
3 4 EDITORIAL El día 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), un conjunto de 30 artículos en los que se reconocen los derechos fundamentales que corresponden a todo ser humano simplemente por el hecho de serlo, con independencia de su raza, nacionalidad, lengua, religión o cualquier otra condi- ción. Este documento se elaboró en un contexto muy concreto, después de dos atroces guerras mundiales que pusieron de manifi esto lo más abyecto de la especie humana. Pero, aun así, no fue solo expresión de unas circunstancias determinadas, sino que fue también consecuencia de toda una tradición cuyo origen se remonta a la Ilustración, a pensadores como Locke, Voltaire, Rousseau y Montesquieu, que basaron en el reconocimiento de estos derechos todo futuro avance en el ámbito del conocimiento, de las artes, de la política y, especialmente, de las rela- ciones humanas. En la actualidad, si bien es cierto que la Declaración debería ser modifi cada y ampliada, pues habría de incluir nuevos aspectos que a mediados del siglo XX no existían o no había sensibilidad para ellos, la DUDH continúa estando vigente en sus líneas generales y sigue siendo el referente de la mayoría de los textos legales y morales. De hecho, hoy en día, prácticamente la totalidad de las naciones ha asumi- do esta Declaración, al menos desde un punto de vista teórico, como marco de principios que inspiran las constituciones democráticas. Como otras muchas, así lo hace nuestra Carta Magna, que en su Título I recoge la serie de derechos y deberes fundamentales que se reconocen a los españoles y en torno a los cuales ha de girar nuestra convivencia. En la DUDH aparece expresado, en su artículo 19, el derecho a la libertad de opinión y de expresión, que incluye el poder difundirlas y el no ser molestado a causa de dichas opiniones. Igualmente queda recogido en la vigente Constitución española, que, en su artículo 20, manifi esta el derecho a expresar y difundir libremente los pensamientos y opiniones mediante la palabra, el escrito y cualquier otro medio de reproducción. Y es que, en la actualidad, no se entendería una sociedad moderna, abierta, democrática y plural en la que sus ciudadanos no pudieran expresar libremente lo que piensan, denunciar las injusticias, reclamar los cambios que consideren necesarios, alzarse contra los errores que detecten y solicitar aquellas iniciativas que estimen oportunas. La vulneración de este derecho, su limitación o simplemente su obstaculización es propio de Estados totalitarios, en los que la defensa de las libertades brilla por su ausencia, quedando anulado el ciudadano como tal. Queda claro, pues, que, en una sociedad democrática como la nuestra, el derecho a expresarse libremente es uno de los pilares fundamenta- les, que debe ser promovido desde todos los ámbitos y, muy especialmente, por aquellos que se ocupan de las tareas de gobierno, propiciando así una sociedad con una capacidad de análisis y crítica cada vez mayor. 5 No obstante, esto no signifi ca que “todo vale”. Decía Aristóteles, allá por el siglo IV a. C., que era muestra de sabiduría no decir todo lo que se piensa, pero sí pensar todo lo que se dice. Y es que, con frecuencia, solemos confundir la libertad de expresión con un mal entendido derecho a opinar gratuitamente, sin fundamento, sin conocimiento, amparándonos en la idea de que todas las opiniones han de ser respetadas. Para empezar, todas las opiniones no son válidas: defender que cualquier opinión vale es lo mismo que defender que nada vale, esto es, la aceptación de todos los puntos de vista nos lleva a un relativismo que degenera en el escepticismo, en la conclusión de que todo tiene el mismo valor, que no hay unas perspectivas mejores que otras. Sin embargo, no todo es válido, la libertad de expresión también tiene sus límites. No es aceptable, por ejemplo, incitar al odio, a la discriminación o al delito; no es admisible la apología del terrorismo, la incentivación al asesinato o a la guerra… Los límites de la libertad de expresión quedan perfectamente defi nidos cuando esta entra en confl icto con otros valores o derechos fundamentales de la persona. Por otra parte, para que sean respetables, nuestras opiniones deberían estar siempre fundamentadas. Una mala interpretación de la libertad de expresión nos lleva a pensar que podemos opinar de todo, sepamos o no, tengamos formación y conocimiento al respecto o no lo tengamos. Y esto vuelve a ser un error. Está claro que podemos expresar lo que pensamos, faltaría más, pero, siguiendo a Aristóteles, el valor de nuestra opinión no está en que lo expresemos, sino “en lo que decimos”, en que nuestras palabras sean sensatas, coherentes, que no sean meramente lo primero que se nos antoja, sino que respondan a unos criterios compartidos, intersubjetivos, desde la preparación, desde el conocimiento, desde la investigación, desde la lectura y la refl exión… Frente al dicho popular que afi rma que “sobre gustos no hay nada escrito”, habríamos de considerar si no es mucho más cierto que “sí hay escrito, pero nosotros no hemos leído”. No podemos ir por el mundo haciendo alarde de una supuesta libertad de expresión en la que nos escudamos para defender cualquier cosa. Si queremos tener unas opiniones acertadas, válidas y valiosas, que merezcan la pena, habrán de ser pensadas con detenimiento, habrá que formarse, habrá que prepararse, habrá que documentar- se…; si no es así, casi mejor estar callado. Y, en cualquier caso, como bien dice Fernando Savater en El valor de educar, estar siempre abierto a recibir las críticas que correspondan, porque, a diferencia de lo que normalmente se cree, todas las opiniones no son respetables, no hay que tratarlas como si de “vacas sagradas” se tratase; lo respetable son las personas, pero no sus ideas, que pueden y deben ser cuestionadas y puestas en tela de juicio. Solo así, como bien defendían los ilustrados, será posible el avance y el progreso. 6 SUMARIO ALDABA 36 agosto 2015 Historia 11. Las epidemias. Un caso grave de difteria en Martos a finales del siglo XIX Antonio Teba Camacho 19. Las cuentas claras Abundio García Caballero 25. ¿Los dueños de nuestra Peña? Antonio Teba Camacho 29. La familia de un héroe, en Martos José de la Rosa Caballero 33. Madrid, 14 de julio de 1735: El Rey Felipe V aprueba la celebración de la Festividad de la Virgen de la Villa en Martos María del Carmen Hervás Malo de Molina Patrimonio 43. El arquitecto fray Martín de Santiago en Andalucía Pedro A. Galera Andreu 52. Del pasado efímero Ángeles López Carrillo 55. El platero Manuel Repiso (1750-1822), artífice de la Custodia para la Octava del Corpus de la Parroquia de Santa Marta, en Martos Miguel Ruiz Calvente 66. XIV Concurso de Embellecimiento de Fachadas y Rincones de Martos 69. Próxima estación: Martos Ana Cabello Cantar 81. Defender nuestro Patrimonio Rafael Rosa Pulido 85. El patrimonio de la Guerra Civil española en Martos. Ese gran desconocido, esa gran oportunidad Miguel Ángel Caballero Lara Martos Cultural 99. Iluminada por la luna Miguel López Morales Trabajo galardonado con el Primer Premio en el XXXIII Concurso de Fotografía Ciudad de Martos 100. Ocaso Antonio Expósito Martos Trabajo galardonado con el Segundo Premio en el XXXIII Concurso de Fotografía Ciudad de Martos 7 101. Intimidad Amador Aranda Gallardo Trabajo galardonado con el Tercer Premio en el XXXIII Concurso de Fotografía Ciudad de Martos 102. Trabajo ganador del XXXIII Concurso de Cartel de Feria y Fiestas de San Bartolomé Purificación Teba Camacho 103. Trabajo ganador del VII Concurso de Cartel de la Feria de San Juan Lourdes López Morales Trabajo galardonado con el Tercer Premio en el XXXII Concurso de Fotografía Ciudad de Martos 104. La brasa del corazón José A. Ramírez Lozano Trabajo ganador en el XXXVIII Certamen Literario Ciudad de Martos 111. Cincuenta tajos Manuel Varo Pozo Trabajo galardonado con el Primer Premio en el XXXVI Certamen de Poesía Manuel Garrido Chamorro 120. Maneras de llorar Estela del Carmen Molina Donaire Trabajo galardonado con el Primer Premio en el XXVII Certamen de Poesía para Autores Infantiles 121. Anochece Marta Lara López Trabajo galardonado con el Segundo Premio en el XXVII Certamen de Poesía para Autores Infantiles La Feria 125. Pregón de la Feria y Fiestas de San Bartolomé 2014 Virgilio Domínguez García 133. Trini Pestaña Yáñez, palabras para vivir Ángeles López Carrillo Literatura 141. El extraño Pedro Herrasti 148. Los sueños Carmen Bermúdez Melero Marteños en el mundo 153. Carlos Garrido Castellano: dualidades y fronteras. Antonio Domínguez Jiménez 8 HISTORIA 9 10 Las epidemias. Un caso grave de difteria en Martos a fi nales del siglo XIX Antonio Teba Camacho Cronista Ofi cial de Martos Antonio Teba Camacho, investigador habitual del Archivo Histórico de Martos, a raíz de unos curiosos documentos, nos habla de un tema, las vacunas y la difteria, que hoy, más de cien años después, desgraciadamente, sigue estando de actualidad. Son diversas las enfermedades contagiosas que han ocasionado grandes mortandades, tal vez el cólera sea el que mayores las causó, aunque sería seguido cerca, en el triste ranking de la muerte, por la peste bubónica, la viruela, sarampión…, y la que nos ocupará más adelante en el presente trabajo: la difteria. ¿Y qué son las vacunas? La verdad es que en esta sociedad tan llena de medios de comunicación y de ca- nales de información cuesta creer que haya alguien que desconozca el signifi cado del término, pero, brevemente, vamos a citarlo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se entiende por vacuna “cualquier preparación destinada a generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos”.
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