Francisco Magaña Antorchas Francisco Magaña (Paraíso, Tabasco, 1961) es conductor del taller literario de Comalcalco, Tab. Ha sido tutor del Fondo Estatal para la Cultura y las Ar­ tes de Tabasco, becario (Crea­ dores con trayectoria) del mismo Fondo y en tres ocasiones del Fondo Nacional para la Cul­ tura y las Artes. En 1993 reci­ bió el Premio Regional de Poesía “José Gorostiza”, el Pre­ mio Nacional “ Tierra de Imá­ genes” y los xxxh Juegos Flo­ rales Nacionales de Ciudad del Carmen. Campeche. Ha publicado Cuerpo cu ausen­ cia (U.Veracruzana),. Comunión de sueños (Instituto de Cultura de Tabasco), Penitencia del mar (Fondo Editorial Tierra Aden­ tro), Calendas, la mirada (Colec­ ción Ala del Tigre, unam), Las memorias de agosto (Casa de la Cultura de Ciudad del Car­ men) y Habitar dónde Fantasmas (Colección Margen de Poesía, uam) y un ensayo acerca de Carlos Pellicer en Los frutos de la voz.

Primera edición: 1999

Escrito gracias a una beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en el periodo 1991-1992 T & é i h fu o :? A * T V û /i N - L .. £ ? 6 1 Diseño: Alfredo Herrera PatinotuT - Ilustración: Norberto de la Torre

D.R.C 1999 Francisco Magaña D.R.© 1999 Verdehalago, Cristina Leticia Jiménez Vázquez, Alicante 157, Col. Postal, CP 03410, México, D.F. Teléfono 56.96.77.78 Fax 56.96.78.14 gn oin os@ ve rde h ala go. c om. m x http:// \v\v\v. verdehalago.com.mx

Impreso y encuadernado en México Printed and bound in Mexico

ISBN: 970-680-027-1 Francisco Magaña

VERDEHALAGO

O O ^ - c. J ü J J J A miJ',vii¡Hit, ai t'I amor ih■ Crino Primer fuego: donde el ayer

Dios mío, (pie conoces por su nombre a cada hombre desde antes de que nazca, acuérdate de mi, puesto que estoy escondido en la fisura de la montaña, aquí donde brotan las fuentes de aoua burbujeante, y acuérdate de mi mano sobre la pared colosal de mármol blanco!

C la u d e l

JV li padre despertaba con las fuerzas celestiales que abren los ojos al mundo y redimen el tedio oscuro del velo. En su voz conocimos el badajo que anunciaba un nuevo amanecer. Lo escuchamos conversar con la ráfaga cié viento y flor que nos refrescaba a través de la ventana abierta de la cocina. Mi madre, una nube deslizándose en la sangre palpitante del comienzo: la música matinal del espíritu trascendiendo sus fronteras.

7 E n las tardes calurosas de las confesiones murmuran que nunca has de volver como si no volvieran los muertos a vivir en la gracia del recuerdo. Pero no estás muerto. La resurrección aparece con la fuerza viva del milagro. Nadie ha salido ni saldrá de esta casa. Hoy, mientras entrabas con el viento a refrescarnos, te escuchamos decir:

La mirada verdadera es el corazón de otros mundos, palpitante.

8 u n día nuestro hermano preguntó por qué no había llegado la flor con la esencia desconocida de sus olores. Y mi madre le respondió:

—Acaso anda velando en otros mundos o acaso consuela en el alboroto de los cementerios. Sólo ella sabe dónde pueden necesitar sus hechizos y dónde su idioma se transforma en gloria.

Sin embargo, mi hermana dijo sentir el perfume de nuestro padre en la bodega.

—Es cierto —exclamó mi madre— , porque hay voces de vida en todo el mundo.

Al entrar por la ventana, el aire nos hizo saber que todo está escrito desde tiempos inmemoriales.

9 T am b ién dicen que se abrió y que tú, desde entonces, permaneces bajo su dominio sin mirar más que la negra oscuridad de tu sepulcro. ¿Y cómo la luz con sus arbustos ramificados hasta la liturgia? ¿Y el agua y las palmeras, cómo? ¿Tendremos que ocultarte? Dicen también que a partir de tu muerte hemos cambiado y que en la casa se escuchan ruidos que no son de este mundo, pero no logran comprender que el hastío es cada vez más tenue, más desapercibido, ya casi nada.

10 Jrlubo un tiempo que nos pareció eterno y sin razones para vivirlo. Mis hermanos se escapaban de la escuela para encerrarse en la bodega; mi madre, aparentando no verlos caminaba nerviosa en los pasillos, en el jardín, en el cuarto del ausente. Desde la calle, yo acechaba para ver si aparecía, pero sólo me topaba con el frío arrebatador del desconsuelo. Nos sentábamos a la mesa ensimismados y con lágrimas y sollozos invisibles para no delatarlo. Hasta que de pronto apareció con la mañana, cantando para que volviéramos a cantar:

El amor viene estremeciendo, montado sobre mi corcel brioso y altanero. Contempla patios y ventanas; desnudo, entra en los ánimos más tiernos y templados y hace sonrojar a todos. Luego se aleja sonriendo, cuando ya ha dejado lo mejor de sí sobre la tierra.

11 Su mirada inaugura al mundo. Despierta y todo se descubre con la promesa: de sus dedos brotan conjuros y jardines desparramados, como si del oratorio los cantos hendieran su portento y llegaran hasta la partícula más ínfima del aire a prodigar sus dones. Una vez despierto el mundo, se levanta y dice:

Los párpados se dejan nacer en la fe.

Y mientras toma posesión de la vida, escuchamos en la ventana el trinar inconfundible de su lenguaje.

12 N os mira desde el cielo y se transforma el orbe en un idilio fulgurante. La memoria nos habla de un espíritu que busca interponerse entre los dioses y nosotros. Pese a todo, su voz nace de la entrañas de la eucaristía:

El Señoritos alienta desde los ojos déla madrugada, dice, para que sepamos que Dios quiso en su amor resucitar el milagro. Y así llega la palabra, a veces con nieve en las fisuras del corazón y a veces con los ojos inflamados en la lumbre. Por eso vuelven a crecer los labios macerados en la hoguera.

13 H a } ’ una sola oración y un lugar donde los muertos pueden hablar con sus oíaos, dijo,

para que no temblemos ante la palabra en los oídos de la medianoche y para no balbucear la presencia de reflejos atareados en la locura, porque únicamente el eco sabe del amor que se consume en su propia brasa. Acaso quiera otra vez anunciarse el milagro, para que en el alba constelada de extrañeza volvamos a ver el insomnio de unos ojos que nos vigilan desde hace tantas encarnaciones. Por eso ahora sabemos que nuestro padre es el misterio mismo de las tuerzas celestiales: redimido, mortal mas nunca muerto.

14 Segundo fuego: los poseídos

A Francisco Hernández

el camino

Q uizá to quiero todo: lo oscuro de cualquier caída interminable y el juego de subidas temblorosas de luz.

R ilke

A mi padre *

_bi aire, con guirnaldas en el centro de sus venas, alentó los pasos en busca de la palabra. A la hora del silencio despertamos en el camino que conduce al alba.

18 *

L a palabra nos condujo al lecho del moribundo hallado bajo el umbral. Por él supimos que en las horas visitadas por el sueño, Tu anuncias la risa de los ausentes. Un aliento de sanare, una madrugada sin abrazos, un demonio enamorado... repetía sin cesar.

19 *

Jbi descanso ha de llegar con la fuerza del bullicio que convirtió en vida una pasión de muerte: como el mirar de quien se esconde, como quien muere con la pregunta en los labios. El moribundo insistía que el secreto de la memoria se encuentra en el murmullo de los altares.

20 *

C u en ta que años atrás, con los ojos llorosos, había dicho: yo me quedo porque aún tengo cutre las manos un nido enorme de estrellas y un silencio que se embriaga con el amanecer; yo me quedo con los desvelos y la naciente soledad del llanto. Es cierto. Los caballos relinchaban mientras todos miraban temerosos el sitio de donde proVenía el arrebato. Algunos callaron. Muy pocos se atrevieron a dar el otro paso.

21 *

E n la plaza lloraba, como la llovizna. Después volvimos a escucharlo: desde el hálito dador de vida, desde el incendio de Tu nombre que rescata el momento de la gloria, y desde lafundación sentenciosa de las palabras, vuelvo a las gracias sepultadas y a los días de las más plenas entregas.

22 *

C errando los ojos, en el cielo alguien recordó nuestro arribo a los altares: llegaron cuando nadie los esperaba, con el sabor del cansancio y la quemadura en la piel. Algunos cayeron muchas ucees en el cadillo; ¡as alforjas restituían el ánimo para seguir andando. Esa mañana se había desatado la lluvia y no cesaba, los caminos estaban llenos del barro primero y con una canción breve entre los dientes se adentraron en el templo.

23 *

E n Su mirada encontramos la de nuestros padres que habían salido de sus tumbas para decirnos que el tiempo había dejado de existir. Entonces el asombro cuando miramos la herida sin cicatrizar, los pasos hacia dónde y una oración a medias, en voz baja.

24 *

±hn la madrugada gustaba de repetir una oración aprendida en otros desvelos: que nos abracen los muertos de todas las oídas con la ternura invisible del aliento, que los cantos que te cantan, Señor, que los cantos que te saben jamás pierdan el sendero, que continúe sigilosa la fatiga que te nombra, por los niños abrazados a las jlorcs del sepelio, por los vientres alejados de la luz y por los vientres que conocen y conocerán tu nombre, por los ojos trasnochados y por los labios cantantes: por la nada y el hastío.

25 *

Despertábamos con las manos llenas de canciones que nos adentraban de nuevo en el peldaño oscuro del comienzo. Nunca supimos cuál sería la próxima pregunta.

26 A l llevar la muerte podré alejarme sin descreer tu ausencia, y sabrás que supe de tus ojos, del viento contra tu espalda y que adoré a quien me abría los ojos para que pudiera ver Tu sangre, decía.

27 *

Cuando vengan los tiempos de ventura, recordaremos una voz y las quimeras que nos despojan de la vida que te piensa. Tal vez un olor desprendido del comercio con los espíritus.

28 *

1 c contaré las ganas de que te acercaras trayendo el mundo de tu respiración encantada, para saber que tu frente ilumina el sepulcro vibrante del amor. Te contaré las bendiciones que renacen en mis noches para decir que eres mío y que tu mirada es el mundo en el que gravita la esencia de un sueño altísimo. Todos orábamos para que el moribundo siguiera entre nosotros, pero esas palabras, que encerraban la música silente de un corazón en penumbras, habían encontrado su camino.

29

con estrellas en el centro

Finalmente, cuanto más se iba acercando aquel instante de tiempo en que había de ser ya m uy otro, tanto mayor miedo y espanto me causaba, no me hacía retroceder ni apartarme del intento, sino suspenderme y detener el paso.

San A gustín *

Plabita en el desierto del llanto, en las lamentaciones de todos los muros y en las barcas que rezan bajo la luz macilenta de bombillas temblorosas. A cada momento hace surgir la lumbre y logra que el amor se arrodille ante su propia desdicha. En su nombre vuelven los pájaros a entonar su canto y la luna, cómplice de resplandores, trueca las angustias en fulgores amarillos con estrellas en su centro. Tres seres se miran en uno y uno solo son: reconciliación de la vida con la muerte.

52 *

C re ó la pasión de Jesús, sus palabras; inventó al perseguidor del mundo. En El, Cristo supo alcanzarse antes de que las voces perpetuaran sus encomiendas. Primero apareció en la caricia y luego en el cuerpo de los dolores. Un corazón inventó, el que grita escondido en toda criatura, el que comparte su alegría, el que se desborda con las flores esparcidas a su paso.

3 3

del oficiante

la noche del olvido en tu memoria

L ópez V elarde S e levanta sudando sangre. Su piel es toda un manto de podredumbre. Un ojo atisba el reflejo nuevo; el otro es una cavidad emponzoñada que lagrimea sus impotencias. La nariz es una sola congestión de mucosidades; de los labios, babeantes, asoman un nombre y una plegaria reconciliadora. A veces se escucha el canto de una pasión que antecede al alba. *

----- Vuelve a decir: no hay espera sin insomnio.

—Vuelve a decir: el corazón sin vida de los sueños.

—Vuelve a decir... — Esto es muerte: oluido en ojos mirantes.

37 C o n el barro en las manos, a medianoche invocó espíritus, clamó embrujos y letanías distorsionadas. Al transcurrir el tiempo sintió el desvanecimiento de la primera posesión.

3S *

Sabe distinguir entre las risas de la locura y las fulguraciones que ya no son de este mundo. Antes de la resurrección, antes de que la noche se iluminara con su propio silencio, aprendió que el adiós es una sombra de la ausencia. Pero entonces ya todo estaba dicho: menos la luz en la flor del primer llanto.

39 *

-Cm las calles el parloteo inútil, el terco permanecer de la nostalgia, los cuerpos aferrados al vacío, la gloria insípida de las transcurrencias y el paso de la mujer que resuena en el dolor de un corazón: todo afuera, en las banquetas; adentro, una oración coronada por las llamas de veladoras nuevas.

40 *

Oiente la lluvia en las arterias del miedo y sus huesos oreándose en la resolana de la mediatarde; el camino que quizá nunca recorra, el deseo del fantasma que delira, enceguecedor, mientras Tu escapas con la magia de un tiempo que consume todo.

41 *

T ien e en los ojos la voz de un latir de primaveras, un crepúsculo y un mañana enamorado. Un nombre, un adiós que viven en el vacío. Para que nadie los mire ha cantado el porvenir sin fuerzas de la nada; ha escondido las lenguas del aullido y el dolor de las pupilas recién nacidas.

42 *

O culta con palabras a la mañana y bendice a quien mira el silencio que será memoria.

43 *

C o n la mirada en el tiempo de la enfermedad y el castigo; con las cicatrices paridas en tristezas sollozantes; con un sueño, un clamor entre las manos. Sigue indagando a tientas en el cuerpo del muerto que lo mira.

44 Tercer fuego: de la pasión

Creer sospechas y negar verdades, es lo que llaman en el mundo ausencia,

fuego en el alma y en la vida infierno.

Lope de V ega h ila nació en el mes de las ánimas en pena: Esconde su amor levanta del universo su esencia y cubre dcjlores todo lo que sus pasos encuentran y cubre también de llanto los meses del calendario ausente acaso callando acaso afilando el dardo acaso apuntando al alma

46 C^ue nadie palpe que no la pasión desencantada que nadie llegue a esta hora imagen de lo indecible porque entre el recuerdo hay largas respiraciones sin vida

De noche el mundo se inventa mientras tú eres en el verbo y pregunto entonces cómo volver al tiempo de tenerte al tiempo

47 C o n la caricia quedamos sin reposo y sin perdón

Alguien tiene que saber del silencio de tu abrazo alguien tiene que dejar la tierra y las vidas todas alguien que aprenda la dura mísera verdad del alma

48 Carne la resurrección como presagio el desierto de un despertar que alaba el recurso triste de hablar solo a medianoche

49 B asta la mirada andante en aguas de olvido y sangre

Se desata la tormenta y basta el pañuelo blanco la enfermedad el castigo

No cesan las cicatrices paridas en territorios de tristezas sollozantes y alzan el vuelo los sueños las nubes envenenadas aquí en el cráneo la sierpe

50 A sí las frases lanzadas al refugio del océano y las manos de un amor que nos mira que nos deja huellas de escombros de vida

51 Se derrumba la creación y ya es fábula de amores

Hay un nombre que no sabe que lo vemos y hay un nombre que no sabemos nos mira y es lo mismo porque se olvida la voz y las pasiones de niebla mueren de apenas un beso

5 2 P ero se aman los fantasmas pero juntan con sus cuerpos mañanas y anocheceres: ya no más la multitud soñando el paso cansado de mujeres enlutadas pues con los párpados yertos se canta a ciegas el canto oscuro de los panteones

5 3 S e amanece con la gracia de una señal que nos llama humo que despierta y cubre los ojos la piel la herida

Hasta nuestros labios llega la visión de quienes siempre corrieron siguen corriendo tras la escena prometida

¿Y quién cortó la palabra así de tajo y tan pronto?

54 Descansa que se descansa la muerte entre los arbustos donde la certeza vive en el desnudo sentir de pieles que no palpitan

55 Y se alza el primer amor en la luz de la memoria y entre el fuego del infierno se traslucen las pasiones

Nace el primer día que nace que todo está por nacer sólo el terror se profana en la tumba de los sueños sólo el engaño se engaña y se lanza a la aventura como pez hipnotizado por el señuelo de muerte

56 r orque no es posible no esconder el lastimero aullido de la oscurana porque existe una verdad ya casi desmoronada habrá que reconstruir la penumbra y el entierro porque los días nos hacen extrañar tanto y entonces JrLoy todos los nombres toman ya la forma de tu nombre y el tiempo es el baile sacro donde festejan las almas los placeres de la ausencia

Una luz muestra sus rayos en sitios desconocidos y cede el mundo a la fuerte tentación de abandonarse sin embargo alguien advierte que puede venir muy luego con otros nombres el tuyo

58 D ó n d e hablar si toda tú caminas como el ayer de esas palabras silentes y en todita la alegría de la vida adormilada por el golpe de rocío te persigues en las calles en las tumbas y tú sola escuchas toda la maldición de las almas y vuelves de donde vienen amores no redimidos

59 Y a no sirven las preguntas ya no sirven los engaños callado el dolor se escapa de su prisión y gobierna

No viene nadie silencio la calma es la muerte ansiada: que vengan ya pues las lluvias y los cantos del dolor que venga otra vez tu nombre en ausencia de tu voz

60 A m o r que llegas y emigras con tu fardo de dolores amor de una oscura noche y de una tarde en diciembre amor que hieres muriendo muerte que queriendo vives pasión que danzas danzando en amores inventados

61 A María Magdalena Cuarto fuego: las voces del cielo

Los espíritus del Señor, que son las virtudes de los cielos, asi que lian recibido la orden, se esparcen por toda la superficie de la tierra como un ejército inmenso, )' parecidos a las estrellas que caen del cielo, vienen a iluminar el camino y a abrir los ojos a los ciegos. En verdad os digo, que han llegado los tiempos en que todas las cosas deben ser restablecidas a su verdadero sentido, para disipar las tinieblas, confundir a los orgullosos y glorificar a los justos. Las grandes voces del cielo retumban como el sonido de la trompeta, y los coros de ángeles se reúnen. Hombres, os convidamos al divino concierto; que vuestras manos pulsen la lira; que vuestras voces se unan y que en himno sagrado se extiendan y vibren de una a otra parte del Universo. Hombres, hermanos a quienes amamos, estamos a vuestro lado; amaos también unos a otros, y decid desde el fondo de vuestro corazón, haciendo la voluntad del Padre que está en el cielo: jSeñor! ¡Señor! y podréis entrar en el reino de los ciclos.

El Espíritu de Verdad

C^uién piensa hallar en esta tarde olvido mientras el día muere con su espada de fuego irreverente, y un vacío fatal, casi una ausencia, en ánimas en pena se transforma y en dolorosa compañía de ayeres. Nadie responde la pregunta, nadie piensa ya otra cosa que no sea el infierno cruel donde aparece de pronto la mentira escondida en los refugios de la calma: Quién vendrá entonces encendido en ira a vestirnos de extrañeza el alma.

65 Será una despedida la que irrumpa esa perenne noche, ese delirio inconsciente que en la tunaba desgaja los arbustos, los ladrillos. Nada podrán los ruegos vanos del minuto extinguido, ni impedir al extraño mirar en otro mundo otras esferas: Por la oración sublime del profano y por las llamas terribles de la espera.

66 C^uiso la muerte lenta un sacrificio antes de que llegaran sus entrañas, quiso un insomnio más, quiso un suplicio que caminara las venas del mañana: Vive la muerte lenta en el presente y en los albores de un segundo espacio donde vibra otra vez el penitente con sus ansias de Dios, y así despacio, dignifica otro sol, ya no silente. ¿Acaso yo no te cubrí de flores al celebrar la gloria del comienzo? Acaso no. Acaso mis amores tropezaron con el segundo atroz, en desbandada, de la duda. Ya están dispuestos los brazos, ya los miedos: La avanzada de pasiones en que los trazos ceden. Entonces callo. Entonces calla la verdad del mundo y el silencio de sombras avasalla dejando tras de sí los cantos, la miserable quimera, los espantos, los terribles olores del instante inmundo.

68 C^uizá una frase y un pueril intento ordenar puedan la figura de los sueños, recalcitrante juego que en el tiento pierde sus más altas horas, y es el dueño de la palabra clave, y es la voz de esa nodriza que nos regresa al ayer, que nos vuelve al placer que atemoriza por perder la memoria, por no ver cómo será el instante final, el precipicio de pasiones y recuerdos que no han sido más que bosquejos, líneas. Y hay un indicio cruel que nos recuerda la sentencia del olvido.

69 E n el primer encuentro la mirada y el reflejo de una bendición perdida en las horas de la noche, que hoy cansada, repite sin cesar que aquí, en la vida, respira en calma la increíble muerte de quien somos ahora: el fluido que no descansa como el cuerpo inerte que ha perdido la batalla, y confundido, conversa en la alborada con sus muertos.

70 JZLn el instante de la posesión la danza de oro baila sobre el llanto y dos entidades se conjugan. La esperanza sin fin es esa voz que nos colma, y en la instancia de vivir otra experiencia vuelve a nacer la alegoría, pues quisimos habitar hoy perdidos territorios que nos volvieran nuestra esencia y fuimos peregrinos hablantes suspendidos en la magia del verbo, el universo.

71 Jbi crepúsculo de voces como el alba despierta con la piel de la serpiente que revive. La oración que siempre salva nos aguarda con silencios, y se atreve el valiente cristal a despojarnos del manto que nos ciega, y a cantar hasta en la muerte los lugares habitados que hoy gobiernan los hombres al contar los residuos de su vida y su pasado: Todo es muerte, hedor, exhumaciones, mas el fuego de la voz nunca descansa, jamás mengua los placeres del espíritu que goza. E n la fuerte tentación devoradora hay un pecado prófugo de vida, hay un amor oculto que se calla en la carne, en el vientre, en la sonrisa. En las noches ignora su osadía y con la calma del insomne grita el nombre, la pasión, una, mil veces pregunta al cielo su pregunta y quiebra de la calma sus mejores gajos pero entiende que no, que no es posible, nadie podrá luchar contra el abismo de saberse extranjero en la mirada del nuevo rostro, del nuevo despertar en madrugadas que saben ser de la verdad, acaso, la única infancia coronada en oro.

75 Y en el diamante de luz pedir piedad e implorar el perdón por la oscurana, por la conciencia sin calma que rueda sobre el mundo, centelleante; amenazando a la cordura intacta el deseo animal, la pesadilla de hablar a nadie, de encontrar sonidos y de perderse en las verdades del vacío: Porque el invierno levantó sus alas llegó el alma festiva, celebrando las caricias de Dios, sus bendiciones.

14 Quinto fuego: que le di a la caza alcance

A tío Santana, M yriam ,

Pano y Javier Sicilia

hole ¡analto uvi tillo quclcdi úli¡üi(ü aliante

San J uan de la C ruz

M anuscrito de Sanlùcar de Barrameda ¿ Vienes a esperar el día? Vengo a contar la historia. ¿Yel oficiante? El es la historia. E n el principio se inventó la palabra, lloró sus misterios y la creación fue tomando su rumbo, su latido.

77 *

A ndando la caravana, paso a paso, bajo el mismo crepúsculo y bajo los mismos vientos. Los rostros pálidos, sudorosos; el cansancio del mundo en la quemadura de los pies.

78 *

Ei desfalleciente dijo:

“Me ha llegado la muerte con la gracia”. Y luego:

“El camino es el encuentro con las voces y la entidad mayor”.

79 A sí fue. Era noche de luna llena. Era una de esas noches en que la luna lo alumbra todo hasta el desvelo, hasta la misma extenuación de los sentidos. Todo se iluminaba con sus propios reflejos y los seres volvieron a crear la ausencia y la alegría, el olor de los velorios y la risa que perfora oscuridades. Así fue. El aliento bendito y la esperanza, la reconciliación, el insomnio y la multitud de rezos esparciendo resplandores. Todos quisieron continuar la búsqueda. Entonces nacimos. Entonces luimos muriendo uno a uno, dejando atrás una espantosa soledad sin saber que otra bajaría con nosotros los peldaños más fríos del sepulcro. *

¿Nos escucharán ahora? A veces alcanzamos a ver al desfalleciente que nos bendice, que alza sus manos encima de todos los muertos y encima de todos ellos canta el éxtasis llorando. Entra al infierno limpio como se entra al cielo, observa a su alrededor y entiende que habitará todas las glorias y no el averno.

81 *

P ara llegar al templo, para conocerlo, tuvimos que esperar años hoy perdidos en los ajetreos de la memoria. Pero después de muchos rodeos, de un mucho merodear siguiendo premoniciones, indagando en las flores, en las cuevas, en las chozas y en los cementerios, encontramos al fin el término de nuestra peregrinación. La voz, cautiva, reservaba en sus labios la pregunta.

82 *

¿Aquí es el templo? — Si se entiende que hay una sola oración. — ¿Y el oficiante? — Viene con ustedes desde el inicio de los mundos. — ¿Con nosotros? ¿Quién levantó el templo? — La misma fuerza que creó los océanos y la selva, el cadillo y la albahaca. La misma fuerza que nos hace hablar, que es la que nos tiene en el universo, conociéndolo un poco en esta vida, un poco en la otra y un poco recordando. — En la peregrinación murió un hermano que padecía una enfermedad perversa y dolorosa, pero nunca se quejó. Murió con la más plena de todas las sonrisas... Lo traemos en la primera carreta. —No desconfío de quienes han caminado durante siglos y durante siglos han escuchado voces y durante siglos han sufrido para encontrarse. Hablaré con él. — Pero está...

S3 —Y yo digo que hablarán los que quieran hacerlo por la fe que redime; y digo que todo empezará por ellos y para ellos! — ¿Y el oficiante? — Yo soy el oficiante.

84 E n el silencio cauto del misterio florecieron las auroras y el alarde de una comunión entonó un canto de alabanza cumpliendo así otra vez los mandamientos.

85 ¿Escuchas cómo vuelve la oscurana a caminar nuestros pasos y a perderse en el desamparo? Esta noche es algo más que una suma de repeticiones. En esta noche las palabras y el recuerdo han vuelto a posesionarse de sus formas. ¿Despertarás para reconocerte en el grito del insomnio?

Viene tu nombre a solas, cantando en la madrugada.

Habla ana sapiente enroscándose en el cuello de una añoranza, y desa lengua de fuego brotan relámpagos de maldiciones.

Estamos seguros que nadie escuchó el susurro de las pasiones. ¿Te acuerdas de la oración primera?

86 El humo, la espina, el crepúsculo, las voces que poseen nuestras voces y una transparencia. ¿Te acuerdas? Logramos entrever una promesa tan hermosa como enorme.

Y de pronto lo palomo blanco en tu hombro. No sabías, o lo habías olvidado, que la mirada es un viento irascible en el extremo del miedo.

87 S i hay serpientes hay también una mujer con los labios sedientos y desgarrados, con el cuerpo abierto por el tajo de la sangre, con las venas fluyendo hacia el centro de una tarde despiadada.

Nueve coronas de incienso y nueve sepulcros que anuncian oirás tantas cunas.

Cualquiera que pueda mirar hacia adentro te ha visto aparecer en la soledad más sola y en los encuentros más negros.

La soledad es el único sendero para conjugar el tiempo del encuentro en el que dos entidades bailan alrededor de la fogata.

¿Qué haríamos si llegaran las hormigas a carcomer nuestros furores? Flotamos en las aguas en las que en un tiempo la humanidad divisaba su fin.

88 De las llamas venimos y de la serpiente, presagios que anuncian la hora cierta.

¿Qué haríamos? Habitar el aire para escapar al sueño, esa acción vital que señorea su imagen en el horizonte. O intentar un refugio debajo del paso de las hormigas. O quizá levantarnos como se levantan a diario todos los muertos para venir a recordarnos que hay una verdad, un nombre, un castigo y una redención.

Y fue la noche del vientre, en las vértebras del instante, enfrentado con el vacío como ahora se enfrenta el beso con el viento.

89 Ducede que estamos en el fondo y en el cielo de la boca oscura del desaliento. Y la lengua oscila fugitiva, durmiendo a veces al amanecer. ¿Escuchas cómo vuelve la oscurana a caminar nuestros pasos?

Despejamos el silabeo y el escozor en la madrugada porque las palabras habían destrozado ya la figura de las veladoras a medio apagar. A medio encender descubrimos un lenguaje y un hálito de olores, aunque también un murmullo oscuro mas conciliador. El espejo aplacaba el grito del recuerdo donde nacía la nostalgia. Los pasos, el calor de una falda y el secreto de la entrepierna iban con nosotros sin que trajeran el descanso para quitarnos ese fardo de lamentos. Hubo una memoria rota en la sábana maloliente, y una llamada. Y una voz que dijo:

“Nadie puede apagar ninguna luz ni dejarse vivir en la añoranza sin caer en una zona desconocida. Nadie puede adorar al ser humano y alejarse cantando en la mañana sin que vacile su paso hacia la muerte”. 90 A l amanecer del viernes, el oficiante nos invitó al templo, pero antes de entrar nos ordenó llevar el cadáver para que también participara de la celebración. Después que acomodamos el cuerpo frente al altar, alguien cerró la puerta. Y empezamos a orar como todos lo hacían. El oficiante dijo algo que no alcanzamos a descifrar; luego, con voz más nítida:

— Pueden pasar los seres a tomar de nuevo sus materias.

Y en ese mismo instante, ya iluminado, se dirigió a nuestro hermano tocándole las sienes y diciendo:

Dios mío, si lo crees justo, pennitc que el espíritu vuelva a tomar esta piel abandonada.

Nuestro hermano empezó a temblar, y ese temblor casi imperceptible fue la sencilla manifestación de la Gracia, de la vida que nace con el milagro. 91 Al terminar la sesión nos congregamos a las puertas del templo, perplejos y llorando, y antes de que saliéramos de nuestro asombro, nuestro hermano preguntó: — ¿Y ahora qué haremos? — Sigan andando — contestó el oficiante— porque hoy de nuevo acaba de inventarse la palabra y la creación ha vuelto a tomar su rumbo y su latido. Sigan andando a los ojos de Dios, bajo el mismo crepúsculo y bajo los mismos vientos.

92 —¿Y ¡a historia? —¿Andaremos cantando por el mundo? ■—¿Por siempre? —Asi empieza la historia.

Pueblo Nuevo de San Isidro Labrador

Año de Dios

93

Indice

Primer fuego: donde el a y e r...... 5 Segundo fuego: los poseídos...... 15 el cam ino...... 17 con estrellas en el centro...... 31 del oficiante ...... 35 Tercer fuego: de la pasión ...... 45 Cuarto fuego: las voces del cielo...... 63 Quinto fuego: que le di a la caza alcance 75

5>5 RED NACIONAL DE BIBLIOTECAS PÚBLICAS FECHA DE DEVOLUCIÓN

Francisco Magaña: A n t o r c h a s Edición y diseño: Alfredo Herrera Patino Cuidado de edición: Juan Manuel Herrera Ilustración: Norberto de la Torre Tipografía: 11:13 Bembo Negativos, impresión y encuadernación: Desarrollo Gráfico Editorial, S. A. de C.V. Municipio Libre 175, Col. Portales, CP 03300, México, D.F. Tel. 605-8175 Tiraje: 500 ejemplares Edición: T , julio de 1999 Colección: Las cascadas prodigiosas, 3 4 RED NACIONAL DE OXEOOS PÚBLICAS.' á ü O X -

NT: 8760S FT861MM33AS7 ANTOftcliUE m eja n a . FHANCCOO «CONAOJUj^DCB

¡ C L I 1W u v 'NomDre uei ieuiui devolución

tfíN f '

r \

L a fugaz presencia de Claudel, Rilke, Lope de Vega, López Velarde, San Agustín y San Juan de la Cruz, ilumina los fuegos que alirnentan esté libro de Francisco .VIagaña; fuegos que tienen un orden cierto, voces de alguien o de algo que despierta: al prin cip io — con las fuerzas celestiales que abren ios' ojos al mundo—; al final con una pregunta— otra antorcha— que cierra o, si se prefiere, que abre el círculo donde con eLayer la -historia ..empieza.

■i-

NT: 876(35

TL Colección: Las cascadas prodigiosas, 34 Poesía / Poesía mexicana / Literatura.mexicana contemporánea