Luis Pérez Ochando Pozo de sangre Fantasmas del cine japonés contemporáneo Cuadernos de Bellas Artes / 21 Cuadernos de Bellas Artes – Comité Científico Presidencia: Dolores Schoch, artista visual Secretaría: José Luis Crespo Fajardo, Universidad de Sevilla, US Antonio Bautista Durán, Universidad de Sevilla, US Aida María de Vicente Domínguez, Universidad de Málaga, UMA Natalia Juan García, Universidad de Zaragoza, Unizar Carmen González Román, Universidad de Málaga, UMA Maria Portmann, Universidad de Friburgo (Suiza) Atilio Doreste, Universidad de La Laguna, ULL Ricard Huerta, Universidad de Valencia, UV David Martín López, Universidad de Granada, UGR - Universidade Nova de Lisboa, UNL María Arjonilla Álvarez, Universidad de Sevilla, US Sebastián García Garrido, Universidad de Málaga, UMA * Queda expresamente autorizada la reproducción total o parcial de los textos publicados en este libro, en cualquier formato o soporte imaginables, salvo por explícita voluntad en contra del autor o en caso de ediciones con ánimo de lucro. Las publicaciones donde se in- cluyan textos de esta publicación serán ediciones no comerciales y han de estar igualmente acogidas a Creative Commons. Harán constar esta licencia y el carácter no venal de la publicación. * La responsabilidad de cada texto e imagen es de su autor o autora. Luis Pérez Ochando Prólogo de Pilar Pedraza Pozo de sangre Fantasmas del cine japonés contemporáneo Cuadernos de Bellas Artes / 21 21- Pozo de sangre. Fantasmas del cine japonés contemporáneo Luis Pérez Ochando | Precio social: 9,70 €| Precio en librería: 12,60 €| Editores: José Luis Crespo Fajardo, Francisco Carlos Bueno Camejo y Samuel Toledano Diseño: Samuel Toledano Ilustración de portada: Luis Pérez Ochando (2013), Pozo de sangre Fotografía del autor: Elena Martínez Imprime y distribuye: F. Drago. Andocopias S. L. c/ La Hornera, 41. 38296 La Laguna. Tenerife. Teléfono: 922 250 554 | [email protected] Edita: Sociedad Latina de Comunicación Social – edición no venal - La Laguna (Tenerife), 2013 – Creative Commons http://www.revistalatinacs.org/12SLCS/portada2012.html http://www.revistalatinacs.org/067/cuadernos/CBA.html#21 Protocolo de envío de manuscritos con destino a CBA.: http://www.revistalatinacs.org/067/cuadernos/protocolo_CBA.html ISBN-13: 978-84-15698-31-9 ISBN-10: 84-15698-31-3 D. L.: TF-678-2013 Para mis padres, Luis y Lupe. Para Elena Martínez Fernández. Agradecimientos menudo olvidamos cuánto debemos, no necesariamente a muchos, pero sí mucho a unos pocos. Esta investigación se A ha realizado sin el concurso de ninguna ayuda, subvención o beca institucional; pero aún así es deudora del apoyo y la atención de personas sin las cuales nunca hubiera llegado a término, de entre ellas quiero dar las gracias, especialmente, a Magdalena Pérez y a mis pa- dres por la constante ayuda prestada desde el principio. Durante el proceso de elaboración de este libro, la deuda contraída con Pilar Pedraza asciende a lo impagable, a ella le debo no sola- mente la metodología, enfoque y personalidad del texto, sino también el espíritu que anima cada una de sus páginas. También resultaron muy enriquecedoras las valoraciones de Juan Miguel Company y Carlos Cuéllar, quienes, junto a Pilar, compusieron el tribunal ante el que fue leído este trabajo y me ayudaron a mejorarlo aportando valio- sos materiales e ideas. Si de las clases, charlas y libros de Pilar Pedraza aprendí la mitad de cuanto pueda haber de bueno en este libro, la otra mitad la debo en gran medida a José María Bernardo. A José María Bernardo no le gusta el cine de terror, pero de él aprendí a afrontar los productos culturales desde una perspectiva crítica y consciente de la estructura económica y los conflictos sociales presentes en cada texto. Tampoco hay nota que baste para dar las gracias a Rubén Higueras por todas sus aportaciones. Además de darme a conocer docenas de cineastas y conseguirme montañas de películas, revisó el manuscrito y aportó valiosas opiniones e ideas que han contribuido a mejorar no- tablemente el libro. Finalmente, este agradecimiento quedaría incom- pleto si no recordara aquí la información y ayuda recibida por parte de Julio Ángel Olivares Merino, Elena Martínez Fernández, Ana Lo- zano, Henry Hughes —que tuvo la amabilidad de remitirme su ar- tículo por correo—, Raúl Fortes e Isabel Jiménez —que me reco- mendaron valiosas fuentes de información—. Índice A modo de prólogo, por Pilar Pedraza [ 11 ] Junto al brocal. Introducción [ 19 ] 1. Obake: el signo de lo inestable [ 27 ] 1.1. El sabor del crepúsculo [ 30 ] Fábula de la zorra y el obake [ 30 ] De kabuki, venganza y gatos [ 38 ] La danza de la serpiente [ 45 ] Fantasmas en el espejo [ 55 ] 1.2. El signo de lo inestable [ 62 ] 2. La aguja en la mirada [ 71 ] 2.1. La mirada es masculina [ 72 ] 2.2. El deseo hace al fantasma [ 82 ] 2.3. La mirada femenina ¿Qué busca la heroína del neokaidan? [ 102 ] 3. Yūrei: ira en el fondo del pozo [ 113 ] 3.1. El cuerpo sumergido. Iconografía de la muerta [ 113 ] 3.2. El cuerpo emergente del fantasma [ 138 ] 4. En la ciudad de los fantasmas [ 151 ] 4.1. Caídos en el Maelström [ 152 ] 4.2. Basura enamorada del vacío [ 165 ] 4.3. Soledad en el infierno [ 185 ] Glosario [ 205 ] Bibliografía [ 217 ] Filmografía seleccionada [ 231 ] A modo de prólogo on su voz de ángel un poco rota, me contaba mi maestro de yoga que su difunta –o al menos ausente- maestra, además de ser una C yogui en la que se unía lo atlético a lo espiritualmente excepcio- nal, sabía ayudar a los muertos y no les cobraba nada por ello. –Claro, si estaban muertos… Pero, ¿cómo se puede ayudar a un muerto? –preguntaba yo semiadormecida por el incienso y por la rara belleza de Sulamis en la asana del ―medio saltamontes‖. Le sentí retroceder, como si me hubiera dicho demasiado. Sin deshacer la postura, se movió levemente y cambió el disco del reproductor. No me preguntéis cómo lo hacía; ni yo misma lo sé, aunque procuraba fijarme en sus movimientos infinitesimales. Sólo puedo decir que había llegado a un punto en el que su cuerpo obedecía a la mente. El mantra Gayatri volvió a desplegarse como un velo de seda sobre nuestras cabezas. –Sulamis, ¿cómo se puede ayudar a un muerto? –pregunté de nuevo con la pesada insistencia de una niña. Pozo de sangre. Fantasmas del cine japonés contemporáneo [ 11 ] –No creo que deba explicártelo, Pilar Pedraza –murmuró sonriendo–. No se ha visto en el mundo cabeza más dura que la tuya ni ateísmo más recalcitrante. Haces yoga como quien hace gimnasia. ¿Qué puede impor- tarte la suerte de un pobre espectro? –No seas injusto, indio. Si son historias de fantasmas… Ya sabes que a mí no sólo me gustan las historias de semidioses griegos como los habitantes de Malpertuis, y de yūreis orientales, sino que escribo sobre ellas. –Escribes sin creerlas, por puro juego. Eso debe ser blasfemia –Sulamis se relajó en la postura del loto, se soltó la goma que sujetaba su coleta negra y sacudió la melena como la crin de un caballo azabache. Supe por aquel gesto inconsciente que me lo contaría antes de que decidiera ha- cerlo. En efecto, no tardó en decidirlo. ¿Quién iba a dejar de referir a una cuentista gótica un asunto de muertos? –Está bien. Te diré algo porque me consta que te interesan estas cosas y porque estamos solos. Pero por favor no lo divulgues. –¡Que no! –mentí–. ¿Crees que voy divulgando cosas que están en Inter- net al alcance de todos? Seguro que buscas ―ayuda a los muertos‖ y en- cuentras algo en El rincón del vago. Me miró con su más torva máscara de águila en el noble rostro de color canela. –No, perdona, no he debido ser tan grosera –rectifiqué–. No me mires así. Es la impaciencia. Lo tuyo es enseñarme, no hacer que me sienta culpable de descreimiento. –Está bien. Escucha con atención como si creyeras lo que digo. Tú lle- gaste a conocer a Lucía Casarias y sabes que tenía algo que no tenemos los demás mortales, una fuerza que rayaba en la brutalidad y una bondad que sólo he encontrado en algunos budistas. Me lo contó poco antes de fallecer del cáncer que acabó con ella de un modo fulminante, casi sin avisar. Una enfermedad de las que nosotros llamamos ―piadosas‖. Mien- tras le hacía una sesión de terapia sacrocraneal para mitigar sus dolores, me dijo que temía no poder abandonar el mundo sin ayuda y me hizo prometerle que yo me encargaría de facilitar su tránsito. [ 12 ] www.revistalatinacs.org/067/cuadernos/CBA.html#21 –Eutanasia –murmuré yo, ignorante. –―Fue por ella, y no por el cine como tú, por quien supe que algunos muertos –continuó Sulamis como si no me hubiera oído, jugando con la goma del cabello entre los finos dedos morenos– no se dan cuenta de que han traspasado la barrera y están ya en el otro lado. Siguen viviendo una vida ficticia. Son sujetos, pero nadie los percibe: han dejado de ser objetos. Poco a poco, van echando de menos cosas en sus lugares de trabajo y les falta la atención de los suyos. Su plato desaparece de la mesa, su cama es destinada a los huéspedes y las paredes de su alcoba pintadas de otro color. Al fin, no se ven en los espejos ni se reconocen en los retratos, no necesitan cuidar de su higiene y acaban dándose cuenta de lo que está ocurriendo. Entonces su sufrimiento se hace intolerable y sólo desean que alguien corte el hilo que les une tan precariamente al mundo de las apariencias. »Lucía sabía hacerlo. Por alguna razón, podía ayudarles. Se veía a sí misma como una especie de estrecha puerta que podía abrirse a voluntad si un pobre muerto extraviado se lo pedía.
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