Jorge Jácome Clavijo TRAS LAS HUELLAS DE MONTALVO (Edición póstuma) Tomo II ARTÍCULOS Y DISCURSOS 2007 Jorge Jácome Clavijo TRAS LAS HUELLAS DE MONTALVO (Edición póstuma) 1 Jorge Jácome Clavijo TRAS LAS HUELLAS DE MONTALVO Tomo II ARTÍCULOS Y DISCURSOS (Edición póstuma) 3 TRAS LAS HUELLAS DE MONTALVO Tomo II ARTÍCULOS Y DISCURSOS (Edición póstuma) © 2007 Jorge Jácome Clavijo Primera edición 1000 Ejemplares Derechos de Autor No. 026593 ISBN-978-9978-60-069-6 del título ISBN-978-9978-60-067-2 obra completa Revisión de textos: Fernando Jácome Diseño y diagramación: Manuel Chávez G. Impresión: Fabián Vallejos Instituto Iberoamericano de Patrimonio Natural y Cultural del Convenio Andrés Bello IPANC Diego de Atienza Oe3-174 y Av. América ( (593 2) 2553684 Fax: (593 2) 2563096 Apartados postales: 17-07-9184 / 17-01-555 www.ipanc.org E-mail: [email protected] / [email protected] Quito- Ecuador Impreso en Ecuador Printed in Ecuador 4 ARTÍCULOS 5 LAS HUELLAS DE MONTALVO EN PARÍS La misión que me llevó a París en Julio de 1989, fue montalvina. A ella me dediqué los escasos diez días que allí permanecí y de alguna manera traté de seguir las huellas de “El Cosmopolita”. Amante Don Juan de los espacios abiertos, hay datos de que solía pasearse por el parque Monceau, el cual está encerrado entre elegantes verjas de hierro, pintadas en negro y dorado. Inició mi recorrido, después de visitar la Embajada del Ecuador en la cercana Avenida de Messine No. 34, en la que el Dr. Juan Cueva y el Sr. Carlos Abad me dispensaron una cordial atención. Recorro las veredas arboladas, admiro sus cuidados jardines, la gente que disfruta del sol y pienso que a nuestro compatriota le habrá traído el recuerdo del verdor del bosque de Ficoa y de su quinta que descendía hasta las vegas de su río, el Ambato. Este lugar le inspiró justamente una bella página que reproduzco a continuación: “Amable, oh ¡, digan si no lo soy con los niños del parque Monceau, cuando debajo de los árboles me han visto y juego con ellos: digan si no lo soy esas preciosas a quienes llamo la atención de tanto mirar en ellas con ternura y amor, y que al fin se me llegan como a su hermano o a su padre; díganme si no lo soy esos muchachitos harapientos, a quienes amo con veneración 7 cuando se me vienen a pedirme un sueldo, preguntándoles por su madre, por sus hermanitos y los animales de su casa; diga si no lo soy, el ciego de las esquinas, que sin verme me conoce; diga si no lo soy la tórtola del Luxemburgo, los gorriones de la Tullerías que vienen a comer en mi mano la miga que exprofeso he comprado en una tienda. Diga si no lo soy, el perro del vecino que, como si fuera su dueño, me acaricia cuando paso; digan si no lo soy los niños del Bosque de Bretaña a cuya sombra me echo, agradeciendo vivamente su frescura; digan si no lo soy los cisnes del lago que susurra a mis pies, cuando con el cuello alto y el ojo averiguador vienen rompiendo con el Manco pecho; digan si no lo soy las nubecillas purpurinas que en graciosa muchedumbre se apuñan en el occidente a la puesta del sol, cuyas evoluciones sigo largo rato con la vista. Esa luna pálida y triste como yo, lo dirá también; lo dirán los genios invisibles que me rodean; lo dirá Dios, que ve a través de la oscuridad, oye a través de la distancia y sabe las cosas como son, a pesar de los perversos cuyo anhelo se cifra en presentarnos de mal viso”.1 Camino al azar por las inmediaciones y de pronto me encuentro en la estación del Metro, Wagram, donde me quedo sorprendido al descubrir el perfil de una iglesia que reconozco. ¿No es San Francisco de Sales, en la cual se realizaron las exequias fúnebres del escritor? Estoy en lo cierto y penetro en el recoleto templo de tres naves con sillas de madera y asientos de paja, ubicada en la calle de Bremontier. Medito un momento sobre la precariedad de la vida, la certeza de la muerte, la vanidad de la gloria humana. Montalvo fue consciente de la trascendencia del paso a la eternidad y el rito católico allí cumplido hace un siglo, es el colofón adecuado para un alma religiosa como fue la suya. Desde este lugar me propongo, ahora que estoy seguro de estar en el barrio parisino de Montalvo, reconstruir la ruta del cortejo desde la rue Cardinet, concluyendo que entre los dos lugares - Sn. Francisco y la Cardinet -, no hay más de siete cuadras. En el inicio o final de esta última calle, hay una placa en una casa que deja constancia de que allí vivió el famoso músico francés Claudio Debussy. Cuando el escritor americano, extasiado en su primer viaje a Europa, contaba, como en todo lugar de París se topaba con la historia, no imaginó que él estaba igualmente calificado 1 “Diario, Cuentos, Artículos”, (Páginas Inéditas II), de Letras de Tungurahua. Diario del Destierro. 8 para formar parte de ella. Poco más allá está su placa en el No. 26 de la casa en la cual vivió y murió, sin que sus características interiores se hayan dado a conocer aún, ni el piso que habitó. Lo más que puedo decir es que sus balcones están llenos de genios rojos y que me enteré que allí tienen su oficina los vecinos del barrio. De San Francisco de Sales el cuerpo de Montalvo salió, según su hijo parisino, al cementerio Católico de Guayaquil, aunque él pensaba en el cementerio de Montmartre. Si se recuerda que falleció el día 17 a eso de la una de la tarde y la ceremonia del templo tuvo lugar el día 20, es obvio que el cuerpo habrá estado ya embalsamado para su transporte al Ecuador. Del parque Monceau dice también su hijo Jean Contoux Montalvo, cuya existencia fue siempre conocida por los ecuatorianos cercanos a don Juan y por sus familiares,2 que su padre solía ir a la redacción del diario “El Fígaro”. Afirmación que se puede leer en el libro “Montalvo en París”, editado en Ambato en 1969 gracias al empeño del Alcalde Luis Pachano y del Director de la Casa de Montalvo, Oswaldo Barrera Valverde. Desgraciadamente Jean, un niño de apenas 2 años de edad cuando murió su padre, estaba demasiado tierno para almacenar con fidelidad muchos recuerdos, por lo que las investigaciones del biógrafo de“El Cosmopolita”, Galo René Pérez y las mías, en la hemeroteca de París, sobre tales artículos, han resultado negativas. Dos días más tarde, acompañado de nuestro coterráneo, el Padre Alejandro Soria Vasco, ex profesor de la Sorbona, el cual tuvo la bondad de enviarnos fotocopias del acta de defunción de Montalvo que fueron publicadas en“El Heraldo” de Ambato y “El Comercio” de Quito, el 17 de enero pasado, voy a la rue Jaufroy, en donde están las oficinas de la parroquia de San Francisco de Sales. Allí pude tener en mis manos respetuosamente el Registro de Actas de Defunción de 1884 a 1889. En la página 322 No. 15 está la de Montalvo.Y aunque parece que todo ha sido revelado, reparo en un detalle de menor cuantía pero que permite reconstruir la ceremonia allí cumplida. En el casillero de la categoría del funeral hay un 3 y un 2. Un examen 2 La Casa de Montalvo posee una fotografía original de Juan Montalvo Contoux (sic) en- viada por su madre al Dr. Francisco Javier Montalvo, hermano de Don Juan. 9 del resto del libro establece que las categorías van de O a 9 y dentro de estas (a excepción de O), una subdivisión en 1 y 2, dando un total de 19 categorías de funerales. Como es obvio suponer, el O era para los pobres que no pagaban nada mientras que la categoría 9, clase 1, la más alta, habrá sido con flores, cortinajes, música de órgano, canto, sermón, cirios, etc. De modo que si la de Montalvo tuvo la categoría 3ra. clase segunda, se deduce que sus funerales fueron a nivel intermedio tendiendo hacia abajo y eso gracias a la contribución de sus amigos compatriotas. En otras palabras si hubo flores, serían muy escasas y es dudoso aquello de que“tampoco escasearon las flores en aquel departamento” (el de la rue Cardinet). La ceremonia si no fue de pobreza absoluta, fue modesta, con lo que se confirma una vez más que murió como había vivido: sencilla pero dignamente. En cuanto a la nota “non administré” o “no administrado” que allí consta y sobre la que se han hecho elucubraciones, el padre Soria y la oficinista francesa, la interpretaron sin dilación: significa que no ha visto sacerdote. El padre Soria profesor de historia al fin, amplió su criterio diciendo que así lo establece la verdad histórica que siempre debe ser objetiva. La verdad religiosa en cambio, es subjetiva y pertenece al fuero íntimo, de acuerdo al cual pueden hacerse otras interpretaciones, como aquella de que Montalvo de acuerdo a su conciencia murió en paz con Dios y con los hombres. Montalvo vivió en la rue Cardinet sólo en la última estadía, de los años 80, pero se conoce que habitó otras casas y que en su primer viaje lo hizo en la rue Laffitte: “Así desde que vine he vivido en un hotel más al aire libre y luz posibles. Ahora es preciso cambiar, ya me canso de la rue Laffitte, ¡aunque la casa es buena, mi cuartillo es muy reducido para un secretario de embajada! en resumidas cuentas debo cambiarme”.3 Recorro pues esta angosta calle desde el boulevard de los italianos hasta su final que remata en un templo de líneas clásicas, Nuestra Señora de Loreto.
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