Prólogo:

El libro Familia, propiedad y grupos sociales en la Tierra de a mediados del siglo XVIII. Un espacio rural diferenciado, de María del Mar Simón García, es el resultado del trabajo de investigación para la obtención del Diploma de Estudios Avanzados (DEA) presentado en la Facultad de Humanidades de y que tuve la responsabilidad de dirigir1. Es para mí una gran satisfacción poder hacer ahora el prólogo a esta nueva publicación del Instituto de Estudios Albacetenses “Don Juan Manuel” de la Diputación Provincial de Albacete. Sobre todo cuando este libro viene a sumarse a otros que han aplicado una metodología similar como el nuestro sobre la Sierra de , los de Cosme Jesús Gómez Carrasco sobre la ciudad de Albacete o el de Carmen Hernández López sobre el Campo de Montiel en la centuria ilustrada. Publicaciones todas ellas surgidas dentro del Seminario de Historia Social de la Población que dirijo y editados también por el Instituto de Estudios Albacetenses2.

No son muchas las investigaciones que contamos para el siglo XVIII sobre la comarca que actualmente conocemos como La . El estudio de María del Mar Simón contribuye a avanzar en este sentido uniendo así su esfuerzo al realizado desde hace tiempo por otros autores como José Cano Valero y José Manuel Almendros Toledo. Su análisis corrobora los profundos contrastes y desequilibrios comarcales que caracterizaban a las tierras de Albacete en el Antiguo Régimen. Frente al eje --Albacete-Hellín o se oponía el de Jorquera-Chinchilla- Alcaraz o Yeste. En el primero la población se concentraba en pocos núcleos pero pujantes y relativamente importantes, situados bastante alejados unos de otros, con términos municipales muy extensos y salpicados de algunas aldeas y casas de labor. Por el contrario, el segundo estaba marcado por la decadencia de antiguas poblaciones que encabezaron grandes alfoces que ahora veían revitalizado su entorno rural dando lugar a enclaves que, aunque numerosos, difícilmente superaban los mil habitantes.

Es en este último eje donde encontramos también una clara contraposición. Por un lado estaban las tierras más montañosas de Segura y Alcaraz, auténticos desiertos humanos que pocas veces estaban por encima de los cinco habitantes por kilómetro cuadrado. Aquí solo se lograría recuperar a lo largo del setecientos los efectivos de finales del siglo XVI. En el otro extremo, en la zona de Jorquera y Casas-Ibáñez que es objeto de este libro, entre el Júcar y el Cabriel,

1 Revisado y ampliado, este trabajo forma parte del proyecto de investigación concedido por el Ministerio de Ciencia e Innovación “Familia, curso de vida y reproducción social en la España centro- meridional, 1700-1860” -referencia HAR2010-21325-C05-03-, del que es Investigador Principal Francisco García González.

2 GARCÍA GONZÁLEZ, F., La Sierra de Alcaraz en el siglo XVIII. Población, familia y estructura agraria, Albacete, IEA, 1998; GÓMEZ CARRASCO, C. J., Entre el mundo rural y el mundo urbano. Familia, parentesco y organización social en la villa de Albacete (1750-1808), Albacete, IEA, 2007, y Crecimiento económico y desarrollo comercial en la villa de Albacete (1680-1830), Albacete, IEA, 2009; HERNÁNDEZ LÓPEZ, C., Calles y casas en el Campo de Montiel. Hogares y espacio doméstico en las tierras de en el siglo XVIII, Albacete, IEA, 2007. Aunque no se ha publicado, a ellos hay que añadir el trabajo de investigación para la obtención del DEA de MOLINA GÓMEZ, M. P., Familia, población y propiedad de la tierra. Los jóvenes en la Sierra del Segura albacetense del siglo XVIII, Facultad de Letras, Murcia, noviembre de 2007. detectamos sin embargo las mayores densidades de la provincia (25,6 hab/km2 en , 20,8 en Alborea, 19,9 en Casas-Ibáñez, etc) como recoge el Censo de Floridablanca (1787). Nada que ver con los poco más de seis habitantes por kilómetro cuadrado del término de la villa de Albacete o los nueve del conjunto provincial. Un dato que por sí mismo corrobora que el siglo XVIII fue para esta zona no sólo una centuria de recuperación sino también de notable crecimiento. Además es muy significativo que fueran estas comarcas más densamente pobladas las más proclives a la movilidad de su población en busca de mejores soluciones laborales. De hecho es paradigmático que tanto los hombres como las mujeres de La Manchuela fueran los más numerosos entre los novios foráneos casados en la villa de Albacete a lo largo del siglo XVIII o que los criados y sirvientes registrados en sus hogares procedieran también de aquí en su mayor parte. Una movilidad favorecida también por la propia localización de esta comarca como zona de paso entre el interior castellano y la periferia levantina.

Es precisamente este carácter de transición entre el secano manchego y la ribera de los ríos Júcar y Cabriel el que pone en valor la autora con el objetivo de aproximarse a las estructuras sociales que había configuradas en una zona rural tan peculiar como era el antiguo Estado de Jorquera a mediados del siglo XVIII. Para resaltar sus propias diferencias internas utiliza como laboratorio de observación a dos de los núcleos más emblemáticos de la comarca, Jorquera (de la que aún dependían directamente Casas de Juan Núñez, Casas de Valiente, Bormate, Serradiel, Campoalbillo, Puente Torres y Marimínguez- y Casas-Ibáñez. El primero como cabeza del señorío, del corregimiento y del arciprestazgo, y el segundo como la población más numerosa y emergente de este territorio; el primero -en palabras de la propia autora- como símbolo de un pasado a punto de desaparecer y el segundo como paradigma del dinamismo que apunta el futuro.

El libro está estructurado en cuatro partes. En la primera nos presenta a los vecinos que poblaban estas tierras y sus familias. Y lo hace a través del examen de las características y del comportamiento de los hogares que en 1753 residían en Jorquera y sus aldeas así como en Casas-Ibáñez. En total 1049 casos de los que , a través de una fuente tan extraordinaria como el Catastro de Ensenada, nos proporciona datos sobre su tipología estructural así como sobre la edad, el sexo y el estado civil del cabeza de familia y sus esposas o el tamaño y la composición de los grupos residenciales. En este sentido analiza con detalle el promedio y las características de los hijos, los parientes corresidentes y, sobre todo, de los criados y sirvientes, aspecto éste que vuelve a analizar en la segunda parte. Se trata de un tema clave que la autora resalta consciente de que es quizá la muestra más evidente de las desigualdades existentes entre los distintos hogares, informándonos de quiénes tenían la capacidad para disponer de la fuerza de trabajo de otros.

Tras aproximarse a la morfología y composición de los agregados domésticos, en el siguiente bloque nos proporciona una primera radiografía de los diferentes grupos sociales existentes en la zona a través del análisis socio-profesional de los cabezas de familia. A continuación se adentra en el análisis del modelo agrario y de las peculiares condiciones socio-económicas en las que se desenvolvían las distintas unidades familiares: tipo de cultivos, aprovechamiento y parcelación del suelo y forma en que se distribuía la propiedad de la tierra, la ganadería y las bestias de labor como medios de producción fundamental en las sociedades rurales del Antiguo Régimen. Una distribución que sirve para complementar y matizar en la última parte del libro la jerarquización social ofrecida desde el mero análisis socio-profesional. Porque, al conocer ahora qué base material estaba detrás de cada una de las unidades residenciales, la autora nos aproxima al funcionamiento interno de las grandes, medianas y pequeñas propiedades. Y aquí el estudio de las estructuras no es incompatible con el de algunos ejemplos y casos particulares que utiliza como modelos ilustrativos.

Efectivamente, tras las cifras, los gráficos y las tablas no se oculta a las personas y a sus familias. Después de una ardua tarea de recogida de datos, desde el cruce nominativo entre los denominados Libros de Familia (o Personal) y los Libros de lo Real (o de la Propiedad) que componen las Respuestas Particulares confeccionadas a escala local por los funcionarios del Catastro de la Ensenada (1753), María del Mar Simón relaciona los datos cuantitativos con los aspectos sociales, es decir aplica sobre aquéllos una perspectiva de análisis socialmente diferencial que permita incidir más en el comportamiento de los distintos grupos sociales que en su simple morfología. De este modo, si en principio lo cuantitativo sólo sirve para aproximarnos a lo que es estático en el instante concreto de la observación –en este caso 1753, momento de la confección del Catastro de Ensenada-, la perspectiva de análisis socialmente diferencial aplicada por la autora le permite comprender las motivaciones estratégicas. Aspecto que aquí solo se apunta y sobre el que convendría profundizar en estudios posteriores con el seguimiento de historias familiares, el levantamiento de genealogías y la interrelación con la circulación de la propiedad y las prácticas de herencia, lo que permitiría reconstruir el curso doméstico y entender en toda su complejidad porqué se hacían determinadas opciones.

Gracias al trabajo de María del Mar Simón conocemos en profundidad cuáles eran las estructuras económicas y sociales existentes en el antiguo alfoz de Jorquera en los años anteriores a su definitiva disolución. Como centro de poder, aún a mediados del siglo XVIII, Jorquera se caracterizaba por una superior presencia de élites dominantes, oficios administrativos y liberales así como por un variado grupo de artesanos. Mientras, Casas-Ibáñez sobresalía por su abultado número de labradores, jornaleros y mozos sirvientes. Sin embargo, su potencialidad demográfica y su mayor relación con el mundo comercial gracias a la presencia estratégica de un número cada vez mayor de comerciantes y arrieros le confería un dinamismo que sabría aprovechar a partir de la nueva configuración del Estado Liberal. Casas Ibáñez se convertiría así en cabeza del Partido Judicial que vertebraría a toda esta zona a partir de la creación de la provincia de Albacete en 1833. Queda aún mucho por investigar para conocer todo el proceso por el cual poblaciones que habían sido cabeceras de antiguos grandes términos y con un largo pasado urbano como Alcaraz, Chinchilla o Jorquera, quedan relegadas paulatinamente a un segundo plano frente a otras que emergen con fuerza en la centuria ilustrada y cuyo protagonismo se consolida en el siglo XIX. Sirva este libro para aportar datos que a buen seguro serán bien aprovechados en futuras investigaciones.

Francisco García González

Facultad de Humanidades de Albacete

Universidad de Castilla-La Mancha