PABLO MORA Literario '. México: «Historia de la Ciencias Políticas y So­ Ruiz Castañeda et al. México: UNAM, 1984. Del exilio mexicano entre dos siglos ltevista de la Biblioteca, 1987): 23-33. nx. Deslinde 174. Mé- HÉCTOR PEREA ....-. .1f de Méx ico. North Instituto de Investigaciones Filológicas, UNA M RESUMEN. Envuelto en las sutilezas del exilio diplomático es como llegó Riva Palacio a España en 1886. Así entraría Alfonso del periodismo» . Cua- Reyes a Francia, y con pasaporte diplomático saldría Martín Luis Guzmán de México en su segundo exilio. Ese mismo año el fu turo 187- 1 90. autor de Los bandidos de Río Frío, Manuel Payno, llegaba también del siglo XVIII. México: a la Península como cónsul de México en Santander. En ésa y en otra ciudad cercana, San Sebastián, se daría abrigo durante la Re­ volución a mexicanos huertistas como Salvador Díaz Mirón, Rodolfo Reyes o Manuel Mondragón. Bajo la misma impronta de la diplo­ macia disfrazada, Porfirio Díaz había exiliado al exgobernador de Puebla Ignacio Romero Vargas a Alt:mania y a Juan Sánchez Azco­ na padre a Italia. 1 A Riva Palacio le tocó testificar la muerte de Alfonso XII, como a Rodolfo y a Alfonso Reyes la amistad de Alfonso XIII y a Martín Luis Guzmán la abdicación de este útimo. Alfonso XIII, .por cierto, regalaría a Bernardo Reyes, durante el exilio velado del general en Europa (entre 1909 y 1911), la chaqueta que llevaba puesta cuando murió fr ente a Palacio Nacional en 1913 (R. Reyes 28).2 Riva Palacio, quien, como más adelante el general Reyes, en algún momento se había vuelto para el 1 El hijo de este segundo, periodista afecto a Madero y luego a Carranza, padecería también distintos exilios y sería diplomático en España. 2 Martín Luis Guzmán describirla así la figura del general cuando éste fue excarcelado de Tlatelolco por las fuerzas sublevadas: "Bernardo Reyes [ ...] ya esperaba vestido -traje negro sport, botas militares, pequeño som­ brero de fieltro gris, capote de general español-" (Guzmán 873). 84 HÉCTOR PEREA dictador un franco opositor a la presidencia,3 era ya, a través de su escritura, una conciencia demasiado crítica al régimen. Otra suti leza política se ocultaba tras el nombramiento, ya que el director de Méx ico a través de los siglos -obra que comen­ zaba a publicarse por entonces en Barcelona- sustituía en el cargo de ministro plenipotenciario de México en España y Portu­ gal al general Ramón Corona, iniciador de las relaciones diplomá­ ticas modernas entre México y España, enviado por Sebastián Lerdo de Tejada, el sucesor de Benito Juárez, por entonces transterrado en Nueva York (Muriá 30). Corona había sido pie­ za fu ndamental en la publicación de uno de los libros más re­ presentativos del incipiente exilio mexicano en la Península, Recuerdos de un emigrado (1 882), de Salvador Quevedo y Zu­ bieta, y Riva Palacio había seguido puntualmente las vicisitu­ des juaristas de Corona -como las propias- en Mé xico a tra­ vés de los siglos, gracias a escritos de José María Vigil, otro autoexiJiado juarista en los Estados Unidos. También fu e Co­ rona quien presentó a Juan de Dios Peza con uno de los poe­ tas-militares españoles más admirados por el poeta, Antonio Ros de Olano, quien tenía en su carácter y biografía más de un punto de contacto con el general Riva Palacio y murió el mis­ mo año en que éste llegó a España (Peza 331). Por otra parte, en la Legación que presidía el ministro Coro­ na se encontraba como primer secretario un médico y escritor mexicano que alcanzaría enorme prestigio en España y Fran­ · cia: Juan Bautista Híjar y Haro.4 Híjar era de Jalisco, como Corona, Quevedo y Zubieta y José María Vigil, y con este últi­ mo escribió el libro Ensayo histórico de l ej ército de occidente (1874). La comunión de orígenes, profesiones e inclinaciones político-literarias que giraba alrededor de la Legación parecía concentrase en él. 3 Para el "destape" político de Bernardo Reyes, ver "IOB". 4 ¿Habrá sido descendiente de éste el coronel Reynaldo A. Híjar, enviado como agregado militar a la Embajada de Madrid en 1937 y que en algún momento tuvo que ver, en México y en Espal\a, con los cadetes mexicanos que lucharon en la guerra civil? (Vega González 25, 63 ss). HÉCTOR PEREA DEL EXILIO MEXICANO ENTRE OOS SIGLOS 85 liIr:-=ia,3 era ya , a tr av és Aparte de su cerca nía con Espa ña, a la que ya conocía Ri va cr ítica al régimen. Pa lacio se ha bía aproxi ma do a Portuga l a tr avés de l poeta An­ aombramie nto, ya que tero de Quental, viv o aú n, y de su intr oductor en Méxi c o, Em i­ --obra que comen­ lio Pío Oliveira de Souza (lcaza 23). Este hech o anec dótic o, al ,,:IOII1a-- su sti tu ía en el que se suma que ju sto el añ o de llega da de Riva Pa lac io apare ­ en España y Por tu ­ cieran pu blicados los Sonetos completos de l portugués, se vi o las relaciones di plomá­ apoya do por el recibimie nto que la pr ensa li sboeta di o al nue­ Glviado por Se ba stián vo ministr o (Díaz y de Ova ndo ix). Riva Pa laci o, por el pr esti ­ Juárez , por entonce s gio ganado en México como mi li tar , periodi sta y escri tor , se Corona había si do pie­ hab ía converti do en un pe li groso obstácu lo a los inte reses di c­ de lo s li br os má s re­ ta toriales de Porfirio Díaz . Llegaba con la fa ma de ser , entre _:auIO en la Península, otras muchas cosas, constructor de "caminos de hierr o", segú n ....va.1o r Queve do y Zu­ asentaba el periódico La Ilustración Española y Americana ...lme n!te la s vici situ- (Díaz y Ovando ix), diari o en el que que dar ía reflejada mucha de la actividad de sarr ollada por el mexicano en la Pe nínsu la y donde , años ante s, se había seña lado su s aciertos en Méxi co. Y era justame nte la vincu lación con el régimen a tr avés de esta expr esión, que parec ía encauzar lo más bien hacia los se nder os económicos de México la que apor tó un cierto toque paradóji ­ co al nom bramie nto de l genera l, ya que con éste se conti nuaba , en pleno declinar de l siglo XIX (1886), esa nueva y elegante forma de l exilio político iniciada con Romero Vargas y Sá n­ el ministr o Cor o- chez Azcona y segui da por otros a lo larg o de l xx. Algu nos de un médico y escritor estos expu lsados, no hace fa lta su br ayar lo dema siado, fu er on en España y Fran­ mucho más va liosos para el pa ís de sde el exilio -y aqu í vie ne , el recuer do de Clavijero- que los "e xi lia dore s". era de Ja lisco, como Vigil, y con este últi­ Ca be señalar que en ese 1886, año de na cimiento en Gua­ �j ército de occidente najuato de Diego Rivera, Franci sco Gi ner de los Ríos, otra de e inclinaciones la s piezas clave en la re lación hi spanomexicana, fu e apre sado la Legación parec ía por oponer se a las de nigrante s cortapisas a la li ber tad de cáte­ dra impue stas por la monarquía reci én restaurada . Dura nte su encarce lamiento en el castillo de Sa nta Ca ta li na naci ó la idea de crear la Instituci ón Libre de Enseñanza, que enc ontrar ía � "IOB" . despu és en México un amplio re flej o con la llega da de l exilio ••:ftll lIdo A. Híjar, enviado español republicano, per o cuyos postulados repercutier on ta m­ 1937 y que en algún los cadetes mexicanos bié n en algunos mexicanos, ctiñió el general, mucho ti empo 63 ss). ante s y de sde dentro de la pr opia España . 86 HÉCTOR PEREA Vicente Riva Palacio había estudiado en el mismo Colegio jesuita de San Gregorio, en la Ciudad de México, donde Clavi­ jero enseñó letras humanas y fi losofía. Se recibió como aboga­ do en 1854, año en que volvería al país otro jesuita, nacido en Logroño aunque formado en el noviciado de San I1defonso de México, que entró como padre espiritual a San Gregorio: Igna­ cio Lerdo de Tej ada. Lerdo de Tejada había publicado en Ma­ drid en 1834, con carácter de transterrado, su libro Relación del tumulto irreligioso acaecido en Madrid en los días 17 y 18 de julio de 1834; y en México, tres años antes de salir, Exposi­ ción del Dr. Lerdo contra las observaciones del Pensador Me­ xicano (J 826). El general Riva Palacio, nieto de Vicente Guerrero, insinua­ ba a través del nombre y el apellido materno el acento revolu­ cionario tan del gusto del padre Servando. Y, en clara paradoja o ironía, la reconfirmación de nuestra independencia como na­ ción aparecía encarnada ahora en este nuevo representante, que había combatido a reaccionarios e intervencionistas y al que se nombraba tanto guerrillero como bandido en la prensa mexicana de entonces, igual que había sucedido en Mina. Riva Palacio utilizó varios seudónimos: "Cero", "El General", "Leporelo". Como poeta se ocultó tras el de "Rosa Espino". En su despa­ cho de Madrid colgaría orgulloso un diploma que lleva su caso nuevamente al extremo la paradoja, pues, dirigido a "Rosa Es­ pino", el documento estaba firmado por Ignacio Ramírez, "El Nigromante".
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