Consideraciones Sobre La Democracia

Consideraciones Sobre La Democracia

REAL ACADEMIA DE CIENCIAS MORALES Y POUTICAS CONSIDERACIONES SOBRE LA DEMOCRACIA DISCURSO LEIDO EN EL ACTO DE SU RECEPCION POR EL EXCELENTlSIMO SE~OR DON EUGENIO VEGAS LATAPIE EL OlA 14 DE DICIEMBRE DE 1966 y CONTESTACION DEL EXCELENTlSIMO SE~OR DON JaSE DE y ANGUAS MESSIA VIZCONDE DE SANTA CLARA DE AVEDILLO MADRID 1965 Depósito legal. M. 17988.-1965 Impreso por AFRODISIO AGUADO, S. A., en «Selecciones Gráficas».· Madrid DISCURSO DEL EXCMO. SR. D. EUGENIO VEGAS LATAPIE Señores académicos: No encuentro palabras que puedan demostraros mi agra­ decimiento por el inmerecido honor de haberme designado para ocupar un puesto en esta ilustre y prestigiosa Corpo­ ración y compartir vuestras tareas. Si Donoso Cortés se calificaba a sí mismo de "pobre de fama y escaso de in­ genio", al comenzar su discurso de ingreso en la Real Academia Española; si Menéndez Pelayo justificó su retra­ so en leer el suyo desde este mismo estrado por haber nece­ sitado "recoger el ánimo" para corresponder de la manera menos indigna a la alta merced que se le otorgara; si tantas figuras eminentes de la ciencia y de la política. en trance parecido a éste, no dudaron en proclamar su pequeñez e indignidad, ¿qué puedo hacer yo para expresaros mi gra­ titud-consciente de mi falta de merecimientos-, sino li­ mitarme a decir con absoluta sinceridad y modestia: Gra­ cias, señores académicos, muchísimas gracias? Muy especialmente me abruma el que me hayáis otorga- 9 EUGENIO VEGAS LATA PIE do la Medalla número 14 de esta Academia, que es la que correspondió a don Marcelino Menéndez Pelayo, Aureolada por la fama legendaria, encuentro su figura entre los pri­ meros recuerdos de mi niñez. En aquel inolvidable San­ tander de mi infancia y primera juventud, se le profesaba ya en vida una veneración casi mítica. De "sabio" era ca­ lüicado por los hombres de carrera y por los menestrales y obreros, y en aquella mi tempranísíma edad consideraba yo al "sabio" como un ser excepcional a quien nada se le ocultaba. El 19 de mayo de 1912 murió en su ciudad natal don Marcelino. Su muerte me arrancó amargas lágrimas, aunque no por un sentimiento precoz, que pudiera hoy pa­ recer profético. Mi llanto Se debió a que mis padres no me llevaron a presenciar un entierro en el que habría sol­ dados, bandas de música y hasta un ministro del Rey llegado ex profeso de Madrid. Cuando inicié por libre los estudios de la carrera de Derecho, mi inolvidable profesor Casímiro de Solano y Polanco, además de incitarme a la lectura de algunas obras de Donoso Cortés, Gil Robles y otros pensadores católicos, me prestó la Historia de los heterodoxos españoles, muy dificil entonces de adquirir; para estimular mi interés, me leyó, además, unos párrafos relativos a Carlos 111, las Cortes de Cádiz y la matanza de frailes, Apasionado por ese in­ centivo, devoré muy pronto la obra entera. Aún no se ha borrado la impresión que me produjo aquella lectura, de­ cisiva en la orientación de mi vida. ¡Que Casimiro Solano reciba en el cielo el testimonio de mi perpetua gratitud por haberme así orientado en una edad, tan peligrosa, en la que otros jóvenes, menos afortunados que yo, se descarrían a veces para siempre I Más tarde, al fundarse, en noviembre de 1931, la so­ ciedad cultural Accián Española, fue colocada, según mi 10 s o BRE LA DEMOCRACIA propuesta, bajo el patronazgo de Menéndez Pelayo. Su efi­ gie presidió siempre nuestro salón de actos y todos los años conmemorábamos el aniversario de su muerte. De acuerdo con esta tradición, en mayo de 1937 organicé en el para­ ninfo de la Universidad de Salamanca, bajo el signo de Ac­ ción Española, una solemne velada conmemorativa del XXV aniversario de la muerte del Maestro. En ella hablaron Eu­ genio Montes, Sáinz Rodríguez y Pemán. Luego nos reu­ nimos en fraternal comida los directivos y amigos de la sociedad que allí nos encontrábamos. Después del 18 de julio de 1936, era la primera vez que nos congregábamos corporativamente. Faltaban muchos de los habituales. Unos -Maeztu, Pradera, Calvo Sotelo, Javier Reina...-habían caído, mártires de los ideales de Acción Española; otros se hallaban en zona roja o luchaban en la primera línea de nuestros frentes. Los discursos pronunciados en aquella co­ mida resultaron altamente emotivos; hubo lágrimas en los ojos de muchos de los asistentes. Uno de ellos, don José Pemartín, escribió una emocionante crónica del acto, pu­ blicada en el diario AB e, de Sevilla, con el título El ban­ quete de los muertos sagrados. Si ya en mi infancia consideraba a Menéndez Pelayo un ser casi mítico y fabuloso, en cuyo portentoso genio he re­ conocido y admirado después inalterablemente al paladín ilustradfsímo de la religión y de la patria, no os extrañará el temor reverente que me embarga al venir a ocupar en esta Academia el puesto que él enalteció de manera tan singular. * * * He mencionado también, hace un momento, a don José Pemartín, otro de los titulares de la medalla que me habéis conferido. Gran amistad me unió con él y fueron numero- 11 EUGENIO VEGAS LATAPIE sos los trabajos que compartimos. De los muchos recuerdos que en este momento acuden a mi memoria, me limito a consignar que en octubre de 1937 me dedicó un ejemplar de su Introducción a una Filosofía de lo temporal, con es­ tas significativas palabras: "Ahora es el tiempo difícil; ahora es el tiempo para Ud." Sucedió al señor Pemartín en esta Academia don Ci­ rilo Tornos y Laffitte, a quien me cupo el honor de ser presentado, en 1930, poco después de instalarme en Ma­ drid. A partir de entonces, me dispensó SU preciosa amis­ tad, que frecuenté sobre todo en los tiempos azarosos de la segunda República. Desde su primera juventud se reveló en don Cirilo Tor­ nos una clarísima vocación para el estudio y la defensa del Derecho, a la que supo mantenerse fiel a lo largo de toda su vida. Aventajadísimo estudiante, apenas terminada la carrera ingresó en el Cuerpo de Abogados del Estado. Des­ pués de prestar sus servicios en Valladolid y Madrid, pidió la excedencia en 1915, para dedicarse por entero al ejercicio de la abogacía. Su laboriosidad, competencia y acrisolada honestidad le dieron una personalidad destacadísima en el foro español. Es de lamentar que no se hayan publicado sus escritos e informes forenses y los numerosos y pro­ fundos dictámenes que hubo de hacer durante su larga vida profesional. Debido a esto, los estudiosos del Derecho se ven privados de los tesoros de interpretación y doctrina que al contacto con la realidad fue elaborando don Cirilo Tornos. Su bien ganado prestigio hizo que se le designara, en 1925, para formar parte de la Comisión General de Codifi­ cación, en la que cesó al proclamarse la República. Reinte­ grado a ella en 1938, pasó a ocupar, dos años más tarde, su presidencia. En los anales de la misma queda constancia 12 s o BRE LA DEMOCRACIA de sus numerosas e importantes intervenciones, así como de varias ponencias sobre las propuestas de reforma de los Códigos Civil y de Comercio y de la Ley de Enjuiciamiento Civil. En mayo de 1932 fue elegido vicepresidente tercero de la Academia Nacional de Jurisprudencia y Legislación, en candidatura que, encabezada por don Antonio Goicoechea para la presidencia, sucedió a la que había triunfado dos años antes, capitaneada por don Niceto Alcalá Zamora. El re­ sultado de estas elecciones adquirió repercusión nacional, puesto que finalizó con ellas el monopolio de los elemen­ tos revolucionarios en la dirección de aquella Academia. Desde los últimos tiempos de la Monarquía, la docta Corporación era una especie de club jacobino, donde se atacaba con absoluta impunidad al régimen existente y se lanzaba todo género de insultos y calumnias contra el rey don Alfonso XIII. Precisamente, en las sesiones en que se produjeron aquellas manifestaciones subversivas, que ha evo­ cado con tanto acierto Agustín de Foxá en su libro Madrid, de corte a checa, libré, con más arrojo que fortuna, las pri­ meras batallas en defensa de mis ideales. Al redactar estas líneas, tengo a la vista una carta de don Cirilo Tornos en la que me pedía que prescindiéramos de su nombre-"que nada significa y que puede ser sus­ tituido con gran ventaja por los de otros muchos compa­ ñeros"-, si bien anticipaba su autorización para incluirlo en la candidatura, de no ser atendidas sus excusas. También conservo en mi archivo, dedicado por don Antonio Goicoe­ chea y firmado por los nuevos directivos de la Academia, el menú de la comida con que éstos me obsequiaron, días des­ pués del triunfo, para agradecerme la intervención que tuve en el mismo. Elegido don Cirilo Tornos académico de número de la 13 EUGENIO VEGAS LATAPIE Nacional de Jurisprudencia y Legislación, en 1933, su dis­ curso de ingreso versó acerca de la Necesidad de la reforma de nuestro Derecho Procesal, de la que era decidido parti­ dario, por haber chocado repetidas veces en el ejercicio de su profesión con las graves deficiencias de que adolece nues­ tra legislación rituaria. Durante la guerra española de libe­ ración, fue encargado por el gobierno de Burgos de dirigir varios procedimientos de gran importancia para el Estado Nacional ante los tribunales de París, Londres y Marsella. Católico convencido y practicante, no permaneció inac­ tivo el señor Tomos en defensa de la Iglesia. Así, por ejemplo, en 1932, cuando la Ley de Congregaciones Reli­ giosas puso en trance de desaparecer la enseñanza religio­ sa. en España, asumió la presidencia de la Confederación Católica de Padres de Familia.

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