentación, siete están relacionados con la industria textil 341 ; sin duda, el sector económico más dinámico de Toledo en la baja Edad Media, tanto en lo que se refiere a la producción 342 como a la venta. La industria textil y la actividad comercial producida por ella 343 , o de ella derivada, son las ramas económicas que ocupan a un mayor número de individuos en el siglo XV 344 , y, a su vez, las principales bases sobre las que apoyarse para ascender política y socialmente. Los otros sectores económicos requerían a un número mucho menor de individuos a la hora de producir o comercializar, y estaban diseñados para un mercado de carácter local del que la industria textil pretendía salirse, aún estando en buena medida centrada en él. Cambiadores de dinero 345 , arrendadores o prestamistas compaginaban su trabajo con “actividades textiles”346 , o al menos se habían dedicado a ellas durante un tiempo. Otro sector importante es el del metal. En él trabajaban tres tipos de profesionales. Unos, los herreros , estaban especializados en el trabajo de metales como el hierro o el bronce, y tenían una amplia clientela para la que trabajaban en encargos normalmente de poco valor, haciendo toda clase de estructuras metálicas: desde arados y herramientas para las faenas del campo 347 hasta utensilios de cocina ( cuchilleros 348 ). Otros, los armeros , estaban especializados en la creación de armas blancas, sobre todo de puñales y espadas ( espaderos ), aunque posiblemente hubiese algún especialista en armas de fuego; en espingardas por ejemplo. Los plateros y / o joyeros , por último, eran el tipo de trabajador del metal más especializado. Gozaban de más poder económico que los anteriores, lo que les permitía adquirir sus materias primas, y su clientela era mucho más selecta. Por un marco de plata algunos de ellos cobraban hasta 860 maravedíes en 1458 349 . Además, eran individuos

341 Sobre estos aspectos véase: IZQUIERDO BENITO, R., La industria textil de Toledo en el siglo XV , Toledo, 1989; y , J.Mª., Auge y decadencia en la España de los Austrias. La manufactura textil de Toledo en el siglo XVI , Toledo, 2003. 342 Véase el trabajo ya citado de Andrés RODRÍGUEZ HORTA: “La ciudad de Toledo...”. 343 Sobre esta actividad véase: BARRIOS SOTOS, J., Santo Domingo el Real y Toledo a fines de la Edad Media (1364-1507) , Toledo, 1997, pp. 407 y ss.; y “Problemática en torno al control del comercio de paños en Toledo en el siglo XV y su repercusión social”, I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha ..., pp. 211-217. 344 IRADIEL MURUGARREN, P., Evolución de la industria textil castellana en los siglos XIII-XVI. Factores de desarrollo, organización y costes de la producción manufacturera en Cuenca , Salamanca, 1974, pp. 41 y ss. 345 Juan Álvarez, vecino de San Nicolás, por ejemplo, era cambiador y mercader: A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 5, parroquia de San Nicolás. 346 CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes del arzobispado ..., p. 22. 347 Dentro de los herreros habría que distinguir a los herradores , especializados en el herraje de los animales. En la documentación de 1484 también aparece un tal maestro Gonzalo que se define como herrero de la obra : A.M.T., A.C.J., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja 23, reunión del 30 de octubre de 1481, fols. 240 r-241 v. 348 Hay 18 individuos que dicen ser cuchilleros , sobre todo en la parroquia de San Nicolás. 349 IZQUIERDO BENITO, R., Precios y salario s..., p. 312.

339 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) importantes en la urbe, por lo que no es extraño encontrárselos en los convites que realizan los jurados a la hora de elegir a un nuevo miembro de su institución. Junto a estos oficios en las fuentes aparecen otras profesiones a las que se dedica un número de personas más reducido, aunque todo evidencia que ciertos trabajos, en especial los relativos a la alimentación, aparecen infravalorados. Los trabajadores que se dedicaban a la construcción de viviendas y a su mantenimiento, por el contrario, albañiles y carpinteros fundamentalmente, aparecen con frecuencia 350 . A veces trabajaban juntos. Los carpinteros realizaban las estructuras de madera; por eso conocían perfectamente el esqueleto de los edificios, algo que explica el que el Ayuntamiento contase con una “patrulla” de carpinteros para apagar los fuegos surgidos en las casas de la ciudad 351 . Los albañiles, por su parte, construían las viviendas sobre las estructuras de madera. A veces junto a éstos trabajaban los pedreros, pero no era lo común 352 . Tan sólo solía producirse cuando se estaba trabajando en la construcción de la casa de un oligarca, de un templo o de la propia catedral. Todos ellos, pedreros, carpinteros y albañiles, a la altura de 1470 cobraban aproximadamente lo mismo; en torno a los 30 maravedíes diarios 353 . Buena parte de los individuos que poseían los oficios señalados hasta aquí trabajaban para ellos mismos: o bien realizando los encargos que les pedían, o bien con el objetivo de vender, en caso de no existir encargos. Muchos eran maestros dueños de un taller y / o tenían trabajando consigo a oficiales y mozos. Algunos trabajaban para otros, pero su situación económica era estable, su vida segura y su futuro más o menos previsible. Dentro de este grupo social también hemos de encuadrar a los sujetos que por sus oficios hoy llamaríamos profesionales liberales: médicos 354 , abogados , maestros 355 , etc. Sin embargo, existía una gran cantidad de personas, de las que en los documentos no se señala ni siquiera el oficio, que trabajaban para otros individuos en todo tipo de actividades, que ganaban mucho menos dinero, y que, por ambas razones entre otras, se pueden considerar como los integrantes de las clases bajas de la sociedad toledana.

350 Se contabilizan un total de 47 carpinteros y 29 albañiles. 351 IZQUIERDO BENITO, R., Un espacio desordenado ..., pp. 81 y ss. 352 Hay documentados un total de 27 pedreros. El más importante de todos ellos tal vez sea Juan Guas, vecino de la parroquia de los Santos Justo y Pastor que trabajaría en las obras de San Juan de los Reyes: A.M.T., A.C.J., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja 23, reunión del 22 de mayo de 1480, fols. 82 r-85 v, y reunión de mayo o abril de 1484, fol. 242 r-243 v. 353 IZQUIERDO BENITO, R., Precios y salarios ..., pp. 297 y ss. 354 Uno de los médicos más jóvenes de la ciudad en 1503 era el bachiller Alonso Vázquez, vecino de la parroquia de San Román, que en ese año ejercía su profesión con tan sólo 30 años: A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 2, parroquia de San Román. 355 En la parroquia de San Nicolás, a principios del siglo XV, había dos maestros que enseñaban a los niños. Uno de ellos se llamaba Tomás, y el otro enseñaba en una casa de la llamada calle nueva, de esa parroquia: A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 5, parroquia de San Nicolás.

340 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

3.1.2.1.2. Los “menores” Si, como ya se dijo, las diferencias existentes entre los vecinos de Toledo y las otras personas que habitaban la urbe -moradores y foráneos- eran de tipo jurídico siempre, las diferencias que más se perciben entre los ciudadanos son las de tipo socioeconómico. Ambas, no obstante, las jurídicas y las socioeconómicas, tienen una proyección espacial que se refleja en las parroquias 356 . Cada una de éstas abarcaba un espacio de la urbe, definido por una serie de calles y manzanas organizadas en torno a la sede parroquial: una iglesia a la que se adscribían espiritualmente todos los parroquianos. Las collaciones, por su parte, coincidentes en sus límites con las parroquias, eran los distritos administrativos del Ayuntamiento, y no vinculaban a fieles sino a vecinos 357 . Las iglesias parroquiales eran “el centro de reunión totémico que autorizaba, sacralizaba y sustanciaba la concentración del colectivo de habitantes” 358 . Por eso servían como elementos garantizadores del consenso social (allí se reúnen los vecinos para oír misa, para charlar, etc.), aunque, a su vez, disgregaran a las comunidades urbanas, al segmentarlas en espacios concretos, basados en una sociabilidad propia 359 . En este sentido, afirma María Asenjo González 360 , el barrio “se articulaba como una pequeña aldea y los vecinos estaban para acompañar, compartir, ayudar y sancionar o prohibir. Se tejían así las redes de la sociabilidad ciudadana que integraban a los individuos a la vez en un territorio, en vínculos de sociabilidad de persona a persona de diferente estatus y condición, y en acuerdos entre iguales. Estos vínculos enmascaraban las contradicciones primordiales, moderaban los enfrentamientos y contenían los impulsos, al tiempo que elaboraban y defendían unos valores y maneras de vivir, que tendían a hacerse comunes a las clases media y baja”. Toledo estaba organizada en 21 parroquias 361 . Todo parece indicar que en el tránsito de los siglos XV al XVI las más pobladas eran, de mayor a menor: Santiago del Arrabal, San Nicolás, Santa Leocadia, Santa María Magdalena, Santo Tomé y San Pedro, todas ellas ubicadas en el interior de la urbe, en el espacio que se extendía frente a la Puerta del Perdón de la catedral, excepto las dos primeras. Las parroquias de Santiago del Arrabal y de San Nicolás, periféricas, posiblemente sean, junto con la de San Isidro, las más importantes del

356 Sobre estos aspectos véase: D.T.P.H., pp. 153-155. 357 IZQUIERDO BENITO, R., Un espacio desordenado ..., pp. 121-129. 358 Ésta es la interpretación de las parroquias que se ofrece en: RUIZ IBÁÑEZ, J.J., Las dos caras de Jano. Monarquía, ciudad e individuo en Murcia, 1588-1648 , Murcia, 1993. 359 MONSALVO ANTÓN, J.Mª., Las ciudades europeas del Medioevo , Madrid, 1997, p. 244. 360 ASENJO GONZÁLEZ, Mª., “El ritmo de la comunidad...”, p. 192; Espacio y sociedad en la Soria medieval. Siglos XIII-XV , Soria, 1999, pp. 145 y ss. 361 Las iglesias mozárabes eran: Santa Olalla, San Lucas, Santas Justa y Rufina, San Torcuato, San Marcos y San Sebastián.

341 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) siglo XV. En éstas se asentaba la mayor parte de la población que venía a Toledo en busca de trabajo y de mejores condiciones de vida; esos individuos que tras emigrar, viviendo al límite de la miseria, estaban condenados a ser parte de los “bajos fondos de la sociedad” 362 , aunque sólo fuera de forma coyuntural a veces. En cualquier caso, las parroquias de San Nicolás y, sobre todo, de Santiago ven incrementarse su población de forma notable a lo largo del siglo XV 363 .

Distritos parroquiales, o collaciones, en torno a 1500; reconstrucción hipotética. No hay escritos en los que se especifiquen los distritos parroquiales como eran en el Medievo. Los mayores problemas en su reconstrucción los dan la zona occidental de Santiago del Arrabal y la oriental de la urbe. 1. Santiago del Arrabal; 2. San Isidro (o San Isidoro); 3. San Nicolás; 4. San Vicente; 5. Santa Leocadia; 6. San Román; 7. San Juan de la

362 MENDOZA GARRIDO, J.M., Delincuencia y represión... , p. 90. 363 En un testimonio de 1501 se dice que la parroquia de Santiago del Arrabal había duplicado su población desde 1422: A.M.T., A.C.J. “Varia”, caja 10 (bis), doc. 9.

342 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Leche (o San Juan Bautista el Real); 8. San Ginés; 9. San Pedro (Capilla del Sagrario de la catedral); 10. Santa Leocadia; 11. San Martín; 12. Santo Tomé; 13. San Salvador; 14. San Antolín (compartió iglesia con la parroquia mozárabe de San Marcos durante años); 15. San Andrés; 16. San Lorenzo; 17. Santos Justo y Pastor; 18. San Miguel (o San Miguel el Alto); 19. San Cipriano; 20. San Cristóbal; 21. San Bartolomé de San Soles (o San Soles). Parroquias Mozárabes (éstas no tenían distritos parroquiales propios): A. San Sebastián; B. San Lucas; C. San Marcos (San Antolín); D. San Torcuato; E. Santas Justa y Rufina; F. Santa Olalla (o Santa Eulalia). X. Catedral (o iglesia mayor, o iglesia de Santa María la mayor).

3.1.2.1.2.1. Al servicio de los otros: criados, mozos y oficiales 364 De los 119 mozos documentados para toda la ciudad en 1503, 65 habitan en Santiago del Arrabal 365 y 52 en San Nicolás 366 . Eran individuos jóvenes, que vivían con sus amos o bien juntos, ocupando una misma casa, y que se dedicaban a trabajar por un salario en los oficios más variados: haciendo zapatos o sargas, como herreros o peones de albañil, etc. “Sus padres no solían ser vecinos de Toledo, sino de algún pueblo cercano (Menasalvas, Cebolla, Maqueda) o incluso de las zonas de Guadalajara, Madrid o Segovia [...] El destino de las muchachas puestas a servir era el de las labores domésticas [...] Solían contar de ocho a quince años cuando comenzaban su vida lejos de su familia y sus contratos duraban, más o menos, hasta que llegaban a la edad casadera” 367 . Los muchachos se ponían a servir o a trabajar entre los once y los quince años; a veces antes. Cada jornada trabajaban para otros y su nivel económico era muy bajo. Al menos en las décadas de 1460 y 1470 su sueldo no iba más allá de los 20 maravedíes diarios 368 . Pero aspiraban a obtener un oficio importante dentro del artesanado. Por esta razón, según Gómez Manrique, el primer corregidor de Toledo en época de los Reyes Católicos, el moço constituía el modelo paradigmático de la figura del “alborotador” 369 : un miembro de la comunidad urbana joven, no perteneciente a la oligarquía, si bien en contacto con ella a través de su trabajo (produce para ella), que intentaba beneficiarse de esta relación gracias al ingreso en sus clientelas verticales, y actuando como activista social a favor de las reivindicaciones políticas del grupo oligárquico, a cambio de una serie de beneficios prometidos 370 .

364 NOTA IMPORTANTE. Las diferencias entre estos tres grupos no están claras en 1503 para los escribanos que se encargan de realizar el alarde en la ciudad de Toledo. Cada uno anota a los individuos que trabajan para otras personas según su criterio, utilizando sus propios términos, sin que se pueda hablar de un consenso a la hora de definir a un sujeto como mozo, criado u oficial. Unos escribanos siempre se refieren a los oficiales que trabajan en sus parroquias, otros a los criados y otros a los mozos. Por eso en la documentación del alarde relativa a una parroquia aparecen o bien mozos, o bien criados o bien oficiales; casi nunca aparecen mezclados. Para los escribanos se trataba de individuos con las mismas condiciones económicas y sociales. 365 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 1, parroquia de Santiago del Arrabal. 366 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 5, parroquia de San Nicolás. 367 MARTÍNEZ GIL, F., La ciudad inquieta ..., p. 37. 368 Un peón de albañil, por ejemplo, entre 1468 y 1475 tenía asignado un salario de 15 maravedíes al día: IZQUIERDO BENITO, R., Precios y salarios en Toledo... , p. 308. 369 PULGAR, F. de, Crónica de los Señores Reyes Católicos... . cap. 98, pp. 343-350. 370 NARBONA VIZCAÍNO, R., Pueblo, poder y sexo... , p. 45.

343 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Los mozos verdaderamente peligrosos para el orden público eran aquellos que se quedaban estancados en su situación y no conseguían mejorar sus condiciones de vida. Pasado un tiempo algunos mozos eran ascendidos en sus trabajos a la categoría de oficial, o entraban a trabajar como criados; a veces de algún personaje importante. Pero muchos no lo conseguían. Éstos eran, junto con las personas sin dueño nin travajo conosçido 371 , entre las que muchas veces cohabitaban, el grupo potencialmente más peligroso a la hora de mantener el orden, según las autoridades municipales. La juventud unida a las malas condiciones de vida, a las ansias de mejorar la existencia y al sentimiento de desprecio hacia las personas para las que se trabajaba, o hacia aquellas que públicamente hacían alarde de su poder, era una mezcla peligrosa. De hecho, no es extraño ver a mozos (referidos como aprendices o peones 372 también) implicados en las cotidianas peleas callejeras. Los mozos, los aprendices, los peones, los jornaleros ( travajadores 373 ) y, en general, todos los individuos que, trabajando para otros, vivían de un sueldo reducido, arrastraban una existencia muy vinculada a las coyunturas económicas. Ellos eran los primeros en quedarse sin trabajo cuando la demanda disminuía. Además, como gracias a la afluencia de personas llegadas del campo la oferta de mano de obra en la urbe era abundante, sus sueldos se mantenían bajos, y tan sólo se elevaban cuando la inflación parecía peligrosa para el orden público. Por estas razones, la distancia que les separaba del sector social situado por debajo de ellos, los marginados en su pleno sentido (gente sin trabajo, viudas, enfermos, vagabundos, etc.), era corta. Algunos acabarían convirtiéndose en personas marginadas 374 . Sobre los mozos y las personas con unas condiciones semejantes a las suyas se situaban los criados (en la documentación aparecen 41, sobre todo en las parroquias de San Román y San Ginés), aunque la situación de éstos, más si cabe que la de los mozos, era muy dispar. No era lo mismo ser un criado de un personaje poco importante que servir al conde de Fuensalida o al marqués de Maqueda. Un criado de Felipe de Alcázar 375 cuyo nombre no se indica, por ejemplo, no poseía ni siquiera un arma con que defenderse, al igual que los cuatro que tenía un tal Lope Gallero 376 . Sin embargo, Galte y Reynosa, criados de Pedro López de Padilla 377 ,

371 IZQUIERDO BENITO, R., Un espacio desordenado ..., pp. 99 y ss. 372 Los peones documentados son: Juan Ramos y Rodrigo de Mora, los dos en 1503 y en la parroquia de San Cristóbal (A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 3, parroquia de San Cristóbal), y Juan Peón, el mismo año y en la parroquia de Santa Leocadia. Éste último estaba tollido de buvas (A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 4, parroquia de Santa Leocadia). 373 Hay documentados un total de 29 individuos que dicen ser travajadores . 374 El pelaire Lope de Ocaña, por ejemplo, en 1503 era ya un viejo de 55 años que vivía en la parroquia de San Cristóbal, y que confesaba ser un hombre pobre: A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 3, parroquia de San Cristóbal. 375 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 7, parroquia de San Ginés. 376 Idem.

344 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Orozco, criado de la condesa de Paredes 378 , y Vargas, criado de Mencia de Haro 379 , tenían varias armas y caballos propios. Estos últimos, y en general todos los sirvientes de los poderosos, formaban parte de las clientelas verticales de la oligarquía, y por eso contaban con armas. La capacidad de movilizar a un buen número de hombres armados que sirvieran a un oligarca era equivalente al poder que dicho oligarca poseía, a la hora de imponerse a un problema. En las casas de los caballeros por encima de los criados estaba el mayordomo que les dirigía 380 , cuya autoridad era similar a la de los continos que ayudaban al señor 381 y a la de los escuderos , aunque la definición de éstos últimos a finales del siglo XV, al menos en el caso de Toledo, no es sencilla 382 . Independientemente de la remuneración más alta de su oficio, lo que diferenciaba a los mayordomos, continos y escuderos de los criados era lo mismo que diferenciaba a éstos últimos de los mozos: sus trabajos eran “menos viles” y vivían más cerca de su señor. Por eso los escuderos, mayordomos y continos se pueden situar como integrantes de la clase media, cuando los mozos y los criados, salvo excepciones, deben situarse como parte de las clases bajas. Las tareas de los mozos en la casa de los oligarcas consistían en ir a por agua al río, limpiar las letrinas y los establos, preparar la carne para ser cocinada, etc. Los criados se encargaban de tener la casa limpia y de la cocina, entre otras cosas, mientras que los escuderos y continos solían acompañar a su amo allá donde iba, o acudir a donde éste les mandaba. En las casas de los sujetos menos adinerados, con sólo uno o dos sirvientes, no existía una estructura jerárquica; éstos realizaban todos los cometidos 383 . Los ofiçiales , por su parte, poseían un estatus a medio camino entre el de los criados y el del mayordomo en sus lugares de trabajo. Eran trabajadores con un cierto grado de especialización (encargados de hacer trabajos complejos que requerían, cuanto menos, cierta

377 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 2, parroquia de San Román. 378 Idem. 379 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 6, parroquia de San Bartolomé de San Soles. 380 El mayordomo del conde de Fuensalida, al menos en la primera mitad de la década de 1480, era Pedro de León, un hombre vecino de la parroquia de San Román, presente cuando se elegía un jurado en ella: A.M.T., A.C.J., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja 23, reunión del 28 de diciembre de 1483, fols. 198 r-s.f. v. 381 En muchas casas de caballeros no había continos. Cuando aparecen, sin embargo, son muy numerosos. Diego López, un caballero de San Antolín, en 1503 tenía seis continos; los mismos que por la misma fecha tenía el arcediano de Madrid, y uno más que el arcediano de Toledo, ambos residentes en esa parroquia: A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 10, parroquia de San Antolín. 382 Un tal Francisco, vecino de la parroquia de los Santos Justo y Pastor, por ejemplo, en 1484 era escudero y criado (A.M.T., A.C.J., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja 23, reunión abril o mayo de 1484, fols. 242 r-243 v). Villalobos, canónigo residente en la parroquia de San Andrés, era a su vez escudero (A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 6, parroquia de San Andrés). 383 A estos aspectos se refiere Fernando MARTÍNEZ GIL en La ciudad inquieta... , pp. 37-39.

345 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) confianza del maestro 384 o del dueño del taller en el que trabajaban), que, como los mozos, no concebían su realidad como estática. Aspiraban a adquirir en el futuro el grado de maestro y a fundar su propio taller. En 1503 una de las parroquias que tenía entre sus miembros un mayor número de oficiales era la de San Antolín. En sus talleres trabajaban normalmente entre dos y tres oficiales, junto con el maestro y algún mozo. Pedro Sedeño y su hijo Alonso Sedeño, por ejemplo, tenían en esta collación sus talleres. En el del segundo trabajaban tres oficiales, los mismos que en el de su padre; colchero, según señalan algunos documentos 385 . Resumiendo, las clases bajas de Toledo a fines de la Edad Media estaban integradas: por un lado, en su parte más baja, valga la redundancia, además de por personas víctimas de la marginación como las prostitutas, los rufianes o los vagabundos, por un buen número de mozos, jornaleros, peones y criados; y por otro, en su parte más cercana a las clases medias, por algunos de estos últimos sujetos cuya vida era algo más boyante, y por oficiales que, con un cierto grado de especialización laboral, trabajaban en los distintos talleres de la urbe. Todos, sin embargo, conformaban una mayoría social. Pero al estudiarlos surge un problema. Como los datos conservados se refieren sobre todo a los vecinos e infravaloran los moradores , y muchos individuos de las clases bajas de la ciudad pertenecían a este último grupo, en gran parte se desconoce su peso demográfico y sus condiciones de vida. Buena parte de los mozos, peones, jornaleros y oficiales más jóvenes habían venido a la urbe en busca de trabajo y no estaban casados, por lo que no habían podido adquirir la condición vecinal 386 . El alarde de 1503 refleja la existencia de 119 mozos, 41 criados, 3 peones, 29 jornaleros y 42 oficiales, sobre un total de 3.321 individuos, de los que en su mayoría se desconoce la profesión. Por tanto, estos números no han de tenerse en cuenta ni siquiera como representativos de unos porcentajes. Lo único que parecen indicar es la existencia de un importante sector que se ubica en la parte baja de la sociedad toledana, y que se caracteriza, básicamente, por tres rasgos. En primer lugar, crece de forma constante, alimentado por los individuos que llegan a Toledo en busca de trabajo. Esto explica dos cosas: la enorme cantidad de población que tiene a fines del siglo XV el arrabal, especialmente la parroquia de Santiago; y los continuos mandatos del Ayuntamiento, solicitando la expulsión de los vagabundos y de la gente sin ofiçio 387 .

384 Algunos oficiales vivían con sus maestros. El tejedor Juan de Zayas, por ejemplo, tenía viviendo en su casa de San Antolín a dos de ellos: A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 10, parroquia de San Antolín. 385 Idem. 386 La presencia de un sector social importante formado, por individuos jóvenes y solteros, que apenas poseían recursos económicos y que trabajaban como peones, mozos o jornaleros, es habitual en las ciudades. 387 Algunos de estos mandatos los ha publicado Ricardo IZQUIERDO BENITO en Un espacio desordenado ..., docs. 67, 69, 79 y 90, pp. 215, 216-217, 225-226 y 234-235 respectivamente.

346 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

En segundo lugar, aunque las clases bajas estuvieran segmentadas según el estatus económico de sus integrantes, entre aquellos individuos que por su riqueza vivían próximos a la clase media, y aquellos otros que estaban más cercanos a la marginación, la vida de todos dependía de las coyunturas mercantiles y productivas. Y por último, en tercer lugar, los sectores más bajos de la sociedad eran los menos representados en las instituciones de gobierno. El Regimiento representaba a los caballeros, y el Cabildo de jurados a la naciente burguesía urbana, sobre todo, y a la clase media, más en general. Sin embargo, los mozos, los jornaleros, los peones, los oficiales, etc., en tanto que una mayoría, gozaban como grupo de un peso político importante, y no dudaron en intervenir en los conflictos, intentando mejorar sus condiciones de vida.

3.1.2.1.2.2. Marginados y excluidos La parte más baja de la sociedad toledana estaba integrada por las personas que vivían en la marginación con respecto al resto de los habitantes, ya fuese de manera coyuntural o estable. No formaban un “submundo” como algunas veces se ha dicho, sino que estaban plenamente insertas en las estructuras sociales de su tiempo; aunque éstas les excluyeran. Según Robert Fossier, “al final de la Edad Media uno de cada tres hombres está excluido. Puede ser un “verdadero” pobre, alimentado regularmente por piadosas limosnas. Se llegó a plantear hacerle llevar una insignia para que se supiera que estaba autorizado a mendigar 388 [...] la gente ve con enorme desconfianza a los miserables que no se pueden integrar. Los confunde con [...] delincuentes que atracan, violan o matan [...] Sus contemporáneos los vieron como delincuentes, [...] para los historiadores podría tratarse de esos jornaleros que no se inscriben en ningún gremio y, al no encontrar empleo, vagan por la ciudad en busca de algún trabajillo para no pasar hambre... 389 ” La actitud frente a los más débiles en ocasiones es cruel. El sábado 27 de julio de 1482, en una de las reuniones que de forma semanal celebraba el Cabildo de jurados, se platicó sobre la existencia de un loco que andaba por la ciudad tirando piedras 390 . La solución acordada fue la más sencilla: tenía que ser desterrado de la urbe. El bien de la comunidad estaba por encima del bien de un individuo particular que seguramente ni tan siquiera pertenecía a ésta.

388 En la Castilla de la baja Edad Media no era una insignia, sino una autorización con la que contaban, por ejemplo, los pobres de las casas de San Lázaro. Los pobres de la casa de San Lázaro de Toledo tuvieron problemas a la hora de cobrar sus limosnas: A.G.S., R.G.S, 11 de agosto de 1497, fol. 199. 389 FOSSIER, R., La sociedad medieval , Barcelona, 1996, pp. 451-452. 390 A.M.T., A.C.J., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja 23, reunión del 27 de julio de 1482, fol. 176 r-v.

347 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

En efecto, las enfermedades eran un motivo de exclusión social, sobre todo la peste 391 , que a finales del siglo XV hace su presencia en Toledo de una forma más o menos periódica 392 , aunque no tenga una incidencia excesiva, salvo en determinados años, como 1486 393 , 1488 394 , y 1507 395 . Año éste último en el que “andan sueltas”, en palabras de Pedro de Alcocer, las “tres lobas rabiosas, que eran hambre, guerra y pestilencia” 396 . La peste afectaba en especial a las personas peor alimentadas, y solía traer consigo otras enfermedades como el tifus, el cólera o la tosferina 397 . Diego de Toledo, por ejemplo, alférez del duque de Nájera, dejó en la ciudad del Tajo a cinco sobrinos con su madre, esposa de su hermano ya difunto, cuando él se marchó durante la guerra de Granada al campamento militar que los Reyes Católicos tenían sitiando Baza 398 . Al poco tiempo tuvo que solicitar a los monarcas que intervinieran para que Gómez Manrique, el corregidor de Toledo, le hiciese justicia. Al parecer todos habían muerto. La peste primero mató a cuatro de sus sobrinos y luego a su madre. Tan sólo quedó uno vivo, pero al poco tiempo también a él le segó la vida. Como no quedaba ningún heredero la abuela de los muchachos había decidido quedarse con sus bienes, pero Diego de Toledo los reclamó, y de parte del rey Fernando se dispuso que dieran al alférez del duque de Nájera los bienes correspondientes a su herencia. En otros casos las acusaciones de apestado se utilizaban para impedir el funcionamiento de la justicia. Juan Martínez era un vecino de Valencia que, ante escribano público, había realizado un contrato a un mozo para le mostrar a texer çiertos pelos durante cinco años. Cuando el mozo llevaba trabajando con él año y medio, y ya conocía el oficio, Pedro de la

391 PÉREZ GARCÍA, P., La comparsa de los malhechores. Un ensayo sobre la criminalidad y la justicia urbana... , p. 19. 392 Sobre la peste véase: BENNASSAR, B., Recherches sur les grandes épidémies dans le nord de l´Espagne à la fin du XVI e siècle. Problèmes de documentation et méthode , París, 2001. En la región de Toledo hay muchos datos sobre la existencia de la peste en puntos concretos. En 1473 se produjo en la comarca de Ocaña, Villaseca, Novés y Villaluenga. En 1480 en Talavera y : D.O.M., p. 311. 393 A partir de esta fecha no se conservan las actas del Cabildo de la Catedral de Toledo, hasta mediados de la década de 1490. La mayor parte de los canónigos abandonó la ciudad huyendo de la peste. 394 Por culpa de la peste surgida en este año, los arrendadores de las alcabalas de la carne y pescado de la ciudad perdieron en el arrendamiento unos 242.800 maravedíes. Algunos de los arrendadores se alzaron con sus bienes y se fueron de la ciudad. Para no agraviar a los que se habían quedado, el Consejo expidió una carta, mandando que donde quisiera que encontrasen a las personas que habían huido fuesen apresadas, y se tomaran sus bienes: A.G.S., R.G.S., 15 de junio de 1496, fol. 233. 395 “Padeció España este año una grandísima hambruna y pestilencia”: SANDOVAL, Fray Prudencio de, Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V máximo, fortísimo, rey católico de España y de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano , SECO SERRANO, C. (Edit.), Madrid, 1955, libro I, cap. XXV, p. 31 b. Este dato también lo recoge Pedro GIRÓN en su Crónica del emperador Carlos V , SÁNCHEZ MONTES J. (Edit.), Madrid, 1964. 396 ALCOCER, P., de Relación de algunas cosas que pasaron en estos reynos... , p. 22; SANTA CRUZ, A. de, Crónica de los Reyes Católicos , Madrid, tomo II, cap. XXIII, p. 103. 397 FOSSIER, R., La sociedad medieval ..., pp. 372 y ss. 398 A.G.S., R.G.S., (sin día), agosto de 1489, fol. 395.

348 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Fuente le quitó al mozo y se le llevó a la ciudad del Tajo. Juan Martínez fue a Toledo a reclamar a su sirviente, si bien el corregidor de la urbe, Pedro de Castilla, le desterró alegando que en Valencia había peste, y no estaba dispuesto a arriesgarse a que por su culpa Toledo se contaminara. Juan Martínez siempre defenderá que el corregidor tan sólo pretendía favorecer a Pedro de la Fuente y que él no alcanzase justicia. No existe documentación que señale cómo acabó el asunto 399 . Un caso similar, aunque con unas connotaciones distintas, lo encontramos en 1507. La reina Juana envió una misiva al corregidor de Toledo, advirtiéndole que los dirigentes del lugar de , situado dentro del término de la ciudad, se quejaban diciendo que avían fallesçido los más ricos labradores del dicho lugar en ese año, por culpa de la peste, y que los escuderos de la capitanía del adelantado de Granada entraban en las posesiones de las personas muertas para robar 400 . También existen datos de individuos concretos infestados por la peste. De Francisco de Toledo, vecino de la parroquia de San Cristóbal, se afirma en 1503 que está mal de buvas , refiriéndose a los bultos o bubas que por la peste aparecían en las axilas 401 . Lo mismo se dice de Alcaraz y de Bartolomé de Espinosa, vecinos de la parroquia de Santa Leocadia 402 . A veces las fuentes señalan de forma genérica que el individuo está enfermo 403 , sin especificar si su enfermedad es esporádica o la arrastra desde tiempo atrás. En casos excepcionales se dice, por ejemplo, que un tal Francisco Rosillo, habitante de la parroquia de San Pedro, está gotoso 404 , o que un sujeto en cuestión sufre alguna tara física; caso de Bernardino, un hombre de San Juan de la Leche que con 25 años de edad en 1503 ya estaba cojo 405 . En algunas ocasiones se afirma que la persona está doliente , y no se especifica nada más. En cualquier caso, la marginalidad no sólo era producida por las enfermedades 406 . Es más, éstas, a no ser que fueran contagiosas o degradantes a los ojos de las personas más inmisericordes, no tenían por qué asimilarse a un estatus de marginación. Lo que verdaderamente convierte a un individuo en marginado es la pobreza 407 , por mucho que ésta se vea agravada por una grave enfermedad, o si se está tullido o lisiado.

399 A.G.S., R.G.S., (sin día), julio de 1494, fol. 330. 400 A.G.S., R.G.S., 1507-X, Burgos, 13 de octubre de 1507. 401 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 3, parroquia de San Cristóbal. 402 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 4, parroquia de Santa Leocadia. 403 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 6, parroquia de San Andrés. 404 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 6, parroquia de San Pedro. 405 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 8, parroquia de San Juan de la leche. 406 CARLÉ, Mª. del C., La sociedad bajomedieval. III. Grupos periféricos: las mujeres y los pobres , Barcelona, 2000, pp. 113 y ss. 407 LÓPEZ ALONSO, C., “Conflictividad social y pobreza en la Edad Media según las actas de las Cortes castellano-leonesas”, Hispania , 140 (1978), pp. 475-567.

349 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

De Juan de Valmaseda, un hombre que en 1503 vivía en la parroquia de San Ginés, se afirma de forma contundente que no tiene nada 408 . Diego Fernández era un albañil de Santa Leocadia viejo, e tollido e pobre a principios del siglo XVI 409 . En los mismos términos se expresa la documentación a la hora de referirse a otros individuos como Juan Husillo, cambiador de 70 años en 1503, residente también en Santa Leocadia, ciego e pobre ; o como Manuel Martínez, su vecino, muy pobre ... 410 La pobreza, de acuerdo con el ideario de la época, era algo querido por Dios. Las limosnas resarcían los pecados cometidos “en la tierra”. Eran necesarias para alcanzar la salvación “en el cielo”. Estas ideas, afirma algún autor, estaban destinadas a imponer un control moral sobre “el ejercicio del derecho a la riqueza” 411 que tenían unos individuos, y que no tenían otros. Pero lo cierto es que a fines de la Edad Media, en una urbe tan poblada como Toledo, los pobres constituyen el grupo más peligroso para las autoridades municipales a la hora de mantener el orden público. Eran individuos hambrientos y sin trabajo que pululaban por las calles mendigando limosnas, o cometiendo pequeños robos cuando su situación era desesperada 412 . En este sentido, es interesante observar cómo siempre que el Ayuntamiento ordena el destierro de los vagabundos y, en general, de todos los individuos sin trabajo y amo conocidos, también lo hace de los rufianes , es decir, de los proxenetas 413 que explotaban a las mujeres públicas 414 , mugeres del partido 415 , mugeres del mundo 416 o mujeres enamoradas 417 ;

408 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 7, parroquia de San Ginés. 409 A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 4, parroquia de Santa Leocadia. 410 Idem. 411 THOMSON, J.A.F., “Wealth, poverty and mercantile ethics in late medieval London”, en BLUST, N. y GENET, J.Ph., (Edits.), La ville, la bourgeoisie et la genèse de l´État Moderne (XII e-XVIII e siècles) , París, 1988, pp. 265-278, en concreto p. 266. 412 Alonso de Burujón, hijo de Miguel de Burujón y de Marina Rodríguez, vecino de Toledo, cometió un delito en la ciudad de Toledo y se le condenó a una pena de 3.000 maravedíes para la cámara de los reyes. Fray Ambrosio, sin embargo, dijo que Alonso de Burujón y sus padres eran muy pobres, y que si tuvieran que pagar la pena a la que se había condenado a su hijo quedarían perdidos. Por ello los monarcas le perdonaron: A.G.S., C.C., Cédulas, libro 2º (1), fol. 85 r, doc. 344. 413 En la documentación de Murcia se define al rufián , también llamado gayol , golfín , hombre malo , hombre mundano y hombre de burdel , como qualquier persona que yantare, o çenare, o almorzare, o merendare o comiere en qualquier manera con la puta, asý en su botica, como en el mesón o en otra qualquier casa, de noche o de día : MENJOT, D., “Prostitución y control de las costumbres en las ciudades castellanas a fines de la Edad Media”, en la recopilación de artículos de este autor sobre diversos temas sociales publicada con el título Dominar y controlar en Castilla en la baja Edad Media , Málaga, 2003, pp. 173-189, en concreto p. 185. 414 A.G.S., R.G.S., 1514-V, Madrid, 12 de mayo de 1514. 415 A.G.S., R.G.S., 24 de marzo de 1494, fol. 398. Hay un pleito a principios de 1502 en la villa de Alcázar de San Juan, relativo al derecho que Francisco de Villa Real tenía para acoger en su mesón a las mugeres del partido : A.R.Ch.G., R.G.S., leg. 5502, pieza 119. 416 A.M.T., A.C.J., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja 23, reunión del 31 de julio de 1479, fols. 25 r-26 r. 417 En un documento de 1516 se habla de las mugeres enamoradas que ganan dineros baxo de la casa del dicho Pero López de Padilla : A.G.S., C.C., Pueblos, leg. 20, fol. 221.

350 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 nombres que las prostitutas reciben en los documentos 418 . Tales personas eran omes e mugeres de mal vivir . Podría pensarse que su destierro se realizaba para mantener el orden público, tal y como parece que así era en lo que a los vagabundos respecta, pero en lo referente a los rufianes ese deseo de salvaguardar el orden trae consigo otras implicaciones. Con su destierro sólo se pretendía prohibir la prostitución ilegal -ejercida por las rameras , mujeres que colocaban una ramita verde en la puerta de sus casas para llamar la atención 419 , y por muchas mujeres explotadas por los proxenetas- para acabar con la atmósfera de delincuencia que giraba en torno a ella. Sin embargo, la prostitución legal se mantiene. En la segunda mitad del siglo XV se crea en Toledo una mançebía (prostíbulo) 420 . En 1468 los regidores ordenaron que las prostitutas que estaban en el corral de los pavones ingresaran en las casas e mesón que Pero Núñez de Toledo, vesino d´esta dicha çibdad, fiso en el arrabal, en la calle de la calabacería, e que allí estén e fagan su vivienda 421 . A cambio del alquiler de una habitación y del pago de unos impuestos 422 , podrían habitar en un espacio más salubre, alimentarse mejor y recibir atención médica cuando fuese necesario. Aunque siguieran sufriendo el desprecio de sus clientes. Se perseguían cuatro objetivos. Evitar que las mujeres fueran fatigadas e maltratadas de algunas personas de mal bevir, por cabsa de estar apartadas e derramadas en diversos lugares . Evitar, del mismo modo, que se produjeran hechos deshonrosos (actos sexuales) en las vías públicas -como los provocados por estas mujeres con los moros mozos cuando iban a la alfarería, so color de comprar vedriado 423 -. Prevenir los muchos ruidos, e escándalos, e muertes de omes e otros ynconvenientes que por estar apartadas e divididas en lugares diversos se podrían acaesçer 424 . Y garantizar al dueño de las casas en las que iban a residir las prostitutas que, por su servicio a la comunidad, ganaría dinero; aunque tales casas se convirtieran en un “lugar deshonroso”. Esto último explica el que, en 1514, los dirigentes toledanos solicitaran que la dicha casa de las dichas

418 En la documentación de Murcia se las denomina bagasas , mugeres de pecado y mugeres erradas : MENJOT, D., “Prostitución y control de las costumbres...”, en concreto p. 184. 419 Idem. 420 Idem, pp. 174-176. 421 La confirmación regia de este mandato, establecido por el Ayuntamiento de Toledo en 1468, se produjo en 1494: A.G.S., R.G.S., 24 de marzo de 1494, fol. 398. 422 Estaba regulado por ley, a través de una pragmática sanción, que el alguacil de la ciudad llevase “de las mugeres del burdel”, cada año, 12 maravedíes a cada una, “porque tenga cargo de las guardar que no reciban males ni injurias”: Libro de las bulas y pragmáticas de los Reyes Católicos ..., tomo II, fols. 358 r-360 r. Sobre todo lo que tiene que ver con estos aspectos véase: VIZUETE MENDOZA, C., “Mancebías y casas de recogidas en el Toledo del Siglo de Oro”, en VILLENA ESPINOSA, R. (Coord.), Ensayos humanísticos. Homenaje al profesor Luis Lorente Toledo , Cuenca, 1997, pp. 489-504, en concreto pp. 489-491 423 A.M.T., A.C.J., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja 23, reunión del 31 de julio de 1479, fols. 25 r-26 r. 424 A raíz de una pelea iniciada por la disputa entre dos individuos por hacerse con los servicios de una prostituta, llegaron a producirse graves enfrentamientos entre los bandos políticos de la ciudad: R.A.H., Colección Salazar y Castro, sig. 9 / 234, fols. 310 v-312 r.

351 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) mugeres públicas de la dicha çibdad, los Viernes de Quaresma, e toda la Semana Santa, estoviese çerrada e non se abriese. E que los dueños d´ella ni otra persona alguna non pidiesen ni llevasen a las dichas mugeres alquiler, ni otro derecho alguno, por razón de las dichas casas 425 . Con respecto a la gente sin trabajo ni dueño conocidos, a los vagamundos e rufianes , la actitud de los gobernantes estaba mediatizada por las ideas que defendían los pensadores más influyentes. Rodrigo Sánchez de Arévalo tal vez sea el pensador castellano del siglo XV que de forma más aguda reflexionó, desde un punto de vista político, sobre los más diversos temas. Según él 426 :

“...a todo príncipe o buen político pertenece dar orden e forma como sus súbditos vivan virtuosa e onestamente, quanto a sí mismo, lo qual ligeramente fará si recogiere los vicios públicos, e gualardonara a los que siguen la virtud, echando de su república todos demasiados e superfluos incitamentos de pecar e las personas dannosas, como son los vagabundos e personas sin artes e officios, dando orden cómo todas las personas de la çibdad annadan alguna cosa por industria o officios a la onrra e provecho de la çibdad e no aya persona que corrompa...”

Ésta es la idea que solían aplicar los dirigentes urbanos frente a los vagabundos y proxenetas. También es la que aplican los Reyes Católicos a la hora de expulsar a los judíos, a los gitanos o a los musulmanes. No obstante, hay un grupo social en la ciudad del Tajo a fines del siglo XV que, sin duda, es el más desconocido de todos: el de los esclavos 427 procedentes del reino de Granada, de las Islas Canarias 428 , de África y de América. Los documentos suelen diferenciar entre los esclavos negros y los esclavos blancos (menos habituales son los moros , procedentes del norte de África, de Orán sobre todo, y los ladinos , mestizos 429 ), pero no parece que el color de la piel trajera consigo otras diferencias. Lo que caracterizaba a todos ellos era su cosificación, su total falta de derechos. Hubo algunos esclavos que, demostrando poseer una enorme astucia, consiguieron mejorar su vida. En abril de 1494 desde el Consejo Real se expidieron dos cartas, las dos con la misma fecha y dirigidas a la misma persona: el corregidor de Toledo. En ellas se decía que un tal Juan de Sevilla, Álvaro Guantero, el jubetero Juan de Toledo y Fernando Tintorero,

425 A.G.S., R.G.S., 1514-V, Madrid, 12 de mayo de 1514. 426 SÁNCHEZ DE ARÉVALO, R., Suma de la política , BENEYTO PÉREZ, J. (Edit.), Madrid, 1944, libro II, consideración VIII, p. 110. 427 Los judíos más poderosos de la ciudad también tenían esclavos trabajando para ellos: A.G.S., R.G.S., 15 de mayo de 1493, fol. 281. 428 Fernando del Prado, vecino de Toledo, compró una muchacha canaria (en concreto de la isla de La Gomera) como esclava a Alfonso de Aljara, vecino de Lepe. Pero el obispo de Canaria la tomó para ponerla en libertad. El Consejo Real tuvo que pedir dos veces a los dirigentes de Lepe que hicieran justicia al vecino de Toledo: A.G.S., R.G.S., 11 de diciembre de 1490, fol. 272. 429 MARTÍNEZ GIL, F., La ciudad inquieta ..., p. 38.

352 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 todos vecinos de la ciudad del Tajo, se habían quejado de un hecho que visto con los ojos del historiador actual puede parecer incluso cómico, pero que revela de forma clara las connotaciones mentales de la época. Al parecer, los toledanos, tras conseguir una licencia de los monarcas que les daba derecho a buscar tesoros 430 , llegaron a un acuerdo con el borceguinero Fernando Álvarez y con el comendador Juan de Garnica, éste último representante de los monarcas. Iban a buscar los tesoros a costa de todos y se repartirían los beneficios. Para ello decidieron contratar a un esclavo negro, a Juan de , quien aseguraba saber desencantarlos 431 , ya que, según la antigua leyenda, una maldición caería sobre aquél que profanase un tesoro. Tras tomarse estas precauciones, empezaron a excavar en la casa de Fernando Álvarez, situada en la chapinería de Toledo. Algunos afirmaban que en ella había un tesoro. Estuvieron tres semanas excavando hasta encontrar unos alcaduzes embetunados432 , entre dos çimientos viejos , junto con un librito negro . El esclavo dijo que nadie se acercase, que había de examinar el hallazgo él primero. Así lo hizo. Más tarde comentó a las personas que le habían contratado que el descubrimiento no gozaba de ningún valor, que no era un tesoro, pero se fue de la ciudad. Al poco tiempo se supo que habitaba en Córdoba, donde había comprado algunas de las casas más importantes, unas tierras, doce acémilas y cuatro o cinco caballos, en lo que había invertido más de 400.000 maravedíes. Además actuaba como prestamista, y era pública voz que aquello lo había logrado gracias a un tesoro descubierto en Toledo; algo que él mismo confesaba muchas veces 433 . La historia de la mayor parte de los esclavos, sin embargo, no es tan novelesca. Para mejorar sus condiciones de vida intentaban alcanzar el estatus social de las personas libres, aunque, ante la imposibilidad de hacerlo, algunos optaran por abandonar a sus amos. Tal y como hizo un esclavo que acabaría en manos del jurado de Toledo Diego Terrín, a cuyo asesinato luego nos referiremos. Los conflictos por culpa de los esclavos se daban, sobre todo, entre los individuos que querían hacerse con sus servicios 434 . Gómez Portugués, por ejemplo,

430 En 1480 los Reyes Católicos dieron licencia a Gaspar de Ariño, secretario del Consejo Real, y a Juan de Garnica, caballero de la Orden de Santiago, para que buscaran tesoros en la ciudad de Toledo y en su tierra, en la tierra del Maestrazgo de Calatrava, en Ciudad Real y su tierra, y en El Puente de Alcolea, situado en la tierra de Córdoba (A.G.S., R.G.S., 12 de mayo de 1480, fol. 5). En 1515 también se dio una licencia a un vecino de Layos para que fuera a buscar un tesoro que se decía que estaba escondido en Toledo (A.G.S, C.C., Cédulas, libro 13º, fol. XXIX v). Diego Moyano y Fernando de Cala, vecinos de Toledo, haciendo un edificio hallaron una escritura escrita en árabe en la que, según ellos, se decía que en una parte del término de la ciudad de Toledo había cierto tesoro. El 20 de marzo de 1515 les dieron licencia para descubrirlo (A.G.S., C.C., Cédulas, 33º, fol. 203 v). 431 Las palabras concretas que aparecen en el documento son éstas: porque´l dicho negro los sabía desencartar. 432 Los arcaduces eran las cañerías por donde iba el agua. Se embetunaban para impermeabilizarlos. 433 A.G.S., R.G.S., 10 de abril de 1494, fol. 428. 434 A.G.S., R.G.S., 19 de noviembre de 1500, fol. 290.

353 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) era un esclavo que primero sirvió a un habitante de Portugal, luego a Benito Rodríguez, vecino de Salamanca, y posteriormente a Fernando Gómez y a su yerno Iñigo López de Ayala, ambos vecinos de Murcia. Éste último lo vendió a Francisco de Madrid, vecino de Toledo. Estando en la ciudad del Tajo el arcediano de Calatrava sugirió al esclavo que dixese que fera libre, para lo aver para sý . Por esto, afirmaba Francisco, se habían producido tumultos e alborotos en esa dicha çibdad, e levantamientos, disyendo qué´l tyene el dicho esclavo seyendo cristiano e libre, e diçiendo otras palabras feas e ynjuriosas contra él 435 . Los esclavos de Toledo, al menos los negros, se solían reunir para conversar y entretenerse, y formaban un grupo social más o menos cohesionado. Algunos llegaron a casarse y a tener sus propias viviendas, convertidas en una especie de tabernas los domingos y días de fiestas. Todos se reunían allí. Aunque es imposible analizar los percances que durante estas reuniones se produjeron, parece que hubo alguna pelea, y eso fue utilizado por los dirigentes de la ciudad para establecer una disposición 436 prohibiendo que se celebraran dichas reuniones, según ellos, perjudiciales para el orden público 437 . Además, como los esclavos, las personas ciegas también formaban un grupo social definido. Aunque en este caso gracias a los privilegios especiales que tenían 438 . Ciegos y esclavos necesitaban de la solidaridad más que otros individuos, si bien por razones distintas. Los primeros simplemente para no morir. Los segundos para que sus voces fuesen escuchadas en una sociedad en la que la palabra la tenían sólo unos individuos: los oligarcas. Ahora bien, el caso más claro de pérdida de la voz de unos grupos sociales se produce con los judíos y musulmanes, por motivos religiosos, con los gitanos, por su cultura nómada y desarraigada, y con los portugueses y franceses, aunque de forma coyuntural, por causas políticas y militares. Dejando aparte a estos dos últimos, que fueron echados de Castilla porque se temía que pudieran apoyar a Portugal y a Francia durante las guerras que contra ambos reinos mantienen los Reyes Católicos, y a los gitanos ( romaníes o egipciacos ), de los que nuestras fuentes no dan noticia, la historia de los judíos 439 en Toledo, o de los

435 A.G.S, R.G.S., 14 de abril de 1495, fol. 425. 436 Los Reyes Católicos también crearon una pragmática sanción en 1498, por la que prohibían a los dueños de los esclavos que encubrieran a éstos tras cometer algún robo, y a cualquier persona que comprara los bienes que los esclavos quisieran venderles, sabiendo que por su condición no podían ser suyos: Libro de las bulas y pragmáticas de los Reyes Católicos ..., tomo I, fols. 169 v-170 v. 437 A.M.T., A.S., ala 2ª, caj. 6º, nº. 2, fols. 74 r-75 r. 438 A.G.S., R.G.S., 1502-IX, Toledo, 18 de septiembre de 1502. 439 Sobre los judíos véase: BARROS, C., “El otro admitido. La tolerancia hacia los judíos en la Edad Media gallega”, en BARROS, C. (Edit.), Xudeus e conversos na historia. I. Mentalidades y culturas. II. Sociedad e Inquisición. Congreso internacional, Rivadavia, octubre de 1991 , 2 vols, Santiago, 1994, vol. I, pp. 85-115. La obra más importante sobre los judíos de Toledo es la de Pilar LEÓN TELLO Judíos de Toledo , 2 tomos, Madrid,

354 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 musulmanes 440 , es tan rica que parecería absurdo referirse a ella aquí de forma mínimamente detallada. Judíos y musulmanes a finales del siglo XV eran dos grupos minoritarios en Toledo, sobre todo los segundos, mucho menos numerosos y más pobres que los primeros. Los judíos habitaban en una de las juderías más grandes de toda Castilla, pero la riqueza de ésta ya no era comparable a la que tuvo en el siglo XIV, y tampoco contaba con personajes tan influyentes y tan ricos en la corte regia como los de antaño. Su decrepitud en una sociedad en la que el “otro”, aquél que poseía una religión y una cultura distintas a las de la gran masa social, era excluido, evidencia las condiciones de vida de sus habitantes. Los judíos toledanos a lo largo de la última centuria medieval se resignaron a cumplir con lo que la sociedad cristiana les demandaba, observando con horror los ataques lanzados contra los antiguos miembros de su credo religioso, convertidos al cristianismo, por personas que sentían hacia ellos una inquina y un odio irracionales...

1979. Sobre estos aspectos véase también de la misma autora “Los judíos de Toledo en el último cuarto del siglo XV”, en IZQUIERDO BENITO, R. (Dir.), La expulsión de los judíos de España , Toledo, 1993, pp. 93-108. 440 Sobre todo lo que tiene que ver con éstos en la baja Edad Media es interesante el resumen que realiza Jean Pierre MOLÉNAT en su trabajo “Les musulmans de Tolède aux XIV e et XV e siècles”, en Les Espagnes medièvales: aspects economiques et sociaux. Melanges offerts a Jean-Gautier Dalché , Niza, 1993, pp. 175-190. Para los siglos anteriores véase, por ejemplo: MONTEMAYOR, J., La rêre imperial en Toledo, XII-XIII siécles: musulmans, chrétiens et juifs. Le savoir et la tolérance , París, 1991.

355 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

3.1.2.2. LA FUNCIÓN SOCIOPOLÍTICA DEL COMÚN “Pues no son de menospreciar las palabras del pequeño: es en muchas vegadas la providencia de Dios -es cosa de toda virtud- [la que] descubre e revella al pobre e al pequeño lo que encubre e esconde al mayor e al rico” 441 . Con esta idea del Libro de los enxemplos se estaba llamando la atención sobre la importancia política de los individuos que conformaban el común; determinante, aunque no tuvieran en sus manos el poder gubernativo. En la literatura medieval dicha fuerza política se solía legitimar a través de la providencia divina cuando era aceptada 442 . En otros casos, se consideraba el fruto de la unión de intereses de los más débiles asociados para conseguir unos objetivos comunes, mediante la violencia si era necesario. En el mismo Libro de los enxemplos se llegaba a afirmar: “cossa propia e rrazonable es que los menores se levanten a los mayores”; o: “a veces van los que son en este mundo menores delante los mayores” 443 . El Libro de los Gatos era aún más radical: “Ansí que los menores dexan vevir a los mayores más por miedo que non por amor...” 444 El problema surge a la hora de defender la existencia o no de una iniciativa política propia del común. Tradicionalmente se ha venido afirmando que la monarquía y los oligarcas consiguieron instrumentalizar a la gente menuda, y hacer que actuara movida por unos intereses que en realidad no eran los suyos 445 , si bien a lo largo de la Edad Media la población común siempre mantuvo dos vías a la hora de alzar su voz: una violenta, manifestada en forma de disturbios públicos en contra de las normas establecidas y de las personas que dirigían el gobierno, fruto del hastío y la desesperanza: y otra pacífica, consistente en hacer llegar a los gobernantes los puntos de vista acordados, sobre los más diversos temas, en las reuniones colectivas que solían celebrarse en las iglesias parroquiales o en otros edificios 446 . A la vía violenta nos referiremos de forma constante a lo largo de este estudio. Con respecto a la pacífica, algunos miembros del común de Toledo durante el siglo XV se reunían en las iglesias parroquiales a la hora de nombrar a un nuevo jurado, aunque no se trataba de reuniones con una finalidad propiamente política, sino institucional. Al contrario que en otras

441 Libro de los enxemplos , ESTEN SÉLLER, J. (Edit.), Madrid, 1961, p. 266. Citado en BERMEJO CABRERO, J.L., “Mayores, medianos y menores...”, p. 219. 442 “Non despreçies el consejo de los synples, e sobre grand cosa o a que se requiere juyzio, ayunta a los grandes e a los pequeños e ternás en que escoger. Que muchas vezes enbía Dios su graçia en personas que non se podría pensar, e los consejos son graçia de Dios e non leys escriptas. Aunque el fundamiento de cada cosa sea buena razón, tan aýna e más es dotada a los synples como a los letrados, a los chicos como a los grandes poderosos. E reçibe todos los dichos de los que venieren a ty, que mientra más echan en el saco más aýna se finche”: El libro de los sabios , WALSH, J.K. (Edit.), Madrid, 1975, cap. XXXVI, p. 107. 443 BERMEJO CABRERO, J.L., “Mayores, medianos y menores...”, p. 220. 444 Idem, p. 219. 445 RUIZ IBÁÑEZ, J.J., Las dos caras de Jano... , p. 200. 446 VAL VALDIVIESO, Mª.I. del, “Ascenso social y lucha por el poder en las ciudades castellanas del siglo XV”, E.E.M ., 17 (1994), pp. 157-184.

356 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 ciudades, el común toledano no tenía organismos de acción política propios, y las reuniones que se celebraban para nombrar a los nuevos jurados, las únicas en las que de una forma oficial la “gente menuda” podía exponer su opinión, estaban fuertemente manipuladas por los oligarcas 447 . Podríamos afirmar, por tanto, que como el común de Toledo no contaba con unos órganos de expresión política propios, se expresó políticamente a través de la otra vía con que contaba: la violenta. Esto explicaría el que la ciudad del Tajo fuera una de las más conflictivas en el siglo XV 448 . Sin embargo, de aceptar esta conclusión estaríamos reconociendo en los “comunes” una iniciativa política que en muchas ocasiones no está claro que exista.

3.1.2.2.1. El mantenimiento del orden público Apenas nos detendremos aquí a reflexionar sobre la misión de mantenimiento del orden público que tenían encomendada los habitantes de Toledo, porque a lo largo de las siguientes páginas vamos a referirnos a ella de un modo pormenorizado, poniendo multitud de ejemplos. Tan sólo deben destacarse algunos aspectos. En principio, ha de tenerse en cuenta que durante la historia la capacidad de los grupos sociales para cuestionar el orden público a veces se ha considerado una evidencia de su peso político, independientemente de su capacidad gubernativa 449 . La amplia clase media de Toledo, y sobre todo sus clases bajas, prácticamente no tenían ningún papel en el gobierno de la ciudad, al menos como colectivo, pero su poder político es innegable, porque de ellas dependía el funcionamiento del orden público 450 . Desde que Alfonso VI conquistó la urbe, y en especial desde que ésta dejara de ser un enclave estratégico en la lucha contra los musulmanes y las tropas militares establecidas en ella se marchasen (mediados del siglo XIII), el orden público en el núcleo urbano quedó, en gran medida, en manos de sus habitantes. Esa forma de organización policial que consideraba al individuo como un policía en potencia, con la misión de actuar en defensa de sus conciudadanos en caso de que fueran víctimas de algún delito, no es privativa de la ciudad de Toledo. Era el sistema más extendido en la Europa del Medievo 451 , y tenía un claro componente de vigilancia coactiva, al estar

447 Por eso con el paso del tiempo dejarían de desarrollarse estas reuniones vecinales para ratificar la elección de los nuevos jurados: ARANDA PÉREZ, J.F., Poder municipal y Cabildo de Jurados en Toledo en la Edad Moderna (siglos XV-XVIII) , Toledo, 1992, p. 69. 448 Sobre los conflictos surgidos en la Corona de Castilla durante el siglo XV véase: ESTEBAN RECIO, A., Las ciudades castellanas en tiempos de Enrique IV: estructura social y conflictos , Valladolid, 1985. 449 JASAY, A. de, El Estado. La lógica del poder político , Madrid, 1993, p. 243. Sobre la importancia política del individuo véase además: FOUCAULT, M., “Preguntas a Michel Foucault”, en su obra Mic rofísica del poder . Madrid, 1978, pp. 111-124, en concreto p. 120. 450 No se ha conservado ningún tipo de documentación relativa al papel desempeñado por el común en el mantenimiento del orden público hasta mediados del siglo XV. 451 MENDOZA GARRIDO, J.M., Delincuencia y represión ..., pp. 451 y ss.

357 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) basado en la solidaridad comunitaria y conceder a todos los individuos un poderío frente a los malhechores, legitimado por el servicio a los ciudadanos. Se basaba en la confianza; en la idea de que ante la llamada de socorro de una persona agredida los vecinos de alrededor acudirían con sus propias armas en su defensa. Es más, ni siquiera tal llamada de socorro era necesaria. Las obligaciones policiales exigían a los vecinos reaccionar ante cualquier hecho extraño que vieran u oyesen, aunque nadie reclamara su ayuda 452 . Desde el punto de vista de los gobernantes toledanos, este sistema policial presentaba tres inconvenientes. Por una parte, servía para reforzar de manera continua el sentimiento de comunidad de toda la población que habitaba en la urbe, lo que era beneficioso para la lucha contra la delincuencia, para la eliminación de conflictos interpersonales, y para el mantenimiento del orden público; pero a los oligarcas no les interesaba que las personas que no tenían su poder económico y gubernativo estuviesen demasiado unidas. Una comunidad segmentada era más manejable. Por esta razón cobró tanta fuerza en Toledo el discurso anti- converso durante el siglo XV. Buena parte de los oligarcas lo utilizaron para dividir a la población en dos: en un gran grupo cristiano viejo, de un lado; y en un grupo judeoconverso, menos numeroso, al que pertenecían muchos de los integrantes de esa clase burguesa a la que con esta medida intentaron aislar política y socialmente, de otro. Por otra parte, al basarse en la solidaridad entre los habitantes de la urbe, este sistema policial no estaba garantizado. Nadie podía asegurar que funcionara de forma correcta cuando tuviese que hacerlo. Además, por último, obligaba a mantener a la población armada, aunque las armas no pudieran utilizarse nunca, excepto cuando fuesen necesarias para salvaguardar el orden público. Resumiendo, el sistema policial vigente en Toledo a fines de la Edad Media reforzaba los lazos de la solidaridad comunitaria, al obligar a todos los individuos a que participasen en la defensa del orden público, y exigía a la población que estuviese armada para intervenir en dicha defensa. Esa solidaridad, violenta si era necesario, tan sólo debía usarse para mantener la paz, jamás para cuestionarla; y menos para amparar una iniciativa política privada. Sin embargo, el poderío de la población armada fue “mal utilizado”. Los dirigentes municipales sólo debían pedir auxilio a los ciudadanos para favorecer a los reyes y al orden público, a la paz regia 453 . Aún así, este auxilio también se solicitó para todo lo contrario, para

452 A.M.T., A.C.J., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja 23, reunión del 30 de marzo de 1479, fol. 162 r-v. 453 En El libro de los cien capítulos se dice: “El pueblo son armas del rey e ayuda para su serviçio, e los menores son ayuda de los mayores, e cada manera de los omnes han menester los unos de los otros, e cada uno cumple su

358 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 rebelarse contra el monarca y “castigar” a los grupos sociales acusados de connivencia con los intereses monárquicos. Esa forma negativa de servirse de la misión policial encomendada a los habitantes de la urbe, definida desde criterios oligárquicos y con unos planteamientos opresivos frente a un grupo identificado como “enemigo de la comunidad”, se produjo de una forma constante en Toledo a lo largo del siglo XV. Aunque no se puede echar la culpa de ello tan sólo a los oligarcas. En los enfrentamientos urbanos los individuos del común se dieron cuenta del poderío que podían desplegar actuando de forma conjunta. Ellos integraban lo que hoy denominaríamos “las fuerzas del orden público”, y esto es determinante para entender tanto la actitud rebelde que Toledo mantuvo durante el siglo XV, como la propia postura que la ciudadanía toledana mostró durante la revuelta de las Comunidades de Castilla.

3.1.2.2.2. Ejecutores del poder: las clientelas verticales Si la defensa de la “comunidad” en su conjunto dependía del buen funcionamiento del sistema policial vigente en la urbe, los oligarcas pronto se dieron cuenta que su poder tan sólo iba a estar garantizado si se rodeaban de un grupo de individuos que les defendieran de forma autónoma, y que estuviesen dispuestos a seguir sus órdenes a la hora de lanzar un ataque contra una persona, fuera por el motivo que fuera 454 . Esos individuos que a cambio de un sueldo, y de la protección de un personaje poderoso, actuaban bajo las órdenes de su señor formando parte de grupos armados, como a lo largo de este trabajo se verá, con su forma de actuar corrompían la esencia de la solidaridad comunitaria, esa idea de la defensa de los intereses comunes. Se habían vendido, ya fuese porque desconfiaban de la protección que eran capaces de brindarles sus conciudadanos y querían garantizársela por su cuenta, o ya fuese porque en el servicio a un oligarca habían vislumbrado una posibilidad de ascender socialmente. De todos modos, al estar vinculados a la clientela de un personaje importante eran dignos de sufrir la desconfianza de no pocas personas. Ahora tenían intereses políticos por los que luchar, y el respaldo de los individuos que estaban en su misma situación 455 . Esto les convertía en peligrosos. Es imposible dar una cifra aproximada de la cantidad de individuos que pudieron ser movilizados por un oligarca a la hora de dirimir cualquier asunto, pero si tenemos en cuenta

lugar, e quien no ha menor non ha onor”: El libro de los cien capítulos , REY, A. (Edit.), Bloomington, 1960, cap. X, p. 15. 454 Sobre estos aspectos véase: LIND, G., “Grandes y pequeños amigos: el clientelismo y la élite del poder”, en REINHARD, W. (Edit.), Las élites del poder y la construcción del Estado , Madrid, 1996, pp. 159-189. 455 Sobre algunos de estos aspectos véase el trabajo de José María MONSALVO ANTÓN “Parentesco y sistema concejil. Observaciones sobre la funcionalidad política de los linajes urbanos en Castilla y León (siglos XIII- XV)”, Hispania , 185 (1993), pp. 937-969, en concreto pp. 962-966.

359 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) las vinculaciones existentes entre los sujetos que encabezaban un bando político, y que cada uno de ellos tenía su propia clientela, seguro fuesen más de un centenar de hombres 456 . La movilización de todos ellos, sin embargo, no era frecuente. En la vida diaria no se solía dar una colaboración entre los miembros de las clientelas verticales de los oligarcas vinculados entre sí, ya que la defensa de la honra personal y del estatus era algo que quedaba en manos del personaje poderoso en concreto. De no poderlos defender exhibiría una falta de poderío “deshonrosa”. Los miembros de las clientelas verticales de los oligarcas actuaban de forma autónoma e independiente, y apenas tenían algún tipo de relación, aunque teóricamente existiera un vínculo más estrecho entre las clientelas de los sujetos con los mismos objetivos políticos. Era a la hora de defender estos objetivos, sobre todo cuando el uso de la fuerza era necesario, cuando las clientelas verticales de los oligarcas aliados actuaban de forma cohesionada. Prácticamente toda la violencia que con un carácter político va a aparecer a lo largo de las páginas que siguen está protagonizada, aunque tan sólo sea de forma secundaria, por esos miembros del común que, en muchos casos tan sólo para garantizarse una cierta seguridad personal, optaron por servir a los distintos oligarcas en sus objetivos políticos, económicos y sociales. Cada uno de los poderosos de la ciudad estaba rodeado: en primer lugar, de sus hijos y, en general, de los parientes más cercanos con los que compartía intereses políticos (el parentesco no siempre implica una afinidad política, como arriba se señaló 457 ); en segundo, de sus continos, escuderos, mayordomos, mozos, criados, y de todos sus hombres; por último, de todas las personas vinculadas a él de alguna forma, a las que se comprometía a dar protección a cambio de sus servicios cuando fuera necesario -vasallos, apaniaguados, proveedores de los bienes que se consumen en la ”casa del señor”, etc.-. En lo que a los oligarcas de Toledo respecta, no se han conservado datos sobre cómo estaban estructuradas internamente sus clientelas verticales. No obstante, se puede señalar que en todas ellas había dos grupos claramente diferenciados. Uno, la clientela vertical fija, muy cercana al oligarca en sí, estaba constituido por los sirvientes de dicho oligarca jerarquizados de acuerdo al oficio que desempeñaban en la casa del mismo: escuderos, continos, criados, mozos, etc. Los miembros de esta clientela fija podían llegar a ser varias decenas de hombres, dependiendo del potencial económico del sujeto al que sirvieran, y eran los encargados de

456 En un altercado producido entre los criados de Juan de Padilla y los alguaciles de Toledo en 1516, el número de hombres implicados en la pelea fueron más de treinta, la mayoría criados de Padilla: A.G.S., C.C., leg 20, fol. 221. Véase APÉNDICE DOCUMENTAL, docs. XXI y XXII Durante las Comunidades las muchedumbres “revoltosas” oscilaban entre los 2.000 y los 6.000 sujetos según las crónicas: MARTÍNEZ GIL. F., “Furia popular...”, p. 329. 457 MONSALVO ANTÓN, J.Mª., “Parentesco y sistema concejil...”, p. 962.

360 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 realizar el “trabajo sucio” en beneficio de su “jefe”; desde someter a coacciones a los dueños de las tierras esparcidas por los campos de la comarca toledana para que se las vendiesen a su señor 458 , hasta agredir a aquellos rivales políticos excesivamente incómodos. El otro grupo que se puede diferenciar dentro de las clientelas verticales es mucho más difícil de conocer. Estaría integrado por todas aquellas personas que guardaban algún tipo de vínculo con la casa del oligarca cuyos intereses defendían, o con estos mismos intereses, porque eran compartidos por ellas, independientemente de que existiese o no una vinculación con un personaje poderoso 459 . Era una clientela vertical definida por su coyunturalidad y por su carácter abstracto, que tan sólo adquiría cuerpo cuando era necesaria para defender los intereses políticos de un oligarca, y que estaba formada por todo tipo de individuos. Los había que luchaban en ella por convicción, por la defensa de unos ideales propios, aunque eran los menos. Otros lo hacían buscando en el desorden público creado por los enfrentamientos un contexto propicio para cometer sus delitos, y enriquecerse. Mientras que algunos buscaban estar cercanos al poderío político, social y económico de un oligarca para beneficiarse de él, aunque sólo fuera de forma indirecta 460 . Artesanos (aguadores, vinateros, tejedores de telas, joyeros, etc.) que servían a la casa del oligarca, oficiales de distintos talleres, mozos, incluso vagabundos y rufianes, integraban estas clientelas que en tiempos de crisis política tuvieron una importancia trágica. Por otra parte, es cierto que estas clientelas verticales estructuraban en la defensa de unos objetivos políticos a todos los miembros de la sociedad, aunque éstos, al estar situados en escalones distintos de la jerarquía social, compartieran unos intereses particulares 461 . Las clientelas horizontales eran más pequeñas; se establecían sobre un acuerdo político entre oligarcas con un estatus similar para defender unos intereses comunes. Pero condicionaban a las verticales. A los vínculos políticos creados entre los ricoshombres se sumaban algunos caballeros, luego miembros destacados de la burguesía, y así hasta el más bajo escalafón social. Todos los individuos sumados a estos acuerdos tenían sus propias clientelas verticales, sus propios criados, sus propios mozos... y también sus propios intereses, de tal forma que los objetivos primarios defendidos desde la clientela horizontal a medida que se baja a los últimos

458 Esto es lo que hacían, por ejemplo, los criados de Carlos de Guevara con los vecinos de Burujón, a los que insultaban y agredían, causando un cúmulo de quejas que llegó hasta el Consejo Real de Castilla: A.G.S., R.G.S, 10 de mayo de 1493, fol. 22. 459 GONZÁLEZ ALCANTUD, J.A., El clientelismo político. Perspectiva socioantropológica , Barcelona, 1997, p. 23. 460 Véase: JARA FUENTE, J.A., “Élites urbanas y sistemas concejiles: una propuesta teórico-metodología para el análisis de los subsistemas de poder en los concejos castellanos de la baja Edad Media”, Hispania , 207 (2001), pp. 221-266, en concreto pp. 248 y ss. 461 El libro de los cien capítulos ..., cap. X, p. 15.

361 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) peldaños de la clientela vertical aparecen muy difuminados, siendo sustituidos por metas menos políticas y más socioeconómicas. Esto también explica el que fuera tan importante en Toledo la ideología anticonversa. Los oligarcas cristianos viejos la utilizaron para dar una cohesión a sus clientelas que de otra forma sería imposible obtener. Los Silva, por su parte, al encabezar un bando formado en buena medida por conversos, al menos entre finales de la década de 1460 y principios de la de 1470, utilizaron una ideología de corte no religioso sino estrictamente político, que se centraba en el desprecio al poder que siempre habían poseído los Ayala en la ciudad del Tajo.

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3.1.2.2.3. El teórico poder gubernativo: las elecciones de jurados Hace años María Isabel del Val Valdivieso afirmaba: “el común consigue mantener un órgano “asambleario”, que habitualmente se reúne en lugar fijo y preestablecido, y que, aunque suele estar controlado por la justicia, es un vehículo eficaz para mantener su cohesión y unificar criterios de cara a plantear cualquier tipo de reivindicación, no obstante los intentos de la corona y los concejos por neutralizarlos” 462 . En la ciudad de Toledo esto es algo que se produce, aunque el control de los oligarcas y de los propios reyes sobre las asambleas de los miembros del común es tan abrumador que éstas, con el paso del tiempo, acabarán desapareciendo. Hasta la reforma de las instituciones municipales llevada a cabo por Juan II en 1422, “los medianos” y “los menores” tenían la posibilidad de participar en el gobierno de la urbe acudiendo a las juntas del Ayuntamiento y otorgando su voto en ellas. Eran juntas abiertas a todos los vecinos 463 , como las que se celebraban en las aldeas de la tierra 464 (aún a fines del siglo XV). En éstas, tras ser llamados a toque de campana a un sitio fijo -la iglesia de la localidad o sus portales, la plaza mayor, la casa consistorial de existir, etc.-, y escuchar lo que sus gobernantes -normalmente dos alcaldes, un alguacil y cuatro o cinco regidores- tenían que decirles, todos los vecinos votaban.

462 VAL VALDIVIESO, Mª.I. del, “Ascenso social y lucha por el poder...”, p. 163. 463 No se han conservado documentos que especifiquen de forma clara como estaban reguladas estas reuniones, pero parece evidente que para participar en ellas era necesario ser vecino de la urbe. Seguramente los moradores no podían hacerlo, y desde luego tampoco los foráneos. 464 En las aldeas a partir de mediados del siglo XIV también se detecta una cierta concentración de las labores de gobierno en las manos de unos cuantos individuos. Un texto datado el 22 de junio de 1376, por ejemplo, dice: estando ayuntados el conçejo del dicho logar Yepes, e Pedro Martínes, e Garçía Péres, alcalles, e Martín Ferrándes, alguacil del dicho logar, a canpana rrepicada en el portal de la eglesia de San Benito dende : D.O.M., p. 537. El 27 de agosto de 1426 se reunieron en el lugar de Alcubillete, del arzobispo de Toledo, además del alcalde y el alguacil el conçejo e omes buenos del dicho logar Alcubillete a canpana rrepicada : D.O.M., p. 538.

362 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

El gobierno en comunidad, válido a la hora de dirigir una aldea de cien habitantes, en la Toledo de fines del siglo XIV y principios del XV, poseedora de una población de más de dos decenas de miles de personas, evidenciaba lo anticuado de sus estructuras institucionales. No obstante, deben de tenerse en cuenta dos aspectos. Por un lado, la lógica imposibilidad de gobernar una urbe atendiendo al voto de varios millares de personas en todas las decisiones, hizo que los oligarcas desde muy pronto, tal vez ya desde el siglo XII, procurasen desvincular a la población de los asuntos de gobierno, realizando actos en teoría ilegales: por ejemplo, reunir al Ayuntamiento en sus casas privadas, habiendo convocado sólo a un reducido número de individuos afines a sus ideas y objetivos. La documentación señala que esta forma oligárquica de gobernar, contraria a las normas y a la costumbre establecidas, se daba al menos desde finales del siglo XIV 465 . Las teóricas reuniones del Ayuntamiento abiertas a todos los vecinos para que emitieran su voto, se habían convertido en conciliábulos particulares de los sujetos poderosos de la ciudad, encabezados por algún alcalde o alguacil 466 , en los que la salvaguarda de los intereses personales solapaba en muchas ocasiones a la defensa del bien colectivo de todos los habitantes de Toledo. Por otro lado, sin embargo, los miembros del común eran conscientes de su derecho a participar en los asuntos de gobierno dando su voto; aunque en la vida cotidiana no soliesen hacerlo y ni tan siquiera les dejaran 467 . Si no participaban en el gobierno era porque no tenían tiempo debido a sus ocupaciones laborales, porque no les interesaba, porque tenían confianza en la labor de aquellos individuos que por su estatus económico y su poder sí podían dedicarse de forma plena a gobernar, o, simplemente, porque estos mismos individuos hacían todo lo posible para que no participaran, por ejemplo, no convocando las reuniones a través del pregonero encargado de hacerlo, convocándolas a horas en las que la mayoría de los trabajadores no podían acudir, etc 468 . En cualquier caso, se estuviese más o menos molesto con todas estas prácticas, es decir, con la manera en que la ciudad se gobernaba, una cosa era indiscutible: la realeza, desde tiempo inmemorial , había amparado en Toledo la existencia de unas instituciones de gobierno en las que participasen todos los vecinos de la urbe.

465 P.R.T., doc. 123, pp. 227-228. 466 Los dos oficios que existían en el Ayuntamiento hasta el siglo XV, junto con el escribano del mismo, los fieles encargados de velar por el mantenimiento de las ordenanzas ,y algún otro cargo secundario. 467 Una de las causas por que la reforma de las instituciones de gobierno planteada por Fernando de Antequera en Toledo en 1411 falló, fue, precisamente, porque en ella se quitaba al común cualquier papel político. Sobre estos aspectos véase: SÁEZ SÁNCHEZ, E., “Ordenamiento dado a Toledo por el infante don Fernando de Antequera, tutor de Juan II, en 1411”, A.H.D.E. , 15 (1944), pp. 5-62. 468 Estas prácticas se solían desarrollar cuando los vecinos de Toledo tenían algún pleito con un campesino de los alrededores de la ciudad. Los toledanos emplazaban a sus contendientes ante los jueces de su urbe dándoles muy poco tiempo para llegar desde sus aldeas, y cuando lo hacían ya era tarde. Además, intentaban alargar el proceso para provocar gastos en su oponente con el objetivo de hacerle desistir de su causa: Idem, ley XXI, pp. 27-28.

363 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

A pesar de sus teóricas virtudes, no obstante, en la práctica el Ayuntamiento abierto era un foco continuo de tensión, que generaba conflictos tanto entre los propios oligarcas, cuando unos convocaban un ayuntamiento sin llamar a los otros y viceversa (se puede hablar de contra-ayuntamientos), como entre la oligarquía y el común, cuando la primera procuraba evitar cualquier acto de gobierno del segundo. A los reyes no les interesaba que existiesen unas instituciones gubernativas abiertas a todos los vecinos, no sólo porque fueran un foco de tensiones, sino porque, además, a veces transformaban al gobierno oligárquico existente de hecho en alegal, e impedían la existencia de un interlocutor político válido con el que dirimir todos los asuntos. Finalmente los problemas acabaron triunfando sobre las virtudes del Concejo abierto, y la oligarquía se mostró partidaria de que Juan II creara en Toledo un Regimiento cerrado 469 . Lo que más pesó en este cambio de postura de los oligarcas fue, al parecer, su propia concienciación de que la existencia de una forma de gobierno abierta a todos los vecinos acabaría perjudicándoles a ellos mismos. Mientras estaban enfrascados en luchas internas para mantenerse en la élite del poder y controlar las instituciones de gobierno urbanas, un reducido número de vecinos había hecho fortuna, y cada vez se mostraba más interesado por intervenir en la vida gubernativa. Eran los de la Fuente, los de la Torre, los San Pedro... 470 Para frenar su ascenso político, los caballeros de la urbe negociaron con Juan II la creación de un Regimiento cerrado en el que ellos tuviesen el voto en todos los asuntos, en tanto que regidores, y otros individuos (la burguesía) pudieran participar en la labor de gobierno tan sólo dando su opinión como jurados. Éste era el sistema de gobierno existente en Sevilla, y gozaba de dos virtudes. Por una parte, el Cabildo de jurados, al no poder votar en contra de las decisiones de los regidores, tan sólo podría ir contra ellas de forma efectiva recurriendo a los reyes, lo que vinculaba esta institución a los monarcas de forma evidente. La realeza iba a convertirse en un árbitro de la vida política urbana 471 . Por otra parte, la población común seguiría teniendo un papel gubernativo, aunque muy reducido, porque sus votos eran

469 Sobre la instauración de los Regimientos cerrados véase: ABELLÁN PÉREZ, J., “Ordenanzas sobre el regimiento del cabildo jerezano”, E.T.F.H.M., 1 (1988), pp. 31-40; LÓPEZ VILLALVA, J.M., “Concejo abierto, regimiento y corregimiento en Guadalajara (1346-1546)”, E.T.F.H.M. , 5 (1992), pp. 65-84; MONSALVO ANTÓN, J. Mª., “La sociedad política en los concejos castellanos de la meseta durante la época del regimiento medieval. La distribución social del poder”, en Concejos y ciudades en la Edad Media hispánica. II Congreso de Estudios Medievales , Madrid, 1990, pp. 357-413; MORENO NÚÑEZ, J.L., “El regimiento de Toro en el siglo XV”, en La ciudad hispánica durante los siglos XIII al XVI, Actas del coloquio celebrado en La Rábida y Sevilla del 14 al 19 de septiembre de 1981 , 2 vols. Madrid, 1985, vol. I, pp. 773-783; y VAL VALDIVIESO, Mª.I. del, “Oligarquía versus común (Consecuencias sociopolíticas del triunfo del regimiento en las ciudades castellanas)”, Medievalismo , 4 (1994), pp. 41-58. 470 FOSSIER, R., La sociedad medieval ..., p. 443. 471 RUIZ IBÁÑEZ, J.J., Las dos caras de Jano ..., p. 158.

364 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 necesarios a la hora de elegir a un nuevo jurado. En la reforma de 1422 Juan II consideró que el común no podía perder su derecho a participar en el gobierno, aunque sólo participase de una manera mínima. Los vecinos de Toledo iban a ser los encargados de elegir, en parte, a sus representantes en el Ayuntamiento, a los jurados, a través de sus votos emitidos en una asamblea colectiva a la que deberían llamarles cuando fuese necesario. El problema era que estos jurados, dos por cada collación de la ciudad, cuyo cometido les obligaba, además, a organizar a sus parroquianos para que realizasen rondas y velas con el objetivo de mantener el orden público 472 , a hacerse eco de todos los problemas existentes en sus distritos parroquiales 473 , etc., no tenían voto en el Ayuntamiento. Eran una fuerza de oposición a los regidores que tan sólo gozaba de un poder gubernativo eficaz contando con el “socorro regio”. Por otro lado, el derecho de los parroquianos a elegir a sus representantes era muy coyuntural 474 . Sólo se daba cuando había que nombrar a un nuevo jurado en la parroquia. Hasta entonces, a no ser que contaran con el apoyo de otros jurados o de ciertos regidores, era prácticamente imposible para los del común desplazar de su cargo a aquellos que ostentaban una juraduría, aunque su actuación fuese incorrecta. Los vecinos de la parroquia de San Martín, por ejemplo, en un documento sin fechar, aunque posiblemente datado en torno a 1509 475 , escribieron una carta al Cabildo de jurados en la que le hacían saber 476 :

...la grand falta que ay en la dicha yglesia e perrochia, asý de las cosas conçernientes al serviçio de la yglesia, como al bien general e particular de los perrochianos d´ella, por non aver jurados de la dicha yglesia, porque el uno que es el fonrrado Juan Núñez, que bive en la villa de Madrid, pocos ay en la perrochia o ninguno que le conozcan, e ha veynte años e más tienpo que no entró en esta çibdad [...] E el otro ofiçio de juraduría que fue del jurado Alfonso de León, defunto, ya saben vuestras merçedes que está vaco...

472 IZQUIERDO BENITO, R., Un espacio desordenado ..., pp. 121 y ss. 473 Por ejemplo, eran los encargados de hacer pesquisas en sus parroquias con el objetivo de conocer a las personas de mal vivir que en ellas había para castigarlas. Esto es lo que el corregidor Gómez Manrique mandó que hicieran los jurados el 3 de julio de 1479: A.M.T., A.C.J., D.O., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja. 23, reunión del 3 de julio de 1479, fols. 18 r-20 v. 474 Sobre la forma de elegir a los jurados en la Edad Moderna véase: PISA, F. de, Descripción de la Imperial Ciudad de Toledo, y historia de sus antigüedades, y grandeza, y cosas memorables que en ella han acontecido, de los Reyes que la han señoreado, y governado en sucessión de tiempos: y de los Arçobispos de Toledo, principalmente de los mas celebrados , Toledo, 1974 (Edic. facsímil), libro II, cap. XLIII, fol. CXVIII r-v. 475 En el documento se dice que el jurado Alfonso de León ya ha muerto, cuando el último escrito en el que él aparece es de 1509 (D.T.P.H., p. 561). En el alarde de 1503 se dice que Alfonso de León es un jurado de San Martín que posee caballo y armas (A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 4, parroquia de San Martín). Su mujer era Blanca Rodríguez (CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes ..., p. 46). Tal vez Alfonso de León primero fuera jurado de la parroquia de San Juan de la Leche (A.M.T., A.C.J., D.O., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja. 23, reunión del 25 de septiembre de 1481, fols. 147 r-148 r. 476 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 137 r.

365 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

En efecto, el teórico papel de los parroquianos a la hora de elegir a sus jurados cada vez va a perder más su esencia. Se suponía que una vez fallecido uno de éstos, o tras renunciar su oficio, los habitantes de la parroquia a la que representase eran los encargados de elegir a un sustituto de entre unos aspirantes. Para poder aspirar al oficio se debía ser hombre, mayor de edad, habitante en la parroquia perteneciente al oficio que se deseaba conseguir, y contar con el apoyo social de los conciudadanos y de los jurados; aunque cada vez pesa más la palabra de éstos últimos sobre la de los primeros. También era importante la voz de los ricoshombres. En 1475, por ejemplo, la reina Isabel ordenó que Juan Serrano, hijo del jurado de la parroquia de San Andrés del mismo nombre difunto, fuese elegido como sucesor en el oficio de su padre por los servicios que había hecho, y, además, porque Juan de Silva, el conde de Cifuentes, así se lo había pedido a ella 477 . A finales del siglo XV las opiniones de los parroquianos apenas se dejan oír. Al vacar un oficio, por muerte o por renunciación, se notifica en una de las reuniones que los jurados suelen celebrar cada sábado. Allí el asunto es debatido, y entre varios candidatos propuestos por los propios jurados, no por los parroquianos, se elige a uno. En la mayor parte de los casos ni siquiera existen varios candidatos; los mismos jurados al renunciar su oficio lo hacen a favor de otra persona, normalmente su hijo 478 o un familiar cercano. Además, Enrique IV, como Juan II, concedió nuevas juradurías en virtud de su “poderío real absoluto” que tuvieron que recibirse sin poner objeciones, a pesar de ir contra los privilegios de los jurados y los derechos de los habitantes de las distintas parroquias 479 . Incluso ordenó que fuese elegido su propio candidato en contra de la voluntad de los parroquianos 480 .

477 A.G.S., R.G.S., 15 de agosto de 1475, fol. 559. 478 Por ejemplo, Diego de Escarramán, jurado de la collación de Santo Tomé, consiguió en 1475 una licencia de la reina Isabel por la que le permitía que su hijo Pedro de Escarramán pudiera ejercer como jurado cuando él no pudiera hacerlo, y después de muerto: A.G.S., R.G.S., 30 de octubre de 1475, fol. 644. 479 En este sentido, es interesante el testimonio que se recoge en una carta enviada por un jurado que estaba en la corte a su Cabildo, informando de sus gestiones para impedir que el rey impusiera a un candidato propio en un oficio público de la ciudad. Según el jurado, el rey le había dicho cuando le comentó el caso que él no quería quebrantar los privilegios de Toledo, pero que los reyes ovieron poder de dar aquellos ofiçios , y que tuvieran paciencia (A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 167 r-v). Sobre un caso parecido, ocurrido en 1468 en la parroquia de San Juan de la Leche, véase: B.N.M., Mss. 13.110, fols. 17 r-18 v. En 1478, la reina Isabel decía en una merced a favor de Fernando de la Fuente, hijo del jurado Pedro de la Fuente: mando a los dichos mis jurados que manden a los vesynos e perrochanos de la dicha yglesia de Sant Biçente que vos ayan por su jurado, e usen con vos en el dicho ofiçio... (A.G.S., R.G.S., 5 de agosto de 1478, fol. 6). 480 A la altura de 1463 Alfonso García, jurado de la parroquia de San Antolín, renunció su oficio en el Cabildo de jurados y en los parroquianos de su parroquia, y eligieron como nuevo jurado a Pedro de Ciudad, vecino de Toledo. Éste llegó, incluso, a hacer su juramento ante el alcalde mayor. Luego Enrique IV por una cédula mandó que Pedro de Ciudad no fuese recibido como jurado, causando un conflicto que tuvo que ser resuelto ante el Consejo Real (A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 98 r-v). Algo parecido sucedió cuando Alonso Romero renunció su juraduría en Diego de Montoya, en 1517. Diego de Montoya fue recibido por el Cabildo de jurados y los parroquianos lo aceptaron, pero el alcalde mayor, en virtud de una cédula del

366 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Con el candidato ya elegido, los jurados mandaban al escribano del Cabildo que realizase unas invitaciones para convidar a los vecinos de la parroquia a la que “su hombre” representaría. El voto a favor o en contra de éste era fundamental. Sin embargo, el número de convidados es muy variable. De un total de 15 reuniones que se celebraron entre 1479 y 1486 para nombrar a un nuevo jurado, el número de individuos que se convidan más alto se dio en la parroquia de San Román, cuando en 1483 fueron invitados 148 481 parroquianos para que acudiesen a dar su parecer en la elección como su representante de Juan Ruiz 482 , en quien había renunciado su oficio Payo Correa. No obstante, tan sólo acudieron 50, y de ellos 15, casi todos conversos, no eran de los invitados 483 . Normalmente el número de parroquianos que se convidaban iba, en función del tamaño de la parroquia debería suponerse, de los 50 a los 100 (suelen variar en unos 20 individuos por arriba o por abajo como mucho), pero el número de asistentes, al menos en las reuniones a las que estamos refiriéndonos, nunca llegaba a la mitad. En 1484 fueron convidados 92 en la parroquia de San Andrés y acudieron 23 484 ; en 1486 a San Antolín de 39 lo hacen 12 485 ; a San Cebrián en 1482 de 59 sólo 20 486 ; a la de los Santos Justo y Pastor en 1480 de 112 sólo 55 487 . Aunque no se ha encontrado ningún documento que especifique el criterio que se seguía a la hora de convidar a los parroquianos, es lógico que elegir a sus representantes políticos se considerase un derecho propio de los vecinos, y no de los moradores. Testimonios indirectos señalan que unos jurados establecidos por sus compañeros para que gestionaran lo que tuviese regente de Castilla, el cardenal Cisneros, en la que ponía graves penas a los jurados para que no lo hiciesen, se negó a aceptar la renunciación (Idem, fol. 149 r). 481 A.M.T., A.C.J., D.O., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja. 23, reunión del 26 de diciembre de 1486, fols. 198 r-s.f. v. 482 En 1503 Juan Ruiz seguía siendo jurado de la parroquia de San Román. Tenía un hijo que se llamaba como él: A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 2, parroquia de San Román. 483 Alfonso de Toledo, Alfonso Rodríguez Carranque, Fernando González de la Cruz, Fernando Sánchez, Fernando Vázquez, Francisco de Acre, Francisco Fernández Golondrino, Francisco Rodríguez Valenciano, Gonzalo Rodríguez, Gutierre Cambiador, Juan del Campo, Juan Jiménez de Toledo, Pedro Hayete, Pedro Fernández Golondrino y Rodrigo de Toledo. Pedro Fernández Golondrino, por ejemplo, estaba casado con Teresa Vázquez, y era escribano. En 1497 él y su mujer se tuvieron que reconciliar con la Inquisición (CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes..., p. 50). En 1503 tenía unos 60 años: A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 2, parroquia de San Román). 484 El jurado de esa parroquia, Diego Sánchez de Toledo, hizo renunciación de su oficio a favor de su hijo Tomé Sánchez, advirtiendo de que en caso de que éste no fuera aceptado en el cargo el oficio pasara a manos de su cuñado Juan de Santamaría. Al final aceptaron a Tomé Sánchez: A.M.T., A.C.J., D.O., “Actas capitulares (1470- 1487). Cuentas, cartas, varios”, caja. 23, reunión del 11 de diciembre de 1484, fols. 254 r-259 v. 485 Se puso a Juan Pérez Vallejo, que era uno de los tres jurados que por entonces había en la parroquia de San Bartolomé de San Soles, en la de San Antolín, cuando los inquisidores inhabilitaron a Pedro de Uceda, el jurado de ésta: Idem, reunión del 15 de junio de 1486, fol. XII r-v. 486 Luis Núñez de Bel hizo renunciación de su juraduría en su hijo, el bachiller Diego Ortega: Idem, reunión del 16 de septiembre de 1482, fols. 183 r-187 v. 487 Tras la muerte de Luis de Segovia, jurado de los Santos Justo y Pastor, se decidió que, como estaba ordenado por los reyes, un jurado de los que poseía un oficio de los acrecentados (Alfonso de Zatres) sobre una parroquia mozárabe, en este caso la de Santa Olalla, pasara a convertirse en jurado de la parroquia latina cuya juraduría vacó, consumiéndose la juraduría acrecentada: Idem, reunión del 22 de mayo de 1480, fols. 82 r-85 v.

367 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) que ver con el nombramiento del nuevo miembro del Cabildo, y el escribano de éste, eran los que se encargaban de ir por las calles de la parroquia convidando . Teóricamente, tenían que invitar a todos los vecinos, pero si se compara el número de los mismos que se exhibe en el alarde 1503 y el que aparece en las listas de convidados las cuentas no salen 488 ; a no ser que algunas parroquias de la ciudad vivieran en 20 años, entre 1480 y 1500 aproximadamente, tal crecimiento demográfico que llegasen a duplicar su población. Por ejemplo, el alarde de 1503 nos dice que en Santa María Magdalena había 323 vecinos, y en 1483 sólo acuden a una junta para elegir a un jurado 35 489 (no se conservan documentos sobre los individuos convidados). Del mismo modo, si en San Juan de la Leche en 1503 se afirma que existen al menos 106 vecinos, en 1481 sólo son convidados 37, y asisten a la iglesia 18 490 ; 7 sin convidar 491 . Pueden ponerse más ejemplos, si bien los interrogantes a resolver siempre son los mismos: ¿cuál es el criterio que seguían los jurados a la hora de convidar a los parroquianos?; y ¿por qué acuden tan pocos de éstos a las reuniones? La falta de documentos nos impide responder de forma sólida a ambas preguntas. Sin embargo, se puede intuir una explicación. Los jurados elegidos para convidar a los parroquianos en muchas ocasiones eran los mismos que daban noticia a su Cabildo de la renuncia del oficio realizada, normalmente porque se había hecho en un familiar suyo 492 , aunque no siempre se contaba con parientes dentro del Cabildo. En cualquier caso, es lógico que los jurados que ya habían elegido a un individuo para que ocupase el oficio vacante, puesto que el convite se suele hacer en poco tiempo (en una tarde normalmente), se centraran en convidar a las personas más afines a ellos, es decir, a aquellas que considerasen que iban a dar un voto favorable a su candidato sin poner obstáculos. Los jurados iban llamando a las puertas de las casas para comunicar la noticia de la renuncia y de la próxima elección a todas las personas, incluidas a las que se encontraban por el camino. Se supone, por lo tanto, que las listas de nombres de los convidados conservadas pertenecen a esos individuos a los que se comunicó la noticia cuando se hizo el convite . Pero las explicaciones a por qué no están inscritos todos los vecinos (aunque los documentos no lo

488 Sumando el número de parroquianos convidados y presentes en las reuniones celebradas, sólo las parroquias de San Salvador, San Soles y San Román dan una cifra similar a la que aparece en el alarde de 1503. 489 Renunció la juraduría de esta parroquia Rodrigo de Atienza en Juan Vázquez, quién cambió esta juraduría con Fernando González Husillo por una de los Santos Justo y Pastor: A.M.T., A.C.J., D.O., “Actas capitulares (1470- 1487). Cuentas, cartas, varios”, caja. 23, reunión del 15 de marzo de 1483, fols. 214 r-215 r. 490 En lugar de Diego de Varcárcel, que había fallecido, recibieron como jurado al licenciado Francisco Ortiz: Idem, reunión del 30 de octubre de 1481, fol. 151 r-v. 491 El jurado Alfonso de León, Francisco Renevián, Gonzalo de San Pedro, Gonzalo de Úbeda, Juan de las Cuevas y Juan Núñez, el mayordomo del Cabildo de jurados. 492 Es lógico, las renunciaciones se solían hacer en los familiares.

368 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 especifican, es lógico, como se dijo, que sólo éstos, en concreto los hombres mayores de edad, pudiesen acudir a dichas reuniones, no los moradores) son múltiples: algunas de las puertas a las que llamaban los jurados no se abrían, porque en las casas no había nadie -sus habitantes estaban trabajando, habían salido a hacer cualquier cosa-, o simplemente porque sus dueños no quisieron abrir; por el camino sólo se encontraron con algunas personas; también es lógico que en la parroquia hubiese ciertos individuos que a propósito no fuesen invitados, ya fuera por sus malas relaciones con el sujeto que aspiraba a obtener el oficio o con su familia, por no ser personas conocidas, o por muchos otros factores. Además, a través de los convidados tenía que extenderse la noticia de que se iba a elegir a un nuevo jurado, pero en muchas ocasiones no se dejaba tiempo para ello. Todo esto explica, de alguna forma, el que se acabara invitando a menos del 50 % de los vecinos, y el que de los convidados en la mayor parte de los casos no acudiesen a la cita ni tan siquiera la mitad. Es más, en ocasiones el 25 % de los presentes no estaban convidados 493 . Las causas por las que un vecino acudía o dejaba de hacerlo a estas reuniones también son difíciles de analizar. Posiblemente muchos de los que acudieran fuesen individuos a los que les convenía para mantener una buena relación con el sujeto que aspiraba al oficio de jurado. Otros, por el contrario, querían ejercer uno de los pocos derechos gubernativos que a finales del siglo XV quedaban a los ciudadanos de Toledo. En 1481, por ejemplo, en la parroquia de San Juan de la Leche se celebraron dos reuniones a la hora de elegir como jurado al bachiller Francisco Ortiz. A la primera fueron convidados 37 vecinos, aunque tan sólo se presentaron 18, de ellos 4 sin convidar. Entre estos 4 estaban Gonzalo de Úbeda 494 y Gonzalo de San Pedro 495 , ambos mercaderes judeo-conversos y miembros de dos familias burguesas destacadas. Posteriormente se celebró otra reunión en la que no hubo convite, pero a la que acudieron más personas (ya que en la primera había habido problemas y se necesitaba

493 Por ejemplo, en la elección de un jurado de los Santos Justo y Pastor que se realizó en 1480 fueron invitados 111 parroquianos y acudieron 55. De ellos 18 no habían sido invitados: Alfonso del Rey, Alfonso Rodríguez, Antonio de Sevilla, Antonio Rodríguez, Damián, Diego Terrín, Fernando de Benavente, Fernando de Frías, Fernando Herrero, Francisco de Toledo, García de la Calle, Gonzalo Carpintero, Juan de Medina, Juan de Toledo, Juan Ruiz, Pedro Zurrador, Pedro López y Sancho de Burgos (A.M.T., A.C.J., D.O., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja. 23, reunión del 22 de mayo de 1480, fols. 82 r-85 v). 494 Gonzalo de Úbeda era un mercader que tuvo que reconciliarse con la Inquisición en 1495, al igual que su mujer Teresa Blázquez (CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes ..., p. 18). En 1503 ya era un viejo de 55 años, y tenía al menos un hijo con su mismo nombre y de 35 años en esa fecha, también mercader (A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 8, parroquia de San Juan de la Leche). 495 Gonzalo de San Pedro tuvo que reconciliarse ante la Inquisición en 1495, y junto a él lo hicieron sus hijos Alfonso, Álvaro, Diego Sánchez de San Pedro, Gonzalo, Juan, María, Mayor y Teresa (CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes..., p. 20). Es seguro que se trata del mismo individuo que en el alarde de 1503 aparece como poseedor de un caballo, mercader de profesión y de 60 años de edad, junto a dos hijos suyos (A.G.S., G. y M. (G.A.), leg. 1314, doc. 60, pliego 8, parroquia de San Juan de la Leche).

369 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) resolverlos), entre ellas Gonzalo de Úbeda y Gonzalo de San Pedro. Al parecer les interesaba que Francisco Ortiz fuera jurado. En la parroquia de San Román en 1483 también se celebraron dos reuniones. A la primera fueron invitadas 148 personas, como se dijo, mas sólo acudieron 50. A la segunda se convidó a 96; tan sólo 61 de ellas invitadas a la primera. Esta vez se presentaron 38 (14 ya lo habían hecho antes 496 ). En San Bartolomé de Soles, durante 1486, del mismo modo hubo dos asambleas 497 . A la primera se invitó a 78 parroquianos y a la segunda a 56, todos invitados anteriormente menos uno. En principio acudieron 27, y luego 18, de los cuáles sólo 2 habían asistido antes: Alfonso de la Paz y Diego de Palencia. Como se puede observar, el número de invitados se reduce cuando se celebra una segunda reunión, y, salvo en algún caso, el número de presentes también. Las causas de esto, como en aspectos anteriores, tampoco están claras, aunque tal vez se deba a la celebración del segundo evento, ante la premura de resolver el asunto, en jornadas laborables 498 , o a horas a las que algunos ciudadanos no podían acudir 499 . Algo que a veces los jurados se mostraban dispuestos a realizar de forma intencionada. En cualquier caso, una vez con los parroquianos reunidos en la iglesia, se realizaba la ratificación popular del candidato elegido por los jurados. Analizaremos un ejemplo paradigmático. El sábado 28 de febrero de 1484 se comunicó en una reunión de los jurados que uno de ellos, Sancho Fernández, había renunciado su oficio en las manos del Cabyldo e de los perrochianos de Sant Isidro, en favor de Alfón de Santamaría, con retençión sy no fuese resçibydo segúnd costunbre del Cabildo ... 500 Esta cláusula es bastante habitual. Cuando los jurados renunciaban el oficio en sus familiares se suponía que no iban a existir problemas a la hora de aceptar la renunciación. Por contra, al hacerlo en otra persona, para evitar una posible pérdida del cargo en caso de que no fuese aceptada, normalmente indicaban que si no se cumpliera su deseo la renuncia no fuese válida. Los encargados de comunicar la noticia, y de pedir que Alfonso de Santamaría fuera recibido como dueño de la juraduría renunciada,

496 A.M.T., A.C.J., D.O., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja. 23, reunión Del 28 de diciembre de 1483, fols. 198 r-s.f. v. 497 Una porque Damián renunció su oficio en Diego de Vargas, y otra porque éste a su vez lo renunció en Juan Pérez Vallejo: Idem, fols. VII r-s.f. v, y IX v-X r. 498 En 1483 Payo Correa renunció su oficio de jurado de la parroquia de San Román en Juan Ruiz, hijo del jurado Alonso Ruiz. En la reunión celebrada el 29 de diciembre de 1483 los parroquianos dijeron que no aceptaban la renuncia. Posteriormente fueron convocados el martes 21 de enero de 1483 a hora de vísperas. En esta reunión finalmente sí lo aceptaron. 499 Por ejemplo, la primera reunión que se celebró en 1486 en San Bartolomé de San Soles, a la que se invitaron a 78 personas y vinieron 27, tuvo lugar el jueves 9 de marzo a primera hora de la mañana, y ese mismo día el jurado elegido se presentó en el ayuntamiento: A.M.T., A.C.J., D.O., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja. 23, reunión del 9 de marzo de 1486, fols. VII r-s.f. 500 Idem, reunión del 28 de febrero de 1484, fol. 229 v.

370 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 fueron su pariente Juan de Santamaría 501 y su suegro, Diego de Toledo 502 (o Diego Sánchez de Toledo), ambos jurados. Aceptaron la renunciación sin ningún problema, y se mandó que fuese conbidada la perrocha segúnd costunbre . Los diputados para convidar a los parroquianos fueron los mayordomos del Cabildo, Jaime de Morales y el bachiller Francisco Ortiz, junto con Luis de Vitoria, el otro jurado de la parroquia de San Isidro, Rodrigo Cota 503 y Juan de Santamaría (normalmente se encargaba el convite a 3 jurados). Se estableció que fueran convidados esa misma tarde para que al día siguiente por la mañana, domingo, acudiesen a la iglesia de San Isidro; y a los diputados les dieron licencia para realizar el convite, e para ser presentes a la elecçión que los perrochianos fisyesen e a todos los otros actos que convenga ser fechos, segúnd la costumbre, e los previllejos e fordenanças del Cabildo . Con esta licencia se ovieron por conbidados , y ese mismo sábado por la tarde, en concreto a ora de vísperas , fue conbidada la perrocha por Pedro de Robles, el guarda de los jurados (uno de los cometidos del guarda era éste), estando presentes los mayordomos Jaime de Morales y Francisco Ortiz, y Luis de Vitoria, Juan de Santamaría, Rodrigo Cota y Diego Sánchez de Toledo. Según el acta del escribano 504 :

...andovieron todas las casas de la dicha perrocha, e conbidaron a los dichos perrochanos, d´ellos en sus casas, e d´ellos en persona, para que mañana a prima vayan a la dicha perrocha de Sant Ysidro a ver una renunçiaçión que un jurado quiere faser de su ofyçio, e faser la elecçión segúnd su costunbre, con aperçibymiento que los que fueren farán por todos...

En total fueron convidados 49 parroquianos esa tarde del sábado 28 de febrero de 1484, pero al día siguiente, el domingo 29, a la hora de prima en la iglesia de San Isidro, aparte de los jurados Luis de Vitoria, Diego Sánchez de Toledo, Rodrigo Cota y Juan de Santamaría, apenas vinieron la mitad. Se presentaron tan sólo 25 parroquianos, y algunos de ellos ni tan siquiera estaban invitados. Se les dio fe de la renuncia de su oficio que Sancho Fernández, su jurado, había hecho en manos del Cabildo y a favor de Alfonso de Santamaría (que allí estaba presente), por no lo poder servir , y se les advirtió que el Cabildo había dado su visto bueno. Tras esto, los parroquianos, syn mucho fablar en ello, de un acuerdo e voto 505 , dijeron que les placía la renuncia más que si se realizara en otro, porque era su pariente e vesino, e fijo de Juan de Santamaría, de quien ellos todos avýan resçibido muchas buenas obras; e por eso

501 Jurado al menos entre 1475 y 1491: D.T.P.H., p. 565. Al parecer el padre de éste también era jurado y se llamaba igual. 502 Jurado como mínimo desde 1467: D.T.P.H., p. 567. 503 Jurado al menos entre 1461 y 1500: D.T.P.H., p. 557. 504 A.M.T., A.C.J., D.O., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja. 23, reunión del 28 de febrero de 1484, fol. 230 r. 505 Idem, fol. 230 v.

371 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) que ellos lo elegían por su jurado . Luego procedieron a hacer lo que solía llevarse a cabo siempre en las iglesias tras la aceptación del candidato: levantar a éste del suelo gritando “¡aquí vedes a nuestro jurado! ”, o algo parecido 506 . Pero no hizo falta. En la jornada siguiente el nuevo miembro del Cabildo se presentó en el Ayuntamiento, y ante el corregidor hizo un juramento de servir bien y fielmente su oficio, todo ello después de haber prometido que iba a celebrar una comida a la que todos los jurados estaban convidados, y que pagaría al Cabildo 500 maravedíes, ambos requisitos indispensables. Los regidores y el corregidor aceptaban sin más a los jurados elegidos para no crear tensiones entre su Cabildo y el Regimiento, y entre éste y los habitantes de la ciudad. Sin embargo, como veremos, a fines de la década de 1490 y principios de la 1500 la actitud del corregidor de la urbe, Pedro de Castilla, no dispuesto a someterse a estas elecciones, provocó un grave conflicto, al igual que lo hizo la presencia de la corte de los reyes en la ciudad durante 1480 a la hora de celebrar las comidas a las que los nuevos jurados invitaban a sus compañeros 507 . Volviendo a la elección como jurado de Alfonso de Santamaría, en ella hay aspectos llamativos. Casi siempre, una vez informados de la renuncia y del candidato elegido, los jurados que estaban presentes en el acto se salían de la iglesia a la calle y dejaban solos en el interior de la misma a los parroquianos para que debatieran. Más tarde, tomada una decisión, éstos llamaban a los que permanecían en el exterior para que entraran, y una vez dentro se les comunicaba su dictamen. Cuando Alfonso de Santamaría fue elegido los jurados presentes en el acto ni tan siquiera tuvieron que salir de la iglesia, y tampoco hizo falta que al alçar al nuevo jurado los parroquianos gritaran “ ¡aquí vedes a nuestro jurado! ” o algo así, un grito que servía para ratificarse en la elección realizada. Los pocos asistentes al acto, sin duda hombres vinculados de alguna forma al candidato y a sus familiares, lo aceptaron sin más como su representante, y los jurados sabían que iban a hacerlo. Esta forma de elegir a Alfonso de Santamaría en ningún caso es excepcional, sino todo lo contrario 508 . Cada vez más las teóricas elecciones populares de los jurados acabarán convirtiéndose en un mero trámite sin ningún valor para el común, en el que los más afines a

506 En los documentos se dice que los parroquianos tomáronle en peso , con los pies en alto del suelo, y decían ¡vedes aquí a nuestro jurado! : Idem, reunión del 28 de diciembre de 1483, fols. 198 r-s.f. v. 507 Por ejemplo, el sábado 29 de abril de 1480 los jurados votaron en una de sus reuniones sobre lo que se debía hacer con la comida que estaba comprometido a dar Pedro de Uceda por su entrada en el Cabildo. Decidieron que puesto por los huéspedes que había en la ciudad era imposible comer, que enviara raciones a cada uno a su casa y que escribiese el memorial de lo que les debía dar a cada uno, a saber: un par de pollos, un torrezno de tocino y una garrafa de vino: Idem, reunión del 29 de abril de 1480, fol. 77 r-v. 508 En la reunión que se realizó el 9 de marzo de 1486 en la parroquia de San Bartolomé de San Soles para elegir como jurado a Diego de Vargas, en el que había renunciado su oficio Juan Damián, los parroquianos syn mucho altercar, e todos de una voluntad e un voto, dixeron que los plasía mucho la renunçiaçión : Idem, reunión del 9 de marzo de 1486, fols. 11 r-12 v.

372 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 los candidatos elegidos ratificaban la elección de ellos hecha 509 (lo cual no quiere decir que los individuos que poseyeran una juraduría dejasen de tener un papel de representatividad del común notorio). Desde finales del siglo XV, por lo menos, resulta frecuente lo que los jurados denunciaban en 1501 ante el Consejo Real. Según ellos, algunos regidores, caballeros y otras personas, al vacar las juradurías andaban buscando et procurando votos para aver los tales ofiçios para criados et amigos suyos, o para otras personas por quien an gana de hazer, a cuya cabsa dis que acaheçe aver los tales ofiçios personas que no son ábiles ni sufiçientes para ellos ... 510 De igual modo, los oficios de jurados acabarían convirtiéndose en materia de especulación. Se cambiaban por otros cargos en otros lugares; eran comprados por un precio establecido por su poseedor; a veces, incluso, se podía cobrar una comisión por permitir que otra persona ejerciera el oficio 511 . Estas prácticas estaban prohibidas por las leyes y por los propios privilegios de los jurados, pero no servía de nada. Ciertos individuos, de forma más inoportuna aún, llegaron a hacerse con un cargo público a través del soborno, las amenazas, los ruegos o las promesas 512 . Y por si esto fuera poco, para resolver algunos problemas los monarcas redujeron todavía más el teórico poder gubernativo del común en las elecciones de jurados. La reina Juana (“la loca”), defendiendo que muchos buscaban hacerse jurados tan sólo con el objetivo de disfrutar de los privilegios que éstos tenían, sobre todo de su exención total de impuestos, en 1512 mandó que en adelante no fuera proveída de los dichos ofizios de jurados e alguaziles de esa dicha çibdad ninguna persona que [fuese] pechero, salbo personas esemptas de los dichos pechos , y que si alguno de los pecheros fuera elegido jurado su elección fuese anulada 513 . Los miembros del común, sin embargo, no aceptaron su marginación del gobierno de la ciudad sin más. El 29 de diciembre de 1483, por ejemplo, los parroquianos de San Román hicieron frente al Cabildo de jurados. Estando en su iglesia, y tras advertir que ya conocían la renuncia del oficio de Payo Correa en Juan Ruiz, solicitaron a los jurados presentes que se marcharan del templo. Una vez con éstos fuera, los parroquianos estuvieron discutiendo una

509 Cuando Diego de Vargas, jurado de la parroquia de San Lorenzo, renunció en su hijo Fernando Vázquez su juraduría, fueron invitados 80 parroquianos, pero tan sólo vinieron 37: Idem, documento suelto. 510 A.M.T., A.C.J., D.O., n. 60. 511 Los reyes advirtieron al otorgar un oficio de jurado al bachiller Alonso Pérez de Aguilera, en el cual había renunciado Bartolomé de Aguilera, su padre, que para que fuera válida la dicha renunciación no debía haber yntervenydo conpra, ni troque, ni cambyo, ni promutaçión ni otra cosa... : A.G.S, R.G.S., 1501-I, Granada, 20 de enero de 1501. 512 Contra estas prácticas, habituales a principios del siglo XVI, advertían tanto los monarcas como los propios jurados: A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 298 r-v. 513 A.M.T., A.C.J., Reales cédulas y provisiones, caja 20.

373 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) hora aproximadamente. No era normal que se produjese una discusión tan larga. Luego indicaron a los del exterior que pasasen, y allí les hicieron saber que habían decidido que Juan Ruiz no era idóneo para ocupar el cargo de jurado de su parroquia, entre otras cosas porque no era vecino de ella. Los jurados intentaron resolver el conflicto, pero no tuvieron más remedio que llamar a Payo Correa. Éste confesó que había hecho un contrato con Juan Ruiz por el que iba a recibir a cambio del oficio 10.000 maravedíes, si bien se comprometió a aceptar la voluntad de los parroquianos. Eran palabras falsas. Más tarde Payo Correa, alegando que estaba viejo para ejercer su cargo, dijo que por cosa d´esta vida non se retraería de lo que tenýa asentado, e firmado, e prometido de dar, renunçiar e traspasar el dicho ofiçio de juraduría en el dicho Juan Ruys , y los parroquianos no pudieron hacer nada para impedirlo 514 . Se convidó a la parroquia de San Román para el martes 21 de enero de 1484, a última hora de la tarde, y allí, ante un número menor de parroquianos, Juan Ruiz fue elegido jurado. La victoria de los parroquianos de San Román frente al Cabildo tan sólo fue esporádica, aunque es interesante porque se trata del caso de conflicto entre unos y otro más claro de cuantos se conserva documentación 515 . De cualquier forma, su derrota vendría a agravar aún más ese proceso de pérdida de voz en el gobierno de la urbe que el común de Toledo estaba sufriendo desde muchas décadas atrás, y que en la Edad Moderna va a seguir. Esto explicaría el que durante las Comunidades los toledanos quisieran acabar con la figura institucional del jurado, y creasen unos procuradores “del pueblo” propios 516 . En efecto, sin la posibilidad de ser elegidos como representantes de sus parroquianos, y sin la posibilidad de elegir libremente a sus propios representantes, los miembros del común habían perdido ya en la segunda década el siglo XVI el poco poder gubernativo del que, teóricamente, hasta entonces disfrutaran.

514 A esta reunión de los parroquianos de San Román nos hemos referido en repetidas ocasiones: A.M.T., A.C.J., D.O., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja. 23, reunión del 28 de diciembre de 1483, fols. 198 r-s.f. v. 515 De hecho, en el resto de las reuniones no se da un enfrentamiento frontal entre los parroquianos y los jurados. Los problemas surgen entre los mismos jurados a la hora de elegir como miembro de su institución a uno o a otro. Además, una vez elegido un sujeto a veces no pasaba ni un mes cuando, al renunciar su oficio, tenía que ser convocada de nuevo la parroquia para elegir a otra persona. En algunos casos se podría hablar de pasividad entre las personas que acuden a las parroquias a dar su voto. En la mayor parte de las ocasiones se dice que votan sin más, sin ni tan siquiera intercambiar pareceres. 516 Sobre todo lo que tiene que ver con las Comunidades en Toledo véase: MARTÍNEZ GIL, F., La ciudad inquieta… . En concreto se hace referencia a la elección por los parroquianos de San Román de unos representantes propios frente a los jurados en el doc. 7 del Apéndice documental, pp. 279-281.

374 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

3.1.2.3. REALEZA Y BIEN PÚBLICO: DE LA MENTALIDAD DEL COMÚN A LA IDEOLOGÍA COMUNERA Independientemente de las motivaciones políticas particulares de cada individuo, si es que las tenía, a nivel colectivo la idea del bien común era la que articulaba el pensamiento de la mayor parte de los sujetos en la Edad Media, como aún hoy lo sigue haciendo. Pero al igual que en el presente esta idea se entendía desde un cierto egoísmo. Bien común se consideraba el bien propio, en principio y por encima de todo, más la suma del bien de los demás; y esto era así, en parte, porque se tenía la seguridad de que ese bien colectivo iba a repercutir de forma positiva en el bien de cada individuo 517 . Según Peter Blickle, la idea del bien común fue creada por los campesinos y los burgueses en la baja Edad Media como un principio estructurador de la vida comunal. Posteriormente los reyes lo utilizarían para legitimar su política y su propio poder. Durante el Renacimiento, gracias a la revitalización del debate sobre la Antigüedad, el viejo concepto se concretó, en lo que a las teorías políticas se refiere, en la idea del bonum commune , que a partir de entonces empieza a definir los objetivos de toda forma de gobierno 518 ; aunque ya Santo Tomás de Aquino utilizaba el concepto para defender los beneficios de la monarquía 519 :

“Luego cuanto más se separe del bien común, tanto más injusto será el régimen. Más se separa del bien común la oligarquía, en la que se busca el bien de pocos, que la democracia, en la que se busca el bien de muchos; y todavía se separa más del bien común la tiranía, en la que se busca exclusivamente el bien de uno [...] el régimen de la tiranía será injustísimo...”

Del mismo modo que sucede con el término paz, el concepto bien común era altamente dúctil y ambiguo. Podía referirse a la necesidad de mantener el orden público y de luchar contra la delincuencia; a todo lo que fuera considerado como justo por el individuo o la institución que apelase a él 520 ; a la suma de los bienes individuales; a la defensa de bienes colectivos tan abstractos como el reino o la seguridad pública... En términos generales, el bien común se consideraba aquello que se obtenía cuando toda la colectividad social, o al menos la mayor parte e ella, gozaba de unas buenas condiciones de vida. Por esta razón fue utilizado por el poder regio con un carácter propagandístico paternalista 521 . En ese sentido, decían las Partidas , el rey era el encargado de 522 :

517 OLSON, M., The logic of collective action… , p. 9. 518 “Porque el bien de los ciudadanos es el bien del príncipe. Todas las cosas que pertenecen a los ciudadanos están estatuidas por ley y sirven para la necesidad y utilidad del príncipe”: SALISBURY, J. de, Policraticus ..., libro VI, cap. I, p. 429. 519 SANTO TOMÁS DE AQUINO, La monarquía ..., libro I, cap. III, estrofa 12, p. 19. 520 Idem, libro 1, estrofas 6 y 7, pp. 10-11. 521 BLACK, A., El pensamiento político en Europa ..., p. 39. 522 ALFONSO X, Las Siete Partidas.. ., Partida 2ª, título I, ley IX, fol. 6 r-v.

375 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

“...guardar siempre más la pro comunal de su pueblo que la suya propia, porque el bien e la su riqueza dellos es como suyo. Otrosí, deve amar e honrrar a los mayores, e a los medianos e a los menores: a cada uno segúnd su estado. E placerles con los sabios e allegarse con los entendidos, e meter amor e acuerdo entre su gente, e ser justiciero, dando a cada uno su derecho. E debe fiar más en los suyos que en los estraños...”

Esta obligación regia de mantener el bien común, siendo justiciero, no sólo se utilizó para expresar un deseo de buen gobierno. En Castilla adquirió, además, un carácter reivindicativo, vinculado a la imagen del monarca en tanto que cabeza del “cuerpo místico” de la sociedad. Por ello frente a la teoría conservadora de Rodrigo Sánchez de Arévalo, que afirmaba que jamás ningún miembro de éste cuerpo debía dañar a otro porque de lo contrario todos iban a sufrir su dolor 523 , se reivindicó la de Juan de Salisbury; muy bien asumida, por otra parte, por aquellos que se levantaron contra Enrique IV arrebatándole el trono 524 :

“Cuando el magistrado oprime a sus súbditos, es lo mismo que si la cabeza del cuerpo se hincha hasta el punto de que los miembros no pueden sostenerla, al menos sin grave dolencia [...] Y si la enfermedad fuese incurable, es peor vivir así que morir...”

Juan de Salisbury también utilizaba este mismo argumento para defender, en términos muy duros, la actuación de los monarcas a la hora de salvaguardar la paz y el bien público 525 :

“...está escrito: “Si tu ojo o tu pie te escandalizan, arráncatelos y arrójalos lejos de ti”. Esto pienso que debe ser tenido en cuenta por el príncipe en todos los miembros, para que no sólo sean arrancados, cortados y expelidos, si son causa de escándalo para la fe y la salud pública, sino que de tal modo sean aplastados que mediante el exterminio de uno se procure la salud de todos. ¿A quién ha de perdonar aquél que incluso a sus propios ojos debe hacer justicia?. Cierto que ni el oído, ni la lengua ni ninguna otra cosa que exista en el cuerpo de la comunidad goza de inmunidad si se alza contra el alma, por cuya causa hasta los ojos deben ser arrancados. Pues, cuando por los abusos e los crímenes Dios es ofendido o la Iglesia pisoteada, peligra la salud de toda el alma...”

En efecto, la misión del rey -del poder político en términos generales- estaba vinculada al mantenimiento de un orden basado en la paz, la justicia, la concordia, la armonía y el desarrollo material-espiritual 526 . Para la mentalidad popular el monarca era “un inequívoco defensor de la justicia”, del que cabían esperarse el remedio de los males y el castigo de los culpables que los provocaban oprimiendo a los más débiles. Esa mentalidad que definía como

523 “Assí deven fazer los miembros de toda çibdad e de todo reyno, pues es un cuerpo místico. E, por tanto, dévese ayudar por quel bien común se augmente por su concordia e unidad, ca, como dize Polícrato, assí como en el cuerpo umano si la mano destruye e corrompe a la cabeça o a otro miembro será manifiesta sennal de rabia mortal, assí es sennal de maliciosa rabia e final corrupción de la çibdad e reyno si un miembro della travaja por destruyr a otro, mayormente si es sano y provechoso”: SÁNCHEZ DE ARÉVALO, R., Suma de la política ..., libro II, consideración IX, pp. 112-113. 524 SALISBURY, J. de, Policraticus ..., libro V, cap. VII, p. 370. 525 Idem, libro VI, cap. XXVI, p. 487. 526 HANI, J., Del faraón al cristianísimo rey , Palma de Mallorca, 1998, p. 49.

376 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

“justiciero” al monarca 527 , y que le consideraba como “guarda de la ley e onra del pueblo, e enderesçamiento del su rreyno e del pueblo” 528 , estaba enraizada. Se miraba a los reyes con esperanza; la paz, la justicia y los ideales del bien común eran encarnados por ellos, y la gente deseaba que se cumpliesen 529 . Utilizando una metáfora se decía que el reino era como una huerta. El pueblo eran sus árboles y el rey su dueño, los oficiales regios los labradores, y los ricoshombres y caballeros los soldados que la guardaban. Los fueros, las leyes y el derecho eran “como valladar que la çerca” 530 . Para que la huerta diera su fruto su dueño debía hacer “bien a cada uno, segúnd lo mereciesse”: a los buenos, a las plantas sanas que dieran fruto, honrándolas y teniendo todo cuidado con ellas para que pudiesen vivir sanas; de los malos, sin embargo, de las malas hierbas que todo lo estropeaban, se decía lo siguiente: “taje los malos del reyno con la espada de la justicia, e arranque los tortizeros echándolos de la tierra para que no hagan daño en ella”. Otras metáforas, en este caso del prosista Fernando de la Torre, comparaban: por un lado, a la misión de los reyes respecto a sus súbditos con la del viento en lo referente al fuego (“el fuego quando fuere encendido, sy le quitan el viento, enflaquece e tarda en su quemar”); y por otro lado, al propio monarca con la luna, “la qual da vyda al mundo e a quantos en él vyven”. “E que pues asý es”, concluía el señalado prosista, “mucho deve el rey velar e ser deligente por non desemejar a la luna nin al vyento a quien es comparado” 531 . También se comparaba al monarca en su relación con sus súbditos con un pastor 532 , una fuente, un águila 533 , un árbol 534 , una tienda 535 , un cetro 536 , una muralla 537 , etc., pero la metáfora más

527 VALDEÓN BARUQUE, J., “Resistencia popular...”, p. 634. 528 NIETO SORIA, J.M., Fundamentos ideológicos del poder ..., p. 235. 529 DUBRUCK, E., “Grandes esperances, grandes illusions: les princes dans la littérature allemande du XV e siècle”, en Le pouvoir monarchique et ses supports idéologiques aux XIV e-XVII e siècles , París, 1990, pp. 199- 211. 530 ALFONSO X, Las Siete Partidas.. ., Partida 2ª, título X, ley III, fol. 31r-v. 531 TORRE, F. de la, Libro de las veinte cartas e quistiones , en Cancionero y obras en prosa de Fernando de la Torre , PAZ Y MELIÁ, A. (Edit.), Dresden, 1907, pp. 1-10, en concreto pp. 4-5. 532 “El rey es pastor e defiéndese con los cavalleros, e los cavalleros son ayudas del rey e goviérnanse con el aber”: Libro de los cien capítulos , cap. I, citado en NIETO SORIA, J.M., Fundamentos ideológicos ..., p. 241. De igual modo Diego de VALERA escribía: “E a los tales reyes, nuestro Señor amenaza por Esechiel disiendo: Guay de los pastores que apacientan a sí mesmos, buscando sus propios provechos”: Idem. 533 “El rey e el reyno son como la fuente; el rey es como la cabeça e el reyno es como los caños. E sy la cabeça de la fuente es clara, maguer se conturbien los caños en algún lugar, luego se enclaresçen; e sy la cabeça de la fuente se conturbia, maguer que sean los caños claros non les tiene pro, ca de enturbiarse abran por fuerça. E el buen rey es como águila çercada de caça, e el mal rey es como caça çercada de águila”: El libro de los cien capítulos ..., cap. I, p. 1. 534 “...e el rey es como árbol de Dios que tiene grand sonbra, e guarecen a la sonbra dél todo cansado e todo flaco e todo querelloso”: Libro de los cien capítulos , cap. I, citado en NIETO SORIA, J.M., Fundamentos ideológicos.. ., p. 224. “E el rey e su pueblo son como el árbol; el rey es la raíz e el pueblo son los ramos. Sy la raíz ha bien, los ramos estarán bien; sy los ramos se quebrantan o se tajan o reciben daño, maguer aya bien las raízes no se le paresçe aquel bien...”: El libro de los cien capítulos ..., cap. X, p. 14.

377 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) difundida era aquella que definía al soberano como la cabeza de un cuerpo 538 . Seguramente el que expresó mejor esta imagen, muy repetida, fue Egidio Romano 539 :

“...toda la república o la comunidad es así como un cuerpo, cuya cabeza es el rey y cuyos ojos son los sabios, e cuyas orejas son los alcaldes e jueces. E cualquier propósitos que reciben, las leyes e los mandamientos del Señor, e los ponen en ejecución. Cuya lengua e cuya boca son los abogados, cuyas manos son los caballeros, cuyos pies son los labradores. E así como la cabeza es mejor que todos los otros miembros, porque los guía e los da governamiento, así el rey deve ser mejor que todos los otros omnes. Donde dice San Ambrosio en el Exameron que con razón el rey es comparado a la cabeza por las nobles e buenas propiedades que han en ella. Ca ésta es más alta e puesta sobre todos los otros miembros, e es dotada de todos los sesos e apostada de especial hermosura. E dice adelante que muy mejor es que todos los miembros así como el cielo es mejor que todos los elementos, e como la torre mejor que todas las otras almenas de la cibdad, ca della viene descendimiento a las otras partes, bien así de la cabeza desciende proveimiento e fuerza a todos los miembros. Ca, ¿qué valdría la fuerza de los brazos ni la ligereza de los pies si no les viniese ayuda e poderío de la cabeza así como de su príncipe?. Ca por ella son defendidas todas cosas, e amparadas [...] por todas estas propiedades conviene al príncipe el nombre de cabeza, ca debe ser tal como la cabeza en el cuerpo del omne, ca es semejanza de la majestad de Dios...”

3.1.2.3.1. El rey defensor de la paz como ideología De la riqueza de imágenes existentes en torno al monarca castellano durante la baja Edad Media (en tanto que rey justiciero, protector, legislador, juez, vicario de Dios, etc.), puesta de manifiesto por José Manuel Nieto Soria, interesan aquí sobre todo dos de ellas, que, siendo antagónicas, reflejan en buena medida la visión popular que se tenía de los reyes: la imagen justiciera y protectora, por un lado, y la que definía al monarca como un tirano, por otro. Ambas imágenes aparecen en textos de todo tipo, aunque tal vez en donde gocen de más viveza sea en los textos poéticos 540 . En especial se apela a ellas, además de por motivos

535 “La ley e el rey e el pueblo son tres cosas que non pueden conplir uno syn otro lo que debe: como la tienda que es tres cosas: tienda e tiendal e cuerdas; e todas tres quando se ayuntan tienen grant sonbra e cumple mucho, lo que non faze sy son apartadas”: El libro de los cien capítulos ..., cap. I, pp. 1-2. 536 “Juntos estos dos reales cetros de Castilla y Aragón [los Reyes Católicos], procedieron en espacio de treinta años, que amos reinaron juntos...”: NIETO SORIA, J.M., Fundamentos ideológicos ..., p. 226. 537 “...es muro que los ampara que non rreçiban danno de los de fuera...”: Espéculo , MARTÍNEZ RUIZ, G. (Edit.), Ávila, 1985, libro II, título I, ley I. 538 “E lo que es más noble es la cabeça del reyno, e la cabeça del reyno es el rey”: Libro de los cien capítulos , cap. IV, citado en NIETO SORIA, J.M., Fundamentos ideológicos ..., p.. 225. En las Cortes de Briviesca se decía: “Et asý como por la cabeça se rrigen e goviernan los otros miembros corporales, asý el rey deve con gran diligençia e pensamiento buscar maneras por do sus pueblos sean bien regidos en paz e en justiçia”: Idem. Diego de VALERA escribía: “Ca el rey, con su reino es como un cuerpo humano, cuya cabeça es él; e así como todos los miembros se esfuerçan a defender e amparar la cabeça, así ella deve trabajar de regir e governar e ayudar los miembros”: Idem. Fernando del PULGAR, por su parte, afirmaba: “Porque en tiempo de división el rey, que es cabeza, no es acatado, y lo de la corona real está todo disipado y enagenado”: Idem. Sobre estos aspectos véase: KANTOROWICZ, E., Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval , Madrid, 1985, p. 417. 539 CASTROGERIZ, J. de, Glosa castellana ..., parte I, libro I, cap. V, pp. 28-29. 540 “Este nombre de rey de buen regir desciende; / quien ha buena ventura, bien así lo entiende; / el que bien a su pueblo gobierna e defiende / éste es el rey verdadero: tírese el otro dende”: “Del gobierno de la república”, en Rimado de Palacio de Pero López de Ayala… , pp. 85-88, en concreto p. 85.

378 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 propagandísticos, por parte de los individuos y grupos sociales que se benefician o salen perjudicados de las acciones realizadas por los monarcas. Eso sí, las dos están profundamente relacionadas con la idea de la paz regia. Como algún autor defiende, el rey en la Edad Media es un objeto religioso, algo pleno de sentido y, por ello, sin duda, “una de las figuras más importantes que el hombre ha elaborado” 541 . Se consideraba que el monarca poseía facultades taumatúrgicas, que era capaz de curar milagrosamente las enfermedades tan sólo permitiendo a los enfermos que le tocasen. En Castilla, concretamente, estaba dotado de poderes exorcistas, de la capacidad de expulsar a los malos espíritus del cuerpo de los endemoniados 542 . La gracia divina que imbuía a los reyes, siempre según la construcción ideológica que les rodea, es la que hace posible que sean capaces de llevar a cabo tales milagros 543 . Esa gratia 544 , para los soberanos franceses por ejemplo, no es sólo una virtud, también son cualidades como la benevolentia , la clementia , la misericordia , la pietas , etc., que no dependen del propio rey, sino que son otorgadas por Dios a él para definir su esencia como soberano, como regidor de los hombres 545 . En la Castilla del siglo XIII y de los siglos posteriores estas cualidades son sobre todo tres: merced, piedad y misericordia 546 . Tan sólo con ellas el rey podría cumplir sus obligaciones de honrar, amar y defender al pueblo. El rey era una abstracción al igual que el Estado, pero, al contrario que éste, era algo de carne y hueso 547 , lo que hizo que resultase más fácil definirlo en términos ideológicos, abocándole las cualidades que especificaban al hombre perfecto, según la Biblia : templanza, fuerza, equidad, sabiduría, misericordia, paciencia, astucia, etc 548 . La monarquía era la institución que rodeaba al rey, en la que “trabajaban” muchos individuos -en su mayor parte pertenecientes a la alta nobleza, aunque cada vez más juristas salidos de las clases medias de las ciudades- que por su proximidad al poder regio van a adquirir prestigio 549 . Ni ésta hubiera

541 ROUX, J.P., Le roi. Mythes et symboles , París, 1995, p. 13. 542 BERMEJO CABRERO, J.L., Máximas, principios y símbolos políticos (una aproximación histórica) , Madrid, 1986, p. 83. 543 Sobre estos aspectos véase: OAKLEY, F., “Divine sovereignty, papal miracle, royal grace”, en su obra Omnipotence, covenant and order. An excursión in the history of ideas fron Abelard todo Leibniz , Ithaca y Londres, 1984, pp. 93-122. 544 Sobre los orígenes del poder véase: DERRIDA, J., Fuerza de ley. El “fundamento místico de la autoridad” , Madrid, 1997. 545 GANSHOF, F.L., “La “gratia” des monarques francs”, A.E.M ., 3 (1966), pp. 9-26, en concreto p. 9. 546 ALFONSO X EL SABIO, Las Siete Partidas …, Partida 2ª, título X, ley II, fol. 30 r.-v. 547 Según Michel FOUCAULT (“Poder-cuerpo”, en Microfísica del poder …, pp. 103-110, en concreto p. 103) en la sociedad del siglo XVII el cuerpo del rey no era una metáfora sino una realidad política: su presencia física era necesaria para el funcionamiento de la monarquía. 548 GANSHOF, F.L., “La “gratia” des monarques francs...”, p. 12. 549 En los siglos XIV y XV lo más frecuente era que la voz “monarquía” se utilizase en el sentido de gobierno general del mundo por un solo poder efectivo, refiriéndose a un príncipe o a un prelado: MARAVALL, J.A., “El

379 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) podido sustentarse sin la ideología creada en torno al monarca, ni dicha ideología sin el concepto de bien común 550 vinculado al de paz 551 . En la vida diaria “arrancar las malas hierbas del huerto” para los reyes debía consistir en ejercer la justicia sobre todos los habitantes del reino, procurando a cada uno lo que le correspondiese: penas o galardones 552 . La justicia regia era “justa”, valga la redundancia, siempre y cuando, ejercida por un rey “imagen de Dios” 553 , garantizase al débil unas buenas condiciones de vida, aunque lo mantuviera en su debilidad para no ofender a los más poderosos 554 . El monarca justiciero había de garantizar el orden público 555 evitando el dolor producido por la delincuencia. Para eso, afirmaba Guillermo de Ockham, “lleva la espada: es agente de Dios, ejecutor de su reprobación contra el delincuente [...] El rey debe reprimir los robos, castigar los adulterios, acabar con los impíos, no dejar vivir a parricidas y perjuros [...] Rey prudente avienta a los malvados y hace rodar el trillo sobre ellos...” 556 En consecuencia, decían algunos intelectuales ya en el Medievo, la figura del rey surgió con la finalidad de defender el bien común de todos sin excepción. Jean-Paul Roux afirma, en este sentido, que si asumimos la aparición de los monarcas como paralela al establecimiento de los hombres en colectividades, para así asegurar mejor sus condiciones de vida, habremos de concluir que la realeza es un “arquetipo psicológico”, y que el rey era su materialización 557 . De otra forma no se explica la diferencia que en la Edad Media se hacía entre los poderosos que rodeaban al monarca, hacia los que eran dirigidas las iras del pueblo al sentirse oprimido, y el propio monarca, intocable en tanto que emblema del funcionamiento del orden 558 . La justicia del rey estaba vinculada a la idea de la ejecución de las condenas en los malhechores, por un lado, y a la idea del temor “positivo” hacia los soberanos -en tanto que concepto de monarquía en la Edad Media española”, en su obra Estudios de Historia del pensamiento español... , pp. 57-77, en concreto p. 72. 550 “...rey es aquel que dirige la sociedad de una ciudad o provincia hacia el bien común: de ahí que diga Salomón: El rey manda que toda la tierra le sirva...”: SANTO TOMÁS DE AQUINO, La monarquía ..., libro I, estrofa VII, pp. 10-11. 551 BLICKLE, P., “El principio del “bien común”...”, p. 30. 552 “...toller las contiendas de entre los omes, faziendo justicia e derecho, librando a los apremiados del poder de los torticeros, e ayudando a las biudas e a los huérfanos, que son gente flaca, e aún a los estraños, que non reciben tuerto ni daño en su tierra [...] a su officio pertenesce señaladamente de ayudar e amparar a tales personas como éstas sobre todas las otras de su señorío...”: ALFONSO X EL SABIO, Las Siete Partidas ..., Partida 2ª, título X, ley II, fol. 30 r-v. 553 “...se toma parte de Dios, que es galardonador de todos los bienes e de todos aquellos que le quieren manejar; e entre todos los omnes el rey debe más semejar a Dios, porque especialmente trae en sí la imagen de Dios en gobernar al pueblo, así como Dios gobierna el mundo todo...”: CASTROGERIZ, J. de, Glosa castellana ..., parte I, libro I, cap. XIII, p. 65. 554 DIOS, S. de, Gracia, merced y patronazgo real. La Cámara de Castilla... , p. 421. 555 Sobre estos aspectos véase: NIETO SORIA, J.M., Fundamentos ideológicos ..., pp. 152-155. 556 OCKHAM, G. de, Ocho cuestiones …, cuestión I, cap. IV, pp. 15-16. 557 ROUX, J.P., Le roi. Mythes et symboles ..., p. 19. 558 VALDEÓN BARUQUE, J., “Resistencia popular y poder monárquico...”, p. 636.

380 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 sólo habían de padecerlo los “malos”, y era beneficioso para los “buenos”-, por otro. Según Guillermo de Ockham, y según todos los intelectuales en la baja Edad Media, el príncipe estaba “principalmente establecido para corregir y castigar legítimamente a los delincuentes”, “para que se reprima la osadía humana y estén seguros los inocentes entre los malvados”. De lo contrario su impunidad haría peligrar el bien común 559 . Durante el siglo XIII en Castilla algunos escritos ya se refieren de forma clara a esta idea. En El libro de los doce sabios , por ejemplo, se dice que el rey debía castigar a los malos, a aquellos que van en contra del servicio de Dios y del pro común del reino “e roban a los que poco pueden, e los toman lo suyo contra su voluntad, o cometen o fazen trayçiones o maldades”, para luego definir al monarca como 560 :

“...pastor de las obejas, que ha de dar vía por donde usen y vayan; destruydor de los malos; enmendador de los malos usos y costumbres; refazedor de los bienes; ygualador de las discordias, vezes con saña, vezes con buenas palabras; enseñador de las virtudes; destruydor de los pecados; e pena de la maldat e gloria de la bondad; defendimiento del pueblo; poblador de la tierra; pértiga de la justicia...”

En términos similares se expresa un texto totalmente distinto, el Espéculo , obra legislativa de Alfonso X 561 :

“...el rrey es cabeça de ssu rreyno e es ayuntamiento de ssu pueblo, e vida e assentamiento dellos para ffazer aver a cada uno el lugar quel conviene, e guardarlos en uno, que non sse departan. E es muro que los anpara que non rreçiban danno de los de ffuera. E es mantenedor de los menores que non perezcan. E es apremiador de los mayores que non sean soberbios. E es esfforçador de los mezquinos que non enflaquezcan, e rrefferidor de los acuçios para ffazer mal. E porque él tuelle las cosas ssobeianas e cumple las minguadas, e pazigua e eguala a todos...”

Frente a los “malos” el rey debía mantener la templanza en su forma de actuar, la clemencia cuando fuera necesario, y la “saña o crueldad”, la ira incluso 562 , si la situación lo requiriese 563 . El mantenimiento de la paz y el ejercicio de la justicia solicitaban una

559 OCKHAM, G. de, Ocho cuestiones …, cuestión III, caps. VIII y X, pp. 115 y 117-118 respectivamente. 560 El libro de los doce sabios o Tractado de la nobleza y lealtad (ca. 1237) , WALSH, J.K. (Edit.), Madrid, 1975, cap. IX, pp. 83-84. 561 Espéculo ..., libro II, título I, ley I. 562 “E guardadvos de herrar al rey con ningúnd yerro grande nin pequeño, ca ellos han por bien de contar el yerro pequeño por muy grande [...] Dios vos guarde de la saña del rey, ca en el mundo non ha peor saña; manda matar al reyendo; manda destroyr al jugando; a las vezes faze grande escarmiento por pequeña culpa e a las vezes perdona grand culpa [...] El rey derrama como león e ensáñase como niño; el rey es de penado amor e de brava pena, e quando se ensaña non dubda de penar los suyos [...] de qualquier pena que se le antojare [...] matar los ha con la lança primera que le acaesciere de las lanças de su yra [...] La yra del rey es tal como el espada que sale de su vayna que la non puede aquedar...”: El libro de los cien capítulos ..., cap. V, pp. 7-8. 563 “...los reyes sois nombrados, sois llamados padres de la tierra: esto porque conozcáis el poder a vos dado, e de aquél sepáis bien usar, pareciendo a los buenos padres, los quales sus hijos amados a vezes castigan con palabra,

381 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) persecución constante de aquellos que se atrevieran a realizar el mal. El castigo había de ser una espada de Damocles constantemente dispuesta a acabar con los malhechores 564 , impidiendo que el reino se convirtiera en una “cueva de ladrones” 565 . Por ello, se dice en El libro de los doce sabios poniendo el ejemplo de Alejandro Magno -cuya fama más conquistó “que los golpes de sus espadas” 566 -, el monarca había de ser temido por los hombres. En El libro de los cien capítulos , por su parte, para buscar una legitimidad lógica a lo necesario de la existencia de un rey justiciero, se crea un círculo vicioso. Se advierte que el rey necesita individuos sobre los que gobernar, y éstos “aber” (alimentos, ropas, etc.) con que sobrevivir. Este “aber” sólo puede conseguirse mediante el trabajo de las tierras que dichos individuos realizan, pero para realizarlo era necesario que el rey hiciese que la justicia reinara 567 Por todas estas razones el rey siempre había de ser reflexivo 568 , excepto en un caso, cuando se encontrara a sus enemigos; “Aquí non ay que pensar, salvo ferir reziamente e pasar adelante” 569 . Estaba obligado a ganarse la obediencia de sus súbditos sobre todo por el amor más que por el miedo, pero debía ser tan bravío con los malos como misericordioso con los buenos, y debía matar a aquél cuya muerte fuese “vida de muchos” 570 . En este sentido, reflejando casi de forma literal algunos de los argumentos que aparecen en El libro de los doce sabios 571 , se dice en El libro de los cien capítulos 572 :

“…ca mejor tienpo del mundo es el tienpo del rey justiçiero. Los [años] qualesquier que vengan en el tienpo del rey justiçiero más valen que años buenos que vienen en el tienpo del rey sin justiçia; e el rey justiçiero non consiente fuerça nin sobervia, que vale más que todas las cosas; e lo que es más noble es [la] cabeça del reyno, e la cabeça del reyno es el rey. La cosa por que más vale el rey es la justiçia e merçed...”

Esta imagen justiciera del rey, basada en una concepción hobbesiana que afirmaba que de no existir los monarcas los hombres se aniquilarían entre sí 573 -“por fuerça de natura conviene que ffuese rrey” 574 -, tenía un origen bíblico 575 . Se apoyaba en algunos escritos del

a vezes con açote, e muy a tarde contece matarlos, salvo constreñidos por estrema nesçesidad...”: VALERA, D. de, Epístolas ..., p. 4 a. 564 El libro de los doze sabios ..., cap. XXI, p. 95. 565 ANÓNIMO, Tratado de la comunidad ..., cap. III, pp. 109-110. 566 El libro de los doce sabios ..., cap. XXVI, pp. 97-98. 567 El libro de los cien capítulos ..., cap. I, p. 2. 568 SALISBURY, J. de, Policraticus ..., libro IV, cap. VIII, p. 332. 569 El libro de los doce sabios... , cap. XLII, p. 109. 570 El libro de los cien capítulos ..., cap. VI, pp. 9-10. 571 “Mucho deve amar la justiçia el rey o prínçipe o regidor de tierra, como sola ella es la cabeça de su señoría e poderío. Quel prínçipe que non es justiçiero e non obra justicia non es digno de su ofiçio nin de sý mesmo. E el miedo que los otros han de aver dél, ha él dellos...”: El libro de los doze sabios ..., cap. XVIII, pp. 92-93. 572 Idem, cap. IV, p. 5. 573 Idem, cap. I, p. 2. 574 Espéculo ..., libro II, título I, ley III.

382 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Antiguo Testamento , sobre todo de los Salmos 576 . Al contrario, su imagen protectora tenía un origen más relacionado con el Nuevo Testamento 577 . La concepción del rey como protector era más benevolente, y no estaba tan vinculada a la idea del castigo como a la de la defensa de los desvalidos, de los pobres (huérfanos, viudas, enfermos, ancianos, lisiados, mendigos...) que sufrían los abusos de los poderosos. Ambas imágenes, en todo caso, la justiciera y la protectora, siempre se confunden. En una composición poética de fray Diego de Valencia, por ejemplo, se dice 578 :

“Ssea rrey de paz, en justiçia fundado, en todos los bienes solícito, apuesto, cortés e amoroso, de todos amado, en todos sus fechos sea bien conpuesto [...] de biudas e pobres sea guardador, e guarde derecho a todos igualmente: de villas, çibdades sea fundador [...] Ssea muy amado de toda la gente...”

Defender a los débiles (rey protector) para éstos era lo mismo que castigar a sus opresores (rey justiciero), y cuando los reyes no lo hicieron no dudaron en tomarse la justicia por su mano bajo el grito de “¡viva el rey!”, identificándose a sí mismos como los medios de ejecución de la justicia regia. Cuando se apelaba al rey justiciero de las dos dimensiones características de la justicia, el mantenimiento del orden público y la administración judicial propiamente dicha 579 , se hacía referencia a la primera. Por eso desde la alta Edad Medía se decía que la misión principal del rey era “tener la paz del poblo” 580 , usando de mansedumbre y derecho para con él, y haciendo la guerra y la paz -entendida ésta como paz pública 581 -. El papel del monarca a lo largo del Medievo siempre consistió en ordenar, prohibir y castigar, y su definición a fines del siglo XV en Castilla aún continuaba influenciada por la que los visigodos crearon, amparándose en la legislación romana vigente en su época 582 .

575 A estos aspectos también se refieren los Salmos 101, 1-8, y el Deuteronomio 17, 14-20. 576 ”Otorga, ¡oh Dios!, al rey tu juicio, / y tu justicia al hijo del rey, / para que juzgue a tu pueblo con justicia / y a tus oprimidos con equidad. / Aporten los montes la paz para el pueblo, / y los collados la justicia. / Haga justicia a los oprimidos del pueblo, / salve a los hijos del menesteroso / y quebrante a los opresores...”: Salmos 72, 1-4. 577 SALISBURY, J., de, Policraticus ..., libro VIII, cap. XVII, p. 719. 578 FERNÁNDEZ VILLAPALOS, R., La escuela didáctica y la poesía política en Castilla durante el siglo XV , Madrid, 1902, pp. 53-54. 579 MONSALVO ANTÓN, J.Mª., “Gobierno municipal, poderes urbanos y toma de decisiones en los concejos castellanos bajomedievales…”, p. 424. 580 Fuero Juzgo en latín y en castellano , Madrid, 1815, titulo I, ley IX. 581 GRASSOTTI, H., “Organización política, administrativa y feudo-vasallática de León y Castilla durante los siglos XI y XII”, en Los reinos cristianos en los siglos XI y XII. Historia de España de Ramón Menéndez Pidal , vol. X, tomo II, Madrid, 1985, pp. 1-286, en concreto pp. 21 y ss. 582 “...los príncipes deven seer de la fet christiana, et deven la fet defender del engano de los iudíos et del torto de los hereges. Convien seer en el iuicio muy mansos et muy piadosos, et deven seer de muy bona vida, et deven

383 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Fernando de la Torre, sin embargo, expresó una visión cada vez más vigente a medida que se avanza hacia la Edad Moderna. Según él, un monarca tan sólo podría llamarse justiciero, bueno y buen gobernante cuando tuviera que andar rogando a sus súbditos que sirviesen en los oficios públicos y éstos intentaran evitarlo; es decir, cuando la labor política no estuviese vinculada a la ambición personal, a los deseos de adquirir riqueza y poder. Cuando sea así, afirmaba, habrá triunfado la imagen del rey justiciero y protector; ya no será torcido el juicio del pobre ni su derecho por el rico, ni el del impotente por el poderoso; tampoco se querellarán a Dios en secreto las viudas y los huérfanos... 583 En efecto, a medida que avanza el Estado moderno cada vez se concibe al rey más como un administrador del reino 584 . Los Reyes Católicos fueron los últimos “reyes juzgadores”, tanto en lo relativo a la administración de justicia como en lo que tiene que ver con la defensa del orden 585 . La obligación de salvaguardar la justicia y la paz entre sus súbditos es la que legitima el anhelo de poder que a lo largo de la baja Edad Media mostraron los reyes de Castilla 586 . Por ello no es extraño que sea precisamente en el siglo XV cuando las apelaciones al “poderío real absoluto” 587 de los monarcas adquieran mayor importancia, sobre todo entre 1445 y 1469, dos fechas que acotan un período altamente conflictivo. Hasta 1420, escribe José Manuel Nieto Soria, la expresión “de mi propio motu, ciencia cierta y poderío real absoluto” era sólo una fórmula burocrática con un valor simbólico, condenada a desaparecer 588 . Desde entonces, y en especial desde 1445, tanto las fuerzas promonárquicas como sus contrarios la utilizaron: las primeras para ensalzar lo necesario de una autoridad regia fuerte que mantuviese el orden; los segundos para definir como tiranos a los monarcas que, desde su punto de vista, empleaban mal el poder regio 589 . seer de bon seso, et deven seer mais escasos que gastadores: nen deven tomar nenguna cosa por porfía de sos sometidos, nen de sos poblos, nen los facer que fagan escripto nen negún otorgamiento de suas cosas. Ca si lo fecieren aquellas cosas non deven aver sos fillos, nen nas partir, mes deven ficar enno regno. Et nenas cosas quellos foron dadas, o que ganaren, non deven atender solamientre el so provecho; más el derecho de so poblo o de sua tierra”: Fuero Juzgo …, título I, ley II. 583 TORRE, F. de la, Libro de las veinte cartas ..., pp. 8-9. 584 VILLAPALOS, G., Los recursos contra los actos de gobierno en la baja Edad Media , Madrid, 1976, p. 21. 585 MERCHÁN FERNÁNDEZ, A.C., Gobierno municipal y administración local en la España del Antiguo Régimen , Madrid, 1988, p. 25. 586 DIOS, S. de, El Consejo Real de Castilla (1385-1522) , Madrid, 1982, p. 361. 587 Las fórmulas que se utilizaban eran; non obstante lege , lege aliqua , de cierta ciencia, de cierta sabiduría, de nuestro llenero poderío real, de poderío real absoluto, de cierta ciencia, no obstante lege aliqua , ex certa scientia ... Sobre estos aspectos véase: DIOS, S. de, Gracia, merced y patronazgo real ..., pp. 71 y ss. 588 NIETO SORIA, J.M., “El “poderío real absoluto”...”, p. 228. 589 En el Memorial del bachiller Marquillos de , escrito por los rebeldes a Juan II en la revuelta de Toledo de 1449, se decía: “Mienten como proditores lisonjeros, destruidores y como aquellos que con lisonjas, falsedades y mentiras hazen errar a su rey, y le hazen entender que puede usar de su poderío absoluto...” Citado en NIETO SORIA, J.M., Fundamentos ideológicos. .., p. 126. Según Stephen HALICZER, la descripción del tirano de intelectuales como Rodrigo SÁNCHEZ DE ARÉVALO sirvió para criticar a Carlos I: HALICZER, S., Los comuneros de Castilla. La forja de una revolución. 1475-1521 , Valladolid, 1987, p. 182.

384 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Gracias a esta disputa, y a pesar de mantenerse el debate, a la altura de la década de 1470 la concepción del poder regio ha cambiado. Ya nadie duda que el poderío de los reyes es absoluto, pero sí de su uso. Ahora las discusiones se centran en aclarar si este poder absoluto había de usarse de forma excepcional o cotidiana en el ejercicio del gobierno. Tampoco se duda de la tónica que ha de dirigir dicho poderío: el rey al ejercer su autoridad debía olvidarse de sí mismo y actuar, sólo y exclusivamente, en servicio de sus súbditos. De lo contrario su dominio político, su potestad, en tanto que dispuesta no para el servicio de sus sometidos sino para su uso en beneficio propio, podía llegar a convertirse en un peligro “brutal” 590 . Por esta razón, afirmaba Santo Tomás de Aquino, y antes de él todo el pensamiento de la Edad Media, el peor régimen político que existe es la tiranía 591 . Si en virtud de su poder absoluto, y siguiendo las palabras de Juan de Salisbury, lo que el rey prohíbe es un crimen y lo que manda es justo592 , el tirano podía llegar a establecer un régimen totalmente arbitrario e inicuo, en el que todo individuo que obrara con bondad se convirtiera en un delincuente digno de ser penado. Si al rey se le reconocía por sus “maravillosas obras” y “fechos nobles e exçelentes”, al tirano le caracterizaban sus acciones “terribles”. El buen monarca era capaz de hacer que el “pueblo movedizo” 593 le obedeciera por la admiración y el respeto. Al tirano sólo le obedecía por miedo a la venganza. Si bien sobre todo un rasgo diferencia al mal y al buen rey. Éste respeta las leyes justas creadas por él sintiéndose un servidor del pueblo 594 , a cuyos integrantes considera como poseedores de una naturaleza igual a la suya 595 . El tirano no cree ni en las leyes -aquellas que él establece son tiránicas 596 - ni en sus súbditos. Considera tanto a las primeras como a los segundos meros instrumentos destinados a garantizarle unas buenas condiciones de vida. Para él sólo hay unos intereses que defender: los suyos propios. Además, el tirano es débil, y esta debilidad le hace odiar el mundo. Su falta de fuerza para refrenar sus deseos y sus ansiedades hace que proyecte su rencor hacia los que le rodean y hacia sus súbditos. Si el rey es “fundamento del pueblo, e padre del regno, e cabeça de la comunidat” 597 , el tirano es la destrucción del pueblo, el enemigo del reino y la negación de la comunidad. Es la antítesis de ese buen monarca que 598 :

590 ASÍS, A. de, Ideas sociopolíticas de Alonso Polo (el tostado) , Sevilla, 1955, pp. 22 y ss. 591 SANTO TOMÁS DE AQUINO, La monarquía ..., libro I, cap. III, estrofa X, p. 17. 592 SALISBURY, J. de, Policraticus ..., introducción, p. 91. 593 ANÓNIMO, Tratado de la comunidad …, cap. XI, fol. 42 a, p. 113. 594 SALISBURY, J., de, Policraticus ..., libro IV, cap. I, p. 306. 595 ANÓNIMO, Tratado de la comunidad... , cap. XVII, fol. 44 b, pp. 119-120. 596 Ernst KANTOROWICZ habla de “tiranía del Derecho” en Los dos cuerpos el rey ..., p. 223. 597 ANÓNIMO, Tratado de la comunidad …, cap. XIII, fol. 43 a, p. 116. 598 Idem, cap. XVI, fols. 46 d-47 a, p. 127.

385 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

“...ha señoría e govierno sobre sus deseos carnales. E aquéllos son llamados reyes, los quales [...] refrenan luxuria e gula, e tenplan avariçia, e abaxan la vanagloria, quebrantan enbidia e mala voluntad, e matan el fuego del furor. E los tales son verdaderamente reyes, que todo rey deve trabajar más por regnar sobre sí mismo e subjudgar la çensulidat, que conquerir todo el mundo...”

La actitud de los súbditos con respecto al tirano no está definida. Normalmente no se habla de tiranos como tales, sino de buenos y de malos reyes. Para unos autores cuando un monarca no actuaba bien había que deponerle, sustituyéndole por otra persona más capacitada para actuar de forma correcta. Para otros, la mayoría, la obediencia estaba por encima de todo comportamiento del rey. El principal deber de los súbditos respecto al soberano, la obediencia pasiva 599 , debía primar porque llevaba implícita, según de John Neville Figgis, una obligación de no resistir 600 a la autoridad establecida -como hizo Jesucristo 601 -. “Obediençia”, se dice en El libro de los cien capítulos , “es salvamiento de la fee, e es governamiento del pueblo [...] es el camino que deve omne seguir, ca con ella se enderesça la fazienda del rey e el fecho de la ley”. Con ella “se cunple la ley e se enderesça el reyno, [...] se derriban los rencores [...] se afirma la ley” 602 . Por ello 603 :

“Los que son obedientes a su rey son seguros de non aver bolliçio en su reyno, e de non crecer entre ellos cosa por que se aya de desfazer su comunidad nin por que ayan a salir de regla nin de derecho, pues [Dios] ha dado [poder] a los reyes, e a dado a nos por deber por ley que los obedezcamos e que nos guiemos por ellos, e que seamos pagados de los que tienen por bien [...] 604 . El rey es fiel e igualador de Dios sobre aquel pueblo que le metió en poder...”

Estas ideas estaban arraigadas. Un dirigente político de Toledo a principios del siglo XVI, por ejemplo, en un debate sobre un mandato regio afirmaba que había que cumplirlo porque en el pecho del rey está la ley 605 . Para legitimar este argumento los intelectuales siempre afirmaron que el rey, la ley y Dios hacían “hermandad en uno, e grande atenençia” 606 . Por ello, al igual que el que no creyera en Dios estaba condenado a sufrir su ira, el que desobedeciese al rey (“senescal de cielo” 607 ), y a sus leyes, del mismo modo, habría de ser

599 FIGGIS, F.N., El derecho divino de los reyes , Madrid, 1970, p. 150. 600 Idem, p. 162. 601 SALISBURY, J. de, Policraticus ..., libro IV, cap. VI, pp. 320-321. 602 El libro de los cien capítulos ..., cap. III, p. 4. 603 Idem, cap. IV, p. 6. 604 Idem. 605 A.G.S., S.E., leg. 1 (2), fol. 202. 606 Sobre estos aspectos véase: BERMEJO, J.L., “Principios y apotegmas sobre la ley y el rey en la baja Edad Media castellana”, Hispania , 129 (1975), pp. 31-47. 607 Sobre las concepciones del rey de Castilla como senescal de Dios véase: NIETO SORIA, J.M., Fundamentos ideológicos.. ., pp. 246-247.

386 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 víctima de la ira, en este caso regia 608 . Se necesitaba este tipo de legitimación teológica609 porque, de acuerdo con la teoría de los dos cuerpos del rey vigente en Castilla a finales del Medievo, el monarca “segúnt umanidat” no era “mayor” que aquellos hombres sobre los cuáles quería “usar de poder absoluto o echar su saña” 610 . Esto es, en palabras de Diego de Valera, lo que “...al pueblo rudo e grosero conviene pensar” 611 . Según él, el pueblo debía creer que “en esta machina e redondeza del mundo aya alguna cosa agena del onbre, por pobre que sea; que el onbre discreto no piensa en el mundo aver alguna cosa agena a sí, nin cree en este universo venir cosa provechosa o dañosa de que parte no aya...” 612 En este sentido, como en otros muchos, de nuevo es Rodrigo Sánchez de Arévalo el que aporta algunas de las ideas más interesantes en cuanto a la concepción del rey y del tirano. En primer lugar, desde su punto de vista el mejor monarca es aquel que,

608 El libro de los cien capítulos ..., cap. III, p. 4. 609 Aquí podríamos entrar en un debate que aún sigue abierto, pero no nos detendremos en él; nos referimos al tema de la sacralidad o no de la realeza castellana. Mientras Teófilo F. Ruiz (RUIZ, T.F., “Unsacred monarchy: the kings of Castile in the late Middle Ages”, en WILENTZ, S. (Edit.), Rites of power. Symbolism, ritual and politics since the Middle Ages , Philadelphia, 1999, pp. 13-38) o Peter Linehan (LINEHAN, P., “Frontier kingship Castile. 1250-1350”, en BOUREAU, A. y CLAUDIO-SERGIO, I. (Dirs.), La royauté sacrée dans le monde chrétien. Colloque de Royaumond, mars, 1989 , París, 1992, pp. 71-79) insisten en que los monarcas de Castilla, a pesar de serlo por la gracia de Dios, no se consideraban poseedores de un poder especial de naturaleza sacra, por lo que la monarquía no era sagrada, José Manuel Nieto Soria afirma lo contrario (NIETO SORIA, J.M., “La monarquía bajomedieval castellana. ¿Una realeza sagrada?”, Homenaje al profesor Juan Torres Fontes , Murcia, 1987, vol. II, pp. 1.225-1.237), reivindicando las similitudes de las realezas hispanas con las del resto del Occidente medieval. En el fondo, como muchos otros debates abiertos en el presente, todo se reduce a una cuestión terminológica. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua sagrado es aquello “digno de veneración por su carácter divino o por estar relacionado con la divinidad”, y el vínculo de los reyes de Castilla con Dios en la Edad Media es evidente. Ahora bien, ¿eran venerados?. Venerar es “respetar en sumo grado a alguien por su santidad, dignidad o grandes virtudes, o a algo por lo que representa o recuerda”. Al menos los ideólogos de los reyes veneraban a los monarcas, de los cuáles defendían que eran capaces de curar a endemoniados, y que ostentaban tal poderío que no obedecer un mandamiento suyo era incurrir en un sacrilegio (“Onde en tanto grado amonestan a esta obediencia y reverencia, que reputan ser crimen de sacrilegio juzgar o reprehender lo que´l príncipe faze”: SÁNCHEZ DE ARÉVALO, R., Suma de la política ..., libro II, cap. XIII, p. 303, citado por NIETO SORIA, J.M., Fundamentos ideológicos ..., p. 245) o en la herejía (“E digieron que elegían por Rey e Señor destos mis regnos al dicho Infante D. Alfonso mi hermano: lo qual todo quanto esto sea caso de heregía e traición, e de cosa sacrílega”: Memorias de don Enrique IV de Castilla , tomo I, doc. CXXIV, pp. 498-499, citado en Idem, pp. 245-246). Aunque tan sólo sea partiendo de esta simple aclaración semántica, en lo que a las ideas políticas vigentes en la Castilla bajomedieval se refiere, las tesis de José Manuel Nieto Soria parecen bastante acertadas (Se dice en la obra Laberinto de fortuna , de Juan de MENA: “La vuestra sacra e real majestad...”: NIETO SORIA, J.M., Fundamentos ideológicos ..., p. 245). Otra cosa distinta es que; por un lado, se intente defender una idea de lo sacro que no corresponda con ésta, la cual debería ser explicada, para evitar malentendidos (Jacques Le Goff, por ejemplo, siguiendo los planteamientos de Marc Bloch, prefiere hablar de lo sacro, lo religioso, lo eclesiástico, lo sacerdotal, lo taumatúrgico, etc.: REVEL, J., “La royauté sacrée: élements pour un débat”, en BOUREAUR, A. y CLAUDIO-SERGIO, I. (Dirs.), La royauté sacrée... , pp. 7-17, en concreto p. 9); por otro, no se tenga en cuenta el contexto político-militar en que aparecen las ideas relativas a la sacralidad regia; y, por último, se lleven dichas ideas de la realeza sagrada al ámbito de la vida cotidiana (BOUREAU, A., “Un obstacle à la sacralité royale en Occident. Le principe hiérarchique”, en BOUREAUR, A. y CLAUDIO-SERGIO, I. (Dirs.), La royauté sacrée... , pp. 29-37), en el que las posibilidades de comprobar el calado social de la concepción sacra de los monarcas son casi inexistentes. 610 ANÓNIMO, Tratado de la comunidad …, cap. XII, fol. 42 b-c, p. 114. 611 VALERA, D. de, Epístolas , B.A.E., tomo CXVI, Madrid, 1959, pp. 3-34, en concreto p. 7 b. 612 Sobre estos aspectos relacionados con la necesidad de transfigurar el poder para garantizar la dominación de unos hombres que no quieren ser dominados véase: GARCÍA PEÑAYO, M., Los mitos políticos ..., pp. 38-63.

387 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) poseyendo un poder reconocido, no lo emplea de forma cotidiana y respeta las leyes no mostrándose nunca dispuesto a modificarlas a no ser que fuesen dañinas 613 . Además, no considera que ese poder sea absoluto, sino que está limitado al menos en cuatro aspectos: el rey no debe juzgar al que no es de su jurisdicción (clérigos, por ejemplo); ni sin acusador; ni tampoco a su libre albedrío. Del mismo modo, también le está prohibido reducir la pena al malhechor condenado si se lo pide la parte acusadora 614 . No obstante, para Rodrigo Sánchez de Arévalo “son todos los súbditos obligados [para con el rey]” a manifestar ante él sujeción, reverencia, honor y obediencia, y esto es así por tres causas: “por los mandamientos divinales”; por “los preceptos e establecimientos umanos [...] Ca todas las leyes scriptas, assí de gentiles como de católicos, dizen que pues el rey es una ymagen de Dios en la tierra, toda criatura le deve abaxar la cabeça [...] que reputan ser crimen de sacrilegio juzgar e reprehender lo quel príncipe faze”; y por uso y costumbre 615 . En cuanto a lo que estas obediencia, “lealtad e fee” significan como tales, afirma que consisten en tres cosas: obedecer y reverenciar a los reyes; socorrerles y darles ayuda; y apartar de ellos todo mal y daño 616 . A cambio los monarcas habían de disponer al pueblo para conseguir un fin deseado, eliminar los obstáculos que impidieran que ese fin se convirtiese en una realidad, y ayudar a dicho pueblo a conseguirlo 617 . Ese “deseado fin político”, según Rodrigo Sánchez de Arévalo, era “vivir en la çibdad alegre e abundantemente para obrar según virtud 618 ”. Ahora bien, para alcanzarlo el gobernante había de demostrar que estaba dotado de todas las cualidades que le singularizaban con respecto al tirano. Debía ser: justo, inocente, amigable, piadoso, gracioso, verdadero, prudente, “bien acordable”, inteligente, proveído, circunspecto, enseñable, bien flexible, temperado, continente, clemente, modesto, fuerte, magnánimo, magnífico, liberal, paciente, constante, manso y humilde 619 , además de amante de Dios, buen católico, defensor de la ley de Cristo, pacífico, solícito, presto, cortés, amoroso, hermoso, gracioso y de lindo gesto 620 . En la medida en la que el rey se comportase de forma contraria a más de todos estos rasgos se acercaría en mayor grado al tirano perfecto, definido por Santo Tomás de Aquino como “un león rugiente y un oso hambriento [...] sobre el pueblo pobre” 621 .

613 SÁNCHEZ DE ARÉVALO, R., Suma de la política ..., libro II, consideración X, p. 116. 614 Idem, libro II, consideración XI, pp. 119-120. 615 Idem, libro II, consideración XIII, p. 124. 616 Idem, libro II, consideración XVI, p. 131. 617 Idem, libro II, prólogo, p. 85. 618 Idem, libro II, introducción, p. 87. 619 Idem, libro II, consideración III, p. 93. 620 NIETO SORIA, J.M., Fundamentos ideológicos ..., p. 86. 621 SANTO TOMÁS DE AQUINO, La monarquía ..., libro I, cap. III, estrofa XIII, p. 21.

388 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

DIFERENCIAS ENTRE EL REY Y EL TIRANO SEGÚN RODRIGO SÁNCHEZ DE ARÉVALO 622

RASGOS REY TIRANO Unidad del pueblo Procura paz entre sus súbditos Divide a los súbditos Riqueza del pueblo Enriquece al pueblo Empobrece al pueblo Riqueza de la monarquía Gasta las rentas en servicio de Dios y Gasta las rentas en provecho y placeres provecho de sus reinos propios Fiscalidad Impone pocos tributos Esquilma al pueblo Sentimientos del pueblo Es amado Es temido Bienes del pueblo No confisca bienes Confisca bienes Cualidades individuales Premia a los nobles y virtuosos Premia a los malos y viciosos Mujeres Honra a las mujeres Divide matrimonios Aptitud personal Es templado Cae en la gula Magnificencia Levanta grandes edificios Atesora el dinero Sabiduría y honestidad Acata a los sabios Menosprecia a los doctos Política de expansión Procura acrecentar sus reinos con Conquista sin mirar a la justicia territorial del reino justicia

El mal rey, el tirano, era, en definitiva, una negación del monarca justiciero y protector. En vez de defender oprimía; en vez de salvaguardar la paz ocasionaba enfrentamientos; en vez de dar a cada uno lo suyo no daba a nadie lo que merecería. En vez de gobernar, haciendo de su vida una carrera de servicio público a los demás, hacía de lo público una herramienta para el servicio propio. Así se lo hicieron saber los toledanos a Juan II en un memorial que le enviaron, según señala el cronista Pedro Carrillo de Huete, en el que se repasaban uno a uno los principales problemas que desde su punto de vista existían en Castilla 623 ; debidos al poder tiránico que estaba ejerciendo el condestable Álvaro de Luna.

DIFERENCIAS ENTRE EL REY Y EL TIRANO SEGÚN LOS REBELDES CONTRA JUAN II EN TOLEDO DURANTE 1440 (SEÑALADAS POR EL CRONISTA PEDRO CARRILLO DE HUETE)

RASGOS REY TIRANO Relación con Dios Ama a Dios Ama las cosas malas y perversas Validez de las leyes Sus leyes son provechosas a todos Sus leyes buscan un provecho singular propio y el daño del pueblo Bien común Sus actos buscan el bien común Todo lo hace pensando en robar a sus súbditos Búsqueda de la honra Busca la honra Busca desordenados provechos Condiciones de sus súbditos Hace buenos y virtuosos a sus Le place que todos sean malos y no súbditos concuerden entre sí Riqueza de la monarquía Distribuye las rentas en cosas Malgasta las rentas en cosas no provechosas y honestas honestas Amor a Súbditos Debe amar a todos Odia a todos sin razón Respeto No menosprecia a nadie Hace injurias y males a los que le

622 SÁNCHEZ DE ARÉVALO, R., Suma de la política... , libro II, consideración III, pp. 93-98. Citado en TEJADA Y SPÍNOLA, F.E. de, Historia de la literatura política de las Españas. Tomo II. La baja Edad Media castellana , Madrid, 1991, p. 284. 623 CARRILLLO DE HUETE, P., Crónica del halconero de Juan II , MATA CARRIAZO, J. de (Edit.), Madrid, 1946, pp. 319 y ss.

389 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

place Honra Honra sobre todo a los grandes y Odia más a los más poderosos nobles Temeridad No debe ser cruel Se muestra temerario a todos Individuos que le guardan Conociéndose amado deja que sus Sintiéndose temido busca la escolta naturales le guarden de los extranjeros

En el memorial se aplicaban a la realidad política las ideas relativas al tirano vigentes a fines del Medievo para criticar, por una parte, la actuación no gubernativa de Juan II, y, por otra, la actitud despótica de Álvaro de Luna, verdadero gobernador de Castilla. En él se releían los hechos a través de las ideas para ennegrecerlos más de lo que ya de por sí estaban. Por ello al final del escrito, siempre según Pedro Carrillo de Huete, aparece una frase misteriosa 624 : “la más suzia e aborrecible cosa a Dios e a natura 625 que se fabla entre todos los viçios, lo qual fue sienpre más denostado en España, en especial en la generaçión de estos vuestros reynos, que por alguna que honbre sepa, a que por fealdad non se puede onestamente nonbrar ni declarar por la presente, mas de sólo tanto que a los grandes honbres e a otros de vuestros rreynos e señoríos han muy grande temor de enviar criar e dominar a vuestra rreal corte e palaçio los fijos ny las fijas...” La lujuria era esa cosa tan aborrecible a la que sin nombrarse se hace referencia. Según los rebeldes de Toledo, a causa de un tirano la corte de Juan II vegetaba sumida en el desenfreno. Por eso pedían al rey que gobernara personalmente, que no se dejase llevar por su condestable.

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3.1.2.3.2. Los privilegios reales y la definición de la comunidad “Sea, pues, padre y marido para sus súbditos, y si conoce algún efecto más entrañable empléelo. Procure más ser amado que temido y muéstrese tal con sus vasallos que éstos antepongan por devoción su vida a la de ellos mismos, y consideren su incolumidad como una especie de vida pública” 626 . Así define Juan de Salisbury en el siglo XII la actitud que el rey

624 Idem, p. 332. 625 Del delito “contra natura” señalaban los Reyes Católicos en una de sus bulas: “ acatando como Dios nuestro Señor por su infinita clemencia quiso encomendarnos la governación destos nuestros reynos, e nos fazer sus ministros en la execución de la justicia en todo lo temporal, no reconociendo en la administración della otro superior, sino a Él, a quien avemos de dar cuenta, castigando los delictos por aquella medida de pena que sea respondiente a las culpas de los culpantes, e porque entre los otros pecados e delictos que offenden a Dios nuestro Señor e infaman la tierra especialmente es el crimen cometido contra orden natural, contra el qual las leyes e derechos se deven armar para el castigo deste nefando delicto, no digno de nombrar, destruydor del orden natural, castigado por juiyzo divino...”: Libro de bulas y pragmáticas de los Reyes Católicos, GARCÍA GALLO, A. y PÉREZ DE LA CANAL, M.A. (Edits.), Madrid, 1973, tomo I, fols. 148 r-149 r. 626 SALISBURY, J. de, Policraticus..., libro IV, cap. III, p. 311.

390 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 ha de mantener hacia las personas que están bajo su mando, y el fin que con ella iba a lograr. El monarca había de ser la familia de todos sus súbditos, su salvaguarda en momentos de debilidad, su defensa y su amparo, y en términos de poder -al menos en el plano temporal- lo máximo. Él era la cúspide del sistema político, la cima indiscutida de las relaciones de poder existentes en el reino, la base sobre la que se asentaba el gobierno, y un símbolo con una carga extremadamente positiva, para unos, y negativa, para otros. Las distintas comunidades urbanas y rurales desde el punto de vista jurídico estaban establecidas sobre dos tipos de leyes: las de carácter general establecidas en los Ordenamientos de Cortes y en las pragmáticas sanciones, reflejo en última instancia de la voluntad del monarca; y las de carácter local, que básicamente eran las Ordenanzas municipales y los privilegios otorgados por los distintos reyes. Estos últimos, los privilegios reales, son los que verdaderamente definen a cada comunidad urbana en la Castilla de fines del Medievo. De hecho, la evolución de las relaciones monarquía-Toledo queda reflejada, de una manera me atrevería a decir sorprendente, en la política de privilegios mantenida por los monarcas con respecto a la ciudad del Tajo desde 1085 hasta el ocaso del siglo XV. Los que en la baja Edad Media eran considerados como tales, como privilegios propiamente dichos, en realidad no lo eran, afirma Ricardo Izquierdo Benito. Según él, la base jurídica de la ciudad del Tajo “queda conformada, y casi se podría decir paralizada, a partir del reinado de Fernando IV, ya que éste es el último rey que otorga algunos privilegios nuevos a distintos sectores sociales de la ciudad” 627 . Entre los siglos XII y XIII se estableció el entramado jurídico que definiría a la comunidad toledana. Desde entonces los monarcas se dedicaron a confirmar los privilegios establecidos, aunque otorgasen otros nuevos con una categoría diferente, en tanto que mercedes con una vigencia coyuntural conseguidas por los dirigentes municipales, de forma oportunista, aprovechando las circunstancias políticas del reino 628 . En cualquier caso, todos, tanto los privilegios rodados que se concedieron hasta finales del siglo XIII como las mercedes otorgadas durante los siglos siguientes, constituían la base legal sobre la que se asentaba la conciencia comunitaria, y una tradición a la que acudir a la hora de defender, por ejemplo, el derecho a tomar decisiones de forma autónoma frente a los

627 IZQUIERDO BENITO, Privilegios reales... , p. 17. Véase también: BRETAÑO FERNÁNDEZ PRIETO, J.Mª., “Aportaciones del Fuero Castellano y del Fuero Juzgo en la formación del Fuero de Toledo”, Anales toledanos , XVI (1983), pp. 7-33; IZQUIERDO BENITO, R., “El Libro de los Privilegios de Toledo”, A.E.M ., XXV (1988), pp. 17-46; y sobre todo GARCÍA GALLO, A., Los fueros de Toledo , Madrid, 1975. 628 IGUAL LUIS, D., “La baja Edad Media (siglos XIV-XV)”, en IZQUIERDO BENITO, R. (Coord.), Castilla- La Mancha medieval , Ciudad Real, 2002, pp. 169-198, en concreto p. 186.

391 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) reyes 629 . Por esta razón, precisamente, reflejan el devenir de las relaciones entre la realeza y la ciudad del Tajo 630 a lo largo de varios siglos. Ricardo Izquierdo trascribe en su obra sobre los privilegios reales toledanos un total de 175 documentos, sin referirse a los que afectaban a grupos sociales concretos, como los mozárabes, o a instituciones con gran importancia en la urbe (el Cabildo de la catedral, la casa de la moneda, etc.). Si quitamos aquellos que en dicha trascripción aparecen dos veces, una en latín y otra en romance, en total son 166 escritos referentes a 172 privilegios o mercedes que, si bien es muy posible que no sean todos los que constituían los privilegios de la ciudad de Toledo a fines de la Edad Media -ya en el siglo XV algunos quedaban en el olvido-, sí que son aquellos de los que se tenía una mayor constancia de su existencia. Otra cosa distinta es que para legitimar determinados actos, como la expulsión de los conversos de los oficios municipales de gobierno, se apelara a supuestos privilegios sobre cuya existencia, aún hoy, siguen existiendo dudas 631 . De todos modos, divididos de acuerdo a un criterio que diferencia entre aquellos que son de nueva concesión, por un lado, y las confirmaciones de carácter general o particular, por otro, los privilegios transcritos por Ricardo Izquierdo reflejan los datos contenidos en el siguiente cuadro.

ORGANIGRAMA DE LOS PRIVILEGIOS DE TOLEDO

CONFIRMACIONES CONFIRMACIONES NUEVAS REYES GENERALES PARTICULARES CONCESIONES TOTAL Alfonso VI - - 1 1 Urraca - - - - Alfonso VII 2 2 4 Alfonso VIII 1 1 5 7 Enrique I - - 1 1 Fernando IIII 1 - 1 2 Alfonso X 1 2 7 10 Sancho IV 2 2 4 8 Fernando IV 1 1 4 6 Alfonso XI 2 8 9 19 Pedro I 1 9 7 17 Enrique II 8 15 4 27 Juan I 2 11 2 15

629 Las limitaciones jurídicas establecidas por los privilegios son, junto a las políticas y a las derivadas del progreso técnico de las instituciones y sus instrumentos, aquellas que coartaban el poder del rey: NIETO, A., “El derecho como límite del poder en la Edad Media”, Revista de Administración Pública , 91 (enero-abril 1980), pp. 7-73, en concreto pp. 32-33. 630 “Es necesario, por tanto, encontrar la forma de hacer aceptable el poder ejercido, y para ello, además de cumplir con el deber de “buen gobernante” -mantener el orden, la paz y la armonía, y garantizar los recursos imprescindibles-, es recomendable manifestar una conducta generosa y magnánima”: VAL VALDIVIESO, Mª.I. del, Agua y poder en la Castilla bajomedieval... , p. 64. 631 A veces se manipularon algunos privilegios sí existentes, dándoles una interpretación interesada. Sobre este asunto véase: GARCÍA-JALÓN DE LA LAMA, S., “Los fundamentos jurídicos de la “Sentencia-Estatuto” de Pero Sarmiento”, en I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha , tomo VI, Toledo, 1988, pp. 201-204.

392 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Enrique III 2 7 5 14 Juan II 4 5 1 10 Enrique IV 1 1 9 11 Reyes Católicos (hasta 1494) 2 9 9 20 TOTAL 30 71 71 172

Estos datos, en realidad, en tanto que no reflejan una política premeditada ni obedecen a ella, no dicen mucho. Es más, en caso de tomarlos como un reflejo exacto de la vida política que muestran se podrían contraponer múltiples argumentos; sobre todo uno: al no disfrutar de la misma importancia, independientemente de que fuesen simples confirmaciones de otros anteriores o nuevos, unos privilegios obedecían a la finalidad -política y propagandística- buscada por ellos con mayor eficacia que otros. Un monarca no tenía por qué ser más popular otorgando muchos privilegios si éstos no eran muy importantes, o si no afectaban a todo el conjunto poblacional directamente. Un soberano mucho menos “dadivoso” podía conseguir una fama mucho mayor concediendo un simple privilegio, por ejemplo, una exención en el pago de alcabalas 632 . Además, en este cuadro no se señalan todas las confirmaciones generales de privilegios que los monarcas solían realizar en las reuniones de Cortes. En cualquier caso, y a pesar de estas objeciones, un análisis cuantitativo de los privilegios reales puede servirnos para comprender la directriz política seguida por los monarcas 633 en su relación con Toledo 634 , y cómo se conforma la conciencia de la comunidad urbana. Dicha directriz, al parecer, guarda un cierto equilibrio. Aunque el número de confirmaciones de privilegios es superior al de otorgamientos de nuevas mercedes, la cifra de estos otorgamientos es exactamente igual a la de las ratificaciones de prerrogativas particulares. Hasta la etapa de gobierno de Alfonso XI el número de privilegios que los reyes otorgan es reducido 635 . En ningún caso se pasa de diez por reinado, cifra a la que tan sólo se

632 Esta fama es la que intentó lograr Enrique IV en 1465 cuando, ante la actitud favorable que Toledo empezaba a manifestar hacia su hermanastro Alfonso, decidió otorgar a la ciudad un mercado semanal libre del pago de alcabalas: P.R.T., doc. 151, pp. 258-260. 633 “...la facultad de privilegiar... [era] uno de los medios más cualificados en poder del príncipe para hacer prevelecer su soberanía”: DIOS, S. de, Gra cia, merced y patronazgo real. La Cámara de Castilla entre 1474 y 1530 , Madrid, 1993, p. 23. 634 Así lo considera Ricardo IZQUIERDO BENITO: Privilegios reales... , p. 18. De igual forma, los privilegios otorgados a la catedral de Toledo (GARCÍA LUJÁN, A., Privilegios reales de la catedral de Toledo (1086- 1462) , 2 vols, Toledo, 1982) sirven para analizar la relación de los monarcas con la Iglesia toledana. 635 Según Benjamín GONZÁLEZ ALONSO, en las reuniones de Cortes surgían disputas entre los representantes ciudadanos y los monarcas por culpa de la jura de los privilegios que los primeros siempre se mostraban dispuestos a exigir a los segundos. La jura y confirmación de los privilegios no era un mero formalismo, sino una seria limitación del poder regio por parte de las ciudades. En las Cortes los reyes se veían obligados a confirmarlos, aunque después no los cumplieran, lo que hizo en no pocas ocasiones por su culpa surgiesen conflictos: GONZÁLEZ ALONSO, B., “Poder regio, Cortes y régimen político en la Castilla bajomedieval (1252-1474)”, en Las Cortes de Castilla y León en la Edad Media , vol II, Valladolid, 1988, pp. 201-254, en concreto pp. 215-229.

393 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) llega durante el mandato de Alfonso X; monarca que, también, es el que otorga más mercedes nuevas, no limitándose a confirmar las establecidas por sus predecesores en el trono, debido, básicamente, a dos causas: su permanencia en la ciudad del Tajo, en la que nació, y donde desarrollará una importante labor cultural gracias a su apoyo a la Escuela de Traductores; y su necesidad de compensar la pérdida de importancia sufrida por Toledo 636 a raíz del desplazamiento de la línea de vanguardia bélica al sur de la Península, algo que le llevó, incluso, a pretender revivir el prestigio de la urbe como antigua capital visigoda trayendo los restos del rey Wamba a ella 637 . Los reinados que siguieron al de Alfonso X se caracterizaron porque, de forma contraria a la política mantenida hasta entonces, en ellos se va a intentar reducir el número de concesiones de privilegios, iniciándose una trayectoria que cambiará de forma drástica cuando Alfonso XI se haga con el poder. En efecto, durante la etapa de gobierno de éste de nuevo aumentan las concesiones, pero: por un lado, éstas dejan de ser privilegios propiamente dichos para convertirse en mercedes establecidas de forma coyuntural con el fin de solucionar problemas concretos; y, por otro, se empieza a exhibir una nueva tendencia a confirmar los privilegios con un objetivo propagandístico evidente, que adquirirá su pleno desarrollo con la dinastía Trastámara. Alfonso XI otorgó una cantidad de nuevos privilegios, sin precedentes, que tan sólo sería igualada más de un siglo después, ya en época de Enrique IV. Cuando los Trastámara llegaron al poder la tendencia iniciada por él se continuó, mas fue dotada de un nuevo sentido. Los monarcas de esta dinastía pronto vislumbraron las potencialidades pacificadoras que los privilegios, y las mercedes en general, portaban, y las supieron utilizar 638 . Así, al contrario de lo que pudiera pensarse, Enrique II concedió una cantidad de mercedes a la ciudad del Tajo menor que la concedida por Alfonso XI o por Pedro I. Sin embargo, realizó un número extraordinario de confirmaciones de franquicias ya existentes, tanto para garantizar a los súbditos el acatamiento a las mismas por parte de la nueva monarquía, como para obtener una legitimación política que él necesitaba. El número de ratificaciones de privilegios que hizo Enrique II, entre 1366 y 1375, es prácticamente el mismo que se obtiene de la suma total de

636 Alfonso X concedió a los vecinos de Toledo dos montazgos, uno en Milagro y otro en Cíjara (P.R.T., doc. 28, pp. 122-123), eximió a los caballeros, dueñas, escuderos e hidalgos del pago de moneda (P.R.T., doc. 29, pp. 123-124), otorgó a los señalados vecinos el derecho a tener heredades en Maqueda, lugar que pertenecía a la Orden de Calatrava (A.M.T., A.S., caj. 10º, leg. 6º, nº. 5), y estableció que no se volviera a pedir a Toledo más el servicio (A.M.T., A.S., cajº. 10, leg. 4º, nº. 1). 637 P.R.T., doc. 33, pp. 130-131. Véase también: IZQUIERDO BENITO, R., “Alfonso X el sabio: ¿primer arqueólogo medievalista?, H.I.D. , 28 (2001), pp. 231-240. 638 “...la consolidación del régimen monárquico con los Trastámaras muestra ya con Enrique II un tono absolutista...”: DIOS, S. de, Gracia, merced y patronazgo real ..., p. 71.

394 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 las realizadas desde que se conquistó Toledo por todos los monarcas precedentes. Además, es el soberano del que se conservan más confirmaciones generales de los privilegios de Toledo en el período comprendido entre fines del siglo XI y finales del XV.

PRIVILEGIOS REALES DE TOLEDO (1085-1494) 28 26 24 22 20 18 16 14 12 10 8 6 Nº. DE PRIVILEGIOS 4 2 0 Alfonso VIAlfonso Urraca VIIAlfonso VIIIAlfonso IEnrique IIIFernando XAlfonso IVSancho IVFernando XIAlfonso IPedro IIEnrique IJuan IIIEnrique IIJuan IVEnrique RRCC (hastaRRCC 1494)

REYES

Confirmación general Confirmación particular Concesión Total

Fue con Alfonso XI, no obstante, cuando empezó a cobrar mayor importancia que en el pasado el potencial uso propagandístico de los privilegios, con el fin de mantener a la población sometida y obediente al poder regio. Dicho monarca, al no instituir en Toledo un Regimiento cerrado oligárquico con el que resolver negociando todos los asuntos de la urbe, intentó garantizarse la obediencia de la ciudad a través de una política de concesiones de derechos que a la larga fue contraproducente -esta política explica, en buena medida, por ejemplo, las revueltas contra la realeza que se dieron en Toledo durante el siglo XV-. Su hijo Pedro I intentó alterar esta política, pero no pudo. Y aunque Enrique II la altera, será Juan I el que empiece a reducir de forma notable el número de otorgamientos de nuevas mercedes y de confirmaciones de las ya existentes, de tal forma que, si bien la cifra de confirmaciones de privilegios siempre es más alta que antes, durante la primera mitad del siglo XV el número de nuevas mercedes que se otorgan era ya muy parecido al que se daba a fines del siglo XIII.

395 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Esta tendencia se quebró de nuevo durante la crisis política vivida en Castilla desde mediados de la década de 1460. Enrique IV, con el fin de legitimarse como monarca frente a su hermanastro Alfonso, va a otorgar a la ciudad del Tajo un número de franquicias sin precedentes en un Trastámara. Aún así, apenas realiza confirmaciones de las que existen. Por ello, aunque es el que concede un mayor número de nuevas mercedes, en la cuantificación global de las mismas, teniendo en cuenta tanto las de nuevo cuño como las confirmadas, es el monarca de esta dinastía que otorga un menor número de privilegios 639 . Esta política errónea, que realiza grandes esfuerzos y es incapaz de obtener frutos propagandísticos, contraria a la mantenida tradicionalmente por los Trastámara, va a ser subsanada por los Reyes Católicos (por ejemplo, aunque luego eligen Granada, éstos habían determinado en principio enterrarse en Toledo, como lo hicieran sus antecesores más remotos, al contrario que Juan II o Enrique IV). Ellos, por la necesidad de legitimarse como monarcas a principios de su reinado, al igual que su predecesor también otorgan un número de mercedes nuevas destacable. Sin embargo, realizan un número de concesiones de la ya existentes muy superior al que habían realizado los otros monarcas castellanos del siglo XV.

3.1.2.3.3. El sentimiento de desamparo colectivo y el concepto de comunidad Los privilegios reales definían a la comunidad social de un núcleo urbano desde el punto de vista jurídico. Frente a los deberes que estaban obligados a cumplir los habitantes de Toledo, al igual que los de las otras ciudades, los privilegios otorgados por los reyes eran el corpus legal más importante a la hora de definir sus derechos en tanto que miembros de una comunidad en la que desempeñaban un papel socioeconómico, sobre todo, aunque también político como hemos visto. Por eso los sentimientos frente a aquello que supusiese una puesta en duda de la validez de los privilegios reales estaban tan a flor de piel. La revuelta que se desarrolló en Toledo contra Juan II durante 1449 y el año siguiente 640 , por ejemplo, se

639 Ricardo IZQUIERDO afirma lo siguiente: “Desconocemos las causas de por qué en algunos reinados se obviaban momentáneamente algunas confirmaciones. A cualquier privilegio confirmado se le otorgaba un gran valor, casi exactamente como si se otorgase por vez primera, pues los textos aparecen recogidos, como norma general, en documentos considerados diplomáticamente como “privilegios rodados”, es decir, de plena y total garantía cancilleresca”: Privilegios reales... , p. 14. En efecto, no es fácil encontrar una causa explicativa para ello. Sin embargo, parece evidente que, por un lado, los intereses económicos de la oligarquía ciudadana, y por otro, las necesidades de legitimación política de cada uno de los monarcas, siempre se encuentran detrás de todas las confirmaciones y de cualquier nueva concesión. 640 Relato manuscrito de la revuelta en: A.G.S., C.C., Diversos, leg. 49, doc. 42. La visión de la misma dada por Eloy BENITO RUANO, en Toledo en el siglo XV.. ., pp. 33-81, aún sigue siendo la oficial, y ha sido completada por visiones parciales centradas en aspectos específicos: GONZÁLVEZ RUIZ, R., “Fundamentos doctrinales de la sentencia-estatuto de Toledo contra los conversos”, Inquisición y conversos , Toledo, 1994, pp. 279-296; y también: GARCÍA-JALÓN DE LA LAMA, S., “Los fundamentos jurídicos de la “Sentencia-Estatuto” de Pero Sarmiento”, en Actas del I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha , t. VI, Toledo, 1988, pp. 201-204.. La

396 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 produjo, en buena medida, por culpa de la violación de algunos de los privilegios que tenía la ciudad por parte de Álvaro de Luna, el todopoderoso valido del monarca. Al menos así lo defendieron los sublevados 641 . El desencadenante de la revuelta fue el encarcelamiento de uno de los vecinos de Toledo, al parecer porque se negaba a pagar lo que le correspondía de un impuesto solicitado por Álvaro de Luna a la población de la urbe, diciendo que era en contra de los privilegios de la misma. Según algunas crónicas, cuando lo llevaban a la cárcel iba dando grandes voces; pedía a sus vecinos que reaccionaran contra la injusticia que estaba sufriendo, y que se levantasen contra los tiranos que querían violar sus privilegios 642 . Más allá de este episodio, lo cierto es que Toledo no tardó en sublevarse contra Álvaro de Luna y Juan II. Los privilegios económicos eran los verdaderos definidores de la comunidad urbana; eran los más numerosos y los que tenían una repercusión social más directa en la vida de los vecinos de Toledo, en definitiva, los que causaban la llegada de muchas personas a la urbe en busca de una vecindad que les confiriera la exención tributaria de la que disfrutaban los toledanos 643 . Según José Manuel Nieto Soria, el concepto comunidad como instrumento ideológico al servicio de la resistencia al poder regio tuvo durante 1449, en la revuelta de Toledo, un momento culminante, ya que la defensa de los privilegios de la ciudad se utilizó para defender una serie de argumentaciones en contra del poderío del rey, y a favor de su sometimiento al derecho y a las normas basadas en la defensa del bien común 644 . Sin embargo, el término utilizado por los rebeldes no fue el de “comunidad”, como lo sería en 1467, sino el de

última interpretación en su sentido global de la revuelta ha sido la de Benzion NETANYAHU, Los orígenes de la Inquisición en la España del siglo XV , Barcelona, 1999, pp. 193-642, en donde partiendo del convencimiento de que muchos análisis de estos acontecimientos vienen dados desde posturas cercanas, o al menos no críticas, a la acción de los cristianos viejos, se posiciona claramente del lado de los judeo-conversos, para realizar una investigación muy meticulosa en la que plantea nuevas hipótesis. Existe, además, otro trabajo, menos conocido (Netanyahu ni siquiera lo referencia en su bibliografía), de Nicholas G. ROUND, “La rebelión toledana de 1449. Aspectos ideológicos”, Archivum , Oviedo, 17 (1966), pp. 385-446, que, desmarcándose de estas posturas, realiza una interesante, aunque radical en muchos casos, interpretación de la sublevación, como un enfrentamiento entre ricos y pobres. 641 “...poniendo impusiçiones nuevas tributarias a los beçinos desta ciudad, robando, coechando, rapiendo mugeres casadas, vírgenes y otras, matando a sus maridos, padres e parientes porque lo querellavan, e ayuntándose cinquenta e cien hombres, dellos rufianes matadores, andando con favor del dicho tirano por la ciudad en contumelia e ignominía della, e firiendo e deshonrrando a los ofiçiales de la justiçia, e amenaçándolos e acuchillándolos, e haçiendo otros delictos, males, y daños y desacatos...”: “Memorial del bachiller “Marquillos de Mararambroz” en BENITO RUANO, E., L os orígenes el problema converso . Madrid, 2001 (2ª. Edic. revisada y aumentada), pp. 103-140, en concreto, p. 113. 642 De ahí: “soplará el odrero y alborozarse ha Toledo”: BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV.. ., p. 35. 643 Son muchos los documentos recogidos que hacen referencia a pleitos sobre la vecindad de Toledo, teniendo siempre por causa el disfrute de los privilegios, especialmente de los fiscales. Por ejemplo, Alfonso de Ajofrín, vecino de Toledo domiciliado en Sonseca, pidió a los Reyes Católicos que confirmaran una sentencia dada a su favor por la justicia toledana en defensa de su vecindad contra el Concejo de la villa donde vivía. A.G.S., R.G.S., 16 de junio de 1485, fol. 60. 644 NIETO SORIA, J.M., “El “poderío real absoluto” de Olmedo (1445) a Ocaña (1469): la monarquía como conflicto”, E.E.M ., 21 (1998), pp. 189-228, en concreto pp. 219-222.

397 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

“común” 645 , aunque su significado fuese el mismo. Para Enric Guinot Rodríguez, el concepto común se generalizó en el siglo XV, produciendo uno de los cambios más notables de todos los producidos durante esta centuria en la estructura social de las ciudades castellanas, a saber: “una toma de conciencia y de identidad de un conglomerado diverso formado por todos los sectores sociales que no formaban parte de la oligarquía y de la nobleza” 646 . En efecto, José Antonio Maravall 647 , Joseph Pérez 648 , y prácticamente todos los autores que han estudiado la revuelta de las Comunidades de Castilla, insisten en la importancia que posee el término comunidad procedente del de común, esgrimido para definir a una masa social heterogénea cuya característica básica es la de no pertenecer a las oligarquías urbanas ni a la nobleza 649 . No obstante, María Isabel del Val Valdivieso advierte que puede hacerse una diferenciación entre los conceptos común y comunidad. Según ella, común se usaba al referirse a una asociación juramentada de defensa o al grupo de los no privilegiados, en este último caso en oposición a la palabra comunidad, utilizada para hacer referencia a todo el conjunto social. Además, según la documentación relativa a las reuniones de Cortes del siglo XV, “comunidad tiene un cierto matiz “violento”, en el sentido de referirse al conjunto del común organizado y actuando por una vía no “reglamentaria” frente al poder constituido”, mientras que común se refiere a los vecinos descontentos ante las actuaciones que fuesen, pero que reaccionan frente a ellas de forma pacífica 650 . En contextos de violencia, como durante las Comunidades, el concepto comunidad no sólo solapó al de común, sino que hizo que prácticamente desapareciera, siendo sustituido por el de “pueblo” 651 . Ahora bien, esto no quiere decir que la palabra comunidad aparezca vinculada tan sólo a contextos violentos. Todas las sublevaciones contra los monarcas que se desarrollaron durante la baja Edad Media en Toledo tienen, de alguna forma, un componente reivindicativo frente a un supuesto quebrantamiento de los privilegios reales urbanos; aunque los propios privilegios a los que se

645 GUTIÉRREZ NIETO, J.I., “Semántica del térmico “comunidad” antes de 1520: las asociaciones juramentadas de defensa”, Hispania , 137 (1977), pp. 319-367, en concreto pp. 327-328. 646 GUINOT RODRÍGUEZ, E., La baja Edad Media en los siglos XIV y XV , Madrid, 2003, p. 254. 647 MARAVALL, J.A., Las Comunidades de Castilla. Una primera revolución moderna , Madrid, 1963, pp. 86- 87. 648 PÉREZ, J., La revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521) , Madrid, 1978, p. 501. 649 PÉREZ, J., Los comuneros , Madrid, 2001, pp. 39-40. 650 VAL VALDIVIESO, Mª.I. del, “La revolución comunera como punto de llegada de las luchas por el poder en las ciudades castellanas del siglo XV”, en Scripta. Estudios en homenaje a Élida García García, Oviedo, 1998, tomo II, pp. 617-633, en concreto pp. 621-623. 651 “Cuidan algunos que pueblo es llamado la gente menuda, así como menestrales et labradores, mas esto non es así, ca antiguamente en Babilonia, et en Troya et en Roma, que fueron logares muy sennalados et ordenaron todas las cosas con razón, et posieron nonbre a cada una segúnt que convenía, pueblo llamaron el ayuntamiento de todos los homes comunalmente, de los mayores, et de los menores et de los medianos, ca todos éstos son menester et non se pueden excusar, porque se han a ayuntar unos a otros para poder bien vevir et seer guardados et mantenidos”: texto extraído de las Siete Partida de Alfonso X el Sabio que cita Juan BENEYTO PÉREZ en su obra Textos políticos españoles en la baja Edad Media , Madrid, 1944, texto 154, pp. 89-90.

398 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 apelara ni tan siquiera existiesen, tal y como parece que pudo suceder en la revuelta de 1449. En ellas siempre aparece el uso del concepto comunidad en un sentido de resistencia 652 frente a lo que los rebeldes consideraban incorrecto, de una forma más o menos directa. En épocas de paz también es habitual encontrar escritos de los habitantes de Toledo que defienden sus derechos apelando al bien comunitario. En ambos sentidos, en contextos de revuelta y de paz, habría que partir de la siguiente definición de “comunidad”: un grupo social integrado por personas unidas por vínculos naturales o espontáneos, y por metas comunes que trascienden los intereses particulares de cada individuo 653 . El sentimiento de pertenencia a una misma comunidad domina el pensamiento y las acciones de la persona, garantizando la cooperación de cada miembro y la alianza del grupo 654 . Sin embargo, esta alianza no se percibe siempre de la misma forma. Para percibirse en su pleno sentido han de ser cuestionados los elementos en los que se basa; básicamente, en lo que a la Edad Media se refiere, la religión 655 , los privilegios económicos y los derechos políticos. Estos tres elementos, al definir la esencia político-económica 656 y religioso-cultural del individuo en el Medievo, también definían su emotividad 657 , y por eso los intelectuales no dudaron en apelar a ellos a la hora de defender sus propios planteamientos políticos. Al igual que sucedió con el concepto paz, el concepto comunidad se vio fundamentado por un complejo aparato ideológico 658 , dispuesto para manipularlo en función de unos intereses definidos. La urbe pasó a considerarse una encarnación de la comunidad 659 , y la “primera patria con la que el ciudadano adquiría una serie de obligaciones y deberes” 660 . Para ello los

652 En este concepto el elemento religioso también es muy importante: SUÁREZ FERNÁNDEZ, L., Documentos acerca de la expulsión de los judíos... , p. 10. 653 Los marxistas, por esta razón, identifican a la comunidad con el propio Estado: MARX, K., Formaciones económicas precapitalistas , HOBSBAWN, J. (Edit.), Barcelona, 1984 (2ª. Edic.), p. 89. 654 Según este sociólogo, la comunidad puede ser de sangre (familia, parientes, etc.), de lugar (vecindad) y de espíritu (amistad, concordia, etc.): ROCHER, G., Introducción a la sociología general , Barcelona, 1998 (12ª. Edic.), pp. 223-224. 655 NIETO SORIA, J.M., Fundamentos ideológicos... , p. 43. 656 Sobre el concepto “polity”, referido al carácter de la comunidad jurídica, véase: COHEN, R., “El sistema político”, en LLOBERA, J.R. (Comp.), Antropología política , Barcelona, 1985 (2ª. Edic.), pp. 27-53, en concreto p. 35. 657 ELIAS, N., El proceso de civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas , Madrid, 1987, p. 14. 658 Véase el resumen que sobre estos aspectos realiza Albert RIGAUDIERE en su obra Gouverner la ville au Moyen Age , París, 1993, en concreto la parte titulada: “Universitas, corpus, communitas et consulatus dans les chartes des villes et bourgs d´Auvergne du XII e au XV e siècle”, pp. 21-51. También se refiere a ellos Anthony BLACK en su libro El pensamiento político... , pp. 20-27; y Ernst KANTOROWICZ en su obra Los dos cuerpos del rey ..., pp. 203-223, y 288-296. 659 CASTROGERIZ, J. de, Glosa castellana al “Regimiento de príncipes” de Egidio Romano , BENEYTO PÉREZ, J. (Edit.), Madrid, 1947, tomo II, libro II, parte I, cap. II, p. 14, y tomo III, libro III, parte I, cap. I, p. 10. 660 THOMPSON, I.A.A., “Castile, and the monarchy. The political conmunity from patria natural to patria nacional”, en KAGAN, R.L. y PARKER, G., (Edits), Spain, Europe and the Atlantic world. Essays in honour of

399 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) intelectuales definieron un concepto de comunidad idéntico al defendido por los miembros del común en sus reivindicaciones, pero al contrario que éste el suyo estaba dotado de un carácter positivo; es decir, con él pretendían establecer un orden público que alababan, no cuestionar el orden existente... En el Tratado de la Comunidad , obra anónima del siglo XV, su autor afirmaba 661 :

“Comunidat es cosa bien regida e governada por un rey o príncipe, o por pocos omnes buenos e virtuosos, o por todo el pueblo si tal es que lo puede fazer. La cual comunidat es ayuntamiento de gente por consentimiento de derecho e conplimiento de provecho, e es fecha de personas mayores, e medianas e menores. Las quales quando son de un coraçón e voluntat, la comunidat es bien regida e governada. Que como el cuerpo natural, las partidas del qual sirva la una a la otra, e la una encubre el fallimiento de la otra, e la otra defiende a la otra, e la una endereça e basteçe la honrra de la otra, así las partidas de la comunidat se deven amar, e querer, e ayudar e defender las unas a las otras...”

A partir de esta idea, el autor del Tratado centra buena parte de su análisis en defender las virtudes del mantenimiento de una comunidad unida, frente a lo desastroso que resultaría la existencia en el interior de la misma de diferencias que la quebraran. Esta opinión también es defendida, con los mismos argumentos, por Rodrigo Sánchez de Arévalo. Sin embargo, éste insiste mucho más en el objetivo a alcanzar por toda comunidad. Desde su punto de vista, refiriéndose a Aristóteles 662 , toda urbe es “fecha por razón d´algúnd fin”, y ese fin no es otro que “vivir en paz e seguridad, e no recebir offensas” 663 . Para alcanzarlo, sigue diciendo, “toda comunidad es mejor e más perfectamente regida por un príncipe que por muchos”, por cinco razones: el principado de uno será más poderoso que el de muchos; cuanto las cosas creadas por el hombre más se acerquen a la naturaleza serán más nobles, y en ésta siempre un animal, o un miembro del cuerpo, rige a los demás; todo regimiento humano debe ser conforme a la monarquía divina y sólo hay un Dios; la experiencia muestra que las ciudades y provincias “regidas por muchos no han paz, antes han continuas disensiones e guerras”; y por la siguiente razón, la más importante de todas 664 :

“...por conseguir paz, unidad e concordia en la çibdad o reyno, que es aquella cosa por que toda comunidad travaja, pues esta unidad e concordia mucho mejor se puede conservar por unidad que por muchedumbre...”

John H. Elliott , Cambridge, 1995, pp. 125-159, en concreto p. 127. Buena parte de la argumentación presentada en este trabajo coincide con la que Teófilo F. RUIZ defiende en: “Fronteras: de la comunidad a la nación en la Castilla bajomedieval”, A.E.M ., 27 (1997), pp. 23-41. 661 ANÓNIMO, Tratado de la comunidad , ANTHONY, F. (Edit.), Berkeley, 1979, cap. I, fol. 40 a, p. 108. 662 En concreto a la definición de la ciudad que el filósofo griego hacía en su obra Política , libro I, cap. I y II. En la edición de esta obra de Aristóteles que realizan Carlos GARCÍA GUAL y Aurelio PÉREZ JIMÉNEZ (Madrid, 1998), la referencia aparece en las páginas 45 y 47 respectivamente. 663 SÁNCHEZ DE ARÉVALO, R., Suma de la Política , BENEYTO PÉREZ, J. (Edit.), Madrid, 1944, libro I, introducción, p. 39. 664 Idem, libro II, consideración I, pp. 89-90.

400 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

El objetivo de la vida comunitaria era garantizar unas buenas condiciones de vida a los hombres, para que viviendo en paz pudiesen desarrollarse plenamente. La comunidad era un vínculo social basado en la paz 665 . Así lo defendían todos los intelectuales durante el Medievo. El problema es que lo que la paz significaba para unos y para otros, para un rey y para un mendigo por ejemplo, era muy distinto, y dependiendo de la concepción de la paz que se defendiese el sentido de la comunidad podía adquirir un carácter incluso opuesto: o bien a favor del orden establecido, o bien en contra. Además, si bajamos del plano de las ideas a la vida cotidiana en las ciudades del siglo XV, aún pudiendo observar en el pensamiento de las personas que las habitaban una concepción de la paz y de la comunidad muy cercana a la de los intelectuales, ambos términos ganan en inmediatez y pragmatismo 666 , dejan de ser algo abstracto. El concepto comunidad en Castilla había aparecido en el siglo XIII, asociado a los enfrentamientos que entonces se dieron entre los vecinos de las ciudades y los caballeros por el control de éstas 667 , pero cuando verdaderamente cala entre los habitantes de los núcleos urbanos es en el XV 668 , sobre todo en su segunda mitad 669 . En Toledo el término comunidad aparece por primera vez en la documentación asociado a un clima de violencia, durante el ataque a los conversos acaecido en 1467 670 . Sin embargo, no cabe ninguna duda que se usaba desde mucho tiempo antes, porque estaba en el vocabulario de la gente común. Si se hubiesen conservado más documentos lo encontraríamos escrito en fechas anteriores, tal vez ya en la década de 1420 671 . En cualquier caso, a fines del siglo XV no era una palabra que suela usarse en los documentos oficiales, en los que se hablaba de república o universidad. Eso sí, dicha tendencia pronto va a cambiar.

665 BENEYTO PÉREZ, J., Los orígenes de la ciencia política en España , Madrid, 1949, p. 36. 666 Sobre estos aspectos véase: ULLMANN, W., The individual and society in the Middle Ages , Londres, 1967; y ASENJO GONZÁLEZ, Mª., “El ritmo de la comunidad: vivir en la ciudad, las artes y los oficios en la Corona de Castilla”, en La vida cotidiana en la Edad Media. VII Semana de Estudios Medievales de Nájera, del 4 al 8 de agosto de 1997 , Logroño, 1998, pp. 160-200. 667 RUCQUOI, A., “Valladolid, del concejo a la comunidad”, en La ciudad hispánica.. ., tomo I, pp. 715-772. 668 BARROS MARTÍNEZ, J.A., “Comunidad, persona invisibilis”, Arqueología do Estado. I Jornadas sobre formas de organizaçao e exercicio dos poderes na Europa do Sul, séculos XIII-XVIII , Lisboa, 1988, vol. II, pp. 935-965. Véase también el trabajo de este autor: “Comunidad y “tradición” municipal: Burgos a mediados del siglo XV”, Melanges de la Casa de Velásquez , XXII (1986), pp. 131-156. Miguel Ángel LADERO QUESADA llama la atención sobre las diferencias entre una época y otra en: “El sistema político en la monarquía castellana de los Reyes Católicos: Corona, nobleza y ciudades”, Actas del congreso Hernán Cortés y su tiempo... , tomo I, pp. 500-519, en concreto p. 518. 669 ASENJO GONZÁLEZ, Mª., “Las ciudades castellanas al inicio del reinado de Carlos V”, S.H.H.M ., 21 (1999), pp. 49-115, en concreto p. 70. 670 Sobre la violencia desarrollada entonces véase: MACKAY, A. y MICKENDRICK, G., “La semiología y los ritos de violencia: sociedad y poder en la Corona de Castilla”, E.E.M ., 11 (1988), pp. 153-165. 671 En el Cuaderno de las Cortes de Ocaña de 1422 se dice en la disposición número 16 que algunos regidores y alcaldes se hacían “capitanes de la comunidat” para defender sus propios intereses: Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla , Madrid, 1866, tomo III, p. 45.

401 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

En una carta enviada por la reina Isabel a Garcilaso de la Vega y al canónigo de la catedral toledana Alonso Yánez, testamentarios del arzobispo Pedro González de Mendoza, por ejemplo, se dice que el hospital que éste había mandado construir en Toledo para acoger a los niños expósitos iba a redundar en utilidad de la república 672 de los habitantes de la urbe. Entonces corría el año 1503. En fechas posteriores, en el prólogo de un escrito en el que se contienen las normas que iban a regir el funcionamiento de una cofradía de mercaderes toledanos, se lee 673 :

...et la santa escriptura muestra ser a Dios muy agradable la conformidad, única hermandad, porque d´ello su santo serviçio cresçe e su culto divino es aumentado, y de los estremos los sabios antiguos tomaron los medios, y esta çibdat es medio de las Españas, y asý, como justa rasón, la orden y forma d´ella ha de ser medio y espejo de las tierras de que es medio...

Hermandad, república o universidad 674 eran los términos más usados en los documentos oficiales de Toledo todavía durante los primeros años el siglo XVI 675 . También se utilizaba la palabra comunidad, pero en un sentido distinto, a la hora de referirse a las comunidades de tierra constituidas por las aldeas de la urbe para que los vecinos de ellas pudiesen pastar con sus ganados de forma comunal en los territorios de todas 676 . En el año arriba referido, 1503, por ejemplo, un documento señala que algunas personas ocupaban la comunidad antigua que tenían los vesinos de la dicha çibdad e su tierra de paçer, e roçar, e cortar e beber las aguas a vecindad, de noche e de día 677 . Sin embargo, ya en 1509, cuando se ordenó que procuraran quitar los saledizos de las casas de Toledo que ensombrecían las calles, se afirmaba que por culpa de estos saledizos toda la comunidad e la dicha çibdad 678 recibía daño. En 1510 también se advirtió sobre lo perjudicial para la comunidad d´esa dicha çibdad, e su tierra e comarca 679 , de la subida del precio de la carne que se estaba produciendo en Toledo. Y en 1512, del mismo modo, se criticaron, apelando a la comunydad de la dicha çibdad 680 , las acciones ilegales hechas por algunos pastores.

672 A.G.S., C.C., Diversos, leg. 37, fol. 15. 673 A.G.S., C.C., Diversos, leg. 10, doc. 58, fols. 1 r y 5 r. 674 Las palabras república e universidad aparecen en un documento datado también en 1503: A.G.S., R.G.S., 1503-XII, Medina del Campo, 7 de diciembre de 1503. 675 Sobre estos conceptos véase: PETREL MARÍN, A., La “comunidad y república” de Chinchilla (1488-1520). Evolución de un modelo de organización de la oposición popular al poder patricio , Albacete, 1989, pp. 15-19; y MICHAUD-QUANTINI, P., Universitas. Expressions du mouvement communautaire dans le Moyen-Age latin , París, 1970, sobre todo pp. 147-153. 676 Sobre tal concepto véase: LUIS LÓPEZ, C., La comunidad de villa y tierra de Piedrahita en el tránsito de la Edad Media a la Moderna , Ávila 1987. 677 A.G.S., R.G.S, 1503-X, Segovia, 31 de octubre de 1503. 678 A.G.S., R.G.S, 1509-XI, Valladolid, 15 de noviembre de 1509. 679 A.G.S., R.G.S., 1510-XII, Madrid, 12 de diciembre de 1510. 680 A.G.S., R.G.S., 1512-V (1), Burgos, 27 de mayo de 1512.

402 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Sirvan estos ejemplos para resaltar un hecho evidente. Si en la década final del reinado de Enrique IV el concepto comunidad había aparecido asociado a episodios de violencia colectiva, y con un carácter sociopolítico fuertemente reivindicativo, con la llegada de los Reyes Católicos al trono este concepto, sin haber perdido su funcionalidad, desaparece de los documentos oficiales, quedando oculto bajo otros términos menos vinculados a un contexto de crisis -los señalados, república, universidad, etc.-. En la primera década del siglo XVI, y sobre todo tras la muerte de la reina Isabel, la palabra comunidad empieza a aparecer en los documentos con una fuerza desconocida y manteniendo su antiguo tono reivindicativo, pero lo hace desde unos planteamientos pacifistas y alejada de reivindicaciones de tipo político. Es en la segunda década del siglo XVI cuando el término vuelve a cobrar, además, su funcionalidad política, aunque en principio aparezca vinculado a una actitud pacífica. En 1513, por ejemplo, los jurados de Toledo se quejaron ante el Consejo Real diciendo que las personas encargadas de abastecer de carne a la urbe no habían hecho las cuentas sobre su gestión, de lo cual la dicha çibdad e comunidad d´ella recibía agravio 681 . Dos años después, en 1515, Diego Angulo Navarro, vecino de Toledo, en nombre de la comunidad del arçedianadego (sic) d´esa dicha çibdad , se quejaba de los delitos que había cometido el jurado Diego de Santamaría 682 . Y en 1516 era un tal Juan de Rojas el que hablaba en nombre de la comunidad e omes buenos del logar de Novés , para quejarse de los excesivos tributos que imponían a sus moradores los dirigentes del mismo. En este mismo año, el licenciado Herrera enviaba una carta al cardenal Cisneros, el regente del reino, para comunicarle, una vez recibido como corregidor de Toledo el conde de Palma 683 : la comunidad de la çibdad ha mostrado plazer por ser la persona del conde tan escogida . Algo, por otra parte, no del todo cierto, ya que algunos regidores y jurados se quejaron de la elección diciendo que era en perjuicio del pueblo generalmente , y que la comunidad recibiría agravio 684 , como veremos. El último paso, ya para finalizar, vendría dado con la guerra de las Comunidades de Castilla en 1520, momento en el que el concepto comunidad brilló con su esencial tono reivindicativo, con una clara función política, y, de nuevo, vinculado a un contexto de violencia, aunque era muy diferente al concepto comunidad de 1467. En Toledo entre uno y otro, entre ambas utilizaciones del término comunidad asociado a un contexto violento y de reivindicación sociopolítica, habían pasado más de 50 años, y todo era diferente.

681 A.G.S., R.G.S., 1513-VII (2), Valladolid, 28 de julio de 1513. 682 A.G.S, R.G.S., 1515-IX, Segovia, 1 de septiembre de 1515. En Ajofrín también se hablaba de la villa e comunidad del lugar, aunque más tarde: A.G.S., R.G.S., 1519-II, Ávila, 10 de febrero de 1519. 683 A.G.S., Estado-Castilla, leg. 1 (2), fol. 291. Publicado en: CONDE DE CEDILLO, El cardenal Cisneros. Gobernador del reino , Madrid, 1928, tomo II, doc. CCLIX, pp. 434-435. 684 A.G.S., C.C., Pueblos, leg. 20, fol. 317.

403 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

En 1467 estaba vivo el recuerdo de la revuelta contra Juan II de 1449. En 1520 pocos recordaban cuál había sido la última vez que la ciudad se opuso con toda su fuerza a los reyes, y aunque lo recordasen la situación era distinta. Si en el siglo XV los conversos eran el enemigo visible, en la segunda década del XVI ya se podía percibir el resultado de las acciones desarrolladas por el Santo Oficio y de la expulsión de los judíos. Ahora los enemigos no eran los conversos, sino unos extranjeros que de forma dudosa procuraban hacerse con el trono de Castilla, y la culpa de ello sólo se podía achacar a la política de los Reyes Católicos. La política interior de éstos, destinada a mantener la paz en sus reinos, en principio funcionó, al igual que su política exterior, pero desde fines del XV su degradación era patente. Cuando a la degradada paz regia construida por Isabel y Fernando dentro de Castilla se sumaron los problemas surgidos a raíz de la herencia al trono, pareció que todo lo creado hasta entonces se iba a venir abajo. Las Comunidades acabaron con la imagen utópica establecida por los apologistas del régimen de los Reyes Católicos que definieron la época de su mandato, al menos hasta la muerte de la reina, como un período de paz, armonía y progreso.

404 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

3.2. LA PAZ PERDIDA: DEL DELITO COTIDIANO A LA CONFLICTIVIDAD POLÍTICA La conflictividad social, generada por las relaciones de poder de los oligarcas y el contexto crítico que vivía el común de Toledo debido a su pérdida de poderío gubernativo, a la inflación económica surgida por las continuas devaluaciones de la moneda 685 , y al resentimiento frente a los conversos (acusados de ser la causa de todos los males), acabó estallando con toda su fuerza en la década de 1465-1475. Años más tarde Andrés Bernáldez, cronista de los Reyes Católicos, afirmaba que en tiempos de Enrique IV había habido infinitos “vandos e parcialidades en Castilla [...] entre cavalleros e comunidades”; tantos, según él, “que es ynposible poderse escrevir...” 686 Los primeros años del reinado de Enrique, sin embargo, fueron de una paz relativa, a pesar de los rumores que habían sostenido que no era hijo de Juan II 687 , y de su implicación en el conflicto abierto entre su padre y los nobles al lado de éstos 688 . El ocaso del gobierno de Juan II fue muy crítico. En Toledo la revuelta de 1449 se convirtió en un problema de tal magnitud que las medidas para paliarlo, entre ellas el perdón a la comunidad urbana en su conjunto, no consiguieron acabar con el sentimiento de desánimo que reinaba en su población, debido a las continuas disputas políticas y a la desconfianza frente a los conversos. Para sosegar la crisis, Enrique IV, desde el principio de su gestión en el trono, se puso a promover el desarrollo de una política pacificadora destinada a frenar la plaga de delitos que vivían algunas comarcas, y a conseguir que la justicia actuase de una manera adecuada 689 . Aún así, tal política pacificadora se mostró errática, y fue incapaz de hacer frente a los problemas suscitados en el interior de las urbes. De hecho, es en la primera década de gobierno de Enrique IV en la que habría que buscar la génesis del movimiento de oposición al poder regio que iba a surgir más tarde, según se verá.

685 IZQUIERDO BENITO, R., Precios y salarios ..., p. 289. 686 BERNÁLDEZ, A., Crónica de los Reyes Católicos , B.N.M., Mss. 619, fol. 8 v. 687 EDWARDS, J., La España de los Reyes Católicos (1474-1520) , Barcelona, 2001, p. 14. 688 Sobre la figura de Enrique IV es conocido el estudio que Gregorio Marañón desarrolló a partir del cadáver del rey para diagnosticar, según sus rasgos físicos, si padecía o no impotencia: MARAÑÓN, G., Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo , Madrid, 1930. Más completas son las innumerables obras sobre la vida de este monarca que han aparecido en los últimos años, entre las que pueden destacarse: ESTEBAN RECIO, A., Las ciudades castellanas en tiempos de Enrique IV: estructura social y conflictos , Valladolid, 1985; VAL VALDIVIESO, Mª.I. del, “La sucesión de Enrique IV”, E.T.F.H.M. , 4 (1991), pp. 43-78; GARCÍA VERA, M.J., “Poder nobiliario y poder político en la corte de Enrique IV (1454-1474)”, E.E.M. , 16 (1993), pp. 223-238; PÉREZ BUSTAMANTE, R. y CALDERÓN ORTEGA, J.M., Enrique IV de Castilla (1454-1474) , Palencia, 1998; y SUÁREZ FERNÁNDEZ, L., Enrique IV de Castilla. La difamación como arma política , Barcelona, 2001. 689 ÁLVAREZ DE MORALES, A., Las hermandades, expresión del movimiento comunitario en España , Valladolid, 1974, p. 121.

405 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Como ha dicho Yolanda Guerrero Navarrete, el monarca mostró cierta incapacidad para ofrecer medidas compensatorias frente a la política de absorción de libertades municipales que venía desarrollando la realeza desde siglos atrás 690 . Enrique IV mantuvo las pautas de negociación que estaba manteniendo con los nobles ante los oligarcas urbanos, centrándose en el plano personal, lo que contribuyó a definir dos grupos opuestos en las ciudades 691 : por un lado el de los que apoyaban la acción regia y eran beneficiados; y por otro el de aquellos que eran contrarios a la política del rey, y que por ello no recibían ninguna gratificación del poder central 692 . Esta política produjo el resentimiento de buena parte de la oligarquía ciudadana, y con él la descomposición del orden público y el aumento de la violencia.

3.2.1. LA SOCIABILIDAD QUEBRADA: RASGOS ESTRUCTURALES Y EJEMPLOS Las graves peleas callejeras de los bandos políticos -movimientos se denominan en la documentación- de finales de la década de los 60 y principios de los 70 del siglo XV, dejaron una estela de ensañamientos que se refleja en la “comunidad” de Toledo durante el ocaso del reinado de Enrique IV, y en los primeros años de gobierno de Isabel y Fernando. Había mucha violencia “estancada”, es decir, inserta en las propias “pautas convivenciales”, y no existían mecanismos por los que canalizarla para acabar con ella de una forma eficaz y efectiva. La inoperatividad de la justicia debido a los enfrentamientos de los bandos y a la marginación que de forma constante sufría el grupo de los conversos, al igual que el de los judíos u otros grupos sociales como los extranjeros o los esclavos, hacía que muchos delitos no se denunciasen, tanto debido a la desconfianza ante la acción judicial, como por el miedo a que la denuncia, lejos de remediar el delito, generara un rechazo aún mayor hacia los denunciantes. Todo esto contribuía a degradar la estabilidad social. Lo más interesante, en este sentido, sería llevar a cabo un análisis que nos indicara hasta qué punto en la violencia diaria que la ciudad sufría se manifestaban, de forma limitada,

690 GUERRERO NAVARRETE, Y., “Burgos y Enrique IV. La importancia del sector ciudadano...”, en concreto en la p. 445 insiste en que “Enrique IV no supo dar nada a cambio”. 691 Sobre esta política decía Alonso FERNÁNDEZ DE PALENCIA ( Crónica de Enrique IV , Madrid, 1975, tomo II, década II, libro IV, cap. VIII, p. 23 b): “El apático monarca [Enrique] ni sabía ni curaba de buscar remedio al mal, sino que, como anteriormente, había consentido los orígenes de todos estos odios tiránicos y favorecido en cada pueblo a uno de los bandos que le dividían, por creer que en la desunión de los vasallos estribaba el poder del dominador. Con tal conducta se había acarreado el desprecio de todos, y ya la furia de las facciones se ensañaba terriblemente a sus anchas por villas y ciudades, sin que hubiera quien pusiese término o por lo menos moderase las iras de los enfurecidos ciudadanos...” 692 Como veremos a lo largo de este trabajo, uno de los principales éxitos de la política pacificadora de los Reyes Católicos en ciudades como Toledo consistió en afianzar el dominio del bando que les había aceptado como herederos al trono, para, después, de forma paulatina, ir reintegrando en la vida política municipal al otro bando oponente.

406 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 pautas de agresión que luego tendrían un pleno desarrollo en los movimientos sociales. Es decir: ¿en la violencia urbana habitual se podrían diferenciar unas víctimas, unos medios y unas agresores que, en esencia, eran los mismos que actuaban en los grandes enfrentamientos urbanos?. La respuesta sería afirmativa en tanto que en términos generales las similitudes son fácilmente detectables, pero el problema que aquí se presenta es mucho más complejo si nuestro objetivo pretende reconocer en estos enfrentamientos actores particulares con poca relevancia social, que intervengan tanto en la violencia colectiva como en las formas concretas de agresión siguiendo unos patrones más o menos fijos; debido, sobre todo, a dos causas. Por un parte, en las denuncias que se realizaban de los atentados violentos no solía especificarse la condición (socio-religiosa, política o económica) del denunciante ni de la víctima, algo que nos podría ayudar a ubicarlos funcionalmente en los grandes conflictos. Por otra parte, aunque pudiésemos conocer esa condición, algunos agredidos, por ejemplo los conversos (y los que vivían en la marginación en general), principales víctimas de muchas revueltas, siempre aparecerían infrarrepresentados en las estadísticas relativas a la violencia diaria, por culpa de la represión a la que en algunos casos estaban sometidos, produciéndose una imagen deformada de la realidad, que nos llevaría a considerar al grupo que precisamente con más rigor sufría la violencia como el menos perjudicado por ella. La violencia colectiva que de forma coyuntural sufrió Toledo desde inicios del siglo XV se deja notar en las pautas convivenciales, en los momentos posteriores a su desarrollo sobre todo, cuando el grupo social que había sido su víctima quedaba definido como “enemigo de la comunidad”. Lo que no quiere decir ni que la violencia urbana quedase reducida a actos más o menos coyunturales, ni que el grupo social que en éstos actuaba como víctima fuese cotidianamente perseguido. Más allá de las acciones de agresividad colectiva, en las que los odios se dirigían hacia el “otro” (los conversos; también los oponentes políticos), en la vida cotidiana ciertas formas de violencia estaban enraizadas en el sentir de los toledanos, y, lejos de dirigirse hacia un colectivo determinado, se extendían por todo el conjunto poblacional, sin atenerse a la condición religiosa o económica de las personas. Además, los grandes movimientos del siglo XV no deben interpretarse como una única evidencia de la situación de crisis que en esa centuria vivían las ciudades castellanas 693 . La mayoría de los descontentos sociales no generaban conflictos de ese calibre, y su aparición y desarrollo debería relacionarse con dos variables: la profundidad del malestar existente, por

693 PÉREZ LEDESMA, M., “Cuando lleguen los días de la cólera (Movimientos sociales, teoría e historia)”, en MONTANIRI, M., y otros, Problemas actuales de la Historia. III Jornadas de Estudios Históricos , Salamanca, 1993, pp. 141-187, en concreto p. 158.

407 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) un lado, y la dimensión del grupo afectado por dicho malestar, por otro. En Toledo los movimientos que se dieron a finales del reinado de Enrique IV estaban relacionados con la situación de crisis que vivía la ciudad, si bien su manifestación más clara era el delito habitual que se daba en ella, y que contribuía a degradar los cánones de convivencia. Las agresiones eran sufridas por toda la colectividad de ciudadanos, pero el grupo cristiano viejo, al ser el mayoritario, las recibía en mayor cantidad (aunque en menos intensidad que las minorías), lo que supuso para él un argumento de legitimación a la hora de iniciar un ataque contra los conversos, a los que culpaba de corromper la vida urbana por su mal uso de la fe en Cristo. Por eso la violencia diaria que se desarrolló durante la década de 1465-1475 no podría entenderse si no la vinculásemos con la situación política y social que estaba viviéndose en esos momentos, en la que entran en juego aspectos tan diversos como las luchas políticas entre los Ayala y los Silva 694 , que en esa época alcanzan su máximo radicalismo, el enfrentamiento contra los conversos 695 , o, incluso, los continuos problemas con la jurisdicción eclesiástica 696 . Eso sí, aún reconociendo que esta situación favorecía el desarrollo de la violencia en el seno de la comunidad urbana, no puede olvidarse la dificultad que conlleva el análisis de los orígenes del hecho violento, debido a su carácter polifacético 697 , que obliga a tener en cuenta varios aspectos determinantes a la hora de comprender sus causas y las condiciones en que tenía más o menos posibilidades de desarrollarse o desaparecer 698 .

694 “...convivían muy de cerca partidarios de los sectores en pugna [del reino], lo cual determinaba que se llegase a unos niveles de dramatismo y de violencia que no son tan fáciles de observar en otros ámbitos...”: CABRERA, E., “Violencia urbana y crisis política en Andalucía durante el siglo XV”, en Violencia y conflictividad en la sociedad de la España bajomedieval. Sesiones de trabajo del IV Seminario de Historia Medieval , Zaragoza, 1995, pp. 5-25, en concreto p. 10. 695 Con la orden de restitución a los conversos de sus regimientos, juradurías y escribanías, Enrique IV puso fin a un enfrentamiento que continuará, de forma latente, hasta la llegada de la Inquisición en la ciudad: A.M.T., A.S., caj. 1º, leg. 1º, nº. 14. Copia del siglo XVIII en: B.N.M., Mss., 13.110, fols. 67 r-72 r. Publicado en: BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV... , doc. 59, pp. 262-265. 696 Esto se manifiesta claramente en las actas del Cabildo catedralicio, en las que puede verse la tensión existente entre la oligarquía laica y los miembros del clero urbano. Un ejemplo claro de esto, que luego analizaremos con más detenimiento, es la amenaza puesta contra los miembros del Cabildo por el mariscal Payo de Ribera, ante su negativa a levantar un entredicho: A.C.T., Actas capitulares, libro 1º, del 13 de agosto de 1466 al 27 de mayo de 1490, reunión del 9 de marzo de 1467, fol. 5 r. 697 Las corrientes sociológicas se decantan por tres posturas a la hora de explicar las causas de la violencia; una de ellas, heredera de los planteamientos hobbesianos de la concepción del hombre, incide particularmente en el carácter psico-genético negativo del ser humano como causa de su actitud violenta (genetistas o deterministas); otra pone énfasis en la importancia de las corrientes culturales en las que el individuo se mueve como pautadoras de su conciencia social y de su acción colectiva (ambientalistas); la tercera, frente a las interpretaciones de estas dos, incide, sin aportar una visión nueva, en la combinación de ambas, considerando que en las condiciones genéticas y en las pautas ambientales y culturales en las que el hombre desarrolla su existencia está la clave que define las causas del desarrollo de la violencia en todas sus facetas (interaccionistas). Sobre estos aspectos véase: PÉREZ GARCÍA, P., La comparsa de los malhechores. Un ensayo sobre la criminalidad y la justicia urbana en la Valencia preagermanada (1479-1518) , Valencia 1990, pp. 259-260. 698 Así por ejemplo, mientras que Juan Manuel MENDOZA GARRIDO en su obra D elincuencia y represión ... insiste en el factor económico que explica la delincuencia en la Edad Media, considerándola producto en muchos casos de la situación de miseria que acompañaba las vidas de no pocas personas desde su nacimiento, Iñaki

408 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Esa violencia colectiva, extrema, coyuntural, producto de los conflictos sociopolíticos, a la que los cronistas se refieren, difícilmente puede entenderse separada de la violencia que de manera habitual vivían muchas personas, por dos razones: porque la violencia comunitaria en su plasmación práctica funcionó siguiendo los patrones del hecho violento propios de la violencia cotidiana; y porque ésta última se agudizó y se hizo más abundante (y tal vez más cruenta) por culpa de la primera 699 . En este sentido, Iñaki Bazán Díaz pone el acento en el malestar generado por las guerras, el hambre, las epidemias o la ruina económica como factores determinantes a la hora de comprender la violencia cotidiana, y defiende que ésta exhibe una “sociabilidad de la violencia, una extensión brutal de la sociabilidad habitual” 700 , producto del uso de mecanismos agresivos que perseguían el mantenimiento de la posición del individuo en el seno de las comunidades urbanas y rurales. De acuerdo con esto, y teniendo en cuenta que nuestra intención no es profundizar en el análisis del delito, en las páginas que siguen van a aclararse algunos de los rasgos de los actos delictivos que se produjeron en Toledo a fines de la Edad Media. Hemos de tener claro (se ha dicho en muchas ocasiones) que nuestro objetivo es estudiar cómo actúan los monarcas en su búsqueda de la paz regia, no la delincuencia. Por lo tanto, en las páginas que siguen sólo van a exponerse algunos de los rasgos que definen el delito, a través de ejemplos. No vamos a hacer un análisis minucioso. Sólo se expondrán, a la luz de los casos concretos, ideas que conviene que se tengan en cuenta. Luego, en capítulos posteriores, se irá profundizando en algunos de los aspectos que aquí se señalen. Por el momento, sirvan los datos y argumentos que iremos exponiendo a continuación como paso inicial a la hora de analizar lo que supuso la quiebra de la paz regia en Toledo, en la década de 1460, y cómo los Reyes Católicos iban a enfrentarse al problema.

3.2.1.1. OLIGARCAS, ABUSOS Y VIOLENCIA Los desacatos a la realeza, y el caos producido por ellos, se utilizaron por los oligarcas para adquirir poder

Los oligarcas cometían abusos aprovechando los contextos de desobediencia a la realeza y las situaciones de descontrol producidas por su culpa, al gozar de una mayor autonomía política. Así, por ejemplo, en noviembre de 1452, poco después de la revuelta de Pedro Sarmiento, se hizo una ordenanza para regular el cultivo de las tierras en torno a la

BAZÁN DÍAZ ( Delincuencia y criminalidad en el País Vasco... ) insiste en que la violencia se explica mejor atendiendo a los “condicionantes mentales” propios de la baja Edad Media. 699 AROSTEGUI, J., “Violencia, sociedad y política: la definición de la violencia”, Ayer , 13 (1994), pp. 17-55. 700 BAZÁN DÍAZ, I., Delincuencia y criminalidad en el País Vasco... , p. 206.

409 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) urbe, y con ella los regidores mandaron prender los bueyes de los arrendatarios que trabajaban las heredades concedidas por Juan II a Juan de Guadalajara en Argés. Éste, defendiendo que si había arrendado las tierras sólo era debido a la imposibilidad de encontrar labradores que las trabajasen, se quejó en el Ayuntamiento y pidió testimonio de su demanda al escribano del mismo, el cual se negó a dárselo. Ante esta injusticia, Juan de Guadalajara solicitó al rey que mandase al escribano que se lo diese. El monarca realizó la solicitud, pero el escribano se negó de manera sistemática. Juan II tuvo que enviar tres cartas pidiendo que se diera el testimonio a Juan de Guadalajara (la última está fechada el 18 de enero de 1453 701 ).

Los enfrentamientos internos de Toledo tuvieron un reflejo trágico en la zona extramuros de la urbe

La inestabilidad política que padeció Toledo a lo largo del siglo XV, por culpa de los conflictos desarrollados entre sus oligarcas, tuvo su reflejo en las condiciones de vida de los habitantes de su tierra, quienes soportaron las continuas acometidas -sus campos fueron arrasados como medida de presión 702 - de las tropas reales que llegaban a la urbe para ponerla cerco. Por ejemplo, ante la entrada en la ciudad del infante Enrique en 1440 703 , contradiciendo las disposiciones dadas por Juan II, el condestable Álvaro de Luna solicitó a su hermano, el arzobispo de Toledo, que viniese con toda la gente que pudiera a Escalona. El arzobispo llegó a esta villa el 24 de abril de 1441 con 300 hombres de armas y jinetes. Con toda esta gente, según el cronista Pedro Carrillo de Huete 704 , “el condestable tenía tomados los caminos, que cada día avían encuentros, unos con otros, e levaban lo mejor los del condestable, e ovieron vuenas cabalgadas...” La tierra de Toledo se había convertido en un campo de batalla en el que los asaltos eran constantes. El 1 de mayo de ese año, 1441, Gómez Carrillo de Acuña, primo de Álvaro de Luna, se dirigió con 300 jinetes a Olías, en donde se produjo un enfrentamiento con algunos toledanos, resultando muertas, según el cronista, 30 o 40 personas. Los caminos habían dejado de ser seguros. Viniendo Juan de Ayala y 14 hombres de armas desde Torrijos a la ciudad fueron asaltados y prendidos por los del condestable. Con estas acciones se estaba imponiendo una forma distinta de controlar la tierra urbana, puesta bajo la supervisión directa de Álvaro de

701 A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 4º, nº. 17. 702 En un pregón sin fecha, publicado entre 1470 y 1475, se ordenaba que nadie fuese osado de ir a robar a las aldeas de la tierra de Toledo, y que no se saquearan a los caminantes en los campos: A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 2, fols. 30 v-31 r. 703 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV... , pp. 13-24. 704 CARRILLO DE HUETE, P., Crónica del halconero de Juan II , MATA CARRIAZO, J. de (Edit.), Madrid, 1946, caps. 303 y 304, pp. 393-394.

410 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Luna y de su hermano el arzobispo, cuyos esbirros recorrían los campos llevando como señal la divisa del rey: una faja colorada con cruces blancas. Peor aún fue la situación de los territorios de alrededor de la ciudad en algunos momentos de los años finales del reinado de Enrique IV. Muchos de ellos sufrieron un saqueo sistemático debido a los continuos ataques de los desterrados de la urbe, con el fin de ser recibidos en ella. En 1470 los del bando de los Silva llegaron a situar guarniciones alrededor de Toledo para entorpecer el abastecimiento de sus vecinos, aunque serían los habitantes de las zonas circundantes de la urbe las verdaderas víctimas 705 de sus acciones 706 . Esta situación crítica de la tierra, por culpa de los actos violentos, llegó al extremo en noviembre de 1471, mes en que se tuvo que dar un pregón en la ciudad del Tajo por el que se hacía saber a todos sus ciudadanos que algunos caballeros (los Ayala recién expulsados) estaban produciendo graves daños en la comarca, dejándola asolada en muchas zonas, hasta el punto de que sus habitantes ya no podían sufrir más. Las autoridades municipales ordenaron a los toledanos que estuviesen apercibidos para que cuando sonaran las campanas salieran en defensa de los campesinos 707 . Por entonces la conflictividad urbana era enorme, y nadie creía en el rey, dada su impotencia para resolver la situación.

Los oligarcas no respetaban las disposiciones -mercedes, privilegios- que iban en contra de sus intereses, y hacían cumplir todas las prebendas a su favor, aunque para ello tuvieran que emplear la violencia

Los privilegios de los vecinos de Toledo provocaban enfrentamientos, especialmente las exenciones fiscales. Éstas impedían el lucro personal de algunos individuos, e iban en contra de las normas económicas de muchos lugares y muchas regiones. La principal problemática se produjo por la exención del portazgo que permitía a los vecinos de la ciudad del Tajo circular por todo el reino sin pagar ningún tributo, a su paso por los puntos fiscales establecidos en las ciudades y en las villas, o en otras partes 708 . Por su culpa surgieron conflictos acerca de la preminençia de los privilegios otorgados a los toledanos, para no pagarlo, sobre las mercedes otorgadas por los reyes, especialmente por Enrique IV, concediendo nuevas licencias para establecer portazgos y cobrarlos a todos los que pasasen por ellos 709 . También hubo serios

705 Desde Illescas los del conde de Cifuentes robaban a los vecinos de Toledo. Por esta causa el 20 de septiembre de 1470 se dio un pregón declarándoles enemigos de la urbe: A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 2, fol. 106 r-v. 706 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV... , doc. 57, pp. 260-261. 707 A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 2, fols. 91 r-92 r. 708 A.M.T., “Siglo XV. Cartas y varios”, sig. 298, documento suelto. 709 Los Reyes Católicos tuvieron que intervenir, en 1477, para evitar los abusos cometidos por los cobros de nuevos portazgos en Maqueda, Santa Olalla, Cebolla y otras villas y lugares: A.G.S., R.G.S, 25 de marzo de 1477, fol. 173.

411 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) enfrentamientos por culpa de la creación de portazgos ilegales en tiempos de inestabilidad, cuyos creadores obligaban a pagar a todos de forma independiente a su estatus fiscal 710 . Eran enfrentamientos por causas económicas, del mismo modo, los provocados por culpa de las mercedes otorgadas por los monarcas en las rentas de las villas y lugares de la tierra. Estas mercedes generaban violencia porque producían una enorme presión fiscal; más si tenemos en cuenta que en muchos casos las concesiones abarcaban prácticamente todo lo que el rey percibía de un determinado lugar, de tal forma que en períodos de escasa recaudación el conflicto entre la persona encargada de recibir el tributo (como merced) y el lugar obligado a pagarlo era inevitable. Un ejemplo paradigmático se produjo a finales del reinado de Enrique IV, cuando Egas Cuello 711 , diciendo que debía cobrar ciertos maravedíes de juro de heredad situados en las rentas de Pantoja, decidió robar a sus vecinos algunos de los animales que utilizaban para la labor de las tierras.

Dentro del “delincuente de clase alta” podría ubicarse al clérigo

Los clérigos también estaban implicados en algunos abusos muy graves. Un vecino de Yébenes, Miguel Ximeno, pasando por Recas 712 con dos cargas de vino fue asaltado por el capellán del lugar, que le tomó una de las cargas sin ningún derecho 713 . Tras este robo, aún no había cruzado la villa cuando se encontró con Juan Rodríguez, hijo de uno de los dirigentes del pueblo, quien le quitó la otra carga de vino y el asno en que la traía. La víctima se vio obligada a poner una demanda ante el alcalde de la Hermandad de ese lugar. Éste mandó prender a Juan Rodríguez y que fuese enviado ante el alcalde de la Hermandad de Toledo. Así se cumplió, pero, a pesar de las críticas de Ximeno, el alcalde toledano ordenó soltar a Juan Rodríguez, diciendo que podía apropiarse de lo que se apropió según lo estipulado en una ordenanza urbana.

Los poderosos llegaron a utilizar verdaderos ejércitos a la hora de de cometer un delito, siendo algunas de sus víctimas “medianos” o “menores” al servicio de individuos a quienes pretendían humillar

710 Por ejemplo, Alfonso Carrillo creó un portazgo ilegal en Maqueda en 1471, y Enrique IV tuvo que intervenir. Carrillo cobraba en virtud de su portazgo a todos sin distinción: A.M.T., A.S., caj. 5º, leg. 2º, nº. 2, pieza 1. 711 A.M.T., “Siglo XV. Cartas y varios”, sig. 298, documento suelto. 712 A.M.T., “Siglo XVI”, caja 2.529, documento suelto. 713 También la Iglesia sufría las acciones violentas de los más poderosos de la ciudad, como pudieron comprobar los religiosos del monasterio de San Cemente de Toledo, cuando a principios de los años 70 del siglo XV Juan Álvarez, mayordomo de Pedro Arias de Silva, les robó 190 vacas que tenían en una dehesa (A.G.S., R.G.S, 24 de enero de 1480, fol. 71), cerca de la ciudad, entre las cuales, según la demanda puesta por el monasterio, había 13 bueyes de labranza, cuya sustracción les impidió recolectar las 1.500 fanegas de trigo que recogían cada año.

412 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

En el año 1477 fue denunciado un suceso muy violento ante el Consejo Real. Según la demanda, había sucedido cinco años atrás, en 1472 aproximadamente. Pedro de Tovilla, comendador de la orden de Santiago, fue a con 40 jinetes y con otros muchos hombres de a pie, todos armados con diversas armas, con el único fin de asesinar a Juan de Rueda y hacerle todo el mal posible; sin causa alguna según éste demandó. Como no pudieron asesinarlo (no estaba allí) entraron en una casa que tenía en ese lugar y pusieron fuego a una bodega en la que estaban almacenadas 18 cubas, 45 tinajas y 2.500 arrobas de vino, además de vigas, madera, sarmientos, etc. Luego llegaron a otra casa suya y también la prendieron fuego, quemándole dos camas, colchones, almadraques, sábanas, colchas, mantas, joyas, una ojiva para la chimenea y muchas más cosas. El destrozo producido era valorado por el demandante en unos 300.000 maravedíes 714 . En este delito aparece un enorme grupo armado dispuesto para hacer daño a un sujeto particular, que afirma no existir causa alguna para ello. Pero evidentemente nadie pondría en juego tal maquinaria sin una causa justificada. Recordemos que en esos momentos, 1472, los enfrentamientos entre los bandos políticos en las afueras de la ciudad son continuos. Aunque lo más importante de este episodio tal vez no sea el hecho en sí, sino la repercusión que podría tener en Nambroca, el lugar de la tierra toledana. Sus habitantes verían asustados cómo, ante la incapacidad de las justicias del pueblo para evitarlo, un verdadero ejército entraba impunemente en las casas de uno de sus habitantes y las ponían fuego. Ahora bien, verdaderamente ¿no había ninguna causa para que se cometiera esa acción?. Es posible que sí la hubiese aunque el demandante la calle; o tal vez era ilegítima, es decir, hay documentados algunos casos en los cuales aquellos que sufren la violencia son víctimas de una venganza dirigida contra los señores para los que trabajaban. Las víctimas del odio al oligarca solían ser las personas con menos relevancia social que integraban su clientela (criados, mozos, algún escudero incluso). Diego de Toledo, por ejemplo, sufrió un robo a finales del reinado de Enrique IV 715 . La única causa que lo explica es el hecho de que fuera criado de un caballero opuesto al conde de Fuensalida. Éste había ordenado a sus hombres que fuesen al lugar de Burguillos y robaran a Diego de Toledo todo lo que tuviese en una casa que allí poseía, sustrayéndole, según el testimonio de la víctima, vino y otras cosas por un valor de 1.000 doblas. Ante el robo Diego se quejó a su señor (no se dice su nombre en el documento, pero es seguro que era del bando de los Silva), el cual se encargó de solucionar el problema enviando una carta al asistente de Toledo en la que solicitaba que, pues su criado

714 A.G.S., R.G.S., 24 de febrero de 1477, fol. 336. 715 A.M.T, “Siglo XV”, caj. 2.530, documento suelto.

413 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) jamás se había entrometido en la política urbana, le devolvieran sus bienes o al menos una cantidad económica que paliase el daño provocado...

El “espacio delictivo” de los oligarcas de Toledo era muy amplio

La violencia desarrollada por aquellos que tenían poder en la ciudad no se limitaba a las inmediaciones de la urbe. En algunos casos iban a territorios alejados de ella para realizar sus acciones, tal y como se pone de manifiesto en un interesante documento que el Consejo Real dirigió a Diego de Jarada, jurado de Toledo 716 . A mediados de 1474, viniendo de Almagro en dirección a Sevilla, Alfonso de Baeza y su hermano Diego, sevillanos, fueron asaltados por unos hombres dirigidos por Jarada. Cuando estaban en la venta de Pascual Domingo 717 , cerca de la villa de Almodóvar del Campo (sin hacer ningún mal según su demanda), llegó un grupo de peones y caballeros con el jurado de Toledo por jefe. Les robaron por la fuerza dos caballos, un asno y otras cosas, todo por valor de 60.000 maravedíes, y presos los condujeron al castillo de , en donde quedaron privados de su libertad hasta pagar un rescate. El daño económico total fue de 160.000 maravedíes.

En lo relacionado con los oligarcas, el uso negligente y delictivo de la justicia estaba a la orden del día

Las acciones delictivas desarrolladas por los más poderosos no tan sólo consistían en la realización de delitos como tales, sino también en su capacidad para usar la justicia de forma negligente a la hora de punirlos. Así sucedió en 1476, por ejemplo, cuando Pedro Blázquez “el mozo”, vecino de Toledo, acusó a Diego de Naba, alcalde de Santa Olalla, a su familiar Pedro Gómez de Naba, y al alguacil de la villa, Juan Maldonado, de no hacer justicia ante la demanda por él puesta ante ellos, a causa del asesinato de su hermano Juan Blázquez. Un día de noviembre de ese año, 1476, en el camino que venía de Puente del Arzobispo a Oropesa, dos judíos, Abraham Cohen de Santa Olalla y Abraham Truchas, apuñalaron en el pecho a

716 A.G.S., R.G.S., 12 de septiembre de 1477, fol. 563. 717 Como aquí se muestra, las ventas no eran lugares seguros. Se podían convertir en trampas de los delincuentes más poderosos o de grupos de bandidos. Esto lo pudieron comprobar Fernando Núñez, vecino de Toledo, Lope de Zayas, vecino de Orgaz, Juan de Lanza y Juancho Vizcaíno, entre otros (A.G.S., R.G.S., 8 de noviembre de 1479, fol. 47), cuando durante una tregua firmada por Isabel y Fernando con el marqués de Villena, pasando por una venta llamada Diezma, a dos leguas y media de Toledo, unos escuderos del marqués se dirigieron hacia ellos y les robaron todo lo que llevaban. En otra venta, llamada “de Bel”, sufrió el robo de 100.000 reales de Portugal un criado de Álvaro González, otro toledano (A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 64 r), que los llevaba a la casa de la moneda de Cuenca, cumpliendo las ordenanzas de Enrique IV. Estando en la venta, cinco hombres del rey incautaron todo el dinero y se lo llevaron a Madrid, diciendo que lo había perdido porque era moneda falsa, por lo que el dueño del capital tuvo que pedir la intermediación del Ayuntamiento de Toledo.

414 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Juan Blázquez quitándole la vida 718 . El delito fue denunciado ante las justicias de Oropesa. Tras la incomparecencia de los acusados en el juicio se sentenció a Abraham Cohen a pena de muerte, y los parientes de la víctima recibieron licencia para matarle. Los dirigentes de Santa Olalla no sólo no habían querido cumplir la sentencia cuando les fue presentada por los familiares de la víctima; tenían a salvo al acusado, escondido en una casa de Domingo Pérez, y amenazaban a Pedro Blázquez, advirtiéndole que le iban a atacar si entrase en la villa sobre la que ellos ejercían la justicia 719 . ¿Los dirigentes de Santa Olalla hicieron todo esto de forma gratuita, más tratándose de judíos?. Seguramente no. Es posible que hubiesen recibido dinero de los agresores a cambio de impedir la ejecución de la sentencia a la que habían sido condenados, pero en el documento no se dice nada de esto.

3.2.1.1.1. La posición social y el delito La lucha por el mantenimiento de la posición social explica gran parte de la “delincuencia oligárquica”

En todos los casos señalados hasta aquí para ejemplificar el sentido que la violencia tenía para los oligarcas, el mantenimiento de la posición social se muestra básico. Incluso las formas de violencia colectiva desarrolladas en Toledo durante el siglo XV pueden explicarse, en lo que a la oligarquía se refiere, desde el punto de vista del mantenimiento de la honra. Las redes clientelares de los oligarcas hacían que las acciones “deshonrosas” en que se hallaran implicados (un insulto, un golpe, etc.) cobrasen inmediatamente un cariz colectivo, pudiendo convertir las ofensas -llamadas de forma general insultos en los documentos- a ellos realizadas en auténticos enfrentamientos ciudadanos. Las clientelas, en este sentido, actuaban como plataformas de cobertura social que protegían a sus miembros frente al delito. Sirva un ejemplo. Una noche de principios de mayo de 1515 720 Gabriel de Acuña, hijo de Lope de Acuña, uno de los principales oligarcas, iba andando por la calle acompañado por su paje cuando le asaltaron dos hombres traviesos, facinerosos e de baxa suerte , que se dirigieron

718 A.G.S., R.G.S., 23 de diciembre de 1478, fol. 57, publicado en: LEÓN TELLO, P., Los judíos de Toledo , Madrid, 1979, doc. 64, pp. 484-486. 719 Un caso parecido es el de Pedro Gómez, un monedero toledano (A.G.S., R.G.S, 9 de junio de 1477, fol. 255), vecino de Novés, que había visto cómo un alcalde de Maqueda le había ocupado una tierra suya que allí tenía, y la había vendido, a pesar de que le había mostrado unas cartas de Juan II y Enrique IV, en que se contenía que uno de los privilegios de los monederos de Toledo era que sus causas fuesen vistas por sus propios alcaldes, y no por ningún otro juez. Ni siquiera las autoridades de Toledo pudieron evitarlo, por lo que no tuvo más remedio que reclamar la ayuda de los reyes en 1477. Más comunes aún eran esos abusos en las villas señoriales, en donde sus dirigentes actuaban amparados por el poder de su señor, expropiando a los vecinos de Toledo las casas o las tierras (véase por ejemplo la expropiación llevada a cabo por Cristóbal de Ajofrín en Santa Olalla, villa de Alvar Pérez de Guzmán, a Juan Ruiz Maldonado, vecino de Toledo: A.G.S., R.G.S, 24 de noviembre de 1478, fol. 30) que en ellas tenían, e impidiendo que fueran a reclamar justicia ante las autoridades de la ciudad. 720 B.N.M., Mss., 13.112, fols. 57 r-58 r.

415 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) contra ellos con las espadas desenvainadas para robarles. Acuña se quiso defender al considerar que la huída sería vergonzosa, aunque su paje y él tan sólo llevaban una espada 721 . Cualquier otro que se encontrara en esta situación hubiese huido, pero Gabriel de Acuña tenía una imagen social que mantener frente al resto de los ciudadanos como integrante de la oligarquía. Para los oligarcas la violencia era, según ha señalado Rafael Narbona Vizcaíno, “una faceta más de su status”, y con ella exponían al conjunto de la comunidad en la que habitaban su posición en la escala social 722 . De este modo, luchando, Acuña salvó su dignidad pero no la vida. Los asaltantes le asestaron 16 puñaladas (nada se dice de lo sucedido con su paje), muchas de ellas mortales, hasta matarle, y le robaron la loba y la espada que llevaba. Los asesinos al instante fueron descubiertos; se trataba de Solís y de Martín de Gamaz y Medina. Sin poder huir, acorralados, acabaron subiéndose a lo alto de la torre de la iglesia de Santo Tomé, buscando el amparo del asilo eclesiástico. A la iglesia vino una gran cantidad de personas, entre ellas muchos caballeros que eran parientes de la víctima y otros integrantes de su clientela. La red clientelar de los Acuña se había activado y el escándalo era inevitable, no sólo por el asesinato en sí, sino por la posición social de la víctima y la de los agresores. Unos hombres de tan poca suerte se habían atrevido a cometer un delito tan grave calificado contra una persona principal . Los miembros de la clientela obligaron al alcalde mayor de la ciudad a entrar en la iglesia a por los asesinos; si no lo hacía iban a tomarse la justicia por su mano. A la mañana siguiente se hizo justicia a Solís; murió en la horca. De Antonio de Gamaz no se indica lo que sucedió con él. Tal vez fuese condenado a la misma pena, pero el día que mataron a Solís él quedó en la cárcel porque no se había finalizado el proceso abierto en su contra. Así se calmó el escándalo, no las críticas. La Iglesia puso el grito en el cielo ante la violación del recinto religioso que había realizado el alcalde mayor, y Francisco de Herrera, capellán mayor de la capilla de los Reyes de la catedral, procedió mediante censuras contra el alcalde y puso un entredicho sobre la ciudad. La reina Juana, sin embargo, ante la información enviada por los jurados, solicitó a Herrera que levantara su censura porque el apresamiento se había realizado para la pacificación de la urbe. Este crimen señala que una de las funciones determinantes que las clientelas de los oligarcas tenían en la ciudad era la de servir como plataformas de defensa de sus integrantes frente al crimen, actuando de forma cohesionada para asegurar el amparo de sus miembros, o, en caso de que el delito fuese inevitable, influyendo para que la justicia se cumpliera contra

721 El documento se señala que Acuña decidió defenderse de sus atacantes al considerar que era vergonzoso huy r. 722 NARBONA VIZCAÍNO, R., Malhechores, violencia y justicia ciudadana en la Valencia bajomedieval (1360-1399) , Valencia, 1990, pp. 84-85.

416 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 los delincuentes. Por esta razón, fuesen víctimas o agresores, los miembros de la oligarquía gozaban de unos medios de amparo frente a la violencia fuera del alcance de la mayoría de los individuos. En tiempos de paz las clientelas actuaban desde un punto de vista eminentemente defensivo, aunque a veces eran utilizadas como mecanismos de presión frente a determinados sectores sociales o individuos. Cuando surgía un conflicto entre bandos tomaban un cariz ofensivo, actuando como verdaderos ejércitos dentro y fuera de la ciudad. Desde este punto de vista, por lo tanto, es como tenemos que interpretar las acciones cometidas por los poderosos : atendiendo a la cobertura que les facilitaban sus redes clientelares, porque les proveían de una defensa extrajurídica y de una cierta impunidad frente al delito. La ocupación de un cargo político también otorgaba mayor seguridad frente a las agresiones, tanto por la preeminencia social como por el carácter público que confería al individuo que lo ostentaba. Un ataque a un alguacil, por ello, aunque fuera el resultado de una rencilla personal, siempre se vería como un atentado contra la justicia urbana, contra los encargados de mantener el orden y la paz, dejando aparte el carácter privado del individuo (en tanto que individuo propiamente dicho) para centrarse en el público (en tanto que alguacil). En la reunión del Cabildo de jurados celebrada el 19 de octubre de 1463 723 , por ejemplo, éstos demandaban que Esteban de Sosa, alcalde de la justicia, y Pedro Gómez de Bonilla llevasen a cabo una pesquisa para descubrir a los que habían herido al jurado Antón de Ayllón, defendiendo era necesario hacerla debido a la importancia política de la víctima. Nadie puso ningún obstáculo para que la pesquisa se realizara; el propio asistente de la ciudad dijo que debía llevarse a cabo.

Los cargos políticos y las redes clientelares amparaban del delito al oligarca

La ocupación de un cargo político y la pertenencia a una red clientelar importante, dos elementos que se dan en los principales oligarcas, conferían al individuo un poder muy alto a la hora de perseguir un objetivo cualquiera, además de una cierta impunidad ante la justicia. En muchos casos las denuncias de la gente del común frente a las autoridades municipales, y frente a los oligarcas, en general, no tenían efecto; ellos controlaban la justicia concejil. Y si las víctimas de sus actos decidían llevar sus reclamaciones a la corte siempre albergaban el temor de que los demandados, o sus clientelas, en venganza, les hiciesen algún daño por ello 724 . Los habitantes de Toledo temían denunciar ante la justicia local los abusos de las personas poderosas , los alcaldes, los alguaciles o los alcaides de las puertas de la ciudad.

723 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 92 r. 724 A.G.S., R.G.S., 28 de enero de 1475, fol. 241.

417 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Creían que al hacerlo no tan sólo no iban a solucionar los problemas, sino que acabarían empeorándolos 725 .

Por su privilegiada posición social, el oligarca consideraba a los delitos que él mismo cometía como necesarios para la defensa de su estatus

Los oligarcas eran conscientes de su posición privilegiada respecto a la justicia. De otra forma no se explicaría, por ejemplo, el asesinato del mudéjar Hamete Barriga 726 , al que Francisco Contador, hijo del jurado Sancho Núñez, quitó la vida sólo, según su testimonio, porque le había oído blasfemar en público, delante de una gran congregación de personas. En una pesquisa sobre el caso los individuos que se hallaron presentes dijeron que de no haberlo matado él lo habría hecho algún otro, debido a la actitud altanera y blasfema mostrada por la víctima. Si lo hizo el hijo del jurado fue porque era consciente de que por su situación tenía menos posibilidades de recibir un castigo. Un caso más evidente aún se produce en el emplazamiento a Payo de Ribera para litigar ante un alcalde mayor, que realiza Cristóbal de Alcocer 727 , un comerciante de la urbe, al que el primero debía ciertos maravedíes. El emplazado, lejos de someterse a la demanda puesta en contra suya, en plena luz del día fue a caballo con cinco o seis hombres a la tienda donde estaba vendiendo el demandante, y en presencia de la gente que allí había le golpeó varias veces, tras injuriarle, mientras Alcocer tan sólo se protegía con un palo de medir que llevaba atado a la muñeca. Ribera llegó a desenvainar la espada con intención de asesinarle, pero el agredido se metió corriendo en su casa para coger un lanzón con el que defenderse; así se salvo de una muerte que parecía segura. Situaciones como éstas creaban miedo, sobre todo entre aquellas personas que en algún momento habían tenido altercados con un oligarca poseedor del poder suficiente como para vengarse de ellas, sin que pudiesen reclamar justicia. Alvar Rodríguez de la Quadra 728 y Gómez de Casarrubios 729 , por ejemplo, tuvieron que ponerse bajo el amparo regio ante el temor de que algunos caballeros u otras personas les mataran, les lisiasen o les hicieran otro mal, no sólo a ellos, sino a sus mujeres, hijos, criados o procuradores. ¿Quiere esto decir que las personas poderosas de Toledo en el siglo XV apenas sufren la violencia, y que, sin embargo, se muestran siempre dispuestas a ejercerla?. Evidentemente no,

725 A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 2, fol. 25 r-v. 726 A.G.S., R.G.S., 25 de febrero de 1477, fol. 123. 727 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 35 r-v. 728 A.G.S., R.G.S., 12 de octubre de 1483, fol. 39. 729 A.G.S., R.G.S., 30 de septiembre de 1485, fol. 88.

418 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 pero sí que la protección que pueden mostrar frente a ella es mucho más amplia que la del resto de los vecinos, y que la consideran un medio a su alcance para conseguir sus objetivos de no poder hacerlo de otro modo. Los hechos violentos en que los oligarcas aparecen como víctimas son perpetrados por individuos con un estatus social parecido al suyo, y, por lo tanto, con un poderío similar. Es un tipo de violencia intra-oligárquica que se proyecta hacia abajo, hacia el resto de los grupos sociales que se sitúan en puestos inferiores del escalafón social. En la vida cotidiana es muy difícil que un sujeto sin poder (un simple albañil o un herrero, por ejemplo) ataque a un oligarca, porque la agresión se convertiría en una ofensa que sólo iba a poder paliarse mediante la venganza. Otra cosa distinta es que en altercados importantes, en auténticas revueltas a veces, los oligarcas también fuesen víctimas de agresiones, pero aún en este caso no es algo habitual.

El peor enemigo de un oligarca era otro el oligarca, sobre todo si tenía más poderío e influencia que él. Por eso, la religión sirvió para legitimar luchas que en el fondo eran intra-oligárquicas, pero que, por su legitimación, acabaron afectado a toda la comunidad urbana

La revuelta de 1467 supuso, en este sentido, el inicio de una etapa de persecución contra algunos de los integrantes de la oligarquía de origen judeo-converso, sobre todo contra los que ostentaban un mayor poder económico. Las instituciones judiciales ciudadanas, cuyos principales dirigentes formaban parte del grupo de los lindos , no sólo no les defendieron en muchos casos, sino todo lo contrario, les expropiaron sus bienes con una total impunidad. En un pleito que se vio ante el Consejo Real de los Reyes Católicos, aprovechando su estancia en Toledo para la celebración de las Cortes en 1480, entre Lope de Acre, el jurado Rodrigo de la Fuente y Juan de la Torre, mercaderes y vecinos de Toledo, de una parte, y el conde de Fuensalida, de la otra 730 , esto se manifestó con toda su crudeza. Según el procurador de los mercaderes, a finales de 1468 y principios de 1469 sus representados tenían una compañía comercial que era dirigida, principalmente, por Lope de Acre, su tesorero. Un día de mes de enero de 1469, cuando éste estaba salvo y seguro en las casas de su padre, en la parroquia de San Román, vinieron el comendador Juan de Córdoba, alcaide del puente de San Martín por el conde de Fuensalida, y Pedro de Córdoba, un alguacil (estos dos habían intentado levantar al pueblo contra los Silva el 18 de abril de 1467, junto a Fernando “ el thenor ” y otros, como se analizará). Tras hacer preso a Lope de Acre le llevaron

730 A.G.S., R.G.S., 15 de junio de 1480, fol. 126.

419 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) junto a su padre a la torre de dicho puente. Allí estuvieron prisioneros y encadenados durante cinco días. Mientras, Juan y Pedro de Córdoba regresaron a la vivienda del padre de Lope de Acre y le sustrajeron todo lo que tenía. Desde allí se marcharon a la casa de Lope y también la robaron. En total el robo ascendió a 170 enriques en dinero, un paño francés, una mula, joyas, una taza de plata, una esclava, etc., valorado todo en 100.000 maravedíes Y por si esto fuera poco, los prisioneros no consiguieron la libertad hasta que pagaron 270.000 maravedíes a María de Silva, la mujer del conde de Fuensalida. Pero lo más llamativo del suceso es que las víctimas del mismo no lo denuncian hasta 1480, temiendo posibles represalias. Este miedo es el que hace difícil encontrar casos tan claros como éste, en los que se exponga de forma nítida un atentado cometido por la justicia cristiana vieja de la ciudad, a fines del reinado de Enrique IV, contra unos judeo-conversos. Su antigua religión y sus riquezas convertían a su grupo social en blanco de muchos delitos, y, además, le criminalizaban. Los judeo-conversos por su antigua fe religiosa (hebrea), al igual que los vagabundos por su pobreza o las mujeres por su sexo, eran potenciales sujetos (pasivos o activos) de delito 731 .

Los miembros inferiores de las clientelas enemigas eran un blanco fácil para el oligarca

También eran potenciales sujetos de delito, activos o pasivos, los servidores (criados, mozos, escuderos...) de los más poderosos, conscientes de que por su situación social podían convertirse en un posible objeto de venganza para los enemigos de sus amos. Es algo que se muestra perfectamente en un asesinato cometido en 1484. Los jurados fueron informados por un parroquiano que les indicó cómo un hombre armado con un broquel y una espada había acuchillado a un porquero de Vargas 732 , el alguacil. El porquero le dijo que al no conocerle no tenía nada que hablar con él antes de que el hombre acabara con su vida; era un indicio de que el asesino no actuaba por cuenta propia, sino al servicio de alguien que pretendía llevar a cabo una venganza, contra el propio porquero o tal vez contra su amo. Los jurados decidieron llamar al alcalde para que hiciera una pesquisa sobre el asunto porque había algo que no encajaba.

731 Véase al respecto: SÁNCHEZ SÁNCHEZ, M.A., “La represión de la disidencia ideológica en el discurso religioso medieval”, en VACA LORENZO, A. (Edit.), Disidentes, heterodoxos y marginados en la historia, Salamanca, 1997, pp. 85-108. 732 A.M.T., A.C.J., “Actas capitulares (1470-1478). Cuentas, cartas, varios.”, caj. 23, reunión del 27 de marzo de 1484, fol. 236 r-v.

420 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

3.2.1.1.2. Los grupos armados: una expresión del poder Gracias al uso de medios fuera del alcance de la mayoría (una red clientelar amplia y un oficio político y/o judicial condicionaban los otros medios), para los poderosos era posible instituir en los individuos situados por debajo de ellos en la escala social un sentimiento de diferenciación e inferioridad que legitimaba de forma explícita su poder. Los oligarcas utilizaron estos medios para defender sus intereses y situarse por encima tanto de la población en su conjunto, cuyo sometimiento a la oligarquía era incuestionable, como de los individuos con su mismo estatus. De todos los medios para imponerse sobre el resto de los sujetos, el grupo armado, un conjunto de hombres casi siempre integrantes de las clientelas verticales de los oligarcas que actuaba con violencia bajo las órdenes de éstos, era el más polémico, aunque reflejaba de manera cruda lo que era el poder.

El uso de grupos armados era una expresión del poderío de los oligarcas, un medio para imponer su voluntad por la fuerza que consideraban como algo privativo, anejo a su condición social

Tanto en la ciudad como en el campo los oligarcas convirtieron a los grupos armados en un medio eficaz para llevar a cabo sus acciones. Con ellos coartaron no sólo a sus víctimas, sino al conjunto poblacional, para que todos obedecieran sus mandatos y no emprendiesen ningún acto en su contra. El problema que se presenta al historiador, sin embargo, es el de valorar la incidencia de la acción de estos grupos en la vida cotidiana de un núcleo urbano, y el posible vínculo de dicha acción con los intereses del grupo oligárquico o de un individuo poderoso en concreto. En algunos casos el vínculo de los grupos armados con miembros de la oligarquía es indudable. Está claro, por ejemplo, el lazo existente entre Payo de Ribera y los hombres que recorrían las calles de Toledo en dirección a la tienda de Cristóbal de Alcocer, porque iban encabezados por el propio Payo. Su objetivo era vengarse por una demanda que Alcocer había puesto contra éste 733 . No obstante, se podrían poner otros muchos ejemplos en los que se oculta la personalidad del individuo para el que se actúa, sobre todo si la víctima contra la que se iba a lanzar la agresión era una persona conocida con poder político. El jurado Diego Terrín murió a manos de unos hombres del marqués de Villena. Para ello lo sacaron de la iglesia de los Santos Justo y Pastor cuando estaban diciendo misa, aprovechando que habría poca gente por las calles; al parecer alguien deseaba hablarle. Fuera del espacio sagrado fue conducido hasta la zona situada a las espaldas de la catedral, y allí le dieron de palos hasta

733 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 35 r-v.

421 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) dejarlo sin vida. En todo momento los agresores procuraron no levantar escándalo, y si luego se supo quién estaba detrás del asesinato (la marquesa de Villena, como veremos más tarde) tan sólo fue porque en una pesquisa alguien dijo que había visto a los asesinos meterse en sus casas tras cometer el crimen 734 . Entre estos dos casos, el de Payo de Ribera y el de Diego Terrín, hay una diferencia básica. El medio que se utiliza, a pesar de ser el mismo, un grupo armado, evidencia una finalidad totalmente distinta. En el primero Payo de Ribera cabalga delante de sus hombres a plena luz del día 735 . Su víctima era una persona con poca relevancia política que según él le había desafiado al demandarle por una deuda, y la demanda le legitimaba para imponer al demandante un castigo ejemplar. Como ejemplar debía ser el medio utilizado para ejecutarlo. Era necesario que quedara claro a todos los que viesen el castigo el poder que tenía Payo de Ribera para defenderse de tales acciones. Por eso se puso al frente de un grupo armado que recorrió las calles de la urbe en busca de su víctima. En el segundo caso la víctima tiene un carácter marcadamente político. Diego Terrín, como jurado, es un gobernante de “segunda fila”en la ciudad, y el marqués de Villena es un individuo con mucho poder. A pesar de esta diferencia la agresión no se realiza de forma pública y con una finalidad coactiva; esto hubiera degrado la imagen del agresor en Toledo, e incluso la de la propia justicia de no castigarlo (algo complicado tratándose de una persona tan importante). Además, para evitar que fuese delatada la persona que ordenó el crimen, se dispuso que Diego Terrín muriera. El personaje que se encontraba detrás del atentado debía permanecer oculto. Algunas personas vieron a los asesinos entrar en la casa del marqués de Villena después de cometer el delito, y por eso se descubrió quién dirigía la acción delictiva. De lo contrario el vínculo entre la muerte del jurado Diego Terrín y algún supuesto interés del marqués de Villena tal vez nunca hubiera podido conocerse. Más difícil resulta conocer quién es el personaje que ordenó a un grupo de hombres del alcázar salir con las armas por las calles, y dirigirse a la cárcel real para sacar de ella a un compañero suyo hecho prisionero por agredir a una mujer casada 736 . Podría pensarse que la acción era un acto de solidaridad con el preso, y que los que iban en el grupo armado actuaban por deseo propio, para sacar a su camarada del presidio, menospreciando la justicia y exponiéndose a ser castigados. Sin embargo, el grupo llevó a cabo su cometido en domingo, cuando no se trabajaba, cuando más gente podía ver su acción. ¿No hubiera sido más discreto

734 Idem, fols. 226 r-229 r y 356 r. 735 “La honra requiere la publicidad, la mirada de los otros...”: LE GOFF, J., en prólogo a MADERO, M., Manos violentas, palabras vedadas. La injuria en Castilla y león (siglos XIII-XV) , Madrid, 1992, p. 12. 736 A.M.T., A.C.J., D.O., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caj. 23, documento suelto.

422 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 hacerlo otro día, o incluso por la noche?. Aunque no se hace ninguna referencia a la persona que puede estar detrás de este delito, tal vez fuese el alcaide del alcázar. Con ello mostraba el poder que poseía. De acuerdo con todas las ideas señaladas hasta aquí, el ataque lanzado contra la esposa de Diego Palomeque por un tal García Yesero a principios de 1465 737 se explica fácilmente. La mujer había puesto una demanda a Yesero diciendo que no estaba autorizado para abrir la puerta que ya había abierto, y el Ayuntamiento la dio la razón, ordenando que la puerta fuese cerrada. La respuesta de García Yesero fue contundente: con fasta doze onbres armados con paveses e con sus lanças, e coraças e armaduras de cabeças , intentó agredir físicamente a la mujer de Palomeque, quien, además, sufriría varios intentos de asesinato. ¿Cómo es posible que Yesero actuara junto con otros hombres de esa forma tan sólo porque el Ayuntamiento le había mandado que tapiase una puerta?. Si aceptamos que efectivamente el agresor atacó a la esposa de Palomeque por esa causa, los medios utilizados tendrían que hacernos dudar sobre la capacidad de agresión y defensa de algunos sujetos del común, capaces de reunir un pequeño ejército bien armado para castigar a sus “ofensores”. García Yesero no era un personaje poderoso de la ciudad; su apellido le delata. Ahora bien, ¿cómo es posible que osara a tomarse la justicia por su mano de esa forma, desafiando a las autoridades?. ¿No hubiese sido más sencillo, como se dijo en el caso visto arriba, atacar a la mujer aprovechando la noche o no dando tanta publicidad al acto?. ¿Quiénes eran esos hombres armados que le acompañaban?. El agresor tenía un objetivo claro, acabar con la vida de la mujer, y para ello utilizó todos los medios a su alcance, incluyendo el soborno a uno de los criados de la misma para que la matase. Como éste no logró matarla, la noche del mismo día que sufrió la agresión de su sirviente García Yesero volvió a intentar agredirla; esta vez junto con Lucas Pelaire y hasta veinte hombres armados. Fue a su casa y llegó a entrar dentro insultando a la mujer. Aunque no se señala si al final la mataron. En cualquier caso, el desprecio hacia la justicia que se manifiesta en el delito evidencia una inoperatividad clara de ésta en la urbe. Pero, además, hay un dato que en la demanda se calla y que es básico para entender el suceso: Diego Palomeque era regidor. Su esposa, entonces, podría considerarse una víctima política. Aprovechando la orden dada por el Ayuntamiento a favor de su mujer, y el enojo de García Yesero por esta causa, un enemigo de su marido pidió al demandado que encabezara un ataque contra ella, prometiéndole dinero, que no recibiría pena alguna por su delito y que iba a tener todos los medios que quisiera para

737 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 97 r-v; IZQUIERDO BENITO, R., Un espacio desordenado... , doc. 66, pp. 213-214.

423 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) llevar a cabo su acción. García Yesero aceptó el trato, y se puso al frente de un pequeño ejército, recorriendo las calles de la urbe para que todos vieran el poderío que podía desplegar. Así se ocultaba al “oligarca agresor”. De esta forma, un personaje de la oligarquía desconocido, con intereses políticos ocultos y enfrentado al regidor Diego Palomeque, utilizaba una acción de la mujer de éste, en contra de un vecino de la ciudad, para castigar a su esposo. Esto se corrobora si nos atenemos a la actuación de la justicia tras el delito. El asistente ordenó que García Yesero, Lucas Pelaire y los otros que iban con ellos fuesen apresados, pero los alguaciles se negaron a cumplirlo 738 ; tal vez tras haber recibido un soborno por el personaje que desde la sombra tutelaba la acción de los delincuentes, quien así cumplía su parte del trato. En todo caso, es posible que muchas acciones de los grupos armados no fuesen denunciadas por miedo. La agresión que sufre la esposa de Diego Palomeque se denuncia porque su marido es un regidor, y por tanto un personaje con una cierta relevancia social. De hecho, en el escrito que refiere el suceso ni siquiera se indica el nombre de la mujer; sólo el de su marido.

Los grupos armados actuaron dentro y fuera de Toledo. Los castillos, por ello, se convirtieron en determinadas épocas en refugio de delincuentes que, saliendo de su interior, realizaban toda clase de tropelías

Los grupos armados no tan sólo actuaban en la ciudad. En las tierras de alrededor del núcleo urbano tenían un espacio de acción bien determinado, y en las fortalezas las bases de operaciones desde las que lanzar sus ataques. Aquí también nos encontramos con la misma problemática que al analizar su actuación en la urbe: ¿quiénes eran los que en última instancia favorecían las acciones violentas desarrolladas desde las fortalezas?; ¿quiénes eran los que ordenaban a los grupos armados cometer sus acciones en el campo?; ¿cuál era el objetivo último que éstas perseguían?. Hasta en los delitos más evidentes pueden surgir dudas. En el caso del comendador de Santiago, Pedro de Tovilla, que vino a Nambroca con 40 jinetes y gente de a pie para asaltar a Juan de Rueda, causándole un daño en sus propiedades estimado en 300.000 maravedíes 739 , ¿cómo es posible que en la demanda puesta por Rueda se afirmase que hicieron esto sin ninguna causa?. Podríamos creer que Juan de Rueda era un personaje acaudalado, y que el comendador de Santiago utilizó su potencial militar con el objetivo de asaltar su casa y robarle sus pertenencias. Esa es la impresión que se desprende de la demanda puesta por la víctima. Pero si este hubiese sido el objetivo, ¿hubiera sido necesario desplegar

738 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 96 r-v. 739 A.G.S., R.G.S., 24 de febrero de 1477, fol. 336.

424 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 un contingente de hombres tan importante?. ¿No habría otros intereses ocultos que se callan en la demanda, y otros personajes implicados en el hecho?.

3.2.1.1.3. La amenaza de los castillos En muchos casos la violencia y los abusos eran lanzados desde las fortalezas dispersas por la tierra de la urbe, vistas por los caminantes que la cruzaban como construcciones peligrosas, sobre todo en momentos en los que el poder central era débil y los alcaides que las controlaban tenían una mayor libertad de acción 740 . Por eso buena parte de las quejas recogidas se refieren al reinado de Enrique IV. Entonces las agresiones lanzadas desde los castillos cobraron un trágico protagonismo. El viernes 9 de noviembre de 1464, por ejemplo, se puso una demanda ante los dirigentes de Toledo, en la que se expresaba una queja por el robo que habían sufrido Pedro de Castro y otras personas por los del castillo de Almonacid 741 . A finales del reinado enriqueño las denuncias sobre los abusos cometidos desde los castillos eran múltiples, y por ello, ante la puesta por Pedro de Castro, se acordó escribir no sólo al alcaide de la fortaleza al que éste había acusado, sino además al de La Guardia y al de la villa de Ocaña, de los cuales también se habían recibido quejas.

Castillo de Almonacid. Vista desde la parte baja de la colina en donde se encuentra

740 En algunos casos eran escuderos de la ciudad los que cometían delitos en lugares de la tierra, aprovechando el descontrol reinante en ella, debido a los problemas internos de la ciudad de Toledo: A.M.T., “Siglo XV. Cartas y varios”, sig. 298, documento suelto. 741 BENITO RUANO, E., “Las más antiguas actas conservadas...”, p. 88.

425 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

El caso de la fortaleza de Almonacid es interesante porque las denuncias por los abusos cometidos desde ella se documentan todavía en 1481 742 , año en el que las autoridades de solicitaron a la justicia toledana que interviniese ante la actuación de su alcaide, quien, dando oídos a los vecinos de Almonacid que pidieron que prendiese los ganados a algunas personas del pueblo demandante, les había robado muchos animales. El día referido arriba, 9 de noviembre de 1464, se presentaron en el Ayuntamiento de Toledo Pedro García y Andrés Martínez quejándose del alcaide de Maqueda, García Sedeño. Les había robado un par de acémilas y unos maravedíes, diciendo que estaban obligados a pagarle cierta cantidad de dinero de una merced que tenía sobre las alcabalas de Pantoja 743 .

Los alcaides de las fortalezas podían hacer la vida imposible a quienes habitaban en sus alrededores

Uno de los casos mejor documentados es el de Gómez García de Ávila, jurado toledano que poseyendo en La Puebla de Montalbán casas, viñas, olivares, huertas, colmenas y tierras, sufrió en 1475 un delito cometido por Diego Sedeño, un administrador de Alfonso Téllez Girón, señor de esa villa 744 . Sedeño le arrebató por la fuerza y contra su voluntad, sin tener ningún mandato de juez ni de alcalde, todos los bienes que tenía en La Puebla, se hizo con el control de sus tierras, y al llegar la época de la vendimia metió en éstas sus ganados para que se comieran el esquilmo. Lo poco que quedó en las viñas luego ordenó que se cogiese. Posteriormente, a su mandato, prendieron a dos hijos del jurado y les llevaron a la fortaleza de San Martín de Montalbán. Allí permanecieron presos en unos aljibes hasta que les encerraron en prisiones. Uno de ellos pasó 50 días en un aljibe de la fortaleza, y tuvo que pagar por su libertad todo lo que Sedeño quiso. Tras soltar a los dos hermanos éste dio una orden: ni ellos ni su madre iban a poder vivir en La Puebla, ni administrar los bienes y hacienda que en ella tenían. Cansados de tantos abusos, los familiares del jurado de Toledo solicitaron un seguro a los reyes para que les amparasen ante Diego Sedeño. Los monarcas se lo concedieron, pero Sedeño no lo respetó (y al final el asunto se tuvo que llevar ante el Consejo Real). Esta actitud tiene una explicación. Lope de Villa Real y Gómez García de Ávila, ambos jurados de Toledo, tenían algunas deudas con Juan Pacheco, el marqués de Villena. Al morir éste, su hijo Alfonso Téllez Girón, el señor de La Puebla de Montalbán, ordenó a Diego Sedeño que les

742 A.M.T., A.S., caj. 7º, leg. 1º, nº. 6. 743 Idem. 744 A.G.S., R.G.S, 17 de noviembre de 1478, fol. 130.

426 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 tomara todos los bienes que tenían en la Puebla, a pesar de que ellos afirmaban que ya habían pagado las deudas a su padre 745 .

Castillo de San Martín de Montalbán, visto desde una tierra cercana

Los delitos más frecuentes que se cometían desde los castillos eran los robos y los secuestros

Los principales delitos cometidos desde las fortalezas eran el robo 746 y el secuestro de los caminantes que pasaban por sus alrededores, aunque es difícil determinar quiénes eran los que daban las ordenes para que se cometieran estos actos: podían ser tanto los dueños de las propias fortalezas como los alcaides que las custodiaban, o los guardas que en ellas vivían. Esta duda es la que se nos presenta, por ejemplo, en el caso de Blasco Ruiz 747 , un vecino de Toledo que demandó lo siguiente. En torno a 1472, viniendo un mozo suyo con siete asnos cargados de carbón por un camino que iba de la Puebla de Montalbán a Toledo, se encontró con 6 o 7 hombres del alcaide de Barcience, fortaleza propiedad del conde de Cifuentes. Éstos le quitaron los animales y el carbón, y lo llevaron preso al castillo. Prisionero, el alcaide de la fortaleza no le quiso soltar hasta que Blasco le pagó 7 enriques viejos, y no le devolvió el carbón, ni las sogas, ni los aparejos -que podían valer otros 3 enriques-. Todo parece indicar que el último responsable del delito es el alcaide, pero no sabemos hasta qué punto el conde de Cifuentes estaba implicado en el hecho.

745 A.G.S., R.G.S., 23 de diciembre de 1476, fol. 811. 746 Además los castillos atraían a muchos delincuentes conocedores de las riquezas y de los arsenales de armas que en ellos se custodiaban. Esta atracción explica el caso ocurrido en 1487, en una fortaleza de (A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 249 r). El lunes 2 de septiembre de ese año, por la noche, robaron en una torre que tenía allí Gonzalo Chacón, señor del lugar. 747 A.G.S., R.G.S, 20 de junio de 1480, fol. 74.

427 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Castillo de Barcience, visto desde la parte baja de la colina en la que está

También en el campo, como en la ciudad, la manipulación interesada de la justicia por parte de los oligarcas era muy común

En ciertos casos el cumplimiento de la justicia se convertía en una tapadera para realizar un secuestro y retener a una persona encerrada en una fortaleza, con el objetivo de conseguir dinero por su liberación o extorsionarla. En la primavera de 1477 Gutierre del Prado 748 , pasando por Orgaz, fue hecho preso por los alcaldes de la villa a causa de una demanda puesta contra él por los parientes de Alvar Núñez, al que había asesinado. Los Reyes Católicos habían concedido un perdón por ese asesinato a Gutierre, mas, aunque éste mostró las cartas de perdón de los monarcas, lo llevaron preso y encadenado a la fortaleza de la villa, y allí le obligaron a firmar un escrito por el que le desterraban de Toledo y de tres leguas alrededor para toda su vida, bajo la pena de muerte y del pago de 1.000 doblas de oro; a no ser que consiguiera una licencia en contra de esta disposición otorgada por los soberanos. Según el testimonio de Gutierre del Prado, firmó el escrito por miedo, y nada más salir de la fortaleza se fue al pueblo más cercano, donde lo denunció. A pesar de ello, desde entonces no se había atrevido a entrar en Toledo ni en sus alrededores. ¿Por qué no se cumplió el mandato de los monarcas estipulado en su carta de perdón?. La pena que se solía dar a la persona que cometía un asesinato era la capital, es decir, la

748 A.G.S., R.G.S., 16 de mayo de 1478, fol. 71.

428 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 propia muerte del asesino. Los parientes de Alvar Núñez consiguieron que los alcaldes lo prendiesen, pero una vez en su poder no ejecutaron esta pena. Tan sólo le extorsionaron para que abandonase esas tierras. Parece claro, por lo tanto, que los alcaldes de Orgaz, a cambio de dinero (es seguro que les sobornaron), decidieron acatar la solicitud puesta por los parientes de la víctima y retener a Gutierre del Prado, no atreviéndose en ningún momento a ir contra la vida del detenido, lo que hubiese supuesto una contradicción de lo estipulado en el indulto que éste les mostró. Y si lo hicieron, debe insistirse por mucho que los documentos lo oculten, fue por una buena suma de maravedíes.

El modo de operar de los grupos armados en el campo, actuasen desde los castillos o no, seguía pautas más o menos definidas

Uno de los rasgos que definen la violencia lanzada desde las fortalezas es su modus operandi . En todos los casos son grupos armados constituidos por los guardas que en ellas vivían los que llevaban a cabo los delitos. Además la información que tenemos sobre cómo procedían es muy detallada. Diego López Vallejo, por ejemplo, venía -en una jornada que no se detalla del mes de junio de 1469- por un camino de los Montes de Toledo 749 cuando fue asaltado por 7 peones (hombres que iban a pie) que llevaban armas de todo tipo, entre ellas, lanzas, ballestas y dardos, y que servían a Fernando de la Torre 750 , un vecino de Toledo. Los asaltantes exigieron que les entregara la capa, la mula y10 doblas que llevaba, ataron sus manos con un cordel de cáñamo y lo condujeron hasta una fortaleza. Según la víctima, durante el tiempo que estuvo preso vivió con grillos en los pies y en unas condiciones muy duras, y si acordaron liberarle fue previo pago de 1.100 florines que fueron pagados por otras personas, porque él no gozaba de tal suma de dinero.

La impotencia fue la respuesta de los gobernantes, en más de una ocasión, a la actividad de los grupos armados, en concreto, y al delito, en general

Para concluir este punto debe señalarse cómo en algunos escritos se observa una notable impotencia en las autoridades de las villas y lugares para frenar los actos desarrollados desde estos castillos, o los robos que se producían en la tierra toledana. Por ejemplo, en una misiva enviada al asistente de Toledo por los gobernantes de la Puebla de Montalbán (sin fecha), éstos afirmaban saber que los toledanos estaban sufriendo algunos robos, y sentían gran pesar.

749 A.G.S., R.G.S., 8 de agosto de 1484, fol. 116. 750 Este Fernando de la Torre puede ser: el hijo de Pedro de la Torre que en 1495 habitaba en la parroquia de San Nicolás (CANTERA BURGOS, F. y LEÓN TELLO, P., Judaizantes..., p. 16), o el hermano de Francisco de la Torre, ambos hijos de Fernando de la Torre, el que ahorcaron en 1467 (Idem, pp. 8 y 10).

429 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Pero no encontraban el remedio para solucionarlo. Por eso, habían decidido instituir una hermandad para a enfrentarse a los malhechores, afirmando lo siguiente: aquélla entendemos guardar e moryr sobre ella, e oy se juntó el pueblo e todos a una boz están en este deseo e fermandad ... 751

3.2.1.2. EL COMÚN Y EL DELITO Frente al ansia de riqueza y poder que se observa en los delitos de la oligarquía, la miseria se halla detrás de muchos de los hechos delictivos del común

Una de las tesis que Mendoza Garrido defiende a lo largo de su obra, ya citada, es que la delincuencia se puede explicar en muchos casos recurriendo a las propias condiciones de vida de los delincuentes, no sólo en la Edad Media, sino a lo largo de toda la historia. La pobreza sería, en este sentido, un elemento básico para esclarecer el carácter de muchas agresiones, y habría que considerar al delito como un mecanismo de supervivencia más sencillo que otros que, simplemente, escapaban al control de los sectores más bajos de la sociedad 752 . Por esta razón, al contrario que en el caso de la delincuencia desarrollada por los poderosos, en el caso de los individuos sin un poder como el suyo las fuentes no indican la existencia de grupos armados que actuaran delinquiendo. Sus delitos se caracterizan por mostrar un carácter más limitado en el número de individuos que intervienen en la acción delictiva. Normalmente los documentos señalan disputas entre dos sujetos, uno armado y otro no, o como mucho entre un individuo desarmado y dos o tres asaltantes.

La manipulación de la justicia para beneficiarse de ella por parte del común era bastante complicada

Además, las posibilidades de protección frente al castigo de la justicia que tenían los delincuentes con menos recursos económicos y sin ningún poder político eran inexistentes, si las comparamos con las de los oligarcas. Para el común las únicas soluciones válidas de amparo frente a sus delitos eran la confianza en la negligencia de la acción judicial, esperando que actuase a su favor (opción bastante insegura), o la huída en caso de que se iniciara un proceso en su contra (opción más segura). Como veremos luego, la Hermandad creada por los Reyes Católicos en 1476 iba especialmente dirigida contra este tipo de delincuentes que, ante la persecución de la justicia, se escondían en los montes y en los lugares abandonados, desde

751 A.M.T., “Siglo XVI”, caja 2.529, documento suelto. 752 “El delito desde mi punto de vista no es tanto una elección personal como una necesidad con la que un buen número de personas nacen y viven...”: MENDOZA GARRIDO, J.M., Delincuencia y represión... , pp. 14-15.

430 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 donde cometían sus robos con la seguridad de que no se iban a encontrar con quienes iban tras ellos. Por eso, el espacio delictivo de estos malhechores “de clase baja” estaría mucho más reducido de lo que en principio pudiera pensarse. La Hermandad se creó para acabar con la delincuencia en un espacio delictivo bien definido, en el que operaban delincuentes que por su pobreza económica y por su alejamiento de las redes clientelares de grandes señores no tenían ningún medio para escapar de la represión judicial, más que la huída de la justicia. Una vez huidos sus delitos dejaban de tener una función lucrativa para pasar a convertirse en su principal medio de vida, del que dependía su propia supervivencia. Como luego veremos, los delincuentes que fueron juzgados por la Hermandad de la provincia de Toledo, ya a mediados de los 90 del siglo XV, eran acusados (prácticamente todos) de robo 753 , y en los castigos a los que se les condenó se manifiesta con rigor su insolvencia económica. En la mayoría de los casos, por no decir en todos, su pobreza era tal que ni siquiera pudieron hacer frente a sus condenas.

3.2.1.2.1. El delito contra la propiedad en el campo: tierras y casas rurales Pero no siempre los delitos eran cometidos por personas con poca capacidad económica al margen de la ley. Las malas condiciones de vida, especialmente en momentos coyunturales de pobreza generalizada, entre otras causas explicativas, convertían el delito, especialmente al robo, en una necesidad para la supervivencia de muchos hombres, tal y como se desprende de un delito acaecido en 1464, cuando Pedro Sánchez, vecino de Toledo, puso una demanda ante la justicia de la urbe 754 acusando a Juan de Rueda de haberle robado unos peces. Un caso análogo, que se dio en el mismo año, es el del carbonero Pedro de Montoya, que se quejaba de que cierta persona no le quería dar una caza que era suya 755 . Estos ejemplos son muestra de un tipo de delito que aparentemente no persigue un fin lucrativo, más allá del mantenimiento (este es el concepto que utilizan los documentos para referirse a la alimentación, al sustento físico) de las personas que lo cometen. En cualquier caso, tanto estos como aquellos actos que tenían un cariz más fructífero para el malhechor, eran rechazados por los más poderosos de la urbe, quienes los consideraban producto de épocas de inestabilidad a superar si se quería que mejoraran las condiciones de vida generales de los habitantes de Toledo y de su tierra. Había que impedir que una extensión de la delincuencia, sobre todo en tiempos de crisis política 756 .

753 A.G.S., C.M.C., leg. 43, sin foliar. 754 BENITO RUANO, E., “Las más antiguas actas conservadas del Ayuntamiento...”, p. 92. 755 Idem, pp. 93-94. 756 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 313 r.

431 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Al igual que los oligarcas, también el común se aprovechaba de los conflictos acaecidos en Toledo, en este caso buscando hacerse con la propiedad de los bienes de otros para salir de la pobreza

Los movimientos acaecidos en la urbe crearon una inoperatividad de la justicia que fue aprovechada por muchos para cometer delitos en la tierra, siendo uno de los casos más significativos el robo que sufrió el latonero Juan Díaz, un vecino de Toledo que, según su demanda, tras el incendio del barrio de la Magdalena de 1467 (inmediatamente se analizará) tuvo que marcharse de la urbe, aunque no se indica si huyó o lo desterraron. A pesar de que había sido pregonado que nadie cometiera un crimen ni robos aprovechando la inestabilidad existente, cuando iba camino a la Puebla de Montalbán 757 con su hacienda y sus bienes Alfonso Díaz le asaltó y le sustrajo todo lo que llevaba, valorado en 60.000 maravedíes. Diez años más tarde, ya en 1477, Juan Díaz demandó el caso ante el Consejo Real de Isabel y Fernando, diciendo que Enrique IV le había otorgado una misiva para que se le reparara el perjuicio, y jamás había recibido justicia. Desde entonces estaba pobre.

En el campo, el abandono de tierras cultivables por sus dueños traía consigo un ingente número de expropiaciones en contra de la ley

Algunos de los delitos cometidos en los poblados de alrededor de la ciudad tienen que ver con las condiciones laborales en que estaban las tierras que en ellos había. La mayor parte de los habitantes de la comarca toledana eran labradores, y muchos de ellos ante el abandono de unas tierras no en dudaban usurparlas de forma ilegal para repartírselas y ponerlas en explotación. La problemática a la que tenemos que enfrentarnos a la hora de analizar estas expropiaciones de tierras es la de la determinación de las causas últimas que llevaron a los expropiadores a hacerse con el control de las mismas. En las demandas puestas por los dueños de las tierras ocupadas ante la justicia no hay ningún tipo de referencia a las causas que llevaron a unos individuos a expropiárselas; sin duda para evitar cualquier reivindicación legal que pudiese darse a favor de los expropiadores. Un caso ilustrativo acaeció en 1475, cuando se denunció ante el Consejo Real cómo algunos vecinos de Maqueda 758 habían ocupado una tierra que allí tenía Ramiro Núñez de Guzmán, vecino de Toledo, según éste sin ninguna causa y contra toda legalidad, tan sólo por hacerle mal y daño. Argumentos parecidos alegó en su defensa el toledano Juan de Portugal 759 , al que

757 A.G.S., R.G.S., 21 de febrero de 1477, fol. 335. 758 A.G.S., R.G.S., 28 de enero de 1475, fol. 186. 759 A.G.S., R.G.S., 18 de febrero de 1480, fol. 110.

432 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 los dirigentes de Escalona le quitaron sus heredades, aprovechando que estaba sirviendo a los reyes y que sus tierras permanecían improductivas. En otros casos la expropiación de las tierras se hacía a través de medios violentos, llegando a cometerse asesinatos. Diego Téllez, por ejemplo, vecino de Toledo 760 , había recibido como herencia una finca en la ciudad de Huete llamada Las Postas que le fue expropiada por Inés de Peña, la esposa de Alonso de Peña. Más tarde, tras solicitar a los reyes una carta para que dejase la heredad libre, Téllez requirió a la mujer con el mandato de los monarcas que desocupase la tierra, ante lo cual ésta dijo a Diego Vázquez y a Lope Ochoa, vecinos de Alcocer, y a otras personas que lo asesinaran. Al poco tiempo moriría acuchillado. Otras veces las expropiaciones se hacían de forma legítima, como reacción ante abusos cometidos por oligarcas que ocupaban las zonas de aprovechamiento comunal. El caso más significativo de todos los documentados tal vez sea el de algunos vecinos de Sonseca que, en nombre de su población, se quejaron ante la justicia de Toledo, diciendo que los poderosos de la villa ponían majuelos y cultivaban trigo en tierras tradicionalmente comunales y, por lo tanto, de todos los vecinos. La acusación se dirigía especialmente contra algunos de los ricos del dicho logar , y afirmaba que ellos:

... disiendo que aquella tierra (la comunal) es mejor para pasto de ovejas, esto a fin que nosotros non plantemos viñas ni las labremos, y ellos gosan d´ellas, asý ronpiéndolas para pan como comiéndolas con sus ganados, e poniendo en ellas majuelos, fasiéndose señores d´ellas, non teniendo en ellas más parte que el menor de los vesinos del dicho logar ...

La tensión agricultura-ganadería era causa de muchos delitos en el campo

No pocos problemas se producían por las entradas de pastores con sus animales en las tierras de los vecinos de Toledo y de su comarca, de las que se quejaban, sobre todo, los llamados herederos del vino, dueños de las viñas de los alrededores de la ciudad que eran amparados por una política urbana que les privilegiaba como productores vitivinícolas, frente al vino que venía de otras regiones. En las demandas que éstos presentaron contra los pastores les acusaban de meter el ganado en tiempo lluvioso en sus tierras, llegando a reunirse varios en una misma zona para avisarse en caso de que alguien pudiera verles cometiendo el delito. Al parecer se juntaban en el campo tres o cuatro, y allí, mientras uno metía sus animales en las viñas los demás vigilaban desde puntos estratégicos para avisarlo en caso de que viniese el guarda encargado de velar por la seguridad de los cultivos 761 .

760 A.G.S., R.G.S., 10 de julio de 1484, fol. 71. 761 A.M.T., “Siglo XV”, caja 2.530, documento suelto.

433 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

La Iglesia, como terrateniente, tuvo que sufrir muchos actos delictivos

La Iglesia sufrió algunas expropiaciones de tierras762 . Sin ir más lejos, los clérigos de la capilla del arzobispo Sancho de Rojas de la catedral de Toledo vieron cómo les ocupaban una finca denominada El Sotillo (situada cerca de los lugares de Las Ventas con Peñaguilera y ), cuyo usufructo se había destinado al pago de los ornamentos de la capilla y de misas, y al mantenimiento de los capellanes 763 . Los vecinos de los lugares de alrededor se iban apropiando poco a poco de toda la dehesa. Incluso llegaron a producirse peleas con los arrendadores a los que los clérigos arrendaban los beneficios de la tierra. De esta forma, los campesinos conseguían nuevas tierras de labor sin tener que pagar nada a cambio, aunque su actuación fuese ilegal...

Los problemas meteorológicos, o de otro tipo, podían llevar a la ruina a quienes explotaban las tierras, y esto siempre era causa de enfrentamientos

A veces era la incapacidad económica de los arrendadores que explotaban una tierra, por las malas cosechas o por otros múltiples factores, lo que les impedía hacer frente al pago de la renta a la que estaban obligados. Un caso que ilustra esto de forma clara se muestra en la demanda puesta contra unos vecinos de El Carpio que labraban las heredades de los hijos del adelantado Domingo de Guevara 764 , por las que tenían que pagar 400 maravedíes al año en especie: la mitad en trigo y la mitad en cebada. No eran capaces de pagarlo, debido, tal vez, a las malas cosechas. Por otro lado, la misma dificultad que existe al analizar las posibles causas explicativas de la toma de tierras, se da a la hora de comprender las causas de las ocupaciones de edificios que los vecinos de las villas realizaban, aprovechando la ausencia de personas en su interior. Una posible explicación vendría dada por el interés de los habitantes de la tierra de Toledo en convertirse en vecinos de la urbe para disfrutar de los privilegios fiscales de éstos. Para adquirir la vecindad, y para mantenerla, las personas de la tierra estaban obligadas a pasar la

762 Otro tipo de violencia sufrida por la Iglesia fue la dirigida contra aquellos individuos que peor vistos eran por la comunidad social, los recaudadores de impuestos, que solían ser amenazados por los vecinos de los lugares de la tierra a los que llegaban para cobrar las rentas eclesiásticas. Un caso paradigmático es el del monasterio de San Bernardo, extramuros de Toledo (A.G.S., R.G.S, 10 de febrero de 1477, fol. 126), que ante el miedo a que las personas que enviaba a las villas y lugares de la tierra, a tratar algunos asuntos y a cobrar sus rentas, fuesen heridas, robadas o incluso asesinadas, solicitó a los reyes a principios de 1477 que pusiesen a sus delegados bajo el amparo regio. Amparo que también tuvo que ser concedido por los monarcas a petición de los miembros del Cabildo catedralicio toledano, para evitar cualquier tipo de daño que pudieran sufrir los encargados de cobrar las limosnas para el pago de las obras de la catedral (A.G.S., R.G.S., 23 de febrero de 1477, fol. 136). 763 A.G.S., R.G.S., 24 de febrero de 1480, fol. 67; A.G.S., R.G.S., 10 de febrero de 1480, fol. 255; A.G.S., R.G.S., 9 de mayo de 1480, fol. 105. 764 A.G.S., R.G.S., 16 de octubre de 1484, fol. 162.

434 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 mayor parte del año en el núcleo urbano, si bien (siempre que sus posibilidades económicas se lo permitieran) se negaban a abandonar los hogares en los que originalmente habían habitado. Allí estaban sus tierras. Esto hacía que las viviendas rurales estuviesen habitadas una pequeña temporada anualmente, en concreto aquella que coincidía con el período más intensivo de labor agrícola (los meses de la vendimia sobre todo). De esta forma se favorecía su ocupación ilegal.

Las herencias causaban muchas dificultades, del mismo modo que las causaban las deudas

Un serio problema en relación con lo visto era el referente a de viviendas y de tierras que recibían en los lugares del término de Toledo los propios toledanos, y que éstos no disfrutaban de una forma directa por cualquier causa (se dedicaban a otras ocupaciones, la herencia era tan pequeña que no merecía la pena explotarla, etc.), permaneciendo sin uso alguno. Así era despertada la codicia en aquellos que consideraban que se podían beneficiar de los infructuosos bienes, aparentemente en muchas ocasiones sin dueño conocido. Un caso extremo de este tipo, por tratarse de una concesión real, se produjo a principios del reinado de Isabel y Fernando, cuando Juan de Mendoza 765 se quejaba de que unas casas que los reyes le habían concedido como merced en Asperilla le eran impetradas por algunos vecinos que querían hacerse con ellas... En fin, he aquí algunos ejemplos y rasgos del delito extramuros. Luego se profundizará más en algunos aspectos. Vayamos ahora al interior de la urbe.

3.2.1.2.2. Violencia y delito en la ciudad Había un grupo definido como peligroso para el orden público: los marginados sociales

No siempre es fácil interpretar la violencia desarrollada por los miembros de una comunidad social tan compleja como la de Toledo. Muchos intereses políticos, económicos, religiosos y culturales encontrados oponían a los ciudadanos entre sí y les transformaban, en algunas ocasiones, en simples medios de ejecución de la violencia auspiciada por otros individuos poderosos, que les requerían para llevar a cabo acciones en defensa de sus propios intereses. No obstante, a tenor de los datos que nos han llegado a través de las disposiciones del Ayuntamiento, parece evidente que las autoridades de la ciudad tenían bien definidos a los

765 A.G.S., R.G.S., 20 de febrero de 1477, fol. 68.

435 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) individuos que, según ellas, conformaban el colectivo urbano más peligroso 766 : vagabundos, rufianes (proxenetas) y, en general, todas las personas sin trabajo reconocido y sin ninguna aparente vinculación a un vecino de la urbe 767 . Estos “desclasados”, utilizando el vocabulario de algunos autores, eran un grupo de riesgo para el orden público por su desvinculación social de la comunidad urbana de Toledo, que hacía que sus identidades fueran desconocidas. En caso de que cometieran algún delito no iba a existir nadie a quien reclamar sus daños 768 , algo que, además de permitirles cometer sus crímenes con una cierta impunidad, les convertía en un grupo “utilizable” por los propios toledanos a la hora de llevar a cabo una venganza. Sólo así puede explicarse el reiterativo intento de los dirigentes municipales de expulsarlos de la ciudad, dándoles tan sólo unas horas para salir de ella bajo la pena de muerte 769 . Eran personas pertenecientes a los “bajos fondos” de la sociedad toledana, los mayores del centro peninsular a finales de la Edad Media 770 , que actuaban por su propia cuenta, sin depender de ningún señor. Esto les convertía en un blanco fijo de la justicia municipal.

La violencia estaba arraigada en los usos sociales, más allá de la “criminalización de los marginados”

Aunque los marginados eran un grupo de riesgo según las autoridades urbanas, desde luego los delincuentes no pertenecían en muchos casos a dicho sector social. Eran personas que actuaban movidas por muy diversos intereses; más si tenemos en cuenta, como afirma Emilio Cabrera, que es un hecho comprobado que “la sociedad medieval estaba acostumbrada al recurso de la violencia como un elemento cotidiano en la existencia de cada individuo” 771 . En este sentido, uno de los ejemplos mejor documentados, al que ya nos referimos, se produjo en 1465, concretamente el sábado 5 de enero. García Yesero con hasta doce hombres armados con paveses, corazas, armaduras de cabeza (para no ser reconocidos) y lanzas, vino a la casa

766 Los mismos que en el resto de las ciudades castellanas. En un pregón dado en la ciudad el 27 de octubre de 1492 se referían a los vagabundos y holgazanes como a personas por cuya acción se recrecían insultos y malos hechos, por lo que les daban tres días para ponerse a trabajar y ganarse la vida con su sudor . De lo contrario, deberían abandonar la ciudad: A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 2, fols. 65 v-66 r. 767 El significado de una palabra que se mantiene en el lenguaje actual indica perfectamente los rasgos de estos individuos: mostrenco. En su origen este vocablo se refería a los bienes que no tenían un dueño conocido. Con el paso del tiempo se empezó a utilizar para las personas sin casa, señor ni amo, con una clara acepción degradante, vinculando esta situación social a condiciones intelectuales o físicas negativas. 768 En este sentido, podríamos traer a colación el asesinato, referido arriba, de Gabriel de Acuña, realizado según un documento, por hombres traviesos, façinerosos y de baxa suerte : B.N.M., Mss., 13.112, fols. 57 r-58 r. 769 Se ordena su expulsión en agosto de 1457 (A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 2, fols. 31 r-33 v), marzo de 1461, septiembre de 1471, marzo de 1472 (Idem, fols. 13 v-14 r), octubre de 1492, febrero de 1495, etc. 770 MENDOZA GARRIDO, J.M., Delincuencia y represión en la Castilla... , p. 90. 771 CABRERA, E., “Crimen y castigo...”, p. 21.

436 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 de la mujer de Diego Palomeque para injuriarla 772 , según la demanda puesta, tan sólo porque ella había conseguido una disposición del Ayuntamiento para que le cerraran una puerta. El miércoles siguiente, poco antes de la hora de la comida, un criado de la mujer, Alfonso de Sosa, estando en la cuchillería, la intentó asesinar, asestándola dos puñaladas a traición. Es seguro que le pagaron para que lo hiciese. No contentos, ese mismo día, por la noche, García Yesero, Lucas Pelaire y hasta veinte hombres armados más vinieron a su casa y la injuriaron, aunque en el documento no se especifica que la acabaran matando. Según el testimonio de los propios jurados de la ciudad, este atropello no es ni mucho menos extraordinario en la década de los 60 del siglo XV. La frecuencia de los ruidos , los escándalos y las muertes de hombres empezaba a ser muy preocupante. Ahora bien, ¿cómo es posible que se utilicen mecanismos de presión tan extremos para resolver un problema menor?. ¿Responde esta actitud a unas condiciones de sociabilidad urbana eminentemente violentas, o el documento calla la causa principal por la que se realiza la agresión?. ¿Verdaderamente García Yesero es el líder del grupo armado y actúa en defensa de sus intereses, o el daño que le produce la mujer se usa por alguien con otros intereses más importantes para involucrarle en una venganza?. Se ha de encuadrar el delito en unas formas de sociabilidad en las que la violencia está integrada como un elemento más, debido, en gran parte, al pésimo funcionamiento de la justicia (como los propios jurados reconocieron al tratar este caso 773 ), pero, tal vez, en esta acción existan objetivos ocultos. En el asesinato de Pedro de Torres 774 , por ejemplo, llevado a cabo por un tal Bartolomé, al que algunas personas favorecieron para que acabase con la vida de su víctima de forma cruenta ( malamente ) y escapara de la justicia, el homicida se ocultó en Talavera, donde desde entonces había vivido en total libertad y sin ningún temor, a pesar del crimen, porque allí era favorecido por algunos caballeros. Más se conoce sobre el caso de Juan de Valladolid 775 , un vecino de Toledo que en 1477, según su denuncia, fue atacado a traición por Juan Gallego, quien le dio tres cuchilladas por la espalda, una de las cuales le alcanzó en la mano izquierda, dejándole manco y a punto de morir. Los alcaldes de la ciudad procedieron judicialmente contra el agresor y le condenaron a varias penas, entre ellas la de muerte, pero éste, lejos de amedrentarse, seguía con ánimo de asesinarle tres años después de cometer el delito, ya que la sentencia en su contra no se había ejecutado.

772 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 97 r. Publicado en: IZQUIERDO BENITO, R., Un espacio desordenado... , doc. 65, pp. 213-214. 773 Se trató en la reunión del Cabildo del 10 de enero de 1465, en donde se afirma que: la justiçia de la çibdad non se administrava como devía.. .: A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 96 r-v. 774 A.G.S., R.G.S., 13 de junio de 1477, fol. 259. 775 A.G.S., R.G.S., 27 de marzo de 1480, fol. 193.

437 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Un caso muy parecido al anterior es el de Martín Ansolaro y Pedro Herrero, que fue sentenciado por los alcaldes de los reyes en 1480 cuando éstos permanecieron en la ciudad del Tajo durante el período de celebración de las Cortes. La denuncia fue puesta contra Pedro Herrero por Martín Ansolaro. Según éste, estando salvo y seguro en su tienda, sita en la herrería de la ciudad, haciendo su trabajo y sin realizar mal a nadie, vino a ella Pedro Herrero y sin decir cosa alguna le lanzó una cuchillada a la cabeza para asesinarle. Así lo hubiese hecho si su espada no hubiera tropezado con unas sartenes. Ante el golpe la víctima levantó la cabeza, al tiempo que otros hombres le gritaban que Herrero seguía en su empeño. Cuando alzó la vista pudo ver como el agresor le tirava otra cuchillada , hiriéndole gravemente en la mano derecha, lo que le produjo una gran hemorragia776 . Ansolaro mostró como prueba de su acusación ante los alcaldes de la corte la marca de la herida y el livor de la sangre que le había salido. Estaba pregonado que mientras la corte permaneciese en Toledo nadie se atreviera a sacar armas so pena de perder una mano; si los agresores hiriesen a alguien y sangrase, o le mataran, perderían la vida. Recordando a los jueces el pregón, Ansolaro les pidió que dieran por su enemigo a Herrero para matarle sin pena alguna. Pero ellos se limitaron a llamar a Pedro Herrero para que declarara su versión del hecho. Más tarde, como no vino al llamamiento, decidieron realizar una pesquisa, y ordenaron que cuando Herrero fuese descubierto le llevasen a la cárcel pública de la ciudad. El malhechor no fue hallado en ningún sitio, aunque algunos testigos dieron fe a los alcaldes de la corte 777 de que se había escondido en la iglesia de La Magdalena. Con esta información le mandaron llamar por tres pregones públicos, en los que se pedía al delincuente que se presentara en la cárcel pública para que la justicia procediese contra él por el intento de asesinato de Martín Ansolaro. De nuevo, Herrero no acudió. Esto obligó a las autoridades judiciales de la corte a dar la siguiente sentencia. Por su rebeldía, al no presentarse cuando le llamaron por el primer pregón, se le condenaba a la pena de desprecio. Por no presentarse tras el segundo a la de homicidio. Y por no presentarse en la cárcel tras el tercer pregón, a la de contumaz y rebelde. En consecuencia, se ordenó que siendo visto Pedro Herrero en cualquier aldea, villa o ciudad le hicieran preso y le llevaran sobre un asno, con una soga al cuello, hasta el sitio donde se ejecutase la justicia. Una vez allí, sobre un tajo , le debían cortar la mano derecha por la muñeca , y luego desterrarle por dos años. En caso de que quebrantase el

776 A.G.S, R.G.S., 23 de diciembre de 1480, fol. 163. 777 Éste no fue el único delito que se produjo en la ciudad durante la estancia de los monarcas en ella para la celebración de las Cortes de 1480. Hubo una pelea en la judería: A.G.S., R.G.S., 8 de marzo de 1480, fol. 166.

438 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 destierro le cortarían la otra mano, y si lo volviera a hacer otra vez perdería la vida. Incluso se señaló en la sentencia el pregón que debía darse cuando se ejecutara la pena:

Ésta es la justiçia que manda faser el Rey e la Reyna nuestros Señores a este ome, porque en su corte, contra su defendimiento y contra las leyes de sus Reynos, sacó armas e seguramente firió un ome, e le mancó de una mano. En pena de su malefiçio mándanle cortar la mano derecha e desterrar desde lugar por dos años ...

Más allá de la delincuencia cotidiana, el delito y el crimen triunfaron en el caos generado por las revueltas

Si estando los propios reyes en la urbe, período en el que se intensificaban las penas en ella para mantener la paz, se producían crímenes como el de Pedro Herrero, es lógico que en el caos generado durante las revueltas urbanas, cuando la justicia apenas funcionaba, los asesinatos o los robos fueran frecuentes. Las revueltas, en 1449 y 1467 sobre todo, produjeron una situación caótica de la que se beneficiaron algunos miembros del común urbano. Ellos, muchas veces sumidos en la pobreza, supieron aprovecharse de la situación para mejorar sus condiciones de vida durante el conflicto. Un caso interesante en este sentido, y que señala las consecuencias que para el comercio de la ciudad podían tener estos conflictos, es el del robo que sufrió el burgalés Pedro Pardo, miembro de una compañía de mercaderes, durante un alboroto (cuya fecha no se especifica en el documento) en el que le robaron los fardeles de paños que tenía y otros productos.

La venganza era habitual y venía a legitimarse con todo tipo de ideas

Algunos robos se legitimaban recurriendo a argumentos como el de la venganza por un delito del que había sido víctima la persona que en esos momentos actuaba como delincuente. Juan de Benavides, vecino de Baeza, por ejemplo, envió a un tal Álvaro de Molina, baezano también, con 250 arrobas de plomo a Toledo 778 , pero al llegar aquí Pedro Pedrero se las tomó, diciendo que su acto era legítimo porque en Baeza le habían robado a él.

Las peleas por la posesión de casas, como de tierras, eran habituales en el común

En ocasiones se expropiaban casas indebidamente o impedían que fueran ocupadas por sus verdaderos dueños (sus parientes en ocasiones). María Álvarez 779 temía que los familiares de su marido difunto, Diego de Toledo, la expulsaran de la casa en que estaba viviendo porque era de su esposo. Tuvo que suplicar a los reyes que la defendieran en su posesión. En

778 A.G.S., R.G.S., 28 de enero de 1478, fol. 188. 779 A.G.S., R.G.S., 19 de marzo de 1480, fol. 247.

439 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) otros casos las expropiaciones se intentaban hacer por vía legal, posiblemente mediante una forma de extorsión que no aparece más que insinuada en los documentos. Las beatas de Lope Gaytán poseían una vivienda en Ocaña. Más tarde la mujer de éste les donó una casa en la ciudad para que en ella rezasen por su alma, de tal forma que se vinieron a Toledo, dejando en Ocaña a la beata Celestina. Ésta, antes de morir, dejó en su testamento el edificio de la villa a la esposa del comendador Fernando Gómez, sin comentar nada a sus compañeras 780 . Los problemas en muchos casos surgieron en la zona de la ciudad que lindaba con el barrio hebreo, sobre todo en la parroquia de Santo Tomé. En 1460 Enrique IV tenía que intervenir para evitar los debates entre sus vecinos y la aljama de los judíos 781 , sobre el derecho a la propiedad de una casa de la collación en la que antiguamente, cuando estos últimos habitaban en esa parroquia, hacían oración (se trata de una sinagoga), pero que, según la demanda, era de los cristianos desde cuarenta años atrás. Al parecer, a principios de 1459 los judíos la habían ocupado de nuevo de forma ilegal, y volvieron a hacer sus oraciones en ella, por lo que el monarca tuvo que mandar que los ocupantes fuesen expulsados, y que el edificio quedara en posesión cristiana. Más tarde surgiría un problema parecido con otra casa de esta parroquia que, según Francisco Núñez de Toledo, había sido ocupada por los judíos Rabicio de León y su mujer Zasbona 782 , siendo de su propiedad.

Uno de los principales motivos de las tensiones que habitualmente existían entre los ciudadanos era el endeudamiento, y todo lo que acarreaba

Eran las deudas que los vecinos tenían las que ocasionaban mayor tensión y disputas; verdaderos enfrentamientos a veces. Un caso paradigmático se produjo entre Álvaro de Fuentejada y Antón Rodríguez 783 . Habían tenido una compañía comercial juntos, y una vez deshecha decidieron que Álvaro cobrara los maravedíes de las deudas que les quedaban por pagar para repartírselas. Así hizo lo primero, no lo segundo. Además, los hijos de Antón decían que su padre tuvo que aceptar este acuerdo no por propia voluntad, sino presionado por Álvaro, quien se comprometió a pagarle su parte de las deudas dejando como fiador a Juan de la Fuentejada, tras amenazar a éste para que se comprometiera a cumplir lo que le pidió. Algunos ciudadanos de Toledo contrajeron tantas deudas que acabaron en la ruina. En algunos casos, al parecer, por culpa de los robos que a finales de los años 60 y principios de

780 A.G.S, R.G.S., 22 de marzo de 1480, fol. 252. 781 A.M.T., A.S., caj. 5º, leg. 7º, nº. 1, pieza. 3 f. Publicado en: LEÓN TELLO, P., Los judíos de Toledo... , doc. 57, pp. 461-470. 782 A.G.S., R.G.S., (sin día) diciembre de 1475, fol. 802. 783 A.G.S., R.G.S., 8 de octubre de 1476, fol. 665.

440 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 los 70 del siglo XV se habían producido por los caminos de la tierra toledana 784 -por eso la monarquía, como veremos, adquirió un papel relevante en la gestión de la deuda privada -. Sancho de Ocaña, por ejemplo, era un vecino de Toledo que se puso como fiador de una deuda adquirida por Angelo del Solar 785 , quien se comprometió a hacer entrega de ciertas mercancías al talaverano Juan de Arévalo por un valor total de 108.000 maravedíes. Una vez recibido este dinero, Solar le entregó unos productos valorados tan sólo en 70.000 maravedíes y huyó de Toledo a un lugar de señorío, situado a seis leguas, escapando así de la justicia 786 . Sancho tuvo que pedir a los reyes que obligaran a Angelo a pagar sus deudas, porque de lo contrario él, como fiador, tendría que hacerse cargo del pago, y ya estaba lo suficientemente pobre. De hacerlo se vería en la ruina más absoluta787 .

Los problemas de herencias, en conexión con los de deudas, estaban a la orden del día, y eran causa de la pérdida de la buena fama de muchas personas

Muchas disputas acaecían por las herencias, y las intromisiones de algunos familiares en su administración. El caso más claro es el de Juan de Encinas 788 . Su hermano había fallecido en 1474 aproximadamente, según su testimonio, dejándolo a él como albacea de sus hijos menores de edad. Sin embargo, el yerno del difunto, Juan Carrillo de Jaén, se entrometía a administrar los bienes de la herencia, negociaba con dichos bienes sin su consentimiento, y le había llegado a advertir que le mataría si no le dejaba proceder como deseaba. Si esta amenaza se hubiera dado en público podría considerarse una injuria . A veces los injuriados eran los sujetos que administraban los bienes de las herencias, de los que se decía, con el fin de crear una visión negativa en torno a ellos, que deseaban quedarse con toda la herencia y no dividirla como pedían los testamentos 789 . La destrucción de la fama del individuo, de su consideración social como persona honrada, era el objetivo. De hecho, una vez perdida la fama era muy difícil recuperarla, y generaba en torno al sujeto una sociabilidad agresiva que hacía que su vida tomara un cariz negativo. Martín, hijo de Martín González de Toledo 790 , por ejemplo, fue acusado de la muerte de Pedro Rodríguez, otro toledano. Ante tal acusación el presunto culpable, seguro de que él no había realizado tal

784 A.G.S., R.G.S., 23 de febrero de 1477, fol. 268. 785 A.G.S., R.G.S., 3 de junio de 1480, fol. 63. 786 A.G.S., R.G.S., 7 de junio de 1480, fol. 104. 787 En este sentido, los hijos de Vasco de Rivera, protonotario apostólico y arcediano de Talavera, tuvieron que ponerse bajo el amparo de los reyes para circular por la ciudad de Toledo y por otros lugares, temiendo que les harían algún mal debido a sus deudas: A.G.S., R.G.S., 4 de noviembre de 1483, fol. 27. 788 A.G.S., R.G.S., 8 de febrero de 1477, fol. 125. 789 A.G.S., R.G.S., 28 de marzo de 1484, fol. 116. 790 A.G.S., R.G.S., 5 de junio de 1480, fol. 79.

441 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) delito, se presentó en la cárcel pública de la ciudad para dar su testimonio a las justicias municipales, quienes, poniendo silencio perpetuo a las voces que le acusaban, consideraron probada su inocencia. Aún así, siguieron acusándole. Un caso parecido a éste fue el del hijo de Ruy Gómez de Pedrosa, el alarife mayor de Toledo, acusado en 1470 de la muerte de Gonzalo de Villalva, un criado de su padre. Como era clérigo de primera corona se presentó en la cárcel del arzobispo de Toledo, y un juez eclesiástico puso silencio perpetuo a todas las justicias, tanto las religiosas como las laicas, al considerarlo inocente; si bien tuvo que pedir la ratificación de la sentencia a los reyes y su amparo real, temiendo ser castigado a pesar de todo 791 . En resumen, el móvil de acción en la delincuencia desarrollada por los del común de la ciudad del Tajo estaba determinado por sus intereses económicos (herencias, ocupaciones de tierras o de casas, deudas), y por la defensa, no tanto de su posición social como en el caso de los poderosos , sino de su fama , es decir, de su consideración como personas honestas 792 . Aspectos, ambos, que explicarían los insultos y las agresiones físicas producidas en la urbe.

3.2.1.2.3. Las armas La necesidad de mantener el orden público obligaba a que la población estuviese armada, y esto, evidentemente, favorecía los delitos

Uno de los principales problemas que el Ayuntamiento de Toledo tuvo para controlar la violencia que se desarrollaba tanto dentro como fuera de los muros de su ciudad es el relacionado con las armas. Eran necesarias para el mantenimiento del orden público, pero a su vez eran las causantes de que, en buena medida, éste estuviera en peligro. Por esa razón, para las autoridades municipales supuso un auténtico reto el evitar que las armas que, teóricamente, debían ser empleadas por los vecinos con fines policiales, no fuesen usadas como instrumentos de delito. Como se advirtió, ante la falta de un cuerpo policial encargado de velar por el orden público y que persiguiese a los malhechores, eran los propios ciudadanos los que, con sus jurados, se encargaban de perseguir a los delincuentes en el momento en que escuchaban una voz de socorro. Acabar con las armas hubiera supuesto exponer a los habitantes de Toledo a un desamparo total ante el hecho delictivo 793 .

791 A.G.S., R.G.S., 22 de enero de 1480, fol. 124. 792 La inseguridad psíquica se debe a los problemas con la fama (“faim”). La fama es esencial para las masas populares, porque es aquello que las define frente a otros grupos definidos por sus privilegios: MUCHEMBLED, R., Culture populaire et culture des élites , París, 1978, pp. 24-27. 793 De hecho, los Reyes Católicos ordenaron en 1495 a los toledanos, y al resto de habitantes de las ciudades de Castilla, que tuviesen en sus casas un determinado tipo de armas, específicas para cada individuo según su escala

442 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Según han señalado Yolanda Guerrero Navarrete y José María Sánchez Benito 794 , los problemas de orden público no se podían solucionar tan sólo mediante medidas legislativas, ya que muchos casos desbordaban la capacidad práctica de la justicia concejil. Por esta causa la implicación de toda la comunidad urbana en la lucha contra el delito, participando en el sistema policial, era tan necesaria. Conseguir que los vecinos mantuviesen las armas en sus casas, y en buen estado, y que no las sacasen a la calle excepto cuando fuera necesario (por un llamamiento de los miembros de la justicia, de los jurados o de uno de sus parroquianos pidiendo auxilio), era, no obstante, muy problemático. En las ordenanzas de Toledo, a la hora de prohibir llevar armas en público, se decía que algunos habían estado hiriendo, e matando, e robando los omes en las calles, e furtando en sus casas, e faziendo otros malefiçios , para a continuación conceder licencia a las autoridades de la ciudad para matar a las personas que, en contra de lo estipulado, llevaran armas y se resistiesen a entregarlas 795 . El armamento que los vecinos de Toledo tenían era bastante diverso. Atendiendo a los pregones que se dieron para limitar su uso, puede observarse cómo estaba integrado tanto por armas de fuego 796 , especialmente espingardas, como por ballestas, lanzas o espadas 797 ; y en su tratamiento se solía diferenciar entre armas ofensivas y defensivas; las primeras eran aquéllas con las que se podía dañar al contrincante sin que éste tuviera posibilidades de defensa (lanzas, ballestas, espingardas), y las segundas las que servían para defender el cuerpo de la persona en caso de ataque (corazas, armaduras, cascos, escudos, espadas, puñales). Por ejemplo, en uno de los pregones se ordenaba a los conversos (en 1467) que no trajesen armas ofensivas ni defensivas so pena de muerte y de confiscación de sus bienes, permitiéndoles tan sólo traer una arma del tipo de las defensivas, un cañivete sin punta 798 , es decir, un pequeño cuchillo con fines domésticos. Aunque a los carniceros les permitían tener puñales, cañivetes y todo lo que necesitasen para su oficio.

social y su potencial económico, para utilizarlas cuando fuera necesario: A.M.T., A.C.J., Traslados, “Ordenanzas simples para los que han de tener armas”, caja 19, documento suelto. 794 GUERRERO NAVARRETE, Y. y SÁNCHEZ BENITO, J. Mª., Cuenca en la baja Edad Media... , p. 252. 795 A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 4, fols. 134 r-137 r. 796 En las Cortes de Toledo de 1480 los Reyes Católicos intentaron limitar el uso de las armas de fuego dentro de las ciudades: “De aquí adelante ningún onbre sea osado de sacar ni saque a ruydo o a pelea que acaece en poblado, trueno, ni espingarda ni serpentina, ni otro tiro de pólvora alguno, ni ballesta, ni tire de su casa a rudo con alguno de los dichos tiros, salvo si fuere defendiendo sus casas o logares donde biven...”: Ordenamiento de Cortes de Toledo de 1480, disposición nº. 101, en Cortes de los antiguos reinos de Castilla y León , vols. I al V, Madrid, 1861-1882, pp. 180-181. 797 A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 2, fols. 18 v-19 v. 798 Idem, fol. 30 r-v; IZQUIERDO BENITO, R., “Datos sobre los conversos...”, doc. 4, pp. 245-246.

443 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

En otro capítulo de las ordenanzas se especificaban más concretamente las armas que los habitantes de Toledo no debían llevar en público ni de noche ni de día: cotas, bacinetes 799 , casquetes 800 , hojas 801 , broqueles 802 , escudos, adargas 803 , lanzas, dardos 804 , porqueras 805 y hachas, permitiéndose traer tan sólo espadas y puñales. La justicia, a pesar de ello, estaba autorizada a llevar cualquier arma 806 . También se puede conocer el armamento que se movía por la ciudad a partir del arsenal de armas que, según los cronistas, los conversos almacenaron en la casa de Fernando de la Torre antes del levantamiento de 1467: ballestas, espingardas, cerbatanas, abrojos de hierro, pellas de alquitrán para hacer fuego, cal para quemar a los contrarios, y “guadayfines” (lazos para atar los pulgares de sus prisioneros e inmovilizarlos). En cualquier caso, si no se permitía sacar armas a las calles no se aseguraba que una persona pudiera defenderse, sobre todo en épocas de inestabilidad política y social. Por eso en varios momentos tuvieron que darse órdenes destinadas a restringir las limitaciones de tener armamento en público, permitiendo, por ejemplo, llevar un puñal para ser usado con carácter defensivo en caso de ataque 807 . Además, la prohibición de llevar armas no afectó, salvo en situaciones especialmente críticas, a las personas encargadas de la aplicación de la justicia, y se permitía que éstas o los regidores 808 las llevasen; a veces tan sólo previa licencia de los monarcas 809 . De todos modos, el que la justicia pudiera llevar armas provocaba un sentimiento de indefensión ante las autoridades. Por su culpa existía cierta impotencia ya no jurídica sino fáctica para defenderse de sus abusos810 .

Las espadas eran la arma delictiva básica, al igual que los puñales. Unas y otros se integraban dentro del armamento defensivo

Pero ¿cuáles eran las armas más usadas en los delitos que de forma cotidiana se producían en la ciudad?. A causa del sistema policial existente en Toledo, las armas de fuego

799 Pieza de armadura antigua que cubría la cabeza a modo de yelmo. 800 Parte de una armadura que cubría y defendía la cabeza. 801 Con esta denominación se referían a las espadas. 802 Escudo pequeño de madera o de corcho. 803 Pone adaragas , otra forma de decir adarga; escudo de cuero ovalado o en forma de corazón. 804 Arma arrojadiza, semejante a una lanza pequeña y delgada, que se tira con la mano. 805 Con este nombre se denominaban las lanzas porqueras, una lanza corta parecida a un chuzo. Los chuzos eran palos armados con un pincho de hierro. 806 A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 4, fols. 135 v-136 r. 807 Idem, fols. 52 v-53 r. 808 Idem, fol. 63 r-v. 809 Idem, fol. 43 r. 810 Esto explica, por ejemplo, el que en 1473 se pregonase que los alguaciles pudieran venir con dos hombres tanto de día como de noche, y que éstos, trayendo una cédula del asistente, pudiesen traer armas, al igual que los alcaides del alcázar, puertas y puentes de la ciudad y sus hombres, sólo y exclusivamente cuando anduviesen junto a ellos: Idem, fols. 102 v-103 r.

444 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

(no al alcance de todos los vecinos) serían las menos utilizadas. El ruido de un disparo, sobre todo en la noche, podía hacer saltar la alarma, provocando que toda una avalancha de vecinos se echara sobre el tirador. Este tipo de armas, como en general todas las ofensivas, tenían un uso más importante en las tierras de alrededor de la urbe, por lo que las disposiciones limitadoras que hablaban de ellas iban dirigidas de manera particular a las personas que de forma cotidiana salían de la urbe para trabajar sus tierras 811 . La violencia en la zona de extramuros creó serios problemas a las autoridades, obligándoles a intervenir disponiendo que, ante los robos y daños que realizaban, ninguna persona que no tuviera viñas, heredades o huertas (ya fuesen suyas o en arriendo), saliese a dormir de noche en ellas, bajo pena de ser encarcelada 812 . Además, en una ciudad como Toledo, en la que el espacio estaba tan quebrado, el uso de armas ofensivas tan sólo podía ser efectivo en sitios abiertos, como plazas, o en enfrentamientos a poca distancia. Aunque en las grandes refriegas se utilizaron todo tipo de armas, incluso cañones 813 , lo más habitual era que en los delitos que se cometían de forma cotidiana en las calles las armas utilizadas fuesen las de carácter defensivo, sobresaliendo por encima de todas la espada (en la práctica totalidad de los delitos documentados que ocurrieron en la urbe las víctimas son golpeadas con ellas). En este tipo de agresiones las armas de fuego no se usaban, a pesar de que, sin embargo, los soldados enviados por Toledo a la última guerra de Granada destacaron en su uso. Resumiendo, las armas más utilizadas habitualmente en los delitos cometidos en la ciudad de Toledo eran las llamadas defensivas, especialmente las espadas y los puñales, mientras que en los grandes movimientos que sacudieron su historia a lo largo del siglo XV a éstas se sumó todo tipo de armamento, incluso artillería. Las causas por las cuales las armas defensivas eran las más utilizadas son varias y complejas: se podrían explicar recurriendo tanto a criterios centrados en la moralidad y el honor de la época (considerando las agresiones como un enfrentamiento frente a frente para saldar desavenencias), como incluso por la propia disposición espacial de Toledo o el coste que las diferentes armas conllevaban, no sólo en su compra sino también en su mantenimiento. A esto habría que sumar la mayor eficacia de las armas defensivas, especialmente de las armas blancas ligeras, a la hora de cometer los delitos de forma silenciosa para evitar la puesta en marcha del sistema policial.

811 Entre estas personas se produjeron enfrentamientos mientras permanecían en campo abierto. Los jurados dieron cuenta al corregidor para que lo solucionara: A.M.T., A.C.J., “Actas capitulares (1470- 1487). Cuentas, cartas, varios”, caja 23, reunión del 3 de julio de 1479, fol. 19 r. 812 A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 2, fols. 144 v-145 r. 813 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., p. 96.

445 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

3.2.1.3. VÍCTIMAS Los ejemplos señalados hasta el momento indican que en la baja Edad Media, como en el presente, nadie podía evitar el ser víctima de algún atropello a lo largo de su vida, aunque por su poderío económico, político o incluso militar los oligarcas contaran con un sistema de defensa y amparo que les salvaguardase del delito y la violencia. Cuando éstos actuaban como víctimas, sus agresores solían ser personajes con un poder parecido al suyo que les atacaban por motivos políticos, en muchas ocasiones de forma indirecta a través de otros individuos. En este sentido, y relacionándolo con lo visto hasta el momento, en algunas de las agresiones que analizaremos aquí, sobre todo en aquéllas en que existe un desfase social entre la víctima y el agresor, se puede observar un comportamiento que obedece a los intereses de lo que Norbert Elias consideraba el “tormento físico” (“physical torment”) 814 . La oligarquía, a través del uso de grupos armados, o los maltratadores, con todo tipo de amenazas y agresiones, pretendían ir creando poco a poco en los hombres y mujeres un sentimiento de temor que les despersonalizara, que les crease una sensación de desamparo y les obligara a someterse a su dominio, reconociéndolos como superiores por el hecho de tener la fuerza.

La justicia en más de una ocasión se mostraba inútil ante el delito, además de excesivamente cara

Las víctimas se defendían utilizando todos los medios a su alcance, entre ellos la labor judicial, aunque en algunos casos resulta bastante dudosa la efectividad de la justicia a la hora de resolver algunos problemas. Además, frente a ciertos delitos no se recurre a la justicia en busca de amparo, no sólo porque se desconfiara de su labor, sino porque su pago requería a veces de unas condiciones económicas no propias de gran parte de la población; y en otros casos el recurrir a la justicia se consideraba una muestra de debilidad, de falta de medios y arrojo para resolver los problemas por cuenta propia. Sirva como ejemplo ilustrativo de todo esto el testimonio de Cristóbal de Arenas, arrendador de los derechos de carcelaje de la prisión 815 real de Toledo 816 a principios de los años 90 del siglo XV. Según él, a causa de este arrendamiento estaba empobrecido. Había sido engañado, la cantidad entregada en arriendo al Ayuntamiento era mayor que el beneficio que reportaban los derechos del presidio. Y esto era así porque en la urbe no existía el número de alguaciles que

814 Él utiliza este concepto para explicar la humillación a la que los monarcas sometían a algunos individuos, con el fin de conseguir el monopolio de la fuerza para la autoridad central: ELIAS, N., Power and Civility , Nueva York, 1982, pp. 236-237. 815 Véanse los derechos de carcelaje en: A.M.T., Traslados, caja 18; y B.N.M., Mss., 9554, fols. 105 r-106 v. 816 A.M.T., “Siglo XV”, caja 2.530, carta del 23 de noviembre de 1493, documento suelto

446 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 la ley obligaba que existiesen, de tal forma que no se podía ejercer justicia como era debido. Tan sólo había dos alguaciles, y cuando algunas personas llegaban a la cárcel a pedirles que ejecutasen las penas éstos no lo hacían, y no llevaban presos a los calabozos. Por esto, Cristóbal pidió ante el Ayuntamiento que el corregidor ordenara que hubiese cinco alguaciles, como estaba estipulado en las ordenanzas, y que los que debieran ser traídos a la cárcel fuesen hechos presos, vinieran a la prisión y pagasen todos los derechos que tenían que pagar.

3.2.1.3.1. Gobernantes y clérigos La delincuencia de la que eran víctimas los oligarcas tenía que ver con asuntos políticos casi siempre. No siendo así, normalmente era por grandes sumas de maravedíes o por propiedades de mucho valor

Las agresiones sufridas por los individuos más poderosos de Toledo están relacionadas con los conflictos de intereses políticos que tras ellas se esconden, y muestran una forma de hacer política basada en la fuerza y la coerción, en la que se intentaba imponer un criterio por encima de los otros utilizando la fuerza como elemento determinante. Eso sí, las disputas violentas entre los oligarcas se caracterizan por tener un carácter periférico, es decir: no se daban agresiones entre los principales dirigentes de los bandos de la ciudad de forma directa, sino que eran sus clientelas las que procedían contra los miembros de las otras clientelas de los bandos opuestos. Se desarrollaba así en el seno de la urbe una “guerra fría” en la que las agresiones entre los miembros inferiores de las clientelas verticales de los bandos cobraban un carácter más o menos cotidiano. Agresiones que en momentos en los que el orden público se rompía, aumentaba la violencia, y los enfrentamientos eran más frecuentes, podían provocar auténticos conflictos armados entre los grupos políticos. Por eso los gobernantes estaban dispuestos a formar parte de una red de poder fáctico, contando con un grupo de apoyo socioeconómico lo suficientemente amplio como para ejercer su oficio con cierta seguridad 817 (si querían desempeñar un papel destacado en la vida municipal sobre todo). En la ciudad del Tajo los niveles de absentismo en las reuniones del Ayuntamiento y del Cabildo de jurados son muy altos a lo largo de todo el siglo XV. La media de jurados que asisten a sus reuniones entre 1444 y 1464 es de un 25% del total 818 , cifra bastante parecida a la de los regidores. Este tremendo absentismo podría explicarse recurriendo a las estrategias políticas de los bandos que intentaban controlar la vida urbana, los cuales querían tanto que el

817 “En el interior de los concejos la honra ordena una jerarquía que determinará las relaciones posibles...”: MADERO, M., Manos violentas, palabras vedadas. La injuria en Castilla y León... , p. 33. 818 D.T.P.H., pp. 401-422.

447 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) número de individuos con una capacidad gubernativa directa en la gestión pública fuera el mínimo posible, como que estuviesen vinculados en su mayor parte a su postura política.

La violencia causada por los conflictos políticos siempre tenía relación con los enfrentamientos de bandos opuestos

Los bandos enfrentados intentaban que los cargos de gobierno fueran ejercidos por personas afines a su causa, a las cuales convencían (de ser necesario 819 ) para que ocupasen los oficios diciéndoles que iban a disfrutar de las ganancias económicas derivadas del puesto, de la certeza de mantener una cierta impunidad judicial, y del respaldo de todo un bando político en caso de que se vieran implicados en una disputa. Además, ni siquiera sería necesario que de forma cotidiana ejerciesen su cargo; a veces ni siquiera de manera indirecta, delegándolo en manos de otra persona. Iban a gozar de un sueldo de las arcas municipales, no muy alto, y de un cierto prestigio dentro de la comunidad social, tan sólo a cambio de tener, aunque sólo fuera nominalmente, un puesto en el gobierno urbano; sin necesidad de ejercerlo de forma efectiva, excepto cuando los intereses políticos de su bando estuviesen en juego. El resto del tiempo deberían “dejar hacer” a los que verdaderamente disfrutaban del poder gubernativo. De esta forma, acabará quebrándose el sistema político del Regimiento cerrado que Juan II instituyó en Toledo a principios del siglo XV. El número reducido de regidores quedó aún más limitado a un número de personas que ejercían el poder fáctico en la urbe, lo que en parte explica el que fallaran todas las iniciativas que se tomaron para aumentar el nivel de participación de los regidores y de los jurados en el gobierno. El control de las juradurías por parte de los bandos, no obstante, era mucho más complejo debido, como arriba se señaló, a la necesaria ratificación que el común debía dar a los nombramientos de aspirantes a ocupar un puesto en el Cabildo de jurados. De ahí las amenazas y los sobornos que sufrieron algunos vecinos a la hora de dar su voto para elegir a un candidato u otro 820 .

Por su situación política, los jurados estaban expuestos a las coacciones de los regidores, y de los más poderosos (caballeros sobre todo) en general

La inferioridad política de los jurados frente a los regidores fue perfectamente prevista por los reyes, y por los propios sujetos que ejercían las juradurías. Los primeros entendieron que al instaurar un órgano político con voz pero sin voto en el Ayuntamiento, teóricamente

819 Los beneficios no tanto económicos como de prestigio social que otorgaban los oficios municipales hacía que las personas no tuviesen que ser convencidas para poseerlos en la mayoría de los casos. 820 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 298 r-v.

448 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 representante de los intereses ciudadanos, los individuos que ocupasen sus oficios quedarían sin poder efectivo en el gobierno de la ciudad, aunque iban a convertirse en personas molestas para los regidores; más si tenemos en cuenta que una de las principales misiones que los reyes asignaron a los jurados fue la de comunicarles todos los problemas. El menor poder político y la función fiscalizadora de los jurados, en consecuencia, creaban un cierto desamparo; necesario para garantizar su vínculo con la realeza. Ellos, por su parte, pronto vieron las ventajas de actuar como un colectivo bien cohesionado. Se llamaban entre sí hermanos, decían ser miembros de un mismo gremio 821 y realizaban actos públicos de vinculación (mera parafernalia en muchos casos, ya que muchos de ellos pertenecían a las clientelas enfrentadas de los caballeros). Eran conscientes de su inferioridad dentro del gobierno urbano, y de que su labor política les podía convertir en el blanco de la ira de los regidores. De hecho, este sentimiento de inferioridad y el miedo fue lo que obligó a muchos jurados a actuar como tales sólo de forma nominal, como se dijo, “dejando hacer” a aquellos que dentro del Cabildo tenían una posición más segura y un vínculo cercano a los regidores (en momentos de crisis sociopolítica sobre todo, como en el año 1467). Aunque es cierto, sin embargo, que el Cabildo de jurados actuó en múltiples ocasiones con bastante autonomía, haciendo frente a los regidores y manifestando una valiosa capacidad de acción política.

Más allá de los gobernantes, el grupo público más indefenso, en principio, frente a la oligarquía, de la que de algún modo formaba parte, era el clero

Si hubo un sector social que padeció con rigor la violencia en momentos coyunturales de crisis social y política, fue el de los clérigos. La explicación a la agresividad lanzada contra algunos miembros de la Iglesia es bastante sencilla: la institución eclesiástica en Toledo era un auténtico poder autónomo y opuesto, en muchos casos, a la labor política realizada por los miembros del Ayuntamiento 822 . Actuaba de forma independiente bajo la obediencia del arzobispo de Toledo (en última instancia del Papa), y tan sólo de manera subsidiaria bajo mandato de la realeza, y, además, en la ciudad del Tajo tenía un peso más notable que en el resto de ciudades castellanas. Esto se manifestaba a diario en los conflictos jurisdiccionales 823 que se solían generar entre la justicia laica y la religiosa. Conflictos que obligaron (por culpa

821 Idem. fols. 168 r-169 v. 822 “...la propia existencia de una jurisdicción alternativa a la real, como la eclesiástica, resultaba un hecho por sí mismo cada vez más inaceptable, tanto al poder central representado por la realeza, como a los distintos poderes locales y delegados”: NIETO SORIA, J.M., Iglesia y génesis del Estado moderno en Castilla (1369-1480) , Madrid, 1993, p. 115. 823 IZQUIERDO BENITO, R., “Conflictos entre los poderes temporal y eclesiástico en las ciudades medievales: el caso de Toledo en 1390”, en La ciudad hispánica durante los siglos XII al XVI... , pp. 1.081-1.103.

449 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) de los enfrentamientos entre los miembros del Cabildo catedralicio 824 y los regidores muy en especial) a intervenir una y otra vez tanto a los arzobispos como a los reyes 825 .

Las disputas jurisdiccionales eran motivo constante de tensión

Las disputas jurisdiccionales beneficiaban a los delincuentes, al permitirles esquivar el cumplimiento de la justicia. Ellos hacían lo posible por que ambas jurisdicciones acabaran enfrentándose con el único fin de salvarse del castigo, según se observa en las constantes misivas enviadas por los monarcas al Cabildo catedralicio para que dejara actuar a los jueces laicos 826 , y que la justicia municipal no fuese estancada en los malfechores, e matadores e perpetradores de muchos crímenes, e delitos e muertes ... 827 Por culpa de estos conflictos era frecuente que en momentos de crisis los miembros de la oligarquía urbana increparan de forma pública, ante una gran congregación de personas, a los clérigos de la catedral. El 6 de septiembre de 1469, por ejemplo, se presentó en el Cabildo catedralicio el canónigo Juan López de Medina, licenciado y arcediano de Almazán, y dijo que debido a los insultos y amenazas que había recibido públicamente por parte del mariscal Fernando de Ribadeneira, y de su hijo, Pedro de Ribadeneira, pensaba que le iban a hacer algún daño. Por eso pidió licencia para salir de Toledo e irse a algún lugar de su tierra. Los canónigos le respondieron que se fuese donde quisiera, siempre dentro de los límites del arzobispado de Toledo 828 . Aún así, el arcediano no abandonó la urbe. Se encerró en la catedral y ni siquiera se atrevía a salir de ella para ir a comer a su casa. Cuando se informó de esta situación a las autoridades municipales, éstas, con Pedro López de Ayala al frente, intervinieron, poniéndole bajo su amparo y seguro, para que no temiera ningún daño 829 . En cualquier caso, los dirigentes concejiles siempre reconocieron en el Cabildo catedralicio una institución con un peso socio-político notable en Toledo, y a veces pidieron

824 Véase todo lo relativo al Cabildo de la catedral de Toledo en: LOP OTÍN, Mª.J., El Cabildo de la catedral de Toledo en el siglo XV: aspectos sociológicos e institucionales , Madrid, 2003. 825 Raramente estos conflictos encontraban solución al margen del poder real: DÍAZ IBÁÑEZ, J.J., “Monarquía y conflictos Iglesia-concejos en la Castilla bajomedieval. El caso del obispado de Cuenca (1280-1406)”, E.E.M ., 17 (1994), pp. 133-156; ARRANZ GUZMÁN, A., “Los enfrentamientos entre concejos y poderes eclesiásticos en las Cortes castellanas: ¿sincronización de los conflictos?”, Hispania , XLIX/171 (1989), pp. 5-68. 826 En 1480 se acusó a ciertos jueces de la Iglesia toledana de actuar corruptamente en sus acciones judiciales. Al parecer, eran pagados por algunos señores para que juzgasen a quienes ellos querían (A.M.T., A.S., caj. 1º, leg. 9º, nº. 2). Ante esta acusación, Isabel y Fernando tuvieron que intervenir mandando que se cumplieran las leyes otorgadas en las Cortes de Madrigal, de 1476, que regulaban la labor de los clérigos. En cualquier caso, los enfrentamientos entre el Cabildo catedralicio y los miembros del Ayuntamiento toledano se dieron durante toda la Edad Media, y continuarían en la Moderna, a pesar de que se hicieron importantes esfuerzos conciliadores. 827 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fols. 81 r-85 v. 828 A.C.T., Actas capitulares, libro 1º, desde el 13 de agosto de 1466 al 27 de mayo de 1490, reunión del 6 de septiembre de 1469, fol. 23 v. 829 Idem, reunión del 8 de septiembre de 1469, fol. 25 r-v.

450 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 su consejo para llevar a cabo negocios que podían conmover drásticamente la vida urbana. El 15 de noviembre de 1467 el Ayuntamiento consultó al Cabildo catedralicio, considerándolo como a prinçipal parte de esta çibdat, para ver su consejo e pareçer sobre la posible entrada de la urbe en la Hermandad de allende los puertos 830 , temiendo que de no hacerlo fuese enajenada e dada en tenençia e poder de alguna grand persona o cavallero por el rey. En lo referente a estos temas los miembros de la Iglesia siempre eran consultados, entre otras cosas porque la institución eclesiástica actuaba como señora de muchos territorios sobre los que las hermandades ejercían su labor. Así, ante la creación de una hermandad general en 1473, los canónigos respondieron que la consideraban necesaria, tanto que non oviese muerte nin mutilaçión de mienbro nin otra efusión de sangre, e las otras cosas prohibidas a ellos e al estado suyo eclesiástico831 . Lo que no aceptaron, sin embargo, fue la forma de sostenerla económicamente que los gobernantes proponían: una serie de sisas (impuestos indirectos) sobre determinados productos. El Cabildo contradijo ese sistema de financiación, y basó su apoyo a la Hermandad en la puesta en práctica de una forma de pago que no fuera lesiva para los intereses económicos de los integrantes de la Iglesia toledana 832 .

Las disputas con los clérigos se hallan detrás de graves conflictos, como el del verano de 1467

Como se verá, el movimiento contra los conversos del verano de 1467 fue efecto de la degeneración de un enfrentamiento anunciado contra los clérigos del Cabildo catedralicio, por culpa del uso por parte de éstos de la única arma con la que contaban para mantener su preeminencia en la ciudad y defenderse de las agresiones, físicas o verbales, a las que eran sometidos: el entredicho. En las actas de su Cabildo, durante buena parte de los años finales del reinado de Enrique IV se hace referencia a las fuerças e opresyones 833 que sufrían sus miembros, tanto de los integrantes del Ayuntamiento como de los delegados regios en Toledo (sobre todo los enviados por el rey Alfonso). Sus temores se dirigían especialmente hacia el licenciado Juan Díaz de Alcocer, delegado de Alfonso en la ciudad, y hacia los caballeros que la gobernaban, quienes se preocuparon por expulsar del núcleo urbano a los canónigos tenidos por peligrosos para el sustento de la paz 834 .

830 Idem, reunión del 15 de noviembre de 1467, fols. 11 v-12 r. 831 Idem, reunión del 3 de agosto de 1473, fol. 57 r. 832 Idem, reunión del 15 de octubre de 1473, fol. 62 v; y reunión del 12 de noviembre de 1475, fol. 83 r. 833 Idem, reunión del 8 de marzo de 1467, fol. 4 v. 834 Lo que obligó a los canónigos a crear una norma por la cual los desterrados, a pesar de no asistir a sus juntas, serían considerados como presentes, y ganarían las prebendas y el salario estipulado, como si lo estuvieran.

451 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

La presión del Ayuntamiento sobre los “clérigos alborotadores” era enorme. Muchos tuvieron que salir al destierro

Cuando algunos de los canónigos volvían a la urbe, violando la orden de destierro, las autoridades municipales reaccionaban de forma inmediata, ordenando de nuevo su expulsión. Por ejemplo, tras la entrada del arcediano de Guadalajara y de Diego de Guevara, ambos canónigos, el asistente y Fernando de Ribadeneira, en nombre del Ayuntamiento, les mandaron salir de la ciudad lo más pronto posible. El deán y el resto de canónigos pidieron que pues estaban del lado del rey, les dejasen permanecer en Toledo para realizar su labor religiosa, pero los dirigentes municipales se reafirmaron en la orden dada, advirtiendo que mandarían que saliesen de la urbe incluso si el mismo rey les escribiera una carta en la que mandase que permanecieran allí, porque ellos tenían mandamiento de su alteza que, aunque algunas cartas o mandamientos suyos les diesen o mostrasen, que las obedeciesen, pero que al cunplimiento d´ellas fisiesen aquello que más cunpliese a su serviçio 835 . Algo parecido le pasó tras su entrada en Toledo al bachiller Juan Pérez de Treviño, al que el asistente dijo que él y el Ayuntamiento estaban maravillados por su osadía de entrar en la urbe sin su mandamiento ni una licencia regia, en grande escándalo e turbaçión [de] la dicha çibdat . La orden de destierro fue, de nuevo, inmediata. El bachiller alegó que venía paçífico, y en paz e todo sosiego, e non con escándalo nin daño nin otra alteraçión , si bien el asistente se ratificó en la orden dada 836 . Estos conflictos hicieron, incluso, que, al final (a partir de 1473) la postura de los propios canónigos empezara a ser más intransigente con respecto a sus compañeros desterrados, quienes cobraban el dinero que debían ganar sin cumplir con sus labores, al no permanecer en Toledo, gracias a una ordenanza de su Cabildo que así lo estipulaba.

Las actuaciones públicas de algunos religiosos acabaron enfrentándoles con sus propios compañeros

Poco a poco fue calando entre algunos de los clérigos que se quedaron siempre en la urbe la idea de que por culpa suya [de los desterrados] fueron expulsos, por se entremeter en cosas non líçitas nin convenientes a su estado e hábito eclesiástico 837 . Esto es algo que se manifiesta claramente en el caso del canónigo Fernando Pérez de Ayala, hermano del conde de Fuensalida, y uno de los protagonistas del altercado del año 1467. En marzo de 1472 sus

835 A.C.T., Actas capitulares, libro 1º, desde el 13 de agosto de 1466 al 27 de mayo de 1490, reunión del 2 de octubre de 1473, fols. 61 r-62 r. 836 Idem, reunión del 9 de diciembre de 1473, fol. 63 v. 837 Idem, reunión del 24 de marzo de 1474, fol. 66 r.

452 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 compañeros le acusaban de haber causado muchas fuerças e opresyones d´ella [de la Iglesia], como en las personas, e aver echado a unos e a otros, llamándolos a corte del rey nuestro señor por su causa, e de muchos gastos que por estas causas se fisieron ... 838 Con dicha acusación los canónigos ordenaron embargar sus rentas, tras haber establecido en noviembre del año anterior que, en pena por las acciones cometidas en su gestión, no entrara en los diez años siguientes con habito en la catedral 839 -aunque la pena no sería cumplida-.

La picaresca y el miedo entre los canónigos llegó a estar a la orden del día en algunas épocas

No todos los canónigos que se marcharon de Toledo lo hicieron por algún mandato de la justicia municipal (al parecer hubo cierta picaresca, algunos se iban, no trabajaban y seguían cobrando). Muchos solicitaron a las autoridades eclesiásticas que les permitieran abandonar la urbe ante el miedo que tenían de sufrir algún atentado 840 , sobre todo tras la revuelta iniciada el 19 de julio de 1467 841 ; y otros se escondieron. Fernando Gómez de Villa Real, por ejemplo, prior de Aracena, canónigo y hermano de Alvar Gómez de Ciudad Real (uno de los principales provocadores de ese conflicto de 1467), se refugió en la capilla catedralicia del arzobispo Pedro Tenorio 842 , temiendo que por ser familiar de éste y por su extracción social, como converso, pudiera ser objeto de la venganza de los cristianos viejos que mataban a otros individuos como él. Diego Carrillo, el alcalde de la justicia, le había ordenado salir de la urbe el 25 de julio de 1467 (por el bien e paçificaçión d´ella ), dándole de plazo hasta el medio día para hacerlo 843 . Unos meses más tarde, el 8 de diciembre de 1467, un grupo armado dirigido por el alcalde mayor, Pedro Treviño, fue a la casa de un beneficiado de la Iglesia toledana, gritando: “¡Fuego, fuego! ” y “ ¡Treviño, Treviño! ”. Estaban dispuestos a hacerle daño (no se indica el porqué), mas todo se calmó gracias a la intermediación del maestrescuela de la catedral. Al día siguiente, 9 de diciembre, viniendo este maestrescuela de la iglesia de Santa Leocadia, le

838 Idem, reunión del 20 de marzo de 1472, fol. 44 r-v. 839 Idem, reunión del 13 de noviembre de 1471, fol. 41 r-v. 840 Este es el caso del canónigo Alfonso García, que solicitó al vicario de la catedral que, por salvar su vida, puesto que le acusaban de mal cristiano, de no rezar, de no actuar como creyente en Cristo y de ser un hereje, le ordenase que saliera de Toledo, y que le diera como cárcel un lugar de la tierra perteneciente a la Iglesia. Ante esta petición, el vicario le dio dos días para abandonar la ciudad y marcharse a Ajofrín, lugar que en adelante sería su cárcel, y del que no podría salir bajo la pena de pérdida de sus bienes temporales: Idem, reunión del 31 de agosto de 1467, fol. 7 v. 841 Idem, reunión del 2 de octubre de 1473, fols. 61 r-62 r. 842 Idem, reunión del 26 de julio de 1467, fol. 7 r. 843 Idem.

453 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) salieron al paso cuatro o cinco hombres con intención de matarlo, y aunque no consiguieron su propósito se formó un gran escándalo 844 .

La realeza persiguió tenazmente a algunos “clérigos alborotadores”

En efecto, algunos clérigos vivieron en su propia carne las consecuencias de la violencia urbana, a veces auspiciada por los propios reyes. Durante la estancia de Isabel y Fernando en Toledo para la celebración de las Cortes de 1480, por ejemplo, ciertas personas encabezadas por Pedro de Cuero, un alguacil real, saquearon la casa del nuncio Francisco Ortiz una noche, llevándose tejidos, unas mulas, colchones, colchas, paños franceses, etc 845 . Ortiz era uno de los personajes con relevancia social de la ciudad que más directamente se oponía a los nuevos monarcas cuando éstos accedieron al trono. Por eso lo mandaron perseguir por todo el reino y le embargaron sus bienes 846 .

La forma básica de violencia entre los clérigos era la verbal

Más allá de las peleas con los laicos, entre los eclesiásticos también existían fuertes enfrentamientos en los que la violencia verbal imperaba. En una reunión del Cabildo catedralicio, el 15 de junio de 1471, el canónigo Diego Delgadillo dijo a sus compañeros que el jueves pasado, jornada del Corpus Christi, Diego Gómez de Ayllón había traído una carta del arzobispo para el Cabildo que entregó a Fernando Pérez de Ayala, quien, amenazándole con que lo echaría a un poso e le daría una bofetada 847 , dijo que no se la iba a mostrar. Más tarde, consciente de la gravedad de estas palabras en boca de un religioso, Fernando Pérez le pidió perdón, pero continuaba afirmando que no podía mostrar la misiva porque no la encontraba; se había perdido, algo que según su testimonio pasaba con bastante frecuencia, por lo que no se le podía achacar nada. Frente a la repercusión de este hecho, no tuvo tanta importancia el escándalo producido por los golpes que propinó el clerizón Juan Quexada con una espada al canónigo Juan Roberto 848 , cuando éste venía con su habito y sobrepelliz a la catedral, posiblemente como venganza por alguna afrenta.

844 Idem, reunión del 10 de diciembre de 146, fol. 12 r-v. 845 Idem, reunión del 13 de mayo de 1480, fol. 112 r. 846 A.G.S, R.G.S., 2 de febrero de 1480, fols. 181 y 182; A.G.S., R.G.S. 15 de febrero de 1480, fols. 206 y 266; y A.G.S, R.G.S. 22 de febrero de 1480, fol. 249. 847 A.C.T., Actas capitulares, libro, 1º, desde el 13 de agosto de 1466 al 27 de mayo de 1490, reunión del 15 de junio de 1471, fol. 39 r-v. 848 Idem, reunión del 5 de octubre de 1474, fol. 71 r.

454 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Los conflictos entre las órdenes mendicantes llegaron a ser dramáticos en Toledo

En fin, de buscar enfrentamientos dramáticos entre clérigos hemos de atender a lo que a fines del siglo XV ocurría entre algunos miembros de las órdenes religiosas de la ciudad, que extorsionaban a los individuos de las otras órdenes, para conseguir una preeminencia de la suya. A finales del reinado de Enrique IV, sin ir más lejos, fray Luis de Olivera, ministro de la orden de los claustrales de Toledo, con su guardián y sus frailes 849 , movió a algunos clérigos de la ciudad (incluidos miembros de otras órdenes 850 ) y a ciertas personas para expulsar de Toledo a los franciscanos, que recientemente se habían instalado en el interior del recinto urbano, tras la donación que les había hecho el duque de Alba de una vivienda. Fueron a la casa de los franciscanos y entraron por la fuerza, encontrando en ella a fray Gonzalo de Zamora, el custodio encargado de decir misa, al que llevaron al monasterio de los claustrales, donde le dieron tantos azotes que le abrieron las espaldas. La situación no pudo resolverse hasta que intervino el conde de Cifuentes, que les obligó a soltar al fraile y a devolver la casa que habían ocupado.

3.2.1.3.2. La población común El atentado contra el canónigo Juan Roberto, referido arriba, supone un buen ejemplo de la violencia que de forma cotidiana se desarrollaba en la ciudad, y a su vez nos avisa sobre el principal problema que tiene el estudio de las agresiones que diariamente vivían los vecinos de Toledo. Ese ataque lo conocemos porque se denunció ante el Cabildo de la catedral, al que pertenecía la víctima y bajo cuya dependencia también estaba el agresor. No obstante, muchos sucesos como éste no eran denunciados; se resolverían por parte del agredido tomándose “la justicia por su mano”, sin recurrir a las instancias judiciales. Los delitos objeto de denuncia eran las agresiones con una mayor repercusión, o los que para la víctima suponían un grave atentado tanto desde el punto de vista físico y económico como para su propia fama dentro de la sociedad en que habitaba. Además, en algunos casos los jurados llegaron a enviar sus quejas ante los reyes, debido a los insultos y delitos que se daban en la urbe con total impunidad. Ciertos actos, decían, eran deshonrosos para el pueblo e iban en contra de la preeminencia de su propio Cabildo 851 .

849 A.G.S., R.G.S., 28 de enero de 1475, fol. 90. 850 Sobre este episodio véase: El monasterio de San Juan de los Reyes , Madrid, 2003, pp. 9-13. 851 ... algunas cosas que han pasado y pasan de cada día en esta çibdad de ynsultos e delitos que no se castigan nin remedian, e sobre otras [...] en espeçial de los agravios que este pueblo reçibe de algunos ynsultos que se fasen e non se castigan nin remedian, e sobre otras cosas que tocan a la preminençia d´este Cabildo ...: A.M.T., A.C.J., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja 23. documento suelto.

455 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Las palabras que utilizan los documentos para referirse de las agresiones físicas sufridas por los ciudadanos, y más en concreto a los golpes dados con una espada tan sólo buscando lesionar a la víctima, son sobre todo espaldear y espalderear . El miércoles 18 de abril de 1479, por ejemplo, unas personas corrieron (le persiguieron) al jurado Francisco Ortiz y lo espalderearon . Sus compañeros pidieron al alcalde que hiciese una pesquisa, y con la información se hizo la reconstrucción de los hechos: al parecer el jurado Ortiz estaba en la catedral; cuando salió de ella con un amigo fue tras ellos un criado del doctor Calderón (el doctor era clérigo); y tras éste otro hombre; y más tarde otros; y así hasta que se formó un grupo persecutorio. Tras cruzarse unas palabras surgió una pelea en la que golpearon con una espada al jurado, pero no resultó herido (tan sólo le rasgaron las vestiduras) 852 . Unos días más tarde, el 12 de mayo, se presentaba en el Cabildo de jurados una denuncia del doctor Calderón diciendo que uno había golpeado a un mozo suyo, llegándole a quebrar una espada en la cabeza 853 . Ésta era una fórmula bastante habitual de resolver los enfrentamientos. Eso sí, si conocemos este hecho se debe a que la víctima del primer suceso era un jurado. De haber sido un vecino común es posible que jamás lo hubiésemos conocido. Un caso similar es el de Alfonso Álvarez de Olivares, un vecino de Toledo que tuvo un enfrentamiento con el hijo de Juan López Mantero, Diego de Peralta, vecino de Orgaz. Cuando éste se disponía a desenvainar la espada, Olivares le dijo que se fuese con Dyos , que no deseaba que entre ellos hubiera una pelea. Entonces Peralta perseveró en su intención, diciéndole que le cortaría la cabeça . Así se produjo una lucha en la que el agresor salió perdiendo. Olivares le mató, según su testimonio, en defensa propia 854 .

En la calle se podían ver discusiones, que a veces acababan a golpes, donde solían lanzarse amenazas en algún caso muy serias

Amenazas como la de Peralta eran frecuentes, pero apenas han dejado huella, porque casi nunca se denunciaban, a no ser que supusiesen un peligro real 855 . Más información existe, al contrario, de otro asesinato cometido por Saravia, un mozo de espuelas que saliendo de la iglesia de San Miguel acuchilló a Diego de Yepes a mala fe 856 . En otras ocasiones algunos de

852 Idem, reunión del 19 de abril de 1479, fols. 9 r-10 v. 853 Idem, reunión del 12 de mayo de 1479, fol. 16 r-v. 854 A.G.S., R.G.S., 10 de enero de 1478, fol. 170. 855 También hay noticia de otra agresión que acabó con la vida de la víctima, de la que no se indica su identidad, ni la de sus agresores, ocurrida a principios de 1482 o finales de 1481 en el arrabal de la urbe, y ejecutada por varias personas que fueron encarceladas: A.C.T., Actas capitulares, libro 1º, desde el 13 de agosto de 1466 al 27 de mayo de 1490, reunión del 26 de enero de 1482, fol. 155 r. 856 Idem, reunión del 16 de febrero de 1482, fols. 155 v-156 r.

456 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 los nobles que llegaban a la urbe y se aposentaban en ella eran temidos entre sus vecinos 857 . En cualquier caso, como podremos observar más tarde, el análisis de los perdones reales concedidos por Isabel y Fernando poco después de hacerse con el trono indican que el número de homicidios cometidos en la ciudad del Tajo, y en sus alrededores, sobre todo en los últimos años del reinado de Enrique IV, es notable, y solucionar el problema supuso todo un reto.

Desde el delincuente profesional hasta el “soldado abusón” se extendía un sector social altamente conflictivo

No es fácil encontrarse información sobre delincuentes “profesionales” que actuaran en Toledo haciendo del delito su medio de vida, aunque sabemos que en algunos momentos actuaron bandas dedicadas, sobre todo, al expolio de las viviendas, aprovechando la oscuridad de la noche o que los amos no estaban dentro. Esto es lo que se denunció el 31 de julio de 1479 ante el Cabildo de jurados: unos ladrones habían robado a varios vecinos. Para solucionarlo se diputó a un grupo de varias personas para que durante cuatro o cinco noches rondaran por las casas de la ciudad, para ver si podían dar con los malhechores 858 . Años más tarde, a principios de marzo de 1482, el jurado Juan de Toledo denunció cómo había sido robada la casa que una hija suya tenía en la collación de Santa Leocadia, aprovechando que ni ella ni su marido estaban en la vivienda 859 . No era el único robo que se produjo entonces. Por eso la solución adoptada consistió en hacer una pesquisa, preguntando por las iglesias si alguien sabía algo de los ladrones, y en ordenar a los vecinos que dejaran sus casas cerradas por la noche, y que si sintieran algo se levantasen y prendieran a los delincuentes 860 . En algunos casos estas medidas dieron frutos, como puede comprobarse a mediados de abril de 1483, cuando fue apresado un ladrón que había cometido varios robos 861 . Otra cosa distinta es si fueron castigados con razón los ladrones u otros delincuentes. Casi nunca han quedado testimonios en los que expresen sus ideas, sean o no respetuosas con la realidad, sobre sus condiciones de vida y las causas que les llevaron a la cárcel 862 o a sufrir

857 En 1482 llegó a la ciudad el duque de Viseo. Sus hombres tenían fama de ser soberbios y ya habían asesinado a un hombre en Villamiel cuando llegaron a Toledo. Las expectativas se cumplieron, y al poco de llegar fue agredida una persona por ellos, en la parroquia de Santo Tomé: A.M.T., A.C.J., “Actas capitulares (1470-1487). Cuentas, cartas, varios”, caja 23, reunión del 22 de junio de 1482, fol. 172 r. 858 Idem, reunión del 31 de julio de 1479, fols. 25 r-26 r. 859 Idem, reunión del 2 de marzo de 1482, fol. 158 r-v. 860 Idem, reunión del 30 de marzo de 1482, fol. 162 r-v. 861 Idem, reunión del 19 de abril de 1483, fol. 217 r-v. 862 Pedro de Valencia había sido encarcelado por la acusación de una mujer a la que debía un dinero. Según él, la acusación era injusta, porque no se había cumplido el término para pagar la deuda: A.M.T., Varia, caj. 14, doc. 13. En algunos casos los presos habían ido a parar a la cárcel por el juego; Cristóbal de Zatres había jugado a los naipes con un paje de Bernardo de Ayala, a pesar de que estaba prohibido. Cuando se descubrió el delito un

457 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) otra pena. Cuando lo han hecho, sin embargo, son las fuentes más interesantes a la hora de estudiar la violencia urbana y la actitud de la justicia frente a ella. Vasco de Contreras, por ejemplo, en 1480 decía que llegó a denunciar a los reyes cómo, durante su estancia en la cárcel de Toledo, ciertas personas aprovecharon para hacerle daño, metiendo sus ganados en las dehesas de su propiedad, sin su licencia, y comiéndose toda la hierba que en ellas tenía 863 .

En ocasiones la justicia actuaba contra personas inocentes, a quienes solían condenar a vivir un tiempo en la cárcel, en condiciones pésimas

Por testimonios de fines del siglo XV sabemos que la vida en la prisión era muy dura, y que las causas por las que los presos iban a ella eran en algunos casos de dudosa legalidad. En este sentido, Agustín Odrero se quejaba en 1493 a las autoridades municipales de que el jurado Fernando de Vargas le tenía en prisión sin ninguna causa, y sin que se hubiese dado sentencia alguna en su contra, tan sólo con el fin de adueñarse de sus bienes. Su testimonio era éste: estoy aquí perdido e muriendo de fabre (sic) en todo este tienpo que ha que estoy aquí preso . Un testimonio parecido es el que aporta Francisco Fernández, según el cual llevaba preso seis o siete meses, esperando a que se resolviese un pleito que tenía, mientras su vida se iba totalmente al traste: vivía muriendo de fanbre , su hacienda y su casa estaban perdidas, y su mujer a punto de morir ( a la muerte )864 . Uno de los testimonios más interesantes es el de Vasco Marcote 865 , un vecino de la ciudad de La Coruña que pasando cerca de Toledo, camino a Galicia, se “topó” en el campo con el alguacil Pedro Mata. Éste le pidió su espada. Marcote, sin saber que el demandante era un miembro de la justicia toledana, le dijo que iba de viaje y que le dejara en paz, ante lo cual el alguacil, sin decirle quién era, arremetió contra él con una espada desenvainada, ayudado por sus hombres. El gallego, no sabiendo que los alguaciles de Toledo estaban en derecho de tomar las armas a todo el que iba por los caminos próximos a la urbe, y pensando que eran salteadores, sacó también la espada para defenderse, al ver que ponían sus espadas sobre [su] cabeza . Entonces, el alguacil gritó: “ ¡Aquí la justiçia! ”, y cuando oyó decir esto Marcote entregó su arma. Preso, el alguacil le trajo a la cárcel dándole porradas e ynjuriándole . Según el testimonio de la víctima, de no ser porque algunos de los que lo vieron le rogaron que no lo

alcalde le condenó a que diera 600 maravedíes en pena, pero como, según su testimonio, no tenía ni un maravedí con que pagar, fue encarcelado: A.M.T., “Siglo XVI”, caja 2.529, documento suelto. 863 A.G.S., R.G.S., (sin día y sin mes) 1480, fol. 265. 864 A.M.T., A.C.J., Varia, caj. 14, doc. 13. 865 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 136 r.

458 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 hiciese, el alguacil le habría matado durante el trayecto a la prisión. Más tarde, un alcalde le condenó a 6.000 maravedíes y a un año de destierro, pero él apeló la sentencia ante el alcalde de alzadas, el cual, viendo que era pobre y que le davan de comer por amor de Dios , le desterró para toda su vida de Toledo. El veredicto era injusto, aunque el gallego lo aceptó para poder salir de la cárcel. Un fiscal del Ayuntamiento, no obstante, apeló la sentencia para que el pleito se tratase en la Real Chancillería de Valladolid. Esto descorazonó a Marcote: como los pleitos allí se despachaban muy tarde y él no tenía qué comer ni con qué seguir el proceso, su situación iba a empeorar. Por ello suplicó a las autoridades municipales que interviniesen a su favor.

3.2.1.3.3. Mujeres y marginados La represión se centraba especialmente en los marginados y excluidos: desde los pobres a las mujeres

De todos los grupos sociales que conformaban la sociedad medieval, aquellos que más sufrían las consecuencias de la violencia eran los marginados. Éstos no sólo la padecían más que el resto de las colectividades que se integraban en la comunidad urbana, sino que además su voz reivindicativa era inexistente, lo que repercute en la escasa documentación que sobre ellos tenemos. La mirada crítica con la que de forma usual hay que enfrentarse a los documentos debe agudizarse aún más al tratar de delitos en los que se vieran implícitos personajes sin ningún tipo de poder, no ya político, sino económico, social, e incluso cultural. Si hablamos de violencia extrema a la hora de referirnos a algunos de los asesinatos llevados a cabo contra los conversos, durante los movimientos sociales acaecidos a fines del reinado de Enrique IV en Toledo, no menos tendremos que aplicar este calificativo al hablar de la violencia sufrida por las mujeres, por ejemplo. Sobre la violencia desarrollada hacia los marginados por la religión, en concreto hacia los conversos, lo que señalaremos más tarde será suficiente para poder tomar conciencia de su realidad. Se conocen las grandes explosiones de violencia desarrolladas contra los cristianos nuevos, pero, salvo algún documento suelto, es poca la información que nos ha llegado de la violencia cotidiana que tuvieron que padecer, sobre todo en el caso de quienes no contaban con una relevancia social. Tal vez los delitos que sufrían se diferenciaran muy poco de los que abrumaban al resto de los toledanos, aunque tenían la agravante de que las autoridades, sobre todo tras los “ movimientos ”, se podrían ver legitimadas a actuar en su contra si decidieran denunciar algunos de los hechos delictivos sufridos.

459 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

La voz de los excluidos por su cultura, por su religión, por su sexo o por sus condiciones económicas apenas existía, y apenas ha dejado huellas (ecos)

Es por ello que las denuncias de los conversos eran escasas: sufrían atemorizados y en silencio cualquier forma de violencia que contra ellos se lanzase, procurando que los agravios no fuesen a más y pudieran convertir a la ciudad en una campo de batalla en el que ellos fuesen los más perjudicados. Es en este silencio en el que hay que leer, también, la situación de desamparo frente al delito en que se encontraban todos los marginados y gran parte de la comunidad urbana en general; silencio que intentaron romper Isabel y Fernando al llegar al trono, lo que en parte consiguieron, aunque ni mucho menos del todo. Los nuevos monarcas intentaron potenciar los mecanismos de expresión de las quejas de sus ciudadanos, al tiempo que acompañaban su acción de una amplia labor propagandística destinada a crearse una imagen populista, con el fin de acabar, siquiera desde un punto de vista psicológico, con la situación de desamparo que muchos habían sufrido durante los años anteriores.

Las mujeres conformaban la mayoría social excluida

Si un grupo social mayoritario sufrió la violencia en absoluto silencio y sin ningún tipo de defensa fue el de las mujeres, las cuales, además de sufrir toda la agresividad existente 866 , en algunos casos tuvieron que convivir con su peor enemigo: su propio esposo. Uno de los crímenes más horrendos de todos los estudiados a lo largo de este trabajo lo sufre Mayor Ramírez, la mujer de Juan de Vargas, un vecino de Toledo que nada más casarse con ella empezó a maltratarla 867 . Conocemos el testimonio de los hechos gracias a una denuncia puesta ante el Consejo Real por la madre Mayor, Catalina de la Cruz, en la que señalaba cómo su hija se había casado con Juan de Vargas, y poco después del enlace matrimonial éste la empezó a maltratar 868 . Un día del mes de septiembre de 1471, estando Mayor en los últimos días de un embarazo, su marido, sin que ella hiciese nada para ofenderle, le lanzó una piedra que la dio de lleno en la espalda. El golpe fue tan bestial que, además de caer al suelo gravemente herida, la produjo el parto. El crío empezó a salir y sacó un brazo fuera. Viendo esto, Juan de Vargas, en un acto de brutalidad absoluta, tiró del niño y le arrancó del cuerpo de la madre,

866 Es de destacar un abuso de la justicia contra una mujer, una tabernera a la que el alguacil mayor le quitó sus bienes, diciendo que un negro del corregidor se los había hurtado a él, y luego los había vendido a ella. La mujer perdió tanto lo que compró como el dinero que había pagado por ello: Idem, reunión del 3 de junio de 1480, fol. 86 r-v. 867 A.G.S., R.G.S., 15 de marzo de 1477, fol. 189. 868 La daba mala vida intolerable [...] siendo mal propósito y condiçión de matar a la dicha su fija .

460 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 provocando tanto la muerte del bebé como la de la mujer 869 . Las autoridades del Consejo Real debieron quedar estupefactas al oír el relato de los hechos, y ante la rebeldía del agresor, que no se presentó a replicar la denuncia puesta contra él, se le acusó de la muerte de su esposa y de la criatura que tuvo. Para los que lo viesen fuese enxenplo , se le condenó a que, en cualquier lugar donde le hallaran, fuera degollado por la garganta con un cuchillo agudo, fasta que muera de muerte natural. Además, se dio licencia a los parientes de la víctima para matarle. El caso cobra aún más dramatismo si se tiene en cuenta que tal vez hechos así fueran frecuentes. Si conocemos éste en particular sólo es debido a la insólita actitud del agresor, que a pesar de haber matado a su esposa reclamaba para sí los bienes de la dote que ella había aportado en el matrimonio, en contra de la madre de la víctima, que le acusaba de que avýa muerto a la dicha su fija, e era yndigno de la sustentaçión e herençia d´ella 870 .

Un adulterio siempre justificaba el asesinato de una mujer, aunque ni hubiera existido

Ante algunos documentos expedidos por el Consejo que perdonan a los cónyuges el asesinato de sus mujeres, teóricamente por haber realizado un adulterio, se podría realizar la siguiente pregunta: ¿la mujer cometió tal delito, ya que así se entendía al adulterio en la baja Edad Media, o por el contrario esta acusación sólo es un argumento utilizado para conseguir un indulto?. Cada caso particular es distinto, aunque hay sucesos en los que la segunda hipótesis parece más adecuada. No es este el caso de Pedro de Vadillo, un vecino de Sevilla que acusaba a su mujer y a Damián Tañedor no sólo de adúlteros, sino de haberle robado toda la hacienda que tenía, y haber huido con ella hasta Toledo 871 . Pero sí el del borceguinero Ruy Sancho, quien asesinó a su esposa, María de Santander, porque, según él, había cometido adulterio 872 . Argumento con el que consiguió el indulto de su delito. La misma explicación presentó en una demanda ante el Consejo Real Juan Ortiz, que también iba a ser indultado. Envenenó a su cónyuge, Francisca Núñez, porque conocía que estaba cometiendo adulterio. Los parientes de la víctima le perdonaron, al igual que su propia esposa antes de morir. Ésta, siempre según el testimonio

869 ... arrojó e tiró un canto, e le dio con él en las espaldas, e fue tan gran golpe que la derrivó en el suelo, en manera que la tomó el parto e la criatura sacó primero el braço. E el dicho Ihoan de Vargas le fiso arrancar la criatura por fuerça, de que murió la dicha Mayor Ramíres ... 870 A.G.S., R.G.S., 2 de marzo de 1480, fol. 165. 871 A.G.S., R.G.S., 24 de julio de 1479, fol. 92. 872 A.G.S., R.G.S., 23 de noviembre de 1479, fol. 22.

461 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) del asesino, le había dicho que eran ciertas las acusaciones de adulterio, y le exculpó si tuviese algo que ver con su muerte 873 . Otro caso, igualmente dramático, es el de Francisca López. Su hijo Fernando de Soto, tras venir de Portugal, empezó a extorsionarla para que le diera la tercera parte de sus bienes, y así poder casarse; prometiendo a su madre que nunca más le demandaría cosa alguna. La mujer se lo dio pensando que así iba a cumplirlo. Pero el hijo no cumplió su promesa, y viendo que era viuda e ignorante comenzó un proceso contra ella, dejándola en una pobreza total, con otro hijo y una hija a los que no poder dar nada 874 . En el Consejo también se vio un pleito entre Aldonza Álvarez y su marido Álvaro Arroyal, vecinos de Toledo. El procurador de la mujer, la cual había perdido el seso señala un documento, acusó a su esposo de que 875 :

...la dava mala vida, de manera que la echó fuera de su casa desnuda e maltratada, e andava por las calles. E que reçibió con ella en dote e casamiento sesenta mill maravedís, e por algunos paryentes suyos que ge lo dixeron la tornó el dicho Álvaro Arroyal a su casa. El qual, después, dis que no le queriendo dar las cosas neçesaryas, ni curar de ella en la dicha su dolençia, [...] la tornó a echar otra ves muy deshonradamente...

Tras oír a las partes, los miembros del Consejo determinaron que Álvaro Arroyal debía tener a su esposa en su casa y darla todo lo necesario para su alimentación, vestimenta y cura; ordenándole, además, que diese fianzas para hacerlo así. Lo mismo tuvo que vivir María de Espinosa con su marido Antón de Luna, ya que, a causa de estar la mujer fuera de su sentido e seso natural, éste, contra su voluntad y por la fuerza, la quitó gran parte de su hacienda, impedía que sus parientes la visitaran, y la subalimentaba, sin darle ningún curador para que tratase su enfermedad 876 . Uno de los pocos casos de violación 877 documentado, para finalizar, hace referencia al enfrentamiento que tenía el jurado Pedro Álvarez de Toledo con María de Rojas, viuda del comendador Alfonso de Toledo. El corregidor Gómez Manrique tuvo que intervenir y poner una tregua. El hijo de la mujer, Diego López, no la respetó, y sin temor de la justicia, según la denuncia puesta por el jurado, muchas veces saltaba las paredes de su casa por la noche con el fin de matarle. En algunas ocasiones había sido descubierto por algunos de los habitantes de la vivienda dentro de ella, escondido en el horno, y cuando le detectaban huía saltando las

873 A.G.S., R.G.S., 14 de abril de 1485, fol. 261. 874 A.G.S., R.G.S., 11 de abril de 1477, fol. 136. 875 A.G.S., R.G.S., 24 de febrero de 1480, fol. 100. 876 A.G.S., R.G.S., 25 de septiembre de 1480, fol. 227. 877 Véase sobre este tema: CÓRDOBA DE LA LLAVE, R., El instinto diabólico. Agresiones sexuales en la Castilla medieval , Córdoba, 1994.

462 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 paredes por las que había entrado. Tantas veces lo hizo que su hija, asustada, y otras mujeres de la casa tuvieron que irse a dormir a la residencia de una casera. Tenían miedo a que Diego López las agrediese. A pesar ello éste persistió en su mala intención, y consiguió violar a la hija del jurado 878 . La violación causó un gran escándalo, y se decidió internar a la muchacha en el convento de Santa Clara. Pero no sirvió de mucho. El agresor entró en el convento y la sacó de él, de tal forma que, según el testimonio de su padre, la había echado a perder 879 . Sirvan todos estos ejemplos para manifestar el tipo de violencia que sufren las mujeres y hombres de Toledo a finales de la Edad Media. En el caso de las mujeres, los testimonios en que aparecen como denunciantes se refieren a aquéllas con la capacidad económica y la relevancia necesarias como para reclamar la ayuda del Consejo Real. En su inmensa mayoría soportaban con resignación y en silencio los abusos y el maltrato de sus maridos, del resto de sus familiares o de otras personas. Excepto en el caso de las “dueñas” viudas, mujeres con cierta preeminencia social que tenían estipulado por ley un derecho que les autorizaba a elegir los jueces para la vista de sus pleitos, y que tenían capital para ello, la capacidad de las mujeres para pedir justicia, sobre todo ante las instancias judiciales de la corte, era bastante reducida.

878 ... ovo de dormir e dormió carnalmente con la dicha su fija e le ronpió su virginidad ... 879 A.G.S., R.G.S., 11 de octubre de 1483, fol. 201.

463 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

3.2.2. LA CONFLICTIVIDAD POLÍTICA FRENTE A UNA PACIFICACIÓN ESTÉRIL La violencia cruel y desgarradora sufrida por las mujeres, producto de la envidia y los celos, de las ansias de dominio y la megalomanía, nunca ha dejado de existir. Es una forma de violencia rechazable, como todas, que se ha venido dando a lo largo de la historia de manera dramática. Ella, en los rasgos que la definen en tanto que producto de unas relaciones de poder, sobre todo en los rasgos que definen la postura del agresor (sancionados culturalmente a veces), guarda cierta similitud con el carácter que poseía esa violencia política 880 que, de forma coyuntural, azotó a las ciudades de Castilla a fines del reinado de Enrique IV, convirtiendo a muchas personas en víctimas silenciosas de la opresión. De hecho, si pretendiéramos estudiar los rasgos definitorios de la violencia política sin enmarcarlos en los propios rasgos definitorios de la violencia cotidiana, muchos aspectos carecerían de una explicación lógica 881 . Por ejemplo, para analizar la plasmación práctica de la lucha de bandos en las urbes es necesario, antes, atender a la manera en que los hombres de los oligarcas se estructuraban en clientelas, y al modo a través del cual estos sujetos servían a sus señores. Además, los intereses económicos perseguidos en su mayor parte por los delitos del común y los intereses oligárquicos se mezclaban en la violencia política 882 , pero no se confundían. Por eso algunos “medianos” y “menores” aprovechaban los enfrentamientos para robar 883 . En las luchas de bandos se mezclaban los propios objetivos políticos con el rencor, el deseo de venganza o las ansias de poder 884 , y los involucrados en ellas consideraban sus acciones como necesarias para garantizar su honra y su posición social. Aunque no siempre había de llegarse al enfrentamiento físico. En muchos casos era suficiente con mostrar el poderío 885 que el oligarca ostentaba; por ejemplo, sacando a sus hombres con armas por las calles para que sus enemigos los vieran. De esta forma, con el miedo, los bandos enfrentados

880 Sobre algunas de estas ideas, desde la psicología, ya llamaba la atención Sigmund FREUD: FREUD, S., El malestar en la cultura , Madrid, 2000 (22 ª Edic.), pp. 25-26. 881 A la relación entre estas dos formas de violencia se refiere Samuel COHN, en su trabajo: “Criminality and the State in Renaissance Florence, 1344-1466”, Journal of social history , 14/2 (invierno de 1480), pp. 211-233. 882 Los rumores, las opiniones erróneas, la fuerte emotividad que traían consigo, el miedo y las dudas sobre lo que estaba pasando, etc., explican, en buena parte, esta confluencia de intereses: TÉLLEZ AGUILERA, A., La delincuencia de las muchedumbres (Estudio criminológico y jurídicopenal de la muchedumbre criminal) , Madrid, 1991, p. 9. 883 FOUCAULT, M., “Sobre la justicia popular”, en su obra Microfísica del poder , Madrid, 1978, pp. 45-75, en concreto pp. 50 y ss. 884 José Ramón DÍAZ DE DURANA habla de crisis del feudalismo para explicar los conflictos políticos que se dieron a fines de la Edad Media: DÍAZ DE DURANA, J.R., “Violencia, disentimiento y conflicto en la sociedad vasca durante la baja Edad Media. La lucha de bandos: estado de la cuestión de un problema historiográfico”, en Violencia y conflictividad en la sociedad de la España bajomedieval, IV Seminario de historia medieval, Zaragoza, 1995, pp. 27-58, en concreto p. 28. 885 LENSKI, G., Poder y privilegio. Teoría de la estratificación social , Barcelona, 1993, p. 46.

464 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 servían para garantizar la paz 886 , si bien de una manera esporádica. Los rivales valoraban sus fuerzas antes de iniciar un enfrentamiento que siempre solía iniciarse una vez que la tensión acumulada era insoportable 887 . Los delitos señalados arriba, por tanto, han de enmarcarse en su mayoría (aquellos cuya fecha va de 1465 a 1475 al menos) dentro de un período de inestabilidad política, que hizo que el nivel de violencia existente -fuese muy alto o no- aumentara como resultado de los conflictos de bandos, de los problemas para llevar a cabo un correcto ejercicio de la justicia o de otros muchos factores. Los enfrentamientos políticos se hicieron cotidianos en la última década del reinado de Enrique IV, mas no surgen de repente: son efecto de una degeneración de la sociabilidad urbana 888 que se produce por culpa del aumento de la delincuencia, de los abusos de poder de los oligarcas y del mal funcionamiento de la justicia. Se generó así un círculo vicioso: cuanto más abundante era la violencia política peor funcionaban la justicia y las instituciones de gobierno; cuanto peor funcionaban éstas mayor era el número de delitos; cuanto mayor era el número de delitos más inestable se mostraba el orden público, más duras eran las críticas a los gobernantes y mayor era la tensión entre éstos; y cuanto más se daban dichos factores más fácil era que se desarrollase la violencia política. “Los reinados de Juan II y Enrique IV de Castilla son pródigos en incidentes políticos y alteraciones de la paz interna, que llegan a constituir, a veces, verdaderas guerras civiles. No en balde se recordaron después aquellos años como “el tiempo de las inquietudes del reino”. Dentro de la centuria decimoquinta, Toledo es el más señalado exponente entre las ciudades castellanas de ese espíritu de inquietud y desasosiego que de modo general agita por entonces a la casi totalidad de ellas” 889 . Así iniciaba Eloy Benito Ruano su obra, ya varias veces referida, Toledo en el siglo XV. Vida política . Las interpretaciones dadas por este historiador en términos generales aún siguen siendo válidas. Además, desde que salió a la luz su libro sobre la historia política de la ciudad del Tajo no han aparecido fuentes que puedan aportar datos sobre algunos aspectos que en él quedaron oscuros, como, por ejemplo, la verdadera posición de Pedro Sarmiento en la revuelta de 1449. Otra cosa distinta es que muchas de sus opiniones deban ser matizadas 890 , según los conocimientos que poseemos hoy.

886 MACKAY, A., “La conflictividad social urbana”, en Las ciudades andaluzas, siglos XIIII-XVI. Actas del VI Coloquio Internacional de historia medieval andaluza , Málaga, 1991, pp. 509-524, en concreto p. 511. 887 LADERO QUESADA, M.A., “Monarquía y ciudades de realengo en Castilla. Siglos XII a XV”, en GENSINI, S. (Dir.), Principi e cittá alla fine del Medioevo , Roma, 1996, pp. 357-412, en concreto p. 399. 888 WALKER, S., “Rumour, sedition and popular protest...”, pp. 46 y ss. 889 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., p. 9. 890 Eloy BENITO RUANO, por ejemplo, afirma que Pedro López de Ayala en 1444, estando al frente de la urbe y de su alcázar, tiranizaba a los toledanos, pero no da una razón para explicarlo (Toledo en el siglo XV..., p. 24). Una lectura rápida de su obra deja un sabor amargo, la sensación de que a lo largo del siglo XV Toledo estuvo

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De hecho, la propia personalidad de Juan II y su verdadera labor política siguen siendo bastante desconocidas. En una de las últimas biografías publicadas sobre este monarca se le tacha de impulsivo, colérico, “débil y pusilánime” 891 , mientras que su valido Álvaro de Luna es visto como un hombre muy inteligente que gracias a sus artimañas consiguió convertirse en un verdadero “rey sin corona” 892 . Se trata de los mismos estereotipos de siempre (por suerte cada vez menos creíbles), utilizados sobre todo en lo que se refiere a la figura de Enrique IV y a su período de gobierno, ambos destruidos por la propaganda de los Reyes Católicos. Sin embargo, es innegable que el reinado de Juan II aparece oculto tras la sombra de Álvaro de Luna 893 , quien, consciente de los beneficios que la propaganda y el clientelismo podían aportarle, no dudó en crear una red de poder en las más altas esferas gubernativas del reino que le dotó de un poderío desconocido antes en un sirviente de un rey Trastámara. El 25 de diciembre de 1406 moría en Toledo Enrique III 894 . Su hijo, Juan, llegaba al trono siendo tan sólo un niño. Como en tiempos anteriores la instauración de una regencia, siempre peligrosa para la estabilidad interna del reino, era insoslayable 895 . Ya entonces los rivales directos de los Ayala en Toledo eran los Silva, y su rivalidad marcaba las relaciones de poder en la urbe. Por esa razón unos años después, ya convertido en el rey de Castilla -tras ser declarado mayor de edad-, Juan II intentó lograr que la justicia local toledana dejase de ser dirigida por Pedro López de Ayala III y Pedro Carrillo, y que de forma definitiva se creara un corregimiento en la ciudad del Tajo. El poder de los Ayala era excesivo 896 , y las quejas por el mal funcionamiento de la justicia constantes 897 . Se llegó a nombrar corregidor al doctor Alvar Sánchez de Cartagena 898 ,

constantemente dirigida por tiranos. Hoy sabemos que esos tiranos en realidad eran oligarcas, y que su actitud estaba condicionada por las relaciones de poder existentes en la ciudad del Tajo. 891 PORRAS ARBOLEDAS, P.A., Juan II (1406-1454) , Palencia, 1995, pp. 15-18. 892 Idem, p. 20. 893 Ésta es la versión que han dado los cronistas. Alonso de SANTAMARÍA, en su obra Crónica de don Juan II (1420-1434) , C.O.D.O.I.N., Madrid, 1966, vols. 99 y 100, en concreto vol. 99, relata de forma pormenorizada, año a año, los sucesos más importantes de la historia política del reinado. 894 El relato de su muerte en Toledo aparece en la llamada Crónica del rey don Enrique, tercero de Castilla e de León, C.R.C. , B.A.E., Madrid, 1953, vol. II, Adición, pp. 259 y ss. 895 Durante dicha regencia se intentaron llevar a cabo reformas importantes en Toledo, pero no tuvieron éxito. Sobre estos aspectos véase: SÁEZ SÁNCHEZ, E., “Ordenamiento dado a Toledo por el infante don Fernando de Antequera, tutor de Juan II, en 1411”, A.H.D.E. , 15 (1944), pp. 5-62. 896 Sobre las acciones políticas de los Ayala en estos años véase: PALENCIA HERREJÓN, J.R., “Las relaciones de poder en Toledo a comienzos del siglo XV (1406-1422): Pedro López de Ayala, la oligarquía local y la monarquía castellana”, Anales toledanos , XXXVI, 1998, pp. 45-52. 897 El 24 de febrero de 1400 Enrique III ordenó que los toledanos no fueran emplazados ante las instituciones de justicia centrales sin antes haberse visto sus demandas en su ciudad. Ésta era una práctica que llevaban a cabo los más ricos, con el objetivo de impedir a aquellos que tenían menos dinero para litigar ante las más altas instancias judiciales del reino que pudieran seguir su derecho (P.R.T., doc. 137, pp. 242-243). En el Ordenamiento dado a la urbe por el infante Fernando de Antequera, en 1411, intentaron solucionarse algunos problemas suscitados por el mal funcionamiento de la justicia. En la ley XLII del mismo, por ejemplo, se criticaban ciertas acciones de los

466 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 pero ni tan siquiera se le abrieron las puertas de la ciudad. Estos actos de desobediencia, que cuestionan la política pacificadora de los monarcas, son continuos hasta 1450 899 . Es verdad que Juan II a principios de su etapa de gobierno, por fin, constituyó un Regimiento cerrado en Toledo 900 , pero lo hizo sólo porque los oligarcas lo consideraban necesario para asegurar su posición al frente de la urbe: los caballeros para mantenerse en el poder; y la burguesía para garantizarse unos cauces institucionales válidos a la hora de intervenir en el gobierno local. La paz política alcanzada entre la oligarquía y el rey gracias a la implantación del Regimiento cerrado duró hasta 1440, año en el que se produjo uno de los episodios de desobediencia al monarca más importantes de cuantos se habían producido en la ciudad del Tajo hasta entonces. Juan de Navarra, infante de Aragón, y algunos nobles encabezados por otro infante, Enrique, tras apoderarse del castillo de Ávila escribieron a Juan II una carta en la que le pedían que echara de su lado a su valido Álvaro de Luna, verdadero soberano de Castilla según ellos. El monarca había mandado a Pedro López de Ayala que no permitiera la entrada en Toledo a ninguno de los conjurados contra él, mas, desoyendo sus órdenes, dejó entrar al infante Enrique. Esta sublevación de Toledo frente a Juan II, junto con la producida en Ávila, rápidamente fue secundada por León, Segovia, Zamora, Valladolid, Burgos, Plasencia y Guadalajara, aunque más tarde todo se calmaría. Juan II perdonó a Pedro López de Ayala y a su hijo, y les devolvió la custodia de las fortalezas de la ciudad. Aún así, los desacatos de los Ayala iban a seguirse produciendo 901 . En 1445 una gran coalición dirigida por los infantes Juan y Enrique de Navarra se enfrenta al monarca. En la batalla de Olmedo murió el segundo, y junto a él los principales enemigos de Álvaro de Luna. Como durante este nuevo enfrentamiento Pedro López de Ayala se había mostrado cercano a los insurgentes, y además era amigo del heredero al trono, el futuro Enrique IV, que a partir de ahora va a convertirse en el principal enemigo de su padre, Juan II le ordenó que dejara sus cargos de alcalde mayor y de alcaide de las fortalezas de Toledo en manos de su repostero mayor, Pedro Sarmiento. Poco después, sin embargo, ante la presión de su hijo Enrique, no tuvo más remedio que devolver la alcaldía al dirigente de los Ayala 902 . En consecuencia, a la altura de 1448 los alcaldes mayores de Toledo eran Pedro alcaldes mayores (Los Ayala tenían una alcaldía mayor), quienes daban a lugartenientes la posibilidad de ejercer su oficio a cambio de dinero (SÁEZ SÁNCHEZ, E., “Ordenamiento dado a Toledo...”, p. 44). 898 D.T.P.H., pp. 282-286. 899 Eloy BENITO RUANO titula la primera parte de su libro, que llega hasta el problema con la alcaldía mayor que provocó la rebelión, “Inestabilidad en la obediencia al poder real”: Toledo en el siglo XV..., pp. 13 y ss. 900 Sobre la implantación del Regimiento cerrado véase: ARANDA PÉREZ, J.F., Poder y poderes ..., pp. 49 y ss. 901 Sobre el movimiento de 1440 véase: BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., pp. 19 y ss. 902 Pedro Sarmiento no estaba de acuerdo con que se le devolviera la alcaldía a Pedro López de Ayala. Juan II tuvo que enviar varias cartas, datadas el 15 de mayo de 1446, el 22 de junio de 1446 y el 23 de febrero de 1447,

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López de Ayala III y Juan Carrillo; el alcalde mayor de alzadas era el propio Álvaro de Luna, que ejercía el cargo a través de su lugarteniente Ruy García de Villalpando; y el alguacil mayor era un hijo de Álvaro de Luna, que también tenía un lugarteniente porque era menor de edad. Los actos de desobediencia provocaron arduos conflictos tanto en el interior de la urbe como en sus alrededores. Sin duda el momento más crítico se vivió en 1449. En la revuelta surgida este año se manifiesta por primera vez con todo su rigor el sentimiento de unión existente entre los habitantes de Toledo, al definirse un “enemigo” de su “comunidad” 903 . En principio, el altercado surgió como un movimiento de identificación entre un grupo de oligarcas y el común, en defensa de los privilegios fiscales que impedían a Álvaro de Luna solicitar un empréstito de un millón de maravedíes a los vecinos de la urbe. Algunos de esos oligarcas formaban parte de las antiguas familias que habían sido desplazadas de los puestos de gobierno por los nuevos linajes llegados de fuera 904 . Además la población, en general, estaba resentida con Juan II por su insólita actitud ante los sucesos de desobediencia acaecidos en 1440: quitó a Toledo parte de sus territorios y se los entregó a Gutierre de Sotomayor, maestre de Alcántara, haciendo oídos sordos a las protestas de los dirigentes urbanos, encabezados ya entonces por Pedro Sarmiento 905 , el asistente del rey en la ciudad. De acuerdo al sistema de recaudación de impuestos directos existente en Castilla 906 , tan sólo estaban obligados a pagar aquellas personas que, exceptuados unos bienes básicos como la ropa, una cama o un par de bueyes de labranza, poseían una hacienda igual o superior a una cantidad mínima de riqueza. A partir de esta cantidad, y siguiendo una alícuota determinada, cada individuo pagaba más o menos en función de su poderío económico. Por esa causa el recaudo traía consigo la activación de una maquinaria destinada a evitar posibles fraudes, cuya puesta a punto era muy compleja. Se necesitaban realizar unas valoraciones correctas de la capacidad fiscal de cada contribuyente, ateniéndose a un peritaje de sus bienes, con el fin

en las que mandó que su alcaldía no fuese perturbada: A.H.N., A.D.F., caj. 879, fol. 15. Existe un documento de validez dudosa en la que Juan II, en abril de 1451, devuelve a Pedro López de Ayala la alcaldía mayor de Toledo tras la revuelta de Pedro Sarmiento: A.M.T., caj. 1º, leg. 8º, nº. 5 a. 903 Gonzalo de Hinojosa decía de lo sucedido entonces: “alborotó la çibdad en tal manera que se levantaron las gentes de la comunidad della”: HINOJOSA, G. de, Continuación de la Crónica de España del arzobispo don Rodrigo Jiménez de Rada , Madrid, C.O.D.O.I.N., vol. 106, 1966, pp. 1-141, en concreto pp. 205-210. 904 A esta cuestión se refiere Andrés RODRÍGUEZ HORTA en su artículo, ya citado, “Sociedad y ocupación de cargos públicos...”. 905 Pedro Sarmiento es asistente de la ciudad durante la década de los años 40 del siglo XV, justo en el momento en el que se inicia el pleito del conde de Belalcázar, y cuando se dan las muestras más evidentes de desprecio por parte de Juan II a las reivindicaciones de la ciudad. Sobre esto véase: OWENS, J.B., Despotism, absolutism and the law in Renaissance Spain: Toledo versus the Count of Belalcázar (1445-1557) , Michigan, 1972, pp. 30 y ss. 906 ROMERO MARTÍNEZ, A., Fisco y recaudación. Impuestos directos y sistemas de cobro en la Castilla medieval , Granada, 1999, pp. 41-53.

468 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 de establecer las cuotas de riqueza. El que no superara un potencial económico mínimo, o al menos lo igualase, quedaría exento del pecho; todos pagaban según sus recursos. Este sistema requería la coordinación de los solicitadores del capital con el Ayuntamiento de la población a la que se solicitara, y de éste con los empadronadores, encargados de realizar los padrones fiscales en los que se especificaba la riqueza de cada vecino, y con los cogedores, encargados de la recogida del dinero ateniéndose a los padrones. La gran exención fiscal que disfrutaban los vecinos de Toledo gracias a sus privilegios, no obstante, había provocado que este mecanismo recaudatorio fuera mucho menos frecuente, y por tanto menos conocido, en la ciudad del Tajo que en el resto de ciudades castellanas. A partir de estas premisas se puede afirmar con toda rotundidad: o bien que el problema fiscal que ocasionó la revuelta de 1449 907 no sucedió tal y como las crónicas relatan; o bien que Álvaro de Luna estaba dispuesto a incumplir toda legalidad, y a no respetar en absoluto el sistema fiscal castellano. Si el condestable pasó por Toledo el 25 de enero de 1449 y ordenó el pago, resulta imposible que el cobro se hubiese iniciado al día siguiente, sobre todo si tenemos en cuenta que era domingo, o incluso el lunes. Simplemente no hubo tiempo material para preparar el recaudo, más en una ciudad no acostumbrada a la puesta en marcha de sistemas destinados a la recogida de impuestos como éste entre sus habitantes, y con la total oposición del Ayuntamiento a la orden del condestable. ¿Es que no se hicieron padrones para ver la capacidad contributiva de cada vecino de Toledo?. ¿Acaso se utilizó como sistema de recaudación el que se usaba para el cobro de monedas, que solicitaba a todos una tasa fija, y no para el de pedidos 908 , que valoraba la riqueza de cada uno?. Si fue así, ¿la presión fiscal sobrepasó el límite establecido a la hora de cobrar las monedas? Podríamos pensar que el condestable o el monarca habían avisado con anterioridad al Ayuntamiento de Toledo sobre lo necesario del empréstito, para que hiciesen los padrones oportunos, y que cuando Álvaro de Luna pasó por la urbe ordenó a Alonso Cota que, actuando como cogedor, recogiera el capital. Cuando el condestable se marchó a Ocaña el

907 Las fuentes ni siquiera se ponen de acuerdo sobre el momento del estallido de la revuelta. Mientras BENITO RUANO defiende que el escándalo del odrero fue el domingo 26 y la rebelión el lunes 27, NETANYAHU no separa ambos hechos y considera que los dos se produjeron este lunes: NETANYAHU, B., Los orígenes de la Inquisición ..., p. 279. 908 Los impuestos directos extraordinarios, dentro de los cuales podríamos situar el préstamo que Álvaro de Luna solicitó a Toledo en enero de 1449 (podría considerarse un servicio), se cobraban mediante el conocido sistema de pedidos y monedas. La división en monedas y pedidos se debe a que los servicios otorgados en Cortes no se pasaban en su totalidad a la almoneda para que fuesen arrendados. La parte del servicio que los contribuyentes pagaban por vía de monedas no se arrendaba, mientras que los pedidos sí. Los contribuyentes pagaban lo que les correspondía de las monedas independientemente del pueblo en el que viviesen, mientras que la cuantía de su contribución en forma de pedido dependía del precio final puesto por los arrendadores mayores del servicio, y de la cantidad económica que estipularan que debía pagar cada distrito administrativo: ROMERO MARTÍNEZ, A., Fisco y recaudación... , pp. 22-24.

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Ayuntamiento le envió una misiva suplicándole que no se llevase a cabo la recogida del dinero, tal vez porque no estaban listos los padrones. Incluso podríamos pensar que el odrero que fue llevado a la cárcel, por su negativa a contribuir con el dinero que le pedían, era una víctima de un fallo en un padrón fiscal; algo, por otro lado, bastante común. Sin embargo, las crónicas no hacen referencia a nada de esto. Parece ser que no hubo padrón, y que se obligó a todos los vecinos a pagar lo mismo. Esto iba en contra de las normas fiscales de Castilla y en perjuicio de aquellos cuya capacidad económica era más baja. De hecho, según Gonzalo de Hinojosa, al hombre que levantó el escándalo le repartieron “ciertas doblas” 909 para contribuir al préstamo 910 , lo que evidencia, ateniéndonos a la valía de la moneda, una presión fiscal notable 911 . Eso sí, desde el levantamiento anti-fiscal la revuelta sufrió una evolución. En principio fue contra el recaudador de impuestos, Alonso Cota; luego, y en parte debido a la condición conversa, política y económica de éste, contra los conversos y contra los más poderosos de la ciudad en general; posteriormente contra Álvaro de Luna; luego contra Juan II; y al final contra el Papa 912 . El nombramiento como recaudador del tributo solicitado de Alonso Cota, tesorero del Ayuntamiento, rico mercader y de condición conversa, supuso un atentado contra el elemento religioso definidor de la identidad comunitaria de Toledo, provocando una revuelta que en sí puede ser analizada como la conjunción de tres conflictos simultáneos 913 : uno social, manifestado en forma de levantamiento popular; otro político, especialmente contra Álvaro de Luna, representante de la autoridad regia; y otro anti-converso, mezcla de la conflictividad social y el odio religioso. El préstamo solicitado pasó a considerarse una violación de los privilegios de la comunidad urbana, y una muestra de los sentimientos de desamparo y falta de justicia que Juan II manifestaba hacia Toledo 914 , lo que sirvió como argumento a los toledanos para

909 Se repartieron 22.000 doblas para el empréstito, según señala Pedro CARRILLO DE HUETE en su Crónica del halconero de Juan II , MATA CARRIAZO, J. de (Edit.), Madrid, 1946, p. 511. 910 Continuación de la Crónica de España del arzobispo don Rodrigo Jiménez de Rada ..., cap. CCLIV, p. 109. 911 Continuación de la Crónica ..., cap. CCLIV, p. 139. Benzion NETANYAHU insiste en que la incapacidad de los pobres para pagar algunos impuestos se da de forma reiterada en la historia de España: Los orígenes de la Inquisición ..., p. 279. 912 NETANYAHU, B., Los orígenes de la Inquisición ..., p. 287. 913 CANTERA MONTENEGRO, E., “El obispo Lope de Barrientos y la sociedad judeoconversa: su intervención en el debate doctrinal en torno a la “Sentencia-Estatuto” de Pero Sarmiento”, E.T.F.H.M ., 10 (1997), pp. 11-29. 914 Buena parte de su argumentación en defensa de la preparación de la revuelta, antes incluso de que Álvaro de Luna viniera a la ciudad, y de la implicación de Sarmiento, la fundamenta Benzion NETANYAHU en esta frase del Memorial del bachiller “Marquillos de Mazarambroz” : “lo hiçieron con authoridad o liçençia del dicho señor Pero Sarmiento”. Sin embargo, NETANYAHU toma por falsas prácticamente todas las afirmaciones que se hacen en este documento. ¿Por qué no tomar por falsa esta afirmación?. En todo caso, la principal crítica que puede hacerse a la tesis de NETANYAHU, cuando dice que Sarmiento preparó la revuelta, emana de la siguiente

470 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 rechazar a un poder regio de carácter absolutista (según ellos) que quería quebrantarles sus libertades. En la Edad Media estaba muy arraigada la idea del soberano justiciero, y las personas más humildes creían en que el monarca siempre iba a defender a los desvalidos en contra de los malvados. Sin embargo, tal y como indica Benzion Netanyahu 915 , en la ciudad del Tajo los discursos públicos durante la primera mitad del siglo XV 916 acusaban a Álvaro de Luna de ser la viva representación del mal en Castilla, vinculándolo a los falsos cristianos que querían apoderarse del poder político del reino y de sus ciudades. La revuelta toledana de 1449, en cualquier caso, no fue sólo un enfrentamiento religioso que tuvo a los conversos como víctimas. Se trata, más bien, de un conflicto sociopolítico en el que la religión fue instrumentalizada 917 hasta tal punto que llegó a hacer referencia a un problema determinante en la concepción de la realeza medieval: el del origen del poder regio. Sólo considerándolo así puede entenderse la actitud de Juan II frente a los rebeldes, y su apelación al Papa Nicolás V para solucionar el asunto. En muchos aspectos de la Sentencia-Estatuto de Pedro Sarmiento que expulsaba a los conversos de los órganos de gobierno de la ciudad, y en muchas de las opiniones expresadas en el Memorial del bachiller Marcos García de Mora, el más importante documento propagandístico de los rebeldes toledanos, aunque no se especifique se expresa de una forma rotunda la idea de que el poder del monarca no procedía de Dios directamente, sino a través de la comunidad urbana. Era ésta la que podía poner o quitar reyes, y así lo manifestaron los toledanos cuando pidieron al monarca que abandonara su actitud y se alejase de su valido Álvaro de Luna, o que de lo contrario tomarían como rey a su hijo Enrique. Por eso Juan II prohibió entrar a éste en Toledo; someterse a las teorías de los rebeldes hubiera supuesto tener que llevar a cabo una reordenación de las fuentes originales del poder real en Castilla, pasándose de una concepción de base descendente, en la que el poderío le llegaba al rey de

pregunta: ¿por qué Sarmiento estuvo oculto y sin mostrar ninguna connivencia con los rebeldes en los primeros momentos de la rebelión?. Según Benzion NETANYAHU, Sarmiento debía temer que no triunfara. Pero: ¿su posición al frente del común toledano era lo suficientemente sólida como para dejar hacer a sus aliados y al pueblo, sin presentarse como cabeza de la revuelta?. ¿No temía que ante su indefinición al inicio de la misma los que le habían apoyado se pusiesen en su contra?. ¿Por qué tuvo que negociar con los líderes “reconocidos de la rebelión”, que en realidad habían sido dirigidos desde la sombra por él como NETANYAHU afirma, tras los primeros momentos de la revuelta?. Si todos conocían que Sarmiento estaba detrás de sus acciones, y esto dio seguridad al común, tal y como NETANYAHU defiende, ¿para qué sirvió esta negociación?, ¿a quién pretendían engañar?. 915 NETANYAHU, R., Los orígenes de la Inquisición ..., pp. 227-265. 916 Michael MULLET insiste en que “los predicadores influyeron de modo constante y contribuyeron a dirigir la evolución de la cultura popular, incorporando constantemente nuevas corrientes, nuevos cultos, nuevos acentos”: MULLET, M., La cultura popular ..., p. 128. 917 RÁBADE OBRADÓ, Mª. del P., “La instrucción cristiana de los conversos en la Castilla del siglo XV”, E.E.M ., 22 (1999), pp. 369-393, en concreto pp. 375-376.

471 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) forma directa “desde el cielo”, a otra ascendente, en la que la comunidad urbana actuara como árbitro encargado de juzgar quién debía ejercer el poderío regio 918 y quien no. Para los sublevados, no obstante, su levantamiento no iba contra la monarquía sino contra el rey (estamos ante un ejemplo de “naive monarchism” 919 , monarquismo ingenuo). La administración central, al contrario, les acusaba de que sus acciones, lejos de dirigirse sólo y exclusivamente contra el monarca, pretendían acabar con la propia realeza. Y en verdad así era, porque, si bien los rebeldes toledanos jamás pensaron en instaurar un régimen político no monárquico (como las repúblicas italianas), es cierto que la concepción que tenían del poder real atacaba directamente a la esencia misma de la monarquía hispana: su poder por la gracia de Dios. Juan II puso todos los medios para evitar que la situación se le escapara totalmente de las manos, intentó resolver la crisis lo mejor que pudo, pero sus medidas pacificadoras fueron insuficientes.

3.2.2.1. AÑOS DE DESORDEN PÚBLICO Lo que se había iniciado como un movimiento reivindicativo de la comunidad urbana de Toledo ante una injusticia cometida por el valido del rey 920 , al identificar a los conversos como a un “enemigo común”, y al monarca como a un aliado de éstos (a través de la figura de Álvaro de Luna), acabó convirtiéndose en el problema más grave de legitimidad política que tuvo que vivir la monarquía castellana en el siglo XV: porque afectaba a la propia concepción de su poder; y porque en el ámbito urbano tuvo una plasmación especialmente violenta 921 . Por su culpa fueron cuestionados los fundamentos doctrinales de la obra legislativa de Alfonso X, referentes al origen del poderío del soberano, que defendían que todo poder era concedido por Dios -algo que no se discutió jamás en Castilla-, y que el poder temporal del rey emanaba

918 Desde estos planteamientos, se acusaba a Álvaro de Luna de absorber “por logros y usuras la sangre y sudor del pobre christiano”, lo que, unido a la falta de justicia que existía en la ciudad y a la corrupción religiosa de los conversos, había obligado a los toledanos a quemar a los herejes: Memorial del bachiller “Marquillos de Mazarambroz” , publicado recientemente en (también está publicado en: BENITO RUANO, E.,“El Memorial del bachiller Marcos García de Mora contra los conversos”, Sefarad , XVII (1957), pp. 314-351): BENITO RUANO, E., Los orígenes del problema converso , Madrid, 2001 (2ª Edición revisada y aumentada), pp. 109 y ss. 919 BLUM, J., The end of the old order in rural Europe , Princeton, 1978, p. 335. Citado en MACKAY, A. y MICKENDRICK, G., “La semiología y los ritos de violencia...”, p. 156. 920 “Dada la eficacia agitadora de la campana, los poderes urbanos habían comenzado a verla con malos ojos y a tratar de acabar con los toques incontrolados. Ya en las Cortes de Toledo de 1462 se hablaba contra los que se atrevían a repicar la campana en ciudades y villas produciendo grandes ayuntamientos de gente y promoviendo alborotos, llegándose a pedir la pena de muerte contra los que lo hacían sin mandamiento de la justicia o de cuatro regidores”: MARTÍNEZ GIL, F., “Furia popular. La participación de las multitudes urbanas en las comunidades de Castilla”, en MARTÍNEZ GIL, F. (Coord.), En torno a las Comunidades de Castilla. Actas del Congreso Internacional “Poder, conflicto y revuelta en la España de Carlos I, Cuenca, 2002, pp. 309-364. 921 Sobre la importancia de los principios religiosos en la conformación de una identidad comunitaria, tanto para los cristianos como para los judíos y conversos, véase: NIREMBERG, D., “Mass conversion and genealogical mentalities: jews and christians in fifteenth-century Spain”, Past and present , 174 (febrero 2002), pp. 3-41.

472 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 directa e inmediatamente de la Divinidad (“quien se lo ha transferido sin la menor intervención de eventuales interlocutores” 922 ). El monarca no era deudor de ninguna autoridad en la tierra, sino responsable tan sólo ante “el cielo”. Aún así, la comunidad toledana estaba pidiendo a Juan II que, afrontando sus responsabilidades, expulsara de su lado a Álvaro de Luna, o que de lo contrario, en virtud del poder que Dios había delegado en ella (se hablaba entonces de la “sancta” ciudad de Toledo que procedía “por mandato del Espíritu Santo” 923 ), iba a dejar de reconocerle como soberano para situar en su puesto a su hijo Enrique. El impacto de la revuelta de 1449 fue enorme en la Castilla del siglo XV; hasta el punto de que Benzión Netanyahu no duda en considerarla uno de los hechos claves que explican el establecimiento de la maquinaria inquisitorial por los Reyes Católicos. En Toledo, concretamente, la revuelta condicionó la historia de los años sucesivos, tanto en lo tocante a la política y a la sociedad como a la propia religión. Fue el último gran enfrentamiento entre las antiguas familias toledanas desplazadas del poder gubernativo de la urbe y los linajes llegados de fuera que entonces tenían este poder, el primer conflicto directo entre estos mismos linajes y el sector más importante de la burguesía urbana de origen converso, y, además, una prueba práctica del potencial que la ideología anti-conversa, y ya no sólo la anti-judía, albergaba a la hora de movilizar a la población común en la defensa de un objetivo político. Entre 1454 y 1474, las dos décadas en las que se desarrolló el gobierno de Enrique IV, Toledo sufre las consecuencias negativas del reinado de Juan II. La paz interna en la urbe apenas existe, sea por culpa de la tensión existente entre los cristianos viejos y los conversos, por la escalada de precios que se va a vivir, por las continuas devaluaciones de la moneda, por la violencia generada a raíz del conflicto entre bandos que enfrenta a los Silva y a los Ayala, por los continuos cambios de dirigentes en el gobierno de la ciudad como resultado de este enfrentamiento, porque muchos tenían miedo y decidieron vincularse a las clientelas de los poderosos para ganar en seguridad, o por otros muchos problemas. Enrique IV intentó paliar esta situación mediante una serie de medidas pacificadoras, pero al igual que su padre Juan II no conseguiría sus objetivos. En términos generales, los hechos en que luego se basarían los ideólogos de los Reyes Católicos para tachar de “anárquica” la época de reinado de Enrique IV son los que se muestran en este cuadro; hechos no siempre conocidos (por culpa de la falta de documentos), y no siempre bien fechados (también por la falta de escritos, pero, además, por culpa de los errores que exhiben algunas crónicas)

922 GONZÁLEZ ALONSO, B., “Poder regio, cortes y régimen político en la Castilla bajomedieval (1252- 1474)”, en Las Cortes de Castilla y León en la Edad Media , Valladolid, 1988, vol. II, pp. 201-254, en concreto p. 208. 923 Memorial del bachiller “Marquillos de Mazarambroz”..., p. 109.

473 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

RELACIÓN DE HECHOS EN CONTRA DE LA PAZ REGIA: 1454-1474

FECHA HECHO

1454-1455 Peleas entre Pedro López de Ayala III y Fernando de Ribadeneira por asuntos económicos. No suponen un problema grave. Ambos son de los Ayala

1455-1458 Se recrudece la tensión entre los oligarcas. Empiezan a darse los primeros conflictos serios

Por orden de Enrique IV los oligarcas firman un pacto para mantener la paz. En días posteriores a éste lo irán firmando todos. Los omes poderosos cada vez están más divididos en dos bloques: uno bajo el control del conde de Cifuentes, y otro bajo el 6 de octubre de 1458 liderazgo de Pedro López de Ayala. El pacto se realiza bajo los auspicios del arzobispo de Sevilla, Alfonso de Fonseca, y bajo el control de Alfonso de Estúñiga, tercer asistente de Toledo (el primero fue Pedro Sarmiento, y el segundo Ruy García de Villalpando)

Finales de 1458 Se envía como nuevo asistente al licenciado Alfonso Díaz de Montalvo para que se encargue de vigilar el cumplimiento de la concordia y mantenga la paz

Surge un serio problema con el control de las fortalezas urbanas. En estos momentos 1461 ya no hay asistente en la urbe. De nuevo es enviado a ésta Alfonso Díaz de Montalvo, pero ahora como pesquisidor encargado de resolver el asunto

1462 Ante la tensión que se vive, Alfonso Díaz de Montalvo es nombrado asistente de nuevo, con la misión de mantener la paz

Hay una pelea entre el tesorero de la casa de la moneda, Lorenzo Suárez Franco, del 8 de agosto de 1462 bando de los Silva, y Juan de Ribadeneira, de los Ayala. Las clientelas de los bandos de cada uno de ellos se arman. Los grupos armados empiezan a circular; pueden verse a diario en la zona de las Cuatro Calles

Mediados de agosto de Un contingente de hombres armados, bajo el control de los Silva, ataca una noche la 1462 casa de Pedro Núñez de Carrión, hermano de Juan de Ribadeneira

Noche del 28 al 29 de Una enorme cantidad de personas circula por las calles de Toledo exhibiendo sus agosto de 1462 armas. La tensión está a flor de piel

El asistente, Alfonso Díaz de Montalvo, tiene un enfrentamiento con un alcalde y se arman personas para favorecer a uno y a otro. Enrique IV tiene que enviar a la urbe al Finales de 1462 provisor de Villafranca para frenar la situación. Las tierras de alrededor de la urbe están siendo ocupadas por los caballeros mediante todos los medios imaginables; buscan convertirlas en dehesas con las que ganar dinero a través de su arrendamiento para pasto de ganado

Finales de 1464 La tensión continúa. Los vecinos acuden armados a todas partes. Se hacen reuniones

474 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

sin permiso de los jurados, a las que se asiste con armas. El Ayuntamiento refuerza la vigilancia sobre las murallas y las fortalezas. Se teme una revuelta

El rey pide calma. Solicita que no se tomen medidas drásticas para mantener la paz, ya 7 de diciembre de 1464 que, según él, los problemas políticos del reino tienen una pronta solución

Promulgación de la “Sentencia arbitral de Medina del Campo”, auspiciada por el marqués de Villena. En ella se recortan los poderes del rey. Enrique IV la rechaza, 16 de enero de 1465 aunque la mayoría de los nobles la acepta. La posible solución pacífica a los problemas políticos de Castilla se desvanece. Enrique IV rompe sus relaciones con buena parte de la nobleza

6 de febrero de 1465 Enrique IV expulsa de su lado a su secretario Alvar Gómez de Ciudad Real. Éste se marcha a Toledo

Los jurados escriben a Enrique IV. Están en Toledo dos hombres del monarca, Fernando de Tordesillas y Fernando de Badajoz, intentando poner paz. Aún así, un 11 de febrero de 1465 buen número de caballeros desea abandonar la urbe. Temen que el rey les haga algún mal por haberse mostrado partidarios del marqués de Villena y de la Sentencia de Medina. Los jurados advierten sobre el peligro de su marcha de la ciudad. Los judeo- conversos ya han sufrido algunos ataques. Todos eran necesarios para mantener la paz

21 de abril de 1465 Enrique IV intenta ganarse el favor de los toledanos concediéndoles un mercado semanal libre del pago de alcabalas

5 de junio de 1465 Enrique IV es depuesto por los nobles encabezados por el marqués de Villena y el arzobispo de Toledo. Se elige un “contra-rey”, su hermanastro Alfonso

Toledo se pone bajo la obediencia del “contra-rey” Alfonso. Lo acuerdan los Silva y 10 de junio de 1465 los Ayala de forma conjunta. El asistente de Enrique IV en la ciudad, Pedro de Guzmán, es expulsado.

El rey Alfonso agradece a los oligarcas de Toledo su obediencia con mercedes. Alvar Junio y julio de 1465 Gómez de Ciudad Real es nombrado su contador mayor, recibe el oficio de “alcalde extraordinario” de Toledo, y se le ratifica una merced para que tenga la jurisdicción de la villa de Maqueda

1466 Los Silva ganan terreno a los Ayala. Empieza a resurgir la tensión entre los bandos

El marqués de Villena consigue que los Silva y los Ayala ratifiquen sus acuerdos para mantener Toledo en paz y bajo la obediencia de Alfonso. Se teme que la tensión acabe Enero de 1467 en un enfrentamiento grave. El monarca envía a Toledo como su representante al licenciado Juan Díaz de Alcocer para controlar la situación en torno a estas fechas (se desconoce la fecha exacta)

Los enfrentamientos entre los canónigos del Cabildo catedralicio y los gobernantes son continuos. A los primeros se les critica el estatuto privilegiado que tienen, y les 9 de marzo de 1467 insultan. Esto se considera una injuria y ponen entredichos. La presión para que tales entredichos se levantes es enorme. El mariscal Payo de Ribera amenaza con levantar

475 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

el pueblo contra los clérigos si no quitan una censura eclesiástica

La tensión es tal que Juan Díaz de Alcocer no puede frenarla. Desde la corte del rey 7 de abril de 1467 Alfonso se envían a Toledo tres miembros del Consejo Real para que pacifiquen la urbe: el clavero de Calatrava, el prior de Osma y el Canciller Alfonso Sánchez.

Entre el 7 y el 14 de Fernando de la Torre, converso del bando de los Silva que había sido desterrado (no se abril de 1467 (no se indica el motivo), vuelve a la ciudad del Tajo. Surge un alboroto, seguramente por conoce la fecha exacta) iniciativa de los Ayala. Los del Consejo Real y los jurados calman la situación de forma momentánea

Noche del 17 al 18 de Se pone tregua por los del Consejo Real para que no haya enfrentamientos abril de 1467

18 de abril de 1467 Dos hombres atacan a Fernando “el thenor” y a su hermano. Éstos eran del bando de los Ayala. Aunque no se indica, es seguro que los atacantes eran de los Silva

Pedro y Juan de Córdoba, Pedro de Cueto, Alfonso “el romo”, Fernando Díaz de 18 de abril de 1467 Uceda, el alcalde de la justicia, García de Frías, Fernando “el thenor” y Diego de (más tarde) Carranza, todos ellos de los Ayala, intentan levantar al pueblo contra los Silva. Llegan a repicar las campanas de la iglesia de Santo Tomé para que los parroquianos se levanten

18 de abril de 1467 El conde de Cifuentes reúne a sus acólitos en su casa de Toledo y se juramentan para (más tarde aún) no obedecer en nada a Pedro López de Ayala, en tanto que alcalde mayor, y a sus hombres. Se trata del primer paso hacia un conflicto armado. Los miembros del Consejo Real intervienen y consiguen calmar la situación. Se pone una nueva tregua

Surge un nuevo enfrentamiento entre un hombre de los Silva, Martín de Cifuentes, y 20 de abril de 1467 otros de los Ayala. La violencia cotidiana se mezcla con las censuras eclesiásticas, con el desprecio hacia los judeo-conversos y con la tensión política

30 de mayo de 1467 El rey Alfonso entra en Toledo. Tiene que venir para hacer frente a una situación que la realeza nota que se la está yendo de las manos

Alvar Gómez de Ciudad Real manda apalear a unos judíos que recogían las rentas de Julio de 1467 la catedral toledana en Maqueda. Se pone un entredicho sobre esta villa y sobre Toledo

Tras hacerse público el entredicho durante la misa mayor de este día -domingo-, comienza, ahora sí, el conflicto armado. La violencia entre los Silva y los Ayala, y contra los judeo-conversos, se adueña de Toledo, sobre todo desde el martes 21. La 19 de julio de 1467 represión frente al grupo formado por estos últimos continuará en los días sucesivos. Los Ayala vencen, y el conde de Cifuentes es desterrado. Los Ayala se convierten en los dueños de Toledo y presentan una postura cada vez más cercana a Enrique IV

Enrique IV entra camuflado en Toledo. Por entonces los Ayala, gracias a su triunfo, 3 de junio de 1468 están recuperando buena parte del poder que habían perdido frente a los Silva. En todo caso, el rey se encuentra con una seria oposición y tiene que marcharse de la urbe

476 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

En torno al 6 de junio de Toledo se pone bajo la soberanía de Enrique IV. Se rompen las relaciones con el rey 1468 (no se indica la Alfonso. La ciudad es entregada a Enrique por los Ayala. El rey acepta la fecha exacta) expropiación de bienes y oficios públicos que han sufrido los judeo-conversos a raíz de lo ocurrido en el verano de 1467

Pedro López de Ayala es nombrado gobernador de Toledo. Se le dan unos poderes 4 de julio de 1468 muy destacables. Poco después muere el rey Alfonso de forma súbita. Muchos Silva, entre ellos el conde de Cifuentes, viven en el destierro, y empiezan a presionar sobre la urbe, atacando las tierras de alrededor. Quieren entrar en ella como sea

Continúan los ataques de los Silva en las afueras de la urbe; y persiste la represión en 1469 su interior contra los enemigos políticos de Enrique IV. El rey, la reina y la princesa Isabel reclaman una y otra vez que se mantenga la paz

Buscando calmar la situación, el marqués de Villena consigue que se llegue a un pacto 12 de febrero de 1470 entre los Ayala y los Silva. Todos se comprometen a mantener la paz. El conde de Cifuentes y sus principales acólitos vuelven a entrar en Toledo

11 de septiembre de Se establece una tregua para que se mantenga una situación pacífica. Los Silva están 1470 recuperando rápidamente buena parte del terreno perdido

Los hombres de Pedro López de Ayala destruyen en Polán la casa de Lope de Octubre de 1470 Estúñiga, uno de los cabecillas de los Silva. El gobernador Pedro López alega que lo hace porque es peligrosa para mantener la paz

Junio de 1471 Enrique IV viene a Toledo y, buscando pacificar la situación, ordena que se devuelvan a los judeo-conversos sus antiguos oficios públicos

Pedro López de Ayala entrega las fortalezas al doctor Garci López de Madrid, el nuevo asistente de la urbe, quien va a estar dotado de unos poderes notables. Se envía 20 de junio de 1471 a la comarca toledana a Cristóbal Bermúdez y a Juan Guillén para que, junto a Pedro López de Ayala, mantengan la paz regia. Mientras, los Silvas siguen reafirmándose en el poder

Por culpa de las artimañas de los Silva, los cabecillas del bando de los Ayala son Septiembre de 1471 desterrados de Toledo. Pedro López de Ayala es depuesto como gobernador. Desde entonces los principales hombres de su grupo viven en el destierro

Los Silva intentan echar a los hombres de Enrique IV de la urbe. El asistente por aquellas fechas, Rodrigo de Ulloa, tiene que encerrarse en el alcázar. El marqués de Mayo de 1472 Villena, el deán de Sevilla, Juan de Morales, y el prior de Aroche, Francisco de Palencia, entran en Toledo y se hacen fuertes en algunas iglesias, desde las que planean un ataque sobre los Silva que asedian al asistente. También se empiezan a organizar algunos canónigos para darles ayuda

Los Silva continúan intentando expulsar a Rodrigo de Ulloa. Éste resiste en el alcázar, y con la ayuda de Payo de Ribera y Fernando de Ribadeneira, sobre todo, consigue Junio de 1472 vencer a los Silva, y manda al destierro a sus principales cabecillas. Cuando venga a la

477 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

urbe Enrique IV, en este mes, el orden está restablecido. De nuevo, los Silva vuelven al destierro

El asistente Rodrigo de Ulloa y García de Busto, nuevo alcaide de las fortalezas en nombre de Enrique IV, intentan mantener la paz en Toledo. Los Ayala vuelven a la Junio-septiembre de urbe, gracias a un pacto con el marqués de Villena. La influencia de éste es 1472 incuestionable en ahora. Él ordena expresamente que no entre en la ciudad un antiguo aliado, Fernando de Ribadeneira, para que no haga la competencia a Pedro López de Ayala al frente del poder

Juan Osorio recibe el control de las fortalezas de la urbe. Se trata de un hombre muy Finales del verano de cercano al marqués de Villena. Los problemas en la tierra se deben a la lucha de los 1472 Ayala con el arzobispo de Toledo, partidario de los Silva. Las disputas más feroces se producen en la zona de las fortalezas de Canales y Perales

Molesto con su marginación política, Fernando de Ribadeneira levanta al pueblo en contra de los Ayala, sus antiguos correligionarios, y consigue expulsarles de Toledo, Finales de 1472 sin haber tenido tiempo casi para asentarse en la urbe. Ribadeneira se aprovecha del desprestigio del marqués de Villena entre los ciudadanos. Los Ayala comienzan ahora una campaña feroz sobre los campos de alrededor de la ciudad, buscando ser recibidos dentro de nuevo

Silvas y Ayalas permanecen en el destierro, y los enfrentamientos entre ambos son Mediados de 1473 continuos. El rey envía al conde de Saldaña para poner una tregua. Unos y otros quieren entrar en la urbe por todos los medios. En estos momentos el asistente es fray Arias González del Río.

Noviembre de 1473 El rey viene a la urbe para poner algo de paz

Primavera de 1474 Los Silva consiguen entrar en la urbe. Según los Ayala es algo totalmente injusto. Lo han hecho rompiendo la tregua impuesta por el conde de Saldaña. En todo caso, cuando Enrique IV muera a fines de este año ellos serán quienes levanten los pendones en el alcázar de la urbe por la reina Isabel

3.2.2.1.1. 1454-1464: alteraciones mal documentadas La década que va desde el inicio del reinado de Enrique IV hasta que éste es depuesto como monarca en Toledo, y se da obediencia a Alfonso, en el verano de 1465, es muy mal conocida. Existen pocos documentos, aunque los que se conservan actúan como luceros en la oscuridad que nos ayudan a vislumbrar una situación a todas luces conflictiva, tal vez menos pacífica de lo que podría pensarse, que explica el porqué los dirigentes toledanos en 1465 consideraron útil que su urbe se pusiese bajo el dominio de otro rey 924 .

924 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., pp. 83 y ss.

478 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Poco antes de llegar al trono, el 11 de mayo de 1453, el príncipe Enrique había conseguido una sentencia de divorcio de su esposa. Según el documento, el futuro heredero de la corona “nunca avía podido nin podía conocerla maritalmente” 925 , y desde que se casaron la reina “estava virgen incorrupta como avía nascido”. Ante las voces que acusaban de impotencia al monarca se llevó a cabo una pesquisa. Una vez realizada, alegando que unas mujeres de Segovia con las que había tenido relaciones afirmaban que el monarca no sufría ninguna disfunción eréctil, se procedió a la ruptura del matrimonio (también se alegó que esas mismas mujeres afirmaban que era posible que el rey estuviera hechizado o que sufriese algún otro mal parecido 926 ). Tan sólo era el comienzo de una época marcada por la difamación en contra del rey, el cuestionamiento de su poder y el rechazo de su gestión en el trono. En ese año, 1453, el asistente en Toledo era Ruy García de Villalpando 927 , oidor de la Audiencia de Juan II. Los asistentes eran delegados de los monarcas en las ciudades que poseían una capacidad de actuación cercana a la de los corregidores aunque más reducida. Su misión se limitaba a representar al monarca, a hacerse eco de todos los problemas de la ciudad para que se procediera sobre ellos desde la corte, a presidir las reuniones del Ayuntamiento, pudiendo ejercer su voto en ellas, y a juzgar pleitos en primera instancia con los alcaldes ordinarios, y en apelación con los alcaldes mayores928 . Estas facultades de la asistencia convirtieron a los individuos que la desarrollaron en Toledo en elementos clave a la hora de mantener la paz en la urbe, porque acabaron convirtiéndose en árbitros con un poder más o menos reconocido entre las diferentes facciones políticas. Por esta causa su aparición en la ciudad no es continua, sino que lo hacen de forma intermitente, en los períodos de mayor tensión y tras haber sido aceptada su puesta al frente del núcleo urbano por los oligarcas 929 . No obstante, el primer asistente toledano, Pedro Sarmiento, cumplió una misión que no era la esperada. Como hemos visto, se puso al frente de la urbe en su enfrentamiento contra Juan II en 1449. Él era asistente al menos desde 1445 930 , y al parecer llegó a la ciudad con este oficio por orden del rey para encargarse de pacificar a la población tras el episodio de desobediencia al monarca que se había producido en 1440. Esa misma función vino a cumplir

925 Era pública voz que Enrique IV tenía estos problemas. Llegó a oídos, incluso, de Jerónimo MÜNZER, viajero que recorrió España a fines del siglo XV: MÜNZER, J., Viaje por España y Portugal (1494-1495) , Madrid, 1991, p. 263. 926 Memorias de don Enrique IV de Castilla , Madrid, 1835, tomo II, doc. XXXV, pp. 61-66. 927 LUNENFELD, M., Los corregidores de Isabel la Católica , Barcelona, 1989, p. 33. 928 BERMÚDEZ AZNAR, A., “El asistente real en los concejos castellanos medievales”, Actas del II Symposium de Historia de la Administración , Madrid, 1971, pp. 222-251, en concreto pp. 227 y 230-231, 929 Esto mismo sucedía en la ciudad de Burgos con los corregidores: GUERRERO NAVARRETE, Y., “Orden público y corregidor en Burgos (siglo XV)”, A.U.A.H.M ., 13 (2000-2002), pp. 59-102 930 D.T.P.H., p. 240.

479 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) a Toledo, más tarde, el segundo asistente, el señalado Ruy García de Villalpando, aunque entonces los problemas a resolver eran los producidos por la revuelta de 1449. Todo indica, eso sí, que su gestión al frente del núcleo urbano duró muy poco, debido a su incapacidad para reducir la violencia desatada a raíz del ataque a los conversos, y a que el rey empezó a sospechar de él (era un hombre de Álvaro de Luna). En abril de 1453 se ordenaba en nombre de Juan II a Pedro López de Ayala y a Juan Carrillo, alcaldes mayores de Toledo, y a Alvar Pérez de Guzmán, el alguacil mayor de Sevilla, que todos los bienes y escrituras de Ruy García se secuestraran 931 . Entre 1454 y 1455 se produjo el primer conflicto grave entre los oligarcas toledanos. En esos momentos no había asistente. Tras los problemas acaecidos con Villalpando y la muerte de Juan II, el único comisionado de los monarcas en Toledo era Luis de la Cerda, alcalde de alzadas de la ciudad y antiguo sirviente de Álvaro de Luna 932 . Él tuvo que arbitrar en la disputa abierta entre Pedro López de Ayala III y Fernando de Ribadeneira sobre la posesión de un molino y de una dehesa 933 , pero el conflicto no tuvo mayores consecuencias. Los dos individuos enfrentados pertenecían al mismo bando político, y la disputa se pudo resolver de forma más o menos sencilla por la vía legal, aunque se pusieron algunas treguas para evitar peleas. En cualquier caso, todo parece indicar que desde 1455 a 1458 se vivió una escalada de enfrentamientos en la ciudad, auspiciados por sus principales oligarcas. En 1458 Enrique IV exigió a los hombres más poderosos de Toledo que hicieran un pacto para mantener la paz. Inmediatamente empezaron los contactos para ejecutar lo que el monarca había ordenado. En esos momentos el rey contaba con dos individuos trabajando para él en Toledo. Uno de ellos era Luis de la Cerda, que aún continuaba siendo alcalde de alzadas, y el otro Alfonso de Estúñiga, el tercer asistente llegado a la urbe, hacía ya más de un año 934 , con el objetivo de pacificar los enfrentamientos abiertos entre los dirigentes de la misma. Enrique IV contaba con dos hombres a la hora de mantener el orden público: de fallar uno el otro era un seguro a la hora de garantizarse el correcto cumplimiento de sus mandatos. El pacto para mantener la paz se firmó el 6 de octubre de 1458 935 . Lo firmaron Juan de Silva, conde de Cifuentes, Pedro López de Ayala III, alcalde mayor de Toledo, Alfonso de Estúñiga, el asistente, Luis de la Cerca, alcalde mayor de las alzadas y alcaide de los alcázares

931 A.M.T., A.S., caj. 5º, leg. 6º, nº. 2, pieza 3; Memorias de don Enrique IV de Castilla ... tomo II, doc. XXX, pp. 55-56; BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., doc, 31, pp. 31-33. 932 D.T.P.H., pp. 243-244. 933 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV.. ., pp. 84 y ss. 934 D.T.P.H., p. 244. 935 Memorias de don Enrique IV de Castilla , Madrid, 1835, tomo II, doc. LX, pp. 206-209.

480 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 de la ciudad, Alvar Pérez de Guzmán, alguacil mayor de Sevilla, Fernando Dávalos, Juan de Ayala, Fernando de Ribadeneira, Arias Gómez de Silva y Juan de Luján, el alcaide de la puerta de San Martín. Todos se comprometieron a guardar el servicio del rey, obedeciendo a su asistente en Toledo, y a no pelearse, amparando una paz que fuese duradera. Para ello hicieron pleito homenaje en manos de Alfonso de Fonseca, el arzobispo de Sevilla. Unos meses antes, en febrero de 1458, se había realizado una confederación 936 entre Enrique IV, Pedro Girón, maestre de Calatrava y camarero mayor del rey, Pedro Fernández de Velasco, conde de Haro y camarero mayor también, Álvaro de Estúñiga, conde de Plasencia y justicia mayor del monarca, Juan Pacheco, marqués de Villena y mayordomo regio mayor, Diego Arias de Ávila, el contador mayor del rey, y Alfonso de Fonseca, arzobispo de Sevilla y oidor y refrendario del monarca. Todos se comprometieron a ser fieles a Enrique IV, a cambio de recibir su protección. Con el pleito homenaje que los caballeros de Toledo realizaron en manos del arzobispo sevillano, en consecuencia, se les quería hacer partícipes de esa confederación para que se mantuviesen leales a su rey. El compromiso de mantener la paz entre los Silva y los Ayala era firme. Ahora un documento legal, sancionado por ellos, les comprometía a vivir pacíficamente. Por eso los individuos que no lo firmaron fueron amonestados por Enrique IV. Por ejemplo, éste ordenó a Lope de Estúñiga, el 9 de febrero de 1459, que hiciera pleito-homenaje en manos del asistente de Toledo para cumplir los compromisos establecidos, tal y como habían hecho los otros caballeros de la ciudad 937 . El documento fue ratificado en los días siguientes a su expedición por los diferentes caballeros. Unos lo firmaron el 6, 7, 8, 9 y 20 de octubre, otros los días 13 y 27 de noviembre, otros el 8 y el 15 de diciembre, y los últimos el 22 de enero y el 5 y 22 de febrero de 1459 938 . Además, luego se envío a Toledo al licenciado Alfonso Díaz de Montalvo para que actuara como asistente. Era necesario contar con una persona de reconocida eficacia -se trata de uno de los juristas más importantes de finales del siglo XV- a la hora de mantener la paz acordada en nombre del rey.

936 Idem, doc. LVII, pp. 157-159. 937 A.M.T., A.S., caj. 5º, leg. 6º, nº. 2, pieza 9. 938 Según una crónica anónima de Enrique IV de Castilla, en 1459 se levantó cierto revuelo en la urbe porque el rey envió a gente armada al monasterio de San Pedro de las Dueñas, que estaba en Toledo, para que se impusiese como abadesa del mismo a Catalina de Sandoval. A la abadesa de entonces la sacaron del monasterio por la fuerza. Los clérigos se opusieron a este acto, y se puso un entredicho sobre la ciudad de Toledo. De este hecho, dice el cronista anónimo, “se siguieron en aquella çibdad y en el reyno grandes escándalos, porquel arçobispo de Toledo, Alfonso Carrillo, desterró a los clérigos por aver consentido quebrantar el entredicho, y el rey a esta cabsa desamó mucho al arçobispo, e travajó por le dañar quanto pudo”: Crónica anónima de Enrique IV de Castilla, 1454-1474 (crónica castellana) , SÁNCHEZ-PARRA, Mª.P. (Edit.), Madrid, 1990, 2 vols, tomo II, Crónica I, año. 1459, cap. XLVII, p. 99.

481 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Sin embargo, Montalvo duró muy poco como asistente de Toledo, al igual que sucedería con todos los asistentes enviados a la ciudad del Tajo en la década de 1460. Desconozco las causas de la brevedad de su permanencia al frente de la urbe, aunque tal vez haya que relacionarlas, aparte de con los intereses de los oligarcas, con las dificultades de la monarquía para pagarles su salario por los oficios que desempeñaban. Es posible que Montalvo, por ejemplo, fuera el licenciatus que en 1459 939 escribía una carta a Enrique IV informándole de la situación del núcleo urbano, y advirtiendo que había sido mal librado , que tenía gran costa y que estaba destruydo y pobre . Por otra parte, la documentación sobre el papel desempeñado por Alfonso Díaz de Montalvo en Toledo es confusa. En 1461, según Juan Ramón Palencia Herrejón, ya no era asistente en la ciudad, pero Enrique IV lo envía a ésta para que resuelva algunos problemas suscitados a raíz de la posesión de las fortalezas urbanas 940 . Al venir a la urbe con el objetivo de hacer que reinase en ella el bien público, e la paz e sosiego , recibió unos poderes casi ilimitados: podría entrar en todas las reuniones que los jurados y los regidores celebraran, interviniendo con unos y otros en todo lo que tuviese que ver con el mantenimiento de la paz; debería cumplirse su voluntad como si se tratara de la voluntad del propio monarca; todos los que él dijera que fuesen desterrados de Toledo habrían de salir al destierro; todos los que él prendiera deberían ser hechos presos; y lo que dispusiese no podría tener apelación ni posibilidades de súplica 941 . Unos meses más tarde, ya en 1462, Montalvo aparece de nuevo como asistente 942 . No sabemos por qué se decidió concederle otra vez ese oficio, si bien en el mes de julio de ese año (1462) Enrique IV había estado en la ciudad del Tajo, durante la celebración de unas Cortes 943 , y pudo comprobar lo necesario de poseer un representante suyo en Toledo de forma estable que controlara la crítica situación que se respiraba. Apenas salido de la ciudad el monarca, el 29 de agosto los jurados escribían una carta al entonces nuevo asistente, el licenciado Alfonso Díaz de Montalvo, y a Pedro López de Ayala, el alcalde mayor. En ella les comunicaban que el día 8 de ese mismo mes, viernes, acaeçió [...] çierto ruydo e questión entre el thesorero Lorenço Suáres Franco e Juan de Rivadeneyra . El primero pertenecía al bando de los Silva y el segundo al de los Ayala. Como resultado de

939 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., doc. 33, pp. 232-233. Eloy BENITO RUANO señala que este documento sin fechar podría ser de 1464 o de 1459. 940 D.T.P.H., pp. 246-247. 941 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fols. 81 r-82 v. 942 Según Benjamín BERMÚDEZ AZNAR, Rodrigo de Ulloa fue asistente en Toledo en 1462. Es posible que se trate de un error, ya que el año en que desempeñó este cargo es 1472: GONZÁLEZ ALONSO, B., El corregidor en Castilla durante la baja Edad Media (1348-1474) , Murcia, 1474, p. 76. 943 JIMÉNEZ DE GREGORIO, F., Los pueblos de la provincia de Toledo hasta finalizar el siglo XVIII. Población, sociedad, economía, historia , Toledo, 1986, tomo V, pp. 379-391.

482 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 esta disputa, señalaba el documento, algunas gentes se armaron en esta çibdad de la una parte e de la otra, a aún dis que sobre treguas e seguros acaeçió que algunas personas fueron a casa de Pedro Núñes de Carrión, fermano del dicho Juan de Ribadeneira, armados de noche; e dis que conbatieron las dichas casas . Los jurados solicitaron al asistente y al alcalde mayor, para evitar grandes escándalos y ruidos, que pusiesen pas e sosyego entre las partes y ejecutaran las penas en las personas que debiesen ser penadas por lo sucedido. No fue el único escándalo. La noche anterior a la redacción de la carta enviada por los jurados a los dirigentes de la justicia de la ciudad (la noche del 28 al 29 de agosto de 1462), avían andado por ésta muchas personas de amas (sic) partes con armas, sin duda exhibiendo su poder 944 . Además, en las Cuatro Calles, espacio neurálgico de la vida urbana, estaba gente armada a todas horas desde que sucedió el escándalo entre el tesorero Lorenzo Suárez y Juan de Ribadeneira. Los jurados afirmaban que no sabían quienes eran las personas que estaban armadas, pero que de no reaccionarse de forma inmediata frente a ellas la urbe iba a verse sacudida por la violencia. Por eso se desvinculaban de cualquier responsabilidad. Habían denunciado el problema a la justicia; ese era su cometido. Ahora de ella dependía que la paz e sosyego se mantuviese, aunque ellos estaban dispuestos a informar de la situación al rey 945 . Montalvo y Pedro López de Ayala respondieron a los jurados diciendo que cuando a su noticia vino lo del escándalo sucedido entre Ribadeneira y el tesorero, el primero de ellos, el asistente, fue a solucionar el asunto. Según su testimonio, por aquellas fechas Pedro López no estaba en la ciudad. Tal vez esto sea falso. Es lógico que Ayala no interviniera; Juan de Ribadeneira era un miembro de su bando político. En cualquier caso, el asistente puso una tregua en nombre del rey entre las partes. Y con respecto a lo sucedido en la noche del 28 al 29 de agosto, se mandó a Esteban de Sosa, uno de los alcaldes, que hiciera una pesquisa y prendiese a los culpables. Como puede observarse, el pacto para mantener la paz firmado en 1458 estaba roto; era necesario que alguien lo impusiese porque las partes firmantes cada vez se mostraban menos dispuestas a mantenerlo vigente. El propio Alfonso Díaz de Montalvo pudo comprobar en persona la inestable situación que vivía la ciudad. Al parecer tuvo un enfrentamiento con un alcalde, y por su culpa muchos empezaron a armarse, partidarios de uno o de otro. Enrique IV tuvo que enviar al provisor de la Villafranca a Toledo para que se garantizase el desarme de los individuos que habían acudido a las armas, y ordenó lo siguiente 946 :

944 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 115 r-v. 945 Idem, fol. 168 r-v. 946 Idem, fols. 51 r-v y 39 r-v.

483 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

...que ningunas nin algunas personas non sean osadas de escandalizar la çibdad, nin faser ayuntamientos de gentes, nin se armar, nin armen para ruydo alguno, nin vayan a llamamientos de ninguna nin alguna persona de qualquier ley, estado o condición que sea, salvo con los jurados de sus perrochas quando los ellos llamaren e por ellos fuere acordado, para el serviçio del dicho señor Rey e para esecuçión de la su justiçia...

La labor pacificadora de Alfonso Díaz de Montalvo fue considerada por los jurados como muy positiva 947 . No obstante, existían algunos problemas que se mostraban endémicos, que eran arrastrados desde la época de gobierno de Juan II (al menos), y cuya solución parecía muy lejana. Uno de estos problemas, sin duda el más grave a principios de la década de 1460, era el referido al aprovechamiento de las tierras del territorio de la urbe, las cuales, lejos de cultivarse, se habían transformado en dehesas en las que alimentar los animales (ovejas, sobre todo, además de cabras, vacas, bueyes, mulas, etc.) a cambio del pago de un alquiler 948 . Quienes desarrollaban este negocio eran los caballeros o la propia Iglesia, pero los dueños de ganado favorecidos no eran los autóctonos, sino pastores trashumantes de la Mesta, procedentes del norte, que permanecían unos meses en la región invernando, y que luego se iban a vender la lana de sus ovejas en otras zonas. Así, además de no permitirse el beneficio de los ganaderos locales, se garantizaba el desabastecimiento de cereal (los documentos denominan al grano, tanto al trigo como a la cebada y a otros cereales, de forma genérica, con el término pan ), al no existir tierras de cultivo, y con ello las subidas de precios del mismo 949 . Algo de enorme gravedad, si tenemos en cuenta que el pan coçido era la base alimenticia de la mayoría de las personas a fines del siglo XV. Dentro de Toledo los problemas más puntiagudos venían generados por el conflicto entre los oligarcas, por una parte, y por la actitud cada vez más reticente de la población a la hora de seguir aceptando la existencia de un contexto tan crítico como el que entonces se manifestaba 950 , por otra. Había mucha violencia y la población estaba temerosa. Esta actitud explica, por ejemplo, el que Enrique IV, concretamente el día 28 de septiembre de 1464, escriba una carta a todos los vecinos y moradores de las parroquias de la ciudad. Al parecer, hacían reuniones (con armas o sin ellas) sin consentimiento de sus jurados, y sin este mismo consentimiento iban a las llamadas que los caballeros realizaban a la hora de salvaguardar sus

947 Idem, fols. 104 r-106 v. 948 IZQUIERDO BENITO, R., Abastecimiento y alimentación en Toledo... , pp. 31-55. 949 IZQUIERDO BENITO, R., Precios y salarios en Toledo durante el siglo XV..., p. 61. 950 Se han conservado las actas del Ayuntamiento del mes de noviembre de 1464. El lunes 12 de noviembre los caballeros se comprometieron a mantener la paz, como se habían prometido hacerlo al rey (BENITO RUANO, E., “Las más antiguas actas conservadas del Ayuntamiento...”, p. 88). El jueves 22 de noviembre de 1464 se discutió sobre el mantenimiento de la paz que Enrique IV deseaba que reinase. Había algunos que çerca d´esto estavan en alguna manera devisos , pero frente a ellos otros afirmaron que lo tal non era asý, antes todos estavan conformados e se conformaran en lo susodicho, e que non pluguiese a Dios que lo contrario fuese, e que pues lo tenían jurado e fecho pleito omenaje, que aquello mismo entendían guardar, e asý lo prometieron (Idem, p. 91).

484 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 propios intereses políticos. El mensaje del rey es claro: los habitantes de Toledo no debían reunirse, ni con armas ni sin ellas, sin la licencia de los jurados. Tampoco debían acudir a la llamada de persona alguna, salvo cuando se les convocara por el asistente, los jurados u otra persona que se encargase de mantener la justicia en su nombre. Y esto lo tenían que cumplir aunque vivieran con los caballeros y las personas que hiciesen los llamamientos, o tuvieran algún tipo de vinculación con ellas. El que no cumpliese este mandato perdería sus bienes 951 . El problema era que quienes iban a tales llamamientos lo hacían por miedo. La crisis política, que entonces estaba en pleno auge, producía una violencia capaz de desestructurar el orden público, y de establecer, del mismo modo, una imagen social negativa de los monarcas. La población, sintiéndose cada vez más desamparada ante el delito, optó por ponerse bajo el amparo de los poderes fácticos existentes en Toledo, al considerar a las fuerzas del orden establecidas demasiado débiles como para defenderles ante cualquier amenaza o ataque. Como ninguna institución parecía capacitada para defenderles, cada persona optó por garantizarse su propia seguridad como pudo, vinculándose a las clientelas de los bandos. Además, la posible eficacia de la orden de Enrique IV se vio escindida rápidamente ante otra disposición regia del 7 de diciembre de 1464. Fruto del optimismo del rey, o de su incapacidad para mantener una política pacificadora coherente, una carta de Enrique IV datada con esa fecha decía a los dirigentes de Toledo que, tras negociar con los grandes nobles del reino que su hermanastro Alfonso heredase la corona, estaba dispuesto que éste se casara con su hija Juana (“la beltraneja” 952 ). El marqués de Villena (Juan Pacheco) iba a ser el encargado de custodiar a Alfonso hasta el momento de su enlace matrimonial. Como muestra de buena voluntad los nobles se comprometían a no causar escándalos en el reino, y el rey a permitir que entrasen en las ciudades y villas algunas personas que estaban desterradas. A los gobernantes de Toledo se les ordenó que quitaran las rondas y velas puestas para vigilar la urbe (sólo unos días antes, el 19 de noviembre, en el Ayuntamiento se había acordado que las rondas y velas se hiciesen tan bien e mucho mejor que fasta aquí 953 ), que abrieran las puertas, y que todos viviesen seguros en paz y sosiego...

3.2.2.1.2. 1465: un levantamiento necesario El 11 de diciembre de 1464, con el príncipe Alfonso ya en su poder, el marqués de Villena hacía que se reunieran una serie de comisionados de los nobles y de las principales

951 A.M.T., A.S., caj. 2º, leg. 4º, nº. 2. 952 Memorias de don Enrique IV de Castilla ..., tomo II, doc. CIV, pp. 346-348. 953 BENITO RUANO, E., “Las más antiguas actas conservadas...”, p. 95.

485 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) ciudades en Medina del Campo, con el objetivo de solucionar los más graves problemas que sufría Castilla. Resultado de su trabajo fue la promulgación, el 16 de enero de 1465, de la llamada “Sentencia arbitral de Medina del Campo”, un documento de 129 artículos en el que propugnaba una profunda reforma de la realeza 954 . La Sentencia significaba el triunfo de la concepción monárquica que los principales nobles del reino venían mostrando durante todo el siglo XV. En ella se abogaba por el establecimiento de una comisión compuesta por 10 personas (4 nobles, 3 prelados, entre ellos el arzobispo de Toledo, y 3 procuradores de las ciudades de Burgos, Toledo y Sevilla), que debía encargarse de valorar cualquier orden de arresto decretada por el rey contra los nobles, obispos, maestres de órdenes o el prior de la Orden de San Juan. Tan sólo si 7 (3 nobles, 2 prelados y 2 procuradores) daban su visto bueno iba a seguir adelante el arresto. El Consejo Real, por su parte, quedaría integrado por 4 nobles y 8 juristas, y se afirmaba que 600 hombres de a caballo eran suficientes para garantizar la guarda del rey. En definitiva, la Sentencia confería un peso desmedido a la nobleza frente al monarca, cuya autoridad quedaba fuertemente restringida 955 . La mayor parte de los nobles aceptó la Sentencia, pero Enrique IV estaba indignado 956 . Para él era una auténtica declaración de guerra. Por eso decidió, en febrero de 1465, romper las relaciones con los grandes nobles que la promulgaron, rechazar el contenido del documento, e inhibirse del acuerdo que había firmado para que su hermanastro Alfonso heredase la corona. Además, porque se vinculó al bando de la nobleza, el 6 de febrero de 1465 Enrique IV ordenaba que se secuestraran todos los bienes y pertenencias que tuviese su secretario Alvar Gómez de Ciudad Real 957 , quien se marchó a Toledo. Sólo cinco jornadas más tarde, el 11 de febrero, el Cabildo de jurados toledanos escribía una carta al rey. En ella le recordaban que tras iniciarse esos movimientos de la nobleza en Castilla él había enviado unas misivas al conde de Cifuentes, a Pedro López de Ayala, al mariscal Payo de Ribera, a Juan de Ayala y a otros caballeros para que se juntasen con su asistente, y guardasen e paçificasen con grand diligençia la ciudad, manteniéndola en todo sosiego . Según los jurados, cumpliendo el mandato del monarca, la habían guardado e tenido en buena pas, quitando e escusando muchos roydos e bolliçios que en ella se començarían a

954 TORRES FONTES, J., El príncipe don Alfonso (1465-1468) , Murcia, 1971, pp. 56-57. 955 La Sentencia de Medina de 1465 guarda algunos parecidos con el Proyecto de Ley Perpetua de 1520 que desarrollaron los comuneros de Castilla. Así lo afirma Benjamín GONZÁLEZ ALONSO (“Las Comunidades de Castilla y la formación del Estado absoluto”, en su obra Sobre el Estado y la administración... , pp. 7-56), aunque las diferencias entre una y otro son palpables. 956 EDWARDS, J., La España de los Reyes Católicos (1474-1520) , Barcelona, 2001, p. 17. 957 A.M.T., A.S., caj. 5º, leg. 6º, nº. 2, pieza 11; BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., doc. 34, pp. 233- 234.

486 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 mover por algunas personas de siniestras yntençiones, e malos propósitos 958 . Sin embargo, tras la traición de Alvar Gómez de Ciudad Real el tenso ambiente había hecho venir a Toledo a Fernando de Tordesillas y al secretario Fernando de Badajoz 959 . Un problema relacionado con la posesión de las fortalezas parecía dispuesto a iniciar un conflicto grave. Tordesillas y Badajoz estuvieron hablando con el conde de Cifuentes, con el mariscal Ribera, con Pedro López de Ayala y con los otros caballeros sobre la tenencia de la Puerta del Cambrón y de la Torre de los Abades, y para evitar los escándalos que estavan prestos de se mover acordaron una serie de cláusulas pacificadoras, que habían de cumplirse por todos. Aún así, muchos caballeros deseaban abandonar la ciudad. Creían que Enrique IV sospechaba de ellos y les iba a hacer algún daño. Ante esta actitud los jurados reaccionaron. Pidieron a los caballeros que no abandonasen la urbe utilizando este argumento:

...acordándonos de los grandes [escándalos], e muertes, e robos e males en esta vuestra çibdad conosçieron (sic) en tienpo del muy esclaresçido rey vuestro padre [Juan II, padre de Enrique IV] por non estar en ella en aquella sasón los cavalleros naturales, e ser puesta en mano de Pero Sarmiento, de que el estado real vuestro fue muy ofendido e estovo todo el regno por la alteraçión d´esta çibdad en se alterar e mover...

De esta legitimación de lo que los jurados pedían a Enrique IV, simplemente que los caballeros de su ciudad permaneciesen en ella, se pueden extraer dos ideas: primero, que por entonces los judeo-conversos, como a finales de la década de 1440, estaban en el punto de mira, y es posible que ya hubieran sufrido de forma individual algún ataque; y segundo, que los jurados que hicieron la solicitud -de origen converso con toda certeza- conocían perfectamente cómo estaba estructurada la vida política en Toledo. La estabilidad interna de la urbe dependía del equilibrio entre dos grupos socio-políticos poderosos, uno encabezado por los Silva y su clientela, y el otro por los Ayala. Si uno de estos dos grupos desaparecía de la escena política, aunque tan sólo fuera de forma coyuntural, las consecuencias inmediatas iban a ser muy negativas. Mientras esto sucede en Toledo, los grandes nobles están desarrollando un conflicto feroz contra Enrique IV por haber rechazado la Sentencia de Medina, aunque el culmen de la disputa no se produce hasta principios del verano de 1465. Junto a las murallas de Ávila se hizo un tablado de madera y encima se colocó un trono. El 5 de junio los nobles sentaron en él a un muñeco vestido de luto con una corona, un manto, un cetro y una espada, todas ellas insignias reales. Era una figuración de Enrique IV. Se sometió al muñeco a un juicio y fue

958 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fols. 65 r-66 v. 959 Enrique IV mandó una carta al Ayuntamiento, fechada el 6 de febrero de 1465, en la que pedía que se diera fe a todo lo que su secretario Fernando de Badajoz dijese: A.M.T., A.S., caj. 4º, leg. 4º, nº. 64.

487 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) declarado culpable de cometer tiranía sobre sus súbditos. Tras ello el conde de Plasencia le quitó la espada y el de Benavente el cetro, el arzobispo de Toledo le desposeyó de la corona y Diego de Estúñiga tiró el muñeco al suelo de una patada gritando: “¡Fuera puto!”. Luego, Alfonso, hermanastro de Enrique IV, fue nombrado rey de Castilla y León, aunque tan sólo era un niño. El acto será conocido como la “farsa de Ávila”. En ese momento el asistente de Toledo era Pedro de Guzmán. Sólo cinco días después del nombramiento de Alfonso como monarca (el 10 de junio de 1465) los principales caballeros de Toledo, “juzgando la sublimación del nuevo rey no sólo utilísima, sino como de necesidad extrema”, se adhirieron a lo ocurrido a las afueras de Ávila. Pedro de Guzmán fue expulsado de la urbe y se tomaron el alcázar, el puente de San Martín y el puente de Alcántara. Los principales hombres de Toledo eran entonces 960 : Alfonso de Silva, conde de Cifuentes II, Pedro López de Ayala IV, luego el primer conde de Fuensalida, Alvar Pérez de Guzmán, señor de Santa Olalla, Lope de Estúñiga, señor de Cuerva, y los mariscales Fernando de Ribadeneira y Payo de Ribera. El nuevo rey, o mejor dicho, en su nombre los sujetos que le habían coronado, pronto comenzaron a ejercer su autoridad. El 29 de junio de 1465 se comprometieron a restituir a Toledo La Puebla de Alcocer, lugar que Juan II había quitado a la urbe como represalia por su actitud desobediente en 1440, confirmaron los privilegios urbanos y dijeron que mantendrían en sus oficios a las personas que los hubiesen conseguido de Enrique IV y fueran afines a la causa alfonsina 961 . El 11 de julio en nombre de Alfonso se concedieron 200.000 maravedíes de juro de heredad al conde de Cifuentes, Pedro López de Ayala, Payo de Ribera, Fernando de Ribadeneira y Lope de Estúñiga 962 . Dos días antes, el día 8, Alfonso había concedido a Alvar Gómez de Ciudad Real el oficio de contador mayor 963 , y el 30 de ese mes le confirmó la donación 964 de la villa de Maqueda con su castillo, realizada el 30 de mayo de 1465 965 .

3.2.2.1.3. 1466: una incógnita El período que transcurre entre el verano de 1465 y la primavera de 1467 es el peor documentado de la segunda década de gobierno de Enrique IV en lo que a Toledo respecta. No se conoce prácticamente nada de la vida política y social de la urbe durante los momentos inmediatamente posteriores al establecimiento de Alfonso como rey de Castilla. Tan sólo se

960 PALENCIA, A. de, Crónica de Enrique IV , Madrid, 1973, tomo I, década I, libro VII, cap. X, p. 172 a. 961 TORRES FONTES, J., El príncipe don Alfonso ..., p. 105. 962 Idem, p. 106. 963 Idem, p. 105. 964 Idem, p. 107. 965 Idem, p. 101.

488 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 sabe que, para impedir una vuelta de la urbe a manos del bando enriqueño 966 , fue concedido a Alvar Gómez de Ciudad Real el cargo de alcalde mayor “extraordinario” en Toledo; pero Alfonso también envió a la ciudad del Tajo al licenciado Juan Díaz de Alcocer, un individuo que fue muy mal recibido por algunos sectores sociales, en especial por los clérigos que conformaban el Cabildo catedralicio 967 . Del mismo modo, se sabe que entre 1465 y 1467 pasaron dos extranjeros por Toledo, León de Rosmithal y Gabriel Tetzel. Según este último aquí vivía el obispo más poderoso del reino, capaz de gastar en un mes 1.000 coronas, y un conde rico, amigo del obispo 968 . Se trata de la visión dada por una persona que conoce una realidad distinta a la que describe, aunque no deja de ser interesante. En efecto, en estos años el arzobispo de Toledo y el conde de Cifuentes tenían un peso enorme en Toledo, y eran afines en sus ideas políticas. Más allá de estos datos sueltos, parece indiscutible que la situación de la urbe es negativa. En la época que va desde el verano de 1465 a finales de 1466, período oscuro en lo que a los documentos se refiere, hay que buscar el origen del movimiento en contra de los conversos que se desarrolló en el verano de 1467.

3.2.2.2. 1467: EL ÚLTIMO ATAQUE COLECTIVO A LOS CONVERSOS Fue Eloy Benito Ruano el primero que llamó la atención sobre el carácter complejo de la realidad política de Toledo en el siglo XV, insistiendo en el problema converso y en la importancia de la lucha de bandos entre los Silva y los Ayala; aspectos ambos que determinarían la sujeción o no de la urbe al poder regio. Desde entonces muchos historiadores han reconocido en la revuelta de 1449 un hito clave en el análisis la situación de los cristianos nuevos en Castilla, y en el establecimiento de la maquinaria inquisitorial 969 , viendo, de forma paralela, a las luchas entre los bandos toledanos como un paradigma de los enfrentamientos intraoligárquicos que se daban en las ciudades bajomedievales (tema este último estudiado en los años recientes mucho gracias al empuje conferido a la investigación sobre las oligarquías).

966 Se dio un pregón por mandato del rey Alfonso en el que se pedía que los partidarios de Enrique IV fueran controlados en todo momento: A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 2, fols. 41 v-42 v. 967 No se conoce la fecha exacta en que Juan Díaz de Alcocer fue enviado a Toledo, ni el cargo que desempeñó. Es muy posible que fuera un asistente, pero en los documentos donde aparece nada se dice de su oficio. Una de las primeras veces que se documenta, en las actas capitulares de la catedral, es el domingo 8 de marzo de 1467: A.C.T., Actas capitulares, libro 1º, desde el 13 de agosto de 1466 al 27 de mayo de 1490, reunión del 8 de marzo de 1467, fol. 4 v. 968 GARCÍA RODRÍGUEZ, E., “Toledo y sus visitantes extranjeros hasta 1561”, Toletum , 66-68 (1955) pp. 5- 27. 969 Véase, por ejemplo: CONTRERAS, J., “Los primeros años de la Inquisición;: guerra civil, Monarquía, mesianismo y herejía”, en El Tratado de Tordesillas y su época... , pp. 681-703.

489 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Para enlazar los enfrentamientos internos de la oligarquía, los esfuerzos de ésta por mantenerse en el poder y la violencia lanzada contra los judeo-conversos, se ha insistido en la importancia del discurso antisemita, considerándolo un instrumento en manos de los oligarcas para movilizar a la masa social contra “el otro” -judíos, judeo-conversos, vagabundos, pobres, musulmanes, prostitutas, proxenetas, etc. -, desviando la tensión que podría generarse contra ellos hacia un “enemigo común”, definido a partir de argumentos religiosos 970 . Lo cierto es, no obstante, que en muchos conflictos el uso del antisemitismo no aparece tan claro, e incluso es difícil definir, en caso de que lo aceptemos, cuál es el sector oligárquico que supuestamente se beneficia de los ataques a los cristianos nuevos. Por ello, tal vez lo más acertado sería hacer una división analítica de los enfrentamientos, diferenciando los distintos conflictos que se generaron en cada uno de ellos: entre la oligarquía y sus aledaños por un lado; por otro entre esta oligarquía y los sectores sociales con potencial económico desplazados de la política; y por último, entre los grupos sin capacidad político-económica y aquellos que sí las tenían. En este sentido, Mancur Olson afirma que la lógica de las acciones reivindicativas de carácter colectivo guarda, en muchos casos, ciertas similitudes con las características propias de la competencia de mercado. Existe un interés común en conseguir un mismo objetivo, pero cada uno quiere lograr el máximo beneficio propio aun a costa del beneficio de los demás 971 . Dicha teoría resulta interesante si a través de ella interpretamos la escala de objetivos que los individuos se marcaron en revueltas como las desarrolladas en Toledo durante todo el siglo XV. Su principal intención era el beneficio propio; posteriormente venía el de sus familiares más próximos, siempre y cuando la relación con éstos fuese afable, o el de aquellas personas con las que mantuvieran una relación más cercana. Lejos de estos dos fines, la consecución de otras metas dependía de si el individuo estuviese vinculado a un sector laboral concreto organizado de forma corporativa, a un grupo religioso o a un bando político. Este cúmulo de intereses fue el que los miembros de la oligarquía urbana manipularon para conseguir una desviación del interés individual primigenio a objetivos políticos que, legitimados en defensa de un beneficio colectivo, en realidad favorecían al líder de una facción oligárquica, y a los individuos más vinculados a él. Desde este planteamiento, y no sólo (aunque también) reconociendo en el discurso antisemita el elemento de desviación de los intereses individuales a los oligárquicos, se explica con bastante claridad el motivo y el

970 VALDEÓN BARUQUE, J., Los conflictos sociales... , p. 36. 971 “The combination of individual interest and common interest in a organization suggest an analogy with a competitive market”: OLSON, M., The logic of collective action. Public goods and the theory of groups , Harvard, 1971, p. 9.

490 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 carácter de los movimientos políticos y anti-conversos desarrollados en la ciudad del Tajo en la última centuria medieval. Así, la revuelta que se produjo en 1467 estuvo marcada por algunos de los principios comunitarios creados en 1449; si bien esta vez los hechos fueron más complejos. Aunque los acontecimientos son bastante conocidos, tal vez habría que profundizar más en las causas que llevaron a un estallido violento de unas dimensiones que no se habían visto en la ciudad del Tajo desde hacía más de veinte años, por mucho que el problema converso durante todo este tiempo hubiese permanecido latente. Recapitulemos algunos datos para que se entiendan los motivos por los cuáles explotó una revuelta en 1467. Como se dijo arriba, la labor pacificadora de los asistentes obtuvo sus frutos, mas no consiguió acabar con todos los problemas que tenía Toledo, en especial con los producidos a causa de los conflictos jurisdiccionales que enfrentaban a las autoridades concejiles con algunos señores y con las instituciones eclesiásticas. Además (desde principios de 1462, al menos), ciertos caballeros y organismos institucionales, tras ocupar muchas tierras de labor, las habían transformado en dehesas para vender la hierba a extranjeros 972 , porque pagaban más. La inexistencia de tierras de cultivo y la mengua de la cabaña ganadera autóctona -que no tenía donde pastar-, en beneficio de la ganadería procedente de fuera, iba a hacer, según los jurados, que la población quedara desabastecida. Los pastores extranjeros mantenían a sus ganados en los alrededores de la urbe alimentándose en las nuevas dehesas, y luego se los llevaban para venderlos, o para vender su lana, donde pudiesen sacar más dinero. En la ciudad del Tajo existía, en consecuencia, cierto recelo hacia las instituciones eclesiásticas y hacia los poderosos, sobre todo en épocas críticas de desabastecimiento; endémicas, por otra parte 973 . Esta situación, unida a otros factores de descontento 974 , es la que hizo que ya en 1464 empezaran a circular grupos armados por las calles de la urbe. Enrique IV fue advertido de ello por los jurados, y reaccionó rápido, prohibiendo a los ciudadanos acudir al llamamiento de los caballeros, y obligándoles, en cambio, a obedecer toda orden del asistente, de los jurados o de las autoridades de la justicia 975 . La inestabilidad de Castilla tenía un reflejo claro en Toledo, y por eso el rey, además, quiso ganarse a los toledanos otorgándoles un mercado semanal libre del pago de alcabalas, en abril de 1465 976 . No sirvió de nada. Cinco días después de la farsa de Ávila, el 10 de junio de 1465, Toledo reconocía como rey a Alfonso. El

972 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 106 r-v. 973 IZQUIERDO BENITO, R., Abastecimiento y alimentación en Toledo en el siglo XV ..., pp. 34 y ss. 974 Los precios en años 60 del siglo XV eran altos: IZQUIERDO BENITO, R., Precios y salarios... , pp. 88-89. 975 A.M.T., A.S., caj 2º, leg 4º, nº. 2. 976 IZQUIERDO BENITO, R., Privilegios reales... , docs. 151 y 152, pp. 258-262.

491 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) asistente de la ciudad, Pedro de Guzmán, fue expulsado al pretender oponerse al conde de Cifuentes, Alfonso de Silva, al señor de Cuerva, Lope de Estúñiga, y a los mariscales Payo de Ribera y Fernando de Ribadeneira, apoyados, todos, por Pedro López de Ayala 977 .

3.2.2.2.1. El miedo de los clérigos En este contexto explotó la revuelta de 1467, protagonizada en cierta medida por los miembros del Cabildo catedralicio. Sobre el porqué de este protagonismo los datos que se conservan no permiten dar una respuesta rotunda, pero todo indica que, aunque el arzobispo de Toledo era uno de los principales valedores de la causa alfonsina, la situación de algunos canónigos bajo el gobierno de Alfonso fue bastante incómoda. La situación empezó a ser crítica a partir de marzo de 1467 978 , al menos. Desde hacía tiempo estaban generándose continuas disputas entre los miembros del Ayuntamiento toledano, dirigido entonces por un enviado de Alfonso, Juan Díaz de Alcocer, y el Cabildo de la catedral, a causa de los entredichos que los eclesiásticos ponían sobre la ciudad como represalia a las injurias (insultos, críticas a su estatuto eclesiástico privilegiado, amenazas, etc.) que soportaban. El 8 de marzo de 1467 en una reunión del Cabildo catedralicio se trataron los problemas suscitados por el entredicho puesto al prior de San Juan, Juan de Valenzuela, por otro clérigo 979 , a causa de una injuria . Tras reconocer la presión a la que los canónigos estaban sometidos por parte de los dirigentes de la urbe para que lo levantasen, el canónigo Diego Delgadillo manifestó que él no estaba dispuesto a hacer nada en lo referente a ese entredicho hasta que el problema no fuese visto por su arzobispo. A su postura se sumaron el bachiller Alfonso García, Ruy López de Santiago, Marcos Núñez, Juan Roberto y Antonio Gómez, todos ellos canónigos, si bien advirtieron que por causa de las fuerças e opresiones que en el dicho Cabildo se fasían, e los mandamientos que les eran fechos por el liçençiado Juan Días de Alcoçer de parte del Rey don Alfonso, nuestro señor, por el poder e cartas suyas, e ansimesmo por los cavalleros de la çibdat, que ellos no lo podían resistir, e contra su voluntad fasían en este caso ... 980 Al día siguiente, 9 de marzo, vinieron a la reunión del Cabildo de la catedral Pedro López de Ayala, el mariscal Fernando de Ribadeneira, Arias de Silva y el licenciado Juan

977 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV... , p. 90. 978 Los documentos sobre la gestión política de Alfonso como soberano de la ciudad de Toledo son escasos. Se sabe, por ejemplo, que el 6 de junio de 1467 otorgó a los escribanos de Toledo un privilegio por el cual quedaron eximidos ellos y sus sucesores en el oficio de la obligación de dar alojamientos en sus casas a persona alguna: TORRES FONTES, J., El príncipe don Alfonso ..., p. 124. 979 A.C.T., Actas capitulares, Libro 1º, desde el 13 de agosto de 1466 al 27 de mayo de 1490, reunión del domingo 13 de marzo de 1467, fol. 5 v. 980 Idem, reunión del domingo 8 de marzo de 1467, fol. 4 v.

492 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Díaz de Alcocer. Los canónigos les comunicaron que no levantarían el entredicho hasta que no se hablara del asunto al arzobispo, y que cualquier cosa que ellos hiciesen contra esa determinación la harían por temores grandes del rey nuestro señor don Alfonso, et de los cavalleros d´esta çibdat, e de aquel liçençiado Juan Días de Alcoçer 981 . Al poco tiempo, una vez marchados los dirigentes urbanos, vinieron Juan Rodríguez de Baeza y Pedro de Ayllón, alcaldes, y el primero comunicó en tono amenazante 982 a los canónigos que los caballeros y el resto de gobernantes municipales se habían reunido, y que estaban esperando que alzaran el entredicho. Luego llegaron el conde de Cifuentes, Juan Díaz de Alcocer, Pedro López de Ayala “el mozo”, el alguacil Arias de Silva y el alcalde Diego Carrillo, quienes, poniéndoles más temores, dixeron que aquellos cavalleros de la çibdat estavan esperando que hiciesen lo que debían hacer, que era lo que el Ayuntamiento les solicitaba, porque de lo contrario ellos remediarían, e farían lo que pudiesen e faser deviesen . En esta misma jornada, 9 de marzo de 1467, se lanzó una amenaza que se cumpliría unos meses más tarde. Gutierre de Huete, canónigo y vicario de la catedral, comunicó a su Cabildo cómo le habían denunciado un caso de injuria sufrido por unos religiosos. Tras llevar a cabo una pesquisa puso un entredicho. Los regidores le ordenaron que lo alzase. Él se negó a hacerlo y el mariscal Payo de Ribera le hizo una amenaza, advirtiéndole que haría 983 : que diesen las canpanas, e llamasen las parrochas, et fuesen contra los clérigos ... El vicario, temiendo que se levantaran escándalos e pusiesen manos en los clérigos, a los maltratar, e robar e desterrar, [...] por bien de pas , decidió prorrogar la ejecución del entredicho por una temporada. Los canónigos tampoco pudieron resistirse a esta amenaza, y por los temores susodichos, asý del liçençiado por parte del rey nuestro Señor, como de los dichos cavalleros , acordaron levantarlo el día 13 984 . Poco antes, el 11 de marzo, el canónigo Rodrigo de Bargas relató en su Cabildo cómo Juan Díaz de Alcocer le había requerido para que se presentase ante él. El canónigo, por sus comynaçiones e temores del Rey don Alfonso , se temía que viniera daño a su persona o a sus bienes, y pidió ayuda a sus compañeros 985 . Es tan sólo una muestra más del nerviosismo que se vivía. La tensión era evidente. A fines de ese mes (o a principios de abril, en el documento

981 Idem, reunión del lunes 9 de marzo de 1467, fol. 4 v. 982 veyendo esta opresyón lo pidieron por testimonio : Idem. 983 Idem, fol. 5 r. 984 Idem, reunión del 13 de marzo de 1467, fol. 5 v. 985 Idem, reunión del 11 de marzo de 1467, fol. 5 r-v.

493 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) no se señala la fecha exacta) hubo un ruydo en la Puerta de las Ollas 986 de la catedral que produjo la interposición de un nuevo entredicho, y tuvo que levantarse como los anteriores. El 19 de julio de 1467, por fin, en medio de una tensión constante entre los miembros del Cabildo catedralicio y los dirigentes urbanos, se produjo un enorme altercado, y como no podía ser de otro modo los canónigos fueron protagonistas 987 . Ellos, desconfiando del rey Alfonso, cada vez se sentían más partidarios de Enrique IV; lo mismo que los Ayala. No es casualidad que en esos momentos el vicario de la catedral fuera Fernando Pérez de Ayala, hermano de Pedro López de Ayala, el alcalde mayor; ni que el deán, Francisco Fernández de Toledo, siempre fuese partidario de obedecer a Enrique IV 988 . Como tampoco lo es que algunas de las personas que aparecerán implicadas en la revuelta del verano de 1467 también lo estén en episodios de violencia ocurridos entonces. Por estas fechas, según un documento de la Real Academia de la Historia, los clérigos que mayor fuerza política tenían en Toledo (entraban en el Ayuntamiento) fueron los principales inductores de la “destrucción” y el robo de los conversos. En concreto estos clérigos eran cuatro: el vicario Fernando Pérez de Ayala, el vicario Juan Pérez de Treviño, el bachiller Calderón y el abad de Medina.

3.2.2.2.2. El enfrentamiento frustrado de la primavera Los enfrentamientos no sólo se daban con los clérigos. Las disensiones entre los oligarcas, unidas al delito y a la violencia en general, ensombrecían la vida cotidiana. Los grupos armados eran una evidencia del desorden. El marqués de Villena (Juan Pacheco) consiguió en enero de 1467 que el conde de Cifuentes, Pedro López de Ayala, los mariscales Fernando de Ribadeneira y Payo de Ribera, Lope de Ortiz de Estúñiga, Luis de la Cerda y Juan de Ribera establecieran una confederación entre sí para mantener Toledo al servicio del rey Alfonso 989 , y de paso limar las más que preocupantes diferencias que existían entre ellos. Aún así, el 7 de abril de 1467 ya estaban en la urbe el clavero de Calatrava, el prior de Osma y el canciller Alfonso Sánchez, todos del Consejo Real alfonsino. Habían venido a poner paz en los enfrentamientos que se estaban dando entre los oligarcas, a frenar la violencia que cada vez con mayor crudeza sufrían los conversos, y a ir preparando el terreno ante la inminente llegada del rey a la ciudad del Tajo. El soberano debería ratificar las medidas pacificadoras puestas en marcha por ellos.

986 Actual puerta del Reloj: Idem, reunión del 15 de abril de 1467, fol. 6 v. 987 Véase en este sentido: LOP OTÍN, Mª.J., El cabildo catedralicio de Toledo en el siglo XV..., pp. 322-329. 988 Para éste, un rey sólo podía ser depuesto si era declarado hereje: BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., pp. 90-91; LOP OTÍN, Mª.J., El Cabildo catedralicio ..., p. 445. 989 R.A.H., Colección Salazar y Castro, sig. K-37, fol. 36 r-v.

494 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

El 15 abril de 1467 los miembros del Consejo Real mandaron dar un pregón. El rey ordenaba que cesaran los enfrentamientos, y que las personas que los provocasen fueran desterradas. En caso de negarse los jurados se encargarían de llegar a un acuerdo satisfactorio para todas las partes 990 . Se intentaba poner fin así a una situación que en esos momentos parecía crítica. La entrada de Fernando de la Torre (converso del bando de los Silva) en la urbe a principios de ese mes, tras haber sido desterrado durante un tiempo, causó gran revuelo entre los vecinos, iniciándose un alboroto que sólo pudo impedirse por la colaboración de los jurados y los consejeros reales 991 . El clavero de Calatrava ordenó a Fernando de la Torre que no saliera de su casa hasta que el obispo de Badajoz, Pedro de Silva (un Ayala), sentenciase sobre su derecho a estar en la urbe, y en la noche del 17 de abril se puso una tregua entre las personas opuestas a su entrada y las que le favorecían 992 . La tregua no se cumplió. Al día siguiente, 18 de abril, se organizó un gran revuelo que a punto estuvo de terminar en una lucha armada de graves consecuencias, debido a una agresión que sufrió Fernando “ el thenor ”, un hombre destacado de los Ayala 993 ; prueba palpable del carácter que la violencia interpersonal era capaz de adquirir en una ciudad desgarrada por las luchas internas. Un delito podía legitimar una actuación armada ante una supuesta falta de justicia y de orden público, o considerarse un atentado contra la honra del bando político al que perteneciera la víctima, y, por tanto, una causa por la que combatir. Fernando “ el thenor ”, un clérigo de la catedral, para vengarse del ataque que sufrió 994 , quiso levantar al pueblo en contra de los Silva el mismo 18 de abril, y fue acusado, meses después, de ser el principal responsable del incendio que en el verano de 1467 (el incendio de la Magdalena, al que nos referiremos) arrasó las casas de buen número de conversos toledanos 995 , porque sus cabecillas eran acólitos del conde de Cifuentes. Los sucesos son conocidos, en buena parte, gracias a la insistencia de Payo de Ribera en que los miembros del Consejo Real llevaran a cabo una pesquisa para conocer a quienes, tras la agresión que sufrió Fernando ” el thenor ”, habían intentado levantar al pueblo en contra de los Silva (de los que él era un miembro importante), el mismo 18 de abril de 1467, repicando las campanas de la iglesia de Santo Tomé. En la pesquisa se escucharon testimonios de varios testigos. Uno de ellos, el barbero Fernando Valenciano, dijo que el sábado 18 de abril, junto a

990 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 102 r-v. 991 Existen dos documentos que se refieren a este hecho, en los cuales el rey agradece a los jurados sus acciones por la pacificación de la ciudad: A.M.T., A.C.J., D.O., docs. 13 y 14. 992 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 103 v. 993 Idem, fols. 213 r-214 v. 994 Idem, fol. 205 r. 995 R.A.H., Colección Salazar y Castro, sig. N-44, fol. 199 v. De este relato hay otra copia con la signatura M-26, fols. 157 v-160 v. En el margen del mismo pone que se sacó de un papel que Juan Bautista Oliver, vicario de Toledo, compró en una almoneda de un difunto, y se copió en julio de 1593.

495 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) su casa de la tripería vieja, había oído dar voces a Fernando “ el thenor ” y a su hermano. Éstos dijeron a dos mozos, llamados Pedro del Castillo y Juan de Murcia: “ ¿Qué miráis? ”. A lo que contestaron: “ Miramos vos ”. Fernando “ el thenor ” replicó dos o tres veces: “ Id en ora buena ”. Entonces su hermano se fue hacia los dos jóvenes, a pesar de que Fernando le dijo que no lo hiciese. Se inició una pelea y sacaron las espadas. El primero que sacó el arma, según este testigo, fue el hermano de Fernando “ el thenor ”, y los últimos éste y Juan de Murcia. En la lucha Pedro del Castillo hirió a su propio compañero. Fernando Valenciano también dijo que había visto cómo a la pelea se sumaban Antón Pescador, Francisco Peñalosa y Gonzalo Chacón. Según el otro testigo, Diego Díaz de Sevilla, Fernando “ el thenor ” y su hermano habían peleado con Juan del Castillo (Fernando de Valencia le llama Pedro del Castillo) y Juan de Murcia, cuchillero. Los hermanos les dijeron que qué miraban, y éstos contestaron en tono serio: “ Más que vos miramos ”. Descendiendo por una calle, Alfonso, hermano de Fernando “el thenor ”, les dijo tres o cuatro veces: “ Yos con Dios ”. A lo que le respondieron: “ ¿Querís algo? ”. Tras replicarse con estas mismas palabras unos a otros, todos desenvainaron las espadas y se inició una pelea en la que también entrarían Antón Pescador, Francisco Peñalosa y Gonzalo Chacón. Todo parece indicar que Pedro del Castillo y Juan de Murcia actuaban por mandato de alguien, posiblemente de algún personaje que les había contratado para que atacasen a los dos hermanos; tal vez el conde de Cifuentes o alguien su clientela. Se muestra así un mecanismo de agresión que, como vimos, era propio de la forma de actuar de la oligarquía, aunque por el carácter secreto del mandato resulta muy complejo conocer al personaje que en realidad se encontraba detrás de este tipo de acciones. Como represalia, en todo caso, Fernando “ el thenor ”, en nombre de los Ayala, intentaría levantar al pueblo contra los Silva. Se marchó a casa del conde de Fuensalida, y, desde allí, con Pedro de Córdoba, Juan de Córdoba, Pedro de Cueto, Alfonso “el romo”, Fernando Díaz de Uceda, el alcalde de la justicia, García de Frías, Fernando “ el thenor ” y Diego de Carranza, todos miembros del bando de los Ayala, se dirigió a la iglesia de Santo Tomé, donde hizo repicar las campanas para que la población se alzase contra los Silva. La reacción de éstos fue inmediata. Ante tales acontecimientos, no había pasado el 18 de abril cuando el conde de Cifuentes, Alfonso de Silva, estando en su casa con gran parte del grupo social que formaba su clientela, señaló, ante escribano público, cómo hombres de Pedro López de Ayala habían quebrantado la tregua impuesta por los del Consejo la jornada anterior, al querer levantar al pueblo contra el dicho conde, e sus parientes, e criados e alyados , como bien parecía por el levantamiento

496 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 de algunos vecinos, que, por mandato suyo, llegaron a repicar las campanas de Santo Tomé, llamando a las parroquias. Era habitual repicar las campanas para que la población se armase frente a un supuesto enemigo 996 . Con tales argumentos quedaba legitimada la lucha contra el alcalde mayor y su bando.

Sucesos del 18 de abril de 1467. 1. Agresión a Fernando “el thenor” y su hermano por la bajada de la tripería. 2. Reunión en casa del futuro conde de Fuensalida. 3. Repique de las campanas de Santo Tomé para levantar a la población frente a los Silva. 4. Reunión en casa del conde de Cifuentes para responder a lo ocurrido

Los reunidos en la casa del cabecilla de los Silva señalaron que, en adelante, las acciones que contra ellos pudieran emprender Pedro López de Ayala, en su condición de alcalde mayor, y sus alcaldes no tendrían ningún valor, por considerarlos jueces sospechosos; y decidieron resistir sus actos como si de personas privadas se tratase. A no ser que sus disposiciones contaran con el beneplácito de Alvar Gómez de Ciudad Real, también alcalde mayor, y del resto de los alcaldes ordinarios. Más tarde, acordado esto, se pidió al escribano que se notificase todo a Pedro López de Ayala y a los miembros del Consejo Real, y para sellar el convenio los que estaban en la casa a grandes voces dijeron que 997 :

...[se] allegavan e allegaron a lo sobredicho, e ponían e pusieron la dicha sospecha en el dicho Señor Pero Lópes e su ofiçio, e alcalldes, segúnd que´l dicho conde [de Cifuentes] la avýa puesto e jurado, e juravan a Dyos que la non ponýan malyçiosamente.. ..

996 Sobre estos aspectos véase: MARTÍNEZ GIL, F., “Furia popular...” 997 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 205 r-v.

497 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Cuando, como se había pedido, el pacto alcanzado en la vivienda del conde de Cifuentes se comunicó a los Ayala y a los miembros del Consejo Real, todos pensaron que estaba a punto de iniciarse un grave enfrentamiento. Los delegados del rey Alfonso intervinieron en el asunto mandando, en nombre del monarca, tanto al conde de Cifuentes como a Pedro López de Ayala: que no se armaran, que ordenasen el desarme de quienes ya lo habían hecho, y que permanecieran en sus casas so pena de perder todo lo que tuviesen 998 . Iguales requerimientos se hicieron a las cabezas visibles de cada una de las facciones. Lope de Estúñiga (de los Silva) advirtió que él no se armaría salvo para favorecer a la justicia. Alvar Gómez de Ciudad Real, alcalde “extraordinario” de Toledo, uno de los principales miembros del bando de los Silva (que tendrá un papel determinante en julio de 1467), dijo que le placía quedarse quieto en su casa, pero los miembros del Consejo Real le ordenaron ir a la vivienda del conde de Cifuentes sin armas para tenerle mejor controlado. A Fernando de la Torre (de los Silva, otro personaje determinante en la revuelta posterior) le dijeron que guardara la orden del clavero de Calatrava, y permaneciese en su casa como si de su cárcel se tratase. El más belicoso fue Payo de Ribera, el mismo que había amenazado a los clérigos con levantar al pueblo en su contra. Cuando le realizaron el requerimiento dijo que se armaba él e su gente para serviçio del Rey e para se juntar con los çibdadanos para el bien publico, e a favor de la justiçia, e para servir con ellos , y solicitó a los miembros del Consejo Real que hiciesen una pesquisa sobre el alboroto del 18 de abril. Ante esta solicitud, y ante su negativa a cumplir lo que le pedían, todos los del Consejo vinieron a su casa y le rogaron que se desarmase, a lo que contestó que ya se lo habían pedido, y que lo haría siempre que estuviera seguro de que nadie le iba a atacar. Al final se evitó el desarrollo de un movimiento armado entre bandos que parecía inaplazable. Tras presentarse la pesquisa sobre los sucesos del 18 de abril ante el Cabildo de jurados, el día 20, se dio una orden al pregonero Rodrigo de Madrid para que publicara por las plazas un escrito que decía que todos se desarmasen, e non fisiesen escándalos, nin fuesen a llamamientos de ningunos, so pena de muerte e confiscaçión de los bienes para la cámara del Rey . También se puso una vigilancia especial en las puertas de la ciudad. La de Bisagra se colocó bajo el mando de Esteban de Sosa y de Fernando de San Pedro, ambos jurados 999 . Y como la torre de Santiago del Arrabal estaba tomada por algunos hombres de Arias Gómez de Silva, se ordenó que la abandonaran si no querían perder sus oficios y todos sus bienes. De igual modo, se pregonó que los caballeros y hombres de a pie que tuvieran ocupada una casa

998 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 296 r-v. 999 Idem, fols. 213 r-214 v.

498 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 desde la que hacer guerra, e pelea e daño , la dejaran libre en una hora so pena de muerte . Los dueños de las casas debían echarles de ellas si pudieran, y si no debían avisar a los jurados para que lo hiciesen 1000 . Se buscaba la paz, pero una nueva pelea sembró la desconfianza. El mismo día 20 de abril de 1467, ante los del Consejo del rey compareció Martín de Cifuentes, un hombre de Alfonso de Silva (del conde de Cifuentes). Según su testimonio, en quebrantamiento de la tregua, omes de Fernando Núñez le quisieron matar anoche, e le dieron una cuchillada en la cabeça, e lo mataran salvo que tenýa casquete, e por Dyos e otros que se pusieron entremedias 1001 . Otra vez la violencia se desarrolla por la noche. El canciller mandó a los jurados Juan Gómez de Guadamur, Rodrigo del Castillo y Juan Rodríguez Maldonado que hiciesen una pesquisa. El caso era espinoso; una evidencia de la falta de autoridad de los delegados del rey Alfonso para hacer frente a la escalada de violencia que estaban desarrollando las clientelas de los caballeros. Juan de Gamboa, tejedor de paños, uno de los testigos que comparecieron ante los jurados que llevaron a cabo la pesquisa para conocer lo sucedido, dijo lo siguiente 1002 :

...el sábado pasado por la tarde, este testigo, estando al esquina del cobertizo de San Çebrián, que vido çiertos omes de Ferrand Núñes que yvan con un tamborino tañendo (tocando un tambor) . E que vido que se llegó a los dichos omes el dicho Martín de Çifuentes. E que el dicho Martín dixo a este testigo que los omes le avían dicho que se volviese, que no fuese con ellos porque era del conde [de Cifuentes] , no se rebolviese roydo. E que después d´esto, oyó deçir este testigo que´l dicho Martín de Çifuentes volvió con unos seys omes del conde a buscar a los del dicho Ferrand Núñes, que le avían dicho que no fuese con ellos. E que non se mienbra (recuerda) a quién lo oyó deçir. E que después este testigo vido ayer [...] noche escuro (sic) que salió un ome que disen Álvaro de la Peña, e Pero de Ganboa, omes de Ferrand Núñes, e dixieron al dicho Martín de Çifuentes:“Amigo, pues eres del conde e nos as ynjuriado, ¿a qué pasas por aquí?”. E que disiendo estas palabras salió Martín Viscaýno, perayle, e sacó el espada de su vayna e dio una cuchillada sobre la cabeça al dicho Martín de Çifuentes, sobre el casquete que tenýa, e que lo matara salvo por Dios. E este testigo, que se puso en medio, e que esto es lo que sabe...

Otro de los testigos, García Sánchez, afirmó lo siguiente 1003 :

...cenando anoche dentro de su casa a la collaçión de San [Bartolomé de] Soles, que entró el dicho Martín de Çifuentes, e que este testigo le mandó dar a bever porque se fuese, que era noche e la çibdad estava escandalisada. E que bevió el dicho Martín de Çifuentes e se fue, e salió de su casa d´este testigo. E él salido, que ovo escándalo e roydo, e se levantó este testigo e salió de su casa. E oyó deçir a Pero de Ganboa que él avía dado una cuchillada en la cabeça al dicho Martín, e que le guareçió que tenía casquete. E el golpe avía oýdo este testigo. E que este testigo e Juan de Ganboa, fermano de Pero de Ganboa, tomaron al dicho Martín e lo llevaron fasta la puerta de las casas de Rodrigo de Sosa para que fuese seguro, e que vino ende Juan de Bonilla, perayle, e le dixo al dicho

1000 Idem, fol. 102 r-v. 1001 Idem, fols. 195 r-197 v. Este documento, como otros que aparecen en este libro, está cosido boca abajo. 1002 Idem. 1003 Idem.

499 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Martín: “Dadnos la mano, que non aviades vos quistión con Pero de Ganboa”. E que le dixo que le plasía el dicho Martín, e ge la dio. E que ende acudió otro mançebo, fijo de María de la Vega, e dixo: “Non curades d´ello fasta que´l conde [de Cifuentes] entienda en ello, pues quebrantaron la tregua”. Et que entonçes el dicho Juan de Ganboa le fiso dar una buelta al dicho moço, e descreyó de Dios disiendo: “Veamos que le avedes de faser”. E que se fue el dicho moço, fijo de María de Vega, e tomó una lança e salió él, e otros con él, que estavan en el barrio, e pelearon unos con otros, e que uno fue ferido con una piedra en la frente, que no sabe este testigo quién ge la dio, ni quién es el ferido. E que este testigo despertó, e truxo al dicho Martín de Çifuentes, porque en ello non oviese más, e que esto es lo que sabe...

Hay otro testigo, Juan de Huete, pero su testimonio no aporta nada al caso. Una vez hecha la pesquisa los jurados fueron a casa del Clavero de Calatrava, en donde le encontraron reunido con el prior de Osma y el canciller. Allí, ante un escribano, se leyó la relación del suceso, y los gestores del rey Alfonso pidieron a los jurados que fuesen a la vivienda del conde de Cifuentes, y le rogaran que les entregase a Martín de Cifuentes, y a la de Fernando Núñez para que hiciera lo propio con Pedro de Gamboa. Alfonso de Silva se mostró dispuesto a cumplir lo que habían solicitado. Fernando Núñez, sin embargo, tras jurar que Pedro de Gamboa no había aparecido en su casa desde la jornada anterior, prometió que iba a buscarle. Cuando los jurados volvieron de cumplir su misión Martín ya estaba ante el clavero de Calatrava, preso bajo custodia del alguacil Fernando Sánchez de Madrid. Por ello se ordenó a un escribano que fuese a notificar a Fernando Núñez que Alfonso de Silva ya había enviado a su hombre. Todas estas medidas pacificadoras se reforzaron con la llegada del rey a Toledo. Al parecer la situación era tan tensa que el propio Alfonso tuvo que venir a la urbe en persona para calmarla. Tras entrar en ella el 30 de mayo 1004 , una vez hubo jurado los privilegios, recibió el pleito-homenaje de los toledanos. Por un momento, hasta que el monarca se fue el día 31 1005 , y en las jornadas posteriores, pareció que una relativa paz podía haber llegado a Toledo. Eso sí, la tregua puesta por los miembros del Consejo estaba obligada a convivir con las amenazas constantes a los clérigos y entre los miembros de bandos políticos opuestos, y con una violencia que cada vez era más difícil de controlar.

3.2.2.2.3. 19 de julio: se cumple la amenaza El enfrentamiento de julio de 1467 -andaba el robo de Pero Sarmiento en XIX años , dice algún documento 1006 - no fue más que el resultado de la escalada de violencia que Toledo sufrió a lo largo de la primavera de ese año, que estuvo a punto de explotar ya en abril, mes en

1004 TORRES FONTES, J., El príncipe don Alfonso ..., p. 80. 1005 Idem, p. 124. 1006 R.A.H., Colección Salazar y Castro, sig. N-44, fol. 199 r.

500 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 que el bando del conde de Cifuentes aparecía integrado por el propio conde; Arias Gómez de Silva; Juan Ramírez de Guzmán; Rodrigo Niño; el tesorero Alfonso Cota; Juan de Ribera, su hermano; Pedro Ponce; Pedro García Vázquez; Fernando Ramírez; Alfonso de Villalobos; Juan Terrín; Pedro Martínez de Carrión; Juan Álvarez; el tesorero Lorenzo Suárez Franco; Pedro Sánchez de Aguilar; Diego Ruiz de Villena; Álvaro Husillo; el licenciado Alfonso Franco; y por todos sus parientes, amigos y aliados, quedando abierta la posibilidad de ingreso a los que quisiesen sumarse a su causa. Los sucesos del verano de 1467 son bastante conocidos 1007 , gracias, principalmente, a un escrito de Pedro Gómez de Mesa, un canónigo de la catedral que relata unos hechos que él mismo vive el domingo 19 de julio de 1467, y que significan la puesta en práctica de la amenaza que meses antes había lanzado a los clérigos el mariscal Payo de Ribera, aunque con un carácter distinto. Según el cronista Alonso de Palencia, de forma paralela al aumento de los conflictos urbanos, en aquellos momentos revivió “entre los moradores de Toledo [su] antigua hostilidad, fomentada por los recelos de los cristianos nuevos y la indignación de los viejos” 1008 . Los “agentes de la discordia” procuraron hacer que resurgiera el odio. La tensión llegó a tal extremo que los conversos decidieron reunir dinero, entre todos, para crear un arsenal de armas con el que defenderse en caso de haber problemas, y lo depositaron en las casas de Fernando de la Torre 1009 ; quien, como se dijo, había sido obligado a no salir de su vivienda. El miedo de la población conversa ante la escalada de violencia que se estaba viviendo es palpable. Ella sufría con especial preocupación los asesinatos, las heridas, los insultos, los robos... Y para no quedarse solos frente a los lindos 1010 (como sucedió en 1449) los principales líderes de los cristianos nuevos procuraron adherirse a los Silva. Esta vinculación también era beneficiosa para el conde de Cifuentes. Por fin conseguía una clientela lo suficientemente cohesionada como para enfrentarse a Pedro López de Ayala. Ahora todo era cuestión de esperar el momento oportuno para hacerse con el control de Toledo.

1007 No se repetirán los hechos. La versión más extendida, siguiendo los argumentos del canónigo de la catedral, nos la da Eloy BENITO RUANO en su obra Toledo en el siglo XV... , pp. 93-98. El escrito del canónigo toledano fue publicado en Memorias de don Enrique IV... , tomo II, doc. CXLV, pp. 545-551. Una versión totalmente renovada es la que aporta Benzion NETANYAHU en Los orígenes de la Inquisición.. ., pp. 696-719. 1008 PALENCIA, A. de, Crónica de Enrique IV , Madrid, 1973, tomo II, libro IX, década I, cap. VI, pp. 215 b y 216 a-b. 1009 NETANYAHU, B., Los orígenes de la Inquisición.. ., p. 700. 1010 Según John EDWARDS ( La España de los Reyes Católicos… , p. 89) los conversos apoyaban a Enrique IV y los cristianos viejos a Alfonso. Sin embargo, los apoyos de unos a otros eran muy coyunturales, y estaban profundamente condicionados por el contexto inmediato.

501 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Aparentemente, la revuelta de 1467 estalló por un nuevo entredicho. Alvar Gómez de Ciudad Real (de los Silva) se entrometía a tomar los diezmos, primicias y otras rentas eclesiásticas de la villa de Maqueda (Alfonso le había entregado la posesión de esta villa en 1465), y ordenó que apaleasen a ciertos arrendadores porque intentaban recibir unos tributos pertenecientes a la catedral toledana. Ante este hecho, los canónigos decidieron poner un entredicho tanto sobre Maqueda como sobre la ciudad del Tajo. La lectura del documento en el que la pena se hacía pública en presencia de Alvar Gómez, después de la misa mayor del domingo 19 de julio de 1467, generó un gran revuelo. Alvar y el vicario Fernando Pérez de Ayala, hermano de Pedro López de Ayala, se enzarzaron en una disputa verbal. A pesar de ello, se llegó a un acuerdo. Alvar Gómez entregaría a su alcaide Fernando Escobedo, tal vez el poseedor de la fortaleza de Maqueda que agredió a los arrendadores, para encerrarle en la cárcel arzobispal de la urbe, y daría una fianza de 10.000 doblas para pagar la ynjuria sufrida por el deán, debido al apaleamiento. A cambio se levantaría el entredicho. Todo iba a quedar en un altercado sin importancia. Pero Fernando de la Torre 1011 , converso integrante del bando de los Silva, impidió la reconciliación (¿acaso ya le habían permitido que saliera de su casa?), al convencer a Alvar para que no firmara el acuerdo. Las negociaciones quedaron suspensas. Alvar Gómez y Fernando de la Torre se marcharon de la catedral y volvieron al cabo de una hora. Según Pedro Gómez de Mesa 1012 , entraron por la Puerta del Perdón con otros hombres y las espadas desenvainadas, resguardados por corazas, gritando: “¡Mueran, mueran, que no es esta eglesia, sino es congregación de malos e de viles!”. Dieron de golpes al clavero catedralicio, Pedro de Aguilar, hasta asesinarle, mataron además a otro e hirieron a muchos más. Este día, sin embargo, no hubo más violencia, aunque los datos son contradictorios. Eloy Benito Ruano defiende la visión de los hechos dada por el canónigo Mesa, mientras que Benzion Netanyahu explica el altercado de forma distinta. Parece ser que las primeras negociaciones de Alvar Gómez se rompieron al entrar en la catedral Fernando de la Torre, quien le presionó para que rechazase el acuerdo e iniciara el tratamiento de unas nuevas condiciones. Hasta ese momento el problema se debía a la intromisión ilegal de un dirigente de la ciudad de Toledo (Alvar Gómez era alcalde mayor “extraordinario”, como ya se dijo), dueño de Maqueda, en el cobro de unas rentas que no eran

1011 Una relación del acontecimiento que se conserva en la Real Academia de la Historia afirma, tal vez de forma exagerada, que Fernando de la Torre tenía de su parte a 4.000 hombres de pelea para cumplir su objetivo: R.A.H., Colección Salazar y Castro, sig. N-4, fol. 199 r. 1012 Para más detalles sobre los hechos véase: BENITO RUANO, E, Toledo en el siglo XV... , pp. 93-98; y NETANYAHU, B, Los orígenes de la Inquisición... , pp. 696-719.

502 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 suyas, y al apaleamiento de aquellos que legítimamente debían cobrarlas. Pero, al igual que pasó en 1449 con Alonso Cota, Fernando de la Torre era converso, como lo eran buena parte de los integrantes del bando de los Silva. Así, se dio pie al inicio de otro movimiento social contra los cristianos nuevos, esta vez no vinculado a una supuesta defensa de la justicia por parte de la “comunidad” (como en 1449), sino a una lucha abierta de bandos. Sería muy ingenuo pensar que Fernando de la Torre no se movía por intereses políticos, contando con el respaldo del conde de Cifuentes y de los cabecillas de su bando 1013 . Fernando Pérez de Ayala era hermano del alcalde mayor, del líder del grupo oponente, mientras que Alvar era uno de los integrantes más destacados del de los Silva. El enfrentamiento daba la posibilidad a éstos de iniciar el ataque armado contra sus rivales políticos que no había podido desarrollarse unos meses antes. El bando del conde de Cifuentes se presentaba mucho más cohesionado que en décadas pasadas. Ahora sí tenía los apoyos sociales y políticos suficientes para desplazar del poder a los Ayala. Si bien, su derrota manifestó que había infravalorado el poderío de sus rivales. Dos días después, el martes 21, sonaron las campanas de algunas parroquias. De nuevo el sonido que anunciaba el inicio de la violencia colectiva. Los clérigos de la catedral decidieron tomar las armas y llamaron a sus vasallos de Ajofrín para que vinieran a defender la Iglesia. Se iniciaba una autentica guerra en la urbe entre los conversos, dirigidos por el conde de Cifuentes, y los cristianos viejos bajo el mando de los canónigos y de Pedro López de Ayala. Según Pedro Gómez de Mesa, en la lucha intervinieron más de mil individuos, y los cañonazos lanzados por los cristianos nuevos contra las puertas de la catedral hirieron a más de cien hombres. Las peleas callejeras serían muy cruentas. En una de ellas, un grupo de judeo-conversos capitaneados por Alfonso Franco mató a cinco individuos del bando contrario, hasta que el capitán cayó presa de los cristianos viejos que lideraba un tintorero. Éstos, el primero Fernando “ el thenor ” (según algunos documentos 1014 ), prendieron fuego a unas viviendas de la parroquia de La Magdalena, en las que vivían muchos conversos, tras un pequeño incendio provocado por los del bando de Silva en unas casas de la catedral. Según el canónigo Gómez de Mesa, las llamas, que se iniciaron en la calle de la chapinería, destruyeron más de 1.600 edificios, en los que habitaban unas 4.000 personas, y durante la pelea mataron a 36 cristianos viejos, y de los conversos “cuatro tantos” 1015 ; es decir, 144. Más allá de estas cifras, lo cierto

1013 PALENCIA, A. de, Crónica de Enrique IV... , tomo I, libro 9, década I, cap. VI, pp. 215 b-216 b. 1014 R.A.H., Colección Salazar y Castro, sig. N-4, fol. 199 v. 1015 Memorias de don Enrique IV de Castilla ..., tomo II, doc. CXLVI, pp. 545-551, en concreto p. 551.

503 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) es que los daños para los miembros del bando de los Silva, en particular, y para los conversos, en general, debieron ser tremendos. El enfrentamiento con las armas, la quema y el posterior saqueo del barrio incendiado, en donde muchos tenían sus casas, dejaron a buena parte de ellos en la pobreza. Y si los daños no fueron aún mayores fue por la actitud de algunas personas que se negaron a participar en el conflicto, y acogieron a los cristianos nuevos en sus viviendas, en conventos o en monasterios 1016 . Una vez calmados los enfrentamientos se inició la persecución contra los conversos, sobre todo contra los que habían tenido un papel relevante en la lucha, actuando como capitanes de los grupos armados que antes se enfrentaban en las calles a los lindos . Ahora bien, la represión sobre el bando de los Silva en ningún caso fue indiscriminada. El conde de Cifuentes, por ejemplo, viendo que las posibilidades de triunfo de su grupo se deshacían, decidió ponerse bajo el amparo del monasterio de la Trinidad, y luego, a requerimiento de los principales dirigentes del bando oponente, fue desterrado con Alvar Gómez, a quien habían advertido que de quedarse en la urbe iba a morir 1017 . No todos tuvieron la misma suerte, tal y como muestra el asesinato de Fernando de la Torre, clave, sin duda, para entender el sentido que la “violencia comunitaria” albergaba. Pretendía huir de Toledo el miércoles 22 de julio por la noche cuando fue capturado por unos guardias de la collación de Santa Leocadia. Para sus parroquianos esta captura, además de un mérito, podía significar un seguro. Si se le hacía justicia con eficacia y publicitaban el acto, los de la collación quedarían públicamente vinculados a los cristianos viejos que ostentaban el mando en esos momentos, lo que deslegitimaría cualquier actuación represiva (los vecinos de Santa Leocadia, sobre todo, ayudaron a los conversos para que los daños que recibieran no fuesen mayores 1018 ) que se pudiera lanzar contra ellos. Por esto, la justicia fue sumaria y el castigo inminente. Los guardias llevaron a Fernando de la Torre al campanario de su iglesia. Mientras subían a lo alto al preso, él, pensando que iban a dejarle allí encerrado, les exhortaba diciendo que pagarían un rescate por su libertad... De nada sirvió. Hicieron que se desnudase, y, tras rodear su cuello con una cuerda que estaba atada en su otro extremo a los maderos de las campanas, le tiraron desde lo alto del campanario, quedando ahorcado por fuera, para que todos lo pudieran ver. Así amaneció el jueves 23.

1016 NETANYAHU, B., Los orígenes de la Inquisición..., p. 710. 1017 Memorias de don Enrique IV de Castilla... , tomo II, doc. CXLVI, pp. 545-551. 1018 Un escrito de la Real Academia de la Historia dice que el robo no fue tan grande como en época de Pedro Sarmiento porque algunas parroquias no robaron ni dieron lugar a que otros robasen; señaladamente la parroquia de Santa Leocadia. Es posible que para librarse de cualquier sospecha ante esta actitud los parroquianos de Santa Leocadia decidieran matar de forma pública y rotunda a Fernando de la Torre cuando le apresaron: R.A.H., Colección Salazar y Castro, sig. N-4, fol. 200 r.

504 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Colgar un cadáver del campanario de una iglesia guardaba un simbolismo extraordinario 1019 . En las connotaciones mentales de la época las torres eran construcciones arquitectónicas dirigidas hacia el cielo, más cercanas al reino celestial. Al subir allí a las personas ajusticiadas por la comunidad urbana se hacía público un sacrificio a Dios, y los campanarios actuaban como altares donde se le ofrecían los cuerpos de sus enemigos (sus ánimas estaban en el infierno), de esos “aliados del mal” que se integraban en la societas christiana con el fin de destruirla 1020 . Cuando lo observaron los de la parroquia de San Miguel el alto fueron conscientes de los beneficios que, para el conjunto parroquial, podía tener un asesinato colectivo como ese, y acordaron matar al hermano de la victima de Santa Leocadia, llamado Álvaro, al que habían apresado el día anterior. Resolvieron ahorcarle en un lugar público, de unas barandas situadas en la Plazuela del Seco. Así quedaban ajusticiados dos cabecillas de la revuelta. No obstante, su asesinato se vinculaba a la justicia realizada por los parroquianos de dos collaciones, Santa Leocadia y San Miguel, y no a un sentimiento comunitario que abarcara a toda la población, como sucedió en 1449. Por ello, se decidió descolgar los cuerpos y llevarlos a la plaza de Zocodover, donde todos pudieran ensañarse con las víctimas “de la comunidad”. Al acto de descolgar los cadáveres vino mucha gente, según el canónigo Pedro Gómez de Mesa. Una vez con los muertos en sus manos -al menos en el caso de Fernando de la Torre desnudo en carnes, ençima de un asno, e bocayuso (es decir, bocabajo) e atravesado 1021 - los llevaron a la plaza de Zocodover sobre dos asnos, en medio de una gran multitud de personas, mientras delante un pregonero gritaba:

“Esta es la justiçia que manda façer la comunidad de Toledo a estos traidores, capitanes de los conversos hereges, por quanto fueron contra la Iglesia. Mándalos colgar de los pies cabeza abajo: quien tal face, que tal pague”

Este pregón es revelador del sentimiento comunitario que se desarrolló en el conflicto de 1467. Seguía los preceptos marcados en 1449, aunque esta vez, lejos de reivindicar una

1019 En la memoria colectiva quedaron referencias a este hecho. En la ciudad de Toledo, el 16 de noviembre de 1489, los inquisidores hicieron información sobre el pasado de Fernando de la Torre el que ahorcaron . Fue acusado de cometer delito de herejía, e fue hereje e apóstata judayzado, e como tal murió, e yncurrió en sentençia de excomunión mayor, e confiscaçión e perdimiento de todos sus bienes : A.H.N., Inquisición, leg. 185, exp. 16. El 15 de mayo diez personas votaron de concordia que se declarase por hereje . Le condenaron, estando ya muerto, por los siguientes delitos: dio aceite para la sinagoga, dio limosna para los judíos pobres, creía en la ley de Moisés y rezaba oraciones de judíos, cumplía los preceptos del sábado, comía carne de la sinagoga de los judíos porque era degollada por sus ceremonias, comía con judíos sus manjares, los sábados se vestía ropas limpias, le dijeron que se fuese de la ciudad tras el altercado de 1467 y dijo que el Dios de Israel le ayudaría, dijo que se quería tornar judío... (Idem, fol. 11 r-v). 1020 Véase en este sentido: MACKAY, A. y MICKENDRICK, G., “La semiología y los ritos de violencia: sociedad y poder en la Corona de Castilla”, E.E.M ., 11 (1988), pp. 153-165. 1021 R.A.H., Colección Salazar y Castro, sig. N-4, fol. 200 r.

505 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) justicia basada en la defensa de los privilegios ciudadanos, se vinculaba directamente con una interpretación radical del cristianismo y de la “pureza” religiosa de la comunidad toledana. Los que iban caminando detrás de los asnos conformaban la “comunidad de Toledo” que se atrevía a hacer justicia por sí misma, sin intermediación de ninguna otra instancia judicial, legitimándose en un sentimiento de defensa de la Iglesia en general, y de la toledana en particular. La violencia colectiva se vinculaba a la justicia comunitaria, y ésta a la esencia de la comunidad urbana, de tal forma que el rechazo de la primera significaba una negación de la segunda y la exclusión de la última. En realidad, lo que los lindos hicieron no fue más que aplicar de forma rigurosa lo que las leyes de las Partidas de Alfonso X afirmaban, según las cuáles el que entrara en una iglesia 1022 :

“...e firiesse o matasse a alguno de los clérigos e de los legos que ý estoviessen oyendo las horas, si ante juez seglar fuere acusado e vencido, o conociesse que lo fiziera, deve morir por ello. Essa misma pena deve aver qualquier que ý matasse algunos dellos no diciendo las horas...”

Los cuerpos de las víctimas permanecieron colgados por los pies dos días en la plaza de Zocodover. Todo el que pasaba a su lado los escupía, los daba cuchilladas 1023 , los golpeaba. Como dicen Angus Mackay y Geraldine Mickendrick, esto obedece a una forma de violencia ritual en la que la agresión se utiliza como lenguaje. Lo sucedido con los hermanos de la Torre debe interpretarse como un “texto” escrito en caracteres violentos que hay que leer para comprenderlo de forma correcta, yendo más allá del aparente irracionalismo que se expresa en la agresividad 1024 . Es interesante observar cómo en la mano derecha de Fernando de la Torre los cristianos viejos atan un papel con los delitos que según ellos había realizado, para dejar más claro el texto semiológico exhibido en la violencia desarrollada hacia ese cadáver. En la agresividad extrema no se expresaba una violencia irracional, sino todo lo contrario. Los que agredían los cadáveres estaban seguros de actuar de manera legítima, y pensaban que el castigo ejecutado en su nombre era el correcto; aquél que no había podido ejecutarse por la negligencia de quienes debían haberlo hecho. La violencia pública significaba “honestidad” y “legalidad”, mientras que el asesinato secreto o la ocultación del cadáver se hubiera entendido como un acto depravado. Con sus cuchilladas y con sus golpes a los muertos los vecinos se estaban

1022 Las Siete Partidas, glosadas por el licenciado Gregorio López , Salamanca, 1555 (Edic. facsímil, Madrid, 1974), Partida I, título XVIII, ley IX, fols. 132 v-135 r. 1023 “...quantos passavan le davan cuchilladas y espingardadas, tanto que el un braço con una parte del quarto derecho tenía en tierra, con un scripto en la mano atado, de cosas que dezían que havía dicho o fecho”: BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV.. ., p. 98. 1024 MACKAY, A. y MICKENDRICK, G., “La semiología y los ritos de violencia...”, pp. 154-158.

506 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 identificando con la ciudadanía y su acción judicial. En definitiva, estaban dándose una identidad como integrantes de la “comunidad cristiana”, verdaderamente cristiana, de Toledo.

Lugares del ahorcamiento de los hermanos “De la Torre”. Fernando murió ahorcado en el campanario de la iglesia de Santa Leocadia; Alfonso en “unas barandas” de la plazuela del Seco, situada junto a la iglesia de San Miguel. Los cadáveres de ambos fueron maltratados durante varios días en la plaza de Zocodover

El hecho de colgar los cadáveres por los pies ayuda a esta identificación, ya que tiene ciertas connotaciones satánicas, de inversión, como si de un mundo al revés se tratara 1025 . El sujeto que yace colgado por los pies no es visto como un simple criminal, sino como alguien satánico, cuyos crímenes amenazaban las bases de la sociedad y de la Iglesia. Los hermanos de la Torre jamás habían sido cristianos, sino falsos conversos que deseaban destruir el cristianismo; ésta es la idea que subyace tras la violencia cruel. Así, la mutilación de los cadáveres debe entenderse como un rito para purificar a la comunidad (a la “Iglesia militante”), y por eso tras las agresiones a los cuerpos no se permitió que fueran enterrados en un cementerio cristiano; “fechos pedazos a cuchilladas, mandaron a los judíos que los tirasen de aquella forca e los llevasen a enterrar cerca del fosario (cementerio) de los judíos”. Los conversos veían horrorizados estas muestras de violencia. Algunos decidieron armarse para poderse defender ante posibles ataques, pero los dirigentes de la ciudad no se lo permitieron; mandaron pregonar que los cristianos nuevos entregaran sus armas a los jurados de las parroquias en las que morasen ante escribano público, poniéndoles un plazo de tres días para hacerlo, bajo pena de muerte. Desde ese momento sólo podrían tener cañivetes sin punta, aunque los carniceros podrían quedarse con los canivetes y puñales que fueran necesarios para

1025 Idem, pp. 159 y 161.

507 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) su oficio 1026 . Evidentemente, los conversos no obedecieron la orden. Quitarles las armas significaba quitarles la defensa. Poco después volvió a darse otro pregón en el que se prohibía a los conversos llevar armamento, esta vez dando poder a los alcaldes, alguaciles, regidores y otras justicias para que pudieran tomárselo y llevarlos presos a la cárcel de verles portándolo 1027 . Aprovechando el pregón dado anteriormente, además, muchos ciudadanos empezaron a presionarles para que les entregasen las armas y sus bienes, ante la incapacidad de los dirigentes de la urbe para calmar la situación 1028 . No pocos cristianos nuevos decidieron irse de la ciudad, o fueron directamente desterrados. Cuando llegaban a los pueblos de alrededor no eran bien recibidos y en algunos no les aceptaban 1029 . Mientras esto sucedía, continuaban dándose los casos de violencia contra los principales dirigentes conversos del levantamiento. El 6 de agosto, por la tarde, una gran cantidad de lindos se reunió ante la cárcel en la que se encontraba encerrado Alfonso Franco, y exigieron su entrega. Días antes, el monarca, por dos veces 1030 , y el arzobispo 1031 habían pedido a los dirigentes toledanos que le soltasen. Por eso, Pedro López de Ayala, mostrándoles las cartas del rey, no quiso entregarles el rehén, diciéndoles que “bastaba ya lo fecho”. Los congregados amenazaron al alcalde mayor y a sus hombres, advirtiendo que de no ejecutar la justicia ellos la ejecutarían, y acusaron al preso de haber cometido innumerables asesinatos. Ayala les rogó, en nombre del rey Alfonso, del arzobispo de Toledo y del marqués de Villena, que no sacaran de la cárcel a Alfonso Franco y le perdonasen la vida. Mas, ante la gran multitud congregada, no pudo evitarlo. Al final sería ahorcado. El 9 de agosto apresaron en plena huída por un camino a otro líder de la revuelta, Juan Blanco, quien había sido esclavo de Fernando Pérez de Ayala hasta que logró la libertad por un pago realizado con capital conjunto de todos los conversos de la urbe. Ahora Blanco era un paje de lanza de Fernando de la Torre. Fue traído a Toledo, y aquí decidieron “jugarle a las cañas”. Dijo que deseaba morir en fe de cristiano, quizás para que le perdonasen la vida. De nada sirvió. Al día siguiente, domingo, le ahorcaron.

1026 A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 2, fol. 30 r-v. Publicado en: IZQUIERDO BENITO, R., “Datos sobre los conversos toledanos...”, doc. 4, pp. 233-247. 1027 A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 2, fol. 83 r-v. Publicado en Idem, doc. 5, p. 246. 1028 A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 2, fol. 31 r-v. Publicado en Idem, doc. 6, pp. 146-247. 1029 Pedro Gómez de Mesa compara la salida de los conversos de Toledo y su vagar por las tierras de alrededor de la ciudad, sin ser aceptados en los pueblos, a la salida de los israelitas del cautiverio del faraón: Memorias del reinado.. ., doc. CXLV, pp. 545-551. 1030 El 22 de julio de 1467 (A.M.T., A.S., caj. 5º, leg. 6º, nº, 2, doc. 12) y el 27 de julio de 1467 (A.M.T., A.S., caj. 5º, leg. 6º, n. 2, doc. 13. Publicado en: BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., docs. 38 y 39, pp. 239-240). 1031 El 27 de julio de 1467 (A.M.T., “Siglo XV”, caja 2.530, documento suelto).

508 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

En definitiva, pues, se puede afirmar que la violencia colectiva había llegado en Toledo a fines de los años 60 del siglo XV a una crudeza como la que no se recordaba desde tiempo atrás. Era una violencia que se veía pautada e inserta en un clima de agresividad social que va a mantenerse en los años posteriores, en los cuales, si bien no se detectan movimientos de represión hacia los conversos tan dramáticos, si que es posible vislumbrar un aumento de las agresiones y los conflictos banderiles, algo que no va a dejar de sacudir a la ciudad del Tajo al menos hasta varios años después de la subida al trono de los Reyes Católicos.

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3.2.2.3. TIEMPO DE CONFLICTO Entre la revuelta de 1449 y la de 1467 existen notables diferencias. Mientras que en la primera prácticamente no se detecta ningún tipo de enfrentamiento entre bandos políticos, o como mucho tan sólo la presión de antiguos linajes de la nobleza toledana para desplazar a las nuevas familias que ocupaban el poder de la ciudad, en la segunda el conflicto aparece totalmente vinculado a una lucha entre dos grupos políticamente definidos. La primera revuelta supuso un movimiento de oposición contra un grupo social culpado de provocar la “corrupción” de la religión cristiana, mientras que la segunda fue un enfrentamiento contra un grupo político que entre sus integrantes tenía una gran cantidad de conversos, lo que legitimaba la oposición en su contra no sólo mediante argumentos políticos sino también religiosos. En fin, mientras que en la primera hubo unos visos de mentalidad justiciera en la comunidad de Toledo, reivindicando una justicia que el rey negaba, en la segunda la identidad comunitaria se proyectó según los parámetros en que había quedado definida anteriormente con fuerza y, especialmente, en acontecimientos de violencia extrema. La de 1449 fue una revuelta de oposición directa al monarca; en la de 1467 ésta se dio de forma mucho más . En todo caso, la situación en la ciudad era caótica tras el enfrentamiento del verano de 1467. En él se habían desobedecido tanto las órdenes del rey Alfonso como las del arzobispo de Toledo, lo que evidenciaba la poca consideración que la “comunidad” tenía al monarca que teóricamente la gobernaba. Esto es lo que hizo que buena parte de la oligarquía (a pesar de que las crónicas señalen a María de Silva, la mujer de Pedro López de Ayala, como la inductora de la entrega de la urbe) considerase que tan sólo un nuevo posicionamiento de la ciudad bajo el mando de Enrique IV iba a traer algo de paz a Toledo.

509 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Desde la corte alfonsina se expedían cartas que buscaban calmar la situación y restituir una paz que cada vez se deseaba con más anhelo. El día 30 de julio, en una de ellas, el rey agradecía el trabajo que los dirigentes toledanos estaban desarrollado por la paçificaçión de la çibdad . Este mensaje era muy engañoso. La urbe no estaba pacificada. En las calles aún había grupos armados, y el orden público no se encontraba por ningún sitio. El optimismo en la pacificación tan sólo pretendía dar legitimidad a dos ideas también referidas en el escrito: una de ellas recordaba el grande amor e lealtad que, en teoría, siempre mostraron los dirigentes de Toledo a Alfonso, y buscaba evitar que los escándalos produjesen una desobediencia de la urbe en su contra ante su incapacidad para mantener el orden público; la otra idea, relacionada con esto, se exponía así: dedes orden de allanar las alteraçiones e escándalos, e estorvar los robos d´ella, e la poner en toda pas e sosyego como cumpla a serviçio de Dios e mío, e al pro e bien e paçificaçión d´ella 1032 . En otra carta enviada a la ciudad el día 31 de agosto los mensajes eran los mismos, aunque si cabe más directos. Alfonso agradecía la labor desarrollada para pacificar la urbe, y “rogaba” que por el amor y lealtad que le tenían se siguiera trabajando por la paz, como se había hecho hasta entonces. En su misiva el monarca también indicaba que había ordenado poner guardas, tanto en Toledo como en los campos de alrededor, para que no llegasen cartas de su adversario Enrique que pudieran contribuir a desestabilizar, aún más, la situación 1033 . Dichas medidas, sin embargo, eran complementarias a otras tomadas con anterioridad. Desde hacía meses Alfonso estaba intentado garantizarse la obediencia de Toledo mediante el establecimiento en el gobierno urbano de personas afines a su causa, que contribuyeran en la defensa de sus intereses frente a los partidarios de someterse a Enrique IV. El 25 de marzo de 1467 había concedido al jurado Álvaro de Toledo, hombre de Lope Ortiz de Estúñiga, el cargo de contador de los jurados de la ciudad, en virtud de la renuncia que de este oficio hizo en él Alfonso Pérez de Ribadeneira 1034 . El 12 de noviembre el rey ordenó que se cumpliera un escrito que había remitido a la urbe anteriormente. Al parecer, Gutierre Fernández de la Peña, regidor, fue despojado de su oficio y de buena parte de sus pertenencias cuando Alfonso llegó al trono, a causa de algunas siniestras ynformaçiones que de él fueron dichas al nuevo monarca por Juan de Medrano y otras personas. Más tarde Gutierre consiguió que el rey le considerara su sirviente, y se ordenó que le restituyesen el

1032 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., doc. 40, p. 241. 1033 Idem, doc. 41, pp. 241-242. 1034 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 67 r-v.

510 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 oficio y sus bienes. Pero nada de esto se cumplió 1035 . El rey tuvo que volver a solicitar el 12 de noviembre que se cumpliera. Unos días más tarde, el 26, Alfonso confirmaba la ración de 15 maravedíes diarios que tenía de su hermanastro Enrique Fernando de Ribadeneira 1036 . Todas estas medidas iban destinadas a ganarse adeptos dentro de la ciudad, aunque cada vez las cosas se ponían más difíciles para Alfonso. La revuelta de 1467 supuso un vuelco en lo que a los cargos políticos de Toledo se refiere: la alcaldía mayor de Alvar Gómez se entregó a Pedro de Treviño, sobrino del vicario Juan Pérez de Treviño; lo mismo sucedió con el alguacilazgo mayor de Arias Gómez de Silva, que fue a parar a manos de Tello de Guzmán, el hermano de la mujer de Lope Ortiz de Estúñiga. La escribanía mayor del Ayuntamiento que era del licenciado Alonso Franco quedó en poder de Alonso Fernández de Oseguera. Juan Terrín, hidalgo y regidor de la ciudad, perdió la custodia del alcázar, y se la concedieron a un tintorero caudaloso, Antón Sánchez. Algunos oficios de jurados y escribanías que hasta entonces habían sido ocupados por conversos pasaron a manos de cristianos viejos, al igual que sucedió con los alguacilazgos 1037 .

3.2.2.3.1. 1468-1469: el enfrentamiento imparable “Vino a trastocar todos los planes la defección de Toledo, ya infamada por tan frecuentes apostasías. A mi juicio, cayó aquella ciudad en tan funesto hábito por la maldad de los reyes, que con su perverso gobierno, mejor dicho, con la corrupción que en todo introdujeron, inspiraron osadía a los vasallos, y acarrearon humillaciones a la corona”. Así explicaba Alonso de Palencia las causas de la actitud desobediente de Toledo en la segunda mitad del reinado de Enrique IV, y el efecto que su desobediencia tuvo para el rey Alfonso 1038 . Según él, la paz no pudo reinar en Castilla por culpa de Toledo, mas su rebeldía era el resultado de la lucha de intereses políticos que sus habitantes estaban padeciendo desde mucho tiempo atrás 1039 .

1035 A.G.S., R.G.S., 12 de noviembre de 1467, fol. 809. 1036 A.G.S., R.G.S., 26 de noviembre de 1467, fol. 1. 1037 R.A.H., Colección Salazar y Castro, sig. N-4, fol. 200 v. 1038 PALENCIA, A. de, Crónica de Enrique IV ..., tomo I, década I, libro X, cap. IX, pp. 247 a-248 a. 1039 Dice una crónica anónima de Enrique IV que en 1468 en el lugar de Peromoro “acaesçió una cosa de gran maravilla, e fue avida por muy dura e agria señal, la qual fue que como fuese ya el tienpo de segar las çevadas e un ombre, el prinçipal de aquel lugar, fuese con sus fijos por segar una pieça suya, el primero manojo que cortó corrió dél tanta sangre que fue cosa maravillosa, e como los fijos vieron la mano del padre ensangrienta pensaron que se oviese ferido con la hoçe, e llegaron a él a gran priesa e miraron la mano, e falláronla syn ferida alguna, e tomaron el manojo de la çevada que avía segado e vieron como por cada caño salía biva sangre, donde todos los del pueblo se llegaron e segaron algunos otros manojos, de los quales ni más ni menos sangre salía que del primero, lo qual tomaron por testimonio, e lo enviaron al conde de Fuensalida a la çibdad de Toledo, donde estava”: Crónica anónima de Enrique IV de Castilla (1454-1474) , SÁNCHEZ-PARRA, Mª.P. (Edit.), Madrid, 1991, tomo II, año 1468, cap. VI, p. 261.

511 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

No obstante, la explicación al porqué del cambio de actitud de Toledo, al porqué de su vuelta a la obediencia a Enrique IV, es muy compleja 1040 . En 1468 el gobierno de la ciudad estaba en manos de cinco hombres, los mismos que la habían entregado a Alfonso en 1465: Alfonso de Silva, Payo de Ribera, Lope de Estúñiga, Pedro López de Ayala y Fernando de Ribadeneira. Los Silva, los tres primeros de esta lista, nunca dudaron en sus apoyos al rey Alfonso. Los Ayala, los dos últimos, al contrario, siempre tuvieron dudas. Tras el movimiento del verano de 1467 los tres primeros estaban desterrados, y los últimos traicionaron la causa alfonsina y se pasaron al bando enriqueño. Algo lógico viendo cómo actuaban, por mucho que según las crónicas tal cambio de actitud se debiese a la mediación de María de Silva, la mujer de Pedro López, quien intentó que Enrique IV entrase en Toledo, asegurándole que Alfonso tenía en la urbe muchos enemigos porque se negaba a legitimar los robos de bienes de los conversos por los lindos 1041 . Eso sí, esta negativa confirmó a los de Pedro López de Ayala sus sospechas: los Silva cada vez tenían más poder, y el rey Alfonso les daba la razón. Esto podía resultar peligroso a medio y largo plazo, pues Alfonso era un niño, al que le quedaba un largo reinado por delante. Esta postura suspicaz de los Ayala explica por qué entregaron a Enrique IV Toledo en junio del año 1468. Además, muchos odiaban al hombre fuerte de Alfonso -el marqués de Villena 1042 -, la llegada al trono del nuevo rey había traído el caos al sistema fiscal de la ciudad 1043 , y la imagen de un rey niño gobernado por unos nobles sin escrúpulos cada vez estaba más arraigada. Si Toledo no pudo permanecer bajo la obediencia alfonsina fue porque a la altura de 1468 existían dos bandos muy fuertes y con unas posturas irreconciliables: los Ayala y los Ribadeneira, por un lado, y los Silva y los Ribera, por otro. Que se mantuviese la paz regia en la ciudad, por aquellas fechas, era cuanto menos una utopía. Entre 1468 y 1474 las luchas de bandos se hicieron muy intensas, vinculándose cada vez más a los conflictos surgidos en la cúpula de poder político entre la nobleza y los reyes, a la hora de dirimir a quién le correspondía heredar el trono de Castilla. Los Ayala y los Ribadeneira fueron los encargados de hacer que Toledo volviese a la obediencia de Enrique IV, y eran partidarios de que la

1040 A este episodio se refiere María Dolores-Carmen MORALES MUÑIZ en su obra Alfonso de Ávila, rey de Castilla , Ávila, 1988, pp. 252-254. 1041 VAL VALDIVIESO, Mª.I. del, Isabel la católica, princesa (1468-1474) , Valladolid, 1974, p. 56. 1042 PALENCIA, A. de, Crónica de Enrique IV ..., tomo I, libro X, década I, cap. IX, p. 247 a. 1043 Durante su reinado los arrendadores de las rentas de Toledo que tenía puestos Enrique IV fueron sustituidos por otros arrendadores. Tras la vuelta de la ciudad a la obediencia enriqueña se intentó normalizar la situación. Como en los meses posteriores los individuos que tenían arrendadas las rentas urbanas del rey Alfonso no las pudieron cobrar, al no tener cartas de recudimiento, Enrique IV aceptó las condiciones de los arriendos alfonsinos ya establecidos, y otorgó los permisos para que se cobrasen, ahora en nombre suyo: A.G.S., E.M.R., leg. 16, fol. 81.

512 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 próxima reina de Castilla fuera Juana, la supuesta hija de Enrique. Los Ribera y los Silva, por su parte, siempre fieles a Alfonso, tuvieron que salir de la urbe desterrados cuando ésta volvió a situarse bajo la soberanía enriqueña, al igual que lo hizo Lope de Estúñiga. Enrique IV entró camuflado en la ciudad el 3 de junio de 1468. Para hacerlo se siguió un plan auspiciado por Pedro de Silva (de los Ayala), obispo de Badajoz y hermano de María de Silva, que consistía en meter a Enrique dentro de Toledo y llevarlo a la casa de dicho obispo que estaba junto a San Pedro Mártir. Cuando estuviera allí llamarían a Pedro López de Ayala, diciéndole que el obispo deseaba verle, y una vez todos reunidos en la casa tomarían la urbe. El mariscal Fernando de Ribadeneira era el encargado de acoger a Enrique en su fortaleza de Caudilla para que desde allí, por la noche, entrase en Toledo. A cambio quienes ayudaran a Enrique IV a poner la ciudad bajo su obediencia recibirían grandes mercedes 1044 . El plan se siguió a rajatabla y parecía que iba a tener éxito. No obstante, cuando Enrique ya estaba dentro de la urbe, dirigiéndose hacia el monasterio de San Pedro Mártir, fue descubierto por un criado de Payo de Ribera, y éste y Pedro López de Ayala repicaron la campana mayor de la catedral y las de la casa de la Hermandad para levantar al pueblo. Un nuevo episodio de violencia estaba a punto de iniciarse. Consciente de su realidad, apenas sin hombres, y temiendo una nueva explosión de violencia colectiva 1045 , Enrique IV decidió salir de Toledo ante las peticiones de los oligarcas que le eran contrarios para que lo hiciese. Entre estos oligarcas no había muchos de los Ayala, seguramente, sino más bien Silvas. Por eso, en jornadas posteriores éstos fueron expulsados y el rey volvió a entrar en la ciudad. El mariscal Fernando de Ribadeneira, que estaba preso en el alcázar por haber osado servir a Enrique IV, salió libre; y volvió a la urbe el obispo de Badajoz, que se había marchado 1046 . Una vez allí, un domingo por la tarde “alguna gente común de la cibdad” (2.000 personas dicen las crónicas), según el cronista Diego Enríquez del Castillo, “con más liviandad de poco seso que con conosçimiento de rrazón, después que uvieron comido, hallándose más llenos de vino que de prudençia, por ynduçimiento de otros tales como ellos” 1047 , se reunió delante de la casa de Pedro López de Ayala, en la que se hospedaba el rey, para pedirle la confirmación de sus privilegios y una nueva franqueza en el pago de alcabalas 1048 . Enrique IV, mostrándose muy diligente con sus peticiones, concedió lo que le

1044 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., doc. 44, pp. 244-246. 1045 ENRÍQUEZ DEL CASTILLO, D., Crónica de Enrique IV , SÁNCHEZ MARTÍN, A. (Edit.), Valladolid, 1994, cap. 110, p. 297-300. 1046 Idem, cap. 111, p. 301. 1047 Idem, cap. 112, p. 302. 1048 A.M.T., A.S, caj. 3º, leg. 4º, nº. 3. Publicado en: IZQUIERDO BENITO, R., Privilegios reales... , doc. 154, pp. 263-266.

513 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) solicitaban, dando una muestra de debilidad que en sus circunstancias, rodeado de enemigos, podía ser peligrosa. Con su comportamiento reconocía cierta capacidad de gestión política en el común. Éste, de forma independiente a sus gobernantes, y tras negociar de manera directa con el monarca, había conseguido lo que buscaba. Desde luego la conducta de Enrique IV no sería bien vista por los caballeros. Era una actitud sumisa a los deseos de la población, muy distinta a la presentada por Alfonso cuando los habitantes de Toledo le pidieron que les confirmase la propiedad de los bienes sustraídos a los conversos, y se había negado. Alfonso perdió la obediencia de la urbe por esa causa, y Enrique no estaba dispuesto a cometer el mismo error. Lo malo fue que al día siguiente, lunes, volvió a reunirse otro grupo de personas para requerir al rey, pues lo que habían acordado la jornada antes no estaba bien establecido. ¿Es que el común no reconocía a sus instituciones municipales como órganos válidos de interlocución con el monarca?. ¿Tras las revueltas del siglo XV los ciudadanos habían adquirido una conciencia colectiva que les legitimaba para tratar con el rey directamente?. Sea como fuere, esta vez la represión fue cruenta. Pedro López de Ayala y Fernando de Ribadeneira con su gente, junto con algunos alcaldes y alguaciles, entraron a caballo en medio de la multitud atropellando a muchos de los alborotadores. Algunos de ellos luego fueron azotados o les arrancaron las orejas, y otros murieron en la horca. Tras estas represalias parecía que la urbe quedaba en paz, si bien en la torre de la catedral 1049 continuaban encastillados el abad de Medina y algunos canónigos partidarios del arzobispo de Toledo y de Alfonso. Todos ellos, sin embargo, tras recibir un seguro por parte del rey para no ser castigados en caso de abandonar su postura, entregaron la fortaleza 1050 . Después de tres años de desobediencia a Enrique IV Toledo volvía a ponerse bajo su mando, pero ahora la ciudad presentaba altas cuotas de violencia que afligían a diario la vida de los habitantes 1051 , y era abrumador el control de los Ayala, encabezados por Pedro López y el mariscal Fernando de Ribadeneira. Ambos recibieron el agradecimiento del soberano con mercedes y cargos, frente al mariscal Payo de Ribera, al conde Cifuentes y a otros, que fueron desterrados. Según Luis Suárez Fernández, al entregar Toledo a Enrique IV Pedro López de Ayala, sobre todo, se convirtió en el dueño absoluto del núcleo urbano. Su servicio se premió

1049 A.C.T., A.12.1.1.17 a. 1050 ENRÍQUEZ DEL CASTILLO, D., Crónica de Enrique IV ..., cap. 112, p. 302. 1051 Alvar Sánchez Bermúdez, notario vecino de Toledo, afirma en un documento datado el 14 de julio de 1469 que recibió de Francisco Fernández de Sevilla, contador mayor del rey, 3.000 maravedíes para gastarlos en el seguimiento del pleito que vino a tratar en Sevilla con Alfonso Pérez de Pineda, prior de la Orden de Santiago, juez subdelegado del obispo de Córdoba, en nombre de los ciudadanos, regidores, jurados y otras personas de Toledo que fueron robados durante el movimiento ocurrido en 1467: A.G.S., Estado, leg. 1 (2), fol. 115.

514 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 con 1.000.000 de maravedíes en juros, la mitad de los derechos que devengara la producción de moneda en Toledo, otro juro de 90.000 maravedíes al año para su hijo (Pedro de Ayala) y el título de conde de Fuensalida, que se expidió el 20 de noviembre de 1470 1052 . De nada sirvieron las cartas enviadas por el rey Alfonso a Pedro López de Ayala 1053 , y a los dirigentes y el común de Toledo 1054 , ordenando que se mantuvieran obedientes a su causa. Tras la entrada de Enrique IV en la urbe, y la repentina muerte del rey Alfonso cuando se dirigía a ésta para pacificarla 1055 , los judeo-conversos fueron expulsados de los oficios municipales 1056 , se perdonaron los crímenes cometidos contra ellos1057 , y se encomendó la governaçión, e guarda e defensa d´esa dicha çibdad e su tierra a Pedro López de Ayala (el 4 de julio de 1468 1058 ). En adelante, en tanto que gobernador, éste iba a tener unos poderes casi absolutos 1059 . En Toledo debería cumplirse todo lo que Pedro López ordenara 1060 . El establecimiento de la gobernación tenía unos objetivos pacificadores 1061 : las personas que Ayala indicase deberían salir de la ciudad sin poner ningún obstáculo; los jurados no se podrían juntar en iglesias, ni en casas ni en otra parte, salvo en el edificio del Ayuntamiento una vez a la semana, cada sábado, tal y como estaba establecido; en sus reuniones los jurados no podrían proveer absolutamente nada, excepto en presencia de Pedro López de Ayala o de una persona que él diputase; los vecinos y moradores de la urbe, fueran de la dignidad que fueran, no podrían juntarse en sus parroquias ni en ninguna otra parte, ni con armas ni sin

1052 SUÁREZ FERNÁNDEZ, L., Enrique IV ..., pp. 390 y ss. 1053 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., doc. 43, pp. 243-244. 1054 Idem, doc. 45, pp. 246-247. 1055 Idem, doc. 49, pp. 251-252. Enrique IV comunicó a Toledo la muerte de su hermano Alfonso en una carta escrita el 6 de julio de 1468: Memorias de don Enrique IV de Castilla ..., doc. CXLVIII, p. 454. 1056 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., doc. 47, pp. 248-249; A.M.T., A.S., caj. 1º, leg. 1º, nº. 13. 1057 Memorias de Enrique IV de Castilla … tomo II, doc. CXLVI, pp. 551-553; BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV..., docs. 44 y 50 pp. 244-246 y 252-253. 1058 BENITO RUANO, E. Toledo en el siglo XV ..., doc. 48, pp. 249-251. 1059 Enrique IV regularizó las tentativas de burlar las limitaciones impuestas por los poderes urbanos mediante la implantación en las ciudades de hombres que, con la misión de “gobernarlas”, eran dotados de unos poderes casi ilimitados. Se implantaron estos gobernadores en Segovia (1468), Toledo (1468) y Écija (1969): LUNENFELD, M., Los corregidores de Isabel la Católica , Barcelona, 1989, p. 33. 1060 Sobre el papel desempeñado como gobernador por Pedro López de Ayala en este período véase: GONZÁLEZ ALONSO, B., Gobernación y gobernadores. Notas sobre la administración de Castilla en el período de formación del Estado moderno , Madrid, 1974, pp. 49 y ss. Sobre estos aspectos véase también: PALENCIA HERREJÓN, J.R., “La política de orden público de Enrique IV de Castilla: los gobernadores de Toledo”, en Actas del III Congreso Internacional de Hispanistas, Málaga-Ceuta, 1998, pp. 161-171. 1061 “...en el obsesionante clima de mediados del siglo XV, el desempeño de la gobernación se traducía sobre todo en el mantenimiento de la tranquilidad pública, se dirigía al restablecimiento del orden. Las atribuciones de los oficiales encargados de la gobernación están encaminadas básicamente a facilitar la conservación y restauración de la paz social y el control de los sospechosos de su alteración...”: GONZÁLEZ ALONSO, B., Gobernación y gobernadores ..., p. 58.

515 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) ellas, salvo siendo requeridos por Pedro López o por quien tuviera su autorización. Los que no cumpliesen estas medidas serían condenados a pena de muerte 1062 . Los Silva no se dejaron intimidar. Los primeros en desobedecer al gobernador de Toledo fueron Perafán de Ribera, hijo del mariscal Payo de Ribera, Pedro de Guzmán y Alfonso de Villalobos, todos ellos regidores del bando del conde de Cifuentes, quien entonces vivía en el destierro. Como represalia ante su desobediencia Enrique IV les condenó a que perdiesen sus oficios 1063 . Aún así, a pesar de esta actitud del rey, desde que tuvieron que irse del núcleo urbano algunos Silva nunca dejaron de intentar volver a su interior. El 18 de marzo de 1469 Enrique IV escribía una carta a los dirigentes de Toledo. En ella les comunicaba que a su noticia había llegado cómo algunas personas (léase los Silva) estaban juntas para apoderarse de la urbe, y cómo ya habían pretendido hacerlo. La situación era especialmente dramática; algunos hombres fueron condenados a muerte tan sólo por decir que los conversos iban a ser robados de nuevo 1064 . Había que poner la ciudad en el mejor recaudo posible; ésta era la única orden que dio el rey 1065 . El 17 de febrero de 1469 el conde de Cifuentes, el mariscal Payo de Ribera, Lope Ortiz de Estúñiga, Pedro Suárez de Toledo (hijo de García Álvarez), Juan de Ribera, Luis de la Cerda y Perafán de Ribera (hijo del mariscal Payo de Ribera), en nombre de todos los que seguían su partido -incluyendo a Alvar Pérez de Guzmán, al que se comprometen a amparar aunque pensaban que no firmaría su confederación 1066 -, se confederaron para mantener lo que ellos consideraban el pacífico estado de Toledo 1067 . Unas jornadas más tarde, el 23 de marzo, Enrique IV volvía a escribir al Ayuntamiento toledano. Lope de Estúñiga estaba reuniendo a gran cantidad de personas en las inmediaciones de Toledo, si bien se había comprometido a marcharse a su vivienda de Polán y a permanecer allí tranquillo cuando el rey se lo pidió. Los dirigentes urbanos estaban obligados a darle seguridad para que pudiera estar en su casa sin miedo. El monarca confiaba en que de esta forma la urbe se mantendría en paz 1068 . La amenaza de los Silva sobre los entonces poderosos Ayala, sin embargo, se fue incrementando a medida que la posición política de la princesa Isabel se iba haciendo más y

1062 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., doc. 48, pp. 249-251. 1063 Idem, doc. 50, pp. 252-253. 1064 A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 2, fol. 46 r-v. 1065 A.M.T., A.S., caj. 5º, leg. 6º, nº. 2, pieza. 21; BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., doc. 53, pp. 255-256. 1066 El conde de Cifuentes, Juan de Ribera, los mariscales Fernando de Ribadeneira y Perafán de Ribera, Lope Ortiz de Estúñiga y Diego de Ribera hicieron una confederación en 1472 con Alvar Pérez de Guzmán, señor de Orgaz: R.A.H., Colección Salazar y Castro, sig. 9/662, fol. 101 r. 1067 R.A.H., Colección Salazar y Castro, sig. 9/662, fol. 53 r-v. 1068 A.M.T., A.S., caj. 5º, leg. 6º, nº. 2, pieza. 22.

516 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 más nítida, y ellos decidieron posicionarse a su lado, al igual que antes habían hecho con su hermanastro. Tras la muerte de Alfonso, sintiéndose heredera del trono, Isabel empezó a intervenir en la vida interna de la ciudad del Tajo. Había muchas personas desterradas cuyo apoyo podía ser determinante en el futuro para hacerse con el control de Toledo 1069 . El 20 de septiembre de 1469, por ejemplo, la princesa escribía una carta a los dirigentes toledanos. Según ella, deseando junto a su hermano Enrique, el rey, que sus reinos se pacificasen e todas las alteraciones escandalosas luego se compusiesen , había firmado en Cadalso y Cebreros, en presencia de muchos nobles y prelados, un acuerdo para que ella heredara el trono. No obstante, Enrique IV parecía echarse atrás. Por eso pedía a los dirigentes de Toledo que intercedieran para que se cumpliese lo establecido, no por ella, sino por la paz de Castilla 1070 . Mientras, la represión en contra de los enemigos de Enrique IV continuaba en la urbe. Ruy López Dávalos, alcalde mayor de Toledo, fue acusado de estar conspirando contra el rey, en su total deservicio , para que la ciudad fuese entregada a ciertas personas. Dos jurados que participaron en la conspiración, Diego de Murcia y Juan Márquez, perdieron la vida. A Ruy López se le condenó a que abandonase su oficio de alcalde mayor; cargo que fue concedido a Fernando de Ribadeneira 1071 . Al tiempo Enrique IV intentaba calmar los ánimos de los que estaban en el destierro, diciendo que no intentaran entrar en Toledo por la fuerza, que él les iba a meter dentro de forma pacífica 1072 . No sirvió de nada.

3.2.2.3.2. 1470-1473: una lucha de bandos constante En 1469 se dibujó una situación que se repite de forma constante a lo largo del último lustro de reinado de Enrique IV. Mientras unos, dentro de la ciudad, se dedicaban a expulsar a sus enemigos de los oficios de gobierno, a embargarles sus bienes, en algunas ocasiones, y a impedir cualquier tipo de relación de los que vivían fuera de la urbe con los del interior, otros, los desterrados, hacían suyos los alrededores del núcleo urbano, dedicándose a saquearlos. Éstos últimos intentaron si no asediar la ciudad, algo muy costoso y a la larga problemático (tendría un efecto negativo en la población que aspiraban a dominar), si al menos entorpecer su abastecimiento con el objetivo de instituir una oposición al gobierno establecido que les beneficiase. Además, las tierras ubicadas en los señoríos de los rivales (Barcience, Villaseca y Villaluenga eran del conde de Cifuentes, y Peromoro, Huecas y Fuensalida de Pedro López de

1069 Por eso, por ejemplo, la princesa ordenó que Juan Rodríguez pudiera entrar en la ciudad del Tajo: A.M.T., A.S., caj. 5º, leg. 6º, nº. 2, pieza 17. 1070 VAL VALDIVIESO, Mª.I. del, Isabel la católica, princesa ..., doc. 22, pp. 459-460; A.M.T., A.S., caj. 1º, leg. 4º, nº. único. 1071 A.M.T., A.S., caj. 1º, leg. 8º, nº. 5 b. 1072 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., p. 111.

517 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Ayala 1073 ) eran arrasadas por el fuego. Quienes las trabajaban veían cómo los enemigos de sus señores se cebaban con sus ganados y sus escasas pertenencias. Tal vez uno de los casos más cruentos sea el ocurrido en Polán 1074 en el año 1470. Entre julio de 1468 y septiembre de 1471 Pedro López de Ayala III era el gobernador de Toledo, y contaba con el apoyo de Juan Pacheco, el marqués de Villena; por entonces, de nuevo, uno de los hombres más cercanos a Enrique IV. El marqués -así le denominaban los toledanos de la época- el 12 de febrero de 1470, ostentado ya el oficio de maestre de Santiago, llegó a un acuerdo para consolidar su influencia en Toledo con el gobernador de la ciudad, con Fernando de Ribadeneira, y con el obispo de Badajoz, Pedro de Silva. Pretendía resolver la situación en que estaban la urbe y sus alrededores actuando como pacificador, y así consolidarse como líder político de la facción del rey Enrique (tras haber estado sirviendo a Alfonso). El plan del marqués de Villena 1075 consistía en aceptar que los desterrados Juan de Silva, conde de Cifuentes III, y su tío, Juan de Ribera, entrasen en la ciudad del Tajo, y que se restituyera la paz entre éstos y los Ayala. El pacto sería sellado con un matrimonio entre el dicho Juan de Silva y Leonor de Ayala, la hija de Pedro López de Ayala III. Sin embargo, lo planeado nunca fructificó. Tras la vuelta de los Silva a Toledo pronto volvieron a surgir los enfrentamientos. Durante 1470 la tensión entre los bandos aumentó de forma considerable. El 11 de septiembre de ese año se estableció una tregua entre ellos, pero no sirvió de nada; excepto para permitir a los Silva recabar apoyos 1076 . Entonces, por orden de Pedro López, y bajo la capitanía de su hijo Pedro de Ayala, fue saqueada, a finales de septiembre y principios de octubre de 1470, una mansión del lugar de Polán propiedad de Lope de Estúñiga. Estúñiga (de los Silva) empezó por aquellas fechas a fortificar la residencia que tenía en Polán, algo que fue visto con recelo por sus enemigos en general, y por los Ayala en concreto. Éstos, aprovechando lo dispuesto por las leyes que ordenaban que no se fortificase casa alguna, no dudaron en proceder al ataque para destruir la vivienda, a pesar de que los propios Ayala se habían construido un castillo en Guadamur (más cerca de Toledo que Polán), y de que estaban concediendo licencias a las personas de su bando para que construyesen torres y

1073 FRANCO SILVA, A., El condado de Fuensalida en la baja Edad Media , Cádiz, 1994, p. 84. 1074 BENITO RUANO, E., “Incidente en Polán (1470)”, Anales toledanos , 11 (1976), pp. 5-24. 1075 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., docs. 55 y 56, pp. 256-259 y 259-260 respectivamente. 1076 PALENCIA, A. de, Crónica de Enrique IV ..., tomo II, década I, libro IV, cap. VIII, p. 24 a-b. Ante episodios dramáticos era habitual que entre los bandos se firmasen treguas. Tras la muerte de María de Silva en septiembre de 1470, en efecto, se firmó una tregua que debía reinar durante los nueve días posteriores a su enterramiento: R.A.H., Colección Salazar y Castro, sig. 9/662, fol. 84 r-v.

518 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 casas fuertes en la comarca toledana 1077 , en teoría, según ellos, para mantener la paz. Así se aprovechaban de las facultades que el cargo de gobernador concedía a Pedro López.

Castillo de Guadamur

Cuidando poco las formas, y apenas sin respetar la legalidad, Pedro de Ayala se marchó con un buen número de sus hombres a Polán con el objetivo de combatir la casa de Lope de Estúñiga. Cuando llegó al lugar en la vivienda tan sólo estaba el hijo de éste, Iñigo, junto con algunas personas. Superiores en número, y utilizando artillería, por la fuerza el grupo de los Ayala penetró en la casa, que fue víctima del saqueo 1078 . Con el botín en sus manos los asaltantes pusieron fuego a la vivienda y se marcharon al castillo de Guadamur, en donde escondieron buena parte de lo robado. Más tarde regresaron a Toledo. A los pocos días los dirigentes toledanos dieron otra orden: había que acabar el trabajo. Se enviaron nuevos individuos, armados con picos y azadones, para derribar lo que quedaba de las casas que habían ardido 1079 .

1077 BENITO RUANO, E., “Incidente en Polán...”, p. 7. 1078 Según la demanda puesta por Lope de Estúñiga, los destrozos causados superaban los 2.500.000 maravedíes; eso sin contar la responsabilidad por las muertes y heridos que se habían producido en el suceso. Ahora bien, lo más importante era la injuria que este acto suponía, que explica el desafío que más tarde lanzó Estúñiga a Pedro López de Ayala, retándole para que combatieran en un duelo. Se conservan las copias de documentos generados por las respuestas y réplicas a este desafío: R.A.H., Colección Salazar y Castro, sig. F-34, fols. 30 r-40 v. 1079 BENITO RUANO, E., “Incidente en Polán...”, p. 9.

519 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Ruinas del castillo de Polán

Unos meses después, en junio de 1471, Enrique IV escribió a los dirigentes municipales para agradecerles la situación de paz en la que mantenían el núcleo urbano bajo su servicio, según se manifestaba por el testimonio que habían enviado al monarca cuando éste les señaló cómo en la corte se dezían algunas cosas, por do paresçía que esa çibdad non estava en entera paz e sosiego . No obstante, en su carta el rey decía que iba a ir a Toledo para resolver los problemas que allí hubiese 1080 , sin duda pensando en lo problemático que resultaría el cumplimiento de la orden por aquellas fechas dada por él 1081 , desdiciéndose de lo que había establecido anteriormente: todos los jurados y escribanos 1082 que perdieron sus oficios en 1467 debían recuperarlos 1083 (y volver a Toledo si estaban desterrados 1084 ), y las personas que ahora los tuvieran habían de seguir desempeñando sus cargos, pero como dueñas de oficios

1080 A.M.T., A.S., caj. 5º, leg. 6º, nº. 3, doc. 1; BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., doc. 58, p. 262. 1081 LEÓN TELLO, P., Los judíos de Toledo ..., doc. 60, pp. 472-479. 1082 Los escribanos que recuperaron sus oficios fueron: Gómez del Moral, Juan Martínez de Canderoa, Alfonso Fernández de Oseguera “el mozo”, Juan Ruiz de Santa Olalla, Álvaro de Toledo, Gonzalo Sánchez del Castillo, Alfonso Gómez de Santa Olalla, Alfonso Fernández de Madrid, Diego de Soto, Pedro Rodríguez de Toro, Juan de Bonilla, Pedro Gómez de Ajofrín, Gómez de Gómara, Gutierre de Arévalo, Alfonso de Riaza, Juan de Ayllón, Francisco Peñalosa, Pedro de Bargas, Ruy Sánchez de Madrid, Pedro de Riolid y Alfonso Díaz de Fuensalida. Alfonso de Toledo, escribano, fue repuesto en su cargo de contador mayor de la ciudad: A.M.T., A.S., caj. 1º, leg. 1º, nº. 14 b. Para ser restituidos en sus antiguos oficios de escribanos, algunos de éstos contaron con la ayuda de personajes influyentes en la urbe: A.M.T., “Siglo XV. Cartas y varios”, caja 298, documento suelto. 1083 El día 3 de julio de 1468 Enrique IV dispuso que perdieran los oficios: A.M.T., A.S., caj. 1º, leg. 1º, nº. 13; Memorial de Enrique IV de Castilla , Madrid, 1835-1919, tomo II, doc. CXLVII, p. 253 y doc. CXLIX, pp. 555- 556; BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV... , doc. 47, pp. 248-249 y doc. 50, pp. 252-253. 1084 A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 2, fol. 44 v.

520 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 acrecentados 1085 . Esta orden, como absolutamente todas las que el monarca dio durante estos años, se legitimó recurriendo a la idea de mantener la pas e sosiego en la urbe 1086 .

JURADOS DE LAS PARROQUIAS DE LA CIUDAD EN 1471, TRAS SU REINGRESO EN LOS OFICIOS PASADO EL MOVIMIENTO DE 1467 1087

PARROQUIAS JURADOS Nº. San Andrés Juan Serrano, el bachiller Fernando Rodríguez y Esteban de Sosa 3 San Antolín Pedro de Escarramud, Juan de Jerez y Diego López de la Fuente 3 San Cebrián Pedro de Córdoba, Miguel Ruiz y Luis de Bel 3 San Cristóbal Pedro de Cueto, Diego de Segovia y Gómez García 3 San Ginés Diego de Carranza, Gonzalo Chacón y Francisco Cota 3 San Isidro Sancho Fernández, Francisco de Sosa y Luis de Vitoria 3 San Juan de la Leche Rodrigo de la Fuente, Diego de Varcárcel y Rodrigo de Montoya 3 Santos Justo y Pastor Diego Arnalte, Fernando de Segovia y Gutierre de la Fuente 3 San Lorenzo Diego de Rojas, Diego Serrano y Rodrigo del Castillo 3 San Martín Juan de Alcañices, Francisco de Loarte y Alfonso Gómez de Toledo 3 San Miguel Antonio de Valladolid, Bartolomé Panzano y Diego Terrín 3 San Nicolás Juan Ruiz Maldonado, Francisco de Langayo y Ruy Sánchez Cota 3 San Pedro Gonzalo Sánchez del Castillo, Fernando Flores y Fernando de San 3 Pedro San Román Payo Correa, Lope de Villa Real y Pedro de Vargas 3 San Salvador Diego Alarcón, Antonio Sánchez y Diego González Jurado 3 San Vicente Alfonso de la Parra, Bernardo Gaitán y Alfonso López de la Fuente 3 Santas Justa y Rufina Juan de San Pedro “el viejo”, Álvaro Husillo y Alfonso Rodríguez 3 (mozárabe) Francés Santa Leocadia Alfonso de Toledo, Juan de la Parra y Juan Gómez 3 Santa María Magdalena Alfonso de Morales, Juan Rodríguez de Alba y Luis Hurtado 3 Santiago del arrabal Alfonso de Zayas, Juan González de Santa María y Sancho Cota 3 Santo Tomé Diego de Escarramud, Fernando de la Fuente y Gutierre Aposentador 3 San Lucas (mozárabe) Pedro de Ciudad y Diego Jurado 2 San Marcos (mozárabe) Juan de San Pedro (hijo de Diego Sánchez) y Juan González de la 2 Puebla San Sebastián (mozárabe) Fernando de Oviedo y Juan Núñez “el mozo” 2 San Bartolomé de San Soles Jaime de Morales y Pedro Álvarez Damián 2 San Torcuato (mozárabe) Gonzalo de la Fuente y Gonzalo Rodríguez de Torrijos 2 Santa María la blanca (nueva 2 parroquia, caso excepcional) Diego de Toledo y Fernando Husillo Santa Olalla (mozárabe) Gonzalo Rodríguez de Segura y Juan Núñez, pintor 2 TOTAL DE JURADOS 77 JURADOS

Desde Toledo, donde ya estaba el 20 de junio de 1471 1088 , el rey estableció que Pedro López de Ayala dejase la alcaidía del alcázar y las puertas de la ciudad en manos del doctor Garci López de Madrid 1089 , al que se iba a conceder el oficio de asistente con unos poderes

1085 Idem, fols. 44 v-45 r; BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., doc. 59, pp. 262-265. 1086 ... por cuanto fue çierto et çertificado que por el bien et pas e sosiego d´esa çibdad, et por la unión et concordia d´ella, antes que la dicha mi carta de restituçión vos fuese presentada, por ser conplidero a serviçio de Dios et mío, et al bien público e paçificaçión d´esa dicha çibdad... : B.N.M., Mss. 13.110, fols. 73 r-80 v. 1087 A.M.T., A.S., caj. 1º, leg. 1º, nº. 14 b. 1088 Sobre estos aspectos véase: TORRES FONTES, J., Itinerario de Enrique IV de Castilla , Madrid, 1953. 1089 Idem, p. 113.

521 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) destacables; no tantos como a un gobernador, pero, en cualquier caso, más que a un asistente común. Por ejemplo, tendría en sus manos los oficios de alcalde mayor y de alguacil mayor, una facultad distintiva de los corregidores. Sería un asistente entonces, si bien, de hecho, iba a tener facultades propias de un corregidor 1090 . Además, para castigar al arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo, principal aliado de los Silva por aquellas fechas 1091 , Enrique IV envió a dos de sus capitanes, Juan Guillén (luego asistente de Toledo) y Cristóbal Bermúdez, quienes se encargarían, del mismo modo, de la defensa de la ciudad junto a Pedro López de Ayala 1092 y a Fernando de Ribadeneira 1093 . Bermúdez consiguió hacerse con las fortalezas de Canales y Perales 1094 , pertenecientes al prelado. En esta situación, una vez en la urbe gracias a los acuerdos alcanzados con el marqués de Villena, a finales de 1470, los Silva empezaron a mover los hilos para expulsar de ella a los Ayala; hasta que en septiembre de 1471 los cabecillas de este bando tuvieron que abandonar Toledo. Con los Ayala desterrados los Silva no asintieron a compartir su control de la ciudad con el marqués de Villena, y desde mayo de 1472 intentaron prender al que entonces era su asistente, Rodrigo de Ulloa 1095 , quien (poseyendo las mismas facultades extraordinarias que su antecesor en el cargo 1096 , Garci López de Madrid) consiguió resistir en el alcázar, cercado por sus enemigos, hasta que Payo de Ribera y Fernando de Ribadeneira -estos dos cada vez se sentían menos vinculados de los condes de Cifuentes y de Fuensalida, y empezaban a actuar de manera autónoma-, junto con el propio marqués, deshicieron el sitio y desterraron a los líderes de los Silva, de nuevo 1097 .

1090 D.T.P.H., p. 255. 1091 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., p. 112. 1092 En un pregón sin fechar, el asistente y Toledo, afirmando que Cristóbal Bermúdez y Pedro López de Ayala están robando ganado y pan a los vecinos de Toledo y su tierra, sobre todo a los de la Sisla mayor, embargan sus rentas y otros bienes al dicho Pedro López de Ayala, conde de Fuensalida, a su hijo Pedro de Ayala, a Vasco de Guzmán, a Iñigo de Ayala, a Rodrigo de Ayala, a Pedro Ruiz de Roa, a Jaime de Morales, a Fernando Pérez de Ayala “el mozo”, al mariscal Perafán de Ribera, a Diego de Ribera, a Gonzalo Gaitán, a Diego García de Toledo, a Pedro Arias Dávila, a Fernando de Valdés, a Fernando Carrillo y a Pedro Núñez de Toledo: A.M.T., A.S., ala. 2ª, leg. 6º, nº. 2, fols. 24 v-25 r. 1093 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV... , doc. 57, pp. 260-261. 1094 Existe una carta datada un 25 de mayo, pero sin señalar el año, en la que se hace referencia a las acciones de Cristóbal Bermúdez. No señala nada destacable: A.M.T, “Siglo XV. Cartas y varios, sig. 298, documento suelto. A lo que tiene que ver con este episodio se refiere de forma detenida Alonso FERNÁNDEZ DE PALENCIA en su Crónica de Enrique IV ..., tomo II, libro IV, década II, cap. I, pp. 11 a-13 a. 1095 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., p. 257. 1096 Fue nombrado asistente de Toledo desde Baeza, el 2 de junio de 1470: A.M.T., A.S., caj. 8º, leg. 8º, nº. 8. 1097 El 26 de enero de 1473 Pedro López de Ayala envió una carta para que no desterrasen a los de su bando: A.M.T., “Siglo XV”, caj. 2.530, documento suelto.

522 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

ACUERDOS ALCANZADOS POR EL BANDO DE LOS SILVA PARA MANTENER LA PAZ (1467-1475)

LUGAR Y FECHA ASUNTO FIRMANTES DEL ACUERDO Ratificación de pacto Alfonso de Silva, conde de Cifuentes II, Pedro López de Ayala, Toledo, 30 de enero firmado en 1465 a favor del señor de Fuensalida, el mariscal Payo de Ribera, Lope Ortiz de de 1467 1098 rey Alfonso Estúñiga (o Lope de Estúñiga o de Zúñiga), el mariscal Fernando de Ribadeneira, Luis de la Cerda y Juan de Ribera Toledo, 2 de febrero Confederación de amistad Alfonso de Silva, conde de Cifuentes II, su hermano Juan de de 1468 1099 Ribera, señor de Montemayor, y Ruy López Dávalos Alfonso de Silva, conde de Cifuentes II, el mariscal Payo de Toledo, 17 de febrero Confederación de amistad Ribera, Luis de la Cerda, Lope Ortiz de Estúñiga, Pedro Suárez de 1469 1100 de Toledo, hijo de García Álvarez de Toledo, señor de Oropesa, Juan de Ribera, señor de Montemayor, y Perafán de Ribera, hijo del mariscal Payo de Ribera Toledo, 11 de Confederación de amistad Juan de Silva, conde de Cifuentes III, Juan de Ribera, señor de septiembre de Montemayor, Alfonso Carrillo, señor de Pinto, y Pedrarias 1470 1101 Dávila, señor de Puñoenrostro Toledo, julio de Confederación de amistad Juan de Silva, conde de Cifuentes III, y Juan de Ribera, señor de 1471 1102 Montemayor, con el mariscal Fernando de Ribadeneira, señor de Caudilla Toledo, 20 de octubre Confederación de amistad Juan de Silva, conde de Cifuentes III, Juan de Ribera, señor de de 1472 1103 Montemayor, Lope Vázquez de Acuña, Alonso Carrillo y Pedrarias Dávila Toledo, 1472 1104 Admisión de un nuevo Juan de Silva, conde de Cifuentes III, Juan de Ribera, el mariscal miembro al bando de los Fernando de Ribadeneira, el mariscal Perafán de Ribera, Lope Silva Ortiz de Estúñiga, Diego de Ribera y Alvar Pérez de Guzmán Toledo, 24 de mayo Confederación de amistad Pedro López de Ayala, conde de Fuensalida I, su hijo Pedro de de 1475 1105 Ayala, Juan de Silva, conde de Cifuentes III, Juan de Ribera, señor de Montemayor, y Aldonza Carrillo.

Es posible que el intento de los Silva de capturar al asistente en mayo de 1472 fuera una represalia ante las gestiones del marqués de Villena para hacerse con el control de Toledo, en contra de los propios Silva, a quienes no deseaba ver dominando la urbe. Éstos iniciaron una dura presión para controlarla a finales de 1471, que culminó en la primavera del año 1472. El asistente, Rodrigo de Ulloa, tuvo que refugiarse en el alcázar. En su defensa, el marqués de Villena, Payo de Ribera, Fernando de Ribadeneira y algunos clérigos se hicieron fuertes en ciertas iglesias y en la catedral, y, en nombre de Enrique IV, empezaron a combatir al conde de Cifuentes y a los suyos; quienes fueron derrotados, y acabaron yéndose al destierro 1106 .

1098 R.A.H., Colección Salazar y Castro, sig. K-37, fol. 36 r-v. 1099 Idem, fol. 45 r-v. 1100 Idem, fol. 52 r-v. 1101 Idem, fols. 83 r-v y 84 r-v 1102 Idem, fols. 92 r-v y 92 v-93 r. 1103 Idem, fol. 100 r-v. 1104 Idem, fol. 101 r. 1105 Idem, fol. 123 r-125 v. 1106 Se desconoce la fecha exacta en que salieron al destierro. Eloy BENITO RUANO no se refiere a esta fecha (Toledo en el siglo XV ..., pp. 117-119) ni tampoco Juan Ramón PALENCIA HERREJÓN (D.T.P.H., pp. 133 y ss.). No obstante, ciertos indicios apuntan a que ya a finales de 1472 los Ayala estaban al frente de Toledo.

523 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

Desterrar a los Silva no fue fácil. Los jurados estaban afligidos con la postura tomada por Enrique IV frente a dos de sus compañeros, Diego de Toledo y Francisco Núñez, a los que se acusaba de haber cometido fraude en el pago de las rentas reales 1107 . El monarca estaba dispuesto a juzgarlos fuera de la urbe, violando los privilegios que los jurados tenían, a pesar de las apelaciones de la reina Juana 1108 y de la princesa Isabel 1109 al mantenimiento de la paz en todos los actos. Además, el rey contaba con muchos detractores en la urbe. Por esta razón, el marqués de Villena, y los que estaban de parte de Enrique IV en aquel entonces, partidarios de los Ayala, decidieron recurrir a la fuerza para oponerse a los Silva. El deán de Sevilla, Juan de Morales, y el prior de Aroche, Francisco de Palencia, ambos canónigos de la catedral y hombres del marqués, se hicieron fuertes en la sacristía de la iglesia de los Santos Justo y Pastor (denominada yglesia de San Justo ) con mucha gente de armas, lo que impedía a los clérigos decir en ella las horas litúrgicas 1110 . El 20 de mayo de 1472 los miembros del Cabildo catedralicio diputaron a cuatro de sus integrantes, el bachiller Alonso García, Ruy López de Santiago, Andrés Martínez de Cabrejas y el bachiller Diego Gómez de la Cámara, para que fueran a requerirles que la dejasen libre con el fin de que todos pudieran cumplir con su labor religiosa. Al llegar a San Justo habló en nombre de su Cabildo Alonso García, y les requirió que desocupasen la iglesia para que pudieran cumplirse los preceptos religiosos, y porque los encastillados sabían que el sagrario de ese edificio y sus capillas albergaban muchas joyas y ornamentos que, si ovyese ruydos , podrían ser robados. Además, los canónigos manifestaron su miedo a que, debido a su presencia en la ciudad, se pudiese producir un incendio como el que afectó a las casas de la catedral en 1467 (causado por los Silva y los conversos), antes de que se desarrollase el gran incendio del barrio de La Magdadalena. Por todo ello les pidieron que, guardando el servicio de Dios y de la Iglesia, ellos pusiesen gran recabdo e guarda en las dichas cosas, e diesen lugar a que las horas e oficios divynos se dixesen en la dicha sancta eglesia, e el dicho sagrario e capillas fuese guardado ... Los encastillados contestaron a los del Cabildo catedralicio diciéndoles que allí estaban con ellos el obispo de Badajoz y el marqués de Villena, y que iban a decírselo para ver lo que se debía hacer. Pasada una hora llegó la respuesta: ellos (los encastillados), como criados e fechura del rey nuestro señor, veyendo que la semana pasada se tomavan las puertas de la

1107 A.M.T., “Este libro es de traslados...”, Sección B, nº. 120, fol. 107 v y 175 r. 1108 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., doc. 61, pp. 266-267. 1109 Idem, doc. 60, p. 266. 1110 A.C.T., Actas capitulares, Libro 1º, desde el 13 de agosto de 1477 al 27 de mayo de 1490, fols. 46 v-47 v. Publicado en: LOP OTÍN, Mª. J., El Cabildo catedralicio de Toledo en el siglo XV..., doc. 13, pp. 509-510.

524 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

çibdat e combatían el alcáçar d´ella , entraron en la iglesia de San Justo para ayudar al alcaide y a la persona del monarca en la urbe, el asistente Rodrigo de Ulloa, y así permanecerían hasta que todo se calmase. En cuanto al rezo de las horas litúrgicas, cuando los canónigos quisieran venir a orar al templo, les abrirían las puertas para que lo hiciesen, encargándose, además, de que la iglesia no fuera robada. En lo referente a un posible incendio de las casas de los canónigos si se produjeran conflictos, les advirtieron que los dichos sennores deán e cabilldo pusiesen guardas, e las tomasen [las casas de la catedral], por que d´ellas la dicha eglesia, e ellos, e las gentes que en ellas tenýan no resibisen danno de sus contrarios ... Por lo que se ve, al final hubo algunas peleas callejeras, y los del conde de Cifuentes fueron derrotados. En junio de 1472 Enrique IV vino a la urbe a poner paz. Con los Silva en el destierro, el orden público entonces estaba restablecido, y el monarca puso las fortalezas en posesión de García de Busto. Éste y el asistente Rodrigo de Ulloa dirigieron en el verano de 1472, en teoría, el gobierno de la ciudad. En la práctica sus acciones estaban muy mediatizadas por los intereses de los Ayala, y la actuación de éstos por los del marqués de Villena. Por eso en septiembre de 1472 Juan Osorio, un acólito de éste último, recibió las fortificaciones urbanas; menos de dos meses después de que Enrique IV se las diera a García de Busto 1111 , y tras haber hecho pleito-homenaje para tenerlas en nombre del marqués. Ya el 21 de agosto tomó la posesión de las fortificaciones. Este cambio de alcaide es una evidencia más de la situación que vivía Toledo en esos momentos. El individuo que de hecho la controlaba era el marqués de Villena. La entrada de los Ayala en la urbe, por estas fechas, se logró gracias a un nuevo pacto firmado entre ellos y el marqués, a pesar de que por culpa de un primer pacto con éste habían sido expulsados en septiembre de 1471. Además, como la primera alianza, ésta segunda tenía contrapartidas (en la primera era que los Silva entrasen en la urbe): el mariscal Fernando de Ribadeneira debía permanecer fuera de Toledo, porque el marqués deseaba que Pedro López de Ayala gobernase la ciudad del Tajo de forma individual bajo su mando 1112 . Con la entrada en Toledo de los Ayala 1113 surgieron dos graves problemas. Por una parte, los Silva, desterrados, comenzaron a atacar la ciudad desde fuera de sus murallas, y los dirigentes municipales respondieron lanzado una contraofensiva frente al arzobispo toledano. En estos momentos la lucha por el control de los castillos de Canales y Perales se convirtió en

1111 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., docs. 62, 63, 64, 65 y 66, pp. 267-271. 1112 FRANCO SILVA, A., El condado de Fuensalida... , Cádiz, 1994, p. 84. 1113 Enrique IV pedía a los dirigentes de Toledo que acataran lo que el conde de Fuensalida mandase, porque era una persona que estaba en su servicio, el 10 de agosto de 1473: A.M.T., A.S., caj. 5º, leg. 6º, nº. 3, pieza 8.

525 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) centro neurálgico del conflicto 1114 . Enrique IV, mientras, con el objetivo de alcanzar una paz al parecer lejana, prometía ir a Toledo, al tiempo que enviaba al marqués de Villena a la urbe para que personalmente se encargara de mantener la paz 1115 , y que pedía a los del bando de los Silva que devolvieran lo que estaban tomando en sus saqueos 1116 .

Restos del castillo de Canales, situado en las proximidades de Recas

Por otra parte, el mariscal Fernando de Ribadeneira reaccionó de forma airada ante su marginación de la cúpula del poder, y aprovechando el desagrado que producía en Toledo la figura del marqués de Villena, quien tutelaba la gestión política de los Ayala 1117 , encabezó a un grupo de insurrectos que, con él, el deán de Sevilla, Juan de Morales, y el prior de Aroche -todos antiguos servidores de Juan Pacheco, “el marqués”- al frente, levantaron en armas a la población 1118 , y volvieron a expulsar a sus antiguos correligionarios 1119 . Diego de Ribera,

1114 BENITO RUANO, E., “Canales y Perales. Un episodio de las rebeldías del arzobispo Carrillo”, A.E.M ., 2 (1965), pp. 377-398. 1115 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., docs. 70, 71, 72 y 73, pp. 276-278. 1116 A.M.T., “Siglo XV”, caja. 2.530, documento suelto. 1117 En abril de ese año, sin embargo, la actitud de Fernando de Ribadeneira nada hace suponer que actuaría así, ya que se muestra partidario de las acciones políticas del marqués de Villena, como se observa en esta misiva suya: ... enbió [Juan Pacheco] al Señor don Alfonso, su fijo, con çierta gente para defensión d´esta noble çibdad et de todos nosotros, señores, lo qual lo devemos tener en merçed, pues tanto cargo su señoría tiene d´esta noble çibdad e de todos nosotros ...: A.M.T., “Siglo XV”, caja 2.530, documento suelto. 1118 Según Alonso FERNÁNDEZ DE PALENCIA, en este levantamiento tuvo mucho que ver la irritabilidad de la “plebe” ante las novedades que vivía su urbe, y ante la postura de los nobles: Crónica de Enrique IV ..., tomo II, década I, libro IV, cap. VIII, p. 24 a-b.

526 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474 entonces dueño del alcázar en nombre del marqués, perdió su alcaldía 1120 . Desde ese momento los Ayala, expulsados de la urbe sin apenas haber tenido tiempo para asentarse en ella 1121 , empezaron a combatir con todas sus fuerzas a la ciudad, lo que produjo un serio problema de desabastecimiento que contribuyó (junto con las devaluaciones monetarias realizadas en esas fechas) a aumentar los precios 1122 . Sintiéndose en la obligación de venir a Toledo para frenar su crítica situación, como había prometido, y tras haber ordenado en octubre que se firmara una tregua ante el conde de Saldaña para impedir que el desorden siguiera adelante 1123 , Enrique IV llegó a la ciudad del Tajo en noviembre de 1473. En esos momentos el asistente de la urbe, fray Arias González del Río 1124 , estaba en una posición de total debilidad (Juan Ramón Palencia Herrejón habla de “paz precaria” 1125 al referirse a estos años). Los Ayala estaban fuera del núcleo urbano y eran impopulares, a pesar de los intentos que realizaron para mantenerse como “dueños” de la urbe 1126 , y los Silva, también desterrados, eran claros seguidores del arzobispo Carrillo y de la ocupación del trono castellano por la infanta Isabel 1127 -enemigos, por tanto, de Enrique IV y de su postura política a favor de que el trono fuera heredado por su hija Juana-. Además, enfurecidos, los Ayala establecieron una confederación integrada, entre otros, por el mariscal Perafán de Ribera, Álvaro Pérez de Guzmán y García López de Padilla (excluyendo de ella a Fernando de Ribadeneira 1128 ), y saquearon la comarca toledana con una crudeza inusitada 1129 .

1119 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., p. 117. 1120 En una carta dirigida por los Ayala a los dirigentes de Toledo, en septiembre de 1473, advertían que a pesar de que quienes cercaban el alcázar decían que estaban sirviendo al rey, éste non puede ser bien servido quando los suyos están maltratados e çercados en su alcáçar e casa real, conbatiéndola de cada día . En la misma carta se afirmaba que el verdadero servidor de Enrique IV era el conde de Fuensalida, quien en tienpos pasados como en los presentes, e estando fuera d´esa çibdad dos años, fa sufrido persecuçiones e martirios por el servicio del dicho señor Rey, e por sostener su bos como los mártires de la fe.. .: A.M.T., “Siglo XV”, caja. 2.530, documento suelto. 1121 El 26 de enero de 1473 se escribió una carta dirigida a los gobernantes de Toledo. En ella no se señala si está escrita por una persona del bando de los Silva o de los Ayala, pero los términos en los que se expresa son desafiantes. En nombre de los suyos, su autor dice que si se les mantiene en el destierro cambiarán de actitud. Hasta entonces, según él, habían actuado con templanza. Ahora estaban dispuestos a ronper con esa ciudad, perdiendo si fuera necesario la vida y su estado : A.M.T., “Siglo XV”, caja. 2.530, documento suelto. 1122 Según el cronista Fernando del Pulgar, llegó a valer la cocción del pan, ante la falta de leña, un maravedí (BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., p. 117). La subida de precios en la urbe no se debió sólo a esto; los problemas monetarios fueron los principales causantes de su ascenso: IZQUIERDO BENITO, R., Precios y salarios en Toledo... , pp. 140-141. 1123 A.M.T., A.S., caj. 5º, leg. 6º, nº. 3, pieza 7; BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV ..., doc. 73, pp. 322- 278. 1124 Según Eloy BENITO RUANO ( Toledo en el siglo XV ..., p. 118), el rey durante su estancia en Toledo en el mes de noviembre de 1473 puso como asistente a Garci López de Madrid. No se conserva documentación sobre este individuo a finales de ese año y a principios de 1474. 1125 D.T.P.H., pp. 148-153. 1126 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV... , doc. 72, p. 277. 1127 D.T.P.H., pp. 273-275. 1128 El documento está datado el 20 de diciembre de 1473: A.H.N., Nobleza, Frías, leg. 838, fol. 73.

527 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485)

3.2.2.3.3. 1474: los Silva en el poder Sin embargo, en la primavera de 1474 fueron Juan de Silva, Juan de Ribera, Lope de Estúñiga y otros caballeros, no los Ayala, los que consiguieron entrar en Toledo, obligando a salir del núcleo urbano a los hombres de Enrique IV. Ellos son los que levantarán los pendones por Isabel y Fernando en el alcázar cuando él muera 1130 . A principios de marzo ya tenían el control de la ciudad 1131 . El día 11 de ese mes uno de los de su bando les felicitaba por la paz (su paz) que habían conseguido que reinase en la urbe 1132 . El día 13, al contrario, era el conde de Fuensalida el que desde su castillo de Guadamur escribía a los Silva 1133 . Se quejaba de que no hubieran cumplido la tregua que habían firmado ante el conde de Saldaña, afirmando que él no estaba de acuerdo con ella, aunque se había mostrado dispuesto a acatarla para mantener la paz. En ningún caso decía que la tregua hubiera sido rota por los de su bando. Desde su punto de vista, quienes la habían quebrantado eran los Silva, al desterrar del núcleo urbano a los suyos, dando pregones públicos en su contra, y quitándoles los oficios que tenían. La carta acababa con una súplica: que se cumpliera la tregua firmada ante el conde de Saldaña. Tal y como estaban, en el destierro, para los Ayala ésa era la mejor solución. La diplomacia entre los dirigentes de la urbe y los desterrados se desarrolló con cierta intensidad a lo largo de 1474. En una carta, fechada el 7 de octubre de ese año, el conde de Fuensalida afirmaba estar atónito ante la actitud del mariscal (¿Fernando de Ribadeneira?), quien decía proceder en todos sus actos en nombre de Toledo, cuando el alcalde mayor -que era el propio conde-, al igual que el alguacil mayor -su hijo- y muchos regidores y jurados estaban fuera de la ciudad, desterrados por su culpa 1134 . De igual forma, en las cartas enviadas a los dirigentes de la urbe por el arzobispo toledano se deja notar un tono cada vez más hosco. Parece que, poco a poco, la relación que en su día tuvo con los Silva se va deshaciendo 1135 de forma paralela a su cambio de intereses, porque pronto se posicionará en el grupo político opuesto a la reina Isabel, al contrario que los Silva, siempre fieles a ésta.

1129 …començaron a guerrear la ciudad por todas partes, tanto que no les dexaban entrar provisiones algunas y estavan en estrecho... : A.H.N., Nobleza, Frías, Fuensalida, leg. 237, pieza 30. Citado en: D.T.P.H., p. 434. 1130 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV... , doc. 75, pp. 280-281; B.N.M., Mss., 13.110, fol. 97 r-v. 1131 La primera felicitación por la toma de la ciudad por los Silva documentada lleva la fecha del 10 de marzo de 1474: A.M.T., “Siglo XV”, caja 2.530, documento suelto 1132 A.M.T., “Siglo XV”, caja 2.530, documento suelto. 1133 Idem. Se trata de otro documento suelto. 1134 Idem. Se trata de otro documento suelto. 1135 En una carta enviada a los dirigentes toledanos un 28 de abril, en la que no se pone el año aunque tal vez sea de 1474, el arzobispo de Toledo dice: somos maravillado porque paresçe que, por las questiones ajenas, queréys tornar a la rotura con nos e con toda nuestra casa, syn aver causa nin rasón para ello ...: Idem. Se trata de otro documento suelto.

528 3. Un contexto a pacificar: Toledo, 1465-1474

Por otro lado, los términos en los que Enrique se había venido expresando en sus cartas a Toledo durante todos estos acontecimientos son significativos. Indican, a veces con crudeza, la opinión despectiva que el rey tenía de los Silva, y de su defensa de la postura política de su hermanastra. En una de ellas, fechada a principios de 1474, por ejemplo, el rey advertía a los dirigentes de Toledo: agora nuevamente están en fabla, e trato e consejo de dar la dicha çibdad al conde de Çifuentes e a otros cavalleros, para robar a los vecinos de ella e matar a los que por mí tienen algo de la governaçión e guarda d´esta dicha çibdad ... En efecto, el apoyo de los Silva a la causa de Isabel les convertía en enemigos políticos del soberano. Por eso Enrique IV describía la actitud del bando del conde de Cifuentes como la de unos auténticos malhechores, que se querían aprovechar de los vecinos de la urbe, sin hacer ninguna referencia a la postura política contraria a sus intereses 1136 que ellos defendían. En esa misma carta, el monarca ordenó a Pedro de San Pedro, maestresala, que se encargase de llevar a cabo una pesquisa para conocer quiénes eran los que seguían al conde de Cifuentes y a los suyos, y que tanto ellos como los que fueran culpables de intentar entregarles el control de la ciudad fuesen penados con la muerte o con el destierro 1137 . A pesar de lo rotundo de esta orden, desde la primavera de 1474 los dirigentes de la urbe apoyaban la opción de Isabel al trono castellano frente a la supuesta hija de Enrique IV, frente a Juana. Tal vez la pesquisa que debía realizar Pedro de San Pedro ni tan siquiera llegó a realizarse. Los Silva consiguieron hacerse dueños de la ciudad tras un breve cerco sobre el alcázar, en donde se refugiaron los individuos que entonces gobernaban Toledo en nombre de Enrique IV: Pedro Arias de Ávila, el deán de Sevilla, el prior de Aroche y el asistente por aquellas fechas, Juan Guillén, quien había recibido el cargo el 10 de mayo de 1474 1138 , entre otras cosas, porque era conocedor de la vida política de la urbe al haber participado junto a Cristóbal Bermúdez en su pacificación desde 1470. Cuando Isabel y Fernando se hacen con el trono a finales de 1474 Toledo está en manos de los dos cabecillas del bando de los Silva en esos momentos: el conde de Cifuentes III, Juan de Silva, y su tío, el señor de Montemayor, Juan de Ribera 1139 . Tras el alzamiento de pendones por los nuevos monarcas que ellos realizaron en la ciudad del Tajo, el 16 de enero de 1475, éstos escribían su primera misiva a la urbe agradeciendo la obediencia. La misiva venía acompañada de otro escrito que llevaba el mensajero que la traía, dirigido a los

1136 En esos momentos Enrique IV apoyaba la subida al trono de su supuesta hija, Juana, apodada por quienes eran sus enemigos “la beltraneja” 1137 A.M.T., A.S., caj 5º, leg. 6º, nº. 3, doc. 11. Publicado en: BENITO RUANO, E, Toledo en el siglo XV… , doc. 74, pp. 278-280. 1138 A.M.T., A.S., caj. 1º, leg. 1º, nº. 16. 1139 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV... , p. 121.

529 I. Los reyes y la búsqueda de la paz (1465-1485) gobernantes municipales, en el que se pedían disculpas porque los soberanos no hubiesen enviado antes una carta, afirmando que había sucedido así porque no pasaba nada importante hasta ese momento, salvo el propio alçamiento de los Reyes nuestros Señores 1140 . Por entonces la imagen de los Ayala en Toledo parecía muy degradada, y los Silva se presentaban como la principal fuerza política, vigorosamente unida a los nuevos soberanos. Isabel y Fernando supieron aprovechar esta situación: el 3 de marzo confirmaban a la urbe sus privilegios 1141 , al tiempo que ponían bajo su seguro a todos los que quisiesen venir a quejarse de los daños que les hubieran realizado tanto los poderosos u otras personas en general 1142 , como los Ayala en concreto 1143 . Sin embargo no pretendían caer en los errores cometidos por Juan II o Enrique IV anteriormente, al basar su control del núcleo urbano en el apoyo a un bando político. Lejos de marginar a los Ayala, intentaron reintegrarlos en la estructura política concejil, con el fin de dotar a la administración central de una función arbitradora de los conflictos internos de Toledo más directa que la mantenida hasta entonces.

1140 Aunque la carta está datada el 16 de enero de 1475, como la de los monarcas, en el doble exterior de la misma pone 18 de enero de 1475: A.M.T., “Siglo XV. Cartas y varios”, caj. 298, documento suelto. 1141 P.R.T., doc. 158, pp. 270-271. 1142 BENITO RUANO, E., Toledo en el siglo XV... , doc. 77, pp. 282-284. 1143 Idem, doc. 79, pp. 285-287.

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