Historia de la literatura colonial de Chile Tomo I José Toribio Medina Primera parte Poesía (1541-1810) C'est qu'en effet, toujours et partont, la poésie de la vie humaine se résume en trois mots: religion, gloire, amour. MENNECHET, Matinées littèraires, I, p. 106. [VII] Introducción ¿Qué debe entenderse por literatura colonial de Chile?- Estado intelectual de Chile a la llegada de los españoles.- Oratoria araucana.- Carácter impreso a la literatura colonial por la guerra araucana.- Diferencia de otros pueblos de la América.- Doble papel de actores y escritores que representaron nuestros hombres.- Ingratitud de la corte.- Amor a Chile.- Encadenamiento en la vida de nuestros escritores.- Transiciones violentas que experimentaron.- Principios fatalistas.- Crueldades atribuidas a los conquistadores.- El teatro español y la conquista de Chile.- Creencia vulgar sobre la oposición que se suponía existir entre las armas y la pluma.- Condiciones favorables para escribir la historia.- Las obras de los escritores chilenos aparecen por lo general inconclusas.- Profesiones ordinarias de esos escritores.- Falta de espontaneidad que se nota en ellos.- Ilustración de algunos de nuestros gobernadores.- Errores bibliográficos.- Obras perdidas.- Ignorancia de nuestros autores acerca de lo que otros escribieron.- Dificultades de impresión.- Sistema de la corte.- El respeto a la majestad real.- Prohibición de leer obras de imaginación.- Id. de escribir impuesta a los indígenas.- Privación de la influencia extranjera.- Persecuciones de la corte.- Disposiciones legales.- Dedicatorias.- La crítica.- Respeto por la antigüedad.- Prurito de las citas.- Monotonía de la vida colonial.- La sociedad.- El gusto por la lectura.- Bibliotecas.- Preferencias por el latín.- Falta de estímulos.- Sociedades literarias.- Historia de la instrucción en Chile.- Id. del teatro.- Importancia del estudio de nuestra antigua literatura.- Uniformidad.- Falta de sentimiento en los poetas.- La poesía sólo fue un pasatiempo.- Pobreza de la rima.- Juegos de palabras.- Citas mitológicas.- Deseo mi posición de palabras.- Un testamento.- Un enigma.- Los lados del rectángulo.- Fiestas.- Ejemplos tomados de Lima.- Un laberinto. -Consideraciones generales sobre los poemas de la conquista de Chile.- Id. sobre la prosa- Los historiadores astrólogos.- Programas para escribir la historia.- Biografía.- Viajes.- Obras de imaginación.- La oratoria.- Teología.- Siglo de oro de la literatura colonial. ¿Qué debe entenderse por literatura colonial de Chile? Tal es la pregunta a que debemos responder antes de entrar al análisis detallado de cada una de las obras que la componen. Es natural y corriente en todos los que han encaminado sus labores al estudio del desarrollo del pensamiento en un país determinado, [VIII] comenzar por investigar la formación del idioma y aún los orígenes del pueblo de cuyos monumentos literarios se trata. La Harpe, Villemain en Francia, Sismondi, Ginguené respecto de Italia, don Amador de los Ríos en España, en una palabra, cuantos han escrito de la historia literaria de las naciones europeas han debido siempre tomar este hecho capital como punto de partida de sus tareas. Mas, estas investigaciones quedan manifiestamente fuera de la órbita de nuestros estudios. El idioma castellano, empleado por los escritores chilenos, estaba ya formado cuando los primeros conquistadores pisaron los valles, del sur del desierto. Cervantes aun no había nacido, pero el instrumento de que hiciera tan brillante alarde en el Quijote iba a llegar con él a la plenitud de su desarrollo. Las palabras literatura chilena no se refieren, pues, como fácilmente se deja entender, sino al cultivo que el pensamiento en todas sus formas alcanzó en Chile durante el tiempo de la dominación española. Aquella literatura puede decirse que fue una planta exótica trasplantada a un suelo virgen, nada más que el arroyuelo que va a derramarse en la corriente madre. Trátase simplemente en nuestro caso de averiguar y constatar la marcha seguida entre nosotros por los que se dedicaron a las letras, estudiando el alcance de las producciones del espíritu bajo las influencias inmediatas que obraron en nuestro suelo, bien sea a consecuencia de los hombres que las sufrieron, bien sea a causa de las tendencias impresas a su carácter por el pueblo en medio del cual vivieron o de la naturaleza propia de un país desconocido y como perdido en un rincón del mundo, estrechado por el océano y los Andes. ¿Qué fue lo que los compañeros de Valdivia encontraron en el territorio que Almagro, acababa de explorar hacía poco tiempo? ¿Cuál era el estado intelectual de los pueblos en cuyo centro venían a establecerse? Desde luego, cuantos han tenido ocasión de examinar la lengua araucana, unánimes testifican su admirable regularidad, lo [IX] sonoro de sus frases, y una sorprendente riqueza de expresiones. «Es cortada al talle de su genio arrogante, dice, Olivares; es de más armonía que copia, porque cada cosa tiene regularmente un solo nombre, y cada acción un solo verbo con que significarse: con todo eso; por usar de voces de muchas sílabas sale el lenguaje sonoro y armonioso» (1). Los araucanos no conocían el uso de la escritura; sus más importantes mensajes apenas si sabían trasmitirlos por groseras representaciones materiales, inferiores aun a los quipos que los súbditos del Inca acostumbraban. Su atraso era notablemente superior al de los indios peruanos, ya se examine con relación a su industria, de la cual dan espléndido testimonio las grandes calzadas labradas en una extensión de centenares de leguas, ya con relación a las concepciones del espíritu que había sabido elevarse hasta la producción e inteligencia del drama. Los pobladores de Arauco tenían sus poetas que en el entierro de algún muerto, en medio de la general borrachera, declamaban composiciones en verso, que los parientes remuneraban (2) con chichas (3). «La poesía de esta lengua, dice Olivares, hablando en términos más generales, si no tiene aquellos conceptos altos, alusiones eruditas y locuciones figuradas que se ven en obras poéticas de otras naciones sabias, por lo menos es dulce y numerosa, y aunque sea soberbísimo el juicio de los oídos que condena sin apelación todo lo que no le cuadra, con todo, el más delicado no hallará cosa que reprender en la cadencia y numerosidad de sus metros» (4). Pero puede decirse que de todos los géneros literarios el único que cultivaban era el de la oratoria. Guerreros por excelencia, conocían perfectamente las grandes determinaciones que en sus reuniones bélicas estaba destinado a producir el uso elegante o apasionado de la palabra, que los llevaba a la pelea prometiéndoles la victoria. «Como en lo antiguo los griegos y romanos [X] tenían y ahora los que profesan las buenas letras usan cotidianos ejercicios de la oratoria, y así estos indios ejercitan, se puede decir, a todas horas los bárbaros primores de que son capaces unos ingenios destituidos de toda ciencia y dejados a la enseñanza de la naturaleza, porque en este particular no hay nación que tenga semejanza con ésta, que practica como moda cortesana lo que entre los escitas fuera la mayor impertinencia. Siempre que uno visita a otro (y esto es continuo por su ociosidad) no traban la conversación como otra gente con alternativa de breves cláusulas, sino de razonamientos prolijos. En tanto que el uno está declamando su sermón, está el otro rindiéndole quietísima atención de sentidos y potencias, porque fuera muy mal caso y de mucha ofensa no hacerlo así; y para dar muestra de que escucha diligentemente, el que oye ha de hacer una de dos cosas: o repetir la última voz de cada período en que hace pausa el predicador o decirle: Vellechi, veinocanas, mu piqueimi, que quiere decir así es, bien decís, decís verdad. Luego coge el otro la mano para corresponder a una declamación con otra, y de este modo gastan comúnmente algunas horas, andando mientras esto muy listas las mujeres para dar jugo y fecundidad al orador. Este modo de ensayos elocuentes practican desde niños, porque saben la mucha cuenta que se hace entre ellos de quien habla bien, y que lo contrario es exacción que se opone para que alguno no suceda en algún bastón, aunque le venga por sangre. Estos razonamientos pronuncian en los congresos particulares con tonos moderados; mas, en las juntas grandes para asentar paces, o persuadirlas, que llaman en su idioma huinca-coyan, o para publicar, guerra que llaman auca coyan, dicen sus oraciones con tal rigor que, como se dijo del griego Pericles, parece que hablan con truenos y que sus operaciones son borrascas deshechas. Verdaderamente, cuando he visto en juntas de muchos centenares de indios declamar a estos bárbaros oradores, juzgué que ni Poreyl y Latrón cuando hacían estremecer las paredes del Gimnasio, ni Marco Tulio, cuando fulminaba en la curia contra un reo el más criminal del Estado, lo ejecutaría con más esfuerzo del pecho y ardor del ánimo. [XI] Y como el orador, movido se halla a mano las fórmulas más vivas y eficaces de imprimir su afecto en los otros, es indecible cuán bien usan estos indios bárbaros de aquellas figuras de sentencias que encienden en los ánimos de los oyentes los afectos de ira, indignación y furor que arden en el ánimo del orador, y a veces los de lástima, compasión y misericordia, usando de vivísimas prosopopeyas, hipótesis, reticencias irónicas, y de aquellas interrogaciones retóricas que sirven, no para preguntar, sino para reprender y argüir, como usó Cicerón en el principio de una oración que hizo contra Catilina en el Senado... En sus persuasiones se valen bellamente de los argumentos que se toman de lo necesario, fácil, útil y deleitable, y en la disuasión, de sus contrarios, omitiendo las pruebas que se sacan de lo honesto e inhonesto, o tocándolas solamente por los respectos extrínsecos que tiene lo bien y mal, hecho a la honra y deshonra que ocasiona; porque, realmente, no han hecho concepto verdadero del precio y hermosura de la virtud por sí sola, y les parece más digna de honra la iniquidad poderosa que la inocencia desarmada» (5).
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