Suicidio en la población rural

Análisis de la dimensión sociocultural en los municipios de Yarumal y La Unión (Antioquia)

Suicidio en la población rural

Análisis de la dimensión sociocultural en los municipios de Yarumal y La Unión (Antioquia)

Andrea Lissett Pérez

Centro de Estudios de Opinión (CEO) Suicidio en la población rural: Análisis de la dimensión sociocultural en los municipios de Yarumal y La Unión (Antioquia). © Andrea Lissett Pérez © Centro de Estudios de Opinión (CEO)

ISBN: 978-958-8790-37-4

Andrea Lissett Pérez Centro de Estudios de Opinión Grupo Religión Cultura y Sociedad Primera edición: enero de 2013

Diagramación y diseño de cubierta: Carolina Velásquez Valencia, Imprenta Universidad de Antioquia Impresión y terminación: Imprenta Universidad de Antioquia

Impreso y hecho en / Printed and made in Colombia Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cual- quier propósito, sin la autorización escrita de los autores Contenido

Agradecimientos...... 9 Introducción...... 11 1. Contextos de estudio...... 19 2. Incidencia del suicidio en la población rural...... 33 3. Guerra, violencia y su expresión en el suicidio...... 63 4. Los sujetos del suicidio: los jóvenes...... 77 5. Diferencias de género, subjetividades y suicidio...... 97 6. Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio...... 133 7. Conclusiones...... 167 ...... 179

Referencias bibliográficas

Agradecimientos

uiero expresar mi sincero agradecimiento a todas las personas Qde los municipios de La Unión y Yarumal que me brindaron su apoyo en el proceso de investigación de una problemática tan compleja de abordar como el suicidio. En especial, a las familias e individuos con antecedentes suicidas, cuyos testimonios fueron fundamentales para el análisis y elaboración de este texto. de los resultados, la Universidad de Antioquia, el Centro de Estudios A las entidades que financiaron la investigación y publicación de Opinión (CEO) y el Centro de Investigación de Ciencias Sociales y Humanas (CISH), pues gracias a su valioso aporte y colaboración fue posible la realización de este proyecto. A los estudiantes de la Universidad de Antioquia, Gustavo Adolfo García, Lorena Ramírez Zapata y David Rodríguez Zabala, que par- ticiparon como auxiliares de investigación y siempre tuvieron una actitud comprometida y un vivo interés por el oficio de investigar. A los estudiantes de undécimo grado de los colegios San Luis y Pío XI, y a los de noveno grado de las instituciones educativas ru- rales de San Juan y Llanos de Cuivá, por su acogida, su alegría e inmensas contribuciones en las actividades desarrolladas. A los funcionarios, autoridades y profesionales de los muni- cipios estudiados, que valoraron la importancia de este proyecto de investigación y ofrecieron su invaluable ayuda. Como mención especial, destaco el aporte de las psicólogas Alejandra Vásquez, de Yarumal; Nancy Sánchez y Fabiola Botero, de La Unión, y al médico Humberto Bernal del Hospital San Roque (La Unión), cuya amplia trayectoria de trabajo y conocimiento de la problemática del sui- cidio en estos municipios constituyó un insumo de primer orden para el logro de los objetivos propuestos. Toda mi gratitud a los profesores John Fredy Muñoz y León Jaramillo del colegio Pío XI; a Isabel Cristina Zuluaga y Omaira Vásquez, profesoras del colegio San Luis; a Liliana López y Haiddy Tamayo, profesoras del colegio San Juan y a Ana Lucía Gutiérrez, se- cretaria del colegio Llanos de Cuivá, quienes asumieron como pro- pio el proyecto y ayudaron a guiar la realización de las actividades programadas en estas instituciones educativas.

10 • Introducción

ste libro presenta los resultados del proyecto de investigación Eque buscaba comprender los motivos por los cuales el suicidio se convirtió en una conducta repetitiva y plausible en los munici- pios Yarumal y La Unión (Antioquia, Colombia), durante el periodo 1990-20101. El interés por esta temática surgió en 2009 cuando realicé una visita a Yarumal y tuve conocimiento de los altos índices de suicidios entre esta población. Esta situación me llamó la aten- ción porque poseía la imagen del suicidio como fenómeno asociado a las grandes urbes, al problema del estrés y el individualismo de la vida moderna; algo no coincidente con este contexto social con alta ascendencia de lo rural en la forma de vida y en las actividades económicas dominantes. Continué indagando sobre esta problemática y encontré cifras preocupantes, pues los campesinos del país y de varias regiones del mundo presentaban altos índices de suicidio durante los últi- mos años. En el caso colombiano, en el lapso de 2005 a 2009, los agricultores aparecían como la segunda población más propensa al suicidio (Forensis, 2006 y 2007; Valenzuela, 2008 y 2009); situa-

1 El mencionado proyecto de investigación se titula “Sentido y práctica del suicidio en los municipios de La Unión y Yarumal (Antioquia), años 1990-2010”, el cual fue aprobado en la convocatoria del Comité de Investigaciones de la Universidad de Antioquia (CODI), del año 2010, y se desarrolló en el lapso de noviembre de 2010 a abril de 2012. • Suicidio en la población rural • ción que se agudizó en 2010 porque ascendieron al primer lugar de ocupaciones con mayor cantidad de suicidios (Tello, 2010). Al parecer, esta situación estaba relacionada con los elevados ni- veles de violencia, pobreza y desigualdad en las zonas rurales del país el departamento de Antioquia pues, según Manrique et al. (2002), a (Valenzuela, 2009, p. 214). Cuadro social que también se verificaba en pesar de que las cifras absolutas del suicidio mostraban que este era un problema mayoritariamente urbano, las tasas indicaban lo contrario, es decir, que los mayores índices de suicidio se encontra- ban en los pueblos y zonas rurales o de escaso poblamiento urbano. Así mismo, Antioquia ha sido uno de los epicentros de la violencia de actores y dinámicas de la guerra, participando distintas for- en el país durante las últimas tres décadas, con notable confluencia - litarismo, la narco y la parapolítica hasta, en muchas ocasiones, la mas de ilegalidad: desde las guerrillas, el narcotráfico, el parami complicidad de los organismos estatales. En esa compleja realidad social, las zonas rurales han sido escenario de formas extremas de violación de los derechos humanos en la disputa por el control te- rritorial y de las poblaciones. En realidad, son varios factores los que conducen al deterioro progresivo de la calidad de vida de los campesinos: la falta de incen- tivos en la producción agropecuaria, la excesiva centralidad de los ejes urbanos, la ausencia de proyectos sociales que promuevan el desarrollo integral de esta población, la falta de oportunidades para territorios; elementos que conducen a la formación de un cuadro las nuevas generaciones y la intensificación de la violencia en estos sintomático de vulnerabilidad de la población campesina (Valen- zuela, 2008). Tales aspectos motivaron la realización de esta investigación - sobre el suicidio en la población rural, específicamente en los mu características que parecieron propicias para explorar este fenóme- nicipios de La Unión y Yarumal, en los que se identificaron varias no, como la preponderancia de las actividades rurales, las elevadas tasas de suicidio durante la última década (Manrique et al., 2002; Forensis, 2006; Valenzuela, 2008 y 2009; Tello, 2010), y el hecho de que ambos municipios hayan sido fuertemente afectados por los 12 • • Introducción •

- rante los años noventa y dos mil. cambios socioeconómicos y la agudización del conflicto armado du Con respecto a la revisión documental, se detectaron carencias no solo en cuanto a la poca cantidad de estudios sino también al tipo de perspectivas. El estudio de la región más completo es el de Manrique et al. (2002), que analiza la incidencia del suicidio en Antioquia durante los años 1998-2000. El resto de trabajos priori- zan en determinados campos disciplinares o temáticos, entre estos cabe resaltar: los estudios del área de salud pública con miradas multifactoriales de lo biológico, ambiental y psicosocial (Montoya, 1996; Restrepo, 1997); la perspectiva psicológica/psiquiátrica cen- trada en factores mentales (Cortina et al, 2007; García, 2008); y en menor proporción, otros énfasis disciplinares como los estudios de trabajo social que priorizan los factores de riesgo familiar (Álva- rez et al., 2007; Agudelo y García, 2008; Gómez y Hernández, 1984; Montoya y Villegas, 2008) y un abordaje desde la antropología que resalta el componente cultural (Acosta y Álvarez, 1998). También hay algunos análisis sobre determinados sectores poblacionales, especialmente de jóvenes escolarizados (Avendaño et al., 2007; Cortina et al., 2007) y una mirada hacia ciertas localidades sociales como los estudios en los municipios de Ciudad Bolívar (Acosta y Ál- varez, 1996; 1998), (Restrepo, 1997), Medellín (Montoya y Villegas, 2008; Areiza et al., 1983) o en ciertos barrios de la capital (Gómez et al., 2004). En tales estudios, prevalece un enfoque médico con un marcado énfasis en los factores psicológicos. Lo social, en cambio, es visto como aleatorio, complementario y muchas veces marginal. Tampo- - blemática de suicidio en los municipios La Unión y Yarumal, cuyas co se identificaron estudios específicos que dieran cuenta de la pro tasas de suicidio han sido, como ya dicho, bastante elevadas duran- solventar con el desarrollo de esta investigación. te las últimas décadas. Este fue el vacío bibliográfico que se intentó En cuanto al abordaje metodológico, se combinaron estrategias problemática. Pues, tanto la medición del fenómeno del suicidio es cuantitativas y cualitativas a fin de realizar lecturas integrales de la relevante para entender las frecuencias e incidencias poblacionales • 13 • Suicidio en la población rural • estos actos. Se hizo una búsqueda exhaustiva los datos estadísticos como la comprensión de los significados dados por los sujetos a de las décadas de estudio e inclusive de algunos de sus anteceden- tes (1970-1980) con miras a tener una retrospectiva histórica de este fenómeno en ambos municipios. Con esta información se re- construyeron tendencias, momentos críticos y sujetos con mayores incidencias en este comportamiento. Para ello, se recurrió a varias fuentes de información locales como los archivos de hospitales, se- nacionales como el Departamento Administrativo Nacional de Esta- cretarías de salud, parroquias, fiscalías seccionales, y aun de entes dística (DANE) y el Instituto de Ciencias Forenses y Medicina Legal. - rios motivos, primero, el celo de algunas instituciones en brindar La información cuantitativa fue bastante difícil de reunir por va estos datos como Medicina Legal que prácticamente negó el acceso a los archivos de registros de defunción por no tener participación directa en el proyecto o las Fiscalías Seccionales cuyos archivos son procesos de registro, sistematización y divulgación de los sistemas considerados de uso confidencial; segundo, la deficiencia en los de información en Colombia (Franco, 1997); y, tercero, el subregis- tro de los casos de suicidio debido a la discriminación histórica a este tipo de conducta, de acuerdo con Téllez y Forero (2006), existe un subregistro cercano al 50% en la mayoría de los países. través del proceso de acercamiento e interacción en espacios so- En el campo cualitativo, se privilegió el método etnográfico a nichos familiares. Se escogieron instituciones educativas en las zo- ciales de especial significación como las escuelas y determinados nas rurales y cascos urbanos de ambos municipios, donde se reali- zaron varios talleres con grupos focales de escolares2. Igualmente, se tuvo contacto con familias campesinas y del casco urbano que tenían antecedentes de casos de suicidio o de intento, lo cual permi- tió apreciar sus dinámicas de vida y recoger testimonios de las per- sonas más afectadas por este fenómeno. Esta información se com-

2 En el municipio de La Unión se seleccionó el colegio Pío XI, ubicado en la cabecera urbana, y la institución educativa rural San Juan, localizada en la vereda homónima. En Yarumal se escogió el Liceo San Luis, localizado en el casco urbano, y el Liceo Llanos de Cuivá, en el corregimiento homónimo. 14 • • Introducción • plementó con algunos agentes sociales de especial relevancia como docentes, médicos, psicólogos, sacerdotes y personas mayores de ambos municipios con los que se tuvo la oportunidad de conversar y discutir la problemática del suicidio. Pese al temor de abordar una problemática históricamente es- tigmatizada por la sociedad y ocultada por quienes la viven, hubo gratas sorpresas en el trabajo de campo. Del lado institucional, se contó con el respaldo de varios profesores y del personal de salud, especialmente psicólogos, de ambos municipios. En cuanto a la po- blación directamente afectada, las mujeres se mostraban, por lo ge- neral, dispuestas a hablar y a contar sus experiencias; los hombres, aunque más reservados, también fueron accesibles. Sobre los elementos conceptuales que sirvieron de guía, no cabe duda que el estudio de Durkheim [1897] sigue siendo hasta hoy el principal referente en las ciencias sociales. Su gran aporte fue mostrar el contenido social de este fenómeno basándose en datos estadísticos que señalaban regularidades en las probabilidades de suicidio, según una serie de rasgos como el sexo, la ocupación, la re- - les tipos de suicidio: el suicidio egoísta que se origina en el exceso ligión o el estado civil, entre otros. Además, identificó tres principa de individualización del sujeto ante la pérdida de ideales comunes que conllevan a la depresión y la melancolía; el altruista, producido en una vía contraria al anterior, es decir, cuando el individuo está integrado con mucha fuerza a la sociedad y se mata no porque se arrogue el derecho a hacerlo, sino porque cree que ese es su de- desajustes sociales que descompensan a los individuos y los llevan ber; y finalmente, el suicidio por anomia, ocasionado por las crisis o al suicidio. Aunque este estudio asumió el horizonte teórico durkheimia- no, de entender el suicidio como un fenómeno social, también se quiso ir más allá de una eventual réplica de este modelo de aná- lisis. La discusión se enriqueció con varias perspectivas críticas como la de Ramos (1998) frente a la contradicción o “laberinto” en que cae Durkheim cuando hace la distinción en términos del modelo del equilibrio social entre sociedad e individuo como es- pacios segregados y enfrentados. Ramos muestra la inconsisten- • 15 • Suicidio en la población rural • cia del modelo cuando se produce el suicidio egoísta, pues pese a hablar de dos fuerzas (lo social y el agente), el causante de la ruptura siempre es lo social, lo que evidencia el papel nulo del agente que, sin embargo, para el caso del tipo egoísta, aparece como agente generador del acto suicida. Esta contradicción evidencia no solo falencias de la lógica argumen- tativa, sino que pone de relieve un aspecto crítico del modelo durkhei- miano: la relación unilineal entre sociedad e individuo, donde el indi- viduo cumple un papel pasivo determinado por lo social-hegemónico. Así, pese a entender el suicidio como un evento social, el problema consiste en asumir de manera vertical la relación sociedad-individuo, convirtiendo a este último en un simple depositario. Otros conceptos permiten relativizar esa perspectiva como la noción de sujeto social, entendido a partir de la perspectiva weberiana como agente portador la conducta dirigida hacia los otros (Weber, 2005). de intenciones y significados que se configuran en la acción social o en La idea de movimiento también trastoca otro pilar del modelo durkheimiano: la función-sincronía que presenta lo social en tér- minos de hechos independientes de los sujetos. El suicidio se res- tringe, así, al acto consumado, dejando por fuera otras dimensiones de ese fenómeno como la tentativa, la intencionalidad y la ideación, las cuales, desde una perspectiva diacrónica entrarían a hacer par- te constitutiva de la conducta suicida; o sea, el suicidio pasaría a entenderse no como hecho sino como proceso, inacabado y posible (Tourner, 1987). En esta dirección, otra noción que también deses- tructura el sentido de hecho social como fenómeno universal es el contexto social. Este remite a espacialidades temporalizadas, que según Weber (2005) se componen de una multiplicidad de factores en permanente tensión y redefinición. Por tanto, se hace necesario sentido y pertinencia, según las dinámicas allí producidas. situar la reflexión en contextos en los que el conocimiento adquiera Con base en los anteriores elementos metodológicos y concep- tuales, se llevó a cabo la investigación sobre la dimensión socio cul- tural del suicidio en los municipios de La Unión y Yarumal, cuyos resultados se estructuran en este libro a través de siete capítulos que desarrollan los principales tópicos abordados, así: 16 • • Introducción •

El primer capítulo, “Contextos de estudio”, hace una exposición panorámica que contempla los principales aspectos y dinámicas que condicionan el estilo de vida y de pensamiento de los morado- res de los municipios estudiados. El segundo capítulo, “Incidencia del suicidio en la población ru- dos municipios durante las últimas dos décadas y las correlaciones ral”, reflexiona sobre las altas tasas de suicidio detectadas en los que se establecen entre la condición de ruralidad de estas poblacio- nes y los cambios producidos por el proceso de modernización del campo y las reformas neoliberales. El tercer capítulo, “Guerra, violencia y su expresión en el suici- dio”, aborda la relación entre las altas tasas de suicidio en ambos municipios durante las dos últimas décadas y la intensificación del la violencia contra estas poblaciones. conflicto armado colombiano, especialmente, el uso exacerbado de El cuarto capítulo, “Los sujetos del suicidio: los jóvenes”, analiza las características, condiciones y percepciones de la población más vulnerable al suicidio en ambos municipios: los jóvenes. Se destaca el papel de la familia y de la escuela y se exploran las distintas pers- pectivas de los sujetos más afectados. El quinto capítulo, “Subjetividades, diferencias de género y sui- cidio”, intenta develar las subjetividades que se expresan en la con- ducta suicida, a partir de un elemento ordenador de la vida social y las identidades singulares: las relaciones de género, que permiten

El sexto capítulo, “Aspectos simbólicos, valores y religiosidad acercarse a la dimensión de las vivencias y de los significados. en el suicidio”, da una mirada histórica a las principales maneras de concebir el suicidio y se discute el escenario epistemológico de los municipios estudiados. Además, se interpreta el papel de la reli- giosidad frente a la concepción del suicidio, destacándose la dupla - gulación de la conducta suicida. culpa-pecado como dispositivo simbólico altamente eficaz en la re - Por fin, en las conclusiones se intenta articular la información ración de la conducta suicida en los municipios estudiados, llevan- recogida en un modelo interpretativo que busca explicar la configu do en consideración variables de lo macro (cambios económicos, • 17 • Suicidio en la población rural • políticos y de mentalidad), lo meso (problemática familiar y bajo control social) y lo micro (sujetos vulnerables al suicidio y subjeti- vidades), que poseen la potencia de desestabilizar dinámicas socia- les y quebrar resistencias individuales.

18 • 1. Contextos de estudio

1.1. La Unión: un municipio de vocación papera

l municipio de La Unión, fundado en 1911, está ubicado en la Esubregión del Oriente del departamento de Antioquia, en una zona montañosa a 2.500 msnm y con temperatura promedio de 13 °C. Es una población con alta densidad de campesinos, pues del total de 17.836 habitantes del municipio, 8.450 están localizados en la zona rural (DANE, 2010), fuera de que muchos de los pobladores de la cabecera municipal son campesinos que trabajan durante el - lidad, en todo el municipio prevalece una economía y una forma de día en las fincas y en las noches habitan en el área urbana. En rea vida campesina que gira en torno al cultivo de la papa1. Incluso, la cabecera municipal de La Unión conserva un marcado estilo rural con el negocio de este tubérculo y otros productos agropecuarios que dominan las interacciones del lugar: los almacenes de venta de agroquímicos, el Centro de Acopio que centraliza las transacciones económicas de la zona, además de un permanente tránsito de trac- tores que entran y salen del pueblo con la misma normalidad que cualquier otro medio vehicular.

1 De acuerdo al Plan Municipal de Desarrollo (2008-2011), actualmente el municipio cuenta con 2.700 ha sembradas y una producción anual de 37.500 t al año, siendo uno de los prin- cipales abastecedores de este producto en el departamento. • Suicidio en la población rural •

Aunque hay otros renglones económicos como los cultivos de fresa, uchuva y mora, y la producción de leche y de ganado bovi- no, su producción es en menor escala ya modo complementario, pues esta región ha tenido una marcada tradición por el cultivo de la papa desde comienzos del siglo (Zuluaga, 2003). Hasta hace unos 50 años, el cultivo de papa era bastante artesanal, no debían xx abonar la tierra ni se usaban los famosos “baños” con pesticidas. La papa era limpia y su sabor es “recordado con nostalgia por los adul- paulatino, comenzó con la introducción de los agrotóxicos cuyo uso tos mayores” (p. 59). El proceso de tecnificación de este cultivo fue se hizo cada vez más frecuente e intenso, hasta llegar a la manipu- lación de las mismas semillas hace unos 20 años, cuando entraron los productos transgénicos que prometían mejorar la cantidad y la calidad de la producción. Sin embargo, tal como se pudo constatar en el trabajo de campo, ha sucedido todo lo contrario: se ha perdido la fertilidad del terreno y ha bajado la productividad y la calidad de este cultivo: “Anteriormente una mata daba más papas, cuando sacábamos las semillas de las mismas matas, de las mejores matas […]; ahora que las tenemos que comprar ya no son tan buenas ni tan rendidoras” (Julio, entrevista, 2011). Múltiples factores suman para dar este cuadro de pérdida de la productividad y, sobre todo, de disminución del nivel de vida de los campesinos de la región. En el recorrido de la zona rural, los campesinos señalaban los terrenos vacíos por la alta disminución - der o arrendar la tierra porque no logran mantener los altos costos de la siembra, las fincas abandonadas y familias obligadas a ven de la producción. Aunque buena parte de familias campesinas son cultivo de papa en la nueva lógica de producción intensiva que de- propietarios de la tierra, no poseen los suficientes recursos para el roga onerosos gastos de pesticidas y semillas; motivo por el cual, si no venden o migran, deben entrar en la dinámica del capital, traba- jando con los prestamistas que facilitan el dinero para los insumos y con quienes deben dividir las ganancias o, en caso de pérdidas, quedar endeudados. En realidad, este proceso puede comprenderse a la luz de la lla- mada modernización del campo que se impulsa a mediados del siglo 20 • • Contextos de estudio • través de la promoción de agroquímicos, la mecanización del campo pasado con el fin de industrializar las actividades agropecuarias a y el consumo de productos transgénicos como las semillas mejora- das, que afectaron de manera negativa a los jornaleros y pequeños campesinos. Este modelo económico se profundiza aún más en la década del noventa con las reformas neoliberales que dieron aper- tura total a los productos foráneos sin las respectivas medidas de salvaguarda y protección del sector agropecuario, que ha tenido que competir con los productos importados en condiciones desiguales, trayendo como consecuencia que este renglón económico se haya sumergido en una de las peores crisis con pérdidas y fuertes decre- cimientos en la productividad local y regional (INER, 2000, p. 51). Se colige de nuevo que los más golpeados por esta crisis del sec- tor han sido los campesinos dueños de pequeñas parcelas o jorna- leros de la zona que han tenido que alquilar sus tierras o migrar hacia otras áreas de trabajo. Esta es, justamente, la situación apre- ciable en la zona rural de Mesopotamia y la vereda aledaña de San Juan, donde fue realizado el trabajo de campo. El corregimiento de Mesopotamia está localizado a quince mi- nutos de la cabecera de La Unión, por la carretera que conduce a Sonsón, siendo la altura, el clima y la morfología del lugar bastante similares a los observados en el área urbana, con la diferencia de que su dinámica de vida gira en torno de las actividades exclusi- vamente agropecuarias y, especialmente, de los cultivos de papa. Tal como fue descrito por varios de sus pobladores, las condiciones económicas de la última década han sido bastante desfavorables: las familias que tienen propiedades más extensas han tenido que recurrir al sistema de “parcería” con los prestamistas para poder sembrar; y los que tienen pequeñas propiedades deben trabajar como jornaleros en estos cultivos y en otros de la zona. La centralización del comercio de los productos agroquímicos está en la cabecera urbana, con cerca de diecisiete casas comercia- lizadoras que dominan este mercado y que reportan importantes ganancias del negocio. También está el Centro de Acopio que co- menzó a funcionar a comienzos de 2000 y que ayudó a mejorar el proceso de comercialización de los productos agrícolas de la re- • 21 • Suicidio en la población rural • gión. Otro renglón económico de menor escala es el de las minas de caolín de las que explotan arcilla residual para la industria de la cerámica, el papel y el caucho. Sin embargo, este producto no gene- un profesional del lugar: “[…] acá se instauró una de las empresas ra ingresos significativos para el municipio, pues, como lo explica más poderosas de todo el país, el grupo Erecus y Seduco de Coro- na. Toda la vida han estado y lo único que hacen es regalar cuatro o cinco segmentos sanitarios y con eso nos tienen contentos” (En- trevista, 2011). de la violencia, pues, al igual que en la zona norte, este territorio ha El panorama económico se ve recrudecido con la intensificación sido objeto de disputa de distintos actores armados. Desde los años setenta hubo presencia de la guerrilla en este territorio, sin em- cuando se presenta un gran crecimiento y expansión de las orga- bargo, el conflicto comienza a agudizarse en la década del ochenta de los frentes 9 y 47 de las FARC y del frente Carlos Alirio Buitrago nizaciones guerrilleras en el Oriente antioqueño, específicamente, del ELN (INER, 2000). Esta región cobró especial interés para las organizaciones armadas gracias a los procesos de industrialización y construcción que se llevaron a cabo en este territorio, tales como los embalses del Peñol y Guatapé y la autopista Bogotá-Medellín zona. En este contexto, el municipio de La Unión ocupó un lugar que acrecentaron, de manera ostensible, el flujo económico de la estratégico por ser el acceso al corredor de comunicación entre los puntos nodales de la zona del altiplano, la de bosques y la del pára- mo, donde las guerrillas tenían importantes centros operacionales (CNRR, 2009). Aunque durante esos años hubo acciones violentas como las to- mas a puestos de policía, extorsiones y varios enfrentamientos con de los grupos paramilitares en los años noventa. Esas incursiones la fuerza pública, el conflicto armado se intensificó con el ingreso del paramilitarismo se pueden agrupar en dos fases principales. La primera, durante los años 1993-1997, cuando entraron las Auto- defensas del Magdalena Medio con los bloques Metro y José Luis Zuluaga (Restrepo, 2011, pp. 128-129). En este periodo se perpe- tuaron amenazas y asesinatos selectivos, principalmente, a líderes 22 • • Contextos de estudio • políticos y sociales acusados de ser colaboradores de las guerrillas. Entre las personas asesinadas se encontraban varios políticos reco- nocidos en el municipio, tales como el alcalde elegido popularmen- te, John Jairo Botero (1994) y cerca de cuatro concejales (Asocia- ción Revivir una Esperanza [CD-ROM], 2009). Una de las versiones más difundidas sobre el origen del para- militarismo en la zona es que, según sus pobladores, un grupo de personas pudientes del municipio, cansados de la extorsión de la guerrilla, decidieron organizarse para expulsarlos de este territorio, pero, al parecer, en una de las reuniones “hablaron de extinguir a los cuales solo quedaron tres o cuatro sobrevivientes, y ellos con- la guerrilla pero hubo un infiltrado y los fueron luego matando, de formaron los grupos paramilitares” (entrevista, 2011). Otra versión menciona que los paramilitares “vinieron a cuidar unos laborato- rios de cocaína […], comenzaron a conocer la zona y a hacer inteli- gencia. Entraron por Sonsón, por allá por toda esa cordillera” (tes- timonio, 2011). En estos relatos salen a relieve dos elementos reiterativos en - ramilitares: el auspicio de las personas más acaudaladas que se or- muchos de los territorios donde florecieron las organizaciones pa ganizan para protegerse del acecho de la guerrilla y que cuentan con el apoyo de la fuerza pública, y la presencia del narcotráfico, que ha Este parece ser, entonces, el contexto que propicia este fenómeno sido fuente esencial para el financiamiento de los grupos ilegales. y que, efectivamente, muestra la consolidación del paramilitarismo en esta zona a mediados de los años noventa, coincidiendo con un hecho particular: la legalización de las cooperativas de autodefensa (Convivir), que comienzan a operar en 1994 en el Oriente cercano y en Sonsón con el propósito de proteger a comerciantes, ganaderos y agricultores de la zona, pero que, según la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación [CNRR] hicieron mucho más complejo

La segunda fase de arremetida del paramilitarismo en la zona el conflicto (2009, p. 18). irrumpen las denominadas Autodefensas Unidas de Colombia fue desde finales de los años noventa hasta el año 2003, cuando (AUC), al mando de Carlos Castaño, que despliega una fuerte es- • 23 • Suicidio en la población rural • trategia de contrainsurgencia en toda la subregión del Oriente, de- jando una estela de masacres y asesinatos selectivos, así como un incremento de los enfrentamientos y acciones militares, al punto de dejar grandes oleadas de desplazamiento de la población campesi- na (Restrepo, 2011; CNRR, 2009). De acuerdo con el Observatorio Departamental de Desplazamiento Forzado, para el año 2010, en el municipio de La Unión se encontraban 3.756 personas en situa- ción de desplazamiento, que corresponden al 20% del total de la población. En efecto, la zona rural y, en especial, el corregimiento de Me- sopotamia y las veredas circundantes como San Juan y San Mi- guel-Santa Cruz, fueron las localidades del municipio más afec- ilegales. Siendo los hechos más tristemente memorables de este tadas por el conflicto y la presencia de diversos actores armados periodo la masacre en el año 2000 de cinco jóvenes en el parque el área circundante de la escuela de San Miguel, en donde, según de Mesopotamia, y en 2001 la intensificación de los combates en sus pobladores, “dejaban tirados los cadáveres por detrás de la escuela, de modo que nos teníamos que encerrar y a todos nos cogió mucho miedo del lugar”; situación que los llevó a abandonar la escuela por más de tres años (Asociación Revivir una Esperanza [CD-ROM], 2009). Los efectos de esta presencia paramilitar que durante varios años fue bastante fuerte en la zona rural y en la cabecera urbana donde se instalaron comandos operativos para toda la región, que llegaron a dominar las prácticas sociales, imponiendo su sentido de orden social y estilo de vida. Situación que afectó profundamente a toda la población y, de manera más intensa, a la población más joven que se debió someter a una serie de reglas como no usar el cabello largo, cumplir los toques de queda, estar a su disposición y hacer parte de una disputa desigual en el campo de las relaciones sentimentales, pues, por un lado, en el caso de que los paramilitares quisieran una mujer que estuviera con novio o comprometida, los novios debían “hacerse a un lado, olvidarse de ellas”; y por otro, las mismas mujeres, en muchas ocasiones, optaban por estas relacio- nes que les reportaban dinero y poder. 24 • • Contextos de estudio •

Aunque durante el último lustro ha habido una notoria dismi- nución de las acciones militares y de las muertes violentas, como lo señalan las tasas de homicidio de los últimos tres años que oscilan entre el 30 y el 40% (Forensis, 2008, 2009 y 2010), no se puede zona; basta observar el alto índice de la población en situación de afirmar que el conflicto y sus secuelas se hayan extinguido en esta desplazamiento, que genera profundos traumas sociales en todas sus dimensiones: económicas, políticas y culturales. También se mantiene el problema de inseguridad en la zona, pues se siguen presentando manifestaciones esporádicas pero sistemáticas del delictivas de las anteriores formas de violencia que siguen los pará- conflicto, liderada por actores desmovilizados o reagrupaciones metros de acción del modelo paramilitar y de los grupos guerrille- ros, ejerciendo formas de control sobre este territorio que continúa siendo un área estratégica de movilizaciones de los actores ilegales.

1.2. “La Estrella del Norte”: generalidades de Yarumal

Esta población, ubicada en la zona montañosa de la Cordillera Central,2 fue fundada en el siglo con el nombre de San Luis de Góngora; sin embargo, debido a la gran cantidad de árboles de Ya- xviii - te de la subregión norte del departamento de Antioquia, con una rumo en su geografía, terminó siendo llamada “Yarumal”. Hace par población de 44.053 habitantes, de los cuales 28.575 habitan en la cabecera urbana y 15.477 en el área rural (DANE, 2010). Yarumal es el epicentro de la subregión, con la mayor densidad poblacional, ubicado estratégicamente en la vía Troncal de la Costa y considera-

Parte de la prosperidad económica de la zona se debe a la pro- do eje económico, comercial y financiero del sector. ductividad que los campesinos de estas tierras han logrado desa-

2 Yarumal se caracteriza por tener un relieve bastante montañoso con varios pisos térmicos. La cabecera urbana se encuentra a 2.265 msnm, en un terreno bastante quebrado y con una temperatura media de 15 °C, mientras que en sus corregimientos la altura varía, lo que hace que el clima oscile entre los 12 y 24 °C. • 25 • Suicidio en la población rural • rrollar en las actividades agropecuarias, a la riqueza mineral y de recursos forestales, así como a su mencionada localización estraté- gica en relación con la capital, Medellín, los otros municipios de la subregión y las regiones de la Costa Atlántica y el bajo Cauca. Junto con los municipios que conforman la Meseta de los Osos3 hace par- te de uno de los principales polos de desarrollo lechero del depar- tamento y del país. Este es un campo de producción que ha creado no solo una di- námica económica de la que vive buena parte de la población sino también una identidad en torno a esta actividad ganadera y lechera que caracteriza a este tipo de campesinos y que, según una valo- ración del INER (Instituto de Estudios Regionales), señala la alta incapacidad para arriesgarse a cambiar y terminar con la depen- dencia de los compradores de leche, aún en los periodos de fuerte inestabilidad en los precios. Efectivamente, luego de conocer el lado más visible de este renglón económico, lo “pujante y próspero” de la producción, co- mienzan a aparecer otros ángulos de este engranaje que ponen de relieve situaciones problemáticas y preocupantes para la población rural con menos recursos, como en efecto lo son la mayoría de cam- pesinos lecheros: pequeños productores, dueños de una parcela de tierra de menos de 10 hectáreas y con un promedio de 15 a 20 cabezas de ganado (INER, 2007, p. 74). Este sector es seriamente afectado a raíz de la creciente exigencia de la producción lechera de calidad - pensados por los inestables precios de la leche, carentes de protec- y la mayor tecnificación; aspectos que, pese a todo, no se ven com ción por parte del Estado. - chera son los intermediarios e industriales que han ganado mucho De modo que los verdaderos beneficiarios de la producción le más y han crecido; no obstante, este es un margen demasiado estre- cho pues la industria de la lechería está concentrada en pocas manos (Colanta, Proleche-Parmalat, Lácteos del Norte y Lácteos Betania); incluso la famosa cooperativa Colanta, que originariamente defendía

3 Hacen parte de esta jurisdicción los municipios de Santa Rosa de los Osos, San Pedro de los Milagros, Don Matías, , San José de la Montaña y Entrerríos. 26 • • Contextos de estudio • la economía solidaria, en la actualidad se comporta, como lo señala uno de los ex-asociados, “como un capitalista salvaje, que lo que hay - tán ahí, con la doble moral del cooperativismo” (entrevista, 2011). que proteger son los trabajos financieros de la cooperativa; ellos es Otro sector económico importante en el municipio y en la subre- gión es el secundario, en el cual cabe resaltar, fuera de las industrias lecheras, las empresas dedicadas a la explotación forestal (Aserríos del Norte, Reforestadora El Guásimo y Tablemac) y la compañía Se- tas de Colombia S. A., encargada de la producción, transformación y comercialización de champiñones, localizadas en el corregimiento de Llanos de Cuivá. Importa hacer una breve panorámica de este corregimiento por ser el escogido para hacer el trabajo de campo del área rural por las altas tasas de suicidio que presenta. Llanos de Cuivá es el punto más alto del municipio, a 2.750 msnm y temperatura promedio de 12 C. Es reconocido por su clima parti- cularmente frío y agreste, pero también por estar localizado en una zona estratégica: en la vía Troncal de la Costa a cuarenta minutos de la cabecera urbana de Yarumal, y aunque tradicionalmente se re- conoce como parte de este municipio, en términos jurisdiccionales pertenece al trinomio Yarumal-Angosturas-, lu- gares con los que colinda territorialmente. Esta situación ha gene- rado disputas políticas y administrativas por parte de las tres mu- nicipalidades: “eso nos perjudica enormemente porque un alcalde le tira la pelota al otro y así sucesivamente […] Los tres municipios se pelean este corregimiento porque aquí hay mucha industria y se paga mucho impuesto” (Doris, entrevista, 2011). En efecto, las mencionadas agroindustrias han generado nota- - nómicas y políticas de esta zona con vocación rural. Aunque es co- bles cambios en el perfil poblacional y en las dinámicas socioeco nocido el rendimiento y ganancias de estas empresas, así como el hecho de que generan una buena cantidad de empleos (333 en el caso de Setas), sucede de nuevo lo antes mencionado con respecto a las industrias lecheras, a saber, que ese crecimiento y prosperidad eco- nómica solo cobija a una reducida población: los industriales due- ños de las empresas; el resto son trabajadores que laboran largas jornadas y ganan salarios mínimos: “aquí hay trabajo pero es muy • 27 • Suicidio en la población rural • mal pago […] Los trabajadores empiezan a las 8:30 de la mañana y, como le pasa a un sobrino mío, muchas veces a las 9 de la noche está todavía trabajando ¿Qué les pagan? El mínimo” (Amelia, entre- vista, 2011). Incluso, hay situaciones aún más dramáticas de sobrexplotación como las que pude observar en Llanos de Cuivá, donde un grupo entre veinte y treinta mujeres de diversas edades trabajan con los sobrantes de la producción de champiñones en condiciones lamen- tables: un pequeño salón tipo garaje, con hacinamiento, precaria iluminación y sin ventilación. Allí se procesan las sobras de la fábri- ca de champiñones, se sacan las médulas que sirven de abono para esta industria y las partes sobrantes son llevadas para su consumo en las casas. Les pagan por peso y aunque trabajan todos los días, diarias, no logran devengar más de un promedio de ciento ochenta incluyendo algunos fines de semana y durante más de doce horas mil pesos mensualmente (Doña Alba, entrevista, 2011). Esta situación de pobreza puede constatarse con los datos exis- tentes sobre el índice de necesidades básicas insatisfechas (NBI),

En todos estos sistemas de medición, la subregión norte presenta el índice de calidad de vida (CV) y la estratificación de viviendas. cifras bastante preocupantes; así, para el año 2005, de acuerdo con los datos del NBI, los niveles de pobreza y miseria alcanzaron un total de 75,1% en contraste con el 53,6 del promedio depar- tamental; las estadísticas también muestran que posee “peores condiciones de bienestar que el departamento (55,8 vs. 73,3 pun- prevalecen los estratos bajos 1, 2 y 3, que constituyen el 95% de las tos)” (INER, 2007, pp. 48-49); y con respecto a la estratificación, viviendas de la región. Respecto a la dimensión política hay que resaltar la composi- ción partidista, el papel de la Iglesia y, especialmente, la problemá- dos últimas décadas. Históricamente, en el municipio ha prevale- tica del conflicto armado que ha golpeado a esta región durante las cido el dominio del partido Conservador, en fuerte alianza con la

Miguel Ángel Builes desde los años veinte hasta los setenta del si- Iglesia. Aquí hay que recordar la influencia ejercida por monseñor glo pasado, periodo en el que gobernó la Diócesis de Santa Rosa de 28 • • Contextos de estudio •

Osos y fundó varias comunidades religiosas, entre ellas el Seminario de Misiones de Yarumal (1927), que constituyó la “principal fábrica de curas de Colombia” durante la primera parte del siglo xx (Behar, 2011, p. 115). Monseñor Builes es uno de los personajes de la Iglesia más controvertidos en el país por sus doctrinas conservadoras recalcitran- tes y su postura acérrima contra los gobiernos liberales (Behar, 2011). Además de los rigores de la época de la Violencia (1946-1966), alimentados por el odio bipartidista, la región vive en la últimas dos - cia de varios actores armados ilegales que se disputan el control décadas la agudización del conflicto en el país, debido a la presen de recursos, áreas y poblaciones estratégicas. Desde los orígenes de las dos principales guerrillas colombianas, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Na- presencia en este territorio por constituir un importante corredor cional (ELN), a finales de los años sesenta, tales grupos han tenido y el Magdalena Medio. Aunque hay enfrentamientos con la fuerza entre regiones vitales del conflicto armado como son la Costa Atlántica armada, tomas, extorsiones y demás acciones de la guerra, este panorama se recrudece con el ingreso de los grupos paramilitares a comienzos de los años noventa, que entran a disputar el control de las guerrillas y a imponer su autoridad a través de métodos de violencia extremos. En particular, cabe resaltar el grupo de autode- fensa local llamado los Doce Apóstoles que actuó en el municipio durante los años 1993-1997, realizando homicidios selectivos y di- versas acciones de “limpieza social” que sembraron el terror entre los pobladores (INER, 2007). Las causas que se señalan en el surgimiento de este grupo paramilitar son una mezcla de delincuencia urbana, aumento del consumo y expendio de estupefacientes y el accionar de la guerri- lla, ante unas autoridades locales que, supuestamente, no lograban - controlar dichos flagelos. Este grupo estaba conformado por or y por operativos o sicarios que tenían, a su vez, un cabecilla rural y ganizadores y financistas (comerciantes y ganaderos de la región) otro urbano. La forma en que operaban era a través de informantes (policía, comerciantes, miembros de la Seccional de Policía Judicial (Sijín) e, incluso, un sacerdote) que pasaban a los responsables de • 29 • Suicidio en la población rural • esta organización información de las personas consideradas como “indeseables” por estar vinculados con la guerrilla, participar en actividades delictivas, ser viciosos o, peor aún, por sus inclinacio- nes sexuales no aceptadas moralmente. Esas personas denunciadas eran puestas en una temida “lista de limpieza” que se publicaba en varios lugares del pueblo y que se convertía en una amenaza direc- ta de muerte. - der las alianzas de poderes que subyacen en esta dinámica de la Pero para asegurar la eficacia de este grupo es necesario enten guerra. En primer lugar, el Ejército y la Policía Nacional que, de acuer- do con múltiples testimonios, fueron los aliados naturales de esta organización, permitiendo y patrocinando “el aumento del sicariato como fórmula efectiva de control social” (Behar, 2011, p. 31). En se- quien fuera formado bajo el modelo clerical del obispo Builes y sus gundo lugar, la Iglesia, específicamente el padre Gonzalo Palacio, “insignias ultraconservadoras”, y que actuaba en esa época como vicario de la Parroquia de las Mercedes. Según versiones de los mo- radores de la región, así como las múltiples acusaciones legales que este prelado ha tenido, fue uno de los más fervientes impulsores de esta organización, e incluso, el propio nombre del grupo “se debe a la participación del sacerdote” (Behar, 2011, pp. 118-119). En tercer lugar, habría que mencionar la alianza estratégica con - yor (r) del Ejército, Juan Carlos Meneses, quien se desempeñó como los narcotraficantes. De acuerdo con la declaración dada por el Ma comandante de la policía de Yarumal en 1994, el negocio del narco- había cultivos y laboratorios importantes por toda esta región que tráfico no estaba excluido de este contexto de confrontación, pues eran controlados por la guerrilla, de modo que: “[…] era obvio que los paramilitares no tenían realmente el objetivo de acabar a la gue-

(Meneses, citado en Behar, 2011, p. 111). rrilla, sino que buscaban quedarse con el negocio del narcotráfico” Debido a los latentes problemas de orden jurídico que empe- zaron a afrontar los líderes de esta organización, los doce Após- toles dejan de operar en la zona a finales de los años noventa. Sin embargo, sobre las bases de esta estructura de funcionamiento de control territorial y del negocio del narcotráfico con base en 30 • • Contextos de estudio • la intimidación, surgen nuevos grupos armados ilegales, here- deros del paramilitarismo, que recogen este legado de prácti- cas y formas de violencia ejercidas sobre la población local. Así, aparecen distintos grupos como el ‘Bloque Minero’, los llamados ‘Águilas Negras’ y otros más, que continúan dominando la zona, ejercen control sobre el narcotráfico y siguen perpetuando ac- ciones de “limpieza social”. Hay un elemento común bastante poderoso: las drogas. Desde los años ochenta, la zona ha tenido un gran lucro por este negocio ilegal, cuyos cultivos se localizan, principalmente, en la “parte baja” (Briceño, Valdivia y Campamento), pero es en Yarumal donde está el centro de operaciones de este mercado. La economía de la droga ha sido estable, e incluso, ha mostrado un fuerte aumento de las áreas cultivadas, pasando de 382,48 ha cultivadas en 1999 a 750 en 2004 (INER, 2007, p. 85). En efecto, la droga ha afectado y cambiado profundamente la vida de esta región. No sólo en términos de las actividades produc- tivas, como lo muestra el estudio del INER: “la producción cocalera regional ha desplazado la producción agrícola tradicional debido a que los cultivos ilegales son de más fácil comercialización y mejores utilidades” (p. 87), sino también en los estilos de vida pues el dine- ro fácil y el tipo de relaciones que se crea en torno al mundo ilícito genera nuevas dinámicas sociales dependientes del consumo exa- cerbado, de la sublimación del machismo y el modelo patriarcal, la delincuencia, la prostitución, el consumo de sustancias psicoactivas y, en general, todos los atributos y valores asociados a la llamada cultura de los “traquetos” (pp. 132-133). Según lo antedicho, la violencia de la última década en el muni- cipio no es nueva; se cimienta sobre el tronco común del paramili- tarismo que se gestó con los doce Apóstoles, con nexos y alianzas ganaderos, los militares y la Iglesia. Vislumbrar este panorama de poder en torno al narcotráfico, los comerciantes adinerados, ayuda a comprender que hay diversidad de violencias dentro de e intereses que lucran, de muchas maneras, de esta maquinaria de la violencia toda vez que en este conflicto se entrecruzan actores la guerra. • 31 • Suicidio en la población rural •

Esta es, en síntesis, una posible versión del funcionamiento en que ha derivado la por algunos denominada “maquinaria neopara- militar” (Semana, 16 de enero 2012, pp. 40-41) que continúa fuerte y dominante en gran parte del territorio nacional.

32 • 2. Incidencia del suicidio en la población rural

sta investigación tenía el interés de comprender un fenómeno Eque pasa silencioso por entre los márgenes de lo social: las altas tasas de suicido en la población rural de Colombia.1 La información

1 Las categorías de ruralidad, campesinos y campesinado, entendidas en su visión convencio- - - nal como opuestas a lo urbano y con una serie de características con las que se les identifi pecuarias de tipo familiar y de subsistencia, el predominio de lazos de solidaridad orgánica caba, tales como la baja densidad demográfica, el relativo aislamiento, las actividades agro y rasgos culturales diferenciados de la población de las grandes ciudades (Shanin, 1971; Wolf, 1982; Pérez y Llambí, 2007), son cuestionadas por la nueva economía global que puso en intercomunicación distintas actividades económicas, poblaciones, bienes y valores so- ciales, que comenzaron a fracturar las fronteras entre el mundo rural y el urbano. Para entender estas nuevas dinámicas sociales, se han formulado nuevos conceptos que intentan dar cuenta de esos cambios socio-territoriales, por ejemplo, el de “pluriactividad” entre los habitantes de zonas rurales que han tenido que buscar fuentes de trabajo por fuera de las actividades agrícolas, el de “des-agrarización” de muchos territorios dedicados a este tipo de actividades económicas, el cambio de la “relación población-territorio” con el surgimien- to de zonas periurbanas, áreas de segunda residencia y el incremento de vías de transporte que mejoró la comunicación entre lo rural y lo urbano, y lo que varios autores denominan las “nuevas ruralidades” (De Grammont, 2004; Pérez y Llambí, 2007), una nueva categoría de análisis que aborda las transformaciones del campesinado y de las zonas rurales a través de una visión de lo territorial “centrada en los procesos que tienen lugar en diferentes esca- las (global, nacional y local) y que involucra tanto a poblaciones espacialmente dispersas como centros poblados de diferente tamaño enmarcadas en una diversidad de entornos

contemplados se pueden percibir cambios territoriales y poblacionales en las direcciones económico-políticos y físico-naturales” (Pérez y Llambí, 2007, p. 40). Para los casos aquí

de los distintivos con los que anteriormente se caracterizaba sociológicamente a esta pobla- anteriormente mencionadas; sin embargo, también se puede afirmar que conservan varios ción y que continúan siendo importantes caracterizaciones de los pobladores de los gran- des centros urbanos. Sin entrar en este debate de intentar categorizar los contextos sociales • Suicidio en la población rural • disponible en el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses vulnerable al suicidio en el país. De acuerdo con esta fuente, entre permitió identificar a los campesinos como población altamente los años 2005 y 2009 (Valenzuela, 2008 y 2009), los campesinos fueron la segunda población con más altas tasas de suicidio, pro- blemática que parece acentuarse en el año 2010 cuando ascienden al primer lugar (Tello, 2010). En realidad, se cuenta con una información bastante limitada y fragmentaria. Solo se tiene acceso a estadísticas recientes, de los últimos diez años, en las que se discrimina por ocupaciones y por áreas de ocurrencia del suicidio. No hay registros históricos que permitan ver la evolución, cambios o ciclos de este fenómeno del suicidio en la población rural. Tampoco hay estudios que aborden este tipo de zonas y poblaciones. De modo que lo único que se pue- las magnitudes, significados y causalidades de esta conducta en tendencia actual hacia el suicidio en el sector campesino, inclina- de afirmar, con base en los datos revisados, es que se detecta una ción que se muestra preocupante no solo porque se ubica en los primeros lugares de las poblaciones más afectadas, sino debido a que parece estarse profundizando. Dicha constatación llevó a cuestionar si esta era una situación una problemática más generalizada. Pero, de manera similar a la específica del país o si, por el contrario, había indicios de que era búsqueda en el contexto nacional, la información disponible a nivel

estudiados, para lo cual se requeriría una investigación a profundidad, conviene aclarar que usaremos los términos ‘campesinos’ y ‘ruralidad’ en el sentido de una realidad y de unos sujetos diferenciados históricamente por las actividades desarrolladas, las agropecuarias, que los vinculan de una manera especial a la tierra y al paisaje que habitan, al predominio

de la unidad económica familiar de pequeñas propiedades, a baja densidad demográfica presencia de las instituciones estatales y a la existencia de singularidades en los estilos de (especialmente en La Unión), a la deficiente prestación de los servicios públicos y precaria

pensar lo ‘campesino’ como esencialidad, ni tampoco opuestos a lo urbano. Son poblado- vida y de pensamiento; esto no significa que sean homogéneos entre sí, algo que llevaría a res que conservan características de una notable relación con el campo, la tierra y un tipo de vínculo social que ha forjado históricamente estos contextos territoriales, que han sido,

la producción y la mayor proximidad con los cascos urbanos y las interacciones sociales y también, afectados por los cambios socioeconómicos, la globalización, la tecnificación en económicas que allí se tejen, gracias al mejoramiento de las vías y medios de comunicación. 34 • • Incidencia del suicidio en la población rural • internacional era precaria, no se encontraron registros históricos o datos estadísticos desagregados y comparativos en las variables de - ral2 mortalidad, específicamente de suicidio en los niveles urbano y ru prestada a este fenómeno es la mentalidad dominante al respecto, . Un elemento que seguramente ha influido en la poca atención urbanas altamente individualizadas con mayores presiones socia- que ha tipificado el suicidio como propio o “natural” de poblaciones les y económicas y fuertes niveles de estrés; mientas que para el caso de las poblaciones rurales se mantiene una visión idealizada e idílica que los enmarca dentro de comunidades orgánicas, solida- rias, de fuertes lazos societales y valores tradicionales, característi- cas que estarían en contravía del modelo con el que se representa y se asocia socialmente el suicidio. Esta perspectiva idealizada de los campesinos está fuertemente incorporada en los discursos im- perantes en la academia3 y en el contexto institucional, generando procesos de negación e invisibilización de problemáticas que son cada vez más crónicas en este sector social:

Aun cuando la pobreza y la pauperización son reconocidas, y donde la carencia material está vinculada a salarios miserables y a la explota- ción, la comunidad rural tradicional es representada como un lugar de felicidad y solidaridad mecánica […] Este discurso dominante e idealizado de lo rural como idílico ha contribuido a segregar y excluir grupos a los que se considera como constituidos por una

2 Pese a realizar una búsqueda exhaustiva de estadísticas macro regionales y mundiales in- tentado hallar datos comparativos por ocupación y zonas de ocurrencia del suicidio, este tipo de variables no está registrada en la información disponible. 3 La concepción idílica del campesinado tiene profundas raíces en el pensamiento de las cien-

solidarias y mecánicas como característica fundamental de este tipo de sociedades pequeñas, cias sociales, especialmente en la perspectiva durkheimiana que edificó la noción de relaciones menos desarrolladas, donde sus miembros son más cohesionados por compartir tradiciones similares que los unen por lazos sociales de tipo personal que se convierten en regulaciones morales de la vida social (Durkheim, 1997). Aunque el campo teórico que aborda el estudio del campesinado ha tenido un importante desarrollo conceptual que revalúa ese tipo de perspecti- vas y nociones esencialistas de lo rural, aun quedan fuertes secuelas de la mirada funcionalista que enmarcaba este tipo de organizaciones sociales bajo la perspectiva de las relaciones socia- les de solidaridad mecánica, característica que ponía en un lugar social a la población campesina aparentemente ‘inmune’ a las anomias de la vida urbana. • 35 • Suicidio en la población rural •

barrera natural contra las presiones que afectan su salud mental, al contrario de sus pares urbanos (Arias y Blanco, 2010, pp. 194-195).

Efectivamente, fue muy poco el material que se logró encontrar sobre el suicidio en poblaciones rurales a nivel internacional. Aun así, los estudios consultados fueron de gran utilidad no solo por su contenido argumentativo sino porque ayudan a visibilizar que esta problemática no es relevante en varios lugares del mundo. Hay que destacar, en este sentido, el trabajo de Arias y Blanco (2010), que aborda la problemática del suicidio en comunidades rurales y re- motas de América Latina, focalizando las transformaciones sociales y económicas y los cambios de las identidades locales. Los autores realizan una revisión empírica de las tasas de suicidio en las zonas rurales de Latinoamérica, mostrando que, a pesar de que el índice de suicidio en esta región es bajo, “su incremento en los últimos años parece superar a otras regiones del mundo que tienen tasas más altas, mientras que en otros países como China y algunos del continente africano, las tasas se han mantenido o han tendido a dis- minuir, en contraste, en América Latina este fenómeno ha tendido a aumentar” (p. 190). En otros estudios consultados también reiteran esta problemá- tica de las altas tasas de suicidio entre la población rural de dis- tintos lugares del mundo; por ejemplo, Stark y Riordan (2011), en una investigación realizada en Estados Unidos en los años 2000, se muestra que existe una tendencia al aumento considerable del suicidio entre los hombres rurales, resaltando que los cambios so- ciales y económicos afectan de manera más negativa a las zonas rurales que a las urbanas, a lo que se suma el peso de los valores culturales en los campesinos para quienes la independencia del

Por su parte, Gallagher y Sheehy (1994) señalan las altas tasas de trabajo es fundamental, así como la dificultad para pedir ayuda. suicidio en el sector rural de varios países europeos como Suecia, Irlanda y Dinamarca, que se convierten en importantes indicadores para cuestionar la imagen idílica de los campesinos y resaltar los factores de riesgo derivados de los cambios de la política común europea. 36 • • Incidencia del suicidio en la población rural •

Igualmente, en Australia, la comparación del suicidio en las zonas - te para el caso de lo rural, mientras que las tasas de suicidio urbanas se rurales y urbanas muestra que las tasas aumentaron significativamen mantuvieron estables; ante este hecho, McLaren y Hopes (2002) des- tacan, como principales causas, la desaceleración de la economía rural, el colapso de las pequeñas empresas, el desempleo rural, la pobreza, el alto consumo de alcohol y la falta de servicios médi- cos adecuados. En el continente asiático, esta problemática ha sido bastante notoria en los últimos años, como el caso de la China que han tenido altas tasas de suicidio dentro de una población especial: las mujeres rurales. Algunos autores, como Phillips et al. (2002), dicen al respecto que además del bajo estatus de la mujer rural, las limitadas opciones, la falta de redes de apoyo y la disponibilidad de pesticidas potentes en la mayoría de hogares, también se suma la ausencia de una fuerte religiosidad y de mecanismos jurídicos contra el suicidio, que propician un ambiente permisivo ante este hecho. Otros países asiáticos con altas tasas de suicidio entre la po- blación rural, son Corea del Sur, Tailandia, Sri Lanka y, en elevada proporción, la India; países donde los cambios económicos vividos en las últimas décadas, a raíz de la industrialización de las zonas agrícolas y la liberación del comercio en los últimos 20 años, han - mento de los índices de suicidio (Bello, 2007). generado fuertes crisis entre los campesinos, manifiestas en el au Las anteriores referencias ofrecen una importante panorámica de la magnitud de este fenómeno en las zonas rurales, señalando que trasciende las barreras geopolíticas y culturales, pues no solo ha afectado a las zonas rurales marginales y pobres del llamado ter- cer mundo, sino que también ha incursionado en regiones rurales de Estados Unidos y países europeos en los que hay, aparentemente, mejores condiciones de vida. Esto demuestra que estamos ante un fenómeno que no parece ser aislado ni irrelevante en el contexto mundial y que, probablemente, está precedido por ciertas dinámi- cas del orden de lo global que afectan de manera sintomática a la población rural, tales como las políticas económicas de industriali- zación y apertura comercial, que aunadas a determinadas condicio- nes específicas de los contextos socioculturales pueden convertirse• 37 • Suicidio en la población rural • en potenciales nichos de suicidio. Esta es la hipótesis que se inten- tará debatir a la luz de los datos del trabajo de campo.

2.1. Tendencia del suicidio en La Unión

La consecución de datos estadísticos sobre el suicidio en La Unión fue menos complicada gracias al acceso que tuvimos al Archivo del hospital local, San Roque, que cuenta con una recopilación bastante completa de las historias clínicas desde los años sesenta. Con base en esta información, a la que se suman los datos obtenidos de Medi- cina Legal, el DANE y la Secretaría Departamental de Salud, pudimos reconstruir el comportamiento de este fenómeno durante las últi- mas cuatro décadas (1970-2010), como se aprecia en la figura 2.1.

Fuente: Equipo de investigación, 2011.

regulares, permanentes y elevadas durante todo este periodo. A En primer lugar, el gráfico enseña que las tasas de suicidio son excepción de contados casos (tres años en la década del setenta) en los que no hay registros de suicidios, a lo largo de estas cuatro décadas se presentan tasas que superan ampliamente el promedio nacional y mundial que oscila entre 3 y 5 por cada 100.000 habi- tantes. Las tasas más bajas están en 7 y las más altas por encima de 50. Pero, si se realiza un promedio general de todos los años, se obtiene una tasa de 21,5, que resulta bastante preocupante por- casos de suicidio para el país y el mundo. Incluso, en los años más que multiplica de manera significativa el mencionado promedio de críticos por cada década (lapsos entre tres y cinco años), las tasas 38 • • Incidencia del suicidio en la población rural • alcanzan promedios entre 30 y 50, que son comparables o superan en algunos casos las más elevadas del mundo (países de la región del Pacífico occidental como Rusia, Lituania y Kazajistán, con ta- sas de 38, 34 y 30, respectivamente). En segundo lugar, muestra la existencia de una línea ascendente - dencia, ya señalada, del agudizamiento de este fenómeno en la en la tasa de suicidios desde los años setenta que confirma la ten población rural durante las últimas décadas. Así, pasan de 14 casos registrados en los años setenta a casi el triple (35) en 1980, para alcanzar la cifra de 53 casos en 1990 y descender —aunque man- teniendo una cantidad elevada de suicidios en comparación con las dos primeras décadas estudiadas— a 39 casos en la década de 2000, para un total de 141 suicidios en los últimos cuarenta años. Sobre esta secuencia diacrónica de los casos de suicidio cabe anotar lo siguiente: respecto a los años setenta, se precisa cuidado con los datos registrados porque son bastante irregulares y no se cuenta con otras fuentes de información. En la década del ochenta, además del notorio incremento de casos de suicidio, hay que señalar el alto pico que se presenta en 1986 con 8 casos (tasa del 57,8) que repre- sentan el índice más alto de todo el periodo de tiempo analizado. Aun así, donde realmente se presenta una situación bastante sobresaliente por la magnitud de casos de suicidio es en los años noventa. Durante estos años, se concentra el mayor índice de sui- cidios ocurridos en el periodo analizado (38% de los casos), que conduce a elevadas tasas promedio de 32 por 100.000 mil habitan- tes y una serie de años (1991, 1993, 1994, 1996, 1997, 1999) con promedios por encima de esta media. Otro elemento que también llama la atención es el hecho que por un lapso de cinco años -1993 a 1997- se mantuvieron de manera sucesiva y continua las elevadas tasas de suicidio. Estas cifras muestran que la problemática del sui- cidio se agudizó notoriamente durante esta década y denota que, si bien es cierto que las estadísticas indican un ascenso en el tiempo estudiado, dicho incremento no sucede en línea recta, sino con al- gunos altibajos, lo cual puede ser denotativo de ciertas dinámicas o momentos de crisis que probablemente ayudan a profundizar este fenómeno ¿Qué generó el fuerte incremento de las estadísticas du- • 39 • Suicidio en la población rural • rante estos años? ¿Qué tipo de condiciones sociales lo permitieron? ¿Qué están indicando? Para comienzos del siglo la curva de suicidios desciende, pero sigue siendo alta y superior a las anteriores décadas (1970-1980). xxi También se pueden observar años pico como 2001, 2004, 2007 y 2009 con elevadas tasas que oscilan entre 23 y 41. E igualmente, se presenta un lapso de larga duración -entre los años 1999 y 2002- con altas tasas de suicidio que evidencian la existencia, así como en la anterior déca- da, de periodos críticos en los que se agudiza este fenómeno. Por tan- siendo una problemática crónica, con elevadas tasas, por encima de la to, puede afirmarse que durante esta última década, el suicidio sigue media nacional y mundial.

2.2. Tendencia del suicidio en Yarumal

Para este caso, la consecución de estadísticas no fue fácil. La inves- tigación debió abocarse a los datos proporcionados por fuentes se- cundarias como el DANE, Medicina Legal y la Secretaría de Salud Departamental, sumando alguna información suministrada por la Fiscalía Seccional y testimonios que ayudaron a complementar la base de datos. Solamente se logró reconstruir el comportamiento suicida en el municipio desde el año 1982, con algunos vacíos y datos incompletos. No obstante, la información recopilada ayudó a vislumbrar la curva de esta conducta en los últimos treinta años, como se observa en la figura 2.2.

Fuente: Equipo de investigación, 2011. 40 • • Incidencia del suicidio en la población rural •

- cidio en Yarumal duplica el promedio regional y nacional; incluso, Con excepción de unos pocos años, se puede afirmar que el sui llega a encontrarse durante varios años con tasas entre 11 y 21, que son cifras bastante preocupantes. También se puede notar el ascen- so en los casos de suicidio, pasando de 21 casos en la década del ochenta y tasa promedio de 6.4, a 32 y 31 casos en los años 1990 y 2000, respectivamente; en los que sobresale una tasa promedio de 8,1 que duplica las tasas nacionales. En total se registraron en el transcurso de estas tres décadas 83 casos de suicidio. En los años ochenta las tasas de suicidio son menores y solo cuen- tan con un año pico (1989) con una tasa de 13,5. En cambio, en los años 1990 es visible el incremento de casos de suicidio, especialmente, en el lapso comprendido entre 1994 y 1998, cuyas tasas oscilan entre el 10,9 y el 21,8. En la primera década de 2000 las tasas se mantienen similares a los años noventa, con menos años sobresalientes y un com- portamiento más regular en el número de casos, prevaleciendo un tendencia hacia el aumento del número de suicidios. tope de 8,1; y al finalizar la década (desde 2007), se puede apreciar la

2.3. Comparación de las tasas de suicidio de La Unión y Yarumal

Desafortunadamente, no se cuenta con la misma cantidad y acce- sibilidad de información en los dos municipios, lo cual limita las disponibles se puede hacer un ejercicio comparativo para mostrar posibilidades de análisis y verificación; sin embargo, con los datos semejanzas y diferencias significativas que se presentan en ambos Un primer aspecto que habría que subrayar es que, efectiva- contextos, como se muestra en la figura 2.3. mente, en los dos municipios las tasas de suicidio son preocupan- tes porque, exceptuando unos pocos años, las cifras de suicidio son elevadas, constantes y con picos considerables durante varios años y lapsos. En el caso de Yarumal, la suma promedio es de 8,1 a lo si tomamos el promedio nacional, oscilante en los diez últimos años largo de estas tres décadas y en La Unión de 2,6; esto significa que, • 41 • Suicidio en la población rural •

Fuente: Equipo de investigación, 2011.

caso el promedio se duplica y, en el segundo, se multiplica por 6, en tasas de 4 a 5 (Tello, 2010), podemos afirmar que en el primer datos bastante sintomáticos y alarmantes. proporción de tasas de suicidio en el municipio de La Unión, que De acuerdo con la figura 2.3, es también evidente la mayor cuadriplican los datos registrados en Yarumal; y al mismo tiempo, llama la atención que siga una curvatura relativamente similar. En ambos municipios hay clara tendencia al ascenso en la cantidad de suicidios durante las últimas dos décadas, con especial énfasis en los años noventa cuando se elevan de manera considerable los casos reportados; y donde se presentan periodos críticos relativa- mente próximos en los que se recrudecen las tasas de suicidio, tales como la existencia de fuertes intervalos de más de cuatro años en los cuales se incrementan las tasas de suicido en los dos munici- pios, especialmente de 1993 a 1997, así como a inicios de los años 2000, para el caso de La Unión, y a finales de los años 2000 para el caso de Yarumal. comunes que puedan estar incidiendo en este tipo de conductas Estos datos llevan a reflexionar sobre la existencia de variables suicidas, surgiendo preguntas como ¿Por qué se incrementan los casos de suicidio en periodos similares? ¿Qué sucede a finales de o bien, ¿qué elementos podrían estar condicionando la explosión 1980-1990 y 2000 que se ve reflejado en los índices de suicidio?; de las tasas de suicidio en la década del noventa cuando se produ-

42 • • Incidencia del suicidio en la población rural • cen las tasas más altas y más prolongadas en duración? ¿Por qué hay periodos de larga duración (con más de cuatro años seguidos) cuando se elevan de manera considerable las tasas de suicidio en los municipios estudiados?

2.4. Cambios socioeconómicos y suicidio en el mundo rural

marcas temporales que están señalando cambios substanciales en la Un evento que es necesario tener en cuenta en la reflexión sobre las curva del suicidio en ambos municipios es la puesta en marcha de las reformas económicas tendientes a la modernización del sector rural impulsadas desde mediados del siglo pasado y profundizadas con el modelo neoliberal de inicios de los años noventa. Estas reformas han producido nuevas dinámicas sociales, y con ello, nuevos estilos de vida que afectan de manera directa e indirecta a la población rural. El proyecto desarrollista, como fase del proceso de moderniza- ción iniciado en América Latina desde la posguerra, estuvo dirigido a promover la llamada “revolución verde” que estimulaba el uso de agroquímicos (fertilizantes y pesticidas), el consumo de produc- tos transgénicos como las semillas mejoradas y la mecanización intensiva del campo (Vega, 2010). Aunque se esperaba que estas medidas trajeran bienestar al general de la población rural, el aná- lisis del impacto de estas reformas señala que afectaron de manera nefasta a los pequeños productores, trabajadores agropecuarios y campesinos pobres:

[…] La tan alabada modernización del campo ha beneficiado a los grandes empresarios capitalistas, ampliando aun más las diferen- cias entre ese reducido grupo de propietarios y las mayorías cam- pesinas; la pobreza rural se ha extendido hasta niveles inimagina- bles hace unas décadas, pues la modernización técnica y productiva acrecentó la expulsión de los campesinos de sus parcelas y concen- tró la producción agrícola (Vega, 2010, p. 436).

• 43 • Suicidio en la población rural •

La “revolución verde” agrandó en el campo latinoamericano las diferencias entre los campesinos pobres y los ricos, estimuló la con- centración de la tierra, la utilización masiva de insumos, el empleo de variedades genéticas de alto rendimiento que condujo al endeu- damiento de los campesinos por el alza de los costos de producción y al creciente deterioro del medio ambiente y de la salud de sus pobladores; cambios que alteraron profundamente las economías - ducción de alimentos, semillas, abonos e instrumentos, así como en locales y tradicionales pues se perdió la autosuficiencia en la pro - cia de estas comunidades (Segrelles, 2005). los cultivos diversificados que garantizaban la soberanía alimenti En ese sentido, no parece absurdo hablar de la existencia, como sugiere Vega (2010), de un tipo de “neofeudalismo tecnologizado” en este sector campesino que se ha visto obligado a entrar en la dinámica arrasadora del mercado tecnológico que convirtieron en fundamentales un conjunto de insumos para aumentar la producti- vidad, pero que, por sus altos costos, en realidad ha conducido a un círculo vicioso de préstamo y endeudamiento; así, los campesinos que manejan una cierta autonomía en la producción ahora están dependientes de estos productos tecnológicos, cuyas empresas agroindustriales transnacionales poseen el control y ejercen una fuerte presión para su venta. La modernización de las actividades agropecuarias en América Latina estuvo sustentada en un conjunto de medidas tecnológicas: “la generalización de las semillas híbridas de alta calidad, la meca- nización de las labores, la difusión del regadío y el empleo masivo de fertilizantes y pesticidas” (Segrelles, 2005, p. 98). Todo lo ante- rior, si bien aumentó la productividad y la rentabilidad, no logró solucionar los problemas estructurales del campo latinoamericano, por el contrario, así como lo señala Segrelles (2005), los agudizó y generó otros nuevos como la mayor concentración de la propiedad de la tierra, el empobrecimiento, el desarraigo y el desplazamien- to forzoso, la dependencia en la producción y la destrucción de los ecosistemas, por mencionar algunos. Esta situación bastante crítica para el campesinado se vio recru- decida con el modelo de apertura económica que comenzó a aplicar- 44 • • Incidencia del suicidio en la población rural • se en América Latina, particularmente en Colombia, de una manera rigurosa desde los años noventa. Dicho modelo se fundamenta en la reducción del Estado y en el dominio de la demanda y el libre co- mercio como guías en la senda del desarrollo. Estas políticas signi- bajo el argumento de que “el sector agropecuario no debía recibir un ficaron la desinstitucionalización y desprotección del sector rural, trato diferente […] A esto se sumó la reducción de los aranceles y las restricciones al comercio internacional, lo que condujo a la entrada masiva de bienes transables” (Vergara, 2011, p. 48). Tales reformas neoliberales condujeron a que las actividades agropecuarias, protegidas bajo el anterior modelo económico, no tuvieran condiciones para competir con los masivos productos im- portados. Este modelo resultó ser más excluyente porque privile- y favorece las economías de escala y a los grandes empresarios, la gió la competitividad que intensifica el uso del capital financiero mercado laboral pauperizando los salarios y aumentando la brecha mayoría provenientes de los centros urbanos; además, flexibilizó el social (Machado, 2005; Vergara, 2011). De este modo, la economía campesina se vio en la encrucijada de “asociarse y conformar ca- denas productivas y alianzas estratégicas con grandes empresarios agrícolas, o convertirse en asalariados de los grandes complejos agroindustriales” (Vergara, 2011, p. 49). Se puede afirmar, en consonancia con diversos autores (Ma- chado, 2005; Vega, 2010; Tapella, 2004; Segrelles, 2005 y Ver- gara, 2011), que tanto el proceso de modernización del sector agropecuario como las reformas neoliberales en América Latina han derivado “en una mayor concentración y centralización del capital, a la vez que han acentuado la ya inequitativa distribu- ción del ingreso y pobreza en el campo” (Tapella, 2004, p. 672). Los pequeños propietarios de predios rurales y los campesinos pobres han sido víctimas de un fuerte proceso de incremento en la concentración económica, que se refleja en varios niveles: la propiedad de la tierra, la provisión de insumos (semillas, fertili- zantes, pesticidas y maquinarias), el procesamiento de alimen- tos, el acopio, la distribución y comercialización de productos (Tapella, 2004). • 45 • Suicidio en la población rural •

En Colombia es evidente la crisis generalizada del sector agro- pecuario. En el informe nacional de desarrollo humano “Colombia Rural, razones para una esperanza” (2011), presentado por el Pro- grama de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se ponen de re- lieve los nefastos resultados y el fracaso del modelo de desarrollo y de las reformas económicas de los últimos setenta años, señalando la profunda deuda que se tiene con el mundo rural, así como “la concentración” (PNUD, 2011; Vergara, 2011, p. 34). persistencia del conflicto por la tenencia de la tierra y su excesiva El trabajo de campo de esta investigación ha permitido identi- estudiados, ahondada con las medidas neoliberales de los años no- ficar la profunda crisis del sector agropecuario en los municipios venta. En el caso de La Unión, tradicional productora de papa, hay de Mesopotamia y en la vereda San Juan donde se hace evidente el una palpable crisis rural verificable, por ejemplo, en el corregimiento cuanto no consiguieron sostener el ritmo de los altos costos de la abandono de muchas fincas dedicadas a este y otros cultivos por producción. Se observa también cómo muchos de los pequeños propietarios arrendaban sus predios o los dedicaban a cultivos me- nores o para pasto de dos o tres cabezas de ganado, y los hombres, padres y hermanos, salían a jornalear en predios vecinos o co- rregimientos próximos. Solamente algunos campesinos, que tenían mayor cantidad de - ción papera bajo el sistema de endeudamiento, que consiste en la tierra han logrado, con mucha dificultad, mantenerse en la produc alianza de los dueños de las tierras con los inversionistas que po- nen los recursos e insumos para la producción, tal como lo describe don Marcos:

Cuando la gente volvió a sembrar en el 2003, la papa ha estado muy barata, desde ese tiempo ha generado es pérdida; los que tenían la tierra, se fueron a la quiebra y lo que están haciendo es dependien- do de este señor Bretaña […] él es quien, en este momento, está sembrando todas las tierras, sin importar si es de los que tienen grandes o pequeñas extensiones. La gente pone la tierra y él los químicos, las semillas y todo lo que sea en calidad de gastos; luego, 46 • • Incidencia del suicidio en la población rural •

sale la cosecha y parten gastos y sacan de lo que les queda, si es que les queda […] (entrevista, Mesopotamia, 2011).

Esta situación afecta de manera similar a los campesinos de Yarumal, dedicados a la producción lechera. Allí predominan los pequeños propietarios (parcelas de menos de 10 ha) con una pro- ducción a menor escala (promedio de 15 a 20 cabezas), de carácter familiar y, hasta hace poco, artesanal. Con el proceso de moderni- zación y las reformas derivadas de la apertura económica, las exi- gencias en cuanto a la calidad y tecnificación de los productos son Las ganancias de este renglón económico están en manos de los mayores, pero sus ganancias son cada vez más ínfimas. intermediarios e industriales, un pequeño sector de capitalistas na- cionales y transnacionales que monopolizan el procesamiento y el mercadeo de la leche (Colanta, Proleche, Colesa, Nestlé y Parmalat). Al igual que en el caso de los cultivadores de papa, los campesinos le- cheros del norte de Antioquia se vieron presionados por las dinámicas de la modernización de este sector que exige la compra de insumos - sión que, en la mayoría de los casos, no tienen la capacidad de sol- y la tecnificación del proceso, lo cual requiere altos costos de inver ventar. En primer lugar, está la calidad del pasto que demanda más nutrientes, es decir, abonos y fertilizantes, así como fungicidas para controlar las plagas pues todo ello revierte en la calidad de la leche.

En segundo lugar, la mecanización y tecnificación del proceso de conservación de la leche a través de los “tanques fríos”, una maquina- producción, específicamente en lo relacionado con la esterilización y ria que elevó de manera considerable los costos, llevó a que muchos campesinos, como doña Doris, hayan tenido que vender sus tierras o arrendarlas. Ahora, muchos de los nuevos dueños y productores de la leche son personas foráneas, la mayoría de centros urbanos, que - cuentan con el capital financiero: “Los dueños de las fincas son per plata y la ponen a trabajar […] Ahora la ganadería tiene que ser tipo sonas de Medellín, gente que de finca no saben nada, pero tienen la establo o automático” (entrevista, Llanos de Cuivá, 2011). Los restantes campesinos productores del lugar se han visto obligados a endeudarse o asociarse entre varios para comprar el • 47 • Suicidio en la población rural • tanque refrigerado y los demás requerimientos que piden las em- presas para comprar la leche. La compleja situación de este sector económico no termina acá: las reformas de la apertura económica que se incrementan en los años noventa, llevaron a que se desmon- taran las medidas de protección y subsidio a este renglón económi- co, así lo refiere un ganadero de la región: […] Hace 15 años era más rentable el producto, la industria gana- ba menos de lo que gana hoy. Esto empezó cuando se desmontó el 70/30, era lo que nos ayudaba a los ganaderos, o sea que la indus- tria nos pagaba a nosotros el 70% de lo que a ti te valía una bolsa de leche, por ejemplo, si a ti te vale una bolsa de leche en Medellín $1.000, a mí me pagaban 700; hoy no, ahora solo pagan el 50% […] La industria ha ganado más y ha crecido, se ha vuelto muy robusta, pero no el ganadero. Cada día el margen está más estrecho. Los in- dustriales en Colombia son cinco, están concentradas las ganancias […] (entrevista, Yarumal, 2011).

Esta situación se ha agravado aun más con la entrada de productos lácteos importados que compiten en condiciones desiguales con la producción local y nacional. Estos productores lecheros están enfrentados a un mercado global sin contar con las condiciones para hacerlo, además de tener que sortear problemáticas críticas y crónicas - tea el TLC, nosotros nos vemos con la Unión Europea que es el mayor de las zonas rurales: “[…] Es muy difícil ser competitivos como lo plan vaca recibe dos dólares diarios de subsidio y aquí nosotros tenemos productor y está subsidiado. Se cuantifica que en la unión Europea una que subsidiar la guerra. No solo competimos con el TLC sino con las condiciones nuestras” (entrevista, Yarumal, 2011). Estos cambios económicos en las zonas rurales estudiadas han afectado profundamente a los campesinos no solo en los aspectos socioeconómicos ya analizados sino también en los propios estilos de vida: la manera como se relacionan, se perciben y se comportan. afrontar es la pérdida de la autonomía productiva, un elemento Probablemente uno de los aspectos más difíciles que han debido importante en el sector rural, pues los campesinos de estas regiones 48 • • Incidencia del suicidio en la población rural • antioqueñas son, en su mayoría, descendientes de familias de colonos, emprendedores, independientes, dueños de pequeñas parcelas donde trabajaba toda la familia y donde se obtenían los recursos necesarios para el sustento. Ahora dependen de los intermediarios, del acceso de una serie de agentes y requerimientos externos que marcan la al capital financiero y de la compra de insumos y maquinaria; en fin, pauta de su ritmo de vida y producción. La ausencia de independencia en los procesos productivos, y aun sobre algo de su propiedad como es la tierra, se convierte en un factor generador de estados de inseguridad, inestabilidad y des- equilibrio emocional para todos los miembros de la familia, espe- cialmente para los hombres que en estos contextos sociales siguen cumpliendo la función tradicional de proveedores y jefes de hogar. claramente la manera en que repercute esta problemática fue en el Uno de los espacios sociales o actividades donde se pudo identificar llamado “sistema de endeude”, bastante común entre los campesi- nos de ambas subregiones que se vieron abocados a recurrir a este tipo de alternativas para intentar sobrellevar los altos costos de la producción. Los campesinos se endeudan con bancos y prestamis- tas con la expectativa de que las cosechas o producción de leche - tar las deudas contraídas. No obstante, los testimonios muestran sean lo suficientemente rentables para obtener ganancias y solven que este proceso tiende a volverse un círculo vicioso de expectati- vas y frustraciones seguidas que aumentan las pérdidas y deudas de los campesinos pues los precios de los productos agropecuarios en el mercado son muy bajos y la inversión es muy alta. Esta si- tuación genera una profunda presión y estrés en la familia, aunque de forma más directa en los hombres e hijos mayores que asumen este tipo de compromisos; pero también las madres y mujeres de familia sufren este tipo de desequilibrios porque deben “rebuscar” - fuentes de ingreso en actividades como trabajar en fincas agroin temporalmente en los centros urbanos, etc.; tareas que, en su ma- dustriales de frutas o flores, cocinar, tejer, hacer aseo, emplearse yoría, son bastante extenuantes y mal remuneradas. Con los datos suministrados hasta aquí podemos establecer una correlación, no necesariamente unívoca ni unidireccional, entre • 49 • Suicidio en la población rural • los nefastos efectos de los cambios económicos en las actividades agropecuarias, recrudecidos desde los años noventa con la apertu- ra comercial y el aumento en las tasas de suicidio en la población campesina durante dicho periodo. Esta constatación se corroboró a - de se puede leer un tipo de nexo entre cambios socioeconómicos través de la etnografía: en las charlas informales y entrevistas don y suicidio. En el caso del municipio de Yarumal esta causalidad no apareció de manera directa; mientras que en La Unión se encontra- ron varios indicios y relatos que evocaban este nexo. Resaltaban, por ejemplo, que el estrés, ocasionado por las deudas y la presión de los prestamistas, era un motivo desencadenante del acto suicida.

Así lo reafirma el testimonio del personal de salud del municipio: Suele pasar que las personas adquirieran deudas y una helada aca- be con la cosecha y ellos quedan con las deudas aprisionándolos […]; o sea, el hecho de adquirir deudas y no poderlas pagar cuan- do los hombres son los responsables de una familia […], esa parte económica ha afectado mucho […] Yo tuve el caso de un joven que venía a consulta que había tenido cinco intentos de suicidio. Era de Mesopotamia. Sentía una fuerte presión familiar porque su herma- no era policía y la mamá lo comparaba porque él no era capaz de conseguir trabajo (psicólogas de La Unión, entrevista, 2011).

- cientes de sexo masculino que acudían al hospital por intento de El médico del hospital local confirmó también que varios pa suicidio, hacían referencia a problemas económicos como un fac- tor importante que los llevaba a esa situación “sin salida”. Con la investigación se conoció, además, la existencia de historias en las que efectivamente se había consumado el suicidio por razones eco- nómicas. El asunto de las deudas y el desmejoramiento económico eran latentes entre los argumentos que explicaban algunos estados de depresión y desesperación, especialmente en la población mas- culina. Sin embargo, no puede proponerse esto como discurso do- minante, cimentado en la relación unívoca entre crisis económica y suicidio, al modo en que sucede en contextos sociales como en India, en donde este fenómeno adquirió una enorme dimensión de- 50 • • Incidencia del suicidio en la población rural • bido a los efectos de la liberalización de los aranceles, que generó el “derrumbe de los medios de vida y de los ingresos rurales” (Be- llo, 2007), y que repercutió en el trágico aumento de la cantidad de suicidios entre la población campesina, como señala el Centro para los Derechos Humanos y Justicia Global (CHRGJ) en su informe de mayo de 2011:

De promedio se suicida un campesino cada 30 minutos en la India […] En las últimas dos décadas, las reformas económicas —que in- cluían la eliminación de los subsidios agrícolas y la apertura de la agricultura india al mercado global— ha incrementado los costos, al tiempo que se reducen los rendimientos y la ganancias para mu- chos agricultores […] Como resultado, los pequeños agricultores se encuentran atrapados en un ciclo de deudas del que no pueden salir, lo que les lleva al suicidio […] (s. p.).

En esta misma dirección, cabe resaltar la protesta política que lideró el campesino coreano Lee Kyung Hae en las barricadas de Cancún, en septiembre de 2003, cuando se inmoló bajo una pancar- ta que decía: “La OMC mata a los campesinos”. Con esta acción, así como lo subraya Walden Bello, Lee “pretendía llamar la atención in- ternacional sobre el elevado número de suicidios entre los agricul- tores de los países sometidos a la liberalización” (Bello, 2007). Este evento ocasionó fuertes repercusiones sociales, políticas y simbó- licas, al evidenciar esta cruda realidad que viven los campesinos pobres de muchos lugares del mundo, pero también, al demostrar la capacidad de resistencia de este sector que ha marcado un hito dentro de las protestas sociales contemporáneas. Fuera de los anteriores casos paradigmáticos, varios de los estudios aquí reseñados sobre la problemática del suicidio en la población campesina en diferentes contextos sociales de América Latina (Arias y Blanco, 2010) y el mundo (McLaren y Hopes, 2002; Stark y Riordan, 2011; Gallagher y Sheehy, 1994) ponen de relieve como factor desencadenante del acto suicida la presión que ejer- cen en los campesinos los cambios socioeconómicos de la política agropecuaria. Por su parte, la presente investigación constata que, • 51 • Suicidio en la población rural • durante los años noventa cuando se impulsa la apertura económica, de acuerdo con los testimonios recogidos y a las figuras 2.1 y 2.2, en el municipio de La Unión y del 50% en el municipio de Yarumal. hubo un significativo incremento en las tasas de suicidio: del 200% Importa también hacer algunas aclaraciones conceptuales acerca de los enfoques teóricos y las recientes investigaciones que , Durkheim desarrolla una de las teorías sociológicas más sólidas sobre el sui- abordan este tipo de problemáticas. A fines del siglo xix cidio que, pese a las críticas y revisiones, aun sigue vigente en sus es que las condiciones sociales son determinantes del acto suicida. aspectos esenciales. La hipótesis central que defiende Durkheim Así, con base en una vasta revisión de las estadísticas del suicidio, principalmente en Europa, el autor elabora una tipología de las po- sibles clases y características de este fenómeno, aspectos que están indicando distintas formas de desequilibrio social. Entre éstas cabe resaltar el “suicidio anómico” que designa la pérdida de valores en el seno de un estado social desorganizado por la ausencia, contra- dicción o incongruencia de normas sociales (1997, p. 130). Una de las variantes de este tipo de suicidio se produce por la incidencia en la persona de un desarrollo social anómalo, debido a alguna adversidad económica o social, como el cambio súbito en el estatus del individuo que este es incapaz de procesar. Durkheim hace especial énfasis en las situaciones anómalas derivadas de los cambios en los procesos económicos: “Es conocida la influen- cia agravante que tienen las crisis económicas sobre la tendencia al suicidio suicidios, no es porque empobrecen, puesto que las crisis de pros- […] Si las crisis industriales o financieras aumentan los peridad tienen el mismo resultado; es porque son crisis, es decir, perturbaciones de orden colectivo” (Durkheim, 1997, pp. 131-134). de anomia, de desequilibrio social y pérdida de referentes regula- El eje de reflexión se centra en el cambio social como generador dores en los individuos. No se trata de cualquier tipo de cambio, es un cambio brusco y repentino que altera, desde esta perspectiva, el orden social y conduce a la muerte voluntaria. Las estadísticas y los testimonios reiteran esta correlación en distintos momentos histó- - ricos52 • y contextos sociales. Sin embargo, es necesario clarificar y de • Incidencia del suicidio en la población rural • batir algunas nociones que están implícitas en este argumento. En primer lugar, el sobredimensionamiento de la sociedad como poder supremo de regulación y orden, que pone en situación de completa pasividad a su contraparte, los sujetos. Bajo este raciocinio desapa- recen los sujetos como portadores de intenciones, acciones y senti- dos; quedando restringidos al papel de receptores del caos que los conduce al suicidio. Tal perspectiva reduce el análisis del fenómeno del suicidio a una sintomatología de los desequilibrios que presen- tan los medios sociales, perdiendo así dimensiones de análisis muy importantes como las formas en que los sujetos interactúan, inter- este modo, el aumento en las tasas de suicidio no sería solamente una pretan y resignifican los procesos de cambios y crisis sociales. De vía para ver los problemas de la época sino también para conocer las construcciones subjetivas que están allí presentes y que emer- gen ante situaciones limítrofes. En segundo lugar, habría que preguntarse por la dimensión del hecho social en cuestión: para comprender el proceso, la génesis, los tipos de intereses que se debaten y las relaciones de poder inmersas en los cambios —que no pueden entenderse en abstracto—, es ne- cesario situarlos en las dimensiones históricas en que se producen. - námica y los juegos intersubjetivos que conducen a que haya ciertas No es suficiente con identificar la crisis, es importante saber su di tendencias y estados proclives al suicidio dentro de determinados sectores y sujetos sociales. Todo cambio económico repentino no afecta de manera similar a los individuos del grupo social, como se vio en los casos estudiados donde los campesinos parecen ostentar las mayores magnitudes. Algunas investigaciones contemporáneas (Gabennesch, 1998; Carbonell, 2007; Arias y Blanco, 2010) han hecho interesantes aportes en torno a este debate de la relación entre cambio social y suicidio. Entre estas cabe resaltar la línea interpretativa que conci- be las repercusiones de los cambios sociales no solo como eventos macrosociales que oprimen a los individuos sino, según sugiere Ga- bennesch (1998, p. 138), como un “efecto de la promesa rota”, esto es, aquella percepción que genera en los individuos el fracaso en el cambio, ocasionando estados de desesperanza y suicidio. • 53 • Suicidio en la población rural •

Arias y Blanco (2010), para el caso de América Latina, explican que el proceso de modernización es uno de los factores que ha ge- nerado aumento en las tasas de suicidio: “El proyecto desarrollista, como una fase del proceso de modernización iniciado en América Latina desde el periodo de la posguerra, más allá del cambio que ha producido en los patrones de consumo, la estructura social y demo- - ranza y desilusión en las zonas rurales de América Latina” (p. 196). gráfica e identidades culturales, ha creado un estado de desespe De este modo, los autores hacen hincapié en que se debe traspa- sar la relación directa que se establece entre modernidad y suicidio, como lo plantea Durkheim desde una “visión funcionalista y nor- mativa”, para pensar este fenómeno como resultado de la frustra- ción y desesperanza surgidas del incumplimiento de las promesas del mencionado proyecto desarrollista (2010, pp. 196-198). Arias y Blanco (2010) también hacen la salvedad de que se debe entender - la influencia de la modernidad sobre las tasas de suicidio, de ma las poblaciones y sus contextos, siendo los pequeños agricultores nera directa e indirecta, de acuerdo con ciertas especificidades de y los vinculados a actividades mixtas los más vulnerables a cam- bios económicos. Los autores señalan algunas de las características que pueden compartir estos grupos y que probablemente tengan incidencia en las tasas de suicidio, tales como auges o desarrollos económicos bruscos que se ven acompañados por la elevación en los costos de los insumos, el bajo pago a la mano de obra o la pervi- vencia de condiciones de vida paupérrimas (p. 199). Aunque esta perspectiva del “efecto de las promesas rotas” abre otras posibilidades de interpretación del fenómeno del suicidio de la población campesina en relación con los cambios bruscos de la economía, también es limitada como marco explicativo. En princi- pio, porque termina reduciendo los efectos y la naturaleza de los cambios económicos a la percepción que de estos tiene la pobla- ción, mitigando la propia dimensión de este tipo de dinámicas so- cioeconómicas y sus secuelas en las relaciones sociales, políticas y culturales. La mencionada “revolución verde”, el proyecto desa- rrollista en América Latina y las reformas neoliberales no solo han quebrado las expectativas de una gran masa del campesinado de 54 • • Incidencia del suicidio en la población rural • este subcontinente sino que, efectivamente, han transformado la - za y el destierro han sido, por ejemplo, efectos palpables en este configuración de su mundo y de sus relaciones sociales. La pobre sector social y, sin duda, han sido elementos determinantes de los estados anímicos y psicológicos de la población. Pero también centraliza la percepción subjetiva en un sentimiento dominante —la frustración—, sin tener en cuenta el tipo de valores y la construcción subjetiva que pueden tener las distintas pobla- ciones que son afectadas por cambios bruscos en la economía. No necesariamente este sentimiento es lo que media ante este tipo de situaciones sociales críticas; habría que considerar, además, otras posibles variantes y formas de ver y concebir la realidad social. Es aproximarnos a la complejidad que implica desentrañar la correla- fundamental crear un nuevo camino reflexivo y conceptual para ción entre hecho económico e interpretación(es) subjetiva(s), que y deterministas, sea desde lo social omnipotente hacia lo individual desplace la lógica de análisis de entidades prefijas, unidireccionales (pasivo-receptor) o desde lo subjetivo superlativo y predetermina- do hacia lo estructural. dos dimensiones planteadas (cambio económico y elevación de las Aunque se defienda que efectivamente hay vínculos entre estas tasas de suicidio), parece necesario revisar las formas en que se es- tablecen estos nexos para evitar caer en posiciones mecanicistas. Al respecto, Arias y Blanco (2010) proporcionan una importante clave cantidad de poblaciones expuestas a procesos de cambio súbito en las para esta reflexión: la constatación de que puede haber igual o mayor expectativas del progreso sin presentar tasas relevantes de suicidio, algo ante lo cual se preguntan: “¿qué otras características y factores las comunidades donde sí parece ser un problema grave?” (p. 201). estarían confluyendo para que puedan existir casos inesperados en Este es el quid del problema de la presente investigación: la re- flexión sobre las correlaciones entre condiciones socioculturales suicidas. En los municipios estudiados es posible rastrear algunos y subjetivas que propician la configuración de comportamientos elementos que pueden ayudar a comprender la ecuación. El factor desencadenante es la eminente crisis por la que atraviesa el sector • 55 • Suicidio en la población rural • agropecuario y que afecta en gran proporción a los pequeños cam- pesinos que se han empobrecido de manera creciente a partir de las reformas neoliberales. Los municipios de La Unión y Yarumal están conformados por pequeños propietarios hijos del proceso colonizador de la región antioqueña, personas que han construido con enorme esfuerzo y dedicación al trabajo una base económica próspera para sus familias y descendientes: “tenemos tierras muy malas, estériles, pero con el trabajo las hemos convertido en llanu- igualmente La Unión, donde sus pobladores expresan, de diferentes ras productivas para el ganado” —afirma un ganadero de Yarumal; maneras, el valor del trabajo como fuente de orgullo e identidad. - cuarias del país, por haber tenido un proceso de colonización carac- La región antioqueña se identifica, frente a otras áreas agrope terizado por su composición de familias y pequeños propietarios que generaron una base productiva cimentada en la existencia de ciertas condiciones de democracia agraria (Parsons, 1997). Además que les generaba una fuerte dosis de independencia y autonomía de este tipo de configuración de la propiedad y de la producción, en el interior de los núcleos familiares, hay ciertos atributos socio- culturales distintivos que han sido destacados por varios autores, especialmente su carácter emprendedor, laborioso y progresista: “Con la colonización antioqueña surgió una nueva mentalidad y un grupo social emprendedor en el occidente colombiano, que con el hacha y el machete desmontó selvas, ocupó tierras, fundó ciudades en la cordillera andina y se acostumbró al trabajo y al desarrollo para una sociedad progresista” (Ocampo, 1990, p. 247). Aunque esta imagen del antioqueño se ha convertido en una es- pecie de mito en el que se recrea su identidad, no cabe duda que contiene importantes dispositivos que se actualizan y que propor- cionan sentido a su existencia, especialmente, en poblaciones de ascendencia rural. En ellos prevalece la noción del trabajo y el sacri- estrechamente ligado con el ideal de la prosperidad. Esto permite ficio como valores profundamente arraigados en su estilo de vida, entender también por qué la súbita caída de la economía agropecua- años noventa, ha sido bastante nefasta para el tipo de mentalidad ria después de la intensificación de las medidas neoliberales en los 56 • • Incidencia del suicidio en la población rural • de estos campesinos que han perdido su independencia económica y social. No ha sido fácil quebrantar ese acumulado histórico y cultu- ral de emprendimiento y lucha puesto a prueba en las vicisitudes; así se observa en la siguiente citación del INER sobre la forma en que han actuado los pequeños ganaderos del norte de Antioquia ante la crisis del sector: “Las actitudes tradicionales en la forma de producción, el romanticismo y afecto por los animales, la actitud - individualista y la desconfianza, son características del campesi no lechero que prefiere sufrir las crisis y subsanar las pérdidas de (INER, 2007, p. 129). su bolsillo, que arriesgarse a diversificar y a trabajar en colectivo” Lo mismo sucede con los paperos de La Unión. Las visitas de campo dieron cuenta de cómo muchos agricultores del lugar con- tinuaban empecinados en levantar sus cultivos de papa pese a las continuas pérdidas en las cosechas. Son dos de las antinomias que, en general, estos campesinos vi- ven y que son causa de profunda afección: de un lado, la lucha entre el estilo independiente y la creciente dependencia que generan las nuevas dinámicas económicas, y de otro, la confrontación entre el sentido de progreso y el evidente aumento en la incertidumbre y la frustración de sus expectativas ante las pérdidas y aumento de las deudas. Estos elementos constituyen un cuadro de favorabilidad y vulnerabilidad ante el suicidio.

2.5. Mecanismos de suicidio

Los cambios económicos no solo influyen en el orden de los costos los usos y la incorporación de nuevos elementos a la vida cotidiana. y ganancias, también modifican los ritmos de vida, las costumbres, Es así como la modernización del campo trajo consigo un producto que se convirtió en un objeto imprescindible y preciado, pero terri- blemente peligroso: los pesticidas. Se endeudan por conseguirlos y, paradójicamente, se vuelven medios con los que exponen perma- nente sus vidas y la salubridad de los nichos ecológicos que habitan. • 57 • Suicidio en la población rural •

Para la población campesina de La Unión los pesticidas cons- tituyen el principal mecanismo de suicidio, sea como tentativa o como acto consumado. En los datos estadísticos, la intoxicación re- presenta, en promedio, el 79% de los casos registrados por suicidio, el ahorcamiento el 7% de los casos, y el uso de armas de fuego es bastante reducido, pues solo alcanza el 1% en todos los años anali- zados; con la salvedad de que hay 13% de casos sin datos sobre el mecanismo usado. En Yarumal, en cambio, el suicidio por intoxicación es menos notorio, de acuerdo con las estadísticas recogidas, pues solo repre- senta el 18% de los casos. En esta localidad ha sido tradicional el ahorcamiento como mecanismo de suicidio, representando el 37% de los casos y, en menor proporción, el uso de armas de fuego que alcanza el 13%. Sin embargo, son cifras que precisan mayor análisis por cuanto el municipio presenta un alto índice de subregistro en las fuentes de información (el 32% de los casos no tienen este dato) que impide discriminar con mayor precisión este aspecto. Estos datos permiten inferir que hay un uso recurrente de pes- ticidas como mecanismo de suicidio en los dos municipios, propor- cionalmente mayor y determinante en La Unión. El tipo de actividad económica parece cumplir aquí un papel decisivo pues en las zonas ganaderas es menos intenso y más reciente el uso de los pestici- das, mientras que en las zonas agrícolas se ha vivido con más rigor la incorporación de estos insumos, que se tornaron fundamenta- les durante todo el proceso de cultivo, realizándose los llamados “baños” y permanentes aspersiones con estos productos, tal como fue promovido por las políticas modernizadoras, impulsadas en el sector agrícola desde mediados del siglo pasado. Los pesticidas son sustancias creadas para controlar plagas que atacan los productos agrícolas; no obstante, debido a su elevado contenido tóxico, afectan en menor o mayor grado al medio am- biente y a los seres humanos expuestos a ellos. Según la Organi- zación Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente entre tres y cinco millones de personas sufren de intoxicación aguda con pes- ticidas (Henao et al., 1993), estimativos que pueden ser aun más altos toda vez que los resultados solo toman en cuenta los registros 58 • • Incidencia del suicidio en la población rural • caso registrado hay al menos cincuenta no registrados, estas cifras de notificación de intoxicación. Cuando se considera que por cada aumentan, por lo menos, a 150 millones de intoxicaciones por año (Peres et al., 2007, p. 158). Evidentemente, los pesticidas se han convertido en un grave problema de salud pública, especialmente en los llamados países en desarrollo, en los que, a pesar de solo usarse el 20% de los pes- ticidas del mundo, se produce el 70% de todas las intoxicaciones (OIT, 1997). Tales efectos son consecuencia de una serie de facto- res sociopolíticos y económicos que incrementan la magnitud de la problemática en estos países. Al respecto, cabe destacar las abrup- tas transformaciones del modelo económico en el que se pasa de donde se mantiene el esquema de cooperación familiar, exponiendo una agricultura familiar artesanal a una intensiva y más tecnificada, a niños y adolescentes a mayores problemas de salud ocasionados por los pesticidas. Este comportamiento es particularmente nocivo puesto que la incorporación masiva de los pesticidas en el campo se realiza, en estos contextos sociales, sin las adecuadas medidas de información, control y vigilancia. Se carece de una intervención - gurosidad en el empleo de los equipos de seguridad ni tampoco estatal eficaz sobre la venta y uso de estos productos; no existe ri monitoreo ante la exposición ocupacional de estos tóxicos (Peres et al., 2007; Neder, 2007). Si a ello le sumamos las presiones políticas que promueven la mayor producción agrícola asociada al aumento en el consumo de pesticidas y la subsecuente degradación ambiental, el problema adquiere mayores dimensiones. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) advierte que grandes organizaciones multilaterales han adquirido plaguicidas para realizar campañas que incentivan su uso masivo, poniendo en riesgo el medio ambiente y la salud pública. Tampoco se puede des- conocer un aspecto que en este escenario cumple un papel funda- mental: el hecho de que los plaguicidas constituyen un comercio muy lucrativo, con ganancias que alcanzan, según los reportes de 2004, los 33 millones de dólares (FAO, 2011). En efecto, las industrias pla- guicidas, todas localizadas en los países industrializados, ejercen • 59 • Suicidio en la población rural • una fuerte presión en la toma de decisiones y en la formulación y promoción de tales políticas de consumo. Esta panorámica de los agrotóxicos en las poblaciones rurales tercermundistas puede constatarse contundentemente en el muni- cipio de La Unión. En el diagnóstico sobre el manejo de plaguicidas en esta población4 se evidencian aspectos bastante preocupan- tes como la ausencia de capacitación, seguimiento y control en la manipulación de tales tóxicos; la falta de uso de equipo protector encuestadas y el hecho de que entre los pesticidas de mayor uso es- (gafas, filtro y capa para fumigar) en más del 90% de las personas altamente tóxicos por la OMS y que cuentan con prohibiciones y tán el Paraquat, Furadán y Parathion, productos clasificados como medidas restrictivas para su uso en Estados Unidos y varios países europeos (Red de Acción en Plaguicidas, Chile, 1998). Los datos del diagnóstico de saneamiento básico corroboran los elevados porcentajes de intoxicación y muerte de esta población por dicha causa. Según la información arrojada por el programa de Seguimiento y Vigilancia de la Salud Mental (Sivigila), cerca del 50% de los casos reportados sobre salud mental en el año 2010 co- rresponden a problemas de intoxicación, fuera de las altas tasas de intento y suicidio asociadas a este mecanismo. La situación es aún más crítica si se tiene en cuenta, según informan profesionales de la salud de este municipio (y en Yarumal), la existencia de un enorme subregistro de casos de intoxicación (que incluyen los intentos y los suicidios), así como las débiles fronteras entre ellos, que conducen, seguramente, a equívocos en las respectivas clasificaciones. existencia de pesticidas, tampoco puede desconocerse que la facili- Aunque no podría afirmarse que el suicidio es generado por la dad de acceso a este tipo de productos de alta toxicidad se convierte en un factor de riesgo. Así lo muestran Ajdacic-Gross et al. en un estudio comparativo sobre los métodos de suicidio en el mundo, cuando afirma que “[…] the availability of technical means has a 4 Este diagnóstico fue realizado en 2010, en el marco del proyecto “Mejoramiento de las con- diciones sanitarias y disminución de factores de riesgos a la salud pública y ambiental por el uso y manejo de plaguicidas en el municipio de La Unión. Fase II”. 60 • • Incidencia del suicidio en la población rural •

- rectly, of suicide in general” (2008, p. 729). Esto sería, justamente, large influence on the acceptability of a specific method and, indi lo que está sucediendo con el ingreso masivo de los plaguicidas en el comercio, al punto de convertirse, junto con las armas de fuego, en los métodos más procurados, desplazando a mecanismos tradi- cionales de suicidio como el ahorcamiento y el salto desde alturas considerables. Esta noción podría comprenderse en la perspectiva teórica de la “estructura de oportunidades” como generadora de nuevos habitus sociales (Ajdacic-Gross et al., 2008); esto es, cómo la existencia de oportunidades aumentan el riesgo de suicidio en la población cam- pesina, expuesta, sin las debidas medidas de seguridad y protec- que el suicidio con pesticidas, además de ser parte de una nueva ción, a estos letales productos. En ese sentido, podríamos afirmar estructura de oportunidades, está estrechamente relacionado con esa nueva lógica socio-económica que irrumpe en el seno de esta población campesina, afectando sus dinámicas sociales y socavan- do los umbrales de resistencia individual y colectiva.

• 61

3. Guerra, violencia y su expresión en el suicidio

olombia ha vivido en “estado de guerra” durante muchos años, Ces decir, en “situaciones en las que prevalece la voluntad mani- no aceptar un poder distinto al propio, manteniendo la posibilidad fiesta e indeclinable de no someterse a la autoridad instituida y de de combatir al enemigo con las armas en la mano si fuese necesario” (Uribe, 2001, p. 11). Tal estado ha sido una constante histórica, con periodos de acentuada confrontación a los que han seguido otros de baja intensidad bélica, pero siempre con el predominio del uso de la violencia como forma privilegiada de “hacer justicia” y resol-

Gonzalo Sánchez y Ricardo Peñaranda (1991) proponen enten- ver los conflictos. der la historia del país a través de etapas o ciclos de guerra que serían, en términos generales, los siguientes: las guerras civiles que transcurrieron durante el siglo , en las cuales se preten- día, fundamentalmente, saldar las diferencias entre las clases xix dominantes; la violencia bipartidista que se prolonga de 1946 a territorio nacional y que cobró la vida de más de 300.000 personas; 1964, signada por un conflicto interno que se propagó por todo el y la guerra actual que se inicia a partir de la década del sesenta, cuando entran en escena distintos actores armados que compleji-

La “guerra actual” incluye distintos actores políticos, escenarios zaron el conflicto cuyo desenlace aun es incierto. y móviles, fuera del esquema de histórica confrontación bipartidista. • Suicidio en la población rural •

- volucionarias que confrontan al Estado colombiano, principalmen- Entre los principales sujetos de este conflicto están: las guerrillas re te el ELN y las FARC que surgen en los años sesenta y que aun se mantienen vigentes; el Estado con sus respectivos aparatos repre- sivos; los grupos de justicia privada conocidos como los paramili- tares, que alcanzaron en varias regiones un importante poder; y las intereses de este sector al margen de la ley. organizaciones armadas de los narcotraficantes que defienden los Los paramilitares aparecen en la década del ochenta auspicia- - cha, con la colaboración expresa o tácita de la policía y las fuerzas dos por narcotraficantes, hacendados y sectores de extrema dere armadas (estatales). Su crecimiento y expansión fueron vertigino- sos, pasando de 600 miembros en 1980 a aproximadamente 5.000 en los años noventa, y se calcula —por el número de desmoviliza- dos— que para 2004 sumaban cerca de 25.000 integrantes (Cubi- des, 2006). Los principales métodos de acción de estos grupos son el terror y las prácticas sanguinarias, que han generado desplaza- mientos masivos cuyos cálculos sobrepasan las doscientas mil per- sonas (Cubides, 2006). En Colombia, la tradicional práctica de “hacer justicia” por parte de grupos al margen de la ley ha sido una vía a través de la cual la violencia se ha naturalizado como recurso sintomático y recu- rrente en la sociedad. Por esta vía, la muerte, en sus distintas ma- nifestaciones, especialmente las más violentas y crudas, rondan la cotidianidad y el imaginario de la población. En esas dimensiones prácticas de los grupos paramilitares, como lo Uribe: extremas de violencia se anida la eficacia social y simbólica de las

- mente en diversas partes del territorio nacional […] Las masacres […] A finales de los años 1990 las masacres se intensificaron nueva fueron y continúan siendo, una práctica constante que cercena la vida de los ciudadanos indefensos […] Hemos sido testigos de la - cedentes en el continente americano (2004, p. 14). inhumanidad de una carnicería física y simbólica que no tiene pre

64 • • Guerra, violencia y su expresión en el suicidio •

Este tipo de muertes pone de relieve el drama de una sociedad, en este caso, la situación de violencia y de guerra endémica que ha y de crisis no resuelta que corroe las entrañas del país. Esta proble- vivido y vive Colombia; además de revelar la condición de conflicto mática se presenta en toda su magnitud en los contextos sociales estudiados. Ambos municipios, en el departamento de Antioquia, han sido epicentros de la violencia durante las últimas tres déca- esto es, distintas formas de ilegalidad: guerrillas, narcotráfico, das, con una notable confluencia de actores y dinámicas de guerra, paramilitarismo, la narco y parapolítica y aun, en muchas ocasio- nes, la complicidad de los organismos estatales. Aunque el conflicto zonas rurales, cabe destacar que las áreas campesinas fueron esce- se extendió e intensificó tanto en las caberas urbanas como en las narios de formas extremas de violación de los derechos humanos. En Yarumal habría que resaltar algunos hechos que ayudan a ca- racterizar la dimensión de este fenómeno. Desde los años setenta, - rritorio, de especial importancia estratégica por su ubicación entre las guerrillas de las FARC y el ELN han tenido influencia en este te recrudeció en el periodo entre 1993-1997 cuando surgió el grupo la Costa Caribe y el Magdalena Medio; no obstante, el conflicto se paramilitar de los Doce Apóstoles que llevó a cabo, en alianza con los grandes ganaderos de la zona, el auspicio de las fuerzas milita- res y la permisividad de la institución religiosa en cabeza del padre Gonzalo Palacio, innumerables asesinatos selectivos y masacres que sembraron el terror en esta población (INER, 2007; Behar, 2011). Pese a que el denominado grupo de los Doce Apóstoles deja de extingue en este territorio. Surgen nuevas organizaciones armadas, operar en esta zona a finales de los años noventa, la violencia no se herederas del paramilitarismo, que se cimientan sobre ese acumu- lado de prácticas de violencia que se realizaban en la zona. Se habla de las Águilas Negras, El Bloque Minero y otros más que dominan el territorio y siguen efectuando acciones de “limpieza social”, mante- niendo el control sobre el negocio de las drogas que en esta subre- gión es bastante intenso desde los años ochenta.

- Esta combinación de narcotráfico, paramilitarismo y guerrilla es nefasta, toda vez que agudiza el conflicto por el control del •terri 65 • Suicidio en la población rural • torio e incrementa las formas de violencia. Los nuevos grupos ar- mismos mecanismos de terror e intimidación entre los habitantes. mados y delictivos que se reconfiguran continúan perpetuando los - ce mucho más denso y confuso en la primera década del siglo Este panorama de conflicto con yuxtaposición de violencias apare pues se pierden los poderes centrales, diseminándose las formas xxi organizativas y generando múltiples ejes de poder con característi- cas similares en la dinámica y métodos de accionar. drogas, sus formas de control territorial continúan estando funda- Aunque la principal actividad de estos grupos es el tráfico de das en la intimidación y el terror de la población a través de amena- zas, asesinatos, torturas, atentados contra líderes y demás actores sociales considerados peligrosos para la comunidad;

La verdad es que con tanta violencia de tantos lados uno no sabe bien de dónde proviene […] pero siempre en el mismo orden: man- dan el pasquín, somos Las Águilas Negras, y entonces empiezan las matanzas o como dicen “las limpiezas sociales” que se hacen en un orden muy extraño, empieza con drogadictos, expendedores de drogas, prostitutas, homosexuales y terminan con conductores y vuelve y empieza el ciclo […] Por ejemplo, esas dos nenas que ma- taron este año por el asilo, que eran pareja […] el chisme del pueblo es que ellas manejaban armas y uno sabía que ellas no lo hacían, que su único pecado era ser homosexuales […] Claro que ahora no tiran los cadáveres afuera del pueblo sino que los dejan ahí tirados donde los matan (entrevista, Rosa, Yarumal, 2011).

Perviven los mismos patrones de comportamiento de los años noventa cuando operaba el grupo de los Doce Apóstoles, tales como los rumores, las listas negras, los días de terror y los muer- tos. No solo permanecen las mismas formas de ejercer la violen- cia sino que la cantidad de homicidios en Yarumal continúa abru- madoramente alta. Si se revisan las estadísticas de homicidio de los primeros años del siglo XXI, se encuentra que todas las tasas de estos años están por encima del 90 (por 100.000 habitantes). Durante ciertos lapsos de esta primera década también se maxi- 66 • • Guerra, violencia y su expresión en el suicidio • mizan los índices de homicidio, como entre los años 2000 y 2003 cuyas tasas estuvieron por encima de 170, incluso alcanzaron en 2002 la mayor tasa del periodo con 261; o entre los años 2006 y 2007 cuando se presentan tasas por encima de 110. Cuando realmente se disparan los porcentajes, tornándose alarmantes, es en los úl- timos años (2009-2010) cuando se presentaron tasas por encima del 200 que es una de las más altas del departamento (Forensis, 2010). En el municipio de La Unión también ha sido histórica la pre- sencia de distintos actores armados, siendo de especial notoriedad la acción de las guerrillas —frentes 9 y 47 de las FARC y el frente Carlos Alirio Buitrago del ELN (INER, 2000)— en los años ochenta. zona entre los años 1993 y 1997 cuando entraron las Autodefen- Al igual que en Yarumal, el conflicto armado se intensifica en esta sas del Magdalena Medio (Restrepo, 2011). Durante este periodo se llevaron a cabo múltiples amenazas y homicidios selectivos de líderes sociales y políticos, entre los cuales se cuentan un alcalde y varios concejales. los más acaudalados del municipio, cansados de las extorsiones de Se verifica allí el mismo esquema del conflicto armado del país: la guerrilla, respaldan y apoyan el ingreso de grupos paramilitares que actúan bajo el auspicio de la fuerza pública. Llama la atención que en poco tiempo, tanto en la cabecera urbana como en las zonas rura- les, crece abrumadoramente el dominio de estos grupos al margen de la ley. El saldo de muertos y la estela de miedo que deja la década este tiempo y comienzos de 2000 ingresan las Autodefensas Unidas del noventa son grandes; sin embargo, no termina allí. A finales de de Colombia (AUC), al mando de Carlos Castaño, quien lidera una fuerte arremetida de contrainsurgencia en toda la subregión del Oriente, dejando a su paso una buena cantidad de muertes selecti- vas y masacres que generan grandes oleadas de desplazamiento de la población campesina (Restrepo, 2011; CNRR, 2009). Esta violencia se sintió con mucha intensidad en la zona rural, especialmente en el corregimiento de Mesopotamia y en las veredas vecinas de San Juan y San Miguel-Santa Cruz, en donde se perpetua- ron enfrentamientos y masacres que llevaron al exilio a numerosas familias. Según las estadísticas del Observatorio Departamental de • 67 • Suicidio en la población rural •

Desplazamiento Forzado, en el año 2010 se encontraban 3.756 per- sonas en situación de desplazamiento en el municipio de la Unión, las cuales suman el 20% del total de la población. Muchas familias desplazadas perdieron sus tierras y se quedaron en los lugares de migración, generalmente centros urbanos donde ingresan a los es- tratos sociales más bajos; muchos otros han retornado pero se han del tejido social dado el derrumbe de sus casas, las tierras abando- encontrado con serias dificultades en el proceso de reconstrucción nadas, la economía inactiva, el bajo acceso a los servicios públicos, la pobreza, entre otros:

[…] nos tocó empezar de nuevo, arreglar la casita como pa’ que no nos mojemos, sembrar comidita; un señor Pacho de La Unión que tumbó una ramada nos regaló unas tejas y pa’ el resto del techo conseguimos esta carpa de plástico, las puertas las arreglamos con cartones gruesos y estopas [...] tenemos que tener resignación, esta es la voluntad de mi diosito (Valencia y López, 2010).

A pesar de que en los últimos años bajaron las acciones milita- res y los hechos de violencia extrema, no se puede afirmar que se la última década señalan que se mantienen los índices de muertes haya terminado el conflicto en la zona. Las tasas de homicidio de violentas. Sin ser tan altas como en el caso de Yarumal, hay algunas cifras bastante preocupantes como las del año 2002 cuando se re- gistró una tasa de 174 por cien mil habitantes. El resto de tasas de homicidio del último lustro son más bajas, presentándose algunas que oscilan entre 60 (2006-2007) y 30 en los últimos tres años (Fo- rensis, 2008 y 2010). Los efectos de la violencia y sus secuelas traumáticas con- tinúan presentes entre la población desplazada y entre los que han retornado. En general, prevalece un ambiente de tensión y zozobra, especialmente de la zona rural que continúa con los problemas de inseguridad, pues aun se presentan hechos de conflicto esporádicos pero sistemáticos, en cabeza de los des- movilizados y de reagrupaciones delictivas que ejercen control

68 • • Guerra, violencia y su expresión en el suicidio • sobre este territorio siguiendo los modelos de acción paramili- tar y de los grupos guerrilleros.

3.1. Índices de suicidio y hechos de violencia

La revisión de los hechos de violencia y de los momentos de recru- constatar que existe una importante coincidencia entre los periodos decimiento del conflicto armado en las zonas estudiadas permitió las acciones armadas violentas en estos territorios que afectan de en que se incrementan las tasas de suicidio y la intensificación de de este análisis comparativo es el comprendido entre los años 1993- manera significativa a la población local. El momento más notorio 1998, que representa, para ambos municipios, uno de los lapsos más críticos en relación con las tasas de suicidio en el mismo periodo en que se produce un hecho trascendental; momento que, además, marcó profundamente la historia reciente de estas localidades: el ingreso de los grupos paramilitares en el seno de su territorio. En La Unión, la etapa de irrupción de las Autodefensas del Mag- dalena Medio coincide con el perpetración de homicidios selecti- vos de líderes sociales y políticos reconocidos en el municipio; y en Yarumal, el surgimiento del grupo paramilitar de los Doce Apósto- les trae igualmente consigo asesinatos selectivos y masacres en la población civil. Ambas organizaciones armadas e ilegales hicieron control sobre estos territorios y sus poblaciones. Lo paradójico de uso de métodos extremos de violencia y terror con el fin de ejercer estos eventos es que, a pesar de sus singularidades, se sitúan en temporalidades y duraciones similares: entre cuatro y cinco años seguidos contados a partir de 1993. Durante este periodo, los habi- tantes de dichos municipios se ven enfrentados a una lógica de po- der a través del miedo, la amenaza y la muerte violenta, una muerte de “naturaleza infrahumana” (Uribe, 2004) que comienza a rondar la vida cotidiana de estas personas. Durante este tiempo, esto es, la década de los noventa, se produce un marcado ascenso en las tasas de suicidio (véanse figuras 2.1 y 2.2) • 69 • Suicidio en la población rural • que se prolonga por cuatro o cinco años. En el caso de La Unión las tasas oscilan entre 29,5 y 41,3, siendo las más elevadas, constantes y duraderas de las décadas analizadas. Algo similar sucede en Yaru- mal donde el mencionado intervalo de tiempo se extiende de 1994 a 1998, con tasas entre 10,9 y 21,8; constituyendo también las tasas más altas y prolongadas de los años revisados. La primera década de 2000 tampoco se queda atrás en este sen- tido. Si bien es cierto que las tasas de suicidio no son tan elevadas decrecimiento de las guerrillas en estos territorios y el proceso de y se baja aparentemente la intensidad del conflicto armado por el desmovilización de las principales organizaciones paramilitares con el gobierno de Álvaro Uribe (2003-2005), los índices de violencia - tegias e intensidades en cada una de las localidades estudiadas. siguen siendo significativos; no obstante, cambian las formas, estra En el caso de La Unión, la violencia en la zona rural se recrude- de las AUC a este territorio, aumentando el número de acciones vio- ció a finales de los años noventa y comienzos de 2000 con el ingreso lentas como amenazas y masacres que condujeron al desplazamiento de una gran cantidad de campesinos. Se constata igualmente un incremento de las tasas de suicidio de 1999 a 2002, cuando se pro- duce un prolongado intervalo de cuatro años con tasas que oscilan entre el 23,6 y el 41,3; siendo las más elevadas desde 2000. Este existencia de vínculos estrechos entre estos dos fenómenos que se tipo de coincidencias tan claras y significativas llevan a pensar en la expresan de manera palpable en las estadísticas. En Yarumal la situación de violencia es más crónica y con otras este territorio. A diferencia de La Unión, en Yarumal la violencia es características dada la presencia del negocio del narcotráfico en más urbana en razón de que allí funciona el epicentro de circula- ción, movimiento y negociación de esta economía ilegal. Desde el - nizaciones delictivas y paramilitares que buscan el control de este año 2000 este flagelo se mezcló con el surgimiento de varias orga mercado y del territorio. Aunque las tasas de homicidio han sido bastante elevadas durante toda la década, especialmente al inicio tasas de suicidio como en el caso de La Unión pues solo se podía ha- y al final, no se podría hacer un paralelo tan contundente con las 70 • • Guerra, violencia y su expresión en el suicidio • blar de un incremento en el número de suicidios en los años 2006, 2007 y 2010, en los cuales las tasas de homicidio también han sido bastante elevadas, principalmente en el 2010 cuando ascendió por encima de 200 y cuando también hubo voces de alarma por la noto- riedad de las muertes voluntarias, cuya tasa se elevó al 13,6 —una de las más altas en este municipio –

3.2. Análisis de la relación entre violencia y suicidio

Pese a que se quiso investigar en la población este tipo de relación entre violencia y suicidio, no se logró obtener testimonios que lo evidenciaran claramente. En general, las personas de los lugares es- tudiados no establecían nexos directos entre índices de violencia y - to del que han sido víctimas, cabía pensar en esta dirección. suicidios, y solamente cuando se mostraba la magnitud del conflic Uno de los motivos que seguramente contribuye a que este ele- mento pase aparentemente inadvertido es que todo lo asociado al - conflicto armado es un tema tabú en las zonas que han sido fuerte - mente afectadas por este flagelo. Esta situación se presenta porque mente, y sus víctimas y victimaros siguen conviviendo en un am- aun persiste el conflicto, sea con baja intensidad o aun soterrada biente de tensa calma. Las heridas están frescas y el miedo continúa deambulando en los intersticios de la vida cotidiana. Nadie habla - do, parece como si hubiese caído un telón blanco encima de esta del conflicto, ni de lo que ya pasó ni de lo que continúa acontecien parte de la vida y de la historia. - tadísticos y el análisis de los contextos estudiados permiten decir, A pesar de este vacío en las fuentes etnográficas, los datos es de las formas de violencia ejercidas por el paramilitarismo y las hipoteticamente, que la agudización del conflicto y la exacerbación organizaciones delictivas derivadas de este, provocan condiciones más propicias para la conducta suicida en la población afectada. Son varios los factores que entran en juego y que son susceptibles de analizar en varios niveles:

• 71 • Suicidio en la población rural •

El poder de la amenaza y del rumor de la muerte que se instau- ra en la vida cotidiana de estos pobladores que generalizan el • miedo, la zozobra y la incertidumbre permanente. Haber sido testigos o víctimas de actos de violencia como ase- sinatos, violaciones, torturas, masacres, etc., que siembran la • angustia, el terror y distintos traumas entre las personas que los viven. El destierro y pérdida de familiares o amigos que desarticula los núcleos familiares, quiebra los lazos de sociabilidad y deteriora las • dinámicas socio-espaciales y culturales de las comunidades loca- les, aumentado las formas de inestabilidad social y personal. Las prácticas de extorsión, robo y daño de las propiedades y de los medios de producción (como la tierra), que producen fuer- • tes pérdidas económicas, incrementan los índices de empobre- cimiento y generan, además de la miseria, sufrimiento y estrés por la presión a la que se ven sometidos. La normalización del sentido de la muerte a través de las prácticas ejercidas por los grupos paramilitares, conocidas • como “limpiezas sociales”, en las que se hace uso del miedo, la amenaza y la muerte para corregir conductas consideradas desviadas. Estas prácticas han generado tal impacto en la po- blación, que las nuevas generaciones, nacidas en medio de esa dinámica de violencia, han terminado internalizando estos - rumal es realmente un pueblo pequeño, no es justo que nos valores, tal como puede verificarse en estos testimonios: “Ya dejemos afectar por la drogadicción y por esos problemas; muchas veces dicen que ¿por qué no les brindan la mano?, pero es que la gente así no se deja ayudar, pues si ellos se qui- sieran ayudar ¿por qué no buscan? Otra cosa es que si ellos no nos respetan nuestra vida, ¿por qué nosotros debemos respe- tar el de ellos?” (estudiante, taller, colegio San Luis, 2011). “El domingo mataron a un pelado en la Plaza de La Unión, enton- ces los pelados dicen «Ah, profe lo degollaron porque como era malo», pero entonces mire que los mismos adolescentes le restan importancia a la muerte de un adolescente, que tenía

72 • • Guerra, violencia y su expresión en el suicidio •

- cultades como todos, pero que podía aportar a la sociedad” dieciocho años, que era un pelado que, bueno tenía sus difi (docente, Taller, colegio Pío XI, 2011).

Los anteriores efectos y consecuencias de la guerra llevan a fuertes desequilibrios sociales, emocionales y psicológicos de las personas afectadas, que se traducen en estados alterados de pá- nico, trauma, miedo, inseguridad, inestabilidad, estrés, zozobra, angustia, depresión y sufrimiento, todos ellos sentimientos y per- turbaciones emocionales y afectivas que ponen a los individuos en situaciones limítrofes. Así lo muestra Uribe en su texto sobre el te- rror en Colombia:

[…] Las masacres reiteran prácticas atroces que hunden sus raíces en las guerras civiles y en la violencia. La puesta en escena nue- vamente de mutilaciones y cortes que alteran profundamente la morfología del cuerpo humano, no es otra cosa que una acción mi- mética que remite a historias enterradas y de antagonismos nunca resueltos. El efecto de devastación que implica la aparición intem- pestiva de estos hombres en pueblos y veredas, tiene como efecto inmediato no solo la desarticulación del espacio social sino el rom- pimiento de la estructura psicológica y emocional de los afectados (2004, p. 123; cursiva fuera de texto).

Esta investigación reconoce que el quiebre en la “estructura psi- cológica y emocional de los afectados” ha aumentado los riesgos de padecer desequilibrios mentales que se convierten en poten- ciales estimulantes del comportamiento suicida; y en esa medida, puede verse como una de las claves explicativas de este fenómeno pues los discursos médicos dominantes, que también condicionan reiterada y explícita a la prevalencia de epifenómenos como la de- la percepción del común de los pobladores, se refieren de manera presión y las enfermedades mentales como causas determinantes de una gran cantidad de casos de suicidio en estas localidades (Hos- pital San Roque, La Unión, conversatorio, 2011).

• 73 • Suicidio en la población rural •

Este tipo de interpretaciones podrían explicar, en parte, la ten- dencia existente en los testimonios recogidos de asociar directa- mente los eventos de suicidio con la salud mental, específicamente evidentemente existen manifestaciones palpables de enfermedades con la depresión. Ello no significa que sea una afirmación falsa pues mentales, especialmente depresiones, entre muchas de las perso- nas que se suicidan o que lo intentan; sin embargo, es cuestionable de ese estado mental perturbado. Es decir, la problemática del sui- que se desconozca el proceso que está implícito en la configuración cidio suele abordarse en el nivel de los epifenómenos como ejes de interpretación y no como indicios de desequilibrios individuales y - ticas de violencia exacerbadas contra la vida. sociales, en este caso derivados del conflicto armado y de las prác - nes teóricas realizadas en el anterior capítulo. De nuevo, los en- Finalmente, conviene también retomar algunas de las reflexio foques derivados de la teoría durkheimiana del suicidio salen de - equilibrios sociales, en este caso la irrupción de los mencionados relieve, específicamente la importancia que en ello tienen los des actores armados que rompen el orden social preexistente; algo que sería visto como un cambio político brusco que socava el normal desarrollo de los individuos en la medida en que los torna inca- paces de “metabolizar” su nueva situación. Al respecto, Carbonell (2007) ilustra en distintos contextos históricos y sociales, la exis- tencia de la relación directa entre suicidio y ciclos políticos:

[…] los ciclos económicos y políticos que pautan la historia y el sen- tir compartido del paso del tiempo, épocas, periodos, regímenes, sistemas, etc. La muerte por suicidio llega en muchas ocasiones después de valorar que no merece la pena seguir viviendo “este tiempo” caracterizado por condiciones políticas y económicas in- soportables […] Un caso particular es el que ofrece la evolución política de la antigua Unión Soviética […] Los cambios políticos in- troducidos durante el periodo de la perestroika en la década de los ochenta, produjeron un inmediato descenso de la tasa de suicidio […] Pero cuando en los años noventa las poblaciones de la antigua

74 • • Guerra, violencia y su expresión en el suicidio •

Unión Soviética empezaron a percatarse de las consecuencias de la integración en la economía capitalista, la “magia del mercado” des- apareció y las tasas de suicidio volvieron a aumentar hasta situarse, hoy en día, entre las más altas del mundo.

Lo anterior permite colegir que el fenómeno colombiano en cuestión no es un problema aislado, pues, como señala el autor, va- rios lugares en el mundo denotan esta correlación entre los cam- bios en la esfera de lo político y el suicidio. Por tanto, de forma similar a lo abordado en relación con los cambios económicos de - la década del noventa, en este particular podría afirmarse que tam caracterizados por la maximización del uso de la violencia sobre el bién se expresa la clara influencia de los ciclos o procesos políticos aumento de las tasas de suicidio en los municipios de La Unión y Yarumal.

• 75

4. Los sujetos del suicidio: los jóvenes

lama la atención el hecho de que existan tendencias mundiales Lfrente a características tan importantes como el rango de edad. Los jóvenes, y en tendencia ascendente los adolescentes y niños, son los nuevos protagonistas de estos comportamientos de autodestruc- ción, aunque históricamente no siempre fue así. Las tasas de suicidio en los grupos más jóvenes de la población crecieron vertiginosamen- te entre 1950 y 1988, pasando de valores de 2.7 a 11.3 por cada cien - rique et al., 2002). En la actualidad, de acuerdo con los estimativos de mil habitantes, lo que significa incremento de cerca del 400% (Man la OMS (2000), el suicidio representa una de las tres causas principa- les de muerte en la franja de edad entre los 15 y 35 años. Los informes más recientes en el país muestran que la población entre los 20 y 34 años es la más proclive a ejecutar actos suicidas, resaltándose el rango entre los 20 y 24 años con una participación porcentual de 16,7%, como también el número de casos observa- dos entre niños y adolescentes que supera a las frecuencias presen- tadas en cada grupo de edad mayor de 40 años (Tello, 2010). En el departamento de Antioquia también se presenta esta tendencia; así lo muestran Manrique et al. (2002) al subrayar que en los últimos años los jóvenes entre los 15 y 24 años de edad representan el 12% de todos los suicidios. Estas tendencias tan marcadas a nivel global, nacional y regio- nal, también fueron evidentes en los municipios estudiados, con al- • Suicidio en la población rural • gunas singularidades que explicaremos a continuación. En el caso suicidios se presenta en las franjas de edades más jóvenes, esto es, de La Unión, según se ilustra en la figura 4.1, la mayor cantidad de de 15 a 24 (29,7%) y de 25 a 35 (21,2%), quienes concentran la mitad de la población suicida de esta localidad. De igual manera, el grupo de adultos entre 35 y 44 años también es alto (18%), mien- tras que en el de edades más avanzadas (mayores de 44 años) de-

Sin embargo, paralelo al descenso en la población de más edad, crece significativamente el número de suicidios (solo llega al 13%). comienza a manifestarse otra tendencia en este cuadro sociodemo- - sentan el 3,1% de la población afectada. gráfico: la presencia del grupo de adolescentes y niños que repre

Fuente: Equipo de investigación, 2011.

la tendencia señalada de los suicidios según la edad, como sugiere En el municipio de Yarumal también se manifiesta claramente - tar: la primera constatación es que la mayor concentración de la la figura 4.2; no obstante, hay diferencias que es necesario resal población suicida se encuentra en los grupos de edades de jóve- nes —entre los 15 y 24 y los 25 y 34 años—, sumando cada uno el 33,8%, para el subtotal del 67% de todos los casos de suicidio. Al tiempo, se puede pensar que la mayor concentración de suicidios en estas edades hace que disminuyan los porcentajes en los otros grupos etarios, como el de los adultos entre 35 a 44 años que solo llega al 3,2%. En compensación, los grupos de edades más avan- zadas, entre 45 y 54 años (5%) y el de mayores de 55 años (8%),

78suman • el 13%, un valor ya significativo. Cabe indicar que el grupo • Los sujetos del suicidio: los jóvenes • de adolescentes y niños (menores de 14 años), aunque aparece, es poco representativo en estas estadísticas pues solo alcanza el 1,6%.

Fuente: Equipo de investigación, 2011.

primer lugar, sugieren que la mayor cantidad de casos se presentan Las figuras 4.1 y 4.2 permiten hacer varias apreciaciones. En en los grupos más jóvenes comprendidos entre los 15 y 35 años. En la franja de jóvenes y adultos jóvenes —entre 15 y 24 años—, se puede apreciar que los porcentajes son considerablemente altos y bastante similares: en Yarumal de 33,8% y en La Unión de 29,7%; - - sin embargo, hay diferencias en estos dos perfiles sociodemográfi mente en La Unión (18%), en Yarumal es poco relevante el porcen- cos: mientras el grupo entre los 35 y 44 años aparece significativa taje (3,2%); además, parece ser más fuerte la tendencia al aumento niños, en La Unión (3,1%), acompañado de un relativo descenso en en los grupos etarios más jóvenes, específicamente adolescentes y los grupos de adultos mayores (igual o mayor a 55 años) con ape- nas el 4,2%; frente a Yarumal, donde la cantidad de suicidios entre los menores de 14 años es baja (1,6%) y se mantiene el porcentaje de suicidio relevante en el grupo adultos mayores con el 8% del total de casos. Pese a las singularidades señaladas, en los municipios objeto del presente estudio existe fuerte concentración de casos de suicidio en los grupos de menor edad (15 a 35 años) que representan más del 50% de los casos reportados en ambas localidades. También pa- rece manifestarse, más claramente en La Unión que en Yarumal, la tendencia a disminuir cada vez más la edad de los sujetos que optan por la muerte voluntaria, incluso incursionando entre la población • 79 • Suicidio en la población rural • infantil, al mismo tiempo que se detecta notoria disminución de los casos de suicidio en adultos mayores. ¿Qué lleva a los jóvenes a tomar esta decisión de acabar con su propia vida? ¿Por qué están aumentando los casos de suicidio en las poblaciones juveniles, incluyendo los niños? ¿Por qué en los contextos sociales estudiados el suicidio se ha convertido en una opción frecuente y plausible entre los jóvenes?

4.1. Intentos suicidas: otras estadísticas de jóvenes

Hasta ahora no se había considerado una variable que se torna fundamental para poder comprender en toda su magnitud el fenó- meno del suicidio: el intento suicida, que constituye un momento hecho aislado ni totalmente repentino en la vida del individuo y de previo del acto suicida. Importa clarificar que el suicidio no es un su entorno sociofamiliar, es más bien un proceso y un comportamiento que se configuran bajo ciertas circunstancias y factores, y como tal, indicios más o menos evidentes según las circunstancias. Entre los comprenden varias fases que se manifiestan a través de distintos principales momentos que se expresan de manera previa a la con- sumación del acto suicida están las ideas suicidas, los impulsos y los intentos suicidas. Para el caso de La Unión solamente se pudo acceder a los datos del año 2010, del que se tenía un registro completo y en donde apa- recía una suma de 20 intentos en este año, equivalentes a una tasa de 118 por cien mil habitantes, valor bastante elevado en relación con la cantidad de suicidios de ese mismo año (3), que daría una razón intento suicidio 6:1; es decir, que para esa fecha, por cada seis intentos hubo un suicidio consumado. En cambio, en el municipio de Yarumal se encontró una mejor sis- tematización de la información sobre los intentos suicidas que cubría el lapso entre 2007 y 2010. En total se registraron 89 casos, distribui- dos así: 2007 (30), 2008 (24), 2009 (12) y 2010 (23). La tasa prome- dio de estos cuatro años es de 60 por cien mil habitantes, cifra que, al igual que en La Unión, es muy alta en relación con el total de suici- 80 • • Los sujetos del suicidio: los jóvenes • dios de ese periodo (12), generando una razón intento-suicidio 7:1; es decir, por cada siete intentos se produjo un suicidio. Además de estas equivalencias que denotan una notable pro- porción de personas involucradas en esta problemática de la con- ducta suicida en distintos momentos del proceso, individuos que se convierten en potenciales suicidas, estas cifras de intentos también expresan la prevalencia de la población más joven, como se expone en las figuras 4.3 y 4.4.

Fuente: Equipo de investigación, 2011.

Fuente: Equipo de investigación, 2011. • 81 • Suicidio en la población rural •

Las cifras de intentos de suicidio según grupos de edad en am- bos municipios son bastante dicientes pues indican que esta pro- blemática está escalando rápidamente en los más jóvenes, princi- palmente entre los menores de 14 años. Llama también la atención cómo los resultados de los porcentajes son muy similares en La Unión y Yarumal, con excepción de la franja de edad entre los 35 y 44 años, que también tiene variación en los casos de suicidio. Los intentos de suicidio, así como los suicidios, están concentra- dos en el grupo etario entre los 15 y 24 años, solo que, para el caso de los intentos, los porcentajes prácticamente se duplican en pro- porción, es decir, se maximiza la tendencia observada en los suici- dios. Otro rasgo altamente relevante es que los menores de 14 años como segundo grupo de edad más afectado, alcanzando porcenta- (adolescentes y niños) sobresalen en el cuadro sociodemográfico jes entre el 17 (La Unión) y el 20% (Yarumal), valores que marcan una notoria diferencia con los índices de suicidios que estaban en- disminución de casos en los grupos de adultos, en especial la franja tre el 1 (Yarumal) y el 3% (La Unión). También es significativa la de 25 a 34 años que se reduce a la mitad (La Unión) o a la tercera parte (Yarumal), y la de los adultos mayores (de más de 45 años) con una disminución similar a la proporción anterior (de la mitad o tercera parte), siendo que sus porcentajes apenas llegan al 3 (Yaru- mal) y el 5% (La Unión). El único grupo de edad que tiene diferencia de comportamiento visible en los dos municipios es el comprendido entre los 35 y 44 años, el cual, para el caso de La Unión representa el 20% y para Yarumal el 10%. Esta podría ser una característica diferenciadora en la demo- palpable en las estadísticas de los suicidios; y podría estar indican- grafía del suicidio en estas dos localidades, que también aparece do que en La Unión se presenta mayor vulnerabilidad en este grupo de edad, tanto en los suicidios como en los intentos del mismo. Otro factor concomitante a este tipo de hechos es la clase de me- canismos usados en los intentos de suicidio. Lamentablemente la información es bastante fragmentaria al respecto, especialmente en el municipio de La Unión donde hay carencia del 75% de los da-

82tos, sin• desconocer que en Yarumal también es significativa la falta • Los sujetos del suicidio: los jóvenes • de registro de este aspecto, alcanzando el 67%. De modo que, de acuerdo con los pocos datos accesibles, solo es posible decir que en La Unión continúa prevaleciendo el uso de pesticidas como meca- nismo privilegiado en el comportamiento suicida, en este caso, los intentos, con el reporte de cuatro casos que representan el 25% de toda la información registrada. Por su parte, en Yarumal también se evidencia el uso de tóxicos como principal mecanismo del intento de suicidio con el 29% del total de casos, siguiéndole las armas cortopunzantes con porcentaje del 4,4%. Se colige entonces que los intentos de suicidio están ayudando a mostrar las tendencias de este fenómeno pues ponen de relieve una fase del proceso que se materializa con el acto suicida. De ahí que pueda leerse como una señal que demarca a los sujetos y rutas las principales características: existe una considerable cantidad de por los cuales se configura este comportamiento. Son al menos tres población vulnerable al suicidio en cada uno de los municipios, de acuerdo a las proporciones de intentos de suicidio por suicidios consumados, de 6:1 en La Unión y 7:1 en Yarumal; son elevados los porcentajes de intento suicida en la población más joven, es- pecialmente entre adolescentes y niños, lo que estaría anuncian- do la futura tendencia del suicidio (a corto plazo); además, hay un predominio de los tóxicos como principal mecanismo de intento de suicidio en ambos municipios.

4.2. Debate sobre la condición de la juventud

¿Qué significa socialmente ser joven? ¿Qué características diferencian a los jóvenes del resto de poblaciones? ¿Por qué se tornan más vulne- rables al suicidio? según la época y el contexto social, de modo que cada sociedad or- La juventud aparece como una construcción cultural definida ganiza el proceso de transición entre la infancia y la edad adulta. En la historia de Occidente, la noción de juventud, entendida como un periodo de moratoria social (cada vez más extenso) con ciertos pri- vilegios como el acceso a tiempo de dedicación al estudio y al ocio • 83 • Suicidio en la población rural •

; se democratizó en todos los sectores y ámbitos sociales durante la primera mitad del siglo , y creativo, surgió a finales del siglo xix desde entonces se vive la irrupción de la juventud en su condición xx de sujetos activos en la escena pública (Feixa, 1998). Antes del momento histórico en que este grupo social surge como categoría diferenciada, los jóvenes estaban inmersos en la vida adulta desde temprana edad a través de procesos de socializa- ción espontáneos en los que el individuo se formaba a través de la vida y su vinculación a las tareas productivas. En cambio, los actua- les jóvenes son concebidos en un limbo de transición extensible a toda la fase de dependencia y preparación para la vida adulta. formas de organización social, dispositivos educativos, legales y Esta forma de clasificación social engendra una serie de roles, coercitivos que contraen nuevas regulaciones, pero también de - cial. Esto ayuda a comprender el profundo cambio que se produce problemáticas que se manifiestan en esta nueva condición existen el estudio de Durkheim sobre el suicidio, donde todas las estadísti- en las características sociodemográficas del suicidio. Así se observa en subrayan la prevalencia de este fenómeno en las franjas etarias más avanzadas: cas comparativas de sociedades de finales del siglo xix “[…] se produce este máximum [de suicidios] hasta el último o el antepenúltimo periodo de la vida […] ¿Cómo calificar de congénita una afección que no existe o es muy débil durante la infancia y que cada vez va desenvolviéndose más hasta alcanzar su máximum de intensidad en la vejez?” (1997, p. 75). La abrupta transformación de la pirámide poblacional del sui- cidio producida a mediados del siglo donde prácticamente se invierte la proporción de la cantidad de suicidios según los grupos xx etarios, es un claro indicativo de los cambios sociales que afectaron - de manera significativa al sector poblacional juvenil. En este senti - do, el suicidio es un termómetro que ayuda a identificar situaciones ciones limítrofes de resistencia ¿Cuáles son estas condiciones que conflictivas y problemáticas que conducen a ciertos sujetos a situa afectan de manera notoria a los jóvenes? - les; sin embargo, existen ciertas dinámicas globales que ayudan a Las condiciones sociales son, sin duda, específicas y situaciona 84 • • Los sujetos del suicidio: los jóvenes •

- do la actual tendencia al suicidio en los grupos más jóvenes a lo configurar las sociedades contemporáneas y que estarían delinean largo de diversos contextos socioculturales. Algunos elementos que se podrían señalar como generadores de tensiones y latentes con- de la juventud son: el problema de autoridad derivado de la ambi- flictos derivados de la configuración social de la moderna condición güedad que se produce entre un largo periodo de dependencia eco- nómica de los jóvenes con sus familias y las crecientes exigencias de independencia y control de sus vidas, el resquebrajamiento y la crisis de la institución familiar que afecta las relaciones y el desa- rrollo de los jóvenes, la sociedad de consumo y de sublimación del y desequilibrios en esta población, y las grandes brechas de des- hedonismo personificada en la condición juvenil que lleva a excesos igualdad social que golpean profundamente a un gran contingente de jóvenes de clases sociales, etnias y regiones menos privilegiadas:

Muchos jóvenes de clases populares […] gozan de abundante tiem- po libre: se trata de un tiempo disponible en virtud de la falta de trabajo, que aqueja intensamente a los sectores jóvenes. Este tiem- po libre no puede confundirse con el que surge de la moratoria social: no es tiempo legítimo para el goce y la ligereza, es tiempo de culpa y de congoja, es tiempo de impotencia, una circunstancia desdichada que empuja hacia la marginalidad, la delincuencia o la desesperación (Margulis y Urresti, 1998, p. 6).

En lo tocante a la condición de la juventud importa también aclarar que, aunque esta categoría instaura unos principios ge- nerales y genera una dinámica globalizante, el ejercicio efectivo vida de la población respectiva; de manera que esa condición es de dicha condición está mediado por las condiciones específicas de una construcción heterogénea que halla significado en ciertos ámbitos relacionales y situacionales, definiéndose “[…] a través de múltiples criterios que expresan su diversidad histórica o re- gional, las disímiles condiciones entre las ciudades y los campos o entre hombres y mujeres. La recreación de las relaciones juve- niles también pondera y minimiza, focaliza o invisibiliza y gene- • 85 • Suicidio en la población rural • ralmente excluye a las mujeres, los campesinos y los indígenas” (Valenzuela, 2005, p. 34). La anterior conceptualización permite pensar esta problemáti- ca de los jóvenes de una manera más contextualizada e histórica, comprendiendo los condicionantes estructurales que moldean un estereotipo y las relaciones concretas que determinan su condición de ser y estar en el mundo. En esta dirección, hay por lo menos dos características que diferencian a los jóvenes de los municipios es- tudiados: su ubicación geopolítica en zonas que, a pesar de contar con buena interconexión con el centro urbano más importante de la región (Medellín), hacen parte de la periferia en términos de ac- cesos a oportunidades de desarrollo educativo, artístico y laboral; y su condición de ruralidad aun determinante en una gran franja de población en la que, como la mayoría de áreas rurales del país, se carece de adecuadas políticas públicas que atiendan sus múltiples necesidades sociales. Los jóvenes campesinos, en mayor medida, pero también los de las cabeceras urbanas de estos municipios, son afectados por un sistema social excluyente que los coloca en desventaja frente a las posibilidades de desarrollo pleno de ese estado moratorio ideal que se ha construido en torno a la condición juvenil. Estos jóvenes se ven enfrentados a situaciones como las carencias económicas, continuar sus estudios superiores, la perentoriedad de ayudar en las tensiones del conflicto armado, la falta de oportunidades para sus hogares o en ciertas dinámicas sociales y culturales que limitan las posibilidades de acceso a ese tipo de privilegios que disfrutan los jóvenes de las clases sociales más pudientes en los centros urbanos. También es importante comprender el modelo cultural domi- nante que dirige formas de sentir, valorar y expresarse en el univer- so social. Autores como Feixa han hablado de una “cultura juvenil medios de comunicación en un capitalismo cada vez más transna- posmoderna” que se configura por el “impacto de los modernos cional” (1998, p. 45); pero más allá de reconocer los mecanismos y agentes socializadores que cada vez más cobran relevancia en la formación de las nuevas generaciones, habría que prospectar esos nuevos sentidos que impregnan la época y que se convierten 86 • • Los sujetos del suicidio: los jóvenes • sociales. En esa dirección, la lectura de Maffessoli sobre la nueva en lenguajes apropiados y resignificados por los distintos actores condición cultural de la contemporaneidad, podría ser una buena a la sustitución de una sociedad racional, forjada en las teorías de carta de navegación. El autor afirma que asistimos tendencialmente la modernización y secularización social, por una “socialidad do- minantemente empática”, en la que predomina el nexo emocional y sentimental: “[…] en búsqueda de elucidar, podemos atribuir a la metáfora de la sensibilidad o de la emoción colectiva, una función de conocimiento. Se trata de una alabanza metodológica que nos in- troduce en la cima de la organicidad característica de las ciudades contemporáneas” (2000, p. 21). A este componente social y estético, Maffesoli lo denomina la nueva aura o atmósfera social comunicativa e interpretativa que prevalece en el mundo actual y que estaría extendiéndose en las formas de percepción y de construcción de sentido de los sujetos contemporáneos, especialmente en los jóvenes que han sido cria- dos dentro de estos nuevos códigos culturales; cobrando peso lo ya dicho por Feixa (1998), a saber, que este modelo cultural ten- dría mayor incidencia en los distintos contextos sociales debido a la fuerza socializadora de los medios masivos de comunicación y a la ruptura de fronteras con la globalización y el capitalismo transna- cional. Por tanto, jóvenes de regiones como La Unión y Yarumal, habitantes urbanos o rurales, también estarían inmersos bajo estas dinámicas sociales y simbólicas que delinean estilos de ser y estar en el mundo.

4.3. Motivos de suicidio según los jóvenes

Luego de tener dimensionada la magnitud de esta problemática en- tre los jóvenes, conviene discutir las razones por las cuales, según ellos mismos, llegan a este tipo de decisiones. Extrañamente, para observadores externos como el equipo de investigación, surgió una noción que parecía dar contundente respuesta al comportamien- to suicida: el aburrimiento. Este tipo de explicación fue frecuente • 87 • Suicidio en la población rural • ante la pregunta por las causas que los inducía a tomar la decisión: “En una reunión con escolares de Llanos de Cuivá, pertenecientes al grupo juvenil de Metanoia, una chica pidió la palabra y dijo: “Yo ten- go una compañerita aquí al lado que tomó como 30 pastillas distin- tas [risa del grupo]. No le hizo nada, la dopó […], la purgó ¿Por qué lo hizo?” —lanzó esta pregunta mirando a su compañera del lado, quien respondió llanamente: “estaba aburrida” (conversación, 2011). Inicialmente no se comprendió el sentido que encerraba esta expresión pues, probablemente, se esperaban explicaciones exis- tencialistas o de gran profundidad argumentativa que permitieran notas de despedida donde se pudieran encontrar claves de com- justificar opciones tan radicales. Se consultaron con ahínco algunas prensión para dilemas tan complejos como la vida y la muerte. Se preguntó a familiares, amigos y a jóvenes con antecedentes de in- tentos suicidas sobre las causas que provocaba este tipo de actos; pero, en general, se caía en razones circulares como: “no entende- mos por qué lo hizo” o “no decía nada”; o bien, aparecían en escena estados emocionales como el “estar aburrido”, donde no afloraban Sin embargo, la simplicidad y contundencia en que los jóvenes es- causas específicas y claramente determinadas. colares expresaron este estado de “aburrimiento” se convirtió en una luz hacia otras posibilidades comprensivas. En realidad, lo primero que se debía hacer era trascender la etimología de este término que hace referencia al “cansancio o fastidio producido por algo poco inte- resante o demasiado repetitivo” (Lara, 2012), para retomar la noción de lo emocional como eje de percepción y comunicación de lo social en los sujetos contemporáneos y, principalmente, en los jóvenes. De esa forma lo emocional puede aparecer como una pista im- - truye en torno a los actos humanos. La noción de aburrimiento po- portante para descifrar el universo de significaciones que se cons dría entenderse, así, como la condensación de un estado del ser, que desgastada por ciertas prácticas y relaciones cotidianas que per- denota un hastío ante una vida vista como conflictiva, repetitiva, turban a la persona y la llevan a sentir “que el mundo se le cerró”. La idea de que el mundo se cierra es consecuencia, entonces, de un estado esencial y primario que pasa, en la percepción de estos 88 • • Los sujetos del suicidio: los jóvenes • jóvenes, por lo emotivo: el sentimiento de estar aburrido como algo fuerte que los abarca completamente hasta el punto de volverse in- soportable. Efectivamente, esta noción demostró ser generalizada y rele- vante dentro del universo semiótico de los jóvenes de los munici- pios estudiados. Bajo esta noción, los jóvenes expresan ese estado existencial en el que el mundo se torna insoportable y las opciones de salida parecen cerrarse. Claro que ese sentimiento que los ago- bia es la forma epifenoménica en que los jóvenes exteriorizan su hastío por el mundo, pero la problemática no se reduce a esta con- dición existencial; también es necesario develar la forma en que se elabora dicho sentimiento que se vuelve inaguantable y los lleva a una situación limítrofe. En ese sentido, un primer elemento que habría que señalar es que “estar aburrido” es un estado existencial polisémico, carente condensar, a través de esta construcción comunicativa, una serie en sí mismo de un contenido específico, pero con la capacidad de de sentimientos como la tristeza, la soledad, la rabia y la desilusión, emociones reiterativas que se vuelven molestas y perturbadoras para la persona. Así, ese estado actúa como un termómetro indi- cador de la intensidad del agobio que sienten los jóvenes bajo dis- tintos sentimientos, y que es producido en determinados contextos situacionales y relacionales de sus vidas. Por tanto, lo importante está en saber leer el lenguaje emocio- nal que proporciona claves para comprender aquellas motivacio- nes profundas gestadas en los contextos vivenciales. Se trata de traducir y llevar lo emocional al plano de lo concreto vivencial para intentar reconocer los contextos relacionales que, bajo la óptica de estos adolescentes, se convierten en depresores, y como tales, en factores de vulnerabilidad para esta población.

4.3.1. Disfuncionalidades familiares

Las narrativas de los jóvenes enfocaban reiterativamente un as- pecto que parecía común en sus vivencias: las disfuncionalidades • 89 • Suicidio en la población rural • familiares1. Desde distintos lugares, los jóvenes hablaban de las formas en que este espacio de socialización primaria los afectaba profundamente cuando en él prevalecían ausencias, vacíos, inesta- testimonio de una joven escolar: bilidades, carencias y conflictos, entre otros. Obsérvese el siguiente

Cuando mis padres se separaron yo estaba muy aburrida [...] A mí me iba bien en el estudio pero con la separación de mis papás, pen- saba qué iba a hacer [...] Yo sentía que me faltaba algo de mí, como mi papá era muy cariñoso [...] Yo era la niña. Yo tengo su tempera- mento como toda la familia de él; yo a él lo quería mucho. En esos días me pasó de todo, cuando ellos se separaron. Me encontró un primito, un medio primito. Yo intenté cortarme, yo me cortaba, yo me quería morir (estudiante del Colegio San Luis, entrevista, 2011).

Las disfuncionalidades familiares son evidentes. El hilo desen- cadenante en la conducta suicida es la separación de los padres que fuertemente. Aquí también está presente el estado de aburrimiento causa la ausencia de su padre con quien la joven se identificaba causado por la inestabilidad afectiva que viven las jóvenes luego de la desarticulación de sus núcleos familiares. Las carencias afectivas en el hogar fueron un tema recurrente en todos los espacios esco- lares donde se realizó trabajo de campo. Esta disfuncionalidad fue mencionada y debatida en varios talleres en los que se traslucían diferentes circunstancias, pero en todos sobresalían los intensos sentimientos de disgusto, tristeza y soledad que ello provocaba y que indicaban la relevancia de este aspecto como un eminente factor de riesgo en los jóvenes. Veamos otros testimonios de los jóvenes escolares al respecto: —“Mejor dicho, es que cada uno anda por su lado, solamente se habla para pedir plata […] Muchas veces llega uno del colegio, des-

1 Se entiende por disfuncionalidades familiares aquellos desequilibrios que afectan el funcio- namiento del sistema familiar y que, generalmente, según señala Martínez (1986), ocasiona dolor, agresión, ausencia de afecto y de bienestar, deterioro y posible desintegración. 90 • • Los sujetos del suicidio: los jóvenes • carga bolso, come y para la calle otra vez hasta las diez de la noche” (estudiante, colegio Pío XI, 2011). —“También lo llenan a uno de muchas cosas materiales. A mí me compraron moto, televisor, por ejemplo; pero muy poco de afec- to. En mi casa, lo que pido me lo dan, pero no se expresa el afecto” (estudiante, colegio San Luis, 2011).

- —“Confiamos más en los amigos, en mi caso. Mi mamá trabaja mos, cada uno en sus cosas” (estudiante, colegio San Juan, 2011). desde temprano y llega tarde y los fines de semana no nos cruza —“Mi mayor problema es con mis padres porque siento que no me apoyan, que no me prestan atención” (estudiante, colegio Lla- nos de Cuivá, 2011). En las anteriores narraciones, los jóvenes dejan ver los vacíos afectivos que sienten en sus familias ante dos principales situacio- nes: la ausencia de uno o los dos padres en el núcleo familiar y el tipo de convivencia que se establece donde, a pesar de estar juntos, se sienten solos porque cada miembro de la familia, principalmente los padres, tiene rutinas de vida en las que no comparten con los hijos.

- Otra problemática identificada por los jóvenes es la relacionada - con las dificultades comunicativas. Sea por la falta de diálogo, into cia en sentirse incomprendidos, cobrando de nuevo importancia la lerancia o ausencia de confianza, lo cierto es la reiterada coinciden falta de tiempo para compartir y, por supuesto, para comunicarse: -

“Mi papá se mantiene en la finca y mis hermanos también se ma llegan, pues llegan cansados; entonces, falta comunicación y falta drugan para la finca. Ellos salen y uno está dormido, y cuando ellos como de tiempo” (taller, colegio Llanos de Cuivá, 2011). - - De otro lado, están también las dificultades con respecto a la ac nicativo en el l interior de las familias. La intolerancia es vista como titud de intolerancia y desconfianza que fracturan el proceso comu una forma de desconocimiento y desvalorización: “uno comienza a hablar de un tema con ellos y lo van cambiando porque no quieren hablar de eso; o le pegan un grito a uno y con eso lo callan” (taller, colegio San Juan, 2011). Por esa vía también se canalizan otros sen- hacen sentir excluidos y menospreciados. timientos de rechazo y desamor ante figuras de autoridad que los • 91 • Suicidio en la población rural •

- La desconfianza es entendida tanto de los padres hacia ellos: “ellos - no confían en nosotros, no hay diálogo y por eso es que hay tanta des confianza” (taller, colegio San Juan, 2011); como de ellos hacia sus pa le sucede a esta adolescente: “yo hay veces que quiero como desaho- dres, en quienes no confían porque se sienten incomprendidos, como garme o expresar algo, pero si le cuento a mi mamá, me insulta” (taller, colegio Llanos de Cuivá, 2011). Este aspecto es más complejo porque engloba, además de la incomunicación familiar, otros factores como el sentido de la autoridad y el ejercicio del poder. En realidad, el asunto que afrontan padres e hijos: los primeros, por transmitir un determi- de la desconfianza hace parte del latente conflicto intergeneracional nado modelo normativo de ser y actuar; y los segundos, por imponer sus estilos, gustos y deseos, conforme señala Jiménez (2007):

e hijos-hijas debido a la función que cumple la familia de inscribir al El poder se constituye en motivo de conflicto entre padres, madres sujeto en la cultura […] Esta función tiene un doble efecto: le permi- te al sujeto construir lazos sociales, pero al mismo tiempo constriñe su conducta […] Los adolescentes, a partir de sus propias necesida- des, deseos e intereses, confrontan el orden social y chocan con los

de sus padres y madres, lo que genera conflictos (p. 358). Esta tensión se hace explícita en varios testimonios de los esco- lares que manifestaron su sentimiento de inconformidad frente al padres por la manera en que, según su óptica, se les constriñe. Es- ejercicio de este poder y la conflictividad que se presenta con sus tos son algunos de los comentarios al respecto: —“Uno quiere salir con los amigos, hacer lo que uno quiera; y cuando no nos dejan, nos da rabia”. —“En mi casa son muy intolerantes, no respetan la forma de ser de uno, todo tiene que ser como ellos digan; como a ellos los criaron […] no puedo salir a la calle o ir a una discoteca, dizque porque allá me embarazan”. —“Ellos piensan que nosotros tenemos que ser lo mismo que ellos porque son nuestros papás; pero ellos no piensan que el tiem- po cambia, que las cosas van avanzando”. 92 • • Los sujetos del suicidio: los jóvenes •

—“No nos gusta que nos manden y no nos gusta que nos acon- sejen siempre sobre lo mismo”. Llaman la atención los dispositivos discursivos que son usa- dos por estos jóvenes para sustentar su verdad, y a la vez, desle- gitimar la de sus padres. Un aspecto recalcado es que lo antiguo es retrasado y, por tanto, inválido. De esta forma, la cultura paterna es considerada “fuera de lugar”, y en esa medida carente de valor ante sus ojos. Otro aspecto que también emerge de estas narrativas demostración de sentimientos como la rabia o el llanto, o también es la influencia de lo emocional en el manejo de la autoridad. La de versiones opuestas como cariño o ternura, se convierten en for- mas de manipulación pues, como subraya Jiménez (2007), el poder no está centrado únicamente en los padres: “Si bien la autoridad confiere poder, este no se agota en la autoridad, en tanto se ejerce visión sobre el poder implica que se rompa la concepción dual de por medios más sutiles y difíciles de develar como el afecto. Esta que unos dominan -los adultos- y otros son dominados -los meno- res- (p. 358).

4.3.2. Decepción amorosa

Las decepciones amorosas están relacionadas con una serie de fac- tores originados en los patrones de crianza, de socialización y en los modelos socioculturales dominantes en el entorno de los jóve- nes. Acá el amor pasional y la relación en pareja se tornan, para una gran cantidad de casos, experiencias traumáticas para ambos sexos porque reproducen, y en ocasiones exacerban por su misma condición de iniciantes, muchas de las falencias que tienen este tipo de relaciones en estos contextos sociales. Todo proceso de iniciación, en este caso a la sexualidad y a la afectividad de pareja, implica contradicciones, desconocimientos, secuelas, especialmente por la falta de acompañamiento y orienta- errores e imitaciones que llevan a múltiples conflictos y posteriores ción en esta importante dimensión de la vida. En tales ámbitos so- ciales, la sexualidad sigue siendo vista y tratada como un tema tabú • 93 • Suicidio en la población rural • que se niega u oculta a los ojos de niños y jóvenes. Así, la aproxi- mación a este universo tiende a hacerse de manera soterrada, con o sea, todo lo ven por los ojos de las novias y del novio. Algunos todas las dificultades que ello trae: “Aquí somos muy muy novieros, son así. Se empieza a tener novio desde los 13, 14, 15 años. Por lo general, los padres de las mujeres son más celosos; por ejem- plo, mis tíos, en cambio con los hijos hombres no es así, con las mujeres son más protectores” (Andrea, estudiante, 17 años). “En eso de sexualidad los padres dicen que las mujeres tienen más que perder, en cambio uno no […] Predomina el machismo en la casa y en la escuela. Se deja de ser machista hasta que la sociedad deje de inculcarnos eso. Desde la casa le dicen a uno: ‘si llora es una nena’” (Daniel, estudiante, 18 años). “Sucede que las parejas pasa que se apegan mucho al novio o a la novia y cuando se separan trae mu- chos problemas de sufrimiento. También se ven casos de violencia, muchos celos, se tratan mal y a veces también llegan a los golpes” (Carlos, estudiante, 16 años). La vida sexual inicia bastante temprano en los jóvenes y los no- viazgos se tornan relaciones sustanciales en sus vidas. Esta prácti- decisiones que toman, por encima de padres y familiares, especial- ca generalizada cobra mucha fuerza e influencia en las acciones y - tivas o disfuncionales. En ese sentido, podría decirse que fungen mente en casos en los que prevalecen relaciones familiares conflic como forma de refugio y suplantación de las carencias afectivas que tienen en el hogar. Las problemáticas familiares se convierten en factores que afectan negativamente otros tipos de relaciones de los jóvenes pues, inconscientemente, buscan descargar sus penas o solucionar en estas sus necesidades, generando falsas expectativas o sobredimensionando la relación de pareja en una etapa de vida cuando este tipo de construcción afectiva es bastante compleja. De esta manera, el novio o novia tiende a transformarse en un sostén fundamental para sus vidas, hasta volverse relaciones de- pendientes y teñidas de un sentido idílico que termina debilitán- dolos enormemente frente a las situaciones problemáticas que atraviesan. Allí, además, parecen perder su propia identidad en la medida de que su mundo comienza a girar en torno a ellos. 94 • • Los sujetos del suicidio: los jóvenes •

Otro de los problemas concomitantes a este tipo de relaciones afectivas es asumir desde temprana edad roles sociales bastante complejos como la vida en pareja, con notorias carencias como la iniciación sexual sin orientación. Esto ha ocasionado alto índice de embarazos en adolescentes constatable en todas las instituciones educativas. Igualmente, se aprecia la tendencia a establecer rela- ciones amorosas precoces que tratan de seguir la dinámica de las relaciones adultas con alta dosis de inmadurez, experiencia que les genera angustia y sufrimiento. Así lo muestra la situación que llevó a Antonio a una tentativa de suicidio:

Ella y yo vamos para tres años. [Yo] desde los 14 y ella tiene, va a cumplir los 15 en estos días […] Yo estaba entusiasmado con ella, pero su familia siempre se interpuso en esa relación, y entonces la mamá le metía cosas raras; hasta que un día ella tomó la decisión de dejarme y me refregaba al primero que se encontraba. Enton- ces, un día amanecí todo aburrido y yo me dije: “¿qué estoy hacien- do en la vida?” Nada, entonces lo hice, me dio por hacer lo que hice (17 años, Mesopotamia).

No solo se involucran en relaciones formales que les hacen daño sino que existe una tácita propensión a repetir el mismo mo- delo de relacionamiento de pareja que predomina en estos con- textos socioculturales; a saber, un modelo machista y patriarcal cargado de un fuerte sentido de posesión frente al otro, agresivi- - lización emocional en sujetos con personalidades aun en formación dad, etc., que llevan a situaciones conflictivas y de fuerte desestabi como los jóvenes. Todas estas situaciones tienden a transformar- se en detonantes de crisis personales en este grupo social que no desencadenar estados existenciales limítrofes. cuenta con la suficiente madurez para enfrentarlas y que puede

• 95

5. Diferencias de género, subjetividades y suicidio

l abordaje de la subjetividad en esta investigación se centró en Eun elemento ordenador de la vida social y de las identidades singulares: las relaciones de género que traducen las macroestruc- turas sociales, las normas y sus regulaciones en formas experien- ciales y relaciones concretas que tienen lugar en los mundos coti- dianos. El rol y los significados que en la sociedad encierran el ser - hombre y ser mujer contienen, desde la especificidad, el universo to de género, eje articulador de este debate: de lo social. Por esto se considera necesario clarificar acá el concep

- tre dos proposiciones: el género es un elemento constitutivo de las El núcleo de la definición reposa sobre una conexión integral en relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los

de poder […] El género es el campo primario dentro del cual o por sexos y el género es una forma primaria de relaciones significantes medio del cual se articula el poder. No es el género el único cam- po, pero parece haber sido una forma persistente y recurrente de facilitar la significación del poder en las tradiciones occidental, judeocristiana e islámica […] Los conceptos de género estructu- ran la percepción y la organización, concreta y simbólica, de toda la vida social (Scott, 1990, pp. 11-13). • Suicidio en la población rural • noción de género como elemento constitutivo de lo social en dos La definición de Scott permite ampliar la mirada en torno a la campos interdependientes: en las relaciones sociales fundadas en las diferencias sexuales y en los dispositivos de poder que estas contienen. El género sería, como lo propone la autora, un campo estructurador de los distintos ámbitos de la vida social, desde lo cotidiano doméstico hasta las esferas más complejas de la organi- zación social y política. Partiendo de este enfoque conceptual, el presente capítulo - lisis sobre el fenómeno del suicidio: por un lado, las estadísticas del orienta su reflexión en tres aspectos nodales que encierran el aná suicidio según el género, que ayudan a ver las diferencias existentes en la conducta suicida; de otro, el modelo socio-familiar patriarcal - que constituye la base de la socialización y configuración de los ro vivenciar la condición existencial de la vida y la muerte a partir de les sexuales; y finalmente, las formas diferenciadas de entender y la perspectiva de género.

5.1. Índices de suicidio según el sexo

El comportamiento suicida según el sexo es, como en la variable mundiales y nacionales de las últimas décadas. Los hombres se sociodemográfica de la edad, bastante similar en las estadísticas suicidan con mayor frecuencia pero las mujeres lo intentan más. Es una tendencia de carácter mundial con cifras muy semejantes y generalizadas (Téllez y Forero, 2006). No solo es llamativo el hecho de que en la actualidad sea generali- zada esta correlación del suicidio según el sexo, como sucede en el caso de los grupos etarios más jóvenes, sino que ésta parece ser una situa- ción con una larga duración histórica en distintos contextos sociocul- turales de la tradición Occidental. Así se constata en la investigación de ocurren en más pequeño número y no representan más que una débil Durkheim de fines del siglo xix: “Sabemos que los suicidios femeninos fracción de los suicidios masculinos. No ocurriría así si la herencia tu- viese el poder que se le atribuye” (1997, p. 31). 98 • • Diferencias de género, subjetividades y suicidio •

Esta correlación también se mantiene en Colombia, según lo muestran las estadísticas de los años 2009 y 2010: “por sexo se ob- servó que este fenómeno acontece más en los hombres, por cada cuatro hombres que se quitan la vida, tan solo una mujer se suicida” (Valenzuela, 2009). Esa es la misma proporción que se presenta en el departamento de Antioquia (Manrique et al., 2002). En cambio, en los casos de los municipios de Yarumal y La Unión, la razón de suicidio de hombres en relación con el de mujeres es mucho más alta que el promedio nacional y regional. Así se demuestra en la figura 5.1.

Fuente: Equipo de investigación, 2012.

En el municipio de Yarumal, por cada ocho hombres que se sui- cidan, una mujer lo hace; en cambio en La Unión esta proporción disminuye a 5:1, o sea que por cada cinco hombres que se quitan la vida, solo una mujer se suicida. Esta situación se torna aun más intrigante si tenemos en cuenta los datos de los intentos suicidas. - porciones anteriores al ser las mujeres quienes lideran las estadís- Así como se muestra en la figura 5.2, hay una inversión de las pro ticas al respecto. En el caso de Yarumal la razón es de tres mujeres que lo intentan por un hombre; y en La Unión, de dos mujeres por un hombre. Aunque se presenta evidente superioridad del sexo fe- menino, la diferencia proporcional no es tan alta como en el caso de los suicidios. • 99 • Suicidio en la población rural •

Fuente: Equipo de investigación, 2012.

5.2. Mecanismos de suicidio según el sexo

Los mecanismos de suicidio contienen importantes pautas para comprender las diferencias de género en relación con el acto sui- cida porque en estos aparecen de manera clara las singularidades existentes en torno a las opciones que escogen hombres y mujeres. mecanismos de suicidio según sexo en los municipios estudiados. Las figuras 5.3 y 5.4 muestran comparativamente cuáles son los

Fuente: Equipo de investigación, 2012.

100 • • Diferencias de género, subjetividades y suicidio •

Fuente: Equipo de investigación, 2012.

El grupo de opciones de las figuras 5.3 y 5.4 permite ver, en primer de La Unión hay preferencia por los pesticidas; en cuanto en Yarumal, lugar, las especificidades de los contextos sociales estudiados. En el caso por el ahorcamiento; aspectos que también cobran singularidad con respecto a los sexos. Así, por ejemplo, pueden deslindarse tres tipos de mecanismos que parecen ser del campo de lo masculino: ahorcamiento, arma de fuego y lanzamiento a vehículos en movimiento. En cambio, en la esfera de lo femenino prevalece el uso de diversos tóxicos, como los pesticidas pero ganan relevancia otro tipo de envenenamientos causadas por el consumo indiscriminado de pastillas y de sustancias como el Baygón, raticidas y otros por el estilo. Estos elementos son indicativos de estilos de vida y de pensamiento que tienen corporalidad en los roles sexuales. En esa dirección, po- dría hablarse de una forma masculina y femenina para suicidarse. de los rasgos de socialización de este sexo como, por ejemplo, el ac- En los hombres, los mecanismos citados se identifican con algunos ceso y uso de armas de fuego. Históricamente, ellos han manejado este tipo de artefactos que hacen parte del mundo de la guerra y tienen, en tanto, mayor proximidad con su rol social. Por su parte, la horca, un método antiguo y clásico del suicidio que de manera cre- ciente ha sido desplazado por nuevos mecanismos como el uso de tóxicos (Ajdacic-Gross et al., 2008), parece tener en estos contextos sociales una connotación más cercana a lo masculino. En ambos municipios las elecciones del mecanismo de suicidio en el caso de las mujeres es bastante semejante. Los tóxicos son el • 101 • Suicidio en la población rural • mecanismo preferido por las mujeres, presentándose también en esto algunas características diferenciadoras como el hecho de que no solo se recurre al uso de pesticidas, sino también a pastillas y venenos caseros. Estos elementos remiten a ciertas singularidades de la forma de vida de las mujeres como el mayor acceso a venenos que están al alcance del espacio doméstico, ambiente en el que se desarrolla la cotidianidad de las mismas. Los lugares donde se presentan la mayoría de intentos y suici- dios en mujeres y hombres varía. Aunque el hogar es un sitio co- mún para ambos, en el caso de las mujeres este es predominante, mientras que en los hombres hay muchos testimonios y datos esta- dísticos que muestran las áreas de trabajo, especialmente en zonas campesinas, como espacios donde los hombres tienden a suicidarse.

5.3. Diferencias en el suicidio según el sexo

Si se cuenta la cantidad de suicidios y de intentos por sexo, se verá que el promedio es relativamente próximo, es decir, tanto hombres como mujeres manifiestan comportamientos suicidas, solo que de no se puede hablar de una tendencia sexista hacia el suicidio: no distinta manera y con diferentes repercusiones. Esto significa que son los hombres más propensos al suicidio por ser hombres; o a la inversa, las mujeres por su condición de género. De lo que sí se puede hablar es de la tendencia o permanencia histórica de larga duración en la proporción cuantitativamente ma- yoritaria de los suicidios consumados en la población masculina. En esta ecuación se estima que la relación de género es un impor-

- tante factor condicionante. A pesar de los cambios significativos tes para quebrar la lógica de poder y las connotaciones simbólicas producidos durante las últimas décadas, estos no han sido suficien Pese a las grandes transformaciones sociales y culturales acae- que subyacen en la configuración de dichos roles. cidas en la sociedad global de tradición occidental, las diferencias de género y los roles sexuales derivados de estas se mantienen en su sentido más profundo. Los hombres continúan siendo socializa- 102 • • Diferencias de género, subjetividades y suicidio • dos dentro de un modelo de vida revestido de los valores masculi- nos dominantes; históricamente de lo viril, la fuerza, lo público, el acceso a los placeres, el mundo laboral, etc.; y a su vez, las mujeres en un modelo de lo femenino, es decir, lo delicado, lo recatado, lo privado, el ámbito del hogar, etc. Estas distinciones de roles hacen que también se tengan caracte- rísticas y formas diferenciadas frente a la conducta suicida, aspectos que probablemente conducen a frecuencias y escalas distintas en los suicidios de hombres y mujeres. En ese sentido, un elemento bastan- te notorio que puede llevar a este tipo de singularidades, es el uso y abuso de sustancias etílicas por parte de la población masculina. Aunque el alcohol es un factor presente en muchos de los casos de suicidio en hombres —recuérdese que al menos allí es algo que hace parte de la forma de vida y de los hábitos sociales—, esto no

Durkheim: “Se puede admitir que, en circunstancias idénticas, el significa que, per se, sea un motivo de suicidio, conforme lo señala degenerado se mate más fácilmente que el sujeto sano; pero no se mata necesariamente en virtud de su estado. La potencialidad que existe en él no puede traducirse en actos más que bajo la acción de otros factores, que es preciso investigar” (Durkheim, 1997, p. 59). El alcohol ayuda a desatar ciertos comportamientos en un medio social propicio para ello, pero no engendra, por sí mismo, la conducta suicida. Más bien, es un elemento circunstancial que actúa como deshinbidor de ciertas conductas que bajo estados de como sugiere Durkheim, un examen a profundidad que permita sobriedad son más difíciles de expresar. No obstante, se requiere, comprender tales tensiones que hacen romper a un individuo el umbral de la vida. En esa dirección, debe advertirse que las ideas de dolor y muer- te producen comúnmente miedo a hombres y mujeres, pero el in- tríngulis está en el momento en que se logra superar ese miedo, en el que se pasa ese umbral y se consuma la idea. Esta diferencia está marcada por dos fuerzas dialécticas: de un lado, la existencia de factores como el alcohol que cumplen el papel de desinhibidores y adormecedores de ese dolor y miedo; y de otro, la presencia de ciertos “amarres” que se pueden tener en la vida y que actúan como • 103 • Suicidio en la población rural • inhibidores de la decisión, tales son el sentido de pecado que gene- ra la religión, los lazos familiares y pasionales, entre otros. actúa como un componente desinhibidor en permanente propul- Mientras en los hombres es fuerte la influencia del alcohol, que sión ante las tensiones y problemas que afrontan en su vida, las mujeres, en cambio, no están socialmente tan expuestas al con- sumo indiscriminado y constante de sustancias etílicas. Por el contrario, los factores inhibidores como los lazos familiares, espe- sido educadas para ser madres bajo la idea de la entrega total e cialmente el amor filial, tiene mucho peso moral en ellas pues han incondicional. - tracción en el acto suicida funcionan de manera inversa en los ro- Entonces, se puede afirmar que las fuerzas de tracción y sus les sexuales estipulados socialmente: de manera proactiva para los hombres e inactiva para las mujeres. De otro lado, debe considerarse el tipo de acceso que se tiene a los mecanismos de suicidio; es decir, a la “estructura de oportunida- des” (Ajdacic-Gross et al., 2008), que cumple un papel importante en el momento de la ejecución del mismo. Por ejemplo, los hombres tienen mayor acceso a venenos más tóxicos como los pesticidas porque hacen parte de sus insumos de trabajo en las labores agro- pecuarias; al igual que a las armas de fuego, instrumento asociado a las actividades masculinas. En cambio, dentro de esta población rural la mayoría de las mujeres son amas de casa, y por tanto, la dis- ponibilidad de mecanismos con los que cuentan es distinta; de ahí que sus principales opciones sean venenos caseros como raticidas, pastillas formuladas o cuchillos con los que lesionan su cuerpo.

5.4. Modelo patriarcal y formación de los roles sexuales

Hay una organización social antigua que parece pasar inmune ante las grandes transformaciones culturales de las sociedades de tradi- ción occidental: el parentesco, un vínculo que se sustenta en el mo- delo sociofamiliar patriarcal. El patriarcalismo sigue vigente como dispositivo de organización y control de las relaciones sociales pri- 104 • • Diferencias de género, subjetividades y suicidio •

- ción de los roles sexuales. marias. Es la base de los procesos de socialización y de configura ¿Qué es el patriarcalismo? ¿Qué lo sustenta y en dónde radica su fuerza? Un elemento explicativo clave es el concerniente a la ar- ticulación del poder, en este caso, de las relaciones de dominación hombre-mujer que se han construido y consolidado a lo largo del tiempo sobre la base de una noción de asimetría entre los sexos, expresada en “funciones, conductas, valores, costumbres, leyes y - piado a cada sexo, pero dejando en cabeza de los hombres el control roles sociales que sustentan tal asimetría y definen lo que es apro del poder sobre las mujeres” (Lamus, 2006, p. 2). Resulta evidente el acento en las relaciones de poder hombre- mujer que se traducen en formas jerárquicas de concebir social- mente lo femenino y lo masculino. Una mirada interesante frente a esta dicotomía es la de Heilborn, quien comprende lo masculi- no no solo como un valor contrastante y dominante, sino también englobante de lo femenino:

que los géneros poseen contenidos contrastivos y complementarios. […] La presente propuesta interpretativa no se contenta con afirmar Además de distintos, la lógica interna al dominio de género es jerár- quica, haciendo que los vectores simbólicos antes relacionados se

producción de lo masculino, se asocia el del valor instituyente de la cualifiquen por las propiedades de englobante y englobado. A esa cultura, impeliendo a que ese género se sitúe siempre en la posición de englobante frente a lo femenino (1998, p. 52; traducción de la autora).

De acuerdo con la autora, lo masculino engloba a su contrario, - lor totalizante, como referente simbólico de ambos géneros y del lo femenino; eso significa que se constituye socialmente como va universo social. De esa manera, lo masculino se convierte en un pa- rámetro de regulación del poder en cualquier opción que se tome, sea sometiéndose a él o renunciando o confrontándolo; siendo, por tanto, marginalizado de las posiciones de poder. En otras palabras, - nico cultural y de valores ideales que en la práctica termina por podría afirmarse que la masculinidad se torna un modelo hegemó • 105 • Suicidio en la población rural • ejercer un efecto controlador “sobre todos los hombres y mujeres” (Vale de Almeida, 1995, p. 86). Tampoco cabe duda de que históricamente ha cambiado la dinámi- ca de las relaciones familiares, tal como es descrito por Pachón (2007) en un interesante texto donde recuenta la transformación estructural de la sociedad colombiana a lo largo del siglo y sus repercusiones - xx cal perdió vigencia en amplias zonas del país […] La estructura de au- en la institución familiar, afirmando que “la familia extensa y patriar toridad vertical emanada por el hombre y el adulto, se desdibujó de amplios sectores de la población” (2007, p. 153). Sin embargo, es una conclusión que precisa de ciertas salvedades. En primero lugar, estas transformaciones no son totales ni he- gemónicas en toda la población colombiana. Seguramente se han extensa por una nuclear, pero en lo referente a la relación de do- generalizado algunos cambios significativos como el de la familia minación patriarcal quizá sea algo que se deba entrecomillar; in- cluyendo, además, la revisión de la supuesta amplitud de dichas renovaciones en las distintas capas sociales. Los sectores sociales más acomodados seguramente han ido a la vanguardia de esos cambios pero las clases populares, las zonas pe- riféricas y rurales no han sido afectadas por estas nuevas dinámicas las condiciones sociales de estas familias: “la pobreza tradicional, el sociales. Así también lo afirma Pachón en un apartado respecto a - tan a las familias pobres con la misma intensidad que a principios desempleo, las difíciles condiciones de vivienda y salubridad afec de siglo” (p. 152). Por otro lado, habría que cuestionar realmente qué tanto se ha quebrado la estructura de autoridad patriarcal, no solo entre los pobres y en zonas marginales, sino en el mismo seno de las relacio- nes familiares de las clases sociales medias y altas. Tal vez se que- braron las formas directas y evidentes de este tipo de control, pero un análisis más denso seguramente permitiría reconocer la subsis- tencia de los valores dominantes masculinos como mecanismos de regulación social y su extensión en los roles sexuales. El patriarcalismo sigue fuertemente anclado en nuestras formas de organización social y familiar, con más fuerza y notoriedad en 106 • • Diferencias de género, subjetividades y suicidio • contextos sociales como los estudiados, donde el carácter de rurali- dad y marginalidad geopolítica condiciona importantes diferencias socioculturales, sobre todo la pervivencia de las estructuras socia- les más tradicionales o resistentes a los cambios de modernización en los centros urbanos.

5.4.1. Autoritarismo, violencia intrafamiliar y suicidio

La autoridad fundada sobre las relaciones jerárquicas es recreada en los patrones de socialización familiar. Lo problemático de este tipo de relaciones es que tiende a producir agresiones, abusos y maltratos. Aunque este tipo de situaciones son usualmente silen- ciadas por las propias víctimas, sus secuelas y efectos saltan a la vista en las interacciones cotidianas y en sus historias de vida (Bo- tero et al., 2004). Esta fue una de las más importantes constatacio- nes del trabajo de campo que ayudó a esclarecer parte del profundo intríngulis que encierra el fenómeno del suicidio. La violencia intrafamiliar es una problemática densa que, con- forme advierte Pachón (2007), ha acompañado a las familias co- lombianas bajo diferentes expresiones de acuerdo con los estratos sociales y regiones del país. Se caracteriza por la variedad de mo- - siones y traumatismos permanentes en los sujetos que la padecen, dalidades de agresión física, sexual y psicológica que ocasionan le incluso la muerte. Paradójicamente, estas formas de agresión son encubiertas y suelen convertirse en conductas normalizadas:

[…] Un régimen de terror cotidiano ante el cual las mujeres, niños, ancianos, enfermos, discapacitados, es decir, los sectores más débi- les y vulnerables de la sociedad, no logran romper las relaciones de dependencia con su agresor, ni el proceso de dominación ejercido mediante este método. Este tipo de violencia tiende a darse a puer- ta cerrada, dentro de la intimidad inviolable del hogar y lo que es más grave, bajo la mirada tolerante de la sociedad (Pachón, 2007, p. 157).

• 107 • Suicidio en la población rural •

Al respecto, conviene citar ampliamente una historia ejemplar que sintetiza muy bien las múltiples agresiones vividas por mujeres e hi- jos en los contextos estudiados, así como los traumas que se derivan de estas. Doña Aurea, campesina de La Unión con aproximadamente 55 años de edad, ha vivido con su marido por cerca de 35 años; tiene dos hijos: uno mayor, ya casado, y una hija menor que aun vive con la asociadas seguramente a la violencia familiar de la que ha sido víctima familia. Ella muestra permanente aflicción por sus dolencias de salud, durante gran parte de su vida; pese a ello, mantiene un buen sentido del humor frente a sus propias desgracias. Inicia su relato con los epi- sodios de intentos suicidas de su hijo mayor, Juan, de 35 años:

El muchacho mío tomó veneno y tomó de dos clases de veneno; eso hace por ahí unos 8 años. Fue un lunes por la noche cuando yo siempre me levanto a las cuatro a despachar los hombres, cuando los perros, todos bravos, tocaron en la puerta. Era el difunto Gildar- do, y dijo: “vamos que Faber se envenenó, sacó un frasco de veneno y se lo mandó. Yo se lo arrebaté pero él se le voló y se fue por allá pa’ la bodega donde había ese veneno para fumigar el ganado, que también es tóxico, y tomó de ese también” […] Le dábamos agua con soda pero lo agarró un desespero que eso cogía, se agarraba de la hierba; eso es horrible: cogen hierba, comen tierra y vaciado en llanto, y no saben qué hacer del desespero. Eso es muy miedoso, eso es muy desesperante […] Conseguimos un carro y lo sacamos, ¡sabe Dios cómo lo sacamos porque al camino no entraba el carro! Lo llevamos al centro, al puesto de salud, y le hicieron un lavado. Ese lavado tan miedoso que les hacen, eso le da uno pesar […] Lo único que parece haberlo puesto maluco es que el día anterior yo fui y le pedí la plata pa’ el mercado, y entonces él me dijo: “no me han pagado […], quédese por ahí hasta las seis”, y a las seis volví, pero él dijo: “no me han pagado; verdad, no me han pagado”. Bueno, yo lo deje, él era muy responsable.

Seguidamente pasó a referirse a ella misma; manifestando con rabia y dolor, aspectos tocantes a la percepción de la relación con su esposo o a su propia familia materna: 108 • • Diferencias de género, subjetividades y suicidio •

Yo me mantengo muy enferma, tanto que uno va donde el médico y lo primero que dice es: “¿cómo es el ambiente familiar? Porque mire, qué se gana con hacer el tratamiento si cada vez que viene está más enferma”. Entonces, ellos ya saben […] El esposo mío es muy borrachín. Si usted lo distingue, piensa que no quiebra grano… Y lo quiebra entero. Llega a tratarlo a uno mal y a la familia. Pa’ él, yo y los hijos somos una basura; eso le duele a uno […] Siempre ha sido así: mi mamá también me pegaba y me maltrata bastante, me in- sultaba, me decía que yo servía para nada. Entonces yo estaba muy cansada y pensé que saliendo de la casa las cosas mejorarían, pero vine a casarme con este animal […] Recién casados lo invitaba a uno disque pa’ misa al pueblo, y enseguida llegaba y se entraba para una cantina; y entonces uno tenía que irse detrás de él. Me sentaba ahí con él y daban las doce de la noche y no lo dejaba mover a uno. Un día me moví de ahí porque tenía mucha hambre y fui donde una prima a buscar cualisquier cosa pa’ comer y allá fue y me hizo qué escándalo y casi me mata ese hombre; y entonces cayó la policía y me dijeron que si lo encerraban, y yo, tan tonta, dije que no.

Sobresale aquí el efecto nocivo del alcohol como factor que in- crementa a límites sorprendentes los niveles de agresividad, ade- más de ayudar a perpetuar la situación de pobreza en los hogares por cuanto se destina a su consumo lo que se debería proveer para el sostenimiento de la familia:

Los borrachos son muy maliciosos […] Un día yo me fui ahí para atrás y me vine con los uniformes, cuando venía él… Me estaba es- perando con un machete puntudo y, si se me dejo, me iba a vaciar las tripas, pero como todavía estaba joven pegué un rebote que fui a dar allá lejos ¡Volé!, pero fue tanta la rabia que él tenía que esos pilares aun tienen la señal. Mire los machetazos que le dio de la rabia […] Uno ha tenido unos sustos; ese día con esa navaja, con esa escopeta, uno se pone a ver que el vicio puede más que la razón. Vea ese tipo trabajaba en La Unión el día domingo y con lo que se ganaba se compraba un kilito de carne y se ponía a beber y después cogía el camino y muchas veces se quedaba dormido, y de almoha- • 109 • Suicidio en la población rural •

da colocaba el kilito de carne y enseguida llegaba un perro grande y lo dejaba sin almohada (Diario de campo, Mesopotamia, 2011).

Esta narración condensa varios aspectos aquí abordados. En pri- mer lugar, el profundo autoritarismo que se desprende del modelo patriarcal y que invade todos los ámbitos y formas de interacción familiar. El autoritarismo implica el ejercicio del poder de una mane- ra vertical, asociado con el uso de formas impositivas y de sumisión incondicional a través de la fuerza y el maltrato (Jiménez, 2007); un tipo de relación que ha imperado a lo largo de la vida de esta mujer, en su hogar materno y posteriormente en su matrimonio. Adviérta- se que el autoritarismo no solo lo ejercen los hombres, sino que se transforma en un modelo cultural hegemónico que tiene un efecto controlador sobre hombres y mujeres. - cerbación del modelo como agente de constantes y normalizados Se encuentra igualmente la figura de un esposo que es la exa abusos de poder realizados desde una posición dominante. Hay un control total sobre la vida del otro al extremo de la subyugación a los deseos y caprichos por parte de quien ostenta el poder. En consonancia con Pachón (2007), las víctimas que están tan some- tidas no logran romper los lazos de dependencia con su agresor, denuncia legal contra el esposo ante la autoridad policial. condición que en este caso se verifica en la negativa a entablar una En este cuadro de violencia, además, resalta un factor que au- menta los niveles de agresividad frente al otro y frente a sí mismo: el alcohol. Un dispositivo que se ha normalizado en el tipo de socia- lidad masculina y que abre las compuertas al uso indiscriminado de la fuerza y el abuso del poder. Doña Aurea sabe que sus problemas no radican solamente en el consumo de esta substancia, sino que

pa’ él, identifica que en el fondo hay una situación de desvalorización de yo y los hijos, somos una basura, eso le duele a uno”. Sin embar- su esposo en relación con ella y con la familia, al afirmar: “ go, tiene plena consciencia de que el alcohol ha sido un elemento desencadenante de muchas de las situaciones que él le ha hecho de la misma condición de miseria en la que han estado sumidos a padecer, no solo en el terreno del maltrato físico y psicológico sino 110 • • Diferencias de género, subjetividades y suicidio • raíz de este hábito, la carencia sistemática de alimentos y la falta de condiciones de desarrollo para sus hijos.

5.5. Subjetividades en la conducta suicida

¿Puede acaso el fenómeno del suicidio ser explicado solamente por los condicionantes externos? ¿Dónde queda el espacio íntimo y único que le corresponde al individuo? Améry (2005) sustenta a ese respecto que: “Para los suicidarios lo importante es la absoluta singularidad de su situación que nunca es absolutamente comuni- cable, de modo que cada vez que alguien muere por su propia mano, o intenta morir, cae un velo que nadie volverá a levantar” (p. 13). De hecho existe un territorio diferenciado, propio, que lleva a ciertos sujetos a tomar la decisión de ese tipo de conductas limítro- fes. Conforme Améry, no se podrá nunca comprender a cabalidad la magnitud de ese estado existencial que induce a perder el sen- tido de la vida en una persona. Es una condición situacional única que envuelve completamente al sujeto y cuyo paroxismo la puede volver incomunicable e ininteligible para los otros. Sin embargo, di- lectura del tipo de recursos subjetivos que la persona moviliza en cha especificidad no significa que no se pueda intentar hacer una la ejecución de este acto. Esa fue la búsqueda emprendida en esta investigación: evidenciar esos recursos, partiendo de la noción de subjetividad, como la formación de conciencias complejas de pen- - minados contextos y prácticas socioculturales. En otras palabras, se samiento, sentimiento y reflexión, pero innegablemente bajo deter trata de la relación que se establece consigo mismo a través de una serie de prácticas que son propuestas y prescritas a los individuos

En esta dirección, se estima que la perspectiva de género es al- para fijar su identidad (Ortner, 2006). Scott, la construcción de las relaciones de género “estructuran la tamente útil para este fin en la medida en que, como lo propone percepción y la organización, concreta y simbólica, de toda la vida social” (1990, p. 13). De ese modo, a través de las subjetividades del género, que tienen una configuración específica en la historia• y111 en • Suicidio en la población rural • las relaciones que tejen el mundo cotidiano, se busca reconstruir las miradas desesperanzadoras de hombres y mujeres que han levan- tado la mano contra sí mismos. En aras de establecer un camino metodológico que permita dialogar con los procesos de subjetivización que aparecen como intangibles y polifónicos, se han priorizado tres aspectos: lo expe- riencial, concebido como los momentos o vivencias por medio de los cuales los sujetos que hacen parte de las mismos están siendo formados y transformados en el mundo social (Tourner, 1987); los tonos emocionales y afectivos, que corresponden a un tipo especial de emanaciones sociales vinculadas a circunstancias morales y a la sensibilidad particular del individuo, y aunque parecen espon- táneas, en realidad están organizadas ritualmente de modo que se el deber ser, que es un modelo internalizado de valores, criterios éti- pueden reconocer socialmente (Le Breton, 2009); y finalmente, cos y guías normativas que vehiculan la acción los sujetos (Geertz, se imbrican en la formación de la conducta suicidas, como se mues- 2000). Estos tres campos significativos de la construcción subjetiva tra en la figura 5.5. Figura 5.5. Dimensiones del proceso de subjetivización

112 • • Diferencias de género, subjetividades y suicidio •

5.5.1. Expresión de lo femenino en el suicidio

conducta suicida de las mujeres en los contextos estudiados1, se ha Con el propósito de reconstruir algunos rasgos significativos en la recurrido a un diálogo intertextual con seis relatos vinculados a los episodios de los intentos suicidas y a sus historias de vida. Para situar a los lectores en los lugares desde donde se construye este diálogo, véanse brevemente algunos datos biográficos: Laura: 22 años, zona rural de La Unión, bachiller, madre soltera y vive con sus dos hijos. • Emilia: 29 años, cabecera urbana de La Unión, estudios de se- cundaria incompletos, madre soltera y vive con una de sus hijas. • Marina: 24 años, corregimiento de Llanos de Cuivá, estudios de bachillerato incompletos, madre soltera con tres hijos y vive • con su familia materna. Adriana: 34 años, cabecera urbana de Yarumal, estudios de pre- grado, pastora evangélica y tiene dos hijos, el primero fuera del • matrimonio actual. Luanda: 32 años, cabecera urbana de Yarumal, estudios de pre- grado, sin hijos y vive sola. • María: 27 años, de origen campesino, habita en la cabecera ur- bana de Yarumal, estudios de secundaria incompletos, madre • soltera con dos hijos y vive con su familia materna.

La primera historia que se citará extensamente es la de Laura que, por tener un alto contenido dramático, ayuda a visibilizar mu- chos de los elementos esenciales de la experiencia de ser mujer que tienen influencia en la pérdida del sentido y deseo de vivir:

- bre la propia vida por parte de mujeres y hombres. Ellas son más abiertas, locuaces y dadas 1 Se detectó una diferencia significativa en la forma de relacionarse, narrar y reflexionar so a discernir sobre sus sentimientos y problemas personales e íntimos; incluso, en la mayoría de ocasiones se notaba en estas una necesidad de expresar ese tipo de dolores más profun- dos. En cambio, los hombres se muestran mucho más parcos y tratan permanentemente de eludir todo lo relacionado con el campo emocional y afectivo de sus vidas. • 113 • Suicidio en la población rural •

El pasado 20 de diciembre tomé mataratas por la necesidad eco- nómica. No tenía luz, no tenía agua, debía dos meses de arriendo, no tenía mercado, estaba brava con mi mamá, la niña estaba muy enferma, mi hijo pidiendo traído del niño Dios, ropa… Entonces tomé veneno. A mí se me cerró el mundo: sin trabajo, sola y con dos hijos. Me tomé el veneno en la esquina del parque, yo fui y lo compré. Allá mismo me lo tomé y me vine para la casa. Cogí a los niños y les daba picos y picos… Yo ya no era capaz con ellos. Colo- qué a la niña en la cuna y al niño le dije que me abrazara. Eran como las ocho y media de la noche. Le dije a mi niño: “Papi, abráceme, abráceme”; y el niño me decía: “¿a usted qué le pasa, mami?” Y yo: “es que estoy muy enferma”. Cuando uno está enfermo, él dice: “¿se va a morir?”. Entonces yo le dije: “sí papi, yo me voy a morir”. Después me contaron que había salido a llamar a alguien, decía que la mamá se había caído en el suelo, y vino un señor y me echó un litro de aceite para contrarrestar el efecto del veneno. Cuando llegué a La Unión reaccioné por una manguera que me metieron por la boca y me echaron una cosa negra; y yo le decía a ese médico que no me hiciera nada, que me dejara morir. Cuando el gerente del hospital fue a verme, me dijo que a mí qué me pasaba, que si era boba. Yo le dije que dejara de ser estúpido, pendejo, que como él vivía bueno, como usted tiene comida, casa, carro y uno sin nada pa’ comer, entonces él pensaba que a lo que a todo mundo le pasaba o hacía era una tontería. Él me decía: “tran- quila, que todo mejoraba”, y me pasé dos días allá. Cuando regresé a la casa estaba aburrida, aburrida, aburrida, aburrida, aburrida y yo pensé en volverlo a tomar, pensé en volver a matarme. Fui a comprarlo otra vez pero no me quisieron vender. Nadie me lo vendió […] Antes también había tomado veneno, como a los 13 años [silencio]. Son muchas cosas que le marcan a uno la vida, muchas cosas feas. Cuando yo tenía 5 años, yo tengo muchos hermanos, entonces Juan me dijo que fuéramos a jugar al policía y al ladrón. Nos colocamos a jugar y él me estaba era violando. Mi papá llegó y lo vio. Como mi papá es jubilado de la Policía puede portar el arma, entonces le disparó en un pie y cuando mi hermanito salió corriendo le alcanzó a dar por la espalda. Mi papá le pegó dos tiros 114 • • Diferencias de género, subjetividades y suicidio •

a mi hermanito; él quedó muy mal, en cuidados intensivos, y murió a los 20 días. Él tenía 13 años. Más adelante, fue mi papá, y yo crecí con mi papá haciendo eso, pensando que eso era lo que hacían los papás y los hijos. Yo le conté a mi mamá pero ella no me creyó. Ella nunca estuvo muy cerca de nosotros porque se enamoró y se fue con otro hombre. Mi papá me decía que eso era normal y ahora me toca tratar con él porque él me ayuda. Ahora me pide perdón y me dice que él no vuelve a hacer eso […] Después empecé a darme cuenta de que las cosas no eran así, pues todo mundo me trataba de “perra”. A los 14 años era porque yo me sentía como sucia, mal y mal [sollo- zos] […] Cuando yo empecé a conocer los hombres les tenía rabia, yo quería jugar con ellos y desquitarme con ellos, pero la perdedora fui yo […] Yo creo que todo eso de mi niñez hace que yo sea muy grosera, altanera. Mantengo a la defensiva con todo, a toda hora por cualquier cosita estoy pensando que todo va a ser contra mí. Cuando mi hijo me hace dar mucha rabia yo me doy en las paredes, porque si yo lo cojo, lo acabo. Cuando él tenía dos años yo le pegaba muy duro y se le descompuso todo este brazo, lo zafé, y recuerdo que yo le hinché este labio y de eso me juré no volver a darle. Ahora vivo a ratos con un compañero que me ayuda pa’ mercado. Hay veces que todo es muy bien y otras veces que a mí me da ganas de vomitar, o sea, me parece que en ese momento estuviera mi papá.

Pese a que se creyó en principio que esta era un situación par- ticular, sorprendió luego el nivel de simetría que se encontró en las seis narraciones, especialmente en relación con los puntos nodales en las historias de vida de estas mujeres y en las vivencias que les marcaron profundas cicatrices de dolor y trauma. En esa dirección, es destacable la transversalidad de las disfuncionalidades familiares que no solo las afecta sino que determina, en gran medida, el curso de sus vidas. Así lo señala Laura frente a la ausencia de su madre, no solo por el abandono sino por la profunda carencia afectiva que padeció durante toda su fase de crecimiento, con el agravante de depender de un padre abusador. Se evidenciaron dos tipos de disfuncionalidades que se combi- nan en el interior de las familias: por el lado del padre, abandono • 115 • Suicidio en la población rural • de hogar y un tradicional comportamiento agresivo o abusador; y por el de la madre, ausencia, carencia de afecto y maltrato. Así pue- de leerse también la historia de María, prácticamente construida sobre el reclamo, la rabia y el dolor que le produce la relación con su madre sustituta, la abuela materna: “Yo me crié con mi abuelita… Cómo le digo… Uno no necesita solamente, ahora que tengo hijos, comida y ropa; uno también necesita amor. Entonces mi mamita siempre nos crió muy a los empujones. Me trataba muy duro, me trataba muy mal”. Ese prototipo de madre maltratadora se repite igualmente en los casos de Emilia y Luanda, signados por fuertes carencias de afecto progenitoras. Así lo ha expresado Emilia: “mi mamá me pegaba mu- y una alta dosis de agresión física y psicológica por parte de sus cho, entonces yo quería salir de la casa. Mi mamá es muy fría, y con las palabras también es muy fría. Hay veces hiere mucho. Demasia- do”. Luanda también lo recuerda con tristeza: “Yo fui una niña triste y solitaria. Mi mamá trabajaba todo el día, mi papá no salía de la casa. Él era una persona que se encerraba porque tuvo problemas con la justicia y le agarró una depresión y lo llevó a las drogas, a que fuera violento con nosotras y con mi mamá. Mi mamá todo el día trabajaba, todos los días renegaba y nos trataba muy mal”. Historias menos dramáticas al respecto son las de Marina y Adriana. En los dos casos la disfuncionalidad familiar se presentaba solo por el lado del padre: en la primera, por abandono y, en la se- gunda, por agresión. Sus madres, en cambio, cumplieron otro tipo de papel al sobresalir por el mayor respaldo afectivo y económico. En la actualidad, Marina vive con sus tres hijos en la casa materna donde le ayudan a suplir sus necesidades; por su parte, Adriana re- construyó su vida con un nuevo hogar, con esposo y otro hijo. Su madre siempre ha estado muy próxima, apoyándola. No obstante, la misma Adriana advierte que ese tipo de carencias familiares jugaron un rol importante en sus vidas: “a veces uno no tiene una buena relación dentro su hogar, no hay mucho amor, no hay mucho afecto, no hay mucha comunicación”. Un segundo aspecto nodal en la historia de la mayoría de es- tas mujeres ha sido la agresión sexual que vivieron en su niñez y 116 • • Diferencias de género, subjetividades y suicidio • adolescencia. De forma brutal en el caso de Laura quien desde niña estuvo expuesta a la violación sistemática de su padre; pero al res- pecto, también hubo testimonios muy dolorosos que dejaron hue- llas indelebles en sus cuerpos y memorias:

[…] Él era carnicero también, y me puso el cuchillo de la carnicería en el cuello y me dijo: “vea, niña, si usted dice alguna cosa voy a matar a su mamá y la voy a matar a usted”. Entonces yo le dije: “hágame lo que quiera, pero a ella no le haga nada”. Entonces él se rió y me bajo los calzones y me tocó, él empezó a manosearme y se mastur- bó, pero nunca me penetró. Así pasaron dos años. Yo tenía en ese entonces seis años (Luanda).

También describieron episodios de agresión sexual por parte de sus novios o de los hombres con los que convivieron en tempranas edades y de los que tuvieron que sufrir distintas formas de violen- cia, incluyendo la sexual. Queda acá en evidencia un hilo explicativo de la condición de género: está relacionada con la mayor exposición a agresiones sexuales, generando un sentimiento de suciedad y re- chazo por el propio cuerpo o por ellas mismas: “Yo empecé a verme mala, entonces ella [mamá] me decía que ningún hombre se iba a empecé con una autoestima muy bajita […] Siempre desde ese día fijar en mí, que mi cuerpo ya estaba sucio, manchado; entonces yo yo me consideraba fea y sucia (Luanda)”. - dad moral en estas mujeres; representación que se convierte en un Pese a ser ellas las víctimas, hay una manifiesta idea de indigni factor muy importante en la construcción de una imagen negativa de sí mismas y una baja autoestima. Se trata de una imagen que las hace comprenderse como “prostitutas” y que deviene del directo juicio de otros —casi siempre sus propios padres o agresores— o de la misma asociación que ellas hacen con ese imaginario social. Así como lo ha mostrado Laura en el relato donde tomó consciencia de que ese tipo de cosas que le hacía su padre no eran relaciones normales entre padres e hijos; y así mismo lo sintió Luanda cuando su madre la acusó de “puta” por el abuso del que había sido víctima por parte del tendero de la esquina: “entonces ella me cogió de la • 117 • Suicidio en la población rural • camisa y me tiró contra la cama, y me dijo: “¿cómo así usted tan lo puedo creer, tan chiquita y con esas mañas”. puta, cómo se vende por un confite? Usted es una vagabunda, yo no Es probable que a partir de ese tipo de incidentes, las mujeres comiencen a crear un profundo sentimiento de culpa y de recha- zo de sí mismas por sentirse sucias, malas y segregadas social y moralmente. Pareciera, entonces, que las injurias cometidas contra ellas se revierten no hacia los agresores sino en su contra. Aquí se comienzan a alimentar las ideas desesperanzadoras del mundo y de sus vidas. Son estos, además, los antecedentes que cuentan a la hora de relacionarse y construir relaciones de pareja, y que cumplen un papel determinante en la tendencia a repetir ese mismo esquema de agresión y de maltrato hacia ellas, y posteriormente hacia sus propios hijos. A sus dieciocho años, Emilia se fue a vivir con el novio por huir de la situación familiar que vivía: “mi mamá me pegaba mucho y todo eso. Entonces quería como mejor salir de la casa. Salí de mi casa, yo lo único que decía ‘a mí que no me vaya a coger los 20 sin tener un hijo’”; sin embargo, esto fue más un atenuante de aquello mismo por lo que huía que la pretendida solución pues su compañero, al poco tiempo de estar conviviendo, comenzó a mal- tratarla: “[…] El papá de mis hijas me pegaba mucho, demasiado. La primera vez que él me pegó fue porque me había demorado donde mi mamá. Más, sin embargo, yo me dejé y agaché la cabeza. La se- gunda vez que él me pegó estaba la comida fría. La tercera fue por- que no encontraba la camisa planchada, entonces ya desde ahí fue siempre por cualquier cosa”. Dos denominadores comunes de las relaciones afectivas por por parte de los novios o compañeros, y la inestabilidad prepon- ellas entabladas han sido la conflictividad, con fuertes agresiones contra las mujeres, pasando de hogares disfuncionales y violentos derante. Esto significa que se mantiene el esquema de violencia a relaciones de pareja que siguen las mismas pautas de relacionamien- to, donde ellas continúan siendo víctimas de la agresión. exceptuando Luanda, fueron madres solteras en la época de la ado- Otro elemento bastante significativo en este grupo es que todas, 118 • • Diferencias de género, subjetividades y suicidio • lescencia, con todo lo que ello implica social y afectivamente bajo las carentes condiciones económicas y familiares en que han vivi- do. Tuvieron hijos de distintos padres, estando la mayoría de estos ausentes. Los mismos no responden por sus hijos y mantienen una pésima relación, como sucede con Marina: “Con el papá de los niños ni siquiera me hablo. El que me ayuda es el novio mío. Después de que me los negó a pata junta hace dos meses y dijo que yo era la peor mamá que había, que a los hijos míos los había mordido la rata del desaseo y el descuido en el que yo vivía”. Lamentablemente, este ciclo de violencia que muchas han vivi- do y siguen viviendo, lo traspasan a sus propios hijos. Repiten su propia historia a pesar de que en varios de sus testimonios sienten remordimiento y deseo de no hacerlo, conforme lo expresó Laura; o como lo evidencia María, quien a pesar de mostrar que ella ha he- cho grandes esfuerzos por darles a sus hijos el amor que no recibió, duro. Estos días les dí una pela miedosa porque me hicieron quedar también recurre al maltrato físico: “También los he castigado muy muy mal, pero tampoco soy de las que pega por todo. Frustrar a mis hijos desde chiquitos, no. Esa es la historia de mi vida”. En esa misma línea se encuentra Emilia, víctima de la agresión de su madre, de su primer esposo y de su actual novio; sin embargo, también habla de haber maltratado a su hija mayor, motivo por el cual esta decidió irse a la edad de diez años con el papá. Otro tipo de maltrato es el abandono, tal como lo hizo Adriana al dejar a su hija al cuidado de su madre: “Mi mamá cuido a mi hija, yo la tuve de mamá la cuidó y yo trabaje después, yo trabajaba para ella. Pero 16 años. Para mí fue muy difícil, yo la veía como mi hermanita, mi Dios restauró la vida mía. Cuando me casé, ella vivió con nosotros; es mi responsabilidad, no la de mi mamá. Me demoré tiempo en acercármele”. La pobreza es otro factor que toma relieve en las historias na- rradas como parte estructural del proceso de crianza y de la vida actual. Esto ayuda a aumentar los niveles de angustia y estrés. Las si- tuaciones que al respecto se presentan son varias: a algunas no les gusta emplearse, no consiguen trabajo y, cuando lo hacen, por lo general es con baja remuneración. Lo cierto es que no cuentan con • 119 • Suicidio en la población rural • la de sus hijos; situación que las lleva a mantener un rol de depen- los recursos suficientes para satisfacer sus propias necesidades ni dencia y sometimiento con sus padres, novios, compañeros casua- les o maridos que también ejercen ese tipo de autoritarismo. Así lo me ayuda pa’ mercado” (Laura); “en este momento tengo un novio afirman varias de ellas: “ahora vivo a ratos con un compañero que y él me dijo: ‘váyase para la casa, yo le doy lo que necesite’” (María). Este mapeo de puntos nodales en las historias de vida de las elementos que se han venido abordando en los últimos capítulos, mujeres con intentos de suicidio ayuda a ratificar algunos de los a saber, las disfuncionalidades familiares, la violencia intrafamiliar, los abusos sexuales, las carencias económicas y las consecuentes dependencias de la población femenina como pautas dominantes en el proceso de socialización de esta población con fuerte ascen- dencia campesina. Aunque todos los miembros de la familia se ven afectados por este tipo de dinámicas generadoras de agresión y estrés, las mu- jeres se convierten en principales víctimas de este sistema de re- laciones autoritarias en las que predomina el uso de la violencia y el maltrato hacia el más débil y vulnerable. Lo más crítico de esta problemática es que dichas condiciones de socialidad no se ago- tan en el periodo de la infancia y de la adolescencia, sino que se uso de la violencia como mecanismo privilegiado del vínculo social extienden y se profundizan en la fase adulta. Esto significa que el se vuelve sistemático y cíclico en todas las relaciones e instancias sociales y familiares, y tiende, en esa mediada, a instaurarse en las nuevas generaciones. Usualmente, las mujeres terminan vertiendo contra ellas mis- mas y sus hijos las agresiones vividas. Esas actitudes violentas tie- nen distintas expresiones. Una de ellas es el escapismo del alcohol y las drogas como recurso para amortiguar el peso del sufrimien- to. Varias de ellas hablaron de este tipo de situaciones que, a pe- sar de haber sido en su mayoría de carácter temporal, estuvieron presentes en sus vidas: “Durante esa época, todos los santos días, todas las santas semanas, lo que sea, pero el tinto y cigarrillo a mi no me podían faltar. Me refugié mucho en el alcohol, yo bebía casi 120 • • Diferencias de género, subjetividades y suicidio • diario” (Emilia). “Yo creo que uno se va sumergiendo y el alcohol es muy mala compañía, terrible, porque el alcohol lo vuelve a uno mucho más melancólico” (Adriana). “Entonces comencé a meterme en el trago y otra vez empezaron las ganas de morirme […] Esa era mi sobremesa, mi desayuno, mi almuerzo. Yo mantenía borracha” (Luanda). - tuaciones de angustia y desespero, varias de ellas han llegado a cau- Otra forma de agresión es el propio maltrato físico. Ante las si sarse daño corporal: “normalmente cuando peleaba con mi mamá o perdía una materia, yo me hacía daño con mi cuerpo, me arañaba y me daba golpes con la pared hasta que me salía sangre” (Luanda); “a veces cuando estaba muy nerviosa, yo misma me sacaba la san- gre […] Me pellizcaba para que me saliera sangre. Eso era lo único que me daba como tranquilidad” (Emilia). - les descontrol y un profundo padecimiento, frente a lo cual reaccio- Las dificultades que se les presenta en la vida tienden a generar nan con autoagresiones. Esta es una forma de exteriorizar el dolor a través de mecanismos violentos incorporados en el proceso de socialización y que se activan contra lo que consideran el principal objeto que emana y produce dicho sufrimiento: su propio ser. Asimismo, hay que resaltar la tendencia a atormentarse psicoló- gicamente alimentando imágenes negativas de sí mismas. Son recu- rrentes sus visualizaciones como putas, malas, sucias, feas, inútiles, incapaces o débiles, entre otras, que refuerzan la baja autoestima. Esta forma en que muchas mujeres se perciben induce, de un lado, a que se mantengan las relaciones de subyugación con el otro maltra- tador (madre-padre-novio-esposo); y de otro, a aumentar las ideas de autodestrucción como salida ante ese modelo negativo y cul- poso de sí mismas. De acuerdo con los testimonios recogidos, en esta noción de cul- pa se evidencia que el maltrato tiende a asimilarse por parte de la víctima como efecto de su propia naturaleza, de una falencia que la sentir culpables de todo aquello que les sucede; como el caso de ser condiciona, e incluso justifica, la agresión recibida y que las hace violadas precisamente por ser “putas” por naturaleza. Este es, cla- ramente, el mensaje que transmitió la madre de Luanda cuando ella • 121 • Suicidio en la población rural • le habló del abuso del tendero: “usted es una vagabunda […] Ella, en su dolor, empezó a gritar cosas y yo empecé a verme como mala”. Los sentimientos que expresan las mujeres ante estas situacio- e intentos suicidas. En esa dirección, habría que mencionar prime- nes de desespero son relevantes en la reflexión sobre las ideaciones ro el amor como sentimiento fuerte y central en la vida afectiva de estas. En las historias se trasluce el papel protagónico que tiene, sea por su carencia o por su idealización pero, de todas maneras, es un referente fundamental en la construcción del sentido de la vida. Justamente, la ausencia de amor es lo que algunas de ellas resal- tan como causante de su tristeza durante la juventud: “uno no nece- sita solamente comida y ropa; uno necesita amor” (María); “entendí que yo no era una víctima, entendí que no podía seguir culpando a mis padres y a la falta de amor” (Adriana). Sus decisiones de salir de la casa y tener relaciones de pareja están orientadas a buscar el amor del que han carecido. También es un amor que se sublima en el caso de los hijos o de la entrega a Dios, convirtiéndose en un alicien- te para la vida. Así, el amor es un motor transcendental que llena de significado la existencia; de manera inversa, su ausencia provoca la Otro sentimiento expresado con intensidad por las mujeres es la pérdida de significado de esta y, por tanto, del deseo de vivir. tristeza; este puede ser comprendido en función de la baja autoes- tima y la carencia afectiva. Ellas se sienten desamadas, solas y, por consiguiente, tristes. Es una manifestación de dolor profundo que se percibe ante situaciones que les afecta inmensamente como las pérdidas afectivas o los estados sistemáticos de carencias por parte de los seres queridos. Tras la indagación, se reconoce una fuerte asociación de este sentimiento con el campo de las relaciones ín- timas y afectivas; además de que tiende a convertirse en una emo- ción pesada que cargan, las macera y que desconocen cómo purgar de sus cuerpos y mentes, momento en el que la opción de la muerte gana fuerza: “[…] Busqué un cuchillo, pero yo casi no tenía los cu- - tar bastante sangre. Era como un sentimiento de que yo necesitaba chillos muy afilados; entonces me aporreé mucho y empecé a bo descansar de este dolor, de esa tristeza tan grande. Yo me acuerdo que me empecé a marear” (Adriana). 122 • • Diferencias de género, subjetividades y suicidio •

También está la ira. Acá prevalece un esquema de agresividad en las relaciones interpersonales, particularmente frente a las mu- verbal. En el interior de las familias hay una normalización de dis- jeres que son depositarias de mayor intensidad de violencia física y tintas formas disfuncionales que afectan la convivencia y la comu- nicación; especialmente la incapacidad para resolver los problemas y diferencias, de modo que tiende a caerse en ataques de ira que traen consigo maltratos como gritos, ofensas y golpes. En síntesis, predomina la intolerancia y la incomunicación, condiciones que se vuelven escenarios propicios para las agresiones mutuas, hacia sí mismas o hacia los hijos que son los más débiles de la cadena. En los relatos de las mujeres son frecuentes las alusiones a interre- laciones familiares donde el sentimiento de la ira, y su expresión a través de la violencia, es reiterativo: “yo soy muy grosera, altanera, mantengo a la defensiva con todo” (Laura); “me di golpes contra la pared horrible hasta que me saque sangre” (Luanda); “estos días les di una pela miedosa [a sus hijos], porque me hicieron quedar muy mal” (María). Por otra parte, esta emoción es uno de los termó- - tades, pues ese tipo de manifestaciones hace que se pierda el con- metros que mide el sufrimiento que experimentan ante las dificul trol de los actos y se apele a acciones impulsivas que generalmente causan culpa y producen aumento en los niveles de ansiedad. Resta mencionar el estado emocional del aburrimiento que re- presenta una especie de síntesis emocional y afectiva donde con- ira, entre otros. Aparece en momentos existenciales críticos cuando fluyen varios sentimientos como la tristeza, el dolor, la soledad o la las personas no se sienten capaces de soportar la carga que llevan: “cuando regresé a la casa estaba aburrida, aburrida, aburrida, abu- rrida, aburrida; y yo pensé en volverlo a tomar [el veneno], pensé en volver a matarme” (Laura); “yo estaba muy aburrida, me encerré en la pieza. Estaba tan aburrida que no le ayudé a mi mamá a arre- glar los pollos, yo que siempre lo hacía. Yo salí con la idea de hacer- lo, lo compré [veneno] y me vine más tranquila” (Marta). Se colige entonces que la pregunta sobre por qué se suicidan las mujeres no puede intentar responderse al margen del anterior con- texto existencial, pues está íntimamente relacionada con esa trama • 123 • Suicidio en la población rural • de situaciones y eventos que marcan subjetivamente sus histo- rias de vida. En varios de los relatos se puede apreciar un cúmulo de hechos estresantes, como el caso de Laura en el que se juntan la precariedad económica en tiempo de Navidad, la soledad y el en- frentamiento con su madre. Pero también están los casos en que se presenta un hecho focal, desencadenante del acto suicida. Tómese el ejemplo de Marta, quien discute con su novio por internet y sien- te que la ofendió profundamente. estado subjetivo único en el que solo la propia persona puede com- Lo cierto es que, como afirma Amery (2005), el suicidio es un prender a cabalidad sentimientos tan dominantes que la llevan a levantar la mano contra sí misma. A pesar de que no pueda ser completamente dilucidada la fuerza propulsora de esta conduc- propician, así como los elementos que pueden llegar a inhibirla o ta, sí se pueden identificar las características y condiciones que la contenerla. Por ejemplo, en el caso de las mujeres el peso moral de sentirse responsables del cuidado de los niños adquiere mucha relevancia, así fue expresado por ellas mismas: “sin mis hijos sí me quedaría grande vivir. Ellos son mi razón de ser, la razón por la cual me levanto todos los días” (María); “pero hay veces lo que me ataja hacer las cosas es ella [la hija], porque ella es demasiado pegada a mí” (Emilia). Otro factor que puede llegar a cumplir un papel im- portante es la conversión religiosa, especialmente en las iglesias cristianas, donde la vivencia de la fe suele llevarse de una manera más íntima y personal, y parece generar nuevas motivaciones para la vida: “entendí que soy de Dios y que voy para donde Dios, que es allá donde yo me dirijo; entonces mi vida tomó sentido” (Adriana). En realidad, pueden mencionarse varios aspectos que pueden fungir como importantes recursos que actúan como inhibidores de la conducta suicida en las mujeres. Quizá al menos los dos mencio- nados muestran ya una importante clave de esta conducta: la for- ma en que se construye y se da sentido a la vida. En algunos casos, los hijos pueden llenar de contenido esa necesidad existencial, en otros, Dios, pero seguramente debe haber otros espacios vitales y proyectos en los que la persona pueda encontrar fuentes para re- - significar124 • su existencia, aunque en las precarias condiciones mate • Diferencias de género, subjetividades y suicidio • encontrarlas. riales y de prevención y atención de las zonas rurales es muy difícil

5.5.2. Expresión de lo masculino en el suicidio

La reconstrucción de la subjetividad masculina es mucho más com- plicada porque, de un lado, predominan los suicidios consumados de modo que solo podemos acceder a la versión de sus familiares, y de otro, los pocos hombres con tentativas de suicidio que se pudie- ron contactar fueron reservados en sus sentimientos. El análisis que sigue está basado en cinco historias de vida de jóvenes de la zona rural y la cabecera urbana de ambos municipios:

Mario: 26 años, de la cabecera urbana de Yarumal, comerciante, bachiller, con esposa y dos hijos. Se ahorcó (relato de su hermano). • Gabriel: 19 años, soltero, vivía en el corregimiento de Llanos de Cuivá, estudios de secundaria incompletos, los cuales abandonó • para trabajar como jornalero. Se envenenó (relato de su madre). Armando: 19 años, vivía en Mesopotamia, estudios de prima- ria, jornalero. Se envenenó (relato de su hermana). • Fabio: 30 años, separado, vive en Mesopotamia, estudios de pri- maria, jornalero. Ha presentado intentos de suicidio. • Antonio: 17 años, vive con sus padres en la vereda de San Juan, estudiante de secundaria. Registra un intento de suicidio. • La versión más detallada de los hechos y del contexto en que se producen fue la de del hermano de Mario, quien tenía una relación bastante estrecha con este:

Compramos nuestra casita, mi padre trabajando como cerrajero y mi madre en confecciones; mi hermano y yo éramos muy unidos […] Mi padre tomaba mucho y por esa época era violento, nos castigó muy duró a ambos, pero más a mi hermanito […] Cuando yo tenía 14 años y él 11, mis padres se separaron. Mi hermana se quedó con mi mamá, yo me fui con una tía y mi hermanito vivió con mi papá, vivió solo con • 125 • Suicidio en la población rural •

mi padre; entonces, a él le faltó ese afecto de mamá. Él fue la persona que más sufrió con la separación de mis padres y las circunstancias de la vida familiar. Él era más fuerte, más agresivo, a él no le impor- taba nada […] Cuando mi hermano estaba terminando bachillerato empezó a beber con sus amigos; sin embargo, ese año terminó sus estudios aunque quedó habilitando, pero logró su objetivo […] Entonces nos llamaron para este negocito [cafetería] que siem- pre ha sido familiar, mi abuelito, mi tío; nos dijeron: “miren, para que trabajen junto con el carrito de perros por la noche”; y nos vini- mos los dos en el 2001. Claro, nosotros no nos separábamos ni para hacer recocha, pasábamos el tiempo juntos […] Al poco tiempo mi hermano se enamoró, tenía 21 y la novia 22, y a él le dio porque se iba a casar y no llevaba sino un año con ella, yo le dije: “mire Mario que estamos viviendo muy bueno, no haga eso, usted está muy joven”. Pero se casó. Él era espontáneo, alegre, pero el hombre empezó extraño. Yo le preguntaba: “¿qué te pasa?”, él decía: “no, nada”. Entonces yo de tanto echarle cantaleta, creo que ese rollo que teníamos de amigos antes de casarse ya lo dejó aparte; puso una barrera, ya hablábamos de fútbol, del equipo, de pronto del niño […] Una vez nos tomamos los chorros le volví a preguntar qué le pasaba y él me dijo: “es que mi esposa le da pereza hacerme la comida, llego y la casa está desorganizada, vea cómo mantiene el niño”. Entonces como que el hombre se casó y le estaba yendo duro […] Nos empezó a ir muy bien, pero él empezó a beber en el nego-

cio, y beba, beba, y beba, pelee en su hogar […] Ese fin de semana vino, aquí le di su regalo del día del padre, su pico, su abrazo… nor- era el día del padre, eran las fiestas, era un 21 de julio. El hombre mal. Esa noche estuvo con unos amigos bebiendo, estuvo dentro de la casa bebiendo con ellos. Los amigos se fueron; mi hipótesis es que tuvo un inconveniente con su esposa, él se fue al patio, sus hijos estaban dormidos y él se colgó […] Yo tuve unos días muy duros, pensar que él fue la persona que más sufrió en mi hogar, sentí culpa, por tantas cosas que le dije y no darle un beso, un abrazo.

En las historias recogidas aparecen cabos comunes de gran rele- vancia por su impacto en las experiencias vitales de estos hombres 126 • • Diferencias de género, subjetividades y suicidio • suicidas o con intentos de suicidio. Salta a la vista un asunto bas- tante trajinado en este texto: las disfuncionalidades familiares que crean fuertes fracturas en los procesos de socialización de estos su- jetos; así lo ha mostrado el hermano de Mario cuando reconoció que este sufrió la peor condición familiar cuando se queda a vivir con su padre. Esta misma situación la vive Armando: “Nosotros since- ramente tuvimos una niñez muy dura porque quedamos huérfanos muy pequeños. Cuando mi mamá murió yo apenas tenía 6 años y él - bién estaban los golpes. Entonces, todos nos comenzamos a ir de la tenía 9. Ahí llegaron los conflictos: fuera de la falta de dinero, tam casa y mi hermano, que era el menor, se quedó viviendo con papá”. En los otros casos, las disfuncionalidades se registran en los - dres. Hay que recordar aquí que el autoritarismo y la violencia in- conflictos familiares, especialmente en la alta agresividad de los pa trafamiliar derivada del modelo patriarcal no solo agrede a las mu- jeres sino se torna en un modelo hegemónico que ejerce un poder controlador y subyugador también sobre los hombres (Vale de Al- meida, 1995). Estos jóvenes con conductas suicidas tienen impor- tantes antecedentes de maltrato familiar, especialmente de parte de sus padres que, en todos los casos analizados, coinciden con un de Mario al decir: “mi padre tomaba mucho y por esa época era vio- perfil de alcoholismo y violencia; así como lo subrayaba el hermano lento”, pero también se destaca en los otros testimonios: “supues- tamente el esposo mío lo echó […], como los papás arreglan todo echando a los hijos de la casa” (mamá de Gabriel); “la vida era muy dura porque mi papá, después de que falleció mamá, se volvió muy vicioso. Él trabajaba para el vicio y a nosotros nos tocaba aguantar hambre muchas veces” (hermana de Armando). Algunos de los rasgos antes abordados en relación con el mo- delo de vida masculino en estos contextos de vida, se evidencian claramente en las historias aquí analizadas, particularmente el alto consumo de bebidas alcohólicas en todos los casos mencionados. Es una práctica estimulada a temprana edad en los hombres, no solo por el ejemplo dado por sus padres, quien se convierte en el modelo a imitar, sino por el ideario que subyace en el fondo del consumo —llamado por los lugareños “vicio”—, considerado parte esencial • 127 • Suicidio en la población rural • del desarrollo de la identidad masculina: llegar a ser “varones” o “machos”: “Eso se origina desde la casa, desde los ocho años dicen: “no, es que yo soy un hombrecito”; entonces, “démosle el traguito de cerveza a ver si aguanta”; y empiezan a inducirlos al alcohol, y las niñas no porque los padres hacen censura; si la ven tomando, la regañan: “usted es una mujer y eso no se hace” (estudiante del colegio San Luis, taller, 2011). La bebida se vuelve símbolo de la masculinidad y la socialidad entre los hombres, es interiorizada en el hogar y posteriormente reforzada en el medio social. Con la excepción de Antonio, el joven escolar que se cortó las venas por el rompimiento con su novia, en el resto de casos el uso/abuso del alcohol hace parte esencial de las historias de vida y está presente en los momentos en que se - mano de Mario y lo constatan los demás: “se fueron para un bar y producen los intentos o los suicidios. Así lo ha confirmado el her se pusieron a beber, y dijo que se iba para la casa porque tenía que madrugar […] Llegó a la casa, y al rato […] ya se había intoxicado” (mamá de Gabriel); “me tomé media de aguardiente con un poquito de eso y me afectó la cabeza también, sentía la cabeza grande, me dolía todo” (Fabio); “él bebía mucho también, bebía mucho […] Ese día, antes de tomar el veneno, se había emborrachado” (hermana de Armando). Además del consumo de licor, también puede detectarse una ca- racterística común en estos hombres que se suicidan o lo intentan: el hecho de que la mayoría de ellos, muy jóvenes en el momento del incidente, hayan abandonado sus estudios para dedicarse al tra- bajo; esto constituye parte fundamental del proyecto de vida de la población masculina en estos contextos sociales: ganar dinero para ayudar a su propio mantenimiento y, además, contar con recursos que les posibiliten llevar una vida social activa, tal como lo descri- bía un joven de La Unión: “todos los jóvenes trabajan duro para ga- nar dinero y comprar una moto, salir a beber y estar con la novia”. Este estilo de vida está acompañado de un esquema compor- tamental repetitivo. Generalmente, los hijos con cuadros familia- res fuertemente disfuncionales tienden a reproducir esas mismas formas de socialidad en sus propias vidas. Sus relaciones afectivas 128 • • Diferencias de género, subjetividades y suicidio •

- tienden a ser conflictivas, depositando también en estas las pesa en todos los casos aquí referidos: el motivo de intento o de suicidio das cargas de sus carencias afectivas. Esto se verifica prácticamente está estrechamente relacionado con las crisis de pareja, peleas o abandono del cónyuge; esa es la hipótesis tejida por el hermano de Mario —el disgusto con la esposa— y, aun más, son las versiones recogidas en las otras historias: “[…] No se sabe exactamente, por- que eso solamente lo sabrán ellos, se llevarán ese secreto a la tum- ba, pero la gente comenta muchas cosas porque él en esos días tenía planes de casarse con la novia y como que estaban peleados […]” (hermana de Armando). “Yo estaba entusiasmado con una niña. En la familia siempre se interpusieron en esa relación, y entonces la mamá le metía cosas raras, hasta que un día ella tomó la decisión de dejarme y me refregaba al primero que se encontraba; entonces yo, todo aburrido, un día amanecí todo aburrido, me dije: “no, ¿qué es- toy haciendo yo aquí en la vida?” Nada, entonces me dio por hacer lo que hice” (Antonio). “Ese día yo estaba peleado con ella, ese fue un día del amor y la amistad, y ella se había ido […] Por eso es que yo digo que uno es muy bruto. Me puse beber ese lunes así de ve- rraco y otro amigo lo cogió, que estaba ahí: “hágale, que eso es para tomar […]” (Fabio). “Como que le hizo el reclamo a la novia y ella le dijo que no lo quería, que ya no tenían nada y que no era hombre para ella, que no valía nada. Después se fue para un bar y se puso a beber, y dijo que se iba para la casa porque tenía que madrugar […] La hermana lo encontró ahí tirado, ya se había intoxicado y estaba botando babaza” (mamá de Gabriel). La expresión de sentimientos por parte de los hombres suele - ciones de pareja. Allí parecen depositar lo más intenso de su emoti- ser difícil. El terreno donde más aflora esa dimensión es en las rela vidad y se permiten desplegar parte de esa intimidad y afectividad bloqueada en el transcurso de sus vidas; es justamente por eso que - brios que no se traslucen fácilmente en el resto de sus interacciones las rupturas y dificultades de pareja les producen fuertes desequili sociales. De resto, los hombres se muestran generalmente parcos y silenciosos frente a sus afectos, conforme ya lo ha referido el her- mano de Mario: “él era espontáneo, alegre, pero el hombre empezó • 129 • Suicidio en la población rural • extraño, yo le preguntaba: ‘¿qué te pasa?’, él decía: ‘no, nada’”. No es común que ellos hablen de sus penas, intimidades y problemas. No se trata de una característica innata de la naturaleza masculi- na, sino más bien, de un aprendizaje social que se cultiva desde el hogar. Lo aprenden de sus propios padres, como lo describe el her- mano de Manuel cuando relata la forma en que su padre reaccionó frente al suicidio de su hijo: “mi papá no es expresivo, mi papá es muy frío, mi papá se guarda todo; pero cuando pasó lo de mi her- mano estuvo muchos días bebiendo, lo iban a echar del trabajo”. Este patrón de comportamiento hace parte de la constitución del rol masculino dominante en un modelo patriarcal asentado en valores como: ser fuerte, valiente, “verraco” o duro; de modo que para poder mantener dicho lugar y rol social deben ocultar sus de- bilidades. En ese sentido, el alcohol se convierte en un mecanismo de escape privilegiado por medio del cual buscan liberar sus tensio- pelados cuenten sus cosas, incluso a los amigos; se tiene que estar nes internas y desahogar el dolor que los agobia: “es difícil que los borracho para contar algo” (hermano de Mario). Otras narraciones cuentan a su modo la dominancia de estas cualidades masculinas. Así se refería el hermano de Mario a la per- sonalidad de éste: “como le digo él era más fuerte, el más agresivo, a él no le importaba nada”; no obstante, esa aparente fortaleza parece por tantas cosas que le dije y no darle un beso, un abrazo”; frase que desvanecerse ante el hecho del suicidio cuando afirma: “sentí culpa denota la existencia de una sospecha frente a las necesidades afec- tivas que seguramente padecía su hermano y que él no supo leer. El silencio se interpone ante un tipo de socialidad construida donde no parece haber cabida para la fragilidad en los hombres; así lo ha este manifestaba sus problemas sentimentales: dejado ver la madre de Gabriel cuando se refirió a la manera en que

Hacía un tiempo se había enamorado de una muchacha evangélica y ella lo había engañado con otro, y él lloraba y lloraba tirado en el suelo; y yo me preguntaba qué le pasaba a este muchacho. Él me dijo que le dolía en el pecho y yo me imaginé que le iba a dar un paro cardiaco. Él me dijo que le dolía ahí porque la novia lo había 130 • • Diferencias de género, subjetividades y suicidio •

engañado y yo le dije que no llorara, que eso no era motivo para que se pusiera así. Él era muy débil y le daba muy duro un engaño.

Nótese que para la madre de Gabriel ese tipo de manifestacio- nes son, de algún modo, absurdas en el rol masculino, al punto de ser tildado de “débil”; situación que posiblemente no hubiera acon- tecido si se tratara de una mujer. Pero en el caso de un hombre ese no es un comportamiento esperado, ellos deben callar esa clase de afectaciones no propias de su condición social de género. Por eso que, probablemente, esas tensiones y penas vividas por estos, usualmente reprimidas, silenciadas o censuradas, terminan por constituirse factores de alta vulnerabilidad ante estados potencia- les de suicidio. Se podría concluir a cerca de la conducta suicida en lo masculino que los hombres, al igual que las mujeres, padecen serias disfuncio- nalidades familiares donde el abandono o el maltrato hacen parte de los procesos formativos. La mayoría de las narraciones muestra la presencia de experiencias e historias de vida con muchos vacíos y traumas. Ellos también crecieron en ambientes donde las carencias autoestimas y visiones desesperanzadoras del mundo. Este cuadro y limitaciones son factores importantes en la configuración de bajas socio-familiar se complejiza ante las exigencias del modelo del deber ser masculino, instituido sobre los valores de la fortaleza, dureza y autonomía (afectiva y económica), aspectos generadores de fuertes cargas emocionales en términos de una obligante correspondencia - cultades existenciales por las que pasan se tornan muy densas en con este tipo de ideales comportamentales. En ese sentido, las difi la medida en que tienden a reprimir su sufrimiento. Los espacios o mecanismos de los que se valen para disiparse se reducen, con pre- ferencia, al uso sistemático de bebidas alcohólicas que, pretendien- do ser una salida, se torna un preocupante factor depresor.

• 131

6. Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio

6.1. Muertes silenciadas: reflexiones epistemológicas en torno del suicidio

l suicidio ha sido un fenómeno históricamente silenciado en Esu verdadera magnitud y dimensión ¿Por qué? ¿Qué ocasiona como no sucede con ningún acto humano, que posee en sí mismo tal actitud de miedo, rechazo y negación? Sería erróneo afirmar, así algo que genere este tipo de efecto. El suicidio, como tal, no es más que una de las posibilidades humanas que hacen parte de la vida y de la consciencia de la misma ¿Malo? ¿Cobarde? ¿Valiente? ¿De- mencial? ¿Pasional? ¿Patológico? ¿Demoniaco? ¿Libertario? Todos ellos no son más que apelativos dados por distintas formas de valo- rar y concebir históricamente este fenómeno. Cada época construye su propio relato sobre el suicidio. No existe versión inequívoca sobre este acto; más bien, es el resul- tado de una serie de elementos significativos que se moldean a través del tiempo y de las circunstancias sociales. En Occidente ha habido varios modelos o matrices de pensamiento que le han dado sentido y explicación a este fenómeno. En la Edad Media, por ejemplo, prevalecieron dos tendencias: los que se conside- raban poseídos por un momento de locura y, por tanto, eran ino- • Suicidio en la población rural • centes; y los que lo hacían luego de una deliberación racional y, en consecuencia, eran culpables. Era evidente la prevalencia de los valores cristianos en la forma en que se concebía la muerte. La noción que nuclea dicha tradición religiosa se fundamenta en el principio de que la muerte voluntaria era una falta de nuestros deberes hacia la divinidad en la medida de que el hombre es entendido como un centinela terrenal y es Dios quien “da la vida y la muerte” (Cohen, 2010, pp. 84-85). Así, en el caso de constatarse que el suicidio era producto de un acto de lo- cura, la persona era perdonada por no “saber lo que hacía”, pero en caso de que fuese una decisión deliberada, la persona era conside- rada “dañada” por la Iglesia y “criminal” por las autoridades secu- lares, siendo condenada, ella y sus familiares, con diversos tipos de sanciones como la privación de los ritos fúnebres y de la sepultura por parte de la justicia secular (Guedes, 1993, p. 15). en terreno consagrado, y la confiscación de los bienes del muerto En los siglos y , irrumpe la lógica crítica-racional que re- vierte la explicación a favor del arbitrio de la razón como eje de la xvi xvii dignidad humana y el subsecuente derecho a escoger su destino. Surge, entonces, el denominado modelo crítico que, a pesar de es- tar liderado por una élite minoritaria, crea las bases de una fuer- hasta nuestros días. Esta matriz de pensamiento se cimenta en la no- te tendencia de pensamiento filosófica y existencial que prevalece ción del individuo como valor supremo, y en esa dirección, en la importancia de la consciencia individual como eje de la acción so- cultural de Occidente cristiano como una especie de barbarismo, cial. Si hasta entonces la muerte voluntaria figuraba en la gramática es el modelo crítico el que hace de este acto un locus permeable al discurso de la razón (Guedes, 1993, pp. 55-56). El argumento central de esta perspectiva es el derecho a la au- los basamentos. Para los estoicos, al menos en torno al tema de la todeterminación, en cual la tradición estoica ayudó a configurar bueno y malo: “los impulsos razonables son los que favorecen las muerte, no existía diferencia moral entre lo que definimos como capacidades humanas […] Si la enfermedad incurable o un dolor in- soportable hacen imposible continuar con una «vida natural» […], 134 • • Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio • entonces el acto apropiado es la muerte voluntaria” (Cohen, 2010, p. 153). Obsérvese que esta doctrina filosófica erige como eje de su solo en el acto de vivir sino también para decidir la muerte, de modo reflexión la autonomía del ser racional que aspira a la libertad, no que el suicidio, de acuerdo con Cohen (2010), alcanza un “profundo toma una opción racional. significado moral” porque implica que la persona conscientemente Ya para los siglos y , imperó la perspectiva romántica que concibió el suicidio como el resultado de motivaciones que no están xviii xix en la consciencia sino en el interior de los sentimientos y emociones, determinando su causa en un impulso irresistible: la fuerza de las pasiones. Dichas pasiones fueron invocadas para designar una serie de actividades, tendencias, afectividades y sentimientos que domi- nan y subyugan al hombre, además de perturbar, confundir, debili- tar o anular la razón (Lópes, 2008, p. 106). De esta manera, las pa- siones se tornan un eje explicativo de la muerte voluntaria, teniendo dos principales manifestaciones: de un lado, la literatura romántica que concibe este acto como resultado de una extrema sensibilidad y pasión en donde predomina la mirada subjetiva: “Los románticos proponían emoción, devaneo, fuga de la realidad, exacerbación de la desilusión, del dolor y de la sensibilidad para el sufrimiento, subli- mación de la existencia y, con frecuencia, sugiriendo la negación de la existencia por medio del suicidio” (p. 169). y médicos de la Ilustración comienzan a analizar el proceso mental De otro, una producción psicológica donde algunos científicos implícito en el acto del suicidio, considerando este tipo de muer- te desde el punto de vista de una perturbación, traduciendo así el exceso de las pasiones en desequilibrio. La patología con la que se asocia el suicidio es la melancolía, ocasionando que la psicología y la psiquiatría viesen en el suicidio un acto aberrante, insano y fruto de la locura (Cohen, 2010, pp. 161-167). Como ilustra Guedes (1993), la interpretación pasional del sui- cidio se arraigó profundamente en la mentalidad occidental, perdu- rando, en lo esencial, hasta nuestros días; generalizando, además, un presupuesto de locura, por lo menos momentánea, en todos los tipos de suicidios. La frontera entre locura y anormalidad se des- • 135 • Suicidio en la población rural • vanece y el saber médico comienza a dominar este campo, creando una nueva visión explicativa de este fenómeno, en la cual se com- prenden las enfermedades del “género nervioso”, a las que pertene- ce el suicidio, como consecuencia de la vida civilizada. Epistemológicamente hablando, esta nueva visión se nutre de la noción naturalista del modelo pasional cuyas verdaderas motivacio- nes no están en la consciencia ni en la razón, sino en los impulsos irresistibles. Ahí radica el sentimiento de compasión y tolerancia que genera el suicido pasional. Sin embargo, esta noción adquiere de la enfermedad. Se produce una patologización de la diferencia y un nuevo sentido y dimensión cuando se identifica con el universo el debate ético se transforma en un asunto técnico de diagnóstico médico y terapéutica. Dicha lógica se convertirá en criterio de ver- - nará la problemática del suicidio a partir de mediados del siglo dad y se validará por medio del conocimiento científico que domi A esta altura de la argumentación, es importante considerar xix. un elemento para esta discusión: el hecho de que los modelos de pensamiento que han sido determinantes en las formas de concebir el suicidio en la historia de Occidente no desaparecen; ellos siguen subsistiendo con diversos matices y reinterpretaciones, pero siem- pre subyugados por las lógicas hegemónicas de cada época. Así, la visión originada en la matriz religiosa cristiana, continúa condenan- do el suicidio por usurpar el derecho de muerte que solo Dios puede ejercer, aunque haya, a ese respecto, varias tendencias que se de- baten entre los más radicales, algunas congregaciones —que lo ven como una posesión del mal y del demonio— y los más tolerantes. Por la línea del pensamiento crítico, también prevalecen élites - - de intelectuales y humanistas seguidores de filosofías existencialis pia vida y muerte. Entre los modernos y reconocidos expositores tas que defienden el derecho a la autodeterminación sobre la pro de este pensamiento puede mencionarse a Albert Camus (1975), El mito de Sísifo que el suicidio constitu- quien afirma en su ensayo ye el problema verdaderamente serio de la filosofía en la medida en - que definir si la vida vale la pena vivirla es “responder a la pregunta fundamental de la filosofía”. Otro destacado pensador de esta filo sofía136 es• Jean Améry (2005), quien afirma que el suicidio “constituye • Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio • un acto libre: soy Yo quien levanto la mano sobre mí mismo”. Así, la muerte voluntaria representa un “privilegio del ser humano” como

De igual forma, el romanticismo en su versión de expresión acto específica y universalmente humano (Améry, 2005, pp. 52-53). exacerbada de los sentimientos y de la pasión, deja ver cómo estos tienen lugar en la recreación poética y en el imaginario social que sigue bebiendo del drama del amor y la vida; la muerte, por su lado, - tido social predominante sigue siendo la noción del suicidio como es vista como un sacrificio loable por estos ideales. Con todo, el sen locura y enfermedad. La visión naturalista y biomédica dominan

En realidad, a través de este paradigma se evidencia la emergen- ¿Por qué? ¿Dónde radica su eficacia? cia de un nuevo orden social del capitalismo moderno que requiere nuevas formas de gobierno y, por tanto, nuevas formas de control social. Conforme a Foucault (2000), surgen dos importantes tecno- logías de poder que se superponen para controlar las poblaciones

“anatomopolítica del cuerpo humano”, que produce efectos indivi- de una manera eficiente: primero, el disciplinamiento del cuerpo, o dualizantes y acondiciona el cuerpo como una “máquina” en función de “su educación, el aumento de sus actitudes, el arrancamiento de sus fuerzas, el crecimiento paralelo de su utilidad y su docilidad, su - do, la tecnología centrada en la vida, o “biopolítica de las poblacio- integración en sistemas de control eficaces y económicos”; segun nes”, que trata de controlar la serie de acontecimientos aleatorios que se producen en una masa viviente como los nacimientos y la en que los cuerpos son ubicados en procesos biológicos de conjun- mortalidad, la demografía, la salud y la higiene públicas; aspectos to (Foucault, 2000, pp. 168-170). El objetivo de estas técnicas corporales y de la regulación de los procesos vitales es garantizar una sujeción continua y persistente de los individuos para imponerles una relación de utilidad-docili- dad. Este propósito se logra a través de múltiples instituciones de poder que garantizan la reproducción del orden tales como la fa- milia, el ejército, la escuela, la medicina, etc. Tales instituciones, así como sus circuitos de funcionamiento, crean parámetros de con- ducta que regulan la vida social y generan ideales y hábitos profun- • 137 • Suicidio en la población rural • damente arraigados que están controlando lo que es considera- do como normal y, por tanto, aceptado y promovido socialmente (Foucault, 2000). En el caso del suicidio puede verse claramente la forma en que se articulan las disciplinas y la biopolítica. Por un lado, el discipli- namiento del cuerpo en función del cuidado y de la salud, recobran- do la noción clásica de la autoconservación como principio funda- mental de la vida y, por el otro, el pleno ejercicio de la biopolítica a través de tres potentes dispositivos de poder: la ciencia, el saber médico y el campo de la psicología y la psiquiatría. De hecho, en - presión patológica situada en el terreno de los disturbios mentales, el momento histórico en que se clasifica el suicidio como una ex se producen varios efectos contundentes en la forma de valorar y actuar frente a esta conducta: se crea un criterio de verdad sobre la ecuación suicidio entonces enfermedad, silogismo que se instaura como principio-valor legitimado socialmente; la potestad en el ma- nejo de la conducta suicida recae directa y exclusivamente en la insti- el ejercicio de formas de control y punición social de este tipo de tución médica, específicamente en la psicológica y la psiquiátrica; conductas consideradas “anormales” caen en el territorio de la lo- cura y, por consiguiente, son tratadas en espacios altamente estig- matizados como el sanatorio y el desprestigio social. Como señala Améry, cuando una persona se vuelve disfuncional para el sistema como consecuencia de sus estados depresivos o aten- tados contra la propia vida, es encerrado en el mundo de la locura: “[…] en la torre de locos resulta invisible, no molesta, además está tan bien vigilado que le será imposible llevar a cabo con éxito la muerte voluntaria” (2005, p. 65). De la misma manera entra en es- cena una poderosa y, usualmente, silenciosa estrategia de control ejercida por la propia comunidad a la cual se pertenece, consisten- te en el comentario que enjuicia y desprestigia al individuo de la conducta suicida y a su familia. Quien realiza este acto o hace parte de su círculo cercano ingresa, de este modo, en el campo de los es- tigmatizados: “El término estigma [hace] referencia a un atributo profundamente desacreditador; pero lo que realmente se necesita es un lenguaje de relaciones y no de atributos. Un atributo que es- 138 • • Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio • otro y, por consiguiente, no es honroso ni ignominioso en sí mismo” tigmatiza a un tipo de poseedor puede confirmar la normalidad del (Goffman, 2006, p. 13). El suicidio es una carga social que se convierte en un atributo de desprecio que repercute no solo en la imagen social sino, espe- cialmente, en las relaciones sociales de las personas afectadas por cuanto aísla, diferencia y condena a los portador(es) de este atribu- interacción social. En esta perspectiva, puede entenderse simbóli- to estigmatizándolos como anormales, dificultando sus formas de camente el suicidio como algo sucio e indeseable y, por consiguien- te, rechazado y evitado por miedo al estigma que produce y por representar, potencialmente, un medio de contagio. Los anteriores elementos conllevan a que se generen obstácu- los epistemológicos que limitan y parcializan la forma de entender el fenómeno del suicidio, entre los cuales cabe destacar la excesiva - ciedad Occidental que tiende a crear perspectivas de análisis cen- mirada individualizante de la historia de la configuración de la so tradas en esta unidad de sentido1. Otro obstáculo es el relacionado con la formación de una lógica de pensamiento hegemónico que - dolo en objeto de estudio exclusivo del campo de la medicina. Por entiende y clasifica el suicidio como una enfermedad, convirtién último, hay que mencionar un controvertido obstáculo que entra en el espinoso terreno de la moral, excluida, aparentemente, de

Sin embargo, un análisis más detenido de los valores y principios la visión científica y médica, que se considera neutral y objetiva. - valencia de una lógica moralista que juzga, desaprueba y pune la subyacentes a este paradigma científico, permite detectar la pre conducta suicida en la medida en que se aleja del modelo de nor- malidad concebido por este.

1 El propio término suicidio, surgido en el siglo y popularizado en el siglo con la

xvii xviii voluntaria pues, hasta entonces, era nombrada con expresiones derivadas de la noción de novela moderna, denota un cambio significativo en la manera cómo se concebía la muerte homicidio: ‘ser homicida de sí mismo’, ‘asesinarse’ o ‘matarse’ (Guedes, 1993). La creación de una palabra especial para designar este acto indica la emergencia de una nueva con-

protagonismo del sujeto como entidad individual con identidad y agencia propia. figuración simbólica en el mundo occidental, relacionada con la visibilización y el mayor • 139 • Suicidio en la población rural •

Las nociones que se tornan valores y dispositivos de conducta están cimentadas en los criterios de cuidado, protección y conser- vación de la vida. Son principios máximos que sustentan el ideario de la sociedad moderna de un cuerpo y una vida sana como ejes del bienestar social. Lo que se desvía de ese ideario es visto como nega- tivo, insano, irresponsable y peligroso porque atenta contra el bien supremo: la vida. Estos postulados se validan a través de potentes cargas simbólicas como el sentido de verdad que acompaña el co- valorizadas en la cultura Occidental. Aquí se forja la visión de nor- nocimiento científico y las perspectivas de bienestar y progreso tan malidad que es férreamente custodiada y convertida en modelo del deber ser. La conducta suicida rebate de manera frontal tal modelo, situación que genera una fuerte movilización por parte de los pro- fesionales y técnicos de la salud tendiente a reparar tal contraven- ción. Es ahí donde aparecen los manicomios, tratamientos, terapias, etc.; todo ello bajo juicios morales encubiertos que no hablan de lo malo ni de la condena pero que, en la práctica, ejercen ese papel de calificar y disciplinar. 6.2. Imaginario del suicidio en los contextos de estudio

Cuando se revisa el campo de estudio a la luz de este debate episte- la constatación de que efectivamente las sociedades colonizadas mológico, surgen interesantes elementos de reflexión; por ejemplo, por la denominada civilización Occidental no han vivido el mismo proceso de modernización tan estudiado en los países europeos. Incluso, podría plantearse la pregunta acerca de cuál modernidad se está hablando, pues en el contacto con los contextos sociales de estudio no parecía claro el supuesto sendero lineal de la seculari- zación de la vida social, ni las dinámicas y procesos económicos, políticos y culturales característicos de lo que espera llamarse mo- derno. Había, por el contrario, una conjunción de elementos que se sobreponían en territorios aun marcados por estilos de vida rural y rasgos de un mundo periférico y tradicional.

140 • • Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio •

En ambos contextos de estudio, la Iglesia católica sigue siendo un agente importante de la vida social y, aunque haya disminuido de pensamiento inspirada en esta tradición sigue siendo fuerte, es- en los últimos tiempos, continúa ejerciendo influencia. La matriz pecialmente en sus tiempos más radicales cuando se censuraba e impedía la sepultura de un suicida en campo santo, como lo recuer- da don Alfonso, un adulto mayor del municipio de La Unión: “Yo estaba muy jovencito. La historia de eso era que al que se suicidaba no lo enterraban en campo santo. Me acuerdo que yo pasaba por el cementerio para la escuela, y en las afueras estaba la tumba de Al- demar Botero que se había suicidado y no lo habían dejado enterrar en el cementerio. Eso lo decían los sacerdotes” (entrevista, 2011). Por su parte, doña Celi, también adulta mayor del municipio de que se mataban no los enterraban en campo santo si no fuera del Yarumal, afirma: “estaba muy niña, pero yo si me acuerdo que los cementerio” (entrevista, 2011). Estas historias datan, aproximada- mente, de cincuenta o sesenta años atrás, pero es una situación que en la actualidad ha cambiado notoriamente. Ya no se niega el sepul- cro de los suicidas en el campo santo. Sin embargo, el pecado sigue siendo un poderoso dispositivo de control social, especialmente ante conductas que denotan una forma de desviación social como el suicidio. Al respecto, también existen matices entre los ministros religiosos, desde las posturas más ortodoxas, como la de monseñor Acevedo de la parroquia La Inmaculada (Yarumal) —quien dijera categóricamente que “aquel que se suicida voluntariamente, se condena”—, hasta posiciones más laxas en las mismas parroquias, que interpretan este acto des- de otra dimensión, como el Padre Roland:

[…] Nadie, nadie podrá dar una respuesta verdadera sobre esos ca- sos de suicidio que sea certera ¿Por qué? Porque puede ser en el úl- timo minuto, o en los últimos segundos de su vida, que esa persona alcance el perdón por el arrepentimiento sincero y se salva. Yo no

de vista religioso, católico, y desde la parte doctrinal, no podemos te podría decir: “esta gente toda está en el infierno”. Desde el punto nosotros condenar a nadie; y no podemos decir: “bueno, Dios es tan • 141 • Suicidio en la población rural •

por una manera conocida de Dios, se les da (entrevista, 2011). infinitamente misericordioso que todos se salvan”. Tampoco; solo

Por otra parte, el modelo médico también ejerce un poder cen- tral ante a este fenómeno social. En los entornos sociales estudia- dos, el suicidio es comprendido de manera unívoca como una en- fermedad mental, y como tal, algo competente a la psicología y a la psiquiatría. Yuxtapuesto con los valores religiosos y tradicionales, el suicidio se encasilla en este ámbito, es traducido como locura y, por tanto, se vuelve generador de prevención social. Este tema si- gue siendo, de alguna manera, tabú y solo les cabe a los sacerdo- tes y a los profesionales de la salud abordarlo. Por eso, no parecía comprensible que una profesional de las ciencias sociales hablara de este asunto, pues representaba una especie de profanación a un espacio considerado propio de algunos saberes especializados. Aunque reiteradamente decía que era antropóloga me seguían lla- mando “la psicóloga”. Además de expresar esa forma conservadora de entender el suici- dio, los contextos sociales investigados presentan un problema bas- tante agudo, propio de los medios sociales periféricos como las zonas rurales, a saber, la falta de prevención, atención y tratamiento ade- salud pública y mental. En realidad, no existen programas integrales cuado ante este tipo de problemáticas clasificadas en el campo de la de atención, solo medidas emergentes cuando se presentan los casos que generan, incluso, recelo hacia las personas afectadas, tal como se específicos de intento o suicidio, que no resuelven los problemas y aprecia en el siguiente caso de una habitante de Mesopotamia:

Yo me acuerdo que reaccioné por una manguera que me metieron. Estaba con la boca abierta y me echaron una cosa negra y yo le decía a ese médico que no me hiciera nada, que me dejara morir. Cuando después ya fue el gerente y me dijo que a mí qué me pasaba, que si era boba y yo le dije que dejara de ser estúpido, pendejo, que como él vivía bueno, tiene comida, casa, carro y uno sin nada pa’ [sic] comer […] Él pensaba que a lo que a todo mundo le pasaba era una “tontería” […] Cuando regresé a la casa estaba aburrida […] y 142 • • Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio •

yo pensé en volverlo a tomar […] mi vida seguía igual o pior, hasta la gente del pueblo me miraba raro (Entrevista, 2011).

La joven en mención regresa a su casa, en un corregimiento ru- ral, en la mismas condiciones de miseria y desolación, sin posibili- dad de seguir un tratamiento psicológico por su falta de recursos económicos; sigue su situación crónica de pobreza y con ninguna alternativa por parte del Estado pues en la zona rural donde vive no hay acceso a programas ni personal especializado que atienda este tipo de problemáticas; de modo que lo único que cambió en su vida después de ese episodio fue el estigma social por haber intentado suicidarse. Es lamentable que en este tipo de poblaciones, lo que - delos de pensamiento dominantes —en este caso el religioso y el realmente opera con eficacia es la moral condenatoria de los mo de ser encuadrado como enfermo mental2. médico—, sin la parte compensatoria de los servicios y beneficios Por último, cabe destacar que el modelo crítico-racional, típico de las élites de intelectuales y artistas, es prácticamente inexistente en estos contextos sociales. Para comenzar, no se halla la tradición tan preciada por algunos medios de famosas notas o cartas de des- pedida que hacen los suicidas. Esa fue una de las prenociones que tenía cuando fui al trabajo de campo, pues esperaba encontrar este tipo de testimonios por parte del suicida, conducentes a potencia- les pistas de los motivos que lo llevaron a tomar la decisión. Pero no. En la minuciosa búsqueda realizada solo se pudo encontrar co- pia de una boleta3 de despedida en un registro de la Fiscalía. En otros dos casos se detectó la existencia de un escrito dejado por el suicida; curiosamente, sus familiares la ignoraron o borraron de la memoria, como se muestra a continuación.

2 Hace aproximadamente tres años, la Secretaría de Salud de Antioquia ha nombrado equipos

de salud mental en los municipios; sin embargo, como ha sucedido con la mayoría de estos de profesionales (en su mayoría psicólogos) con el fin de atender los problemas más agudos programas, no han tenido continuidad por falta de respaldo presupuestal o por cambios político-administrativos, de modo que funcionan durante algunos meses y con permanen- tes cambios del personal contratado. 3 Término usado en estas localidades, especialmente en la zona rural, para referirse a los escritos que se envían como medio de comunicación interpersonal. • 143 • Suicidio en la población rural •

—Él dejó todo organizado, limpió toda la casa, dejó todo limpiecito, dejó lo del seguro exequial, lo dejó encima de la mesa y dejó una cartica; y yo cada rato dizque [sic]: “voy a leerla”, y nunca supe qué fue lo que escribió ahí… —¿Nunca la leíste? —No, no sé por qué, nosotros la guardamos, pero creo que ningu- no de nuestros hermanos la leyeron […] No sé por qué, se pasó el tiempo y yo a cada rato me decía: “ve, voy a ir a ver quién la cogió”, y como no volvimos a hablar más del tema, eso quedó así. Cuando pregunté y fui a mirarla, ya no estaba […] —Papá, ¿Usted recuerda de esa carta que Félix dejó o usted nunca la leyó tampoco? —Ni idea (entrevista, 2011).

En la cabecera municipal de Yarumal, un contexto de caracte- rísticas más urbanas, se presentó un caso de especial mención. A comienzos del año 2011, un joven conocido en el medio por su ta- lento y por haberse destacado académicamente, decide suicidarse realmente un chico muy brillante. Apenas llevaba tres semestres de de una manera particular. Así se refiere a él uno de sus amigos: “era comunicación en la U de A y ya tenía películas, cientos de libretas con historias; él quería ser director de cine” (entrevista, Yarumal, 2011). Este joven se ahorca, como es costumbre es este lugar, pero hace pú- blica esta decisión a través de una página social en internet bastan- te frecuentada: Facebook. Allí muestra el lugar de los acontecimien- tos, toma fotos, hace dedicatorias y una nota de despedida. El hecho conmocionó a la comunidad por la forma en que se presentó y, sobre todo, por la exposición pública de algo que histó- ricamente ha sido oculto. Sus familiares borran este escrito, cance- lan la cuenta y toda huella alusiva a su suicidio. Pese a que la carta de despedida fue impresa por mucha gente que dice haberla guar- dado, a la hora de solicitarla nadie quiso mostrarla. A lo largo de un año fue imposible conocerla:

Muchos de sus amigos lo admiran y no les gusta hablar del tema. Pocos quisieron hablar conmigo; tocaba ir armando la historia de a

144 • • Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio •

poquitos porque se daba el tema y este joven aparecía en la historia y ellos revelaban pequeñas cosas de él. Es como si guardaran sus - tad, o simplemente no se quiere hablar porque fue un suicidio que secretos después de muertos y aun existiera esa fidelidad de amis nadie esperaba (entrevista, 2011).

Los anteriores episodios ponen en evidencia varios aspectos. Por un lado, la prevalencia de la cultura oral en la forma de comu- nicarse y relacionarse socialmente, como consecuencia de la tradi- ción campesina y ágrafa tan fuerte en ambos municipios, algo aun dominante. El lenguaje textual no es tan valorado ni hace parte de citado, en el que, simplemente, no hay interés por conocer lo que sus más preciados significados. Esto es palpable en el primer caso había escrito su ser querido antes de proceder a quitarse la vida. No dijeron que les “había dado muy duro”. Sencillamente, el escrito no significa que a su muerte le fuera indiferente, puesto que también parecía ofrecer un aporte esencial para ellos. Por otro lado, el evento del estudiante universitario muestra, en toda su dimensión, la magnitud del sentido de desprestigio y es- tigma social que genera el suicidio claramente intencional. Para el hecho en cuestión, es claro que el joven procedía en pleno ejercicio de sus facultades mentales, situación que provoca la reacción inme- diata de su entorno familiar borrando, textualmente, las huellas de un testimonio público que produce censura social. Este hecho, tal como se presenta, es un suceso dramático a los ojos de una comuni- dad con valores bastante tradicionales. Como pudo observarse en la breve revisión de los paradigmas de pensamiento que subyacen en la forma de ver y entender el sui- cidio, se evidencia que esta conducta continúa siendo altamente polémica y, en cierto modo, negada por la esfera pública. Aun más, en contextos sociales como los estudiados, perviven tradiciones conservadoras fuertemente moralizantes que se han entrecruzado con versiones más modernas y nuevos lenguajes, aparentemente más inclusivos y técnicos, pero que, en la práctica, terminan siendo viejos rostros con nuevos maquillajes que siguen arrastrando el lastre de la estigmatización. • 145 • Suicidio en la población rural •

6.3. Religiosidad y suicidio

Un aspecto que desde el comienzo de esta investigación aparecía al- tamente intrigante, era la forma en que operaba la religiosidad en re- lación a la conducta suicida. Se suponía que este era un componente subjetivo de alta potencialidad, especialmente en los contextos socio- culturales de los municipios estudiados donde las tradiciones religio- sas seguían teniendo un importante peso. En esta dirección se propuso comprender el proceso de elaboración simbólica que permitía produ- las normas sociales y los principios morales (religiosos). cir la ideación-intención-acción del suicidio como acto que desafiaba Se partió de la noción de que la subjetivación del suicidio se pro- duce a través del ordenamiento de un conjunto de factores de un - to. Los elementos o recursos de los que este se valga para tal propó- modo tal que la muerte adquiera sentido y justificación para el suje sito hacen parte del capital simbólico (cultural) de la colectividad a la que pertenece. Esto resulta clave por cuanto ayuda a entender el universo social —modelador de la conducta del individuo— no solo en términos de las relaciones sociales y de las condiciones de vida, sino también en relación con lo simbólico, en la medida que todas las acciones humanas son portadoras de sentido, como recuerda Langer: “somos animales simbólicos, que permanentemente esta- mos traduciendo experiencias en símbolos” (1942, p. 51). - viduo no transcurre en calma. El suicidio es un acto profano que so- Pero el proceso de resignificación del suicidio que hace el indi cava las bases sociales y morales de la sociedad. Va en contravía de las normas y es condenado por la moral. En sociedades con fuerte tradición religiosa, como la colombiana, la Iglesia sigue ejerciendo un papel importante, no solo en términos institucionales sino aún en niveles más profundos, a saber, el de las creencias y actitudes, en las cuales la fe continúa moldeando y dando sentido a la experien- cia social (Velho, 1995; Gauchet, 2003). Aunque esta noción confronte el ideario de la sociedad moderna de un mundo secularizado, racional y construido sobre la separa- ción radical entre lo religioso y lo laico, se propone evitar esa di- cotomía y pensar que la separación radical entre las esferas de lo 146 • • Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio • laico y lo religioso no es tan cierta, que la historia de las sociedades contemporáneas está marcada por procesos de hibridación, de sin- cretismos, de convivencia de lógicas, en cuyo contexto lo religioso continúa alimentando importantes referentes simbólicos vigentes en la actualidad (Soares, 1990). conducta suicida pasa por el procesamiento de valores y sentidos Esto significa que el proceso de elaboración simbólica de la heredados de la tradición católica, en una lógica que va más allá del terreno estrictamente religioso y confesional, y se localiza en el orden de lo social, aun fuertemente condicionado por la moralidad religiosa. Es interesante este escenario de confrontación y recrea- ción de valores porque permite leer desde el campo de lo simbólico, las crisis y los desajustes que afrontan los individuos y las colecti- vidades y que se manifiestan en ámbitos tan sensibles como el de forma de expresar la pérdida de credibilidad y de poder de esos la significación de la vida y la muerte. Profanar esos valores es una referentes. Pero también es una manera de revelar la existencia de de los sujetos que reacondicionan y actualizan las tradiciones de lecturas alternas y nuevas configuraciones de sentido por parte acuerdo con sus intereses y singularidades. Aparentemente, los hallazgos encontrados en ambos munici- pios parecían mostrar que los valores religiosos no tenían un peso tan contundente en relación al suicidio; es decir, en sus discursos no aparecían de manera explícita como factores determinantes. Sin embargo, el conocimiento más detallado de ciertas dinámicas so- ciales y concepciones que permean su vida cotidiana, permitieron inferir que, pese a que las costumbres religiosas y las prácticas han - ca que lo religioso haya dejado de cumplir un papel relevante bajo cambiado, sobre todo en las nuevas generaciones, esto no signifi otras formas y construcciones simbólicas. De hecho, la Iglesia católica continúa ejerciendo un rol promi- nente en la vida social de ambos municipios. Sus calendarios de vida están regulados por celebraciones religiosas en las que parti- cipa de manera activa la comunidad, en distintas parroquias y gru-

Yarumal, con ocasión del tiempo de Semana Santa: pos. Así lo confirma una de las profesoras del Colegio San Luis, en • 147 • Suicidio en la población rural •

Yo soy católica, apostólica y yarumaleña. La Semana Santa la vivo intensamente, no me gusta viajar ni salir del pueblo porque para mí es una oportunidad de trabajar la espiritualidad, que vivo con in- tensidad. La verdad, Yarumal ha sido y sigue siendo muy aferrado a las tradiciones católicas; la gente sigue haciendo penitencias, todas las parroquias organizan procesiones y la gente participa activa- mente (entrevista, Yarumal, 2011).

Así sucede en el caso de La Unión, y con mayor intensidad en las zonas rurales, según se pudo apreciar en el corregimiento de Meso- potamia, donde el mundo social gira, en gran medida, en torno a las actividades organizadas por la institución religiosa. La parroquia es dueña de la principal cuadra donde está la Iglesia y de buena parte de los negocios comerciales del pueblo, pero además posee terrenos en la zona rural en los cuales construyeron un centro de- portivo, recreacional y de peregrinación espiritual que recibe a los pobladores del entorno. Así mismo, las campanadas de la Iglesia aun recuerdan a los moradores los horarios diarios de las celebra- ciones religiosas y simbolizan el ritmo acompasado de un estilo de vida que continúa siendo profundamente católico. Las formas organizativas de la institución religiosa son activa- la socialización y continuidad de esta práctica social. Cabe mencio- das en múltiples instancias y grupos etarios con el fin de garantizar nar a los grupos juveniles y de oración, las actividades en las insti- tuciones educativas y los retiros espirituales, estrategias muy im- portantes de interacción con la comunidad, actualizadas a la luz de las nuevas condiciones, cambios y necesidades de los pobladores. También hay que destacar el papel desempeñado por los nuevos agentes religiosos: sacerdotes muy jóvenes encargados de promo- ver y orientar el trabajo misional con la población juvenil:

[…] Para estar con los jóvenes y asesorarlos, aquí está el Padre Henry, Rolan y Rubén; ellos son los tres padres jóvenes que están involu- crados con los jóvenes. Los jóvenes los quieren mucho. Yo me ex- traño de la relación que tienen con ellos porque usted, por ejemplo, les dice alguna cosa y no vuelven; en cambio, él les dice “tontos”, 148 • • Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio •

les pone a rezar el rosario, saben de reggaeton […] Si yo digo “no se puede hacer esto”, es anticuado, eso no sirve; pero los padres jóvenes tienen más cancha en eso, nosotros los viejos no tenemos sino capricho para decirle a los muchachos (Sacerdote de la Basílica de Yarumal, 2011).

Efectivamente, estos párrocos concentran la actividad con esta población, organizando y orientando varios grupos juveniles, como se pudo observar en ambos municipios. Tales grupos, aunque no constituyen una expresión dominante en las cabeceras urbanas, en las áreas rurales son una de las principales formas organizativas de la población juvenil. Asimismo, es bastante notoria la actividad re- ligiosa que se lleva a cabo al interior de las instituciones educativas pues por intermedio de los sacerdotes jóvenes, se realizan distintos programas y actividades con los escolares como catequesis, misas, retiros espirituales, etc.; además de las dinámicas propias de cada colegio, como en el caso del Pío XI (La Unión) donde se ora al iniciar - nes espirituales por altoparlante. cada jornada escolar y, a la hora de los descansos, se hacen reflexio No obstante, la población juvenil también ejerce bastante resis- tencia hacia las prácticas rituales de la Iglesia como asistir a misa, optando por espacios y actividades de esparcimiento hoy más co- munes a esa edad. Así, se detecta una tensión entre padres de fa- milia, educadores y agentes religiosos, por un lado, y jóvenes y sus formas de agrupamiento y de expresión, especialmente a través de la música, por otro: “No sé que tan cerquita estén los muchachos de la religión, pues en ellos tiene mucha influencia la música, eso el chico que dirige la banda no va a misa porque para él la Iglesia influye mucho en la forma de pensar y de ver la vida; por ejemplo, es un organismo de control y represivo” (docente, colegio San Luis, Yarumal, 2011). búsqueda de libertad del individuo, cuyo punto más álgido se mani- Esto refleja el conflicto existente entre la tradición religiosa y la autoridad y aparece inusitadamente la rebeldía contra las normas fiesta en la época de la juventud, cuando se cuestiona todo tipo de establecidas. Pero también es cierto que, en muchos casos, pasada • 149 • Suicidio en la población rural • esta fase y después de los tropiezos sufridos, los jóvenes asumen una posición más conciliadora y muchos retornan a los hábitos y costumbres dominantes en este contexto social: “Llega un momen- to en que van a misa y tocan sus instrumentos, escuchan la música, - lea con muchos estudiantes, y después uno se encuentra con ellos confiesan y comulgan; por ejemplo, en los grados 10 y 11 uno se pe y están motilados y sin aretes y rezan y hasta se casan” (docente, colegio San Luis, Yarumal, 2011). Aunque la Iglesia católica siga siendo eje de la vida religiosa, también es importante señalar que se vive una época de prolife- ración de nuevas formas de religiosidad que son apropiadas de distintas maneras e intensidades, según las necesidades y singu- laridades de las personas. Esta es una característica común de la experiencia religiosa en la contemporaneidad, en la cual, gracias al cultura, se tiene acceso a múltiples expresiones y congregaciones mayor flujo de las intercomunicaciones y a la globalización de la religiosas. Así lo explica Bidegain (1994) para el caso colombiano:

El campo religioso colombiano se ha fragmentado en una multipli- cidad de iglesias y de espacios de interacción económica, política y social de base religiosa, que atraviesan a la vez a las iglesias insti- tucionalizadas […] En parte explica el desarrollo del fenómeno de ‘Nueva Era’ como búsqueda de prácticas de autodesarrollo, integra- ción y de sentido de vida, fenómeno que abarca diferentes expe- riencias religiosas incluidos sectores del catolicismo (p. 37).

Las nuevas dinámicas socioreligiosas han conducido a una rea- decuación de la práctica religiosa, ganando mayor pluralidad, sin- cretismo, reinterpretaciones populares y estilos personalizados, incluso en contextos sociales distantes de los centros urbanos y con - mal y La Unión, conforme lo observa, críticamente, el Padre Rubén fuerte influencia de la Iglesia católica como los municipios de Yaru de Yarumal: “Estamos en una época de un sincretismo religioso donde yo mezclo Nueva Era, cosas de chamanería, y entonces se ven en una ambigüedad tan terrible que tantas opciones no res-

150 • • Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio • ponden a las expectativas de las necesidades o a esa jerarquía de necesidades que cada muchacho tiene”. Efectivamente, pueden apreciarse diversas variantes y formas de interpretar la creencia religiosa; esta fue una de las más impor- tantes constataciones, especialmente respecto a la forma en que se percibe el suicidio: no se encontró una visión única que englobe el sentido social y la valoración que se tiene frente a este evento. Hay versiones que incluyen varios tópicos y singularidades:

[…] Varios pensamos que la muerte es el paso para otra dimensión, pero ¿cuál dimensión? Yo digo que la muerte es un nuevo nacer para uno, un nuevo ciclo […], es un sueño que pasa a otra vida cuando se muere ¿Cómo se explica que estemos en lugares que nunca hemos estado, con gente que nunca hemos visto, hablando de temas que no sabemos, y lo hacemos bien? (estudiante, colegio San Luis).

Eso depende de las creencias […] pues hay muchos que dicen que son católicos pero dicen que no hay purgatorio. Para mí, dentro de mi creencia —que a pesar de ser católica tengo muchas cosas de Nueva Era—, el que se suicida tiene varias versiones: la primera, que se queda esperando el tiempo que podíamos asimilarlo con el purgatorio, pues el tiempo que le quedaba de vida permanece en un limbo y, cuando le corresponda morirse, se muere; la segunda, que le correspondía morirse y por eso se murió, entonces no hay ningu-

debe regresar a revivir lo que no pudo superar, hasta que lo supere. na dificultad con eso ya que continúa su camino; y la tercera, es que Yo me voy con la tercera (Ana, docente, 35 años, Yarumal, 2011).

Cuando yo era pequeña, hablar de suicidio en Yarumal era ha- blar de una cosa espantosa, era descartar la posibilidad de ver a Dios. Dentro de mi creencia, pues yo soy más tradicional, apenas estoy abriéndome frente a otras creencias religiosas. Yo estudié en la Normal y en ese entonces se suicidaron varias personas; eso era una cosa que causaba desconcierto y, de acuerdo con la religión católica, se perdía el Cielo. Claro que ha cambiado, ahora se con- templa la misericordia, antes no había, era una condena total; como con los homosexuales dentro de la Iglesia, antes estaban totalmente • 151 • Suicidio en la población rural •

descartados, ahora ya están involucrados pues hay presión sobre la Iglesia y entonces tienen que cambiar algunas cositas, aunque algu- nos no cambien (María, docente, 40 años, Yarumal, 2011).

Nunca he pensado después del suicidio de mi tía si está en el

y yo le rezo mucho. Yo no soy mucho de ir a misa, pero cuando voy cielo, en el infierno o dónde está […] Yo me sueño mucho con ella, pido mucho por ella. Pero si el purgatorio existe, ella debe haber quedado allá porque, en la religión, si uno si suicida es pecado. Yo le rezo mucho porque el Padre nos dijo que teníamos que rezarle mucho a ella porque cuando una persona hace eso, necesita de mu- cha oración. Entonces nosotros le hemos mandado a hacer muchas misas y oramos (Rosa, 25 años, La Unión, 2011).

cuestión de la muerte; particularmente el suicidio aun sigue sien- No existe una visión clara y mucho menos unificada sobre la do un tema tabú que se elude, por el cual la concepción frente al mismo resulta confusa, fragmentaria y a veces precaria. Muchas de las personas a las que se les pidió opinión sobre el suicidio y lo que pensaban que podía suceder después de la muerte con los que efectuaban tal acto, no sabían responder porque nunca lo ha- también eran limitados. Los argumentos más elaborados los encon- bían reflexionado y los recursos discursivos que tenían al respecto tramos entre los docentes y algunos profesionales de ambos muni- cipios, principalmente de Yarumal donde hay una vida más urbana formas de vida como la llamada Nueva Era. y, por tanto, mayor apertura a otras influencias de pensamiento y - licos y culturales de estas poblaciones, fuertemente determinadas Entre los consultados salieron a flote varios referentes simbó por la tradición católica que continúa actuando como lógica sub- común que aparecía en sus relatos era el hecho de que existía algo yacente en la configuración de su visión del mundo. Un elemento - do pero continuaba en otro estado existencial que era complejo de más después de la muerte física. La persona desaparecía del mun presenta el hecho de atentar contra la propia vida. definir porque no se tenía certeza de lo que acontecía cuando se 152 • • Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio •

Después de la muerte, la tradición católica enseña dos escena- rios posibles donde el ser inmaterial transita: el Cielo y el Infierno. base en un criterio fundamental: los pecados cometidos por la per- La nueva condición existencial es definida por el Ser supremo con sona en su vida terrenal, por los cuales pueden ser merecedores de perdón o condenación eterna. También es contemplado un ámbito expiación donde las personas que han muerto sin pecado mortal, intermedio, el Purgatorio, un estado transitorio de purificación y pero han cometido pecados leves no perdonados o graves ya per- donados en vida sin satisfacción penitencial por parte del creyente, están en camino, tarde o temprano, hacia el Cielo, de modo que las deben purificarse. En ese sentido, los que entran en el Purgatorio plegarias por los así fallecidos, por medio de eucaristías ofrecidas, la realización de penitencias, etc., pueden disminuir allí su tiempo de estadía y padecimiento. Con base en fundamentos bíblicos, la Iglesia católica ha enseña- do milenariamente la doctrina del Purgatorio. Así se explicita en un compendio del Catecismo:

El purgatorio es el estado de los que mueren en amistad con Dios pero, aunque están seguros de su salvación eterna, necesitan aun de

- purificación para entrar en la eterna bienaventuranza. En virtud de la den ayudar a las almas del purgatorio ofreciendo por ellas oraciones comunión de los santos, los fieles que peregrinan aun en la tierra pue

limosnas, indulgencias y obras de penitencia (2005, pp. 210-211). de sufragio, en particular el sacrificio de la Eucaristía, pero también

Interesa aquí ver la forma en que se cataloga el suicidio, si es considerado un pecado capital que lleva a la condena eterna o si es posible lograr el indulto y la salvación, pasando por el suplicio del Purgatorio; pero no existen acuerdos completamente explícitos sobre esta condición. De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia católica, en su artículo 5.° - to (“no matarás”), se hacen algunas consideraciones sobre el suicidio Segunda Sección sobre los Mandamientos, específicamente el quin que dejan abiertas posibilidades de interpretación. Es claro que el • 153 • Suicidio en la población rural • acto suicida es considerado pecado porque se atenta contra la vida que nos ha dado Dios, estamos “[…] obligados a recibirla con gra- titud y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas. Somos administradores y no propietarios [...] No dispone- mos de ella” (2280); pero aun así, en los apartes siguientes se ha- cen algunas salvedades que pueden relativizar la gravedad de esta falta. Los números 2282 y 2283 expresan lo siguiente: “Trastornos psíquicos graves, la angustia, o el temor grave de la prueba, del su- frimiento o de la tortura, pueden disminuir la responsabilidad del suicida” (artículo 5: 2282). “No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida” (artículo 5: 2283). En el 2282 se hace referencia a casos de disturbio mental y es- tados limítrofes de sufrimiento causados por agentes externos que pueden atenuar la responsabilidad de los suicidas y, por tanto, co- locar este pecado en un menor nivel de gravedad, lo que podría in- terpretarse como una posibilidad de salvación. Esta última idea se eterna a los suicidas, en la medida en que Dios puede conceder, “por ratifica en el 2283 donde no se descarta la opción de la salvación caminos que solo Él conoce”, el perdón. Queda abierta la ventana de la misericordia divina, principalmente en aquellas situaciones en las que se presenta enajenación mental o fuerte afectación causada por terceros; línea interpretativa ampliamente reiterada en el tra- bajo de campo por parte de varios religiosos:

Básicamente lo que uno hace es acompañar a la familia en la elabora-

ción del duelo para desmitificar eso de que el hijo es un pecador que se enfermo, enfermo emocional, que no ha tenido las herramientas nece- fue al infierno, porque tenemos claridad de que quien se suicida es un

Entonces, tenemos conciencia de ello, que es una persona enferma, sarias para elaborar los duelos o las pérdidas significativas de su vida. pero el estudio propiamente debe apuntar a proporcionar herramien- tas a estos enfermos para que tengan otros caminos y otras opciones, que recobren el sentido de la vida (padre Rubén, Yarumal, 2011). 154 • • Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio •

La perspectiva antedicha es liderada por los sacerdotes jóvenes que tienen una visión mucho más amplia y tolerante frente a las nuevas problemáticas sociales; hablan con tranquilidad de este tipo de temáticas, no condenándolas sino, por el contrario, intentando buscar explicaciones y salidas con un importante margen de tole- rancia en relación con la doctrina religiosa. Esta es una postura re- novada de la Iglesia que ha ganado mucho espacio en los contextos sociales estudiados. Esa nueva atmosfera religiosa ha contribuido a atenuar el sen- tido de condena eterna hacia el acto suicida, disminuyendo su alta carga de dramatismo; además, ha permitido que sea visto de una manera más tranquila por la población y haya perdido el carácter de fuerte estigmatización que había, razón por la cual no aparece la

Pero tampoco van al cielo, ¿a dónde van? Al indagar más sobre este preocupación de que los suicidas necesariamente vayan al infierno. asunto se puso de relieve la alternativa existencial del Purgatorio como “estado” que mejor se ajusta al caso del suicida. El mencionado relato de Rosa sugiere que hay claridad sobre dos aspectos que se han intentado sustentar en esta última parte: en principio, que el suicidio es considerado un pecado y, además, que al morirse no se termina la existencia sino se pasa a otro “es- tado”, a saber, el Purgatorio, donde debe pagar penitencia mientras alcanza la absolución, algo que los familiares deben acompañar con su constante oración e intercesión.

“estado” está relacionada los sueños reiterativos que tienen los fa- Otra manifestación en la que también se pudo identificar ese miliares con sus parientes suicidas, algo que es visto como una se- ñal de su padecimiento, de que sus almas no han logrado “estar en paz”. Algo parecido sucede con los espacios que habitaban dichas personas y donde se sigue sintiendo su presencia, razón por la cual piden a sacerdotes bendecir estos lugares:

Vienen a uno y le dicen: “padre, lo que pasa es que en mi casa lo sen- timos, entonces a ver si usted puede ir a la casa, si nos regala una eucaristía, a ver si nos bendice la casa; pero vaya usted, no solo nos bendiga el agua, sino que vaya usted”. Entonces eso de cierta mane- • 155 • Suicidio en la población rural •

ra les ayuda mucho puesto que después dicen: “Padre, nos ayudó, ya estamos más tranquilos” […] Es como el espíritu que necesita descansar porque está en pena y por eso llaman al sacerdote para que les bendiga la casa o para que les celebre misa (padre Roland, entrevista, Yarumal, 2011).

Pese a que en muchos casos no aparecía nítida la categoría de Purgatorio, lo que se manifestaba en relación con eso era bastan- limbo y de sufrimiento, donde la persona debía purgar el pecado te similar, es decir, un estado sin especificaciones, una especie de de atentar contra su propia vida, en lo cual allegados y familiares cumplen un papel importante para ayudar a salvarles a través de los sufragios que se ofrecen. Esto aparece incluso en otras versio- nes que se recrean en conjunción con creencias diferentes, como en el caso de las místicas orientales que hacen mención al retorno superar hasta que lo supere”. Aquí también sigue siendo evidente —según ya afirmaba Ana: “debe regresar a revivir lo que no pudo el sentido de una conducta negativa y su consecuente necesidad de expiación a través del retorno al mundo para afrontar y superar di- cha condición que lo llevó al suicidio. Otra dimensión importante de la relación entre religiosidad y suicidio es la culpa. Ese algo intangible y muchas veces inexplicable que se siente y que concentra un enorme poder por cuanto afecta el lado impulsivo e irracional del ser humano: el estado emocio- nal y anímico. En esa medida, constituye un importante factor en la orientación de la acción humana, sea para inmovilizar, incitar o producir determinados comportamientos. ¿Cómo se origina la culpa y en qué radica su poder? La culpa es el sentimiento derivado de haber cometido una falta de manera voluntaria; es decir, de haber quebrado o infringido una norma social, acción que deriva en una aflicción moral. No obstante, es algo que va más allá del estado de perturbación por haber hecho algo indebido; la culpa posee un agregado, un diferencial importante: se originó y se construyó como categoría social en el interior del cristianismo, como parte de un acto primogénito, el pe- cado original, cometido por Adán y Eva: “por esta razón, así como el 156 • • Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio • pecado entró en el mundo por medio de un solo hombre y la muer- te por medio del pecado, así también la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (apóstol san Pablo, Romanos, - mos pecadores y, por tanto, portadores de culpa. 3:12). Esto significa que, en principio, todos los seres humanos so Además de que los seres humanos por naturaleza somos con- cebidos como pecadores y culpables, lo cual representa una carga moral bastante pesada, la fuerza de esa condición radica en el he- cho de que el pecado se comete contra un mandato sagrado, san- cionado por la divinidad; de modo que el “mal comportamiento” se convierte en un crimen directo contra el Ser Supremo. Aquí es culpa que de este se deriva puesto que, de un lado, las acciones pe- donde se potencializa, se magnifica, el sentido del pecado y de la caminosas en el mundo se traducen en ofensas contra Dios, esto es, contra lo sagrado, lo intocable y lo puro, aumentando el sentimiento de culpabilidad, impureza y suciedad que caracteriza a lo humano; y de otro, cuando se peca también se está atentando contra la vida en el más allá pues las malas acciones trascienden y afectan las posibi- lidades de salvación después de la muerte, situación que pone a la persona ante la inminencia de una condena eterna. El suicidio es un acto fuertemente impregnado por dicha no- ción en la medida en que se le considera como una falta grave o mortal por atentar contra el quinto mandamiento que sanciona el “no matarás”. Por consiguiente, el suicidio lleva consigo todo ese contexto de pecado, culpa y condena; y aunque aparentemente no se explicite la relación del suicido con lo religioso, la investigación demuestra que hay razones para pensar que sí. Por ejemplo, cuan- do se preguntó a los jóvenes escolares —una de las poblaciones más irreverentes y reacias frente a las prácticas religiosas— si el suicidio era pecado, contestaron unánime y automáticamente: “sí”, siendo algunos de sus comentarios los siguientes: “sí es pecado y es muy grande”, “es como matar a una persona”, “uno se mata uno mismo, pero es como matar una vida”, “la vida nos la da Dios y el suicidio es atentar contra esa vida”. La noción del suicidio como pecado es un valor hondamente interiorizado, aunque en muchos casos se carezca de un discurso • 157 • Suicidio en la población rural • elaborado o consciente ante ello. Su trasfondo moral es palpable y pocas veces se pone de relieve como cuando se debate; entonces aparecen dilemas y se producen matices y versiones sobre los mis- mos, como se aprecia en estos apartes de algunas conversaciones sostenidas con grupos de jóvenes:

—Lo que están haciendo es un pecado, pero ellos no lo piensan. —Sí, ellos sí lo piensan. —Puede haber alguien que esté a punto de suicidarse y Dios le manda el angelito. —Empieza a recordar todo lo que le dijeron, las creencias y em- pieza a recordar lo bueno que ha vivido. —Por ejemplo, las personas que se toman algo para matarse, no piensan antes de tomársela; después de que la toman dicen: “¿yo por qué hice eso?” (taller, Colegio Llanos de Cuivá, 2011).

—En mi concepto, es un absurdo cobarde. El quitarse la vida con- forma la misma libertad del ser humano, pero no le salva de la res- ponsabilidad de lo que pudo ser. —Puede ser una decisión cobarde y a la vez valiente ¿Por qué cobarde? Porque uno ante los problemas se suicida, pero también puede ser valiente porque es capaz de tomarse un veneno o cortar- se las venas y sentir el dolor (taller, colegio San Luis, 2011).

Acá se debate sobre el orden de las cosas, pero también se hacen juicios morales al respecto, es decir, sobre el deber ser, lo bueno o correcto y lo malo o incorrecto de las acciones, como acá el suicidio. Algunos hablan en términos más católicos, esto es, del pecado, el arrepentimiento y el perdón; otros, en cambio, cuestionan su carác- ter de cobardía o valentía frente a la vida. Para ilustrar mejor la forma en que opera este tipo de dilemas morales dentro de la población estudiada, se retoma a continua- ción un caso de suicidio del que se ha tenido múltiples versiones. Se trata de Julián, joven de veintidós años, morador de la zona rural de Llanos de Cuivá, quien había cursado hasta el grado 9, cuando - naderas de la localidad. Hasta aquí, la suya es una historia similar a abandonó el estudio para trabajar como ordeñador en las fincas ga 158 • • Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio • la de muchos jóvenes campesinos, de iguales carencias económicas, que dejan sus estudios para ayudar a las familias y, sobre todo, con- seguir su propio dinero para suplir sus propias necesidades. Tam- bién, del modo que en otros casos registrados, en este hogar había serios problemas de disfuncionalidad familiar. El padre es alcohóli- co y tiene mal temperamento, con actitudes autoritarias y agresivas hacia su esposa e hijos:

Él tenía muchos problemas con Julián porque llegaba borracho a las 2 o 3 de la mañana y como Julián debía salir a ordeñar temprano, hacía bulla y ahí tenían el problema […] El último problema grande fue un día que Julián hizo una fiesta en la casa con todos sus amigos. Yo estaba en la finca de mi hija y mi esposo también se había ido. Mi esposo apareció a las 2 de la mañana y le echó tremendo voleo. Su- puestamente, lo echó de la casa, así como los papás arreglan todo, echando a los hijos de la casa (madre de Julián, entrevista, Llanos de Cuivá, 2011).

Este antecedente, importante en el posterior episodio de suici- dio, tendrá luego varias versiones e interpretaciones. Igualmente relevante es que, según su madre, hacía aproximadamente dos me- ses, Julián manifestaba un comportamiento diferente, “decía que la cédula ya no la necesitaba […], inclusive repartió todo lo suyo: las camisetas, los zapatos, y yo le preguntaba que por qué, y me decía que no lo necesitaba”. Pero el hecho puntual que parece provocar el acto suicida está relacionado con un desengaño amoroso por causa de su última novia, una chica de quince años con quien estaba dis- poder haber oportunidad para una reconciliación, un malentendi- gustado y, en la fiesta del cumpleaños de aquella, cuando parecía do con esta y su mejor amigo, lo empeora todo, así que sale de la reunión, bebe otros tragos en un bar y regresa finalmente a casa: Llegó a la casa y la hermanita menor estaba en el computador. Él paso para la pieza donde se tienen las cosas guardadas. Al rato, cuando ella vio que él no salía, se fue a asomar y lo encontró ahí tirado, ya se había intoxicado y estaba botando babaza. Entonces • 159 • Suicidio en la población rural •

ella llamó a los compañeros y lo sacaron. Cuando llegué me dijo que no quería vivir. Me fui con él para Medellín, me estuve seis días, y él murió, pues había tomado varios tipos de venenos, muy fuertes, de esos que usan para el pasto y también aceite y ACPM (madre de Julián, entrevista, Llanos de Cuivá, 2011).

Como en muchos de los relatos de suicidio acá descritos, se pre- sentan características similares como el uso de alcohol, el acceso a substancias altamente tóxicas en las zonas campesinas, antece-

En este caso todo parece indicar que el motivo puntual por el cual dentes de disfuncionalidades familiares, conflictos pasionales, etc. se desencadena la conducta suicida es la decepción amorosa tras aquella noche; sin embargo, esta versión no parece ser la única pues cuando el joven es llevado al hospital descubren dentro de su billetera una nota de despedida que decía: “Yo no me mato por amor sino por un papá que lo desprecia a uno y lo hecha de la casa. Inviten a todos mis amigos a mi entierro. A mis hermanos que los quiero mucho, saludes a mi mamá, que es lo que más quiero y más amo, la amo mucho, para siempre”. La madre, durante el tiempo que su hijo se encuentra en el hos- pital, le pregunta si realmente se había envenenado por el proble- ma con el papá, a lo que responde: “no, esa boleta la había escrito hacía meses”. A este hecho se suma una nueva circunstancia que da otro matiz a la historia: Julián pide que lo visiten, en el hospital de Medellín, su exnovia y su amigo. Al ir, según versión de su madre, Julián les pide perdón. Por su parte, ellos niegan lo sucedido y ase- guran que, en realidad, “habían jugado una broma”. La descripción realizada muestra una serie de elementos que posibilitan analizar la manera en que se maneja la culpa frente al episodio de un suicidio. Destaca la postura de Julián, quien, al pa- recer, había estado maquinando su suicidio desde hacía meses, es- cribiendo incluso una nota en la que inculpaba a su padre. Pese a ello, ante la inminencia de la muerte, el joven se culpabiliza por el acto cometido, al punto de intentar resarcir a terceros como su pa- dre que, en un momento, llegó a ver como culpable, o a su exnovia

160y amigo, • a quienes llama para pedir perdón. Al final, arrepentido, • Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio • pide que lo salven, aunque ya no sea posible por su alto nivel de intoxicación. En relación a los familiares de Julián hay que considerar varias posiciones; entre ellas, la de sus hermanos, quienes culpabilizan al padre por la nota encontrada: “Mi esposo no sabe de esa boleta. Los muchachos le echan mucho la culpa porque vieron la pelea. Yo, después, cogí la boleta y la quemé. Mi esposo es una persona muy que es lo que ellos digan y nada más” (madre de Julián, entrevista, conflictiva, por cualquier cosa pelea, es de esas personas porfiadas Llanos de Cuivá, 2011). esposo, pero al mismo tiempo de miedo, intentando borrar la evi- Las palabras de la madre reflejan un tono de reproche hacia su dencia de la culpa que pesa sobre éste. Por otro lado, sobre ella mis- ma han recaído críticas y juzgamientos:

La gente nos culpa a nosotros, en parte, y sobre todo a mí porque tuve que irme por un tiempo de la casa. Me fui a Yarumal porque nos quedamos sin trabajo. Dicen que como yo no vivía con ellos aquí, entonces que él llegaba, que la niña llegaba del colegio, quis- que [sic] no encontraban comida, que no encontraban nada […]; pero yo no me culpo porque yo me había ido a trabajar […]; yo me echaría la culpa siempre y cuando sería un muchacho de unos 4 a unos 16 años (madre de Julián, entrevista, Llanos de Cuivá, 2011).

- pable, le afecta el juzgamiento de los otros, gente del pueblo que Pese a que se defienda ante estas acusaciones y no se sienta cul la mira con reproche y rumora a sus espaldas; en síntesis, siente el peso de la discriminación y, sobre todo, de la culpa externa por el suicidio de su hijo: “Al entierro fueron muchas personas, pero luego van pasando los días y la cosa es diferente. La gente murmura al lado de uno, y los amigos ya se comportan diferentes, ya no son los mismos. Incluso, uno de los hermanos de él se fue para Medellín porque lo dejaron de lado. Las niñas no salen ni mantienen amigos como antes” (madre de Julián, entrevista, Llanos de Cuivá, 2011). Socialmente, no solo se culpa a la madre o, en general, a la fa- milia de Julián, sino se hacen fuertes reproches a la exnovia, vista • 161 • Suicidio en la población rural • como causa de este suicidio, según ella misma lo expresó en un ta- ller realizado con jóvenes del corregimiento. Cuando allí se tocó el tema del suicidio, salió a relucir el caso de Julián. Una joven pidió la palabra y manifestó haber estado antes de su suicidio, asegurando que ese día se había despedido de manera muy fuerte. Otra joven expresó que ella había sido la novia y que, por esto, ha sido culpada, aunque no lo sintiera así, por cuanto asegura que la relación había

Entretanto, el mejor amigo de Julián, con quien aquella noche terminado a causa de la infidelidad de este. su exnovia se estaba besando, también es visto como culpable y él mismo se siente muy incómodo con ese hecho. A diferencia de la exnovia, no se muestra públicamente ni habla del caso, pero en una ocasión en que se estaba en un grupo de discusión en el que surgió este tema, se apreció la incriminación de los presentes hacia él y, de su parte, una actitud perturbada y molesta al respecto. De esta manera, desde distintos lugares y perspectivas, el acto suicida encierra un profundo sentido de culpa que mancha moral- mente su entorno y tiende a contagiar a todos aquellos con quienes la persona implicada tuvo un contacto más próximo o a quienes se sospecha tienen una implicación causal frente al acto en cuestión. Similar a lo sucedido con Julián, la mayoría de personas con in- tentos suicidas con quienes se tuvo oportunidad de dialogar, evi- denciaron sentimientos de culpa y arrepentimiento. Algunos se sienten apenados por haberlo hecho y no les gusta hablar al respec- to; otros se llenan de rabia y se disgustan si esto se aborda; mien- tras que muchos reconocen que fue un impulso, que estuvo mal y que no estimarían repetirlo. Familiares, amigos y allegados también se sienten culpables. En general, dicen que los embarga el arrepentimiento por haber hecho alguna cosa que, potencialmente, ayudara o propiciara aquella de- cisión, o por no haber hecho o expresado a tiempo algo que podría haber contenido o aliviado al suicida. También están aquellos que lo niegan, que hablan de sus familiares muertos pero no mencionan el suicidio, y otros más radicales que simplemente evitan hablar de ellos. Igualmente, se da la situación en la que, a pesar de que ellos

162 • • Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio • mismos no se crean ni sientan culpables, el entorno social se ocupa de que así sea. Así, se puede concluir que la potencialización de ese sentimien- to de culpa descansa en que, pese a no situarse estrictamente en el campo religioso, posee un nexo simbólico con la esfera de lo sagra- do, encarnado en el atavismo de un pecado capital, lo que aumen- ta su capacidad de contaminar y condenar a los atingidos por este - hecho. En esto radica la eficacia simbólica: en su carácter transcen existencia humana. dente en lo mundano que sigue actuando y dando significado a la Lo singular de este hecho es que el poder no está concentrado en la institución religiosa (en la Iglesia o sus agentes) sino espar- cido en la sociedad, es decir, en los propios sujetos que tienen in- que actúa como un dispositivo de control social juzgando (y juz- teriorizado profundamente estos valores y significados, de modo gándose), estigmatizando, aislando y condenando a quienes van en contravía de ciertas pautas sociales, en este caso, atentar contra la propia vida. Así crece, se propaga y asienta el sentimiento de culpa que atormenta a quienes lo padecen. Acá el rumor cumple un papel destacado por cuanto crea ver- siones impregnadas de juicios de valor que legitiman o invalidan a acciones y sujetos, según los códigos sociales implícitos. Su arma más poderosa es la construcción de culpables, algo que termina ordenando y conduciendo el accionar social. Muchos de los que cometen intentos suicidas temen justamente el escarnio social al que son sometidos por cuenta del rumor, la burla, las miradas acu- satorias, la discriminación, los reproches y una de las más duras sanciones que sabe hacer el colectivo: el aislamiento social de ami- gos y conocidos. Son frecuentes cometarios como: “no sea bobo”, “¿por qué hizo eso?”, “¿acaso no se da cuenta que la vida vale la pena y que todo tiene solución?”, cuestionamientos que en el fondo están juzgando lo “mal hecho”, a la vez que orientan por el camino ade- cuado. Ese es, justamente, el temor que confiesa un joven a su amigo: “yo le pregunté: «¿usted por qué hizo eso?», y él me dijo: «estaba aburrido, me quería morir», pero ahora ‘siento vergüen- • 163 • Suicidio en la población rural • za por lo que diga la comunidad’” (estudiantes colegio San Juan, taller, 2011). En realidad, el micropoder disperso en la creencia de los indi- control de ese juicio de culpa-pecado frente al suicidio, a través del viduos y en el conjunto de la sociedad es el más eficaz medio de poderoso dispositivo moral del deber ser que está inmerso en el implacable cuestionamiento que hay por parte de sí mismos y de parte de los otros. No obstante, también cabe discutir por qué a pesar de que existe este fuerte dispositivo de control social, se siguen suicidando las personas en dichos municipios ¿Cómo logran sobrellevar la culpa los familiares de los suicidas y los que cometen intentos? Se esti- man varias hipótesis: en primer lugar, que no existe un control to- tal. Hay una fuerza dominante, pero en el interior de lo social se - nente con tensiones y asimetrías donde tiene lugar la expresión de presentan divergencias y fisuras. En realidad, hay un fluir perma las subjetividades; de modo que, a pesar de ser minorías, también se pudieron observar otras formas de ver y entender la muerte y - den este último como “un acto de valentía”, otros que acreditan la el suicidio, especialmente entre jóvenes que, por ejemplo, defien creencia de la reencarnación, y algunos pocos que manifestaron el derecho a decidir sobre la propia vida: “uno es libre de tomar de- cisiones, eso se debe respetar”; “yo pienso que cada quien es libre de decidir sobre su propia vida”; o “es algo subjetivo, por el mismo desarrollo de la persona, los individuos que toman esa opción no importan si son cobardes o valientes”. En una segunda instancia, aunque el dispositivo de control es fuer- te, la crisis social que se vive en dichos contextos también es inten- sa, tal como fue visto en anteriores capítulos donde se profundizó sobre la problemática de las disfuncionalidades familiares, las des- igualdades de género, el declive de la economía campesina y la pre- sencia de los actores armados, además de la pérdida de identidad y la penetración de las industrias culturales y de consumo que, en conjunto, generan desestabilidad y condiciones propensas a los ac- tos suicidas; de modo que este tipo de factores termina fragilizando y ejerciendo presión sobre las dinámicas de preservación social. 164 • • Aspectos simbólicos, valores y religiosidad en el suicidio •

Por otra parte está el hecho de que la misma fuente simbólica de este dispositivo social —la religión Católica, en especial la parte institucional— ha ganado mayores matices, aberturas y márgenes de tolerancia. Se ha superado el periodo en el que el suicidio era causa de condena y segregación total. Ahora, se ha activado una mirada más compresiva que intenta buscar las raíces del proble- sus disturbios emocionales, para brindar apoyo espiritual; es decir, ma en las situaciones conflictivas que atraviesa la persona, junto a el suicidio se ve de una manera menos rígida y se tiene hacia este mayor nivel de tolerancia como problema social, lo cual hace que se transforme en un acto menos dramático y perturbador para la población creyente, lo que se refleja, por ejemplo, en la pérdida de sacerdotes jóvenes de las parroquias de acompañamiento y aten- miedo al infierno, así como en toda la actividad desplegada por los ción a los jóvenes con intentos de suicidio que buscan su ayuda. generan formas de readecuación, negociación de valores y resig- Y finalmente, que en el interior de la misma creencia católica se - tuaciones de suicidio. En otras palabras, se concilia con la creencia nificaciones que permiten ver y asumir otras posturas ante las si algo que estaba fuera de ella pero que se incorpora a su campo sim- bólico, gracias a los mismos recursos religiosos que se activan para recrear y validar nuevos sentidos. Un ejemplo de esto se encuentra en el caso de Julián, cuya madre se siente tranquila porque cree que su hijo está bien y que se ha convertido en un “angelito”:

[…] Le decía a ella que mirara para el cielo que había una lucecita, yo digo que es el resplandor de Dios o de algo, ¿no? ¿Por qué él la vio y ella no? Le decía: “mira hacia el cielo que hay una lucecita que me está invitando que me vaya con ella” […] Si de verdad tenemos un Dios que nos guíe, entonces ese resplandor de luz que él vio debe ser una señal […] A veces me pongo a pensar y analizo, me digo, esa tranquilidad que yo mantengo, yo creo que es por lo mismo, quizá él no está penando, quizá debe estar más bien, bien […] Cuando él se murió, el Padre me decía que no llorara, que yo tenía un angelito

en el cielo que era él, entonces no lo quería para el infierno, ¿sí o no? • 165 • Suicidio en la población rural •

[…] Va a ser un año y yo digo que es un angelito, le rezamos como si fuera un angelito que nos acompaña, que nos sigue, que nos cuida (madre de Julián, entrevista, Llanos de Cuivá, 2011).

La madre de Julián ha hecho un proceso de traducción de valo- res y símbolos religiosos de modo que su hijo, en vez de estar en que los cuida. Esa lectura le da paz frente al peor temor que se tiene el infierno por haberse suicidado, se ha transformado en un ángel también frente a ella misma y a su familia, que han podido procesar desde la creencia católica, a saber, que alguien vaya al infierno; pero la pérdida de su ser querido a través de la conversión de su dra- mática muerte en una señal divina y un estado ideal, ser “angelito” protector. Ella ha elaborado una versión religiosa de la muerte de su hijo que le ha proporcionado tranquilidad, pese a los rumores y reproches sociales. Todo esto muestra que a pesar de existir medios y dispositivos de control social hacia hechos que atentan contra la preservación de los sujetos, como las creencias y los valores en el caso del suicidio, cambios y reinterpretaciones que demuestran la dinámica de la igualmente se presentan fisuras, formas de resistencia, tensiones, cultura pero también la recreación por parte de los sujetos que ha- cen parte de esta.

166 • 7. Conclusiones

uego del recorrido realizado en la búsqueda de comprensión Ldel fenómeno del suicidio en los municipios de Yarumal y La Unión, resta ahora, desde una perspectiva más holística, intentar responder a la pregunta formulada en esta investigación: ¿cómo se - tiva entre los pobladores de estos municipios? configura la conducta suicida como una práctica plausible y reitera Esta pregunta surgió del descubrimiento de un hecho que pasa silenciado en el contexto regional y nacional: las altas tasas de sui- cidio entre la población campesina. Para explorar las causas y condi- ciones que generan este fenómeno, se escogieron los municipios de La Unión y Yarumal (Antioquia) por reunir ambas características, es decir, alta población rural y altas tasas de suicidio. En Yarumal, la tasa de suicidio promedio durante las últimas dos décadas (1990-2010) ha sido de 8,1, mientras que en La Unión llega a 26. Estos datos muestran, si se tiene en cuenta la tasa de suicidio nacional que oscila entre cuatro y cinco suicidios por cada cien mil habitantes (Tello, 2010), la existencia de un problema bastante preocupante. El primer aspecto indagado fue si la conducta suicida era histórica en tales poblaciones. Aunque fue complicado acceder a la información, se pudieron recuperar datos estadísticos a partir de los años setenta y ochenta que mostraban dos aspectos: de un lado, que antes de los años noventa había índices inferiores de suicidio, y de otro, la existencia de • Suicidio en la población rural • la clara tendencia al incremento de estos casos en a partir de esa década, algo que se mantuvo desde 2000. El suicidio se presentaba como indicativo de una situación social anómala que emergió en los últimos años, motivo por el cual me in- teresé en profundizar este fenómeno, toda vez que, como lo mostró Durkheim (1997), era un hecho social a través del cual se podían evi- denciar las problemáticas sociales que aquejaban a la sociedad, condu- ciendo a los individuos a tomar tan extrema decisión. En la revisión de los antecedentes se detectó que durante el perio- do en que se incrementaron los casos hubo dos hechos que marcaron profundamente la historia de los municipios estudiados: los cambios socioeconómicos y la agudización del conflicto armado. Sobre este nexo entre cambio social repentino, anomia y suicidio —uno de los pro- totipos de suicidio señalados por Durkheim (1997)—, se construyó la hipótesis inicial, luego ampliamente constatada en el trabajo de campo. Ciertamente, se evidenció que el aumento del suicidio en estos mu- nicipios coincidía con la intensificación de las reformas económicas impulsadas por el proyecto de modernización del campo y la apertura comercial. También se pudo verificar que este fenómeno no era aislado: el neoliberalismo ha producido efectos nefastos en la población rural de distintos lugares del mundo, población que, por la presión de los altos costos de inversión, el endeudamiento y los bajos ingresos, ha recurrido al suicidio (McLaren y Hopes, 2002; Stark y Riordan, 2011; Gallagher y Sheehy, 1994; Arias y Blanco, 2010; Bello, 2007). A esa política económica global del neoliberalismo que rompe las prácticas tradicionales de las poblaciones campesinas, se suma la agre- sión producida por la agudización del conflicto armado a niveles nacional y regional, que tuvo y aun tiene como centros de operaciones muchas zo- nas rurales como, en este caso, el Oriente y el Norte de Antioquia (INER, 2000, 2007; CNRR, 2009; Behar, 2011). Aquí también coinciden los lapsos de recrudecimiento del conflicto (1993-1997 y 1999-2003) con el aumento de las tasas de suicidio en ambos municipios. Con estos datos podría haber encerrado el problema de investi- gación porque se corroboraba suficientemente la hipótesis planteada acerca de la vulnerabilidad de los campesinos ante el suicidio como consecuencia de las políticas neoliberales y las dinámicas de la guerra 168 • • Conclusiones • en Colombia. No obstante, continuaban abiertos otros interrogantes al- tamente relevantes: ¿por qué en otros lugares con similares condiciones no se elevan los índices de suicidio? ¿Cuáles son las particularidades de estos contextos que propician la exaltación de la conducta suicida? Un camino explicativo era el de las singularidades culturales pues las fuertes alteraciones económicas y políticas en la vida de estas pobla- ciones campesinas también afectaron su identidad, su ethos, es decir, “el carácter y la cualidad de su vida, su estilo moral y estético y su disposi- ción”; o bien, aquello que constituye “la actitud subyacente en relación a sí mismos y ante el mundo que la vida refleja” (Geertz, 2000, p. 118). Se hace referencia a la identidad construida por estos campesinos, cono- cidos como paisas, cimentada sobre valores como el trabajo, el empeño, el emprendimiento y el progreso (Parsons, 1997; Ocampo, 1990), ahora socavada por una realidad que los oprime y los llena de impotencia y frustración frente a su ideal de ser y a sus expectativas de vida. Este aspecto relativiza la explicación durkheimiana de los cambios sociales como causa del suicidio, para comprender otros factores de sentido a través de los cuales se construye este acto. Con esto, se quiere subrayar que no solo se tornan relevantes los efectos de los cambios sociales sino la forma en que se perciben esos cambios, de acuerdo con los valores y a la visión del mundo de los sujetos afectados. Al respecto, Arias y Blanco (2010, p. 197) sugieren que el incremento de las tasas de suicidio en las zonas rurales de América Latina son “efecto de la frustración y desesperanza surgidas de las promesas incumplidas por el proyecto desarrollista”. Pese a que este camino interpretativo, inspira- do en la noción del “efecto de la promesa rota” (Gabennesch, 1998), es interesante por cuanto incluye la percepción de los sujetos como factor explicativo, también adolece de un cierto carácter esencialista en su ecuación: promesa incumplida, entonces frustración y, por tanto, sui- cidio. En efecto, la frustración como estado anímico cumple un papel importante, pero no necesariamente es producto de una promesa rota, ni toda promesa rota causa frustraciones que llevan al suicidio. En este caso particular, la frustración cobra especial significado en función del sentido de identidad de los campesinos antioqueños que, por sus altos niveles de exigencia y expectativa ante el mundo, puede maximizar ese sentimiento y, con ello, acrecentar su vulnerabilidad. • 169 • Suicidio en la población rural •

Estas aproximaciones explicativas a la problemática del suicidio en los municipios estudiados fueron ampliadas por un campo de indaga- ción que no había contemplado inicialmente pero que, durante el traba- jo de campo, apareció con mucho destaque: la familia, el espacio íntimo y cotidiano donde se socializan los sujetos y se recrea el mundo social. La familia surgió entonces como eje de reflexión y se mostraba como causa fundamental de la mayoría de problemas asociados al suicidio. Desde diferentes lugares subjetivos se señalaban allí problemas nodales y reiterativos: disfuncionalidades, desestructuraciones, ausencia de los padres, madresolterismo, carencias afectivas, incomunicación, abusos o maltratos, aspectos que actuaban como factores de desestabilización y de alta vulnerabilidad en los individuos. Así, la familia parecía sintetizar la problemática social que aqueja- ba a esta población campesina. Los efectos nefastos del libre mercado y la modernización de campo que elevó los precios de insumo y abarató la rentabilidad se ven directamente reflejados en la economía familiar. Tuvieron que vender o arrendar sus predios, y muchos miembros de la familia debieron emplearse como jornaleros. La entrada de los parami- litares también llevó al rompimiento de comunidades y familias por los desplazamientos, asesinatos y amenazas. Pero también es importante subrayar que la crisis familiar no sola- mente es resultado de los procesos antedichos. Las familias campesinas de los municipios estudiados son portadoras de inequidades y carencias históricas; están construidas sobre una estructura rígida (el modelo pa- triarcal) que se ha mantenido y reproducido a través del tiempo. Las relaciones asimétricas y el autoritarismo propios de este modelo, in- vaden todos los ámbitos y formas de interacción familiar y conducen al ejercicio del poder a través de la imposición y el uso frecuente de la violencia, acompañado, en la mayoría de los casos, por el alcohol, que aumenta los niveles de agresividad. Sin embargo, aquí tampoco se agota la explicación de la configu- ración de la conducta suicida. Otra dimensión que se identificó como parte del posible modelo interpretativo de este fenómeno es el bajo con- trol social en estas poblaciones como resultado de varios procesos. En primer lugar, los altos niveles de desestructuración de la familia que han conducido a la pérdida creciente de su autoridad, generando vacíos 170 • • Conclusiones • y carencias en la orientación y regulación de la conducta de los niños y jóvenes en formación. Un segundo aspecto es la globalización y el ingreso de nuevas in- fluencias ideológicas en los últimos tiempos, que han penetrado hasta los espacios más apartados como las zonas campesinas y han llevado a la fragilidad de la Iglesia católica como ente de control social y moral de la población. El problema no radica en la pérdida de poder de esta institución, que sería tema de otro debate, sino en los vacíos que se crean ante la falta de una guía moral, pues las nuevas alternativas no logran cohesionar ni direccionar al conjunto de la sociedad. En tercer lugar, hay una patente ausencia o precaria presencia del Estado en las zonas rurales, que margina a esta población de la prestación de servi- cios sociales fundamentales y de procesos de prevención, atención, control y vigilancia, en áreas tan sensibles como la salud mental, algo de lo cual las poblaciones estudiadas son un ejemplo. Estas debilidades en la orientación y regulación social conducen al detrimento del modelo ético y comporta- mental de la sociedad y se vuelven caldo de cultivo para la formación de conductas agresivas ante el otro y ante sí mismo, de negación, irrespeto y fácil quebranto de la norma, así como de excesos en el consumo de alcohol, drogas, sexo y demás fuentes de placer que tienden a tornarse viciosas. Con ello se incrementan los niveles de desequilibrio y descontrol, social e indivi- dual, que acentúan los riesgos frente al comportamiento suicida. Otra dimensión que también cumple un papel importante en la con- figuración de la conducta suicida de esta población y que cerraría la primera parte del modelo interpretativo aquí esbozado, es la relacio- nada con los cambios en la mentalidad, entre los cuales cabe desta- car los generados por la cultura masiva que introduce nuevos valores e ideales como el culto a la apariencia, a los bienes materiales, al goce y al individuo como valor supremo. También entraron en escena nuevas dinámicas socioreligiosas que trajeron consigo nuevas creencias y prác- ticas rituales, así como reformas y actualizaciones de la propia Iglesia católica. Otra fuente de revalorización del mundo proviene del estilo impuesto por las prácticas de ilegalidad y violencia que han tenido fuer- te ascendencia en los municipios estudiados. nuevos sentidos sobre la vida y la muerte, en las que sobresalen la Estas influencias han sido determinantes en la construcción de • 171 • Suicidio en la población rural • valoración del instante, lo emocional, lo volitivo y del disfrute, así como nuevas interpretaciones sobre la muerte, junto a las disminu- ciones del peso social de nociones como el pecado, la condena y el - lor hacia la vida que los grupos armados e ilegales han instaurado infierno. Pero sobre todo, cabe subrayar la pérdida de respeto y va con sus prácticas de tortura, asesinato y, en general, de las llamadas “limpiezas sociales”, que actúan como medios de control social y territorial, y que han ganado legitimidad y cierto sentido de norma- lidad entre la población. - sibilidades para entender y valorar la vida y la muerte, alternativas Tales ideas y resignificaciones abren un abanico de nuevas po que tornan factibles conductas de agresión contra el otro y contra sí mismo porque, simbólicamente, se ha atravesado la barrera del miedo y de lo prohibido culturalmente.

En síntesis, puede afirmarse que la conducta suicida en los municipios de La Unión y Yarumal se configura como una práctica a crear las condiciones propicias para ello: los cambios socioeco- plausible a través de la confluencia de tres dimensiones que ayudan nómicos y políticos, que generan una alta vulnerabilidad; el bajo control social, que incrementa los niveles de desequilibrio; y los cambios en la mentalidad, que abren la factibilidad de tal acto. El

La otra importante constatación que se hizo, gracias a datos cuadro sinóptico 7.1 grafica la correlación de dichas variables. - yores índices de suicido, a saber, la población joven, comprendida estadísticos recogidos, fue la identificación de los sujetos con ma entre los 15 y 35 años, que representan más del 50% del total de los casos de suicidios registrados en ambos municipios durante las dos últimas décadas. Estos resultados se tornan aun más críticos en los casos de intentos de suicidio por concentrarse en los grupos etarios más jóvenes, menores de 14 hasta los 25 años, con porcentajes entre el 65 y el 80% de todos los casos registrados. Cuando se intentó comprender esa estrecha y evidente relación entre suicidio y jóvenes, el modelo interpretativo construido tuvo mucho sentido pues todas las dimensiones contempladas se mos- de esta población, especialmente por el hecho de tener personali- traban no solo pertinentes, sino amplificadas por las características 172 • • Conclusiones •

• 173 • Suicidio en la población rural • que los lleva a ser más inmaduros, volubles, inestables e impulsi- dades en pleno proceso de formación y afianzamiento, condición vos, y por tanto, con mayores niveles de fragilidad y vulnerabilidad. y de las formas de violencia que aquejan, de manera estructural, Los niños y jóvenes son los mayores receptores de los conflictos a las poblaciones campesinas estudiadas por ser los que tienen menos recursos de defensa y resistencia. El empobrecimiento y la - do la disminución de los niveles de vida, el aumento de la violencia y agudización del conflicto armado en las zonas rurales han propicia la pérdida de oportunidades y de un futuro mejor para las nuevas - tes mecanismos de orientación y regulación social, situación que generaciones. Pero también son los más afectados por los deficien los lleva a ser más inestables y, sobre todo, propensos a conductas nocivas que causan daño a los otros y a sí mismos, como el uso recu- rrente de la violencia, adicciones y acometimiento de actos ilícitos. - cias de la cultura masiva y urbana que impone estilos, gustos e idea- Por otro lado, los jóvenes son los más vulnerables a las influen les que desvalorizan la cultura local y generan ideales lejanos como la riqueza, la belleza, el confort de la vida urbana, etc. Esta dicoto- mía produce identidades fragmentadas y desarraigadas, con fuer- tes frustraciones frente a lo ideal inalcanzable y lo real de su mun- do, inmerso en la dinámica de vida campesina, con pocas opciones para los jóvenes y carencia de servicios sociales. Además de esta - lan o toman distancia con las prácticas religiosas tradicionales, esto identidad en conflicto, los jóvenes también son los que más se rebe los deja en un limbo dada la carencia de soporte moral, toda vez que tampoco poseen otro modelo férreo de valores al cual acogerse. Lo que se les presenta como “alternativa” es el estilo de violencia que menosprecia la vida y se legitima la muerte. ha penetrado profundamente las fibras de la sociedad, con el que se suicida se exacerban en la población juvenil. Ellos concentran altos Las dimensiones explicativas de la configuración de la conducta niveles de vulnerabilidad, inestabilidad, desequilibrio, desarraigo, así como la ausencia o precariedad de recursos para resistir o res- - cializa, en suma, el riesgo de suicidio. ponder ante las dificultades que afrontan. Todo este cuadro poten 174 • • Conclusiones •

Otra pieza de especial importancia en este marco analítico es la relacionada con las subjetividades, ese espacio íntimo y existencial que expresa la condición del sujeto en el mundo. En este terreno, la familia tiene un lugar protagónico por ser la responsable del pro- ceso de socialización primaria donde el sujeto internaliza el mundo social, las reglas, roles, actitudes y valores del grupo del cual hace parte (Berguer y Luckman, 2001, p.169). El modelo de familia en las poblaciones campesinas estudiadas presenta fuertes disfuncionalidades que causan múltiples proble- - guiente, las subjetividades que se forjan en este espacio social están mas, conflictos y traumas en la vida de los individuos. Por consi - pensar al sujeto y crear baja autoestima. Este es el tono subjetivo moldeadas por componentes conflictivos que tienden a descom dominante en la población estudiada. Sin embargo, aun quedaba un aspecto importante por expli- car, relacionado con las diferencias de género y que constituye un marcador de las subjetividades que entran en juego en la conduc- ta suicida. Conforme a los datos recogidos en campo, los suicidios son cometidos mayoritariamente por hombres, en razones de 5:1 (La Unión) y 8:1 (Yarumal). Sin embargo, en el caso de los intentos suicidas, esta relación se invierte pues son las mujeres las que más realizan intentos suicidas, en razones de dos a tres mujeres por un hombre que lo intenta. Algunos elementos sobre las subjetividades de género pueden - ve es el lugar de asimetría que ocupan en las relaciones familiares ayudar en esta reflexión. En relación con las mujeres, un factor cla y sociales, donde son frecuentes los maltratos y los abusos sexuales por familiares, novios y esposos. Estas vivencias marcan profundas cicatrices en sus cuerpos y en sus memorias, reforzadas a través de imágenes negativas sobre sí que han recibido a lo largo de sus vidas: putas, malas, sucias, feas, incapaces, etc. Estos elementos son decisorios en la construcción de una subjetividad con baja autoes- tima. De ahí que ante problemas que rebasan los límites de su re- sistencia personal, la forma de gritar o desahogar el sufrimiento sea a través de la negación de su propia existencia, que ellas mismas menosprecian. • 175 • Suicidio en la población rural •

Por su parte, la subjetividad masculina, también forjada en am- bientes familiares con fuertes carencias y maltratos, presenta otras singularidades pues en los hombres se estimula el modelo inverso de valores, es decir, la fortaleza, la dureza, la autonomía afectiva y económica, etc. Aunque se pueda pensar que en este caso se genere alta autoestima, en realidad se crea una pesada carga emocional ante las exigencias personales de cumplir permanentemente ese ideal de masculinidad. Este modelo termina oprimiéndolos, crean- do frustraciones y estados emocionales altamente reprimidos; por muy vulnerables, toda vez que deben cohibir sus sentimientos y su eso, ante las dificultades existenciales por las que pasan, se vuelven sufrimiento, usando como principal mecanismo disipador al alco- hol, el que a su vez se torna un factor depresor. Nótese que las subjetividades de los hombres y de las mujeres construidas en estos contextos, poseen grandes vulnerabilidades que pueden conducir a formas de autoagresión. Sin embargo, se- gún las estadísticas, prevalecen marcadas diferencias de sexo para los casos de suicidios y de intentos. Al respecto se han postulado algunas hipótesis explicativas: una esgrimida por Arias y Blanco crisis económica ha afectado más a los hombres debido a que ha (2010, p. 202), quienes afirman que en los contextos rurales la debilitado “su protagonismo como sostén económico de la familia, erosionando a su vez su autoridad ‘moral’”; otra obedece a la con- cepción generalizada según la cual las mujeres, en realidad, no se quieren suicidar sino “llamar la atención”. Ambas explicaciones son limitadas. La primera, porque solo con- sidera el aspecto económico, relegando el conjunto de componentes - más, porque la conclusión a la que se llega, a saber, que los hombres subjetivos presentes en la configuración de la conducta suicida; ade son más afectados, soslaya las altas cifras de intentos de las mujeres. La segunda es una concepción tiznada de cierto preconcepto sobre las mujeres, vistas como frágiles e incapaces. En la investigación se demostró que, al menos en este caso, ambos sexos se ven fuerte- mente afectados ante situaciones de presión social que resquebra- jan los pilares de su mundo, solo que las formas de reaccionar y los recursos subjetivos que activan son distintos para cada caso. 176 • • Conclusiones •

La idea del dolor y de la muerte produce miedo a hombres y mu- jeres. El intríngulis está en el momento en que se logra superar ese miedo. La diferencia está en los amarres que se tengan en la vida y que actúan como inhibidores de la decisión, tales como la religión, los de las mujeres, este último aspecto tiene mucho peso moral porque lazos familiares y pasionales, el amor filial, entre otros. Para el caso han sido educadas para ser madres, bajo la idea de la entrega incon- dicional; de modo que faltar a esta responsabilidad genera mucha culpa. Por otro lado, también está el hecho de que los hombres, a diferencia de estas, cuentan con un liberador especial de estos mie- dos y sujeciones: el alcohol. Igualmente, hay que considerar el tipo de acceso que se tiene a los mecanismos de suicidio, o sea, la “estructura de oportunidades” (Ajdacic-Gross et al., 2008), que cumple un papel importante al mo- mento del suicidio. En general, los hombres tienen mayor acceso a medios más letales como las armas de fuego o los pesticidas usados en las actividades agropecuarias; en cambio, las mujeres, amas de casa en su mayoría, tienen a disposición medios menos mortíferos como venenos caseros, pastillas o cuchillos con los que se cortan las venas. en el proceso investigativo es el relacionado con la religiosidad. Ini- Otro aspecto que siempre fue objeto de reflexión e indagación cialmente se estimó que por la fuerte presencia de la Iglesia cató- lica en estas localidades, ésta debía cumplir un papel clave como contenedor de la conducta suicida. No obstante, el trabajo de cam- po mostró que la institución religiosa había perdido credibilidad, sobre todo en las nuevas generaciones, y que la regulación de la creencia no parecía tan fuerte en los sujetos. Posteriores indaga- ciones y lecturas más densas de sus testimonios permitieron iden- como ordenador moral: la culpa. tificar una estructura arcaica muy poderosa que seguía actuando El acto suicida encierra un profundo sentido de culpa que man- cha moralmente a los implicados y a su entorno. El poder de ese sentimiento reside en que, pese a no situarse estrictamente en el campo religioso, posee un nexo simbólico con la esfera de lo sa- grado (el pecado), condición que aumenta su eficacia. Ese• poder 177 • Suicidio en la población rural • está esparcido en la sociedad, en los sujetos y en el colectivo que ha internalizado fuertemente estos valores. Así, la culpa-pecado actúa como dispositivo de control juzgando, estigmatizando y condenan- do a los que se salen de la norma, en este caso, a quienes atentan contra la propia vida. De este modo, la religiosidad profunda se presenta como un resistente hilo cultural que contiene al sujeto y protege la vida social. - ción de la conducta suicida como algo plausible en las poblaciones Finalmente, ante la pregunta formulada acerca de la configura rurales de La Unión y Yarumal, se intentó dar respuesta a través de un modelo interpretativo que relaciona variables de un nivel macro (cambios económicos, políticos y de mentalidad), meso (dinámicas sociales internas como la problemática de la familia, el bajo control - nerables al suicidio y las fracturas en la construcción de las subje- social y la influencia de la ilegalidad) y micro (los sujetos más vul tividades). Con ello, se espera haber demostrado que el suicidio es mucho más que una reacción directa de los individuos ante las pre- siones sociales, según la teoría durkheimiana, o una simple anomalía del individuo; la conducta suicida es, conforme con la investigación realizada, una construcción social y subjetiva que se torna plausible - rios factores (macro, meso, micro) con la potencia para desestabili- en determinados contextos socioculturales por la confluencia de va zar dinámicas sociales y resistencias individuales. Los campesinos antioqueños de los municipios de La Unión y Yarumal han vivido durante las últimas dos décadas múltiples vio- lencias, algunas agenciadas externamente por la imposición de mo- delos económicos, políticos e ideológicos y otras acentuadas por las carencias y crisis de sus propias dinámicas sociales, que han resquebrajado su mundo social y han aumentado la vulnerabilidad de los sectores más sensibles de la sociedad, como los niños y los jóvenes. Ahí es donde se instaura el suicidio como una opción social plausible, que ciertos sujetos pasan la frontera y otros, con caracte- rísticas similares, se identifican y la siguen.

178 • Referencias bibliográficas

Acosta, N. y Álvarez, G. (1996). El suicidio una opción en la vida. El caso de Ciudad Bolívar. - tioquia, Medellín, Colombia. Monografía de grado no publicada. Universidad de An — (1998). El suicidio, un fenómeno psicosocial. El caso de ciudad Bolivar Boletín de Antropología, 12, (29), 212-224. Agudelo, M. y García, A. (2008). Conceptos básicos sobre el comportamiento suicida y su relación con la familia. Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia. Monografía de grado no publicada. Ajdacic-Gross, V. et al. (2008). Methods of suicide: international suicide patterns derived from the WHO mortality database. Bulletin of the World Health Organization, 86, (9), 726-732. Améry, J. (2005). Levantar la mano sobre uno mismo. Discurso sobre la muerte voluntaria. Valencia, España: Pretextos. Areiza, L. et al. (1983). Mortalidad por suicidio en Medellín desde enero de 1981 a junio de 1983: estudio descriptivo y estudio de casos y controles. Tesis de maestría no publicada. Universidad de Antioquia, Medellín. Arias, E. y Blanco, I. (2010). Aproximación al entendimiento del suicidio en comunidades rurales y remotas de América Latina. Estudios Sociológi- cos, XXVIII, (82), 185-210. Asociación Revivir una Esperanza (2009). Sobrevivientes hacemos historia contra el olvido. [Multimedia] La Unión, Antioquia. Avendaño, Y. et al. (2007). Prevalencia de riesgo de suicidio en adolescentes con edades entre 11 y 19 años escolarizados de la zona nororiental de • Suicidio en la población rural •

Medellín en el año 2006 - dad de Antioquia, Medellín. . Monografía de grado no publicada. Universi Behar, O. (2011). El Clan de los Doce Apóstoles. Conversaciones con el mayor Juan Carlos Meneses. Bogotá: Icono Editorial Ltda. Bello, W. (2007). Libre comercio frente a pequeños campesinos. Recuperado el 22 de agosto de 2012. Berguer, P. y Luckman, T. (2001). La construcción social de la realidad. Bue- nos Aires: Amorrortu. Bidegain, A. (1994). La pluralidad del hecho religioso en Colombia. En E. Villa & G. Ocampo (Eds.). Las religiones en Colombia. Memorias del VII Congreso de Antropología en Colombia (pp. 15-37). Medellín: Cooimpresos. Botero, F. et al. (2004). La incidencia de la violencia intrafamiliar en el cen- tro educativo San Juan del municipio de La Unión. Trabajo de grado no publicado, Fundación Universitaria Católica del Norte, Antioquia. Camus, A. (1975). El mito de Sísifo. Buenos Aires: Losada. Carbonell, E. (2007). Tiempo y suicidio. Contribución antropológica a una discusión transdiciplinar. Gazeta Antropológica, 23, 1-17. Catesismo de la Iglesia Católica (2005). Recuperado el 22 de agosto de 2012. Center for Human Rights and Global Justice (2011). Every thirty minutes: Far- mer suicides, human rights and the agrarian crisis in India. CHRGJ Report. Cohen, D. (2010). Por mano propia. Estudio sobre las prácticas suicidas. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación [CNRR] (2009). Memo- rias en tiempos de guerra. Repertorio de iniciativas. Bogotá: Punto Apar- te Editores. Cortina, E.; Gómez, I. y Peña, M. (2007). Factores psicológicos asociados a intentos de suicidio en jóvenes entre 16-25 años del Valle de Aburrá. Mo-

Cubides, F. (2006). Proceso inconcluso, verdades a medias. Análisis político, nografía de grado no publicada. Universidad de Antioquia, Medellín. 57, 55-64. Departamento Administrativo Nacional de Estadística [DANE] (2010). Bo- letín Censo General De Grammont, H. (2004). El concepto de nueva ruralidad. En E. Pérez; M.A 2005. Perfil del Municipio de Yarumal (Antioquia). Farah & H.C. De Grammont (Eds.). La Nueva Ruralidad en América Lati- na: avances teóricos y evidencias empíricas - cia Universidad Javeriana - CLACSO. (pp. 23-44). Bogotá: Pontifi 180 • • Referencias bibliográficas •

Durkheim, E. (1997). El suicidio. Madrid: Akal. Feixa, C. (1998). De jóvenes, bandas y tribus. Barcelona: Ariel. Forensis: datos para la vida (Suicidios y homicidios). (2006). Boletín del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses. Recuperado el 22 de agosto de 2012. — (2007). Boletín del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Foren- ses. Recuperado el 22 de agosto de 2012. — (2008). Boletín del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Foren- ses. Recuperado el 22 de agosto de 2012. — (2009). Boletín del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Foren- ses. Recuperado el 22 de agosto de 2012. — (2010). Boletín del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Foren- ses. Recuperado el 22 de agosto de 2012. Foucault, M. (2000). Historia de la sexualidad 1: La voluntad de saber. Mé- xico: Siglo xxi. Franco, S. (1997). Violencia y salud en Colombia. Revista Panamericana Sa- lud Pública, 1, (2), 93-103. - tions in suicide. Social Forces, 67, 129-145. Gabennesch, G. (1998). When promise fail. A theory of temporal fluctua Gallagher, A. y Sheehy, N. (1994). Suicide in rural communities. Journal of Community & Applied Social Psychology, 4, (3), 145–155. García, Jenny et al. (2008). Eventos vitales adversos y suicidio: un estudio de autopista psicológica en Medellín, Colombia. Revista Colombiana de Psiquiatría, 37 (1): 11-28. Gauchet, M. (2003). O desencantamento do mundo: uma história política da religião. Paris: Gallimard. Geertz, C. (2000). La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa. Goffman, E. (2006). Estigma: La identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu. Gómez, F. et al. (2004). Comprensión socioeconómica del suicidio en Medellín y caracterización de Belén, el barrio más afectado por el fenómeno entre 2001 y 2003. Tesis de especialización en Salud Pública. Universidad de Antioquia, Medellín. Gómez, M. y Hernández, G. (1984). Factores familiares en el intento de sui- cidio. Medellín: Ateneo.

• 181 • Suicidio en la población rural •

Guedes, M. (1993). Ou não ser: uma introdução à história do suicídio no oci- dente. Brasília: Editora Universidade de Brasília. Heilborn, M. (1998). Gênero: um olhar estruturalista. En J. Pedro, & M. Grossi (Eds.). Masculino, Feminino, Plural (pp. 43-55). Florianópolis: Editora Mulheres. Henao, S. et al. (1993). Pesticidas y salud en las Américas. Serie Ambiental, 12. Instituto de Estudios Regionales [INER] (2000). Oriente. Desarrollo regional: una tarea común universidad-región. Medellín: Universidad de Antioquia. — (2007). Norte. Desarrollo regional: una tarea común universidad-región. Medellín: Universidad de Antioquia.

propuesta para pensar las relaciones intrageneracionales. En Y. Puya- Jiménez, B. (2007). El poder y el conflicto en familias con adolescentes. Una na y M. Ramírez (Eds.). Familias, cambios y estrategias (pp. 357-374). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia - Alcaldía Mayor de Bogotá. Lamus, D. (2006). Los movimientos de las mujeres en Colombia. Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander. Langer, S. (1942). Filosofia em nova chave. São Paulo: Perspectiva. Le Breton. D. (1999). Las pasiones ordinarias. Antropología de las emocio- nes. Buenos Aires: Nueva Visión. Lara, L. (2012). Diccionario del español usual. Biblioteca virtual Miguel de Cervantes. Recuperado el 30 de agosto de 2012. Lópes, F. (2008). Suicídio & saber médico: estratégias históricas de domínio, con- trole e intervenção no Brasil do século XIX. Rio de Janeiro, Brasil: Apicuri. Machado, A. (2005). La academia y el sector rural. Bogotá: Universidad Na- cional de Colombia. Maffesoli, M. (2000). O tempo das tribos. São Paulo: Forense Universitaria. Manrique, R. et al. (2002). Comportamiento del suicidio en Antioquia: 1998-2000. Revista CES Medicina 16, (3), 7-17. Margulis, M. y Urresti, M. (1998). La construcción social de la condición de juventud. En M. Margulis et al. (Eds.). Viviendo a toda: Jóvenes, terri- torios culturales y nuevas sensibilidades. Bogotá: Universidad Central- Siglo del Hombre Editores. Martínez, M. (1986). Funcionalidad y disfuncionalidad de la familia: Pers- pectiva de la psicoterapia familiar. Anuario Jurídico XIII, 319-326. McLaren, S. y Hopes, L. (2002). Rural-urban differences in reasons for living. Australian and New Zealand Journal of Psychiatry, 36, (5), 688-692. 182 • • Referencias bibliográficas •

Montoya, B. y Villegas, L. (2008) ¿Cómo funcionan nuestras familias? Fac- tores de protección y de riesgo familiar, según riesgo de suicidio, en los adolescentes escolarizados en la zona nororiental de Medellín, año 2006.

Montoya, I. (1996). Epidemiología del suicidio. Boletín Epidemiológico de Monografía de grado no publicada. Medellín: Universidad de Antioquia. Antioquia, 21, (03), 253-260. Neder, T. (2007). Incidência de suicídios e uso de agrotóxicos por trabalha- dores rurais em Luz (MG), Brasil. Revista Brasileira de Saúde Ocupacio- nal, 32, (116), 24-30. Ocampo, J. (1990). Historia básica de Colombia. Bogotá: Plaza & Janes. Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación [FAO] (2011). Prevención y eliminación de plaguicidas obsoletos. Recu- perado el 3 de julio de 2011. Organización Internacional del Trabajo [OIT] (1997). Advertencia a los tra- bajadores agrícolas: Las tasas de mortalidad siguen siendo elevadas, y los pesticidas plantean un creciente riesgo para la salud. Trabajo, Revis- ta de la OIT, 22, 13-36. Organización Mundial de la Salud [OMS] (2000). Prevención del suicidio, un instrumento para médicos generalistas. Ginebra: Departamento de Salud Mental y Toxicomanías (OMS). Ortner, S. (2006). Anthropology and Social Theory. Culture, power and the acting subject. London: Duke University Press. Pachón, X. (2007). La familia en Colombia a lo largo del siglo xx. En Y. Puya- na & M. Ramírez (Eds.). Familias, cambios y estrategias (pp. 145-159). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia-Alcaldía Mayor de Bogotá. Parsons, J. (1997). La colonización antioqueña en el occidente de Colombia. Bogotá: Banco de la República-El Ancora Editores. Peres, F. et al. (2007). El uso de pesticidas en la agricultura y la salud del trabajador rural en Brasil. Ciencia & Trabajo, 9, (26), 158-163. Pérez, E. y Llambí, L. (2007). Nuevas ruralidades y viejos campesinismos. Agenda para una nueva sociología rural latinoamericana. Cuadernos de Desarrollo Rural, 4, (59), 37-61. Phillips, M. et al. (2002). Suicide rates in China, 1995-1999. The Lancet, 359, 835-840.

• 183 • Suicidio en la población rural •

Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2011). Informe nacional de Desarrollo Humano 2011. Colombia rural, razones para una esperanza. Bogotá: PNUD. Ramos, R. (1998). Un tótem frágil: aproximación a la estructura teórica de El Suicidio. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 081, 17-40. Red de Acción en Plaguicidas, Chile (1998). Plaguicidas con solicitudes de prohibición y de severa restricción. Recuperado el 22 de agosto de 2012. Restrepo, G. (2011). El Oriente antioqueño: movilización social a pesar de la violencia. En R. Peñaranda (Ed.). Contra viento y marea. Acciones colectivas de alto riesgo en las zonas rurales colombianas: 1985 – 2005 (pp. 127-147). Bogotá: IEPRI-Universidad Nacional de Colombia-La Carreta Editores. Restrepo, R. (1997). Estudio epidemiológico de los suicidios del municipio de Guarne- Antioquia, 1985. Boletín Epidemiológico de Antioquia, 22, (04), 429-440. Sánchez, G. y Peñaranda, R. (1991). Pasado y presente de la violencia en Colombia. Bogotá: Cerec. Scott, J. (1990). El género: una categoría útil para el análisis histórico. En S. Amelang y M. Nash (eds.). Historia y Género: las mujeres en la Europa mo- derna y contemporánea (pp.23-56). Valencia: Edicions Alfons el Magnànim. Semana [Secc. Seguridad] (2012, 16 al 23 de enero). La máquina neopara- militar. Semana, 1550, 40-45. Segrelles, J. A. (2005). El problema de los cultivos transgénicos en América Latina: una nueva revolución verde. Entorno Geográfico, 3, 93-120. Shanin, T. (1971). Peasants and peasant societies. London: Penguin Edu- cation. Soares, L. (1990). O trabalho da inércia: história e teologia na formação da subjetividade moderna. Religião e Sociedade, 15, (2-3), 178-190. Stark, C. y Riordan, V. (2011). Rurality and Suicide. International Handbook of Suicide Prevention: Research, policy and practice, (1), 253–273. Téllez, J. y Forero, J. (2006). Suicidio: neurobiología, factores de riesgo y pre- vención. Bogotá: Nuevo Milenio. Tapella, E. (2004). Reformas estructurales en Argentina y su impacto sobre la pequeña agricultura. Estudios Sociológicos, XXII, (66), 669-700. Tello, J. (2010). Comportamiento del suicidio en Colombia, 2010. Forensis: Datos para la vida, 2010. Bogotá: Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses. 184 • • Referencias bibliográficas •

Tourner, V. (1987). The anthropology of performance. En V. Turner y E. Bruner (Eds.). The Anthropology of Performance (pp. 72-98). New York: Performing Arts Journal Publications. Uribe, M. T. (2001). Las guerras por la nación en Colombia durante el siglo xix. Estudios Políticos, (18), 9-27. Uribe, M. V. (2004). Antropología de la inhumanidad. Un ensayo interpreta- tivo sobre el terror en Colombia. Bogotá: Editorial Norma. Vale de Almeida, M. (1995). Senhores de Si: uma interpretação antropológi- ca da masculinidade. Lisboa: Fim do século. Valencia, L. y López, D. (2010). Percepción que tiene la población en situa- ción de desplazamiento de la vereda San Miguel (La Unión), frente a la restitución de sus derechos en los procesos legales de retorno, 2009-2010. Informe final Diseño Cualitativo. : Universidad de Antioquia (Seccional Oriente). Valenzuela, D. (2008). Suicidio. Colombia, 2008. Forensis: Datos para la vida, 2008. Bogotá, D.C., Colombia: Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses. — (2009). Suicidio. Colombia, 2009. Epidemiología del Suicidio. Forensis: Datos para la vida, 2009. Bogotá: Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses. Valenzuela, J. (2005). El futuro ya fue: juventud, cultura y educación. Anales de educación común, 1 (1-2), 28-71. Vega, R. (2010). Los economistas neoliberales: nuevos criminales de guerra. Bogotá: Impresol Ediciones. Velho, O. (1995). Besta-Fera: recriação do mundo. Ensaios críticos de antro- pologia. Rio de Janeiro: Relume Dumará. Vergara, W. (2011). Desarrollo del subdesarrollo o nueva ruralidad para Revista de la Universidad de la Salle, XXXII, (55), 33-66. Colombia. Cartografía del desarrollo rural. Weber, M. (2005). Economía y sociedad. México: Fondo de Cultura Económica. Wolf, E. (1982). Los campesinos. Barcelona: Labor. Zuluaga, O. (2003). La Unión: una historia para contar. Medellín: Publi Universal.

• 185 Teléfono: (574) 219 53 30. Telefax: (574) 219 50 13 Correo electrónico: [email protected] Impreso en marzo de 2013