Caras de mis Intimos

Por

Jomás

Enseguida que asomo los ojos a la vida me castigan los conflictos. Mis padres se casan apenas con quince años de edad. Me tienen a los dieciseis. Seis meses más tarde se separan y quedo huérfano de papá; no porque él muera sino porque paso muchos años sin verlo. Y de repente voy a parar al abrigo de mi madre, mi abuela y mis tías maternas. Cuando alcanzo la madurez echo una ojeada atrás y me doy cuenta que las contrariedades que tengo durante la niñez se deben, en gran medida, a la falta de una figura paterna durante mi crianza. Sé de primera mano las causas de la separación de mis padres. Leo sus cartas íntimas; cartas muy bien guardadas por mi madre dentro de un cofre que descubro casualmente un día. En resumen estimo que el buen tipo de hombre y el aventurerismo de mi padre siembran muchos celos en mi madre. Sus constantes viajes de trabajo a Honolulu, Bahamas y Las Bermudas sedimentan la decisión de mi madre; decisión que toma en contra de sus sentimientos más profundos; porque ella vive locamente enamorada de él.

En cambio, yo comienzo a pagar las consecuencias de este desenlace y soy empujado hacia las redes de una férrea superprotección implantada por mi abuela y mis tías para que yo crezca "libre de polvo y paja"; el primogénito que pone a crecer a la familia; el primer hijo de mi madre; el primer nieto de mi abuela y el primer sobrino de tres tías solteras ¡Todo para este nuevo ser que llega al mundo! Mientras mi madre y mis tías rompen sus pulmones pegadas a una máquina de coser en un taller de confecciones, mi abuela me toma a tiempo completo: crianza, mimo, estudios, alimentación, salud y educación bajo las rigideces de la época. Mi recreación queda bajo la tutela de mi madre y mis tías, y se traduce en las visitas al Zoológico, el Coney Island Park, los bailables en las Asociaciones recreativas, las matinees dominicales en los jardines de la Tropical y las visitas sabatinas de compras por las tiendas y portales de las calles Monte Y Galiano. A propósito de esto último les confieso que es aquí donde se despiertan mis primeras curiosidades por el sexo. Y surge de un modo espontáneo. Antes de tomar el ómnibus que nos lleva rumbo a las tiendas en La Habana me asalta una preocupación que se clava como idea fija en la mente cada vez que se repiten estos viajes "si me da un dolor de estómago ahora dónde cago " y resulta que al hincar mis pies en la calle Monte, el dolor de estómago se hace presente y tienen que conseguirme con apremio un baño en la tienda más cercana. Naturalmente apenas con tres o cuatro años de edad mis tías me meten junto con ellas en el baño de las mujeres. Ahí veo los primeros cuerpos desnudos, grandes nalgas e inmensas tetas de diferentes formas y colores. Y lo que más atrae mi curiosidad es la cantidad de vellos bajo el ombligo. Y me repito las mismas preguntas una y otra vez: ¿que hay bajo esa maraña de pelos? ¿por qué yo no tengo pelos allá abajo? ¿será que las hembras tienen pelos y los varones no? Eso no sólo despierta sino acrecienta mi curiosidad por el sexo; porque cada sábado junto a los antojos de comprar un juguete distinto, también me arrebatan los deseos por entrar a los baños para cagar y contemplar los cuerpos desnudos de todo tipo de mujeres: jóvenes, maduras o ancianas, blancas o negras, feas o bonitas. Y lo hago sin la maldad del rescabucheo; todavía estoy muy lejos de que afloren los instintos sexuales.

Somos una familia pequeña y aunque vivimos muy pobres en una casita de madera con un excusado en el patio, nada me falta: juguetes nuevos, buena ropa siempre limpia y bien planchadita, y los zapatos lustrados. Aparte de lo que digo antes, crezco tan sano que vivo ajeno al pulso de la calle. Desde mi ventana o parado en la puerta veo pasar a la mayoría de los niños del barrio, descalzos y desnudo el pechito. Tampoco faltan algunas hembritas o varoncitos totalmente en cueros y con sus caras llenas de churre. Ese panorama corre siempre frente a mi vista mientras vivo cautivo dentro de los lindes de mi casa. Ni el roce del viento o el calor del sol pueden lastimar mi piel. Salir a la calle, a solas, a jugar a las bolas, la quimbumbia o empinar papalotes son cosas que hacen a menudo los chicos del barrio, sin embargo, estos son privilegios que años más tarde me trae la vida.

La canalla del barrio, es decir, los niños mas vivos y despiertos al verme parado en la puerta o asomado a la ventana me dicen nombretes: "bobo de la yuca" "guanajo de escobilla" son entre otros los más comunes. Yo lejos de enfrentarlos cobro miedos y junto al llanto le doy las quejas a mi abuela. Y mi abuela sale como una fiera a comérselos. Años después me doy cuenta que la causa de los nombretes es mi boca abierta. No respiro por la nariz por padecer de Adenoides y debo conseguir por la boca el aire que llena mis pulmones.

Etapa pueril (desde los 5 a los 12 años)

A los cinco años arranca mi vida de estudiante. Comienzo el Kindergarten en una escuela pública a dos cuadras de mi casa. Ahora me enfrento a una nueva figura femenina diferente a las que me acompañan en casa. Se trata de una maestra llena de dulzura y lozanía cuyos ojos verdes me acribillan constantemente con su mirada, entanto sus manos resbalan por el teclado del piano. Durante mi contemplación no dejo de inquirir por dentro: "qué tesoros ocultos se esconden bajo esa elegancia conque viste". Más adelante en otra etapa de mi vida les contaré una anécdota ocurrida con esta profesora. El año siguiente paso a estudiar en una escuela privada al cruzar la calle y frente a escuela que dejo atrás. En esta oportunidad conozco a dos primas que me fascinan, familia de los dueños de la Institución. Debo agregar que un personajillo sigue mis huellas desde el Kindergarten. Ahora también estudia en la misma aula. Margarita es toda una flor que viene a perfumar mi compañía; Margarita es mi primera novia. Todos los días cuando llego de la escuela me baño y me visto rápido para que mi abuela me lleve de la mano hacia la casa de Margarita. Ella vive en altos; un inmueble de un sólo piso montado en la cima de una loma. Cuando alcanzo el último peldaño de la enorme escalera, Margarita espera sentada y contenta. Entre cuentos, jueguitos, sonrisas y besitos en la mejilla, nuestro tiempo se ahuyenta rápido. Estas visitas de amor pueril se repiten durante largo tiempo y dejan perpetuamente marcadas nuestra inocencia y madurez.

Otra imagen de mujer llega a mi vida, muda mis sentimientos hacia un nuevo contexto y pone a rimbombar mi corazón. Se trata de Isabel, la vecina de enfrente y novia de Cundo el bodeguero Este ángel hecho mujer que dobla mi edad conquista rápidamente mis afectos y llego a enamorarme de ella. Sencillamente un amor platónico. Entre ambos nace un vínculo sentimental que poco a poco gana terreno. Incluso, llego al punto de expresarle que la quiero de novia. Ella devuelve con sonrisa y caricias el valor de mis expresiones. Y aunque nunca me da el Sí ni tampoco tenemos intercambio amoroso, al menos, aumenta su acercamiento conmigo. Todo finaliza con la boda. Isabel se marcha a vivir con Cundo su marido a un pueblo de campo. Esa partida es un golpe demoledor para mis sentimientos y sufro su ausencia durante muchos meses. El destino o los celos de Cundo impiden que nunca más nos veamos. En tanto, en la misma medida que crezco asi prosigue agigantándose mi curiosidad por el sexo. En lo adelante busco ver el bloomers de las mujeres cuando cruzan sus piernas sentadas frente a mí; costumbre que se convierte en una adicción. Asimismo ocurre en los baños de la escuela. Miro los penes de otros varones y los comparo con el tamaño del mío. Y me doy cuenta que mi pene está por encima de la media del resto de mi edad. Incluso un negro amigo de la infancia y yo acordamos sacar nuestros penes y medirlos con un metro. Más o menos no hubo diferencias en cuanto al largo; pero el mío gana por mayor calibre.

Enfrente a mi casa vive El Turco, un señor de unos treinta años de corte árabe, su esposa, y dos hijos de mi misma edad. No sé de qué treta se vale este personaje para convencer a mi abuela de llevarme a la playa junto a su familia. Y yo loco de contento me sumo a la cumbancha escogida por ellos para un domingo de asueto. Llegamos a la playa y acampamos en un sitio alejado a la vera de la desembocadura del río. Allí, bajo un gran sombrillón alquilado por

El turco nos cubrimos de las inclemencias del sol. A la hora de bañarnos la familia completa alcanza el mar, en cambio yo permanezco en la orilla porque no sé nadar. Ellos tratan infructuosamente de sumarme al chupazón; pero el miedo a ahogarme es más fuerte. Al rato regresa El turco solo. Pienso que llega a tratar de convencerme, sin embargo, trae otras intenciones. Cambiamos de posición, y ahora de espaldas al mar él fija su vista en las proximidades de el mangle, donde hay una mulata colosal con unos espejuelos oscuros puestos y tomando un baño de sol. Me dice: "mira que buena está esa hembra" y acto seguido se baja el short y saca su pene tieso y empieza a frotarlo de alante hacia atrás. Yo miro aquello y no comprendo lo que está pasando. Mientras realiza este acto veo que mira fijamente a la mulata y de vez en cuando, a soslayo hacia la playa. Lo veo nervioso y desesperado. Luego me dice: "Tócala para que veas lo dura que está" y la toco, entonces oprime mi mano con sus manos en torno a su pene y sigue mirando a la mulata. Frota cada vez con mayor fuerza hasta que finalmente veo brotar por la punta del pene un líquido de color gris claro. Y pienso "qué extraño orina este hombre" Los temblores sobrecogen a este señor y le hacen perder la paciencia y el rumbo. Me dice en voz baja y con tono amenazante: " no le digas a nadie lo que viste aquí. Los hombres tienen que aprender a guardar secretos" Siento miedo por la advertencia mientras él sale a buscar a su familia que continúa bañándose en la orilla; recogemos todo y tomamos el auto de vuelta a casa. No hablo una sola palabra durante el viaje, más bien deseo llegar con prontitud. Ya en casa, mi abuela inquiere si la paso bien en la playa. Digo sí para evitar nuevas preguntas. A lo largo de la temporada veraniega recibo otras invitaciones para ir a la playa junto a esa familia. No acepto ninguna argumentando motivos de casancio. Y guardo en mi memoria para siempre el secreto advertido por este depravado que abusa de mi inocencia.

Una escuela católica es mi nueva casa de estudios. Con nueve años de edad me estreno en el cuarto grado de este Centro para varones. Mis nuevos profesores son: tres diáconos y un sacerdote jesuíta entre otros. Aquí permanezco hasta graduarme de sexto grado y aunque no tengo nada significativo que contarles, ocurren grandes cambios en mi vida: Ingreso en el mundo laboral como dependiente de bodega en el horario extraclases y cobrando un salario de $0.50 a la semana. En el quirófano del hospital de Emergencias me someten a una Cirugía de Adenoides y amígdalas. Ello trae consigo el cierre de mi boca y el final de los nombretes El preludio de los primeros calambres sexuales; una especie de cosquilla inicial, sin semen, suscitada en los varones a las puertas de

la pubertad.

Llegan los primeros signos de la líbido cuyo resultado final es la masturbación.

Del mismo modo mi pubis se puebla de infinidad de vellos, mientras

aparece el acné en mi rostro. Estos impulsos hormonales provocan que les toque las nalgas a dos vecinas hembras de la misma edad que suelen jugar frecuentemente conmigo; estos mandos hormonales me refugian en el baño constantemente, adonde permanezco por largos períodos de tiempo masturbándome con mujeres en mi mente que recuerdo durante mi andar por la calle. De igual manera colecciono revistas donde aparecen modelos en ropa interior y las llevo conmigo al baño para mis actividades lujuriosas. Hay momentos de intensos calores que comprometen mi tiempo a solas, en la alcoba o en otros escondrijos, por espacio de diez o más veces al día. Los cambios vienen repentinos y apresurados. Ahora una especie de saliba sigue a los calambres cuando me masturbo. Al cabo de un tiempo los calambres persisten, la saliva se agota, y fluyen las descargas seminales.

Etapa núbil (desde los 12 a los 18 años)

Por razones económicas no puedo continuar mis estudios de Comercio o Bachillerato. Debo retomar una nueva escuela pública en un pueblito alejado del mío para dar el séptimo y octavo. Aquí comienzan a manifestarse mis rasgos genéticos de hombre promiscuo; tengo dos novias a la vez: Mirtha y

Margarita2. Gran lío; ambas estudian en la misma escuela. No sé cuántas piruetas tengo que poner en marcha a fin de impedir la revelación de mi adulterio. Un día a la hora de la salida me espera afuera la pandilla de Luis, el hermano de Mirtha. Viene a cobrarme el engaño que yo estoy cometiendo con su hermana. Según él ve besándome con Margarita a la hora del recreo. Y recibo una andanada de golpes por parte del grupo que lidera. Finalmente pierdo a Mirtha, y poco falta para quedarme sin Margarita2. Mis necesidades sexuales se elevan al máximo; mi madre mujer de experiencia avanzada recibe mis señales y de común acuerdo con mi tío propician mi visita a un prostíbulo. El debut tiene lugar en una zona de muchos burdeles frente a la bahía; lugar adonde suelen concurrir los marineros desesperados por una mujer, luego de atracar sus embarcaciones en los diferentes espigones del puerto. El atraso sexual que les deja las largas travesías por los mares del mundo, los trae derechitos a las redes de las putas. Y estos intercambios de placer son tan fortuitos como baratos. Por un dólar recibes un menú de tres platos. De repente me veo en el interior de uno de estos antros de perdición rodeado de bellas y jóvenes mujeres semidesnudas. Mi tío escoge mi pareja y le pide el trato merecido para un joven primerizo. Ella se presenta extendiendo su mano: "soy Juanita tengo 24 años" acto seguido me hala hacia la intimidad de su alcoba. Una cama, una mesita de noche y nosotros es todo cuanto hay en el recinto. Me invita a quitarme la ropa mientras ella se depoja de la suya. Yo estoy inmóvil; derechito como una vela. Aquella mujerona desnuda frente a frente infunde miedos. Ella toma las riendas del asunto y quedo como Dios me trajo al mundo. Enseguida trato de tapar mis partes íntimas; pero ella las destapa y toma el pene entre sus manos y lo empieza a acariciar. Pronto aquello se pone duro. Luego lo arropa con un condón y su vagina se traga mi virilidad completa. Unos cuantos vaivenes bastan para plocamarme hombre en el sentido íntimo de la palabra. Quedo con ganas de seguir, pero Juanita deja su beso en mi pecho y susurra bajito "hemos terminado". Luego de vestirme salgo afuera victorioso. El tío le pregunta en tono jocoso: "cómo se porta el hombre" ella responde "maravillosamente "

Este primer encuentro sexual lejos de inhibirme, aumenta mi apetito por el sexo. Y caigo en una especie de onirismo que me empuja a repetir estos actos cada fin de semana. Durante este tiempo cuento con un trabajo mejor remunerado y sigo estudiando. De los $8.00 dólares por semana que recibo de salario, dejo $5.00 para ayudar a mi abuela en la economía de la casa y me quedo con los $3.00 restantes. Aunque parezca poca la cantidad alcanza para pasar un sábado con una prostituta ($1.00) comer una sopa china, arroz frito y una cerveza acompañante en el Mercado Único ($1.05) y pagar los viajes de ida y regreso a la capital ($0.14). Todavía sobran algunos centavos para guardar. En este andar por los burdeles de La Habana conozco infinidad de mujeres y barrios: Colón, Pajarito, la Habana vieja, son los más frecuentados. Mis estudios se interrumpen al terminar el 8vo grado. Mi abuela teme que pueda pasarme algo por la calle. La Policía busca a mi tío por actividades clandestinas en contra del gobierno. Ahora mi vida laboral es a tiempo completo en una fábrica donde gano un salario decoroso de $85.00 mensuales. De momento mudo mi condición de mercader de placeres por los prostíbulos, a cambio de los deleites en las noches de farras por los bares y clubes nocturnos de La Habana. El Kan-Kan, Te espero, Vicky, El Paraíso y

La Gran Vía son los más visitados.

Avezado a estos temas, con una larga y nutrida ejecutoria erótica llego audaz a los diecisiete años de mi vida. A modo de ganar en transparencia les digo que, mi estatura y madurez temprana ocultan mi condición de menor, otorgada a mi edad, por el Código Civil Cubano. Conozco a Julita en el bar La Gran Vía. Ella trabaja de mesera; un oficio creado para complacer clientes. Entras al bar, la invitas a la mesa, pagas sus tragos (no son tragos reales; simplemente un brebaje hecho a base de azúcar prieta) y por cada trago que ella tome gana su comisión. Naturalmente uno paga a sabiendas y en buena lid porque en definitiva disfrutas de su compañía, bailas boleros acompañado por la música de una vitrola y finalmente puedes llevarte la hembra contigo a la cama cuando cierra el club a las dos de la madrugada. Todo depende de: si le gustas o no, o ella cifra sus esperanzas en ti. La iluminación en estos sitios suele ser a baja o media luz, asi el curioso queda obligado a escrutar las penumbras para descubrir lo que sucede en el salón. Durante los primeros boleros Julita y yo guardamos distancia; pero en la medida que se repiten lo hacemos más pegaditos y ella siente el roce de mi virilidad por sus partes más íntimas. Percibo que acepta lo que hago y gano más terreno. Vienen los besos y las caricias por regiones susceptibles. Por último acabo robando los besos de su boca. El encuentro gana temperatura y permite susurrarle al oído: " quieres irte conmigo cuando termines tu horario " Ella asiente con la cabeza, entonces paso a liquidar la cuenta en la barra, dejo una propina con ella y me marcho. Consulto mi reloj y veo que resta una hora para el segundo encuentro. Mientras tanto quedo a la deriva por los alrededores, repleto de presagios y a la espera de una mayor prisa en el tic-tac del tiempo. Llega el momento esperado y a las en punto aguardo por la dama en la acera del sitio. Al salir algo apresurada me dice: "no puedo demorarme mucho" entonces le pregunto: "comemos juntos" un NO rotundo brota de sus labios y agrega: "prefiero pasar un rato contigo".

De brazos como en pareja cubrimos el trecho hasta el motel Isla de Chipre. Una habitación sencilla sirve de testigo mudo a los incontables orgasmos de

Julita. La buena sintonía sexual entre ambos nos coloca de repente en el amanecer. Ella deja su letargo y vuelve a la realidad; la veo temblorosa y preocupada. Salimos y entre los últimos destellos de sombras que borra el sol naciente, miro su rostro con mayor claridad y veo que el amor deja sus huellas en una zona visible. Ella me pregunta confundida " qué tengo" le respondo

"súbete el escote de la blusa o tápate con mi pañuelo" luego exclama: "Ay mi madre" De este modo nos despedimos mientras toma el ómnibus que la regresa a casa. Nunca más vuelvo a verla. Chela viene a llenar el vacío dejado por Julita y lo hace desde su puesto como cabaretera en el Paraíso Night Club. Al entrar en estos sitios suelo recorrer con mi vista todos los alrededores del interior. Asi calibro el ambiente y veo el público. A mi derecha percibo a una muchacha sentada solita en un rincón. Pido un trago al cantinero, dejo la barra momentáneamente, me acerco a ella y le pregunto al oído “quieres compartir conmigo" y ella asiente con la cabeza. Entonces regreso a la barra, y con el trago en la mano le digo al cantinero: favor sirva un trago a aquella señorita y la señalo. Acto seguido voy y me siento junto a ella. Entre las penumbras descubro un rostro bello de mujer. Le extiendo mi mano y digo mi nombre a modo de presentación, ella responde "Chela". El diálogo entre ambos se torna variado y profundo; luego la invito a bailar.

En principio con respeto, más tarde pegaditos y continuamos asi hasta que la noche amenaza con tragarnos enseguida. La invito a salir y ella demanda: "quieres estar conmigo" y añado SI. Entonces me habla de una habitación por la parte de atrás del bar que el dueño alquila para encuentros ocasionales de parejas. Acepto, pago, y ella se ocupa de los trámites.

Todo viene saliendo a pedir de bocas. Entramos a la alcoba en lo que a mi concierne a satisfacer un deseo; ella a vender su mercancía, sin embargo ocurre lo insólito. A ambos se nos afloja la resistencia y hacemos el amor múltiples veces. El pago del tiempo de alquiler da para treinta minutos solamente, en cambio se nos va el tiempo sin darnos cuenta, al punto de que el dueño personalmente toca la puerta para que saliésemos. Desde adentro pido una prórroga y le paso un billete por debajo de la puerta. "Ok" es su respuesta. Y seguimos haciendo de las nuestras dentro de aquel tugurio convertido en alcoba. Al final sellamos un acuerdo mutuo y cada cual coge su camino; ella regresa para el club y yo cojo otro rumbo. Seguimos viéndonos en lo sucesivo; unas veces en el bar, otras en su casa. Nace una bonita relación y nos hacemos novios a los ojos de su madre; quien por demás imagina que Chela trabaja de noche en una factoría. Con sus dieciseis años de edad y dueña de una belleza física y espiritual extraordinarias, Chela es una mujer luchadora que busca el sustento de su madre y ella; si bien de una manera indigna. El resto de su familia vive en Oriente.

El tiempo corre como pólvora encendida; pero al final de una de las tantas noches consumidas por la lujuria, Chela me confiensa que se siente embarazada. Esa noticia la recibo como un cubo de agua fria derramado sobre mi cuerpo. De inmediato implemento una táctica sicológica a fin de impedir que ella se dé cuenta de mi desacuerdo. Entonces respondo: "voy a tratar de resolver el problema" Al día siguiente los vómitos le impiden ir al trabajo y me aparezco en su casa con la solución en el bolsillo, unas inyecciones de Benzo-ginestryl para provocar el aborto. Salimos al pasillo a conversar cuestiones íntimas que no debe escuchar su madre; oportunidad que aprovecho para mostrarle las inyecciones. Su reacción aparece de súbito y algo descompuesta: " no voy a ponerme eso. Lo puedes botar. Quiero tener a mi hijo" no hay reproches de mi parte y seguimos hablando de otros temas y planes futuros, en tanto desde mis adentros cultivo otra idea en mi mente. Me despido con la entrada de la madrugada; salgo a sabiendas de que nunca más volvería. A estas alturas de mi vida me asalta la duda de tener un hijo regado por ahí. Luego dos Lidias coinciden al mismo tiempo en mi vida. La primera Lidia es todo una dama. Trigueña alta, de buen cuerpo y cara bonita. Estudiamos juntos en una escuela nocturna. Su profesor está enamorado de ella al igual que Juanito mi mejor amigo. No obstante todo se inclina a mi favor y una noche en el cabaret Catacumbas de la Virgen del Camino formalizamos nuestro amor. No hubo nada más allá de las caricias y los besos que nos dimos. Ella tiene mucho recato y esto me hace perder tiempo. La otra Lidia fue sorpresa. Mujer joven casada con dos hijos y ella es hija de la administradora de mi Centro de Trabajo. Todo ocurre una noche al término de una visita que hago a su casa. Ella decide acompañarme hasta la parada de

ómnibus; noche oscura de invierno. La parada es testigo de que alli ocurre. Esta muchacha desboca sus sentimientos y empezamos a besarnos con locura.

No sé cuántos ómnibus dejamos pasar. Lo cierto es acabamos teniendo sexo de pie en la propia parada en medio de un frio atroz. Luego continuamos viéndonos unas veces solos; otras ella acompañada de su marido. Pienso que esa noche ella planifica hacer realidad su sueño conmigo, y lo logra. Amelita es el antídoto que me aleja de los Bares y los Night Club de La

Habana. Nada ni nadie me obliga; las circunstancias y la voluntariedad me despegan de ese bajo mundo.

Esta muchachona de veinticuatro años de edad viene siendo una especie de plagio de aquella prostituta que me gradúa de hombre. Amelita es mi primera novia-mujer. La parte de novia la cumplo en su casa acompañado de sus padres y hermana. A las diez de la noche termina mi visita de novio impuesta por su padre desde que pido su mano; pero en vez de regresar a mi casa quedo aguardando la salida de ambas hermanas por las inmediaciones del barrio. Ellas duermen en un cuarto aparte a unos doscientos metros de la casa de sus padres. Este es el momento donde sobresale lo de mujer por encima de la de novia. Hay una señal de aviso convenida antes con Amelita para que yo pueda tener acceso a su cuarto. La primera vez que entro siento miedo. El cuarto tiene tres camas en su interior; dos separadas por un espacio pequeño y la otra más alejada. Indago y me dicen que la otra cama es de Miguel, el hermano manisero que suele regresar a las once. Antes de esa hora debo irme. Como puede apreciarse nuestro rato de placer no llega a los cuarenta y cinco minutos. Quedamos a oscuras los tres; dos en una cama y su hermana de un año menor en la otra; Toca a esta buena cómplice taparse los oídos o disfrutar de nuestras aventuras eróticas. En medio de constantes quejidos, vaivenes, ruidos de cama y tiempo apretado conseguimos un par de orgasmo cada noche. Ella queda con ganas de proseguir; pero temo pasarme de tiempo y ser sorprendido por la llegada del hermano. Estos encuentros furtivos se repiten con la misma pasión e igual periodicidad hasta que la familia emigra hacia los Estados Unidos. Debo agregar que las condiciones permiten también que yo tenga sexo con la hermana; pero no hago ni el intento por respeto a Amelita. Hay ocasiones en que mi vista atraviesa las penumbras y percibo que la hermana despierta me observa, sobre todo cuando me levanto desnudo con aquello todavía rígido luego de acabar mi faena sexual. Luego vienen Cacha, Martha y la guajira oriental a calmar mis apetitos sexuales; todas coinciden a la vez y aunque son dueñas de alcobas con sus respectivos maridos también hacen el amor conmigo. Mis mascotas preferidas son los perros y los caballos. Los perritos acompañan mi vida desde el primer año de edad con Canelita. Luego llega Careto, un caballo dorado con las cuatro patas de blanco, a completar mis inclinaciones afectivas con los animales. Y mi vida de jinete trae aparejado muchas damas que gustan de dar un paseo al lomo de una bestia. Rosita es una muchacha que vive tras la caballeriza donde descansa y come mi caballo. La conozco por primera vez una tarde cuando se asoma a verme desde los lindes de su casa. Una sonrisa y la mano tendida es la carta de presentación. Ella impacta mi vista con su atractivo personal, ojos grandes y negros, pestañas largas, vellos muy finos en los brazos y sombrita bajo la nariz. Me fascinan notablemente las mujeres peludas, en especial, cuando imagino un pubis bien poblado de pelos bajo el ombligo. Esta atracción mía por ella, su gusto por mí y los caballos nos empatan. A la semana siguiente pido su mano. El padre marca sus reglas: tres visitas por semanas, permanecer en la sala sin despedidas afuera. Su oficio de carbonero, la vigilancia del horno en una finca distante y la venta del carbón por la calle, alejan el viejo de la casa, sin embargo no olvida dejar por encargo a su mujer del cuidado de los novios. Y ella nos acompaña en la sala hasta que cae rendida por el cansancio y se marcha a dormir a su cuarto; oportunidad que no desperdiciamos Rosita y yo. Ella es virgen y con sólo dieciocho años es una experta en hacer malabares con su boca. Rosita debe acudir a mis encuentros vestida con una saya ancha y despojada de su blomeers a fin de facilitar mis caricias eróticas. Cuando quedamos solitos saltan chispas de la sala. Arrancamos con el besuqueo que lleva a meter mi mano bajo la saya hasta desenredar con mis dedos la maraña de pelos que cubre su clitoris. Ahí froto sin desmayo hasta que ella me regala su orgasmo. Luego puesto de pie y Rosita sentada en el sillón, saco aquello que desde hace rato ruge por asomarse fuera de mi portañuelas. Ella lo engulle casi completo hasta que, en un entra y sale constante, acaba exprimiendo el jugo del placer. Luego rendidos en ambos sillones esperamos la calma y nos recuperamos para una nueva partida el día siguiente. Durante un paseo a caballo por un reparto aledaño a mi barrio en compañía de Juanito, que suele unirse conmigo a estas aventuras equinas montado en su caballo dorado-retinto. Me hace una seña que dejo atrás a una muchacha que me mira. Volteamos los caballos y efectivamente permanece ella asomada desde la ventana de su casa. La miro, beso la palma de mi mano y soplo con fuerza para que ese beso vuele hasta ella. Lo toma con la mano derecha y lo oprime contra el pecho. Entonces decido apearme del caballo como si fuera a apretar la cincha de la silla y le hago una seña con mi dedo índice para que venga hasta mí. Ella llega sin titubeos frente a nosotros. Unas palabras bastan para saber su nombre. "Mariluz quieres pasear con nosotros" la invito "Dónde" pregunta. Te montas tras de mí en la grupa del caballo. "bueno" es todo cuanto dice, y salimos del reparto en busca de un paraje para acampar. Nada significativo ocurre en este encuentro salvo la conversación y una cita en el mismo sitio para el día siguiente. Ella es soltera; pero tiene un enamorado que la enoja con sus asiduos cortejos. Nos vemos de nuevo bajo las sombras de la noche en el lugar acordado. No hay bestia ni nadie más que pueda estorbarnos. Con pocas palabras consigo avanzar mucho; besos, abrazos y apretujones de nuestros cuerpos acaban fatigándonos. Cuando trato de escalar más profundo ella advierte: "todo; pero no la metas por favor. No lo hagas..." la frase queda inconclusa y ella sufre un desmayo repentino. El susto carcome hasta mis tuétanos. Poco a poco la acuesto sobre el piso y le echo fresco con mi sombrero. Al rato vuelve en sí y yo recupero la calma. "no te pongas asi, bobito. Padezco de esos ataques cuando me emociono mucho " dice, y apoyada en mi brazo abandonamos el sitio a pie. Evito verla de nuevo y al cabo de unos meses me localiza mediante un hermano. "Mariluz quiere verte" es el contenido del recado dejado por él. Y algo me empuja a visitarla. La hallo muy demacrada y me recibe sin objeciones ni discordias dado mi alejamiento. Padece de desórdenes en el bazo y necesita transfusiones sanguíneas de persona a persona. Se requiere un donante que tenga su mismo grupo de sangre B3 positivo. Gracias a Dios coincido y soy la persona idónea para su cura.

Cuatro o cinco visitas al hospital en semanas alternas, siempre unidos brazo a brazo mediante un catete y un vínculo emocional, bastan para salvarle la vida.

Siento que estoy entrando en una nueva etapa. Necesito una mujer que lo cubra todo y me saque del arraigo promiscuo que consume mis días.

Etapa viril (desde los 18 en lo adelante)

Alguien, no recuerdo la fuente, dice que Andrés el primo artemiseño trabaja en una Taberna por Cojímar. Enseguida me doy a la tarea de localizarlo y el mismo día de mi cumpleaños ocurre el reencuentro luego de tantos años sin verlo. La Taberna de Rico es el nombre del establecimiento cuyo estilo español abunda por todos los rincones. Andrés y yo recordamos nuestra infancia; hablamos de la familia y de planes futuros y entre charla y charla hago una pausa para poner una música instrumental en la vitrola. Y los tragos también acompañan este ambiente. De repente asoma una joven por la puerta de la trastienda. Viene a dejarle un recado a mi primo Andrés. Cuando veo de cerca esa preciosa trigueña quedo impactado y una sensación extraña retumba bajo mi pecho. Mi primo nos presenta: "Elisa con mucho gusto" me dice. Quedo mirándola fijo y lleno de asombro frente a tanta majestuosidad de mujer. De momento ella desparece por el mismo lugar de donde vino antes. Andrés me sacude por el hombro y agrega: "Oye tú, qué te pasa. Despierta hombre" Y yo sigo ensimismado en el recuerdo de esa figura. Continuaron los tragos y la misma música. Al atardecer presiento que la bebida me está haciendo daño. Tengo deseos de vomitar y le pido Andrés ir al baño. Él indica cómo llegar y tomo la misma senda por donde antes aparece Elisa. Al dejar la banqueta y ponerme de pie veo que estoy mareado y dando tumbos trato de llegar. En tanto paso cerca de la muchacha que se halla lavando. Llego al baño y se me va la vida por la boca. Cuando abro los ojos estoy acostado en el dormitorio de Andrés y rodeado de personas donde descuella la imagen de Elisa. Es de noche y la Taberna pone broches a sus puertas. Estoy avergonzado por mi mal protagonismo y el efecto de los tragos. No me queda otro remedio que tomar el auto y salir de regreso a casa. Los días venideros me llevan a continuar visitando esta Taberna a fin de continuar viendo a Andrés; pero sobre todo a Elisa.

En una ocasión se produce un altercado con un individuo. La Taberna está cerrada; adentro y junto a la barra permanecemos: Andrés, Elisa, el individuo y yo. Veo que este hombre le toca el pelo constantemente a la muchacha. Entonces indago: "son novios" él afirma sí, incluso que hay planes de boda; pero la soberbia de Elisa no resiste la mentira. Lo enfrenta y lo desmiente. Desde ese instante afloran mis esperanzas con esta dama, hasta que un hermoso día decidimos conversar sentados sobre los peñascos a la orilla del rompiente, y terminamos convertidos en novios. Como dice el dicho: "la alegría dura poco en casa del pobre" cuando el dueño de la Taberna se da por enterado de nuestro noviazgo la regresa de vuelta a su casa para evitarse problemas con sus padres. Elisa va a parar muy lejos de mí; tan lejos que estoy una semana sin verla en momentos donde crecen las ansias por estar a su lado.

Pido su mano y sólo puedo visitarla tres veces por semana; pero nos vemos por la calle el resto de los días de la semana. Esos encuentros fortuitos son muy intensos; una especie de desquite por lo que no podemos hacer en su casa. Recuerdo aquel reparto de becarios donde la oscuridad y los deseos de amarnos nos adentra. Tomamos un vericueto equivocado y mientras nos revolcamos por la yerba aparece un guardajurado decidido a apresarnos e ir para la Policía. Gracias a Dios lo convenzo; nos libera y escapamos del sitio por la primera salida a mano. Debo añadir que con estos juegos eróticos sin riendas por poco saltamos la frontera de la virginidad. Por suerte seis meses después Elisa llega de blanco vestida al altar. Los preparativos de la boda sufren muchos trastornos, sobre todo el hecho de ser menores de edad y los padres deben firmar la sentencia de matrimonio. Ella cuenta con sus padres en casa; pero a mi me falta el viejo. Lo que parece espinoso se torna simple y en un abrir y cerrar de ojos conozco a mi padre, a su esposa y a mis hermanos por esa vía. Y aunque algunos impedimentos amenazan con cortarnos el camino hacia la boda, Elisa y yo nos casamos. El desquite completo acerca de lo que queremos hacer y no se puede o aquello que tampoco hemos completado cuando novios, lo llevamos a cabo durante la luna de miel. Son largos y repetidos duelos de amor comprometido en la alcoba de un hotel. Luego de brincar la frontera de la pureza hacemos el amor unas ocho veces diarias. No hay empalagos que nos aparte, por el contrario, al término de cada rito se aviene el siguiente.

Ya de regreso a casa ella sigue igual, a diferencia de que ahora acopia todos los ingredientes necesarios para romper la rutina del sexo. Friega los platos en la cocina en ropa interior. Al verla me excito y enseguida montamos nuestro lecho encima de la mesa o regados por el piso. Y lo hacemos por las diferentes vías que nos traen placer. Pienso que esta mujer es como la horma de mi zapato. Todo me lo da sin tiempo ni hora fija. Elisa no sólo llena si no inunda todo mi ser. Nos queremos inmensamente; nos gustamos el uno con el otro; sintonizamos muy bien en todos los sentidos y acabamos siendo un par de enamorados eternos. Naturalmente, con el decursar del tiempo estos eventos de la vida matrimonial dejan frutos y nacen tres hijos, mejor dicho y que Dios nos perdone, dejamos nacer a tres hijos; porque ella sólo con oler mi calzoncillo queda preñada. Esto nos coloca en la disyuntiva de usar métodos contraceptivos. Las variantes son muchas; pero los resultados no garantizan el ciento por ciento. Por esa razón nace nuestro tercer hijo y sin embargo ella tiene puesto un anillo en el interior de sus entrañas. Según cálculos mi mujer afronta doce abortos hasta que es objeto de una cirugía para no tener más hijos. Cualquiera puede pensar ligero y achacarnos la interrupción de una docena de vidas inocentes; pero lo agrio de la cotidianidad en mi país y su falta de salud nos dejan sin otra alternativa. De ahora en lo adelante nuestra vida sexual es mucho más placentera; la falta de temores ante un embarazo, la ausencia de la menstruación y la madurez que gozamos nos llevan a la cumbre de las plenitudes en el terreno del amor; una cópula diaria, a veces dos, calman la sed de nuestras ansias en la cama, en el baño, en la cocina, metidos dentro del closet o en el gallinero del patio.

No todo es color de rosa. Un balance de cuarenta y dos años de matrimonio también deja sus grietas. Y viene un crimen de estado a arrebatarnos para siempre una buena parte de la familia: el hijo menor, un nieto y otros se incluyen en la nómina fatídica. Trece años después mi mujer pierde la resistencia y parte hacia los caminos del cielo a juntarse con los nuestros. Si bien deja conmigo su legado, su recuerdo y el cuidado de mis hijos, quedo a merced de la soledad y sin una dama de compañía capaz de sustituir el vacío dejado; alguien que llene las mismas cualidades y también satisfaga mis instintos varoniles.

El pulso de mi vida de ahora en lo adelante queda plasmado, a manera de epílogo, en una segunda parte de: Caras de mis recuerdos íntimos.

Jomás

Caras de mis Recuerdos Intimos (2da Parte)

Leida es la prima de la mujer de mi amigo Pedro, una muchacha joven, delgada de buenas tetas; pero dueña de un mal aliento que oscurece todos sus atractivos. Recién llegada de las tierras agramontinas, vive junto a una hermana en las proximidades de la CTC. El empate se produce a través de la prima que sirve de "Celestina" Mis encuentros con Leida no rebasan los límites de la puerta hacia afuera. Como nadie me invita, nunca tengo acceso al interior de su casa; a mi llegada toco la puerta en clave y ella sale a recibirme.

Charlamos; pero cuando calientan los motores mi mano entra profundo y mi dedo hace volteretas en su clítoris hasta conseguir su orgasmo. Nunca toco a fondo porque es virgen todavía. Nuestros romances tienen lugar bajo la escalera de la planta baja del edificio. Al mes me aburro y no vuelvo más. Ella sigue esperando y no se cansa de enviarme recados con Pedro.

Al cabo de un tiempo otra mujer peluda viene a mi vida. Se trata de Zeida una muchacha divorciada pero comprometida con otro muchacho. La relación nace en la escuela de adultos donde estudiamos Preparatoria, como parte de un plan de la resolución 48 del Ministerio del Trabajo. Mujer de ojos negros, pestañas largas, cejas muy oblicuas pobladas de vellos, y una boca de labios gruesos y jugosos. La invito a comer al Vedado y de ahí partimos derecho a la posada Amistad atrás del Capitolio Nacional. Hicimos tres veces el amor por los cuatro costados. Sólo de verla desnuda me excito y es una maravilla en la cama. En principio no calculo lo mucho que dura esta relación. Yo visito su casa. La familia llega a considerarme como uno más. A veces pierdo la noción del tiempo y me sorprende la visita de su novio y yo sigo dando lata". Él "me mastica pero no me traga" Cultiva cierto recelo en cuanto al trato conmigo. Cabe señalar que yo aparento ser un amigo de la familia, lo de su novia conmigo es muy privado. Todo termina un Día de los Enamorados cuando mi hembra recibe en casa un ramo de flores que mando a preparar especialmente para la ocasión. El ramo se ve majestuoso encima de la mesa de la sala. Contiene un mensaje con un poema; pero carece de firma para proteger mi identidad. Naturalmente Zeida sabe que soy yo el autor del regalo. El resto de la familia se asombra al ver aquello y suponen que soy el enamorado que envía el ramo. El regalo llega al filo del mediodía; pero todos aguardan, no sólo por el regalo del novio en la noche, sino su reacción frente al misterioso ramo. Yo me marcho antes que él llegue para evitar una confrontación.

Al día siguiente me entero del chisme por su hermana Miriam. El regalo del miserable es una sencilla caja de bombones que no roba corazones. Su rabia al ver el ramo y que nadie le sabe decir de dónde sale le provoca un arranque de locura y se marcha despavorido dejando atrás a su novia. Esa mañana me despido de Zeida con la intención de no regresar de nuevo. Y todavía siguen esperándome.

Melisa llega a complicar mi vida sobremanera. De esta joven estudiante me enamoro. Debo aclarar que Melisa es un modelo de mujer muy codiciado por los jóvenes de su ciudad, sin embargo yo soy el afortunado que le robo su corazón. Todo parece un juego de muchachos al comienzo, pero en la medida que intercambiábamos amor la relación cobra un tono más serio. Un día salimos a la playa acompañados por una familia cuya misión es cuidarla. Yo tengo en mis bolsillos las llaves de la casa de mi amigo Santiago en Guanabo y nos damos una escapada solos. Ahora pienso que la familia no impide sino promueve la escapada. Entramos y todo adentro está en arreglo a una ceremonia sin cura. Comenzamos a jugar fuerte y el destino nos lleva a hacer cosas insospechadas. Yo sé que es virgen; pero ella insite en suplicarme que la convierta en mujer porque soy el hombre de su vida. Me debilito y pronto paso los lindes de la inocencia y acabamos enredados entre sábanas blancas teñidas de púrpura. Este encuentro fortalece nuestros sentimientos y complica nuestras existencias. Desde entonces todo es una locura; una pasión que crece por días en la medida que nos vemos. Unos meses más adelante por decisión mutua nos separamos; pero sigo siendo su preferido aun cuando ella contrae matrimonio y tiene un hijo. Pienso que esta unión no termina ni en el más allá. Ella me hace muy suyo y yo la hago muy mía y seguiremos amándonos por siempre. De repente coinciden dos Yolandas en mi vida; ambas doctoras. La primera es especialista en Oftalmología. Nos conocemos en la guagua rumbo al trabajo. Hablamos y concertamos una cita en su casa. Todo se resume en proyectos y besitos de bajo calibre. No me deja avanzar hacia planos más íntimos. Se da mucho valor y teme un fracaso. Poco a poco la llama se apaga y el tedio nos separa. La otra Yolanda anestesióloga aparece de súbito una noche cuando salgo de casa con mi grabadora a unos ensayos de Quince. Se cruza en mi camino del brazo de una amiga. Les digo un piropo y agrego: "son casadas" Yolanda asiente y seguidamente agrego: "si me invitas a un café mañana voy a tu casa a tomarlo" Hicimos el trato y al día siguiente quedamos enganchados en su misma casa. Quiero confesar que un cuadro colgado en la pared de la sala con el rostro de su marido, me hace titubear de momento. Se trata de un amigo de los años y un compañero de escuela; pero no hay remedio es inevitable lo que viene por delante. Yolanda es una loca en la cama. Antes de empezar el acto, ella desnuda sobre el lecho, abierta de patas arriba introduce por su vagina un pomo de cristal vacío de shampoo. Me dice párate desnudo frente a mi y muéstrame eso y zarandéalo. Asi arranca su orgasmo hasta acabar devorando el frasco por completo. Luego lo saca y me dice ahora ven tú. Las jornadas sexuales se extienden por dos o tres horas donde se suceden cuatro y cinco orgasmos y no hallamos la manera de parar. Asi se repite siempre que hacemos el amor; unas veces en su propia casa; otras en posadas, en los matorrales de los cementerios o en un banco apartado de un parque oscuro. El marido se entera del adulterio e implementa una feroz persecución para sorprendernos infraganti; pero no puede. La relación finaliza cuando ella confiesa que está embarazada. Le digo:

"habla con tus compañeros de trabajo y yo voy enfrente a donar la sangre para que te hagas el Legrado"

La acompaño hasta el Hospital y cuando entra al Salón, la dejo abandonada y me marcho definitivamente. Esta trigueña alta y flaca con una figura sexy permanece aun clavada en mis recuerdos. Sarita estudia Arquitectura conmigo en la misma aula es una mujer menudita que vive en la Habana Vieja. Debo aclarar que esta muchacha forma parte de un grupo de mujeres a las que tengo enfilado el colimador. Y aunque no es mi preferida resulta fácil pescarla. Salimos juntos del Instituto y caminamos unas seis cuadras hasta su casa. En los bajos antes de subir las escaleras nos damos muchos besos y apretones; pero no trascendemos y poco a poco la relación se apaga. Luego viene la zafra y empato a Noelia en el pueblo de Esmeralda en Camagüey. Esta relación se torna a lo tradicional, es decir, sentados en la sala de la casa, los sillones cruzados y bajo la vigilancia de su madre. A la hora de irme es cuando podemos ir más allá de los besitos. Esto dura lo que el tiempo de zafra. Sol Debo decir que nuevamente coinciden dos mujeres en mi vida con el mismo nombre. La primera Sol es una mujer experta y mayor que yo. Ella vive en las inmediaciones del teatro América en La Habana. Enseguida llegamos a la última consecuencia de nuestros actos en su habitación del tercer piso. Buena hembra que no tiene para cuando acabar en la cama; pero es celosa y controladora. Esto provoca que duráramos muy poco. Yo tenía que darle atención a la otra Sol también.

Sol II no tiene luz propia. Ella sigue los consejos de su hermana y nunca me da un chance para apretar bien y llegar lejos. Todo se resume en besitos cobardes, llenos de miedo que no dejan sentir deseos por abajo. Yo también le gusto a la hermana y esta busca con sus consejos la manera de alejarme de Sol.

Todo termina con la llegada de Miriam. Miriam estudia conmigo en la misma aula y viene siendo la preferida entre muchas. Su conquista me resulta difícil porque al mismo tiempo tiene a otros dándole vueltas. Quiero añadir que gracias a la profesora de dibujo me uno a Miriam, cuando vamos a hacer un trabajo de levantamiento físico a las cabañas turísticas de Bacuranao. Nos perdemos a la vista del resto y damos una escapada. Parapetados tras unos mangles hacemos cuanto se puede a la vista y amparo de la naturaleza, y sellamos la relación naciente. Miriam es alta como yo, de piel canela, cara muy bella, senos grandes y cabellos largos. Grandes ojos y boca de labios gruesos y sudorientos. Ella viene siendo el ideal de mujer que todo hombre busca. La pierdo fruto de mi promiscuidad. Y aunque actúo muy discreto todo se descubre un día de otoño del año 1970. Alina y Celia vienen juntas a formar parte de mi vida durante una Fiesta en la casa de la playa de mi amigo Santiago. A esta cita concurren María Elena secretaria del administrador del Instituto, Alina la profesora de Química, Celia la enfermera y Zulema la recepcionista. Santiago y yo somos los únicos hombres. Nadie puede imaginarse las maniobras de María Elena a fin de conquistar a Zulema para que no dejara de ir a este evento. Y es que María

Elena siendo novia oficial de Santiago aprovecha el momento para desnudar su personalidad lesviana. Mientras bailamos en la sala yo aprovecho para llevarme a la profesora Alina hacia una de las habitaciones. Alli solitos empezamos a revolvernos en la cama. Ella me comunica que no puede hacer el amor porque tiene la menstruación. Le digo ve al baño bota lo que tengas puesto, lávate y regresa que eso no es obstáculo para mi. Y todo sucede a pedir de bocas. Luego de dos orgasmos repetidos abandonamos la habitación y nos sumamos al bullicio de la sala. Santiago me pide prestada a la profesora para bailar y salgo un instante hacia la cocina. Es entonces que encuentro a Celia la enfermera solita y triste. Trato de darle mi consuelo. Ella se aparta y me dice irritada: "no soy plato de segunda mesa" Esta expresión da a entender que ella ve todos mis movimientos anteriores con la profesora. Entonces con unas palabras lindas y caricias por su rostro la convenzo y me la llevo a la cama también. Entramos a la habitación de mi amigo Santiago, nos amamos un buen rato y hacemos el amor en toda su plenitud: por delante, por detrás, por la boca hasta saciarnos completamente. Ella confiesa su deseo de: " estar conmigo desde tiempos atrás; pero yo no me fijaba en ella" Afuera la música, los tragos y la bulla mantienen entretenidos al resto. No puedo asegurar si alguien más usa las habitaciones para un encuentro de intimidad. Al oscurecer abandonamos la casa de la playa sin percatarnos que un fotógrafo oculto afuera deja la huella gráfica de la cita. Al día siguiente al entrar al Instituto nos llaman de la oficina del director, y como resultado de su investigación expulsan a María Elena por lesbiana; expulsan a Alina y Celia por tener relaciones sexuales conmigo. Zulema recibe un reconocimiento por actuar como espía del director. Santiago y yo somos amonestados. Todo el alumnado se entera de este hecho, y por consiguiente Miriam se desalienta conmigo y rompe nuestros lazos.

Otras mujeres llegan a mi vida durante el desempeño como director de escuela. Nilda abre la primera página de este nuevo capítulo de mi vida. Nilda es peluquera y mujer muy presumida. Gusta del buen maquillaje; la buena ropa y el exquisito perfume. Por dondequiera que pasa riega de aromas el sitio. Iniciamos la relación con la anuencia de una amiga común que tiene a bien ayudarnos. Y aunque Nilda es casada y con una hija esto no es obstáculo para emprender un proyecto adultero. Siempre nos vemos en las cercanías del

Centro Comercial donde trabaja. Mis visitas suelen repetirse a punto de anochecer, por lo que bajo el amparo de las sombras y arrimados a un árbol frondoso tienen lugar nuestros encuentros. Hay de todo menos penetración por espacio de una hora. Estamos sedientos de amor con pocas posibilidades de abrevar hasta el infinito. Llegamos a enamorarnos mutuamente y aguardamos con desespero el momento de estar solos en el interior de una habitación. Al cabo de un año hacemos realidad nuestros sueños en el hotel Km 11 de la autopista Monumental; lugar de mucha fama por sus " camas de piedra" Ese día fatal sucede algo imprevisto: mi hembra espera sobre la cama lista para que yo la disfrute en todo su esplendor; pero no respondo como hombre. Mi virilidad yace dormida fruto del estrés. Y por mucho que trato de alcanzar una buena erección, consigo lo contrario. Y todo se malogra ese día. Desde entonces mi vergüenza no permite acercarme a Nilda y la pierdo para siempre. "Acaso ella piensa que no le gusto" inquiero contínuamente desde siempre.

Ella ignora que esta falla me coloca frente a un galeno especialista y recibo un diagnóstico: "Los nervios" Si bien el dictamen parece simple, prefiero lapidarlo hasta la eternidad en los secretos de mi vida.

Onelia la maestra es alguien que sabe ocultar muy bien sus sentimientos.

Natural mente, su condición de madre y mujer casada favorecen que sea asi. En una de sus constantes visitas de consulta a la dirección y sentado desde mi buró quedo mirándola fijo a sus ojos, y le digo de mi admiración por ella y que estoy aprendiendo a quererla. Eso es lo suficiente para ganarme el corazón de esta bella dama. En principio, y al término del horario de clases ella en vez de irse a casa permanece conmigo en la oficina en labores administrativas.

Siempre la noche se nos viene encima y al irnos lo hacemos por diferentes rutas a fin de encontrarnos en un punto común en las colinas próximas al Stadium. A oscuras cogemos una calentura que desborda los límites de nuestros deseos y acabamos teniendo sexo de pie. Al cabo del tiempo trasladamos este escenario callejero a mi propia oficina o un aula vacía. Ahora más cómodos tenemos sexo todos los días ya entrada la noche. Luego salimos juntos y la acompaño hasta la parada de guaguas. Todo marcha muy bien hasta que somos sorprendidos por su marido. Le doy una explicación acerca del motivo de las demoras de su mujer; él acepta a regañadientes y no trasciende el problema. A partir de entonces suspendemos estos encuentros como medida de seguridad. En eso me trasladan de escuela por prioridades del municipio, y desempeño mis labores de dirección en otro centro de mayor complejidad y capacidad de alumnos. Margaret una maestra convertida en flor primaveral. Esta muchacha, de piel tersa y blanca, huele a bebito. Y esto olor natural es para mi lo que al perro macho atraído por las ferromonas de una perra en celo. Me excito a su lado.

Todo comienza en el horario de la tarde mientras ella cierra todas las puertas de su aula para que los niños duerman. La maestra no inventa nada sólo cumple con el régimen en vigor para los alumnos seminternados. Aprovecho esta oportunidad para hacerle una visita ténica y comprobar en sito el cumplimiento de todos los parámetros establecidos. Luego al final, de pie a su lado y ella sentada en su buró le voy dejando las indicaciones oportunas. Entanto su olor erecta mi miembro y ella lo descubre entre las penumbras, y aproxima su hombro hasta tropezar con él. De momento me alejo por respeto; pero luego me doy cuenta de lo que quiere y se la pego bien y le doy mis martilleos. Ella restriega su hombro de un lado a otro. A la vez mete su mano debajo de la saya y comienza a masturbarse. Y aunque los niños continúan durmiendo, temo que me vean y por eso no puedo bajar el zipper de la bragueta para que tome el pene entre sus manos. Ya a punto del orgasmo sube la cabeza y me mira fijo con su cara enmarañada de cabellos. Asi acelera sus movimientos hasta terminar. Luego en medio de la oscuridad salgo al baño del aula me masturbo, y dejo en mi pañuelo la huella. Finalmente camino hasta ella; nos cruzamos miradas, no palabras. Y esta fiesta de los sexos es como un vicio que nos convoca a diario en el msimo sitio a la misma hora y lugar. Margaret lo acomoda todo previamente en virtud de satisfacer sus antojos. Nunca trascendemos a placeres superiores. Con eso queda satisfecha y yo la complazco. Ahora se cruzan tres mujeres a un mismo tiempo en mi vida: Nuvis la metodóloga, Migdalia y Magdalena. Nuvis desmorona su autoridad conmigo cuando me escucha recitando un poema en una fiesta del Municipio. Ella despierta nuevos sentimientos y acepta una invitación íntima. No llegamos lejos en el camino de nuestra unión. Lo mismo ocurre con Migdalia en medio de una fiesta de cumpleaños de la abuelita de un amigo. Acabamos la abuelita y yo en un mano a mano poético que pone a retumbar los más tiernos corazones de los presentes. Cuando termino mi poema "penas y alegrías en el amor" una mujer interesante se queda mirándome fijo. Abandono la sala y parto a encontrarme con ella en la cocina. Intercambiamos a sorbos un mismo trago y quedamos en vernos en su casa al día siguiente. Migdalia es dueña absoluta de un cuerpo de mujer monumental. Esos enormes volúmenes por fuera constriñen por dentro los laberintos que llevan la savia del amor a sus entrañas, y esa vagina queda corta a mi talla durante el vaiven de los placeres. Cuando terminas sientes un sabor distinto que te invita a continuar de nuevo. Aparentemente Migdalia le confiesa a su amiga Magdalena mi verdadera personalidad sexual y ello provoca un cambio inmediato de su conducta conmigo. Su apego la lleva, en poco tiempo, a procurar un intercambio de placeres sentados en un banco en el parque de los judíos. Luego ocurre lo asombroso cuando Magdalena en un arranque de ira con su marido, le confiesa que está conmigo. "Aunque la sangre no llega al río" abandono el reparto por un tiempo indeterminado y las relaciones se pierden. Adalis es una joven a la que pongo mi voz durante su fiesta de quince años y nos une la creciente inclinación afectiva surgida mediante el evento. Y aunque sé que sus sentimientos crecen por día, no abuso de su inocencia de diva que abre sus puertas a la vida. Quizá ella permanece esperando un beso mío; pero sólo consigue la huella de mi boca estampada en su mejilla el día de la fiesta.

En esta andar se suma a mi vida Bertha una maquillista del reparto Callejas. Todo ocurre en la trastienda del escenario del salón rosado del Hotel Habana

Libre. Quedamos solos y siento su mirada penetrante a mis espaldas. Sin perder tiempo y dispuesto a recibir un castigo por atrevido, le doy un beso de sopetón, lo acepta y continuamos escalando hasta que nos sorprende el coreógrafo y dejamos algo pendiente. Nunca más vuelvo a verla. Pienso que mi ataque da en el blanco frente a un momento débil de aquella mujer.

A la semana siguiente Margot la aeromoza de Cubana es invitada a una fiesta de quinces en el mismo salón rosado del Hotel Habana Libre. Soy el ingeniero de audio y locutor oficial de esta celebración. Mientras musicalmente ambiento el salón una elegante rubia dueña de los más finos atractivos femeninos se acerca a la cabina. Me pide repetir una canción que acabo de poner del grupo español Las Grecas. Le digo que puede marcharse segura a su mesa para que la disfrute desde alli. Al rato regresa a darme las gracias y acabo poniendo al aire un Recital completo de dicha agrupación musical. Cuando regresa a manera de agradecimiento tengo conmigo una botella de añejo Habana Club. La invito a pasar al interior de la cabina y le ofrezco un trago preparado. Lo acepta y sigue conmigo un tiempo. Charlamos de diversos tópicos; pero nada de interés. Ella vuelve a su mesa y disfruta la Coreografía donde voy narrando paso a paso el cuento La bella durmiente cuya dramatización es puesta en escena. Al final vuelve a mí para felicitarme. Mientras se distribuye el buffete pongo música de las Grecas. Es en esa oportunidad que ella decide permanecer todo el tiempo conmigo. Y entre trago y tragos la invito a pasar un rato en el cabaret Turquino del piso veinticinco del hotel. Acepta y dejo a un amigo experto a cargo del audio; mi amigo está acompañado de otra dama, y los comprometo a sumarse junto a nosotros al término de la fiesta. Les aseguro que Margot deja atrás un buen número de pretendientes; pero yo resulto el premiado y como dice el dicho: " al que Dios se lo da, San Pedro se lo bendiga" Salimos escurridizos hasta el elevador. Al instante se abren las puertas de este maravilloso Cabaret para que disfrutemos la vida. Le pregunto acerca de su bebida preferida, ella pide un daiquirí reforzado y yo una botella de añejo Habana Club 7 años. Al calor de los tragos comenzamos a bailar boleros muy pegaditos entre besos y caricias. Ella me lo acepta todo. Me doy cuenta que le gusto y está dispuesta a ir dondequiera conmigo. El tiempo transcurre muy rápido. Mi amigo llega con la dama al filo de las dos de la madrugada. A las tres el cabaret pone broche a sus puertas. Disfutamos hasta quedar los cuatro solos frente a los ruegos del administrador para que nos marchemos. Liquido las cuentas y dejo mi propina. Me siento embriagado por los tragos y borracho de amor por la hembra que me acompaña. En el sótano del hotel aguarda nuestro chofer en el carro repleto de tarecos. Nos acomodamos algo apretados y salimos sin rumbo fijo. Al abandonar el túnel llueve copiosamente y le digo al chofer que ponga rumbo a la posada Km 11. Esta petición irrita a la dama de mi amigo y muestra descontento en ir a ese sitio. Entonces mando a detener el auto en medio de la vía y el diluvio. Abro la puerta del carro y le digo a la dama que se baje; porque no contamos con otra alternativa de viaje. La dama titubea, dice frases ofensivas; pero continúa con nosotros. Llegamos a la Posada y alquilamos dos habitaciones una frente a la otra. Me parece incierto ver desnuda a este mujerón sobre mi cama. Yace ebria totalmente y sin fuerzas para tener sexo. La disfruto al máximo sin llegar a la penetración. Me pongo los calzoncillos con aquello disparado y toco en la habitación donde están mi amigo y la dama. Los encuentro indemnes. Ella al verme se sorprende porque estoy en paños menores. Le digo "tú no has visto un hombre en calzoncillos" ella permanece callada. Entonces llevo a mi amigo a la habitación y le digo aprovecha y míra a Margot que está desnuda. Esto no se da todos los días y a lo mejor te inspiras y le metes mano a tu dama inconforme. Este amigo permanece tieso por un rato mientras contempla gratis un cuerpo tan maravilloso de mujer. Él vuelve repleto a su habitación y yo prosigo jugando en la cama. Una ducha al amanecer alivia nuestra embriaguez y regresamos a casa. Y mientras Margot retoma su sueño en el auto los pasajeros de atrás se mantienen en silencio y con los ojos abiertos. Si bien nunca más vuelvo a verla Margot sigue conmigo en el recuerdo.

Lourdes pasa a ser cuñada de Chuchi cuando termina la festividad por los quinces de su hermana. Desde los ensayos veo que Lourdes quiere algo conmigo, y no soy hombre que apura la marcha cuando una mujer le sigue sus pasos. Me detengo y enseguida quedamos unidos a primera vista. La hembra tiene estirpe de mujer fogosa. Y lo compruebo innumerables veces menudeando posadas a lo largo y ancho de la Vía Monumental. Sin embargo no creo ser el macho que ella busca; porque noto cierto rechazo al momento de la penetración. Y aunque le busco una posición cómoda para que se trague todo mi pene siento sus quejidos de dolor no placer. La última ocasión que salimos embadurno el miembro con vaselina y le pido el culo. Entro completo; pero ella no soporta y pide parar, porque siente deseos de ir al baño. Luego manifiesta sus preferencias por los juegos sexuales sin que haya penetración.

Ese día Lourdes no muestra deseos de vaciarme completo y me deja con las ganas. Nunca volvemos a salir. Unos meses después recibo la mala noticia de su suicidio; muere como una hoguera humana bajo el fuego de un saco de yute empapado en gasolina que le sirve de atuendo.

Otra nueva Migdalia cabalga conmigo en mi quehacer romántico por la vida. Al menos, no suele ser muy común lo que acontece con esta muchacha.

Ella forma parte de un grupo de madres que presencian el matutino en la escuela y luego continúan ayudando al maestro. En uno de estos actos percibo que una mirada acribilla mi cuerpo. Busco por los alrededores y acabo tropezando con los ojos negros de esta mujer. Enseguida el miembro se pone tieso chocado por la fuerza de un corrientazo. Y todos los días se repite la misma escena, cada vez que la miro mi pene alcanza una erección sublime. En una de esas ocasiones me pego a ella y concertamos una cita por los matorrales de San Agustín. Antes me advierte su compromiso con un novio que visita la casa con regularidad. Ese primer día con ella en la soledad del monte me desquito todos los momentos en que sus miradas me dejan con ganas. De los besos, de sus caricias, del saboreo de sus duros pezones pasamos a tener sexo de pie. Aquello es una locura, es como librar en un instante toda la pasión contenida en nuestras almas durante años. Y una y otra vez seguimos sin hallar sosiego. Ya sin alientos decidimos frenar los impulsos y tomar el camino de regreso. Y quedamos bien entrampados por el resto de los días que dura nuestro amor. Finalmente Migdalia decide acabar la relación que sostiene con el novio; porque ya no siente atracción alguna por ese hombre. Y nuestras citas continúan repitiéndose a diario en el mismo lugar, y con igual intensidad hasta que mi viaje hacia el Africa pone cotos a este proyecto de amor. Durante los tres años de permanencia por las selvas de África, Nadia una negrita joven de Malange y con cara de piña se enamora de mí. Ella tiene a su marido José que yo lo transporto a diario hasta su trabajo en VIta a sesenta millas de donde vive. Luego al regresar paro en casa de Nadia a tomar café y luego proseguir mi ruta. Esta breve estancia solos provoca roces sexuales en ambos. Sabe que me gustan sus tetas y lo primero que hace es bajarse el lenzoli y mostrármelas. ¡Qué tetas! tipo pepino bien erectas y un pezón oscuro que la adorna casi hasta la mitad. Yo las disfruto y las saboreo al máximo.

Luego nos besamos y saco aquello por fuera de mi pantalón. Ella baja completo el lenzoli y forcejea para metérselo. Yo no lo hago por miedo a una enfermedad; aunque le argumento que no quiero tener hijos y dejarlos abandonados a la suerte de su madre por tierras africanas. Con una buena dosis de convencimiento y ternura la pongo a masturbarme y yo a ella también. Demoro mi eyaculación hasta que alcance el orgasmo. Debo aclarar que estas mujeres africanas no practican el sexo oral y carecen del beso y de las caricias de las tetas durante el acto sexual con su marido. Al marido le basta una penentración. Con dos o tres vaivenes consigue la eyaculación. No les interesa en lo aboluto si su mujer queda con ganas o no tiene el orgasmo. Son egoístas y manifiestan que el beso es un asco y las tetas son para las crianzas. Nadia no se cansa y todos los días insiste en tener sexo conmigo. Asimismo crece mi miedo. Las autoridades sanitarias afirman que estamos en la patria del SIDA y debemos cuidarnos.

Encuentro una solución al problema dejando en manos de otros la responsabilidad de mi trabajo. Entonces asumo la tarea de traer agua a diario desde el acueducto al este de la ciudad. Y no vuelvo a ver a Nadia.

Nelsa es un misterio que perdura conmigo desde que nos vemos. Dejo atrás a Quinfangondo y enfilo la nariz de mi pipa repleta de agua por la estrada de Cacuaco. A lo lejos veo a una mujer llena de bultos pidiendo una "bolella" le digo a mi compañero Cordero que voy a darle un aventón a la señora, que cualquier cosa rara que vea se vire de frente al mar. Luego paro la pipa y le digo a la señora que se siente al lado mío al centro del asiento. Ella acomoda los bultos sobre el piso y continuamos viaje. Tengo un atraso sexual tremendo y cualquier cosa que huela a mujer me excita. Por eso enseguida mi pene se pone erecto y lo pongo hacia la derecha por debajo de mi pantalón para que ella vea el bulto levantado. Luego alzo la pierna izquierda sobre una palanca encima del cloche; posición que hace visible mi pene en toda su magnitud. Enseguida la mujer lo ve y rápidamente lo acaricia con su mano izquierda. Arrimo la Pipa pegado al puente. Y como ella no habla español le aviso a Cordero que se mantenga mirando el mar y ponga oídos sordos a los quejidos. Seguidamente la negra trata de desenrrollarse el lenzoli; pero le digo no y agrego: "no quiero tener hijos en Africa" Entonces saco mi pene para afuera, lo disfruta y comienza a masturbarme con la mayor suavidad del mundo. Al rato eyaculo placenteramente más de lo acostumbrado y le derramo todo el caldo encima. Ambos quedamos satisfechos. Seguidamente ella saca uno de los tantos collares que tiene al cuello y lo coloca sobre el mío. Pienso que me está dando una especie de premio. Luego escribe en un papel el número y la localización de su puesto de venta en el Mercado. Proseguimos viaje a la capital y ella se baja a la orilla del Mercado.

Me quedo hechizado y no hago más que buscar a Nelsa cuando transito por el mismo sitio donde la recojo. Sin embargo no la vuelvo a ver. Y sigo pensando que Nelsa es un enigma, un tipo de fantasma que llega a vaciarme el semen acumulado por mi atraso sexual; pero el paso de su huella sigue colgado a mi cuello.

Mi estancia por Africa expira y regreso a La Habana. A los pocos días recibo la visita de Dayani una ex-alumna ya grande que le gusto como hombre. Al anochecer la acompaño de regreso a su casa. Caminamos una milla a pie y en un tramo del camino nos detenemos y ella me besa con la fuerza de una mujer adulta. Y hacemos el compromiso de vernos por los alrededores del parque de la Escuela Normal en La Habana. Al día siguiente ya caída la tarde y bajo tremendo frío cumplimos la cita e hicimos de aquel banco le escenario de un encuentro de amor donde se hace de todo cuanto se permita hacer a la vista pública. Abandonamos el sitio y ponemos el rumbo hacia la posada de la Canada Dry. Alli libremente y en la intimidad de una alcoba saciamos la sed de amor contenida en nuestros corazones durante muchos años. Dos orgasmos de larga duración nos dejan repletos el uno con el otro. Dayami no es la niña inocente que conozco y educo antaño, es todo una mujer experta entregada al hombre que le gusta. Ella se enamora locamente de mí y no hace más que llorar cuando transcurren un par de días sin verme. Mi vida se complica con la llegada de Larisa un bello modelo ruso procedente de Georgia una antigua república soviética situada en el límite entre Asia y Europa en la costa del mar Negro, al sur del Cáucaso. Conozco de buena tinta que Larisa es amiga de Dayani mediante La Polaca. Entonces sigo con las dos a la vez. Larisa y yo nos vemos en los laboratorios fotográficos de mi amigo Amado. En el cuarto oscuro hacemos sexo dos y tres veces seguidas sin cansarnos. Ella es muy fogosa y se entrega toda a cambio de nada. En otra ocasión hacemos el amor en el apartamento de una rusa amiga. Les confieso que hay momentos que decido tomar a Larisa como mi pareja preferida; pero sus celos constantes me alejan de ella. Al marcharse de Cuba rumbo a su país me pide que vaya al aeropuerto a despedirla, y no lo hago. Ella le confirma a

La Polaca que me saca de su corazón para siempre. July es una empleada de oficina de naturaleza asiática. Nos vemos con frecuencia y simpatizamos. Me invita a su casa y mientras tomamos un café conversamos a profundidad sobre ambos. Ella tiene tres hijos y su marido es cónsul de un país latinoamericano. Bajo estas difíciles condiciones decidimos llevar a cabo nuestro proyecto de amor y por las noches tarde mientras sus hijos duermen hacemos el amor de pie en la sala de la casa. Puedo afirmar que no he visto una vagina tan sabrosa, caliente y con una lubricación especial que me provoca sensaciones inadvertidas. Sin embargo "la felicidad dura poco en casa del pobre" y de repente un agente del Servicio Secreto que protege esta casa se entrevista conmigo y deja saber sus inquietudes. Desde entonces me alejo de July sin explicarle los motivos. A Lola la conozco un mediodía mientras construyo mi casa. Ella dobla por la esquina rumbo a la Panadería acompañada por la mujer del pelotero. Se queda mirándome y se ríe. Eso basta para darme cuenta que quiere fiesta. El prototipo del cuerpo de esta rubia es similar a las caricaturas de las chicas de Wilson de la revista Bohemia, o similar al cuerpo de una botella de Coca-

Cola; cintura estrecha, caderas amplias, buenas tetas, y un par de nalgas que sirven de monta. A ello le sumo una cara perfecta y su carácter simpático. En esencia Lola es la mujer standar que quiere tener cualquier hombre.

Para no hacerles muy larga la historia, gano la dama con todos sus atributos y les dejo como información adicional estos datos: Lola tiene veinticuatro años, es casada con un médico militar y tiene una hija pequeña.

La primera salida la hacemos a unas cabañas en la presa La Ceiba a orillas de la Vía Monumental. Este lugar es muy acogedor y privado. Las cabañas se reparten a la sombra de un bosque de pinos y distan buen tramo unas de otras. Adentro tiene una habitación con muebles, el baño y el refrigerador repleto de bebidas y comestibles embutidos. Afuera en un portal pequeño se disponen dos sillas extendidas de madera para contemplar el bosque. Alquilo por un día completo; pero a las dos de la tarde debemos irnos para que ella recoja a la hija en la escuela. Para nuestra sorpresa al entrar en la cabaña vemos un mensaje en el espejo del baño, al parecer dejado por la pareja que estuvo anteriormente. El texto escrito con pintura de labios dice: "ámense mucho" y luego lo adorna un corazón atravesado por la flecha de Cúpido. Nos servimos un trago. Ella prefiere un Jay ball y yo Havana Club a la roca. Aunque por dentro una cosquilla alimenta mi desespero cojo las cosas con calma: "Ya tengo la mejor hembra del mundo y la gano en buena lid. Ahora toca disfrutarla completamente a plenitud" me pregunto y me respondo a mi mismo. Luego de intercambiar sorbos de boca a boca, caemos en el baño a quitarnos el polvo del camino. Ella deja que la desnude. Lo hago lentamente mientras mis manos tiemblan y el pene no se aquieta. ¡Qué maravilla mi Dios pones en mis manos! digo mientras abro las llaves y quedamos bajo la ducha.

La acribillo de besos mientras restriego la esponja cargada de espuma por toda su piel. Llego a la rendija de los placeres a frotarla y conseguir algo más. Me agacho y saboreo su clítoris, y lo hago con arte para trasmutar sensaciones en deseos locos. Ella me aparta y se inclina a hacer lo mismo conmigo. Y con una maestría extraordinaria engulle todo mi pene hasta atrás y aquel "mete y saca" constante de su boca amenaza, a corto plazo, con exprimir todo mi jugo. Y la aparto, a fin de evitar que su garganta trague lo que quiero dejar en sus entrañas. Cierro las llaves, tomo la toalla y comienzo a secarla toda y vamos hacia la cama. En la cama le digo que se ponga en posición como los perritos. Y comienzo a saborear sus nalgas y poco a poco meto mi lengua en su culo. Veo que le gusta. Entonces le propongo que me lo regale. Ella me dice: "tómalo que hasta ahora nadie lo ha tocado" Sólo de pensarlo mi pene empieza a latir hacia arriba. Tomo un poco de brillantina de pelo del baño y lubrico mi pene, Luego hago lo mismo con mi dedo del medio, para penetrarla primero con algo más pequeño. Empiezo a dilatarle las paredes con el dedo y luego aparto bien las nalgas y entro con mi pene completo. Dos movimientos bastan, y en medio de sus gritos, le dejo el culo completamente eyaculado. De inmediato voy a lavarme y tras de mi, ella se sienta en el bidet a lo mismo. Hacemos una pausa breve; momento que cubro acariciándola y besándola con besitos de amor. Al rato volvemos a la carga y cambiamos de posición. Ahora acostado boca arriba y con el pene empinado a toda su longitud ella se encarama y se lo traga enseguida. Y mientras se mueve guiada por sus deseos toca con su dedo el clítoris y lo frota con vehemencia. Asi se mantiene un rato hasta que acelera sus movimientos para llegar al orgasmo. Sin sacarle el pene nos viramos al revés. Ahora quedo arriba de su cuerpo y empiezo a martillar profundo hasta tropezar las paredes del fondo de su vagina y lo hago cada vez más apresurado hasta eyacular nuevamente. Me quedo tendido sobre ella en reposo. Espero que el agitar de mi respiración alcance la normalidad. Nuevamente vamos al baño, mientras me preparo para otra contienda. Ella consulta su reloj en la cómoda y me advierte que es hora de irnos. Luego de vestirnos le digo que monte al auto y espere por mi regreso. Voy a la oficina, liquido la cuenta y dejo mi propina. Salimos con prisa rumbo al pueblo y la dejo en las Cuatro Esquinas, un punto próximo a su casa.

Las salidas con mi Lola se reparten cada semana en sitios diferentes. En una de esas ocasiones empato a mi amigo Rembert con la mujer del pelotero y salimos los cuatro juntos y gozamos de lo lindo. Lola y yo estamos llevando la relación muy en serio. Mi útima salida con Lola es a Villa Romances. Alli confiesa su deseo de separarse del marido y unirse conmigo. Verdaderamente, esta decisión me sorprende. Estoy preparado para proseguir como de costumbre; pero no para algo tan serio como lo que propone. Y le contesto que debemos madurar más y por lo tanto hay que esperar un poco. Ella insiste en su deseo y me tilda que no la amo. Esa tarde abandonamos la Villa algo inconformes. Regresamos a nuestras casas más temprano que antes. Al cabo de una hora la mujer del pelotero; su mejor amiga me solicita y vamos a hablar en los portales de la

Panadería. Muy seria me dice: "Lola acaba de envenenarse y la llevaron para el hospital" La noticia aparte de sembrarme preocupaciones deja un sentimiento de culpa. Sin embargo debo permanecer cruzado de brazos a espera de un restablecimiento o un fatal desenlace. Le doy las gracias y camino aturdido por la calle. El agobio consume mis días hasta que al cabo de una semana la misma fuente trae la noticia alentadora que Lola está de nuevo en casa, y seguidamente agrega: "quiere que vayas a verla. Te está esperando" Llego a su apartamento algo temeroso a ser sorprendido por su marido. Al verla la hallo muy cambiada, baja de peso y el rostro ensombrecido por la depresión. Me pide un beso y asi lo hago y mientras acaricio su rostro y aliso sus cabellos desgreñados le dejo a viva voz el siguiente mensaje: " Esto que has hecho lejos de acercarme me aleja de ti. Antes de tomar esta decisión piensa primero en ti y luego en tu hija. Los hombres somos "piojos pegados"

No vale la pena que arriesgues tu vida a cambio de mi amor. Tú vales más que eso; tu hija vale más que todo. Yo no merezco el valor que me das". Acto seguido la beso y le digo que me marcho para que descanse. Ella insiste en que permanezca a su lado; pero tomo el camino de la retirada. Esa misma tarde me informan que Lola vuelve a suicidarse. Gracias a Dios escapa de nuevo de las garras de la muerte. Entanto hago lo que ya es costumbre, me alejo. Al tiempo sé que vive en Casablanca y unos años más adelante parte hacia los Estados Unidos con su familia. Recuerda que al principio les digo que la profesora de Kinder tiene su protagonismo en mi vida, pues les dejo la anéctota. Gloria tropieza en mi vida de nuevo gracias a la anuencia de mi amigo Rembert. De aquella maestra de entonces queda su personalidad. Gana en años y en peso; gana también en inteligencia. Vive sola en una bella residencia en las afueras de un reparto. En el garaje reposa el auto nuevo recién comprado. Gloria me invita a su casa un mediodía de verano. Nos proponemos hacer una tertulia literaria entre dos personas. Llevo conmigo toda mi obra a fin de obtener un examen crítico de su parte. Asimismo le llevo un casete grabado de mis poemas con mi propia voz y mezclado con música instrumental.

Inmediatamente ella pone las grabaciones en su propia casetera, prepara unos tragos y empezamos a danzar muy pegados a los compases del ritmo.

Bebemos hasta embriagarnos del todo. Luego vienen los besos y las caricias, y ella siente mi pene en su vagina. Y comienza a gozar de lo lindo. De inmediato sube las escaleras hasta el segundo piso. Pide que permanezca abajo y que espere la señal de aviso. Al rato subo y la hallo vestida con un ropaje exótico y transparente. La habitación está perfumada como ella. Me dice: "te gusto asi" con un tono picarezco. Acto seguido despojo mis ropas y quedo listo para hacerla feliz. Le digo ponte como los perritos a la orilla de la cama. Y enseguida la penetro; pero debo hacerlo con suavidad; porque según me dice lleva diez años sin hacer el sexo. Yo reafirmo lo mismo. Eso está estrechito como si fuese virgen. La penetro toda y empiezo a moverme suave. Al momento siento su orgasmo y derrama su jugo como cuando un macho se viene. Yo me apresuro para alcanzar una eyaculación temprana. Ella siente cansancio y se muestra satisfecha a la vez. Finalmente queda rendida sobre el lecho y roncando como una lirona. De momento siento que soy poseído por ella; la herramienta perfecta para calmar sus deseos. Me siento usado y eso me lleva a un arranque fortuito de la casa. Me voy y la dejo abandonada sobre su lecho, en el llamado "Nido de Amor" preparado por si misma.

Un tiempo después me busca por todas partes y le dice a mis amigos que me entrega su casa y su auto a cambio de que yo siga a su lado. Todo es inútil. Nunca más vuelvo a verla.

Por necesidades del departamento de Educación paso a ocupar una vacante en el Instituto de Economía. Soy jefe de un departamento y cuento con dos empleadas y una alumna que cumple el estudio-trabajo. Zoila es una mujer casada y muy seria. Apenas le muestra sus dientes a nadie. Calixta es todo lo contrario a Zoila. Siempre de buen carácter y sonriente. Marlene si bien es alumna ya rebasa la edad del menor y se aprecia una muchachita de calle. Las pretensiones no demoran mucho en romper. Zoila está decidida a ocupar el primer lugar en la conquista colectiva hacia mi persona. Una tarde cuando todos se han ido Zoila permanece conmigo actualizando documentos. Y cuando entramos a acabar con el reguero dentro del cuarto de expedientes, nuestros rostros casi chocan de modo casual. Nos miramos y acto seguido le robo un beso y cierro la puerta con seguro. Empiezo por acariciarle las tetas y acabamos haciendo el amor de pie. Ella se veía desesperada y aunque casada pienso que el marido es impotente y no hace nada con ella. Este debut pasajero convierte en alcoba el cuarto de expedientes donde Zoila y yo hacemos el amor frecuentemente. Marlene y yo somos citados por la Oficina del Carné de Identidad para actualizar datos de los alumnos. Fuímos derecho y acabamos pronto. Sobra tiempo para mitigar nuestros antojos. En vez de regresar a la escuela la invito a la casa de un amigo. Tengo las llaves de su habitación y regresa de noche. Ella viste de uniforme de escuela y yo con ropa de vestir. Abrigo esos temores porque si nos sorprenden en estas aventuras no sólo me botan, también pierdo el título. Entramos escurridizos a la habitación y sin perder tiempo quedamos desnudos. Comienzo a saborear sus tetas juveniles que hincan. le pongo el pene en su rendija luego de sortear su bien poblado Monte de Venus. Intento penetrarla pero ella no me deja porque es señorita y quiere casarse con su novio. Entonces cambio el pene por mi dedo y comienzo a frotarle el clítoris a la velocidad de su gusto. Ella toma mi pene en su mano y empieza a masturbarme y acabamos los dos de pie en el pasillo. El tiempo y las condiciones no permiten que vayamos a la cama.

A l día siguiente todo prosigue normal en el trabajo; aunque noto a Zoila celosa de Marlene. Parece que las mujeres poseen sensores especiales para captar las vibraciones de otras mujeres y descubrir si hay traición de por medio. Calixta entra en el juego algo más precabida, como que quiere y no quiere.

Lo cierto es que un día nos quedamos solos resolviendo un atraso en el cumplimiento de sus deberes. En eso la noche nos viene encima y mudamos el área de trabajo para la oficina del director. Empieza a llorar porque el marido le hace la vida imposible. Empiezo a darle consuelo y veo que me mira distinto. Entonces le doy un beso en la mejilla y el otro en la boca. Y nos mantenemos boca a boca prendidos no sé por cuanto tiempo. Luego trato de escalar por debajo de su vestido; pero no me deja. Prefiere continuar besándose conmigo y que le acaricie por encima del vestido las enormes tetas que tiene; tampoco me deja sacarlas para afuera. Y todo transcurre en un delicado romance que termina sin mayores consecuencias. Nunca hacemos más nada. Tecueme viene a aplacar mi promiscuidad. Tecueme es lo más maravilloso de lo sublime. Nos conocemos en el parque de la Virgen de los Senderos. Alli sentados en un mismo banco emprendemos nuestro juego de amor; juego que al correr el tiempo gana notoriedad. A pesar de una diferencia de veinte años competimos de igual a igual; pero ella siempre gana y yo acabo rendido.

Tecueme es mi novia en su casa y es mi mujer en la calle. Ella lo entrega todo a cambio de un sentimiento, a cambio de que no la abandone, a cambio de proseguir juntos de los siglos. Muy buenos lugares de La Habana se convierten en testigos del profundo amor que nos une. Poco a poco me doy cuenta que quedo preso a su voluntad sin ningún sometimiento de su parte. El amor roba voluntades y nos martiriza sin látigos ni fustas. Esta niña- mujer con la habilidad de la inocencia y el desinterés siembra una experiencia nueva en mi alma y desarma de mi conciencia cualquier posibilidad de hacerle daño. Su alma es el arma conque cuenta para echarme el lazo y hacerme muy suyo; pero yo no puedo responderle de la misma manera. Llevo una carga de compromisos sociales encima que amenazan con extinguir este proyecto de amor. Ella necesita de mi cada vez más y yo cada vez más quedo por debajo de esa medida. Y como veo que su salud corre riesgos, de común acuerdo con alguien, implemento una retirada contra todos los vientos de amor que soplan; en contra del sentido que llevan los latidos de mi corazón. Me aparto de su camino y permanecemos más de diez años sin vernos. La encuentro, mucho mayor, casada con un farsante y madre de un niño. El reecuentro es breve; lo necesario para una despedida en viaje hacia los Estados Unidos. Antes de mi partida dejo con ella un casete con poemas grabados. Entre ellos "Te llevo metida en la sangre" poema escrito que narra la historia de ambos una década atrás.

A unos meses de permanecer en Estados Unidos recibo su llamada telefónica donde me comunica su arribo a la misma ciudad donde vivo. Tomo su domicilio y salgo a buscarla. No la hallo por ninguna parte. Tres lustros más tarde tropiezo con Tecueme, a punto de cumplir el medio siglo de existencia. Ahora prosigue su vida de la mano de un señor que la quiere y cuida. Entanto los recuerdos se alisan en la memoria avivamos la llama de la amistad. María Elena es un caso especial y por respeto a su memoria no abundo mucho. Ella pierde el juego de la vida víctima de cáncer en los senos. Trabajamos juntos en la empresa y todos los días charlamos en el Mercado de

Viandas de enfrente. Mujer divorciada con un hijito maravilloso vive junto a su madre en la casita de la loma. Ella no se rinde y abriga muchas esperanzas en superar el azote para ayudar a crecer a su hijito; pero saliendo de una radical de mama, entra en otra y cristaliza su salud. El cáncer hace metastasis y le invade el hígado y otros órganos. Nos vemos por última vez en su casa cuando le dan de alta; la ciencia la deja por incorregible y prefiere que muera tranquila junto a los suyos. Ese día quedo muy impresionado al verla. Cubre su frágil cuerpo con una simple bata de hospital. En eso me dice mira para que veas lo que queda de mí. Acto seguido levanta su bata para arriba y queda desnuda frente a mi. Todo el tórax hasta la vagina lo tiene embadurnado con una sustancia rojiza. Y en la zona de los senos lo que hay es una pared plana llena de cicatrices. El hígado y el bajo vientre se tornan abombados como cuando una mujer está embarazada. Ella deja conmigo para la posteridad la imagen de su cuerpo actual. Y lo comparo con aquella María Elena del ayer de líneas finas, esbelta y delicada. Pienso que una mujer como ella no merece ese final. En paz descanses princesa.

Nereyda, la mujer de cara de bache, llega de improviso y sin buscarla. Andaba con Quintero por Guanabo y la encuentro en trusa en una esquina con su amiga de siempre. La invito a dar un paseo por la playa y ambas montan al auto. Atravesando por la carretera de abajo, corto camino y parqueo al lado de una pipa de cerveza en Bacuranao. Empezamos a beber alejados a la sombra de un pino, y acabamos enredados ahi mismo. Fue un encuentro fortuito pero con todos los ingredientes del sexo. Ella afirma que siempre he sido el hombre de sus aspiraciones, que tiene a su marido para que la mantenga; pero no le gusta en la cama. Oigo, callo y ella no me suelta del brazo. Casi anocheciendo regresamos al auto y tomamos la senda que nos lleva a casa. Esta relación nace conforme acaba el mismo día. Dolores la Jimagua china. Nos encontramos por casualidad en el cabaret frente a la Mascota. Ese día invito a mi amigo Rembert a tomarnos unos tragos. La mesa de enfrente está ocupada por el joyero y Dolores. Ellos comparten un momento de asueto, no sé si lo hacen como pareja o como amigos. Sin embargo, Dolores no deja de mirarnos, tanto cuando baila como cuando permanece sentada. En un descuido del Joyero le hago una seña y ella se levanta y viene adonde nosotros. Le digo: "déjalo y ven para acá" y ella se queda indecisa. No sé de qué manera consigue que el joyero se marche y viene con nosotros a la mesa. Seguimos bebiendo sin medida y comenzamos a bailar pegados. Le doy un beso en la oreja y acabamos llenos de besos los dos; besos de locura. Enseguida la hago muy mía y le digo a Rembert que voy a pedir una mesa en un sitio más oscuro y alejado. Las mesas del fondo están vacías y ahi le dije súbete el vestido y bájate el blume y hazte como que estás sentada encima de mi. Nadie nos ve y hacemos el amor con movimientos muy rápidos por parte de ella. Alcanza el orgasmo enseguida y detrás le rocío la vagina. Cogemos unas servilletas de la mesa y nos limpiamos bien. Al rato abandonamos el sitio y tomamos loma arriba hacia le casa de Rembert. Alli hacemos el resumen del día y cada uno para su casa. No tuvimos una segunda ocasión. Todo muere de la misma forma que nace.

Ludmila es una trigueña muy linda de dieciseis años y casada con un muchacho algo mayor. Ella tiene responsabilidades muy serias dentro del

Deporte Canino. Y aunque ama los perros nos unimos mediante los poemas. Asi acordamos salir un día a un pueblo de campo donde tiene un familiar.

Durante el regreso desvío la ruta y entramos a una posada. Ella se adueña de mi y expresa: "tanto trabajo que me costastes y ahora te tengo conmigo... ya vez" A decir verdad nunca me percato de su interés por mi. Sin embargo no tiene para cuando acabar. Le cojo hasta miedo porque manifiesta que no le interesa regresar a su casa, pase lo que pase con su marido. Esas locuras repentinas de las mujeres me ponen la piel de gallina. Su desespero en el cuarto no me deja contemplarla en toda su magnitud; pero luego de la calma del primer orgasmo la miro detalladamente y algo resalta a la vista y es la cantidad de vellos que cubren su pubis hasta el ombligo. Me fascinan sobremanera las mujeres peludas. Cuando volvemos a hacer el amor por segunda vez ella toma mi pene y se lo clava de un tirón dentro de su rendija. La maraña de vellos que cubren la entrada me provoca una rozadura. Cuando eyaculo de nuevo siento una ardentía enorme. Saco el pene y miro la herida sangrando bajo la cabeza. Ella se asusta; pero le digo que eso pasa muchas veces. Finalmente abandonamos el sitio y regresamos tarde a casa. La dejo en la esquina y veo a lo lejos el marido esperándola.

Esta relación dura bastante tiempo y se complica. En una discusión con el marido ella le cuenta que está conmigo. Todos mis poemas que conserva son pasto del fuego. De la misma forma él sale a buscarme a mi casa. Me encuentra y quiere darme un escándalo. Le digo que no lo permito y que podemos discutir dondequiera. Salimos hacia el área de entrenamiento de los perros; pero la sangre no llega al río, "el león no es tan fiero como lo pintan" Le digo que yo no tengo ninguna relación íntima con su mujer, que ella le dijo eso quizá por despecho. Unas pocas palabras más bastan y el hombre se retira convencido. Entanto asumo la retirada a tiempo para evitar nuevas confrontaciones. Al año siguiente su marido muere en un accidente cuando viaja en bicicleta y es impactado por la parte de atrás por un camión. Cuentan los curiosos alli presentes que podían verse sus pulmones sobre el pavimento.

Loretta esta muchacha y yo estudiamos juntos cuando pequeños. Mi admiración por ella nace desde entonces. Si bien de cuerpo menudo su cara linda lo llena todo. Ya adultos Loretta es un artífice de las letras y yo escritor, de común acuerdo hacemos un contrato para la revisión de mi libro de perros. Los frecuentes contactos de largas horas juntos nos van uniendo poco a poco. Ella tiene su casa propia y un compromiso. Enseguida acomoda las cosas a su manera, lo arregla todo, sale de su pareja y quedamos solos. Nos amamos intensamente y sin obstáculo que lo impida. De momento estamos revisando el libro, nos vienen las ganas, dejamos los papeles y caemos en la cama a hacer el amor. Loretta es fanática a seguir las reglas del Kamasutra a la hora de tener sexo y su postura preferida es una de las más clásicas y placenteras. Se coloca en cuatro patas sobre la cama. Yo de rodillas la penetro por detrás. Loretta bautiza la posición con esta frase: “La adoración”. Ella se excita mucho porque le estimulo directamente el punto G. Además, para mi supone mucha lujuria porque su culo bien cuidado, limpio y sanito lo tengo frente a mis ojos.

Sin embargo, el fuerte de Loretta; su sello genuino es la manera que practica el sexo oral. Puedo afirmar que no hay mujer que la iguale. Por mucho que trato de alejar la eyaculación para alargar el tiempo de placer, no lo logro. Cuando toma el pene en su boca y empieza a ejecutar los movimientos que sabe a la perfección. Si no para me saca el semen enseguida. Es inevitable la resistencia cuando empieza a chupar suavemente y combina sus lamidos al mismo compás. Finaliza exprimiéndome el pene y se traga todo el caldo.

El tiempo que dura esta relación rebasa los pronósticos. Llegamos a revisar tres libros míos e intercambiar amor en igual medida; pero el final viene aparejado luego de un hecho criminal en mi familia.

Nuevos y muy serios menesteres legales cubren todo mi tiempo y me alejan del lado de Loretta. El destino de mi vida me lleva a tocar otros mundos. Ahora en los Estados Unidos tomo un resuello para continuar el proyecto que Dios tiene conmigo. Viene una nueva cara atraída por un poema político publicado en una página Web. Se interesa en conocerme y concertamos una cita en un shopping de Miami. No pierdo la brújula en el encuentro y nos vemos enseguida. Nereyda es todo una ejemplar dama. Bella, bien arreglada y de buenos modales. Es cubana; pero lleva mucho tiempo afuera. Llega a Miami de niña. Corren las primeras horas de una mañana invernal y la invito al desayuno en una cafetería cercana. Charlamos mientras tanto. Ella afirma estar casada, y ser escritora y poeta. Finalmente prefiere llevarme a su casa y salimos los dos autos; yo le sigo los pasos. Llegamos a una mansión al sur de la ciudad. Adentro todo es de primera y una enorme piscina queda a la vista. Aparte de nosotros están en casa la criada. A propósito el ambiente es maravilloso. Nereyda me invita a recorrer su casa y da una explicación pormenorizada de cualquier detalle que se cruce en el camino. Asimismo, muestra con orgullo sus libros publicados y me obsequia alguno; no sin dejarme una sencilla pero elocuente dedicatoria.

Luego pasamos al bar bellamente decorado con maderas preciosas y bebemos un exquisito licor acompañado de unos picaditos de jamón y queso. Alrededor de las dos de la tarde salgo de regreso a casa y quedamos en vernos nuevamente.

Me voy altamente emocionado con esta dama; pero me veo bajo de talla con respecto a su clase social. Eso me atemoriza. Soy de los que prefiere un tapabocas antes de un "No" de mujer. Por el momento el hecho de simpatizarle me da confianza, al menos, para el intento. Nereyda es algo especial que busca cualquier hombre, es extremadamente pulcra, huele el perfume de los más exquisitos aromas, viste los mejores y más caros vestidos del mercado élite, domina el idioma inglés y su español es culto. Se regodea dentro de un conjunto armónico que forman su cara y su cuerpo y la hacen muy atractiva. Nos volvemos a encontrar en el mismo sitio de la primera vez. Ahi dejamos su auto en el parqueo y nos vamos en el mío rumbo a Homestead. Tenemos el propósito de comer comida cubana en un restaurant a la vera de la carretera de la muerte. En una hora arribamos al sitio; una especie de instalación a lo campestre con techo de guano. Pedimos tamalitos con carne de puerco y batido de mamey. Pasamos un rato maravilloso en este pedazo de Patria.

Abandonamos la carretera mientras viajamos rumbo sur y tomamos una calle para adentrarnos en los Everglades. Mi desvío de ruta crea cierta desconfianza en mi pasajera y ella pregunta: "para dónde vamos" le respondo certeramente y dispuesto a ganarla o a perderla: " quiero encontrar un lugar adecuado para darte un beso" Una sonrisa sincera es todo el fruto de su reacción. Y seguimos adentrándonos a la selva y los pantanos hasta donde podamos llegar con el auto. Nos detenemos al lado de un árbol; no hay nadie por los alrededores. Entonces la beso ardientemente y ella me lo devuelve con la misma pasión. Y comenzamos a romancear profundo desde nuestros asientos en el auto. Meto mi mano entre sus piernas y busco llegar hasta su clítoris; pero una faja elástica lo impide. Le digo que se la quite; pero no quiere y me quedo haciendo piruetas por sus tetas con pezones rosados de niña. Y le robo toda la pintura de sus labios. Ella empieza a acariciarme el pene por encima del pantalón. Entonces me bajo del auto y parado de pie junto a su ventanilla lo desenvaino y ella lo disfute del todo y comienza a masturbarme hasta que eyaculo. Ella queda satisfecha conmigo y tomamos el viaje de regreso ahora enlazados. Mis visitas a su casa ocurren ahora con mayor frecuencia. Ya la criada sabe de nuestra relación y nos ayuda. La casa viene siendo el escenario donde desplegamos nuestro amor; pero ella teme llegar a la última consecuencia y nos mantenemos a raya con las masturbaciones de ambas partes. Este comportamiento se mantiene sin variar. Nunca puedo sentir el calor de su vagina. Entanto, Nereyda sin consultar conmigo, cultiva desde sus adentros un sentimiento de amor loco que la lleva a pedirle el divorcio a su marido; hombre que conozco en una ocasión cuando llega sorpresivamente a la casa.

Aparentemente y según mi ojo, un hombre rudo, poco amable, y por eso su mujer lo rechaza.

Con esta decisión de Nereyda de separse y a pesar de mis ruegos para que no lo haga, las cosas empeoran sobremanera en la casa. Esto me pone a pensar en una retirada oportuna hasta que la calma vuelva a su nivel.

El tiempo sigue su agitado curso sin ver a Nereyda. Sé de buena tinta que la familia se divide y la mansión se pierde por motivos de la separación.

Unos años después vuelvo a verla en una nueva casa. Conversamos en privado y veo que guarda rencor por el abandono en que la dejo en momentos donde más me necesita. Ahora somos amigos y sigo por las rutas de lo promiscuo. Samantha mi supervisora americana de pura cepa gana un segmento corto de mi vida de un modo poco común. Todo ocurre una madrugada de invierno dentro de mi turno habitual de trabajo. Voy a orinar al baño de la garita principal, donde Samantha también ocupa su puesto para controlar la entrada. Al salir del baño me pide que le enseñe el miembro; casi me lo ruega. Acto seguido parado en un punto donde las cámaras no recojan gráficamente el instante lo saco para afuera y se lo tambaleo. Ella se levanta y viene hacia mí y lo toma entre sus manos y lo acaricia. Seguidamente nos escondemos en el baño y dejamos nuestras armas en el piso, le quito el uniforme y le bajo el blume. Me pide que no la penetre. Le hago sexo oral y con mi lengua le saboreo el clítoris y en una frotación continua siento que llega al orgasmo. Luego me pongo de pie, ella se agacha y hace lo mismo conmigo. Afuera se sienten las estridencias de las cornetas de los camiones pidiendo que les suban las barreras. Ella se viste con prontitud, le dice con enfado más de cuatro cosas a los choferes, mientras aguardo un chance para salir del baño. Esto se repite una vez por semana durante muchas madrugadas. Ella cuando siente deseos se comunica conmigo a través de la radio con una palabra clave en inglés: "Come" entonces acudo enseguida. Samantha no habla nada en español y pienso que lo ocurrido conmigo es fruto de un momento de debilidad por tener a su marido preso en la cárcel. Pasa un tiempo y me doy a la tarea de formalizar mi vida y traer una mujer a mi hogar. Tengo de antemano cinco candidatas a ganar el puesto: Mary, Vicky, Adria, Brunilda la uruguaya y Eva la poetisa

Mary es periodista pierde su candidatura porque vive muy lejos y esta en proceso de divorcio y amenazada de muerte por su ex-marido. Nos vemos unas tres veces; mi visita a su casa, otro encuentro en el Restaurant Versailles y finalmente en otro sitio. Nunca nos ponemos de acuerdo y quedamos a la espera del final de su litigio matrimonial. Vicky es una de mis ideales de mujer. Siempre la tengo entre mis preferidas incluso desde que ella se junta con uno de mis mejores amigos. Lamentablemente este amigo muere y yo revivo este sentimiento mientras ella agoniza frente a la pérdida irreparable. Ambos decidimos iniciar un proyecto por email. Ella vive a más de quinientas millas. Y cuando todo comienza a dejar su fruto me dice una frase que taladra mi corazón "cómo hago para estar contigo" Eso implica que está lista a abandonar su familia, dejarlo todo atrás para estar juntos. Yo mismo rompo la idea; porque me lastima el costo tan alto a pagar por ella a fin de formalizarnos. Entonces le envío esta respuesta escueta: " esperemos a madurar un poco más" y corto de inmediato mi comunicación con Vicky.

Adria es prima de la guajira. Todo va muy bien. Nos vemos por la calle y aunque no trascendemos más allá de los besos seguimos con buenas expectativas. Ella vive con una familia de peruanos al norte de mi ciudad. La recojo afuera de su casa damos un paseo, hablamos y comemos algo en un sitio hasta que finalmente la devuelvo a su casa. Una de esas noches mientras conjugamos futuro en el interior de mi auto mi hija me llama a través del celular. No cojo la llamada por respeto a la conversación, en eso Adria se muestra feroz, argumentando que no cojo la llamada porque esa es la otra mujer que tengo. Le explico que se trata de mi hija y ella sigue sosteniendo lo mismo. Finalmente le devuelvo la llamada a mi hija y Adria comprende su error y pide perdón; pero yo no quiero mujer celosa en mi vida y ahí terminamos.

Brunilda es un ser especial; pero su idiosincracia es diferente a la mía. Vive en los Estados Unidos; pero sigue con su Uruguay a cuestas. Nos dimos unos besitos en mi casa sin mayores trascendencias. Deja atrás una hija que quiere traer de Uruguay y creo imaginarme que pretende usar mi ciudadanía para hacerlo. Prácticamente esta relación dura "lo que un merengue en la puerta de un colegio" Eva la poetisa logra engancharme y gana los parabienes de toda la familia. Una aprobación colectiva que a lo largo de siete años pasa a ser un error colectivo. Eva es mi mujer a los ojos de todo el mundo, conoce a mi familia y conozco la de ella. En principio emprendemos un proyecto bonito a largo plazo, alquilamos una casa grande para vivir juntos y unimos nuestras finanzas para aliviar los gastos de todo tipo. Ambos tenemos un auto y al cabo del tiempo terminamos pagando nuestras letras. En el plano íntimo armonizamos muy bien. Ella es una mujer de entrega y sensible en extremo. En tiempo breve hacemos realidad sus sueños de publicar su primer libro de poemas. Y todo viene dándose a las mil maravillas. Cuando pensamos que la felicidad es absoluta y vamos a durar toda la vida, las desavenencias comienzan a martirizarnos y Eva asoma su verdadera faz de mujer controladora, celosa e incomprensible en grado sumo. Esto en corto tiempo nos pone al borde del fracaso.

Llegamos a un fin no esperado, un cierre de capítulo que nadie quiere. El desenlace ocurre de manera violenta con la mediación de la Policía y toda la familia. Abandono mi propia casa; ella permanece hasta que sus hijos deciden llevársela. Regreso a mi casa luego de su partida al cabo de dos meses. Les aseguro que trato innumerables veces de evitar las confontaciones; pero la agresividad de Eva quiere llevarme por esa senda. Hoy por hoy considero que esta es una relación enfermiza que por poco me lleva al borde del abismo. Y no dejo de inquerirme en lo más hondo que un problema de salud motiva el cambio de su personalidad en hostil. Nunca soy malo con ella, siempre la ayudo en todos sus menesteres, no le soy infiel, sin embargo ella arremete toda su agresividad argumentando falacias que entretienen su mente sin ser reales. Y todos los días le pido a Dios que ella alcance su normalidad y vuelva a ser feliz junto a los suyos.

Jomás

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