'T' .. ) 1. 1l"' Á t \j}_ nu"'1[.0NT'-·· - '--". ~.-~0 Y- .L:PYE·t'NDAS -'-' MEXICANAS ¡::_::ccx;¡!)\S POTZ RliHI~N i\1. C/\?v!POS LA REINA XOCHITL No hay tradición mexicana que esté n1ás viva que la de la reina Xóchitl. Desde la antigua escritura en papel de maguey viene rindiéndosele culto. La pintura se ha apoderarJo Je la bella tradición, y la virgen morena se ve en un cuadro de !as galerías de Bellas Artes ofrendando su xoma rebosante de octli al rey tolteca. -No hay símbolo mC1s grato para los antiguos rne~icanos. Era el jugo Je los agaves, que ofrenuaba la tierra como un elíxir a los naturales para contentados de la falta de otros jugos como el vino y la cervez,a, que ya por aquellos tiempos se consumían en los países europeos. La tradición dice que la princesa Xóchitl se hallaba paseando en un cam­ po uonde abundaban los magucyes, cuando notó que una familia de tejones sa­ lía de un rr.aguey en el que habían hecho una horadación los roedores. No se retiraban definitivamente, sino que volvían y daban muestras de regocijo rela­ miéndose. Acercóse la joven y vió que de la horadación destilaba un licor blan­ quecino; lo probó con el dedo y vió que era dulce y agradable. Entonces trajo un utensilio de barro y lo llenó de a que 1jugo, lo llevó a su casa, diólo a beber a su padre Papantún el cual lo encontró también agradable; guardaron el tal jugo para el día siguiente y vieron que había fermentado y que bebido producía una tenue embriaguez. Entonces cortaron el cogollo de un maguey e hicieron una oquedad para que allí se reuniera el jugo destilado de la planta, y cuando tu­ vieron la convicción de gue aquel jugo embriagaba, y además mezclado el jugo fuerte con el jugo suave era muy agradable, decidieron que Xóchitl fuera ·a presentar aquel hallazgo al rey Tecpancaltzin, quien quedó complacido luego que bebió el octlí, y prendado de la bcrmosura de Xóchitlla pidió en casamien­ to a su padre Papantzin y la hizo su esposa. 71 Tal es origen de la bebida que hoy llamamos pulq uc o ncutle y c¡ue entre los antiguos toltecas fué llamada octli como hemos dicho. Durante mil años ha sido la bebida del pueblo mexicano, que siempre la ha encontrado grata, y que si se bebiera el mismo día que es extraída del maguey sería una bebida refrige­ rante y dulce. Fermentada en grandes cantidades pronto entra en descompo­ sición y es desagradable al olfato y al gusto; pero en forma de tlachíque dulce es verdaderamente sabrosa. La reina Xóchitl y el rey Tecpancaltzin vivieron muchos años y murieron trágicamente, ella a manos de Coanacoxtzin y él a manos de Xalixcatl-Xiute­ nancaltzin, señores aliados de Xalisco, al disgregarse el reino de Tallan tras la toma de Tultitlán, y desaparecer fundido en las nuevas tribus que hicieron irrup­ ción e integraron el futuro Imperio Azteca. EL HEROE TLAXCALTECA XICOTENCA TL El general más famoso de la República de Tlaxcala ha tenido la mala suer­ te de que se le juzgue como un aliado de los conquistadores españoles; pero esta creencia es un error, pues Xicoténcatl fué un enemigo de la invasión ex­ tranjera y luchó con todas sus fuerzas para contenerla. Cuando el ejército de Hernán Cortés franqueó la muralla que defendía a la indómita República, des­ guarnecida porque los otomíes la habían abandonado, Hernán Cortés se irguió sobre su caballo y exclamó: "¡Soldados, adelante, la Crm; es nuestra bandera y con este signo venceremos!" Los españoles y sus aliados cempoaltecas a van~ z;aron resueltos; y mientras Cortés esperaba el regreso de los embajadores que había enviado al Senado de la República proponiendo una alianza contra los aztecas, y que los jefes cempoaltecas le habían aconsejado, viendo que no vol­ vían, determinó ir a Tlaxcala a todo trance. De pronto vi<;:ron una avanzada de tlaxcaltecas armados que quisieron huir y que siendo alcanzados por los ca­ ballos hicieron frente a los españoles. Los embajadores de Cortés, acompañados de dos embajadores tlaxcaltecas, volvieron para manifestar la desaprobación del Senado de Tlaxcala por el en~ cuentro efectuado, y la noticia de que serían bien recibidos en la ciudad. Los españoles se pusieron en marcha; pero apenas habían avanzado cuando dos cem~ poaltecas anunciaron a Cortés que el generál Xicoténcatl esperaba con un po­ deroso ejército a los españoles. Siguieron adelante y a poco apareció el ejército tlaxcalteca; y como se negaran a parlamentar los tlaxcaltecas con los invasores, Cortés gritó: "¡Santiago y a ellos!" y el combate se hizo general; pero los tlax~ caltecas simulaban retirarse hasta llegar a un desfiladero que imposibilitaba la 72 maniobra de la artillería y la caballería, y Cortés vió asombrado que otro in~ numerable ejército de tlaxcaltecas se extendía a su vista, y un águila de oro con las alas abiertas era la enseña de la República. Sonaron los huéhuetls, se , escucharon alaridos de guerra y un joven general se adelantó con una escolta que llevaba en alto la enseña de Titcala, una garza sobre una roca, que era la casa de que procedía Xicoténcatl. El historiador Riva Palacio describe así al ge~ neral tlaxcalteca: "De formas hercúleas, de andar majestuoso, semblante agra­ dable, sus ojos negros y brillantes parecían penetrar, en los momentos de me~ ditación del caudillo, los obscuros misterios del porvenir, y sobre su frente ancha y despejada no se hubiera atrevido a cruzar nunca un pensamiento de traición, como un pájaro nocturno no se atreve nunca a cruzar por un cielo sereno y alumbrado por la luz del día. Xicoténcatl era un hermoso tipo; su ele­ vado pecho estaba cubierto por una ajustada y gruesa cota de algodón sobre la que brillaba una rica coraza de escamas de oro y plata; defendía su cabeza un casco que remedaba la cabeza de una águila cubierta de oro y salpicada de pie­ dras preciosas, y sobre el cual ondeaba un soberbio penacho de plumas rojas y amarillas; una tunicela de algodón bordada de leves plumas, también rojas y amarillas, descendía hasta cerca de la rodilla: en sus nervudos brazos mostraba ricos brazaletes, y sobre sus robustas espaldas descansaba un pequeño manto, formado también de un tejido de exquisitas plumas. Llevaba en la mano dere­ cha una pesada maza de madera erizada de puntas de iztli, y en el brazo izquier­ do un escudo en el que estaban pintadas como divisa las armas de la casa de Titcala, y del cual pendía un rico penacho de plumas". El combate duró todo el día, y Xicoténcatl, que había perdido ocho de sus capitanes, se retiró para reanudar la batalla al día siguiente. Cortés recogió sus heridos y subió al cerro de Tzompatchtépetl, donde durmió; y al amane­ cer envió nuevos embajadores proponiendo un armisticio a Xicoténcatl, quien se rehusó y amenazó atacar los cuarteles de los españoles, por lo cual Cortés tuvo que ir en busca de los tlaxcaltecas. El 5 de septiembre de 1519 se decidió la suerte de la República, con otra batalla que duró todo el día, pero a pesar de la bravura de los tlaxcaltecas, la superioridad de las armas de fuego triun­ fó de las flechas, y la defección de un cacique que huyó llevándose diez mil combatientes, dió la victoria a los españoles. El Senado de Tlaxcala, desalen­ tado, oyó el consejo de los sacerdotes, de que los invasores debían ser ataca­ dos de noche, puesto que eran hijos del Sol; Xicoténcatl rehizo. su ejército y fué a atacar los cuarteles de los españoles; pero Cortés velaba, y cuando los tlaxcaltecas estuvieron cerca, los cañones y los arcabuces diéronle otra vez la victoria dejando el campo, como el día anterior, sembrado de cadáveres. Los españoles entraron en Tlaxcala, y al ver que el Senado culpaba al jo- 73 Anales. Ep. 5~ T. II. -10. ven caudillo de la derrota y lo destituía, Hernán Cortés, que estimó el valor de su adversario vencido interpuso su valimiento, y Xicotencátl fué restituído en su rango de general. La República de Tlaxcala hizo alianza con Hernán Cortés para llevar la guerra al Imperio Azteca, de cuya capital habían sido echa, dos los españoles en la Noche Triste, y un poderoso ejército de españoles y tlaxcaltecas se puso en marcha; pero al llegar a Texcoco, Xicoténcatl, que odiaba la alianza celebrada y se indignaba al ver el mal trato que los españoles daban a sus aliados, desapareció del campamento una noche; mas habiendo si­ do aprehendido, fué juzgado sumariamente y condenado por los es paño les a morir "por haber abandonado sus banderas dando mal ejemplo a los fieles tlax, caltecas", y al amanecer fué ahorcado en la ciudad de Texcoco el héroe de la independencia de la República de Tlaxcala, ante el silencio de los soldados es, pañales que lo contemplaban con admiración. LAS HAZAÑ"AS DEL REY CUITLAHUAC Generalmente se sabe que el rey Cuitláhuac, penúltimo de los reyes de Anáhuac, murió en 1520 después de un breve reinado, víctima de las viruelas, enfermedad desconocida en México antes y traída por un soldado de Pánfilo de Narváez; pero la personalidad de este héroe azteca es muy interesante, aun, que su acción haya sido breve. Cuitláhuac era hermano de Moctezuma Xocoyotz;in, pues los dos fueron hijos de Atzayácatl. Desde muy joven se distinguió en las guerras que hizo Moctezuma a los reinos de Atlixco, Mixtecapan y Tehuantepec, y a la llegada de los españoles era Señor de lxtapalapa. Cuando Cortés audazmente redujo a prisión a Moctezuma, Cuitláhuac fué de los magnates que formaban al rey caído una apariencia de corte, y hallábase a su lado cuando el pueblo se alzó contra el ejército español por la matanza de nobles mexicanos ordenada por Pedro de Alvarado.
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