?l-¿í/f¿7 ANTONIO CASTRO LEAL SI VIDA Y SU OBRA CUADERNOS AMERICANOS ANTONIO CASTRO LEAL escritor mexicano conocido por sus estudios de crítica literaria y sus ensayos dispersos en las mejores revistas de lengua española, profesor de Literatura Mexicana en la Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad de México (cátedra que ocupó ya en 1914, apenas bachiller, en la antigua Escuela de Altos Estudios), y director de la Revista de literatura mexicana,—publica ahora su primer libro. JUAN RUIZ DE ALARCÓN, SU VIDA Y SU OBRA viene a sustituir definitivamente la famosa mo­ nografia de Luis Fernández-Guerra y lleva la investigación y la critica alarconiana más allá del punto en que las dejaron Hartzenbusch, Menéndez y Pelayo, Henríquez Ureña y Alfon­ so Reyes. Antonio Castro Leal, "ciudadano de toda la literatura", presenta en un "estilo ágil que nun­ ca pierde la gracia ni se aparta de la necesidad", la biografía más completa de Alarcón y el es­ tudio más amplio, concienzudo y fino que se haya hecho hasta ahora del comediógrafo mexi­ cano que, con Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca, forma la más brillante constelación del teatro clásico español. Antonio Castro Leal dictó en 1939 la serie de conferencias con que la Secretaría de Edu­ cación Pública de México conmemoró el tercer centenario de la muerte de Alarcón. A él se debe asimismo la magnífica presentación de La ver­ dad sospechosa en la temporada inaugural del Palacio de Bellas Artes (1934), del que fué el primer director. Este libro ofrece todo el aparato crítico e informativo que pueda desear el erudito, y al mismo tiempo una visión limpia, directa e in­ teligente que contentará al lector que, indife­ rente a los problemas de erudición, busca en los clásicos su sentido universal y humano. Printed in Mexicà. JUAN RUIZ DE ALARCÓN SU VIDA Y SU OBRA DON JUAN RUIZ DE ALARCÓN Y MENDOZA. (México, 1581? - Madrid, 4 de agosto de 163 9). Dibujo de Carlos Orozco Romero. ANTONIO CASTRO LEAL SI VIDA Y SI OBRA Presen/ación de ALFONSO REYES In nainie there's no blemish Lut the mind; None can be calf d deformed but the unkind. SHAKESPEARE ... pour les auteurs morts, Usee, lisez lentement, laissez-vous faire, ils finiront par se dessiner avec leurs propres paroles, SAINIE-BCUYE EDICIONES CUADERNOS AMERICANOS MEXICO 2 1943 Toaos los derechos de propiedad asegurados conforme o ¡a Ley. COPYRIGHT, 1943, BY CUADERNOS AMERICANOS IMPRESO Y IllXHo EX MEXICO PRIXÏED AXD MADE IX MEXICO INDICE Ptígs. Dedicatoria 7 Presentación, de Alfonso Reyes ? CAPÍTULO I. La vida de Alarcón i* CAPÍTULO II. El teatro en tiempo de Alarcón • • îJ CAPÍTULO m. Las comedias de Alarcón .... 71 La culpa busca la pena y el agravio la venganza 76 Quien mal anda en mal acaba 80 El desdichado en fingir 83 La manganilla de Melilla 88 La cueva de Salamanca 92 El semejante a si mismo 96 La industria y la suerte 101 Todo es ventura 105 Los favores del mundo 111 El Anticristo 116 Los empeños de un engaño 120 Las paredes oyen 124 Mudarse por mejorarse 129 La verdad sospechosa 134 La prueba de las promesas 140 Pigs. Ganar amigos 145 El dueño de las estrellas ÍJO La amistad castigada 154 Los pechos privilegiados IJ8 El tejedor de Segovia (1* parte) 163 El tejedor de Segovia (2' parte) 166 La crueldad por el honor 170 Siempre ayuda la verdad 176 El examen de maridos 181 No hay mal que por bien no venga 186 CAPÍTULO IV. Alarcón, su espíritu y su arte • • - 193 Notas 213 Apéndices I Documento 54. Poder de Don Juan de Alarcón a Don Diego de Castroverde 227 II Lista de documentos relativos a Alarcón . .229 III Bibliografía general 244 índice de ilustraciones 267 270 A mi padre Don Antonio Castro Sandoval PRESENTACIÓN IENE ESTE LIBRO un doble valor, de erudición y de T crítica. Recoge y organiza por una parte las nue­ vas aportaciones documentales sobre la persona y la obra de Alarcón. Por otra parte, da un paso más en la estima­ ción de sus comedias. Al reacomodar los datos, depura y corrige, recorta las pestañas sobrantes, abre nuevas posibilidades y sugestiones. Esta reacomodación, como toda síntesis verdadera, es tras­ cendente y significa un nuevo planteo. Se aprecian, en ella, el tino y la sobriedad, la disciplina siempre. Se afir­ ma lo cierto y no se disimula lo incierto con rellenos y disgresiones ociosas sobre el fondo del paisaje, que poco aprovechan al trazo del retrato. Se insinúa, con cuerdo matiz, lo probable. En tal sentido, la erudición alarco- niana alcanza aquí su madurez. Hoy por hoy, con los elementos que poseemos, no se puede ir más allá. En la estimación de la obra, de que naturalmente re<- sulta una apreciación sobre el autor, este libro revela un sentido crítico singular y nada frecuente. Los viejos te­ mas, que parecían definitivamente conquistados—el me- xicanismo, el moralismo, etc.—, comenzaban ya a estereo­ tiparse, a convertirse en. lugares comunes para los manuales 11 de historia literaria: lo peor que puede acontecer a la crí• tica. Ahora se los vivifica con nueva sangre, se los sitúa en nueva perspectiva que parece devolverles su movimiento. Una iluminación diférente, pero no buscada con el esfuer­ zo paradójico, sino con la sinceridad, con la verdad lite­ raria, destaca los rasgos de Alarcón en un equilibrio vital que dista mucho de aquel acartonamiento ya amenazador para la figura del comediógrafo mexicano. No se había calado tan hondo en esta exegesis desde los días, ya leja­ nos, en que Pedro Henríquez Ureña descolgó el retrato tradicional para limpiarlo del polvo de los museos. El uni­ versalismo de Castro Leal—ciudadano de toda la litera­ tura— es la mejor garantía de su éxito en la interpretación de lo nacional y lo particular. Esto, por cuanto al fondo. Castro Leal no necesita que hablemos de su prosa a los lectores que lo conocen. Y los que lo ignoran, muy pronto van a conocer este estilo ce­ ñido y ágil, que nunca pierde la gracia ni se aparta de la necesidad; este estilo que, siendo todo justicia, es también encanto, por donde recuerda las condiciones del epigrama en el sentido más clásico del concepto. Acostumbrados desde la primera juventud a la cerca­ nía de Castro Leal, cuando él tenía la paciencia de acom­ pañar los titubeos de cierta cátedra incipiente, reivindi­ camos el derecho de considerar este libro, no con fría objetividad—aunque nada perdería con ello—sino tam­ iz bien con orgullo y simpatía amistosa. Nadie ha demos­ trado que el entendimiento y la afición estén reñidos: al contrario. Tentados un día por el afán de contribuir en algún modo a restaurar la memoria y a exprimir la ense­ ñanza del comediógrafo mexicano, emprendimos hace años alguna escaramuza. Pero, en punto a crítica alarconiana, ha tiempo que hemos dejado la pluma en la espetera, y hoy saludamos, con alegría, al que nos completa y corrige. La continuidad del descubrimiento —ninguno está acabado— sigue siendo, entre los desastres del mundo, como en aquel instante remoto en que sentimos brotar la fuente de nues­ tras vocaciones, lo que más nos estimula a vivir. Alarcón, maestro de la cortesía, a quien la suerte pa­ rece haber querido desposeer de todo atractivo que no fue­ ra el del solo espíritu, es la primera voz mexicana que se oye en el mundo y merece la categoría de símbolo inspi­ rador. Un buen libro sobre Alarcón no sólo es un acierto literario. Tiene mucho de servicio público.—Disculpe el impaciente lector que lo hayamos detenido tanto en la puerta. México, marzo de 1943. ALFONSO REYES 13 CAPITULO I LA VIDA DE ALARCÓN "V/TuY POCO se sabe de la vida privada de Alarcón. Los A numerosos documentos que de él conocemos son las huellas que tuvo que dejar en los archivos públicos, univer­ sitarios y notariales un hombre que disfrutó de una pensión escolar, que obtuvo grados académicos, que cruzó tres veces el Atlántico, que litigó, que solicitó y obtuvo puestos públicos, que negoció por cuenta propia y ajena, y que, finalmente, dispuso de sus bienes al morir. De las rela­ ciones con sus padres nada sabemos. A su hija la menciona una sola vez: en su testamento. De sus amigos en España y en México apenas se tiene noticia. No poseemos de él ningún documento íntimo, ni siquiera una carta personal. Dé su obra no dijo otra cosa que lo que contienen los prólogos de los dos volúmenes que publicó. Su colabora­ ción con Tirso de Molina es un misterio. De su vida lite­ raria en México no se tiene la más leve información, y de su vida literaria en España casi no quedan más que mor­ daces epigramas sobre su carácter y aspecto físico. En la Nueva España pasó por la Universidad y, más rápidamente, por la Audiencia. Estudia en Salamanca; vaga como una sombra en Sevilla; en Madrid, cuyo medio literario era famoso por su ferocidad, parece haberse en­ cerrado en un círculo íntimo donde amigos y conocidos lo verían con deferencia y, acaso, con cariño y admiración. 17 La forma en que responde a algunos de los desenfadados ataques de los mejores ingenios del tiempo, revela nobleza de espíritu y aun cierta conmiseración por sus agresores. Al fin se refugia en el Consejo de Indias y muere casi inadvertido. Desde entonces quedó sepultado bajo un cú­ mulo de documentos insustanciales que no revelan nada sobre su personalidad. Quien quiera conocerlo tiene que buscarlo en sus obras: ahí está, invisible en medio de sus personajes, hablando por boca de unos y de otros, viviendo con donaire lo mejor de su vida y de su filosofía en las nobles y regocijadas escenas de sus comedias.
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