La seducción de la alquimia Sabor y olor en la poesía de Chiapas b caudal s 105 b i b l i o t e c a c h i a p a s María Cristina García Cepeda secretaria de cultura

Manuel Velasco Coello gobernador del estado de chiapas

Juan Carlos Cal y Mayor Franco director general del coneculta-chiapas

Susana del Pilar Utrilla González coordinadora operativa técnica

Marco Antonio Orozco Zuarth director de publicaciones

Chanona López, Blanca Viridiana, 1985-

La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas / Viridiana Chanona. — Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México : CONECULTA. Dirección de Publicaciones, 2017.

96 p. : fots. byn. ; 21 cm. — (Colección Biblioteca Chiapas. Serie Caudales ; 105)

ISBN: 978-607-8471-23-2

1. Literatura Mexicana. 2. Poesía chiapaneca — Crítica literaria. — 3. Cocina

861.01 Dirección de la Red de Bibliotecas

© viridiana chanona

D. R. © 2017 Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas, Boulevard Ángel Albino Corzo 2151, Fracc. San Roque, 29040, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. [email protected]

ISBN: 978-607-8471-23-2 impreso y hecho en méxico Viridiana Chanona

La seducción de la alquimia Sabor y olor en la poesía de Chiapas

8

— 2017 —

Para Gustavo Ruiz Pascacio: por el encuentro de una vocación entre el discurso y la poesía.

Para Celia López Pérez, mi madre, quien me enseñó a dialogar con los alimentos.

Hervor entre los ingredientes a mezclar

Los estudios de crítica literaria que se han producido en Chiapas —región cultural a la que refiere este ensayo— es- tán inclinados a la realización de trabajos biográficos y genea- lógicos, los cuales van desde La literatura chiapaneca, de J. Agripino Gutiérrez; Perfil de la poesía en Chiapas, de Eliseo Mellanes Castellanos; Aproximaciones a la poesía y la narra­ tiva de Chiapas, de Jesús Morales Bermúdez; Los fantasmas de la carne. Las vanguardias poéticas del siglo XX en Chiapas y “La poesía finisecular en Chiapas: entre la incertidumbre y el retorno”, en Los andenes de la voz, de Gustavo Ruiz Pascacio; Noticia de la poesía chiapaneca: trazos y bitácoras y la reciente edición crítica de Ignacio Ruiz-Pérez a la antología Fiesta de pájaros, de Héctor Eduardo Paniagua, este último texto crítico comprende a los poetas de dicha antología, así como la recien- te edición crítica de Luis Arturo Guichard a la Poesía reunida, de Joaquín Vásquez Aguilar. Ésta ha sido la línea que continúa en los estudios de crítica literaria en Chiapas y, desde luego, no dejan de ser contribuciones al desarrollo de la misma. Para apartarse de toda ruta de estudio genealógico se pro- pone estudiar los poemas a partir de un motivo central, leit motiv: lo culinario. Concepto que refiere a la cocina, al arte de guisar. Pero, desde luego, ese motivo central nos conduce a otros motivos de sabores y olores, como el de la alimentación: bebida y comida, que forma parte de la “realidad social cotidia- na” en que constantemente nos vemos envueltos como sujetos sociales, dentro de un contexto social, cultural e ­histórico. De

9 Viridiana Chanona ahí el interés por la búsqueda y análisis de los sabores y olores como motivos para interpretar los poemas y, desde ellos, dilu- cidar los signos y símbolos de esa “realidad social cotidiana” que están implícitos en su articulación. Realizar la búsqueda de los estudios de crítica literaria que se han trabajado en Chiapas, así como las antologías poéticas de los poetas de finales del siglo XIX y los del siglo XX fue una labor que me condujo tanto a archivos como a bibliotecas pú- blicas. También me involucré en los textos de antropología alimentaria y de trabajos que se han realizado en torno al tema de la alimentación y su relación con la literatura. En el proceso de búsqueda y selección de los poemas que refieren a elementos culinarios, se pudo constatar que existe una constante presencia de textos sobre alimentos de Chiapas. Encontré poemas que refieren y representan elementos meramente alimentarios, como en “Olvido”, de Rodulfo Fi- gueroa; “Ninfomanía”, de Rosario Castellanos; “Informe de lenteja”, “Ascenso”, “Como la levadura”, “La casa”, de Elva Macías; “Huevo”, de Armando Duvalier; “Naranja dulce”, de Luis Arturo Guichard y “Corte de café”, de Efraín Bartolomé, los cuales he dejado reposando porque considero que este tipo de trabajo, quizás, continúe en un volumen posterior. Sin embargo, la tarea más difícil fue la de seleccionar los poemas aquí presentes, y sé que puede arrastrar diferencias u opiniones encontradas con el lector, admito que fui víctima de mi parcialidad en este trabajo debido al interés de estudiar a los poemas y no a los poetas, aunque de esa selección he con- siderado algunos que se me han hecho más pertinentes estu- diarlos bajo este horizonte discursivo en el que están tratados. El estudio de lo culinario desde la literatura y, sobre todo, desde la poesía tal como se aborda en este libro es interesan- te, ya que no sólo se queda en la parcialidad crítica de hacer referencia a los alimentos representados en cada uno de los

10 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas poemas analizados desde su discurso, sino que pretende en- trelazar un discurso propio de las ciencias sociales y de la mis- ma literatura; de ahí que el libro lleve por título La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas. Seducir la alquimia es alterar y, a su vez, buscar una fi- losofía lingüística que reconcilie tanto el ámbito de una an- tropología alimentaria como la literaria. Alquimia es también reconstruir el lenguaje desde la gastronomía, ir degustando, poco a poco, el léxico y la gramática de los poemas, que es lo que puede apreciarse generalmente en todo este ensayo. La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas es, también, un ensayo donde no sólo se refiere las representaciones simbólicas de alimentos en los poemas, sino el sentido de la percepción de los sentidos que gira en torno a las posibilidades alquímicas de guisar el lenguaje. Convoca- toria a la articulación de la reflexión y creación de las posibles maneras de cocinar nuevamente los poemas. Está constituido por tres apartados. En el primer tiempo se ofrece al lector ese guiso de sabor y olor, en referencia a la representación simbólica de las identidades femeninas y su relación figurativa con la cocina. En él se puede encontrar un discurso del estudio de la mujer como elemento alimentario seductivo, la mujer como figura estigmatizada socialmente y la mujer desde el mito, como aquella que posee, míticamente hablando, una doble identidad. En el segundo tiempo ofrezco a usted, lector, la cocción de sabores y olores de representaciones simbólicas que carac- terizan la cultura culinaria en Chiapas. En este capítulo se resaltan algunos productos comestibles que han marcado la identidad chiapaneca, y a su vez se registra el valor de los ele- mentos simbólicos socioculturales. En el tercer tiempo ofrezco como aperitivo, los discursos sobre una bebida en especial: el café. Apartado que desborda

11 Viridiana Chanona esa percepción degustativa por el café en una múltiple mirada de los poetas nacidos en las décadas de los cuarenta a los se- tenta de la pasada centuria. Este ensayo ofrece, estructuralmente, un lenguaje gastro- nómico, para que el lector pueda disfrutar de un hacer lingüís- tico poco abordado en la poesía; algunos alimentos que son consumibles en la región sur-sureste del territorio mexicano, que tienen simbólicamente un sentido peculiar de identidad colectiva; así como una bebida consumida a nivel mundial: el café. El capítulo del café es sólo una manera de indagar sobre el café desde la literatura y no desde las ciencias sociales, don- de generalmente prevalecen los datos a partir del sistema económico. Lector, sírvase de la mejor cocción que este libro le ofrece.

12 Primer tiempo

El poeta se hace vidente [evidencia por un arreglo] por medio de un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos Arthur Rimbaud

Si en la seducción alquímica del lenguaje poético se hallan elementos de sabor y olor, no se trata de asumir esa referencia inmediata, análoga con la comida, ni de obtener de los poemas un recetario, sino de la relación de cocinar las palabras asimi- lándolas con la cocción de los alimentos, ya algunos trabajos literarios se han centrado en esta dinámica, como el caso de Rosario Ferré, Priscilla Gac-Artigas y Massimo Montanari. Montanari sugiere en su crítica introductoria a El mun­ do en la cocina lo siguiente: “La cocina ha sido comparada con el lenguaje: como éste posee vocablos (los productos, los ingredientes) que se organizan según reglas gramaticales (las recetas, que dan sentido a los ingredientes transformándolos en platos), sintáctica (los menús, o sea, el orden de los platos) y retóricas (los comportamientos sociales)”.1 Si se toma en consideración el comentario de Montanari, en este capítulo se abordará el tema del sabor y olor en la poesía como discurso en torno al concepto de lo culinario. El término de lo culinario comprende los sabores y olores, así como las prácticas y relaciones sociales con lo doméstico, que

1 Massimo Montanari (comp.), “Introducción. La cocina, lugar de la identidad y del intercambio”, en El mundo en la cocina. Historia, ­identidad, intercambios, traducción de Yolanda Dattuncho, Buenos Aires, Paidós, 2003, p. 11.

13 Viridiana Chanona se ­corresponden con el referente de la comida, más allá del significado provocado por los sustantivos de sabor y olor. El término culinario también hace referencia a la figura femenina, como un elemento principal en relación con la co- cina, lugar físico de la casa donde se lleva a cabo el arte de preparar los alimentos. El espacio de la cocina por mucho tiempo se le ha consi- derado como aquel que le corresponde a la mujer en cuanto su oficio. Pero dicha relación, si bien deviene de lo prehispá- nico en nuestro entorno cultural, a través de los tiempos se ha ido fortaleciendo y acentuando por medio de los valores establecidos por las mismas estructuras sociales, las cuales han categorizado la fuerza laboral femenina y determinado a la cocina, sobre todo la cocina tradicional y popular, como el espacio casi sagrado de la mujer, por la que se considera en automático que una mayoría de mujeres deben saber preparar los alimentos. La cocina “históricamente comparte un hacer ancestral de lo doméstico”.2 Estructura sociocultural modificada en el transcurso del tiempo histórico, por la incorporación de la fi- gura masculina al escenario gastronómico. En este sentido, lo gastronómico es la denominación que sustituye, a la vez que rompe el concepto de cocina como lugar privilegiado femeni- no, pasa a ser escenario de lo masculino y el ámbito donde “la comida es aquella de la invención y la experimentación”,3 por una constante: la estética. Desde la gastronomía, lo estético mantiene su función —a diferencia de la preparación alimentaria ancestral o tradicional que es la de alimentar— en lo visual y el buen comer, el corte burgués, devenido por una tradición francesa —Francia es el

2 José Luis Juárez López, Nacionalismo culinario. La cocina mexicana en el siglo XX, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2008, p. 11. 3 Idem.

14 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas territorio de mayor estudio en el campo culinario y se carac- teriza por incorporar el estudio de la cocina en la literatura—. En la seducción alquímica del lenguaje poético puede en- contrarse dos elementos socioculturales de la identidad feme- nina: lo femenino como identidad cultural comparada con la cocina por una construcción social y como elemento erótico y mítico seductivo que se traslada a la voz poética por una ana- logía envuelta en el sentido de la mater tellus o natura. No se trata de un análisis del feminismo, sino de la representación de género en el sentido culinario.

El sabor acre de Eros en la cocina

Si Montanari ha considerado que la cocina se compara con el lenguaje, en “Retruécano”,4 de Bernardo Farrera, la voz erótica del yo poético sugiere exprimir los vocablos para obtener de ellos todo el jugo y juego posible de las palabras. Desde el título del poema se ha sentenciado ese retruécano de palabras que es, desde luego, la figura retórica predominan- te, como los parónimos: Azar, asar. Dos palabras sígnicamente opuestas, tal como lo diferencia el poeta en su discurso: la se- gunda se refiere a la acción del contacto con el fuego, mientras que la primera a lo azaroso, fortuito. En “Retruécano” el ingrediente principal es la paranoma- sia, la sazón: la fonética o aliteraciones. El recurso del poeta, en su estructura poética, versa por aquello que denomino “un lenguaje como vocación sustancial”, ya que juega con éste, y da cuenta de ello metafóricamente: “Asar los vocablos / hasta sacarles todo el jugo”.

4 Bernardo Farrera, Diversario, Tuxtla Gutiérrez, Cohuiná Cartonera (colección de poesía Vale Verga), 2009, p. 8.

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El jugo no sólo se ve inmerso en el juego de los paróni- mos, sino en la extracción de los vocablos, de ahí la acción de ­exprimirlos para sacarles todo el sabor. El resultado de ese sabor y olor es la mezcla de aliteraciones variadas de Asar, Izar, Osar, Usar, Azar. Paranomasias que dan una armonía de palabrerías, un buen sabor en el paladar poético. En el poema también se cocinan los vocablos como un cal- do de sopa de palabras, que da cuenta de esa combinación ­alquímica del lenguaje. La alquimia, la posibilidad de combi- nar aliteraciones que parecen un razonado desarreglo de fo- nemas: “¡Uy! y el Azar / gobierne ordenadamente”. El sentido azaroso puede significar la concepción ante la creación del lenguaje que implica la poesía. La poesía es, en similitud con la mater tellus, el espacio del azar, donde toda combinación es producto de lo posible, pues, sólo es espacio. El yo poético llega a ocuparla y le da forma, por él, el juego del lenguaje se encarga de re-ordenar el sentido de las palabras. Paronomásticamente, en “Retruécano” el juego de palabras está presente de forma erótica. Las paronomasias seducen a manera de un recetario poético: Primer ingrediente. “Asar” los vocablos, para obtener de ellos todo el jugo o, bien, el juego, las posibles combinaciones. Segundo ingrediente. “Izarlos” sonoramente a los cuatro vientos, no basta con asarlos y exprimirlos, ya que es necesario darle voz a esos vocablos. Tercer ingrediente. “Osar” es necesariamente la actitud que sugiere el poema para levantarlos en voz, darle vida a los vocablos. Cuarto ingrediente. “Usar” es la acción para que los voca- blos tomen forma, no es suficiente sólo pronunciarlas, deben tener una función, una forma. Quinto ingrediente. “Azar” es la forma que deben tener los vocablos. Se trata de un azar ordenado, de un razonado des- arreglo de los vocablos.

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Sugerencia. Para cocinarlo de manera experimental sugie- ro, aunque el yo poético no opina al respecto, un buen sabor de lápiz, un estado de ánimo para la concentración, quizá, acompañado de un buen sabor y olor de café Gramlich. Resultado. La combinación de todos los ingredientes debe resultar, según el poema, una mezcla aliterada de paronoma- sias fonéticas: Azar, Izar, Osar, Usar, Azar:

Asar los vocablos hasta sacarles todo el jugo. Izar el velamen de los sonidos a los cuatro vientos. Osar es necesario frente al níveo acantilado. Usar las hojarascas del alto sauce danzante. ¡Uy! y el Azar gobierne ordenadamente.

El buen sabor poético en “Retruécano” recurre a Eros. Su erotismo guarda relación con la sensibilidad que tiene el acto de cocinar comparándola con el cuerpo seductivo de lo feme- nino, como sucede en “Corporalidades”,5 también de Farrera. Dicho poema contiene una influencia que responde evidente- mente al psicoanálisis lacaniano por medio de la ensoñación, a la manera de un juego del tiempo, ya que en los primeros versos se lanza metonímicamente una imagen escénica que responde anticipadamente al retrato de una figura femenina, la cual se supone que el poeta mira, contempla y observa, al mismo tiempo que revive la escena viéndose a sí mismo en retrospectiva:

5 Op. cit., p. 23.

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I

Casi muerta sobre el sofá descansa, su mano cuelga como un péndulo en quietud ¿es el tiempo que se ha detenido? Mientras el viento arrastra cuerpos de otro tiempo, aquí no sucede nada trascendental, únicamente su sueño, por quien yo, vive. Si se llegase a despertar seguro desaparecería.

Desde imágenes oníricas, el poeta juega a ese desdobla- miento del otro, por lo que transgrede el tiempo, y con ello se somete a esa estructura del inconsciente colectivo lacaniano, en donde el registro de lo real, lo imaginario y lo simbólico, según la teoría triádica de Lacan,6 se despliega en varios sig- nificantes, de tal manera que esto permite al poeta, en cuanto el otro, cavilar sobre un deseo frustrado de lo real en cuanto poeta-hombre: el deseo de la amada.

III

Rebano el pan, y recuerdo lo blando de su cuerpo; una pizca de sal es el sabor de su epidermis; las copas rebosantes, sólo de imaginarlas embriagan; sorbo el tuétano de sus huesos y se me cae la baba como a la mascota de Pavlov; mis manos bañadas en su jugo brillan por tanta luz. Vuelvo del sueño

6 David Viñas Piquer, Historia de la crítica literaria, Barcelona, Ariel, 2002, p. 549.

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y veo sin arrugas el mantel, todo en un preciso y cuidadoso orden: ácida cebolla a mis ojos es este orden.

La figura de la mujer es representada por el yo poético bajo patrones que se entrelazan con elementos meramente alimen- ticios, cuya construcción discursiva de lo femenino se com- para y relaciona con características símil de la cocina, de esta manera lo imaginario y simbólico femenino del inconsciente del poeta se sujeta a una parte de la realidad social, a partir de esas estructuras mentales, según Gayle Rubin,7 que hacen repetir por generaciones los mismos patrones culturales, ya heredados por las estructuras y relaciones sociales en donde se ve inmerso el sujeto, que por ende tiene su base en la cons- trucción social. Toda estructura social se reduce a un círculo vicioso del que es imposible zafarse o desprenderse. Como es imposible­ desprenderse de las estructuras, porque todo sucede en círcu- lo, entonces habrá que despejarse de esa estructura, ¿cómo?, por medio del lenguaje. A través del lenguaje el hombre social se legitima, enton- ces habrá que romper con el lenguaje y esa ruptura es posible en la poesía. En “Retruécano” se rompe con las estructuras lingüísticas, pero en “Corporalidades” el yo poético se vuelve un sujeto social que reinserta en el poema esa repetición de las mentalidades, por ello compara el pan y lo asimila con el cuerpo sensible, endeble, de la mujer. Esa última mirada es a la que responde el poema. En “Corporalidades” el yo poético cocina ilusoriamente dentro del poema. Es ilusorio, pues se ve dentro de un sueño:

7 Gayle Rubin, “El tráfico de las mujeres: notas sobre la ‘economía polí- tica’ del sexo”, en Marta Lamas (comp.), El género. La construcción cultural de la diferencia sexual, México, UNAM-Porrúa, 1996, p. 44.

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“Vuelvo del sueño / y veo sin arrugas el mantel”. El recurso del sueño da la impresión del yo poético convertido en chef. El chef-poético como gastrónomo dará su mejor servicio. Apun- te usted el recetario, recuerde es exclusivo, provisional, jamás volverá a repetirse:

Ingredientes Pan Sal (al gusto) Cebolla. El chef-poético sugiere una cebolla ácida, posible- mente alude a una cebolla blanca, que acompañará el pan: “ácida cebolla a mis ojos es este orden”.

Procedimiento Primero. “Rebano el pan, y recuerdo lo blando de su cuerpo”. Segundo. Para mejor sabor, “una pizca de sal es el sabor de su epidermis”. Tercero. Es necesario “sorber el tuétano de sus huesos”, para asegurar la consistencia de la comida. Nota. Después de seguir adecuadamente el procedimiento, sírvase una rebanada de pan con ácida cebolla.

El resultado de todo este sentido lingüístico es un “cuidado- so orden” del lenguaje alquímico, como la posibilidad de toda combinación o alteración de los sentidos, el juego de sineste- sias. Una sinestesia de olor y sabor entre tacto, gusto y olfato:

Sentido del tacto Sentido del gusto Sentido del olfato Rebano el pan Una pizca de sal Sorbo el tuétano El mantel Sorbo el tuétano Ácida cebolla de sus huesos Ácida cebolla a mis ojos es este orden

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La lectura del cuadro queda de esta manera: lo blando del pan se compara con lo blando del cuerpo. La pizca de sal, cla- sificada como sentido del gusto, se compara con el sudor de la piel. La bebida no es líquida, sino del tuétano de los huesos. Por último, la comparación de la cebolla con los ojos. Pero es hasta la estrofa siete de “Corporalidades” en donde el inconsciente del yo poético se transforma en un comensal bajo tiradas de metáforas metonímicas anhelando intensa- mente a la mujer, toda vez que éste sabe que ella sólo existe desde lo onírico:

VII

Quisiera devorar su mirada de almendra. Dar un mordisco a su marfilado cuello. Beber el agua de su mar. Ocultar mi rostro en su oscuridad. Ver con el tacto donde piso. Andar con mis manos todos sus territorios. Por ahora, me conformo con acariciarla con el aliento cuando pronuncio estas palabras.

Lo onírico permite desear pasional, seductiva y erótica- mente a la mujer. Así el poema marca un deseo por el devo- ramiento erótico del corpus femenino, la corporalidad de los sentidos: lo visual, el gusto, el tacto, para recorrer el maravillo- so territorio femenino que lo conforma: Primero, devorar la mirada. Ese es el inicio del ritual para poseerla. Segundo, dar un mordisco al lindo cuello blanco de esa mujer. Es el primer contacto con el cuerpo femenino. Tercero, luego del devoramiento de la mirada y del cuello, beber el agua que la constituye. Ese segundo contacto son sus

21 Viridiana Chanona labios, por ello oculta su rostro en su oscuridad. El contacto de los labios hace apagar los ojos para fundir los rostros. Cuarto, para saber que no es un sueño, hay que palpar el cuerpo, el territorio femenino. En efecto, no se trata de un sueño como tal, es sólo un pretexto, porque el trasfondo del sentido es el deseo reprimido del poeta en cuanto sujeto so- cial, que asumiéndose como poeta se desdobla en el otro, el que desea pasionalmente a la mujer, por ello acentúa: “Ahora me conformo con acariciarla con el aliento / cuando pronuncio estas palabras”. Es entonces cuando por medio del lenguaje poético, la mujer toma forma porque existe significantemente; sin embargo, el yo poético sabe que sólo se trata de una ilu- sión, por eso al final del poema se cuestiona:

VIII

¿Existes? ¿Existo? ¿Existimos? ¿De qué sirve preguntarle a Dios? ¿Qué importa lo que diga Lacan? ¿Para qué recortarlo con el filo desophos ? Si al tocarte: naces nazco: nacemos el mundo.

Todo este orden del lenguaje alquímico retorna al escena- rio estructural de concebir a la identidad femenina bajo esa estructura mental, ya dadas por las estructuras sociales: lo femenino como calificativo de erotismo y seducción. A dife- rencia de lo que ocurre en “Despacho a Patricia”,8 de Gustavo

8 Gustavo Ruiz Pascacio, El equilibrista y otros actos de fe, Tuxtla Gutié- rrez, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, 2000, p. 17.

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Ruiz Pascacio, el poema sólo contempla la concepción feme- nina desde el horizonte mental masculino.

El sabor de Patricia en la alquimia del lenguaje

Rimbaud, ante su concepción de la existencia de un verdade- ro poeta, ha dicho que: “el poeta se hace vidente [evidencia por un arreglo] por medio de un largo, inmenso y razonado ­desarreglo de todos los sentidos”,9 por lo que en la poesía el lenguaje se acomoda, dice, pronuncia, no categoriza, sino transforma. Así, en uno de los poemas de Gustavo Ruiz Pas- cacio, el escenario frente al que nos envuelve es el de Patricia. Efectivamente, se trata de El equilibrista y otros actos de fe. Obra que sazona el lenguaje desde todos los horizontes de expectativas o, bien, parte de esa mirada que revela y devela la identidad de lo patrio, convirtiéndolo en una sola identi- dad: Patricia. Trasgrede lo masculino y todo lo que implica saborearlo desde otra perspectiva: la identidad femenina. En “Fascículo desde Utopía”10 se ordena nuevamente el Cosmos:

II

En Utopía ocurren novedades. Un anacoreta pule el cristal que refleja la locura del náufrago. En sus cutículas, la medialuna llama por su nombre a la patria. Parece ser que todo se atormenta, que las insignias destiñen cimeras,

9 Arthur Rimbaud, Una temporada en el infierno, México, Premiá, 1979, p. 103. 10 Ruiz Pascacio, op. cit., p. 16.

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que va y viene una congoja de mar. En esta hora de extravío, los inmigrantes templan el Universo a pulso, las plañideras gozan un crepitar de velas y allende el mar, el obstinado mar, festina una cantiga de ven a mí, perfiles de sirena y ocasión fascicular.

Para reordenar las palabras y las cosas de lo ya dado ¿es necesario construir utopías? El yo poético asume que es nece- sario construir utopías para crear novedades. Las utopías son necesarias, pero no suficientes para romper con los esquemas establecidos por las estructuras sociales. No son suficientes porque no debe asumirse una postura donde quepan los pre- juicios, sino los juicios de valor, la postura del sujeto es tam- bién un referente para construir utopías. La postura del yo poético es la locura. En la locura, el desorden se vuelve un orden de las cosas porque rompe con las estructuras o con- venciones sociales, como en su momento lo sostiene Michel Foucault en Las palabras y las cosas.11 La locura es el principal ingrediente, el vocablo, el sabor a Patricia siguiendo el modelo de Massimo Montanari, por ello cabe la tormenta, el extravío, sobre todo, creer que “En sus cutí- culas, / la medialuna llama por su nombre a la patria, [Patricia]”. Patricia, la sazonada alquimia de lo patrio. Ella es todo y, a su vez, nadie, ya que combina esa sensación de sabor y olor que el poeta percibe de lo patrio y lo traslada al recetario poético:

11 Michel Foucault, Las palabras y las cosas, México, Siglo XXI, 2001, pp. 42-52.

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Despacho a Patricia

I

A Patricia se llega por una vereda de montaña tapizada de hormiguillos que piropean al sol. O bien, si se prefiere, por un tramo de río, color de milagrería, amantísimo oleaje. En Patricia no hay casas apiladas de habitantes con axilas de banqueta ni exudados cuerpos de campaña ni sórdidos personajes de vitrina. En Patricia las sombras seducen a los altos pinos. En Patricia abundan los claros de luna adormecidos por el guiño de una doncella en verano, los tímidos pastizales sonrojados por el febril viento de agosto, las abiertas pupilas absortas al paso de los desolvidados.

La cocina del lenguaje reinventa lo patrio. La locura es la piz- ca de sal que da sabor a Patricia. Ella es el otro ingrediente trans- formado y “se llega por una vereda de montaña” para contem- plarla desde lo más alto. De manera que el poeta es un ermitaño que para encontrarse en el centro de Patricia requiere alejarse y despojarse de ella para poder contemplarla, desprenderse de todos los sabores y olores sociales que perturban al sujeto. En Patricia no caben esos ingredientes de “casas apiladas de habitantes / con axilas de banqueta ni exudados cuerpos de / campaña ni sórdidos personajes de vitrina”. No puede caber todo eso porque es regresar dentro de las estructuras sociales, para salir de ellas es necesario separarse. Sólo puede aceptarse “los claros de luna adormecidos / las abiertas pupilas absortas al paso de los desolvidados”, ya que en la noche todo se sosie- ga. La noche es el tiempo sin tiempo, el momento donde me- jor se contempla el sabor y sinsabor de la urbe, la ciudad, las

25 Viridiana Chanona calles, el aire fresco que llega hacia nosotros. Más adelante, el poeta afirma las especias de su utopía:

II

En Patricia hay un mármol tallado en mar. En su centro el sol calcina recuerdos de marineros ciegos. También hay un espejo, ancho como la tarde, que desvanece rostros cuando pulsan sus voces los desamorosos. En Patricia, ocurren días, que de las membranas del sol el viento moldea una garza, un lumínico fruto, un hiriente costado, ladera de mieles, poliflor. En Patricia los arroyos cuentan la esencia de todas las cosas, la magia común de los fidelísimos, el ubicuo ruego de los pasionarios. Suele Patricia ser un territorio de inusuales soles.

Hasta ese momento, el yo poético revela que Patricia es “un territorio de inusuales soles”, mas no se asume como parte de ella. No se trata del territorio, sino de lo indefinido que es el territorio. Es la apuesta de lo que en inglés se llama watch, observar, que es la mirada profunda, y no el look, el sólo mirar, por ello está formada de inusuales soles porque en ella se da una amplia observación del poeta. La luz radiante del sol son las energías puestas a disposición para transformarla. Sucede que Patricia es el centro, la vuelta al seno de la mater tellus porque en ella “los arroyos cuentan la esencia de todas las cosas”; de ahí que desvanece la mezcla de especias: los rostros, recuerdos calcinados por el sol, días que toman forma con el viento:

26 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas

III

Allá, en Patricia, todo ocurre entre el ojo y la manzana. Por ella la selva asciende presurosa hasta la cima donde la memoria participa su triunfal entrada. Allá, en Patricia, los abatidos atajan caminos por una dichosa calzada habitada de murmullos quiméricos. Por ella una sinfonía de soldaditos deslízase húmedamente bautizados. Allá todo ocurre como soplo de niebla, como adagio en cuerda, anochecida imagen. Entre el ojo y la manzana.

En ella “todo ocurre entre el ojo y la manzana”: es lo feme- nino como lo erótico. Patricia es la seductora del hombre, pero también su pecadora:

IV

Es el país de las historias profanas contadas a contraluz en un rincón gótico. Es la bocanada de humo más próxima a la hoguera donde serenan sus almas los errantes y los infaustos. Es el alivio a la seducción de los claroscuros en un instante retinal. Es el abismo que llama por su nombre, Patricia, acantilado de memorias y desvelos. Es el país de piececillos andantes. Un poco de savia, un poco de ruina.

Lo patrio se convierte por un instante en la mujer ­seductora. El instante se refiere a la noche. En la noche, el claroscuro, el territorio denominado Patricia suele ser seductiva para el andante que se desvela por un rincón gótico: la tristeza. Senti- miento en que el yo poético se reconocerá dentro de ese espa- cio en que se ve atrapado: “Aquí, en Patricia, / la rosa sacude

27 Viridiana Chanona sus pétalos. El despertado rocío alborea. / Una virgen guarda su desvelo en la ventana”. El yo poético no sólo reconoce su identidad en Patricia, se convierte en duende, en un ser pequeño e invisible que apa- rece y desaparece, para buscar su luz en ella, no la luz del día, sino la de su ser mismo:

VIII

[…] Quiero decir, la cima del monte es azul y espuma baña sus colinas. Quiero decir que las noches en Patricia son una jovial metáfora de la huella del duende en busca de su lámpara.

El yo poético prisionero identitario de Patricia, mostrará la descarnada situación o mal sabor de Patricia:

VI

Por las calles de Patricia niños de lenguas muertas cazan estrellas para aderezarse los sueños. La mañana es el refugio de la lluvia, pluvial deleite del asfalto. […]

IX

Debajo del cielo de Patricia la ciudad, contenedora de gritos, el dilatado alivio de las ventanas, el trópico bebiéndonoslo a sorbos […]

Ahora, Patricia es la urbe impaciente, insípida, que llora y se queja a través del ruido industrial, de los niños huérfanos que dormitan en la penuria de la calle. Empero, no todo espa- cio en Patricia es pena:

28 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas

X

[…] Hay senderos, en Patricia, que conducen al preludio del polvo, allá donde los soles ascienden y eclipsan iniquidades. La senda del norte, por ejemplo, es feliz trayectoria de gitanos violines cubiertos de siempreamadas. La vía del sur es, tan sólo, el olvido del recuerdo de buscadores sin mar a grito abierto. Por el oriente, hay vericuetos con pétalos-llanto, en los que Patricia recoge al alba las horas del mundo.

Si Patricia es la mujer seductora, la madre, la protectora, en ella hay senderos y luces que ascienden tanto de felicidad como de maldad. Por ello, el yo poético marca la ruta cardinal que va de norte a sur y de sur a norte, a la manera de una rosa de los vientos que gira a ciento ochenta grados de lado a lado; de tal manera que la senda del norte, la mitad de la rosa de los vientos, se consume de luz, bondad, y la senda del sur, la otra mitad, de oscuridad, malevolencia. Patricia es día y noche, luz y oscuridad, bondad y maldad, porque el alba tiene límites como lo tiene vésper; de ahí que “Aquí, en Patricia, un eremita saluda / los esteros de cristalino mar, besante de pieles. / Aquí, confieso los límites del fuego y me sorprendo / de véspero ataviado”. El yo poético después de recorrer el cuerpo nocturno y ­seductivo de Patricia, de observar la vida descarnada que en ella se esconde bajo su piel o sombra como un espacio sin sal, de mal sabor de la vida, llega a encontrarse en ese territorio, en el espacio mismo del centro de Patricia. Así, el eremita saluda porque baja de la vereda de la montaña, después de romper con la estructura convencional del lenguaje retorna a conciliarse en ella, a la cosa en sí misma, como dice Foucault.

29 Viridiana Chanona

A la reconciliación del poeta con Patricia, éste terminará deduciendo bajo tres ingredientes de leyendas que han reco- rrido el corpus en “Despacho a Patricia”. La leyenda inicia con el número tres, numerología simbólica que representa mítica- mente la unidad, donde lo masculino y lo femenino pueden encontrarse en Uno. Por eso Patricia es territorio, espacio, es la mujer que seduce y corrompe, es lo patrio transformado en femenino. “El tres es el número de la muerte y del renacimien- to, que significa renovación de un ciclo y paso a otra etapa. El tres, el paso al centro en unidad”.12 El primer ingrediente que se sirve sobre el papel es el hom- bre que comerciaba con las tribus australes, además de revelarle el aroma más profundo de su ser: el alma, el ­sentimiento. El segundo ingrediente es la figura del navegante que al encontrar su navío se colmó de demencia, y zarpó “con una mujer vestida de sari y un abanico de cien colores”. Se trata de la mujer culta que todo oculta y el abanico al que se refiere son las caras o colores de la vida. El tercer ingrediente evoca a la niña que, al descubrir el sol, la llamaron Patricia:

XII

Tres leyendas pueblan sus muros por treintaitres generaciones. La primera habla de un hombre que comerciaba con las tribus australes capullos de acacia recolectadas a la medialuna. Su fragancia provocaba un aleteo en los sueños de los impúberes. Un día, el jefe austral le demandó que revelase el por qué de su aroma. Como respuesta, el hombre sopló una rama

12 Viridiana Chanona, La percepción mítica de lo femenino en “ de sol” de Octavio Paz, Tuxtla Gutiérrez, Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas, 2010, p. 51.

30 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas

y el viento meció los cabellos antártidos. Aquella noche, los australes conocieron el alma. La segunda cuenta de un navegante que marinaba por la costa septentrional. Un día, zarpó con una singular carga: un alambique, una mujer vestida de sari y un abanico de cien colores. En el trayecto encontró un viejo que vendía lunas. Cuando volvió, le llamó a su navío, Vesania. La tercera, evoca a una niña que creció en un templo cuya portada nunca accedía. Una mañana, se atrevió a cruzar por el umbral, descubrió el sol, y desde entonces la llamaron Patricia.

El guiso de sirenas en la alquimia del lenguaje

El presente guiso de sirenas muestra ese sabor y olor de la identidad mítica femenina en la alquimia del lenguaje poético, por una invocación propia de la poesía. Si en “Fascículo desde Utopía”, de Gustavo Ruiz Pascacio, se da un nuevo orden cósmico como el creador que da for- ma al espacio terrenal, donde se “festina una cantiga de ven a mí” e invoca a seres marinos de “perfiles de sirenas y ocasión fascicular”, en “Sirenas y hechiceras”,13 de Yolanda Gómez Fuentes, se invoca a las sirenas como identidades míticas fe- meninas que tienen por característica hechizar al lector con ese juego de sabor de presencias míticas femeninas en que se cocina el poemario. En este guiso de sirenas, lo femenino míticamente se sirve en su doble identidad: se invocan a sirenas que suelen ser tan- to benignas como malignas. La alquimia del lenguaje traslada

13 Yolanda Gómez Fuentes, De sirenas y silencios, Tuxtla Gutiérrez, ­CONECULTA-Chiapas,1999.

31 Viridiana Chanona la concepción de las sirenas como hechiceras, una forma de ­mostrar el carácter turbio de las sirenas. Ese desmantelado ori- gen de la figura femenina, como la pecadora, inicia con Lilith:

Lilith

I En el principio el Padre, en la oscuridad del caos: tibios muslos se buscan.

Heme aquí antes de Eva, propiciando la humedad del Universo.

II Impura hasta en lo mínimo: poseo la vergüenza de ser hembra ¡Qué placer reptar bajo el manzano! ¡Qué mohín en mi rostro la lujuria!

Si en “Despacho a Patricia” el ingrediente es el eremita, en De sirenas y silencios se guisa un sabor poético que parte —a la vez rompe con la creencia judeo-cristiana de la figura de Eva— de la imagen mítica de Lilith, en donde este personaje toma voz para posicionarse como la primera mujer de Adán, que a decir de la legendaria leyenda del folclor judío así se ha considerado, ahora, convertida en hechicera. Es la mujer impura de la que se avergüenza toda mujer por el pecado de la lujuria. Hacia “Una sirena agónica” aparece Medea, quien se presenta como “la más vulgar de las mujeres”.

Medea

Porque he roto la vara mágica de mis argucias y eché al mar el libro revelador de los secretos, se ahuyentaron los espíritus que me ayudaban.

32 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas

Hoy, en soledad me quiebro y la traición me toca; soy de todas, las más vulgar de las mujeres: ¿Dónde está entonces el arte de mi encantamiento?

El guiso de las sirenas parece ser una disputa entre ellas para posicionarse como la mejor de todas. En De sirenas y si­ lencios, el yo poético se anula y cada una de los personajes míticos femeninos, que aparecen en él, hablan por sí mismos, y se hacen presentes bajo las voces de hechiceras. Medea se culpa ser la más vulgar de las mujeres porque ha perdido el arte del encantamiento. Míticamente es una hechicera y sa- cerdotisa de Hécate, aprende la hechicería de Hécate y Circe, pero como arroja al mar el libro de los secretos, ésta pierde toda ayuda espiritual y, por ende, la magia del hechizo. Tanto Hécate como Circe poseen rasgos de bruja. La prime- ra, según Graves, es la diosa de las brujas y estaba ­consagrada a los poetas. La segunda es una semidiosa, hija de Helio, se considera una sirena porque posee rasgos del mar, según ver- sión de Ulises.14 Clitemnestra, otra sirena hechicera que de ser la reina de Micenas en la antigua Grecia, se convierte en asesina de su esposo, y es, a la vez, asesinada por sus hijos Orestes y Electra. Por pecadora y asesina pierde todo arte de encantamiento. Hécate es mejor conocida dentro de la mitología como Hé- cuba, tuvo catorce hijos, entre los cuales destaca Casandra, “figura trágica femenina del mito griego cuyos gritos se han convertido proverbialmente en expresión de algo que suena sin ser escuchado”:15

14 Robert Potter, Mitos y leyendas del mundo, México, Publicaciones Cultural, 1992, p. 23. 15 Ibid., p. 71.

33 Viridiana Chanona

Casandra

Horrores mil viví ardí en cada llama visionaria.

He allí la maldición de profetizar los infortunios.

¡Ah destino cruel que no pidió mi carne! ¡Ah soledad infernal la de los desprotegidos! ¿De qué valió la castidad sagrada? Si el arbitrio vil también es cualidad de dioses.

Con Esfinge, Súcubo y Medusa la figura de lo femenino toma otra apariencia: de seres demoniacos. Con ellas, las si- renas se coccionan en monstruos, todas presentes con rostro de mujer. Esfinge es el monstruo de la destrucción y la mala suerte. Súcubo, demonio de la tradición mesopotámica que toma la forma de una mujer atractiva para seducir a los varo- nes, introduciéndose en los sueños y fantasías para beber de relaciones sexuales:

Súcubo

Enervo tu piel y bebo con placer malsano el cáliz de tu ­angustia. Diabólica sonrisa me habita, niego la caricia, el olvido y me regodeo en la putrefacción.

¡Muerde la lujuria al filo del orgasmo!

Medusa, la más conocida, es el monstruo de la mitología. Como en la poesía todo se hace presente y toma voz, no es de extrañar el recurso de la voz que el yo poético le cede a

34 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas

­Medusa. Ésta invoca a Perseo y se querella de su astucia con la espada, causa por la que continúa pétrea. A , las sirenas son personajes que viven dentro del recetario poético, y cada una de ellas toman la palabra para cantar el mal sabor de su destino. El tránsito que va de Lilith a Hécate se muestran sirenas cuya condición tienen por apa- riencia ser brujas. En el segundo guiso, de Esfinge a Medusa, las sirenas toman forma de monstruos o demonios, sus apa- riencias son seres maléficos. En el último guiso se presencia como seres fértiles, tal es el caso de Hieródula, diosa de la fertilidad y la abundancia, en el Oriente está vinculada con la fiesta de la Gran Diosa. Las sirenas también toman forma de mujeres trágicas de la mitología. La primera que aparece es Casandra, después Ariadna, mujer bonita y esposa de Dioniso, este “hombre-Dios engendrado tres veces, hijo de Perséfone y Jove”.16 En última instancia aparece Idit, esposa y abandonada por Lot. Idit sufre el abandono de Lot y hace constar su pena: “¡Yo no volví jamás la vista! / ¡Soy estatua de sal por tanta lágrima vertida!” La presencia de lo femenino a través de las figuras de ­sirenas aparece en diversas personalidades míticas, represen- tadas cualitativamente como brujas, hechiceras y demonios. Elementos que connotan la dualidad transformadora de la mujer como aquella de doble apariencia y la similitud categó- rica de lo bueno y lo malo. Lo sensible y terrorífico. En “Silencios a deshoras”, las voces de las sirenas desapa- recen y se transforman en el yo lírico, que será serpiente mo- viéndose entre el silencio:

16 Josefina Maynadé (ed.),Himnos órficos, México, Diana, 1973, p. 65.

35 Viridiana Chanona

06:05 Horas

A veces, cuando tu desnudez se aferra a mi tallo, pienso en la soledad que te mantiene al borde del abismo.

Perseguido por tus fantasmas sólo preguntas: ¿verdad que tú también me amas? En esos momentos permanezco estática, evito así, oscurecer tu luz con negros pensamientos. Si escu- charas la voz interna de mi mente, sabrías que el l­etargo de mis demonios ha terminado.

Una serpiente soy, muevo el cascabel, mientras el silencio mora en mi boca.

En los versos arriba citados, el yo poético advierte su ­configuración en serpiente. La serpiente simboliza la fuerza pura y sola, según la mitología de la India, está además vincu- lada al agua; por ende, familia de las sirenas, cuya característi- ca símil: lo ambivalente y multivalente. También es la protec- tora de la fuente de vida y de la inmortalidad; de ahí, que se oculta bajo la figura de la yegua nocturna, la diosa negra de la muerte o luna llena, una fase de la trinidad lunar de la Diosa blanca;17 esta fase corresponde a las brujas que beben sangre para renacer siempre en juventud:

12:23 Horas

Convertida en yegua nocturna devoro tus sueños, bebo la sangre de Gorgona para aumentar mi odio. De nada sirven los conjuros contra la pesadilla, soy “la arrebatadora”, mujer de letal fuerza.

17 Robert Graves, La Diosa Blanca, Madrid, Alianza, 1998, p. 531.

36 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas

¿Cómo escaparás a este sortilegio de besos que deambulan por tu piel hasta erizarla toda?

La apariencia del yo poético convertido en mujer-serpien- te, en yegua nocturna toma forma y venganza ante el amado:

20:18 Horas

Eroticé tu cuerpo y te enervé la sangre para saciar tus pesadillas. En el enredo de las pieles y la excretación de los sudores, no percibiste la más dulce venganza: Día a día te fuiste pareciendo más a un insignificante enano.

Se trata de la apariencia de la Diosa blanca de la muerte, la sirena o la serpiente que se alimenta del cuerpo del amado por una venganza. Todo parece indicar que se trata de Súcubo, re- cuérdese, es la sirena que se introduce en los sueños y pesadillas de los hombres para seducirlos y tener relaciones sexuales. Pero también podría ser Hieródula como la mujer fértil y erótica. Sin embargo, éstas son sólo apariencias, la mujer erótica le correspon- de a Lilith, como la primera pecadora que dio a luz el Universo. El yo lírico vuelve a presentarse como sirena, por ello ­regresa a Ítaca, a la mitología. Primero transita a Ligia, como isla de De- solación, después por el cuerpo de Agláophono para ­convertirse nuevamente en sirena: Leucosia y Parténope. Posteriormente se transforma en demonio y hechicera con la apariencia de Es- cila y Circe. Pero con Penélope retorna a ser la mujer erótica seductiva que erotiza el cuerpo y enerva la sangre:

Penélope

Veo tu desnudez extenderse por los confines de la cama, mientras malévolo duende me encaja sus fieros dientes.

37 Viridiana Chanona

Me siento entonces poseída por demonios que ven brotar la sangre, danzar el odio y sonríe en mis labios la locura.

¡Qué grande es la aflicción para quien tejió con sueños la paciencia!

El yo poético asume la búsqueda de la identidad de ser mujer por medio del sueño, donde los pecados se sueltan y se toma conciencia de ello. Todo el recorrido transitorio del yo poético es el escenario del letargo como el espacio mítico espiritual; de ahí que despierta metafóricamente sonriente, en sus labios la locura. Sin embargo, los guisos de sirenas en sus diversas apariencias, transmutan las características sensual y endeble de la mujer y pasa a considerarse como malévola, aun- que todavía es la mirada que categoriza a la mujer como fértil, seductora, sensual y erótica. Lo culinario, con relación a las tres voces poéticas encon- tradas en este capítulo, se apertura en inmiscuir alquímica- mente el sentido configurativo y resignificativo de la figura femenina haciendo uso de ciertos patrones del lenguaje so- cialmente estigmatizados.

38 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas

Segundo tiempo

Comer a solas es experimentar o padecer una soledad peculiar. El compartir comida y bebida, en cambio, llega a lo más hondo de la condición socio-cultural. La gama de sus implicaciones simbólicas y materiales es casi total. George Steiner

En este asidero poético ofrezco a la carta una aproximación de lo culinario desde el referente de sabor y olor como representación simbólica de los fenómenos culturales; estos que en su interior permiten construir o cultivar la identidad entre grupos sociales e individuos, para reconocerse en el espacio y tiempo en que con- vergen. Así parece seducir el lenguaje poético de lo neobarroco de Roberto Rico y algunos poemas de Gustavo Ruiz Pascacio, en cuyos discursos existe una clara representación de elementos que refieren a lo cotidiano y, sobre todo, a esa cotidianidad alimentaria. La seducción alquímica del lenguaje en la poesía de Ro- berto Rico se desenvuelve en una alquimia de la construcción y postura poética neobarrosa, como recurso para elogiar lo cotidiano bajo un lenguaje grandilocuente, como suele apre- ciarse en algunos de sus poemas: “Nieve de junio”, “Aerolito entre bambúes”, “Ocupación del cupapé”, “Reloj de tascalate”, “Bien raíz”, y “Chiapa de Corzo”. Poemas que desde el títu- lo anticipan el elogio por lo cotidiano y, sobre todo, a temas poco referidos en el campo de lo poético como lo alimenta- rio, en donde las referencias de sabor y olor de lo culinario se representan bajo elementos simbólicos de carácter cultural e identidad regional, como parte de un imaginario colectivo de reconocimiento y mera representación histórica.

39 Viridiana Chanona

Sabor en la cocina de la Fiesta Grande

Si la cocina y el lenguaje convergen analógicamente como ­expresión cultural de quien la practica, ambas constituyen, por lo tanto, un vínculo de autorrepresentación. En el poema “Chiapa de Corzo”,18 de Roberto Rico, el discurso poético neo­ barroco se construye en torno a las representación simbólica de la llamada Fiesta Grande que anualmente se celebra en la ciudad de Chiapa de Corzo:

Chiapa de Corzo A Julio Pimentel

Casa de las girándulas el viento —Sebastián horadado a puntapiés de la danza.

Bailan los Parachicos.

Después de largos tragos de mistelas. mis ojos arden en el cielo revuelto que la pólvora gana entre el espacio mínimo de un guiño.

El viento arroja contra las campanas la sal rojiza de los cohetes.

Bailan los Parachicos.

Palmira bebe un sorbo de —Agua

18 Roberto Rico, Reloj de Malvarena, México, UNAM (Colección El ala del tigre), 1991, p. 27.

40 Maíz Cacao: una jícara llena de vocales.

Bajo las máscaras pudiera mantenerse en ayuno de penumbra el delirio, tropel mudo y danzario de la fiesta.

El título del poema anticipa de entrada la carga cultural de una región geográfica de Chiapas: Chiapa de Corzo. Quizás es la búsqueda del sujeto por la incorporación con el entorno espacial, o bien, el encuentro con el imaginario colectivo de identidad, aquello que los acoge como ciudadanos, a la vez que los distingue de otros individuos y regiones o espacios de línea imaginaria. El poema es, también, un elogio por la cotidianidad fun- damentada en el contexto de una geografía cultural, a la tra- dición que reivindica un pasado histórico heredado por la conquista española, como la mezcla de valores simbólicos de los fenómenos culturales en relación con la sometida por los conquistadores y la resistencia de los conquistados. El poema antes citado representa el mestizaje cultural que en sus representaciones de símbolos culturales, tal como su- cede con los fenómenos de las fiestas carnavalescas, así como en las arquitecturas, los alimentos y bebidas, por lo general, reivindican simbólicamente, sobre todo en una región como Chiapas, la representación del cultivo de la tradición socio- histórica en los que fueron sometidos. Así parece cantarse en “Chiapa de Corzo”, en este poema el discurso es el referente al deseo externo del visitante para ser incorporado y aceptado por un instante de espacio-tiempo definido, dentro de la ilu- soria comunidad de lo social, que se vuelve y se envuelve en convivencia homogénea, siempre en los momentos festivos.

41 Viridiana Chanona

Las fiestas son el paso de reunión con el contexto comunita- rio de lo social. Aún más, las fiestas carnavalescas, como la de Chiapa de Corzo, son la reunión en magnitud de los individuos, sin importar las diferencias de género, raza, color y cultura. El sentido del carnaval es, precisamente, el momento de ­rup­tura convivencional y convencional entre lo familiar y amis- toso de las estructuras ya establecidas, remarcadas por patrones sociales que sellan las diferencias e indiferencias. Es el tránsito de la reincorporación entre los humanos, el medio de reunión del hombre y sus semejantes, así como el encuentro consigo mismo. Lo carnavalesco es, consideran algunos analistas, el momen- to de suspensión del tiempo y de toda labor, donde las nor- mas no rigen. Cierto, en algunos lugares de Chiapas, dentro de las festividades carnavalescas las leyes, reglas como derechos constitucionales se suspenden, sólo reina lo carnal, la locura, el delirio, donde “aparentemente” no hay un orden porque se suspende toda actividad judicial. Pero existe y se da un orden no reconocido: el de la comunidad. Un nuevo orden del espa- cio, donde se salvaguardan propiamente los intereses entre se- res humanos. Por medio de lo carnavalesco se vuelve al estado natural de las cosas, donde todos los seres humanos velan por sus intereses y se anula el Estado. La celebración carnavalesca es, en efecto, el periodo donde el individuo deja su lado político y se ve cubierto por el deseo, en él reina la voluntad y suceden las libertades; de ahí que: “Bailan los Parachicos. // Después de largos tragos de mistela / mis ojos arden en el cielo revuelto / que la pólvora gana entre el espacio mínimo de un guiño. // El viento arroja contra las campanas / la sal rojiza de los cohetes”. El yo poético como visitante y observador-testigo rinde ­homenaje alegórico al entorno sociocultural chiapacorceño, y lo traslada al escenario poético. Desde ese espacio escénico, se ­presenta un lenguaje grandilocuente, parafraseando a Eduardo

42 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas

Milán, “a la grandilocuente tendencia europea barroca transfor- mada en lo neobarroso verbal latinoamericano”,19 para ­proveernos de esa amplia mirada por la manifestación representativa de tra- dición, a su vez trocada en el tránsito de las libertades. A manera de recetario, el poema nos muestra un abanico perceptivo de cómo es la festividad y cómo en ella sucede el

tránsito de la libertad:

El viento arroja contra las campanas las contra arroja viento El la sal rojiza de los cohetes. —Sebastián

mis ojos arden en el cielo revuelto cielo el en arden ojos mis Bailan los Parachicos. Palmira bebe un sorbo de pozol

que la pólvora gana entre el espacio mínimo de un guiño. un de mínimo espacio el entre gana pólvora la que —Agua

Después de largos tragos de mistela. de tragos largos de Después

Bailan los Parachicos. los Bailan Maíz

de la danza la de Cacao: una jícara llena de vocales.

Bajo las máscaras horadado a puntapiés a horadado

el viento el pudiera mantenerse en ayuno de penumbra Casa de las girándulas las de Casa el delirio, tropel mudo y danzario de la fiesta.

El soplillo nos muestra cada escena representativa de la Fiesta Grande de Chiapa de Corzo. Paso 1. Para cualquier visitante es extraño observar la escena de la “Casa de las girándulas / el viento” o, bien, el juego piro- técnico denominado “rehilete o remolino”, que forma ­parte del

19 Eduardo Milán, Justificación material. Ensayos sobre poesía latino­ americana, México, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2004, pp. 23-41.

43 Viridiana Chanona llamado “torito”, cuya construcción en ambas es de carrizo y pól- vora. Suele utilizarse en algunos lugares de Chiapas para la aper- tura de alguna festividad relacionada con algún santo patrono. En el caso de Chiapa de Corzo se queman rehiletes por cada día de los Santos a los que se ofrenda en el transcurso de la Fiesta Grande. Paso 2. Como en toda fiesta de pueblo, de lo populis, el sentido de los festivo está dirigido en honor a un santo patro- no: “—Sebastián / horadado a puntapiés / de la danza”. Capital cultural que responde al santo patrono de Chiapa de Corzo, cuyo resplandor figurativo rinde homenaje entre lo culto-reli- gioso y lo sensual erótico a que su figura responde. El culto religioso, más allá de la implicación de honrar al santo patrono con las acciones de ofrendas, es, quizás, el sen- tido de representación del hombre en su mundo, reconocién- dose a sí mismo mediante el otro, su semejante. Paso 3. La celebración no sólo rinde culto a un santo, sino que en él gira el sentido simbólico de lo festivo. Es la gama de implicación a todo juego pirotécnico como al encanto del de­ senvolvimiento escénico que seduce: la música de tambor y pito; de ahí que en honor a San Sebastián, “Bailan los ­Parachicos”. La correspondencia del baile entre la figura de los parachi- cos, en relación con la danza que se le brinda a San Sebastián es contrastante porque, pienso, sucede en el caso de la festividad de Chiapa de Corzo, sólo la imagen del santo patrono responde por su condición figurativa corporal afeminada a la invitación del gozo, placer, locura, delirio, donde se da el desorden que es un nuevo orden del mundo. Pero, en ocasiones, las accio- nes humanas sobrepasan los límites del orden a través de ese apreciable y, para algunos, despreciable líquido embriagante, cualesquiera sea su nombre. Paso 4. En toda festividad grande, se gusta y degusta del envite por las bebidas tradicionales, en este caso el de la mis-

44 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas tela. Fermentado líquido que en abuso trastoca los sentidos. El poeta ha experimentado que: “Después de largos tragos de mistela / mis ojos arden en el cielo revuelto / que la pólvora gana entre el espacio mínimo de un guiño”. La técnica para obtener la mistela proviene de los europeos, es posible que haya sido introducida y heredada por los espa­ ñoles. Hay que recordar que el estado de Chiapas, como el caso de Chiapa de Corzo, fue colonizado por éstos. Por otro lado, el azúcar es un producto introducido también por los europeos, en específico, los franceses fueron quienes realizaron la técnica de obtener la cristalización del dulce de la caña. Aunque en His- panoamérica la caña de azúcar como recurso natural ya existía. El fermento de nanchi, como la de uva o jocote se acos- tumbraba hacerlo por la técnica de mantener conservadas y frescas las frutas, sin saber que al guardarlos mucho tiempo se obtendría una fermentación dulce. Posteriormente, pasó a ser una bebida que se servía o, aún, se sirve en algunos muni- cipios de Chiapas en periodos celebrativos de implicaciones religiosas (como las llamadas “sentadas de niño Dios”, rezos de santos o vírgenes y novenarios de difunto). A mayor consumo de ese líquido, una segura embriaguez. Lo que actualmente sorprende es que la mistela sigue sien- do un producto no considerado como bebida alcohólica, pero embriaga, y su venta, aún consumida por niños y jóvenes, no es prohibida, como tampoco lo es la taberna. La taberna es una bebida no considerada embriagante, pero embriaga corporalmente, ya que tiene la función de anestesiar el cuerpo, mas no afecta el cerebro, y se obtiene de la fermen- tación natural del jugo que se extrae del centro del tronco del árbol de coyol,20 basta con hacer una cavidad en la extremidad del tallo de la planta para obtenerla.

20 Diccionario enciclopédico de Chiapas, tomo IV, Tuxtla Gutiérrez, Con- sejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, 2000, p. 76.

45 Viridiana Chanona

La tradición en Chiapas, en algunas zonas zoques, consis- te en sorber el líquido directamente desde el tallo de la pal- mera. Antiguamente se sorbía con el segmento de un carri- zo delgado, que simulaba ser un popote, y se consumía sólo en ­festividades religiosas. En la actualidad, el consumo de la taberna­ , quienes lo beben directamente del tallo, lo realizan con un popote, cuya bebida en Chiapas prolifera y predomina ordinariamente durante la época de calor. Aunque la taberna suele confundirse con la chicha —no la que se conoce en la parte andina de América del Sur—. Nombre que en Chiapas se le ­da al fermento que se obtiene del reposo de la tripa del chilacayote con azúcar. El chilacayote es un fruto de la misma familia que la sandía, ambos tienen el mismo color, pero difie- ren en tamaño y contenido. Paso 5. Mientras se disfruta de largos sorbos de mistela, puede, mientras se tenga tiempo y una muy buena disposi- ción, convertirse en espectador público de “la sal rojiza de los cohetes”. En el gozo de toda Fiesta Grande, es necesario anunciarlo a través de cohetes pirotécnicos para comunicar al pueblo entero la alegría asumida en ella. Paso 6. Después de todo el recorrido dancístico y haber con- templado visualmente el espectáculo rojizo de los cohetes, si no basta saciar la sed con sorbos de mistela, afortunadamente Chiapa de Corzo es un lugar que se ha distinguido por su bebida típica y refrescante que ofrece a cualquier comensal: el pozol. En el poema se recomienda para saciar la sed, el calor y el hambre lo que en Palmira se bebe un sorbo de pozol, cuyos ingredientes son: “—Agua / Maíz / Cacao. [Para servir el pozol se sugiere] una jícara llena de vocales”. Dos ingredientes principales se remontan a lo ancestral: el primero de ellos, el maíz. Recurso natural agrícola de gran parte de América Latina, sobre todo centroamericana y meso- americana. Producto agrícola que es uno de los principales

46 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas recursos en Mesoamérica. No hay lugar en América Latina que no se siembre maíz. En su mayoría, los cronistas españo- les hablan sobre la presencia del maíz como parte de la iden- tidad del territorio americano o de la Nueva España, como al principio se le denominó al actual territorio mexicano. Latinoamérica es un territorio extenso de carácter multi- cultural y plurilingüe, donde existe una variedad de lenguas, razas, etnias, que al paso del tiempo van construyendo su identidad a través de tradiciones y costumbres, por ello el maíz toma distintos nombres, así se aprecia en “Pan de ­todos”,21 de Elva Macías:

Pan de todos

Grano de jade me llaman los chinos.

Choclo me dicen los pueblos andinos.

Soy kukuruza en la lengua rusa.

Grano de indio en idioma inglés.

Perla amarilla en maya quiché. En el Caribe y en este país me llaman maíz

21 Elva Macías, Informe de la lenteja y otros poemas, México, CONACUL- TA, 2000.

47 Viridiana Chanona

Sin duda el poema nos ilustra una variedad de idiomas y de los distintos nombres con los que se denomina al maíz, no sólo en el continente americano, sino en los distintos territorios del mundo, cuyo concepto varía de un continente a otro: para el continente asiático representa un “grano de jade”, en el Perú “choclo”, en el territorio euroasiático le llaman “kukuruza”, en Norteamérica “grano de indio”, Centroamérica “perla amarilla”, al norte de América del Sur y en Chiapas, se le llama “maíz”. La imagen del maíz representa no solamente a la semilla como el que ha servido de producto alimentario, sino también fuente de creación del hombre en la Tierra que ha formado parte de una identidad mítica, ya que a decir del mito de origen maya-quiché que se narra en el Popol vuh o Libro de los Consejos fue “al quinto intento de la creación del hombre de maíz fue hecho”. Razón por la cual puede pensarse que el ser humano continúa nutriéndose de esa fuente de origen, en sus distintas versiones de consumo, como es la preparación del pozol. El pozol es una bebida que no sólo se consume en uno de los estados del sureste del territorio mexicano: Chiapas, sino que también se tienen registros que se consumía y, por ende, se continúa consumiendo en Tabasco, Guerrero, en el sur de Veracruz y Oaxaca, así como Guatemala, según las crónicas de Ajofrín, Diego de Landa, William Dampier y los textos de Gas- par Antonio Xiu. También los piratas holandeses, ingleses y franceses que durante la Colonia asediaron al territorio tabasqueño llegaron a saber del pozol. El famoso pirata inglés William Dampier habla de los indios y el pozol hacia 1680:

Si viajan dos o tres días cargan con un poco de este maíz mo- lido, envuelto en una hoja de plátano, y con guaje a la cintura para hacer su bebida; no se preocupan más por vituallas hasta

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que vuelven a casa. Esto se llama posol; poorsoul para los in- gleses. Es de tanta estima […] que nunca falta en sus casas.22

Para el pirata William Dampier como el relato de fray Die- go de Landa, el pozol era un alimento para el viajero que du- raba dos o tres días fuera de casa, así como una bebida que básicamente no debía de faltar en la casa de los chontales. Dampier señala que solamente entre los indios se consumía dicha bebida, lo afirma fray Francisco Ximénez en Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala de La Or­ den de Predicadores, tomo IV, y Jan De Vos en La paz de Dios y del Rey. La conquista de la selva Lacandona (1925-1821). El sabor del pozol varía en las distintas preparaciones y el lugar en donde el comensal se encuentre. Aunque el pozol es una bebida que por el flujo comercial y turístico se acentúa más como una bebida tradicional de Chiapas, y particular- mente el de Chiapa de Corzo, que suele ser sui generis. El otro ingrediente es el cacao, producto afrodisíaco y es- timulante. Fruto que según narra Joseph Acosta en Historia natural y moral de la Indias sirvió como moneda en las provin- cias de México, como sucedió con la hoja de coca, el hierro y algodón en otras partes de Hispanoamérica. La moneda que se utilizaba para el comercio eran los mismos recursos naturales. El comercio eran trueques:

No se halla que los indios usasen oro, ni plata, ni metal para moneda, ni para precio de las cosas; usábanlo para ornato, como está dicho. Y Así tenían en templos, palacios y sepultu- ras, grande suma y mil géneros de vasijas de oro y plata. Para contratar y comprar, no tenían dinero sino trocaban unas cosas

22 Mario Humberto Ruz, Chiapas. Un rostro encubierto: los indios del Tabasco colonial, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 1994, p. 110.

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con otras, como de los antiguos refiere Homero y cuenta Pli- nio […] en las provincias de México usan del cacao, que es una frutilla, en lugar de dinero. En el Pirú sirve de lo mismo la coca, que es una hoja que los indios precian mucho, como en el Paraguay usan cuños de hierro por moneda, y en San- ta Cruz de la Sierra, algodón tejido. Finalmente su modo de contratar de los indios, su comprar y vender, fue cambiar y rescatar cosas por cosa […].23

El cacao es un recurso natural, que para el caso de Chiapas, proviene del Soconusco, ya Ponce de León también nos infor- ma que el cacao sirvió como moneda menuda en dicha zona:

El Soconusco es apreciado por su cacao, el cual se cosechaba en abundancia tres veces al año. Torquemada, en 1523, y Pon- ce de León, en 1574, mencionaron que el cacao era el artículo mercantil y el medio de pago más importante, ya que se usaba como moneda menuda en la zona. El cacao de Xoconochco llegó a ser conocido y apreciado en España, a tal grado que la corona ordenó la erección de bodegas especiales para guardar el grano de Chiapas.24

En los últimos años, científicos sociales han descu- bierto polen de cacao, el más antiguo, en la zona zoque de ­Ocozocoautla, Chiapas,25 esto indica, posiblemente, que la distribución del consumo de cacao en el estado de Chiapas se haya originado desde dicha zona.

23 Joseph Acosta, Historia natural y moral de las Indias, México, Fondo de Cultura Económica, 1962, p. 144. 24 María Elena Tovar González, Los finqueros extranjeros en el Soconusco durante el Porfiriato, Tuxtla Gutiérrez, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas-Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Chiapas, 2006, p. 269. 25 Entrevista con Thomas A. Lee Whiting, San Cristóbal de Las Casas, noviembre de 2010.

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El cacao es también un fruto de degustación de paladares, que muchos comensales disfrutan de la mezcla de la masa del nixtamal con el cacao. El producto generado de dicha combi- nación: un buen sabor de pozol de cacao. Ante los ingredientes mezclados de maíz y cacao, el mate- rial que media entre esos dos: la jícara. Recipiente ­ancestral con el que se sirve el pozol. Pero volviendo al Popol vuh, re- cordemos que en uno de sus pasajes del segundo capítulo, narra la aparición del árbol de jícara donde es colgada la ca- beza de Hun-Hunahpú, por el que sus frutos toman forma de una y es hueco porque Hun-Hunahpú desprende su carne al engendrar su descendencia en el vientre de la hija de ­Cuchumaquic. Pero en otros mitos pueblerinos dicen es el árbol que guarda un tesoro. Paso 6. Sin salirse de la festividad, se sugiere beber de una buena jícara de pozol de cacao, junto al disfrute visual conti- nuo de la ejecución danzante de los parachicos. Son las figuras de los parachicos las que sorprenden al vi- sitante, sobre todo al turista, quizás, por el contraste del colo- rido que los viste, o bien, porque son personajes que imponen una autoridad. Los parachicos son los personajes principales en el acto celebrativo de la Fiesta Grande de Chiapa de Cor- zo; por ello, sus contemplaciones presenciales en el discurso poético son constantes. En el poema se atrapan dos momentos de la constante pre- sencia de los parachicos: La primera, como danzantes que ofrendan su danza en ho- nor a San Sebastián, como se menciona en el paso tres. La segunda, que es lo que ahora interesa, la exaltación a los parachicos se fija en comprender lo que hay detrás de la máscara, debajo de ella: el encuentro al delirio, por donde se violan las normas y sucede la libertad del placer: “Bailan los Parachicos. / Bajo las máscaras / pudiera mantenerse en

51 Viridiana Chanona ayuno de penumbra / el delirio, / tropel mudo y danzario de la fiesta”. Nota. Para una fiesta carnavalesca representativa de Chia- pa de Corzo es necesario, no sólo voluntades, deseos, placeres y delirios, sino otros ingredientes que son parte complementa- ria de cualquier platillo festivo:

Ingredientes Girándulas San Sebastián de santo patrón Parachicos Música tradicional (tambor y pito) Mistela Cohetes Pozol (de preferencia sugiere el poeta de cacao) Delirio (como requisito indispensable en toda fiesta grande)

Procedimiento 1. Observe las girándulas 2. Dance a puntapiés teniendo presente la imagen de San Sebastián 3. Sazone la danza con parachicos, acompañados con tambor y pito 4. Descanse y disfrute de “largos tragos de mistela” 5. Queme y observe “la sal rojiza de los cohetes” 6. Para una remembranza no es suficiente con observar la fiesta, se requiere de disfrutar de un delicioso “sorbo de pozol de cacao”, bebida que un visitante debe realizar en su estancia en Chiapa de Corzo. 7. Después de una jícara de pozol, retorne a la danza con gran delirio.

Si ha quedado asombrado o maravillado por la Fiesta Gran- de, sugiero retorne cada año, ya que siempre es benigno hacer

52 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas brotar el delirio que se lleva dentro a principio de cada ciclo, para descargar las energías acumuladas de tiempo atrás.

Sabor y olor a pozol

Si en Roberto Rico se nos muestra el pozol como la bebida tradicional y ancestral que identifica a la región chiapacorce- ña, en “Migrancia del pozol”,26 de Gustavo Ruiz Pascacio, se exalta desde su elaboración, cómo debe tomarse, la utilidad de la misma, su vestimenta de color, sabor y olor, el aroma que suelta como producto de la mezcla con el cacao, y el provoca- tivo efecto que resulta al beberlo. Apunte para una buena definición y condiciones que usted lector, previamente, debe saber cuando esté apurando y dis- frutando esos sorbos de pozol.

Ingredientes Nixtamal (asegúrese que la cantidad dispuesta es la que pide su estómago) Cacao (al gusto)

Procedimiento Paso 1. En el momento del tránsito “El pozol se bebe de pie / como cuando llevamos el alma en vilo”. Paso 2. Para cualquier bebedor el movimiento de la jícara “se pul- sa contrario al sol / como una galaxia que vuelve en ­denuedo”. Paso 3. Es necesario escoger el color, sabor y olor que prefiera el paladar porque: “El pozol es un Brazofuerte / A punto de descender de la copa de un guapinol”. Paso 4. Por cada descenso a la copa, el pozol es: “Una cascada mayor su cabellera blanca”.

26 Poema inédito, publicado aquí con la autorización del autor.

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Paso 5. El pozol no sólo va cubierto de una cabellera blanca, sino que su aroma de reina es cumbre de cacao: “El aroma de la reina su cumbre de cacao”. Paso 6. Beber pozol, sea blanco o de cacao, según el placer gustativo del comensal, implica que migrar hacia él tiene como fin para el comensal devenido en migrante que: “El pozol es el fiel destino / de las ánimas encubiertas”. La re- unión de los hombres. Nota. Si usted continúa paso a paso todo el procedimiento indicado arriba, el resultado es una:

Migrancia del pozol

El pozol se bebe de pie como cuando llevamos el alma en vilo Se pulsa contrario al sol como una galaxia que vuelve en denuedo El pozol es un Brazofuerte A punto de descender de la copa de un guapinol Una cascada mayor su cabellera blanca El aroma de la reina su cumbre de cacao El pozol es el fiel destino de las ánimas encubiertas en el tramo de maíz tejido por ciertas manos de fausto y comedimiento.

El discurso poético en el poema arriba citado elogia al po- zol desde su contexto cotidiano, como una bebida emblemáti- ca, por lo que el juego de imágenes metafóricas advierten una serie de connotaciones simbólicas que lo representan. La semiosis de “Migrancia del pozol” contiene una exal­ta­ción exuberante a la acción de ingerir el pozol. En él se sostiene la te- sis que el pozol sólo debe beberse de pie, característica singular

54 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas que forma parte de la identidad colectiva regional chiapaneca. Beber pozol, como comer , implica degustarlos de pie, ya que son alimentos de transición. En el poema, los referentes sensoriales perceptivos reco- rren no sólo el degustar sorbos de pozol, sino, también, la ac- ción de beberlo satisface la sed y el hambre del comensal, por ello, “Se pulsa contrario al sol”. El pulsar del que hace referen- cia es el meneo de la jícara, contrario al movimiento cósmico del sol y a las manecillas del reloj, cuya agitación adecuada de la jícara para el chiapaneco debe ser de adentro hacia fuera, y que es una característica singular por donde se identifica al comensal chiapaneco. El particular movimiento de la jícara también se debe a que el pozol no sólo es una bebida, sino también comida, ya que menear o pulsar la jícara de pozol tiene la función de remover el musú, el asiento que queda en la parte inferior del recipien- te. En la medida que se sorbe, se mastica el musú. No toda percepción se reduce al gusto y satisfacción, es ­necesario observar cada acción recurrente en ese espacio de mi- grancia al pozol. El estar presente como catador del pozol impli- ca degustar de esa cascada que cae y llena la copa servida para el comensal, la que continuamente se sirve en cada jícara solicita- da, no sólo va disfrazada de cabellera blanca, sino también con- tiene el aroma cumbre de cacao, según se pida el servicio de un pozol blanco o de cacao; de ahí que “El pozol es un Brazofuerte”. El “Brazofuerte”, al que se alude, es el referente del ma- mífero hormiguero arborícola, también conocido como Chu- pamiel o Brazofuerte, cuyo pelaje áspero y colorido que la cu- bre, blanco cremoso con una especie de chaleco rasgado en la espalda�dan la apariencia símil a la caballera que viste el pozol, ya se sirva blanco o de cacao. Como sea el servicio, la síntesis de migrar hacia el pozol llega a ser para el bebedor migrante “el fiel destino de las ánimas

55 Viridiana Chanona encubiertas”. Metáfora que sentencia el sentido de tomar po- zol como el momento de descanso, el rito de convivencia en donde se reúnen y convergen los comensales, cuya concep- ción es todo acto de compartir una bebida, como la de un espacio determinado. El compartir el pozol contiene otro significado de manera casi inconsciente: la legitimación de una identidad cultural, por ello se han construido mitos de origen en torno a su con- sumo, tales como: “el turista que llega a Chiapas y no prueba el pozol es porque no estuvo en Chiapas”; “si el chiapaneco no consume pozol es porque no es chiapaneco”; “el chiapaneco que vive fuera debe retornar con su masa de pozol congelada para no perder la costumbre, la identidad chiapaneca”; “un buen chiapaneco debe saber mover la jícara”. Frases de este tipo han calificado al pozol como un alimento emblemático, cargado de elementos socioculturales, costumbre y tradición. La estructura poética en “Migrancia del pozol” está formu- lada por una dialéctica tricotómica: Tesis: “El pozol se bebe de pie”. El poema sentencia la tesis que para consumir el pozol es importante realizarlo parado y no sentado. Antítesis: “El pozol es un Brazofuerte”. Metáfora que an- ticipa que es una bebida de dos colores y sabores, mezcla- dos entre sí. La imagen del Brazofuerte traslada la dualidad contenida en el pozol, éste que también se corona del aroma cumbre del cacao. Así, su color, olor y sabor puede ser natural, blanco, como combinado con cacao. Síntesis: Se concluye que “El pozol es el fiel destino de las ánimas encubiertas”. No importa del color y sabor que se adquiera, ya que su consumo reúne, en el arte de lo amasado y batido, a muchos comensales incógnitos uno de otro. El consumo del pozol funciona bajo dicha lógica porque es un alimento derivado del maíz, materia prima considerada mí- ticamente como alimento de la creación del hombre, “según

56 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas los diversos mitos en torno al origen del mismo”, por lo que se considera que el ser humano siempre retorna a su origen, y tal parece que es lo que sucede con el consumo del pozol porque no sólo alimenta nuestros cuerpos, también nos hace partíci- pes en el rito de comunión entre los seres humanos. El pozol, una bebida estimulante ancestral y tradicional de ciertas regiones de Chiapas, suele compartirse en ceremonias carnavalescas, rezos, veladas o despedidas de difuntos, sobre todo, continúa bebiéndose por costumbre y tradición al me- diodía (12 p. m.). Horario donde el astro del día se corona en su mayor resplandor de energía e irrumpe el trabajo de los campesinos o albañiles; éstos aprovechan su tiempo para dis- frutar del pozol, como bebida y comida reconfortante, como lo es el consumo de la hoja de coca o la yerba de mate en Boli- via, Perú y Colombia. Funciona como estimulante, reactiva la energía física y permite continuar con las actividades. El pozol antes de transformarse en bebida y comida es, ante todo, un arte de la pozolera que despierta para Gustavo Ruiz Pascacio una “Consulta propiciatoria”,27 poema donde el poeta plantea una serie de interrogantes en torno al oficio de pozolera, y que a manera de una consulta o lectura del tarot lanza las preguntas en tiradas de imágenes:

Consulta propiciatoria

¿Qué torrente anuncia el périto brazo de la pozolera? ¿Qué exención de grietas alcanza su ritmo de manufactura? ¿Qué pueblo de luces ronda su amanecer sin frontera? ¿Qué moneda de curso irrenunciable provee este universo despierto de cacao? ¿Qué amasijo detrás del amasijo arriba inconmutable

27 Poema inédito, publicado aquí con la autorización del autor.

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con su hilo de jícara y canela? ¿Qué respuesta alumbra el cometido de beberse en un puño de agua el árbol y la noche?

En el poema arriba citado el espacio poético juega un pa- pel importante para el poeta, ya que da la impresión que es el medio donde se puede hallar respuestas en torno al deseo casi involuntario de consumir el pozol, toda vez que dicha cos- tumbre parece no tener repuesta en el ámbito de lo cotidia- no y que su ingesta diaria es ante todo una incógnita porque su consumo se realiza de manera inconsciente; sin embargo, se sobreentiende que esto responde a una carga implícita de costumbre y tradición en la cual culturalmente se halla in- merso el sujeto. Y es que también es un poema donde se cuestiona a la costumbre y la tradición, a través de la elaboración de dicha bebida. En él se ofrece otra lectura del mundo: destacar minu- ciosamente todo lo que hay detrás del consumo del pozol; por ello, los versos se despliegan en forma de abanico: parte desde la extensión corporal del brazo, el ritmo de la manufactura, el espacio territorial de la pozolera y el tiempo de una realidad que despierta el quehacer doméstico; el valor monetario de la mano de obra, de la obrera, y el del consumidor; la imagen de la jícara y el aroma seductivo de la canela atrapado al ritmo de los dedos. Por último, una interrogante clave que brota, suelta, se pronuncia y se deja al aire para ser respondida: “el cometido de beberse en un puño de agua”. Metáfora e imagen acompa- ñada de dos símbolos: el árbol, cuyo símbolo representa a la vida, pero también el del agua, y la noche, la oscuridad como símbolo representativo del cacao. “Consulta propiciatoria” es un poema que, a diferencia de lo que se alude sobre el pozol en “Chiapa de Corzo”, de Rico, o

58 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas

Fotografía tomada de la jícara más grande de pozol, el 16 de agosto de 2011, evento que cada año se lleva a cabo en el transcurso de la celebración del día de San Roque en el barrio del mismo nombre en Tuxtla Gutiérrez en “Migrancia del pozol”, del mismo Ruiz Pascacio, acentúa esa aguda sensibilidad de extrañamiento de ingerir el pozol como necesidad alimentaria. Rinde homenaje a otro tipo de arte des- de el arte de la escritura, no el de la pintura o escultura, sino el de la cocinera. La cocina es otro espacio que mantiene en su centro otra manera de hacer arte. La cocinera, en este caso la pozolera, inconscientemente es el medio de la construcción de ese arte magnífico, poco concebido y considerable que implica el pro- ceso alquímico de la alimentación. Por ello, quizás, la afinidad analógica de la cocina comparable con la del lenguaje, porque ambas transforman y ordenan el mundo. El pozol es una bebida capaz de combinar dos mundos de olores y sabores distintos: maíz y cacao, cuya mezcla resulta en la construcción de un solo mundo: el pozol de cacao.

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Sabor a tascalate

Otra de las bebidas emblemáticas que se halla en una región como Chiapas, donde los sabores y olores alimentarios varían y convergen, es el tascalate. Bebida refrescante cuya belleza cobriza es otra manera alquímica de consumir el maíz, en su estado natural, sólo que tostado y molido en combinación con otros ingredientes, tales como el achiote, cacao, canela y azú- car. Y por su textura es similar al color de un ladrillo, como se expone en “Reloj de tascalate”,28 de Roberto Rico:

Reloj de tascalate

el árido y tieso tascalate de Chiapas con su cara de ladrillo y su sabor de paja David Huerta

Vaciar algún reloj de arena. Su lasitud indiscernible colmar como tierra de hormiguero.

Se busca que al raspar su lomo cobre sabor ese ladrillo, salgan cobrizas antenaces. Según cristal de la saliva con que se mire y azucare, el tiempo acopiará .

La postura poética de un lenguaje neobarroco en el poema arriba citado le otorga una categoría elevada al consumo del tascalate. Ya que la poesía neobarroca se caracteriza por elevar el valor de las cosas más sencillas de la vida cotidiana a través

28 Roberto Rico, Nutrimento de Lázaro, Tuxtla Gutiérrez, CONECULTA- Chiapas, 2000, p. 38.

60 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas de un rebuscamiento del lenguaje. Por ello, el discurso grandi- locuente contenido en el poema permite a través de una ana- logía, como figura retórica, comparar la arenilla que contiene un reloj de arena con la harina del tascalate. En el poema se enaltece neobarrosamente tres elementos que el poeta observa detalladamente en el tascalate: 1) la ­admiración por la estructura harinada que la contiene; 2) su color, 3) y su sa- bor. Por ello, el poema se halla estructurado en tres momentos: Primer momento. El poema nos atrapa en una primera admiración: el reloj de arena. El asombro no es del bulbo o ­receptáculos con que está construido, sino de la arena fina que contiene y cae en su interior, de modo que se compara irrefuta- blemente con lo harinado del tascalate, porque el polvo que la contiene en apariencia tiene el mismo color. Aunque la diferen- cia en ambas es, obviamente, que el tascalate es un alimento y el otro un polvo que sirve para medir el tiempo. La imagen del vaciar que el poema ofrece no sólo refiere el fluir de la arena de un bulbo superior a otro inferior. Trasladán- dolo a otro sentido, representa la cascada del agua de tascalate que cae en el momento de servirse. El colmo en ambas es que el polvo parece “como tierra de hormiguero”. Segundo momento. El poema ofrece la admiración del co- lor que contiene el tascalate, comparándola con la del ladrillo por su pigmentación rojiza que la viste debido a la combina- ción con el achiote, cuyas semillas son las responsables de su sabor: “Se busca que al raspar su lomo / cobre sabor ese ladrillo, / salgan cobrizas antenaces”. El achiote es “un arbusto o arbolito de la familia de las bixáceas, del náhuatl achiotl, se cultiva en tierra caliente y el tinte de color rojo anaranjado se usó en muchos mezclados con gomas en tiempos precortesianos para pintar los cuerpos de los guerreros, y desde esa época hasta la introducción de las anilinas para teñir las telas de algodón y seda. En Chiapas

61 Viridiana Chanona es indispensable en la preparación de tascalate y cochito”.29 En la actualidad todavía en los Altos de Chiapas suele utili- zarse para el teñido del algodón, aunque su uso se ha vuelto frecuentemente comestible. Tercer momento. El poeta se detiene a contemplar el sa- bor del tascalate, y lo hace bajo una fina elegancia que marca lo neobarroso, esa manera sui generis, grandilocuente, de decir las cosas metonímicamente desde un rico estilo latinista que embellece todo el poema en tres versos: “según cristal de la saliva / con que se mire y azucare, / acopiará pinole”. El tascalate, como el pozol, son sólo algunos de los ali- mentos emblemáticos que representan parte de la cocina tra- dicional en Chiapas. Sin embargo, por la biodiversidad y la diversidad cultural que en dicha entidad existe se halla una variedad culinaria, que ha pasado a formar parte de la cocina tradicional chiapaneca.

Sabor a dulce

Así como en Chiapas hay bebidas tradicionales hechas a base de maíz, también se encuentran los llamados dulces tradicio- nales, como lo es el dulce de cupapé. Fruto comestiblemente emblemático, cuyo nombre científico latinizado, como bien se ilustra en el poema “Ocupación del cupapé”,30 de Roberto Rico, es Cordia dodecandra. Y su origen alimentario, en Chia- pas, se considera de herencia zoque. El cupapé forma parte de la familia arbórea. Es un árbol que en el caso de Chiapas se ha desarrollado sólo en la zona en que se establecieron los zoques, quienes después fueron sometidos por los españoles. Estos introdujeron la producción del azúcar cristalizada; de ahí que la mayor parte de la producción de los

29 Cfr. Diccionario enciclopédico de Chiapas, tomo I, p. 28. 30 Nutrimento de Lázaro, p. 26.

62 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas frutos fueron transformados alquímicamente como dulces, por su elaboración combinatoria con el azúcar. Ahora, continúa viva esa práctica alquímica como tradición española que ha pasado a formar parte de la cultura culinaria chiapaneca, y que se reivindi- ca en el proceso de la comercialización y consumo de la misma. Mucha de la preparación de los dulces se la debemos a los frailes que se establecieron durante la época colonial. Sin em- bargo, se sabe históricamente que el proceso de dulce cristali- zado fue un método que utilizaron algunos viajeros españoles y franceses, venidos a la Nueva España, para que perdurara en el transcurso del viaje de regreso a Europa. El azúcar, por mucho tiempo, funcionó como conservador para algunos alimentos, so- bre todo con los frutos y no sólo sucedió con el cupapé, también con el higo, el durazno, la manzana, desde luego, con el nanchi y el jocote como se abordó anteriormente, por mencionar algunos. En esta ocasión toca el turno de tratar sobre el dulce de cupapé, desde la visión socio-histórica-cultural que se nos presenta en “Ocupación del cupapé”. Poema neobarroso que metonímicamente se vale del recurso de la imagen que repre- senta el sabor de dicho dulce:

Ocupación del cupapé

En el convento dominico de Tecpatán, pronuncias: Cordia dodecandra. Mudéjar ajaraca del ajo a la laringe en ti se aloja. Almibarado por tu lengua, a latín traducido fruto. Revive en el sabor del dulce de cupapé parangonable goce. En corredores que culmina el aire,

63 Viridiana Chanona

viértase a tu labial cocción mariana probanza cordial de mi respiro.

En “Ocupación del cupapé” se está ante un poema de ­espacio y movimiento, que comparte un canto a la tierra desde otro ángulo escénico, aludiendo otro sentido, bajo otro lengua- je. En él se une el arte de la poesía con el arte de lo culinario. Poema que devela una serie de elementos socioculturales, a través de la sensación degustativa del sabor y olor que pro- duce el fruto del cupapé. La ocupación del cupapé referente en el discurso poético es no sólo en términos de la función ingerida por los comensales, sino el de un territorio ocupado por los zoques, por ello su continuidad dentro de la tradición. Es un discurso que viaja por un espacio geográfico: Tecpa- tán, situándose en un lugar específico: inmueble de Tecpatán. Convento que describe la cultura de su entorno y la historia de la Colonia, dado que es un convento dominico de “Mudéjar y ajaraca”, en un territorio bajo el dominio religioso de los domi- nicos. Es la entrada a esa idea del mundo medieval, mediante el uso latinizado del cupapé: Cordia dodecandra. El hecho de mencionar que en “Ocupación del cupapé” se da una referencia social, cultural e histórica, se debe a que el poema está estructurado desde el título como una interro- gante: como si se preguntase de qué se ocupa el cupapé. Para hallar alguna respuesta, el poema nos ilustra un recorrido:­

Aspecto social

Primero. Desde el aspecto social nos ubica en un lugar espe- cífico: convento dominico. A su vez envuelta por un tránsito histórico: la conquista y el posterior establecimiento de los dominicos.

64 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas

Segundo. El poema nos traslada específicamente a un te- rritorio geográfico: Tecpatán, antes centro de la civilización zoque, quienes lo bautizaron con el nombre de Ocahualt, cuyo significado es “gente guerrera”. A la llegada de los aztecas le dieron el nombre de Tecpatán, que proviene del náhuatl tek­ patl, pedernal, y tlan, sufijo que denota abundancia.31 La ima- gen de Tecpatán nos remite a otro espacio geográfico mucho más amplio: Chiapas.

Aspecto cultural e histórico

Tercero. Al estar ubicado en un espacio y territorio geográfi- co se hace referencia al nombre científico del cupapé: Cordia dodecandra, como recurso a lo neobarroso, una delicada forma de versar y exponer lo pequeño en un gran discurso, de mane- ra que adquiera relevancia. Cuarto. El poema nuevamente vuelve sobre la representa- ción arquitectónica del convento dominico de Tecpatán: mu­ déjar ajaraca. Estilo de la arquitectura árabe o musulmana. El mudaÿÿan) que significa) نّجدم mudéjar viene del vocablo árabe “doméstico” o “domesticado”. Significado que hace referencia a la mezcla cristiana y musulmana. La presencia de esta ar- quitectura se debe, según algunos historiadores, al refugio de los árabes en el reino cristiano tras la pérdida de su territorio, que conservaron su religión, heredándonos una parte de su cosmovisión. Aunque existen diversos tipos de mudejarismo, el poema hace referencia a la tradición procedente de la cultura arábiga

31 Catálogo Nacional de Monumentos Históricos Inmuebles, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Instituto Nacional de Antro- pología e Historia-Gobierno del Estado de Chiapas-Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, 1999, p.155.

65 Viridiana Chanona española. El estilo característico de la construcción mudéjar es hecha a base de ladrillo y puede encontrarse, por mencio- nar algunos, tanto en la arquitectura del exconvento de Santo Domingo en Tecpatán, como en las construcciones de las igle- sias que aún persisten en algunas zonas zoques de Chiapas, así como en la Catedral y el Arco del Carmen en San Cristóbal de Las Casas y en la arquitectura del templo y exconvento de Santo Domingo y la fuente colonial —conocida como la Pila— de Chiapa de Corzo, esta última es una representación muy similar a la que aparece en la muralla de Ávila en España. La ajaraca, también de estilo musulmán, cuya construcción fitomórfica figura en apariencia la de una flor en estado vegetal, aunque no lo es. Se sabe fueron técnicas artesanales impresio- nantes en esta geografía y, en lo particular, es un estilo impo- nente para cualquier visitante que se acerca a mirar con detalle dichas formas, también presentes en las construcciones de las iglesias y en el Arco del Carmen en San Cristóbal de Las Casas. Quinto. Ante el referente figurativo del ajo, cuya forma es similar al de las ajaracas, el poeta nos sumerge en el sabor dulce del cupapé, disfrutando de esa cocción mariana como prueba de ese respiro en el que se halla. El recorrido de ese deleitoso dulce del cupapé en el poema permite hallarse en una múltiple visión de ese pequeño mun- do chiapaneco: Tecpatán. Poema que nos recuerda y revive la historia de un pasado en construcción del imaginario colectivo de identidad.

Sabor a nieve

Los elementos referidos en torno a lo alimentario es una cons- tante en los discursos poéticos, los cuales no sólo aluden a sabores muy específicos, en algunos casos ubican al lector en

66 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas un espacio territorial determinado. Así sucede en “Nieve de junio”,32 de Roberto Rico:

IV

Después de que han boleado mis zapatos en el parque central de Cintalapa y apenas me incorporo con un cardillo en cada empeine, sucede el eventual meteoro sobre lengüeta del botín izquierdo.

Deshecho y desasido de la mano de Xiao Feng —“cumbre del alba”, jinete de mis hombros—, encuentra volapié en desplome libre un copo mantecado de vainilla.

Mi malestar del que sopor es causa buscaba ser el visitante asiduo de un país inventado por la caída de la nieve. Doyme de sobra y con sorbete así servido.

“Nieve de junio” es un poema dividido en cuatro momentos y construido a partir de un acontecimiento tan cotidiano, pero elevado grandilocuentemente: la experiencia sobre el oficio de bolear zapatos. A partir de ese acontecimiento se puede ­identificar las características que construyen el cuerpo del poema: 1) El yo poético sitúa al lector en una geografía chia- paneca: Cintalapa de Figueroa. Lugar donde nació y lleva su nombre el poeta que dio inicio al sitio público de la poesía en

32 Nutrimento de Lázaro, p. 13.

67 Viridiana Chanona

Chiapas: Rodulfo Figueroa. Por ello, el poema contiene un epígrafe de este mismo poeta, cuya finalidad es la de ubicar al lector en un contexto sociocultural y temporal; 2) marca un tiempo: el mes de junio, que contrario a los versos de Rodulfo Figueroa, este refiere a un mes cálido, mismo que representa la descripción del clima que caracteriza a la ciudad de Cintala- pa; 3) por lo que el calor se vuelve el pretexto y el sentido que envuelve el poema. El poema arriba citado corresponde a la cuarta parte o mo- mento de “Nieve de junio”. El sentido de citar sólo esta parte del poema es porque en él se halla el motivo central: el mito alimentario popular y tradicional de que el consumo del hela- do contrarresta el calor corporal: “Deshecho y desasido de la mano / […] / encuentra volapié en desplome libre / un copo mantecado de vainilla”. El consumo del helado en Chiapas se ha convertido en toda una tradición popular, y suele ser, por lo general, un producto de mayor demanda comercial en las ciudades con temperatura climática alta que en regiones de temperaturas bajas. Empero, el tipo de nieve que hace referencia el yo poético contiene otras significaciones del mito popular que se ha crea- do en torno al mismo: 1) El sabor al que refiere ese “copo mantecado de vainilla” se trata de un helado o nieve de sabor vainilla. Dicho sabor es tan sólo una de las características de identidad alimentaria cultural y regional que forma parte de la memoria colectiva de cualquier cintalapaneco, porque la nieve de la región del Valle de Chiapas, que comprende Cintalapa, se prepara por tradi- ción de vainilla, y actualmente se ha convertido en una marca comercial de este mismo producto. 2) El hábito del consumo casi predeterminado de la vainilla preparada en nieve es la más tradicional y popular en cuanto su consumo y comercio en la mayor parte de Chiapas, ya que es

68 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas un sabor que se ha generalizado habitualmente y se sabe, tanto del lado comercial como el del consumidor, que un nevero debe ofertar, además de otros sabores, siempre el de sabor vainilla. 3) El mito en torno a la dinámica comercial que se genera justo en el centro de la ciudad de Cintalapa, ya que en ella suele encontrarse boleros ofertando su oficio, al mismo tiempo que lo hacen los neveros, por lo que es muy común llegar a bolearse el calzado y consumir un helado, de ahí que el yo poético terminé diciendo: “Mi malestar del que sopor es causa / buscaba ser el visitante asiduo / de un país inventado / por la caída de la nieve. Doyme / de sobra y con sorbete así servido”. El sorbete es sólo un tipo de nieve cuyo ingrediente principal es a base de vainilla, su sabor y preparación no son los mismos de cualquier nieve de vainilla, se requiere de ciertas técnicas y otros ingredientes que sólo los neveros oaxaqueños conocen y se niegan a revelar. “Nieve de junio” es un poema que ilustra la dinámica espa- cial en que se mueve la urbe, por lo que penetra al lector en un lugar específico de Chiapas. La urbe se convierte en el foco de atención de algunos poetas, tal suele ocurrir en Escenarios y destinos,33 de Gustavo Ruiz Pascacio:

Sobre el nevero que ambula su escarcha una nostalgia fiebra a cada cilindro. Boca de rosa, amate de luz quemada, quesería en níveo intento, rompope de fresca tilde. Anegado en sus colores, inapetente del frío, se incendia en aquella flama en que penden sus fantasmas.

33 Gustavo Ruiz Pascacio, Escenarios y destinos, Tuxtla Gutiérrez, Conse- jo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas, 2008.

69 Viridiana Chanona

El poema arriba citado versa primeramente sobre una ­“realidad social”: la figura del nevero como vendedor­a mbulante: “Sobre el nevero que ambula su escarcha”. Se trata de una crí- tica social, del vendedor que deambula de paso en paso como parte de su modus vivendi, convertido en un oficio de lo co- tidianamente popular. La figura del vendedor nos remite a la situación socioeconómica en el que se ve inmersa una parte de la sociedad, quizás, la periferia de la urbe. En Chiapas, como sucede en otros territorios de México e Hispanoamérica, la situación de inestabilidad económica es un problema frecuente en la mayoría de la población. En ella existe un aumento del comercio ambulante, donde fluye el libre comercio y las irregularidades del libre impuesto, que competen sobre los establecimientos comerciales que están regulados por las normas del contribuyente. La imagen del nevero que ambula con su escarcha respon- de, quizás, a la figura del nómada en busca de un espacio para la supervivencia. Pero también el ambulante es el nómada des- plazado, el que se traslada de un lugar a otro, y el desplazado, el rechazado, aquel que forma parte de la periferia. El poema no sólo despierta en el lector esa sensibilidad de abordar la situación crítica de una realidad social: la figura del nevero ambulante, que padece a la sociedad urbana como nos- talgia que “fiebra en cada cilindro”. Además, ilustra los sabores que acompañan cada cilindro del nevero. El poema ofrece como postre, elija usted lector por si en algún momento tropieza con un nevero ambulante y pueda contribuir económicamente, cuatro variedad de sabores, por ello “Una nostalgia fiebra a cada cilindro”: Primer sabor: “Boca de rosa”, la cual se refiere a la nieve de “pétalos de rosas”. El ingrediente principal en su elabora- ción son pequeñas rosas vulgarmente conocidas como “rosas de Castilla o rosal de Castilla”, cuyo nombre científico esRosa

70 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas gallica, del que toma un color violeta quemado. Rosas que es- tán en peligro de extinción. Segundo sabor: “Amate de luz quemada”, representa a la nieve de “leche quemada”, al tiempo que remite, también, a la heredad artesanal prehispánica del papel mate, entendido aquí como código para la lectura del mundo. Tercer sabor: “Quesería en níveo intento”, hace referencia a la nieve de “beso de ángel”. Se prepara con queso, coco y zanahoria, y predomina el color blanco. Cuarto sabor: “Rompope de fresca tilde”. Se trata, como se indica, de la nieve de sabor rompope. Su color amarillo provie- ne de la vainilla en combinación con la leche, huevos, canela, almendra, azúcar y licor. El rompope se sabe que fue un producto que se preparaba en los conventos. Mucho tiempo elaborado por las monjas españo- las, quienes se dedicaron a la producción y comercio del mismo. La vainilla es un “bejuco herbáceo de la familia de las orquí- deas, poco cultivada en Chiapas, cuya semilla se usa para dar sabor al , helados, pasteles y bebidas, entre otras”.34 Cuatro placenteros sabores que se perciben en el deambu- lar de la calle. Sabores de nieves que se exponen para combatir el torrente de esas ráfagas de aire caliente del que a menudo somos víctimas en la urbe.

Sabor y olor a la más doméstica armonía

Si en Escenarios y destinos se representa un aspecto de la ­realidad social con la figura del nevero; en “Bien raíz”,35 de Roberto Rico, atrapa otra “realidad social”: una doméstica armonía.

34 Cfr. Diccionario enciclopédico de Chiapas, tomo IV, p. 167. 35 Rico, Reloj de Malvarena, p. 37.

71 Viridiana Chanona

Bien raíz

Ninguna más doméstica armonía que la seducción mutua entre especímenes despiertos por una sobrecarga de silencio,

mientras agónica el alba se arropa en su rocío y arroz con leche en grandes vasos como de veladora venden en las esquinas del parque y del mercado;

mientras un molino tritura nixtamal y el chicote rabón de un perro apremia la temprana apertura de las carnicerías

(bandera roja o blanca: depende si res o puerco el sacrificio).

Ninguna más doméstica armonía que mi piyama de franela oprimiéndose contra tus pechos olorosos aún a mentolato,

mientras afuera cruza la frontera del césped una carretilla para llegar hasta la casa desde la cual y hacia el futuro añoro la más doméstica armonía.

En su poética, Roberto Rico captura escenas de hechos tan cotidianos e imperceptibles para muchos, exaltados neo­ barrosamente. Por ello, este poema elogia el sentido de lo do- méstico que se encuentra en los espacios públicos a través del comercio citadino, del cual se ha creado un sistema de organización y ha formado parte no sólo de un modo de vida, sino de un discurso por lo cotidiano. La articulación del oficio por lo cotidiano en el poema for- ma parte del mito de lo doméstico, cuyo ritmo de vida está dado por los espacios y las relaciones, creando así una ­armonía

72 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas habitual, en donde la interacción de lo familiar se acentúa más por “las virtuosidades culinarias”.36 Y es que la cocina se ha instaurado en los espacios públicos como un lenguaje que comprende detalles de lo cotidiano, por ello en “Bien raíz” el yo poético devela al lector dos escenarios simbólicamente pú- blicos que representan parte de esa vida doméstica: el parque y el mercado. Ambos son escenarios de la periferia que mues- tran imágenes de la lucha por la supervivencia, y la percepción simbólica de los sentidos. Dos espacios donde el tránsito peatonal armoniza el es- pacio y el medio de reunión entre las personas. De ahí que en algunos municipios de Chiapas, sea común por tradición y costumbre que en las esquinas del parque y del mercado se venda arroz con leche servido en vasos de veladora: “Y arroz con leche en grandes vasos como de veladora venden / en las esquinas del parque y del mercado”. La costumbre de la venta de arroz con leche está muy ­marcada en algunos municipios o pueblos de Chiapas. Por lo general, se llega a beber a la salida de las primeras misas por la mañana, como bebida alimentaria que sirve para incentivar el calor del cuerpo ante la frescura que ofrece el alba del día. Antes lo acostumbraban beber los campesinos o albañiles que salían al trabajo desde muy temprano —para ser exacto los que salían por la madrugada— y que en el transcurso del ca- mino se hallaban con algunas vendedoras. El beber arroz con leche desde muy temprano continúa siendo una costumbre que sustenta el hambre y estimula el calor corpóreo. El arroz con leche, una bebida y comida, posiblemente de herencia europea, que consiste en la mezcla del arroz con la

36 Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano. Habitar, cocinar, tomo II, México, Universidad Iberoamericana, 2006, p. 2.

73 Viridiana Chanona leche entera. Es una combinación bien lograda, como lo es el café con leche, ya decía Borges que la combinación del café con leche era una mezcla insuperable.37 Mientras en el parque y el mercado se hallan puestos de arroz con leche, otro ruido llama la atención: el del molino. El molino que tritura nixtamal. Máquina que llegó a sustituir a la antigua tradición de moler en piedra y al molino de mano, que en un momento histórico era común ver en un pueblo en vías de desa- rrollo, ahora, es extraño y poco común oír su ruido en la ciudad. El ruido de la máquina de molino es sólo un pretexto que acompaña el oficio al sacrificio más crudo y cruel: “mientras un molino tritura nixtamal / y el chicote rabón de un perro apremia la temprana apertura / de las carnicerías / (bandeja roja o blanca: / depende si res o puerco el sacrificio)”. De pronto, el yo poético toma conciencia sobre la matanza de los animales a través de su comercialización, como parte de un oficio que se expone a la más cruda realidad del consumo humano, por lo que se ha creado un sistema de signos en torno al mismo para representarlos e identificarlos; de ahí que en Chiapas por costumbre y tradición se vea que para distinguir una carnicería de otra y diferenciar el tipo de carne que se ofrece en venta, se utilizan las banderas de distintos colores, asociándolo con el color de la carne. Por ejemplo, la bandera amarilla representa la del pollo; la bandera roja representa la de res; la bandera blanca representa la de puerco. Todavía en algunos pueblos de Chiapas se acostumbra colocar una bandera, según el tipo de carne en venta, en la esquina de la calle para anunciar que cerca de ahí hay una car- nicería. Así, pues, puede comprenderse que el mundo social del sujeto está construido por signos y símbolos que significan,

37 Antoni Martí Monterde, Poética del café. Un espacio de la modernidad literaria europea, Barcelona, Anagrama, 2007, p. 15.

74 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas refieren, representan o anuncian algo. Es una forma lingüísti- ca de expresión que orienta al sujeto. En otro sentido, el recurso de utilizar simbólicamente un color de bandera como significante contiene también en él una carga del sentido por el poder, por la constante lucha de supervivencia comercial que termina por orientar al consumi- dor. Detalles como éste hacen de la vida cotidiana una “do- méstica armonía”, que ha formado parte de un arraigo cultu- ral, ya sea por costumbre y tradición; por lo que el título refiere a la raíz que nos marca socioculturalmente, esa manera que el ser humano tiene de desenvolverse y moverse en los sentidos simbólicos de olores, sabores y colores.

Sabor a Oriente

En esa misma tradición poética y del sentido de la cotidia- nidad que ha marcado la poesía de Roberto Rico, se hallan otros poemas que reflejan representativamente la diversidad cultural que existe en Chiapas, por lo que “Aerolito entre bambúes”38 es uno de esos poemas donde se enaltece de ma- nera meticulosa la cocina oriental y con ella una historia tejida de culturas encontradas:

Aerolito entre bambúes

Nos han dado a probar por vez primera un sugerente cantonés platillo: codornices que son servidas con setas de bambú en su torno

38 Rico, Nutrimento de Lázaro, p. 16.

75 Viridiana Chanona

El poema arriba citado está construido en siete estrofas, del cual sólo cito una parte por la referencia alimentaria contenida en él. Sin embargo, está edificado a partir de la experiencia del viaje del poeta, por ello el yo poético sitúa al lector en un lugar específico de la región del istmo de Chiapas: Pijijiapan. Lugar donde el peso de su tradición oral se reduce a la leyenda urbana de la “Piedra del burro”:

Nos llega la noticia que ha caído en un paraje de Pijijiapan una piedra ardiente. El sólo nombre hubiese sido caro a Tablada.

El poema no sólo se nutre de los mitos urbanos, sino que tam- bién responde a la historia tejida de dos culturas asentadas en Pijijia- pan: por un lado, la de los afrodescendientes; por el otro, la presen- cia de los chinos en Chiapas establecidos en la región Istmo-Costa y el Soconusco, por la cual existe una vasta herencia culinaria, y que actualmente es una referencia más de esa cultura mestiza presente en la variada alimentación de Chiapas. Esto aunado a la heredad materna de Roberto Rico que forma parte de esta última cultura. El poema ofrece un peculiar platillo cantonés preparado de codornices y servidas con setas de bambú. Las codornices, pequeños pájaros que también se encuentran en la zoología chiapaneca. Y las setas de bambú, un tipo de hongo de origen oriental cuyo sabor penetrante lo guarda su estado deshidrata- do que cobra forma al impacto con el agua. El platillo cantonés no sólo representa una mezcla de sabo- res y olores, sino también esa sensibilidad oriental de combi- nar lo vegetal y animal, como una manera de equilibrar la mo- desta alimentación del sujeto; de ahí que dicha combinación al ser ingerida sea ligera, digestiva.

76 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas

En otro sentido, pareciera que la comida oriental guarda relación con el principio de su filosofía de mantenerse en el centro, siempre en equilibrio. El principio de la filosofía orien- tal inmerso en el interior del ser humano transmitiéndose des- de la alimentación. La cultura culinaria de Chiapas tiene una amplia variedad mestiza, como expone Salvador Novo, cuando menciona que “la cocina mexicana se cristalizó de un mestizaje que varió según los productos de las tierras que iban conquistando o descubriendo los españoles”.39 Si dicho mestizaje sucedió en la cocina mexicana, lo mismo ocurrió en la cultura culinaria chiapaneca, ya que mucha de su tradición alimentaria refleja cierta herencia española y años más tarde, a raíz del desarrollo comercial a través de la cons- trucción de las vías ferrocarrileras, la sociedad emergente de orientales se apropia mayoritariamente de la región del Soco- nusco mediante el establecimiento de su cultura alimentaria. Chiapas es un territorio donde el mestizaje de su cocina y alimentación varían de acuerdo a la división de sus regiones, ya que en ella se mantienen presentes ciertas bases de produc- ción alimentaria, sabores y olores expuestos en este ­capítulo a través de algunos discursos poéticos que tienen la intención de resaltar al lector los elementos culturales y sociales que aún están vigentes en el colectivo humano y, desde luego, la experiencia de los poetas aquí mencionados los recoge, se apropian de dichos recursos vivenciales para representarlos poéticamente.

39 Salvador Novo, Cocina mexicana. Historia gastronómica de la Ciudad de México, México, Porrúa, 2010, p. 30.

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Tercer tiempo

El hombre que toma un café se convirtió, un día, en El hombre de café porque el Café es algo más que un local donde se consume­ la bebida que le da nombre, y porque ese hombre no es sólo alguien que toma una taza de una infusión de color negro en un ­establecimiento dispuesto para tal fin […] y nos quedamos por el momento sin identificar a quién ­admiraba Jorge Luis Borges cuando declaraba que el café con leche era una mezcla insuperable Antoni Martí Monterde

Sabor y olor a café

En este tercer tiempo de sabor y olor no ofrezco postre, sino el servicio de ese maravilloso, encantador y seductor fruto: el café. Amargo fruto de dulce aliento intelectual. Fresco cultivo de sabor y olor, que reivindica el espacio transitorio al terruño. Grano seductor su olor. Aroma erótico que envuelve entre sus sorbos el encuentro con la tierra. La tierra, principio del origen divino del ser humano. Por ello, quizás, el poeta se reconozca en cada sorbo, en cada buen sabor de ese líquido amargo. El café es uno de los recursos naturales de mayor pro- ducción en gran parte de Latinoamérica y exportado a nivel mundial. México a nivel mundial también es exportador de café “desde 1802, año que se envía a España 272 quintales, y 344 a otros países, según datos de Miguel Lerdo de Tejada en Comercio exterior de México”.40 Años más tarde, la produc- ción y exportación de café a nivel mundial, en el caso más

40 Citado por Novo, op. cit., p. 85.

79 Viridiana Chanona específico de Chiapas, se produce en la región del Soconusco que compite, por mencionar algunos, con el café colombiano y venezolano. La historia del café en Chiapas nos remite al contexto geo- gráfico e histórico de una región: el Soconusco. Lugar donde se concentra la mayor producción de los cafetales. Zona de sembradíos, cuyo colorido vegetal guarda el perfume aromáti- co de un sabor amargo. Chiapas también mantiene en su interior una producción local de café. Fruto con una variedad de propiedades y carac- terísticas que contribuyen a la salud mental y corporal del ser humano. Una de las principales características como bebida: ayuda a contrarrestar el frío corporal. Al menos eso nos lo dice el siguiente fragmento de “He aquí lo que sucede”,41 de Jaime Sabines:

He aquí lo que sucede

Yo soy. Yo estoy tirado en mi cama y yo escribo esto. Yo escucho en el piano del radio un anuncio de Beethoven. Yo tomo café y escucho también motocicletas y camiones y martillos y gentes […]

El frío me ha hecho místico y alegre. Quizás el sol en el frío Quiero hablar del frío: el frío es bueno para tomar café,

41 Jaime Sabines, Poesía, nuevo recuento de poemas, México, Joaquín Mortis-SEP, 1986, p. 139.

80 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas

para acostarse, para hacer el amor, para que nos digan “tienes las manos frías”, […]

El poema antes citado, escrito en primera persona, quizás por una experiencia personal de la vida cotidiana del poeta, se refiere al café como pretexto para tratar el frío. El yo poético es el “Ser” que es y está contemplando el día. El día en una ­temperatura ambiente fría que le permite disfrutar de una taza de café, a su vez disfruta de su contexto espacial íntimo acompa- ñado de una radio donde escucha “un anuncio de Beethoven”. El sujeto poético, no ajeno al espacio externo, escucha el tránsito vehicular y de la gente. El frío es el escenario climáti- co de lo culto y alegre, sentenciando antipoéticamente que “el frío es bueno para tomar café”, así como para hacer el amor. El café representa, en este sentido poético, una compañía ante la sobria soledad del sujeto poético, por lo que el poeta disfruta de una música clásica, contempla el ruido de la urbe y con ella el frío. Al igual que Jaime Sabines, Joaquín Vásquez Aguilar ­refiere a la taza de café como una fiel compañera que incita a reflexionar:

Taza de café

Eres entre mis manos pensativas una nostalgia negra

en la mañana que tirita un recuerdo caliente en la noche sin cama humeante despedida

81 Viridiana Chanona

en mis labios ya secos madrugada profunda

En “Taza de café”42 se elogia a la sustancia amarga que la contiene, y su ingesta hace reflexionar al yo poético en tor- no a la adicción del mismo, por ello existe un transcurrir del tiempo cronológico. El primer tiempo, el de la mañana. El amanecer es el tiempo adecuado para el consumo del café, como bebida que no sólo sirve para contrarrestar el frío cor- poral ni para degustarlo cuando hace frío. Tiene por segunda característica, según el poema, incitar el aliento a la reflexión que emerge a raíz de un triste recuerdo. El segundo tiempo, la noche y la madrugada, como el esta- do temporal en que el consumo del café retorna nuevamente ante la falta del sueño generado a consecuencia de ese aturdi- do recuerdo que al yo poético le entristece. Detrás del consumo del café, está la mano de obra que se encarga de toda la selección para la venta del mismo. Al menos así se discursa en “Escogedoras de café en el Soconusco”,43 de Rosario Castellanos:

Escogedoras de café en el Soconusco

En el patio qué lujo, qué riqueza tendida. (Cafeto despojado mire el suelo y sonría.) Con una mano apartan los granos más felices,

42 Joaquín Vásquez Aguilar, Poesía reunida, edición crítica de Luis Arturo Guichard, Tuxtla Gutiérrez, UNICACH-Casa Juan Pablo Editores, 2010, p. 256. 43 Rosario Castellanos, Poesía no eres tú, México, FCE, 1995, p. 67.

82 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas

con la otra desechan y sopesan y miden.

Sabiduría andando en toscas vestiduras. Escoja yo mis pasos como vosotras, justas.

El poema arriba citado integra discursivamente una repre- sentación de la realidad social de un momento histórico y un contexto geográfico chiapaneco: el Soconusco, territorio cafe- talero donde históricamente se procesaba la mayor comerciali- zación del café. Hoy día se mantiene en producción, en cuyas fincas establecidas por dueños extranjeros utilizaron mano de obra barata, como la del indígena no sólo varón, sino también la de las mujeres; de ahí que el título del poema se refiere a la función laboral femenina de aquella época, mujeres que tra- bajaban como escogedoras de café. La imagen presente en la primera estrofa es contrastante con la de la segunda: primero, porque se refiere a los granos de café tendidos y tendiéndose en el patio, para llevar a cabo el proceso de secado que se realiza aprovechando los rayos del sol. La palabra tender se refiere a extender, separar. Ver tendido el café es mirar una riqueza de lujo, no sólo por la economía que puede incentivar, sino, quizás, por la belleza y atracción del aroma que desprende. En la segunda estrofa se muestra la imagen de las mujeres dedicándose a la labor de seleccionar los granos de café, he aquí el contraste. Cuya labor de esas manos accionan en tres momentos: Primera labor. Esas manos seleccionan metafóricamente “los granos más felices” o, bien, los granos enteros. Segunda labor. En el acto de selección también se ­desechan los granos no felices.

83 Viridiana Chanona

Tercera labor. Después de llevar a cabo la selección de los granos de café, otras manos “sopesan y miden”. El lado bueno a toda esa acción laboral es el de la “sabi- duría andando en toscas vestiduras”. Es la sapiencia, el grado del conocimiento adquirido por medio de la experiencia que la jornada laboral brinda rudamente a las mujeres. Conoci- miento que forma parte de una cultura social, quizás, en la búsqueda de la lucha por la supervivencia. Después del trabajo selectivo de los granos de café, pro- cede la molienda para su comercialización, hasta llegar a los Cafés, como ocurre en el siguiente poema de Roberto Rico:

Café de chinos44

Un ideograma vivo: Figuras de migajón remojan en moldes negros sus gestos fragmentados y el humo de las tazas sobrevuela las cenizas de un dragón extinguido en las brasas de la tarde.

Caolín de carne y hueso —rueda en su comba porcelana el día.

El Café de chinos, actualmente llamados así a los cafés o ca- feterías, cuya historia en México hace referencia precisamente a los comercios de café que algunos chinos, llegados al servi- cio de cocina de los ferrocarriles y de las compañías petroleras, ­abrieron en algunos barrios de la Ciudad de México a finales del siglo XIX, según datos de Salvador Novo en Cocina mexicana.

44 Rico, Reloj de Malvarena, p. 83.

84 La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas

Historia gastronómica de la Ciudad de México.45 Y que poste- riormente se han convertido, según lo dicho por Antoni Martí Monterde, “en el gabinete de trabajo del nuevo hombre de le- tras, entiendo que la calle es su hábitat y el pasaje su salón”.46 El poema hace referencia a la aculturación gastronómica si- nomexicana representada bajo la ­referencia de la taza porcelani- zada, utensilio particular que los chinos utilizaban para servir café y le sirvió como elemento identitario de su cultura. El ideograma es la imagen convencional de la taza como utensilio que no sólo sirve como recipiente, contenedor de líquido, sino además su uti- lidad permite el disfrute de “Figuras de migajón”. Se trata de la costumbre de beber un café sumergiendo el pan dentro de él. La taza porcelanizada contrasta con la infusión amarga. Se trata de la taza que contiene el líquido. La taza y el café, dia­ léctica de la materia y la sustancia, lazo de dos mundos distin- tos besados en un mismo recinto espacial de olor y sabor. La sustancia que toma forma y la forma, la materia, que llega a ser por medio de la sustancia; el resultado, una convocatoria de significado bebentorio, una taza de café. El vapor y el fuego, en una segunda instancia, resultan ser una dialéctica secundaria: “y el humo de las tazas sobrevuela / las cenizas de un dragón / extinguido en las brasas de la tarde”. Se refiere al vapor que se desprende de la sustancia, producto del contacto con el fuego. Elemento que nos sitúa en una tem- poralidad: la tarde, que es buena para tomar café. En un último momento, dos versos que muestran esa de- licada manera de versar: “Caolín de carne y hueso / —rueda en su comba porcelana el día”. Es un discurso neobarroso para exaltar la figura de la taza. No de una taza cualquiera, se trata de aquella que es porcelanizada. El caolín, un material de “arcilla

45 Op. cit., p. 152. 46 Martí Monterde, op. cit., p. 158.

85 Viridiana Chanona blanca pura que se emplea para la fabricación de porcelanas”.47 Entonces, el poema se refiere a la materia, la porcelana, en rela- ción con la sustancia, el café, que comba en la materia. Si en “Café de chinos”, de Roberto Rico, sustancia y materia son una dialéctica perfecta para la forma, el sentido de tomar café también puede ser útil para un viajero en busca de esa nación soñada, como se discursa en el fragmento V de “Gelda, la nación del sueño”,48 de Gustavo Ruiz Pascacio:

Gelda, La nación del sueño

V

Mirada desde el iris del arco la mañana amanece gris; como las máscaras sin rostro que dicen sonreír en las manos de los yuppies, los últimos citadinos que aún comercian café en estas tierras, para sobrevivir allende el humo, en la noche civil de su agonía. Mirada desde el iris del arco, la mañana es una máscara yuppie que intercambio por cien gramos de café.

El poema es una construcción en torno a una nación soña- da y creada por el propio discurso, como si el poeta fuese un elegido, y su palabra un acto de fe, por lo que inicia un viaje dantesco en busca de la amada, pero también es la entrada a la renovación, como si éste volviera a renacer.

47 Real Academia de la Lengua Española, Diccionario de la lengua espa­ ñola, vigésima segunda edición, Madrid, Espasa-Calpe, 2001, p. 434. 48 Ruiz Pascacio, El equilibrista y otros actos de fe, p. 73.

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Durante la travesía del viaje, el poeta pasos adentro encuen- tra su primera vía, desde la cual observa una mañana grisácea, turbia e irreconocible, a tal grado que sólo ve hombres sin ros- tro porque el trayecto es aún largo. El pesar del viajero toma su recompensa con ese pronunciante sabor y olor de café, a la vez que revive el mito citadino sobre la costumbre de tomar café por las mañanas, el cual lo alienta para retornar nuevamente la caminata hacia Camino a Satrel, capital de esta nación. Así, el café se vuelve la sustancia de congregación y de lo íntimo, por lo que el poeta retorna a su discurso. Esto es tan sólo otra manera de consumir café, como también se pronun- cia en “Me gusta este café de la mañana”,49 de Ruiz Pasca- cio, escoja usted lector, quizás pueda llegar a identificarse con cualquiera de ellas:

17

Me gusta este café de la mañana, cómplice de mi respiración amanecida, de mis hallazgos y del emplazamiento delegado por cada subalterno de la ira. Me gusta este café. Fruto de lo que sólo alcanza mi garganta, mis manos imprecisas, y mis ojos reposados en la persecución de tu desencamino. Me gusta este café aludido, porque me apresta a la alza de lo que llevo dentro,

49 Ruiz Pascacio, Un desprotegido reino, Mérida, Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán, en proceso de edición.

87 Viridiana Chanona

y me responde con su sabor mediano y de recia aromatía, y me responde con la misma cita de los caminos.

Poema del gusto ante la bebida del café. Su sabor y olor son para el yo poético una compañía fiel al oficio de la creación. En- tonces se trata, desde luego, del hombre de café, y de la sustan- cia como bohemia, entendida “no como una moda, ni una librea; es «un estado de conciencia», un imperativo […]”.50 La poética alrededor del café en dicho poema se construye a partir de tres características que lo han mitificado cultural- mente: 1) El café suele consumirse por la mañana; 2) Su sabor apenas se percibe en el consumo del mismo; 3) Puede ser de un sabor dulce o amargo, cuyo aroma y bebida envuelve al poeta al encuentro con la poesía. Aquí se cumple esa función de que su ingesta se ha convertido como parte de la bohemia. Los discursos sobre el café, expuestos en este apartado, representan poéticamente las diversas concepciones simbóli- cas que implica beber una taza de café. Apunte y lea usted las sugerencias para tomar café en Chiapas. Si usted lector se encuentra en alguna parte de los Altos de Chiapas recuerde el poema de Sabines, ya que sugiere beber café cuando hace frío y el frío “es bueno” para hacer el amor. Lector, si no siente frío, está nostálgico, pensativo, apesadumbrado por la soledad, en- tonces, acuérdese de “Taza de café”, de Joaquín Vásquez Agui- lar. En él se sugiere que el café también sirve como compañía. Pero si usted lector no vive en ninguna parte de Chia- pas y desea conocer la historia del café de dicho territorio, le sugiero lea “Escogedoras de café en el Soconusco”, para familiarizarse con una pequeñísima parte de la realidad

50 Martí Monterde, op. cit., p. 142.

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­sociohistórica. Después, sugiero viaje a la zona del Soco- nusco, inicie por Tapachula y realice un tour por la región, donde se sitúan las fincas cafetaleras, para que tenga esa experiencia de olores y sabores, y observe las condiciones actuales en comparación con años atrás sobre el proceso del café como producto. Si ustedes lectores son de los que disfrutan del café bus- cando la relación ontológica de forma y sustancia, les reco- miendo recordar “Café de chinos”, de Roberto Rico. Si hasta este momento, usted lector no se ha reconocido con ninguno de estos poemas aquí presentes, sólo me queda ofrecerle dos poemas de Gustavo Ruiz Pascacio, desde luego, puede ser de utilidad si durante su estancia en Chiapas le asalta la bohemia, sugiero léase el fragmento V de “Gelda, la nación del sueño” y “Me gusta este café de la mañana”. En dichas obras encontrará poemas que sugieren que el acto o el deseo de tomar café se relaciona directamente con aspectos emocionales o sentimentales del propio comensal, ya que el café pasó a ser un producto que convoca a la sociabi- lidad, y al desarrollo intelectual, mito creado por los intelec- tuales, según dato de Martí Monterde en Poética del café. Un espacio de la modernidad literaria europea. Lector, recuerde, el café como el té son dos infusiones aro- máticas que tienen propiedades benéficas para su salud. Puede elegir cualquiera de ellos. No se confíe por el aroma, aunque uno sea más seductor que el otro, siempre es recomendable beber una taza de café todas las mañanas para incentivar energética- mente el cuerpo, ya que el café no es un alimento, sino apenas un estimulante, refiere Salvador Novo enCocina mexicana. Efectivamente, el café es un estimulante porque por sí solo es ligero, y no lo es cuando resurge ante su matrimonio con la leche. Entonces, el cuerpo del café se transforma en denso. Por su densidad marital, se le considera un alimento, que ocurrió a

89 Viridiana Chanona fines del siglo XVIII en Francia y que posteriormente, como mu- chos otros alimentos, llegó a consumirse en México. El café desde su descubrimiento ha pasado a ser un produc- to económicamente comercial y mitificado por la sociedad de consumo. Más que referirme al café desde su contexto histó- rico, productivo, social, político y económico, he enfocado los discursos de los poemas sobre el café al aspecto mitificante que en ellos se le otorga e idealiza. Discursar sobre el café en este capítulo y generalmente sobre los sabores y olores en este libro es, desde luego, una apuesta que bien puede discrepar de otras opiniones o abrigar sugeren- cias en su lectura. Pero más allá de ello, considero importante la realización de trabajos interdisciplinarios, como se presenta en La seducción de la alquimia, una manera de entrelazar prin- cipalmente la línea de la antropología alimentaria con la litera- tura, además de los elementos socioculturales allí subyacentes, a través de un eje central: la poesía.

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96

Contenido

Hervor entre los ingredientes a mezclar ...... 9 .

Primer tiempo ...... 13 El sabor acre de Eros en la cocina ...... 15 El sabor de Patricia en la alquimia del lenguaje . . . . 23 El guiso de sirenas en la alquimia del lenguaje . . . . 31

Segundo tiempo ...... 39 Sabor en la cocina de la Fiesta Grande ...... 40 Sabor y olor a pozol ...... 53 Sabor a tascalate ...... 59 Sabor a dulce ...... 62 Sabor a nieve ...... 66 Sabor y olor a la más doméstica armonía ...... 71 Sabor a Oriente ...... 75

Tercer tiempo ...... 79 Sabor y olor a café ...... 79

Bibliografía ...... 91

La edición estuvo a cargo de la Dirección de Publicaciones del CONECULTA-Chiapas y la impresión fue auspiciada por la Secretaría de Cultura, gracias a los subsidios para instituciones estatales de cultura del Presupuesto de Egresos de la Federación.

Corrección de estilo / Yolanda Gómez Fuentes / Liliana Velásquez Diseño / Mónica Trujillo Ley Formación electrónica / Mario Alberto Palacios Álvarez

La seducción de la alquimia. Sabor y olor en la poesía de Chiapas se terminó de imprimir en diciembre de 2017 en Impresos Vacha S. A. de C. V., en México, D. F. Los interiores se tiraron sobre papel cultural de 90 kg y la portada sobre cartulina couché de 169 kg. En su composición tipográfica se utilizó la familia FairfieldLH . Se imprimieron 500 ejemplares.