Boletín Del Archivo General De La Nación, Correspondiente» Los Meses De Enero Y Febrero

Boletín Del Archivo General De La Nación, Correspondiente» Los Meses De Enero Y Febrero

BOLETIN DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACION Tomo II. Mayo-Junio 1931. Número 3 SUMARIO Indices del Ramo de TierraB............ ............................. 321 Ramo de Historia.—Causa de Fernando Maximiliano de Haps- burgo. (Continúa.)...................... 366 Ramo de Bandos y Ordenanzas.—Letras G, H, I, J y L............ 424 Labores del Archivo General de la Nación en los meses de fe> » brero y marzo del presente año................................... 455 Ramo de Historia.—Consultas y copias .................... ........ 459 Ramo de Tierras.—Consultas y copias certificadas.................. 466 Propiedad Artística y Literaria............... ................. 468 Canje del Boletín y otras publicaciones recibidas......................... 475 TALLERES GRAFICOS DE LA NACION MEXICO.—1931 ESTADOS UNIDOS MEXICANO5 SECRETARIA DE GOBERNACION DIRECTORIO: SECRETARIO DE GOBERNACION. CORONEL CARLOS RIVA PALACIO SUBSECRETARIO, LiC. OCTAVIO MENDOZA GONZALEZ OFICIAL MAYOR. LIC. EDUARDO VASCONCELOS PERSONAL SUPERIOR DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACION: DIRECTOR, RAFAEL LOPEZ HISTORIADOR JEFE, LUIS GONZALEZ OBREGON HISTORIADORES, NICOLAS RANGEL LIC. RAMON MENA PALEOGRAFO, LUIS G. CEBALLOS JEFE DE SERVICIO, JOSE SUAREZ boletín del archivo GENERAL DE LA NACION Tomo II. Mayo-junio 1931. - Número 3. INDICES DEL RAMO DE TIERRAS INTRODUCCION El cruel derecho del vencedor sobre el vencido en la lu­ cha de la conquista de México—afirma con innegables razo- oes el jurisconsulto D. Wistano Luis Orozco, en su profundo estudio de Legislación y Jurisprudencia Sobre Terrenos Bal- dio»—el despojo violento; uno de los más grandes atentados contra la propiedad legitima; he aquí el verdadero initium de los títulos de dominio expedidos por el Soberano y sanciona­ dos después de la independencia, por el irresistible poder de los hechos consumados. Y todavía lo que es más elocuente. En el mismo siglo en que se llevaba a cabo eBta rapiña colosal, a la sombra de los poderosos detentadores, un hombre de conciencia justa, el re-' verendo padre dominico Fray Francisco Vitoria, restaurador de la ciencia teológica y fundador insigne del Derecho Inter­ nacional, catedrático de la Universidad de Salamanca, pese a los intereses políticos de reyes y pontífices, condenaba los pre­ tendidos derechos humanos y divinos Bobre los bienes de los conquistados, en las siguientes palabras, tomadas al pie de la letra de sus Relecciones (repetición de lecciones) de Indios y del Derecho de la Guerra: “De las consideraciones expues­ ta», resulta que los bárbaros, al llegar allí los españoles, eran pública y privadamente, verdaderos dueños, al igual que los 321 cristianos lo son de los suyos, j que ni ellos ni sna príncipe», pueden ser privados de sus cosas.” Sobre el derecho que se arrogaban los emperadores para disponer del territorio inva­ dido, declaraba: “Aun admitiéndose que el emperador fuese el amo del mundo, esto no le daría derecho a ocupar las pro­ vincias de aquellos bárbaros, constituir allí nuevos príncipes, deponiendo a los antiguos y cobrar impuestos.” Y sobre el otro también pretendido dominio de los pontífices sobre la» tierras descubiertas, observa: “Si loa bárbaros no quieren re­ conocer dominio ni señorío alguno al Papa, éste no tiene de­ recho alguno a hacerles la guerra, ni & apoderarse de bub bie­ nes y territorios.” Si la propiedad, como se ve, ha sido desde bu origen si­ nónimo de despojo, su transferencia a los dominadores, hecha por los Delegados Reales a nombre del Rey de España, se pue­ de apreciar como un reparto casi gratuito del espléndido e inagotable botín. El poco precio—hace notar D. Vicente Ri- va Palacio en su Historia del Virreinato—■en que podían ad­ quirirse los terrenos que tenían poseedor europeo; la facili­ dad con que los gobernantes concedían extensas propiedades, y el poco escrúpulo paro despojar de sus tierras a los indios, dieron origen a esa desproporcionada división territorial agra­ ria, de donde resultaron haciendas de trescientas, quinientas y hasta seiscientas leguas cuadradas, en manos de un solo propietario.; y ejemplo hubo de mayorazgo, que llegó a po­ seer en una sola provincia, una propiedad de cinco mil leguas cuadradas de extensión. Este sistema tuvo por resultado in­ mediato, el mal cultivo de las tierras, pues los propietarios de las fincas rústicas no podían sembrar todo el terreno cul­ tivable de sus haciendas, permaneciendo eriazos la mayor parte de los campos. Tales bases de división territorial en los terrenos agrí­ colas-continúa observando el 8r. Riva Palacio—y esa espan­ tosa desproporción en la propiedad y posesión de las tierras, constituyeron la parte débil del cimiento de aquella socie­ dad, y han venido causando grandes y trascendentales tras­ tornos económicos y políticos, primero en la marcha de la Co­ lonia, y después en la de la República. El desequilibrio en 1* propiedad, la desmesurada grandeza de.muchas posesiones rúa- 822 ticas al lado de multitud de pueblos entre cuyos vecinos se encuentra apenas un solo propietario, ha mantenido durante más de tres siglos la sorda agitación que ha hecho tantas ma­ nifestaciones con el carácter de movimientos políticos, pero acusando siempre un malestar social; y fué causa sin duda, en el segundo siglo de la dominación española, de varios tu­ multos, porque la magnitud y estancamiento de la propiedad alientan y facilitan el monopolio, produciendo la escasez ar­ tificial de los efectos de primera necesidad, qrnra conseguir por ese medio el alza de precios y la segura y fácil ganancia. Del completo despojo sufrido por los conquistados, vinie­ ron, en consecuencia, tanto los títulos de propiedad personal expedidos a favor de afortunados aventureros, como los que el fanatismo de la-época discernió en beneficio de iglesias y conventos y , la caridad en asilos, hospitales y otras institu­ ciones de beneficencia incluso. En cuanto a los indios, en su mayoría, desposeídos de sus oalpulli, de sus bienes propios, se vieron obligados a labrar como esclavos la tierra que an­ taño cultivaron como señores. En todo el transcurso de la Colonia, hay que considerar como letra muerta, las tan ca­ careadas como ilusorias Leyes de Indias, empeñadas en ha­ cer respetar la propiedad de los indígenas, y que estimar­ las sólo como un sarcasmo añadido a su lamentable con­ dición de-vencidos. De todos modos, esas leyes, reglamentando la nueva pro­ piedad, fueron las únicas defensas de las víctimas, ante la rapacidad jamás satisfecha de los dominadores, convertidos a poco en acaudalados terratenientes; esas leyes, las solas armas esgrimidas—cuántas veces inútilmente—por los indíge­ nas, no sólo para conservar el fundo legal de su pueblo, que se les dejaba a título de limosna ultrajante, sino hasta el pe­ dazo de tierra que se les permitía poseer en regiones de tal manera infecundas, que eran impropias para el cultivo más «imple. Y de esas leyes, finalmente, dimanan la división y la propiedad territorial de la Nueva España, los títulos de com­ posición y deslinde de pueblos, haciendas y ranchos; la re­ partición de tierras y aguas, la designación y fraccionamiento de ejidos de los pueblos, materias todas éstas contenidas en 823 los tres mil setecientos volúmenes que constituyen la sección del Archivo General, denominada “Ramo de Tierras.” La documentación anterior, someramente enumerada, permite apreciar la importancia de este Ramo, tan *vincula do a la propiedad territorial, base primera en que descansa la soberanía de la Nación. Y esta importancia sube de pun­ to, ahora que son patentes los esfuerzos de la revolución me­ xicana, en poner coto a la tradicional explotación de la pro­ piedad agraria por los grandes terratenientes, y su propósito de conseguir un repartimiento más universalmente fructífero y equitativo, de la propiedad inmueble entre los ciudadanos de la República. En esta valiosa documentación, los trabaja­ dores de los campos encontrarán razones y apoyo legales, pa­ ra reivindicar derechos y corregir injusticias. De los expresados tomos que componen el Ramo de Tie­ rras, publicamos a continuación el índice de los quinientos primeros volúmenes contenidos en 1,767 tarjetas, que registran documentos del siglo XVI al XVIII. Como en la documen­ tación colonial de esta oficina no es posible introducir inno­ vaciones, por proceder ese acervo de la Secretaría del Virrei­ nato de la Nueva España, cuya organización política y ad­ ministrativa, era completamente distinta a la de nuestra República, se ha impuesto la necesidad de respetarla, para poder encontrar más fácilmente loe documentos de cada rama En consecuencia, los índices han sido hechos conforme a ese sistema, ya que modernizarlo, equivaldría a desencua­ dernar millares de volúmenes ya empastados, para la forma­ ción de un nuevo índice arreglado decimalmente, lo que en­ torpecería el servicio al público, y sería tarea de varios años Además, existen índices impresos en el extranjero por eruditos o corporaciones históricas, en los cuales se hace re­ ferencia a los documentos de este Archivo, conforme a la antigua clasificación. Igualmente, tanto las citas de los do­ cumentos de propiedad territorial que se copian para que sir van de pruebas testimoniales en los juzgados, como las citas de los historiadores que han consultado dichos documentos, están hechas en los expedientes y en los libros publicados aquí o en el extranjero, conforme a la organización antigua, y sería imposible evacuar esas citas si se modificara el sistema. 324 Tampoco fué posible, en los índices que hoy se publican, seguir el método de catalogación de Bolton, en

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