El Senado de la Nación Secretaría Parlamentaria Dirección General de Publicaciones

(S-4450/08)

PROYECTO DE DECLARACION

El Senado de la Nación:

DECLARA:

Su homenaje y reconocimiento a Alfredo Zitarrosa, una de las cumbres de la creación y el canto populares de América, al haberse cumplido el 17 de Enero de 2009 el 20º aniversario de su muerte.

Emilio A. Rached.-

FUNDAMENTOS

Señor Presidente:

Pocos artistas son tan representativos de una época, al tiempo que la trascienden para convertirse en auténticos clásicos y referencias permanentes, como Alfredo Zitarrosa.

Este inmenso uruguayo, con ese rostro que parecía reflejar todo el dolor y la perplejidad del mundo, y dueño de un estilo austero y despojado ( por otra parte tan típico en los hijos de su bendito país ), supo plasmar magistralmente en su obra las grandes cuestiones que preocupan al hombre desde siempre – el amor, la muerte, la soledad, el desarraigo – junto al compromiso con su tiempo, el aquí y el ahora, que le dieron el rango de emblema de una generación y, también, las amargas horas de la persecución política, la censura y el exilio. Poeta, músico, cantor, periodista, locutor, cuentista , Alfredo Zitarrosa había nacido en el 10 de Marzo de 1936. La vida se encargó rápidamente de “largarle los lobos” (como diría Yupanqui) y seguramente los avatares dolorosos de la niñez y adolescencia marcaron para siempre su carácter y los rasgos fundamentales de su creación artística. En los primeros años alternaba los trajines escolares en la ciudad con largas vacaciones en el campo, en el corazón de la llanura uruguaya: de allí ese aire de milonga que predomina en sus composiciones.

Fue locutor en Radio El espectador y debutó profesionalmente en el canto en Lima, Perú, en 1964. Después lo hizo en el con tal suceso que fue invitado al entonces Olimpo del canto popular ,el Festival de Cosquín . Ya había tenido su temporada de locutor en Cordoba, ya había ganado con su libro Explicaciones el Premio Municipal de Poesía Inédita , en Montevideo y ya había empezado a escribir en Marcha, la mítica revista que dirigía Carlos Quijano y por la que pasaron los mejores intelectuales del progresismo uruguayo.

Ahora, instalado en la segunda mitad de la década del sesenta, Zitarrosa alcanza las altas cumbres del reconocimiento masivo con milongas, zambas y canciones que pasan a formar parte de lo más profundo, conmovedor y bello del inventario cultural de América Latina.

Se suceden así del olvido, Doña Soledad – “antes de ser mujer ya tuvo que ir a trabajar”-, Pa’l que se va, Adagio en mi país, Milonga por Beethoven, por vos, Vea patrón, Violín de Becho- “Becho quiere un violín que sea hombre / que al dolor y al amor no los nombre”-, Guitarra negra, y la descomunal Stefanie, entre los 110 temas que compuso e interpretó- más las recreaciones de Yupanqui, Manzi, Di Fulvio, etc.- con esa inolvidable voz, voz grave, voz de sedimentado dolor, voz que se le parecía (pocas voces se parecieron tanto a su dueño).

Su adhesión al Frente Amplio, la agrupación de la izquierda uruguaya, le valió el exilio durante los años de la dictadura, un exilio de tres etapas -, España y México- que lo mortificó terriblemente y de cuyo injusticia da cuenta en la carta que le envía al dictador Gregorio Álvarez, en Septiembre de 1982, donde aparte de declararse “artiguista y bolivariano” le expresa : “Nuestros versos seguirán rimando nuestra soledad y desamparo de hoy, nuestra victoria popular mañana, por todo el mundo, porque los hombres libres, por fin mañana, como nosotros hoy, ni siquiera necesitarán pasaporte”.

En julio de 1983 llegó a la Argentina, atravesada entonces por la esperanza cierta de la recuperación democrática, y ofreció tres recitales memorables en el estadio de Obras Sanitarias de .

Por fin, el 31 de Marzo de 1984 aterrizó en Montevideo y su regreso tuvo el tono épico de las grandes conquistas populares: miles y miles de personas coparon el Aeropuerto, el camino por donde se desplazaba a la ciudad y las calles de la capital uruguaya, en una demostración de amor y júbilo registrada pocas veces en la historia.

Años después, tal vez de manera premonitoria, escribió Pájaro rival (editado póstumamente): “Por sanar de una herida / he gastado mi vida / pero igual la viví / y he llegado hasta aquí / Por morir, por vivir / porque la muerte es mas fuerte que yo / canté y viví en cada copla / sangrada querida cantada / nacida y me fui…”

Alfredo Zitarrosa, el consecuente admirador de Beethoven y Vallejo, de Gardel, de Machado y Brecht, murió el 17 de Enero de 1989, pero - tal como él lo pidió- seguirá cantando “a nombre de su tierra”.

Al haberse cumplido hace días (durante el receso de este Honorable Senado) veinte años de su desaparición física, solicito a mis pares la aprobación de este proyecto.

Emilio A. Rached.-