Anselm Jappe – Guy Debord

Anselm Jappe – Guy Debord

Anselm Jappe Guy Debord Traducción de Luis A. Bredlow EDITORIAL ANAGRAMA BARCELONA Titulo de la edición original: Debord Edizioni Tracce Pescara, 1993 Portada: Julio Vivas Ilustración: Via Montesanto, Nápoles, 1995, fotografía del autor © Anselm Jappe © EDITORIAL ANAGRAMA, S.A., 1998 Pedro de la Creu, 58 08034 Barcelona ISBN: 84-339-0566-X Depósito Legal: B. 44386-1998 Printed in Spain Liberduplex, S.L., Constitució, 19, 08014 Barcelona ABREVIATURAS Y SIGLAS DE LAS OBRAS MÁS FRECUENTEMENTE CITADAS Cdvq: Henri Lefebvre, Critique de la vie quotidienne, vol. I: In- troduction, L’Arche, París, segunda edición con un nuevo prefacio, 1958; vol. II: Fondements d'une sociologie de la quotidienneté, L'Arche, París, 1961. Cm: Guy Debord, Comentarios sobre la sociedad del espectáculo, trad. cast. de Carme López y J. R. Capella, Anagrama, Bar­ celona, 1990. HCC: Gyórgy Lukács, Historia y consciencia de clase, trad. cast. de Manuel Sacristán, reed. en 2 vols., Sarpe, Madrid, 1984. IS: Revista Internationale Situationniste, reed. Librairie Arthé- me Fayard, París, 1997 (la primera cifra indica el número de la revista, la segunda la página). OCC: Guy Debord, Oeuvres cinématographiques completes, Ga­ llimard, París, 1994. OME: Karl Marx/Friedrich Engels, Obras. Edición dirigida por Manuel Sacristán Luzón, Crítica-Grijalbo, Barcelona/Bue­ nos Aires/México (la primera cifra indica el volumen, la se­ gunda la página). Pan.: Guy Debord, Panégyrique, Gallimard, París, 1993. Potl.: Potlatch 1954-1957, Gallimard, París, 1993. Rapp.: Guy Debord, Rapport sur la construction des situations et sur les conditions de Vorganisation et de l’action de la ten- dance situationniste intemationale, en Internationale Situa­ tionniste, reed., op. cit., apéndice. SdE: Guy Debord, La sociedad del espectáculo, trad. cast. de Jorge Diamant, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1974. VS: Debord y Sanguinetti, La véritable scission dans l’Interna- tionale, Fayard, París, 1998. I.S. designa también la organización del mismo nombre. I.L. designa la Internacional Letrista. La editorial Champ Libre cambió su nombre, en otoño de 1984,ípór el de Éditions Gérard Lebovici, bajo el cual fueron reeditadas también las obras publicadas anteriormente. (Al final del volumen se halla una bibliografía detallada de los escritos de Debord.)* * Las referencias a versiones castellanas han sido introducidas por el traductor de la presente edición. Las citas de las traducciones caste­ llanas de Debord y, hasta donde nos fue posible, de casi todos los de­ más autores, han sido cotejadas con el texto original y, en su caso, debidamente corregidas o modificadas. (N. del T.) PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA Si este libro logra suscitar algún interés, se debe evidente­ mente al hecho de que habla de Guy Debord. Si España es el primer país en donde este libro se publica en una editorial de amplia difusión, en una traducción confiada desde el inicio a un traductor experto y conocedor de la materia, acaso se pue­ da deducir de ello que España está hoy más dispuesta que otros países a reconocer el valor de una persona como Debord, que a su vez profesó un profundo amor a España. En la epope­ ya personal de Debord, España constituyó una etapa funda­ mental: dice de sí mismo que tuvo «la dicha de conocer la Es­ paña verdadera»,1 y le dedica pequeñas pero significativas alusiones en diversos textos (Panégyrique, Des contrats). De­ bord hace referencia muchas veces a la revolución de 1936, sea porgue la consideraba «el esbozo más avanzado que jamás hubo de un poder proletario» (SdE § 94), sea porque la colabo­ ración de las diversas fuerzas contrarrevolucionarias que se dio en esa ocasión tuvo un significado paradigmático y reveló plenamente el carácter del estalinismo. Debord, fiel a su doble naturaleza «clásica» y «revolucionaria» -que en verdad no son sino dos aspectos del mismo juego con el tiempo, con la histo­ ria-, publicó en 1980 una traducción francesa de las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique y, aquel mismo año, un apasionado llamamiento en apoyo de los presos «autóno­ mos» de la prisión de Segovia.2 Y si muchos han subrayado lo que el estilo de Debord debe a los moralistas franceses del si­ 1. Jorge Manrique, Stances sur la mort de son pére, traducción y epílogo de Guy Debord, Champ Libre, París, 1980, p. 49. 2. Coordination des groupes autonomes d’Espagne, Appels de la prison de Ségovie, Champ Libre, París, 1980. glo XVII, conviene señalar también una cierta semejanza con el conceptismo español: el estilo denso que, no utilizando ni una palabra más de lo necesario, se aproxima a la poesía; la posibi­ lidad de que un segundo sentido se esconda detrás de lo que la primera lectura revela; las numerosas alusiones literarias; el amor a la metáfora. Debord continúa inquietando aun después de muerto. Lo atestiguan las tentativas de anestesiar en el circo mediático a quien fue, durante tantos años, el «gran ausente». Como dijo Baltasar Gracián, «al león muerto, hasta las liebres le repe­ len»,* y ahora todo el mundo se siente autorizado a expresar su opinión acerca de Debord. Más insidiosos que los ataques groseros son quizá los elogios interesados y los entusiasmos por parte de personas sospechosas. Pero lo que aún provoca miedo no son sólo sus ideas, sino también su persona, su ejemplo vi­ viente. No es de extrañar, por tanto, que a finales de 1996 apa­ reciera en Francia, escrita por una persona procedente de la ex­ trema derecha y muy apoyada por diversos medios, una novela policíaca centrada en un personaje fácilmente identificable con Guy Debord y descrito como una especie de siniestro mafioso. Semper aliquid haeret. Dado que el editor de este delirio era precisamente Gallimard, la heredera de Debord decidió rom­ per la colaboración con él y confiar las restantes reediciones de obras de Debord a la editorial Fayard, que publicará también el esperado Panégyrique II. Tampoco hay que asombrarse de que un Toni Negri, ese Guzmán fracasado,** haya sentido en su dorado exilio la necesidad de insinuar que Debord fue un «mal maestro» y un inspirador del terrorismo italiano.1 ¿Por qué decir que Debord todavía inquieta? ¿No se corre al decirlo el riesgo de contribuir a la mitificación? ¿Acaso no se lee ahora a Debord en las universidades? ¿No se ha convertido en un autor como cualquier otro? No es casual, de todos mo­ dos, que ahora se exalte ante todo su calidad de «escritor» en detrimento de su crítica social. En un momento histórico en que no falta el descontento provocado por la demencia de la economía mundializada, se concede sobrado espacio a quienes * En castellano en el original. (N. del T.) ** Alusión a Abimaíl Guzmán, de Sendero Luminoso. (N. del T.) 1. En el programa «Nuits magnétiques - L'Internationale Situation- niste», emitido el 10 de mayo de 1996 por Radio France Culture. venden críticas parciales, a un falso anticapitalismo que de­ nuncia la especulación financiera, la contaminación del medio ambiente o la corrupción, y que propone remedios moralistas e intervenciones keynesianas. La crítica total de las bases del sistema capitalista, del dinero, de la mercancía, del Estado y del trabajo, en cambio, debe ser exorcizada más que nunca, porque tal vez nunca haya existido tanta gente que podría estar interesada en ponerla en práctica. Acaso Debord muriera antes de haber acabado su obra. Pero no pertenece a la clase de autores de los que se deja de hablar cuando no pueden ya participar en los debates televisi­ vos. Debord ha entrado ya en el reducido círculo de las perso­ nas que conversan entre sí, y con quienes se conversa, a través de los tiempos, con los que «en músicos callados contrapuntos / al sueño de la vida hablan despiertos».* Roma, junio de 1998 * En castellano en el original. (N. del T.) He thinks too much; such men are dangerous. S h a k espea r e, Julius Caesar e l c o n c e p t o d e espectáculo ¿Hay que quemar a Debord? Ciertas épocas dieron muestras de una fuerte creencia en el poder del pensamiento crítico. Así, la del emperador chino Shi Huang Ti, quien organizó la primera quema de libros, o la que condenó a Anaxágoras y a Sócrates, o aquella que mandó a la hoguera a Bruno y a Vanini. Hace tan sólo veinte años que en Irán, bajo el régimen del sha, una maestra fue sentenciada a cadena perpetua por poseer un ejemplar de la Ciencia de la ló­ gica de Hegel. Nuestra época, por el contrario -nos referimos a los últimos decenios de la Europa occidental-, ha tenido á sus pensadores, y generalmente no sin razón, por gente totalmente inofensiva. Más de uno que se declaraba enemigo jurado de lo existente fue acogido con los brazos abiertos en las universidades o en la televisión, y las más de las veces el amor fue recíproco. Entre las pocas personas consideradas de todo punto inaceptables se halla sin duda Guy Debord. Durante mucho tiempo se interesó por él más la policía que los órganos normalmente encargados de la difusión del pensamiento. Pero finalmente tal actitud ya no bastaba, puesto que las teorías elaboradas por él y sus ami­ gos los situacionistas habían comenzado, a pesar de todo, a despertar la atención de la época. Desde entonces se observa otra técnica de ocultación: la banalización. Hay pocos autores contemporáneos cuyas ideas hayan sido utilizadas dé manera tan deformada como las de Debord, y por lo general sin men­ cionar siquiera su nombre. A estas alturas todo el mundo, desde los directores de televi­ sión hasta el último de sus clientes, admite que vivimos en una «sociedad del espectáculo». Ante la invasión de los mass media y los efectos que ocasiona en los niños que crecen ante el televi­ sor o ante la deplorada «espectacularización» de la informa­ ción sobre sucesos trágicos como guerras y catástrofes, la refe­ rencia a la «sociedad del espectáculo» es hoy en día de rigor.

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