...... MINISTERIO DE AGRICULTURA SBCUtON DE PUBLICACIONES, PRENSA Y PROPAGANUA a HOJAS DIVULOADORAS; ^

;': AÑO XXXVI '^, ,ENERO. 1944 i! N U M. 2

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P^^r Jos>Ĵ vr Plcaza, Arquitecto ex Presidente de la Sociedad Nacional de Norticultores de Espafia.

^^ ^f i V ^

Multi7^lica.ció•n.

E1 manzano puede reproducirse de diferentes maneras; ` pero las pr•^eferentemente empleadas son : por s^^rn^^lla, por € ac•odo y p^or irajerto. El primer procedimiento es el llamado natural, pues, ^ sin la intervención de la mano del hombre, es como aumen- ^ tan el mtmdo ve^etal innum^erables plantas, arbustos y € árboles. La multiplicación por sc;^milla tiene sus inconvenientes : y sus ventajas. P^oi• este procedimiento se reproduce la es- : pecie; pero na la variedad con la fidelídad o justeza que el € fructicult•or• pudiera ir buscando, sino que ^se dan árboles ^ capaces de dar frutos distintos clel que se destacó la si,- € miente para su reproducción, y, lo que es peor, ^en ñeneral, : frutos de inferior calidad, pequeños y de sabor inadecuadq € al consu^mo y alimentación. Desde lue^o clue nos referimos € a la reproducción con la semilla de la manza^^a, pues hay ; variedades de frutales que se multiplican con bast^nte fide- lidad empleando la semilla, como son al^,•unos de los llamados de jz^{es.o.

(1) Véanse las Hoans Dicur,c:nnoa^s núms. 21 y'L7, de 1943 ...... •...... •...... •..•,...•...... ••••.....•...... •• ...... : . : Estas FIOJAS se remiten gratis a quien las pida a la Sección de Publicaciones, Prensa y Propaganda, del Ministerio de Agricultura.. - 2 -

L^o expresado nos dice bastante sobre las ventajas que se alcanzan con la ^ sembradura de los granos de los frutales, al dar distintas variedades de la simiente elegida; pero nosotr^os no po- demos utilizar este medio, que no se presta para la obtención de nuevas variedades en los frutales denominados de pepita. Ire- mos por otro camino, más seguro, para tener la variedad que . d•eseamos con garantía casi absoluta. Sin embargo, el fructiaultor emplea mucho la semilla para ia. obtención de plantitas de manzano en las que injerta la varie- dad que desea cultivar. Generalmente quien hac•e esta operación de siemb.ra y hasta la injertación de las plantas así obtenidas, es el especialista que tiene almá•r^i^^a y°viv,ero, y al que el particular compra el número de plantas de las especies y variedades que, en mayor o menor escala, desea ^dedicarlas al cultivo en su pre- dio, tanto el productor como el simple aficionado ^o el propieta- rio que Ias cuida para el censúmo familiar; pero como a alguno de ' estos cultivadores puede interesar el sab•er cómo se ^obtienen estas plantas para criarlas e injertarlas en su propio terreno, vamos a dar algunas nociones sobre la siembra y reproducción de plantas de manzano. Lo que está bastante justificado en eI caso de esta clase de cultivo, ya que puede hacerse por mc^nza^na- ^res o pomara^das, para lo que hace falta un número consider:^,- ble de unidades de árbol^es y éstos pudieran obtenerse, con algu- na economía, produciéndolos directamente por el cultivador que los necesita. Además, el aficionado, que puede llegar a ser un buen coleccionista fructícola, necesitará, tal vez, de variedades raras o nuevas que no se encuentren en casa del viverista ni de los horticultores, por lo que pretenderá reproducirlas en su jar- dín frutero. Por lo d•emás, creemos que los vivcr:s.as especiali- zadcs en la reproducción de frutales se hallan en meiores condi- ciones que l^os particulares para llegar a tener plantas de pri- mera calidad, vigorosas y sanas.

VI

1Vla^.lt'iplicaci^ón por ^sem2lla.

Es importantísimo este proc•edimiento nabural d^ mul'.i,^l^ca- ción del manzano ; pero repetimos que se practica casi exclusiva- mente por los viveristas. Las se^millas se deben obtener de manzanas perfectamente maduras, o, mejor pudiéramos decir excesivamente maduras; - 3 -

conteniendo pepitas negras y eligiéndose las mayores, más pesa- das y brillantes. Algunos apx•ovechan las semillas de los orujos proced^ntes del prensaclo de la manzana para la obtención de la sidra; pero no somos partidarios de esta utilización, pues muchas de ellas resultan 2^conas y Qstropeadas por la presión; es mejor recurrir a las buenas frutas, que tendrán las semillas de calidad, ^T que las sacaremos por suave trituración, retirándolas cuanto antes cle la pu:pa y l

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^^^^^.é`^ a,cot^L2c%ón. ú , w H.(',r i.• ĉ,v . au^taento ti t:plr

buenas plantas para la injertación; que ésta, no lo ^olvidemos, es el fin inmediato y único que nos prop^onemos al reproducir plan- tas de semilla. Estas plantas no sirven, repetimos, para darnos plautas capaces de proporcionax• frutos iguales a los de proceden- cia de la semilla, ya que la •especie se consigue, pero no la jus- teza y fide.lidad de la variedad. Recogidas las semillas, y bien lavadas, se extienden en una tabla o tela para que se sequen p^erfectamente, removiéndolas, a este ^objeto, de vez en cuando. Conviene emplear las semillas cuanto antes, pues con el tiempo se pierde la facultad germinativa y, a este fin, deben ser sembradas durante el año de su recolección, conservándolas en- tre tanto en lugar fresco, pero no húmedo, y al abrigo de la luz. ai Aunque no es absolutamente indispensable la c-stratificu.ci.ó^z para la simiente de manzana, bueno es proceder a est'a operación, con la que, no sola^mente atendemos a su buena conservación, sino que procuramos •estimuIar ,y adelantar la germinación. La est•rat^it^caciGn consiste en colocar la simiente en un me- dio propicio de buena conservación y de preparación para que pueda entrar rápidamente en actividad. Se colocan para ^ello en un tiest^o grande de flores (Fig. l.A), en cuyo fondo se porne ^•uijo menudo, como primera capa, para la conveniente fiitración y aireación, y otra encima de arena o tierra fina, de unos tres cen- tíme+tros de grueso, y sobre ella una capa de simiente ; alternán- dose así las capas de arena y simiente hasta llenar el tiesto 0 1a parte ^ue juzguemos suficiente a nuestras necesidades. Can- sideramos suficient^ este recipiente para la multiplicación de plantas por los cttiltivadores de frutas, ya que a ell^os sólo se di- rig^en estas sencillas instrucciones y no a los profesionales vive- ristas, que no necesitan de nuestros cons^ejos. La tierra o arena que se emplee debe hallarse ligeramente híimeda, p•ero no ^mojada. E1 tiesto así preparado se podrá dejar en un sótan^o o cueva de temperatura constante y con poca luz. También puede ente- rrársel•e en el h.uex•to, al abrigo de una pared 5- recubierto con una capa de tierra de 30 a 50 centímetros de altura. Las pepitas de manzana no necesitan tanto tiempo de prepa- ^°ación para ^,rerminar como las de hueso, por lo que les basta una corta estratificación. Hacia final del año se pueden estratifi- car y en la primavera estarán ,ya en disposición de ser sembra- das, pues sus cotile:dóne,^s (Fio•. 2 a) se habrán hinchado y pro- porcionarán el nec•esario primer alimento al germen o embrión, que tratará de producir el rejo. Si encontramos las semillas con la raícilla demasiado adelantada ^o alargada, como aparece en la i7gu- ra 3.1, se le debe poclar en cz o más arriba, para que en la siembra rao se rompa. El terreno de la cr,hnfzczga debe ser suelto, rico en humus, per- meable Y de profunclidad media. S•e hallará bien mullido y es- tercolado, con bu^^na basura pasada que no queme las tiernas r;^ícillas. Como la superficie del semi.llero que se necesite no será mu, cha, t.°atándose de ctlltlvadores, puede aprovecharse algún te- rreno abrigado por ]a protección d•e un muro bien orientado. La siembra puede hacerse a voleo; pero si las semillas tienen alg^o de raíz y son en pequeña cantidad, como es de suponer, no significa mucho trabajo el s•embrarlas a ^olpe, lcn.c ^^c uncc, con lo que, además, tendremos más garantía de que nazcan un ^mayor níiinero de plantas y más rápidamente, y nos ahorrclrem^os tam- bién la labor que supone el aclareo de plantas. Se colocan las s^emillas en lín•eas separadas unos 15 centírne-

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tros y de 8 a 10 centímetros una de otra ; luego se cubren lige- ramente, debiendo quedar enterradas unos tres centímetres como máximo, con un ligero apisonamiento que asegure e1 contacto de las semillas y la tierra. Habr^, que dar al semillero el número de escardas que exijan el naci^miento de hierbas y otras plantas que puedan per.jud^car a un buen •enraízamient^o. Cuando se observe sequedad en el se- millero, se le rega^•á cuidadosamente, ,y, si se quiere, puede man- ter^e^•se cse estado d•e humedad conveniente cubriendo con una capa de paja o material seme,jante. Si el sol fuese excesivamen- te fu^erte, pueden resguardarse las tiernas plantas con un teja,- dillo de pajizo, esteras o cosa apropiada. Cuanclo la siembra se hubiere practicado a voleo, se precisa- rá llevar a cabo un ccclccreo, para dejar a las plantitas a distancia conveniente de 15 a 20 centímetros unas dé otras. Las plantas sacadas se pueden utilizar replantándolas en otro lugar o en el futuro vivero. -6-

Ya tenemos en la almác^iga crecidas las plantas lo suficiente para s^er trasladadas al vive•ro, pues, dado su tamaño y tiempo que llevan en ella, no conviene sigan creciendo más; pArque se per•judicarían unas a otras en su parte aérea, y más, si cabe, en sus raícillas. Se elegirá como terreno para vive^ro uno que se halle orren- tado hacia el Sur, resguardado de los vientos dominantes, de buena tierra franca, de pan sembrar o yerbal ; pero nunca un suelo en el que hubi•eren existido antes ^manzanos ni perales, pues aunque en él .las plantas no han de permanecer mucho tiem- po, o sea que no han de ponerse de asie^nto definitivo, sin embar- go les sería fatal para su desarrollo un terreno en esas condi- ciones. El terreno de v^i.ve^^°o s•e prepara concienzudamente, dánd^o una cava de desfonde y uniendo a las tierras un buen estiércol consumido, en una cantidad no inferior a un carro corriénte por área. Se dest•erronará y mullirá perfectamente. Las operaciones de desfonde conviene hacerlas en el invierno, pues así se bene- fician las tierras c^on la meteorización y acción eficaz de las in- clemencias del tiempo. A1g•unos opinan que el terreno para vivero no debe ser de ex- celenta calidad, pues así las plantas, acostumbradas a él, no pua- den prosperar en otr•o de inferior calidad en el que han de ser colocadas definitivamente. Nosotros opinam^os que, aparte de qu^e es difícil saber de antemano las condiciones del terrenó que puede tener un manzanal a formar para ver si hay igualdad de clase de terreno, creemos que las plantas robustas y bien cons- tituídas aue hemos conseguido en un bu^en terreno se hallarán en ^mejores condiciones de prosperar y seguir desarrollándose que otras más raquíticas cultivadas en un suelo de más inferior calidad. También qui^eren otros que la planta se coloque en el v^w^^ro En igual posición y orientación que la que tuvo en la almcicig^z; todo lo cual nos parece, si no del todo desprovisto de fundamen- to, algo cercano al prejuicio ,y ur_ tanto a la incultura. A1 año, prósimamente, es cuando se debe proceder al arran- que de las p:antitas de la almáciga, o sea hacia el mes de n^o- viembre en climas benignos, o en febrero, y lo más tarde en mar- zo, en localidades ft•ías y lluviosas. E1 arranque deberá ser cuidadoso, ya que :e trata de plan- tas muy tiernas, y así se rompen menos raícillas. Después de -7-

desechadas ias d^e mala forma y color amarill^o, se cogen unas c:uantas, formando un haz o mazo, y se les quita, de un tajo, parte de la raíz napiforme, y con otro golpe se les poda, según se ve en la figura 4.A, para quedar las plantas en :a forma que c,ue aparec^z en la sig'uiente figura. 5.^ Convendrá proceder cuanto antes a la nueva plantación, pues estas plantitas se secan fácilmente, y si por cualquiera causa tu- vieran que estar unos días en ese estado, bueno será colocarlas en zanja, bien tapadas, ,y, antes de ser plantadas, someterlas a un ĉ^arcc^riñ.a,d,o o baño, alg•o espeso, de arcilla desleída en agua. La plantacicín en ^;ivero puede hacerse en líneas equidistan- tes a 70 centímetros, y entre ellas a 40 ó 50 centímetros. Si no 1?a,y apremio de terreno, no debe escatimarse el mismo, pues más vale qu^e queden holgadas para su buen desarrollo y facilidad en ia operación de la injertación que ha de ejecutarse en estos plx.n- to^^aes. En esas líneas tiradas a cordel se abrirán pequeños hoyos, más bien anticipadamente, en los que se colocarán las plantas sin que el cuello quede enterrado ; pero bien asentadas y sin hue- cos entre las raícillas. Convendrá regarlas para su mejor asiento y arraigo, y se las cuidará haciendo las labores de escarda que sean necesarias para impedir la salida de hierbas y otros vege- tales que puedan estorbar la buena vegetación de los plantones, así como deshacer la costra que se forma con los riegos que de- ben prodigarse durante el verano para conservar la hwmedad precisa. En el vivero estarán estas plantitas desarrollándose hasta la época más apropiada, y constituyen los llamados patranes ^de franco, procedentes de pepitas de manzana cultivado, como he- mos visto. La operación de injertar en sus diferentes maneras y épocas de ejecución, la trataremos luego con la importancia y amplitud que merece y requiere tan interesante labor hortícola.

VII

Mult^i.plicació^n por aco^do.

Éxisten otras dos especi^es de manzanos, además del fra^nco, que hemos visto se mttltiplica por semilla, y que son el ^douczir. y el paraíso, que se diferencian del primero, principalmente, por su vigor. El ^daucín, de origen desc,onocido, es de un vigor inter- - 8 - medio entre el franco y el paraíso, y se emplea más generalmen- te como portainjert;o para el cultivo de manzanos de formas de mediano tamaño, •entre el todo viento y los cordones. Es bastan- te rústico; las variedades injertadas en é.l dan frutos de buen tamaño y no tardan en empezar a fructificar. El manzano pa- raíso, también de ^origen desconocido, es el menos vigoroso de los tres y se cultiva para producir manzanos enanos o de for- mas bajas; pero produce frutos magníficos, por lo que se le - pl^ea para el cultivo de clases sele ĉtas o de primor, que no se podrían obtener co;n los manzanos fra^nc^os y en forma de to^clo vi.ento. Es algo delicado por lo que exige un cultivo esmerado, buen terreno, llano, y cuidado especial de sus raíces, que son muy superficiales, por cŭya razón se ^e^nf^rarnquec^n con facilidad. De esta especie ^enana se conocen dos variedades ; el ^negro y el am.arillo, prefiriéndose éste por su mayor rusticidad. V•eamos cómo pueden reproducirse por acodo estas dos cla- ses de manzanos, que volverán a ocuparnos en los capítulos re- lativo.s a las formas a dar al manzan.o y en el de sus variedades pomológicas. E1 aco^do puede ser se^ncillo y múlt^i,ple; p^ero a nosotros sólo nos interesa el segundo. Consiste el aco^do en provocar el enraízamiento de brotes de tma p.lanta madre, para ^obtener con cadá uno de ellos plantas independientes con raíces propias. Se empieza por agenciarse plantas madres de 'd.oucí^c y parníso, que ya los horticultores las tier:en en sus viveros, y se plantan en terreno de buena calidad, •estercolado y previamente preparado con el cuidado necesar•io para que las raíces asienten en forma natural y no se entremezclan ni se doblen, y se les corta a unos 10 a 75 centímetros del suelo, de modo que queden bajo lcs cortes varias yemas. A medicla que vayan saliendo brotes, se les va aporca^ndo, con. lo que queden cub.iertos y así se forma encima cle la planta tu^ cepellón o montículo de tierra fina •e igual (Fíg•. 6.a) . Las puntas de los br•otes saldrán fuera del montículo, ,y cada uno de ellos emitirá un cierto número de raíces en la partc infe- rior, las sufici•entes para formar plantitas independient^s a, que se destetccrán de la planta madre cortándolas a un centímetro deI tronco, cuando, en el otoño, haya cesado la vegetación. Luego se plantan en su sitio, o se dejan para la primavera, te- niéndolas, mientras tanto, metidas en zanjas cubiertas de tierra. Estas plantas, como las que vimos procedentes de semilla, se des- tinan a ser injertadas a ^su tiempo. Igualmente se plantan en líneas y a las distancias que ya dimos para los pa,trones de fra7zco, y con las precauciones y d^emás detalles que allí se indicaron. Des- de luego, es preciso arreolarlas antes de ser plantadas, p^odando la parte superior del brote y cortando las raícillas a uno o do^

Fti^.6- (,1^od.o ^. ^^,ellon.

centímetros del pllnt0 de SLl naclm12nt0, aSl leS obligaremos a x'amificarse y emitir I1LxnleroSaS y nuevas ra1C111aS. Si ha,y sequía, conviene proteger los montículos con pajizo y dar algunos riegos para mantener la frescura de la tierra apor- ca^da. Las plantas madres pueden servir todos los años para obtener r.uevas cosechas.

VIII

a7^t+ltipl^icación por ^i^rzjc^rto.

Lleg•amos, por fin, a1_ s^stema de multiplicación y conserti^ación más imp^ortante, cual es el de la i:njertcr,c?ó^z.^ Operación que tiene por objeto injerir en Lui s^^jcto enraízaclo y vivo, una ^-ema sola, o varias en un trozo de ramilla, para que, desarroll^lndose a ex- pensas del prin,ero, formen un nuevo, o modificado, vegetal. El sujeto sobre ^el que se injerta se llama pat,r'r,rz, y la porción que se injiere, inje^^rto. Son muchos los sistemas o métodos de injertar; pero a nos- otros nos interesan los principales grupos, que son : poi:' ye^rz,n„ por púcc o esta.quilla y de aproximación. En cada uno de estos tres grandes grupos existen multitud de procedimientos, que nosotros - 10 - iremos examinando, si interesan, para el cultivo del árbol frutal que venimos tratando. La principal condición para que se efectúe una estrecha unión entre el pa^ró^n y el injerto consiste en que ambos dispongan, en aquel momento, de savia. Sin savia no puede haber soldadura, y sin ella no brota el injerto; no hay injertación posible. Se hace preciso también que haya identidad específica entre las plantas a injertar. Los antiguos creían que podían injertarse especies diferentes, y aún iban más allá; pero la experiencia ha demostrado que no se puede salir d^e la injertación de ios indivi- duos de la misma familia, y aun así se encuentran casos de anti- patía a esa unicín y falta de reciprocidad. Así vemos que el peral se injerta muy bien en el membrillo, que es de la misma fa^milia; pero el membrillo no da resultado injertado en el peral. E1 peral no se aviene bien a ser injertado en el manzano, a pesar de su afinidad, ni el manzano en el peral; sin embargo, el famoso hor- ticultor Lorette presenta ejemplares de magníficas pirám.i.des aladas, en las que hay peras y manzanas en el mismo árbol; pero la unión, en estos cas^os, no es duradera, y con facilidad se ^deser^ cola7z el patrórn y el injerto. Alguien ha dicho que el injerto en^noblecíx al árbol sobre el que se verificaba el mismo. Desde luego, por la injertación, a ár- holes semisalvajes, que darían frutos raquíticos y mediocres, se les convierte en un frutal de categoría, con producci^ones fruteras de primera calidad. También se consigue por este medio hacer más corpulentos y fuertes; pero también, a nuestra conveniencia, podemos hacer lo contrario : convertir un fruto de regular tamaño de árb^ol franco, corpulento, en otro fruto mayor, más sabroso y precoz, por medio de una injertación que reduzca el árbol a mer nor tamaño o enano. Es el caso del injerto sobre el manzano pa- raíso de que antes hemos hablado. Lo que, en conclusión, parece decir que la mano del hombr^ ha conq^uistado, tomando como maestra la Naturaleza, creada por Dios, lo que ha querido, con la injertación, en el importante ramo de la fructicultura; y asusta el pensar lo que faltaría a los morta- les si de repente se perdiera toda noción sobre el acto de injertar. Mucho 1;oJrí^lmos atín decir sobre la influencia recíproca del i?atró^n y el i^rcjerto y otras cuestiones que han preocupado honda- mente a los hoi•ticultores sobre es^ta importante operación fructí- cola que se lla^ma inj•2rtación, y que multiplica y conserva las es- pecies frutales; pero vamos a abreviar y entrar en el estudio de ^;na de las maneras de injertar.

IX

Injc7•tos por yem,a.

Este es el injerto más usado por los viveristas y Casas de horticultura para ^obtener las diversas variedades de frutales, y es el que pueden emplear también los cultivadcres profesíonales y aficionados para formar sus manzanares y árboles aislados, con las variedades que más convenga a sus necesidades o gustos, in- jertándolas en las plantaciones de patrones franco, ^clo^cc^ín y 1^a- raíso, que hemos visto en el capítulo anterior cómo se obt^>nían. Este injerto es más conocido con el nombre de escudete, por la forma que se le da y que recuerda al escudo, arma defensiva de los guerreros antiguos. Veamos cómo se practica este interesante injerto. Se empie- za por preparar los arbolitos que p•odamos tenex• ^en el vivero para injertar, para lo cual se les poda al ras todas las ramillas bajas que han brotado y que pueden ser un estorbo, pues a unos 5 a 10 centímetros del suelo vamos a poner los escu^detes. De las ramillas o esquejes que tengamos disponibles para sa- car de ellas las yemas para injertar, y que luego diremos cuáles

Fig. 7 se escogen y cómo se conservan, se coge una con la mano izqtiier- da, se le quitan con la tijera la parte superior y la inferior, pues en la parte central es donde están las yemas más desarrollac3as, y con la navaja, bien afilada y limpia, se da un corte plano desde un centímetro más arriba de la yema, hasta otro más abajo de la misma, cuidando de hacer el corte sólo en la corteza y tma capa delgada,del lib^r, sin parte de madera (Fig. 7.^). Si se corta tam- bién algo de madera no importa; pero si es mucha, quitarla con - 12 - la punta de la navaja, op•eración algo difícil y peligr•osa para ed navito de la yema, que está detrás y que pudiera levantarse al quitar ese trozo de madera; con algo de práctica es fácil destacar l.os esc^cdetes limpios, sin madera o muy poca. Algunos ti•enen la castumbre de limitar el tamaño del escu^dete haciendo dos cortes, arriba y abajo de la yema, según se ve en la figura 8.a, y entonces queda el escwrlet'e en la forma b. Destacado el esc^wdete en menos fiempo del que hem^os emplea- do en describir la operación, se le retiene entre los labios por el. rabillo, ,y, sin pérdida de tiempo, se marca en el patrón una T (a, Fia. 9.a) con la navaja, introduciendo el f.ilo en la corteza con

^:^. 8 a F^^. y0. la fuerza suficiente, nada más que para cortar el espesor de la misma. Heclio esto, si con la espátula c(Fig. 7.a) de la hoja de la navaja se separan con facilidad, a derecha e izquierda, los labios de la corteza en la parte vertical de la T(b, Fig. 9.'^) , es que de'oa- jo hay bastante humedad, indicio d•e que el pátrón est'cí ^n sccvicc y en excelentes condiciones, por tanto, de ser injertado. Si cuesta ^eparar la corteza, o se quiebra la ^misma con el esfuerzo, •es que no hay suf ciente savia y el patrón no está en condiciones de sei° injertado. Basta coger el escwdete por el rabillo, con la mano izquierda, e inti•oducir en el patrón, deslizándolo hacia abajo to:lo lo que se pueda, y ayudando con la espátula de la navaja. Si no se puede meter del todo el escwdete, se da un corte en la parte sobrante al ras del corte horizontal de la T. Se termina cerrando los labios con los dedos y ligando según se ve en c de la figura 9.a El ex- tremo d•e la ligadura queda asegurado con la primera vuelta, y se va apretando suavemente, algo más fuerte en las vueltas cerca de la yema, ,y se termina pasando la ligadura por debajo de la. í^ltima vuelta, tirando algo y cortando e] sobrante. No hace falta ^_mbetunado en este injerto, pues no quedan heridas de importan- cia a la itttemperie. Como lig•aduras se emplean la rafia, la lana ^- ^al ,^ilc^oclón grueso de Lasax•te, que lo hemos empleado con prefe- ^•encia por.• s ŭ fácil preparación y colocación; pero hay que vigil.^^ r las ligaduras después, por ser poco elástico. A los diez o qtaince días se ^examinarán los injertos hechor-. pa^^a lo que basta tocar el rabillo que acompaña a 1a ye^ma, el cual se cae enseguida si es que se ha verificado la solcl,n,dir»•a; en cambio, si no se desprende es que no se ha verificado la unión •^uti•e ^el pcctr•ón ,y el injerto. Si el patrón está todavía en savia. puede intentarse la puesta de otro escuadete •en la misma planta ; pero en lugar liso y más arriba o más abajo que el anterior. La mejor época para ejecutar este inj•erto, y en la que gene- ralmente se lleva a cabo, es en el mes de ^,gosto, cuando la savia ha tenido un pequeño resurgimiento ; pero no tanto como para ha- cer brotar la yema injerida, que queda latente hasta la primave- r•a, en la que la fuerza de la nueva savia le hac^e brotar. Pot• esta razón, el injerto de escudete en esta época se llama a ojo ^do7•^ntido. Se ha verificado en •el injerto la primera fase, o sea, la sobdcz^du^a: p^ro la brotación ha quedaclo diferida para la primavera, cuando hay mayor empuje de savia. En aquélla época, o sea hacia agosto, tenemos brotes ma^la-u•ros ^c^el año, que son los esqncjes que deben emplearse para destacar los esct^cletes, ,y, al contrario, si hiciéra- mos el injerto en la primav^era, llamado a o;jo v^rv^o, no disp^on- ciríamos de brotes nuevos, sino empezados a bx•otar o con yemas hinchadas por la nueva savia, y en condiciones impropias par^i el buen éxito de la injertación. Los esquejes o ramillas para destacar las yemas a emplcar en la primavera, o sea c^ ojo v^izo, hay qu^e cogerlos de los áx•boles ha- cia el mes de enero y conservarlos, en ia forma que lttego dire- mos al tratax• de la injertación por pí^a o estaqui.ll,a; pero lo pri- rnero que hay qtre hacer al destacar los esq^^cejes de los árba?es. sea para la época clue ftterc, es quitar la hoja, de,jando sólo ^el ^ra- billo, pues de lo contrario las h.ojas e^,^aporccrían pronto ]a poca savia que pudieran tener dichos esque,ies. Ya tenemos los pat^°onc;s o plantitas del vivero perfectarne^^te injertadas y algunos vueltos a injertar, por no haberse efectttado la solda,d2.cra en la primera tentativa; los hemos revisado, para aflojar, cn su caso, las ligad,uras, y también tuvimos la precau- ción de rotular las filas de injertos, poniéndoles los nombres de - 14 - las variedádes de manzanas que fueron elegidas para su repro- ducción y plantación en nuestro predio. Hacia el mes de febrero podemos proceder a podar el patrón en el punto a(Fig. 10), con lo que obligaremos a la yema injer- tada a brotar vigorosamente, pu^es si le hubiéram:os dejado al qr- bolito esa parte superior, a ella hubiera acudido la savia prima-

Fi.t,. ^^a F^.;. ^2a

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vex•al, por la tendencia que sabemos, y no debemos olvidar, tienen las partes altas y verticales d•e atraer ia savia. El nuevo brote tomará la forma b, que apareee en la figura 11, con su tocó^n, que se ha formado con la poda en a, y en el cuaI habrán brotado algunas yemas, formándose brotes llamc^savia que ayudan a traar la savia, pero que deben despuntarse para que no perjudiquen al brote principal b, y, por último, cuando éste se ilalle bien desarrollado y vigoroso, podrán quitarse desde su na- ci^miento, en d, ^d. Vemos que se halla atado el brote nuevo aI tocó^z, con una ligad,ura, para que crezca erecto hasta que lo po- demos cortar definitivamente por e, en agosto o septiembre, opera- ción que se practica con un co^rvillo de mango lárgo y apoyando el pie en ei lado contrario al que se da el corte, que d^ebe ser lo más ra- - 15 - sante posib.le, para que no quede apenas tocó^n y desaparezca pronto el rodete qu^ se suele formar. Quedando, por tanto el jo- ven árbol en la disposición que se ve en la figura 12 y ya para, a su debido tiempo, poder ser trasladado al lugar que le hayamos designado para su cGSie^tt^o definitivo.

X

In,icmtos ^^o^r boto^ncs ^de fl,or.

Por la gran analogía que tiene este injerto con el anterior, l.o vsmos a estudiar a continuación, aunque sea brevemente, pues verzos que se alarga demasiado este artículo. Se pueden inocular boto^nes de flo^^• en ramillas, re'ativamente jóvenes, del manzano, que se saearán de uno que las t•enga en

Fu^.^3a ^

F^ • l4- ^ abundancia, para ponerlas en otro en el que apenas existan estas producciones fruteras. Con ello conseguiremos que un manzano produzca frutos de otra variedad, y hasta pueden ponerse a ^un árboi varios botones ^le flo^r de distintas variedades. Esto no significa sola^mente, como a primera vista parec•e, una fantasía de un caprichoso cultivador, sino que tiene su aplicac:ón para corregir el defecto de infertilidad que pueda tener un árbol frutal, pues al colocar y fructificar ^en él varios bot^om.es ^de f lo^r de otra variedad, se le obliga, en cierto m^odo, a seguir fructifican- do en ios años sucesivos. Esto es debido a que, con motivo de la fructificación, el árbol se debilita y la savia circula con más -16 --

]^ntit:ud y provoca el aumento de volumen de las yemas y su con- versión, por fitt, en botones ^.rlc tlor. Generalmente esta x'ebeldía c•^^ntra la ft•úct;f cación se observa en los árboles d^emasiado vigo- roso^, aparte de los que naturalmente son poco fértiles. Con las figuras que presentamos, creemos que holgarán expli- caciones muy detalladas. Eu la figura 1^ vemos ^un botón ^de flo^r, a, sacado directamente de una x•ama, y- que afecta .la forma de escwdete, ei cual lo hemos introducid.o en la ramilla a injertar U, marcando con la navaja una cruz, en lugar de una T. Se cierran los labios o puntas de la cruz, ,una vez deíitro ^el botón, y se liga co^mo lo hicimos en el in- ;j erto de yema. Da muy buen resultado est.e inj erto en brotes vigorosos, llamados ^ciL2cpo^nes. En el .otro ejemplo ( Fig. 14) vemos un trozo de ramilla t^ermi- nal con un botón en la punta, a lo que es muy dado el manzano, y el cual, cortado en bise.l alargado, para que su súperficie sec- cionada se ponga en contacto con el liber, se introduce en la parte verticál de una T practicada en la rama que lo recibe. Des- pués ]igar bien, algo más fuerte que en el injerto de esc^wde,te ^e yema. Si alguna de las yemas que lleva la ramilla injertada llegara a brotar, servirá de llama-savia, pero d•eberá ser despuntada, para que no impida con su excesivo desarrollo, el normal que deb•c tenex• el votó^^n ^ d^e flor para dar la flor y el fruto. Conviene escoger botanes de flor jóvenes, sin arrugas, y el in- ,jerto se hace desde mediados de julio hasta primeros de septiembre, según el estado del tiempo y savia. S•e les tiene con las ligadu- ras hasta mayo o junip del añ.o siguiente; pero hay que vigilar para evitar los estrangulamientos de las ataduras. Con ello terminamos por hoy, para seguir con el inj^erto de estaqu.illa o píca, muy interesante en el manzano, para el cultiva- dor de esta especíe frutal. Bilhao, j unio de 1943.

CRAFICAS UCUiNA • MELENDEZ VALDES, %- MADRID t __.._.....I : ...... _...... -...... ,...... _ ...... : i ; : MINISTERIO DE AGRICULTURA SE.CCION DE P[]BLICACIONES, PRENSA^Y VROPAGAIDA

c OJAS DIVUL^AD®RAS

AÑO XtiXVI MARZO 1944 N U M . 9 ......

EL CULTIVO DEL MANZANO^'^ Por JOSÉ PICAZA, Arquitecto. Exnresidente de la Sociedad Na- cional de Horticwtores de España. XI % ^^ ^^ `%,-J INJERTOS POR ESTAQUILLA SIMPLE.

El sistema de multiplicación del manzano por m^edio del injerto de estaquilla o púa es importante por su mucho ^uso y buen resultado, tanto para el horticultor como para el productor y el particular o aficionado, en el que encuentra, éste último, la manera de ampliar su colección de varieda- _ des o su modificación, con un procedimiento de gran atrac- ción por su belleza, facilidad y utilidad, a poco que se prac- tique,. Consiste en injerir en un pat^rón ^enraizada, más o menos grueso, como veremos, un tnozo de ramilla con sus indis- pensables yermas, de la variedad que queramos reproducir, y que dará frutos iguales^, sin variación apreciable, a los del á:rbol del que se destacó la ramilla inj^erida. En dos grand^es grupos podemos dividir esta clase de t njertos: el llamado de hendadur^a y el de c,or^r^n.c^. ,o co^^onr- lla. Ambos se practican de diferent,es modos y épocas, como ^^amos a e^aminar. En términos generales, el injerto de hendedur•a se em-

3 plea en patrrones de poco grueso, desde el que puede alcanzar el correspondi^ente al de un lápiz, hasta el de unos tires a,cuatrra centímetros, y en ramas grue-

(1) Véanse Hoaes D^^'u[.:nnoens 21 y 27 de 18^3 y 2 de 1944.

Estas Ho.Ĵ es se remiten gratis a quien las pida a la Sección dc Publicaciones, Prensa 7 Propaganda, del Ministerio de Agricnltura -2- sas y hasta en tronoos. de 15 y 20 centímetros, o más, que s^e hallen en condiciones de merecer la reinjertación por su buen ^estado de corteza y sanidad. Si el patrón es muy delgado, comv un lápiz, se abre vertical- mente con una serpeta o navaja de inj^ertar, no muy afilada, en el largo aproxi^mado del esq^ceje o estaqui.lla que se va a introdu

ú F,9.1°.

F+^ 2p

cir, y la que llevará dos cortes laterales hechos con simetría y de modo que queden exteriormente dos tiras de corteza iguales que han de coincidir con las que ofrezcan en los cortes las corte- zas del patrón al ser hendido. Creemos que la simple inspección de las figuras 1 y 2 bastará para comprender esta forma de in- jertar, que, por otra parte, diremos que se emplea muy poco; pero lo ponemos porque puede ser útil en algunos casos. El de 1a figu- ra 2 es el Ilamado ^a la i^ngle^sa, y que se emplea más en las esta- cas de los sarmientos de la vid que se unen para hacerlos enrai- zar. Aquí debe suponerse que la parte inferior, A, A, en una y otra figuras, están enraizadas, constituyendo el patrón, y las B, B, son los esquejes que llevarán sus correspondientes yemas que bro- tarán para formar el nuevo árbol. -3-

Cuando el patrón tiene un grueso de dos a tres centímetros, se le secciona en fvrma inclinada ,y se hace en su parte más alta un corte plano para el buen asiento de la estaquilla (fig. 3) . Se debe procurar que la hendedura no abarque todo el diámetro del patrón, pues así se le lastima menos y es suficiente la ranura prac- iicada par.a dar cabida a la parte seccionada de la púa. Este trozo de esqueje, D, se corta en forma de hoja de cuchillo de .modo qu^ en una parte quede un poco de corteza, a, que deberá coincidir con.las cortezas incididas del patrón, C, indispensablemente, pues •de no efectuarse esta unión íntima, no hay posibilidad de que se haga la ^sa^dardu•ya del patrón con el injerto, primera parte, si^n^E^ rpz^a non, para el buen resultado de la operación, o sea para que puedan la.s yemas de la púa injerida brotar a su debido tiempo. Si la hendedura se ha efectuado con alguna pericia, debe entrar la estaquilla ajustada, golpeándola suavemente y cuidando, sobre todo, lo volvemos a repetir, de que las cortezas coincidan perfec- tamente. En este caso no hace falta ligar; pero sí embetunar las heridas y cortes producidos en el patrón, principalmente, y en el injerto, extendiendo algún buen ungiiento de injertar en todas las superficies oortadas, de modo que queden absolutamente cubier- tas y aisladas del aire e^terior, con lo que conseguiremos una rá- pida curación y cicatrización de dichas heridas.

XII

BETUNES Y" LIGADURAS.

De no disponerse de un buen betíux, se puede echar mano del vulgar ungiiento compuesto de rl^o.^ ha^r•tes i^lc ccrcilla desleída en agua, y zUn^c de boñiga de vaca, formándose una pasta que se ex- tenderá en los cox•tes ; pero co^mo este g•rosero ing^rediente no re- siste a la acción de la lhivia, hay que taparlo con trapos y atarlv al ^patrón, con lo que se constituye un refugio Para toda clase de parásítos. -4-

Los betunes de injertar pueden ser de dos clases: los ejecuta- dos y empleados en caliente, y los que pueden usarse en frío; unos y otros deben pos^eer las propiedades, de no agrietarse por la seque- dad y el frío y no ^co^ re^rs,e por el cal^or del sol. Como creemos indispensable la protección de los cortes y her'das de los árboles producidos por los injertos y otras operaciones h^or- tícolas, vamos a dar algunas fórmulas de betunes para ser emplea- das en caliente o en frío. Los betunes en caliente son de más empleo cuando se trata de injertar una gran cantidad de árboles; com^o, por ejemplo, en las formaciónes o plantaciones de un manzanar o pomarada, pues para la injertación de sólo algunos árboles tiene más cuenta y es mencs complicado, el uso de los betunes en frí^o. Fórmula de betún en caliente que puede empezarse a emplear ^cuando se soparta su calor con los dedos. ^Se funden los componentes en un perol o caldera de cabida apro- piada a la cantidad que se desea hacer. Se echan primero la pez y la resina y después la cera y el sebo, y, por último, las cenizas :

Pez negra ...... l0U gramos. ,. Cera amarilla ...... 100 „ Sebo ...... 75 Cenizas tamizadas ...... 40 "

Otra fórmula :

Pez ...... 750 gramos. Resina ...... 250 " „ Sebo ...... :...... 250 „ Ocre rojo ...... 500

Una fórmula muy buena para confeccionar un betún de in- jertar de e^rrlpleo en frío, es la sig^ui^ente:

Pez negra ...... 1.000 gramos. Resina ...... 1.000 " Blanco de Esp aña ...... 500 " Alcohol desnaturalizado ...... 350 " ,. Aguarrás ...... , Cera amarilla ...... 40

o más ^o menos, según el clima. -5-

Se funden juntas la pez, la resina y la cera, y se van echando, paulatinamente, el alcohol y^el aguarrás, teniendo cuidado, antes, de separar el perol del fuego. El blanco de España se une a puña- ditos y x^evolviéndolo todo bien. Hoy día existen, también en España, betunes de injertar ex^ frío que se venden en latas y hasta en tubos de estaño, como el de la marca "Zale", que ha adquirido merecida fama, y qu^e se fa- brica en Elorrio (Vizcaya). También se empiean para proteger las heridas los alquitranes y ciertos mástiques a base de aceite sulfurado. Guando sea preciso o conveniente el atar el injex-to practicado para la mejor unión y consiguiente soldadura de las c^ortezas yux- tapuestas, se pueden emplear ligaduras, algo elásticas, que aprie- ten sin lastimar las cortezas, y cedan al aumentar de volum^en el arbolito, aunque siempre deben vigilarse los injertos hechos, para evitar los estrangulamientos, que tanto perjudican a la buena cir- culación de la savia, y que causan contusiones y ractetes, que di- fícilmente desaparecen del vegetal. Se emplean como ligaduras la mafia, la lana elczsti;ca, el crlgo- d,órn grueso de Lasarte, la co^rteza ^del scvuce, mimbre y tilo, y el cáñamo torcida Se lía sin nudos; Ia segunda vuelta debe sujetar el extremo de^ la ligadura ; se sigue envolviendo el tronco en espiral, hasta un poco más abajo de las partes heridas o incididas, y, para termi- nar, se pasa la ligadura por la vuelta anterior, se tira ligeramexi- te, con lo que queda efectuada la atadura con suficiente con^isten- cia, y se corta el sobrante.

XIII

, INJE$TO POR HENDEDURA DOBLE.

Cerrado el paréntesis, vamos a continuar con la injertaciórr que nos oc^upa. Cuando el patrón a injertar alcanza el grueso de -s-

unos cuat-ro centímetros, se hace la hendedura completa, segtín un diámetro, con la serpeta, cu^chilbo o fo^rmó^n es,p,cyci.al, vertical- mente, y en una altura proporcionada a la que tengan las es' a- quillas preparadas, q^ue ya pueden ser dos, una para cada extre- mo ciel diámetro rajado. De los esquejes que se tengan a disposición, según la época ^en que se verifique la ^operación, como luego veremos, se esc^ge la parte central, despreciando la superior, que suele tener yemas

^

demasiado germinadas, y ta^mbién la inferior, por lo contrario, por acusar ^sus yemas paco desarrollo. De esa parte central se corta la longitud suficiente como para que quede una estaqt^illa con d^os o tres yemas, que es s^uficiente, y en ella se dan dos co:^- tes, según se ve en E de la figura 4, de modo que por los lados quede la corteza b, que ha de coincidir con las dos que aparecen en cada lado de la hendedura practicada en el patrón, F. También puede hacerse el corte en_la forma D, que aparece en la figura 3, con entalladuras o muescas pará un asiento más perfecto s;obre el patrón. Para meter con facilidad las dos estaquillas, basta separar la k^endedura con la punta del cuchzllo o serpeta, o, mejor, introdu- - 7 -

cir ,una cuñita de madera dura o hueso, en el centro de la refe- rida hendedura, de modo que n^o estorbe a la colocación de las p7tias, que quedarán aprisionadas al ser Y•etirada la cuña que me- timos provisionalmente. :'To nos cansaremos de repetir que las cortezas de las estaqui- Ilas deben coincidix• pex•fectamente con las que aparecen en el pa- trón al practicar la hendedura, pues sin esa coincidenc.ia íntima ^Zo hay injertación.

XIV

INJERTACIÓN EN CORONA.

Puede practicarse la injertación, por el sistema de estaqu^lla, en patrones de mayor espesor, en troncos y ramas gruesas de ar- mazón, con gran utilidad para la fructicultura en la reorganiza ^

ĉ ióti de vergeles, por medio de la reinjertación, como veremos al tratar este asunto en capítulo aparte. Claro es que, tratándose de injertar troncos o ramas de mu- cho diámetro, no es fácil hendirlos, como hemos hecho en l^os ca- sos anteriores, teniendo que abandonar este procedimiento, y de buen grado, pues, a la verdad, la hendedura en el árbol es una operació:n cruenta que suele traex•, muchas veces, malos resulta^- dos en su vitalidad; porque n^a pocas se descuida el cubrir es- crupulosamente ;as heridas !practica^das, y el árbol se pudre y perece. De aquí ha nacido el sistema de injertación por c•c^°orza, que c^nsiste en injex•ir la púa, entre la corteza y la madera, de varias manex•as, según vamos a verlo y exa^m^narlo. Se corta el tronco o la rama gruesa perpendicularmente a su eje, con sierra o serrucho, ^operación que puede hacerse con alg•u- na antelación, pues así la savia acude al borde de la corteza sec- cionada beneficiando el prendimiento. En el momento que ee va -8- a operar se aIisa la superficie cortada quitando las rebabas y^re- f^rescan^do la herida. Tlas estaquillas se preparan eligiendo trozos de los esquejes con yemas de buen desarr^ollo, pero sin empezar todavía a brotar. En cada trozo de ^esqueje, se dejan dos o tres yemas, lo que s^upondrá una longitud de estaquilla de ocho a diez centímetros, y en uno de los extremos se hace un corte, de unos cuatro centímetros, en forma de pico de flauta, G, figura 5, oon ^entalladura, a, para su buen asiento, o sin ella, según se ve en H, más sencillo y expedi- tivo, cuando seari muchos los árboles a injertar. Para introducir la punta de la estaquilla se hace sitio, entre la madera y la corteza, con una espátula dura, boj o hueso, y en ese hueco se mete la púa preparada de mod^o que la parte seccio- nada se adapte a la madera del patrón y quede la corteza contra ía ^misma de éste. Sucede frecuentemente que, al meter la cuña o espátula, se resquebraja, de un modo desigual, la corteza, por io que suele ser preferible el cortar previamente la corteza del pa- trón, verticalmente, en una altura de unos cinco centímetros en ios puntos en los que se van a colocar las estaquillas preparadas. De esta manera puede bajar más, en la ranura abierta, la yema inferior de la púa preparada, teniendo cuidado de hacer el corte desde un poco más arriba de la referida yema. Se comprenderá que, hallándose la yema más baja que el borde de la sección dada al árbol, al brotar la misma, formará una ra- milla más resistente y menos expuesta, por tanto, a su r^otura por Ql viento y otros agentes exteriores, que si hubiera nacido en .la par•te media o alta de la estaquilla colocada. Terminada la introducción de las estaquillas en todo el perí^ ^metro del corte, conviene apretar o ajustar las cortezas c^ontra las estaquillas puestas, para lo cual se atará con ^rafia u otra liga- dura, comenzando por la parte superior, en la forma q^ue ya lo di- jimos antes, pero teniendo cuidado de no estropear las yemas al pasar la atadura por encima de ellas, sino dejándolas completa- mente libres para su buena brotación. • -9-

Una variación de este sistema de inj^ertar por corona se viene empleando hace algunos años en Italia, que lo vamos a describir someramente, ya que da buen resultad^o, según lo hemos experi- mentado. Se empieza po r colocar la ligadura en todo el contorno o cir- cunferenc:ia del c^^rte, e igualado, como hemos dicho, y desde el

mismo borde, con una atadura bien adaptable, como es la ^rafia, en una altura de r,uatro a cinco centí^metros. A continuación se marcan con un lápiz los puntos en los que se han de introdi icir las est•aquillas, las que no deben espaciarse más de unos cinr,o centímetros, por lo que luego aclararemos, y en seguida se preparan las púas en la f^orma ya explicada, pero se quitará toda la corteza, opuesta al bisel practicado (fig. 6) en toda la altura ñesde la base del ojo. Sin pérdida de tiempo se me- terá en los puntos prefijados en el patrón una puntiaguda espá- tula, de material duro, entre la corteza y la madera, en una altura proporcionada al largo de la parte desoortezada, y en cada una de estas cavidades se introducirá una estaquilla, forzando un poco, para lo cual se le ayudará a meterse pegándose suavemente con el mango de la serpeta o cuchillo, hasta que coincidan perfectamen- te la corteza de la púa y la del muñón del patrón descabezad^o. - 10 -

En seguida, debe proceders^e a embetunar, todo el círculo seccionado, de una manera completa, tapando perfectamente Ias heridas que queden al descubierto en las bases de las estaquillas y hast

XV

EPOCAS DE INJERTACIÓN Y ALGUNAS RECOMENDACIONES.

La mejor época en que generalmente se realiza el injerto de estaquilla es en la primavera, hacia los ^meses de abril o mayo, se- gún la climatología de la localidad y el estado más o menos adelan- tado de la estación. Con más precisión, los horticultores mode^:^- n,os señalan como dato práctico y preciso el momento en que la variedad que vamos a injertar debe hallarse en flor, sirviéndonos, por tanto, .de guía el que otros manzanos de la misma variedad se halle^n florecidos. Generalmente, muchos horticultores se apresuran a injertar temprano, encontrándose los árboles con p^oca savia y dificultad de poderse desprender fácilmente las cortezas en el injerto de co- rona. No hay que apresurarse, sino esperar a que el patrón esté fran,ca^rrt.e^nt,e ett scc^^ia, y el injerto o estaquillá a^pru^nta Id^ emtram cn ella, o sea más atrasado. En algunos países se empieza a practicar este injerto en ^otra - 11 -

época del año, cuando la savia declina en fuerza y cantidad, hacia septie^mbre y auu octubre, con injertos, claro es, cogidos de los árboles en esa época, en la cual los brotes anuales, que son los que deben emplearse, se hallan completamente desarrollad^os ,y ma.a- ^rl^uros. En ^este momento, la savia contenida en el patrón v en la estaquilla es suficiente` para provocar la s^ol^a.d2r;rcc de estos dos elementos, pero no tanta como para hacer brotar inmediatamen- te a]as yemas del injerto. Comprenderemos que de este m^odo se adelante bastante la formación del árbol, ya que en esa época pri- maveral todavía es cuando hubiéramos px•ocedido a la injertación de px•imavera. Otra ventaja tiene esta injertación de fin de verano u otoño, y es que, si algunas estaquillas no prendieran como deben hacer- lo en la primavera, nos quedaba la opción de hacer eii esa estación nuevos injex•tos en los puntos donde se efectuaron los fallos. Los esquejes para injertar en estación primaveral se desta- can de los árboles en los meses de diciembre o enero, y se meten en mazos etiqu^etados, en tierra s^uelta o arena, contra un muro mi- rando al Norte, pudiéndose dejax• las puntas a flor de tier•ra, pa^ a ver cuándo las yemas superiores se engordan, como indicia de su próximo desarrollo, y momento de ser empleados dichos esque- jes, cortándolos en trozos o estaquillas, según lo hemos dicho. Cuan- do esas yemas terminales están a punto d^e brotar, las de en medio o centrales, que s^on las preferidas para su empleo, se haltarán todavía ernpezando a engordar y en condiciones de ser injeridas en el patrón ya preparado. También se pueden conservar los esquejes en cajas de made- ra, sin fondo, colocadas sobre una capa de arena y enterradas, con su correspondiente tapa, a unos 30 ó 40 centí^metros bajo tie- rra, como aislamiento del aire exterior y conservación perfecta de los br•otes anuales para injertar. En todos los ca,sos, cuando se destacan los esquejes del árbol, se les debe quitar en seguida las hojas, dejándolas solamente el - 12 -

rabillo o pedúnculo, pues si dejáramos las hojas, éstas absorbe- rían la savia del esqueje, quedando inútil para la injertación. Vamos a razonar el por qué deben colocarse las estaquillas cada cinco o seis centímetros en el injerto de corona. Las estaquillas co^locadas atraen la savia que sube del patrón, pbr lo que si se espacían a mucha distancia unas^ de otras, ^a savia deja de ascender en esos espacios intermedios, la corteza se reseca, se desprende y se pudre, y con ella la madera que está de- trás. Si luego, al brotar y desarrollarse las estaquillas, viéramos que sobran o estorban algunas para la futura formación del ^r- bol, bastará quitarlas de su base con cortes lim^ios ,y embetunax.do las heridas causadas. • Si las dos estaquillas que hemos colocado en el injerto de hen- ded^ura, pc^rten a madera, desarrollándose normalmente; cuand^o estén bien constituídas y vigorosas, se debe quitar una de elias, ia más débil, la que formará la copa del futuro árbol, pues si se . dejan las dos, la formación no es tan perfect.a, y además, el ác•- bol con dos ramas principales tiene tendencia a desgajarse, por la acción del viento y demás fuerzas exteriores. Hemos visto muchos árboles mal formados por esa tendencia, dejadez o ignorancia, al permitir que crezcan simultáneamente las dos estaquillas, vicio que aconsejamos no sea seguido. Si en el tronco o rama que hemos injertado nacen algun^os bra- tes o ramillas de yemas adve^2ticias, o existen ya algunos peque- ños brotes, no hay inconveniente en dejarlos, pues son ltzmc^ savias, que atraen la q^ue sube por el patrón, y contribuyen a vi- gorizar y aumentar la que llega a las estaquillas, beneficiando el brote y desarroll^o de éstas; ahora bien, no se les debe dejar que se vigoricen demasiado, pues podrían perjudicar a los brotes del injerto, por lo que se les despuntará, dejando solamente algunas hojitas de la parte inferior, para hacerlas desaparecer desde su naci^miento, cuando hayan desarrollado cumplidamente las esta- quillas del inj erto. Recomendam^os también el que se protejan las tiernas ramillas - 13 -

brotadas en el injerto, que pueden ser tronchadas por el viento, pájaros u otras causas, lo que puede hacerse con ramas secas, que se atarán en el tronco y unirán en la parte superior, a ser posible, con lo que quedarán a cubierto de la destrucción por esos agentes exteriores. Tanto en las colocaciones de estas protecciones o tutores, como en las mismas operaciones de injertar, embetunar y ligar, debe tener el operador especial cuidado, pues es frecuente y fácil el romper una estaquilla colocada, con lo que, al ser inutilizada `para su d^esarrollo, habría que rep^etir la operación en aquel punto.

XVI

INJERTOS POR APROXIMACIÓN.

Aunque de menos importancia que los anteriores, .rinde tam- bién este injerto alguna utilidad en el manzano. En la misma Naturaleza vem^os casos de injertación por apro- ximación. En los grandes bosques vírgenes se observa, a veces, la unión casual de dos árboles vecinos, que rozadas sus cortezas por• la acción del viento, y unidas después fortuitamente con una en- redadera que los trenzara, han venido a unirse ínti^mamente, cons- tituyendo ^un injerto de aproximación. Se diferencia virtualmente esta clase de injerto de los o^txos estudiados, en que el pat3rón y el i^njerto son dos sujetos enruiza^dos. En el manzano se emplea bastante este sistema de injerto en las formas bajas y po^dadas, llamadas de co^rdón, tanto ^ar. el caso de que vayan los cordones en el mismo sentido, o qi Ĵ ^; ven^,ran a unirse sus puntas o ramas de prolongación. En este último caso, cuando se han prolongado tanto los cor- dones que lleguen al alcanzarse; en lugar de dejar que se crucen, se unen con un injerto d^e aproximación, y ya quedan formando como un solo árbol y la savia pasa del uno al otro. Supongamos que los trozos A y B, de la fgura 7, pertenecen a A

dos ramas de prolongación de dos ^comd,anes, que se hallan planta- dos a cierta distancia, pero que sus brotes s^e han alcanzado y cru- zado. En este caso se hacen dos entalladuras, una en cada rama, y se unen, procurando que las cortezas coincidan, como siempre, para que se suelden^. A fin de asegurar esta íntima unión; l^astará

F,.4. 7 °' ^^

ligar con suficiente far^taleza ambas partes, pero sin herir las cor- tezas y teniendo cuidado de vigilar después y aflojar, en su caso, Ias ataduras. Cuando los ^co^r+do^zes van en el mismo sentido y la rama d^e pr -

^,.9. 8°-

longación alcanza a la curva del tronco del c^o^ndóye siguiente, se hacen también muescas en ambos y se unen con una ligadura ap _^o- piada. Si se quiere asegurar más aún la ^unión en este injerto de apro- ximación, se puede emplear el sistema llamado inglé,s, que consis- te .en hacex• en las entalladuras o muescas practicadas en las par- tes a unir, un cox^te hacia su tercio, de rrLOdo que se forme una es- - 15 -

pecie de esqui^rlcc, y en la otra. rama otr^o corte semejante, pero en sentido contrari^o, para que puedan engancharse las dos partes al unirlos. Creemos que sex•á s^uficiente la inspección de la figura 9 para comprender cómo se practica esta variación, alg•o más com- plicada que la sencilla yuxtaposición de las simples cortaduras, pero que parece garantizan algo más la buena unión de ambas par- tes injertadas. Se liga como en el caso anterior, y no está demás

.t i^'^t`fL.Sti•a.^_ j.^

el tapar las grietas de las uniones con un buen betún de injertar, que impedir.á la entrada del aire exteri^or en las heridas. E: injerto de aproximación se presta a muchas combinaciones para unir ramas en forma de rombos y para hacer arcadas, y has- ta hemos visto rotulaciones pr•acticadas por este medio de ,yuxta- posición de ramas y ramillas desprovistas de corteza en ^su punto de unión para injertarlas. Pero n^osotros nos contentaremos con menos fantasías y cosas más prácticas, sin que esto quiera decir que no deban ocuparse de estos primores los aficionados, amatPU:rs, de calidad y los buenos hox•ticultores. Este injerto se hace en la época de la savia en movimiento, por ejemplo, en mayo y junio; pero hasta la primavera siguiente no conviene ejecutar el clestete, que se verifica cortando en cc, a, cr, lo sobrante de las ramas unidas, de una vez, o bien paulatinamen- te, empezando por ia punta ,y ]legando, con dos o tres cortes, a quitar del todo, para así no paralizar repentinamente el movimien- to mutuo de la savia. No estará demás el e^mbetunar el punto cor- tado, así como vig•ilar el nacimiento de br•otes en las partes supe- riores de las ramas injertadas, los que en general son cTrirpo^^ic^s que toman demasiado desarrollo y perjudican a las ramillas de fructificación, por lo qu^e se les cortará desde su nacimiento.

XVII

REINJEItTACIÓN.

Esta importante operación fructícola es de gran utilidad, sobre todo para la reorganización de los vergeles, que no son otra cosa que ia reunión de frutales de una sóla especie o de especies dife- rentes, o sea el conjunto de árboles que, vulgarmente, en España se conocen con los nombres de ^nanzaraa^res o pamarcudas, cuando la especie que los componen es el manzano, objeto de nuestro es- tudio, Que existe la necesidad de esta reorganización, nadie lo dud^- rá, si se ha tomado el trabajo de examinar, atentamente, el esta- do de nuestros manzanos. Los unos, porque producen frutos de mala o mediana calidad; ^otros, porque su aspecto nada dice, como atracción, para una fácil venta en el ^mercado ; buena parte cle ellos, los árboles, aunque jóvenes, ^están desastrosamente forma- dos; la vejez de otros inu^^hos hace que den frutos mal formados, pequeñas y ruines ; y, por último, contemplamos una partida im- portante de esta especie frutal, que no dan frutos por hallarse aniquilados por enfermedades, líquene^s, muerdado y demás .pa^ rásitos. Lo primero que se les ocurre a nuestros fructicultores, para re- mediar este desastre, es arrancar los árboles defectuosos y plan- tar otros jóvenes, cuando no los dejan en esa inutilidad perma- nente. En el primer caso consiguen tener nuevos frutos al cnbo de sus buenos ocho o diez años de su plantación. En cambio, em- pleando el procedimiento de la reinjertación, pueden empezar a producir los ^manzanos a los dos o tres años, y con meros gastos y trabaj^os. Esta cuestión ha preocupado mucho a algunas naciones, sobre - 17 -

todo en Francia, que se vió invadida, hace algunos años, por fru- tos americanos; cuyo aspecto atrayente, sanidad y buena presenta- ción hizo que las compras en el mercado se fueran hacia esos fru- tos, abandonando los del país, de no tan buen aspecto, bastante agusanados y no tan bien presentados. Para remediar este estado de cosas, empezaron por adoptar, en el Congreso Pomológico, celebrado en Angers en 19r34, nzn nú- mero limitado de variedades de manzanas, pues.comprendieron que eran demasiados las que existían, alguna de ellas de mediana ca- lidad. Y esta elección la hicieron por refe^re7zdum entre los fructicul- tox•es de los distintos departamentos de la nación. A estas variedades elegidas las declararon ^nacionales, sin pex•- juicio de que se cultivaran otras, seleccionadas, con denominación de ^regio^nales. ^ De estas variedades nacionales, así elegidas, se fueron sacan- do esquejes en los distintos departamentos, y reuniéndolos en de- pósitos especiales, para luego de allí distribuirlos, pór toda Fran- cia, entre los horticultores que los pidieran para reinjertarlos en los manzanos de su pr^edio. Esto exigió una escrupulosa organización, pues en los tres^ primeros años se distribuyeron más de ^res mz^z- llones de esquejes, con gastos importantes atendidos por el Es- tad^o, Sociedades pomológicas y particulares entusiastas de la fruc- ticultura. No decirnos ^todo esto con el afán de que se adopte de plano en nuestro país la extranjera, pero sí para que se examinen y estu- dien estas ideas, por si convi^enen a nuestro modo de ser; pues si son buenas para otros, podrán n^o ser malas para nosotros, cuando se trate de remediar parecidos defectos. Para la reinjertación de un árbol es preciso que su tronco y ramas gruesas, en su parte baja por lo menos, se hallen sanos, sin resquebrajaduras importantes, chanc^ro u otros defectos y enfer- medades. ^ • El sistema más generalmente admitido consiste en seccionar - 18 -

las ramas a 40 ó 90 centímetros, a lo su^mo, desde su nacimietrto, con cortes de sierra normales a su dirección, y demás precauci^:- nes que hemos dado ante^s paz•a la injertación por co^r^^^^raa,, ,y lo que dijimos en un artículo pub:ieado en estas mismas HoJA^ DI-

Figura lo

Hermosos brotes en un manzano reinjertado.

vuLGADORa^ sobre la ñ'ei^^^nj^^^rtc^c^ón, ^ al que ^ios re^nitimos ^^ara más detalles (fi^;. 10) . Sin embargo, queremos dar a conocer uua variante en el sis- tema de ^'ciwz,jert,^tci<,^n„ para camk^iar la variedad en un manz^^no, como lo practican en N2,ce^va. Zehu^nda, s^eg^ún lo describe una revista inglesa, ^- el cual consiste en conset•^-ar todas ]as ramas de arma- zGn, o sea sin cor^ta^^las cer^ca de su nacimiento, como en el cas^'^ anterior. Para ello se seccionan durante el invierno las ramas se- cundarias y todas las ramificaciones laterales, dejando el árbol r,rzpa^do. Después, a la venida de la savia, y en el esplendor de ésta, se van injertando ramillas o trozos de esquejes conservados, en

F,;,y. ^ 9 °,, todo el contorno de las ramas, desde s^u base hasta la punta, alter- nando ya unos 25 centímetros unas de otras. Veamos cómo. Se hace en la rama de armazón A(fig. 11> un corte vertical con la punta de la navaja, de modo que interese sól4 la corteza, en forma de 7. Se levanta la parte corta del siete con la espátula del cuchillo, dejando pegada la otra parte derecha del trozo vertical. Antes ha debido prepararse la estaquilla B, como vimos para la injertación por co^ro^a; pero en b se hace un corte l^evantando una ligera parte de la corteza de la estaquilla para que -20- se adapte a la corteza vertical derecha del siete, que ha quedado ^ adherida. Se mete con cuidado la punta de la púa y se desliz^^ hasta que quede metida la parte cortada de la estaquilla, confor- me a lo que se ve en A. La parte de corteza que se ha separado an- tes se rebate sobre la estaquilla metida, y para más seguridad. se clava una pequeña punta de París, a, que aparece en la refe- rida figura 11. Las estaquillas pued^en hacerse de una longitud como para que cbntengan de cuatro a ocho ye7nas u ojos, y hasta tener una yema terminal, a lo que es muy dado el manzano. Los ojos de arriba de- ben partir a madera, y los inferiores convertirs^e en bota^zes v^r f lor. Los partidarios de este sistema dicen que este modo de injer•- tación tiene la ventaja de qu^e en dos años un árbol queda reeonsti- tuído, y que puede empezar a fructificar al segundo año. Opinamos que por este procedimiénto cabe modificar por en- tero un manzano ; pero creemos que en la práctica brotarán innu- merables yemas adve7zticvas de la variedad anteri^or, y será un tra- bajo muy ardu^o y perseverante el ir cortando todos esos brotes de la variedad abandonada. Esto, para ^el abandono en que gene- ralmente se tienen los frutales, no es práctico. Y seguiremos, pues todavía nos queda mucho camino que re- correr. Madrid, 11 de noviembre de 1943.

GRAFICAS UGUINA; 1^tELENDE2 VALDES, ŭ.-MADRID , _...... _...... Y...... __._ ...... _.._w...... _...... _..^...... _...... _...... _...._...._...... : ^j ^ MIINISTERIO DE AGRICULTURA €' ] 38CCION DB DUBLICACIONES, PREN3A Y PROPAQANDA ;: 33 _-- :^ I^®JAS^^ DIVULGADORAS,^ =^^ ^ AfVG XXXVI MAYO, 1944 4lUM. 16 : g ;i.t...... ^...... _..^...... '...... _...^.....»...^...^.m...... _...... ::.....m...... _...... _.^_4 _! ...... •--:...... W...... _...... ---- ...... : a '• ^ 1^ ^ ; EL CULTIVO DEL MANZANO ^ É i ^ Por JosÉ Picaza, _ ^ Arquitecto. Pxwesidente d¢ la Sociedad Na- € ^ aonal de Horticultores de Espafia. ^ , f

j A V 111 L .^ m Ĵ/ ^•,; ^b-

ELECCI^N DEL TERRF.NO.

Ya, tenemos las planta,s de manzano a nuestra disposi- ciGn para ser colocadas eii su sitio, procedentes, bien de nuostro vivero, o, más generalmente, compradas a un h^or- ticultor viverista; pero, antes de proceder a su plantación, _ 9 veamos las condiciones que debe reunir el terreno, su pre- i paración más conveniente al cultivo del manzano y otras cuest'ones previas a esa ope'ración. Decíamos al principio que el manzano n^o era muy exi- gente en cuanto a calidad de terreno ; pero esto no supone el q^ue pueda. destinarse al cultivo de esta especie frutal un suelo con muy poca profundidad de tierra vegetal, con ^subsuelo imperm^eable y duro, y, menos aí^n, uno scco, pues en éstos, ya .lo indicábamos, el manzano no 1_^r•ospera; apenas se desarrolla ,y muere fácilmente. Lo contrari^o, un tei°reno excesivamente húmedo en tie rras poco profundas y fondo impermeable cercano, no es aprop^ado tampoco para el manzano, ya que sus raíces se pudren prontamente y el árbol languidece y no se des- •arrolla I: ` Asimisrno no le conviene, y esto no suele te- nerse mucha.s veces en ruenta, un terrealo en el

(li l^i^;iusc Il^^^nti I)n'oi.nnuoH.^s i;l ^^ SS dr L16^3, ^• Z ĉ !I de 1J{^, ...... ^...... ^...... ^...,...... : ...... ^ . . Estas HoJes se remiten gratis a quien las pida a la Sección de Publi^aciones, PrPnsa 7 Propagaada, del Ministerio de Agricultura. -2-

que hayan existido, inmediatamente antes, árboles de la mism:3 -especie, o sea ^manzanos; ^esta inadvertencia suele tra^er como con• `secuencia el que los árboles así plantados se desarrollen con ruin- dad y a menud^o sean aiacadas par la enferme^dad de la Cloros=s, que acaba por matarlos. Los terrenos de pan sembrar, con regular capa de tierra vege- tal, algo permeables y arcillosos, son los mejores para el manza- no; con exposición del Este, Sudeste y en laderas con alguna pen- diente mej^or que en valles y planicies, más expuestas al hielo y las nieblas. Admite esta especie altitudes elevadas, hasta cerca de 1.500 metros sobre el mar. Si el terreno es algo seco, convendrá hacer la plantación pro- funda; pero en este caso los árboles deberán estar injertados arriba, pues se e^nfra^rupueceoz al emitir raíces el radete del injer- to de escwdet,e, practicado cerca del suelo, que queda enterrado, Contra la perniciosa influencia de una anterior plantación de manzanos, será indispensable el practicar un laboreo total del terreno en desfonde, cual luego veremos, y quitar todo vestigio de la plantación anterior. Para enmendar un terreno excesivamente húmedo, en el que las aguas queden detenidas en el subsuelo impermeable, no cabe otro remedio que el de su drenaje, o sea el recoger esas aguas y llevarlas a un punto de curso natural en el que no perjudiquen a la plantación. Esto se hace por medio de zanjas a cielo abierto (figura 1 ^), Guyo fondo, d^e alguna inclinación, recoja las aguas y las aleje. Estas zanjas pueden llevar también, en su parte infe- rior o fondo, piedras de diferentes tamaños, de mayor a menor, que permitan el curso de las aguas y que pueden ser cubiertas con la misma tierra (fig. 2 a) . Un medio más eficaz ; pero indudable- mente más caro, es hacer drenajes con tuberías y manguitos (figu- ras 3.a, 4.a ,y 5 a), que conduzcan las aguas recogidas a una tube- ría mayor, y ésta, a su vez, a un curso de aguas o arroyo cercano. Los tubos de drenaje pueden ser de barro cocido o cemento; los secundarios, de 5 centímetros de diámetro ; los intermedios, de 8 a 10 centímetros, que llevarán las aguas recogidas a otros co- lectores mayores de unos 15 a 20 centíme±ros. La profundidad ^ mínima a que deben quedar estas tuberías será de unos 50 centí- metros, para dejar libre el laboreo, y la separación entre ellas, de 10, 15 á 20 metr•os. La pendiente dependerá de la del terreno, que - 3 - podrá ser reducida, en caso de necesidad, a 4 ó 5 milímetros por metro lineal. _ Si el terreno no tiene pendiente, o no queremos gastar, dada la poca irr^portancia del cultivo a establecer, podemos optar por el procEdimiento de plantar en ^rzan^cculo; es decir, aporcando la tierra en los puntos a plantar y de modo que las raíces queden muy superficiales; así las alejare^mos de un fondo húmedo, cons- tituyendo un suelo adecuado en los sitios precisos de plantación. Si queremos hacer las cosas bién y saber si efectivamente el terreno reúne condiciones para el cultivo del manzano, debemos recurrir a] análisis de las tierras, cogiendo muestras en diferen- tes puntos y profundidades, y dándolas a examinar a las Casas de fabricación de abonos, que generalmente las admiten para s^. análisis cualitativo y cuantitativo. Un terreno de composición corriente y bueno para los áriaoles frutales podría tener de 20 a 30 por 100 de arcilla, 50 a 70 por 104 de arena, 5 a 10 por 100 de cal y 5 a 10 por 100 de humus ; pero para el manzano un aumento en la arcilla no le viene mal y alguna. disminución en la cantidad de arena le puede ser conveniente;. tampoco le perjudica más cantidad de cal, como le sucede al pe- ral. La mucha arena hace a los terrenos calientes y secos, inad- misibles para el manzano; y el exceso de humedad le es bastante perjudicial a sus raíces, sanidad del árbol y fructificación. E1 que se vea obligado a plantar en un terreno dado que tenga alguno de los defectos apuntados, debe enmendarlo añadiendo 0 quitando la parte beneficiosa o perjudicial, lo que siempre es fac- tible ; pero desde luego poco económico ; pero lo es men^os todavía e] plantar en un terreno francamente malo.

XIX

PREPARACIÓN DEL TERRENO Y ASONOS.

Debe preceder a toda plantación una cuidadosa preparación del terrena, a fin de que las raíces encuentren facilidad de des- arrollarse y nutrir debidamente al árbol. Esta preparación puede hacerse en la totalidad del terreno o• -^-

simplemente en los puntos sexialados para colocar el árbol• E1 pri- mer sistema es, sin ningún género de duda, el más perfecto y más beneficioso para el buen desarrollo de las plantas; pero, desde luego, el más caro. Si el terreno es bastante amplio, com^ sucederá si tratamos de establecer un manzanal o pomarada, caso el más frecuente en esta cla;,e de ^ultivo, debe hacerse el laboreo algo profundo, de 40 a 70 centímetros, siempre sin ^•emover la capa impermeab'.e; ]o

F^M. 4^ ^ Fu^ 2a F^. 3 ° cual podrá hacerse de un modo rápido y económico con medios mecánicos, como, por ejemplo, el arado de vertedera de desfonde con tracción animal o mecánica. También puede ejecutarse esta operación a mano, con azada o bidente; pero, como se comprende- rá, resulta esta labor a mano larga y costosa, aunque rnuy per- fecta. Si el terreno a operar tiene bastante anchura, se le puedé dividir en dos mitades por la lír.ea EF (fig•. 6.a), y se comenzará a cavar en la parte izquierda, abriendo una zanja de la profund^- dad que nos convenga, en A E a b^. La tierra procedente de esta zanja la transportaremos a I, y seguiremos abriendo sucesivas zanjas según la dirección de la flecha, hasta terminar en D F, pa- sando a la parte derecha y abriendo la zanja f, cuya tierra verte- remos en la antes abierta, e, que habrá quedado vacía. Continua- remos abriendo zanjas en esta forma hasta que lleguemos al final, en donde nos x•esultará la última zanja sin tierra, que se colmará con la que hemos depositado al principio en I, y así quedará la- brado el terreno en su totalidad. También se puede hacer una labor bastante completa de pre- paración total del suelo con la laya (del vascuence laia), cuya he- rramienta es muy empleada en las provincias vascongadas. Se ve- rifica con varios operarios colocados en línea conjunta, que van -b- levantando las tierras en líneas paralelas y volcándola para ex- ponerla al ambiente exterior. Si en el terreno no han existido antes frutales de esta misma especie que nos obligue a hacer un laboreo completo, o queremos obtener alguna economía en la preparación del terreno, y ya que las plantas irán a bastante distancia unas de otras, como en su lugar veremos, podemos optar por abrir hoyos en los puntos se- ñalados prf^viamente, de una anchura mínima de un metro en cuadro, y profundidad de 60 a 80 centímetros, según lo permita la capa de tierra vegetal y subsuelo permeable. No debemos abrir hoyos con mezquindad, pues tengamos presente ahora y en las sucesivas operaciones a ejecutar en favor del árbol frutal, que éste las u^7adcce muchó y las paga larga^mente en fruto. ^• Cuándo debemos proceder a esta preparación del terreno para la plantacicín? En términos generales, y si disponemos del terre- no a plantar, debemos camenzar estas operaciones muy anticipa- mente, al final del verano y aprovechando las primeras lluvias, y si nos limitamus a abrir solamente hoyos para recibir las plantas, también será bueno que lo hagamos hacia esa época, pues así que- darán expuestas las tierras al ambiente exterior, s^ meteorizarán ^^ mejorar•án bajo la acción de las heladas durante todo el invierno. Ya tene:mos preparada la tierra físicamente; pero los árboles necesitan además alimentarse, y esto lo hacen del aire y la tierra en la que han de encontrar los elementos propios a su nutrición, por medio de los pelos absorbentes de s^.is raíces, como ya lo diji- mos anteriormente. La tierra tiene a veces estos elementos nutritivos; pero es na- t.ur•al que vayan disminuyendo o desapareciendu a medida que los árbules los van tomando, f^ormándose un déficit que, a nosotros, nos interesa que desaparezca para que sigan produciendo de una manera constante y vivan sanos y robustos. Esta aportación se }race por medio de los llamados abonos, de los que vamos a tratar someramente. De dos maneras se abonan las tierras : al principio, con un abono f'undamental u de plantación, y en años sucesivos con abonos, que podemos llamar cle entretenimiento. El abono de plantacián puede ser orgánico y químico. El primero lo puede constituir una estercoladura, con basura bien consurnid

K^!os

Sulfato de amoníaco ...... 1.000 a 2.000 Abonos fosfatados ...... 2.000 a 4.000 Idem potásicos ...... 1.000 a 2.000

Es, muy conveniente la cal que no rehusa el manzano, sobre todo en las tierras algo arcillosas, pues ejerce una acción física al soltarlas y deshacerlas. Para esto sé distribuye la cal vtiva en el terreno en piedras o trozos formando montículos que, al re- garlos, se pulverizan, y, en esa forma, se esparcen, en el suelo, con la mayor regularidad posible, antes del laboreo. Ejerce, a la vez, una acción insecticida. Los abonos de entretenimiento deben !ser proporcionados al tamaño y edad del árbol, menos exigentes de ellos los frutales de pepita que los de hueso; pero que también necesita el man- zano para evitar el agotamiento del terreno. Sucede, a veces, que un vie,jo manzano deja de dar fruto, y su dueño no sabe lo que hacer con él, pues antes le daba bastante fruto, y apela a procedimientos ^muchas veces fatales y contraproducentes. Este árbol no ha sido abonado nunca y ha fructificado bastante bien, hasta que, a fuerza de años, el terreno se ha esquilmado y el árbol vive, pero no fructifica. Si nosotros le abonamos convenientemen- -7- tQ, sin exageración, en toda la sombra del árbol, apartándonos unos 50 centlmetros del tronco, si, al mismo tiempo, le desembarazamos de las ramas que se cruzan y se estorban, también sin exageración, pues las muchas heridas matan al árbol, y lo limpiamos de mus- gos y líquenes, desinsectándolo con un buen insecticida, lograre- mos que el viejo árbol rejuvenezca y siga dando sazonados y abun- dantes frutos. Los principales elementos que le hacen falta a] árbol para su ali-

f^. 5° ^^ mentación .son : el ázoe, que es esencial para el desarrollo de las cé- lulas; es el factor del crecimiento. El ácida fo^sfórico facilita la fecundación, la fructificación y la maduración de la madera. La pota,sa favorece la formación de las materias de reserva, áu- mentando la riqueza y densidad de las cosechas, como el anterior. Es un elemento de salubridad y resistencia. Estos sencillos principios nos dan alguna idea del cómo debe- mos manejar los elementos constitutivos de los abonos. A1 principio, el manzano exige un buen desarrollo para que se haga vigoroso y resistente, que luego vendrá el procurar que dé fruto. Precipitarnos, apeteciendo la venida pronta de fruto, como les sucede generalmente a los novatos, y emplear medios para ello, es arruinar. el árbol y exponerlo a merced de todos sus enemigos, que no son pocos, y a que siga dando fruto rufn, poco apetitoso y, a la postre, escaso. Para los árboles adultos, enterrar por árbol en invierno : Gratn^,s

Escnrías ...... 2.600 Silvíníta ...... 1.G00 Sulfato de amontaco ...... 1.600 -8-

En árbol de formas bajas, bastará por hectárea, cada tres a cuatro años, de 10 a 15.000 kilos de estercoladura orgánica, y en los años intemedios :

Kilos

Sulfato de amoniaco ...... 250 Superfosfatos ...... 400 Sulfato de potasa ...... 150

Cuando hayan anuda^do l^os frutos y según venga la cosecha y fuerza del árbol: Nitrato de cal, 100 a 150 kilos, en una o dos veces, empezando en la anudación. Opinamos, como algunos, que no se deben abonar los árboles cada tres o cuatro años, pues a raíz de ese copioso abonado, si coin- cide con un año lluvioso, los manzanos brotan mucho a madera y no se forman botones de flar, lo que es una rémora para la perspectiva de una buena cosecha. Creem.os que es mejor abonar, con menos cantidad, todos los añ9s, lo que tiene el inconveniente de ser me- nos económico, por mayor gasto en mano de obra; pero en la vida así resulta; lo que da más trabajo, aumenta el rendi^miento, y lo mejor, casi siempre, es lo más caro. Para los que no conozcan con algún detalle este asunto de los abonos a emplear, o no puedan ocuparse de su manipulación, lo mejor es que usen los abonos compzcestos, propi.os para el manzano, que varias Casas españolas pondrán a su disposición, con toda clase de detalles para su empleo más eficaz.

XX

PLANTACIÓN.

Llegamos a una de las operaciones más importantes en fructi- cultura, pues no perdamos de vista que un árbol frutal no es una b,erza cuyo mal resultado puede corregirse al año siguiente, plan- tando otra mejor, sino que se trata de un vegetal que lo ponemos para que nos produzca durante muchos años, ya que puede llegar a ser árbol secular. -8-

Si las plantas de manzano las hemos criado en vivero propio, convendrá arrancarlas cuando tengan cuatro años, más o menos, con sumo cuidado para no ^estropear o romper demasiado sus raí- ces; elig•iendo las mejores, muy derechas, de buena raíz, corteza lisa y brillante y con ramillas bien distribuídas. Merece la pena

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de perder algunas plantas que no reúnan estas condiciones pars ]legar a tener, solamente, árboles de primera calidad. Si los árboles que van a formar el manzanal que vamos a cons- tituir, los hemos adquirido en casa de alguno de los buenas horti- cultores que tenemos en España, lo primero que hemos debido hacer es pedírselos a tiempo, y no esperar al final de la época de plantación, pues entonces e9 probable que no nos puedan servir buenos árboles, o nos manden los pocos que queden, que, es de suponer, no serán los mejores ni, acaso, de las variedades desea- das. Si no podemos empezar inmediatamente a plantarlos, debe- rrLOS meter sus raíces, provisionalmente, en unas zanjas y cubrir- las bien de tierra a] abrigo del frío o heladas, en el supuesto de que hayan llegado en estado normal; porque si vienen las raíce^ algo resecas, las debemos bañar copiosamente, y si llegan heladas, dejarlas, con su embalaje, en algún sótano o estancia de buena temperatura hasta que se hayan deshelado. Los árboles que vamos a plantar, formando un ma^nza^nal, de- ben ser de los llamados a t^ado vieFrc^o e injertados en f•rcvn.co. Su altura de troneo podrá elegirse proporcionada al destino que de- mos a 5u suelo o cultiv^o asociado. La altura de tronco de 1,80 metros, es la suficiente para que pueda pastar el ganado bajo las ramas y para que también se admita el laboreo de las ^tierras con tracción animal. Ahora bien : cuanto más alto es el árbol, más expuesto se halla a los vaivenes del viento, y el fruto cae con mayor facilidad, de modo que si no concurren las circunstancias antes apuntadas, pueden ponerse manzanos a 7nedio viento, con tronco de un metro, y aun menos, en los que el viento actuará con poca intensidad. Esto tiene además la ventaja de que el ár^ bol se halla así más a nuestra disposición y mano, tanto para re- coger la cosecha como para podarlo y aplicar los insecticidas apro- piados para la destrucción de los numerosos parásitos que los ata- ca,n, sin necesidad de escaleras y otros artefactos indispensables en los árboles altos. Si el laboreo se ha hecho en toda su superficie y con la de- bida profundidad, bastará que los hoyos, para plantar, tengan unos 50 a 60 centimebros de lado, otro tanto de profundidad; pero si la plantación va a ponerse a distancia adecuada, según luego veremos, y no se ha ejecutado laboreo alguno en el suelo, los ho- yos no deberán tener ^menos de 1 a 1,50 metros de lado y con la profundidad que permitan la tierra vegetal y el subsuelo permea- ble y sano. Las distancias a plantax• se han debatido siempre; pero los horticultores de todo el mundo han llegado a un acuerdo, en re- lación al destin.o o empleo del terreno circundante al árbol. Es'tarnos acustumbrados a ver en España las plantaciones de manzanos a cortas distancias, con una sordidez que luego se paga, cuando ya la eosa no tiene remedio, y se han perdido varios años en un crecimiento aglomerado de árboles que se asfixian mutua- mente, en sus raíces y ayuntamiento de sus ramas, que no dejan circular libremente el sol ni el aire, elementos indispensables para su vitalidad, y así se ve que, llegado ese momento, se paraliza la fructificación. Es entonces cuando se echa la culpa a todo, menos al causan- -11- te del desaguisado, que ordenó plantar los árboles tan cerca unos de otros. Si el manzanal va a ser, al mismo tiempo, pradera de hierba para pastar el ganadv o segarla, no deben ponerse los árboles a menos de 10 metros, unos de otros, si es que queremos que esta asociación de cultivos viva lozanamente. Lo mismo diremos, y aun convendría más distancia, si se trata de aprovechar el suelo libre para plantaciones hortícolas. Desde luego, nunca debe plantarse

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,r• E ^/ ^^.7°^ nada en el círculo que determina la so^rcb^ra del árbol, que queda- rá, completamente, exenta de toda planiación para ser labrada y abonada. Si el terreno alrededor de los árboles, en toda su extensión, se ha de tener perfectamente labrado y libre de vegetación, como se hace con el olivo y el naranjo, bien cuidados; en este caso, pueden ponerse los árboles a siete u ocho metros. No exagera^mos con estas cifras las distancias entre árboles, en los mamza^no^s o pomarwdos, pues en el extranjero, algunos pomó- logos modernos, las amplían a 12 metros y hasta 15 metros, en variedades de manzanos de gran vig.or e injertados en fra7e,co; pero consideramos que estas últimas cifras son en demasía y hace más bien disminuir la producción, ya que los gastos aumentan y la cosecha por hectárea se merma bastante. Algunos optan por intercalar entre los árboles otros de menor vitalidad, con ]a idea de que puedan producir al ŭo durante algu- nes años, para quitarlos o trasladarlos después; pero sucede, muy frecuentemente, que cuando se les ve medianamente crecidos a unos y otros, da como lástima el arrancar los provisionales, .y allí que- dan todos ellos con visible y futuro perjuicio del conjunto. Para abrir los hoyos hay que marcar previamente el terreno para distribuir los árboles, lo cual se hace de dos maneras : a marco real y al tresbolillo. El primer sistema consiste en poner un árbol en cada vértice o ángulo de un cuadrad.o rectángulo (figu- ra 7), y e] segundo, en distribuir los árboles en los vértices y centro de un hexág•ono, entrando en esa superficie siete plantas (figura 8), o, lo que es lo mismo, cuatro árboles en los ángulos del rombo abcd, de la misma figura En el primer caso, y si dis-

F^. S~ ^ tanciamos los manzanos a 10 metros unos de otros, veremos que necesita cada árbol 100 metros cuadrados de superficie, mientras que al tresbolillo ocupará cada manzano: 10 m. X 8;70 m. = 87 metros cuadrados, para la misma distancia, de 10 metros, entre árboles. Lo cual quiere decir que en las plantaciones al cuadrado o mar- co real, entrarán 100 árboles por hectárea, y en las al tresbolillo, muy cerca de 115 árboles ; teniendo, por tanto, más cuenta el em- plear este último sistema, aunque sea algo más difícil el replaanteo en el terreno. Conviene que las líneas de árboles sigan las de máxi^ma pen- diente del tex•reno. La inspección de las figuras y un poco de in- genio, acompañado de una cinta de medir y algunas estacas, ha- rá fácil la operación de marcar sobre el terreno la posición que deban ocupar los árboles en el manzanal. Para la plantación, las tierras pr^ocedentes de los hoyos se dejan - 13 - al pie de los m'^smos; las do Ia capa vegetal, a un lado, A, y al otro• B, las del subsuelo permeable (fig. 9.a). Si esta tierra del subsuelo es de buena calidad, puede mezclarse con la vegetal; pero si fi:era de mala clase, no conviene esta mezcla, pues vamos a hacer entre las dos una tierra mediana; mejor será, en este caso, sus;ituir esta mala cali^dad de t'^erra, con atra corriente de heredad de pam scxrrt.brcar•. En el fondo del hoyo se puede extender una capa de basura,

Fuj.io=

w Fi,9..

bien consumida, y sobre ella echar un montoncillo de tierra fina y escogida y ligeramente estercolada y abonada, según decimos en otro lugar, Volve^mos a repetir que ganan mucho las tierras con meteori- zación, al abrirse los hoyos anticipadamente, hacia el mes de sep- tiembre, por ejemplo. Hecho todo esto, se van recogiendo los arbolitos que tengamos que plantar, y se los arregla, para lo cual se les coge con la mano izquierda, por el tronco, y con la derecha se van cortando todas las raíces que se hayan maltratado o roto al arrancarlos o trans- portarlos, dando cor•tes, con herramienta limpia y afilada, en for- ma oblicua o en bisel, para que asienten bien de plano los cortes y heridas sobre la tierra del fondo. La parte central o nabo de la raíz, fuerte y vertical, se debe suprimir en parte, conforme se ve en b, figura 11. Las demás raíces se podarán según a, a, a; así -x4-

conseguiremos que emitan inmedia^tamente una hermosa cabelle^r^a. cle raicillas. Antes de plantar el árbol, debemos colocar el tut^or, clavándolo en el fondo del ho,vo, para que sea sólido. La madera ^xnás consistente y duradera para los tutores es la acac^a• y también el castaño, y para hacerla imputrescible deberá ser quemada y dada de gaiipct, en t^oda la pax-te en^terrada y unos 40 centímetros encima del suelo. Si es factible meter los tutores en un baño de sulfato de cobre al 3 p^or 100, habremos conseguido el prolongar bastante su utilidad. Muchas veces hacen daño los tutores por su mala ligadura con el árbol, pues si es demasiada dura o poco elástica y no se afloja a tiempo, puede dañar al joven árbol, causánd^ole una depresión que impedix•á la buena circulación de la savia, y, por consiguien- te, su mal desarx•oIlo. En otras ocasiones se ata demasiado fuerte el tutor contra el árbol, y queda éste marcado o flojo y el roza- miento hiere su cor.teza. Un buen procedimiento de atar los ár- boles a sus tutores es dejarlos algo separados, metiendo la ligadu- ra entre los dos, formando una especie de ocho, conforme se ve en la figura 10. Las ligaduras vegetales son las mejores, como la raf ia fuerte y el nuimbre bastante grueso ; pero que exigen una renovación frecuente. Algunos emplean las gomas de las cubiertas ,y cámaras, atándolas con alambre, aunque si se descuida la vi- gilancia, pueden hacer daño. Colocado el tutor y arreglaxto el árbol, se le coloca con cuidado encima del montoncillo del fondo del hoyo, de modo que las raí- ces lo cubran por todos sus lados, y se va echando tierra encima del montón A, cuidando, muy especialmente, que no queden hue- cos sin tierra, o sea vacíos, para lo cual, con un palito en punta, se va haciendo que la tierra vaya ocupando todos los espacios en- tre las raíces, las que, una vez bien cubiertas, si hace falta más tierra, se puede emp'.ear la del montón B, hasta que el hoyo que.- de bien ]leno de tierra, según la línea E; pero siempre unos cinco a diez centímetros más abajo que el ro^dete del injerto, que nunca debe quedar bajo tierra. Se observa que much.os no tienen en cuen- ta este detalle y plantan muy profundo, dejando enterrado, deI todo, el injerto, sin saber, indudablemente, que a causa de este descuido, los árboles se enfranquecen y nacen raquíticos, se ama- rillean y se enervan en su crecimiento. _ 15 _

Como es indispensable que las tierras se unan bien a las raí- ces de los árboles, sin dejar huecos o espacios libres, insistimos en que la plantación se haga con todo cuidado para esa íntima cohesión, ,y, a este fin se debe ^pisalr alrededor del árbal para q^lie se efectúe la adherencia de la tierra oon la cabellema de la raíz, lo que puede hacex•se antes de llenar del todo el hoyo. No estará de más, a este úl'timo fin, sobre todo si la. plantación se hace un poco tardía, el regar abundantemente el pie de cada árbol, y dos o tres veces después, según lo exige la temperatura, y empajizar el suelo, para mantener la humedad en caso preciso. No hemos dicho antes el que hay una operación previa a la plantación, cual es el ,qa:rapiña^do o embadurnamiento de las raíces

3', p

F^. 91°- F.^,y, tf' . del árbol, metiéndolas en un baño de aircilla y boñic^u de vaca, a partes iguales, y removidas hasta constituir, con el agua, una es- pecie de papilla o caldo que se adhiere a las raíces, y constituye a manera de un abono que las jóvenes ra^mificaciones uti]izan en el primer movimiento de savia de la primavera. Es una operación eficacísima y que salva a muchos árboles, algo decaídos, ,y que sin esé previo baño perecerían o desarrollarían malamente. En las figuras 12 y 1^3, que son ejemplos de mala plantación, podemos augurar mal resultado en el futuro desarrollo de los ár- boles plantados así. Las ramillas de la parte aérea deben podarse; mejor en la pri- mavera, antes del brote; dejando solamente tres ramas fundámen- tales, que es la mejor manera de obtener la forma del f.o^do vi.en.to. Esta poda conviene hacer a unos 30 centímetros del nacimiento de las ramas, y sobre ^dos ojos o yemas latera.les, para que nos den, al año siguiente, seis brotes formando un encopado, pues si po- damas sobr^e dos ,yemas, una interior y otra exterior, no^ brot^- ráii das ram llas, una hacia adentro y otra mirando afuera, o sea. una formación fundamental defectuosa del manzano. La época de la plantación se extiende desde que cae la hoja hasta que vuelve a nacer; pero conviene adelantarse, cuanto se pueda, pues las raíces acusan algún movimiento al asociarse a la tierra y están en mejores condiciones para brotar prontamen- te en la primavera ; ahora bien : si el terreno es bastante húmedo o los malos tiempos no acompañan a realizar esta plantación tem- prana, puede demorarse para ejucutarla al comienzo de la pri- mavera. 1l2adt•id, 19 de diciembre de 1943.

CHAFICAS UCUINA - MELENDEZ PALDES, 7• MADBfD w...... _...^....__^__^. . , r II MINISTERIO DE AGRICULTURA i^i ^^ 3BCCIUN DB PUBLICACIONES, DRENSA Y PROPAQANDA ^^ jj ^^^ ;' HOJAS DIVULOADORAS , i AÑr XXXV I li J U N 1 O, 1 9 4 4 ^ N l] M. 2 2 i ^.. ^

^^^ EL CULTIVO DEL MANZANO^'^ ^3^^ ; Por Josi; P1CAZA, . : ^; Arquitecto. Ex Presidenle de la Socleded Na- ?: cional de tiorticvllores de E5 efia. ;^

' ^ XXI j/..., ; ^y/ ^^ `{ •^ 4" ^,, / I / j ' i !, FOftMAS IVIAS CONVENIENTES PARA EL 1^f^AN'LANO •^ Las numerosas vat•iedad^es, hoy existentes, de frutos de ^- todas clases, unas •iísticas ^- otras más o menas delicadas; ^` Ĵ 1= su volumen y peso ; la,s dis^tintas finalidades con que se cul- _: `^: tivan, así como el emp;azamiento y or^entación de los ár- ^^ boles que las producen y la variada climatologfa de las re- ^;*iones españolas, son l•azones que pueden influir en las di- ^^ versas formas' q^ue ccmveng•a dar a los árboles trutales, i^ j F para qtte respondan al fin para el que fueron creados, q^. e Ĵ ^• ^ f es el casi etciusivo de dar fruto bello, agradable I y sano. ;` !^; Las foimas en los árboles frutales pueden dividirse en i ?i dos grandes g•j°upos: formas lz:b^•e.s o aíi

Estas HoJes ae remiten gratis a quien las pida a la Sección d0 Publicaciones, Prensa 7 Propaganda, del Minieterio de Agriculturs. - 2 -- fantasía y adorn^o. La conocidísima forma de tado vi^eoato es la única que puede decirse se emp,lea en España para el manzano, y es la que más se pre.sta para la constitución ^del very•gel o pom,ar^adcLS, q^ue da fruto corriente de m^esa y para sidra; pero no estamos conformes con que s^a esta sola forma la que de'ba emplearse para la especie fru- tal q^ue nos ocupa, pues a;demás de las variedades rústicas y de ta- maño corriente, existen muchas otras delicadas y de gran tamaño, llamadas de primor, que' no conviene cultivarlas a to^do viem.to, sinb en formas bajas o adosadas y con orientación adecuada para que produzcan esos magníficos frutos que desean obtener los particula- res y aficionados-^que más debieran ser en una España tan apro piada a ello-para el consumo familiar, y regal^o de los comensalas a la mesa del buen productor aficionado, que pueda ofrecer, con sa- tisfacción y santo orgullo, los mejores frutos de su huertta o jar- dín. La gran g^ran prod^ucción de fruto co^•riente para el mercado es la modalidad principal de este cultiv^o, y a ella aspira el produc- tor y vendedoi• de frutas; pero bien les vendría a estos cultivado- res el que una pequeña parte de su predio se dedicara al cultivo de fnuto de primor o excelente, que le daría al mismo tiempo, fama y provecho; pero además, con ello, iría dejand^o ese lastre de in- cultura y rutina, al tener que ampliar sus conocimientos de cul- iivo.

XXII

FORMAS AISLADAS

Ya dijim^os, en capítulos anter•iores, que el vergel cte ^ruxrczccnos era Ia reunión de muchos árl.^oles de esia especie frutal, en forma de to^do vier^t^o, de una misma variedad o distintas. También seña- lábamos las distancias a plantar el manzano injertado en franco y a t,o^do vi^^^rzto, y alg•o, al final del capítulo XX, sobre la manera de empezar a f^ot•mar el árbol con tres ramas fundamentales. En efec- to ; ahora debemos añadir que el número t,^res de ramas es e^ m:^s -3- apropiado y factible, pues las cuaáro ramas no es fácil obtenerlas a la ^misma altura, y la formación con ^dos ramas es peligrosa y expuesta a. 1a desgajadura del árbol par la acción del viento o peso de los frutos, nieve u otros agentes exteriores. Obtenidos las tres ramas fundamentales en A(fig. 1.a), decía- mos que se podían podar, durante el inviex-no, a 25 ó 30 centíme-

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tros de su nacimiento, sobre dos aj^os o yr^rUas laterales para que nos dieran, en B, durante los meses de vegetación, seis brotes que, debidamente desarrollad^os, formarán otras tantas ramas (B C, mis- ma figura) . Elstas seis ramas podadas, a su vez, en los 6 puntos, C, nos propor.cionarán cto^ce brotes a, a, ... (fig. 1.a), con los que que- dará definítivamente constituído el árbol en forma de tado vi^nto 0 t^cllo al.to, según se ve, en alzado, en la figura 2.a El tronco, ya lo indicá^bamas, puede tener unos 1,80 metros de albura, para dejar libre el paso del ganado de trabajo, y hasta 2 me- tx+os, o más, cuando se plantan en los bordes de los caminos o en ]as praderas para pastar. Como se ve, se deja la parte central del árbol en forma de copr^, para que el sol y aire penetren y bañ^en el interior, con gran bene- ficio para el desarrollo y la fructificación. Otra forma muy conveniente para el manzano es la de e^ncoqacLdo - 4 - bajo, cuya armazón se hace lo xrxismo que hemos^ dicho anterior- mente, pero en la que su tronco es menor, entre 0,50 y un metro de altura, constit^uyéndose un árbol eryaa,n^o, para lo que se emplea e] dou,cwn o pa^raíso^, los que, como vimos en otro lugár, son porta- injertos de poco desarrollo, pero que forman árboles en los que. viene pronto el fruto, es decir, precoces y de mayor tamaño que en los de to^do vier^to injertados en szilvest^re o franoo. A1 árbol de t;all.o alto tiene la ventaja de adquirir gran desarro- ]lo, por lo que da mucha cantidad de fruto; ger^o, en cambio, le cuesta bastante el empezar a fructificar, y sus frutos son de ta- maño menor, en la misma variedad, que los ena^n^as injertados en ry^r.oraíso; los que si bien dan menar cantidad ^ de fruto, queda, en par- te, compensado ello con poderse plantar más cerca unos de otros, o 5ea mayor número de ellos, en el mismo terreno. Otra desventaja del árbol de ta.llo al^o es el que su mucha al- tura dificulta la recogida de fruto, así co^mo la práctica de la poda y el empleo de desinfectantes contra las numerosas enfermedades y plagas que s^uelen padecer. Y, como final en las c,omparaciones entre los sistemas de for- mación de árboles frutales en tallo alto y los bajos y espalle^ras, los primeros injex•tados en fran2^co y los demás en rl,o^ucán o paraíso, ca^so del manzano, diremos que los de to^rlo vi^nt^o son menos ezi- gentes en terreno y su poda es más sencilla que los b^:cjos, s^ometidoa a poda anual ; ahora bien, los árboies altos pierden mucha cantidad de fruta en los temporales d^e agua y viento, que dejan el suelo sembrado de fruto, mientras que en los bn,^os y ĉspa.ld,cra•^ :;e sos- tiene perfecta^mente, sin casi pérdida. Otra farma a^isla^d,^r y ŭ in guía, que, aun^que baja, da inuy buen resultado en el manzano y ocupa poco sitio, es el llamado ,^^^^n ^°c- gubccf• o pe^rfectb. La armazón se compone de una parte casi hori- zontal, ^en forma de parrilla, y braa^os verticales que pueden ser en número de 6, S, 10 y hasta de 20. Su formación no es di;.`cil, ^,un- que parezca lo contrario a primera vista. Vamos a detall:^r algo ]a constitución de un v^as^o ^de, ac^ho b^ra^zo^s (fig. 3.a) : -6-

Elegido el sitio del jardín o huerta, de buena tierra y orienta- ción, se empieza por ,plantar uII plramtó^n de un año, bien elegido y sano, de variedad más bien vigox^osa, e injertado en dmticí,n, pues el injertado en fra^n,co sería demasiado vigoroso para esta forma algo restringida. Se le poda a unos 60 cen^tímetros del suelo, lo que da lugar, en la primavera, al naci^miento de varios^ brotes, de las que se eli- gen 4, los más cercanos unos de oíros, y bien r^epartidos. Estos bro-

W1^ ..^^,^=?w^,,r ' ^ V ^ Fi.y.3°• tes se llev^u•án primero inclinados, para q,ue se desarrollen bien, y luego, horizontalmente, por cuatro cañas colocadas según dos diá- metros no^°males, sirviéndose para su sujeción de cuatro estacas de madera que se clavarán en el suelo, de 50 centímetros de altura a la vista, ,v en cuyas tes^t^as se sujetará, con gra^mpones, un aro de alambre de 25 milímetros de grueso y 80 centímetros de diámetro. Estos cuatro brotes o ramillas, podadas en invierno a unos 35 cen- tímetros, sobre d^os ojo^ laterales, nos darán, en la pri^mavera, ocho brotes, que, bifurcados en forma de U, y llevados luego vertica':- mente, nos formarán el 2±r^so de o^c,ho br°c^zos, cuya cons^tibución nos ocupa. Para facilitar la colocación de la armadura ver^tical se seña- -8-

^arán, con muescas, tanto el aro inferior, que quedará a unos 50 centímetros del suelo, como lo^s superiores que hagan falta, y poi^ estos puntos se llevarán los pal^os, cañas o mejor hierros, atándolos, como luego direm^as, a los aros horizontales. A esta armazón, a su vez, se sujetan las ramas verticales, según vayan creciendo, pero con mimbre ^marzlllo o rafia, que no hacen dañ^o. Las ramas de prolongación, que deberán llevarse con igualdad, se podarán todo^s los años rebajando los nuevos brotes a unos 30 • centímetr^os, sobre un ojo bien constituído, que se alternará todos los añas ; sin e^mbargo, la mayor o m^enor longitud que se deba de- jar de estos brotes dependerá de lo que haya que podar cada uno con respecto a los otros, para oonservar el equilibrio y longitud, aproximadamente igual, en el conjunto d^e todos los brotes. Las cuatro estacas de madera, provisionales, de que hemos ha- blado, no aparecen en el dibujo de la figura 3.a, para no compli- carlo, ni tampoco las ocho cañas a, mejor, hierros redondos, q^ue verticalmente deben formar la armazón. Con un poco de habilidad y paciencia, así como algun^os conoci- mientos frutícolas, para no apresurarse a llevar unos brazos más adelantados que otros, sino todos con igualdad, y eligiendo una va- ri^edad fértil y de fruto grueso y vistoso, obtendremos un árbol que llamará la atención, por sus flores, en la primavera, y después, más aún, por l^os ^magníficos frutas que colgarán de sus ramas. Es una forina muy eq^uilibrada y de gran producción, y no de pura fanta- sía, como pudiera creerse de momento. De igual manera se podrá formar el vas^o de diez brazas, los que se alcanzarán con cinco brotes primarios bifurcad^os, llegando a tener u^n metro de diámetro los aros de alambre fuerte. Siguiendo iguales irnstrucciones y mayores cuidados aún, se ej e- outará el espléndido vaso de veinte brazas, empezando por obte- nerse, horizontalmente, cinco primeros brotes, los que, bifurcados dos veces, nos darán los veinte brazos vertica,les. Su diámetro será de' 2,30 metros,, y su circunferencia llegará a alcanzar más de siete metros de desarrollo. -7-

Esta magnífica pieza, que puede ser el orgullo de ^un buen hor- ticultor y el mejor ornato de su huerta, s^e halla incluída y descrita oon planos en nuestro folleto La p^ada de l.os 2rboles f^^utcclss, pu- blicado por la Sección de Publicaciones, Prensa y Propaganda del Ministerio de Agricultura, 2.8 edición. Las formas de huso y pi^rámíde son también aisladas, aunque cornservando la flechx o guía. Son aceptables porque ocupan poco espacio de terren,o. Consiste su formación en conseguir la serie de ramas que nacen alrededor de la guía, desde cerca del suelo hasta la punta, de mayor a menor longitud de ramas laterales. En la pi- rám^lde estos brotes o ramillas se dejan solamente cada 50 centí- metros, y en el hu^so continuamente en toda su altura; pero como no son formas muy apropiadas para el manzano, terminamos sv^ descripción con lo dicho.

XXIII

FORMAS PLANAS 0 ADOSADAS

Entre esta clase de formas, el cordón es la que ^mejor se adapt^^ para el manzano, pues produce mucho fruto, relativamente a su amplitud, grande y de excelente calidad, eligiendo variedades se- lectas, que no darían nada o poco •y pequeñ^o, de cultivarse las mis- mas a tado ziento, EI portainjerto p^x^•aíso es el que mejor puede emplearse para estas pequeñas farmas, aunque hemos obtenido también gran fruc- tificación y excelente fruto con variedades injertadas en doucí^n, portainjerto algo más vigoroso que el anteri^or. Se eligen buenas plantas, generalmente de un año, que se co- locarán hacia el mes de noviembre, en terreno de buena calidad, y se llevarán por alambres colocados a 40 ó 50 centímetros^ del sue- lo. Se les inclina con mucha precaución y se acaba por domarlos, procurando que la curva sea amplia para que no se rompan los tier- nos arbolii^os y c^roule bien la savia por ellos. Se les ata con mimbre -8-

amarillo, de modo que la punta quede libre y puedan desarrollarse con libertad, tomando una posición tendente hacia arriba. Se for-

^ man así los cordones aan^ilatc^•r•cr.les q^ue se ven, a la izquierda, en las figuras 4 a y 5 g, los que pu^eden ponerse seguidos, para ser injer- tados cuando se aicancen; ahora bien; es muy común el emplear la

F,-y, s

combinación de' los zun^ilat,e^y+ale^s, en los extremos, con los b2latc>rales, bien en un sólo alambre a 40 centímetros del suelo (fig. 4 a), o en -9- una combinación de dos alambres superpuestos a 40 y 80 centíme- tros del terreno (fig. 5:a) . CAnviene que las ramillas frutales nazcan lateralmente, pues las de posición superior alcanzan demasiado vigor y es difícil ha- cerlas fructificar. En la curva no es bueno dejar ramilla alguna, porque ]a afluencia de savia, en ese punto, es excesiva y da lugar al nacimiento de chupo•nes vigorosos e infructíferos. Las armazones pueden consistir en estacas de madera metidas en la tierra l^o suficiente y previamente quemadas las puntas, al- quitranadas o creosotadas, y iuego pintadas de color verde, en su parte exterior; sobre ellas se extiende el alambre grueso, sujeto con grampones o clavos, que es estirado por medio de temsores. Para terminar con estas formas de ca^+dón, vamos a dar a cono- cer una m^uy interesante, que ocupa poco sitio, fácil de hacer •y muy fructífera, y es ^el ]lamad^o cordÚin ^^e sc^^i^s b^razos (fig. 6.a) : Se planta un. arbolito, A, injertado en par^aíso o doucín, en bue- na tierra y en alguna platabanda larga ,y estrecha, para hacer una serie de ellos. Se le poda sobre dos ojos laterales y uno encima, a unos 70 centímteros del sueio. En la primavera siguiente nos debe- ^•án dar estos tres ojos tres brote^s: das laterales, normales a los alambres, y un^o vertical. Los dos^ primeras se Ilevarán, horizon^tal- mente, por una varita de avellano o caña atada por sus extremos a los dos alambres laterales y normales^ a éstos. EI tercer bi•ote podrá ir dirigi^do verticalmente por una ^cañita d^e ^bambú metida en la tierra, juntu al tr•onco del arbolito, y ligada en la parte super:or al alambre central, que es.tá a 80 centímetros s^obre el suelo. La arma- •r,ón, como vemos en la referida figur•a, se compone de tres a?am- bres atirantados hor•izontalmente: dos exteriores y bajos, a 40 cen- tímeti•os del suelo y 60 uno de otro, y el tercero, como hemas dicho, a 80 centímetros^ de altura; los tres sujetos a estacas de madera u otro material que se disponga, pues, si es posible, sería prefe.i•ible hacer unas s^ncillas armaduras de hiez•ro en tes o á,nc^ulos, confor- me se puede apreciar en el dibujq (fig. 7 8), convenientemente arriostradas las formas extremas para hacer posible el atirantado. Cuando los brotes laterales hayan alcanzado los alambres y so- brepasado algo ellos, se les poda ^sobre dos ojos laterales para que nas den dos brotes que se bifurcarán y serán llevados por los alam- bres. De la misma manera, cuando el brate vertical haya alcanza- do y pasado algo el alambre superior, se le podará a dos ojos, y mandará sus brotes, en se.ntido contrario, por el alambre superior, con lo q^ue habremos oonseguido la formación completa del ^o^r^dónz rte se•is brazos. Despué^s^ no habrá más que podar, todos los años, las ramas de prolongación en sus brates últimos, para dejarlos a unas 25 a 30 centímetros. El corte o p^oda conviene hacer sobre ^un ojo lateral y no supe- rior, pues vendría el brate demasiado vigoroso, y únicamente en este cas^o, de exceso de vigor, podar sobre un ojo situado en ]a par- te inferior de la ramilla de prolongación. Las seis ramas deberán llevarse bien equilibradas, y si alguna se retrasa, procurar su mejor desarrollo soltándola y dejándola en posición algo vertica.l para que crezca más acudie^ndo mayor canti- dad de savia y]e dé mejor el sol y el aire, maieriales vivificantes. Por el contrario, si alguna rama tiene demasiada vigor se la debe ligar en más sitios, incluso en la punta, y más fuerte, sin lastimar, y en la poda acortarla más que la q,ue ha quedado rezagada; de esta forma ire^mos equilibrando e igualando la longitud de las ramas,. obteniéndos^e una forma que llamará mucho la atención y satisfa- rá plenamente la obtención de fruto selecto y abundante. Entre las formas pla•nas o actosacta^s se pueden citar, como la^s más sencillas, las paamet^as oblic^uas, que consisten, sencillament^, en podar un plantón de un añó sobre das ojas laterales, cerca del suelo, para que nos den dos ramas oblicuas, a derecha e izquierda, con una inclinación de unoa; 60 grados con la vertical (fig. 8 a) . Plantadas varias de es^tas palmeúcs obticuas seguidas, a un me- tro de di^stancia unas de o^tras, se llega a formar la palmeta en ro^n- bos, cuyas figuras geométricas resultan al cruzarse las ramas de varias p^almetas ablicuas contiguas, según puede apreciarse en la figura 8.^ - 11 -

En los puntos de cruzamieruto cabe ejecutar un injerto de apro- ximación, cornsitituyéndose, con el tiempo, un verdadero y sólido seto, que no necesitará ya la armazón de alambres. Por eso se em-

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^c , ^ ^ ,.. ^ ^c l,r^s. if ^ j sx:' F;,9. g , `T^ plea esta forma como límite o lindero de finca o huerta, verdadera- mente artística. y al mismo tiempo útil, pu^es es forma muy produc- tiva. - 12 -

También se adosan estas f^ormas oblicu^.s ^romboidules a muros de cerca de poca altura. Entre las verdaderas espalderas, ya de más envergadura, tene- mos, ^en primer lugar, la paámeta ^de ramas horizontales (fig. 9.^) . Su formación es sencilla: se empieza por rebajar el plantón de un año, dándole un corte un poco más abajo que el primer alambre, que se encuenrtra atirantado a 40 centím^etros del sueio, y sobre tres ojos o yemas; dos laterales, para la ŭ ramas horizontales, y el ter- cexjo, más arriba, para formar la guía o flech.a vertical. La distancia a plantar estas pal^rrGeaas (^que atros las lia.man pa'- mitos) es indet'erminada ; pero pueden ponerse a unos 3,50 metros unos pies de otros. Cuando se alcancen las ramas de las plantas contigu2s, el mejor remedio es el injex^tarlas por a.proxi:r^ación, pues el ^E:gUxr las ramas cnuzándose da mal aspecto al árbo: y per- juEticr^ a la buena fructificación. Otro inconveniente de esta form:i es el que las ramas se van secando, empezando por las de abajo, por falta de circulación activa de la savia, y sólo conserva vigor ia parte central o gu^ia. Las pisos siguieníes se van formando de la misma manera, po- dand^o el xLUevo bx•ote de la guía sobre los tres ojos que hemos di- cho. Vamos a dar una explicación ^sobre esta pobreza ^en la circula- ción de la savia, y otros pormenores, que pueden servir de pallta para la ejecución de toda clase de formas b^aj^a^s o^poda.^tu>. La savia asciende con ma.yor vel.oc^da.d y ^cantidad en las parres verticales, siendo en ellas má.xim^a; pero si vamos inclinando esta rama vex^tical, esa fuerza ascensional va declinando, y la rama ^^sí dispuesta se desax•rolla menos y q^ueda más cox~ta; si la seguirY:us inclinando más aún y ilegamos a colocarla en posición horizontal, la actividad de la circulación decrece más todavía, resultando con un mínimo de fuerza, y la rama queda más^ corta que en ei caso an- terior. En la figura 10 indicamos estas tres posiciones : la nú^mero 1 es Ia vex•tical, con savia de máximo vigor y crecimiento ; en la nú- - 13 - mero 2, a 45 grados aproximadamente, la rama es menos vig•orosa y ha crecido menos, y en la posición horizontal, número 3, la actua- ción de la ^savia es mínima, y por ello se ha desarrollado todavía menos. Pero no.5 quedan por hacer en estas ^tres posiciones de ramas más ^observaciones muy interesantes : Si examinamos atentamente la rama o brote de la posición número 1, veremos que sus yem.ccs vn- feriares apenas están desarrolladas, y, en cambio, lo están mucho las de la punta o pante superior. Este mismo examen, hecho en la posición número 2, nos hará ver que las Jem,as tinferiores se hallan ba^srtante desarrolladas y menos las de la región superior•. Y, por íiltimo, si nos paramos a ver la posición horizontal número 3, apr•e- ciaremos que las^ yemas de s^.c, base se hallan plenamente desa^•rolla- das y algunas a punto de convertirse en vo^anes cte flo^°. E1 horticul^tor echa mano de estas observaciones para prov,ocar una fructificación adecuada y precoz, pero sin perjudicar, al pro- pio ^tiempo, al debido vigor y vida de las plantas. Por esto, cuando en la constitución d^e una forma bu.,j•u o^odr^da, nos encontremos con que una rama, que debe sel• igual a otra de pasición simétriea, no ^desar•rollrc lo sufici,ent,e, se la soltará de las ligaduras y s^e '^la dará una po^sic^i^ó^n lo máAs ve^r^f,^^ca.l ^ p^^o^si^ble y ha-c•r:e^- ccf^ue^^•^cc, ^;•si estr'r. peg^a^n^do a urz m^uro; en cambio, a la simétrica que sc• Ic^a d^esarro^llc^do e^^rz ^demasía^, s^^e ba ^a^tará, ^ con^ más l•iyc^d^u-rccs 2^ lau^s- t-c l,cc 1^unta. En la poda anual, 1,a^ q^ue hrcy^a. cpuc^da^do ^n,ás co^rt^c^ se la. ^po^dr^^rcí, l^rgo ^s^obre un buen ojo, y la vigo^o^sa se a^c^^oc•to^^rcí; po^dcí-n^do^ lre sobt•e un ^ojo normal, cerca de su base. De esta manera damos vigor a las ramas y bro^tes, o sea, nos i,^•eocup^^:nos de su buen desarrollo; pero si es que queremos que produzcan frutos, a lo que tendemos, tendremos que emplear l^os pt•ocedimientos graduales de debilitacz^ó^n; entre otros, la pruden- cial inclinación de las ramas, que a1 detener la fuerza ascensional de la ^avia, se acumule en las yemas d^e la parte inferior de los bro- ie^, o sea cerca de s•u nacimiento, que es donde deben colgar l^os - 14 - frutos, y las engorde hasta provoca,r la formación de los óoto^tes ^1e flor. A una rama se la puede ^debrilitarr también si hacemos una emtr^^ lladrurra debajo del punto de su nacimiento y la vigorizamos si prac- ticamos esa entallactur^t encima del punto de su arranque. En el pri7ner caso impedimos que la savia ascienda a esa rama, para de bilita,^rla, y en el segundo procuramos que vaya mucha savia a esa rama para vigariza^rla. El a^irre y la Z^cz ejercen una poderosa influencia en el desarrollo y fructificación de las ramas frutales. Los frutales^ bajo la sombra de otros árboles contiguos, que la: dominen, de paseo o fruto, viven Z^ámgurodamente y, desde luego, no dan fruto. Para obviar los inconvenientes que hemos apuntado en las pKCI- metas homizo^tales, se han ideado otras espalderas que se c^onocen bajo la denominación de pa.lmetas Vemri^ar, apellido dé su autor o introductor. En ellas, como vamos a ver, se ha tratado de med^ ar la velocidad de la savia, sometiend^o a las ramas a una parte hori- zan^tal, en la que la savia se ^detiene o circula con lentitud, y otra parée de la ^misma en posición vertical, que llama a la savia y la hace circular con más velocidad y abundancia. Vamos a empezar por describir la ejecución de^ las farmas en U, similares a las pa.lmetas Ve^rrier, por hallarse su farmación basada en el mismo principio. En la figura 11 representamos la U sen,cilla,, la d^oble U y la cuádruple U; son formas muy técnicas y equilibra- das, pues la savia en ellas se reparte casi matemáticamente, en las. ramas de que se componen. En la U sern,c+illa, A, el corto tror.co, a^,. manda la savia, que se divide en dos porciones exactamente, en las dos ramas de que consta. En la ^áoble U, B, la savia que sube por el tronco, b, se bifurca en dos partes igua'.es, formand^o dos ra- mas que, a^su vez, se dividen en otras do^s, a las que llega la savia por 7gua1. En la cn^ádruple U sucede lo mismo, hay perfectas sub- divisiones de la savia a derecha e izquierda. Son espalderas que se forman muy fácilmente, equilibradas y prodnzctivas. - 15 -

Veamos la formación de una U se^nei^lla: plantado el arbolito, A: (figura 12), de un año, a unos 12 a 15 centímetros del muro, para^^ que en el crecimiento del tronco no quede demasiado pegado a la ' pared, se le poda en ^, sobre dos ^ojos laterales y que se hallen un poco más abajo del primer alambre. En la primavera, este corte provocará el nacimiento de dos ra- millas, b, ^i, que se llevarán, al principio, con cierta inclinación en forma de V, por dos cañas provisionales; luego que estos brotes ha- yan cx•ecido y consolidado algo, se les conduce por la armazón, de que luego hablaremos, doblándolo con cuidad^o para no romperlos. y ya está formada la U, conforme se ve en C. La separación entre las dos ramas puede .çer de 30 centímetros; pero si no hay apremio de terreno, o disponem^os de bastante muro, mejor será separar las ramas 40 centímetros una de otra; así en- trarán, a placer, ^el sol y el aire, y no habrá tanta confusión en el ramaj e. Lo ^mismo se forma la doble U, sólo que se hace primeno una bi- furcación, y luego otras en cada una de las dos primeras ramas formadas, las que, si la separación que hemos adoptado es de 40 centímetras, deberán hallarse colocadas a 80 centíme^tros, o sea a 40 centímetr^os, a un lado y otro del tronco, en ellas, y dobladas y tratadas, como hemos dicho, s^e harán dos úes. Siendo la separación de ramas 40 centímetros, ocupará la doble U 1,20 metros. La ^cruíz+^ruple U se construye igualmente, y no ^se crea que es di- fícil formarla; hemos hecho varias para el peral, y nos ha dado un gran resul.tad^o, llegando a cons^eguir que todas sus ocho ramas ^ter- minen al ^nismo nivel, sin retrasos unas de otras. Ocupa esta her- mosa pieza frutal 2,80 metros entre sus dos brazos extremos, con sepax•ación de 40 centímetros entre sus ramas. Fácilm^ente se comprende el que sea muy sencillo el saber el em- plazamiento exaoto que correspande a cada árbol en estas f^ormas y en las pa.lmetas Very•rier, de que luego trataremos; para ello basta hacer tma sencilla operación aritmética,; así, la distancia entre una dobl•e U y una cu^dn^uple U, vemos en la figura 11, que es de 2,40 - 16 - metros, o sea la mitad de la primera, 0,60 metros, más la mitad de la segunda, que es de 1,40 metros, a cuyas cantidades hay que

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Fi^. fo°

F^g.13 agregar el espacio o separación entre ambas, que es de 40 centíme- t^+as ; o sea, total, 2,40 :metros. En cambio, en las ^almetc^s ^de 7^am,c^s hari^ontale^s, no hay ma- - 17 -

nera de saber a qué distancia se deben colocar, y untis veces se plan- tan demasiado cerca, y se alcanzan pronto, y otras, por el ,contra- rio, se ponen alejadas y^queda mucho muro desprovisto de ramaje, de mal aspecto y sin utilidad. ^ l^ntes de entrar en la descripción de las ^alzzr,ettes Verri^,eh', va- mos a hablar algo sobre la formación de las armazones, sabre mu- ros o aislados. Si la espaldera va sobre mur^o, se colocan previamen- te una serie de filas de alambre grueso, que se sujeta a la pared con grues^os clavos pianos, con un agujero en la punta para el alambre. Los extremos de los alambres se atan a clavos más fuertes, o a unos ángul^os de hierro lam^inado, colocados verticalmente, y de la long:- tud necesaria para poder sujetar en ellos todos los alambres. Cerca de esta sujeción pueden colocarse los tensores, para atirantar• los alambres; pero sin exageración. Después, verticalmente, se van po- niendo las piezas verticales, a la distanc^a, adoptada, de 30 a 40 can- tímetnos, •y que pueden ser varas de avellano, listones de madera o cañas. Lo que mejor resultado nos ha dado es la caña de banzbú, o rle, l,cr In.ditt, que dura mucho, lo que es interesante, pues como hay que colocar bastante cantidad, resulta trabajoso y caro el empiear vara^s de avellano o li^stones, que se rompen y pudr•en rápidamente. Las plantas productoras de esta clase de cañas pueden ponerse en un rincón del terreno, pues son, al mismo tiempo, i{ecarativas. Para sujetarlas a los alambres hemos empleado ^un procedimiento que nos ha dado, en la práctica, un gran resultado, ,y es ei que aparece en el dibujo, a tamaño natural, de la figu^'a 13. Se cortan previa- mente trozos de alambre delgado, de unos 1Z a 14 centímetros de largo, y se abraza, con los mis^mos, la caña •y se ]es da vueltas a am- bos lados, en el alambre grueso, con los dedos, y luego se aprietan más con un alticc^^te, quedando así aprisionadas las cañas contra los alambres, que hemos extendido en filas horizontal^s, sin que pue- dan moverse en ningún sentid^o las cañas, y xnenos al cabo de algún ta'empo, en el que oxida algo ed alambre. Las cañas no conviene hinr^arlas en el suelo, pues las rectifica- cio^,e:; a,ue hay q_?ie verificar, pa.ra que ocupen el lugar que les co- - 18 - rx•esponda, no pueden hacerse al estar clavadas en el suelo; por ello conviene colocarlas a c^abullo en el pri^mer alambre, hendién^do- las por la mitad, con el cuchillo, y metiéndolas en dicho primex• alambre, para, en seguida, sujetarlas con el alambre delgado, se- gún queda dicho. Cuando las espalderas se adosan a armazones aisladas^ y no a muros, como hemos considerado antes, toman el nombre de co7z^tra- espaGcterc^s. Estas armazones pueden tene'r diversas' alturas, desde 1,50 metros, para adasar formas bajas^, hasta 3 metros de altura, en las que puedan desarrollarse palme^as de gran envergadura. Conviene hacer estas armazones con pies derechos de hierro, bien hormigonados ^en el suelo, con fuertes alambx•es y riostras en los exitremos, del mismo material, para garantizar el atirantado; por lo demás, el enlistonado vertical se hace lo mismo que hemos dicho antes y a las distancias que nos convenga. Si estas armazones las hacemos, por econamía, con estacas de madera hincadas simple- mente en el suelo, pronto pagaremos nuestra tacañería al tener que reponerlas continuamente y salirnos, al fin de cuentas, más caro esta armazón que otro construído debidamente y con buen material. Vamos„ por último, con las formas lla^madas p,aDmetas Verri^er. Son las mejores técnicamente, ya que ellas se componen de una parte horizontal y otra vertical, en la misma rama, con lo que con- seguimos que en la primera parte se detenga más la savia y pue- dan formarse elementos fructíferos, y que en la segunda o vertical actúe más enérgicamente esa misma savia y tenga vida lozana todo el árbol, sin dejar también de formarse en el conjunto boílo^nes rTr^ t^lor, o sea las esperanzas de una buena fructificación. Si e^aminamos lo:s ejemplares que en esquema presenta^mos en la figux•a 14, veremos que la espaldera, A, consta de cuatro ramas; la central o guáa dividida en d^os, formando una U. Esta es una for- ma que se emplea muchísimo en ei extranjero, y muy apropiada para árboles de poco vigor. Después tenemos la C, de cinco brazas, con fle^oha central; alcanza una anchura de 1,60 metx^os, con espa- cios de 40 centímetros entre ramas, y puede emplearse para árbo- les algo más vigorosos. En B, representamos ttna p^alni^e^a ^d^e seis brcczos, en la que la parte central es una U. Su envergadura es ya de 2 metras pax•a ár- boles de buen desarrollo. Par último, en D vemos una magnífica ^t^^^m.eta ^l,e ^n^ce,e^e b•rtt^os, en la que se conserva la gu.ía, central. Abarca una extensión de 3,20 metros, poi• una altura de 2,80 me- tr•os. Para desarrollarla cumplidamente hace falta una variedad vigorosa y, tal vez, injertada en f^a,nco, pues el doa4cín no alcanza- ría a dar bastante fuerza para su completo desarrollo. Hemos em- pleado esta gran forma en varios ejemplares de peral, en las va- riedades Du.qzce4sa ^d,e A^ng^^le^ma e Imperial, dánd^onos un concluyen- te resul^tado de formación y fructificación. No cabe dud^ que en muchas variedades de manzano, vigorosas, daría también un re- sultado análogo. Las demás formas pueden emplear•se con el sobre- injex^to doru;cvn, pues ^el de fra^n^co daría árboles d^e difícil su,jeción. Las ramas de prol^ongación debe procurarse que terminen comu aparece en la palme^ta D, más^ corta la fle,cha. que 1as restant:es, que progresivamen+.e deben dejarse más altas hacia los^ extremos. Alguno^s prefieren las palmetatis con brazas en nrímero par; así, la central termina en una U, pues dejándoles la qa^.ía, a ésta lle^•

CSAFICAS UGUINA • MELENDF2 VALDES, f• MADIIID ` MINtSTERIO DE AGRICULTURA ^ SECCION DE P!]B(.ICACIONES, PRENSA Y PROPAOANDA ^ ' __------^:iiUJAS -_--DIVUL^ADO_R_AS :I• AÑO XXXVI Ii AGOSTO, 1944 I NUM. 27 ,:. : ...... : . . ^ ...... _...... _._...... __.._._...... _..__...... __ ..if EL CULTIVO DEL MANZANO^'^ t P^Dr Jos>Ĵ PicazA, Arquitecto. Ex Presidente de la Sociedad Na- ^ c^onal de Horticultores de EspaBa. i e . ` .. . .`f! XXIV ,! J LA PODA E Nos vamos a ocupar, ahora, de una i^mportante ope- '_. ignorada : ración de fruticultura, muy dis.cut.ida, bastante ; y, frecuentemente, poco practicada: la p^oda del manzano. Tiene por objeto el dar y conservar a los árboles una. :! € forma r^gular y procurar su fructificación, vigor y equi- ^ i : librio, por medio de cortes y supresiones, principalmente ^( ^ en los ^element^os de la parte aérea, aunque también, a va- (; ` ces, en s^us raíces. ^: De esta misión general de la poda, puede deducirse su ;: € elasificación, consistente en los tres grupos siguientes : ; j 1.° Poda de fructificación, s! 2.° Poda de formación del árbol y conservación. ^ j 3.° Poda de vigorización o rejuvenecimiento. Para dar los cort^s de que hemos hablado antes, qué ^ ^ en ocasiones vienen a ser verdaderas irzlas, se precisan ^ € var^as herramientas propias para la poda e in,jertación, y:I; : que son, como más principales : la serpet,a, la tijera, la ^na- ^ ^ €^^rcja de injert,aa• ,v las scerras y se^rruchos. ;;€^ E1 que quiera hacer bien estas operaciones de la poda y; la injertación, debe poseer todas estas herra- '^ micntas, bien afiladas y li^mpias, y las mejores €^ (1) Véanse Ho.tns Dt^t?t.:;.anoxns 21_y 27 de 1943 y 2, 9, 16_ ^ y 22 de 1844. __ _...... __-i . i ^^

Estas Hoass se remiten gratis a quien las pida a la Sección ds Publicaciones. Prensa ^ Propaganda, del Minieterio de Agrienltura, -2-

que pu^da enconirar, que serán, a 1a larga, las que le resultarán las más económicas. La que mejor res^ultado da para hacer cortes netos y limp^os, es la ^terpefa; pero para su manejo hace falta alguna práctica, que no todos la paseen, por lo que pueden einplear, en su sustitu- ción, la ^ijera^ de podar, insirumento de fácil manejo y con el que ^e puede operar en todas las posici.ones de la rama frutal. Ex^s- ien hoy día muchos modelos, con hojas interca,mbiables y diver- sos sistemas de cierres. La n^av^aja de injertar es otra herramienta más fina, muy em,-

pleada por el horticultor, y que debe mantenerse siempre bien aseada y afilada camo una navaja de afeitar. Consta de una hoja de aceno y en el otro extremo de una espátula de hueso o mat-fil para levantar las coi-tezas, y s,us modelos son varios y las mejo- res las más caras. También se usa, y es muy íitil, una pop^:^c^era de p^ér^iga., que se engasta en la punta de un palo o caña, a fin de alcanzar las mayores alturas cie los árboles, desde el sttelo, bi^en para podar o agenciarse los es^u,ejes para injertar, sin necesidad del empleo de escal^eras o subirse al árb^ol, ya que es accionada desde el sue- lo (fig. 1), se engancha la ramilla que se quiere cortar en a, se tira de la cuerda o alambre, c, y la cuchilla, b, secciona la rama ^legida. -s-

Las sierras y serruchos se emplean para dar cortes de ramas o troncos de alguna importancia, y en ellos también existen va- riaciones en sus formas, tamaños y objeto de su empleo. N^o damos, por abreviar, los dibujos de estas herramientas; pero los e^icontrarán en: La pacla de ^os árboles frut^^Lea, plibli- cación del Ministerio de Agricultura, y en el Cultivo tle los árbo- les frutales, librito edita,do por Marín y G. del Campo, publica- ciones, ambas, salidas de nuestra pobre pluma. Los cortes deben darse con serpe^a, de preferencia, ^o con la ^ije^^a, con inclinación moderada contraria al ojo sobre que se

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opera, l^ara que el ag•ua o la savia no le pe?•judiquen, y a unos tres a cuatro milímei.ros encima del mismo, a menos que se quie- r•a debilitarlo, eu cuyo cas^o se hace el corte completamente al ras del ojo. Lo que queda entre el ojo y el corte se llama to^có^r2., el cual ^lebe desaparecer si se dejó largo, lo que se hace easi exclus:va- mente en el injerto de yema, segín^ vimos en la f^g^l^ra 11 del ca- pít^ulo IX, y con el objeto de poder atar el brote al tocó%c, que lue- go desaparece, en el mes de agosto o septiembre, dando un corte según lo expresado arriba. • Cuando los cortes se hacen en troncos q ramas gruesas con el serrucho, caebe ser refinada' la super-ficie cortada, refrescándose la herida con la serpeta o la navaja, pues así conseguiremos fa- cilitar una buena cicatrización. Para ^dar los cortes se coge la rama con la mano izquie^•da apoy^ín^dola conbra el dedo pulgar, debajo del ]ugar a operar, y la hoja de la serpeta a la altura del ojo y ciándose un golpe seco hacia el operador. 1Ĵ 1 corte debe darse siempre encima de los de- cios para no herirse. Las secciones de más de dos centímetros de- 'ben recubrirse de betún de injertar para procurar su cur«ción. Antes de entrar en la descripción de los distint^os g•rupos en ^que hemos ^dividido la pad,a, vamos a dar una serie ;de princ^pios y observaciones que deberán tenerse en cuenta para la prác.tica de la operación hort5cola que nos ocupa. L° La sav^ia ^cucz^Jde ^con p^refe^rcncia y en mayo^r ca^utid^ud a. las rarrzas cn ; ^;ntido verti^al. 2.° El vigar de la,s r,amas frubalas aumenta cuanto m•ícs l2cz y a^ire recibem. , 3" E.l excesivo vigor ^no^atuce infexltilid,ad. La rlebilita^r^ó^n d'wl ^•t,rUol t^rae c^o^n^sigo Lct fruct^ficacián. 4.° Lcas ^aaclas larg(cs provoccurt la form,ación de botone.s d.e flox-. Las po^cl.ns cor•`as .h^^ucen des^xrrolla:r lcc^s yerynas ^a ma,de^^. 5.° La ^p^ada e^orta ^^d.e 2una s^ola r^ama frutal la debil^i.ta; l,a pr,^?rr de fiodos las ra^^z^s frt^t^zle^s del árbol vigori;an al c^oyzju7zto. 6.° Sc d^ebe^n podar largo las ^ra^nifictr^,ciones- de los árboles z•i- g^orosos, y co^x^l^o las mis^ru^s de los á^rboles ^d^ébiles. 7° Las yem-a,^>! dnzferiares ^de las ^^am,as ^de prQlangaci.ó^n e^n E^l mcr,nzann tiernllcn a a.nul.arse, más qzae en el peral, por lo que exige poda m^^s ^c^ort^c tle l^tts nzi snaas. 8." Pada larg^a y c^esp2cnte co^rto, fruto; po^da cor^.a y desp^o^z- te l,cc^•go, ^7iaderct. 9.° En tc>r;ninos ge^nerales, la f erf^aida,d está e^n n^czán vn.v^eo•- sa ^cl!cl vigor ^de los ^ca°bol^^s. 10. Las ra7nillas f7^^^^trl.^^j debc^a se^r• c•ortas y ú^rzicas. Para comprender bien cuanto vamos a decir sobre la poda, conviene reco^dar l^os elementos de que se compone el árbol, cuya ^iescripción detallada la hicimos en el capítulo IV, y a la que nos remit7mos, omitiendo, por tant^o, su repetición aquí; pero vamo:;, ain embargo, a ampliar algunas caracterísiicas del bo.'ón. clc flor udel peral y el manzano que r_o está ^demás el conocerlas. Un p: i- m^r 1^ec11o cier^o es que el b^atón de flar en los frutales de pepit^^,, á,arda m^s en fox•rnarse que los de los frutales de hueso. Otro he- - 5 - cho digno de mencionarse ^es que el botón de flo^r del manzano •y peral encierra y se ^transforma en varias fl^ores, formando un co- rimbo que ida Itlga.r• a varios frutos, p^or lo que ^debiera llamarse óotó^z h^e flores, en prural; mientras que el botón del melocotone- ro, albercb.iguero y demás frutales de hztie^so, sólo da una sola ílo^• y un solo frut^o, por I^o que estar•ía bien e] que le designáramos en singular•. Otra te^rcera observación podemos hacer sobre lo que queda^ después de la recogida del fru±o del melocotonero y otros de laz^.n-

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so, y es que en ellos naida resta apr^ovechable, sino una cosa iner- be y seca, rnientra^s rlue ^en el peral y el manzano subsiste en el ár- bol un órgano que lleva en sí una sucesión de vida nueva. Este ór- gano es la bol^s^a, en cuya ba^se existen los ojo icl^e bolsa,, que podrán desarrollarse en bo^m,es ^de flo^res para dar nuevos frutcs. A propósito de estos oj,o^s c!e bolsa, vamos a decir algo snbre su intervención en la fructificación, Estos ojos nacen al mismo tiempo que^ las flores en la base o eje floral, y cuando ^una exube,- rancia de savia no les convierte en brotes de madera, se haceri pe- queños batones o cl.^ar^dos, coronados con tres o cuatro hoja^s. Al año siguiente. o sea al segundo año, se transforman en bat^on^^s d.e fl,ores de seis a ociho hojas, ,y se abren en corimbos ^de fl^ores al ^^rc^^r• añ^o. Qtti^ere decir que al se^u.^ncGo a^^.o no ha,y flores en el árk>ol, y, por cons^guierLtie, frutos, que vuelve a haberlos a] ^tie^^r•- c^r'n. Esta alternancia en la fructificación es lo que con,ocemos bajo el nornbre de vecería, y este es el mot.ivo por el que se pro- duce la misma, ,y el por qué en los árboles de ^o^do vzcrn,f^o, de ]bs - 6 - manzanales, hay fruto cada dos años. Entiéndase esto en tér- minos generales, p^ues hay variedades que producen, más o zne- nos, todos los añas, lo qu^e creemos es debido a que, además ^de la aparición ^de las batanes en las bolsas, se forman, en las lam- burdas y chabascas, b^oton.es de fl,ares que fructifican alternan- do con los ^tros.

XXV

PODA DE FRUC^IFICACION

Pongamos por delante que esta clase de poda sólo se efec- túa en manzanos bajos o podados, o sea en card'^o^nes, vasos ^1 ^s- pa,la!eras, formados según vimos anteriormente, y no en árbo- les de to^do vicnto. Los principales objetos y beneficios de esta poda son: Dar y conservar en los árboles una forma regular, r^epartiendo la sa- via por igual. Hacer fructificar a los natural^mente poco dispuestos a ello. Mantenerlos en un estado de producción anual casi constan- te e igual. Obt.ener frutos más g•rue^sos, de mejor calidad y precoces. Una primera división de esta poda puede ser en : po^da, ^le i.^ vi.e^^no y po^d,a ^d,e v^^ra^no, segl"tn la época en la que se practiq^ue, qu^e varía además en su importancia y modalidad. La poda de invierno, que es la más conoci^da, aunque no tan- to coma debier^, se ejecúta durante el rep^oso de la savia, o sea cuando el frutal no tiene par•te verde. áon varias las maneras de efectuar esta poda; pero la más corriente y, a nuestlo j^zicio, la más científica, fácil de hacer y mejor resultado, es la ]lamada t^Mr:gem^c, también conocida p^or la clásica. Vamos a exponerla con la mayor breveda^d y claridad posi- bles. La poda del primer año de un brote, A, de manzano, en este sistema ^de poda, puede efectuarse así: se corta el joven brote sobre .tres ^^em,as u ojos; el número 1 abajo, el número 2 inter- medio y el número ó en la punta (fig. 2) . Operación que se efec- túa, des^de luego, en el período de reposo de la savia. -7-

Lo más probable es que los ojos números 3 y 2, en la prima- vera, partan a ma^dera, y que el número 1 se convierta en botón niia,+to, o sea un dardo. En el segundo año de poda debemos hacer desaparecer el brote más' alto, número 3, pues no rlebe quedar más rie una ra- milla, según el principio 10, que establecimo ĉs antes, y, como ya benemos un bafó^n en el número 1, podaremos el brote número 2 sobre das ojos, para que nos queden solamente ftres produccio- nes en ]a ramilla podada, que quedará formada con dos ojos ^ wn botón (fig. 3). Si el ojo númer^o 3 es el único que ha. brotado a madera y los otros dos se han converti^do en boton^es mixtos para fruto, la poda se hará sobre el ojo más cercano a la base del referido bro- te, con lo que tendremos la ramilla frutal con dos boto^nes ^ um ojo (íib. 4) ; pero pudiera suceder que los tres ojos se conviertan en b^otanes, o sea que no parta ninguno de ellos a madera; en- tonces nos quedarán en la ramilla tres botone,s y ninguna poda tendremos que hacer (fig. 5). Tampoco t;endremos que llevarla a ca,bo si nos que^daran sólo dos bo^ones (fig. 6), o un bo^tón ícnicv (fig. 7) . Estas seis figuras representan las seis ra^millas tipos que pu- dieran verse en el árbol ^después de la poda, entrando forzosa- ment,e en uno de estos seis casos : 1° F^amilla con tres ojos. 2: ^ P^^^milla con dos ojos y un botón. 3.^ I^amilla con un ojo ,y dos botones. 4° F^amilla con tres botones. 5.'^ P^amilla con dos botones. 6: ^ F^amilia cfin ,tm botón. ^ Ninguna otra combinación es posible fuera de estos seis t.i- pos con la poda i^-ic^ema., o sea a trres ojos o boton.es. Cuandc ĉ uno ^de estos botones ^nixtos se haya cAnvertido en bo- tán cle fGorPS, se puede podar sobre él, pues sabemos que en la base o bolsa, c{ue queda debajo del corimbo de flores, existen gér- menes de ojos nuevos. Esta es la poda trigema tal como la preconiza el profesor se- ñor Courtois propagador de la misma; pero nosotros nos atre- vemos a decir que su inflexibilidad puede ser contraproducente en algunos casos, pues ni todas las varie^dades de 7nanzanos tie- nen ]a misma pobencia o vig^or, ,y ni se plantan en el mis;mo ^te- -8- rreno y clima, circunstancias que pueden hacer variar el siste- ma; eligiendo en ,unos casos la poda sobre menor número de ojos ^ en otras sobre mayor ca.ntidad de ellos, según el vigor de los árboles. E1 que maneja sus árboles debe conocerlos y estudiarlos para ve^r de aplicar una poda más o menos vigorosa, lo que ]e enseña- rá la experiencia, o sea los resultados que obtenga al po^larlos.

Esta impoi-tante operación hem^os dicho que se efectúa duran- te el período de reposo de la savia, desde el mes de noviembre hasta fines de marzo, en el manzano; pero^ debe procurarse no ha cerlo en los días crudos de invierno con fuertes helardas ni con es- ca,rcaha, pues por l^os cortes dados se pierden las ye^mas que que- dan ^debajo. Empezar a podar, en seguida que caen las hojas, los árboles dé- biles^ o agotados, pues así reciben más cantidad ^de savia y se re- habilitan bastante. Se puede anticipar la poda después de ^un verano seco, ,y re.- tardar la operación a raíz de una estación lluviosa. Después de las heladas se puede comenzar a podar todos ]os árb^ol^es en e^stafdo nox•mal. Los árbolcs vigorosos y rebeldes a la fi-uctificación deben po- darse al últímo, hasta cuando comienzan a brotar. Este castlgo les debilita bastante, y aquel verano puede esperarse que aparez- can en ellos bastantes bo^on^as^ ^de flores. -9-

Hemos est^cdiado en la división que hicimos de la p^oda, la de invierno; <^hora vamas a decir algo sobre la que se efectúa en ei períado vegetativo, o sea la de verano, la que, en realidad, es un complemento de la primera. En los árboles circunscriptos a una forma, se practica una operación consistente en la supresión de la parté del r^ciente kĉ rote a madera, que se halla en estado herbáceo, o sea qui!t^ir la parte blanda, tenue. Yara ello puede emplearse la tijera o sim- plemente las uñas de los dedos, y se puede hacer cuando el bro± ^^ ha adqu^rido una longi^tud de 20 a 25 centímetros. En el br•ote deben quedar ci,nco , hoj^as, por lo men^os, y buenas hojas, o sea las que tengan en su base algo desarrollada la yema. Algunos preconizan para efeCttuar esta operación el empleo de un t.ro- cito de var;i o palito de ^esa longitud de 20 a 25 ce^ntí^metros, para con ella medir el br^ote y ver si tiene la dimensión neeesarizc para que se deba efectuar el ^despunte, y esto con el objeto de poder encargar de Ilevar a cabo esta operación a personas poco ver•sa- das, como ^n,ujeres y niños. La operación del despunt^e no debe hacerse de una ve, en un árbol, pues pwdiera provocar esta supresión de muchas ho;;as un desequilibrio perjudicial para su buen desarrollo y fructificación. Dede praaticarse paulatinam^nte y eligiéndose todas las parates ^del árbol ; pero no despuntarse todas las ra.millas de cada parte. La, época más apropiada para efectuar los despuntQS sun los meses de mayo y junio, aunque el adelanto o retraso dei^endf>rá del esbado de desarrollo del árbol, d^ependiente, a su vez, de la va- riddad, climatología, expo^sición y demás circunstancias que ha- rán variar dicho ^desarrollo. D^e los brotes despuntados nacerán una porción de órote.^ a.ra- ^ici7^^clo^^s, en las bases de las hojas t^erminales, que también ha- brá que despuntarl^os quitándoles la punta para ^dejarlos solamen- te t^res b^^.^rzas Iao^jas. Todavía irán saliendo nuevos brotes de 1>^s yemas de las hojas q^ue han quedado, los que se dejarán con sólo dnt^l o hres hojas. A nuestro modo de ver, hay que fi•jarse par^, practicar un d^^s- punte más o menos vigoroso, en el estado de desarrollo de los ojos que se hallan en la part^e baja del brote a despuntar, p^ues si e^as ,yemas están apenas perceptibles, o sea paco abultadas; convendrá hacer el desptuit^ más enérgico dejando pocas hojas, lo que equiva- le a decir pocos ojos. De esta manera la savia acudirá con más fuer- za y en mayor cantidad a ese pequeñ^o número de ojos que hemos dejádo, y los engordará para formar boto^n^es ^de flores y futu^- ros frutos, ^que es el único fin para el que cultivamos y cuidamoa nuestros árboles frutales. En cambio, si vemos q:ue es^os ojos o yemas están bastante de^,- arrolladas, como en vías ^de formarse boto^zes mix't^os, no debemas practicar un vigoroso despunte, pues con él pudiéramos malograr la formación definitiva en botanes de flores, qu^e son los que nos han de ^dar los frutos que vamos buscando. Este tira ^^afloj^ es el que debe emplear el buen horticultor para estas operaciones, tan delicadas, como s^on la poda y el des- pun^te, y para ello lo mejor es poseer abundante dosis de cultura y práctica, También se presenta a veces la necesidad de ^tesbrot^r, es de- cir, quitar brotes inútiles por ha.llarse mal situados o muy cercanos unos de otros. Otras veces nos encontramos con brotes demasiado vigorosos, llamados chup^ar^es, que generalrnente aparecen en si- ti^os de gran afluencia de savia, como los codos y curvas, los que conviene hacer ^desaparecer desde su nacimiento, o dejando sola- mente el c^^n^t^o ^de un Idluro, para que allí desarrollen las yemas ^- van^icias que pudieran encontrarse en esa pequeña porción del brote, y que muy fá.cilmente se convierten en praducciones fru- ^tales. Cuando se ha descuidado el despunte en la forxna y época que hemos dich^o, lo^s brotes crec^en a placer y se hacen leñosos, y ya entonces no se puede practicar el despunte verdadero; pero nos que^da el recurso de practicar la cascadur,cc o rotura del brote le- ñoso, sin retirar nada ^de él, sino dejando la parte cascada colgan- do en la corte^za todavía adherida al brote. C^omo recurso puade pasar, pues da su resultado, ya que la savia acude preferentem-en- te a la parte del brote que queda en el árbol, y así engordan y se desarrollan en boto^^es los ojos d^e esa zona; pero como aspecto es depl^orable, pues esos trozos de ramillas colgando producen muy mal efecto, y realmente parece como si el árbol htibiera recibido una copiosa granizada. - 11 -

XXVI

PODA DE FORMACION Y CONSERVACION DE FORMA

En realidad, de la poda que hay que practicar•en los plantpnes o árboles jóvenes para darles una cierta forma, ya tratamos en el capítulo XXI, y a él le remitimos al lector; pero a^demás de dar forma a l^os frutales, hay que conservarla, pues abandonados a sí mismos, pronto cobran vicios. da conformación y tienden al estado salvaje, y la confusión de sus ramas constituyen una maraña en la que no entran la 111Z y el aire, ni hay una producción frutal como debiera. Por esta razón, en 1os árboles de tado vic^n,t^o, aisla^dos o for niando un conjtxnto, como son los manzanales, debe practicarse frecuenternente, mejor todos los años, una serie de operaciones de poda para desembarazarl^os de todas aquellas ramas que estorban por inútiles; otras, por cruzarse y praducir.confusión y rozamien- tos perjudiciales, y otras, porque su crecimiento es desproporcio- nado con las demás del árbol y prov^ocan un dese<;uilibrio nocivo a la producción igual y bien r^epartida. Ya ^dijimos que la mejor fo^•ma de esta clase de manzanos de la mayor ^magnit^ud, injertados en fra.nco, era la de encopado, o sea una forma en la que la parte central quede libre d^e ramas, q.ue son obst;icul^o para que el sol y el aire entren ampliamente y ba- ñen, exterior e interiormente, todas las ramas de armazón y las ramillas pr•oductoras de fruto. El manzano tiene gran propensión a dar brotes, que ^eneral- mente son c,li^z^-pon^es, en la part.e superior de las ramas gruesas d^e armazón, ,y que si se dejau, producen confusión y quitan mu- cha ^savia, que se repartiría en las ramas altas ,y ramillas ; por lo que conviene corta^-las ^des+de su nacimiento. Los nuevos brot:e o pttntas suelen tener tendencia a secarse, generalment.e al ser atacados por el chancro (^nictria ^dit•issim,a), que en algtmas variedades y en parajes algo híimedos y fríos repre- senta una werdadera plaga que, aumentando ,y propag•ándo^^e a la ŭ rama^ ,gruesas, const,ituye, en muchos casos. la ruina del árbol. D^eb^ por eso procurarse el quitar esas ramillas cha,neros^as, eor- tándolas con la po^clx^d,e^ra. de pértig^^a, o con la tijera, subiénd^ose al ^írbol. Estos brotes, una vez coi•tados, no deben dejarse en el suelo, pues el polvillo que se desprende de las heridas producidas - 12 - r^or ]a enfermedad es lleva^da por el viento y propagada la misma, por lo que se deb^n recoger y quemar. Todas estas podas para la conservación de forma deben hacer- se durant^e el invierno; pero las de corte de ramas secas o puntas charrzcr•osc^s, de que acabamos de hablar, en todo tiempo. Una rama seca dej^áda en el árb,ol le perju^dica y es el vehículo del comienzo de su putrefacción.

XXVII

PODA DE VIGORIZACION

Los árboles, con los años, y sobre kodo si 'rtan estada producien- do intensamente o ábandonados sin dar a sus tierras la sust.itu- ción del alimento que van pidiendo al ser esquil^madas, se ^observa que decaen en su praducción, y acaban por ser estériles. La savia en ellos no tiene bastante fuerza para hacer abrir los bo^^o^nes rl^r f lores de que, a veces, están llenos, y quedan inermes para toda pY•aducción. En estos casos, y si el árbo: se conserva sano, es conveniente hacer una poda de rej^uvenecimiento, acortando las ramas de arma- zón, sobre ramillas bien constituídas y sanas. El corte puede ha- cerse por igual o bien acentuarse en la cima o parte alta para fortificar la región baja, operación que debemos hacer después de un examen atento, viendo si existe alguna fructificación en la par,- te superior y no la hay en la inferior, o si es escasa o nula en tAdo el árbol. ;No ^debe exagerarse el corte de las ramas; pues el árbol se re- siente bastante con estas mutilaciones importantes. A est^•ts operaciones de poda o desmoche deben preceder atras de limpieza del árbol, de sus musgos, líquenes o muérdago, que pu^ede tener al ser algo viejo y hallarse abandonado; pero sobre todo es imprescindible el renovar ]a tierra que le rodea y el aiao- nar•la copiosamente con abonos que renuevan su vigor. Algo de esto hablamos al tratar de los abonos en el capítulo XIX. Desde luego que tado corte debe cubrirse con un buen bet^ím de injertar, pues así ^ conseguiremos el aislam^ento de la herida con el ambiente exterior y acelerar una buena cicatrización y curación. Las t^alcrs fuertes practicadas en las ramas de armazón, cerca - 13 -- cle su nacimient,o, y las efectuadas en los mismos troncos, suelen hacerse para la renovación total de la variedad del árbol. por me- dio de la ^^'e^i^nj^rr`^c^c^ió^n, de lo qu^e hablamos ampliamente en otno lug•ar; peró también se puede hacer la fcrlce para obligar al árbol a brotar en estos ptmtos vitales, aunque son opet•aciones peligro-

A

^..^. 9 °-` sas para la vida del árbol. En algunos casos excepcionales se prac- tica esta operación a raíz de accidentes debidos al rayo u otra causa que haya podido ^destrozar parte del árbol, dejando entero y sano el tronco, pero aun en estos casos es prefex•ible y más se- gura la x•enovación del árbol por medio d^e la rei^njertc^ción, que tiene además la ventaja de que puede cambiarse la variedad, si la anterior no era satisfactoria.

XXVIII

OT'ItAS OPEIZACIONES CONVENIEN'I'ES AL 1^1ANZANO

Aunque muchas sin relación con la poda, vamos a trat;ar al- gunas operaciones que poclemos llamar complementarias, ya que su tendencia es a obtener frutos de primor, con aumento de tamaño, mayor belleza y Cani^dad. ACL2.RE0 DE FRUTOS.-Hay variedades de manzanos que dan una ,gran canticlad de flor, cuajando mucha de ella en numerosos frutos, que q^uedan., por su ^mucha abundancia, pequeños ,y poco ap- tos para el consumo y venta. En estos casos conviene practicar - 14 - un ^cccGcU7•co de frutos, quitando muchos y dejando solamente wno o dos por cada ramilla frutal de los varios que nacen en ca,da ca- rimbo de flores. En la figura S representa^mos varios frutoa na.- cidos en una la^nbi^^•da, de los cuales se debe dejar nada más que el señalado con la Ietra A, que s^e halla en el centro, si está bien cenformado ,y sano, que es lo contrario de lo que se hace al pc;x al,. que se le dejan los frutos de los extremos. Con este a,cla^•eo no solamente conseguimos el que los frt^tos se hagan mayores y bien conformados, constit^uyendo una t»ena cosecha, a pesar de ello, sin^o que al separarlos evitamos el que en su contacto anide el c^usm^ao ^d^ la m^anza^na, su terrible enen igu, y acabe por penetrar en su interior agusanándola. Puede cmpezar- se esta operación quince días después de haber anudado los frutos.^ Esta labor es, desde luego, penosa y entretiene mucho; pero nada bueno se consigue sin el trabajo; no debe dejarse de hacer, principalmente, en los frutos de primera calidad o primor, naci- dos en manzanos cultivados en formas bajas y espalderas c^.>n Io que conseguiremos cosechar frutos magníficos, sanos y bellos. Errs^can^ DE FRUTOS.-Hace más de medio siglo que se empe- zó a emplear, en Francia, el procedimiento de envolver l.os frutos en papeles o bolsas con el objetó de preservarlos y mejorarlos. Se emplean para la, manzana bolsas en la forma A, de la figu- ra t1, rasgvdos por su lado m^yor para p^oderse meter el fruto, y la cual se ata en su parte superior reuniendo el papel (B, figu- ra 9). También se pue^de emplear el procedimiento de plegar a ma- nera de sobre la parte superi^or de la bolsa, y sujetarla con un al- filet•. Para la manzana bastan bolsas de un t^amaño de 16 X 24 centímetros, a lo sumo, E1 papel que se emplea con mejores resultados es el ]lamado de cristal, semitrasparente. En la parte inferior conviene p^rforar la bolsa con varios ag^ujeros hechos con un alfiler grueso, con eI objeto de que entre el aire y salga el agua de Iluvia que ha podido penetrar fort,uitamente. En las bolsas fabricadas a este ^objeto, y que se encuentran en el com^rcio, está ya prevista esta perforación de pequeños agu- jeros, de tamaño suficiente para que entre el aire y salga el a^ua; pero no para que puedan penetrar insectos. Este ensacado, aunque hemos dicho que se usa en árboles de fruto de primor, p,uede empiearse con éxit^o en algunas variedades que 5e cultivan a todo vierL ƒo, y que presentan magníficos ejem- plares de gran tamaño y belleza. Se consigue con el ^hnsaccudo aislar el fruto de las picaduras de las avispas, pájaras y la acción de los roedores y demás enemigos de la fruta; pero más principalmente se evita con este recubri- miento el ataque medio y tax^día del gusano de la manzana (carpo- vapsa), así como la acción devastadora de la ynosG^c del Madi^^aerrá ncU, que est:á causando, estos últimas años, un verdadero desastre en los frutos de pepita y hues^o. También se consigue con el ens^:ua^do el preservar a los frutos de las enf^e:rmedades criptogámicas, praducidas por los fríos, hu- mc^dad y cambios bruscus ^de temperatura, de los que están preser- vados los frut^os encex•rados en el papel. Si a esto añadimos el que los frutas adquieren más ta^naño y azúcar y presentan un precioso aspecto en su piel, bien podema.^ decir que m.erece la pena de to^n,arse este trabajo y gasto para ob- t^ener t•antos benefici^os, sobre todo los verdaderos aficionados (.u.^rzat'e2c^s) no deben dejar de probar esta perfección del cult7vo frutal. La colocación de los sacos se hace a fines de mayo o más b'ez: en junio, y se retiran al recoger la cosecha o antes, si se quiere que tomen color, ,y en ctty^o momento pueden imprimirse en lcs fnut+os iniciales y hasta figuras y dibujos con negativos pegados en la epidermis del f.ruto. DEsxo.JADUxA.--Ya dijimos que la acción de la luz y el s^ol eran muy converiient^es pax•a el buen desarrollo y sanidad de los fru- tas; a es'^e fin, y cuando 19s frutos se hallan demasiado cubiertos pox° la hojarasca, conviene quitar parte de ella para que el frt::r^ reciba la acción directa del sol. Clara es que esta operación es un arma de dos filos, pues en veranos muy soleados y caluresos el s.al quema la epidermis del frut^o, como sucedió el año pasado cle 1943, en el que se aprecia- ron ^muchas manzanas, especia:mente las de mucho color, quema- das por el sol. Por esto el buen horticultor debe hallarse atento para hacer esta operación con la debida prudencia; pues, por otra parte, sabemos que los frutales respi,ran por la•s hojas y su supre- sión causa la debilitación y hasta la muerte del vegetal. BAÑADO DF FPUTOS.^Sl a la caída de la tarde, cuando el sol se ha escondi'^do, pulverizamos los frutos con agua naiural a la - 16 - t.emperatura del amb^ente, ^observaremos que aument.an de volu- men en una prbporción que algunos nacen llegar a un tercio. También pueden bañarse las manzanas en una dis^olución de agua y sulfato de hierro, en la proporción ^de ^dos gramos en un litro de agua, lo que estimula la vegetación ,y hace aumentar el t^^- maño de la fruta. Esta operación hay que hacerla con cierto discernimiento, des- pués de ponerse el sol ; pero la ^3isolución debe hacerse pulverizan- d^o el s^ulfato y emplearla recién hecha, y, a poder ser, con agua de lluvia. Cuando el baño toma un tinte de roña, es que se ha for- ^mado óxi^do de hierro, y en es'_e estado no produce eI ef^ecto ape- t^ecido. Y con esto damos por terminado este artículo para proseguir con otras cuestiones importantes relaciona^das con e] culiivo dQl manzano. I3ilbao, 28 de junio de 1944.

GRÁFICAS UGUINA. - MELÉNDEZ VALDÉS^, „ . - MADRID