Harry el sucio, de Don Siegel: cine policiaco y crítica social Moisés Elías Fuentes 66 | casa del tiempo Ilustración de la versión en formato DVD de Harry el sucio El año de 1971, el director Don Siegel y el actor y la irreflexión, la crítica al sistema y la obediencia al Clint Eastwood alcanzaron dos de los puntos más al- establishment, el anhelo individual de justicia y la vio- tos de sus respectivas trayectorias, con los estrenos de lencia como lenguaje colectivo. El engaño (The Beguiled) y Harry el sucio (Dirty Harry),1 Contemporáneo de Richard Brooks, Robert dos obras maestras de temáticas distintas, pero empa- Aldrich o Richard Fleischer, Siegel también se inició rentadas por la descarada ambigüedad moral con que como realizador en el cine de serie B original,2 y, al exponen sus respectivas tramas: la inesperada liberación igual que ellos, se benefició de la libertad discursiva de erótica de un grupo de mujeres recluidas en un inter- la serie para fraguar una narrativa propia, en su caso nado durante la Guerra de Secesión estadounidense; la particular caracterizada por los planos austeros, las lucha de un duro detective contra un brutal psicópata atmósferas cotidianas asfixiantes y violentas y los perso- y contra un sistema judicial burocratizado que se des- najes tipo, hábilmente trocados por Siegel con mínimos entiende de los derechos de las víctimas y, en cambio, retoques que los volvían seres genuinos enfrentados a protege celosamente los derechos de los criminales. situaciones desmesuradas y aun irresolubles, lo que se Dos décadas después de aquel exitoso 1971 murió, verifica en filmes comoLa invasión de los usurpadores el 20 de abril de 1991, el guionista, productor y realiza- de cuerpos (1956), Contrabando (1958), Asesinos (1964), dor cinematográfico Donald “Don” Siegel, retirado del Los despiadados (1968) o Alcatraz, fuga imposible (1979), cine, al que dedicó cuarenta años de su vida, desde sus por citar unos cuantos títulos, en una carrera rubrica- inicios como editor en 1938, cuando estaba en su vein- da por grandes títulos. tena (nació el 26 de octubre de 1912), hasta 1982, en Tal es la situación que sobrelleva el inspector que dirigió Jinxed, olvidable filme que nada dice sobre de la policía de San Francisco Harry Callahan (Clint el sólido oficio de este realizador, quien ubicó sus me- jores relatos en las fronteras en que colindan la razón 2 En su denominación original, el cine de serie B agrupaba a las películas de bajo presupuesto, que acompañaban a las películas de alto presupuesto en las funciones dobles. El perfil de cine escaso 1 El engaño se estrenó en mayo y Harry el sucio en diciembre de de difusión liberó a la serie B de las restricciones impuestas por la aquel año. censura. antes y después del Hubble | 67 Eastwood), quien debe atrapar a Scorpio (Andy Robin- por un lado en la fotografía de Surtees y su impecable son), tenebroso psicópata que aterroriza a la ciudadanía manejo de la luz natural, la diurna al igual que la noc- cometiendo asesinatos al azar, mientras chantajea a las turna, quien equilibró la plasticidad visual de la ciudad autoridades, encabezadas por el alcalde (John Vernon), de San Francisco con la violencia de la trama, de modo con la amenaza de acrecentar la cifra de crímenes si no que no se interrumpen entre sí; por otro, en el trabajo le pagan una enorme cantidad de dinero. Relegado por del editor Carl Pingitore, quien desarrolló un montaje dichas autoridades de su mando inmediato, el teniente narrativo lineal engañoso que nos arranca de nuestra Bressler (Harry Guardino), al fiscal de distrito Rothko zona de confort mediante vigorosas y turbadoras in- (Josef Sommer) y el jefe de la policía Dacanelli (John tervenciones de montaje poético, las que alcanzan sus Larch), Callahan sólo cuenta, aunque por poco tiem- cotas más altas en secuencias como la de la golpiza al po, con el apoyo de otro rechazado, el agente chicano pie de la Cruz en Davidson Park, la de la tortura en el González (Reni Santoni). Kazer Stadium, la del club nudista o la de la persecu- Con base en Dead Right, historia elemental escrita ción final, auténticos poemas de la violencia. por Harry Julian Fink y su esposa Rita M. Fink, y adapta- Poesía de la violencia, pero no solazada ni estan- da a la pantalla por los Fink y (sobre todo) Dean Riesner, cada en la violencia, toda vez que Siegel fue un poeta Siegel concibió y dirigió un filme que transformó de una de las contradicciones morales del héroe solitario que manera indeleble e inigualable la narrativa del cine po- quiere hacer valer la justicia en una sociedad indolente liciaco: indeleble, porque ningún otro filme del género ante el sufrimiento de los ciudadanos comunes; poeta pudo sustraerse de su influencia; inigualable, porque de cinematográfico que se nutrió en la escuela de maestros la legión de imitaciones que generó, salvo unas pocas como John Ford, Anthony Mann y Fred Zinnemann, honrosas excepciones, no ha surgido otra película con directores que, como él mismo, adquirieron su destreza la personalidad de Dirty Harry. fílmica incursionando en diversos géneros. De tales in- Personalidad, sí, que se evidencia desde la se- fluencias, Siegel aprendió a enlazar elnoir y el western, cuencia de créditos, con las panorámicas en picada y enlace que en Dirty Harry fraguó al inspector Callahan, contrapicada que el fotógrafo Bruce Surtees tomó desde personaje en que se entreven los claroscuros del mo- altos edificios, filmadas con cámara subjetiva y cámara nomaniaco cazarrecompensas ideado por Anthony objetiva, de modo que a ratos vemos los hechos según Mann en El hombre de Laramie, el vengativo rastreador el punto de vista de Scorpio (la muerte de la bañista), y de comanches retratado por John Ford en Más corazón según el de Harry (siguiendo su mirada en contrapicada que odio y, sobre todo, al sheriff traicionado por sus con- descubrimos el sitio desde el que disparó el psicópata), al- ciudadanos, como lo concibió Fred Zinnemann en A ternancia que, prolongada a lo largo de toda la película, la hora señalada. nos transforma en cómplices de los antagonistas: espec- Indudablemente basado en estos personajes, Harry tadores de una snuff movie cuando observamos, a través Callahan, sin embargo, no fue una simple derivación de la mira telescópica de Scorpio, a la nadadora mien- de aquéllos, sino su evolución: el pistolero que hacia tras se ahoga por un disparo; gozosos voyeristas de la 1870 imponía la justicia en los territorios arrebata- violencia cuando acompañamos a Harry en el tiroteo dos a las naciones indias, en 1971 impone la ley en el a las afueras del banco. Estados Unidos capitalista, super organizado y estrati- Realizador de corte clásico, ajeno a las experimen- ficado del siglo xx, donde la justicia se ha trocado en taciones distintivas de las décadas de 1960 y 1970, en un sistema burocratizado e improductivo. Y, para dar Harry el sucio, Don Siegel, sin infringir su vena clásica, consistencia al inspector Callahan, Siegel sacó prove- introdujo una serie de rupturas narrativas, reflejadas cho de la experiencia que Clint Eastwood acumuló en 68 | casa del tiempo los espagueti-westerns que interpretó bajo las órdenes de Sergio Leone, a más del ensayo que representó el alguacil Coogan en Mi nombre es violen- cia (1968), dirigida por el propio Siegel. Pero, además, tanto en el desempeño de Eastwood como en el del resto del elenco se advierte la inteligencia de Siegel para la dirección de actores, a los que dio libertad de movimiento para intimar con sus personajes, de ahí que Harry el sucio está poblado de trabajos relevantes, de las breves pero sólidas apariciones de Harry Guardino, John Vernon o John Larch, a las intervenciones, más extensas, de Reni Santoni como el detective González y Andy Robinson como el psicópata Scorpio, quienes dotaron de enorme presencia a estos personajes, encarnaciones de los extremos morales en que se debatía la sociedad estadounidense de la era Nixon: González, el ciu- dadano que aún creía en los valores morales y la preeminencia del bien, a pesar de las contradicciones del sistema; Scorpio, el asesino inmoral que se vale de los vacíos de la ley para cometer impunemente sus crímenes. Fue así como se presentó en el cine, acompañado por los juegos de planos generales objetivos y subjetivos de Bruce Surtees y las síncopas jazzísticas de un inspiradísimo Lalo Schifrin, el inspector Harry Callahan, tránsfuga del viejo oeste y hombre del siglo xx, revuelto a las desigualda- des que sobrellevan los hombres y las mujeres de la vida diaria, a las que responde de la única forma que conoce: con disparos que devienen crítica. Cuestionamientos sociales en clave de cine policial, que recibieron las puyas de muchos críticos especializados, que se apuraron a tildar Dir- ty Harry de película con inclinación fascista y exaltadora de la violencia. Análisis timoratos que no supieron (o peor: no quisieron) reconocer en la película una lectura inconcesiva de la sociedad estadounidense, tan paga- da de sí misma que no se percibió (ni se percibe) atrapada en un sistema legalista pero injusto e indolente ante las injusticias. Lectura, en fin, rígi- da, que difiere de la flojedad con que esos mismos críticos especializados han analizado los derivados de Harry el sucio, casi todos, filmes carentes de enfoques sociales críticos y sí, en cambio, cargados de discurso ultra- conservador y supremacista, aunque, las más de las veces, cubiertos con brochazos de posturas tolerantes e inclusivas. Formado en el cine de serie B, Don Siegel entendió el cine como un vehículo de entretenimiento, mediante el que se puede plasmar una visión provocadora, contestataria y vital del mundo en que vivimos, tal como hizo a lo largo de su carrera, en la que nos dejó un puñado de obras maestras, entre otras, Harry el sucio.
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