Hfio 11. 6at

15 CÉNTIMOS \hL LA-VIDA QALANTII,^

Dlliinameii- Kn efecto i[iu' mis palaljras causaron en el nerviosi Ui se, lia visto y a])í(sinnaílis¡inn cariicler de Florentina, fué Icrri" en la Aiidieii- ble; so pusn lívida, empexó A femhlar... y yo com- cia (lo lA'on prc-ndi que Mr. Ijuís, con sus devan(!os, precipitaba una {.•misa «le i'i su mujer enl re. mis brazníi. A(¡ui'Ila i'nnvfrsnciÓTi se a.(liiltcrio, pvr- repitió en oía^iinnes diferi-ntes, y era indubüable que pdlrailodi fir- mis palaliras prfidnelan en Flera(lo do — fíNo lo imaginas?,.. Y sonreía con una mueca no merecer su amor, ese amor criminal que ha lle<,'-ado sardónica horrilile que. me dio frío. — Pues,., ¡ora la A convertirse en el anlielo supremo de mi vida... (cam­ tuya!... bié de táctica, y me consagré il vi^jilar A Mr. LUÍK L , Yo, aturdido, l.incé nu grito y retrocedí algunos seguro do sorprenderle en algún ¡licito enredijo, y pasos. Fero Floienlina .ivanzó, murmurando: discurriendo cuerdamente que, si Florentina lo sabia, — Yo vine aqui para vengar eontign mi ofcnsii, tal vez BU celoso despecho roilundase en proveclio nías ya que tú también fuiste ultrajado, véngntfí con­ mío. Mia cabalas no salieron failidaK: Mr. Luis tenia migo de lo que lii/.n tu mujer con otro. ¡Anda, uo una querida. Yo ignoraba quién fuese, pero supo que vaciles, no seas citbarde!... ¡Vamos .A, vengarnosl... diariamente so reunían en una casa de la callo Cu- Y con sus maims crisjiadas se desgarró el coipiño... vier, y aquello liastaha. Sin perder un momento co- — Entonces, señor juez — concluyó diciendo liel- munlquelü á Florentina mi descubrimiento, trAn,—ella se arrojó entre mis branos y uniéronse — Tu esposo te engaña — dije, — y mientraB tú des­ nuestros labios, entregándonos rt merced de un vér­ oyes mia súplicas y to encoges de hombros auto mi tigo fatal de lujuria y venganza inextinguibles... 4olor, él juega coa otras.,, L, DB MONTEMAB. :i

CERES Y POMONA. —ODADHO DK S-ÍÍ^KIIB. — (Museo de Madrid).

Do quo 5oy nii hombre pillo Una salida preciosa CHIRIGOTAS LEVES quo tongo fionquistadaa do teatro compró Hoaa iiormosuras li porrillo que lo costó un diiinral, pueHpI n dar fe... ¡laa íiuantailas y, con su novio, al Real •iJpBtio quo SI'! quo Itia hembras quG llovD on osto carrillo! (i). fué A estronarla presurosa. •^D unas perrus muy grandes, JlHioro on perras iiiíidio duro, Oliendo sales mejora Y on fionveraación tirada ly no oncuüntro quion lo paguo! de unos ataques brutales iba t8D entretenida que sufro la pobro Aurora. la parí ja enamorada, Porquo so «iutiú nioloato ¡Ya mo explico por qu6 ahora que el novio perdió su ontr&da f^ oueuode Juftn Amor va siempre con Podro Salee! y ella perdió su salida. •Q üió dos paloB ñ. ErnoBto, 4U6 ahora exclama con dolor: FHDEBICO CANALEJAS.. ^ /•^¡/i Amor, oómo me has puesto! el) SI liqulfltls. e&6 LA VIDA QAI.AKTIB

no recordar, salió de su habitación apercibido d recibirles. RÁPIDA — ¿Quiénes sois y qué queréis? —preguntó con acento des­ abrido. — Somos~repuso el más joven de los finados— dos vir- JJice lina leyenda india... luosísinios caballeros que creen haber títulos suficientes para IJÜS almas de dos individuos qrie acababan de fallei'.tr gozar de la felicidad perdurable. casi sÍTiiidtánea7nente, se encontraron rierla mañana carn.- — ¿Habéis sido ¡lumilde.sf —preguntó el portero desarri- nando en derechura del Paraíso que el bienhechor y todopo­ gando el ceñudo entrecejo. deroso Drama tiene reservado á los fieles que en este mmido — Sí, señor, perecedero fueron castos, misericordiosos con el caído, hu­ mildes ante la adversidad, y resignados y pacientes. — i Y caritativo.'..^ Uno de los difuntos, viny alborozado de ver el simpático — JSn demasía, continente del compañero qne la suerte le deparaba, exclame: — ¿Y creyentesf —¿Á dó-tde va tanto bueno, amigo, si puede saberse?... — También... // además — añadió co7i la seguridad- del po­ lemista hábil que dispara su mejor argumento — soy viudo, . — Al ParaihO. — ¡Oh!... Entonces es evidente que habéis sufrido mucho. — Hola... entonces viajamos juntos, Podéis pasar... — i Va vsled allí? y como viese el otro difunto que aquel permiso no iba con — .Sí, por cierto. él, y que el portero se disponía á importunarle con nuevas preguntas, exclamó: — ¿Y tiene usted probabilidades de eritrarf — En ese caso, yo tengo tantos ó más títulos que mi com­ — iCómo no, si en la Tierra he sufrido viás que ningún pañero para merecer el supremo perdón, porque amén de otj'o hombre? haber sido devoto y filántropo y humilde, he enviudado cua­ — Yo también — repuso su interlocutor — he sufrido como tro veces... el que más, y dudo mucho que haya nadie que pueda enceni- — fHabéis enviudado cuatro vecesf — interrumpió el jior' zarme la frente en eso de padecer aijiaabores, recibir agra­ tero estupefacto; — íhabiis tenido valor para casaros con vios y cosechar ingratitudes. Por tanto, no creo que Dios, cuatro mujeresf... vaya, atrás, atrái- inmedialameiüc — ex­ nuestro Señor, se niegjie á recibirnos en su bendita mansión clamó con voz en que la indignación había reemplazado a de paz y de olvido. la sorpresa:—¡el Paraíso no se ha hecho para los imbéci­ Conversando de esta suerte llegaron á las puertas del Pa­ les!... raíso, y el portero, que en la teología católica es San Pedro, y en la india otro poderoso personaje cuyo nombre sentimos B.

LA MANZANA PEOHIBIDA JUEGO DE BILLAR

CAKAMBOLA DE KEUNION

didos parecéis ;l aburrirme con vuestras serenatas do EL r*.4^>^^VSO amor, no quiero ;l ninnto poruña LUNA DE AMOB muñoea, la ati'ajo hacia st. —Adriana — repitió,—Adria­ na... ¡c|nióreme!... Lo dijo de íí'olpe, sin preAmbulos, con ese laconis­ cuando le juzgó bastante castigado y maltrecho, dio mo brutal de, las pasiones suprf^rtias; un laconismo media vuelta y se alejó titubeando aquellas caderas que daba severidad y valimionto A su sencillo disfraz amplias y lirmes que parecían destinadas A engendrar de salvaje. Ella sonrió con aire desdeñoso: una raza superior; Gluck-, el Inimitable, quodó apo­ — fiOfra vez? yado en la ¡lared, con la cabeza sobre el pecho y íia- —.¡Cómo no... si tú eres mi vida, PÍ cuando te alejas queAndole las piernas, en la actitud de un salvaje de mi parece que me arrancan el alma!... ¡Adriana, herido. dame una esporauza y no ha^as con esos desvíos que Momentos dcspuós, cuando Adriana Carmezza salía sea celebre esta noche de tu benelicio!... ¡Adriana, A la pista pagando con sus sonrisas m;'is anial)los los que me pierdes!... aplausos del público que la vitoreaba. Nomo y AKíni Ella, irrit:ada por la orden que envolvía aqi.ella sú­ reaparecieron trayendo cada uno do ellos en la mano plica, le roch.T',0 vigorosamente. - • - • un gran ramo de floi-es. Al verles, volvió A resonar en — ¡No! - dijo. • _ '• ' los oídos de Gluck el apostrofe de Adriana: «Vele, FA payaso exhaló un [i'iito agónico y llevóse ambas que iiO me sirves...» 3' enlo(|uecido les cerró el paso. manos A la cabeza con ad(MnAn do trjígica desespera­ — (;P'i-'''i í|'iión son esas ¡lores? — exclanu) con voz ción; pero Adriana, furiosa, no satisfecha con deses- que el coraje tremolaba do un modo siniestro. jievanzaide, le insultaba. — Para Adriana — repuso Nomo sin inmutarse. — ¡No me saliafaces!... Eres cobarde, eres dóbil. Los tros hombres se mii-arou sariudament(í; todos IJOS fuertes no mendigan lo que pueden obtener poi- se odiaban desdo que el Destino permiüó que una PUS puños, y tú suplicas... ^:Lo comprendes ahora'''... misma mujer sirviso de norte á sus deseos, y en aquel Mo repugnas; me repugnas y te odio. ¡Vete, vete, que momento casi sé alegraron de tenor un pretexto A no me sirves!... quó asirse para dar vado A su antiguo rencor. Estaban Sus palabras caian como mazos do batAn sobre la en un carrejo obscuro abierto entre] dos bastidores cabeza de Gluck, que gomia sordamente. Después, muy altos.,, LA VIDA GALANTB 699 — A psa mujer — repuso Gluck —nadlo la obsequia por tierra, moribundo, y Nemo y Gluck quedaron al IBAE que yo. fin solos, retándose con la mirada: — Quita, payaso — contestó Nemo subrayando la — ¡Sobra uno de los dos! — murmuraba el payaso; frasp con dañina intención. — ¡uno. uno!:,, IVrn Glnck, el Inimitable, so precipitó sobre él y — ¡Tú! — repuso Nemo. ítrrebatilndnle el ramo de flores lo arrojó al eurln, Y se acometieron: Gluck paró la cuchillada de su deapeclazado. rival con el brazo; Nemo la paró con el corazón, y — iiAl que i\('. un paso — {fritó—le parto ol almnü .. cayó muerto... Ni Nemn, e] dnmadnr fie, leones, ni AUini, pnrlljin Horrorizado de si mismo. Gluck el Inimitable, echó lucbar con Olnck, pnrqno al primero le faltaba la á correr: iba con los ojos fuera de las órbitas, anhe­ fncrza y al ñeo:uiKln el valnr; mus en aqnfl momento lante de fatiga, chorreando sangre, y aquellos hilillos la foriosa acometividad del payaso les indujo á univ- rojizos se coagulaban formando sobre su pecho y sus se, fnvmandn una alianza fnrmidable. hombros desnudos, extraños arabescos. Al llegar al — Rotirate, bvnto — rlijn Nem'", corredor, todos los artistas que por allí andaban, re­ — ¡Atrrta! —aarpírñ Alsini A quien vigorizaba el es­ trocedieron espantados, mientras Glnck les miraba fuerzo trmerarin del domador. con aire esti'ipldo, buscando nn rostro que no hallaba. Vcrn niiiclc. fnera do si, arremetióles ein contestar: F,n aquel instante reapareció Adriana, que volvia de Pu primpí- frnlpp, flll^ para Nemo, el sejíundo para la pista sonriente y cargada do flores: Glnck, al ver' Alsini; dos piifictaziR de tltAn celoso que resonaron la, corrió hacia ella lanzando un grito de macho ven­ cnii nn -ínrdn crujido de hnesos. Entonces comenzó cedor. Adriana palideció hasta la lividez y bajo la una Incha terrible: Nemo halda caído al suelo, pero ncróliata viril que levantaba nuevo arrobas con lo» IcvaTitóse en seguida y se abalanzó sobre el payaso; dientes, reapareció la hembra, dulce y tímida. mn=i ('íste ladeó el cuerpo hurtando nn ^olpo de su — ¡Sólo mía! — exclamó Gluck; — míls valiente que rival, contestó con otro y Nemo volvió A caer... Mien­ Nemo, más fuerte que Alsini!,,, tras Alsini descariñaba sobre la cabeza do Gluck su Y repitió varias veces: brazo de hierro. Era una lucha de colosos; la lucha — ¡Sólo mía!,,. formidable por la poseaión de la hembra, de que habló Después, sugetando A Adriana fuertemente por lai Darwin. mui\ecas, murmuró con ose acento de rencorosa sa­ Y entre tanto, sofocando el seco estallido de aque­ tisfacción del hombre que puede vengarse devolvien­ llos golpes furibundos, llegaban hasta los combatien­ do ojo por ojo y diento por diente: tes, como refagas huracanadas de entusiasmo , los — Ahora, dimo; ¿sirvo?... aplanaos conque el público premiaba los ejercicios de Adriana Carmezza. EDUARDO ZAMACOIS. En momentos tales, Gluck el Inimitable, se revolvía con la aí'ilidad y el denuedo del jabali que hace frente A la jauría que le acoaa. Unas vo­ CELOS NOOTTTK.NOS ces se agíichaha prestamente para coger á su enemigo por la cintura y voltearle; ó so re­ crecía para herir desde arriba, ó br'ncaba para evitarun golpe, mientras su brazo, aquel brazo vengativo, negro y musculoso como el de un cíclnpt^. se agita­ ba infatigable,machacando críl- neos. Enardecido hasta el paro­ xismo por i'l furor de la pelea, Glnck el Tniniitable, valla por ciento; según los casos, cialia, se cubría, se retrepaba, defen­ diéndose ó atacando, pero siem­ pre incansable y terco, magu­ llando A. sus contrarios con sus recios golpes, y exasperándoles y aturdiiVndoles con sus denues­ tos. Cada puñada, era un tiro; cada insulto, nn salivazo. De pronto Alsini y Nemo coin­ cidieron en sus ataques y Gluck se sintió abrumado; habla reci­ bido nn puntapié en oí estóma­ go, y por la nariz y por los oidos derramaba borbotones de san­ gre, T en aquel momento Alsini procuraba rematarle asestándo­ le dos golpes formidables en la nuca. Olncl; el Inimitable, se sin­ tió desfallecer, pero rehacién­ dose se precipitó sobro un arcón que guardaba objetoade carpin­ tería, buscando una arma; sus enemigos, adivinando su Inten­ ción, imitaron su ejemplo. Alsi­ ni cogió un martillo; Nomo uu pui;,al; Gluck un formón. ^^ ^^^^^ ^^ j^ Manuola ¡Es cierto el refráu que dice iMitonces la lucha fué brove: g^ acostará con Ramírez, que siempre Dios da pañuelo ^1 primer encuentro Alsini rodó y yo en cambio duermo sola al nuo no tiene naricea!xi" '3 LA VIDA ÍNTIMA. ESCENAS DE LA. ALCOBA 702 líA VIDA GALANTB la mirada en la viuda, que so aproximó A ellos majes- tuosamente. — Caballeros —les dijo sin preámbulos, después de LA CENA DE JULIA hacerles sentar — segini ustedes aseguran, estAn los dos enamorados do mi; los dos son jóvenes, ricos... y g-uapos, ¿píira qué despreciar A ninguno?... Los dos rivales se miraron asombi-ados, pevo ella continuó: La hormoalsima viuda estuvo todo el dia compn- — Tranquiliccnse; quievo decir, y este es mi secre­ Tiiííndose, pues alU, A la caída do la tardo, esperaba to, que uno de los dos serjl por mi elegido, si me dan la comprometida entrovista con los dos aspirantes i palabra do someterse al fallo... su amor, y andando el tiempo... A su mano. Si! iuclinai-ou en señal de asentimiento. ¡La maño de una viuda! ¡Qué poema! — Pues bien; les suplico que se retiren, y el que Y en verdad que Julia no necesitaba componerae reciba invitación para cenar esta noche conmigo, será para estar hermosa, pues la frescura de la juventud el poseedor eterno de mi persona... retozaba en su cara con sonrojos de niña, y su cabe- Los jóvenes abandonaron la estancia conmovidos, lleva rubia, espléndida y artisticamente peinada, de­ y sin que la emoción les permitiese otra cosa que dar jaba caer un g^racioso cuemecillo sobre su frente, torpemente las gracias ó inclinarse hasta ol suelo. animando aquella cava espiritual y correcta, unos ojazos grandes, muy azules y unos labios rojos é II incitantes, Y la hermosa y recatada viuda dió cien vueltas en La hora se acercaba y Julia, pensando en el medio la cama aquella noche antes que consiguiera conciliar de resolver el conflit;to,'daba la última mano á su to­ el sueño; tal vez, seg'úu observaba luego su doncella, cado. ¡I causa de lo laborioso de la digestión... La doncella anunció A los dos rivales. Porque Julia... ¡habla cenado d^" veces! Julia salió al saloncilio inmediato; allí estaban los dos en pie, uno al lado del otro, mudos y serios, fija Jo.sÉ BRISSA.

Cuentos ágenos

El honot*... ¿Y qué es eso? Martín, el apuesto Martín, hijo del herrero de Blanquefort, fué en sus mocedades uno de los seductores más temibles de toda aquella región; tanto, que A los veinte años no habla marido, ni soltera frrtgil, ni viudita capri­ chosa, que delante de él no ba­ jase la fvrnte cohibida por el recuerdo de alguna falta. Pero las energías de estos conquistadores infatigables que comenzaron sus amorosas corre­ rlas antes de t¡empi>, también concluyen pronto, y asi fué que, poco después de llegar Martin A la plenitud de su vida, em­ pezó A sentir un desasosiego intimo, una comexón inexplica­ ble y pertinaz... algo, en fin, como el torcedor remordimii'U- ti de todas las dialduras y des- afuf^ros cometidos. Martin con­ cluyó por quedarse triste, muy triste , y en los ratos en que dejaba su pesado mazo de he­ rrero para encender su pipa y descansar, solía quedarse cru­ zado de brazos y con los ojos muy abiertos, pensando melan- fñlicameuto en sus queridas abandonadas, Al fin, el honrado Martin, no pudiendo soportar mis tiempo aquella situación, fué A confe­ sarse. — Para acallar los gritos de tn conciencia—dijole el cura — necesitas casarte con tu víc­ tima... con lamujer A quien en­ gañaste... HERMANAS BARRISON, DE .FOLIKS BKROÉRKB. (i^—¡Ah!.... He tenido tantas LA VIDA SALANTE 7ü3 victimas, ho hnrlain A, fíint.is mil* jereB... —Ten presente que solo me re­ fiero aquí A laa doncellas, il las vírgenes inocentes do quienes fuiste iniciador... — Es que las inocentes eng-afia- das, M Ronet—repuso Martín aconp:ojado — fneroTí muchas. — F,n eso caso, debes casarte con la primera, con la m^s anti- ÍTua. Veamos... Yo recuerdo que hace años hablabas con Catalina Marechal, — Esa se casó. — No la contemos. Otra; la se­ gunda. — Roseta Beonjcon: murió en Burdeos. — ¿ha. tercera? — Julia Virelade, la hija del to­ nelero. — r:Qu6 ha sido do ella? — No lo sé. — Pues, biiscala; búscala in­ mediatamente y casate:ea elúnico medio que tienes para lavar el recuerdo de tus culpas. Martín so marchó, sombrero en mano, A visitar A los padres de Julia, y les declaró que , arre­ pentido del tiempo viejo, estaba dispuesto A casarse. — Llega usted tarde — repuso el anciano Virelade. Julia so ha colocado en una posada de Li- bourno; allí la quieren mucho y hasta creo que el posadero se casa con ella. Al día siguiente Martin le re­ fería al cura el mal resultado do su expedición. — No importa — dijo óste ;— otras mujeres habrá; veng-a al­ guna, la cuarta. ^ ¿TJH cuarta?.,. No recuerdo... ¡Aii, si!... la cuarta fué Genoveva Labourie/Ahora — Do modo que no quieres... vive en París. — ¡No, hombre, no!... f;Pero, te has vuelto loco?... — Ve A buscarla. Entonces él la refirió sus escrúpulos, sus remordi­ — Creo que ha cambiado de nombre, mientos y los consejos que el cura M. Ronet le había — Pues pregunta por su pseudónimo y manifiéstala dado. Liana, entre tanto, continuaba riendo, con una que estAs dispuesto A devolverla su honor. risa nerviosa que la obligaba A retorcerse las manos." Sin perder un momento arregló Martín su equipaje, — En Í!u — exclamó el herrero, — yo he cumplido y sacando un l)illete de tercera clase se dirigíi) A contigo, puesto que vengo A ofrecerte mi mano. Aiiiós. París. A Oenoveva Lanborie la conocían en la gran Liana de Reaugeney le acompañó hasta laescaleía. ciudail por I^inna de Rengency, y vivía en un íiote- — Adiós, Martin — dijo, — vete tranqnilo; — ya sa­ lito de la cal!!'. Vórclay. bes que fuiste mi iniciador, el que me puso en eondi- — ¡Diniilre!—pensaba Martin mientras subia las ciones df. ganar todas las comodidades de que ahora esfalcras de la casa; — por lo visto esa picarona estA disfruto... Adiós, adiós... le, ([uiero mucho... sirviendo en una casa rica. Después llamó A la puerta Martín avanzaba por la acerca tambalrAndose como apoyando un timbre. nn líovracho, aturdido ])or las palalu-as de Liana, do — fíQué quiero nsted? — preguntó un lacayo que A la antigua Genoveva Laíjonrití, hija del tonelero. Martín le pareció un general en día de gala. — La périlida del honor — decía — es para algunas — ^Jja señora Liana de Beangcucy? .. mujeres, según alinna M. Ronet, la ruina, el despre­ — Pase usted .. cio, el supremo de los tormentos... Mas para otras sig­ El lu-.rrrro fué introducido en un salón cuya ele­ nifica el t.riunfo, las rique/.as, ia felicidad... ¡Kl honor, gancia y fausto IP d''sliiinhraroii. Poco despiu's llegó el honor!... —repetía Martín suspirando: — ¿y qué ea Liana. Al principio la entrevisla fué incómodn, por­ eso?,,, que ella no reeonocia al niocetóu que tenia (leíanle y AUBELIANO SCHOLL. que la hablaba de sn familia, (\i\ su pueblo, y de otros recuerdos mny antiguos... De pronto exclamó riendo: — ¡Martin!... ¡Ali, ya lo creo que te conozco!... Martín, el herrero... ¿\ qnó vienes A buscar A París? — Vengo A casarmo contigo. — ¡A casarte conmigo!... Y se. retnrela de risa sobre el divAn. — A devolvcrto o] lionor .. — ¡A devolverme el lionor!,.. r;Y qué es eso?.., Martín estaba estupefacto. •.^(•'•.j?fi'[=".t.,'v . ' 704 LA VIDA GALANTE

te. Lo míls notable, sin embargo, de esta insigne pecadora BOU BUS P^^^' ^v? caderas y su modo de andar; son - ""'•• • r^^ unas caderas admiraiiles que se ^^^^^^^Bn^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^9^1 * ^ mueven con tal picante titubeo, ^^^^^^^^^^^^Rv—ur _ . ' ^^^^^^^HH .—' '¿wiiK» que no hay transeúnte indiferen­ >£¡?>t> .'- > .';,•» '1 ^^^^^^^^^^^^^^^^H ^^^^^^•^^ - "il ^MJSBkJ^ te ó distraído que no se vuelva A. - ^ .V'-'^ contemplarlas con lasciva afición, ^BB^'^' -'''^^ '^H^IH^^^^^^^^I Ksta particularidad de la gentil ^I^^HS' '' ' ' JZI ISft ^'' -'''^^^^H^l ílorentina es proverbial. HF- 'ÜB ^^fM3? WmY^ ' ^HiH^^^^I A despecho de su extremada ¿115^ MH^ juventud, la lústoria ga!anlc de Carolina va siendo muy larga. Como nuestro celebérrimo Teno­ 1^ rio, es proverbial su fortnna ^BE-^Ü^JO^H y oxtrcüíadas SUB eniproaas; ^^^^^^Bif YgjM^'^M^^M^B ^^KF^'^^^Í& ií±<&:! ^H^^M BmMP^^^M y es indudable que ha empobre­ m^k^ cido ;l muchos acaudalados cala­ • r '•'f .' f veras, y vencido en amorosas con­ tiendas ;l las pecadoras parisinas de m;ls renombre.

1 Acerca de ella se refieren en los ^^K ''^^^^¡Bm casi nos algunas anécdotas muy ^^^^^m -'•'•- iTlH^^^^^^Ki ; iiitei'esantes. ^"^^^S^^^^'•írr'wE^K^^^^^^^^MH Este vei'ann fuÍ! Carolina To- ^•^-: 1 Fiff^^m i-i-incelli ;'i Telnsa, pocns dias des­ I^^^^IB "*' a^n^^B^^^H pués de llegar alÜ un i npnlar y -f*^^^^p T^^H^^^^^^^^^^I ri'|UlBÍmo aventurero inglés, en -.íi ^HO^VIi! cuya busca y captura se hablan IMKPVW^^^^I l;in/,;ido las vengadoras mAs temi­ bles de la sociedad tolnsana. La .>•••; llegada de Carolina seinbrñ el pA- * iJpjBEjBal^^PB^^^B nico entre aquellas pi'ovincianas; ^K""""'W^ • '*-l pues todas ei'eyernn que Carolina ^^^^^B \J^n >J también daba caza al inglés mi­ li'in a rio. I.,a niisTiia nía ñaña del ^^V '^ y '' M lila en que la Torrinclli pensaba en reanudar su ^•iaje, Carolina ^^K A^. 'mSn filé, aboi'dada juir dos señoras que sin preAnibuliis la preguntaron: — flUsted, indudablemente, ha 7H^M¿ Vfínido aquí á ventilar algún asunto imjiortante? ^/ii§ ^^k i^'-^ttHÍ^^I — Si — repuso la interrogada, ?^ esperando una explicación. CAROLINA TORRINCELLI — Amores, quizás... — Precisamente. — I-Quiere usted cinco mi! francos v se marcha Es italiaiin. usted? Niifiü Pii Florencia all;i por el año de 1H71, y aun- — Es poco. quR su vida fíalaiite no es larga, ha recorrido las — .:Diez mil? mejores ciudades de Ttalia, y ahora vive en París, — Bueno... distrayendo y tibiando con sus caricias la yerta se — Aquella tarde quedó cerrado el trato y Carolina necUid do un archimillonario marqués norneíjo, que fué acompañada .-I la estación pciv las dos d(íscono- ha salido de su ¡lais desesperado de no liallar allí cidas. ninguna cara bonita. — Asi salí yo de Tolosa — dice ella; — llevándome Carolina Torrincelü es el tipo perfecto de la mujer diez mil francos. Lo que siento es no haber conocido meridional; la piel suave y mate de los temperamen­ al inglesito que me los dio k ganar, pnrqne probable­ tos nerviosos; el pelo negro y ondulante; los ojos mente. . ¡me lo hubiese llevado (amblen!... grandes, reideros, en cuyas moriscas pupilas se refle­ jan con sugestiva exactitud las languideces de la Jo.vyuíN SEGURA. pasión saciada, ó los espolazos de la carne impacien­ LA VIDA GALASTB 705 LA PIEL DE ZAPA (N.' S) POR Ufoi-ioi-rxto

y embriagado por imágenes fatídicas y pensamientos hasta sus menores rasgos, parecía empapado de con­ (le. muerte. vicción elocuentísima; y como si sus purpúreos labios Y si le aturdií'), si se dejó dominar un instante por acabasen de pronunciar el fíat inexplicable, asi incli­ una fantasía digna de los niños irnando escnfhan los naban al espectador á buscar en los aires el eco de su cuentos de sus ayas, error fné que debe atrilinií'se al acento, á demandárselo al silencio con afán, á escu­ estupor en que. sus meditaciones le tenían, A la irrita­ charlo en lo porvenir, y á oirlo ])or último en laí mis­ ción de sus nervios, y al espantoso drama cuyas esce­ teriosas lecciones de la muerte... El Evangelio entero nas acababan de delcilnrle... como deleita el oi)io. se encerraba allí, en la paz sencilla de sus adorables Ademi'iB, esto suce

Peláez, que es el más disti'aido de los hombres, se encontró eon un amigo que ha quedado viudo recien­ temente. — ¡Hola! — exclamó él distraído. ¿Qué tal? ¿Va bienV ¿Tu mujer sigue?.,. Al pronunciar esta frase, notó el asombi'o del amigo. mi csí-^^'- — ¿Sigue... sig-ue muerta? ¿\'erdad?

— ¿Con<¡ue te casas, Ramón? — Sí, chico; para el mes de Marzo. — ¿CJuiénes son los padrinos do la boda? Forsto.r, on su historia del voy Giií'le.vinri do Pi'usiii, — No los lio (degido aún, ol padre, de I'\',dLíi"ico el Cjrancío, lialila de la afición — Jiusea á dos amifios do carácter conciliador, á tlosnitídida dt', aquel inuiiarca á forinar liataHnnes tl(í ver si consiguen arreglarte el asunto de manera quo hnmbres du estatura colosal; alicinn (¡ue cosió al no tengas que llegar á la Vicaría. Kfario 12 millones Ella, más asombrada que confusa, tomó el papel y Mostaza //ÍÍ'//<'.S'(Í. — Humorada en ver.^o por la moneda, dando las yracias; pero bien fuese jioniue C. Satué, eon una cubierta cromotíjiii'a eonociera las sing'ulares ¡deas dtd mcniarea y (ícseon- pap(d viuda 50 > fiase de sus intenciones, bien por otro motivo, enear;;'ó Kl ennsidtor úu, his luiundrn 50 s la comisión A una vieja vecina suya, entregándola el Modo de ronqid.sfar Mesábase las barbas el granadp,ro, contemplando á Mi rizo 15 > su novia, pei-o la primera virtud de un mililar pru­ Kl monlo. bajo 15 » siano es la obediencia al Rey. ¡•'I, ramo Guillermo de J'rusia perdía uno de sus mejores gra­ naderos. y otros de 5 y 10 céntimos. Según dicen, al pobríH-ito le mató el fastidio. De venta en la administración de LA VIDA GALANTE, Gravina, 10, Barcelona. Sobro el color do las modiaa disputaron Luis y Clara; ella optó por las anules, y ól por las medias... tostadas. IGRAN REGALO!

Por cada periódico ilustrado que el público com­ Nt'gaba un ladrón aníe. el tribunal un robo, y le pre en el Centro de periódicos de la culle del Can­ tlijii el juez: dil, I, se le Cíiirei^ará un eupón-regalo. — l'¡s inútil temeridad negar. Podemos presentaros La preseiiincicn tic doee cupones da derecho seis testigos que dirán <¡ue presenciaron el delito, á percibir gratuitamente un periódico ilustra­ — ^.Y quéy— replicó el ladrón; —yo puedo presentar do, á elegir (iiúmerüs cüirien ics). sois mií quo dirán que no lo presenciaron. En dicho Centro encoiürará el público los gra­ ciosísimos Cuentos gitanos^ Cuentos baturros, Ctienios de Gedc'in, eic, etc., publicados por la i''.l gran N'apoleón 1, preguntó un ella que estaba de l>i.en humor, á un médico muy renombrado: Bibüoíeca Cómica, al precio de 10 céntimos cada — l'iga usled, docioi', con fr

La mujer de un calavera, borracho v jugador, r.ru responsal en Madrid para la venia de llfl decia: — Mi marido está aprendieiulo el inglés y el árabe, VIDA GñüRriTE, 1). Antonio Ros, Candil, i porque siempre auda con 'mylcues y turcas. (junio a la Puerta del Sol). £, Sopeña, impresor, Graviua, XO.—Baroelcna. 703 LA VIDA GALANTE

NOTA CÓMICA, POR GIL BAER

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Toley ora un vivo que se dedicaba á. la recompüsi- ^ Una tarde llegaron dus ciclistas y Toley arregló la ción de bicicletas y á otros meneatores goma de las mAqninag, qno estaban flo.ias,

Después loa'viajeros quisieron tomar una ligera — DócididamentG—pensaba Toloy — mejor entoy dunba y... ¡efétítivaniente! aquí que oxbíbii^ndomo en una caseta do feria.

Üfl VIDR Gflbfl]S[TE e Revista semana] ilustrada

GRflVINf^, 10.-Apartado de Correos n." 1 78. —BA RCEUOM A • -./ ••

Publica cuentos, artículos, biügrafia.s de mujeres célebres en los anales del amor, versos y crónicas extranjeras, originales de nuestros más distinguidos literatos. Y caricaturas, historietas fotográficas, retratos y preciosas composiciones debidas á loa mejores artistas nacionales. Esta Reyista no se parece á otras de su mismo género que se publican en España, y los cuentos van ilustrados por un procedimiento enteramente nuevo.

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España y Portugal.—fieia meses. 4 pesetas Extranjero.—Seis meses . 6 francos. U. id. .—Un año . . 7'50 id. Id. -Un año. . . 10 id. Precio para los señores corresponsales: 10 céntimos cada ejemplar. No se sirven menos de 10 ejemplares. Los corresponsales deberán anticipar fondos ó remitir buenas referencias. Precio del número corriente, 15 céntimos.—Número atrasado, 25. -PÍL: TODA LA CORRESPONDENCIA AL ADMINISTRADOR

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