En Un sentido, una diferencia. Inscripción y contexto del Complejo Cultural Aconcagua en el curso superior del río Aconcagua. R. Sánchez (ed.) Informe Proyecto Fondecyt N°1970531. 3er año. 2000. Conicyt, Santiago.

EMPRESA COLONIAL Y SERVICIO PERSONAL EN LA ENCOMIENDA DE , LA LIGUA Y CODEGUA, 1549-1630.

Hugo Contreras Cruces

Introducción

Las relaciones de trabajo o servicio personal de las comunidades indígenas de Aconcagua durante el siglo XVI y XVII ya han sido estudiadas por nosotros en trabajos anteriores. Sin embargo, un estudio de esta naturaleza no podría considerarse completo sin adentrarse en la historia de las que estuvieron asociadas al repartimiento de Gonzalo de los Ríos y sus descendientes, esto no solamente porque una de las comunidades encomendadas al conquistador se situaba precisamente en el antiguo valle de , o que otra tuviera sus tierras y asentamientos en el cercano valle de La Ligua; sino principalmente, porque a partir de la utilización de la mano de obra de dichas comunidades, a la que debe sumarse la de Codegua, que estaba ubicada en el país de los promoaucaes, de los Ríos pudo poner en marcha un importante complejo productivo, cuyo núcleo principal se encontraba en La Ligua, lugar al cual sus indios fueron paulatinamente trasladados.

Éste, que incluía haciendas agropecuarias, minas de oro, producción de azúcar, cría de ganado y comercialización de los bienes y productos salidos de cada una de estas sutiles divisiones en las iniciativas de Gonzalo de los Ríos, tuvo dos fuentes primigenias, aunque ambas emanadas de manos similares. De una parte, la concesión que el gobernador Pedro de Valdivia hizo al conquistador de una encomienda que reunía dentro de sí al menos a tres grupos indígenas; y de otra, la adjudicación por parte del cabildo capitalino o del propio Valdivia de grandes extensiones de terrenos en las cercanías de Santiago y, principalmente, en los valles de La Ligua, como premio por sus servicios en las guerras de Chile central y de Arauco. Tales tierras e indios sumados a la iniciativa empresarial de Ríos lo convirtieron vertiginosamente en uno de las hombres más ricos de los primeros años del asentamiento español en Chile y a su familia en una de las más importantes e influyentes del reino durante el siglo XVI y parte del siglo siguiente.

De tal modo, el estudio que a continuación emprenderemos pretende reconstituir, según nuestras fuentes lo permitan, las empresas de este conquistador, el uso de mano de obra indígena en ellas y el modo en que esto afectó a los grupos originarios sujetos a su encomienda. Particularmente nos interesa penetrar más allá de la consideración de los indios como simples sujetos de trabajo, para seguir avanzando en el conocimiento de la sociedad indígena local y los cambios que en su seno se producen tras la llegada desde el otro lado del mar de hombres, formas económicas, idiomas, religión y cosmovisiones distintas a las suyas. Estamos conscientes que esta es una empresa que tiene su más importante limitación en la calidad de las informaciones recopiladas, que continuamente intentan ser descalificadas por ser provenientes del "otro", es decir, del conquistador. No obstante, estamos seguros que es posible ir más allá del aparente mutismo u otredad de los documentos para rescatar, aunque sea siluetas, de una sociedad que se fue de la mano con los hombres que le dieron vida.

Encomienda y Concesiones de tierras al capitán Gonzalo de los Ríos.

Una de las condiciones originales que permitieron la formación de una elite conquistadora en el novel reino de Chile fueron las concesiones territoriales y de indios dadas tanto por el capitán Pedro de Valdivia como por el cabildo de Santiago a un pequeño grupo de españoles. El cabildo tenía la facultad de entregar a los conquistadores los solares de la traza de la ciudad y una chacra dentro de una 1 En Un sentido, una diferencia. Inscripción y contexto del Complejo Cultural Aconcagua en el curso superior del río Aconcagua. R. Sánchez (ed.) Informe Proyecto Fondecyt N°1970531. 3er año. 2000. Conicyt, Santiago. jurisdicción de cuatro leguas en torno a la misma, propiedad de corta extensión generalmente dedicada para el cultivo de productos hortofrutícolas o viñedos. Mientras tanto el gobernador, en este caso Valdivia, contaba con atribuciones para conceder mercedes de estancias e indios de repartimiento a los conquistadores; dichas estancias, muchas veces alcanzaban varias centenas e incluso más de mil cuadras de extensión y eran destinadas al cultivo de granos, la ganadería de vacunos, ovinos o caprinos o bien, se instalaron en algunas de ellas precarios establecimientos industriales, como curtiembres u obrajes. Al mismo tiempo, algunas de las estancias servían como punto de reunión para las cuadrillas mineras que se encaminaban a los lavaderos de oro y plata que surgieron en distintos lugares de Chile central.

Particularmente, en el caso de Gonzalo de los Ríos, este recibió importantes concesiones de tierras y se contó entre los primeros encomenderos del reino, más aun fue uno de la treintena de compañeros de Valdivia que fue confirmado en la posesión de sus indios en 1547, año en que se hizo la reformación de los repartimientos, bajando de más de 60 a 32 el número de españoles beneficiados con la asignación de indios. De tal modo, en 1546 le habían sido repartidas las comunidades de Putaendo y Codegua, la primera de ellas se encontraba en el pequeño valle del mismo nombre y probablemente asociada a las restantes comunidades del valle del Aconcagua y la otra situada en el país de los promoaucaes, ambas recientemente conquistadas por Valdivia y su hueste. Más tarde, ya confirmados los repartimientos señalados, en 1552 y dentro del proceso de cesión de sus encomiendas a otros conquistadores el capitán extremeño concedió a Gonzalo de los Ríos los indios del cacique Cataloe, oportunidad en la que expresó que "...por cuanto teneis pocos indios y sois casado...encomiendo en nombre de Su Magestad en vos el dicho Gonzalo de los Rios, la mitad de los valles de La Ligua y el con todos sus caciques e principales y con todos los yndios naturales y mitimaes subjetos a los caciques de la mitad de los dichos valles asy como yo los tengo en mi caueça...y asi os encomiendo el cacique dicho Cathalos e su heredero con los principales yndios y subjetos del dicho Cathalos..." Repartimiento en el cual, como sucedió con las otras cesiones de encomiendas de Valdivia, se confundía la tierra con los indios, es decir, la encomendación de una comunidad no suponía la cesión de sus tierras a su encomendero, éstas seguían perteneciendo a los indios y eran distintas de las mercedes que eran concedidas como estancias. No obstante, en este caso Gonzalo de los Ríos entró a poseer tanto los indios de La Ligua y Papudo como las tierras de la mitad del valle, situación que más adelante se normalizará al estar claramente diferenciadas las tierras de las comunidades de las de su encomendero, quedando este último dueño de una extensión de tierras pocas veces vista en el reino.

De tal forma, de los Ríos reunió una encomienda formada por las comunidades de La Ligua, Putaendo y Codegua, en las cuales sobre todo en la primera parecían sumarse algunas parcialidades trasladadas desde otros valles, como el de Mapocho, lo anterior por la mención en la cédula de "indios mitimaes", término que los conquistadores usaron frecuentemente para referirse a los naturales trasladados de sus lugares de origen a otros según las necesidades de su feudatario y sólo en algunos contextos muy acotados para tratar sobre los grupos cuzqueños enviados por el Inka a Chile central y a través del Tawantinsuyu. Tal realidad no era extraña en la encomienda valdiviana, como se demuestra en la existencia de indios de Apoquindo, Pico, Lampa y Mapocho en otros sectores y encomiendas del valle del Aconcagua asimismo antiguamente pertenecientes al conquistador. Todas estas comunidades estaban situadas cerca respecto de las posesiones territoriales del capitán de los Ríos, puesto que a excepción de Codegua, las otras dos restantes se encontraban a medio camino de los lavaderos mineros de y Choapa y sólo a algunas horas de camino de las estancias de su encomendero, incluso a veces lindando con ellas. Tal relación entre el valle de La Ligua y las comunidades indígenas situadas dentro de sus límites o en las inmediaciones, como era el caso de Putaendo, parecía responder asimismo a una estrategia nacida de la necesidad de asegurar la paz de los grupos indígenas aconcaguinos, así como los situados al norte del antiguo valle de Chile, pues sólo a través de la no beligerancia de estas comunidades era posible mantener abierta la ruta de comunicaciones con el Perú y entrada de refuerzos. De ahí entonces que no es extraño que algunos de los principales capitanes de

2 En Un sentido, una diferencia. Inscripción y contexto del Complejo Cultural Aconcagua en el curso superior del río Aconcagua. R. Sánchez (ed.) Informe Proyecto Fondecyt N°1970531. 3er año. 2000. Conicyt, Santiago. Valdivia hayan sido beneficiados con indios en esa zona o más al norte, tal como lo plantea el cronista al afirmar que "...Desde este valle de Chile fasta el valle de Copiapo (qu’ es el prinçipio d’ esta gouernaçion), que son syete valles, todos los rrepartio en doze españoles, para que viniendo de paz, estando la tierra más segura y más tratada, y d’ españoles más poblada, poblarian otra çiudad en el valle de Coquinbo."

Ahora bien, estas propiedades territoriales le fueron concedidas a de los Ríos por diferentes instrumentos legales emanados tanto de los gobernadores como de los cabildos del reino. Aparte de la mitad del valle de La Ligua de los Ríos poseyó una chacra en las cercanías de Santiago, la cual fue otorgada a éste por un título fechado en 21 de julio de 1546 y se ubicaba "...en las tierras del cacique Longopilla, en términos desta ciudad, y señalámososla con noventa varas de cabezada y trescientas de largo y que ha de regar con la acequia que solía ser de Longopilla, cacique..." En el mismo título el cabildo le otorgó "...un solar junto a mi señora del Socorro, desta parte de la acequia...". de otra parte, constan la existencia de propiedades del conquistador en La Serena, donde poseía una chacra, la cual prontamente fue vendida, concentrando sus posesiones en Chile central y específicamente en Santiago y La Ligua. Estos lugares, junto a sus posesiones mineras se convertirán en los ejes en los cuales girará la vida económica del conquistador y de sus indios. En él, como en la mayoría de los primeros encomenderos, se concentraban tanto indios como propiedades territoriales y, más importante aun, distintos nichos de explotación económica, pues si de una parte la chacra de Santiago eran tierras de "sementeras, labranzas y labor", de otra las estancias de La Ligua eran tierras de pastaje y más tarde albergarán cañaverales, un obraje de azúcar y viñas, en tercer lugar los lavaderos mineros aportarán a Ríos la riqueza y el capital para emprender nuevas e importantes empresas, como el ingenio ya mencionado, en una nueva manifestación de la aspiración de los feudatarios de hacer de la encomienda una unidad autosustentable, aspiración que Gonzalo de los Ríos en parte cumplió e, incluso, rebasó al ampliar sus empresas a rubros que iban más allá de la producción usual de las encomiendas de los repartimientos del reino y en las cuales los indios participaron como peones mineros, labradores, vaqueros, curtidores o azucareros, es decir, como sujetos de servicio personal.

Estancias, minas y mano de obra indígena en La Ligua y Putaendo.

Las estancias, minas y encomiendas de Gonzalo de los Ríos se volvieron un trinomio inseparable para éste, si de una parte sus tierras y minas eran la base material sobre la cual pudo sustentar sus proyectos económicos; de otra sus indios tributarios, al transformarse en labradores y peones mineros, fueron la mano de obra que a través de su trabajo o servicio personal, permitió extraer las riquezas que la tierra guardaba. De tal modo, al cabo una década de haber adquirido los derechos de encomienda sobre estos de los Ríos contaba con una importante producción minera y agropecuaria, todo lo cual era manejado por hombres, como Gregorio Layzola o Alonso Hernández, fieles administradores de los bienes e indios de su patrón. Así en 1559 de los Ríos firmó una carta de obligación por la cual se obligaba a pagar a Layzola 468 pesos de oro "...los cuales vos debo y son por razón de servicio que me habéis hecho con vuestra persona en mis haciendas e indios que tengo en encomienda en nombre de Su Majestad..." Mientras tanto cuatro años más tarde el conquistador celebraba un concierto de trabajo con Alonso Hernández, quien se comprometía "...a residir y entender en sus haciendas y grangerías, ansí en los indios e asiento de La Ligua, como en las demás grangerías que tiene en esta dicha cibdad e fuera de ella..." Dichos administradores tenían como principal función supervisar el trabajo de los indios labradores y vaqueros, para lo cual al menos Hernández residía permanentemente en La Ligua, lugar donde se encontraba la principal estancia del encomendero, quien muchas veces se hallaba ocupado como capitán en la guerra contra los mapuche o bien cumpliendo distintos mandatos de los gobernadores del reino. Mientras tanto, los peones mineros eran enviados a los lavaderos a cargo de un capataz español, quien al igual que los administradores de las haciendas, era contratado mediante un asiento de trabajo. Esta situación es claramente expuesta en el documento suscrito por Gonzalo de los Ríos a favor de Cristóbal Rodríguez, a quien dio poder para que "...os podáis hacer y hagáis pago de vuestra mano de doscientos pesos de buen oro del oro que sacáredes con mi cuadrilla en las minas en 3 En Un sentido, una diferencia. Inscripción y contexto del Complejo Cultural Aconcagua en el curso superior del río Aconcagua. R. Sánchez (ed.) Informe Proyecto Fondecyt N°1970531. 3er año. 2000. Conicyt, Santiago. esta presente demora, de mediada la dicha demora e los hayáis para vos para en cuenta e parte de pago de los trescientos e diez pesos que vos debo por razón del concierto que hoy día de la fecha e fecho con vos antel presente escribano sobre el asistir por mi minero en las dichas minas..."

Bajo la supervisión de estos hombres los indios acudían cada año desde sus pueblos a las estancias y minas de su encomendero. A estas últimas era donde se movilizaba la mayor parte de ellos, llegando a ser junto a los otros encomenderos del valle del Aconcagua uno de los mayores poseedores de cuadrillas de peones en los lavaderos; así, en 1569 Gonzalo de los Ríos contaba con la cantidad de 75 bateas, es decir, de equipos de indios trabajando en los lavaderos, lo que da una cantidad aproximada de 375 trabajadores distribuidos a lo largo de toda la demora, que se extendía de febrero a septiembre de cada año. Esta cifra de tributarios es una de las pocas con que contamos en el caso de este repartimiento, sin embargo, ella no quiere decir que esta represente un porcentaje determinado del total de indios de su repartimiento y debe ser analizada con mayor detención, puesto que la Tasa de Santillán, legislación que normaba el trabajo indígena en la época, indicaba que sólo podía enviarse 1/5 de los tributarios simultáneamente al laboreo minero, los que debían mantenerse trabajando por dos meses en el caso de los bateneros y cuatro en lo referido a los lavadores, además de que los indios que se enviaban en una mita no podían ser mandados a la siguiente. Por lo tanto, y considerando la realidad demográfica de las encomiendas de Chile central durante el siglo XVI, no es posible que 375 trabajadores fueran el quinto de los tributarios de Putaendo, La Ligua y Codegua, puesto que esto daría una cifra de casi dos mil indios en edad de tributar, cifra astronómica para los repartimientos de la época en esta región del reino. De ahí entonces, que lo más probable es que Gonzalo de los Ríos, al igual que muchos de los encomenderos, hiciera un aprovechamiento intenso de la mano de obra de su repartimiento, mandando a las minas más de la cantidad de indios permitida, o bien y sin excluir la posibilidad anterior, que enviase a indios que había trabajado meses antes en la misma demora. En tal sentido, no es inadecuado recordar que en una oportunidad el conquistador fue multado por las autoridades del reino, precisamente por enviar a las minas más tributarios de los que le correspondían. No contento con el oro que le sacaban sus indios Gonzalo de los Ríos contaba con una cuadrilla de esclavos negros, asimismo peones mineros, tal como lo manifestó en el poder dado a Cristóbal Rodríguez, en el cual lo autorizaba a cobrar del capataz de esa cuadrilla, Pedro de Lezama "...los ciento e diez pesos restantes del dicho contrato, los cuales hayáis e cobréis del susodicho o de otra cualquier persona, a cuyo cargo fuere el oro que sacaren la cuadrilla de mis negros..." Con estos esclavos el conquistador aumentaba su participación en la minería, así como sus beneficios pues, a diferencia de los indios que debían ser remunerados con el sexto de lo extraído, a los esclavos sólo debía serles proporcionado los medios para su subsistencia sin necesidad de pagar su trabajo.

Una segunda faceta económica dentro del repartimiento de Gonzalo de los Ríos se vivió en torno a las tierras que este poseía en La Ligua estancia que, como ya se ha mencionado, se convirtió en el centro neurálgico de las posesiones del antiguo compañero de Valdivia. En ella se sembraron viñas y granos y se criaron caballos y vacunos, tal como aparece en el poder otorgado a Alonso Hernández en 1566, por el cual de los Ríos lo autorizaba para "...que por mí y en mí nombre y para mí mismo podáis administrar y administréis todas mis haciendas e grangerías que yo he y tengo en los valles de La Ligua y Papudo...y para que podáis vender y vendáis cualquier género de comida, ansí de trigo, cebada, maíz e vino e caballos..." Tales tareas implicaban el uso de un número no menor de tributarios indígenas, al mismo tiempo que por las características de las tareas económicas emprendidas por su encomendero, al menos algunos de ellos debían adquirir ciertos oficios, como el de vaqueros, los que muchas veces eran transmitidos a sus hijos. Asimismo, los cultivos de granos en la estancia de La Ligua respondían a la necesidad de alimentar a las bateas de peones mineros que se encontraban trabajando en las minas cercanas a la estancia, que se situaba estratégicamente respecto de estas.

Lo anterior no sólo permitía que dichos trabajadores viajaran poco tiempo para llegar a los lavaderos, sino que también facilitaba el cambio de bateneros y tributarios, el abastecimiento de comida y daba la posibilidad a de los Ríos a emprender nuevos negocios, como era la venta del vino que se producía en 4 En Un sentido, una diferencia. Inscripción y contexto del Complejo Cultural Aconcagua en el curso superior del río Aconcagua. R. Sánchez (ed.) Informe Proyecto Fondecyt N°1970531. 3er año. 2000. Conicyt, Santiago. su estancia. Así lo manifestó en 1576 Alonso Ortiz de Zúñiga, yerno de los Ríos, en una probanza presentada en el juicio que llevó contra su suegro por el entero de la dote prometida a su esposa, en tal documento Ortiz de Zúñiga preguntaba a los testigos " Yten si saven...que el dicho Gonzalo de los Rrios tiene en el dicho valle de La Ligua ...viñas que tiene en el dicho valle que de la una coxe trezientas arrovas de vino la qual por estar çerca de las mynas se bende a mas de tres pesos e la otra esta arrimada al dicho yngenio que es de veynte mill çepas e verna a rrentar de tres a quatro mill pesos por año..." Vino que se comercializaba entre los indios y mineros que pululaban por Marga Marga, y otros asientos mineros de la zona. Sin embargo, tal actividad fue prohibida dos años después de haber sido hecha la declaración antes citada, tal cual lo atestigua el Acta del cabildo de Santiago de 17 de octubre de 1578, en el cual las autoridades edilicias manifestaron "...que por cuanto en las minas de los términos desta ciudad hay muchas personas, ansí vecinos como mineros y otros que venden y rescatan vino por oro a los indios que en ellas lo sacan, siendo, como es, en tan gran daño y perjuicio de los vecinos y señores de la minas, y porque conviene remediarlo...mandaron que se pregone públicamente que ninguna persona, de cualquier condición que sea, no sea osado de vender, ni venda ni rescate ningún vino en poca o en mucha cantidad con los indios que sacan o sacaren oro en las dichas minas de los términos desta ciudad..." Tal disposición si bien afectó los intereses de Rrios en este ámbito, no significó un retroceso importante en el desarrollo de sus actividades económicas, sobre todo al considerar que ya desde 1566 éste había creado, asimismo en su estancia de La Ligua, el único ingenio azucarero del reino.

En enero de dicho año de los Ríos concertó una compañía con Nicolás Rodríguez para hacer tal ingenio, en este contrato cuya duración era de diez años, las partes se comprometían a que "...el dicho Niculás Rodríguez se vaya al dicho valle e asiento de indios del dicho capitán Gonzalo de los Ríos y asista allí en el beneficio de las cañas de azúcar e plantándolas e dando orden como se haga el dicho ingenio e trapiche...por manera quel dicho capitán Gonzalo de los Ríos pone toda la dicha costa necesaria e servicio e postura de cañas e tierras e todo lo demás como señor ques del dicho valle, a su propia costa..." Este establecimiento se convirtió con el correr de los años en uno de los más rentables negocios del conquistador y con su creación y puesta en marcha se cerró el círculo de las actividades económicas del encomendero. En tal empresa los indios de la encomienda, como era de esperarse, se vieron obligados a participar y no sólo en su construcción, sino también como mano de obra, en lo que parecía ser un incesante y rutinario destino, cual era convertirse en la fuerza de trabajo de cada nuevo negocio que su encomendero emprendía, lo cual trajo como más adelante se verá serios cambios al interior de las comunidades. Por lo pronto, nos interesa destacar el desarrollo que este ingenio tuvo luego de pasados algunos años, para lo cual los documentos emanados del juicio entre Alonso Ortiz de Zúñiga y Gonzalo de los Ríos son una excelente fuente de información, aun cuando las cifras entregadas por el primero deben ser tomadas con cierta reserva, pues probablemente estén exageradas respecto de la producción efectiva de dicho establecimiento. Aun así es importante citar la probanza que en mayo de 1576 presentó el yerno del capitán de los Ríos, en la cual preguntaba a los testigos de la causa "... si saven que en el valle que llaman de La Ligoa el dicho Gonçalo de los Rrios tiene un yngenio de açucar con mucha cantidad de caña y tierras muy buenas para pan tomar y mucha leña en cantidad çerca del dicho yngenio e agua, que nunca falta con dos ruedas de agua la una de por alto e la otra de piedra en el qual muele toda la semana y en cada dia de cinquenta panes arriba de açucar con tres calderas que tienen e trayendo otra molera un terçio mas que seran ochenta panes por los qual haze el dicho yngenio en diez meses del año que muele de seis a siete mill arrovas de açucar la qual bale en todo este rreino a çinco e a seis pesos cada arrova e las conservas y confituras a medio peso la qual se haze en el dicho yngenio de a quatroçientas arrovas arriva que viene a baler e renta el dicho yngenio mas de treinta mill pesos en cada un año..." Pregunta que fue confirmada por quienes se presentaron a declarar, quienes manifestaron que tanto la infraestructura como la cantidad de azúcar molida, confites y conservas eran las expresadas. Ahora bien, las palabras de Ortiz de Zúñiga son bastante gráficas para describir el ingenio, así como la existencia de grandes cañaverales cerca de él y agua que permitía mover sus ruedas de molienda; no obstante, lo que desde nuestro punto de vista importa analizar es la duración de

5 En Un sentido, una diferencia. Inscripción y contexto del Complejo Cultural Aconcagua en el curso superior del río Aconcagua. R. Sánchez (ed.) Informe Proyecto Fondecyt N°1970531. 3er año. 2000. Conicyt, Santiago. las faenas que, como manifiesta la probanza, se extendían por diez meses cada año, lo que conllevaba que quienes trabajaban en el ingenio debían asentarse en La Ligua por ese periodo de tiempo, por lo cual su presencia en las tierras de su encomendero era prácticamente permanente, puesto que la mayoría de los trabajadores eran indios del repartimiento del conquistador. Durante ese periodo los indios se dedicaban a cultivar y cortar las cañas, así como a trabajar al interior del ingenio en la molienda y la elaboración del azúcar, las conservas y los confites, en lo que era un negocio cuyo éxito se encontraba virtualmente asegurado, ya que al ser el único establecimiento de este tipo en el reino, le permitía tener una posición privilegiada respecto de los mercaderes u otros sujetos que pretendieran traer el endulzante desde el Perú u otros territorios hispanos.

De este modo, la aspiración de hacer del complejo estancia – minas – encomienda una unidad económica multiproductiva y en lo posible autosustentable tuvo en este feudatario una de las más notables expresiones que viera el siglo XVI en el reino de Chile, por ello no es extraño que éste fuera nombrado como "señor" del valle de La Ligua, puesto que allí desarrolló gran parte de sus actividades luego que el reino fue pacificado y, más aun, controlaba la mayoría de la población, las tierras y los recursos del valle. Esto le permitió acumular una importante cantidad de bienes y propiedades, tal como se encargó de manifestar el citado Alonso Ortiz de Zúñiga, al afirmar que Gonzalo de los Ríos "...tiene aziendas en valor de mas de cient mil pesos porque tiene un repartimiento de indios que en cada un año le sacan en las minas tres o quatro mill pesos e años muchos mas e tiene un yngenio de açucar en el balle de La Ligua que es de mucha calidad por no aver otro en este reino donde en cada un año le hazen quatro o mas mill arrovas de açucar blanca e mucha cantidad de confitura y conservas y en el dicho balle tiene mas de veynte mil obejas e mucha cantidad de ganados vacuno y cabrino e yeguas e puercos y en esta ziudad tiene una biña que coxe della mil e quinientas arrovas de bino con su bodega y basija y unas casas en esta ziudad prinzipales que valen quatro o çinco mill pesos e dos o tres chacaras e mucho de casa, asi tapiçeria como plata esclavos y esclavas de serviçio e otras aziendas..." Documento en el que se resumen los numerosos bienes del encomendero de Putaendo y La Ligua y que abarcan desde la producción azucarera, hasta la ganadería y la vitivinicultura, sin excluir el trabajo minero que aquí no se menciona, pero que siguió siendo importante y por muchos años su principal fuente de riquezas.

Ahora bien, si la producción ganadera y agrícola del encomendero estuvo dedicada los primeros años a sustentar de comida a los indios de la encomienda, poniendo al servicio de la extracción aurífera el resto de sus iniciativas económicas, tal como lo hacían otros encomenderos como el bachiller Rodrigo González o Diego García de Cáceres, lo cual importaba que la producción de estos bienes sólo tenían un rol suplementario y se tendía hacer de ella un círculo cerrado, autosustentable, y puesto al servicio del metal precioso. Pero con el correr de los años éste expandió sus proyectos económicos del tal modo que, si bien se siguió intentando no depender de otros productores para proveerse de insumos y alimentos, su producción le permitió abrirse al pequeño mercado de Chile central e, incluso enviar algunos de sus productos al Perú o al distrito de Concepción, sobre todo cueros, cordobanes y vino, para lo cual su cercanía relativa con el puerto de era una ventaja comparativa respecto de la situación geográfica de otras estancias y encomiendas situadas más lejos de los puntos de salida y transporte de mercaderías del reino. Pero todo este complejo aparato productivo tuvo importantes consecuencias para las comunidades indígenas encomendadas a de los Ríos, quienes desde una posición subordinada y principalmente como mano de obra participaron en las empresas de su feudatario, de ellas conocieron su génesis y desarrollo pero pocos de sus beneficios.

Los indios de Gonzalo de los Ríos, servicio personal y desarraigo.

Las múltiples iniciativas económicas de su encomendero impusieron a los indios de La Ligua, Putaendo y Codegua dos serios desafíos, de una parte asumir el servicio personal que imponía el sistema de encomienda y de otra, verse sometidos a numerosos y con el correr de los años permanente traslados a las estancias o chacras del capitán de los Ríos. No obstante, quienes primeramente se vieron presa de estas obligatorias migraciones estacionales fueron los indios de mita que cada año, de febrero 6 En Un sentido, una diferencia. Inscripción y contexto del Complejo Cultural Aconcagua en el curso superior del río Aconcagua. R. Sánchez (ed.) Informe Proyecto Fondecyt N°1970531. 3er año. 2000. Conicyt, Santiago. a septiembre, concurrían de sus pueblos a las minas de Marga Marga y Choapa, asentamientos en los cuales trabajaban por el período de la demora, luego de lo cual regresaban a sus pueblos. Sin embargo, no será hasta la dictación de la Tasa de Santillán que los indios podrán gozar de un salario colectivo consistente en el sexto del oro extraído, o sesmo, el que beneficiaba a toda la comunidad independientemente de ser tributarios o concurrir a las minas. Antes de ello no tenemos antecedentes que permitan afirmar si los indios eran remunerados o si existía un régimen salarial que los beneficiara. Sin embargo, ya vigente esta Tasa el producto del sesmo no era entregado en oro directamente a los indios o sus caciques, sino que debía ser invertido por el protector de indios en la compra de ropa y bienes, como ganado y herramientas agrícolas, que les permitieran suplir de manera autónoma sus necesidades fundamentales, al mismo tiempo que les daba la posibilidad de volver a tener cierta independencia económica respecto de sus encomenderos. Tales bienes, sin embargo, muchas veces pasaban a ser administrados directamente por sus feudatarios, quienes se constituían en depositarios de algunos de ellos, como ocurrió en el caso de esta encomienda. De tal forma el 14 de diciembre de 1565 "...pareció presente el capitán Gonzalo de los Ríos, vecino desta dicha ciudad e dijo que había recebido de Lesmes de Agurto, protetor de los naturales, cuarenta e tres ovejas de Castilla e un padre, quel dicho protetor compró para los indios que en él están encomendados, de lo procedido de los sesmos pertenecientes a los dichos indios, desta demora de sesenta e cinco años e se constituyó por depositario dellas para los tener de los dichos indios e acudir con ellas e con los multiplicos e con la cuenta e razón dellas a quien y cada e cuando por la justicia le fuere mandado..." Con lo cual los indios vieron surgir un nuevo modo de dependencia de su encomendero, pues ahora no solamente le pagaban su tributo en servicio personal, sino también sus rebaños pastaban juntos con de éste y en sus tierras y no en los pueblos de los indios y con los pastores que los caciques designaran. En tal contexto, la reestructuración aunque fuera de parte de la economía comunitaria, era una esperanza que se desvanecía por actos como éste, en el cual el encomendero se convertía en un agente mediatizador de los beneficios que los indios habían ganado a través de su servicio personal, práctica que se podía prestar para toda clase de abusos al sustraer del control de los caciques y sus comunidades las ovejas, cabras o vacas que legítimamente les pertenecían.

Una segunda variante de traslado estacional lo vivieron los indios al tener que concurrir a las faenas agrícolas tanto en Santiago como en La Ligua. A tales tareas los indios concurrían en periodos específicos, en el caso de la chacra capitalina este era marcado por la vendimia, a ella concurrían tanto de Codegua como de Putaendo y La Ligua en pequeños grupos, a veces acompañados de sus mujeres. Sin embargo, serán las estancias del Ingenio y San Lorenzo, ambas en el valle de La Ligua, las que acogerán mayor cantidad de indios tributarios, quienes trabajaban en forma estacional en algunas tareas como la matanza de ganado, la cosecha de cereales y la vendimia, trabajos los dos primeros que eran posibles de realizar en los meses siguientes al término de la demora del oro, segmento que la legislación reservaba para que los indios se ocuparan de sus propios campos y sembradíos, sin embargo lo anterior los caciques se veían obligados a desviar parte de los varones adultos para seguir cosechar los granos sembrados en La Ligua. Indudablemente quienes se encontraron más afectados con todo esto fue la comunidad indígena de La Ligua, cuyas tierras lindaban con las de Gonzalo de los Ríos y, por lo tanto, el traslado de sus tributarios se hacía mucho más fácil que el de los de Putaendo y, con mucho, los de Codegua.

De otra parte, una vez que fue puesto en marcha el ingenio azucarero, el cual como se ha indicado funcionaba por diez meses cada año, el traslado estacional de los indios a las tareas de cosecha o matanzas, se convirtió para muchos en permanente, fundamentalmente para los indios de Putaendo y Codegua que no tenían la posibilidad de volver a su pueblo después de cada jornada de trabajo, lo que implicaba su desconexión con el resto de los indios que quedaban en el pueblo o volvían los veranos a él. De ahí entonces que el proceso de traslado de indios a las estancias de sus encomenderos, que llevó a la despoblación de las comunidades originarias en el siglo siguiente, comenzó en muchas encomiendas y, sobre todo en las más diversificadas económicamente, mucho antes pues ya en la

7 En Un sentido, una diferencia. Inscripción y contexto del Complejo Cultural Aconcagua en el curso superior del río Aconcagua. R. Sánchez (ed.) Informe Proyecto Fondecyt N°1970531. 3er año. 2000. Conicyt, Santiago. década de 1560 es posible encontrar indios residiendo permanentemente en tierras de su feudatario sin tener mayores vínculos con su comunidad. En la medida que los intereses económicos de los encomenderos estaban más asociados a la producción agroganadera, más posibilidades existían de que los indios fueran trasladados al interior de las estancias españolas de forma permanente. Estas, de una parte, contaban con los elementos básicos para albergar en su interior a estos y sus familias, es decir, capilla, semillas, agua y tierras para que estos hicieran sus cultivos y criaran algunos animales, así como que al haber un uso diversificado del suelo se permitía que numerosos grupos de indios vivieran dentro de ella dedicados de forma especializada o como gañanes a distintas tareas, como era el sembrado y cosecha de los campos y las viñas, la cría y guarda de ganado vacuno, caballar y lanar, los trabajos del ingenio azucarero y la curtiembre que posteriormente crearon sus encomenderos, lo que los mantenía ocupados todo el año de forma intensa.

Debido a lo anterior es que la Tasa del gobernador Martín Ruiz de Gamboa fue tan rechazada por los encomenderos, pues ésta amén de crear el cargo de corregidor de indios y agrupar a los pueblos de una jurisdicción bajo su tutela, apartaba a los encomenderos de la administración de sus tributarios convirtiéndolo sólo en sujetos perceptores de tributos; al mismo tiempo suprimía el servicio personal y lo reemplazaba por un tributo en dinero y especies, el que alcanzaba la suma de siete pesos de oro por tributario, cinco de los cuales se pagaban en metálico y el resto en especies, además de asignar dos pesos por indio para el pago de corregidor, doctrinero y administrador. En la práctica, esta Tasa permitía a los indios residir permanentemente en sus pueblos, pues si bien gran parte del tributo debía pagarse en oro, en ninguna de sus disposiciones normaba que los indios eran obligados a ir a las minas a extraer el tributo para su encomendero, también era posible entonces obtener el oro con la venta de los productos de sus tierras. Pero, a raíz de su corta duración de nada más que dos años, según lo señala Góngora, sólo se tasaron en forma particular dos encomiendas, la de Luis Jufré y la de Gonzalo de los Ríos.

Según la tasación de tributos del repartimiento que nos preocupa, realizada en abril de 1582 luego de una visita a los pueblos de los indios, es posible penetrar en parte en la estructura de la encomienda de Gonzalo de los Ríos, por ella se puede conocer el número de tributarios o los granos que cada comunidad cultivaba. Así, encontramos que Putaendo registró 42 indios de tributo, mientras que en La Ligua se contabilizaron 46 y en Codegua 67 lo que da un total de 155 indios en edad de tributar, a ellos se deben sumar caciques, mujeres y niños de cada pueblo. Sin embargo, más importante que el número de varones adultos es importante destacar el tributo que estos debían dar a su feudatario. Los indios de Putaendo estaban obligados a entregar 210 pesos en oro, 64 pesos en "comidas" y 2 indios para el servicio de la casa de su encomendero, mientras que los de La Ligua debían dar 230 pesos en oro, 92 pesos en comida y 7 indios de servicio, por su parte la comunidad de Codegua entregaba, según la tasa, 335 pesos en oro y 134 pesos en comidas, además de 23 indios de servicio. Ahora bien, tales cantidades de oro eran bastantes inferiores de las expresadas años antes por Ortiz de Zúñiga, quien manifestaba que eran de 3000 a 4000 pesos anuales usualmente, o bien por las expresadas por su encomendero quien en el juicio con su yerno decía que sus indios sacaban cada año alrededor de 2100 pesos de oro. De otra parte, las "comidas" que los indios debían entregar estaban tasadas según los cultivos que cosechaban, lo que en el caso de Putaendo y Codegua se trataba de trigo, maíz, cebada y frijoles y en lo referido a La Ligua de trigo, maíz y cebada, además lo que faltara del tributo debía ser enterado en carneros, pescado y otros alimentos que los indios produjeran. De tal modo, la tasación al normar que los indios de este repartimiento no tenían necesidad de salir de su pueblo para pagar el tributo, lo que importaba un gran perjuicio para las explotaciones mineras, azucareras y agroganaderas de su encomendero, puesto que su principal fuente de mano de obra ya no estaba obligada a prestarle servicio personal, a menos que esto fuera expresamente autorizado por el gobernador. La excepción a esta regla la constituían los indios de servicio, que sumando los tres pueblos llegaban a 32, así la comunidad de Putaendo había de dar "...dos yndios como lo tengo mandado y señalado al dicho encomendero y bos el dicho encomendero le abeis de pagar su salario y descontarles su tributo a los

8 En Un sentido, una diferencia. Inscripción y contexto del Complejo Cultural Aconcagua en el curso superior del río Aconcagua. R. Sánchez (ed.) Informe Proyecto Fondecyt N°1970531. 3er año. 2000. Conicyt, Santiago. que dellos sean e fueren tributarios como por mi esta ordenado e mandado los quales dichos dos yndios espreçados poneis e teneis fuera de los dichos quarenta y dos yndios de tributo..." Disposición ésta última que permitía el trabajo de los jóvenes, las mujeres y los indios reservados, al mismo tiempo que llamaba a confusión respecto al empleo como indios de servicio de los tributarios, pues quienes caían dentro de la cuota asignada a cada comunidad eran excluidos del número inicial de indios tasados. Asimismo esta disposición abría una puerta para que el encomendero pudiera seguir manteniendo indios en su estancia, con lo cual la situación real de estos, que en lo general tendía a variar, en definitiva con la aplicación de estas medidas mantenía la dependencia personal de al menos parte de la comunidad con el encomendero.

Pero la Tasa de Gamboa pronto fue derogada y la situación del tributo indígena volvió a encausarse a través del servicio personal y la remuneración colectiva del sexto o el octavo del oro extraído, aunque si bien variaron las cuotas de asignación de trabajadores mineros, desde un tercio de los tributarios a un quinto de ellos. No obstante, Gonzalo de los Ríos, aun con la Tasa de Gamboa vigente, siguió manteniendo de forma más menos estable su fuerza de trabajo indígena, con la cual llegó a acumular ingentes ganancias que más tarde fueron transmitidas a su hijo, de su mismo nombre, quien fue nombrado encomendero en segunda vida de los pueblos de La Ligua, Putaendo y Codegua.

Bajo la administración de Gonzalo de los Ríos y Encio la situación de las comunidades no cambió demasiado, es decir, la mayoría de ellos siguió sirviendo a su encomendero en su estancia, pero parte de los negocios emprendidos por su padre, como el ingenio dejaron de funcionar, mientras que otros como la ganadería tomaron mayor impulso, como años más tarde lo atestiguara Jerónimo Bravo de Saravia, quien dijo que sabía "...quel dicho general don Gonzalo de los Rios haçia muy grandes matansas y tenia yndios y cortiduria propia en el valle de La Ligua ..." Con lo cual éste seguía manteniendo las estancias de La Ligua como centro neurálgico de la encomienda, con el consiguiente traslado de los indios. Mientras tanto quienes permanecían en sus pueblos luchaban por resguardar aunque fuera parte de sus tierras, que comenzaron a ser amenazadas por el fantasma del despojo, o bien sacarles algún provecho antes de que fueran asignadas por los gobernadores a los españoles que comenzaron a pedir mercedes en el valle del Aconcagua y los sectores cercanos a él. Paradojálmente, una de las formas utilizadas por las comunidades y sus caciques para conseguir recursos fue precisamente vender las tierras que estos consideradas sobrantes por falta de indios que vivieran y cultivaran en ellas. Esto fue lo que expresó en 1595 don Alonso, cacique principal de La Ligua, al protector general de los naturales capitán Tomás de Olaverría a quien pedía autorización para proceder a la venta de ciertas tierras, dando por razones que "...a mi – escribía el cacique – me an quedado pocos yndios que apenas an llegado a cuarenta e aunque tuviera mas tenia tierras mui bastantes e para muchos mas las quales no me rentan a mi ni a mis yndios cosa alguna ni tengo provecho dellas y asi conviene a mi derecho y al de mis yndios vender la maior parte de dichas tierras e que el dinero que para ello se diere se eche a senso porque de los reditos de los dichos senços nos vistamos y se nos socorran nuestras neseçidades..." Con ello el cacique pretendía, por una parte, vender los parajes en cuestión antes que fueran dadas en merced a algún español, situación en la cual los indios eran despojados sin mayores compensaciones por la pérdida de sus tierras, que según la legislación de la época, sólo tenían en uso gracias a una cesión de la corona, que era la dueña de todo el suelo americano; de otra parte esperaba que el producto de dicha venta fuera puesto a censo, es decir, prestado a interés para que de los reditos anuales que dicho dinero generaría poder obtener recursos para vestimentas y otras necesidades. Esta venta nos pone frente a una sociedad que parecía haber perdido la esperanza, pues los indios y sus líderes no visualizaban en el futuro próximo la recuperación o crecimiento de su población, sino que veían el porvenir con el pesimismo de quien se cree condenado a desaparecer, de tal modo, que era preferible perder la tierra sacrificando las generaciones venideras por las vestimentas e instrumentos de labranza que se podían ocupar en el presente.

Pero si los indios de La Ligua vendían sus tierras para intentar asegurar en parte su futuro inmediato, la comunidad de Putaendo veía como el valle que de tiempos inmemoriales habían habitado se comenzaba 9 En Un sentido, una diferencia. Inscripción y contexto del Complejo Cultural Aconcagua en el curso superior del río Aconcagua. R. Sánchez (ed.) Informe Proyecto Fondecyt N°1970531. 3er año. 2000. Conicyt, Santiago. a llenar de cercos de nuevas estancias. Ya en la década de 1590 se concretaron las primeras mercedes de tierra en éste, una de estas fue dada por el gobernador Alonso de Sotomayor a Juan de Cuevas, otro importante encomendero, a quien le asignó un título de 200 cuadras que, según testimonios posteriores, se extendía "...entre los cerrillos llamados Copin, Cegray el otro, y sigue donde es la voca del rio de Putaendo que entra en el rio de Aconcagua...", posteriormente Sotomayor le entregó otra merced de las mismas medidas junto a las sus propiedades en el mismo valle. A estas tierras, que en su interior contenían algunas minas de cobre, Juan de Cuevas trasladó a parte de sus indios, quienes por algunos años trabajaron las minas, sin embargo a la muerte de su encomendero las tierras pasaron al cabildo de Santiago como patrón de la capellanía fundada por Cuevas y, más tarde, se vendieron pasando por manos de diversos españoles. No obstante, si bien estas mercedes constituían propiedades aisladas, a comienzos del siglo XVII tales concesiones se multiplicaron. Una de ellas fue la que dio el gobernador Alonso García Ramón al convento de San Agustín de Santiago, al que le asignó 500 cuadras, en cuyo título indicó que "...por quanto por parte del combento de San Agustin de esta ciudad de Santiago, se me a hecho rrelacion diciendo que aviendo juntado de limosna un poco de ganado y que por no tener bastantes tierras para poder sustentarlos se les van menoscavando y que en el valle de Putaendo avia tierras valdias y realengas que alli ysiese merced al dicho combento lo qual por mi bisto di la presente por la qual en nombre de Su Magestad real ...doi al dicho combento de San Agustin en el dicho balle de Putaendo quinientas cuadras de tierras comensando alindar por una parte con tierras del padre Garsilazo que es por la parte de abajo y por la otra parte de arriva con el pueblo y tierras de los yndios del dicho valle y del padre Juan de Pedrasa Esquibel y por ancho dos cordilleras por la una y otra parte que de la una a la otra abra distancia de una legua y de largo dos leguas ..." Mientras que más tarde se comenzaron a entregar mercedes en sectores que si bien los indios no poseían directamente eran de evidente tránsito indígena e, incluso contaban con la antigua infraestructura del Inka, como se evidencia en la merced otorgada en 1636 al alférez Rodrigo Cabrera, quien solicitó al gobernador del reino un "...titulo de tierras, en el valle de Aconcagua, de seisçientas quadras de tierras que ay bacas desde un serrillo que esta en una quebrada donde tiene don Xripstobal de Aumada un corral de bacas que corre asia la cordillera nevada, y por otra parte por el camino del inga, lindando con tierras de los padres agustinos, que agora posehe el capitan don Juan de Mendosa y Monteagudo; y con tierras de doña Beatris viuda de Pedro de Silva; y con tierras del cappitan Diego de Huerta, en el valle de Putaendo ..." Esta estancia pasó más tarde a don Cristóbal de Ahumada, quien en 1661 la vendió al teniente Gregorio de Silva, de cuyo testimonio es posible extraer algunos datos que permiten entender el uso de tales tierras antes de ser concedida en merced a Rodrigo de Cabrera e, incluso, antes de la llegada de los propios españoles al valle de Putaendo. De tal forma en el documento de venta se trazan los limites de la propiedad, los cuales se extendían "... desde el camino del inga por falda de un zerro alto, llamado Ololonco, que llaman el Potrero del Pañul cuias bertientes ban a dar casa del dicho Gregorio de Silva y rematan sobre unas sepulturas que estan al pie de un algarroval, y remate de dicha quebrada y mas otra quebrada que baxa por el camino de Quilpoe a dar a dicha quebrada de dicho Gregorio de Silva ..." Así entonces, junto con mencionar el paso del camino del Inka por las tierras del valle, dando incluso la toponimia de un cerro de evidente nombre mapuche, se refieren a estas dándoles el calificativo de "potrero", categoría que se utilizaba específicamente para referirse a las tierras de pastaje de ganado, cuestión que no llamaría la atención si es que no existiera un último detalle, cual es la mención de unas sepulturas al pie de un algarrobal, costumbre mortuoria muy alejada de las prácticas españolas de la época y que más bien hablaría de la existencia en ese lugar de un antiguo cementerio indígena. Lo anterior, a nuestro entender, permite plantear que estas tierras eran, antes de ser dadas en merced a los españoles, de uso indígena y constituirían una nueva muestra del empleo por parte de las comunidades indígenas de Chile central de paños territoriales distintos de los asentamientos principales y dedicados a una tarea determinada, cual era en este caso el pastaje de sus animales, aunque estas ya hace mucho tiempo que no se ocupaban; cuestión que no excluye el paso por ese sector de un ramal del camino inkaico y la presencia de grupos cuzqueños o sus aliados en dichas tierras, lo que la fuente no aclara mayormente.

10 En Un sentido, una diferencia. Inscripción y contexto del Complejo Cultural Aconcagua en el curso superior del río Aconcagua. R. Sánchez (ed.) Informe Proyecto Fondecyt N°1970531. 3er año. 2000. Conicyt, Santiago. Ahora bien, no se puede desconocer que la concesión de las mercedes citadas también era posible porque la comunidad de Putaendo había disminuido de manera importante su presencia económica en el valle del mismo nombre. Esto era así pues no sólo con el correr de los años del siglo XVI había disminuido la población de la comunidad, sino también porque el uso intensivo como mano de obra de los tributarios de ella, así como su traslado y el de sus familias a las estancias de sus encomenderos no les había permitido llevar adelante con éxito la conformación de una economía comunitaria, como otras comunidades lo hicieron, que contemplaba precisamente el uso de tierras distantes para el pastaje de animales y el empleo de indios de la comunidad como vaqueros y pastores. No obstante los anterior, a principios del siglo XVII las cuentas del protector y administrador general de los naturales de la jurisdicción de Santiago dan cuenta por única vez de la crianza de ganado ovino por parte de los indios de Putaendo, aun cuando no es posible conocer el número de cabezas pertenecientes a la comunidad, pues ellas están contadas junto con las de los otros pueblos indígenas de Aconcagua, de los cuales si tenemos mayor cantidad de datos respecto del uso de tierras, empleo de pastores y cría de ganado. De ese modo en 1615 el capitán Miguel de Amesquita manifestó "...que atento a que en el balle de Aconcagua y Apalta y Curimon y Putaendo ay un mill e quinientas caveças de obejas machos y embras de que no tienen neçesidad y para que se vendan por su justo balor a la persona que mas diere por ellas y los dichos naturales de los dichos pueblos tengan provecho dellas mando se apregonen publicamente en la plaza de esta çiudad ..." Tal ganado era una de las pocas fuentes de ingresos de los indios luego que la explotación minera y, por lo tanto, la ganancia de sesmos cesara en el repartimiento de Gonzalo de los Ríos y, probablemente, eran criadas precisamente para poder ser vendidas y el dinero obtenido utilizado para la compra de ropa, elementos de esquila y otros bienes para quienes quedaban en el pueblo, aun cuando persistía la mediatización de las ganancias de los indios, pues si bien ahora los encomenderos ya no se constituían en depositarios de las ovejas de su repartimiento, la venta del ganado y la compra de los elementos que la comunidad necesitaba se hacía bajo el criterio del protector, quien sólo en escasas oportunidades recibía peticiones de los caciques para adquirir lo que ellos y sus indios directamente solicitaban.

Sin embargo, la mayoría de los indios vivía en las tierras de su encomendero, las cuales se estaban convirtiendo en la residencia permanente del conjunto de la comunidad, así como también de los indios de Codegua y la Ligua, quienes con el correr del siglo XVII si bien seguirán identificándose con sus pueblos ya no volverán a residir en ellos. Nada, ni siquiera el cambio de encomendero tras la muerte de Gonzalo de los Ríos y Encio pudo cambiar esa realidad. Tras su deceso la encomienda pasó por breves años a su hija mayor doña Agueda de los Ríos, luego de lo cual fue concedida en primera vida a Alonso Campofrío y Carvajal esposo de su hermana menor Catalina de los Ríos y Lisperguer. Esta asimismo heredó los bienes y propiedades de su padre y, junto con su esposo, se comenzaron a servir de los indios de la encomienda.

Los bienes de Catalina de los Ríos son posibles de conocer por una carta de dote que otorgó su marido el 20 de septiembre de 1628. Este documento da una muestra general de estos, que en total sumaron más de $ 40.000 de oro y se conformaban principalmente por sus casas en Santiago cuyo valor ascendía a $ 10.000, la chacra de Lo Ramón que estaba tasada en $ 3.600 y las haciendas de La Ligua, que tenían un valor de $ 11.500 pesos. También en esa oportunidad se enumeraron una decena de esclavos cuyo valor ascendió a $ 3.850 y numerosos rebaños de cabras, ovejas, vacas y yeguas que juntos sumaron $ 6269 y 7 reales. Además de los cuales se contaban joyas, vestidos y un asiento en la capilla mayor del convento de La Merced. En ese contexto económico las haciendas de La Ligua siguieron siendo el núcleo de la fortuna de Catalina de los Ríos y su esposo, en ellas se encontraban los rebaños de cabras que llegaban a sumar 11.120 cabras, a los que había de agregar 1500 ovejas, 500 vacas y novillos y 30 rocines. A ellos asimismo se debían agregar las plantaciones de granos y los viñedos de estas estancias y de las chacras de Santiago, los cuales eran destinados para la producción de vino, para lo cual se contaba con toda la infraestructura de bodegas, lagares y tinajas. Al mismo tiempo, en tierras de La Ligua se contaba con una curtiembre, en donde se elaboraban cueros y

11 En Un sentido, una diferencia. Inscripción y contexto del Complejo Cultural Aconcagua en el curso superior del río Aconcagua. R. Sánchez (ed.) Informe Proyecto Fondecyt N°1970531. 3er año. 2000. Conicyt, Santiago. cordobanes, generalmente destinados a ser exportados al Perú, mientras que el vino se comercializaba en la ciudad de Santiago. En todas estos procesos de producción los indios de encomienda seguían siendo la mano de obra mayoritaria, aunque ya hacía bastantes años se habían sumado negros y mulatos esclavos, asimismo se había incorporado una nueva fuerza de trabajo constituida por una decena de indios veliches, probablemente prisioneros de guerra traídos desde la frontera y probablemente esclavos de Alonso Campofrío.

Con la incorporación de este grupo de beliches a la encomienda de Putaendo, La Ligua y Codegua se cerraba definitivamente el círculo del empleo de trabajadores indígenas, estos como ya se ha manifestado no sólo estaban sometidos a servicio personal, sino también residían en forma permanente en las estancias de sus encomenderos y, eventualmente, eran trasladados a Santiago a cumplir tareas estacionales, como la vendimia o el servicio doméstico en el caso de las mujeres en las casas de Alonso Campofrío y su esposa o en la chacra De Ramón. Ya para la década de 1630 la cantidad de indios encomendados se elevaba a 49, sin contar a los caciques de La Ligua y Codegua ni a los muchachos menores de 18 años que llegaban a sumar más de una veintena. De los indios encomendados el grupo que aparecía más disminuido será precisamente el de los indios de La Ligua, que contaba sólo con 6 indios y su cacique, cifra que contrasta fuertemente con los 40 indios que en 1595 declaraba el cacique don Alonso, situación que probablemente se debía a que al estar sus tierras colindantes con las de sus feudatarios, desde el momento mismo de asignación del repartimiento esta comunidad se vio exigida en su fuerza de trabajo más que las de Putaendo y Codegua. De otra parte, no es descartable que al permanecer estos indios tanto tiempo juntos en la misma estancia se hayan creado lazos de parentesco por vía matrimonial entre ellos, con lo que indios o sus hijos que en otras circunstancias hubieran sido nombrados como de La Ligua figuraran en otras comunidades. En el caso de los indios de Putaendo, que contaban con 27 tributarios, no figura entre ellos ningún cacique, lo que abre dos posibilidades, o bien que éste haya permanecido en las tierras del pueblo con algunos pocos indios, generalmente viejos, o que estos ya no contaran con un líder étnico, lo que hablaría de una comunidad prácticamente desmembrada, cuestión que no era habitual entre los grupos originarios de Chile central, quienes ante la falta de un cacique tendían a elegir otro indio para el oficio, de preferencia alguien ligado al linaje principal de la comunidad, asimismo había ocasiones en que los propios encomenderos, eventualmente, nombraban un cacique, pues a través de él contaban con un interlocutor valido y un puente de comunicación con sus encomendados; de modo tal, que lo más probable era que el cacique aun permaneciera con unos pocos indios en Putaendo, situación que de manera relativamente frecuente aparece las fuentes, que para la primera mitad del siglo XVII insisten en referirse a los pueblos indígenas como lugares despoblados. En el caso del cacique y los indios de Codegua, estos al parecer desde fines del siglo XVI vivían en La Ligua, a donde se habían trasladado con sus familias, dejando sin moradores sus tierras.

Todos ellos seguían cumpliendo las diversas tareas que les eran ordenadas por sus encomenderos o sus administradores, algunos habían adquirido oficios que, incluso se incorporaron en los apellidos de sus descendientes, como es el caso de Luis Azucarero o Hernando Hortelano. Pero, en definitiva, más allá de las diferentes tasas y disposiciones que durante esos años se dictaron, los indios de este repartimiento siguieron cumpliendo las funciones que por décadas los habían llevado primero desde sus pueblos hasta las tierras y minas de su encomendero para servir como peones mineros, labradores y azucareros y, ya a fines del siglo XVI y durante el siglo siguiente, a residir de manera permanente en ellas, siempre sujetos al servicio personal como forma de tributo. No obstante, era muy difícil prever que luego de la muerte de Alonso Campofrío y Carvajal y con el paso de los años su viuda, a quien se le concedió la encomienda en segunda vida, habría de ser recordada como el más cruel de los personajes que vio el reino de Chile. Lamentablemente esa crueldad ya no en el recuerdo, sino en los hechos, se desató contra sus esclavos y los indios de su encomienda, los que aparte de cumplir largas jornadas de trabajo tuvieron que soportar los castigos, golpes y torturas de Catalina de los Ríos y Lisperguer.

12 En Un sentido, una diferencia. Inscripción y contexto del Complejo Cultural Aconcagua en el curso superior del río Aconcagua. R. Sánchez (ed.) Informe Proyecto Fondecyt N°1970531. 3er año. 2000. Conicyt, Santiago. Apéndice.

Acta de reparto de ropa a los indios que fueron de la encomienda de Gonzalo de los Ríos y Encio. La Ligua, 4 de junio de 1630.

En el balle de La Ligua en la estancia del cappitan Alonso Campofrio Carbaxal en quatro dias del mes de junio de mill y seisçientos y treinta años el padre Alonso de Pereda Ribera en birtud del poder que para este efecto tengo del cappitan don Alonso Chimeno de Suñiga protetor general de esta ciudad de Santiago sus terminos y jurisdicion otorgado ante Diego Rutal esscribano publico de la dicha ciudad estando pressente el dicho cappitan Alonso Campofrio Carbaxal y el licenciado Antonio Ximenes cura y bicario de la dicha Ligua Reparti la Ropa siguiente a los yndios que yran expresados en esta matricula por cuenta de la clausula del testamento del dicho general don Gonzalo de los Rios y en su cunplimiento se dio y Repartio en la manera siguiente =

Yndios de Putaendo

+ Geronimo Tapia 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate = 4 baras de jerga

+ Mateo 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate = 6 baras de jerga

+ Albaro Gueño 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate = 10 baras

+ Bartolillo 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Grabiel Noni 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Rodrigo Maturano 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Albarillo 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Luis Asucarero 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Hernando Tapia 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Marcos yegueriso 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Anton Tapia 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Andres Caucau 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Luis Barbon 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Melchor Cotecote 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Diego Palco 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Agustin Pluma 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Pablo Mollo 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Marcos Ribete 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

13 En Un sentido, una diferencia. Inscripción y contexto del Complejo Cultural Aconcagua en el curso superior del río Aconcagua. R. Sánchez (ed.) Informe Proyecto Fondecyt N°1970531. 3er año. 2000. Conicyt, Santiago. + Hernando Ortelano 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Albaro Compañer baquero 8 baras de cordellate

+ Alonso Chapluma 2 baras ½ de paño 3 baras de cordellate

+ Esteban Barbon 1 bara de cordellate

= 92 ½ 52 baras

Pasan = 92 baras de paño 52 baras de cordellate 10 baras de jerga

+ Diego Tortuga 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Martin Simarron 9 baras de cordellate

+ Pedro hijo de Corillo 6 baras de cordellate

+ Penique Xorxe 8 baras de cordellate

+ Geronimo Antecor 1 bara ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Juan Llolloi 1 bara ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Cristobal Trupo 1 bara ½ de paño 10 baras de cordellate

= 59 baras ½ de paño = 97 de cordellate 10 baras de jerga

Yndios beliches que estan con los de Putaendo

+ Domingo 1 bara ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Miguel Tobol 1 bara ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Geronimo Libiante 1 bara ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Chisque 1 bara ½ de paño 6 baras de cordellate

+ Bisente 1 bara ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Albaro 1 bara ½ de paño 7 baras de cordellate

+ Domingo Mico 1 bara ½ de paño 4 baras de cordellate

+ Melchoryllo 1 bara ½ de paño 8 baras de cordellate

+ Alonsillo 1 bara ½ de paño 2 baras de cordellate

+ Hernando Peomo 1 bara ½ de paño 6 baras de cordellate

15 baras de paño = 41 baras de cordellate

14 En Un sentido, una diferencia. Inscripción y contexto del Complejo Cultural Aconcagua en el curso superior del río Aconcagua. R. Sánchez (ed.) Informe Proyecto Fondecyt N°1970531. 3er año. 2000. Conicyt, Santiago. Muchachos = hijos destos y de los diffuntos

+ Felipe 5 baras de cordellate paño

+ Pasqual 5 baras de cordellate 59 baras ½

+ Carreton 5 baras de cordellate 15 baras

+ Pedro 5 baras de cordellate 74 baras ½ a sinco patacones bara

+ Balentin 5 baras de cordellate

+ A los hijos del criollo 6 baras de cordellate cordellate

+ Al conpañero de Luis 5 baras de cordellate 97 baras

+ Bartolillo 7 baras de cordellate 41 baras

+ Miguel 5 baras de cordellate 69 baras

+ El hijo de Llollo 7 baras de cordellate 207 baras a dies Reales

+ El hermano de Luis Conque 6 baras de cordellate

+ el nieto de Juan Guebibo 6 baras de cordellate jerga

10 baras a seis Reales

monta U 638 patacones 6 reales

Yndios de La Ligua

+ Don Lorenso casique 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

Juan Grande 2 baras ¼ de paño 2 baras de cordellate

Baltasar Calisto 1 bara ¼ de paño 4 baras de cordellate

Santiago Ciego 1 bara ½ de paño 8 baras de cordellate

Mateo Sunbo 1 bara ¼ de paño 6 baras de cordellate

Bisentillo 1 bara ¼ de paño 7 baras de cordellate

Diego Pagua 1 bara ¼ de paño 6 baras de cordellate

11 baras ¼ 35 baras de cordellate

Yndios de Codegua

+ don Hernando casique 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate 15 En Un sentido, una diferencia. Inscripción y contexto del Complejo Cultural Aconcagua en el curso superior del río Aconcagua. R. Sánchez (ed.) Informe Proyecto Fondecyt N°1970531. 3er año. 2000. Conicyt, Santiago. Luis Canquel 2 baras ¼ de paño 2 baras de cordellate

Balentin 2 baras ¼ de paño 2 baras de cordellate

Geronimo Curtidor 2 baras ¼ de paño 8 baras de cordellate

Agustin 1 bara ½ de paño 2 baras de cordellate

Martin 2 baras ½ de paño 2 baras de cordellate

Domingo 1 bara ½ de paño 2 baras de cordellate

Christobayllo 1 bara ½ de paño 2 baras de cordellate

Benito Codegua 1 bara ½ de paño 2 baras de cordellate

Pablo Llaban 1 bara ½ de paño 2 baras de cordellate

Bernal 6 baras de cordellate

Lorenzo Pillancar 9 baras de cordellate

Bartolillo 8 baras de cordellate

Albaro Tullido 1 bara ½ de paño 2 baras de cordellate

Ambrocillo 7 baras de cordellate

Esteban Juebes 8 baras de cordellate

Rodrigo Cabro 8 baras de cordellate

Rodrigo hijo de Miguel 7 baras de cordellate

Diego Guarabo 5 baras de cordellate

Juan Anguequbo 2 baras ¼ de paño 2 baras de cordellate

= 25 baras de paño = 88 baras de cordellate

PAÑO CORDELLATE

11 baras ¼ 35 baras

25 baras 89 baras monta

36 baras ¼ a sinco patacones 123 baras a dies Reales U 334 patacones 6 Reales

Yndias biudas

+ Ysabel hija de Rodrigo 2 baras de paño 4 baras de cordellate 16 En Un sentido, una diferencia. Inscripción y contexto del Complejo Cultural Aconcagua en el curso superior del río Aconcagua. R. Sánchez (ed.) Informe Proyecto Fondecyt N°1970531. 3er año. 2000. Conicyt, Santiago. A Luisa muger de Miguel 2 baras de paño 4 baras de cordellate

Geronima hija de Pedro Tronpeta ½ bara de paño 4 baras de cordellate

Elbira 2 baras de paño 6 baras de cordellate

Marsela 2 baras de paño 6 baras de cordellate

Sumas Mayores = Putaendo y Beliches =U 638 patacones 6 Reales

Ligua y Codegua =U 334 patacones 6 Reales

Biudas =U 049 patacones 6 Reales

Por manera que como parese de la tabla memoria y suma se repartieron entre los dichos yndios de Putaendo Beliches Ligua y Codegua Un mill quarenta y nuebe patacones y seis Reales a sinco patacones el paño y dies Reales el cordellate y a seis Reales la jerga los quales se Repartieron en la forma que dicho es y en birtud del dicho poder del dicho protetor questa en el oficio de Diego Rutal esscribano publico y del numero de esta ciudad y para que conste di esta firmada de mi nombre y del cura y bicario que se allo presente en La Ligua en el dicho dia mes y año dicho =

Alonso de Pereda Rribera

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