Hfio 11. 6at 15 CÉNTIMOS \hL LA-VIDA QALANTII,^ Dlliinameii- Kn efecto i[iu' mis palaljras causaron en el nerviosi Ui se, lia visto y a])í(sinnaílis¡inn cariicler de Florentina, fué Icrri" en la Aiidieii- ble; so pusn lívida, empexó A femhlar... y yo com- cia (lo lA'on prc-ndi que Mr. Ijuís, con sus devan(!os, precipitaba una {.•misa «le i'i su mujer enl re. mis brazníi. A(¡ui'Ila i'nnvfrsnciÓTi se a.(liiltcrio, pvr- repitió en oía^iinnes diferi-ntes, y era indubüable que pdlrailodi fir- mis palaliras prfidnelan en Fl CERES Y POMONA. —ODADHO DK S-ÍÍ^KIIB. — (Museo de Madrid). Do quo 5oy nii hombre pillo Una salida preciosa CHIRIGOTAS LEVES quo tongo fionquistadaa do teatro compró Hoaa iiormosuras li porrillo que lo costó un diiinral, pueHpI n dar fe... ¡laa íiuantailas y, con su novio, al Real •iJpBtio quo SI'! quo Itia hembras quG llovD on osto carrillo! (i). fué A estronarla presurosa. •^D unas perrus muy grandes, JlHioro on perras iiiíidio duro, Oliendo sales mejora Y on fionveraación tirada ly no oncuüntro quion lo paguo! de unos ataques brutales iba t8D entretenida que sufro la pobro Aurora. la parí ja enamorada, Porquo so «iutiú nioloato ¡Ya mo explico por qu6 ahora que el novio perdió su ontr&da f^ oueuode Juftn Amor va siempre con Podro Salee! y ella perdió su salida. •Q üió dos paloB ñ. ErnoBto, 4U6 ahora exclama con dolor: FHDEBICO CANALEJAS.. ^ /•^¡/i Amor, oómo me has puesto! el) SI liqulfltls. e&6 LA VIDA QAI.AKTIB no recordar, salió de su habitación apercibido d recibirles. RÁPIDA — ¿Quiénes sois y qué queréis? —preguntó con acento des abrido. — Somos~repuso el más joven de los finados— dos vir- JJice lina leyenda india... luosísinios caballeros que creen haber títulos suficientes para IJÜS almas de dos individuos qrie acababan de fallei'.tr gozar de la felicidad perdurable. casi sÍTiiidtánea7nente, se encontraron rierla mañana carn.- — ¿Habéis sido ¡lumilde.sf —preguntó el portero desarri- nando en derechura del Paraíso que el bienhechor y todopo gando el ceñudo entrecejo. deroso Drama tiene reservado á los fieles que en este mmido — Sí, señor, perecedero fueron castos, misericordiosos con el caído, hu mildes ante la adversidad, y resignados y pacientes. — i Y caritativo.'..^ Uno de los difuntos, viny alborozado de ver el simpático — JSn demasía, continente del compañero qne la suerte le deparaba, exclame: — ¿Y creyentesf —¿Á dó-tde va tanto bueno, amigo, si puede saberse?... — También... // además — añadió co7i la seguridad- del po lemista hábil que dispara su mejor argumento — soy viudo, . — Al ParaihO. — ¡Oh!... Entonces es evidente que habéis sufrido mucho. — Hola... entonces viajamos juntos, Podéis pasar... — i Va vsled allí? y como viese el otro difunto que aquel permiso no iba con — .Sí, por cierto. él, y que el portero se disponía á importunarle con nuevas preguntas, exclamó: — ¿Y tiene usted probabilidades de eritrarf — En ese caso, yo tengo tantos ó más títulos que mi com — iCómo no, si en la Tierra he sufrido viás que ningún pañero para merecer el supremo perdón, porque amén de otj'o hombre? haber sido devoto y filántropo y humilde, he enviudado cua — Yo también — repuso su interlocutor — he sufrido como tro veces... el que más, y dudo mucho que haya nadie que pueda enceni- — fHabéis enviudado cuatro vecesf — interrumpió el jior' zarme la frente en eso de padecer aijiaabores, recibir agra tero estupefacto; — íhabiis tenido valor para casaros con vios y cosechar ingratitudes. Por tanto, no creo que Dios, cuatro mujeresf... vaya, atrás, atrái- inmedialameiüc — ex nuestro Señor, se niegjie á recibirnos en su bendita mansión clamó con voz en que la indignación había reemplazado a de paz y de olvido. la sorpresa:—¡el Paraíso no se ha hecho para los imbéci Conversando de esta suerte llegaron á las puertas del Pa les!... raíso, y el portero, que en la teología católica es San Pedro, y en la india otro poderoso personaje cuyo nombre sentimos B. LA MANZANA PEOHIBIDA JUEGO DE BILLAR CAKAMBOLA DE KEUNION didos parecéis ;l aburrirme con vuestras serenatas do EL r*.4^>^^VSO amor, no quiero ;l nin Cuentos ágenos El honot*... ¿Y qué es eso? Martín, el apuesto Martín, hijo del herrero de Blanquefort, fué en sus mocedades uno de los seductores más temibles de toda aquella región; tanto, que A los veinte años no habla marido, ni soltera frrtgil, ni viudita capri chosa, que delante de él no ba jase la fvrnte cohibida por el recuerdo de alguna falta. Pero las energías de estos conquistadores infatigables que comenzaron sus amorosas corre rlas antes de t¡empi>, también concluyen pronto, y asi fué que, poco después de llegar Martin A la plenitud de su vida, em pezó A sentir un desasosiego intimo, una comexón inexplica ble y pertinaz... algo, en fin, como el torcedor remordimii'U- ti de todas las dialduras y des- afuf^ros cometidos. Martin con cluyó por quedarse triste, muy triste , y en los ratos en que dejaba su pesado mazo de he rrero para encender su pipa y descansar, solía quedarse cru zado de brazos y con los ojos muy abiertos, pensando melan- fñlicameuto en sus queridas abandonadas, Al fin, el honrado Martin, no pudiendo soportar mis tiempo aquella situación, fué A confe sarse. — Para acallar los gritos de tn conciencia—dijole el cura — necesitas casarte con tu víc tima... con lamujer A quien en gañaste... HERMANAS BARRISON, DE .FOLIKS BKROÉRKB. (i^—¡Ah!.... He tenido tantas LA VIDA SALANTE 7ü3 victimas, ho hnrlain A, fíint.is mil* jereB... —Ten presente que solo me re fiero aquí A laa doncellas, il las vírgenes inocentes do quienes fuiste iniciador... — Es que las inocentes eng-afia- das, M Ronet—repuso Martín aconp:ojado — fneroTí muchas. — F,n eso caso, debes casarte con la primera, con la m^s anti- ÍTua. Veamos... Yo recuerdo que hace años hablabas con Catalina Marechal, — Esa se casó. — No la contemos. Otra; la se gunda. — Roseta Beonjcon: murió en Burdeos. — ¿ha. tercera? — Julia Virelade, la hija del to nelero. — r:Qu6 ha sido do ella? — No lo sé. — Pues, biiscala; búscala in mediatamente y casate:ea elúnico medio que tienes para lavar el recuerdo de tus culpas. Martín so marchó, sombrero en mano, A visitar A los padres de Julia, y les declaró que , arre pentido del tiempo viejo, estaba dispuesto A casarse. — Llega usted tarde — repuso el anciano Virelade. Julia so ha colocado en una posada de Li- bourno; allí la quieren mucho y hasta creo que el posadero se casa con ella. Al día siguiente Martin le re fería al cura el mal resultado do su expedición. — No importa — dijo óste ;— otras mujeres habrá; veng-a al guna, la cuarta. ^ ¿TJH cuarta?.,. No recuerdo... ¡Aii, si!... la cuarta fué Genoveva Labourie/Ahora — Do modo que no quieres... vive en París. — ¡No, hombre, no!... f;Pero, te has vuelto loco?... — Ve A buscarla. Entonces él la refirió sus escrúpulos, sus remordi — Creo que ha cambiado de nombre, mientos y los consejos que el cura M. Ronet le había — Pues pregunta por su pseudónimo y manifiéstala dado. Liana, entre tanto, continuaba riendo, con una que estAs dispuesto A devolverla su honor. risa nerviosa que la obligaba A retorcerse las manos." Sin perder un momento arregló Martín su equipaje, — En Í!u — exclamó el herrero, — yo he cumplido y sacando un l)illete de tercera clase se dirigíi) A contigo, puesto que vengo A ofrecerte mi mano. Aiiiós. París. A Oenoveva Lanborie la conocían en la gran Liana de Reaugeney le acompañó hasta laescaleía. ciudail por I^inna de Rengency, y vivía en un íiote- — Adiós, Martin — dijo, — vete tranqnilo; — ya sa lito de la cal!!'. Vórclay. bes que fuiste mi iniciador, el que me puso en eondi- — ¡Diniilre!—pensaba Martin mientras subia las ciones df. ganar todas las comodidades de que ahora esfalcras de la casa; — por lo visto esa picarona estA disfruto... Adiós, adiós... le, ([uiero mucho... sirviendo en una casa rica. Después llamó A la puerta Martín avanzaba por la acerca tambalrAndose como apoyando un timbre. nn líovracho, aturdido ])or las palalu-as de Liana, do — fíQué quiero nsted? — preguntó un lacayo que A la antigua Genoveva Laíjonrití, hija del tonelero. Martín le pareció un general en día de gala. — La périlida del honor — decía — es para algunas — ^Jja señora Liana de Beangcucy? .. mujeres, según alinna M. Ronet, la ruina, el despre — Pase usted .. cio, el supremo de los tormentos... Mas para otras sig El lu-.rrrro fué introducido en un salón cuya ele nifica el t.riunfo, las rique/.as, ia felicidad... ¡Kl honor, gancia y fausto IP d''sliiinhraroii. Poco despiu's llegó el honor!... —repetía Martín suspirando: — ¿y qué ea Liana. Al principio la entrevisla fué incómodn, por eso?,,, que ella no reeonocia al niocetóu que tenia (leíanle y AUBELIANO SCHOLL. que la hablaba de sn familia, (\i\ su pueblo, y de otros recuerdos mny antiguos... De pronto exclamó riendo: — ¡Martin!... ¡Ali, ya lo creo que te conozco!... Martín, el herrero... ¿\ qnó vienes A buscar A París? — Vengo A casarmo contigo. — ¡A casarte conmigo!... Y se. retnrela de risa sobre el divAn. — A devolvcrto o] lionor .. — ¡A devolverme el lionor!,.. r;Y qué es eso?.., Martín estaba estupefacto. •.^(•'•.j?fi'[=".t.,'v . ' 704 LA VIDA GALANTE te. Lo míls notable, sin embargo, de esta insigne pecadora BOU BUS P^^^' ^v? caderas y su modo de andar; son - ""'•• • r^^ unas caderas admiraiiles que se ^^^^^^^Bn^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^9^1 * ^ mueven con tal picante titubeo, ^^^^^^^^^^^^Rv—ur _ . ' ^^^^^^^HH .—' '¿wiiK» que no hay transeúnte indiferen >£¡?>t> .'- > .';,•» '1 ^^^^^^^^^^^^^^^^H ^^^^^^•^^ - "il ^MJSBkJ^ te ó distraído que no se vuelva A. - ^ .V'-'^ contemplarlas con lasciva afición, ^BB^'^' -'''^^ '^H^IH^^^^^^^^I Ksta particularidad de la gentil ^I^^HS' '' ' ' JZI ISft ^'' -'''^^^^H^l ílorentina es proverbial. HF- 'ÜB ^^fM3? WmY^ ' ^HiH^^^^I A despecho de su extremada ¿115^ MH^ juventud, la lústoria ga!anlc de Carolina va siendo muy larga. Como nuestro celebérrimo Teno 1^ rio, es proverbial su fortnna ^BE-^Ü^JO^H y oxtrcüíadas SUB eniproaas; ^^^^^^Bif YgjM^'^M^^M^B ^^KF^'^^^Í& ií±<&:! ^H^^M BmMP^^^M y es indudable que ha empobre m^k^ cido ;l muchos acaudalados cala • r '•'f .' f veras, y vencido en amorosas con tiendas ;l las pecadoras parisinas de m;ls renombre. 1 Acerca de ella se refieren en los ^^K ''^^^^¡Bm casi nos algunas anécdotas muy ^^^^^m -'•'•- iTlH^^^^^^Ki ; iiitei'esantes. ^"^^^S^^^^'•írr'wE^K^^^^^^^^MH Este vei'ann fuÍ! Carolina To- ^•^-: 1 Fiff^^m i-i-incelli ;'i Telnsa, pocns dias des I^^^^IB "*' a^n^^B^^^H pués de llegar alÜ un i npnlar y -f*^^^^p T^^H^^^^^^^^^^I ri'|UlBÍmo aventurero inglés, en -.íi ^HO^VIi! cuya busca y captura se hablan IMKPVW^^^^I l;in/,;ido las vengadoras mAs temi bles de la sociedad tolnsana. La .>•••; llegada de Carolina seinbrñ el pA- * iJpjBEjBal^^PB^^^B nico entre aquellas pi'ovincianas; ^K""""'W^ • '*-l pues todas ei'eyernn que Carolina ^^^^^B \J^n >J también daba caza al inglés mi li'in a rio. I.,a niisTiia nía ñaña del ^^V '^ y '' M lila en que la Torrinclli pensaba en reanudar su ^•iaje, Carolina ^^K A^. 'mSn filé, aboi'dada juir dos señoras que sin preAnibuliis la preguntaron: — flUsted, indudablemente, ha 7H^M¿ Vfínido aquí á ventilar algún asunto imjiortante? ^/ii§ ^^k i^'-^ttHÍ^^I — Si — repuso la interrogada, ?^ esperando una explicación. CAROLINA TORRINCELLI — Amores, quizás... — Precisamente. — I-Quiere usted cinco mi! francos v se marcha Es italiaiin. usted? Niifiü Pii Florencia all;i por el año de 1H71, y aun- — Es poco. quR su vida fíalaiite no es larga, ha recorrido las — .:Diez mil? mejores ciudades de Ttalia, y ahora vive en París, — Bueno... distrayendo y tibiando con sus caricias la yerta se — Aquella tarde quedó cerrado el trato y Carolina necUid do un archimillonario marqués norneíjo, que fué acompañada .-I la estación pciv las dos d(íscono- ha salido de su ¡lais desesperado de no liallar allí cidas. ninguna cara bonita. — Asi salí yo de Tolosa — dice ella; — llevándome Carolina Torrincelü es el tipo perfecto de la mujer diez mil francos. Lo que siento es no haber conocido meridional; la piel suave y mate de los temperamen al inglesito que me los dio k ganar, pnrqne probable tos nerviosos; el pelo negro y ondulante; los ojos mente. . ¡me lo hubiese llevado (amblen!... grandes, reideros, en cuyas moriscas pupilas se refle jan con sugestiva exactitud las languideces de la Jo.vyuíN SEGURA. pasión saciada, ó los espolazos de la carne impacien LA VIDA GALASTB 705 LA PIEL DE ZAPA (N.' S) POR Ufoi-ioi-rxto y embriagado por imágenes fatídicas y pensamientos hasta sus menores rasgos, parecía empapado de con (le. muerte. vicción elocuentísima; y como si sus purpúreos labios Y si le aturdií'), si se dejó dominar un instante por acabasen de pronunciar el fíat inexplicable, asi incli una fantasía digna de los niños irnando escnfhan los naban al espectador á buscar en los aires el eco de su cuentos de sus ayas, error fné que debe atrilinií'se al acento, á demandárselo al silencio con afán, á escu estupor en que. sus meditaciones le tenían, A la irrita charlo en lo porvenir, y á oirlo ])or último en laí mis ción de sus nervios, y al espantoso drama cuyas esce teriosas lecciones de la muerte... El Evangelio entero nas acababan de delcilnrle... como deleita el oi)io. se encerraba allí, en la paz sencilla de sus adorables Ademi'iB, esto suceellas su vista como si buscara los días. Para aliorrarme oí descubriros secretos iiieon- alguna cosa. cebibles, que apianas sabe expresar la longua hffma- — ¿(.¿lié queréis? preguntó el viejo. na, básteos saber que me aílig'o la pobreza más inno — Un iiistrnnuíuto para cortar la zapa, y vor si las ble y más espantosa.., letras están imprcísas ó incrusladas... — Y lo peor (ÍS, añadió con orgullo salvaje que des l'ríísentóle el viejo ol puñal, y al punto conu^nzó el mentía sus palabras anteriores, lo peor es que no he desconocido á rascar en la jiiel sobro las mismas pa de mendigar consuelos ni socorro, labras; pero aun(juo le arrancó una.leve corteza, las — Hola! hola! respondió el anciano con voz parecida letras reaparecieron la:i claras como untos, liacíéndolo al canto de la cigarra; sin que vos me pidáis, sin que p(msar jmr U:Í momento que había dejado la piel tengáis por qu6 avergonzaros, y sin que yo os de un intacta. céntimo do Francia, un parat de Alemania, un sos- — La industria de. Levante posee secretos exclusi- tercio ó un óbolo del mundo antiguo, ó una piastra vanu'nte suyos, dijo al fin obsíu-vando la sentencia del nuevo; y sin que os dé la menor suma en oro, plata, oriental (ron alguna inquietud. vellón, cobre ó pa))el, quiero haceros má.-i rico, más — Kso es, respondió el viejo, acliaquómosle á los poderoso y más considerado que un rey constitu hombres mejor (¡uc á Dios. cional,.. Así estaban colocadas las palain-as misteriosas: Pasmado pusieron al joven aquellas palabras, y tuvo á su interlocutor por demente. — Volved la cal}eza, dijo de pronto el anciano co 1'08EVÉNÜ0ME LO P08EEKÁ3 TOnO. giendo la lámpara para que su luz alumbrase la paretl l'KHO TD VIDA ME PKIITENKCKIIÁ. quo hacia frente con el retrato. DHJS I.o QUIEUE, OE8EA, tíUE TUS IIESIÍOH Dcs|)ues añadió: viíKÁ.s crMrr.iDOS. I-KKO Ru.ií:TALns — ¡Mirad esa Pirl de zapioa TE KSCUOHAHA. multitud do rayos luminosos un pedazo do piel de A í[ H N, zapa, que no excedería en tamaño á la dí^ una zorra. A favor de la jirofuuda oscuridad quo reinaba en (d — Hola! leéis el sánscrito correctamente, lo dijo el almacén, acaso se la hubiera tenido por un cometa viejo. ¿Habéis viajado por lU^ngala ó por Persia? diminuto. — No señor, respondió el joven tentando con curio El joven, que ora incrédulo, acercóse al talismán sidad esta piel simbólica, asaz parecida en lo inllexi- poderoso contra la desgracia; burlándose montalmon- ble á una lámina metálica. te, pero anima-lo un tanto (lo legitima curiosidad, El mercader volvió á colocar la lámpara en su sitio, inclinóse á mirarle \wv todos lados, y entonces pudo mirando al joven de una manera friainente irónica, fácilmente descubrir de qué procínlía aquel replandor como si dijese: singular. Los granos negros do la piel estaban puli — ¡Ya no piensa on morir! mentados y bruñidos tan cuidadosaniento, sus rayas — ¿Ks esto un misterio ó una chanza? le pregunió caprichosas estaban (an limpias y tan tersas, que se el desconocido. mejantes á las facetas de la granata, las sinuosidades El viejo, moneando la cabeza, respondió grave de aquel cuoro oriental parecían otros tantos focos en mente: que la luz rellejaba vivamente. — ICso es lo que yo no sabré deciros; solo sé que mil Cuando el viejo oyó del joven la explicación mate veces he hecho la misma oferta á los hombres más mática de este fonómono, sonrió inaliciosamente. enérgicos que lo que vos parecéis y aunque burlán Esta sonrisa de superioridad hizo creer á su sabio dose de la inlluencia problemática de ese talismán interlocutor quo se las lial)fa con un charlatán, y no sobre su futura .«ucrte, ninguno ha osado íirnuir eso queriendo llevar á la tumba un enigitia más, volvió contrato fatal propuesto de un modo tan extraño por la piel con presteza como el niño anheloso por conocer un poder desconocido. Como ellos pienso yo; como los inocentes secretos de un nuevo juguete. ellos he dudado, y me abstuve... — ¡Ah! exclamó, tiene el sella que los orientales — ¿Xi aún ensayasteis? dijo el joven. llaman tío Snlumi'm! — ¡*.¿iié es ensayar! repuso el anciano. Si os encon — ¿Conque lo conocéis? preguntólo el mercader, trarais sobro la columna Vendóme, ¿ensayaríais el aspirando por las naricea dos ó tres columnas de airo lanzaros al espacio? ¿Pudo nunca el hombre interrum que revelaban más ideas que las palabras más sabi- pir la muerto? Antes de entrar en esta habitación hondas, estabais resuelto á suicidaros; pero de repente la — ¿Hay en el mundo hombro tan simple quo crea fatal idea!... ¡Xiño! ¿Cada uno do vuestros días no os en esta quimera? exclamó el joven vivamente picado dará á descubrir un secreto más interesante que este? por aquella riea irónica y sarcástíca. Escuchadme... LA VIDA GALANT] 707 Peláez, que es el más disti'aido de los hombres, se encontró eon un amigo que ha quedado viudo recien temente. — ¡Hola! — exclamó él distraído. ¿Qué tal? ¿Va bienV ¿Tu mujer sigue?.,. Al pronunciar esta frase, notó el asombi'o del amigo. mi csí-^^'- — ¿Sigue... sig-ue muerta? ¿\'erdad? — ¿Con<¡ue te casas, Ramón? — Sí, chico; para el mes de Marzo. — ¿CJuiénes son los padrinos do la boda? Forsto.r, on su historia del voy Giií'le.vinri do Pi'usiii, — No los lio (degido aún, ol padre, de I'\',dLíi"ico el Cjrancío, lialila de la afición — Jiusea á dos amifios do carácter conciliador, á tlosnitídida dt', aquel inuiiarca á forinar liataHnnes tl(í ver si consiguen arreglarte el asunto de manera quo hnmbres du estatura colosal; alicinn (¡ue cosió al no tengas que llegar á la Vicaría. Kfario 12 millones Por cada periódico ilustrado que el público com Nt'gaba un ladrón aníe. el tribunal un robo, y le pre en el Centro de periódicos de la culle del Can tlijii el juez: dil, I, se le Cíiirei^ará un eupón-regalo. — l'¡s inútil temeridad negar. Podemos presentaros La preseiiincicn tic doee cupones da derecho seis testigos que dirán <¡ue presenciaron el delito, á percibir gratuitamente un periódico ilustra — ^.Y quéy— replicó el ladrón; —yo puedo presentar do, á elegir (iiúmerüs cüirien ics). sois mií quo dirán que no lo presenciaron. En dicho Centro encoiürará el público los gra ciosísimos Cuentos gitanos^ Cuentos baturros, Ctienios de Gedc'in, eic, etc., publicados por la i''.l gran N'apoleón 1, preguntó un ella que estaba de l>i.en humor, á un médico muy renombrado: Bibüoíeca Cómica, al precio de 10 céntimos cada — l'iga usled, docioi', con fr La mujer de un calavera, borracho v jugador, r.ru responsal en Madrid para la venia de llfl decia: — Mi marido está aprendieiulo el inglés y el árabe, VIDA GñüRriTE, 1). Antonio Ros, Candil, i porque siempre auda con 'mylcues y turcas. (junio a la Puerta del Sol). £, Sopeña, impresor, Graviua, XO.—Baroelcna. 703 LA VIDA GALANTE NOTA CÓMICA, POR GIL BAER i=jj^ 11 jgm '•---.' "'^^, Toley ora un vivo que se dedicaba á. la recompüsi- ^ Una tarde llegaron dus ciclistas y Toley arregló la ción de bicicletas y á otros meneatores goma de las mAqninag, qno estaban flo.ias, Después loa'viajeros quisieron tomar una ligera — DócididamentG—pensaba Toloy — mejor entoy dunba y... ¡efétítivaniente! aquí que oxbíbii^ndomo en una caseta do feria. Üfl VIDR Gflbfl]S[TE e Revista semana] ilustrada GRflVINf^, 10.-Apartado de Correos n." 1 78. —BA RCEUOM A • -./ •• Publica cuentos, artículos, biügrafia.s de mujeres célebres en los anales del amor, versos y crónicas extranjeras, originales de nuestros más distinguidos literatos. Y caricaturas, historietas fotográficas, retratos y preciosas composiciones debidas á loa mejores artistas nacionales. Esta Reyista no se parece á otras de su mismo género que se publican en España, y los cuentos van ilustrados por un procedimiento enteramente nuevo. PRECIOS DE SUSCRIPCIÓN España y Portugal.—fieia meses. 4 pesetas Extranjero.—Seis meses . 6 francos. U. id. .—Un año . . 7'50 id. Id. -Un año. . . 10 id. Precio para los señores corresponsales: 10 céntimos cada ejemplar. No se sirven menos de 10 ejemplares. Los corresponsales deberán anticipar fondos ó remitir buenas referencias. Precio del número corriente, 15 céntimos.—Número atrasado, 25. -PÍL: TODA LA CORRESPONDENCIA AL ADMINISTRADOR ^N^<$($i$<$<$>$>($»<$>>$)<$<$><$<$>$«$!i^$<$<«$>^«$'$><$<$*>!^$^<Í^«$
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