La Orbita Po6tica De Jorge Carrera Andrade

La Orbita Po6tica De Jorge Carrera Andrade

La Orbita Po6tica de Jorge Carrera Andrade 1 que abarca el su antologia intitulada Registro del mundo, ENespacio cronol6gico comprendido entre los afios 1922 y 1939, nos entrega y resume Jorge Carrera Andrade, su primera gran 6rbita poetica. Estamos ante un suceso lirico ya maduro y pleno de sugerencias para quienes siguen, paso a paso, la evoluci6n de la poesia moder- na en America del Sur, por cuanto Carrera Andrade, tanto por su ecuaci6n 6tnica como espiritual, es un mestizo genuino que, pese a sus prolongadas travesias por el mundo, siempre se ha expresado en la modalidad poetica que corresponde a un hombre del Pacifico americano. Aun en los poemas escritos en su residencia de Yo- kohama, donde la naturaleza y la milenaria tradici6n japonesa le acogen: Los pinos se conversan, y por todos sus ojos espian las cortezas; mas no ven sino cuervos, pues istas son sus islas, las tierras que escondidos cadiveres habitan, donde hay dias que reman sin prisa al horizonte, y gusanos de luz que comen caracoles; 294 REV IS TA I BE ROAME RI CANA ciudades en escombros sitiadas por sus muertos; lluvias de verde t6nica sembradoras de insectos, y pequefias mujeres que se nutren de anguilas o pescados minasculos de las tiernas bahias, ("Islas sin nombre") siempre esta presente su sangre y la t&cnica que adquiri6 a la luz de su Ecuador natal: La naranja es el dia o la mejilla fresca, sorbo de claridad, copa del clima; la pera ahonda sus heridas de agua con memoria de tempano y agujas de delicia y los melocotones acumulan su rubio material de alegria. ("Regimen de frutas") En los modernos poetas espafioles tales como Jorge Guillen, Luis Cernuda, Luis Rosales, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, la poesia se da como una entidad espiritual de fuerza centrifuga que va de lo intimo, del yo del poeta hacia el mundo externo. Es flecha personalisima que se clava en cualquier objeto del orbe real. Es asi como Luis Cernuda, en el apogeo de su lengua, escribe: Yo fui Columna ardiente, luna de primavera. Mar dorado, ojos grandes. Busqu lo que pensaba; Pens6, como al amanecer en suefio l1nguido, Lo que pinta el deseo en dias adolescentes. Canto, subi, Fui luz un dia Arrastrado en la llama. EsTUDIOS 295 Como un golpe de viento Que deshace la sombra, Cai en lo negro. En el mundo insaciable. He sido. 2 Pero en America, sucede lo contrario. El poeta integra la poesia partiendo de la naturaleza. En tal virtud, Pablo Neruda -genuino interprete de esta modalidad- ha Ilegado a decirnos, en un estilo hecho de largos y rituales periodos, que es ella quien le ha impuesto a su obra un determinado genero de tristeza: Loros, estrellas, y adems el sol artificial y una brusca hume- dad, hicieron nacer en mi un gusto ensimismado por la tierra y cuanta cosa la cubria, y una satisfacci6n de casa vieja par sus mur- cielagos, una delicadeza de mujer desnuda por sus ufias, dispu- sieron en mi como de armas debiles y tenaces de mis facultades vergonzosas, y la melancolia puso su estria en mi tejido, y la carta de amor, pilida de papel y temor, sustrajo su arafia tremula que apenas teje y sin cesar desteje y teje. Naturalmente, de la luz lunar, de su circunstancial prolongaci6n, y mis atn, de su eje frio, que los pijaros (golondrinas, ocas) no pueden pisar ni en los de- lirios de la emigraci6n, de su piel azul, lisa, delgada y sin alhajas, cai hacia el duelo, y esa substancia a la vez nocturna y maritima, me hacia alterar y padecer, y esas aguas subcelestes degradaban mi ener- gia y lo comercial de mi disposici6n. 3 A pesar "de lo comercial de su disposici6n", c6nsul de Chile en un puerto de Oriente, el poeta reconoce que posee, que es "un sujeto de sangre especial", al cual la naturaleza le hiere con todos sus espejos. Que la selva formidable del Sur de Chile, ya le ha abierto desmesuradamente los ojos por toda una existencia, asignin- dole una determinada categoria poetica que, cualquiera que sea su residencia en la tierra, sera apta para su sangre de mestizo, de sud- americano cabal. Tal es la ley a que estr sujeto este equipo de poetas en el cual tiene una cttedra sefialada Jorge Carrera Andrade; una ley que po- driamos llamar "c6smica", en la que el poeta integra su poesia par- tiendo de la naturaleza y en donde su "yo" queda, como subordinado o pospuesto por aquella. 296 REVISTA IBEROAMERICANA En determinadas circunstancias esta ley se verifica como una embriaguez, como un halito en el cual el artista s61o se deja llevar y la naturaleza cae en su poesia, como en una camara obscura: Arbol de cacao, arcingel preceptor del loro verde. Docencia de frescura en la tierra caliente. Adici6n de colores, sustracci6n de sonidos, cifra total de sombra. Con una vocaci6n celeste, dictas tus lecciones de aroma. ("Arbol de cacao") Aun en los filtimos poemas que ha escrito Jorge Carrera An- drade, a partir de su libro Pais secreto (Tokio, 1940), en donde una fuerza intima, una potencia subjetiva tiende a rebelarse para inau- gurar un genero distinto, se percibe la acumulaci6n de objetos, la marea externa que forcejea sin cesar. En una electrizada descripci6n de la mujer, plena de Tr6pico y tensi6n, nos asegura que su esta- tua es la siguiente: Tus cabellos son la muerte en el tr6pico, las hormigas gigantes. Tus cabellos voraces como el incendio o el naufragio a orillas de tu rostro con frutas y agua fresca. Tu garganta es un Arbitro que separa a dos desnudos atletas. Tus brazos son dos nadadores friolentos y en tus manos se mueven dos patrullas que te escoltan y sirven. En tus senos hay una balanza que tiembla. Se duerme a la redonda de tu vientre un remanso girando hacia el remolino de tu ombligo. En tu cintura hay una gacela. En tu grupa, un caballo. En tus muslos, dos alfanges y dos tigres que se desperezan. Tus piernas son dos rutas que conducen a dos plazas gemelas, y en tus pies se alinean diez arqueros y hay dos peces, dos hongos y dos lenguas. ("Zona minada, 2") ESTUDIOS 297 Aunque parezca inextricable, esta dificultosa evasi6n del poeta del mundo externo hacia su yo, hacia los s6tanos de su conciencia, ya es visible en su libro El tiempo mzanual. Desorientado, encandi- lado por innumerables viajes y ciudades, empieza a pulsar las cuerdas intensamente espafiolas de su inima y arguye: Todo es apariencia, signo, trinsito. El mundo es uno mismo, a pesar de sus formas. La misma soledad hospedada en los huesos y la misma afirmaci6n proletaria de las hornillas callejeras para calentar castafias. ("III clase") Luego, es el tiempo el fantasma que se cuela, de rond6n, por su lengua, como un hilito frio que viene a sorprenderle, a l1, poeta fosforescente y siempre embriagado por el Tr6pico y las apariencias del mundo. En un principio, s61o constata su curso: Los afios van sin prisa enredando sus liquenes y el recuerdo es apenas un nenifar que asoma entre dos aguas su rostro de ahogado. ("Biografia para.uso de los pijaros") Despues, profundiza en su esencia, le parece que pudiese me- dirlo, se familiariza con su sustancia: Todo gesto humano, el tiempo lo va copiando sin fin en su avenida de espejos... ("Costumbre") Finalmente, constata que el tiempo, como una ola, le va carco- miendo su morada; constata que es el fantasma inmanente capaz de ponerle en jaque, de llevar a su sangre una perpetua zozobra. Rettne inequivocos signos y aun, con un sentido sumamente oriental, llega a decirnos "que se pasa los minutos esperando: 298 R E VISTA I BEROAMERICANA el derrumbre del muro, la llegada del rayo, el correo celeste con la final noticia, la sentencia que vuela en una avispa, la orden como un litigo de' sangre dispersando en el viento una ceniza de angeles". ("Morada terrestre") Y, ahora, despues de constatada la excepci6n cabria preguntar- nos j que obscura esencia, que espiritu impele a este grupo de exal- tados poetas que pueblan el Oeste de America del Sur y cuya poesia tiene por eje una fuerza espiritual de orden centripeto, o sea, que va del mundo externo al inima del artista? 4 Aunque se trata de una entidad de suyo delicada, es indudable que este problema tiene su clave en la sangre. Cuando se regustan sus obras, cuando se profundiza en la psicologia de estos poetas, cuando se palpan sus efigies y sus modales, se supone, sin genero de dudas, que hay en sus plasmas sanguineos una franja de sangre india. No es raro, que sean ellos quienes se encarguen de negar rotundamente esta afirmaci6n. Sobre el particular, Gabriela Mistral, al hacer el elogio de los "Tres cantos materiales" de Neruda, nos dice: "Neruda se estima blanco puro, al igual del mestizo comin que, por su cultura europea, olvida fabulosamente su doble ma- nadero. Los amigos espafioles de Neruda sonrien carifiosamente a su convicci6n ingenua". 5 En cuanto a Jorge Carrera Andrade, es muy posible que no la abrigue. Sutil bi6grafo de los espejos y las alcobas, mis de una vez habrai meditado en sus ojos ligeramente oblicuos, en su porte oriental, en su instintiva habilidad para condu- cir el hai-kai. Sin duda, hay en nosotros, hay en nuestra calidad de mestizos, un ojo y ciertas potencias barbaras para las cuales la naturaleza tiene un sentido migico. Un sentido que se traduce en un verdadero jlibilo ritual. Un j tbilo todavia no perturbado en nuestra costa del Pacifico, por la abrumadora ticnica europea; un jfibilo multiplicado aun por la exuberancia del Tr6pico y la hermosura de los mares australes.

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