De Lector a Lector

De Lector a Lector

DE LECTOR A LECTOR I Estudios de Crítica Literaria BIBLIOTECA ESTUDIOS ESCELICER I. Estudios de crítica literaria. II. Estudios de crítica teatral. III. Estudios de crítica filosófica. IV. Estudios de crítica histórica. FRANCISCO YNDURAIN DE LECTOR A LECTOR BIBLIOTECA ESTUDIOS ESCELICEB MADRID © 1973, Francisco Ynduráin Escelicer, S. A. I. S. B. N. 84-238-1060-7 Depósito legal: M. 16.740-1973 ESCELICER, S. A. — Comandante Azcárraga, s/n. — Madrid-16 ÍNDICE Págs. Introducción VII 1 Un artificio narrativo en Juan Ruiz 3 La dramaturgia de Gil Vicente 25 Fray Gerundio, dos siglos después 45 Pedro Saputo, la novela ignorada 51 Galdós, entre la novela y el folletín 93 2 Washington Irving 139 Paul Claudel, una interpretación 161 Williams Faulkner 181 España en la obra de Hemingway 199 Thomas Wolfe 219 3 Sobre el Nouveau Román 245 Crisis de la novela 259 Sociología y Literatura 277 índice onomástico 291 INTRODUCCIÓN Se reúnen aquí estos trabajos, dispersos en lugares y tiempos, inéditos algunos, agavillados en el libro que brinda la Editorial Escelicer. Todos responden a un mismo propósito, bien que los métodos no sean siempre los mismos, y no por azar, antes por deli­ berada elección en cada caso. El propósito común ha sido el de contribuir en algún modo a la elucidación de tal o cual texto lite­ rario, o el análisis de hechos observables en el campo de la litera­ tura. En ello hay implícito un principio —conclusión más bien— y es el de que no se conoce ninguno que sea lo bastante general y abstractivo como para proporcionar desde su altura un instru­ mento seguro de análisis, interpretación y estimativa. Y eso que no son pocos los intentos por llegar a una formulación teórica del máximo radio, esto es, por construir una Poética general, para de­ cirlo brevemente. Como hipótesis de trabajo y esquemas intencio­ nales o como estímulo de métodos, se han obtenido resultados muy sugestivos y hasta convincentes con validez para el área observada, pero de dudosa aplicación cuando se amplía el campo. Sin adscri­ birnos a escuela o maestro exclusivos, se ha tratado de aprovechar los medios que cada uno haya proporcionado y esto sin renunciar nunca a ensayar la visión personal, atenida al texto estudiado. No es eclecticismo de actitud previa, en todo caso, sino de resultado al notar el fenómeno literario, aunque no se descarta y se desea la po­ sibilidad de que podamos abandonar la precaria provisionalidad en que estamos. Si como dijo Coleridge, se nace aristotélico o plató• nico, uno se siente más cerca de lo primero, aunque tampoco deje de aprovechar los hallazgos de quienes contemplan el objeto litera­ rio desde el mundo de las esencias ideales. Añadiré que bastante antes de haber encontrado a Sartre, estaba ya en que la literatura IX sólo se "realiza" y hace actual en y por el acto de la lectura y para cada lector. En definitiva, mi lección no aspira a ejemplaridad ni, menos aún, a dogma: se limita a apuntar y llamar la atención, dejando el más ancho margen de libertad a cada lector, cuya experiencia se da como insustituible. En el fondo, se ha tenido la esperanza de alcan­ zar una lectio óptima: es meta que, aun inconfesada, nos propone­ mos siempre o figura como incentivo, pero a sabiendas de que nos hemos de quedar en el camino, acaso satisfecha la más modesta pretensión de poder estimular otras lecturas, enriquecidas de sen­ tidos y goce intelectual. Claro que uno es intentar, otro conseguir. El que haya aquí estudios dedicados a escritores y obras no es­ pañoles —casi todos de carácter más informativo que teórico— se debe a que, en su momento, tuvieron la finalidad de llenar algunas lagunas; y se recogen junto a los que tratan temas y autores nues­ tros por entender que la literatura es una en cuanto fenómeno de expresión humana, manifestada en cada lengua. Toda aproximación a cualquiera de esas parcelas supone algo más que explorar esa área reducida, pues nos emplaza para el tema mayor. La diversidad de materias es resultado deliberado desde el supuesto de que no hay compartimentos estancos en la obra literaria —dejo ahora la cues­ tión de influencias— ni cuando se da en medios históricos y cultu­ rales enteramente extraños entre sí. Cada saber tiene el grado de certeza que le conviene o corres­ ponde, y el nuestro es sobremanera opinable: ahí está su atractivo y riesgo. No renunciamos a alcanzar una Ciencia de la Literatura, aunque la sepamos tan remota y menesterosa del esfuerzo de todos para reducir el ámbito de lo problemático. Acaso quede siempre, irreductible, una zona inaccesible, de puro misterio. Lo que se ha querido —de logros no hablo— es ejercitar la crí• tica desde distintos puntos de vista, tratando de establecer algunas bases no del todo inseguras para la descripción del hecho literario y proponer con menos incertidumbre algunos juicios de valor. Ya sé cuánto de arbitrario, de personal y subjetivo hay en la crítica estimativa, y nunca serán bastantes todas las cautelas para superar las limitaciones personales. Por otra parte, en una sociedad que cada día se hace más rígida, masiva y tecnificada, el ejercicio libre de las más nobles facultades del hombre —inteligencia, imaginación, sensibilidad— aplicadas a la crítica literaria permite ensayarlas, esto es, ponerlas en ejercicio y a prueba. X 1 UN ARTIFICIO NARRATIVO EN JUAN RUIZ Cuando se lee el Libro de Buen Amor y no se olvida que fue escrito para una trasmisión oral tanto o más que leída, llama la atención con frecuencia insistente cierto realce marcado en el verso cuarto de las estrofas, como un efecto buscado en la expresión, y no soy el primero en haberlo advertido. Al analizar luego con más detenimiento el discurso literario del poema, fácilmente se confirma que ese cuarto verso y por distintos medios, se marca, ya sea absoluta ya relativamente, respecto de los restantes. La reitera­ ción de tal nota (algo más del 10 por 100 en las estrofas de cua­ derna vía, pues no he tomado en consideración los metros líricos ahora) parece abonar el que examinemos con detenimiento esta hipótesis de trabajo, pues tal vez constituye un rasgo pertinente en la gramática del relato, no planteado hasta ahora, que yo sepa. Ni tengo noticia de que tal recurso haya sido codificado en los catálogos de colores rhetorici o en las poéticas medievales, salvo lo que dice Geoffroi de Vinsauf en su Documentum de arte versi- ficatoria, cuando trata de "jocosa materia" y aconseja poner el "jocus... ad finem materiae" (op. cit. II, 163-166). También pudiera servirnos como orientación de normas para terminar, lo que escribe el mismo tratadista más adelante cuando establece para concluir tres procedimientos: "vel a corpore materiae, vel a proverbio, vel ab exemplo" (III, 2) *. Claro que el Arcipreste, intuitiva o calcula­ damente, conoce esta condición (¿universal?) de la facecia —no in­ dispensable— y la acomoda a sus pasajes cómicos; pero hemos de ver otros finales que llevan confiadas otras finalidades expresivas. Como sabemos, la cuarteta de clerecía se acomoda a un esque­ ma rítmico en que sílabas contadas y pausas o semipausas van 1 Apud. Faral: Les arts poélique- du XII' et du XIII' siécle, París, 1962, páginas 317-318. 5 coincidentes con unidades semánticas y sintácticas, muy cuidadosa­ mente ceñidas, de modo que el hemistiquio, el verso y la cuarteta constituyen entidades dentro del ritmo sintáctico también. Las excep­ ciones, como encabalgamientos entre hemistiquios, versos y estrofas, son más bien muy raras, y ello, añadiré, en todo el mester de cle­ recía. No quiere decirse que cada estrofa esté desligada de las con­ tiguas, pero sí que, aun integrada en un relato más amplio, se suele tender a dotar a cada cuarteta de entidad suficiente, si no en el plano de la "historia", sí en cuanto al "discurso". Son lugares pri­ vilegiados como vehículo de lo más intencionado del mensaje el verso inicial y el final, enmarcados como van entre la pausa mayor interestrófica y situados, además, en posiciones que apelan más viva­ mente la atención, y ello en cualquier texto. En el examen que sigue y para fines expositivos se hacen apar­ tados no con el rigor que una clasificación lógica pediría, sino para una ordenación. No habrá, pues, un solo punto de vista ni tam­ poco se pretende que cada caso pertenezca sólo a un apartado, pues ha debido haber motivaciones coincidentes en algunos ejemplos. Por otra parte la variedad de discursos que encontramos en el Libro (narrativo, descriptivo, dramatizado, reflexivo, admonitorio, doctri­ nal) no entran sistemáticamente en la ordenación de los pasajes, bien que en ocasiones nos ayuden a la interpretación del caso. Y una última observación previa: la atención exclusiva que de­ dico al cuarto verso no supone que lo allí observado tenga carácter de singularidad absoluta, sino más bien una marcada predominancia, pues, como habrá oportunidad de observar, también en los versos anteriores aparecen los rasgos pertinentes o marcados que considero, aunque, desde luego, con muchísima menos frecuencia. Justamente la reiteración más acusada y en esa posición es la figura del dis­ curso que nos ocupa. Ya en las primeras cuartetas de la segunda redacción antes del prólogo en prosa, se nos ofrecen muestras bien palmarias de ese cuarto verso marcado: Señor que a [los] judíos, pueblo de perdición, saqueste de cativo del poder de Fa[raón] a Daniel saqueste del pozo [de] babilón; saca a mí, coitado, d'esta mala presión, (estr. 1)2 * Si no advierto nada en contrario, tomaré los ejemplos de la ed. de Joan Corominas, Gredos, Madrid, 1967. No desconozco los reparos y correc­ ciones de lecciones que le han hecho —M.

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