Disparo En Red 05 Disparo En Red

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University of South Florida Scholar Commons Digital Collection - Science Fiction & Fantasy Digital Collection - Science Fiction & Fantasy Publications 1-9-2005 Disparo en Red 05 Disparo En Red Follow this and additional works at: http://scholarcommons.usf.edu/scifistud_pub Part of the Fiction Commons Scholar Commons Citation Disparo En Red, "Disparo en Red 05 " (2005). Digital Collection - Science Fiction & Fantasy Publications. Paper 179. http://scholarcommons.usf.edu/scifistud_pub/179 This Journal is brought to you for free and open access by the Digital Collection - Science Fiction & Fantasy at Scholar Commons. It has been accepted for inclusion in Digital Collection - Science Fiction & Fantasy Publications by an authorized administrator of Scholar Commons. For more information, please contact [email protected]. HOY: 9 de ENERO del 2005 DISPARO EN RED: Boletín electrónico de ciencia-ficción y fantasía. De frecuencia quincenal y totalmente gratis. Editores: darthmota Jartower Colaboradores: Taller de Creación ESPIRAL de ciencia ficción y fantasía. Anabel Enriquez Piñeiro Juan Pablo Noroña. Jorge Enrique Lage. 0. CONTENIDOS: 1.La frase de hoy: J.R.R. Tolkien. 2.Artículo: Anteproyecto para un canon de la CF, César Mallorquí. 3.Cuento clásico: La Puerta del Laberinto, Michael Ende. 4.Cuento made in Cuba: Los que van a morir, Erick Mota. 5.Curiosidades. Consejos de Bruce Sterling. 6.Reseñas. Dune, observaciones sobre la obra de Frank Herbert, por Yeray Rodríguez Domínguez. 7.¿Cómo contactarnos? 1. LA FRASE DE HOY: Supongo que soy un reaccionario. El mainstream de la literatura contemporánea es muy aburrido, ¿no es verdad? Yo estoy ofreciendo un saludable cambio de dieta. J.R.R. Tolkien. 2.ARTICULO: ANTEPROYECTO PARA UN CANON DE LA CF César Mallorquí El artículo de Alberto Cairo publicado en el número 27 de Gigamesh (“Miseria de la ciencia ficción: la necesidad del canon”) ha tenido el taumatúrgico don de devolver la vida a los muertos. Porque muerta y enterrada creía yo la apolillada polémica entre quienes opinan que la cf debe juzgarse según los criterios de la literatura general, y aquellos que sostienen que ha de contemplarse desde una óptica distinta y particular (la famosa «literatura de ideas», vamos). No obstante, aparte de la vieja polémica, ha entrado en liza un aspecto en cierto modo nuevo: la posibilidad o no de establecer un canon de la cf. Curiosamente, ese tema es el que menos se había debatido hasta el momento, aunque las conclusiones parecen comunes: tanto Cairo como Rodolfo Martínez (en su artículo “De cánones, estilos y subliteraturas”, aparecido en el número 28 de Gigamesh) coinciden en afirmar que el canon es imposible. Estoy de acuerdo con gran parte del contenido de los artículos de Cairo y Martínez, pero no así con su conclusión final. Creo que puede establecerse un canon de la cf; o, mejor dicho, que pueden empezar a trazarse los planos de dicho canon. Y, aún más, sostengo que es necesario hacerlo, que hoy más que nunca el género necesita unos referentes claros. Me temo que para sostener tal punto de vista deberé dar un pequeño rodeo y hablar de cosas que ya deberían estar claras para todos, pero que inconcebiblemente todavía se cuestionan. De entrada, vamos a establecer tres premisas básicas: 1. La ciencia ficción es literatura Si algo está encuadernado, tiene hojas de papel y un texto escrito en ellas, es un libro. Si, además, ese texto es la narración de un relato, además de un libro será literatura. A simple vista, una obra de cf no puede distinguirse de cualquier otra clase de libro. Hay páginas numeradas, capítulos, letras, signos ortográficos... Hay un narrador que cuenta una historia siguiendo las pautas clásicas de la narrativa; hay personajes, una trama, diálogos, descripciones... En definitiva, hay pura y simple literatura. Claro que, por otro lado, la literatura puede dividirse en géneros, y existe la convención generalmente aceptada de que la cf es un género con entidad propia. No obstante, la clasificación del hecho literario en géneros resulta (como luego veremos) un procedimiento en buena medida arbitrario. Un relato de género es, ante todo, literatura, y debe ser examinado desde el punto de vista literario. Así que una novela de cf es un producto literario que habrá de evaluarse exactamente con el mismo criterio que se emplea para evaluar cualquier otra novela. Aunque siempre podremos plantearnos, claro está, hasta qué punto resulta eficaz dicho criterio como herramienta de trabajo. Hasta aquí, todo parece obvio y razonable, ¿no? Pues no; hay quienes sostienen que la cf debe ser juzgada con criterios extraliterarios. El mito de la «Literatura de Ideas» Algunos aficionados afirman que la cf es en esencia diferente de los demás géneros literarios. Su argumentación es, más o menos, la siguiente: la cf posee un componente especulativo muy superior al de otras ramas de la literatura. Ese componente es tan importante que afecta sustancialmente a la naturaleza del género, convirtiéndolo en algo que no puede ser del todo comprendido y enjuiciado empleando sólo los criterios de la literatura convencional. De un modo u otro, para disfrutar de la buena cf hay que ser un connaisseur (un fan, en definitiva), estar en el ajo, poseer las claves del género (unas claves, por supuesto, distintas de las académicas). Aceptemos que la cf es un género más especulativo que otros. Ahora bien, supongamos lo siguiente: un brillante científico norteamericano ha escrito una novela de cf. Esa novela cuenta con brillantísimas especulaciones que no sólo son extremadamente imaginativas e ingeniosas, sino que también están sólidamente cimentadas en la ciencia. Además, la novela desarrolla una sociedad futura tremendamente sofisticada y original. Por último, el argumento de la obra es sumamente ingenioso y expande la cf por nuevos caminos. Pues bien, esto bastaría para que los incondicionales de la «Literatura de Ideas» tildaran esa novela de obra maestra, porque las ideas que contiene son magistrales. Pero, ¿basta con lo dicho para juzgar una novela? ¿Y si, aparte de las magníficas ideas y especulaciones, la novela careciera de personajes convincentes, si los diálogos sonaran impostados, si la prosa fuese pobre, llena de frases hechas, si el ritmo no fuese el adecuado? ¿Seguiría siendo una obra maestra? Ni mucho menos. Sería un montón de buenas ideas literariamente frustradas por una ejecución deficiente. En definitiva, una mala novela con, eso sí, elementos estimables. (Voy a mojarme y citaré un título que se ajusta, en mi opinión, a lo dicho: Un fuego sobre el abismo, de Vernor Vinge. ¡Caiga sobre mí la ira de los justos!) Los partidarios de la «Literatura de Ideas» pierden de vista que la narrativa es algo más que buenas ideas argumentales, que la estructura del relato es tan fundamental o más que la trama, que no importa tanto la historia como la forma en que se cuenta. En realidad, no hay diferencia entre fondo y forma; pero de eso hablaremos más tarde. 2. Los géneros literarios son una clasificación arbitraria; no hay géneros grandes ni pequeños, sólo buenas y malas obras Creo que nadie va a contradecir el enunciado de esta segunda premisa, pues es el principal argumento que, desde eras remotas, han aducido los aficionados a la cf para defender la calidad del género. Un tópico, sí; pero no por ello deja de ser verdad. Con frecuencia, el asunto de los géneros literarios se contempla desde un punto de vista platónico, idealista, como si los géneros fueran entidades abstractas que desde el principio de los tiempos flotaran en el limbo a la espera de autores a los que inspirar. Vistas así las cosas, el concepto de género literario tiene algo de sobrenatural. Pero todo es exactamente al revés. Al principio, no había géneros, sólo relatos. Más tarde, relatos que tenían características temáticas similares fueron agrupados editorialmente en torno a un denominador común. Una novela que transcurra en la frontera del Oeste norteamericano durante el siglo XIX será etiquetada como western, otra que verse sobre las relaciones sentimentales recibirá el nombre de literatura romántica o rosa y aquella que trate sobre sexo se denominará erótica o pornográfica. Conviene hacer hincapié en que esta clasificación tiene un origen editorial (es decir, mercantil). Podemos encontrar un ejemplo de esto en la novela negra, un género que sólo se llama así en Europa (en Estados Unidos se denomina thriller), porque procede del nombre de la famosa colección francesa de novela policíaca Fleuve Noire. Las editoriales crearon colecciones de género porque éstas garantizaban una cantidad fija, y en ocasiones nada despreciable, de lectores/compradores. Pero eso nada tiene que ver con la literatura. No obstante, pese a lo espurio, comercial y un tanto arbitrario de la clasificación en géneros, ésta no deja de ser un herramienta útil para el análisis literario. A fin de cuentas, es indudable que los relatos pueden agruparse según ciertas características, lo que permite establecer diferentes «familias» dentro de la narrativa general. Pero lo que ahora deberíamos preguntarnos es si las peculiaridades diferenciales de cada género, y en concreto de la cf, son una mera estrategia clasificatoria o si, por el contrario, afectan sustancialmente al género desde un punto de vista literario, sea para bien o para mal. ¿Tienen razón quienes afirman que la narrativa de género es subliteratura? Establezcamos primero la diferencia entre arte y artesanía. Un artista es aquel que crea con absoluta libertad, aquel que ensancha los límites de su forma de expresión, aquel que explora nuevos territorios. Un artesano, por el contrario, es quien repite de modo mecánico modelos estéticos predeterminados. Aplicando este criterio a la cf, veremos que, por ejemplo, Neuromante es una obra de arte (discutible o no, pero arte al fin), mientras que Cuando falla la gravedad, de George Alec Effinger, es un simple producto artesanal, pues se limita a calcar, con mayor o menor fortuna, los hallazgos expresivos de la obra de William Gibson.

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